¿Por qué los hombres ya no dan el primer paso con las mujeres que les interesan? ¿Es culpa de la mujer?

A ver… cómo ponerlo fácil. No es culpa de las mujeres. Es gracias a ellas que nos hemos dado cuenta de que esa actitud en la que el género define a priori quién da el primer paso y que sólo porque un hombre se siente atraído debe manifestarlo es una mierda.

Te lo voy a explicar fácil con una caricatura de Liniers.

Esta era la situación en la que nos encontrábamos muchos hombres cuando intentábamos seguir los mandatos de género en los que dar el primer paso era un imperativo de la masculinidad:

Había una serie de sentimientos que nos decían que algo estaba mal.

En lugar de escuchar esos sentimientos y fiarnos de nuestra intuición, los veíamos como monstruos y obstáculos, los llamábamos "complejos" e "inseguridades" y luchábamos contra ellos.

Creíamos que lo que estaba mal eran esos sentimientos. Nos enfocábamos en ellos y casi nos impedían ver lo que sucedía con la persona que teníamos al frente. Tratábamos de negarlos en forma compulsiva lanzándonos una y otra vez a cumplir con la sacrosanta norma de dar el primer paso.

Sentíamos que con cada rechazo estábamos un poco más cerca de superarnos, y volvíamos a hacerlo una y otra vez. ¡Le metíamos empeño! Llegamos a creer que la dinámica funcionaba como un raspa y gana. Y sí, ocasionalmente había un sí por cada tantos noes y eso nos parecía haber valido el esfuerzo. Eventualmente se cogía cancha, mejoraban los resultados y uno hasta se sentía temporalmente como todo un campeón, aunque no fuese un sentimiento duradero, sino como el honguito de Mario Bross, había que estarlo alimentando. Parecía como si cierta incomodidad fuera un costo necesario a asumir para acceder a la posibilidad de quizás tal vez coronar.

Luego llegaron las mujeres y armaron un follón que ni te imaginas. Empezaron a visibilizar toda la violencia sexual que estaban recibiendo en la calle y en el trabajo y en todas partes por culpa de las actitudes depredadores y sexualmente agresivas de los hombres. Montaron la manifestación social más grande de la historia de la humanidad a nivel global para hacernos entender lo inmensamente frecuente que era encontrar un violador en su camino y entró en nuestro vocabulario cotidiano la palabra 'acoso'.

Entonces, y sólo entonces, nos dimos cuenta de qué era lo que estaba mal con la caricatura de Liniers, y claramente ¡no era lo que habíamos pensado!

Fíjate bien en la caricatura. En primer lugar la chica ni siquiera se da cuenta de la existencia del joven. No muestra ningún interés por él. De hecho, le da la espalda y mira para otro lado. Está desprevenida y ajena a la situación.

Ahora fíjate en lo que él trata de hacer. Está tratando de alcanzarla con los brazos como si quisiera tocarla, pero ¿Quién le ha dicho que tiene derecho de tocarla? (tocarla, abordarla, piropearla, importunarla, aplica para todo)

¡La cosa estaba más clara que nunca! Esos seres a la izquierda del recuadro de la caricatura no eran ningunos monstruos, ni complejos, ni inseguridades. ¡Eran nuestros sentimientos! Advirtiéndonos que algo estaba mal. De repente empezamos a escucharlos, honrarlos y a verlos como aliados, ángeles guardianes, joyas de sabiduría. Abrazamos esa parte de nosotros contra la que habíamos estado luchando todo ese tiempo.

No vamos a negarlo, fue difícil admitir que todo ese gran esfuerzo que habíamos hecho antes por "zafarnos de nuestros complejos" había sido un triste error y una pérdida de tiempo… Hicimos el duelo de ese esfuerzo para reinventarnos y nacer de nuevo.

Desde entonces nos hemos dado cuenta de que sentirnos cómodos con la situación no es negociable, de que no tenemos por qué forzarnos a actuar contra nuestros sentimientos y de que las interacciones sexuales no tienen porque ser algo incómodo. Empezamos a respetarnos más y eso nos hizo respetar más a los demás.

Entendimos que eso de respetar el 'no' era lo mínimo, pero que para nada era suficiente, porque uno podía perfectamente entrar importunando con miradas, comentarios, acercamientos y actitudes incómodas, no deseadas, incluso antes de darle a la persona el chance de decir si sí o no deseaba recibirlas.

Ya no tenemos ningún afán por demostrarle a nadie "lo seguros que somos" ni nada de eso. Nos hemos vuelto más auténticos si se quiere. Si nos sentimos cómodos acercándonos a alguien es porque percibimos que el interés es mutuo, porque las miradas y las sonrisas fluyen en ambas direcciones, porque ya no importa quién da el primer paso sino cómo lo da.

Y eso ya no es negociable.

¡Tenemos muchísimo para ofrecer y compartir! ¡Muchísimo! Pero sólo con quienes estén abiertas y dispuestas a recibirlo. Tener frente a nosotros a una sujeta (o a un sujeto) sexual con plena facultad de expresarnos su interés y su deseo no es opcional. Es un requisito sin el cuál nada más ha de suceder.

Entonces pudimos respirar y relajarnos un poco. Ya no vamos por la vida como locos intentando "zafarnos de nuestros complejos" ni "superando nuestras inseguridades" ni nada de eso. La imagen del 'macho alfa', 'dominante', nos causa gracia. Ahora permitimos que todo fluya de manera más natural. Honramos nuestros sentimientos porque nos dicen si estamos cómodos con la manera en que todo está aconteciendo. Nos hemos hecho pacientes. Queremos reciprocidad y estamos dispuestos a esperar por ella. No nos arrastraremos por menos.

Entre tanto, nos dedicamos a agasajarnos, a consentirnos, a auto-cuidarnos, a cultivar el amor propio, a brillar con nuestra propia luz y a ser más independientes emocional y sexualmente.

De modo que sí, tal vez quien escribe la pregunta ha notado un cambio y le sorprende… Pues bien, a hombres con experiencias como la mía, ¡eso no puede menos que alegrarnos! Significa que no estamos solos y que este "nosotros" con el que me estoy expresando, tal vez, sólo tal vez, no sea una utopía.