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nos da otro ejemplo útil. Mientras que prácticamente cualquier grupo de interés puede participar en un comité, los ciudadanos europeos generalmente...

nos da otro ejemplo útil. Mientras que prácticamente cualquier grupo de interés puede participar en un comité, los ciudadanos europeos generalmente incluso ignoran que los comités existen. Si son conscientes de la existencia de los comités, normalmente no saben qué asuntos competen a cada comité, o cuándo, con qué frecuencia, o dónde. No conocen los nombres de los miembros del comité y, si los conocieran, no sabrían quiénes son, a quién representan, o ante quién son responsables. Los medios de comunicación no cubren los resultados de las deliberaciones de los comités, que, al fin y al cabo, sólo aclaran detalles relacionados con asuntos regulados por el Consejo meses o años antes. Así pues, mientras el proceso de comitología es extremadamente transparente y participatorio para todos aquellos que están realmente implicados en él, y mientras que muchos de los que participan en él están fuera del gobierno, continúa siendo un proceso altamente opaco y no participativo para los ciudadanos votantes. El tercer mayor problema de la gobernanza es que favorece a los expertos frente a los no expertos. En nuestro mundo postindustrial y tecnológico, en el que la gobernanza debe ocuparse de políticas muy complejas, las comunidades epistémicas y las redes están formadas por profesionales, especialistas y personas muy comprometidas. Por lo tanto, la gobernanza degenera en una microgestión burocrática generalizada. Un gobierno de este tipo sería un anatema para los principios democráticos. ¿Queremos un mundo en el que lo que comemos esté decidido por los dietistas, cómo jugamos por expertos en fitness, cómo nos movemos por expertos en transporte, cómo somos educados por doctores en educación, y cómo hacemos todo por expertos en seguridad? Nuestros niños, analfabetos, delgados, vestidos con trajes acolchados, incrustados en cascos de plástico, se dedicarían en grupo al levantamiento de pesas hasta su siguiente comida consistente en coles y judías. Un comité que básicamente no hace nada más que coordinar una amplia red de ecologistas, feministas, urbanistas y epidemiólogos realmente asustaría a cualquier persona. Y, si esto es suficiente, se puede pensar en una red de psicólogos que regulara la educación de los niños. Mientras que la entrada para la participación en la gobernanza es el conocimiento y/o la pasión, tanto el conocimiento como la pasión generan perspectivas que no se corresponden con las del resto de nosotros. Pocos de nosotros disfrutaríamos hoy en día viviendo en una casa de Frank Lloyd Wright. Hasta aquí hemos considerado la erosión de las fronteras que separan a los gobernantes de los gobernados. Una segunda erosión de estas fronteras tiene lugar a lo largo de diferentes dimensiones geográficas; los gobiernos nacionales están cada vez más perdiendo autoridad tanto sobre gobiernos supranacionales como subnacionales. Hoy en día es frecuente que ambas pérdidas estén conectadas. Cataluña y Escocia, por ejemplo, están consiguiendo su autonomía precisamente porque tienen acceso al mercado libre europeo. La amenaza tradicional de exclusión del mercado nacional español o británico, respectivamente, ya no les implica subordinación. La globalización y la regionalización generan multitud de oportunidades, pero también de problemas. Para el Derecho administrativo, la regionalización no crea problemas nuevos especiales, al menos mientras una región se mantenga en los límites de un único Estado-nación. En estos casos, el regionalismo se parece al federalismo con el que estamos familiarizados. La gobernanza transnacional o global, sin embargo, genera problemas más serios para el Derecho administrativo. Bajo esta forma de gobernanza, los procesos de toma de decisiones son relativamente nuevos y tienden a ser elitistas y opacos, con pocos participantes y sin acuerdo de protocolo. Como los únicos actores eran los Estados-nación, había unas costumbres diplomáticas bien establecidas que estaban reguladas no por el Derecho administrativo, sino por el Derecho internacional. En este ámbito, no obstante, la transición del gobierno a la gobernanza ha facilitado a las ONGs una mayor participación, aunque indefinida, en la elaboración de políticas transnacionales. La falta de unos mecanismos de participación definidos conduce a manifestaciones en la calle que exigen más puestos en las mesas de negociación; sin embargo, aún hay pocos planes para sentarse, o incluso buenos modales en la mesa. Incluso los gobiernos transnacionales que están mejor definidos tienen dificultades en dar forma a un Derecho administrativo propio. Por ejemplo, el Derecho administrativo de la Unión Europea está muy poco precisado en los Tratados constitutivos; y hay un debate sobre si este Derecho debe ser codificado, como sucede en muchos Estados miembros, o bien mantenerse como un Derecho casuístico, como sucede en varios de los Estados miembros más importantes. En general, la proliferación de niveles territoriales de gobierno, el incremento en unidades especializadas funcionalmente o de gobierno regional que no corresponden a las fronteras nacionales tradicionales, y el incremento de la participación de las comunidades epistémicas, redes y grupos de interés en la elaboración de políticas públicas, rodean la toma de decisiones transnacionales con complejidad e incertidumbre. De estas evoluciones a nivel transnacional surgen dos problemas importantes para la teoría democrática. El primero se refiere a saber hasta qué punto las decisiones adoptadas por el acuerdo entre Estados-nación miembros de organizaciones transnacionales pueden considerarse democráticas por el simple hecho de que los gobiernos nacionales son democráticos. Si catorce gobiernos democráticos toman una decisión de común acuerdo, ¿es una decisión democrática incluso si los votantes de cada uno de los catorce países no tuvieron ni voz ni voto en el resultado y no escogieron directamente a los órganos de decisión? Para el Derecho administrativo, estos problemas de «déficit democrático» radican en la transparencia, o más bien en la falta de transparencia, de la toma de decisiones a nivel transnacional. Las normas diplomáticas tradicionales de negociación multinacional acentúan el secretismo y, por lo tanto, favorecen un rango de participación más limitado. Por esta razón, los Estados democráticos difícilmente pueden por sí solos desarrollar posturas de negociación multilateral a través de la transparencia y la participación que sí utilizan en los asuntos internos. No está nada claro, por tanto, si las normas de procedimiento que destacan la transparencia y la participación pueden simplemente trasladarse del marco nacional al transnacional. El segundo problema —principalmente de Derecho internacional pero con implicaciones en el Derecho administrativo— se ve más claramente en el ámbito del Derecho internacional de derechos humanos. Muchas normas de Derecho internacional son la creación de una comunidad epistémica de entusiastas de los derecho humanos. En algún punto del desarrollo de estas normas, se informa a los ciudadanos de varios países que están limitados por las normas resultantes de diferentes convenciones internacionales y decisiones judiciales. Este proceso da mucha importancia a jueces no elegidos y poca a legisladores electos. Las políticas internacionales de derechos humanos ilustran de este modo un movimiento más allá del Estado-nación, pero del gobierno hacia una forma de gobernanza en la que el proceso de toma de decisiones es bastante más complejo e ilimitado que los procesos típicos definidos por el Derecho constitucional y administrativo convencional. Es más, estos procesos son en gran medida invisibles e incontrolados por los electores; más gobernanza bien podría significar menos democracia. La cuestión que se plantea es qué tipo de normas procedimentales internacionales garantizan esta situación. El último movimiento importante del Derecho administrativo de los Estados Unidos fue hacia un incremento de la transparencia y la participación en la toma de decisiones gubernamentales como un medio para conseguir una más perfecta democracia pluralista. Hoy en día está habiendo una cierta reacción contra este movimiento —el destrono del pluralismo como la ortodoxia de la teoría democrática, un llamamiento a la deliberación más que al «legalismo de enfrentamiento» y la mera agregación de intereses, y una renovada confianza en la toma de decisiones por parte de los expertos—. Frente a esta reacción, sin embargo, se mantiene como elemento central para el Derecho administrativo una fascinación por la transparencia y la participación. También lo hace la cuestión general de la administración democrática, así como la histórica preocupación por someter la discrecionalidad en la elaboración de las políticas a normas procedimentales. El Derecho administrativo del futuro debe ocuparse no sólo de la aplicación de un sistema de normas al gobierno nacional, sino también de las complejidades de la gobernanza nacional y transnacional. Si la toma de decisiones administrativas tiene que involucrar redes y comunidades epistémicas de expertos

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Gestão Pública Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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