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Legitimando la evaluación En una sociedad democrática, todas las prácticas sociales regidas por el Estado precisan ser legitimadas, o sea, es neces...

Legitimando la evaluación
En una sociedad democrática, todas las prácticas sociales regidas por el Estado precisan ser legitimadas, o sea, es necesario demostrar que tienen por objetivo el bien de todos. Eso vale, naturalmente, para las prácticas de evaluación, todavía más por el impacto que tienen en la vida de los investigadores, y en las instituciones dedicadas a la investigación. En el discurso de los defensores de la evaluación neoliberal, se encuentran dos estrategias principales de legitimación.
La primera, y en cierto sentido la más honesta, es más fiel a los orígenes históricos de la ofensiva de la evaluación. Esa estrategia reconoce que el carácter cuantitativo de la evaluación resulta de ésta ser parte de un sistema cuyo objetivo es hacer que la producción del conocimiento científico sea organizada en los mismos moldes de las empresas, o sea, insertada en la economía de mercado. Y ese objetivo, a su vez, se justifica por el principio de que no hay forma mejor de organizar la vida económica de la sociedad que la del mercado. Se puede admitir –como hacen hasta sus más fervientes defensores– que el mercado no es un sistema perfecto. Pero que tales fallas pueden ser superadas a través de reglamentaciones y otros medios de que el Estado dispone y, de cualquier manera, fuera del mercado no hay salvación. En lo que se refiere a los investigadores se suele escuchar también la objeción donde, estando la producción del conocimiento científico dentro de la economía de mercado, ellos pasan a ser trabajadores asalariados como cualquier otro, sin privilegios: si los que trabajan en empresas son sometidos a regímenes tayloristas, ¿por qué los investigadores merecerían un trato diferente?
No obstante esto, y aún teniendo en cuenta la hegemonía del ideario neoliberal (ahora un tanto inestable debido a la crisis iniciada a fines de 2008), tal vez no sea difícil percibir que el poder de convencimiento de esta estrategia no es de los mayores. Sea como fuere, el hecho es que la estrategia de legitimación que se encuentra con mucha más frecuencia en el discurso de los defensores de la evaluación neoliberal, es otra, bien distinta.
Esta segunda estrategia, se asienta en el respetable principio republicano en el que cualquier individuo, o entidad, pública o privada –en fin, cualquier persona, física o jurídica– que recibe recursos del Estado debe ser capaz de dar explicación respecto del uso que de ellos hace. Recursos públicos son concedidos con objetivos determinados; se trata de mostrar, en función de éstos, que los recursos fueron utilizados de manera honesta, eficiente, etc. Para el investigador, mostrar que hace justicia al salario que recibe, significa entonces someterse a evaluación.
El poder de convencimiento de esta estrategia es mucho mayor que el de la primera. Una evidencia de ello es el hecho de que su argumento clave se encuentra con una frecuencia enorme aún en el discurso de los críticos –más, o menos radicales– de las formas que asume la evaluación neoliberal. Parece ser necesario, antes de cualquier crítica, hacer una profesión de fe reconociendo la validez del argumento, sin el que –éste parece ser el recelo– el crítico sería visto como un extremista, indigno de ser tomado en serio como interlocutor.
Lo que esa posición no deja claro es que el dar explicaciones puede asumir diferentes formas. Hay una forma capitalista: la que transforma el imperativo de dar explicaciones en el de rendir cuentas –con todo lo que hay de cuantitativo en el concepto de cuenta (y que está subyacente aún cuando la expresión es usada en sentido metafórico). Y es en ese pasaje del dar explicaciones al rendir cuentas, que la estrategia desciende de la ética a la ideología, en el mal sentido de la palabra. El imperativo del dar explicaciones puede justificar la evaluación en una forma genérica, no en la forma cuantitativa de la evaluación neoliberal.
Un signo del carácter ideológico del argumento es el hecho de que, teniendo como premisa un principio relativamente abstracto, éste torna difícil explicar por qué la ofensiva de la evaluación ocurrió en un determinado momento histórico, ni antes ni después. En la primera estrategia, esa deficiencia no ocurre, ya que la ofensiva de la evaluación es reconocida como parte del movimiento de ascensión del neoliberalismo.
Para designar la forma capitalista del imperativo de dar explicaciones, se usa en inglés “accountability”. Se trata de una palabra de difícil traducción para el español. La idea de cuenta está obviamente contenida en “accountability”; “accountant” significa “contador”. Así, tal vez una traducción satisfactoria sea “responsabilidad contable”.
En AN, además de proponer explicaciones para la tendencia cuantitativa de la evaluación neoliberal, presentamos una crítica al productivismo taylorista de la cual ella resulta. La crítica se fundamenta en el principio de la responsabilidad social de la ciencia, la idea de que los científicos, como individuos y como comunidad, precisan tener claridad sobre el significado social de su trabajo, precisan verse también como responsables en común por las aplicaciones de los resultados de sus investigaciones. El ejercicio de la responsabilidad social implica una reflexión seria sobre las prácticas científicas, que sólo puede realizarse cuando hay condiciones institucionales, y disponibilidad de tiempo y energía para cada científico, individualmente –lo que no ocurre en el régimen neoliberal de administración–, en que todo el tiempo y energía es concentrado, directa o indirectamente, en la producción de artículos. Hay por lo tanto, una incompatibilidad esencial entre el taylorismo en la academia y la responsabilidad social en la ciencia.
Esas consideraciones sugieren una dirección hacia el objetivo de caracterizar una forma de evaluación que contemple el imperativo de dar explicaciones, sin transformarlo en el de rendir cuentas. Es la forma de evaluación en que la responsabilidad social toma el lugar de la responsabilidad contable como principio legitimador, o sea, en que se exige del investigador no que publique “x” o “y” artículos por año, sino que sepa explicar de qué forma su trabajo contribuye al bien de todos.

Esta pregunta también está en el material:

culturas-cientificas-y-alternativas-tecnologicas
314 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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