Bueno, esos “aburridos y viejos árboles decorativos” tienen además de mucha historia en sus ramas, importantes funciones en una ciudad: producen oxígeno, limpian el aire que contaminamos nosotros, son importantes moderadores del microclima urbano, reducen la erosión, son hogar de muchas especies, entre otras grandes cualidades.
Además, es cierto lo que dice Jota Benítez más arriba: para elegir una especie de árbol que se va a sembrar en el espacio público hay que pensar muy bien qué clase escoger. Si en las aceras se siembran árboles que tengan frutos o florezcan mucho, se corre el riesgo de que una persona se resbale y lesione pisándolos. O que caiga un fruto pesado en un auto o en la cabeza de alguien. Puede parecer inofensivo pero si el afectado es un adulto mayor o un niño pequeño es posible una lesión. Además si ocurre tal lesión es perfectamente posible demandar a la municipalidad.
También se piensa muy bien en la forma del árbol, tamaño, sus ramas, hojas, flores y raíces, que ningún transeúnte se vaya a tropezar con ellas, que no dañen los adoquines o estructuras cercanas. Hay unos más resistentes a las plagas y enfermedades que otros, y qué bajo o alto mantenimiento requieran. Los grandes árboles generalmente son más resistentes y se adaptan mejor (cuando han llegado a su adultez). Eso en términos de la salud del árbol y se debe prever lo que representa en términos económicos.
Desde luego también depende del lugar donde se vayan a sembrar, porque es diferente un árbol que se vaya a ubicar en una acera a un parque grande abierto, como también de la ubicación geográfica, clima, ventilación, asoleación, entre otros.
Para concluir creo que es necesaria una reflexión: los árboles tienen diferentes funciones y no solo viven para alimentarnos a nosotros. Compartimos nuestro hogar con muchas otras especies y estaría muy bien que lo recordáramos siempre.
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