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Las convenciones son comunes. El oso negro está incluido a propósito como un «grupo externo» que se espera que, en muchos aspectos, esté mucho meno...

Las convenciones son comunes. El oso negro está incluido a propósito como un «grupo externo» que se espera que, en muchos aspectos, esté mucho menos relacionado con el perro que otras especies del diagrama. Esto es una estratagema técnica que permite comparaciones fiables y, también, una prueba rápida del resultado final: si los perros resultan estar mucho más relacionados con los osos que con los chacales, sospecharíamos que algo va mal y revisaríamos nuestros datos. Se espera que el grupo externo determine la base (el tronco) del árbol. FIGURA 21. Cladograma para el perro doméstico. Los cladogramas se hacen a través de un análisis informático de las similitudes y las diferencias entre especies. Estas podrían ser listas de caracteres como «cuatro patas» o «tiene dientes caninos». Los tiempos aquí son imprecisos y dan poco más que el orden de las sucesivas divisiones. Aunque cada vez es más común usar listas de alelos (variantes del gen) o incluso de secuencias de ADN relacionadas con los genes, deduciendo el tiempo del «reloj genético», que es el ritmo medio en el que ocurren las mutaciones. Podría decir mucho sobre todo esto, pero no quiero desviarme hacia un área técnica. Basta decir que nada está garantizado con un 100% de exactitud. En particular, el árbol resultante es aquel en el que es más probable que encajen los datos, según varias medidas más o menos arcanas de probabilidad. Esto no significa que sea definitivamente una reconstrucción exacta del patrón real de los descendientes evolutivos. Por supuesto, si se pueden recoger más datos independientes y la estructura de árbol dada sobrevive, eso incrementa la probabilidad de que sea correcta. Un cladograma es un diagrama que se obtiene codificando una larga lista de afirmaciones como «según el siguiente criterio, un zorro cangrejero es más parecido a un aguará guazú que a un coyote». La cladística fue presentada por el entomólogo Willi Hennig en 1966 en su libro Phylogenetic Systematics (Filogenética sistemática). Como el título sugiere, quería hacer la clasificación de los organismos más sistemática, evitando las decisiones, con frecuencia subjetivas, de la taxonomía tradicional. Para Hennig, la unidad básica de clasificación era el clado, un organismo ancestral, junto con todos sus descendientes evolutivos. En un diagrama de árbol, un clado es una única rama con todas las que crecen a partir de ella. La cladística tradicional (la construcción de cladogramas) empieza con la suposición de que lo que estamos buscando es un árbol. Si el patrón real de descendientes no tiene el aspecto de un árbol, el método encontrará un árbol de todos modos. Esto no es tan malo como puede parecer, porque un árbol es normalmente una opción sensata. Con modificaciones simples en el método, la propia estructura de árbol puede probarse. El número de posibles árboles crece rápidamente con el número de especies. Hay, por ejemplo, 105 árboles distintos para cinco especies y 34.459.425 para diez especies. Incluso hay una fórmula, para n especies, el número de árboles es 1 × 3 × 5 × 7 × ... × (2n – 3). Esto es un crecimiento superexponencial, más rápido que cualquier potencia de un número concreto. De algún modo, el «mejor» árbol tiene que escogerse de entre todas estas posibilidades. Naturalmente, hay muchas definiciones diferentes de «mejor», y para cualquiera de esas definiciones, hay muchas estratagemas matemáticas diferentes para encontrarla. Los métodos usados se han vuelto muy técnicos. Se llevan a cabo usando ordenadores, porque la cantidad de datos y la complejidad de los cálculos son mayores de lo que un humano sin ayuda puede manejar. Pero en los inicios de la cladística se hacían muchas cosas con las manos. En términos simples, la técnica supone tres pasos: recoger datos de los organismos a los que se refiere, pensar en el cladograma apropiado, escoger el mejor de ellos. Los datos toman la forma de lista de caracteres específicos, de modo que para las especies de aves podrían aparecer cosas como ancho del pico, longitud del pico, color de las plumas, tamaño de las patas. Una vez que secuenciar el ADN se hizo factible (inicialmente para secuencias cortas como ADN mitocondrial), los datos recogidos normalmente incluían el ADN y hoy muchos profesionales no usan otra cosa. La tarea matemática ahora es encontrar qué árbol es el que cuadra mejor con los datos. Esto requiere definir algunos números, conocidos como una métrica, que cuantifican cuánto coinciden el árbol y los datos. Dos especies con datos parecidos deberían estar muy cerca la una de la otra en el árbol, es decir, no habría que ir muchas ramas hacia atrás para encontrar su antepasado común. Las especies en las que coincidan menos datos deberían estar separadas por más ramas. Las fórmulas reales no son tan vagas como este resumen puede sugerir. También hay pautas bien establecidas para evitar una elección de caracteres que podría resultar engañosa, algo que se presenta en muchos organismos diferentes por razones que no están relacionadas con un antepasado común. La forma de los tiburones y los delfines, con el mismo tipo de cola y aleta dorsal triangular, son ejemplos. Supongamos, por ejemplo que estamos tratando de poner en orden las relaciones entre cuatro especies de felino: el gato (doméstico), el leopardo, el tigre y el guepardo. Para ser honestos, incluimos un grupo externo: caracoles. Seleccionamos cuatro caracteres (son pocos para un análisis serio, pero nos mostrará cómo funciona el

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