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¿POR QUÉ A MÍ?
Una guía para descubrir por qué TE sucede lo que TE
sucede
Elsa Lesser
Derechos de autor © 2020 Elsa Lesser
¿POR QUÉ A MÍ?
Una guía para descubrir por qué TE sucede lo que TE sucede 
México
Título original: ¿POR QUÉ A MÍ?
Corrección de estilo: Ana Luisa Urquiza Pariente
Fotografía: @slavinphotographer
Diseño: @elsalesser
Escrito y editado en 2020
Copyright © Elsa Lesser
Todos los derechos reservados.
Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de la autora, bajo las sanciones establecidas
por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía en tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares de la
misma mediante alquiler o préstamos públicos.
www.elsalesser.com
A mis abuelos, Lourdes y Ernesto,
Estela y Raymundo. De quienes
aprendí mis idiomas, los agradables
y los desagradables. Todos.
A mi bisabuela María Villafaña.
Con profundo amor…
del bueno, del sanador.
Desde aquí te abrazo.
Contenido
 
Página del título
Derechos de autor
Dedicatoria
Introducción
NOTA DE LA AUTORA
CANASTA BÁSICA DE BIENESTAR
LÍMITES: YA BASTA
EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN CONSCIENTE
EL GRAN ARTE DE SABER POR QUÉ: TUS IDIOMAS
¿ENTONCES POR QUÉ A MÍ?
Acerca del autor
Más sobre Elsa Lesser
Introducción
¿Cuántas veces te has preguntado por qué siempre te lastiman? ¿Cuántas
veces te ha dolido de nuevo eso que creías haber dejado atrás? Llevo muchos
años reuniendo grupos y atendiendo pacientes interesados en sentirse mejor y
descubrir cómo pueden hacerlo. El taller El Permiso Más Importante de Tu
Vida que por tanto tiempo estuve dando de forma presencial, lo transformé en
una serie de cursos online para que, más y más gente alrededor del mundo,
pudiera tener acceso y así responder el gran POR QUÉ. Todos los días recibo
en mi consultorio pacientes que me preguntan “¿por qué me duele?”, “¿por
qué me lastimó?”, “¿por qué fue tan cruel conmigo?”, “¿por qué mi papá
nunca nos hizo caso?”, “¿por qué mi mamá no nos quería?”, “¿por qué yo
solamente acepto patanes en mi vida?”, “¿por qué todas las mujeres
lastiman?”, “¿POR QUÉ A MÍ?”. Todos los días quieren comprender muchos
porqués suponiendo que, después de comprenderlo, ya no les va a doler.
Comencemos pues a entenderlos para después poder sanarlos. Claro que te
daré las respuestas, de eso de trata este libro, pero mejor aún, te daré la
fórmula para que las encuentres por ti mismo. Encontrarás aquí conceptos e
ideas repetitivas por dos motivos: porque la repetición provoca que el
conocimiento realmente permanezca y porque esto tan sencillo que leerás es
difícil de absorber con sólo una exposición. Ya verás a lo que me refiero.
Aprendamos por qué pasa lo que pasa y por qué TE sucede lo que TE
sucede. Disfruta esta lectura, de la misma forma que yo he disfrutado por
tantos años compartir estas enseñanzas con cientos de pacientes con los que
he trabajado. Lo que encontrarás en este libro, es la clave inicial para que el
crecimiento de una persona sea rápido, eficaz y definitivo. Incluso las
personas resistentes al cambio podrán comprender por qué se resisten.
Gracias por compartir mis palabras, deseo que cada una de ellas penetre a
tu historia y a tu presente, sanando las preguntas que tienes desde cada herida
con las respuestas que aquí encontrarás.
NOTA DE LA AUTORA
Los nombres y casos aquí mencionados son simulados, creados o
modificados para respetar la privacidad de los pacientes y la ética de la
práctica profesional.
CANASTA BÁSICA DE BIENESTAR
“Nadie, en toda tu vida, te ha maltratado más que tú mismo.”
Don Miguel Ruiz
TU TRANQUILIDAD
Mariana se levantó a las cinco de la mañana, aunque estaba despierta desde
las tres. Despertar en las madrugadas era ya una desesperante costumbre. Se
puso su ropa de deporte, sus tenis, tomó su celular, inició su playlist llamado
“Rocky” y salió a correr con todas sus fuerzas. Correr la cansaba. No le
quitaba la ansiedad, pero mientras corría, sentía que le bajaba un poco el
nivel a las sensaciones desagradables que tenía día y noche.
Casi una hora después regresó a su casa, prendió la cafetera y se metió a la
regadera. Lloró bajo el chorro de agua, como todas las mañanas. Sabía que le
esperaba un día de opresión en el pecho, sudoración sin motivo, cosquillas en
manos y brazos, deseos desesperantes de estar en otro lado que no fuera ahí
adentro de su cuerpo. Lloró sin preocuparse de que la escucharan porque
tenía casi un año de haber cumplido su meta de vivir sola, independiente de
sus papás. Estaba logrando objetivos que al parecer no le significaban ningún
bienestar ni motivación.
Salió de la regadera con el ligero cansancio que provoca un desahogo, pero
con la sensación de seguir ahogada. Mientras se vestía, repasaba una y otra
vez lo que debía hacer ese martes, no quería que se le escapara nada, a ver si
recordando cada actividad la ansiedad bajaba un poco. Hacía una lista mental,
mientras de vez en cuando veía su agenda en su teléfono para verificar que no
estuviera olvidando algo. Nada. Parecía que todo estaba en orden, pero la
ansiedad seguía y por momentos se incrementaba.
¿Qué puede faltarme? ¿Por qué no se quita esto? ¿Cómo me lo arranco? Ya
tengo un mejor trabajo, ya vivo sola, ya corro todos los días, ya me alimento
mejor, ya no extraño a mi ex, ya hice lo que mis papás esperaban que
hiciera… Una y otra vez repetía sus logros. No encontraba explicación a su
ansiedad.
Como todos los martes, llegó a comer a casa de sus papás. “Hola papá,
¿cómo estás?”. La mirada tranquila de su papá siempre venía acompañada de
un par de preguntas, las mismas casi siempre. “Hola hija. ¿Cómo va el
trabajo? ¿Ya te subieron el sueldo?”. Preguntas automáticas que, si las
respondía Mariana, estaba bien para su papá, si no las respondía, tampoco
pasaba nada. Así son las preguntas automáticas. Sin embargo, esas dos
inocentes preguntas, sobre todo la segunda, caían como ancla dentro del
estómago de Mariana, cimbrándole un puño de ansiedad.
Escuchó los pasos apresurados de su mamá entrar a la cocina. “Ah, ya
llegaste, hola hija. A ver, muévete y ayúdame. Si ya habías llegado me
hubieras ayudado poniendo la mesa, cuando menos. ¿Cómo va el trabajo?
¿Ya te cansaron? ¿Ya estás buscando otro? ¿Y qué pasó con aquel jefe que
les gritaba a todos? ¿Sigue ahí o ya lo corrieron? Pásame ese mantel por
favor. Llévate esto a la mesa. ¿Y cuándo vas a hacer algo que se relacione
con tu carrera? ¿Ya te contó tu hermano que lo van a mandar de viaje de
trabajo a Polonia? ¿Donde trabajas, hay esos viajes? Tal vez deberías pedir
que te manden a otro lado a capacitarte, sirve que viajas. Ya vamos a
sentarnos que se va a enfriar. ¿Qué tienes? Te ves preocupada. ¿Estás bien?
¿Ya pasó algo en el trabajo, verdad?”.
Mariana salió de casa de sus papás 50 minutos después de la balacera de
preguntas. Muchas veces, salía de las comidas de los martes enojada porque
sus papás “la hacían sentir mal”. No eran enojos pequeños, se reclamaba a sí
misma “a qué voy, si nunca les parece lo que hago”. Sus papás, satisfechos
con la visita, disfrutaron el resto del martes, mientras ella manejó las
siguientes cuadras con la ansiedad al tope, crecida también con el enojo.
Tenía, además, un miedo diario: cada que se terminaba la tarde le tenía terror
a que se acercaba la noche porque sabía que aparecería otra vez el insomnio,
pensando en las preguntas de sus papás, más las que se acumulaban en el
transcurso de la noche. Si tan solo Mariana supiera lo sencillo que es
desbloquear los síntomas de ansiedad, dejar de lado la intranquilidad y volver
a instalar dentro de ella SU tranquilidad.
Hace muchos años, sin que Mariana se diera cuenta, le había cedido SU
TRANQUILIDAD a sus papás. Ellos no lo solicitaron, ellos no le pidieron
“por favor deja tu tranquilidad en la entrada de la casa o guardada en un
cajón”. Ella, en cambio, la dejó olvidada en otro lugar, afuera de ella.
¿Te resulta sencillo recordar algún momento en que le dejaste TU
TRANQUILIDAD aalguien más para que te la cuidara? ¿Hace cuánto que no
la tienes contigo, disponible para ti las 24 horas del día?
TU SEGURIDAD
Rosalba se estacionó en la plaza comercial revisando bien dónde dejaba su
auto porque solía perder la orientación y después ya no encontrarlo. Caminó
con pasos cortos y rápidos a la cafetería de moda donde ya se encontraba su
amiga, esperándola. Se abrazaron y Rosalba dejó su bolsa de mano y su
pashmina en la silla vacía al mismo tiempo que le pidió al mesero un café
cappuccino con leche de soya. Se acomodó en la silla tomando aire suficiente
para poder hablar sin parar las siguientes dos horas.
“No sé ya ni por dónde comenzar a platicarte amiga”, empezó Rosalba la
historia, mientras sacaba su teléfono celular y buscaba unas fotos. “Ahora me
encontré estos tickets de compra y estas conversaciones, mira, tiene puras
caritas… no sé quién es ella, pero claro que ya me metí a su perfil y parece
que está casada y tiene hijos, por qué le pone caritas, no entiendo, no le dice
nada grave la verdad, ya leí toda la conversación y no hay nada, pero ¿y si
sí?”.
Así comenzó una historia que Rosalba contó a detalle de arriba para abajo.
Después la volvió a platicar de abajo hacia arriba. Terminando la segunda
vuelta, la compartió una tercera desde un ángulo y un análisis diferente.
Después entre Rosalba y Ana, comenzaron a hacer conjeturas de lo que
seguramente estaba pasando en la vida de su marido. Con tanto análisis de
por medio, Ana, con toda firmeza le comenta “ya déjalo amiga, no te merece,
tú no mereces estar con un hombre que no te valora y que te hace sufrir”.
Rosalba la miraba fijamente, casi como si después de ese comentario su
mente se perdiera a través de su amiga y se fuera a otro planeta, como
dormida despierta. Ana la devolvió a planeta Tierra. “Amiga, qué haces con
él, es obvio que hay algo que tu marido esconde”.
Muchos minutos de inseguridad después y con tres cafés en su sistema,
Rosalba se despidió de Ana subiéndose al auto aún más insegura de lo que
llegó. Estaba segura de que, platicando con Ana, sus dudas desaparecerían y
se sentiría mejor, pero sólo logró confundirla más.
Regresó a su casa, dejó la bolsa y revisó los tickets que había guardado, los
analizó nuevamente. Los volvió a guardar sabiendo que cada día se sentía
más insegura y con una débil certeza de que su marido la estaba engañando.
En la noche, él llegó a casa. Rosalba lo esperó habiendo dado un millón de
vueltas a la sala sin saber resolver lo que estaba pasando, los celos la estaban
volviendo loca y cada día se incrementaban. “¿Qué es esto?” preguntó ella en
cuanto él entró atravesando la sala. “Buenas noches, amor”, dijo él
pausadamente, con la intención de que Rosalba se diera cuenta de que lo
recibió con un reclamo y no con un saludo. Ella, al borde del colapso, repitió
más fuerte “¿qué es esto?”. Él se acercó, tomó el ticket, la vio a los ojos
molesto por repetir la misma escena cada noche, abrió el cajón del trinchador
y sacó un paquete. “Es el regalo que me pediste que comprara para tu hija”, y
dejando el paquete en la mesa del comedor, se fue incómodo al cuarto.
Rosalba, apenada, tomó el regalo mientras lloraba la inseguridad que había
arrastrado todo el día. Pero faltaban los mensajes, las caritas, esas no podría
justificarlas. Quiso dejar el paquete y entrar al cuarto a reclamar, a pedir una
explicación, pero sabía que todos los días había un reclamo nuevo, una
explicación nueva. Sabía que su marido tendría un límite y que lo estaba
cansando. Todos los días había un descubrimiento que incrementaba sus
celos, así como todos los días su marido se cansaba de justificar lo que ella
encontraba. Estaba atada de manos entre ir a reclamar los mensajes que
encontró o dejarlo pasar. Sus celos la volvían loca. No quería hartarlo, pero
tampoco quería ignorar lo que iba descubriendo. Sentía inseguridad diaria y
creciente, así como sentía desesperación de no poder estar tranquila desde
hace ya tanto tiempo. Sabía que tenía que sanar el tema de los celos que la
estaban dejando en pedazos.
Toda la seguridad que alguna vez tuvo, la envolvió en un paquete y sin que
su marido se enterara, lo escondió en alguna parte de las pertenencias de él.
Eso es lo que sucede cuando TU SEGURIDAD, que claramente te
corresponde guardarla a ti, se la dejas a alguien más para que se haga cargo
de ella.
No tiene importancia lo que sucede allá afuera, de tu piel hacia afuera no te
corresponde. TU SEGURIDAD vive dentro de ti, y si por algún motivo la
dejas en manos del alguien más, ya no podrás sentirte más que insegura, hasta
que la recuperes nuevamente. ¿A quién sueles dejarle TU SEGURIDAD?
¿Desde hace cuánto tiempo?
TU FORTALEZA
Daniela, mamá de cuatro, tuvo una vida sin mayores contratiempos. Hasta
ahora. Sus deseos de ser madre, su generosidad y su pasión por dar gusto a
otras personas con una gran velocidad secuestraron su fortaleza.
Ramón, su hijo mayor, responsable y autoritario, todos los días está al
pendiente de ella. Le pregunta si está bien, si necesita algo, si se siente bien.
Para Ramón es una costumbre hacerse cargo de sus hermanos y de sí mismo,
no es algo que le cueste trabajo, le resulta bastante natural. Estudioso,
controlador, rígido en su pensamiento, es muy sencillo para él emitir juicios
de lo que está bien y de lo que está mal. Nadie le discute porque desde
siempre actúa como si tuviera la razón. No hay duda de que ayuda mucho a
su mamá tanto en la casa y con sus hermanos, es una evidente figura de
apoyo en la familia.
María, la segunda, despreocupada y relajada, suele traer frescura al
convivio familiar. Tiene buenas ocurrencias, comentarios y actitudes que
alegran los momentos familiares. En muchas ocasiones es irresponsable, pero
nada que no pueda solucionar ella misma en cuanto lo necesite. La
responsabilidad y el actuar maduro no le son necesarios, esos roles ya están
cubiertos a la perfección por Ramón. María también ayuda en casa, sólo que
con menos frecuencia y con algo de molestia por las responsabilidades, ella
prefiere pasar su tiempo a solas en redes sociales o con amigos hablando de -
seguramente- nada importante.
Josué, el tercero, parece pertenecer al Woodstock de los setentas. Vive en
un planeta alterno donde todo está bien y la vida no contiene per se ningún
elemento de preocupación real. Tiene otra dimensión en su mente que lo aleja
de la realidad preocupante en la que viven los adultos. Está convencido de
que la vida es un paso evolutivo que uno decide vivirla a prisa y estresado o
tranquilamente disfrutando. Él ha elegido siempre la segunda opción. Por su
misma naturaleza, el enojo y la molestia no suelen visitarlo, pero cuando lo
hacen, se le acaba su personalidad Woodstock y saca todos sus demonios que
por tanto tiempo ha cultivado y guardado. Es la perfecta representación de los
extremos.
Julieta, la cuarta, es la viva imagen de Daniela, su mamá, pero con muy
mal genio. Mismas caras, mismos gestos, mismo buen corazón, misma
generosidad, pero no vacila en poner límites a lo que no le parece y no se
queda callada cuando algo lo cree injusto. Suele vivir enojada sin darse
cuenta de que vive enojada, porque ya lo ha convertido en su modus vivendi.
Con esta variedad de personalidades, la casa es un caos. Julio, el papá,
hace muchos años que decidió que cuatro hijos eran “demasiado para él” y se
fue para Estados Unidos. Manda cartas cada dos o tres años con “buenos
deseos”.
Hasta aquí todo parece funcional, tranquilo. Daniela salió hoy por la
mañana al doctor por un dolor a veces en la espalda baja y a veces en el
abdomen bajo. No encontraba posición que le hiciera sentirse mejor. La
revisó un gastroenterólogo y la mandó sin diagnóstico a su casa, sólo con una
receta para poder comprar unas pastillas para el dolor.
Josué y Julieta fueron a casa de su mamá a comer. Daniela les platicó del
dolor y Josué le dijo que necesitaba dejar la carne porque los animales eran
nefastos para la salud. Julieta, molesta, le dijo que a su edad necesitaba
proteína animal yque dejara de decir tonterías. Daniela los estaba escuchando
atentamente hasta que la frase “a su edad” la desconectó de la plática. “A mi
edad, qué tiene mi edad, a qué se refiere con a tu edad, yo no tengo ninguna
edad para que me digan una frase que comience con a tu edad”. Josué la
regresó de su queja mental, “mamá, qué te dijo el doctor, qué se supone que
tienes…”, le preguntó con algo de ironía. “Nada, al parecer no tengo nada, no
se preocupen”.
Daniela cuidaba de no preocupar a sus hijos, prefería dejarlos tranquilos,
eso la tranquilizaba a ella. Al acercarse la noche, sintió un dolor más agudo e
intentó acercarse al baño, tenía constantemente ganas de orinar y todas
resultaban ser falsas alarmas. No comprendía qué era. Al querer ponerse de
pie, un dolor terrible, agudo, le acuchilló por la espalda baja provocando que
cayera al suelo. Como pudo se incorporó y dio unos pasos para después dar
unas arcadas por el vómito que le provocó el dolor. Pasando esta pequeña y
grave crisis, le llamó a Ramón.
Ramón, quien vivía cerca, fue por su mamá y la llevó a urgencias. El
protocolo inicial del hospital, como siempre tardado considerando que urge,
pasó con Ramón haciéndose cargo de los papeles mientras se llevaban a
Daniela a un espacio donde la pudieran atender. “¿Dónde le duele señora
Daniela?”. Le hubiera gustado responder pero el dolor no la dejaba articular
palabra, sólo se retorcía, así que con su mano señaló el abdomen bajo y pudo
al mismo tiempo exhalar con muchos trabajos un “¡… y atrás…!”, mientras
sudaba y volvía a inhalar profundo para contener la respiración. Llegó
finalmente el urólogo, le recetó un poderoso calmante para hacerle un estudio
después de preguntarle “¿duele al orinar? ¿Siente ganas de ir al baño y es
falsa alarma? ¿Los dolores vienen y van? ¿Le duele aquí? ¿Y aquí? ¿Y
aquí?”. Y al golpear suavecito la espalda baja del lado izquierdo, un grito
fuerte y sorpresivo salió del alma de Daniela.
Después de varios análisis comentó el doctor “es una piedra de 5
milímetros en el último tramo del tracto urinario, tienen dos opciones,
aguantarse el dolor y damos medicamento para calmar un poco y abrir los
ductos, o bien, cirugía para removerla”. El doctor hablaba en plural, como si
la decisión no fuera exclusivamente del cuerpo de Daniela. Ya habían llegado
también María, Josué y Julieta, molesta claro, porque no le avisaron con más
tiempo.
Ramón le dijo a su mamá que creía que lo más importante era que
estuviera saludable y que la cirugía era lo adecuado. Daniela no estaba de
acuerdo, pero no dijo nada, sólo asintió. María le dijo que lo más adecuado
era tomar la opinión de otro especialista, para que confirmara el diagnóstico.
Daniela no estaba de acuerdo, pero también asintió. Josué dijo que eso le
daba por comer alimentos con químicos y que no eran naturales, que lo que
necesitaba era desintoxicarse y que la iba a llevar con un especialista en
alimentación vegana. Daniela no estaba de acuerdo, pero le dijo que
estaba bien. María dijo que por qué no la dejaban decidir sola, que era lo
suficientemente madura como para tomar su propia decisión. Daniela estaba a
punto de dar las gracias por ese comentario, pero Ramón la interrumpió
diciendo que con la salud de su mamá no se jugaba, que la iban a operar y
punto. Daniela sólo asintió.
La realidad es que nadie le preguntó a ella que quería. Daniela tampoco
levantó la mano para opinar, porque lo que había hecho por años es darles
gusto a sus hijos, de uno por uno, los cuidó y los fortaleció a todos. Pudo
haber dicho “yo prefiero tomar los medicamentos y que salga de forma
natural”, en cambio, decidió quedarse callada para darles gusto a cada uno,
según fueran opinando. Eso, tenía cuando menos 30 años haciéndolo. La
mitad de su vida la había dedicado ciegamente a complacer a cuatro
personalidades totalmente diferentes, tanto, que se había olvidado de lo que
ella quería, pensando que complaciéndolos iba a encontrar felicidad.
Encontraba en cambio que, si le daba gusto a uno, se molestaba el otro y
entonces cambiaba de opinión a diario, según se iban molestando sus hijos.
No encontraba la fuerza para detener tanta opinión y defender la suya, por
amor a ellos. Antes de sus cuatro hijos, ella sabía quién era, qué quería de la
vida, hasta dónde quería llegar, se sabía fuerte y decidida. Después, comenzó
a provocarle placer cuidar, proteger y amar a estos cuatro pequeños. Con los
años, se convirtió en costumbre ver por ellos y abandonarse a tal grado que
nunca podía decidir por ella misma. La fortaleza de su infancia y
adolescencia, la dejó guardada en las mochilas de sus hijos. Sentía una
profunda tristeza porque nadie la consideraba mientras decidían por ella.
“Están preocupados por mí -pensaba- lo menos que puedo hacer es quedarme
callada”, mientras su debilidad afloraba y opinaban por ella, su fortaleza la
esperaba intacta, abandonada desde muchos años antes, como si hubiera sido
ayer que la acababa de usar.
¿Cuántas veces has sentido que por amar a alguien más te dejas de amar?
¿Qué por cuidar a alguien más te dejas de cuidar? No es una competencia de
relevos, la vida sí tiene la opción de ser fuerte y seguir amando a quienes nos
importan. ¿Desde cuándo crees que dejaste TU FORTALEZA en manos del
alguien más?
TU FELICIDAD
Alejandro tenía como costumbre decir “no puedo salir, tengo mucho
trabajo”, para responder a cualquier invitación a cenar, al cine o una escapada
de fin de semana con los amigos. Era maestro docente y vivía para calificar
exámenes y trabajos.
Su papá, quien vivía solo, enfermó grave y Alejandro estaba al pendiente
todos los días de que su papá mejorara. No sucedió así. Durante un largo año
la salud de su papá mermaba y se iba consumiendo poco a poco y, junto con
él, también se iban haciendo pequeños los momentos de vida de Alejandro,
ya que como sabemos, si no vives con pasión, mueres poco a poco.
En un momento de lucidez de Don Roberto, papá de Alejandro, uno de sus
hijos lo invitó a conocer Yucatán. Don Roberto, aprovechando que se sentía
un poco mejor, accedió, hizo una pequeña maleta y partió tranquilo al paraíso
de la península mexicana.
Alejandro, unos días antes de despedir a su papá en la puerta de su casa,
había platicado con un par de amigos acerca de que, por primera vez en
meses, iba a descansar de la preocupación de cuidar todos los días de su papá.
“No sé qué haré con tanto tiempo libre -les comentó- siento que podré hacer
de todo en estas dos semanas, por fin”.
El mismo día que Don Roberto llegó a las playas de Yucatán, Alejandro
recibió una llamada de uno de sus amigos. “Ahorita no puedo salir, tengo
mucho trabajo, pero me apuro para terminar de calificar y les aviso para
poder organizar algo”. Dos días después lo volvieron a llamar para invitarlo
al cine. Dos días más y lo volvieron a buscar para invitarlo a cenar.
Invariablemente, su respuesta era la misma.
Durante dos semanas, Alejandro se quedó encerrado, provocando una
enorme diferencia al encierro que llevaba haciendo casi por un año mientras
cuidaba a su papá. ¿Por qué “enorme diferencia”? Porque con Don Roberto
lejos, de vacaciones, cuidado a la perfección por otro de sus hijos, encerrarse
voluntariamente en vez de tomar la decisión de vivir momentos agradables
con buena compañía, habla mucho de la gran depresión que había ya
desarrollado y que uno no se da cuenta que se instala para no moverse.
Tenía muchos meses que SU FELICIDAD la había guardado en algún
cajón de Don Roberto, siendo que sólo le pertenece a Alejandro, dejando
como resultado a una persona que ya se acostumbró a vivir sin ser feliz. El
resultado es la tristeza, el desánimo, la depresión, incluso la nostalgia de lo
que fue o de lo que podría ser y hacer y no se está haciendo.
Los planes con los que Alejandro se emocionó eran reales, su misma
emoción también era real. No contaba con que había dejado SU FELICIDAD
olvidada en otro lugar fuera de él. Cuando Don Roberto regresó, tranquilo,
descansado, volvió a su normalidad y Alejandro, robotizado y autómata,regresó a su rutina que realmente nunca dejó, aunque parecía que sí. Esperaba
ansioso esas dos semanas para -por fin- ser feliz. No pudo llegar la emoción y
eso lo dejó igual, pero diferente. Igual, en el mismo lugar, con las mismas
tareas, pero diferente, pensando que tal vez SU FELICIDAD no era ya tan
fácil de recuperar, donde quiera que estuviera escondida.
¿Crees que terminando este proyecto serás feliz? ¿Bajando de peso por fin
encontrarás la felicidad? ¿Piensas que en cuanto ganes un poco más de dinero
ya podrás descansar en TU FELICIDAD? Es muy posible que hayas
conseguido muchas metas en tu vida, pero si lo que has puesto en el extremo
de la meta es TU FELICIDAD, muy probablemente no la hayas encontrado
aún. No está allá del otro lado de la meta, ese no es su lugar. Está adentro de
ti, siempre, invariablemente, pase lo que pase, es contigo donde debe estar,
no en manos de alguien más, ni se la robó el destino, ni está escondida en
casa de otra persona. ¿A quién sueles dejarle TU FELICIDAD? ¿Desde hace
cuánto tiempo?
TU PAZ
Ulises llegó a su trabajo estacionando la camioneta corporativa en el lugar
que le correspondía y, como siempre, a tiempo. Cerró la puerta de un golpe
sonoro y caminó hacia su oficina. El guardia de la entrada del edificio le dio
los buenos días y Ulises no respondió. Muy probablemente ni siquiera lo
escuchó. Llegó hasta la sala de juntas donde debía ver a dos supervisores de
obra. Entró, escogió una silla y se sentó a esperarlos con un hartazgo gigante.
Los dos supervisores ya estaban ahí, parados junto a la máquina de café
preparando sus bebidas. “Quieres un café o mejor…”, Ulises interrumpió.
“Mejor a lo que venimos, no les pagan para perder tiempo. Ésta es la bitácora
de obra y como ven, esta cuadrilla no sirve para nada, todos son unos
estúpidos, esta otra cuadrilla trabaja más o menos, solamente se rescatan uno
o dos. Les advierto, mientras sigan trabajando con estos de aquí, les seguirán
robando”. El jefe y socio minoritario entró a la oficina justamente cuando
Ulises terminaba su frase. “¿A quién le seguirán robando, Ulises?”, preguntó
mientras se servía un café. Los dos supervisores dieron un paso hacia atrás,
discretamente.
“La gente se hace muy pendeja, vienen a trabajar y no cumplen, para qué
vienen entonces, para qué les pagan entonces. Si yo fuera usted los correría a
todos y contrataría a gente que sí trabaja y que sí es honesta. Puro desperdicio
de dinero a lo pendejo”, dijo Ulises más molesto que antes. Parecía que la
presencia del jefe no lo intimidaba en lo absoluto. Éste se acercó un paso
hacia Ulises, lo miró tranquilamente mientras asentía. “¿Y tú -preguntó el
jefe- haces bien tu trabajo?”. Con toda confianza Ulises no se tardó en
responder “yo no me hago pendejo, si eso es lo que me está preguntando, no
sé si lo hago bien o mal, pero vengo aquí a cumplir lo que me pidieron y lo
que me toca. Y si no tiene preguntas más interesantes qué hacer, ya me voy”.
Ulises salió de la sala de juntas y aventando la puerta hacia enfrente dejó a
sus tres compañeros de trabajo en un incómodo momento.
Todos los días eran iguales para Ulises. Cuando menos de un tiempo para
acá. Años antes era diferente. Cuando comenzó a trabajar ahí, era atento,
educado, se comportaba con un alto nivel de compañerismo. Fue hasta que
uno de sus supervisores -quien por cierto ya no trabajaba ahí- le jugó una
mala pasada. Mintió en unas bitácoras e hizo quedar muy mal a Ulises, con el
único objetivo de quedar bien. La traición laboral es tristemente común, se
piensa que, si hago quedar mal a mi compañero en automático yo quedo bien,
cuando en realidad todos terminan quedando mal. En las organizaciones y
empresas, es común el ataque indirecto para avanzar en las jerarquías. No es
funcional, pero es muy utilizado. Esto hizo que Ulises tuviera muchos
confrontamientos con las líneas superiores, desconfianzas y malentendidos
que le costaron mucho trabajo limpiar. Fue un parteaguas en su vida, no
solamente laboral.
Todos los días llegaba enojado al trabajo y también regresaba molesto a su
casa. Se convirtió en un iracundo automático. Así despertaba y así se dormía.
Hasta que tocó fondo. Un viernes, ya cansado de la larga y tediosa semana, al
terminar su jornada y entregar las bitácoras, tres compañeros estaban ya
despidiéndose y vieron pasar a Ulises a unos pasos de ellos. Le dijeron
amistosamente “hasta el lunes, y descansa, que te hace mucha falta”. Ulises
volteó convertido en una fiera, lo agarró de la camisa levantándolo un poco y
le gritó “de mí no te vas a burlar”, mientras con el puño derecho bien cerrado
le atizó un golpe que dejó a su compañero en el suelo por varios minutos.
Sus compañeros y otros más que se acercaron de inmediato, lo detuvieron.
Le pidieron que se calmara y lo alejaron de ahí. Ulises se subió a su
camioneta y se fue a su casa todavía temblando de coraje.
El lunes por la mañana se dirigió en automático a la sala de juntas donde lo
esperaban tres jefes más. Le pidieron que explicara lo que había pasado.
Ulises comentó que ya no iba a permitir que nadie se burlara de él. “Pedí tu
expediente -dijo el jefe que mejor lo conocía-. Sabemos que trabajas bien y
trabajas duro. También sabemos lo que ocurrió hace unos años y cómo
cambió tu actitud a raíz de ello. No podemos tolerar la violencia y eres muy
violento. Te vas a quedar suspendido una semana, y únicamente puedes
regresar a trabajar cuando nos traigas comprobantes de que ya iniciaste un
trabajo profesional para manejo de la ira. Te queremos en la empresa, pero si
no valoras el respeto, no nos servirás de mucho”.
Ulises aceptó el trato y salió ese día de la empresa, ligando en su mente por
primera vez, cómo el evento inicial fue consecuencia de su actitud actual. No
se había dado cuenta que una persona de su pasado le había robado SU PAZ
y en vez de ella, dejó ira, violencia, inconformidad. No podemos echar mano
de otra reacción si ya no tenemos paz dentro de nosotros. No es afuera donde
debe estar nuestra paz, es adentro de cada uno. ¿A quién sueles dejarle TU
PAZ? ¿Desde hace cuánto tiempo?
TU CLARIDAD
Mireya quería terminar con su novio. O cuando menos eso pensaba. No
estaba decidida si estar con él o no. Hoy se decidió, ya por fin sabe lo que
quiere, va a terminar con él, no está en paz cuando está a su lado. Pero ayer
pensaba diferente, ayer se despertó decidida a echarle ganas a la relación. De
lo que sí estaba segura todos los días era de su confusión.
Le llamó a Patricia, su amiga, quien la escuchó atentamente en el teléfono
todos sus pros y sus contras acerca de Saúl. Analizaban por horas qué era lo
que le convenía a Mireya. La fórmula era sencilla, si la opinión era que se
quedara con él, buscaba entonces las razones para irse. Si la opinión era que
terminara con él, buscaba motivos para quedarse. No se daba cuenta de este
juego cruel de indecisión. “Ay amiga no es tan malo, además no es feo, yo
creo que sí mejor quédate con él”. Mireya pensaba unos segundos y
contestaba “pero ya no lo soporto, de verdad ya no puedo con él, verlo ya me
pone de mal humor”… Y comenzaba el análisis nuevamente desde el
principio de la historia. Patricia, después de diseccionar de nuevo los detalles,
concluía “ay amiga, no ya, definitivo, termina con él, así no se puede vivir”.
Mireya se inmovilizaba unos segundos y comentaba “ay pero y si me
equivoco, en realidad no es un monstruo, es buena persona”.
Pasaron unas semanas y Mireya le comentó a Patricia que ya había tomado
una decisión definitiva, que si podían encontrarse en un café para platicar.
Como ambas estarían ocupadas, hicieron cita para tres días después, pero
Patricia le pidió que le adelantara la decisión. “Voy a terminarlo amiga, ya
me decidí, te platico el viernes”. Pasaron esos tres días y llegó el momento en
que discutirían largamente la decisión final de Mireya. Patricia la esperaba ya
sentada con café en mano. Mireya entró por la puerta con una expresión poco
común, la confusión en sus ojos era evidente. Se sentó, vio lentamente a
todos losque las rodeaban y terminó su recorrido en los ojos de Patricia,
quien adivinó de inmediato lo que ocurría. “Ay amiga, no me digas eso por
favor, estás embarazada verdad, ya te lo vi en los ojos, ya vi, qué bárbara, qué
vas a hacer ahora”. Mireya se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar.
Dos meses más tarde, Mireya estaba de pie frente al juez, Patricia atrás de
ella esperando su turno para firmar el acta de matrimonio como testigo. Saúl
y Mireya parecían contentos, los papás de ellos no lo estaban tanto. El enojo,
la poca disposición y la decepción que tienen los papás de los chicos que se
tienen que casar con prisa. Saúl, asustado pero valiente, dispuesto a estar
presente, a su estilo y a su forma, con las obligaciones que le tocaban a partir
de ahora. Mireya, resignada, pensando que no sabía lo que iba a hacer los
meses siguientes de su vida. Nada de esto lo había planeado, nada de lo que
seguía, tampoco.
Mireya tuvo un par de gemelos hermosos unos cuantos meses después.
Decidida, platicó con Patricia que en cuanto pudiera, se divorciaría de Saúl,
porque en realidad se casó por compromiso con sus papás -como suele pasar-
y porque no sabía qué hacer en ese momento, pero que ya sabía lo que quería.
No deseaba vivir así el resto de su vida. Con esa misma decisión, tuvieron
esta plática muchas veces más, analizando ahora un nuevo tema: “¿Por qué
no me he ido? ¿Será que sí lo quiero?”.
La primera comunión de los niños transcurrió sin mayor inconveniente,
excepto que cada evento, cada reunión, cada día festivo, Mireya se sentía más
y más confundida. Para cualquier otra persona no habría confusión, habría
una decisión de quedarse donde mejor le parece. Pero para Mireya era muy
difícil decidir. SU CLARIDAD la perdió muchos años antes, incluso de niña,
cuando sus papás decidían todo por ella, fuera o no fuera feliz. Sus papás,
diametralmente opuestos, cambiaban de decisión todos los días, pero en algo
estaban de acuerdo: esto estaba bien y esto estaba mal. También había el
secreto mejor guardado: eran una pareja incongruente. Sin embargo, eso no
es tan fácil de detectar. Decir una cosa y hacer otra. Un papá que dice que te
cuides cuando él no se cuida, una mamá que dice “cállate y contéstame” sin
darse cuenta de la instrucción incongruente. Un papá que se dice justo, pero
es injusto, una mamá que ayuda a todos menos a ella misma. Eran la típica
pareja que juzgaba lo bueno y lo malo y no había término medio, con una
gran carga de incongruencia que genera confusión. Era CLARO que no iban
a aceptar una indecisión, pero cómo puedes esperar que tus hijos no aprendan
de indecisión si hay que escoger un extremo y éste no es congruente. Lo
natural es sentirse mal con las incongruencias.
Lo natural es perder claridad en el camino con una familia así. Mireya
nunca se dio cuenta en qué momento dejó SU CLARIDAD escondida en casa
de sus papás y es transparente que cuando una persona no tiene claridad,
entonces abunda la confusión y la indecisión en sus actos diarios.
Once meses después de la primera comunión, el evento familiar que volvió
a unir a toda la familia era el anuncio del siguiente embarazo gemelar. Un par
de niñas que pocos meses después brillaron entre los brazos de esa familia ya
grande. Mireya abrazaba y besaba a sus hijas con tanto amor, deseando en
silencio que ellas nunca fueran presas de la poca libertad que ella tenía.
Ella en realidad nunca estuvo encerrada, nadie la obligó a nada. Solita, sin
que nadie le indicara el camino ni por dónde ir, se encerraba todos los días en
una jaula de indecisión donde perdía su libertad y dejaba la llave junto a ella,
triste por no poder salir de ahí. Le faltaba SU CLARIDAD para poder ver de
forma transparente que esa jaula era sólo de ella y quien la encerraba era ella
misma.
¿A quién sueles dejarle TU CLARIDAD? ¿Desde hace cuánto tiempo?
ES TUYA
Imagina que tienes una gran canasta frente a ti, del tamaño que tú quieras,
del material que más te guste. La vamos a llamar tu Canasta Básica de
Bienestar. Como su nombre lo dice es un paquete que contiene lo básico, lo
mínimo indispensable. ¿Qué crees que debería existir en ella? Cuando menos,
repito, c u a n d o m e n o s, deberían estar ahí adentro tu tranquilidad, tu
seguridad, tu fortaleza, tu felicidad, tu paz, tu claridad, tal como lo dijimos,
como mínimo indispensable.
Imagina ahora que un día decides dejarle, encargarle, empujarle, regalarle
o prestarle tu Canasta Básica de Bienestar a alguien más. ¿Qué puede pasar
si alguien más la tiene y no tú? La primera y automática pregunta sería ¿por
qué se la dejarías a alguien más, si es TUYA? Ese es el principio fundamental
de este capítulo, te pertenece sólo a ti y no tienes por qué dejársela a nadie ni
un día, ni un momento, ni un ratito. ¿Crees que tú no lo has hecho?
Hay infinidad de motivos por los cuales le dejamos alguno de los
paquetitos de nuestra canasta a otra persona y sin darnos cuenta, pretendemos
que se haga responsable de lo que es nuestro. Si a mí me falta PAZ, entonces
deseo encontrar a alguien que me dé de su paz, para tranquilizarme un poco.
Si me falta FELICIDAD, entonces haré lo necesario para encontrar a alguien
que me dé un poco de felicidad para ya no sentirme triste.
Lo complicado es cuando SÍ encontramos a esa persona que nos hace
sentir mejor. ¿Qué pasa cuando nos dan la FORTALEZA que nos faltaba?
¿Qué hacemos cuando alguien me provoca toda la CLARIDAD que deseaba?
Nos aferramos a esa persona que me está dando lo que yo ya debería tener
conmigo como mínimo indispensable. ¿Y si se va? ¿Y si se lleva la
FELICIDAD que estuve buscando tanto tiempo?
No era tuya, era suya. Pero como consecuencia lógica, si se va y se lleva
SU FELICIDAD te sentirás infeliz por no tener eso que te hacía sentir bien
temporalmente. ¿Cuál es el secreto? Sencillo. Tendrás tu Canasta Básica de
Bienestar contigo, llena, completa y en estado impecable. De esta forma si
alguien llega a querer mover tu PAZ, sabrás ya que es tuya y que puedes
compartir tus emociones saludables, sin estar entregando TUS paquetes.
Ahora, lo que pasa con más frecuencia, es que no queremos hacernos cargo
de nuestra canasta, porque ni siquiera sabemos que es nuestra exclusiva
responsabilidad y de verdad pretendemos que nos cuiden nuestras emociones.
¿Cuántas veces le has dejado tu tranquilidad y tu felicidad a tu pareja, a tus
hijos, a tus papás, a tu jefe o al azar? Bien, esa canasta no es de ellos. Repito
no-es-de-ellos. Es posible que no te guste esto, pero eso no cambia que tu
felicidad depende exclusivamente de ti. No de que tus hijos hagan
exactamente lo que tú quisieras, no de cómo te trate tu marido o tu esposa, no
de cómo te reconozcan en tu trabajo. Mientras sigas empujándole TU
Canasta Básica de Bienestar a alguien más, sigues corriendo el riesgo de que
se caiga, se rompa, se olvide, se pierda, se aleje, la lastimen, la maltraten…
Dejemos entonces de culpar a otras personas por todo lo que nos han
herido. ¿Puedes dejar entonces de culpar a tus papás de que no te quisieron lo
suficiente o no te dieron el tiempo que te hubiera gustado? Si estás leyendo
este libro significa que ya tienes la edad como para que sepas que YA NO es
responsabilidad de tus papás el amor que debes tener adentro de ti. ¿Tu pareja
no te ama y no te respeta? ¿De quién crees que es la decisión diaria de
quedarte a lado de alguien que no te ama y no te respeta como tú deseas?
Preguntas duras y respuestas más duras aún. Pero si estás aquí significa que
tienes toda la disposición de tomar las riendas de tu vida y dejar a la víctima
y el drama en otro lugar, porque ya no los vas a necesitar. Si tienes muchas
quejas y dolores de toda esa gente que te ha lastimado y dejado heridas, te
corresponde sanarlas. Las heridas no le pertenecen a quién las hace, sino a
quien le duele tenerlas.
Cuando practicamos hacernos responsables de nuestra canasta significa
disfrutar de todo su contenido así, en bienestar. Soy la dueña de mi felicidad,
claridad, paz, confianza… con toda tranquilidad me podré moverpor mi vida
sin necesidad de estar dependiendo de algo o de alguien para ser feliz. No se
trata de olvidarme de todos, se trata de convivir mejor con los que están y
procurarme mejores compañías en mi presente y mi futuro. Se trata de que
vivas con tu Canasta Básica de Bienestar bien llena y posicionada en su
lugar: contigo.
LÍMITES: YA BASTA
“Estás 100% al cargo de tu vida, carajo. Deja ya de estarte quejando.”
Gary Vaynerchuck
Podríamos hacer una lista interminable de situaciones a las cuales les
pondríamos como título “límites de…”. Los límites de tu empresa, los límites
de tu persona, los límites del amor, los límites de tu integridad, los límites del
mundo… Creo que no acabaríamos.
Los ojos están hechos para ver hacia afuera, no hacia adentro. El reto del
crecimiento personal es lograr ver para adentro lo suficientemente profundo y
enriquecedor, que puedas potenciar tu capacidad de evolución.
Todo lo que existe en este universo tiene un límite. La atmósfera tiene un
límite, la corteza del árbol marca un límite, el vaso es el límite del líquido, la
frontera es el límite de un país, la puerta es el límite de tu recámara y, la piel,
con toda seguridad el más complejo y hermoso que existe, es el límite de ti
con todo lo demás. Como suele decir Tere Robles de forma recurrente, “de tu
piel hacia adentro solamente eres tú” y no hay nada que puedas hacer para
que eso no sea cierto. Aunque estés pegada a tus hijos, pegado a tu esposa, de
todos modos hay un límite entre un ser humano y otro. Cada quién tiene sus
límites físicos visibles ante los ojos de todos.
“Quiero ser más yo” me dicen en el consultorio con mucha frecuencia. Tú
ya eres tú desde antes de que llegaras a consulta. Pero llegan heridos y
adoloridos, recordando lo que antes del dolor vivían y haciendo referencia a
ese tiempo donde se sentían bien. En otro de mis entrenamientos, me avoco
en específico a las heridas y a su sanación. Para llegar a ello es requisito
aprender de límites saludables. ¿Por qué? Porque si sanamos una herida y
volvemos al lugar donde nos las hacen, vamos a tener heridas frescas una y
otra vez y esto es un cuento de nunca acabar. Ojo, no quiero decir que jamás
nos volverán a herir, sino que lleguemos a ser mejores Observadores y con
esa claridad, podemos entonces vivir sin el constante miedo a sufrir heridas.
“Quiero ser más yo” es un ejemplo de cientos y cientos de pacientes heridos
que ya dejaron su claridad en manos de alguien más, que no distinguen entre
su dolor y su relación con el mundo que parece que lastima. Pero ojo, no es el
mundo el que lastima, es la herida que tienes por no saber aún trabajar con
límites saludables. Antes de tratar esas heridas, es necesario protegernos
saludablemente, por ello es importante hablar de límites y volvernos expertos
practicantes.
LIMITÓMETRO
Todo en la vida tiene un límite y cuando hablo de la corteza de un árbol, de
un vaso, de una frontera o de una puerta, es muy sencillo estar de acuerdo.
¿Dónde comienza la complicación?
Mucha gente me pregunta si lo que están haciendo es bueno o malo.
Definir una situación o una decisión como buena o mala, implica un juicio. El
juicio, un juez y un juzgado, no es lo mismo que una terapia, un terapeuta y
un consultorio. En un juicio, basados en algo de información, van a tomar la
decisión de si esa situación es inocente o culpable, buena o mala. En un
consultorio jamás debe pasar eso, un lugar de sanación nunca se juzga por
bueno o malo. Si ustedes supieran la cantidad de veces que he escuchado “es
que la psicóloga anterior me dijo que yo estaba mal y que mi marido estaba
bien”, “es que la psicóloga anterior nos dijo que mis decisiones son malas
decisiones”. Con todo respeto, un terapeuta que se precie de ser profesional
no debe tener juicios en su mente. No hablo de que deba guardarse su opinión
para sí mismo, hablo de que la práctica genuina de un psicoterapeuta es de
profunda sanación. Si realmente nacieron para sanar, no debe haber juicios en
sus ojos, sino una Observación profunda donde se puede ver con claridad
cuáles son las partes heridas de todos los participantes y dónde se requiere
una sanación adecuada. Ahí está la clave: “adecuada”. No se trata de si lo que
estás haciendo es bueno o malo, se trata de si es adecuado o no es adecuado
para ti. Sin juicios. 
En esta diferencia, si nos volvemos expertos en poder detectarla y
manejarla, podremos encontrar nuestra paz más rápidamente. Les platico un
ejemplo que he compartido por muchos años.
“Vengo a que le quite lo borracho a mi marido”. Me dijo una joven de
unos 30 años aproximadamente. El marido, callado y cabizbajo, no se movió.
Ella continuó “está mal, no entiende que está mal, es un borracho, no está
bien lo que hace, no se da cuenta todo lo que nos lastima, ya no lo soporto, se
está comportando igualito que su mamá, que también es alcohólica, aquí se lo
dejo, por favor quítele lo borracho”. Se salió del consultorio y el señor se
quedó de pie sin moverse, parecía que ni respiraba. Le hice una seña para que
pudiera tomar asiento y abrí conversación, “bien, ya escuché lo que ella
quiere, ahora dígame por favor qué es lo que usted quiere”. Su respuesta fue
de lo más enriquecedora que me ha tocado escuchar. El ejemplo vivo de que
no hay bueno y no hay malo, es el enfoque y nuestra Observación Consciente
lo que cambia todo. “Verá, fui un niño golpeado, violentado, abandonado y
lleno de miedo. Me daba miedo que mi mamá llegara a la casa porque me iba
a golpear nuevamente, sin motivos. Todo lo que recuerdo de mi mamá es
alcohol y golpes. Siempre quise una mamá, siempre soñaba con que un día
mi mamá estuviera normal, usted me entiende, sin estar borracha, y que me
diera un abrazo. Nunca pasó. Hace un año, en una fiesta donde estaba ella
tomada como siempre, ya no aguanté y para soportarla, decidí tomar también
por primera vez. ¿Qué cree que pasó? Yo, borracho, descubrí por primera vez
que mi mamá era cariñosa conmigo y me abrazaba y me decía cosas que
siempre quise escuchar. Como si en la borrachera nos pudiéramos conectar
en ese amor y en esa comunicación que cuando estoy sobrio nunca tuve.
Hace un año que descubrí en el alcohol lo que se siente que una mamá lo
abrace a uno y ya no quiero perderlo. Sé que no debería tomar tanto, pero no
tengo otra forma de tener una mamá, porque nunca la tuve. Sé que estoy
perdiendo a mi esposa, pero ¿cómo puedo volver a perder a mi mamá ahora
que por primera vez me la encuentro con todo su amor?”.
Vaya historia. Comencemos con los juicios. ¿Está mal que sea un
borracho? ¿Está mal que su mamá sea violenta? ¿Está mal que ambos tengan
problemas con el alcohol? ¿Está mal que la esposa lleve a su marido a terapia
contra su voluntad? ¿Está mal que el marido no desee dejar el alcohol? Es
bien sencillo el juicio, ¿cierto? Con una facilidad inaudita enjuiciamos
historias ajenas calificándolas de buenas o malas. Cuando hay un juicio se
termina el crecimiento. Pum, está mal, punto, siguiente tema. ¿Dónde queda
entonces el inicio del crecimiento? ¿Los motivos por los cuales una persona
es como es? ¿La razón por la cual su mamá es así y sólo puede ser afectuosa
a través de un mismo nivel de alcohol? Más allá de los juicios, este señor
tomó una decisión: aceptar el amor de su mamá en el momento y forma en
que lo encontró. ¿Está bien o está mal?
Juicios. Tan fácil de fabricarlos y tan complicado de comprender que
enjuiciar no tiene sentido y mucho menos utilidad práctica. La pregunta es si
para él era adecuado tomar alcohol o no. Otra pregunta es si para ella era
adecuado continuar con su marido decidido a seguir tomando alcohol o no.
Comienza a transformar los buenos y malos en adecuados o no adecuados
para ti, verás que es un muy buen inicio.
Bien, avancemos en nuestro aprendizaje. Debemos comenzar Observando
la diferencia entre límites saludables y adecuados para mí y los límites
tóxicos y no adecuados para mí. Porque, así como hay personas en el mundo
con diferentes culturas, educaciones y gustos, así hay límites diferentes deunas personas a otras, por tanto, una herramienta muy útil para ti, a partir de
ahora, pudiera ser un Limitómetro que te indique lo que es adecuado o no,
para ti.
Tu Limitómetro tiene un rango amplísimo. Tenemos desde límites
maravillosamente saludables, hasta peligrosamente tóxicos. La diferencia está
en qué porción de ese rango usas más frecuentemente, qué porción dejas en
manos de alguien más y cómo te afecta ello.
LIMITÓMETRO RANGO SALUDABLE
Un Límite Saludable significa tener tres conceptos bien sanos, completos y
posicionados: La Entereza, tu Canasta Básica de Bienestar y el Amor Propio,
de forma que no permites que te perturben, te lastimen o te tumben (en otros
de mis entrenamientos abundo de manera profunda en estos tres conceptos).
Es una congruencia entre tu real y tu ideal, hacia donde todo camino de
crecimiento debe conducir. Este rango es el resultado de haber trabajado
profundamente en los siguientes dos, el rango incómodo y el rango tóxico,
como consecuencia llega el rango saludable.
Si imaginamos un lugar de Entereza entonces no nos falta nada, si
imaginamos Amor Propio entonces no esperamos piezas de nadie y si
tenemos nuestra Canasta Básica de Bienestar llena y en su lugar entonces la
sensación es de justamente estar completos. Es el rango del Limitómetro
deseable por la mayoría y lo que casi todos mis pacientes me piden y carecen
en la primera sesión, de una u otra forma. La buena noticia es lo sencillo que
es lograr este rango saludable. Hacia allá vamos todos los que estamos listos
para el cambio de rumbo y de aceleración en nuestro crecimiento.
LIMITÓMETRO RANGO INCÓMODO
Todos tenemos frecuentemente momentos de Limitómetro Rango
Incómodo, donde estamos inestables, donde es sencillo que el afuera nos
afecte o lastime. Sería imposible encontrar a alguien que no se haya sentido
mal o vulnerable. Sin embargo, pasar por este rango nos recuerda lo
incómodo que es y ya que conocemos lo saludable, querremos volver de
inmediato a donde nos sentíamos bien. La incomodidad es una ventaja que
pocos saben apreciar al inicio. Estar incómodo implica estar no-cómodo. Eso
habla de que sí hay un punto de comodidad que alguna vez tuve, pero la
perdí. No hay otra forma de sentirse incómodo, más que sintiéndose cómodo
previamente.
Observar discusiones ajenas, injusticias lejanas, faltas de respeto que no
son hacia mí, generan incomodidad. La gente que grita de carro a carro sin
verse la cara, la ex de mi pareja que me ataca sin conocerme, el dolor ajeno.
No duele, pero incomoda. Nos está encendiendo un foco.
Si yo hubiera nacido con un dolor en el dedo pulgar y hubiera crecido toda
mi vida con ese dolor, sabría que Así Es. Pensaría que ese dolor es natural y
más allá de enjuiciarlo o enojarme, ya habría aprendido a vivir con él como
parte de mí. No hay en este ejemplo ni comodidad ni incomodidad. La
comodidad es un placer que se gana, es un momento que se disfruta. Si estoy
cansado y descanso, se siente placer. Si estoy sediento y me hidrato, se siente
placer. Si estoy incómodo y me devuelvo a la comodidad, es placentero.
Nada más revelador que la incomodidad para saber que necesitamos
movernos de lugar. ¿No es tan mala la incomodidad después de todo, cierto?
Sin juicios, sería: ¿Esa incomodidad que sentías, terminó siendo adecuada
para ti y tu crecimiento? Casi podría adivinar la respuesta.
LIMITÓMETRO RANGO TÓXICO
Es tan amplio este rango que para que pueda comprenderse mejor, lo dividí
en tres tóxicas categorías:
Los límites tóxicos-obvios
Dentro del Limitómetro Rango Tóxico, los límites tóxicos-obvios son
aquellos que podemos observar claramente, el jefe que grita, el vecino que
falta al respeto, el compañero que se dedica a opinar negativo, el colega que
critica o destruye (o intenta destruir). Compañeros de trabajo, jefes,
empleados, conocidos, supuestos amigos, gente que tiene un mal comentario,
hiriente o agresivo, de forma directa o indirecta que no son tan cercanos a ti
ni están dentro de tu círculo íntimo. Son los más fáciles de identificar y, por
lo mismo, no se necesita mucha búsqueda ni demasiado análisis para ubicar
que están traspasando tus límites de forma obvia para lograr hacerte daño. Se
están brincando un Límite Obvio. Por lógica, si ya te afectó, entonces entra
en esta categoría de Limitómetro Rango Tóxico.
Los límites tóxicos-difíciles
Son aquellos provenientes de gente cercana y que se interesa por ti y te
quiere, con lo cual tienen la puerta abierta para darte su opinión real y
dolorosa, o negativa e incómoda. Es esa persona en tu círculo íntimo que te
habla abiertamente de las críticas, opiniones, desacuerdos, que te harán
sentirte mal, triste, enojado e incluso provocarán que dudes de lo que hiciste
o estás por hacer. Puede ser un consejo que te moleste porque no va con tu
forma de pensar, puede ser una opinión muy agresiva, tal vez una crítica
directa que no coincide con sus puntos de vista o formas de pensar. Puede ser
incluso la típica broma o bullying familiar tan usados en la cultura
latinoamericana, donde unos molestan a otros en las reuniones familiares a la
menor provocación. Cuando el dolor por alguna herida proviene de gente que
amamos, es difícil cruzar ese puente de entereza al sentirnos con nuestro
círculo íntimo en contra, molesto o triste. Es trabajando en esta categoría y
entrenándonos convenientemente, que podemos lograr como consecuencia
los tres conceptos del Limitómetro Rango Saludable. ¿Los recuerdas?
Los límites tóxicos-peligrosos
Los más dolorosos en realidad, pero no te preocupes, siempre se pueden
sanar saludablemente. Son aquellas transgresiones provenientes de la gente
más cercana a ti, la que más te ama, pero que aún no han aprendido a sanar
sus heridas o a comunicarse de una forma saludable y, por ello, te dirán su
opinión de forma indirecta y dolorosa, no te hablan derecho, directo ni con la
verdad. Es el famoso ruidito, la mala cara, el gesto, las incongruencias al
decirte “allá tú”, “pues como tú veas”, “¿estás bien seguro de lo que vas a
hacer?”, “piénsalo bien”, “tú sabrás”, “pues haz lo que quieras” con cara de
enojo o desaprobación y que en realidad lo que quieren que hagas es lo que
ellos quieren y no lo que tú quieras. Son profesionales del chantaje y la
manipulación. Quieren con una frase aparentemente inocente, una mirada
penetrante, con un movimiento de cabeza o manos, con un tono diferente de
voz, controlar a su conveniencia las decisiones de cada persona a su
alrededor. Lo peligroso de estos límites es que secuestran tu paz, dan justo en
el punto central de la autoestima y de la tranquilidad, te desarman y por lo
general no supimos por dónde llegó el asalto. Si hubiera una futura discusión,
se defenderán diciendo inocentemente “yo te dije que como tú quisieras”.
¿Ya ubicaste de inmediato quiénes de tus personas cercanas transgreden los
límites tóxicos-peligrosos?
En todos los núcleos familiares hay cuando menos un personaje -suelen ser
varios- que transgrede estos límites. Son quienes detonan las ansiedades,
angustias, incongruencias, depresiones, frustraciones, enojos, reacciones,
shocks y hasta psicosis, incluso sin quererlo ni darse cuenta. Ojo: tu
tranquilidad de hoy ya no depende de lo que sí te dieron o no te dieron ayer,
sino de ti. Explicarte los límites tóxicos-peligrosos, cuáles son y cómo
funcionan, es para que los puedas ubicar de frente y al momento, no para
quejarte de lo que hay alrededor de ti. Te sorprenderás al desarrollar la
consciencia de que sí existen y sí lastiman las personas que ejercen el rol de
traspasar los límites tóxicos-peligrosos, porque no quieren dañarnos sino
ayudarnos. Estas personas cercanas no son gente que conscientemente quiera
herirnos o hacernos daño. En lo absoluto, por el contrario, quieren ayudarnos
a su forma y a su estilo. Sólo que su forma no es la tuya, su estilo no es tu
estilo. Sus heridas no son las tuyas y su camino no es el mismo que el tuyo.
Observarlos y agradecer es un buen inicio. Para ello es importante
simplemente que ubiques en qué momentode tu presente está alguien
intentando (o logrando) traspasar tus límites saludables convirtiéndolos en
incómodos o tóxicos. Una vez ubicados y como único responsable de tu
bienestar, te corresponde trabajar en ellos. Es común la sensación de que los
límites tóxicos-peligrosos son los más difíciles de sanar. Cuando uno está
listo, la dificultad desaparece, el reto llega y el crecimiento nos alimenta.
TÉCNICA: DEJA DE AGARRAR LO QUE NO ES TUYO
Esta técnica es muy sencilla de explicar y muy complicada de ejecutar,
pero debe ser nuestra próxima tarea diaria. ¿Crees que puedes pasar un día
entero sin tomar lo que no es tuyo? ¿Y las opiniones de los demás? ¿Y sus
comentarios? ¿Y sus estados de ánimo? ¿El que te hayan dejado en visto?
¿Una mala mirada? ¿Medio día? ¿Tres horas?
Las emociones de los otros, eso son: de otros. No tenemos por qué estar
inventando cuentos (“es que seguramente no me saludó porque…”),
asegurando certezas (“es que estoy segura de que no quiere hablar conmigo
porque…”), ni tomar la emoción negativa del otro haciéndola propia (“es que
me molestó que se haya enojado…”). Yo lo llamo: Deja de estar agarrando
lo que no es tuyo.
Si el otro se enoja, ¿a quién le pertenece ese enojo? Si alguien opina, ¿de la
boca de quién salió esa opinión? Si alguien grita ¿de qué garganta provino
ese grito? Si te voltean a ver y cuchichean ¿a quién le pertenece ese chisme?
Si entras a un lugar y todos te tiran “mala vibra”, ¿esa vibra es tuya o de
alguien más? Deja de agarrar lo que no es tuyo es un entrenamiento diario
permanente. Si comenzamos por Observar Conscientemente, es decir, con
claridad e intención, de dónde viene la emoción de esa persona, podemos
no-tomarla más fácilmente.
El afuera nos afecta y agrede nuestro Limitómetro llevándolo a niveles
tóxicos, porque pasan sucesos que no planeamos y nos lastiman. No podemos
culpar a una tormenta por nuestros desastres de tal forma que nos ofendamos
con ella y decidamos no volverle a hablar. Es una tormenta. No podemos
suponer “está lloviendo para darme en la torre”, porque sabemos que no es
así. Pero sí puede esa tormenta afectar mi estado de ánimo, aunque no sea su
intención. Sí puede esa tormenta causar otra tormenta de mi piel hacia
adentro afectando mi temple y tomándome personal lo que las personas de mi
alrededor hacen, sólo porque algo allá afuera me afectó.
Si el Limitómetro no está en un rango saludable, me siento mal, ya está en
un rango incómodo o tóxico. ¿Cómo es que permito que el regaño de mi
mamá me afecte tanto? Sólo es mi mamá y un ruido, un comentario, un tono,
puede afectarme mi día o mi semana. La amo y me ama, lo sé, entonces cómo
es que me afecta tanto. ¿Cómo es que la presencia de mi papá denso o de mi
hermano intenso puede dañarme tanto? ¿Cómo puedo llegar a mi trabajo e
inmediatamente sentir que todos me critican? ¿Cómo puedo ir de trabajo en
trabajo sintiéndome mal en cada uno pensando que están mal, cuando la
persona sensible soy yo? ¿Y si es alcohólico? ¿Y si son violentos? ¿Y si
murió alguien y perdí mi paz? ¿Y si no les importo? ¿Y si los problemas allá
afuera son tan grandes que no logro estar bien aquí adentro? Es totalmente
cierto. Explicar este tema de límites conlleva la enorme responsabilidad de
devolverme mi espacio vital, crearle armonía y, ahí adentro, sanar mis
heridas.
¿Puedo reconocer que quien tiene el poder de mis emociones soy yo?
¿Hasta qué momento le voy a dejar el poder de mi bienestar a alguien más?
¿A quién le voy a prestar, empujar o regalar mi Canasta Básica de emociones
saludables para que la pueda cuidar… o perder, o maltratar, o lastimar? ¿El
gobierno tiene la culpa? ¿Mis papás? ¿Mis maestros? ¿Mis compañeros? ¿Mi
ex? ¿Su ex? ¿En manos de quién estoy dejando mis emociones para que
después pueda yo decir que me lastimaron, tomándome personal lo que yo
permití?
Pero nadie nos enseñó que uno sí tiene la opción de no dejar la
responsabilidad afuera. Al contrario, nos enseñaron que necesitamos de la
aprobación de los demás para sentirnos bien aquí adentro. Como si eso se
pudiera lograr. ¿Crees que puedes lograr la aprobación de TODOS? ¿Crees
que tienes el poder sobrenatural de hacer felices a todos y darles gusto a
todos allá afuera? ¿Vas a acabar? Son muchos. ¿Tienes la capacidad de
solucionarles los problemas a todos? Nadie lo tiene. En cambio, nos
enseñaron que para que el Limitómetro se sienta saludable, lo necesitamos
intoxicar. “Sólo te quiero si haces lo que yo digo”. ¿Qué clase de chantaje es
ese? O algo mucho más disimulado “yo pensé que eras diferente, pensé que
me querías”. ¿No le gusta cómo le amas? Adelante, puede irse. ¿No te gusta
cómo te aman? Perfecto, trabajemos esos límites saludables y a otra cosa-
mariposa. ¿Cuándo vamos a terminar entonces con esto? Mientras sigas
dejando tu bienestar en manos del afuera, nunca. Eso te lo aseguro.
Bueno y a todo esto, de qué lado del Limitómetro te encuentras. ¿Eres de
las personas que tiene su Limitómetro incómodo o tóxico porque hay gente
alrededor que siempre traspasa tus límites lastimando? O bien, eres esa
persona que siempre está faltándole al respeto a los demás, diciéndoles lo que
tienen que hacer, cómo deben vivir, opinando de si están haciendo las cosas
bien o mal, juzgando con una medida de supuesta perfección lo que está
correcto para esta sociedad, molesta con cómo hacen las cosas todos… es
decir, alterando el Limitómetro de todos a tu alrededor? Porque no hay
muchas opciones, estamos permitiendo que nos lastimen desde la sumisión o
estamos ejecutando heridas desde la agresión, en el rango incómodo o en el
rango tóxico. También puede haber una combinación de ambos niveles,
puedes sufrir la agresión de los demás con un Limitómetro incómodo o
tóxico en ciertos lugares y con ciertas personas, y también, puedes ejecutar la
agresión con otros escenarios y diferentes personas. Es común que así suceda.
Cuando una persona está lastimada, claramente ha permitido que sus
límites estén heridos. ¿Pero sería normal que llegue una persona a tocar a la
puerta de mi casa y amablemente me pida permiso para insultarme? No
funciona así. Sencillamente no sabemos que nos van a lastimar y resultamos
heridos. ¿Qué hace falta para no herirnos? ¿Salir a cada puerta a pedirle a
cada persona de este mundo que por favor no me vaya a lastimar? ¿A todos?
No vamos a acabar nunca, son muchísimos y cada quién hace lo que puede y
sabe hacer. Sería una labor interminable ir de puerta en puerta con cada
persona a pedirles que por favor no nos vayan a lastimar. No sólo es
imposible, no vamos a terminar, ni siquiera con una sola persona, de
explicarle todos los puntos sensibles en donde puede lastimarme. ¿Por qué
mejor no lo hacemos al revés? ¿Por qué mejor no nos olvidamos de estar de
puerta en puerta con el afuera y comenzamos entonces a cuidarnos a nosotros
mismos de nuestra piel hacia adentro? ¿No te parece mejor idea que tú cuides
tu propia fortaleza? ¿No es mucho más sencillo que tú tengas el control total
de tu Canasta Básica de Bienestar? Porque en realidad así es. Tú eres el
dueño de tu vida, de tus situaciones, tus acciones y tus reacciones. No podrás
controlar lo que sucede allá afuera, pero con toda seguridad puedes controlar
lo que tú haces con lo que sucede allá afuera. No podrás evitar tener un
problema, pero eres el dueño de lo que tú haces con ese problema. No podrás
evitar algún dolor, pero eres el dueño de lo que harás con ese dolor.
¿Y si me gusta darle gusto a los demás? La fórmula es muy sencilla, te
explico. Si estás preocupándote mucho porque no le das gusto a los demás, te
provoca ansiedad la opinión de otras personas, te preocupa lo que vayan a
pensar en tu trabajo, te da miedo la reacción de tu esposo, de tu jefe, de tus
papás, no importa a cuántas personas mencione, todas ellas no son tú y eres
tú quien define qué significa para ti ese bienestar y qué es lo que te provoca
felicidad. En cambio, si darle gusto a tu pareja te provoca felicidad, estás en
un buen lugar dentro de tus propios límites saludables. Pero si hacertodo el
tiempo lo que tu pareja quiere te provoca frustración, significa que ya se
brincaron tus propios límites saludables y se volvieron tóxicos. ¿Hasta qué
punto debo darle gusto a los demás? Hasta que ese punto deje de darte gusto
también a ti.
Siempre habrá personas que no estén de acuerdo y, entre más personas
conozcas, más desacuerdos vas a encontrar. Te prometo que mientras quieras
seguir modificando tus formas para agradar a otros, vas a seguir siendo
infeliz, es la fórmula perfecta para sentirte mal. La mayoría de mis pacientes
me dicen que no quieren que las demás personas sientan su rechazo, incluso
se preocupan porque piensan que poner límites saludables es pelearse con sus
seres queridos, dejarles de hablar, retirarles su presencia o que les comience a
“valer”. “Pero es que no me vale la opinión de mi mamá”, “pero es que no
me valen mis hermanos”. Me agrada escuchar esta preocupación, indica que
estamos en el camino correcto. No estamos aquí para abandonar a nadie, sino
para aprender cómo acompañarte a ti mismo de mejor forma. No estamos
aquí para terminar con nadie, sino para que puedas comenzar contigo. Es
muy diferente.
Los Límites Rango Saludable no son un rechazo a los demás, por el
contrario, estamos aprendiendo a convivir con el mundo de una forma mucho
más sana. Estamos aprendiendo que las opiniones de los demás son
sumamente importantes al igual que las tuyas, simplemente no te pertenecen.
Y vamos a aprender a dejar las opiniones de los demás en su lugar, con amor
y respeto. Si tú crees que la opinión que te están dando te duele, no la tomes,
déjala en su lugar y no la sostengas ni un segundo. Si crees que esa opinión
puede serte de utilidad, de la misma forma déjala afuera para cuando tú
necesites ocupar esa información para tu bienestar y crecimiento. ¿Ya
comienza a leerse más sencillo, cierto?
Si trabajamos constantemente en mantener el Limitómetro en un Rango
Saludable, podemos identificar casi al momento cuando cambia de rango al
incómodo o al tóxico y tomar cartas en el asunto para poner el Limitómetro
en un Rango Saludable, nuevamente. ¿Cómo? Entrenamiento. Si has tomado
terapia conmigo o estudiado alguno de mis cursos, sabrás ya lo sencillo que
resulta. Recuerda, si te sientes bien, es agradable para ti, entonces es
adecuado. Te sientes mal, no es agradable para ti, entonces no es adecuado.
Esto que aprendimos es información que sirve para el movimiento de tu
Limitómetro. Recuperas cuando tú quieras el Rango Saludable, porque de tu
piel hacia adentro tú decides, tú mandas, manejas tu Canasta, recuperas
bienestar, cambias tu rango en tu Limitómetro, decides hacerte totalmente
cargo de cambiar tu historia. Ya es tiempo de recuperarte, de decidir por ti.
Ya basta de que decidan otros. Ya Basta.
EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN CONSCIENTE
“En medio del movimiento y el caos, mantén la calma adentro de ti.”
Deepak Chopra
La película Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton, es un
abanico de ejemplos de límites tanto saludables como tóxicos. Se puede
Observar en esta historia cómo los personajes le insisten continuamente a
Alicia que ella debe ser alguien diferente cuando ellos lo necesitan. Cuando
finalmente Alicia decide lograr estos nuevos retos y modificar su
pensamiento para lograr la victoria, los límites saludables trabajaron en
equipo con El Arte de la Observación Consciente. ¿Es posible entonces
cambiar? Claro que es posible, todos lo hacemos de forma permanente y sin
darnos cuenta. Aunque intentaras permanecer igual, no se podría. ¿Es
positivo entonces permitir que las opiniones de los demás nos afecten como
le sucedió a Alicia? Al personaje de Alicia las opiniones de los demás le
estorbaron al inicio. Fue hasta que ella pudo tomar la decisión de hacer un
cambio de su piel hacia adentro y tener una transformación evolutiva. No se
trata de pasarse la vida dándole gusto a los demás, se trata de disfrutar cada
decisión que tomo sabiendo siempre de forma consciente y sintiendo de
forma inconsciente que Yo Soy el protagonista de mi propia película, el
personaje principal de mi vida y por lo tanto mi gusto va primero. Para darles
gusto a los demás primero debo estar consciente de que a mí me da gusto
darles gusto, de lo contrario yo estoy violentando mis propios límites
saludables convirtiéndolos en tóxicos. Si intentas cambiar para darles gusto a
los demás, lo que estás fabricando es un futuro reclamo digno del título de
manipulación: “hice todo por ti”, “dejé todo por ti”, “cambié mi vida por ti”.
No, no. Mueve todo lo que quieras, por ti, no por alguien más. Te dolerá
hacer tanto cambio por alguien y que al final no haya funcionado a ti, para tu
crecimiento o, a veces, duele que no te lo agradezcan. Si vas a hacer cambios
en ti, son para que puedas sentir orgullo de tu crecimiento y la certeza de tu
camino de evolución. ¿Por qué debo trabajar yo si los que violentan son
ellos? En primer lugar, porque es a ti a quien le duele esa violencia; en
segundo lugar, porque no puedes cambiarlos. Si tú tuvieras el poder mágico
de cambiarlos, ya lo hubieras logrado, recuerda que no puedes cambiar a los
demás y tienes años de experiencia en intentarlos cambiar y no ha resultado,
¿cierto? Afortunadamente, porque este mundo sería un caos si todos
pudiéramos cambiar a todos.
He estado hablando de Observación desde el inicio de este libro. Observar
es la clave de toda evolución y es a través de ella que hay descubrimientos en
el mundo, en los centros de investigación, en las novedades científicas, en la
naturaleza, en nosotros mismos. En el capítulo anterior mencioné que es a
través de la Observación Consciente que podemos Dejar de agarrar lo que
no es nuestro, con los elementos clave: claridad e intención.
A través de El Arte de la Observación Consciente podemos darnos cuenta
de cuáles son esos lugares, situaciones y personas que nos provocan dolor,
miedo, incomodidad o desagrado. Podrás tener la claridad, sin que explotes
ni entres en crisis, de dónde está la línea que cruza los límites saludables y se
vuelven tóxicos. También es la herramienta con la que comienzas a recuperar
tu paz para devolverla a tu canasta básica. Es el anti-juicio. Recuerda que
cuando emitimos un juicio “está bien”, o “está mal”, entonces se acaba el
análisis. Este señor es un monstruo. Esta señora es una histérica. Este niño es
un malcriado. Juicio, juicio, juicio. Tan tán, se acabó la plática, no hay más
que decir después de un juicio, a menos que sea otro juicio. ¿Dónde está la
historia del por qué se convirtió en monstruo? ¿Qué sucedió para que esta
señora utilizara la histeria como mecanismo para comunicarse? ¿Ese niño
nació malcriado? Siempre hay una historia detrás de esa persona. La mayoría
de las veces son historias que ni los propios protagonistas se han detenido a
Observar.
Sólo aprendiendo a Observar con Consciencia, es decir, con la intención
de realmente ver a nivel profundo, puedes darte cuenta de que esa persona
que grita no sólo es gritona, sino que está explotando lo que por tanto tiempo
acumuló, llenó y reventó. Si aprendes a Observar puedes darte cuenta de que
esa persona que te hizo tanto daño no sólo te lastimó, sino que lleva mucho
tiempo lastimada y no sabe cómo relacionarse con los demás sin lastimar.
Observar Conscientemente es la clave de todo crecimiento. Comenzamos
aquí, comenzamos ahora. Es momento de hacernos cargo de lo que nos
molesta o lastima y empezar a avanzar. Ya basta de estarnos lastimando. Ya
basta de que nos duela y de seguir recibiendo golpes y heridas. Ya basta.
Empecemos a poner en práctica lo que llevamos hasta aquí. Como te
mencioné antes, la técnica Deja de Agarrar lo que No es Tuyo, nos libera en
una gran parte de las cargas que solemos traer. La vida sería tan sencilla si
todos hiciéramos lo mismo. ¿Te gritó tu papá, tu vecino o tu jefe? No es tu
grito, no te pertenece, no salió de tu boca, no lo agarres. Si lo tomas, lo que
vas a lograr es victimizarte… “me gritaron”. Entra la pregunta mágica ¿Y?
Alguien que no eres tú hizo una grosería:¿Y? Es que me gritaron… es que
me dijeron… es que me vieron feo… es que le pegaron a mi carro… es que
me insultaron… es que no me dejan salir… es que, es que, es que… ¿Y? ¿Es
tuyo? Deja que el mundo diga y opine y grite y se mueva como quiera y
pueda. Tu Canasta Básica de Bienestar en su lugar y completa es tu
responsabilidad, para que puedas practicar El Arte de la Observación
Consciente y veas ese grito cómo sale de una garganta que no es la tuya, de
un cerebro que no es el tuyo, de una persona que no eres tú. Y entonces
puedes con toda tranquilidad decidir qué harás en esa situación donde No
Agarraste Nada que No es Tuyo. ¿Sabes cuánto evolucionas sólo con aplicar
estos tres conceptos?
Lo recomendable de Deja de Agarrar lo que No es Tuyo, es practicarlo sin
llevarlo a un extremo donde parezca que nada nos importa. Justamente
porque sí nos importa esa persona y su comentario y porque yo sí practico el
respeto, voy a dejar esa actitud que no es mía en su lugar y a conducirme
como a mí me da la gana conducirme, no como la otra persona espera que yo
haga o diga, porque esa persona está acostumbrada a poner su paz en alguien
más y que se la resuelvan. Entre más te esfuerzas por complacer sólo a los
otros, menos lo logras y más te piden. ¿Y si es alguien que me ama?... ¿Y?
¿Porque me ama debo permitir que me lastimen? Ellos no saben dónde están
mis heridas y por tanto pueden lastimarme. Mi Observación Consciente me
hará ver de forma transparente que esa persona que falta al respeto
continuamente, es tal vez su única forma de comunicarse y yo ya me estoy
tomando personal su grito, cuando nadie le ha enseñado a hablar
respetuosamente. Es-su-única-forma, y me repiten mis pacientes “entiendo
que es su única forma pero debería ser más amable”. Por eso soy repetitiva en
este libro, porque no es sencillo comprender estos conceptos a la primera. No
estoy diciendo que esté bien ser irrespetuoso, estoy diciendo que, si esa es su
única forma de hablar, cómo pretendemos que hable diferente, con respeto o
con tranquilidad. Si tú sabes ya cómo practicar la Observación, detente a ver
a detalle, con claridad, con la intención de realmente comprender con esa
Observación, cómo esa persona que está gritando no tiene las herramientas
que tú tienes. ¿Está mal que no las tenga? No, recuerda, no está ni bien ni
mal, todos pasamos por niveles de aprendizaje en distintos tiempos de nuestra
vida y no todos tenemos por qué ir al mismo ritmo. La fórmula es sencilla,
recuerda, si esa persona o situación es adecuada para ti, te quedas, si no es
adecuada para ti, te mueves de ahí, sin tomártelo personal. Sin andar
agarrando lo que no es tuyo.
El maestro Miguel Ruiz suele recordarnos constantemente uno de los
Cuatro Acuerdos Toltecas que es No te tomes nada personalmente. También
hay otro acuerdo igual de complicado y que es el casi imposible No
supongas. Es una labor titánica, sobre todo para las mujeres que, como
tenemos un tipo de pensamiento más detallista que el tipo de pensamiento
práctico de los hombres, tendemos a crear historias donde no las hay, a
buscar detalles donde no se necesitan y a suponer con base en otras
suposiciones creadas al momento. “Es que seguramente no quiso dormir en
nuestra cama, porque seguramente está enojado, porque seguramente piensa
que lo que platicamos en la mañana no es verdad, porque seguramente me
quiere aplicar silencio para que me duela, porque seguramente quiere que
reaccione a su conveniencia, porque seguramente…”. Uff, cómo no cansarse,
cómo no explotar. A diario escucho (insisto, sobre todo a mujeres) que
suponen sobre la suposición de la suposición. Y encima de todo se creen
tanta historia y viven y sufren sobre ella. Labor titánica de verdad. Te invito a
que pases tus siguientes 4 horas sin suponer. ¿Puedes? ¿Dos horas? ¿Tus
siguientes cuatro pensamientos?
Nos llenamos la cabeza de ideas que no son ciertas y, si lo fueran,
posiblemente no son de nuestra incumbencia o nos estamos tomando personal
algo que no es de nosotros. Y encima de todo sufrimos horas, días, semanas
por ello. Hombres que le dan vueltas al mismo miedo hasta generar ansiedad,
mujeres que suponen mil versiones de por qué pasó lo que pasó hasta
enfermar. Tanta energía gastada en lo que no existe, para generar síntomas
que sí existen, tantas historias creadas sin un para qué productivo. Cuando
quieres saber por qué pasó algo, te remites al pasado y le das una explicación.
Cuando quieres saber para qué pasará algo, creas una historia en el futuro
que le da sentido a tu actual emoción. Sin embargo, cuando mezclamos el
futuro y el pasado, hacemos un revoltijo que no tiene ni pies ni cabeza.
Repasamos millones de veces el pasado queriendo entender un porqué con la
pregunta incorrecta. Por qué me engañó (pasado) si nuestros planes eran
casarnos el año que viene (futuro) y me dijo que me amaba (pasado) justo
antes de que pagáramos la luna de miel (futuro)… En mi libro Creando,
Sanando, Disfrutando, te explico las diferencias entre la razón del hemisferio
izquierdo y la emoción del hemisferio derecho y te comento que no podemos
dar solución a frases como “explícame (hemisferio izquierdo) por qué me
duele (hemisferio derecho)”. No vamos a terminar de armar una pregunta
congruente si seguimos insistiendo en mezclar hemisferios, análisis,
sanación, explicación, emoción y meter una pregunta que sane nuestro dolor,
a un lugar lleno de suposiciones, muchas irreales, donde la mayoría del
argumento de esa historia sirve para tomarme personal lo que ME hicieron.
ME dijo, ME engañó, ME amaba, ME mintió. No, él no te lo hizo a ti. Él hizo
lo que sabe hacer y ustedes dos decidieron compartir momentos y él habló un
lenguaje que sabe hablar y que a ti no te acomoda ni te favorece más. Y nos
tomamos personal lo que él hace o dejó de hacer, cuando podemos soltar lo
que él hace o dejó de hacer, simplemente para no torturarnos tanto tiempo,
tan fuerte, que lleve a trabajar en terapia “quiero saber qué tengo de malo
porque me dejó”. De nuevo, lo bueno y lo malo. Sucede que no siempre nos
quedaremos en esa relación, que es de dos personas no de una y, que si una
persona no quiere o no puede seguir, lo más saludable es que se vaya. Te lo
tomes personal o no, lo saludable es terminar o seguirás cargando el peso de
dos personas donde sólo cabe una. Supongas millones de historias o no, si ya
no son dos involucrados en una pareja, aunque haya heridas que duelan, lo
adecuado es terminar, sanar y aprender. Hay pacientes que llegan conmigo
después de 30 años ininterrumpidos de haberse tomado personalmente el
término de una relación, de suponer miles de argumentos por los cuales
terminaron… 10, 20, 30 años atrás. Claramente no desean avanzar o nadie les
ha enseñado cómo hacerlo. Pero el cómo se inicia al practicar todos los días
El Arte de la Observación Consciente, ubicar con tranquilidad y sin prisas en
dónde lo estoy tomando personal, en qué lugares y con qué personas estoy
suponiendo. Yo les digo a mis pacientes “cáchate suponiendo”, “cáchate
tomándotelo personal”. Porque es el inicio. Primero hay que darnos cuenta de
cuándo lo hacemos, cómo y con quién. No intentes evitarlo si no quieres,
pero sorpréndete tomándotelo personal o suponiendo las veces que puedas.
Entre más te caches, más maestro te volverás en dejarlo de hacer sin que te
des cuenta. No hay prisa, tienes una vida entera para practicarlo.
ASÍ ES
Muchos pacientes llegan a mi consultorio compartiéndome cómo es que tal
persona las lastimó o bien, me cuentan a detalle lo que su esposo hace para
hacerlas enojar o lo que su esposa ha hecho para desquiciarlos, me platican
cómo su pareja los ha hecho profundamente infelices por años. La decisión
de quedarse a lado de una persona que los hace infelices es un trabajo diario
donde uno, sin darse cuenta, permanece un día más sufriendo junto su pareja,
su jefe, sus compañeros... Sin embargo, hay algo muy característico en estas
historias: todos saben “cómo solucionarlo”. Claro, no desde uno mismo, sino
desde la persona que los está lastimando.“Sólo tiene que hablar sin gritar”,
“sólo quiero que me escuche”, “nada más quiero que no me moleste”,
“únicamente necesito que me ponga atención”, “yo sólo pido respeto”, “sólo
necesita relajarse un poco”, “si fuera más amable le iría mejor”, “por eso
nadie lo quiere, porque no es atento”. Es muy sencillo ver la solución afuera,
pero para hoy, tú ya sabes que puedes pedir y pedir que cambie y no por ello
va a cambiar. Pidiendo que deje de tomar no se le va a quitar el alcoholismo.
Pidiendo que deje de gritar no se le va a quitar lo violento. Pidiendo que te
respete no se convertirá en un santo. Pidiéndole que te escuche no se sentará
a solicitarte que le platiques. Si fuera así de fácil, ya hubiera sucedido. Si
fuera tan sencillo como “por favor, deja el alcoholismo de lado”, hace mucho
que lo hubiera dejado. Si para hoy todo lo que has intentado con esa persona
no ha funcionado, me atrevo a asegurarte que no va a funcionar. Cuando
menos no porque tú se lo pidas más bonito, o más enojado, más fuerte o más
veces.
El concepto más complejo de compartir con mis pacientes de forma que
pueda explicarme es este: Así Es. Son dos palabras que encierran una
dolorosa verdad. Es que mi marido es alcohólico y no quiere dejar de tomar
porque si quisiera ya lo hubiera hecho. No, no puede dejar de tomar, en
primer lugar, porque es una adicción que ya se estableció en su cerebro y, en
segundo lugar, porque él Así Es. Es que mi esposa se la pasa gritándole a los
niños e insultándolos día y noche y le he pedido que les hable bonito y luego
yo salgo insultado también, cómo le hago para que ya les hable tranquila. No,
no puedes hacer que les hable bonito, sencillamente porque tu vida la
controlas tú y su vida la controla ella. Si tu esposa hubiera podido cambiar
con tus palabras y tus peticiones, ya lo hubiera logrado, pero ella Así Es. Es
que mi jefe es un misógino que se la pasa insultando a las mujeres y le pido
que me respete y sólo se burla, cómo se lo pido para que me haga caso. No,
entre más se lo pidas, más se burlará, no puedes pedirle algo de cierta forma
para que él cambie, porque él Así Es.
Puedo poner cientos de ejemplos que he escuchado en tantos años donde
quieren cambiar a alguien a su alrededor, y mi respuesta es la misma: Así Es.
¿Si tienes 10 años pidiéndole a tu esposo que deje de tomar, crees que dejará
de hacerlo en su siguiente promesa bajo la cruda del domingo? Él Así Es y si
no ha dejado la adicción es porque tus peticiones y repeticiones no curan el
alcoholismo, sus promesas tampoco.
¿Yo estoy de acuerdo con que las cosas Así Son? No, no estoy de acuerdo,
pero Así Son. ¿Se trata de conformismo? No, al contrario, se trata de
Observar que las cosas Así Son y dejar de estar sufriendo por querer cambiar
lo que no tenemos el poder de cambiar. Tú tienes todo el poder de cambiar en
ti lo que quieras, de tu piel para adentro eres dueño de ti y es tu deber y tu
responsabilidad estar de tu lado y crecer, sin embargo, no es tu deber ni es tu
papel insistir en que el otro cambie, aunque sea por su bien y para que sea
una mejor persona, aunque lo quieras rescatar de una desgracia. Es muy
noble de tu parte, pero no tienes ese poder y hoy ya lo sabes. Se trata
entonces de respetar con amor lo que esa persona hace y lo que Es. Cuando
aplicamos El Arte de la Observación Consciente, podemos lograr claridad
para darnos cuenta de que ciertamente Así Es y no soy yo quien tiene el
poder de cambiarlo o cambiarla. En ocasiones me responden “pues es que la
gente no cambia y menos si no quiere”. A ver, todos cambiamos a cada
segundo, no eres el mismo hoy que ayer, ni que el mes pasado o el año
pasado. Repetimos como máquinas la frase “pues la gente no cambia”,
cuando claramente esa gente no ha cambiado a tu favor ni hacia donde tú
quieres que cambie, aunque sea por amor. El mundo cambia, la tierra cambia,
las personas cambian, las células cambian a diario, por supuesto que el
cambio es constante y permanente. Sólo que tenemos una necesidad de
justificar nuestra molestia de que esa persona no haya cumplido nuestro
capricho de cambiar a como nosotros queremos y necesitamos que cambie.
Aunque sea “por su bien” como se piensa. No es conformismo que aceptemos
que Así Son, es respeto. Decide Observar Conscientemente a esa persona o a
esa situación, verás que Así es. Con esa nueva visión, entonces sí, podemos
trabajar en tu cambio saludable.
¿Por qué es tan difícil tratar este tema con mis pacientes? Porque nunca
comprenden este concepto en la primera sesión. Es genuino, nunca. Les toma
varias sesiones de estarme escuchando repetir lo mismo, con las mismas dos
palabras: Así Es. Pero es que si mi marido tan solo me escuchara. Claro, pero
no lo hace y él Así Es. Pero es que si mi hija no me insultara. Claro, pero te
insulta y ella Así Es. Pero es que si mi novio no me engañara. Claro, pero te
engaña y él Así Es. Pero es que mi novia es muy celosa, si pudiera confiar en
mí… Claro, pero desconfía y ella Así Es. ¿Qué conformista suena, verdad?
Nunca va a ser conformismo Observar con un golpe de realidad lo que ha
estado frente a nosotros durante tanto tiempo. Es que mi marido tiene 15 años
diciéndome que va a cambiar. ¿Sabes por qué no ha cambiado? Porque él Así
Es. Y mientras TÚ sigas tomando la decisión a diario de amanecer junto a él,
seguirás sintiéndote mal. ¿Sabes por qué? Porque él Así Es. Pero es que ya
me prometió que va a cambiar. Está bien, qué bueno que te lo prometió. Pero
es que hoy en la mañana volvió a mentirme. ¿Y sabes por qué te mintió de
nuevo? Porque él Así Es.
Yo no tengo inconveniente en repetir esta frase miles de veces con la
misma tranquilidad cada vez. Sencillamente porque este concepto tan difícil
de entender, no entra a nuestra cabeza la primera vez que la leemos o que lo
intentamos comprender. Ni la segunda. Ni la tercera. Puedes leer este capítulo
varias veces, incluso te invito a que lo intentes, y seguirás pensando “sí, sí, lo
entiendo, que él Así Es, pero yo sólo quiero que me escuche y ya… es todo”.
¿Qué respondo? Bueno, me parece bien que quieras que te escuche, sin
embargo, si no lo ha hecho estos años, qué te hace pensar que ahora sí ya te
va a escuchar, simplemente porque él Así Es.
Admiro el valor de mis pacientes de abrir sus oídos y su claridad con la
intención profunda de Observar y escuchar este concepto tantas veces, hasta
que, después de intentar escaparse de esta cruel verdad por un lado y por otro,
logran por fin caer rendidos recargándose en el respaldo diciendo…
entonces… ¿no va a cambiar nunca porque Así Es? Bueno, ya cuando llegan
a esa pregunta, ya tenemos un camino avanzado, ya por fin tomaron la mitad
del concepto. No es que nunca vaya a cambiar, pero su transformación no
depende de ti ni de tus esfuerzos. Tal vez no llegue ese cambio pronto o
llegue muy distinto al que tú has deseado. Tal vez cambia dentro de 5 años,
10 o de 30. Puedes quedarte siendo testigo de su rápido o lento cambio, pero
mientras esperes, va a doler. Claro, en uno de mis programas explico el gran
valor del dolor, no es un elemento que debe asustarnos, ya lo revisaremos
juntos. Mientras tanto, ¿recuerdas que vamos a poner cada cosa en su lugar
sin andar revolviendo? Aquí viene lo bueno, el siguiente capítulo léelo con
toda tu atención, será el mayor entrenamiento del resto de tu vida.
EL GRAN ARTE DE SABER POR QUÉ: TUS IDIOMAS
“La llave que abre la puerta del amor y la compasión es nuestra capacidad para
comprender nuestros propios sufrimientos y dificultades… y de los demás.”
Thich Nhat Hanh
Éste es, sin lugar a duda, el tema más importante de toda mi experiencia
como psicoterapeuta. Si solamente tuviera que escoger un tema para regalar
al mundo, sería éste. Por favor, léelo varias veces si te es posible, es muy
importante que puedas aprender con claridad: El Gran Arte de Saber Por
Qué.
Cuando una persona nace, trae su chip cerebral casi en blanco. No tiene
todavía los programas instalados necesarios para sobrevivir. No le han
colocado aún la habilidad de alimentarse o cuidarse,tampoco le han instalado
el idioma español, ni los movimientos corporales para poder caminar o
correr, no nació entrenado para reconocer colores o lugares. Así de nuevecito,
sin ninguna información aún registrada, ese bebé claramente no nace enojón,
ni con depresión, ni con ansiedad y de los cinco sentidos que tenemos, de los
más funcionales al nacer es el sentido del oído, que desde el vientre materno
está ya recibiendo todos esos sonidos externos y amplificados como caja de
resonancia.
Escucha el español desde antes de nacer y el primer día de nacido. Al
segundo día de nacido, ¿qué crees que escucha? Español. Y al tercer día de
nacido, también. Y al día 27, y al 100, y al día 365, escucha español. Un año
de vida y ese pequeño humanito que venía completamente en blanco sin
ningún programa cargado, ya hizo todas las conexiones neuronales necesarias
para decodificar sonidos y aprender un idioma entero. ¿No te parece
verdaderamente sorprendente? De cero a 100 en menos de un año,
decodificar cada letra, cada palabra, cada lógica del enunciado, cada sonido y
vocablo, las intenciones de las resonancias y sus volúmenes. Al año de nacer,
este bebé ya domina el idioma español y si le dices “bájate porque te vas a
caer”, se baja, o bien, te voltea a ver lanzándote una mirada que significa “no
me voy a bajar”, pero ya entendió lo que le dijiste. A los dos años ya
comparten más frases que sonidos. A los tres años aproximadamente ya
hablan a la perfección un idioma nue-ve-ci-to. Antes de esta edad, nadie se ha
sentado con este niño con un libro de gramática a enseñarle el gerundio o el
infinitivo y aun así los usa impecablemente. Nadie le mostró las
conjugaciones ni los adverbios de tiempo o de cantidad, y los usa. Habla de
manera perfecta un idioma completo que no se dio cuenta cuándo ni cómo
entró a su sistema. Este niño no autorizó a nadie a que le enseñaran español,
nadie le pidió permiso tampoco. No fue fácil para él aprenderlo, ni tampoco
fue difícil, no fue bonito ni feo, solamente fue automático. Su cerebro tomó
cada sonido existente, día tras día, momento tras momento y armó palabras,
oraciones, ideas, hasta poder expresarse como el resto de los integrantes de su
casa.
ERA LO QUE HABÍA
Primera pregunta importante de este tema: ¿Por qué aprendió español?
Sencillo: PORQUE ERA LO QUE HABÍA. Por qué no comenzó a hablar en
francés, tan bonito que se escucha, o en inglés tan útil en estos tiempos, o
chino mandarín tan bueno para los negocios internacionales. Pues porque lo
que había en casa era el español. Y así como en tu casa había español, desde
tu primer día, incluso antes, sin darte cuenta, sin autorizarlo, sin que te fuera
fácil, ni difícil, ni bonito, ni feo, sin pensarlo, sin juicios, sin análisis:
APRENDISTE-TODOS-LOS-DEMÁS-IDIOMAS-DE-TU-CASA, no
solamente el español: TODOS. Los bonitos, los feos, los agresivos, los que
odias, los que te gustan. Todos.
Veamos, si en mi casa son alegres, yo aprendo ese idioma y sé de alegrías,
de ver una sonrisa automática en mis actos. Si en mi casa son violentos, yo
aprendo de violencia, de maltrato, de dolor, de miedos. Si en mi casa son
irrespetuosos, yo conozco de faltas de respeto, de burlas, de inseguridades.
No hay juicios al momento de aprenderlos, los juicios se hacen al momento
de ejecutar los idiomas que no me gustan, los que me lastiman, “mi mamá me
insultó muchas veces y eso está mal porque me dolió”. Ahí hay un juicio:
bien o mal, ya que lo vivimos y nos causó dolor. Claramente no tienen que
gustarme todos los idiomas que estoy aprendiendo, ni siquiera me doy cuenta
cuando entran a mi sistema. Si yo estoy viviendo del idioma del abandono,
¡claro que no me va a gustar! Pero que no me guste no quiere decir que no lo
domine a la perfección si alguno de mis papás habla ese idioma con su
ausencia.
En todo libro de Desarrollo Humano se describen a detalle las etapas de
desarrollo desde la fecundación de óvulo y esperma, pasando por infancia,
adolescencia, adultez y tercera edad, hasta la muerte. En la infancia, que es
aproximadamente de los cero a los ocho o nueve años, un niño aprende todos
sus idiomas básicos. Es en esta infancia donde todos sus aprendizajes
primarios cuentan para relacionarse con el mundo y es aquí donde sin juzgar
(sin darnos cuenta) aprendemos lo que vivimos en casa y dominamos los
idiomas que hay, a la perfección, nos gusten o no.
Si en mi casa se habla el idioma de la violencia física, entonces puede
haber -por ejemplo- un hombre golpeador con una mujer sumisa. Desde mi
edad -casi nueva- y mis ojos de infante, yo lo veo, lo aprendo, lo domino, es
muy posible que me duela lo que estoy aprendiendo y que no me guste, pero
si lo veo a diario, me lo sé de memoria y lo domino. Este idioma de violencia
física va a bajar de la generación de arriba a la mía. Hasta aquí parece
sencillo, hasta aquí muchos pacientes me detienen y me dicen “mi papá es
alcohólico y yo no”, “mi papá nos abandonó y yo no abandono”, “mi mamá
era muy cruel y yo odio la crueldad”, “mis hermanos me hicieron daño y yo
jamás haría eso”.
Tienen toda la razón. Rechazamos eso que nos dolió en nuestra infancia y
no queremos nada que se le parezca, sin embargo, en algún momento te darás
cuenta de que eso que viviste en tu infancia es lo mismo que estás repitiendo
ya de adulto. Te explico cómo.
El idioma de este ejemplo, violencia física, una vez que se aprende y se
domina por verlo y sentirlo tan repetitivo, baja de generación y se parte en
extremos, para hacerlo más sencillo hablemos sólo de dos, los más obvios
son: golpes o sumisión. Parece que no es lo mismo, sin embargo, son el
mismo tema en diferente extremo. Si viví el idioma de violencia física, lo
observé lo suficiente, lo aprendí de memoria, me dolió, lo rechazo o lo
ejecuto, pero ubico ese idioma a la perfección. Si ese idioma fue lo
suficientemente dominante como para permear de una generación a otra,
entonces a donde quiera que vaya voy a ejecutar alguno de los extremos: Me
vuelvo una persona violenta o me vuelvo una persona sumisa, pero ambos
extremos provienen del mismo idioma y voy a ser sensible a la violencia en
cualquiera de los extremos. Si yo tomé el extremo de ejecutar violencia,
puedo gritarles agresivamente a mis hijos, puedo golpear a mi esposa, puedo
insultar a mi marido, puedo pelear a golpes con quien me chocó el auto,
puedo gritar sin sentido a la menor provocación a quien sea. Si yo tomé el
extremo de ejecutar la sumisión, puedo hacerme pequeñita y obedecer
reprimiéndome todo el día, puedo recibir insultos sin poner un alto, puedo
incluso pensar que merezco esos golpes o esos gritos, puedo defender a mi
agresor, puede dolerme todos los días la herida del golpe, el miedo extremo
de hacer algo mal y que tenga consecuencias, soportar frecuentemente el
dolor de ver cómo maltratan a mis hijos, permitir que otra persona se meta a
mis límites y me hiera.
Con dos personas que hablan el mismo tema, en extremos opuestos, es
muy posible que puedan conocerse, atraerse y comenzar una relación. Para
todo el mundo y emitiendo un juicio rápido, el violento es un monstruo y la
sumisa es una santa (aplica también y con frecuencia a géneros opuestos).
Dentro del consultorio es diferente, él es una persona que no ha sanado sus
heridas donde vio cómo golpeaban a su mamá o a su papá, donde sufrió
heridas probablemente muy dolorosas y que no tiene la menor idea que se
pueden sanar. Habla el idioma que conoce. Dentro del consultorio, ella es una
persona que vio cómo golpeaban a su mamá o a su papá, donde sufrió heridas
probablemente muy dolorosas y que nadie le enseñó que se pueden sanar y
evitar. ¿Te fijaste que usé el mismo enunciado para ambos? Porque aplica
para los dos extremos, mismo idioma de violencia, diferente extremo.
Otro ejemplo que uso mucho para explicar El Gran Arte de Saber Por qué:
Si en vez de violencia física, en mi casa se hablaba el idioma de problemas
con el alcohol y mi papá o mi mamá tomaban sin control, lo que yo veía
entonces era una persona que llegaba a casa con dificultadespara manejar,
caminar, hablar, relacionarse, alguien que olía a bebida, alguien a quien yo no
conocía en sus cinco sentidos, alguien que le ponía atención sólo a la
siguiente fiesta, la siguiente salida o reunión con los amigos. Esto, por cierto,
conlleva también un grado de violencia perfectamente visible ante los ojos
que no están tomando alcohol en ese momento. La cantidad de personas que
me han visitado explicándome cómo golpearon a su mamá, sus hijos, su
pareja, cuando estaban tomados; la cantidad de personas que me han dicho
que han perdido el trabajo, su casa, su familia, sus bienes, por no poder
controlar el alcohol, es un problema gigante. Bien, si yo observé todo ese
problema con el alcohol desde que nací, lo aprendo, lo domino me guste o no
y cuando baja de generación y se parte en dos, entonces: amo el alcohol u
odio el alcohol, pero cualquiera de los dos extremos es un problema con el
mismo. Mismo idioma, diferente extremo. Entonces encontramos en un
extremo al hombre (o mujer) alcohólico que se la vive de fiesta o con los
amigos tomando, con la mujer (u hombre) que le cuenta las copas y sufre por
el estado en que se pone su esposo cuatro, cinco o seis veces por semana.
El Gran Arte de Saber Por Qué trata justamente de estos idiomas que
aprendemos desde que nacemos y no nos dimos cuenta. “Ya no soporto a mi
marido”, “mi esposa no para de insultarme”, “no puedo dejar de gritarles a
mis hijos”, “no puedo olvidar a mi ex”, “tengo todas mis emociones
revueltas”, “me rompieron el corazón”, “tengo 20 años con ansiedad”. Detrás
de cada persona hay una historia que aprendió desde el día uno de su vida a
ser como es, a tomar las decisiones que toma y a comportarse como se
comporta.
Hay tres características que acompañan a El Gran Arte de Saber Por Qué.
Te las explico ya que son de suma importancia.
Característica 1: Una persona únicamente puede relacionarse con otra
persona que habla sus idiomas. La primera reacción o las más utilizada
cuando menciono esta característica en el consultorio, es negación. De
inmediato me dicen “pues mi marido me fue infiel y yo no hablo ese idioma”.
Veamos, una cosa es que no te guste el tema de la infidelidad, sus ausencias,
la injusticia y el dolor que causa y otra muy diferente es que no dominemos
esos idiomas. A todas las personas que aman el alcohol les molesta estar con
alguien que odia el alcohol (y viceversa), claro, mismo tema diferente
extremo. Si hago una o dos preguntas, van a salir esos idiomas aprendidos
desde la infancia, donde los hombres son infieles desde su aprendizaje
primario porque así lo aprendieron en su casa, o las personas dicen mentiras,
o entre parejas se lastiman, o se abandonan, o tantos idiomas que pueden
hablar en una casa para dominar el tema de la infidelidad o la mentira o la
inseguridad o el dolor o el miedo. Yo nada más puedo relacionarme con
personas que hablan mis idiomas, pero cuando ese idioma me lastima o me
ofende, ya no me gusta esta característica y por lo tanto no estoy de acuerdo
con ella.
Si mi idioma es el español porque al nacer comencé mi aprendizaje y eso
fue lo que escuché y asimilé, es imposible que me sienta atraída por la
profundidad de la plática de un coreano ya que no le entiendo nada, por lo
que dicha profundidad no existe y la plática tampoco: no es mi idioma. Es
prácticamente imposible que una persona inmersa en los movimientos de la
bolsa de Wall Street caiga rendida ante los encantos de un jefe de la tribu de
los esquimales del norte de Canadá: no es su idioma. Cuando la gente se
conoce y se relacionan suelen tener idiomas en común, uno o varios de los
cientos de idiomas que tenemos en nuestro almacén de aprendizajes. Si no es
tu idioma, tu cerebro no tiene forma de registrarlo, aunque esté a tu lado,
literalmente podría pasar como invisible, ya que no le prestarás enfoque.
Imagina que vas a Rusia y en tu primer día entras al metro de Moscú, te
sientas en el vagón y sacas tu mapa para revisar en qué estación debes bajar.
A dos metros de distancia de ti hay tres rusos que están platicando entre ellos.
Si volteas a verlos y les intentas poner atención, sólo escucharás sonidos sin
sentido. ¿Cuánto tiempo vas a pasar intentando tomar una frase de lo que
están diciendo? ¿Un enunciado? ¿Tres palabras? ¿Una, cuando menos? Por
supuesto que no vamos a entender ni media palabra de lo que están diciendo
en ruso, ni siquiera nos vamos a desgastar intentando tomar una frase, porque
no hay forma de que ese idioma que nunca habías escuchado, lo captes en tu
primer día. ¿Qué tanta atención puedes ponerles a sus palabras? Ninguna. No
es tu idioma, tu cerebro ni siquiera va a invertir tiempo en ello. Tres segundos
después seguramente ya volteaste para otro lado a enfocarte en tu mapa
nuevamente, otros tres segundos más tarde, literalmente tu cerebro ya dejó de
escuchar esos sonidos, como si no estuvieran presentes hablando. Ahora
imagina que en ese mismo vagón del metro escuchas un “oye wey…”. No
solamente es español, además es mexicano. Con toda seguridad vas a voltear
y a ubicar al compatriota que dijo eso, porque tus idiomas los ubicas en
donde sea que estés, te gusten o no te gusten. Puede ser que te molesten los
idiomas de tu pareja, pero te aseguro que comparten más de un idioma, de los
que te enfurecen y de los que te enamoran.
Característica 2: Los idiomas más predominantes se encuentran como
contrapartes. Unos párrafos antes te explicaba dos ejemplos
desafortunadamente comunes: los idiomas de la violencia física y de los
problemas con el alcohol. Ahí mencioné que cuando hablamos de un idioma,
cuando baja de generación, se parte en extremos. Bien, una vez dominados
estos idiomas, tendemos a tomar uno de esos lados. Si yo viví con un papá
golpeador, el idioma de los golpes lo domino y puedo volverme agresiva o
sumisa, pero no son sólo esos dos extremos, ya que extremos de un mismo
círculo son incontables. Puede dividirse en dos si quiero hacerlo sencillo o
puede dividirse en cuatro, ocho, diez… El número no importa, mientras sean
extremos del mismo idioma. Si dominara el que mi papá hubiera llegado a la
casa violentando, entonces podría volverme el tipo de persona agresiva que
se cuida de jamás recibir un maltrato. Podría volverme violenta sin darme
cuenta, de tanto estar cuidando que no me violenten. Podría intentar llevar la
fiesta en paz, por odiar la violencia que tanto vi en mi infancia y de este
intento tan repetitivo, volverme sumisa sin darme cuenta o preferir la soltería
por todos los medios o violentar desde la sumisión. Incontables opciones y
ángulos de vida.
Cada extremo se corresponde con su opuesto, es la pieza que encaja en el
rompecabezas, el engranaje en donde se complementan uno al otro.
Un hombre golpeador es casi imposible que se case con una mujer igual de
golpeadora, probablemente se maten antes de llegar a la boda o antes de ser
siquiera una pareja. Un hombre sumiso es casi imposible que se sienta atraído
hacia una mujer sumisa, por lo general ni siquiera se atraen para una amistad
porque se aburren o se incomodan enormemente. En parejas, amistades,
profesiones, los mejores equipos son las contrapartes, porque uno tiene lo que
al otro le falta y viceversa. Hay una atracción por correspondencia.
Posiblemente no me emocione conocer a alguien idéntico a mí porque,
aunque pueda sentirme a gusto, no me causará sorpresa encontrar a alguien
con mis mismas características, esas ya las tengo yo y el elemento sorpresa
no entra. Me va a impresionar esa persona que hace justo lo que yo no hago,
que se atreve a lo que yo no me atrevo, saludablemente, claro. Yo,
psicoterapeuta, amante de leer, estudiar, escribir, meditar, sanar, cultivar,
trascender, posiblemente no me sienta enormemente atraída hacia una
persona idéntica a mí. Puedo sentirme muy a gusto con esa persona, podrá
formar parte de mis amistades y será sin duda una buena relación. Ojo, no se
trata de poner el exacto contrario. No me sentiré atraída por alguien que odie
leer, odie estudiar, odie meditar, odie sanar, etcétera,no va por ahí. Debemos
compartir las mismas líneas y valores. Su forma de crecer y amar la vida será
la clave opuesta a la mía, tal vez me atraerá una persona que hace todo lo que
yo no hago, que se aviente del paracaídas, que suba al Everest y que nade con
ballenas. Yo no haré nada de eso, pero me causará admiración. Esa atracción
de lo que yo no hago me sorprenderá y las piezas como engranajes deben
combinar, uno tiene lo que al otro le falta y viceversa.
Ten presente el punto que te acabo de mencionar: deben también compartir
valores. No pueden engranar un mafioso con una voluntaria por la paz del
mundo. Si no se comparten valores, no hay forma posible de que exista una
conexión de ningún tipo, no comparten idiomas y no se encuentran. Pero si
ya se comparten esos valores, si ya se encontraron y hubo una atracción, con
toda seguridad comparten idiomas, en sentidos opuestos, en contrapartes.
Característica 3: Los idiomas que deseamos son los que no
dominamos. Esta característica puede aplicar a casi cualquier tema. Me dicen
en el consultorio “yo sólo quiero que me respete”. ¿Viviste en tu casa el
idioma de que las parejas se apoyan y se respetan? ¿Viviste en tu casa alguna
forma de aprendizaje de respetar a los demás, a ti? ¿O tus papás se faltaban al
respeto el uno al otro? “Yo sólo quiero sentirme apoyada”. ¿Te sentiste
apoyada de niña? ¿Si faltaba apoyo sobraba soledad? ¿Estabas mucho tiempo
en soledad? ¿Alguien respaldaba tus decisiones? ¿Te tomaban en cuenta? Uf,
tantas y tantas preguntas que pueden surgir de una simple petición.
Claro que en el consultorio voy a pedir lo que me falta, nadie pide lo que
ya tiene como si no lo tuviera. Por supuesto que vamos a pedir idiomas que
no conocemos o que no dominamos, si los conociéramos podríamos lograrlo
nosotros mismos sin ayuda de la terapia. Por lo tanto, una historia como “yo
vengo de un hogar donde se gritaban, se llevaban muy mal, incluso había
golpes” suele acompañarse de una frase como “lo único que yo quiero es
entender por qué mi esposo me hace sentir menos y me insulta, aunque yo le
he pedido que no lo haga”. ¿Puedes ver la relación?
Primero que nada, le ha pedido al marido que no lo haga, es decir, le está
pidiendo a alguien que Así es que hable idiomas que no sabe hablar, como la
paz, la buena comunicación y el respeto, entre otros. Si yo le exijo a mi
marido que hable en ruso y él no sabe, no lo va a lograr, se lo pida como se lo
pida.
Pero entonces ¿no va a cambiar? Recuerda que él Así es y si tú pudieras
cambiarlo, ya lo hubieras logrado. Si tuviéramos el poder de cambiar la forma
de una persona, los chantajes de otra, el control de otra más, las agresiones de
otro más… ya lo hubiéramos hecho. No se trata de que nos gusten los
extremos de los idiomas de ellos, se trata de que Así Es. El Gran Arte de
Saber Por Qué es un entrenamiento de por vida donde podrás aplicar El Arte
de la Observación Consciente para poder entender por qué esa persona es
como es y cómo es que se relaciona contigo.
Muchas veces me dicen “no se parece nada a mí”. Pues si está en tu vida
entonces cumple con la Característica 1 (una persona únicamente puede
relacionarse con otra persona que habla sus idiomas) y algún idioma deben
tener en común para que esté contigo o cerca de ti. Tal vez es algún idioma
que no logras ubicar tan fácilmente, o bien, puede ser un idioma que ubicas a
la perfección, pero exactamente del otro lado, en el otro extremo.
El Gran Arte de Saber Por Qué es una práctica saludable que nos ubica en
un lugar de compasión. Es una comprensión del lugar de donde viene una
persona, más el deseo de que esté bien y no sufra más. Si veo a un mendigo
en la calle, puedo emitir un juicio rápido y sin análisis “pobre diablo”, “por
qué no se va a otro lado”. Juicios, como suelen ser, crueles. Otra opción es
que puedo practicar El Arte de la Observación Consciente y sentir compasión
al juntar la comprensión de imaginar de dónde viene y por qué vive así, más
mi deseo de que ojalá estuviera viviendo en un lugar mejor y deje de sentirse
mal en todos los aspectos. Entonces puedo hacer algo por el mundo, una
acción concreta para ayudarlo o un buen deseo que siempre nos hará mejores.
Imagina a un político promedio hijo de otro político de antaño, cargando
los mismos idiomas generación tras generación. ¿El idioma es la política? A
grandes rasgos, sí, pero en lo profundo, no. Es una vida entera de
insatisfacción, de inicio a fin. ¿Y qué aparentan? Justo lo contrario, lujos y
placeres. ¿Pero qué hace una persona que no logra satisfacerse nunca? Va por
más. Una insatisfacción es justo eso, nunca sentirse satisfecho, como si
tuviéramos un hueco o carencia en el estómago y por más que comes no te
satisfaces, porque todo lo que entra se sale por la fuga que provoca este hueco
o carencia en el estómago. Siempre vamos a querer más, nunca vamos a
terminar de llenarlo y, por ende, de quererlo. Un político suele estar rodeado
de gente, más políticos, todos en juntas, reuniones, trabajando o negociando,
siempre atendiendo algo que “es muy importante”. Si llega su hijo pequeño y
le pide tiempo, la respuesta será “después, ahorita tengo que atender esto que
es muy importante”, “luego, tengo que ver a estas personas que son muy
importantes”, “llévatelo a otro lado, tengo una junta con unas personas muy
importantes”. Sus únicos abrazos los recibirá cuando escuche “mira m’ijo, ve
todo lo que hemos logrado porque tu papá es importante”. ¿Creen que no hay
relación entre esos pocos abrazos y ser importante? ¿Entre esas ausencias y
querer ser importante? ¿Qué crees que el inconsciente de ese niño desea con
todas sus ganas? Ser importante. Sólo para tener un poco de amor y atención
de esa persona que nunca está, porque está atendiendo algo que es muy
importante, y claramente su hijo no lo es.
Cuando crezca tendrá la herida de falta de atención sabiendo,
inconscientemente, que no es ni fue suficiente para su papá y habrá dominado
que necesita ser importante. Ya no va a recordar por qué, ya no le hará falta
su papá para cubrir esa carencia, solamente tendrá foco en una sola cosa, “ser
importante”, sin poner atención al dolor de su infancia que es lo que detona
todo lo que viene. Ser importante, en la política, se consigue a través del
dinero, que es el escalón que hace falta para conseguir el poder. Entre más
dinero, más poder, entre más poder, más importante se siente. Es en esa
cumbre de poder y de importancia donde más vulnerables están, porque sólo
hay un puesto determinado en la política, sólo hay un banquito al cual
subirse, o te subes tú o se sube él, pero no los dos. Viven cuidándose las
espaldas día y noche, viven con estrés y ansiedad. Acuden a mi consultorio
con pánico y con insomnio, o iracundos o con paranoia, viven agotando sus
glándulas adrenales e incrementando su insatisfacción, porque nada de lo que
logran será suficiente. ¿Cuánto? Depende del nivel, depende del dinero,
depende del poder.
Cuando por fin logran ese escalón de poder, se alcanza una sensación
temporal de satisfacción que se obtiene al llenar cualquier vacío o carencia.
Sí es satisfacción y sí es temporal. ¿Hasta cuándo? Hasta que la ansiedad
vuelva a aparecer o el puesto en turno se termine y vengan de nuevo los
movimientos necesarios para recuperar la importancia que tanto han
perseguido por años. El lujo, el dinero, la comodidad son parte de los idiomas
que aprendieron desde niños, los idiomas superficiales. Los profundos son los
importantes de sanar, porque las satisfacciones que duran poco o se cortan,
provocan frustración, parte del idioma de la insatisfacción. Esto es un breve
ejemplo de un pequeñísimo idioma de los cientos que hay en la política. ¿Por
qué lo toco? Porque cada que doy una conferencia me preguntan que de
dónde vienen los políticos para ser como son. Esa una respuesta tan grande
como cantidad de humanos en el mundo, como historias diferentes en una
misma familia. Ésta, es sólo una de cientos de explicaciones que pueden
provenir de un hogar, sólo uno.
Los criminales,tristemente ejemplificaré los que privan de la libertad a una
persona, tal vez mediante un secuestro. Suelen encajar en un trastorno
alexitímico, es decir, personas que psiquiátricamente tienen problemas para
relacionar sus actos con sus emociones. No pueden sentir emociones como la
empatía, el amor o compasión, su cerebro no las registra. Para ellos, el trabajo
que hacen es eso, un trabajo. Gritan y amenazan porque es parte del guion de
trabajo. Pueden maltratar o violentar porque no les duele ni sienten
compasión por las víctimas. Un alexitímico no suele nacer con los químicos
cerebrales desequilibrados ni sus fibras emocionales dañadas. La mayoría de
las veces eso se aprende, llegaron a ello, se dañan con el tiempo y los
eventos. ¿Han escuchado que cuando una persona tiene una quemadura leve
duele y arde mucho, pero que cuando la quemadura es muy profunda ya no
duele nada? Eso pasa porque las terminales nerviosas que están a un nivel
más profundo se quemaron y es tan grave que ya no pueden sentir ni dolor ni
nada. Bien, algo así sucede con estos criminales. No suelen nacer con este
trastorno, pero algo muy profundo los quemó hasta lo más hondo, en donde
tuvieron un shock bioquímico suficiente como para desbalancear la conducta,
que antes era saludable, a una enferma e indolora realidad.
Por eso no hablamos de juicios en el consultorio, por eso no hablamos de
culpas, a menos que sea para sanarlas. Porque si yo creo que la causa de todas
mis desdichas la tiene mi pareja, muy probablemente yo hice mi elección por
los idiomas que aprendí sin que me preguntaran si quería aprenderlos. Si
creo, entonces, que los problemas nacieron con mis papás, entonces me falta
hacer el ejercicio de imaginar cómo pudo haber sido la infancia de ese papá
tan violento o controlador o ausente, cómo pudo haber sido la infancia de esa
mamá tan insegura o tan cruel o tan posesiva, que te dieron los idiomas que
manejas hoy a la perfección y que tanto duelen y estorban. Si crees que fue
culpa de tus abuelos, te falta imaginar su historia si es que no la conoces o no
te la contaron bien. Nadie de origen es malo, o casi nadie en realidad. Todos
somos el resultado de los idiomas que nos enseñaron, más la suma de lo que
yo he decidido hacer con ellos.
Qué crees que imagino cuando alguien me dice “es que no puedo creer que
sólo me consiga a puros patanes”. ¿Dónde se te ocurre que pudo haber
aprendido ese idioma? No hay otra explicación más que ella ya traía ese
idioma instalado y sólo lo repite porque eso es lo que domina. “No consigo
tener pareja, nadie se me acerca”. ¿Crees que esta persona conoce de cercanía
positiva? ¿Crees que conoce de afecto y de amor? ¿Crees que la abrazaron lo
suficiente y le reforzaron la autoestima lo suficiente? Claro que no. Esta
persona sabe de no-tener pareja, sabe de lejanía, sabe cómo alejar a la gente,
sabe de desamor, sabe de no-lograr lo que quiere. Podemos hablar muchos
idiomas y habrá uno o dos que son los que más le hagan sentido con su
historia. Son esos los que se deben sanar de inmediato para que su historia
cambie.
¿Dónde crees que nace el bullying? Cuando hay un niño agresivo en la
escuela y maltrata a otro hay tres constantes: agredir, no interesarle los
sentimientos de otros y llamar la atención. Por lo general, todos se enfocan
en darle terapia al niño que recibió el bullying y en, supuestamente, castigar
al agresor. Bien, en la mayoría de los casos, el niño abusador no recibe su
consecuencia. ¿Cómo lo sé? Porque un niño que tiene bandera de
agresividad no se le ocurrió ese día por la mañana aprender de bullying.
Seguramente en su casa se vive violencia. Un niño que tiene bandera de no
interesarle los sentimientos de otros, ya aprendió perfectamente que los
demás no importan y aprendió que haber lastimado a alguien más es una
tontería insignificante. Un niño que tiene la bandera de llamar la atención
no fue ocurrencia del día anterior, seguramente en su casa no le prestan la
menor atención. La lógica indica que, si sabe de ausencia, necesita presencia
y si sabe violencia, necesita amor y si sabe de indiferencia hacia los demás,
necesita compasión. Antes de eso se seguirá comunicando de forma violenta
hasta que le presten atención. Claramente en su casa las cosas están
lastimadas desde generaciones arriba y no se compondrán pronto, porque una
junta entre los administrativos de la escuela y los papás, lo que acarrea son
respuestas agresivas de los padres de familia hacia los administrativos, no
les importará lo que se haya provocado a otros niños, haciéndose notar
su enorme importancia con respecto a la ínfima de los demás. Ahí están las
tres características aprendidas de casa. No tiene de dónde aprenderlo el niño
abusador, si no es de sus aprendizajes primarios. ¿Quién cambiará esta
situación de raíz y para siempre? ¿Quién lo hará, sus papás que crearon esta
situación? No sucederá pronto. Este niño seguirá agrediendo muy
posiblemente. Si no surge efecto, lo hará más fuerte, más seguido, más
intenso, sin darse cuenta de que está logrando el efecto contrario al deseado.
Cada vez atrae menos gente, cada vez será más violento para conseguir sus
fines. Es un pequeño controlador en potencia con miras a ser manipulador
cuando sea más grande, mientras sus papás no sanen sus idiomas o él mismo
no decida cambiar lo que le está doliendo tanto.
Los idiomas que aprendemos pueden ser cientos, creo honestamente que
contarlos sería imposible, sin embargo, a través de los años de experiencia, he
identificado algunas categorías básicas que aparecen invariablemente en las
líneas transgeneracionales, de una u otra forma.
IDIOMA DE INFELICIDAD
Cuando te han enseñado a que hagas lo que hagas no se puede ser feliz.
Cuando ves tristeza, depresión, tantas veces que me han dicho “mi mamá
tiene depresión de toda la vida”, “mi mamá nunca ha sido feliz con mi papá”,
“dicen que por mí están juntos, pelean todo el día y yo he aprendido a que por
mi culpa no son felices”. La infelicidad se aprende a una velocidad que
debería de dar miedo. Es tristemente cómodo vivir en la infelicidad, porque
es común que, quienes manejan el idioma de la infelicidad, piensen que otros
tienen la culpa y por ello no pudieran salir de ahí. En otro de mis
entrenamientos hablo en específico de la Culpa, ese personaje invisible que
pesa y no nos permite avanzar mucho. Todo lo que cargues no es tuyo, por
lógica, tú no puedes cargarte. Inténtalo, tómate de las piernas y cárgate,
imposible. Tú ya eres tú y vas contigo como una unidad que no se desmenuza
ni se divide en partes. La infelicidad es un estado normal al aprender que la
felicidad es imposible, lejana, complicada o le pertenece a otros. Cargamos
infelicidad pensando que Así Es. Conscientemente Observa si hay gente feliz
allá afuera. La felicidad existe, es posible y es gratis.
IDIOMA DE AUSENCIA DE MUESTRAS DE CARIÑO
De los idiomas que más frecuentemente escucho es “mis papás nunca me
abrazaron cuando estaba chiquito”, “nunca les interesé yo, sólo mi hermano”,
“mi mamá sólo tenía ojos para mi hermana”, “nunca se mostraron interesados
en mis tareas, en mis festivales…”, “a mi papá sólo le interesaba ver la tele,
yo quería su atención”. Perdemos muy rápido la importancia enorme de un
abrazo, de un beso de vez en cuando, de una frase que les recuerde a los hijos
que sí son amados. Pero cuál es la respuesta a ello más frecuente “a mí no me
abrazaron y yo no abrazo”, “mi mamá nunca me dijo que me quería y a mí
me cuesta trabajo expresarme con mi pareja (o con mis hijos)”, “mi novio se
enoja porque soy muy seca”, “mi marido es muy parco y no me puede ni
abrazar”. Claro, si no se lo enseñaron, de dónde lo va a sacar. ¿Quién les
enseñó a abrazar y besar a la pareja, o a los hijos? Parece muy sencillo
pedirlo “abrázame”, pero a ver, volvamos al ejemplo, ¿por qué no le pides
que te hable en coreano ya que es lo único que te hace falta en la relación?
No lo habla, no te dirá nada en coreano, porque ni siquiera puede
comprenderte lo que le pides, si le exiges un idioma que nodomina o no
conoce. De ahí que hay tantas parejas que se minimizan en terapia de pareja
como si lo que su pareja le pide fuera una tontería sin importancia. Hasta les
molesta que su esposa diga “lo único que quiero es que deje su celular y
platique conmigo”. No aprendió él que las necesidades de una esposa son
importantes, que la atención a la pareja es importante, que verla a los ojos al
hablar es importante, que quitar los distractores le hará sentirse bien, o
protegida, o amada. Todo eso, si no lo domina el esposo, estamos en un
problema. Hemos dicho antes que se puede aprender porque es totalmente
posible cambiar, sin embargo, pedimos a diario que nos den lo que nunca les
enseñaron y es posible que nosotros tengamos ese idioma, tal vez igual o tal
vez en el extremo opuesto. Ausencia de muestras de cariño y exceso de
muestras de cariño, suelen acompañarse como dos extremos de un mismo
idioma, como contrapartes.
IDIOMA DE VIOLENCIA
La violencia se puede ejercer de infinitas formas. Las más obvias son los
golpes y los gritos. De ahí, siguen los insultos, no proveer dinero para el
hogar, expresarse mal de la persona, ser manipulador, lastimar de cualquier
forma y hacia cualquier sentido, para conseguir algo de la persona. Es que mi
marido me pega, es que mi esposa me revisa el celular diario, es que me
jalonea en público, es que dice que estoy pendeja, es que me dejó sola sin
dinero para mí o para los niños, es que dice que si me voy se lleva a mis
hijos, es que ya le habló mal de mí a todo nuestro círculo de amigos. La
violencia es tristemente común y no es algo que sane automáticamente. Una
persona violenta debe decidir sanar, de lo contrario, como lo mencioné antes,
se quedará en soledad sin que consiga quién desee pasar un momento a su
lado. Nadie que sea violento quiere estar solo, al contrario, desean por medio
de la violencia que se queden a su lado, ya sea para no estar solos o para
seguir controlando, pero necesitan la contraparte para poder ejecutar su
violencia. No la ejercen con todo mundo, sólo con la pieza que embona a la
perfección con su violencia. La contraparte es la sumisión, que también tiene
sus diferentes formas, en silencio, en tristeza, hablando sólo de lo que quieren
los hijos o sólo de lo que quiere la pareja, poniendo en alta importancia los
deseos de los demás por encima de los propios, sabiendo que es injusto, pero
se callan asumiendo que la pareja es la persona que manda, entre otros.
¿Saben qué me sorprende más? Que la persona que violenta no se da cuenta
de su grado de violencia y para él (o ella) es “normal”. Parece increíble, pero
los violentos no se dan cuenta que son violentos porque su idioma Así Es y
eso para ellos es normal. Claro, la sumisión también. Se domina el idioma, se
pasa a la generación de abajo. Si tú encuentras estos idiomas en ti,
seguramente la generación de arriba también y la de más arriba, aún peor. Si
no decides sanar este idioma en ti, tus hijos serán violentos o sumisos, en
cualquiera de sus formas con sus respectivas dolorosas consecuencias.
IDIOMA DE MIEDO
La familia miedosa. Es casi invisible y al mismo tiempo no se puede
ocultar. El papá nerviosito que de todo se angustia en silencio y se hace el
fuerte y el valiente para no dejar su pose de “todo bajo control”. La mamá
que se muere de miedo de quedarse sola con los hijos y si se caen, y si se
descalabran, y si se meten a robar, y si se ahogan, y si me quedo dormida, y si
llueve y se inunda, y si se incendia la casa. “Y si” es la forma de iniciar sus
pensamientos durante el día. Si les intentas ayudar con una frase bonita y
positiva sobre sus miedos entonces comenzarán todas sus siguientes frases
con “pero es que”. De ahí ya no se saldrán porque entrarán en un ciclo de
ceguera, alimentado por el miedo y cada que añadas alguna idea te
responderán “pero es que…”. ¿Les enseñan a sus hijos a tener miedo? ¿Tú
qué crees? “Por ahí no porque te roban”, “no hagas eso porque te caes”, “no
salgas cuando llueve porque te parte un rayo”, “no brinques así porque te vas
a descalabrar”. Hay una diferencia entre sentido común y cuidar a los hijos
versus no dejarlos moverse porque algo va a pasar. Un papá con miedo de
que les pase algo, en cada alto de semáforo en rojo, intentará disimular su
nerviosismo cada que alguien se acerca a su carro. No dirá nada, pero los
niños sentirán el miedo que él tiene, aunque no lo mencione. Una mamá con
miedo a las tormentas que reza un rosario en medio de la taquicardia cada que
llueve, no les dice a sus hijos “la lluvia da miedo”, pero ellos aprenderán a
relacionar eventos y podrán desarrollar fobia a la lluvia con gran facilidad.
Miedo a la pareja, miedo a que duela, miedo a que los hijos no cumplan con
las expectativas de uno, miedo a que pase algo, miedo a que nos sean infieles,
miedo a que no alcance el dinero. Una familia miedosa puede detonar
angustias, ansiedades, ataques de pánico, estrés, preocupación. Se aprende de
memoria, se domina, se baja de generación y se vive a diario. ¿Alguien te
enseñó que el miedo se vence? ¿Quién te enseñó a que el miedo se suelta?
¿Quién te enseñó a que el miedo no debe acorralarte? ¿Quién nos dijo que la
ansiedad podemos dejarla de lado en vez de usarla como recurso inmediato
cada que algo nos pase? ¿Quién nos enseñó a vivir en paz? ¿A ser libres?
IDIOMA DE FALTAS DE RESPETO
Las faltas de respeto suelen cometerse casi de la mano con el tema de la
violencia y la sumisión. Las burlas, los malos comentarios, no darle
importancia a lo que la pareja quiere o siente, no ser empático con los demás,
no darles importancia a las emociones ajenas, trabajar egoístamente en el
mundo únicamente para sí mismo, no escuchar a la pareja, no trabajar en
equipo, los gritos, las humillaciones. Definitivamente va dentro de la familia
de la violencia, sin embargo, lo categorizo aparte por ser tan grande la
especificidad con la que una falta de respeto puede suceder sin darnos cuenta.
Puede ser gigante como un golpe, puede ser escandaloso como una
humillación, puede ser pequeño como ignorar a la persona. ¿Quién te faltó al
respeto lo suficiente como para que lo faltes? ¿Quién te enseñó que con un
grito o un insulto se gana una batalla? ¿Quién te enseñó la ley del más fuerte?
Porque es irreal, una batalla no la gana el que grita más fuerte, sino el que se
retira del campo con vida, dejando al otro armado y dispuesto a seguir
peleando. Ultimadamente pues que grite solo, a mí ya no, gracias. Que le
dirija a alguien más su grito, que sus faltas de respeto se las cometa a otra, a
mí no, muchas gracias, con permiso. Puedo también quedarme y pedirle por
favor que me respete. ¿Lo va a hacer? No. ¿Por qué? Porque él (o ella) Así
es. Una falta de respeto o se comete o se permite. Si la cometes entonces lo
aprendiste en la generación de arriba en algún extremo. Si la permites,
también la observaste lo suficiente como para pensar que Así Es y de ahí no
podemos movernos. Sí se puede. Pero no es pidiéndole a una persona que Así
Es que cambie y deje de humillar o de faltar al respeto, es moviéndonos de
lugar, respetándonos a nosotros mismos. “¿Por qué sigue ahí?” les pregunto
cuando constantemente les faltan al respeto, “porque no es tan grave”. Claro,
están permitiendo una y otra vez la falta de respeto y sólo está en uno mismo
detenerse, sanar, llenar la Canasta Básica de Bienestar y respetarse de nuevo.
IDIOMA DE MENTIRA/INFIDELIDAD
Tristemente, también de lo más socorrido en los idiomas que aprendemos.
A veces pensamos que, para poder hablar el idioma de la infidelidad, es
requisito haber visto a nuestros papás pasar por un episodio de infidelidad.
No es así. Esta categoría es el perfecto ejemplo de que cualquier idioma nos
puede llevar a otro. Una infidelidad puede provenir de una cantidad infinita
de caminos. Puede ser que hable el idioma de la insatisfacción, puede ser que
aprendió a mentir, puede ser que le enseñaron de machismo y a tener muchas
mujeres, puede ser que sea profundamente infeliz e intente ser feliz (sin
lograrlo, la infelicidades otra categoría, como lo vimos antes), puede ser que
haya aprendido de peligro, puede ser que tenga una mala comunicación en
pareja, etcétera. Las mentiras son una pésima costumbre. Una vez que se
toma ese aprendizaje es complicado desacostumbrar a nuestro cerebro a
hablar el idioma en su extremo opuesto, el de decir la verdad a como dé
lugar. Extremos ambos. La mentira acompaña a la infidelidad porque es una
característica implícita. No hay infidelidad sin mentiras. ¿Dónde aprendió
esta persona de deslealtades? ¿A no ser fiel? ¿A no cumplir con los acuerdos
de pareja? ¿Dónde aprendió a mentir? ¿A actuar sin pensar lo que lastima?
¿A ser egoísta? ¿Dónde aprendió que las malas decisiones son más
concurridas que las buenas decisiones? Es gigante este tema y la contraparte
es muy cruel. Una pareja leal no suele buscar a su contraparte desleal para
tener una historia de infidelidades. No va así. Pero suele haber extremos que
se brincan los límites del respeto, con los extremos que permiten todo y no
utilizan sus Límites Saludables. ¿Dónde aprendieron de faltas de respeto,
deslealtades, infidelidades, heridas profundas? ¿Quién te enseñó que la falta
de Límites Saludables no se permite? ¿Quién rebasó tus Límites Saludables
desde hace muchos años?
IDIOMA DE CARENCIA
Hay de muchos tipos, pero a veces las carencias económicas suelen crear
heridas fuertes porque son la cuna de otras categorías. Si no tengo fluidez
para pagar la renta tengo miedo. Si no tengo fluidez para conseguir medicinas
tengo enojo. Si no tengo medios para conseguir trabajo tengo tristeza. La
carencia puede pegar de muchas formas. Es un hueco muy parecido a la
insatisfacción, a diferencia de que la insatisfacción intenta llenarse y no
termina nunca y la carencia no puede intentar llenarse porque no hay
recursos. Es la ausencia de algo, que por lo general duele porque justo se
siente así, como si careciéramos de algo. Quien tiene carencias, pero no las
sufre, no las aprende como un idioma transgeneracional negativo. Hay quien
dice: no teníamos dinero, pero éramos muy felices. Sin embargo, si
mezclamos la carencia con la infelicidad, entonces el idioma es una bomba.
Sufriremos lo que no hay o, también, lo que tuvimos y perdimos.
El idioma de la carencia sufre genuinamente no tener, de tal forma que los
imposibilita de tener la claridad suficiente para crear algo nuevo, sanar esa
herida del pasado y comenzar a llenar lo que antes tenía un agujero. Se
pierden de disfrutar la vida porque acumulan a la menor provocación, no
importa qué, objetos, emociones, patologías, lo que sea. Si no tengo, guardo
mi reserva. ¿Quién les enseñó a disfrutar lo que hay? ¿Quién les dijo que no
es necesario la cantidad sino la calidad? Seguramente por generaciones han
sufrido este idioma de tal forma que permea a la generación actual y así nos
conducimos, así hablamos, así nos movemos y así nos la creemos.
¿Quién nos dijo que la carencia es un estado mental que puedo eliminarlo
en dos segundos? Nadie con carencias puede enseñarlo.
IDIOMA DE CONTROL
En mi libro anterior Creando, Sanando, Disfrutando compartí una historia
llamada Control. Me escribieron tantas personas comentándome acerca de
esta historia, ya sea porque se sentían identificados con Rogelio, el papá
controlador -quien ejerce tanto control en la familia que termina quedándose
solo-, o porque se sentían identificados con la familia de Rogelio -sometidos
por el control y la manipulación de él-. Desde el 2013 que este libro salió a la
luz, hasta hoy, todavía me escriben personas diciéndome que necesitan ayuda
porque no quieren convertirse en esa persona controladora y que están en
riesgo de perder a su familia, a sus hijos, pero que no saben cómo detenerse o
cómo cambiar.
Ahora bien, las personas que manejan este grado tan profesional de
control, entre muchos otros dolores y heridas, no son las que acuden a mi
consultorio a pedir ayuda, sino las que reciben este control. Mi consultorio
está lleno de gente que ya no soporta que las manipulen, porque
sencillamente a nadie le gusta tener ese yugo. ¿Cuándo van las personas
manipuladoras y excesivamente controladoras a terapia? Únicamente cuando
se les salen del “huacal”. Cuando a esas personas que quieren tener bajo su
control, ya se cansaron de estar aguantando los maltratos. La frase popular “el
valiente es valiente hasta que el cobarde quiere”, en realidad trata de una
persona más débil de carácter que otra, que de forma sumisa se queda a
recibir ese control porque no le enseñaron otra forma. Pero ahí, calladitas, en
silencio, con dolor de por medio, con sufrimiento de años, poco a poco van
aguantando y aguantando, cargando y cargando, fortaleciendo esos músculos
emocionales sin que nadie se dé cuenta hasta que, un día, fortalecidas, se van
para no volver. Porque una persona que crece no decrece, una persona que
cumplió 30 años no vuelve a los 25 ni a los 20. El crecimiento es hacia
adelante. ¿Crees que con llegar a pedir perdón se olvida el golpe, el maltrato?
Espérate. Verás la mujer guerrera, valiente y fuerte que estás creando sin
darte cuenta. ¿O crees que a alguien le gusta vivir así? Si tú que me lees eres
controlador ¿crees que permanecerán a tu lado voluntariamente porque son
felices a tu lado? No, a nadie le gusta. Un hombre golpeador abusa de su
fuerza física mientras su esposa se va fortaleciendo en silencio. El día que se
va ella, es cuando él saca una cita para decirme que no puede entender por
qué se fue. En verdad sí lo entienden, pero hay una parte de su mente que
sólo logra ver cómo el control se le salió de las manos. Tal control, era una
ilusión.
IDIOMA DE CULPA
Siempre digo que hay de dos tipos, de la buena y de la mala. En otro de
mis entrenamientos abundo en este tema, sin embargo, aquí hablaré de la que
nos estorba. La culpa es la sensación de estar haciendo daño a otros, en el
presente, por una acción de nuestro pasado. Se manifiesta por lo general a
nivel sensorial parecido a una ansiedad chiquita que después puede crecer
rápidamente provocando ansiedad generalizada o un malestar permanente. La
culpa nos agacha, nos hace sentir terrible, nos vuelve esclavos de una eterna
emoción de inferioridad que no nos deja respirar, ni crecer, ni movernos de
donde estamos. Está regida por dos personajes El Control y la Manipulación.
No tienen otra forma de funcionar estos dos si no es a través de la culpa. Uno
no se da cuenta de cómo me generaron el sentimiento de culpabilidad y puede
provenir de cualquier persona que no sea yo. Es más frecuente encontrarse en
las personas cercanas a nosotros y, principalmente, en nuestra familia
nuclear, es decir, hermanos y papás y en la pareja. Lo explico de forma más
detallada en la siguiente categoría. Sólo identifica si vienes de una familia
culpígena y que todo carga en sus espaldas, o bien, si por el contrario,
avientan culpas a otros. ¿Quién les enseñó que vivir sin tomar las emociones
de otros puede ser saludable?
IDIOMA DE CHANTAJE / MANIPULACIÓN
“Pensé que te importaba”, “si me quisieras harías tal”, “jamás voy a olvidar
que hiciste tal”, “hice esto por ti y así me pagas”, “claaaro, ya no te importo”,
“claaaro, ya no me amas”, “sabía que me ibas a lastimar”, “jamás te
perdonaré tal”, “nunca... siempre... claaaro...”. Nada les parece, con nada son
felices. Desean controlar todo y a todos y (sépanlo) no podrán. El control no
dura por siempre y las personas terminan cansadas de tanto chantaje.
¿Alguien les enseñó a amar sin exigir ni lastimar? Escuchar sus eternas
quejas sin sentido, esto es apapachar el síntoma, apapachar una eterna
amargura.
¿Qué toca? Ignorar. Así: ignorar. No es dejar de amar, es dejar de hacer
caso a chantajes. “Es que nunca te voy a perdonar que me lastimaste...”. Ok,
no me perdones, qué le vamos a hacer. Cambio de tema. Porque intentar
ganarle una discusión o un drama a una persona chantajista es igual a perder
por adelantado. ¿Has intentado ignorar su chantaje? Seguro que sí. ¿Te
funcionó? No, se enojó mucho más. Sí, porque no van a soportar perderese
chantaje y van a hacer un drama más grande. Para que exista una persona
chantajista y manipuladora debe haber un público que le hace caso en todo lo
que dice y pide. Cansados, hartos, pero que mejor atienden sus peticiones por
miedo a que les hagan otro chantaje. ¿Sirve? Claro que no, de todos modos
tienen a diario al chantaje en persona. Esas fotos de Facebook que dicen “sé
que no me compartirás porque...” chantaje. Esos maridos “es que antes me
atendías, cuando me amabas...” chantaje. Esas amigas “claaaro, como ya
tienes trabajo nuevo ya no me llamas...” chantaje. Esas hermanas “nunca voy
a olvidar lo que me hiciste...” chantaje. Esos hijos “si cuando menos hubieras
estado más tiempo...” chantaje. Sanar heridas, sanar historias, sanar la forma
en que aprendimos a comunicarnos. Sanar.
Las personas chantajistas se quedan solas porque cansan, fastidian,
agobian, estresan y nadie les llena su costal de quejas. ¿Quién les enseñó a
hacerse responsables de sus emociones y aprender a amarse lo que les exigen
a otros que los amen?
IDIOMA DE ADICCIÓN
Es un idioma tan grande que tendré que ser breve ya que abordo este tema
en un programa que estoy preparando. Tan doloroso como pueda resultar, las
adicciones, tal como lo vimos en el ejemplo de páginas anteriores “el idioma
de problemas con el alcohol”, es aprendido casi en su totalidad por lo que
Observamos y tomaremos algún extremo de los obvios. Sin embargo, a veces
no es literalmente una adicción lo que se observa en la generación de arriba,
sino ese otro tema que acompaña a la adicción en sus inicios: La evasión.
Ésta es un idioma per se, sólo que lo dejo adentro de la adicción para ser
mucho más clara en el origen de las adicciones. ¿Qué diferencia hay entre
una persona que disfruta de una copa y otra persona que necesita 10 copas
para poder (sobre)vivir? La evasión. Si yo no tolero estar en donde estoy me
voy a querer mover, pero si me muevo y no siento gran cambio, me quiero
mover de nuevo. Pero si a donde me mueva resulta que yo voy conmigo y no
tolero estar conmigo o con mi mente, necesito evadirme, de mí o del mundo o
del estrés o del dolor o de la preocupación… El alcohol, a quienes les gusta,
es una excelente respuesta. Sin embargo, el alcohol por sí mismo no es un
problema. La falta de autocontrol es el problema. Pero ¿quién me enseñó a
tener momentos disfrutables en mi día y en mi vida, que no tengan que incluir
excesos? Los excesos en todo tema resultan negativos. Si no aprendí de
satisfacción, entonces conozco de insatisfacción. ¿Quién me enseñó que una
gratificación instantánea puede ser una copa? ¿O consumir una droga? ¿O
fumar un cigarro? ¿Quién me dijo que sí hay opciones alternas placenteras y
saludables para poder sentirse satisfecho sin estar violentando a nuestro
cerebro?
IDIOMA DE AUSENCIA
Las Ausencias se confunden mucho con las Presencias Ausentes (siguiente
categoría). Escucho “es que estuve ausente en la vida de mis hijos porque
trabajaba mucho”. No, no. Una ausencia es alguien que estaba y que ya no
está. Una ausencia no significa tener mucho trabajo y estar poco tiempo.
Ausente es la mamá que fallece en el parto, ausente es el papá que se fue por
cigarros y jamás volvió, ausente es la persona que estaba antes, pero en algún
momento dejó de estar para siempre. Puede aparecer una ausencia después de
muchos años, y volverse presente, sin embargo, el aprendizaje de nuestro
cerebro en la etapa primaria es de ausencias. ¿Qué crees que se aprende aquí?
¿Quién les enseña a estas personas a no ser aprensivas? ¿Quién les enseña a
confiar en que la gente no necesariamente se va? ¿Quién las convence de que
alguien que sale es muy posible que sí regrese sin que tenga que cruzarse un
ataque de pánico? Ausencias que nos dicen muchos años después, que
necesitamos recuperar la confianza en la presencia.
IDIOMA DE PRESENCIA AUSENTE
Definitivamente, el idioma más usado por la mayoría de las familias. Le
llamo Presencia Ausente a una persona de nuestra infancia y de nuestros
aprendizajes primarios que está, pero que no está. Déjame decirlo de nuevo.
Que está, pero que no está. Es posible que se necesite una tercera ocasión:
Una presencia ausente es alguien que sí está, pero que no está. Un papá
alcohólico, está, pero no está. Una mamá que tiene tres trabajos y no tiene
tiempo de llegar, está, pero no está. Un papá rígido casi militarizado, un papá
que controla y grita y violenta, en vez de ser la protección, la seguridad, la
tranquilidad del hogar, está, pero no está. Una mamá cruel, favoritista,
chantajista, manipuladora, en vez de ser el apapacho, el calor, el buen
maternaje, está, pero no está.
Cuando yo aprendo de Presencias Ausentes, y ejecuto el idioma de “está,
pero no está”, ¿cómo crees que van a ser mis relaciones? ¿Estables?
¿Presentes? No. Es posible que yo me acerque a la relación para después
alejarme, para volverme a acercar. Me van a decir “pero no soy yo, es él”.
Bien, confirmen si el tipo de relación en esta categoría hace esto: “ven, te
amo (se acerca), no, si nos vamos a pelear así mejor no quiero (se aleja), pero
es que sí te amo, vamos a intentarlo (se acerca), no, yo para estos tratos mejor
sola (se aleja), pero te extraño (se acerca), pero jamás permitiré esto de nuevo
(se aleja)”. Está, pero no, pero sí, pero no. Es un movimiento sumamente
cruel para ambas partes, pero con toda seguridad ambas partes dominan el
idioma de las Presencias Ausentes, porque si se encontraron, es por idiomas
en común. ¿Quién te enseñó a tener una relación estable? ¿Quién te enseñó
que las personas no se alejan? A veces se manejan por incongruencias “lo
siento hija, te tengo que disciplinar, te pego porque te quiero”. ¿En qué
momento le aclararon a esa niña que el golpe y el amor no van en la misma
frase? “Hijo, vete de aquí no te quiero ver”. ¿Cuándo fueron a abrazar al niño
que antes no querías ver explicándole las emociones con toda congruencia, en
vez de alejar a quien debes amar? ¿Cuándo te enseñaron que estar y no estar,
pero sí estar, pero no, es incongruente y que se puede aprender a vivir y
disfrutar Presencias Presentes?
¿ENTONCES POR QUÉ A MÍ?
“Esta es mi religión simple. No hay necesidad de templos, ni necesidad de filosofías
complicadas. Nuestro propio cerebro, nuestro propio corazón es nuestro templo, la filosofía es
la amabilidad.”
Dalai Lama
No hay otra forma de aprender. Si no te sucede, no lo experimentas, no lo
vives, no lo aprendes. Podemos quejarnos eternamente, sobre todo si
aprendimos a ser víctimas. Podemos decir todo lo que me lastimaron y lo
cruel que es la vida, o bien, podemos Observar Conscientemente que a todo
problema le corresponde su lección y su crecimiento y que sin crecimiento no
nos dirigimos a ningún lado. Pero claro que tiene que doler algo e incomodar
algo. Sin embargo, hay formas de ir caminando. A mí no me enseñaron a
amar sin mezclar. ¿A ti sí? “El amor duele”. No, claro que no. El amor no
duele. El amor ama y ese es su único trabajo. El dolor duele y esa es su
característica. Pero nos enseñaron a mezclar palabras y emociones. No nos
dimos cuenta del relajo que armamos porque en realidad, venimos nuevecitos
a esta tierra. El chip en blanco que, sin nuestro permiso, ni autorización y
mucho menos nuestra consciencia, adquirió cientos de idiomas que me
forman la persona que soy hoy. En lo agradable y en lo desagradable, en lo
que me gusta y en lo que no.
Toca identificar tus idiomas, toca tener momentos de enfoque y lucidez
donde puedas comprender por qué te pasa lo que te pasa y saber que lo que tú
eres, son demasiados idiomas aprendidos. Si en tu casa te enseñaron a salir
adelante, muchos de esos idiomas que estorbaban ya los transformaste en
algo positivo, pero si, en cambio, te enseñaron que la gente “no cambia”
entonces te tardarás más en trabajarlos. Toca aplicar El Arte de la
Observación Consciente y ver si en tus idiomas son ganadores o perdedores,
si son ordenados o desordenados, si son grandes o chiquitos, si son intrépidos
o tímidos, si son trabajadores o flojos, si sontriunfadores o derrotados. Si
aprendimos a quejarnos o a levantarnos. Si aprendimos a robar o a regalar. Si
aprendimos a abusar del otro o a abrazarlo con compasión. Si aprendimos de
soberbia o de humildad.
Buscamos al culpable una y otra vez. Queremos engrandecer a la víctima y
seguir sufriendo o queremos analizar a la perfección nuestra historia y ver
dónde estuvo el error. No hay un error, son cientos de heridas a lo largo de
generaciones. Si lo que quieres saber es en qué momento inició todo este
problema transgeneracional, no tienes que irte a decenas de generaciones
arriba. No importa la pregunta que te hagas, todas provienen del mismo
lugar: La falta de amor es el origen de todos los problemas del mundo. Por lo
mismo, el mismo amor es la solución a ello.
Si en vez de juicios Observaras Conscientemente con toda la compasión
que es provocada por este amor, tendrías una explicación lógica a cómo es
esa persona que tanto te irritaba (antes de haber leído varias veces este libro,
claro), de dónde proviene y cómo fue su historia inicial que le provocó ser
como es hoy. “Pero podría ser mejor, podría cambiar”, me dicen mucho,
incluso con enojo. Si hubiera podido, ya lo hubiera hecho. Si en su historia de
vida les enseñaron que la gente no cambia, ¿de dónde va a sacar el
diccionario de cambio? Si en nuestra casa nos enseñaron a ver el negrito en el
arroz de cada plato, es normal que veamos problemas por doquier, aunque no
sean necesarios o no estorben. Todo en esta vida tiene una explicación,
porque todo tiene un origen.
Cuando comenzamos a dominar de El Gran Arte de Saber Por Qué y
empezamos a revisar los idiomas, podemos Saber Por Qué te acercaste a tu
marido o a tu esposa hace muchos años, Saber Por Qué te atrajo, Saber Por
Qué se casaron, Saber Por Qué siguen juntos, Saber Por Qué no te respeta,
Saber Por Qué te ha costado tanto trabajo dejarlo a él o terminar con ella, o
bien, respetarte tú yéndote de su lado, Saber Por Qué te lastiman tanto, Saber
Por Qué te pones donde te duele. Tus respuestas, son sólo tuyas, no son las
de alguien más. Para ti y para tu historia los hombres son violentos, pero para
otra persona los hombres son adorables y caballeros. Para ti y para tu historia
tu mamá es la más cariñosa del mundo, pero para otra persona las mamás son
crueles y despiadadas. Saber Por Qué es el Arte de explicar tu historia sin
juicios, es comprender que cada vida es diferente y cada ser humano tiene
una línea transgeneracional distinta a la de otro, a la tuya. Es aprender a leer
a cada persona desde una lógica saludable, no desde el juicio errático que nos
saca de nuestro centro. Saber Por Qué es el Gran Arte de comprender a la
humanidad y terminar ya de sufrir por culpa de lo que los demás hacen,
dicen o dejan de hacer. Saber Por Qué elimina a la víctima y a las
explicaciones. Así es. Así es.
Cientos de idiomas que hoy podrás Observar Conscientemente y sin
juicios, a menos claro, que en tu casa se domine el tema de criticar o enjuiciar
a todos los que se atraviesen. ¿Quién te enseñó que los demás son unos
estúpidos? Porque lo he escuchado así. ¿Quién te enseñó que las parejas se
tienen que quedar juntas aunque ya no se amen? Porque los adolescentes me
han dicho que les duele que sus papás hagan eso. ¿Quién te enseñó a correr
de la relación sin siquiera intentarlo? ¿Dónde aprendiste que todos los
hombres son iguales? ¿De quién te hizo falta ese abrazo para sentirte con
seguridad en tu vida? ¿Quién te culpó tanto y te señaló TANTAS VECES que
tu corazón cansado de dolor y acostumbrado a que lo señalen, ha pensado en
muchas ocasiones “POR QUÉ A MÍ”?
Lee cuando menos un par de veces más este libro en los próximos tres
meses. La información que te comparto, aunque parece sencilla, es
verdaderamente complicada de asimilar a la primera lectura. Lee con la
curiosidad de un niño, descubre con el corazón abierto que sí es posible tener
compasión por cada ser de este mundo, hasta de ellos que tanto has criticado
y tanto te han enojado. Sí es posible lograr que el amor predomine en tu
propio universo de tu piel hacia adentro. Sólo es cuestión de que una persona
más aprenda a llenar su Canasta Básica de Bienestar, Observando
Conscientemente lo que sucede alrededor, cuidando saludablemente sus
Límites, comprendiendo los idiomas y entendiendo por qué la gente es como
es. Tomando responsabilidad por ti porque nadie más puede hacerlo.
Amándote todo lo que no pudieron o supieron darte, de la forma que a ti te
hubiera gustado. Respetándote y aprendiendo idiomas nuevos, de esos que le
hacen falta a este mundo para que sea un poco mejor. No tendría sentido
nuestro paso por el mundo si no sembráramos una semilla de compasión y
comienza en el interior de ti y de mí. Ahí donde viven tantas preguntas que te
quitan tu paz. Ahí donde hoy dejo mi comprensión inundada de amor.
¿Qué crees que significa cuando escuchas la popular frase “para cambiar al
mundo, cambia tú primero”? Es sencillo. ¿Cómo podrías enseñar de paz si no
la adquiriste? ¿Cómo puedes desear que tus hijos te abracen y te busquen si
viviste una infancia en soledad, sin muestras de cariño y con Presencias
Ausentes? Si yo le enseño a mi hijo que debe defenderse de todos, porque mi
infancia fue de abusos, entonces le estoy enseñando el lenguaje de la defensa
y, por ende, del ataque también. Si mi hijo habla de ataque, lo habla hacia
todos los ángulos, no sólo el lado positivo de la defensa. Si yo le enseño que
el uso y abuso de las drogas es malo, le estoy enseñando el mundo de las
drogas. Si yo le enseño que debe cuidarse de todos los desgraciados allá
afuera y que no se deje de nadie porque la gente abusa, le estoy enseñando a
desconfiar. Claramente desconfiará de todo y de todos. En unos años no
confiará en mí (o en ti) tampoco, porque la lección la aprendió bien, o puede
ser que aprenda de vivir abusos justo como lo quisiste evitar.
¿Entonces qué enseñamos? Esto nos ata de manos. Los papás de todo el
mundo enseñan lo que tienen y con amor, pero, sobre todo, con un profundo
miedo. “Eso que yo tengo, te lo doy. Esas heridas de mi infancia te las
envuelvo y te las regalo para que no te vayan a herir a ti también. No son tus
heridas, ni tu historia de vida, pero te lo doy para que no te pase” y pasamos
heridas generación tras generación intentando con miedo que a mis hijos no
les duela lo que a mí me dolió y no les pase lo que a mí me pasó. Entonces
qué carambas enseño si no tengo otra cosa. Exacto, ahí se empieza. Lo
primero que debes hacer es volverte experto en identificar tus idiomas y, paso
seguido, SANARLOS, para después poder aprender nuevos idiomas, más
amables y amorosos.
Acabo de mencionar la palabra que más secretos guarda en la práctica de la
sanación: Amabilidad. La amabilidad mueve montañas y sana corazones. Si
recibo un grito puedo responder de diferentes formas. Puedo sentir que
derribaron mis Límites Saludables y entraron por la vía violenta. Puedo gritar
de regreso si mis idiomas son de defensa. Puedo entristecerme si me
enseñaron de víctima pensando que siempre me pasan estas agresiones justo a
mí. Puedo enojarme e irme si me enseñaron a guardar las emociones y no
sacarlas ni trabajarlas. Puedo fabricar mi venganza si en mis idiomas está la
soberbia y el rencor. ¿Y la amabilidad? ¿Te enseñaron a ser amable? Porque
también está la opción de responder amablemente y Observar
Conscientemente que esa persona, tristemente, sólo tiene gritos en su Canasta
Básica, que no se ha dado cuenta aún que entre más grita más gente se aleja y
entonces gritará más fuerte. También existe la opción de Observar con
Compasión a esa persona lastimada dueña del grito y responder desde tu
amabilidad y no desde su idioma de agresión. Si me preguntas cuál es el
idioma más recomendable por aprender, definitivamente te diría que LA
AMABILIDAD.
Sé amable. No como un favor hacia los demás, no como tenerle paciencia a
la gente, no como ser más tolerante, no. Sé amable contigo, con el mundo,
con la vida. Esa persona que te desespera seguramente te reflejaidiomas que
tú tienes y tal vez no te hayas dado cuenta. Si por más que intentas no lo
toleras, entonces intentas aplicar mucha paciencia. No es paciencia lo que se
necesita, sino sanar esas heridas que te lastimaron tu paz. ¿Crees que la gente
necesita paciencia? Claro que no, la paciencia es el recurso de la gente
adolorida. Entre más me desespera más paciencia necesito. No gracias, no me
enseñes de paciencia, no me enseñes de tolerancia. Enséñame de amabilidad.
¿Te desespera que una persona te repita la misma historia en tres
ocasiones? ¿Tu respuesta es “ay, eso ya me lo contaste, qué flojera”? ¿Te
impacienta que alguien te cuente sus anécdotas a detalle? ¿Qué necesitas, el
resumen ejecutivo? No, lo que necesitas es paz. No paciencia, no tolerancia,
no respirar profundo: paz. Entonces la amabilidad entra en automático.
Cuando voy a visitar a mi madre, se sienta frente a mí y me platica
historias y pormenores, no importa si es de un bordado nuevo, si es una
anécdota de la familia o de su estado de salud, con lujo de detalle me describe
con toda calma, como queriendo alargar la plática y no terminarla nunca. La
Observo. La escucho. A ratos le pongo atención a sus palabras y a ratos me
pierdo en su rostro. Mientras ella habla, pienso que algún día ya no tendré
oportunidad de verla nunca más. Entonces me intento grabar su cara, sus
gestos, sus arrugas, sus lunares. Tomo fotografías con mi cerebro de cada
movimiento suyo. Observo la profundidad de sus ojos y hacia donde cae su
cabello. Después regreso a su plática y me enfoco nuevamente en lo que me
comparte. Me doy cuenta de que esa historia ya me la había platicado y ella
también lo sabe, pero le gusta platicarme. No me importa, la escucho como si
fuera la primera vez, con la misma atención. Porque, qué importancia tiene si
la historia es nueva o vieja, lo importante es que tengo la oportunidad de
escucharla nuevamente de su voz. Lo importante es que tuve el regalo de
volverle a tomar fotografías con mi corazón y de guardar su timbre de voz.
De regalarle mi atención profunda, de amarla sin que se dé cuenta. La historia
es lo de menos. Ser amable proviene del verbo Amar. Una persona amable, es
una persona digna de ser amada, que da amor y recibe amor de forma natural,
es un profesional del amor.
Dominar el tema de la amabilidad nos convierte en personas practicantes
de amor. ¿Por qué decido ser amable con toda la gente con quien me
encuentro allá afuera? Porque ya hay demasiada intolerancia en el mundo.
Porque ya hay demasiada gente hablándose mal unos a otros y no quiero
cooperar para que esa estadística suba. Porque ya hay gente quejándose todos
los días por este mundo y sus habitantes y lo que yo quiero es hacer una
pequeña diferencia y practicar amor. Quienes me conocen saben que no me
gustan los gritos y que prefiero que me hablen en un volumen de voz que
resulte agradable. Me han dicho que soy una exagerada. Sí, lo soy. Exagero
en que todo me gusta amable y yo soy la única que cuida a mi persona y mi
Canasta Básica de Bienestar. Si me gritas, me hablas desde un idioma que ya
no me gusta practicar y es mi elección qué idiomas quiero usar y con quién
quiero estar. De modo que yo decido sentirme bien y cuidar mi entorno. Me
acerco a la gente que habla también el idioma de la amabilidad y me alejo de
aquellos que no comparten estas ideas. Mis amigos cercanos son alegres,
amables, inteligentes, respetuosos, saludables, productivos, sonrientes,
cariñosos. ¿Por qué me rodearía de gente quejumbrosa, tóxica, adicta,
violenta, envidiosa, entre muchas otras características? Afortunadamente he
aprendido el idioma de la amabilidad. No nací con él del mismo modo que no
nací con ningún idioma instalado. Me han dicho “pero la gente sólo aprende a
gritos”, eh… no. Pero me queda claro que si así piensas y ese es tu idioma, en
tu infancia hubo gritos y violencia como único recurso para sobrevivir. Se
pueden aprender idiomas diferentes, más armoniosos y te comenzarás a
encontrar con más gente que también habla el idioma de la armonía mientras
no lo hables, no te los toparás. Recuerda, sólo podrás relacionarte con gente
que habla tus idiomas. Decide aprender otros idiomas. Expandir tu
panorama. 
Le voy a enseñar a mi hijo a defenderse de todos y a que no se deje de
nadie. ¿Te imaginas ya la infancia de ese papá?
Le voy a enseñar a mi hija que no se deje de los hombres, que ella manda.
¿Te imaginas lo que esa mamá vio en su infancia y cómo maltrataron a su
mamá (o a ella misma) para no querer repetir esa historia en su hija?
Mis hijos no hablan conmigo, no me hacen caso, no les intereso. ¿Les has
enseñado a hablar? ¿Aprendieron que platicar, hablar, escuchar, compartir,
son parte de sus idiomas? ¿Te enseñaron a ti?
Mis hermanos y yo somos todos divorciados, no sé por qué. ¿Saben
ustedes el idioma de relación de pareja saludable?
No amo a mi pareja, pero ni modo, ya aquí me quedé. No puedo dejar a mi
hijo sin papá. ¿Aprendiste a permanecer donde no te aman y donde no eres
feliz? ¿A cuidar la felicidad de otros? ¿A que la tuya no importa?
Sé que hago daño a mis hijos si los consiento demasiado, pero es que no
me gusta verlos sufrir. ¿Aprendiste de Límites Tóxicos y no sabes hablar los
Límites Saludables?
Quiero por fin tener una pareja que me ame y me respete. ¿Aprendiste de
buenas parejas? ¿Dominas el idioma de pareja saludable, parejas con
Presencias Presentes?
Es tan poca la atención que los adultos le ponen a lo que entra a la mente
de los niños, sin imaginar que están creando su futuro. Están creando a una
personita a la que le heredan sus miedos, sus dolores y sus carencias. ¿Qué
vives hoy? ¿A qué le abres la puerta? ¿Qué idiomas decides seguir hablando
y cuáles quieres aprender? ¿Viste a Gandhi alguna vez gritando, insultando,
humillando, en pro de la paz? Amabilidad. Imagina este mundo si cada ser
humano fuera capaz de decidir los idiomas nuevos que quiere aprender y
practicar. Pero lo somos. Podemos hacerlo. Yo no puedo decidir por ti, pero
puedo decirte que si yo, con el poder de la comunicación, me dedicara a
hablar mal de la gente, estaría destruyendo tanto. Decido diferente. Decido
ser amable y quedarme donde me tratan con amabilidad y retirarme de lo que
aún no ha evolucionado. Mi trabajo diario consiste en hacer algo el día de
hoy para ser mejor persona, para provocar la sanación de alguien a mi
alrededor. Soy terapeuta porque no concibo vivir sin poner un granito de
arena en este mundo al que me permitieron llegar. Si vendiera pasteles, me
levantaría pensando en todas las personas a quienes les regalarán el día de
hoy un pastel y me daría gusto comprar harina y leche. Si fuera mecánico
pensaría a todos los lugares a los que una familia puede ir de vacaciones
gracias a mi buen trabajo. ¿Nací así? No. Nací nuevecita, sin pensamientos en
mi cabeza. ¿Soy super positiva? No, no soy super positiva y me equivoco
bastante. Soy amable, por elección. Porque ya viví muchos años dejándole mi
Canasta Básica de Bienestar a alguien más y no me funcionó. Ahora yo
decido.
Cuando tenía 8 años, mis papás decidieron salir de la Ciudad de México y
mudarnos a una ciudad más pequeña. En el centro histórico de esta ciudad, en
medio de iglesias, atrios, jardines, parvadas interminables, cielo azul y nubes
impecablemente blancas, mi papá me sentaba en una banca de metal y me
decía “mira el cielo, ¿no te parece increíble?”. Yo lo miraba y sólo me
parecía un cielo. “Mira la cantidad de pájaros regresando a sus árboles, “¿no
te parece espectacular?”. Yo los miraba y sólo veía un montón de pájaros.
Hoy tengo 46 años. Observo el cielo azul y en ocasiones tengo que frenar
mi auto porque los colores que veo son increíbles, justo como me lo decía mi
papá. Veo algunos pájaros en el cielo y me quedo viendo hacia arriba
siguiendo su vuelo pensando en lo espectacular de su vuelo, tal cual me lo
describió muchos años antes. Mi papá había entendido de qué se trata la vida
desde hace muchos tiempo. Yo aún no. Mi papá es un gran Observador
Consciente. Se sienta a verla lluvia y lo puedo ver cómo respira profundo
disfrutando lo que hay. Cada que sale de viaje llena su cámara de fotos de
flores, close ups de flores grandes, medianas y pequeñas. Me enseñó, sin
decírmelo, que hay vida en todo lo que existe. Me enseñó que con amabilidad
se logran muchas más y mejores cosas que con otras opciones. Y tiene razón.
Me enseñó que ser amable es un ángulo del amor que podemos explorar a
diario por convicción propia, sin importar que los ojos de la otra persona no
logren ver aún el cielo azul. No importa. Ya lo verán.
Que estas palabras te abracen, te acompañen y te ayuden a limpiar toda
pregunta que pudiste haber tenido antes. Que seas, a partir de hoy, un ser que
logra ver el cielo espectacularmente azul y a los seres humanos transparentes,
sensibles, vulnerables, dignos todos de respeto. ¿Quién te enseñó que cada
ser tiene amor en su corazón? Tanto los buenos como los villanos del cuento,
sólo que no lo sabemos porque no Observamos Conscientemente aún. Cuida
tu pensamiento, cuida tu alma, cuida tu cuerpo, cuida tus emociones y cuida
tus preguntas. El ¿Por Qué a Mí? desaparecerá y en su lugar quedará el amor
que deseaste y hoy te sobra. Decide aumentar tus idiomas aprendiendo y
practicando todos los días la amabilidad y los idiomas que siempre quisiste
dominar. Es lo que le deseamos al mundo. Es lo que te deseo a ti. Así Es.
Acerca del autor
Elsa Lesser
 
Elsa es también autora del libro “Creando, Sanando Disfrutando”, se graduó
con Mención Honorífica de la Maestría en Psicoterapia Ericksoniana en el
Centro Ericksoniano de México, habiendo realizado estudios de Tratamiento
de Terapia de Pareja en Harvard Medical School, de Boston. Cuenta con el
Master en Alta Formación en Terapia Breve Estratégica, por parte del Centro
di Terapia Strategica, de Arezzo, Italia. Realizó la Certificación en Terapia
Breve Ericksoniana, por parte de The Milton H. Erickson Foundation, Inc.
Actualmente comparte su experiencia con cientos de personas interesadas en
sanar, evolucionar y trascender, a través de sus libros, cursos y conferencias.
¿POR QUÉ A MÍ?
Una guía para descubrir por qué TE sucede lo que TE sucede
© Elsa Lesser 2020
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	Introducción
	NOTA DE LA AUTORA
	CANASTA BÁSICA DE BIENESTAR
	LÍMITES: YA BASTA
	EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN CONSCIENTE
	EL GRAN ARTE DE SABER POR QUÉ: TUS IDIOMAS
	¿ENTONCES POR QUÉ A MÍ?
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