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El estudio de Coopersmith con muchachos adolescentes Indica que los niños obtienen confianza en sí mismos, arrojo y capacidad de enfrentarse a la a...

El estudio de Coopersmith con muchachos adolescentes Indica que los niños obtienen confianza en sí mismos, arrojo y capacidad de enfrentarse a la adversidad si son tratados con respeto, se les proporcionan criterios de valor bien definidos, se les exige ser autosuficientes y se les orienta en la solución de problemas. El desarrollo de la confianza en sí mismo se lamenta cuando hay un entorno exigente bien estructurado, más que por una permisividad ilimitada y libertad para explorar sin un objetivo en mente. Las investigaciones de Stanley Coopersmith y Morris Rosenberg los han llevado a creer que los alumnos con una alta autoestima se perciben como exitosos. Carecen relativamente de ansiedad y de síntomas psicosomáticos, y pueden evaluar realistamente sus aptitudes. Confían en que sus esfuerzos serán exitosos, si bien son plenamente conscientes de sus limitaciones. Las personas con una alta autoestima son extrovertidas y socialmente exitosas y esperan ser bien recibidas. Aceptan a los demás y éstos tienden a aceptarlos. Por otro lado, de acuerdo con Coopersmith y Rosenberg, los alumnos con baja autoestima se desalientan fácilmente y a veces se deprimen. Se sienten aislados, piensan que nadie los quiere y se creen antipáticos. Parecen incapaces de expresarse a sí mismos o de defender sus insuficiencias. Están tan absortos en la conciencia de sí mismos y en su ansiedad que su capacidad de realización puede ser fácilmente destruida. La investigación que realicé para Self‐Esteem in Children of Alcoholics mostró que los hijos de padres alcohólicos tienen una autoestima más baja que quienes no provienen de hogares donde se abusa del alcohol. Era de esperarse. Como la autoestima se basa sobre todo en la cantidad de trato que brinde respeto, aceptación e interés de las personas significativas para uno, es lógico suponer que la falta de una presencia sistemática de estas condiciones en un hogar de alcohólico influiría negativamente sobre la capacidad de sentirse bien consigo mismo. Resulta interesante que una variable como la edad del sujeto no tuviera significación como determinante de la autoestima. Sujetos de dieciocho y doce años se veían a sí mismos esencialmente de la misma manera. Pueden comportarse diferente, pero no tienen diferentes sentimientos hacia sí mismos. Esto destaca el hecho de que las percepciones de uno mismo no cambian con el transcurso del tiempo sin alguna forma de intervención. Cambiará la manera como se manifieste la actitud hacia uno mismo, pero no la percepción que cada quien tiene de sí mismo. Si, como las diversas investigaciones tienden a demostrar, esto es cierto, entonces los hijos adultos de alcohólicos son una población importante a la que hay que prestar atención. No hemos pasado por alto a esta población. Simplemente no hemos sabido clasificarla. Los hemos llamado "alcohólicos". Los hemos llamado "cónyuges de alcohólicos". No hemos reconocido en su justa medida cuán expuestos están. Es el momento de identificarlos mejor. Es el momento de llamarlos "hijos adultos de alcohólicos‐alcohólicos". Es importante reconocer este factor porque de eso dependen las líneas principales del tratamiento. El hijo adulto de un alcohólico ha sido afectado y ha reaccionado de maneras diferentes que quienes no son hijos adultos de alcohólicos. Este libro trazará un esbozo del hijo adulto del alcohólico; tratará sobre lo que eso significa y sus repercusiones. Tratará asimismo la manera como se manifiesta una imagen deficiente de uno mismo y hará sugerencias muy específicas para cambiar, si es deseable que así ocurra. He estado trabajando con grupos de hijos adultos de alcohólicos. Estamos estudiando en profundidad sus pensamientos, actitudes, reacciones y sentimientos, así como la poderosa influencia del alcohol sobre sus vidas. La mitad de los miembros del grupo son alcohólicos en recuperación; la otra mitad no. La mitad son hombres y la otra mitad son mujeres. El miembro más joven tiene 23 años. Algunos están casados; algunos son solteros. Algunos tienen hijos; algunos no. Todos están comprometidos con su propio crecimiento. En casi todas las reuniones se repiten, de uno u otro modo, ciertas generalizaciones. Vale la pena examinar y discutir cuidadosamente estas percepciones. 1. Los hijos adultos de alcohólicos tienen que adivinar cuál es la conducta normal. 2. A los

Esta pregunta también está en el material:

Janet Geringer Woititz - Hijos Adultos de Padres Alcoholicos
177 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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El estudio de Coopersmith con muchachos adolescentes indica que los niños obtienen confianza en sí mismos, arrojo y capacidad de enfrentarse a la adversidad si son tratados con respeto, se les proporcionan criterios de valor bien definidos, se les exige ser autosuficientes y se les orienta en la solución de problemas. El desarrollo de la confianza en sí mismo se lamenta cuando hay un entorno exigente bien estructurado, más que por una permisividad ilimitada y libertad para explorar sin un objetivo en mente. Las investigaciones de Stanley Coopersmith y Morris Rosenberg los han llevado a creer que los alumnos con una alta autoestima se perciben como exitosos. Carecen relativamente de ansiedad y de síntomas psicosomáticos, y pueden evaluar realistamente sus aptitudes. Confían en que sus esfuerzos serán exitosos, si bien son plenamente conscientes de sus limitaciones. Las personas con una alta autoestima son extrovertidas y socialmente exitosas y esperan ser bien recibidas. Aceptan a los demás y éstos tienden a aceptarlos. Por otro lado, de acuerdo con Coopersmith y Rosenberg, los alumnos con baja autoestima se desalientan fácilmente y a veces se deprimen. Se sienten aislados, piensan que nadie los quiere y se creen antipáticos. Parecen incapaces de expresarse a sí mismos o de defender sus insuficiencias. Están tan absortos en la conciencia de sí mismos y en su ansiedad que su capacidad de realización puede ser fácilmente destruida. La investigación que realicé para Self‐Esteem in Children of Alcoholics mostró que los hijos de padres alcohólicos tienen una autoestima más baja que quienes no provienen de hogares donde se abusa del alcohol. Era de esperarse. Como la autoestima se basa sobre todo en la cantidad de trato que brinde respeto, aceptación e interés de las personas significativas para uno, es lógico suponer que la falta de una presencia sistemática de estas condiciones en un hogar de alcohólico influiría negativamente sobre la capacidad de sentirse bien consigo mismo. Resulta interesante que una variable como la edad del sujeto no tuviera significación como determinante de la autoestima. Sujetos de dieciocho y doce años se veían a sí mismos esencialmente de la misma manera. Pueden comportarse diferente, pero no tienen diferentes sentimientos hacia sí mismos. Esto destaca el hecho de que las percepciones de uno mismo no cambian con el transcurso del tiempo sin alguna forma de intervención. Cambiará la manera como se manifieste la actitud hacia uno mismo, pero no la percepción que cada quien tiene de sí mismo. Si, como las diversas investigaciones tienden a demostrar, esto es cierto, entonces los hijos adultos de alcohólicos son una población importante a la que hay que prestar atención. No hemos pasado por alto a esta población. Simplemente no hemos sabido clasificarla. Los hemos llamado "alcohólicos". Los hemos llamado "cónyuges de alcohólicos". No hemos reconocido en su justa medida cuán expuestos están. Es el momento de identificarlos mejor. Es el momento de llamarlos "hijos adultos de alcohólicos‐alcohólicos". Es importante reconocer este factor porque de eso dependen las líneas principales del tratamiento. El hijo adulto de un alcohólico ha sido afectado y ha reaccionado de maneras diferentes que quienes no son hijos adultos de alcohólicos. Este libro trazará un esbozo del hijo adulto del alcohólico; tratará sobre lo que eso significa y sus repercusiones. Tratará asimismo la manera como se manifiesta una imagen deficiente de uno mismo y hará sugerencias muy específicas para cambiar, si es deseable que así ocurra. He estado trabajando con grupos de hijos adultos de alcohólicos. Estamos estudiando en profundidad sus pensamientos, actitudes, reacciones y sentimientos, así como la poderosa influencia del alcohol sobre sus vidas. La mitad de los miembros del grupo son alcohólicos en recuperación; la otra mitad no. La mitad son hombres y la otra mitad son mujeres. El miembro más joven tiene 23 años. Algunos están casados; algunos son solteros. Algunos tienen hijos; algunos no. Todos están comprometidos con su propio crecimiento. En casi todas las reuniones se repiten, de uno u otro modo, ciertas generalizaciones. Vale la pena examinar y discutir cuidadosamente estas percepciones. 1. Los hijos adultos de alcohólicos tienen que adivinar cuál es la conducta normal. 2. A los

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