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Elogio para El trauma visto por los niños
«Este trabajo es el método más valioso que he encontrado para que los niños recuperen
su vitalidad, alivien síntomas y desarrollen resiliencia contra futuras amenazas Hubiera
deseado poseer estas habilidades cuando la Cruz Roja Americana me asignó al equipo
especial de respuesta rápida del Pentágono en Washington D. C. después del 11-S».
–Lisa R. LaDue, maestría en Trabajo Social, trabajadora social independiente, consejera, cofundadora y antigua
directora del National Mass Fatalities Institute. Universidad de Iowa
«Este libro es uno de los regalos más valiosos que uno puede ofrecer a sus amigos,
colegas, padres de familia, conocidos y a todas las personas a quienes les importan los
niños; lo hemos elegido como libro del año».
–The International Society for the Scientific Prevention of Violence
«Finalmente tenemos un libro completo e inspirador que cambiará la percepción sobre lo
que se necesita para criar a niños sanos. Peter Levine y Maggie Kline nos abren los ojos
y los corazones para sanar a nuestras familias, escuelas y a nuestro deficiente sistema de
asistencia sanitaria al considerar el problema más grave de nuestros tiempos. Es una
lectura indispensable».
–Ray Castellino, DC, director de Building and Enhancing Bonding and Attachment
«¿Qué podría ser más fortalecedor que enseñarles a nuestros niños a cómo desatar su
resiliencia innata, liberar traumas y regresar a un estado de tranquilidad? Le doy gracias a
los autores por las vidas de los niños que se verían beneficiadas por su gran trabajo».
–Pepper Black, director de programas de la Oficina para el Desarrollo Estudiantil en la Universidad de
California, Berkeley
«Durante muchos, se ha necesitado (y se ha echado en falta) el enfoque en el trabajo
sobre el trauma que aquí presentado. A medida que los jóvenes se sienten abrumados,
nosotros necesitamos ofrecerles más para así ayudarlos a construir los recursos
necesarios para responder. Este libro provee tanto entendimiento como estrategia para
que los educadores apoyen a los niños de este milenio. Aplaudo la previsión y el
esfuerzo».
–Tiffany Brown, doctora en Educación, psicóloga principal de las escuelas primarias de Long Beach Unified
School District y profesora de Psicología Educativa, Chapman University
«Este libro es la guía esencial de primeros auxilios emocional para ayudar a niños de
todas edades empoderando a todos para apoyar de manera eficaz a los niños utilizando
estos pasos que ¡además son fáciles de usar!».
–Wendy Anne McCarty, doctorada, enfermera, autora de La consciencia del bebé antes de nacer, y presidenta
fundadora del Programa de Psicología Prenatal y Perinatal del Santa Barbara Graduate Institute
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El trauma visto
por los niños
Despertar el milagro cotidiano de la curación
desde la infancia hasta la adolescencia
Peter A. Levine, Ph.D.
Maggie Kline, MS, MFT
(Terapia familiar y de pareja y psicóloga escolar)
Traducción de Mª José Coutiño Bosch
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Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o
transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista
por la ley.
Título original: Trauma Through a Child’s Eyes: Awakening the Ordinary Miracle of Healing
Copyright © 2006, Peter A. Levine Ph.D. and Maggie Kline
Publicado originalmente en inglés en EE.UU. por North Atlantic Books
© de la presente edición: 2016 EDITORIAL ELEFTHERIA, S.L.
Olivella, Barcelona, España
www.editorialeleftheria.com
Primera edición: Abril de 2016
© De la traducción: Mª José Coutiño Bosch
Ilustración de cubierta: iStock.com/RobinOlimb
Maquetación y diseño: Rebeca Podio
ISBN: 978-84-945477-5-1
DL B 6479-2016
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http://www.editorialeleftheria.com
http://iStock.com/RobinOlimb
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Dedicatoria
edicamos este libro a todos los niños de todas partes del mundo, a los que ya
están aquí y a los que todavía están por nacer. Que sus vidas sean un poco más
fáciles, que sufran menos porque han crecido libres de las cargas de la sombra
del trauma. Que sean bendecidos con resiliencia, paz interior y la alegría de vivir
completamente imbuidos en la riqueza de su sabiduría instintiva. Y que todos nosotros
seamos bendecidos, dado que son nuestra esperanza para el futuro.
– Peter y Maggie
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Agradecimientos
De Peter A. Levine
De mis maestros, ninguno ha sido tan importante como los niños con los que he
trabajado a lo largo de los años. Me han mostrado, a través de su valentía, entusiasmo,
espontaneidad, vitalidad y espíritus transparentes cómo evocar el milagro ordinario de la
sanación. Agradezco a Maggie por su perseverante colaboración, su imperecedera
coparticipación creativa y por su apasionada dedicación a la sanación y el bienestar de los
niños. También agradezco a Lorin Hager por su ayuda desarrollando los ritmos usados en
las secciones posteriores del libro y a Juliana DoValle quien, con once años, dibujó las
ilustraciones para esos poemas. Profesionalmente, quiero agradecer a Richard Grosinger,
a todo el equipo creativo de North Atlantic Books y, especialmente, a Kathy Glass y a
Shannon Kelly por su talentoso y diligente trabajo editorial. Finalmente, me agradezco a
mí mismo por confiar en mis sueños e intuiciones; y a mis padres, quienes, a pesar de los
defectos debidos a su propio sufrimiento, siempre lo han hecho lo mejor que han podido,
han apoyado mi crecimiento y educación y han alimentado los regalos de la curiosidad y
la creatividad.
De Maggie Kline
Primero, quisiera dar las gracias a Peter Levine, mi mentor desde 1994 y quien ha sido
mi inspiración y la inquebrantable luz que ha guiado mi camino. Me enseñó cómo
acceder a mi propia sabiduría instintiva y mis flujos creativos. Los regalos que me ha
hecho han sido transmitidos multiplicados por cien a los niños y a las familias con las que
trabajo y a los profesionales a quienes enseño. Agradezco a mis padres, Marge y Jim, por
darme estos regalos: mi padre me demostró que el trabajo es otra manera de amar; mi
madre me dijo que yo era una escritora. También quisiera expresar mi gratitud a los
valientes niños que me han enseñado tanto con su franqueza, curiosidad, valentía y
espontaneidad y que me dieron permiso para escribir sus historias para que otros
pudieran beneficiarse de ellas. Sería un descuido de mi parte no darles las gracias a sus
padres también, quienes están dispuestos a crecer al lado de ellos. Considero que fue una
bendición haber trabajado en las escuelas de las zonas marginales de Long Beach,
California, la ciudad más étnicamente diversa de la nación. Adquirí fuerza al observar a
mis estudiantes afrontar obstáculos que ningún niño debería padecer. Me siento
bendecida por haber conocido a tantos profesores, consejeros y directores dedicados que
hicieron que mi trabajo fuera un verdadero placer. Agradezco poder haber llevado a
Beijo, mi perro de terapia, a la escuela para consolar a adolescentes destrozados por la
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violencia de pandillas. Quisiera agradecer a Kathy Glass, nuestra editora, por su talento,
tenacidad y diligencia en lograr que este libro brillara con su abrillantador especial. Estoy
agradecida a los muchos profesionales a los que les he enseñado los principios de
Somatic Experiencing® por su since-ro entusiasmo, talento y sabiduría, que ha
enriquecido mi aprendizaje. Le doy las gracias a mis muchos amigos por su apoyo y su
buen humor, especialmente a Carolyn por compartir su historia, la cual se convirtió en
«El poder de la serenidad» en estas páginas. Hay muchos amigos de SE® a los que
quisiera dar las gracias de manera particular: Alexandre Duarte, Patti Elledge y Karen
Schanche por sus contribuciones directas al libro; Abi Blakeslee, Sara Petit, Melinda
Maxwell‐Smith y John Amodeo por sus astutas sugerencias editoriales; y a los asistentes
de mis formaciones de SE®, quienes se han dedicado a sanar traumas. Por último, si bien
no menos importante, quisiera expresar mi más profundo agradecimiento a mi hijo, Jake,
por exigirme quesiempre dé lo mejor de mí misma, tenga paciencia y que perdone mis
faltas. Me ha mostrado lo que un niño necesita y me ha enseñado cómo ser una mejor
madre. También quisiera darle las gracias por tomar el papel de mi «asistente» al hacer
recados, cocinar y brindarme apoyo tecnológico durante mis crisis de ordenador en
cualquier día de la semana a lo largo de la escritura de este libro.
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Índice
Prólogo de Gabor Maté, doctor en Medicina
Introducción
Resumen del libro
PARTE I: Comprender el Trauma
CAPÍTULO UNO: ¿Qué es el trauma? Una definición funcional
El trauma se encuentra en el sistema nervioso, ¡no en el suceso!
La razón por la cual nuestros cuerpos no olvidan: lo que la investigación cerebral
nos ha enseñado
CAPÍTULO DOS: El alcance del trauma: causas que van desde lo ordinario hasta lo
extraordinario
Causas comunes de trauma en la infancia
La impactante prevalencia de la violencia en la familia y en la comunidad
Algunas palabras sobre los nonatos, bebés y niños pequeños
Cuando la causa del trauma sigue siendo un misterio
CAPÍTULO TRES: Señales y síntomas de trauma en los niños
Síntomas universales de trauma
Reconocer los síntomas en los más pequeños: de bebés a niños en edad preescolar
Reconocer los síntomas en niños en edad escolar
Síntomas de trauma durante la adolescencia
Reacciones traumáticas retardadas
Síntomas de un trauma sexual
Comprender por qué algunos niños tienen síntomas de trauma y otros no
Cuando los síntomas persisten: comprender cómo el trauma afecta el cerebro de
un niño
Agrupaciones de síntomas de traumas secundarios: un resumen
Conclusión
PARTE II: Guía general para la prevención del trauma en la niñez
CAPÍTULO CUATRO: Primeros auxilios emocionales o cómo ser un «un buen
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vendaje»
Dar el apoyo apropiado a un niño abrumado
El cerebro triúnico simplificado
Familiarizarse con las sensaciones de uno mismo
Sintonizar con los ritmos, sensaciones y emociones del niño
Primeros auxilios para la prevención del trauma: una guía paso a paso
Involucrar al cerebro reptiliano: las habilidades del lenguaje
No tiene por qué doler para siempre
¡Las sensaciones y las emociones no son lo mismo!
Atender las necesidades emocionales al seguir la iniciativa de los niños
Ayudar al niño traumatizado a través del juego
Conclusión
CAPÍTULO CINCO: Sensaciones, imágenes y sentimientos: usar imágenes de animales
y rimas para restablecer, empoderar y transformar los síntomas de trauma
¿Qué son los «recursos» y de dónde provienen?
Usar rimas y cuentos para prevenir y sanar traumas
Conclusión
PARTE III: Libro de ejercicios para las situaciones comunes
CAPÍTULO SEIS: Primeros auxilios para accidentes y caídas
Primeros auxilios para accidentes y caídas: guías básicas
El poder del lenguaje para aliviar y sanar
Tratar las emociones a través de la escucha y la narración
Trabajar con los accidentes y las caídas cuando los síntomas están presentes
Usar música para sanar traumas
Resumen
CAPÍTULO SIETE: Herramientas de prevención para padres y profesionales de la salud
La importancia de una preparación cuando se necesitan procedimientos médicos
Pautas para preparar a un niño para una cirugía u otros procedimientos médicos
Cirugías electivas
Sensibilidad hacia el dolor de los niños
CAPÍTULO OCHO: Divorcio, muerte y separación: ayudar a los niños a vivir los
duelos de sus pérdidas
Distinguir las emociones
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Dos puntos de vista sobre el divorcio: ¿es color de rosa u oscuro?
Conclusión
Ayudar al niño a vivir duelos
CAPÍTULO NUEVE: Prevenir y sanar la herida sagrada de un abuso sexual
Salvaguardar a los niños contra la herida de un trauma sexual
Pasos que los cuidadores pueden dar para disminuir la susceptibilidad de los niños
La poco tratada emoción de la repugnancia
Las repercusiones frecuentemente pasadas por alto del abuso sexual antes de la
pubertad
Ecos hacia la siguiente generación: transformar el legado
PARTE IV: Hacia una mirada humanista del trauma
Introducción: La esperanza para el futuro a través de la prevención y el cambio social
CAPÍTULO DIEZ: Sobre la llegada al mundo: el parto y los bebés
Una mujer embarazada contenta proporciona una matriz ideal
Los nonatos y los bebés son seres sensibles y conscientes
Honrar el milagro del nacimiento
El parto a la hora prevista: inducción y cesárea
Los primeros tres meses
Lo que todos los bebés necesitan para un desarrollo sano
El maravilloso mundo de los bebés
CAPÍTULO ONCE: Eliminar las barreras para el aprendizaje y el autocontrol en el aula
del siglo XXI
Nuestros estudiantes incomprendidos
Evitar y reconocer un diagnóstico erróneo: ¿es autismo o trastorno por estrés
postraumático?
El enfado en las escuelas
La violencia en nuestras escuelas
Grupos de apoyo y duelo para niños dentro del ámbito escolar
Recomendaciones para profesores
Actividades para profesores y terapeutas: más herramientas para el aula
Juegos y actividades físicas que fomentan respuestas de defensa sanas, el
establecimiento de límites y la cohesión del grupo
Actividades equilibradoras que restauran los reflejos de protección, la confianza y
la resiliencia
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Conclusión
CAPÍTULO DOCE: Responder a los desastres naturales y los ocasionados por el
hombre: intervención en casos de crisis en la escuela y más allá
Primero que nada, ¡no hagas daño!
Un enfoque alternativo a la intervención en caso de crisis
Restaurar la resiliencia en los niños en las escuelas después de desastres: más
lecciones de Tailandia
Nuestra nueva realidad
¿Epílogo o epitafio?
CAPÍTULO TRECE: Transformar el cuidado médico para el futuro: un plan para
minimizar el trauma pediátrico
La historia de Peter
La situación actual en la industria de la asistencia sanitaria
La visión de la medicina alternativa e integrativa para el siglo siglo xxi
Resumen
Apéndice: Primeros auxilios para accidentes y caídas: una guía de referencia rápida
Hoja de trabajo para anotar síntomas
Notas
Bibliografía
Sobre los autores
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C
Prólogo
ada año, más de cuatro millones de niños en los Estados Unidos se exponen a un
evento traumático.1 Esa cifra es una subestimación, sólo válida si restringimos
estrechamente nuestra definición de trauma a circunstancias claramente adversas
como el abuso sexual o físico, heridas serias o la pérdida de un ser querido. Como lo
muestran Peter Levine y Maggie Kline en este revolucionario volumen, el trauma no sólo
reside en el evento externo, sino en cómo el sistema nervioso del niño procesa ese
evento. Basado en el trabajo pionero de varias décadas del doctor Levine, los autores
dejan en claro que el almacenamiento y la congelación de emociones no resueltas
disparadas por eventos adversos es lo que crea el impacto negativo a largo plazo.
Como médico que trabaja actualmente con drogadictos, todos los días veo cómo las
experiencias traumáticas antiguas se almacenan en los cerebros y cuerpos de las personas
y «se representan hacia afuera» en forma de violencia hacia otros, o «se representan
hacia adentro» en forma de creencias y comportamientos dañinos hacia uno mismo.
La prevención o el manejo compasivo y astuto de influencias potencialmente
traumáticas son fundamentales. Ahora sabemos que las experiencias negativas hacen
mucho más que ocasionar sólo recuerdos perjudiciales o dinámicas negativas
inconscientes: pueden provocar alternaciones para toda la vida en la química del cerebro
y la fisiología del cuerpo. Tales experiencias incluso pueden afectar a los niños nonatos.
Un estudio reciente descubrió que, al cumplir un año de edad, los niños de mujeres que
fueron traumatizadas durante sus embarazos por la tragedia del 11-S tenían niveles
anormales de cortisol, la hormona del estrés en la sangre.2 Según un gran número de
estudios en animales y humanos, las experiencias adversas tempranas pueden conducir a
desequilibrios permanentes de las sustancias químicas esenciales del cerebro que
modulan el humory el comportamiento.
Muchos sucesos «ordinarios» y cotidianos que damos por sentado como hechos
inevitables de la vida pueden volverse traumáticos; y entre más pequeño es el niño,
menos obviamente dañinas tienen que ser las experiencias para dejar un impacto
traumático. Por ejemplo, una caída «menor» puede volverse traumática si el niño no
recibe apoyo para procesarla de manera saludable, y especialmente si lo avergüenzan por
«reaccionar exageradamente» o si lo etiquetan como «demasiado sensible». Un
procedimiento médico electivo también puede tener efectos negativos a largo plazo si el
niño no recibe apoyo ni una preparación adecuada y si sus reacciones no son recibidas de
manera empática. Como Levine y Kline argumentan de manera convincente, nuestra
sociedad impone el trauma en los niños de muchas maneras inconscientes, desde las
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prácticas innecesariamente intrusivas al dar a luz y las técnicas pedagógicas
institucionalizadas y mecánicas hasta los casos de divorcio en los que las necesidades
emocionales del niño se pierden entre la angustia mutua de sus padres. El mensaje
positivo de este libro es que muchos de esos traumas pueden prevenirse, y en los casos
en los que los eventos mismos son inevitables, su impacto traumático puede evitarse o
por lo menos minimizarse. La clave es permitir y animar a los niños a que fluyan a través
de la trayectoria natural de las reacciones de sus choques emocionales frente a eventos
difíciles sin intentar censurar o controlar estas reacciones, sin sermonear a nuestros niños
o proyectar nuestros propios miedos y angustias.
La verdad fundamental impartida por los autores es que la primera tarea del adulto es
prestarle atención a su propio estado emocional, dado que solamente en la presencia
tranquila, competente y reconfortante del adulto el niño encontrará el espacio para
resolver sus tensiones. Quiénes estamos siendo es más importante que lo que estamos
haciendo. Para ser más exactos, quiénes somos al enfrentarnos a una situación
inquietante dictará tanto la forma como el impacto de lo que hagamos. Levine y Kline
nos permiten practicar nuestro papel de sanadores de traumas al usar los mejores
instructores posibles: nuestros propios cuerpos y sentimientos.
Las técnicas «a prueba de trauma» que Levine y Kline han descrito en este libro son
magistrales en su sabiduría y simplicidad, en su atención secuencial al detalle y en la
lógica clara de su aplicación. Los autores se aseguran de aplicar sus principios de
maneras prácticas según las necesidades específicas de las diferentes etapas de la
infancia, desde la niñez hasta la adolescencia.
El trauma a través de los ojos de un niño no es ni un libro de texto académico –
aunque podría útilmente reemplazar a muchos– ni tampoco una obra de autoayuda sobre
cómo resolver un trauma. Es una enseñanza escrita para despertar el amoroso
discernimiento de un adulto afectuoso que busca brindar apoyo al niño, ya sea padre de
familia o profesional, y un manual que nos guía para apoyar a los niños a través de
dificultades que, sin nuestra intervención compasiva y habilidosa, podrían marcarlos de
por vida.
No sabría con qué otro trabajo comparar este libro. Se dice que algunos libros, por su
originalidad, «rompen el molde». El trauma visto por los niños va aún más allá: crea su
propio molde de una manera en la que todos aquéllos preocupados por la salud y la
felicidad de los niños estarán muy agradecidos.
Gabor Maté, doctor en Medicina
Autor de Hold On To Your Kids: Why Parents
Need to Matter More Than Peers y El precio del estrés: cuando el cuerpo dice
no.
14
E
Introducción
ste libro tiene la intención de ser una guía accesible y concreta para la prevención
y la sanación del trauma en la infancia. Este volumen ilustrado incluye
herramientas esenciales para padres, cuidadores y profesionales de diversas
disciplinas que se han dedicado a trabajar con niños en entornos cotidianos como
escuelas, hospitales, instalaciones médicas y oficinas de terapia. Además de las
sugerencias fáciles de seguir para hacer la vida un poco más fácil y segura para todos en
estos tiempos difíciles, también se incluyen muchos ejemplos de casos de la vasta
experiencia de ambos autores.
El trabajo del doctor Peter A. Levine está influenciado por su experiencia en biofísica
médica, en psicofisiología y psicología, con teorías innovadoras que provienen de su
aguda observación del comportamiento instintivo de los animales salvajes en sus
ambientes naturales. Se dio cuenta de su inmunidad innata a síntomas traumáticos y pasó
treinta y cinco años desarrollando y refinando un método llamado Somatic Experiencing®
(SE) o Experiencia Somática® basado en sus descubrimientos en el mundo natural.
El enfoque único del doctor Levine hacia el trauma ha logrado un reconocimiento
general nacional e internacional tanto en círculos profesionales como no especializados.
Su exitoso libro Curar el trauma ha sido publicado en dieciocho lenguas (fue publicado
originalmente en inglés por North Atlantic Books en 1997). También ha publicado Sanar
el trauma: un programa pionero para restaurar la sabiduría de tu cuerpo (libro/CD); It
Won’t Hurt Forever: Guiding Your Child Through Trauma [No dolerá para siempre:
guiar a tu hijo a través del trauma] y Sexual Healing: Transforming the Sacred Wound
[Sanación sexual: transformar la herida sagrada], ambos programas de audio de la
empresa Sounds True. El doctor Levine es un cotizado orador, profesor y consejero.
Funge como consejero en un destacado centro residencial para la rehabilitación de
adictos llamado The Meadows, ubicado en Arizona. Ha proporcionado liderato en el
trabajo de movimientos comunitarios con comunidades traumatizadas por la guerra o por
desastres naturales. Su programa de formación profesional crece con rapidez a través del
mundo.
Maggie Kline, maestra en Ciencias y terapeuta familiar y de pareja, se ha dedicado a
ayudar a niños de todas las edades durante casi treinta años como profesora,
psicoterapeuta y psicóloga escolar. Lo que aprendió del doctor Levine hace una década
proporcionó la pieza faltante del rompecabezas de la eficaz pero suave resolución de un
trauma que cruza barreras culturales, étnicas, religiosas y socioeconómicas. Integra de
manera creativa el arte, el juego, la poesía y los cuentos con Somatic Experiencing®.
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Maggie utiliza el conocimiento que ha adquirido de SE® en su práctica privada, en el
sistema de escuelas públicas y con padres de familia. También ofrece formaciones en
Somatic Experiencing® como miembro superior de la facultad para el programa de
certificación profesional de la Foundation for Human Enrichment [Fundación para el
enriquecimiento humano, FHE por sus siglas en inglés] del doctor Levine. Además,
Maggie participó en la ayuda humanitaria en el área del trauma en Tailandia después del
devastador tsunami de 2004. Colaboró con Peter Levine en los programas de aprendizaje
en audio de Sounds True y escribió en conjunto con él «It Won’t Hurt Forever—Guiding
Your Child Through Trauma», que apareció en la edición enero/febrero 2002 de la
revista Mothering.
Tanto Peter como Maggie han sentido el impulso de sus corazones para aliviar el
sufrimiento innecesario de tantos niños alrededor del mundo cuyas valiosas y jóvenes
vidas fueron destruidas por experiencias demasiado traumáticas y abrumadoras para
poder ser manejadas por la mayoría de los adultos. Al comprender que el trauma
engendra violencia y la violencia engendra trauma, la intención de los autores es proveer
información, ejemplos y actividades que romperán el círculo vicioso. Los niños tienen la
libertad de desarrollar un fuerte sentido de identidad cuando la agitación interna se
transforma en paz interior, preparando el camino para que sean todo lo que pueden ser.
En esta guía completa, los autores nos incitan a crear «comunidades afectuosas» que
fomenten y amplifiquen la resiliencia natural de los niños. Se guían barrios, escuelas,
hospitales y clínicas para así aportar la «pizca de prevención» necesariapara llevar la
actual corriente de desesperanza hacia una nueva dirección.
Este libro ofrece una esperanzadora alternativa para la «mala conducta interna» (con
uno mismo) en la forma de ansiedad o enfermedad, o la «mala conducta externa» (con
otros) como la hiperactividad y la violencia, lo que hoy es dolorosamente prevalente en la
comunidad tras tanta estimulación traumática. Peter y Maggie te invitan gentilmente a
que te unas a ellos en el sueño colectivo de tejer una nueva tela social a través de las
poderosas herramientas de intervención de trauma aquí ofrecidas, para que los niños a
través del mundo puedan realmente contar con la libertad de ser niños.
El sitio web de la Foundation for Human Enrichment es:
www.traumahealing.org
16
http://www.traumahealing.org
E
Resumen del libro
l trauma visto por los niños describe paso por paso la aplicación práctica de los
«primeros auxilios emocionales» en las secuelas de heridas y agobios emocionales
en los niños. Se ha escrito para un público general, e incluye capítulos específicos
que resultarán de especial interés a padres, educadores y profesionales de la salud.
El trauma puede resultar no sólo de eventos catastróficos tales como el abuso infantil
y la violencia, sino también de incidentes que generan efectos que a menudo se
minimizan, como accidentes de coche menores, procedimientos médicos y quirúrgicos
invasivos, divorcio, separaciones y caídas –¡incluso de algo tan aparentemente benigno
como una bicicleta!–. Estas experiencias comunes a menudo se descartan como eventos
ordinarios, sin considerar la posibilidad de sus consecuencias traumáticas.
Independientemente de la causa, las buenas noticias son que no sólo se puede sanar un
trauma, sino que con frecuencia también se puede prevenir al usar las herramientas que
aprenderás en este libro.
Esta obra surgió del deseo de los autores de reducir el sufrimiento innecesario al
proporcionar métodos concretos que pueden usar los adultos comprometidos tanto para
prevenir como para sanar los efectos del trauma en un niño. Haciendo uso de casi
cuarenta años de investigación y experiencia en el área, el doctor Levine afirma que la
base del trauma es fisiológica. Dicho simplemente, esto significa que como a menudo no
hay tiempo para pensar en el momento en el que uno se enfrenta a una amenaza, nuestra
respuesta primaria es instintiva. Nacemos con mecanismos de supervivencia específicos.
Esta perspectiva deriva en gran medida de los antecedentes del doctor Levine en las
ciencias biológicas, pero la singularidad de su enfoque proviene del estudio del
comportamiento de los animales en estado salvaje. Esta información se resume en el
capítulo uno y se trata en detalle en el libro Curar el Trauma.
El vínculo entre el comportamiento animal y el fenómeno del trauma humano lo
descubrió por primera vez el doctor Levine a finales de la década de los sesenta, cuando
observó que los animales de presa en estado salvaje, a pesar de que son amenazados de
manera frecuente, raramente están traumatizados. Una investigación más extensa sobre
este fenómeno lo llevó al descubrimiento de la capacidad innata de los animales para
«sacudirse» literalmente las consecuencias de encuentros que constituyen una amenaza
para la vida sin efectos secundarios residuales. Una investigación sobre el cerebro
humano le hizo preguntarse si las personas poseerían la misma capacidad innata que los
animales, y que, de alguna manera, no la estuvieran utilizando (o bien la hubieran
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invalidado). Una extensa práctica clínica indicaba claramente que esta teoría es correcta.
El doctor Levine se dio cuenta de que, con una guía apropiada, los seres humanos
también podían «sacudirse» los efectos de eventos potencialmente abrumadores para así
regresar a sus vidas normales. Descubrió que si estos eventos se dejan sin resolver, los
síntomas debilitantes de un trauma pueden acumularse con el tiempo, y a menudo no
surgen hasta mucho después de que un incidente abrumador se haya olvidado. Se dio
cuenta de que está situación se manifiesta frecuentemente como un debilitamiento lento
pero constante del sentido de poder y bienestar de un niño. Al comprender y trabajar con
los aspectos fisiológicos (y psicológicos, en menor medida) del trauma, los eventos
dañinos que a menudo limitan el potencial de realización de los niños pueden
transformarse en experiencias que expanden su habilidad, para así obtener un sentido de
dominio, resiliencia, poder y posibilidad.
Que éste es un libro necesario lo reafirma el hecho de que en los círculos
profesionales no se considera verdaderamente que el efecto acumulativo de los eventos
«ordinarios» no resueltos puede ser tan dañino como el de los catastróficos, y con
demasiada frecuencia se ignora. Pese a que existen unos cuantos volúmenes sobre
primeros auxilios médicos para niños, no hay ninguno que trate los primeros auxilios
«emocionales» para hechos potencialmente traumáticos. El libro A Parents’ Guide to
Medical Emergencies: First Aid for Your Child de los exitosos autores Zand, Walton y
Roundtree (Avery Publishing Group, 1997) contiene un capítulo titulado «Understanding
Childhood Trauma» [Comprender el trauma en la infancia] escrito por el doctor Levine.
A pesar de que se han escrito varios libros para el público general que tratan la
pérdida, el divorcio, el luto y las reacciones emocionales los acompañan en la infancia, no
existen manuales completos disponibles que enseñen a padres y profesionales cómo guiar
gradualmente a los niños a través del choque inicial experimentado en las secuelas de los
diversos eventos en la vida. Incluso los volúmenes escritos para profesionales durante las
últimas dos décadas han pasado por alto el fundamental componente psicológico y no
verbal que hace que el trabajo del doctor Levine (y este manual) sea único. Sanar las
heridas de un trauma desde una perspectiva psicológica traslada el énfasis de la historia
que rodea el evento hacia la «historia» del cuerpo mismo, la cual había sido previamente
ignorada.
Este libro transmite la información por medio de ilustraciones de casos traumáticos
que son parte de la vida cotidiana. Las situaciones comunes que pueden resultar
traumatizantes se analizan en términos de prevención de síntomas. Las caídas, los
accidentes automovilísticos, los procedimientos quirúrgicos y dentales, haber estado
cerca de ahogarse, una separación abrupta (por ejemplo divorcio, muerte, perderse),
desastres naturales o ser testigo de violencia tienen el potencial de traumar a los niños.
Pese a que algunos de estos eventos ordinarios no suelen ser traumáticos, los adultos
comprometidos con el bienestar de los niños deben saber cuándo un niño manifiesta que
se siente abrumado por lo que podría parecer un percance menor. Con esta información,
los adultos pueden ayudar a guiar a niños «en riesgo» a través de su propio proceso
innato de sanación. También se incluye una gran cantidad de información sobre cómo
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reducir la vulnerabilidad de los niños frente a un asalto sexual.
Además de los ejemplos de los casos, se han diseñado ejercicios para dar a los
lectores y sus niños una experiencia directa de los conceptos tratados. Tienen como
propósito proporcionar el sentido de libertad y poder que otorga el poder «sintonizar»
con los estados internos de uno y sentir cómo ocurre un cambio real. Una vez que los
adultos hayan entendido que el mecanismo a través del cual el cambio a partir del
choque, miedo y la constricción puede suceder, resulta fácil guiar a los niños.
El papel del adulto en ayudar a los niños resulta similar en varios aspectos a un
vendaje. El vendaje no sana la herida, pero la protege, al apoyar la sabiduría del cuerpo
para que pueda hacer aquello para lo que está diseñado. Dado que los niños están muy
sintonizados con los estados emocionales de los adultos, es muy importante que éstos
permanezcan relativamente tranquilos y compuestos para que puedan tener más
presentes las necesidades de sus niños. Este libro describe paso por paso los
procedimientosque permiten que los padres sean buenos «vendajes».
El trauma visto por los niños también es interactivo, con una sección ilustrada que
emplea versos con rima que los padres, profesores, trabajadores sociales, enfermeros y
otros profesionales médicos y de la salud mental pueden leer a los niños. Se puede usar
para ayudar a los niños a prepararse para procedimientos médicos necesarios, así como
para que se recuperen después de eventos abrumadores o perjudiciales, para de esta
manera prevenir que se desarrollen reacciones traumáticas. Las actividades se pueden
desarrollar individualmente, en grupos pequeños o bien en un aula completa.
Los niños cuentan con una resiliencia innata y enérgica y son capaces de recuperarse
de situaciones abrumadoras y de lesiones. Con el apoyo y la guía que este libro
proporciona, los padres y otros adultos pueden ayudar a los niños a prevenir que se
desarrollen reacciones traumáticas. Además, este libro puede usarse para ayudar a los
niños a resolver los efectos residuales de traumas de eventos pasados, tanto conocidos
como desconocidos. La prevención y la resolución del trauma, pasado y presente,
incrementará la resiliencia natural de los niños, permitiendo que cuenten con más
recursos y sean más competentes en futuras situaciones potencialmente dañinas. Cuando
los síntomas no se resuelven de inmediato con el apoyo parental, se recomienda buscar
ayuda profesional.
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Parte I
Comprender El Trauma
21
CAPÍTULO 1
22
¿Q
¿Qué es el trauma? Una definición funcional
La enérgica actitud protectora y territorial del reptil, la orientación
afectiva y familiar del mamífero primitivo, y las capacidades
lingüísticas y simbólicas de la corteza cerebral pueden multiplicar
nuestra perdición o bendecir nuestra salvación.
– Jean Houston
ué es el trauma? Hoy en día la palabra «trauma» surge por doquier. Títulos tales
como «Liberar el trauma» y «En las secuelas del abuso» son titulares destacados
tanto de revistas profesionales como de revistas para un público general. Algunos
programas de televisión como el de Oprah Winfrey intentan hacer entender a millones de
espectadores el poderoso efecto del trauma en el cuerpo y el alma. Por fin hoy en día se
está sabiendo qué tan devastador puede ser el impacto del trauma en el bienestar
emocional y físico de los niños, así como en su desarrollo cognitivo y su
comportamiento. Para los profesionales, abundan los foros disponibles que resaltan las
estadísticas de los efectos del trauma en los pequeños y jóvenes. Desde el 11 de
septiembre de 2011, ha habido un bombardeo de información sobre cómo salir adelante
de las secuelas de una catástrofe.
Pese al énfasis puesto en escanear y estudiar el cerebro traumatizado, se ha escrito
muy poco sobre las causas comunes, y mucho menos sobre la prevención y el
tratamiento del trauma. En su lugar, la atención se ha puesto en el diagnóstico y la
medicación de sus distintos síntomas. «El trauma es quizás la causa de sufrimiento
humano más evitada, ignorada, menospreciada, negada, incomprendida y sin tratar».2
Afortunadamente ustedes –los padres, educadores y profesionales de la salud que
trabajan con niños– pueden prevenir los efectos peligrosos del trauma y hacer el mayor
bien posible a aquellos que están bajo su cuidado.
Con el incremento del número de eventos locales y mundiales perturbadores, así
como de la posibilidad de observarlos, queda claro que los padres, educadores,
profesionales médicos y terapeutas no pueden esperar un momento más para aprender
cómo prevenir el trauma de la mejor manera posible. Resulta fundamental reconocer la
raíz de este problema para poder restaurar la resiliencia natural del creciente número de
niños que ya están sufriendo. En este capítulo esperamos poder cerrar la laguna
informativa a medida que miramos detenidamente el trauma, sus mitos y sus realidades.
El trauma se encuentra en el sistema nervioso, ¡no en el
suceso!
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El trauma sucede cuando cualquier experiencia nos pasma de manera completamente
imprevista; nos abruma y nos deja alterados y desconectados de nuestros cuerpos.
Cualquier mecanismo de afrontamiento que podamos haber tenido se debilita y nos
sentimos completamente indefensos y sin esperanza. Es como si nos dejaran sin
estabilidad.
El trauma es la antítesis del empoderamiento. La vulnerabilidad al trauma difiere de
persona a persona, lo que depende de distintos factores que tienen que ver especialmente
con la edad y el historial de trauma. Entre más pequeño sea el niño, es más probable que
se abrume por hechos comunes que podrían no afectar a un niño mayor o a un adulto.
Se ha creído de manera generalizada que los síntomas traumáticos son el resultado
del tipo y magnitud de un evento externo y que es equivalente a éste. Aunque la
magnitud del factor estresante claramente es un factor importante, no define al trauma.
Eso se debe a que «el trauma no está en el suceso en sí; más bien, el trauma reside en
el sistema nervioso».3 La base de un «único suceso» traumático (en contraposición a
una negligencia o abuso continuo) es fisiológica más que psicológica. Dado que no hay
tiempo para pensar cuando nos enfrentamos a una amenaza, nuestras respuestas
primarias son instintivas. La función principal de nuestro cerebro ¡es la supervivencia!
Estamos programados para ello. En la raíz de una reacción traumática se encuentra
nuestra herencia de 280 millones de años, una herencia que reside en las estructuras más
antiguas y profundas del cerebro, conocido como el cerebro reptiliano.
Cuando estas partes primitivas del cerebro perciben un peligro, automáticamente
activan una extraordinaria cantidad de energía; como la descarga de adrenalina que
permite que una madre levante el coche debajo del cual está atrapado su hijo para, de
esta manera, ponerlo a salvo. Esto a su vez provoca la aceleración del corazón junto con
más de veinte respuestas fisiológicas diseñadas para prepararnos para defendernos y
protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. Estos rápidos cambios
involuntarios incluyen la redirección del flujo sanguíneo lejos de los órganos digestivos y
de la piel hacia los grandes músculos motores de la huida, junto con una respiración
rápida y corta y una disminución de la producción normal de saliva. Las pupilas se
dilatan para incrementar la capacidad de los ojos para asimilar más información. La
capacidad coagulante de la sangre incrementa mientras que la capacidad verbal
disminuye. Las fibras musculares se alteran en gran medida, a menudo hasta temblar. O
incluso nuestros músculos pueden colapsarse de miedo mientras que el cuerpo deja de
funcionar al sentirse abrumado.
El miedo a nuestras propias reacciones
Cuando una persona no comprende lo que le está sucediendo internamente, las mismas
respuestas que tienen el propósito de otorgar una ventaja física pueden volverse
completamente aterradoras. Esto es especialmente cierto cuando, debido al tamaño, edad
u otras vulnerabilidades, uno es incapaz de moverse, o bien resultaría perjudicial hacerlo.
Por ejemplo, un bebé o niño pequeño no tiene la opción de correr. Sin embargo, un niño
más grande o un adulto, quienes normalmente podrían correr, también podrían necesitar
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quedarse muy quietos, como en el caso de una cirugía, una violación o un abuso sexual.
No hay elección consciente. Estamos biológicamente programados para paralizarnos (o
perder la fuerza del cuerpo) cuando la huida o la lucha son o imposibles o se perciben
como imposibles. La parálisis es la última respuesta, o la respuesta «por defecto» a una
amenaza ineludible, aun si esa amenaza es un microbio en nuestra sangre. A causa de la
capacidad limitada de los bebés y niños para defenderse a sí mismos, éstos son
particularmente susceptibles a paralizarse y, por lo tanto, son vulnerables al trauma. Por
eso la ayuda de un adulto es tan esencial en la prevención del trauma y para ayudar a los
pequeños a sanar.
Bajo la respuesta de parálisis hay distintos efectos fisiológicos. Loque debe
comprenderse sobre la respuesta de parálisis es que, aunque el cuerpo parece inerte, los
mecanismos fisiológicos que preparan al cuerpo para huir pueden estar todavía
«completamente operativos». Paradójicamente, el patrón sensorial-motor-neuronal que
se puso en movimiento en el momento de la amenaza pasa a un estado de inmovilidad o
«choque». En estado de choque, la piel está pálida y los ojos parecen vacíos. El sentido
del tiempo se distorsiona. Por debajo de esta situación de impotencia yace una enorme
energía vital. Esa energía queda en espera de terminar lo que ha comenzado. Además,
los niños muy pequeños tienden a saltarse las respuestas activas para ir directamente a la
inmovilidad. En cualquier caso, necesitan nuestra guía para volver completamente a la
vida. Además, muchos niños pequeños no se protegen a sí mismos huyendo, sino
corriendo hacia la figura adulta con la que tienen un vínculo. Por lo tanto, para ayudar al
niño a resolver un trauma, debe haber un adulto disponible con el que se sienta seguro.
¿Cómo nos afectan a largo plazo este flujo de energía y estos diversos cambios en la
fisiología? La respuesta a esta pregunta resulta importante para comprender el trauma. La
respuesta depende de lo que sucede durante y después del suceso potencialmente
abrumador. Lo malo es que, para evitar el trauma, el exceso de energía acumulada para
nuestra defensa debe «usarse por completo». Cuando la energía no se descarga por
completo, en vez de desaparecer queda atrapada y crea así los síntomas traumáticos
potenciales.
Entre más pequeño es el niño, menos recursos tiene para protegerse. Por ejemplo, un
niño en el preescolar o en la escuela primaria es incapaz de escaparse de o luchar contra
un perro violento, mientras que los bebés son incluso incapaces de mantenerse a sí
mismos calientes. Por estas razones, en la prevención del trauma es de suma importancia
la protección de los adultos respetuosos que perciben y satisfacen las necesidades de los
niños de seguridad, calor y tranquilidad. Además, los adultos a menudo pueden
proporcionar consuelo y seguridad al introducir un juguete como un animal de peluche,
una muñeca, un ángel o incluso un personaje fantástico para que actúe como un amigo
suplente. Estos objetos pueden ser especialmente consoladores cuando los niños deben
separarse temporalmente de sus padres y también como ayuda para dormir cuando están
solos en sus habitaciones por la noche. Recursos como éstos pueden parecer poco
importantes para un adulto, pero pueden resultar de vital importancia para prevenir que
los niños pequeños se sientan abrumados.
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Los adultos que recibieron este tipo de conexión segura cuando sentían miedo de
niños pueden pensar que esta información es de «sentido común», lo que implica que es
normal que las necesidades de los niños se perciban y se atiendan. Por desgracia,
históricamente las necesidades de los niños se han minimizado, e incluso se han ignorado
completamente. El psiquiatra del desarrollo Daniel Siegel, autor del aclamado libro La
mente en desarrollo, aporta una síntesis de la investigación neurobiológica que subraya
exactamente qué tan crucial les resulta a los bebés y a los niños la seguridad y la
contención proporcionada por los adultos. El cerebro temprano desarrolla su inteligencia,
su resiliencia emocional y su capacidad de regularse a sí mismo por la formación y poda
anatómica-neuronal que tiene lugar en el contexto de una relación cara a cara entre un
niño y su cuidador. Cuando ocurren eventos traumáticos, la impresión de patrones
neurológicos se intensifica radicalmente. Por lo tanto, cuando los adultos aprenden y
ponen en práctica las herramientas simples de primeros auxilios que ofrecemos, también
están haciendo una contribución fundamental al desarrollo de un cerebro sano y al
comportamiento de los niños.
Ingredientes del trauma
La probabilidad de desarrollar síntomas traumáticos está relacionada con el nivel de
desconexión del cuerpo en el momento del trauma, así como con el nivel de energía de
supervivencia no utilizada y originalmente movilizada para una respuesta de lucha o
huida. Ahora, este proceso de autoprotección está colapsado. Los niños necesitan apoyo
para liberar este estado de sobrecarga, dado que son muy susceptibles a los efectos del
trauma. Hay que terminar con el mito de que los bebés y niños «son demasiado
pequeños para verse afectados» o que «no importa porque no lo recordarán». Lo que no
era tan obvio se hace aparente a medida que aprendemos que los bebés prenatales, los
recién nacidos y los niños muy pequeños son los que corren un mayor riesgo de sufrir
estrés y trauma debido al poco desarrollo de sus sistemas nervioso, motor y perceptual.
Esta vulnerabilidad también se aplica a los niños mayores con movilidad limitada debido
a discapacidades permanentes o temporarias, como por ejemplo cuando se tiene una
férula, una ortesis o una escayola por una herida o corrección ortopédica. Veamos un
ejemplo de la vida real.
El caso de Jack
Jack, un scout y estudiante sobresaliente de once años, desarrolló una «fobia a la
escuela» después de un terremoto menor; un pequeño temblor según los
estándares de California. Sus padres no relacionaron el temblor y la fobia, y les
pareció que sus síntomas eran bastante extraños. A Jack también lo
desconcertaba su miedo extremo a la escuela. Dijo que recientemente había sido
operado de la espalda y que estaba agradecido de no tener dolor y con muchas
ganas de regresar a la escuela para estar con sus amigos. Sin embargo,
literalmente no podía levantarse de la cama porque las «mariposas en el
estómago» eran demasiado intensas. Se quedaba paralizado bajo las sábanas
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mientras soportaba los sentimientos de pánico. Durante la primera de las tres
sesiones, surgió una increíble historia mientras trabajábamos con estas
«mariposas» enfocándonos en las sensaciones de miedo de Jack (así como en sus
recursos). Lo que apareció fue una aterradora imagen de su estantería
sacudiéndose durante el temblor. Sin embargo, ya que la estantería no se vino
abajo, ¿qué hacía que la experiencia de Jack fuera tan traumática como para
alejarlo de sus amigos en la escuela? Continuamos trabajando juntos y el tema
pronto se esclareció.
Cuando Jack sintió el temblor por primera vez, fue incapaz de predecir el
nivel preciso de peligro; lo único que se registró en su cerebro reptiliano fue la
«bandera roja» de la amenaza. Su sistema nervioso respondió al peligro percibido
poniéndose en un estado de alerta completo y continuó sintiendo el pánico mucho
después de que el temblor hubiera terminado. La intensidad de su respuesta se
explica cuando nos damos cuenta de que cuando Jack era más pequeño había
sido confinado a un corsé de escayola después de una primera cirugía de espalda.
Asustado por el procedimiento y luego inmovilizado por la escayola, era incapaz
de responder a los peligros que sentía que lo acechaban por doquier, como
muchos niños lo sienten después de un evento tan aterrador. No podía llevar a
cabo el impulso normal de huir; estaba realmente paralizado. En el caso de Jack,
era la escayola la que no le permitían moverse.
Cuando el cerebro pone en movimiento un impulso sensomotriz, pero los
miembros no pueden moverse (o si el movimiento en sí podría ser peligroso,
como ocurre en una cirugía o un abuso sexual), probablemente se desarrollarán
síntomas. La molestia se puede experimentar como irritabilidad, ansiedad,
«mariposas», insensibilidad, etc. Cuando el cuerpo ya no puede soportar los
sentimientos abrumadores, se colapsa resignándose al miedo («impotencia
aprendida»), lo que hace cualquier animal en una situación en la que una huida
activa de la amenaza resulta imposible. Mientras Jack se hacía mayor, lo que
había sido una experiencia terrorífica en su infancia temprana parecía «olvidada»
a los once años.
El problema es que, a pesar de que un evento pueda haber desaparecido de la
memoria consciente, el cuerpo no olvida. Hay un imperativo fisiológico para
completar los impulsos sensomotricesincompletos que se activaron antes de que
el cuerpo fuera capaz de regresar a un estado de alerta relajado. Por lo tanto, aun
después de que le quitaran la escayola a Jack, la energía no descargada y la
«huella» neurológica de la restricción permaneció presente en su sistema
nervioso.
La razón por la cual nuestros cuerpos no olvidan: lo que
la investigación cerebral nos ha enseñado
¿Por qué no nos liberamos de la amenaza una vez que ésta ha terminado? ¿Por qué se
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nos quedan, a diferencia de nuestros amigos animales, los vívidos recuerdos y la
ansiedad que nos alteran para siempre si no obtenemos la ayuda que necesitamos?
El reputado neurólogo, Antonio Damasio, autor de El error de Descartes y La
sensación de lo que ocurre, descubrió que las emociones literalmente tienen un mapeo
anatómico en el cerebro necesario para la supervivencia.4 Esto quiere decir que la
emoción del miedo tiene un sistema de circuitos neurales muy específico grabado en el
cerebro y que corresponde a sensaciones físicas específicas de varias partes del
cuerpo. Cuando algo que vemos, escuchamos, olemos, probamos o sentimos da señas de
la amenaza original, la experiencia del miedo ayuda al cuerpo a organizar un plan de
«huida o parálisis» para así evitar rápidamente el peligro. El detonante produce más que
un recuerdo (de hecho, muchas veces no hay un recuerdo consciente del origen, sino
solamente una respuesta física). La frecuencia cardíaca se intensifica rápidamente, se
produce sudor y aparece angustia porque el cuerpo actúa como si la amenaza todavía
estuviera ocurriendo. La fuerte emoción del suceso original dejó una huella igual de
fuerte para enseñarnos una lección de supervivencia. Esto resulta útil cuando nos
enfrentamos al siguiente peligro. Pero ¿por qué esta respuesta se vuelve inadaptada,
apareciendo incluso si no hay un peligro real? Veamos de nuevo la investigación.
Bessel van der Kolk, un destacado investigador del trauma en la Universidad de
Boston, ha estudiado la respuesta del miedo a través de una imagen por resonancia
magnética (IRM).5 Una pequeña estructura con forma de almendra en el mesencéfalo
llamada amígdala es la responsable de activarse rápidamente cuando se percibe una
amenaza. Es altamente receptiva a elementos visuales y sonidos y recluta muchas áreas
del cerebro para lidiar con la situación. Joseph LeDoux de la Universidad de Nueva York,
y autor de El cerebro emocional, lo asemeja a un sistema de alerta temprana que
advierte y prepara al cuerpo para el peligro. La corteza frontal, la cual piensa y razona,
juega entonces un papel crítico en poder decidir si un perro que ladra es amigo o
enemigo, si la sombra es un acosador o un extraño amigable o si el objeto en el camino
es una serpiente o una rama. Si resulta que el perro es amigable, el mensaje que la
corteza envía de regreso a la amígdala tranquiliza la respuesta de miedo.
Desafortunadamente, en una persona traumatizada, la corteza es incapaz de
apaciguar la respuesta de miedo. Con este «desvío cortical» no podemos usar la razón
para liberarnos de este miedo e, inadvertidamente, nos quedamos con la opción de
exteriorizarlo a través de una emoción extrema, de sufrir en silencio los sentimientos
abrumadores o bien quedarnos en blanco a causa de las angustiantes señales de respuesta
al miedo. En palabras de Bessel van der Kolk, «En el TEPT [trastorno por estrés
postraumático] la corteza frontal es tomada como rehén por una amígdala volátil. El
pensamiento es secuestrado por la emoción. Las personas con TEPT están sintonizadas
de manera muy sensible para responder a incluso estímulos muy menores como si su
vida estuviera en peligro».7
De vuelta a la historia de Jack
La explicación científica precedente facilita la comprensión de cómo fue posible
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que años después, cuando Jack yacía en su cama poco después de su segunda
cirugía, el temblor menor disparara las sensaciones (recordadas por la consciencia
corporal) de impotencia del residuo traumático de su cirugía anterior. Su cuerpo
respondió al peligro presente como si todavía estuviera confinado a la escayola.
Como su cuerpo estaba a merced de una amígdala excesivamente sensible, el
estallido adicional de adrenalina disparó un torrente de reacciones tan abrumadora
como los sentimientos originales de terror. Estos sentimientos de ansiedad
impedían a Jack a salir al mundo, a pesar de que en apariencia no tenían sentido.
Sin embargo, las sensaciones recién activadas del «antiguo» suceso, cuando era
incapaz de protegerse a sí mismo, se habían grabado en su «memoria corporal»,
debilitando la confianza en sí mismo. Al no poder descifrar la fuente de las
sensaciones paralizantes internas, Jack sintió pánico.
Lo que parecía una fobia a la escuela, en realidad era el «miedo» de la
avalancha de sensaciones perturbadoras causadas por la gran cantidad de
hormonas de estrés recién liberadas y disparadas por la antigua «huella» de
cuando Jack estuvo inmovilizado y era incapaz de correr para ponerse a salvo.
Afortunadamente, a medida que Jack aprendía cómo «hacerse amigo» de sus
sentimientos aterradores poco a poco, su cuerpo conectaba con el pasado y
descargaba las sensaciones paralizantes en sus piernas mientras éstas comenzaban
a temblar. Luego, de forma casi milagrosa, ¡Jack sintió que sus piernas querían
correr tan rápido como pudieran llevarlo! Para esto precisamente había sido
«programado» su sistema sensomotriz en el momento de su primera cirugía, y él
no lo había podido hacer.
Muchos de nosotros hemos tenido algún tipo de suceso «ordinario» aterrador
del que no nos hemos recuperado por completo. Y algunas de estas experiencias
«hace tiempo olvidadas» han creado los cimientos de varios síntomas
emocionales y físicos, e incluso nuestras aversiones y «preferencias». El siguiente
ejemplo ilustra que normalmente no los cuestionamos.
Henry
La madre de Henry, un niño de cuatro años de edad, empezó a preocuparse
cuando él se rehusó a comer (la que había sido) su comida favorita: bocadillo de
mantequilla de cacahuate y mermelada con un vaso de leche. Cuando su madre
los ponía enfrente de Henry, él se agitaba, se ponía tenso y los apartaba. Lo que
resultaba aún más perturbador era el hecho de que comenzaba a temblar y llorar
siempre que el perro de la familia ladraba. Nunca se le ocurrió a la madre que
esta «manía» por los alimentos y miedo a los ladridos estaban directamente
relacionados con un incidente «ordinario» que había ocurrido casi un año antes,
cuando Henry todavía usaba la trona.
Mientras estaba sentado en su trona devorando su comida favorita –
mantequilla de cacahuate, mermelada y leche– había tendido su vaso medio vacío
orgullosamente hacia su madre para que ella lo rellenara. Como estas cosas
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pasan, a Henry se le resbaló el vaso de la mano, cayó al suelo y causó un
estruendo. Esto sobresaltó al perro, haciéndolo saltar hacia atrás, y derribó la
trona. Henry se golpeó la cabeza contra el suelo y se quedó ahí, respirando con
dificultad y sin poder recuperar el aliento. La madre gritó y el perro comenzó a
ladrar fuertemente. Desde la perspectiva de su madre, la aversión por la comida y
el miedo aparente hacia el perro de Henry tenían ningún sentido. Sin embargo,
desde el punto de vista del trauma, la simple asociación de haber tomado leche y
mantequilla de cacahuate justo antes de la caída, junto con el ladrido salvaje del
perro, condicionó su miedo y su aversión hacia esa comida como en una
respuesta condicionada de Pávlov.
Una vez que Henry «practicó» las caídas controladas sobre almohadas (con
las sugerencias detalladas en este libro), aprendió a relajar sus músculos mientras
se rendía poco a poco a la gravedad. Antes de esto, «simplemente» no comía
esos alimentos y le costaba trabajo dormir cuando los perros del barrio ladraban.
Afortunadamente, después de un par de sesiones de juego, este niño pequeño
devoraba una vez más sus alimentos favoritos y le ladraba de regreso a su perro
con un júbilo juguetón.
Lecciones aprendidas de los animales
¿A qué se debe que losanimales de presa no domesticados rara vez se traumaticen?
Aunque los animales en su entorno natural no sufran procedimientos quirúrgicos ni lleven
escayolas como lo hizo Jack, sus vidas se ven amenazadas de manera rutinaria, a
menudo varias veces al día. Sin embargo, cuando están en estado salvaje, los animales
raramente se traumatizan. Las observaciones de los animales en estado salvaje
condujeron a la premisa de que los animales tienen una capacidad innata para
recuperarse de una dosis continuada de peligro.8 Literalmente se «sacuden» la energía
residual al temblar, mover rápidamente los ojos, sacudirse, jadear y completar
movimientos motores. Mientras el cuerpo comienza a recuperar su equilibrio, se puede
observar al animal «respirando» espontáneamente en profundidad. En realidad, si se
observa con cuidado, uno se da cuenta de que la respiración proviene desde un lugar
profundo de su organismo. Todo esto forma parte del mecanismo normal de
autorregulación y homeostasis. La buena noticia es que compartimos esta misma
capacidad con nuestros amigos animales.
¿Por qué, entonces, los humanos sufren de síntomas de trauma? Hay varias
respuestas a esta pregunta vital. Primero que nada, somos más complejos que otras
criaturas. Al estar dotados de un cerebro racional superior, sencillamente pensamos
demasiado. El pensamiento se empareja con demasiada frecuencia al juicio. Los animales
no tienen palabras para juzgar sus sentimientos y sensaciones. No hay sentimientos de
culpa, vergüenza, o reproches. El resultado final es que no impiden el proceso de
sanación que lleva de regreso al equilibrio y la homeostasis como lo hacemos nosotros.
Otra razón es que no estamos acostumbrados a respuestas físicas tan fuertes. Sin la
habilidad de guiar, en vez de impedir, estas reacciones involuntarias, los instintos que los
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animales dan por hecho pueden ser aterradores, tanto para los niños como para los
adultos. Además, nuestros pequeños son dependientes de nosotros en cuanto a seguridad
y protección durante mucho más tiempo que las crías de otras especies. Los niños
necesitan la seguridad de un cuidador para recuperarse.
La mayoría de los mamíferos jóvenes, y eso por supuesto incluye a los niños
humanos, en vez de huir de la amenaza correrán hacia una fuente de protección adulta,
normalmente hacia la madre (o hacia otros adultos). De manera similar, los bebés
humanos y niños pequeños se aferran a sus figuras de apego cuando se sienten
amenazados. De hecho, los humanos de todas las edades buscan el consuelo de otros
cuando sienten miedo o estrés. (Esto es lo que sucedió en Nueva York después del 11-S,
cuando las personas pasaron horas en el teléfono hablando con sus familiares y amigos).
Pensamos que resulta evidente que se produzca un dilema de consecuencias profundas si
las personas que se supone que nos quieren y protegen también son las que nos han
lastimado, humillado o violado. Este «doble vínculo» socava un sentido básico de
identidad y de confianza en los instintos de uno mismo. De esta manera, el sentido de
seguridad y estabilidad de uno mismo se debilita. Por esta razón, si tienes un niño con
problemas de apego (como puede ocurrir en adopciones, en familias de acogida y cuando
ha habido separación o abuso), la ayuda y el apoyo de un profesional cualificado es
generalmente aconsejable, si no fundamental.
Afortunadamente, este libro te enseñará cómo ayudar a los niños a sentir y moverse a
través de las sensaciones sin una angustia excesiva, ¡igual que los animales! Tu nuevo
aprendizaje te ayudará a extraer el miedo de la experiencia de estas reacciones
involuntarias. No importa si eres padre, profesor, consejero o enfermero; a través del
juego, el arte, y juegos y actividades, te guiaremos para que ayudes a tus propios niños y
a otros como Jack y Henry. Se incluyen rimas sencillas que usan imágenes de animales
(ver el capítulo cinco). Como los animales no son críticos y son instintivos, pueden ser
poderosos recursos para ayudar a los niños a conectar directamente con su propio
proceso de sanación innato.
Se incluyen muchos ejemplos de la vida real para ilustrar cómo puedes apoyar a los
niños a que se recuperen de experiencias aterradoras y abrumadoras. A pesar de que
muchos provienen de sesiones de práctica privada y otros de terapias en entornos
escolares, los principios básicos están diseñados como «primeros auxilios emocionales»
por cuidadores concienzudos. Este libro está escrito para ayudar a los terapeutas en sus
esfuerzos. También tiene el propósito de asistir a los padres y otros cuidadores de niños,
como el personal médico, a reconocer las señales de trauma mientras se aprenden
habilidades sencillas para aliviar o prevenir síntomas de trauma después de un percance
aterrador. Como se mencionó anteriormente, hay situaciones en las que, por supuesto, la
terapia profesional es altamente recomendable.
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CAPÍTULO 2
32
A
El alcance del trauma: causas que van desde lo
ordinario hasta lo extraordinario
On and on the rain will fall… like tears from a star… like tears from a star. On and on
the rain will say, how fragile we are… how fragile we are.*
– «Fragile» de Sting
hora exploraremos los disparadores del trauma, algunos conspicuos, incluso
palpables, mientras que otros son hechos ordinarios. Muchas personas,
incluyendo los profesionales, han pasado por alto estos disparadores comunes.
Nuestros ejemplos ayudarán a aclarar la importancia de ayudar a los pequeños a afrontar
los percances cotidianos así como los eventos más extraordinarios.
Muchos padres y profesionales definirían el trauma como un horrible suceso
inesperado que es relativamente raro, y que afecta sólo a unos cuantos individuos
desafortunados. Nosotros (los autores) nos atreveríamos a decir que nadie se escapa por
completo del gran alcance de la sombra del trauma en cierta medida y en algún momento
u otro durante su vida. Y los que se traumatizan en el frágil período de la infancia llevan
la carga de la impronta del trauma como una lucha continua que parece agregar una capa
turbia sobre la existencia ordinaria.
Hay eventos que le resultan abrumadores casi a cualquier niño. Éstos incluyen estar
expuestos a violencia, sucesos en torno a robos, tiroteos en escuelas, secuestros, así
como abusos físicos y sexuales. Tristemente, este tipo de eventos son una realidad para
demasiados niños. Puede ser que otros sucesos no parezcan traumatizantes desde la
perspectiva de un adul to. Sin embargo, para un niño, muchos sucesos «ordinarios»
pueden tener efectos duraderos.
Causas comunes de trauma en la infancia
Las fuentes más universales de posibles reacciones traumáticas, incluyendo caídas,
accidentes y procedimientos médico-quirúrgicos invasivos, ocurren con tanta frecuencia
que raras veces se vinculan conscientemente los síntomas posteriores y un incidente
precipitante. A menudo estos sucesos no tienen efectos negativos duraderos. Dicho esto,
la sabiduría de «más vale prevenir que curar» no podría ser más cierta cuando suceden
cosas alarmantes. La prevención de efectos negativos después de hechos aterradores es a
menudo simple, como ser verá en la parte ii. Para darte una mejor idea de cómo pueden
afectar a los niños de manera perjudicial los eventos comunes, veamos distintas
situaciones típicas que les suceden a los niños en un día cualquiera y en cualquier ciudad
o pueblo.
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Ejemplos de la vida real de niños que hemos conocido
Al echar un vistazo a los mundos de cinco niños diferentes, se comprenderá mejor el
alcance del trauma que puede ocurrir a cualquier edad. Alguna de las situaciones aquí
descritas ¡podría incluso hacerte pensar en alguien que conoces! Después de leer los
dilemas de los pequeños más abajo, se revelará la fuente de sus dolorosos síntomas.
Lisa llora de manera histérica cada vez que la familia se prepara para subirse al
coche.
Carlos, un chico de quince años dolorosamente tímido, se ausenta sin permiso de la
escuela sistemáticamente. «Ya no quiero estar asustado todo el tiempo –dice–. Lo
único quequiero es sentirme normal».
Sarah se reporta obedientemente y puntualmente a su clase de segundo de primaria
todas las mañanas; invariablemente, para las 11 a.m. se encuentra en la enfermería
quejándose de un dolor de estómago, a pesar de que no se pueda encontrar una
razón médica para sus síntomas crónicos.
Curtis, un estudiante popular y simpático que va a la escuela secundaria, le dice a su
madre que tiene ganas de darle una patada a alguien, ¡a quien sea! No tiene la
menor idea de dónde le viene este deseo. Dos semanas después comienza a actuar
de manera agresiva con su hermano pequeño.
Los padres de Kevin, de tres años de edad, están preocupados de su manera de
jugar «autista». Se tumba en el suelo de manera repetida y tensa su cuerpo,
fingiendo que muere y que resucita, mientras dice, «¡Sálvame…, sálvame!».
¿Qué tienen en común estos jóvenes? ¿Cómo se originaron sus síntomas?
¿Desaparecerán éstos con el tiempo, o empeorarán? Para responder a estas preguntas,
que les interesarán a las personas preocupadas como profesores, profesionales de la salud
y padres, veamos la fuente de sus problemas.
Comenzaremos con Lisa, la que llora de manera histérica. Cuando tenía tres años,
viajaba sentada y atada en su silla de coche cuando a la furgoneta de la familia le pegaron
por detrás. Ni ella ni su madre, quien conducía, sufrieron daños físicos. De hecho, el
coche apenas se rayó, y se consideró al accidente como un «toque». El llanto de la
pequeña Lisa no se asoció con el accidente, ya que fue una reacción tardía. Le tomó
varias semanas antes de que se le pasara la insensibilidad producida por el impacto de la
colisión. Sus síntomas de un comportamiento silencioso junto con una falta de apetito se
transformaron en lágrimas de miedo cuando se acercaba a la furgoneta de la familia.
Mientras que Lisa experimentó un episodio puntual, la «herida» de Carlos se
desarrolló a través del tiempo. Fue físicamente intimidado por más de cinco años por su
medio hermano adolescente y emocionalmente perturbado. Nadie intervino. Ningún
adulto en la casa lo vio como algo más que un conflicto «normal» fraternal. Carlos se
sentía aterrado no sólo por el hermano, sino por miedo de que sus padres se enfurecieran
34
con él por no tener más empatía hacia su hermano mentalmente enfermo. Había
intentado expresarle su temor a su madre, pero sus sentimientos fueron descartados; en
lugar de ello, se le pidió que fuera más tolerante.
Nadie más que la hermana mayor de Carlos, quien también estaba alterada a causa
de la dinámica familiar, vio su dolor o dilema. Mientras tanto, Carlos fantaseaba noche y
día en convertirse en un luchador profesional, aunque apenas tenía la fuerza o la
confianza necesarias para salir de la cama e ir a la escuela todos los días, y mucho menos
para formar parte de un equipo deportivo escolar. Cuando Carlos reveló un plan de
suicidio fue cuando sus padres finalmente reconocieron el profundo impacto perjudicial
que el repetido tormento físico y emocional estaba ocasionando en su hijo.
La siguiente pequeña mencionada arriba era Sarah, quien se había sentido muy
emocionada por empezar segundo de primaria. Después de un viaje de compras para
elegir ropa nueva para la escuela, se le dijo, abrupta e inesperadamente, que sus padres
se iban a divorciar y que su padre se mudaría de la casa ¡en dos semanas! Su alegría por
ir a la escuela se emparejó con el pánico y la tristeza mientras que la viveza en su barriga
se convertía en apretados nudos. ¡No es de extrañarse que fuera la visitante más
frecuente de la enfermería!
Mientras esperaba al autobús escolar una mañana, Curtis fue testigo de un tiroteo
desde un auto que dejó a la víctima muerta en la acera. Se encontraba con un pequeño
grupo de compañeros de clase en la parada de autobús, y todos recibieron terapia cuando
llegaron a la escuela. Sin embargo, Curtis continuó sintiéndose perturbado y agitado con
el paso de los días.
El último pequeño descrito era Kevin. Había nacido por medio de una cesárea de
emergencia y fue operado para salvarle la vida en las primeras veinticuatro horas de su
nacimiento. Nació con anomalías que requerían una reparación intestinal y rectal
inmediata. A menudo, los procedimientos médicos y quirúrgicos son necesarios, y en
efecto hacen que la vida sea posible. Entre el alivio y la celebración de una vida salvada,
resulta fácil pasar por alto la realidad de que estos mismos procedimientos pueden infligir
un trauma que puede dejar efectos emocionales y conductuales mucho después de que
las heridas quirúrgicas han sanado.
Salvo por el tiroteo presenciado por Curtis y la cirugía mayor que Kevin recibió al
nacer, las situaciones arriba no son extraordinarias; de hecho, son típicas. A pesar de que
cada «suceso» fue muy diferente, lo que estos jóvenes tienen en común es que cada uno
experimentó sentimientos abrumadores. Cada uno se traumatizó por lo que sucedió y por
cómo experimentó lo que sucedió. ¿Cómo lo sabemos? La respuesta es bastante simple.
Cada niño siguió con su vida, de alguna forma, como si el suceso siguiera ocurriendo. Se
quedaron «atorados» o fijados en el tiempo, como si sus cuerpos respondieran a una
alarma puesta en el momento traumático. Pese a que la memoria puede no estar
conectada de manera consciente al evento, el juego, el comportamiento y las quejas
físicas de los niños revelan su lucha para lidiar con su agitación interna.
Los ejemplos de arriba ilustran perfectamente la amplitud y profundidad de las
situaciones comunes que pueden resultar abrumadoras para los niños. Para ayudar a
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expandir tu conocimiento sobre la gran variedad de «disparadores traumáticos», a
continuación se tratan las muestras de causas potenciales en cinco categorías separadas.
Mientras que algunas resul tan obvias, puede ser que otras te sorprendan. Son: 1)
accidentes y caídas, 2) procedimientos médicos y quirúrgicos, 3) actos y ataques
violentos, 4) dolor y pérdida, y 5) factores ambientales estresantes. A lo largo de este
libro, se darán ejemplos de casos y sugerencias de primeros auxilios sobre cómo trabajar
con distintas situaciones de cada una de las categorías.
Accidentes y caídas
Las caídas son comunes y corrientes a medida que los bebés se hacen mayores y
negocian con las despiadadas fuerzas de la gravedad por primera vez. Aprender a
caminar con piernas inestables y tambaleantes es un desafío. Generalmente, estas
pequeñas caídas son inocuas tanto físicamente como emocionalmente. De hecho, este
aprendizaje de las habilidades motoras a través del ensayo y error ayuda a los niños a
desarrollar competencias y confianza. Sin embargo, los bebés y los niños, en un
descuido, pueden caerse por las escaleras, de las camas y de las tronas. Con estos tipos
de caídas, las repercusiones físicas y emocionales son probables.
Una nota de advertencia
Con ybebés y niños pequeños, los síntomas de contusión cerebral pueden incluir llanto
continuo, irritación o incapacidad para calmarse. Otras señales posibles son un cambio en
los hábitos de juego, una pérdida de interés en sus juguetes o alimentos preferidos,
pérdida de equilibrio o la pérdida de habilidades recién adquiridas como ir al baño solo,
caminar o el lenguaje. A pesar de que éstas pueden ser fácilmente señales de trauma,
también pueden ser una indicación de contusión cerebral. Si notas que persiste o
empeora cualquiera de las señales mencionadas, particularmente si la cabeza del niño
pudo haber recibido un impacto, es fundamental buscar asistencia médica profesional
después del accidente tan pronto como lo sea posible.
A medida que los niños maduran, sienten el deseo de probar sus límites en los
deportes, la danza y las piruetas. A menudo, dado que un niño no quiere parecer débil
frente a sus padres o compañeros, reprimirá sus ganas de llorar. Esta bravuconería de «al
mal tiempo buena cara» a menudo interfiere con la liberación de estrés tanto emocional
como fisiológico. Otro efecto común en las vidas de muchos niños es verse involucrados
en un accidente de un vehículo motorizado,como fue el caso de la pequeña Lisa.
Otro percance potencialmente significativo para niños de todas las edades tiene que
ver con vivir una experiencia en donde casi se ahogan. Esto puede suceder en bañeras,
piscinas, estanques en jardines traseros, lagos o en el océano. Los padres que miran hacia
otro lado brevemente pueden encontrar a su hijo ahogándose en el agua, o peor aún, que
el niño haya desaparecido, momentáneamente, bajo el agua. Los niños mayores y los
adolescentes pueden ser jalados por «contracorrientes» o golpeados por las olas. Sentir
que uno casi se ahoga es una forma de asfixia, lo cual puede resultar aterrador. Otras
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formas en las que los niños sienten asfixia tienen que ver con enredarse bajo las sábanas
o ser aplastados por almohadas, las caídas en las que «se quedan sin aire», mascotas que
se tumban a lo largo de la garganta o el pecho, un juego brusco con hermanos mayores,
un cosquilleo agresivo, y el procedimiento médico de intubación, lo que bloquea las vías
respiratorias. La siguiente tabla resume estas situaciones.
Accidentes y caídas
Caídas (escaleras, camas y tronas)
Lesiones deportivas (de equipos deportivos, caídas de bicicletas,
monopatines, esquís, etc.)
Accidentes de coche (incluso a velocidades bajas)
Experiencias cercanas al ahogo o la asfixia
Procedimientos médicos y quirúrgicos
Esta categoría es quizás la más ignorada y potencialmente problemática, particularmente
con las tecnologías modernas para salvar la vida, como hemos visto con Kevin (quien fue
operado inmediatamente después de nacer). Estos efectos traumáticos parecer ser
intrínsecos a la hospitalización y a los procedimientos médicos invasivos. Es más
probable que un trauma de este tipo suceda cuando los niños son separados de sus
padres, cuando tienen miedo, cuando son sujetados contra su voluntad y no están
preparados para lo que les va a suceder.
El doctor David Levy, psiquiatra e investigador médico, se dio cuenta en sus estudios
de observación (1944) que los síntomas mostrados por los niños que habían sido
hospitalizados por procedimientos médicos «de rutina» ¡no eran muy diferentes de
aquéllos mostrados por soldados con «neurosis de guerra» (traumatizados) en la Segunda
Guerra Mundial que regresaban de los campos de batalla de Europa y el norte de África!1
Los procedimientos médicos invasivos modernos siguen siendo una de las fuentes de
trauma más ignoradas.
A medida que la medicina moderna se vuelve más sofisticada con ecografías,
encefalogramas y otros recursos, hay más posibilidades de que se usen procedimientos
estresantes que algunos consideran rutina. Los niños deben estar preparados y sentirse
apoyados antes de someterse a exámenes y tratamientos, para que los avances en
medicina hagan más bien que daño.
Procedimientos médicos y quirúrgicos
Cirugía y procedimientos médicos
(puntos, agujas intravenosas, exámenes exploratorios)
Procedimientos dentales
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Enfermedades potencialmente mortales y fiebres altas
Inmovilización prolongada (yesos, tablillas, tracción)
Envenenamiento
Pérdida de bienestar fetal y complicaciones en el parto
(cordón alrededor del cuello, anestesia, drogas y alcohol, etc.)
Actos/ataques violentos
El abuso físico y sexual, así como los efectos de la guerra, han recibido más atención por
parte de los profesionales y la prensa desde el movimiento femenino de la década de
1970 y el regreso de los veteranos después de la guerra de Vietnam. Sin embargo,
muchos padres todavía desconocen la prevalencia de los ataques en sus propios niños, a
menudo en sus propios hogares y barrios. Este libro pretende mostrar cómo se pueden
identificar los síntomas en los niños y cómo hablarles a los niños de manera en que se
puedan reducir las posibilidades de victimización.
Una subcategoría de actos violentos que a menudo se pasa por alto tiene que ver con
la observación. Nuestros niños ahora pertenecen a la «Generación M» («M»edios
electrónicos). Nos guste o no, son bombardeados con imágenes violentas de juegos de
video, televisión, ordenadores y música. Al hacer muchas cosas al mismo tiempo, puede
ser que reciban múltiples imágenes de diferentes fuentes de manera simultánea. La
palabra con «M» para los padres es «Monitorizar» lo que el niño ve y escucha. Por
supuesto, a medida que se hacen mayores, esto se vuelve prácticamente imposible. Sin
embargo, mantener un diálogo abierto acerca del impacto de las imágenes violentas con
los preadolescentes y adolescentes es indispensable.
Actos/ataques violentos
Acoso psicológico
(escuela, barrio, hermanos)
Ataques de animales (perro, mordedura de serpiente)
Violencia familiar
Observar violencia (en vivo e indirectamente a través de juegos de
video y la televisión)
Abuso físico y sexual y negligencia
Guerra, desplazamiento y sus efectos intergeneracionales
Amenaza de ataque terrorista
Secuestro
La pérdida
Ningún niño se escapa de la infancia sin haber sufrido una pérdida. La muerte de algún
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miembro de la familia o mascota es inevitable. El divorcio afecta aproximadamente a la
mitad de las familias en los Estados Unidos. Sin embargo, podemos hacer mucho para
ayudar a los niños a salir adelante. Este libro trata las diferencias importantes entre
choque y dolor y cómo ayudar a los jóvenes a través de ambas etapas.
Pérdida
Divorcio
Muerte de un ser querido o mascota
Separación
Perderse (en un centro comercial o en un barrio
desconocido)
Posesiones (hogar y otras pertenencias después de
desastres o robos)
Factores ambientales estresantes
Después del tsunami del océano Índico y los huracanes Katrina y Rita, el impacto
devastador de los desastres naturales se hizo obvio para todos nosotros. Otros factores
ambientales estresantes, como los ruidos fuertes y las temperaturas extremas que pueden
tolerar (aunque no apreciar) niños mayores y adultos, pueden crear síntomas traumáticos
en bebés y niños pequeños que aún no tienen la habilidad de autorregulación o de
alejarse de factores dañinos. Un bebé puede percibir un coche caluroso o una habitación
helada como una experiencia cercana a la muerte.
Factores estresantes ambientales
Exposición a temperaturas extremas
Desastres naturales (incendios, temblores, inundaciones, tornados,
huracanes, volcanes y tsunamis)
Ruidos fuertes repentinos para bebés y niños pequeños (discusiones,
violencia, truenos, especialmente si el niño se encuentra solo)
Es importante comprender que si cualquiera de estas cosas le sucedieron a tu hijo o a
algún niño que conozcas, no quiere decir que necesariamente esté traumatizado. Unos
cuantos minutos en compañía del niño usando los primeros auxilios descritos en la parte
ii puede ayudar a minimizar la posibilidad de efectos duraderos. Los primeros auxilios en
trauma también pueden ayudar al niño a ser más resistente al estrés inevitable, una suerte
de «inoculación de estrés» de por vida.
Curtis, a quien conocimos antes y quien fue testigo de un tiroteo desde un auto, es un
gran ejemplo de cómo un poco de apoyo por parte de un adulto puede ser muy
39
beneficioso en aliviar la angustia aguda. Después de recibir los primeros auxilios para el
trauma, sus síntomas persistentes se resolvieron de noche a la mañana.
Afortunadamente, un astuto terapeuta escolar notó la creciente irritabilidad de Curtis y
cómo, de manera inusual, «parecía querer provocar una pelea». Después de una sesión,
que llevó a su cuerpo fuera del choque y restauró su confianza en sus defensas
debilitadas, la angustia de Curtis desapareció. En la sesión de seguimiento varios meses
después, continuó estando libre de síntomas. En el capítulo doce, donde se aportan
actividades y ejemplos para ayudar a estudiantes traumatizados después de una crisis,
miraremos más de cerca la manera en la que se ayudó a Curtis a descargar por completo
la irritante energía de «pelea» que se almacenó en su cuerpo cuando fue un inocente
testigo de un ataque violento.
Fuentes obvias de trauma infantil
Desafortunadamente, no se puede decir que las fuentesobvias y terribles de trauma
sucedan de manera mucho menos frecuente que las caídas, lesiones, separaciones y
enfermedades «comunes» que forman parte del crecimiento. La violencia en forma de
abuso físico, sexual y emocional es prevalente. Las fuentes más extendidas y
devastadoras de trauma tienden a encontrarse dentro de las propias familias y en otros
adultos conocidos. Cuando un niño sufre de abuso físico o sexual a manos de alguien en
quien confiaba para protegerlo, como un miembro de la familia, vecino, profesor o guía
religioso, la complejidad de traición, ocultamiento y vergüenza adicional es en sí misma
abrumadora. Dada la complejidad, es de suma importancia buscar ayuda profesional para
los niños bajo tu cuidado. Este libro tiene el propósito de ayudarte a incrementar tu
conocimiento sobre cómo y por qué tu niño está sufriendo por un trauma y cómo
ayudarlo a recuperarse. Sin embargo, no es un substituto de la ayuda cualificada de un
terapeuta infantil especializado en tratar víctimas de abuso.
La impactante prevalencia de la violencia en la familia y
en la comunidad
Tristemente, millones de niños son víctimas, o testigos, de violencia en el hogar, la
comunidad o la escuela, según la investigación de doctor Bruce Perry y otros.2 Se ha
dicho que el hogar es el lugar más violento de los Estados Unidos.3 En 1995, el FBI
reportó que el 27 % de todo el crimen violento tenía que ver con violencia entre
familiares, y el 28 % involucraba a conocidos y la violencia ocurría dentro del hogar.4 Si
no son las víctimas directas de un crimen violento, los niños a menudo son los testigos.
Se calcula que se denuncia menos del 5 % de la violencia doméstica. Sin embargo, el
abuso familiar que sucede en el hogar –es decir, el abuso infantil y conyugal– representa
la mayoría de la violencia física y emocional sufrida por los jóvenes. A veces los niños
son atacados directamente por los padres o por la respectiva pareja de sus padres. El
abuso físico, emocional y sexual por un padrastro o madrastra es especialmente común.
40
A menudo los niños son humillados, tratados como «propiedad» o se los amenaza con
abandonarlos. Ser testigo de violencia puede ser igual de dañino. Un niño que,
horrorizado, escucha o ve cómo se maltrata a su padre, madre, hermano o abuelos a
menudo sufre más que el que es atacado. Paralizado e impotente, quizás escondido bajo
la mesa o pegado a la pared, el niño intenta volverse «invisible». Como consecuencia,
incontables adultos han vivido con un continuo miedo de «ser vistos». Para sobrevivir la
agitación en sus hogares, la necesidad de permanecer pequeño, callado y quieto era
esencial.
La violencia por parte de otros hermanos, como lo experimentó Carlos a manos de su
hermanastro mayor mentalmente perturbado, es otra fuente de abuso que los niños
padecen mucho más frecuentemente de lo que los cuidadores imaginan. Straus y Gelles
han calculado que más de veintinueve millones de niños en los Estados Unidos son
atacados por sus propios hermanos cada año.5 Los padres castigan frecuentemente a
ambos niños o no hacen caso al niño agredido, quien es considerado un «acusica». La
rivalidad y los conflictos entre hermanos son inevitables, pero cuando un niño tiene en
sus manos el poder de hacer daño y humillar a su hermano más pequeño o débil de
manera cotidiana, es la estructura ideal para consecuencias nefastas. Además, existen
razones por las cuales los niños acosan psicológicamente a otros niños; es importante
buscar las causas dentro de la familia y el entorno.
Además, la violencia escolar ha incrementado radicalmente en forma de intimidación,
amenazas y ataques directos. Solamente en los Estados Unidos se ha estimado que se
ataca a más de 250.000 estudiantes en la escuela por mes. Mientras que la forma más
atroz de violencia, los tiroteos en escuelas, ha conseguido una gran publicidad, el acoso
psicológico generalizado que infunde miedo en los corazones de los niños a menudo se
pasa por alto, se niega rotundamente o no se denuncia a los agobiados directivos
escolares.
Sin embargo, el acoso psicológico existe en las culturas occidentales y orientales,
desde Finlandia y Australia hasta Japón y China. En un artículo titulado «Kids Hurting
Kids» [Niños haciendo daño a niños] que apareció en una edición de 2001 de la revista
Mothering, descubrimos que cada año se reportan tres millones de incidentes de acoso
psicológico tan sólo en los Estados Unidos, y al menos 160.000 niños faltan a la escuela
cada día por miedo de ser acosados psicológicamente.7 En Japón, el acoso psicológico es
tan prevalente que ha recibido un nombre: ijime. En 1993 se reportaron más de 21.500
incidentes de acoso psicológico en los patios de las escuelas en Japón, y tres de ellos
terminaron en suicidio, lo que llevó el ijime a los titulares.8 Mientras tanto, en Toronto,
Canadá, Debra Pepler de la Universidad de York, registró 52 horas de video usando
micrófonos remotos en el patio de la escuela. Lo que descubrió es sorprendente: se
documentaron más de 400 episodios de acoso psicológico. Sin embargo, los profesores
se dieron cuenta e intervinieron en ¡sólo uno de cada 25 episodios! Se estima que en una
escuela de tamaño medio, el acoso psicológico sucede una vez cada 7 minutos.9
Para empeorar el problema, muchos padres creen que el acoso psicológico es una
parte normal del crecimiento y que, especialmente para los chicos, enfrentarse a los
41
agresores luchando es un rito de iniciación. Mientras que los conflictos y la agresión son
parte normal de la vida, el acoso psicológico no debería ser tolerado entre hermanos o en
el patio de la escuela. Los agresores son una estirpe diferente. Su intención es hacer
daño, humillar, aislar socialmente o extorsionar a sus víctimas. No es una pelea justa. Un
niño siempre tiene más poder ya sea por tamaño, fuerza, edad o algún otro factor, como
sucedió con Carlos y su hermano emocionalmente perturbado. Los estudios a largo plazo
han mostrado que tanto los agresores y los niños a los que atormentan sufren hasta la
edad adulta. Mientras que los chivos expiatorios (víctimas de acoso psicológico) tienden a
estar deprimidos y ansiosos más tarde en sus vidas, el comportamiento de acoso
psicológico parece convertirse en un caos profesional y en las relaciones, con índices más
altos de comparecencias en los tribunales, alcoholismo, actividad criminal y trastornos de
personalidad. De manera frecuente, los agresores mismos sufren de traumas muy
tempranos.
Cuando a los niños se les pide «poner la otra mejilla», «poner buena cara» o
«devolver el golpe» en situaciones en las que experimentan un terror cotidiano, no
adquieren más carácter. Al contrario, pierden confianza en sí mismos y el sentido de
seguridad, lo que es necesario para triunfar. No resulta sorprendente que tantos niños
sufran de depresión, ansiedad, dificultades de aprendizaje e hiperactividad. Unas
estadísticas alarmantes muestran índices crecientes de suicido entre niños que fueron
acosados psicológicamente, que lo denunciaron a un adulto desdeñoso y que luego
sufrieron en silencio hasta que explotaron, a veces llevándose a otros con ellos, como en
los estremecedoramente crecientes tiroteos en escuelas.
En la parte ii se mostrará lo que los padres y la comunidad escolar pueden hacer para
ayudar tanto a los agresores como a las víctimas. Ninguno de estos jóvenes prosperará
sin una intervención adulta. Es nuestra responsabilidad crear una cultura de seguridad y
de alternativas a la violencia en nuestros barrios y patios de escuela. Una de las mejores
maneras para proteger a los niños de la victimización es al cultivar su confianza.
Enseñarles a los niños a cómo recuperarse de cualquier incidente traumático, restaurar su
sentido de identidad y recuperar su terreno puede ayudar a prevenir que sean acosados
por un agresor.
Violencia indirecta: la sombra de los medios de comunicación
Las imágenes violentas están por todos lados. Incluso en hogares no violentos, los niños
son bombardeados, fascinados, aterrorizados y cautivadospor estas imágenes. Nos guste
o no, otro factor potencial que no existía hace unas cuantas décadas es el resultado de
una revolución tecnológica que ha crecido rápidamente. Se calcula que en los Estados
Unidos el niño promedio pasa más de tres horas al día mirando televisión. El doctor
Bruce Perry cita la investigación de 1992 de Huston y sus colegas que estiman que el
niño promedio de ocho años de edad habrá visto 200.000 actos de violencia en la
televisión.10 Mientras que un intenso debate continúa con respecto a la influencia de la
violencia en los medios de comunicación como una causa de comportamiento violento en
los niños, hay una mayoría de evidencia que vincula la violencia mediática con una
42
creciente agresión y comportamiento antisocial, una desensibilización a la violencia futura
así como la contribución a una percepción de que el mundo es más violento de lo que
realmente es, ¡lo que paradójicamente perpetúa más violencia!
Mientras que la televisión, la música y las películas se han vuelto cada vez más
violentas, los juegos de video parecen liderar el mercado de agresión indirecta.11 Vistos en
la privacidad de las habitaciones de los niños en ordenadores portátiles, es mucho menos
probable que estos juegos de video y ordenador estén sujetos a un monitoreo parental
que los espacios familiares para ver películas y televisión. Psychological Science y
Contemporary Pediatrics publicaron resúmenes de estudios realizados durante las
últimas dos décadas. Los autores del artículo de Psychological Science analizaron más
de 30 informes y concluyeron que los datos «claramente apoyan la hipótesis de que la
exposición a juegos de video violentos representa una amenaza a la salud pública para los
niños y jóvenes».12 En 1997, los autores de The Canadian Journal of Psychiatry
resumieron el metaanálisis de Contemporary Pediatrics de la siguiente manera: «La
mayoría de los estudios muestran que los niños en efecto se vuelven más agresivos
después de jugar o mirar un juego de video violento».13
A nivel empírico, varios adolescentes enviados por un «comportamiento agresivo»
mostraron reacciones de rabia hacia padres y profesores cuando les suspendieron los
privilegios de juego después de que el contenido violento fue descubierto por los adultos
que los «pillaron». Los adolescentes admitieron abiertamente que se habían vuelto
adictos a la emoción de la violencia y «necesitaban» los juegos para sentirse bien. Estos
casos clínicos individuales demuestran la contribución que los medios de comunicación
violentos pueden hacer en la formación de los sistemas nerviosos y las psiques de nuestra
juventud.
¿Qué podemos hacer? La medida más obvia que uno puede tomar, por supuesto, es
prestar atención a lo que el niño ve en el hogar y en otros sitios. Vean los contenidos
juntos y lleven a cabo discusiones familiares. Limita la exposición de los niños mayores y
adolescentes y ayuda a proteger a los niños pequeños al no permitirles el acceso a ellos.
No dejes la televisión encendida de manera constante. Usa controles parentales en los
ordenadores. Permite los videojuegos apropiados para ser vistos en familia y que no
necesitan verse tras puertas cerradas. Asegúrate de escudriñar lo que los niños estén
mirando. Lo más probable es que protesten o tengan rabietas (especialmente si ya son
adictos); sin embargo, varios estudios han confirmado que los niños necesitan y quieren
nuestra orientación.14 Habla con los padres de los amigos de tus hijos. Organiza reuniones
dentro de la comunidad para tratar los temas a través de la educación y del
establecimiento de una «cultura de no violencia» en tu propio barrio. Si sabes o
sospechas que tus hijos han sido expuestos a medios de comunicación violentos, presta
atención a su lenguaje corporal y a cambios de actitud o comportamiento. Discútelas
inmediatamente. La exposición crónica de los niños a la observación de violencia es otra
preocupante fuente de trauma que los padres prudentes puede mantener en mínimos.
Los peligros y la prevalencia del abuso sexual
43
Desafortunadamente, incluso con estimaciones conservadoras, una de cada cuatro
personas alrededor del mundo ha sufrido abusos sexuales de una manera u otra. Para las
niñas y las mujeres, la probabilidad es considerablemente más alta. Las estadísticas
exactas no son tan importantes como saber que millones de niños viven con el tormento
de la depredación sexual, ¡en su mayoría por personas que en teoría deben amarlos y
protegerlos! La lista de abusadores no está limitada a padres o vecinos aberrantes.
Incluye al clero, entrenadores, y guías de niños exploradores. Marilyn van Derbur, una
apreciada conferencista y autora de Miss America By Day [Miss América de día] (2003)
resumió los alarmantes hechos en relación con el número de niños que han sido violados
por hermanos y niñeras.15 De hecho, «las estimaciones indican que el incesto entre
hermanos puede ser cinco veces más común que el incesto por parte de los padres».16
Lo que hace que el abuso sexual sea tan devastador es que viola el núcleo más
profundo del sentido de identidad formativo del niño. Está plagado de tanto secretismo
que se fuerza al niño a vivir en silencio y con una insoportable vergüenza y culpa. Sus
límites más personales se «rompen» de tal manera que las percepciones sobre uno
mismo se distorsionan. Los niños no se dan cuenta de que algo malo les está sucediendo;
en cambio, a menudo piensan que ellos mismos son malos.
Un sinnúmero de síntomas manan del abuso sexual; estos síntomas se tratan con más
detalle en el capítulo nueve. En este punto basta decir que un síntoma distintivo de una
violación sexual es una suerte de anulación del cuerpo que los psicólogos llaman
disociación. Esto aparece de varias formas, desde un déficit de concentración y la falta
de memoria hasta un entumecimiento en partes del cuerpo y amnesia de partes de la
infancia. A menudo los niños viven en un estado de ensoñación con una sensación de no
sentirse «reales».
Aunque la disociación ayuda a los niños a distanciarse de un dolor insoportable,
interfiere con la capacidad de estar en el cuerpo de uno mismo y también interfiere con la
capacidad de aprender y de formar amistades cercanas con otros. Se ha documentado
que los niños que fueron sexualmente violados se sienten tan diferentes de otros que
terminan por aislarse. La falta de participación social con compañeros de clase en la
escuela primaria continúa hasta el bachillerato y más allá. Esto crea dificultades en el
desarrollo que más tarde afecta la intimidad sexual y las relaciones en general. Y es
mucho más probable que los niños que sufrieron abusos consuman drogas y participen
en relaciones sexuales promiscuas.
Una parte del capítulo nueve está dedicada a proporcionar una guía sobre el tipo de
señales que deben buscarse, las preguntas que hacerles a los niños y lo que se puede
hacer para proteger a los jóvenes de la vulnerabilidad al abuso sexual. También se
aprenderá a cómo ayudar a un niño que ya ha sido víctima de un abuso. Sin embargo,
una vez más, es importante comprender que en los casos de abuso sexual nada puede
reemplazar la experiencia de un terapeuta profesional especialista en la recuperación de
abusos infantiles. Buscar la ayuda de un profesional puede prevenir síntomas más serios
que a menudo surgen con el abuso sexual y que se desarrollan durante la adolescencia,
como los trastornos alimenticios y una conducta autolesiva.
44
Algunas palabras sobre los nonatos, bebés y niños
pequeños
A menudo las personas comentan, «Pero era tan sólo un bebé cuando sucedió» o
«Afortunadamente el accidente de coche sucedió antes de que naciera», implicando que
esto redujo o eliminó cualquier impacto. Tales declaraciones revelan el malentendido
generalizado sobre la naturaleza del trauma. Lo que sucede desde el período fetal hasta
los dos años de edad crea la estructura que influencia cada sistema en el cuerpo, desde la
inmunidad y la expresión y regulación de emociones, hasta la resiliencia del sistema
nervioso,la comunicación, la inteligencia y los mecanismos autorreguladores de las
necesidades básicas como la temperatura corporal y la producción de hormonas.
Al saber que la respuesta común a una amenaza es «la lucha o la huida», tiene
sentido que un bebé, que no tiene ninguna opción disponible, responda de manera
diferente. Al no poder huir del caos, desde un conflicto o una discusión fuerte hasta la
violencia directa, se producen muchas adaptaciones. El pequeño cuerpo puede
retorcerse, sus músculos se tensan, sus órganos digestivos se contraen, la espalda puede
arquearse, etc. Finalmente, se colapsa en una resignación apática. Lo que es aún más
inquietante es que el cerebro en crecimiento se organiza a sí mismo para ser más reactivo
al funcionamiento de supervivencia a expensas del desarrollo en las áreas límbicas y
corticales, las cuales son las responsables de la modulación del impulso y la emoción. El
cerebro del bebé se vuelve hiperalerta hacia el peligro percibido. En otras palabras, el
cerebro se programa de tal manera que los sentimientos de terror e impotencia se
convierten en el estado natural del ser.
Este moldeado temprano tiene vastas repercusiones en el desarrollo emocional y
conductual del niño, y también en sus sistemas inmunitario y hormonal. La exposición
prologada a un ambiente estresante conduce a una insensibilidad y bloqueo a medida que
el miedo y el dolor se hacen cada vez más insoportables. Esto a la larga se transforma en
patrones para toda la vida que comúnmente se diagnostican (erróneamente) años después
(generalmente cuando el niño comienza la escuela) como trastorno de ansiedad, trastorno
por déficit de atención, hiperactividad, trastorno disociativo, trastornos de conducta o
depresión. Según la investigación llevada a cabo por el doctor Bruce Perry, cuando los
bebés y niños pequeños experimentan amenazas violentas crónicas y que ocurren de
manera temprana, se prepara el camino para un sinfín de problemas de aprendizaje y
conducta.17
En el libro Ghosts from the Nursery: Tracing the Roots of Violence [Fantasmas de la
cuna: rastreando las raíces de la violencia], las autoras Robin Karr-Morse y Meredith S.
Wiley presentan una convincente investigación que pretende ser una llamada de atención
que alerta sobre las vulnerabilidades de los primeros 33 meses de vida (desde el período
fetal hasta los 24 meses). Describen los factores que van desde la exposición a las
drogas, la nicotina y el alcohol durante el período prenatal y otras aflicciones prenatales
hasta las lesiones en la cabeza, abuso físico y abandono emocional, que puede traer al
niño al mundo ya con un sistema nervioso abrumado. Tales niños están predispuestos a
45
un comportamiento impulsivo y violento o a trastornos mentales (como la depresión y la
ansiedad) que se deben a las experiencias interactivas que formaron el cerebro durante el
período crítico. Es importante recordar que «el primer ambiente que forma de manera
activa al cerebro humano es la matriz. Incluso antes de las primeras sonrisas o rabietas, la
matriz alberga la danza interactiva biológica y neurobiológica entre la madre y el feto. Por
más de medio siglo hemos sabido que lo que afecta a las madres emocionalmente
también afecta a los bebés. En 1994, los doctores Sontag y Wallace, usando medidas
muy primitivas de la actividad cardíaca y respiratoria de la madre y el feto, descubrieron
que cuando una paciente embarazada era perseguida por un marido psicótico, el bebé se
alarmaba junto con la madre».18
Ahora, más de setenta años después, las sofisticadas técnicas de investigación que
miden los niveles de cortisol y de la hormona adrenocorticotropa en fetos de monos están
llegando a las mismas conclusiones. Los fetos cuyas madres se encontraban estresadas
durante el embarazo reflejaban los estados emocionales de la madre. La lección aquí es
simple: si estás embarazada o te acabas de convertir en madre, debes ser sabia.
Específicamente, abstente de carreras y estilos de vida estresantes durante este período
crucial, y rodéate de personas tranquilas y positivas y de actividades que den a tu vida un
equilibrio saludable. Monitorea tus propios niveles de estrés al ponerte en contacto
contigo misma de manera regular y al tomarte el tiempo para notar tus respuestas
corporales mientras vives tus actividades cotidianas y tu embarazo. Si te sientes tensa,
haz una pausa. Sal a caminar, échate con los pies elevados, medita, disfruta de un suave
masaje, lee un libro, toma un baño o queda con una amiga para comer. O puedes hacer
algo que llamamos «monitorear las sensaciones» (ver ejercicios en la parte ii) hasta que
notes cómo se liberan las tensiones corporales y comiences a sentir que tu respiración
fluye de manera armoniosa y espontánea de pies a cabeza.
Otra etapa crítica de desarrollo durante la infancia ocurre entre los seis y ocho meses.
Éste el período típico en el que un bebé comienza a conectar sensaciones, tales como el
malestar y el hambre, con sus propias acciones, como el llanto o la agitación dirigidas
hacia el cuidador. A través del contacto visual y la vocalización en relación con las
respuestas del cuidador, la modulación autorreguladora está siendo mapeada en los
lóbulos frontales del joven cerebro. El establecimiento exitoso de los procesos eficaces
que ayudan al bebé a reconfortarse a sí mismo depende de la calidad de la respuesta
directa de un adulto emocionalmente presente. Sin las interacciones juguetonas por parte
de un cuidador relajado, mentalmente sintonizado y emocionalmente estable, el apego
saludable simplemente no ocurre.
Afortunadamente, gracias a la persistencia de los investigadores en el área del apego,
tales como John Bowlby, Mary Main y Mary Ainsworth (con un legado que se remonta a
los extensos estudios llevados a cabo por Margaret Mahler en la década de 1950),19 junto
con la última década de investigación neurobiológica que registra los esfuerzos
preventivos del desarrollo cerebral temprano, están comenzando las subvenciones
respaldadas por la comunidad y el gobierno. Aunque no es el enfoque principal de este
libro (se han escrito varios libros espléndidos sobre este tema) se dan consejos simples en
46
la parte ii para guiar a los padres de bebés, bebés mayores y niños en preescolar para
formar vínculos seguros con sus pequeños.
Cuando la causa del trauma sigue siendo un misterio
Este capítulo te ha sensibilizado sobre el alcance y la prevalencia del trauma a partir de
diversas fuentes. Dado que el trauma es la raíz de problemas de salud y de tanta aflicción
psicológica y social, nuestros niños a menudo sufren en silencio. Pueden estar viviendo
una vida llena de terror cotidiano. O, peor aún, pueden volverse insensibles de manera
progresiva, e indiferentes a todo lo que la vida tiene que ofrecer.
Si cualquiera amenaza percibida o real tiene el potencial de causar un choque, ¿cómo
nos podemos darnos cuenta si el niño ha experimentado un trauma? El siguiente capítulo
explora los diversos síntomas que los niños traumatizados presentan y analiza cómo
prestarles atención a estos síntomas. Hay momentos en los que la fuente de angustia no
es aparente de manera inmediata y no puede ser rastreada ni tras un análisis profundo.
Lo que es importante recordar es que cualquier cosa que abrume la capacidad del niño
para superar dificultades, procesar emociones fuertes y para defenderse a sí mismo tiene
el potencial de crear síntomas. Entre más pequeño es el niño, más vulnerable es a causa
de los limitados recursos con los que cuenta para protegerse a sí mismo. Recuerda, el
trauma se define por su efecto sobre el sistema nervioso de un individuo en particular y
no por la intensidad de la circunstancia en sí misma.
Afortunadamente, nuestro enfoque en la prevención y el tratamiento de trauma,
llamado Somatic Experiencing® se basa en la biología y no en la biografía, por lo que el
método de trabajo para aliviar el sufrimiento no depende de si se conoce la historia. A
pesar de que puede resultar útil conocer la fuente, es una parteinnecesaria en la ayuda.
Sin embargo, dado que el cuerpo contiene la historia, mientras se apoya a los niños a
través de su angustia, a menudo la historia se revela. Lo más importante es que el cuerpo
contiene la solución, como se descubrirá pronto.
47
48
Nota
* Una y otra vez la lluvia caerá... como lágrimas de una estrella...​como lágrimas de una estrella. Una y otra vez la
lluviá dirá, cuán frágiles somos...​cuán frágiles somos.
49
CAPÍTULO 3
50
U
Señales y síntomas de trauma en los niños
Abrazaba a su hijo otra vez, pero, en muchos sentidos, abrazaba a
un niño diferente. El niño se sentía (para su madre) como el cascarón
de un huevo, algo frágil y duro.
– Extracto de una historia sobre un niño que fue secuestrado en Colombia en 2003
(Los Angeles Times, 31 de diciembre de 2003)
n evento dramático como un secuestro conlleva síntomas que son esperados y
variados. La madre citada arriba continúa su historia sobre cómo Óscar, su hijo
de cuatro años de edad, tenía pesadillas en las que unos hombres se sentaban
sobre su pecho y lo estrangulaban. Su madre, de manera dolorosa, señaló:
Su cara es un escenario sobre el que se desarrollan emociones desgarradoras. A
veces parece perdido, un niño solo. En otros momentos parece triste, cabizbajo.
Otras veces, el terror pasa como un rayo a través de su cara, como un niño que se
despierta de una pesadilla confundido por lo que ha visto. No ha hablado mucho
sobre el tiempo que pasó solo.
¿Cómo se expresa el trauma en los niños? ¿Cómo se ve y se siente? Los eventos
aterradores que son más «ordinarios» que el secuestro descrito arriba ¿también pueden
dejar efectos traumáticos residuales? Si nuestro pequeño se «porta mal», ¿cómo
podemos saber si es una manifestación relacionada al trauma o si es un mal
comportamiento ordinario? En este capítulo exploraremos estos temas y usaremos
ejemplos de casos que ayudarán a responder a estas preguntas. Aprenderemos sobre los
síntomas centrales que definen el trauma y los síntomas que a menudo se desarrollan
cuando los «primeros auxilios» para prevenir más angustia no llegan.
También nos daremos cuenta de por qué algunos niños permanecen con síntomas
intrusivos duraderos como recuerdos negativos, sueños y explosiones de enfado que
afectan sus relaciones afectivas, competencias académicas y salud, mientras que otros
niños parecen estar relativamente indemnes.
Síntomas universales de trauma
Sin importar si fue un adulto o un niño el que recibió un golpe más grande de lo que
podía ser tolerado, las señales características aparecen poco después del suceso. Son: 1)
hiperactivación, 2) opresión, 3) disociación e 4) insensibilidad y bloqueo (o «parálisis»),
lo que genera una sensación de impotencia y desesperanza. Estas reacciones representan
51
los síntomas universales. Juntos, caracterizan la esencia de la respuesta mental y
corporal; son las señales distintivas del trauma.
Todos los niños, pero especialmente los bebés y los muy pequeños, muestran
síntomas distintivamente diferentes a los de los adultos. Esto se debe a una combinación
de factores que incluye el desarrollo cerebral, el nivel de razonamiento y el desarrollo de
percepción, la formación incompleta de la personalidad y dependencia, así como el apego
a sus cuidadores adultos. Junto con las restringidas habilidades motoras y de lenguaje, los
niños tienen capacidades limitadas para responder o afrontar la situación. Además de
contar con un cerebro maduro, los adultos tienen la libertad de acceder a recursos que
reducen el estrés y la ansiedad. Por ejemplo, un adulto puede elegir hacer una excursión
en la naturaleza, reunirse con amigos, hacer ejercicio en el gimnasio, escribir en un diario,
ir a terapia o tomar una clase (como yoga, aikido o taichí) como opciones saludables que
le ayuden a «manejar» sus sentimientos y síntomas.
Por otro lado, los niños dependen completamente de los adultos para que «lean» y
respondan a sus necesidades de seguridad, apoyo, cariño, autorregulación y consuelo.
Cuando los adultos no han desarrollado sus propios recursos saludables y no cuentan con
un sistema de apoyo al que acudir, pueden portarse de manera negativa al abusar de
substancias y de sus familiares, al exhibir un temperamento explosivo en el lugar de
trabajo, o al exponerse a sí mismos a situaciones peligrosas. ¡Nuestros niños también se
portan mal! A veces es la única manera que tienen para pedirnos AYUDA. Cuando los
niños no se «portan mal externamente» se «portan mal internamente», dándoles a los
adultos señales más sutiles de que algo está mal. Las señas y síntomas de una emoción y
comportamiento tanto externo como interno, y su importancia al ayudar a los niños a
sanar, se describen e ilustran en estas páginas a través de ejemplos de la vida real. Antes
de ahondar en los detalles de cómo los niños nos hacen saber que sufren, es importante
recordar que algunos síntomas de trauma son respuestas normales a circunstancias
abrumadoras. La energía de activación exacerbada junto con el bloqueo (cuando no hay
escapatoria) son mecanismos de supervivencia biológicamente innatos. Sin embargo, este
sistema de protección tiene el propósito de ser temporal; nuestros cuerpos se diseñaron
para regresar a un ritmo normal poco después de que el peligro se ha terminado.
Pero cuando la intensa energía de supervivencia reunida para defendernos durante
una amenaza percibida no se «gasta», continuamos experimentando la vida como si la
amenaza aún estuviera presente. Dado que los bebés y los niños son menos capaces de
defenderse a sí mismos, son más susceptibles que los adultos de retener un exceso de
esta energía de activación altamente cargada. Sin la ayuda específica y dirigida de adultos
preocupados en ayudar a los niños, la energía no resuelta finalmente se expresa en muy
distintos síntomas y comportamientos. Recuerda que los niños tienen un repertorio de
conductas muy limitado para lidiar con el estrés y las dificultades de la vida.
Para poner un ejemplo, Jared, de tres años de edad, fue testigo de un aterrador
accidente de coche durante el día y se despertó a las 2 a. m. con pesadillas. La
perturbación del sueño –caracterizada por un llanto inconsolable, movimientos motores
agitados (golpes y patadas), y respuestas autonómicas de una respiración rápida, un pulso
52
acelerado y transpiración– es una ilustración perfecta de la expresión de la
hiperactivación en un niño. En realidad, el accidente ha terminado, los coches se han
remolcado y nadie salió herido. Sin embargo, la realidad de Jared es muy diferente; la
activación que comenzó antes se manifestó en la noche (pero se pudo haber manifestado
incluso después) como una furia, a medida que la activación continuaba. Jared se
despertó presa del pánico, ¡como si el chillido de los frenos, el choque del metal, el olor a
neumático quemado y el espectáculo de vidrio hecho añicos siguiera sucediendo!
Las reacciones universales iniciales al choque son a menudo obvias. Otras veces son
más sutiles, especialmente cuando no se sabe qué buscar. Los padres a menudo tienen,
de manera simultánea, miedo de que suceda lo peor y esperanza de que su hijo
experimente el mejor resultado. Dado que tanto los adultos como los niños pueden tener
emociones intensas, se pueden pasar por alto pistas importantes «en el momento de
crisis». De manera interesante, las metáforas universales reflejan perfectamente muchas
de las pistas que debemos conocer sobre la experiencia corporal. Las expresiones como
«paralizado de miedo», «sin palabras», «deshecho de dolor», «blanco como el papel» y
«pálido como un muerto» abundan en cualquier lengua. Literalmente reflejan las
respuestas fisiológicas que se llevan a cabo en el cerebro y en el cuerpo.
Las siguientes páginas ilustran cada uno de los síntomas de trauma iniciales de la
manera en que un niño los puede vivir. A pesar de que se describen de manera separada
para ofrecer claridad, las señales centrales de una reacción traumática a menudo se
experimentan juntas. Debido a la variación del temperamentoen los niños, edad,
vulnerabilidades preexistentes y la naturaleza del incidente real, puede resultar más fácil
detectar una predominancia de síntomas de una categoría sobre otra.
Dependiendo de la edad y el nivel de madurez cognitiva, social y emocional, los
síntomas de los niños se manifiestan de manera diferente a los de los adultos y diferente
en cada uno en las distintas etapas de desarrollo. Con esto en mente, los síntomas se
describen en tres etapas: 1) de bebés a edad preescolar, 2) edad escolar y 3)
adolescencia. Ten en cuenta que son etapas amplias y con una gran cantidad de
superposición y variación, dependiendo del temperamento, la madurez y otras diferencias
individuales. Hay que notar que hay algunas similitudes entre los síntomas de los adultos
y de los niños, especialmente con los adolescentes. Los estudios de investigación también
han descubierto algunas diferencias entre niños y niñas, y éstas se incluirán cuando
resulte relevante.
Reconocer los síntomas en los más pequeños: de bebés a
niños en edad preescolar
Los bebés y los niños pequeños tienen capacidades motoras y de lenguaje expresivo
limitadas. No pueden narrar lo que les sucedió y no pueden protegerse a sí mismos con la
misma facilidad que un niño mayor o un adulto. Por lo tanto, es más probable que los
niños pequeños desarrollen nuevos miedos o comportamientos evasivos o que
experimenten irritabilidad, un comportamiento impulsivo, de bloqueo o de recogimiento.
53
Dado que el crecimiento de los bebés y los bebés mayores sucede a un ritmo rápido,
cuando persisten los síntomas de trauma, las etapas importantes de un desarrollo normal
pueden retrasarse. Los síntomas de estrés traumático pueden surgir después de un solo
evento, de una serie de eventos o por un estrés continuo.
Los niños pequeños a menudo nos dicen que están traumatizados a través de sus
patrones de juego, el sueño, niveles de actividad alterados, respuestas emocionales
exageradas (miedo y enfado), quejas somáticas como dolores de barriga o cabeza y una
regresión a un nivel de desarrollo más temprano que puede hacerle sentirse más seguro.
Por ejemplo, un niño que antes se sentía seguro cuando lo dejaban con una niñera podría
aferrarse ansiosamente a sus padres cuando éstos van a salir. Un niño puede literalmente
prenderse de la pierna de su padre con la tenacidad de un pulpo en vez de cooperar y
separarse después de haber vivido algo traumático.
Aun si el niño cuenta con una capacidad de lenguaje suficiente para formar oraciones
completas, es bastante improbable que pueda indicar su angustia con palabras. Los
ejemplos más abajo ayudarán a reconocer cómo los niños intentan mostrarles a los
adultos lo que les duele.
Los bebés y los niños se «bloquean» cuando se sienten abrumados
Cuando los bebés y los niños pequeños se abruman, pueden mostrar reacciones de
angustia frenética como el llanto, respirar con dificultad y revolcarse por el suelo. Sin
embargo, de manera frecuente más bien se bloquean, se inhiben y «se van». Los bebés
en especial tienen pocas opciones más allá de bloquearse. No es algo que eligen; es una
respuesta automática cuando su aflicción ya no es tolerable. Simplemente desconectan y
se retraen (la versión infantil de la disociación).
Lo que a un adulto le parece insignificante puede fácilmente abrumar a un bebé. Esto
es especialmente cierto para los bebés que llegan al mundo sintiéndose más vulnerables
desde el principio debido a una pérdida de bienestar fetal, un proceso de parto largo,
difícil o complicado o un sistema nervioso inmaduro. Por su naturaleza misma de ser
bebés –la cual implica una dependencia total–, todos ellos son indefensos.
Cuando los bebés se estimulan en exceso con demasiada actividad o intensidad, y
cuando no se responde a sus necesidades de manera puntual, lidian con ello al
«ausentarse» del momento presente. Dado que no pueden caminar o hablar, sus
posibilidades se limitan a quejarse, llorar o protestar. Cuando estas opciones se han
intentado en vano y se han agotado, el bebé se entumecerá. ¡Este bloqueo debe
distinguirse de un temperamento plácido y «bonachón»!
Los cuidadores deben permanecer alertas a una mirada vacía en los ojos del bebé, a
una falta de expresión facial, sin emoción. Cuando los ojos de un bebé parecen vidriosos
significa que ya no puede manejar sus señales internas y requiere de un adulto que pueda
reconocer que necesita recibir consuelo y alivio. «Leer» la expresión del bebé y decir
algo adecuado con una voz reconfortante puede ayudar al bebé a reconectar una vez que
se sienta preparado. Por ejemplo, si un ruido fuerte lo alarma, se puede decir algo como,
«Ese ruido fue demasiado fuerte, ¿no lo crees? Debió de haberte asustado mucho.
54
Encontremos un lugar tranquilo y te meceré suavemente si tienes ganas». Creer o no que
tu bebé pueda comprender tus palabras es menos importante que el tono con el que las
dices.
Dado que el sistema nervioso de un bebé es inmaduro, todavía no puede
autorregularse. Por lo tanto, depende de sus padres para todo, desde la regulación de la
temperatura hasta la regulación emocional. Si un niño mayor tiene que esperar demasiado
para comer, puede impacientarse y ponerse de mal humor. Sin embargo, por experiencia,
sabe que lo alimentarán. Un bebé no lo sabe. Hacer esperar al bebé demasiado para
recibir sustento puede percibirse como un tema de vida o muerte. Si los padres se toman
tiempo para darse cuenta de lo que su bebé necesita para sentirse seguro, cómodo y
nutrido y si cumplen con esas necesidades la mayor parte del tiempo, muy
probablemente se desarrollará un vínculo de confianza y «bondad» fundamental. De esta
forma se podrá formar un apego seguro que pondrá en marcha patrones de relaciones
saludables para toda la vida.
Proporcionar seguridad y cariño
La seguridad y el cariño toman la forma de dar calor, abrazos, comida, asegurar que
tenga una posición confortable, interactuar de manera lúdica cara a cara, sostenerlo y
mecerlo, protegerlo de los elementos y asegurar un equilibrio entre un descanso tranquilo
y la estimulación. Pero el cuidado tiene aún más matices. Significa darse cuenta si el bebé
se retuerce o tensa cuando un pariente que está de visita agobia al recién nacido con
besos y «pellizcos de mejillas» indeseados para entonces apartar suavemente al bebé de
la molestia. Esto le muestra al bebé que lo protegerás y que nunca tiene que ser tocado
por alguien si no quiere o de alguna manera que no le siente bien. Por exagerado que esto
pueda sonar, tus acciones envían un mensaje al cerebro en desarrollo del bebé que puede
ser fundamental en la prevención de violaciones sexuales y de otros tipos más tarde en la
vida. Los niños cuyas necesidades y límites se honran desarrollarán un «sexto sentido»
para discernir cuándo el contacto de un adulto de alguna manera no está bien.
Es en ese período crucial de desarrollo (de recién nacidos a bebés mayores) cuando
se forma la capacidad para confiar en que se puede cumplir con las necesidades básicas,
se pueden honrar los límites personales y que las relaciones saludables pueden ser
gratificantes. La calidad de esta delicada sintonización hacia las necesidades en la relación
entre el cuidador y el bebé establece las vías neuronales y patrones en el cerebro que
durarán toda la vida.
Cómo nos muestran los bebés que están estresados
Las señales de un estrés excesivo en los bebés y los niños en edad preescolar pueden
tomar la forma de «hiperactividad» o insensibilidad y bloqueo, lo que incluye alejarse del
juego o de la gente, letargo o una timidez excesiva. Esto puede alternarse con ataques de
llanto o rabietas. El estrés traumático también puede surgir como comportamientos
regresivos hacia una etapa de desarrollo más temprana. Comportamientos como chuparse
el dedo, la incontinencia nocturna urinaria y fecal, querer lactar (o pedir el biberón)
55
después de haber sido destetado, y hablar «como un bebé» son síntomas comunes de
una aflicción.
Estos signos de una reacción traumática dan una clara señalde que el bebé necesita
más tiempo, seguridad y consuelo y asistencia para ayudarle a recuperar la confianza en
sí mismo. Es igual de importante que comprendas que éstas son reacciones normales a
sucesos estresantes. Cada niño tiene un temperamento, una personalidad y
vulnerabilidades diferentes. Lo que puede causar una reacción regresiva en un niño
puede no afectar a un hermano o al hijo del vecino de la misma manera. Éste es un
momento en el que resulta especialmente importante no avergonzar al niño aunque los
comportamientos regresivos parezcan una molestia. La compasión y la paciencia
acelerarán el proceso de sanación. Y si te das cuenta de que sientes más estrés e
irritabilidad durante este período, ¡recuerda que no debes juzgarte ni avergonzarte! Si
practicas un amor bondadoso hacia ti mismo al enfrentarte con tus propias fallas, tanto tú
como tu hijo se beneficiarán de manera automática. Y, por supuesto, si los síntomas del
niño persisten, es aconsejable buscar la ayuda de un profesional competente.
Cómo los bebés y los niños pequeños nos muestran síntomas de «revivir» el
incidente traumático a través del juego
Mientras que los bebés pueden alternar entre protestar y adormecerse, los bebés mayores
y los niños en edad preescolar tienen una variedad más grande de estrategias de
afrontamiento. Los niños a menudo viven el trauma como si siguiera sucediendo y lo
muestran a través de sus acciones. Para ayudarte a sintonizar con la manera en la que tu
hijo está siendo afectado, mantente alerta a la manera en la que el niño se expresa
durante el juego en la casa y en el preescolar.
Un pequeño que se siente abrumado puede canalizar una sobrecarga de energía
(hiperactivación) en un juego repetitivo que representa algún aspecto del suceso
traumático. Este tipo de juego carece de imaginación y variedad. Un adulto astuto puede
entonces cobrar consciencia de las partes del suceso que aún afectan al niño. Por
ejemplo, podrías notar que el niño repite o recrea una o más escenas o temas. Este tipo
de juego parece ser impulsado casi por desesperación y no parece proporcionar ninguna
satisfacción o alivio. Algunos ejemplos serían chocar dos coches de juguete de manera
repetida después de un accidente en auto, o sumergir de manera repetida la cara de una
muñeca bajo el agua después de una experiencia cercana al ahogo.
No es raro que los niños que han sido víctimas de un castigo físico severo, o que
fueron testigos del abuso a un hermano, recreen la escena con muñecas o muñecos de
juguete como soldados o guerreros. El juego puede alternar entre los roles de perpetrador
y víctima. Por ejemplo, puede ser que el niño primero regañe severamente al muñeco y
le dé unos azotes y luego cambie de posición y lo consuele con palmadas tranquilizantes
y palabras simples como «Todo está bien, bebé».
El juego de Kevin cuenta su historia
A veces la conexión entre lo que dejó una impronta perturbadora en el niño y el
56
juego restringido no es tan obvia. Esto es especialmente cierto cuando el suceso
causante no se consideró traumático. Por ejemplo, ¿recuerdas la referencia al
pequeño Kevin de tres años (en el capítulo dos) cuyos padres estaban
desconcertados por su juego «autista»? Se tumbaba de manera repetida en el
suelo, tensaba su cuerpo y fingía que estaba muriendo y que lentamente
resucitaba, diciendo «¡Sálvenme, sálvenme!». Nadie consideró que un
procedimiento quirúrgico anterior que había salido «notablemente bien»
impactara de manera tan fuerte a Kevin. Dado que las cirugías que recibió
durante la infancia habían salvado su vida, las secuelas traumáticas nunca se
asociaron con su peculiar juego repetitivo. Hasta que a Kevin no se le dio el
apoyo activo para seguir la historia durante el juego, tanto su experiencia para
disfrutar el juego como su creatividad disminuían. Su desarrollo social también se
retrasó. Kevin, con tres años y medio, seguía jugando al lado de los otros niños
(juego paralelo típico de los niños de dos años) en vez de con ellos.
Para ayudar a Kevin, se le dio un surtido de pequeños muñecos. Rápidamente
seleccionó y alineó a los caballeros con escudos y espadas para aniquilar a los
«malos» (los soldados de plástico). «Destrozó» de manera agresiva a cada uno
de los «soldados». Cuando se le preguntó a Kevin quiénes eran los «malos» que
los caballeros acababan de destruir, respondió seriamente, para la sorpresa de su
madre, «los médicos». El vínculo entre su juego agresivo y su trauma médico se
hizo claro.
Después de un apoyo continuo, Kevin comenzó a variar su juego hacia una
resolución creativa, la cual finalmente lo llevó a ¡dar las gracias a sus médicos!
Este final satisfactorio llegó de manera espontánea solamente después de que
expresó tanto el enfado como el miedo sobre su experiencia en el hospital a través
de su juego.
Otras maneras en las que los niños muestran que siguen reviviendo el suceso
Además del juego, los niños pequeños también nos hacen saber que están reviviendo un
episodio traumático a través de las pesadillas recurrentes, expresar angustia frente a
recuerdos sobre lo que sucedió, o una preocupación o fascinación con algún aspecto del
suceso (como querer mirar videos sobre incendios forestales una y otra vez después de
haber sido testigo del incendio de una casa o de un fuego forestal). Los niños pequeños a
menudo les atribuyen cualidades mágicas a esos recuerdos, dándoles un poder añadido
para asustarlos. Por ejemplo, si la casa que se quemó era una antigua casa de madera
que acababa de ser pintada en amarillo, pueden pensar que todas las construcciones
viejas, de madera y amarillas son peligrosas. O pueden pensar que pintar una casa podría
hacer que ésta se incendie.
Los recuerdos pueden ser inconscientes (o estar disociados de la experiencia del
niño), y aun así causar inquietud o irritabilidad sin una conexión obvia con el disparador.
Un ejemplo de esto sería si se nota un cambio en el humor o comportamiento del niño
cuando escucha a un avión volar por encima después de haber observado el ataque
57
terrorista del 11-S en la televisión. Otro ejemplo sería aferrarse a sus padres después de
ver o escuchar un tren tras el bombardeo en Madrid en 2004.
Cómo muestran síntomas de trauma a través de la hiperactivación los niños
pequeños
Si alguna vez has estado sujeto a cosquillas indeseadas u observado a alguien hacerle
cosquillas a otro, es fácil comprender el concepto de hiperactivación. La metáfora
«muerto de felicidad» es una descripción apta de la experiencia. El niño puede estar
riendo, pero cuando las cosquillas del juego se vuelven insoportables, deja de ser
divertido. En vez de eso, se puede volver en una tortura. El corazón del pequeño late
rápidamente mientras que todo el cuerpo está inmerso en la lucha para hacer que se
detengan. Una respiración rápida se puede transformar en una respiración con dificultad
a medida que el niño sufre la intensidad de la experiencia, incluyendo el miedo a la
asfixia.
Cuando los niños se encuentran en un estado de hiperactivación están en un estado
interno «revolucionado» a pesar de que no se le hagan cosquillas o no haya ningún otro
tipo de estimulación externa presente. La estimulación viene desde el interior del niño, de
un sistema nervioso que no pueden calmar. Cuando el niño tiene miedo o está muy
estresado, sin importar si el peligro es real o percibido, el aumento del ritmo cardíaco y
de la respiración hacen posible que sus «motores» internos vayan de la inactivación a
una rápida velocidad en cuestión de segundos, a pesar de que el niño parezca tranquilo.
Pueden alterarse muy fácilmente sin poder relajarse otra vez. Este estado de exaltación
puede mantenerlos despiertos en la noche o nerviosos durante el día. La relajación
profunda es imposible hasta que no se haya liberado el exceso de energía.
Probablemente has observado lo que les sucede a los niños que ya están exhaustos y
a los que además se les permite alborotarse justo antes de ir a dormir. Este exceso de
energía en un cuerpo agotado puede promover un desordenen el sueño de un niño. Y lo
mismo para el exceso de energía proveniente del estrés de un trauma irresuelto, pero la
diferencia es que el sueño, así como otros problemas, persiste. La ilustración anterior de
las pesadillas de Jared es un buen ejemplo de un síntoma de hiperactivación. Otras
dificultades incluyen quedarse dormido y permanecer dormido, la hipervigilancia, y una
reacción de sobresalto exagerada. Cuando los síntomas de hiperactivación se vuelven
crónicos, pueden comenzar a parecerse al trastorno por déficit de atención con
hiperactividad (TDAH). Desafortunadamente, demasiados niños traumatizados han sido
diagnosticados erróneamente con este trastorno y medicados (inapropiadamente). Los
síntomas de hiperactivación pueden ser los más fáciles de observar para los padres y los
profesores porque ¡es difícil no notar el comportamiento! A veces la energía del pequeño
es salvaje e inmanejable, lo cual puede ser muy difícil para los adultos que los cuidan.
Cómo nos muestran su sensación de impotencia los niños pequeños a través
de la emoción intensa
58
El angustiante exceso de energía que se acumula después de sucesos abrumadores
situacionales o actuales puede expresarse a través de explosiones emocionales intensas
que pueden resultar desconcertantes para los padres. A menudo también surge
preocupación y ansiedad así como enfado y agresión. Los miedos nuevos son comunes,
especialmente al separarse de un adulto, al conocer a extraños y al enfrentarse a nuevos
desafíos. Tanto las rabietas como el querer aferrarse a los padres son síntomas típicos
que pueden resultar irritantes para los adultos que no comprenden su origen o qué hacer
cuando estos nuevos síntomas surgen. Por ejemplo, los bebés mayores pueden expresar
su temor al insistir que los padres los carguen o sostengan de manera constante, en un
intento de sentir la protección de un adulto. Los niños en edad preescolar pueden
desarrollar un miedo a la oscuridad, temiendo a los «monstruos» y «fantasmas» en el
armario y bajo sus camas.
Una señal de agitación emocional que un padre puede no sólo notar, sino también
sentirse irritado por ella, es la respuesta del niño hacia lo que antes eran salidas o rutinas
normales. El niño puede expresar protestas exageradas o un bombardeo de preguntas
interminable. El niño realmente no está intentando volverte loco. Está manejando su
ansiedad de la mejor manera que conoce. El incansable interrogatorio tal como: «¿Quién
irá?», «¿Y quién más?» y «¿Cuánto tiempo nos quedaremos ahí?» puede ser un intento
de mantener una sensación de seguridad y control.
El síntoma de agresividad se desarrolla frecuentemente en conjunto con demasiados
factores estresantes y circunstancias abrumadoras. Las señales comunes de que los niños
pequeños tienen más sentimientos dentro de ellos de los que pueden manejar son:
explosiones de temperamento, rabietas, aventar juguetes, golpear o acosar
psicológicamente a hermanos o compañeros de juego, morder, agredir y dar patadas. Los
padres pueden preguntarse si se trata solamente de la etapa predecible de «los terribles
dos años» (o cuatro años). Una manera de diferenciarlo es al notar el momento del inicio
del nuevo comportamiento agresivo. Si el surgimiento de la conducta inusual coincide
con la lista de sucesos y factores estresantes potencialmente traumatizantes descritos en
el capítulo dos, se puede sospechar que está relacionado con un trauma.
Cómo nos muestran los niños pequeños la constricción y el bloqueo traumático a
través de síntomas físicos (dolores somáticos y una disminución de sensaciones
placenteras)
Una vez que el sistema nervioso del cuerpo se ha hiperactivado, se libera adrenalina
en el torrente sanguíneo para preparar a los grandes músculos motores para el
movimiento. Algunos músculos, por su naturaleza, se deben tensar o constreñir para
actuar. Pero con el trauma, se prepara el cuerpo completo. Esto incluye el
endurecimiento de los músculos, las articulaciones y los órganos internos. Además, el
sistema respiratorio y el sistema sensorial se tensan y constriñen. En esta etapa, el
síntoma principal es el «bloqueo». Puedes notar que tu hijo se retrae en sí mismo, que se
ha vuelto excesivamente tímido y es más dependiente de ti que antes del suceso. En vez
de un comportamiento excesivamente energético, puedes notar letargo y fatiga.
Otros síntomas de constricción que puedes observar en el niño son: un aspecto tieso
59
o incómodo, un andar rígido y una mala coordinación, o tensión en los músculos del
cuello y los hombros. El interior de su cuerpo puede sentirse tenso, y la capacidad de ver,
escuchar, oler, sentir y probar puede disminuir hasta el grado de que la comida ya no
resulta interesante. De esta manera, el enfoque del niño puede restringirse hacia las
fuentes de posibles peligros a pesar de que no exista ninguno. Esta consciencia restringida
sirve para reducir los sentimientos de ansiedad. Esto puede evitar que el niño se sienta
literalmente como si se estuviera desmoronando. Sin embargo, a través del tiempo, esta
tensión puede recrear los mismos sentimientos que el niño intenta evitar. (¡Lo mismo le
pasa a los adultos!).
Desafortunadamente, en este estado, sin la orientación y seguridad provista por un
adulto, es improbable que el niño se pueda relajar lo suficiente para notar lo que hay
alrededor de él, incluso cuando lo que lo rodea puede ser gratificante. Relajarse
significaría bajar la guardia de la «protección». Este bloqueo tenía la intención de ser
temporal. Cuando no es así (como en el ejemplo de Sandra a continuación), la
constricción puede llevar tanto a un dolor físico como a la pérdida de diversión y
emoción en explorar y disfrutar un placer simple. Dado que ahora el mundo se percibe
como un lugar peligroso, la toma de riesgos saludable –como en un juego eufórico–
tristemente se evita.
El niño puede ser incapaz de expresar dolores somáticos. Los bebés pueden
simplemente actuar de manera caprichosa o irritable, como les sucede en la etapa de
dentición dado que no pueden expresar lo que les duele. Los síntomas físicos son
característicos del trauma a cualquier edad. Sin embargo, los niños pequeños son
especialmente vulnerables a una «digestión sensible», a la diarrea y al estreñimiento, con
dolores frecuentes de barriga y de cabeza. Otra señal de aflicción, aunque algo menos
común, es la aparición de fiebres que no se deben a una infección o una a razón médica
conocida. Una respiración superficial o, por otro lado, una hiperventilación, pueden ser
síntomas de estrés traumático. Ambas pueden limitar el flujo de oxígeno hacia el cerebro
y el cuerpo, causando fatiga y un comportamiento letárgico que a veces se confunde con
«pereza».
Las dificultades serias para alimentarse o comer pueden surgir después de un trauma
agudo. Sin embargo, incluso una separación repentina como una mudanza o que un
padre vuelva al trabajo puede crear estragos en la rutina normal de alimentación de un
niño. Se puede ver un ejemplo de esto en la siguiente historia de Sandra.
La pequeña niña que no podía comer
Veamos lo que le sucedió a la brillante y curiosa Sandra cuando tenía apenas
cuatro años. Sandra había estado viviendo con sus parientes en casa de sus
abuelos desde el día en que nació. Aunque era cercana a su madre y su padre,
Sandra estaba muy apegada a su abuela, quien proporcionaba una seguridad,
protección y cuidado adicional. El padre de Sandra, Ricardo, trabajaba muy duro
para poder comprar una casa para su familia. Cuando el día por fin llegó, todos,
menos Sandra, se sentían muy emocionados. Cuando se mudó a su nueva casa,
60
la separación de su abuela y su antigua habitación resultaron ser más de lo que
podía soportar.
En vez de notar su nueva colorida habitación y gran jardín trasero, el enfoque
de su atención se redujo a solamente una cosa: regresar con su abuela. El cuerpo
de Sandra se tensó tanto que era incapaz de comer cualquier cosa o de quedarse
dormida fácilmente. Los padres de Sandra me llamaron muy preocupados. No
sólo no estabacomiendo, sino que no se comportaba como ella misma. La única
recomendación del pediatra fue de darle PediaSure (nutrición líquida) ¡para que
no se muriera de hambre! Su madre, Stephanie, había intentado toda clase de
trucos para persuadir a Sandra de que comiera sólidos, pero Sandra no había
comido nada en más de tres meses, ¡no quería probar ni un bocado de su comida
favorita!
Cuando Sandra entró a mi oficina, no mostraba el menor interés en
conocerme, en explorar los juguetes ni las marionetas o en tocar el material de
arte. Parecía asustada, triste y bloqueada; definitivamente, no la niña exuberante
que había sido hacía unos meses. Sus ojos nunca exploraron la habitación. En
vez de eso, abrazaba fuertemente a su oso de peluche, el cual le resultaba
familiar. Sandra no quería hablar ni de su nueva casa ni de su abuela. Sí meneaba
la cabeza para reconocer que estaba muy triste, pero las lágrimas no salían al
principio. Sus emociones también estaban constreñidas.
Saqué un bloc de dibujos y unos colores y, con un poco de ayuda, Sandra
dibujó una casa sencilla. Dibujar la ayudó a relajarse un poco, especialmente
cuando vio que no le iba a hacer más preguntas. Luego juntos examinamos el
corazón triste de «Osito» y su barriga que no podía comer. Poco después, Sandra
señaló el lugar en su propia barriga por donde la comida no pasaba. Le pedí que
pusiera su mano en el sitio «atorado», primero en su oso de peluche, y luego en
sí misma. Con su permiso, puse con suavidad mi mano sobre la suya mientras
estaba sentada junto a su padre. No me sorprendió la tensión en su barriga. Era
como si los órganos de su cuerpo se aferraban a él como si su vida dependiera de
ello. Sandra no estaba en huelga de hambre. La constricción es involuntaria. No
es que Sandra no quisiera comer; ¡Sandra no podía comer!
Bastaron sólo dos sesiones con Sandra y sus padres para demostrar cómo
tocarla de manera suave, con paciencia y tiempo, para que su barriga soltara su
agarre. Dibujó todos los «fantasmas» que había en la nueva casa y comenzó a
desahogar sus sentimientos, dejando las lágrimas salir. Stephanie me llamó para
decirme que poco a poco Sandra comenzó a comer otra vez. No se cansaba de
comer su comida favorita, las «sopitas» de su abuela (un pan dulce mexicano).
En muy poco tiempo, Sandra estaba comiendo comidas completas. Pero eso no
es todo. Ricardo describió el notable cambio de su hija con estas palabras: «Es
como una flor que floreció en la mitad de la noche».
61
Reconocer los síntomas en niños en edad escolar
Los niños en edad escolar, al igual que los niños en edad preescolar y que los
adolescentes, muestran variaciones de los síntomas comunes de trauma que se
describieron con detalle en este capítulo: hiperactivación, disociación, constricción y
bloqueo (o parálisis), acompañado de un sentimiento de impotencia. Este grupo de edad
(aproximadamente de cinco a once años) es igualmente susceptible a revivir el evento,
sufrir de perturbaciones en el sueño, sufrir de quejas somáticas y de mostrar un
comportamiento voluble, caracterizado por nuevos miedos y agresión. Son
particularmente susceptibles a la preocupación, con un pensamiento gráfico sobre «el
peor de los casos posibles», que es mucho más imaginativo que plausible. Es este grupo
de edad que inventa rimas supersticiosas y versos para saltar la cuerda tales como «quien
pisa raya, pisa medalla». Este grupo de mayor edad tiene más recursos disponibles,
incluyendo un lenguaje y una capacidad de razonamiento mucho más desarrollados, así
como una consciencia moral y un altruismo más avanzados. Además, dado que los niños
son de edad escolar, tienen más exigencias y responsabilidades para que se concentren y
aprendan. A causa de estos factores, para muchos niños que han sufrido un trauma, las
señales y síntomas pueden surgir (o pronunciarse más) en la escuela, debido a la presión
adicional del logro académico y la socialización.
Muchas veces los profesores son los primeros en notar los síntomas de trauma, dado
que se manifiestan en el aula y en el patio. Esto a veces se diagnostica como «fobia
escolar», TDAH, depresión o trastorno de conducta. Los capítulos once y doce en la
parte iv están escritos especialmente para profesores, consejeros estudiantiles y
psicólogos, administradores y otros que deseen obtener una mejor comprensión de cómo
ayudar a los estudiantes dentro del entorno escolar. En un clima de violencia escolar en
incremento y tiroteos en las escuelas, resulta más importante que nunca que los
educadores estén equipados para detectar síntomas en estudiantes que no logran
sobrellevar su cotidianidad, así como tener las herramientas para intervenir antes de que
ocurra un grave colapso o un comportamiento violento.
Igual que los niños muy pequeños, los niños mayores a menudo recrean los detalles
de un suceso traumático durante el juego. Dado que tienen capacidades de lenguaje más
desarrolladas, también recrean al contar la historia de lo que sucedió una y otra vez. El
miedo y la impotencia a menudo surgen como un comportamiento desorganizado o
agitado. Aunque quizás puedan relatar el suceso, los niños generalmente no son capaces
de expresar sus sentimientos con palabras o ni siquiera comprender exactamente qué es
lo que están sintiendo más allá de sentirse «confundidos», «molestos» o «agitados».
Estos pequeños pueden estar preocupados por más factores que solamente los detalles
del suceso en sí. Su preocupación puede centrarse en la reflexión de sus propias acciones
o de la incapacidad de actuar durante el incidente. Pueden sentirse responsables y
acosados por sentimientos de culpa o vergüenza que guardan como un secreto oscuro y
profundo, lo que frecuentemente los aliena de su familia y amigos. Piensan que si
hubieran hecho algo diferente, «lo terrible» nunca hubiera sucedido. Esto es
particularmente cierto con temas de separación, como la muerte y el divorcio.
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Lenore Terr, doctora en Medicina, psiquiatra, reconocida investigadora del trauma y
autora de Too Scared to Cry [Demasiado asustado para llorar] declaró que los niños en
edad escolar tienden a tener menos síntomas de insensibilidad y evitación. Además de
descubrir que es más probable que se comuniquen a través de cuentos y juegos, notó un
incremento en la «creación de presagios», o creer que ciertas señales eran advertencias
del suceso traumático que sucedió y volverá a suceder.1 Esto está conectado al
pensamiento mágico de los niños menores en edad escolar.
Nuevas emociones inesperadas
Dado que los niños en edad escolar cuentan con un desarrollo moral más sofisticado,
pueden pensar en otros además de en sí mismos. Pueden preocuparse por lo que les ha
sucedido a otras víctimas de la tragedia y a sus familias. Si uno de los padres fue herido,
pueden temer que el otro sea herido también. Vigilan ansiosamente las respuestas
parentales. Debido a que tienen un sentido del futuro más desarrollado, pueden tener
miedos por primera vez sobre la seguridad, temiendo que su futuro ha sido arruinado,
que ya no tienen nada que anhelar, ¡o incluso que podrían ya no tener un futuro! Los
niños en este grupo de edad a veces se sienten asustados por sus propios sentimientos de
dolor, los cuales probablemente se experimenten por primera vez.
Otro nuevo e inesperado sentimiento puede ser un deseo de obtener venganza.
Recordemos a Curtis, el niño en la escuela secundaria mencionado en el capítulo dos que
quería «darle una patada a alguien, a quién sea» después de haber sido testigo de
violencia en la parada de autobús. Estas nuevas emociones pueden resultar
dolorosamente confusas para los niños en un momento de sus vidas en las que las
personalidades todavía se están formando. Necesitarán tu ayuda para descifrar todas las
sensaciones, emociones, pensamientos e imágenes que los ocupan día y noche.
Síntomas en la escuela
Los síntomas pueden estimularse más fácilmente cuando un niño está rodeado de otros,
como en el aula o en el patio. Las señales de trauma pueden manifestarse como una falta
de capacidad paraconcentrarse, para terminar una tarea o procesar información nueva de
manera eficaz, lo que afecta el aprendizaje. Esto puede suceder en un grado tal que se
desarrollen dificultades de aprendizaje.
La hiperactivación crónica puede convertirse rápidamente en hipervigilancia. En la
escuela, las señales pueden aparecer como estar inquieto, un rápido reflejo de sobresalto,
ojos temerosos que se mueven de un lado al otro con rapidez mientras notan el más
mínimo ruido o movimiento que ocurre al otro lado de la habitación. Los profesores
pueden informar a sus padres que el niño es un hablador compulsivo, incapaz de
quedarse sentado en su pupitre (con miedo de los que le rodean). O pueden describir al
niño como con el síndrome de «piernas inquietas», que se distrae fácilmente, o como un
agresor que siempre está «buscando pelear», ¡o «morder» si se trata de niños de
preescolar!
El bloqueo y la disociación se pueden observar como falta de atención, fatiga y
63
«soñar despierto». También se puede observar en interacciones sociales como una
timidez extrema, recogimiento e incluso aislamiento de sus compañeros. No es inusual,
por ejemplo, que los niños que sufrieron un abuso sexual sean los solitarios del patio.
La investigación ha indicado diferencias de género en la formación de síntomas en
niños en edad escolar. Los niños tienen predilección por síntomas exteriorizados mientras
que las niñas tienden a interiorizar sus síntomas. Esto significa que los niños pueden
representar su enfado al golpear, molestar a otros y abusar de ellos. Pueden intentar
ocultar sus miedos al involucrarse en actividades «temerarias». Las niñas, por otro lado,
llevan su enfado hacia dentro, lo que causa un sentimiento de depresión, síntomas
somáticos, ansiedad y denigración de uno mismo.
Síntomas de inmovilidad/paralización/disociación e impotencia en niños
Directamente después de un suceso terrorífico, ya sea por una catástrofe (como una
explosión) o algo ordinario (como un accidente de bicicleta), un niño que experimente
parálisis a menudo evitará el impacto inicial del incidente a través del mecanismo de
choque fisiológico y disociación. Esta insensibilidad temporal (que en efecto es mediada
por la secreción interna de opiáceos, las endorfinas) sirve para calmar el horrible dolor
físico y emocional del suceso. Veamos lo que le sucedió a Suzie.
El choque de Suzie
Suzie, de siete años de edad, ejemplifica los sentimientos de parálisis que
acompañan al choque de un impacto. Suzie paseaba en bicicleta y se dispuso a
bajar una colina muy empinada por primera vez. Fue tan emocionante que
¡decidió volverlo a intentar! La segunda vez los pedales comenzaron a moverse
más rápido que sus pies y en poco tiempo la bicicleta estaba fuera de control. La
bicicleta desenfrenada finalmente chocó contra un resalte en la acera que la
detuvo de manera abrupta ¡mientras que Suzie fue catapultada por encima del
manillar y aterrizó de cara al suelo sobre el duro concreto!
La pequeña niña aturdida quedo paralizada e inmóvil después de este
accidente que escorió la piel de su preciosa cara al rozar la acera, dejándola
raspada y sangrando. Estaba aturdida, pero no sintió nada. Un vecino la levantó
de la acera y, con la niña en brazos, subió la empinada colina hasta llegar a su
casa. Suzie estaba en choque. Todas sus lágrimas estaban en algún lugar dentro
de ella, completamente paralizadas. Todavía no se habían podido formar.
Cuando la mamá de Suzie vio que no tenía ningún hueso roto y que Suzie
podía ponerse de pie, felicitó a su hija al decir, «Qué buena niña eres, ¡ni siquiera
lloras!». También la madre estaba aturdida por la cara sangrienta de su hija. La
mamá no notó la palidez, la debilidad y el terror escrito sobre la cara de Suzie y
en su lenguaje corporal. Suzie se quedó sin fuerzas, y aunque había muchas
lágrimas solidificadas profundamente dentro de ella, debido a su estado de
parálisis y disociación, no aparecieron. Su cuerpo estaba demasiado entumecido
para sentir sus emociones o el dolor de la herida, debido a la liberación de
64
endorfinas y epinefrina lo cual, afortunadamente, anestesió temporalmente lo que
hubiera sido una abrasión muy dolorosa. Si se le hubiera dado apoyo, tiempo y
permiso, las lágrimas de Suzie finalmente hubieran salido de sus ojos
(probablemente al cabo de entre cinco y treinta minutos), en vez de décadas
después, como finalmente sucedió. Suzie volvió a salir a pasear en bicicleta, pero
se sentía tiesa y con menos libertad, cogiéndose del manillar con rigidez para
«salvarse la vida».
De adulta, Suzie contó que después de ese accidente de bicicleta cuando tenía
siete años, se había sentido incómoda y torpe en la edad adulta. Paró de tomar
clases de danza y perdió confianza en su agilidad física. De adulta, continuaba
usando la bicicleta durante muchos años, pero se describía a sí misma como
«siempre en guardia» e «incapaz de seguir el ritmo de sus amigos». Tuvo varias
caídas fuertes y, finalmente, guardó su bicicleta después de que la última caída la
dejó con una lesión en el hombro. Suzie recientemente trabajó el choque que
seguía alojado en su cuerpo desde hace tantos años. Mientras las lágrimas se
derramaban por su cara, mencionó que sentía un leve escozor, el escozor de la
abrasión que nunca antes había sentido. A medida que estas sensaciones
disminuyeron, su cara gradualmente se suavizó. Poco a poco, Suzie recuperó la
confianza en sí misma. Un día, con una gran sonrisa, informó que se había
comprado una nueva bicicleta ¡y comenzaba a usarla con una nueva sensación de
libertad y facilidad!
La «respuesta de parálisis» es un mecanismo de supervivencia vital. En la
parte ii aprenderás lo que puedes decir para ayudarte a guiar suavemente a
cualquier niño que muestre señales de inmovilidad. Usar imágenes de animales
(como «jugar a la zarigüeya») puede ayudar a relajar a los niños para que sientan
que es una etapa natural del proceso de sanación. Esto puede ayudarlos a
comprender y a sentirse mejor consigo mismos cuando se encuentren en el estado
más vulnerable e impotente. También resulta reconfortante saber que, con sólo
un poco de tiempo y paciencia, esos sentimientos pueden conducir a un «dejar
ir» que al principio puede sentirse inestable, pero que pronto termina con una
sonrisa; como en la historia de Suzie, ¡pero sin tener que esperar veinte años!
65
Síntomas de trauma durante la adolescencia
Un número impactante de adultos han sufrido de síntomas o han buscado tratamiento
(médico o psicológico) después de que hayan abusado de ellos. La mayoría de los
sucesos traumáticos que precedieron las problemáticas quejas no ocurrieron en la
adultez, sino en la infancia o la adolescencia. El doctor Dean Kilpatrick declaró que él y
sus colegas llevaron a cabo encuestas telefónicas con 4.023 niños y niñas (de entre doce
y diecisiete años), haciéndoles preguntas cuidadosamente formuladas sobre las
principales experiencias traumáticas en sus vidas, lo que los llevó a descubrir incidentes
de abuso sexual y físico, así como experiencias personales de observación de violencia
(no en la televisión ni en películas). Este estudio reveló que «un alto porcentaje de
adolescentes –casi la mitad– habían experimentado algún suceso traumático en sus años
de adolescencia». El 40 % de ellos habían sido testigos de violencia en persona.2
De manera significativa, aquellos adolescentes que habían sido testigos de violencia
eran tres veces más propensos a involucrarse en abuso de sustancias. Se encontraron
algunas diferencias de género. Las niñas que mostraban síntomas de trauma internos
(recogimiento, depresión, perturbaciones somáticas) o síntomas de trauma externos
(irritabilidad, desafío, un mal comportamiento) tenían una incidencia más elevada de
abuso de substancias que las niñas que no mostraban síntomas; mientras que para los
niños, sólo los comportamientos exteriorizados tenían correlato con un abuso de
sustancias.
Aquellos de los que habían abusado físicamente tenían el doble de probabilidades de
sufrir depresiónclínica; mientras que las víctimas de un abuso sexual tenían el 80 % más
de probabilidades de sufrir de trastorno por estrés postraumático que otros adolescentes.
Se estima que casi un quinto de los adolescentes en los Estados Unidos sufre de
trastornos emocionales. Es triste pero cierto.
La adolescencia no es una época fácil, ni siquiera bajo las mejores circunstancias.
Todas las bromas sobre los «terribles dos años de edad» se pueden repetir otra vez para
«la terrible adolescencia», mezclada con el caos hormonal en los cuerpos crecidos que
pronto, si es que no lo han hecho ya, ¡tendrán citas y conducirán coches! El desarrollo
normal de la adolescencia puede ser caótico y confuso para los jóvenes que viven dentro
de esos nuevos cuerpos así como para sus padres. Además de la presión académica de
los niños en edad escolar, tienen las tareas adicionales de individualización, planear su
futuro y su desarrollo sexual. También están sujetos a una intensa presión de grupo que
está destinada a chocar con los ideales familiares.
Dado lo anterior, los síntomas adolescentes aún se parecen a los de los adultos.
Tienden a revivir los sucesos a través de recuerdos recurrentes y hacen todos los
esfuerzos posibles para evitar actividades, pensamientos y sentimientos que disparen el
recuerdo de los sucesos angustiantes. Si no disocian los recuerdos desagradables, harán
grandes esfuerzos para volverse insensibles. Por esta razón, es común que los
adolescentes traumatizados recurran a las drogas, el alcohol, la nicotina, el sexo y un
comportamiento peligroso en busca de emociones fuertes como mecanismos de evitación
66
para automedicarse y sobrellevar su realidad. También tienden a sufrir más de insomnio,
irritabilidad, depresión, ansiedad y falta de capacidad para poner atención que sus
hermanos menores. Todo esto puede conducir al absentismo escolar, notas bajas y un
comportamiento desafiante que puede ser confundido con un «comportamiento
negativista». La depresión y la ansiedad en los adolescentes a menudo son sintomáticas
del estrés traumático. Desafortunadamente, igual que con la hiperactividad en los niños
más pequeños, estas condiciones se tratan con medicamentos en vez de tratar los
problemas no resueltos que yacen bajo los síntomas.
Hiperactivación y disociación en adolescentes
Tengo un cerebro pequeño que está guardado de manera segura en
mi cabeza y otro que, en cambio, ¡está en el aire! Ése me sigue y
juega conmigo en la cama.
El otro me confunde…, el que está dentro de mi cabeza.
-Niña ugandesa anónima de trece años de edad
Como se mencionó con anterioridad, los adolescentes harán todo lo posible, muchas
veces poniéndose en situaciones desagradables, para intentar evitar (o, por el contrario,
para recrear) pensamientos, sentimientos y situaciones que disparan recuerdos del suceso
problemático. Poner a prueba y desafiar los límites son parte del comportamiento
adolescente. Sin embargo, en la reexperimentación de un trauma se intensifican. Y
cuando la energía de activación se sale de la «zona de tolerancia», a menudo los jóvenes
buscarán formas de insensibilizarse a través de la comida, las drogas, el sexo y la música.
Sin embargo, algunos adolescentes no necesitan «automedicarse» con el uso de
substancias ilegales y actividades peligrosas (aunque a menudo lo hacen). Especialmente
en el caso del abuso sexual y físico, los propios mecanismos químicos del cuerpo para
entumecerse se ponen en marcha para ayudar a aliviar el dolor y, de manera temporal,
erradicar los horribles recuerdos. O, por el contrario, algunos niños pueden cortarse
herirse a sí mismos de otras maneras como forma de disminuir su dolor y,
paradójicamente, tener alguna suerte de control sobre sus sentimientos. Muchos
profesionales que trabajan dentro de entornos de tratamiento con internamiento creen
que cortarse incrementa los niveles del neurotransmisor dopamina. La investigación
llevada a cabo por Gerald Huether en Alemania indica que cortarse puede ser un intento
maladaptativo para la regulación hormonal y del sistema nervioso.3
Cuando la energía de activación, en forma de ansiedad o nerviosismo, por ejemplo,
aumenta hasta llegar a un nivel intolerable, la disociación es el mecanismo de protección
del cuerpo que impide que un joven sienta que se está volviendo loco. Permite la
compartimentación de las experiencias terroríficas de la realidad cotidiana. Es como un
interruptor que asegura que la potencia de salida eléctrica no exceda su capacidad para
así prevenir un fuego devastador (o como un submarino que sella las puertas de
compartimento cuando es golpeado por un torpedo para prevenir la inundación del
67
submarino y su hundimiento). La mente y el cuerpo se separan de tal manera que parte
de los recuerdos, o todos, de la experiencia desagradable se desconectan. De esta
manera, cuando los recuerdos dolorosos entran a la consciencia pueden evitarse
instantáneamente, como si no existieran. Esto no es algo que el adolescente desee que
suceda; es involuntario y sirve para prevenir los sentimientos abrumadores y
posiblemente un «colapso nervioso».
La disociación puede ser tan pequeña como un lapsus de atención, soñar despierto, o
«estar en las nubes». En casos más serios, aunque raros, la disociación puede generar
largos períodos de amnesia o la adopción de varias «subpersonalidades». Por ejemplo,
las diferentes partes de la psique pueden representarse de manera repetida, alternando
entre golpear y ser golpeado. La víctima y el agresor no se reconocen. Con más
frecuencia, la disociación se siente como si uno estuviera en otro lado, fuera del cuerpo.
Ha sido descrito por adolescentes como «sentir como si estuviera mirándome a mí
mismo desde el techo» o «parte de mí está del otro lado de la habitación» o
«simplemente no siento que esté aquí». Algunas veces el adolescente no sabrá cómo
llegó a un lugar o incluso no sabrá dónde está. Esto se llama «estados de fuga». A
menudo la disociación ocurre después de un recuerdo recurrente o al comienzo de un
pensamiento, imagen o sentimiento aterrador, como en el siguiente ejemplo de una
brillante estudiante llamada Gloria.
Gloria
Una chica de diecisiete años llamada Gloria describió el mundo en el que había
habitado desde que su padre se suicidó cuando ella tenía dos años. (Se dio un tiro
en la habitación contigua). «No puedo controlar el abandonar mi cuerpo –dijo–.
No me puedo quedar dormida y veo imágenes en mi mente, y cuando me resulta
demasiado, de alguna manera me distancio». Estaba reviviendo la pesadilla una y
otra vez. El sentido de seguridad de Gloria se había destruido a una edad
temprana. El recuerdo, grabado en su mismo ser, hacía que Gloria estuviera
suspendida en el tiempo, como si siguiera sucediendo. Incapaz de vivir en el
momento presente, Gloria se sentía cada vez más aislada y diferente de sus
compañeros de clase. Su sufrimiento privado no llamó la atención de sus
profesores o consejeros estudiantiles hasta que Gloria, una adolescente dotada,
comenzó a ausentarse de la escuela de manera crónica, lo que provocó que sus
notas bajaran.
La negación es una forma leve de disociación. Es un embustero que lleva
tanto a los niños como a los adultos a exclamar, «Estoy bien» o «No pasa nada»
cuando se les pregunta sobre sus sentimientos. Incluso los psicólogos y médicos,
al examinar a sus pacientes, a menudo repiten el refrán «No le pasa nada, estará
bien».
Woody Allen lo expresó así: «No tengo miedo de morir; sólo no quiero estar
ahí cuando suceda». ¡Cuidado! Bajo la protección que la disociación y la
negación ofrecen hay un niño sumamente traumatizado. Pese a que el joven se
68
oculta bajo un exterior tranquilo, es importante recordar que en realidad podría
estar en un estado altamente activado que se encuentra bajo la superficie de la
consciencia. Solamente hace falta un simple recuerdo, como un ruido, olor o
incluso la temporada del suceso, para hacer estallar la frágil protección y liberar la
represa de sensaciones, pensamientos y sentimientos, lo que provocauna
inundación, como en el siguiente ejemplo de Elizabeth.
Elizabeth
En 2002, una estudiante sobresaliente de quince años llamada Elizabeth fue
secuestrada de su hogar en Salt Lake City. Sufrió abusos sexuales y fue
sistemáticamente torturada por su secuestrador demente y su desaseada esposa.
Cuando la encontraron y la regresaron a sus padres, todas las personas que
participaron en su recuperación estaban admirados de lo «fuerte» y «bien» que
estaba. ¡A estas alturas, ya debes haber comprendido que se trata de la negación
y la disociación en acción!
Insensibles a las heridas profundas de Elizabeth, los investigadores pidieron
que fuera con ellos a visitar el lugar remoto donde comenzó su desgarradora
experiencia. Esto, por supuesto, trajo a la superficie el horror oculto que sentía.
Un periódico informó que ahora «sufría de insomnio, recuerdos recurrentes y
culpa por no haber intentado escapar». El artículo continuó diciendo que
Elizabeth «por momentos se encuentra bien, riendo con sus amigos o hermanos.
Luego parece abstraerse y se le vidrian los ojos».
La inmovilidad fue lo que impidió que Elizabeth intentara escapar de sus
captores. Ella declaró sentirse culpable por fracasar en la fuga. La culpa se debe
en parte a no comprender que no tenía opción.
La inmovilidad, la parálisis, la impotencia y la disociación son reacciones
psicofisiológicas involuntarias frente a situaciones abrumadoras. Tienen el
propósito de ser temporales. Es la respuesta de defensa de la zarigüeya (una
pequeña criatura lenta y bastante desprotegida) que no puede huir de sus
predadores, o del ratón que se hace el muerto cuando lo atrapa un gato. Una vez
que el peligro se ha terminado, la zarigüeya se marcha tranquilamente y el ratón
se apresura a casa a través de un hueco en la pared. Los humanos comparten esta
misma capacidad con los otros mamíferos, ¡pero no lo saben! Cuando la
tremenda energía de «lucha/huida» que estuvo paralizada comienza a liberarse,
puede resultar aterradora sin la suave voz de una adulto que ayude al joven a
sentirse seguro. Esto puede lograrse al explicar que las sensaciones fuertes que
están surgiendo son normales, y al ayudarles a sentir la confianza suficiente para
aceptar estas reacciones involuntarias. Se puede comprender por qué Elizabeth se
sintió perpleja o avergonzada por no haber intentado escapar. A medida que su
inmovilidad disminuía, posiblemente en ese momento pudo experimentar los
impulsos de huida que antes no podía sentir cuando seguía paralizada. El cuerpo
69
era impotente, pero, a diferencia de otros mamíferos, la mente humana de todas
maneras juzga. Estos intensos sentimientos de impotencia y vulnerabilidad
pueden ser extremadamente dolorosos, especialmente para los adolescentes cuya
identidad y reputación están en juego. En la parte ii se tratará el importante rol
que los adultos pueden desempeñar ayudando a los jóvenes a través de esta fase
crucial de recuperación.
Cuando la parálisis, la inmovilidad y los sentimientos de impotencia que los
acompañan no se resuelven, se pueden manifestar en un torrente de síntomas
físicos y emocionales. Los síntomas se pueden observar en el comportamiento
tanto de adolecentes como de niños en edad escolar. Los niños «atorados» en la
impotencia generalmente no inician actividades, no intentan cosas nuevas o no
demuestran creatividad. Otras señales predecibles son irritabilidad, exceso de
dependencia, desinterés y depresión. En la escuela, los profesores pueden notar
una falta de motivación, la incapacidad para terminar el trabajo y dificultad en la
transición hacia nuevas tareas. Físicamente, se pueden notar señales de languidez,
como una postura colapsada (tender el cuerpo de uno a lo largo del pupitre, como
una muñeca de trapo) o quejas de una fatiga continua. El niño también puede
tener dificultad en persistir en tareas difíciles, dándose por vencido fácilmente, y
quizás lo etiqueten erróneamente como alguien que «se rinde» o alguien «simple
y sencillamente perezoso».
La adolescencia: una etapa de desarrollo crítica
Aunque los síntomas en los adolescentes pueden ser muy similares a los de los adultos,
los efectos a largo plazo son diferentes debido al impacto que tienen sobre el sentido de
identidad. Los años de adolescencia son un momento coyuntural para completar la tarea
de autonomía que comenzó a los dos años de edad y que termina con una diferenciación
al final de la adolescencia. Durante este período crítico, la moralidad, las capacidades
para relacionarse y la personalidad están en proceso de formación. Recursos tales como
la competencia, el humor, la relación con otros y la inteligencia (todas ellas características
de la personalidad) proporcionan una barrera protectora para mejorar algunos de los
efectos del trauma. Un estrés abrumador durante este período vulnerable puede influir en
la formación de la personalidad e impedir un sano desarrollo. Caer en la disociación de
manera regular durante los años de adolescencia puede conducir a trastornos de
identidad. Esto es especialmente cierto cuando el abuso ha sido durante un largo período
de tiempo y por parte de adultos de confianza que los han traicionado.
Debido a esta fase vulnerable de la vida, los síntomas en los adolescentes incluyen
una inseguridad caricaturesca cargada de miedos, vergüenza y culpa. Una adolescencia
desenfadada puede ser usurpada por una entrada prematura y lúgubre hacia la adultez.
La siguiente lista detalla las señales conductuales problemáticas del trauma.
Lista de síntomas de trauma en adolescentes
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✓
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✓
✓
✓
✓
✓
✓
Cambios abruptos en las relaciones, como un desinterés repentino en sus
personas favoritas
Volverse indiferente e insociable
Cambios radicales en notas, actitudes de vida o apariencia
Cambios repentinos en comportamiento, como recrear que la vida está en
peligro u otra representación
Cambios repentinos de humor, especialmente ansiedad, depresión y
pensamientos de suicidio
Dependencia de alcohol y drogas
Desinterés repentino en los pasatiempos o deportes favoritos
Irritabilidad, enfado y deseos de venganza
Promiscuidad sexual
Reacciones traumáticas retardadas
Cuando los adultos están preparados para detectar los cuatro síntomas iniciales de
hiperactivación, constricción, disociación y parálisis, resulta relativamente fácil guiar a un
niño a través de los pasos necesarios para restaurar al sistema nervioso y devolverle su
equilibrio. Sin esta consciencia, el niño puede quedarse en un estado parcial de choque,
sólo para desarrollar síntomas «secundarios» semanas, meses o incluso años después. De
hecho, por increíble que parezca, los síntomas pueden retardarse durante décadas, como
veremos en la siguiente historia.
La historia de Johnny
Johnny, de cinco años, se encuentra montando orgullosamente su primera
bicicleta cuando choca contra la gravilla suelta, pierde el control y se dirige a toda
velocidad contra un árbol. Queda momentáneamente inconsciente. Al ponerse de
pie, envuelto en llanto, se siente desorientado y de alguna manera diferente. Sus
padres lo abrazan, lo consuelan y lo vuelven a subir a la bicicleta, todo el tiempo
elogiando su valentía. No se dan cuenta lo aturdido y aterrado que está.
Décadas después del incidente, el cual fue rápidamente olvidado, John
conduce su coche acompañado de su esposa e hijos y de pronto vira para evitar a
un coche que se acerca en dirección contraria. Se paraliza en medio del giro.
Afortunadamente, el otro conductor fue capaz de hacer una maniobra exitosa y
evitar una catástrofe.
Una mañana, varios días después, John comienza a sentirse inquieto mientras
conduce al trabajo. Su corazón se acelera y late con fuerza; sus manos se vuelven
frías y sudorosas. Sintiéndose amenazado y atrapado, tiene el impulso repentino
de saltar del coche y correr. Se da cuenta de la «locura» de sus sentimientos y,
gradualmente, los síntomas disminuyen. Sin embargo, siente una vaga e irritante
71
aprensión a lo largo de la mayor parte de su día en el trabajo. Al regresar a casa
esa tarde,sin ningún incidente, se siente aliviado.
A la mañana siguiente, John se va temprano de casa para evitar el tráfico y se
queda hasta tarde, discutiendo un negocio con algunos colegas. Cuando llega a
casa se siente irritable y tenso. Discute con su esposa y les grita a los niños. Se va
a la cama temprano, pero se despierta cubierto de sudor en mitad de la noche y
vagamente recuerda un sueño en el que pierde el control de su coche. A esto le
siguen muchas más noches inquietas.
John está experimentando una reacción retardada al accidente de bicicleta que
tuvo de niño. Por increíble que parezca, las reacciones postraumáticas retardadas
de este tipo son comunes. Después de trabajar durante más de treinta y cinco
años con personas que sufren de trauma, podemos decir con seguridad que por lo
menos el 75 % de nuestros clientes tienen síntomas traumáticos que permanecen
en estado de latencia durante un período de tiempo significativo antes de emerger.
Para la mayoría de las personas, el intervalo entre el suceso y el inicio de los
síntomas es de entre seis y dieciocho meses; para otros, el período de latencia
puede durar años e incluso décadas. En muchos casos, las reacciones a menudo
se disparan por sucesos aparentemente insignificantes.
Por supuesto que no todo accidente de la infancia produce una reacción
traumática retardada. Algunos no tienen ningún efecto residual. Otros, incluyendo
aquéllos considerados «menores», así como los incidentes olvidados de la
infancia, pueden tener efectos secundarios significativos, especialmente si se
combinan con otros sucesos traumáticos. Una caída, una operación quirúrgica
aparentemente benigna, la pérdida de un progenitor por muerte o divorcio, una
enfermedad severa (particularmente si se acompaña de una fuerte fiebre o un
envenenamiento), incluso la circuncisión y otros procedimientos médicos de
rutina pueden todos provocar reacciones traumáticas más tarde en la vida,
dependiendo de cómo el niño lo experimenta en el momento en el que ocurre.
Una cosa es cierta: los síntomas secundarios de trauma se desarrollan a través
del tiempo. De la misma manera en que una foto Polaroid necesita tiempo y
exposición para revelarse, los síntomas traumáticos de la infancia pueden
continuar apareciendo meses, años y a veces décadas después del incidente.
Entre más pronto se le dé ayuda al niño por parte de un adulto conocido, o sea
tratado por un profesional cuando esto esté indicado, es menos probable que los
síntomas secundarios se desarrollen. Otra certeza es que los síntomas duraderos
tienden a extenderse: afectan el desarrollo físico, emocional, espiritual, cognitivo y
conductual del niño. Una buena idea es comenzar a escribir los síntomas para ver
si se está desarrollando un patrón. Ver el apéndice para una muestra («Hoja de
trabajo: observar y notar síntomas»).
Síntomas de un trauma sexual
72
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
El abuso y acoso sexual de niños está cubierto por el velo adicional del ocultamiento y la
vergüenza. Además, menos del 10 % de los ataques los comete un extraño. Debido a que
los niños generalmente son violados por alguien que conocen y en quien confían, los
síntomas se mezclan con la complejidad de las repercusiones de la traición. A menudo se
les pide que mantengan la actividad en secreto; o peor aún, se les amenaza con daños
físicos si lo revelan.
La mayoría de las veces, los niños no nos lo dirán con palabras. Si su asaltante es
una figura de autoridad, como un padre, entrenador, profesor o miembro del clero, los
niños se echarán la culpa a sí mismos. Cargan la vergüenza que en realidad le
corresponde al acosador. Frecuentemente, tienen miedo de contar lo que les sucede
porque tienen miedo de que los castiguen o de que nadie los crea. Tristemente, con
demasiada frecuencia, eso es lo que ocurre.
¿Cómo, entonces, los niños nos lo hacen saber? ¿De qué síntomas deberíamos
sospechar? Usa lo siguiente como guía:
Presta atención a un comportamiento sexual que no corresponda con su edad.
Algunos ejemplos serían besos con lengua, tocar los genitales de un adulto, simular
el coito, usar gestos seductores o sensuales con un adulto o masturbarse en público.
Mantente atento a una negativa, reticencia, o miedo repentino de quedarse solo,
con una cierta persona o en un lugar específico que antes disfrutaban.
Date cuenta de si el niño se aleja de otros niños, o tiene dificultades para hacer
amigos, con tendencia a aferrarse a una persona que considera segura, como un
profesor, consejero o su madre.
Pon especial atención a un dolor, ardor, picor o heridas en las áreas genitales o
anales.
Haz que examinen a tu hijo para ver si tiene una secreción inusual o señales de una
enfermedad sexualmente transmitida.
Escucha lo que el niño te dice a ti o a otros niños. A menudo te lo dicen te manera
indirecta. Algunos ejemplos son: «Ya no quiero ser monaguillo». «El papá de
Angelina usa calzoncillos con dibujos de ositos de peluche». «¿Qué significa
cuando… un hombre pone su pene en la boca de alguien?».
Estate atento a los síntomas generales ya mencionados tales como mojar la cama,
regresar a comportamientos anteriores como chuparse el dedo, dificultades para
dormir y comer. La incapacidad para concentrarse, ensoñación, vivir en un mundo
de fantasía y otras variaciones de disociación son especialmente comunes.
Desconfía de cambios de personalidad como una irritabilidad crónica, cambios
repentinos de humor, una timidez excesiva y una postura que revele un sentido de
vergüenza, culpa u ocultamiento.
No dudes en hacer preguntas. En el capítulo nueve descubrirás qué preguntas
debes hacer y cómo dirigirte a los niños para que sepan que los protegerás y para te
digan lo que necesitas saber.
73
Como se advirtió con anterioridad, es importante recordar que el abuso físico y
sexual casi siempre requiere del apoyo adicional de un terapeuta profesional de trauma.
Pero ya sea que un niño en particular necesite un terapeuta o no, es mucho lo que los
padres, educadores y profesionales de la salud pueden hacer para prevenir y sanar el
trauma. La parte ii da los detalles sobre cómo guiar a los niños a través del trauma. ¡Por
favor, continúa leyendo!
Comprender por qué algunos niños tienen síntomas de
trauma y otros no
Puedes preguntarte por qué un niño sufre de síntomas de trauma mientras que otro no.
Hay varios factores que afectan al hecho de si un adulto o un niño permanecerá
traumatizado o no. La análisis en el capítulo dos explicó que el trauma yace en el sistema
nervioso más que en el suceso en sí. Puedes recordar por definición que los síntomas de
trauma se desarrollan cuando los mecanismos fisiológicos de autoprotección, que se
ponen en marcha para huir, se frustran (se impiden por cualquier tipo de razones, ya sean
físicas o por conflictos). En otras palabras, el niño o el adulto no logró completar el ciclo
entero de: 1) utilizar el programa químico y hormonal; 2) activar las actividades
sensomotrices de protección, orientación y defensa; luego 3) liberar la activación
excedente y, finalmente, 4) regresar a un estado de alerta relajado u homeostasis
fisiológica.
Algunos de los factores que afectan la capacidad de un niño para responder de
manera apropiada, completar el ciclo detallado con anterioridad y emerger victorioso
incluyen: las características físicas del niño, los recursos externos del niño, sus
habilidades y capacidades, y el suceso mismo. Por ejemplo, el nivel de desarrollo del
niño y la etapa de dependencia son críticos. Quedarse solo en una habitación puede
resultarle completamente abrumador a un bebé, aterrador para un bebé mayor,
angustiante para un niño de diez años, y sólo ligeramente incómodo para un adolescente
o adulto. Los adolescentes no sólo pueden soportar mejor los extremos de temperatura a
nivel físico, sino que también tienen la opción de hacer algo para cambiar las
circunstancias. Pueden ponerse más ropa, ajustar el termostato, moverse de lugar,
frotarse los brazos o dar saltos de tijera, moviendo brazos y piernas, para entrar en calor.Las características físicas del niño incluyen edad, fuerza, agilidad, velocidad y la
salud física en general. También incluye la constitución, la cual es una combinación de
genética, temperamento y su primer entorno. El estrés y el trauma sufrido durante el
período fetal hasta los tres años de edad, sin una experiencia correctiva, predispone al
niño pequeño a la vulnerabilidad más adelante en la vida. Esto se debe a que
probablemente tenga un sistema nervioso menos fuerte, dado que es durante la infancia
cuando la capa de mielina y la rama parasimpática del sistema nervioso autónomo se
están desarrollando por completo en el contexto del apego. Ésta es la rama que desactiva
la activación y es la responsable de volver a llevar al niño a un estado de bienestar.
Los recursos externos del niño incluyen una familia, profesores y amigos que brinden
74
apoyo y amor. También incluye contar con medios saludables y placenteros para liberar
el estrés. Algunos ejemplos son los deportes (que el niño elija y que no sean demasiado
competitivos), juegos cooperativos, pasatiempos, artes escénicas, música, mascotas, artes
marciales, el juego, dibujo y pintura. Participar con otros en grupos organizados y en
clubes que fomenten un sentido de pertenencia y conexión con una comunidad de
compañeros también puede proporcionar un sentido de identidad más fuerte. Para los
adolescentes, los grupos que animan un activismo voluntario (como proyectos
comunitarios de embellecimiento, visitar a los ancianos o dar apoyo escolar a los
compañeros) puede proporcionar un sentido de pertenencia y competencia más profundo
que sirve para disminuir el impacto de un suceso traumático.
Otros factores en la determinación del desarrollo de síntomas tienen que ver con la
intensidad del suceso, si hubo múltiples sucesos y si el estrés traumático se prolongó,
como en el caso del abuso infantil, del caos familiar, que incluye alcoholismo, abuso
físico y emocional y, por supuesto, la guerra. Finalmente, un gran factor que puede
prevenir o exacerbar síntomas es la calidad del cuidado que el niño recibe
inmediatamente después de un incidente aterrador, incluyendo los primeros auxilios que
se detallan en la parte ii de este libro. Cuando el niño tiene la capacidad de salir de un
estado de parálisis y moverse hacia un estado en el que puede fluir, entonces se crean
recursos dentro del propio cuerpo del niño que promueven confianza, fortaleza y
autoestima.
Cuando los síntomas persisten: comprender cómo el
trauma afecta el cerebro de un niño
Para ayudarte a comprender mejor por qué los síntomas persisten y afectan el
comportamiento del niño, examinemos cómo se comporta un cerebro traumatizado. Esto
puede ayudarte a comprender qué es lo que hace que un niño se comporte de la manera
en que lo hace incluso después de que el peligro se haya terminado.
Cuando los sucesos abrumadores han sido excepcionalmente intensos, prolongados o
repetidos, hay un cambio en la función del cerebro que hace que la vigilancia tenga una
prioridad elevada. Al igual que las advertencias codificadas por colores de un inminente
ataque terrorista, el cerebro ha pasado de un estado de vigilancia amarillo a un rojo de
alerta máxima. Debido a que el funcionamiento ha cambiado, el sentido de seguridad del
niño se ha distorsionado en gran manera, lo que causa una percepción de peligro cuando
no lo hay. Esto se debe a que la actividad elevada continúa dentro de las estructuras más
profundas del cerebro reptiliano y el sistema límbico, especialmente con recordatorios
simples del suceso aterrador, pese a que el peligro real se ha terminado. La situación que
puso «patas arriba» el mundo del niño continúa dejándolo suspendido en el tiempo y el
espacio a causa de los cambios fisiológicos en la manera en que el cerebro trabaja
después de que haya sido traumatizado.
Las imágenes por resonancia magnética muestran de manera clara cómo la actividad
eléctrica envía los mensajes desde el centro de advertencia temprana de la amígdala
75
directamente a los mecanismos de supervivencia de «lucha/huida/parálisis», dejando el
neocórtex (capa frontal, que tiene que ver con el pensamiento, la planeación y el
razonamiento) desamparado. El área de Broca, la responsable del lenguaje, se disminuye,
tiene poca actividad. No resulta extraño que los niños y adultos «enmudezcan» sin poder
describir con palabras su horrible experiencia. Normalmente, en un cerebro no
traumatizado, cuando la amígdala envía mensajes de advertencia a los centros más
elevados del cerebro, el neocórtex (el cerebro más «elevado») evalúa la novedad y
decide si existe o no un peligro real. Si no lo existe, la actividad de la amígdala baja y
todo está bien. Desafortunadamente, cuando un niño sufre un trauma, el cerebro se
comporta de manera diferente. Puede registrar cualquier novedad o excitación como algo
potencialmente dañino. Esto envía un torrente de químicos innecesarios, marchando
como soldados hacia el campo de batalla (hacia las partes más primitivas del cerebro),
para luchar en una guerra que no existe. La continuación de este patrón de exceso de
energía es lo que crea los síntomas de trauma.
Agrupaciones de síntomas de trauma secundarios: un
resumen
En el análisis anterior sobre el trauma, explicamos cómo los síntomas surgen cuando no
hay suficiente tiempo, fuerza, rapidez o tamaño para vencer las fuerzas que están en
nuestra contra. Fisiológicamente, sin importar nuestra edad, tamaño o forma, estamos
programados para producir las hormonas y químicos que precipitan la energía y la
actividad muscular que necesitamos para proteger y defendernos a nosotros mismos y a
nuestros seres queridos. Este capítulo trató los síntomas iniciales de trauma:
hiperactivación, constricción, disociación/bloqueo, e inmovilidad con parálisis/impotencia.
También describimos extensamente cómo estos síntomas se manifiestan en los bebés,
niños y adolescentes, junto con ejemplos de casos para ilustrar cada grupo de edad.
Cuando estos síntomas centrales quedan sin resolver, surgen nuevos síntomas a
través del tiempo. Además, a medida que los niños pasan de una etapa de sanación a
otra, pueden surgir diferentes síntomas que no estaban presentes con anterioridad. Por
ejemplo, si un niño sale de la parálisis demasiado rápido, la constricción puede
reemplazarse con ansiedad. Si los síntomas traumáticos continúan, se tienden a formar
patrones dominantes. Los patrones o los «grupos de síntomas» se agrupan en las
siguientes tablas por cuestiones de simplicidad.
Cuando predomina la hiperactivación
En general, se pueden observar los siguientes comportamientos sintomáticos en niños con
un patrón de hiperactivación continuo:
Cuando predomina la hiperactivación,
estos síntomas pueden aparecer con el paso del tiempo
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Ataques de pánico, ansiedad y fobias
Recuerdos recurrentes
Una respuesta de sobresalto exagerada
Una sensibilidad extrema a la luz y el sonido
Hiperactividad, inquietud
Una respuesta emocional exagerada
Pesadillas y terrores nocturnos
Comportamiento de evitación y aferrarse
Atracción a las situaciones peligrosas
Llanto frecuente
Cambios de humor bruscos, por ejemplo, reacciones de rabia
Rabietas
Comportamientos regresivos, como querer el biberón, chuparse el
dedo, mojar la cama, usar menos vocabulario
Un incremento de comportamientos «de riesgo»
Esta categoría de vigilancia exacerbada conduce a una respuesta rápida y exagerada
que se intensifica y se sale de control, como la aceleración de un coche turbo de carreras.
Estos síntomas son el resultado de una energía sobrecargada almacenada en las células
de memoria sensomotriz del cuerpo. La hipervigilancia y la hiperactividad son síntomas
que pueden predominar sin importar cuál sea el suceso. La siguiente historia pertenece a
una niña activa, quien, debido a sus circunstancias, estuvo impedida durante un período
que impidió su desarrollo motor natural. Cuando el impedimento es de larga duración,
estos síntomas pueden alternarse con los de la depresióny la resignación.
Las férulas de pierna de Kara
Kara es un buen ejemplo de cómo los síntomas pueden intensificarse. A los diez
meses de edad, cuando esta pequeña niña curiosa normalmente hubiera estado
explorando el mundo caminando a través de los muebles, estaba atrapada en sus
férulas de metal para las piernas para corregir una anomalía de cadera innata.
Tuvo que usar las férulas periódicamente hasta que cumplió trece años. Más
tarde en su vida, Kara era un manojo de energía que abrumaba a sus padres
«¡todos los días!», para usar sus propias palabras.
En la escuela etiquetaron a Kara como una niña hiperactiva. También había
experimentado trauma dental, incluyendo ortodoncia. Esto condujo a la evitación
del dentista de adulta, debido a sentimientos que iban desde el temor al terror. De
adolescente, Kara compensó su activación extrema al dedicarse al patinaje sobre
hielo profesional y competitivo. Sin embargo, se sentía plagada de sentimientos
de pánico cuando se encontraba fuera de la pista de hielo, tenía dificultad con las
77
relaciones y sufría de agitación crónica. No se sentía feliz a menos de que
estuviera en movimiento. Después de que Kara hubo descargado mucha de esta
energía excesiva durante sus sesiones de Somatic Experiencing®, su elevada
activación crónica se redujo a un agradable nivel de energía manejable. A medida
que fue capaz de «asentarse» en su cuerpo, su estilo de vida también se asentó.
La agitación se reemplazó por la alegría de su vida cotidiana y sus relaciones.
Cuando predomina la disociación/bloqueo
Mientras que algunos jóvenes viven en un estado agitado y de inquietud, otros pueden
vivir en un estado de desorientación. A menudo, los niños con un abuso físico o sexual
no resuelto, las víctimas de heridas en la cabeza de alto impacto, y los niños no
preparados para procedimientos médicos intrusivos y con anestesia manifiestan de
manera habitual síntomas secundarios que se desarrollan a partir del síntoma principal de
la disociación.
En el revelador libro de Marilyn van Derbur sobre el incesto, Miss America By Day
[Miss América de día], la autora comparte su desgarradora experiencia (y la de otros)
mientras su arraigado patrón de disociación –el cual inicialmente sirvió como un vehículo
para su supervivencia– comenzó a mermar. Durante toda su infancia, la señora Van
Derbur asumió dos identidades separadas. Su «niña de día» y su «niña de noche» vivían
realidades completamente diferentes.4 Esta capacidad de disociación no es voluntaria. Es
un fenómeno que permite a un niño afrontar el mundo y sobrevivir a través de
mecanismos adaptativos que bloquean el dolor temporalmente. En el hogar o en la
escuela, cuando la disociación es prevalente, el niño puede parecer estar soñando
despierto, con la mirada perdida, sin poner atención o como si tuviera «la cabeza en las
nubes». Puede que lo que diga no sea congruente con lo que ves, debido a una negación
defensiva de la realidad. Al niño le resulta más difícil conectar con otros niños, y sus
padres pueden comentar, «Vive en su propio mundo». Un niño traumatizado de esta
manera puede perderse las instrucciones en la escuela, ser etiquetado con un «trastorno
por déficit de atención», o preguntar de manera frecuente, «¿Qué dijiste?», dado a
entran y salen flotando de la consciencia del momento presente.
Grupo de constricción/parálisis/inmovilidad
La constricción, la parálisis y la inmovilidad están tan cercanamente relacionadas que se
agrupan juntas por cuestiones de simplicidad. Cuando la constricción, la parálisis y la
inmovilidad continúan por largos períodos de tiempo, los padres pueden notar (o un niño
puede quejarse de) los síntomas enlistados en el siguiente cuadro. Éstos pueden ocurrir
además de los síntomas de disociación e hiperactivación, en vez de ellos o alternarse:
Cuando predominan la constricción, la parálisis y
la inmovilidad, pueden surgir estos síntomas:
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Dolores de cabeza y de estómago
Colon espástico, asma, problemas digestivos ·
Sentimientos y comportamientos de impotencia
Mojar la cama y defecación involuntaria
Sentimientos de vergüenza y culpa
Comportamiento de evitación
Juego repetitivo
Curiosidad disminuida
Capacidad para el placer disminuida
Problemas posturales y de coordinación
Energía baja/fatigarse fácilmente
Aferramiento/regresión a comportamientos anteriores
Cuando las quejas somáticas predominan puede resultar muy frustrante tanto para los
padres como para el personal médico. Es fácil que se desarrolle una disyuntiva circular
en un intento de resolver el problema de salud. La experiencia de Melissa, descrita a
continuación, sirve para ilustrar este dilema frecuente.
La dulce Melissa, de nueve años de edad
Esta dulce niña con ojos marrones de nueve años de edad, sufrió abusos sexuales
por parte de su hermanastro adolescente. Su hermano, dado que tenía diecinueve
años, fue arrestado y encarcelado. Comprensiblemente, Melisa comenzó a tener
varios síntomas, incluyendo alejarse socialmente de otros niños y aferrarse a su
consejero escolar y sus profesores. Sin embargo, su principal aflicción era un
dolor de estómago crónico que la hacía visitar regularmente a la enfermera de la
escuela.
La madre de Melissa la llevó a ver al psicoterapeuta de la clínica del hospital
local con la esperanza de aliviar los síntomas de su hija. En lugar de esto, lo que
sucedió ¡fue totalmente lo opuesto! El terapeuta quería descartar una enfermedad
digestiva o bloqueo y la envió a que le hicieran pruebas médicas. Melissa se
traumatizó otra vez más, esta vez por los procedimientos intrusivos. Cuando el
doctor no pudo descubrir qué le sucedía, sugirió cirugía exploratoria. Melissa se
rehusó a regresar al hospital. Afortunadamente, su madre llamó a la escuela para
pedir ayuda y el director me la remitió a mí [coautora Maggie Kline].
Lo que más necesitaba Melissa era el apoyo necesario para soltar la
constricción en su barriga por el choque del abuso sexual. En dos sesiones de
cuarenta y cinco minutos sus dolores de barriga desaparecieron. Después de que
su digestión se normalizó pudo poner su experiencia en palabras y expresarme a
mí, a su madre y a su terapeuta sus emociones conflictivas; lo que era
exactamente el apoyo que necesitaba para superar su trauma.
79
Conclusión
Ahora cuentas con una mayor comprensión de lo que es el trauma, de la gran variedad
de disparadores potenciales de trauma en los niños, los síntomas y comportamientos
reconocibles en los diferentes grupos de edad y cómo un trauma irresuelto afecta al
cerebro en desarrollo. La parte ii ofrece una guía de trabajo paso por paso para ayudarte
a evitar las dificultades que conducen al trauma dentro de las repercusiones de las
circunstancias abrumadoras. Con esta información práctica tendrás las habilidades y la
confianza para prevenir y sanar el trauma en tus propios hijos y en los niños que te son
confiados. Y, otra vez, cuando haya cualquier pregunta con respecto a la severidad o
intratabilidad de un comportamiento u otro síntoma, la orientación de un profesional
capacitado puede ayudar a liberar el «bloqueo» y asistir en la recuperación de tu hijo y
de tu propia tranquilidad.
80
• • • • • • • • • • • • • •
81
Parte II
Guía general para la prevención del Trauma en La
Niñez
82
CAPÍTULO 4
83
E
Primeros auxilios emocionales o cómo ser un «un
buen vendaje»
Uno puede descubrir más sobre una persona en una hora de juego
que en un año de conversación.
– Platón
Comprender la física atómica es juego de niños comparado con
comprender el juego de un niño.
– Neils Bohr
n la parte i obtuviste información valiosa sobre lo que es el trauma, qué puede
causarlo y cómo reconocer sus síntomas. En la parte ii obtendrás herramientas
prácticas para ayudar a minimizar o prevenir que se desarrollen síntomas
traumáticos después de sucesos estresantes. El capítulo cuatro contiene diversos de
ejercicios diseñados para ayudar a adultos y niños a descubrir el rico paisaje de
sensaciones que existe en el cuerpo. Las sugerenciaste ayudarán a adquirir un nuevo
vocabulario para este lenguaje de sensación: el lenguaje hablado en los profundos
recovecos del cerebro reptiliano («instintivo»). Te volverás experto en trabajar de
manera cooperativa con estas señales internas voluntarias e involuntarias para poder
sanar la brecha entre los procesos corporales conscientes e inconscientes, de la misma
manera en que nuestros amigos mamíferos salvajes lo hacen de forma natural. Este
conocimiento experiencial no sólo te dará las herramientas necesarias para ayudar a tu
niño traumatizado; te ayudará a prevenir que tú te sientas abrumado también.
El capítulo cuatro analiza además cómo sintonizar con las necesidades y ritmos del
niño, con una guía para perfeccionar tus capacidades de observación a través de ver,
escuchar y resonar con el niño. Este capítulo incluye la historia de Sammy, un caso
práctico que ilustra cómo hacer participar al niño en un juego para aliviar el estrés
después de un percance, haya o no desarrollado síntomas. Todos los niños usan el juego
como un vehículo para recuperar su equilibrio y resiliencia. Aprenderás cómo reconocer
la diferencia entre el tipo de juego que hace avanzar a los niños a través del proceso de
sanación frente al juego que es simplemente una recreación de su trauma. Aprenderás los
principios básicos que guían al juego hacia finalizar con de la energía ligada a la aflicción,
o, más tarde, a los síntomas.
Dar el apoyo apropiado a un niño abrumado
Para poder prevenir o minimizar el trauma, es importante asegurarse de que tú no estás
84
alterado por el percance del niño. Huelga decir que ¡esto no es siempre fácil! Saber que
los niños son tanto resistentes como maleables puede ayudar a reducir tu ansiedad.
Cuando se los apoya de manera apropiada, generalmente son capaces de recuperarse de
sucesos estresantes. De hecho, a medida que comienzan a vencer los choques y pérdidas
de la vida, crecen para convertirse en seres más competentes, resistentes y dinámicos.
Debido a que la capacidad para sanar es innata, el rol del adulto es simple: ayudar a los
pequeños a acceder a esta capacidad. Tu tarea es en muchas formas similar a la función
de un vendaje o una férula. El vendaje o la férula no sanan la herida, pero protegen y
apoyan al cuerpo mientras se restaura a sí mismo. Las sugerencias, ejercicios y pautas
paso por paso, facilitadas a lo largo del capítulo cuatro, tienen el propósito de permitirte
ser un buen «vendaje» para el niño.
No se puede poner demasiado énfasis en la importancia de que el adulto esté
tranquilo. Cuando un niño se lastima o se asusta, es normal que el adulto también se
sienta impactado o asustado en cierto modo. Debido a tus propios miedos e instintos de
protección, es normal responder inicialmente con enfado, lo cual puede asustar aún más
al niño. La meta es minimizar –no agravar– los sentimientos de susto, vergüenza,
humillación y culpa que el niño probablemente ya está experimentando. El mejor
antídoto es atender a tus propias reacciones primero. Dale tiempo a tus respuestas
corporales para que se asienten en vez de regañar o correr ansiosamente hacia tu hijo.
Las experiencias con nuestros clientes adultos en la terapia confirman que a menudo la
parte más aterradora de un incidente experimentado de niño ¡fue la reacción de los
padres! Entre más pequeño es el niño, más «lee» la expresión facial del cuidador como si
fuera un barómetro que indica la seriedad del peligro o la lesión.
Todo lo que sube… debe bajar
La manera para desarrollar una presencia adulta tranquila es a través de ejercicios
experienciales que incrementen tu capacidad para restaurar el equilibrio, de forma rápida
y natural, para que puedas mantener la compostura bajo presión más fácilmente. Una
vez que tu cuerpo aprende que «todo lo que sube (carga/excitación) debe bajar
(descarga/relajación)», estás de camino hacia un sistema nervioso más resistente que
puede soportar los altibajos de la vida. Te convertirás en un alto bambú o un fino sauce
que se dobla, algunas veces hasta el suelo, pero que no se rompe ¡ni durante un monzón!
Cuando tu sistema nervioso «lo capta», te vuelves contagioso, pero de manera positiva.
A través del mecanismo del lenguaje corporal, la expresión facial y el tono de voz, tu
propio sistema nervioso se comunica directamente con el sistema nervioso del niño. Así
es como conectamos con nuestros niños sin palabras. Pero antes de sintonizarnos con las
sensaciones, ritmos y emociones del niño, primero debemos aprender a sintonizarnos con
los nuestros.
El primer paso en este proceso de sintonización es comprender la importancia de
experimentar tanto las sensaciones cómodas como incómodas, tolerándolas y
«monitorizándolas» progresivamente mientras avanzan a través de un ciclo natural hacia
un sentimiento de más comodidad y su culminación. Después de entender por qué esto
85
es importante, el segundo paso es expandir la consciencia de tus sensaciones, de este
modo enseñas a tus niños a sentirse más «en casa» con sus sensaciones.
Una explicación simple de nuestro exquisito cerebro triúnico, tres‐en‐ uno, clarificará
por qué la esencia del cambio yace en despertar la consciencia del panorama interior de
las sensaciones. Esta experiencia más profunda de nosotros mismos, a menudo
descuidada, forma el núcleo de nuestro ser. Es desde nuestra propia respiración y vientre
desde donde formamos nuestro sentido de identidad principal. Desde este lugar sabemos
precisamente qué estamos sintiendo en cada momento ¡y cómo sabemos que sabemos lo
que sabemos!1
Desarrollar una presencia tranquilizante
Ahora que has reflexionado sobre la importancia de ser una presencia adulta tranquila y
centrada, puedes estarte preguntando: «¿Podré algún día lograr esta aspiración?». Dado
el estrés moderno de intentar compaginar las responsabilidades de la familia y la carrera –
sin mencionar los problemas personales y cualquiera de nuestros traumas no resueltos–,
¿cómo se puede esperar que un padre u otro cuidador permanezca tranquilo y resistente?
Esto es especialmente cierto en el caso de emergencias, tales como observar la primera
caída acrobática de un bebé que, por un instante, ¡parece que le podría costar la vida o
uno de sus miembros!
La respuesta no es tan complicada una vez que se obtiene la idea básica. Para que los
adultos puedan volverse más efectivos y resistentes –no sólo en manejar emergencias,
sino con la crianza en general–, es imperativo que obtengan un sentido experiencial de
cómo sus instintos operan cuando se encuentran en peligro o bajo estrés. Claramente,
antes de que nos podamos comunicar, debemos aprender el lenguaje que habla.
El cerebro triúnico simplificado
Los humanos tienen un cerebro triúnico (tres cerebros que funcionan juntos como una
sola mente). Dicho simplemente, esto significa que hay tres partes integrales que, en
teoría, trabajan en armonía. La parte «nueva» del cerebro, el neocórtex, es la
responsable de la inhibición de las acciones inapropiadas, la percepción, la resolución de
problemas, la planeación y otras capacidades complejas del pensamiento racional. El
mesencéfalo (cerebro medio), también denominado el sistema límbico o «cerebro
emocional»2, procesa la memoria y la emoción. El cerebro reptiliano (el «inferior» o
«primitivo») es el responsable de la supervivencia y la miríada de funciones que
acompañan los mecanismos de regulación de la existencia básica. Cada región tiene
funciones muy especializadas, y cada una habla su propio lenguaje. El cerebro pensante
habla con palabras, mientras que el cerebro emocional usa el lenguaje de los
sentimientos, como la alegría y la tristeza. (A los niños pequeños les resulta fácil etiquetar
las emociones: enfadado, triste, contento y asustado). A diferencia de los segmentos
cerebrales «más nuevos» del pensamiento y el sentimiento, el cerebro reptiliano primitivo
habla el lenguaje desconocido, pero extremadamente importante, de la sensación.
86
El lenguaje de las sensaciones es, para muchos, un lenguaje extraño. Hay todo un
mundode sensaciones y sentimientos basados en sensaciones dentro de ti, seas o no
consciente de él. Afortunadamente, es un lenguaje fácil de aprender, y resulta igual de
fundamental conocerlo cuando se viaja por el «camino hacia la recuperación» que
aprender las frases básicas de supervivencia cuando se viaja al extranjero. Para poder
ayudar a un niño, tienes que familiarizarte con tu propio paisaje interior antes. Lo único
que necesitas es tomarte un tiempo de tranquilidad, sin distracciones, para prestar
atención a cómo se siente tu cuerpo. Las sensaciones pueden oscilar entre cambios en la
presión o la temperatura de la piel hasta vibraciones, «mariposas», tensión muscular,
constricción o espaciosidad, temblor u hormigueo y calor. Éste es el lenguaje del cerebro
primitivo que actúa en nuestro nombre cuando hay un peligro o un cambio en el
ambiente. Es un enfoque muy diferente al que la mayoría de nosotros estamos
acostumbrados. No se encuentra ni en el reino del lenguaje ni en el de pensamiento, ni
87
siquiera en el territorio de la emoción.
Debido a que el cerebro reptiliano es quien asegura nuestra supervivencia y
homeostasis, un adulto sabio se hará amigo de esta capa profunda e instintiva de la
consciencia. No se requiere de ningún equipo ni gasto. Lo único que es necesario es
tiempo, atención e intención. Con un poco de tiempo de tranquilidad y dedicación, este
lenguaje puede dominarse fácilmente. Debajo hay algunos ejercicios que te darán una
«sensación». Recuerda: dado que el cerebro reptiliano no registra palabras, no puedes
aprender su lenguaje sólo con leer sobre él. ¡Las sensaciones se deben experimentar!
Familiarizarse con las sensaciones de uno mismo
Aunque puede ser que los niños no sean capaces de verbalizar lo que están sintiendo
porque tengan mucho miedo o sean muy pequeños para hablar, saben cómo se siente un
malestar traumático ¡y tú también lo sabes! Es el innegable temor en la boca del
estómago, el corazón acelerado, la opresión en el pecho, o «un nudo en la garganta».
Enciende las noticias después de un desastre natural o escucha a un transeúnte que acaba
de ser testigo de un accidente y oye lo que la gente entrevistada dice sobre su
experiencia. «No tengo palabras para describirlo». «Me quedé helado». «Fue como si
me hubieran sacado el aire». «Me siento entumecido». «Mi corazón latía con rapidez,
pero no me podía mover».
Reflexiona sobre tus propias experiencias de cuando te sucedió algo angustiante de
manera inesperada.
¿Cuáles eran algunas de las sensaciones que sentiste?
¿Te latía con fuerza el corazón? ¿Te mareaste? ¿Se te hizo un nudo en la garganta o
en el estómago? Y cuando el peligro hubo terminado, ¿cómo se transformaron o
cambiaron de manera gradual las sensaciones? Quizás te diste cuenta de que podías
respirar con más facilidad o sentiste un hormigueo o vibración a medida que tus
músculos se comenzaron a relajar.
NOTAR SENSACIONES
Intentemos este breve experimento para ayudarte a empezar a profundizar tu
consciencia.
Encuentra un sitio confortable para sentarte. Tómate el tiempo de notar cómo te
sientes físicamente. Presta atención a tu respiración. ¿Estás cómodo o incómodo?
¿En qué parte del cuerpo sientes esta comodidad? ¿Qué es lo que notas? ¿Eres
consciente del latido de tu corazón o de tu respiración? Quizás seas más
consciente de la tensión o relajación muscular o de la temperatura de tu piel, tal
vez sientas sensaciones como «de hormigueo». Cuando te sientas lo
suficientemente cómodo para seguir, intenta el siguiente sencillo ejercicio.
Imagina que es un día agradable y que conduces a la playa mientras escuchas tu
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música favorita. No tienes prisa porque es tu día libre. Tómate un minuto para
notar cómo te sientes antes de leer el siguiente párrafo. Percibe las sensaciones en
distintas partes de tu cuerpo, como en tu vientre, tus miembros, tu respiración, tus
músculos y tu piel.
De pronto, de la nada, el conductor de un coche deportivo te adelanta, casi
provocando una desastrosa colisión. Además, es grosero y te grita palabrotas como
si hubieras hecho algo para causar el percance. ¿Qué notas ahora en tu cuerpo?
¿Cómo te sentías cuando comenzaste el ejercicio? Presta atención a los cambios.
¿Qué se siente diferente? ¿Dónde se siente diferente? ¿Sientes frío, calor, tibieza?
¿Sientes tensión o constricción en alguna parte? Nota los cambios en tu ritmo
cardíaco y en la respiración. Cuando revisas tu cuerpo para sentir tus reacciones y
sensaciones en el momento presente, entras en el reino del cerebro reptiliano.
Ahora tómate un tiempo para que se asiente cualquier activación. Mira alrededor
de la habitación, con la consciencia de que estás seguro y de que la visualización
sólo era un ejercicio. Coloca ambos pies en el suelo y dirige tu atención a algún
elemento en la habitación que te aporte bienestar, como una flor, una foto o una de
tus posesiones favoritas.
Observa cómo te sientes en este momento.
Este breve ejercicio tenía la intención de ayudarte a ver que el lenguaje de la
sensación realmente no es tan extraño, ¡aun si los miembros de tu familia no usan
palabras de sensaciones para describir su día mientras se sientan a cenar! Aunque quizás
describan un estómago lleno o uno que se siente cálido y agradable después de tomar un
chocolate caliente Cuando los niños les dicen a los adultos cómo se sienten, esto
generalmente se expresa como un humor o emoción, como feliz, de mal humor,
enfadado, emocionado o triste. Tal vez notar las sensaciones no sea uno de tus
«pasatiempos», pero entre más aprendas sobre tu propia consciencia corporal, más
intuitivo, instintivo y seguro te volverás. Puede que no lo sepas, pero el sentido de una
identidad armoniosa está basado en la capacidad de tu cuerpo para autorregularse, más
que en la intensificarse y perder el control. Y esta capacidad de autorregulación se realza
a través de las experiencias sensitivas.
Crear un nuevo vocabulario junto con tu hijo
Cuando se aprenden habilidades, con cualquier nuevo lenguaje, resulta de ayuda
desarrollar y practicar el vocabulario. El cuadro siguiente te ayudará a empezar. Para
crear un balance, asegúrate de incluir sensaciones que son placenteras o neutras, así
como aquellas que al principio pueden resultar incómodas. ¡Tu hijo y tú pueden divertirse
agregando elementos a la lista y viéndola crecer a medida que se familiarizan con este
extraño y maravilloso mundo dentro de ustedes!
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1.
2.
Cuadro de vocabulario de sensaciones
frío/tibio/caliente/helado
revoloteante/mariposas
intenso/apagado/comezón
tambaleante/tembloroso/agitado
duro/suave/atorado
inquieto/glacial/débil
relajado/tranquilo/en paz
vacío/lleno
fluido/extendido
fuerte/ajustado/tenso
mareado/borroso/nublado
entumecido/rasposo/asustadizo
una pupa/lloroso/con piel de gallina
ligero/pesado/abierto
cosquilleo/fresco/sedoso
quieto/húmedo/suelto
* Observa que las sensaciones son diferentes de las emociones. Describen cómo se siente el
cuerpo físicamente. Los niños que no hablan pueden señalar en qué parte de sus cuerpos se
sienten temblorosos, entumecidos, tranquilos o dónde está la pupa, etc.
HACER UN COFRE DEL TESORO DE SENSACIONES
La consciencia sensorial es una parte muy importante del desarrollo de la
infancia temprana. No sólo promueve el crecimiento cognitivo y la consciencia de
uno mismo, también les resulta divertido a los niños explorar el gusto, el olfato,
la vista, el sonido y el tacto. Las dos siguientes actividades sencillas pueden
ayudarte a empezar. Necesitarás papel y un bolígrafo para muchas de estas
actividades, por si quieres tomar nota sobre las sensaciones. El espacio nos
impide incluir un formato de cuaderno de ejercicios en este volumen.
Actividad 1
Encuentra una caja vacía, bote, o bolsa para esconder entre diez y doce
objetos.
Selecciona artículos que tengan texturas perceptiblemente diferentes tales
como: una pluma, un trozo de papel de lija, distintas piedras de diferentes
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formas, tamañosy texturas, una bolita de algodón, un juguete resbaloso, un
trozo de tela de satén o seda, lana de acero, etc., y escóndelos en la caja.
Pide a tu hijo que cierre los ojos (o se vende los ojos), tome un objeto e intente
adivinar qué es por cómo se siente.
Una vez que se han identificado todos los objetos, pídele a tu hijo que toque
cada objeto y te diga cómo se siente contra su piel (da cosquillas, fresco,
rasposo, pesado, etc.).
Luego, pide a tu hijo que compare las piedras de diferentes pesos al sostenerlas
en sus manos y notando cómo se sienten sus músculos cuando una piedra es
muy ligera, ligera, medio pesada, pesada y muy pesada.
Pídele que note la diferencia que siente en su cuerpo cuando toca algo
resbaloso comparado con algo suave, etc. Pídele que señale el lugar en su
cuerpo donde nota la diferencia. ¿Es en sus brazos, en su vientre, en su piel o
en su garganta?
Pídele a tu hijo que prepare preguntas para ti, y tomen turnos continuando a
comparar y contrastar sensaciones.
Haz una lista de las sensaciones que descubrieron.
Actividad 2
Ahora repite el juego de arriba usando una «bandeja de de-gustación» en vez
de una caja. Llena pequeños vasos con distintos comestibles de diferentes
sabores y texturas tales como: dulce, salado, amargo, picante, ácido, crocante,
suave, etc.
Usando una venda en los ojos para evitar pistas visuales, pide a tu hijo que
identifique varias comidas. Puedes darle una galleta salada entre cada prueba
de sabor para despejar el paladar.
Mientras tu hijo prueba cada muestra, pídele que te diga cómo se siente la
textura (cremosa, dura, resbalosa, viscosa, etc.) y luego cómo sabe.
Ahora pregúntale cómo hace sentir a su lengua cada muestra (hormigueante,
cosquillas, fría, resbalosa, seca, relajada, enroscada, adormecida, caliente,
etc.).
Repite los pasos 6, 7 y 8 de la actividad 1, contrastando las sensaciones
causadas por el gusto en vez del tacto.
Antes de que ocurra una emergencia, es buena idea familiarizarte con tus propias
sensaciones en distintas situaciones y ayudar a los niños a volverse conscientes de las
suyas.
Juntos pueden crearlo y agregarlo al vocabulario de su familia. Es fácil de hacer. Pero
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como sucede con cualquier capacidad nueva, entrenarte para volverte más observador y
notar cómo te sientes a medida que recuperas tu equilibrio después de un malestar
requiere de un poco de práctica. Y con esta práctica de profundizar la consciencia,
estarás listo para asistir al niño ¡bajo casi cualquier circunstancia!
«Pendular» entre las sensaciones, emociones e imágenes agradables y
desagradables
En Somatic Experiencing®, el término «pendulación» se refiere a un ritmo natural (de
contracción y expansión) inherente dentro de nosotros que nos guía continuamente entre
las sensaciones, emociones e imágenes incómodas y cómodas, permitiendo que emerjan
nuevas experiencias y significados. Los sentimientos incómodos generalmente se asocian
con estrés o trauma cuando carecíamos de los recursos necesarios para evitar la derrota.
Por supuesto, con el trauma, el presente se ve influido por el pasado, lo cual reviste tanto
nuestro sentido de identidad como nuestra visión del mundo. Cuando este proceso
natural se bloquea, debe restaurarse. La pendulación es lo que anima a que la fuerza del
cambio suceda a través del tiempo. Cuando se restaura este ritmo hay, por lo menos, un
equilibrio tolerable entre lo agradable y lo desagradable. Y, por muy malo que sea un
sentimiento en particular, sabemos que pronto cambiará.
El siguiente ejercicio se eligió para profundizar aún más la consciencia de tus
sensaciones, así como para darte un sentido de tu ritmo natural de pendulación. Esta vez,
puede que te resulte útil hacerlo con una pareja. Tener un testigo puede ayudarte a
permanecer centrado. Cuando un amigo de confianza te «hace guardia», como lo hacen
muchos animales en la naturaleza, esto puede crear un sentido más profundo de
seguridad. Con actitud de curiosidad, usa el ejercicio siguiente para explorar el paisaje
interior, cambiante y en pendulación, de tus sensaciones.
EXPLORAR LA SENSACIÓN Y LA PENDULACIÓN
Nota: Quizás quieras pedirle a tu pareja que te lea esto lentamente, con varias
pausas, para darte la oportunidad de desarrollar una consciencia más refinada.
Otra opción es grabar el ejercicio con tu propia voz y escucharlo solo o con
alguien más.
Tómate el tiempo de sentarte cómodamente en tu silla. Observa qué partes de tu
cuerpo están tocando el asiento; nota cómo la silla sostiene tu cuerpo. Acomódate
en la silla. Nota tu respiración, cómo te estás sintiendo y tus sensaciones en general.
Mientras sigues lentamente la siguiente historia, tómate el tiempo de percibir las
sensaciones, pensamientos e imágenes que surjan. Algunas serán sutiles y otras
obvias. Entre más atención prestes y más tiempo tomes, más crecerá tu
consciencia.
Ahora, imagina que hoy es tu cumpleaños. Pese a que es un día especial, te
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sientes solo. No quieres estar solo, entonces decides ir a ver una película al cine.
Empiezas a prepararte. Cuando buscas tu billetera sientes una horrible sensación al
darte cuenta de que no la tienes. ¿Qué estás sintiendo? Tómate el tiempo de notar
los sentimientos, sensaciones y pensamientos en tu cuerpo y mente.
Si sientes temor, ¿cómo se siente? ¿En qué parte del cuerpo lo sientes? Algunos
lugares comunes donde se experimentan las sensaciones son: plexo solar, pecho y
garganta. ¿Sientes tensión o angustia, quizás mareo? ¿Notas algún cambio de
temperatura en tus manos? ¿Se sienten sudorosas, calientes o frías? ¿Hay alguna
parte en la que te sientes inestable o tembloroso? Y nota cómo estás sensaciones
cambian con el tiempo mientras las observas. ¿La intensidad incrementa o
disminuye; la tensión se afloja o se convierte en algo más?
Mientras te tranquilizas, el pensamiento de «Ah, tal vez dejé mi billetera en la
otra habitación» te viene a la mente. Imagina que vas y buscas ahí. Revisas otros
lugares en los que la pudiste haber dejado. No la encuentras y comienzas a ponerte
un poco histérico. Otra vez, dirige tu atención hacia adentro y tómate tiempo para
percibir tus sensaciones corporales, sentimientos y pensamientos.
Ahora, bajas un poco el ritmo y los pensamientos se hacen un poco más claros.
Comienzas a buscar la billetera de manera más metódica. ¿Está en el cajón? Quizás
cuando entre a la casa la dejé ahí sobre la mesa…, pero luego fui al baño,
piensas…, ¿podría haberla dejado en el baño? (Haz una pausa aquí para notar las
sensaciones). Sin embargo, mientras buscas, te interrumpe el sonido del teléfono.
Respondes el teléfono. Es tu amiga y te dice que dejaste la billetera en su casa.
¡Das un gran suspiro de alivio! Siéntelo y nota cómo sonríes al pensar sobre tu
estado mental histérico anterior.
Tu amiga te dice que saldrá de casa dentro de poco, pero que te esperará si vas
inmediatamente. Así que caminas rápidamente hacia su casa. Siente la fuerza en tus
piernas mientras caminas rápidamente. Llamas a la puerta y nadie responde.
Vuelves a llamar una segunda vez y aún no hay respuesta. Comienzas a pensar que
tal vez llegaste demasiado tarde. Comienzas a sentirte un poco irritado. Después de
todo, dijo que te esperaría y fuiste tan rápidamente como pudiste. ¿Dónde sientes la
sensación de irritación? ¿Cómo se siente? Tómate tiempo para notar las distintas
sensaciones como lo hiciste con anterioridad. ¿Cómo experimentas la irritabilidad?
¿Dónde la sientes? ¿Cómo se siente?
Desde el lado trasero de la casa, escuchas la voz apagada de tu amiga. Te dice
que entres. Abres la puerta y la casa está realmente oscura. Poco a poco encuentras
tu camino a través de la oscuridad. Comienzas a caminar por el vestíbulo. Observa
cómo se siente tu cuerpo mientras caminas torpemente a través de la oscuridad
intentando llegar a la parte trasera de la casa. Llamas otra vez a tu amiga, pero te
interrumpe un coro de voces que grita, «¡Sorpresa!»
¡¿Qué sientes en este momento en tu cuerpo, mientras te das cuenta de que es
una fiesta sorpresa para ti?!
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Esteejercicio tenía la intención de familiarizarte con distintas sensaciones que
ocurren en diferentes situaciones, como con la frustración, expectación, alivio, conflicto y
sorpresa. Si notaste diferentes estados de sentimientos y fuiste capaz de moverte con
fluidez de lo agradable a lo desagradable y de vuelta, ahora tienes una idea de cómo se
siente pendular.
Las vicisitudes de la visualización anterior estaban llenas de muchas sorpresas. La
sorpresa (la novedad) activa al sistema nervioso. En el caso de una sorpresa buena, algo
se almacena en el cuerpo que te hace sentir mejor sobre tu sentido de identidad. Por otro
lado, en el caso de una sorpresa horrible, las sensaciones angustiantes pueden atorarse, lo
que genera un sentido de identidad reducido y en sentimientos de impotencia. Cuando
estás en contacto con las sensaciones, puedes comenzar a moverte con fluidez de un
estado hacia otro. Recuerda, cualquier cosa que no se sienta bien no es nunca el paso
final. Es este movimiento que va de la fijeza al flujo el que nos libera de las garras del
trauma.
Teóricamente, fuiste capaz de sentir esta fluidez dentro de ti. Si así fue, estás en el
buen camino para aprender las habilidades que necesitas para ayudar a un niño a
deslizarse con fluidez a través de las sensaciones. Si, de alguna manera, te sentiste
«atorado» o paralizado en una sensación, emoción o imagen desagradable mientras
hacías la práctica, tómate tiempo ahora para mirar a tu alrededor, ponerte de pie,
moverte y observar un objeto, movimiento, pensamiento, mascota o característica
natural que te haga sentir cómodo. Luego regresa al lugar de tu cuerpo en donde te
sentiste atorado ¡y mira lo que sucede ahora!
Sintonizar con los ritmos, sensaciones y emociones del
niño
Entonces, ¿de qué manera pueden proporcionar los adultos el apoyo adecuado? Primero
que nada, es importante hacerle saber a tu hijo que cualquier emoción poderosa que
pueda estar sintiendo (por ejemplo tristeza, enfado, rabia, miedo y dolor) está bien.
(Veremos después que puede haber excepciones en las que distraerías al niño de esos
sentimientos, como cuando necesitas calmarlo antes de un procedimiento médico). Los
niños se sienten reconfortados y empoderados al saber que su dolor es temporal, que no
durará para siempre y que cualquier cosa que estén sintiendo ahora es aceptada.
Paradójicamente, los niños tienden a moverse a través de sus sentimientos bastante
rápido cuando no están apresurados por el horario o la agenda emocional del adulto.
Tener la paciencia para sintonizar tu ritmo con el ritmo del niño le da permiso para
ser auténtico. La importancia de esta aceptación y respeto no debe subestimarse. Igual
que una férula pone un brazo roto en su lugar, tu atención completa y un lenguaje no
crítico y reconfortante establecen las condiciones para que el niño, en su propio tiempo,
recupere un sentido sano de bienestar. Los niños son lectores astutos de las señales
faciales, posturales y vocales de sus padres. A menudo, los niños reaccionan de la
manera en que creen que los adultos esperan que lo hagan debido a su deseo de
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complacer, evitar críticas o hacer lo «correcto». Fingirán ser «fuertes» y «valientes»,
ignorando sus propios sentimientos, sólo para terminar con síntomas de trauma que
podían haberse evitado. Incontables adultos en terapia han declarado haber reprimido sus
sentimientos de niños para proteger a sus padres de que se sintieran mal. Otras veces, su
comportamiento contenido parecía ser un mecanismo más reflexivo que ayudaba a
reducir la ansiedad de un padre aturdido.
Cómo evitar la trampa de ignorar las necesidades de tu hijo
El primer paso es estar alerta a la posibilidad de tus propios sentimientos de terror o
vulnerabilidad cuando sucede algo inesperado. El siguiente paso es conectar con tu
cuerpo. Cuando te encuentres momentáneamente «fuera de ti» necesitas literalmente
volver dentro de ti. Siente cómo tus pies contactan con el suelo. Mientras te centras al
observar tus sensaciones, puedes sorprenderte al darte cuenta de que inhalas
profundamente de manera espontánea y sientes que has vuelto a tu centro. Es increíble
cómo estos dos sencillos pasos te pueden hacer sentir empoderado y completamente
presente para de esta manera poder estar con tu hijo. Es la misma idea que cuando la
azafata indica que hay que llevar primero la máscara de oxígeno a tu nariz y boca y luego
ayudar al niño sentado a tu lado. Al atenderte a ti mismo, paradójicamente estás en mejor
posición para atender a tu hijo. Cuando puedes sentir tu centro, notar que tu respiración
se tranquiliza y experimentas la fluidez de las sensaciones cambiantes, has salido de una
«parálisis» momentánea. Tu energía ahora está disponible para prestar mucha atención a
las necesidades y a la expresión de tu hijo. De esta manera, eludirás de manera natural
complicar las reacciones de tu hijo con las tuyas.
Pautas para evaluar si un niño se encuentra en un estado abrumado
El siguiente paso es evaluar si el niño se siente abrumado y si está en estado de choque.
Usa las siguientes pautas: observa al niño cuidadosamente. Nota cambios en el color de
piel, tono muscular y temperatura. ¿Tiene la complexión pálida, las palmas frías y
sudorosas, los músculos (la postura) rígidos o colapsados?
Observa la expresión facial, particularmente los ojos y boca. ¿Tiene los ojos o la
boca muy abiertos en expresión de sobresalto? ¿Los ojos parecen vidriosos o
vacíos? ¿Tiene las pupilas dilatadas?
Presta atención a su respiración y latido. ¿La respiración es rápida o superficial?
¿El corazón late con fuerza o inusualmente lento?
Estate atento para notar cualquier reacción emocional o cognitiva (o la ausencia de
ella).
¿Tu hijo parece aturdido y confundido?
¿Está hablando como si estuviera en otro lugar?
¿Tiene una mirada vacía en la cara?
¿Está excesivamente emotivo? ¿Llora de manera histérica? ¿Grita de terror?
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. ¿Está excesivamente tranquilo, sin expresión, como si nada hubiera sucedido?
Responder «sí» a una o más de las descripciones en la lista anterior indica que tu
niño necesita tu atención. Puede que esté experimentando cualquier cosa, desde un estrés
crónico a un choque agudo. Si es una emergencia médica, usa tu sentido común para
determinar si hay que administrar los primeros auxilios médicos, llamar a los paramédicos
o ambas cosas. Pero incluso un momento o dos de atención primero puede resultar muy
beneficioso. (Consulta la parte iii, capítulo seis, «Primeros auxilios para accidentes y
caídas» donde encontrarás una guía de ocho pasos para los percances ordinarios).
Cómo atender a un niño abrumado
Cuando hay un choque emocional, es normal no sentir casi nada al principio porque las
sustancias químicas liberados para la «lucha» o «huida» y «parálisis» también sirven
como un tipo de analgesia natural. Por ejemplo, si tu hijo se ha cortado, puede que no lo
note hasta que realmente vea la sangre. El dolor puede retardarse hasta que pase el
choque. Tu hijo puede parecer aturdido y pálido, pero actuar como si nada hubiera
sucedido. (¿Recuerdas el accidente en bicicleta de Suzie?) Por otro lado, puede estar
llorando histéricamente. Valida las reacciones emocionales y físicas de tu hijo con una
voz tranquila, asegurándole que...
comprendes lo que debe estar sintiendo al hacerle saber que sus emociones están
bien;
sabes qué hacer para ayudarlo, transmitiéndole que tú, el adulto, está a cargo;
tu prioridad máxima es protegerlo y cuidarlo;
confías en que lo peor ya ha pasado (si es el caso) y que las cosas pronto
mejorarán;
permanecerás con él hasta que comience a sentirse mejor.
«Permanecer con él» debe tomarse tanto literalmente como en sentido figurado.
Literalmente, tu presencia física es fundamental. Figuradamente, significa desarrollar la
habilidad para estar emocionalmente disponible de tal manera que tu hijo sea capaz de
sentir tu completa atención para la evaluación y las necesidades de la situación a cada
momento. Lo que estás haciendo establecelas condiciones de seguridad para que la
sanación pueda tener lugar. Estar disponible es un mensaje importante para la mente
inconsciente: «Ahora estás seguro; me haré cargo de tus necesidades».
Una vez que el mensaje se ha recibido, el cuerpo se puede relajar, soltar el control y
rendirse a las sensaciones involuntarias (temblor, lágrimas, tiritar, estremecimientos, calor,
etc.) que descargan el exceso de energía movilizada y liberan las activaciones elevadas.
Decir «sólo relájate» o «para de llorar y vamos por un helado» no funciona para lograr
un alivio. De hecho, puede fortalecer la actitud defensiva del niño. Lo que puede
transmitir es impaciencia, una falta de entendimiento, o que el adulto quiere que el niño
«ponga buena cara». Ésta no es la forma de evitar que sucedan los síntomas traumáticos,
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¡es la forma de que se convierta en una armadura!
En cambio, cuando tu tono, comportamiento y palabras cuidadosamente elegidas
transmiten seguridad, tu hijo puede regresar de un estado alterado «fuera del cuerpo»
sorprendentemente rápido. El siguiente ejemplo ilustra lo que queremos decir.
Un adolescente en motocicleta fue derribado en la calle de una ciudad. Se golpeó
la cabeza, pero afortunadamente llevaba casco. Sufrió graves raspaduras en los
brazos y las piernas. Lo más obvio era su piel pálida, los ojos muy abiertos y un
estado alterado. El adolescente gateó hasta la acera, donde yo estaba parado y,
como te podrás imaginar, se encontraba en estado de choque. Rápidamente, le
pedí a un transeúnte que llamara a una ambulancia y luego me senté al lado del
joven y simplemente dije, «La ambulancia está en camino». Luego, con una voz
de autoridad y seguridad (porque sé la importancia de los primeros auxilios
emocionales y lo que se necesita hacer para comenzar el proceso de sanación), le
dije, «Estás en estado de choque. Me quedaré aquí contigo hasta que llegue la
ambulancia». Tan pronto como terminé mi oración, el adolescente comenzó a
temblar. Puse mi mano en la parte exterior y superior de su brazo (deltoides) y
animé sus sensaciones involuntarias: «Exacto…, suelta todo…, permite el
temblor…, lo estás haciendo muy bien, vas a estar bien». Tres minutos después
le regresó el color a la cara. Pronto, el temblor se suavizó y dejó caer unas
cuantas lágrimas. Una respiración espontánea le llegó de pronto y miró a su
alrededor como para ver qué acababa de pasar. ¡Estaba regresando a sus
sentidos, a sí mismo!
La idea crítica aquí es que cuando somos vulnerables, nos es muy beneficioso sentir
que hay un humano tranquilo y centrado al cargo que acepta la situación y está seguro de
lo que tiene que hacer, además de que es capaz de transmitir un sentido de seguridad
suficiente para contener la enorme cantidad de «energía de choque» mientras es liberada.
Esto sucede al establecer la prioridad necesaria de contar con tiempo y un espacio
tranquilo. A medida que la fisiología altamente cargada del trauma regresa a la
normalidad, el espíritu y el cuerpo se reconectan en el tiempo presente. El ciclo se
completa cuando parece surgir naturalmente un sentido de curiosidad e interés en lo que
está sucediendo en el mundo exterior, como sucedió cuando el adolescente que sufrió el
accidente en motocicleta comenzó a mirar a su alrededor para ver qué estaba pasando.
Ayudar a un niño aturdido (ya sea el tuyo, del vecino, un estudiante, paciente o un
completo extraño) a descargar la energía traumática para dejar el pasado terrorífico atrás
es la prevención de trauma más eficaz que conocemos. Trabaja para disolver la raíz de
los síntomas posteriores al desactivar la energía de «lucha o huida» antes de que tenga la
oportunidad de convertirse en una memoria traumática y unirse a los síntomas
traumáticos. Ahora que ya te has familiarizado con el lenguaje de la sensación y
entiendes que resulta indispensable en el proceso de desactivación, ¿cómo lo usas para
prevenir un trauma? La guía paso a paso, a continuación, describe un plan para lograrlo.
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PRIMEROS AUXILIOS PARA LA PREVENCIÓN DEL
TRAUMA:
UNA GUÍA PASO A PASO
1. VERIFICA PRIMERO TU PROPIA RESPUESTA
CORPORAL.
Tómate tiempo para darte cuenta tu propio nivel de miedo o
preocupación. Luego, respira profundamente y, mientras espiras, siente lentamente las
sensaciones en tu propio cuerpo. Si aún te sientes alterado, repite este paso hasta que
te sientas centrado. Siente tus pies, tobillos y piernas notando cómo hacen contacto
con el suelo. Recuérdate que ya sabes qué tienes que hacer y que cualquier exceso de
energía te ayudará a enfrentarte con el desafío. El tiempo que toma establecer una
sensación de calma es un tiempo muy bien usado. Incrementará tu capacidad para
ocuparte por completo de tu hijo. Si te tomas tiempo para centrarte, tu propia
aceptación sobre lo que haya sucedido te ayudará a centrarte en las necesidades del
niño. Tu compostura disminuirá en gran medida la probabilidad de asustar o confundir
al niño aún más. Recuerda, los niños son muy sensibles a los estados emocionales de
los adultos, particularmente de sus padres.
2. EVALÚA LA SITUACIÓN.
Si el niño muestra señales de choque (ojos vidriosos, piel pálida, un pulso y una
respiración superficial, desorientación, una apariencia excesivamente tranquila, o si
actúa como que nada hubiera sucedido), no permitas que se levante de un brinco y
regrese a jugar. Puedes decirle algo como, «Vamos a sentarnos (o tumbarnos) juntos
un rato y esperar hasta que el estado de choque se desvanezca». Recuerda, una voz
tranquila y segura le comunica al niño que sabes lo que se tiene que hacer.
3.MIENTRAS SE DESVANECE EL ESTADO DE CHOQUE, GUÍA LA
ATENCIÓN DE TU HIJO HACIA SUS SENSACIONES.
Suavemente, pregúntale a tu hijo cómo se siente «en su cuerpo». Repite su respuesta
como una pregunta –«¿Te sientes bien en tu cuerpo?»– y espera a que asienta con la
cabeza o bien dé otra respuesta. Sé más específico con la siguiente pregunta: «¿Cómo
te sientes en tu vientre (cabeza, brazo, pier-na, etc.)?». Si menciona una sensación
particular, pregúntale suavemente sobre su ubicación, tamaño, forma, color o peso
(por ejemplo, pesada o ligera). Sigue guiando a tu hijo para que permanezca en el
momento presente con preguntas como, «¿Cómo se siente ahora la piedra (intensidad,
bulto, «pupa», picadura)?». Si es demasiado pequeño o está demasiado sobresaltado
para hablar, pídele que señale dónde le duele. (Recuerda que los niños tienden a
describir las sensaciones con metáforas tales como «duro como una piedra»).
4. BAJA TU RITMO PARA SEGUIR EL DE TU HIJO AL OBSERVAR
CUIDADOSAMENTE LOS CAMBIOS.
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¡Todo depende del momento preciso! Esto puede ser la parte más difícil para el
adulto; pero es la parte más importante para el niño. Permitir un minuto o dos de
silencio entre preguntas da la oportunidad de que se involucren los ciclos fisiológicos
que restauran en profundidad. Demasiadas preguntas hechas demasiado rápido
perturban el curso natural. Tu presencia tranquila y tu paciencia son suficientes para
facilitar el movimiento y liberar el exceso de energía. Este proceso no se puede
apresurar. Mantente alerta para detectar señales que te permitan saber que un ciclo ha
llegado a su término. Si no estás seguro de que el ciclo haya terminado, espera y
observa las señales que te dé el niño. Ejemplos de señales incluyen una respiración
profunda, relajada y espontánea, el cese del llanto o de los temblores, estirarse,
bostezar, una sonrisa o hacer o romper el contacto visual. Haber completado este ciclo
no significa necesariamente que el proceso de recuperación haya terminado. Puede
seguirle otro ciclo. Mantén centrado al niño en sus sensaciones unos minutos más para
asegurarte de que se haya completado el proceso. Espera para ver si comienza otro
ciclo o si tienes la sensación de que fue suficiente por el momento. Si el niño muestra
señales de fatiga, detente. Habrá otras oportunidades para continuar el proceso.
5. CONTINÚA VALIDANDO LAS RESPUESTAS FÍSICAS DEL NIÑO.
Resiste el impulso de detener las lágrimas o eltemblor del niño, mien-tras le recuerdas
que cualquier cosa que haya sucedido ya ha terminado y que estará bien. Las
reacciones del niño deben continuar hasta que se detengan por sí mismas. Esta parte
del ciclo natural generalmente toma entre uno y varios minutos. Los estudios han
mostrado que los niños que pueden llorar y temblar después de un accidente tienen
menos problemas de recuperación a largo plazo.3 Tu tarea es transmitirle a tu hijo a
través de las palabras y el tacto ¡que el llanto y el temblor son reacciones normales y
saludables! Una mano reconfortante sobre la espalda, hombro o brazo, junto con unas
cuantas palabras suavemente expresadas tan simples como «Está bien» o «Exacto,
sacude toda la experiencia aterradora fuera de ti», ayudará enormemente.
6. CONFÍA EN LA CAPACIDAD INNATA DEL NIÑO PARA SANAR.
A medida que te vas sintiendo cada vez más cómodo con tus propias sensaciones, te
resultará más fácil relajarte y seguir el ejemplo de tu hijo. Tu función principal, una
vez que ha comenzado el proceso, ¡es no interrumpirlo! Confía en la capacidad innata
del niño para sanar. Confía en tu propia capacidad para permitirlo. Si te ayuda a
soltar, tómate un momento para reflexionar sobre un poder superior y sentir su la
presencia, o de la increíble perfección de la naturaleza que te guía a través del milagro
ordinario de la sanación. Tu tarea es «permanecer» con el niño, creando un
contenedor seguro. Usa una voz tranquila y una mano reconfortante para hacerle
saber al niño que está en el camino correcto. Para evitar la interrupción accidental del
proceso, no muevas la posición del niño, no distraigas su atención, no lo sostengas
con demasiada fuerza y no te posiciones ni demasiado cerca ni demasiado lejos para
que el niño se sienta cómodo. Nota cuando tu hijo comienza a reorientarse en el
entorno. La orientación es señal de conclusión.
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7. ANIMA AL NIÑO A QUE DESCANSE, INCLUSO SI NO QUIERE.
Generalmente, durante el descanso y el sueño continúan las descargas profundas. No
suscites una discusión sobre el percance al hacer preguntas. Más tarde, puede ser que
el niño quiera contarte una historia sobre él, hacer un dibujo o una representación. Si
se movilizó mucha energía, la liberación continuará. El siguiente ciclo puede ser
demasiado sutil para que lo notes, pero el descanso promueve una recuperación más
completa, al permitir que el cuerpo vibre suavemente, emita calor, que la piel pase por
los cambios de color, etc., a medida que el sistema nervioso regresa a la relajación y al
equilibrio. Además, la actividad de los sueños ayuda a mover al cuerpo a través de los
cambios fisiológicos necesarios. Estos cambios suceden de manera natural. Lo único
que tienes que hacer es proporcionar un ambiente de paz y tranquilidad. (Precaución:
Por supuesto, si el niño sufrió una lesión en la cabeza conviene que descanse pero no
que duerma, hasta que un médico declare que sea seguro).
8. EL PASO FINAL ES OCUPARSE DE LAS RESPUESTAS EMOCIONALES
DEL NIÑO.
Más tarde, cuando el niño esté descansado y tranquilo –puede ser incluso hasta el día
siguiente–, reserva un tiempo para hablar de sus sentimientos y de lo que vivió.
Empieza pidiéndole que te cuente lo que sucedió. Los niños a menudo sienten enfado,
miedo, tristeza, preocupación, vergüenza, humillación o culpa. Ayuda a tu hijo a saber
que esos sentimientos son buenos y que lo entiendes. Háblale al niño sobre algún
momento en el que tú o alguien que conoces haya tenido una experiencia similar o te
hayas sentido igual. Esto ayudará a «normalizar» y fomentar la expresión de lo que el
niño está sintiendo. Hazle saber al pequeño que cualquier cosa que esté sintiendo está
bien y es merecedora de tu tiempo y atención. Reserva un tiempo especial para narrar
los detalles del incidente y evaluar si quedan sentimientos residuales. Dibujar, pintar y
trabajar con plastilina puede ser muy útil para liberar emociones fuertes. El juego,
como veremos con la historia de Sammy, funciona especialmente bien con los niños
que todavía no hablan o que hablan poco. Además, los versos divertidos que tú y tu
hijo pueden inventar, acompañados de ilustraciones (o no), pueden ser una manera
divertida de promover más sanación de la miríada de heridas emocionales que sufren
los niños (ver el capítulo cinco).
Ahora que ya sabes qué hacer, el siguiente paso es incrementar tu capacidad de cómo
hacer lo que necesitas hacer. Aunque se usen pocas palabras en el proceso de
desactivación de la «carga traumática», aquellas que elijas tendrán mucho peso. Al igual
que el lenguaje, el ritmo y el tono de tu voz tienen el poder de infundir la confianza de
que todo está bien o, al contrario, infundir un miedo innecesario. ¿Qué necesitas saber
para evitar esto último e involucrar al cerebro instintivo para que ponga en marcha este
proceso de sanación?
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Involucrar al cerebro reptiliano: las habilidades del
lenguaje
Debido a que las palabras tienen una poderosa influencia sobre nuestra capacidad para
impedir o facilitar la sanación, las palabras que elegimos, el tono con el que las
utilizamos y un ritmo prudente, son todos elementos fundamentales para asistir a un niño
abrumado. Como la sensación da acceso a un sentimiento sin palabras de la consciencia
de la energía vital, tiene la capacidad de hacer avanzar el tiempo de un pasado «atorado
y fijado en un trauma» hacia la fluidez del presente. Por lo tanto, resulta de extrema
importancia elegir de manera habilidosa las palabras que involucran al cerebro instintivo,
no al cerebro pensante, el cual puede levantar inteligentemente un laberinto de defensas.
El truco yace en despertar al cerebro primitivo durmiente pasando sigilosamente
alrededor del neocórtex más «elevado» para evitar estimular sus preocupaciones
favoritas: racionalización, negación, juicio y culpa. ¿Cómo involucramos a este cerebro
más pequeño, profundo, antiguo y sabio sin perturbar al gigante? Los instintos de
sanación se pueden atraer ya sea a través del juego o a través de una curiosidad
juguetona.
Para obtener consejos sobre cómo perfeccionar tu habilidad, primero lee las pautas
generales enlistadas a continuación en «Cuadro de consejos: “Ama a tu lagarto”».
Después de leer estos consejos, practica el ejercicio siguiente. Quizás quieras hacerlo en
pareja con un amigo, vecino, o con tu pareja u otro miembro de la familia. Podrías
incluso invitar a niños mayores para que practiquen juntos.
Cuadro de consejos: «ama a tu lagarto»
Para poder atraer a tu «lagarto interior» durante la práctica de estos
ejercicios, trata de:
Observar con curiosidad juguetona mientras esperas a que las sensaciones
se desarrollen.
(Puede resultarte útil imaginar una foto Polaroid mientras se revela con el tiempo: al principio no
se ve nada, y poco a poco aparecen unas cuantas manchas borrosas, hasta que finalmente los
contornos se vuelven nítidos y claros y los detalles coloridos se materializan).
Usar la neutralidad. Evita juzgar lo que consideras correcto/incorrecto o
bueno/malo.
Notar la sensación y permanecer presente con ella hasta que cambie.
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Desarrollar una consciencia centrada y una tolerancia para experimentar
sensaciones difíciles.
Si practicas con una pareja, cuando ésta describe una sensación,
confirmarle que va por el buen camino. (Ejemplo: «Exacto…, y mientras
sientes eso, ¿qué más notas?»).
Darle todo el tiempo que necesite. ¡Los reptiles son lentos, rutinarios y
metódicos! Usa una voz lenta y suave para animar un ritmo atípicamente
tranquilo y sin prisas.
Si las sensaciones son demasiado desagradables o difíciles, establecer una
«zona de seguridad» que puede incluir mirar o conectar con algo que te
reconforte. Esto puede incluir:
-un lugar en el cuerpo, como los pies, las manos o el corazón;
-un objeto, como una foto, una piedra, una pluma, un juguete, un
peluche, una manta o un recuerdo;
-algo viviente, como una mascota, una flor, un árbol, un amigo, tu abuela;
-algo en la habitación, como una pintura, una almohada suave, los colores
o eldiseño de una tela;
-un lugar de fantasía creado por la imaginación.
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MONITORIZAR LAS SENSACIONES
CON UNA PAREJA
A menudo es más fácil concentrarse en las sensaciones internas si trabajas con una
pareja que te ayude a centrarte. Elige a alguien con quien te sientas cómodo y
sitúense uno enfrente del otro. El objetivo de este ejercicio es «monitorizar» las
sensaciones, y tu pareja representa un apoyo seguro. En pocas palabras,
«monitorizar» significa desarrollar una consciencia de tu estado presente centrada
en notar cómo las sensaciones cambian de un momento al otro. A medida que las
imágenes, los pensamientos y los sentimientos van y vienen, toma nota de ellos y
del impacto que tienen en tus sensaciones. Tu pareja sigue la dirección que le das y
te ayuda a expandir los detalles de tus sensaciones para que sigas avanzando a
través del tiempo con unas cuantas palabras amables que te inviten a continuar,
siguiendo tu ritmo; de la misma manera en que estás aprendiendo a hacerlo con tu
hijo. Luego cambien de lugar. Tu pareja practicará monitorizar las sensaciones y tú
practicarás crear un sentimiento de seguridad, una consciencia expandida y un
movimiento que te llevará a un incremento en fluidez y flexibilidad. Permítanse
entre 10-15 minutos cada uno y luego analicen lo que descubrieron.
Nota: Lee el siguiente cuadro de ideas, «Lenguaje de las sensaciones», con tu pareja antes de comenzar.
Este cuadro sirve como modelo para hacer preguntas, para «encender» el cerebro reptiliano, y no el
cerebro analítico y pensante. Evita hacer preguntas que incluyan «¿por qué?».
Cuadro de ideas: «lenguaje de las sensaciones»
Abiertas
¿Qué notas en tu cuerpo? en vez de ¿Te sientes tenso?
¿En qué lugar de tu cuerpo lo sientes? en vez de ¿Lo sientes en tu pecho?
¿Qué estás sintiendo ahora? en vez de ¿Te sientes tembloroso?
Invitando a continuar
¿Qué más notas en tus ojos? en vez de Nota cómo tus ojos parpadean.
¿Estarías dispuesto a explorar de qué manera se quiere mover tu pie? en
vez de Parece que tu pie quiere moverse, o Intenta mover tu pie.
¿Estarías dispuesto a permanecer con ese sentimiento y ver qué sucede
después? en vez de Permanece con ese sentimiento.
Explorar la sensación con detalles
¿Cuáles son las cualidades de esa sensación?
¿Tiene tamaño? ¿Forma? ¿Color? ¿Peso?
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¿Se extiende? Nota su dirección mientras se mueve.
¿La presión (dolor, calor, etc.) va del interior hacia el exterior o viceversa?
¿Notas un punto central? ¿Un borde (o dónde comienza y termina la
sensación)?
Ampliar la consciencia de la sensación
Cuando sientes _________, ¿qué sucede en el resto de tu cuerpo?
Cuando sientes ese_________ en tu _________, ¿cómo afecta tu
_________ ahora?
Moverse a través del tiempo
¿Qué sucede después? (aun si la persona declara sentirse «atorada»).
Mientras sigues esa sensación, ¿a dónde va? ¿De qué manera cambia?
¿Hacia dónde se mueve (o se movería, si pudiera)?
Saborear y profundizar las sensaciones
Permítete disfrutar esa sensación (cálida, expansiva, hormigueo, etc.) todo
el tiempo que desees.
No tiene por qué doler para siempre
A estas alturas, si has practicado los ejercicios, ya te habrás dado cuenta de que con
tiempo, intención, seguridad y consciencia, las sensaciones desagradables sí cambian y
seguirán cambiando. No siempre se puede prevenir un trauma; sucederán cosas malas.
Es un hecho de la vida. Sin embargo, el trauma se puede transformar; no tiene que ser
una cadena perpetua. La «serie de acontecimientos» fisiológicos dentro del cuerpo sólo
se vuelve traumática porque el proceso se ha interrumpido. Recuerda que este proceso
tiende a completarse de modo natural siempre que resulta posible. Las actividades con las
sensaciones e ideas que has experimentado se diseñaron para ayudarte a les des a los
niños la posibilidad de que completen el impulso de este proceso y así evitar los efectos
debilitantes del trauma.
Dar la posibilidad de sanar es similar a aprender las costumbres de un nuevo país. No
es difícil, sólo diferente. Requiere que tú y tu hijo se muevan del reino del pensamiento o
la emoción hacia el reino más básico de la sensación física. Nuevamente, la tarea
principal es prestar atención a cómo se sienten las cosas y a cómo responde el cuerpo.
En síntesis, la oportunidad gira en torno a la sensación.
Es probable que el pequeño que está en contacto con sus sensaciones internas note
respuestas y cambios sutiles, todos los cuales están diseñados para ayudar a descargar el
exceso de energía y a completar los sentimientos y las respuestas que se encontraban
bloqueados con anterioridad. Notar estos cambios y estas respuestas los realza.
Los cambios en la sensación pueden ser extremadamente sutiles: por ejemplo, algo
que internamente se siente como una piedra de pronto puede parecer derretirse como si
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fuera un líquido tibio. Estos cambios tienen un efecto más beneficioso cuando
simplemente se observan y se experimentan, y no cuando se interrumpen o se
interpretan. Si se les da un significado o se cuenta una historia sobre ellos demasiado
rápido, esto puede llevar las percepciones del niño hacia una parte del cerebro más
elevada, lo cual puede perturbar fácilmente la conexión instintiva directa. Por lo tanto, es
importante no suscitar una discusión acerca del incidente hasta después de que se hayan
terminado todos los ciclos de los procesos biológicos.
Las respuestas corporales que surgen junto con las sensaciones generalmente
incluyen temblor, agitación y llanto involuntario. Quizás el cuerpo quiera moverse,
lentamente, de una forma en particular como, por ejemplo, mover la cabeza.
Puede surgir una suerte de «lenguaje de señas» en forma de gestos o posturas. Por
ejemplo, una pierna puede adquirir una posición en donde está lista para correr, un brazo
puede levantarse para proteger la cara, o el cuello se puede retraer como si quisiera
agacharse.
Otra característica del nivel de experiencia generado por el cerebro instintivo es la
importancia del ritmo y del momento oportuno. Piénsalo: todo lo que vive en la
naturaleza está regido por ciclos. Las estaciones cambian, la luna crece y decrece, las
mareas fluctúan, el sol sale y se pone. Los animales siguen los ritmos de la naturaleza.
Esto se ve claramente en sus rituales de apareamiento, nacimiento, alimentación, caza,
hábitos de sueño e hibernación, los cuales están en respuesta directa al péndulo de la
naturaleza. Y esto también es cierto en el caso de las respuestas que llevan a las
reacciones traumáticas a su resolución natural.
Para los seres humanos, estos ritmos plantean un desafío doble. Primero, se mueven
a un ritmo mucho más lento al que estamos acostumbrados. Segundo, están
completamente más allá de nuestro control. Los ciclos de sanación requieren de una
receptividad abierta mientras son observados y respetados; no pueden ser evaluados,
manipulados, apresurados o cambiados. Cuando a los niños se les da el tiempo y la
atención necesaria, entonces son capaces de completar el ciclo de sanación.
Resolver una reacción de estrés no se limita sólo a eliminar la probabilidad de
desarrollar un trauma más tarde en la vida. También fomenta la capacidad para moverse
a través de cualquier situación amenazante con mayor facilidad y flexibilidad. En esencia,
crea una resiliencia natural frente al estrés. Un sistema nervioso acostumbrado a
experimentar y liberar el estrés es más sano que un sistema nervioso agobiado por un
nivel continuo, y acumulativo, de estrés. Los niños a quienes se les anima a atender sus
respuestas instintivas son recompensados con un legado de salud y vigor ¡para toda la
vida!
Después de haber usado la guía en ocho pasos de primeros auxilios para la
prevención del trauma descrita anteriormente, puedes preguntarte si es adecuado seguir el
proceso sólo una vez. En muchos casos así es. Con los accidentes y caídas menores, así
como con otros sucesos ordinarios, generalmente una sola vez es suficiente. Por otro
lado, es posible que se necesite seguirtrabajando. Algunos comportamientos poco
después del incidente deben causar sospecha.
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Para descubrir si un comportamiento inhabitual es realmente una reacción traumática,
intenta mencionar el episodio aterrador y observa las respuestas. Puede ser que un niño
traumatizado no quiera que se le recuerde el acontecimiento o, una vez recordado, puede
excitarse o sentir temor cuando se le recuerda y ser incapaz de hablar sobre él.
Los recordatorios también son reveladores en retrospectiva. Los niños que «dejan
atrás» los patrones de comportamientos inusuales no necesariamente han descargado la
energía que los originó. La razón por la cual las reacciones traumáticas pueden ocultarse
durante años es que el sistema nervioso en proceso de maduración tiene la capacidad de
controlar el exceso de energía. Al recordarle a tu hijo un incidente aterrador que precipitó
comportamientos alterados en el pasado, puedes suscitar señales de residuos traumáticos.
Recuerda que una reacción que no se dispersa fácilmente probablemente indica la
necesidad de obtener ayuda de un profesional cualificado y con experiencia trabajando
con niños.
Reactivar un síntoma traumático no tiene que ser necesariamente razón para
preocuparse. Más bien, es una oportunidad para descargar cualquier energía traumática
residual y así completar el proceso. Las secuencias fisiológicas involucradas, por
primitivas que sean, responden bien a las intervenciones que las involucran y les permiten
seguir el curso natural de sanación. Los niños son maravillosamente receptivos a
experimentar el lado sanador de una reacción traumática. Al aplicar estas medidas de
primeros auxilios, confía en ti mismo. No pienses demasiado en si lo «estás haciendo
bien». Tu tarea es simplemente proporcionar la posibilidad y las condiciones para que la
transformación ocurra. Una de las formas que aprendiste para proporcionar estas
posibilidades de sanación fue a través de hacer avanzar en el tiempo a las sensaciones
atoradas.
Otra forma de establecer las condiciones para la sanación es al ayudar al niño a
«sentir y a lidiar con» las emociones difíciles. Después de que hayas ayudado a tu hijo a
recuperarse del choque inicial de un accidente o suceso a través de las sensaciones, ahora
hay que atender a las emociones. Las emociones, a diferencia de las sensaciones,
probablemente te resultan más familiares. A los niños se les puede enseñar a nombrar y a
expresarlas de maneras saludables desde una muy tierna edad. A los niños pequeños les
resulta fácil etiquetarlas: enfadado, triste, contento y asustado. El disgusto es otra
emoción fuerte que los niños expresan al arrugar la cara, al hacer pucheros con la boca y
al sacar la lengua como si quisieran deshacerse de lo desagradable que es la situación.
Las emociones son difíciles de ocultar (por más que nos gustaría hacerlo) dado que
nuestras expresiones faciales, postura y lenguaje corporal las revelan. Darwin nos enseñó
que las emociones primarias facilitan una comunicación instantánea entre todos los
mamíferos al surgir de nuestra fisiología, ¡otro mecanismo más de supervivencia!
¡Las sensaciones y las emociones no son lo mismo!
Pese a que nos referimos tanto a las emociones como a las sensaciones como
«sentimientos», las sensaciones pueden describirse como la sensación de los
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acontecimientos fisiológicos dentro de nosotros. Desarrollar una consciencia de ellas y
prestarle atención a sus detalles de manera resuelta ayuda a las sensaciones a cambiar y a
salir de un estado fijo para que nos podamos sentir más vivos y alertas. Las sensaciones
simplemente describen la forma física en la que se siente el cuerpo (sus pormenores),
libres de interpretaciones y juicios. Unos cuantos ejemplos de sensaciones son: calor,
entumecimiento, frío, abierto, tembloroso, tranquilo, «como un flan», tieso, agitado,
tenso, presión, «mariposas» y vibración. Como destacó anteriormente, éste es el único
lenguaje que habla y entiende el cerebro reptiliano. La capacidad para navegar por las
sensaciones es en gran medida responsable de los cambios internos que conducen a la
transformación. Recuerda, el trauma reside principalmente en nuestra biología y no en
nuestra psicología. Estos cambios internos no se originan con nuestros pensamientos ni
nuestras emociones, aunque lo último nos resulte mucho más familiar. Dado que los
síntomas principales del trauma son fisiológicos, se deben liberar a través del cuerpo.
Las emociones, igual que las sensaciones, tienen una base fisiológica y, como tal,
también tienen una carga energética. Por eso cuando una persona presta atención a las
señales corporales que registra, por ejemplo, el enfado, puede ubicar sus orígenes. Puede
experimentarse como un sentimiento de «sangre que hierve», una tensión en los hombros
o los puños preparados para luchar.
Las dificultades emocionales generalmente comienzan como una combinación de
pensamientos y sensaciones. Un ejemplo sencillo que podría aplicarse tanto a adultos
como a niños podría ser la siguiente situación hipotética:
Mientras la profesora anuncia un examen sorpresa (suceso), soy consciente de las
«mariposas» en mi estómago (sensación) y se me ocurre que si repruebo este
examen reprobaré el curso (pensamiento), lo cual después se convierte en miedo
(emoción). La idea de fracaso (pensamiento) puede conducir a un corazón
acelerado (sensación), respiración superficial (sensación) y un nudo en la boca del
estómago (sensación), lo cual puede generar un ataque de pánico.
En la escena anterior, imagina que eres «experto» en notar la primera señal de
preocupación (la sensación de mariposas en el estómago) y te haces amigo de estas
sensaciones durante suficiente tiempo para que cambien. En un caso así, las sensaciones,
las cuales te pudieron haber molestado al principio, muy probablemente se asentarán o te
darán la energía para que actúes rápido; quizás para revisar rápidamente tus notas antes
del examen. Quizás aún te preocupes por fracaso, pero ahora imagina que logras poner
con habilidad tales pensamientos a un lado por el momento y regresas a la sensación pura
con una observación y curiosidad paciente mientras esperas que ocurra el cambio. Con
toda probabilidad, las sensaciones se reducirán hasta alcanzar un nivel más confortable
de «alerta relajada», o bien la energía de las «mariposas nerviosas» se usará de manera
productiva para actuar. En cualquier caso, lo más probable es que el resultado sea
favorable, debido a que la emoción de miedo disminuya en vez de acelerarse y, de este
modo, evitas tu peor pesadilla: ¡ser presa del pánico y quedarte en blanco durante el
107
examen!
Cuando las sensaciones que subyacen bajo las emociones no se sienten, se
«monitorizan» ni se modulan (o si esta capacidad está perjudicada), los sentimientos
pueden intensificarse hasta salirse fuera de control. La rabia, la histeria y el terror son
ejemplos de emociones que han perdido el control. El cuerpo sencillamente no puede
contener la energía y –como una tempestad que hace desbordar a un río, o el grifo de
una bañera abierto y desatendido– una inundación emocional derrama su contenido fuera
del contenedor del cuerpo. Aquellos que no son capaces de modular los sentimientos, ya
sea el berrinche de un niño de dos años o la rabia de un adulto, se encuentran
literalmente «fuera de sí mismos» en vez de «en sí mismos». Los padres que practican
sentir sus respuestas físicas y que representan «en su cuerpo» sus emociones,
probablemente tendrán niños cuyo comportamiento no se salga de control. De acuerdo
con la experiencia que tenemos con adultos que fueron criados por padres rabiosos,
parece que tienen dificultad en sentir los diferentes matices del sentimiento y de modular
la emoción. La vida se percibe en blanco y negro, en vez de ver los diferentes tonos de
emoción. Imagina a un niño o joven adolescente atrapado frente a la presencia de un
miembro de la familia en medio de un «atracón emocional».
Si el sistema nervioso del padre no puede contener sus propias emociones
intensificadas,¿qué crees que le sucede al frágil sistema nervioso de un niño cuando es
expuesto a la rabia o la histeria? Es importante recordar que el desarrollo cerebral de los
niños y su bienestar están en juego. ¡Las neuronas que se disparan juntas se conectan
entre sí! La capacidad para autorregular estados afectivos la forman las interacciones que
un niño tiene con cada uno de sus cuidadores. La última década de neurociencia nos ha
enseñado que el cerebro de un niño y su sistema nervioso no se desarrollan de manera
aislada, sino a través de una dinámica interactiva con las diferentes relaciones externas.
Los niños pueden negar sus emociones. No es raro que los niños, especialmente los
adolescentes, se desconecten de sus sentimientos o se sientan confundidos sobre sus
«emociones mezcladas». Si un niño está en estado de choque, particularmente después
de una pérdida, puede evitar temporalmente su dolor y su tristeza a través de la
disociación que (como se vio en la parte i) es una parte integral de las reacciones
traumáticas. Otras veces, los niños ocultan lo que sienten. A menudo temen las
repercusiones de compartir sus emociones con los adultos. Los adultos pueden crear un
espacio seguro para que los niños se abran al mostrar calidez, una actitud no crítica y al
demostrar su propia apertura a la expresión de sentimientos auténticos.
Ya sea que tu hijo tenga sus sentimientos adormecidos debido al dolor o a una
reacción de choque, que los haya «enterrado» o que los oculte deliberadamente, puedes
observar sus expresiones faciales y posturales. Como dice el antiguo dicho chino –«una
imagen vale más que mil palabras»–, las señales de conducta, como los ojos vidriosos,
una postura encorvada, o si se sobresalta fácilmente o se aferra con fuerza, revelan una
historia. Los niños pueden intentar ocultar cómo se sienten con palabras que no son
congruentes con lo que observas. Confía en tus propios ojos y en lo que las expresiones
corporales del niño revelan. ¡El cuerpo no miente!
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Entonces, ¿cómo puedes ayudar a los pequeños con sus emociones reprimidas?
Ahora que ya cuentas con algunas herramientas para ayudar al niño con emociones
atoradas o con sensaciones incómodas, podrás apreciar mejor las diferencias sutiles al
ayudar a los niños a completar las respuestas emocionales de la parálisis, histeria o
estupefacción.
Atender las necesidades emocionales al seguir la
iniciativa de los niños
La mejor manera para asistir a los niños es, una vez más, seguir su iniciativa de manera
respetuosa. Si has practicado los ejercicios para ayudar a crear una consciencia y una
contención para tu propia experiencia de sensación, te resultará relativamente fácil
conectar con el niño a nivel emocional. Una forma eficaz para comenzar es observar –
con tus ojos, tus oídos y sentido de lo que «sientes»– lo que necesitan a cada momento.
No hay receta «talla única». Es una danza improvisada entre tú y tu hijo. A pesar de que
no existe una fórmula rígida para aprender esta danza, los siguientes ejemplos ilustrativos
te asistirán mientras aprendes cómo combinar la atención que le das a las sensaciones y a
las emociones de los niños.
Ayudar al niño traumatizado a través del juego
Si las pautas de los primeros auxilios minimizaron el efecto traumático pero no lo
previnieron completamente, o si el niño ha estado sufriendo de síntomas causados por un
acontecimiento anterior, aún puedes ayudarlo a completar el ciclo energético. Los niños
les muestran a los adultos qué partes de la experiencia abrumadora permanecen sin
resolver a través de sus dibujos y juego.
Los padres y aquellos que trabajan con niños, como los profesores y el personal
médico, se confrontan de manera rutinaria con las representaciones de los sucesos
traumáticos. Estas situaciones a menudo surgen durante el juego. La pregunta es ¿qué se
puede hacer para ayudar a resolver los sentimientos de vergüenza, injusticia y traición
que generalmente subyacen la compulsión de recrear una experiencia? Veamos la historia
de Sammy para ver cómo el establecer una situación de juego, junto con una guía
apropiada, puede conducir a una experiencia reparativa con un resultado fortalecedor. El
siguiente ejemplo muestra qué puede suceder cuando un incidente relativamente común
sale mal y cómo luego se transforma en un triunfo.
Hablar el lenguaje de
las sensaciones y las emociones
Si tu niño pequeño ha sido amenazado por otro niño y notas señales de una
respuesta de parálisis, enuncia lo que observas:
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«Estás temblando y pareces bastante afectado. ¡Ese niño abusón debió de haberte asustado
mucho!». (emoción)
«Por suerte ya se ha ido y ya no te puede hacerte daño».
«Toma las manos de mamá y siente lo calientes que están».
«Mientras sientes mis manos, ¡nota qué le sucede a tus manos!». (sensación) (Da tiempo para
que se produzca cualquier cambio mientras el niño cobra más consciencia de su cuerpo en el
momento presente, como calor, color, temblor, relajación o lágrimas).
«Exacto, permite que caigan las lágrimas como suaves gotas de lluvia. Tu cuerpo sabe
exactamente qué hacer para ayudarte a sentir mejor».
(Después de que el niño claramente se sienta aliviado y haya recobrado su estado anterior)
«¡Fuiste muy listo en pedir ayuda!».
«Hagamos un plan para ver qué puedes hacer si lo vuelves a ver cerca de la casa (escuela, barrio,
iglesia, parque) otra vez».
Si el cerebro reptiliano del adolescente está en modo «lucha» después de la separación de sus
padres:
«Ya sé que ya me dijiste que no estás enfadado, pero te ves tenso y tienes los puños cerrados
¡como si estuvieras listo para golpear a alguien!».
Observa las reacciones del adolescente. ¡Sé empático en vez de combativo!
Uno de los dos tipos de respuesta es bastante predecible:
«¡No me digas! ¡Me acabas de arruinar la vida! ¿Qué esperabas?».
Un simple ceño fruncido o «¿Por qué no me puedes dejar tranquilo?».
«Seguir su iniciativa» obviamente requeriría de respuestas muy diferentes por parte del adulto.
En la respuesta adolescente 1, pese a que tu adolescente está muy enfadado,
aun así está dispuesto a interactuar, aunque sea en modo «lucha». Para poder
ayudarlo a acceder a un sistema de vinculación social más cooperativo, el
cual es el cerebro «pensante» más elevado que tiene la capacidad para
resolver problemas, primero debes unirte empáticamente a su agitado cerebro
inferior y «sensible» para ayudarlo a disminuir un poco su intensidad.
Comienza validando sus sentimientos:
«Tienes razón, cariño, tu vida ha cambiado. Tienes todo el derecho de sentirte enfadado. No es tu
culpa».
Otra vez, espera a que te guíe. Cuando te vuelves profundamente atento y
sintonizado, poniendo tus motivaciones a un lado (por ejemplo, querer que se
sienta de otra manera), es más probable que te dé los detalles de lo que le
duele. ¡Podría sorprenderte!
*Evita terminar la conversación centrando la importancia en tus sentimientos. Muchos padres
comienzan con una maravillosa intención, pero luego sacan el tema de sus propios sentimientos
mientras que su hijo sigue sufriendo, lo que cancela el progreso inicial.
En la respuesta adolecente 2, el adolescente está más que molesto, y tanto su
110
1.
cerebro que piensa como el que siente están desintonizados. La aflicción está
más cerca de un estado de choque o «parálisis», y probablemente se bloquea
más de manera involuntaria que voluntaria, dado que se siente abrumado.
Literalmente se siente atrapado e impotente. «Seguir su iniciativa» en este
caso significa ofrecerle una salida a su situación actual. También significa
mostrarle que tú no has perdido la fe en él, aunque quizás él si lo haya hecho.
Para seguir avanzando, ¡demuéstrale que no está solo! Comienza otra vez
validando y reflejando su estado:
«Es obvio que no quieres hablar. Sólo quiero que sepas que sé que estás profundamente
molesto… y, cuando estés listo, aquí estaré».
Si el cerebro reptiliano de un niño pequeño está en modo de «huida» después
de haber observado algo sangriento:
Para «seguir su iniciativa» cuando se encuentreagitado y corriendo en
círculos de manera frenética puedes decir algo así:
«El papá de Nick tenía una “pupa” muy desagradable en su pierna, ¿verdad?».
«¡Tus piernas son grandes y fuertes! ¡Puedes correr tan rápido como mamá en este momento! (la
madre se une al niño, corriendo a su lado y convirtiéndolo en un juego). ¡Siente cómo corren
tus piernas! ¡Corre, corre y corre…, lo lograste! ¡Estás a salvo!». Observa si el niño parece
aturdido o si se une con fluidez al juego.
Si el niño está aturdido, cambia el juego para que el niño corra hacia ti cada
vez y descanse con seguridad en tus brazos. Observa los ojos. ¿Están bien
abiertos, llenos de sorpresa? ¿Sus manos cubren sus ojos para que no tenga
que «ver» el desagradable percance? Verifica los movimientos del cuello. ¿Es
capaz de mirar a su alrededor y cambiar de dirección mientras corre? ¿Parece
juguetón y fluido en sus movimientos o corre como si estuviera tieso de
miedo o demasiado paralizado para divertirse?
Continúa siguiendo su iniciativa, mientras percibes qué es lo próximo que
necesita. Si sus ojos muestran una reacción de choque, puedes inventar un
juego de tipo «cucú tras» donde se alterne entre «ver» y «no ver» a su
propio ritmo. Gradualmente ayúdale a alternar entre un juego activo de
«persecución» y un contacto más tranquilo contigo. Entre más seguro se
sienta contigo, a medida que va sintiendo tu tranquilidad, tono y cercanía,
más fácil le resultará desacelerarse.
Mientras su «gran» energía se asienta, puedes notar una descarga de la
energía de estrés a través de un suspiro, un ligero temblor, sacudimiento, o
lágrimas. Una vez que le ha regresado el color a la cara y parece salir del
choque, puedes ocuparte de sus emociones al decir algo como:
«La “pupa” del papá de Nick te asustó tanto que ¡tuviste que cubrirte los
ojos!». Observa la respuesta del niño y qué necesita después. Pregúntate:
¿Se siente seguro mi hijo?
111
2.
3.
4.
¿Necesita que le asegure que el papá de Nick está a salvo?
¿Necesita moverse de la imagen atorada de la herida sangrienta hasta el
siguiente «marco» de la historia?
¿Necesita descargar la emoción a través de lágrimas o enfado?
Si el niño sigue «viendo» la horrible imagen, puedes continuar con el juego de
«cucú» y añade un peluche o juguete de acción (jugando a que es el papá de
Nick).
Empodera al niño a que vea a la pierna del soldado de juguete, superhéroe o
del oso de peluche poco a poco y de manera juguetona. Por ejemplo, puedes
cubrir tus propios ojos y luego asomarte a través de una pequeña abertura en
tus dedos con sólo un ojo y luego apartar la mirada. Da pequeños pasos
graduales, «siguiendo la iniciativa del niño» para encontrar su ritmo y
continuar hasta que pueda examinar al juguete sin angustia.
*Si el niño sufrió una desagradable herida en el pasado, puede ser que esté resimulando su propia
herida anterior. Puedes inventar un pequeño cuento sobre la experiencia, enfatizando cualquier
parte que sepas que le resultó reconfortante al niño, quizás el chocolate caliente que preparó con su
abuelo cuando regresaron del hospital. O las burbujas que sopló cuando le quitaron los puntos y la
«pupa» mejoró. Cuando un niño siente la seguridad de las partes reconfortantes de la experiencia,
es más probable que tolere las partes incómodas del «trauma» con más confianza para que, en vez
de entumecerse otra vez, pueda descargar el exceso de la energía de estrés. Las lágrimas, miedos o
sentimientos de enfado finalmente se liberan, con el adulto como testigo y ancla.
Entre más pequeño es el niño, es más susceptible a imaginar el peor de los
casos. En el ejemplo anterior, después de atravesar la reacción inicial, puedes
explicar cómo la sangre limpia las «pupas», y luego pueden jugar los primeros
auxilios. El último paso sería verificar su reacción al sugerir visitar al papá de
Nick para ver cómo está ahora que tuvo la oportunidad de sanar su herida.
Ésta es la gran prueba para ver si el niño ha avanzado en el tiempo o si sigue
atorado en el pasado. Si sigue atorado, vuelve a seguir su iniciativa para ver
qué necesita. Puedes preguntarle qué aspecto cree que tiene la «pupa» del
papá de Nick ahora. Si es demasiado pequeño para hablar, puedes preguntarle
si todavía tiene miedo y pedirle que indique con la cabeza «sí» o «no», y
continúa jugando a «sanar la herida» hasta que desaparezca cualquier residuo
de choque y miedo.
La historia de Sammy
Sammy está pasando el fin de semana en casa de sus abuelos, donde yo estoy de visita.
Se está comportando como un tirano insufrible, intentando agresiva e incansablemente
controlar su nuevo entorno. Nada lo complace; exhibe un muy mal humor a cada
momento. Cuando duerme, da vueltas en la cama como si estuviera luchando contra sus
sábanas. Este comportamiento no es completamente inesperado de un niño de dos años y
medio cuyos padres están ausentes durante el fin de semana; los niños con ansiedad por
separación a menudo se comportan mal. Sin embargo, Sammy siempre ha disfrutado de
112
las visitas en casa de sus abuelos, y este comportamiento les parece extremo.
Me cuentan que, hace seis meses, Sammy se cayó de su trona y se abrió la barbilla.
Su herida sangraba mucho y lo llevaron a la sala de urgencias local. Cuando la enfermera
entró para tomarle la temperatura y la presión sanguínea, Sammy estaba tan asustado
que ella no pudo registrar sus signos vitales. Entonces, ataron al niño, de dos años de
edad, a un «portabebés pediátrico» (una tabla con pliegues y cintas de velcro). Con el
torso y las piernas inmovilizadas, la única parte de su cuerpo que podía mover era la
cabeza y el cuello; los cuales, naturalmente, movió, tan energéticamente como pudo. Los
doctores respondieron apretando más e inmovilizándole la cabeza con las manos para
poder suturar la barbilla.
Después de esta angustiante experiencia, mamá y papá llevaron a Sammy a comer
una hamburguesa y luego al parque. Su madre permaneció muy atenta y evaluó
cuidadosamente si se sentía herido y asustado. Pronto, la historia parecía olvidada. Sin
embargo, la actitud dominante de Sammy comenzó poco después del acontecimiento.
¿Podía ser que los berrinches de Sammy y su comportamiento controlador estuvieran
relacionados con la impotencia que vivió a raíz de este trauma?
Descubrí que Sammy había visitado la sala de urgencias varias veces con diferentes
heridas, aunque nunca había mostrado tal grado de terror y pánico. Cuando sus padres
regresaron, acordamos explorar si podría haber una carga traumática todavía asociada a
la experiencia reciente.
Nos juntamos todos en la cabaña donde me estaba hospedando. Con los padres,
abuelos y Sammy observando, coloqué a su peluche de Winnie Pooh en el borde de la
silla de tal manera que inmediatamente cayó al suelo. Decidimos que estaba herido y que
teníamos que llevarlo al hospital. Sammy gritó, saltó hacia la puerta y salió corriendo a
través de una pasarela y por un estrecho camino hacia el arroyo. Nuestras sospechas se
confirmaron. Su reciente visita al hospital no había sido inofensiva ni estaba olvidada. El
comportamiento de Sammy nos indicaba que este juego le resultaba potencialmente
abrumador.
Los padres de Sammy lo trajeron de vuelta del arroyo. Se aferraba frenéticamente a
su madre mientras nos preparábamos para otro juego. Le aseguramos que todos
estaríamos ahí para ayudar y proteger a Winnie Pooh. Otra vez, salió corriendo, pero
sólo hacia la habitación de al lado. Lo seguimos y esperamos para ver qué sucedería
después. Sammy corrió hacia la cama y la golpeó con ambos brazos mientras me miraba
con expectación.
«Estás enfadado, ¿verdad?» le pregunté. Su mirada confirmó mi pregunta.
Interpretando su expresión como señal para continuar, puse a Winnie Pooh bajo una
sábana y coloqué a Sammy en la cama a su lado.
«Sammy, ayudemos todos a Winnie Pooh».
Sostuve a Winnie Pooh bajo la sábana y les pedí a todos que ayudaran. Sammy
observó con interés pero pronto se puso de pie y corrió hacia su madre. Abrazando con
fuerza las piernas de su madre, dijo, «Mami, tengo miedo».Sin presionarlo, esperamos hasta que Sammy estuviera listo y dispuesto a volver a
113
jugar al juego. La siguiente vez que sujetamos a la abuela y Winnie Pooh bajo la sábana,
Sammy participó activamente en el rescate. Cuando Winnie Pooh estuvo libre, Sammy
corrió hacia su madre, aferrándose aún más a ella que antes. Comenzó a temblar de
miedo, y luego su pecho se abrió con un creciente sentido de emoción, triunfo y orgullo.
La siguiente vez que se resguardó en su madre, se aferró menos que antes y, esta vez,
comenzó a saltar de emoción. Esperamos hasta que Sammy estuviera listo para volver a
jugar. Todos menos Sammy jugaron a ser rescatados al lado de Winnie Pooh. Con cada
turno, Sammy se volvía más enérgico mientras jalaba la sábana y escapaba hacia los
brazos de su madre.
Cuando fue el turno de Sammy de jugar a ser atado bajo la sábana con su oso de
peluche, comenzó a sentirse agitado y con miedo. Volvió a correr varias veces hacia los
brazos de su madre hasta que fue capaz de aceptar el desafío máximo. Se metió
valientemente bajo las sábanas con su oso mientras lo cubría suavemente. Vi cómo sus
ojos agrandaban miedo, pero sólo por un momento. Luego cogió a su oso, empujó la
sábana y se lanzó hacia los brazos de madre. Llorando y temblando, gritaba, «Mami,
¡sácame de aquí! Mami, ¡quítame esta cosa de encima!». Su padre, sorprendido, me dijo
que eran las mismas palabras que Sammy había gritado cuando había estado aprisionado
en la tabla del hospital. Lo recordaba claramente porque se había sentido bastante
sorprendido de la capacidad de su hijo para hacer una petición tan bien articulada a los
dos años de edad.
Repetimos la fuga varias veces más. Cada vez, Sammy mostraba más poder y júbilo.
En vez de correr asustado hacia su madre, saltaba de emoción. Con cada fuga exitosa,
todos aplaudíamos y bailábamos juntos, aclamando, «¡Viva Sammy, viva, viva! ¡Sammy
salvó a Winnie Pooh!». Sammy, de dos años y medio de edad, había adquirido un
dominio sobre la experiencia que lo había destrozado unos meses atrás.
Debate: ¿Qué les podría suceder a los niños que no reciben ayuda?
Si Sammy no hubiera recibido ayuda, ¿podría haberse vuelto más ansioso, hiperactivo,
dependiente o controlador? ¿O su trauma habría dado como resultado que mojase la
cama o que tuviese comportamientos de evitación más adelante?¿Quizás habría recreado
el acontecimiento de adulto o de adolescente?¿O habría desarrollado síntomas físicos
como dolores de estómago, migrañas y ataques de ansiedad sin saber por qué? Todas
estas situaciones hipotéticas son posibles e igualmente imposibles de determinar. No
podemos saber cómo, cuándo o si la experiencia traumática de un niño invadirá su vida
de otra manera. Sin embargo, podemos ayudar a proteger a los niños de estas
posibilidades a través de la prevención. Una «pizca de prevención» los ayudará a
desarrollarse y convertirse en adultos más seguros y espontáneos.
Los niños como Sammy rara vez obtienen la ayuda que necesitan inmediatamente
después de un incidente como éste. Sin embargo, se puede apoyar a los pequeños en este
momento crítico, cuando literalmente tiemblan y se sacuden mientras lidian con la
inmovilidad, vergüenza, pérdida y rabia. A través de un juego guiado, los niños pueden
descargar de manera segura la energía intensa movilizada en un intento fallido para
114
defenderse contra una experiencia terrorífica y dolorosa. Pero deben hacerlo dentro de
un contexto de apoyo y protección de tu parte. Si esta descarga no sucede, las
intervenciones terapéuticas posteriores enfocadas en la «historia» de lo que sucedió serán
limitadas y podrían causar más angustia.
Debate: ¿Cuál es la diferencia entre una reexperimentación traumática y el
juego terapéutico?
Es importante apreciar las diferencias entre juego traumático, reexperimentación
traumática y la reelaboración del trauma que vimos con Sammy. Los adultos
traumatizados a menudo recrean un suceso que de alguna manera representa, por lo
menos a su inconsciente, el trauma original. Por ejemplo, la víctima de un abuso sexual
infantil puede volverse promiscuo, un agresor sexual o evitar la posibilidad de sexo por
completo.
De manera similar, los niños recrean sucesos traumáticos a través de su juego.
Aunque quizás no sean conscientes del significado detrás de sus comportamientos, están
impulsados de manera profunda por los sentimientos asociados con el trauma original.
Aun si no quieren hablar sobre el trauma, el juego traumático es una de las formas en
que un niño cuenta su historia del acontecimiento. Es una pista segura de que el niño
sigue perturbado. En el libro Too Scared to Cry [Demasiado asustado para llorar], Lenore
Terr describe las respuestas de Lauren, de tres años y medio de edad, mientras juega con
sus coches de juguete. «Los coches van sobre las personas», dice Lauren mientras pasa
zumbando dos coches de carrera hacia unas marionetas de dedo. «Apuntan sus partes
puntiagudas hacia las personas. Las personas tienen miedo. Una parte puntiaguda irá a
sus barrigas, y a sus bocas, y a sus [señala su falda]. Me duele la barriga. Ya no quiero
jugar».4
Lauren se detiene cuando la sensación corporal de miedo surge abruptamente. Ésta
es una reacción típica. Puede regresar una y otra vez al mismo juego, siempre
deteniéndose cuando las sensaciones de temor en su barriga se hacen incómodas.
Algunos psicólogos dirían que Lauren está usando su juego en un intento de obtener algo
de control sobre la situación que la traumatizó. En efecto, su juego semeja los
tratamientos de «exposición» que se usan de manera rutinaria para ayudar a los adultos a
superar sus fobias. Pero Terr advierte que este tipo de juego generalmente no resulta
muy exitoso. Aunque sí sirve para reducir la angustia de un niño, este proceso toma
mucho tiempo antes de que produzca resultados. La mayor parte de las veces, el juego
se repite de manera compulsiva sin lograr una resolución. Un juego traumático no
resuelto y repetitivo puede reforzar el impacto traumático de la misma manera en que
recrear y revivir catárticamente las experiencias traumáticas puede reforzar el trauma en
los adultos.
La reelaboración o renegociación de una experiencia traumática, como lo vimos en el
caso de Sammy, representa un proceso que es fundamentalmente diferente de un juego
traumático o recreación. Si se les abandona a sus propios medios, la mayoría de los niños
intentarán evitar los sentimientos traumáticos que evoca su juego. Con orientación,
115
Sammy fue capaz de «soportar sus sentimientos» al dominar gradual y secuencialmente
su miedo. Al usar esta renegociación gradual del suceso traumático y el apoyo de Winnie
Pooh, Sammy pudo surgir como el vencedor y el héroe. Un sentido de triunfo y
heroísmo casi siempre es indicador de la conclusión exitosa de un evento traumático
renegociado. Al seguir la iniciativa de Sammy después de haber establecido un escenario
potencialmente activador, al unirnos en su juego e inventar el juego mientras
avanzábamos, Sammy pudo dejar ir su miedo. Fue necesario un mínimo de orientación y
apoyo por parte del adulto para lograr la meta tácita de ayudarlo a experimentar un
resultado diferente.
Cinco principios para guiar al juego de los niños hacia una resolución
Este análisis sobre la experiencia de juego de Sammy está diseñado para ayudarte a
entender y aplicar los siguientes principios para trabajar con tus propios niños.
1. Permite que el niño controle el ritmo del juego.
Al principio de este capítulo, aprendiste la importancia de sintonizarte con las necesidades
de tu hijo. La sanación ocurre al reducir la velocidad del tiempo momento tras momento.
¡Esto es aplicable a todas las edades! Puede ser que el ritmo de tu hijo sea muy diferente
del tuyo. Para poder ayudar a tu hijo a sentirse seguro, sigue su ritmo; no lo sometas al
tuyo. Si te pones en los «zapatos» de tu hijo a través de una cuidadosa observación de
su comportamiento, aprenderás rápidamente a cómo resonar con él. Veamos el
comportamiento de Sammy.
Lo que Sammy nos «dijo»
Al salircorriendo de la habitación cuando Winnie Pooh se cayó de la silla, Sammy nos
dijo de manera bastante clara que no estaba listo para involucrarse en este nuevo
«juego» de activación.
Lo que hicimos para ayudar a Sammy a sentirse seguro
Sammy tenía que ser «rescatado» por sus padres, consolado y vuelto a traer a la escena
antes de continuar. Todos tuvimos que asegurarle a Sammy que estaríamos ahí para
ayudar a proteger a Winnie Pooh. Al ofrecer este apoyo y consuelo, ayudamos a Sammy
a acercarse al juego.
Lo que Sammy nos «dijo»
Cuando Sammy corrió hacia la habitación de al lado, en vez de hacia afuera, nos estaba
diciendo que se sentía menos amenazado y confiaba más en nuestro apoyo. Los niños no
siempre declaran verbalmente si quieren continuar, por lo que hay que seguir las pistas
ofrecidas por su comportamiento y sus respuestas. Respeta su voluntad, así como el
modo que eligen para comunicarse. Los niños nunca deben ser forzados a hacer más de
116
lo que quieren y pueden hacer.
Lo que puedes hacer para ayudar al niño
Baja el ritmo del proceso si notas señales de miedo, dificultad para respirar, tensión, o si
parece aturdido (disociación). Estas reacciones se disiparán si simplemente esperas
tranquila y pacientemente mientras le aseguras al niño que sigues a su lado y de su lado.
Generalmente, los ojos y la respiración del pequeño te indicarán cuándo es tiempo de
continuar.
EJERCICIO
Vuelve a leer la historia de Sammy y presta atención a las partes que
indican su decisión de continuar el juego. Hay tres ejemplos explícitos
además del citado arriba.
2. Distinguir entre miedo, terror y emoción.
Experimentar miedo o terror por más de un breve período durante el juego traumático no
ayudará al niño a atravesar el trauma. La mayoría de los niños harán algo para evitarlo.
¡Permíteles que lo hagan! Al mismo tiempo, asegúrate de discernir si es evitación o
escape. El siguiente ejemplo es un caso claro que te ayudará a desarrollar la habilidad de
«leer» cuándo se necesita una pausa y cuándo es momento de guiar el impulso hacia
adelante.
Lo que Sammy nos «dijo»
Cuando Sammy corrió hacia el arroyo, estaba demostrando un comportamiento de
evitación. Para poder resolver su reacción traumática, Sammy tenía que sentir que estaba
controlando sus acciones más que siendo llevado por sus emociones.
Cómo «leer» la experiencia de tu hijo
El comportamiento de evitación ocurre cuando el miedo y el terror amenazan con
abrumar al niño. Este comportamiento a menudo se acompaña por otra señal de angustia
emocional (llanto, ojos asustados, gritos). Por otro lado, un escape activo resulta
emocionante. Los niños se emocionan por sus pequeños triunfos y a menudo muestran
su placer irradiando sonrisas, aplaudiendo o riendo con entusiasmo. En general, la
117
respuesta difiere mucho de un comportamiento de evitación. La emoción es la evidencia
de la descarga de emociones exitosa del niño, que acompañaba a la experiencia original.
Esto es positivo, deseable y necesario.
El trauma se transforma cuando los sentimientos y sensaciones intolerables se
cambian por unos aceptables. Esto sólo puede suceder en un nivel de activación que sea
similar a la activación que condujo a la reacción traumática.
Cómo apoyar al niño
Si el niño parece emocionado, está bien animarlo y continuar como lo hicimos cuando
aplaudimos y bailamos con Sammy.
Sin embargo, si el niño parece asustado o intimidado, consuélalo, pero no estimules
ningún movimiento más en este momento. Permanece presente con toda tu atención y
apoyo; espera de manera paciente mientras el miedo se aquieta. Si tu hijo muestra
señales de fatiga, haz una pausa para descansar.
3. Ve paso a paso.
Uno nunca se moverá demasiado lento al renegociar un suceso traumático. El juego
traumático es repetitivo casi por definición. Haz uso de esta característica cíclica. La
diferencia clave entre la renegociación y el juego traumático es que en la renegociación
hay pequeñas diferencias progresivas en las respuestas y comportamientos del niño.
Lo que Sammy nos «dijo»
Cuando Sammy corrió hacia la habitación en vez de hacia afuera, estaba respondiendo
con un comportamiento diferente, lo que indicaba que se había progresado.
Monitorizar el progreso del niño
Sin importar cuántas repeticiones se necesiten, si el niño está respondiendo de manera
diferente –como con un ligero incremento de emoción, con más palabras o con
movimientos más espontáneos–, está atravesando el trauma. Si las respuestas del niño
parecen estar avanzando en la dirección de la constricción y la repetición en vez de hacia
la expansión y la variedad, quizás estés intentando renegociar el suceso con situaciones
que involucran demasiada activación, lo que impide que el niño progrese.
Cómo ayudar al niño a ir paso a paso
Céntrate y presta atención a tus sensaciones hasta que tu propia respiración te
proporcione una sensación de calma y confianza en tu espontaneidad.
Baja el ritmo de la velocidad del cambio al dividir el juego en partes más pequeñas.
Esto puede parecer contradictorio con lo que declaramos antes sobre seguir el ritmo del
niño. Sin embargo, sintonizarte con las necesidades del niño al actuar como una
presencia adulta sabia significa prevenir que el niño se abrume. Para lograrlo, quizás
118
necesites bajar el ritmo del juego.
Si el niño parece nervioso, sería adecuado incluir algunos pasos de sanación. Por
ejemplo, cuando se renegocia un trauma médico, puedes decir, «Veamos, me pregunto
qué podríamos hacer para que (Winnie Pooh, la muñeca, etc.) no se asuste antes de que
tú (el doctor/enfermera) le pongas la inyección». A menudo a los niños se les ocurrirán
soluciones creativas que demuestran lo que les faltó en su propia experiencia.
No te preocupes sobre la cantidad de veces que tienes que repetir lo que parece ser lo
mismo de siempre. (Involucramos a Sammy en el juego con Winnie Pooh por lo menos
diez veces. Sammy pudo renegociar sus respuestas traumáticas bastante rápido. Puede
ser que tu hijo necesite más tiempo). ¡No necesitas hacerlo todo en un solo día! El
descanso y el tiempo ayudan al niño a reorganizar internamente su experiencia a niveles
sutiles.
Si estas sugerencias no parecen ayudarte, vuelve a leer este capítulo, examina más de
cerca el papel que estás jugando y observa con más cuidado cómo está respondiendo tu
hijo. Quizás te estés perdiendo algunas señales. Una vez que el niño ha comenzado a
responder, olvídate de tus preocupaciones y ¡disfruta el juego!
4. Conviértete en un contenedor seguro.
Recuerda que la naturaleza está de tu lado. Para el adulto, quizás el aspecto más difícil e
importante de la renegociación de un suceso traumático con un niño es mantener la
creencia de que las cosas terminarán bien. Este sentimiento viene de tu interior y se
proyecta en el niño. Se vuelve un contenedor que rodea al niño con un sentimiento de
confianza. Esto puede resultar particularmente difícil si el niño se resiste a tus intentos
para renegociar el trauma.
Si el niño se resiste, sé paciente y permanece tranquilo. La parte instintiva del niño
quiere reelaborar esta experiencia. Lo único que tienes que hacer es esperar a que esta
parte se sienta lo suficientemente segura y con confianza para afirmarse. Si estás
excesivamente preocupado por si el niño puede transformar la reacción traumática,
puedes enviarle un mensaje contradictorio involuntariamente. Los adultos con un trauma
propio no resuelto son particularmente susceptibles a caer en esta trampa. No permitas
que el niño sufra como resultado de tus propias experiencias no resueltas. Pídele a
alguien más que ayude a tu hijo ¡y no pospongas buscar ayuda para ti mismo!
5. Detente si sientes que el niño realmente no se está beneficiando del juego.
Sammy pudo renegociar su experiencia en una sesión, pero no todos los niños podrán
hacerlo. Algunos niños necesitarán de unas cuantas sesiones. Si, después de varios
intentos, el niño permanece constreñido y no quiere avanzar hacia el triunfo y la alegría,
NO fuerces el tema. Busca ayuda profesionaly cualificada. Sanar el trauma en los niños
es una tarea inmensamente importante y, a veces, puede ser compleja. Esto es
especialmente cierto cuando hubo múltiples sucesos, cuando el factor estresante se
prolongó o cuando el pequeño no recibió apoyo a causa de las circunstancias. Como se
119
mencionó con anterioridad, el trauma se vuelve más complicado si el niño fue traicionado
por un adulto de confianza.
Conclusión
La idea de desarrollar un vocabulario de sensaciones probablemente te resultaba un
concepto extraño. A menos que hayas estudiado «Focusing» (un método terapéutico «de
sensaciones sentidas» desarrollado por el doctor Eugene Gendlin)5 o hayas practicado
ciertas formas de meditación diseñadas para crear una consciencia más profunda de las
respuestas corporales (como Vipassana), esto te pudo haber resultado bastante extraño.
Después de todo, el lenguaje de las sensaciones no se enseña en el currículo escolar,
¡aunque nos gustaría que así fuera! (Ver capítulo once y doce para obtener sugerencias y
actividades que los educadores y los profesionales en la salud mental que trabajan en
escuelas pueden usar para ayudar a estudiantes traumatizados). Si este innovador
enfoque corporal te parece extraño, sinceramente esperamos que, poco a poco y a tu
propio ritmo, uses tantos elementos como te resulten cómodos.
Mientras concluimos el capítulo cuatro, no podemos insistir lo suficiente en la
importancia de desenvolverse y sentirse cómodos al completar y repetir, si resulta
necesario, los ejercicios diseñados para ayudarte a ti y a tu familia. Al notar tus propias
sensaciones cambiantes dentro de las situaciones cotidianas, también podrás aliviar tu
propio estrés. También podrás incrementar tu habilidad para sentirte centrado las más de
las veces y para regresar a un lugar de calma más rápido y de manera automática.
Recuerda que el lenguaje de las sensaciones es el único lenguaje que comprende nuestro
«antiguo» cerebro. Dado que la energía del trauma es la energía de la supervivencia
regulada por las estructuras profundas de nuestro cerebro, debemos hablar su lenguaje
para poder sanar y prevenir las heridas del trauma en nosotros y en nuestros hijos. En el
capítulo cinco aprenderás cómo inventar versos simples y a usar el arte para renovar los
«recursos», el fortalecimiento y la alegría después de que el niño haya soportado una
situación abrumadora.
120
CAPÍTULO 5
121
E
•
•
Sensaciones, imágenes y sentimientos: usar
imágenes de animales y rimas para restablecer,
empoderar y transformar los síntomas de trauma
l capítulo cinco muestra cómo ayudar a los niños a cobrar consciencia de los
recursos que ya están dentro de ellos y a fortalecerlos. El uso creativo de
imágenes de animales y versos tiene muy buenos resultados con los niños. Usa
nuestras sugerencias como modelos para inventar tus propios versos para ayudar a tu
hijo. Los niños pueden ilustrar los versos con lápices de colores, marcadores o pintura. Si
son suficientemente mayores, pueden inventar sus propios versos e historias, o pueden
inventarlos juntos.
¿Qué son los «recursos» y de dónde provienen?
Todo el mundo tiene recursos. También se puede decir que cada cuerpo cuenta con
recursos. (Insertar nota al pie: N. del E. En el original «Everybody has resources. It can
also be said that every body has resources».) El Oxford Thesaurus [diccionario de
sinónimos de Oxford] ofrece no menos de veinticinco sinónimos para la palabra
«resource» [«recurso»]. Entre los que se enumeran encontramos: iniciativa, ingenuidad,
talento, imaginación, ingenio, aptitud, cualificaciones y fortaleza. Su uso coloquial
británico significa «iniciativa» (gumption), y su significado en jerga es «agallas» (guts).
Además de las cualidades personales, incluyendo arrestos, se incluyen valores como
riqueza, propiedad y posesiones.
Nuestra definición de recursos incluye todas las mencionadas y más. Los recursos
son cualquier tipo de apoyo y ayudan a lograr un bienestar físico, emocional, mental y
espiritual. Pueden ser obvios o estar ocultos. Pueden estar activos u olvidados. Pueden
ser externos, internos o ambos. Los niños nacen con recursos internos, pero dependen de
los adultos (un recurso externo) para reflejarlos y cuidarlos y que así, los recursos se
vuelvan tangibles. De esta forma, un niño puede recurrir a sus propias provisiones, según
sea necesario, a través de una reserva accesible.
Ejemplos de los recursos externos de un niño podrían ser:
Cuidadores amorosos de quien se puede depender para obtener las necesidades para
el desarrollo.
Otros miembros de la familia, amigos y mascotas que nutran al niño.
122
•
•
•
•
•
•
•
•
Acceso a un ambiente natural (praderas herbosas, parques, playas de arena,
montañas, bosques, el océano, etc.).
Objetos y otros elementos que estimulen o animen los sentidos, como el color, la
luz, el espacio, sábanas y telas suaves, música, diferentes texturas, animales de
peluche y otros juguetes que den ganas de abrazarlos.
Acceso a un ambiente próspero con juguetes apropiados para el desarrollo, música,
materiales de construcción y arte, libros, etc.
Una comunidad atenta que ayuda al desarrollo del niño, como las organizaciones
culturales, sociales, deportivas o religiosas que representan al niño de maneras
saludables. Éstas pueden incluir a los niños exploradores, equipos deportivos, clubes
de niños y niñas, grupos de actividades infantiles en lugares de culto, y otros como
grupos de pasatiempos y compañías de teatro. Para los niños más pequeños, puede
ser un grupo de juego o preescolar; y para el adolecente puede incluir grupos de
voluntariado para mejorar el ambiente o animar a los enfermos o ancianos, así como
clubes basados en intereses comunes que van desde un intercambio intercultural
hasta el activismo político.
Ejemplos de los recursos internos de un niño podrían ser:
Dones y talentos naturales como una inclinación especial por la ciencia, música, arte,
movimiento, matemáticas, deportes, manualidades, actividades académicas, cuidado
de animales, liderato, construcción, aptitud lingüística, gimnasia, inteligencia en
general, etc.
Cualidades energéticas y cenestésicas como una gran –o pequeña– agilidad muscular,
una constitución saludable, energía, sentido del humor, carisma para hacer amigos,
un sentido de equilibrio, etc.
Características de la personalidad como ingenio y sabiduría, iniciativa, ingenuidad,
confiabilidad, integridad, generosidad, consideración, etc.
Un centro espiritual interno que puede proporcionar un sentido de totalidad y paz a
través de la conexión con algo más grande que uno mismo.
La división entre los recursos internos y externos es en cierto modo artificial. La
música que se le canta o se le pone a un niño sólo es un recurso si se percibe como
placentera. Una vez que el sonido entra al cuerpo del niño a través de la vibración en los
oídos, huesos y en otras partes, entonces se registra como un recurso interno. Por otro
lado, si el sonido es perturbador, no es un recurso.
Esta regla es válida para todo lo que nosotros como adultos podamos concebir para
123
1.
2.
3.
4.
apoyar y cuidar a nuestros hijos. Si no se registra en el cuerpo como algo sanador,
reconfortante o agradable, no es un recurso para ellos sin importar cuán buenas sean
nuestras intenciones.
Los sentimientos de confianza, bienestar físico o espíritu de equipo que un niño
puede obtener de la oportunidad de participar en un deporte pueden resultar adversos
para su hermano. Mientras que el abuelo puede hacer que el pequeño Billy ría
alegremente, su presencia puede resultar apenas tolerable para su hermano mayor.
En otras palabras, los recursos son únicamente personales. Para ser considerado
como un recurso, el «apoyo» debe percibirse internamente como algo que crea placer y
un desarrollo saludable. Cuando se registra en la memoria corporal como recurso, se
puede recurrir a la «huella» o impresión de la sensación para ayudar a aliviar el dolor en
momentos de turbulencia emocional, estrés o agitación.Por ejemplo, años después de la
muerte del abuelo favorito de Billy, un objeto o una fotografía que le haga recordar su
conexión profunda puede suscitar sensaciones cálidas y conmovedoras en el corazón de
Billy que le sirvan de apoyo durante los momentos turbulentos. ¡Eso es un recurso!
RECURSOS EXTERNOS/RECURSOS INTERNOS
(Necesitarás dos hojas de papel y un lápiz o bolígrafo).
Toma una de las hojas de papel y dóblala a la mitad verticalmente. En un lado
del doblez, comienza a hacer una lista de todos tus recursos externos; en el otro
lado, enumera tus recursos internos. Si no estás seguro de qué lado ponerlo,
escríbelo en ambos lados.
Mientras miras tu lista, verifica qué recursos «saltan a la vista» como los apoyos
más fuertes para ti en tiempos de estrés. Tómate tiempo para centrarte en cada
uno, de uno en uno, esperando hasta sentir qué sensaciones y emociones surgen,
y en qué lugar de tu cuerpo las sientes. Observa si se registran como fuerza
muscular, calor alrededor del corazón, poder en el vientre, si se «centran» en la
parte inferior del cuerpo o la pelvis, etc. Anótalos o escribe sobre ellos en tu
diario para grabarlos en tu memoria sensorial.
Comprueba si hay categorías de recursos faltantes o débiles, como pocas
relaciones satisfactorias o una falta de conexión espiritual. Haz una lista de las
maneras en que puedes comenzar a enriquecer tu vida al agregar recursos para
rellenar el vacío. Por ejemplo, si te sientes físicamente incompetente y no tienes
muchos amigos, podrías unirte a un grupo de taichí o pedirle a un conocido que
se convierta en tu «compañero de caminatas». Si estas actividades demuestran
ser una fuente de más conexión contigo mismo y con otros, añádelas a tu lista.
Con la otra hoja de papel, haz una lista de los recursos externos e internos de tu
hijo, o si el niño es mayor, ayúdalo a crear sus propias listas al seguir los pasos
1-3. Pon un * junto a los recursos que proporcionan el mayor consuelo durante
124
el estrés. Ayuda a tu hijo a profundizar la consciencia que tienen de las
sensaciones que acompañan los recursos. Ten cuidado de no imponerle tus ideas
a tu hijo, en lugar de ello, permanece abierto y receptivo a sus ideas y
necesidades.
El cuerpo como el recurso más profundo
Si te has tomado el tiempo necesario para sentir las sensaciones que acompañan a uno o
más de los recursos de tu lista, probablemente ya descubriste que el mayor recurso de
todos es la capacidad que tienen las sensaciones del cuerpo para cambiar. Por ejemplo, si
sientes tensión en los hombros y pones ahí tu consciencia durante suficiente tiempo,
puede ser que se relajen por sí mismos. O, podrías notar que los brazos también están
tensos y que las manos están cerradas en puño, listas para pelear. Luego, podrías notar la
emoción de enfado que surge de las sensaciones y una imagen de algo que sucedió hace
mucho tiempo. Mientras permaneces sentado con estas emociones, notando que en este
momento los sentimientos vienen de tu interior, lo más probable es que después notes
un cambio en tu musculatura, de rigidez a un flujo libre. Podría surgir una idea sobre los
pasos razonables necesarios para completar cualquier asunto pendiente; o podría ser que
a medida que las sensaciones cambian, el problema se convierta en un no problema y se
libere suavemente.
Otros ejemplos de emociones cambiantes serían si te sientes molesto y notas un
temblor en las rodillas y las piernas. O quizás tengas dificultad para quedarte dormido y
te aqueje el síndrome de las «piernas inquietas» y sientas la necesidad de correr. Otra
vez, mientras te tomas tiempo para notar estas sensaciones e imaginas tus piernas,
rodillas, tobillos y pies corriendo hacia uno de tus lugares favoritos (quizás una pradera,
un parque o la casa de tu amigo o pariente preferido), puedes sentir un movimiento que
va de sentimientos de vulnerabilidad a sentimientos de fuerza en tus extremidades. Si te
sientes nervioso antes de una fiesta, un examen o de hablar en público, tómate tiempo
para centrarte sintiendo tus pies en contacto con el suelo y percibiendo tu respiración.
Luego, ríndete a los «nervios» mientras te orientas en la habitación (en vez de bloquear
los nervios) y en poco tiempo podrías experimentar un cambio de nerviosismo a
emoción.
La habilidad para moverse o «pendular» entre las sensaciones corporales de
impotencia y las sensaciones de fuerza es lo que crea la capacidad de actuar con
diferentes recursos internos. Este placentero ritmo de expansión y contracción, en vez de
bloqueo y agobio, es nuestro derecho natural.
Cuando a tu hijo se le anima a que experimente y «monitorice» sus sensaciones, este
ritmo innato, el cual pudo haberse perdido en el trauma, puede restaurarse. La habilidad
para regresar a un sentido de fortaleza y competencia después de haberse sentido
vulnerable crea una sensación de confianza, la base de una autoestima saludable. Crea
una estabilidad interna porque no ese basa en los «altibajos» de la vida (sucesos
externos); más bien, se basa en un sistema nervioso resistente en acción (sucesos
125
1.
2.
3.
4.
internos). Esta capacidad del cuerpo para moverse de un estado de bloqueo, ansiedad,
agresión, impotencia o sentimientos de distanciamiento hacia una sensación de vitalidad,
alegría, esperanza, iniciativa y conexión ¡es el mejor recurso de todos!
Diferentes sensaciones que pueden ayudar al niño a sanar
Los niños necesitan que sus cuidadores les den tiempo suficiente para que puedan
experimentar, a través de sensaciones corporales, los elementos específicos relacionados
con su proceso de recuperación de aquello que les haya abrumado. Esto incluye
sensaciones relacionadas con empoderamiento, como la fortaleza, el arraigo y estar
centrado. Los niños experimentan la fuerza con más facilidad en los músculos, en los
huesos y en el estómago y vientre (arresto). Cuando corren, saltan, brincan, van a la pata
coja, bailan, dan volteretas y llevan a cabo otras proezas gimnásticas, experimentan su
fuerza y agilidad. La fuerza puede experimentarse como la capacidad del niño para
defenderse y sentir la energía de su agresión natural cuando se le presenta una amenaza.
Esto se puede observar como un alargamiento de la espina para parecer más alto, la
flexión de los músculos en los brazos para empujar, y un flujo de fuerza en las piernas
para dar una patada. El arraigo es un sentimiento de conexión sólida con la tierra que
permite que el niño esté directamente conectado con su sensación corporal. Esto
contrasta con sentirse «voluble» o «en las nubes», desconectado, o completamente fuera
del cuerpo. Estar centrado es un sentimiento de conexión con uno mismo dentro de una
relación equilibrada con la gravedad. Es el sentimiento de que nada puede distraerte,
literalmente o figurativamente. Te sientes lo suficientemente sólido en tu cuerpo para que
no te puedan desequilibrar, y si llegara a suceder, tienes la capacidad de recuperarte.
Generalmente, el centro se encuentra en el vientre debajo del ombligo.
Usar rimas y cuentos para prevenir y sanar traumas
Las rimas, cuentos e ilustraciones basados en la naturaleza y en los animales de la
siguiente sección, se crearon para usarse con niños de entre tres y once años de edad. Sin
embargo, podrían atraer a pequeños un poco más mayores o menores, y pueden
adaptarse de cualquier manera que convenga al niño. Se elaboran diferentes versos por
diferentes razones. La lógica de cada conjunto se presenta antes de los versos en sí.
Después de los versos, busca las sugerencias sobre cómo aprovecharlos al máximo. ¡Qué
los disfruten!
Cómo usar los siguientes versos
Primero lee los versos en silencio.
Lee las notas que les siguen con ideas sobre cómo usar los versos de manera
interactiva con tu hijo para que puedan obtener resultados óptimos.
Léele a tu hijo los versos lentamente, observando cualquier respuesta.
Siguiendo las señales que te dé tu hijo, lleva a cabo el ejercicio sugerido. Tómate
126
5.
tiempo para ayudarle a procesar cualquier sensación o para discutir sus respuestasy
preguntas, cualquier cosa que parezca lo más apropiado.
¡No te apresures! Quizás sólo leas un párrafo al día. Lo importante es usar los
versos como punto de partida, usando sólo lo que sea relevante para la edad del
niño, su etapa de desarrollo y su situación.
Las siguientes rimas e imágenes inspiradas en la naturaleza están acompañadas de
dibujos de Juliana DoValle, quien en ese entonces tenía once años. Fueron diseñadas
específicamente para ayudar a niños a crear recursos fortalecedores. El primer verso «La
magia en mí» ayudará al niño a conectar con su propio cuerpo a través del ejercicio para
arraigarse y centrarse que le sigue. (Estas rimas se leen en voz alta en inglés en It Won’t
Hurt Forever: Guiding Your Child Through Trauma [No dolerá para siempre: guiar a tu
hijo a través del trauma]. Esta serie de audio CD de Sounds True es un complemento
recomendado para este libro).1
LA MAGIA EN MÍ
Vamos a jugar, pero antes de empezar,
quiero que encuentres en ti tu magia particular.
Sólo tómate tiempo de sentir y ver
todas las fabulosas cosas que tu cuerpo puede ser.
127
Eres un árbol con ramas tan altas, que desde el suelo
las estiras para hacerle cosquillas al cielo.
¿Qué se siente ser tan fuerte como los grandes robles,
con raíces en tus pies y tus hojas agitándose libres y nobles?
Sugerencia: Después de leer los versos de arriba al niño, pídele que se ponga de pie y
finja que es el «gran roble» o su árbol favorito, si tiene uno. Dale tiempo para pisar con
fuerza y explorar su conexión con el suelo. Puede fingir que tiene largas raíces que
crecen desde la planta de los pies hasta las profundidades de la Madre Tierra.
Pídele que te diga qué se siente al tener raíces que llegan hasta las profundidades de
la tierra.
Los versos continúan:
O como un río que fluye limpio y libre puedes ser
bajando desde las montañas para al mar volver.
A través de ti, como un río la respiración puede fluir
128
desde la cabeza hasta los pies, ¡siente tu cuerpo vivir!
Ahora la conexión con el cielo y la tierra podrás sentir,
podría hacerte llorar, podría hacerte reír.
No tiene importancia si te dejas llevar…
tus ramas son altas, y tus raíces la profundidad pueden tocar.
Oye la respiración en tu cuerpo, escúchala cantar
¡ya estás listo para lo que la vida te pueda preparar!
Sugerencia: Después de que el niño (o niños) explore su conexión con la tierra, solo o en
grupo, pídele que finja que el viento sopla a través de sus hojas y ramas.
Anímalo a que levante los brazos, que se balancee de un lado a otro para encontrar
su centro y que mueva los brazos, sintiendo su fortaleza. Puedes pedirle que doble sus
«ramas» de un lado a otro, notando lo cerca que pueden estar del suelo antes de perder
el equilibro. Haz que encuentre su centro una y otra vez. Podrías poner música con
ritmos diferentes. Pueden experimentar diferentes ritmos, imaginando suaves brisas y
tormentas tropicales. Después de mostrar unas cuantas posibilidades, anímalo a que cree
sus propios movimientos.
Poemas de animales
El siguiente conjunto de versos usa imágenes de animales para dotar a los niños de
recursos de poder y fuerza. Los niños los necesitan para transformar el trauma en una
experiencia positiva. Por ejemplo, cuando los niños fingen ahuyentar al temible tigre
dientes de sable con sus lanzas, sienten la fuerza en sus cuerpos para defenderse a sí
mismos contra una amenaza.
ANIMALES TEMIBLES
Hace mucho tiempo, antes de que hubiera coches,
Antes de tener tele, las estrellas mirábamos en las noches.
Acurrucada en una cueva estaba la gente,
hacía frío, estaba oscuro y uno tenía que ser
VALIENTE.
[voz profunda]
Permanecíamos ocultos,
la noche no era confiable por los animales temibles
y el tigre dientes de sable.
Nos rastreaban cuando salíamos
porque eran rápidos y nosotros lento corríamos.
A veces esos gigantes peludos nos atrapaban
y con sus enormes dientes nos devoraban. (¡Ay!)
Encontramos el fuego y pudimos calentarnos,
pero seguía siendo difícil encontrar algo para alimentarnos.
Entonces armas y herramientas logramos inventar
129
para que así nosotros algunas reglas pudiéramos crear.
Con armas y herramientas al sol salimos,
cazamos, recolectamos ¡y hasta nos divertimos!
Y cuando el tigre diente de sable se acercaba
Nuestra lanza lo alejaba.
¡Ahora te toca a ti fingir
que en la naturaleza salvaje con familia y amigos vas a vivir!
Siente la fuerza en tus piernas y la lanza en tu mano
mientras persigues al diente de sable sobre el terreno plano.
¿Puedes sentirla ahora, esa lanza en tu mano?
¿Qué se siente arrojarla hacia el terreno lejano?
Lánzala ahora con todo lo que tienes
siente el poder en tu BRAZO, con él una catapulta obtienes.
Siente el poder en tus PIERNAS; crece al correr.
Tus piernas son fuertes y saltar vas a poder.
¿Sientes cómo tus piernas son como resortes
cuando persigues a un tigre o a otros más fuertes?
¿Cómo se siente en tu interior cuando eres GRANDE y
FUERTE?
130
¿Cuándo persigues animales que quieren comerte?
¡Es mucho más divertido que cuando a ti te persiguen,
salvo si al perseguirte divertirte consiguen!
Sugerencia: Detente en cualquier verso para jugar a «fingir» que son los personajes con
tu niño o grupo de niños. Asegúrate de dar suficiente tiempo para que experimenten los
sentimientos poderosos en sus brazos y piernas mientras fingen perseguir al tigre. Puedes
dejar que salten o corran en su lugar, imaginando un momento en el que sintieron la
fuerza y el poder de sus cuerpos. Pídele al niño que describa estos sentimientos. La idea
aquí no es simplemente que el niño corra o visualice correr, sino más bien que se tome el
tiempo suficiente para notar las sensaciones en sus músculos, corazón, pulmones,
etcétera. A los niños les encanta flexionar los músculos de sus brazos para
«presumirlos». Dales la oportunidad de exagerar su fuerza y de que te relaten un
momento en el que se sintieron victoriosos.
El siguiente conjunto de versos sobre el Conejo T. Rápido ayudarán a los niños a
interactuar con sus recursos innatos de «huida», lo cual les permitirá sentir el poder,
euforia y la descarga de energía crucial al escapar exitosamente de un peligro.
131
¿QUÉ TAN RÁPIDO PUEDES CORRER?
Carlos Coyote está listo para la comida
y como es muy listo, sigue su idea intuida.
En silencio tras la hierba alta se decide agachar
y aguarda paciente, esperando que un conejo decida pasar.
Conejo T. Rápido baja saltando por la vereda,
come unos tréboles y lava su cola,
que muy limpia queda.
Salta el coyote sin hacer ruido
esperando a atrapar a Conejo dormido.
Rebotando rápidamente se mueve el conejo
y brincando en zigzag se esconde en un tronco viejo.
132
Coyote es listo, Coyote es fuerte,
Coyote es rápido pero no lo suficiente.
¿Y TÚ, alguna vez has tenido que correr rápido y escapar?
¿Puedes sentir tus PIERNAS, su fuerza y forma observar?
Tienes un cuerpo sano y fuerte.
Puedes saltar alto, puedes saltar lejos y moverte.
Siente el poder en tus brazos, que al correr se balancean.
Siente el l.a.t.i.d.o de tu CORAZÓN, y el calor de los
rayos que te rodean.
Siente la brisa en tu cara; ¿te hace cosquillas en el pelo?
Siente tus MANOS y tus RODILLAS mientras vuelas por el
cielo.
A tu escondite seguro ya has llegado,
respira profundo, ¡ganar la carrera has logrado!
¿Qué sientes en tu PECHO y en tu PANZA
ahora que tu cuerpo un lugar seguro alcanza?
133
Pon atención a todo el movimiento en tu interior,
¿qué se siente haber sido vencedor?
Sé consciente de tu respiración, que entra y luego sale,
cuando te sientes bien ¡gritar vale!
Sugerencia: Los versos anteriores pueden usarse para profundizar la consciencia de dos
elementos importantes para superar un trauma: las sensaciones corporales de escape y
seguridad. En la primera parte de esta rima, dale tiempo a los niños para que profundicen
la sensación de poder mientras sienten las fuerzas instintivas de correr y saltar (y
cualquier otra que pueda surgir, como agacharse, patear, girar, moverse en zigzag, etc.).
Cuando los niños asocian el movimiento con la fuerza yel poder de eludir una amenaza,
desarrollan una autoestima que viene desde el tronco. Esto se incorpora al tipo de
134
confianza que permanece incluso cuando los niños están bajo estrés, gracias a que se ha
convertido en una «memoria motora» automática, como andar en bicicleta. En la
segunda parte de esta rima, los niños tienen la oportunidad de hacer una pausa para
experimentar lo que se siente al estar seguros dentro de sus cuerpos.
La rima continúa con una exploración más a fondo sobre la ubicación de las
sensaciones de seguridad:
¿Puedes sentir el hormigueo y la energía cálida en ti?
¿ Dónde lo sientes…, me lo podrías mostrar a mí?
Cuando estás contento, estás lleno de felicidad
¿puedes decirme, dentro de ti, dónde está tu felicidad?
¿Qué se siente en tu interior cuando estás asustado?
¿Dónde está el sentimiento que te hace querer estar ocultado?
¿Se te cierra la garganta, te cuesta trabajo respirar?
¿Y en tu panza, sientes algún dolor particular?
Sugerencia: Haz una pausa para explorar las sensaciones corporales y pídeles a los niños
que señalen o nombren las diferentes partes del cuerpo donde sienten seguridad y donde
sienten miedo. Si son lo suficientemente mayores como para dibujar, pueden trazar el
contorno del cuerpo de un «muñeco de jengibre» en una gran hoja de papel. Pídele al
niño que elija marcadores de diferentes colores para que haga garabatos y formas en
distintas partes del cuerpo, para indicar los sentimientos de seguridad y los sentimientos
de miedo. Casi al final del capítulo ocho podrás ver la muestra de un dibujo y tabla de
colores (bajo el subtítulo «Dar apoyo emocional…»).
Si el miedo ocupa más espacio que la seguridad, busca maneras de ayudar al niño a
sentirse más seguro y dedica tiempo a desarrollar «islas de seguridad» en el interior. Esto
puede lograrse al recordarle un momento en el que se sintió seguro, mostrándole la foto
de un miembro de la familia querido con el que se sienta seguro, dándole su juguete o
peluche favorito, sosteniéndolo, meciéndolo y abrazándolo o cualquier tipo de contacto
seguro al que el niño responda positivamente, etc. También puedes motivarlo a que
«construya» su propio escondite con almohadas y sábanas, o cajas de cartón, y luego
jugar a juegos de escondite.
La última parte de esta rima ayuda a mover sensaciones «atoradas» en la molestia.
Estos versos ofrecen sugerencias específicas para lo que un niño puede hacer si esto
sucede:
Si prestas atención a los lugares que señalaste y nombraste,
¿cambia su sensación, o ninguna diferencia notaste?
Si no hay diferencia, esto es lo que tú puedes hacer
135
para fuera de ti los sentimientos atorados mover.
[Cerrar los ojos unos minutos te ayudará a comprender]
Observa si hay un color o forma que puedas nombrar luego,
mientras lo miras con cuidado, se convierte en un juego.
Tus sentimientos pueden moverse de lugar en lugar.
Observa cómo se va el miedo sin ningún rastro dejar.
Imagina que estás en tu lugar preferido,
tu lugar especial es seguro y cálido.
¿Quién quisieras que estuviera ahí contigo?
¿Tu madre, tu padre, o un amigo?
¿Tu hermano, tu hermana, tu perro o tu gato?
O quizás Mickey Mouse podría acompañarte un rato.
¿Quisieras que alguien te tuviera entre sus brazos?
¡Puedes RELAJARTE y respirar mientras recibes los abrazos!
O ¿quisieras tener a alguien a tu lado
Por si acaso necesitas llorar o te sientes enfadado?
A veces llorar puede hacerte sentir mejor, está comprobado
¡es igual que reír, sólo que estarás más mojado!
Sugerencia: Para ayudar a los niños a liberar los sentimientos incómodos que parecen
permanecer atorados, como un dolor en la panza o un sentimiento de pesadumbre en el
pecho, usa los versos (junto con las siguientes sugerencias) para liberar las sensaciones.
Con los ojos abiertogs o cerrados, pídele al niño que se centre en las sensaciones durante
un minuto o dos. Pregúntale con suavidad si el «nudo», la «pupa», el «dolor», la
«piedra», o cualquier cosa que esté experimentando, tiene tamaño, forma, color o peso.
Da el tiempo suficiente entre preguntas para que el niño sienta y procese en silencio las
imágenes y las sensaciones. Luego, guíalo hacia el momento presente al preguntarle
cómo se siente la «pupa» AHORA. Continúa, procediendo lentamente, hasta que notes
que la «energía atorada» comienza a abrirse al observar cuidadosamente el lenguaje
corporal del niño para detectar cambios sutiles (especialmente una respiración y una
postura más relajadas), así como al escuchar sus palabras.
Hacia el final de esta sección de versos, cuando la rima le pregunta a los niños a
quién o qué quieren con ellos, toma muy seriamente sus respuestas. Tómate tiempo para
validar sus deseos y explorar sus emociones. Da tiempo para evaluar y apoyar cualquier
necesidad que surja, especialmente para ayudar a reforzar un sentido de seguridad y
confianza al ser un buen contenedor para las lágrimas, enfado, tristeza o miedos que
puedan surgir. Esto simplemente significa escuchar tranquilamente y hacerles saber que
estás presente para cualquier cosa que estén sintiendo. Tu tarea no es «reparar» los
sentimientos del niño, sino de darle tu completa atención para que pueda sentir lo que es
real para él, así como procesar los sentimientos para que las sensaciones y las emociones
puedan avanzar por sí mismas, como la naturaleza lo previó.
136
En el siguiente conjunto de versos, Óscar Zarigüeya demuestra que la «respuesta de
parálisis» (o «hacerse el muerto», como una zarigüeya) es un mecanismo de
supervivencia muy importante. Cuando los niños no pueden ni luchar ni correr, esta
respuesta los protege. Desafortunadamente, a menudo los humanos juzgan que esta
respuesta instintiva es débil o cobarde. Las rimas de Óscar Zarigüeya tienen como
propósito hacerle saber al niño que el comportamiento de «parálisis» no sólo es normal,
sino también inteligente.
Cuando los pequeños escuchen la historia de cómo Óscar resulta ser más listo que
Carlos Coyote al fingir que está muerto, se lograrán dos cosas. En primer lugar, la
«repuesta de parálisis» será vista cómo algo positivo y fortalecedor; en segundo lugar, la
identificación con la habilidad de la zarigüeya para salir de su estado de parálisis sin
miedo de sus propias reacciones corporales puede ayudar a los niños a salir de sus
propios estados de parálisis sin miedo o vergüenza. Este entendimiento puede conducir a
sentirse mejor consigo mismos después de haber experimentado estos estados de ser
involuntarios molestos y de impotencia. También da tranquilidad saber que con un poco
de tiempo y paciencia esos sentimientos dan lugar a un momento de «dejar ir» que al
principio puede causar inestabilidad, pero que pronto conduce a un alivio y, quizás,
¡incluso a una sonrisa!
En la rima a continuación, Óscar Zarigüeya les muestra a los niños cómo se paraliza
de manera temporal para protegerse. Una vez que «el peligro ha pasado», Óscar sale
fácilmente de su estado de protección natural simplemente al temblar y sacudirse toda la
«energía en ebullición» que estaba guardando dentro de sí.
ÓSCAR ZARIGÜEYA
Óscar Zarigüeya avanza a p a s o d e t o r t u g a,
se arrastra lentamente como una oruga.
Al ver a Coyote no puede correr, pero es un experto
¡en hacerse bola y fingir que está muerto!
Óscar escapa, como ves, quedándose quieto,
¡no como conejo que hacia la colina corre inquieto!
Óscar tiene toda su energía HIRVIENDO en su interior
por contener la respiración y jugando a morir con valor.
¿Puedes fingir que eres Óscar y te haces una bola?
Apenas respiras, te sientes pequeño y escondes bien la cola.
Tienes frío y te sientes solo mientras te quedas quieto
¡esperando que Coyote no muerda y salir de este aprieto!
Sugerencia: Juega con el niño a que ambos están siendo perseguidos por algo más
grande y más rápido. Pregúntale al niño qué quiere que lo «persiga». Puede ser un tigre,
un oso u otra bestia o monstruo. Para de correr y hazte una bola mientras te quedas tan
137
quieto y en silencio como puedas para «engañar» a la bestia y que siga su camino, dadoque ¡estás muy bien escondido o porque parece que estás muerto! Tómate tiempo para
explorar las sensaciones sin hablar y quédate quieto todo el tiempo que puedas para que
haya un sentido de alivio y liberación cuando finalmente sueltes la postura, recuperes tu
respiración y permitas que todos tus músculos se relajen.
Los versos continúan con preguntas para ayudar a explorar las respuestas
emocionales normales que pueden surgir antes y después de salir de la «respuesta de
parálisis».
¿Recuerdas haberte sentido así?
Querías correr pero tuviste que quedarte allí.
¿Tuviste MIEDO, te sentiste ENFADADO o triste?
¿Podrías contarle a tu mamá o papá lo que sentiste?
138
Sugerencia: Los niños podrían «abrirse» y compartir sus sentimientos y pensamientos
verdaderos después de haber leído el verso anterior. Da tiempo suficiente para que
compartan sus sentimientos. Haz una pausa, observa y escucha a cada niño
cuidadosamente, validando todas las expresiones de emoción que puedan surgir. Después
de haber reconocido sus sentimientos, ofreciendo un espacio seguro al abstenerte de
querer juzgar o reparar, podrías ayudar al niño a explorar de manera más profunda. Haz
preguntas abiertas, tales como «¿Qué más sientes?» o usa declaraciones tales como
«Cuéntale más a papá sobre lo que te dio miedo». O, simplemente, «Cuéntale más a
mamá».
Los versos de Carlos Coyote y Óscar Zarigüeya continúan:
NO TIENES QUE TENER MIEDO
Óscar Zarigüeya desapercibido quiere pasar,
pero dentro de su cuerpo está listo para explotar.
Cuando Carlos Coyote se va finalmente
Óscar Zarigüeya se levanta y se sacude totalmente.
Mira cómo se sacude Óscar, mira cómo tiembla
igual que la tierra que con un terremoto retiembla.
Después de que tiembla y se sacude un momento
¡se siente como nuevo y SONRIENDO se aleja contento!
Coyote se ha ido, ahora levántate y a correr[susurra]
pero primero temblar y sacudirte en el sol vas a poder.
Pronto puedes saltar, andar y pisar fuerte,
o jugar en la hierba y, divertido, a tu ritmo moverte.
Siente la sangre fluir a través de tu PECHO y tu CORAZÓN
¡Ya estás seguro y podrás descansar sin tensión!
Sugerencia: Pídeles a los niños que finjan sacudirse y temblar, primero exagerando los
movimientos al dramatizarlos. Después de algo de movimiento activo y divertido, pídeles
que se estiren en el piso para descansar, notando la energía y el flujo dentro de sus
cuerpos. Esto los ayudará a sentir las sensaciones más sutiles, las cuales probablemente
se notarán agradables y tibias.
El siguiente conjunto de versos, «Bol de gelatina» es divertido y tiene la intención de
expandir lúdicamente la consciencia de los niños sobre su panorama de sensaciones
interior.
BOL DE GELATINA
¿Puedes fingir que un gran bol de gelatina eres?
¿Roja, morada, verde o amarilla si lo prefieres?
139
1.
2.
3.
Ahora haz como si alguien te meneara un poco
¡y tú comienzas a y a temblar como un loco!
Mientras tus dedos tiemblan, siente tu corazón palpitar,
ahora siente cómo te sacudes y baja hasta el suelo llegar.
Siente el temblor en tus brazos y el calor en tu pecho,
no te esfuerces demasiado, lo mejor que puedes has hecho.
En tu panza y en tus piernas, siente la ,
deja que fluya como un río, ¡qué placentera sensación!
Siente a la energía moverse de pies a cabeza,
siente la fuerza en tu cuerpo, el placer crece
con fuerza.
Sugerencia: Continúa inventando tus propios versos (junto con el niño, si es lo
suficientemente mayor), que resulten apropiados para su situación y necesidades. Versos
como los anteriores pueden ayudar a los niños a experimentar las sensaciones corporales
sin sentir un miedo excesivo. A través de una consciencia corporal más aguda, se puede
dar, de manera segura y lúdica, la descarga de energía necesaria para volver a un estado
normal.
En esta última sección hay seis pareados que enlistan sucesos comunes que pueden
asustar considerablemente a los niños. Es importante observar la reacción del niño y
hacer una pausa si reacciona fuertemente con agitación, un comportamiento distractor o
un recogimiento silencioso. Tómate todo el tiempo que los niños necesiten para hablar,
sentir, dibujar, ser abrazados y mecidos, moverse libremente o jugar.
COSAS QUE TE PUEDEN ASUSTAR
¿Qué se siente cuando las cosas suceden tan rápidamente
que no hay tiempo para esconderse, patear o correr libremente?
Y tienes que tensarte y paralizarte,
quizás ya te ha pasado en alguna parte.
¿Qué tipo de cosas pueden hacer que te sientas paralizado?
Quizás alguna de esta lista ya te ha pasado:
¿Alguna vez te perdiste en algún lugar cuando eras pequeño y
estabas solo, sin nadie a quien llamar?
Quizás fuiste a pasear en coche y repentinamente otro coche se
estrelló contra el tuyo inesperadamente.
Puede ser que estuvieras enfermo y viniera una enfermera, y como al
140
4.
5.
6.
ver la aguja te sentiste peor, ¡quisiste que se fuera!
Quizás un día mientras jugabas tranquilamente vino un terremoto y
la tierra sacudió fuertemente.
O durante el recreo tú y tus amigos divertidos jugaban ¡cuando unos
niños crueles agitando sus puños pasaban!
Te cosieron la rodilla para que quedaras como nuevo, pero ¡te dolió
mucho y te asustó la aguja del enfermero!
En el último conjunto de versos, «Cosas que te pueden asustar», quizás te sorprendió
lo aparentemente menores que algunas de las escenas descritas en los pareados te
parecen a ti como adulto.g Si tuviste esta reacción, antes de juzgar las líneas como
insignificantes, lee los párrafos siguientes sobre la preocupación para ayudarte a ver qué
se siente al experimentar la vida a través de los ojos de un niño ansioso, o ver qué se
siente «caminar en sus zapatos» cuando están solos con sus miedos.
Por qué los niños se preocupan
Los niños tienen imaginación mágica. Cuando algo malo sucede, esta cualidad los pone
en desventaja. Debido a que no cuentan con los mismos recursos que los adultos para
reunir los datos necesarios para hacer una evaluación realista, su imaginación vuela
descontroladamente. A menudo los pequeños imaginan una serie de peores situaciones
posibles. Bessel van der Kolk identificó la preocupación de un niño sobre la seguridad de
un miembro de la familia o amigo después de un incidente como uno de los seis factores
involucrados en la complejidad de su reacción a un trauma.2 Se preocupan por el dolor y
el sufrimiento de otros, especialmente si ha habido un accidente o enfermedad. Los niños
también se preocupan por su propia seguridad y de que la mala experiencia vuelva a
suceder, aun si es altamente improbable. Pueden desarrollar creencias falsas que
interfieran con su sentido de seguridad. Un niño, por ejemplo, reveló la creencia errónea
de que el cáncer es contagioso.
Debido a que la preocupación es muy prolífica en los niños, es importante que los
adultos averigüen exactamente lo que les preocupa. Ya sea que estés preparando a tu hijo
para un procedimiento quirúrgico inminente o para una larga separación, seguramente el
niño tenga preocupaciones que tienen que ser habladas. Algunas podrían basarse en la
realidad, mientras que otras podrían ser fantasía. Los adultos a menudo se sorprenden al
saber que las preocupaciones de los niños pueden aliviarse bastante fácilmente dado que,
muy a menudo, resultan improbables. Por ejemplo, un niño pequeño pensaba que debido
a que sus padres se iban a divorciar, él se quedaría sin hogar. Una vez que su madre y su
padre le explicaron que en vez de quedarse sin hogar tendría dos casas, su preocupación
se evaporó instantáneamente. Si no le preguntas a tu hijo por sus preocupaciones, nunca
conocerás la carga oculta que tu hijo podría estar llevando innecesariamente.
141
Conclusión
Los capítulos cuatro y cinco ofrecen las herramientas necesarias para guiar poco a poco a
los niños a través de sus sensaciones y emociones abrumadoras. Ésta es la mejor
prevención y tratamiento del trauma que conocemos, gracias a que trabaja con la raíz del
problema, sacando al niño del choque para que pueda volverse a sentir vivo, empoderado
y en sintonía consigo mismo.Lo que has aprendido es aplicable a cualquier circunstancia en donde el niño se sienta
abrumado. Integra imágenes de animales y otras rimas y versos para enseñarles a los
padres y a los niños a cómo desarrollar y a expandir los recursos externos. Y, lo que es
aún más importante, los cuentos de animales fueron diseñados para ayudar a los niños a
acceder y a profundizar los recursos internos dentro de sus propios cuerpos. Los poemas
deben usarse de manera interactiva y tienen el propósito de ser una fuente de aventura,
diversión y conexión entre adultos y niños.
La parte iii desarrolla con más profundidad este conocimiento fundacional al analizar
situaciones específicas que ocurren de manera común y a las que la mayoría de los niños
se enfrentan en algún momento u otro mientras crecen. Los capítulos en la parte iii lidian
con diferentes categorías de sucesos potencialmente traumáticos y son guías completas
por sí mismas. Pueden leerse fuera de orden. Por tanto, te sugiero que les eches un
vistazo a los temas de la parte iii para leer los capítulos en el orden que resulte más
relevante para tu familia o situación.
142
• • • • • • • • • • • • • •
143
A
Parte III
Libro de Ejercicios para
Las Situaciones Comunes
hora que la parte II te ha guidado a través de lo básico, como por ejemplo, ser un
buen «vendaje», aprender el lenguaje de las sensaciones y empoderar a los niños
a través del uso de imágenes de animales y otros recursos, ahora ya estás listo
para la parte iii, la cual ofrece procedimientos de desactivación paso por paso para
situaciones específicas y potencialmente traumáticas. Debido a que no se puede tratar
cada circunstancia dentro del alcance de esta guía, hemos elegido incluir los tipos de
sucesos comunes que casi todo el mundo vive en algún momento. El capítulo seis trata
los primeros auxilios específicos para los accidentes y caídas, lo que es una parte
inevitable de la infancia. El capítulo siete es una guía para los padres y el personal
médico, lleno de herramientas para preparar a los niños para procedimientos médicos y
quirúrgicos, con la meta de prevenir o reducir reacciones traumáticas. Cabe esperar que
el equipo médico y los padres puedan trabajar juntos como equipo para el mayor
beneficio de los niños. El capítulo ocho busca asistir a los padres y consejeros mientras
ayudan a los niños a enfrentar la experiencia dolorosa de la separación y pérdida a causa
de un divorcio, muerte o abandono. El capítulo nueve te ayudará a reconocer si un niño
ha sido asustado o traumatizado sexualmente para poder ayudarlo a comenzar el proceso
de sanación lo más rápido posible. También aprenderás maneras en las que te puedes
comunicar con los niños para poder reducir la probabilidad de volverse vulnerables a una
agresión.
144
CAPÍTULO 6
145
L
►
Primeros auxilios para accidentes y caídas
os accidentes y las caídas son probablemente la fuente más común y corriente de
trauma potencial. Son parte natural de crecer. De hecho, a medida que los bebés
se hacen mayores, deben caerse para aprender a caminar. En realidad, es la
sensación de moverse del equilibrio al desequilibrio y de nuevo al equilibrio lo que incita
el crecimiento. Pese a que las caídas y los accidentes son molestias inevitables, el vivir
con síntomas de trauma más tarde puede evitarse fácilmente. También recuerda que lo
que le puede parecer insignificante a un adulto, puede resultar traumático para un niño a
pesar de que no haya ninguna lesión física. Además, un niño puede ocultar fácilmente los
impactos traumáticos porque cree que «no estar lastimado» o «ser una niña grande o un
niño grande» que no llora mantendrá a sus padres contentos.
Por supuesto, no todas las caídas resultan abrumadoras. Sin embargo, incluso en una
caída menor se incita una energía extra justo antes del «punto de no retorno», en un
intento de enmendarse a uno mismo antes de que sea demasiado tarde. Cuando el cuerpo
siente por primera vez que está desequilibrado, tiene la tendencia a hacer algunas
acrobacias para prevenir lo que podría ser un aterrizaje doloroso. Especialmente cuando
no hay ninguna lesión o susto, los percances menores son un regalo en el sentido de que
proporcionan la oportunidad para que cualquier niño aumente su consciencia sensorial y
practique los «primeros auxilios» mientras crea resiliencia como un tipo de «preparación
de emergencia» para cualquier cosa que la vida pueda traer.
En cualquier caso, la guía de «Primeros auxilios para accidentes y caídas» a
continuación parecerá algo familiar, dado que coincide que los fundamentos que
aprendiste en el capítulo cuatro. El «antiguo» material servirá como un repaso de todos
los «detalles prácticos» de la prevención de trauma, sin importar cuál sea el suceso;
mientras que el nuevo material concierne específicamente a los accidentes y caídas. Las
siguientes pautas pueden usarse sin importar cuál sea tu percepción sobre la severidad del
percance. Sin ningún lugar a dudas, «más vale prevenir que curar».
PRIMEROS AUXILIOS PARA ACCIDENTES Y
CAÍDAS:
GUÍAS BÁSICAS
1. OCÚPATE PRIMERO DE TUS RESPUESTAS.
(Como se explicó en el capítulo cuatro, ¡no se puede poner demasiado
146
►
►
►
►
énfasis en este paso!).
Tómate tiempo para notar tu propio nivel de miedo o preocupación. Después, respira
profundamente y, mientras espiras lentamente, percibe los sentimientos en tu propio
cuerpo hasta que estés lo suficientemente calmado para responder de manera
tranquila. Un adulto demasiado emotivo o asfixiante puede asustar al niño tanto, o
más, como la caída o accidente en sí. Recuerda la analogía de «ponerte primero tu
propia máscara de oxígeno» cuando te sientas junto a un niño en un avión.
2. MANTÉN AL NIÑO QUIETO Y TRANQUILO.
Si por medidas de seguridad o por la naturaleza de las lesiones, el niño debe ser
levantado y movido, asegúrate de que reciba el soporte necesario. Carga al niño, no
permitas que se mueva solo, aunque pueda hacerlo. Recuerda que probablemente está
en choque y no se da cuenta de la dimensión de su lesión. Dado a que probablemente
el cuerpo del niño está acelerado por la adrenalina, esto puede resultar difícil. Usa una
voz firme y segura con un toque de autoridad que transmita de manera amorosa que
tú estás a cargo de protegerlo y sabes exactamente qué hacer. Mantén al niño a una
temperatura confortable cubriéndolo con un abrigo o manta sobre sus hombros y
torso. Si parece que se ha lesionado la cabeza, no permitas que el niño se duerma
hasta que el doctor dé el «visto bueno».
3. DEDICA TIEMPO A LA SEGURIDAD Y AL DESCANSO.
Hazlo sobre todo si el niño muestra señales de choque (ojos vidriosos, piel pálida,
respiración rápida o superficial, desorientación, estar demasiado emotivo o dar una
respuesta demasiado tranquila o actuar como si nada hubiera sucedido). No permitas
que se levante de un salto y regrese a jugar. Ayuda al niño a saber qué hacer al
comportarte de manera relajada, tranquila y quieta. Podrías decir algo como,
«Después de una caída, es importante sentarse (o acostarse) tranquilamente y esperar
a que el choque desaparezca. Mamá permanecerá a tu lado hasta que eso suceda».
Una voz tranquila y segura le comunica al niño que tú sabes qué es lo mejor para él.
4. SOSTÉN AL NIÑO.
Si el niño es un bebé o es muy pequeño, probablemente lo tendrás en tus brazos.
Asegúrate de hacerlo de manera suave y no restrictiva. Evita apretujarlo demasiado
fuerte, así como mecerlo o palmearlo demasiado, ya que podría interrumpir el proceso
de recuperación al interferir con las respuestas corporales naturales. Para comunicar
apoyo y consuelo a un niño mayor sin perturbar el proceso, se sugiere que pongas tu
mano en el centro de su espalda, atrás de su corazón, o a lado de su brazo superior
cerca del hombro. Un toque sanador puede transmitir «arraigo» a medida que tu
calma se comunica de manera táctil directamente al niño.
5. MIENTRAS EL CHOQUE SE DESVANECE, GUÍA LA ATENCIÓN DEL
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►
NIÑO HACIA SUS SENSACIONES.
(Los pasos 5 y 6 sirven como repaso del capítulo cuatroy son el quid de la
prevención y la sanación del trauma).
El lenguaje de recuperación es el lenguaje del cerebro reptiliano, el cual es el lenguaje
de las sensaciones, del tiempo y la paciencia. Pregúntale al niño suavemente cómo se
siente «en su cuerpo». Repite su respuesta en modo de pregunta –«¿Te sientes bien
en tu cuerpo?»– y espera a que asienta o dé otra respuesta. Sé más específico con la
siguiente pregunta: «¿Cómo te sientes en tu barriga (cabeza, brazo, pierna, etc.)?». Si
menciona una sensación directa, pregúntale con suavidad sobre su ubicación, tamaño,
forma, color o peso. Sigue guiando a tu hijo para que permanezca en el momento
presente con preguntas como «¿Cómo se siente la piedra (intensidad, bulto, “pupa”,
picadura) ahora?». Si son demasiado pequeños o están demasiado sobresaltados para
hablar, pídeles que señalen el lugar que les duele.
6. OFRECE UN MINUTO O DOS DE SILENCIO ENTRE PREGUNTAS.
Ésta puede ser la parte más difícil para un adulto, pero es la parte más importante
para el niño. Éste permite que cualquier ciclo que esté en marcha para liberar el
exceso de energía se complete. Permanece alerta para captar señales que te indican
que un ciclo ha terminado. Estas señales incluyen una respiración relajada espontánea,
el cese del llanto o temblor, un estiramiento, bostezo, sonrisa o hacer o romper el
contacto visual. Espera para ver si comienza otro ciclo o si hay una sensación de que
ha sido suficiente por ahora.
7. NO SUSCITES UNA DISCUSIÓN SOBRE EL ACCIDENTE O LA CAÍDA
DURANTE LOS PRIMEROS AUXILIOS INICIALES.
No suscites una discusión sobre el percance al hacer preguntas para aliviar tu propia
curiosidad, ansiedad o «necesidad de saber». La razón es que el «recuento» puede
interrumpir el descanso necesario para descargar el exceso de energía a través de
sensaciones involuntarias. Más tarde, quizás el niño querrá contarte lo que ocurrió,
hacer un dibujo o representarlo por medio de un juego. Si se movilizó mucha energía,
la liberación continuará. Tal vez el siguiente ciclo será demasiado sutil para que lo
notes, pero el descanso (más que hablar o jugar) promueve una recuperación más
completa, permitiendo al cuerpo que vibre suavemente, emane calor, presente
cambios de color en la piel, etc., a medida que el sistema nervioso regresa a la
relajación.
Estos cambios suceden de manera natural. Lo único que tienes que hacer es
proporcionar un ambiente tranquilo y sereno. Esto puede ser un desafío cuando los
miembros de la familia se acercan preguntando, «¿Qué sucedió?». En respuesta,
podrías simplemente y amablemente decir, «Ahora no…, lo hablaremos más tarde,
después de que tu hermana haya descansado un rato». Hablar de los detalles del
accidente con tu hijo (o frente a tu hijo) puede agravar un sistema nervioso ya
148
►
activado, lo que agrega una capa adicional de miedo innecesario. ¡Esto puede abortar
el proceso de sanación! Si los hermanos quieren expresar su preocupación, pueden
seguir tu ejemplo al decir algo tranquilizante como «Quédate muy tranquilo para que
muy pronto estés como nuevo» o «No tiene nada de malo llorar, hermanito. Te puede
hacer sentir mejor». Evita las declaraciones humillantes como «¡Te dije que te harías
daño si jugabas en esas escaleras!». Evita también las declaraciones críticas como,
«¡Eres un niño muy torpe!».
8. CONTINÚA VALIDANDO LAS RESPUESTAS FÍSICAS DEL NIÑO.
Resiste el impulso de parar las lágrimas o el temblor del niño. Pero mantén el contacto
con él, recordándole que cualquier cosa que haya sucedido ya se ha terminado. Para
poder regresar al equilibrio, la angustia del niño debe continuar hasta que se detenga
por sí misma. Esta parte generalmente toma solamente entre uno y varios minutos.
Los estudios han demostrado que los niños que son capaces de llorar y temblar
después de un accidente tienen menos dificultades para recuperarse de él.1 Tu tarea
consiste en usar una voz tranquilizante y ofrecer una mano consoladora para hacerle
saber al niño que «Es bueno dejar que las cosas que dan miedo se sacudan de tu
cuerpo». La clave es evitar interrumpir o distraer al niño, sosteniéndolo con
demasiada fuerza o alejándote demasiado.
¿Cuánto tiempo toma?
Con caídas y accidentes menores, puede que los pasos enumerados arriba sean todo lo
que se necesite. Este protocolo de primeros auxilios, el cual es relativamente fácil, se
puede seguir inmediatamente en el lugar donde ocurrió el percance. Por ejemplo, si tu
hijo se torció el tobillo mientras patinaba en la acera de enfrente, coge hielo y una manta
y atiéndelo en el lugar de la caída (si es seguro).
El tiempo para que se completen todos los ciclos fisiológicos podría durar entre cinco
y veinte minutos. No resulta inusual que el temblor comience después de la aplicación del
hielo y la manta dado que el niño se siente atendido y seguro. Los dientes pueden
comenzar a castañetear después de unos minutos de descanso, o las lágrimas de
liberación pueden comenzar a bajar por las mejillas antes de que un suspiro de alivio
complete un ciclo.
Cuando la caída o el accidente crea una emergencia médica, el protocolo puede
usarse dentro del coche o la ambulancia camino a la clínica o al hospital. Una vez que el
niño ha descargado el exceso de energía, puedes prepararlo para lo que le espera en el
consultorio médico. Elige tus palabras sabiamente cuando se estén preparando para el
procedimiento médico. Usa simplicidad y honestidad formulados de tal forma que
beneficien a tu hijo. Puedes hacerlo al usar una sugerencia terapéutica. Por ejemplo, si el
niño necesita puntos, hazle saber que eso hará que la «pupa» sane más rápido y mejor.
Discute y practica lo que harás para poner la atención lejos del dolor. Por ejemplo, pídele
al niño que te apriete el brazo y que imagine que con cada apretón, una «crema
anestésica» especial hace que el dolor se vaya flotando como un globo. Mira «El poder
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•
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del lenguaje para aliviar y sanar» en este capítulo para más información sobre cómo
elegir las palabras sabiamente y en el momento preciso.
El propósito del tacto al ayudar a un niño en choque
Mientras prestas cuidadosa atención a las respuestas corporales del niño, serás más eficaz
apoyando cada reacción emergente si eres especialmente cuidadoso en no interrumpir el
ciclo natural para salir del choque. Si estás cuidando a un bebé o niño pequeño, sostenlo
de manera segura en tu regazo. Si es un niño mayor, puedes poner una mano en su
hombro, brazo o en medio de la espalda. La proximidad física de un adulto preocupado
puede ayudar a un niño a sentirse más seguro. Sin embargo, ten cuidado de no sostener
al niño con demasiada fuerza o de tal manera que se detenga la descarga natural que se
pondrá en marcha. La intención al tocar a un niño debe principalmente transmitir:
Seguridad y calor para que el niño sepa que no está solo;
conexión a tu presencia adulta, arraigada y centrada;
confianza de que tienes la capacidad para ayudar al niño a rendirse a sus sensaciones,
emociones y reacciones involuntarias mientras se mueve hacia la liberación y el alivio
al no interrumpir su proceso a causa de tus propios miedos;
confianza en la sabiduría innata del niño, que le permite a su cuerpo liberar la energía
mientras avanza hacia la resolución y la recuperación en su propia persona y a su
propio ritmo.
Tu lenguaje corporal es importante. Dado que somos animales sociales, leemos las
señales de los otros para evaluar la gravedad de una situación, especialmente cuando se
trata de una emergencia. Los niños no sólo leen tu expresión, sino que además dependen
de ella para obtener una sensación de seguridad. Si lo traducimos en términos prácticos,
esto significa que la mirada en la cara del adulto puede alimentar la seguridad o el terror.
Para poder minimizar un malestar innecesario a causa de tu propia expresión de ojos
muy abiertos (cuando lo que realmente quieres es ser un ancla estable), familiarízate con
lo que podrías experimentar. Vuélvete consciente de tus propias reacciones involuntarias.
La práctica da estabilidad.Las oportunidades para practicar los primeros auxilios en ti
mismo abundan en la vida moderna. Por ejemplo, si estuviste cerca de chocar contra
otro coche, detente en un lugar seguro y observa tus sensaciones hasta que sientas una
sensación de alivio y terminación. Esto también se puede hacer después de haber
observado un suceso violento en los medios de comunicación, de experimentar una
caída, una lesión, escuchar noticias impactantes o cualquier otro suceso estresante.
Incluso puedes practicar durante una película de terror.
El poder del lenguaje para aliviar y sanar
Cuando algo dramático sucede de la nada, puede poner a una persona en un estado
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alterado en el que está particularmente susceptible a la sugerencia terapéutica. Los niños
pequeños y los niños en edad preescolar y en primaria, tienden a estar en un estado
alterado simplemente por la naturaleza misma de la infancia temprana. Y, por supuesto,
con los procedimientos médicos que requieren anestesia, están en un estado alterado
inducido. Las palabras hábilmente seleccionadas, el momento elegido y el tono de voz
con que las usas tienen el poder de acelerar la recuperación o de complicar o
comprometer aún más el proceso de sanación. Esto es válido para cualquiera que sea la
naturaleza del suceso aterrador.
En el libro The Worst is Over: What to Say When Every Moment Counts [Lo peor ya
ha pasado: qué decir cuando cada momento cuenta] de Acosta y Prager, las autoras citan
numerosos ejemplos de primeros auxilios verbales que salvaron situaciones
aparentemente desesperadas, detuvieron sangrados serios ¡e incluso previnieron que se
formara tejido cicatricial en víctimas de incendios!2 Sabemos lo fácil que es que las
palabras nos hagan sentir cómodos o tensos. Las palabras pueden convertir una
experiencia ordinaria en una romántica, elevar o bajar la presión sanguínea y provocar
llanto o risa.
Existe un sistema útil para elegir las palabras con sabiduría. Cuando ocurre un
accidente, primero di lo que ves con un lenguaje simple y honesto que el niño comprenda
y que le hará saber que comprendes lo que se debe sentir al estar en sus zapatos.
Luego, di algo que ayude a lograr lo siguiente:
Establecer una relación de confianza y comprensión al reconocer lo que sucedió
con compasión.
Asegurar que el niño se siente seguro y conectado, en vez de solo.
Asegurarles que cualquier cosa que haya sucedido ya se ha terminado (¡si es el
caso!).
Ayudar a «avanzar el tiempo», del pasado al presente, al guiarlos para que noten
sensaciones hasta que haya una descarga y un cambio.
Recordarles sus recursos.
Por ejemplo, después de una caída que resultó en una pequeña cortada que sangra
mucho, podrías simplemente decir algo así: «Esa caída realmente te sorprendió, ¿verdad?
¡Esa pequeña cortada sí que sangra! Limpiémosla muy bien y pondré un trapo fresco
sobre ella para detener el sangrado y aliviarla. Luego puedes elegir la tirita del color que
más te guste. Sé exactamente lo que tengo que hacer para que quedes como nuevo».
Luego, después de haberte ocupado de la inmediatez de la herida, observa las señales
corporales, como una piel pálida, unas palmas frías y sudadas, una respiración superficial
y ojos muy abiertos. El niño probablemente siga algo impactado y debe permanecer
sentado o acostado. Podrías decirle, «La parte más difícil ya ha pasado; ¡tu herida ya
está sanando! Pero, cariño, todavía estás un poco conmocionado… Papá se quedará
aquí a tu lado hasta que el sentimiento de [temblor o entumecimiento, etc.] se
desvanezca. Podrías sentir escalofríos o sentirte agitado o inquieto, o incluso te pueden
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1.
2.
dar ganas de reír. Podría ser que salgan más lágrimas. Me quedaré a tu lado [o puedes
sentarte en mis piernas] hasta que la última lágrima [o nervios o escalofríos] se hayan
ido. Luego podemos inventar una historia divertida [o hacer un dibujo si al niño le gusta
más] sobre lo que sucedió y compartirla con mamá».
EXPERIMENTAR EL PODER DE
LAS PALABRAS PARA SANAR
Las palabras no sólo son poderosas en el momento en el que son expresadas, sino
que, en momentos de apertura y vulnerabilidad, se graban en nuestra memoria.
Tómate un momento para recordar palabras que hayan formado los momentos
más significativos de tu vida y obtendrás una comprensión empírica sobre qué tan
penetrantes son y cómo han influido tu existencia.
Parte A
Escribe un párrafo o dos, usando todos tus sentidos, para describir todo lo que
puedes recordar sobre una persona amable que usó palabras, tacto, gestos o
acciones para consolarte y aliviarte después de que algo terrible sucedió.
Recuerda con la mayor cantidad de detalles posibles qué fue lo que hizo que te
sintieras mejor y sanaras más rápido.
Encuentra un lugar cómodo para descansar. Recordando lo que acabas de
escribir, nota cómo te sientes dentro de tu cuerpo. Tómate tiempo para
centrarte en las sensaciones, emociones, pensamientos e imágenes. Percibe lo
que le sucede a la expresión de tu cuerpo y a la postura mientras te sumerges
en la experiencia. Date cuenta de qué sensaciones te hacen saber que este
recuerdo ¡fue placentero!
Es posible que hacer este ejercicio también surgiera una experiencia
desagradable. Eso se debe a que la amígdala, la parte del cerebro que graba
estos recuerdos, ofrece una «igualdad de oportunidades». Se registran las
experiencias emocionales intensas, sean agradables o desagradables. Puede ser
que hayas recordado que te trataban con insensibilidad cuando requerías
consuelo. Esto puede resultar especialmente doloroso cuando se trató de un
padre u otro miembro de la familia cercano que no comprendió tus
necesidades.
Si éste es el caso, puedes hacer el siguiente ejercicio para obtener una
experiencia restaurativa. A medida que sanas tus propias heridas, es menos
probable que reacciones ciegamente con tu hijo al repetir el patrón familiar.
¡Quizás es ésa la razón por la que estás leyendo este libro!
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1.
2.
3.
Parte B
Escribe un párrafo o dos, usando todos tus sentidos, para describir todo lo que
puedes recordar sobre una persona insensible que usó palabras, tacto, gestos o
acciones que empeoraron las cosas en vez de aliviarte después de que algo
terrible sucedió.
Sin pensar más sobre lo que describiste, permite que una imagen contraria
borre la imagen, las palabras, las sensaciones, sentimientos, etc. No censures lo
que aparezca. Permite que la nueva escena aporte la máxima cantidad de
detalles sanadores posibles. Permítete escuchar las palabras y ver las acciones
que necesitabas en ese momento ahora, de la manera en que lo harías con tu
hijo. ¿Qué palabras, qué tipo de tacto, gestos y acciones te dan alivio? ¿Qué
cosa en particular te consuela, haciendo sentirte mejor y aliviando las heridas
del pasado?
Encuentra un lugar cómodo para descansar. Recordando tu imagen
restaurativa, nota cómo te sientes en tu cuerpo. Toma el tiempo de enfocarte
en tus sensaciones, emociones, pensamientos e imágenes. Nota qué le sucede a
la expresión de tu cuerpo y postura mientras te hundes en la experiencia. Nota
qué sensaciones te permiten saber que este nuevo recuerdo, al usar tus
recursos de adulto, ¡es agradable!
Tratar las emociones a través de la escucha y la
narración
En situaciones más serias o complejas, tu hijo podría tener respuestas emocionales
persistentes que necesitan atención. Tanto los niños como los adultos a menudo se
sienten avergonzados o incómodos por caerse, especialmente si sucedió enfrente de
compañeros o colegas. Pueden sentir vergüenza o culpa, especialmente si la caída le
causó daños a una propiedad, a la ropa o a una posesión especial. Pueden tener los
mismos sentimientos cuando se trata de gastos médicos o de otra naturaleza en los que se
incurriese.
Después de que hayas terminado de dar los primeros auxilios emocionales, y que el
niño esté descansado y tranquilo, tómate tiempo para analizar los sentimientos sobre lo
que vivió. Esto puede hacerse ese mismo día, más tarde, o al día siguiente, o cada vez
que surjan nuevas emociones. Además de la vergüenzay la culpa, los niños a menudo
sienten enfado, tristeza y miedo. Ayuda al niño a saber que esos sentimientos son
normales. Escucha cuidadosamente y reflexiona sobre lo que te dijo para que el niño
sepa que lo escuchaste y lo comprendiste. Evita intentar arreglar o cambiar sus
sentimientos. Confía en que los sentimientos cambian por sí mismos cuando los padres u
otros adultos compasivos pueden «pasar un rato» con el niño. Esto es lo que hace que la
molestia sea más tolerable.
153
Una vez que hayas conectado con el niño de tal manera que tengas la certidumbre de
que se siente comprendido, lo más probable es que será receptivo a tu inspiración y guía.
Es en este punto donde puede ser útil compartir una experiencia similar que tú o alguien
que conoces vivió. Otra idea es inventar historias y versos como los que se ofrecen en
este libro. Por ejemplo, «La historia de Dora», a continuación, es sobre una niña que
sufrió una caída fuerte en bicicleta y se abrumó. Una forma en la que se puede usar esta
historia es como un punto de partida o modelo para que tú y tu hijo inventen la suya
propia. Personaliza los versos para que se adapten a la edad, necesidades y situación
particular de tu hijo.
Otra forma de usar la historia (y otras parecidas) es como una herramienta de
«evaluación». Los padres, profesores y terapeutas pueden usar historias y dibujos para
evaluar si una situación particular ha dejado una aflicción que sigue perdurando. Lee «La
historia de Dora» en voz alta lentamente mientras observas cuidadosamente las
reacciones de tu hijo, dángdote cuenta también de lo que tiene que decir. ¿Se le abren los
ojos grandes como platos? ¿Se le pone rígido el cuerpo?
¿Dice, «No me gusta esta historia» e intenta cerrar el libro con fuerza? ¿O se inquieta
y se agitado? Si tu hijo se identifica con algunas de las reacciones de Dora hacia la caída,
lo más probable es que haya tenido una experiencia similar y se relaciona con sus
sentimientos. Cuando observes una reacción, detén la historia y ayuda a tu hijo a
experimentar las sensaciones y emociones con las que tenga dificultad al permanecer
presente como un testigo tranquilo y no crítico hasta que la expresión de emociones
incómodas comience a convertirse en alivio.
Después de leer la historia, puedes pedirle al niño que la ilustre y haga un cuento
ilustrado de su propia historia (como lo hizo nuestra joven amiga para este libro). Si los
niños son demasiado pequeños para dibujar, pídeles que garabateen para indicar cómo se
sienten. Proporciónales un surtido de colores o marcadores y enséñales cómo hacer
diferentes formas, como garabatos, círculos, picos, ondas y líneas rectas.
Automáticamente dibujarán la forma que refleja sus sentimientos.
«LA HISTORIA DE DORA»
Siéntate, relájate y te contaré una historia
la heroína, verás, es una niña llamada Dora.
Era parte del equipo escolar de béisbol,
su sueño era tener una bici brillante como el sol.
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155
En su último cumpleaños su sueño se hizo realidad,
obtuvo una bicicleta nueva, azul de verdad.
Saltó en su bici y hacia al parque se dirigió,
rápido y más rápido hasta que con una piedra chocó.
Sintió las llantas derrapar y de su asiento volar,
y fuertemente en la calle aterrizar.
Con un gran golpe chocó contra el pavimento
y luego vio que de sus rodillas caía sangre hacia el cemento.
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Comenzó a llorar, pero el sonido no salía,
no podía respirar y su cuerpo no sentía.
Cuando la sangre en sus rodillas notó,
como Óscar Zarigüeya se paralizó.
Más tarde Dora sentía un malestar,
también sintió mucho enfado y ganas de llorar.
En su bici nueva todo había pasado con tanta velocidad
que no pudo hacer nada más que chocar, en realidad.
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No fue su culpa, pero igual la asumió.
Al pensar en su bici vergüenza sintió.
¿Si algún día algo así te pasara a ti,
crees que podrías decirle a tus padres lo que en su lugar harías?
Sugerencia: Tómate tiempo para discutir con tu hijo de qué manera podría lidiar con una
situación similar. Recuérdale las lecciones aprendidas con anterioridad de nuestros amigos
animales, Carlos Coyote y Óscar Zarigüeya y la importancia de dejar que las sensaciones
y los sentimientos se muevan libremente a través del cuerpo.
Después de temblar, puedes correr, puedes saltar,
ocultarte como un conejo, o en el sol jugar.
¡Puedes patear, reír, sentir o llorar, hacer piruetas, bailar o cantar!
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Ayuda para construir la historia
En la primera parte de este capítulo, te dimos una guía paso a paso para ayudar a
prevenir los síntomas traumáticos inmediatamente después de un suceso.
Frecuentemente, esto es todo lo necesario. Sin embargo, cuando el suceso le resulta
particularmente amenazante al niño, puede ser que los síntomas se desarrollen a pesar de
que te hayas esforzado al máximo. Las historias y los dibujos son especialmente útiles
cuando el malestar del niño continúa aun después de que le hayas dado los «primeros
auxilios para traumas».
Generalmente, al usar las historias, el adulto tiene que contar la historia de lo que
sucedió (desde la perspectiva del adulto). El siguiente paso es invitar al niño a que
agregue cosas a la historia o que cuente su versión de ella. Un niño que al principio es
reacio a hablar, generalmente estará feliz de meterse en la conversación para «corregir»
al adulto con su versión diciendo, «No, eso no fue lo que pasó: ¡esto es lo que realmente
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pasó!». Asegúrate de buscar ciertos elementos universales que necesiten ser tratados
siempre que el niño se sienta abrumado. Puedes encontrar esos elementos cruciales en el
ejemplo anterior de Dora. Incluyen:
● La emoción antes del accidente
[Versos: «En su último cumpleaños su sueño se hizo realidad» y «saltó en su bici y
hacia al parque se dirigió»].
● Las partes que dan miedo antes del impacto en sí (donde la energía se moviliza)
[Versos: «Rápido y más rápido», «con una piedra chocó», «llantas derrapar» y «de su
asiento volar»].
● El impacto real del accidente
[Versos: «fuertemente en la calle aterrizar» y «con un gran golpe chocó contra el
pavimento»].
● La lesión física resultante (si hay una) y el horror
[Versos: «de sus rodillas sangre caía»].
● La respuesta de parálisis
[Versos: «el sonido no salía», «no podía respirar», «su cuerpo no sentía» y «como
Óscar Zarigüeya se paralizó»].
● La aparición de emociones mezcladas
[Versos: «Dora sentía un malestar, también sintió mucho enfado y ganas de llorar»].
● La aparición de la culpa y la vergüenza inevitable
[Versos: «no fue su culpa, pero igual la asumió» y «vergüenza sintió»].
● La descarga de activación de las sensaciones y emociones abrumadoras
[Versos: «puedes temblar, puedes correr, puedes saltar, puedes patear, reír, sentir o
llorar»].
● La resolución de la activación traumática con un resultado exitoso
[Versos: «¡Hacer piruetas, bailar o cantar!»].
Los adultos a menudo se sienten perplejos por las reacciones intensas que parecen estar
desproporcionadas con la naturaleza del suceso. Es importante que te tomes las
reacciones del niño seriamente. A veces los niños están comunicando un malestar que
persiste de un incidente no resuelto anterior y que fue provocado en este incidente.
Aprovecha la ocasión de ocuparte de él. Esto es más probable cuando el suceso reciente
suscita recuerdos de una situación anterior en la que el niño era más vulnerable, debido a
su edad. El cuerpo registra y recuerda todo lo que sucede en las diferentes etapas de la
infancia. Puede que no haya un recuerdo consciente dado que las experiencias
preverbales no tienen narrativa. Podrían sorprenderte las preocupaciones, vergüenzas y
culpas que surgen al construir estos cuentos informales, así como de los dibujos del niño.
160
Más sobre el trabajo con cuentos
A veces, especialmente con los niños más pequeños, es mejor usar a un niño, animal o
muñeco imaginado para que los sustituya dentro del cuento. En un principio, esto puede
ayudar a dar la distancia necesaria del suceso para hacerlo menos aterrador. En el cuento,
asegúrate de incluir algunos de los elementos terroríficosde uno en uno. Por ejemplo, si
el niño se cayó de las escaleras, si no resulta demasiado inquietante, agrega la parte de las
escaleras si tu hijo no la menciona. Observa al niño cuidadosamente para ver si se
identifica con las reacciones y sentimientos del personaje imaginario de la historia. Detén
el cuento para ayudar al niño a procesar cualquier sensación o emoción que se dispare. Si
se siente ansioso, sigue los mismos pasos que se recomiendan en los primeros auxilios.
Por ejemplo, pídele que señale dónde siente los sentimientos aterradores y pídele que te
diga de qué color y tamaño son y qué forma tienen. Recuérdale que permanecerás a su
lado mientras las sensaciones cambian su forma y tamaño y ¡finalmente desaparecen!
Inserta cualquiera de los elementos mencionados arriba que falten y que parezcan ser
esenciales para la resolución del trauma.
Trabajar con los accidentes y las caídas cuando los
síntomas están presentes
Cuando se trabaja con caídas, las almohadas grandes y suaves pueden ser útiles para
darle la oportunidad al niño a que practique caerse con seguridad. Con tus manos,
sosteniendo al niño con seguridad, guía suavemente una caída lenta, haciendo pausas si
parece ponerse rígido o sobresaltarse. A menudo es mejor comenzar con el niño sentado
y mecerlo suavemente de un lado al otro y después hacia delante y hacia atrás. Luego
puede «caerse», poco a poco, hacia el soporte de tus brazos y hacia las almohadas.
Este tipo de «juego» que implica una caída guiada con un aterrizaje seguro, ayuda a
desarrollar buenos reflejos protectores y restaura la confianza. Recuperarse de una caída
supone el restablecimiento de las respuestas de equilibrio. Se puede usar un balón suizo
tamaño infantil para practicar ir del equilibrio al desequilibrio para de nuevo regresar al
equilibrio. Otra vez, usa almohadas suaves en el suelo alrededor del balón para asegurar
un aterrizaje seguro. Pídele al niño que comience con los ojos abiertos y los pies
extendidos para formar una base sólida. Mece suavemente al niño de un lado al otro y
observa qué surge. Si se necesita un desafío más grande, pídele que cierre los ojos la
próxima vez. Cuando uno siente que se va a caer, todas las partes del cuerpo se
involucran para prevenir la caída. Cuando la prevención no es posible, los brazos, codos,
muñecas, manos, rodillas, piernas, tobillos y pies terminan en todo tipo de posturas en un
intento de amortiguar el impacto. No te sorprendas si ves representada una secuencia
completa de «ballet» a través de este «juego de almohadas» mientras atrapas al niño en
su caída libre.
Si el niño necesita más distancia de la caída, dado que el miedo es demasiado intenso,
puedes comenzar usando una muñeca o su peluche preferido para crear un escenario
similar al de la experiencia real del niño. Un ejemplo sería: el elefante Babar se cae hacia
161
atrás desde su trona. Consulta la historia de Sammy en el capítulo cuatro para que te
ayude a crear la escena. Mientras el niño representa el papel, asegúrate de observar sus
respuestas detenidamente. Siempre transmítele la sensación de que él puede lograrlo solo,
dándole sólo el apoyo que necesita. Gradualmente introduce la idea de que el niño se
turne con el peluche o contigo o sus hermanos.
Consejos para trabajar con accidentes automovilísticos
Cuando un niño estuvo involucrado en cualquier tipo de accidente, puede ser que a la
larga necesites volver a presentarlo (y desensibilizarlo) a los objetos y experiencias
ordinarias que permanecen «cargadas». El comportamiento del niño, cuando se vea o se
mencione el objeto o experiencia ofensiva, te permitirá saber qué elementos del accidente
suscitan recuerdos dolorosos o abrumadores. A veces la conexión es obvia; otras veces
no. A veces la «carga» no se desarrolla en síntomas avanzados hasta que el período de
choque y negación ha pasado. La idea principal es introducir los «activadores»
lentamente para no abrumar más al niño. El siguiente ejemplo de trabajo con un
accidente automovilístico puede adaptarse a varias edades y situaciones.
Después de un accidente automovilístico, se puede llevar la silla infantil del coche del
niño al salón. Sosteniendo al bebé en tus brazos, o caminando suavemente con el niño,
muévanse juntos gradualmente hacia ella para finalmente poner al niño en la silla infantil.
La clave aquí es ir poco a poco, observando y esperando las respuestas como ponerse
rígido, mirar hacia otro lado, aguantar la respiración o cambios en el ritmo cardíaco. Con
cada acercamiento suave hacia el encuentro evitado o terrorífico, puede usarse como
guía el mismo procedimiento paso a paso descrito entre los pasos 4 y 8 al principio de
este capítulo. La idea es asegurarse de que tu ritmo esté sintonizado con las necesidades
del niño para que no se libere demasiada energía o emoción de golpe. Puedes darte
cuenta si está ocurriendo lo anterior si parece que el niño se está poniendo más nervioso.
Si esto sucede, cálmalo ofreciéndole seguridad al tocarlo, sostenerlo o mecerlo
suavemente. Si el niño muestra señales de fatiga, detente. ¡No se necesita hacer la
secuencia completa en una sola vez!
Más consejos: usar juguetes, arte y manualidades
Si el niño está en edad preescolar o escolar, puede hacer un dibujo o jugar con juguetes
para mostrar, por ejemplo, cómo los coches se estrellaron uno contra el otro. Para
algunos niños, la sensación de la plastilina los ayuda a entrar en contacto con su agresión,
y con sus cuerpos en general, a medida que toman control del material suave y lo
moldean. (Hay varios tipos de sustitutos modernos no tóxicos y de fácil limpieza). Es
más probable que un niño más pequeño exprese sus sentimientos en colores y formas
toscas y «masas amorfas» que en imágenes u objetos específicos.
Quizás recuerdes la historia de Sandra del capítulo tres, la niña que no podía comer
después de que se mudó de casa de su abuela a una nueva casa. Todavía no era capaz de
hacer un cuadrado. En vez de eso, Sandra hizo una línea para representar su nueva casa.
Poco a poco, se agregaron lentamente las otras líneas. Después, señaló su barriga para
162
mostrarme dónde le dolía cuando se encontraba en su nueva casa. Sandra recibió hojas
de papel como «trabajo para hacer en casa» para que pudiera dibujar imágenes cuando
sintiera miedo. Terminó dibujando figuras onduladas que ella llamaba «fantasmas». Su
madre entonces puso una mano en la barriga de Sandra y la consoló con palabras
tranquilizadoras hasta que se le fue el dolor de panza, como se había llevado a cabo
durante la consulta. Con sólo dos llamadas al consultorio y el seguimiento que llevó a
cabo la madre en su casa, Sandra recuperó su apetito y comenzó a comer alimentos
sólidos ¡en muy poco tiempo! El truco consistía en alternar, cambiando el enfoque entre
sus dibujos y sus sensaciones internas, hasta que el terror remitió.
Independientemente de que se usen juguetes o materiales artísticos, es importante
observar y ayudar a minimizar los comportamientos repetitivos, dado que la repetición
puede reforzar, en vez de resolver, los sentimientos y los síntomas. Si un niño parece
«atorado» y persiste (por ejemplo, chocar los coches con fuerza una y otra vez), pídele
que haga una pausa después de un momento o dos y averigua qué está experimentando
en sus sensaciones corporales y en sus sentimientos.
La idea es permitir gradualmente que se libere la energía de esos sentimientos,
guiando al niño hacia un resultado más exitoso. Por ejemplo, junto con el niño,
desacelera los coches. Quizás puedes decir, «Muéstrale a papá qué camino tendrían que
tomar los coches si avanzaran lo suficientemente lento para que no tuvieran que chocar»
o «Sé el conductor y muéstrame cómo girar rápidamente para que los coches no
choquen». Usa tu creatividad y observa cómo florece la creatividad del niño mientras
resuelve cualquier respuesta incompleta. Podrías usar cajas de cartón para que el niño se
siente dentro de ellas en vez de usar coches de juguete. Decora las cajas y úsalas para
jugar a «los autos dechoque» y que el objetivo sea girar para evitar el «choque». Lo
importante es divertirse, dejando que sus imaginaciones conjuntas vuelen libremente.
Se pueden usar estas mismas técnicas usando el arte al pedirle al niño que describa
las sensaciones que siente mientras comparte sus dibujos o esculturas contigo. El
propósito principal no es evocar la historia, sino que el niño sienta y descargue cualquier
energía de trauma residual o que exprese cualquier emoción inquietante que emerja
espontáneamente de su obra de arte. De manera frecuente, los niños (o adultos) no saben
por qué se sienten como se sienten hasta que la preocupación, enfado o tristeza aparece
en su arte. Debido a que el juego, las manualidades, el dibujo y la pintura son actividades
que usan «el otro lado del cerebro» en vez del lado pensante, calculador y «racional», las
imágenes que impulsan el proceso de sanación surgen del inconsciente–como sucede
durante el sueño.
Los títeres, muñecas o muñecos miniatura también pueden ser útiles para evaluar si
existen indicaciones de trauma, así como para ayudar a un niño a atravesarlas. Por
ejemplo, después de que las heridas físicas de un niño hayan sanado después de una
cirugía, se le puede dar una cama miniatura, una máscara quirúrgica, instrumentos
médicos, gasa, tiritas, bolitas de algodón, etc., para que juegue. Asegúrate de incluir
muñecos que representen al niño, a los padres, los médicos y enfermeros. Mientras el
niño actúa contigo, observa sus reacciones con atención. Con las sugerencias que has
163
aprendido hasta ahora, guía al niño suavemente para que siente sus reacciones corporales
y libere la energía contenida a través del movimiento o la descarga. Si el niño fue
inmovilizado, pídele que note la manera en la que su cuerpo quería moverse pero no
podía. ¡Permite que te muestre ese movimiento ahora que resulta seguro hacerlo!
Usar música para sanar traumas
La música es un sanador maravilloso. Puedes comprar música que cree diferentes
efectos y ambientes, desde relajantes canciones de cuna hasta ritmos energéticos. Si
eliges música para estimular y activar, asegúrate de poner después música que ayude a
relajar, descansar y calmar al sistema nervioso. Alternar o «pendular» entre un estado de
actividad intensificada y un estado de calma, entrena a los sistemas nerviosos a
desactivarse y autorregularse con el tiempo.
Los niños son músicos naturales. Además de escuchar música, pueden crear la suya
propia. Se pueden hacer maracas caseras usando latas de refresco vacías o tubos de
cartón de rollos de papel de baño vacíos, llenados con lentejas o habichuelas y luego
sellándolos con cinta. Se pueden hacer tambores con cajas vacías de cereal o latas de
café. Remo, Inc., una compañía de música, hace colecciones de tambores llamados
«Sound Shapes» que son redondos, planos y ligeros. Toman muy poco espacio, lo que
los hace fáciles de transportar. La colección incluye una variedad de seis tamaños y
colores que van de 15 a 45 centímetros en diámetro. También puedes comprar varios
tambores más pequeños separadamente para los músicos más pequeños. Hacer música
es especialmente divertido en grupos. Mientras los niños bailan, se sacuden, marchan o
tocan el tambor, empiezan a encontrar su propio ritmo, movimientos expresivos y
arraigo.
El arte y la música son muy adecuados para los adolescentes. Los collages hechos
con revistas que les gustan pueden resultar especialmente reveladores para ellos, dado
que crean una identidad a través de este medio. Pueden tomar la música que les gusta y
cambiar la letra para que vaya con su propia situación de vida. Pueden hacer rap o
escribir poesía con ilustraciones o sin ellas. Los padres, profesores o consejeros
estudiantiles pueden guiarlos suavemente hacia la creación de soluciones. Si cada línea es
repetitivamente «oscura», desesperanzadora, y se queda atorada en ese modo, pídele al
adolescente que te diga qué imágenes, actividades o pensamientos lo sacan de esa
oscuridad. Anímalos a que integren los recursos en su escritura para que se vuelva más
equilibrada entre la desesperanza y las nuevas posibilidades.
Escribir poesía, canciones e historias creativas se da de manera natural en muchos
adolescentes. Se les pueden proporcionar diarios y cuadernos para animarlos a que
escriban diariamente, ofreciéndoles así una salida expresiva.
Resumen
Al final de este libro (en el apéndice) encontrarás una «Guía de referencia rápida» para
164
copiar (o recortar) y poner en una ubicación conveniente, como en el frigorífico o en la
puerta del gabinete de primeros auxilios. Esta breve guía de ocho pasos es para que se
use como primeros auxilios emocionales para accidentes y caídas, después de que el niño
haya sido movido a un lugar seguro y de que sus necesidades médicas hayan sido
atendidas (en caso de que estos pasos adicionales sean necesarios). En la mayoría de los
casos, estas herramientas simples evitarán que se desarrollen síntomas innecesarios. Si de
todas formas se desarrollan síntomas menores, se pueden usar los mismos pasos para
ayudar a un niño traumatizado simplemente al añadir los elementos de juego, dibujo,
manualidades, títeres, juego de roles o música.
Sin embargo, si surgen síntomas serios o complejos, o si los síntomas menores
persisten, se recomienda encarecidamente que busques ayuda de un terapeuta infantil
competente que se especialice en tratar traumas. ¡Es la mejor inversión en el bienestar de
tu hijo que podrías hacer!
165
CAPÍTULO 7
166
U
Herramientas de prevención para padres y
profesionales de la salud
La importancia de una preparación cuando se necesitan
procedimientos médicos
na fuente de trauma común en los niños, y frecuentemente pasada por alto, son
los procedimientos médicos de rutina y emergencia. Armados con el
conocimiento que se adquirirá en este capítulo, los padres pueden trabajar en
equipo con el personal de las clínicas u hospitales para reducir los efectos abrumadores
innecesarios de los procedimientos médicos y quirúrgicos invasivos. Pero antes de las
estrategias, primero veamos una historia que podría sorprenderte.
Teddy
«¡Papi, papi, déjalo ir, déjalo ir! ¡Por favor no lo mates! ¡Déjalo ir!». Éstos son los
gritos aterrados pronunciados por Teddy, de diez años de edad, mientras sale huyendo de
la habitación como un conejo asustado. Su padre, desconcertado, sostiene una musaraña
inmóvil en la palma de su mano que encontró en el jardín y recogió para mostrarla a su
hijo. Pensó que era una manera excelente y científica de mostrarle a Teddy cómo los
animales «se hacen los muertos» para poder sobrevivir. Sorprendido por la reacción del
niño hacia su gesto aparentemente inofensivo, el padre de Teddy no es consciente de la
conexión que su hijo acaba de hacer con un suceso que había sido olvidado hace mucho
tiempo. Era un suceso «ordinario», similar al que millones de nosotros hemos vivido.
El día en que Teddy cumplió cinco años, el pediatra de la familia y amigo de toda la
vida, los visitó. Todo el clan se reunió alrededor del doctor mientras él mostraba
orgullosamente una foto de Teddy que había tomado en el hospital local, cuando el niño
tenía nueve meses. El niño miró rápidamente la fotografía y luego salió corriendo
despavorido de la habitación, gritando de rabia y terror.
¿Cuántos padres, profesores, niñeras y proveedores de servicios de salud han sido
testigos de reacciones misteriosas similares en los niños?
Cuando Teddy tenía nueve meses, desarrolló una erupción severa que cubría todo su
cuerpo. Fue llevado al hospital local y atado a la mesa de exploración pediátrica. Mientras
167
el equipo de especialistas lo tocaba y examinaba con sus instrumentos, el niño
inmovilizado gritaba de terror bajo las luces deslumbrantes. Después del examen, fue
puesto en aislamiento durante siete días. Cuando su madre, a quien no habían permitido
verlo durante toda una semana, llegó al hospital para llevarlo a casa, Teddy no la
reconocía. Asegura que el niño nunca más conectó con ella ni con ningún otro miembrode la familia. No hacía vínculos con otros niños, cada vez se aislaba más, y comenzó a
vivir en su propio mundo. Aunque de ninguna manera fue el único factor, el trauma del
hospital vivido por Teddy, de nueve meses de edad, fue un componente importante,
posiblemente crítico, en la formación de Theodore Kaczynski, el «Unabomber»
convicto, quien envió cartas bomba a varias personas involucradas con la tecnología y
que ejercían poderes empresariales; podría decirse que era una venganza contra las
mismas fuerzas deshumanizantes que lo abrumaron y lo quebraron de bebé.
La experiencia en hospitales como una fuente posible de trauma
Sin un apoyo apropiado, los niños no tienen los recursos internos para comprender las
luces cegadoras, las restricciones físicas, los instrumentos quirúrgicos, los monstruos
enmascarados que hablan en un lenguaje confuso, y los estados alterados de conciencia
inducidos por la anestesia. Ni tampoco son capaces de entender por qué despiertan solos
en una sala de recuperación mientras escuchan los tonos escalofriantes del equipo de
monitoreo electrónico, las visitas casuales de extraños, y posiblemente los gemidos de
dolor provenientes de la cama del otro lado de la habitación. Para los bebés y los niños
pequeños, los acontecimientos como éstos pueden ser tan terroríficos y traumatizantes
como si fueran secuestrados y torturados por gigantes extraterrestres repulsivos. La
«cruzada» de Ted Kaczynski (aunque completamente mal orientada) contra la
deshumanización por medio de la tecnología, comienza tener sentido cuando conocemos
su dura experiencia traumática en el hospital cuando era bebé. El asesino sistemático y
sociópata reflexionó profundamente sobre la ideología detrás de los ataques contra los
infractores corporativos (y dejó montañas de escritos en su cabaña en medio de la
naturaleza), sin embargo, las víctimas desprevenidas que recibieron las cartas bomba
eran simples subalternos de la misma máquina deshumanizante. Era un gesto fútil y
aleatoriamente dañino que provenía de una rabia impotente. Es el tipo de
comportamiento adulto torturado que está siendo ahora estadísticamente relacionado con
el trauma infantil.
Desafortunadamente, esta historia no es un incidente aislado. Demasiados padres han
sido testigos de la desconexión, aislamiento, desesperanza y comportamiento extraño en
sus niños después de una hospitalización y una cirugía. La evidencia sugiere que estos
cambios en comportamiento de larga duración están conectados con reacciones
traumáticas frente a procedimientos médicos de «rutina». Pero, ¿es esto posible? La
respuesta es sí.
¿Esta teoría implica que si tu hijo se traumatizó por un procedimiento médico,
entonces se va a convertir en un asesino en serie? Lo más probable es que no. La
mayoría de los niños traumados no se vuelven delincuentes psicóticos. En lugar de ello,
168
acontecimientos como éstos se interiorizan en un proceso que llamamos «mala conducta
interna» (o representar internamente), lo cual más tarde puede surgir como ansiedad,
incapacidad para concentrarse, o en molestias o dolores. O podría representarse
externamente en una «mala conducta externa» con forma de hiperactividad o
agresividad. Veamos una historia más «ordinaria» de las páginas de la revista
estadounidense Reader’s Digest (Selecciones), titulada «Everything is Not Okay» [No
todo está bien], donde un padre describe la cirugía «menor» de rodilla de su hijo Robbie:
El doctor me dice que todo está bien. La rodilla está bien, pero no todo está
bien para el niño que despierta de una pesadilla inducida por la anestesia,
revolviéndose en su cama de hospital; un niño dulce que nunca le hizo daño a
nadie, mirando desde su abotargamiento anestésico con ojos de animal salvaje,
golpeando a la enfermera y gritando «¿Estoy vivo?» y forzándome a que sujete
sus brazos Mirándome fijamente a los ojos sin saber quién soy.
Las historias como éstas son comunes, y a menudo conducen a la formación de
cicatrices psíquicas trágicas. En 1944, el doctor David Levy presentó numerosas
evidencias de que los niños que visitan los hospitales por razones de rutina, a menudo
experimentan los mismos síntomas «horripilantes de pesadilla» que los soldados que
padecen «neurosis de guerra».1 Cincuenta años después, nuestra comunidad médica
apenas está comenzando a reconocer y a aceptar esta información vital. ¿Qué se puede
hacer para revertir la corriente de traumas médicos innecesarios que dañan a millones de
niños anualmente?
Lo que puedes hacer ahora: reducir el riesgo de traumas médicos
Afortunadamente, no tienes que esperar a que nuestro sistema de cuidado médico
cambie. Si el padre frustrado arriba mencionado se hubiera entrenado en unos cuantos
procedimientos, fáciles de aprender, podría haber ayudado a su hijo a superar el terror
provocado por la cirugía. Los niños traumatizados pueden comenzar a mojar la cama, se
pueden volver miedosos, hiperactivos, dependientes, retraídos o impulsivamente
agresivos o incluso convertirse en niños abusones y violentos a causa de las secuelas de
los procedimientos médicos que fueron tratados de manera insensible. Cuando se
minimiza la preocupación por la seguridad de los niños (o peor aún, cuando se ignora por
completo), hay un gran precio a pagar. Más tarde, a menudo tienen pesadillas, dolores de
cabeza, dolores de estómago, etc.
Como padre y adulto involucrado, puedes volverte proactivo. Si seleccionas a un
doctor y un hospital sabiamente, ya habrás ganado la mitad de la batalla. Con frecuencia,
el personal médico no quiere trabajar en equipo con los padres, y con razón. Un padre
emotivo y demandante podría interferir con la seguridad y la eficiencia, sin hablar de
cómo podría alterar al niño. Si permaneces tranquilo con una presencia cooperativa, es
más probable que el personal te permita empujar los límites un poco en cuanto a cuánto
puedes estar con el niño. ¡Es importante educar, no dictar!
169
Pautas para preparar a un niño para una cirugía u otros
procedimientos médicos
Todos los niños quieren que uno de sus padres esté con ellos durante el tratamiento.
Según una historia de portada de la revista U.S. News and World Report de junio de
2002, ése es un punto en el que todos los expertos se pueden poner de acuerdo. Sin
embargo, hay una gran cantidad de aprensión entre estos mismos expertos en cuanto a la
eficacidad de que los padres estén presentes. En este mismo artículo de la revista, Leora
Kuttner, una psicóloga que estudia el dolor en los niños en el hospital infantil British
Columbia, en Vancouver, relata cómo trabajó sin descanso con un pequeño que estaba a
punto de recibir una punción lumbar, sin lograr distraerlo de su miedo al dolor. Sabiendo
lo importante que era para él que se relajara para prevenir un terrible tratamiento,
continuó intentándolo. Después de haber agotado todas sus técnicas sin éxito, miró a su
alrededor ¡sólo para descubrir la atracción secundaria que sucedía a sus espaldas! Esto es
lo que la psicóloga declaró: «Detrás de mí estaba la madre, sollozando, saboteando todo,
enviando el mensaje, “Cariño, ¿qué te están haciendo?”. Su miedo se interpuso, y
socavó la ayuda que se le podía dar a su hijo».2
Tu presencia puede ser útil ¡si es que tú no estás visiblemente ansioso! Durante el
procedimiento, los padres deben tranquilizar y consolar –a veces, incluso distraer– al
niño. No empeores la situación. Si sientes que vas a estallar en llanto, podrías infundir
miedo y lágrimas en tu hijo. Sin embargo, durante el procedimiento, esto no es lo que
conviene. (Aunque, como hemos visto, justo después de que el niño se lesione y antes de
que comiencen los procedimientos médicos, el llanto puede permitir que el niño
descargue el miedo y el impacto).
Para el personal médico, la idea de tener a los padres en la habitación puede parecer
nueva, incluso puede ir contra la formación típica tradicional en medicina, y a primera
vista puede parecer contraproducente. Sin embargo, si los profesionales médicos expertos
se toman tiempo para educar a los padresu otros adultos dispuestos en lo que saben que
resulta útil, o si el padre está informado y puede enseñarle algo al profesional de la clínica
u hospital, las recompensas para los niños sometidos a varios procedimientos serán
inmensas. Además, la reputación de la clínica, consultorio u hospital crecerá, una vez que
las estadísticas comiencen a mostrar un tiempo de recuperación mejorado y la
satisfacción de los clientes. Una estancia en el hospital más corta y una recuperación más
rápida reducen los costos de las compañías de asistencia médica y de seguros médicos.
Es una situación en la que todos ganan.
Debido a que es común que los niños se traumaticen con las cirugías o con otras
intervenciones médicas, se describen aquí recomendaciones concretas para padres y
personal médico con la esperanza de que su extensa adopción mejore esta situación, que
es potencialmente devastadora. Hay dos procedimientos que pueden resultarles
particularmente aterradores a los niños: 1) estar atados a la mesa de exploración, y 2)
recibir la anestesia sin haber sido preparados apropiadamente. Puedes ayudar a los niños
a que se sientan más cómodos y, por lo tanto, reducir la tendencia al pánico. Los pasos
170
1.
2.
3.
4.
enumerados a continuación tienen como objetivo apoyar a los padres y a otros adultos a
volverse proactivos, y para educar al personal médico que no ha reflexionado lo
suficiente sobre este tema. Las recomendaciones están organizadas en actividades que
uno puede hacer antes, durante y después del procedimiento inminente,
independientemente de que seas un padre o profesional de la salud.
► ANTES DEL DÍA DE LA CIRUGÍA
Si eres un doctor u otro profesional que trabaja con niños, sé sensible a las
necesidades de los niños. Si se resisten o se portan de manera caprichosa, hay una
buena razón detrás de este comportamiento. Haz todo lo que puedas con tus
palabras y acciones para validar su preocupación, y con amabilidad, gracia,
distracción y honestidad, trabaja con ellos y no contra ellos.
Si eres su padre o madre, elige un doctor y un hospital que sean sensibles a las
necesidades de los niños.
¡No todas las instalaciones son iguales! Tómate tiempo p ara «comparar el
producto». Algunos hospitales incluso cuentan con trabajadores sociales con
programas especialmente diseñados que usan cuentos y juegos de interpretación
de roles para preparar a los niños para lo que van a vivir. En algunos de estos
programas, incluso los niños más pequeños pueden conocer al cirujano o al
anestesiólogo en la habitación donde se juegan los juegos de interpretación de
roles. Algunas veces los doctores no saben que existen estos programas, por lo
que puedes investigar por tu parte y encontrar a un equipo amigable que
escuchará lo que tengas que decir y así adoptar un enfoque que esté centrado en
el paciente. Recuerda, ¡tú eres el cliente!
Prepara al niño para lo que sucederá. Dile la verdad sin detalles innecesarios.
A los niños les va mejor cuando saben qué esperar; no les gustan las sorpresas
médicas. Si les dices que no va a doler cuando sí dolerá, traicionarás su confianza.
Tarde o temprano llegarán a temer lo peor cuando no pueden depender de ti para
que seas honesto con ellos. Se ha observado que los niños y los adolescentes
sometidos a cirugías, y que son guiados por el equipo médico a través de cada
paso, se sienten notablemente menos asustados en los hospitales.
El personal y los padres pueden organizar un tiempo antes de la cirugía para que
el niño conozca a los doctores (especialmente al cirujano y al anestesiólogo) en su
vestimenta normal de doctor antes de que estén vestidos con sus atuendos y
máscaras quirúrgicas. Es importante que el niño vea que el doctor es un ser
humano que lo está ayudando, y no un monstruo. ¡Quizás el pequeño también se
pueda poner un disfraz de médico! Y, si eso no es posible, podría ponerse una
máscara quirúrgica desechable a sí mismo o a su muñeca o peluche favorito.
Si el hospital no cuenta con un programa para preparar a los niños, o incluso si sí
lo tiene, puedes disfrazar al niño con una bata y jugar al «hospital». Los niños
171
5.
6.
pueden disfrazar a títeres, muñecas o peluches con atuendos de doctor y jugar en
casa a la «operación», pasando por todos los pasos antes de la cirugía. Esto
incluye ser transportado en camilla, recibir inyecciones y prepararse para la
anestesia. Hagan un ensayo con los disfraces. La mayoría de las jugueterías vende
figuritas y «botiquines médicos» para niños.
Prepara al niño par aentrar a (y para salir de) un estado alterado contándole un
cuento fantástico (o inventando uno juntos). Un ejemplo sería algo como esto:
«El oso que hiberna» se va a dormir muy muy rápidamente pero se despierta muy
muy lentamente y, cuando lo hace, busca a Mamá (Papá) Oso (o a la enfermera
Nancy Oso) y ¡algo rico para comer! (Obviamente, los padres tienen que estar
seguros que estarán ahí si eso es lo que dice el cuento). O podrías usar sus
personajes de ficción favoritos, por ejemplo Harry Potter recibe la inyección de
poción mágica que lo pone a dormir para que se recupere rápidamente de una
terrible paliza de los Slytherins. O puedes usar personajes de los cuentos de hadas
como la Bella Durmiente. Asegúrate de que el niño se relacione con el personaje y
de que se diviertan juntos con la fantasía. Explícale que la poción o la pastilla
pueden hacerlo sentir como si estuviera flotando o dando vueltas. Los niños
pueden practicar este sentimiento fingiendo que están en una nube o en una
piscina. También pueden dar vueltas suavemente y luego descansar, notando las
diferentes sensaciones. La idea aquí es ayudar a los niños a familiarizarse con lo
que pueden experimentar para que no se asusten con lo inesperado.
Múltiples estudios han demostrado que la sanación de una herida quirúrgica es
más rápida e involucra menos complicaciones cuando se administra una anestesia
local a lo largo de la línea de la incisión (en lugar de una anestesia general, que
hace que uno esté completamente inconsciente). Desafortunadamente, este
procedimiento, relativamente fácil de llevar a cabo, aún no es rutina y la anestesia
general sin el beneficio de la local es mucho más común, incluso para las cirugías
simples. Si se debe administrar una anestesia general para un procedimiento en
particular, sigue siendo importante que también se dé la local. Juntos, los doctores
y los pacientes pueden abogar para que las instalaciones médicas adopten tales
pólizas. Por supuesto, discute los tipos y métodos con los cuales se administrará la
anestesia antes de la fecha de la operación. Desde luego, si se puede usar sólo un
analgésico local, y se puede evitar que el niño se sienta aterrado, entonces ésa es
generalmente la mejor opción. Una de las graduadas de nuestro programa llevó a
cabo un pequeño estudio piloto en la Universidad de CaliforniaC-entro Médico de
San Francisco (UCSFMC; por sus siglas en inglés). Sus pacientes pediátricos
externos de reumatología tenían que someterse a un procedimiento
extremadamente angustiante (y recurrente) para el cual frecuentemente los
«dormían» debido al terror que sentían de someterse al procedimiento. Al usar
técnicas como las que se acaban de describir, observó una mejora radical en la
capacidad de los niños para someterse al procedimiento sin anestesia general; y en
muchos casos sin demasiado escándalo. (Ver el capítulo trece sobre más detalles
172
1.
2.
3.
1.
2.
sobre el trabajo de UCSFMC).
► EL DÍA DE LA CIRUGÍA
Los padres y el personal médico necesitan llegar a un acuerdo que permita que los
padres puedan permanecer con su hijo el mayor tiempo posible antes y después
de la operación. A los niños les va mejor cuando uno de sus padres puede estar
tranquilamente con ellos durante la administración de los medicamentos
preoperatorios. También es conveniente que obtengan permiso para permanecer
ahí hasta que el niño haga la transición entre la consciencia despierta y el estado
«semiconsciente».
El niño jamás debe ser atado a una mesa de exploración o recibiruna anestesia
cuando se encuentra aterrado. Esto deja una impronta en su psique y en su
sistema nervioso. El niño debe ser tranquilizado hasta que esté calmado.
Pregúntale al doctor si puedes abrazarlo. Si el niño debe ser atado, explícaselo al
niño y permanece con él hasta que se sienta lo suficientemente tranquilo y
apoyado para continuar. El miedo, sumado a la incapacidad para moverse, lleva al
niño a una reacción de choque y terror; ¡una receta para el trauma!
El equipo médico y los padres necesitan saber que, en teoría, los padres deben
estar en la sala posoperatoria cuando el niño se esté despertando. El niño jamás
debe despertarse en la sala de «recuperación» solo. Sin un adulto familiar que lo
tranquilice, muchos pequeños despiertan desorientados y presas del pánico. El
estado es tan alterado que pueden creer que se han muerto o que algo terrible les
ha sucedido. Es importante que los padres y el personal del hospital decidan
juntos quién guiará al niño cuando comience a despertar, y asegúrate de hacerle
saber de antemano quién será. Si la presencia de los padres no se permite ninguna
manera, pide encarecidamente que haya un enfermero o alguien más ahí (que el
niño ya haya conocido) para que pueda haber un contacto reconfortante cuando el
niño se despierte. Despertarse solo en una sala posoperatoria puede resultar
aterrador, incluso para un adulto.
► DESPUÉS DE QUE LA CIRUGÍA HAYA
TERMINADO
El descanso acelera la recuperación. Toda la energía del niño debe ser dirigida
hacia la sanación física. Esta conservación de energía es importante, pero puede
ser que los niños no lo comprendan. Si quieren jugar, debe ser un juego tranquilo,
animándolo constantemente a que descanse.
Si el niño tiene dolor, pídele que describa el dolor y luego que encuentre una parte
del cuerpo que esté libre de dolor, o que por lo menos duela menos. Mientras
173
3.
1.
2.
3.
4.
permaneces con el niño, anima la alternancia de consciencia entre la parte que
duele y la parte que no duele tanto; esto a menudo puede ayudar a aliviar el dolor.
También puedes distraer al niño un poco de los lugares difíciles al tararear con él
o pedirle que de palmaditas o golpecitos sobre una parte de su cuerpo. Puede
resultar útil sugerir que imagine una serie de globos de colores que sostienen el
dolor y que se lo llevan hasta al cielo mientras se alejan flotando.
Si el niño parece tener miedo, ayúdalo contando cuentos. Usa el nombre de otro
niño o inventa una historia sobre su peluche favorito. Comienza diciendo,
«Conozco un niño pequeño que se llama Juan y que ». Observa el lenguaje
corporal del niño. Haz una pausa y trabaja con las partes que parecen estar
atoradas al usar las herramientas que se describen bajo «Primeros auxilios» en el
capítulo seis. La idea principal es ayudar al niño a que se mueva de cualquier
estado de «parálisis» o de choque hacia el sacudimiento y temblor de la descarga,
y finalmente hacia la relajación y la resolución.
Nota, especialmente para los padres: Recuerda observar tus propios niveles de
tranquilidad, como lo aprendiste al principio de este libro. El miedo es contagioso ¡y
también lo son la tranquilidad y la confianza!
► CUANDO EL PROCEDIMIENTO MÉDICO ES UNA
EMERGENCIA
Una vez que el miedo inminente ha pasado –y, por ejemplo, estás en la
ambulancia con tu hijo–, tómate tiempo para observar y evaluar tus propias
reacciones. Da tiempo para reflexionar y recordarte que ahora tienes herramientas
para ayudar; tómate tiempo para asentar tu propio temblor, y espera a que tu
propia respiración se regule antes de continuar. Tu primera tarea debe ser
recuperar una sensación de relativa calma.
Asegúrale al niño que todo estará bien, que los médicos saben cómo hacerle sentir
mejor, ayudándolo a detener el sangrado, arreglar el brazo roto, detener el dolor,
etc.
Puede resultar útil distraer al niño justo antes del procedimiento médico. Vuélvele
a contar su cuento favorito, saca su juguete preferido o habla de su lugar favorito,
como el parque, quizás haciendo planes para ir allí una vez que se haya
recuperado. Si el niño tiene dolor, puedes pedirle que aplauda, cante o se dé
palmadas para disminuir el dolor. O puedes pedirle que te diga qué lugar de su
cuerpo se siente bien o hay menos dolor, y guíalo para que se centre en esa parte
del cuerpo. Hazle saber que está bien llorar.
Si los niños son lo suficientemente mayores para comprenderlo, diles lo que
sucederá en el hospital o en el consultorio del doctor. Por ejemplo, «El doctor
174
coserá la herida para que deje de sangrar». O: «La enfermera te dará una pastilla
o una inyección con medicina para detener el dolor, y eso te hará sentir mejor»,
etc.
Unas palabras sobre las salas de emergencias
Se han descubierto más historias de terror sobre la experiencia en las salas de emergencia
que de ninguna otra área del hospital. Dada su naturaleza, ahí reina un ambiente
frenético. Se nos ha informado que, pese a que el procedimiento del hospital en sí saliera
bien, la sala de emergencias había resultado completamente aterradora y había dejado
imágenes imborrables. Algunos hospitales han reconocido la naturaleza perjudicial de
exponer a los niños a los adultos gravemente heridos en la sala de espera y el área de
tratamiento. Se les recomienda a las familias que visiten los hospitales locales (las áreas
urbanas a menudo tienen varios) antes de que surja una emergencia. Te asombrarás al
ver la diferencia de calidad de cuidados y apoyo emocional entre ellos. Mientras
investigaba para este libro, visité tres hospitales locales, todos a veinte minutos del otro.
Uno era tan caótico, había tantos pacientes tratados por violencia doméstica y heridas de
balas, que me fui inmediatamente. Otro era más o menos ordinario, con una sala de
espera agradable y la típica larga cola de pacientes. El tercer hospital, para mi gran
sorpresa, era tan concienzudo en la protección de las psiques de los niños como en la
sanación de sus cuerpos. Para escudar a los niños de los adultos, tanto las salas de espera
como de tratamiento estaban claramente divididas. La sala de espera infantil tenía
murales coloridos y agradables para los niños en las paredes, un gran acuario, y ningún
adulto herido. A diferencia de la atmósfera típica de sala de espera de la sala de
tratamientos de los adultos, el lado infantil tenía habitaciones individuales para
resguardarlos de las imágenes y sonidos aterradores de las heridas y los procedimientos
médicos. Esto no se hacía a partir de una motivación económica, sino que se hacía
porque el personal reconoció la importancia de proteger a los niños de la miseria
innecesaria. A menos que veinte minutos marcaran la diferencia entre la vida o la muerte,
¿a qué hospital llevarías a tu hijo si supieras que está disponible en tu comunidad? A
menos de que tu hijo lo lleven en ambulancia, lo más probable es que el tiempo en la sala
de espera sobrepase por mucho el tiempo extra de coche.
Cirugías electivas
Las cirugías innecesarias podrían fácilmente ser el tema de otro libro completo. Sin
profundizar demasiado, basta decir que hay dos procedimientos que se administran de
manera rutinaria, debido a sus pretendidos beneficios de salud, que sería aconsejable que
cuestionaras. Se trata de la circuncisión y de las cesáreas. Sopesa las ventajas y las
desventajas al leer todo lo que puedas sobre el tema y al hablar con profesionales de
ambos lados: aquellos que abogan por el procedimiento y los que lo desaconsejan.
Por supuesto, en el caso de los nacimientos por cesárea, a menudo se llevan a cabo
como un procedimiento para salvar vidas. Pero si tu cesárea es electiva porque tu doctor
175
te lo sugirió por conveniencia, tómate tiempo para explorar las opciones. También puedes
mirar los registros del hospital para ver si los nacimientos por cesárea son prácticamente
el procedimiento estándar de operación. Es mejor para el bebé, siempre que sea posible
(es decir, cuando la seguridad no es un problema), que se forje su propio camino hacia el
mundo completamente involucrado