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Porfirio Dias y el Derecho_Balance critico

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Coordinadores:
Raúl Ávila Ortiz
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
María del Pilar Hernández
Coordinadores:
Raúl Ávila Ortiz
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
María del Pilar Hernández
Porfirio Díaz y el Derecho. Balance crítico
Raúl Ávila Ortiz 
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández 
María del Pilar Hernández
Diseño de portada e interiores: 
Diseño3/ León García Dávila, 
Daniel Prisciliano Estrella Alvarado
Formación de interiores: 
Diseño3/ Daniel Prisciliano Estrella Alvarado, 
Ana Karina Mendoza Cervantes
Corrección de estilo:
Diseño3/ Alejandra Gallardo Cao Romero
Cuidado de la edición: 
Leonardo Bolaños Cárdenas,
Nancy Monrroy Ávila
Primera edición, noviembre de 2015
© Cámara de Diputados
LXIII Legislatura 
Centro de Estudios de Derecho 
e Investigaciones Parlamentarias (CEDIP)
© Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n
Ciudad de la Investigación en Humanidades,
Ciudad Universitaria 04510, México, D. F.
Se permite la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, 
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, siempre y cuando se cite la fuente origi-
nal. El contenido del trabajo de investigación que se publica, así como las impresiones y gráficas 
utilizadas, son responsabilidad del autor, lo cual no refleja necesariamente el criterio editorial.
Impreso en México / Printed in Mexico
7
ÍNDICE
Presentación 9
Introducción 11
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano 15
Héctor Fix Fierro
El positivismo, paradigma del régimen porfirista 33
José Luis Soberanes Fernández
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica 51
Raúl Ávila Ortiz
Derecho electoral y presidencialismo durante 
el gobierno de Porfirio Díaz 85
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
Porfirio Díaz reformador constitucional y social 125
María del Pilar Hernández
Porfirio Díaz (1830.1915): 
La Constitución, la dictadura y la reelección 135
Imer Flores
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en 
las entidades federativas: Caso Veracruz 159
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
Liberalismo e interés nacional en el Porfiriato 173
Jorge Witker
Balance histórico-jurídico de la 
administración pública durante el gobierno 
de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori 189
Daniel Márquez
Breves apuntes sobre el sistema tributario en el Porfiriato 215
Gabriela Ríos Granados
Porfirio Díaz y el Derecho privado 225
Oscar Cruz Barney
El Derecho civil en el Porfiriato 255
Juan Luis González Alcántara
La actividad comercial en la época porfiriana 275
Elvia Arcelia Quintana Adriano
Derecho procesal mercantil 309
José Ovalle Favela
El sistema penal y penitenciario en el Porfiriato 315
Sergio García Ramírez
El juicio de amparo en el Porfiriato 335
José Ramón Cossío Díaz
Telecomunicaciones en el Porfiriato 363
Clara Luz Álvarez
Cuestiones de propiedad en tiempos del Porfiriato 379
Luis René Guerrero Galván
La propiedad agraria en la época porfiriana 389
María Carmen Macías Vázquez y María Montserrat Pérez Contreras
Atención a la salud en la época porfiriana 413
Ingrid Brena
La pasión en la Isla de Clipperton: 
Una herencia del Porfiriato 429
Laura Ortiz Valdez
Cae el telón: el abandono de los 
derechos territoriales sobre Belice 459
Ricardo Méndez Silva
Las tensiones culturales en el Porfiriato 483
Jorge Sánchez Cordero
9
Presentación
Dip. Luis Maldonado Venegas
Presidente de la Comisión de Vigilancia de la 
Auditoría Superior de la Federación de la 
Cámara de Diputados
Se ha escrito y se repite frecuentemente que la regla de oro de la democracia es la regla de la mayoría, pero la mayoría sola no es suficiente para tener una visión histórica, fidedigna y volcada 
hacia la construcción de escenarios de futuro viables, si no cuenta con 
estudios sistemáticos sobre esa realidad en la que actúa y a la cual 
pretende transformar.
Es por ello que la actividad legislativa que desarrolla la Cámara de Di-
putados del Congreso de la Unión se sustenta, entre otros elementos 
—como el consenso social y el acuerdo político, igualmente indispen-
sables para lograr legitimidad—, en el estudio sistemático de la realidad 
social, de sus antecedentes históricos y de la prospectiva política e ins-
titucional que conduce a la actualización de la regulación normativa y 
perfila las necesidades de intervención reguladora.
La Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación, a 
través de la Unidad de Evaluación y Control —dependiente de esta Co-
misión—, propicia un programa editorial que permita un mejor conoci-
miento de las materias jurídicas sometidas al examen de los legisladores 
federales y a la eventual actualización del marco normativo correspon-
diente. Paralelamente, que permita a los ciudadanos conocer y enten-
der mejor las acciones que emprenden las y los diputados federales.
10
Presentación
Se trata, por lo tanto, de un programa editorial que de manera natural 
implica una colaboración activa con instituciones especializadas, par-
ticularmente de educación superior, dedicadas a enseñar e investigar 
temas que convergen o desembocan en algún momento hacia la regu-
lación o actualización normativa. 
En este contexto se inscribe la publicación del libro Porfirio Díaz y el De-
recho. Balance crítico, que tengo la oportunidad de presentar a sus lec-
tores. Es un libro sobre un periodo de la historia del Derecho en México 
del que poco se conoce y del que mucho puede ser útil tener una idea 
precisa de su contenido, realizaciones y limitaciones.
No se trata, desde luego, de una exaltación del autoritarismo, sino por el 
contrario, de un estudio acucioso de uno de los periodos autoritarios de 
la historia de México que por sus resultados económicos y sociales me-
rece ser estudiado, primero, para conocer mejor nuestra propia historia 
a efecto de no repetirla pero, sobre todo, para identificar con claridad la 
vinculación entre la norma jurídica y su impacto en la transformación de 
la realidad social o en la conservación de modelos anacrónicos que más 
tarde o temprano habrán de ser modificados con la marcha de la historia. 
El Derecho tampoco puede ser imitación extralógica de otros marcos nor-
mativos, sino resultado de una evolución propia, ciertamente enriquecida 
con experiencias ajenas, pero cuyo desarrollo se afirma en forma pruden-
te en el contexto nacional. En los momentos de ruptura, incluso, como 
puede advertirse en algunos de los textos aquí reunidos, es necesario 
partir de la etapa anterior para suprimirla, continuarla, mejorarla o trans-
formarla. No puede haber rupturas ni continuidades totales.
Es por todo ello que mucho nos complace publicar el presente conjun-
to de estudios preparados en el ámbito y bajo el auspicio del Instituto 
de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de 
México, que el lector habrá de aprovechar para adentrarse en la historia 
del Derecho mexicano.
San Lázaro DF, octubre de 2015.
11
Introducción
Raúl Ávila Ortiz 
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández 
María del Pilar Hernández
Con motivo del centenario del fallecimiento del general Porfirio Díaz, oriundo de la ciudad de Oaxaca, en donde junto con Be-nito Juárez es un referente histórico tradicional y obligado, tres 
investigadores del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universi-
dad Nacional Autónoma de México, dos de ellos originarios de Oaxa-
ca y una con raíces oaxaqueñas, planteamos al director del Instituto, el 
doctor Pedro Salazar Ugarte, la conveniencia de emprender un estudio 
a profundidad sobre el periodo de gobierno del general Díaz desde una 
perspectiva eminentemente jurídica. Partimos de la justificación que se 
trata de una etapa de la historia nacional que en general es poco cono-
cida, como consecuencia que hasta hace relativamente pocos años el 
régimen político y el gobierno mexicano se reclamaban herederos de la 
Revolución mexicana, el movimiento armado que lo depuso del poder. 
Pero hicimos la propuesta tambiénconvencidos de que el estudio de 
dicho periodo significaría una aportación útil para conocer y difundir la 
historia del derecho nacional.
12
Introducción
En principio, pensamos en un estudio escrito que, al igual que un libro 
anterior del mismo Instituto, Juárez jurista,1 completaría el estudio sobre 
la obra jurídica de esos dos próceres oaxaqueños, por lo que iniciamos 
las invitaciones a nuestros colegas investigadores especialistas en los más 
diferentes ámbitos del Derecho —por lo demás, característica de la in-
vestigación jurídica que se realiza en el Instituto—. Más tarde nos dimos 
cuenta que, a la luz de la intensa actividad académica de nuestro Instituto 
—donde constantemente se realizan seminarios, coloquios, cursos o pre-
sentaciones de libros para dar cuenta de los resultados de las investigacio-
nes por iniciar, en curso o realizadas—, sería conveniente en que, además 
del libro, se realizara un seminario en el que nuestros colegas que habían 
sido invitados a participar y amablemente habían aceptado, dieran cuen-
ta de los avances de sus investigaciones. Nueva iniciativa que igualmente 
recibió el apoyo del doctor Pedro Salazar.
El seminario “Porfirio Díaz y el Derecho. Balance crítico” se realizó en la 
sala Guillermo Floris Margadant —eminente historiador del Derecho—, 
en las instalaciones del Instituto, los días 2 y 3 de julio de 2015. Contamos 
al efecto con la participación de 26 investigadores del IIJ de la UNAM y 
de otras instituciones de investigación y docencia jurídica. Por razones 
de sus respectivas agendas de trabajo institucional o académico, varios 
de nuestros colegas invitados no pudieron participar pero ofrecieron 
enviar sus colaboraciones escritas; tal es el caso de los investigadores 
José Ramón Cossío Díaz y Jacobo Domínguez Gudini.
El seminario estuvo organizado conjuntamente con la Suprema Corte 
de Justicia de la Nación, a través de la dirección general de Casas de 
la Cultura Jurídica y, particularmente, de la Casa de la Cultura Jurídica 
Ministra María Cristina Salmorán de Tamayo, de la ciudad de Oaxaca. Al 
efecto, la licenciada Mónica Zárate Apak, directora de dicha Casa, mode-
ró una de las mesas de análisis; trabajo académico de moderación que 
también realizamos otros investigadores participantes en el seminario. 
La Cámara de Diputados, a través de la Comisión de Vigilancia de la Au-
ditoría Superior de la Federación, amablemente accedió a nuestra peti-
ción de apoyar la publicación del conjunto de contribuciones escritas.
1 Coordinado por la doctora Patricia Galeana.
13
Raúl Ávila Ortiz/Eduardo de Jesús Castellanos Hernández/María del Pilar Hernández
Durante los dos días del seminario la sala Guillermo Floris Margadant es-
tuvo llena a su capacidad, e incluso fue necesario habilitar un espacio para 
transmitir las sesiones en un salón anexo donde pudieran escuchar y ver 
quienes no pudieron acceder a la sala principal. Las sesiones académicas 
respectivas se encuentran disponibles para su consulta en la Videoteca 
Jurídica Virtual de la página del Instituto de Investigaciones Jurídicas.
En consecuencia, a todas las personas e instituciones que tuvieron la 
generosidad intelectual o institucional que participar y contribuir en las 
actividades académicas que aquí hemos relatado, los coordinadores del 
seminario les expresamos nuestro sincero reconocimiento. Estamos se-
guros que este esfuerzo conjunto servirá para conocer mejor un perio-
do de la historia del Derecho nacional.
Ciudad Universitaria DF, octubre de 2015.
15
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho 
mexicano*
Héctor Fix-Fierro**
Introducción
Nos agrade reconocerlo o no, el largo periodo de nuestra historia en que gobernó el General Porfirio Díaz, coincide con una etapa crucial de la construcción del Estado mexicano bajo las coorde-
nadas de la modernidad.1 Con independencia de cómo se juzgue el 
papel histórico de don Porfirio, cada vez se reconocen con más clari-
dad las líneas de continuidad y evolución entre el México de la dicta-
dura porfirista, el nacido de la Revolución mexicana y el México moderno 
de hoy día.2
* Versión revisada, ampliada y anotada de la participación del autor en el Seminario “Porfirio Díaz 
y el Derecho. Balance crítico”, realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM 
los días 2 y 3 de julio de 2015. El autor agradece cordialmente la invitación del organizador y 
coordinador del seminario, el doctor Eduardo Castellanos Hernández, así como sus comenta-
rios y los de Jacqueline Martínez Uriarte y Sergio López Ayllón.
** Investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, pro-
fesor-investigador visitante en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) e in-
vestigador nacional.
1 Véase, por ejemplo, Roeder, Ralph, Hacia el México moderno: Porfirio Díaz [1973], 5ª reimpresión, 
México, FCE, 2013, dos tomos; Guerra, François-Xavier, México: del Antiguo Régimen a la Revolu-
ción, trad. de Sergio Fernández Bravo, 9ª reimpresión de la 2ª ed., México, FCE, 2012, dos vols.
2 Véase, por ejemplo, Garner, Paul, “El Porfiriato como Estado-nación moderno: ¿paradigma o 
espejismo?”, en Pani, Érika (coord.), Nación, Constitución y Reforma, 1821-1908, México, FCE-CI-
DE-CONACULTA-INEHRM-Fundación Cultural de la Ciudad de México, 2010, pp. 276-303.
16
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
Mi punto de partida es la idea de que, desde su independencia, México ha 
querido ser una nación moderna, y ese deseo se ha ido realizando paulati-
namente, aunque a costa de grandes sacrificios y flagrantes contradiccio-
nes.3 Una contradicción no menor, como señala agudamente Edmundo 
O’Gorman, es que México ha querido asemejarse al modelo más cerca-
no de modernidad que tiene a la vista —los Estados Unidos—, al mismo 
tiempo que no desea ser como ellos.4 Por eso, la amenaza omnipresente 
del poderío económico, militar y político de los Estados Unidos ha llevado 
a nuestro país a buscar reiteradamente otros modelos y referentes que 
equilibren en algo la tremenda asimetría de la relación bilateral.
Algunos observadores externos han percibido con gran claridad la con-
tradicción esencial de nuestra hambre de modernidad. Hace algunos 
años, el profesor norteamericano Samuel Huntington, en un controver-
tido libro sobre el choque de las civilizaciones, señalaba que había cuatro 
países que trataban de definir o redefinir a cuál civilización deseaban 
pertenecer, es decir, que se trataba de naciones con el “alma dividida” 
(torn countries): Rusia, Turquía, Australia y México.5 En el caso de México, 
y como consecuencia del giro político y económico que había iniciado 
el país en los años 80, la indefinición implicaba decidir entre pertenecer 
a la civilización latinoamericana o a la civilización occidental, representa-
3 Los dominios españoles en América que iniciaron su lucha por la independencia hacia 1810 
ya eran entidades políticas y económicas modernas. Como lo subraya François-Xavier Guerra, 
el absolutismo implicaba ya una forma de Modernidad, caracterizada por la constitución de un 
Estado unitario regido por las mismas leyes y organizado territorialmente de manera uniforme, 
y en el cual ya también había empezado a darse una diferenciación económica más clara —a 
través del mercado— entre la metrópoli y las colonias. Esta modernidad absolutista va crecien-
temente acompañada por la mutación cultural de la Ilustración. Véase Guerra, François-Xavier, 
Modernidad e independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, 2ª reimpresión de la 3ª 
ed., México, FCE-Editorial Mapfre, 2010, pp. 55 y siguientes, 85 y siguientes.
 Ambos momentos de la modernidad confluyen en las llamadas “reformas borbónicas” de la 
segunda mitad del siglo XVIII (véanse los ensayos reunidos en García Ayluardo, Clara (coord.), 
Las reformas borbónicas, 1750-1808, México, FCE-CIDE-CONACULTA-INEHRM-Fundación Cultural 
de la Ciudad de México, 2010). Podríamos decir entonces, con másprecisión, que para algunos 
grupos, no todos, la independencia conllevaba la aspiración hacia una modernidad distinta, 
liberal y democrática, que, sin embargo, no pudo (y quizá todavía no ha podido) desprenderse 
del todo de la “modernidad absolutista” que la precedió.
4 O’Gorman, Edmundo, México: el trauma de su historia, México, UNAM, 1977.
5 Huntington, Samuel P., The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order, New York, Tou-
chstone, 1996, pp. 139 y siguientes, especialmente las pp. 149-151 sobre México.
17
Héctor Fix-Fierro
da por los Estados Unidos y Canadá.6 Algo similar expresamos cuando 
decimos que nuestro bolsillo (nuestros intereses económicos) se en-
cuentran en América del Norte, pero que nuestro corazón pertenece a 
las hermanas naciones de América Latina.7
En el caso del Derecho, los modelos que México ha seguido son clara-
mente los ofrecidos por los Estados Unidos y los países europeos más 
avanzados, pero en ocasiones esta influencia ha producido mezclas in-
cómodas y no se ha aceptado sin críticas ni resistencias. Ciertamente, 
la modernización del Derecho mexicano no ha recorrido una línea de 
continua evolución y creciente perfeccionamiento. En nuestra historia 
más bien podemos observar ciclos alternos de intensa modernización 
jurídica, seguidos por periodos de relativa clausura y ensimismamiento.
El propósito de este modesto ensayo es el de plantear algunas re-
flexiones en torno al primer gran ciclo de modernización jurídica que 
se produce en México durante el periodo porfirista. La paz porfiriana, 
que duró casi 30 años, permitió concluir la obra de construcción de un 
orden jurídico nacional que el caos político y social de los dos prime-
ros tercios del siglo XIX había impedido lograr hasta ese momento,8 
pero también puso de relieve las contradicciones, en apariencia insalva-
bles, entre el proyecto de modernidad asentado en las leyes y la obsti-
nada realidad de una sociedad que, como diría Spinoza, sólo deseaba 
“permanecer en su ser”. 
6 Sin duda, resulta polémico hablar de una civilización latinoamericana, pero aún si consideramos 
que América Latina, por razón de su historia, forma parte de la civilización occidental en un sen-
tido amplio, no puede negarse que la región posee características propias que la diferencian 
de manera significativa de las naciones avanzadas de América del Norte y Europa occidental. 
Véase, por ejemplo, Rouquié, Alain, América Latina: introducción al Extremo Occidente, México, 
Siglo XXI Editores, 1989.
7 A pesar del notable acercamiento económico (en virtud del Tratado de Libre Comercio) y social 
(principalmente por efecto de la migración) entre México y los Estados Unidos, la desconfianza 
de los gobernantes mexicanos hacia ese país aflora periódicamente. Recordemos que hace 
unos cuantos años (2010), el mismo presidente Felipe Calderón (2006-2012) secundó la pro-
puesta de creación de una organización de países americanos sin los Estados Unidos y Canadá, 
bajo el nombre tentativo de Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe.
8 Un breve ensayo, originalmente publicado a principios del siglo XX, sobre la evolución jurídica 
de México constata que la obra de sustitución del orden jurídico virreinal por uno nacional 
de inspiración liberal y laica estaba esencialmente concluida en esos años. Véase Vera Estañol, 
Jorge, La evolución jurídica, prólogo de María del Refugio González, México, UNAM (Instituto de 
Investigaciones Jurídicas), 1994.
18
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
Derecho y modernidad
Una de las características de la modernidad es la existencia de un orden 
jurídico sistemático y racional.9 La creación de un orden semejante ha 
sido un elemento especialmente importante de la lucha por alcanzar la 
modernidad en México, porque las leyes significan el anticipo de lo que 
el país pretende llegar a ser.10 A la consumación de la Independencia, 
adoptamos el modelo occidental de Derecho en su forma más o menos 
pura, centrado en la Constitución, los códigos y las leyes escritas. Sin 
embargo, la modernización jurídica no ha sido como las otras moder-
nizaciones (la económica, la política, la educativa, la cultural, etcétera), 
sino que ha servido como una especie de hoja de ruta para todas ellas. 
En la ley se fija la visión de país hacia el futuro.11 Ello genera, inevita-
blemente, una tensión con la realidad social, pues la ley pretende que 
esta realidad se ajuste a ella. Pero, por otro lado, para no ser meramente 
utópica y poder encauzar la convivencia social, la ley tiene que tomar en 
cuenta cuáles son las posibilidades de su propia eficacia respecto de la 
realidad que se quiere reformar. Así, podemos conceptualizar también 
la tensión entre ley y realidad social a través de la distinción entre la “ley 
que instituye” —la ley que anticipa una realidad en el imaginario so-
cial— y la “ley que regula”, esto es, la ley capaz de orientar efectivamen-
te los comportamientos sociales.12 La diferencia no es de esencia, sino 
de grado, porque nada impide que la ley —cualquier ley— incorpore y 
9 El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) es el gran ideólogo del orden jurídico racional 
moderno. Weber lo considera un elemento que acompaña indisolublemente a la economía 
capitalista y al Estado moderno. Véase Fariñas Dulce, María José, La sociología del derecho de Max 
Weber, México, UNAM (Instituto de Investigaciones Jurídicas), 1989, capítulo tercero.
10 En la sociología jurídica hay una extendida concepción sobre el Derecho como reflejo de la 
sociedad. Pero justamente en países como México (y en general en todos los que sufrieron la 
colonización europea), los modelos jurídicos han sido fundamentalmente tomados de otras 
realidades sociales, lo que genera una brecha con las relaciones sociales prevalecientes en la 
sociedad receptora. Véase la crítica de Brian Z. Tamanaha a esta concepción, a la que denomina 
“tesis del espejo”, en A General Jurisprudence of Law and Society, Oxford-New York, Oxford Univer-
sity Press, 2001, pp. 1 y siguientes, 107 y siguientes.
11 Esta idea la desarrolla con amplitud Sergio López Ayllón. Véase Las transformaciones del sistema 
jurídico y los significados sociales del derecho en México. La encrucijada entre tradición y moderni-
dad, México, UNAM (Instituto de Investigaciones Jurídicas), 1997, pp. 252 y siguientes.
12 La distinción la propone también López Ayllón, en op. cit., nota anterior. 
19
Héctor Fix-Fierro
pretenda cumplir ambas funciones: regular eficazmente, al tiempo que 
instituye simbólicamente. 
La tensión entre norma y realidad social se resuelve fundamentalmente 
en una de dos maneras: o bien la ley logra prevalecer sobre la realidad, 
transformándola (a veces de manera violenta),13 o bien la realidad acaba 
imponiendo un ajuste a la norma, que de este modo adquiere un nivel 
de mayor consonancia con la sociedad en que se inserta, pero a costa de 
perder parte de su fuerza reformista. La historia jurídica de México, hasta el 
día de hoy, presenta numerosos ejemplos de ambos movimientos.
De esta tensión o divergencia se empezó a hacer conciencia desde los 
primeros años de la vida independiente del país. En su examen de la 
administración del General Bustamante (1830-1832) a la luz de la Consti-
tución Federal de 1824, don Lucas Alamán ya resaltaba la contradicción 
entre el modelo que se había seguido (la Constitución de los Estados 
Unidos), el espíritu que se le había pretendido infundir efectivamente 
(el de la Constitución de Cádiz) y las leyes coloniales que estaban en 
congruencia con los usos y costumbres de la sociedad mexicana:
El Congreso Constituyente no reflexionó que esta constitución que ha-
bía redactado infundiendo en la forma de la de los Estados Unidos el 
espíritu todo de la de las Cortes de Cádiz, destruyendo por sus cimientos 
todo cuanto existía, no hacía más que poner en contradicción la forma 
de gobierno con la legislación toda entera de la nación, y que siendo 
ésta congruente consus costumbres y sus usos, la práctica de esa mis-
ma Constitución venía a presentar grandes dificultades. Los constituyen-
tes creyeron sin duda que esta obra sería ejecutada por sus sucesores, 
mas no meditaron que era absolutamente imposible que un congreso 
ordinario recargado de las atenciones que la Constitución le impone pu-
diese consagrarse a la obra gigantesca de revisar toda la antigua legis-
lación para adaptarla a la nueva forma que se había dado a la nación.14
13 Por supuesto, decir que la ley hace algo es solamente un forma de expresar el hecho socioló-
gico de que, detrás de ella, se encuentran diversos grupos sociales que impulsan, o resisten, el 
proyecto encarnado en el orden jurídico del momento, en lo cual intervienen, por supuesto, 
complejos factores sociales, de tipo político, económico y cultural, fundamentalmente.
14 Alamán, Lucas, “Examen imparcial de la administración del General Vicepresidente D. Anastasio 
Bustamante con observaciones generales sobre el estado presente de la República y conse-
cuencias que éste debe producir”, en Lucas Alamán, selección y prólogo de Andrés Lira, 8ª reim-
presión, México, Cal y arena, 2012, pp. 172-173. 
 La falta de correspondencia entre norma y realidad le sugería a Alamán, por ejemplo, la nece-
20
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
La evolución jurídica durante el gobierno del General Díaz tiene interés, 
porque es un periodo en que se pone en evidencia y se reflexiona con 
más profundidad sobre esta tensión entre la ley y la realidad social, entre 
la “ley que instituye” y la “ley que regula”. François-Xavier Guerra convier-
te esta divergencia o tensión entre el orden jurídico y político moderno, 
que se instaura formalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, y 
la realidad de su funcionamiento en la sociedad mexicana tradicional, en 
el esquema que explica muchas de las contradicciones y los sucesos del 
Porfiriato que desembocan en el movimiento revolucionario de 1910.15 
Pero también es el periodo que asiste a la primera gran modernización 
jurídica del país, de las tres que se han producido hasta la fecha.16 Como 
se ha dicho, es la etapa en la que se logra concluir la construcción de un 
orden jurídico nacional.17 En los apartados que siguen se hará primero 
una breve referencia a este último aspecto, para luego abordar con más 
detalle la cuestión de la dialéctica entre norma y realidad.
La modernización jurídica durante el Porfiriato
La modernización jurídica durante el dominio político del General Díaz 
(1876-1911) es la primera gran modernización jurídica de la etapa inde-
pendiente de México. Es un ciclo que se caracteriza, primero, por la con-
clusión de la obra de sustitución del orden jurídico heredado de la Colonia, 
y segundo, por la promulgación de los ordenamientos necesarios para 
lograr, sobre todo, la modernización económica del país, principalmente 
a través de la inversión extranjera.18
sidad de introducir restricciones censatarias al derecho del sufragio: “Estas u otras restricciones 
deben ser más necesarias que cuando pasándose de un sistema en que no hay la menor idea 
de elecciones populares a otro en que todo depende de ellas, se va a dar una facultad tan 
importante a un pueblo que no tiene formado concepto alguno de su objeto, de sus conse-
cuencias ni de la importancia misma de esa facultad” (ibidem, p. 192).
15 Guerra, México: del Antiguo Régimen…, cit., supra nota 1, tomo I, pp. 22 y siguientes.
16 Las otras dos son la “posrevolucionaria” (aproximadamente entre 1925 y 1945) y la “contempo-
ránea” (algunos dirían “neoliberal”), que se inicia en 1982.
17 Cfr. Vera Estañol, op. cit., supra nota 8.
18 En este sentido, hay interesantes paralelos con la modernización jurídica emprendida particu-
larmente por el Presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), en mucho orientada y moti-
vada por las negociaciones que culminaron con el Tratado de Libre Comercio de América del 
Norte (TLCAN). Véase López Ayllón, op. cit., supra nota 11, pp. 167 y siguientes.
21
Héctor Fix-Fierro
En efecto, bajo el gobierno del General Díaz se concluyó esencialmente 
la tarea de la codificación federal y del Distrito Federal, pero también se 
crearon y se reformaron las leyes existentes en casi todos los campos 
jurídicos, particularmente en el ámbito económico.19 Las siguientes son 
las principales materias relacionadas con el desarrollo económico en las 
que la expedición de leyes y otros ordenamientos fue especialmente 
significativa:
 y Sociedades anónimas
 y Marcas y patentes
 y Instituciones de crédito
 y Impuestos y aranceles
 y Minas
 y Ferrocarriles
 y Pesas y medidas
 y Sistema monetario
 y Postas y correos
 y Catastro
 y Expropiación
 y Vías generales de comunicación
 y Aguas
 y Tierras y colonización
En algunas de estas materias se expidieron no uno sino varios orde-
namientos, en ocasiones con pocos años de diferencia.20 Pero tam-
bién hubo una modernización importante en materia de justicia, con 
la expedición de la Ley de Amparo de 1882, dos Códigos federales de 
Procedimientos Civiles (1897 y 1908), la Ley sobre el Contencioso Admi-
nistrativo (1898), la Ley de Organización del Ministerio Público Federal 
(1908), dos Códigos de Justicia Militar (1892 y 1894), la Ley de Organiza-
ción y Competencia de los Tribunales Militares (1897) y otras leyes más 
relacionadas con la justicia penal en las Fuerzas Armadas, etcétera. En 
materias de relevancia internacional hay que mencionar la Ley sobre 
19 Véase el panorama de la legislación porfirista en Margadant, Guillermo, Introducción a la historia 
del derecho mexicano, México, UNAM, 1971, capítulo VIII.
20 Así, por ejemplo, en materia de minas se expidieron el Código Federal de Minas (1884) y las 
Leyes Mineras de 1892 y 1909.
22
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
Inmigración (1909) y la Ley de Extranjería y Naturalización (1886). Por 
último, podemos agregar a la anterior la legislación en las materias edu-
cativa, sanitaria y de responsabilidades de los funcionarios públicos, así 
como la celebración de numerosos tratados internacionales.21
Resulta muy importante señalar que el Porfiriato inicia una tenden-
cia —que interrumpiría la Revolución, para luego continuar durante 
la mayor parte del siglo XX— a la concentración de facultades en los 
órganos de la Federación. En efecto, durante el periodo porfirista se re-
forma en varias oportunidades la Constitución de 1857 para transferir 
al Congreso de la Unión algunas atribuciones legislativas que estaban 
reservadas a los Estados y que tenían particular relevancia económica. 
Así, en 1883 se modifica la Constitución para que sea la Federación la 
que legisle sobre comercio, banca y minas; en 1882 se les prohíbe a los 
Estados el establecimiento de alcabalas y aduanas interiores; en 1908 
se hace federal la legislación sobre aguas, vías generales de comuni-
cación, postas y correos. Estas modificaciones son una señal de que el 
desarrollo económico exige una legislación uniforme encaminada a la 
creación de un mercado nacional unificado, y bajo esta misma lógica, ya 
en el siglo XX se atribuyó al gobierno federal, con más fuerza todavía, el 
control de los principales sectores y ramas de la economía y la industria.
Conviene subrayar algo que se desprende con claridad de la revisión de 
los cambios legislativos de la época. Se trató de cambios que, quizá con la 
excepción de los grandes códigos, no parecen haber sido fruto de la pla-
neación, sino que se produjeron de manera pragmática para responder a 
necesidades y proyectos coyunturales que inclusive se fueron ajustando 
conforme se ganaba experiencia en su desarrollo. Así se entiende que una 
misma materia fuera regulada por ordenamientos sucesivos en el espacio 
de pocos años. Sin embargo, tan extendido fue este periodo que permitió 
la renovación casi completa de la legislación nacional.
¿Cuáles fueron los modelos que se tomaron para la modernización de la 
legislación económica? ¿Cuálfue el impacto general de esta legislación 
en el orden jurídico? No resulta posible abordar con detalle estas cues-
tiones en el presente ensayo, por lo que haremos énfasis en un aspecto 
que se toma escasamente en cuenta. Habitualmente se enfatiza el he-
21 Margadant, op. cit., supra nota 19.
23
Héctor Fix-Fierro
cho de que las nuevas leyes copian o incorporan el contenido de la 
legislación extranjera, con lo que ello pueda significar en términos de 
dependencia o extranjerización; sin embargo, es igualmente real y visi-
ble un doble efecto de innovación e integración. Innovación, porque 
de este modo entran en las leyes nuevos conceptos y nuevas teorías 
que se van adaptando y ajustando al ambiente jurídico nacional, con 
impactos imprevisibles pero ciertos en otras ramas del ordenamiento 
(aculturación). Al mismo tiempo, se da un efecto de integración y aper-
tura hacia el mundo jurídico externo. Para entender esta idea, podemos 
concebir a la ley, no sólo como conjunto de preceptos imperativos, sino, 
sobre todo, como un instrumento de comunicación capaz de establecer 
un terreno de entendimiento común entre los agentes sociales.22
Así, gracias a la copia de una ley extranjera se puede dialogar jurídi-
camente, por ejemplo, con los inversionistas y otros actores foráneos, 
pero copiar es un concepto equívoco en este contexto: en realidad se 
trata de traducir y de apropiarse creativamente de un lenguaje que, 
aunque no sea propio ni originario, requiere de una combinación y 
síntesis con los elementos de la cultura jurídica autóctona.23 Para la ex-
pedición de las leyes porfiristas, los autores de los proyectos estudiaron 
arduamente las leyes y los modelos jurídicos del extranjero, pero tuvie-
ron que tomar en cuenta el contexto político y jurídico en el cual se in-
sertarían los nuevos ordenamientos, lo cual podía contribuir a reducir la 
brecha entre cultura jurídica y realidad social. Y así ha ocurrido también 
en todos los periodos de apertura e innovación a partir de la adopción 
o la influencia de instituciones jurídicas externas.
22 En la sociología jurídica contemporánea cada vez gana más terreno la visión del Derecho como 
sistema comunicativo, lo que pone menos énfasis en la coerción normativa y más en la coordi-
nación de expectativas y en la consecución de objetivos instrumentales a través de la persua-
sión y la influencia discursiva. Véase, por ejemplo, Ferrari, Vincenzo, Primera lección de sociología 
del derecho, México, UNAM (Instituto de Investigaciones Jurídicas), 2015, pp. 43 y siguientes.
23 Por supuesto, la traducción será tanto más difícil cuanto más alejada esté una cultura jurídica 
de aquella a la que pretende aproximarse. Así, por ejemplo, después de la Restauración Meiji de 
1868, el Japón decidió modernizar su derecho a través de la adopción del Derecho occidental. 
Para ello fue necesario traducir al japonés, no sin grandes dificultades, las leyes y los códigos ex-
tranjeros relevantes. Es conocido el hecho de que la cultura jurídica japonesa tradicional carecía 
de varios conceptos jurídicos como, por ejemplo, el de derecho subjetivo, los que tuvieron que ser 
“inventados”, más que traducidos, para ser incorporados en el Derecho japonés moderno. Véase 
Margadant, Guillermo F., Evolución del derecho japonés. Introducción histórico-sociológica al sistema 
jurídico del Japón actual, México, Miguel Ángel Porrúa, 1984, capítulo IX, especialmente p. 148.
24
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
Sociedad tradicional y orden jurídico moderno: 
¿movimiento dialéctico?
Conforme se va desenvolviendo el proyecto modernizador del Porfiria-
to, los juristas de la época van tomando conciencia más clara de la ten-
sión entre la “ley que instituye” y la “ley que regula”, entre el orden jurídico 
moderno y los “usos y costumbres” de la sociedad tradicional. Se trata de 
un contexto en el que el impulso de la Reforma Liberal, encarnado en la 
Constitución de 1857, tiene que enfrentar escollos mucho más complejos 
que la mera definición de un modelo constitucional y legislativo.
Conocemos muy bien la obra de algunos grandes juristas de la época, 
como Justo Sierra, Emilio Rabasa, Andrés Molina Enríquez o Luis Cabre-
ra, quienes hicieron la crítica del orden jurídico en este sentido, empe-
zando por la Constitución de 1857. Es posible que otros autores hayan 
reflexionado sobre la tensión apuntada, pero un repaso somero de al-
gunas obras jurídicas importantes de la época revela más una preocu-
pación por el análisis descriptivo del Derecho vigente que por hacer su 
crítica, y mucho menos una crítica de tipo sociológico. Paradójicamente, 
es posible que el positivismo y la ideología reformista imperantes en 
la época hayan obstaculizado un examen distanciado y desapasionado 
sobre el movimiento dialéctico entre norma y realidad social, dando por 
sentada la bondad de las nuevas y modernas leyes.
Conviene detenerse un poco más en las ideas de algunos de estos au-
tores. Tanto Sierra como Rabasa sostuvieron la idea de que la Constitu-
ción de 1857 contenía declaraciones y principios teóricos muy elevados, 
pero, por lo mismo, con escasa efectividad práctica.24 Así, por ejemplo, 
en su ensayo intitulado La Constitución y la dictadura (1912), Rabasa ale-
ga lo siguiente:
Lo que no se encuentra en ninguna discusión ni en el espíritu de pre-
cepto alguno de la ley fundamental, es el estudio del pueblo para quien 
iba a dictarse ésta; en vez de hacer la armadura ajustándola al cuerpo 
que debía guarnecer, se cuidaba de la armonía de sus partes, de la ga-
24 Sobre la crítica de estos dos autores a la Constitución de 1857, véase Cosío Villegas, Daniel, La 
Constitución de 1857 y sus críticos [1957], texto introductorio de Luis González y González, prólo-
go de Andrés Lira, México, FCE-Clío-El Colegio Nacional, 2007.
25
Héctor Fix-Fierro
llardía de las proposiciones, del trabajo de cincel, como si se tratase de 
una obra de arte puro, sin más destino que la realización de la belleza…
Así se formó la Constitución, y medio siglo de historia nos demuestra 
que no acertaron sus autores con una organización política adecuada a 
nuestras condiciones peculiares.25
Para Sierra y Rabasa, la dictadura del General Díaz y la inaplicación de 
la Constitución en la realidad habían sido una consecuencia necesaria 
del mal diseño de esa Ley Fundamental; a contrario sensu, una redac-
ción más realista y acorde con las condiciones peculiares de la sociedad, 
como dice Rabasa, permitiría acercarse paulatinamente a los ideales de-
mocráticos, verdaderamente existentes, del pueblo mexicano. No había, 
pues, necesidad de desesperar sobre el abismo entre norma y realidad, 
ni era evidente que lo único que podía hacerse era suspender la vigen-
cia de la Constitución al mismo tiempo que se le rendía culto y pleitesía 
—como había hecho don Porfirio—, sino que había que apreciar las 
aportaciones efectivas de la norma jurídica al encauzamiento de la con-
vivencia social. Al respecto vale la pena citar in extenso algunos pasajes 
de La Constitución y la dictadura:
Entre el absurdo de afirmar que basta una Constitución para hacer un 
pueblo, y el extremo de afirmar que la influencia de las leyes es nula para 
organizarlo, hay un medio que es el justo: la ley es uno de los elementos 
que contribuyen poderosamente no sólo a la organización sino al mejo-
ramiento de las sociedades, con tal de que se funde en las condiciones del 
estado social y en vez de controlarlas las utilice y casi las obedezca.26
Para hacer viable la Constitución, precisa enmendarla en términos que 
hagan posible su observancia, y que den al gobierno antes el interés de 
apoyarse en ella que la necesidad de infringirla…27
En vez del amor a la Constitución que ha querido hacerla intangible, lo 
racional es verla como un medio, amar el fin para tener un estímulo que 
a él nos impulse, y adaptar el medio al fin; es decir, la Constitución, que 
no es más que nuestra obra, a la democracia efectiva que es nuestroderecho.28
25 Rabasa, Emilio, La Constitución y la dictadura. Estudio sobre la organización política de México 
[1912], 8ª ed., prólogo de Andrés Serra Rojas, México, Porrúa, 1998, pp. 64, 65-66.
26 Ibidem, p. 66 (subrayado mío, HFF). 
27 Ibidem, p. 67.
28 Ibidem, p. 69.
26
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
La ley no tiene el poder de hacer la democracia; pero lo tiene absoluto 
para impedirla. La Constitución, depurada de sus errores, hará posible 
la intervención popular en el régimen de la nación; tal como está, hace 
imposible la estabilidad de un Gobierno legal…29
Por su parte, Andrés Molina Enríquez, en su clásico ensayo Los grandes 
problemas nacionales, publicado en 1909, realiza, sobre todo, un examen 
detenido de las condiciones de la propiedad rural —principal fuente de 
la riqueza nacional— y de las leyes que la habían regulado a partir de la 
Reforma Liberal. Los liberales habían intentado poner en movimiento a 
la propiedad a través de las leyes de desamortización. Para Molina Enrí-
quez, estas leyes no habían tenido los efectos esperados, y en cambio, 
a causa de los defectos de su forma y a que el movimiento que habían 
iniciado se había dado sólo de un modo parcial, habían propiciado la 
concentración de la propiedad en manos de los que él llamaba crio-
llos nuevos o criollos liberales, perjudicando en mucho a los indígenas 
propietarios, en quienes no se había pensado antes, dejando de lado a 
los mestizos, y “quedando en mucho burladas” esas leyes.30 Las leyes de 
nacionalización de los bienes de la Iglesia habían logrado corregir juicio-
samente la desamortización, pero también lo habían hecho de manera 
deficiente.31 En resumen:
… la Reforma, en lo que respecto a la propiedad, hizo una obra incom-
pleta y gravemente defectuosa: aún así fue una obra benéfica, porque 
poniendo en circulación toda la propiedad eclesiástica, una parte de la 
municipal, y otra parte de la comunal indígena, formó una nueva clase 
de intereses que fue la de los criollos nuevos o criollos liberales, y ayudó 
a formar con los mestizos, que ya eran clase preponderante, una nueva 
clase de intereses también… y esto ha significado el afianzamiento de la 
nacionalidad, tanto en el interior, cuanto para el extranjero…32
Esta conclusión es importante, porque, más adelante, Molina Enríquez 
explica que la razón de la dictadura no residía en un deficiente diseño 
de la Constitución y las leyes (aunque ello tuviera consecuencias desa-
fortunadas importantes), sino en la falta de unidad “del ideal de la Patria”, 
29 Ibidem, p. 244 (el subrayado está en el original).
30 Molina Enríquez, Andrés, Los grandes problemas nacionales, México, Imprenta de Carranza e hi-
jos, 1909, pp. 45-46.
31 Ibidem, p. 47.
32 Ibidem, p. 62.
27
Héctor Fix-Fierro
pues los grupos que componían la población carecían de unidad de 
origen, de religión, de tipo, de costumbres, de lenguas, de desarrollo 
evolutivo, de deseos, propósitos y aspiraciones.33 Sin embargo, el gru-
po de los mestizos sí presentaba un principio de unidad alrededor del 
cual podría definirse e integrarse la nacionalidad mexicana, así como 
una fuerza social capaz de hacer realidad los principios que ya estaban 
en la Constitución y las leyes. Mientras ello no ocurriera plenamente, la 
“forma de nuestro Gobierno tiene que ser todavía, por muchos años, 
la dictatorial…”.34
Desde el momento en que nuestra población está compuesta, dentro 
de los grandes elementos en que la hemos dividido y a los que agrega-
mos el elemento extranjero, de unidades, tribus, pueblos y grupos, que 
como hemos dicho en otra parte, presentan todos los estados evolu-
tivos que la humanidad ha presentado en su desarrollo en el curso de 
todas las edades en que ha vivido, es imposible que todos ellos sean 
regidos por una sola ley y que sean gobernados por un magistrado civil, 
simple dispensador de justicia. Cierto que no debemos separarnos del 
sistema de legislación fundamental política que hemos adoptado y que 
hemos hecho cristalizar en nuestra Constitución federal y en las Consti-
tuciones particulares de nuestros Estados, porque si bien es cierto que 
todas estas Constituciones no son ni pueden ser en absoluto de obser-
vancia general, representan en conjunto el alto ideal que condensa las 
aspiraciones de los mestizos…35
Como se observa fácilmente, el análisis de Molina Enríquez es más am-
plio, y más sociológico, que el de Sierra y Rabasa, quienes se refieren 
sustancialmente a la viabilidad (o ausencia de ella) del funcionamiento 
regular, según la Constitución y las leyes, de los poderes públicos, sin 
ocuparse directamente de las condiciones económicas, sociales y cul-
turales requeridas para tal funcionamiento. Lo que, empero, se advierte 
como rasgo común de sus reflexiones es la idea de que, por un lado, la 
dictadura era de algún modo explicable a partir de la brecha entre nor-
ma y realidad social, pero, por el otro, que esta brecha no era insalvable 
y que podría, con tiempo y el impulso social adecuado, desembocar 
33 Ibidem, p. 292. 
34 Ibidem, p. 347. Molina Enríquez se equivocó en el corto plazo, pero no estuvo tan desatinado en 
el largo plazo…
35 Idem.
28
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
en una modernidad democrática. Ninguno de estos autores afirmó, por 
tanto, que el régimen constitucional moderno fuera a tal punto ajeno 
o exótico a la realidad social mexicana y a su cultura, que jamás tuvie-
ra posibilidades de implantarse con éxito entre nosotros. En términos 
del esquema “ley que instituye” vs. “ley que regula”, estaban convencidos 
que la Constitución y las leyes tenían que crear un régimen constitucio-
nal liberal, pero pensaban también que esa ley también tendría que ser 
capaz de regular la vida social sometida a ella. En el caso de Rabasa, su 
diagnóstico conlleva expresamente la propuesta de corregir la norma 
constitucional para acercarla a la realidad social, incrementando así la 
viabilidad y los beneficios de su cumplimiento voluntario.36
En tanto se trata sólo de ideas que dependen de ciertas premisas, hay 
lugar para cuestionar el diagnóstico y los remedios que estos autores 
proponen,37 los cuales están muy marcados todavía por el optimismo 
36 Don Luis Cabrera, revolucionario e influyente autor de la Ley Agraria de 1915, señalaba lo si-
guiente en un ensayo de 1934: “El problema mexicano en materia constitucional consiste en 
que ha existido siempre un desacuerdo completo entre la forma teórica de gobierno y el fun-
cionamiento de hecho de nuestras instituciones… Para salir de esta situación de discrepancia 
entre las leyes y los hechos, no hay más remedio que reformar las leyes para ponerlas de acuer-
do con los hechos, ya que la historia nos ha enseñado que no podemos transformar nuestro 
medio a fuerza de leyes teóricas… Lo difícil es vencer el escrúpulo político y resignarse a bajar 
de la cumbre de la perfección teórica de nuestra Constitución al nivel legal a que debemos 
estar conforme a nuestro estado social de hecho”. Cabrera, Luis, “Los problemas trascendentales 
de México”, en Luis Cabrera. Pensamiento y acción, estudio introductorio, selección y notas de 
Eugenia Meyer, México, UNAM, 2002, p. 314.
37 Cosío Villegas cuestiona fuertemente a Rabasa como crítico de la Constitución de 1857 y defen-
sor, en los hechos, de la dictadura porfiriana. Véase Cosío Villegas, op. cit., supra nota 24, passim.
 Conviene agregar que, al decir de otros autores, como O’Gorman (op. cit., supra nota 4), la dicta-
dura porfirista fue el precio que se tuvo que pagar por las contradicciones inherentes tanto al 
pensamiento liberal como al conservador, por lo que fue necesario hacer un compromiso entre 
ambas corrientes y moderar sus respectivas tendencias radicales. Roberto Gargarella, por su 
parte, habla de “fusión constitucional” (fusion constitutionalism) para referirse a la alianza entre 
liberales y conservadores que caracteriza a varios países latinoamericanos en la segunda mitad 
delsiglo XIX, aunque en el caso de México aplica esta idea a la Constitución de 1857 (la que, 
en efecto, puede verse como una solución de compromiso) y no al régimen porfirista, que 
continúó siendo liberal en algunos aspectos, pero en otros no. Véase Gargarella, Roberto, Latin 
American Constitutionalism., 1810-1910. The Engine Room of the Constitution, Oxford-New York 
Oxford University Press, 2013, pp. 20 y siguientes, 41-43 (hay edición en lengua española: La sala 
de máquinas de la Constitución. Dos siglos de constitucionalismo en América Latina (1810-2010), 
Buenos Aires, Katz Editores, 2014). Con más precisión quizá deba decirse que el liberalismo re-
formista se transformó en un positivismo conservador y consensual, sin que haya desaparecido 
por completo el liberalismo beligerante de la época anterior. Véase Aguilar Rivera, José Antonio, 
29
Héctor Fix-Fierro
reformista, liberal, positivista y evolucionista de fines del siglo XIX y co-
mienzos del XX. Sin embargo, estas ideas ejercieron una evidente in-
fluencia en el Congreso Constituyente de Querétaro en 1916-1917. Con 
independencia de que algunas de las disposiciones específicas de la 
Constitución de 1917 puedan vincularse con las propuestas de estos 
autores,38 los constituyentes se hicieron eco de la necesidad de encon-
trar una mejor articulación entre la norma constitucional y la sociedad 
mexicana en su grado concreto de desarrollo.
En el proyecto de Constitución que presentó al Congreso Constituyen-
te, el Primer Jefe Venustiano Carranza señaló expresamente la necesidad 
de introducir en el texto constitucional las garantías específicas que per-
mitieran hacer efectivas las respectivas disposiciones fundamentales, y 
también reconoció, quizá de modo menos explícito, que su proyecto 
tomaba en cuenta la realidad social y sus necesidades por encima de los 
principios teóricos.39
Como ejemplo de lo primero, el proyecto de Carranza hacía varias adicio-
nes al texto vigente de 1857 en materia de “garantías individuales”, con 
la intención de resolver algunos de los abusos de la dictadura del Gene-
ral Díaz. Así, al artículo 7º, relativo a la libertad de imprenta, se le agregó 
una frase para prohibir el secuestro de la imprenta “como cuerpo (sic) del 
delito”. El texto aprobado por el Congreso Constituyente no sólo inclu-
yó esta garantía, sino que le adicionó un párrafo más: “Las leyes orgáni-
“Tres momentos liberales en México (1820-1890)”, en Jaksic, Iván y Eduardo Posada Carbó (eds.), 
Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX, Santiago de Chile, FCE, 2011, pp. 142 y siguientes.
38 Sobre la influencia que ejerció Rabasa en el Congreso Constituyente de 1916-1917, a pesar de 
que se encontraba en el exilio en los Estados Unidos desde 1914 y no volvería a México sino 
hasta 1920, véase Hale, Charles A., Emilio Rabasa y la supervivencia del liberalismo porfiriano, trad. 
de Antonio Saborit, México, FCE-CIDE, 2011, pp. 241 y siguientes. Cosío Villegas, op. cit., supra 
nota 24, matiza la importancia de esta influencia, señalando que, si bien en Querétaro Rabasa 
fue usado subrepticiamente, “no fue ni pudo haber sido el arquitecto, el inspirador o creador 
de la Constitución de 1917… ese constituyente y esa Constitución correspondían a un espíritu 
que no era el de Rabasa y a un espíritu infinitamente superior al de Rabasa” (p. 147). Molina 
Enríquez, por su parte, influyó de manera significativa y participó en la redacción del artículo 27 
constitucional en materia de propiedad agraria.
39 Véanse el proyecto de Constitución de Carranza y el discurso que pronunció al presentarlo 
ante el Congreso Constituyente el 1º de diciembre de 1916, en Marván Laborde, Ignacio, Nueva 
edición del Diario de Debates del Congreso Constituyente de 1916-1917, México, SCJN, 2006, tomo 
I, pp. 1 y siguientes.
30
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
cas dictarán cuantas disposiciones sean necesarias para evitar que so 
pretexto de las denuncias por delito de prensa, sean encarcelados los 
expendedores, ‘papeleros’, operarios y demás empleados del estableci-
miento de donde haya salido el escrito denunciado, a menos que se 
demuestre previamente la responsabilidad de aquéllos”. En relación con 
la libertad de reunión y asamblea en el artículo 9º constitucional, el pro-
yecto de Carranza definía con detalle en qué casos una reunión podría 
considerarse legal o ilegal.40
Ejemplo de lo segundo es la propuesta de aceptar definitivamente, a ni-
vel constitucional, el juicio de amparo contra sentencias judiciales, que 
algunos distinguidos juristas de la época —Emilio Rabasa entre ellos—41 
consideraban como una deformación de ese instrumento protector. En 
el discurso de presentación del proyecto, si bien Carranza acepta que 
esta configuración del juicio de amparo traía aparejados muchos pro-
blemas, como la hipertrofia de la justicia federal, al final debía aceptarse 
por la necesidad de controlar los abusos y la falta de independencia de 
los tribunales de los Estados:
El pueblo mexicano está ya tan acostumbrado al amparo en los juicios 
civiles, para librarse de las arbitrariedades de los jueces, que el gobierno 
de mi cargo ha creído que sería no sólo injusto, sino impolítico, privarlo 
ahora de tal recurso, estimando que bastará limitarlo únicamente a los 
casos de verdadera y positiva necesidad…42
Como es bien sabido, el Congreso Constituyente introdujo cambios 
muy significativos en el proyecto de Carranza y aportó una dosis propia 
de realidad, siendo los principales elementos en tal sentido el reconoci-
miento constitucional de la propiedad agraria de ejidos y comunidades 
indígenas (aunque sin nombrarlas así), así como los derechos de la inci-
piente clase obrera. Estos y algunos otros elementos que Martín Díaz y 
Díaz ha calificado de “ambivalentes” y de pertenecientes a un “constitu-
cionalismo heterodoxo”, son los que, al reconocer “ciertas peculiaridades 
premodernas y autoritarias” del país, contribuyeron a darle a la Consti-
40 Idem. De los tres párrafos del proyecto, el Congreso Constituyente aprobó solamente el primero 
y el tercero y agregó a aquél la frase “Ninguna reunión armada tiene derecho de deliberar”.
41 Véase su estudio “El artículo 14. Estudio constitucional”, en Rabasa, Emilio, El artículo 14 y El juicio 
constitucional, 6ª ed., prólogo de F. Jorge Gaxiola, México, Porrúa, 1993, pp. 1 y siguientes.
42 En Marván Laborde, op. cit., supra nota 39, p. 8.
31
Héctor Fix-Fierro
tución de 1917 una estabilidad y una viabilidad políticas de la que no 
disfrutaron las constituciones anteriores.43
Podría afirmarse, entonces, que los constituyentes aprendieron de la 
dictadura porfirista. Con ello se sentaron también —hay que decirlo—
algunas de las bases constitucionales del régimen autoritario que go-
bernó a México durante la mayor parte del siglo XX. La defensa de este 
régimen fue, sin embargo, más sutil y exitosa que la de los sostenedores 
del Porfiriato, pues pudo acogerse a las promesas de progreso económi-
co y social incorporadas en el texto constitucional de 1917, hasta que su 
inocultable incumplimiento movilizó a una sociedad más consciente de 
sus derechos y más preparada para exigirlos. Por supuesto, ello no anuló 
la tensión entre la “ley que instituye” y la “ley que regula”, solamente la 
ha llevado a otro plano, generando esta vez un movimiento doble —de 
acercamiento mutuo— entre la norma y la realidad social.
A modo de conclusión
Aproximarnos a la modernización jurídica del Porfirismo nos ha permi-
tido no sólo identificar, en sus rasgos básicos, el primer ciclo de moder-
nización histórica de nuestro Derecho —modernización cuyo estudio 
más profundo, en sí misma y en comparación con los otros dos ciclos, 
estaría pendiente de realizarse—, pero también plantear una distinción 
crucial para entender la evolución jurídica y política del país en los dos 
últimos siglos, entre la “ley que instituye” y la “ley que regula”. 
No se trata de una distinción absoluta, como si laley solamente pudiera 
cumplir una función y no la otra, sino de una tensión que ha servido de 
motor de progreso e institucionalización, y sobre todo, de continuidad 
fundamental en la construcción del Estado y del orden jurídico, a pesar 
de los episodios de ruptura en los ámbitos social y político, como fue, a 
la distancia, la Revolución Mexicana. El actual discurso sobre el Estado 
43 Díaz y Díaz, Martín, “La Constitución ambivalente. Notas para el análisis de sus polos de tensión”, 
en 80 aniversario. Homenaje a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, México, 
UNAM (Instituto de Investigaciones Jurídicas)-Senado de la República (LVI Legislatura), 1997, 
pp. 59-85. Véase también su luminoso ensayo “La transición constitucional (notas sobre las 
condiciones del remplazo), en Hacia una nueva constitucionalidad, México, UNAM (Instituto de 
Investigaciones Jurídicas), 1999, pp. 167-190.
32
Porfirio Díaz y la modernización del Derecho mexicano
de Derecho (o más bien, sobre su ausencia) en México, no sólo se bene-
ficiaría del estudio de la manera en que se impulsó el cambio jurídico en 
tiempos pasados, sino también de las reflexiones, diagnósticos y propues-
tas que suscitó entre quienes fueron testigos de sus éxitos y fracasos.
33
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
José Luis Soberanes Fernández
Nos dice Leopoldo Zea: “El 16 de Septiembre de 1867, en la ciudad de Guanajuato, se escucha un discurso que vendrá a ser el inicio de una nueva y extraordinaria etapa del pensamiento y filosofía 
mexicanos”;1 se refiere a la incursión que el pensamiento positivista tuvo 
en México. Si bien es cierto que Augusto Comte desarrolló su sistema de 
pensamiento positivista, y éste tuvo una relevancia muy significativa en 
el ámbito intelectual europeo y, por supuesto, en Francia, el mismo no se 
quedó confinado dentro de las fronteras de una sola nación, ya que en los 
cursos de filosofía positiva que Comte impartía en París estaban presentes 
estudiosos y alumnos provenientes de todo el mundo, un grupo (quizá 
muy selecto) de entre ellos procedía de América Latina, y entre estos inte-
lectuales latinoamericanos había uno que sería quien traería consigo las 
ideas del positivismo a México, el doctor Gabino Barreda. 
El mismo Leopoldo Zea nos dice que en Guanajuato, Barreda dictaba 
una conferencia al estilo de Comte, es decir haciendo una interpretación 
positivista de la historia mexicana. Además, 1867 era un año extraordi-
1 Cfr. “El positivismo” en Estudios de historia de la filosofía en México, México, UNAM, 1985. p. 227
34
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
nario para un discurso del tipo de los que se proponía hacer Barreda 
siguiendo a Comte ya que en ese mismo año las fuerzas invasoras fran-
cesas y el emperador Maximiliano habían sido derrotados en Querétaro. 
Las circunstancias se prestaban propicias para que intelectuales como 
Barreda comenzaran a formular un proyecto de nación que se levantaba 
triunfante para emprender la vía del progreso hacia el estadio positivo 
del cual hablaba Comte. Leopoldo Zea lo dice del siguiente modo: “La 
metafísica de la libertad triunfa sobre el espíritu teológico implantado 
por la colonia para dar lugar a un nuevo orden. Es el triunfo del espíritu 
positivo alentando la marcha de México por el camino del progreso”.2 
Para Barreda, la historia de México había sido la evolución de un espíritu 
liberal y republicano luchando en contra de las grandes fuerzas opreso-
ras que lo habían mantenido privado de avanzar por la vía del progreso. 
Esta lucha de fuerzas se había dado en contra del clero y de la milicia, 
entre liberales y conservadores. Barreda ve en la victoria del liberalismo 
el comienzo de una nueva era que estará marcada por el desarrollo de 
la ciencia positiva, la cual conducirá a México al estadio positivo. Este 
cambio que llevaría a México hacia el progreso se daría gracias a una 
sustitución de paradigmas en la que la mentalidad servil sería reempla-
zada por la libertad de conciencia, a este proceso se le conocería como 
“emancipación de la conciencia”.
La libertad, por lo tanto, sería uno de los ejes centrales para lograr este 
cambio en México. Una de las medidas implementadas en aras de lo-
grar dicha “emancipación de la conciencia”, fueron una serie de refor-
mas educativas impulsadas por el presidente Juárez para las cuales se 
asesoró de Barreda. La educación en México debería, por lo tanto, tener 
el firme objetivo de lograr superar el estado teológico y el metafísico ha-
ciendo que el pueblo mexicano adquiriera conciencia de su libertad y 
pudiera dar el paso que implicaba la emancipación.
 Ahora bien, respecto a lo que entiende por libertad Gabino Barreda 
dice: “Represéntase comúnmente a la libertad como una facultad de 
hacer o querer cualquier cosa sin sujeción a ley o fuerza alguna que la 
dirija; si semejante libertad pudiera haber, ella sería tan inmoral como 
2 Ibidem, p. 228. 
35
José Luis Soberanes Fernández
absurda, porque haría imposible toda disciplina y por consiguiente todo 
orden”.3 La libertad, más bien, es para Gabino Barreda el que los fenó-
menos sigan de manera natural las leyes que los determinan. Barreda, 
siguiendo esta línea de pensamiento, modifica el lema comteano de: 
“amor, orden y progreso” por “libertad, orden y progreso”. 
Sería más tarde, durante el régimen de Porfirio Díaz, que un grupo de se-
guidores de Barreda comenzarían a formar una escuela de pensamiento; 
estos intelectuales se daban a conocer en un periódico llamado La libertad 
y su lema sería el de Orden y Progreso. Lo que estos pensadores proponían 
era hacer énfasis en la consigna de orden; querían establecer un nuevo 
orden mexicano, pero no se llaman a sí mismos liberales en estricto sen-
tido, sino más bien conservadores-liberales ya que se proponían tomar 
elementos de ambos grupos políticos. No pretendían volver al tipo de 
dominación de la colonia, pero al mismo tiempo no querían que el país 
se viera inmerso en la anarquía que vivió durante medio siglo antes, así 
que creían que establecer una noción de orden era fundamental. Leopol-
do Zea lo explica del siguiente modo: “Se llaman conservadores porque 
sus métodos son contrarios a los métodos para alcanzar la libertad. Ésta, 
dicen, se alcanza por el camino del libre desarrollo natural de que habla 
Barreda y que sus discípulos llamarán evolución”.4 Miembros de esta ge-
neración eran, entre otros, Francisco G. Cosmes y Justo Sierra. 
No obstante lo anterior, esta generación de pensadores mexicanos se 
vio más atraída hacia autores como John Stuart Mill y Spencer, y no tan-
to a Comte. Además, dejarían de lado también la idea comteana del 
desarrollo histórico y se apegarían más a una visión darwiniana de la 
historia como evolución. Para ellos, estos autores representaban algo de 
lo que carecía Comte y que les resultaba sumamente atractivo: un fuerte 
sentido de practicidad.
 Ellos, para establecer este nuevo orden, no proponían que se le con-
cedieran al pueblo mexicano libertades para las cuales aún no estaba 
listo por falta de madurez, sino más bien creían que el modo de lograr 
la madurez intelectual suficiente para el pueblo de México era a través 
3 Ibidem, p. 231. 
4 Ibidem, p. 235.
36
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
de una dictadura honrada, ésta sería, por supuesto, la de Porfirio Díaz. 
Leopoldo Zea lo explica del siguiente modo: “Lo primero que debe ha-
cerse es atender el adelanto material de un país. Las libertades son inúti-
les en países materialmente atrasados. Cuando se logre este adelanto, 
la libertad en sus múltiples formas se dará por añadidura, por natural 
evolución”.5
Esta nueva generación se consideraba a sí misma como la destinada a 
llevar a México a su última meta intelectual y política; para ellos política y 
educación irían de la mano y sólo sacrificando temporalmente ciertas li-
bertades en aras de establecer una honrada dictadura que fungiera como 
un maestrode mano firme, se podrían alcanzar las condiciones necesarias 
para que la sociedad evolucionara naturalmente hacia el estadio positivo. 
Veamos ahora las líneas generales del positivismo comteano. 
En su estudio sobre la filosofía positivista de Augusto Comte, Francisco 
Larroyo6 propone tres constantes de la filosofía positiva del mismo: 
a) Un ideal de reformar la sociedad.
b) Dicha reforma, ha de basarse en la ciencia positiva. Y
c) La reforma se debe lograr dentro del postulado de la unidad an-
tropológica y social, ello es, de la unidad del género humano (la 
Humanidad), la idea de progreso en la historia.
El ideal de Augusto Comte, como bien señala Larroyo, es aquel de refor-
mar la sociedad por medio de las ciencias positivas. Además de las tres 
constantes anteriormente mencionadas, el propio Larroyo señala tres 
períodos en el desarrollo intelectual del pensador francés: 
A la primera etapa la llama “la etapa de los opúsculos de filosofía social”; 
en ésta se separa del pensamiento del que fuera su maestro, Saint-Si-
mon; la segunda, se caracterizaría porque en ella escribe su famosa 
obra: Cours de philosophie positive; finalmente, la tercera etapa se carac-
5 Ibidem, p.240. 
6 Cfr. Augusto Comte. La Filosofía Positiva, México, Porrúa, 1979, p. XXXV.
37
José Luis Soberanes Fernández
teriza por la obra: Systéme de politique positive ou Traité de sociologie ins-
tituant la religion de l’humanité. Como el título de esta tercera lo dice, el 
pensamiento de Comte desembocará eventualmente en la aspiración a 
edificar una nueva religión de la humanidad, la cual debería estar funda-
da en los principios de la filosofía positiva y en tener al hombre como 
su centro. A este tercer período, cabe mencionar, pertenece, junto a la 
pretensión de establecer una nueva religión, la formulación del ideal de 
Amor, Orden y Progreso que, como señalamos antes, sería después reto-
mado por Gabino Barreda y los positivistas mexicanos. El lema original 
sería: Amor como principio, el orden como base y el progreso como fin.7 
También en su estudio introductorio dice Larroyo: “La filosofía positiva 
es, consecuentemente, a la vez, una doctrina y un método. Éste, su ca-
rácter totalizador, hace de ella un saber universal”. 8 Vemos así como para 
Comte la filosofía es inseparable de las ciencias particulares, ya que éstas 
son las que enfrentan las teorías con los hechos observados y con otros 
hechos. Ante todo, es importante destacar que para el fundador del po-
sitivismo, la filosofía es obra del hombre y, como tal, está destinada en 
última instancia a satisfacer las necesidades de éste; es por ello que las 
ciencias particulares adquieren tal relevancia frente a la filosofía, porque 
éstas serán las que le permitan atender las exigencias de la humanidad. 
La filosofía, dirá Comte, es, por lo tanto, “humanismo por excelencia”.
Una vez presentada esta breve introducción a la filosofía positivista de 
Augusto Comte así como de sus objetivos, nos gustaría comenzar la ex-
posición de ésta hablando acerca de sus antecedentes más inmediatos, 
con el fin de poder así abordar de mejor manera las propuestas de nues-
tro autor. 
 El pensamiento de Auguste Comte, considerado el fundador del posi-
tivismo moderno, parece inspirarse remotamente en David Hume en 
cuanto a la crítica de la metafísica, y más inmediatamente en Saint Si-
mon en lo que concierne a sus ideas científicas y sociales.9 
7 Cfr. Sanguineti, Juan José, Augusto Comte: Curso de Filosofía Positiva, Madrid, Editorial Magisterio 
Español, 1977, p.14. 
8 Op. cit., p. XXXVI.
9 Cfr. Sanguinet, Op. cit., p.16.
38
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
Sanguineti nos habla sobre la obra del conde de Saint-Simon, el cual, 
previamente a Comte ya había formulado un proyecto epistemológico 
de carácter científico con ambiciosas pretensiones que se proponía darle 
una organización única a todos los conocimientos y descubrimientos de 
la ciencia moderna. Tal sistema global permitiría “comprender la unidad 
del universo y el desarrollo histórico de la especie humana a la luz del prin-
cipio fundamental y universalísimo de la ley de gravitación de Newton”. 10
Lo que Saint-Simon propone es una ciencia a la cual se la denominaría 
como fisiopolítica, Comte más tarde se inspiraría en esta ciencia para for-
mular la idea de la ciencia de la sociología. Siguiendo muy de cerca la ex-
posición de Sanguineti, cabe destacar que Saint Simon “plantea también 
una reorganización de la sociedad desembarazada de cualquier filtración 
metafísica (pretensión en la cual nos parece que se puede ver también la 
influencia de la tradición empirista que surge con David Hume). 
Ahora bien, otras de las influencias expuestas por Sanguineti en el pen-
samiento tanto de Comte como de su maestro Saint Simon, es aquella 
del filósofo alemán Hegel. Quizá de manera no tan evidente, pero no 
por eso menos importante, es como el pensamiento hegeliano influirá 
en la filosofía positiva. El punto de encuentro que Sanguineti ve entre 
estos dos grandes sistemas de pensamiento está sobre todo en los obje-
tivos, es decir, quizá más en el final del camino, al cual se dirigen ambos, 
y no tanto en cómo alcanzar esas metas. 
Otro estudioso que nota esta similitud entre Hegel y Comte es Giovan-
ni Reale, quien nota un punto de encuentro en las concepciones que 
ambos filósofos desarrollan de la historia de la humanidad. Al hablar 
sobre la ley de los tres estadios de Comte (que más adelante explica-
remos) Reale dice lo siguiente: “Aún sin conocer a Vico o a Hegel, Com-
te elabora con su ley de los tres estadios una gran grandiosa filosofía 
de la historia, que se nos presenta como una imagen gráfica de toda 
evolución de la humanidad”.11 
10 Ibidem, p.18. 
11 Reale, Giovanni y Dario Antiseri, Historia del Pensamiento Filosófico y Científico, trad: Juan Andrés 
Iglesias. Herder, Barcelona 1988 p. 275.
39
José Luis Soberanes Fernández
Muchas veces se llega a pensar que el positivismo es una filosofía que, 
si bien no es estrictamente analítica, puede llegar a convertirse en tal, o 
puede dar lugar a un sistema de pensamiento analítico; ésta quizá sea 
otra de las grandes diferencias con el pensamiento de Hegel. Sin embar-
go, contrario a estas opiniones, es importante recalcar que el positivis-
mo de suyo “no implica una consideración analítica de las cosas, pues 
desde su nacimiento mantuvo una perspectiva de totalidad, que con el 
tiempo había de crecer poderosamente”.12 
Finalmente, para cerrar con los antecedentes y comenzar a entrar más 
directamente a lo que constituye propiamente el pensamiento de Com-
te, Sanguineti nos dice que el Discours sur l’esprit positif explica que en-
tiende por positivo lo que es concreto, real, efectivo, experimental, útil 
para el mejoramiento de nuestra condición intelectual y moral, y por 
tanto constructivo y fecundo, en oposición a abstracto, quimérico, me-
tafísico, ocioso, infecundo. Esto quiere decir que, para Comte, “los co-
nocimientos y las cosas no se resuelven en el ens singulare, sino en la 
historia, en la economía, en la mecánica o en la lógica”. Sanguineti a este 
respecto aclara también que: “en el caso de Comte, el punto sintético 
de conexión fenoménica parece ser la ley, entendida como la expresión 
matemática de una invariable sucesión cuantitativa”.
Comte se propone reformar, o mejor dicho renovar, el conocimiento hu-
mano y la sociedad; y tal proyecto de reforma sólo se puede entender 
a la luz de su teoría de la ley de los tres estadios, “según la cual la hu-
manidad, al igual que el alma de los individuos humanos, atraviesa tres 
estadios: el teológico, el metafísico y el positivo”.
Por lo tanto, el eje central de la filosofía de Comte, podríamos decir, se 
encuentra en la concepción que éste tiene de la historia de la huma-
nidad, la cual se fundamenta en la idea de que el hombre sigue una 
trayectoria lineal a lo largo del tiempo que lo lleva hacia un progreso. A 
este respecto Larroyo nos dice:“La filosofía muestra que la actitud po-
sitiva del hombre es resultado del desarrollo histórico. La humanidad 
avanza, progresa. Transformación tal es la ley del progreso, que rige tan-
to en el dominio de la teoría como en los hechos de la vida en general”. 
12 Sanguineti, Op. cit., pp. 28-29. 
40
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
Giovanni Reale dirá, citando a Kolakowski, que para Comte “el progre-
so humano, en su conjunto, siempre se ha llevado a cabo de acuerdo 
con etapas obligadas porque son necesarias desde un punto de vista 
natural; la historia de la humanidad es un desplegarse de la naturaleza 
humana”.13 
 Los tres estadios son tres etapas históricas de desarrollo del intelecto 
humano, las cuales se pueden comparar con las etapas de desarrollo 
intelectual de una persona. Larroyo lo expone del siguiente modo: “El 
niño se satisface con explicaciones atribuidas a seres trascendentes, tal 
vez mágicos; el joven, razonador, busca ya causas permanentes, aunque 
imaginadas. El hombre maduro y prudente, se limita a la observación de 
los hechos y al descubrimiento de sus leyes”.14 
De este modo el primer estadio alcanza su meta con el monoteísmo 
cristiano ya que se sustituyen las numerosas divinidades. El segundo al-
canza su meta cuando concibe una gran entidad, es decir la naturaleza, 
en lugar de muchas. Eventualmente el segundo estado se supera sólo 
a través de la ciencia positiva, la cual representa el tercer estadio, el más 
importante según Comte. 
Resumiendo de manera más breve, podemos explicar el progreso que 
se da a lo largo de la historia de la humanidad según Comte de la si-
guiente manera: En el estado teológico, es decir el primero, el hombre 
asigna la explicación de los fenómenos físicos a entidades sobrenatura-
les; en el metafísico —o segundo estadio— atribuye estas explicaciones 
a las esencias, las ideas o las fuerzas abstractas; en el positivo —es decir, 
el tercero— el hombre renuncia a la pretensión de explicar las últimas 
causas y obtener conocimientos absolutos, se centra solamente en la 
observación y las leyes efectivas que puede formular a partir de las re-
laciones de sucesión y semejanza. En conclusión, como hemos dicho 
antes, los tres estadios son como tres estados de la edad del hombre: 
infancia, juventud y madurez adulta.15 
13 Op. cit., p. 277. 
14 Op. cit., p. XXXVII.
15 Cfr. Reale, Op. cit., pp. 274-275.
41
José Luis Soberanes Fernández
Hemos explicado ya cómo se conforma el andamiaje de lo que Comte lla-
ma la ley de los tres estadios, así como su supuesto progreso en la historia. 
Ahora nos gustaría centrarnos en lo que es para él la etapa crucial y más 
importante de la historia evolutiva intelectual de la humanidad: el tercer 
estadio, el estadio de la ciencia positiva. Este estadio se caracteriza porque 
en él todos los saberes habrán alcanzado el método positivo y las ciencias 
podrán unificarse bajo la batuta reguladora de la filosofía positiva que es-
tablecerá la correcta armonía y relación que debe haber entre ellas;16 para 
alcanzarlo, por lo tanto, lo que se debe hacer es que todos los saberes se 
adecuen al método positivo. Comte, en este sentido, sería una especie 
de consumador del estadio positivo ya que, según él, en el tiempo en 
que él vivía ya todos los saberes habían alcanzado (o estaban en proce-
so de) el estadio positivo y él se proponía hacer que aquellos saberes 
faltantes lo implementaran también. Según Comte, desgraciadamente 
el único ámbito en el que no se utiliza el método positivo es el estudio 
de los fenómenos sociales; para Comte esto constituye una laguna que 
se debe llenar para que se constituya la filosofía positiva. Lo que él hará 
será proponer una ciencia que pueda llenar este hueco y llevar el campo 
de las investigaciones sociales al nivel de la ciencia positiva.
Ahora bien, las ciencias están organizadas, en una jerarquía ascenden-
te en la cual el grado de complejidad de cada una va aumentando de 
acuerdo a su objeto de estudio. Asimismo, las ciencias superiores presu-
ponen a las inferiores: cada ciencia presupone a la que está justo debajo 
de ella y así sucesivamente. El orden de las ciencias en orden ascen-
dente es: astronomía, física, química, biología y sociología. Como ya se 
ha dicho, la única de éstas que aún no ha logrado alcanzar el estadio 
positivo, era la sociología. “En opinión de Comte, las vías para lograr el 
conocimiento sociológico son la observación, el experimento y el mé-
todo comparativo”. En cuanto a las demás ciencias el progreso ha ido 
produciendo que cada una de ellas vaya pasando al estadio positivo.
La tesis de Comte es que: “Las crisis sociales y políticas no se pueden re-
solver sin un conocimiento adecuado de los hechos sociales y políticos”.
16 Ibidem, p.278. 
42
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
 La sociología es, tal como la propone, una especie de física social que 
sirve para estudiar los acontecimientos sociales como si fueran fenóme-
nos naturales. Dicha ciencia busca ante todo, la formulación de leyes 
que permitan prever los fenómenos sociales; la previsión conduce a la 
acción. “La ley es necesaria para efectuar previsiones, y a su vez éstas son 
necesarias para la acción del hombre sobre la naturaleza”. 
A este respecto Giovanni Reale dirá: “Siguiendo las huellas de Bacon 
y de Descartes, Comte piensa que la ciencia es la que suministrará al 
hombre un dominio sobre la naturaleza”. Sin embargo, el conocimien-
to científico no es solamente práctico, sino que es, ante todo, conoci-
miento teórico: “Comte se muestra muy claro acerca de la naturaleza 
teórica de los conocimientos científicos, que hay que distinguir con 
toda nitidez de los que son técnico-prácticos”. Tomando esto en cuenta 
dirá Giovanni Reale que, según Comte “la mera erudición consiste en he-
chos sin leyes; en cambio, la verdadera ciencia está constituida por leyes 
controladas que se refieren a los hechos”.17 
Para Augusto Comte, sin embargo, la sociología juega un papel fun-
damental más allá de simplemente constituir la ciencia que cerraría el 
círculo de saberes que pertenecen al método positivo. La sociología 
puede prever los fenómenos sociales: “A través del razonamiento y la 
observación la sociología puede establecer las leyes de los fenómenos 
sociales”. Pero su labor tiene repercusiones no sólo en el ámbito cien-
tífico sino también en el ámbito social. El papel de la sociología será el 
de solucionar las crisis sociales de las cuales hemos hablado antes. Es 
por ello que Giovanni Reale dice que según Comte: “Para llegar hasta el 
orden social, saliendo de una sociedad en crisis, es necesario saber. El co-
nocimiento está constituido por leyes contrastadas mediante hechos. En 
consecuencia, si queremos solucionar la crisis de la sociedad, es preciso 
descubrir sus leyes”.18 
Recordando brevemente los dos estadios de los cuales hemos hablado 
antes, al estado teológico le corresponde una supremacía del poder mi-
17 Ibidem, p.276. 
18 Ibidem.
43
José Luis Soberanes Fernández
litar (tal es el caso del feudalismo); al estadio metafísico le corresponde 
la revolución (que comienza por la reforma protestante y acaba con la 
revolución francesa). Esto es relevante porque al estadio positivo lo que 
le corresponde es la sociedad industrial.
La sociología depende, de cierta forma, de la biología ya que estudia al 
hombre, el cual es un ser biológico. Sin embargo, los hechos sociales 
tienen su propia especificidad. Es por eso que Larroyo nos dice en su 
estudio sobre el positivismo que para Comte: “Los fenómenos sociales, 
empero, están sometidos a todas las leyes de la vida orgánica en general 
y, por tanto, a la influencia de todos los fenómenos naturales, incluidos 
los astronómicos”. Y posteriormente agrega que: “el mismo Comte re-
husaba ver una oposición cualquiera de naturaleza entre el instinto del 
animal y la inteligencia del hombre”.19 Es decir que para Comte la distan-
cia entre la biología y la sociología se acortadebido a que en estricto 
sentido no existiría una diferencia entre las funciones biológicas y los 
procesos mentales. Sin embargo, Comte también dice que la sociología 
“no es (...) una disciplina particular entre otras, sino una síntesis de todas 
las ciencias positivas”. La sociología según Comte sería “una historia a la 
vez que una síntesis, y tiende, vista su universalidad, a confundirse con 
la misma filosofía positiva”.20
Asimismo, la sociología se vale de otras ciencias (como la biología, con 
la cual como hemos dicho guarda cierta cercanía) pero tiene su propio 
método, éste es “la observación del pasado, él método histórico”. No es 
acumulación de datos históricos sino que busca leyes generales y un 
orden necesario. Ese orden necesario es de lo que se ocupa la estática. 
“Pero tal orden contiene en sí la razón de las transformaciones que está 
llamado a sufrir”. Las transformaciones son el progreso y eso lo estudia la 
dinámica social. “Así, el progreso no es sino el desarrollo del orden”. 
 Según lo expuesto por Francisco Larroyo: “En la tercera etapa del pen-
samiento de Comte se le asigna a la sociología una tarea expresa: la de 
instituir la religión de la humanidad”.21 Es decir que a partir de este pun-
19 Op. cit., p. XLI.
20 Idem. 
21 Ibidem, p. XLII. 
44
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
to lo que hasta ahora era un sistema filosófico denominado positivo se 
convierte, por voluntad del mismo Comte, en una filosofía humanista de 
proyección religiosa.
Al hablar sobre su propuesta para hacer del positivismo una filosofía 
humanista Comte hace una distinción entre población objetiva y pobla-
ción subjetiva. Objetiva son las personas presentes, subjetiva son las del 
pasado y futuro; entre todas forman al Gran Ser que es la humanidad. 
Comte dirá que: “Nosotros trabajamos siempre para nuestros descen-
dientes, pero bajo el impulso de nuestros antepasados, de los cuales 
derivan a la vez los elementos y los procedimientos de todas nuestras 
acciones”. La humanidad objetiva, por lo tanto, se subordina de este 
modo a la subjetiva. Para Comte la continuidad del género humano es 
garantizada por el progreso.
Ahora bien, para poder exponer de qué modo Comte pasa de formular 
la ciencia de la sociología a proponer una nueva religión de la humani-
dad, nos gustaría retomar lo que nos dice Larroyo en su análisis sobre el 
Plan de trabajos de científicos de Comte, ya que nos parece nos ayudará a 
vislumbrar las intenciones de Comte. 
 Según Comte, el plan seguido tanto por los pueblos como por sus go-
bernantes a lo largo de los años para reorganizar la sociedad ha sido 
fallido. Algo se está haciendo mal: El defecto general de la marcha se-
guida por los pueblos y por los reyes en la persecución del plan de reor-
ganización reside en que unos y otros se han formado hasta ahora una 
idea extremadamente falsa de la naturaleza de un trabajo semejante, y 
en consecuencia, han confiado esta importante misión a hombres in-
competentes.22 
Para cualquier reorganización hace falta un proceso largo y complejo, no 
se puede hacer la reorganización de la noche a la mañana sino que ha-
cen falta largos esfuerzos por mucho tiempo. Con la sociedad sucede lo 
mismo que con la ciencia, los cambios pasan por un proceso que lleva 
tiempo.23 Dice Comte al respecto que: 
22 Cfr. Larroyo, Op. cit., Aquí Larroyo traduce y comenta, p. 9.
23 Idem, p. 10.
45
José Luis Soberanes Fernández
Cuando una ciencia cualquiera se reconstituye de acuerdo con una 
teoría nueva suficientemente preparada ya, se produce, se discute y se 
establece en primer lugar el principio general; después, mediante un 
largo encadenamiento de trabajos, se consigue llegar a formar en to-
das las partes de la ciencia una coordinación que nadie en su comienzo 
hubiera estado en disposición de concebir, ni aun siquiera el inventor 
del principio. (...) Por lo tanto, hay que concluir de esta primera clase de 
consideraciones que los pueblos no han comprendido hasta el presente 
el gran trabajo de la reorganización social.
La sociedad, para ser considerada como tal, debe de dirigir todos los 
esfuerzos y acciones tanto individuales como colectivas a un solo fin 
general.24 Respecto a esto Comte nos dice lo siguiente:
Por otro lado, no hay más que dos fines de actividad posibles lo mis-
mo para una sociedad, por numerosa que sea, que para un individuo 
aislado. Son la acción violenta sobre el resto de la especie humana, o 
la conquista, y la acción sobre la naturaleza para modificarla a favor del 
hombre, o la producción. (...) El fin militar era el del antiguo sistema; el fin 
industrial es el del nuevo. 
Continuando con esta crítica que hace Comte al proceso de desarrollo 
de las reformas sociales, éste distingue la organización social en dos di-
mensiones muy necesarias cada una: la teórica y la práctica; su crítica es 
que nos hemos enfocado sólo en la práctica dejando a la teórica de lado 
siendo ésta última la más importante y el fundamento de la práctica. Así 
como la teoría precede a lo práctico, en cada uno de los estadios que 
Comte distingue en la historia del progreso humano hay una ideología 
que sustenta a la práctica y le da forma. 
Una vez dicho lo anterior creemos que se pueden entender con mayor 
facilidad las aspiraciones que tiene Comte al formular una religión de 
la humanidad, no se trata simplemente de producir un cambio radical 
en el campo de las ciencias sino de asumir una labor que, ante los ojos 
de Comte, se presenta casi como una santa cruzada, la cual consiste en 
llevar a la humanidad hacia el último estadio de desarrollo. Giovanni 
Reale nos dice respecto a esto que: “En la última gran obra de Comte, 
El Sistema de política positiva (1851-1854), el propósito comtiano de re-
24 Ibidem p.12.
46
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
generar la sociedad basándose en el conocimiento de las leyes sociales 
asume la forma de una religión en la que se substituye el amor a Dios 
por el amor a la humanidad”.25 Larroyo explica lo anterior de la siguiente 
manera: “El dogma medular de la religión positiva es la Humanidad (...) 
en la religión positiva el individuo se salva y sobrevive en los otros”.26 
Vemos así que Comte ya no sólo propone un nuevo sistema de pensa-
miento, sino que cree firmemente que para llegar a consumar su labor 
de salvar a la humanidad debe fundar una nueva religión. Comte admira 
el catolicismo y su estructura, así que propone que la nueva religión la 
adopte: “La humanidad es el gran ser; el espacio, el gran medio ambien-
te, y la tierra, el gran ídolo: tal es la trinidad de la religión positiva”.27 
La nueva religión también debe tener su liturgia y sus ritos, así como 
previamente hubo Teocracia y Teolatría, la religión positiva traerá una 
Sociocracia y una Sociolatría. “El Catecismo positivista y el Calendario 
positivista establecen la liturgia minuciosa de la nueva religión”.28 Para 
Comte es necesario que exista dicha religión ya que, según él, el hombre 
es un ser religioso: “La religión es el comienzo y el fin de la humanidad, 
merced a que el hombre es, por naturaleza, un ser religioso”. 
Ahora bien, a partir de la religión de la humanidad surge también un 
nueva moral. Comte le otorga una gran importancia a la moral dentro 
de la sociología y también dentro de la religión positiva: “Una vez que 
la ciencia profana (astronomía, física, química, biología) haya estudia-
do el conocimiento del medio, la ciencia sagrada (la sociología) em-
prende el estudio del alma en su existencia colectiva, cuyo superior 
criterio lo da la moral”. 
Para Comte “La religión positiva encierra, en efecto, una moral, en cuan-
to coordina los actos y sistematiza los sentimientos, da unidad a la vida 
total del individuo a la vez que armoniza las energías individuales”.
Según Comte hay un proceso de moralización, éste sigue una ruta, la 
cual se constituye de la siguiente manera: “comienza tomando por cen-
25 Op. cit., p. 279. 
26 Op. cit., p. XLIV.
27 Cfr.Reale, Op. cit., p. 279. 
28 Larroyo, Op. cit., p. XLIV. 
47
José Luis Soberanes Fernández
tro de su acción, la realidad individual, más tarde, se eleva a la ley de des-
envolvimiento humano exigiendo al hombre vivir para la Humanidad”.
Finalmente, la moral positiva se consolida en el lema que ya hemos 
mencionado anteriormente, es decir aquel de Amor, Orden y Progre-
so. Larroyo lo dice de la siguiente manera estableciendo una analogía 
con la moral de Adam Smith: “La moral positivista es una moral social, 
inspirada en la moral de la simpatía de Adam Smith. Realiza y legitima 
la fórmula sagrada: “El orden por base, el amor por principio, el progreso 
por finalidad”.29 
Finalmente, nos gustaría hacer una recapitulación general del positi-
vismo comteano basándome en diez precisos puntos señalados por 
Giovanni Reale en el estudio que hace del positivismo de Comte. Ta-
les puntos, que resumen fielmente el sistema positivista propuesto por 
Comte, son los siguientes:30 
1. Primado de la ciencia. El conocimiento válido para Comte es 
únicamente aquel que proporcionan las ciencias naturales. 
2. “El método de las ciencias naturales (descubrimiento de las le-
yes causales y el control que estas ejercen sobre los hechos) no 
sólo se aplica al estudio de la naturaleza sino también al estudio 
de la sociedad”.
3. La sociología es el resultado del programa filosófico positivista. 
4. “Se exalta la ciencia en cuanto único medio en condiciones de 
solucionar en el transcurso del tiempo todos los problemas hu-
manos y sociales que hasta entonces habían atormentado a la 
humanidad”.
5. “Optimismo general, que surge de la certidumbre en un progre-
so imparable”.
6. El positivismo como influenciado por el romanticismo: Algunos 
especialistas (autores como Kolakowski) identifican al positivis-
29 Larroyo, Op. cit., p. XLV.
30 Op. cit, pp. 272-273. 
48
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
mo como parte integrante de la mentalidad romántica. “En el 
caso del positivismo, sin embargo, sería la ciencia la que resulta-
ría elevada a la categoría de infinito”.
7. El positivismo como influenciado por la ilustración: Otros auto-
res (por ejemplo Geymonat) identifican al positivismo como he-
redero de la ilustración: “la fe en la racionalidad científica como 
solucionadora de los problemas de la humanidad, o incluso la 
concepción laica de la cultura”. 
8. “El positivismo (...) se caracteriza por una confianza acrítica y a 
menudo expeditiva y superficial en la estabilidad y el crecimien-
to sin obstáculos de la ciencia”.
9. Sin embargo, el positivismo termina por retornar hacia aquello 
que tan duramente critica: “La positividad de la ciencia lleva a 
que la mentalidad positivista combata las concepciones idea-
listas y espiritualistas de la realidad” (...) “aunque ellos cayeron 
también en posturas metafísicas tan dogmáticas como aquellas 
que criticaban”.
10. Finalmente: “Los rasgos ilustrados del positivismo, indujeron a 
algunos marxistas a considerar que la acostumbrada interpre-
tación marxista —según la cual el positivismo no es más que la 
ideología de la burguesía en la segunda mitad del siglo XIX— es 
insuficiente y, en cualquier caso, posee un carácter reductivo”.
El positivismo, como hemos visto hasta ahora, fue un sistema filosófico 
que, así como tomó varios elementos de las corrientes de pensamien-
tos que lo precedieron y que le fueron contemporáneas, también in-
fluiría significativamente en corrientes que surgieron posteriormente 
o incluso a partir de él. De cualquier modo, una de las más duras críticas 
que se le hace al positivismo, muy en específico al positivismo de Au-
gusto Comte (de hecho al mismo Comte), es que en última instancia, 
si se le conceden todas sus premisas y se sigue la línea propuesta por 
él, se termina regresando eventualmente a los inicios que tanto habían 
sido objetados en un principio y que eran justo aquello que la cien-
cia positiva se proponía dejar atrás. Las pretensiones del positivismo de 
49
José Luis Soberanes Fernández
Comte no sólo regresan a la metafísica sino que incluso llegan al extre-
mo de querer imponer un sistema global que no sólo afecta a la esfe-
ra religiosa sino que incluso encuentra su último fundamento en ésta. 
Las pretensiones de Comte son evidentemente de una grandilocuencia 
que muchos autores después de él criticarán y que, probablemente, 
sean la clave para terminar de desprestigiar sus sistema por completo. 
Sin embargo, dice Sanguineti, “actualmente el positivismo, aunque con 
otros nombres, continúa como actitud de fondo en muchos sectores 
científicos, educativos y políticos, con los diversos matices que se han 
desarrollado a lo largo de su trayectoria histórica y la dinámica propia 
que llevan consigo”.31 
Uno de los más grandes críticos de Comte sería John Stuart Mill, el cual 
en algún momento se había declarado su seguidor pero eventualmente 
lo abandona cuando Comte comienza, en la última etapa de su pensa-
miento, a formular sus grandes discursos de exagerada ambición sobre 
cambiar a la humanidad por medio del establecimiento de una nueva 
“religión de la humanidad”. Según Mill, el verdadero positivismo no fue 
fundado por Comte sino que ya se había ido desarrollando con anterio-
ridad sobre todo en el ámbito intelectual anglo-sajón. Mill cree que los 
verdaderos fundadores del positivismo, o mejor dicho aquellos que esta-
blecieron sus bases más sólidas, fueron Newton, Hume, Thomas Brown, 
Bentham, James Mill (padre de John Stuart) y Sir Hamilton. La doctrina de 
Comte, sentenciará Mill, “no es original, sino que es más bien una carac-
terística de la época a la que él se adhiere con fuerza”.32
Bibliografía
Comte, Auguste. Cours de Philosophie positive, Textes philosophiques com-
mentés Collection dirigée par Laurence Hansen-Love, édition électronique. 
Gilson, Étienne. La unidad de la experiencia filosófica, Carlos Amable Baliñas 
Fernández (trad.), Madrid, Rialp,1998. 
Larroyo, Francisco, Augusto Comte. La Filosofía Positiva, México, Porrúa, 1979.
31 Op. cit., p. 33.
32 Cfr. Sanguineti, Op. cit., p. 33. 
50
El positivismo, paradigma del régimen porfirista
Reale, Giovanni y Dario Antiseri. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico, 
trad: Juan Andrés Iglesias. Herder, Barcelona 1988
Sanguineti, Juan José. Augusto Comte: Curso de Filosofía Positiva, Madrid, Edi-
torial Magisterio Español, , 1977 
Zea, Leopoldo. El Positivismo en México : nacimiento, apogeo y decadencia, Mé-
xico, Fondo de cultura económica, 1990. 
___________. “El positivismo” en Estudios de historia de la filosofía en México, 
México, UNAM, 1985. pp. 227-247
51
Introducción
Este ensayo tiene por objeto destacar algunos aspectos del contexto histórico en que Porfirio Díaz desplegó su actuación pública y, espe-cíficamente, de la formación jurídica que le infundió su estancia en las 
instituciones educativas oaxaqueñas de la primera mitad del siglo XIX, al 
mismo tiempo que tenían lugar profundos cambios en varias dimensio-
nes y sectores de la vida pública, incluida la propia cultura jurídica.
En primer lugar, se intenta transmitir la idea de que Díaz y su genera-
ción interactuaron en un contexto histórico más amplio y complejo en 
que estaba acaeciendo un cambio de época del que México resultaba 
perdedor frente a las potencias imperiales occidentales que definirían 
las coordenadas políticas internacionales del siglo XX. Su aportación 
consistió, ni más ni menos, en colaborar decisivamente a preservar la 
integridad del país y legarlo, con fortalezas y debilidades, al porvenir.
En segunda instancia, el propósito del texto consiste en hacer notar que 
el sujeto y su circunstancia histórica interactuaron de tal manera que la 
formación jurídica de Díaz fue en buena medida intra e intergeneracio-
Porfirio Díaz: Contexto histórico 
y formación jurídica
Raúl Ávila Ortiz
52
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
nal y contribuyó a la fundación —usando lenguaje de hoy— del De-recho del estado de legalidad que, consolidado durante el siglo XX, a 
su vez nuestra generación lucha por relevar desde hace por lo menos 
20 años.
Lo anterior sugiere que, si sabemos descifrar las claves del contexto y la 
formación de los abogados y políticos del tiempo de Juárez y Díaz, así 
como de las tres generaciones de 25 años cada una que le siguieron a 
este último al dejar el poder, es decir un siglo y medio en total si partimos 
desde 1830 —año del nacimiento de Díaz— entonces podremos enri-
quecer nuestra comprensión y fortalecer capacidades para de-construir, 
reconstruir y transformar la cultura jurídica exigida para el México del siglo 
XXI. Tal es el sentido de las siguientes líneas y la mejor forma de honrar la 
memoria de quien hasta ahora es considerado menos héroe y estadista 
que el villano favorito de la historia política del México moderno.1
El texto inicia dibujando el contexto histórico, continúa con su forma-
ción jurídica y termina con reflexiones finales.
Agradezco a mis colegas, Eduardo Castellanos y María del Pilar Hernán-
dez, no menos que a Mónica Zárate y las instituciones cooperantes todo 
el apoyo dedicado a este proyecto académico.
Contexto histórico
La vida de Porfirio Díaz se desplegó dentro de una época conocida 
como la transición de la Alta Modernidad a la Baja Modernidad en el 
mundo occidental. Es decir, en un primer segmento, entre 1750 y 1850, 
y, enseguida, de 1850 hasta antes del periodo entre las dos guerras 
mundiales del siglo XX. Coincidente y paradójicamente, Díaz nació en 
1830 y murió en 1915, justo un año después de que vio, desde su exilio 
en París, que México y el mundo que protagonizó comenzaban a venir-
se abajo, o bien a pasar a una condición diferente.
1 El estado del arte biográfico de Porfirio Díaz puede consultarse en dos estupendas obras en 
español: Garner, Paul, Porfirio Díaz. Del héroe al dictador: Una biografía política, Editorial Planeta, 
México, 2015; y Tello Díaz, Carlos, Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo. La Guerra, 1830-1867, Conacul-
ta/Debate, México, 2015.
53
Raúl Ávila Ortiz
En clave multidimensional y con el enfoque de los largos plazos, en 
términos de Fernand Braudel e Immanuel Wallerstein, demos algunas 
pinceladas en ese horizonte. Para tal efecto, usando materiales de mi 
autoría,2 enfocaré en tres momentos trascendentes: el primero y luego 
el segundo tercios del siglo XIX, que se corresponden con los dos prime-
ros momentos del constitucionalismo mexicano, y el último tercio del si-
glo XIX y la primera década del siglo XX, esto es, hasta los prolegómenos 
del tercer momento del constitucionalismo mexicano. Arco temporal 
de 200 años que en nuestros días experimenta una nueva transición 
para superar, precisamente, la cultura jurídica y política forjada durante 
casi dos siglos.
Primer tercio del siglo XIX: Entre el viejo y el nuevo orden
En un primer momento, en el primer tercio del siglo XIX, es posible afir-
mar que al menos cuatro dinámicas históricas se aprecian engarzadas 
en el tiempo espacio previo al nacimiento de Porfirio Díaz; la transición 
del sistema-mundo y la economía mundial occidental desde la Alta 
Modernidad (1450-1750) a la Baja Modernidad (1750 en adelante, hasta 
1950 aproximadamente); el proceso de independencia de las colonias 
americanas, en particular con respecto al imperio español y específica-
mente el Virreinato de la Nueva España; los cambios institucionales im-
plementados en la Provincia de Antequera de Oaxaca como parte de las 
reformas borbónicas de finales del siglo XVIII; y el acomodo entre viejo y 
nuevo orden legal y cultura política, en medio de la rearticulación y ne-
gociación institucional y militar entre élites centrales y locales, y clases 
subordinadas, tanto en el período preindependiente como después de 
la consumación de la independencia, entre 1821 y 1824.
La historia mundial y la economía occidental sufrieron, en efecto, un 
cambio de época, agudizado a partir del siglo XV merced a los avances 
científicos y descubrimientos geográficos. 
Entre 1450 y 1750, Europa sentó las bases teóricas, técnicas, instituciona-
les y organizacionales del capitalismo industrial internacional. Pero si esas 
2 Me refiero, en particular, a Ávila Ortiz, Raúl, Historia de las instituciones jurídicas. Oaxaca; UNAM/
Cámara de Senadores, México, 2010; y, más recientemente, al ensayo “Historia del Derecho 
Mexicano: Hacia una reinterpretación desde el constitucionalismo garantista” (en prensa).
54
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
bases fueron forjadas en tres largos siglos que coinciden en parte con la 
instauración del imperio español en América, de 1750 en adelante, es-
pecialmente durante el siglo subsecuente, 1750 a 1850, propiciaron las 
profundas transformaciones políticas que reconfiguraron el mapa glo-
bal. De manera significativa, tales cambios produjeron el colapso de los 
imperios español y portugués, y a la vez el ascenso de potencias anglo-
sajonas, Inglaterra y Estados Unidos. Trajeron, sincrónicamente, la erec-
ción de los Estados-Nación fundados en las ideas políticas vanguardistas 
de la soberanía popular, representación política, derechos del hombre 
y del ciudadano, división de poderes y orden jurídico jerarquizado. Más 
todavía, sustituyeron, en el plano jurídico, el antiguo Derecho de estilo 
medieval, justificado por el jusnaturalismo de origen divino basado en la 
moral cristiana y la bondad de las normas particularizadas, la pluralidad 
de fuentes jurídicas: regalistas, papales y subterritoriales, el poder del 
rey y clases asociadas: clero, nobleza y señores feudales, y el papel de la 
ciencia jurídica y los juristas limitada a la exégesis comentada y anotada 
de los materiales legales. Dicho de otra forma, esos cambios produjeron 
en los hechos un nuevo orden económico y político internacional, así 
como una nueva cultura jurídica cuyos fundamentos ideológicos fueron 
suministrados por el liberalismo individualista y el constitucionalismo 
clásico, lo que puede sintetizarse en los términos: sujeto, razón y progre-
so, característicos de la modernidad.
Desde la perspectiva del liberalismo individualista, el hombre y sus de-
rechos se convertían en la justificación de las instituciones sociales que 
los integraban en naciones y organizaciones políticas denominadas Es-
tados. En su vertiente económica, el liberalismo asumía que el hombre 
racional egoísta y las fuerzas sociales eran los principales motores de la 
producción, distribución y consumo cada vez más extensos y masivos, 
y que en el ánimo de lucro intensivo y sistemático residía el principal 
motivo para la acción. En su lado político, presupuso que el hombre era 
autónomo y contaba con la voluntad y capacidad para autogobernarse 
a través del Estado, mientras que éste debía autolimitarse democrática-
mente para hacer viable el ejercicio de los derechos individuales, civiles 
y políticos. Las constituciones y las leyes, por lo tanto, estaban llamadas 
55
Raúl Ávila Ortiz
a jugar un papel fundamental en tanto marcos institucionales para el 
gobierno y el desarrollo de la sociedad.
En efecto, desde el ángulo del constitucionalismo, la Baja Modernidad 
dio paso al largo siglo de las llamadas revoluciones democráticas que 
pusieron en acto político el ideario liberal. De la Revolución francesa a 
la de las Trece Colonias de Norteamérica, y de Hispanoamérica a Brasil, 
pasando por las islas de El Caribe, las independencias de los nuevos 
países fueron acompañadas por la gesta militar, las ideas liberales y el 
diseño constitucional.
Si el constitucionalismo inglés legaría a la Baja Modernidad el sistema 
parlamentario y el habeas corpus, el francés haría lo propio con los de-
rechos del hombre y la división de poderes. Si el constitucionalismo 
estadounidense inventaría el sistema presidencial, el federalismo y el 
control jurisdiccional de la Constitución, el constitucionalismo hispano-
americano haría otro tanto con ensayos ingeniosos de sistemas mixtosde gobierno y formas de tutela política y jurisdiccional de los derechos 
humanos. Así pues, liberalismo y constitucionalismo serían las llaves que 
abrirían la puerta de los nuevos Estados-Nación a la modernidad capita-
lista industrial y democrática. 
La primera revolución científica y tecnológica, y la Revolución industrial 
inglesa, que incentivaron la modernidad capitalista occidental liberal y 
constitucional, contribuyeron de manera relevante, dada la contrarefor-
ma a que se aferró el Imperio Español —lo que le generó un profundo 
desfase entre modo de producción y modo de dominación, todo ello 
aunado a sus postreros intentos reformistas por remontar sus rezagos— 
a su propio colapso. Esta impresionante modificación de la estructura 
de las relaciones jurídicas, económicas y políticas internacionales afectó 
para siempre al entonces Virreinato de la Nueva España y a su Provincia 
de Antequera de Oaxaca, la que vio nacer, en tan sólo un cuarto de siglo, 
entre 1806 y 1830, a Benito Juárez y Porfirio Díaz.
El proceso de Independencia hispanoamericana entrañó dinámicas no 
menos intensas e impactantes en el espacio sociopolítico oaxaqueño. 
56
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
En este sentido, la muy conocida dialéctica entre pérdida de poder del 
reino español en 1808, los movimientos independentistas y las estra-
tegias para la preservación de la soberanía real en tierras americanas, 
encontraron en Nueva España y Oaxaca acciones y reacciones a lo largo 
de esa década y la siguiente. 
A la caída del rey español en 1808, a manos de los imperialistas fran-
ceses, le siguió en Hispanoamérica el llamado periodo juntista, entre 
1808-1810, o bien, de las juntas provisionales de gobierno que buscaban 
preservar la soberanía real ante una situación política inédita y que amena-
zaba desbordarse, como en parte ocurrió, contradictoriamente, con el pro-
pio levantamiento de Miguel Hidalgo. Al mismo tiempo que se expedía en 
España e implementaba en Nueva España, en 1810, la convocatoria a las 
Cortes de Cádiz, cuya primera legislatura se extendió desde este año has-
ta 1813, y la subsecuente, de octubre de 1813 a mayo de 1814, cuando 
el rey reasumió el trono y derogó la Constitución de 1812, en Oaxaca se 
expresaron tanto la tendencia constitucional gaditana cuanto la orienta-
ción revolucionaria independentista. Conforme a la primera, en Oaxaca 
se realizaron en agosto de 1810 las elecciones para integrar su represen-
tación a las Cortes de Cádiz, honor que recayó en Juan María Ybáñez. 
Además, inmediatamente después de la publicación de la Constitución 
de Cádiz en Oaxaca, el 12 de abril de 1814, se eligió el Ayuntamiento de 
la Ciudad, acto en que participaron españoles, criollos, mestizos, indios y 
castas. Si bien a la restauración borbónica de ese mismo año siguió la re-
instalación del Ayuntamiento existente antes de abril de 1814, en junio 
de 1820, una vez obligado Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, 
en Oaxaca se proclamó la Carta gaditana y se llamó al Cabildo electo seis 
años antes. En relación con la segunda, bajo el gobierno insurgente en 
Oaxaca, extendido de noviembre de 1812 a abril de 1813, fueron electos 
en agosto de este último año representantes ante la insurgente Junta 
Nacional Suprema y, más aún, tres notables personajes oaxaqueños: el 
comerciante e intendente, José María Murguía y Galardi, el periodista, 
Carlos María de Bustamante y el clérigo, Sabino Crespo, participaron en 
1814 en Chilpancingo en la confección de la Constitución de Morelos. 
Así pues, la modernidad liberal constitucionalista irrumpía de lleno, en 
pleno proceso independentista hispanoamericano y oaxaqueño, como 
57
Raúl Ávila Ortiz
factor de legitimidad de las nuevas expresiones en liza, y habría de legar 
memorias frescas a los liberales de la generación juarista-porfirista.
Según se sabe, cada vez con mejor documentación, la dinámica inde-
pendentista en Oaxaca, y seguramente en otras regiones del país, fue 
mucho más compleja y sofisticada entre realistas e independentistas, y 
entre conservadores y liberales o centralistas y federalistas (en Oaxaca, 
los aceites y los vinagres) de lo que se pudiera pensar, pero, en todo 
caso, tuvo como eje de discordias y concordias la búsqueda y defensa 
de la legalidad y la legitimidad constitucional. Esta práctica, con todas 
sus virtudes y defectos, formó un patrón institucional que lubricaría el 
gozne de la transición entre Colonia y República Independiente, así 
como entre Intendencia y Estado Libre de Oaxaca. 
Ahora bien, las reformas borbónicas, manifiestas en la Ordenanza de In-
tendencias de 1786, pretendieron modernizar la administración colonial 
mediante métodos centralizadores y nuevas formas de tributación, lo 
que generó fuertes tensiones y conflictos sociopolíticos. 
Así, por ejemplo, las nuevas reglas obligaron a la sustitución de la figura 
del Alcalde Mayor y el Corregidor por el Subdelegado, quien dependía 
de la nueva institución del Intendente. A diferencia del Alcalde Mayor, 
el cual fungió por mucho tiempo como mediador político y empresarial 
entre burocracia, comerciantes y clases subalternas productoras, con las 
que operaba la figura del repartimiento —de productos y dinero, no de 
cargas de trabajo— y a las que se les cobraba ventajosamente en dinero 
y en especie la inversión que los comerciantes y alcaldes realizaban en 
los cultivos, incluido una parte del sueldo del Alcalde Mayor, a su vez 
financiado por el comerciante, el Subdelegado tenía prohibido operar 
los repartimientos y su sueldo dependía sólo de la hacienda virreinal. 
Así, se rompía aquella antigua relación con los comerciantes y produc-
tores, lo que ahora favorecía al Intendente —y no a dieciséis Alcaldes 
Mayores oaxaqueños— quien a su vez transferiría mayor riqueza a la 
Metrópoli española con la cual podía tener comunicación directa —
pues era nombrado por el Rey con opinión del Consejo de Indias—, sin 
pasar por la capital novohispana, en detrimento de los comerciantes y 
funcionarios peninsulares. Esta medida, más el libre comercio instituido 
58
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
entre colonias y metrópoli, sumada a la diversificación de los consulados 
de comercio en la Nueva España, tendía a debilitar el notorio poderío de 
los comerciantes y políticos del centro del Virreinato, sólo que, a la vez, 
generó reacciones por parte de las antiguas elites comerciales tanto de 
las provincias como del centro. En Oaxaca, ese cambio institucional pro-
vocó una dinámica de reacciones políticas y reacomodos en las élites y 
las prácticas administrativas y comerciales propiciando nuevos pactos 
entre aquéllas y las clases subalternas, que tendrían solución de conti-
nuidad, bajo nuevas formas y arreglos institucionales, precisamente en 
la transición a la Independencia y en la hechura de un nuevo modelo 
jurídico, constitucional y legal con el que Díaz habría, materialmente, de 
encontrarse de frente.
En esta, las élites comerciales y políticas de la Capital de la Entidad Fede-
rativa, de la cual formaban parte intrínseca los eclesiásticos —cuyo poder 
económico era preponderante— haciendo gala de pragmatismo y flexi-
bilidad económica y política, además de insertar los elementos propios del 
liberalismo constitucional adaptado a su contexto, se aseguraron el con-
trol hacendario y político electoral de las clases subalternas, las denomi-
nadas por Sánchez Silva: “indígenas y más indígenas” pues representaban 
el 90% de la población. Estos, dispersos en un territorio complejo, atados 
a su propiedad colectiva, pero muy rico virtud a la producción de la grana 
cochinilla, tejido de telas de algodón y extracción de metales, también se 
adaptaron a las nuevas instituciones y condiciones con las que concurrían 
exitosamente, aun cuando en desventaja —pactada— con las clases di-
rigentes, al comercio interno e internacional. Según lo ha advertido con 
razón Guardino, en su conocida obra sobre el liberalismotemprano en la 
entidad, el dilema de las élites dirigentes oaxaqueñas, que se mantendría 
por varias décadas, consistiría en cómo asumir la idea de la igualdad de 
todos los hombres y, simultáneamente, preservar el orden social que les 
permitía explotar a las masas populares.
La Independencia en Oaxaca y su ulterior tránsito al nuevo régimen 
constitucional federal pasaron por otros capítulos que muestran la re-
levancia del factor institucional y la capacidad negociadora de las élites 
oaxaqueñas. Me referiré rápidamente a ello.
59
Raúl Ávila Ortiz
En 1821, una vez firmado el Plan de Iguala entre Agustín de Iturbide y 
Juan O´Donojú, mismo que mantenía en vigor la Constitución de 1812, 
protegía privilegios eclesiásticos y extendía los derechos políticos a los 
descendientes de raza negra, Antequera fue forzada a asumirlo mediante 
un acto militar. Este, encabezado por Antonio de León, un militar realista 
oriundo de Huajuapan y electo al Cabildo de esta ciudad en 1820, quien 
más tarde sería uno de los principales apoyos políticos de Benito Juárez, 
decidió unirse a la insurgencia y terminó por vencer en las goteras de la 
ciudad a la resistencia virreinal en junio del año siguiente, en parte porque 
las élites de la capital de la Intendencia retiraban su apoyo logístico a los 
realistas en la medida en que De León ganaba terreno y batallas. 
Proclamada en septiembre de 1821 la Independencia de México y 
constituida la Junta Provisional Gubernativa a que obligaban el Plan de 
Iguala y los Tratados de Córdoba, recayó en Iturbide la titularidad de la 
Regencia colegiada. Con la apertura del primer Congreso mexicano, el 
24 de febrero de 1822, inició también la tensión entre éste y la Regencia 
en torno a la titularidad de la soberanía, el poder militar y la correlación 
entre Ejecutivo y Legislativo, que haría eclosión a finales de octubre, 
cuando Iturbide suspendió las garantías constitucionales y disolvió el 
Congreso Constituyente. Para implementar su proyecto político, Iturbi-
de propició de inmediato la formación de la Junta Nacional Instituyente 
que, al derogar la Constitución de Cádiz y emitir el Reglamento Provisio-
nal del Imperio concentrando facultades en el Poder Ejecutivo, generó 
la reacción de las provincias —entre ellas Oaxaca— a través del Plan 
de Veracruz, de diciembre de 1822, convertido en Plan de Casa Mata 
en febrero de 1823, proclamado por Santa Anna, cuya presión obligó a 
Iturbide a restaurar el Congreso, reinstalado el 7 de marzo de 1823, y lue-
go a abdicar el 19 de ese mismo mes. Convocado un nuevo Congreso 
Constituyente, que aprobó el 30 de enero de 1824 el Acta de la Federa-
ción Mexicana, portadora de un modelo cuasi-confederal de gobierno, 
se procedió a la creación de la Constitución Federal, que fue promulga-
da en octubre de 1824.
En Oaxaca, mientras tanto, a la reinstauración de la Constitución de Cá-
diz, en 1820, siguió la reinstalación del Ayuntamiento de la capital y la in-
60
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
tegración de la Diputación Provincial. En seguida, una vez que Antonio 
de León tomó la Ciudad a finales de 1821, y asumió la jefatura política 
de la Provincia, fue creada con un sentido autonomista la Diputación, en 
enero de 1822, en tanto que la Junta Provisional Gubernativa (integrada 
por 19 miembros de la propia Diputación Provincial, ayuntamiento, clero 
y ejército), entró en funciones el 24 de febrero de 1823. Ante los abusos 
de Iturbide, que decretó nuevos impuestos en la Provincia y envío a go-
bernarla a su ahijado, Manuel Iruela Zamora, en cuanto aquél cayó éste 
fue defenestrado y, mientras se debatía en el ámbito nacional la necesi-
dad de convocar a un nuevo Congreso Constituyente, lo que finalmente 
ocurrió en mayo, en Oaxaca se convocó a elecciones para formar un 
Congreso provisional. Al mismo tiempo, encabezada por el Cabildo de 
la Ciudad de Oaxaca y desde luego por De León, quien en su momento 
se había adherido al plan federalista veracruzano, la Provincia declaró su 
soberanía el 1º de junio de 1823, lo mismo que Jalisco, Yucatán y Zacate-
cas, respecto a la capital de México. En respuesta, el Supremo Poder Eje-
cutivo envío a Oaxaca tropas al mando de Manuel Rincón, quien entró 
en negociaciones con De León suscribiendo los acuerdos de El Carrizal, 
en septiembre, después de que Oaxaca restableciera, en agosto, relacio-
nes con el gobierno nacional. El año siguiente, las desavenencias entre 
Cabildo, Diputación Provincial, Junta Provisional Gubernativa y el Jefe 
Militar no se hicieron esperar, al punto que Guadalupe Victoria se diri-
gió en agosto a Oaxaca para dirimir el conflicto, lo que logró median-
te negociaciones y el encarcelamiento de De León, quien estaría dos 
años en prisión y dejaría el camino libre tanto para que Victoria ganara 
las elecciones para presidente de la República como para que se prepa-
rara la Constitución de 1825, que sería aprobada en enero de este año.
Finalmente, no debe pasar inadvertido que en Oaxaca se dio una impor-
tante legislación, a la que se ha llamado provisional, o bien, de transición 
entre el viejo y el nuevo orden constitucional. Así, entre 1823 y 1825 
el Congreso local —provisional— expidió 36 decretos y siete órdenes. 
Entre las piezas jurídicas más importantes se encuentran las Bases Pro-
visionales para el Gobierno del Estado, de julio de 1823, y la Ley Orgá-
nica para el Gobierno del Estado, de mayo de 1824, que sirvieron de 
referencia directa, junto con la propia Constitución Federal, a su vez ins-
61
Raúl Ávila Ortiz
pirada en las constituciones norteamericana y gaditana, para elaborar 
la Constitución oaxaqueña. Ello traduciría en instituciones y normas la 
llamada soberanía compartida central-provincial, tesis que facilitó la con-
sagración del federalismo mexicano y la formalización del Estado Libre 
de Oaxaca, pero que a la vez refleja el sentido legalista justificador del 
nuevo orden político.
Para el tiempo en que Benito Juárez se formaba en el Seminario Con-
ciliar de la Santa Cruz (1824-1828) y luego en el novísimo Instituto de 
Ciencias y Artes de Oaxaca (ICAEO, 1828-1832), y Porfirio Díaz veía la luz 
(1830), el contexto les estaba preparando las condiciones para protago-
nizar una verdadera gesta histórica.
 Segundo tercio del siglo XIX: Imperialismo, nación 
 y liberalismo triunfante.
En un segundo momento, correspondiente a los decenios de los años 
40 y hasta los 60, nuevas dinámicas multidimensionales habrían de im-
pactar el escenario de la actuación del personaje objeto de este trabajo.
En este lapso, cuatro dinámicas históricas influyeron de manera rele-
vante en la reconfiguración del teatro de los acontecimientos: el impe-
rativo coyuntural provocado por la acción del imperialismo territorial 
europeo y norteamericano; la eclosión de contradicciones internas 
entre legado colonial, conservadurismo y liberalismo; la consecuente 
y riesgosa fluctuación constitucional que abonó la debilidad política y 
el desastre económico del país en construcción; y la incidencia de una 
generación de oaxaqueños destacados, producto del propio cambio 
institucional del México Independiente, cuyo liderazgo condujo a im-
poner un proyecto nacional de Estado moderno, conocido como la Re-
forma, apoyado en una base de poder regional que duró más de medio 
siglo y de la que se sirvió Porfirio Díaz quien, con su ingenio armado, 
había coadyuvado a construirlo.
Bastante bien se sabe que entre 1815 y 1875 tuvo lugar la expansión im-
perial inglesa y norteamericana a costa de los imperios español y fran-
cés, fenómeno del capitalismo al que la Alemania unificada comenzó 
62
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
a concurrir en el último cuarto de siglo. De acuerdo con Wallerstein, el 
proceso de consolidación de la economía-mundo europea, que había 
iniciado en 1450, aceleró en el siglo XIX incorporando y semi-periferizan-
do, por ejemplo, diversas regiones de África, Asia y Rusia para producir 
un nuevadivisión internacional del trabajo.
En el caso mexicano, la primera mitad del siglo XIX fue testigo de la 
dramática reorientación de su posición en el sistema económico mun-
dial de referencia al pasar de la hegemonía del imperio español hacia el 
eje interestatal anglosajón inglés y norteamericano. Aunque México se 
mantuvo en la periferia del sistema-mundo en proceso de reconfigura-
ción, quedaría alineado a la creciente hegemonía norteamericana y su 
semi-periferización habría de consumarse un siglo después. 
El expansionismo territorial norteamericano, fundado en la Doctrina 
Monroe y el Destino Manifiesto; la colonización de Texas y Nuevo Mé-
xico; la independencia de Texas en 1835-36 y su anexión en 1845, la 
primera intervención francesa entre 1838 y 1839; la Guerra México-Esta-
dounidense iniciada en 1846 y concluida con el Tratado Guadalupe-Hi-
dalgo de 1848, por el que México aceptó recorrer su Frontera Norte del 
Río Nueces al Río Bravo y perdió los territorios de California y Nuevo 
México —poco más de dos millones de kilómetros cuadrados— esto 
último sumado a la venta de La Mesilla, operada por el último Santa 
Anna, en 1853, produjo el imperativo coyuntural conducente a una re-
volución popular interna que habría de lograr, a tinta, sangre y fuego, la 
también denominada Segunda Independencia del país.
Ese imperativo no sólo fue provocado por variables externas sino tam-
bién debido al conflicto, la inestabilidad y la debilidad intestina. 
En efecto, las cada vez mejor estudiadas continuidades culturales e ins-
titucionales entre Colonia y República, el difícil reacomodo entre nuevas 
instituciones y sociedades tradicionales, la profunda divergencia entre 
fuerzas e idearios conservador y liberal, complejamente sobrepuestas 
y articuladas a un amplio y grueso estrato comunitario; la competencia 
fratricida entre federalistas y centralistas; la debilidad del aparato gu-
bernamental, su perenne déficit fiscal y la imposibilidad de construir un 
63
Raúl Ávila Ortiz
verdadero Estado-Nación, a lo cual colaboraban tanto importantes seg-
mentos de la Iglesia como del Ejército y otros actores sociales resistentes 
a ser desplazados por la nueva burguesía agrícola-comercial, fueron fac-
tores que también incidieron en los dos decenios trágicos comprendidos 
entre 1836 y 1856.
Sólo para referir una muestra representativa de tan conocido y lamenta-
ble capítulo de la historia nacional, que deja a un lado las 11 ocasiones 
en que Antonio de Santa Anna fungió como presidente de la República 
en menos de un cuarto de siglo (1830-1853), permítaseme recordar lo 
siguiente:
En los primeros 35 de su vida independiente (1821-1856), por debajo de 
las constituciones federales y centralistas, el país y entidades federativas 
como Oaxaca mantuvieron en vigor instituciones jurídicas coloniales; si 
bien se inició un proceso de codificación en los ámbitos locales, no se 
contó con códigos plenamente vigentes y aplicables sino hasta la última 
década del siglo XIX; si el calendario cívico empezaba a enriquecerse, 
las festividades religiosas mantuvieron su peso habitual sobre la cultura 
social; si las ideas y prácticas liberales anidaban en diversos espacios 
locales, la influencia económica y política eclesiástica en la estructura 
de la sociedad y el Estado los minimizaba; si para los conservadores un 
supra-poder central habría de sincronizarse mejor con la cultura política 
colonial y avenirse mejor con la legitimidad que proporcionaba el mo-
delo jurídico cristiano católico, para los liberales y federalistas ello equi-
valía a limitar la libertad y energías regional y local, a mantenerse atados 
al pasado, al grado de que territorios y Estados preferían separarse del 
cuerpo nacional (Texas en 1836; Yucatán, 1841-1848, o bien, Tabasco, 
1841-1842) o enfrentar su propio desgarramiento interno (Oaxaca fren-
te al Istmo de Tehuantepec, 1824 y 1853). Díaz sería consciente de estos 
problemas históricos.
La fluctuación constitucional de ámbito nacional registró la biografía del 
desastre cercano al naufragio: la Constitución federal de 1824, bajo cu-
yas reglas se produjo un profundo conflicto postelectoral con motivo 
de la primera sucesión presidencial, en 1828, el cual, repercutido en Oa-
xaca, más tarde culminaría con el fusilamiento del segundo presidente 
64
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
de la República, Vicente Guerrero, precisamente en Cuilapam, en 1831 
(hecho que el padre de Porfirio Díaz y sus amigos atestiguaron cercana-
mente) no podía ser reformada antes de 1830 y estuvo nominalmente 
vigente, sin cambios, hasta 1836. La Constitución de 1824 fue sustituida 
en 1835-1836 por las Siete Leyes Constitucionales, las cuales establecie-
ron la forma centralista de gobierno e instauraron el polémico Supremo 
Poder Conservador —como una forma de control constitucional por 
órgano político—, ratificaron la prohibición de la esclavitud y limitaron 
derechos electorales a los ciudadanos e ingresos fiscales a territorios y 
Estados, además de que introdujeron un procedimiento dificultado de 
reforma, todo lo cual estuvo en la base de la independencia de Texas. 
A su vez en vigor hasta 1843, las Siete Leyes fueron reemplazadas por 
las Bases de Organización Política de la República Mexicana, las que, si 
bien flexibilizaron reglas electorales y procedimiento reformista, recon-
centraron facultades, restringieron la libertad de imprenta e instaura-
ron la pena de muerte. En particular, las dos constituciones centralistas 
garantizaban los privilegios de la Iglesia Católica y el Ejército. En plena 
invasión estadounidense, en 1847, el Congreso aprobó el Acta Constitu-
tiva que reactivaba la vigencia de la Constitución de 1824 para retomar 
la forma de gobierno federal e introducir, destacadamente, el control 
constitucional de leyes locales por el Congreso de la Unión y el control 
judicial de violaciones a garantías individuales por medio del derecho 
de amparo. En vigor hasta 1853, fue reemplazada por las Bases para la 
Administración de la República, emitidas por Santa Anna en abril de ese 
año, quien ejercería por última vez un pretendido poder omnímodo, 
antes de ser derrocado por los revolucionarios de Ayutla, quienes a su 
vez propiciarían el llamado “Estatuto Orgánico Provisional de la Repú-
blica Mexicana”, también denominado Estatuto Comonfort”, en mayo 
de 1856, en carácter de legislación de transición hacia la Constitución 
Federal de 1857, que consagraría el ideario liberal y, por tanto, avanzaría 
en la refundación del Derecho y el Estado laicos..
Paralelamente a las dinámicas precedentes, no se pierda de vista la tra-
yectoria paralela de Benito Juárez.1 Nacido en 1806 en San Pablo Gue-
latao, Oaxaca, quien arribó a Antequera sin dominar el idioma español 
en 1818, luego de recibir instrucción religiosa en el Seminario Conciliar 
65
Raúl Ávila Ortiz
de la Santa Cruz (1821-1828) fue atraído en este último año al recién 
creado ICAEO. Esta institución educativa, que emanara del compromiso 
federalista de 1824, en Oaxaca abrió sus puertas en 1827 convirtiéndose 
en el semillero de la generación cuyo liderazgo habría de cambiar la 
historia del país.
Así, cuando Juárez se tituló de abogado, en enero de 1834, ya se había 
afiliado a la masonería yorkista, en 1829; se había alistado en la milicia 
local y recibido el grado de teniente, en 1831, año en que fue electo 
regidor del Ayuntamiento capitalino; fungió como profesor sustituto y 
secretario del Instituto, en 1832; fue ministro suplente de la Corte Estatal 
de Justicia, este último año, y sería diputado local en 1833 y 1834 ejer-
ciendo la Presidencia del Congreso. Abogado postulante, fue expulsado 
del Estado por los personeros santanistas y volvería para ser nombrado, 
en 1841, juez de lo Civil y de Hacienda; titular interino del Juzgado de 
Distrito, y secretario interino de la 1ª Sala del Tribunal Superior de Justicia, 
en 1842; casarse con Margarita Maza en 1843; fungir como secretariodel 
Despacho en 1844; ser Gobernador interino y formar parte de un Triun-
virato gubernativo en 1846, hacerse cargo de la Regencia de la Corte 
Suprema de Justicia, y luego ser electo diputado federal ese mismo año 
e iniciarse en el rito masónico nacional mexicano, que él mismo impulsó 
en la Ciudad de México, en 1847. De vuelta en Oaxaca, ejerció el car-
go de gobernador Constitucional de 1848 a 1852; retomó la vida civil, 
litigó, dirigió y enseñó en el Instituto entre 1852 y 1853, regresó por 
única vez a Guelatao, en 1853, año en que fue hecho preso en Oaxa-
ca por orden de Santa Anna y confinado en una torrecilla del Excon-
vento de Santo Domingo, y más tarde en San Juan de Ulúa. Exiliado 
ese mismo año en Nueva Orleans, sumado a la Revolución de Ayutla 
en 1854, nombrado ministro de Justicia y Asuntos Eclesiásticos del Go-
bierno provisional del General Juan Álvarez, en 1855, calidad en la cual 
promulga la Ley Juárez (sobre administración de justicia y supresión del 
fuero eclesiástico y militar en materia civil), seguida de la Ley Lerdo, de 
junio de 1856 (relativa a la desamortización de fincas rústicas y urbanas 
de las corporaciones civiles y eclesiásticas) y de la Ley Iglesias, de abril 
de 1857 (regulatoria del cobro de derechos y obvenciones parroquiales 
sobre actos del estado civil); vuelve de nueva cuenta a Oaxaca como 
66
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
gobernador y Comandante militar, en 1856. En ese carácter, y antes de 
incorporarse al Gabinete Federal de Ignacio Comonfort, promulga la 
Constitución oaxaqueña de 1857, a la que no se opone el clero, como sí 
lo hizo, ese mismo año, con la nueva Constitución Federal.
Apenas cabe mencionar, pero es de suma importancia, que Benito 
Juárez —de aprendiz a maestro y de líder estatal a nacional y estadis-
ta— no actuó solo. Por el contrario, es bien sabido que en el ICAEO en-
contró maestros y compañeros, y más tarde formó alumnos, tales como 
el propio Porfirio Díaz, que jugaron un papel trascendente en su forma-
ción intelectual e ideológica, y en su vida jurídica y política.
Colateralmente a lo anterior, Benito Juárez mostró, en particular con 
motivo del informe de su administración como gobernador Consti-
tucional para el periodo 1848-1852, las fortalezas y debilidades que el 
orden constitucional y jurídico originado en 1825 había producido, y 
legó lúcidos diagnósticos y propuestas para remontar los problemas a 
que se enfrentaba la entidad. De todo esto, Porfirio Díaz habría de ser 
igualmente consciente pues, según se verá, conoció a Juárez y se com-
prometió con sus ideas en diciembre de 1849. La revolución de Ayutla, 
la Constitución de 1857 y la propia de Oaxaca, del mismo año, así como 
la ulterior guerra civil (1858-1861) y la intervención francesa (1862-1867) 
habrían de unirlos durante más de una década, en tanto que su rotundo 
éxito militar, jurídico y político, y su propia condición humana, habría de 
desunirlos para siempre.
 Tercer tercio del siglo XIX e inicio del siglo XX: 
 Capitalismo imperialista, Estado-Nación y 
 refundación del orden jurídico
Un tercer momento, el de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, mues-
tra nuevas dinámicas para entender mejor la figura y la obra de Díaz. 
En efecto, las dinámicas de consolidación del sistema-mundo capitalista 
durante el siglo XIX, fundado en el liberalismo, la industrialización, el na-
cionalismo, la democratización y el imperialismo generaron tendencias 
competitivas y conflictivas hacia adentro y hacia afuera de los estados 
nacionales unificados y consolidados (Alemania, Italia, Estados Unidos), 
67
Raúl Ávila Ortiz
de tal suerte que para 1914 motivaban el estallido de la Primera Guerra 
Mundial. En medio de ésta, el desgaste y derrumbe de viejos imperios, 
europeos, y en particular el ascenso del modelo socialista y comunista 
soviético, condicionarían para casi todo el siglo XX las coordenadas del 
sistema-mundo, la economía mundial y el sistema interestatal.
En el nivel interestatal, a la expansión territorial estadounidense le había 
seguido la Guerra Civil (1861-1865) con el triunfo del Norte industrial y an-
tiesclavista, y de allí la reconstrucción y fortalecimiento de sus institucio-
nes políticas liberales y económicas monopólicas, que lo prepararon para 
el imperialismo comercial mediante la adaptación de nuevas tecnologías 
y su posicionamiento en la nueva industria petrolera, a su vez expresión y 
fuente vigorosa de la segunda revolución científica y tecnológica.
En el ámbito nacional, al triunfo liberal y nacionalista comandado por 
Benito Juárez y la generación de la Reforma en contra de los conserva-
dores, entre 1858 y 1861, y en contra del Imperio Francés, entre 1862 y 
1867, le siguió la difícil tarea de estabilizar el gobierno luego de la muer-
te del Gigante de Guelatao, en 1872, a través de la República Restaurada 
(1872-1876) y el arribo de Porfirio Díaz a la Presidencia de la República 
(1876 hasta 1911 con el breve interregno de 1881 a 1883, cuando fue 
gobernador de Oaxaca).
En la relación regional-nacional, hay evidencia de que los dos próceres 
oaxaqueños, Juárez y Díaz, conformaron y utilizaron un sistema de po-
der de base regional, precisamente alimentado desde su estado natal. 
Incluso antes de la muerte de Juárez, éste fue desplazado por Díaz, con 
el apoyo de su hermano Félix Díaz, del control de la fuente de poder 
regional, que luego asumió a plenitud y explotó durante varios lustros 
a través de más de cinco gobernadores. Sin embargo, además de las 
contradicciones sociales provocadas por la modernización económica 
porfiriana, y como suele ocurrir en los procesos históricos, se aprecia 
que desde esa misma base local germinaron semillas sociales y polí-
ticas que habrían de contribuir de manera decisiva al derrumbe del 
régimen político oaxaqueño porfiriano, como ocurrió con la excluida 
familia Flores Magón. Más todavía, el conflicto regional Norte-Sur que se 
vivía hacia adentro de las élites gobernantes, la competencia entre polí-
68
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
ticos-políticos y políticos-científicos, la pugna por espacios de poder y la 
persistente demanda de los pueblos y comunidades en defensa de sus 
tierras, trajo al escenario nacional la acción decidida de corrientes políti-
cas, tales como las lideradas por Bernardo Reyes y José Yves Limantour, 
que Porfirio Díaz no manejó con el tino de otros tiempos. En síntesis, 
los reyistas, marginados de la sucesión en 1910 pues la candidatura a la 
Vicepresidencia de la República fue copada por los científicos, se aliaron 
con los partidarios de Franciso I. Madero —en realidad expresiones de 
un “nuevo pueblo”— forzando el fraude electoral que condujo, en ple-
no festejo del Centenario del inicio de la Independencia, al inicio de la 
Revolución a través del Plan de San Luis.
La rápida y sorprendente caída y exilio de Porfirio Díaz en menos de un 
año, en mayo de 1911, el ascenso y ulterior magnicidio del presiden-
te Madero y José María Pino Suárez a manos de Victoriano Huerta con 
el apoyo del embajador norteamericano, y la subsecuente revolución 
popular y social de Francisco Villa y Emiliano Zapata, respectivamente, 
además de la apelación constitucionalista de Venustiano Carranza, res-
paldado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, entre otros, condujo 
a la lucha armada. La oferta alemana hecha a Huerta para aliarse con 
las potencias del Eje a cambio de recuperar los territorios mexicanos 
perdidos a mediados del siglo XIX ante la expansión territorial nortea-
mericana, la competencia entre Inglaterra y Estados Unidos por el petró-
leo mexicano, el amago intervencionista militar estadounidense desde 
las costas de Veracruz, la lucha armada entre las fuerzas nacionales y 
regionales mexicanas, el dilema de la legitimidad triunfante entre los 
actores prosocialistas y proparlamentaristas de la Convención de Aguas-
calientes y la institucionalidad constitucional liberal y presidencialistade 
Venustiano Carranza, entre muchos otros factores, forzaron los pactos 
pre-constitucionales entre carrancistas, obreros y campesinos, que con-
fluyeron en el Congreso Constituyente de 1916-1917 y dieron lugar a las 
principales innovaciones normativas de la Constitución promulgada el 
5 de marzo de éste último año y a una era postporfiriana.
En efecto, la Constitución Federal de 1917 no pudo ser menos revela-
dora de los pactos sociopolíticos fundadores de la nueva legitimidad y 
arquitectura institucional: Presidente fuerte y Municipio Libre; derechos 
69
Raúl Ávila Ortiz
sociales a la educación, trabajo, sindicación, seguridad social y tierra, a la 
vez que reivindicación de los derechos de la Nación sobre recursos na-
turales y del subsuelo, más ratificación y reforzamiento del Estado laico, 
soberano y nacionalista. 
Pero, si bien se habían desenlazado nudos firmes y se abría camino a 
una nueva etapa en la evolución del país, a las fuerzas constitucionalis-
tas liberales y sociales triunfantes les faltaba una resistencia que liquidar: 
los restos del bastión regional oaxaqueño porfiriano. Este reflejaba las 
fortalezas y debilidades del régimen modernizador, o bien, de acuerdo 
con Garner, las rigideces y anquilosamiento del sistema político perso-
nalista, a la vez que había pautado el rumbo y método de gobierno del 
país durante más de 50 años (sumados Juárez y Díaz), y, según Guardino, 
a lo que no es lejana la visión de Enrique Krauze, incluso le habría impre-
so una huella indeleble a la cultura política durante 100 años más, hasta 
nuestros días.3 Ahora bien: ¿De qué formación y de qué cultura jurídica 
y política se viene hablando?
Formación jurídica
Asumo por formación jurídica una noción, en sentido amplio, que in-
cluye no sólo el estudio y conocimiento de las fuentes del Derecho 
(legislación, doctrina y resoluciones judiciales) sino la relación entre la 
psicología del educando y su comprensión del entorno en que las nor-
mas jurídicas se originan y aplican. No sólo el criterio racional sobre el 
contenido, sentido y alcance de derechos y deberes sino la convicción 
de su validez y justeza al interpretarlo y aplicarlo en circunstancias espe-
cíficas. Es decir, Derecho en los libros y Derecho aplicado en el contexto.
Vista así, puede afirmarse que la formación jurídica de Porfirio Díaz se 
nutrió de sus vivencias familiares y sociales tempranas, de su experiencia 
3 Para Garner, por ejemplo, “Durante esas décadas, además, se generaron muchas de las raíces de la 
identidad mexicana: su sistema político híbrido y contradictorio, que vacila entre constituciona-
lismo y presidencialismo, su estructura económica heterogénea, su proyecto cultural como país 
mestizo". Este es un punto de vista polémico fuera de la historiografía profesional, puesto que por 
mucho tiempo se ha argumentado que la idea de México con una nación-Estado moderna no se 
definió durante la época de Díaz, sino durante la Revolución (1910-1920). Garner, Paul, “Perfil del 
controvertido”, en “Juicio al Porfiriato. Cien años de la muerte de Porfirio Díaz”; Proceso, Número 
especial, Primera parte, México, 2015, pp. 29-36.
70
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
escolar en el seminario conciliar de la Santa Cruz y en el ICAEO, y de su 
contacto juvenil obligado con el ambiente de las armas. 
Procedamos a aproximarnos a cada una esas dimensiones.
Formación familiar y entorno social
Carlos Tello Díaz ha aportado recientemente, para fortuna de los intere-
sados en el tema, la biografía más exhaustiva, basada en fuentes origina-
les, sobre la vida temprana de su ancestro.
Para los efectos de este trabajo sólo se entresacarán, del acervo de tan 
extensa e interesante relatoría, los datos y mensajes que se estiman re-
presentativos para documentar las proposiciones que dan sustento a 
nuestro texto.4
Debe aclararse, de entrada, que José de la Cruz Porfirio Díaz Mori fue 
hijo de José de la Cruz Díaz Orozco, que éste lo fue de Manuel Díaz Oli-
vera, éste de Alberto Díaz Arjona y éste, a su vez, de Diego Díaz Ordaz, 
es decir se trataba de una familia antigua y conocida en Oaxaca ya que, 
por ejemplo, el padre de Porfirio guardaba relaciones cercanas con el 
obispo de Antequera y con el propio gobernador, José María Díaz Ordaz. 
La madre de Porfirio, Petrona Mori, hija de Mariano Mori (asturiano de 
origen) y Tecla Cortés, era mestiza al igual que su marido y de rasgos in-
dios, incluso. Sus dos hijas y dos hijos, además del propio Porfirio, serían 
sanos, fuertes y reservados como su padre, quien ha sido descrito como 
“…alto, simétrico, muscular y activo”, lo mismo que “…de mirada autori-
tativa y seria, ligeramente inclinada a la melancolía”.5 
La vida de los padres de Porfirio, antes de su nacimiento, refleja la seve-
ridad de la vida en la Mixteca oaxaqueña, en el serrano distrito de Ixtlán, 
en donde el padre trabajaba en una compañía minera para más tarde 
emigrar junto con su ya esposa, Petrona Mori, y establecerse en la región 
de la costa, en Xochistlahuaca, y luego en Oaxaca. Fue aquí en donde el 
4 Para este apartado, salvo nota en contrario, véase el primer capítulo, “El Origen”, de la referida 
obra de Tello Díaz. Asimismo, los muy recomendables ensayos en obra de Sánchez Silva, Carlos, 
y Francisco José Ruiz Cervantes (coords), Porfirio Díaz. De soldado de la patria a estadista, 1830-
1915; UABJO-Carteles Editores, Oaxaca, 2015.
5 Tello Díaz, Carlos, ob.cit., p. 27.
71
Raúl Ávila Ortiz
perfil emprendedor, administrador y luchador del padre lo hizo propie-
tario, además de herrero, curtidor y veterinario, responsable del Mesón 
de la Soledad, y siempre muy religioso católico practicante. Víctima de 
la epidemia de cólera que azotó la ciudad y muerto en 1833, paradójica-
mente dejó a su familia, en particular a Porfirio en situación idónea para 
trabajar desde siempre y construirse un destino propio, de la mano de 
una madre de carácter fuerte y frío, y excelente administradora. 
Del relato minucioso de Tello Díaz se aprecia e infiere que a Porfirio lo 
marcaron sucesos tales como la muerte de su padre cuando apenas 
contaba con tres años de edad; la lucha de su madre por sacar adelante 
a sus cinco hijos; el pasaje del embarazo fuera del matrimonio, en una 
sociedad religiosa, de Manuela, su hermana mayor y el nacimiento de 
su sobrina, Delfina, lo que además agravó hasta el colapso las finanzas 
familiares; por todo ello, su necesario trabajo infantil y juvenil como za-
patero y carpintero para apoyar a la familia; su sentido de fraternidad y 
amistad con su entorno cercano —primero, la familia, amigos y no ami-
gos para siempre—; el sentido de gratitud y reciprocidad; las condicio-
nes adversas de la economía nacional y estatal hacia finales de los años 
30; su crucial ingreso en 1836 a la escuela amiga, de primeras letras; su 
inscripción cuatro años después en la Escuela Lancasteriana, a cargo de 
José María Crespo, en donde se les enseñaba a leer, escribir y contar, así 
como dogma y urbanismo; se aprendían de memoria libros entonces 
novedosos como Los Elementos de Gramática Castellana, o bien el clásico 
Catecismo Histórico del padre jesuita, Jerónimo Martínez de Ripalda; su 
inserción, aún en desventaja social, en un círculo escolar privilegiado 
para las familias de renombre en la ciudad; la irrupción y gobierno del 
General Antonio de León en Oaxaca, sus actos de valentía, generosidad 
y heroísmo entre 1841 y 1843, y más tarde en la postrer batalla de Moli-
no del Rey, en 1847; su ingreso al Seminario en 1844, apadrinado por su 
primo, el padre José Agustín Domínguez y Díaz, en un tiempo en que 
ya soplaban vientos frescos en el plan de estudios de la institución: dos 
años de latinidad y tres de filosofía (lógica y metafísica, física general y 
matemáticas, física particular y ética), además de obras clásicas como 
las Instituciones filosóficas, de Francois Jacquier; la tesonera mejora gra-
dual en su desempeño académico hasta ubicarse entre losmejores y 
graduarse como bachiller en artes (en 1849); la invasión norteamericana 
72
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
de 1846 y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, a la vez 
que su ingreso en la guardia nacional de Oaxaca, en el batallón Trujano; 
la unidad y lealtad reconocida de los oaxaqueños con la Patria en tan 
aciagos meses; su encuentro, en 1847, con Marcos Pérez, antes profesor 
de Benito Juárez, litigantes, académicos, jueces y políticos, ahora gober-
nadores del Estado, uno y otro, secuencialmente; la ruptura con el Semi-
nario y la pérdida de sus consiguientes protecciones por su adscripción 
al ICAEO, en enero de 1850, decisión tomada la misma noche de su cru-
cial encuentro con Benito Juárez, el 28 de diciembre de 1849, al concluir 
una ceremonia de premios en el ICAEO, en relación con cuyos discursos 
alusivos Díaz escribió en su autobiografía que eran “muy liberales…en 
que se trataba a los jóvenes como amigos, como hombres que tenían 
derechos”; su aprendizaje en el ICAEO, dirigido por don Benito, que ha-
cia 1852, año en que se inició en la masonería, en la Logia Cristo de Oa-
xaca y en donde redescubrió a Juárez, Francisco Vasconcelos y al propio 
Marcos Pérez, se había tornado más laico y lejano a la Iglesia; su inser-
ción en el propio ICAEO como profesor sustituto de Derecho natural y 
bibliotecario, mientras su hermano El Chato Félix Díaz estudiaba en el 
Colegio Militar, en la Ciudad de México; y su final acto de aprobación del 
examen general de Derecho, sin que pudiera recibirse de abogado pues 
la política y la revolución liberal, de 1854 en adelante, le imprimirían un 
giro completo a su vida, al punto que 15 años después, en 1869, habría 
de postularse por vez primera candidato a la Presidencia de la Repúbli-
ca, en contra de Benito Juárez.
Permítaseme citar a Garner cuando concluye, de manera categórica, 
que Díaz se forjó en las tres principales corrientes de poder en Oaxaca y 
el país de entonces: la abogacía, la política y la milicia.6
Formación escolar profesional
En cuanto a la dimensión escolar profesional, es conveniente recordar 
que ya desde mediados del siglo XVIII la provincia de Antequera había 
visto frustrada la iniciativa presentada por su obispo, Felipe Gómez de 
Angulo, a las autoridades centrales del Reino con el objeto de conseguir 
6 Véase: Garner, Paul, “Porfirio Díaz estadista: Formación y acción política”; en Sánchez Silva, Carlos 
y Francisco José Ruiz Cervantes (coords), ob. Cit. Supra, nota 4, pp. 161-189
73
Raúl Ávila Ortiz
el establecimiento de la propuesta Universidad del Sur. En la Cédula Real 
emitida por el rey Fernando VI en 1752, que contenía la negativa expresa 
a tan preciada petición, se ponderaban argumentos a favor y en contra. 
Entre estos últimos, que prevalecieron a final de cuentas, se esgrimía el 
posible perjuicio a la Real y Pontificia, la carencia de recursos y profeso-
res para respaldar las cátedras, y la conveniencia de apuntalar las opcio-
nes escolares disponibles hasta entonces en dicho territorio. En síntesis, 
los estudios superiores continuarían bajo el monopolio casi absoluto de 
la Ciudad de México.
Debe tenerse presente que en la Real y Pontifica Universidad de México 
se enseñaba Teología, integrada por las siguientes materias: Prima, Vís-
peras, Santo Tomás y Escoto; Derecho Canónico, conformado por Prima, 
Decreto, Víspera, Instituta y Clementinas; Derecho Civil, que comprendía 
Prima y Vísperas; Medicina, que incluía Prima, Vísperas, Método, y Anato-
mía y Cirujía; y Artes, que se conformaba con Matemáticas, Artes, Retóri-
ca, y Lengua Mexicana y Otomí. 
En Antequera, además del Colegio de San Bartolomé, que había sido 
fundado por el Obispo Ledesma durante su estancia en la Provincia en-
tre 1581 y 1604, y el colegio jesuita establecido en 1576, en el cual se 
enseñaban las primeras letras, Retórica, Filosofía y Teología, operaba el 
Seminario Pontificio de la Santa Cruz, a su vez promovido por el Obispo 
Tomás de Monterroso y que había sido constituido en 1673, en cuyo 
seno se impartía Gramática, Artes, Moral, Teología escolástica y Filosofía. 
Cabe hacer notar que en dichas instituciones se formaban los miembros 
del clero secular, lo mismo que los funcionarios reales, tanto de origen 
peninsular como procedentes de la nobleza indígena. Y procede decir 
también que tales hechos escolares tenían lugar en un contexto socioe-
conómico de prosperidad, crecimiento demográfico y económico-po-
lítico notorios pues la Provincia casi alcanzaba los 20 mil habitantes, la 
jurisdicción eclesiástica de su obispado se extendía hasta Guatemala, y 
el cultivo y comercio internacional de la grana cochinilla, más la minería 
y el comercio, en general, le permitían ubicarse como la tercera más rica 
del Virreinato de la Nueva España.7
7 Cfr. Traffano, Daniela, “De educación superior en Oaxaca en el siglo XVIII”, pp. 14-26, en Ruiz 
Cervantes, Francisco José, et.al. (coords), Testimonios del Cincuentenario: Universidad Autónoma 
74
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
Con semejantes antecedentes y en un ambiente claramente tradicio-
nalista aunque con crecientes pulsiones liberales subyacentes y cada 
vez más competitivas, la apertura del Instituto de Ciencias y Artes, el 8 
de enero de 1827, debe entenderse hoy, según lo ha advertido un dis-
tinguido historiador oaxaqueño, no sólo como parte de la transición del 
antiguo régimen al estado moderno liberal impulsado por las revolucio-
nes que se concretaron en los dos lados del Atlántico entre mediados 
del siglo XVIII y la mitad del siglo XIX,8 sino —agrego— como un instru-
mento de la revolución en la cultura jurídica y política que sentó las ba-
ses de la construcción del estado de legalidad mexicano de la segunda 
mitad del siglo XIX y se extendió, desde luego perfeccionada, durante 
prácticamente todo el siglo XX.
Y es que hay que considerar que, después de la restauración de la Cons-
titución de Cádiz en 1820, se ordenó desde el ámbito del rey español 
a que “…se instruya al pueblo sobre sus derechos y sus obligaciones 
bajo el orden constitucional”, a través de diversos operadores jurídicos, 
eclesiásticos y no eclesiásticos, en tanto las Cortes definían su posición en 
materia de instrucción pública, a la vez que el 22 de junio de 1821, en Ma-
drid, los diputados autorizaron habilitar al Seminario Tridentino de Oaxa-
ca “…para conferir por examen público los grados menores de filosofía y 
teología”. Asimismo, el congreso constituyente mexicano de 1823-1824 
reservó a las legislaturas estatales la facultad de crear institutos de edu-
cación y promover la enseñanza de la Constitución, y casi de inmediato 
en Oaxaca el Congreso local aprobó, el 15 de abril de 1825, “…que se 
dictara la Cátedra de Constitución en que se enseñe y explique la par-
ticular de Oaxaca y la general de la federación”, entre las cinco y las seis 
de la tarde en los bajos de la Corte de Justicia.9 Más aún, el propio Con-
greso local emitió diversas leyes en materia educativa estableciendo la 
Escuela Normal de Enseñanza Mutua, esto el 30 de diciembre de 1824, 
a efecto de difundir el método lancasteriano, así como la Ley de Instruc-
ción Pública que iniciaba el fin del monopolio del seminario de la Santa 
Benito Juárez de Oaxaca, UABJO y Fundación Alfredo Harp Helu, Oaxaca, 2006.
8 Véase: Sánchez Silva, Carlos, El establecimiento del federalismo y la creación del Instituto de Cien-
cias y Artes de Oaxaca, en Idem, pp. 29-43
9 Ibidem, p. 32.
75
Raúl Ávila Ortiz
Cruz, a lo cual siguió la creación del ICAEO mediante decreto del 26 de 
agosto de 1826.10
En este punto es relevante destacar que el decreto del 15 de abril de 
1825 orientaba a que se abordara el debate sobre: 
…si una Constitución sin rey debía prever la creación de una Fiscalía que 
acusara las infracciones o si bastaba con que diera licencia a cada ciuda-
dano para hacerlo vía acción popular, o si acaso bastaba con el ejercicio 
de la libertadde expresión; si una Constitución debería tratar sólo con los 
hombres ya hechos o debería ella misma hacerlos, tomándolos desde 
su nacimiento, es decir, si la juventud tendría que ser constitucional…
sobre el origen de los pueblos y las ciudades, el pacto primordial que 
los hombres hicieron de vivir juntos, la soberanía del pueblo, la forma-
ción de la federación, parte de la soberanía cedida al gobierno federal, 
la hermandad de unos estados con otros, la distribución de todos los 
poderes que se ejercen en el estado, el derecho de independencia inhe-
rente a los pueblos o a grandes reuniones de hombres, los fundamentos 
de la independencia de México y las opiniones favorables o disimuladas 
sobre ella. …y si los cursos se impartirían a cualquier ciudadano aun 
cuando no supiesen leer y escribir…y que quienes querían graduarse en 
Derecho deberían hacérselo saber al profesor.11
No menos saliente es referir que el decreto de creación del ICAEO seña-
laba que:
…en él se dará gratuitamente la enseñanza en idioma vulgar y por unos 
mismos autores y que sería diaria salvo días feriados, más inglés y francés 
para acceder a nuevas ideas y ciencias exactas y experimentales. Y que 
entre tales autores no eran extraños Rousseau, Montesquieu, Maquia-
velo, Bentham, Jefferson, Gerard de Renneval, Burlamaqui, M. de Pradt, 
Grosio Vattel, Destutt de Tracy, George Washington y otros.12
Hasta aquí la referencia argumentativa a los hallazgos del autor multi-
referido, lo que no merece comentario adicional. Lugar aparte hay que 
asignarle al nombre del sacerdote Florencio del Castillo, destacado entre 
otros profesores y figuras públicas relevantes de la época de formación 
del ICAEO, de Juárez y, a través de este, de Porfirio Díaz.
10 Ibidem, pp. 36-37.
11 Ibidem.
12 Ibidem, pp.37-38.
76
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
Del Castillo había nacido en Ujarrás, Cartago, Costa Rica, (sujeta a la ju-
risdicción de la Capitanía General de Guatemala), en 1778, y estudió en 
el seminario conciliar de San Ramón Nonato (más tarde Universidad) 
de León, Nicaragua, del que llegó a ser profesor de Filosofía y Vicerrec-
tor, luego de una estancia como párroco en Alajuela, cerca de San José. 
Electo a las Cortes de Cádiz en 1810 para representar a su jurisdicción, 
llegó a ser secretario, vicepresidente y presidente, incluso, de tan crucial 
asamblea legislativa, madre de la Constitución liberal vanguardista de 
1812, en la que sirvió hasta su extinción en mayo de 1814. Brillante y 
proactivo en favor de los derechos de los indígenas americanos, a su re-
greso a Costa Rica fungió como uno de sus diputados representante en 
el Congreso constituyente mexicano de 1822, integrante de las comisio-
nes de Constitución y reglamento interior, y fue miembro del Consejo 
de Estado del Emperador Agustín I. Al concluir esos encargos, volvió a 
Oaxaca, fue diputado al congreso y presidió la legislatura que elaborara 
la Constitución de 1825, colaboró en la fundación del ICAEO, del que fue 
catedrático e integrante de la Junta Directora de Estudios de la Cátedra 
de Derecho Público, antes de fallecer, en 1834 siendo gobernador del 
Obispado de Antequera.13 Portador de ideas y ricas experiencias libe-
rales, las circunstancias lo colocaron como profesor de Juárez, precisa-
mente en el ICAEO, al cual éste ingresó en 1827, a la edad de 21 años. 
Intergeneracionalmente, Del Castillo influyó en la formación liberal pro-
gresista de Juárez y éste en la de Díaz, de quien a su vez fue profesor.14
Ahora bien, el ICAEO fue normado por varios decretos entre 1827 y 
1852, año, este último, en que Díaz concluyó ahí sus estudios de Dere-
cho. Según se apreciará, resulta significativo repasar la evolución de su 
normatividad académica en lo que concierne al Derecho.15
13 Para la biografía de Del Castillo, véase: Fernández Guardia, Ricardo, “Don Florencio del Castillo 
en las Cortes de Cádiz”, Editorial Universidad Estatal a Distancia, San José, Costa Rica, 2006, y de 
Benavides Barquero, Manuel de Jesús, “El presbítero Florencio Castillo. Diputado por Costa Rica 
en las Cortes de Cádiz”, Quorum Editores, 2010. Para el contexto: García Laguardia, Jorge Ma-
rio, “Centroamérica en las Cortes de Cádiz”, UNAM, México, 19… (Disponible en www.juridicas.
unam.mx).
14 Para la doble formación de Juárez en el Seminario de la Santa Cruz y el ICAEO, véase: Rojas 
Petriz, César, “Juárez. Seminarista y Masón”, s/e, México, 2006.
15 En lo que sigue, véase tanto el ensayo de Carlos Sánchez Silva, “El Instituto de Ciencias y Ar-
tes del Estado, 1827-1931” como la normatividad del Instituto, que aparecen en Sánchez Silva, 
Carlos, y Francisco José Ruiz Cervantes (coords), La UABJO y sus leyes fundamentales, 1827-1988, 
UABJO, México, 2014, pp. 14-66.
77
Raúl Ávila Ortiz
Dicho de manera lo más breve posible, en general en el Instituto 
durante todo el siglo XIX coexistieron el Derecho Civil y el Derecho 
Eclesiástico pero el Derecho Constitucional siempre estuvo presente, 
el Derecho Público fue ganando cada vez más espacio y las aulas o 
materias proporcionaban una instrucción de base filosófica y alcance 
universal, nacional y local. 
Así, por ejemplo, de acuerdo con la Ley de Instrucción Pública del Estado 
de Oaxaca, que creó el ICAE mediante decreto del 8 de enero de 1826:
La enseñanza que se dé en el Instituto se distribuirá en las aulas siguien-
tes: La primera será de idioma francés e inglés y Retórica. La segunda, 
de Lógica, Ética, Elementos de aritmética, Álgebra y Geometría. La ter-
cera, de Física general y particular, y Geografía. La cuarta, de Cirugía. La 
quinta, de Botánica y Elementos de Química y mineralogía. La sexta, de 
Medicina. La séptima, de Estadística, Economía política e Historia natural 
del país. La octava, del Derecho natural y civil. La novena, del Derecho 
Público constitucional y de Gentes. La décima, del Derecho Canónico e 
Historia eclesiástica. (Artículo 4º).
Ninguno podrá entrar en la tercera aula y siguientes, sin acreditar estar 
instruido en la enseñanza de la segunda; pero en las secciones de la 
academia se recibirá sin este requisito. (Artículo 5º).
De lo que se desprende, precisamente, que se trataba de infundir en los 
alumnos un sentido científico en su formación. Mirar de cerca la norma-
tividad del Instituto permite comprender el giro revolucionario que por-
taban los nuevos contenidos académicos, máxime cuando en el ámbito 
federal la reforma educativa impulsada por los liberales, comandados 
por Valentín Gómez Farías, lo mismo que el plan de estudios de Derecho 
de la Universidad Nacional de México, era invalidada por los conserva-
dores o se mantenía impermeable a los cambios exigidos.
Por el contrario, una reforma aprobada por el Congreso de Oaxaca en 
1835, a través del Decreto número 8, precisó, entre otros elementos, que 
en relación con las cátedras y sus cursos:
La enseñanza se distribuirá en la aulas siguientes: Primera: Escuela nor-
mal Lancasteriana. Segunda: departamento de dibujo. Tercera: latinidad, 
crítica y retórica. Cuarta: elementos de matemáticas y filosofía. Quinta: 
78
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
derecho público, ambas constituciones y política. Sexta: derecho natu-
ral de gentes y civil. Séptima: derecho canónico y disciplina eclesiástica. 
Octava: cirujía. Novena: medicina. (Artículo 18).
El departamento de dibujo dará dos cursos, el primero de seis meses 
de dibujo, y el segundo de un año de pintura. La segunda aula que ten-
drá el nombre de primera cátedra, dará cuatro cursos por Iriarte de seis 
meses cada uno. El primero mínimos y menores. Segundo de Sintaxis y 
prosodia. Tercero, Traducción de autores clásicos. Cuarto de Crítica y re-
tórica. La segunda dará cinco cursos de seis meses cada uno. Primero de 
Lógica y metafísica. Segundo, Elementos de aritmética, álgebra, geome-
tría. Tercero, Física general. Cuarto, Física particular. Quinto, Ética o moral. 
La tercera dará tres cursos de cuatro meses cada uno.Primero, Derecho 
público universal. Segundo, Derecho constitucional federal y del estado. 
Tercero, de Política. La cuarta dará tres cursos: Primero, de cuatro me-
ses de Derecho natural. Segundo, de seis meses de Derecho de gentes. 
Tercero, de catorce meses de Derecho civil y nacional. La quinta dará 
cuatro cursos: Primero, de seis meses de Crítica de cánones. Segundo, 
de un año de Derecho canónico universal. Tercero, de seis meses de De-
recho canónico mexicano. Cuarto, de seis meses cada uno. Primero, de 
Osteología y miología. Segundo, de Esplanología y neurología. Tercero, 
de Augeología y adenología. Cuarto, Operaciones. La séptima dará cua-
tro cursos de seis meses cada uno. Primero, Fisiología. Segundo, Clínica. 
Tercero, Patología. Cuarto, Materia médica. (Artículo 19).
Enseguida, el artículo 20 advertía que el departamento de dibujo daría 
dos horas diarias de lección. Una hora y media de Latinidad y Filosofía 
por la mañana y otro tanto por la tarde, y el resto en razón de una hora 
diaria. Y, el numeral siguiente, el 21, que el número de los cursos y tiem-
pos referidos componía el año escolar para cada aula, en el entendido 
de que había cátedras seriadas obligatorias ya que, por ejemplo, nadie 
podía cursar desde la cuarta sin latinidad y filosofía, que correspondían 
a la primera y segunda, “…ni derecho canónico sin el civil, ni este sin 
derecho público, so pena de nulidad de cursos y grados, y efectos con-
siguientes” (Artículo 29). En otro dispositivo clave se lee que los alumnos 
procedentes del seminario tridentino o de otro establecimiento cientí-
fico público del Estado o de fuera de éste podían matricularse en cual-
quier aula o curso sin examen previo pero sí con una constancia que 
acreditara su perfil para tal efecto (Artículo 32) y siempre que hubieran 
pasado seis meses desde su separación con respecto a la institución de 
79
Raúl Ávila Ortiz
procedencia (Artículo 33). El siguiente precepto bien vale su transcrip-
ción para fines ejemplares contemporáneos:
A nadie se le priva cursar cualquiera cátedra sin guardar el orden pres-
criptivo como lo haga sin matrícula ni intención de hacer carrera de 
cursos y grados, sino sólo por instruirse en la materia que le guste, es-
pecialmente la cátedra de derecho público que por su naturaleza e ins-
titución, es para todo ciudadano sea el que fuere. Los cursantes de esta 
clase no se llamarán alumnos sino adyacentes (Artículo 34).
Aún en la época del centralismo, cuando el superior gobierno del Depar-
tamento de Oaxaca expidió un reglamento para el ICAE, el 30 de enero 
de 1845, se mantuvo el sello progresista en el plan académico de la ins-
titución, cuando se ordenaba que la enseñanza se organizaría “…en diez 
y seis cátedras: seis de estudios preparatorios generales, una de los es-
peciales de medicina, cinco de esta facultad y cuatro de jurisprudencia” 
(Artículo 3º).
La lectura literal del plan de estudios sigue siendo importante, dado que 
éste sería con el cual Porfirio Díaz habría de formarse como abogado:
En la primera se enseñará el dibujo natural y lineal; en la segunda y ter-
cera, Gramática castellana y latina; en la cuarta, Gramática francesa; en 
la quinta y sexta, Ideología, Lógica, Metafísica y Moral, Matemáticas ele-
mentales, Física elemental, Cosmografía, Geografía, Cronología elemen-
tales y Economía política; en la séptima, Física, Historia natural y Química 
médica…; y en las cuatro de jurisprudencia, Derecho natural y de gen-
tes, Derecho público y principios de legislación, Elementos de derecho 
romano, Derecho civil, criminal y canónico (Artículo 4º).
Específicamente, sobre la carrera del foro, el reglamento preveía, en dos 
artículos, que en dos años se enseñaría Derecho natural, de gentes y 
romano, y, al mismo tiempo, es decir en esos mismos dos años: Derecho 
público general, el constitucional y los Principios de legislación. En dos 
años adicionales, al mismo tiempo, se cursaba Derecho civil y criminal, y 
Derecho canónico (Artículos 27 y 28).
Otra reforma a la Ley Orgánica del Instituto, fechada en julio 30 de 1852 
y expedida por el Congreso, incorporó al plan de estudios del foro las 
materias de Derecho romano y Economía política.
80
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
Estas innovaciones dejan en claro, según se ha anticipado líneas arriba, 
el sentido jusnaturalista racional y progresivamente laico que se le impri-
mía al plan de estudios de la carrera de Derecho en ICAEO, lo que en ese 
momento en México era desde luego revolucionario, para dejar atrás el 
paradigma inherente a la cultura jurídica novohispana. No obstante ello, 
formación familiar y social en un entorno religioso y tradicionalista, y for-
maciones escolar y profesional tendencialmente liberales y laicas, proyec-
tadas a la política y el Derecho en acción, podrían explicar en parte el 
sentido pragmático liberal-conservador que el héroe convertido en dicta-
dor habría de desplegar durante su larga estancia en el poder.
Conclusiones
Es claro que el contexto histórico en que se forjó y desplegó la perso-
nalidad y obra jurídica de Porfirio Díaz respondió, dicho en breve y con-
forme con los descubrimientos de la ciencia jurídica contemporánea, 
al proceso multicausal de transformación social que la primera gran 
revolución científico-técnica cristalizó en la revolución industrial y las 
revoluciones democráticas que tuvieron lugar entre 1750 y 1850 a los 
dos lados del Atlántico.
Así, es sabido que en el ámbito internacional occidental la separación 
entre ciencia, arte y religión; la sustitución de antiguos por nuevos impe-
rios y por estados nacionales, y el origen divino por la fuente popular del 
poder fueron sincrónicos con la instauración gradual de órdenes jurídi-
cos fundados en la legalidad y ya no en la moral cristiana; en la validez 
formal y ya no en la bondad de la norma; en la democracia de mayorías 
legislativas formales y no más en la voluntad regalista; en el código y ya 
no en disposiciones dispersas; en doctrina descriptiva y explicativa pero 
no más en textos sólo exegéticos y comentaristas; en juristas laicos y no 
en teólogos. Y no menos cierto fue que el siglo XIX estaba llamado a ex-
tender el constitucionalismo y la democracia formales, de ciudadanos, 
con base en la ideología jurídica del iusnaturalismo racionalista y más 
tarde el juspositivismo, frente a la escolástica que respaldaba al estado 
corporativo y vertical de raíces coloniales.
81
Raúl Ávila Ortiz
Es entonces evidente, que entre el egreso de Benito Juárez del Semina-
rio y el ICAEO, para iniciar su carrera profesional en la abogacía, la aca-
demia y la política, justo en 1830, año del nacimiento de Porfirio Díaz, y 
la veintena de años que este inviertió en concluir su propia formación 
escolar y profesional, el naciente Derecho y el frágil Estado mexicanos 
aún no han terminado de separar la ciencia de la religión pero sí están 
ensayando fórmulas para su refundación, sobre todo en los órdenes ju-
rídicos de las entidades federativas.
Una vez enfrentados a las circunstancias más adversas de cualquier otro 
país en la época moderna, cuales fueron no tanto abdicar de la ilusión 
de convertirse en imperio en sí mismo cuanto a la pérdida de más de 
la mitad de territorio en sus fronteras sur y norte, las generaciones jua-
ristas-porfiristas se entregaron a la tarea de forjar un estado de derecho 
fundado en la ley y en el cual la política podía, desde luego, sacrificarla 
para garantizar sus más elevados fines. De allí que a partir de la Cons-
titución de 1857 y sus reformas, a la primera ley de amparo, y de la co-
dificación civil, penal y mercantil a la normatividad en múltiples ramas 
del Derecho, los rituales de la legalidad formal hayan permitido la per-
manencia de Díaz durante más de treinta años en la Presidencia de la 
República, y que las libertades básicas fueran restringidas en gran medi-
da a cambio de una modernización económica forzada que favoreció a 
las nuevas clases socialesen ascenso, a la vez que perjudicaba a amplias 
mayorías indígenas y populares depauperadas.
Si el Derecho y la cultura jurídica iban a incidir de manera decisiva en 
el nuevo orden de cosas, entonces había que refundar la universidad 
nacional y su facultad de leyes, cerrada por Juárez en 1869 al conside-
rarla inútil y perniciosa, refugio del viejo orden colonial novohispano, a 
despecho de los residuales colegios católicos subnacionales, opuestos 
a los institutos de ciencias y artes pero no tan conservadores como se 
pudiera pensar. Su ulterior refundación en 1910, operada por Justo Sie-
rra, aliado intelectual de Díaz, y su conversión en el principal proyecto 
educativo y cultural del México del siglo XX, la fijaría como el eje del jus-
positivismo jurídico formalista que por momentos tan funcional le resul-
tara al sistema político posrevolucionario durante más de siete décadas.
82
Porfirio Díaz: Contexto histórico y formación jurídica
Un balance del contexto histórico en el que se originó y desplegó el 
proyecto juarista-porfirista del estado de Derecho de la legalidad, a su 
prolongación y consolidación hasta finales de los años ochenta e ini-
cios de los noventa del siglo XX, coadyuvará a iluminar posibles rutas y 
métodos a seguir para reconfigurarlo en clave constitucional, garantista 
y principista, democrática sustancial y social popular, en su versión pos-
moderna multinivel, en que los derechos fundamentales y la democra-
cia pluralista dejen atrás la historia clásica que aprecia a las instituciones 
jurídicas como fin en sí mismo y que éstas sometan su dinámica política 
al imperio de la gobernanza constitucional en beneficio de las personas.
En este ensayo he querido destacar, a propósito de la formación jurídica 
de Porfirio Díaz y el contexto histórico en que actuó, que si bien a su 
generación le tocó sentar las bases de la primera refundación del orden 
jurídico mexicano en clave positivista, a nosotros nos corresponde, siglo 
y medio después, su segunda refundación en claves neoconstitucional, 
garantista y principista. En los institutos de ciencias y artes y en la obra 
de los liberales del siglo XIX debemos descifrar algunas claves para in-
formar, reformar y acelerar la revolución jurídica indispensable para el 
México constitucional, democrático, próspero y equitativo del siglo XXI.
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85
Derecho electoral y presidencialismo durante 
el gobierno de Porfirio Díaz
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández*
Introducción
El 2 de julio de 2015 se cumplieron 100 años de la muerte del presi-dente Porfirio Díaz, quien en 1908 afirmó a su entrevistador nortea-mericano James Creelman que los mexicanos ya estábamos aptos 
para la democracia y que por eso no se postularía a una nueva reelec-
ción. Ofrecimiento incumplido —aunque hay quienes afirman que sólo 
fue una estrategia para alentar a los grupos que le solicitarían, como 
sucedió, presentar nuevamente su candidatura—, pero que como se 
sabe trajo como consecuencia, entre otras, contribuir al levantamiento 
armado al que convocó más tarde el presidente Francisco I. Madero 
—para el 20 de noviembre de 1910, a las seis de la tarde—, así como 
los Tratados de Ciudad Juárez, el exilio de Díaz y, después del asesinato 
de Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, la guerra civil, a 
la que algunos todavía le llaman Revolución mexicana e incluso la pre-
sentan como un gran movimiento transformador, aunque para miles y 
miles de familias indígenas y campesinas sólo significó la leva forzosa, la 
separación y la muerte, sin que nada de lo que pasó haya cambiado su 
situación miserable, además de traer nuevos autoritarismos.1
* Profesor e investigador visitante del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Inves-
tigador Nacional, nivel I. Miembro del Registro CONACYT de evaluadores acreditados, área 5, 
Económicas y Sociales.
1 Hoy en 2015, según cifras oficiales, más de 60 millones de mexicanos, cerca de la mitad de la 
población total, viven en la pobreza, de los cuales más de 24 millones viven en pobreza extrema.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
86
En el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, una efeméride 
de este tipo sólo podría ser recordada como ahora lo hemos hecho: con 
un análisis objetivo y riguroso de ese periodo de la historia de México, 
por cierto bastante desconocido por la mayor parte de la población. 
Pocos ponen atención, por ejemplo, en que Madero llegó a la presiden-
cia por la vía electoral después de una negociación política en el más 
estricto sentido de la expresión: los Tratados de Ciudad Juárez. Pocos 
reconocen, también, que la guerra civil —a la que coloquialmente se le 
conoce como Revolución Mexicana, reitero—, ocurrió entre las antiguas 
y las élites políticas y militares emergentes que se disputaban el poder 
político, cada una con su propio discurso legitimador y sus respectivas 
ambiciones de poder, el presidente Venustiano Carranza, por ejemplo, 
había sido presidente municipal, diputado local, diputado federal y se-
nador, y Victoriano Huerta, como general del ejército porfirista comba-
tió las rebeliones indígenas. 
Luego entonces, es oportuno aprovechar esta efeméride para recordar 
una vez más las formas de acceso y ejercicio del poder político en Mé-
xico, no como una nostalgia del autoritarismo sino como una preven-
ción para no volver a incurrir en éste, ni aceptarlo como opción de 
gobierno; para imaginar nuevas formas y más efectivas para el control 
del poder. Pero,igualmente, como señala Paul Garner, para "liberar la 
interpretación sobre la era porfiriana desde la perspectiva distorsiona-
da generada por la subsecuente Revolución".2 Toda lucha por el poder 
del Estado, pacífica o violenta, política o económica, electoral o armada, 
tiene su propio discurso legitimador y un cúmulo de ambiciones que 
sólo el ejercicio del poder puede satisfacer; mientras más absoluto, sin 
controles, mejor. La frase es atribuida indistintamente a uno de los Siete 
Sabios de Grecia o a Lord Acton, pero su validez se mantiene: el poder 
corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
Estamos acostumbrados a escuchar el discurso condenatorio de la dic-
tadura oprobiosa de Porfirio Díaz, discurso legitimador desde luego de 
la permanencia en el poder de quienes —reclamándose de un discurso 
2 Porfirio Díaz, entre el mito y la historia, p. 279.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
87
revolucionario en el que ya nadie cree ni moviliza a nadie3— le sucedie-
ron a lo largo de los siguientes casi 90 años, hasta la primera alternancia 
partidista en el Ejecutivo federal en el año 2000. Entonces, no es paradó-
jico que los estudios históricos comparados sobre los gobiernos autorita-
rios de esa época en México —la de Díaz y las posteriores—, nos puedan 
aportar nuevas luces para evaluar mejor la situación presente.
En consecuencia, este centenario es una buena oportunidad para in-
terrogarnos si en efecto los mexicanos, hoy, ya estamos aptos para la 
democracia e, incluso, si el régimen político en el que vivimos actual-
mente es un régimen democrático cercano a consolidarse o sólo una 
democracia emergente que mantiene rasgos autoritarios y un esbozo 
democrático plural imperfecto que sus protagonistas desean mantener 
o perfeccionar, débil pero actuante,4 que gracias a la concertación polí-
tica que tiene un momento culminante en el Pacto por México se enca-
minaría en forma azarosa a los gobiernos de coalición a partir de 2018. 
Gobiernos de coalición que podrían evolucionar hacia el gobierno de 
gabinete5 o incluso al semipresidencialismo;6 pero, igualmente —pues 
también sería posible— hacia una regresión autoritaria.
Para intentar respuestas provisionales, o tan definitivas como el tiempo y 
el contexto lo permitan, aprovechemos la oportunidad para realizar estu-
dios jurídicos, históricos y políticos comparados entre el pasado porfiriano 
y el autoritarismo revolucionario o posrevolucionario que nos den luces 
sobre el presente. Sin olvidar que “El golpe de Estado y la revolución son 
las fuentes primordiales aunque no las únicas de la dictadura”.7
3 La doble alternancia en el Ejecutivo federal no fue posible gracias al discurso revolucionario 
sino a la eficacia de los gobernadores del antes partido hegemónico que junto con sus legis-
ladores federales, aprovecharon de manera óptima sus cargos para mantener su hegemonía 
local, bloquear las reformas propuestas por los gobiernos de la primera alternancia y optimizar 
los resultados de sus estrategias, tradicionales y renovadas, de pragmatismo en la operación 
política electoral. La Conferencia Nacional de Gobernadores, fundada en julio de 2002, es todo 
lo opuesto a lo establecido en el artículo 117 constitucional, fracción I, aunque ésta a su vez es 
todo lo opuesto a la necesaria colaboración intergubernamental en el sistema federal mexicano.
4 La integración de los nuevos organismos constitucionales autónomos y de los anteriores es 
también una forma de gobierno plural vía el sistema de cuotas.
5 Cfr. El gobierno de gabinete, p. 88 y sigs.
6 Cfr. Nuevo derecho electoral mexicano, p. 49.
7 Teoría general de la dictadura. Un estudio sobre política y libertad, p. 177.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
88
Preguntas necesarias
La historia oficial mexicana ha dividido a los bandos en pugna, a lo largo 
de nuestra historia, en buenos y malos: monárquicos y republicanos; fe-
deralistas y centralistas; liberales y conservadores; partidarios de la revo-
lución o de la dictadura.8 Es un maniqueísmo que a mi juicio no resiste 
el análisis. Es por ello que la historia nacional aparece yuxtapuesta con 
la historia local; hay héroes locales que son antihéroes nacionales y vi-
ceversa. Ni todo en la actitud de los vencedores fue heroico, ni todo en 
la conducta de los perdedores fue traición a la patria. Los reconocidos 
como héroes nacionales al igual que los personajes anatemizados como 
Porfirio Díaz, tuvieron luces y sombras que deben ser analizadas objeti-
vamente para lograr un balance crítico. Es una perspectiva que nos per-
mite evaluar mejor a quienes hoy disputan o ejercen el poder político.
Hay, incluso, interpretaciones históricas del periodo que distan mucho 
de responsabilizar directa y personalmente al personaje que ahora nos 
ocupa. Por ejemplo, Jesús Silva Herzog escribió:9
A la distancia de sesenta y un años de haberse iniciado la Revolución 
Mexicana, con la claridad que da el tiempo, puede asegurarse que la 
causa fundamental de ese gran movimiento social que transformó la or-
ganización del país en todos o casi todos sus variados aspectos, fue la 
existencia de enormes haciendas en poder de unas cuantas personas de 
mentalidad conservadora o reaccionaria. Por esta razón, hemos juzgado 
necesario comenzar esta breve historia con un esquema de la concen-
tración de la tierra en México.
De ahí que frente a una hipótesis, que aunque basada en el análisis eco-
nómico, de manera implícita niega cualquier tendencia evolutiva y sitúa 
el cambio sólo en la revolución, reivindique yo una explicación que se 
centra en o privilegia la racionalidad política de los actores protagonistas 
del periodo, en el contexto constitucional y de las disposiciones electo-
rales entonces vigentes. Veamos las posibilidades de este enfoque.
8 Carlos Tello Díaz (Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo, p. 47), recuerda que en Oaxaca, durante la 
juventud de Díaz, esos grupos políticos antagónicos eran conocidos como aceites y vinagres.
9 Breve historia de la Revolución Mexicana. Los antecedentes y la etapa maderista, p. 7.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
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Benito Juárez y Porfirio Díaz ejercieron el poder presidencial por un pe-
riodo digamos que prolongado, ambos (aunque, por cierto, Fidel Castro 
Ruz los ha superado ampliamente, no obstante que sus críticos sean 
mercenarios o rancios anticomunistas); al que llegaron por vía no elec-
toral, ambos; que ejercieron con facultades constitucionales extraordi-
narias, ambos: con reelecciones de dudosa legitimidad, ambos; pero en 
la historia oficial uno es el bueno y el otro es el malo. La conclusión en 
sede académica tampoco podría ser que los dos eran buenos, ni que los 
dos eran malos. Desde la perspectiva que propongo, los dos eran políti-
cos profesionales en lucha por el poder y en su ejercicio, en un contex-
to jurídico e histórico específico que los condicionaba y determinaba; 
además, fueron hombres de Estado que realizaron una obra de gobierno 
que entre otras cosas hizo posible el país que hoy es México, razón por la 
cual analizo aquí la obra de Díaz en su vertiente político electoral de ma-
nera comparada. El análisis objetivo y riguroso, pues, no admite juicios de 
valor sino motivar y fundamentar conclusiones objetivas, sistemáticas y 
fidedignas, es decir, formular hipótesis que lleguen a ser tesis sustenta-
bles relacionadas con el ejercicio del poder y la vigencia y subterfugios 
del derecho electoral en su aplicación e interpretación —como sucedió 
con la tesis de la incompetencia de origen, a la que adelante regresaré—. 
Habrá que desterrar además la visión apologética y heroica de la historia 
nacional. Eso es a lo que desearía contribuir con este breve ensayo.
Pero salta a la vista que el enfoque jurídico es insuficiente para llegar a 
conclusiones definitivas y totalizadoras, el histórico también, la econo-
mía aporta datos duros —como, por su parte, los resultados militares— 
que necesitan ser interpretadosen su contexto; la reflexión política se 
auxilia de los anteriores elementos y otros más. Desde luego que el De-
recho constitucional y el Derecho electoral se encuentran en el centro 
de la decisión política y administrativa,10 a menudo tan discrecional —a 
principios del siglo XX estábamos muy lejos del enfoque actual, que 
apenas se abre camino, de una administración pública eficaz y eficiente 
como derecho humano reivindicable jurisdiccionalmente—.11 Éste será 
10 Consultar: Castellanos Hernández, Eduardo de Jesús, "El proceso administrativo público", en la 
Revista Buen Gobierno.
11 Por ejemplo, a partir de los tratados internacionales suscritos por México en materia de comba-
te a la corrupción.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
90
a la sazón el camino —el de la decisión política formalizada y materiali-
zada en normas o asonadas— que seguiremos para dilucidar la lógica, 
eficacia y eficiencia de los actores, aunque sin ignorar los otros.
Luego entonces tenemos que mirar el pasado con la duda como mé-
todo de trabajo.12 La historia oficial —la que los libros de texto gratui-
tos de la Secretaría de Educación Pública nos han enseñado a todos los 
mexicanos desde mi generación y las siguientes— no es la única ni la 
verdadera. Es la historia útil para la legitimación política de un régimen, 
que a veces se acerca a la manipulación y a la mentira, es decir, el men-
tir vrai, el mentir con verdades a medias. La historia de los panegiristas 
tampoco puede ser útil. Pero una y otra nos aportan datos suficientes 
para acercarnos al justo medio aristotélico que se aproxime a su vez a la 
neutralidad axiológica.
Acerquémonos nuevamente al gobierno de Porfirio Díaz —pero no a 
través de los libros de texto gratuito sino de las antiguas y nuevas in-
vestigaciones, que son muchas—,13 pero ahora con una mirada eclécti-
ca, con la duda como método de análisis, insisto. Pero mantengamos la 
misma mirada para ver el presente, no puede haber otra pues estamos 
en la Universidad, no en el centro de capacitación política de un partido 
político, el que sea. Luego entonces:
¿Qué es el poder? Esa “capacidad del hombre para determinar la con-
ducta del hombre”,14 reduzcámosla por ahora al poder público ejercido 
al interior del Estado nacional, digamos para efecto de precisión opti-
mista: el poder público al interior del Estado social y democrático de 
derecho. Desde El Príncipe, Maquiavelo advirtió que se llega al poder por 
la herencia o por la fuerza, por la fortuna o por la virtud. Ahora, dicen, 
se llega también por la vía electoral, la cual requiere de dinero, mucho 
dinero; en la época de Juárez y de Díaz, también… aunque tener a la 
12 A la versión coloquial nacional se le ha llamado sospechosismo.
13 Rabasa Emilio, José C. Valadés, Daniel Cosío Villegas o Ralph Roeder se cuentan entre los estu-
diosos clásicos del periodo porfirista. Los libros de Enrique Krauze, Paul Garner y Carlos Tello 
Díaz aportan nuevos enfoques con los datos conocidos y los nuevos que aportan.
14 Diccionario de Política, p. 1190.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
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mano un ejército y a un general aguerrido ayudaba bastante;15 Roberto 
Gargarella nos recuerda que lo mismo sucedía por ese tiempo en otros 
países latinoamericanos.16 No es ahora el momento de interrogarnos y 
respondernos cómo se obtiene ahora y cómo se obtenía entonces ese 
dinero para armar ejércitos o ganar elecciones.17 Sólo recordemos que 
en los principios están los fines.
¿Y la política? Esa mágica habilidad para “ordenar (o prohibir) algo con 
efectos vinculantes para todos los miembros de un determinado grupo 
social”.18 ¿Es necesaria la política para mantenerse en el poder al interior 
del Estado Nación? La política entendida como un instrumento para la 
creación de consensos y la construcción de legitimidad. Luego entonces, 
Porfirio Díaz ¿ejerció el poder sustentado en la política o en la espada? ¿O 
llegó por las armas y se mantuvo con la política? Sus panegiristas dirían 
que llegó por la vía electoral; también Victoriano Huerta, después de ase-
sinar a Madero y Pino Suárez, se legitimó con una designación legal, de-
mocrática indirecta, prevista en la Constitución entonces vigente. Luego 
entonces, tal parece que el argumento jurídico aislado sólo nos permite 
en el caso legitimar dictaduras y golpes de Estado, pero ¿es tan sencillo?
Recordemos y precisemos: Madero llegó al poder por la vía armada y se 
legitimó por la vía electoral después de una negociación política con los 
actores que en ese momento protagonizaban el ejercicio y la lucha por 
(mantener) el poder. Díaz había llegado en su momento por la vía arma-
15 Alguien así como nuestro Porfirio, como le llamaba Benito Juárez a Porfirio Díaz.
16 La sala de máquinas de la Constitución. Dos siglos de constitucionalismo en América Latina 
(1810-2010).
17 Porfirio Díaz se negó a ir a Querétaro a apoyar a Mariano Escobedo, entre otras razones, para no 
perder sus fuentes de abastecimiento financiero derivadas de su jefatura del Ejército de Oriente, 
pero envió al general Juan Nepomuceno Méndez (años más tarde premiado con la presidencia 
de la República al triunfo del Plan de Tuxtepec). Por eso cuando, en Tlalnepantla, a punto de 
regresar victorioso a la ciudad de México, Juárez le comenta que su escolta (un regimiento, dos 
batallones y media batería) tenía algunos días sin haberes y que el personal de los ministerios 
tampoco había cobrado sus sueldos, Díaz le informó que tenía los recursos necesarios para 
pagarles, según relata Tello Díaz (ob. cit., p. 462). Hoy, por fortuna, el Instituto Nacional Electoral 
ha determinado que prácticamente todos los precandidatos y candidatos a cargos de elección 
popular este año, respetaron escrupulosamente los topes de gastos de campaña o precampaña. 
La reforma constitucional del año pasado para sancionar con la eventual anulación de su elec-
ción a los infractores, resultó innecesaria o tal vez ya dio sus frutos.
18 Diccionario de Política, p. 1215.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
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da —el Plan de Tuxtepec— y se legitimó por la vía electoral después de 
intentar una negociación política con los actores que en ese momento 
protagonizaban el ejercicio y la lucha por el poder —Sebastián Lerdo de 
Tejada y José María Iglesias, presidente constitucional depuesto y pre-
sidente de la Suprema Corte que buscó, como Juárez, ser reconocido 
presidente de la República, respectivamente—. ¿Y qué pasó después?
Las elecciones19 que ganaron Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, 
Plutarco Elías Calles, Pascual Ortiz Rubio, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila 
Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, 
Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel 
de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, ¿fueron radi-
calmente opuestas, distintas, a las que ganaron Madero y Díaz? La di-
ferencia fundamental podría radicar en que a partir de Ortiz Rubio, a 
través del Partido Nacional Revolucionario creado en 1929 por el presi-
dente Plutarco Elías Calles, se racionaliza la lucha por el poder político 
entre los generales triunfantes de la prolongada guerra civil. En 1946 se 
centraliza la organización electoral, antes en manos de los gobiernos 
y electores locales, al crearse la Comisión Federal de Vigilancia Electo-
ral, más tarde, Comisión Federal Electoral. Después de 1991, aparecen 
el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Federal Electoral. A partir de 
1996, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y, el año 
pasado, el Instituto Nacional Electoral.
Luego entonces, los candidatos presidenciales perdedores: José Vascon-
celos, Juan Andrew Almazán, Miguel Henríquez Guzmán, Ezequiel Padi-
lla, Luis H. Álvarez, José González Torres, Efraín González Morfín, Pablo 
Madero, Manuel J. Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas, ¿fueron despoja-
dos de sus respectivos triunfos electorales? ¿todos elloso sólo algunos? 
¿Qué es el derecho electoral? Es la regulación jurídica de la vía pacífi-
ca de acceso al poder público mediante el voto popular, impuesta o 
pactada entre los actores que protagonizan la lucha política. Valores, 
19 El análisis y la compilación que he realizado de las leyes electorales desde la Independencia 
hasta nuestros días aparece en dos tomos de la Enciclopedia Parlamentaria de México, publicada 
por la LVII Legislatura del Congreso de la Unión. El análisis de la regulación jurídica más reciente 
lo he realizado en mi libro Nuevo derecho electoral mexicano y en mis contribuciones a los libros 
colectivos de la serie Monitor Democrático.
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principios y reglas que hoy, incluso, ya se extienden a nuevas discipli-
nas jurídicas igualmente especializadas: el Derecho procesal electoral20 
o el Derecho administrativo sancionador electoral. Incluido, desde luego, 
el estudio de la prueba y la argumentación de los hechos que en el 
análisis del estándar de prueba para la anulación de elecciones permite 
actualmente concluir que:
Cuando se trata de violaciones constitucionales, éstas siempre son gra-
ves y determinantes para determinar la validez del proceso electoral 
porque afectan, menoscaban o transgreden los principios y valores fun-
damentales del ordenamiento jurídico.21
El análisis del Derecho electoral entraña, por lo tanto, la forma de su ges-
tación, esto es, definir si se trata de una imposición o de un acuerdo. Si 
es una imposición, habrá que identificar la forma en que se realiza, sea a 
través de la fuerza militar, la cual puede provenir sea de una revolución, 
de un golpe de Estado o de una reacción autoritaria frente a la anarquía 
imperante. Pero incluso, como imposición, requiere de consensos míni-
mos entre los diferentes protagonistas del juego político.
¿Dónde empezó la vigencia efectiva del Derecho electoral y qué tan 
efectivo es? ¿A partir de qué momento empezaron las elecciones libres 
y auténticas? ¿Qué tan libres y auténticas son?
El presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, a su vez, formal-
mente llegaron al poder público por la vía electoral merced a la nego-
ciación de los Tratados de Ciudad Juárez (impuesta por la vía armada), 
cuyo texto breve y público estableció la renuncia del presidente Porfirio 
Díaz, el interinato del secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León 
de la Barra, la desmovilización del ejército insurgente y la convocatoria 
a elecciones.
El texto también breve, pero no público, de la otra vertiente del pacto 
de Ciudad Juárez es ilustrativo de lo que adelante proponemos teorizar: 
el gabinete del presidente interino formado por familiares y correligio-
20 Consultar: Castellanos Hernández Eduardo de Jesús (coordinador), Temas de derecho procesal 
electoral, tomos I, II y III.
21 Gracia Jaime Cárdenas, Estándar de prueba y consecuencias sociales, publicado en: La prueba y la 
argumentación de los hechos, p. 180.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
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narios de Francisco I. Madero; la designación por Madero de la mitad de 
los gobernadores y la continuidad de la vida institucional.22
Porfirio Díaz mismo, después del triunfo del levantamiento legitimado 
mediante el Plan de Tuxtepec —el plan de la Noria había fracasado, an-
tes, contra Juárez—, convocó a elecciones primero cada cuatro años y 
después cada seis, y las ganó todas, incluso su reelección en la víspera 
de su derrocamiento.
Los historiadores han investigado y seguirán investigando las causas de 
su derrota, cada uno desde diferente perspectiva. Algunos, desde la apo-
logía de los triunfadores, otros desde la nostalgia del poder perdido. In-
tentemos el justo medio aristotélico, insisto, que sólo puede ser dado por 
el análisis riguroso, objetivo, sistemático.
Ciertamente, no hay neutralidad axiológica en el estudio de lo social 
pero siempre hay que intentarla. Pretendamos entonces un análisis des-
de la pluralidad democrática de hoy, desde la objetividad de la lucha por 
el poder político con alternancia y doble alternancia, federal y local en el 
ejecutivo, en el legislativo y en el municipal y el delegacional.
Si no aprovechamos esta oportunidad para dar una nueva mirada al de-
recho electoral desde la perspectiva de la lucha, legítima, institucional, 
por el poder, habremos perdido una vez más la oportunidad de aproxi-
marnos a la verdad histórica, política, jurídica, integral, del Derecho elec-
toral en México.
Propuesta metodológica
El estudio del pasado está ampliamente justificado tanto por los in-
vestigadores del pasado como por los futurólogos. En su Breve historia 
del futuro, Jacques Attali dedica los dos primeros capítulos de su libro 
prospectivo a una breve historia del pasado. Sin duda uno no puede ser 
entendido sin el otro. Pero para que uno y otro puedan ser entendidos 
22 Estos datos son de Wikipedia, en la voz: Tratados de Ciudad Juárez. Pero si Francisco Vázquez 
Gómez fue representante de Madero en la firma de los Tratados y después aparece como se-
cretario de Gobernación en el gobierno de León de la Barra, es lógico suponer que hubo una 
negociación política paralela que no quedó consignada en el texto escrito.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
95
cabalmente es necesario conocer el contexto de ambos pues, como lo 
afirma Dieter Nohlen, el contexto hace la diferencia.23
El estudio actual de la obra jurídica del periodo de gobierno de Porfirio 
Díaz se explica y justifica, además, por varias razones adicionales. De una 
parte, como lo veremos más adelante, se trata del fin del caudillismo 
militar del siglo XIX mexicano para entrar de lleno al periodo del presi-
dencialismo autoritario adelantado —el anterior intento exitoso fue el 
de Benito Juárez—. Al siguiente siglo volverán, en México, muy pronto 
—pero también en el resto de América Latina— los caudillos militares 
del siglo XX nuestro y, posteriormente, el presidencialismo autoritario 
otra vez, depurado con nuevas matanzas en caliente, como la de Tla-
telolco en 1968. Para iniciar después, con fechas todavía imprecisas, la 
transición mexicana a la democracia en su etapa más avanzada, la de la 
tercera ola democratizadora según Samuel P. Huntington.24 
¿Dónde inicia esta transición mexicana a la democracia? ¿En 1963 con 
los diputados federales de partido y sus derivaciones locales? ¿O en 1977 
con el sistema mixto con dominante mayoritario en la Cámara de Dipu-
tados federal y sus nuevas derivaciones locales? ¿O en 1988 cuando el 
Partido Revolucionario Institucional pierde la mayoría de dos tercios en 
Cámara de Diputados federal? ¿O en 1997 cuando el PRI pierde la ma-
yoría absoluta en dicha asamblea? ¿O será en 2000 con la primera alter-
nancia en el Ejecutivo federal? ¿O en 2012 con la segunda alternancia?
¿O será que esa larga historia de la transición mexicana a la democracia 
inicia con los Tratados de Ciudad Juárez? Porque en Ciudad Juárez se 
pactan una transición pacífica y una alternancia pacífica, de manera 
formal —la pública, la que está escrita y firmada por los representantes 
de ambos bandos— y factual —la negociación que permite a Madero 
nombrar o autorizar a los integrantes del gabinete de Francisco León de 
la Barra y a casi la mitad de los gobernadores—. 
Las elecciones constitucionales y pacíficas en las que triunfan Madero 
y Pino Suárez anuncian el inicio de una pluralidad que se refleja en la 
23 Sistemas electorales en su contexto.
24 The Third Wave. Democratization in the Late Twentieth Century.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
96
XXVI Legislatura del Congreso de la Unión, de la que habría que recor-
dar al Cuadrilátero opositor al presidente Madero formado por Querido 
Moheno y Tabares, Nemesio García Naranjo, Francisco Olaguíbel y José 
María Lozano, así como al Bloque Renovador formado por Luis Cabrera, 
Jesús Urueta, Serapio Rendón, Roque González Garza, Enrique Bordes y 
FranciscoEscudero. Legisladores que no han vuelto a tener equivalen-
te, por su número simultáneo, en las legislaturas recientes, aunque sí 
desde luego herederos aislados y esporádicos como Vicente Lombardo 
Toledano o Adolfo Christlieb Ibarrola —aunque a éstos el contexto no 
les ayudaba mucho— o, más recientemente, a Porfirio Muñoz Ledo o 
Diego Fernández de Cevallos.
Resulta fácil advertir que la propuesta metodológica es mirar el pasado 
con los anteojos del presente, con la tipología del presente. En un libro 
reciente, José Ramón Cossío analiza la autonomía e independencia de 
la Suprema Corte de Justicia de la Nación durante el periodo 1900-1910, 
entre otros, a partir de conceptos del presente: garantías judiciales, atri-
buciones jurisdiccionales, atribuciones no jurisdiccionales, procesos fe-
derales y conflictos competenciales. La justificación de esa metodología 
que ahora comparto es la siguiente:
En primer lugar, y como decía O’Gorman, no pretendo regañar a los 
muertos, sino tratar de formular las explicaciones que ellos no pudieron 
o no quisieron darse.
…. me parece posible introducir categorías “modernas” (que, desde lue-
go, no estaban en uso en los momentos en los que se dieron los hechos 
a explicar) para explicar las situaciones que entonces se dieron.25
Me auxiliaré, entonces, de la tipología actual del presidencialismo lati-
noamericano propuesta por Jorge Carpizo y Dieter Nohlen, cada uno 
por su parte; del análisis del constitucionalismo latinoamericano pro-
puesto por Roberto Gargarella, en su libro La sala de máquinas de la 
Constitución, pero también de Jorge Carpizo y César Astudillo en su 
libro Constitucionalismo. Dos siglos de su nacimiento en América Latina 
(particularmente por cuanto a los problemas actuales de la democra-
25 La justicia prometida. El Poder Judicial de la Federación de 1900 a 1910, p. 32.
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97
cia). Y no podría dejar de aprovechar las propuestas formuladas por Die-
go Valadés en El control del poder y en El Gobierno de Gabinete.
Presidencialismo latinoamericano
Dieter Nohlen26 propone la siguiente clasificación del presidencialismo 
latinoamericano: Hiperpresidencialismo o dominante, con concentración 
del poder en el Ejecutivo aunque la Constitución no lo prevea, supresión 
de los controles horizontales, ejercicio del poder con altos ingredientes 
personalistas y plebiscitarios en los límites de un sistema constitucio-
nal-democrático, con un estilo de decisión al que denomina jerárquico 
decisional. Reforzado o racionalizado, fuerte poder Ejecutivo en cuanto a 
competencias, como resultado de reformas constitucionales, con racio-
nalización del proceso político mediante políticas de desarrollo y un 
estilo de decisión mayoritaria. Puro o equilibrado, cuyo modelo es el esta-
dounidense, con poderes equilibrados entre Ejecutivo y Legislativo, con 
funcionamiento muy dependiente del sistema de partidos y un estilo de 
decisión mayoritario. Atenuado, con poderes constitucionalmente equi-
librados entre Ejecutivo y Legislativo, pero con un proceso político más 
determinado por otros factores, como el tipo de sistema de partidos, 
y un estilo de decisión mayoritario. Parlamentarizado, no precisamen-
te caracterizado por principios constitucionales parlamentarios (primer 
ministro, voto de censura, disolución del parlamento, etcétera), sino por 
una práctica política (gobiernos de coalición), y un estilo de decisión 
negocial y de compromiso.
En un artículo publicado post mortem Jorge Carpizo27 propuso la si-
guiente tipología del presidencialismo latinoamericano, contemplada 
desde tres ángulos o perspectivas: la de la norma constitucional, la de 
la realidad constitucional y la de la interacción de la norma con la realidad 
constitucional. Desde la perspectiva de la norma constitucional distin-
guió cinco tipos de presidencialismo: puro, predominante, atemperado, 
con matices parlamentarios y parlamentarizado. 
26 Ciencia política comparada. El enfoque histórico-empírico, p. 136.
27 Propuesta de una tipología del presidencialismo latinoamericano, en: Cátedra Nacional de Dere-
cho Jorge Carpizo. Reflexiones Constitucionales.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
98
Desde la perspectiva de la realidad constitucional distinguió tres tipos: 
presidencialismo hegemónico, equilibrado y débil. Desde la perspectiva 
de la interacción de la norma con la realidad constitucional señaló que 
los tipos se forman con los señalados en las otras dos perspectivas; de 
tal forma que los presidencialismos puro, predominante, atemperado 
y con matices parlamentarios, se presentan en la realidad como presi-
dencialismo hegemónico, equilibrado o débil. El presidencialismo parla-
mentarizado, por su parte, puede ser hegemónico o débil, pues afirma 
Carpizo que por su propia naturaleza excluye el tipo equilibrado.
Desde la perspectiva de la norma constitucional, el presidencialismo 
mexicano ha transitado del ejecutivo colegiado al ejecutivo unitario, del 
presidente con vicepresidente formalmente electo —ambos de manera 
indirecta— al presidente con vicepresidente de facto (el presidente de 
la Suprema Corte de Justicia, aunque también electo de manera indi-
recta), de éste nuevamente al presidente con vicepresidente (electos 
ambos) y después, aunque también antes, como veremos más adelante, 
un presidente sin vicepresidente con diversas variantes para sustituir al 
presidente pero sin que los eventuales sucesores pudieran tener el in-
centivo perverso de propiciar la sucesión.
El presidencialismo mexicano, además, es consecuencia de una historia 
nacional que de manera esquemática presento en la siguiente secuencia:
 y De la guerra de independencia a la guerra civil
 y De la guerra civil a la guerra contra las intervenciones extranjeras
 y Del triunfo de la república a la guerra civil
 y De la guerra civil al presidencialismo autoritario
 y Del presidencialismo autoritario al presidencialismo débil
 y Del presidencialismo débil al golpe de Estado y la guerra civil
 y De la guerra civil al Maximato y el presidencialismo autoritario
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
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 y Del presidencialismo autoritario al presidencialismo reforzado y 
atenuado
 y Del presidencialismo atenuado al presidencialismo con matices 
parlamentarios.
Porfirio Díaz participa de manera relevante en los periodos que apare-
cen subrayados, es decir, desde 1842 hasta su renuncia a la presidencia 
pactada en los Tratados de Ciudad Juárez. 
En realidad, el presidencialismo y el sistema de partidos políticos se re-
troalimentan mutuamente, es por ello que María Amparo Casar e Ig-
nacio Marván,28 por su parte, realizan una periodización de la historia 
política posterior a la Revolución de 1910 en la siguiente forma:
 y 1917-1928: Faccionalismo sin disciplina parlamentaria
 y 1928-1946: Surgimiento y consolidación del partido único y de la 
disciplina de los legisladores
 y 1946-1963: La época del partido hegemónico
 y 1964-1978: Partido dominante y pluralismo moderado
 y 1979-1997: Del partido dominante al mayoritario
 y 1997-2012: La era de los gobiernos sin mayoría
En una biografía reciente titulada Porfirio Díaz. Entre el mito y la historia, 
Paul Garner identifica los siguientes periodos en la historia política del 
gobierno de Díaz:
 y Las bases políticas del México porfiriano: liberalismo, caudillismo, 
y la lucha patriótica: 1855-1867
 y El largo camino a la presidencia: 1867-1876
 y Liberalismo pragmático: 1876-1884
 y La consolidación del poder: liberalismo patriarcal, 1884-1911
28 Gobernar sin mayorías. La dinámica del cambio constitucional en México: 1997-2012, p. 25 y sigs.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
100
En un libro clásico de los estudios político-constitucionales,29 Jorge Carpi-
zo se refiere a las facultades metaconstitucionales del presidente mexica-
no durante el periodo posterior, igualmente, a la Revolución de 1910,las 
cuales para el autor ahora en cita son las siguientes:30 
 y Jefatura real del PRI
 y Designación de su sucesor
 y Designación de los gobernadores
 y Remoción de los gobernadores
En el periodo histórico político de Porfirio Díaz, sin duda que podía 
nombrar y remover a los gobernadores de los estados de la Repúbli-
ca, cuidando siempre, al igual que lo hacían los presidentes mexicanos 
en el periodo analizado por Carpizo, la formalidad constitucional de los 
procesos electorales respectivos. Habiéndolo podido hacer sin mayor 
dificultad, Díaz se negó a designar un sucesor; más aún, en 1904, al re-
formarse la Constitución para ampliar el periodo presidencial de cuatro 
a seis años e incluir la figura de vicepresidente, Díaz evita nombrar can-
didato a la vicepresidencia a alguno de los dos personajes políticos que 
de manera natural hubieran podido sucederlo en virtud de sus propios 
méritos, su cercanía al presidente y su reconocimiento entre la élite de la 
época —el general Bernardo Reyes y José Yves Limantour—. De haberlo 
hecho, Díaz hubiese sido el autor o árbitro de su propia sucesión pac-
tada entre sus fieles. Por cuanto al liderazgo del partido gobernante, es 
conveniente recordar que en esa época la figura de los partidos políticos 
y de las campañas electorales no existía a la manera actual en la práctica 
política. Los partidos políticos, propuestos a Díaz lo mismo por Justo 
Sierra que por Emilio Rabasa, aparecen regulados hasta 1911 en la ley 
electoral promulgada por el presidente Francisco I. Madero. Pero la idea 
del Maximato se le ocurrió al general Plutarco Elías Calles hasta 1929, 
29 El presidencialismo mexicano, p. 190 y sigs.
30 Un asunto a dilucidar es la vigencia de dichas facultades metaconstitucionales después de la 
segunda alternancia y el regreso del PRI al Ejecutivo federal, aunque todo parece indicar que 
permanecen incólumes. Igual reflexión es necesaria para el caso de esas facultades en el ámbi-
to de las entidades federativas.
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101
después del asesinato del general Álvaro Obregón, presidente reelecto a 
la manera de Díaz en 1884 pero con una suerte muy diferente, y después 
de la fundación del Partido Nacional Revolucionario (más tarde Partido de 
la Revolución Mexicano, hoy Partido Revolucionario Institucional).
Es por todo ello que mi propuesta respecto de la evolución política de 
México en el largo plazo, a partir de la Constitución de 1857, teniendo 
como referentes el presidencialismo y el sistema de partidos en las tipo-
logías analizadas previamente, es la siguiente:
Presidencialismo mexicano (1857-2018):
 y Con matices parlamentarios (Texto constitucional de 1857)
 y Autoritario, Juárez (1858-1872) y Díaz (1876-1880)
 y Reforzado, (Díaz (1884-1892)
 y Atenuado, Díaz (1892-1911)
 y Débil (Madero, Ortiz Rubio, Rodríguez)
 y Autoritario (Cárdenas a Echeverría)
 y Reforzado (López Portillo a Miguel de la Madrid)
 y Atenuado (Salinas de Gortari a Peña Nieto)
 y Con matices parlamentarios (Texto constitucional reformado en 
2014, vigente a partir de 2018)
 y Gobierno de gabinete
 y Semipresidencialismo
El gobierno de gabinete, a la manera propuesta por Diego Valadés en 
su libro del mismo nombre, y el semipresidencialismo, según el modelo 
francés adaptado ya de 1993 a 1996 en el texto constitucional nues-
tro para el gobierno local del Distrito Federal, aparecen en letra itálica 
porque ya no corresponden a etapas pasadas o presentes, sino a una 
evolución a mi juicio previsible y deseable.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
102
Constitucionalismo latinoamericano
Roberto Gargarella recuerda que durante el siglo XIX se dictaron 103 
constituciones en 16 países, algunos de los cuales como Bolivia o Repú-
blica Dominicana tuvieron más de 10 constituciones en ese periodo.31 
Emilio Rabasa, por su parte, señaló en La Constitución y la Dictadura,32 que:
En los veinticinco años que corren de 1822 en adelante, la Nación mexi-
cana tuvo siete Congresos Constituyentes que produjeron, como obra, 
una Acta Constitutiva, tres Constituciones y una Acta de Reformas, y 
como consecuencias, dos golpes de Estado, varios cuartelazos en nom-
bre de la soberanía popular, muchos planes revolucionarios, multitud 
de asonadas, e infinidad de protestas, peticiones, manifiestos, declara-
ciones y de cuanto el ingenio descontentadizo ha podido inventar para 
mover al desorden y encender los ánimos.
Habría que agregar dos estatutos imperiales, dos bases orgánicas y múl-
tiples planes político militares anteriores y posteriores al periodo con-
siderado por Rabasa, para modificar los ordenamientos subsecuentes, 
incluidos además la Constitución de Cádiz de 1812 y la Constitución 
vigente de 1917.
Gargarella estudia el constitucionalismo latinoamericano en sus dos si-
glos de vida (1810-2010), formulado según dicho autor a partir de dos 
ideales principales: autonomía individual y autogobierno colectivo, con 
tres diferentes formas de pensar la constitución: republicana (autogo-
bierno aún con sacrificio de la autonomía individual), liberal (autonomía 
individual a costa de limitaciones al ideal de autogobierno) y conser-
vadora (desafío de ambos ideales en pos de valores supraindividuales 
y extracomunitarios). Para el autor en cita, “lo que es probablemente el 
principal aporte del constitucionalismo latinoamericano al constitucio-
nalismo occidental, en esta primera etapa, formativa y fundacional: (es) 
una pluralidad de herramientas destinadas a fortalecer el poder central, 
dentro de un marco constitucional”. Constata igualmente la que llama la 
alianza más importante e influyente del periodo: “la que se diera enton-
ces entre liberales y conservadores,”33 con respecto a la organización del 
31 Op. cit., p. 13.
32 Op. cit., p. 9.
33 Op. cit., p. 59.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
103
poder y los derechos. A mayor número de integrantes de una asamblea 
menor calidad de las decisiones, así como una visión angosta sobre los 
derechos y libertades políticas limitadas y distribuidas cuidadosa, lenta-
mente, a lo largo del tiempo. Es decir, libertades civiles —abundantísi-
mas— y libertades políticas restringidas.
Respecto de la Constitución mexicana de 1857, afirma:34
La Constitución fue jurada por el gobierno, aunque el descontento con 
ella parecía general. Los liberales moderados consideraban que se había 
avanzado demasiado, los “puros” que no se había avanzado lo suficiente 
y los grupos corporativos —la Iglesia, el ejército— que la mayoría de 
las disposiciones incorporadas eran simplemente inaceptables. Comon-
fort pareció inclinarse por la opinión de estos últimos factores de poder. 
Y así, a pesar de haber jurado la Constitución y de haber aceptado las 
elecciones siguientes que lo reafirmaron en la Presidencia de la Nación, 
Comonfort decidió dar un golpe de Estado contra la misma. Con su de-
cisión, Comonfort no solo dejó de lado la Constitución, sino que además 
clausuró el Congreso y encarceló a algunos de sus opositores. La deci-
sión se probaría trágica para su país, pero también, finalmente, para el 
propio Comonfort, quien al poco tiempo se vio obligado él mismo a 
dejar el poder.
En tanto que con relación a los años posteriores, señala:35
Desde 1880 se configura un nuevo orden internacional, a partir del cual 
los países latinoamericanos van a fortalecer su situación económica, 
alineados con las potencias extranjeras en calidad de exportadores de 
bienes primarios….. Los cambios económicos operados tendrían un 
impacto extraordinario en la política regional, con la llegada y consoli-
dación de regímenes de “orden y progreso”, orientados a acelerar el cre-
cimiento, disciplinando, para ello, a sociedades habituadas al conflicto. 
Se tratará, por lo general, de regímenes autoritarios, respaldados por la 
alianza liberal-conservadora (el liberalismo del “progreso”, el conservadu-
rismo del “orden”)…. Estas alianzas, en general, tuvieronun éxito enor-
me, al menos en relación con sus objetivos de “orden y progreso”. Entre 
los líderes de estos procesos se cuentan figuras tales como el general 
Roca en la Argentina, Da Fonseca y los republicanos en Brasil, Núñez en 
Colombia, Rufino Barrios en Guatemala, Porfirio Díaz en México, Latorre 
en Uruguay y Guzmán Blanco en Venezuela.
34 Idem, p. 88.
35 Op. cit., p. 163.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
104
De ahí que durante el siglo XIX destaque dos momentos a los que de-
nomina: el primer Derecho constitucional latinoamericano (1810-1850) 
y el constitucionalismo de fusión entre liberales y conservadores en la 
segunda mitad del siglo XIX. Para el siglo XX, analiza positivismo y re-
volución a comienzos de dicho siglo, así como el constitucionalismo a 
mediados del mismo y el retorno de la cuestión social mediante el injer-
to de derechos sociales en constituciones hostiles a éstos. Ya en el siglo 
XXI, estudia las tensiones internas y la sala de máquinas en el constitu-
cionalismo contemporáneo. Por cierto, las tensiones entre constitución, 
democracia y derechos humanos son analizadas también por Pedro 
Salazar Ugarte en La democracia constitucional. Una radiografía teórica.36
En ese contexto internacional descrito por Gargarella cabe interrogar-
se también ¿A quiénes convenía que Díaz llegara al poder? ¿A quiénes 
convenía que cayera Díaz y ascendiera Madero? ¿A quiénes convenía la 
caída de Madero y la imposición de Huerta?
La Constitución de 1857
En su artículo 35 estableció como prerrogativas de los ciudadanos 
mexicanos, entre otras, la de votar en las elecciones populares; poder 
ser votado para todos los cargos de elección popular y nombrado para 
cualquier otro empleo, teniendo las calidades que la ley establezca; y la 
de asociarse para tratar los asuntos políticos del país.
Por su parte, el artículo 36 estableció como obligaciones del ciudadano 
de la república, entre otras, la de votar en las elecciones populares, en 
el distrito que le correspondiese y la de desempeñar los cargos de elec-
ción popular de la federación, que en ningún caso serían gratuitos.
El texto de los artículos 39, 40 y primer párrafo del 41 es prácticamen-
te idéntico a los mismos numerales y párrafo primero respectivo en el 
texto de la Constitución de 1917 y en su texto actualmente en vigor: 
soberanía popular ejercida por medio de los poderes de la Unión y por 
los de los Estados, derecho inalienable de alterar o modificar la forma de 
36 P. 181 y sigs.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
105
gobierno, república federal, estados libres y soberanos. Recordemos que, 
formalmente —y, al menos en parte de su redacción, materialmente tam-
bién—, la Constitución de 1917 es la Constitución de 1857 reformada.37
El supremo poder de la Federación se dividía para su ejercicio (artículo 
50), en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los que como señala el 49 actual, 
nunca podrían reunirse dos o más de estos poderes en una persona o 
corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo.
El poder Legislativo federal originalmente fue unicameral (el Senado fue 
restaurado por el presidente Lerdo de Tejada mediante las adiciones y 
reformas del 13 de noviembre de 1874. El presidente Juárez había fraca-
sado en su intento por restaurarlo en 1867), cuya asamblea se denomi-
naba Congreso de la Unión (artículo 51), compuesto de representantes 
elegidos en su totalidad cada dos años (artículo 52). Era nombrado un 
diputado por cada 40000 habitantes o fracción que pasara de 20000 
(artículo 53); por cada diputado propietario se nombraba un suplente (ar-
tículo 54), y la elección de diputados era indirecta en primer grado y en 
escrutinio secreto, en los términos que dispusiese la ley electoral (artículo 
55). La elección directa de legisladores se aprueba a partir de 1911.
Para ser diputado se requería: ser ciudadano mexicano en ejercicio de 
sus derechos, tener 25 años cumplidos el día de la apertura de las sesio-
nes, ser vecino del Estado o territorio que hacía la elección, y no perte-
necer al estado eclesiástico.
El Congreso calificaba las elecciones de sus miembros y resolvía las du-
das que ocurriesen sobre ellas (artículo 60).
El supremo poder ejecutivo de la Unión se depositaba en un solo indi-
viduo denominado Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (artículo 
75), cuya elección era indirecta en primer grado y en escrutinio secreto, 
en los términos que disponía la ley electoral (artículo 76). 
Para ser presidente se requería: ser ciudadano mexicano por nacimien-
to, en ejercicio de sus derechos, de treinta y cinco años cumplidos al 
37 Las legislaturas del Congreso de la Unión, actualmente la LXIII, se cuentan a partir de la vigencia 
de la Constitución de 1857. Porfirio Díaz, como diputado federal, integró la II Legislatura.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
106
tiempo de la elección, no pertenecer al estado eclesiástico y residir en el 
país al tiempo de verificarse la elección (artículo 77). 
El presidente entraba a ejercer sus funciones el 1º de diciembre y duraba 
en su encargo 4 años (art. 78). La reforma del 5 de mayo de 1878 prohibió 
la reelección inmediata pero abrió la posibilidad de reelección una vez 
pasados cuatro años. La reforma del 21 de octubre de 1887 permitió la 
reelección inmediata por una sola ocasión y la mediata una vez pasados 
cuatro años. La reforma del 20 de diciembre de 1890 regresó al texto ori-
ginal que permitía la reelección inmediata sin limitación, como sucedió 
en el caso de Benito Juárez. La reforma del 6 de mayo de 1904 amplió 
a 6 años el periodo y creó la figura de vicepresidente de la República. 
La reforma de 7 de noviembre de 1911, promulgada por el presidente 
Madero el 28 del mismo mes y año, prohibió la reelección del presidente 
y del vicepresidente; el presidente nunca podría ser electo vicepresiden-
te y éste no podría ser electo presidente para el periodo inmediato; el 
secretario del despacho encargado del Poder Ejecutivo al celebrarse las 
elecciones no podría ser electo presidente ni vicepresidente.
En las faltas temporales del presidente de la República, y en la absoluta, 
mientras se presentaba el nuevamente electo, entraba a ejercer el poder 
el presidente de la suprema corte de justicia (artículo 79). La reforma del 
3 de octubre de 1882 otorgó esta facultad al presidente o vicepresiden-
te del Senado, o de la Comisión Permanente, en los periodos de receso. 
El ejercicio del poder judicial de la federación se depositó en una Corte 
Suprema de Justicia y en los tribunales de Distrito y de Circuito (artículo 
90). La Suprema Corte de Justicia se componía de 11 ministros propieta-
rios, cuatro supernumerarios, un fiscal y un procurador general (artículo 
91). Cada uno de ellos duraba en su encargo 6 años, y su elección era 
indirecta en primer grado, en los términos que dispusiese la ley electo-
ral (artículo 92). Las reformas de 22 de mayo de 1892 ampliaron a 15 el 
número de ministros de la Suprema Corte, la que podría funcionar en 
Tribunal Pleno o en Salas; asimismo, se estableció que los funcionarios 
del Ministerio Público y el procurador general de la República que lo 
preside, serían nombrados por el Ejecutivo. Los ministros serían nom-
brados de la manera establecida por la ley.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
107
Para ser electo integrante de la Suprema Corte de Justicia se necesitaba: 
estar instruido en la ciencia del derecho a juicio de los electores, ser 
mayor de 35 años y ciudadano mexicano por nacimiento, en ejercicio 
de sus derechos (artículo 93). Al entrar a ejercer su encargo prestaban 
juramento ante el Congreso y en sus recesos ante la diputación perma-
nente (artículo 94). Estos cargos sólo eran renunciables por causa grave, 
calificada por el Congreso o en su caso por la diputación permanente.
El artículo 118 estableció que ningún individuo podía desempeñar a 
la vez dos cargos de la Unión quefuesen de elección popular, pero el 
nombrado podía elegir entre ambos el que quisiera desempeñar.
El Plan de la Noria
El 9 de noviembre de 1871, siendo presidente de la república Benito 
Juárez, el general Porfirio Díaz se levantó en armas manifestando:
Al pueblo mexicano: 
La reelección indefinida, forzosa y violenta del Ejecutivo federal, ha pues-
to en peligro las instituciones nacionales.
En el Congreso, una mayoría regimentada por medios reprobados y 
vergonzosos ha hecho ineficaces los nobles esfuerzos de los diputados 
independientes y convertido la representación nacional en una cámara 
cortesana, obsequiosa y resuelta siempre a seguir los impulsos del Eje-
cutivo.
En la Suprema Corte de Justicia, la minoría independiente que había sal-
vado algunas veces los principios constitucionales de ese cataclismo de 
perversión e inmoralidad, es hoy impotente por la falta de dos de sus 
más dignos representantes y el ingreso de otro llevado allí por la protec-
ción del Ejecutivo. Ninguna garantía ha tenido desde entonces amparo; 
los jueces y magistrados pundonorosos de los tribunales federales son 
sustituidos por agentes sumisos del Gobierno, y los interés más caros del 
pueblo y los principios de mayor trascendencia quedan a merced de los 
peores guardianes.
Varios Estados se hallan privados de sus autoridades legítimas y someti-
dos a Gobiernos impopulares y tiránicos, impuestos por la acción directa 
del Ejecutivo, y sostenidos por las fuerzas federales. Su soberanía, sus 
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
108
leyes y la voluntad de los pueblos han sido sacrificadas al ciego encapri-
chamiento del poder personal.
…..
Pero lejos de esto, la ineptitud de unos, el favoritismo de otros y la co-
rrupción de todos, han cegado esas ricas fuentes de la pública prospe-
ridad: los impuestos se reagravan, las rentas se dispendian, la Nación 
pierde todo crédito, y los favoritos del poder monopolizan sus esplén-
didos gajes.
Para superar los males que denunciaba, Díaz propuso entre otras medi-
das las siguientes:
Una convención de tres representantes por cada Estado, elegidos popu-
larmente, dará el programa de la reconstrucción constitucional y nom-
brará un Presidente Provisional de la República, que por ningún motivo 
podrá ser el actual depositario de los poderes de la guerra.
…..
Que la elección de Presidente de la República sea directa, personal, y 
que no pueda ser elegido ningún ciudadano que en el año anterior haya 
ejercido, por un solo día, autoridad o encargo cuyas funciones se extien-
dan a todo el territorio nacional.
Que el Congreso de la Unión sólo pueda ejercer funciones electorales, 
en asuntos puramente económicos, y en ningún caso para la designa-
ción de los altos funcionarios públicos.
Que el nombramiento de los secretarios del despacho y de cualquier 
empleado o funcionario que disfrute por sueldo o emolumentos más de 
tres mil pesos anuales, se someta a la aprobación de la Cámara.
El levantamiento armado no prosperó, Juárez murió entre tanto, y el 
presidente Sebastián Lerdo de Tejada amnistió a los insurrectos.
El Plan de Tuxtepec
El 10 de enero de 1876, en Ojitlán, Oaxaca, se emitió dicho plan convo-
cando al levantamiento en armas en contra del presidente Sebastián 
Lerdo de Tejada:
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
109
…considerando que la República Mexicana está regida por un gobierno 
que ha hecho del abuso un sistema político, despreciando las institucio-
nes y haciendo imposible el remedio de tantos males por la vía pacífica; 
que el sufragio político se ha convertido en una farsa….
Que el poder municipal ha desaparecido completamente, pues los 
ayuntamientos son ya simples dependientes del gobierno para hacer 
elecciones….
En el nombre de la sociedad ultrajada y del pueblo mexicano envilecido, 
levantamos el estandarte de guerra contra nuestros comunes opresores, 
proclamando el siguiente
PLAN
Artículo 1º Son las leyes supremas de la República la Constitución de 
1857, el acta de reformas promulgada en 25 de Septiembre de 1873, y la 
ley de 14 de Diciembre de 1874.
Artículo 2º Tendrá el mismo carácter de ley suprema la no reelección del 
Presidente de la República y Gobernadores de los Estados.
Artículo 3º Se desconoce a Don Sebastián Lerdo de Tejada, como Presi-
dente de la República, y a todos los funcionarios y empleados puestos 
por él, así como a los nombrados en las elecciones de Julio del año pa-
sado.
……
Artículo 5º Se harán elecciones para supremos poderes de la Unión a 
dos meses de ocupada la Capital de la República y sin necesidad de 
nueva convocatoria. 
Las elecciones se harán con arreglo a las leyes de 12 de febrero de 1857 
y 23 de Octubre de 1872, siendo las primarias el primer domingo de 
ocupada la Capital, y las segundas el tercer domingo.
Artículo 6º El Poder Ejecutivo se depositará, mientras se hacen las elec-
ciones, en el ciudadano que obtenga la mayoría de votos de los gober-
nadores de los Estados, y no tendrá más atribución que la meramente 
administrativa.
…..
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
110
Artículo 10º Se reconocerá como General en Jefe del Ejército Regenera-
dor al Ciudadano Porfirio Díaz.
El 31 de marzo de 1876 dicho plan fue modificado mediante el Plan de 
Palo Blanco, suscrito por Porfirio Díaz, según el cual se precisó que:
El Poder Ejecutivo, sin más atribuciones que las administrativas, se depo-
sitará, mientras se hacen las elecciones, en el Presidente de la Suprema 
Corte de Justicia actual, o en el magistrado que desempeñe sus funcio-
nes, siempre que uno u otro, en su caso, acepte en todas sus partes el 
presente plan, y haga conocer su aceptación por medio de la prensa, 
dentro de un mes contado desde el día en que el mismo plan se publi-
que en los periódicos de la Capital. El silencio o negativa del funcionario 
que rija la Suprema Corte, investirá al Jefe de las Armas con el carácter 
de Jefe del Ejecutivo.
La derrota militar tanto del presidente Lerdo de Tejada como del pre-
sidente de la Corte, José María Iglesias, frente a Porfirio Díaz, los llevó 
a ellos al exilio y a éste a la presidencia de la República. Ahora bien, las 
transcripciones anteriores son para mostrar la principal contradicción 
entre el discurso legitimador y la práctica cotidiana del político profesio-
nal que fue Díaz. ¿Conoce usted a un hombre público libre de contra-
dicciones? De cualquier forma, sería una ironía o una paradoja invocar 
la sentencia bíblica respecto de los libres de culpa habilitados para lan-
zar la primera acusación. Max Weber ha resuelto este dilema recurrente 
cuando distingue entre la ética de la convicción y la ética de la respon-
sabilidad, aunque antes se interroga sobre la racionalidad del poder:
… no hay más que dos pecados mortales en el campo de la política: 
la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, que 
frecuentemente, aunque no siempre, coincide con aquélla…. Aunque 
el poder es el medio ineludible de la política, o más exactamente, pre-
cisamente porque lo es, y el ansia de poder es una de las fuerzas que la 
impulsan, no hay deformación más perniciosa de la fuerza política que el 
presumir de poder como un advenedizo o complacerse vanidosamen-
te en el sentimiento de poder, es decir, en general, toda adoración de 
poder puro en cuanto tal…. Cuál es la causa para cuyo servicio busca y 
utiliza el político el poder constituye ya una cuestión de fe…. Después 
de todo, lo que importa es que nunca debe dejar de existir la fe en algo; 
de lo contrario, si ésta falta, cualquier éxito político, inclusive así sea en 
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
111
apariencia el más sólido, lo cual es absolutamente justo, llevará en sí la 
maldición de la futilidad.38 
A partir de esta racionalidad, Weber se introduce en el ethos de la polí-
tica como causa:
Así pues ¿cuál es la relación auténtica que existe entre ética y política? 
¿No tienen nada en común la unacon la otra, como se suele asegurar? 
O por el contrario, ¿es cierto que hay una sola ética valedera tanto para 
la actividad política como para otra cualquiera?..... Tenemos que ver con 
claridad que cualquier acción orientada éticamente puede ajustarse a 
dos máximas fundamentalmente distintas entre sí y totalmente opues-
tas: puede orientarse según la ética de la “convicción” o según la ética de 
la “responsabilidad.39
¿Esta distinción weberiana permite exceptuar a los políticos profesio-
nales del imperativo categórico kantiano de obrar como si la máxima 
de su acción fuese tomada por su conducta como norma de universal 
observancia? ¿O es solamente que las decisiones que adopta el hombre 
público no son como las que habitualmente toma el hombre prome-
dio? Declarar una guerra, una devaluación, autorizar una inversión pú-
blica cuantiosa, optar entre construir una línea de ferrocarril o un puerto 
marítimo, atacar a un adversario o anular a un enemigo político ¿son de-
cisiones que escapan de la exigencia de valoración ética? ¿O solamente 
están protegidas por el sigilo, la discreción y la discrecionalidad?40
El hombre público reivindica valores y principios para su legitimación 
pero privilegia intereses, es su éxito integral en la defensa de unos y 
otros el que define el balance crítico de su actuación política. Lorenzo 
Meyer, en un artículo periodístico reciente,41 resume esta contradicción 
de la siguiente manera:
El discurso del político debe ser siempre tomado en cuenta por el obser-
vador, pero sólo como indicador, nunca como un compromiso efectivo. 
Únicamente la prueba del tiempo, el ex post facto, puede mostrar si lo 
38 El político y el científico, págs. 60 y 61. 
39 Ob. cit., p. 64 y 67.
40 El artículo 113 de la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública, por ejem-
plo, establece un amplio catálogo de clasificación de información reservada, no obstante el 
principio constitucional de máxima publicidad. 
41 El político y sus ideas, periódico Reforma, jueves 20 de agosto del 2015, Opinión, p. 7.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
112
dicho originalmente fue cierto o falso y en qué medida. Y si fue falso, 
hasta qué punto fue un vil engaño o fue producto de las circunstancias 
o, finalmente, una mezcla de ambos. Y eso es parte de lo que hace de la 
política un fenómeno tan difícil de analizar pero, a la vez, tan apasionan-
te de estudiar y de vivir.
Las elecciones y la política
En la transcripción reciente42 de un extracto del libro Elevación y caída de 
Porfirio Díaz de José López Portillo y Rojas, aparece la siguiente reseña de 
las elecciones en México durante el siglo XIX:
Estamos a inicios del siglo XIX, en México. Echemos un vistazo a la vida 
política de la nación.
No había elecciones; estaba anulado el voto popular, que sólo de nom-
bre existía.
Acostumbrado el escaso número de nuestros votantes a ver que nunca 
triunfasen sus candidatos —y siempre los oficiales— fue retirándose 
gradualmente de las urnas, hasta acostumbrarse a ver con total indi-
ferencia el ejercicio de sus derechos…. En consecuencia, después de 
varias experiencias abortadas, permanecieron en completa inacción los 
pocos ciudadanos de nuestro país que se ocupaban de la cosa públi-
ca, comprendiendo que sus ensayos eran inútiles y hasta peligrosos…. 
Pasaban las horas tediosas en medio de la soledad y el silencio; pero al 
sonar la hora reglamentaria, se rellenaban las ánforas de cédulas falsas, 
se fraguaba un escrutinio y se levantaban actas embusteras.
Además de la elección presidencial derivada del Plan de Tuxtepec y sus 
posteriores reelecciones sustentadas en las reformas constitucionales 
ya reseñadas, Porfirio Díaz compitió por la presidencia de la República 
por vía electoral en contra de Benito Juárez. Antes, había competido 
por vía electoral contra Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias, 
respectivamente, por la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de 
la Nación. Compitió y ganó el cargo de ministro de la Suprema Corte de 
Justicia de la Nación.43 Fue jefe político en Ixtlán y Tehuantepec, regidor 
42 Proceso, Juicio al Porfiriato. Cien años de la muerte de Porfirio Díaz. Segunda parte, p. 21.
43 En un libro reciente, La SCJN: sus ministros, la Política y el agravio social, se pone énfasis en el 
carácter eminentemente político del cargo de ministro de la Corte al analizar sus relaciones 
políticas personales, votos y resoluciones en sendos casos de ejercicio de su (anterior) facultad 
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
113
del ayuntamiento de Oaxaca, diputado al Congreso de la Unión.44 Ganó 
la elección de gobernador de Oaxaca. Como jefe del Ejército de Oriente 
designaba y quitaba gobernadores de los estados de la República suje-
tos a su ámbito de influencia militar (Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Oaxaca, 
Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán).
El suegro de Porfirio Díaz, es decir, el padre de Carmen Romero Rubio, 
fue colaborador del presidente Sebastián Lerdo de Tejada y partió al exi-
lio junto con él. A su regreso, fue secretario de Gobernación de Porfirio 
Díaz. Ciertamente es un caso emblemático de concertación, concesión 
y tolerancia, pero no fue el único. La actitud política de Díaz fue de con-
ciliación con los grupos que le fueron antagónicos. El propio Justo Sierra 
es un ejemplo, empezó como crítico y terminó como secretario de Ins-
trucción Pública. Los biógrafos de Díaz destacan por igual su habilidad 
negociadora y condescendiente que su mano dura.45 Nada diferente de 
la dictadura perfecta del periodo posrevolucionario, según calificó Ma-
rio Vargas Llosa, en agosto de 1990, al sistema político mexicano de la 
época; dictablanda, como le llamó en la misma ocasión Enrique Krauze 
o sistema de partido hegemónico, como lo calificó Octavio Paz durante el 
mismo programa transmitido por Televisa.
de investigación de violaciones a los derechos humanos, antes garantías individuales, prevista 
entonces en el artículo 97 constitucional, suprimida en 2011 (DOF del 10 de junio) y transmitida 
a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
44 “Por decisión del presidente Juárez, quien redactó la lista de los candidatos de Oaxaca, era dipu-
tado por el distrito de Ocotlán”, según afirma Tello Díaz, quien agrega: “Acababa de salir apenas 
de su estado cuando conoció de un golpe, en aquella legislatura, a los hombres que trabajarían 
a su lado en las décadas por venir, porque tuvo la capacidad de conducirlos a su causa. Muchos 
de ellos habrían de marcar la historia de México en el siglo XIX” (Ob. cit., p. 232 y 234). Forma-
ron parte de esa Legislatura: Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio, 
Rafael Dondé, José Landero y Cos, Pedro Ampudia, Ignacio Zaragoza, Leandro Valle, Sebastián 
Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Manuel Romero Rubio, Francisco Zarco, Ignacio Ramírez, 
Juan José Baz, Manuel María de Zamacona, Ezequiel Montes, Manuel Ruiz, Ignacio Mariscal, 
Manuel Dublán y Salvador Quevedo y Zubieta.
45 Tello Díaz, su biógrafo con la obra más reciente señala: “Díaz era muy cuidadoso en sus formas, 
pero extraordinariamente frío en sus decisiones. Ese rasgo de su carácter sería uno de sus de-
fectos más lamentables como persona y, también, uno de sus atributos más esenciales como 
estadista” (Ob. cit., p. 242).
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
114
Francisco I. Madero, en La sucesión presidencial, dedicó un capítulo a re-
flexionar sobre “El General Díaz, sus ambiciones, su política y medios de 
que se ha valido para permanecer en el poder”, en el cual afirmó:46
¿Qué por qué confiere puestos públicos á sus enemigos y persigue á 
los que han sido sus amigos y profesan sus mismos principios demo-
cráticos?
Pues sencillamente, porque el Gral. Díaz no tiene pasiones políticas, y 
solo considera como enemigos á los que pueden entorpecer sus pro-
yectos, y amigos á todos los que le ayudan. Así, tan pronto comosus 
enemigos capitulan, ó los ha nulificado, deja de considerarlos como ta-
les y más bien procura atraerlos á su lado, dándoles puestos públicos de 
importancia. En cambio, si sus amigos, por la rectitud en sus principios ó 
por su ambición personal, llegan á ser un estorbo, ó una amenaza para 
su poder, conquistarlo, deja de considerarlos como amigos y los persi-
gue tenazmente hasta que los nulifica de cualquier modo que sea.
Carlos Tello Díaz47 narra que después de las victorias militares de Díaz en 
Putla, Nochixtlán, Miahuatlán, La Carbonera y Oaxaca, una vez que había 
tomado Puebla en la batalla del 2 de abril de 1867, tuvo prisioneros a 
los generales derrotados en el Palacio Municipal y a los demás oficiales 
en el Palacio Episcopal. Según la ley vigente estaban condenados a ser 
pasados por las armas. Díaz, dice su biógrafo, a diferencia de Juárez que, 
según Tello, era un hombre más inflexible, más severo, más rencoroso y 
más propenso a la venganza, “perdonaba con facilidad, era uno de los 
rasgos distintivos de su personalidad, lo que lo predisponía, más bien, a 
cooptar a sus adversarios”. Es ilustrativo al efecto el caso del coronel Vital 
Escamilla quien, cuando un año antes Díaz prisionero se fugó en Puebla, 
había ofrecido de su peculio una recompensa adicional por su captura, 
por lo que temía ser reconocido después de que Díaz le había perdona-
do la vida a los prisioneros. El encuentro entre ambos en ese momento 
se desarrolló de la manera siguiente:
Escamilla trató de excusarse conmigo, diciendo que suponía que ha-
brían llegado a mi conocimiento ciertas calumnias vertidas en su contra. 
Le contesté que, en efecto, había llegado a mi poder un ejemplar de su 
circular, que conservaba en mi cartera. Lo saqué y se lo devolví, dicién-
46 P. 119.
47 Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo. La Guerra 1830-1867, p. 429.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
115
dole que celebraba mucho que no hubiera llegado el caso de que yo 
hubiera sido aprehendido, ni de que él hubiera tenido necesidad de gas-
tar su dinero”, dijo luego Porfirio, sensible al dramatismo de aquel acto 
en el Palacio Episcopal. “Después ha sido uno de mis más leales amigos, 
sin embargo que sus ideas políticas son contrarias a las mías. Escamilla 
sería con el tiempo diputado en el Congreso de la Unión. (La cita a la que 
alude Tello Díaz corresponde a las Memorias de Porfirio Díaz publicadas 
por Conaculta, 1994, v. II, p. 86). 
Respecto de las ahora llamadas elecciones internas en los partidos polí-
ticos para la designación de candidatos, José C.Valadés escribió:48
El sistema para la designación de los diputados y senadores es invariable 
en muchos años. Los gobernadores se dirigen, proponiendo a sus can-
didatos, al secretario privado de Romero Rubio, quien hace la lista que 
pone en manos del ministro de gobernación, el que a su vez la entrega 
al general Díaz. Este forma la nómina final, en la que incluye a los reco-
mendados por los gobernadores o a los que él, personalmente, les ha 
ofrecido la curul. 
En México, hoy, los procesos internos de selección de candidatos y de 
dirigentes partidistas muestran las debilidades y fortalezas democráti-
cas de cada partido político nacional o local. Sin duda es un tema que 
por sí solo nos muestra si es que ya estamos aptos para la democracia, 
pero su análisis particular lo he abordado en otro texto.49
Por cuanto a las elecciones y su justificación, Emilio Rabasa50 afirmó:
Todos los Presidentes, de Juárez á acá, han tenido la salvaguardia 
de la elección ficticia; un Congreso elegido con independencia de los 
gobiernos central y de los Estados, llegará fácilmente al conflicto, del 
conflicto a la acusación, y del fallo condenatorio de una Cámara sola y 
apasionada, surgirá, si el Presidente es fuerte ó tiene siquiera algunos 
batallones fieles, el golpe de Estado, antes que el acatamiento a la sen-
tencia. (Énfasis propio).
Es claro que, al menos en lo que se refiere a las disposiciones de la 
Constitución de 1857 en materia electoral, le sucedió lo mismo que a la 
Constitución francesa de 1793 —inmediata posterior a la Constitución 
48 El Porfirismo. Historia de un régimen, El crecimiento I, p. 34.
49 Nuevo derecho electoral mexicano, p. 370 y sigs.
50 Op. cit., p. 229.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
116
de 1791, encabezada por la Declaración de los derechos del hombre y del 
ciudadano (de 1789)—, aprobada por la Convención: fue encerrada en 
una suntuosa arca de madera de cedro y depositada en la sala de la Con-
vención, a los pies del presidente… pero nunca fue aplicada.51
Al respecto, en México, por ejemplo, durante este periodo histórico, la 
tesis jurisprudencial de la incompetencia de origen52 fue rápidamen-
te abandonada para dar paso al criterio de la improcedencia del juicio 
de amparo en materia electoral. Y empezamos así el largo trayecto du-
rante el cual los derechos político electorales de los ciudadanos mexi-
canos no fueron ni derechos humanos ni derechos fundamentales ni 
garantías individuales, no obstante —ya en la segunda mitad del siglo 
XX— los numerosos tratados internacionales en materia de derechos 
humanos rigurosamente suscritos y ratificados por el Estado mexicano. 
Fue hasta 1996, con la acción de inconstitucionalidad en materia elec-
toral, que las leyes electorales quedaron sujetas a control abstracto de 
constitucionalidad; cuando parecía que podría haber control concreto 
de constitucionalidad de las leyes y actos electorales, la contradicción 
de tesis 2/200053 lo detuvo, hasta que la reforma constitucional de 2007 
lo rehabilitó. Por cuanto al control difuso de constitucionalidad y con-
vencionalidad54 de las leyes electorales, en congruencia con uno de 
los dos criterios contrapuestos adoptados en la contradicción de tesis 
293/2011, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de 
la Federación ha declarado que las restricciones de derechos humanos 
previstas en la Constitución no son materia de control de convenciona-
lidad. No hay, pues, un bloque de constitucionalidad sino dos bloques, 
según se adhiera uno a cualquiera de los dos criterios contenidos en 
la contradicción de tesis 293/2011. Uno de esos criterios o vertientes 
51 Cfr.: Les Constitutions de la France depuis 1789, p. 76.
52 Cfr.: Flavio Galván Rivera, Derecho procesal electoral mexicano, p. 211 y sigs.
53 Cfr.: Jesús Orozco Henríquez, Justicia electoral y garantismo jurídico, p. 99 y sigs.
54 Consultar. César Astudillo, El bloque y el parámetro de constitucionalidad en México. También: 
Medina Mora et al Derechos humanos y restricciones. Los dilemas de la justicia, así como: López 
Olvera et al Nuevos paradigmas constitucionales. Respecto del nuevo modelo de control difuso 
de la constitucionalidad y convencionalidad, además de la resolución del expediente varios 
912/2010, el pasado 14 de agosto de 2015 fue publicada en el Diario Oficial de la Federación la 
resolución del expediente varios 1396/2011, que acota aún más las restricciones previstas en la 
contradicción de tesis 293/2011.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
117
ha sido reiterado recientemente en la resolución del expediente varios 
1396/2011.55 Y en esto estamos.
En los términos actuales, a quien ha ocupado los cargos de elección 
popular y los cargos administrativos que ocupó Porfirio Díaz, se le llama 
un político profesional. Y a quienes, además de dichos cargos, se man-
tienen vigentes en la actividad política por largos periodos, en México 
se les llama dinosaurios. Más aún, se les caracteriza por diferenciar el dis-
curso formal y su actuación real, indulgentemente calificados por Max 
Weber como ya vimos antes. 
Según el análisis económico del derecho, el egoísmo y la maximización 
del bienestar forman la racionalidad económica de los agentes.56 Según 
el análisis político de los protagonistas de la lucha por el poder, su racio-
nalidad se caracteriza por la maximización del poder alcanzado y por superpetuación en éste.57 En este contexto, no cabe duda de que Porfirio 
Díaz fue un político profesional y un dinosaurio.
O para decirlo de otra forma, cito a Diego Valadés:58
El control político abre la posibilidad de intercambios, entre los órganos 
del poder, que van más allá de lo que prevé la mecánica constitucional. 
Esos intercambios están determinados por las ventajas políticas que en 
cada caso pueden obtener las partes que intervienen en las actividades 
de control…. El control, utilizado como una oportunidad para el inter-
cambio político se convierte en una especie de pseudocontrol: la posibi-
lidad institucional de ejercer el control se transforma en la oportunidad 
política de no ejercerlo, a cambio de concesiones recíprocas entre los 
agentes políticos.
La historia oficial
Cito el libro de Historia (de la Secretaría de Educación Pública), se su-
pone que de México pues el título no lo aclara, correspondiente al 5º 
55 Diario Oficial de la Federación de 14 de agosto de 2015.
56 Cfr. José Ramón Cossío, Derecho y análisis económico. También: Posner, Landes, Kelman y Setién 
Ravina, Análisis económico del derecho.
57 Cfr. Jacques Austruy, Le prince et le patrón: “Una vez alcanzado, el Poder político tiende, como 
cualquier otro, a perpetuarse”, p. 187.
58 El control del poder, p. 431.
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
118
grado, del que forma parte el Bloque III. Del Porfiriato a la Revolución 
Mexicano. La ilustración del periodo está dada a través de un cuadro 
de David Alfaro Siqueiros —que se encuentra en el Museo Nacional de 
Historia— titulado “Del Porfirismo a la Revolución Mexicana”, no del Por-
firiato, y obviamente el texto no explica las razones de la diferencia; más 
aún, un lector no acucioso no alcanza a darse cuenta de la manipulación 
que entraña el cambio de denominaciones del periodo.
Pues bien, el libro de texto narra el periodo que ahora nos ocupa de la 
manera siguiente:
Madero obtuvo gran apoyo durante su campaña electoral. Esto alarmó a 
Díaz quien ordenó encarcelarlo bajo el cargo de sublevar a la población 
y de ultrajar a las autoridades. De este modo, las elecciones se realizaron 
mientras Madero se hallaba preso. Como se impidió el ejercicio del voto 
libre, Porfirio Díaz volvió a ganar la presidencia. Madero logró escapar y 
protestó por esta situación mediante el Plan de San Luis, el cual convo-
caba a la población a levantarse en armas contra el gobierno.
Su llamado encontró respuesta en diversas regiones del país: en Chi-
huahua, con Francisco Villa y Pascual Orozco; en Puebla, con los her-
manos Aquiles, Máximo y Carmen Serdán, y en Morelos, con Emiliano 
Zapata. Para principios de 1911, los levantamientos se extendieron exi-
tosamente por diferentes regiones. En mayo, el general Díaz renunció a 
la presidencia y abandonó el país. En seguida se realizaron elecciones 
libres en las que resultó triunfador Francisco I. Madero, quien gobernó 
junto con el vicepresidente José María Pino Suárez. (p. 94 y 95).
El dato más importante a mi juicio para entender el cambio de gobierno 
son los Tratados de Ciudad Juárez, que ya hemos analizado previamen-
te, pero de ellos no hay la menor referencia (sí la hay, por cierto, en la 
edición de 1969 de Mi Libro de Cuarto Año-Historia y Civismo, al que en 
seguida me referiré). La historia de México es presentada como una se-
cuencia de datos inconexos que de pronto ocurren, donde el narrador 
eleva o desciende la significación de los hechos a su leal saber y en-
tender. Tal vez otros narradores podrían haber titulado este bloque “Del 
Porfiriato al Priato” o “Del Porfirismo a la Guerra Civil”. 
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
119
En Mi Libro de Cuarto Año-Historia y Civismo de 1969, se distingue entre 
el “Primer Gobierno de Porfirio Díaz” (p. 136) y la “Dictadura Porfiriana” (p. 
147), respecto de la cual se determina:
2. Las reelecciones de Porfirio Díaz tuvieron muchas consecuencias con-
trarias al adelanto político y social de México:
Primero, porque para lograr sus reelecciones, Díaz se convirtió en dicta-
dor, esto es, en gobernante sólo sujeto a su voluntad.
Segundo, porque Díaz dio a su dictadura, como fin casi único, y a eso lo 
subordinó todo, el desarrollo material del país.
En cualquier país del mundo la historia oficial es una manipulación ideo-
lógico política para legitimar a la élite en el poder. Uno de los paráme-
tros de la democracia es, justamente, examinar la historia a partir de la 
duda metódica para encontrar explicaciones objetivas sobre la situación 
actual. La denostación oficial del Porfirismo es un ejemplo de lo mucho 
que tenemos que reexaminar la historia oficial para comprendernos 
mejor. Al efecto, el análisis de la forma como las diferentes ediciones del 
libro de texto gratuito de Historia han abordado este tema es un indica-
dor que rebasa el objetivo de este ensayo
Balance crítico
Hay un enorme paralelismo entre el gobierno de Díaz y los gobiernos de-
rivados de la insurrección popular armada que lo derrocó y la guerra civil 
en que derivó la lucha por el poder entre las distintas facciones militares y 
élites políticas que se disputaron el poder abandonado por Díaz, azuzados 
por el embajador de los Estados Unidos. Por las razones ya expuestas, te-
nemos así un antiguo régimen autoritario y un nuevo régimen autoritario. 
Todo parece indicar que todavía no estábamos aptos para la democracia.
De una parte, el discurso legitimador: primero, las armas; después, la po-
lítica. En seguida, en ambos casos también, la reconstrucción económica 
que en el caso de los gobiernos revolucionarios, por razón natural de la 
guerra civil, tardó más… pues destruyó buena parte de lo anteriormente 
construido. 
Derecho electoral y presidencialismo durante el gobierno de Porfirio Díaz
120
Del gobierno con matices parlamentarios diseñado en la Constitución 
de 1857, por la vía del Plan de Tuxtepec, se pasó a un gobierno presiden-
cial hegemónico, durante la época de Díaz. En el periodo antes llamado 
revolucionario, después posrevolucionario, finalmente revolucionario 
institucional, se pasó también de la dictadura militar, como se oye polí-
ticamente incorrecto, digamos con Krauze, de los caudillos militares al 
presidencialismo hegemónico.
De manera metafórica respecto del ejercicio del poder político estatal 
se ha escrito que las espadas sirven para todo menos para sentarse en 
ellas. El ejemplo de Díaz es aleccionador: no tuvo una base social de 
sustentación suficiente para mantenerse en el poder hasta su muerte y 
tuvo que abandonarlo cinco años antes, cuando una insurrección po-
pular armada, con la indulgencia o beneplácito de los Estados Unidos, 
lo obligó a firmar los Tratados de Ciudad Juárez, dejar la presidencia y 
exiliarse. Y es lógico suponer que el exilio pudo haber sido parte de esa 
transición pactada que, por las razones expuestas, devino en presiden-
cialismo débil, golpe de Estado, guerra civil, presidencialismo hegemó-
nico, reforzado, atenuado, hoy con matices parlamentarios de facto y, a 
partir de 2018, de forma.
Algo muy remoto del deseo que Porfirio Díaz expresó en el párrafo final 
de su renuncia:
Espero, señores diputados, que calmadas las pasiones que acompañan a 
toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado hará surgir 
en la conciencia nacional un juicio correcto, que me permita morir llevan-
do en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación 
que en toda mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas.
Mientras tanto, en París, su cenotafio en Montparnasse sigue siendo vi-
sitado por mexicanos que le llevan tierra de México envuelta en tela 
tricolor y le dejan mensajes de reconocimiento; cuando digo cenotafio 
recojo y doy crédito al testimonio que escuché a don Everardo Ramírez 
Bohorquez, cronista de Oaxaca (ya fallecido) y sobrino lejano de Díaz. 
Héroe o villano, soldado o político profesional, dictador o presidente 
constitucional en diferentesvariantes de la tipología de Nohlen o Carpi-
zo, entre el mito y la historia, Porfirio Díaz descansa en paz en la Iglesia 
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández
121
de La Soledad, en la ciudad de Oaxaca, frente a la casa donde nació —tal 
como fue su última voluntad, cumplida por su viuda—.
Pero lo verdaderamente importante es explorar, intentar y hacer efecti-
vas las tradicionales y nuevas formas de control democrático del poder 
político, no obstante las tensiones que aparezcan entre ellas. Y, cuan-
do dichas tensiones parezcan resueltas, volver sobre la marcha, porque 
siempre habrá la acechanza de la regresión autoritaria. 
Ciudad Universitaria DF, septiembre 2015.
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Porfirio Díaz reformador constitucional y social
María del Pilar Hernández*
Espero … que calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un 
estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional 
un juicio correcto que me permita morir llevando en el fondo de mi alma una 
justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y 
consagraré a mis compatriotas. 
Renuncia del General Porfirio
Distrito Federal, mayo 25, 19111
Marco Contextual 
La etapa porfiriana abarca en la historia patria el periodo comprendido entre el 24 de noviembre de 1876 al 23 de mayo de 1911. 
En total el General Porfirio José de la Cruz Díaz Mori estuvo a cargo de la 
titularidad del Ejecutivo federal en nueve ocasiones;2 la primera, del 24 
de noviembre de 1876 al 6 de diciembre de 1876 (después del triunfo 
de la Revolución de Tuxtepec, ocupando el cargo de forma interina ); y, 
la segunda vez, del 17 de febrero de 1877 al 5 de mayo de 187, y de esta 
fecha hasta el 30 de noviembre de 1880. Posteriormente, desempeñó la 
* InvestigadoraTitular C, Definitiva de Tiempo Completo, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 
Universidad Nacional Autónoma de México, correo: mphm@unam.mx
1 Versión completa, ver: http://www.bibliotecas.tv/zapata/1911/z25may11a.html 
2 Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez Lebrón, presidente de México 
estuvo en el poder 11 veces durante los siguientes periodos: Del 16 de mayo al 01 de junio de 
1833; del 18 de junio al 05 de julio de 1833; del 28 de octubre al 04 de diciembre de 1833; del 
24 de abril de 1834 al 27 de enero de 1835; del 18 de marzo al 09 de julio de 1839; del 09 de 
octubre de 1841 al 25 de octubre de 1842; del 05 de marzo al 03 de octubre de 1843; del 04 
de junio al 11 de septiembre de 1844; del 21 al 31 de marzo de 1847; del 20 de mayo al 15 de 
septiembre de 1847; del 20 de abril de 1853 al 09 de agosto de 1855, ver: 
126
Porfirio Díaz Reformador constitucional y social
presidencia para los periodos: 1884-1888, 1888-1892, 1892-1896, 1896-
1900, 1900-1904, 1904-1910 y 1910-1911. 
La etapa porfiriana trajo consigo, inopinadamente, cambios jurídicos 
en sí mismos insoslayables pero, además, cambios socioeconómicos que 
determinan el marco contextual de una etapa de luz y sombras que, po-
drá constatar el lector, serán tratados por otros colaboradores de esta 
obra colectiva.
Baste indicar que la influencia de las condiciones internacionales, el desa-
rrollo económico de 1884 a 19063 observa dos fases. La primera, de 1884 a 
1896, implicó la eliminación absoluta de las alcabalas, cambios en las ins-
tituciones relativos a la propiedad de la tierra, los yacimientos minerales y 
los recursos naturales y el surgimiento de una nueva forma de organiza-
ción empresarial. La extinción de las alcabalas y la extensión territorial del 
ferrocarril tuvieron el objetivo de crear un fuerte mercado nacional. 
La Constitución de 1857 y el devenir de sus reformas 
La Constitución de 18574 ha sido una de los documentos fundamen-
tales de la nación mexicana y cuyos constituyentes obraron en favor 
de los mexicanos en dos magníficos reconocimientos, a saber: el reco-
nocimiento de un catálogo de garantías individuales —a partir de 2011 
el Título recibe la denominación de los Derechos Humanos—en los 29 
primeros artículos y, en el artículo 39 la esencia misma de la democra-
cia paradigmáticamente dimensionada en el constructo de la soberanía 
popular, más allá de haber restablecido la forma de estado federal.
Es precisamente a la vera de la Constitución de ’57, obra que corona el 
levantamiento de Ignacio Comonfort5 y sancionada bajo su presidencia, 
3 Cardoso Ciro y Francisco Hermosillo. 
4 En torno a la Génesis de la Constitución, sus influencias y las instituciones que en ella finalmen-
te se consagraron, ver Rabasa, Emilio, La Constitución y la dictadura, México, Imprenta de Revista 
de Revistas, 1912; Fernández, José Diego, Las Constitución Federal de 1857 y sus reformas. Prólogo 
de la Confederación Cívica Independiente: Anteproyecto de 1914, México, Suprema Corte de Justi-
cia de la Nación, 2005. 
5 Después de su destierro, Benito Juárez regresa a México, en específico a Acapulco, posterior-
mente apoyó la promulgación del Plan de Ayutla el 01 de marzo de 1854 cuyo documento 
había sido proclamado por Florencio Villareal y otros liberales como Juan N. Álvarez e Ignacio 
Comonfort. Dicho plan se elaboró para ponerle fin a la dictadura de Antonio López de Santa 
127
María del Pilar Hernández
que inicia la historia de Porfirio Díaz en la lucha por el poder, en principio 
al tratar de contender por la presidencia de la república contra Benito 
Juárez, quien una vez culminada la guerra de intervención francesa y al 
amparo del artículo 128 de la referida Constitución de 1857, convocó a 
elecciones presidenciales, que tuvieron verificativo el domingo 25 de 
agosto de 1867 triunfando, una vez más, Benito Juárez con 2 344 votos 
contra los exiguos 785 de Díaz Mori. 
Cuatro años después se levanta en armas contra su coterráneo Beni-
to Juárez para que no se postulara para una nueva reelección, bajo los 
postulados del Plan de la Noria el 8 de noviembre de 1871, en que se 
proclamaba, esencialmente, la renuncia de Juárez a la presidencia, la 
suspensión del orden constitucional que imperaba y la creación de 
una Junta de Notables que reorganizara el país; no omito referir que en 
la contienda presidencial y la obstinación de Juárez por quedar una vez 
más aparece, precisamente, Sebastián Lerdo de Tejada, en dicha contien-
da verificada el 7 de agosto, Juárez resulta ganador.
La segunda ocasión que Díaz se levanta en armas es contra Sebastián 
Lerdo de Tejada con el Plan de Tuxtepec, proclamado el 10 de enero de 
1876 en la Villa de Ojitlán municipio de San Lucas de Ojitlán. 
Con el Plan de Tuxtepec Díaz entra de lleno a la historia de México, asu-
me efímeramente el poder, ya que Mariano Escobedo lo derrota el 10 
de marzo de 1876 en Icamole, estado de Nuevo León. Díaz resuelve irse 
a Cuba bajo la falsa personalidad del médico español Gustavo Romero. 
Bajo la Presidencia de Porfirio Díaz se suceden en total 14 Legislaturas 
VIII de 4 de septiembre de 1875 a 22 de mayo de 1878, XII a XXIV que 
abarcan el lapso de 2 de septiembre de 1878 a 15 de septiembre de 
1910, incluso, y 15 reformas a la Constitución de 1957,6 veamos a conti-
nuación en qué consistieron.
Anna. Cuando finalmente Juan N. Álvarez obtuvo el poder como presidente interno de la Repú-
blica Mexicana, formó su gabinete y en 1855 nombró a Benito Juárez como ministro de Justicia 
e Instrucción Pública del país. Fue cuando Juan N. Álvarez gobernó bajo la famosa “Ley Juárez”, 
la cual fue expedida el 23 de noviembre de 1855. 
6 Para consultar la sucesión de textos reformados ver: Serrano Álvarez, Pablo, Cronología 1830-
1915, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre las Revoluciones Mexicanas/SEP, 
2012; 500 años de México en documentos, sitio digital: http://www.biblioteca.tv/artman2/pu-
blish/1878_167/Ley_del_Congreso_de_Porfirio_D_az_Reforma_de_los_a_1413.shtml 
128
Porfirio Díaz Reformador constitucional y social
 Análisis, razón, materia
Derrocado Lerdo de Tejada, Díaz promulga el 21 de marzo una versión re-
formada del Plan de Tuxtepec, a saber: el Plan Palo Blanco7 en Tamaulipas. 
Inicia así la con una acción democrática en materia de no-reelección, 
sentando categóricamente en el artículo segundo del Plan de Palo Blan-
co, que tal principio se erigía en ley suprema del país sólo mientras se 
logra normalmente la reforma de la constitución. 
Acaso el lema de Díaz convertida en acción de gobierno se hizo reali-
dad durante su gobierno así, puso orden y mantuvo la seguridad pú-
blica mediante la intervención de un ejército patrullante, generó paz e, 
7 Artículo primero.- Son leyes supremas de la república la Constitución de 1857, el Acta de Refor-
mas promulgada el 25 de septiembre de 1873, y la ley de 1874.
 Artículo segundo.- Tendrán el mismo carácter de ley suprema la no-reelección de presidente 
y gobernadores de los estados, mientras se consigue elevar este principio a rango de reforma 
constitucional, por los medios legales establecidos por la Constitución.
 Artículo tercero.- Se desconoce a don Sebastián Lerdo de Tejada como presidente de la repú-
blica, y a todos los funcionarios y empleados designados por él, así como los nombrados en las 
elecciones de julio del año de 1875.
 Artículo cuarto.- Serán reconocidos todos los gobernadores de los estados que se adhieran al 
presente plan. En donde esto no suceda, se reconocerá, interinamente, como gobernador, al 
que nombre el jefe de las armas. 
 Artículo quinto.- Se harán elecciones para supremos poderes de la unión, a los dos meses de 
ocupada la capital de la república, en los términos que disponga la convocatoria que expedirá 
el jefe del ejecutivo, un mes después del día en que tenga lugar la ocupación, con arreglo a las 
leyes electorales de 12 de febrero de 1857 y 23 de diciembre de 1872.
 Al mes de verificadaslas elecciones secundarias, se reunirá el congreso y se ocupará inmedia-
tamente de llenar las prescripciones del artículo 51 de la primera de dichas leyes, a fin de que 
desde luego entre al ejercicio de su encargo el presidente constitucional de la república y se 
instale la Corte Suprema de Justicia.
 Artículo sexto.- El poder ejecutivo, sin más atribuciones que las administrativas, se depositará, 
mientras se hacen elecciones, en el presidente de la Suprema Corte de Justicia actual, o en el 
magistrado que desempeñe sus funciones, siempre que uno u otro, en su caso, acepte en todas 
sus partes el presente plan y haga conocer su aceptación por medio de la prensa, dentro de un 
mes contado desde el día en que el mismo plan se publique en los periódicos de la capital.
 El silencio o negativo del funcionario que rija la Suprema Corte, investirá el jefe de las armas con 
el carácter de jefe del ejecutivo.
 Artículo séptimo.- Reunido el octavo Congreso Constitucional, sus primeros trabajos serán la re-
forma constitucional de que habla el artículo segundo, la que garantiza la independencia de los 
municipios y la ley que de organización política al Distrito Federal y territorio de la Baja California.
 Artículo octavo.- Los generales, jefes y oficiales que con oportunidad secunden el presente 
presente plan, serán reconocidos en sus empleos, grados y condecoraciones.
 Campo de Palo Blanco, marzo 21 de 1876. Porfirio Díaz 
129
María del Pilar Hernández
inopinadamente, México tuvo progreso, acciones todas que si bien no 
estuvieron aparejadas de desarrollo y en la base social permanecieron 
millones de mexicanos desposeídos, sí permitieron que la clase adine-
rada, comerciantes, empresarios y los propios norteamericanos y euro-
peos tuviesen confianza en esta pax porfiriana. 
Durante tres periodos de gobierno, las presidencias del General Porfirio 
Díaz se caracterizan, al inicio por no soliviantar unos ánimos aún cal-
deados, los actos de gobierno se manejaron bajo el lema poca política, 
mucha administración, entabló relaciones amistosas con los Estados 
Unidos de Norte América y difundió la cultura. Durante su segunda pre-
sidencia, Díaz consolidó una notable y sana actividad económica. La ter-
cera etapa (1884-1911) plena de cultura, artes, poesía impregnadas del 
impulso positivista de los científicos, el protagonismo de Yves Limantur 
y el destierro de Bernardo Reyes, el gobierno de Díaz se caracteriza por 
un avance en los estudios científicos e históricos, en la cultura y las ar-
tes literarias y poéticas, y por los movimientos sociales emergentes, de 
obreros y campesinos. 8
Cuando Porfirio Díaz terminó su primer periodo presidencial el 06 de 
diciembre de 1876, Juan Nepomuceno Méndez interrumpió la adminis-
tración de Porfirio Díaz y entró al poder gobernando por algunos días. 
Díaz regresa al poder del 29 de noviembre de 1876 al 06 de diciembre 
de 1876.
En el año de 1880 se verificaron elecciones presidenciales obteniendo el 
triunfo Manuel González (compadre de Díaz) quien administró los nego-
cios nacionales del 1° de diciembre de 1880 al 30 de noviembre de 1884.
Díaz retoma el poder del 1° de diciembre de 1884 al 25 de mayo de 
1911, integró su gabinete presidencial con destacados juaristas como 
Ignacio Mariscal y Matías Romero, así como los lerdistas Joaquín Baran-
da y Romero Rubio y Manuel Dublán.
8 Por cuestiones convencionales la suscrita optó por esta periodización, sin ser omisa en que 
existen periodizaciones diversas que atienden a las necesidades del sujeto cognoscente, al caso 
de mérito responde a dar una visión general de los eventos suscitados en la etapa porfiriana. 
130
Porfirio Díaz Reformador constitucional y social
Ya hemos asentado los pormenores del primer gobierno Díaz, por lo 
que diremos que en su segunda presidencia de Díaz Mori9 se caracterizó 
por una expansión ferroviaria sin precedente, gracias a las buenas rela-
ciones con los gobernadores, sobresaliendo el desarrollo hacia el norte 
del país con la finalidad de fomentar el comercio transfronterizo. 
Se fomentó la inversión extranjera, y el comercio externo que incentivó 
la explotación minera de oro, plata, caucho e ixtle, henequén, pieles, 
madera y otros productos alimenticios como el chile, café, azúcar, la vai-
nilla, garbanzo, frijol, industria textil, papelería, alimentos, calzado, bebi-
das alcohólicas como cerveza, vino, producción de cigarros, diferentes 
tipos de químicos, la loza y vidrio.
El cuadro 1 refleja los países inversores de la época, mientras que el cua-
dro 2, el número de empresas, ramos de la industria y el comercio, así 
como montos invertidos.
Cuadro 110
Potencias inversionistas Ramas económicas e industriales
Francia Sector financiero y bancario
Holanda Sector financiero y bancario
Alemania Manufactura
Estados Unidos Minería, ferrocarriles, electricidad y 
petróleo
Inglaterra Servicios públicos, ferrocarriles, elec-
tricidad y petróleo
Canadá Servicios públicos
Como un factor inescindible del comercio y la industria se desarrolla-
ron los transportes y comunicaciones, correos, telégrafos, las grandes 
9 Sobre la historiografía especializada del periodo antes, durante y después de la etapa porfiriana, 
consultar: Cossión Villegas, Daniel, La Historiografía política del México moderno, México, El Cole-
gio Nacional, 1953. 
10 Vergara Ortega, Jimena, “El país de Don Porfirio 1”, Armas de la Crítica. Desde el Marxismo, teoría 
y práctica para nuestra época, México, 12 de diciembre de 2013, visible en el sitio electrónico: 
http://armasdelacritica.org.mx/?p=3429 
131
María del Pilar Hernández
empresas extranjeras trajeron la electricidad a México y, en 1879 se des-
cubren las reservas de petróleo en Veracruz y se crean hidroeléctricas. 
Cuadro 211
ACTIVIDAD CAPITAL TOTAL
CAPITAL 
EXTRANJERO
Núm. de 
empresas
Millones 
de pesos
% del 
total
Núm. de 
empresas
Millones 
de Pesos
% del 
total *
Ferrocarriles 10 665 40.3 8 183 27.5
Minería 31 281 17.0 29 276 98.2
Bancos 52 286.4 17.3 28 219 76.5
Industria 32 109 6.6 25 92 84.3
Electricidad 14 109 6.6 13 95 87.0
Petróleo 3 97 5.9 3 97 100.0
Agricultura 16 69 4.2 14 66 95.7
Otras 12 34 2.1 10 24 61.8
Total 170 1.650 100.0 130 1.042
En los albores del siglo XX se instaura la primera planta de industria side-
rúrgica, la cual es el proceso de producción acero por medio del mineral 
de hierro para crear varios tipos de minerales y aleaciones.
El corolario de los buenos rendimientos de la industria, el comercio, la 
explotación y exportación de hidrocarburos y minerales fue el pago to-
tal 1° de abril de 1893, de la deuda externa que nuestro país tenía con 
Estados Unidos, personajes clave son los ministros de Relaciones Exte-
riores de Ignacio Mariscal y de Hacienda, Marías Romero. 
Gracias a la influencia del positivismo y del movimiento de los científi-
cos, durante la época porfiriana se propició la construcción de escuelas 
y la educación, a Díaz le debemos la construcción de nuestra magna 
Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo decreto de creación 
data del 26 de mayo de 1910 y cuya inauguración él mismo verificó el 22 
11 Idem. 
132
Porfirio Díaz Reformador constitucional y social
de septiembre de aquel año —Justo Sierra ve así cristalizado uno de sus 
grandes anhelos—, y más aún en 1891 se sanciona la Ley Reglamentaria 
de educación, declarándose así y desde entonces una educación, laica, 
gratuita y obligatoria. 
La ciencia y la cultura tuvieron un avance sustantivo, el inicio de la cons-
trucción del Palacio de las Bellas Artes. 
Si bien al General no se le perdona el olvido de las bases sociales sumi-
das en la pobreza y excluidas del progreso, de la incomprensión a una 
clase emergente como la obrera, no se debe preterir en el olvido su 
directa preocupación por la salud y la prevención de las enfermedades, 
la construcción de hospitales al servicio de la salubridad pública. 
Como apuntamos líneas arriba, el tercer gobierno de Díaz tuvo matices 
y contrastes,ya en pleno siglo XX fueron innegables los avances en la 
cultura, las artes con el modernismo, la literatura y poesía con Rubén 
Darío, los estudios de Ignacio Manuel Altamirano, los estudios históri-
cos y sociológicos, Justo Sierra y sus estudios históricos, arqueológicos 
y etnográficos.
Pero las luces y sobras después de más de una veintena de años de go-
bierno produjeron las consecuencias sociológicas y políticas esperadas 
por la exclusión de ciertos grupos sociales, el combate a los yaquis —las 
guerras del yaqui—12 de Sonora y Coahuila en el norte del país.
La explotación campesina y obrera, las tiendas de raya que sumían a los 
trabajadores del agro a la más ignominiosa opresión condenándolos al 
consumo de productos básicos, situación ésta que colapsó con la crisis 
económica de 1908, con el aumento de los precios de la canasta bási-
ca, el desempleo, la crisis de los salarios mínimos, condujeron, ante las 
demandas no satisfechas por parte del Gobierno federal a movimientos 
12 Vid. Cossío Villegas, op. cit., Hernández, Fortunato, “La guerra del yaqui”, Hermosillo, Gobierno 
del Estado de Sonora, 1993, Abbondanza, Ermanno, “La cuestión yaqui en el segundo porfi-
riato1190-1909. Una revisión de la historia oficial”, Signos históricos N° 19, México, UAM-Unidad 
Iztapalapa, enero-junio de 2008, pp. 94-126.
133
María del Pilar Hernández
sociales y huelgas, inter alia, en 1906 de Cananea y la rebelión de Acayu-
can, en 1907 la de Río Blanco, Puebla y Tlaxcala, Veracruz.13
Los eventos que se suceden son por demás intensos y el lector los en-
contrará mejor narrados y cronologizados en el cuerpo de este estupen-
do libro, por lo que no deseo abundar 
Las reformas constitucionales
Como dejé asentado en el parágrafo primero de este documento, du-
rante las presidencias 14 Legislaturas VIII de 4 de septiembre de 1875 a 
22 de mayo de 1878, XII a XXIV que abarcan el lapso de 2 de septiembre 
de 1878 a 15 de septiembre de 1910, incluso, y 15 reformas a la Consti-
tución de 1957.
Sobresalen las operadas al artículo 78 en materia de no reelección, prin-
cipio, las sancionadas el 5 de mayo de 1878, precepto que, finalmente, 
permitieron la permanencia de Díaz en el ejercicio del poder hasta 1911.
En 1910 el General sostuvo una entrevista con el periodista norteameri-
cano James Creelman y comentó sobre la situación política y social que 
tenía México. Señaló que permitiría que la posición formara partidos po-
líticos para contender por diferentes cargos de elección popular en las 
elecciones, precisamente, de aquel año de 1910. Dichas declaraciones 
provoco que el país tuviera euforia por las elecciones.14
Los liberales presentaron candidatos para los puestos de elección popu-
lar pero Porfirio Díaz decidió reelegirse y eso provocó una crisis política 
en el país, lo cual desencadenó en una revolución política.
Francisco I. Madero aceptó de buen grado la noticia y se entrevistó con 
Porfirio Díaz, lanzando su candidatura para la presidencia de México el 
11 de abril de 1910. 
Antes de las elecciones Madero dijo que en un discurso electoral que 
era necesario rescatar la democracia en todo el país, así como instaurar 
13 Serrano Álvarez, Pablo, op. cit., pp. 218-223.
14 “Entrevista Díaz-Creelman”, Cuadernos del Instituto de Historia, Serie documental no. 2, México, 
UNAM, 1963.
134
Porfirio Díaz Reformador constitucional y social
la institucionalidad y tomar conciencia sobre las dictaduras (refiriéndose 
a Santa Anna y Porfirio Díaz) el 5 de octubre proclama en San Luis en San 
Antonio Texas, desconociendo al presidente Díaz, y apelando a la ciuda-
danía a ir en busca de un futuro mejor, levantándose en armas el 20 de 
noviembre, dando fin a la dictadura del General, acompaña Madero a la 
arenga la promesa de restitución de tierras a los campesinos.
Dicho plan también señaló que Madero se encargaría de la presidencia 
de México y que él convocaría las siguientes elecciones. Así como so-
metería a revisión todas las leyes que se hicieron durante el gobierno 
de Porfirio Díaz.
Conclusiones
Díaz a sus más de 80 años de edad se encontraba afectado de las en-
fermedades propias: encías, sordera y agotamiento físico, ante su men-
guada salud decide renunciar a la presidencia dejando en su lugar a 
Francisco León de la Barra, entonces ministro de Relaciones Exteriores. 
El final se acercaba, la Cámara de Diputados, finalmente, exige la renun-
cia al General el 25 de mayo de 1911, el mismo León de la Barra queda 
como presidente. Culminan 34 años de gobierno de luces y penumbras 
al mando de un personaje histórico: José de la Cruz Porfirio Díaz Mori. 
135
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la 
dictadura y la reelección*
Imer Flores**
Prólogo: constitucionalizar la dictadura
Realizar un balance crítico de la relación entre Porfirio Díaz y el De-recho fue el objetivo del seminario al cual tuve el honor de que me invitaran a participar. Comienzo por celebrar dicha convocatoria 
por dos razones principales: la primera es la ausencia de un análisis al 
respecto, quizás la única excepción sea el estudio un tanto acrítico de 
Emilio Rabasa sobre La constitución y la dictadura;1 y la segunda es la per-
tinencia de llevarlo a cabo ya “calmadas las pasiones”, como lo insinuó el 
propio Díaz en su Carta de renuncia. Con ello espero poner en su lugar y 
en su justa dimensión, en el centenario de su fallecimiento, a una figura 
llena de claroscuros y una de las más controvertidas —si no es que la 
* Versión revisada de la ponencia presentada en la Mesa 2 del Seminario “Porfirio Díaz y el dere-
cho. Balance crítico” realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ), de la Universidad 
Nacional Autónoma de México (UNAM), el 2 de julio de 2015.
** Investigador, IIJ-UNAM; Profesor, Facultad de Derecho, UNAM; Tutor, Posgrado en Derecho, 
UNAM, Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI); Reconocimientos PRIDE D y SNI 
III. Correo electrónico: imer@unam.mx. Twitter: @imerbflores. El autor agradece la invitación de 
Raúl Ávila, Eduardo Castellanos y María del Pilar Hernández, la moderación de Juan Vega, y las 
observaciones de Sergio García Ramírez y Juan Luis González Alcántara.
1 Vid. Emilio Rabasa, La constitución y la dictadura. Estudio sobre la organización política 
de México, 7ª ed., México, Porrúa, 1990 (publicación original: 1912).
La reelección indefinida, forzosa y violenta, del Ejecutivo Federal, ha puesto en 
peligro las instituciones nacionales.
[…]
Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder, y ésta 
será la última revolución.
Porfirio Díaz, Plan de la Noria (1871)
136
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
más controvertida— de la historia de México: héroe para unos y dicta-
dor para otros, o bien héroe primero y dictador después.
Aclaro que no tengo ningún afán en revivir la vieja polémica historiográ-
fica2 entre el porfirismo y el antiporfirismo ni dar lugar a una nueva entre 
el neoporfirismo y sus críticos, i.e. el neoantiporfirismo, ni mucho menos 
encabezar a los últimos, sino que anhelo a contribuir a un análisis co-
rrecto, pero ciertamente crítico. Lo anterior con el objetivo de cumplir, 
de un vez por todas, la predicción de Enrique Creel, otrora gobernador 
de Chihuahua, quien le escribiría a Díaz en su exilio: “Puede estar usted 
seguro de que el pueblo mexicano y la historia le harán cabal justicia”.3
Adelanto que para mí son indiscutibles sus méritos como militar y gran 
modernizador del país al son de “poca política y mucha administración”,4 
a partir de la cual contribuyó no solamente a derrotar al Segundo Im-
perio y pacificar el país al imponer la “pax porfiriana” sino además a crear 
las condiciones para el desarrollo económico, la construcción de la red 
ferroviaria y el superávit de las finanzas públicas.
Sin embargo, también son innegables sus deméritos como opresor y 
represor al tono de “mátalos en caliente… y después averigua” para apli-
car “la leyfuga” en la “masacre de Veracruz”, cuando se le atribuye haber 
mandado un telegrama con tal instrucción al gobernador en turno,5 o 
bien para reprimir las huelgas de Cananea y Río Blanco, por las cuales Fi-
2 Vid. Paul Garner, Porfirio Díaz: Entre el mito y la historia, trad. Luis Pérez Villanueva, Mé-
xico, Crítica, 2015, pp. 21-46 (publicación original: Porfirio Diaz, Londres, Routledge, 
2001; y versión en español: Planeta, 2003). Vid. también Mauricio Tenorio Trillo y Au-
rora Gómez Galvarriato, El porfiriato. Herramientas para la historia, México, Fondo de 
Cultura Económica, 2006, pp. 12-21.
3 Enrique Creel citado por Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, p. 43.
4 Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, p. 141. Cfr. Daniel Cosío Villegas, Historia mo-
derna de México, X Vols., México, 1957-1972, vol. IX. “El porfiriato. La vida política inte-
rior”, Hermes, 1972, pp. XX, quien sugirió que la frase era propiamente de Ignacio L. 
Vallarta.
5 Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, pp. 137-138. Cfr. José C. Valadés, El porfirismo: 
Historia de un régimen, III Vols., México, Antigua Librería Robredo de J. Porrúa e hijos, 
1941, vol. I, p. 151. (Hay 2ª ed.,: Universidad Nacional Autónoma de México, 1987.)
137
Imer B. Flores
lomeno Mata lo caracterizaría como “El monstruo del mal, de la crueldad 
y de la hipocresía".6 
La imagen del tirano cruel y despiadado sería popularizada en el extran-
jero, a partir del celebérrimo Barbarous Mexico de John Kenneth Turner, 
e incluso inspiraría a Ramón del Valle Inclán para dar vida al dictador co-
rrupto y despótico (Santos) “Tirano” Banderas en la novela homónima.7 
No obstante, Francisco Bulnes trataría de suavizar la imagen al sugerir 
que la dictadura fue establecida suavemente e incluso aclamada por 
todas las clases sociales.8 Esta ambivalencia puede ser sintetizada por el 
dicho que le atribuyen a Díaz de “pan y palo” (o peor aún de “pan o palo”), 
y que nos recuerda a la caracterización del sistema político mexicano 
como el “ogro filantrópico”.9
Como es sabido, Porfirio Díaz acogió el positivismo de Henri de Saint-Si-
mon y de Auguste Comte e hizo suya la máxima de “orden y progreso”, 
la cual parecería ser compatible con el liberalismo económico, pero era 
completamente incompatible con el liberalismo político, al atentar en 
contra de las libertades públicas y de los límites del poder. Al respecto, 
Jesús Reyes Heroles afirmaría: “El porfirismo, enjuiciado en su totalidad 
como fenómeno que dura 30 años, no es un descendiente legítimo del 
liberalismo. Si cronológicamente lo sucede, históricamente lo suplan-
ta… Por tanto, no debe buscarse una sucesión normal, legítima, entre 
liberalismo y porfirismo y una continuidad, sino una sustitución y una 
verdadera discontinuidad".10 
6 Filomeno Mata citado por Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, p. 30. 
7 Vid. John Kenneth Turner, Barbarous Mexico. An Indictment of a Cruel and Corrupt Sys-
tem, London, Cassell, 1911. (Hay versión en español: México Bárbaro, México, Corde-
mex, 1965.) Vid. también Ramón del Valle Inclán, Tirano Banderas. Novela de tierra ca-
liente, Madrid, Espasa-Calpe, 1961. (Publicación original: 1926.) (Hay versión en inglés: 
Tyrant Banderas, trad. Peter Bush, New York: New York Review of Books, 2012.)
8 Vid. Francisco Bulnes, El verdadero Díaz y la Revolución, México, Editorial Hispno-Mexi-
cana, 1920. 
9 Vid. Octavio Paz, El ogro filantrópico: historia y política (1971-1978), México, Planeta, 
1979.
10 Vid. Jesús Reyes Heroles, El liberalismo Mexicano, III Tomos, México, Fondo de Cultura 
Económica, 1974 (publicación original: Universidad Nacional Autónoma de México, 
1957-1961), tomo III, p. XVII.
138
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
Reitero que un balance es y debe ser crítico; y, en consecuencia, no pue-
de ser meramente condescendiente e indulgente, sobre todo porque 
quien enarbolaría la bandera de la Constitución de 1857 y el principio 
de la “no reelección”, para levantarse en armas en contra tanto de Benito 
Juárez11 como de Sebastián Lerdo de Tejada,12 sería quien acabaría por 
crear una “dictadura perpetua”.13 La paradoja —como lo sugiere el epí-
grafe de este capítulo— es evidente pues Porfirio Díaz violentó y violó el 
principio republicano de la alternabilidad en busca de su permanencia 
indefinida y hasta perpetuidad en el poder, a través de sus múltiples 
reelecciones. En palabras de Garner: “El hecho de que haya decidido de-
fender la inviolabilidad de la Constitución con un golpe militar hace re-
saltar una de las paradojas centrales de la política liberal del siglo XIX en 
México; es decir, la búsqueda de instituciones representativas mediante 
medios antiliberales".14
Por lo anterior, me alejo del análisis aparentemente aséptico pero legiti-
mador de Rabasa, al concluir: “Todos los presidentes han sido acusados 
de dictadura y de apegarse al poder perpetuamente; pues bien, la dic-
tadura ha sido una consecuencia de la organización constitucional, y la 
perpetuidad de los presidentes una consecuencia natural y propia de la 
dictadura".15 Así, incurre en una falacia por generalización, al poner a “to-
dos” en el mismo saco y afirmar “han hecho a una parte la Constitución 
y han establecido la dictadura”.16 
11 Vid. Brian R. Hamnett, Juárez, Londres, Longman, 1994.
12 Vid. Frank A. Knapp, The Life of Sebastián Lerdo de Tejada: A Study of Influence and Ob-
scurity, Austin, University of Texas Press, 1951.
13 Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, p. 91: “La controversia hizo resaltar lo que 
se convertiría en el desafío fundamental porfirista a las administraciones de Juárez 
y Lerdo entre 1867 y1876: que los regímenes correspondientes eran culpables de 
abusar de la Constitución de 1857 al intentar crear una dictadura perpetua mediante 
la manipulación del proceso electoral y la centralización del poder político para, así, 
socavar la soberanía de los estados dentro de la República Federal. En pocas pala-
bras, Juárez y Lerdo eran culpables de un “centralismo ejecutivo” y de un despotismo 
personalista".
14 Ibid., p. 100.
15 Rabasa, La constitución y la dictadura…, cit. en la nota 1, p. 111. 
16 Id.
139
Imer B. Flores
Aun cuando, Álvaro Obregón solía decir que “el único pecado de Porfirio 
Díaz había sido envejecer”, el problema es que en dicho proceso Díaz 
hizo algo todavía peor que sus antecesores al hacer a un lado la Cons-
titución para establecer la “dictadura perpetua”. Con lo cual acabó por 
constitucionalizar no solamente la dictadura sino además perpetuarla, al 
permitir su reelección ad perpetuam.
Perfil biográfico y contexto histórico17
José de la Cruz Porfirio Díaz Morí nació en Oaxaca, Oaxaca, el 15 de sep-
tiembre de 1830, y murió en el exilio en París, Francia, el 2 de julio de 
1915, y fue el sexto de los siete hijos del matrimonio de José Faustino 
Díaz Orozco y María Petrona Cecilia Mori Cortés. En 1835, comenzó sus 
estudios en la Escuela Amiga, institución educativa controlada por la pa-
rroquia de Oaxaca, donde aprendió a leer y escribir; en 1843, continuó 
su formación en el Colegio Seminario Conciliar de Oaxaca, donde estu-
dió física, matemáticas, gramática, retórica y latín; al parecer, después de 
conocer a Benito Juárez, entonces gobernador del Estado, decidió aban-
donar la carrera eclesiástica e ingresar en 1849 al Instituto de Ciencias y 
Artes de Oaxaca, donde estudió Derecho y fue alumno del Benemérito 
de la Patria; y, con el tiempo se convirtió en profesor de dicho instituto. 
Su carrera militar y política comenzó, ya proclamado el Plan de Ayutla, 
por Juan N. Álvarez, en contra de Antonio López de Santa Anna, quien 
ocupaba la presidencia por décima primera ocasión, cuando —en ple-
na Revolución de Ayutla— acogió los ideales liberales para enfrentar a 
las fuerzas conservadoras en la Batalla de Teotongo, el 7 de febrero de 
1855; y organizó, como subprefecto del distrito de Ixtlán, la guardia con 
la que participó en el primer sitiode Oaxaca, a finales de 1856, y la cual 
le valdría el rango militar formal de capitán de infantería en la Guardia 
Nacional de Oaxaca. 
Con el triunfo de la causa liberal, el presidente Ignacio Comonfort le 
confirió el mando militar del Istmo de Tehuantepec, donde fue respon-
sable de contener los avances de los conservadores. Cuenta la leyenda 
17 Vid. Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, pp. 47-85.
140
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
que durante la Batalla de Miahuatlán, Díaz se escondió bajo las enaguas 
de Juana Catalina Romero, con quien sostenía una relación amorosa, y 
que a cambio le pediría que hiciera pasar el tren por ahí, algo que don 
Porfirio, ya en calidad de presidente haría y con lo cual benefició a la 
región istmeña. 
Al estallar la Guerra de Reforma, también conocida como la Guerra de 
los Tres Años, del 17 de diciembre de 1857 al 1º de enero de 1861, ya 
con Benito Juárez como presidente constitucional interino, al asumir el 
cargo a falta de presidente de la República en su calidad de presidente 
de la Suprema Corte de Justicia, con fundamento en el artículo 79 de la 
Constitución de 1857, Díaz participó en diferentes batallas entre las cua-
les despuntó la de Calpulalpan, y durante ese tiempo recibió los cargos 
de mayor, coronel y teniente general. Tras la victoria de los liberales, el 
11 de enero de 1861, fue diputado federal por Oaxaca en el Congreso 
de la Unión. 
Durante la Segunda Guerra de Intervención Francesa (1862-1867),18 in-
tervino en varias batallas, entre las cuales destacan: la de Puebla, el 5 de 
mayo de 1862, donde contribuyó a la derrota de los franceses no sola-
mente al defender la ciudad de sus embates sino además al hacerlos 
retroceder hasta Orizaba; la toma de Puebla de 1867, lo cual le valió para 
ser alabado en la prensa nacional como el “héroe del 2 de abril”; y, una 
vez fusilado el emperador Maximiliano de Hasburgo, junto con Miguel 
Miramón y Tomás Mejía, el 19 de junio de 1867, la toma de la ciudad de 
México, dos días después, la cual puso fin al Segundo Imperio Mexicano 
(1863-1867)19 y permitió la entrada triunfal del presidente Benito Juárez 
a la ciudad de México, el 15 de julio de ese mismo año. Por sus méritos 
fue premiado con una división y una hacienda en Oaxaca, a saber la Ha-
cienda de La Noria, desde la cual años más tarde proclamaría el celebé-
18 La Primera Guerra de Intervención Francesa (1838-1839) corresponde a la célebre “Guerra de los 
Pasteles”, la cual tuvo lugar entre el 16 de abril de 1838 y el 9 de marzo de 1839. 
19 El Primer Imperio Mexicano (1821-1823) corresponde al periodo que abarca desde la consuma-
ción de la Guerra de Independencia con la firma tanto de los Tratados de Córdoba, el 24 de agosto 
de 1821, como del Acta de Independencia de México, el 28 de septiembre de ese mismo año, y 
comprende las regencias de 1821 y 1822, con Agustín de Iturbide como presidente, así como su 
proclamación como emperador, el 19 de mayo de 1822, hasta su abdicación el 19 de marzo de 
1823, a partir del Plan de Casa Mata de febrero de ese año, la convocatoria al primer Congreso 
Constituyente, y la proclamación de la República federal el 1º de noviembre de 1823.
141
Imer B. Flores
rrimo Plan homónimo. Cabe mencionar que durante la guerra mantuvo 
una relación amorosa con la soldadera Rafaela Quiñones, de la cual nació 
su hija Amada Díaz, el 7 de abril de 1867; y que el día 15 de ese mismo mes 
y año se casaría mediante poder, tras mediar dispensa —del mismísimo 
presidente Juárez— para poder contraer el matrimonio por el parentesco 
carnal, con su sobrina Delfina Ortega Díaz, hija de su hermana Manuela. 
Con ella tuvo 8 hijos pero solamente dos llegaron a la edad adulta: Deo-
dato Lucas Porfirio (mejor conocido como “Porfirito”) y Luz Aurora Victoria.
Una vez culminada la guerra y restaurada la República, Juárez, quien había 
asumido la presidencia a finales de 1857 y permanecido indefinidamente 
en el poder sin convocar a elecciones dadas las condiciones, tuvo que 
hacerlo y las mismas se efectuaron el 25 de agosto de 1867. Los resulta-
dos finales le dieron la victoria a Benito Juárez con 2,344 votos contra 785 
votos de Porfirio Díaz, en un claro triunfo de tres por uno.
Para las elecciones presidenciales de 1871, además de Juárez, se postula-
ron Díaz y el presidente de la Suprema Corte de Justicia: Sebastián Lerdo 
de Tejada. Obtuvieron en los comicios llevados a cabo el 27 de agosto de 
ese año: 5,837 votos, 3,555 votos, y 2,874 votos, respectivamente. Díaz y 
Lerdo de Tejada inconformes con el resultado impugnaron la elección. Si 
bien, Lerdo reasumió su puesto al frente de la Suprema Corte, Díaz lanzó 
el Plan de La Noria, el 8 de noviembre de 1871, y se levantó en armas en 
contra de la reelección indefinida del presidente de la República. 
El Plan de La Noria comienza con una afirmación: “La reelección indefinida, 
forzosa y violenta, del Ejecutivo Federal, ha puesto en peligro las insti-
tuciones nacionales". Así mismo, concluye con otra aseveración: “Que 
ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder, y 
ésta será la última revolución”. Díaz acertaba absolutamente cuando 
afirmaba que la reelección indefinida ponía en peligro las instituciones 
nacionales, pues al fortalecer al titular de una debilitaba a las demás y 
con ello coadyuvaba a mantener una institucionalidad débil en lugar 
de una fuerte. Sin embargo, se equivocaba completamente cuando 
aseveraba que esa sería la última revolución, pues al final de cuentas 
él mismo paradójicamente se trataría de imponer y perpetuar en el 
ejercicio del poder.
142
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
Díaz tenía clara la raíz del problema cuando anotaba que “la reelección 
indefinida es un mal de menos trascendencia por perpetuidad de un ciu-
dadano en el ejercicio del poder, que por la conservación de las prácticas 
abusivas, de las confabulaciones ruinosas y por la exclusión de otras inte-
ligencias e intereses, que son las consecuencias necesarias de la inmuta-
bilidad de los empleados de la administración pública". En estas palabras 
resuena el pensamiento de Simón Bolívar, en su célebre Discurso de An-
gostura, pronunciado ante el congreso el 15 de febrero de 1819:
La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente 
ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas eleccio-
nes son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peli-
groso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano 
el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a 
mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía… [N]uestros 
ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, 
que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente.20
Aunado a lo anterior, Porfirio Díaz en dicho Plan adelantaba su progra-
ma de acción:
Combatiremos, pues, por la causa del pueblo, y el pueblo será el único 
dueño de su victoria. “Constitución de 57 y libertad electoral” será nues-
tra bandera; “menos gobierno y más libertades”, nuestro programa.
Una convención de tres representantes por cada Estado, elegidos po-
pularmente, dará el programa de la reconstrucción constitucional y 
nombrará un Presidente Constitucional de la República, que por ningún 
motivo podrá ser el actual depositario de la guerra. Los delegados, que 
serán patriotas de acrisolada honradez, llevarán al seno de la conven-
ción, las ideas y aspiraciones de sus respectivos Estados, y sabrán formu-
lar con libertad y sostener con entereza las exigencias verdaderamente 
nacionales. Solo permitiré hacer eco á las que se me han señalado como 
más ingentes; pero sin pretensión de acierto ni ánimo de imponerlas 
como una resolución preconcebida, y protestando desde ahora que 
aceptaré sin resistencia ni reserva alguna, los acuerdos de la convención.
Que la elección de Presidente sea directa, personal, y que no pueda ser 
elegidoningún ciudadano que en el año anterior haya ejercido por un 
20 Vid. Simón Bolívar, “Discurso de Angostura”, en Escritos Fundamentales, Caracas, Monte Ávila edi-
tores, 1982.
143
Imer B. Flores
solo día autoridad ó encargo cuyas funciones se extiendan á todo el 
territorio nacional.
Que el Congreso de la Unión sólo pueda ejercer funciones electorales en 
los asuntos puramente económicos, y en ningún caso para la designa-
ción de altos funcionarios públicos.
Que el nombramiento de los Secretarios del despacho y de cualquier 
empleado ó funcionario que disfrute por sueldos ó emolumentos más 
de tres mil pesos anuales, se someta á la aprobación de la Cámara.
Que la Unión garantice á los Ayuntamientos derechos y recursos pro-
pios, como elementos indispensables para su libertad é independencia.
Que se garantice á todos los habitantes de la República el juicio por jura-
dos populares que declaren y califiquen la culpabilidad de los acusados; 
de manera que á los funcionarios judiciales sólo se les conceda la facul-
tad de aplicar la pena que designen las leyes preexistentes.
Que se prohíban los odiosos impuestos de alcabala y se reforme la orde-
nanza de aduanas marítimas y fronterizas, conforme á los preceptos cons-
titucionales y á las diversas necesidades de nuestras costas y fronteras.21
A pesar de sus nobles ideales, la Revolución sería aplastada primero por 
las armas y luego por las urnas, pues al poco tiempo, el 18 de julio de 
1872, Juárez falleció en la ciudad de México y Sebastián Lerdo de Tejada 
asumió la presidencia interina en su calidad de presidente de la Corte 
y convocó a elecciones extraordinarias. En ellas Lerdo de Tejada obtuvo 
9,520 votos (equivalentes al 92.32%) por tan sólo 604 votos de Porfirio 
Díaz; y, por medio de su ministro de Guerra y Marina, decretó una am-
nistía para todos los revolucionarios de La Noria. Así las cosas, dos años 
después, en octubre de 1874, Díaz fue postulado como candidato a di-
putado federal y ganó la elección.
El 23 de diciembre de 1875, Lerdo anunció su candidatura a las eleccio-
nes presidenciales de 1876 en busca de su reelección, mismas en las 
que con 7,536 votos (equivalentes al 90.93%) consiguió una clara victo-
ria sobre José María Iglesias, quien solamente logró 368 votos a su favor, 
21 Cabe recordar que las alcabalas y las aduanas interiores eran un viejo resabio de la organización 
colonial que impedían la modernización del país y la unidad nacional, al mantenerlo fragmen-
tado en pequeños feudos dominados por caciques locales.
144
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
para un segundo período que debía comenzar el 1° de diciembre de 
1876 y concluir el 30 de noviembre de 1880. No obstante, con anterio-
ridad, el 10 de enero de 1876, Díaz lanzó en Oaxaca el Plan de Tuxtepec, 
mismo que reformaría el 21 de marzo de dicho año en Tamaulipas con 
el Plan de Palo Blanco. 
En el Plan de Tuxtepec, después de establecer en el artículo 1º: “Son leyes 
supremas de la República, la Constitución de 1857, el Acta de reformas 
promulgada en 25 de septiembre de 1873 y la Ley de 14 de diciembre 
de 1874”, procede a estipular en el numeral 2º “Tendrá el mismo ca-
rácter de ley suprema, la no-reelección del presidente de la República 
y gobernadores de los Estados". En la versión reformada por el Plan de 
Palo Blanco, dicho numeral fue adicionado para precisar: “mientras se 
consigue elevar este principio al rango de reforma constitucional, por 
los medios legales establecidos por la Constitución".
De la misma forma, que en el Plan de La Noria se advertía “La insurrec-
ción nacional que ha de devolver su IMPERIO á las leyes y á la moral 
ultrajadas, tiene que inspirarse de nobles y patrióticos sentimientos de 
dignidad y justicia”, ahora en el Plan de Tuxtepec se aseguraba “Que 
la República Mexicana está regida por un gobierno que ha hecho del 
abuso un sistema político, despreciando y violando la moral y las le-
yes, viciando á la sociedad, despreciando á las instituciones, y haciendo 
imposible el remedio de tantos males por la vía pacífica". A lo que adi-
cionaba “que el sufragio público se ha convertido en una farsa, pues el 
presidente y sus amigos por todos los medios reprobados hacen llegar 
á los puestos públicos á los que llaman sus Candidatos Oficiales, recha-
zando á todo ciudadano independiente”.
Aun cuando Díaz y sus partidarios sufrieron varias derrotas, a la postre 
vencerían a las tropas lerdistas, en la batalla de Tecoac, el 16 de noviem-
bre de 1876, con la llegada de los refuerzos encabezados por su compa-
dre Manuel González, quien en ese combate perdió el brazo y por eso se 
le conocía como —El Manco de Tecoac—. Díaz llegó a la capital el 21 de 
noviembre, se erigió en presidente provisional el 26 de ese mismo mes, y 
dejó el gobierno en manos de Juan N. Méndez, para que éste organiza-
ra las elecciones, mientras él coordinaba las operaciones militares para 
145
Imer B. Flores
atacar y derrotar a Iglesias. Cabe recordar que ante las irregularidades de 
la elección, Iglesias había desconocido la misma y ante la falta de Lerdo 
proclamado el 26 de octubre de 1876, en su calidad de presidente de la 
Suprema Corte, que por ministerio legal le correspondía a él la presiden-
cia interina de la República y convocar a nuevas elecciones.
En este contexto, ya exiliados Lerdo en Nueva York e Iglesias en San 
Francisco, Díaz resultaría electo presidente constitucional para un primer 
período del 5 de mayo de 1877 al 30 de noviembre de 1880, y durante 
dicho primer período (1877-1880) se publicó solamente un decreto de 
reforma a la Constitución, el 5 de mayo de 1878, para elevar —en conso-
nancia con el artículo 2º del Plan de Tuxtepec, reformado por el Plan de 
Palo Blanco— a rango constitucional la prohibición de la reelección in-
mediata del presidente de la República y del gobernador de un Estado. 
De esta forma, Díaz fue sucedido en la presidencia por su compadre Ma-
nuel —El Manco— González, del 1° de diciembre de 1880 al 30 de no-
viembre de 1884. Durante ese período (1880-1884) no sólo se abolieron 
las alcabalas o aduanas interiores, conforme a lo dispuesto por el Plan de 
La Noria sino también se modificaron los términos de la sustitución en 
caso de faltas temporales y absolutas del presidente de la República, ya 
no por el presidente de la Suprema Corte, sino por el presidente o vice-
presidente del Senado, o de la comisión permanente en los períodos de 
receso, así como el deber de expedir, en el caso de las faltas absolutas, 
dentro del término de 15 días la convocatoria para proceder a una nue-
va elección en el plazo de tres meses.
Cabe mencionar que la primera esposa de Porfirio Díaz falleció el 8 de 
abril de 1880, antes de concluir su primera presidencia, y que contrajo 
matrimonio con Carmen Romero Rubio el 5 de noviembre de 1881, 
con la cual regresó a la presidencia el 1° de diciembre de 1884, para 
un período de cuatro años, mismo que sin posibilidad de reelección 
debería concluir el 30 de noviembre de 1888. No obstante, como sa-
bemos, se mantuvo en la misma hasta el 25 de mayo de 1911, para 
dar un total de 34 años en el poder, incluidos los cuatro años de su 
compadre, pues como afirma Emilio Rabasa, en La constitución y la 
146
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
dictadura: “la dirección política permaneció, durante aquel período, en 
manos del general Díaz".22
Durante su segundo período presidencial (1884-1888), se reformó la 
Constitución, el 21 de octubre de 1887, para introducir la posibilidad de 
la reelección del presidente para el período constitucional inmediato 
por una única ocasión y la posibilidad de que los Estados en sus respec-
tivas constituciones establecieran la de los gobernadores. Ya reelecto en 
1888 para el período inmediato y un tercer período presidencial (1888-
1892), el 20 de diciembre de 1890, se volvió a reformar la Constitución 
para fijar la duración de cuatro años en la presidenciade la Repúbli-
ca, sin mencionar nada acerca de la permisión o prohibición de la ree-
lección. Con lo anterior Díaz acabó por imponerse y perpetuarse en el 
ejercicio del poder indefinidamente, al reelegirse para un tercer período 
consecutivo y un cuarto período presidencial (1892-1896). Ya allanado el 
camino procedería a su cuarta, quinta, sexta y séptima reelecciones en 
1896, 1900, 1904 y 1910, respectivamente, para un quinto (1896-1900), 
un sexto (1900-1904), un séptimo (1904-1910), y hasta un octavo (1910-
1911) períodos presidenciales.23
En el ínterin se volvieron a modificar los términos de la sustitución en 
caso de faltas temporales y absolutas del presidente de la República, 
con la reforma del 24 de abril de 1896, para disponer que al secretario 
de Relaciones Exteriores le correspondía cubrir las mismas, y si no lo 
hubiere o estuviere impedido, el secretario de Gobernación; y con la 
reforma del 6 de mayo de 1904, la cual además de reintroducir la figura 
de vicepresidente y ampliar la duración de los cargos tanto de presiden-
te como de vicepresidente de cuatro a seis años, actualizaría la fórmula 
para que ante las faltas temporales y absolutas de uno y otro se encarga-
ra del Poder Ejecutivo, en calidad de presidente interino, al secretario del 
Despacho de Relaciones Exteriores, y si no lo hubiere o estuviere impe-
dido, a uno de los demás secretarios, en el orden que establezca la ley. 
22 Rabasa, La constitución y la dictadura…, cit. en la nota 1, p. 108.
23 Cfr. Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, pp. 153, 279 y 299.
147
Imer B. Flores
Como es sabido, tras los sucesos de Cananea y Río Blanco en 1907, Porfi-
rio Díaz accedió a conceder una entrevista al periodista James Creelman 
en 1908,24 en la cual afirmó:
Es una equivocación suponer que el futuro de la democracia en Méxi-
co haya peligrado por la permanencia en funciones de un presidente 
durante un largo período… la democracia es el único principio de go-
bierno justo y verdadero, aunque en la práctica solo sea posible para los 
pueblos desarrollados… He esperado pacientemente el día en que el 
pueblo de la República Mexicana estuviera preparado para escoger y 
cambiar sus gobernantes en cada elección sin peligro de revoluciones 
armadas y sin daño para el crédito y el progreso nacionales. ¡Creo que 
ese día ha llegado ya! […] Cualesquiera que sean las opiniones de mis 
amigos y partidarios, me retiraré del poder al terminar el actual período 
de gobierno, y no serviré de nuevo… Daré la bienvenida a un partido de 
oposición en la República Mexicana. Si aparece lo veré como un bien, no 
como un mal… Es suficiente para mí haber visto a México levantarse en-
tre las naciones útiles y pacíficas. No tengo el menor deseo de continuar 
en la presidencia; esta nación está al fin lista para la vida de la libertad.
En este orden de ideas, una vez que estalla la Revolución el 20 de no-
viembre de 1910 y que Díaz tiene que renunciar el 25 de mayo de 1911, 
al día siguiente salió rumbo al puerto de Veracruz. Donde el 31 de ese 
mismo mes y año, abordó con su familia, con la única excepción de su 
hija Amada, el buque alemán de carga Ypiranga para abandonar el país 
y para establecer finalmente su exilio en París, donde falleció el 2 de 
julio de 1915. Ante la renuncia de Porfirio Díaz y de Ramón Corral, su 
vicepresidente, Francisco León de la Barra, en su calidad de secretario 
de Relaciones Exteriores, asumió el encargo de presidente interino del 
25 de mayo al 6 de noviembre de 1911,25 y convocó a elecciones, en las 
cuales resultó electo Francisco I. Madero, quien había competido con-
tra Díaz en las elecciones de 1910 por el Partido Nacional Antireelec-
cionista y convocado con el Plan de San Luis al levantamiento armado 
24 Ibid., pp. 302-305.
25 Cabe recordar que con fundamento en ese mismo artículo, durante la Decena Trágica, ante 
el asesinato del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, el 
entonces titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Pedro Lascuraín asume la presidencia 
durante 45 minutos, tiempo suficiente para nombrar a Victoriano Huerta como su secretario de 
Gobernación, quien a final de cuentas usurpa la presidencia.
148
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
en contra de la dictadura, el 20 de noviembre de 1910, con el lema de 
“Sufragio efectivo; no reelección”.26 
Así, a escasos días de haber llegado a la presidencia, el 6 de noviembre de 
1911, se publicó la última reforma que experimentó la Constitución de 
1857, el 27 de dicho mes y año: de un lado, en su artículo 78 para in-
cluir la prohibición absoluta para la reelección del presidente y la relativa 
para la del vicepresidente; y, del otro, en el artículo 109, para establecer 
la limitación a la duración de los cargos de gobernador y la prohibición 
absoluta para su reelección.
Constitución, dictadura y reelección
Las reformas a la Constitución Política de la República 
Mexicana de 1857 27
El contenido de la Constitución de 1857 fue reformado por 34 decretos 
durante sus 60 años de vigencia, a razón de poco más de un decreto 
por cada dos años. Ello sin olvidar que la Constitución de 1917 tiene el 
siguiente rubro: “Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 
que reforma la del 5 de febrero de 1857”. Lo anterior sugiere que se trata 
de una reforma más, misma que no contabilizamos como tal, por tra-
tarse al final de cuentas de una revisión integral de la Constitución y, en 
consecuencia, de una diferente. 
Cabe aclarar que dentro de los 34 decretos incluimos no solamente los 
28 decretos de reforma a la Constitución, propiamente considerados, 
con fundamento en el artículo 127 de la Constitución de 1857,28 sino 
26 Vid. Francisco I. Madero, La sucesión presidencial en 1910, San Pedro, Coahuila, 1908. (Hay edición 
facsimilar: México, Secretaría de Hacienda, 1960.)
27 Vid. Imer B. Flores, “La Constitución de 1857 y sus reformas: A 150 años de su promulgación”, 
en Diego Valadés y Miguel Carbonell (eds.), El proceso constituyente mexicano. A 150 años de la 
Constitución de 1857 y a 90 años de la Constitución de 1917, México, Instituto de Investigaciones 
Jurídicas, 2007, pp. 285-324; y “El legado histórico-jurídico de la Constitución de 1857 y de sus 
reformas: reforma, restauración y revolución”, en Margarita Moreno-Bonett y Martha López Cas-
tillo (coords.), La Constitución de 1857. Historia y legado. Edición conmemorativa del bicentenario 
de la independencia y del centenario de la revolución mexicana (1810-1910), México, Facultad de 
Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, y Recinto Parlamentario de la 
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 2009, pp. 365-380.
28 Artículo 127. La presente Constitución puede ser adicionada ó reformada. Para que las adicio-
nes ó reformas lleguen á ser parte de la Constitución, se requiere que el congreso de la Unión, 
149
Imer B. Flores
además los seis decretos que por su naturaleza reformaron materialmen-
te el texto constitucional con independencia de su denominación, al 
decretarse por el presidente con amplias facultades extraordinarias con-
cedidas por el Congreso o por éste pero con fundamento en la fracción 
III del artículo 72, para formar nuevos estados dentro de la federación.29
Conviene advertir que estos seis decretos se llevaron a cabo durante 
la(s) presidencia(s) de Benito Juárez (1857-1872): 
De un lado, los tres primeros fueron Decretos del Ejecutivo, en uso de 
amplias facultades, para: 
1. Cesar el cobro de alcabalas, entre otras medidas (24/01/1861); 
2. Reintroducir las alcabalas (14/04/1862); y 
3. Ratificar la erección del Estado de Campeche (29/04/1863). 
Del otro, los tres restantes fueron Decretos del Congreso, ya reinstaurada 
la República, con fundamento en el artículo 72, fracción III de la Carta 
Magna, para formar los Estados de:
4. Coahuila (20/11/1868); 
5. Hidalgo (16/01/1869); y 
6. Morelos (17/04/1869). 
Las 28 reformas siguientescorrespondieron a Decretos del Congreso, 
propiamente de reforma a la Constitución, con fundamento en el ar-
tículo 127 de la Constitución. Los dos primeros serían de la mayor tras-
por el voto de las dos terceras partes de sus individuos presentes, acuerde las reformas ó adi-
ciones, y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las legislaturas de los Estados. El congreso 
de la Unión hará el cómputo de los votos de las legislaturas y la declaración de haber sido 
aprobadas las adiciones ó reformas.
29 Artículo 72. El Congreso tiene facultad:
 III. Para formar nuevos Estados dentro de los límites de los existentes, siempre que lo pida una 
población de ochenta mil habitantes, justificando tener los elementos necesarios para proveer 
á su existencia política. Oirá en todo caso á las legislaturas de cuyo Territorio se trate, y su acuer-
do solo tendrá efecto, si lo ratifica la mayoría de las legislaturas de los Estados.
150
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
cendencia y se realizarían durante la presidencia de Sebastián Lerdo de 
Tejada (1872-1876), para: 
1. Incorporar a la Constitución las Leyes de Reforma (25/09/1873);30 y 
2. Reinstaurar el Senado y en consecuencia redistribuir compe-
tencias al interior del Congreso de la Unión (13/11/1874).31
Como ya adelantamos, ante la eventual reelección de Lerdo de Tejada, 
al igual que lo había hecho en contra de Juárez, Díaz se levantó en ar-
mas con el principio de “no-reelección” como su leitmotiv. Una vez que 
triunfa la causa, Porfirio Díaz llegó a la presidencia y, en consecuencia, 
durante su primera presidencia (1876-1880) promovió un único Decreto 
de reforma con el objeto de cumplir su palabra y elevar a rango consti-
tucional el principio de “no-reelección”, para:
1. Prohibir la reelección del presidente para el período inmedia-
to y dejar a los Estados la decisión de determinar los términos 
en que queda prohibida la reelección de sus gobernadores 
(05/05/1878). 
Durante la presidencia de Manuel González (1880-1884) se publicaron 
siete decretos de reforma a la Constitución, casi dos por año, para: 
1. Abolir las alcabalas y aduanas interiores (17/05/1882); 
2. Conceder premios y recompensas por servicios prestados a la pa-
tria o a la humanidad, y privilegios por tiempo ilimitado a los inven-
tores o perfeccionadores de alguna mejora, así como privilegios 
exclusivos por tiempo limitado a los descubridores, inventores o 
perfeccionadores de algún ramo de industria (02/06/1882); 
3. Modificar los términos de la sustitución en caso de faltas tem-
porales y absolutas del presidente de la República (03/10/1882); 
30 Vid. Flores, “La Constitución de 1857 y sus reformas…”, cit. en la nota 27, pp. 296-297 y 310-311; 
y “El legado histórico-jurídico de la Constitución de 1857 y de sus reformas…”, cit. en la nota 27, 
pp. 367-368.
31 Vid. Flores, “La Constitución de 1857 y sus reformas…”, cit. en la nota 27, pp. 297-298 y 311-314; 
y “El legado histórico-jurídico de la Constitución de 1857 y de sus reformas…”, cit. en la nota 27, 
pp. 369-372.
151
Imer B. Flores
4. Redistribuir la jurisdicción en los casos de delitos cometidos por 
medio de la imprenta (15/05/1883); 
5. Atribuir la facultad al Congreso para expedir los códigos obli-
gatorios en toda la República de minería y comercio, incluidas 
en el último las instituciones bancarias, así como la autorización 
del Congreso para que el Ejecutivo los expida (14/12/1883);32
6. Incorporar una excepción a las controversias que le correspon-
de a los tribunales de la federación conocer (29/05/1884);
7. Reiterar que quedaban prohibidas las alcabalas y las aduanas 
interiores, al tiempo que ampliaba el plazo al 1° de diciembre 
de 1886 (26/11/1884). 
Durante los pocos más de 26 años que ininterrumpidamente duraría Díaz 
en la presidencia (1884-1911), se publicaron 17 decretos de reforma para:
1. Identificar las partes integrantes de la federación, incluido el Te-
rritorio de Tepic (12/12/1884); 
2. Regular diversas medidas arancelarias (22/11/1886); 
3. Reintroducir la posibilidad de la reelección del presidente para 
el período constitucional inmediato por una única ocasión y la 
posibilidad de que los Estados en sus respectivas constitucio-
nes establecieran la de los gobernadores (21/10/1887);
4. Establecer la duración de cuatro años en la presidencia de la 
República sin mencionar nada acerca de la permisión o prohi-
bición de su reelección, con lo cual se permite su reelección 
inmediata e ilimitada (20/12/1890);
32 No obstante, al día siguiente, con un nuevo Decreto, pero ya no de reforma a la 
Constitución, el Congreso aprobó un artículo único: “Se autoriza al ejecutivo para 
expedir los Códigos de minería y comercio obligatorios en toda la República, inclu-
yendo en el último las instituciones bancarias". Así, de un lado, el Código de Minería 
fue promulgado el 22 de noviembre de 1884 y entró en vigor el 1° de enero de 1885 
y, del otro, el Código de Comercio fue promulgado el 20 de abril de 1884 e inició su 
vigencia el 20 de julio de ese año. Vid. Juan de la Torre, Guía para el estudio del derecho 
constitucional mexicano, México, Tip. De J.V. Villada, 1886, pp. 79-80.
152
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
5. Modificar los términos de la sustitución en caso de faltas tem-
porales y absolutas del presidente de la República (24/04/1896); 
6. Adicionar prohibiciones a los Estados y establecer diversas 
medidas arancelarias como facultad privativa de la Federación 
(01/05/1896);
7. Incorporar algunas excepciones a la justa retribución y pleno 
consentimiento para la prestación de trabajos personales, así 
como inclusión de la obligación de los mexicanos de prestar 
sus servicios en el Ejército o la Guardia Nacional (10/06/1898); 
8. Reorganizar no sólo la composición de la Corte y su funciona-
miento, sino también la de los tribunales de circuito y de distrito, 
de un lado, y la del fiscal y el procurador general (22/05/1900);
9. Suprimir la referencia a la creación del sistema penitenciario y 
actualizar los supuestos para la aplicación de la pena de muerte 
(14/05/1901);
10. Actualizar las limitaciones al derecho de propiedad de las cor-
poraciones e instituciones eclesiásticas o religiosas y de las civi-
les (14/05/1901); 
11. Atribuir al Congreso la facultad para legislar en todo lo con-
cerniente al Distrito Federal y territorios, entre otras medidas 
(31/10/1901);
12. Actualizar los términos de la fórmula para la elección de los di-
putados bajo un criterio población al aumentar de cuarenta mil 
a sesenta mil (18/12/1901);
13. Adicionar las prohibiciones a los Estados (18/12/1901); 
14. Identificar las partes integrantes de la federación, incluido el Te-
rritorio de Quintana Roo (24/11/1902);
15. Reintroducir la figura de vicepresidente y ampliar la duración de 
los cargos tanto de presidente como de vicepresidente de cua-
153
Imer B. Flores
tro a seis años, así como de los términos de la sustitución en caso 
de faltas temporales y absolutas de uno y otro (06/05/1904); 
16. Incluir en las atribuciones del Congreso la facultad para dictar 
leyes sobre vías generales de comunicación y sobre postas y 
correos, así como para definir y determinar cuales son las aguas 
de jurisdicción federal y expedir leyes sobre el uso y aprovecha-
miento de las mismas (20/06/1908);
17. Atribuir al Congreso la facultad para dictar leyes sobre ciuda-
danía, emigración e inmigración y salubridad general de la Re-
pública, su consideración como limitantes al derecho de libre 
tránsito, así como algunas medidas relativas a la competencia 
de los tribunales de la federación (12/11/1908).
Finalmente, como ya mencionamos, a escasos días de haber llegado a la 
presidencia Francisco I. Madero, se publicó el último decreto de reforma 
que experimentó la Constitución de 1857 para:
1. Incluir la prohibición absoluta para la reelección del presidente 
y la relativa para la del vicepresidente, asícomo para establecer 
la limitación a la duración de los cargos de gobernador y la pro-
hibición absoluta para su reelección (27/11/1911). 
La constitucionalización de la dictadura 
(con especial referencia a la reelección presidencial)33
La convocatoria al Congreso Constituyente de 1856-57 establecía que 
su objeto era precisamente “constituir a la Nación bajo la forma de Repú-
blica democrática, representativa, popular”, y el carácter de “República” o 
“republicano” fue estipulado, por un lado, en el artículo 40: “Es voluntad 
del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, de-
mocrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo 
concerniente a su régimen interior, pero unidos en una federación esta-
blecida según los principios de esta ley fundamental". Y, por el otro, en el 
33 Vid. Flores, “La Constitución de 1857 y sus reformas…”, cit. en la nota 27, pp. 299-301 y 314-316; 
y “El legado histórico-jurídico de la Constitución de 1857 y de sus reformas…”, cit. en la nota 27, 
pp. 372-373.
154
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
artículo 109: “Los Estados adoptarán para su régimen interior la forma de 
gobierno republicano representativo popular". De igual forma parecería 
que los calificativos de “democrático-a” y “popular” en la época eran usados 
como sinónimos o al menos como si fueran términos intercambiables.34 
A diferencia de la Constitución de 1814, la cual depositaba el Supremo 
Gobierno en un triunvirato,35 pero al igual de la Constitución de 1824 
que “deposita el supremo poder ejecutivo de la federación en un solo 
individuo, que se denominará Presidente de los Estados Unidos Mexica-
nos”, la de 1857 hizo lo mismo en el artículo 75 al depositar: “el ejercicio 
del supremo poder Ejecutivo de la Unión, en un solo individuo que se 
denominará Presidente de los Estados Unidos Mexicanos". Sin embargo, 
la Constitución de 1824 preveía en su artículo 77 que “El presidente no 
podrá ser reelecto para este encargo sino al cuarto año de haber cesado 
en sus funciones". En cambio, la del 1857, proveía en su artículo 78 “El 
presidente entrará á ejercer sus funciones el primero de Diciembre, y 
durará en su encargo cuatro años". Lo anterior, sin decir nada acerca de la 
permisión o prohibición de su reelección. Claramente, al omitir la referen-
cia a una limitación para la reelección en el mismo cargo, ya sea inmediata 
o mediata, se permitía la reelección inmediata e indefinida o ilimitada, con 
lo cual se atentaba contra el principio republicano de alternabilidad en los 
cargos y se favorecía la perpetuidad en los mismos. 
Como ya referimos, Díaz se levantó en armas contra la reelección tanto 
de Juárez como de Lerdo y ya en la presidencia, el Congreso —el 5 de 
mayo de 1878— incorporó en la segunda parte del artículo 78, la pro-
hibición de la reelección del presidente para el período inmediato. No 
obstante, en menos de una década, durante la segunda presidencia de 
Díaz, el Congreso —el 21 de octubre de 1887— comenzó la marcha 
atrás al admitir el 21 de octubre de 1887, en el mismo artículo 78, la re-
elección del presidente para el “período constitucional inmediato”, pero 
por una única vez. Y, tres años más tarde, completó el giro de 360°, el 20 
34 Vid. Jorge Carpizo, “La república democrática en la Constitución mexicana”, Boletín Mexicano de 
Derecho Comparado, Nueva Serie, Año XLIV, No. 132, septiembre-diciembre, 2011, p. 1056.
35 Vid. Héctor Fix-Zamudio, Reflexiones sobre el Decreto Constitucional para la Libertad de la Amé-
rica Mexicana. Sancionado en la ciudad de Apatzingán el 22 de octubre de 1814, México, Sena-
do de la República e Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México 
(INEHRM), 2014. 
155
Imer B. Flores
de diciembre de 1890, al regresar el artículo 78 a sus términos origina-
les de silencio tanto sobre la reelección como de su prohibición y, en 
consecuencia, constitucionalizar la permisión inmediata e indefinida o 
ilimitada de la reelección presidencial y con ello la dictadura misma. 
Así, al quebrantar el principio republicano de la alternabilidad y al propi-
ciar la permanencia indefinida o ilimitada y hasta la perpetuidad de Díaz 
en el poder, la Constitución republicana de 1857 se acaba por destruir 
a sí misma al degenerar en una forma antitética de Estado autocrático, 
caracterizada por ser corrupta, impropia e impura, sin ningún tipo de 
limitaciones o restricciones y peor aún sin el menor respeto a las leyes 
mismas. Como muestra de los actos de corrupción y hasta de coopta-
ción bastan dos botones que se le atribuyen a Díaz: “Ese gallo quiere 
máis (no maíz)” ( y de ahí la otra acepción del verbo “maicear” como dar 
un soborno o sobornar, y no de dar de comer maíz);36 y “perro con hueso 
en la boca, ni ladra ni muerde”. 
Lo anterior nos permite explicar no sólo porqué Díaz, quien era un presi-
dente electo mediante el voto popular y como tal legítimo, con el tiem-
po se convirtió en uno ilegítimo y, por ende, en un d-i-c-t-a-d-o-r (con 
todas sus letras), sino también porqué era necesario derrocarlo confor-
me a la máxima sic semper tyrannis. Al respecto, habría que comenzar 
por recordar que toda reforma a la Constitución, como una forma de 
legislación, para poder ser considerada como tal debe ser general, abs-
tracta, impersonal y permanente. 
En el caso concreto, ambas reformas, la del 21 de octubre de 1887 y la 
del 20 de diciembre de 1890, pueden ser tildadas no sólo de personales 
al beneficiar a una persona en particular, sino también de no respetar la 
división temporal del poder, al permitir la permanencia indefinida o ili-
mitada y hasta la perpetuidad de una misma persona en el poder, quien 
curiosamente es el presidente en funciones y quien tenía que obser-
var, primero, la prohibición de no reelegirse para el período inmediato 
de acuerdo con lo dispuesto por el Decreto del 5 de mayo de 1878; y, 
después, la prohibición de no reeligirse para una nueva ocasión —un 
36 Garner, Porfirio Díaz…, cit. en la nota 2, p. 61. Cfr. Enrique Krauze, Porfirio Díaz: Místico 
de la autoridad, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 84.
156
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
tercer período— sino después de transcurridos cuatro años desde que 
dejó el encargo, de conformidad con lo previsto en el Decreto del 21 de 
octubre de 1887. 
No obstante, para que cualquiera de las reformas no cayera en dicho 
vicio de competencia bastaría con señalar en un artículo transitorio 
que cada una entraría en vigor en una fecha posterior a la conclusión 
del primer y segundo períodos del presidente en turno, respectiva-
mente. Con lo anterior se respetarían ambas prohibiciones. Sin embar-
go, como este no fue el caso en ninguna de las dos ocasiones, quien 
había sido electo presidente constitucional y como tal era una auto-
ridad legítima, al no respetar los límites implícitos o intrínsecos de la 
legislación, en general, y de las reformas a la Constitución, en particu-
lar, se convierte por definición en una ilegítima, esto es un dictador 
que abusa del poder y gobierna sin el menor respeto a las libertades 
públicas y a los límites del poder.37
Epílogo
Para concluir, por una parte, cabe anotar que el principio de la prohi-
bición absoluta de la reelección presidencial fue recogida por el Cons-
tituyente de 1916-1917 en el primer párrafo del artículo 83, casi en los 
mismos términos que el numeral 78, tras la reforma de 1911, al eliminar 
la vicepresidencia y al reducir el período de seis a cuatro años: “El presi-
dente entrará a ejercer su encargo el 1º de diciembre, durará en él cua-
tro años, y nunca podrá ser reelecto". Sin embargo, con el tiempo dicho 
artículo sería reformado en cinco ocasiones para: 
1. Mantener la prohibición para la reelección inmediata y permi-
tir la reelección mediata para un período más y por una única 
37 Vid. Imer B. Flores, “Sobre las formas y los límites de la legislación:A propósito de 
la constitucionalidad de una reforma constitucional”, en Diego Valadés y Miguel 
Carbonell (eds.), El estado constitucional contemporáneo. Culturas y sistemas jurídicos 
comparados, T. I, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, pp. 271-292; y 
“Legisprudence: The Forms and Limits of Legislation”, Problema. Anuario de Filosofía y 
Teoría del Derecho, No. 1, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, 2007, 
pp. 247-266.
157
Imer B. Flores
vez, al precisar, que una vez transcurrido éste, el ciudadano en 
cuestión quedará incapacitado para desempeñar el cargo de 
presidente (22/01/1927);
2. Suprimir la permisión de la reelección mediata y aumentar la 
duración del encargo a seis años (24/01/1928);
3. Reintroducir la prohibición absoluta de la reelección y hacerla 
extensiva al ciudadano que haya ocupado la presidencia, ya sea 
electo popularmente o con el carácter de interino, provisional o 
sustituto (29/04/1933);
4. Modificar su redacción (09/08/2012); y
5. Modificar la fecha en la cual el presidente entrará a ejercer el 
cargo (10/02/2014).
Y, en consecuencia, queda como sigue: 
Artículo 83.- El Presidente entrará a ejercer su encargo el 1o. de octubre 
y durará en él seis años. El ciudadano que haya desempeñado el cargo 
de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de 
interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecuti-
vo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desem-
peñar ese puesto.
Por otra parte, conviene comentar que Porfirio Díaz, en su Carta de re-
nuncia, manifiesta que desconoce los hechos que se le imputaban y 
que causan la insurrección, pero que ante el supuesto sin conceder que 
pudiera ser culpable inconsciente de los mismos y al ser el menos indi-
cado para decidir sobre su propia culpabilidad, así como en respeto a la 
voluntad popular, decide dimitir al cargo de presidente constitucional 
de la República y finaliza: “Espero, señores diputados, que calmadas las 
pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concien-
zudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional, un juicio co-
rrecto que me permita morir, llevando en el fondo de mi alma una justa 
correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y 
consagraré a mis compatriotas".
158
Porfirio Díaz (1830-1915): La Constitución, la dictadura y la reelección
Así, calmadas las pasiones, espero con este balance crítico de la relación 
entre Porfirio Díaz y el derecho, haber contribuido a un juicio correcto 
del héroe y del dictador que permita cerrar el capítulo de una vez por to-
das y dar vuelta a la página, sin importar que sus restos estén en Francia 
o en México, para ver si ahora podemos cumplir con su última voluntad: 
“En este ocaso de mi vida sólo un deseo me queda la dicha de mi país, 
la dicha de los míos".
159
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en 
las entidades federativas: Caso Veracruz
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini*
Universidad Veracruzana
Introducción
La reciente ocurrencia del empresario automotriz convertido en al-calde priista de Orizaba, Veracruz —municipio vecino a la ciudad de Río Blanco— de colocar una estatua del General oaxaqueño Porfirio 
Díaz Mori, ha reabierto un debate sobre la vigencia o no, de los postula-
dos de la Revolución mexicana y la influencia de sus estereotipos, que van 
más allá de una simple diferencia ideológica (revolucionarios vs reaccio-
narios), sino que implica un replanteamiento revisionista de las distintas 
facetas de la historia mexicana del siglo XX, y de la manera como ésta ha 
sido contada. 
Algunos autores intentan, con cierta timidez, reivindicar la figura del 
presidente Díaz, apoyándose en la idea del desarrollo económico y la 
modernización, como elementos que modifican el panorama precario y 
casi post-feudal del México de principios del siglo XX. 
* Doctor (PhD.) Sobresaliente Cum Laude por Unanimidad por la Universidad de Almería España, 
Investigador Nacional Nivel 1 CONACyT. Profesor titular por oposición de las materias de Dere-
cho Electoral y Derecho Constitucional de la Entidades Federativas en la Facultad de Derecho 
de la Universidad Veracruzana.
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
160
En palabras de Krauze “el país que él recibió era muy distinto al país que 
dejó. México estaba desgarrado en guerras internas e internacionales, 
increíblemente pobre, incomunicado, sin industrias ni comercio…Díaz 
puso a México en el mapa como un país respetado y respetable. En su 
régimen se tendieron dieciocho mil kilómetros de ferrocarriles, hubo in-
dustrias, puertos, nuevas ciudades, edificios que todavía podemos con-
templar y utilizar". 
Otros como Garner, señalan que el desarrollo económico no coincidió 
con el desarrollo político “no es cierto que todo fue muy bonito durante 
el Porfiriato…él creó instituciones, logró desarrollo material, un merca-
do regional integrado, el sistema bancario que no existía, los ferrocarri-
les. Dio mucho, pero en los últimos años regresó a la mano dura que 
caracterizó su mandato". 
Si bien la figura del oaxaqueño es polémica, otros autores caen ena-
morados, ante su tránsito exitoso de los acontecimientos del México 
decimonónico: Félix Cortés Camarillo lo declara el mejor presidente de 
la historia, contrastándolo con el peor, a su decir, el aún vigente Ernesto 
Zedillo. Este autor recuerda que jugó un papel militar “decidido y va-
liente” por llevar a los liberales a la victoria en la Guerra de Reforma. Y 
que fue uno de los ganadores de la Batalla de Puebla, el 5 de mayo 
de 1862, junto al General Ignacio Zaragoza. Que en realidad, ha sido el 
maniqueísmo de los mexicanos al entender la historia de su país el que 
prefirió darle un lugar junto a los dictadores y no en el mausoleo de los 
patriotas o héroes. 
Armando Fuentes Aguirre (Catón), uno de los periodistas e historiadores 
más leídos de México, no tiene reparo en calificarlo como un patriota y 
una figura primordial en la historia de México, “el General Porfirio Díaz fue 
un gran patriota que amó profundamente a México y buscó siempre su 
bien. Sacó al país del caos y anarquía que ya duraban décadas, y le allegó 
los dones que derivan de la paz. Para conseguir eso hubo de gobernar 
con mano dura, es cierto —las circunstancias así lo requerían—, pero 
debemos preguntarnos si puede darse el título de dictador a quien se 
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
161
sometió al escrutinio de sus gobernados presentándose siempre como 
candidato en elecciones constitucionales”.1
Sin embargo, en la reapertura del debate, la contra ofensiva es conclu-
yente: Vázquez Rigada señala que “Poner una estatua de Díaz a escasos 
kilómetros de Río Blanco es un insulto a quienes fueron masacrados por 
una orden directa suya, un grupo de trabajadores que incendiaron la 
Tienda de Raya de Víctor Garcín. Díaz ordenó matar entre 400 y 800. Casi 
250 personas fueron encarceladas…Los cadáveres fueron apilados en el 
tren —orgullo del Porfiriato— y embarcados en el Puerto de Veracruz- 
la otra obra material que sirve como alfiler de la defensa del dictador".2 
Opinión que es compartida por líderes sociales, sindicales y políticos, 
entre los que destaca el hijo de otro cachorro de la Revolución, el ex 
Gobernador Miguel Alemán Velasco, que señala “más que dictador se le 
pasó la mano en tiempo de gobierno y a Veracruz no le fue muy bien 
la parte de los trabajadores; hubo fábricas, plantas; pero a los que tra-
bajaban en el campo y desde luego Río Blanco, pues por eso no es una 
recomendación para una estatua”.3 El propio Miguel Alemán guardó 
en un almacén alguna efigie de este mismo personaje, donado por las 
empresas inglesas que construyeron el Puerto de Veracruz, durante los 
festejos del centenario de éste.
Es pues, un tema de óptica política, ideología o quizá de simple acomo-
do en la geografía del escenario de lo público. 
Dictadura y contexto 
GonzálezOropeza señala que el presidencialismo que se manejaba en 
el último cuarto del siglo XIX surge a partir del ejemplo de la Constitu-
ción de los Estados Unidos de América al “considerar a la figura presi-
dencial como el mejor hombre para ocupar el cargo público de mayor 
importancia. Dado que la titularidad del Poder Ejecutivo se debe depo-
1 http://elmanana.com.mx/opinion/78260/Un-monumento-a-don-Porfirio.html
2 http://www.imagendelgolfo.com.mx/columna.php?id=39118
3 http://www.imagendelgolfo.com.mx/resumen.php?id=41085022
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
162
sitar en una sola persona, esta persona debe reunir las mejores virtudes; 
se esperaría entonces que su ascenso al poder presidencial fuera más un 
concurso de méritos, juzgados por un jurado o colegio electoral, también 
llamado junta de electores secundarios… donde el pueblo sin conoci-
miento para evaluar los méritos de los candidatos, emita su voto en favor 
del candidato más popular. Por ello el sistema de elección presidencial 
siguió, durante la segunda mitad del siglo XIX un método indirecto de su-
fragio, donde un colegio electoral evaluaría los méritos de cada candidato 
para elegir al mejor”.4
Sin embargo, no es bajo esta lógica que, en 1876 Sebastián Lerdo de Te-
jada fue reelecto presidente de México, lo cual provocó una gran incon-
formidad en los grupos sociales liberales y como consecuencia los jefes 
militares y caciques regionales formaron una coalición encabezada por 
el General Porfirio Díaz quien proclamó el Plan de Tuxtepec, un llamado 
a las armas que reivindicaba los principios de sufragio libre y no reelec-
ción. El movimiento que surgió en la ciudad oaxaqueña fue muy exitoso 
y culminó con la toma de la Ciudad de México, derrocando al gobierno 
de Sebastián Lerdo de Tejada, por lo tanto convocaron elecciones extraor-
dinarias “a fin de que se reestablezca con la prontitud debida el orden 
constitucional”.5
En las elecciones extraordinarias de abril de 1877 Porfirio Díaz obtuvo 
11,475 votos de 12,361 posibles, por lo cual se convierte en una figura 
política y legalmente legitimada con un aparente respaldo social. 
Podríamos decir que es un demócrata que arrasa en las urnas, un líder con 
gran identidad social. Sin embargo, no hay que olvidar que las elecciones 
extraordinarias fueron convocadas por su compadre Juan Nepomuceno 
Méndez, presidente interino del 6 de diciembre de 1876 al 15 de febre-
ro de 1877. Habiendo concluido su mandato el General Díaz fue electo 
presidente Manuel González, en el periodo que abarca de 1880 a 1884 
4 González Oropeza, Manuel, Las elecciones de 1879 (Estudio introductorio al Manual del Elector de 
Nicolás Guerrero Moctezuma (González Oropeza, 2009).
5 Bravo Regidor, Carlos, "Elecciones de gobernadores durante el Porfiriato", Las elecciones y el go-
bierno representativo en México (1810-1910), México. 
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
163
quien fue el encargado de instrumentar el marco constitucional para 
la reelección de Díaz. Con González, ya había dado inicio el Porfiriato, 
dicen algunos. 
Para otros autores, 35 años duró este periodo: siete veces reelecto 
como presidente: de 1884 a 1888, 1888-1892, 1892-1896, 1896-1900, 
1900-1904, 1904-1910 y 1910-1911; por lo que se consolida el periodo 
presidencial más largo de la historia apenas seguido de cerca por la in-
numerables e interrumpidas emboscadas a la presidencia del xalapeño 
Antonio López de Santa Anna el cual intermitentemente arribaba a la 
silla y era derrocado de ella. 
Es en 1911 que Francisco I. Madero proclama el Plan de San Luis con 
el cual inicia el cisma del Porfiriato y para algunos autores se desata el 
movimiento denominado Revolución mexicana. 
El Plan de San Luis, es un documento en el que se hacía un llamado a 
las armas a todos los mexicanos para poder restablecer los principios 
fundamentales del sufragio libre y de la no reelección, dado que: 
…Se declaran nulas las elecciones para Presidente y Vicepresidente de 
la República, Magistrados a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y 
Diputados y Senadores, celebradas en junio y julio del corriente año. Se 
desconoce el actual gobierno del Gral. Díaz, así como a todas las auto-
ridades cuyo poder debe dimanar del voto popular, porque además de 
no haber sido electas por el pueblo, han perdido todos los títulos que 
podían tener de legalidad, cometiendo y apoyando con los elementos 
que el pueblo puso a su disposición, para la defensa de sus intereses, 
el fraude electoral más escandaloso que registra la historia de México. 
En palabras de Bravo Regidor, “durante las últimas dos décadas la vie-
ja imagen del régimen porfiriano como la de un Leviatán monolítico, 
disciplinado, implacable, represivo y todo poderoso que imponía su vo-
luntad inexorable sobre todo el territorio nacional ha sido cuestionada 
por múltiples investigaciones… La idea de las elecciones durante el Por-
firito permanece anclada, así sea solo por omisión, a dicha imagen, de 
tal suerte que la política electoral del periodo todavía se caracteriza, en 
buena medida como administración electoral”. 
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
164
Mecánica jurídico electoral en las entidades 
federativas durante el Porfiriato 
Existe un amplio debate sobre el modelo electoral del Porfiriato, porque 
en realidad no hay un modelo sino modelos, que están relacionados con 
la manera en cómo se construyen las relaciones de poder en los agentes 
políticos locales (entidades federativas) y de la relación que estos guardan 
entre sí, y directamente con la figura del presidente Díaz. 
En palabras de Bravo Regidor “rescatar la historia electoral porfiriana de 
esa inercia democraticofilica, implica pensarla no como la historia de un 
fracaso, de la democracia que debió ser pero no fue, sino como una 
historia de lo posible, de los procesos electorales realmente existentes. 
Implica comenzar por distinguir en consecuencia, entre distintos tipos 
de elecciones, distintas regiones y distintos momentos durante el perio-
do en cuestión”.6 
En palabras de este autor existe una tipología referente a cómo los go-
bernadores de la época de Porfirio Díaz llegaron al poder, las tres cate-
gorías a mencionar son las siguientes: 
 y Constitucionales: Gobernadores que accedieron al poder por la 
vía electoral. 
 y De facto: Acceso al poder a través del uso de las armas
 y Provisionales: Por ministerio de ley, para completar un término 
constitucional. 
Aunque la presente investigación se encuentra enfocada especialmente 
al caso Veracruz es conveniente destacar que a partir del levantamiento 
de armas en Tuxtepec que tuvo como consecuencia el derrocamiento 
de Sebastián Lerdo de Tejada y el acceso al poder de Porfirio Díaz al Po-
der Ejecutivo Federal, la mayoría de los gobernadores de las entidades 
federativas eran gobernadores de facto, que como se mencionó en el 
párrafo anterior son aquellos que accedieron al poder por medio del 
uso de armas, excepto Coahuila y Zacatecas que pudieron concluir su 
periodo de gobernadores a pesar de la ruptura de orden constitucional 
6 http://www2.ine.mx/archivos2/CDD/Reforma_Electoral2014/descargas/estudios_investiga-
ciones/LasEleccionesYElGobiernoRepresentativoEnMexico.pdf
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
165
que se presentó en ese periodo, ya que el país estaba siendo testigo 
de múltiples levantamientos en armas en contra de Lerdo e Iglesias, la 
notable carencia de infraestructura en telecomunicaciones y el poder 
central endeble provocó que Porfirio Díaz tuviera que reconocer diver-
sas situaciones de hecho en los que diversos grupos estaban actuando 
de una forma similar a la insurgencia, por lo que Díaz no tuvo opción y 
aceptó la imposición de esos grupos de forma contraria a su voluntad. 
Como se muestra en la siguiente gráfica, se puede observar las eleccio-
nes de gobernador por año en el territorio mexicano. 
Fuente:Bravo Regidor, Carlos, Elecciones de gobernadores durante 
el Porfiriato7
La gráfica anterior refleja que a partir de 1877 las elecciones para gober-
nador en las entidades federativas disminuyeron de manera considera-
ble provocando que los gobernadores que llegaron al poder lo hicieron 
a través del uso de armas, es decir, eran gobernadores de facto. 
Bravo Regidor menciona que durante el gobierno de Porfirio Díaz, que 
abarcó los años entre 1877-1911, hubo 280 elecciones de gobernado-
7 http://www2.ine.mx/archivos2/CDD/Reforma_Electoral2014/descargas/estudios_investiga-
ciones/LasEleccionesYElGobiernoRepresentativoEnMexico.pdf
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El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
166
res, por lo que cada año hubo ocho elecciones aproximadamente y al-
rededor de 10 elecciones por entidad federativa. 
Es conveniente destacar que la estabilidad política se veía directamente 
reflejada en el predominio de los gobernadores constitucionales pero 
esto no impidió que una tercera parte no concluyera el periodo para el 
que fue electo. 
En palabras de Bravo Regidor, existían cuatro causas por las que un go-
bernador podía no concluir su periodo: 
a) Crisis, entendemos por crisis como el conflicto entre dos o más 
fuerzas políticas que obligaba al gobernador en turno a renunciar. 
b) Muerte del gobernador durante su mandato. 
c) Renuncia del gobernador, teniendo como causa principal el nom-
bramiento para otro encargo en la administración pública. 
d) Por efecto directo del movimiento revolucionario en México. 
La siguiente gráfica contiene los datos sobre el número de gobernado-
res que no concluyeron el periodo designado por diversas situaciones 
que se presentan a continuación. 
Ahora bien, se debe tener presente que “la interrupción de un periodo 
constitucional no siempre fue sinónimo de un cambio en el balance del 
Crisis
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10
Muerte, vejez
o enfermedad
Nombramiento para
otro cargo
Revolución
Mexicana
Causas para dejar el cargo
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
167
poder dentro del Estado, ni viceversa”,8 con base en lo anterior se realiza 
la siguiente gráfica en la que se demuestra el número de periodos es-
tablecidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos 
que fueron interrumpidos en las entidades federativas durante el perio-
do que abarca de 1877 a 1911. 
Fuente: Bravo Regidor, Carlos, Elecciones de gobernadores durante el Por-
firiato9
Siguiendo al mismo autor “la distribución cronológica de estas interrup-
ciones hace visibles un par de tendencias en la evolución de las guber-
naturas porfirianas…El factor que explica las trayectorias invertidas de 
esas tendencias es la introducción de la reelección. Y es que de manera 
paralela a las reformas constitucionales a nivel federal que levantaron las 
restricciones para que, primero, el presidente pudiera reelegirse una vez 
de manera no consecutiva (1877), luego una vez de manera consecutiva 
(1887) y finalmente la reelección indefinida (1890)”.10
En la gráfica que se muestra a continuación se pueden distinguir los da-
tos que le corresponden a cada entidad federativa sobre el número de 
8 http://www2.ine.mx/archivos2/CDD/Reforma_Electoral2014/descargas/estudios_investiga-
ciones/LasEleccionesYElGobiernoRepresentativoEnMexico.pdf
9 http://www2.ine.mx/archivos2/CDD/Reforma_Electoral2014/descargas/estudios_investiga-
ciones/LasEleccionesYElGobiernoRepresentativoEnMexico.pdf
10 Ibidem
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Entidades Federativas
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
168
elecciones que se llevaron a cabo para elegir gobernador, por lo que a 
continuación nos enfocaremos específicamente en el caso de Veracruz. 
Veracruz durante el gobierno de Porfirio Díaz 
Álvarez Montero indica que “En esta época, Veracruz, como casi toda 
la república, vive una relativa tranquilidad. Las instituciones públicas 
funcionan regularmente, las elecciones se realizan periódicamente, hay 
observancia y aplicación de la legislación vigente y, en estos escena-
rios se realiza la reforma Constitucional promulgada por el gobernador 
Teodoro A. Dehesa”11 que diseña su propio sistema electoral porfirista. 
Dentro de los preceptos más importantes que fueron modificados se 
encuentra: 
 y Reelección del gobernador (Artículo 85)
 Artículo 85. El Gobernador del Estado entrará a ejercer su encar-
go el día 1º de diciembre, y durará en él cuatro años, pudiendo 
ser reelecto. 
 y Exclusión de los votos activo y pasivo a los extranjeros. (Artículo 44)
 Artículo 44. Los extranjeros no tienen voto activo, ni pasivo.
11 José Lorenzo, Enciclopedia Jurídica Veracruzana, Editorial Porrúa, México, 2013, p. 196.
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Entidades Federativas
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
169
 y Nuevo sistema para sustituir al gobernador, en caso de faltas 
absolutas o temporales (Artículo 119, 120, 121) 
 Artículo 119. Cuando el Gobernador cesare absolutamente, por 
cualquier motivo, en sus funciones, la Legislatura nombrará go-
bernador interino que reúna los requisitos que exige el artículo 
30. En caso de receso de la Legislatura, la Diputación Permanen-
te nombrará gobernador provisional para que funcione sólo por 
el tiempo estrictamente necesario, que no excederá de un mes, 
dentro del cual convocará a la Legislatura a sesiones extraordina-
rias, para que haga el nombramiento de gobernador interino. 
 Artículo 120.- El Gobernador Interino nombrado por la Legisla-
tura ejercerá el Poder Ejecutivo por el tiempo que falte al que 
cesó para cumplir el periodo, siempre que no exceda de seis 
meses. Si faltare mayor tiempo, se convocará a elección, y el 
nuevo electo funcionará por todo el que falte para terminar el 
periodo constitucional. 
 Artículo 121. Las faltas temporales de la persona encargada del 
Poder Ejecutivo serán suplidas por un Gobernador Provisional, 
que será nombrado por la Legislatura o por la Diputación Per-
manente, a propuesta en terna del propio Ejecutivo.
Con base a los artículos citados en párrafos anteriores es posible distin-
guir que en Veracruz la reelección era legal ya que se encontraba dentro 
de un precepto constitucional, por lo que la reelección de diversos go-
bernadores en la entidad se realizó con estricto apego a derecho.
Alvarez sostiene que el papel que desempeñaron las elecciones de go-
bernadores en el territorio nacional, pero específicamente en Veracruz, 
fueron pieza clave de acuerdo al momento y situación de ese tiempo: 
a) Entre 1876 y 1884, las elecciones de gobernadores parecen fungir 
como un gran laboratorio para ajustar cuentas. 
b) Entre 1884 y 1892, los procesos electorales estatales parecen con-
vertirse en espaciosestratégicos para ampliar o modificar alianzas 
regionales. 
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
170
c) Entre 1892 y 1904, las elecciones de gobernadores parecen ser-
vir como un vehículo privilegiado de relativo recambio político, al 
mismo tiempo, como consecuencia de reformas electorales que 
amplían los periodos de gobierno y permiten la reelección. 
d) Entre 1904 y 1910, los procesos electorales parecen ahondar los 
crecientes antagonismos que surgen, a la sombra del envejeci-
miento de Díaz.12
La siguiente tabla muestra los periodos de gobierno y a quienes estuvie-
ron al frente del Poder Ejecutivo, lo cual pone en evidencia la cercanía 
de diferentes grupos y actores políticos con el presidente Díaz. 
NOMBRE PERIODO
Luis Mier y Terán 1877-1880
Apolinar Castillo 1880-1883
José Cortés Frías 1883-1884
Juan de la Luz Enríquez Lara 1884-1888
1888-1892
Manuel Leví 1892-1892
Leandro M. Alcolea Sierra 1892-1892
Teodoro A. Dehesa Méndez
1892-1896
1896-1900
1900-1904
1904-1908
1908-1911
Como puede apreciarse el General Dehesa se convierte en un símil local 
de la figura de Díaz, repitiendo su permanencia en el Poder Ejecutivo 
pero también, las malas prácticas que llevaban a Díaz al poder.
12 Ibidem 
Jacobo Alejandro Domínguez Gudini
171
En el gobierno de Teodoro A. Dehesa Méndez la capital del Estado contó 
con energía necesaria para su desenvolvimiento, el puerto de Veracruz 
se convirtió en el primer enclave portuario de la República, la educación 
tuvo mayor difusión en las ciudades urbanas, se crearon colegios prepa-
ratorios y la Escuela Normal Veracruzana. Financió estancias en Europa 
a Diego Rivera, sin olvidar que se inauguró el ferrocarril interoceánico 
México-Veracruz, es decir, el progreso también llegó al puerto a bordo 
de la locomotora del autoritarismo. 
Un juicio justo para Díaz 
Si pensáramos en los paradigmas del Derecho Penal, encontraríamos 
que la presunción de inocencia es la célula madre del procedimiento. 
Paradigma difícil de lograr cuando pensamos en un juicio sui generis, 
inexistente, que se desarrolla en el inconsciente colectivo: el juicio de 
la historia. 
En la política como en otras ciencias sociales, la inexactitud del resultado 
está en íntima relación con los ojos que lo ven. O que a veces, parpa-
dean para no ver, como diría Benedetti, “las uñas sucias de la miseria”. El 
olvido es, de alguna manera una venganza cierta y eficaz: al dictador lo 
borramos de los anales de la historia, lo borramos de los cuadernos de 
los niños, de las placas de las calles. Pero no por ser dictador, sino por 
perder su guerra: la historia la escriben los que ganan. 
Veracruz y sus gobernadores vivieron el Porfiriato como un fenómeno 
de su tiempo, como el único presente posible. Fue una extensión de su 
régimen, un panorama inevitable. 
A estas alturas, es muy pronto para saber el veredicto. Somos muy jóve-
nes para reconocer algún mérito al que pierde. La democracia es muy 
niña, muy caprichosa. Nadie va a ceder lo ganado, para ser objetivo. 
Quizá al menos debemos pensar porque el país se encuentra como 
está. Porque sobran discursos y faltan ideas. Quizá hay que volver a leer 
nuestra historia. O contarla de nuevo. 
El régimen jurídico electoral del Porfiriato en las entidades federativas: Caso Veracruz
172
Al menos, creo que sí valdría la pena pedir un juicio justo para el General 
Díaz. Pero realmente justo, no como los que se practicaban en su época 
y aún en la nuestra. 
Bibliografía
José Lorenzo (2013). Enciclopedia Jurídica Veracruzana. Editorial Porrúa, México, 
2013.
Bravo Regidor, Carlos. "Elecciones de gobernadores durante el Porfiriato". En J. 
A. Aguilar Rivera, Las elecciones y el gobierno representativo en México (1810-1910), 
pp. 257-281. Fondo de la Cultura Econónomica, IFE, CONACyT, CONACULTA, 2010.
González Oropeza, Manuel. (2009). "Las elecciones de 1879" (Estudio intro-
ductorio al Manual del Elector de Nicolás Guerrero Moctezuma). Justicia Elec-
toral, 1(4), 229-242. Obtenido de https://tecnologias-educativas.te.gob.mx/
RevistaElectoral/content/pdf/a-2009-03-004-229.pdf
173
Liberalismo e interés nacional en el Porfiriato
Jorge Witker*
Introducción
México, en su devenir histórico, ha transitado por tres etapas de perfil liberal:
a) Un liberalismo teórico político en todo el siglo XIX, plasmado en la 
Constitución de 1857 hasta 1915, aproximadamente;
b) De un liberalismo keynesiano, de 1917 a 1980, articulado en la 
Constitución de Querétaro; y,
c) Un neoliberalismo, que va de 1986 (ingreso de México al GATT, 
pasando por la suscripción del TLCAN en 1993 hasta 2015, conso-
lidado por las reformas constitucionales de diciembre de 2013 y la 
consecuente legislación secundaria de 2014.
Por otra parte, el Interés Nacional lo concebimos como el proceso que 
busca crecer con equidad, en democracia, fortaleciendo la identidad na-
cional, integrando y articulando sectores y agentes económicos y sociales, 
sin friccionar o segmentar la base productiva y de servicios de la sociedad.
* Investigador nacional y del Instituto de Investigaciones Jurídicas, y maestro de la Facultad de 
Derecho de la UNAM.
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
174
Las reflexiones que conforman este ensayo se encaminan a analizar, 
cómo el esquema liberal del general Porfirio Díaz (1877-1909) y el neo-
liberalismo del presidente Peña Nieto, han vinculado las políticas pú-
blicas respectivas al interés nacional de los mexicanos, comparando 
metas, instrumentos y resultados de ambos períodos históricos.
El paradigma liberal de Porfirio Díaz
Bajo la inspiración de John Locke, Juan Jacobo Rousseau y Adam Smith, 
a partir del siglo XVI y la Revolución inglesa, el pensamiento liberal se 
ha distinguido por postular la preeminencia del individuo sobre la so-
ciedad y el Estado, destacando la libertad económica, el derecho a la 
propiedad y a los sistemas democráticos como expresión de la voluntad 
general y consentimiento ciudadano.
Estas ideas, propias de los liberales europeos, especialmente franceses, 
influyeron en las élites económicas y políticas mexicanas durante el tur-
bulento siglo XIX, ideas que jurídicamente se manifestaron en la Consti-
tución Política de 1857, sobre la cual se estructuró parte de la política y 
Derecho económico nacional de la época.
La Constitución de 1857 establece las bases del Estado federal mexica-
no, y en materia de Derecho económico establece:
 y El Estado laico.
 y La separación de los poderes, con preeminencia del Poder Legis-
lativo.
 y Independencia del Poder Judicial, que era nombrado por medio 
del voto.
 y Se contemplan las garantías individuales: derecho y libertades de 
educación, de petición, de imprenta, de culto, comercio, etcétera 
que sentaron las bases para una economía moderna: libertad de 
industria.
Jorge Witker
175
Durante este período comienza a articularse un modelo de crecimiento 
económico hacia afuera, en cuya gestión el Porfiriato desempeñó un 
papel esencial. Políticas aduaneras y arancelarias, leyes mineras e in-
dustriales, todas ellas de perfil privatizador, impulsaron un crecimiento 
económico que tuvo en la infraestructura del transporte ferroviario una 
vertiente funcional para las inversiones extranjeras que ya despuntaban 
en el sector primario exportador.
Estos instrumentos de Derecho económico se aplicaron con un espíritu 
conservador, limitando los cambios sociales.
Es importante señalar que en materia de propiedad agraria se pretendía 
convertir al campesino en propietario individual, acto contrario a nuestras 
costumbres comunales; sin embargo, al establecerse la desamortización 
de los bienes de comunidades en general, no sólo de las religiosas, sino 
también de las civiles, en 1867 bajo el régimen reestablecido de Benito 
Juárez —con el antecedente de la Ley de Nacionalización de los Bienes 
Eclesiásticos de 1842—, los bienes de las comunidades rurales fueron 
repartidos, lo que provocóel despojo de las tierras de muchos pue-
blos. Se suma a lo anterior la Ley de Colonización y Terrenos Baldíos, 
que señaló como límite de dicha propiedad agrícola 2,500 hectáreas, 
que no se cumplió pues las empresas deslindadoras, esencialmente ex-
tranjeras, distribuyeron las tierras agrícolas disponibles, conformando 
extensos latifundios que llegaron a los 100,000 y 200,000 hectáreas, esto 
último bajo el gobierno del general Porfirio Díaz.
Conviene señalar, sin embargo, que la aplicación, incluso vigencia de la 
Carta Constitucional mencionada, fue difícil y compleja, porque el país 
se debatió con asonadas intestinas, que caciques y caudillos por largos 
años impidieron una racionalidad institucional mínima, para responder 
a las necesidades de un naciente país que, desde su origen, siempre 
estuvo bajo amenazas de países como España, Francia y los propios Es-
tados Unidos de América.
A dicha inestabilidad política estructural, conviene señalar que práctica-
mente desde la década de los 30 del siglo XIX, el fantasma de la deuda 
externa en mora y suspensión de pago, estuvo presente y constituyó un 
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
176
caldo de cultivo propicio para las intervenciones extranjeras, que afloran 
con fuerza en los años 40 en los Tratados de Guadalupe, en los que Mé-
xico, bajo el general Santa Anna, pierde la mitad de su territorio, a manos 
de nuestros vecinos del Norte.
Promulgada la Constitución de 1857 y la llegada de Benito Juárez, el 
triunfo de a República y las Leyes de Reforma de corte liberal propia-
mente tales, el país sufrió la invasión francesa, con Maximiliano que 
sucumbe en el Cerro de las Campanas de Puebla, consolidando al na-
ciente Estado mexicano, que a esas fechas presentaba situaciones de 
desunión, caos regionales y rebeliones campesinas.
En dicho contexto, emerge la figura del general Porfirio Díaz, victorioso 
en batallas militares, asumiendo el poder en 1877, y bajo cinco reelec-
ciones de dudosa legitimidad gobernó durante 30 años a México.
Evaluar la obra y gobierno de Porfirio Díaz, ha sido uno de los temas más 
difíciles de realizar, incluso hasta nuestros días. En efecto, la historiografía 
al respecto se encuentra polarizada en panigeristas y detractores.
Entre los primeros, destacan las obras de Martín Romero, Francisco Bul-
nes, Justo Sierra, y en forma equilibrada Emilio Rabasa y Andrés Molina 
Enríquez. Por los detractores, encontramos a Luis Lara Pardo, Ramón Pri-
da y José López Portillo y Rojas. Todo lo cual hace complicado encontrar 
análisis objetivos al respecto. Tal vez, la obra de Daniel Cossío Villegas 
Historia Moderna de México, publicada en varios tomos, y la de José Va-
ladez en el Porfirismo. “Historia de un Régimen, sean los más objetivos al 
respecto. Contemporáneamente, debemos mencionar a Enrique Krauze 
y a Paul Garner, que con más objetividad científica evalúan tan impor-
tante etapa histórica. Pues no debemos olvidar que a 100 años de la 
muerte de Porfirio Díaz, aún sus restos descansan en París, lejos de su 
tierra nativa Oaxaca.
El liberalismo de Porfirio Díaz asumió posiciones duales que deben ana-
lizarse con mucha detención, pues si bien es cierto que en lo político 
se alejó de la libertad política de los ciudadanos y que utilizó la fuer-
za del Estado para sofocar rebeliones campesinas, indígenas y mineras, 
Jorge Witker
177
aduciendo que los propios evangelios cristianos no son aplicados en 
todas las situaciones, por la propia Iglesia Católica, un gobernante libe-
ral debe enfrentar situaciones con la discrecionalidad suficiente para 
mantener el principio de autoridad. Bajo ese prisma, el Régimen Porfi-
rista durante 30 años fue autoritario y en regiones represivo, elemen-
tos que contradicen lógicamente los principios más elementales de 
un gobierno liberal auténtico.
En lo económico, sin embargo, el General Díaz desarrolló políticas públi-
cas de contenido nacional, que en muchos aspectos el desarrollo de la 
infraestructura de la Economía mexicana se diseñó bajo la orientación 
del Porfirismo y la herencia Juarista.
Los siguientes puntos de su Política económica y Derecho económico, 
muestran que el interés nacional al respecto estuvo presente en este 
período de la Historia de México:
1. En materia de comunicaciones, se diseñó la primera red de Telé-
grafos y Telefónica del país, con lo cual se unió virtualmente las 
dispersas y alejadas regiones de la época. El tendido de cables 
submarinos dio impulso al comercio exterior.
2. En materia de transportes, la red ferroviaria que logró unir a 
todo el territorio nacional, incluyendo puertos y capitales de 
los Estados, logró cubrir cerca de veinte mil kilómetros de red 
ferroviaria. Conviene señalar que estas inversiones extranjeras, 
fueron oportunamente cubiertas por el sistema financiero na-
cional antes del término del gobierno Porfirista.
3. En materia fiscal y aduanera, eliminó las alcabalas, primer im-
puesto indirecto al consumo, que se creó en 1571 por la corona 
española y que regía hasta esas fechas en el mercado nacional 
(gravaba muebles, inmuebles y semovientes). En materia adua-
nera, logró discriminar entre productos extranjeros, con pago 
de un 20% de arancel respecto a productos nacionales que pa-
gaban sólo un 3%. Es claro al respecto que este tipo de medidas 
incluyendo apoyos a la naciente industria textil de algodón, he-
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
178
nequén e ixtle, están vinculadas al interés nacional de los mexi-
canos tan alejado de la filosofía neoliberal de nuestros días.
4. Política de colonización agrícola y terrenos baldíos, cuya ley 
intentó atraer migraciones extranjeras para la explotación agrí-
cola, e impuso el límite de 2500 hectáreas para la propiedad 
privada, pero fijó condiciones y sanciones fuertes para las em-
presas deslindadotas, que tenían a su cargo, una distribución 
mercantil de la tierra, que fue en parte cumplida, pues debe-
mos reconocer que, en este sector, proliferaron haciendas de 
100 hasta 200 mil hectáreas, muchas de las cuales estaban en 
manos extranjeras.
5. En materia de inversiones extranjeras, el gobierno fijó como po-
lítica una presencia nivelada de capitales ingleses, franceses y 
estadounidenses, pues el gobierno entendía que no se podía 
entregar a un solo país dicha presencia productiva, ya que se 
arriesgaba enormemente la seguridad y soberanía nacional.
6. Petróleo y minería. El liberalismo porfirista visualizó al petróleo 
como un recurso energético que estaba destinado a reempla-
zar el carbón como palanca de la industria naciente y de los 
propios ferrocarriles. Al inicio del siglo XX, la presión sobre la 
legislación minera y petrolera, se hizo sentir con fuerza, pues 
se inició la batalla legal y política de asimilar la legislación es-
tadounidense que plantea que los propietarios de la superficie 
de los terrenos acceden sin problema a la propiedad del sub-
suelo donde se encuentran precisamente petróleo y minerales. 
Estas presiones prosperaron en parte, en el Porfiriato, pues una 
confusa legislación al respecto abrió las puertas a dicha con-
cepción legal, rompiendo el esquema del Derecho colonial que 
asignaba a la nación la propiedad originaria y que el subsuelo 
no podía ser materia de negociación asimilable a la propiedad 
de los terrenos superficiales.1
1 Silva-Herzog, Jesús. Breve historia de la revolución mexicana. Fondo de Cultura Económica. Méxi-
co, 1995. 
Jorge Witker
179
Con todo, lo destacable al respecto es que el general Díaz asignaba al 
petróleo una función estratégica ligada a las actividades económicas 
nacionales.
Como señala al respecto Enrique Krauze:
La agricultura, la minería y la industria del país crecieron a unas tasas 
que harían suspirar de envidia a nuestros economistas. La inversión ex-
tranjera fluía de manera equilibrada y productiva. El mito de que Díaz 
regaló el país a los inversionistas yanquis es otra de las "grandes mentiras 
de nuestra Historia", como diría Bulnes.La verdad es distinta: Díaz veló 
por conservar un equilibrio (en cuantía, en áreas de inversiones) entre 
los norteamericanos y europeos, y favoreció siempre que pudo a estos 
sobre aquellos.2
Con estos elementos, es posible identificar que este período, pese al 
liberalismo formal y apertura a los mercados externos, es considerado 
un período de construcción del Estado Nación, que estuvo inspirado en 
la idea de progreso que efectivamente hubo, aunque no de desarrollo, 
pues, como sabemos, el contenido social de sus políticas no fue percibi-
do por la sociedad mexicana de la época, factor éste, más la presencia y 
papel de los jefes políticos en las regiones y el abuso de los hacendados 
frente a indígenas y campesinos, que finalmente provocaron la caída y 
exilio de Porfirio Díaz.
El mismo Enrique Krauze agrega parte de lo que afirmamos preceden-
temente:
Basta recordar los hechos culminantes para tener una idea: se construye-
ron casi 19 mil kilómetros de vías férreas, se tendió la red de telégrafos, se 
estableció un expedito sistema de correos, se erigieron nuevas ciudades 
y puertos, se equilibraron los presupuestos y por primera vez hubo un 
superávit fiscal, se consolidó en términos ventajosos la antigua deuda 
externa, se acreditó el país en los mercados financieros, se abolieron las 
alcabalas y otros vestigios de proteccionismo interno colonial pero al 
mismo tiempo se avanzó en la vía de la nacionalización de empresas 
(como en el caso de ferrocarriles).3
2 Krauze, Enrique. “Diez mentiras sobre Porfirio Díaz". Revista Proceso edición especial, No. 50. 
México, 2015
3 Idem
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
180
El liberalismo keynesiano de la Constitución de 1917, 
y la propiedad como función social
Durante el período de Porfirio Díaz se consolidó el modelo de "creci-
miento económico hacia afuera", es decir, la producción se orientaba 
a la exportación de minerales, commodities agrícolas y una emergente 
exportación petrolera.
En un contexto de luchas y de inestabilidad social, la Constitución de 
1917 expresó un nuevo pacto social que integró acciones de grupos 
sociales excluidos durante el Porfiriato; ahora el principio de la partici-
pación popular para un cambio político determinó la orientación del 
poder público, que se centralizó y lo forzó a erosionar su estructura oli-
gárquica y a orientarse a políticas de protección social, vigentes duran-
te todo el siglo XX. Esta orientación es la base del Derecho económico 
contemporáneo mexicano.
El Derecho económico de esta época está diseñado con base en tres 
premisas:
1. Creciente participación del Estado en las actividades económicas.
2. Orientación del desarrollo económico.
3. Políticas públicas asistenciales y de protección social para los 
sectores vulnerables y débiles de una sociedad en permanente 
cambio demográfico y territorial.4
Con esta orientación, los principios establecidos en la Constitución de 
1917 son: propiedad social agrícola, derechos laborales ampliados y 
áreas estratégicas reservadas; ejes en torno a los cuales girarán las políti-
cas públicas hasta la década de 1980.
El modelo keynesiano o de la Revolución mexicana, conocido también 
como de desarrollo estabilizador, aplicado en el período que se analiza, 
tuvo como soporte un sistema político autoritario con predominio del 
Poder Ejecutivo, y se fijó tres objetivos fundamentales:
4 Witker, Jorge. Introducción al Derecho económico. 11 ed. UNAM, México, 2015.
Jorge Witker
181
 y Rápido crecimiento del producto real.
 y Estabilidad de precios.
 y Estabilidad de la balanza de pagos, representada por un tipo de 
cambio fijo y constante.
 y Para el logro de estos objetivos se utilizaron los siguientes instru-
mentos de Derecho económico:
 y El nivel de gasto público.
 y El control de cantidad de dinero, mediante regulaciones en el 
Banco de México (encaje legal, tasas de interés y redescuento).
 y Endeudamiento externo.
Para México, la estrategia de industrialización sustitutiva de importacio-
nes "que el ex secretario ejecutivo de la CEPAL, José Antonio Ocampo 
(Reconstruir el futuro, México, CEPAL/Norma, 2004) ha denominado "es-
trategia de industrialización liderada por el Estado", aplicada también 
en otros países de América Latina trajo consigo, durante casi medio siglo, 
un acelerado crecimiento industrial, de modo que el PIB manufacturero 
mexicano se incrementó 21.1 veces entre 1934 y 1982. Como resultado, se 
conformó una base industrial relativamente diversificada que compren-
día las tradicionales industrias de bienes de consumo e intermedios 
(alimentos, bebidas, telas y prendas de vestir, calzado, vidrio, cemento, 
etcétera), las cuales, originadas durante la Colonia o el siglo XIX, se habían 
renovado tecnológicamente en muchos de sus segmentos y multiplica-
do desde los años 30; además de incluir nuevas industrias de bienes de 
consumo duradero, bienes intermedios y de capital, que se expandieron 
explosivamente durante las grandes oleadas de sustitución de importa-
ciones de la posguerra (maquinaria y aparatos eléctricos y no eléctricos, 
siderurgia, industria química y petroquímica, productos minerales no 
metálicos y equipo de transporte). De hecho, la base industrial forjada 
desde los años 40, y sobre todo durante las grandes oleadas de indus-
trialización de los años 50, 60 y 70, continuó constituyendo el corazón 
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
182
y la mayor parte del tejido industrial existente en México (exceptuando 
las maquiladoras).5
En este período, un recurso natural estratégico como el petróleo con-
formó una palanca de desarrollo industrial que prácticamente echó las 
bases del México contemporáneo, que lo colocó entre los países más 
industrializados de la región.
Especial importancia tiene la expropiación del petróleo, realizada por Lá-
zaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938 que obedeció a varios factores. 
Quizá uno de los más importantes fue el estado en que se encontraba la 
industria petrolera, que demandaba la implementación de una política 
acorde a las necesidades de desarrollo económico que requería nuestro 
país y que sólo podría llevarse a cabo mediante el establecimiento de un 
control efectivo en cuanto a la explotación de este recurso no renovable.
La Economía mexicana se encontraba en una situación complicada, a lo 
que se sumaba la confrontación entre el gobierno y las empresas petro-
leras, por lo que el único camino viable fue la expropiación.
Aunado a lo anterior, México estaba a punto de quedarse sin petróleo 
en un período relativamente breve y de verse obligado a importarlo, 
razón por lo cual era urgente la explotación de campos y la perforación 
de pozos nuevos. En este contexto surge PEMEX.
En 1946, durante el sexenio del presidente Miguel Alemán, se promueve 
un programa que impulsa la industrialización con sustitución de impor-
taciones. En 1958 la petroquímica se constituyó como la actividad más 
dinámica del sector, por encima de la refinación, misma que desde la 
Ley de 1941 se había reservado a mexicanos. En 1965, con el objeto de 
institucionalizar la transferencia de tecnología, PEMEX crea el Instituto 
Nacional del Petróleo. Durante el régimen de Adolfo Ruiz Cortines se 
abrogó la Ley de 1941 para dar paso a la Ley Reglamentaria del Artículo 
27 Constitucional en el Ramo del Petróleo, de 1968, en la que se mo-
nopoliza a favor del Estado toda rama del petróleo, gas y petroquímica 
básica, y se establece que cualquiera forma de explotación se haría por 
conducto de PEMEX. En 1972 y años posteriores, se descubren nuevos 
5 Calva, José. Nueva estrategia de industrialización. Juan Pablo Editor. México, 2012, p. 9 y 10.
Jorge Witker
183
campos de explotación. En 1983, durante el sexenio de López Portillo, se 
informa que México cuenta con un total de reservas de hidrocarburos 
de 75,500 millones de barriles.6
Durante este período, la política petrolera se integró al sistema produc-
tivo, y 90% de la producción de hidrocarburosse orientó a procesar 
petrolíferos y petroquímicos dirigidos a satisfacer la demanda de la in-
dustria nacional. Sólo 10% se exportaba.
Dicha política, conocida como siembra del petróleo, permitió expandir la 
industria petroquímica y desarrollar más de cinco refinadoras en distin-
tos puntos de los estados aledaños al Golfo de México. El alza significativa 
de crudo, que se acrecentó con la Organización de Países Exportadores 
de Petróleo (OPEP), y el esquema neoliberal que comenzaba a gestarse 
a partir de la década de 1980, provocó que PEMEX fuera abandonado 
a su suerte en el sector de refinería y petroquímica y se centrara, como 
hasta la fecha, en la exportación de crudo sin refinar y desplegara una 
política masiva de importaciones, en las cuales las gasolinas, hasta el día 
de hoy, siguen incrementando sus volúmenes.
Conviene señalar que en estos casi 40 años del modelo keynesiano de la 
Revolución mexicana, el país logró crecer a tasas promedio anuales de 
6.5%, lo que permitió un incremento real en los salarios y un progreso y 
consolidación de las clases medias, impulsado por un Estado promotor 
de la economía con una política clara de protección social que dio al 
país estabilidad económica y social, aunque una falencia evidente en 
materia de democracia política, pues el sistema político fue autocrático 
y bajo hegemonía de un partido prácticamente único.
El sistema neoclásico o sistema monetarista 
neoliberal de 1986 a 2015
a. Principios básicos del neoliberalismo. 
Basado en los principios de libertad económica, libre mercado de pro-
ductos, inversiones y servicios, el neoliberalismo surge como antítesis a 
los modelos económicos Keynesianos en la década de los 80. Impulsa-
6 Ibidem, Witker, Jorge Op. Cit.
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
184
do por la derrota estratégica del socialismo real y por las políticas públi-
cas de Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña.
Sus principales representantes doctrinarios son: Friedrich Hayek, Milton 
Friedman, Karl Popper, John Rawls, Samuel Hungtinton, Francis Fukuya-
ma y otros. Sus operadores son: el Banco Mundial, el Fondo Monetario 
Internacional, la Organización de Cooperación de Desarrollo Económico 
(OCDE) y la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La Política económica neoliberal se sustenta en la escuela neoclásica o 
teoría económica cuantitativa, que plantea que el bienestar de las so-
ciedades se logra controlando la inflación, estabilizar ingresos y egresos 
de los presupuestos y eliminar la intervención del Estado, asignando al 
mercado la función de crear y repartir trabajo y bienestar.
El paradigma del libre mercado de bienes, inversiones y servicios, ha 
utilizado la globalización como el expediente justificante, para desple-
gar un modelo económico transnacional que tiene como eje al capital 
financiero, a través de la hegemonía de grandes bancos y entidades fi-
nancieras privadas, que postulan una economía simbólica de negocios 
(economía de casino), lejos de los intereses nacionales y a espaldas de la 
protección social, en las sociedades emergentes.
Los postulados pragmáticos del neoliberalismo se pueden sintetizar en:
a) Predominio del capital financiero sobre el capital productivo.
b) Libre mercado para productos, servicios y capitales.
c) Subordinación de los Estados nacionales a los intereses de nego-
cios privados internacionales. La política se subordina a la econo-
mía mercantil privada.
d) Las políticas sociales son vistas como un mal necesario, con crite-
rios asistencialistas, y asignando a los pobres funciones de merca-
do cautivo electoral. Pobreza y desigualdad como efectos lógicos 
de una economía individualista estancada (México desde 1986 ha 
crecido a tasas anuales promedios de un 2.2%, mientras el aumen-
to poblacional anual es de 1.7%).
Jorge Witker
185
e) Abandono del mercado interno, que, con bajos salarios, obliga a las 
empresas a volcarse a las exportaciones, vía maquila de insumos 
y tecnologías importados. Es decir, se importa para exportar, con 
lo cual el déficit en las balanzas comerciales son permanentes. En 
este contexto, los Tratados de Libre Comercio son los pretextos 
jurídicos que encubren la proliferación de negocios privados, le-
jos del interés nacional de la sociedad.
b. La implantación del neoliberalismo en México.
La década de 1980 presenta características duales para el Derecho eco-
nómico mexicano. Por una parte, el presidente Miguel de la Madrid pro-
mulga la reforma constitucional que eleva a rango la economía mixta 
(artículo 25) y la planeación democrática (artículo 26), y por otra, firma el 
decreto por el cual México se adhiere al Acuerdo General sobre Arance-
les Aduaneros y Comercio (GATT), en 1986.
Esta dualidad del sexenio, se explica en parte porque en 1982 el país se 
encontraba en una crisis de severas implicaciones, como consecuencia 
de un sobreendeudamiento externo, elevadas tasas de importación y 
un crecimiento del déficit fiscal.
Para frenar esta crisis, Miguel de la Madrid (contradiciendo los principios 
del nuevo Derecho económico consagrado en los artículos 25 y 26 cons-
titucionales) abre la economía a favor del Consenso de Washington, cali-
ficó una estrategia llamada cambio estructural, encubierta con el nombre 
de modernización económica que presentó tres grandes fases:
1. Una transición del modelo económico keynesiano de la Revo-
lución mexicana al modelo neoliberal, que va de 1983 a 1987.
2. El inicio del modelo neoliberal, que empieza con el Pacto de 
Solidaridad Económica en 1987 (se reducen unilateralmente 
los aranceles a una tasa máxima de 20%, con lo que México 
renuncia en parte a los derechos que había conseguido en su 
protocolo de adhesión del GATT 1986 a 2015.
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
186
3. Una última fase que va de 1994 —suscripción al TLCAN, a nues-
tros días—, en la que el modelo neoliberal se profundiza y 
consolida mediante la renuncia que la tecnocracia gobernante 
hace al Derecho económico constitucionalmente vigente, con 
lo que somete a México a la peor crisis financiera global (2008-
2009) del sistema capitalista contemporáneo.
c. El neoliberalismo de Enrique Peña Nieto.
La vigencia y aplicación de estos postulados en el gobierno de Enrique 
Peña Nieto son evidentes y públicas:
1. El capital bancario financiero jugó un papel fundamental en las 
llamadas reformas estructurales energéticas en los años 2013 y 
2014, que facilitarán los créditos y financiamiento para las em-
presas contratistas internacionales, con aval de los recursos pe-
troleros del subsuelo mexicano. Ver el artículo 27 constitucional 
y el 4 transitorio en materia de contratos petroleros. Son reservas 
petroleras. 
2. Libre mercado para todos. El comercio exterior participa en el 
presente año 2015 con el 63% del PIB nacional y el país crece 
sólo al 2.2% promedio anual. En consecuencia, se importa para 
exportar sin valor agregado o contenido nacional en el que par-
ticipen las industrias mexicanas 3 a 4% del valor agregado que 
debieran beneficiarse del cuantioso comercio exterior antes des-
crito (Informe INEGI, primer trimestre del 2015).
3. La Política neoliberal mexicana está subordinada a los negocios 
privados extranjeros. El caso del algodón, producto fomentado 
y apoyado desde el Porfirismo, es ejemplificador.
 En efecto, el algodón sólo tiene un ciclo productivo anual, y es 
muy rentable para las empresas mexicanas. El país consume 
más de un millón de pacas anuales de algodón, y la produc-
ción nacional es de 850 mil pacas en promedio, aunque hay 
años, como el último ciclo, en que alcanzó el millón de pacas 
producidas por trabajadores y empresarios nacionales. Por pre-
Jorge Witker
187
sión de los negocios de los funcionarios del sector, deben los 
productores nacionales exportar un 30% de ese algodón, para 
luego importar 1.3 millones de pacas para poder cumplir con 
los Tratados de Libre Comercio, y con la evidente complicidad 
de funcionariosneoliberales.7 Es decir, el interés nacional, el em-
pleo y la actividad productiva interna, se subordinan al mundo 
de los negocios de un modelo neoliberal que dirige el presiden-
te Peña Nieto.
 Lo anterior, es un claro ejemplo de la irracionalidad de un mo-
delo que desalienta el mercado y la producción nacional, a 
cambio de participar en la globalización neoliberal actual.
Las políticas sociales, de gran publicidad mediática en épocas electorales, 
exhiben su pobreza conceptual ante hechos en que la Cruzada contra el 
Hambre utiliza los medios de transporte de la Coca-Cola para entregar 
las despensas en los lugares alejados y remotos del país. Este ejemplo, 
dificulta compaginar la lucha contra el hambre y los alimentos chatarra, 
que tanto daño están haciendo a la población vulnerable de México. 
En síntesis, el discurso neoliberal mexicano se vuelve una falacia pues, 
la promesa neoliberal: la aplicación consistente de las políticas neolibe-
rales logrará reducir la pobreza, pues generará riqueza abundante que 
al ser distribuida representará bienestar para todos los mexicanos ricos 
más ricos y pobres menos pobres. Las estrategias: la mejor forma de reme-
diar la pobreza a corto plazo (entendida como carencia de satisfactores 
básicos: alimentación, salud, educación, vivienda, ingresos adecuados, 
empleo estable, servicios públicos) es canalizar recursos bien focaliza-
dos a los sectores de mayor pobreza, en tanto les llega la riqueza por 
distribuir. Sólo un mayor crecimiento económico eliminará la pobreza. 
Con la bajísima tasa de crecimiento del 2% anual durante los últimos 
tres años no hay posibilidad alguna de atacar la desigualdad y la pobre-
za. Por lo demás, Piketty ha demostrado que en su ritmo, la desigualdad 
siempre supera al crecimiento.8
7 Ver El Financiero, miércoles 24 de junio de 2015, Juan Ayub, Alfonso, presidente de la Cámara 
Nacional de la Industria Textil, CANAINTEX, p. 14.
8 Medellin Erdmann, Rodrigo. “Del neoliberalismo y la pobreza creciente”. La jornada. México, 2 de 
agosto, 2015, p. 22.
Liberalismo e interés nacional en el porfiriato
188
Completa este recuento neoliberal, tres situaciones que no pueden si-
lenciarse:
1. La devaluación del peso frente al dólar, no ha sido posible 
contenerla con los mecanismos tan difundidos del mercado. 
En efecto, el Banco Central introduce diariamente 52 millones 
de dólares (actualmente se subastan 200 millones de dólares 
adicionales) de las reservas Federales para impedir una debacle 
cambiaria recurrente en estos gobiernos de libre mercado, en 
los cuales se socializa las pérdidas y se privatizan las utilidades. 
2. Las empresas productivas del Estado, PEMEX y CFE, que inventó 
la Reforma Energética, conforman un atentado a los intereses 
nacionales, pues con patrimonios públicos (reservas petroleras 
y fibra óptica, por ejemplo) serán administradas con criterios del 
Derecho privado, por funcionarios que, manejando bienes pú-
blicos, no responden a legislación alguna (Ley de Adquisiciones 
y Obra Pública, Ley de Responsabilidad de los Funcionarios Pú-
blicos, etcétera) ni rendición de cuentas, es una creación legal 
que no habrían suscrito ni Limantur ni Porfirio Díaz.
3. La Ley de Asociaciones pública-privada, es otra ocurrencia que 
permite a los funcionarios endeudar el presupuesto de los es-
tados y municipios, por largos años (más allá de los períodos 
municipales y sexenales), de los funcionarios respectivos, con-
tratos éstos que no se inscriben en la Ley de Deuda Pública ni se 
contempla en los presupuestos de egresos de las dependencias 
involucradas.
Estos últimos tres ejemplos, ratifican que el neoliberalismo gobernante 
no tiene relación ni vinculación alguna con el Interés Nacional de los 
Mexicanos.
189
Balance histórico-jurídico de la administración 
pública durante el gobierno de José de la Cruz 
Porfirio Díaz Mori
Daniel Márquez
Tan solo el hombre de experiencia, el hombre superior, puede escribir la historia.
Friedrich Nietzsche
En política todos los amigos son falsos, todos los enemigos verdaderos.
Porfirio Díaz
 El personaje en su contexto histórico
Para Friedrich Nietzsche, necesitamos la historia para la vida y la ac-ción, no para apartarnos cómodamente de la vida y la acción, y menos para encubrir la vida egoísta y la acción vil y cobarde.1 En su 
opinión, en tres aspectos pertenece la historia al ser vivo: en la medida 
en que es un ser activo y persigue un objetivo, en la medida en que 
preserva y venera lo que ha hecho, en la medida en que sufre y tiene 
necesidad de una liberación. A estos tres aspectos corresponden tres 
especies de historia: una historia monumental, una historia anticuaria y 
una historia crítica.2
En la historia de nuestro país existe un período dominado por un per-
sonaje que parece encuadrar en los contornos hermenéuticos de esta 
delimitación de la historia: Porfirio Díaz, porque, es un personaje de la 
historia de México y es el gobernante que más tiempo fue presidente 
1 Nietzsche, Friedrich. “De la utilidad y los inconvenientes de la Historia para la vida”, en Conside-
raciones Intempestivas 1873-1876, Argentina, Alianza, 2002, p. 18.
2 Ibidem, p. 28.
Balance histórico-jurídico de la administración pública
190
del país, durante su gobierno proyectó a México a una altura que dejó 
admirado a todo el mundo, muchos ven en él bondades; otros sólo tie-
nen ojo para contar sus maldades.3
Aún después de muerto Porfirio Díaz es en nuestro país un ave de tem-
pestades. Para algunos es un héroe, el gran reformador del país; para 
otros es un dictador execrable indigno de consideración y respeto, al 
grado que absurdamente se debate si es conveniente que sus restos re-
gresen o no al país. ¿Cuál es el impacto del personaje y por qué despierta 
esta clase de debates? ¿Por qué afirmamos que puede ser un ejemplo 
de la historia monumental, anticuaria y crítica nietzscheana?
Paul Garner afirma que la historiografía porfiriana puede dividirse en tres 
categorías principales, con una cronología, un enfoque y una distorsión 
específica: a) el porfirismo, b) el antiporfirismo y c) el neoporfirismo. El 
primero, con un retrato favorable de Díaz domina la historiografía del 
periodo anterior a la Revolución de 1910. El segundo, el antiporfirismo, 
destaca que el régimen de Díaz era el ejemplo máximo de la tiranía, 
la dictadura y la opresión, el mismo Don Porfirio es condenado por su 
corrupción, su autoritarismo y su traición a los intereses nacionales. La 
tercera visión, que surge en la década de los 90, interpreta la época de 
Díaz bajo una luz mucho más positiva, y se identifica un culto neoporfi-
rista, que constituye la nueva ortodoxia historiográfica.4
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori nació el 15 de septiembre de 1830, 
en Oaxaca, hijo de José Díaz y Petronila Mori. Desde los 3 años quedó 
huérfano de padre.5 Ingresó en el Seminario de Oaxaca para seguir la 
carrera eclesiástica, pero después cursó estudios de leyes en el Instituto 
de Ciencias y Artes.6 donde fue discípulo del futuro presidente liberal 
Benito Juárez, quien impartía en sus aulas la materia de Derecho civil. 
3 Muñiz Pajín, Antonio Luis. Porfirio Díaz, México, Selector, 2004, p. 7.
4 Garner, Paul, “Porfirio Díaz: ¿héroe o villano?”, en Letras Libres, visible en: http://www.letraslibres.
com/revista/convivio/porfirio-diaz-heroe-o-villano, consultada el 28 de junio de 2015.
5 Su padre fue víctima de la epidemia de cólera que sufrió la ciudad de Oaxaca.
6 El Instituto de Ciencias y Artes se creó por decreto y reglamento de 1826, y abrió sus puertas el 
8 de enero de 1827. En él estudiaron personajes liberales como: Benito Juárez, Ignacio Mariscal, 
Ignacio Mejía, Marcos Pérez, Manuel Ruiz, Matías Romero, Miguel Castro, Félix Romero, y, por 
supuesto, Porfirio Díaz.
Daniel Márquez
191
A partir de ese momento siguió a Benito Juárez en lo político.7 Como 
evidencia de sus múltiples facetas, desde 1852 trabajó como zapatero, 
carpintero, armero y maestro de latín; en 1854