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individuo o de una familia, queda arrasado con frecuencia cuando su dueño cae derrotado. Del mismo modo, en la ciudad, el rico desterrado ve su cas...

individuo o de una familia, queda arrasado con frecuencia cuando su dueño cae derrotado. Del mismo modo, en la ciudad, el rico desterrado ve su casa destruida o quemada: es el abattis o el arsis de casa. Satisfechas las necesidades esenciales de la subsistencia y, para los poderosos, la satisfacción no menos perentoria del prestigio, poco le queda ya al hombre de la Edad Media. Despreocupados por lo que respecta al bienestar, todo lo sacrifican, cuando está en su mano, a la apariencia, a la exhibición. Sus únicos placeres profundos y desinteresados son la fiesta y el juego, aunque entre los grandes la fiesta sea también ostentación y reclamo. El castillo, la iglesia y la ciudad son los decorados del teatro. Es sintomático que la Edad Media ignore un lugar especializado para el teatro. Dondequiera que hay un centro de vida social se improvisan las escenas y las representaciones. En la iglesia, las ceremonias religiosas son fiestas, y del drama litúrgico sale el teatro a secas. En el castillo se suceden banquetes, torneos, espectáculos de trovadores, juglares, danzantes y domadores de osos. En la ciudad, los tablados se levantan en las plazas para los «juegos de la hoja». Todas las clases de la sociedad convierten las fiestas familiares en ceremonias ruinosas: las bodas dejan arruinados a los campesinos para años y a los señores para meses. Los juegos ejercen una seducción particular sobre esta sociedad enajenada. Esclava de la naturaleza, se entrega sin reparo al azar: los dados ruedan en todas las mesas. Prisionera de estructuras sociales rígidas, convierte en juego la misma estructura social: el ajedrez, que el Oriente le lega en el siglo XI como un juego real, y que ella feudaliza rebajándolo el poder del rey, y que transforma en espejo social cuando el dominico Jacolbo de Cessoles, en el siglo XIII, le enseña a «moralizarlo». Proyecta y sublima sus preocupaciones profesionales en juegos simbólicos y mágicos: los torneos y los deportes militares ponen de manifiesto la esencia de la vida caballeresca, las fiestas folclóricas expresan el ser de las comunidades campesinas. La Iglesia tiene que aceptar que se la disfrace en la Fiesta de los Locos. Sobre todo la música, el canto y el baile arrastran a todas las clases sociales. Cánticos de iglesia, bailes cultos de los castillos, danzas populares de los campesinos. Toda la sociedad medieval se representa a sí misma. Monjes y clérigos se entregan a las vocalizaciones del canto gregoriano, los señores a las modulaciones profanas —Klangspielereien de los juglares y de los Minnesanger—, los campesinos a las onomatopeyas de la cencerrada. San Agustín da una definición de esta alegría medieval: es el júbilo, «gritos de alegría sin palabras». Así pues, por encima de las calamidades, las violencias y los peligros, los hombres de la Edad Media hallan el olvido, la seguridad y el abandono en esta música que envuelve su cultura. Están jubilosos.

Esta pregunta también está en el material:

LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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