Logo Passei Direto
Material
¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

1
 
 
LIBRO:PSICOLOGÍA DEL NIÑO 
 
 
Autor:J.PIAGET/B.INHEDER 
 
 
 
Indice 
 
 
 
CAPITULO I....................................................................El nivel sensorio-motor 
 
 
 
 
CAPITULO II...................................................................El Desarrollo De Las Propiedades 
 
 
 
 
CAPITULO III....................................................................La funcion Semiótica o Simbolica 
 
 
 
 
CAPITULO IV....................................................................Las Operaciones Concretas 
 
 
 
 
CAPITULO V...................................................................Las Operaciones Proporcianales. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 2
EL NIVEL SENSO-MOTOR 
 
Si el niño explica en cierta proporción al adulto, también puede decirse que cada período 
del desarrollo informa, en parte, de los siguientes. Esto resulta especialmente claro en lo 
que concierne al periodo anterior al lenguaje. Puede llamársele período "senso-motor" 
porque, a falta de función simbólica, el lactante no presenta todavía pensamiento ni 
afectividad ligada a representaciones que permitan evocar las personas o los objetos 
ausentes. Pero, pese a esas lagunas, el desarrollo mental durante los dieciocho primeros 
meses1 de la existencia es particularmente rápido y de importancia especial, porque el 
niño elabora a ese nivel el conjunto de las subestructuras cognoscitivas que servirán de 
punto de partida a sus construcciones perceptivas a intelectuales ulteriores, así como 
cierto número de reacciones afectivas elementales, que determinaran de algún modo su 
afectividad subsiguiente. 
 
I.-LA INTELIGENCIA SENSO-MOTORA 
 Sean cuales fueren los criterios de la inteligencia que se adopten (tanteo dirigido, 
según CLAPAREDE; compresión repentina o insight, según opinan W. KÖLER o K. 
BÜHLER; coordinación de los medios y de los fines, etc.), todo el mundo esta de acuerdo 
en admitir que existe una inteligencia - antes del lenguaje. En esencia practica, es decir, 
tendente a consecuciones y no a enunciar verdades, esa inteligencia no deja de resolver 
finalmente un conjunto de problemas de acción (alcanzar objetos alejados o escondidos, 
etc.), construyendo un complejo sistema de esquemas de asimilación, ni de organizar lo 
real según un conjunto de estructuras espacio-temporales y causales. Ahora bien, a falta 
de lenguaje y de función simbólica, esas construcciones se efectúan apoyándose 
exclusivamente en percepciones y movimientos, esto es, mediante una coordinación 
senso-motora de las acciones, sin que intervengan la representación o el pensamiento. 
 
________________________________________________________________________ 
 
1 Advertimos que cada una de las edades indicadas en esta obra es un promedio aproximado. 
________________________________________________________________________________________________ 
 
 
 
 
1. Estimulo-respuesta y asimilación.- Pero, si existe una inteligencia senso-motora, es 
muy difícil precisar en que momento aparece. Mas concretamente, el problema no tiene 
sentido, porque su solución depende siempre de la elección arbitraria de un criterio. Lo 
que en realidad se da de hecho es una sucesión notablemente continua de estadios, cada 
uno de los cuales señala un nuevo progreso parcial, hasta el momento en que las 
conductas alcanzadas presentan caracteres que tal o cual psicólogo reconoce como de la 
"inteligencia" (todos los autores coinciden en lo que concierne a la atribución de ello al 
ultimo, por lo menos, de esos estadios, entre los 12 y los 18 meses). Siendo así que de los 
 
 
 3
movimientos espontáneos y del reflejo a los hábitos adquiridos y de estos a la inteligencia 
hay una progresión continúa, el problema es alcanzar el mecanismo de esa progresión en 
si misma. 
 
________ 
*' Ver BÖHLER, K.: Psicología de la forma (Cibernética y 
Vida). Madrid, Morata, 1965, y Crisis de la Psicología. Madrid, Morata, 1966. También K6HLER, W.: 
Psicologia de la Configuraci6n. Madrid, Morata, 1967. (N. del T.) 
_______________________________________________________________________ 
 
 Para muchos psicólogos, ese mecanismo es el de la asociación, que permite 
adicionar por vía acumulativa los condicionamientos a los reflejos y otras muchas 
adquisiciones a los condicionamientos mismos: toda adquisición, desde la mas sencilla a 
la mas compleja, deberá ser así concebida como una respuesta a los estímulos exteriores, 
y cuyo carácter asociativo expresa una subordinación pura y simple de las relaciones 
adquiridas a las relaciones exteriores. Uno de nosotros2 ha supuesto, por el contrario, que 
ese mecanismo consistía en una asimilación (comparable a la asimilación biológica en 
sentido amplio); es decir, que toda relación nueva esta integrada en un esquematismo o 
en una estructura anterior: entonces hay que considerar la actividad organizadora del 
sujeto tan importante como las relaciones inherentes a los estímulos exteriores, porque el 
sujeto no se hace sensible a estos sino en la medida en que son asimilables a las 
estructuras ya construidas, que modificaran y enriquecerán en función de las nuevas 
asimilaciones. En otros términos: el asociacionismo concibe el esquema estimulo 
respuesta bajo una forma unilateral E R, mientras que el punto de vista de la 
asimilación supone urea reciprocidad E R, o, lo que viene a ser lo mismo, la 
intervención de ]as actividades del sujeto o del organismo 3 Og, o sea: E (Og) R. 
 
 2. El estadio I.-No hay que buscar el punto de partida del desarrollo, 
efectivamente, en los reflejos concebidos como simples respuestas aisladas, sino en las 
actividades espontáneas y totales del organismo (estudiadas por v. HOLST y otros) y en 
los reflejos concebidos a la vez come una diferenciación de ellas y como capaces, en 
algunos casos (los de reflejos que se desarrollan por ejercicio en lugar de atrofiarse o de 
permanecer sin cambios) de presentar una actividad funcional que implica la formación 
de esquemas de asimilación. 
 
________________________________________________________________________ 
 
 PIAGET, J.: La naissance de 1'intelligence. Delachaux y Niestle, 1936. 
 3 El organismo, O, interviene ya en HULL a titulo de variable intermediaria, pero en el sentido de una simple 
reducci6n de las necesidades y no de una estructura organizadora, Og. 
 
 
 
 
 4
 En efecto : de una parte, se ha demostrado, tanto por el estudio de los 
comportamientos animales como por el de las ondas eléctricas del sistema nervioso, que 
el organismo no es nunca pasivo, sino que esta presente en las actividades espontáneas y 
globales, cuya forma es rítmica. Por otra parte, el análisis embriológico de los reflejos 
(COGHILL, etc.) ha permitido establecer que estos se constituyen por diferenciación a 
partir de actividades más globales: en el case de los reflejos de locomoción de los 
batracios, p. ej, es un ritmo de conjunto el que lleva a una sucesión de reflejos 
diferenciados y coordinados y no estos los que llevan a aquel. 
 En lo que concierne a los reflejos del recién nacido, resulta que los que entre ellos 
presentan una importancia particular para el porvenir (los reflejos de succión o el reflejo 
palmar que será integrado en la presión intencional ulterior) dan lugar a lo que uno de 
nosotros ha llamado "ejercicio reflejo", es decir, una consolidación por ejercicio 
funcional. De ese modo, el recién nacido mama de manera mas segura y encuentra más 
fácilmente el pezón cuando se le deja, después de algunos días, que en los primeros 
ensayos . La asimilación reproductora o funcional que asegura ese ejercicio se prolonga, 
por otra parte, en una asimilación generalizadora (chupar en el vacío, entre las tetadas o 
chupar otros objetos) en una asimilación re-cognoscitiva (distinguir el pezón de los otros 
objetos). 
________________________________________________________________________ 
 
 Se observan también tales ejercicios reflejos en los animales, como en los tanteos que caracterizanlos primeros ensayos de copulación entre los limneos de los estanques. 
________________________________________________________________________ 
 
 
 Sin que pueda hablarse en esos casos de adquisiciones propiamente dichas, puesto 
que el ejercicio asimilador no rebasa entonces el marco preestablecido de la disposición 
hereditaria, la asimilación empleada no deja de realizar un papel fundamental, porque esa 
actividad que impide considerar el reflejo como puro automatismo explica, por otra parte, 
extensiones ulteriores del esquema reflejo y la formación de los primeros hábitos. En el 
ejemplo de la succión se asiste, en efecto, y a veces desde el segundo mes, a ese 
fenómeno trivial, pero no menos instructivo, de una succión del pulgar; no fortuita o 
accidental, come podrá producirse desde el primer día, sino sistemática, por coordinación 
de los movimientos del brazo, de la mano y de la boca. Donde los asociacionistas solo 
ven un efecto de repetición (pero ¿de donde viene esta, ya que no es impuesta por 
relaciones exteriores?) y donde los psicoanalistas ven ya una conducta simbólica, por 
asimilación representativa del pulgar y del seno (pero ¿de donde vendrá ese poder 
simbólico o evocador mucho antes de la formación de las primeras imágenes mentales?), 
nosotros sugerimos interpretar esa adquisición por una simple extensión de la asimilación 
senso-motora en juego en el reflejo. Precisemos, ante todo, que hay aquel adquisición 
propiamente dicha, ya que no existe reflejo o instinto de chupar el pulgar (la aparición de 
esa conducta y su frecuencia son, en efecto, variables). Pero esa adquisición no es 
 
 
 5
indefinida, sino que va a inscribirse en un esquema reflejo ya constituido y se limita a 
extenderlo por integración de elementos senso-motores hasta entonces independientes de 
el. Esta integraci6n caracteriza ya el estadio II. 
 
3. El estadio II-Según tal modelo se constituyen los primeros hábitos, que dependen 
directamente de una actividad de sujeto, como en el caso precedente, o parecen impuestos 
desde el exterior come en el de los "condicionamientos". Un reflejo condicionado, en 
efecto, no es estable nunca por el juego de sus solas asociaciones; y únicamente llega a 
serlo por la constitución de un esquema de asimilación, es decir, cuando el resultado 
conseguido satisface la necesidad inherente a la asimilación considerada (como con el 
perro de PAV. Lov, que insaliva al sonido de la campana en tanto que éste se asimila a 
una señal de alimento; pero que deja de insalivar si no sigue ya a la señal) *. 
 
 Pero incluso llamando "hábitos" (a falta de una palabra mejor) a las conductas 
adquiridas tanto en su formación como en sus resultados automados, el hábito no es aún 
inteligencia. Un "hábito" elemental se basa en un esquema senso-motor de conjunto`, en 
el seno del cual no existe, desde el punto de vista del sujeto, diferenciación entre los 
medios y los fines, ya que el fin en juego sólo se alcanza por una obligada sucesión de 
movimientos que a él conducen, sin que se pueda, al comienzo de la conducta, distinguir 
un fin perseguido previamente y, luego, los medios escogidos entre varios esquemas 
posibles. En un acto de inteligencia, al contrario, existe la persecución de un fin 
planteado desde el comienzo; luego, búsqueda de los medios apropiados; medios que son 
suministrados por los esquemas conocidos (o esquemas de "hábitos"), pero ya 
diferenciados del esquema inicial que señalaba su finalidad a la acción. 
 
 4. El estadio III. -El gran interés del desarrollo de las acciones senso-motoras 
durante el primer año del niño consiste en que no sólo lleva a los aprendizajes 
elementales, fuentes de simples hábitos, a un nivel en que no se observa todavía una 
inteligencia propiamente dicha, sino que también proporciona una serie continua de 
intermediarios entre esas dos variedades de reacciones. Así, después del estadio de los 
reflejos (I) y el de los primeros hábitos (II), un tercer estadio (III) presenta las 
transiciones siguientes a partir del momento, hacia los cuatro meses y medio, por término 
medio, en que hay coordinación entre la visión y la aprehensión (el niño coge y manipula 
todo lo que ve en su espacio próximo). Un sujeto de esa edad atrapa, p. ej., un cordón que 
pende del techo de su cuna, lo que tiene por efecto sacudir todos los sonajeros 
suspendidos sobre él. Repite enseguida ese acto una serie de veces, con resultados 
insólitos, lo que constituye una "reacción circular" en el sentido de J. M. BALDWIN, 
esto es: un hábito en estado naciente, sin finalidad previamente diferenciada de los 
medios empleados. Pero, a continuación, basta suspender un nuevo juguete del techo para 
que el niño busque el cordón, lo que constituye un principio de diferenciación entre el fin 
y el medio. En los siguientes días, cuando se balancee un objeto suspendido de un 
gancho, a dos metros de la cuna, e incluso cuando se hagan oír sonidos inesperados y 
 
 
 6
mecánicos detrás de un biombo y esos espectáculos o esa música se acaben, el niño 
buscará y tirará nuevamente del cordón mágico; nos hallamos esta vez en el umbral de la 
inteligencia, por extraña que sea esa causalidad sin contacto espacial. 
 
__________________________________________________________________ 
 *Ver PAVLOV, 1. P.: Psicopatología y Psiquiatría (Reflexologia). Madrid, Morata, 1967. (N. del T.) 
 5 Un esquema es la estructura o la organización de las acciones, tales como se transfieren o se 
generalizan con motivo de la repetición de una acción determinada en circunstancias iguales o análogas. 
__________________________________________________________________ 
 
 
 5. Los estadios IV y V.-En un cuarto estadio (IV), se observan actos más completos 
de inteligencia práctica. Se le impone al sujeto una finalidad previa, independientemente 
de los medios que vaya a emplear: por ejemplo, alcanzar un objeto demasiado lejano o 
que va a desaparecer bajo una sábana o un cojín. Esos medios son, después solamente, 
intentados o buscados, y ello, en conjunto, a título de medios; p. ej.: coger la mano de un 
adulto y llevarla hacia el objeto que se ha de alcanzar, o levantar lo que tapa el objeto 
oculto. Pero durante este cuarto estadio, si la coordinación de los medios y de los fines es 
nueva y se renueva en cada situación imprevista (sin lo cual no habría inteligencia en 
ello), los medios empleados sólo se toman de los esquemas de asimilación conocidos (en 
el caso del objeto escondido y encontrado, la combinación es también nueva, como se 
verá en el § II, pero el hecho de coger y de apartar un cojín no corresponde sino a un 
esquema habitual). 
 
 Durante un quinto estadio (V), que comienza hacia los once o doce meses, se añade a 
las conductas precedentes una reacción esencial: la búsqueda de medios nuevos por 
diferenciación de los esquemas conocidos. A este respecto, puede citarse lo que llamamos 
conducta del soporte: si un objeto demasiado lejano se halla sobre una alfombra, el niño, 
después de haber intentado en vano alcanzar directamente el objetivo, puede lograr coger 
una esquina del tapiz (por casualidad o con ayuda); y observando entonces una relación 
entre los movimientos de la alfombra y los del objeto, llega, poco a poco, a tirar de la 
alfombra para conseguirlo. Un descubrimiento análogo caracteriza la conducta de la 
cinta, estudiada por K. BÜHLER y luego por otros: atraer hacia sí el objeto, tirando de la 
cinta a la que está unido. 
 
 6. El estadio VI.-Finalmente, un sexto estadio señala el término del período senso-
motor y la transición con el período siguiente: el niño se hace capaz de encontrar medios 
nuevos, no ya sólo por tanteos exteriores o materiales, sino por combinaciones 
interiorizadas, que desembocan en una comprensión repentina o insight. Por ejemplo: el 
niño, ante una caja de cerillas apenas entreabierta, en la que se ha repetido un dato, trata, 
en primer lugar, de abrir la caja mediante tanteosmateriales (reacción del V estadio), 
pero después del fracaso presenta esa reacción muy nueva, de un paro en la acción y un 
examen atento de la situación (durante el cual abre y cierra lentamente la boca; en otro 
 
 
 7
sujeto, la mano, como para imitar el resultado es decir, la ampliación de la apertura); tras 
la cual, bruscamente, desliza su dedo en la hendidura, y consigue así abrir la caja. 
 
En este mismo estadio se descubre, en general, la célebre conducta del bastón, estudiada 
por W. KüHLER en los chimpancés, y luego por otros en los pequeñuelos. Pero W. 
KóHLER, como K. BÜHLER, considera que hay en ello acto de inteligencia solamente 
en el caso en que haya comprensión brusca, apartando el tanteo del terreno de esa 
inteligencia, para clasificarlo en las conductas de suplencia o de "Dressur", etc. 
CLAPARÉDE, al contrario, veía en el tanteo el criterio de la inteligencia, atribuyendo el 
nacimiento de las hipótesis a un tanteo interiorizado. Este criterio es seguramente 
demasiado amplio, puesto que hay tanteo en el reflejo y en la formación de los hábitos. 
Pero el criterio del insight es, ciertamente, demasiado estrecho, porque, gracias a una 
serie ininterrumpida de asimilaciones de diversos niveles (I a V), los esquemas senso-
motores se hacen susceptibles de esas nuevas combinaciones y de esas interiorizaciones 
que hacen posible, finalmente, la comprensión inmediata en ciertas situaciones. Este 
último nivel (VI) no puede ser separado de aquellos cuyo acabamiento simplemente 
señala. 
 
 
*En inglés, "conocimiento, discernimiento, perspicacia observación, penetración". (N. del T.) 
________________________________________________________________________ 
 
 
II.-LA CONSTRUCCION DE LO REAL 
 
 El sistema de los esquemas de asimilación senso-motores desemboca en una especie 
de lógica de la acción, que implica poner en relaciones y en correspondencias 
(funciones), ajustes de esquemas (cfr. la lógica de las clases), en una palabra: estructuras 
de orden y reuniones que constituyen la subestructura de las futuras operaciones del 
pensamiento. Pero la inteligencia senso-motora conduce a un resultado muy importante 
en lo que concierne a la estructuración del universo del sujeto, por restringido que sea ese 
nivel práctico: organiza lo real, construyendo, por su funcionamiento mismo, las grandes 
categorías de la acción que son los esquemas del objeto permanente, del espacio, del 
tiempo y de la causalidad, subestructuras de las futuras nociones correspondientes. 
Ninguna de esas categorías se da al comienzo; y el universo inicial está enteramente 
centrado en el cuerpo y la acción propios, en un egocentrismo tan total como inconsciente 
de sí mismo (falta de una conciencia del yo). En el transcurso de los dieciocho primeros 
meses se efectúa, por el contrario, una especie de revolución copernicana o, más 
simplemente dicho, de "des-centración" general, de modo que el niño acaba por situarse 
como un objeto entre otros, en un universo formado por objetos permanentes, 
estructurado de manera espacio-temporal y sede de una causalidad a la vez especializada 
y objetivada en las cosas. 
 
 
 8
 
 1. El objeto permanente.-Ese universo práctico elaborado en el segundo año está, 
ante todo, formado de objetos permanentes. El universo inicial es un mundo sin objetos, 
que sólo consiste en "cuadros" móviles e inconsistentes, que aparecen y luego se 
reabsorben por completo, bien para no tornar, bien para reaparecer en forma modificada o 
análoga. Hacia los cinco o los siete meses (estadio III del § I), cuando el niño va a coger 
un objeto y se tapa éste con una sábana o se le oculta con una pantalla, retira simplemente 
la mano ya tendida o, si se trata de un objeto de especial interés (el biberón, p. ej.), se 
pone a llorar o a chillar de decepción: reacciona, pues, como si el objeto hubiera sido 
reabsorbido. Se responderá, acaso, que él sabe muy bien que el objeto existe donde ha 
desaparecido, pero que, simplemente, no consigue resolver el problema de buscarlo y 
levantar la pantalla. Pero cuando empieza a buscar bajo ésta (véase el estadio IV del § I), 
puede hacerse el siguiente control: ocultar el objeto en A, a la derecha del niño, que lo 
busca y lo encuentra; y luego, a su vista, quitar el objeto y ocultarlo en B, a la izquierda 
del niño: cuando éste ha visto desaparecer el objeto en B (bajo un cojín, p. ej.), ocurre a 
menudo que lo busque en A, como si la posición del objeto dependiese de las acciones 
anteriormente realizadas y no de sus desplazamientos autónomos e independientes de la 
acción propia. En el estadio V (nueve a diez meses) el objeto es buscado, por el contrario, 
en función sólo de sus desplazamientos, salvo si éstos son muy complejos (acumulación 
de pantallas); y en el estadio VI se añade a esto un juego de inferencias que logran 
dominar ciertas combinaciones (levantar un cojín y sólo encontrar debajo otro obstáculo 
imprevisto, que es entonces levantado inmediatamente)'.7 
 
 La conservación del objeto es, principalmente, función de su localización. Este hecho 
muestra que la construcción del esquema del objeto permanente es solidaria de toda la 
organización espaciotemporal del universo práctico, así, naturalmente, como de su 
estructuración causal. 
________________________________________________________________________ 
PIAGET, J.: La construction du réel chez l'enfant. Delachaux y Niestlé, 1937. 
________________________________________________________________________ 
 7 Esos resultados obtenidos por uno de nosotros han sido confirmados después por TH. GoUIN-DÉCARIE en 
Montreal (en 90 sujetos) y por S. ESCALONA en Nueva York. Esta última ha observado que el objeto oculto en la 
mano es buscado más tardíamente que bajo una pantalla ext erior (dicho de otra manera: que la reabsorción sin 
localización predomina entonces más tiempo que la permanencia sustancial y espacial). Por otra parte, H. GRUBER ha 
realizado una investigación sobre los mismos problemas con gatos pequeños; éstos pasan, en general, por los mismos 
estadios; pero llegan a un inicio de permanencia desde los tres meses. El niño, en este punto como en otros muchos, se 
halla retrasado con respecto al animal; pero ese retraso atestigua asimilaciones más acentuadas, ya que, seguidamente, 
el primero consigue sobrepasar ampliamente al segundo. 
 8 POINCARÉ tuvo el gran mérito de prever que la organización del espacio iba ligada a la construcción del 
"grupo de los desplazamientos"; pero, como no elaboraba psicología, consideró eso a priori, en lugar de como el 
producto de una Construcción progresiva. 
 
 
 
 
 
 9
 2. El espacio y el tiempo.-Comenzando por las estructuras espacio-temporales, se 
comprueba que al principio no existen ni un espacio único ni un orden temporal que 
engloben los objetos y los acontecimientos, como el continente engloba lo contenido. 
Sólo se da un conjunto de espacios heterogéneos, centrados todos en el cuerpo propio: 
espacio bucal (STERN), táctil, visual, auditivo, posicional; y ciertas impresiones 
temporales (espera, etc.), pero sin coordinaciones objetivas. Esos espacios se coordinan 
luego progresivamente (bucal y táctil-cinestésico), pero esas coordinaciones siguen 
siendo parciales mucho tiempo, en tanto que la construcción del esquema del objeto 
permanente no conduce a la distinción fundamental, que H. POINCARÉ considera, 
erróneamente, como primitiva', de los cambios de estado o modificaciones físicas, y de 
los cambios de posición o desplazamientos constitutivos del espacio. 
 
 En solidaridad con las conductas de localización y de búsqueda del objeto 
permanente, los desplazamientos se organizan, finalmente (estadios V y VI), en una 
estructura fundamental, que constituye la armazón del espacio práctico, en espera de 
servir de base, una vez interiorizada, a las operaciones de la métrica euclidiana es lo que 
los geómetras llaman "grupo de desplazamientos", y cuya significaciónpsicológica es la 
siguiente: a) Un desplazamiento AB y un desplazamiento BC pueden coordinarse en un 
solo desplazamiento AC, que forma aún parte del sistema9; b) Todo desplazamiento AB 
puede ser invertido BA, de donde resulta la conducta de "retorno" al punto de partida; c) 
La composición del desplazamiento AB y de su inverso BA da el desplazamiento nulo 
AA; d) Los desplazamientos son asociativos, es decir, que en la serie ABCD se tiene 
AB+BD=AC+CD; esto significa que un mismo punto D puede ser alcanzado a partir de 
A por caminos diferentes (si los segmentos AB, BC, etc., no están en línea recta), lo que 
constituye la conducta del "radio", cuyo carácter tardío se conoce (estadios V y VI en el 
niño, conducta comprendida por los chimpancés, pero ignorada de las gallinas, etc.). 
 En correlación con esa organización de las posiciones y de los desplazamientos en el 
espacio, se constituyen, naturalmente, series temporales objetivas, ya que en el caso del 
grupo práctico de los desplazamientos, éstos se efectúan materialmente de modo 
progresivo y uno tras otro, por oposición a las nociones abstractas que construirá más 
tarde el pensamiento y que permitirán una representación de conjunto simultánea y cada 
vez más extratemporal. 
 
 3. La causalidad.-El sistema de los objetos permanentes y de sus desplazamientos es, 
por otra parte, indisociable de una estructuración causal, porque lo propio de un objeto es 
ser la fuente, el lugar o el resultado de acciones diversas cuyas relaciones constituyen la 
categoría de la causalidad. 
 
 
 Mas, en paralelo completo con el desarrollo de los esquemas precedentes, la 
causalidad sólo se hace objetiva y adecuada al término de una larga evolución, cuyas 
frases iniciales se centran en la acción propia e ignoran aún las relaciones espaciales y 
 
 
 10
físicas inherentes a los esquemas causales materiales. En el estadio III, todavía (cfr. 4 I), 
cuando la criatura llega ya a sonreír a lo que ve y a manipular los objetos según diversos 
esquemas (cambiar de sitio, balancear, golpear, frotar, etc.), sólo conoce como causa 
única su acción propia, independientemente, inclusive, de los contactos espaciales. 
 En la observación del cordoncillo que cuelga del techo de la cuna (§ 1-4), el niño no 
sitúa en el cordón la causa del movimiento de los sonajeros suspendidos, sino en la 
acción global de "tirar del cordón", lo cual es muy distinto: la prueba de ello es que 
continúa tirando del cordón para actuar sobre objetos situados a dos metros de distancia o 
sobre sonidos, etc. De igual modo, otros sujetos de ese nivel III se encorvan y se dejan 
caer para mover su cuna, y también para actuar sobre objetos distantes, o, más tarde, 
guiñan los ojos ante un conmutador para encender una lámpara eléctrica, etc. 
 
 
 Esa causalidad inicial puede denominarse mágico-fenomenista; fenomenista, porque 
cualquier cosa puede producir cualquiera otra según las reacciones anteriores observadas; 
y "mágica", porque se centra en la acción del sujeto, sin consideración de los contactos 
espaciales. El primero de esos dos aspectos recuerda la interpretación de la causalidad por 
HUME, pero con centration, puesta en el centro, exclusiva en la acción propia. El 
segundo aspecto recuerda las concepciones de MAINE DE BIRAN; pero no hay aquí 
conciencia del yo ni delimitación entre éste y el mundo exterior. 
 
 A medida, por el contrario, que el universo es estructurado por la inteligencia senso-
motora según una organización espacio-temporal y por la constitución de objetos 
permanentes, la causalidad se objetiva y se espacializa; es decir, que las causas 
reconocidas por el sujeto no están ya situadas en la sola acción propia, sino en objetos 
cualesquiera, y que las relaciones de causa a efecto entre dos objetos o sus acciones 
suponen un contacto físico y espacial. En las conductas del soporte, de la cinta y del 
bastón (§ I, estadios V y VI) está claro, p. ej., que los movimientos de la alfombra, de la 
cinta ó del bastón tienen que actuar sobre los del objeto (independientemente del autor 
del desplazamiento), ello a condición de que haya contacto: si el objeto está colocado 
junto a la alfombra, pero no encima de ella, el niño del estadio V no tirará del soporte, 
mientras que el del estadio III, e incluso el del IV, al que se le haya enseñado a servirse 
del soporte (o que haya descubierto casualmente su papel), tirará todavía de la alfombra, 
si el objeto deseado no sostiene con él la relación espacial "situado encima". 
 
 
9 El trayecto AC puede no pasar por B si AB y BC no están en línea recta. 
_________________________________________________________________ 
 
 
 
 
 
 
 11
III-EL ASPECTO COGNOSCITIVO DE LAS 
REACCIONES SENSO-MOTORAS 
 
 Si se comparan las fases de esta construcción de lo real con la que corresponde a los 
esquemas senso-motores que intervienen en el funcionamiento de los reflejos, de los 
hábitos o de la inteligencia, se comprueba la existencia de una ley de desarrollo, que 
ofrece alguna importancia porque regirá igualmente toda la evolución intelectual 
posterior del niño. 
 El esquematismo senso-motor se manifiesta, en efecto, bajo tres grandes formas 
sucesivas (las precedentes no se pierden, por lo demás, hasta que aparecen las 
siguientes): 
 a) Las formas iniciales están constituidas por estructuras de ritmos, como las que se 
observan en los movimientos espontáneos y globales del organismo, cuyos reflejos no 
son, sin duda, sino diferenciaciones progresivas. Los mismos reflejos particulares 
dependen también de la estructura de ritmo, no sólo en sus acomodamientos complejos 
(succión, locomoción), sino porque su desarrollo conduce de un estado inicial X a un 
estado final Z, para recomenzar seguidamente en el mismo orden (de inmediato o de 
manera diferente). 
 b) Vienen en seguida regulaciones diversas que diferencian los ritmos iniciales 
siguiendo múltiples esquemas. La forma más corriente de esas regulaciones es el control 
por tanteos que intervienen en la formación de los primeros hábitos (las "reacciones 
circulares" aseguran a tal respecto la transición entre el ritmo y las regulaciones) y en los 
primeros actos de inteligencia. 
Esas regulaciones, cuyos modelos cibernéticos entrañan sistemas de boucles o feedbaks, 
alcanzan así una semireversibilidad aproximada, por el efecto retroactivo de las 
correcciones progresivas. 
c) Aparece por fin un comienzo de reversibilidad, fuente de futuras "operaciones" del 
pensamiento, pero ya actuando al nivel senso-motor desde la constitución del grupo 
práctico de los desplazamientos (cada desplazamiento AB lleva consigo entonces un 
desplazamiento inverso BA). El producto más inmediato de las estructuras reversibles es 
la constitución de nociones de conservación o de invariantes de "grupos". A1 nivel senso-
motor ya, la organización reversible de los desplazamientos entraña la elaboración de tal 
invariante, bajo la especie dé un esquema del objeto permanente. Pero es obvio que, a ese 
nivel, ni esa reversibilidad en acción ni esa conservación son completas, por falta de 
representación. 
Si las estructuras de ritmo no aparecen ya en los niveles representativos posteriores (de 2 
a 15 años), toda la evolución del pensamiento estará dominada 
-como se verá después- por un paso general de las regulaciones a la reversibilidad 
interiorizada u operatoria, es decir, a la reversibilidad propiamente dicha. 
 
 
 
 
 
 12
 
IV.-EL ASPECTO AFECTIVO DE LAS REACCIONES 
SENSO-MOTORAS 
 
 El aspecto cognoscitivo de las conductas consiste en su estructuración, y el aspecto 
afectivo, en su energética (o, como decía P. JANET, en su "economía"). Esos dos 
aspectos son, a la vez, irreducibles y complementarios: no hay que extrañarse, pues, de 
hallar un paralelismo notable entre sus respectivas evoluciones. De un modo general, en 
efecto, mientras el esquematismo cognoscitivo pasa de un estado inicial centrado sobre la 
acción propiaa la construcción de un universo objetivo y descentrado, la afectividad de 
los mismos niveles senso-motores procede de un estado de indiferenciación entre el yo y 
el "entorno" físico y humano para construir a continuación un conjunto de cambios entre 
el yo diferenciado y las personas (sentimientos interindividuales) o las cosas (intereses 
variados, según los niveles). , 
 Pero el estudio de la afectividad del lactante es mucho más difícil que el de sus 
funciones cognoscitivas, porque en él es mayor el riesgo del adultomorfismo. La mayoría 
de los trabajos conocidos son de naturaleza psicoanalítica y se han contentado, durante 
mucho tiempo, con una reconstitución de los estudios elementales, a partir de la 
psicopatología adulta. Con R. SPITZ, K. WOLF y TII. GOUIN-DÉCARIE, el 
psicoanálisis del bebé se ha hecho, por el contrario, experimental; y con las actuales 
investigaciones de S. ESCALONA, de inspiración y lewiniana, a la vez se libera del 
detalle de los cuadros freudianos para alcanzar el nivel del análisis y del control de 
objetivos. 
 
 1. El adualismo inicial.-Los afectos propios de los dos primeros estadios (I-II del § I) se 
inscriben en un contexto ya descrito por J. M. BALDWIN con el nombre de "adualismo", 
en el que no existe aún, sin duda, ninguna conciencia del yo, es decir, ninguna frontera 
entre el mundo interior o vivido y el conjunto de las realidades exteriores. FREUD habló 
de narcisismo, a tal respecto, sin percibir suficientemente que se trataba de un narcisismo 
sin Narciso. Anna FREUD precisó después ese concepto de "narcisismo primario", en el 
sentido de una indiferenciación inicial entre el yo y los otros. WALLON describe esa 
misma indiferenciación en términos de simbiosis; pero sigue siendo importante 
especificar que, en la propia medida en que el yo continúa inconsciente de sí mismo, es 
decir, indiferenciado, toda la afectividad queda centrada sobre el cuerpo y la acción 
propios, ya que sólo una disociación del yo y de los otros o del no-yo permite la 
décentration tanto afectiva como cognoscitiva. Por eso, la intención contenida en la 
noción de narcisismo sigue siendo válida, a condición de precisar que no se trata de una 
centration consciente sobre un yo, por lo demás idéntico al que se constituirá una vez 
elaborado, sino de una centration inconsciente por indiferenciación. 
 Establecido esto, los afectos observables en ese contexto adualista dependen ante todo 
de ritmos generales que corresponden a los de las actividades espontáneas y globales del 
organismo (§ 1) : alternancias entre los estados de tensión y de laxitud, etc. Esos ritmos 
 
 
 13
se diferencian en búsquedas de los estímulos agradables y en tendencias a evitar los 
desagradables. 
 Uno de los síntomas más estudiados de la satisfacción es la sonrisa, que ha dado lugar 
a múltiples interpretaciones. CH. BÜHLER y KAILA ven en ella una reacción específica 
a la persona humana. Pero, de una parte, se observa al principio una especie de sonrisa 
fisiológica, inmediatamente después de mamar, sin ningún estímulo visual. De otra, uno 
de nosotros ha notado sonrisas muy precoces en presencia de objetos en movimiento. La 
reacción al rostro humano ha sido estudiada por medio de máscaras más o menos 
completas (ojos y frente sin la boca, etc.) análogas a los "engaños" de que se sirven los 
etólogos de la escuela de TINBERGEN y LORENZ para analizar los desencadenantes 
perceptivos de los mecanismos innatos'. Se ha observado, a tal respecto, que los ojos y la 
parte superior del rostro desempeñan un papel preponderante; y ciertos autores 
(BOWLBY) consideran esos estímulos como análogos a los desencadenantes hereditarios 
(IRM)10. Pero, de acuerdo con SPITZ11 y WOLF, es más prudente ver sólo en la sonrisa un 
signo de reconocimiento de un complejo de estímulos en un contexto de satisfacción de 
las necesidades. No supondría, pues, desde el principio, reconocer la persona de otro, sino 
que, como la sonrisa del niño es muy frecuentemente provocada, sostenida y reforzada o 
"gratificada" por la sonrisa del compañero humano, se convierte, con más o menos 
rapidez, en un instrumento de intercambio o de contagio y, en consecuencia, poco a poco, 
en un medio de diferenciación de personas y de cosas (las primeras sólo son, durante 
largo tiempo, centros particularmente activos e imprevistos, asimilados en función de las 
reacciones propias sin diferenciación neta de las cosas). 
 
 
* Ver SANDSTRÓM, C. I.: Psico!ogía del niño y del adolescente. Madrid, Morata, 1968. (N. del T.) 
Io nRM: innate releasing mechanisms. 
 " SPITZ, R.: La premiére année de la vie de 1'enfant: Genése des premiéres relatíons objectales. París, 1958. 
 
 
 
2. Reacciones intermedias.-Durante los estadios III y IV, de manera general, se asiste, 
en función de la creciente complejidad de conductas, a una multiplicación de las 
satisfacciones psicológicas, que vienen a añadirse a las satisfacciones orgánicas. Pero si 
las fuentes de interés se diversifican así, se observan, igualmente, nuevos estados en 
presencia de lo desconocido, cada vez más diferenciados de lo conocido: inquietudes en 
presencia de personas extrañas al medio ambiente (SPITZ), reacciones ante situaciones 
insólitas (MEILI), etc.; y mayor o menor tolerancia al stress *, la cual aumenta en un 
contexto de contactos agradables. 
El contacto con las personas se hace más importante cada vez, anunciando el paso del 
contagio a la comunicación (ESCALONA). En efecto: antes que se construyan de manera 
complementaria el yo y los otros, así cómo sus interacciones; se asiste a la elaboración de 
todo un sistema de intercambios, gracias a la imitación, a la lectura de los indicios 
gesticulares y de los mímicos. El niño comienza entonces a reaccionar ante las personas, 
 
 
 14
de modo cada vez más específico, porque éstas actúan de otra manera que las cosas, y lo 
hacen según esquemas que pueden relacionarse con los de la acción propia. Se establece, 
incluso, antes o después, una especie de causalidad relativa a las personas, en tanto estas 
proporcionan placer, confortación, tranquilidad, seguridad, etc. 
 
 Pero es esencial comprender que el conjunto de esos progresos afectivos es solidario 
de la estructuración general de las conductas. "Mis datos -concluye ESCALONA- 
sugieren la posibilidad de extender a todos los aspectos adaptativos del funcionamiento 
mental lo que PIAGET propone para la cognition: la emergencia de funciones tales como 
la comunicación, la modulación de los efectos, el control de las excitaciones, la 
posibilidad de diferir las reacciones (delay), ciertos aspectos de las relaciones entre 
objetos como identificación, son, en todos esos casos, el resultado de las secuencias del 
desarrollo senso-motor, antes que las funciones se liguen a un ego en un sentido más 
restringido"12. 
 
 
 
 
* Palabra inglesa, de diversos significados, pero que, en este caso, equivale, fundamentalmente, a "tensión". (N. del T.) 
 
 
12 ESCALONA, S. K.: Patterns of infantile experience and the developmental process, The psychoanal. Study of the 
Child, vol. XVIII (1963), p. 198. 
 
 
3. Las relaciones "objetales" *.-Durante los estadios V y VI (con preparación desde el 
estadio IV) se asiste a lo que FREUD llamaba una "elección del objeto" afectivo, y que 
consideraba como una transferencia de la libido, a partir del yo narcisista, sobre la 
persona de los padres. Los psicoanalistas hablan ahora de "relaciones objetaIes"; y desde 
que HARTMANN y RAPAPORT insistieron sobre la autonomía del yo con respecto a la 
libido, conciben la aparición de esas relaciones "objetales" como señal de la doble 
constitución de un yo diferenciado de otro, y de otro que se convierte en objeto de 
afectividad. J. M. BALDWIN había insistido ya, hace tiempo, en el papel de la imitación 
en la elaboración del yo, lo que atestigua la solidaridad y la complementariedad de las 
formaciones del ego y del alter. 
Los problemas consisten, entonces, en comprender las razonespor las que esa 
décentration de la, afectividad sobre la persona de otro, en tanto que es a la vez distinta y 
análoga al yo que se descubre en referencia con ella, se produce a ese nivel del 
desarrollo; y, sobre todo, en comprender de qué manera se efectúa esa décentration. 
Nosotros hemos supuesto que la afectiva era correlativa de la cognoscitiva, no que una 
domine a la otra, sino que ambas se producen en función de un mismo proceso de 
conjunto. En efecto, en la medida en que el niño deja de relacionarlo todo con sus estados 
y su propia acción, para sustituir un mundo de cuadros fluctuantes sin consistencia 
 
 
 15
espacio-temporal ni causalidad exterior o física por un universo de objetos permanentes, 
estructurado según sus grupos de desplazamientos espacio-temporales y según una 
causalidad objetivada y especializada, es claro que su afectividad se adherirá igualmente 
a esos objetos permanentes localizables y fuentes de causalidad exterior en que se han 
convertido las personas. De ahí la constitución de las "relaciones objetales" en estrecha 
unión con el esquema de los objetos permanentes. 
 Está hipótesis, muy verosímil pero aún no probada, ha sido verificada recientemente 
por TH. GOUIN-DÉCARIE 13. Esta psicólogo canadiense ha controlado en 90 sujetos 
(como hemos visto en el § II) el desarrollo regular de las etapas de la formación del 
esquema del objeto. Pero, acerca de esos mismos sujetos, ha realizado el análisis de las 
reacciones afectivas en función de una escala referente a las "relaciones objetales" (la 
evolución así observada es neta, aunque menos regular que la de las reacciones 
cognoscitivas). Recogidas ya esas dos series de materiales, TH. GOUIN ha demostrado 
la existencia de una correlación significativa entre ellos14 y que las etapas de la 
afectividad corresponden, en líneas generales, para cada grupo de sujetos; a las de la 
construcción del objeto15. 
 
 Esas diversas correlaciones cognoscitivo-afectivas e interacciones interindividuales 
son de naturaleza que matiza las conclusiones que pueden obtenerse de las reacciones al 
hospitalismo. Sabido es que, bajo esa denominación, los psicoanalistas SPITZ, 
GOLDFARB, BOWLBY, etc., han estudiado los efectos de la separación de la madre, de 
la carencia maternal y de la educación en las instituciones hospitalarias. Los datos 
recogidos demuestran la existencia de retrasos sistemáticos (y, además, electivos) de 
desarrollo e incluso de detenciones y regresiones en caso de separación duradera. Pero, 
aun aquí, ha de tenerse en cuenta el conjunto de los factores: no es necesariamente el 
elemento maternal,, como afectivamente especializado (en el sentido freudiano), el que 
desempeña el papel principal, sino la falta de interacciones estimuladoras; porque éstas 
pueden estar unidas a la madre, no sólo como madre, sino porque sé ha creado un modo 
de intercambio particular entre esa persona, con su carácter, y el niño con el suyo. 
 
 
*Objetal: Tendencia o conducta hacia un objeto por oposición a las dirigidas a la personalidad. (N. del TJ.) 
 
13 GOUIN-DÉCARIE, TH.: Intelligence et af/ectivité chez~ le jeune en/ant. Delachaux y Niestlé, 1962. 
 14 ANTONY, J., ha demostrado igualmente la existencia de lagunas en el esquema del objeto permanente en los 
niños psicóticos que presentan perturbaciones de las relaciones "objetales". Véase: Six applications de la théorie 
génétique de Piaget á la pratique psychodynamique, Revue suisse de Psychoiogie, XV, núm. 4, , 1956. 
 15 Queda por señalar que, en la medida en que se verifican tales correlaciones, es decir, donde la afectividad es 
solidaria del conjunto de la conducta sin consistir en una causa ni en un efecto de las estructuraciones cognoscitivas, el 
factor esencial en las relaciones "objetales" es la relación como tal entre el sujeto y el objeto afectivo; es, pues,, la 
interacción entre ellos, y no esencialmente el factor "madre" el que actúa como variable independiente, según supone 
aún el psicoanálisis neofreudiano. Como bien ha demostrado S. ESCALONA, a quien sus finas observaciones de 
psicología individual y diferencial han llevado a una posición más relativista, una misma "compañera" maternal 
provoca resultados diferentes según el comportamiento general del niño, así como niños diferentes desencadenan 
reacciones distintas en la misma madre. 
 
 
 
 16
 
 
 
 
CAPITULO III 
 
LA FUNCION SEMIOTICA O SIMBOLICA 
 
 A1 término del período senso-motor, hacia un año y medio o dos años, aparece 
una función fundamental para la evolución de las conductas ulteriores, y que consiste en 
poder representar algo (un "significado" cualquiera: objeto, acontecimiento, esquema 
conceptual, etcétera) por medio de un "significante" diferenciado y que sólo sirve para 
esa representación: lenguaje, imagen mental, gesto simbólico, etc. Siguiendo a HEAD y a 
los especialistas de la afasia, se denomina, en general, "simbólica" esa función 
generadora de la representación; pero como los lingüistas distinguen cuidadosamente los 
"símbolos" y los "signos", es mejor emplear con ellos la expresión de "función semiótica" 
para designar los funcionamientos referentes al conjunto de los significantes 
diferenciados. 
 
I-LA FUNCION SEMIOTICA Y LA IMITACION 
 
 Los mecanismos senso-motores ignoran la representación y antes del transcurso 
del segundo año no se observa una conducta que implique la evocación de un objeto 
ausente. Cuando se constituye, hacia los noveno mes, el esquema del objeto permanente, 
existe, ciertamente, la búsqueda del objeto desaparecido, pero acaba de ser percibido, y 
corresponde, pues, a una acción ya en curso, y un conjunto de indicios actuales permite 
encontrarlo. 
 Si no hay aún en esto representación, existe por lo menos, e incluso desde el 
principio, constitución y utilización de significaciones, ya que toda asimilación senso-
motora (comprendida la perceptiva) consiste en conferir significaciones. Pero si hay ahí 
significación de conjunto, es decir, dualidad entre "significados" (=los propios esquemas 
con sus contenidos relativos a las acciones en curso) y "significantes", éstos son siempre 
perceptivos, indiferenciados en sus significados, lo que excluye hablar, a ese nivel, de 
función semiótica. Un significante indiferenciado no es aún, en efecto, ni un "símbolo" ni 
un "signo" (en el sentido de los signos verbales); es, por definición, un "indicio" 
(comprendidas las "señales" que intervienen en el condicionamiento, como el sonido de 
la campana que anuncia la alimentación). Un indicio está efectivamente indiferenciado de 
su significado, en el sentido de que constituye un aspecto (la blancura para la leche), una 
parte (el sector visible para un objeto semioculto), un antecedente temporal (la puerta que 
se abre para la llegada de la madre), un resultado causal (una mancha), etc. 
 
 
 
 17
 1. Aparición de la función semiótica.-En el curso del segundo año (en 
continuidad con el estadio VI del § 1) aparece, por el contrario, un conjunto de conductas 
que implica la evocación representativa de un objeto o de un acontecimiento ausentes y 
que supone, en consecuencia, la construcción o el empleo de significantes diferenciados, 
ya que deben poder referirse a elementos no actualmente perceptibles tanto como a los 
que están presentes. Pueden distinguirse, cuando menos, cinco de esas conductas, de 
aparición casi simultánea, y que vamos a enumerar en orden de complejidad creciente: 
 
 1) Hay, ante todo, la imitación diferida, es decir, la que se inicia en ausencia del 
modelo. En una conducta de imitación senso-motora, el niño, comienza por imitar 
en presencia del modelo (p. ej., un un, movimiento de la mano), después de lo cual puede 
continuar en ausencia de ese modelo, sin que ello implique ninguna representación en 
pensamiento. Por el contrario, en el caso de una niña de dieciséis meses, que ve a un 
amiguito enfadarse, gritar y patalear (espectáculos nuevos para ella)y que, pero sólo una 
odos horas después de su marcha, imita la escena riéndose, esta imitación diferida 
constituye un comienzo de representación, y el gesto imitador, un inicio de significante 
diferenciado. 
 2) Hay, seguidamente, el juego simbólico o juego de ficción, desconocido en el 
nivel senso-motor. La misma niña ha inventado su primer juego simbólico, aparentando 
dormir, sentada y sonriendo ampliamente, pero cerrando los ojos, con la cabeza inclinada 
y el pulgar en la boca, asiendo un pico de la sábana que simula el de su almohada, según 
lo que habitualmente suele hacer cuando se duerme; poco después hace también dormir a 
su oso de peluche, desliza una concha en una caja, diciendo " ¡ miau ! " (acaba de ver un 
gato sobre un muro), etc. En todos esos casos la representación es neta y el significante 
diferenciado es, de nuevo, un gesto imitador, pero acompañado de objetos que se han 
hecho simbólicos. 
 3) El dibujo o imagen gráfica es, en sus comienzos, un intermediario entre el 
juego y la imagen mental, aunque no aparece apenas antes de los dos o de los dos años y 
medio. 
 4) Viene luego, pronto o tarde, la imagen mental, de la que no se encuentra huella 
alguna en el nivel senso-motor (si no fuera así, el descubrimiento del objeto permanente 
se facilitaría mucho) y que aparece como una imitación interiorizada. 
 
 5) Por último, el lenguaje naciente permite la evocación verbal de 
acontecimientos no actuales. Cuando la mencionada niña dice "miau", sin ver ya al gato, 
existe representación verbal, además de imitación. Cuando, algún tiempo después, dice 
"Panéné pati" (=grand-papa parti)*, señalando el camino en cuesta que él ha seguido al 
dejarla, la representación se apoya exclusivamente (o acompañándose de una imagen 
mental) en el significante diferenciado constituido por los signos de la lengua en vías de 
aprendizaje. 
 
 
 
 18
 2. Papel de la imitación.-Siendo tales las primeras manifestaciones de la función 
semiótica, el problema que se plantea, ante todo, es comprender el mecanismo de su 
formación. Pero la solución de ese problema se simplifica mucho por el hecho de que las 
cuatro primeras de dichas formas de conducta se basan en la imitación, y que el lenguaje 
mismo, que, contrariamente a las precedentes conductas, no es inventado por el niño, se 
adquiere en un contexto necesario de imitación (porque si se aprendiese sólo por un juego 
de condicionamientos, como a menudo se dice, debería aparecer al segundo mes). La 
imitación, pues, constituye a la vez la prefiguración senso-motora de la representación y, 
en consecuencia, el término de paso entre el nivel senso-moto y el de las conductas 
propiamente representativas. 
 
 La imitación es de inmediato una prefiguración de la representación, es decir, que 
constituye, en el curso del periodo senso-motor, una especie de representación en actos 
materiales, todavía no en pensamiento1. 
 
A1 término del período senso-motor, el niño ha adquirido una capacidad suficiente, en 
dominio de la imitación así generalizada, para que se haga posible la imitación diferida: 
realmente, la representación en acto se libera entonces de las exigencias senso-motoras de 
copia perceptiva directa para alcanzar un nivel intermedio en el que el acto, desprendido 
así de su contexto, se hace significante diferenciado y, consecuentemente, en parte ya 
representación en pensamiento. Con el juego simbólico y el dibujo, ese paso de la 
representación en acto a la representación-pensamiento se ve reforzado el "simular 
dormir" del ejemplo recién citado no es tampoco, aún, sino un acto desligado de su 
contexto, pero es también un símbolo generalizable. Con la imagen mental, 
seguidamente, la imitación no es ya sólo diferida, sino interiorizada, y la representación 
que hace posible, disociada así de todo acto exterior en favor de esos esbozos o bosquejos 
internos de acciones que la soportarán en lo sucesivo, está entonces presta para 
convertirse en pensamiento. La adquisición del lenguaje, hecha accesible en esos 
contextos de imitación, cubre finalmente el conjunto del proceso, asegurando un contacto 
con los demás, mucho más potente que la simple imitación y que permite a la 
representación naciente aumentar sus poderes apoyándose en la comunicación. 
 
 
3. En suma, la función semiótica engendra así dos clases de instrumentos: los símbolos, 
que son "motivados", es decir, que presentan, aunque significantes diferenciados, alguna 
semejanza con sus significados; y los signos, que son arbitrarios o convencionales. Los 
símbolos, como motivados, pueden ser construidos por el individuo solo, y los primeros 
símbolos del juego del niño son buenos ejemplos de esas creaciones individuales, que no 
excluyen, naturalmente, los simbolismos colectivos ulteriores: la imitación diferida, el 
juego simbólico y la imagen gráfica o mental dependen entonces directamente de la 
imitación, no como transmisión de modelos exteriores dados (ya que hay una imitación 
de sí mismo igual que de otros, como demuestra el ejemplo citado del juego de simular el 
 
 
 19
sueño), sino como paso de la pre-representación en acto a la representación interior o 
pensamiento. El signo, por el contrario, como convencional, ha de ser necesariamente 
colectivo: el niño lo recibe por el canal de la imitación, pero ésta vez como adquisición 
de modelos exteriores; él solamente lo acomoda en seguida a su manera y lo utiliza como 
veremos en el capítulo III, § VI. 
 
Dejamos este ejemplo según aparece en e1 original francés por razones fonéticas. Podría 
fácilmente hallarse una equivalencia castellana. (N. del T.) 
 
 1 La imitación comienza (desde los estadios II y III del capítulo I, § I) por una especie de contagio o de 
ecopraxia debida al hecho de que cuando otra persona realiza ante el niño gestos que él mismo sabe efectuar (cuando 
aquélla acaba de hacerlo y luego después de un intervalo), hay asimilación de esos espectáculos en los esquemas 
propios y liberación de éstos. Seguidamente, el sujeto se dedica a reproducir esos modelos por interés hacia esa propia 
reproducción y no por asimilación automática, lo que señala el comienzo de la función en cierto modo pre-
representativa desempeñada por la imitación; luego, el niño llega pronto a copiar gestos nuevos para él, pero en la 
medida en que son ejecutables en regiones visibles del propio cuerpo. Se inicia una nueva etapa esencial cuando se trata 
de modelos relativos al rostro (abrir y cerrar la boca o los ojos, etcétera): la dificultad estriba entonces en que el rostro 
propio sólo es conocido táctilmente y el ajeno visualmente, aparte de algunas raras exploraciones táctiles de ese rostro 
ajeno, muy interesante de señalar a ese nivel en que el niño construye correspondencias entre las claves visuales y 
tactilocinestésicas, para poder generalizar la imitación en las partes no visibles de su cuerpo. Mientras tales 
correspondencias no se han elaborado, la imitación de los movimientos del rostro es imposible o accidental: el bostezo, 
p. ej., tan contagioso más tarde, no es imitado antes de alrededor de un año, si se ha presentado silenciosamente. Una 
vez construida las correspondencias, merced a una serie de indicios (sonoros, etc.), la imitación se generaliza, y se ve 
entonces el importante papel que desempeña en ese nivel a titulo de instrumento de conocimiento del cuerpo propio en 
analogía con el ajeno. No es, pues, exagerado considerarla como una especie de representación en acto; y, desde ese 
punto de vista, puede seguirse a BALDWIN, cuando ve en ella un instrumento esencial de la construcción 
complementaria del otro y del yo. 
 
 
 
II-EL JUEGO SIMBOLICO 
 
 El juego simbólico señala, indudablemente, el apogeo del juego infantil. 
Corresponde, más aún que las otras dos o tres formas de juego que vamos también a 
examinar, a la función esencial que el juego llene en la vida del niño. Obligado a 
adaptarse incesantemente a un mundo social de mayores, cuyos intereses y reglas siguen 
siéndole exteriores, y aun mundo físico que todavía comprende mal, el niño no llega 
como nosotros a satisfacer las necesidades afectivas e incluso intelectuales de su yo en 
esas adaptaciones, que para los adultos son más o menos completas, pero que para él 
siguen siendo tanto más inacabadas cuanto más pequeño es. Resulta, por tanto, 
indispensable a su equilibrio afectivo e intelectual que pueda disponer de un sector de 
actividad cuya motivación no sea la adaptación a lo real, sino, por el contrario, la 
asimilación de lo real al yo, sin coacciones ni sanciones: tal es el juego, que transforma lo 
real, por asimilación más o menos pura, a las necesidades del yo, mientras que la 
imitación (cuando constituye un fin en sí) es acomodación más o menos pura a los 
modelos exteriores, y la inteligencia es equilibrio entre la asimilación y la acomodación2. 
 
 
 
 20
 Además, el instrumento esencial de adaptación es el lenguaje, que no es inventado 
por el niño, sino que le es transmitido en formas ya hechas, obligadas y de naturaleza 
colectiva, es decir, impropias para expresar las necesidades o las experiencias vividas por 
el yo. Es, pues, indispensable para el niño que pueda disponer igualmente de un medio 
propio de expresión, o sea, de un sistema de significantes construidos por él y adaptables 
a sus deseos: tal es el sistema de los símbolos propios del juego simbólico, tomados de la 
imitación a título de instrumentos; pero de una imitación no perseguida por ella misma, 
sino simplemente utilizada como medio evocador al servicio de la asimilación lúdica: tal 
es el juego simbólico, que no es sólo asimilación de lo real al yo, como el juego en 
general, sino asimilación asegurada (lo que la refuerza) por un lenguaje simbólico 
construido por el yo y modificable a la medida de las necesidades3. 
 
 
 La función de asimilación al yo que cumple el juego simbólico se manifiesta bajo 
las formas particulares más diversas, en la mayor parte de los casos afectivas, sobre todo, 
pero a veces al servicio de intereses cognoscitivos. Una niñita que había hecho diversas 
preguntas acerca del mecanismo de las campanas, observado en un viejo campanario de 
aldea, en las vacaciones, se puso en pie e inmóvil al lado de la mesa de su padre, 
haciendo un ruido ensordecedor: "Me estás estorbando; ya ves que trabajo" - "No me 
hables -repuso la pequeña-, soy una iglesia". De igual modo, vivamente impresionada 
por un pato desplumado que vio en la mesa de la cocina fue hallada por la noche tendida 
en un canapé, al punto de que se la creyó enferma, y se la acosó a preguntas, que al 
principio quedaron sin respuesta; luego, con voz apagada, dijo: " ¡ Yo soy el pato 
muerto!" Se ve en esos ejemplos que el simbolismo lúdico puede 
llegar a cumplir la función de lo que seria para un adulto el lenguaje interior; pero, en 
lugar de repensar simplemente en un acontecimiento interesante o impresionante, el niño 
tiene necesidad de un simbolismo más directo, que le permita volver a vivir ese 
acontecimiento, en vez de contentarse con una evocación mental4. 
 
 De esas múltiples funciones del juego simbólico se han derivado diferentes teorías que 
pretenden ser explicativas del juego en general y hoy ya abandonadas (sin hablar de la 
hipótesis de la recapitulación hereditaria de STANLEY-HALL, que anunciaba, en el 
ámbito del juego, las concepciones más aventuradas de JUNG en lo concerniente a los 
símbolos inconscientes). La principal de esas antiguas teorías es la de Karl GROOS, que 
tuvo el mérito de ser el primero en descubrir que el juego de los niños (y de los animales) 
presenta una significación funcional esencial y no es un simple desahogo. Pero él veía en 
el juego un pre-ejercicio de las actividades futuras del individuo, lo cual es verdad e 
incluso evidente si nos limitamos a decir que el juego, como toda función general, es útil 
para el desarrollo, pero que pierde toda significación si se entra en el detalle: el niño que 
juega a ser una iglesia, ¿se prepara a ser diácono? Y el que juega a ser un pato muerto, 
¿se apresta a ser ornitólogo? Mucho más profunda es la teoría de J. J. BUYTENDIIK, 
que liga el juego a las leyes de la "dinámica, infantil", solo que esa dinámica no es lúdica 
 
 
 21
en sí misma, y para darse cuenta de lo que el juego presenta de específico parece 
necesario, como proponemos antes, apelar a un polo de asimilación al yo, distinto del 
polo acomodador de imitación y del equilibrio entre ellos (inteligencia)5; en el juego 
simbólico, esa asimilación sistemática se traduce en una utilización particular de la 
función semiótica, consistente en construir símbolos a voluntad para expresar todo lo que, 
en la experiencia vivida, no podía ser formulado y asimilado sólo por los medios del 
lenguaje. 
 Pero ese simbolismo centrado en el yo6 no consiste sólo en formular y en 
alimentar los diversos intereses conscientes del sujeto. El juego simbólico se refiere 
frecuentemente también a conflictos inconscientes: intereses sexuales, defensa contra la 
angustia, fobias, agresividad o identificación con agresores, repliegues por temor al 
riesgo o ala competición, etc. El simbolismo del juego se une en esos casos al del sueño, 
hasta el punto de que los métodos específicos de psicoanálisis infantil utilizan 
frecuentemente materiales de juego (Melanie KLEIN, Anna FREUD, etc.). Sólo el 
freudismo ha interpretado, hace tiempo, el simbolismo del sueño (sin hablar de las 
exageraciones, acaso inevitables, que entraña la interpretación de los símbolos cuando no 
se dispone de medios suficientes de control) como una especie de disfraz debido a 
mecanismos de retroceso y de censura. Los límites, tan vagos, entre la conciencia y lo 
inconsciente, que dan testimonio del juego simbólico del niño, hacen pensar más bien que 
el simbolismo del sueño es análogo al del juego, porque el durmiente pierde, a la vez, la 
utilización razonada del lenguaje, el sentido de lo real y los instrumentos deductivos o 
lógicos de su inteligencia; se halla entonces, sin querer, en la situación de asimilación 
simbólica que el niño busca por ella misma. C. G. JUNG había visto, acertadamente, que 
ese simbolismo onírico consiste en una especie de lenguaje primitivo, lo que corresponde 
a lo que acabamos de ver del juego simbólico; y ha tenido el mérito de estudiar y 
demostrar la gran generalidad de ciertos símbolos. Pero, sin prueba alguna (la 
indiferencia respecto al control es aún más notable en la escuela "jungiana" que en las 
"freudianas"), ha llegado de la generalidad a la innateidad y a la teoría de los arquetipos 
hereditarios. Pero se encontrada, sin duda, una generalidad tan grande en las leyes del 
simbolismo lúdico del niño. Y como el , niño es anterior al hombre, incluso prehistórico 
(lo recordamos en la Introducción), acaso en el estudio ontogenético de los mecanismos 
formadores de la función semiótica se encuentra la solución del problema. 
 
 
 
 
2 PIAGET, J.: La formatión du symbole chez l'enfant, Delachaux & Niestlé, 1945. 
 
 
 
3 Hay tres categorías principales de juego y una cuarta que forma la transición entre el juego simbólico y las actividades 
no lúdicas o adaptaciones "serias". La forma primitiva del juego, la única representada al nivel senso-motor, pero que 
se conserva en parte después, es el "juego de ejercicio", que no entraña ningún simbolismo ni técnica alguna 
 
 
 22
específicamente lúdica, pero que consiste en repetir por placer actividades adquiridas con un fin de adaptación: por 
ejemplo, el niño que ha descubierto por azar la posibilidad de balancear un objeto suspendido, reproduce en seguida el 
resultado para adaptarse a él y para comprenderlo, lo que no es un juego, ya que, hecho esto, utiliza esa conducta por 
simple "placer funcional" (K. BÜH1.ER) * o por placer de ser causa y de afirmar un saber nuevamente adquirido (lo 
que hace todavía el adulto con un nuevo automóvil o un nuevo aparato de televisión). Después viene el juego 
simbólico, cuyos caracteres ya hemos visto, y que encuentrasu apogeo entre los 2-3 y los 5-6 años. En tercer lugar, 
aparecen los juegos de reglas (canicas, rayuela, etcétera), que se transmiten socialmente de niño en niño y aumentan en 
importancia, por tanto, con el progreso de la vida 
 social del niño. Finalmente, a partir del juego simbólico se desarrollan juegos de construcción, impregnados aún, al 
principio, de simbolismo lúdico, pero que tienden seguidamente a constituir verdaderas adaptaciones (construcciones 
mecánicas, etcétera) o soluciones de problemas y creaciones inteligentes. 
 
 
*Ver el estudio de1.juego en BUHLER, K.: Crisis de la psicología; Madrid, Morata, 1966. (N. del T.) 
 
 
 
4 Son, sobre todo, los conflictos afectivos los que reaparecen en el juego simbólico. Puede estarse seguro, por ejemplo, 
de que si se produce una escena trivial en el desayuno, una o dos horas después el drama será reproducido en un juego 
de muñecas y, sobre todo, llevado a un final más afortunado, bien porque el niño aplique a su muñeca una pedagogía 
más inteligente que la de sus padres, bien porque integre en el juego lo que su amor propio le impedía aceptar en la 
mesa (como terminar el plato de un guisado que le parezca detestable, sobre todo si es la muñeca quien se lo toma 
simbólicamente). Puede estarse seguro, también, de que si el niño tiene miedo de un perrazo, las cosas se arreglarán en 
un juego simbólico, en el que los perros dejarán de ser malos o los niños se harán valientes. De un modo general, el 
juego simbólico puede servir así para la liquidación de conflictos; pero también para la compensación de necesidades 
no satisfechas, inversión de los papeles (obediencia y autoridad), liberación y extensión del yo, etc. 
 
 
 5 En una obra reciente, muy penetrante y viva acerca de los jeux de L'esprit, París, "Du Scarabée", 1963, J. O. 
GRANDIOUAN encuentra insuficiente la interpretación del juego por la primacía de la asimilación; pero insiste en los 
juegos de reglas, mientras que el juego específico de la primera infancia nos parece constituido por el juego simbólico, 
que está ligado por todos los intermediarios al pensamiento no lúdico y que sólo difiere así de él por el grado de 
asimilación de lo real al yo. 
 6 No "egocéntrico", como antes dijo uno de nosotros, porque los psicólogos ignoran aún, con frecuencia, la 
norma de las ciencias exactas de no discutir un término sino en función de las definiciones propuestas por oposición a 
las significaciones y asociaciones corrientes. 
 
 
 
III.- EL DIBUJO 
 
 El dibujo es una forma de la función semiótica que se inscribe a mitad de camino 
entre el juego simbólico, del cual presenta el mismo placer funcional y el mismo 
autotelismo, y la imagen mental con la que comparte el esfuerzo de imitación de lo real. 
LUQUET considera el dibujo como un juego; pero resulta que, incluso en sus formas 
iniciales, no asimila cualquier cosa, no importa cuál, sino que permanece, como la 
imagen mental, más próxima a la acomodación imitadora. En realidad, constituye tanto 
una preparación como un resultado de ésta; y entre la imagen gráfica y la imagen interior 
(el "modelo interior" de LUQUET) existen innumerables interacciones, ya que las dos se 
derivan directamente de la imitación7. 
 
 
 23
 En sus célebres estudios sobre el dibujo infantil, LUQUET8 ha propuesto estadios 
e interpretaciones aún válidas hoy día. Antes de él, los autores sostenían dos opiniones 
contrarias: unos admitían que los primeros dibujos de niños son esencialmente realistas, 
ya que se atenían a modelos efectivos, sin dibujos de imaginación hasta más tarde; otros 
insistían, por el contrario, en la idealización testimoniada por los dibujos primitivos. 
LUQUET parece haber zanjado definitivamente el debate, demostrando que el dibujo del 
niño, hasta los ocho o los nueve años, es esencialmente realista de intención, pero que el 
sujeto comienza por dibujar lo que sabe de un personaje o de un objeto mucho antes de 
expresar gráficamente lo que ve en él: observación fundamental cuyo total alcance 
encontraremos a propósito de la imagen mental, que también es conceptualización antes 
de llegar a buenas copias perceptivas. 
 El realismo del dibujo pasa, pues, por diferentes fases. LUQUET llama "realismo 
fortuito" la de los garabatos, con significación que se descubre luego. Viene después el 
"realismo frustrado" o fase de incapacidad sintética, en que los elementos de la copia 
están yuxtapuestos, en lugar de coordinados en un todo: un sombrero muy por encima de 
la cabeza o los botones al lado del cuerpo. El monigote, que es uno de los modelos más 
dominante en el principio, pasa por un estadio de gran interés: el de los "monigotes-
renacuajos", en que sólo se figura una cabeza provista de apéndices filiformes, que son 
las piernas, o de brazos y de piernas, pero sin tronco. 
 Viene luego el período esencial del "realismo intelectual", en que el dibujo ha 
superado las dificultades primitivas, pero proporciona esencialmente los atributos 
conceptuales sin preocupaciones de perspectiva visual. Así, un rostro visto de perfil 
tendrá un segundo ojo, porque un hombre tiene dos ojos; o un jinete tendrá una pierna 
vista al través del caballo además de la pierna visible; se verán también patatas en el 
suelo de un campo donde están aún enterradas, o en el estómago de un señor, etc.9. 
 Por el contrario, hacia los ocho o los nueve años, a ese "realismo intelectual" sucede 
un "realismo visual" que muestra dos novedades. Por una parte, el dibujo no representa 
sino lo que es visible desde un punto de vista perspectivo particular: un perfil no 
proporciona sino lo que se da de perfil; las partes ocultas de los objetos no se figuran 
detrás de las pantallas (así, sólo se verá la copa de un árbol detrás de una casa, y no el 
árbol entero) y los objetos del fondo se disminuyen gradualmente (fugitivos) con relación 
al primer plano. Por otra parte, el dibujo tiene en cuenta la disposición de los objetos 
según un plan de conjunto (ejes y coordenadas) y sus proporciones métricas. 
 El interés de esos estadios de LUQUET es doble. Constituyen, en primer término, 
una notable introducción al estudio de la imagen mental, la que, como vamos a ver (§ 
IV), obedece también a leyes más próximas de la conceptualización que a las de la 
percepción. Pero, sobre todo, atestiguan una notable convergencia con la evolución de la 
geometría espontánea del niño, tal como hemos tratado de estudiar después10. 
 Las primeras intuiciones espaciales del niño son, efectivamente, topológicas, 
antes de ser proyectivas o de conformarse a la métrica euclidiana. Existe, p. ej., un nivel 
en que los cuadrados rectangulares, círculos, elipses, etc., son uniformemente 
representados. por una misma curva cerrada, sin rectas ni ángulos (el dibujo del cuadrado 
 
 
 24
no es aproximadamente correcto hasta después de los cuatro años), mientras que las 
cruces, los arcos de circunferencia, etc., son representados como, figuras abiertas. Hacia 
los tres años, entre los garabatos y el "realismo frustrado", hemos obtenido, en niños 
incapaces de copiar un cuadrado, dibujos muy exactos de figuras cerradas que tenían un 
pequeño círculo en el interior de sus límites, al exterior e incluso en el limite (está "entre 
afuera", decía entonces un sujeto). 
 Pero si el "realismo intelectual" del dibujo infantil ignora la perspectiva y las 
relaciones métricas, tiene en cuenta las relaciones topológicas : aproximaciones, 
separaciones, envolvimientos, cerramientos, etc. De una parte, esas intuiciones 
topológicas proceden, desde los siete a los ocho años, de las intuiciones proyectivas, al 
mismo tiempo que se elabora una métrica euclidiana; es decir, que aparecen los dos 
caracteres esenciales del "realismo visual" del dibujo. Por otra, desde esta edad se 
constituyen. la recta proyectiva o puntual (unida a la dirección de la vista), así como la 
perspectiva elemental: el niño se hace capaz de anticipar por el dibujo la forma de un 
objeto que se le presenta, peroque ha de ser dibujado tal como sería visto por un 
observador situado a la derecha o enfrente del niño. Desde los nueve o los diez años, el 
sujeto escoge correctamente, entre varios, el dibujo correcto que representa tres montañas 
o tres edificios contemplados desde tal o cual punto de vista. De otra parte, y 
sincrónicamente, se constituyen la recta vectorial (conservación de una dirección), el 
grupo representativo de los desplazamientos, la medida neta de una síntesis de la 
participación y del orden de los desplazamientos (véase cap. IV, $ II), las similitudes y 
proporciones y la conclusión de la medida en dos o tres dimensiones en función de un 
sistema de referencias o coordenadas naturales: desde los nueve a los diez años (pero, 
cosa interesante, apenas con anterioridad), por término medio, los niños son capaces de 
trazar por anticipado el nivel horizontal que alcanzará el agua en un bocal al que se dan 
diversas inclinaciones, o la línea vertical del mástil de un barco situado sobre tal agua (se 
dibujan los bocales y el niño indica las horizontales y verticales recurriendo a referencias 
exteriores a la figura, lo que no sabía precisamente hacer antes)11. 
 
 
 7 En verdad, la primera forma del dibujo no parece imitativa y participa aún de un puro juego, pero de 
ejercicio: es el garabato al que se dedica el niño de 2 a 2 años y medio, cuando se le da un lápiz. Pero, muy pronto, el 
sujeto cree reconocer formas en lo que garabatea sin finalidad, de tal modo que trata, en seguida, de reproducir de 
memoria un modelo, por poco parecida que sea su expresión gráfica desde el punto de vista objetivo: desde esa 
intención, el dibujo es, pues, imitación e imagen. 
 
 
8 LUQUET, G.: Le dessin enfantin, Alcan, 1927. 
9 A esa "transparencia" se añaden mezclas de puntos de vista o pseudo-rebajamientos: LUQUET cita el ejemplo de un 
dibujo de carro en que el caballo está visto de perfil, el interior del carro visto desde arriba y las ruedas situadas en 
plano horizontal. Hay que mencionar, además, el procedimiento interesante de figuración de los relatos. Mientras que 
nuestra imaginación adulta, al menos la moderna, figura una serie de acontecimientos simultáneos por dibujo sin 
introducir acciones cronológicamente sucesivas, el niño, como algunos pintores primitivos, utilizará un solo dibujo para 
un desarrollo cronológico: veremos, p. ej., una montaña con cinco o seis hombres que serán un solo personaje en cinco 
o seis posiciones sucesivas. 
 
 
 
 25
 10 PIAGET, J., y B. INHELDER: La représentation de 1'espace chez 1'enfant, Presses Universitaires de 
France, 1947. 
 
 
IV.-LAS IMAGENES MENTALES 12 
 
 La psicología asociacionista consideraba la imagen como un prolongamiento de la 
percepción, y como un elemento del pensamiento, porque éste no consistía sino en 
asociar sensaciones e imágenes. Ya vimos (cap. I, § I) que, en realidad, las "asociaciones" 
son siempre asimilaciones. En cuanto a las imágenes mentales, existen, por lo menos, dos 
buenas razones para dudar de su filiación directa a partir de la percepción. Desde el punto 
de vista neurológico, la evocación interior de un movimiento desata las mismas ondas 
eléctricas, corticales (EEG) o musculares (EMG) que la ejecución material del 
movimiento, lo que equivale a decir que su evocación supone un esbozo de ese 
movimiento. Desde el punto de vista genético, si la imagen prolongara, sin más, la 
percepción, debería intervenir desde el nacimiento, siendo así que no se observa ninguna 
manifestación de ello durante el período senso-motor, y parece iniciarse únicamente con 
la aparición de la función semiótica 13. 
 
1. Los problemas de la imagen.-Parece, así, que las imágenes mentales sean de 
aparición relativamente tardía y que resultan de una imitación interiorizada. Y ya que su 
analogía con la percepción no testimonia una filiación directa, esa imitación trata de 
proporcionar una copia activa de los cuadros perceptivos con eventuales esbozos de 
referencias sensoriales. 
 En cuanto al problema de las relaciones entre la imagen y el pensamiento, tanto 
BINET como los psicólogos alemanes de la escuela de Wurzbourg (de MARBE y 
KÜLPE a BÜHLER), han mostrado la existencia de lo que ellos denominaban un 
pensamiento sin imagen: puede imaginarse un objeto; pero el juicio que afirma o que 
niega su existencia no es imaginado en sí mismo, lo cual equivale a decir que juicios y 
operaciones son ajenos a la imagen; pero ello no excluye que ésta desempeñe un papel a 
título de elemento del pensamiento, sino de auxiliar simbólico complementario del 
lenguaje. En efecto, éste sólo sé refiere a conceptos u objetos conceptualizados a título de 
clases singulares ("mi padre", etcétera); y subsiste, tanto en el adulto como en el niño, la 
necesidad de un sistema de significantes relativos, no ya a los conceptos, sino a los 
objetos como tales y a toda la experiencia perceptiva pasada del sujeto: a la imagen le 
corresponde ese papel, y su carácter de símbolo (por oposición a "signo") le permite 
adquirir una semejanza más o menos adecuada y esquematizada a la par con los objetos 
simbolizados. 
 El problema que suscita la imagen en psicología del niño consiste entonces en 
seguir, en el curso del desarrollo, las relaciones entre el simbolismo imaginado y los 
mecanismos preoperatorios u operatorios del pensamiento 14. 
 
 
 
 
 26
 
11 Se ve así que la evolución del dibujo es solidaria de toda la estructuración del espacio, según los diferentes estadios 
de ese desarrollo. No hay, pues, por qué sorprenderse de que el dibujo del niño haya podido servir de test de desarrollo 
intelectual: F. GOODENOUGH, PRUDHOMMEAUX y A. REY han suministrado estudios útiles a tal respecto, con 
escalas tipificadas referentes, en particular, a los estadios del "monigote". Incluso se ha utilizado el dibujo a título de 
indicación afectiva, especialmente el psicoanalista MORGENSTERN en el caso de los niños afectados de mudez 
selectiva. 
 
12 PIAGET, J., y B. INHELDER: L'image mentale chez Ven/ant, Presses Universitaires de France, 1966. 
 
 13 Es cierto que los psicoanalistas admiten una capacidad muy precoz de alucinar la realización de los deseos; 
pero sería necesario aportar la prueba. Recientemente se ha podido esperar la posibilidad de ese control, ya que N. 
KLEITMAN y E. ASERINSKY lograron captar electro-retinogramas durante el sueño, que parecen corresponder a 
imágenes visuales de sueño (movimientos rápidos oculares, distintos de los movimientos lentos habituales). W. 
DEMENT consiguió aplicar esa técnica a los recién nacidos; pero ha encontrado en ellos una abundancia de esos 
movimientos rápidos mucho mayor que después; y se han comprobado igualmente en el Opossum (especie de fósil 
viviente) más numerosos que en el gato o que en el hombre, lo que parece indicar que esos movimientos rápidos 
presentan otras funciones (limpieza o desintoxicación) antes de llegar a coordinaciones que permitan la evocación 
visual. DEMENT, pues, concluye que sus investigaciones con E. A. WOLPERT no confirman la interpretación 
psicoanalítica del sueño. 
14 Esté problema es bastante paralelo al de las relaciones entre la percepción y la inteligencia (cap. II, § IV), porque la 
percepción, la imitación y la imagen corresponden a los aspectos figurativos de las funciones cognoscitivas, por 
oposición a los aspectos operativos (acciones y operaciones). En los dos casos, las cuestiones consisten, ante todo, en 
establecer si el elemento figurativo (la imagen como percepción) prefigura ciertas estructuras operatorias (nociones, 
etc.) y en qué sentido: ¿filiación o analogía de construcción? La cuestión siguiente consiste en determinar si la 
evolución de los elementos figurativos (imágenes como percepciones) sigue una marcha independiente, por simple 
desarrollo interno, o si supone la aportación de factores externos, tales como los factores operatorios. 
 
 
 
2. Dos tipos de imágenes.-El análisis que hemos realizado desde hace algunos años 
sobre el desarrollo delas imágenes mentales entre los cuatro-cinco y los diezdoce años 
parece indicar una diferencia bastante clara entre las imágenes de nivel preoperatorio 
(hasta los siete u ocho años, pero con numerosos residuos más tardíos) y las de los 
niveles operatorios, que parecen entonces fuertemente influidos por las operaciones. 
 Es necesario, ante todo, distinguir dos grandes categorías de imágenes mentales: 
las imágenes reproductoras, que se limitan a evocar espectáculos ya conocidos y 
percibidos anteriormente, y las imágenes anticipadoras, que imaginan movimientos o 
transformaciones, así como sus resultados, pero sin haber asistido anteriormente a su 
realización (como es posible imaginar las transformaciones de una figura geométrica sin 
haberlas materializado aún en un dibujo). En principio, las imágenes reproductivas 
pueden, por sí mismas, referirse a configuraciones estáticas, a movimientos (cambios de 
posición) y a transformaciones (cambio de forma), porque esas tres clases de realidades 
se ofrecen constantemente en la experiencia perceptiva del sujeto. Si la imagen 
procediese sólo de la percepción, debería encontrarse en cualquier edad, según las 
frecuencias correspondientes a las de los modelos corrientes a esas tres subcategorías : 
estáticas, cinéticas y de transformación. 
 
 
 
 27
 Pero una de las primeras enseñanzas de los hechos recogidos es que, al nivel 
preoperatorio, las imágenes mentales del niño son casi exclusivamente estáticas, con 
dificultad sistemática para reproducir movimientos o transformaciones, así como sus 
resultados en sí, sólo al nivel de las operaciones concretas (después de los sieteocho 
años), los niños consiguen esas reproducciones de movimientos anticipadoras de 
categorías correspondientes. Eso parece probar: 1) que la reproducción imaginada de 
movimientos o de transformaciones, incluso conocidos, supone también una 
reanticipación; 2) que toda imagen (reproductora o anticipadora) de movimientos o de 
transformaciones se apoya sobre las operaciones que permiten comprender esos procesos, 
a la vez que imaginarlos. 
 
 
3. Las imágenes-copias.-Para introducir alguna claridad en esta compleja situación, 
comencemos por el examen de lo que pueden denominarse imágenes-copias, en las que el 
modelo queda ante los ojos del sujeto o acaba de ser percibido, sin que haya evocación 
diferida a días o a semanas de distancia, como en las pruebas relativas a traslaciones o 
rotaciones de modelos (corrientes en la experiencia del niño, pero no presentadas de 
nuevo en el momento de preguntar)15. 
 Una experiencia hecha con B. MATALON consistió, por ejemplo, en colocar un tallo 
horizontal de 20 cm sobre una hoja de papel y pedir tres veces al niño que lo dibuje en su 
prolongación inmediata, a la derecha: 1) después de haber imaginado que la hoja ha dado 
una vuelta de 180° para colocarse en esa posición; 2) después de haber imaginado que se 
la empuja simplemente (traslación) en esa misma posición, y 3) a título de simple copia 
gráfica, sin alusión a ningún movimiento, y siempre en la misma posición. (Se varía, 
naturalmente, el orden: 1, 2, 3 ; 3, 2, 1, etc.). 
 Se comprueba, ante todo, un hecho que se revela como muy general: la 
copia gráfica 3) es, a los cinco años, más corta que el modelo, alrededor de - 13,5% 
(=17,3 centímetros por término medio), y esa devaluación sistemática disminuye luego 
con la edad (-10,5% a los siete años, etc.), para desaparecer en el adulto. Ese fenómeno se 
encuentra también cuando se pide a dos muchachitos un simple trazado digital sobre la 
mesa (sin dibujo); pero desaparece cuando se le pide al niño que muestre la longitud en el 
aire como espacio entre los dos índices alzados. Tal desvalorización hallada en todas las 
otras experiencias sólo tiene, al parecer, una explicación: habituados a juzgar las 
longitudes de manera ordinal y no métrica, es decir, por el orden de los puntos de llegada 
y no por el intervalo entre las extremidades (salvo en el caso de los dos índices alzados), 
los muchachos procuran no sobrepasar la frontera terminal del modelo; poco importa que 
sea más corta la copia (porque ella forma parte aún, en ese caso, de la longitud modelo); 
lo esencial es que no sea demasiado larga. 
 En los casos de las cuestiones 1) y 2), los dibujos obtenidos son más reducidos aún 
(-20,5% a los cinco años, en la rotación, ,y - 19% en la traslación): las imitaciones 
gráficas de la longitud modelo son, pues, todavía inhibidas, aunque el modelo continúa a 
la vista del niño y la copia se haga en el mismo lugar que en 3). Se ve así, de plano, la 
 
 
 28
complejidad de un solo trazo de lápiz, cuya intención de imitar la longitud modelo exige 
todo un proyecto de ejecución, y un proyecto cuyas leyes están más cerca de la 
conceptualización que la simple percepción16. 
 
 
15 La imagen-copia consiste así en una simple imitación material (grafica o gestual) por oposición a la imagen 
mental, que es una imitación interiorizada. 
 
16 Para pasar a las copias gestuales, refiriéndose esta vez a los modelos cinéticos (porque la imagen-copia 
cinética es, naturalmente, más fácil que la evocación diferida de un movimiento por imágenes propiamente mentales), 
hemos pedido, con A. ETIENNE, a niños de 3 a 6 años, que reprodujeran diferentes modelos muy sencillos. Se han 
puesto en acción dos bolas de manera que describieran movimientos de lanzamiento o de retracción (Cfr. las figuras de 
MICHOTTE, aludidas en el cap. 11, § 1), de vaivén simétricos; de cruzamiento, etc.; y se les ha pedido a los sujetos 
que reproduzcan esos movimientos, con las mismas bolas, mientras se realizan lentamente o en consecución inmediata. 
Pues bien: por una parte, se observan numerosos errores en la copia, debidos al predominio de las "buenas formas" 
motoras (movimientos simétricos) sobre otras formas cualesquiera. Por otra parte, y sobre todo, se comprueba, hasta los 
5 años, una desviación (muy notable a los 3 años y que luego disminuye) entre las reproducciones simultáneas y las 
reproducciones en consecución inmediata. Y sólo a los 6 años el valor de estas últimas coincide con el de las primeras: 
ahí hay un primer indicio, muy significativo, de la dificultad de las imágenes cinéticas. 
 
 
4. Imágenes cinéticas y de transformación.-Pasemos a las imágenes 
propiamente mentales. Recordemos, ante todo, la gran dificultad experimental de 
alcanzarlas, ya que son interiores. Sólo se dispone, por tanto, de medios indirectos, pero 
cuyos aportes ofrecen, sin embargo, algunas garantías: dibujo del niño, elección por éste 
entre los dibujos dispuestos de antemano, indicaciones gestuales y complementarias 
verbales (delicadas, pero posibles con ocasión de las tres técnicas precedentes). Dicho 
esto, la más sencilla de las imágenes reproductoras cinéticas nos parece, como a F. 
FRANK y a T. BANG, estar constituida por la de un cuadrado puesto por encima de otro 
(de manera que el lado superior de este último sea adyacente del lado inferior del 
primero) y del que se trata de anticipar un ligero desplazamiento. Nos hemos 
cerciorado, ante todo, por lo demás, de que el niño sabe dibujar bien en copia (que es el 
caso desde los cinco años y medio) el modelo exacto: un cuadrado superpuesto 
parcialmente a otro y parcialmente a plomo. Y, por extraño que parezca, el dibujo de 
representación imaginada, no de copia, no se logra, por término medio, sino a los siete 
años o más. Los muchachos se limitan, en efecto, a dibujar el cuadrado en su posición 
inicial o al lado del otro cuadrado. Cuando consiguen señalar un ligero desplazamiento, 
disminuyen el cuadrado superior (móvil) o alargan el inferior, de modo que el cuadrado 
desplazado no rebase la frontera del otro17. 
 Otras reacciones sorprendentes, con relación a la frecuencia de los modelos 
cotidianos que hubieran podido asegurar una representación exacta, son las imágenes 
reproductoras de la rotación de 90° de una varita (como en el caso de la aguja de un reloj 
o el de un bastón alzadoque cae al suelo) o de la vuelta de un tubo que describa una 
rotación de 180°. En el primero de esos dos casos, la varita es fijada por un clavo en su 
base, de tal modo que está animada de un movimiento regular en torno a ese centro fijo 
de oscilación: los niños no tienen en cuenta ese hecho, aunque se les señale claramente, y 
 
 
 29
dibujan trayectorias en ángulo recto (como si la vara se deslizase a lo largo de sus 
posiciones inicial y filial o a lo largo de sus simétricas en cuadrado) o cortándose según 
ángulos cualesquiera, etc. En el caso del tubo, éste se coloca en rojo y en azul por sus dos 
extremos, y, rebasando el borde de una caja, es objeto de la presión de un dedo sobre la 
parte libre, lo que provoca su vuelta y su caída en posición invertida, unos centímetros 
más lejos sobre la mesa; pero los sujetos que prevén bastante bien la permutación de los 
colores (alrededor del 50% a los cinco años y el 100% a los ocho) tardan mucho en 
dibujar dos o tres de las posiciones intermedias del tubo (el 42% dé éxito a los siete años 
y el 60% a los ocho); y, cosa notable: apenas logran mejor imitar el movimiento de vuelta 
por un gesto retardado teniendo en la mano el tubo (el 45% a los siete años y el 70% a los 
ocho, según los resultados recogidos con E. SCHMID-KITSIKIS). Se ve que los 
movimientos del orden más trivial (porque, ¿qué niño no ha dado él mismo volteretas?) 
sólo dan lugar a imágenes reproductoras cinéticas bastante pobres, antes del nivel de las 
operaciones concretas (de siete a ocho años) y aun en retraso respecto al inicio de estas 
últimas. 
 Como ejemplo de imagen de transformación podemos citar una prueba estudiada 
de cerca con F. FRANK y que se refiere a la tensión de un arco (en alambre muy flexible) 
en una recta o, por el contrario, en el encorvamiento de la recta en un arco. Se asiste aquí 
de nuevo a una dificultad notable para imaginar las posiciones intermedias. En cuanto a 
los resultados de la transformación, se observa en los pequeños (hasta alrededor de 
los siete años) un notable efecto de frontera: la recta resultante del estiramiento del arco 
está devaluada en - 34% a los cinco años (habida cuenta de la devaluación general de las 
copias de rectas o de arco) porque importa para el sujeto que no rebase las fronteras 
extremas del arco; y el arco resultante del encorvamiento de la recta está sobreestimado 
en +29% a los cinco años, de modo que sus extremos se unan a los de la recta. 
 Vemos así que no es exagerado hablar del carácter estático de las imágenes 
preoperatorias, ya que las imágenes cinéticas y de transformación sólo son posibles 
después de los siete u ocho años, y ello gracias a anticipaciones o reanticipaciones que se 
apoyan, sin duda, ellas mismas, en la comprensión operatoria. 
 
 
 
 
 
17Cuando los cuadrados se presentan de modo que uno recubra al otro enteramente (experiencia hecha con F. 
FRAMC y J. BLISS : se emplean en este caso cuadrados transparentes pero ribeteados uno de rojo y otro de negro), el 
niño, invitado a anticipar un desplazamiento progresivo, dibuja fácilmente el desplazamiento del cuadrado rojo con 
relación al negro; pero no dibuja el lado paralelo del rojo, que se ve por transparencia en medio del negro. Esta reacción 
es tanto más curiosa cuanto que, en sus dibujos espontáneos, el niño señala frecuentemente "transparencias", como dice 
LUQUET, pero en cierto modo ilegítimas, como la segunda pierna de un jinete, vista a través de un caballo dibujado de 
perfil. En el caso particular en que los cuadrados son en realidad transparentes, la negativa a dibujar un lado rojo que 
corte el cuadrado negro se debe, nuevamente,, a un problema de fronteras, pero esta vez relativo a una intersección: el 
niño tiene la impresión de que cortando en dos el cuadrado negro, por la introducción de una línea roja perteneciente al 
otro cuadrado, se altera la imagen del cuadrado negro, cuya superficie debe seguir intacta. Como en el caso de negativa 
a pasar la frontera, se trata, pues, de una especie de "pseudoconservación" propia de la imagen, tanto más curiosa 
 
 
 30
cuanto que es respetada a expensas de la conservación de la superficie (cuadrados superpuestos) o de la conservación 
de un lado (cuadrados que se recubren: lado rojo). 
 
 
 
 
 
 
 5. Imágenes y operaciones.-Vayamos, pues, al análisis directo de las relaciones 
entre la representación imaginada y la operación; y nos bastarán dos ejemplos porque 
todos convergen. La técnica .consiste en presentar pruebas habituales de conservación 
operatoria (véase capítulo IV, § II); pero, en lugar de preguntar al sujeto acerca de las 
transformaciones que acaba de comprobar materialmente, se le pide que anticipe lo que 
va a pasar, imaginando las fases y los resultados de las transformaciones. 
 En la prueba de la conservación de los líquidos, en la que se dispone de un vaso A 
de partida, de un vaso B más pequeño y de un vaso C más ancho, se pide que prevean así 
el resultado del trasvase de A a B y a C antes de efectuarlo y que indiquen los niveles que 
alcanzará el agua. Dos resultados interesantes (obtenidos por S. TAPONIER) hay que 
señalar en cuanto a las reacciones de los sujetos preoperatorios (de cinco a siete años). La 
mayoría de ellos esperan una especie de conservación general, que es, realmente, una 
"pseudoconservación" : la misma cantidad que beber, pero también los mismos niveles en 
A, en B y en C; y luego, cuando ven que el agua llega más arriba en B que en A y menos 
alta en C, empiezan a negar toda conservación de las cantidades. Los sujetos de un 
segundo grupo, menos numerosos que el primero, prevén correctamente, por el contrario, 
que el agua llegará más arriba en B y menos en C que en A; pero, de antemano, 
concluyen que la cantidad de líquido no se conservará; y cuand,) se les pide que viertan 
otro tanto para beber en A y en B, mantienen exactamente el mismo nivel en los dos 
vasos. Se ve, en los sujetos de ese segundo grupo, que si la imagen reproductora de los 
niveles es exacta, debido, evidentemente, a una experiencia anterior, ella no basta en 
modo alguno para entrañar la operación y la conservación, a falta de una comprensión de 
la compensación; el niño dice que el agua subirá más en B "porque el vaso es más 
pequeño"; pero no por eso llega a concluir "más alto X más pequeño=la misma cantidad", 
y no considera la pequeñez de B sino a título de indicio empírico que le permita prever 
(pero no comprender) la elevación del nivel del agua. 
 Otra experiencia da resultados paralelos. Cuando el niño de cinco a seis años 
coloca 12 fichas azules frente a otras 12 rojas para comprobar que hay igual número, 
basta espaciar más las rojas o las azules para que estime que la línea más larga contiene 
más elementos. Podemos, pues, preguntarnos si esa noconservación es debida a una 
dificultad de imaginar los pequeños desplazamientos y la vuelta a su sitio de los 
elementos desplazados. Hemos construido, entonces, un aparato con ranuras, en forma de 
abanico, de modo que cada ficha azul de la fila cerrada superior se corresponda con una 
ficha de la fila espaciada inferior por medio de una ranura por el interior de la cual la 
ficha de abajo puede circular hasta juntarse con la correspondiente de arriba. Pues bien: 
 
 
 31
ese dispositivo no modifica en nada las ideas del niño; aunque imagina perfectamente los 
trayectos, no deja de creer, colocándose en un punto de vista transversal más que 
longitudinal, que las fichas aumentan cuando la fila se alarga y disminuyen cuando se 
acorta. Después de haber estudiado S. TAPONIER los efectos por desplazamientos 
sucesivos, M. ABOUDARAM introdujo un mecanismo que permitía subir o bajar a la 
vez las 12 fichas de la hilera móvil;y las reacciones fueron exactamente las mismas. 
 De esos diversos hechos y de otros muchos puede concluirse que las imágenes 
mentales sólo constituyen un sistema de símbolos que traducen, más o menos 
exactamente, pero en general con retraso, el nivel de comprensiónpreoperatoria y luego 
operatoria de los sujetos. La imagen no basta, pues, en modo alguno, para engendrar las 
estructuraciones operatorias: a lo sumo, puede servir, cuando es suficientemente 
adecuada (cfr. la representación de los niveles del agua en el segundo grupo de sujetos 
antes mencionados), para precisar el conocimiento de los estados que la operación ha de 
enlazar luego por un juego de transfórmaciones reversibles. Pero la imagen en sí misma 
sigue estática y discontinua (cfr. el "procedimiento cinematográfico" que BERGSON 
atribuía a la propia inteligencia, olvidando, la operación, mientras que caracteriza 
únicamente la representación imaginada). Cuando, después de los siete-ocho años, la 
imagen se hace anticipadora y, en consecuencia, meior para servir de soporte a las 
operaciones, ese progreso no resulta de una modificación interna y autónoma de las 
imágenes, sino de la intervención de aportaciones exteriores debidas a la formación de las 
operaciones. Estas se derivan, en efecto, de la .acción en sí, y no del simbolismo 
imaginado, ni tampoco, desde luego, del sistema de signos verbales o del lenguaje, de lo 
que ahora trataremos. 
 
 
 
 
V.-LA MEMORIA Y LA ESTRUCTURA 
DE LOS RECUERDOS-IMAGENES 
 
 Se ha estudiado muy poco la memoria del niño y se ha atendido, sobre todo, a las 
medidas de su rendimiento (performances). Así, leyéndole 15 palabras al sujeto y 
buscando lo que le queda al cabo de un minuto, CLAPARCDE ha comprobado un 
aumento progresivo, con la edad, hasta las 8 palabras, por término medio, en el adulto. 
 Pero el problema principal del desarrollo de la memoria es el de su organización 
progresiva. Sabido es que hay dos tipos de memoria: el de reconocimiento, que sólo actúa 
en presencia del objeto ya encontrado y que consiste en reconocerlo, y la memoria de 
evocación, que consiste en evocarlo -en su ausencia, por medio de un recuerdo-imagen. 
La memoria de reconocimiento es muy precoz (existe, inclusive, en los invertebrados 
inferiores) y está necesariamente ligada a esquemas de acción o de hábito. En el lactante, 
las raíces se han de buscar en los esquemas de asimilación sensomotora elemental: 
reconocer el pezón, durante la tetada, si lo ha dejado (y distinguirlo de los tegumentos 
 
 
 32
circundantes), reconocer el objeto seguido con los ojos y que lo ha perdido de vista por 
un instante, etc. En cuanto a la memoria de evocación, que no aparece antes de la imagen 
mental, el lenguaje (JANET la vincula a la "costumbre de la narración"), etc., plantea un 
problema esencial: el de su independencia o su dependencia con relación al 
esquematismo general de las acciones y de las operaciones18. 
 Dicho esto, el problema de la memoria es, ante todo, un problema de 
delimitación. No toda la conservación del pasado es memoria, ya que un esquema (desde 
el esquema senso-motor hasta los esquemas operatorios 
clasificación, "seriación", etc.) se conserva por su funcionamiento, incluso independiente 
de toda "memoria", o, si se prefiere, la memoria de un esquema es ese esquema en sí 
mismo. Puede, pues, suponerse que lo que se llama comúnmente memoria, una vez 
desembarazada de los residuos de la psicología de las facultades, no es otra cosa que el 
aspecto figurativo de los sistemas de esquemas en su totalidad, a partir de los esquemas 
senso-motores elementales (en los que el aspecto figurativo es el reconocimiento 
perceptivo) hasta los esquemas superiores, cuyo aspecto figurativo de orden mnésico será 
el recuerdo-imagen. 
 En esa perspectiva es donde hemos emprendido una serie de investigaciones no 
acabadas en modo alguno (muy lejos de ello), pero de las que ciertos resultados son ya 
instructivos. Se han presentado, p. ej. (con H. SINCLAIR) 10 varitas situadas según sus 
diferencias, preguntando al niño, una semana después, que las reprodujera mediante el 
gesto o el dibujo: y se ha trabajado con dos grupos de sujetos, el primero de los cuales 
miró simplemente las varitas y el segundo las describió verbalmente. Se ha determinado, 
por último,el nivel operatorio del sujeto en cuanto a la "seriación". El primero de los 
resultados obtenidos es que los sujetos dan, con una regularidad significativa, un dibujo 
correspondiente al nivel operatorio (parejas, pequeñas series incoordenadas o 111111111, 
etc.), y no a la configuración presentada. Dicho de otro modo, parece en ese ejemplo que 
la memoria haga predominar el esquema correspondiente al nivel del niño: el recuerdo-
imagen se refiere entonces al esquema y no al modelo perceptivo 19. 
El segundo resultado instructivo de esa experiencia es que los mismos sujetos, vueltos a 
ver seis meses más tarde, han suministrado, a título de segundo dibujo de memoria (y sin 
haber vuelto nunca a ver el modelo), una serie que en el 80% de los casos se ha 
encontrado ligeramente superior a la primera (tríos en lugar de parejas, pequeñas series 
en lugar de tríos, etc.). En otros términos, los progresos intelectuales del esquema han 
implicado los del recuerdo. 
 En cuanto a la propia conservación de los recuerdos, se sabe que para ciertos 
autores (FREUD, BERGSON) los recuerdos se acumulan en el inconsciente, donde se 
olvidan o están prestos a la evocación; mientras que para otros (P. JANET), la evocación 
es una reconstitución que se efectúa de un modo comparable a la que practica el 
historiador (relatos, inferencias, etc.). Las experiencias recientes de PENFIELD sobre la 
reviviscencia de recuerdos por excitación eléctrica de los lóbulos temporales parecen 
abogar en favor de cierta conservación, pero numerosas observaciones (y la existencia de 
recuerdos falsos, aunque vivaces) demuestran también el papel de la reconstitución. E1 
 
 
 33
enlace de los recuerdos con los esquemas de acción, sugerido por los hechos precedentes 
y añadido a la esquematización de los recuerdos como tales, estudiada por F. 
BARTLETT 20, permite concebir esa conciliación, mostrando la importancia de los 
elementos motores u operatorios a todos los niveles de la memoria. Como, por otra parte, 
la imagen que interviene en el recuerdo parece constituir una imitación interiorizada, lo 
que implica igualmente un elemento motor, la conservación de recuerdos particulares 
viene a inscribirse, sin dificultad, en ese posible cuadro de interpretación. 
 
 
18 BERGSON quiso introducir una oposición radical entre el recuerdoimagen y el recuerdo-motor de la memoria-hábito 
(ligada, por otra parte al reconocimiento, ya que todo hábito supone reconocer indicios). Pero hay allí una introspección 
de filósofo; y, si se estudia el recuerdo-imagen en su desarrollo, se ve que también está ligado a la acción. Hemos 
estudiado, por ejemplo con F. FRANK y 1. BLISs, el recuerdo, después de algunos días de una serie de cubos, según el 
niño se ha limitado a mirarlos o los ha copiado activamente o bien ha visto cómo el adulto los ordenaba (variando en 
todo el orden de sucesión de las pruebas). Pues bien: la acción propia da mejores resultados que la percepción, y el 
aprendizaje en el orden acción-percepción resulta mejor que en el orden percepción-> acción (con una semana de 
intervalo al menos). En cuanto a la percepción de la acción adulta, no añade nada a la percepción del resultado. La 
imagen-recuerdo está, pues, ligada ella misma a esquemas de acción; y se hallan al menos diez escalones intermedios 
entre el recuerdo-motor con simple reconocimiento y la pura evocación en imágenes independientemente de la acción. 
 
 
19 Otra investigación (con J. BLISS) se refirió a la "transitividad" de las igualdades. Un vaso A largo y delgado 
contiene la misma cantidad que B (forma usual) y B que C (vaso corto y ancho); esas igualdades se verifican por 
trasvase de A a B' (=B) con retorno a A y de C a B" (=B'=B) con retorno a C. Se busca lo que queda de esos actos 
después de una hora y después de una semana. Ahora bien: también aquí el niño retiene lo que ha comprendido y no lo 
que ha visto; y eso no es tan natural como podría pensarse. Los sujetos de unprimer nivel, en particular, dibujan, por 
ejemplo, el trasvase de B a C y recíprocamente, como si esos dos movimientos fueran simultáneos: "¿Pero se ha hecho 
uno antes que otro? -No, al mismo tiempo. -Entonces, ¿eso se mezcla?" A va a B, al mismo tiempo que vuelve, etc., 
todo sin ninguna relación transitiva. Que el niño no haya comprendido y no pueda memorizar relaciones que no ha 
comprendido, es natural; pero hubiese podido retener la sucesión de los actos percibidos; y, por el contrario, ¡los 
esquematiza en función de esquemas intelectuales y no vividos l Los niveles siguientes están de igual modo en estrecha 
correlación con el nivel operatorio de los sujetos. 
 
 
 
20 BARTLETT, F. C.: Remembering, Cambridge University Press, 1932. 
 
 
 
VI.-EL LENGUAJE 
 
 En el niño normal, el lenguaje aparece aproximadamente al mismo tiempo que las 
otras formas del pensamiento semiótico. En el sordomudo, por el contrario, el lenguaje 
articulado no se adquiere sino mucho después de la imitación diferida, el juego simbólico 
y la imagen mental, lo que parece indicar su carácter genético derivado, ya que su 
transmisión social o educativa supone, sin duda, la constitución previa de ésas formas 
individuales de semiosis; por el contrario, esa consti tución, como lo prueba el caso de la 
sordomudez, es independiente del lenguaje21. Los sordomudos consiguen, por lo demás, 
 
 
 34
en su vida colectiva propia, la elaboración de un leguaje por gestos, de un vivo interés, 
puesto que es a la vez social y surgido de los significantes de carácter imitativo, que 
intervienen bajo una forma individual en la imitación diferida, en el juego simbólico y en 
la imagen relativamente próxima del juego simbólico: cón sus propiedades de eficacia 
adaptativa y no lúdicas, ese lenguaje por gestos constituiría, si fuese general, una forma 
independiente y original de función semiótica; pero en los individuos normales resulta 
inútil por la transmisión del sistema colectivo de los signos verbales ligados al lenguaje 
articulado. 
1. Evolución.-Este comienza, tras una fase de balbuceo espontáneo (común a los niños de 
todas las culturas, de los seis a los diez-once meses) y una fase de diferenciación de 
fonemas por imitación (desde los once a los doce meses), por un estadio situado al 
término del período senso-motor, y que ha sido descrito, a menudo, como el de las 
"palabras-frases" (STERN). Esas palabras únicas pueden expresar, uno tras otro, deseos, 
emociones o comprobaciones (porque el esquema verbal se hace instrumento de 
asimilación y de generalización a partir de los esquemas senso-motores). 
 Desde el fin del segundo año se señalan frases de dos palabras; luego, pequeñas 
frases completas sin conjugaciones ni declinaciones, y después una adquisición 
progresiva de estructuras gramaticales. La sintaxis de los niños de dos a cuatro años ha 
dado lugar recientemente a trabajos de gran interés, debidos a R. BROWN, J. BERKO, 
etc., en Harvard, y a S. ERVIN y W. MILLER en Berkeley '. Esas investigaciones, que se 
inspiran en las hipótesis de N. CHOMSKY sobre la constitución de las reglas 
gramaticales, han demostrado, en efecto, que la adquisición de las reglas sintácticas no se 
reducía a una imitación pasiva, sino que entrañaban no sólo una parte considerable de 
asimilación generalizadora -lo que se sabía, más o menos-, sino también ciertas 
construcciones originales, de las que R. BROWN ha extraído algunos modelos. Además, 
ha demostrado que esas reducciones de las frases adultas a modelos originales infantiles 
obedecían a ciertas exigencias funcionales, tales como la conservación de un mínimo de 
información necesaria y la tendencia a mejorar ese mínimo. 
 
2. Lenguaje y pensamiento.-Además de esos análisis muy prometedores sobre las 
relaciones entre el lenguaje infantil, las teorías propias del estructuralismo lingüístico y la 
teoría de la información, el gran problema genético que suscita el desarrollo de ese 
lenguaje es el de sus relaciones con el pensamiento y con las operaciones lógicas en 
particular. En realidad, se trata de dos problemas distintos, ya que si cada cual admite que 
el lenguaje decupla los poderes del pensamiento en extensión y en rapidez, la cuestión de 
la naturaleza lingüística o no lingüística de las estructuras lógico-matemáticas es mucho 
más controvertida. 
Si, en efecto, se comparan las conductas verbales con las senso-motoras, se observan 
grandes diferencias en favor de las primeras, mientras que las segundas se ven obligadas 
a seguir los acontecimientos sin poder sobrepasar la velocidad de la acción, las primeras, 
gracias al relato y a las evocaciones de todo género, pueden in 
 
 
 35
troducir relaciones con una rapidez muy superior. En segundo lugar, las adaptaciones 
senso-motoras están limitadas al espacio y al tiempo próximos, pero el lenguaje permite 
al pensamiento referirse a extensiones espacio-temporales mucho más amplias y liberarse 
de lo inmediato. En tercer lugar, y como consecuencia de las dos diferencias anteriores, la 
inteligencia senso-motora procedé por acciones sucesivas y progresivamente, mas el 
pensamiento consigue, gracias sobre todo al lenguaje, representaciones de conjunto 
simultáneas. 
 Pero hay que comprender que esos progresos de pensamiento representativo con 
relación al sistema de los esquemas senso-motores se deben, en realidad, a la función 
semiótica en su conjunto: es ella la que desliga el pensamiento de la acción y la que crea, 
pues, en cierto modo, la representación. Ha de reconocerse, sin embargo, que en ese 
proceso formador el lenguaje desempeña un papel particularmente importante, ya que, 
contrariamente a los otros instrumentos semióticos (imágenes, etc.) que son construidos 
por el individuo a medida de las necesidades, el lenguaje está ya elaborado socialmente 
por completo y contiene de antemano, para uso de los individuos que lo aprenden antes 
de contribuir a enriquecerlo, un conjunto de instrumentos cognoscitivos (relaciones, 
clasificaciones, etc.) al servicio del pensamiento. 
 
22BELLUGI y BROWN: "The acquisition of Language", ed. 
Monographs o/ the Society for researeh in child Development, n.o 92, 1964. 
 
 3. Lenguaje y lógica.-¿Ha de decirse, entonces, como hacen algunos por 
extraprolación, que, 'dado que el lenguaje comporta una lógica, esa lógica inherente al 
sistema de la lengua constituye no sólo el factor esencial, o incluso único, del aprendizaje 
de la lógica por el niño o por un individuo cualquiera (como sometido a las sujeciones del 
grupo lingüístico y de la sociedad en general), sino también la fuente de toda lógica en la 
humanidad entera? Esas opiniones, con pocas variantes, son las de un sentido común 
pedagógico todavía vivo, ¡ay!,de la extinta escuela sociológica de DURKHEIM y de un 
positivismo lógico aún vigente en muchos medios científicos. Según este último, en 
efecto, la lógica de los propios lógicos no es otra cosa que una sintaxis y una semántica 
generalizadas (CARNAP, TARSKI, etc.). 
 Pero existen dos fuentes de información particularmente importantes: la 
comparación . de los niños normales con los sordomudos, pór una parte, que no han 
disfrutado del lenguaje articulado, pero que están en posesión de esquemas sensomotores 
intactos; y con los ciegos, por otra, cuya situación es inversa; y la comparación 
sistemática de los progresos del lenguaje en el niño normal con las etapas de la 
constitución de las operaciones intelectuales. 
 La lógica de los sordomudos ha sido estudiada en París por M. VINCENT 23, P. 
OLÉRON 24, etc., utilizando, entre otras, ciertas pruebas operatorias de la escuela 
ginebrina, y en Ginebra, por F. AFFOLTER. Los resultados fueron que, si se observa 
algún retraso más o menos sistemático de la lógica en el sordomudo, no puede hablarse 
de carencia propiamente . dicha, porque se hallan los mismos estadios de evolución con 
un diferimiento de uno a dos años. La seriación y las operaciones espaciales son normales 
 
 
 36
(con un ligero retrasopara la primera). Las clasificaciones presentan sus estructuras 
generales y son solamente un poco menos móviles con ocasión de los cambios sugeridos 
por los criterios, que en los niños que se benefician de las incitaciones debidas a los 
intercambios múltiples. El aprendizaje de la aritmética es relativamente fácil. Los 
problemas de conservación (indicio de la reversibilidad) sólo son resueltos con un año o 
dos de retraso, aproximadamente, salvo la conservación de los líquidos, que da lugar a 
dificultades técnicas particulares en la presentación de la consigna (porque se trata de 
hacer comprender que las preguntas se refieren sólo al contenido de los recipientes y no a 
los continentes). 
 Esos resultados adquieren una significación tanto mayor cuanto que en los 
muchachos ciegos, estudiados por Y. HATWELL, las mismas pruebas dan lugar a un 
retraso que se extiende hasta los cuatro años o más, comprendidas las cuestiones 
elementales referentes a relaciones de orden (sucesión, posición "entre", etc.). Y, sin 
embargo, en los ciegos, las seriaciones verbales son normales (A es más pequeño que B, 
B más pequeño que C, luego...). Pero como la perturbación sensorial propia de los ciegos 
de nacimiento impide desde el principio la adaptación de los esquemas senso-motores y 
retrasa su coordinación general, las coordinaciones verbales no bastan para compensar 
ese retraso; y es necesario todo un aprendizaje de la acción para llegar a la constitución 
de operaciones comparables a las del normal e incluso del sordomudo. 
 
 
 
23 VINCENT-BORELLI: "La naissance des opérations logiques chez les sourdsmuets", En/ance, 1951 (4), 222-38; y 
En/ance, 1956, 1-20. 
 
24 OLÉRON y HERRÉN : "L'acquisition des conservations et le langage", Enjance, 1961, 41, 201-219. 
 
 
4. Lenguaje y operaciones.-La comparación de losprogresos del lenguaje con los de las 
operaciones intelectuales supone la doble competencia de un lingüista y 'de un psicólogo. 
Nuestra colaboradora H. SINCLAIR, que reúne esas dos condiciones, ha emprendido a 
tal respecto un conjunto de investigaciones de las que vamos a exponer una o dos 
muestras. 
 Se elige dos grupos de niños, unos netamente preoperatorios, es decir, que no 
posean ninguna noción de conservación, y los otros que acepten alguna de esas nociones 
y la justifiquen por argumentos de reversibilidad y de compensación. Se muestra a esos 
dos grupos de sujetos diferentes parejas de objetos (uno grande y otro pequeño; un 
conjunto de 4-5 bolas y otro de. 2 ; un objeto más corto y más ancho que otro, etc.) y se 
hace describir simplemente esas parejas, en tanto que uno de los términos se ofrece a un 
primer personaje y el otro a un segundo, pero sin que esa descripción vaya unida a ningún 
problema de conservación. Pues bien 
resulta que el lenguaje de los dos grupos difiere sistemáticamente; donde el primer grupo 
apenas emplea sino "escalas" (en el sentido lingüístico): "éste tiene uno grande, éste uno 
 
 
 37
pequeño; éste tiene mucho, éste no mucho", el segundo grupo utiliza "vectores": "éste 
tiene uno más grande que el otro", "no tiene más", etc. Donde el primer grupo sólo 
considera una dimensión a la vez, el segundo grupo dirá "ese lápiz es más largo y más 
delgado", etc. En suma: hay una correlación sorprendente entre el lenguaje empleado y el 
modo de razonamiento. Una segunda investigación muestra también una conexión 
estrecha entre los estadios del desarrollo de la seriación y la estructura de los términos 
utilizados. 
 Pero ¿en qué sentido interpretar esa relación? De una parte, el niño de nivel 
preoperatorio comprende bien las expresiones de nivel superior cuando se insertan en 
órdenes o consignas ("Dale a aquél un lápiz mayor", etc.); pero no las utiliza 
espontáneamente. De otra parte, cuando se le guía a utilizarlas, mediante un aprendizaje 
propiamente lingüístico, lo consigue, aunque difícilmente; pero ello sólo modifica un 
poco sus nociones de conservación (en un caso de cada diez, aproximadamente; por el 
contrario, la seriación se mejora algo porque entonces el aprendizaje lingüístico influye a 
la vez en el propio acto de comparación, es decir, sobre el concepto mismo). 
 Esos resultados, unidos a los reseñados en el § VI-3, parecen demostrar que el 
lenguaje no constituye la fuente de la lógica, sino que está; 31 contrario, estructurado por 
ella. En otras palabras: las raíces de la lógica hay que buscarlas en la coordinación 
general de las acciones (comprendidas las conductas verbales) a partir de ese nivel senso-
motor cuyos esquemas parecen ser de importancia fundamental desde los inicios; y ese 
esquematismo continúa luego desarrollándose y estructurando el pensamiento, incluso 
verbal, en función del progreso de las acciones, hasta la constitución de las operaciones 
lógico-matemáticas, finalización auténtica de la lógica de las coordinaciones de acciones, 
cuando éstas se hallan en estado de interiorizarse y de agruparse en estructuras de 
conjunto. Eso es lo que vamos a tratar de exponer ahora. 
 
 5. Conclusión.-Pese a la sorprendente diversidad de sus manifestaciones, la 
función semiótica presenta una unidad notable. Se trate de imitaciones diferidas, de juego 
simbólico, de dibujo, de imágenes mentales y de recuerdos-imágenes o de lenguaje, 
consiste siempre en permitir la evocación representativa de objetos o de acontecimientos 
no percibidos actualmente. Pero, de modo recíproco, si hace así posible el pensamiento, 
proporcionándole un campo de aplicación ilimitado por oposición a las fronteras 
restringidas de la acción senso-motora y de la percepción, sólo progresa bajo la dirección 
y merced a las aportaciones de ese pensamiento o inteligencia representativos. Ni la 
imitación, ni el juego, ni el dibujo, ni la imagen, ni el lenguaje, ni siquiera la memoria (a 
la que se hubiera podido atribuir una capacidad de "registro" espontáneo comparable al 
de la percepción) no. se desarrollan ni se organizan sin la ayuda constante de la 
estructuración propia de la inteligencia. Ha llegado, pues, el momento de examinar la 
evolución de ésta a partir del nivel de la representación, constituida gracias a esta función 
semiótica. 
 
 
 
 
 38
 
 
 
 
CAPITULO 1 V 
 
LAS OPERACIONES «CONCRETAS» DEL PENSAMIENTO Y LAS 
RELACIONES INTERINDIVIDUALES 
 
 Una vez desarrollados los principales esquemas senso-motores (capítulo I) y 
elaborada ya, a partir de uno y medio a dos años, la función semiótica (capítulo III), 
podría esperarse que ésta bastara para permitir una interiorización directa y rápida de las 
acciones en operaciones. La constitución del esquema del objeto permanente y la del 
"grupo" práctico de los desplazamientos (capítulo I, § II) prefiguran, en efecto, la 
reversibilidad y las convenciones operatorias qué parecen anunciar la próxima formación. 
Pero hay que esperar hasta aproximadamente los siete y los ocho años para que esa 
conquista se realice y se trata de comprender las razones de ese retraso si se quiere captar 
la naturaleza compleja de las operaciones. 
 
 
I-LOS TRES NIVELES DEL PASO DE LA ACCION 
A LA OPERACION 
 
 En realidad, la misma presencia de ese retraso demuestra la existencia de tres 
niveles que es necesario distinguir, y no de sólo dos, como hace WALLOW1 cuando se 
limita a la sucesión "del acto al pensamiento". En el comienzo está el nivel senso-motor 
de acción directa sobre lo real, y luego viene el nivel de las operaciones, desde los siete-
ocho años, que afectan igualmente a las transformaciones de lo real, pero por acciones 
interiorizadas y agrupadas en sistemas coherentes y reversibles (reunir y disociar, etc.); y 
entre ambos hay, de dos-tres a seis-siete años, un nivel que no es de simple transición, 
porque si se halla seguramente en progreso sobre la acción inmediata, que la función 
semiótica permite interiorizar, está señalado ciertamente también por obstáculos serios y 
nuevos, dado que hacen falta cinco o seis años para pasar de la acción a la operación. 
¿Qué pueden, pues, ser esos obstáculos?En primer término, es necesario considerar el hecho de que un logro en acción no 
se prolonga, sin más, en una representación adecuada. Desde los uno y medio a los dos 
años, el niño está en posesión de un grupo práctico de desplazamientos, que le permite 
volver a encontrarse, con idas y venidas, en su apartamento o en su, jardín. Hemos visto 
también a niños de cuatro-cinco años que cada día recorren solos un trayecto de diez 
minutos, de su casa a la escuela, e inversamente. Pero si se les pide que representen ese 
trayecto mediante un conjunto de objetos tridimensionales de cartón (casas, iglesia, 
calles, arroyo, avenidas, etc.) o que indiquen el plano de la escuela tal como la ven por la 
 
 
 39
entrada principal o por otro lado, no consiguen reconstituir las relaciones topográficas 
que utilizan incesantemente en acción: sus recuerdos son, en cierto modo, motores; y no 
desembocan, sin más, en una reconstitución simultánea de conjunto. El primer obstáculo 
para la operación es, pues, la necesidad de reconstruir en ese nuevo plano que es el de la 
representación lo que ya estaba adquirido en el de la acción. 
 En segundo lugar, esa reconstrucción entraña entonces un proceso formador 
análogo al que hemos descrito (capitulo I y II) en el pleno senso-motor: el paso de un 
estado inicial, en el que todo está centrado en el cuerpo y la acción propios, a un estado 
de descentración en el que éstos están situados en sus relaciones objetivas con relación al 
conjunto de los objetos y de los actos señalados en el universo. Pero esa descentración, ya 
laboriosa en el plano de la acción (que necesita, por lo menos, dieciocho meses), es 
mucho más difícil todavía en el de la representación, porque ésta atañe a un universo 
mucho más extenso y de mayor complejidad2. 
 En tercer lugar, cuando el lenguaje y la función semiótica permiten, no sólo la 
evocación, sino también, y sobre todo, la comunicación (lenguaje verbal o por gestos, 
juegos simbólicos entre varios, imitaciones recíprocas, etc.), el universo de la 
representación no está exclusivamente formado por objetos (o personas-objetos) como al 
nivel senso-motor, sino igualmente de sujetos, a la vez exteriores y análogos al yo, con 
todo lo que esa situación supone de perspectivas distintas y múltiples que se tratará de 
diferenciar y de coordinar. En otros términos: la descentralización necesaria para 
desembocar en la constitución de las operaciones no recaerá ya sencillamente sobre un 
universo físico, aunque éste sea notablemente más complejo que el universo senso-motor, 
sino también, y de manera indisociable, sobre un universo interindividual o social. 
Contrariamente a la mayoría de las acciones, las operaciones implican siempre, en efecto, 
una posibilidad de intercambio, de coordinación individual e interindividual ; 
y ese aspecto cooperativo constituye una condición sinequa non de la objetividad de la 
coherencia interna (equilibrio) y de la universalidad de esas estructuras operatorias. 
 Tales consideraciones muestran que las construcciones y la descentración 
cognoscitivas necesarias para la elaboración de las operaciones son inseparables de 
construcciones y de una descentración afectivas y sociales. Pero el término de "social" no 
debe ser entendido en el único sentido, demasiado estricto, aunque ya muy amplio, de 
transmisiones educativas, culturales o morales: se trata, más aún, de un proceso 
interindividual de socialización a la vez cognoscitivo, afectivo y moral, cuyas grandes 
líneas es posible seguir esquematizando mucho, pero sin olvidar que las condiciones 
óptimas siguen siendo siempre ideales y que, en realidad, esa evolución está sujeta a 
múltiples fluctuaciones que interesan, por lo demás, a esos aspectos tanto cognoscitivos 
como afectivos. 
 En resumen: si enfocamos así en este capítulo el muy largo período que va de los 
dos-tres años a los once-doce, en lugar de separar un período preoperatorio que va hasta 
los siete-ocho años del período ulterior de las operaciones concretas, es porque la primera 
de esas dos grandes fases, aun durando cuatro o cinco años, no es, realmente, sino un 
período de organización y de preparación, comparable a lo que son los estadios I a III (o 
 
 
 40
IV) del desarrollo senso-motor (cap. I, § I), mientras que el período de siete-ocho a once-
doce años es el de completamiento de las operaciones concretas, comparables a los 
estadios IV o V y VI de la construcción de los esquemas sensomotores. Tras de lo cual, 
solamente un nuevo período operatorio, característico de la preadolescencia, y que llega a 
su punto de equilibrio hacia los catorce-quince años, permite perfeccionar las 
construcciones aun limitadas y con lagunas parciales propias de las operaciones 
concretas. 
 
 1WALLON, H.: De Pacte á la pensée. Flammarion, 1942. 
 
 2 Por no citar sino un pequeño ejemplo, señalemos que un niño de 4-5 años sabrá designar su mano "derecha" y su 
mano "izquierda", aunque las distinga, acaso, desde el nivel de la acción; pero, sabiendo utilizar esas nociones sobre su 
cuerpo, tardará aún dos o tres años en comprender que un árbol, visto a la derecha del camino a la ida, se hallará a la 
izquierda al volver; o que la mano derecha de una persona sentada de cara al niño se halla a la izquierda de éste; y 
tardará más tiempo todavía en admitir que un objeto B situado entre A y C pueda estar, a la vez, a la derecha de A y a 
la izquierda de C. 
 
 
 
II.-LA GENESIS DE LAS OPERACIONES 
"CONCRETAS" 
 
 Las operaciones tales como la reunión de dos clases (los padres reunidos con las 
madres constituyen los padres) o la adición de dos números son acciones elegidas entre 
las más generales (los actos de reunir, de ordenar, etc., intervienen en todas las 
coordinaciones de acciones particulares), interiorizables y reversibles (a la reunión 
corresponde la disociación, a la adición la sustracción, etc.). No están nunca aisladas, sino 
coordinables en sistemas de conjunto (una clasificación, la serie de los números, etc.). No 
son tampoco propias de tal o cual individuo, sino comunes a todos los individuos de un 
mismo nivel mental; y no sólo intervienen en sus razonamientos privados, sino también 
en sus intercambios cognoscitivos, ya que éstos consisten en reunir informaciones, 
ponerlas en relación o en correspondencia, introducir reciprocidades, etc., lo que 
constituye nuevamente operaciones, que además son isomorfas respecto a aquellas de que 
se sirve cada individuo para sí. 
 Las operaciones consisten, pues, en transformaciones reversibles, y esa 
reversibilidad puede consistir en inversiones (A-A=0) o en reciprocidad (A corresponde a 
B y recíprocamente). Pero una transformación reversible no lo modifica todo a la vez, 
pues de otro modo no admitiría retorno. Una transformación operatoria es siempre, pues, 
relativa a un invariante; y ese invariante de un sistema de transformaciones constituye lo 
que hemos llamado hasta aquí una noción o un esquema de conservación (cap. I, § II; 
cap. II, § IV, etc.): así, el esquema del objeto permanente es el invariante del grupo 
práctico de los desplazamientos, etc. Las nociones de conservación pueden, pues, servir 
de indicios psicológicos del perfeccionamiento de una estructura operatoria. 
 
 
 
 41
1. Nociones de conservación.-Dicho esto, la indicación más clara de la existencia de un 
período preoperatorio, correspondiente al segundo de los niveles distinguidos en el 
capítulo IV, § I, es la ausencia, hasta los siete-ocho años, de nociones de conservación. 
Examinemos de nuevo, a este fin, la experiencia de la conservación de los líquidos3, en su 
trasvase de un vaso A a un vaso B más estrecho, o a un vaso C, más ancho. Hay dos 
hechos particularmente notables en las reacciones ordinarias a los cuatro-seis años, según 
las cuales el líquido aumenta o disminuye en cantidad. El primero es que los niños 
parecen no razonar sino acerca de los estados o configuraciones, descuidando las 
transformaciones: el agua en B llega más arribaque en A, luego ha aumentado en 
cantidad, independientemente de la circunstancia de que sea la misma agua, que nos 
hemos limitado a trasvasar, etc. El segundo es que la transformación, que no es ignorada, 
sin embargo, no es concebida como tal, es decir, como paso reversible de un estado a 
otro, modificando las formas, pero dejando invariable la cantidad: está asimilada a una 
acción propia la de "verter", situada en otro plano que el de los fenómenos físicos y 
fuente de resultados incalculables en sentido propio, o sea, no deducibles en su aplicación 
exterior. A1 nivel de las operaciones concretas, por el contrario, desde los siete u ocho 
años, el niño dirá "es la misma agua"; "no se ha hecho más que verterla"; "no se ha 
quitado ni añadido nada" (identidades simples o aditivas); "puede volvérsela de B a A, 
como estaba antes" (reversibilidad por inversión); o, sobre todo, "está más alta, pero el 
vaso es más estrecho, lo que da igual" (compensación o reversibilidad por reciprocidad 
de las relaciones). En otras palabras: los estados están, en lo sucesivo, subordinados a las 
transformaciones, y éstas, al ser descentradas de la acción propia para hacerse reversibles, 
acusan a la vez modificaciones en sus variaciones compensadas y la invariante implicada 
por la reversibilidad. 
 Estos hechos pueden servir de ejemplo para el esquema general de la adquisición 
de toda noción de conservación, a partir de las reacciones preoperatorias de no-
conservación. Ya se trate de las deformaciones de una bolita de barro4, a propósito de las 
cuales el niño descubrirá la conservación de la sustancia hacia los siete-ocho años, del 
peso hacia los nueve-diez y del volumen hacia los once-doce (medido por el agua 
desalojada a la inmersión del objeto); ya se trate de la conservación de las longitudes (una 
línea recta comparada con otra igual, partida después; o dos varillas congruentes, una de 
las cuales es desviada con respecto a la otra), de superficies o de volúmenes (por 
desplazarse sus elementos), de conservación de los conjuntos después del cambio de 
disposiciones espaciales, etc., se hallan siempre, en los niveles preoperatorios, reacciones 
centradas, a la vez, en las configuraciones perceptivas o imaginadas, seguidas en los 
niveles operatorios de reacciones fundadas en la identidad y la reversibilidad por 
inversión o por reciprocidad5. 
 
3PIAGET, J., y A. SZEMINSRA: La genése du nombre che: l’enfant, Delachau & Niesdé, 1941. 
 
4PIAGET, J., y B. INHELDER: Le développement des quantités physiques chez 1'en/ant, Delachau & Niestlé, 1941 y 
1962. 
 
 
 
 42
 5 Esos resultados, que han sido confirmados por numerosos autores en varios países, no han sido solamente 
establecidos por nosotros mediante interrogatorios, sobre todo cualitativos, y por controles estadísticos. Uno de 
nosotros reemprendió esas cuestiones por un método "longitudinal", siguiendo a los mismos niños a intervalos 
repetidos, lo que permitió, por una parte, demostrar que se trata de un proceso "natural" y muy gradual (sin retorno a 
los niveles sobrepasados) y, por la otra, verificar que las tres clases de argumentos utilizados para justificar las 
conservaciones son interdependientes: la identidad, p. ej., no precede necesariamente a la reversibilidad, pero resulta de 
ella de una manera implícita o explícita. Por lo demás, se emprendió una serie de experiencias para analizar los factores 
que intervienen en el descubrimiento de las conservaciones: ejercicio de los mecanismos fundamentales de 
reversibilidad, identidad y compensación, sucesión de estrategias desde las más sencillas hasta las más complejas, etc. 
Se observa en esos casos juegos de regulaciones (con realimentación o feedbacks) haciendo la transición con la 
operación, pero sin que el aprendizaje a corto plazo baste para engendrar las estructuras operatorias ni, sobre todo, para 
llegar a su conclusión bajo la forma de cierres completos que hagan posible un procedimiento propiamente deductivo. 
 
 
 
2. Las operaciones concretas.-Las operaciones de que se trata en este género de 
problemas pueden llamarse concretas en el sentido de que afectan directamente a los 
objetos y aún no a hipótesis enunciadas verbalmente, como en el caso de las operaciones 
proposicionadas que estudiaremos en el capítulo V: las operaciones concretas forman, 
pues, la transición entre la acción y las estructuras, lógicas más generales que implican 
una combinación y estructura de "grupo" coordinante de las dos formas posibles de 
reversibilidad. Cierto es que, pese a todo, esas operaciones nacientes se coordinan ya en 
estructuras de conjunto, pero que son pobres y proceden aún progresivamente a falta de 
combinaciones generalizadas. Esas estructuras son, p. ej., clasificaciones, seriaciones, 
correspondencias de un punto a otro o a varios, matrices o tablas de doble entrada, etc. Lo 
propio de esas estructuras, que llamaremos "agrupamientos", es que constituyen 
encadenamientos progresivos, que implican composiciones de operaciones directas (p. 
ej., una clase A reunida a su complementaria A' da una clase total B; luego B+B'=C, etc.) 
: inversas (B - A'=A); idénticas (+A-A=O); tautológicas (A+A=A), y parcialmente 
asociativas: (A+A')+B'=A+(A'+B'), pero (A+A)-Aq&A+(A-A). 
 A este respecto, pueden seguirse, a los diferentes niveles operatorios, los esbozos 
sucesivos de lo que serán los "agrupamientos" aditivos y multiplicxtivos de clases y de 
relaciones6, una vez alcanzada la movilidad enteramente reversible y, en consecuencia, la 
composición deductiva coherente, porque se encierran incesantemente sobre ella misma, 
pese a la indefinida extensión del sistema. 
 
 
 6Desde el punto de vista lógico, el "agrupamiento" es una estructura de conjunto con composiciones limitadas 
(por contigüidad o composición paulatina) emparentada con el "grupo", pero sin asociatividad completa (cfr. un 
"grupoide") y cercana de la "red", pero bajo una forma, sólo, de un semientramado. Su estructura lógica ha sido 
establecida por J. B. GRIZE (Eludes d'epistémologie gnnétique, vol. XI) y por G. G. GRANGER (Logique et analyse, 
8.° año. 1965). 
 
 
 
 
 
 
 
 43
 
 
3. La "seriación".-Un buen ejemplo de ese proceso constructivo es el de la seriación, 
que consiste en ordenar los elementos según sus dimensiones crecientes o decrecientes. 
Hay esbozos senso-motores de esa operación cuando el niño de uno y medio a dos años 
construye, p. ej., una torre con tacos cuyas diferencias dimensionales son inmediatamente 
perceptibles. Cuando, seguidamente, se les da a los sujetos 10 regletas cuyas diferencias 
poco aparentes necesitan comparaciones dos a dos, se observan las siguientes etapas: 
primero, parejas o pequeños conjuntos (una pequeña y una grande, etc.), pero 
incoordinables entre sí; luego, una construcción por tanteos empíricos, que constituyen 
regulaciones semirreversibles, pero aún no operatorias; finalmente, un método 
sistemático, consistente en buscar, por comparaciones, dos a dos, el más pequeño 
elemento aparente, luego el más pequeño de los que quedan, etc. En este caso, el método 
es operatorio, ya que un elemento cualquiera E está comprendido de antemano como 
simultáneamente mayor que los precedentes (E>D, C, B, A) y menor que los siguientes 
(E<F, G, etcétera), lo que es una forma de reversibilidad por reciprocidad. Pero, ante 
todo, en el momento en que la estructura llega así a su cierre, resulta de ello, 
inmediatamente, una manera, hasta ahí desconocida, de composición deductiva la 
transitividad A<C si A<B y B<C (haciendo comparar perceptivamente A y B y luego B y 
C, pero ocultando en seguida A para hacer deducir su relación con C, a lo que se niegan 
los sujetos preoperatorios). 
 De esta seriación operatoria, adquirida hacia los siete años, se derivan 
correspondencias seriales (hacer que se correspondan monigotes de tallas diferentes, 
bastones igualmente distintos y mochilas análogamente susceptibles de seriar) o 
seriaciones de dos dimensiones (disponer en una tabla dedoble entrada hojas de árbol 
que difieran a la vez por su tamaño y por su color más o menos intenso). Esos sistemas se 
adquieren también a los siete o los ocho años. 
 
4. La clasificación.-La clasificación constituye, asimismo, un agrupamiento 
fundamental, cuyas raíces pueden buscarse en las asimilaciones propias de los esquemas 
senso-motores. Cuando se da a los niños de tres a doce años objetos para que los 
clasifiquen ("poner juntos los que sean parecidos", etc.), se observan tres grandes etapas7. 
Los más pequeños comienzan por "colecciones de figura", es decir, que disponen los 
objetos no sólo según sus semejanzas y diferencias individuales, sino yuxtaponiéndolos 
espacialmente en filas, en cuadrados, en círculos, etc., de modo que su colección implica, 
por sí misma, una figura en el espacio, la cual sirve de expresión perceptiva o imaginada 
a la "extensión" de la clase (en efecto, la asimilación senso-motora, que conoce la 
"comprensión", no implica la "extensión" desde el punto de vista del sujeto). La segunda 
etapa es la de las colecciones no figurativas: pequeños conjuntos sin forma espacial 
diferenciables en subconjuntos. La clasificación parece entonces racional (desde los cinco 
y medio a los seis años), pero, analizándola, atestigua aún lagunas en la "extensión": si, p. 
ej., para un conjunto B de 12 flores en el que haya un subconjunto de 6 primaveras A, se 
 
 
 44
le pide al niño que señale las flores B y las primaveras A, responde correctamente, 
porque puede designar el total B y la parte A; pero si se le pregunta"¿Hay aquí más flores 
o más primaveras?", no acierta a responder según el encaje A<B, porque si piensa en la 
parte A, el total B deja de conservarse como unidad y la parte A sólo es comparable a su 
complementaria A' (responderá, pues, "lo mismo" o, si hay 7 primaveras, dirá que hay 
más primaveras). Este encaje de clases en extensión se consigue hacia los ocho años y 
caracteriza entonces la clasificación operatoria8. 
 
 
1 INHELDER, B., y J. PIAGET: La genése des structures logiques élémentaires chez I'enfant, Delachaux & Niestlé, 
1959. 
8Con ésta se relacionan las dobles clasificaciones (tablas de doble entrada o matrices) que aparecen al mismo nivel: por 
ejemplo, clasificar cuadrados o círculos, rojos o blancos, en cuatro departamentos agrupados según dos dimensiones, 
etc. Se han utilizado esas estructuras como tests de inteligencia (RAVEN); pero importa distinguir, más 
cuidadosamente de lo que se ha hecho, las soluciones simplemente perceptivas fundadas en las simetrías de figura. Se 
ha estudiado mucho, asimismo ÍGOLDSTEIN, SCHEERER. etc.), los cambios de criterios en las clasificaciones; es 
decir, las regulaciones anticipadoras y retroactivas que desembocan en la movilidad reversible. 
 
 5. El número.-La construcción de los números enteros se efectúa, en el niño, en 
estrecha ligazón con la de las seriaciones y de las inclusiones de clases. No ha de creerse, 
en efecto, que un niño posee el número por el mero hecho de que haya aprendido a contar 
verbalmente: la evaluación numérica para él está unida, en realidad desde mucho tiempo, 
a la disposición espacial de los elementos, y en analogía estrecha con las "colecciones 
figurativas" (véase anteriormente, núm. 4). La experiencia descrita en el capítulo III, § 
IV-5, lo demuestra: basta espaciar los elementos de una de las dos filas puestas 
inicialmente en correspondencia óptica para que el sujeto deje de admitir su equivalencia 
numérica. Luego no podría hablarse, naturalmente, de números operatorios antes que se 
haya constituido una conservación de los conjuntos numéricos, con independencia de las 
disposiciones espaciales. 
 Dicho esto, podría suponerse, con la teoría de los conjuntos y con los lógicos 
FREGE, WHITEHEAD y RUSSELL, que el número procede, simplemente, de una 
correspondencia; punto por punto, entre dos clases o dos conjuntos. Pero hay dos 
estructuras de correspondencias: las correspondencias cualificadas, fundadas en las 
semejanzas de los elementos (p. ej., una nariz para una nariz, una frente para una frente, 
etc., en la correspondencia entre un modelo y su copia) y las correspondencias 
"cualesquiera" o "uno a uno". Porque éstas conducen por sí solas al número, ya que 
implican la unidad numérica. Falta, pues,, explicarlo genéticamente, sin incurrir en 
círculo vicioso. 
 Desde tal punto de vista, el número resulta ante todo de una abstracción de 
las cualidades diferenciales, que tiene por resultado hacer cada elemento individual 
equivalente a cada uno de los otros: 1=1=1, etc. Establecido esto, tales elementos son 
clasificables según las inclusiones (<): 1<(1+1)<(1+1+1), etc. Pero al mismo tiempo son 
seriables (-) y el solo medio de distinguirlos y de no contar dos veces el mismo en esas 
 
 
 45
inclusiones es seriarlos (en el espacio o en el tiempo)9: 1 1 1 , etc. El número 
aparece así como constituyendo simplemente una síntesis de la seriación y de la 
inclusión: ( [(1) 1] 1 , etc.; y esto es porque se constituye en ligazón estrecha 
con esos dos agrupamientos (véanse 3 y 4), pero, como síntesis original y nueva. Aquí 
también la psicología del niño aclara cuestiones que a menudo permanecen oscuras sin 
esa perspectiva genética. Numerosos trabajos, experimentales o teóricos (formalización 
lógica), han aparecido ya desde ese punto de vista ". 
 
 9 Es decir, no según las relaciones "más grandes", sino según las únicas relaciones "antes" y "después". 
10 Así, P. GRECO, que ha estudiado las etapas ulteriores de la construcción del número, ha podido demostrar que la 
síntesis numérica de las clases y del orden serial sólo se efectúa gradualmente para los números superiores a 7-8 ó 14-
15; puede hablarse también de una aritmetización progresiva de la serie de los números. Desde el punto de vista de la 
formalización lógica, J. B. GRIZE ha podido suministrar una disposición coherente de la síntesis en cuestión, 
mostrando cómo las limitaciones inherentes a los agrupamientos se borran cuando se fusionan en uno solo todos los 
agrupamientos de clases y de relaciones. Etudes d'epistémologie, t. XIII y XV, 1961-1962. Presses Universitaires de 
France. 
 
 
 
 
 
 6. El espacio.-Las estructuras operatorias de las que acabamos de ocuparnos afectan a 
objetos discontinuos o discretos, y se fundan en las diferencias entre los elementos y sus 
semejanzas o equivalencias. Pero existe un conjunto de estructuras, exactamente 
isomorfas a las precedentes, salvo que se refieren a objetos continuos y se fundan en las 
aproximaciones y las separaciones. Ahora bien: esas operaciones, que podemos 
denominar "infralógicas" (en el sentido de que afectan a otro nivel de realidad, y no 
porque sean anteriores), se construyen paralelamente a las operaciones lógico-aritméticas 
y sincrónicamente con ellas, en particular por lo que atañe a las operaciones espaciales 
(así como, por lo demás, a las operaciones temporales, cinemáticas, etc.). 
 Un ejemplo impresionante es el de la medida espacial11, que se constituye 
independientemente del número, pero en isomorfismo estrecho con él (con alrededor de 
seis meses de desnivel, ya que, en lo continuo, la unidad no es dada por anticipado). La 
medida empieza, efectivamente, por una partición de lo continuo y un ajuste de las partes 
en isomorfismo con la inclusión de clases. Pero, para constituir y utilizar la unidad, una 
de las partes debe ser aplicada sucesivamente sobre el todo por desplazamiento ordenado 
(=sin superposiciones, etc.), lo que corresponde a una seriación: la medida aparece así 
como una síntesis del desplazamiento y de la adición partitiva en el mismo sentido que el 
número es la síntesis de la seriación y de la inclusión. 
 Pero la medida sólo es un caso particular de operaciones espaciales; y si 
consideramos éstas en su conjunto, observamos en el niño una situación de gran interés 
general y teórico. Históricamente, la geometría científica comenzó por la métrica 
euclidiana; luegovinieron la geometría proyectiva y, al fin, la topología. Teóricamente, 
por el contrario, la topología constituye un fundamento general del que se puede sacar, 
 
 
 46
paralelamente, el espacio proyectivo y la métrica general, de la que procede la euclidiana. 
Es notable que el desarrollo de las intuiciones preoperatorias y luego las operaciones 
espaciales en el niño esté más próximo a la construcción teórica que a las filiaciones 
históricas: las estructuras topológicas de partición del orden (proximidades, separaciones, 
envolvimientos, apertura y cierre, coordinación de las aproximaciones en orden lineal y 
luego bi o tridimensional, etc.) preceden muy netamente a las otras, y de esas estructuras 
de base proceden, simultánea y paralelamente, las estructuras proyectivas 
(desplazamientos, medida, coordenadas o sistemas de referencia, como generalización de 
la medida en dos o en tres dimensiones). Véase también capítulo III, § III. 
 
11 PIAGET, J., B. INHELDER y A. SZEMINSKA : La géométrie spontanée chez L'enfant, Presses Universitaires de 
France, 1948. 
 
 
 
7. Tiempo y velocidad.-Recordemos, finalmente, las operaciones que intervienen en la 
estructuración de las velocidades y del tiempo12. En relación con la primacía inicial de las 
estructuras topológicas y ordinales, la noción de velocidad no se inicia bajo su forma 
métrica (v=e/t), que sólo se alcanza hacia los diez-once años, sino en forma ordinal: un 
móvil es más rápido que otro si le rebasa, es decir, si estaba detrás de él en un momento 
anterior y luego está delante en un momento ulterior. A un nivel preoperatorio, el niño no 
considera, ni aun en general, más que los puntos de llegada (no aprecia el 
semirrebasamiento ni el simple alcance), y luego estructura operatoriamente los 
rebasamientos anticipados tanto como los comprobados; tras de lo cual llega a darse 
cuenta de la magnitud creciente o decreciente de los intervalos (nivel hiperordinal) y 
acaba por poner en relación las duraciones y los espacios recorridos. 
 
 En cuanto a la noción del tiempo, se basa, forma acabada, sobre tres clases de 
operaciones: 1) una seriación de los acontecimientos, constitutiva del orden de sucesión 
temporal; 2) un ajuste de los intervalos entre los acontecimientos puntuales, fuente de la 
duración; 3) una métrica temporal (ya actuante en el sistema de las unidades musicales, 
mucho antes de toda elaboración científica), isomorfa de la métrica espacial. Solamente 
que mientras la estructuración ordinal de las velocidades es independiente de la duración 
(pero, naturalmente, no del orden temporal), la duración, como, por lo demás, la 
simultaneidad, depende de las velocidades. En efecto: las operaciones precedentes (1-3) 
son independientes de la rapidez mayor o menor de transcurso de tiempo y no enseñan 
nada al sujeto sobre la propia cadencia de ese transcurso13 porque depende del contenido 
físico o psicológico de la duración, de la que ésta resulta indisociable. El niño comienza a 
juzgar la duración según su contenido únicamente, olvidando la velocidad (cosa que 
nosotros mismos hacemos todavía, a menudo, en las evaluaciones intuitivas): así, 
estimará que un móvil ha caminado más tiempo si ha llegado más lejos, etc. Tras de lo 
cual, el contenido se pone en relación con la velocidad de su desarrollo, lo que constituye 
entonces el tiempo a título de relación objetiva y da a las operaciones mencionadas un 
 
 
 47
valor al desarrollo como tal tiempo: eso es evidente en las operaciones de medida del 
tiempo (velocidad del movimiento del reloj), mientras que, en los pequeños, el empleo de 
tales puntos de referencia no sirve para nada, porque imaginan que las saetas o la arena 
del reloj se mueven con velocidades variables según el contenido que se ha de medir. 
 
12 PIAGET, J.: Les notions de mouvement et de vitesse chez 1'enfant, Presses Universitaires de France, 1945; Le 
développement de la notion du temps chez l'enfant, Presses Universitaires de France, 1946. 
13 En efecto: si una hora medida con reloj durase diez veces más o diez veces menos, las operaciones 1-3 darían los 
mismos resultados para los mismos actos. 
 
 
III. LA REPRESENTACION DEL UNIVERSO, 
CAUSALIDAD Y AZAR 
 
 En. relación con el núcleo operatorio del pensamiento, se despliega un gran 
número de actividades estructuradas en diversos grados según lleguen con mayor o 
menor facilidad a asimilar lo real. La causalidad y el azar son los dos polos esenciales 
entre las que se distribuyen. 
 Desde alrededor de los tres años el niño se plantea, y plantea a quienes le rodean, 
una serie de preguntas, de las que las más notables son los "por qué". Entonces es posible 
estudiar la manera en que tales preguntas se formulan, porque la forma en que un 
problema se suscita indica ya qué índole de respuestas o de soluciones espera recibir el 
sujeto. Es, naturalmente, indicado, por lo demás, repetir las mismas preguntas o formular 
otras análogas como temas de interrogación con otros niños. 
 A tal respecto, se impone una primera comprobación general: los "por qué" 
atestiguan una precausalidad intermedia entre la causa eficiente y la causa final: y 
tienden, sobre todo, a encontrar una razón, desde esos dos puntos de vista, para los 
fenómenos que para nosotros son fortuitos, pero que para el niño provocan entonces 
mucho más la necesidad de una explicación finalista. "¿Por qué hay dos coches, uno 
grande y otro pequeño?", pregunta, p. ej., un chico de seis años. A lo cual casi todos sus 
coetáneos, interrogados sobre el particular, contestaron: "Es que se necesita uno para los 
grandes paseos y otro para los pequeños." 
 Uno de nosotros buscó, hace tiempo, describir los principales aspectos de esa 
precausalidad infantil de naturaleza preoperatoria14. Además de ese finalismo casi 
integral, puso en evidencia un "realismo" debido a la indiferenciación de lo psíquico y de 
lo físico: los nombres están ligados materialmente a las cosas; los sueños son pequeños 
cuadros materiales que se contemplan en la alcoba; el pensamiento es una especie de voz 
("la boca que está detrás de mi cabeza y que habla a mi boca de delante"). El animismo 
nace de la misma indiferenciación, pero en sentido inverso: todo lo que está en 
movimiento es vivo y consciente; el viento sabe que sopla; el sol, que avanza, etc. A las 
preguntas de origen, tan importante en los pequeños en tanto que van ligadas a1 problema 
del nacimiento de los niños, los muchachos responden por un artificialismo sistemático 
 
 
 48
los hombres han excavado un lago, han metido dentro el agua, y toda esa agua viene de 
las fuentes y de las tuberías. Los astros "han nacido cuando nosotros hemos nacido", dice 
un chico de seis años, "porque antes no había necesidad de sol", y éste nació de una bolita 
que se lanzó al aire y que ha crecido, porque se puede ser, a la vez, vivo y fabricado como 
los niños 15. 
Esta precausalidad ofrece el interés de ser bastante próxima a las formas senso-motoras 
iniciales de causalidad que hemos denominado "mágico-fenoménicas" en el capítulo I, § 
II... Como ellas, resultan de una especie de asimilación sistemática de los procesos físicos 
en la acción propia, y eso conduce, a veces (además de las estructuras causales 
recordadas ahora) hacia actitudes casi mágicas (ejemplo: los numerosos sujetos de cuatro 
a seis años que creen que la luna los sigue e incluso que ellos la obligan a seguirlos). 
Pero, así como la precausalidad senso-motora da paso (desde los estadios IV al VI de los 
§§ I y II, cap. I) a una causalidad objetiva y espacializada, también la precausalidad 
representativa, que es esencialmente asimilación a la acción, se transforma poco a poco al 
nivel de las operaciones concretas en una causalidad racional por asimilación, no ya a las 
acciones propias en su orientación egocéntrica, sino a las operaciones en tanto que son 
coordinaciones generales de las acciones. 
 Un buen ejemplo de esta causalidad operatoria es el del atomismo infantil, 
derivado de las operacionesaditivas y de la conservación que de ellas emana. A propósito 
de experiencias de conservación, preguntamos, hace tiempo, a niños de cinco a doce 
años, lo que pasa después de la disolución de un terrón de azúcar en un vaso de agua16. 
Hasta los siete años, aproximadamente, el azúcar disuelto desaparece y su gusto se irá 
como un simple olor; a los siete u ocho años, su sustancia se conserva, pero no su peso ni 
su volumen; desde los nueve-diez años, se añade a ello la conservación del peso, y desde 
los once-doce, la del volumen (reconocible por el hecho de que el nivel del agua, que 
sube un poco al sumergirse los terrones, no vuelve a su nivel inicial después de la 
disolución). Esa triple conservación (paralela a la que se observa con ocasión de las 
modificaciones de la bola de barro) se explica para el niño mediante la hipótesis de que 
los pequeños granos de azúcar en trance de disolverse se hacen muy pequeños e 
invisibles, y conservan así, primero, su sustancia, sin peso ni volumen; luego, uno y 
después el otro, equivaliendo la suma de esos granos elementales a la sustancia total; 
luego, al peso y después al volumen de los terrones antes de su disolución. He ahí, pues, 
un buen ejemplo de explicación causal por proyección en lo real de una composición 
operatoria. 
 Pero el obstáculo para esas formas operatorias de causalidad (y podrían citarse 
muchas otras, tales como las composiciones entre impulsos y resistencias en el 
movimiento transitivo) es que lo real resiste a la deducción y entraña siempre una parte 
mayor o menor de aleatorio. Ahora bien: el interés de las reacciones del niño ante lo 
aleatorio es que no capta la noción de azar o de mezcla irreversible mientras no se halla 
en posesión de operaciones reversibles para que le sirvan de referencias, mientras que, 
una vez construidas éstas, comprende lo irreversible, como resistencia a la deductibilidad 
operatoria. 
 
 
 49
 Una experiencia sencilla que hemos hecho, entre otros17, a tal respecto, consistió 
en presentar una caja capaz de bascular lentamente y que contenía en un lado 10 perlas 
blancas y en el otro 10 negras, agrupadas, respectivamente, en pequeños departamentos: 
se trataba entonces de anticipar su mezcla progresiva con motivo de los balanceos y la 
escasa probabilidad de la vuelta de las blancas juntas y de las negras separadas de las 
primeras. En el nivel operatorio, la finalidad prepondera sobre lo fortuito: cada una 
volverá a su sitio, prevé el niño de cuatro a seis años; y cuando comprueba la mezcla, 
dice "van a separarse", o bien que las negras ocuparán el lugar de las blancas, y viceversa, 
en un cruce alternativo y regular. Desde los ocho-nueve años, por el contrario, hay 
previsión de la mezcla y de la improbabilidad de un retorno al estado inicial. 
 Señalemos aún que si el azar no es concebido en seguida más que a título 
negativo, como obstáculo para la deductibilidad, el niño llega pronto a asimilar lo 
aleatorio a la operación, comprendiendo que, si los casos individuales permanecen 
imprevisibles, los conjuntos dan lugar a una previsibilidad: la noción de probabilidad se 
construye entonces poco a poco, en tanto que es relación entre los casos favorables y los 
casos posibles. Pero su conclusión supone una estructura que se elabora solamente 
después de los once-doce años (cap. V, § III-4). 
 
 
14 PIAGET, J.: La causalité phgsique chez 1'enfant; La représentation du monde chez l'enfant, Alcan, 1927. 
 15 Esa precausalidad ha vuelto a ser estudiada por algunos autores anglosajones, varios de los cuales han 
comprobado los mismos hechos, mientras que otros se han opuesto violentamente a tales interpretaciones. Luego se 
hizo el silencio hasta muy recientemente, cuando dos autores canadienses de talento, M. LAURENDEAU y A. 
PINARD (La pensée causale, Presses Universitaires de France, 1962), han reemprendido el problema desde el doble 
punto de vista de los hechos (en una amplia escala estadística) y del método. Y encontraron, en líneas generales, los 
mismos hechos. En cuanto al método, demostraron que los autores favorables a la precausalidad habían conseguido sus 
resultados como nosotros, niño por niño; mientras que los adversarios obtuvieron los suyos objeto por objeto, sin tener 
en cuenta los estadios ni el detalle de las reacciones individuales. 
16PIAGET, J., y B. INHELDER: Le développement des quantités physiques chez 1'en(ant, Delachaux & Niestlé, 1962. 
17 PIAGET, J., y $, INHELDER:La genése de l'idée de hasard chez Fenfant, Presses Universitaires de France, 1951. 
 
 
 
 
IV. LAS INTERACCIONES SOCIALES 
Y AFECTIVAS 
 
 El proceso evolutivo cuyo aspecto cognoscitivo acabamos de describir (cap. IV, 
§§ II y III) enlaza así las estructuras de un nivel senso-motor inicial con las de un nivel de 
operaciones concretas que se constituyen entre los siete y los once años, pero pasando por 
un período preoperatorio (dos-siete años) caracterizado por una asimilación sistemática a 
la acción propia (juego simbólico, no-conservaciones, precausalidad, etc.) que constituye 
un obstáculo, al mismo tiempo que una preparación para la asimilación operatoria. 
Naturalmente, la evolución afectiva y social del niño obedece a las leyes de ese mismo 
proceso general, ya que los aspectos afectivos, sociales y cognoscitivos de la conducta 
 
 
 50
son, en realidad, indisociables; como hemos visto (cap. I, § IV), la afectividad constituye 
la energética de las conductas cuyas estructuras corresponden a las funciones 
cognoscitivas, y si la energética no explica la estructuración, ni a la inversa, ninguna de 
las dos podría funcionar sin la otra. 
 
1. Evolución.-La llegada de la representación, debida a la función semiótica, es en efecto, 
tan importante para el desarrollo de la afectividad y de las relaciones sociales come para 
el de las funciones cognoscitivas : el objeto afectivo senso-motor no es sino un objeto de 
contacto directo, que puede volverse a encontrar en caso de separación momentánea, pero 
que no es evocable durante esas separaciones. Con la image n mental, la memoria de 
evocación, el juego simbólico y el lenguaje, el objeto afectivo, por el contrario, está 
siempre presente y siempre actúa, incluso en su ausencia física; y este hecho fundamental 
entraña la formación de nuevos afectos, bajo la forma de simpatías o de antipatías 
duraderas, en lo que concierne a los otros, y de una conciencia o de una valorización 
duraderas de sí, en lo que concierne al yo. 
Resulta de ello una serie de novedades, cuyo apogeo principia alrededor de los tres años 
con lo que CH. BUHLER ha denominado "crisis de oposición", y se señala por una 
necesidad de afirmación y de independencia, así como por todas clases de rivalidades, de 
tipo edipiano o de manera general respecto a los mayores; y todo eso se traduce 
incesantemente en elaboraciones del juego simbólico en sus aspectos afectivos tanto 
como en las conductas afectivas y no lúdicas. Pero si esa "toma de conciencia" de sí 
mismo, que constituye una valorización mucho rnás aún que un descubrimiento 
introspectivo, lleva al niño a oponerse a la persona del prójimo, 
le lleva también -ya que se trata esencialmente de valorizaciones- a conquistar su afecto y 
su estima18. 
 
 
 
16Gusx, G.: "Les conditions intellectuelles et affectives de 1'G;dipe, Revue /ranVaise de psyckanalyse, núm. 2, 1949, 
páginas 257-276. Según G. GUEX, el establecimiento de las relaciones objétales al nivel senso-motor es debido, ante 
todo, a una necesidad de seguridad; mientras que al nivel de 3 a 5 años domina la conquista de la estima de otros. Sólo 
aquí G. GUEX habla de autonomía; y se extraña de verla antes del nivel de cooperación, que aparece, tan claramente, a 
los 7 0 los 8 años (es decir, en relaciones estrechas con el desarrollo de las operaciones concretas, ya hemos visto y 
veremos aún por qué). Pero, en realidad, no se trata en modo alguno, en la crisis de oposición, de una autonomía en 
sentido ulterior; es decir, de una sumisión del yo a reglas ("nomía")que se da a sí mismo ("auto-") o que elabora 
libremente, en cooperación con sus semejantes; se trata sólo de independencia (anomia y no autonomía) y precisamente 
de oposición; es decir, de esa situación compleja e incluso acaso contradictoria en que el yo se desea libre, y a la vez 
estimado, por otro. 
 
 
 2. El problema.-Esta situación dialéctica, aún inestable y equívoca, domina toda 
la primera infancia y todo su comportamiento social, lo que explica las controversias, y a 
veces los "diálogos de sordos", entre los autores que han insistido particularmente sobre 
uno u otro polo de la vida social característica de este período. 
 
 
 
 51
 Señalemos, primero, que el término de "social" puede corresponder a dos 
realidades muy distintas, desde el punto de vista afectivo, como hemos insistido ya desde 
el punto de vista cognoscitivo: hay, ante todo, las relaciones entre el niño y el adulto, 
fuente de transmisiones educativas y lingüísticas, aportaciones culturales desde el, punto 
de vista cognoscitivo y fuente de sentimientos específicos y, en particular, de los 
sentimientos morales (véase cap. IV, § V) desde el punto de vista afectivo; pero hay 
seguidamente las relaciones sociales entre los propios niños, y en parte entre niños y 
adultos, pero como proceso continuo y constructivo de socialización, y no ya 
simplemente de transmisión en sentido único. 
 
Ahora bien: ese proceso de socialización es el que esencialmente constituye el problema. 
Para algunos autores (CH. BÜHLER19, GRÜNBAUM, BUYTENDIJK20, WALLON21 y 
su discípulo ZAZZO22), el niño presenta el maximum de interacciones o, al menos, de 
interdependencias sociales durante la primera infancia (nuestro nivel preoperatorio), 
mientras que a continuación conquista una personalidad individualizada por una especie 
de retirada, de recuperación o de liberación respecto a esas interdependencias iniciales. 
Para otros autores, por el contrario -entre los que nos encontramos nosotros-, existe un 
proceso de socialización, que es progresivo y no regresivo; de tal modo que, a pesar de 
las apariencias, la individualidad, tendente a la autonomía en el niño de siete años o más, 
está más socializada que el yo en interdependencia de la primera infancia; y que, pese a 
las apariencias, esas interdependencias sociales iniciales de dos a siete años atestiguan, en 
realidad, un minimum de socialización por estar insuficientemente estructuradas (la 
estructura interna de las relaciones es aquí mucho más importante que la fenomenología 
global a la que se asocia). 
 Examinado ese debate con la perspectiva ya hoy posible, parece evidente en 
absoluto que los autores pertenecientes a esas dos clases de tendencias dicen 
aproximadamente las mismas cosas, y difieren mucho más por su vocabulario que por sus 
soluciones. Importa, pues, dedicarse a un análisis "relacional" y no conceptual y llegar a 
distinguir los puntos de vista del sujeto y del observador según un relativismo tal que 
ciertas conexiones puedan ser interpretadas simultáneamente como interdependencias 
sociales e instrumentos insuficientes de socialización. 
 
19BÜHLER, CH.: Kindheit und jugend, 3.a ed., Hirzel, Leipzig, 1931. 
20BUYTENDIJK, F. J.: Wesen und Sinn des Spiels, Berlín, 1934 (Wolff). 
21WALLON, H.: "L'étude psychologique et sociologique de 1'enfant", Cahiers internationaux de sociologie, 1947, vol. 
III, p. 3-23. 
22 ZAZZO, R.: Les jumeaux, Presses Universitaires de France, 1960. 
 
 
 3. La socialización.-El método más seguro consiste, pues, dado que todos aceptan el 
carácter indisociable y paralelo de los desarrollos cognoscitivo y afectivo o social, en 
utilizar como hilo conductor el resultado de las investigaciones acerca de las actitudes 
intelectuales propias del nivel preoperatorio. La precausalidad (cap. IV, § III) constituye 
 
 
 52
a este respecto un ejemplo notable de situación en la cual el sujeto tiene la convicción de 
alcanzar los mecanismos exteriores y objetivos de la realidad, mientras que, desde el 
punto de vista del observador, está claro que se limita a asimilarlos a cierto número de 
caracteres subjetivos de la acción propia. Pues bien, lo que es evidente en el caso de la 
precausalidad, es verdadero también, aunque a veces menos aparente, en el de las no-
conservaciones y de todas las reacciones preoperatorias. De un modo general, puede 
decirse que la diferencia esencial entre los niveles preoperatorio y operatorio es que en el 
primero domina la asimilación a la acción propia, mientras que en el segundo la 
asimilación supera a las coordinaciones generales de la acción y, en consecuencia, a las 
operaciones. 
 Se ve entonces, en conjunto, la analogía posible con las fases del proceso de 
socialización. Está ya claro hoy, en efecto, que la coordinación general de las acciones, 
que caracteriza el núcleo funcional de las operaciones, engloba tanto las acciones 
interindividuales como las interindividuales, hasta el punto que carece de significación 
preguntarse si es la cooperación (o las cooperaciones) cognoscitiva la que engendra las 
operaciones individuales, o a la inversa. Es, pues, evidente que al nivel de las operaciones 
concretas se constituyen nuevas relaciones interindividuales, de naturaleza cooperativa; y 
no hay ninguna razón para que se limiten a los intercambios cognoscitivos, puesto que los 
aspectos cognoscitivos y afectivos de la conducta son indisociables. 
 Si esto es así, hay, pues, una gran probabilidad de que los intercambios sociales 
propios del nivel preoperatorio sean de carácter precooperativo, es decir, a la vez 
sociales, desde el punto de vista del sujeto, y centrados sobre el mismo niño y sobre su 
actividad propia, desde el punto de vista del observador. Eso es, exactamente, lo que uno 
de nosotros quiso decir antes al hablar de "egocentrismo infantil"; pero, como hemos 
visto anteriormente (cap. III, § II, nota 2), esa expresión ha sido mal comprendida a 
menudo, aunque hayamos insistido incesantemente sobre su significación en cierto modo 
epistémica (dificultad de tener en cuenta las diferencias de puntos de vista entre los 
interlocutores y, por tanto, de ser capaz de descentración) y no corriente o "moral". 
 Ahora bien: los hechos son bastante claros hoy en tres clases de ámbitos: juegos 
de reglas, acciones en común e intercambios verbales. 
 1. Los juegos de reglas son instituciones sociales, en el sentido de su permanencia 
en el curso de las transmisiones de una generación a la siguiente y. de sus caracteres 
independientes de la voluntad de los individuos que los aceptan. Algunos de esos juegos 
se transmiten con participación del adulto; pero otros siguen siendo específicamente 
infantiles, como el juego de bolas entre los muchachos, que concluye hacia los once o los 
doce años en Ginebra. Estos últimos juegos ofrecen, pues, la situación más favorable, en 
su doble cualidad de lúdicos y de exclusivamente infantiles, para dar lugar a un impulso 
de la vida social entre niños. 
 Pero mientras que después de los siete años las partidas de bolas están bien 
estructuradas, con observación común de las reglas conocidas por los jugadores, con 
vigilancia mutua en cuanto a esa observancia, y sobre todo con un espíritu de honrada 
competición, de modo que unos ganen y otros pierdan según las reglas admitidas, el 
 
 
 53
juego de los mayores presenta caracteres muy distintos. Ante todo, cada uno ha tomado 
de los de más edad reglas más o menos diferentes, porque su conjunto es complejo y el 
niño empieza por sólo retener una parte. Seguidamente -y esto es más significativo- no 
hay control, es decir, que, en realidad, cada cual juega como le parece, sin ocuparse 
demasiado de los otros. Finalmente, y sobre todo, nadie pierde y todo el mundo gana a la 
vez, porque el objetivo es distraerse jugando para sí, estimulado por el grupo y 
participando de un ambiente colectivo. Estos hechos son, pues, de carácter enteramente 
indiferenciado entre la conducta social y la centración sobre la acción propia,sin que 
haya aún cooperaciones auténticas, ni en ese plano lúdico. 
 2. En un interesante estudio sobre el trabajo en común de niños de diferentes 
edades, R. Froyland NIELSEN23 ha procedido, bien por observación directa de 
actividades espontáneas, bien sometiendo al niño a dispositivos que necesitan un mínimo 
de organización: trabajar por parejas en mesas demasiado pequeñas, no disponer sino de 
un lápiz para dibujar, o de lápices atados, utilizar un material común, etc. Obtuvo así dos 
clases de resultados. De una parte, se observa una evolución más o menos regular del 
trabajo solitario a la colaboración, ya que el trabajo solitario eventual de los mayores no 
tiene la misma significación no intencional y, por así decirlo, no consciente, que el de los 
pequeños, quienes, trabajando cada cual por sí, se sienten en comunión y en sinergia con 
sus vecinos, sin ocuparse, no obstante, de lo que hacen en detalle. De otra parte, se 
comprueba una dificultad más o menos sistemática inicial para encontrar e incluso para 
buscar modos de colaboración, como si ésta no constituyese un fin específico que se trata 
de perseguir por sí mismo y con métodos apropiados. 
 
 23NIELSEN, R. F.: Le déueloppement de la sociabilité ches l'enfant, Delachaux & Niestlé, 1951. 
 
 
 
 3. Finalmente, los antiguos estudios que realizó uno de nosotros sobre las 
funciones del lenguaje en los intercambios entre niños condujeron a resultados muy 
parecidos, también acerca del origen de las demás indagaciones recordadas, pero que han 
dado lugar a muchas más discusiones. El hecho concreto es que, en ciertos ambientes 
escolares en que los niños trabajan, juegan y hablan libremente, las charlas de los de 
cuatro a seis años no están destinadas todas a suministrar informaciones ni a plantear 
preguntas, etc. (lenguaje socializado), sino que, a menudo, consisten en monólogos o en 
"monólogos colectivos", durante los cuales cada uno habla para sí, sin escuchar a los 
demás (=lenguaje egocéntrico). 
 Ahora bien: se ha mostrado, en primer término, que el porcentaje de charlas 
egocéntricas depende del medio ambiente. En los intercambios entre padres e hijos, D. y 
R. KATZ han encontrado muy pocas charlas de ese tipo; mientras que A. LEUZINGER, 
a la vez madre del niño estudiado y maestra de la escuela a que asistía, las observó más 
en la casa que en la escuela y con el adulto más que entre niños (asunto de educaciones 
intervencionistas o no). S. ISAACS las ha observado poco en un trabajo escolar 
 
 
 54
atrayente, pero más en el juego (lo cual es muy coherente con lo que hemos visto acerca 
del juego simbólico) 21. 
Lo esencial, a tal respecto, es no atenerse al conjunto de las charlas espontáneas de niños, 
cuya experiencia demuestra que su interpretación no es siempre fácil, sino, como ya hizo 
uno de nosotros, llevar adelante el análisis de las dos situaciones-tipo, en las que se puede 
examinar más de cerca en qué medida llega o no un niño a asegurar una acción, por el 
lenguaje, sobre otro: la explicación de niño a niño y la discusión entre niños. En esos dos 
casos, la observación demuestra la dificultad sistemática de los pequeños para situarse en 
el punto de vista de su interlocutor, para hacerle captar la información deseada y para 
modificar su comprensión inicial. Sólo mediante un largo ejercicio llega el niño (al nivel 
operatorio) a hablar, no ya para sí, sino con la perspectiva de otro. En su crítica del 
lenguaje egocéntrico, R. ZAZZO concluye que, en tales situaciones, el niño no habla 
"para sí", sino "según él", es decir, en función, tanto de sus limitaciones como de sus 
posibilidades. Hemos de estar de acuerdo en eso, pero volviendo a las observaciones del 
principio del número 3 de éste § IV: en su perspectiva propia, el sujeto habla para el 
interlocutor y no para sí; pero en la de los observadores, comparándolo con lo que sabrá 
hacer luego, habla desde su punto de vista y fracasa en asegurar un contacto cooperativo. 
 
 24Respecto a la interpretación del lenguaje egocéntrico, VYGOTSKY (Thought and Language, Wiley & 
Sons, 1962), que comprobó los mismos hechos en la URSS, los interpreta como constitutivos del equivalente funcional 
en el niño y fuente del lenguaje interior del adulto; es decir, que se trataría de una utilización individual, pero no 
necesariamente egocéntrica, de la palabra. Esa interpretación es muy aceptable; pero a condición de precisar que no 
excluye tampoco el egocentrismo (en el sentido preciso indicado). 
 
 
V.-SENTIMIENTOS Y JUICIOS MORALES 
 
 Uno de los resultados esenciales de las relaciones afectivas entre el niño y sus 
padres o los adultos que hagan sus veces es engendrar sentimientos morales específicos 
de obligación de conciencia. FREUD hizo popular la noción de un "sobre mí" o 
interiorización de la imagen afectiva del padre o de ambos progenitores, que se convierte 
en fuente de deberes, de modelos restrictivos, de remordimientos y, a veces, incluso de 
autocastigos. Pero esa concepción es más antigua y se encuentra ya un notable desarrollo 
de ella en la obra de J. M. BALDWIN. Este, que atribuía a la imitación la formación del 
yo mismo (ya que la imitación es necesaria, ante todo, para proporcionar una imagen 
completa del propio cuerpo, y luego una comparación entre las reacciones generales de 
los otros y del yo), ha demostrado que, a partir de cierta frontera, que se dibuja tanto con 
ocasión de conflictos de voluntad como a causa de los poderes generales superiores del 
adulto, el yo de los padres no puede ser imitado inmediatamente, y se convierte entonces 
en un "yo ideal", fuente de modelos constrictivos y, por consiguiente, de conciencia 
moral. 
 
 
 
 55
 1. Génesis del deber.-P. BOVET 25 ha proporcionado un análisis más detallado y 
exacto de este proceso. Según él, la formación del sentimiento de obligación está 
subordinada a dos condiciones, necesarias una y otra y suficientes ambas: 1) la 
intervención de consignas dadas desde el exterior, es decir, órdenes de cumplimiento 
indeterminado (no mentir, etc.); y 2) la aceptación de esas consignas, que supone la 
existencia de un sentimiento sui generis de quien recibe la consigna por quien la da 
(porque el niño no acepta consignas de cualquiera, como de un muchacho mayor o de una 
persona indiferente). Ese sentimiento, según BOVER, es el de respeto, compuesto de 
afecto y de temor; el afecto por sí solo no sería suficiente para entrañar la obligación, y el 
temor por sí solo únicamente provoca una sumisión material o interesada. Pero el respeto 
comporta a la vez afecto y una especie de temor unido ala situación del inferior respecto 
al superior, y basta entonces para determinar la aceptación de las consignas y, en 
consecuencia, el sentimiento de obligación26. 
 Pero el respeto descrito por BOVET sólo constituye una de las dos formas posibles de 
respeto. La llamaremos "unilateral", ya que une a un inferior con un superior considerado 
como tal; y la distinguiremos del "respeto mutuo", fundado en la reciprocidad en la 
estimación. 
 Ese respeto unilateral, si bien es la fuente del sentimiento del deber, engendra en 
el niño una moral de obediencia caracterizada esencialmente por una heteronomía, que se 
atenuará luego para dejar paso, parcialmente al menos, a la autonomía propia del respeto 
mutuo 27. 
 
25 BOVET, P.: "Les conditions de I'obligation de consciente" Année psychologique, 1912. 
26Este análisis, fundado en la psicología del niño, se opone, a la vez, a los de KANT y de DURKHEIM. KANT veía en 
el respeto un sentimiento de un tipo único que no se liga a una persona en cuanto tal, sino en cuanto que encarna o 
representa la ley moral. DURKHEIM prensaba lo mismo, reemplazando la ley por la "sociedad". Para ambos, el respeto 
era, pues, un efecto de la obligación,, ulterior a ella; mientras que para BOVET es la causa previa; y es indiscutible que 
tiene razón en lo que concierne al niño; éste no respeta a su padre como representante de la ley o del grupo social, sino 
como individuosuperior, fuente de las constricciones y de las leyes. 
27 PIAGET, J.: Le jugement moral chez 1'enfant, Alcan, 1932, Presses Universitaires de France. 
 
 
 
 
 
 2. La hetoronomía.-Esa heteronimia se traduce en cierto número de reacciones 
afectivas y en ciertas estructuras notables, propias del juicio moral antes de los siete-ocho 
años. 
 Desde el punto de vista afectivo, hay que señalar, ante todo (como lo hemos 
hecho uno de nosotros y ciertos colaboradores de LEWIN), que el poder de las 
consignas está inicialmente ligado a la presencia material del que las da: en su ausencia, 
la ley pierde su acción o su violación sólo va unida a un malestar momentáneo. 
 Luego, ese poder se hace duradero; y entonces se produce un juego de 
asimilaciones sistemáticas que los psicoanalistas expresan hablando de identificaciones 
 
 
 56
con la imagen paterna o con las imágenes de autoridad. Pero la sumisión no podría ser 
entera, y esas imágenes engendran una ambivalencia más o menos sistemática, según los 
casos. Dicho en otros términos: los componentes del respeto se disocian y esa disociación 
desemboca en mezclas de afecto y de hostilidad, de simpatía y de agresividad, de celos, 
etc. Es probable que los sentimientos de culpabilidad, que hacen a veces estragos durante 
la infancia, e incluso mucho después aún, estén ligados, al menos en sus formas casi 
neuróticas, a esas ambivalencias, más que a la simple acción de las consignas y del 
respeto inicial28. 
 
28 La culpabilidad engendra sentimientos de angustia, estudiados especialmente por CH. ODIER (L'angoisse et la 
pensée magique, Delachaux & Niestlé, 1947) y A. FREUD (Le moi et les mécanismes de défense, Presses 
Universitaires de France) con los mecanismos de defensa que esas ansiedades provocan: el niño siente una culpabilidad 
por haber sido hostil y la angustia que de ella nace lleva a autopuniciones, sacrificios, etc.; y se combina, a veces, como 
ha demostrado ODIER, con ciertas formas casi mágicas de precausalidad (cap. IV, $ III) a título de instrumentos de 
defensa y de protección (lo cual no es, por lo demás, exclusivo de las angustias morales: un muchachito, futuro 
matemático, cambiaba de itinerario para ir a casa del dentista, porque había sentido demasiado dolor la vez precedente, 
como si su dolor dependiera del camino recorrido). 
 
 
 3. El realismo moral.-Desde el punto de vista del juicio moral, la heteronomía 
conduce a una estructura bastante sistemática, preoperatoria desde el doble punto de vista 
de los mecanismos cognoscitivos relacionales y de los procesos de socialización: el 
realismo moral, según el cual, las obligaciones y los valores están determinados por la ley 
o la consigna en sí misma, independientemente del contexto de las intenciones y de las 
relaciones. 
 Uno de nosotros observó, p. ej., a un niño pequeño que estaba sometido 
habitualmente a una consigna materna sin ninguna importancia moral (terminar una parte 
de la comida) y que, un día en que la propia madre levantó esa consigna por razones a la 
vez comprensibles y válidas (indisposición del niño), no podía dejar éste de sentirse 
obligado por ella y culpable de no respetarla. 
 En el terreno de la valuación de las responsabilidades, el realismo moral lleva a 
esa forma, bien conocida en la historia del Derecho y de la moral, que se llama 
responsabilidad objetiva: el acto es valorado en función de su grado de conformidad 
material con la ley, y no en función de las intenciones aviesas de violar la ley o buena 
intención que, involuntariamente, se halle en conflicto con la ley". En el terreno de la 
mentira, p. ej., el niño recibe, frecuentemente, la consigna de veracidad, mucho antes de 
comprender el valor social de ésta, por falta dé suficiente socialización; y antes, a veces, 
de poder distinguir el engaño intencionado de las deformaciones de lo real debidas al 
juego simbólico o al simple deseo. 
 Resulta entonces de ello que la regla de veracidad permanece como exterior a la 
personalidad del sujeto, y da lugar a una situación típica de realismo moral y de 
responsabilidad objetiva, ya que la mentira parece grave,. no en la medida en que 
corresponde a una intención de, engañar, sino en la que se aleja materialmente de la 
verdad objetiva. Uno de nosotros ha hecho comparar, p. ej., una mentira real (contar en 
 
 
 57
casa que le han puesto una buena nota en la escuela, cuando no le han preguntado) con 
una simple exageración (contar, después de haber sentido miedo de un perro, que éste era 
grande como un caballo o una vaca). Para los pequeños (y esto ha sido comprobado por 
CARUSO en Lovaina, y otros) la primera mentira no es "maligna", porque: 1) sucede a 
menudo que se obtengan buenas notas; y, sobre todo, 2) "¡mamá lo ha creído!". La 
segunda "mentira" es, por el contrario, muy "fea", porque nunca se vio un perro de ese 
tamaño... 
 
 29En la historia del Derecho primitivo, un homicida era criminal, incluso si lo fuera incidentalmente y no 
debido a negligencia: tocar el arca santa es una violación del tabú, incluso si hubiese peligro en la dilación. 
 
 4. La autonomía.-Con los progresos de la cooperación social entre niños y los 
progresos operatorios correlativos, el niño llega a relaciones morales nuevas fundadas en 
el respeto mutuo y que llevan a cierta autonomía, sin que haya, naturalmente, de 
exagerarse la parte de esos factores con relación a la acción continuada de los 
precedentes. Hay que señalar, no obstante, dos hechos importantes: 
 De una parte, en los juegos con reglas, los niños de menos de unos siete años que 
reciben esas reglas ya establecidas de los mayores (por un mecanismo derivado del 
respeto unilateral) las consideran como "sagradas", intangibles y de origen trascendente 
(los padres, los "Señores" del gobierno, el Buen Dios, etc.). Los mayores ven en la regla, 
por el contrario, un producto de acuerdo entre contemporáneos; y admiten que pueda 
modificarse, siempre que haya consentimiento en ello, democráticamente regulado. 
 De otra parte, un producto esencial del respeto mutuo y de la reciprocidad es el 
sentimiento de la justicia, frecuentemente adquirido a expensas de los padres (con 
ocasión de una injusticia involuntaria, etc.). Ya a los siete-ocho años, y después cada vez 
más, la justicia se impone sobre la misma obediencia y se convierte en una norma central, 
equivalente en el terreno afectivo a lo que son las normas de coherencia en el terreno de 
las operaciones cognoscitivas (a tal punto que en el nivel de la cooperación y del respeto 
mutuo existe un paralelismo sorprendente entre esas operaciones y la estructuración de 
los valores morales) 30. 
 
 30Señalemos, finalmente, que al estudiar en grupos de niños los "tipos" sociométricos en el sentido de 1. L. 
MORENO (Fon dements de la sociométrie, Presses Universitaires de France, 1954) (pero independientemente de las 
teorías un poco aventuradas de ese autor), B. REYMOND-RIVIER (Choix sociométriques e: motivations, Delachaux & 
Niestlé, 1961) ha podido demostrar una evolución bastante clara en los motivos invocados para escoger los líderes: 
mientras los pequeños invocan razones parcialmente heterónomas (apreciación por los maestros, lugar en la escuela, 
etc.), los mayores recurren, por el contrario, a criterios relativos netamente al segundo grupo de valores: ser justo, no 
"espiar", saber guardar un secreto (entre las muchachas) etcétera. 
 
 
VI.-CONCLUSION 
 
 Lo que sorprende, en el curso de este largo período de preparación y luego de 
constitución de las operaciones concretas, es la unidad funcional (en cada subperíodo) 
que enlaza en un todo las reacciones cognoscitivas, lúdicas, afectivas, sociales y morales. 
 
 
 58
Si se compara, en efecto, el subperíodo preoperatorio de dos a siete-ocho años con el 
subperíodo de conclusión de siete-ocho a once-doce años, se asiste al desarrollo de un 
gran proceso de conjunto que puede caracterizarse como un paso de la centración 
subjetiva en todos los ámbitos a una descentración cognoscitiva,social y moral a la vez. 
Y ese proceso es tanto más sorprendente cuanto que reproduce y desarrolla en grande, al 
nivel del pensamiento, lo que se comprueba ya en pequeño al nivel senso-motor (cap. I, 
§§ II y IV). 
 La inteligencia representativa se inicia, en efecto, por una centración sistemática 
sobre la acción propia y sobre los aspectos figurativos momentáneos de los sectores de lo 
real a los que alcanza; luego desemboca en una descentración fundada en las 
coordinaciones generales de la acción, y que permite constituir los sistemas operatorios 
de transformaciones y los invariables o conservaciones que liberan la representación de lo 
real de sus apariencias figurativas engañosas. 
 El : juego, ámbito de interferencia entre los intereses cognoscitivos y afectivos, se 
inicia durante el subperíodo de dos a siete-ocho años por un apogeo del juego simbólico, 
que es una asimilación de lo real al yo y a sus deseos, para evolucionar en seguida hacia 
los juegos de construcción y de reglas, que señalan una objetivación del símbolo y una 
socialización del yo. 
 La afectividad, primero centrada sobre los complejos familiares, amplía su gama a 
medida de la multiplicación de las relaciones sociales; y los sentimientos morales, unidos 
primero a una autoridad sagrada, pero que, como exterior. no logra alcanzar sino una 
obediencia relativa, evolucionan en el sentido de un respeto mutuo y de una reciprocidad 
cuyos efectos de descentración son, en nuestras sociedades, más profundos y duraderos. 
 Finalmente, los intercambios sociales, que engloban el conjunto de las reacciones 
precedentes, ya que todas son, a la vez, individuales e interindividuales, dan lugar a un 
proceso de estructuración gradual o socialización, pasando de un estado de 
incoordinación o de indiferenciación relativa entre el punto de vista propio y el de los 
otros a otro de coordinación de los puntos de vista y de cooperación en las acciones y en 
las informaciones. Ese proceso engloba todos los demás en el sentido de que, cuando p. 
ej., un niño de cuatro-cinco años no sabe (lo cual es frecuente) que él es el hermano de su 
hermana, esa ilusión de perspectiva interesa tanto la lógica de las relaciones como la 
conciencia del yo: y que, cuando alcance el nivel de las operaciones, será, por eso mismo, 
apto para las cooperaciones, sin que se pueda disociar lo que es causa o efecto en ese 
proceso de conjunto. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 59
 
 
 
CAPITULO V 
 
EL PREADOLESCENTE Y LAS OPERACIONES 
PROPOSICIONALES 
 
 
 Esta unidad de conducta se encuentra en el período de once doce a catorce-quince 
años, en que el sujeto llega a desprenderse de lo concreto y a situar lo real en un conjunto 
de transformaciones posibles. Esa última descentración fundamental que se realiza al 
final de la infancia prepara la adolescencia, cuyo principal carácter es, sin duda, esa 
liberación de lo concreto, a favor de intereses orientados hacia lo inactual y hacia el 
porvenir: edad de los grandes ideales o del comienzo de las teorías, sobre las simples 
adaptaciones presentes a lo real. Pero si se ha descrito a menudo esa expansión afectiva y 
social de la adolescencia, no siempre se ha comprendido que su condición previa y 
necesaria era una transformación del pensamiento, que haga posibles la elaboración de 
las hipótesis y el razonamiento sobre las proposiciones desligadas de la comprobación 
concreta y actual. 
 Esta nueva estructura del pensamiento se construye durante la preadolescencia; e 
importa describirla y analizarla como estructura. Esto es lo que los autores de tests 
olvidan demasiado frecuentemente, descuidando las características comunes y generales a 
favor de las diversidades individuales. Y no hay ahí sino un solo medio de alcanzar las 
estructuras como tales; y éste es el extraer de ello los aspectos lógicos, lo cual no consiste 
en caer en el logicismo, sino, simplemente, en servirse de un álgebra general y cualitativa 
más bien que (o antes que) recurrir a la cuantificación estadística. La ventaja de tal 
álgebra es, principalmente, proporcionar un cuadro de las potencialidades que puede 
utilizar un sujeto normal, aun cuando cada cual no las realice todas, y aunque su 
actualización esté sujeta a retrasos o aceleraciones, según los ambientes escolares o 
sociales. 
 El examen de esa estructura o de esas subestructuras propias de la preadolescencia 
es tanto más necesario para un cuadro de conjunto de la psicología del niño cuanto que 
constituyen, en realidad, un fin natural en la prolongación de las estructuras senso-
motoras (capítulo I) y de los agrupamientos de operaciones concretas (cap. IV). Si esas 
nuevas transformaciones llevan en un sentido al término de la infancia, no por ello son 
menos esenciales para considerarlas aquí, porque al abrir nuevas perspectivas sobre las 
edades posteriores, representan, al mismo tiempo, una conclusión con respecto a los 
períodos precedentes: no se trata, en modo alguno, efectivamente, de un simple piso que 
se superpone a un edificio que no lo tuviese de manera indispensable, sino de un conjunto 
de síntesis o de estructuraciones que, aunque nuevas, prolongan directa y necesariamente 
las precedentes, porque colman varias de sus lagunas. 
 
 
 60
 
I-EL PENSAMIENTO FORMAL Y EL 
COMBINATORIO 
 
 Lo propio de las operaciones concretas es referirse directamente a los objetos o a 
sus reuniones (clases), sus relaciones o su denominación: la forma lógica de los juicios y 
razonamientos no se organiza sino cuando hay ligazón, más o menos indisoluble, con sus 
contenidos.; es decir, que las operaciones funcionan únicamente respecto a 
comprobaciones o representaciones consideradas verdaderas, y no con ocasión de simples 
hipótesis. La gran novedad del nivel de que va a tratarse es, por el contrario, que, por una 
diferenciación de la forma y del contenido, el sujeto se hace capaz de razonar 
correctamente sobre proposiciones en las que no cree o no cree aún, o sea, que considera 
a título de puras hipótesis; se hace entonces capaz de sacar las consecuencias necesarias 
de verdades simplemente posibles, lo que constituye el principio del pensamiento 
hipotético deductivo o formal. 
 
 I. El combinatorio.-El primer resultado de esa especie de separación del 
pensamiento con relación a los objetos es liberar las relaciones y las clasificaciones de 
sus vínculos concretos o intuitivos. Hasta aquí, tanto unas como otras estaban sometidas a 
esa condición, de naturaleza esencialmente concreta, de un encaminamiento paulatino, en 
función de semejanzas graduadas, e incluso, en una clasificación zoológica (porque éstas 
continúan al nivel del "agrupamiento"), no es posible extraer dos clases no contiguas, 
como la ostra y el camello, para hacer de ello una nueva clase "natural". Ahora bien 
con la liberación de la forma respecto a su contenido es posible construir cualesquiera 
relaciones y cualesquiera clases, reuniendo 1 a 1, 2 a 2, 3 a 3, etc., de elementos. Esta 
generalización de las operaciones de clasificación o de relaciones de orden desemboca en 
lo que se llama una combinatoria (combinaciones, permutaciones, etc.), la más sencilla de 
las cuales está constituida por las operaciones de combinaciones propiamente dichas o 
clasificaciones de todas las clasificaciones. 
 Esa combinatoria es de una importancia primordial en la extensión y el refuerzo 
de los poderes del pensamiento porque, apenas constituida, permite combinar entre sí 
objetos o factores (físicos, etc.) e incluso ideas o proposiciones (lo que engendra una 
nueva lógica) y, por consiguiente, razonar en cada caso sobre la realidad dada (un sector 
de lo real físico o una explicación fundada en factores, o incluso una teoría en el simple 
sentido de un conjunto de proposiciones ligadas), no considerando esa realidad bajo sus 
aspectos concretos y limitados, sino en función de un número cualquiera o de todas las 
combinaciones posibles, lo que refuerza considerablemente los poderes deductivosde la 
inteligencia. 
 
 2. Combinaciones de objetos.-En lo que concierne a las combinaciones de 
objetos, se puede, p. ej., pedir al niño que combine dos a dos, tres a tres, etc., fichas de 
colores, o que las permute según los diversos órdenes posibles. Se advierte entonces que 
 
 
 61
si esas combinaciones resultan siempre incompletas al nivel de las operaciones concretas 
porque el sujeto adopta un método de aproximación, sin generalizar, logra fácilmente (a 
los doce años para las combinaciones y algo más tarde para las permutas) encontrar un 
método exhaustivo al nivel considerado ahora, sin naturalmente, descubrir una fórmula 
(lo que no se le pide), pero obteniendo un sistema que tiene en cuenta todas las 
posibilidades1. 
 
1Se le presentan cinco tarros A-E que sólo contienen líquidos incoloros, pero en los que la reunión de A, C y E da un 
color amarillo, B es un decolorante y D agua pura (B. INHELDER y 1. PIAGET. De la logique de 1'enfant á la logique 
de l'adolescent, Presses Universitaires de France, 1955). El problema planteado al niño (con G. NOELTING) es, 
sencillamente, que habiendo visto el color, pero no la manera de obtenerlo, lo encuentre mediante una combinación 
adecuada y precise los papeles de B y D. A1 nivel de 7-11 años, el niño procede en general por combinaciones de 2 a 2 
y luego salta a un ensayo de los 5 juntos. Desde los 12 años, por término medio, procede metódicamente, realizando 
todas las combinaciones posibles: 1, 2, 3, 4 y 5 elementos, y resuelve así el problema. 
 
 
 3. Combinaciones proposicionales.-Hablaremos de la combinación de los 
factores en el § IV. Por lo que respecta a la de las ideas o de las proposiciones, es 
indispensable referirse a la lógica simbólica o algorítmica moderna, que está mucho más 
cerca del trabajo real dei pensamiento que la silogística de ARISTÓTELES2. 
Claro es que el niño de doce-quince años no saca de ello las leyes, como tampoco busca 
la fórmula de las combinaciones para disponer las fichas. Pero lo notable es que, al nivel 
en que es capaz de combinar objetos, por un método exhaustivo y sistemático, se revela 
apto para combinar ideas o hipótesis, en forma de afirmaciones y negaciones, y de utilizar 
así operaciones proposicionales desconocidas por él hasta entonces: la implicación (si... 
entonces), la disyunción (o... o... o los dos), la exclusión (o... o) o la incompatibilidad (o... 
o... o ni uno ni otro), la implicación recíproca, etc. 
 
 
 2 Sea p una proposición,, ¢ su negación, q otra proposición 9 9 su negación. Puede agrupárselas 
multiplicativamente, lo que da p.q (p. ej.: este animal es un cisne y es blanco), ¢.q (no es un cisne, pero es blanco), no 
p.q (es cisne, pero no es blanco) y ¢ • q (no es un cisne ni es blanco). Eso no es una combinatoria, sino un simple 
"agrupamiento" multiplicativo accesible desde los 7 u 8 años (cap. IV, 4 1-4). En cambio, de esas cuatro asociaciones 
multiplicativas pueden obtenerse 16 combinaciones tomándolas 0,1 a 1, 0 2 a 2, 0 3 a 3, o las 4 a la vez. Si el signo 
expresa la conjunción y (v) la disyunción, se tiene, en efecto Il p•q; 2) p~9: 3) f•9; 4) ¢'G; 5) p'4v fv; 6) p.a v¢-q; 7) 
p•qvp,q; 8) p.qv¢.q..., etc., es decir, 1 asociación á 0; 4 a 1; 6 a 2 ; 4 a 3 ; y 1 a 4 asociaciones. Ahora bien: 
comprobamos que esas 16 combinaciones (0 256 para 3 proposiciones, etc.) constituyen operaciones nuevas, todas 
distintas, y que podemos denominar "proposicionales", ya que consisten en combinar proposiciones desde el único 
punto de vista de su veracidad y de su falsedad. Por ejemplo, si las cuatro asociaciones indicadas son todas verdaderas, 
ello significa que no hay relación necesaria entre los cisnes y la blancura. Pero antes del descubrimiento de los cisnes 
negros de Australia se hubiera dicho que la asociación p.4 era falsa: hubiese quedado entonces p ~ 4 o ¢•q o ~~q", es 
decir, una implicación [cisne implica blancura, porque si es un cisne, es blanco; pero un objeto puede ser blanco sin ser 
un cisne (¢ • q) o no ser lo uno ni lo otro. 
Señalemos que esas operaciones proposicionales no se reducen, en modo alguno, a una nueva manera de apreciar los 
hechos constituyen, por el contrario, una verdadera lógica del sujeto y una lógica mucho más rica que la de las 
operaciones concretas. Por una parte, en efecto, son las únicas que permiten un razonamiento formal sobre las hipótesis 
enunciadas verbalmente, como ocurre en toda discusión empeñada o en toda exposición coherente. En segundo lugar, 
se aplican a los datos experimentales y fiscos, como veremos en los § § III y 1V, y son las únicas que permiten una 
disociación de los factores (combinatoria), y, en consecuencia, la exclusión de las hipótesis falsas (§ IV) y la 
 
 
 62
construcción de esquemas explicativos complejos (§ III). En tercer lugar, constituyen, en realidad, un prolongamiento y 
una generalización de las operaciones concretas, incompletas por sí mismas, porque una combinatoria no es otra cosa 
que una clasificación de clasificaciones y el grupo de las dos reversibilidades (§ II) no es sino la síntesis de todos los 
agrupamientos: las operaciones proposicionales representan, pues, realmente las operaciones de segunda potencia, pero 
referentes a operaciones concretas (ya que cada proposición constituye, en su contenido, el resultado de una operación 
concreta). 
 
 
 
 
II.-EL "GRUPO" DE LAS DOS REVERSIBILIDADES 
 
 La liberación de los mecanismos formales del pensamiento, con respecto a su 
contenido, no desemboca solamente en la constitución de una combinatoria, como 
acabamos de ver, sino en la elaboración de una estructura bastante fundamental, que 
señala a la vez la síntesis de las estructuras anteriores de "agrupamientos" y el punto de 
partida de una serie de nuevos progresos. 
 Los agrupamientos de operaciones concretas, cuyas líneas generales hemos 
recordado en el § II, capítulo IV, son de dos clases y testimonian dos formas esenciales 
de reversibilidad, que a ese nivel de siete a once años son ya el fin de una larga evolución 
a partir de los esquemas senso-motores y de las regulaciones representativas 
preoperatorias. 
 La primera de esas formas de reversibilidad es la inversión o negación, cuya 
característica es que la operación inversa, compuesta con la operación directa 
correspondiente, lleva a una anulación +A-A=0. Ahora bien: la negación se remonta a las 
formas más primitivas de conducta: un niño pequeño puede colocar delante de. sí un 
objeto y luego quitarlo: cuando hable será capaz de decir "no", antes inclusive de decir 
"sí", etcétera. A1 nivel de las primeras clasificaciones preparatorias sabrá ya reunir unos 
objetos con otros o separarlos, etc. La generalización y, sobre todo, la estructuración 
exacta de tales conductas de inversión son las que caracterizarán las primeras 
operaciones, con su reversibilidad estricta. A ese respecto, la inversión caracteriza los 
"agrupamientos" de clases, sean aditivos (supresión de un objeto o de un conjunto de 
objetos), sean multiplicativos (la inversa de la multiplicación de dos clases es la 
"abstracción" o supresión de una intersección)2. 
 La segunda forma de reversibilidad es, por el contrario, la reciprocidad o simetría, 
cuya característica es que la operación de partida, compuesta con su recíproca; concluye 
en una equivalencia. Si, p. ej., la operación de partida consiste en introducir una 
diferencia entre A y B en la forma A < B y si la operación recíproca consiste en anular 
esa diferencia o recorrerla en sentido contrario, se llega a la equivalencia A=B (o si A<B 
y B>A, entonces A=B). La reciprocidad es la forma de reversibilidad que caracteriza los 
agrupamientos de relación; pero ella obtiene también su fuente de conductas muy 
anteriores en forma de simetría. Existen asimismo simetrías espaciales, perceptivas o 
representativas, simetrías motoras, etc. A1 nivel de las regulaciones representativas 
preoperatorias, un niño dirá que una bolita transformada en salchicha contiene más pasta 
 
 
 63
porque esmás larga; pero si se la alarga cada vez más llegará, por reciprocidad 
(regulatoria o no operatoria) a la idea de que contiene menos, porque es demasiado 
delgada. 
 Pero al nivel de los agrupamientos de operaciones concretas, esas dos formas posibles 
de reversibilidad rigen cada una su ámbito, los sistemas de clases y los de relaciones, sin 
construcción de un sistema de conjunto que permita pasar deductivamente de un conjunto 
de agrupamientos a otro y componer entre ellos las transformaciones inversas y 
recíprocas. En otros términos: las estructuras de operaciones concretas, sean cuales 
fueren sus progresos respecto a las regulaciones preoperatorias, siguen siendo 
incompletas o inacabadas; y ya hemos visto cómo la invención de la combinatoria 
permite colmar una de sus lagunas. 
 En lo concerniente a la reunión en un solo sistema de las inversiones y las 
reciprocidades, se produce una conquista análoga y, por lo demás, solidaria de la 
precedente. 
 De una parte, el desligamiento de los mecanismos formales que se liberan de sus 
contenidos conduce naturalmente a liberarse de los agrupamientos, procediendo 
paulatinamente, y a tratar de combinar inversiones y reciprocidades. De otra, la 
combinatoria lleva a superponer a las operaciones elementales un nuevo sistema de 
operaciones sobre las operaciones, u operaciones proposicionales (cuyo contenido 
consiste en operaciones de clases, de relaciones o de números, mientras que su forma 
constituye una combinatoria que las implica y supera); resulta entonces de ello que las 
operaciones nuevas, por ser combinatorias, comprenden todas las combinaciones, 
incluidas, precisamente, las inversiones y las reciprocidades. 
 Pero lo hermoso del nuevo sistema que se impone entonces, y que demuestra su 
carácter de síntesis o de conclusión (esperando, naturalmente, ser integrado en sistemas 
más amplios) es que no hay ahí simple yuxtaposición de las inversiones y de las 
reciprocidades, sino fusión operatoria en un todo único, en el sentido de que cada 
operación será, en adelante, a la vez, la inversa de otra y la recíproca de una tercera, lo 
que da cuatro transformaciones: directa, inversa, recíproca e inversa de la recíproca, 
siendo esta última al mismo tiempo correlativa (o dual) de la primera. 
 
 Tenemos como ejemplo la implicación p :) q, y coloquémonos en la situación 
experimental en que un niño de doce a quince años trata de comprender las ligazones 
entre fenómenos que no conoce, pero que analiza por medio de las operaciones 
proposicionales nuevas de que dispone, y no por tanteos al azar. Supongamos también 
que asiste a cierto número de movimientos de un cuerpo móvil y de detenciones, 
acompañadas éstas, aparentemente, de la iluminación de una lámpara. La primera 
hipótesis que formará es la de que la luz es causa (o indicio de la causa) de las 
detenciones: si p :) q (luz implica detención). Para controlar la hipótesis sólo hay un 
medio: verificar si existen o no iluminaciones sin detención: si p. q (operación inversa o 
negación de p :) q). Pero puede preguntarse también si la iluminación, en lugar de 
provocar la parada, está provocada por ésta, si q D p, que es ahora la recíproca, y no ya la 
 
 
 64
inversi, de p :D q. Para controlar q D p (detención implica luz), buscará el contra-
ejemplo, es decir, detenciones sin iluminaciones p-q (inversa de q :) p, que excluirá si 
existen). Ahora bien: p . q, que es inversa de q :)p, es al mismo tiempo correlativa de p 
:)q, porque si todas las veces que hay iluminación hay parada (p :3q), puede haber en ese 
caso paradas sin iluminación. De igual modo, p- q, que es la inversa de p :Dq, es también 
la correlativa de q =>p, porque si todas las veces que hay parada hay iluminación (q 3 p), 
puede también haber en ese caso iluminaciones sin paradas. Y, asimismo, si q :) p es la 
recíproca de p :) q, entonces p.q lo es también de p. y. 
 Se ve así que, sin conocer ninguna fórmula lógica, ni la fórmula de los "grupos" 
en el sentido matemático (como no la conoce el bebé cuando descubre el grupo práctico 
de los desplazamientos), el preadolescente de doce-quince años será capaz de manipular 
transformaciones según las cuatro posibilidades 1 (transformación idéntica), N (inversa), 
R (recíproca) y C (correlativa), o sea, en el caso de p z q: 
1=p=)q, N=p-q; R=q:)p, y C=p.q. 
 Luego, N=RC; R=NC; C=NR, e I=NRC4, lo que constituye un grupo de cuatro 
transformaciones o de cuaternalidad que reúne en un solo sistema las inversiones y las 
reciprocidades, realizando así la síntesis de las estructuras parciales construidas hasta allí 
al nivel de las operaciones concretas. 
 
 
3Por ejemplo, los mirlos blancos, abstracción hecha de su blancura, siguen siendo mirlos. 
4 Eso significa que N=(p.q) es la recíproca de R de C=(f q); que R=(q. p) es la inversa N de la correlativa (p.q), etc. 
 
 
 
 
 
III.-LOS ESQUEMAS OPERATORIOS FORMALES 
 Aparece, alrededor de los once-doce años, una serie de nuevos esquemas 
operatorios, cuya formación, aproximadamente sincrónica, parece indicar que existe una 
ligazón entre ellos, pero cuyo parentesco estructural apenas se percibe colocándose en el 
punto de vista de la conciencia del sujeto: tales son las nociones de proporción, los dobles 
sistemas de referencia, la comprensión de un equilibrio hidrostático, ciertas formas de 
probabilidad, etc. 
 En el análisis, cada uno de esos esquemas muestra implicar, o una combinatoria 
(pero raramente ella sola), o, sobre todo, un sistema de cuatro transformaciones que 
depende del grupo de cuaternalidad precedente y presenta la generalidad de su empleo, 
aunque el sujeto no tenga, naturalmente, conciencia de que exista esa estructura como tal. 
 
 1. Las proporciones.-La relación entre el grupo matemático de cuaternalidad y 
las proporciones numéricas o métricas es bien conocida; pero lo que se conocía menos 
antes de las investigaciones acerca del desarrollo de la lógica en el niño es, de una parte, 
el grupo de cuaternalidad como estructura interproposicional; y de otra, el hecho de que 
 
 
 65
la noción de proporción se inicia siempre de una forma cualitativa y lógica, antes de 
estructurarse cuantitativamente. 
 Se ve aparecer, a los once-doce años, la noción de las proporciones en ámbitos 
muy diferentes, y siempre en la misma forma inicialmente cualitativa. Esos ámbitos son, 
entre otros: las proporciones espaciales (figuras semejantes), las velocidades métricas 
(e/t=ne/nt), las probabilidades (x/y=üx/ny), las relaciones entre pesos y longitudes de los 
brazos en la balanza, etc. 
 En el caso de la balanza, p. ej., el sujeto, por un camino ordinal, llega en seguida a 
comprobar que cuanto más aumenta el peso, más se inclina el brazo y se aleja de la línea 
de equilibrio: esas comprobaciones le llevan a descubrir una función lineal y a 
comprender una primera condición de equilibrio (igualdad de pesos a distancias iguales 
del centro). Descubre también por vía ordinal que un mismo peso P hace que se incline 
más la balanza cuanto más se aleja del punto central: y obtiene igualmente de ello una 
función lineal y la comprobación de que el equilibrio se alcanza para dos pesos iguales si 
se mantienen iguales sus distancias L, sean cuales fueren. E1 descubrimiento de la 
proporcionalidad inversa entre pesos y longitudes se obtiene entonces también por medio 
de una relación cualitativa entre esas dos funciones inicialmente ordinales. La 
comprensión comienza cuando el niño percibe que hay equivalencia de resultados cada 
vez que, de un lado, se aumenta un peso sin cambiar la longitud; y de otro, aumenta la 
longitud sin cambiar el peso: saca en seguida la hipótesis (que verifica ordinalmente) de 
que, partiendo de dos pesos iguales a las mismas distancias del centro, se conserva el 
equilibrio disminuyendo uno, pero alejándole, y aumentando el otro, pero aproximándolo 
al centro. Entonces, y sólo entonces, llega a las proporciones métricas simples:P= _ 2P etc.; 
 L 2L 
 
pero únicamente las descubre a partir de la proporción cualitativa precedente, que puede 
expresarse como sigue: disminuir el peso aumentando la longitud equivale a aumentar el 
peso disminuyendo la longitud5. 
 
5Se comprueba así que el esquema de la proporcionalidad procede directamente del grupo de cuaternalidad. El sujeto 
parte de dos transformaciones, cada una de las cuales implica una inversa: aumentar o disminuir el peso o la longitud 
(así, +P y +L), luego descubre que la inversa de una (disminución del peso: - P) puede ser reemplazada por la inversa 
de la otra (disminución de longitud: - L), que no es idéntica a la primera inversa, pero que llega al mismo resultado por 
compensación y no por anulación: si +P se considera como operación de partida (1) y - P como la inversa (N), entonces 
- L es la recíproca (R) de +P y +L su correlativa (C). Por el mero hecho de que se está en presencia de dos pares de 
transformaciones directas e inversas y de una relación de equivalencia (pero no de identidad), el sistema de las 
proporciones depende de la cuaternalidad, bajo la forma de IJR=C/N (de donde resultan los productos cruzados 
IN=RC). 
 
 
 2. Dobles sistemas de referencia.-Lo mismo ocurre con los dobles sistemas de 
referencia. Si un caracol camina por una plancha en un sentido o en el otro y la plancha 
 
 
 66
avanza o retrocede con relación a un punto de referencia exterior, el niño al nivel de las 
operaciones concretas comprende bien esos dos pares de operaciones directas e inversas; 
pero no logra componerlas entre sí ni anticipar, p: ej., que el caracol, avanzando, pueda 
permanecer inmóvil con relación al punto exterior, porque el movimiento de la plancha 
compensa, sin anularlo, el del animal; tan pronto como alcanza la estructura de 
cuaternalidad, la solución se le hace fácil, por la intervención de esa compensación sin 
anulación que es la reciprocidad (R). Se tiene, pues, ahora I.R=N.C [donde (1) es, p. ej., 
la marcha del caracol a la derecha; (R), la marcha de la plancha a la izquierda; (N), la 
marcha del caracol a la izquierda y (C), la marcha de la plancha a la derecha]. 
 
 3. Equilibrio Hidrostático.-En una prensa hidráulica en forma de U se coloca, en 
uno de sus brazos, un pistón cuyo peso puede aumentarse o disminuirse, lo que modifica 
el nivel del líquido en la otra rama; también, por otra parte, puede modificarse el peso 
específico del líquido (alcohol, agua o glicerina), que sube tanto más alto cuanto menos 
pesado sea. El problema consiste en comprender que el peso del liquido actúa en sentido 
contrario al del pistón, como reacción opuesta a su acción. Es interesante observar que, 
hasta alrededor de los nueve-diez años, esa reacción o resistencia del líquido no es 
comprendida como tal, sino que se concibe el peso de ese líquido como si se añadiese al 
del pistón y actuase en igual sentido. Aquí nuevamente el mecanismo sólo es 
comprendido en función de la estructura de cuaternalidad; si (1)=aumento de peso del 
pistón y (N)=su disminución, entonces el aumento del peso específico del líquido es una 
recíproca (R) congelación a (1), y su disminución una correlativa (C). 
 
 4. Las nociones probabilistas.-Un conjunto fundamental de esquemas 
operatorios que se hace posible por las operaciones formales es el de las nociones 
probabilistas, resultantes de una asimilación del asar por esas operaciones. En efecto: 
para juzgar, p. 0„ la probabilidad de pares o de tríos sacados a suerte de una urna que 
contenga 15 bolas rojas, 10 azules, 8 verdes, etc., hay que ser capaz de operaciones donde 
dos de las cuales, al menos, son propias del presente nivel: una combinatoria, que permita 
tener en cuenta todas las asociaciones posibles entre los elementos del juego; y un cálculo 
de proporciones, por elemental que sea, que permita captar (lo que se escapa a los sujetos 
de los niveles precedentes) que probabilidades tales como 3/9 0 2/6, etc., son iguales 
entre si. Por esto, solo en el estadio que comienza alrededor de los once-doce anos se 
comprenden esas probabilidades combinatorias o nociones, tales como las de fluctuaci6n, 
correlaci6n, o incluso compensaciones probables con aumento de numero. Sorprende 
particularmente, a tal respecto, comprobar el carácter tardío de la "ley de los grandes 
números", pues los muchachos no aceptan prever una información de las distribuciones 
sino hasta cierto limite (hasta "pequeños grandes números"). 
 
IV. LA INDUCCION DE LAS LEYES Y LA DISOCIACION DE LOS FACTORES 
 
 
 
 67
 Las operaciones preposicionales están naturalmente ligadas, mucho mas que las 
operaciones "concretas", a un empleo suficientemente preciso y móvil del lenguaje, 
porque para manejar proposiciones a hipótesis importa poder combinarlas verbalmente. 
Pero seria erróneo imaginar que los únicos progresos intelectuales del preadolescente y 
del adolescente son los que se señalan por ese mejoramiento de discurso. Los ejemplos 
elegidos en los parágrafos precedentes muestran ya que los efectos de la combinatoria y 
de la doble reversibilidad se dejan sentir tanto en la conquista de lo real como en la de la 
formulación. 
Mas hay un aspecto notable del pensamiento en este el preadolescente y las operaciones 
proporcionales periodo, acerca del cual se ha insistido muy poco, porque la formación 
escolar usual descuida casi totalmente su cultivo (con desprecio de las exigencias técnicas 
y científicas mas evidentes de la sociedad moderna) : es la formación espontánea de un 
espíritu experimental, imposible de constituir en el nivel de las operaciones concretas, 
pero que la combinatoria y las estructuras proposicionales hacen en lo sucesivo accesible 
a los sujetos, ya que les proporcionan ocasión para ello. He aquí tres ejemplos: 
 
 1. La elasticidad.-La técnica utilizada por uno de nosotros consistió en presentar 
a los sujetos dispositivos físicos en los que se trata de descubrir las leyes de 
funcionamiento que ponen en juego; pero las situaciones elegidas son tales que 
interfieren varios factores posibles, entre los cuales hay que escoger los que desempeñan 
un papel efectivo. Una vez lanzado el niño a esa inducción, más o menos compleja, se le 
pide que detalle la prueba de sus afirmaciones, y especialmente la prueba del papel 
positivo o nulo de cada uno de los factores enumerados de modo espontáneo. Podemos, 
en tal caso, observando sucesivamente el comportamiento inductivo y la marcha de la 
verificación, juzgar si el sujeto llega a un método experimental suficiente, por disociación 
de los factores y variación respectiva de cada uno de ellos que neutralice a los otros. 
 Por ejemplo: se le presenta al sujeto un conjunto de varillas metálicas que puede 
fijar el mismo por una de sus extremidades; y el problema consiste en hallar las razones 
de sus diferencias de flexibilidad. Los factores en juego en ese material son la longitud de 
las varillas, su grosor, la forma de su sección y la materia de que están compuestas (en 
este caso, acero y latón, cuyos módulos de elasticidad son muy distintos). A1 nivel de las 
operaciones concretas, el sujeto no busca un inventario previo de los factores, sino que 
pasa directamente a la acción por, métodos de seriación y de correspondencia serial: 
examinar las varillas cada vez más largas y ver si son cada vez más flexibles, etc. En caso 
de interferencia entre dos factores, el segundo es analizado, a su vez, por el mismo 
método, pero sin disociación sistemática. 
 Al nivel de la misma prueba, se ve aún a sujetos de nueve a diez años elegir una 
varilla larga y delgada y una corta y gruesa, para demostrar así el papel de la longitud, 
porque de este modo nos dice un muchacho de nueve años y medio- "se ve mejor la 
diferencia"... Desde los once-doce años, por el contrario (con el plano de equilibrio a los 
catorce-quince años), el sujeto, después de algunos tanteos, hace su lista de factores, a 
título hipotético; luegolos estudia uno por uno, pero disociándolo de los otros, es decir, 
 
 
 68
que hace variar uno solo cada vez, dejando iguales los demás. Escogerá, p. ej., dos 
varillas del mismo grosor, de igual forma de sección, rectangular o redonda, de la misma 
sustancia; y sólo variará la longitud. Ese método, que se generaliza hacia los trece-catorce 
años, es tanto más notable cuanto que no es aprendido, absolutamente, en los sujetos 
examinados hasta aquí. 
 Si no es transmitido en la escolaridad (y si lo fuera, sería necesario que fuese 
asimilado por los instrumentos lógicos precisos), es que resulta directamente de las 
estructuras propias de las operaciones proposicionales. Y ése es el caso. De una parte, en 
modo general, la disociación de los factores supone una combinatoria: hacerlos variar de 
uno en uno (lo que basta aquí, donde todos desempeñan un papel positivo), dos a dos, etc. 
 De otra, en un sistema complejo de influencias, las operaciones concretas de 
clasificaciones, seriaciones, correspondencias, medidas, etc., no bastan; y es necesario 
introducir esos enlaces nuevos de implicaciones, disyunciones, exclusiones, etc., que 
dependen de las operaciones proposicionales y suponen, a la vez, una combinatoria y 
coordinaciones de inversión y de reciprocidad (cuaternalidad). 
 
 2. El péndulo.-Un segundo ejemplo hace comprender esa inevitable complejidad 
lógica, ya que la experiencia requiere la intervención de una mezcla de factores reales y 
aparentes (por eso la física experimental ha estado veinte años retrasada con respecto a la 
formación de las matemáticas y de la lógica). Se trata de un péndulo cuyas oscilaciones 
pueden variarse modificando la longitud del hilo, mientras que el peso suspendido al 
extremo de éste, la altura de caída y el impulso inicial no desempeñan ningún papel. 
También aquí los sujetos del nivel de las operaciones concretas lo hacen variar todo a la 
vez; y, persuadidos de que la variación de los pesos desempeña un papel (como, por lo 
demás, casi todos los adultos no físicos), no consiguen -o consiguen muy difícilmente- 
excluirla, porque modificando a la vez la longitud del hilo y el peso, hallan, en general, 
buenas razones, a su modo de ver, para justificar la acción de éste. Por el contrario, 
disociando los factores como hemos visto (§ 1), el preadolescente comprueba que el peso 
puede variar sin modificar la frecuencia de oscilación, y recíprocamente, lo que implica 
la exclusión del factor peso; y que lo mismo ocurre con la altura de caída- y con el 
impulso que el sujeto puede dar al móvil á -la salida de éste6. 
 
 6Conservación del movimiento.-Es inútil aportar otros hechos del mismo orden; pero puede ser interesante 
señalar que los comienzos de la inducción experimental llevan -guardadas las debidas proporciones- a razonamientos 
análogos a los principios de la física galileana. ARISTÓTELES concebía la inducción como una simple generalización 
amplificadora, lo que no le permitió llevar su física tan lejos como su lógica (se queda, para la noción de velocidad, en 
las operaciones puramente concretas). Los empiristas le siguieron, viendo en la inducción un sencillo registro de los 
datos de la experiencia, sin comprender el papel fundamental de estructuración de lo real que desempeñan las 
operaciones lógico-matemáticas y, especialmente, las estructuras formales de los niveles de que nos ocupamos aquí. 
Pero esa estructuración va, en conjunto, tan lejos, que permite a algunos sujetos (no decimos que a todos, pero los 
hemos encontrado con frecuencia) entrever esa forma de conservación, imposible de comprobar en el estado puro en 
los hechos, que es el principio de inercia, modelo de interpretación deductiva y teórica. Analizando los movimientos, 
en un plano horizontal, de diferentes bolas de peso y volumen variables, los sujetos comprueban que sus detenciones 
están en función de la resistencia del aire, del frotamiento, etc. ; si p es la afirmación de la parada, q, r, s ... la de los 
factores en juego (y v es símbolo de la disyunción) se tiene: (p) D (q v r v s ...). Concluyen, entonces, que suprimiendo 
 
 
 69
esos factores no habría ya parada: (¢ . r - S ...) D 4. Hay ahí, pues, un esbozo de intuición del movimiento inercial, 
debido a la simple reversibilidad de las operaciones proposicionales nacientes. 
 
V.-LAS TRANSFORMACIONES AFECTIVAS 
 
 Durante mucho tiempo se han considerado las novedades afectivas propias de la 
adolescencia que se preparan desde la fase de doce a quince años como dependientes, 
sobre todo, de mecanismos innatos y casi instintivos. Esto lo admiten aún con frecuencia 
los psicoanalistas cuando centran sus interpretaciones de esos niveles sobre la hipótesis 
de una "reedición del Edipo". En realidad, el papel de los factores sociales (en el doble 
sentido de la socialización y de las transmisiones culturales) es mucho más importante y 
se ve favorecido, en mayor grado de lo que se sospechaba, por las transformaciones 
intelectuales a las que acabamos de referirnos. 
 Efectivamente, la diferencia esencial entre. el pensamiento formal y las 
operaciones concretas consiste en que éstas se centran en lo real, mientras que aquél 
alcanza las transformaciones posibles y sólo asimila lo real en función de esos desarrollos 
imaginados o deducidos. Ahora bien: ese cambio de perspectiva es tan fundamental desde 
el punto de vista afectivo como desde el cognoscitivo, porque el mundo de los valores. 
puede permanecer interior a las fronteras de la realidad concreta y perceptible o, por el 
contrario, abrirse a todas las posibilidades interindividuales o sociales. 
 Así como la adolescencia (quince-dieciocho años) es la edad en que el individuo 
se inserta en la sociedad adulta, más aún que la pubertad (actualmente alrededor de los 
trece años en las jóvenes y los quince en los varones), la preadolescencia se caracteriza, a 
la vez, por una aceleración del crecimiento fisiológico y somático y por esa apertura de 
los valores a las posibilidades nuevas, a las que el sujeto se prepara ya, porque consigue 
anticiparlas, merced a sus nuevos instrumentos deductivos. 
 Conviene, en efecto, señalar que cada estructura mental nueva, al integrar las 
precedentes, llega, a la vez, a liberar en parte de su pasado al individuo y a inaugurar 
actividades nuevas que, al presente nivel, se orientan esencialmente hacia el porvenir. 
Pero la psicología clínica y, sobre todo, el psicoanálisis -cuya moda domina actualmente- 
no ven, a menudo, en la afectividad sino un juego de repeticiones o de analogías con el 
pasado (reedición del Edipo o del narcisismo, etc.). A. FREUD7 y E. ERIKSON8 han 
insistido mucho en las "identificaciones sucesivas" con los mayores que sirven de 
modelos y liberan de las elecciones infantiles, con el peligro, además, de una "difusión de 
identidad" (ERIKSON); pero lo que apenas han visto es el papel de la autonomía 
concreta adquirida durante la segunda infancia (cap. IV, § V), ni, sobre todo, el de las 
construcciones cognoscitivas que permiten la anticipación del futuro y esa apertura a los 
valores nuevos de que ahora hablamos. 
 La autonomía moral; que comienza en .el plano interindividual al nivel de siete a 
doce años, adquiere, en efecto, con el pensamiento formal una dimensión más en el 
empleo de lo que podría denominarse "valores ideales o supraindividuales". Uno de 
nosotros, estudiando hace tiempo con A. M. WEIL9 el desarrollo de la idea de la patria, 
comprobó que no adquiría un valor afectivo adecuado hasta el nivel de los doce años o 
 
 
 70
más. Lo mismo sucede con la idea de justicia social y con los ideales racionales, sociales 
y estéticos. En función de tales valores, las decisiones a adoptar, en oposición o de 
acuerdo con el adulto, y especialmente en la vida escolar, tienen un alcance 
completamente distinto que en los pequeños grupos sociales del nivel de las operaciones 
concretas. 
 En cuanto a las posibilidades que abren esos valores nuevos, resultan claras en el 
propio adolescente,que presenta la doble diferencia con respecto al niño de ser capaz de 
construir teorías y de preocuparse de elegir una carrera que corresponde a una vocación y 
le permite satisfacer sus necesidades de reforma social y de creación de nuevas ideas. El 
preadolescente no está en ese nivel; pero numerosos indicios muestran, en esa fase de 
transición, el comienzo de ese juego de construcción de ideas o de estructuración de los 
valores ligados a proyectos- de porvenir. Desgraciadamente, hay pocos estudios sobre ese 
tema10. 
 
7 FREUD, A.: Le moi et les mecanismes de défense, Presses Universitaires de France., 
8ERIKSON, E.: Enlace et societé, Delachaux & Niestlé. 
9PIAGET, L, y A. M. WEIL: "Le développement chez 1'enfant de 1'idée de patrie et des relations avec I'étranger." Bull. 
international des Sciences sociales Unesco, t. III, 1951, p. 605-621. 
10La razón es -entre otras- que hoy sabemos muy bien hasta qué punto los estudios conocidos sobre la adolescencia 
(STANLEY HALL, MENDOUSSE, SPRANGER, CH. BÜHLER, DEBESSE, etcétera) son relativos a nuestras 
sociedades e incluso a ciertas clases sociales, hasta el punto de que puede preguntarse si las "crisis" frecuentemente 
descritas no son sino especies de artilugios sociales. M. MEAD, en Samoa, y MALINOWSKI [La vida sexual de los 
salvajes, Morata, S. A., Madrid, 2." ed., 1969] entre los trobrianos de Nueva Guinea, no han encontrado las mismas 
manifestaciones afectivas; y SCHELSKY, en su encuesta sobre Die skeptische Generación, muestra sus 
transformaciones en nuestras propias sociedades. Por otra parte, es un factor sociológico esencial la valoración de que 
son objeto el adolescente y el preadolescente por la propia sociedad adulta: cantidades inapreciables en las sociedades 
conservadoras. Es el hombre del mañana en los países en plena evolución y es natural que esos factores, añadiéndose a 
las valoraciones familiares, desempeñen un papel esencial en esa evolución complicada.