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Juego y suerte: el jaripeo como espectáculo
social y su profesionalización en el suroeste
de Puebla, México
By
Iliana Vázquez Zúñiga
Department of Anthropology, University of Montreal
R e s u m e n
Este artı́culo analiza el jaripeo considerando dos aspectos interrelacionados. El primero
se refiere al proceso de profesionalización, en el cual se han incorporado instrumentos
en la monta que han mejorado la calidad del espectáculo, pero incrementado el riesgo
del jinete. Argumento que este mecanismo de violencia y la posibilidad de la muerte
del jinete hacen más atractivo el espectáculo. El segundo se refiere al jaripeo como
espectáculo social que contiene y genera estereotipos raciales y de clase, para lo cual
se realiza una comparación con la charrerı́a y se presentan algunas reflexiones sobre
la cultura ranchera relacionada con estos espectáculos. Este estudio se sustenta en
los datos recabados mediante entrevistas y trabajo de campo en tres municipios del
suroeste de Puebla, México (Piaxtla, Axutla y Tulcingo). En esta región, los jaripeos
se han profesionalizado con mayor fuerza desde los años noventa como una actividad
ligada a la ganaderı́a. [Charrerı́a, desigualdades de clase y raza, ganaderı́a de reparo,
México, profesionalización del jaripeo]
A b s t r a c t
This article examines jaripeo (bull riding) through two interrelated elements. On the
one hand, I analyze the professionalization process of jaripeo, through the use of special
tools, which even though have helped improve the quality of the spectacle, have also
created a greater risk for the bull rider. I argue that this mechanism of violence has
generated a greater appeal, and fascination among the public, and the development of
the business. On the other hand, I describe jaripeo as a social spectacle that illustrates
racial and class stereotypes in comparison with Mexican charreŕıa. This view of the
spectacle reflects the inequalities of today’s Mexican society. This research is based on
data collected in three villages in the southwest of Puebla, Mexico (Piaxtla, Axutla,
The Journal of Latin American and Caribbean Anthropology, Vol. 24, No. 2, pp. 461–477. ISSN 1935-4932, online ISSN
1935-4940. C© 2019 by the American Anthropological Association. All rights reserved. DOI: 10.1111/jlca.12417
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 461
and Tulcingo). In this region, jaripeos have become professionalized with greater force
since the 1990s in relation to the cattle breeding economy. [Cattle breeding economy,
class and race inequalities, Mexican charrerı́a, Mexico, professionalization process of
jaripeo]
Señor, nosotros los jinetes no te pedimos favores especiales, solamente te pedimos nos
des valor y destreza para realizar nuestras montas en cada uno de los jaripeos donde
arriesgamos la vida. Señor, tú que fuiste jinete del Apocalipsis en esta vida, vida que
quieres que vivamos, con el único fin de ganarnos el pan de cada dı́a y divertir a
tus hijos. Queremos pedirte humildemente que, llegando el último e inevitable gran
jaripeo para nosotros, y cuando las piernas con todo y espuelas se aflojen, y cuando
nuestros brazos no soporten el chicoteo del último reparo, y tú, Señor, nos llames allá
contigo, donde todas las tardes serán de triunfo y gloria para nosotros, nos digas: ¡dale
puerta, fuera capas! Vengan mis cabezales valientes, tu monta la he dado por buena
(Oración del jinete).
Introducción
El jaripeo es un espectáculo asociado a la monta de toros o potros que se realiza
durante las festividades católicas y cı́vicas tradicionales del medio rural, en buena
parte del territorio mexicano. Según el Diccionario de mexicanismos es un “de-
porte que consiste en montar sin silla potros salvajes o reses bravas y hacer otros
ejercicios, como arrojar el lazo” (Academia Mexicana de la Lengua 2010). Si bien
existen algunos estudios sobre los deportes relacionados con el ganado mayor y la
ganaderı́a en México, existen pocos sobre el jaripeo como espectáculo en proceso
de profesionalización, producto del desarrollo de la ganaderı́a y la expansión de ne-
gocios del entretenimiento hacia nuevos mercados, y que analicen la importancia
que ha cobrado la comercialización de un espectáculo que centraliza la violencia y
la posibilidad de la muerte como principal mercancı́a (Camou 1998; Garcı́a 1994;
Shadow 2002).1
Este artı́culo busca trazar un puente entre los elementos mencionados y ofrecer
evidencia etnográfica sobre el fortalecimiento del jaripeo en el centro sur de México.
Para esto, se examina el proceso de profesionalización del jaripeo como espectáculo,
en total imbricación con el desarrollo de la ganaderı́a de reparo en la región desde
la década de los noventa hasta la actualidad. El jaripeo es atractivo por el alto riesgo
que conlleva el juego entre el toro y el jinete, que deja a los jinetes a la suerte de la
ejecución de la monta. Debido a la amplitud del tema, sólo se abordará de manera
462 J o u r n a l o f L a t i n A m e r i c a n a n d C a r i b b e a n A n t h r o p o l o g y
general su profesionalización, tomando en cuenta algunos cambios realizados en
el uso de los instrumentos de la monta para hacerla más peligrosa, el manejo de
la ganaderı́a de reparo y la exposición de los jinetes ante la muerte como elemento
crucial del espectáculo.
Por otro lado, el texto examina y sugiere que estudiar el jaripeo como es-
pectáculo es útil para indagar acerca de los estereotipos raciales y de clase que per-
sisten en la sociedad mexicana contemporánea. Esto a partir de su contrastación
con la charrerı́a, la cual ha generado algunos de los estereotipos e imágenes del
nacionalismo mexicano en la figura del charro y en la vida rural de buena parte
del occidente y bajı́o mexicano. La cultura ranchera refuerza una idealización del
campo mexicano como referente opuesto a la modernidad de la sociedad contem-
poránea (Barragán 1997a).
En el suroeste de Puebla, el jaripeo habı́a sido hasta hace aproximadamente
cuatro décadas un espectáculo confinado al medio rural, relacionado a las prácticas
de los ranchos ganaderos y ferias locales; donde el público es fundamentalmente
la clase subalterna, con un estilo de vida campirano; no obstante, esto ha ido cam-
biando poco a poco. Recientemente se ha profesionalizado como un espectáculo
cada vez más celebrado, no sólo en los espacios rurales sino en las periferias urbanas,
plazas taurinas de las principales ciudades mexicanas y algunos asentamientos de
mexicanos en Estados Unidos. Este trabajo trata sobre el proceso de profesional-
ización del jaripeo como espectáculo y como forma de difusión de estereotipos
de las desigualdades de clase. Para ello, me baso en entrevistas a ganaderos, pro-
motores, jinetes y locutores de tres municipios del suroeste del estado de Puebla
(Piaxtla, Axutla y Tulcingo), en los que realicé trabajo de campo entre los meses
de septiembre a diciembre de 2015 y en febrero de 2016.
El espectáculo del jaripeo y su profesionalización
Una tarde de septiembre del 2014 asistı́ a un jaripeo en Tulcingo, Puebla.2 Al entrar
al ruedo observé que el lugar estaba completamente lleno; muchas personas habı́an
tomado sus asientos mientras otras tantas permanecı́an de pie, a la espera del
espectáculo. La banda musical tocaba en el escenario canciones estilo sinaloense.3
En un corral más pequeño, llamado toril, estaban encerrados los toros destinados
a la corrida. En la parte de abajo, junto a la entrada, habı́a una carpa para la venta
de bebidas, comida y golosinas. El ruedo es el espacio que componen el corral—un
cı́rculo metálico en cuyo interior se hacen las montas—y la zona de asientos, que
se divide en dos áreas: la preferente (a ras de suelo y próxima al corral) y los palcos.
La primera se reserva para los alcaldes, los apostadores o los empresarios de las
ganaderı́as, y la segunda es para el públicoen general.
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 463
El ambiente del público era sumamente festivo. Sobresalı́a el jaripeo como
una fiesta. Los varones estaban ataviados con sombreros de cuero, camisas de
cuadros o guayaberas, pantalones de mezclilla y botas. Algunos llevaban espuelas
y armas. Las mujeres estaban vestidas con jeans, camisa y botas. Otras con escotes,
maquillaje sobresaliente y tacones. Algunos bailaban al son de la música de banda.
Los hombres bebı́an cerveza, charlaban y soltaban carcajadas. Las mujeres estaban
acompañadas de sus amigas y pendientes de los niños pequeños. Aunque bebı́an y
reı́an, lo hacı́an en un tono más discreto que los hombres. Los caporales y ganaderos
se estaban preparando para iniciar.4
Al comienzo del espectáculo, salió el locutor de la zona preferente, detuvo la
música y pidió la atención del público. Presentó al empresario ganadero, dueño de
los toros, y a los jinetes, nueve jóvenes entre 17 y 30 años, ataviados con pantalones
vaqueros, sombreros, chaparreras, camisas y espuelas. Los jinetes se formaron en
una fila en el centro del corral, de frente al público. El locutor anunció el programa
mencionando el sobrenombre de cada uno y el nombre del toro que le correspondı́a
montar. Mencionó también el motivo del jaripeo, en este caso la conmemoración
de las fiestas cı́vicas de la Independencia de México. En seguida, pidió respeto y
silencio al público y empezó a rezar con devoción la oración del jinete, mientras
éstos agachaban la cabeza y ponı́an su sombrero a la altura del pecho.
Cuando terminó la oración, el público aplaudió; los jinetes y el ganadero
salieron del ruedo y los caporales prepararon al primer toro que estaba en el cajón
de apretamiento.5 Prepararlo consiste en ponerle el pretal (una cuerda que se le
pone en el lomo al toro para que el jinete pueda sostenerse). Una vez preparado, el
jinete indicó a los caporales que estaba listo, dio señales al soltador (persona que
abre el cajón) y se dejó caer sobre la bestia . . . “¡puerta!” gritó el locutor. El toro
salió disparado al centro del ruedo reparando con gran bravura. El locutor contó
los reparos . . . 1, 2, 3, 4 . . . mientras la música banda se escuchaba al fondo. El
público estaba atento. El jinete cayó y el toro se regresó para pisarlo a la altura del
pecho. “¡Quı́tenselo cabrones, quı́tenselo!,” ordenó el locutor, mientras el público
femenino gritaba asustado. Aunque los caporales trataron de lazar al toro, éste se
escapó y siguió pisando al jinete. En un momento en el que los lazadores distrajeron
al toro, el payaso del rodeo6 logró jalar al jinete afuera del corral. Los caporales y
organizadores rodearon al jinete que estaba en el suelo y le dieron aire agitando
los sombreros de un lado para otro. “Al parecer la libró,” anunció el locutor, luego
de unos minutos de nerviosismo. Ya asegurado el toro, los lazadores se prepararon
para la segunda monta.
****
“A la monta de toros tumbados o encajonados en los últimos 50 años,
acompañados con banda se le llama jaripeo,” ası́ lo menciona un documental
producido por PB Brahman (2012) sobre la historia del jaripeo mexicano cuando
464 J o u r n a l o f L a t i n A m e r i c a n a n d C a r i b b e a n A n t h r o p o l o g y
trata de diferenciar el jaripeo ranchero de las suertes y faenas de la charrerı́a. El
jaripeo, más que un deporte, es un espectáculo producto de una actividad ligada a
las faenas y destreza de la charrerı́a, practicada inicialmente en las regiones rurales
del occidente y norte de México, en los hatos ganaderos de las haciendas y ranchos
(Sánchez 1993). Es un espectáculo cuya principal atracción es la suerte. En una
relación perversa y peculiar, es quizá la posibilidad de morir en el ruedo lo que
ha mantenido vivo este espectáculo. Como el antropólogo francés Saumade ha
señalado en el blog, The Rider’s Prayer, “el ritual del jaripeo dramatiza la relación
con la muerte” (Menkedick y Santiago, s/f). Entonces, en unos cuantos segundos
el jinete se juega su suerte frente al toro en su afán por dominarlo. La monta es la
competencia entre el toro y el jinete, aunque es notoria la vulnerabilidad del jinete
frente a la fortaleza de la bestia.
En el jaripeo no hay reglas fijas; quizá por eso no se considera como un
deporte sino como un espectáculo acordado entre los ganaderos y jinetes en partes
desiguales. Pese a que los jinetes mencionan que las montas se manejan con
acuerdos implı́citos sobre el uso de varios elementos que protejan al toro o faciliten
la monta a los jinetes, ésta en realidad siempre contiene elementos de riesgo, suerte
y peligrosidad que se han incrementado en los últimos años. Por ejemplo, en los
jaripeos de las localidades visitadas, los ganaderos y jinetes habı́an definido ciertos
acuerdos sobre las caracterı́sticas de las espuelas, las medidas del pretal-verijero y
el uso de corneras que varı́a según la corrida librada.7 No obstante, al momento de
la monta, tanto el tiempo de preparación como la anticipación en la que el jinete
cae para la salida o la forma de incrustar la espuela en el lomo del toro pueden
cambiar el rumbo de la monta. Como se ha manejado, todo depende de la suerte,
y esto es, según algunos aficionados, uno de los aspectos más atractivos del juego.
Una monta puede tener dos resultados: porrazo o queda. El primero implica la
caı́da del jinete, sin importar el nivel de gravedad de heridas o golpes que ocasione
la caı́da. La segunda significa que el jinete debe quedarle al toro (quedarse en
el lomo del toro el mayor tiempo posible). Bajar victorioso del toro, ayudado
por los caporales, tiene como recompensa el aplauso de toda la concurrencia y
el reconocimiento público que hace el locutor al jinete y al ganadero. Cuando la
valoración de la monta es buena, es decir, que el jinete le quedó al toro dando
un buen espectáculo, se dice que es una “monta lucida”(frase derivada del verbo
lucir). De ser ası́, jinete y ganadero se dan públicamente la mano: el jinete para
reconocer la calidad del toro y trabajo del ganadero y éste, a su vez, para reconocer
la destreza del jinete. Algunos ganaderos y promotores entrevistados señalan que
porrazo o queda pueden pasar a segundo plano en algunos jaripeos profesionales;
que la calidad de la monta depende de una valoración estética que se hace a partir
del buen entendimiento entre el toro y el jinete.
En los jaripeos sobresale un ambiente festivo desbordado, de desmadre y relajo,
en el sentido que le diera Bartra (2005).8 El público en general disfruta de la
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 465
ingestión de bebidas alcohólicas; la banda musical invita al baile y al cortejo, y los
jóvenes buscan las miradas de las chicas y las invitan a pasear por la plaza mientras
se preparan los toros. No faltan los hombres armados y las peleas por motivos
imprecisos. El público grita ante la caı́da de un jinete, rı́e de los albures y chistes
del locutor y el payaso de rodeo; aplaude la calidad de las montas y convive con sus
familiares, compadres y amigos en un espacio de dos o tres horas de fiesta y total
desahogo.
Profesionalización: la cala y el lujo
Según el trabajo de campo, existen dos tipos de jaripeo que están siempre en relación
en este negocio: el de cala y el de lujo.9 Estos tienen su antecedente en la jugada
de toros que se hacı́a en los pueblos según el calendario festivo y las actividades de
labranza en los ranchos y los herraderos. Ambos coexisten de manera indistinta
dependiendo de las celebraciones religiosas y cı́vicas, además del interés de los
públicos que contratan las corridas.
Los jaripeos de cala se derivan de las jugadas de toros de carácter más tradicional
que implicaba que el toro se jugara en una actitud más abierta y relajada entre
el hombre y la bestia. Los jinetes podı́an montar, lazar, pegar, capotear al toroo
ser perseguidos por éste en un ambiente festivo y preponderantemente masculino
donde se pretendı́a demostrar cierta virilidad y valor, a la vista de los amigos, las
mujeres casaderas o los familiares. Si bien existı́an toros bravos, la mayorı́a de los
toros eran mansos. Los jinetes eran los mismos peones o caporales trabajadores de
los ranchos y el jaripeo era un evento muy relacionado a los tiempos y actividades
de labranza en el campo (Sánchez 1993).
Hacia principios de los años noventa, se incorporaron ciertos elementos a la
monta que hicieron de la jugada de toros una competencia más peligrosa entre el
toro y el jinete. Quizá debido a la influencia de los jaripeos del norte del paı́s, o
a la propia fascinación de los jinetes por ganarle al toro, se incorporó el uso de
espuelas de gancho, el cajón de apretamiento y el pretal de cinco hilos.10 El punto
principal en el uso de las espuelas de gancho es la aparente ventaja que otorga al
jinete ya que, al aferrarse al toro, tiene un mayor dominio en las piernas y fuerza
para resistir los reparos. No obstante, pese a que el jinete tiene más control de
la monta, las espuelas de gancho lastiman más la piel del animal y éste procura
defenderse provocando más reparos con mayor agresividad. Por eso, el uso de la
espuela de gancho garantizó una mayor apreciación del espectáculo, pero generó
un alto nivel de peligro. Aunque no existen datos ni fuentes precisas y los propios
jinetes lo atribuyen a la suerte o al destino, Ramı́rez (2011) sugiere que en los años
noventa el número de muertes en los jaripeos se incrementó debido al uso de la
espuela de gancho.
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Por su parte, el cajón de apretamiento facilita la caı́da del jinete al lomo
del toro al momento de la salida, e incide en la agresividad y fuerza con que
éste sale disparado. Por último, el pretal de cinco hilos es más grueso respecto
a los usados anteriormente y, en cierta medida, protege el lomo del toro. No
obstante, algunos caporales entrevistados afirmaron que su uso puede perjudicar
al jinete cuando la espuela se incrusta al pretal y no al lomo; entonces, los jinetes
pueden quedarse colgados de la espuela o tardar más tiempo en caerse si los
reparos son muy agresivos. De esta forma, aunque las condiciones propias de la
monta han ido modificándose, lo cierto es que uno de los elementos que permitió
la profesionalización del jaripeo fue el incremento en los niveles de peligro y
violencia, porque implica un mayor grado de competencia de los jinetes y una
mayor preparación y cuidados de los toros por parte de los ganaderos.
Según los aficionados, la principal caracterı́stica de los jaripeos profesionales
es que deben ofrecer un buen espectáculo. Esto significa que tanto el toro como el
jinete deben garantizar destreza en el dominio del juego. Para ello, los ganaderos
profesionales han aprendido a preparar a sus toros en los jaripeos de cala y ası́
ofrecer una mayor calidad en el reparo, en la duración de la monta, en la vida pro-
ductiva del toro o en su propio aspecto. Además, los jinetes profesionales también
tienen una preparación que tiene que ver con la concentración, la preparación
fı́sica, la enseñanza adquirida por consejos de otros jinetes y la práctica constante,
ya que empiezan montando en jaripeos de cala desde muy jóvenes y, gradualmente,
van aprendiendo a dominar a la bestia en otros de mayor competencia. Existe pues,
una interrelación entre el jaripeo de cala y el de lujo. El de cala es un espacio de
preparación para el de lujo que es útil tanto para toros como para jinetes.
La coexistencia de ambos tipos de jaripeo es notable en las ferias pueblerinas,
cuando los comités organizadores destinan uno o dos dı́as a los de lujo y de tres a
cinco dı́as a los de cala, porque éstos últimos pueden realizarse con la contratación
de los ganaderos locales más cercanos. Los comités organizadores adquieren los re-
cursos económicos para costear los jaripeos de las remesas mandadas por paisanos
trabajadores en Estados Unidos, de cooperaciones voluntarias, de partidas munic-
ipales destinadas a las ferias o de los mayordomos asignados para la organización
de las fiestas. Existe una interdependencia entre ambos espectáculos que sugiere
indagar en el negocio de la ganaderı́a de reparo en general descrita a continuación.
La ganaderı́a de reparo
La industria del reparo se inserta en los circuitos de compra-venta de ganado
destinado para carne, pero las reses prolongan su vida productiva cuando las
eligen para jaripeo. El negocio del jaripeo ha sobrevivido en coexistencia con otras
formas de ganarse la vida: oficios artesanales, agricultura de subsistencia, peonaje,
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 467
ingresos que provienen de remesas de familiares en Estados Unidos o empleos
temporales en ciudades cercanas. En este sentido, aunque el jaripeo en sı́ es un
espectáculo que se vende como un todo, conjunta no sólo tareas derivadas de la
ganaderı́a sino de la interrelación de otras actividades económicas, producto de
una economı́a doméstica plural donde las condiciones del campo poco a poco se
han ido transformando.
Los toros para jaripeos han subido su valor debido al auge del espectáculo en
la región. Asimismo, fue quizá la polı́tica de ganaderización, que se fortaleció a
finales de los años setenta en esta zona de Puebla, lo que influyó en la creación de
una serie de condiciones para la crianza de ganado bovino (Rappo 1997).11 Los
toros de reparo son criados a la par de los toros para carne en ranchos locales, con
el cuidado y vigilancia de los ganaderos. En el caso de los jaripeos de cala, no se
requiere de mucha inversión económica ni de cuidado humano para la crianza ya
que los toros se alimentan de los pastos y la vegetación natural de los cerros.
En los jaripeos profesionales, los ganaderos han obtenido suficientes ganan-
cias para invertir en el cuidado de los toros seleccionados y en espacios de
entrenamiento, vitaminas y cuidados constantes. Los ganaderos profesionales
mantienen en sus ranchos únicamente toros de jaripeos. Es decir, ya no tienen
necesidad de complementar sus ingresos con otras actividades relacionadas con el
campo. Los toros de jaripeo deben distinguirse en bravura, peso adecuado (entre
200 y 800 kilos) y originalidad en las montas, lo que se consigue con el cuidado
que los ganaderos deben seguir en su alimentación y crianza, además de la casta
del animal.
Los toros son probados y entrenados en los jaripeos de cala y su valor en el
mercado se determina según su casta y éxito para el juego. Un toro calado como
bueno tiene una vida productiva en el jaripeo de entre dos y cinco años; luego será
vendido para carne. Durante su vida productiva, se podrán vender a mayor pre-
cio a empresarios ganaderos de mayor nivel, los cuales buscan en ranchos locales
toros que les garanticen espectáculo. Los precios varı́an de 20 mil a 70 mil pesos
(de $1000 a $3700 dólares estadounidenses), cuando se trata de toros para jaripeos
profesionales; por esta razón, tanto ganaderos profesionales como pequeños bus-
can en los jaripeos de cala a toros que puedan venderse o comprarse para mantener
la demanda de los profesionales.12 Existe un mercado cada vez más competitivo
que genera sustanciosas ganancias para los empresarios ganaderos de los jaripeos
profesionales y mantiene al margen a aquellos pequeños ganaderos que comple-
mentan la crı́a de toros para jaripeo con otras actividades.
Los ganaderos de jaripeos de cala cuentan con ranchos pequeños que tienen
entre 40 a 100 cabezas de ganado, entre vacas destinadas para leche, reses para
carne y toros de jaripeo. Pero el número de cabezas de ganado nunca es fijo porque
los ganaderos deben comprar y vender sus reses para mantenerse en el negocio.
Según estimacionesde las entrevistas, sólo el 10% de los toros en los ranchos
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pequeños son destinados para jaripeo. Es decir, 10 toros de un total de 100 en un
rancho deben mantenerse en los circuitos de jaripeos de cala para que los vean los
empresarios profesionales.
Por el contrario, los empresarios de los jaripeos profesionales compran toros en
circuitos de cala a costos muy bajos que luego pueden llegar a vender al doble o triple
del valor inicial, según el ciclo productivo del toro en cuestión. Los empresarios
de las ganaderı́as más reconocidas llegan a cobrar una corrida de toros entre
70 mil y 180 mil pesos ($3700 y $9500 dólares estadounidenses), según la calidad de
los toros y lo que invirtieron para adquirir toros de ranchos extranjeros. Entonces,
la ganaderı́a de reparo es lucrativa en tanto funciona a través de un sistema de
compra-venta que deja en desventaja a los ganaderos de ranchos pequeños.
“El que viene valiendo más es el toro”: los jinetes ante el destino
En el jaripeo profesional, los jinetes suelen estar muy vinculados a las actividades
ganaderas, en muchos casos realizadas desde la infancia. La mayorı́a de ellos, en
su edad adulta, se dedican a la compra-venta de ganado en circuitos menores.
Esta labor y la posesión de ranchos y cierto número de ganado es herencia de
sus antecesores. Los jinetes, al criarse en las labores del campo, como peones o
capataces, aprenden las tareas de la ganaderı́a y están ampliamente socializados con
un ethos de las sociedades rancheras que implica el énfasis en el trabajo individual
y manual, la valoración de la familia, el apego al catolicismo y las ideologı́as de
género tradicionales (Barragán 1997a; Schryer 1986).
Los jinetes argumentan que montar toros en el jaripeo es una demostración
de hombrı́a, masculinidad y valentı́a que se fomenta desde la infancia. Vladimir,
apodado “la Maldita Junior,” un jinete profesional de 21 años entrevistado después
de un jaripeo, explicó que empezó a montar desde los 14 años en el rancho de
su papá en el estado de Oaxaca.13 Las montas iniciales suelen estar asociadas
con desafı́os personales, demostraciones de valor entre amigos y ante las mujeres
casaderas o como parte de su trabajo en el peonaje en el campo. Vladimir recibió
ese apodo de un compañero jinete de su localidad, “la Maldita,” fallecido en un
jaripeo, que le enseñó cómo atarse las espuelas para asegurar una mejor monta. Al
preguntarle a “la Maldita Junior” por qué le gustaba montar, sonrió y dijo que era
algo difı́cil de explicar: “es sentir adrenalina, emoción por el toro.” Y al preguntarle
sobre el miedo a morir dijo: “si mueres en una monta es que ya te tocaba. Es el
destino.”
Como ya vimos, la profesionalización del jaripeo ha aumentado el nivel de
riesgo para los jinetes, debido sobre todo a la implementación de la espuela de
gancho. Sumado a ello, el no usar chalecos protectores y corneras en la monta han
transformado el espectáculo para darle un mayor sentido de valentı́a, dominio y
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 469
destreza al jinete.14 Como afirma don Juan, uno de los promotores entrevistados,
los jinetes suelen preferir que las montas sean cada vez más riesgosas y desechan
condiciones de seguridad e instrumentos de protección como los mencionados:
“Ahı́ es a la suerte de ellos, uno les ofrece el chaleco y ellos no lo quieren usar.”15
En este sentido, pese a que ha habido iniciativas para regular las condiciones de
las montas, fijar reglas generales e incluso solicitudes de prohibición, ganaderos,
promotores y jinetes, prefieren la persistencia del espectáculo con altos niveles de
violencia y peligrosidad debido a su popularización y éxito económico (Ramı́rez
2016). Estos expertos del espectáculo afirman que cambiar las condiciones de las
montas pondrı́a en riesgo el espectáculo en sı́ y disminuirı́a su atractivo. Entonces,
la cercanı́a con la muerte parece ser el atractivo principal y lo que sostiene un
negocio prolı́fero donde destaca la relación entre la destreza y la masculinidad con
la violencia y la muerte. Fournier (2000) sugiere, en el caso del torero en la lidia
taurina, que esta relación del jinete con la muerte está mediada por un sentido
de sacrificio. El jinete acepta y procura el autosacrificio con un afán de ambición,
prestigio y gloria.
Otro ejemplo sobre la relación entre la muerte en las montas, la vulnerabilidad
del jinete y la comercialización del jaripeo es el de Margolies (2015), que examina
una muestra de 60 videos de jaripeos, todos ellos con caı́das mortales donde
sobresalen elementos narrativos y estéticos que refuerzan la relación entre el morbo,
la violencia y la muerte. Los videos se editaron con música norteña y de banda sin
estrecha relación con las imágenes. Sobresalen los acercamientos a la cara de los
jinetes que yacen moribundos en el corral, las repeticiones de las caı́das e imágenes
de violencia a través de una recopilación de montas de las principales plazas del
paı́s. Llama la atención que estos videos circulan por los tianguis de la región y han
contribuido notablemente a la profesionalización del espectáculo, creando una
estética de la violencia que reproduce su popularización.16
Vladimir y otros jinetes entrevistados aseguran que han pasado dı́as en el
hospital por lesiones, fracturas, costillas rotas y muchas otras afectaciones de
salud. En la mayorı́a de las ocasiones los promotores o ganaderos de los jaripeos
no asumen los gastos médicos; pero, aun ası́, los jinetes aseguran que no están
dispuestos a dejar el jaripeo. “Ese es mi gusto” dice Vladimir. Y afirman que,
aunque sus parejas y familiares cercanos insisten en que deben abandonar el
espectáculo, ellos lo defienden como un estilo de vida.
Para algunos expertos en el espectáculo la relación siempre desigual y de
competencia entre el toro y el jinete es parte sustancial del juego. En palabras de
don Juan, al comparar el papel del toro y del jinete, “el que viene valiendo más es
el toro.” Y con esto se refiere a que las ganancias de los ganaderos son siempre más
altas, porque pueden vender sus toros cuando ya no son productivos o si resultan
lastimados, mientras que los jinetes pueden caerse en las montas y lastimarse con
complicaciones de varios grados e incluso perder la vida. Los jinetes pueden ganar
470 J o u r n a l o f L a t i n A m e r i c a n a n d C a r i b b e a n A n t h r o p o l o g y
entre 200 a 1500 pesos ($10.33 a $77.49) en los jaripeos de cala y hasta 5 mil pesos
($258.31) en los jaripeos profesionales haciendo una sola monta. Pese a que éstos
últimos pueden cotizarse con un mayor ingreso dependiendo de su destreza y
desenvolvimiento en el espectáculo, en general los jinetes están en riesgo constante
y a la suerte en el jaripeo.
Clase y racismo: el espectáculo social
Entre albures, chistes y aplausos, el locutor llamó al centro del ruedo a cuatro
niños entre 6 y 12 años. Estaba por empezar el intermedio del jaripeo, un pequeño
espectáculo organizado por el payaso de rodeo para entretener al público. El locutor
les puso un juego que consiste en aguantar los reparos del payaso, quien se hace
pasar por el toro. El “numerito” de este juego es entrevistar a cada niño previo a su
monta, ponerles un sobrenombre que cause gracia al público y finalmente, tirar a
los niños cuando estén montando al payaso. El premio era de 200 pesos ($10.33)
para el que aguantara más tiempo y se llevara más aplausos del público. Los niños,
con afán de divertirse y llevarse el dinero, aguantaron las burlas del locutor y las
risas del público.
Al quedarse con el último niño, el locutor le preguntó si le montarı́a al toro-
payaso nuevamente, y el niño le respondió que no. Al ver su negativa, el locutor le
dijo que si preferı́a que lo montara su mamáy entonces llamó a su madre al centro
del ruedo. La madre, de apariencia humilde, se negó a ir, aunque el locutor le
ofreció 200 pesos ($10.33). El locutor motivó a la madre ofreciéndole entonces 300
pesos ($15.5). El público eufórico gritaba, aplaudı́a, se reı́a y animaba a la madre
a que pasara al centro del ruedo; pero la madre apenada dijo que no. El locutor
ofreció más: 400 pesos ($20.66). La madre presionada se quedó pensativa, pero al
final dijo que no. El locutor pidió aplausos al público para animar a la madre a
pasar al ruedo y subió su oferta a 500 pesos ($25.83). La madre aceptó apenada
y pasó finalmente al centro del ruedo. El locutor le dijo: “para que montes debes
tener un apodo, cuál es el tuyo.” La madre de complexión delgada y tez morena,
de vestimenta sencilla y apariencia humilde, le respondió: “quiero ser la reina del
sur.” El público reı́a, la madre montó el toro-payaso y luego de algunos segundos
cayó al piso. En medio de la bulla y aplausos, recibió los 500 pesos y en seguida
salió del centro del ruedo en silencio. Después de este intermedio el espectáculo
continuó.
****
En una lectura basada en estereotipos de la cultura e identidad mexicana
del entretenimiento rural, el jaripeo se opone a la elegancia de la fiesta tau-
rina, la gallardı́a de la charrerı́a y la disciplina de la competencia del rodeo
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 471
estadounidense (Ramı́rez 2011). El jaripeo se distingue por un gusto abyecto que
acepta y recrea una violencia explı́cita en la competencia entre el toro y el jinete.
Según esta lectura, el público aficionado al jaripeo pertenece fundamentalmente
a los grupos subalternos del medio rural.17 La rancherada, como nota Barragán
(1997b) al referirse a los estereotipos de lo ranchero, parece sostenerse con un ethos
diferente, asociado al relajo y la embriaguez, la demostración de valentı́a, virilidad
y machismo (Ramı́rez 2011).
En otra lectura de tinte más nacionalista, el jaripeo es una tradición asociada a
las sociedades rancheras, pero en crecimiento y expansión, que se ha convertido en
una expresión de la cultura popular del medio rural y que como tal deberı́a man-
tenerse y vigorizarse. Desde esta lectura el jaripeo surgió como una manifestación
de resistencia indı́gena ante el dominio español (Menkedick y Santiago, s/f). Esta
perspectiva se nutre de los estereotipos nacionalistas heredados de la charrerı́a y
de una tendencia a la romantización del campo (Barragán 1997a). El jaripeo se
enaltece como una tradición viva, una supervivencia folklórica del campo mexi-
cano que debe protegerse. Se destaca la abyección como algo que debe permanecer
intacto pero ajeno. Se apela a un valor cultural, una identidad nacional ligada a la
cultura ranchera.
En estas lecturas sobresale un sesgo de clase y racismo en los estereotipos
de la cultura nacional e identidad mexicana, donde tanto los jinetes, caporales y
promotores, como la afición ranchera, pertenecen a un mundo social diferente,
vulgar e inculto de la jerarquı́a social rural. Mientras que la charrerı́a se considera
un deporte nacional de elegancia y gallardı́a asociada a la burguesı́a ranchera del
occidente mexicano (Palomar 2004), montar toros de jaripeo es considerado un
espectáculo de subalternos, que inició entre los peones rancheros en fiestas rurales
donde la embriaguez y altanerı́a gobernaban los tiempos de ocio (Menkedick
y Santiago, s/f). Para ilustrar esto, es útil traer a colación dos personajes de la
cultura popular mexicana: Antonio Aguilar y Joan Sebastian.18 El primero de ellos
popularizó la charrerı́a a través de sus pelı́culas en la década de los cincuenta en
el auge del nacionalismo posrevolucionario; “el Charro de México” es pieza clave
para entender la creación de imaginarios nacionales sobre la figura del charro
y la consolidación de la charrerı́a como deporte nacional (Palomar 2004).19 El
segundo, Joan Sebastian, “el Rey del jaripeo,” se consolidó hacia la década de
los noventa como el representante de la cultura campirana, la rancherada afı́n al
espectáculo del jaripeo en las zonas rurales del paı́s. La popularización del jaripeo
a través del espectáculo ecuestre y de toros de las ganaderı́as de Joan Sebastian
fue ampliamente difundida y aceptada ya no sólo por sectores populares sino por
burguesı́as rancheras y clases medias urbanas transnacionales impulsadas por el
emporio televisivo Televisa/TV-Azteca.
Si bien estos dos ı́conos de la cultura popular representan dos temporalidades
distintas, el primero en los años cincuenta y el segundo en los años noventa del
472 J o u r n a l o f L a t i n A m e r i c a n a n d C a r i b b e a n A n t h r o p o l o g y
siglo pasado, son importantes en tanto centralizan las nociones de clase y racismo
que se abordarán posteriormente. Antonio Aguilar tuvo éxito en un contexto
de fuerte nacionalismo posrevolucionario que posicionó la figura del charro del
occidente del paı́s en el imaginario sobre la nación mexicana. En el contexto de
pacificación posrevolucionaria la figura del charro garantizó cierta legitimidad al
Estado y la proliferación de consensos que mediaran las desigualdades regionales
en el campo mexicano (Palomar 2004). Hacia finales de la década de los noventa,
con las modas musicales y la migración internacional, la idea de ranchero se
va asociando a otras figuras, entre ellas Joan Sebastian. Es en este contexto que se
refuerza el jaripeo como un espectáculo que conlleva toda una simbologı́a asociada
al ranchero subalterno que pervive en el mundo rural.
Por otro lado, un análisis a partir del racismo nos permite explorar la cultura
ranchera en los estereotipos nacionales. Para buena parte del occidente mexicano,
donde los rancheros están asociados al criollismo y a la expansión del Estado
moderno mexicano (Barragán 1997a; Palomar 2004; Sánchez 1993), el charro como
sı́mbolo de la mexicanidad y la charrerı́a como deporte nacional son un referente
del proyecto de la nación mestiza que impulsó el Estado posrevolucionario. Desde
el argumento de Barragán (1997b), los rancheros tuvieron un papel protagónico
en la colonización de amplios territorios dispersamente poblados y alejados de las
ciudades más importantes, lo cual influyó en el desplazamiento de poblaciones
indı́genas en regiones marginales del territorio mexicano.
El jaripeo representa lo insulso y prosaico de la cultura ranchera, donde so-
bresale la abyección y violencia de un espectáculo extremo. En este sentido, la
narración que abrió este apartado es un ejemplo de cómo se entrelazan las cate-
gorı́as de clase, racismo y género a través de la experiencia del espectáculo. El show
de “la reina del sur,” una mujer humilde que decide entrar al ruedo para ganarse
un poco de dinero ante la burla y bullicio de la gente, forma parte del desmadre
y sinsentido del espectáculo como un todo, como una fiesta donde sobresalen el
desorden y la violencia. El espectáculo logra conjuntar la atención del público y ser
eficaz a través de la humillación y exhibición de un “otro” que durante las montas
es el jinete y en el tiempo de intermedio es una mujer del público. Entonces, el
jaripeo se apropia de las desigualdades y distinciones de clase, racismo y género y
las transforma en relajo, chiste y ocio que ante la fascinación y adrenalina del juego
se proyecta como un espectáculo representativo de la sociedad mexicana actual.
Consideraciones finales
Si tomamos en cuenta lecturas de una visión nacionalista y clasista que encasillan
a los aficionados del jaripeo a cierto ethos de violencia y subalternidad, el jaripeo es
resultado de varios procesos interrelacionados que se difuminan en el espectáculo.
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 473
El jaripeo en esta región de México conjunta el crecimiento de la ganaderı́a de
reparo que tuvo éxito conla difusión de un espectáculo centrado en la violencia
y la posibilidad de muerte. Entonces, la profesionalización del jaripeo permitió la
formación de empresarios ganaderos que controlan los circuitos de compra-venta
de ganado y de contratación de jinetes a través de un sistema de enganche donde
existe una correlación dinámica entre los jaripeos de cala y de lujo.
La incorporación de instrumentos como la espuela de gancho, que influyen
en el destino de la monta, ha incidido de manera significativa en una mayor apre-
ciación de este espectáculo, cuya vigencia y principal atractivo se ha mantenido
por la posibilidad de que el jinete muera en el ruedo. Este drama ha permitido
la profesionalización del jaripeo, su mayor peligrosidad y a su vez, su rentabili-
dad como negocio. Entonces, lo que le otorga particularidad a este espectáculo
es esta relación violenta y perversa entre los ganaderos, los jinetes y el público
aficionado.
Al contrastar las narrativas e imágenes de la cultura ranchera entre la charrerı́a
y el jaripeo, vemos que la primera contiene elementos simbólicos que representan
la nación mestiza que aspira a un anhelo de blanqueamiento al tener afinidad
con lo español (Barragán 1997b). En un ejercicio de contrastación entre estos
estereotipos de lo ranchero, el jaripeo es más bien un sinónimo de la incultura y
abyección del mexicano subalterno que representa el desmadre y el desorden en un
ambiente sumamente festivo. Es entonces en sı́ mismo una forma de ejemplificar
relaciones de violencia, desigualdad y discriminación que caracterizan a la sociedad
mexicana. De esta forma, el espectáculo es una representación en el sentido de
Debord (1995:10) al referirse a la sociedad del espectáculo: “la realidad surge en
el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recı́proca es la esencia y
el sostén de la sociedad existente.” En el espectáculo del jaripeo se condensan
relaciones de trabajo, de discriminación y de género mediatizadas por imágenes de
profunda violencia, riesgo, relajo y suerte mediante un mecanismo de atracción y
enajenación que mantiene a los públicos con una preferencia a los juegos extremos.
A su vez, se proyectan ideas de prestigio, virilidad y valentı́a que conforman un
referente de masculinidad asociado al macho mexicano.
Debido a la amplitud y complejidad del tema, abordé aquı́ el espectáculo del
jaripeo a partir de ciertos elementos que fueron transformándose en la monta y en
el negocio para que fuera más rentable y atractivo. Asimismo, contrasté el jaripeo
con la charrerı́a con el fin de identificar los estereotipos sobre lo ranchero y el campo
mexicano en los elementos raciales y de clase que se proyectan en el espectáculo. No
obstante, el tema invita a continuar con investigaciones que nos arrojen luz sobre
su emergencia y popularización. Queda pendiente la imbricación del espectáculo
del jaripeo al desarrollo de industrias del entretenimiento y formación de públicos
que involucra géneros de la música norteña y de banda, mercados de nostalgia
surgidos a través de la migración entre México y Estados Unidos y el papel de los
474 J o u r n a l o f L a t i n A m e r i c a n a n d C a r i b b e a n A n t h r o p o l o g y
medios de comunicación y las redes sociales en la expansión y éxito del espectáculo
en años recientes (Hirai 2009; Margolies 2015).
Agradecimientos
La autora desea agradecer a los integrantes del Seminario Poder, Clase y Cultura
de la Maestrı́a en Antropologı́a Sociocultural del ICSyH-BUAP, quienes leyeron
atentamente e hicieron atinadas observaciones a versiones previas de este texto
especialmente a Ricardo F. Macip quien animó fervientemente su publicación.
También desea manifestar su agradecimiento a Andrew Roth-Seneth y Rihan Yeh
de El Colegio de Michoacán, ası́ como a los dictaminadores anónimos que hicieron
sugerencias pertinentes al texto.
Notas
1Dentro de los juegos con ganado mayor existen cuatro de mayor difusión: (1) tauromaquia, aquı́
definido como el arte de lidiar con toros, según la tradición andaluz (Fournier 2000; Saumade 2001);
(2) charrerı́a, es un deporte-espectáculo que se basa en destrezas, habilidades ecuestres y vaqueras
realizadas por un charro; de gran popularidad en México (Ramı́rez Barreto 2005; Sánchez 1993); (3)
rodeo estadounidense, es considerado un deporte extremo con influencia de los vaqueros españoles y
charros mexicanos; de gran popularidad en el sur de Estados Unidos (Wooden y Ehringer 1996); y (4)
jaripeo. Este artı́culo se enfoca en el jaripeo y realiza algunas comparaciones con la charrerı́a.
2Realizaba trabajo de campo para mi investigación doctoral sobre estrategias para ganarse la vida
de familias que han vivido en el circuito migratorio Tulcingo Puebla-Nueva York a través de cinco
generaciones (Vázquez 2018).
3Estilo representativo del estado de Sinaloa, al noroeste de México, caracterizado por el uso de
instrumentos de viento y conocido también como “música banda.”
4Lazadores que preparan al toro y están al pendiente de la monta. Auxilian al jinete si la monta se
torna riesgosa.
5Pequeño corral de metal, donde sólo cabe el toro. Se usa para preparar al toro y detenerlo para
que el jinete se acomode para montarlo. Al abrir la puerta el toro sale disparado haciendo reparos.
6Es un personaje dentro del espectáculo del jaripeo que tiene varias funciones: capotear al toro
durante las montas, encabezar una función de entretenimiento a la mitad del espectáculo, y auxiliar al
jinete o los caporales en situaciones de emergencia.
7Las espuelas son piezas de metal con puntas que se colocan en el talón de las botas de los jinetes
y sirven para picar a la cabalgadura. El pretal verijero es un lazo que se coloca en el lomo del toro para
que el jinete pueda aferrarse a él durante los reparos; sirve también para provocar incomodidad en la
entrepierna del toro y éste responda con mayor bravura. Las corneras son una protección de plástico
que se usa en los cuernos de los toros. Éstas suelen evitar al jinete heridas graves por cornadas. En esta
región se usa de manera general la espuela de gancho, el pretal de cinco hilos y, a preferencia del jinete,
se pueden agregar las corneras como protección extra.
8El trabajo de Roger Bartra, La jaula de la melancoĺıa, sobre la relación entre enajenación, domi-
nación y cultura popular en su esfuerzo por analizar los estereotipos infundidos por la intelectualidad
sobre lo mexicano. Sobre el carácter lúdico del mexicano, destaca el papel del relajo: “aunque denota
Jaripeo como espectáculo y su profesionalización 475
una actitud revolucionaria completamente domesticada, el relajo crea una situación de desmadre en el
alma nacional: se desborda de su lecho y se derrama confusamente” (2005:186, cursivas en el original).
9La palabra cala proviene del verbo calar que tiene varias acepciones, pero en este caso es usada
como sinónimo de conocer, medir, descubrir, probar. Cala se refiere a un jaripeo en que se prueba la
calidad de los toros y, en contraste, un jaripeo de lujo es sinónimo de profesional. La distinción entre
ambos es más analı́tica que de uso general entre los informantes.
10Previo a las espuelas de gancho para el jaripeo, los jinetes usaban las espuelas de estrella también
llamadas de rodaja, cuyo uso estaba más relacionado a la cabalgata y la charrerı́a. Las espuelas de gancho
son picudas, afiladas y con tres puntas que tocan directamente el lomo del toro. Son de varios tamaños,
pero la más común es la de cinco pulgadas (12.7 cm).
11Hacia finales de los años setenta esta zona de Puebla transitó hacia lo que se conoce como
ganaderización, la cual tuvo como una de sus caracterı́sticas un cambio en los patrones de cultivo que
sustituyó la producción de granos básicos por la de productos forrajeros que servı́an de base alimentaria
para el ganado bovino (Rappo 1997:17).
12Todaslas estimaciones monetarias son en pesos mexicanos.
13Jinete profesional. Entrevistado en Axutla, Puebla, febrero de 2016.
14El chaleco se usa para proteger el pecho y los órganos internos del jinete de las posibles cornadas
y pisotones del toro. Son de varios materiales y tienen una cubierta exterior de cuero o de tela muy
resistente y flexible. El material interno tiene la función de amortiguador.
15Promotor de jaripeos de 44 años, entrevistado en Passaic, Nueva Jersey en agosto de 2015.
16Mercados públicos que se realizan una o dos veces por semana y se instalan de manera semi fija
en las calles de una ciudad o población mexicana. También se le conoce como mercadillo, plaza o bazar,
y tiene sus orı́genes en las tradiciones mercantiles de los pueblos mesoamericanos.
17Grupos subalternos desde la perspectiva de Antonio Gramsci, para quien estos grupos construyen
mundos culturales que los mantienen como subalternos siempre subordinados a las iniciativas de las
clases dominantes. Es en el folklor y en el sentido común que los subalternos perviven en una cultura
provinciana, fragmentaria y asistemática (Crehan 2004).
18José Pascual Antonio Aguilar Márquez Barraza, mejor conocido como Antonio Aguilar, nació
en Villanueva, Zacatecas, México el 17 de mayo de 1919 y murió en la Ciudad de México el 19 de junio
de 2007. Fue cantante, actor, productor, intérprete, guionista y cineasta mexicano que destacó desde
los años cincuenta hasta el 2000.
José Manuel Figueroa, conocido artı́sticamente como Joan Sebastian, nació en Juliantla, Guerrero,
México el 8 de abril de 1951 y murió el 13 de julio de 2015. Fue un cantante, compositor, actor
mexicano y empresario del jaripeo que se hizo popular desde fines de la década de los ochenta hasta su
muerte en 2015.
19El cine mexicano, a través del género de la comedia ranchera hacia finales de los treinta y la
década de los cuarenta, también influyó significativamente en la proliferación del imaginario nacional
sobre el charro (Barragán 1997b).
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