Podría suponerse que la dispersión de los sociólogos hacia el cultivo de filones específicos en el terreno de las civilizaciones habría de dejar en...
Podría suponerse que la dispersión de los sociólogos hacia el cultivo de filones específicos en el terreno de las civilizaciones habría de dejar en suspenso —o para algunos, hasta dar por superada— la época de las grandes síntesis y tratamientos generales de las civilizaciones. No ha sido ése el caso. Los trabajos de Benjamin Nelson, primero, de Arnason y Unger, después, muestran el atractivo perenne que posee la tentación generalista. (O hasta especulativa, en el mejor sentido de la palabra20.) Sus aportaciones demuestran que los esfuerzos de la línea conceptual y taxonómica abierta años ha por Marcel Mauss —aunque no sigan sus criterios ni posiciones— continúan muy vivos dentro de la ciencia social. Rinden además un servicio de inmenso valor. Como es sabido, uno de los campos que más se han prestado a la invasión ideológica y a las distorsiones más groseras es precisamente el de la civilización, y no sólo la contemporánea. La civilización, y la moderna en particular, por desdicha, constituye un campo que se presta como pocos a la expresión fácil y despreocupada de las generalizaciones más irresponsables sobre el estado del mundo.
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