Logo Studenta

con esa inversión. La sonrisa de Teggar desarmó a Laura por completo, y ella tuvo que empezar a reconocer algo: tuviera la edad que tuviera, ese ho...

con esa inversión. La sonrisa de Teggar desarmó a Laura por completo, y ella tuvo que empezar a reconocer algo: tuviera la edad que tuviera, ese hombre era de lo más seductor que había conocido, y notaba que sus defensas flaqueaban. Claudio terció. —¿Y eso que quiere decir? —Que multiplicaremos por lo que haga falta lo que hicieron Helen y Albert. ¿Sabéis? Los conocí personalmente, aunque ellos eran pequeños comparados con nosotros, pero siempre recordaré un café que tomamos juntos cerca de la Torre de Londres. Siempre. Claudio pareció no inmutarse, aunque naturalmente sí lo había hecho, y mucho. —Pero no vais a tener ningún poder sobre Humanos1. —Bueno, os confesaré que quizás con otro nombre, pero también soy miembro de Humanos1, y me consta que algún colega también. A nosotros nos parece suficiente poder. ¡Mi voto ya cuenta ahora mismo en Humanos1! Entre otras cosas, tú eres presidente gracias a él. Cada vez estaban más desarmados, los dos. Claudio, con todo, trataba de mantenerse en pié. —La transparencia será absoluta. Teggar frunció un tanto el ceño, no había contado tanto con esto. —¿Qué quiere decir absoluta? —Tanto como lo fue la de Helen y Albert, todo el mundo sabrá de dónde sale el dinero, eso sí, entiendo que podéis condicionar el destino. Helen y Albert no cedieron su legado para hacer cualquier cosa, y además vino con lo que siempre hemos considerado como instrucciones concretas, creo que las seguimos cumpliendo todas. Teggar se tocaba la barbilla. —Ya…me doy cuenta de que estamos demasiado acostumbrados a llegar a acuerdos “entre cúpulas” y luego desaparecer si hace falta, pero imagino que no podéis hacer otra cosa…. De acuerdo, la trazabilidad del dinero será total hasta la puerta de las Fundaciones donantes, después no resulta demasiado difícil saber quién está detrás. —El dinero no podrá ser invertido en nada que genere dependencia económica de futuras donaciones. —¡Por supuesto! Humanos1 tiene que seguir funcionando exactamente como hasta ahora, exactamente. —Entonces, la independencia y la transparencia quedan garantizadas. —Absolutamente. El secretario tomó el mando y descendió a todos los detalles que hicieron falta. Estaba claro y no tenía letra pequeña. Humanos1 podía formular cuando quisiera una demanda justificando el destino del dinero. Un Comité mixto la estudiaría y la validaría. Excepcionalmente y de manera inicial, Humanos1 recibiría una importante cantidad de dinero con finalidad no predefinida, era una prueba de la confianza de los filántropos en la organización. El café llevó a la cena, y allí sí, Claudio y Laura pudieron rendirse con total libertad a Teggar. Teggar lo supo, pero, algo más experto, también supo ocultarles que el que estaba absolutamente rendido ante uno y otra era él. En la cena surgió una cuestión que remachó definitivamente una creencia que Claudio había venido alimentando. La puso sobre la mesa Teggar. —Por cierto, Claudio, casi me olvido y hubiera sido un error imperdonable. Necesitas un hacker. —¿Un hacker? —Sí, ya sabes, ellos son ahora los reyes de la seguridad informática, primero aprenden a desmontar cosas y luego las protegen. ¡Mundo de locos! Pero lo necesitas. —Lo sé, Ernest, lo sé. —Pero, o mucho me equivoco, o no conoces a ninguno. —Bueno, quizás sacudiendo Humanos1 aparezca. —Claudio, en esto, me temo que vamos a hacer una excepción con la transparencia. No podremos contratar a ningún hacker realmente bueno si se tiene que saber que lo hemos contratado. La utilización de la primera persona plural no paso desapercibida; fue un acto plenamente consciente, Teggar se identificaba con Humanos1 mucho más de lo que Claudio y Laura podían pensar. Solo con el tiempo se darían cuenta de cuán real era ese plural. —Tu hombre se llama Peter, pero creo que ya solo le llama así su madre, para absolutamente todo el mundo es Rayodeluz. Toma, éste es el contacto –Claudio recibió un correo electrónico. —¿Ha trabajado para ti? —Por lo mismo que ya te he comentado, no te lo puedo decir, pero sí advertirte que no hay dinero en el mundo para contratarlo. Él y su equipo ganan ya mucho más del que quieren. Si durante la conversación te habla de plazos y de dinero, no hay nada que decir, no hará nada; en cambio, si te dice “será interesante”, bueno, ya es otra cosa. De nuevo John estaba al teléfono. Algo menos alterado quizás por ir cogiendo rápidamente la nueva costumbre. De nuevo también, la llamada era realmente importante. —¡Jefe! Me parece que nos vamos a ver. Esta vez la llamada viene de aquí al lado, de la City, piden cita contigo para dentro de tres días en uno de esos bancos de inversión tan bonitos que tenemos. —¿Y quién es? —Eduard Smith, adjunto a la Dirección General. Claudio ya no sabía que pensar, si todavía estaba tratando de entender lo de Teggar, ahora la llamada era de la mismísima City. —¿Y para qué? —Un asunto que puede interesar a Humanos1. Ni media palabra más, por supuesto he verificado la llamada, sí, venía de donde decían, me piden confirmación a mí. —Pues dásela, pasado mañana ya me tienes por allí. —Una cosa más, jefe. —Vas a ir solo. Si no, no hay cita. Claudio miró a su perro, un magnífico pastor alemán, y pensó un par de cosas, la primera es que siempre le dolía separarse de él. La otra era todavía más grave, sentía que en esa cita le gustaría que su perro estuviera presente. No hubo manera de saber nada de Eduard Smith, adjunto a dirección, uno más del gran banco de inversiones. Se encargaba de “productos complejos para clientes complejos”. No era extraño. Incluso los que trabajaban en su misma planta no sabían nada más de Smith, salvo la certidumbre de que realmente no se llamaba así. Su despacho estaba en el fondo del fondo del pasillo, convenientemente aislado. Era exactamente igual que el resto de los despachos de la planta. Esto es, más bien pequeño y absolutamente austero, muy por debajo de la media de los que ocupaban otros adjuntos a dirección. A ese despacho solo accedían los tres miembros de su equipo que ocupaban las dependencias contiguas. Parecía haber una competición acerca de quién era menos comunicativo, si ellos o su jefe. Ninguno de los cuatro podría ser reconocido a ciegas por su tono de voz, tan poco era lo que hablaban con el resto, hasta ahí llegaba el secretismo. “Productos complejos para clientes complejos”. Eso era todo. Igual que Borja y Marta, Smith tampoco se había licenciado en ninguna alta escuela de sicarios, pero de existir él sería con seguridad ia me esperan unos cuantos más después de hablar con usted, quisiera ir al grano. Desde luego, a Smith no le pareció importar nada que Claudio viniera expresamente de Roma; en cualquier caso, hasta la última célula de Claudio se puso en estado de alerta. —Como prefiera, comprendo que esté muy ocupado. —Humanos1 está empezando a dejar de ser una simple nota pintoresca, y parece que quiere pasar a ser un grano que puede llegar a ser molesto. Lo dijo con la misma gelidez ambiental. Gelidez, eso era lo que desprendía, a manos llenas, Smith. ¡Molesto! Claudio dio un respingo que intentó dominar. ¡Ya lo tenía delante! Aunque también tuvo que reconocer que de alguna manera lo estaba esperando. —No le entiendo. —No nos interesa que Humanos1 siga desarrollándose en la línea que lo está haciendo, y le pido que no siga por ahí; pero le advierto que mi petición tiene una fecha de caducidad relativamente corta, después será una exigencia. Las últimas palabras llegaron con la oscura nitidez de una descarada amenaza. Por su parte, Claudio necesitaba recoger tanta información como fuera capaz. —¿No nos interesa? ¿A quién no le interesa? —No se canse, jamás sabrá quienes somos, aunque muchos nos oso, déjese de transformar el mundo, concéntrese en algo, algo intangible como por ejemplo ese disparate de la diferencia y la coincidencia que sostienen. Haga eso, difunda la coincidencia por el mundo mientras nosotros nos ocupamos de explotar la diferencia. La voz había simulado un falsete barato, de aquéllos que pretenden convencer, sabiendo de sobra que cada palabra está caracterizada por su impostura. —¿Y si no lo hago? —Les destruiremos, no tendremos más remedio que hacerlo. Pausado, tranquilo, con el mismo tono y ritmo con el que podría estar hablando del tiempo, así fue como formuló su amenaza Smith. Amenazó de muerte a Humanos1 con la misma soltura con la que se mantiene la más trivial de las conversaciones. Claudio alcanzó a entender que para Smith eran poco más que un par

Esta pregunta también está en el material:

348 pag.

Literatura e Ensino de Literatura Universidad Bolivariana de VenezuelaUniversidad Bolivariana de Venezuela

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, pero tu pregunta está incompleta. Por favor, formula una nueva pregunta.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales

Otros materiales