Vista previa del material en texto
Enfermedades pericárdicas Martin M. LeWintery William E. Hopkins 71 Derrame pericárdico y taponamiento, 1640 Pericarditis constrictiva, 1646 Pericarditis constrictiva con derrame, 1651 Causas específicas de enfermedad pericárdica, 1651 Bibliografía, 1656 Anatomía y fisiología del pericardio, 1636 Función pasiva del pericardio normal en las cardiopatías, 1636 Pericarditis aguda, 1637 La enfermedad pericárdica ha fascinado a fisiólogos y médicos durante cientos e incluso miles de años. Esto se debe quizás al hecho de que un órgano sin una función crucial en sí mismo es el lugar de una amplia variedad de enfermedades que dan lugar a algunos de los hallazgos físicos clásicos de la cardiología. Para un tratamiento más detallado de lo que es posible en este capítulo de los muchos aspectos individuales de la enfermedad pericárdica, se remite al lector a la monografía clásica de Ralph Shabetai.1 A N A T O M ÍA Y F IS IO LO G ÍA DEL PER ICA RD IO El pericardio está formado por dos capas:1 el pericardio visceral, una sola capa de células mesoteliales y fibras de colágeno y elastina que se adhieren a la superficie epicárdica del corazón, y la capa fibrosa parie tal, que tiene un grosor de aproximadamente 2 mm en seres humanos normales y rodea la mayor parte del corazón. El pericardio parietal es, en gran parte, acelular y contiene fibras de colágeno y elastina, siendo el colágeno el principal componente estructural. El pericardio visceral se refleja en proximidad de los orígenes de los grandes vasos y constituye una continuidad con el pericardio parietal y forma la capa interna del mismo. El espacio o saco pericárdico está contenido dentro de estas dos capas y, normalmente, contiene hasta 50 mi de líquido seroso. El pericardio visceral se refleja algunos centímetros antes de las uniones de los vasos de la cava a la aurícula derecha, parte de los cuales se dis ponen dentro del saco pericárdico (fig. 71-1). Por detrás de la aurícula izquierda, la reflexión se localiza en el seno oblicuo del pericardio. La aurícula izquierda es, en gran parte, extrapericárdica. El pericardio parietal presenta inserciones ligamentosas en el diafragma, el esternón y otras estructuras. Tales inserciones aseguran que el corazón ocupe una posición fija dentro de la cavidad torácica. Las únicas estructuras no cardiovas culares asociadas al pericardio son los nervios frénicos, envueltos por el pericardio parietal. Aunque su extirpación no tiene consecuencias negativas obvias, el pericardio tiene sus funciones.1,2 Como se señaló, mantiene la posición del corazón relativamente constante. Proporciona una barrera contra las infecciones así como lubricación entre las capas visceral y parietal. El pericardio está muy inervado por mecanorreceptores, quimiorreceptores y receptores aferentes frénicos que participan en los reflejos que se originan en el pericardio y/o el epicardio (p. ej., reflejo de Bezold-Jarisch), así como en la transmisión del dolor pericárdico. El pericardio también segrega prostaglandinas y sustancias relacionadas que pueden modular el tráfico neuronal y el tono coronario. La función mecánica del pericardio mejor caracterizada es su efecto de restricción sobre el volumen cardíaco.1,2 Ello refleja las propiedades mecánicas del tejido.2 El pericardio parietal presenta una resistencia a la tracción similar a la de una goma. Con una carga baja es muy elástico (fig . e71-1, arriba). Sin embargo, a medida que aumenta el estiramiento, el tejido se hace de repente rígido y se resiste a un mayor estiramiento. El punto de la relación entre carga y estiramiento (v. fig. e71-1, arriba) en que se produce esta transición corresponde a cargas cercanas al límite superior del volumen cardíaco. La relación entre la presión y e l volumen (RPV) del saco pericárdico es paralela a las propiedades del tejido pericárdico parietal aislado1,2 (v. fig. e71-1, abajo, curva izquierda), que es un segmento distensible, plano, que cambia de forma relativamente brusca a un segmento no distensible, con la transición alrededor del límite superior del volumen cardíaco total normal. Por eso, el saco tiene un volumen de reserva relativamente pequeño. Cuan do este se supera, la presión dentro del saco que actúa sobre la superficie del corazón aumenta de forma rápida y se transmite al interior de las cavidades cardíacas. La forma de la relación presión-volumen pericárdica explica el hecho de que una vez se alcanza el nivel crítico de derrame, cantidades relativamente pequeñas de líquido adicional producen grandes aumentos en la presión intrapericárdica y tienen marcados efectos sobre la función cardíaca. A la inversa, la eliminación de pequeñas cantidades de líquido puede producir un sorprendente beneficio. La forma de la RPV pericárdica también indica que normalmente limita el volumen cardíaco; es decir, la fuerza que ejerce sobre la superficie del corazón puede limitar el llenado, con un componente de presión intracavitaria que representa la transmisión de la presión pericárdica. Los estudios que utilizan balones para medir la presión superficial de contacto1,2 muestran una presión de contacto pericárdica sustancial, en especial cuando se supera el límite superior de volumen cardíaco normal. Esta presión es proporcionalmente más importante en el lado derecho del corazón.2 También se ha estimado la presión de contacto pericárdica mediante cuantificación del cambio en la relación presión-volumen diastólica del corazón derecho e izquierdo, antes y después de la pericardiectomía.1,2 La presión reducida a un volumen dado es la presión pericárdica efectiva a ese volumen. Los estudios realizados en corazones caninos normales indican una restricción pericárdica insignificante a volúmenes de llenado normales bajos, con presiones de contacto en el intervalo de 2 a 4 mmHg en el límite superior del intervalo normal. Con un llenado adicional, la presión de contacto aumenta de forma rápida. A una presión de llenado del lado izquierdo de aproximadamente 25 mmHg, la presión de contacto es de alrededor de 10 mmHg, lo que representa la mayor parte de la presión del corazón derecho a este nivel de llenado. Por eso, el pericardio normal puede restringir el volumen cardíaco de forma aguda. En pacientes con volúmenes cardíacos normales sometidos a pericardiotomía combinada con cirugía cardíaca desarrollan ligeros aumentos postoperatorios en la masa y el volumen cardíacos, compatibles con el alivio de la restricción subyacente al llenado que produce normalmente el pericardio. El pericardio normal también contribuye a la interacción diastólica,1,2 es decir, la transmisión de la presión de llenado intracavitaria a las cavi dades adyacentes. Así, por ejemplo, una parte de la presión diastólica ventricular derecha (VD) se transmite al ventrículo izquierdo a través del tabique interventricular y contribuye en el establecimiento de la presión diastólica ventricular izquierda (VI). Dado que su presencia aumenta la presión intracavitaria ventricular derecha, el pericardio normal amplifica la interacción diastólica. Así, cuando el volumen cardíaco aumenta por encima del rango fisiológico, el pericardio contribuye cada vez más a deter minar la magnitud de las presiones de llenado intracavitarias, directamente por la presión de contacto externa e indirectamente por el aumento de la interacción diastólica. FUNCIÓN PA SIV A DEL PER ICA RD IO N O R M A L EN LAS CARD IO PAT ÍAS Cuando las cavidades cardíacas se dilatan con rapidez, el efecto de restricción del pericardio y su contribución a la interacción diastólica aumentan, dando lugar a un cuadro hemodinámico con características de taponamiento cardíaco y pericarditis constrictiva. Un ejemplo es el infarto de miocardio (IM) delVD,1 en general en combinación con el IM del VI. Aquí, el lado derecho del corazón se dilata rápidamente de modo que el volumen cardíaco total supera el volumen de reserva pericárdico.Como consecuencia del aumento de la constricción pericárdica y de la interacción diastólica, las presiones de llenado del lado izquierdo y del derecho se equilibran a niveles elevados, y pueden observarse pulso paradójico y aumento inspiratorio en la presión venosa sistémica (signo de Kussmaul). Otros procesos con efectos similares son la embolia pulmonar aguda y la insuficiencia mitral subaguda.1,2 La dilatación cardíaca crónica debida a miocardiopatía dilatada o a insuficiencia valvular puede producir volúmenes cardíacos bastante superiores al volumen de reserva pericárdico, pero no se encuentran efectos exagerados de restricción. Esto implica que el pericardio se adapta para acomodarse a los aumentos crónicos del volumen cardíaco. En la sobrecarga crónica experimental de volumen, la RPV pericárdica se desplaza hacia la derecha y su pendiente disminuye (fig. e 7 1 -l, abajo, El material en línea está disponible en ExpertConsult 1636 2016. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. Arteria carótida común derecha Arteria subclavia derecha Tronco braquiocefálico Vena braquiocefálica derecha Vena cava superior Vena cava superior Seno transverso del pericardio Venas pulmonares derechas Vena cava inferior Vena yugular interna izquierda Vena subclavia izquierda Vena braquiocefálica izquierda Arteria carótida común izquierda Arteria subclavia izquierda Cayado aórtico Ligamento arterioso Tronco pulmonar Venas pulmonares izquierdas Seno oblicuo del pericardio FIGURA 71-1 Reflexiones pericárdicas cerca de los orígenes de los grandes vasos mostradas después de extirpar el corazón. Obsérvese que parte de los vasos cavos están dentro del espacio pericárdico. (Tomado de Johnson D: The pericardium, in Standring S [ed]: Gray's Anatomy: The Anatomical Basis o f Clinical Practice. 39th ed. London, Churchill-Livingstone, 2005, pp 995-996.) curva de la derecha); es decir, se hace más flexible junto a un aumento del área y de la masa y un menor efecto sobre la RPV diastólica delVI.1,2 Probablemente tiene lugar un efecto análogo en los derrames grandes que se acumulan lentamente. PER ICARD IT IS A G U D A Causa, e p id em io log ía y fis io p a to lo g ía La tabla 71-1 contiene una lista incompleta de enfermedades que pueden afectar al pericardio. La pericarditis aguda, definida como síntomas y/o signos derivados de una inflamación pericárdica de no más de 1 a 2 semanas de duración, puede aparecer en una amplia variedad de estas enferm edades (marcadas con asteriscos), aunque la mayoría de los casos se consideran idiopáticos.3,4 El término idiopática se utiliza para indicar una pericarditis aguda para la que no se encuentra ningu na causa específica con las pruebas diagnósticas de rutina, como se señala más adelante. La mayoría de los casos idiopáticos se suponen de causa vírica, pero no se realizan habitualmente pruebas de detección de virus debido a su coste, su bajo rendimiento y su repercusión mínima en el tratamiento.4,5 La incidencia de pericarditis aguda es difícil de cuantificar, porque, indudablemente, muchos casos no se diagnostican. En la necropsia, la frecuencia es de alrededor del 1%.4,6 La pericarditis es frecuente en el departamento de urgencias, donde supone hasta el 5% de los pacientes con dolor torácico no isquémico.4,6 La fracción de todos los casos agudos responsables de pericarditis idiopática, a diferencia de aquellos en los que se identifica una causa específica, es también incierta y está influenciada por las características demográficas y la variación de las infecciones víricas. No obstante, el 80-90% parece una estimación razonable.4,6 La pericarditis tuberculosa está incluida en la tabla 71-1 como causa de pericarditis agu da, pero suele tener síntomas más crónicos. La pericarditis bacteriana también se incluye, porque puede acompañarse de signos y síntomas de inflamación pericárdica aguda, aunque estos pacientes suelen estar en estado crítico y otros componentes de su enfermedad dominan. La pericarditis que aparece 24-72 horas después de un IM transparietal y la pericarditis tardía del síndrome de Dressier solían ser frecuentes (v. capítulo 50). Sin embargo, su incidencia se ha reducido durante la era de la reperfusión, y ahora el síndrome de Dressier es infrecuente de un © modo que es ya característico. Aparte de esto, la distribución causal de la pericarditis aguda ha cambiado poco con el tiempo. En cambio, las características epidemiológicas del derrame y constricción pericárdico han cambiado considerablemente. La fisiopatología de la pericarditis aguda no com plicada es sencilla, es decir, los síntomas y signos se producen por la inflamación del tejido pericárdico. Una minoría de los casos se complica y hasta el 15% se asocia con miocarditis.4,6'8 La miocarditis concu rrente se manifiesta, por lo general, por la liberación modesta de biomarcadores como la troponina I7,8 (v. capítulo 67). La disfunción delVI es infrecuente, y el pronóstico a largo plazo de la pericarditis com plicada con miocarditis parece excelente.7,8 A n am n esis y d iagnóstico diferencial La pericarditis aguda casi siempre se manifiesta por dolor torácico.1,3,4,6 Unos pocos casos se diagnos tican durante la evaluación de disnea o fiebre, o casualmente en combinación con manifestaciones no cardíacas de enfermedades sistémicas (p. ej., lupus eritematoso sistémico [LES]). El dolor de la pericardi tis puede ser bastante intenso. Su calidad es variable, pero casi siempre es pleurítico. Habitualmente no presenta las características compresivas, constricti vas u opresivas de la isquemia miocárdica. Típica mente, el dolor pericárdico debuta de una forma relativamente rápida. Con frecuencia es subestemal pero puede estar centrado en la parte anterior del hemitórax izquierdo o en el epigastrio. La irradiación hacia el brazo izquierdo no es infrecuente, pero la más característica es hacia el reborde del trapecio, lo que resulta muy específico de la pericarditis.1 El dolor pericárdico se alivia al sentarse inclinado hacia adelante y empeora al acostarse. Los síntomas asociados pueden incluir la disnea, la tos y, en ocasiones, el hipo. Es frecuente un antecedente que indica una enfer medad vírica. Es importante revisar los antecedentes médicos buscando pistas de diagnósticos etiológicos específicos. Un antecedente de cáncer o de un trastorno autoinmunitario, fiebre alta con escalofríos, erupción cutánea, o pérdida de peso son a menudo indicios de enfermedades específicas que pueden producir una pericarditis. El diagnóstico diferencial del dolor torácico es amplio (v. capítu los 11 y 50). Los diagnósticos que más fácilmente se confunden con la pericarditis comprenden la neumonía con pleuresía, embolia/infarto pulmonar, costocondritis y enferm edad por reflujo gastroesofágico. Por lo general, la pericarditis aguda se puede distinguir con relativa facilidad de la isquem ia miocárdica aunque puede requerirse una angiografía coronaria para resolver este asunto. Otras posibilidades son la disección aórtica, los procesos intraabdominales, el neumotorax y el dolor producido por el herpes zóster antes de que aparezcan las lesiones cutáneas. En raras ocasiones, la pericarditis puede indicar un IM anterior, asintomático. Exploración física Los pacientes con pericarditis aguda no complicada, a menudo, se muestran incómodos y ansiosos, con febrícula y taquicardia sinusal. Por lo demás, la única observación física anómala es el roce de fricción producido por el contacto entre el pericardio visceral y el parietal. El roce clásico se reconoce fácilmente y es patognomónico. Consta de tres componentes que corresponden a la sístole ventricular, al llenado diastólico temprano y a la contracción auricular y se ha comparado al sonido que se produce al caminar sobre la nieve crujiente. El rocees, por lo general, más intenso en el borde esternal izquierdo inferior y se escucha mejor con el paciente inclinado hacia adelante. Con frecuencia es dinámico -desaparece y vuelve a aparecer durante períodos cortos de tiempo-. Por eso, a menudo es útil auscultar con frecuencia a un paciente con sospecha de pericarditis que no presenta un roce audible inicialmente. A veces, lo que se considera un roce pericárdico presenta menos de tres componentes. Tales sonidos deberían ser considerados roces con precaución porque pueden repre sentar, en realidad, un soplo. Es importante realizar una exploración física completa en un paciente con una pericarditis aguda para buscar pistas de diagnósticos etiológicos específicos. El examinador también debe estar 1637 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s de l c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c ho v a s c u l a r p u l m o n a r Vllll 1638 TA B L A 7 1 -1 Categorías de enfe rm edad pericárdica y causas específicas seleccionadas Idiopática* Infecciosa Vírica* (virus ECHO, virus de Coxsackie, adenovirus, citomegalovirus, hepatitis B, mononucleosis infecciosa, VIH/sida) Bacteriana* (neumococo, estafilococo, estreptococo, micoplasma, enfermedad de Lyme, Haemophilus influenzae, Neisseria meningitidis, otros) Micobacterias* (M. tuberculosis, M. avium-intracellulare) Asociado a VIH Hongos (histoplasmosis, coccidioidomicosis) Protozoos Inflamatoria Enfermedad del tejido conjuntivo* (LES, AR, esclerodermia, síndrome de Sjógren, mixta) Inducidas por fármacos* (procainamida, hidralacina, isoniacida, ciclosporina, etc.) Arteritis (panarteritis nudosa, arteritis de la temporal) Enfermedad inflamatoria intestinal Después de toracotomía/cardiotomía*, después de cirugía cardíaca* Enfermedades genéticas del sistema inmunitario* (TRAPS, FMF) Otras: sarcoidosis, enfermedad de Erdheim-Chester, enfermedad de Churg-Strauss, enfermedad relacionada con la inmunoglobulina G4 Después del infarto de miocardio Temprana Tardía (síndrome de Dressier) Cáncer Primario: mesotelioma, fibrosarcoma, lipoma, etc. Secundario*: carcinoma de mama o pulmón, linfoma, sarcoma de Kaposi Inducida por radiación* Temprana tras cirugía cardíaca y trasplante cardíaco ortotópico Hemopericardio Traumatismo Rotura de la pared libre del ventrículo tras IM Relacionada con dispositivos y procedimientos: procedimientos coronarios percutáneos, desfibriladores implantables, marcapasos, después de la ablación de arritmias, tras el cierre de una comunicación interauricular, después de reemplazo/reparación valvular, reparación laparoscópica de hernia de hiato Aneurisma disecante de la aorta Congénita Quiste, ausencia congénita Otras Miocardiopatía por sobrecarga Colesterol (pericarditis con líquido de aspecto de «pintura dorada») Insuficiencia renal crónica, relacionada con la diálisis* Quilopericardio Hipotiroidismo e hipertiroidismo Amiloidosis Neumopericardio *Causas que pueden manifestarse como el síndrome de la pericarditis aguda. Sida, síndrome de la inmunodeficiencia adquirida. atento a los signos que indican un derrame pericárdico importante, como se discute posteriormente. Pruebas com p lem entarias El electrocardiograma (ECG) es la prueba complementaria más impor tante para el diagnóstico de una pericarditis aguda (v. capítulo 12). El signo clásico es la elevación del segmento ST (fig. 71-2).1’3,4’6 El vector del segmento ST apunta de forma típica hacia la izquierda, adelante y abajo, con elevación del segmento ST en todas las derivaciones excepto aVRy, a menudo, Vi. El segmento ST suele ser cóncavo hacia arriba y se asemeja a la corriente de lesión de la isquemia transmural. Sin embargo, la distin ción entre la pericarditis aguda y la isquemia transmural no resulta, por lo general, difícil debido a la afectación de más derivaciones en la pericarditis y al descenso del ST recíproco mucho más prominente en la isquemia. No obstante, la elevación del ST en la pericarditis puede afectar a un menor número de derivaciones, en cuyo caso la distinción es más difícil. En otros casos, el segmento ST se asemeja más a una repolarización precoz. Aquí de nuevo, la pericarditis habitualmente afecta a más derivaciones que la repolarización precoz. Como en el roce, los cambios electrocardiográficos pueden ser dinámicos. Registros frecuentes pueden determinar un diag nóstico en pacientes que acuden inicialmente sin roce ni elevación del ST. El descenso del segmento PR también es frecuente (v. fig. 71-2). Puede aparecer sin elevación del ST y ser la manifestación primera o única de la pericarditis aguda en el ECG. Otras anomalías aparte de la elevación del ST y de la depresión del PR en el ECG son inusuales en los pacientes que son evaluados poco después de que empiecen los síntomas. Los cambios posteriores en el ECG son variables.1,3,4’6 En algunos casos, el ECG se normaliza en un período de días o semanas. En otros, el segmento ST elevado pasa a través del punto isoeléctrico y progresa a una depresión del segmento ST e inversiones de la ondaT. Estos cambios pueden persistir durante semanas o incluso meses, pero no tienen ningún significado conocido. En los pacientes a los que se observa después de que empiecen los síntomas, los cambios pueden ser indistinguibles de la isquemia miocárdica. Las alteraciones electrocardiográficas aparte de las mencionadas deberían considerarse con cuidado porque indican diagnósticos distintos de la pericarditis idiopática y/o la presencia de complicaciones. Así, el bloqueo auriculoventricular (AV) puede indicar una enfermedad de Lyme, las ondas Q patológicas pueden indicar un IM previo asintomático con dolor pericárdico como su primera manifestación, y un bajo voltaje o la alternancia eléctrica apuntan hacia un derrame importante. El hemograma revela a menudo una elevación moderada del recuento de leucocitos con una linfocitosis leve. Un recuento mayor debe alertamos sobre otras causas, como la anemia. Como se señaló antes, hasta el 15% de los pacientes con un diagnós tico de pericarditis aguda tienen una miocarditis coexistente si nos basamos en las elevaciones de los biomarcadores de lesión como la troponina I sérica (v. capítulo 67). En la mayoría de los casos no hay ninguna disfunción del VI. Los pacientes con una elevación de los bio marcadores de lesión casi siempre tienen una elevación del segmento ST.4,6,8 Otro aspecto preocupante en los pacientes con aumento de la troponina I es el IM silente seguido de una pericarditis. La pericarditis posterior al IM suele aparecer en los IM grandes con cambios trans parietales en el ECG.9 La proteína C reactiva de alta sensibilidad (CRPas) está elevada en el suero en alrededor de las tres cuartas partes de los pacientes con pericarditis aguda.10 Los valores normales suelen observarse en pacientes vistos muy pronto o en los que han recibido tratamiento antiinflamatorio. En la mayoría de los casos, la CRPas se normaliza en menos de 1 semana y en casi todos los casos 4 semanas después de la evaluación inicial. El aumento de la CRPas se asocia de forma indepen diente a la recidiva de los síntomas. En función de estas observaciones, se ha indicado10 el uso de la determinación seriada de la CRPas para vigilar la actividad de la enfermedad y ayudar a determinar la duración del tratamiento. Aunque no se ha demostrado de forma prospectiva la utilidad de la CRPas para este propósito, la asociación de valores elevados y recidiva constituye una razón sólida para medir la CRPas en un primer encuentro y en casos en los que se duda cuánto tiempo mantener el tratamiento. Los hallazgos en la radiografía de tórax suelen ser normales en la pericarditis idiopática aguda no complicada. En ocasiones hay peque ños infiltrados pulmonares o derrames pleurales, probablemente por infecciones víricas o posiblemente por micoplasmas. Otras anomalías hacen pensaren diagnósticos alternativos. Así, la pericarditis bacteriana aparece a menudo junto con neumonía grave. La pericarditis tuberculosa puede aparecer con o sin una enfermedad pulmonar asociada. Las lesio nes en masa y el aumento de los ganglios linfáticos indicativos de una enfermedad neoplásica tienen un gran significado. Como los derrames pericárdicos pequeños e incluso moderados pueden no modificar la silueta cardíaca, un aumento incluso de pequeña magnitud puede ser preocupante. Los hallazgos en la ecocardiografía (v. capítulo 14) son normales en la mayoría de los pacientes con pericarditis idiopática aguda. Se obtienen, sobre todo, para detectar un derrame. No disponemos de datos modernos que especifiquen la incidencia de los derrames. Los pequeños son frecuentes y no deben preocuparnos. Los derrames moderados o grandes son inusuales y pueden apuntar a un diagnós tico diferente a la pericarditis idiopática. La ecocardiografía también es útil para determinar si la miocarditis asociada es lo suficientemente grave como para alterar la función ventricular y para detectar el IM. Pocas veces es necesario usar modalidades de imagen aparte de la ecocardiografía en el diagnóstico y el tratam iento de la pericarditis aguda sin complicaciones. En los casos difíciles pueden ser útiles la tomografía computarizada (TC) y/o la resonancia m agnética (RM) cardíaca para detectar el engrasamiento pericárdico y, en el caso de la El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. RM, para proporcionar pruebas de una inflamación activa basada en el aumento de la captación de gadolinio.11 Evolución natural y tratam iento La European Society of Cardiology ha publicado directrices para el diag nóstico y tratamiento de las enfermedades pericárdicas en 2004.3 Estas se han revisitado en revisiones recientes,4,5'12,13 y el tratamiento se abordó en un metaanálisis.14 Es importante tener en cuenta que los datos objetivos que apoyan las recomendaciones para el tratamiento de la pericarditis aguda, así como de otras enfermedades pericárdicas, son limitados. El manejo inicial debería centrarse en la detección sistemática de causas específicas que podrían alterar el tratam iento, la detección de derrames y otras alteraciones ecocardiográficas, el alivio de los síntomas y un tratamiento adecuado si se descubre una causa específica. Inicialmente, recomendamos obtener los siguientes datos de las prue bas complementarias: ECG, hemograma, radiografía de tórax, troponina I, CRPas y un ecocardiograma. En las mujeres jóvenes es razonable realizar pruebas en busca del LES, pero los títulos bajos de anticuerpos antinucleares (ANA) son frecuentes en los pacientes con pericarditis idiopática recurrente que no cumplen otros criterios de LES.13 Luego el significado de los títulos bajos de ANA durante una evaluación inicial es incierto. La tab la 71-2 resume nuestras recomendaciones para la evaluación y tratam iento iniciales de los pacientes con pericarditis aguda definida o sospecha de padecerla. La pericarditis idiopática aguda es una enfermedad autolimitada sin complicaciones importantes ni recurrencia en el 70-90% de los pacien tes.3,4,6,16 Si los datos de la pruebas complementarias no contradicen el diagnóstico clínico de pericarditis idiopática, debería iniciarse un tra tamiento sintomático con fármacos antiinflamatorios no esteroideos T ABLA 71-2 Abordaje inicial del paciente con sospecha o confirmación de pericarditis aguda 1. Si se sospecha el diagnóstico pero no es seguro, ausculte al paciente con frecuencia en busca de un roce pericárdico y realice frecuentes ECG en busca de signos diagnósticos. 2. Si se sospecha el diagnóstico o es seguro, realice las siguientes pruebas para ayudar a confirmar el diagnóstico y determinar si es probable un diagnóstico etiológico específico o si aparecen importantes trastornos y/o complicaciones asociadas: Radiografía de tórax Hemograma CRPas Ecocardiografía Troponina I Considere ANA en suero si la paciente es una mujer joven 3. Si el diagnóstico es probable o seguro, inicie tratamiento con AINE y colchicina. (AINE).3,4,6,12'14 Por su excelente perfil de seguridad, preferimos el ibu- profeno (600 a 800 mg v.o. tres veces al día). El ácido acetilsalidlico (AAS), 2-4 g diarios divididos en varias dosis, es una alternativa y a menudo preferible en los pacientes que precisan AAS para otras indicaciones. En cualquiera de los casos hay que proteger el estómago en forma de un inhibidor de la bomba de protones. Muchos pacientes tienen respuestas gratificantes tras la primera dosis o segunda dosis de un AINE. La mayoría responden completamente pasa dos 10-14 días y no necesitan otros tratamientos. Como se ha señalado, utilizar la normalización de la CRPas para guiar la duración de tratamien to10,13 es una alternativa razonable al uso de un período predeterminado. Los pacientes fiables con no más de pequeños derrames que responden bien al primer tratamiento no necesitan ingresar en el hospital. Los que no responden bien en un principio, tienen derrames grandes o en los que se sospecha otra causa diferente a la pericarditis idiopática deben ingresar en el hospital para su observación, realizar pruebas diagnósticas y realizar tratamientos adicionales cuando sea necesario. A lo largo de la última década se ha establecido el uso de la colchicina para la pericarditis idiopática aguda. La colchicina se encontró en un principio eficaz para evitar las recidivas de la pericarditis o para tratar aquellas que no respondían bien a los AINE.3,16 Ahora hay pruebas razo nables, incluidas las de estudios con asignación aleatoria, que apoyan su uso como parte del tratamiento inicial de la pericarditis idiopática aguda.4,6,12'14,17,18 La colchicina mejora la respuesta inicial cuando se usa junto con un AINE y reduce la probabilidad de recurrencia. Se cree que el fármaco ejerce un efecto antiinflamatorio al bloquear el ensamblaje de los microtúbulos en los leucocitos.13 La colchicina se administra en dosis de 0,5 mg dos veces al día en pacientes de más de 70 kg de peso y de 0,5 mg diarios en los pacientes menores de 70 kg de peso, y la dosis se reduce en aquellos con una reducción de la función renal. Estas dosis se toleran generalmente bien, aunque los efectos adversos digestivos dan lugar a la retirada del fármaco aproximadamente en el 10% de los pacientes. En los que responden lentamente a los AINE y la colchicina pueden usarse analgésicos opiáceos hasta que se obtenga una respuesta sintomática más completa. Como la prevención de las recidivas es una razón importante, nosotros recomendamos 3 meses de tratamiento con colchicina tras el primer episodio.13,19 A los pacientes que responden mal a los AINE se les trata habitual m ente con corticoesteroides. Sin embargo, su uso parece promover las recurrencias.6,12'14,18,20 Además, la recomendación previa de ciclos cortos de dosis altas de corticoesteroides con una reducción rápida parece aumentar especialmente las recurrencias.20,21 Con respecto a las recurrencias y los efectos adversos, parecen preferibles las dosis iniciales menores y con una reducción más gradual. Si no pueden evitarse los corticoesteroides en el tratamiento del episodio inicial, nosotros pre ferimos 0,2-0,5 mg/kg/día de prednisona seguidos de una reducción de la dosis cada 2-4 semanas. La reducción debe guiarse en función de la respuesta sintomática y la medida seriada de la CRPas. Nosotros 1639 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1640 recomendamos administrar también colchicina durante el tratamiento con prednisona. En vista de la posibilidad de aumentar los efectos adversos, especialmente los digestivos, nosotros suspendemos los AINE cuando se inicia la prednisona y volvemos aintroducirlos gradualmente durante su reducción. Las com plicaciones de la pericarditis aguda son el derram e, el taponam iento y la constricción (la miocarditis es un trastorno aso ciado en lugar de una complicación). Como se señaló anteriormente, son frecuentes los derrames pequeños. Se sabe relativamente poco sobre la incidencia de complicaciones más significativas. En el estudio moderno más extenso,22 se identificó una causa específica en el 17% de los pacientes con pericarditis aguda. A lo largo de una media de seguimiento de 31 meses, el taponamiento apareció en el 3,1% , y la constricción, en el 1,5%. La mayoría de las complicaciones tuvieron lugar en pacientes con causas identificadas. La pericarditis constrictiva se ha abordado con mayor detalle en un análisis reciente de 500 pacien tes.23 La constricción apareció en general en el 1,8% a lo largo de una mediana de 72 meses de seguimiento. En el 83% de los pacientes con pericarditis idiopática o vírica, la constricción surgió solo en el 0,48%. Por ello, en los pacientes con pericarditis idiopática o vinca, la incidencia de complicaciones es muy baja. Pericarditis recidivante y recurrente Quizás el 15-30% de los pacientes con una aparente pericarditis aguda idiopática que responden satisfactoriamente al tratamiento sufren una recaída.4,6'12,13'16 Las mujeres y aquellos en los que el tratamiento con AINE fracasó en un principio tienen un mayor riesgo.16 Los brotes recu- nentes de dolor aparecen en una minoría y pueden ser muy debilitantes. El dolor recurrente no se asocia necesariamente a signos objetivos de inflamación. Algunos pacientes con lo que inicialmente se consideró una pericarditis idiopática tienen signos de una causa específica cuando aparecen las recurrencias. De acuerdo con esto, sería apropiada una nueva evaluación en busca de causas específicas. Pocas veces está indicada la biopsia pericárdica en busca de una causa específica en los pacientes con dolor recurrente sin derrame, porque es improbable que se determine realmente un diagnóstico o que la información obtenida modifique el tratamiento. La frecuencia de complicaciones, incluida la constricción, es muy baja en los pacientes con pericarditis idiopática reclínente, y el pronóstico a largo plazo es bueno, de manera que la mayoría conseguirán la remisión completa.21,24 Los trastornos genéticos del sistema inmunitario subyacen a algunos casos de la pericarditis recurrente. Un estudio reciente encontró que ocho de 131 (6,1%) pacientes que se pensaba que sufrían una pericarditis idiopática recurrente tenían mutaciones del gen TNFRSF1A que causaban un síndrome periódico asociado al receptor para el factor de necrosis tumoral 1 (TRAPS),25 un trastorno m onógeno que provoca una dis función en el sistema inmunitario innato con fiebre periódica, exantema, dolor abdominal, edema periorbitario y poliserositis con pericarditis.26 Los pacientes con TRAPS responden a los corticoesteroides, pero no a la colchicina. En otro artículo,27 4 de 30 pacientes con pericarditis recurrente refractaria a la colchicina tenían mutaciones en TNFRSF1A. Un informe de que algunos patrones alélicos del antígeno leucocítico humano estaban asociados a la pericarditis recurrente28 también apoya el papel de la variación genética de la inmunidad innata como trastorno subyacente determinante. Hay que investigar la extensión con la que TRAPS y otros trastornos inmunitarios innatos son responsables de la pericarditis recurrente. En los pacientes con pericarditis recurrente deben buscarse síntomas compatibles con TRAPS. El tratamiento del dolor pericárdico recurrente es empírico. En una primera recaída suele ser eficaz un nuevo ciclo de un AINE.13,16 De nuevo puede resultar útil vigilar las concentraciones de CRPas para guiar el tratamiento. La colchicina es eficaz para el tratamiento y la profilaxis del dolor recurrente. Por ello, si no se ha empezado ya el tratamiento con colchicina, debería empezarse ciertamente ante una recidiva y continuarse durante 6-12 meses con las dosis recomendadas antes. Muchos pacientes con pericarditis recurrente encuentran que los episodios pueden tratarse volviendo a introducir el AINE al primer síntoma. Los pacientes con dolor pericárdico recurrente a pesar de los AINE y la colchicina constituyen un problema difícil. En estos casos puede usarse el tratamiento con prednisona tal y como se señaló antes. Es crucial individualizar el tratamiento. De este modo, a pesar de nuestra aversión general a los cursos cortos de dosis altas de corticoesteroides, en algunos pacientes con pericarditis recurrente tal abordaje puede ser la única manera práctica de aliviar los síntomas sin los efectos adversos a largo plazo. Otra alternativa son los fármacos inmunodepresores no esteroideos, como la azatioprina y la ciclofosfamida, pero no dis ponemos de una experiencia sistemática para guiarlos. En ocasiones se ha realizado la pericardiectomía en la pericarditis recurrente. Un informe reciente realizado en niños29 resultó algo alentador, y nos hemos encon trado en ocasiones con pacientes con una respuesta satisfactoria, pero la pericardiectomía debe reservarse para aquellos cuya calidad de vida está muy afectada, que constituyen claros fracasos del tratamiento médico y que desean esta opción a pesar de que es probable que se produzca la remisión a largo plazo. D ER R A M E PER ICÁ RD ICO Y TAPO NA M IENTO Causa La pericarditis idiopática y cualquier infección, neoplasia o proceso autoinmunitario o inflamatorio que produzca una pericarditis pueden cau sar derrame (v. tabla 71-1).1,3-4 Los derrames son frecuentes poco después de la cirugía cardíaca y el trasplante de corazón ortotópico rutinarios,30 pero el taponamiento es infrecuente y normalmente se resuelve a las pocas semanas o meses. Una larga lista de enfermedades no inflamatorias diversas puede producir un derrame (v. tabla 71-1). Los pacientes con congestión circulatoria intensa pueden presentar de pequeños a mode rados derrames de tipo trasudado. La hemorragia en el saco pericárdico aparece tras un traumatismo cerrado y penetrante (v. capítulo 72), des pués de la rotura de la pared libre del ventrículo izquierdo tras un IM y como una complicación de las intervenciones cardíacas percutáneas y la implantación de dispositivos. La hemorragia retrógrada es una importante causa de muerte debida a la disección aórtica (v. capítulo 57). Por último, en ocasiones se encuentran pacientes con un derrame pericárdico grande, asintomático.31 Por lo general, están estables pero con el paso del tiempo se producen casos de taponamiento. Las causas de derrame con una elevada incidencia de progresión a taponamiento comprenden las infecciones bacterianas, fúngicas, y las asociadas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) (v. capítu lo 70), la hemorragia y la afectación neoplásica. Mientras que los derrames grandes debidos a pericarditis idiopática aguda son infrecuentes, esta forma de pericarditis representa un porcentaje importante de casos de taponamiento dada su elevada frecuencia. Alrededor del 20% de los derrames grandes, sintomáticos, sin una causa clara después de una evaluación rutinaria constituyen la manifestación inicial de un cáncer.32 En los apartados dedicados a estas enfermedades al final de este capítulo se exponen los detalles del dename pericárdico de estas enfermedades específicas. F isiopato lo g ía y hem od inám ica La formación de un dename es un componente de la respuesta inflama toria cuando existe un proceso inflamatorio, infeccioso o neoplásico que afecta al pericardio. Ocasionalmente, los linfomas producen un dename asociado con adenopatías mediastínicas1 por obstrucción del drenaje linfá tico. La fisiopatología de los derrames en situaciones sin una inflamación obvia, como la uremia o la idiopática, se conoce muy mal. El taponamiento cardíaco representa un continuo desde un derrame que produce mínimosefectos a un colapso circulatorio en toda regla. Desde el punto de vista clínico, el punto más crítico se produce cuando un derrame reduce el volumen de las cavidades cardíacas de modo que el gasto cardíaco disminuye. Los determinantes de las consecuencias hemodinámicas de un derrame son la presión en el saco pericárdico y la capacidad del corazón para compensar. La presión depende, a su vez, de la cantidad de líquido y de la RPV pericárdica. Como se dis cutió anteriormente, el pericardio presenta en general un volumen de reserva pequeño. Como consecuencia, cantidades relativamente moderadas de un líquido que se acumula de forma rápida (tan solo de 150-200 mi) pueden tener efectos importantes sobre la función cardíaca. Los denames grandes que se acumulan despacio son, con frecuencia, bien tolerados, presumiblemente debido a los cambios crónicos en la RPV pericárdica descrita antes. La respuesta compensatoria a un derramen comprende el aumento de la estimulación adrenérgica y la supresión parasimpática, que producen taquicardia y un aumento de la contractilidad1 y pueden m antener el gasto cardíaco y la presión arterial durante un tiempo. Al final, sin embargo, el gasto cardíaco y la presión arterial disminuyen. Los pacientes incapaces de reaccionar con una respuesta adrenérgica normal, como los que reciben fármacos El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. FIGURA 71-3 Cambios latido a latido en el volumen sistólico arterial pulmonar y aórtico (como porcentaje de control) después de la producción brusca de un tapona miento cardíaco (flecha). Obsérvese que el volumen sistólico arterial pulmonar disminuye inmediatamente, pero hay un retraso breve antes de que el volumen sistólico aórtico disminuya. El volumen sistólico arterial pulmonar es menor que el aórtico hasta que se alcanza un nuevo estado estacionario. (Tomado de DitcheyR, EnglerR, LeWinter M et al: The role o f the right heart in acute cardiac tamponade in dogs. Cir Res 48:701, 1981.) P-bloqueantes, son más susceptibles a los efectos de un derrame. En el taponamiento terminal, puede sobrevenir un reflejo depresor con bradicardia paradójica. Las consecuencias hemodinámicas del derrame pericárdico han fascinado a fisiólogos y médicos durante muchos años.1,33,34 Las respuestas en estado no estacionario a un aumento brusco en la presión pericárdica proporcionan una visión de los mecanismos de estos trastornos. La figura 71-3 muestra un experimento en un perro33 en el que se midió el volumen latido (VL) arterial pulmonar y arterial aórtico antes y después de que se introdujera líquido bruscamente en el saco pericárdico, como indica la flecha. Esto reduce de inmediato el VL pulmonar, pero no modifica el VL aórtico. Dos latidos des pués, el VL aórtico disminuye y finalmente se consigue un nuevo estado estable con descensos equivalentes del VL aórtico y pulmonar. Durante el tiempo necesario para alcanzar un nuevo estado estable, el VL pulmonar es menor que el VL aórtico. Esta desigualdad transitoria da lugar a la trans ferencia de sangre desde la circulación pulmonar a la sistémica, y puede explicar el descenso de la vascularidad pulmonar en la radiografía de tórax en los pacientes con taponamiento. De este modo, el efecto directo primario de la presión pericárdica alta es im pedir el llenado del lado derecho del corazón; los efectos sobre el lado izquierdo del corazón son, en gran medida, secundarios a este llenado insuficiente. Cuando el líquido se acumula, las presiones diastólicas auricular y ven tricular izquierdas y derechas suben y en el taponamiento grave se igualan a una presión similar a la del saco pericárdico, de form a típica de 20 a 25 mmHg (fig. 71-4). Esta igualdad es mayor durante la inspiración. Por eso, la presión pericárdica determina la presión intracavitaria, y las presiones de llenado transmural de las cavidades cardíacas son muy bajas, incluso nulas. En la misma medida, los volúmenes cardíacos descienden de forma progresi va. El pequeño volumen ventricular telediastólico (precarga reducida) es res ponsable, sobre todo, del VL reducido. Debido al incremento compensador de la contractilidad, el volumen telesistólico también se reduce, pero no lo suficiente para normalizar el VL (de ahí la importancia de la taquicardia para mantener el gasto cardíaco). Como la presión de llenado en el lado derecho del corazón es normalmente inferior a la del lado izquierdo, a medida que se acumula líquido, la presión de llenado aumenta con mayor rapidez en el lado derecho del corazón que en el izquierdo. Además de presiones de llenado intracavitarias elevadas e iguales y pre siones de llenado transmural bajas y volúmenes cardíacos pequeños, hay otras dos alteraciones hemodinámicas características del taponamiento. Una es la pérdida del descenso y de la presión auricular derecha u onda de presión venosa sistémica (v. fig. 71-4). Los descensos x e y corresponden a períodos en los que el flu jo venosos de entrada va en aumento. La pérdida del descenso y ha sido explicada sobre la base del concepto de que, en el taponamiento grave, el volumen total del corazón está fijo .1 Así, la sangre puede entrar en el corazón solo cuando al mismo tiempo sale. El descenso y normal empieza cuando la válvula tricúspide se abre (es decir, cuando la sangre no sale del corazón). Por tanto, en el taponamiento, el flu jo de entrada no puede aumentar y se pierde el descenso. Por el contrario, el © descenso x se produce durante la eyección ventricular. Como la sangre está dejando el corazón, el flu jo de entrada puede aum entar y el des censo x conservarse. La pérdida del descenso y puede ser difícil de discernir en la cabecera del paciente, pero se aprecia fácilmente en los registros de la presión venosa sistémica y auricular derecha, y es una pista útil de la presencia de un taponamiento significativo. Aunque la falta del descenso y y la pérdida correspondiente del flu jo de entrada venoso diastólico se han considerado hallazgos clásicos,1 en muchos casos de taponamiento encontrados en la era moderna, los registros de onda continua de Doppler revelan un flu jo de entrada venoso en el lado derecho del corazón durante la diástole ventricular.3536 Sospechamos que muchos de estos pacientes tienen una pericarditis constrictiva con derrame (v. más adelante) con un cuadro hemodinámico mixto. El segundo signo característico es un pulso paradójico (fig. 71-5), una caída anormalm ente grande en la presión arterial sistémica durante la inspiración (definida como una caída >1 0 mmHg en la presión sistólica). Otras causas de pulso paradójico son la pericarditis constrictiva, la embolia pulmonar y la enfermedad pulmonar con amplias variaciones en la presión intratorácica. En el taponamiento grave, el pulso arterial no se palpa durante la inspiración. El mecanismo del pulso paradójico es multifactorial, pero los cambios respiratorios en el retorno venoso sistémico son, sin duda, importantes.1 En el taponamiento, a diferencia de la pericarditis constrictiva, se mantiene el aumento inspiratorio normal en el retorno venoso sistémico. Por tanto, está presente la caída normal inspiratoria en la presión venosa sistémica (y el signo de Kussmaul está ausente). El aumento en el llenado del corazón derecho se produce, una vez más, bajo condiciones en las que el volumen total del corazón está f ijo y el volumen del corazón izquierdo está considerablemente reducido para empezar. El tabique interventricular se des plaza a la izquierda de forma exagerada durante la inspiración, invadiendo el ventrículo izquierdo de tal manera que su volumen sistólico y la generación de la presión se reducen aún más (v. fig . 71-5). Aunque el aumento ins piratorio del volumen del lado derecho del corazón (precarga) incrementa el VL en el VD, son necesarios varios ciclos cardíacos para aumentar el llenado y el VL del VI, y contrarrestar el desplazamientoseptal. Otros factores que pueden contribuir a los pulsos paradójicos son el aumento de la poscarga causado por la transmisión de la presión intratorácica negativa a la aorta y la tracción sobre el pericardio causada por el descenso del diafragma. Asociado a estos mecanismos están los hallazgos llamativos de que las variaciones de la presión y el VL en los lados izquierdo y derecho del corazón están exagerados y 180° fuera de fase (v. fig. 71-5). La tabla 71-3 enumera los principales hallazgos hemodinámicos del taponam iento frente a la pericarditis constrictiva. Cuando hay elevaciones preexistentes en las presiones y/o el volumen diastólico, puede ocurrir un taponamiento sin pulso paradójico.1 Algunos ejemplos son pacientes con disfunción VI crónica, insuficiencia aórtica y comunicación interauricular. En pacientes con hemorragia retrógrada en el saco pericárdico debida a una disección aórtica, el taponamiento puede aparecer sin pulso paradójico debido a la alteración e insuficiencia de la válvula aórtica. Aunque las presiones de llenado de los lados izquierdo y derecho suelen ser de 20-25 mmHg, el taponam iento puede producirse a pre siones de llenado inferiores (es decir, taponam iento de presión baya).1,37 El taponam ien to de presión baja suele aparecer cuando el volum en sanguíneo disminuye en el marco de un derrame preexistente que, por lo demás, no causaría consecuencias hemodinám icas im portantes. El derrame pericárdico modestamente elevado puede entonces reducir la presión de llenado transparietal a valores en los que el VL se ve reducido. Como la presión venosa solo está modestamente elevada o es incluso norm al, puede no sospecharse el d iagnóstico . El tap o na m ie n to de presión baja puede observarse durante la hemodiálisis, donde causa una hipotensión, en pacientes con pérdida de sangre y de volumen, y cuando se adm inistran diuréticos a pacientes con derrame. En el único artículo con un núm ero su fic iente de pacientes,37 a lrededor del 20% de los pacientes sometidos a un cateterismo cardíaco y una pericardiocentesis cerrada cum plían los crite rios de un taponam ien to de presión baja. Cuando se compararon con pacientes con un taponam iento de presión alta, los pacientes con un taponam iento de presión baja padecieron una enfermedad menos crítica y los signos de taponam iento fueron menos notables. Los hallazgos ecocard iográficos fue ron sim ilares a los del taponam iento de presión alta, y la pericardiocentesis aportó un beneficio sustancial. Los derrames pericárdicos pueden estar divididos en pequeños espacios o cavidades o estar localizados, dando lugar a un taponamiento regional que se encuentra, con mayor frecuencia, después de la cirugía cardíaca.1 El taponam iento regional puede producir alteraciones hemodinámicas atípicas, es decir, una reducción del gasto cardíaco con elevación unilateral de la presión de llenado. Sin embargo, los informes de hemodinámica son escasos y es difícil. Debería considerarse un taponamiento regional siempre que haya hipotensión en un contexto en el que se encuentre presente o se sospeche un derrame con cavidades. En pocos casos, los derrames pleurales grandes38 y el neumopericardio39 pueden comprimir el corazón y provocar un taponamiento clínico. 1641 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s FIGURA 7 1-4 Presión arterial femoral (AF), auricular derecha (AD) y pericárdica antes (A) y después (B) de una pericardiocentesis en un paciente con taponamiento cardíaco. Las presiones auricular derecha y pericárdica son de aproximadamente 15 mmHg antes de la pericardiocentesis. En este caso, había un pulso paradójico insignificante. Obsérvense la presencia de un descenso* y la ausencia del descenso y antes de la pericardiocentesis. Esta produce un notable aumento en la presión arterial femoral y un descenso marcado en la presión auricular derecha. Durante la inspiración, la presión pericárdica se hace negativa, hay una separación clara entre las presiones auricular derecha y pericárdica y el descenso/es ahora prominente, lo que indica la posibilidad de un cuadro constrictivo con derrame. (Modificado de Lorell BH, Grossman W: Profiles in constrictive pericarditis, restrictive cardiomyopathy and cardiac tamponade. In Baim DS, Gross man W (eds): Grossman's Cardiac Catheterization, Angiography, and Intervention. Philadelphia, Lippincott Williams & Wilkins, 2000, p 840.) aaaJ\MMaAJV' ^ I a a A JV A a . b FIGURA 71-5 A. Dibujo esquemático del desplazamiento septal izquierdo con ocupación del volumen del ventrículo izquierdo durante la inspiración (Insp.) en el taponamiento cardíaco. B. Marcador de respiración y trazados de presión aórtica (Ao) y ventricular derecha (VD) en el taponamiento cardíaco. Obsérvense el pulso paradójico y una notable variación respiratoria de 180° fuera de fase en las presiones derecha e izquierda. (Tomado de Shabetai R: The Pericardium. New York, Gruñe & Stratton, 1981, p 266.) Características clínicas Obviamente, en pacientes con derrames pericárdicos, se puede obtener un antecedente correspondiente con una causa específica. En ocasiones se descubren grandes derrames crónicos asintomáticos cuando se realiza una prueba de imagen de tórax por otra razón.31 Como se discutió, en estos casos no se encuentran habitualmente causas específicas. Los derrames no producen síntomas a menos que se halle un taponamiento, aunque muchos pacientes presentan dolor debido a la pericarditis aso ciada. Los pacientes con taponamiento pueden quejarse de disnea, cuyo mecanismo es desconocido porque no existe congestión pulmonar. Casi siempre se encuentran más cómodos sentados inclinados hacia adelante. Otros síntomas reflejan la intensidad de la reducción del gasto cardíaco y la presión arterial. El dolor pericárdico y/o un malestar inespecífico puede dominar el cuadro clínico. Una exploración física completa de los pacientes con derrame pericárdico puede proporcionar pistas de una causa específica. En el derrame pericárdico sin tapona miento, los hallazgos de la exploración cardiovascular son normales excepto si el derrame es grande, en cuyo caso el impulso cardíaco puede ser difícil de palpar y los tonos cardíacos están apagados. Por supuesto, también se puede encontrar un roce de fricción. En la axila o la base izquierdas pueden escucharse sonidos respiratorios tubulares debido a la compresión bronquial. La tríada de Beck -hipotensión, tonos cardíacos apagados y elevación de la presión venosa yugular- sigue siendo una pista clave de la presencia de un taponamiento grave. Los pacientes con taponamiento se muestran incómodos, con signos que reflejan diversos grados de reducción del gasto cardíaco y shock, como taquipnea, diaforesis, extremidades frías, cianosis periférica, bajo nivel de conciencia y, pocas veces, bostezos.1 Habitualmente se encuentra hipotensión con reducción de la presión del pulso aunque, en las fases iniciales, los mecanismos compensatorios mantienen la presión arterial. Algunos pacientes con un taponamiento subagudo son hiper- tensos en la evaluación inicial,41’ y la presión arterial se reduce al drenar el pericardio. Un pulso paradójico es la norma, pero es importante estar atento a esas situa ciones en las que puede no estar presente. Se cuantifica mediante la esfigmomanometría con manguito, obser vando la diferencia entre la presión a la que aparecen los primeros ruidos de Korotkoff y aquella en la que están presentes con contracción. En el taponamiento grave, la disminución inspiratoria en la presión arterial es palpable y mayor en las arterias distantes del corazón. La taquicardia es tam bién la norma a menos que se hayan administrado fármacos que producen bradicardia, coexista una enfermedad del sistema de conducción o haya sobrevenido un reflejo bradicárdico preterminal. La presión venosa yugular está especialmente elevada excepto en el taponamiento de baja presión, y el descensoy normalmente está ausente (v. fig. 71-4). El des censo normal en la presión venosa durante la ins piración se mantiene. La exploración del corazón en sí m ism a es realm ente com patible con un derrame, como se indicó antes. El taponamiento puede confundirse con cualquier proceso que curse con hipotensión, shock y elevación de la presión venosa yugular, como la insuficiencia miocárdica, la insuficiencia cardíaca derecha debida a una embolia pulmonar u otras causas de hipertensión pulmonar, y el IM del VD. Pruebas com p lem entarias Las alteraciones electrocardiográficas del derrame pericárdico y el taponamiento son la reducción en el voltaje y la alternancia eléctrica1,3’4,6 (fig. 71-6). El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. 71 FIGURA 71-6 ECG en el taponamiento cardíaco que muestra una alternancia eléctrica. T ABLA 71-3 Hemodinámica del taponamiento cardíaco y de la pericarditis constrictiva TAPONAMIENTO CONSTRICCIÓN ¡ Pulso paradójico Habitualmente presente Presente en =1/3 Presiones de llenado izquierdas y derechas iguales Presentes Presentes Morfología de onda venosa sistémica Descenso y ausente Descenso y prominente (forma de M o W) Cambio inspiratorio en la presión venosa sistémica Descenso (normal) Aumento o sin cambio (signo de Kussmaul) Signo de la «raíz cuadrada» en la presión ventricular Ausente Presente La reducción en el voltaje es inespecífica y puede estar producida por otras enfermedades como enfisema, enfermedad miocárdica infiltrante y neumotorax. La alternancia eléctrica es específica, pero relativamente poco sensible para los derrames grandes. Está producida por la oscilación anteroposterior del corazón con contracción. Cuando coexiste con una pericarditis, pueden aparecer los signos electrocardiográficos habituales. La radiografía de tórax muestra una silueta cardíaca normal hasta que los derrames son, por lo menos, de tamaño moderado. En los derrames grandes, la silueta cardíaca anteroposterior adopta un aspecto redondea do, tipo matraz (fig. e71-2). Las proyecciones laterales pueden mostrar el signo de la almohadilla grasa, una transparencia lineal entre la pared torácica y la superficie anterior del corazón que representa la separación de la grasa pericárdica parietal del epicardio; los pulmones se muestran menos vascularizados. Las técnicas ecocardiográficas Doppler en modo M y bidimensio nal siguen siendo los métodos incruentos estándar para la detección del derrame pericárdico y el taponamiento. Un derrame se muestra como una separación transparente entre el pericardio parietal y visceral durante todo el ciclo cardíaco (fig. 71-7 y vídeo 71-1). Los derrames pequeños se manifiestan, por primera vez, por encima de la porción pos terobasal del ventrículo izquierdo. A medida que el líquido aumenta, se extiende hacia adelante, afuera y detrás de la aurícula izquierda, donde su límite viene delineado por la reflexión del pericardio visceral. Al final, la separación se hace circunferencial. Los derrames circunferenciales se clasifican en pequeños (espacio libre de ecos en la diástole < 10 mm), moderados (10-20 mm) y grandes (> 20 mm). Debido a que la rapidez de acumulación es crucial, el significado hemodinámico de un derrame no siempre se correlaciona estrechamente con su tamaño. Sin embargo, el taponamiento no suele producirse sin un derrame circunferencial, y el diagnóstico debe verse de un modo escéptico si este no es el caso. No obstante, como se ha señalado, los derrames tabicados pueden causar © taponamiento. Las estructuras similares al follaje o desmechadas en el FIGURA 71-7 Ecocardiograma bidimensional de un gran derrame pericárdico (DP) circunferencial. Ao, aorta; VD, ventrículo derecho; VI, ventrículo izquierdo. (Tomado de Kabbani SS, LeWinter M: Cardiac constriction and restriction. In Crawford MH, DiMarco JP (eds): Cardiology. St Louis, CVMosby, 2001, p 5, 15.5.) espacio pericárdico detectadas en la ecocardiografía indican coágulos, inflamación crónica o procesos pericárdicos neoplásicos. La TC y la RM pueden ser más precisas que la ecocardiografía para visualizar el propio pericardio. Como se expuso antes, es mejor considerar el taponamiento como un espectro de gravedad de la compresión cardíaca. Varios hallazgos ecocardiográficos indican que el taponamiento es lo suficientemente acentuado como para afectar a la henodinámica,34-36 como el colapso diastólico temprano del ventrículo derecho, la muesca diastólica tardía o colapso de la aurícula derecha, la variación exagerada del tamaño de las cámaras del VD y el VI, y el desplazamiento septal interventricular durante la inspiración. El colapso diastólico precoz del ventrículo dere cho (fig. 71-8; v. también vídeo 71-1) y el colapso diastólico tardío de la aurícula derecha (que ocurren durante la diástole ventricular) (fig. 71-9; v. también vídeo 71-1) se consideran signos sensibles y específicos que aparecen relativamente pronto durante el taponamiento.34'36 Ambos aparecen cuando la presión pericárdica supera transitoriamente la presión intracavitaria. No obstante, en nuestra experiencia, el colapso diastólico tardío de la aurícula derecha puede confundirse con la sístole auricular derecha. Las cámaras cardíacas son pequeñas en el tapona miento y, como se expuso antes, el corazón puede balancearse en sentido anteroposterior (v. vídeo 71-1). También es un signo útil la distensión de los vasos cavos que no disminuye con la inspiración. Un derrame pleural grande puede colapsar las cámaras derechas.38 Puede producirse un colapso/compresión cameral aislado, incluidos el ventrículo y la aurícula izquierdas, en los hematomas pericárdicos después de una operación quirúrgica cardíaca.35 Reflejo de las anomalías hemodinámicas expuestas antes, los regis tros de la velocidad con el Doppler muestran una variación respiratoria 1 643 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r exagerada en el flujo venoso derecho e izquierdo y el valvular, con incrementos inspiratorios en el lado derecho y reducciones en el izquier- do.35'36 Cuando falta el descenso y de presión venosa, el flujo de entrada cavo se produce, en gran medida, durante la sístole ventricular. Estos patrones de flujo en el Doppler son más sensibles del taponamiento que las características ecocardiográficas del modo M y bidimensionales descritas antes. Aunque la ausencia del colapso cameral es especialmente útil para excluir el taponamiento con repercusión hemodinámica, su presencia se correlaciona menos con el taponamiento que los patrones de flujo venoso anómalos. Las técnicas de Doppler tisular no tienen aún un papel aditivo bien definido en el taponamiento cardíaco. Con la mayoría de los derrames, la ecocardiografía transtorácica proporciona suficiente información diagnóstica como para tomar decisiones terapéu ticas informadas. Los estudios transesofágicos proporcionan imágenes de mejor calidad, pero no pueden realizarse en los pacientes a no ser que estén intubados. En el laboratorio de cateterismo cardíaco la radioscopia es útil para detectar derrames relacionados con la intervención, ya que producen la amortiguación o la supresión de la pulsación cardíaca. LaTC (v. capítu lo 18) y la RM (v. capítulo 17) son complementos útiles de la ecocardio grafía en la caracterización del derrame y el taponamien to.41,42 Ni se requiere generalm ente ni es aconsejable en pacientes graves que precisan manejo y decisiones terapéuticas inmediatas. Tienen una importante función auxiliar en situaciones en las que la hemodinámica es atípica, otras enfermedades complican la interpretación, la presencia y gravedad del taponamiento son inciertas y la ecocardiografía es técnicamente inadecuada. El vídeo 71-2 presenta una imagen decine de RM que muestra un gran derrame circunferencial y un ventrículo izquierdo pequeño sin rellenar. En este caso, el ventrículo derecho no está comprimido debido a la hipertensión pulmonar de larga duración, como lo demuestra el agrandamiento delVD. Es importante reconocer esta constelación de observaciones porque la hipertensión pulmonar coexis- tente reduce la precisión de los signos ecocardiográficos de taponamiento cardíaco. Como se com entó anteriorm ente, la TC y la RM proporcionan una cuantificación y una localización regional más detalladas que la ecocardiografía y son especialmente útiles para los derrames con formación de cavidades en su interior y en presencia de derrames pleurales coexistentes. En el vídeo 71-3, el amplio campo de visión que ofrece la RM m uestra no solo un gran derrame pericárdico sino también derrames pleurales en un paciente con poliserositis. Puede medirse el grosor pericárdico con ambos m étodos, lo que permite una evaluación indirecta de la gravedad y la cronicidad de la inflamación; como se expuso anteriormente, la RM con captación de gadolinio identifica de un modo más específico la inflamación. Pueden obtenerse indicios de la naturaleza del líquido pericárdico con los coeficien tes de atenuación en la TC. La atenuación parecida a la del agua indica un trasudado; la atenuación mayor que el agua indica un líquido maligno, sanguinolento o purulento; y la atenuación menor que la del agua indica un líquido quiloso. En función de la TC, los derrames FIGURA 71-8 Ecocardiografía bidimensional que ¡lustra el colapso o la impronta diastólicos del ven trículo derecho en el taponamiento cardíaco. Arriba. Sístole. Centro. Protodiástole con impronta señalada por la flecha. Abajo. Telediástole con recuperación de la configuración normal. Al, aurícula izquierda; Ao, aorta; DP, derrame pericárdico; TSVD, tracto de salida del ventrículo derecho; VA, válvula aórtica; VI, ventrículo izquierdo. (Tomado de Weyman AE: Principles and Practice o f Echocardiography. Philadelphia, Lea & Febiger, 1994, p 119.) 1644 FIGURA 71-9 Ecocardiograma bidimensional que ilustra el colapso o la impronta auricular derecha en el taponamiento cardíaco (flecha). AD, aurícula derecha; Al, aurícula izquierda; DP, derrame pericárdico; IAD, impronta auricular derecha; PLAD, pared libre de la aurícula derecha; VD, ventrículo derecho; VI, ventrículo izquierdo. (Tomado de Gilliam LD: Hemodynamic compression o f the right atrium: A new echocardiographic sign o f cardiac tamponade. Circulation 68:294, 1983.) El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. malignos se asociaron a un espesor del pericardio mayor que los derra mes benignos.43 El espesor pericárdico mayor de 4,1 mm combinado con la linfadenopatía mediastínica proporcionó un alto grado de dife renciación. Finalmente, la cine TC o la RM proporcionan información análoga a la ecocardiografía a la hora de evaluar el taponamiento (p. ej., desplazamiento septal y colapso cameral). Tratam iento El tratamiento se establece primero y ante todo dependiendo de si se encuentra un taponamiento o este tiene elevada probabilidad de desa rrollarse a corto plazo.1,3,12,44 Las situaciones en las que el taponamiento es una amenaza a corto plazo son la sospecha de pericarditis bacteriana o tuberculosa, la hemorragia en el espacio pericárdico y cualquier situación en la que hay un derrame de moderado a grande que no se piensa sea crónico y/o aumenta de tamaño. Cuando aparece un taponamiento o resulta una amenaza, la toma de decisiones clínicas debe ser urgente y el umbral para la pericardiocentesis debería ser bajo (tabla 71-4). En ausencia de taponamiento real o amenaza, el tratamiento puede ser más relajado. Esta situación incluye varias categorías de pacientes. Algunos presentan una pericarditis aguda con un derrame de pequeño a moderado detectado como parte de una evaluación rutinaria. A otros se les realiza una ecocardiografía por enfermedades que se sabe afectan al pericardio. El resto está asintomático y presenta derrames detectados cuando se realizan pruebas diagnósticas por razones diferentes de la sospecha de una enfermedad pericárdica, como para evaluar una silueta cardíaca agrandada en la radiografía de tórax o cuando se utiliza una TC o una RM para investigar una enfermedad torácica. En muchos casos de derrame en los que el taponamiento no está pre sente ni amenaza, los antecedentes (p. ej., una enfermedad neoplásica, la radioterapia) y/o los resultados de la pruebas diagnósticas obtenidos previamente pondrán de manifiesto o harán pensar en una causa. Cuando el diagnóstico no está claro, debería llevarse a cabo una evaluación de las causas específicas. Esta debería comprender las pruebas diagnósticas recomendadas para la pericarditis aguda y cualquier otra determinada por el cuadro clínico. En consecuencia, debería considerarse una prueba cutánea para tuberculosis y la detección sistemática de enfermedades neoplásicas y autoinmunitarias, infecciones e hipotiroidismo. Al mismo tiempo, debería tenerse buen juicio en la selección de las pruebas. Por tanto, un paciente con una insuficiencia cardíaca grave y congestión circulatoria con un derrame pequeño no precisa prueba alguna. Por el contrario, los pacientes con signos de una enfermedad sistémica merecen una atención muy cuidadosa. En pacientes sin taponamiento actual o inm inente, la pericardio centesis (cerrada o abierta con biopsia) puede llevarse a cabo con fines diagnósticos, pero habitualm ente no se necesita. Como se discutió antes, en muchos casos, cuando el derrame se observa por primera vez, el diagnóstico será obvio o se hará manifiesto en el marco de las investigaciones iniciales. Por otra parte, en este contexto, el análisis del líquido pericárdico, solo en general, presenta un bajo rendimiento para proporcionar un diagnóstico específico.5,44 En situaciones ocasionales en las que se piensa que la pericardiocentesis es necesaria para fines diagnósticos, debe considerarse la posibilidad de un drenaje abierto con biopsia. En ocasiones, algunos pacientes con grandes derrames asintomáticos y sin signos de taponamiento o una causa específica constituyen una categoría especial.31,44 Los derrames son, por definición, crónicos ya T ABLA 71-4 Abordaje inicial del paciente con un derrame pericárdico 1. Determine mediante la anamnesis, la exploración física y un ecocardiograma si existe un taponamiento o una amenaza de que se produzca. 2. Si no existe taponamiento o amenaza de que se produzca: Si la causa no es aparente, considere pruebas diagnósticas como en la pericarditis aguda. Si el derrame es grande, considere un ciclo de AINE más colchicina o corticoesteroides; si no se observa respuesta, considere una pericardiocentesis cerrada. 3. Si existe taponamiento o amenaza de que se produzca: Está indicada una pericardiocentesis cerrada urgente o muy urgente, o una monitorización cuidadosa si se considera adecuado un intento de tratamiento médico para reducir el derrame. que el taponamiento estaría presente si este no fuera el caso. Aunque en general están estables, el taponamiento surge en una minoría de pacientes (quizás el 20-30%) de manera impredecible. Después de una pericardiocentesis cerrada, pueden no volver a acumularse derrames.31 De este modo hay una razón para hacer una pericardiocentesis tras una evaluación habitual de las causas específicas, como se señaló antes. Antes de realizar la pericardiocentesis debe considerarse un ciclo de AINE y/o colchicina, porque pueden reducir estos derrames. Los corticoesteroides pueden tener el mismo efecto, pero este tratamiento es de nuevo discutido debido a la posibilidad de un aumento de las recidivas. Se ha propuesto que la recidiva de este tipo de derrame después de la pericardiocentesis debería ser una indicación de la pericardiectomía.44 Aunque esto parece razonable, ningún dato específicoapoya este abordaje. Los pacientes con un taponamiento real o amenaza de padecerlo deben considerarse una urgencia médica. Con la excepción de los pacientes que no desean prolongar su vida (sobre todo aquellos con cáncer metastásico), es obligado el ingreso hospitalario y una monitorización hemodinámica y ecocardiográfica cuidadosas. La mayoría de los pacientes requiere una pericardiocentesis para tratar o evitar el taponamiento. Hay que individua lizar el tratamiento, y es crucial un juicio clínico prudente. De este modo, por ejemplo, a los pacientes con una pericarditis aguda aparentemente idiopática que no tienen más que un taponamiento leve se les puede tratar durante períodos cortos con un AINE y colchicina con la esperanza de que sus derrames se contraigan con rapidez. A los pacientes con enfer medades del tejido conjuntivo y algunos otros trastornos inflamatorios se les tratará del mismo modo o con un ciclo de corticoesteroides (no hay pruebas de que los corticoesteroides aumenten la recidiva en estos pacientes). Aquellos con posibles infecciones bacterianas o hemorragias al saco pericárdico cuyos derrames no tienen más que un tamaño pequeño podrían ser adecuados para un tratamiento conservador inicial y una monitorización cuidadosa, en especial porque el riesgo asociado a la pericardiocentesis cerrada aumenta en los derrames pequeños. La monitorización hemodinámica con un catéter de balón en la arteria central venosa o pulmonar es, a menudo, útil, sobre todo en aquellos con amenaza o taponamiento leve en los que se toma la decisión de aplazar la pericardiocentesis. La monitorización también es útil después de la pericardiocentesis para evaluar la nueva acumulación y la presencia de una enfermedad constrictiva subyacente (v. fig. 71-5), como se discute posteriormente. Sin embargo, la inserción de un catéter en la circulación central no debería permitir que se retrase el tratamiento definitivo en pacientes gravemente enfermos. Para la mayoría de los pacientes de esta categoría, el tratamiento debería orientarse hacia la pericardiocentesis urgente o muy urgente. Una vez se diagnostica un taponamiento real o amenaza, debería iniciarse una hidratación intravenosa con una solución salina normal.45 Se pueden emplear inótropos positivos, pero tienen una eficacia limitada. La hidra tación y los inótropos positivos son medidas temporales y no debería permitirse que sustituyan a o retrasen la pericardiocentesis. En la gran mayoría de las circunstancias, la pericardiocentesis cerrada es el trata miento de elección. Antes de proceder, es importante confiar en que el derrame sea suficientemente grande como para causar un taponamiento, especialmente si los hallazgos hemodinámicos son atípicos. Los derrames tabicados o los derrames que contienen coágulos o material fibrinoso también son preocupantes por el mayor riesgo y dificultad asociados de la pericardiocentesis cerrada. Si se considera necesario extraer líquido, hay que considerar un abordaje abierto por seguridad y para obtener tejido pericárdico y crear una ventana. Es difícil decidir si realizar una pericardiocentesis cerrada o abierta en los pacientes con hemorragia sospechada o conocida en el saco pericár dico. El peligro de un abordaje cerrado es que reducir la presión intrape- ricárdica simplemente alentará una mayor hemorragia sin dar ninguna oportunidad de corregir su fuente. En los casos de traumatismo o rotura de la pared del ventrículo izquierdo después de un IM, hay que evitar, en general, la pericardiocentesis cerrada. No obstante, si la hemorragia es más leve, como la causada por una perforación coronaria o la punción de una cámara cardíaca durante una intervención, la pericardiocentesis cerrada a menudo es apropiada porque la hemorragia puede detenerse espontáneamente o la intervención puede proporcionar un alivio temporal antes de la reparación definitiva. La pericardiocentesis cerrada en los pacientes con hemorragia en el espacio pericárdico debida a una disección aórtica del tipo A se ha considerado una contraindicación relativa. No obs tante, un artículo reciente46 indica que es segura y eficaz para estabilizar a los pacientes. 1645 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1646 El abordaje más frecuentem ente empleado para la pericardiocentesis cerrada es la inserción subxifoidea de la aguja con guía ecocardiográfica para minimizar el riesgo de punción miocárdica y evaluar la completa eva cuación del líquido. Una vez la aguja ha entrado en el espacio pericárdico, se evacúa de forma inmediata una moderada cantidad de líquido (quizás de 50 a 150 mi) en un esfuerzo para producir una mejoría hemodinámica rápida. Se inserta, a continuación, una guía y se sustituye la aguja por un catéter pigta il. Se manipula el catéter con una guía ecocardiográfica continuada para maximizar la evacuación del líquido. En una extensa serie de la Mayo Clinic ,47 la tasa de éxito de la intervención fue del 97% y la tasa de complicaciones del 4 ,7% (graves, 1,2% ; leves, 3,5% ). Siempre que sea posible, la in tervención debería realizarse en el laboratorio de cateterismo cardíaco por personal con experiencia en la asistencia. Si la guía ecocardiográfica no está disponible, la aguja debería dirigirse hacia el hombro derecho. Si se ha insertado un catéter en la arteria pulmonar, se deberían monitori- zar la aurícula derecha, el endavamiento capilar pulmonar, la presión arterial sistémica y el gasto cardíaco antes, durante y después de la intervención. Idealmente, también debería medirse la presión del líquido pericárdico. La monitorización hemodinámica antes y después de la pericardiocente sis es útil por diversas razones. Las determinaciones iniciales confirman y documentan la gravedad del taponamiento. La evaluación después de la finalización establece una referencia para valorar una nueva acumulación de líquido. Como se discutió antes, algunos pacientes que acuden por un taponam iento presentan un componente coexistente de constricción (es decir, pericarditis constrictiva con derrame),48 que es difícil de detectar cuando un derrame domina el cuadro, aunque es fácil de apreciar después de la pericardiocentesis. Tras la pericardiocentesis se considera útil la ecocardiografía repetida y, en muchos casos, la monitorización hemodinámica continuada para evaluar una nueva acumulación de líquido. La duración de la monitorización es una cuestión de criterio, pero 24 h es habitualmente suficiente. Recomendamos dejar los catéteres intrapericárdicos en su lugar durante varios días para permitir un drenaje continuado. Esto minimiza las recurrencias3-6,12-49 y facilita la administración de fármacos intrapericárdicos. En ocasiones se prefiere la pericardiocentesis abierta para la evacuación in icial del líquido. En este sentido, se ha mencionado previamente la hemorragia debida a un traumatismo y rotura de la pared libre del ven trículo izquierdo. Los derrames con formación de cavidades en su interior y/o los que tienen un tam año lim ítrofe se drenan de form a más segura en el quirófano. Los derrames recurrentes, sobre todo los que produ cen taponamiento, pueden drenarse inicialmente mediante un abordaje cerrado por consideraciones logísticas. Sin embargo, para la mayoría de las recurrencias que son lo suficientemente graves como para producir un taponam iento se prefieren la pericardiocentesis abierta con biopsia y el establecimiento de una ventana pericárdica. La creación de una ventana elimina de modo fiable un fu tu ro taponamiento y proporciona tejido para ayudar en el diagnóstico. También se han utilizado técnicas de balón percutáneo para el drenaje. Estos métodos parecer ser seguros y eficaces para producir ventanas. La pericardiotomía con balón es particularmente útilen pacientes con derrames malignos,50 en los que la recurrencia es normal y es deseable un abordaje definitivo sin una intervención quirúrgica. Se ha utilizado la videoperioscopia realizada a través de una pequeña incisión subxifoidea para la biopsia y el drenaje de los derrames.51 Análisis del líquido pericárdico En general, el líquido pericárdico presenta las características de un ultrafiltrado del plasma.33 Los linfocitos son el tipo celular predominante. Aunque el análisis del líquido pericárdico no tiene un rendimiento alto en la identificación de la causa de la enfermedad, un análisis cuidadoso puede resultar útil. Las determinaciones rutinarias deberían incluir el peso específico, el recuento y la fórmula de los leucocitos, el hematocrito y el contenido de pro teínas.3,4,6,52 Aunque la mayoría de los derrames son exudados, la detección de un trasudado reduce las posibilidades diagnósticas de forma considerable. Un líquido sanguinolento es ines- pecífico y no necesariamente indica una hemorragia activa. Los derra mes quilosos pueden aparecer tras una lesión traumática o quirúrgica del conducto torácico o una obstrucción por un proceso neoplásico. Los derrames ricos en colesterol («pintura dorada») aparecen en el hipotiroidismo grave. El líquido pericárdico debe siempre teñirse y cultivarse en busca de bacterias, incluido Mycobacterium tuberculosis, y hongos. Debe enviarse la mayor cantidad posible de líquido para la detección de células malignas, porque el rendim iento diagnóstico es razonablemente elevado. También puede haber lugar para medir algunos marcadores tumorales, como cribado del derrame maligno ,3,53 aunque esto no se ha evaluado de forma sistemática en un número suficiente de pacientes. Varias citocinas y biomarcadores relacionados medidos en el líquido pericárdico y en el suero54,55 se han mos trado prometedores en la identificación de la causa del derrame pericárdico, pero aún no se han identificado sus funciones precisas. En la enfermedad pericárdica tuberculosa son útiles otras pruebas aparte del cultivo del líqui do y el estudio de las muestras de biopsia , 1,3,5,6,56 incluidos la adenosina desaminasa (ADA), el interferón 7 y la reacción en cadena de polimerasa (PCR). Si se sospecha una pericarditis tuberculosa, debe realizarse de forma sistemática una prueba relativamente rápida (p. ej., ADA, PCR) debido a la dificultad que supone diagnosticar la pericarditis tuberculosa y los retrasos que provoca el diagnóstico realizado mediante cultivo. Pericardioscopia y b iop sia percutánea Se ha aconsejado el uso sistemático de la biopsia guiada con pericardios- copia en los pacientes con derrame pericárdico sin un diagnóstico causal. Seferovic et al.57 compararon el rendimiento diagnóstico de la biopsia parietal percutánea guiada mediante radioscopia con la guiada mediante pericardioscopia. La biopsia pericardioscópica extendida se ha hallado segura y más eficiente que la guía radioscópica y con un rendimiento diag nóstico superior; condujo a un nuevo diagnóstico en el 41% y a una causa específica en el 53% de los casos. La técnica fue especialmente útil para detectar la afectación maligna. No obstante, pocos poseen experiencia con la biopsia pericardioscópica, y no se sabe si mejorará significativamente los resultados a largo plazo. PER ICARD IT IS CONSTRICTIVA Causa La pericarditis constrictiva es el estadio final de un proceso inflamatorio que afecta al pericardio. La mayoría de las enfermedades enumeradas en la tabla 71-1 pueden causar constricción. En el mundo desarrolla do, la causa suele ser idiopática, posquirúrgica o por radiación1-3'6,58,59 (tabla 71-5). La tuberculosis fue la causa más frecuente antes de la llegada del tratamiento farmacológico eficaz y sigue siendo importante en los países en vías de desarrollo. La constricción puede seguir a una lesión en tan solo unos meses y en ocasiones menos, pero suele tardar varios años en aparecer. El resultado final suele ser la fibrosis, a menudo la calcificación y las adherencias en los pericardios parietal y visceral. La cicatriz es generalmente más o menos simétrica e impide el llenado de todas las cámaras cardíacas. En un subgrupo de pacientes, la constricción es transitoria o reversible con fármacos antiinflamatorios. Esta se observó pronto tras una operación quirúrgica cardíaca60 y en otros pacientes que parecían tener una inflamación pericárdica muy intensa61 (expuesto con más detalle más adelante). F isiopato log ía La consecuencia fisiopatológica de la cicatrización pericárdica es una reducción considerable del llenado del corazón.1,3,6 Esto produce una ele vación y un equilibrio de las presiones de llenado en todas las cavidades y las venas sistémicas y pulmonares. En la diástole temprana, los ven trículos se llenan de forma muy rápida debido a la notable elevación de las presiones auriculares y a la acentuada aspiración ventricular diastólica temprana, esta última relacionada con pequeños volúmenes telesistólicos. Durante la protomesodiástole, el llenado ventricular cesa de forma brusca cuando el volumen intracardíaco alcanza el límite fijado por el pericardio rígido. Como consecuencia, casi todo el llenado ocurre al principio de la diástole. La congestión venosa sistémica da lugar a congestión hepática, edema periférico, ascitis, anasarca y cirrosis cardíaca. La reducción del gasto cardíaco es una consecuencia de la alteración del llenado y produce cansancio, atrofia muscular y pérdida de peso. En la constricción «pura», la T A B L A 7 1 -5 Causas d e p e r ic a rd it is c o n s tr ic tiv a Idiopática Irradiación Relacionada con la cirugía Infecciosa Neoplásica Trastornos autoinmunitarios (tejido conjuntivo) Uremia Relacionada con el traumatismo Sarcoide Tratamiento con metisergida Parche desfibrilador implantable El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. función contráctil está conservada, aunque la fracción de eyección puede estar reducida por la reducción de la precarga. En ocasiones, el miocardio se ve afectado por la inflamación y la fibrosis, lo que puede conducir a una disfundón contráctil que puede ser bastante grave y predice una mala respuesta a la pericardiectomía. La falta de transmisión de los cambios de presión respiratoria in tratorá- cica a las cavidades cardíacas es un factor contribuyente importante a la fisiopatología de la pericarditis constrictiva (fig . 71-10). Estos cambios de presión continúan transmitiéndose a la circulación pulmonar. Así, en la inspiración, la caída en la presión intratorácica no se transmite al corazón izquierdo.1,62 En consecuencia, se reduce el pequeño gradiente de presión venoso pulmonar-auricular izquierdo que normalmente provoca el llenado del corazón izquierdo, dando lugar a una disminución del flu jo de entrada transmitral. La disminución inspiratoria en el llenado ventricular izquierdo permite un aumento en el llenado ventricular derecho y un desplazamiento del tabique interventricular a la izquierda. Con la espiración, ocurre lo con trario. Estos cambios dan lugar a una variación respiratoria exagerada, o una interdependencia ventricular, en el flu jo de entrada mitral y tricuspídeo de la presión y el volumen sistólicos y diastólicos en el VI y en el VD, como se describió antes. La presión venosa sistémica alta y el gasto cardíaco reducido dan lugar a una retención de sodio y agua por los riñones. La inhibición de los péptidos natriuréticos puede exacerbar más las presiones de llenado aumentadas.63 M an ife stac ion e s clínicas Los hallazgos habituales consisten en signos y síntomas de insuficiencia cardíaca derecha. En un estadio temprano, los hallazgos son el edema de las extremidades inferiores, los síntomas abdominales inespecíficos y la congestión hepática pasiva. Con la progresión, la congestión hepá tica empeora y puede evolucionar a la ascitis, la anasarca y la ictericia secundariasa la cirrosis cardíaca. También pueden aparecer los signos y síntomas de la insuficiencia cardíaca izquierda -disnea, tos y ortopnea-. La fibrilación auricular y la insuficiencia tricuspídea, que exacerban la elevación de la presión venosa, son frecuentes en esta fase. En el estadio final, los efectos de un gasto cardíaco bajo mantenido son notables, incluidas la astenia, la atrofia muscular y la caquexia. Otros hallazgos son los derrames pleurales concurrentes y el síncope. La pericarditis cons trictiva puede confundirse con cualquier causa de insuficiencia cardíaca derecha, así como hepatopatía terminal. Exploración física Los hallazgos físicos comprenden una presión venosa yugular elevada con un descenso y rápido que se colapsa. Este, combinado con un des censo x normal, da lugar a un contorno en forma de M o W de la presión venosa. En la cabecera del paciente, esto se aprecia mejor en forma de dos descensos prominentes con cada dclo cardíaco. En los pacientes en fibrilación auricular se pierde el descenso x, y solo queda el descenso y. Este último es difícil de distinguir de la insuficiencia tricuspídea, que, como se señaló antes, puede producirse. Suele estar presente el signo de Kussmaul, un aumento inspiratorio de la presión venosa,1,4 o simplemente puede reducirse la presión con la inspiración. El signo de Kussmaul refleja la pérdida del aumento normal del retomo venoso al lado derecho del corazón con la inspiración, incluso aunque el flujo tricuspídeo aumente. Estas anomalías de la presión venosa contrastan con los hallazgos del taponamiento cardíaco. Quizás en un tercio de los pacientes con cons- tricdón aparece un pulso paradójico, sobre todo en aquellos con un cuadro de constricción con derrame (v. más adelante). Se explica mejor por la falta de transmisión de la disminución de la presión intratorácica a las cavidades cardíacas izquierdas mendonada anteriormente. La tabla 71-3 muestra una comparadón de los hallazgos hemodinámicos en el tapona miento y en la pericarditis constrictiva. En casos de calcificación extensa y adherencia del corazón a las estruc turas adyacentes, la posición del punto cardíaco de máximo impulso pue de no modificarse con los cambios en la posidón corporal. Sin embargo, el signo cardíaco más notable es el golpe (knock) pericárdico, un sonido diastólico temprano que se escucha mejor en el borde esternal izquierdo y/o en la punta cardíaca. Aparece ligeramente antes y tiene una frecuenda mayor que un tercer ruido cardíaco y corresponde al cese brusco, tem prano del llenado ventricular. También puede hallarse un desdoblamiento amplio del segundo ruido. Como se señaló, los pacientes pueden presen tar una insufidencia tricuspídea secundaria con su caraderístico soplo. La exploradón abdominal muestra una hepatomegalia, a menudo con pul saciones venosas palpables, con o sin ascitis. Otros signos de congestión hepática y/o cirrosis cardíaca son ictericia, angiomas en araña y eritema palmar. El edema de las extremidades inferiores es la norma. Como se señaló antes, en la fase terminal de la constricción pueden aparecer atrofia muscular, caquexia y ascitis masiva y anasarca. Pruebas com p lem entarias La pericarditis constrictiva genera hallazgos inespecíficos en el ECG. Pueden observarse anomalías inespecíficas de la ondaT, un voltaje redu cido y anomalías en la aurícula izquierda. La fibrilación auricular es muy frecuente. En la radiografía de tórax, la silueta cardíaca puede estar aumentada de tamaño debido a un derrame pericárdico coexistente. En una minoría de los pacientes se observan calcificaciones pericárdicas que indican una tuberculosis (fig. 71-11), pero no son en sí mismas diagnósticas de una fisiología constrictiva. Los derrames pleurales son frecuentes y pueden ser el primer signo. Si las presiones de llenado en el lado izquierdo del corazón están muy elevadas, puede haber congestión vascular pul monar y redistribudón. Las técnicas ecocardiográficas transtorácicas en modo M y bidimen- sionales y el Doppler siguen siendo las modalidades de imagen clave para evaluar la pericarditis constrictiva (v. capítulo 14). Los principales hallazgos son el engrasamiento pericárdico, el desplazamiento brusco del tabique interventricular durante la diástole temprana («rebote» sep tal),35,36,62 y signos de congestión venosa sistémica como la dilatación de las venas hepáticas y la distensión de la vena cava inferior con disminudón de la fluctuación respiratoria. También se puede observar una apertura FM FIGURA 71-10 Representación esquemática de las velocidades de flujo venoso transvalvular y central en la pericarditis constrictiva. Durante la inspiración, el descenso en el llenado ventricular izquierdo da lugar a un desplazamiento septal a la izquierda, lo que permite el aumento del flujo en el ventrículo derecho. Durante la espiración sucede lo contrario. AD, aurícula derecha; Al, aurícula izquierda; D, diástole; FM, flujo de entrada mitral; FVP, flujo venoso pulmonar; S, sístole; VD, ventrículo derecho; VH, vena hepática; VI, ventrículo izquierdo. E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1648 prem atura de la vá lvu la p u lm o n a r com o consecuencia de la e levación de la p resión d iastó lica tem prana de l ven trícu lo derecho. A m enudo se halla u n desplazam iento exagerado del tabique durante la inspiración. La falta de transmisión de la presión intratorácica a las cámaras cardíacas y los patrones de flujo de entrada mitral y tricuspídeo resultantes se expusieron antes. De acuerdo con estos patrones, las medidas del Doppler revelan con frecuencia una variación respiratoria exagerada en la velocidad de los flujos de entrada mitral y tricuspídeo, y diferencias en la velocidad del flujo de entra da tricuspídeo y mitral, estando el último 180° fuera de fase (v. fig. 71-10). A pesar de cierto solapamiento con el taponamiento, estos patrones de flujo de entrada tienen una buena sensibilidad y especificidad en el diagnóstico de la constricción, y también ayudan a distinguir la miocardiopatía restrictiva de la constricción.35-36,62 Los pacientes con constricción suelen demostrar un incremento un 25% o más de la velocidad mitral E durante la espiración que durante la inspiración, y un incremento de la reversión del flujo diastólico en las venas hepáticas con la espiración. El tiempo de desaceleración de la onda E mitral suele ser menor de 160 ms, aunque no siempre. No obstante, hasta el 20% de los pacientes con constricción no muestran los típicos cambios res piratorios, probablemente por el aumento acentuado de la presión auricular izquierda o, posiblemente, por un patrón constrictivo-restrictivo mixto como resultado de la afectación miocárdica. En los pacientes sin los hallazgos típicos FIG URA 71-11 Radiografía de tórax que muestra una considerable calcificación pericárdica en un paciente con pericarditis constrictiva. en el flu jo mitral-tricuspídeo respiratorio, la exploración después de hacer maniobras que reducen la precarga (inclinación hacia arriba, sedestación) puede desenmascarar la variación respiratoria característica de la velocidad mitral E. El estudio de Doppler tisular (que se expondrá con mayor detalle más adelante) revela un aumento de la velocidad E' del anillo mitral y anomalías septales correspondientes al «rebote».35-36 El Doppler tisular es, al menos, tan sensible como el Doppler del flu jo de entrada mitral-tricuspídeo en el diagnóstico de la constricción. En la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el in farto ventricular derecho, la embolia pulm onar y el derrame pleural se pueden observar patrones similares de variación respiratoria en la velocidad del flu jo de entrada mitral.35 Estas enfermedades presentan otras características clínicasy ecocardiográficas que las diferencian de la pericarditis constrictiva. Las velocidades de la vena cava superior son útiles para distinguir la pericarditis constrictiva de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Los pacien tes con enfermedad pulmonar muestran un notable aumento en la velocidad inspiratoria del flu jo anterógrado sistólico de la vena cava superior, que no se observa en la constricción. La ecocardiografía transesofágica es superior a la transtorácica para determinar el grosor pericárdico y presenta una excelente correlación con la TC.35-36 Cuando las velocidades de flu jo de entrada mitral medidas por ecocardiografía transtorácica son técnicamente inadecuadas o dudosas, la determinación de la velocidad Doppler venosa pulm onar transesofágica muestra una variación respiratoria pronunciada, mayor que la observada a través de la válvula mitral. C a te te r ism o y a n g io g ra f ía card íacos El cate terism o cardíaco en los pacientes con sospecha de constricción puede registrar las características hem odinám icas y ayudar a d iscrim inar entre la constricción y la m iocard iopatía restrictiva1,3'4,6 (v. c a p ítu lo 19). La angiografía coronaria debe realizarse o rd inariam ente en los pacientes considerados para la pericardiectomía. Pocas veces se detecta un pinzado o compresión externos de la arteria coronaria p o r el pericardio constrictor. La presión auricular derecha, la presión diastólica en el VD, la presión de enclavamiento capilar pulmonar y las presiones diastólicas en el VI previas a la onda a están elevadas y son iguales, o casi, a alrededor de 20 mmHg. Las diferencias de más de 3-5 mmHg entre las presiones de llenado de los lados izquierdo y derecho del corazón son infrecuentes. El trazo de la presión auricular derecha muestra un descenso x conservado, un descenso y prominente y unas alturas aproximadamente iguales de las ondas a y v, con una configuración resultante en M o W. Las presiones en el VD y en el VI revelan un hundimiento diastólico temprano acentuado seguido de una meseta (signos del «valle y meseta» o de «la raíz cuadrada») (fig . 71-12). Como manifestación de una interdependencia ventricular exagerada, hay un aumento de la variación respiratoria en la presión sistólica y diastólica del VI y del VD. Esto se ha cuantificado usando el «índice del área sistólica», la relación entre las áreas de los tiempos de las presiones sistólicas entre el VD y el VI64 en la inspiración frente a la espiración. Una relación mayor de 1,1 indica con fuerza la constricción. Las presiones sistólicas en la arteria pulmonar y el VD están a menudo modestamente elevadas, en el entorno de 35-45 mmHg. Una elevación mayor de la presión en la arteria pulmonar no es una característica de la constricción y plantea dudas en cuanto al diagnóstico. La hipovolemia, como la causada por un tratamiento diurético, 30 30 20 20 10 10 A 0 B 0 - FIG URA 7 1-12 Registros de presión en un paciente con pericarditis constrictiva. A. Trazados simultáneos de presión de los ventrículos derecho (VD) e izquierdo (VI) con igualación de la presión diastólica, así como morfología de «valle y meseta». B. Trazados simultáneos de presión de la aurícula derecha (AD) y del VI con igualación de la presión diastólica de la AD y del VI. Obsérvese el descenso y prominente. (Tomado de Vaitkus PT, Cooper KA, Shuman WP, Hardin NJ: Images in cardiovascular medicine: Constrictive pericarditis. Circulation 93: 834, 1996.) El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. puede enmascarar los hallazgos hemodinámicos. La infusión rápida de 1 I de solución salina normal en un período de 6-8 min puede revelar las características típicas. El VL está casi siempre reducido, pero el gasto cardíaco en reposo puede conservarse debido a la taquicardia. Tomografía computarizada y resonancia magnética cardíaca LaTC (v. capítulo 18) proporciona imágenes detalladas del pericardio y es útil para detectar incluso pequeñas cantidades de calcificación peri cárdica41'42 (fig. 71-13). Su principal desventaja es la frecuente necesidad de un medio de contraste yodado para mostrar mejor la enfermedad pericárdica. El grosor del pericardio normal medido porTC es de menos de 2 mm. La RM (v. capítulo 17) proporciona una exploración detallada y completa del pericardio sin necesidad de material de contraste ni radiación ionizante. Sin embargo, es menos sensible que laTC para la detección de la calcificación. El pericardio «normal» visualizado por la RM tiene hasta 3-4 mm de grosor. Esta determinación probablemente refleja todo el «complejo» pericárdico, en el que el líquido fisiológico representa un componente del grosor medido. Un pericardio engrosado indica una pericarditis aguda y/o crónica. El realce tardío con gadolinio en la RM es incluso más específico de una inflamación activa y puede ser útil para identificar a los pacientes candidatos para el tratamiento médico con fármacos antiinflamatorios (v. más adelante). Si existen pruebas clínicas de una alteración del llenado diastólico, el engrosamiento pericárdico, sobre todo con calcificación, es prácticamente diagnóstico de constricción. La ausencia de un engrosa miento va en contra del diagnóstico de constricción, pero no lo descarta por completo. El pericardio puede estar engrosado global o focalmente. Se ha comunicado una compresión localizada del corazón producida por un engrosamiento focal y es mucho más frecuente en el lado derecho que en el izquierdo. En los pacientes en los que se considera la pericardiectomía, la descripción de la localización e intensidad del engrosamiento y la calcificación ayuda al cirujano con respecto a la estratificación del riesgo y a la planificación de la cirugía. Otros hallazgos adicionales son la dis torsión de los contornos ventriculares, la congestión venosa hepática, la ascitis, los derrames pleurales y, en ocasiones, el derrame pericárdico. La adquisición de RM o TC de cine muestra un movimiento anormal del tabique interventricular («rebote» del tabique) en la diástole temprana (vídeo 71-4). Algunos pacientes con una constricción bien demostrada no tienen un engrosamiento pericárdico en función de las medidas tomadas en mues tras anatomopatológicas a pesar de los signos histológicos de inflamación y calcificación. Tales pacientes constituyeron el 18% de los que tenían constricción en una serie de la Mayo Clinic,65 aunque se trataba, proba blemente, de una cohorte muy seleccionada. Casi todos tenían un grosor pericárdico normal en laTC. Se observaron calcificación y distorsión de los contornos ventriculares en la mayoría, lo que proporciona pistas sobre el diagnóstico a pesar del espesor normal. D iferenciación entre la pericard itis constrictiva y la m iocard iopatía restrictiva Como su tratamiento es radicalmente diferente, es sumamente impor tante distinguir la pericarditis constrictiva de la miocardiopatía restrictiva (tabla 71-6). La miocardiopatía restrictiva suele ser relativamente infre cuente y suele deberse a una amiloidosis, pero cada vez es más frecuente como resultado de la epidemia de obesidad y síndrome metabólico.66 Las manifestaciones clínicas y curso de la constricción y la restricción se solapan en muchos aspectos. Un golpe pericárdico apunta a la cons tricción, pero el tercer tono fuerte de la enfermedad restrictiva puede llevar a la confusión. Los hallazgos en el ECG y en la radiografía de tórax son, en su mayor parte, inespecíficos. No obstante, un pericardio calcificado indica una constricción, mientras que un voltaje del QRS bajo indica una amiloidosis. Hay algunas distinciones ecocardiográficas útiles. Los pacientes con una miocardiopatía restrictiva suelen tener unos ventrículos con paredes gruesas debido a los procesos infiltrantes o a la hipertrofia. No obstante, no siempre se observan ventrículos de paredes gruesas en los pacientes con obesidad o síndrome metabólicoasociados a la restricción.66 El aumento de tamaño biauricular acentuado también es típico de la restricción. En la constricción, el hallazgo más característico es el «rebote» septal. Como se expuso anteriormente, el pericardio suele estar engrosado en la constricción, pero puede ser difícil de evaluar con la ecocardiografía transtorácica. Como ya se dijo, las medidas transesofágicas del espesor se correlacionan bien con las FIGURA 71-13 TC que muestra un aumento del grosor del pericardio y calcificación ligera en un paciente con pericarditis constrictiva. T ABLA 71-6 Características hemodinámicas y ecocardiográficas de la pericarditis constrictiva en comparación con la miocardiopatía restrictiva CONSTRICCIÓN RESTRICCION Descenso y prominente en la presión venosa Presente Variable Pulso paradójico =1/3 de los casos Ausente Golpe pericárdico Presente Ausente Presiones de llenado derechas e izquierdas iguales Presentes Izquierda al menos 3-5 mmHg > derecha Presiones de llenado > 25 mmHg Infrecuentes Frecuentes Presión sistólica de la arteria pulmonar > 60 mmHg No Frecuente Signo de la «raíz cuadrada» Presente Variable Variación respiratoria en presiones/flujos izquierdos y derechos Exagerada Normal Grosor de la pared ventricular Normal Habitualmente aumentado Grosor pericárdico Aumentado Normal Tamaño de las aurículas Posible dilatación auricular izquierda Dilatación biauricular Rebote del tabique Presente Ausente Velocidad E' en Doppler tisular Aumentada Disminuida Ecocardiografía de rastreo de manchas (speckle tracking) Restauración longitudinal normal y circunferencial reducida Restauración circunferencial normal y longitudinal reducida medidas mediante TC, aunque están limitadas por su campo de visión estrecho. La medidas del flujo con Doppler también son útiles para diferenciar la fisiología constrictiva de la restrictiva.35,36'62 En la constricción se observa un aumento de la variación respiratoria en la velocidad del flujo de entrada mitral (>25% ), pero en la restricción varía menos del 10% (v. fig. 71-10). En la restricción, el flujo sistólico venoso pulmonar está amortiguado y 1649 E nferm edades pericárdicas E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1650 el flujo diastólico está aumentado, pero esto no se observa en la cons tricción. Las venas hepáticas muestran un aumento de la inversión del flujo espiratorio con la constricción, al contrario que el aumento de la inversión del flujo inspiratorio de la restricción. El Doppler tisular también puede ayudar a diferenciar la pericarditis constrictiva de la miocardiopatía restrictiva.36 Debido a que las propie dades contráctiles y de relajación del miocardio están conservadas en la constricción, la velocidad anular mitral longitudinal E ' es normal o incluso está aumentada debido a la menor expansión lateral contra el pericardio fibrótico y rígido, mientras que la velocidad E ' está reducida en la miocardiopatía restrictiva. La velocidad anular mitral lateral E ' es normalmente mayor que la velocidad medial E '. En la constricción, esta relación se invierte a menudo (anillo inverso) debido al anclaje de la pared lateral del ventrículo izquierdo al pericardio fibrótico. La ecocardiografía de rastreo de manchas (speckle tracking) puede ayudar a diferenciar la pericarditis constrictiva de la miocardiopatía restrictiva.35,36 El rastreo de las manchas evalúa el patrón de restauración diastólico del ventrículo izquierdo. Los pacientes con pericarditis constrictiva tienen una mecánica de restauración longitudinal normal, pero una mecánica circunferencial o rotacional alterada, que es lo opuesto a la de los pacientes con una miocardiopatía restrictiva. La diferenciación hemodinámica entre la pericarditis constrictiva y la miocardiopatía restrictiva en el laboratorio de cateterismo cardíaco puede ser difícil. No obstante, prestar una atención cuidadosa al perfil hemodinámico suele permitir una distinción satisfactoria (v. tabla 71-6). En ambos trastornos, las presiones diastólicas en elVD y en el VI están muy elevadas. En la miocardiopatía restrictiva, la presión diastólica en el ventrículo izquierdo suele ser mayor que la del ventrículo derecho en al menos 3-5 mmHg, mientras que, en la constricción, las presiones diastólicas en elVD y elVI suelen ir juntas y pocas veces difieren más de 3-5 mmHg. En la miocardiopatía restrictiva es frecuente una hipertensión pulmonar significativa, pero esta casi nunca está presente en la cons tricción. El grado absoluto de elevación de la presión diastólica auricular o ventricular es también útil para distinguir los dos trastornos, de manera que las presiones sumamente elevadas (>25 mmHg) son mucho más frecuentes en la miocardiopatía restrictiva.1,3,4 Finalmente, el «índice del área sistólica»64 es mayor en la constricción que en la restricción (reflejo de una interacción ventricular exagerada), y se ha publicado que tiene una elevada sensibilidad y especificidad para distinguir entre ellas. LaTC y la RM, debido a su capacidad para proporcionar una evaluación detallada del espesor y calcificación del pericardio, son muy útiles para diferenciar la constricción de la restricción;41,42 los pacientes ocasionales con constricción y un espesor pericárdico normal se expusieron antes. La biopsia endomiocárdica o de la almohadilla grasa abdominal establece el diagnóstico de miocardiopatía restrictiva secundaria a una amiloidosis. Las concentraciones del péptido natriurético encefálico (BNP) pueden ser útiles para distinguir la constricción de la restricción. El BNP se ha encon trado elevado en la miocardiopatía restrictiva y normal en la constricción.63 Tratam iento La pericarditis constrictiva tiene un curso progresivo pero variable. En la mayoría de los pacientes, la pericardiectomía quirúrgica es el tratamiento definitivo. Los pacientes con trastornos asociados importantes o una enfermedad debilitante grave pueden tener un riesgo demasiado alto para realizarles una pericardiectomía. La enfermedad inducida por la radiación se considera una contraindicación relativa. Los pacientes mayores sanos con una constricción muy leve pueden tratarse sin cirugía, dejando la pericardiectomía para cuando la enfermedad progrese. En otros casos no debe retrasarse la cirugía una vez que se hace el diagnóstico. Los diuréticos y la restricción de sal son útiles para aliviar la sobrecarga de volumen, pero los pacientes se hacen, finalmente, refractarios. Como la taquicardia sinusal es un mecanismo compensador, deben evitarse los (3-bloqueantes y los antagonistas del calcio, que reducen la frecuencia cardíaca. En los pacientes con fibrilación auricular y una respuesta ven tricular rápida se recomienda la digoxina para reducir la frecuencia antes de recurrir a los 3 -bloqueantes o los antagonistas del calcio. Nosotros recomendamos no dejar que la frecuencia disminuya por debajo de los 80-90 latidos/min aproximadamente. La pericardiectomía puede realizarse a través de una esternotomía media o una toracotomía en el quinto espacio intercostal izquierdo, y consiste en extirpar la mayor cantidad posible de pericardio parietal.1,3'4'6'12 Se ins pecciona el pericardio visceral y se considera la resección si está afectado. La mayoría de los cirujanos intentan la pericardiectomía sin circulación extracorpórea. Esta última está disponible como respaldo y con frecuencia es necesaria para facilitar el acceso a las superficies lateral y diafragmática del corazón, y permite una extirpación segura de la máxima cantidad de tejido pericárdico. El desbridamiento con ultrasonidos o láser3-4 6 es un complemen to útil al desbridamiento tradicional o como técnica aislada en los pacientes con adherencias calcificadas extensas entre el pericardio y el epicardio. La intervención del «gofre», enla que se hacen múltiples incisiones transversas y longitudinales en la capa epicárdica, es otra alternativa en los pacientes con una afectación epicárdica extensa. Algunos pacientes son candidatos a una pericardiectomía toracoscópica con vídeo en centros con experiencia. En algunos pacientes se consigue una mejora hemodinámica y sintomática inmediatamente después de la operación quirúrgica. En otros, la mejora puede retrasarse semanas a meses. Los vídeos 71-5 y 71-6 son imágenes de cine RM antes y después de un pelado pericárdico satisfactorio, y mues tran el alivio de las variaciones exageradas del volumen cardíaco derecho e izquierdo. Hay muy pocos artículos modernos sobre el seguim iento a largo plazo después de la pericardiectomía. En dos series de la Cleveland Clinic,67,68 el 70-80% de los pacientes no habían sufrido acontecimientos cardiovasculares adversos a los 5 años ni el 40-50% a los 10 años de la pericardiectomía. En un informe más reciente del Texas Heart Institute,69 44 de 45 pacientes eran una clase I o II de la New York Heart Association tras una mediana de seguimiento de 40 meses. Los resultados funcionales a largo plazo son peores en los pacientes con una enfermedad inducida por la radiación, alteración de la función renal, reducción de la fracción de eyección del VI, insuficiencia tricuspídea moderada o grave, sodio sérico bajo y edad avanzada.67,68 La función diastólica del VI basada en los índices ecocardiográficos retorna a la normalidad pronto en alrededor del 40% de los pacientes y en casi el 60% tarde después de la pericardiectomía. La persistencia de un llenado anómalo se correlaciona con síntomas postope ratorios. Las respuestas tardías o inadecuadas a la pericardiectomía se han atribuido a una enfermedad prolongada con atrofia o fibrosis miocárdica, resección incompleta y aparición de una compresión cardíaca recurrente por una inflamación y fibrosis mediastínica. La insuficiencia tricuspídea no suele mejorar después de la cirugía,70 y puede causar un deterioro hemodinámico. En la serie de la Cleveland Clinic,67,68 la pericardiectomía se asoció a un 5-15% de mortalidad perioperatoria, y el 63% de los pacientes estaban vivos después de una mediana de seguimiento de 6,9 años. En el informe del Texas Heart Institute,69 la mortalidad perioperatoria fue solo del 2,2%, y el 96% estaban vivos tras una media de seguimiento de 40 meses. La mortalidad temprana se debió, sobre todo, a un bajo gasto cardíaco, a menudo en pacientes debilitados con circulación extracorpórea prolongada y disecciones difíciles.67"69 También con tribuyen la septicemia, la hemorragia incontrolada, y la insuficiencia renal y respiratoria. La mayor mortalidad se produce en pacientes con síntomas de la clase III/IV, lo que apoya la recomendación de realizar una pericardiectomía temprana. Como se señaló antes, Haley et al.6l) publicaron un subgrupo de pacien tes en los que la pericarditis constrictiva era, en apariencia, transitoria. La causa fue diversa, aunque el desarrollo de la pericarditis constrictiva poco después de la operación cardíaca fue la más frecuente. Alrededor de dos terceras partes de los pacientes tuvieron también un derrame. Como a la mayoría de los pacientes se les trató con AINE y/o corticoesteroides, se desconoce si la enfermedad habría desaparecido espontáneamente. El tiempo medio necesario para que la constricción desapareciera fue de alrededor de 8 semanas. Recientemente se ha correlacionado la presencia del realce tardío con gadolinio en la RM cardíaca con la intensidad de la fibrosis y la inflamación en muestras quirúrgicas procedentes de pacientes con constricción.71 Feng et al.61 publicaron que la intensidad del realce, así como el espesor pericárdico de 3 mm o mayor en las imágenes con realce tardío, predice los pacientes que responderán a los fármacos antiinflamatorios con la resolución de la constricción. Los respondedores también tuvieron concentraciones mayores de CRP y una mayor veloci dad de sedimentación globular que los que no respondieron. Ambos dis minuyeron con el tratamiento satisfactorio. De este modo puede haber un grupo de pacientes en los que la RM cardíaca pueda usarse para predecir una respuesta positiva a los fármacos antiinflamatorios. Probablemente existe un considerable solapamiento entre estos pacientes y los que se considera que tienen una constricción «transitoria».60 Aunque es atractivo identificar a los pacientes con constricción en los que pueda evitarse la cirugía, no está claro con qué frecuencia se puede hacer esto, porque las dos series61,71 eran pequeñas y probablemente muy seleccionadas. No obstante, los pacientes con un realce intenso tardío con gadolinio en la RM deben considerarse para un ensayo de tratamiento antiinflamatorio, especialm ente si se han som etido recientem ente a una operación El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. quirúrgica cardíaca, los síntomas aparecieron con relativa rapidez, la CRP está elevada y la calcificación no es extensa. En el artículo de Feng et al.61 se utilizaron AINE, colchicina y corticoesteroides por separado o en combinación sin preferencia obvia por ninguno de ellos o combinaciones de ellos. De este modo es imposible realizar recomendaciones informadas con respecto a las estrategias terapéuticas. Para la práctica, cualquier tratamiento antiinflamatorio debe continuarse durante quizás 2-3 meses para dejarle trabajar, pero no mucho más para no retrasar en exceso la operación quirúrgica. A pesar de la falta de pruebas específicas que lo apoyen, nosotros aconsejamos una combinación de corticoesteroides y colchicina en dosis similares a las recomendadas para la pericarditis recurrente. PER ICARD IT IS CONSTRICTIVA CON D ER R A M E Pacientes con una enfermedad pericárdica pueden tener un síndrome que combine elementos del derrame/taponamiento y la constricción,48 lo que se denomina pericarditis constrictiva con derrame. Muchos casos de pericarditis constrictiva «transitoria» o susceptible de tratamiento médico constituyen, probablemente, un estadio final de una pericarditis constrictiva con derrame. La evolución puede ser muy variable, pero, en la mayoría, es subaguda y va quizás de 1-2 meses a 1 año. Al principio suele dominar el derrame inflamatorio, y después destaca la constricción. El pericardio visceral suele estar muy afectado. Como se señaló antes, a estos pacientes se les identifica a menudo cuando sus características hemodinámicas no se normalizan después de la pericardiocentesis. Una definición aceptada con frecuencia es la incapacidad de la presión auricular derecha de disminuir al menos un 50% hasta una cifra inferior a los 10 mmHg cuando la presión pericárdica se reduce a casi 0 mmHg por la pericardiocentesis o se extrae todo el líquido detectable.48 La incidencia comunicada de pericarditis constrictiva con derrame en los pacientes con derrame pericárdico es aproximadamente del 4-5% pero varía del 1 al 15% en diferentes series. La pericarditis constrictiva con derrame puede pasarse por alto si los parámetros hemodinámicos no se miden con atención después de la pericardiocentesis. Las causas son diversas, y las más frecuentes son la idiopática, la neoplásica, la debida a la radiación, la tuberculosis, la pericardiotomía y las enfermedades del tejido conjuntivo. La tuberculosis es, con diferencia, la principal causa en el África subsahariana. Los hallazgos físicos, hemodinámicos y ecocardiográficos son a menudo mezclas de los que se asocian al derrame y la constricción, y pueden variar con el tiempo a medida que el síndrome progresa. El diagnóstico puede requerir la obtención de líquido pericárdico y muestras de biopsia si la causa no es obvia y el taponamiento no exige una pericardiocentesis. Es importante ser prudentes cuando se realice una pericardiocentesis cerrada en los pacientes sin grandes derrames. El tratamiento se adaptaa la causa específica, si se conoce. En los casos idiopáticos puede usarse el tratamiento antiinflamatorio en un intento de evitar la pericardiec tomía, pero no hay ninguna guía disponible con respecto al abordaje preferido. En los casos idiopáticos y posteriores a la pericardiotomía con taponamiento y fisiología constrictiva y productora de derrame demos trada en el momento de la pericardiocentesis, nosotros aconsejamos un ciclo de corticoesteroides y colchicina, como se señaló para el tratamiento médico de la constricción. La pericardiectomía será finalmente necesaria en muchos de estos pacientes. C A U SA S ESPECÍF ICAS DE EN FER M ED A D P ER ICÁ RD ICA El pericardio se ve afectado en una amplia variedad de enfermedades. Los siguientes apartados expondrán las categorías más significativas de enfermedades que afectan al pericardio. Enferm edades infecciosas Pericarditis vírica Causa y fisiopatología La pericarditis vírica es la forma más frecuente de infección pericárdi- c a i,3,4,6 ge ha implicado a numerosos virus (el VIH se trata por separado más adelante). Los virus ECHO y de Coxsackie son los más frecuentes. El citomegalovirus tiene predilección por los pacientes inmunodeprimidos. Aparte de la identificación microscópica de partículas víricas, la manera más definitiva de diagnosticar una pericarditis vírica es mediante la detec ción de ADN vírico por PCR o hibridación in situ en el líquido o el tejido © pericárdico, pero esto rara vez es necesario o útil. Manifestaciones clínicas y tratamiento Estos aspectos se han discutido anteriormente en el apartado sobre el síndrome de la pericarditis aguda. Pericarditis bacteriana Causa y fisiopatología La pericarditis bacteriana suele caracterizarse por un derrame puru lento. La produce una amplia variedad de microorganismos.1,3,4’5’72 La extensión directa a partir de la neumonía o el empiema, la diseminación hematógena durante la bacteriemia y la propagación continua tras una operación o traumatismo torácico constituyen la mayoría de los casos. Los microorganismos más frecuentes son los estafilococos, los neu mococos y los estreptococos. Después de una operación quirúrgica torácica está aumentando la pericarditis por estafilococos resistentes a la meticilina, así como la frecuencia de microorganismos anaeróbicos.72 La pericarditis bacteriana tam bién puede producirse por la rotura de abscesos perivalvulares en el espacio pericárdico (v. capítulo 63). Pocas veces, la invasión pericárdica se disemina a lo largo de los planos faciales desde la cavidad oral. El pericardio puede infectarse en el trans curso de una sepsis meningocócica con o sin meningitis simultánea. A diferencia del líquido purulento habitual, Neisseria puede provocar un derrame estéril acompañado de reacciones sistémicas como artritis, pleuritis y oftalmitis. Manifestaciones clínicas Los hallazgos clínicos suelen consistir en una fiebre alta con tiritona, pero puede faltar en los pacientes debilitados. La disnea y el dolor torá cico son frecuentes. Suele haber un roce por fricción. La pericarditis bacteriana puede seguir un curso fulminante con el desarrollo rápido del taponamiento y puede no sospecharse porque las enfermedades asociadas dominen el cuadro clínico. Los hallazgos de laboratorio son la leucocitosis con una desviación a la izquierda acentuada. El líquido pericárdico muestra leucocitosis, una glucosa baja, unas proteínas elevadas y un aumento de la lactato deshidrogenasa. La radiografía de tórax mues tra un ensanchamiento de la silueta cardíaca si el derrame es grande. Los microorganismos productores de gas producen una interfaz aire-líquido. El ECG muestra cambios en la onda ST-T de pericarditis aguda y un voltaje bajo si hay un derrame grande. La ecocardiografía muestra un derrame pericárdico con o sin adherencias. Tratamiento La sospecha o demostración de una pericarditis bacteriana constituye una urgencia médica, y hay que realizar una pericardiocentesis cerrada o un drenaje quirúrgico rápidos.13,4,6,72 Nosotros recomendamos des pués al menos 3-4 días de drenaje con catéter. El líquido debe teñirse y cultivarse en busca de bacterias aeróbicas y anaeróbicas. También deben realizarse tinciones y cultivos en busca de hongos y M. tuberculosis. Los antibióticos de espectro amplio deben empezarse pronto y modificarse en función de los resultados del cultivo. Es probable que los derrames pericárdicos purulentos recidiven. De este modo a menudo es necesario un drenaje quirúrgico con la construcción de una ventana. En los pacientes con derrames purulentos y espesos y con adherencias densas, puede ser necesaria una pericardiectomía extensa que consiga un drenaje adecuado y evite la aparición de la constricción. En algunos pacientes con derrames purulentos se ha usado la fibrinólisis intrapericárdica, que puede obviar la necesidad de hacer una ventana y minimizar el desarrollo tardío de la constricción.73 El pronóstico de los pacientes con pericarditis bacteriana es malo, con supervivencias en tomo al 30%, incluso en series recientes.1,72 Enfermedad pericárdica y virus de la inmunodeficiencia humana Causa y fisiopatología Se han descrito diversas enfermedades pericárdicas en los pacientes infectados por el VIH (v. capítulo 70). Lo que sigue es un resumen de la afectación en los pacientes infectados por el VIH que no reciben el moderno tratamiento antirretrovírico de gran actividad (TARGA). La enfermedad pericárdica es la manifestación cardíaca más frecuente del VIH, y la anomalía más frecuente es un derrame.74 La mayoría son peque ños, asintomáticos y, en el mundo desarrollado, idiopáticos. Los derrames también pueden formar parte de un proceso seroso generalizado o sín drome «de la fuga capilar» durante las últimas fases de la enfermedad por elVIH. Los derrames moderados a grandes son más frecuentes en las 1651 E nferm edades pericárdicas E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1652 fases más avanzadas de la infección por elVIH. La insuficiencia cardíaca congestiva, el sarcoma de Kaposi, la tuberculosis y otras infecciones pulmonares se asocian a derrames moderados a grandes, pero la mayoría continúan siendo idiopáticos. En algunos casos, el propio VIH parece la causa. La tuberculosis es la causa más frecuente de derrame pericárdico en los pacientes africanos infectados por elVIH.75,76 Otras formas menos frecuentes de enfermedad pericárdica son la afectación por varias neo plasias, la pericarditis aguda típica y la miopericarditis. La constricción es infrecuente y, cuando existe, suele deberse a M. tuberculosis. El TARGA ha reducido mucho la incidencia de enfermedad pericárdica y de otras formas de afectación cardíaca.74'76 En una cohorte reciente extensa,76 de los que el 85% recibieron el TARGA, se detectó un derrame pericárdico en menos del 1%. Manifestaciones clínicas Los pacientes sintomáticos con enfermedad pericárdica suelen tener dolor torácico o disnea secundarias a la pericarditis y/o a un derrame grande. Los derrames grandes suelen deberse a infecciones o neoplasias. Los microorganismos identificados más frecuentes son M. tuberculosis y Mycobacterium avium-intracellulare, aunque se ha implicado a muy diversos microorganismos, muchos inusuales. Los linfomas y el sarco ma de Kaposi son las neoplasias más frecuentes asociadas al derrame (v. capítulo 69). Tratamiento Los pacientes asintomáticos con derrames pericárdicos de pequeños a moderados no precisan tratamiento específico. La mayoría permanecen asintomáticos y/o se resuelven espontáneamente. Los derrames grandes y sintomáticos deben drenarse, y debe buscarse una causa identificable. Aunque son a menudo pequeños y asintomáticos, en la enfermedad por elVIH, los derrames aparecen con frecuencia como heraldo del comienzo de un síndrome de inmunodeficiencia adquiridacompleto y se asocian a una menor supervivencia,74 lo que subraya la importancia del TARGA. Pericarditis tuberculosa Causa y fisiopatología Hay afectación pericárdica aproximadamente en el 2% de los pacientes con tuberculosis pulmonar.3,6,75 La incidencia global ha descendido mucho en el mundo desarrollado. En las series modernas de enfermedad peri cárdica aguda a subaguda, la tuberculosis solo se diagnostica aproxima damente en el 4% de los pacientes y en alrededor del 7% de aquellos con taponamiento cardíaco. De forma análoga, la tuberculosis es ahora una causa infrecuente de pericarditis constrictiva. No obstante, la tuberculo sis pericárdica sigue siendo un problema importante en los anfitriones inmunodeprimidos y en los países en vías de desarrollo. En estos últimos es responsable de la mayoría de los derrames grandes y de la mayoría de los casos de constricción.5,8,75'77 La pericarditis tuberculosa es también, con diferencia, la causa más frecuente de enfermedad pericárdica en los pacientes africanos infectados por elVIH. La afectación pericárdica en los pacientes procedentes de países africanos donde la tuberculosis y la infección por el VIH son endémicos es suficiente para realizar un trata miento antituberculoso.76,77 En los pacientes que no están infectados por el VIH, la afectación pericárdica suele ser secundaria a una propagación retró grada desde los ganglios linfáticos cercanos o a una propagación hemató- gena desde el foco primario, y las manifestaciones morbosas se relacionan con la respuesta inmunitaria frente a los microorganismos en lugar de su número. Con menor frecuencia, el pericardio está afectado por la rotura y la propagación contigua de una lesión necrosada en el pulmón/7 En pacientes infectados por elVIH y otras inmunodeficiencias, la enfermedad pericárdica forma parte, a menudo, de un proceso más diseminado con bacteriemia tuberculosa.77 Manifestaciones clínicas El curso clínico es generalmente subagudo a crónico, y consiste en fiebre, malestar general y disnea asociados a un derrame. La tos, los sudores nocturnos, la ortopnea, la pérdida de peso y el edema en las piernas son frecuentes, como la cardiomegalia radiográfica, el roce pericárdico, la fiebre y la taquicardia. El taponamiento cardíaco es también muy fre cuente. Muchos pacientes tienen un síndrome constrictivo con derrame subagudo.48,77 La pericarditis constrictiva tardía puede surgir a pesar de un tratamiento antituberculoso.75,77 Puede no haber indicios clínicos de tuberculosis pulmonar o ser sutiles, una razón importante por la que, en ocasiones, no se sospecha el diagnóstico. El diagnóstico de enfermedad pericárdica tuberculosa ha sido muy difí- c¡l 1,3,4,75,77 ei diagnóstico defin itivo se realiza aislando el organismo del líquido pericárdico o en una muestra de biopsia o identificándolo histoló gicamente. Sin embargo, el rendim iento para el aislamiento del líquido es bajo. La probabilidad de realizar un diagnóstico se eleva si se analizan p ronto el líquido y las muestras de biopsia en la fase de derrame de la enfermedad. Así pues, existe una función definida de la biopsia. El tejido pericárdico muestra granulomas u organismos en el 80 al 90% de los casos. El estudio diagnóstico (y el tratamiento inicial) de la sospecha de pericarditis tuberculosa comprende una ventana pericárdica con líquido y tejido que se envían para cultivo y examen histopatológico. La presencia de granulomas sin bacilos en el tejido es útil, aunque no diagnóstica porque pueden encon trarse en la enfermedad reumatoide y sarcoide. Una respuesta positiva a la prueba cutánea aumenta la sospecha, pero una respuesta negativa a la prueba no excluye el diagnóstico, sobre todo en anfitriones inmunode primidos. Una respuesta positiva a la prueba cutánea también es menos útil en poblaciones en las que la tuberculosis es endémica. La pericarditis en un paciente con una tuberculosis comprobada en otros lugares hace el diagnóstico altamente probable. La medida de la ADA, una enzima producida por los leucocitos, fue la primera prueba que mejoró notablemente la precisión y la velocidad del diagnóstico de la pericarditis tuberculosa.1'3,6,75'78 Una ADA mayor de 40 uni dades/i en el líquido pericárdico tiene una sensibilidad aproximadamente del 88% y una especificidad aproximadamente del 83% .78 El aumento del in terferón y en el líquido pericárdico es un marcador adicional cuando se combina con la ADA, y aporta incluso una mayor precisión. De este modo, hay que medir la ADA y el interferón -y siempre que se sospeche una pericarditis tuberculosa. La PCR para detectar M. tuberculosis puede realizarse con cantidades mínimas de líquido o de tejido,79 pero su utilidad hasta la fecha ha sido decepcionante, con una sensibilidad inferior al 30% .77 Tratamiento Los objetivos del tratamiento son tratar los síntomas y el taponamiento, y evitar la progresión a la constricción. Es obligado el tratamiento con múltiples fármacos frente a las micobacterias, lo que ha reducido mucho la mortalidad.75,77 La recomendación estándar es un ciclo corto de 6 meses. No obstante, la mortalidad sigue siendo alta (8-17% entre los pacientes no infectados por elVIH y 17-40% entre los infectados por el VIH).75,77 Una duda que surge en los pacientes infectados por elVIH con tuberculosis es el momento de instituir el tratamiento antirretrovírico. Las recomendacio nes actuales son diferirlo hasta completar el tratamiento antituberculoso en los pacientes con recuentos de CD4 superiores a los 350/ jxl, empezar 2 meses después con recuentos de 100-350/jxl y comenzar de inmediato con recuentos inferiores a los lOO/jxl.77 Aunque puede usarse y debe usarse la pericardiocentesis cerrada para aliviar el taponamiento, nosotros recomendamos un umbral muy bajo para hacer un drenaje abierto y establecer una ventana en los pacientes con una pericarditis tuberculosa (establecida o ante fuerte sospecha), junto con la realización de una biopsia pericárdica si es necesaria para el diagnóstico. Esto es porque es probable que los derrames vuelvan a acumularse antes de que advirtamos los beneficios del tratamiento antimicrobiano. Se ha debatido el papel de los corticoesteroides. Varios ensayos en pacientes infectados y no por el VIH,75,77 cada uno de ellos relativamente pequeño, no pudieron establecer el beneficio sobre la mortalidad y la progresión a la constricción. No obstante, los síntomas se resolvieron con mayor rapidez y no se observó ningún problema asociado a su uso. Algunos de estos ensayos también señalaron el beneficio de un drenaje abierto sobre el cerrado con respecto a la progresión a la constricción. Un ensayo más reciente e incluso más pequeño811 no pudo demostrar ningún beneficio derivado de los corticoesteroides. No obs tante, si no hay ninguna contraindicación particular, en estos pacientes nosotros recomendamos usar los corticoesteroides. Hay pocas indicacio nes, no obstante, con respecto a la dosis y la duración del tratamiento. En ensayos clínicos se han utilizado dosis altas de prednisona o equivalente (1-2 mg/kg) con reducción a lo largo de un período de 6-8 semanas. Se recomiendan dosis altas, en parte porque la rifampicina induce el metabolismo de los corticoesteroides. Pericarditis micótica Causa y f is io pa to log ía . Las infecciones micóticas pueden causar en pocos casos una pericarditis. Se trata, sobre todo, de microorganismos endé micos en la zona, como Histoplasma o Coccidioides, u hongos oportunistas, como Candida y Aspergillus-1,3'6 La histoplasmosis es la más frecuente. Es endémica en Ohio, el valle del río Misisipi y la zona occidental de los Apala ches; se adquiere por inhalación; y puede infectar a pacientes por lo demás sanos que viven en zonas endémicas. La coccidioidomicosis es endémica en la parte sudoccidental de EE. UU. y se adquiere por inhalación. Los pacientes El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n esun de lit o. ¡nmunodeprimidos, los que toman corticoesteroides o antibióticos de espec tro amplio y los adictos a drogas tienen un mayor riesgo. M anifestaciones clínicas y tra ta m ien to . La histoplasmosis pericárdica aparece, habitualmente, en un paciente previamente sano y se piensa que representa un proceso inflamatorio en respuesta a la infección de los gan glios linfáticos mediastínicos adyacentes.1,3,6 El aislamiento de los organismos del líquido pericárdico es infrecuente. El líquido es seroso, xantocrómico o hemorrágico. La enfermedad suele comenzar con síntomas respiratorios seguidos de dolor pericárdico. En casi la mitad de los casos se produce un derrame que conduce al taponamiento. El diagnóstico se facilita por la elevación de los títulos de fijación del complemento. Siempre que los derrames se drenen, la afectación pericárdica finalmente se resuelve con o sin fármacos antiinflamatorios. Los fármacos antifúngicos están indicados solo en la histoplasmosis diseminada. La pericarditis relacionada con la coccidioidomicosis aparece como una com plicación de una infección diseminada progresiva3,81 en pacientes debilitados con enfermedades crónicas. La afectación pericárdica no se produce en la form a autolim itada seudogripal de la infección. Los hallazgos físicos indicativos de una compresión cardíaca pueden ser las primeras pistas que lleven al diagnóstico. El tra tam iento de la infección diseminada es con anfotericina B intravenosa. La pericardiocentesis está, por supuesto, indicada en el taponamiento. La pericarditis secundaria a hongos oportunistas como Candida y Aspergillus suele ocurrir en pacientes ¡nmunodeprimidos, que reciben antibióticos de espectro amplio o que se recuperan de una operación a corazón abierto, habitualmente en el marco de una infección diseminada. El pronóstico es malo. Pericarditis en pacientes con nefropatía Causa y fisiopatología La pericarditis urémica clásica casi ha desaparecido desde la llegada de la diálisis generalizada. Su fisiopatología nunca se clarificó por completo, pero se correlaciona con las concentraciones sanguíneas de nitrógeno ureico (BUN) y creatinina. Como factores etiológicos se han propuesto los metabolitos tóxicos, la hipercalcemia, la hiperuricemia y los meca nismos hemorrágicos, víricos y autoinmunitarios.1,3,6 La fase aguda o subaguda se caracteriza por exudados fibrinosos, hemorrágicos, lanudos, en las superficies parietal y visceral. Con la organización del derrame y la formación de adherencias gruesas se puede desarrollar una constricción subaguda o crónica. Son típicos los grandes derrames que se acumulan poco a poco (v. capítulo 88). Lo que denominamos enfermedad pericárdica asociada a diálisis es, en la actualidad, más frecuente que la pericarditis urémica clásica.1,3,6 Se carac teriza por la aparición por primera vez de una enfermedad pericárdica en pacientes sometidos a diálisis crónica, a pesar de unas concentraciones de BUN y de creatinina en sangre normales o ligeramente elevadas. Sus mecanismos y relación con la pericarditis urémica clásica no están claros. Los derrames pericárdicos pequeños están causados, a menudo, por una sobrecarga de volumen concomitante. Manifestaciones clínicas En las poblaciones actuales de pacientes en diálisis, los hallazgos clínicos son, en ocasiones, los de una pericarditis aguda con dolor torácico, fiebre, leucocitosis y un roce de fricción pericárdico. Son frecuentes los derrames pequeños, asintomáticos. De forma alternativa, los pacientes pueden acudir por un derrame pericárdico que produce hipotensión durante o después de la ultrafiltración (taponamiento de baja presión). Aunque puede aparecer un taponamiento cardíaco convencional con compromiso hemodinámico agudo o subagudo, en la actualidad son infrecuentes los derrames asintomáticos, muy grandes, típicos de la pericarditis urémica clásica. El ECG no suele afectarse mucho y refleja una elevada incidencia de anomalías asociadas (hipertrofia del ventrículo izquierdo, IM, altera ciones electrolíticas). La radiografía de tórax puede mostrar una dilatación cardíaca relacionada con la disfunción cardíaca, la sobrecarga de volumen o el derrame pericárdico. Tratamiento El tratamiento de la pericarditis urémica clásica consiste en una hemo- diálisis intensiva y el drenaje en los pacientes con taponamiento.1,3,6 La heparina debe utilizarse con precaución durante la hemodiálisis debido a la posibilidad de causar una pericarditis hemorrágica. Los derrames sin afectación hemodinámica se resuelven, generalmente, con una hemo diálisis intensiva. En pacientes en diálisis crónica, el tratamiento de la enfermedad peri cárdica de nueva aparición es empírico.1,3 El taponamiento, por supuesto, © requiere un drenaje. La intensificación de la diálisis es beneficiosa de for ma variable, presumiblemente porque estos pacientes ya están recibiendo la mayor parte de sus beneficios. El uso de AINE para el dolor pericárdico es apropiado. Los corticoesteroides son, probablemente, ineficaces. Existe escasa experiencia con colchicina, pero su uso es razonable. En pacientes con derrames recurrentes puede ser necesaria una ventana pericárdica y, habitualmente, es el método más eficaz. En los pacientes que requieren un drenaje, la instilación de un corticoesteroide no absorbible en el espacio pericárdico puede ser beneficioso. Pericarditis tem prana tras in farto de m iocard io y síndrom e de Dressier (v. cap ítu lo 50) Causa y fisiopatología La pericarditis temprana tras un IM aparece durante 1 a 3 días y no más de 1 semana después del episodio índice.1,3,6 Se debe a la necrosis transmural con inflamación que afecta al pericardio visceral y parietal adyacente. La afectación pericárdica se correlaciona con el tamaño del infarto. En la autopsia, alrededor del 40% de los pacientes con grandes IM con onda Q presenta pericarditis. La revascularización temprana ha reducido notablemente la incidencia de esta forma de pericarditis. En un informe reciente,82 solo el 4% de los pacientes sometidos a una intervención percutánea primaria presentó signos clínicos de pericarditis temprana. La pericarditis tardía se caracteriza por poliserositis con derrames pericárdicos y/o pleurales.1,3 El síndrome fue descrito inicialmente por Dressier y presentaba una incidencia estimada del 3 al 4%. Su incidencia ha disminuido también de forma notable desde el inicio de la revas cularización temprana y fue solo del 0,1% en el mismo informe.82 Se cree que el síndrome de Dressier tiene una etiología autoinmunitaria debida a la sensibilización de las células miocárdicas en el momento del IM. Se han demostrado anticuerpos antimiocárdicos. Manifestaciones clínicas Lo más frecuente es que la pericarditis temprana después de un IM sea asintomática y se diagnostique al auscultar un roce, generalmente 1-3 días después del acontecimiento. La pericarditis temprana después de un IM pocas veces produce un derrame lo suficientemente grande como para inducir un taponamiento por sí mismo. No obstante, puede producirse un taponamiento con la rotura de la pared libre delVI. Debido a su asociación a IM grandes, la pericarditis temprana después de un IM debe alertar al médico de esta posibilidad, especialmente si hay un derra me. Aparece un dolor torácico pleurítico en los pacientes sintomáticos durante el período mencionado antes. Es importante distinguir el dolor pericárdico de la recurrencia de las molestias isquémicas. Habitualmente esto no es difícil en función de las características clínicas. No obstante, los cambios típicos de la pericarditis aguda en el ECG son infrecuentes tras un IM. La inflamación pericárdica se localiza en la zona infartada; de ahí que los cambios en el ECG suelan ser una nueva elevación sutil del segmento ST en las derivaciones afectadas originalmente. Puede pro ducirse una evolución atípica de la ondaT, que consiste en ondas T altas persistentes, o una normalizacióntemprana de las ondas T invertidas, que parece ser muy sensible en la detección de la pericarditis temprana posterior a un IM. El síndrome de Dressier se produce entre 1 semana y varios meses después de un IM. Los síntomas son fiebre y dolor torácico pleurítico. La exploración física puede mostrar roces pleurales y/o pericárdicos. La radiografía de tórax puede mostrar un derrame pleural y/o un agranda- miento de la silueta cardíaca y el ECG muestra, a menudo, una elevación del segmento ST y cambios en la onda T típicos de la pericarditis aguda. Aunque los derrames son comunes, el taponamiento es infrecuente. Tratamiento Aunque se asocia con grandes IM, la pericarditis temprana tras un IM es por sí misma, casi invariablemente, un proceso benigno que no afecta de form a independiente a la mortalidad hospitalaria.82 El tratamiento se basa en los síntomas. El aumento de las dosis habituales de áddo acetilsalicílico tras un IM (650 mg, tres a cuatro veces al día de 2 a 5 días) o el paracetamol suele ser eficaz.1,3,6 Los corticoesteroides, y algunos AINE diferentes del ácido acetilsalicílico, pueden interferir con la conversión del IM en una cicatriz, lo que da lugar a un adelgazamiento de la pared y a una mayor incidencia de rotura tras IM.3 Por tanto, estos fármacos deberían evitarse. Dado que un hemopericardio importante es muy infrecuente en la pericarditis temprana tras un IM y no existen pruebas de que la heparina u otros fármacos antitrombóticos aumenten su riesgo, no es necesario modificar su administración. 1653 E nferm edades pericárdicas E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1654 Aunque el síndrome de Dressier es un trastorno autolimitado, debe ría considerarse el ingreso en el hospital para observación y control en paciente con un derrame pericárdico importante o si también se están considerando otros procesos, como un infarto pulmonar. El áddo acetilsa licílico u otros AINE son eficaces para alivio sintomático.1,3 Probablemente, la colchicina también es eficaz. Los corticoesteroides serán necesarios pocas veces, pero, si no pueden evitarse, nosotros recomendamos una posología similar a la de la pericarditis aguda. P ericard itis induc ida p o r la rad iac ión Causa y f is io p a to lo g ía . La radiación mediastínica y torácica es el tratamiento estándar de varias neoplasias torácicas. A pesar de las mejoras en las estrategias posológicas, la afectación pericárdica y otras formas de enfermedad cardíaca siguen siendo complicaciones significativas.83'85 .Los linfomas de Hodgkin y no hodgkinianos, así como el tum or de mama, son los asociados con mayor frecuencia con la pericarditis inducida por radiación (v. cap ítu lo 69). Los factores que influyen sobre el daño pericárdico inclu yen la dosis, la cantidad de la silueta cardíaca expuesta, la naturaleza de la fuente de la radiación, y la duración y fragmentación de la terapia. Los tumores de la mama izquierda afectan al pericardio con mayor frecuencia que los de la mama derecha.84 Con los nuevos sistemas de aplicación de la radioterapia, la incidencia de pericarditis clínicamente evidente es aproximadamente del 2 % ,3,84,85 aunque es del 20% cuando se expone todo el pericardio. Características clínicas. La pericarditis por radiación adopta una de dos formas, una enfermedad aguda con dolor torácico y fiebre, y una forma retrasada que puede ocurrir años después del tratamiento. Los derrames asintomáticos, autolimitados son muy frecuentes poco después de la radio terapia, pero el taponamiento es infrecuente. Las manifestaciones tardías de la lesión por radiación aparecen desde cerca de 1 año hasta 20 años después de la exposición. Los pacientes pueden acudir por una pericarditis y un derrame sintomáticos con o sin compresión cardíaca o congestión circulatoria debida a una constricción. Los derrames pueden evolucionar hacia la constricción (es decir, un síndrome constrictivo con derrame). Los derrames inducidos por radiación se pueden confundir con los derrames malignos. Estos se asocian, habitualmente, con otros signos de recurrencia de la enfermedad. El hipotiroidismo inducido por irradiación mediastínica también puede contribuir al derrame pericárdico. La pericardiocentesis con análisis del líquido para células malignas y las pruebas de función tiroidea diferencian la radiación de otras causas. Tra tam iento . Los derrames pericárdicos sintomáticos pueden drenarse por vía percutánea o quirúrgica. Habitualmente, los derrames pericárdicos recurrentes se tratan mejor de forma quirúrgica con la creación de una ventana o una pericardiectomía. Esta última es el tratamiento de elección en pacientes con constricción. Sin embargo, la mortalidad perioperatoria es mayor que en la constricción idiopática. La eficacia de los fármacos antiinflamatorios no se conoce, pero parece improbable que beneficie a los pacientes que han progresado a la constricción. Enfe rm edad p ericárd ica y cáncer (v. ca p ítu lo 69) Causa y fis io p a to lo g ía . Los implantes tumorales pericárdicos son la causa habitual de la afectación pericárdica en los pacientes con neoplasias malignas, aunque también se observan causas infecciosas, la enfermedad inducida por la radiación y, como se señaló antes, la obstrucción del drenaje linfático por los ganglios mediastínicos.1,3,86 Las neoplasias malignas son una causa importante de taponamiento cardíaco en los países desarrollados. El carcinoma de pulmón es el cáncer más frecuente que afecta al pericardio y es responsable de aproximadamente el 40% de los derrames malignos. El carcinoma de mama y los linfomas son responsables de otro 40% . El carci noma digestivo, los melanomas y los sarcomas son responsables de la mayor parte del resto. Con la llegada de la infección por el VIH ha aumentado la incidencia de sarcoma de Kaposi y de afectación linfomatosa del pericardio, pero el TARGA ha reducido su incidencia. M anifestaciones clínicas. Aunque los implantes tumorales pericárdi cos pueden causar dolor, la característica dominante es, generalmente, el derrame. Son frecuentes los patrones constrictivos con derrame. Un derrame asintomático descubierto de forma accidental puede ser el primer signo de una neoplasia maligna. No obstante, la mayoría de los pacientes tienen derrames sintomáticos, taponam iento o ambos.86,87 En un artículo,87 el 18% de los derrames grandes sintomáticos representó la primera manifes tación de una neoplasia maligna después de excluir a los que tenían una causa identificable. El ECG en los derrames malignos suele mostrar ano malías inespecíficas de la onda T y un voltaje del QRS bajo. La elevación del segmento ST es inusual. Además de la ecocardiografía, la TC y la RM son útiles para evaluar la extensión de las metástasis pericárdicas. T ratam iento . Como puede haber otras formas de enfermedad pericárdi ca, en la mayoría de los pacientes con cáncer y derrames hay que confirmar la afectación metastásica del pericardio analizando el líquido pericárdico o, si es necesario, haciendo una biopsia. No obstante, el juicio clínico determina las excepciones a esta regla general, especialmente cuando los derrames no son grandes y no se está contemplando ningún tratamiento específico, como la instilación de fármacos en el espacio pericárdico. Es esencial evaluar la esperanza de vida y los deseos de los pacientes res pecto al final de su vida antes de realizar la pericardiocentesis y escoger las modalidades terapéuticas. En los pacientes en estado terminal, el drenaje solo debe realizarse para aliviar los síntomas. No obstante, los pacientes con mejores pronósticos merecen un abordaje más intensivo, que puede ser gratificante en un número sorprendentemente elevado. En algunos casos, un solo drenaje proporcionará alivio prolongado, así como líquido para analizar, aunque el principalfactor que influye finalmente en la super vivencia es el tratam iento satisfactorio del cáncer subyacente.88 Por esta razón, la pericardiocentesis cerrada debe ser el primer paso en la mayoría de los pacientes, con varios días de drenaje y una atención cuidadosa a la posibilidad de que vuelva a acumularse. Los derrames malignos tienen una cifra de recidivas elevada 86,88 Por tanto, si se diagnostica un derrame maligno, y especialmente si es recurrente, generalmente está indicada la instilación intrapericárdica de fármacos. Se han usado varios fármacos esclerosantes, como la tetraciclina y los antineo- plásicos. Se recomienda una sola instilación de cisplatino (30 mg/m2 durante 24 h) para los cánceres más frecuentes que afectan al pericardio, y reduce o retrasa sustancialmente las recidivas.86 Otras opciones son la bleomicina para el cáncer de pulmón no microcítico89 y la tio tepa, que es eficaz en varios tumores malignos.90 Independientemente del fármaco, el tratamiento sistémico eficaz concomitante de la neoplasia maligna constituye la mejor oportunidad para controlar la afectación pericárdica.86,88,91 La radiación con haz externo es una alternativa en los pacientes con tumores radiosensibles y suele preferirse en aquellos con ganglios linfáticos aumentados de tamaño que producen un derrame. Debe considerarse una ventana o incluso una pericardiectomía quirúrgica completa en los pacientes con derrames recu rrentes que no responden y que continúan teniendo, por lo demás, un buen pronóstico. Tum ores pericárd icos p rim arios Se han comunicado una serie de neoplasias pericárdicas primarias: meso- teliomas malignos, fibrosarcomas, linfangiomas, hemangiomas, teratomas, neurofibromas y lipomas.1,3,4 Dada su rareza, es difícil generalizar sobre sus manifestaciones clínicas y evolución. Muchas son localmente invasivas y/o comprimen las estructuras cardíacas o se detectan por una silueta cardíaca anormal en la radiografía de tórax. Los mesoteliomas y los fibrosarcomas son mortales. Otros, como los lipomas, son benignos. La TC y la RM son útiles para definir la anatomía de estos tumores pero, generalmente, se necesita la cirugía para el diagnóstico y el tratamiento. Enferm edades pericárdicas in flam atorias (v. cap ítu lo 84) Enferm edades del tejido conjuntivo Este grupo incluye las enfermedades reumatológicas autoinmunitarias «clásicas». En casi cualquiera de ellas puede afectarse el pericardio, pero la mayoría de los casos se dan en pacientes con artritis reumatoide (AR), LES y esclerosis sistémica progresiva (ESP) (esclerodermia).1,3,4,6,8,92 La afectación de aquellos con polimiositis, dermatomiositis, síndrome de Sjogren y enfermedad mixta del tejido conjuntivo es inusual. Además, muchos fármacos pueden causar pericarditis como parte de un síndrome similar al LES. En estas enfermedades, la RM con gadolinio resulta útil para detectar y cuantificar la inflamación pericárdica activa.3,6,92 La afectación pericárdica es frecuente en la AR1,3,4,92 (v. c a p ítu lo 84). Estudios de necropsia antiguos revelaron inflamación pericárdica apro ximadamente en el 50% de los pacientes. Ningún estudio moderno ha abordado la incidencia tota l de afectación pericárdica, pero se identifica afectación clínica en el 10-25% de los pacientes. El do lo r torácico, la fiebre y la disnea por una pericarditis aguda suelen aparecer junto con las exacerbaciones de la enfermedad. El derrame pericárdico asintomático o el taponamiento también pueden ser las primeras manifestaciones. El líquido pericárdico se caracteriza por una glucosa baja, una leucocitosis neutrofílica, una elevación de los títu los de facto r reumatoide, una disminución del complemento y, en pocos casos, una elevación de las concentraciones de colesterol. Puede aparecer una constricción después de una inflamación prolongada. En los pacientes con una enfermedad activa, el tratamiento de la pericarditis aguda o del derrame asintomático es, en primer lugar y ante todo, el tratamiento eficaz de la exacerbación.92 La enfermedad pericárdica parece responder bien a las dosis altas de ácido acetilsalicílico o AINE. La colchicina es eficaz en las recidivas3,4,6 y, en vista de la experiencia global con este fármaco, es una adición razonable como tratamiento de primera línea. Los derrames que causan taponamiento deben, por supuesto, drenarse y analizarse para excluir otras causas además de la AR, especialmente las infecciones en los pacientes inmunodeprimidos. La respuesta al tratamiento de la enfermedad subyacente es generalmente demasiado lenta e incierta como para aconsejar una espera expectante con la esperanza de que los El se vi er . F ot oc op ia r sin au to riz ac ió n es un de lit o. derrames grandes se reduzcan. El taponamiento recurrente o los derrames grandes son indicaciones para hacer una ventana pericárdica. En algunos pacientes que reciben tratam iento contra el facto r de necrosis tumoral, el derrame pericárdico puede relacionarse con el fármaco en lugar de la enfermedad.93 La pericarditis es la manifestación cardíaca más frecuente del LES,1,5'6'92 y la pericarditis aguda puede ser su primera manifestación. Aproximadamente en el 40% de los pacientes con LES, la pericarditis se produce en algún momento, generalmente junto con una reactivación general. Los pacientes típicos tienen dolor torácico pleurítico y febrícula. Los derrames pequeños asintomáticos se han considerado frecuentes,92 pero un artículo reciente94 solo los encontró aproximadamente en el 5% de los pacientes. El ECG muestra, a menudo, hallazgos típicos de pericarditis aguda. La radiografía de tórax muestra un aumento de la silueta cardíaca si hay derrame, junto con derrames pleurales y con frecuencia infiltrados parenquimatosos. Los derrames pericárdicos tienen un elevado contenido proteínico y bajo en glucosa, y un número de leucocitos inferior a 10.000/ml3, y tienen ANA. Como en la AR, es im portante excluir la pericarditis infecciosa, porque muchos pacientes están inmunodeprimidos. La mayoría de los pacientes responden a los corticoesteroides o al tratamiento inmunodepresor usado para tratar las reactivaciones de la enfermedad. Se producen derrames lo suficientemente grandes como para causar una alteración hemodinámica secundaria al taponamiento cardíaco hasta en el 10-20% de los pacientes con LES en algún momento de la enfermedad.95 De acuerdo con esto, en los pacientes con derrames recién descubiertos nosotros recomendamos su hospitalización con el fin de vigilar las complicaciones hemodinámicas hasta que se asegure la estabilidad. El drenaje cerrado combinado con los corticoesteroides suele ser eficaz en estos pacientes.1'5 95 No obstante, una proporción significativa puede necesitar una ventana a pesar de las dosis altas de corticoesteroides. Los pacientes con ESP tienen una incidencia aproximadamente del 10% de pericarditis aguda con dolor torácico y roce pericárdico.5-6-92 Se encuen tra una afectación pericárdica en la necropsia en hasta el 70-80% de los pacientes, mientras que el derrame se detecta por ecocardiografía hasta en el 40% . La mayoría son pequeños y asintomáticos, pero pueden surgir rápidamente derrames grandes y producir un taponamiento. También se ha descrito la pericarditis constrictiva tardía. El tratamiento de la pericarditis aguda en los pacientes con ESP no es a menudo satisfactorio, y la respuesta a los AINE es impredecible. A pesar de la falta de experiencia publicada, hay que considerar la colchicina. El cateterismo del lado derecho del corazón es útil en los pacientes con disnea o insuficiencia cardíaca derecha para evaluar la relevancia hemodinámica de los derrames, así como la enfermedad vas cular pulmonar con hipertensión pulmonar, que puede confundirse con la afectación pericárdica.96 La enfermedad pericárdica inducida por fármacos suele form ar parte del síndrome del LES.3-4 No hay estudios recientes sobre las característicasepidemiológicas ni la causa del LES inducido por fármacos, y la lista de fár macos causales es larga. La isoniacida y la hidralacina son, probablemente, las causas más frecuentes. Se han descrito los derrames grandes, el tapo namiento y la constricción, pero son infrecuentes. Además de suspender el fármaco, el tratamiento viene determinado por los elementos específicos del síndrome del LES, así como los esfuerzos habituales destinados a detectar y tratar los derrames. Pocas veces la pericarditis inducida por fármacos como la penicilina y el cromoglicato tiene relación con reacciones de hipersensibilidad eosinófila sin un cuadro de LES. Pericarditis tras pericardiotomía y tras lesión cardíaca (v. capítu lo 72). Las lesiones cerradas o penetrantes del tórax y el corazón con contusión miocárdica pueden causar una pericarditis aguda. La pericarditis pocas veces tiene relevancia clínica cuando se compara con otros efectos del traumatismo. No obstante, la pericarditis puede surgir días a meses después de una operación quirúrgica cardíaca, una toracotomía, un traumatismo torácico y, pocas veces, la colocación transvenosa de un marcapasos.3-4-97-98 Aunque esta complicación se pasa a menudo por alto, aparece hasta en el 15% de los pacientes sometidos a una operación cardíaca.99 El sexo feme nino y la incisión pleural son factores de riesgo independientes del síndrome pospericardiotomía.99 Se cree que en la patogenia participa la producción de anticuerpos anticardíacos en respuesta a la lesión miocárdica,3-97 aunque también puede intervenir la inmunidad celular. Se produce una respuesta inflamatoria sistémica, que se caracteriza por febrícula, una leucocitosis leve y una inflamación pleuropericárdica con molestias torácicas asociadas. La radiografía de tórax muestra de forma típica derrames pleurales. El ECG revela cambios compatibles con una pericarditis aguda aproximadamente en el 50% de los casos. La ecocardiografía suele mostrar un derrame pequeño a moderado, pero el taponam iento es inusual. Se ha demostrado que la colchicina iniciada el tercer día del postoperatorio en una dosis de 1 mg dos veces al día y después de 0,5 mg dos veces al día durante 1 mes reduce más que a la mitad la incidencia de síndrome pospericardiotomía.100 No obstante, se ha puesto en duda el uso habitual de la colchicina.101 Los AINE son la primera línea de tratamiento en los pacientes con el síndrome, y se añade colchicina en los que todavía no la reciben. Se obtiene una respuesta © excelente generalmente en 48 h. La duración del tratamiento se determina de forma empírica, pero 2-3 semanas parecen razonables. El tratamiento corticoesteroide se reserva para los pacientes con síntomas refractarios, intensos o recurrentes. Enfermedades genéticas del sistema inmunitario innato con afec tación pericárdica. En esta categoría se engloban varias enfermedades infrecuentes causadas por mutaciones de los genes responsables de la regu lación del sistema inmunitario innato. Las más significativas son TRAPS,25-26 expuesto antes como causa de pericarditis recurrente, y la fiebre medite rránea fam iliar (FMF).92 La FMF es una enfermedad autosómica recesiva que aparece en grupos étnicos originados en la región mediterránea, y se caracteriza por brotes recurrentes de fiebre y poliserositis, con frecuencia con afectación pericárdica. Las reactivaciones de TRAPS y FMF son más notables en los niños. Diversas enfermedades inflamatorias. El síndrome de Churg-Strauss es una enfermedad autoinmunitaria multisistémica muy infrecuente carac terizada por una infiltración eosinófila difusa y una vasculitis, habitualmente con rinosinusitis. La afectación pericárdica comprende derrames grandes con taponam iento .102 La enfermedad relacionada con la lgG 4103 es un tras torno fibroinflamatorio sistémico reconocido recientemente asociado a una elevación de las concentraciones séricas de lgG4. Descrita en un principio como una pancreatitis autoinmunitaria, se ha definido la afectación de múlti ples órganos, incluido el pericardio. Esta última abarca derrames grandes e incluso constricción. La afectación cardíaca aparece en el 20-30% de los pacientes con sarcoidosis. Aproximadamente el 20% tienen derrames pericárdicos pequeños,104 pero la afectación pericárdica clínica es inusual. La enfermedad de Erdheim-Chester es una histiocitosis no de células de Langerhans con in filtración tisu lar multiorgánica por lin focitos CD68+, CD1a-.105 Se han descrito derrames pericárdicos de moderados a grandes. Finalmente, se ha comunicado la afectación pericárdica en la enfermedad inflamatoria intestinal y en la fibrosis retroperitoneal idiopática. Miocardiopatía por sobrecarga La miocardiopatía inducida por sobrecarga (síndrome de takotsubo) cada vez se ha reconocido más a lo largo del último decenio. En un principio se describió un inflado reversible de la porción apical del ventrículo izquierdo, pero son frecuentes las variantes. El derrame pericárdico se detectó en el 70% de los pacientes en una serie,106 y hay al menos un informe de un taponamiento cardíaco. El mecanismo de afectación pericárdica es, proba blemente, la inflamación epicárdica.106 Hemopericardio Cualquier forma de traum atism o torácico puede provocar un hemope- ricardio3-4,6-44 (v. capítulo 72). La rotura de la pared libre tras un IM con hemopericardio aparece varios días después de un IM transparietal y se expone en el capítulo 50. El hemopericardio secundario a una hemo rragia retrógrada en el saco pericárdico es una complicación importante y produce la muerte en los pacientes con aneurismas disecantes del tipo I (v. capítulo 57). Estos pacientes también pueden tener la combinación de una sobrecarga de volumen aguda por una rotura de la válvula aórtica y un taponamiento sin pulso paradójico. Anteriormente se expuso el papel de la pericardiocentesis. Varias intervenciones realizadas en el laboratorio de cateterismo cardíaco pueden causar un taponamiento. Pueden pincharse las paredes auriculares o ventriculares durante la valvuloplastia mitral, y esto lo indica un dolor torácico brusco.6 Suele producirse un taponamiento que puede ser rápido o retardado. Habitualmente se controla con un drenaje percutáneo. Se obser van, en ocasiones, derrames pericárdicos pequeños después del cierre con dispositivo de defectos en el tabique interauricular, pero el taponamiento es inusual.107 La inserción del sistema de cierre de la orejuela de la aurícula izquierda de Watchman se complica con una incidencia significativa de perforación y derrames, que con frecuencia causan taponam iento.108 La acumulación de experiencia reduce la incidencia, pero aún es del 2,2% en el registro de PROTECT.108 La implantación transcutánea de la válvula aórtica se complica con una incidencia aproximada del 1 % de taponamiento cardíaco.109 El derrame pericárdico y el taponam iento como resultado de una per foración coronaria son una complicación infrecuente de la intervención coronaria percutánea (v. capítulo 55), con una incidencia del 0,1-0,6% en la serie extensa más reciente.110 El hallazgo clínico suele ser el de una descompensación cardíaca rápidamente progresiva, aunque en ocasiones puede ser tardía y de aparición más lenta. El diagnóstico se hace gene ralmente por la extravasación del pigm ento de un vaso coronario en el saco pericárdico. La pérdida del pulso cardíaco en la radioscopia indica un derrame significativo. El tratam iento del taponam iento exige sellar la perforación, la pericardiocentesis y la reversión de la anticoagulación.5,110 Si la perforación no puede tratarse por vía percutánea, está indicada una operación quirúrgica urgente. El derrame pericárdico y el taponam ien to tam bién pueden ser una complicación de intervenciones con catéter para el tratam iento de arrit mias, especialmente la ablación para la fibrilación auricular. En una serie extensa,111-112 la incidencia de derrame pericárdico tras la ablaciónde una 1655 E n fe rm e d a d e s p e ricá rd ica s E n f e r m e d a d e s d el c o r a z ó n , el p e r ic a r d io y el le c h o v a s c u la r p u l m o n a r Vllll 1656 fibrilación auricular se sitúa entre el 0,4 y el 0 ,8% . A muchos pacientes se les puede tratar de forma conservadora, y el drenaje cerrado, si es necesario, suele ser suficiente en los derrames más grandes. La reducción de la energía de la ablación parece reducir la incidencia. La anticoagulación terapéutica no incrementa el riesgo de derrame. La perforación del VD complica en ocasiones la inserción de derivaciones de marcapasos y desfibriladores implantables, así como el desprendimiento agudo de la derivación, pero pocas veces provoca un taponamiento. Se ha subrayado la perforación tardía del VD (> 5 días después de la implantación) por derivaciones de marcapasos y desfibriladores implantables con fijación activa de diámetro pequeño.113 La perforación es una complicación ocasional de la biopsia endomiocár dica del VD, pero pocas veces produce taponamiento.81,114 Finalmente, el taponamiento cardíaco es una complicación infrecuente de la cirugía gas- troesofágica laparoscópica.115 Enfermedad pericárdica asociada a la glándula tiroides Un 25-35% de los pacientes con hipotiroidismo grave desarrolla derrames pericárdicos13 (v. capítulo 81). Estos derrames pueden ser grandes pero pocas veces, si alguna, producen taponamiento. Los derrames hipotiroideos presentan, a menudo, elevadas concentraciones de colesterol. Los derrames se resuelven de forma gradual con el tratamiento tiroideo de sustitución. Con poca frecuencia se produce un derrame en el hipertiroidismo. Enfermedad pericárdica en el embarazo Aproxim adam ente en el 4 0 % de las em barazadas sanas se observan pequeños derrames pericárdicos poco importantes1,116 (v. capítulo 78). El embarazo no influye por sí mismo en la incidencia, causa o curso de la enfermedad pericárdica ni, en general, en su tratamiento. Sin embargo, la colchicina está contraindicada y solo se debería realizar una pericardio centesis en los derrames que producen un taponamiento y/o si se sospecha una causa infecciosa tratable. Debería evitarse la pericardiocentesis guiada por radioscopia al principio del embarazo. Anomalías congénitas del pericardio Los quistes pericárdicos son malformaciones congénitas benignas e infre cuentes.1,3 Por lo general, están llenos de líquido, se localizan en el ángulo costofrénico derecho y se identifican como un hallazgo casual en una radiografía de tórax. Habitualmente, el diagnóstico se confirma mediante ecocardiografía. El tratamiento es conservador. Los quistes pericárdicos aparecen pocas veces en los pacientes con una enfermedad renal poliquís- tica autosómica dominante,117 y en ellos provoca en ocasiones un derrame pericárdico. La ausencia congénita del pericardio es también muy infrecuente (v. capítulo 62). Generalmente, está ausente parte o todo el pericardio parietal izquierdo, aunque también se ha comunicado una ausencia parcial del lado derecho.1,3,4 La ausencia parcial del pericardio izquierdo se asocia con otras anomalías como la comunicación interauricular, la válvula aórtica bicúspide y las malformaciones pulmonares. A menudo, es sintomática y puede permitir la herniación de porciones del corazón a través del defecto y/o la torsión de los grandes vasos, con consecuencias mortales. Los pacien tes pueden manifestar, inicialmente, dolor torácico, síncope o incluso muerte súbita. El ECG muestra, típicamente, un bloqueo incompleto de rama dere cha. La ausencia de la totalidad o la mayor parte del pericardio izquierdo da lugar a una radiografía de tórax característica con un desplazamiento a la izquierda de la silueta cardíaca, un borde cardíaco izquierdo alargado y bandas transparentes entre el botón aórtico y la arteria pulmonar principal y entre el diafragma izquierdo y la base del corazón. La TC o la RM esta blecen un diagnóstico definitivo. La pericardiectomía reduce los síntomas y evita la hernia. B ib lio g ra f ía Lecturas clásicas sobre enfermedad pericárdica 1. Shabetai R: The Pericardium, Norwell, 2003, Mass, Kluwer. 2. LeWinter MM, Myhre EESR Slinker BK: Influence of the pericardium and ventricular interaction on diastolic function. In Gaasch WH, LeWinter MM, editors: Heart Failure and LeftVentricular Diastolic Function, Philadelphia, 1993, Lea & Febiger, pp 103-117. Pericarditis aguda 3. Maisch B, Seferovic PM, Ristic AD, et al: Guidelines on the diagnosis and management of pericardial diseases executive summary; the Task Force on the Diagnosis and Management o f Pericardial Diseases of the European Society of Cardiology, Eur Heart ] 25:587,2004. 4. Dudzinski DM, Mak GS, Hung JW: Pericardial diseases, Curr Probl Cardiol 37:75,2012. 5. Abu Fanne R Banai S, Chorin U, et al: Diagnostic yield of extensive infectious panel testing in acute pericarditis, Cardiology 119:134,2011. 6. Seferovic PM, Ristic AD, Maksimovic R, et al: Pericardial syndromes: An update after the ESC guidelines 2004, Heart Fail Reo 18:255,2013. 7. Machado S, Roubille F, Gahide G, et al: Can troponin elevation predict worse prognosis in patients with acute pericarditis? Ann Cardiol Angeiol (Paris) 59:1,2010. 8. Buiatti A, Merlo M, Pinamonti B, et al: Clinical presentation and long-term follow-up of perim- yocarditis,/ Cardiovasc Med (Hagerstown) 14:235,2013. 9. Imazio M, Negro A, Belli R, et al: Frequency and prognostic significance of pericarditis following acute myocardial infarction treated by primary percutaneous coronary intervention, Am J Cardiol 103:1525,2009. 10. Imazio M, Brucato A, Maestroni S, et al: Prevalence of C-reactive protein elevation and time course of normalization in acute pericarditis: Implications for the diagnosis, therapy, and prognosis of pericarditis, Circulation 123:1092,2011. 11. Sá MI, Kiesewetter CH, Jagathesan R, Prasad SK: Images in cardiovascular medicine. Acute pericarditis assessed with magnetic resonance imaging: A new approach, Circulation 119:el83, 2009. 12. Azam S, Hoit BD: Treatment of pericardial disease, Cardiovasc Ther 29:308,2011. 13. Imazio M, AdlerY: Treatment with aspirin, NSAID, corticosteroids, and colchicine in acute and recurrent pericarditis, Heart Fail Rev 18:355,2013. 14. Lotrionte M, Biondi-Zoccai G , Imazio M, et al: International collaborative systematic review of controlled clinical trials on pharmacologic treatments for acute pericarditis and its recurrences, Am H eart] 160:662,2010. 15. Imazio M, Brucato A, Doria A, et al: Antinuclear antibodies in recurrent idiopathic pericarditis: Prevalence and clinical significance, Int J Cardiol 136:289,2009. 16. Imazio M, Bobbio M, Cecchi E, et al: Colchicine as first-choice therapy for recurrent pericarditis: Results of the CORE (COlchidne for REcurrent pericarditis) trial, Arch Intern Med 165:1987,2005. 17. Imazio M, Bobbio M, Cecchi E, et al: Colchicine in addition to conventional therapy for acute pericarditis: Results of the COlchidne for acute PEricarditis (COPE) trial, Circulation 112:2012, 2005. 18. Artom G, Koren-Morag N, Spodick DH, et al: Pretreatment with corticosteroids attenuates the efficacy of colchicine in preventing recurrent pericarditis: A multi-centre all-case analysis, Eur Heart 726:723,2005. 19. Imazio M, Demichelis B, Parrini I, et al: Management, risk factors, and outcomes in recurrent pericarditis, Am ] Cardiol 96:736,2005. 20. Imazio M, Brucato A, Cumetti D, et al: Corticosteroids for recurrent pericarditis: High versus low doses: A nonrandomized observation, Circulation 118:667,2008. 21. Brucato A, Brambilla G, Moreo A, et al: Long-term outcomes in difficult-to-treat patients with recurrent pericarditis, Am ] Cardiol 98:267,2006. 22. Imazio M, Cecchi E, Demichelis B, et al: Indicators of poor prognosis of acute pericarditis, Circulation 115:2739,2007. 23. Imazio M, Brucato A, MaestroniS, et al: Risk of constrictive pericarditis after acute pericarditis, Circulation 124:1270,2011. 24. Imazio M, Brucato A, Adler Y, et al: Prognosis of idiopathic recurrent pericarditis as determined from previously published reports, Am ] Cardiol 100:1026,2007. 25. Cantarini L, Lucherini OM, Brucato A et al: Clues to detect tumor necrosis factor receptor-asso- dated periodic syndrome (TRAPS) among patients with idiopathic recurrent acute pericarditis: Results of a multicentre study, Clin Res Cardiol 101:525,2012. 26. Cantarini L, Lucherini OM, Muscari I, et al: Tumour necrosis factor receptor-associated periodic syndrome (TRAPS): State o f the art and future perspectives, Autoimmun Rev 12:38,2012. 27. Cantarini L, Lucherini OM, Cimaz R, et al: Idiopathic recurrent pericarditis refractory to col chicine treatment can reveal tumor necrosis factor receptor-associated periodic syndrome, Int ] Immunopathol Pharmacol 22:1051,2009. 28. Lazaros G, Karavidas A, Spyropoulou M, et al: The role of the immunogenetic background in the development and recurrence of acute idiopathic pericarditis, Cardiology 118:55,2011. 29. Thompson JL, Burkhart HM, Dearani JA, et al: Pericardiectomy for pericarditis in the pediatric population, Ann Thorac Surg 88:1546,2009. Derrame pericárdico y taponamiento 30. Al-Dadah AS, Guthrie TJ, Pasque MK, et al: Clinical course and predictors pericardial effusion following cardiac transplantation, Transplant Proc 39:1589,2007. 31. Goland S, Caspi A, Malnick S, et al: Idiopathic chronic pericardial effusion, N Engl J Med 342:1449, 2000. 32. Ben-Horin S, Bank I, GuettaV, Livneh A: Large symptomatic pericardial effusion as the presentation of unrecognized cancer: A study in 173 consecutive patients undergoing pericardiocentesis, Medicine (Baltimore) 85:49,2006. 33. Ditchey R, Engler R, LeWinter M, et al: The role of the right heart in acute cardiac tamponade in dogs, Circ Res 48:701,1981. 34. Singh S, Wann LS, Schuchard GH, et al: Right ventricular and right atrial collapse in patients with cardiac tamponade— a combined echocardiographic and hemodynamic study, Circulation 70:966, 1984. 35. Oh JK, Seward JB, Tajik AJ: The Echo Manual, 3rd ed., Philadelphia, Lippincott, 2006, Williams & Wilkins. 36. Veress G, Feng D, Oh JK: Echocardiography in pericardial diseases: New developments, Heart Fail Rev 18:267,2013. 37. Sagristá-Sauleda J, Angel J, Sambola A, et al: Low-pressure cardiac tamponade: Clinical and hemodynamic profile, Circulation 114:945,2006. 38. Kopterides P, Lignos M, Rapanikolaou S, et al: Pleural effusion causing cardiac tamponade: Report of two cases and review of the literature, Heart Lung 35:66,2006. 39. Mehrzad R, Spodick DH: Pericardial involvement in diseases of the heart and other contiguous structures: Part II: Pericardial involvement in noncardiac contiguous disorders, Cardiology 121:177, 2012. 40. Argulian E, Herzog E, Halpem DG, Messerli EH: Paradoxical hypertension with cardiac tamponade, Am J Cardiol 110:1066,2012. 41. Verhaert D, Gabriel RS, Johnston D, et al: The role of multimodality imaging in the management of pericardial disease, Cir Cardiovasc Imaging 3:333,2010. 42. Alter P Figiel JH, Rupp TP, et al: MR, CT and PET imaging in pericardial disease, Heart Fail Rev 18:289,2013. 43. Sun JS, Park KJ, Kang DK: CT findings in patients with pericardial effusion: Differentiation of malignant and benign disease, AJR Am J Roentgenol 194:W489,2010. 44. Sagristá-Sauleda J, Mercé AS, Soler-Soler J: Diagnosis and management of pericardial effu sion, World J Cardiol 3:135,2011. 45. Sagristá-Sauleda J, Angel J, Sambola A, Permanyer-Miralda G: Hemodynamic effects of volume expansion in patients with cardiac tamponade, Circulation 117:1545,2008. 46. HayashiT,TsukubeT,YamashitaT, et al: Impact of controlled pericardial drainage on critical cardiac tamponade with acute type a aortic dissection, Circulation 126(Suppl 1):S97,2012. 47. TsangTS, Enriquez-Sarano M, Freeman WK, et al: 1127 consecutive therapeutic echocardio- graphically guided pericardiocenteses: Clinical profile, practice patterns, and outcomes spanning 21 years, Mayo Clin Proc 77:429,2002. 48. Syed FF, Ntsekhe M, Mayosi BM, Oh JK: Effusive-constrictive pericarditis, Heart Fail Rev 18:277, 2013. 49. Rafique AM, Patel N, Biner S, et al: Frequency of recurrence of pericardial tamponade in patients with extended versus nonextended pericardial catheter drainage, Am ] Cardiol 108:1820,2011. 50. Swanson N, Mirza I, Wijesinghe N, Devlin G: Primary percutaneous balloon pericardiotomy for malignant pericardial effusion, Catheter Cardiovas Interv 71:504,2008. 51. Pégo-Femandes PM, Mariani AW, Fernandes F, et al: The role of videopericardioscopy in evaluating indeterminate pericardial effusions, Heart Surg Forum 11:E62,2008. 52. Ben-Horin S, Shinfeld A, Kachel E, et al: The composition of normal pericardial fluid and its implications for diagnosing pericardial effusions, Am ] Med 118:636,2005. 53. Karatolios K Pankuweit S, Maisch B: Diagnostic value of biochemical biomarkers in malignant and non-malignant pericardial effusion, Heart Fail Rev 18:337,2013. 54. Karatolios K, Pankuweit S, Goettsch C, et al: Osteoprotegerin andTNF-related apoptosis-inducing ligand levels in malignant and benign pericardial effusions, Clin Biochem 45:237,2012. 55. Ristic AD, Fcinkuweit S, Maksimovic R, et al: Pericardial cytokines in neoplastic, autoreactive, and viral pericarditis, Heart Fail Rev 18:345,2013. 56. Mayosi B M Burgess LJ, Doubell AF: Hiberculous pericarditis, Circulation 112:3608,2005. 57. Seferovic PM, Ristic AD, Maksimovic R, et al: Diagnostic value of pericardial biopsy: Improvement with extensive sampling enabled by pericardioscopy, Circulation 107:978,2003.