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La compatibilidad que existe entre ambiente y desarrollo, la cual puede ser inexistente o demasiado limitada. Esto en razón a que para lograr el eq...

La compatibilidad que existe entre ambiente y desarrollo, la cual puede ser inexistente o demasiado limitada. Esto en razón a que para lograr el equilibrio ecológico se tendría que realizar una modificación del modelo económico de crecimiento y del estilo de vida. (García, 2015, p.10) La crisis humanitaria – social y natural obliga a la comisión Brundtland, a diseñar propuestas para buscar cambios en los modelos de sistemas económicos y de producción, pero a pesar de las buenas intenciones siguen siendo posturas que privilegian el modelo de rendimiento y producción económica. En este orden de ideas, la humanidad y la naturaleza están en cuidados intensivos y a punto de colapsar por la eminent e amenaza de la degradación ambiental y social. De acuerdo con el postulado anterior el concepto de desarrollo sostenible en su esencia pareciera que no ha cambiado nada, fortaleciendo el sistema económico, de producción capitalista que busca satisfacer las necesidades del ser humano, en lo referente a la acumulación de capital financiero lo que trae como consecuencia la afectación del ambiente y de la sociedad. Por su parte el instituto científico de culturas indígenas - Icci (2000), afirma en relación al concepto de desarrollo sustentable lo siguiente: Los términos, sustentable, sustentabilidad, desarrollo, en conjunto aparecen en el discurso cotidiano como una forma de conciliar el crecimiento económico expresado en la concepción del desarrollo y del equilibrio del ecosistema, hoy en día, estos términos del desarrollo sustentable o sostenible son muy utilizados en el lenguaje de los ecologistas y ambientalistas, en el espacio académico, en el discurso indígena. Este concepto es un término que en estas últimas décadas ha sido bastante utilizado no solo por los medios políticos y económicos de casi todos los países de centro o industrializados, sino también en américa latina o países denominados pobres, subdesarrollados o tercermundistas, para los cuales este concepto se ha convertido en un término de manejo común. (párr.3). En consecuencia, el término desarrollo sostenible, se ha convertido en un aliado estratégico perverso del modelo económico y de producción capitalista–neoliberal, basado en la sobreexplotación de todos los recursos naturales para garantizar la sostenibilidad del rendimiento y acumulación de capital financiero, mas no la sostenibilidad para proteger, cuidar y conservar la naturaleza. Más adelante, Arturo Escobar, entrevistado por Mandujano en el artículo “Postdesarrollo, modernidad y otros mundos”, en torno al concepto de desarrollo expresa: (…) el desarrollo tiene raíces más profundas en ciertas premisas ontológicas de la modernidad, especialmente la idea de progreso, la idea de lo nuevo, la idea de racionalidad y orden, la misma idea de que hay una esfera de la realidad –la economía–, independiente de lo social, de lo político y de lo cultural; todos estos son elementos que entran a formar parte de la genealogía del desarrollo. (Mandujano, 2013, pp.234 – 235) Este discurso occidental positivista es considerado por Enrique Leff como “un discurso voluntarista… promete alcanzar su propósito, sin una fundamentación sobre la capacidad del mercado para dar su justo valor a la naturaleza” (Leff, 2013, párr. 27) También, sugiere que: Este discurso conciliador no advierte que, si bien existen intereses y posiciones negociables, hay otras que difícilmente podrán armonizarse en el drama actual de la desigualdad social y la insustentabilidad. Esta estrategia busca debilitar las resistencias de la cultura y de la naturaleza misma para ser recodificadas por la lógica del capital, legitimando la desposesión de los recursos naturales y culturales de las poblaciones dentro un esquema globalizado, donde sea posible dirimir los conflictos de intereses en un campo neutral. A través de esta mirada especular (especulativa), se pretende que las poblaciones indígenas se reconozcan como capital humano, que resignifiquen su patrimonio de recursos naturales y culturales (su biodiversidad) como capital natural, que acepten una compensación económica por la cesión de ese patrimonio a las empresas transnacionales de biotecnología, encargadas de administrar los bienes comunes en beneficio del equilibrio ecológico, de la humanidad actual y de las generaciones futuras. (Leff, 2013, párr. 36) Lo expuesto por Leff sobre la crisis ecológica, promueve la necesidad de modificar el modelo de desarrollo económico y de producción dando paso a un modelo que armonice las relaciones del ser humano con la naturaleza, unas relaciones más justas, equitativas, que promueva la equidad, los valores éticos y los derechos humanos y la justicia social. Para cumplir con estos desafíos se necesita de propuestas y proyectos alternativos que al mismo tiempo contribuyan con la descolonización ontológica y epistémica de occidente, para empezar a aprender y desaprender y así construir una nueva sociedad biótica con una nueva cosmovisión ecológica. La descolonización ontológica y epistemológica para liberar el pensamiento autónomo del dogma del conocimiento occidental, seria parte de las alternativas de cambios que requiere el mundo, la naturaleza y la humanidad. Según Gudymas y Acosta (2011), citado por Dussel, (2013), el buen vivir como alternativa descolonizante: “Es una oportunidad para construir otra sociedad sustentada en la convivencia del ser humano en diversidad y armonía con la naturaleza, a partir del reconocimiento de los diversos valores culturales existentes en cada país”. (p. 103). La propuesta descolonizadora para dar origen a nuevas propuestas de concebir y conocer la realidad que promueva el cambio de los sistemas económicos y de producción actual sustentado en el reconocimiento étnico y ancestral de los pueblos, se sustenta en el sumak kawsay o Buen Vivir, al respecto Enrique Dussel (2013) argumenta que: A partir de sus orígenes autóctonos el sumak kawsay fue teorizado en la esfera académica y traducido en principios normativos que, insípidamente han ido permeando la esfera política especialmente en Ecuador y Bolivia, dos países latinoamericanos que conservan una mayoría poblacional aborigen que se identifican fuertemente en sus tradiciones ancestrales. (p.4). En este sentido, se puede afirmar que Ecuador en su “Plan Nacional de Desarrollo 2017 – 2021”1 y Bolivia en el documento “Vivir Bien”2, países con alto índice de riqueza étnica, han empezado en Latinoamérica y el caribe, el proceso de descolonización esta empoderado en su proyecto político, proyecto que además de recuperar su autonomía, retoma y visibiliza como elemento principal, los conocimientos ancestrales y tradicionales que emergen de sus pueblos indígenas haciendo contraposición a la visión – cosmovisión antropocéntrica de occidente. La colonización de occidente: política, geográfica, económica, filosófica, territorial, étnico–cultural, epistemológica, religiosa, asimétrica, ha edificado un ser y una sociedad monstruosa con la naturaleza, realidad que se debe cambiar para posibilitar la construcción de una sociedad bioética que recupere los sentimientos y las relaciones armónicas entre los seres humanos y la naturaleza. Una sociedad que lea y comprenda los códigos y lenguajes de la naturaleza y que además crea que el ser humano hace parte de la misma. Es por ello que, Alberto Acosta en el documento “Construir el buen vivir – SUMAK KAWSAY”, propone: En lugar de mantener el divorcio entre la Naturaleza y los seres humanos, en lugar de sostener una civilización que pone en riesgo la vida, la tarea pasa por propiciar su reencuentro. Hay que superar la civilización capitalista, en esencia depredadora y por cierto intolerable e insostenible, que “vive de sofocar a la vida y al mundo de la vida”, para ponerlo en palabras del gran filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría. Para lograrlo habrá que transitar del actual antropocentrismo al (socio) biocentrismo y al vitalismo. Con su postulación de armonía con la Naturaleza, con su oposición al concepto de acumulación perpetua, con su regreso a valores de uso, en este sentido, el Buen Vivir abre la puerta para formular visiones alternativas de vida. (Acosta, 2013, párr. 22) La idea de Acosta, de respetar los procesos de los ciclos biológicos y ecológicos como principios, reglas y normas son las prácticas cotidianas que se reflejan en los conocimientos ancestrales y tradicionales de las comunidades indígenas, ejemplo de ello son los grupos étnicos que habitan en el municipio de Calamar – Gu

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