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AQUÍ ESTOY MOISÉS Y LA ZARZA ANÁLISIS DEL TEXTO BÍBLICO EX 3, 1-14 INTRODUCCIÓN A LA SAGRADA ESCRITURA PROF. P. FRANCISCO LEZAMA ASPIRANTADO HMA 2017 CAMILA ACOSTA AQUÍ ESTOY MOISÉS Y LA ZARZA: ÉXODO 3 INTRODUCCIÓN AL LIBRO DEL ÉXODO El Éxodo es el segundo libro de la Biblia, se encuentra dentro de la Torah. La Torah es el primer grupo de libros de la Biblia en ser ordenado, está compuesto por Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos cinco libros, originalmente rollos (por eso su nombre en griego Pentateuco: cinco rollos) fueron desde el principio considerados como La Ley. Esta traducción no agota el sentido de Torah; en hebreo la raíz de esta palabra significa distintas cosas y tiene se entiende, más que como ley, como la instrucción que es dada por Dios a su pueblo. Dentro de las instrucciones que Yavhé da a los israelitas resalta la depositada en manos de Moisés en el monte Sinaí, sin dudas la más importante recibida por el pueblo de Israel. Este relato se encuentra en el libro del Éxodo o “Estos son los nombres”, como se lo nombra en hebreo por las primeras palabras que allí aparecen. La palabra “éxodo” viene del griego hodos, que significa “camino”, y ex, “fuera de”, es decir, un camino para ir fuera, para salir. En este sentido el uso de este término tiene una doble connotación: la salida de tierras egipcias y la salida de la esclavitud a la cual estaban sometidos. Este camino de salida, hace ya 3400 años, llevó al pueblo de Israel a la tierra prometida y a la libertad prometida. Pese a que la tradición otorga la autoría de este libro, así como al resto del Pentateuco, al mismo Moisés, concepción que el mismo Jesús expresa en diversas oportunidades en los Evangelios, en los últimos siglos se han desarrollado diversos estudios que parecerían apuntar a una múltiple autoría.1 Nos encontramos frente a un libro que nuclea cuatro tradiciones distintas. Primeramente, se habían formado relatos provenientes del Sur, de la región de Judá, de tradición Yahvista. Algo más tarde esta tradición se habría mezclado con la Eloísta, proveniente del Norte, de la región de Israel. En el año 722 con la caída del reino de Israel ambos relatos se unifican, de ahí la dificultad de entender la razón de las distintas maneras de llamar a Dios: Yahvé para el primero, Elohim para el segundo. Por último, interviene también la tradición Sacerdotal, la cual surge como respuesta a la situación que vivieron los hebreos en el destierro a Babilonia en el 586; este autor se lleva también el mérito de haber unificado el Pentateuco hacia el año 450. A nivel de contenido el Éxodo está dentro de los tres libros que en el marco de la vida de Moisés relatan la formación del pueblo elegido y el establecimiento de su Ley. El éxodo desarrolla en cuarenta capítulos los temas de la liberación de Egipto y la alianza en el Sinaí, enlazados por el tema de la marcha por el desierto. Moisés que ha recibido la revelación del nombre de Yahvé en el monte de Dios, conduce allá a los israelitas liberados de la servidumbre. Dios hace alianza con el pueblo y le dicta sus leyes. El pacto, apenas sellado, queda roto por la adoración del becerro de oro; pero Dios perdona y renueva la alianza. El bloque final narra también la construcción de la tienda, lugar de culto en la época del desierto. 1 C. Wiener, El Libro del Éxodo. En el Éxodo se manifiestan las creencias y leyes que sostienen la fe del pueblo judío y que son fundamento importante de la fe cristiana. ESTRUCTURA Y SINTESIS DEL TERCER CAPÍTULO Previo a adentrarnos en el estudio del fragmento de nuestro interés, es necesario tener una idea general del capítulo 3 del libro del Éxodo se podría dividir en tres grandes partes dentro de las cuales podrían existir otras subdivisiones. Vocación (vv.1-12) La primera parte responde al llamado de Moisés, al descubrimiento de su vocación. Primeramente, el autor se encarga de presentarlo, nos contextualiza, luego topándose con la zarza decide acercarse, situación en la cual llama Dios. A esta llamada, Moisés responde firme “HEME AQUÍ”2. A esta respuesta, Dios lo invita a acompañarla de un gesto: descalzarse; pero no basta para Moisés quien decide además cubrir su rostro por temor de Dios. El Señor expresa el dolor que él mismo siente por lo que está atravesando su pueblo y que es Moisés quien deberá liberarlos. Moisés duda y Dios lo afianza asegurándole que al salir de Egipto lo adorarán en ese mismo lugar. Vemos como luego del intercambio entre el diálogo y los gestos de Moisés, Yahvé concluye hablando largamente en una especie de monólogo. Nombre (vv.13-14) La segunda parte corresponde a la manifestación del nombre del Señor. Moisés, no convencido aún del todo, le exige más seguridades, le pide saber su nombre y el Señor responde: “Yo soy el que soy”. Volviendo a enviarlo a los israelitas a liberarlos revelando su nombre: YAVHÉ. Promesa y envío (vv.15-22) En la última parte, repite el envío que ya había hecho. Le concede que los israelitas crean, pero le asegura dificultades para convencer a los egipcios, sabiendo que Yahvé no lo dejará solo, sino que será él quien lo libre. Durante este intercambio se repite el esquema del primer momento del encuentro en el que, luego del diálogo donde se revela el nombre de Dios, Yaveh proclama un monologo. Por último, les concede, además, a futuro, el favor de los egipcios, quienes les otorgarán objetos de valor para cuando se vayan de su tierra. GÉNERO LITERARIO Para entender con propiedad lo que el autor de cada texto sagrado intentó transmitir, la Dei Verbum en el inciso 12, nos recomienda “que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia, según la condición de su tiempo y su cultura según los géneros literarios usados en su época”. Bajo esta recomendación definiremos de qué se trata un género literario y particularmente en qué genero se encuadra el texto de nuestro interés. Desde la literatura se entiende como género literario a los distintos grupos o categorías dentro de las cuales podemos clasificar a las obras literarias y a su contenido, tanto por sus modos de 2 La traducción bíblica utilizada de sustento para el trabajo es la Biblia de Jerusalén. ver el mundo, los signos que utilizan, la finalidad que persiguen o la estructura en la que se basan para expresar sus contenidos. En las Sagradas Escrituras, además, los géneros literarios son las diversas formas de expresión que se utilizan para transmitir unos determinados contenidos de fe que corresponden a una intención teológica; en nuestro caso “llamada vocacional”. Este tipo de relato es relativamente usual en la Biblia: conocemos cómo Dios llamó a sus profetas, a los líderes de su pueblo, incluso a la misma María elegida para ser la madre de Jesucristo. Para comprender entonces las llamadas vocacionales que son narradas en las Sagradas Escrituras resulta necesario comprender a cada llamada individual como una llamada enmarcada en la elección del pueblo judío y la misión que deberá desempeñar en el seno de la humanidad. De hecho, Dios habla a su Pueblo como si se tratara de un único hombre, lo que hace posible que las vocaciones singulares se vean reflejadas en esta vocación comunitaria.3 Desde esta mirada entendemos que la vocación de Moisés es personal con una proyección comunitaria. Su deber personal es guiar a todo el pueblo elegido por Dios, es estar al servicio mismo de la Alianza. Particularmente en el AT la llamada no se centra tanto en quién es llamado sino para qué, finalidad siempre comprendida en la elección del pueblo de Israel. Respecto a esto cita el obispo chileno Santiago Silva Retamales: «Enrealidad, escribe G. DEL OLMO, es la existencia misma de Israel como pueblo la que es vocacional y se puede objetivar en una existencia personal (Abrahán) o vivir como experiencia nacional (Alianza)», y completa: sólo la comunidad de la alianza «es llamada por sí misma y por su propia “realización”; los demás sólo “en función de” y para realizarla a ella y así realizarse». Ante el llamado de Dios, su envío, Moisés rápidamente presenta una interrogante: “¿Quién soy yo?” Esta actitud no debe ser entendida como una excusa o simplemente miedo, ya que quien se excusa busca escaparse del trabajo encomendado y quien tiene miedo se ve paralizado ante el encargo. Nada de eso. Moisés, al igual que tantos otros enviados por Dios, quiere cerciorarse de la verosimilitud de la propuesta, no sea cosa de embarcarse desmedidamente en una empresa destinada al fracaso. El éxito lo da Dios, así que lo que la interrogante busca, ante el planteo vocacional, no es sino la garantía de que se está frente a un planteo que proviene de Él. En los relatos vocacionales, como ya dijimos, lo importante es la misión salvadora del pueblo de Dios y no tanto el protagonismo de quien es llamado, pero pese a eso, así como Yahvé es un Dios personal que va al encuentro de hombres y mujeres en particular, así también las escrituras enmarcan a sus personajes con más o menos exactitud. No es menor el dato de quién es el que es enviado ni tampoco cuándo, nos recuerda el carácter histórico de nuestro Dios, que se adentra en nuestra existencia, tan humana, tan carnal, en el transcurso de nuestros días con dificultades y necesidades concretas a las que Él ha de acudir. Como le dice a Moisés: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto; he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo” (Ex 3, 7-8). Así como el vínculo con el Señor es personal, es también personal: con fecha y nombre. 3 S. Silva Retamares, Relatos Vocacionales en el Antiguo Testamento. Para el profeta Isaías, el encuentro con Yahvé comenzó siendo una desgracia, él y su impureza viendo al mismísimo Dios no tenía un final feliz asegurado. Es interesante ver el desarrollo del capítulo sexto de Isaías a la luz del tercero del Éxodo. En ambas narraciones tenemos a un personaje que inesperadamente se encuentra con algo asombroso, si bien para Moisés no fue tan claro hasta que le fue explicitado, estaban en un lugar que requería el mayor de los honores, un lugar sagrado. Para Moisés la orden fue descalzarse y la reacción espontánea cubrirse el rostro (Ex 3, 5-6); para Isaías, ante el temor que sentía, el signo proviene de los serafines quienes lo purifican con una brasa del altar (Is 6,6). Es a partir de ese momento que ambos establecen un dialogo con el Señor Yahvé, en el cual reconocido su poder y la pequeñez de estos hombres, que se sitúan en el humilde lugar de los indignos de ver a Dios, este les presenta su misión para ellos. En Jeremías también encontramos ciertas similitudes al llamado de Moisés. Él igualmente parece excusarse, incluso más explícitamente que Moisés. ¡Ah, Señor Yahvé! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho (Jr 1, 6). Pero Dios asegura su presencia, su accionar: Dios no envía solo, sino que envía en su presencia. En este sentido el paralelismo con el capítulo tercero del libro del Éxodo es notorio, y más aún si notamos que después de la respuesta (vv.7-8), Yahvé certifica su compañía con un signo que otorga confianza a su elegido, tanto para Moisés (Ex 4,3) como para Jeremías (Jr 1, 9-10). Aún en el nuevo testamento vemos a quién será madre de Dios hacer las mismas preguntas “¿Cómo será posible?” (Lc 1, 34), y nuevamente a Dios, esta vez a través del Ángel responde con la certeza de la compañía de Dios, del Espíritu que vendrá a cubrirla y a continuación le da la noticia de la gracia que también su prima había recibido (vv. 35-36). Quizá por no ser su signo reconocido de inmediato, es que ella tanto como para servir como para asegurarse, colmada de ansiedad sale aprisa a encontrarse con Isabel luego de recibir su encargo. HINNENÍ Sin dudas, Yahvé encuentra la manera de llamar la atención de Moisés, él se supo maravillar con ese “extraño caso” (vv.3). De todos modos, Moisés no se queda en la maravilla del caso, sino que su curiosidad lo lleva a acercarse y a la hora de ser llamado responde con certeza: HINNENÍ, que significa “aquí estoy” o “heme aquí”. Respecto a este término, varios autores acuerdan en que tiene como función particular llamar la atención sobre algo, situarlo en el presente centrando la atención en él. El primero en responder con firmeza “Hinnení” al Señor, en la historia de Salvación, fue Abraham. Parecería lógico que fuera Adán, o al menos su hijo Caín, al ser llamados por Dios (Gn 3,10; 4, 9); pero ambos, atemorizados por haber fallado a Dios, deciden no afrontar la situación, sino que se excusan, quitándose la responsabilidad sobre el asunto. Luego de esta experiencia que vive Dios con los hombres decide cambiar su técnica por lo que decide comenzar a dar órdenes: así hizo con Noé (Gn 6, 22) y al principio también con Abram (Gn 12,4). Pero con Abraham es diferente, Dios se arriesga y decide probarlo . Pese a que en el común de los casos solemos entender que la prueba a la que fue expuesto Abraham fue la del sacrificio de su hijo la Biblia dice otra cosa: Aconteció que después de estas cosas, Dios probó a Abraham, y le dijo: ¡Abraham! Y él respondió: Heme aquí. (Gn 22, 1) La prueba que Dios le hace a Abraham es el mismo llamado al cual Abraham libre, valiente y amorosamente responde orgulloso: heme aquí. La prueba que Dios nos hace es responder a su llamado, llamado personalísimo, por nuestro nombre, con las palabras que nuestro padre en la fe nos enseñó. Pero no podemos decir que es Abraham el único en pronunciar estas palabras, sino que a lo largo de la historia de salvación tantos otros harán suyas sus palabras siguiendo su ejemplo. Tal es el caso que estudiamos, del cual hemos tomado la expresión: en el encuentro de Yahvé con Moisés por intermedio de la zarza. Así como hizo Dios con Abraham y con su nieto Jacob, lo llama por su nombre, esperando su respuesta. Ante el llamado de Dios solo queda responder heme aquí o aquí estoy. Es una respuesta arriesgada, claro está. Pero sobre todas las cosas, es una respuesta en el amor. Solo en quien confiamos mucho, porque nos ama, porque nunca nos haría daño, somos capaces de depositar toda nuestra libertad. Es una respuesta que no pone clausulas, es una respuesta absoluta. Moisés supo también preguntar antes de responder, ante el proyecto inmenso de Dios resulta sensato preguntarse. Con la primera pregunta, Moisés, evidencia su pequeñez, su incapacidad, incluso su pasado que teñido por el pecado no deja de atormentarlo: ¿Quién soy yo? Pero para Dios no hay cabos sueltos y sabe responderle. Tanto es así que parece que Moisés queda ya ilusionado con la misión que se le adjudica, aunque tomando precauciones y demostrando conocer a su pueblo vuelve a preguntar: ¿Qué les diré cuando pregunten tu nombre?, una pregunta para nada irrelevante para la situación en la que el pueblo se encontraba. Dios revelando su nombre no parece una situación cotidiana, algo como para tomarse a la ligera. Pero no es narrado ningún descontento de Dios, ni que se tome un tiempo para pensar. La Biblia dice: “Dijo Dios a Moisés”. No hay demoras, no escatima en su inversión, lo cual solo es explicable desde la inmensa respuesta que Moisés le había regalado: Hinenní. Esta expresión está cargada de la vida de quién la pronuncia para darle respuesta al llamado de Dios, no es una respuesta más y Dios, generoso y agradecido por la respuesta, no se guarda para sí, sino que redobla la apuesta: también Él se da desde su propia vida siendo el quees, revelando su identidad, permitiendo un vínculo de mayor intimidad que llegará a ser consumado con la humanidad de su propio hijo y la amistad que le regaló al mundo. A MODO DE CONCLUSIÓN Luego de esta lectura me resulta casi hiperbólico querer redactar una conclusión espiritual que no caiga en redundancias de conceptos que ya han sido explicitados. Personalmente es una lectura que toca las fibras hondas de mi fe, al fuego primero que, así como a Moisés, me invitó primero a darme una vuelta para observar lo que sucedía en esa zarza, acercamiento que permitió escuchar al Dios vivo que llamaba e invitaba a reconocerlo. Este vínculo tan personal no puede dejar indiferente a nadie y menos aún a quien, alejado de sus seguridades, da un paso adelante. En este sentido creo que pastoralmente no debemos olvidar que las motivaciones de acercamiento al ámbito pastoral pueden y deberían ser diversas. Tanto quién se acerca buscando encontrarse con Dios, como quién solo está interesado en pasar un buen rato, en aprender algo útil o en compartir algo rico, puede estar siendo movido, aun sin saberlo, por el Espíritu Santo y aportando de su particularidad, encontrarse de forma personal, íntima, cara a cara como el mismo Moisés. En este sentido no hay que temer a quién ha “perdido el rumbo”. Recordemos que el mismo Moisés había asesinado a un hombre egipcio. Pero Dios, colmado de misericordia, desea desde lo más hondo de su ser que seamos felices con y desde Él, acercando a nuestros hermanos con nuestra propia vida a la comunión en el Amor. Comparar a la zarza que no se quema con nuestras propias vidas encendidas del Amor de Dios, deleita a las almas sedientas de la Fuente inagotable de Vida. Saber que si nos encontramos en íntima relación con Dios conseguiremos vivir una vida encendida, que irradia y cobija pero que no consume, es motivo más que suficiente para entregarse sin miedo a responder Hinení. La Iglesia tiene la obligación de dar respuestas en estos sentidos, de otorgar oportunidades, de no consumir ni consumirse, sino de ser luz. Quizá de eso se trate, de más hinnení que desconcierten al mundo, que atraigan la atención, que se entreguen aun en la duda, que no demoren ni condicionen su respuesta, que se atrevan a contestar al Dios de los hombres como este merece: Aquí estoy, Señor. REFERENCIAS Biblia de Jerusalén. (s.f.). Retamales, M. S. (s.f.). Relatos Vocacionales en El Antiguo Testamento. Wiener, C. (s.f.). El libro del Éxodo.
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