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El mismo entrenamiento, demostraba un estilo personal durante la visión extraocular. Una niña, por ejemplo, hacía siempre rápidos movimientos de ba...

El mismo entrenamiento, demostraba un estilo personal durante la visión extraocular. Una niña, por ejemplo, hacía siempre rápidos movimientos de barrido con sus dedos cuando se le presentaba el material porque decía que así era “más sencillo y más exacto”. Un niño prefería las figuras al material escrito. Otro prefería las letras a las fotografías. La lectura de palabras solía realizarse gradualmente, comenzando con letras. En general solían bastar unos minutos para que el niño comenzara a leer palabras completas (o a verlas, en el casos de textos escritos en lenguajes desconocidos para el niño) y posteriormente alcanzaba una velocidad de lectura similar a la que tenía cuando usaba los ojos. Dos niños fueron la excepción de esta regla porque su velocidad de lectura y su interés aumentaron con el uso de la visión extraocular, lo cual les fue enormemente beneficioso en sus tareas escolares. Un aspecto interesante de este estudio fue que descubrimos una manifestación visible de una capacidad psíquica para motivar a los niños a aprender técnicas que les ponían en contacto con su verdadero yo. Por esta razón seguimos acentuando la importancia de la meditación centrada en la experiencia del Yo y en la pregunta: “¿Quién soy yo?”. Otra interesante observación tiene que ver con la edad en la que se exhibe la visión extraocular. Aunque sería preciso un estudio más extenso para sacar conclusiones bien fundadas, parece que es difícil motivar el fenómeno cuando el niño tiene más de 15 años. Lo hemos intentado con adolescentes y adultos, pero ninguno fue capaz de ver extraocularmente tras un entrenamiento similar al de los niños. En una ocasión llevamos a cabo una meditación en grupo en la que se visualizaban luces y se estimulaba el contacto con el Yo. Después de esta experiencia siempre se facilitaba la visión extraocular. Yo opino que el fenómeno aparece con mayor intensidad y claridad cuando el niño y el instructor están tranquilos y concentrados en sí mismos, en un nivel en el que el Yo pierde sus bordes o límites. Otra punto de interés es que el instructor no necesita ser capaz de ver extraocularmente para enseñar a los otros a hacerlo. A los niños se les preguntaba en muchas ocasiones sobre su experiencia interna durante el proceso. Algunos decían que veían exactamente igual que cuando tenían los ojos abiertos. De hecho una niña solía ver la televisión con los ojos vendados y describía perfectamente lo que sucedía como si el aparato estuviera dentro de ella. Otros niños describían que tenían como una pequeña pantalla “dentro de sus mentes” cuando aparecían las imágenes. Ningún niño mencionó que tuviera que crear la visión extraocular de forma consciente. Más bien la imagen se presentaba por sí sola, del mismo modo que cuando experimentamos la percepción visual. El resultado final que quisiera destacar es la relación entre el fenómeno extraocular y el cristal de cuarzo. El efecto facilitador del cristal se puso de manifiesto en cinco niños (tres chicas y dos chicos) lo cual fue sorprendente. Una de las niñas tomaba parte en el estudio realizado para demostrar su capacidad de ver la televisión extraocularmente. Se le pasó un programa en color con subtítulos en inglés y en castellano. La niña expresó su dificultad para leer los subtítulos a una distancia de unos 5 metros de la pantalla, aunque podía describir la acción y los colores que aparecían. También comentó que había líneas y puntos que interferían su visión. De repente me pidió el cristal de cuarzo que yo llevaba y que empleaba en mis meditaciones. Cuando tuvo el cristal en su mano derecha informó de que habían desaparecido las líneas y puntos y podía leer los subtítulos con fluidez y describir detalladamente las escenas que miraba. El efecto fue tan claro y espectacular que lo contrastamos con los demás niños. Otras dos niñas informaron que cuando tenían el cristal de cuarzo en las manos, los paisajes que se les mostraban adquirían tridimensionalidad. Decían que era como si con el cristal estuvieran dentro de la fotografía (en medio del paisaje) y que sin el cristal estaban fuera y observándolo como una fotografía. Por último, dos chicos y dos chicas pudieron aumentar la distancia desde la que leían material impreso con la ayuda de cristales de cuarzo. El mundo visual se nos presenta con un aspecto tan objetivo, real y concreto que sus elementos —árboles, rocas, nubes, animales, caras, construcciones...— parecen constituir los elementos iniciales de un proceso perceptual fenomenológicamente isomorfo. Por esta razón, rara vez nos damos cuenta de que lo que que vemos como objetos con formas, colores y texturas variados no están allí, por sí mismos, esperando ser vistos por una especie de espejo mágico que simplemente refleja sus características, sino que, por el contrario, son creados merced a un proceso cerebral extraordinariamente complejo. Puesto que somos incapaces de percibir directamente el proceso neuronal responsable de la creación de nuestras imágenes visuales porque únicamente tenemos acceso al producto final de ese proceso, suponemos la existencia de un mundo exterior independiente y separado al que tenemos acceso, y olvidamos que lo que vemos es el producto de nuestra transformación de un mundo exterior al que no tenemos acceso directo. Esta miopía es la responsable del énfasis que ponemos en el mundo material y del olvido del papel que jugamos en la creación de la experiencia. La existencia del fenómeno de visión extraocular es una advertencia — de igual manera que tenía que serlo la visión ocular— contra esa ilusión y decepción. Por lo que sabemos en este momento, el fenómeno de la visión extraocular y de la visión ocular normal no difieren en ningún aspecto esencial. Lo más misterioso del proceso de la percepción es la transformación de la estructura energética del percepto en la cualidad de la imagen. Esta estructura energética viene dada por el patrón de interferencia resultante de la interacción entre el campo cuántico y el neuronal. El proceso cerebral espacial del que surge esta estructura es enormemente complejo y aún dista mucho de ser comprendido, pero no hay cambios cualitativos casi milagrosos en él. Dicho de otra forma, la luz no existe ni en los circuitos cerebrales encargados de dar forma al campo neuronal, ni en el patrón de interferencia que resulta de la interacción del campo neuronal con el campo cuántico. Sin embargo la luz existe en la imagen visual. Como los niños informaban de que percibían imágenes visuales luminosas aunque lo captaban extraocularmente, este tipo de visión y la visión retinal no difieren a este respecto. Ya hemos mencionado la posibilidad teórica de que exista un procesador central asociado con la activación neuroalgorítmica o con la energía de unificación del campo neuronal que activa la imagen mediante la interacción con la estructura del patrón de interferencia. No queremos afirmar que el procesador central sea un circuito de alta inclusión o un algoritmo con gran poder de integración, sino que más bien su funcionamiento está asociado con la activación de estos procesos. Resulta sugestivo pensar que cuando el sistema nervioso alcanza un alto grado de unificación interna mediante la activación de circuitos y estructuras integradoras de alto nivel se consiguen altos niveles de coherencia inter e intrahemisférica y así el campo neuronal y los procesos energéticos resultantes posibilitan la interacción del sistema nervioso con algún nivel energético espacial representativo de la totalidad del universo, y que precisamente ese contacto es el responsable de los diferentes niveles que puede alcanzar nuestra conciencia y de la cualidad de la experiencia. En este caso, el procesador central estaría más próximo a la totalidad que a la existencia de un desencadenamiento de algún circuito cerebral específico o campo neuronal. La diferencia más notable entre la visión extraocular y la ocular, al margen de la utilización de los ojos como transductores, reside en la ausencia de componentes visuales en el campo neuronal. A este respecto, la estructura energética de la experiencia visual en la visión ocular (cuando existen componentes visuales en el campo neuronal) debería contener un contraste de algún tipo de la morfología energética de los patrones de interferencia dados por la interacción de los componentes visuales de ambos campos. En la visión extraocular (con ausencia de componentes visuales en el campo neuronal), el patrón de interferencia debería ser distinto, al menos en lo que se refiere a ese factor de contraste, que también debería estar ausente. Para decodificar una imagen en ausencia de este factor, el procesador central debería ser más activo que durante la visión ocular. Esto parecería ser

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1990-La Creacion de La Experiencia (Scan)
203 pag.
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