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tres cosas han ocurrido en Europa. La crisis ha demostrado que el euro tenía un problema de diseño. Se diseñó para el buen tiempo, dejando para más...

tres cosas han ocurrido en Europa. La crisis ha demostrado que el euro tenía un problema de diseño. Se diseñó para el buen tiempo, dejando para más adelante los mecanismos que permitieran gobernarlo con mal tiempo. De hecho, obsesionados con hacer aceptable el euro a la opinión pública alemana, ya considerablemente escamada por el impacto de la unificación monetaria entre las dos Alemanias, el euro no solo carecía de las instituciones y políticas que le permitieran hacer frente a una crisis como la que se produjo en 2008 tras la quiebra de Lehman Brothers, sino que sus diseñadores introdujeron unas limitaciones legales y estatutarias específicamente dedicadas a dificultar que, llegado el momento de la insolvencia de algún miembro de la eurozona, el BCE y el resto de Estados les pudieran ayudar8. Por tanto, en lugar de construir un sistema con cortafuegos entre el sector privado y el público, los arquitectos del euro construyeron un sistema de compartimentos estancos entre Estados con el fin de impedir que las deudas de unos miembros saltaran a otros y que el BCE pudiera intervenir comprando deuda para financiarles. De esa manera, en lugar de un sistema contra incendios como el estadounidense, donde las deudas del estado de California no se llevan por delante el sistema financiero de este estado y viceversa, los europeos construyeron un sistema caracterizado por, como probaría con especial virulencia el caso español, la existencia de un “vínculo tóxico” entre las deudas del sector público y el privado. En consecuencia, los bomberos carecían de los instrumentos adecuados y, lo que es peor, aún, durante un tiempo decisivo, de la voluntad de emplearlos. La confluencia de ambas carencias, técnicas y políticas, ha llevado a la UE a adoptar un patrón de toma de decisiones caracterizado por el “demasiado poco”, “demasiado tarde” y “demasiado divididos”. Entre 2010 y 2012, la UE se instaló en un sistema de crisis permanente en el que las decisiones solo se tomaban ante la visión del abismo debajo de los pies. Los problemas de gobernanza y de diseño de la eurozona, que han impedido o ralentizado la solución de la crisis, han terminado por convertir la crisis económica en una crisis política e institucional. El efecto sobre la UE de esta mala o insuficiente gobernanza ha sido doble: por un lado, los fallos de diseño han acentuado la crisis, haciéndola más profunda y extensa que la que sufren los países fuera de la zona euro. Por otro, los fallos de gobernanza han hecho difícil tomar las decisiones que se necesitan, provocando que la salida de la crisis sea más larga y costosa. Es la lentitud en la reacción y las asimetrías en el reparto de las cargas derivadas de los ajustes las que han provocado una gran desafección, tanto con la política nacional como con la europea pues la ciudadanía ha asociado los recortes en el gasto público, la contracción de la actividad económica y el desempleo a la necesidad de paliar con recursos públicos una crisis originada en un sector financiero que al hacerse “demasiado grande para caer” ha trasladado sus externalidades a los ciudadanos y contribuyentes, subvirtiendo por completo la lógica de riesgo moral que debe dominar la actividad del sector privado y de la economía de mercado. Los fallos en la regulación del sector junto con la dificultad de exigir responsabilidades a supervisores, reguladores y regulados, así como las resistencias a reforzar la regulación que evite futuras crisis, han puesto en cuestión la capacidad de las democracias de supervisar y controlar adecuadamente el sector financiero. De ahí que hayan surgido de nuevo los debates, tanto en EE UU como en Europa, sobre la de si -gualdad, la redistribución, el papel del Estado, la globalización (Círculo Cívico de Opinión, 2013). Pero mientras que en EE UU, origen de la crisis, se está saliendo de ella, la UE sigue atascada en el barro, con un crecimiento muy débil, elevadas tasas de paro, divisiones políticas y una gran desafección hacia la política, nacional y europea, en un gran número de países que alimenta el fenómeno del populismo antieuropeo. NotAS 1. “En el marco de nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente […] En la medida en que el tamaño de estas primas de riesgos dificulte el funcionamiento del canal de transmisión de la política monetaria, [estas primas] 2. Para ver la evolución de la prima de riesgo en España, puede consultarse 3. Uno de los indicadores de riesgo que reflejaron esa diferencia es el elaborado por Economic Policy Uncertainty, en 4. Los datos proceden de Eurostat y son recogidos en “La economía europea: crecimiento y empleo”, El País, 5 de abril de 2014, en 5. Alejandro Bolaños: “La renta española desanda 14 años”, El País, 13 de diciembre de 2013, en 6. Judy Dempsey: “Merkel Criticizes Welfare Systems in Southern Europe”, NYT, 20 de mayo de 2011, en 7. J. González y J. A. Navas: “Los españoles trabajan más, cobran menos y se jubilan más tarde que los alemanes”, El Mundo, 18 de mayo de 2011, en 8. Es el caso de los artículos 123.1 y 125.1 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), que prohíben expresamente al BCE respaldar las deudas de los Estados miembros. Algo se hizo muy mal en Europa para que por las costuras de una economía como la griega, que nunca representó más del 2,5% del PIB de la eurozona, el euro estuviera a punto de caer (piénsese que la economía de Alemania es diez veces la de Grecia). La eficacia ha sufrido, pero también la democracia, víctima de unos procedimientos de gobierno oscuros y sesgados que han agravado la brecha entre la ciudadanía y el proyecto europeo. Por tanto, las cosas no se han hecho mal solo desde el punto de vista de los resultados, sino, también, de los procedimientos. El más preocupante ha sido la suspensión temporal de la política para dejar paso a soluciones de gobierno tecno-crático: si en el pasado los periodos de turbulencia e inestabilidad llevaban a las democracias a buscar “un hombre fuerte” que impusiera el orden y la disciplina por encima de las luchas de partido, en nuestras socie-dades complejas e interdependientes, ese papel parece haber sido asumido ahora por el “técnico”, generalmente

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Torreblanca2014quiengobiernaenEuropa-catarata-final1
176 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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