Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Germán García Macedonio Fernández La escritura en objeto Adriana Hidalgo editora ~-__;;~· o•' "'" •••• ••••.-<.A •" _:__·-~:: .. ·~·: .. ~·.:... ~··:i·~::: ::_ ~~=~·--.:~~:__~ ____ ::.;__:. ___ _.:._:_.:.....:.:.:-::·:~ --------------·---- ------------- ----~------------------ ._,_ ________ _ ·"=--- ____ _,-:.;,:.._"':-'-~"-"--=-= la lengua 1 ensayo Editores: Edgardo Russo y Fabián Lebenglik Disefío de cubierta e interiores: Eduardo Stupía y Pablo Hernández © Germán Garda, iooo © Adriana Hidalgo editora S.A., 2000 Córdoba 836- P. 13- Of. 1301 (1054) Buenos Aires e-mail: ahidalgo@infovia.com.ar ISBN: 987-9396-36-7 Hecho el depósito que indica la ley 11.723 Impreso por Grafinor s.a. - Lamadrid 1576 - Villa Ballestee En el mes de Mayo de 2000 Impreso en Argentina Printed in Argentina Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial. Todos los derechos reservados. Macedonio Fernández La escritura en objeto ÍNDICE PRóLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN ALEGO lÚA. LA AUSENCIA DEL AMOR .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. .. .. .. .. . 9 l. (BIO)GRAFfA IMPOSIBLE ........................................... 25 2. EL RETORNO DEL PADRE ......................................... 51 3. DUELO IMPOSIBLE .................................................... 69 4. PASIÓN, DESEO CUMPLIDO ........................................ 95 5. LA AGRESIÓN IMPOSIBLE ......................................... 111 6. FoRT-DA ................... · ........................................... 129 7. LARISAMADRE ..................................................... l41 8. LA PULSIÓN DE SABER ............................................ 153 9. LA ESCRITURA EN OBJETO ....................................... 177 10. EsTILO, ESPEJO cóNCAvo/coNvExo ....................... 209 ADDENDA LA OBRA DE ADOLFO DE ÜBIETA ................................. 231 BIBLIOGRAFíA ACTUALIZADA ........................................ 243 Para Ricardo Zelarayán, quien supo propiciar la lectura de Macedonio Fernández y el valor singular de la ironía. ------- ________ :___~--~-~.......:.....::. ______ ··---~----------------- -~-------------------···--------~---- -·- - -· ------------------- PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN ALEGOIÚA. LA AUSENCIA DEL AMOR Museo de la Novela de la Eterna, el libro más conoci- do de Macedonio Fernández, intenta la traslación de la ciudad de Buenos Aires a una estancia donde se instaurará una ciudad sin muerte, habitada por hombres no idén- ticos. En un momento de esta alegoría, el narrador, lla- mado el Presidente de la novela, se detiene, y en una caída a pie de página dice: "quizá alguno encuentre poco lúcida la tan prometida conquista de Buenos Aires para la Belleza y el Misterio. Es que era inevitable: lo imper- fecto, lo trunco y quizá insípido de una obra que sólo fue pensada como una curación, por la Acción sin Ob- jeto, de un estado de depresión y desorientación del hombre que la ideó. Si este capítulo de la conquista: el autor lo hubiera realizado lozana y graciosamente, hu- biera falseado la psicología de la Acción. Por lo demás, a mi incrédulo y listo lector lo satisfaré confesando que el capítulo es simplemente la obra de un autor en agota- miento, que no da más. Pese a cuya confesión, no puede 9 N t r . ··:.·~vitar verificar 63 bajas de lectores exigentes de una es- 1 tilística impecable" (capítulo IX). ¿Curarse, por una acción sin objeto, de qué? Nadie muere para sí -afirma Macedonio- ni hay muer- te para quien no ama. Curarse de la ausencia del amor, seguir amando en la ausencia de lo amado: "Este dolor que ~ sentimos es de personaje: son lágrimas que no ruedan ... ". 1 Mientras los personajes discurren sobre ese estado ex- ;,l traño que los reduce al lenguaje que hablan, el narrador 2 -·~ entra y sale de un discurso monológico sobre la creación i y sus límites: "Lo creado por mí deseaba su realidad y su ·~ autor también, hallando así el autor el mismo imposible; '~ ,~; cuán fácilmente olvida, confunde, se enreda y el senti- if miento &e extravía en cuanto a su. objeto y el lugar de ~ ~ -realidad o de fantasía-en que está" (capítulo X). j Con el tiempo la singularidad de Macedonio Fernández ~ ;¡g se volvió evidente, con el tiempo sus manuscritos se trans- .1 formaron en libros. Casi todo ocurrió después de su muer- ~ ~d~~~:!{~~~:el::::~o9::.r ~.:~e:: ::r:::~: ¡~ __ ! publicó cinco de sus libros, celebrados por amigos e igno- ·r!í a~ rados por el público lector. Una novela que comienza, edi- '1 tada en Chile en 1941, despertó, a mediados de los sesen- -~ -~---=t-=a, el interés de los de mi gencración._Es.eJihrn,_que __ p.r.o-=----~~ft-·· gresa de un prólogo a otro, esa prosa que realizaba, según ~ sus palabras, "un uso sabio de la ausencia", se convirtió en \1 el antecedente de Rayuela. Jfl 1 o .j~ --~~ -~~~ ~~ '?'~ '0'~',/r· -:'·~· . .;r . .'~i 1 - ~~~'i_-r,;:'j .,o ... .,;.:j_~:-.·-~ .· Macedonio fue una leyenda a la que me aproxim¿·~?;~.:-<._ diante una serie de entrevistas que, bajo el título Habla~·iiJ0t~·;; Macedonio Ferndndez, publiqué en 1969. Había entrevis- tado a escritores, a amigos, a familiares, a personas que lo habían conocido. Borges, Marechal, Peyrou, estaban de acuerdo en que era un hombre genial. Pero el argumento de Borges ("su. conversación era más importante que su obra'') pesaba. Me opuse a esta opinión, porque Macedonio Fernández existía para mí sólo por sus libros. Esa primera visita me dio cierto conocimiento de la vida literaria de Buenos Aires, ciudad a la que había llega- do en 1960, y me mostró que la recepción de up.a obra· está sujeta a una trama, siempre perdida, que col9ca a los . libros en el lugar donde los encontramos. De 1970 a 1974 escribí este libro, que publiqué por primera vez en 1975. El hilo rojo de mi lectura;:~ra una afirmación de Jacques Lacan sobre_ el estilo, y ,puelo Y~: melancolia, de Sigmund Freud. · ~" ;_ . .c;;,1; La afirmación de Lacan era una respuesta a Paolo -:"" Caruso, publicada en 1969 por la editorial U. Mursia, de Milán. En una de esas conversazioni puede leerse: " ... En cierto modo es un objeto perdido. Y no sólo mi estilo en particular, sino todos los estilos que;! se han manifestado en el curso de la historia con la etiqueta de un cierto ___ ____jrnanierismo -comolo_ha_teorizado_de __ una_manera_e .... m ..... i=--__ _ nente Góngora, por ejemplo- son una manera de recoger ese objeto, en cuanto estructura al sujeto que lo motiva y lo justifica. Naturalmente, en el plano literario esto exigí- 1 1 ::~--~~ __ ría unos-desarrollos (!normesque nadie ha intentado- to- davía~ .. ". Ya tenía mi título: Macedonio Ferndndez, la escritura en objeto. Ahí, la palabra "objeto" caía en el lugar de "efec- to". En efecto, en objeto. Tardé, pero creo que encontré la carta de Góngora a la que alude Lacan. Al menos es una carta en la que se habla del estilo enigmático en una doble función: deleita a los que entienden y ahuyenta a los que no entienden. En cuanto a Freud, conocía sus premisas sobre la me- lancolía: pérdida del objeto y ambivalencia, más la enigmá- tica regresión de la ·Iíbido al yo. Pero la oscilación entre el duelo y la melancolía se convierte eh una. nueva teoría del yo, expuesta en 1923: el yo como producto de las identifi- caciones con objetos perdidos. Es de este "yo" del que in- - tenta librarse Macedonio Fernández y es este "yo" el que se. pierde en pulsaciones corporales dispersas, anotadas en lo que llama un "diario fisiológico". A medida que la obra de Macedonio va apareciendo en la editorial Corregidor de Buenos Aires, el conjunto de sus escritos revela correspondencias insólitas.Una teoría y prác- tica del humor que intenta "trastrocar al yo", unas elucubraciones metafísicas que argumentan la certeza de la eternidad, una~ especulaciones sociales y políticas que tra- tan de demostrar el valor de la ausencia de lazos sociales. Advertido por la lectura realizada por Jacques Lacan del Fort-Da, de Freud, volví a leer el Museo de la Novela de la Eterna. 1 2 -~-&e--títiilo blzarro,--aonae-fi-gl!rali-ef ffiuseoyla-eiernl----- dad, se vuelve aún más extrafio cuando entendemos que "Eterna" es el nombre de una mujer llamada también "Elena-bellá-muerte". Advertimos que ese "museo" es el lugar de las musas, sin dejar de ser un museo; las resonancias de Elena -la bella muerte porque es eterna- personifican a la novela. La alegoría prolifera y nos devuelve al comienw, a ese peso de la ausencia que describe Baudelaire en la segunda d "El . " parte e su poema ctsne . La pérdida del amor convierte al presente en una alego- ría de la ausente. Así, la ciudad de Buenos Aires es descripta por Macedonio Fernández como el campo de disputa de dos grupos antagónicos: los "hilarantes", que inventan tru- cos para provocar la risa; y los "enternecientes", que cuen- tan historias tristes y buscan el dolor y el llanto del recep- tor. Los referentes de estos grupos fueron ~critores que estaban en contra o a favor del realismo, a quienes Macedonio Fernández pone en correspondencia con "El género de lo nunca habido, el de tan frecuente invocación, lo sin precedentes, será estrenado, pues el mismo nunca existió, nunca hubo lo nunca habido, en el corriente afio y como es justo en Buenos Aires, la primer ciudad del mun- do (viniendo del campo inmediato), la única ciudad que se presta para la conclusión de una vuelta al mundo empe- zada en ella y lo mismo para concluir las empezadas don- dequiera, como lo han descubierto sucesivamente varios inexorables circundantes terráqueos, con vuelta al mundo 1 3 anunciada partiendo de Berlín o de Río de Janeiro, que se consumó sin ostentación indiscreta, en las calles, tranvías y empleos públicos de Buenos Aires, con casita, casamiento, prole, lo que tiene tanta redondez y heroísmo como la eje- cución del furioso anuncio de dar la vuelta'' {Museo de la Novela de la Eterna, "Prólogo a lo nunca visto"). Este extenso párrafo, construido con el desplazamien- to metonímico de los lugares comunes del lenguaje pe- riodístico, ironiza con una ciudad en el centro del mundo donde lo "nunca visto" es el revés de lo siempre visto: empleo, casa, mujer, hijos. Por su parte, la novela se instala en una ausencia que deja vado al mundo, puesto que tendrá tal colección de sucesos que "no dejará casi nada para el suceder en las calles". La novela, convertida en ciudad donde habita "la no existencia'', es el presente donde la literatura "desata pasados y ata nuevos pasados sustituyen tes". ·Esa actividad, sin pasión y sin objeto, no puede tener un fin: "Fue necesario que concluyera la Conquista para sentir el vado creado por la enigmación de su obra: ¿Debe la ciudad existir?" (capítulo XIV). La ciudad, imaginaria y simbólica, desespera por ser real. Pero el narrador quiere realizar la ausencia porque "Le falta lo Real de la Eterna pensada, la personificación de lo Real pensado"··----------------~ La alegoría quiere "personificar" lo real, hacerlo existir por fuera del pensamiento: "¿Vale el arte para quien se mortifica en esa ausencia? El Presidente trabaja en su no- 14 vela sin mundo, quizá para su propia liberación; trabaja pero sin alegría". Macedonio Fernández anota la aparición de su padre en una siesta de la adolescencia. El padre, muerto en su infancia, le habla de alguien que ha cautivado a la madre. Por eso, le dice, está condenado a un errar sin fin. El tono íntimo, la descripción de esa aparición, tienen un valor testimonial. Macedonio Fernández, como Hamlet, está del lado del padre. La muerte de Elena (madre de sus hijos, única mujer con la que convivió) en su madurez, corta suyida. Antes el humorista, el especulador metafísico. Después un poe~ ta sombrío y un escritor que presencia la vida como. la alegoría de una ausencia. Walter Benjamín estudió la conexión entre la alegoría y el Trauerspiel ( Trauer. luto, duelo - Spiel: e~pectáculo).-.;~,\~ El espectáculo del duelo, tan poco advertido ~.flel hull)or:_, de Hamlet,· no podría estar del lado de Edipo_;y de la Il}:a~ dre. Está, también ~n Macedonio Fernández, del lado cfel padre. Lacan, en el seminario XI, lo advierte: "Sólo un rito, un acto siempre repetido, puede conmemorar ese encuen- tro inmemorable, pues nadie puede decir qué es la muer- te de un niño -salvo el padre, en tanto padre- es decir . , . ,, _____ n_t_,ngun ser consctente . La obra en la obra Hamlet (la novela en la novela de Macedonio Fernández) no se explica por la palabra "procastinacíón''. Con la palabra "procastinación" le im- 1 5 ,_· ..... ... -'-········--·-······------ - ---- ---- - .... ~ -- putamos a Hamlet un amor por Ofelia-, un deseo de ma:. tara Claudia y un quer~~ cumplir el juramento hecho al Ghost. Polonia piensa que la causa es Ofelia; los reyes, que se trata del efecto de la muerte del padre, mientras que Hamlet les dice a Guildenstern y a Rozencratz: "De al- gún tiempo a esta parte, no sé por qué, he perdido el buen humor y dejado de lado los ejercicios que acostum- braba; y en verdad que todo ello pesa tanto a mi disposi- ción, que esta armazón hermosa, la tierra, me parece es- téril promontorio; este dosel tan excelente, el aire, y véis, este magno firmamento en vilo, este techo majestuoso, tachonado de fuego de oro, todo se me antoja no más que inmunda y pestilente condensación de vapores. No me encanta el hombre, ni la mujer tampoco ... " {11, 2). Walter Benjamin comenta: "En el Trauerspiel sólo Hamlet es el espectador por la gracia de Dios, pero no puede hallar satisfacción en lo que ve representado, sino tan sólo en su propio destino. Su vida, objeto ejemplar de su luto, remite, antes de extinguirse, a la providencia cris- tiana, en cuyo seno sus tristes imágenes pasan a disfrutar de una existencia bienaventurada. Sólo en la vida de un príncipe, como ésta, puede la melancolía redimirse, al enfrentarse consigo misma. Lo demás es silencio" ( Ursprung des deustschen Trauerspiels, Suhrkkamp Verlag, 1972,p.ISO). Shakespeare no quiere escribir una obra más sobre la venganza, el personaje de Hamlet no quiere responder a 16 -- ~-··--·--------·~: __ ·-·-·--··- ·-. --.--- .:.~-·-···· la VÓZ de la· fradicióri: "Hamletes pUes del agraviado ban- do", dice el propio Hamlet (Y, 2). El resto es silencio porque, según Macedonio Fernández, " ... el nombre de un deseo es aquello que lo hace cesar trocándolo en placer ... ". Para el caso, esa actividad sin pa- sión y sin objeto que es escribir. Freud creyó descubrir que, en Edipo, Sófocles exponía de manera positiva y abierta -desear la madre, matar al padre-lo que en Hamletse convierte en negativo. Así, los griegos aceptarían ~! deseo, cualquiera fuera el objeto, y el h.<?mbre moderno justificaría por el valor del objeto el hecho de desearlo. ·Pero el enigma -según Lacan en sus clases sobre Hamlet- es que el deseo, en este caso, va en el mismo sentidJJ que la acción. Ocurre que la acción es ahora otra,_ ... el medio se ha convertido en fin: quien escribe a causa de una pérdida produce el vacío: "La alegoría -escribe Benjamín- termina por quedarse con las manos vacías. El puro y simple mal, que ella custodiaba en cuanto pro- fundidad duradera, no existe más que en ella ( ... ). Los vicios absolutos { ... ) no s.on reales y tienen la apariencia de lo que representan sólo bajo la mirada subjetiva de la melancolía, es esta mirada misma la que es aniquiladapor sus propios productos ... ". Como en el barroco, estos productos se convierten en ruinas -en el caso de Macedonio Fernández, en trozos de papeles dispersos- que testimonian la comedia de la pre- sencia. Es por eso que la novela "es curiosa de sí misma, 17 <. ·~- ~: . como esos chicos disfrazados que gritan ¡Ahí vienen las máscaras! y las siguen extasiados. Lo que en ellos ha sido disfrazado es que eran como chicos ante todo público. El andar disfrazado es en ellos absolutamente un disfraz: el d 1 " e ser mascara . La exhibición del disfraz, realizada por el propio dis- frazado, la máscara que se señala como tal, el artificio que se muestra, es un procedimiento contemporáneo que re- mite al barroco. La melancolía le sirvió a Freud para descubrir, en 1923, la conexión entre las identificaciones y la institución del yo. Pero es posible que no haya logradO' una teoría de la melancolía, tal como aparece en el Hamletde Shakespeare. Y en lo que hace a Macedonio Fernández, es posible que lo que Lacan llama "mentalidad" explique algo de un sujeto que aspiraba a desmaterializarse y que cuando murió pesaba poco más de cuarenta kilos. Un sujeto que pensa- ba la sexualidad como un sufrimiento y el cuerpo como obstáculo a la realización de una pasión, sin tiempo y sin objeto. Para volver a la definición de estilo propuesta por Lacan -que nombra, en particular, al barroco- encontramos esa mirada de la que habla Benjamin como algo que no es la propia mirada, sino la mirada del padre. "Habría que re- cuperar el Oído, la Vista, para que reaparezca la ausencia, lo no sabido ... ", escribe Macedonio. En la actualidad, la obra de Macedonio Fernández está compuesta por nueve tomos que sumarán unas mil qui- 18 .. nientas páginas. Cuando uno lee, se descubre que no.es .. -~ : necesario que el padre mire al melancólico, pero que uhÓ: .· .. lo encuentra bajo la mirada del padre. Recordemos la palabra encantamiento, que es clave en Don Quijote, en el sentido de convertir una cosa en otra diferente mediante procedimientos mágicos y ma- ravillosos. En Macedonio Fernández se trata de un "suave encan- tamiento" producido por los ojos -como ocurre en un poema de Quevedo- "que se abren con las mañanas y que cerrándose dejan caer la tarde". « __ En su viaje de 1848 Sarmiento llega a Bar¿dona y ex-... clama: "¡Al fin fuera de España!". Hace, comoJ~l Quijote, .· el elogio de la industria y de la pujanza de Barcelona, que . le parece tan opuesta a una España de leyenda negra.· La posición de Macedonio Fernández, en parti~,ular en Sl.l poesía, tiene otra relación con la literatura esp.añola. .> ~; El encantamiento de la poesía española se eifuma en)a ,,·\i?il: 1 dl " . ""P '1 ... 1 · ectura e pensamiento . ¿ or que os espano es no ngs · -'~ dejan alterar el español y ellos arruinaron el latín? Y ade- más, ¿por qué los españoles tienen cinco idiomas y noso- tros no podemos tener siquiera uno?" (Tomo IX, p. 83). Alterar el español, hacer pasar nuestra alteridad por la lengua, sin el rechazo de un Sarmiento (rechaw que con- -,¡¡¡f¡----___,duce a la impostura de ad~¡2tar como propio el _Rensa- miento de cualquiera que no sea español). Es también Macedonio quien escribe: "El pobrecito Alberto Hidalgo tiene gustos de millonario. ¡España no 19 !···, · · : ... ~:.~!!xi~t~!~Hitit~~~Ódiáf-:détÓdá· una n~~ió~- (~i-i~. hay), es " ·· ' un lujo de millonario de humanidad~ .. " {Tomo IX, p. 80). 1 i 1 i 1 .. i 11 il 1 1 11 11 11 ii li ,, Jean Claude Masson, traductor al francés del Museo de la Novela, subraya la conexión de Macedonio con la agu- deza de Gracián y compara su alteración del castellano con la operación realizada -con medios y resultados muy diferentes- por James Joyce en la lengua inglesa. Macedonio, nacido en 187 4, vivió al ritmo de la cons- titución de la ciudad de Buenos Aires. Por algo no se trata en él de la "conquista del desierto", sino de la conquista de Buenos Aires, ciudad donde están todas las lenguas de España, que no son una (como dice Macedonio), más algunas otras lenguas. Me parece que el vocabulario y la sintaxis de Macedonio registran esta polifonía, pero sin apelar a la cita, ni a la paráfrasis, de lo que se habla. Sus elogios de Yrigoyen -por la manera en que se oculta en su retórica- hablan de lo lejos que estaba de una política lingüística al estilo, por ejemplo, de la de Armando Discépolo. Quiero decir: el asunto no se resuelve en un problema de antropología lingüística. De cierta manera, la soledad de Macedonio Fernández es la de Buenos Aires, en tanto fenómeno lin- güístico particular. Mi nueva visita a Macedonio comenzó en 1992, con la aparición de La ciudad ausente, de Ricardo Piglia. Allí, un personaje lee el español, pero no·puede hablarlo, y su vocabulario básico es el que aprendió en el Martín Fierro: "siempre pensé que ese hombre que trataba de expresarse 20 ------------------------------------------------- ------ --·· is' ~~ 1· ... ~\~' 1 ~t ·. \ ... *--~"; . . "' ---- __ .. ,,,,.,., .. _ ... ,.,. - -en una le~gua de la que sólo colloda s~- -mayor poe~a;?_~-:;~}~/ ~· era una metáfora perfecta de la máquina de Macedonio. Contar con palabras perdidas la historia de todos, narrar en una lengua extranjera". En la página 44 de La ciudad ausente se dice que Macedonio tenía entonces 50 años y se cita la serie de los "aquenó", aquellos aparatos cuyo funcionamiento prece- de siempre a una expectativa incrédula . . La ciudad ausente introduce nuevos matices sobre el tema, coloca en el centro del problema de la escritura el tema de la feminidad. Y no se trata sólo de la figura de Elena (ella en tanto eterna es la mujer), sino de mujeres que acusan -en el sentido en que decimos acusar recibo-· al sistema masculino de no incluir aquello que amenaza su consistencia. En la página 155leemos: "Lo que no es, define el uni- verso igual que el ser; Macedonio colocaba lo posible en la esencia del mundo. Por eso comenzamos discutiendo las hipótesis de Godel. Ningún sistema formal puede afir- mar su propia coherencia. Partimos de ahí, la realidad virtual, los mundos posibles. El teorema de G~l y el tratado de Alfred Tarski sobre los bordes del universo, el ----~ sentido del límite". "Macedonio tenía una conciencia muy clara del cruce, la orilla a partir d6 la cual empezaba otra cosa. Por eso, cuando su mujer murió fue necesario que dejara su vida también él, que abandonara su vida, como ella la había abandonado, como si él hubiera salido a buscarla y ella 21 estuviera en la otra orilla, en lo que Macedonio llamaba la otra orilla." Una literatura consistente no podrá incluir esta orilla, una literatura que la incluye no puede ser consistente. Los límites de mi lenguaje -decía Wingenstein- son los límites de mi mundo. Se ha comparado a Macedonio con E. Levinas, pero encontré en El filósofo cesante, de Horacio González, otras perspectivas: Este libro -con el cual, se observará, algu- nas de mis afirmaciones disienten- despliega la trama de referencias filosóficas en Macedonio Fernández y si- túa la red particular de esos temas, tal como se tejía en el país. Haciendo una comparación con el desarrollo del tema en Estados Unidos, Horacio González dice: "En la Ar- gentina, podríamos decir que sólo en la obra de Macedonio Fernández se puede leer hoy la comprobación de estas tendencias de una 'bildung roman nacional' que truncó su despliegue. En Macedonio, están todas: como distor- sión, eco distante, vibración invertida, solazada negación lúdica" (pág. 90). También me encontré con los trabajos de Noemí Ulla, Alicia Borinsky y Nélida Salvador. Pero un motivo de asombro y entusiasmo fue la lectura del trabajo crítico-1----q-ue-r-ealiza__Ana_.Camblong-en_la_edición_deLEondo_de. __ Cultura Económica de Museo de la Novela de la Eterna. Me parece que cada uno de los que estamos interesados en la obra de Macedonio Fernández le deberemos algo en 22 :; el futuro a Ana Camblong. La manera en que ella investi- ga y cuenta la génesis del Museo, crea una inquietante similitud con la estrategia de James Joyce, lo· que no deja de invitar a comparar la epifanía de Joyce con ciertas ilu- minaciones _de Macedonio Fernández. Baudelaire, en su poema "El cisne" -estudiado por Jean Starobinski en relación con la melancolía- escribe: "¡París cambia! Pero nada en mi melancolía ha cambiado. Pala- cios nuevos, andamios, bloques, viejos arrabales, todo para mí se convierte en alegoría, y mis queridos recuerdos son 7.í , d , -~ mas pesa os que rocas . , ~ El presente se ha vuelto una alegoría -es decir, habla i de otra cosa ausente- y los recuerdos pesan como rocas. Jl ~! Entre una pesada ausencia y el peso de lo ausente, el poe- ~- ma comienza por evocar a Andrómaca {la mujer de los l duelos, podríamos decir), frente al pequeño río: "pobre y ~~. triste espejo donde antaño resplandeció la impensa m;I- f jestad de tus dolores de viuda ... ". - -· ___ ,,_,- f Podemos hablar de una "alegoría de la pérdida", de 1~ --~ ~ misma manera que decimos "metonimia del deseo". i .. El estudio que hace Starobinski de "El cisne" inspira ~ .. esta designación. La conjunción del espejo y la melanco- -~~' lía muestra que la imagen del sujeto es la "alegoría" de la ~ ausencia del Otro, del sujeto que se ha quedado sin re--7il<t~------'cursos.--Ese-dolor-de-ex-ist-i-r--CQn-v.~e--r-te~l-m-un-d.g--ffi--oal-€-ge---~' ría, y el sujeto se sostiene en una culpa "prestada". Í Eric Laurent afirma que, en 1946, Jacques Lacan "rec- -~ tifica también el punto de vista de Melanie Klein, quien .~· ;,~. 23 - reducía ·demasiado-aprisa la pulsión de imierte a la agre- sión contra el otro. El sacrificio primitivo es sacrificio del sujeto, lo paranoico es la relación con el Otro. En este aspecto, el suicidio melancólico es el equivalente del ase- sinato inmotivado de la vertiente paranoide; este es el punto de la estructura en la que aflora el sujeto en tanto que enteramente capturado en el sacrificio, sin recurso 1 , a guno. Macedonio encamó su alegorla, se esfomó hasta conver- tirse en nada, después de haber escrito en alguna parte: "Que el suicidio espere hasta tener razón': 24 l. (BIO)GRAFfA IMPOSIBLE Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega. MACEDONIO FERNÁNDEZ 25 ,¡ j S ,; Escribe Macedonio: "Como no hallo nada sobresaliente que contar de mi vida, no me queda más que esto de los nacimientos, pues ahora me ocurre otro: comienzo a ser autor. De la abogada me he mudado, estoy recién entra- do a la literatura y como ninguno de la clientela mía judi-Í: cial se vino conmigo, no tengo el primer lector todavía". ¡ · La retórica "democrática" ha reprimido la evidencia: la Í literatura es un ritual de iniciación. Frente a ciertas pre- ~,!.·.. guntas se consd~ltan 1 1 os .md ito~fide ~eóferenci~ -los g 1 r~ndes J autores- y me tante a 1 en u tcact n comienza e eJerci- j · cio solitario de la escritura. Por un lado se afirma el siste-~ ~.;: .·. ma literario, por el otro se lo niega. Al escribir se piensa " que algo falta en esa cadena, al leer se comprende que ~· h 1 algo de esa cadena falta en uno. Pregunta, iniciación, res- ~ puesta. En literatura la respuesta es el texto que el inicia- ,;11. ~ do produce, la apertura del sistema permite que el sujeto ~~ ,__ ___ .solitario-Puedalniciar.se..seg.ún-romhiaaaones-y-mm±aH~---- 'lt i dades virtualmente infinitas. La información desplegada 1, en el mercado -que es nihilista, por definición- parece ~ , permitirle todo al creyente. El círculo, sin embargo, se ~ ~ ., "' ¡;, ~ 27 ~-· ! -- ··, ·- · ~ierra: cada línea ess:~ita limita la posibilidad de la siguiente, cada lectura hace su trabajo en la estética del sujeto. Para Macedonio el espacio del ritual está diferenciado: hay que mudarse, hay que dejar profesiones y creencias. La iniciación implica para él un despojarse, un nuevo nacimiento que es retorno a los orígenes, recorrido inver- so de un laberinto de huellas, toma de posición en rela- ción a la madre. Porque no hay nada que decir, todo vuel- ve a pensarse. El decir, para Macedonio, supone la sanción del otro, mientras que el pensar introduce el enigma in- consciente que hace que ciertas ideas retornen inespera- das, se impongan en cualquier momento; sin que se las llame, sin que se las espere. El secreto del pensar (que no se dice) nos conduce al padre que dice lo suyo cuando el hijo piensa: el arte es presentación de este diálogo donde la muerte triunfa con extraña voz. En 1905 Macedonio dirá {en una carta) que el miste- rio de la realidad lo absorbe, confesión irrisoria donde se anuncia la aparición {1907) del padre muerto: en el en- sueño, en la demencia, las alucinaciones adquieren una certeza que ninguna "realidad" podría disputar. La iniciación de Macedonio es compleja, porque las preguntas que lleva a la literatura son múltiples y lo con- ducen a borrar las demarcaciones mismas del género. Cuentista, filósofo, poeta, ensayista, músico, humo- rista, novelista; Macedonio es nada. Le gusta ser un pen- sador, es en realidad un escritor. Ha escrito. 28 i :: ;' <\~~· ,. . \\;,· \~:~') ec_Ci~%;i.'" ................... ····· .. Ni más, ni rrienos:- sus mitos de- referencia. {sus ~61~-::::-~~~, '- • ! ,::1, ;_ "_, res) son muchos y heteróclitos, en su iniciación se le va Ia---··- vida. De la pregunta a la escritura, puesto que el secreto consiste en no encontrar nunca una respuesta, en diferir un cierre que lo expulsaría del juego. La iniciación no puede terminar porque la escritura no puede ejercerse (como la abogada) sin negarse a sí misma. Las diatribas contra el periodismo -que Borges proseguirá- se inscri- ben en esta cadena. El periodista, al ejercer la escritura, la traiciona. ... Placer preliminar -nos dice Freud hablando del arte-, pro- blema de economla, en un sentido libidinal y social. Pero el lugar de la economía libidinal es problemático. Y, ya que se habla de arte, la diferencia entre idealización y sublimación, el estatuto fundante de la negación y su relación con el "pensamiento", son una provocación teórica: ''A diferencia de lo que ocurre en el juego infantil-escribe Freud~, el juego y la imitación artísticos, a los cuales se entregan los adultos, apuntan directamente a la persona del espectador, tratando de comunicarle, como en la tragedia, impresiones a menudo dolorosas, que son, no obstante, una fuente de goces elevados". Este goce no es del orden de la conciencia, no es fácil de inscribir en una biografía, ni de ser reconocido por el otro. Como el fetiche, el objeto del goce artístico es ino- cente, incluso para el sujeto mismo: ¿cómo podría el "ar- 29 1 1 tista" saber cuál es el punto nodal de su goce en los ele- mentos de un trazo o de una frase en cuyos efectos se arrulla? S_hakespeare, hablando de la poesía, inserta el enig- ma de la escritura en los efectos oraculares de la poética a la que se refiere: "¿Qué ves aún en el oscuro pasado y en el abismo del tiempo? Si guardas algún recuerdo de antes de venir aquí, quizá recuerdes cómo llegaste a este l , ugar. Ese recuerdo que el poeta guarda es lo que lo pierde. El secreto que constituye la escritura, la inclinación de escribir, no puede ser revelado: el otro -el lector- es con- vidado a una función de soporte, de espera decepcionada, ~e suspenso voyerista, de excluido que funda una escena: "Otra vez hacedlas señas más claras -'-CScribe Macedonio-, señores lectores: cuando íbamos a salir con la presente revista paredame que las señas que nos hacíais eran las de salir. Por qué las hacéis como no las queréis, diremos imi- tando a sor Juana Inés de la Cruz''. En la iniciación macedoniana el lector es parte de un texto indescifrable, porque la lectura oculta su goce en la máscara de la pre- ocupación, de la mundanidad. Se conocen los escritores perplejos por el destino de un texto, transformado en libro por la publicación: ¿quién lee? ¿Qué se piensa, es decir, qué se lee de lo escrito? La letra de imprenta introduce un corte con el manuscrito, una transferencia del cuerpo organizado con rigor sobre la pantalla de la página en blanco. 30 Pero cuando el manuscrito se transforma en libro el cuerpo vuelve a disgregarse, mientras la unidad se trans- fiere ahora al nombre del autor. Pero en esta nueva uni- dad hay un desdoblamiento: el nombre del autor puede, incluso, oponerse al autor mismo. El narrador (del libro) adquiere una vida relacionada con las lecturas qúe provo- ca, mientras <'¡úeel autor (del manuscrito) intenta la nue- va unificación, el nuevo texto que borrando la dispersión del anterior lo volverá a su objetivo. La· dispersión del manuscrito en libros obliga a nuevos manuscritos: se escribe antes de la publicación del primer -manuscrito, se busca escribir después de publicar. 'Incluso el mercado instituye ritmos periódicos de "entregas" al lector. Cuando el ritmo se altera, la sombra de la esterili- dad se insinúa. ,.-.:; El libro, multiplicador del manuscrito, llama a'1a mul- tiplicación del libro. Se combinan letras en una ftáse, fra- . .· '::~_:·:-. ;.} ses en un discurso que al adquirir la unidad de ah libro - -< llama a la co~binación con otros libros: los títulos (pu- blicados) de un autor. Incluso una insistencia de los títu- los puede sustituir las dudas sobre la calidad de cada uno de ellos: se es fecundo y eso vale. A la inversa, el autor de un solo título impacta en su rareza, ¿logró de una vez, pese a la multiplicación del ~----~-A~anuscrito~Ja-Un1dad¡~--------------------------------- Si el manuscrito es ya una escena constituida, la im- prenta aparece como la "otra escena'' constituyente, in- cluso del fundamento del manuscrito. Se produce un efec- 31 -~t.O retroactivo: los- escritores cuentan las- aventuras-del--- -manuscrito antes de llegar a la imprenta como-~e cuentan las aventuras de la infancia en la "madurez". Macedonio observa que la posteridad es demasiado rápida, de manera que permite corregir la puntería en el caso de que no se haya realizado la escena que hace autor perdurable. Las publicaciones son ciertas tácticas cuya es- trategia es la búsqueda de la eternidad. Efectivamente, la eternidad consiste en cierta persistencia en la memoria del otro, puesto que el otro será modificado por sus re- cuerdos. El sujeto se transforma por la memoria, fundien- do en sí al otro que recuerda. Macedonio, consecuente con la "trascendencia" que adjudica a la cuestión, titubea en dar el golpe. Publica poco, en forma espaciada y tími- da, esperando lograr la eternidad por la "rareza" más que por la celebridad. Ser demasiado celebrado en un momento es el co- mienzo del olvido: es preferible una persistencia dis- continua, casi secreta, que se va anudando como al des- cuido de un lector en otro, al modo de las llamadas "ca- denas", donde no puede recibirse el mensaje sin verse con- frontado con una alternativa. Al recibir la "cadena'' debo enviar tantas copias de la misma a diversas personas, en caso contrario me pasará tal cosa·. Cada lector que recibe la cadena-texto de Macedonio debe albergar en él a la Eterna, de lo contrario será un simple mortal. Al lector no se le pide un juicio, sino la participación en una mística, y deberá "disolver su yo" -irrealizarse- 32 .. -~ ... que la realidad del- teXt() se inscriba -de cuerpo en · cuerp~ en la cadena de la 'eie~rÍlidad. En tanto algún asunto induce la escritura, todo escritor es un recién llegado. Debería suspender en la escritura el motivo de escribir: el motivo, como el lector, clama ·por el sentido. La escritura de Macedonio descubre una táctica: distraer. Si el lector y el motivo logran entrete- nerse en sus mutuas y defraudadas expectativas de que advenga algún sentido, la escritura puede constituirse .. como una promesa, como el diferir de una respuesta que algún día -un día de ésos, como se dice- vendrá a poner las cosas en su lugar. El placer consiste en hacer que otros miren esas le- tras, mientras creen que las están leyendo, que otros desplieguen el tiempo plegado en las palabras bajo el pretexto de un sentido, de alguna significación propi- cia a los grandes misterios de la vida. El escritor quiere ser " ... aquella diferente persona notada enseguida por todos, que llegado recién a un país de la clase de los diferentes, tiene el aire digno de un hombre que no sabe si se ha puesto los pantalones al revés -escribe Macedonio, para seguir escribiendo- o el sombrero derecho en la cabeza izquierda, y no se decide a cercio- rarse del desperfecto en público, sino que se concentra en una meditación sobre eclipses, ceguera de los tran- seúntes, huelga de los repartidores de luz, invisibilidad 33 'j de los átomos y del dinero de papá, y así logra no ser . ,, VIStO • Diferente por un desperfecto, el escritor cautiva la mi- rada del lector para no ser visto. La vista es estadística, la mirada es encantatoria. Ser mirado para no ser visto. ¿No les hace padecer Macedonio a los lectores los efectos de una escena -la escritura- alguna vez padecida por él, en el teatro de algunas acciones? El lector soporta -mediante la escritura-la escena que el autor soportó con la mi- rada. Freud nos alerta contra el deseo de los biógrafos: idea- lizar por un lado, acercar por el otro. El biografiado se · aleja mediante un recorte ideal de su figura, se acerca por ,j ~ sus rasgos "humanos". Hay una retórica de la distancia t ~ óptima.. 'i ~ Los críticos modernos creen escapar a esta disyuntiva J puesto que no se ocupan de "autores", sino que se dedi- :j can a los "textos". Pero como el sujeto se identifica con ·';! ciertos signifi11ca~tes, los,"textos" pueden ser catectizados ~ tanto como os autores . '-~ -~ La metafórica de la crítica moderna cuando habla de ;~ "máquinas", de "corpus", muestra los efectos imaginarios de ~i -i.ll cierto descubrimiento. Al descubrimiento de la anticipación ;~ del significante, de la articulación inconsciente del lenguaje, J le sigue cierta fantasmagoría donde el texto empieza a com- j :@ portarse como un aut6mata* ... ta cnttca literariaTU:nct_o_n_a--_~_'J como el lugar donde los restos teóricos se organizan según ~ • Sigmund Freud, Lo siniestro. ,tj ... li --t ·~~ 34 .. ~~: ' '., cierta necesidad restitutiva: una reactivación de la herida produce una reactivación de los blasones. El crítico, con- fundido con su objeto, da a la resistencia una nueva poéti- ca en cuyos hallazgos es necesario no extraviarse: que el deseo se nombre en la extravagancia no significa que mos- trará su verdad cuando la mirada se deja capturar por la fascinación. El crítico moderno (hay que leerlo en Barthes) identificado con el artista se transforma en el cómplice im- potente. Ninguna anterioridad del saber crítico, sólo el ple- gado seductor en el ruedo maternal de las palabras. El poder no es del texto, ni del crítico, sino de esa otra escena, que hace posible la existencia de críticos y artis- tas, es decir, de la cultura específica. Matar al padre es renunciar por igual-nos dice'Sarah Kofman-:- a la idealización teológica y a la identificación narcisista. La sustracción esla cultura, de la que el padre histórico es un soporte pero no un fundador. , El trabajo no consiste en acercar o alejar a Macedonio Fernández, sino en producir un texto evocando relaciones que el texto macedoniano hace posibles, pero que no contie- ne en realidad. El texto de Macedonio dice lo que quiere (quien lee). Este texto intenta hablar de ese querer según las razones de una lectura que toma la intertextualidad como red virtual de relaciones que pueden ser efectivamente rea- lizadas en otro texto que se sumara a la red, sin intentar convertirse en su ombligo. Si la vocación es una llamada, Macedonio es un pre- texto que hace posible producir un texto que es, a la vez, 35 una integ9gación ~()bre esa llamada y una respuesta par-- ticular en torno a sus determinaciones. Leer y/o escribir no es una actividad natural, tampoco lo es hablar: no hay un exterior positivo y cuando se evoca la fisiología es porque se intenta explicar alguna falla en el sistema, algún derrumbe, alguna negatividad Este texto será sospechoso para la crítica "literaria'' de cualquier signo, de la misma manera que cualquier críti- ca literaria puede ser sospechosa para este texto. Este reconocimiento bilateral se explica por ciertas re- ferencias: me remito a la crítica que conozco, sin some- terme a ella. Iniciación, nuevo nacimiento, significa imposibilidad de una bio-grafía, puesto que es la palabra la que va fundan- do a quien no podría sostenerse en otra que esa que la grafia le propone: "El uso de la palabra es travesura que me ha costado una contrariedad por vez -escribe Macedonio-, favorecióme certera y prontamente -como el tratamiento que dejó de seguir el extinto- con el efecto de que el encontrarme en casa luego paréceme recuerdo de resurrección: un bienestar de sobreviviente tras males- tar de persona que está naciendo. Sólo aquellos de noso- tros que han nacido pueden pasarse de explicaciones acerca de la minuciosidad con que estuve revisándome para cer- tificarme de que mi totalidad contaba todavía con el por- venir, si mi presencia en el hogar era completa y tal que 36 s()stener mi voz en el tono autorizado con que debe ·-·:*-':""''"., .. ,. pedir el vaso de agua y de ánimo al delantal de la mucama de sueldo atrasado, un muerto interrumpido o un inte- rrumpido de morir". Muerte, interrupción de la muerte, resurrección o nuevo nacimiento: la escritura, para evitar la contradic- ción en los términos, debe trocar su "designación numé- rica por una algebraica, llamarse alfa". Pero el texto, como punto alfa, está y no está en las palabras. Puede encontrarse en el lenguaje, pero también puede perderse en él: "Aquel discurso no pudo, pues, ser aprovechado, y ahora su texto se me enredó con las pala- bras que hubieran sido de oportunidad". : "Tan infelices experimentos oratorios me han disua- dido, doctor Figari, no obstante la admiración y afecto que quisiera atestiguaras, de dirigiros una sola palabra en ·· el acto de homenaje que os tributamos." No se puede dirigir la palabra. Para Macedonio Fernández la bio y la grafla se exclu- yen: la grafía es huella de la ausencia, la vida es una serie causal de sustituciones ilusorias, de recurrencias miste- riosas. Se vive por automatismo, se escribe por pasión. Hay biografías. Las huellas que alguien deja inscriptas en la memoria de los otros, en cartas y en acciones regis- tradas, son como el material de un texto. El problema está en el "material", el problema está en el "cómo": el texto biográfico se construye como si fuese la huella efectiva, transparente, de la vida que infiere en 37 i: ;. sus compases sintácticos. Los textos biográficos, como los que hablan de historia, son intrigas que intentan sustituir y evocar las intrigas ausentes que refieren. El pasado es siempre un relato que al decir acciones ocurridas usa pa- labras que siempre dicen otra cosa: mientras el referente biografiado no está en ninguna parte, su biografía siem- pre está ocurriendo de nuevo. La función de la biografía -se dirá- es otra: sitúa al personaje en el interior de situaciones, nos muestra los puntos de convergencia y las distanciéiS con los aconteci- mientos de una época. Estos acontecimientos, a su vez, son otros relatos. De manera que habría que pensar la biografía como grafía a secas, te~iendo en cuenta que se trata de cons- trucciones verbales que privilegian. ciertas huellas en el lugar de otras (un viaje será más importante que un sue- ño, el encuentro casual de un testigo hará girar la vida del finado en torno a la mujer desconocida con la que fue visto horas antes de su muerte). Cuando se trata de memorias, los privilegios están expuestos: el sujeto or- dena e interpreta para sus interlocutores virtuales cierta serie de acontecimientos de su vida. Si el lector usa el mis!Jlo código, el que narra puede lograr su efecto. Pero si, por ejemplo, se trata de un personaje político, basta la lectura de un o ositor ara ue el sentido invierta su valor. · Las huellas de una vida, entonces, adquieren sentido en una trama que no toma sus operaciones por las "leyes" 38 de la realidad, la que al estar como causa, opera en el texto como imposible. Los datos -muchos de ellos inventados-:- sobre la "vida" de Macedonio pueden organizarse a partir de su escritu- ra, en tanto esos datos indican ciertas faltas percibidas o imaginadas por Macedonio y/o quienes lo conocieron (o imaginaron que lo conocían). El prestigio de su presencia hizo estragos en nuestra lectura: un anecdotario recurrente, que se plagia a sí mis- mo, sigue sustituyendo a sus textos. Cada tanto algún diario vuelve a publicar -con variaciones- las historias conocidas, vueltas a narrar como al descuido por algún testigo directo. Extraña represión: quien negó fa reali- dad, quien decretó la inexistencia de la conciencia indi- vidual, sólo aparece a través del prestigio de lo "real", del prestigio individual de una conciencia que recuer- da a otra conciencia, en medio de la trivialidad más absoluta. - Las anécdotas subrayan la originalidad, la excentricidad, el talento. Nadie saca las consecuencias de esa excentrici- dad; cuando las cosas bordean la locura -lo fuera de lugar que no se entiende- se hace aparecer el humor. la excen- tricidad es parte del humor. Todo vuelve a su lugar: en el chiste, Macedonio es escuchado más allá de lo que dice, en los recuerdos de s_us_chistes_seJehace-deGi-r-m-uc-h{)más~-- de lo que se lo escucha. El mito, se sabe, puede ser contado en cualquier len- gua: sus operaciones permanecen. El mito de Macedonio 39 pertenece a un génáo: la- rareza de los genios-; la púeiili:.:- dad de los superiores, la tontería de la profundidad. En el mito la excentricidad es normal, pero en la escritura la diferencia es vista como abismal. Los mismos que gustan de la excentricidad sospechan de la escritura. Macedonio nace en 187 4 y en 1895 es abogado, profesión que ejerce en forma irregular hasta alejarse definitivamente de ella. Se casa en 1901 con Elena de Obieta. Engendra cuatro hijos: Macedonio, Elena, Adolfo y Jorge. Publica algunos poemas en 1903. En 1928, Leopoldo Marechal y Raúl Scalabrini Ortiz promueven la publicación de No toda es vigilia la de los ojos abiertos. En 1920 muere su mujer, sellando con su ausencia su escritura singular. Lo poco memorable de esta historia, la singularidad de esa escritura, es la distancia que la fábula sobre Macedonio intenta cubrir inútilmente. Su cortesía, su dulzura y buen humor, son el revés de la inquietante penumbra de la pieza. Sus antiguos compañeros de estu- dio lo dan por muerto en las reuniones anuales que reali- zan, sus iguales lo sostienen como pueden, a cambio de lo cual reciben esos chistes que harán célebre a quien pudodecir de sí mismo: "Hacerme el viejito entontecido y cí- . " meo. A través de la escritura -en la escritura- el fantasma deviene acontecimiento factible de una inscripción y un intercambio. Macedonio, en tanto escribe, parece querer 40 ntar este pasaje, pero en tanto reniega de la puhHca- vilelve a convertir lo escrito en fantasmagoría. Escri- bía en papelitos que guardaba en una caja de zapatos o de · galletas o de lo que fuese: la escritura misma se hace par- : te; rasgo material de una cadena de ensueños y conjetu- ras. Escribir es inscribir, negarse a publicar es borrar en '"'''>•'·;;:c.J:c.,'. cierta forma. Pero este borrado es del orden de la nega- ción, se afirma mediante una inversión: su escritura, en tanto está trazada en algún lugar material, es soporte de la fabulación, ella se recrea al sustraerse. Cuando al fin los te:Xtós aparecen, aquellos que fabularon a Macedonio no pueden afrontar su escritura: en sus declaraciones .:....a un año de la publicación de sus textos más importantes- no habían encontrado el tiempo para leerlo. Cuando fabulaban a Macedonio dejaban fuera su escritura; cuan- . do intentaban pensar la escritura, Macedonio se les bo- rraba. ¿No sería un farsante, un loco? -pregunta un testi- go desprevenido. Otra generación de críticos optó por la figura del pre- cursor, piadoso recurso subtendido sobre el fantasma de la superación: el prestigio de lo dicho antes se anula por la perfección de lo que sigue. Macedonio dijo mal-intuyó- lo que luego sería desarrollado. La historia, al fin, es una espiral ascendente -aunque sea una espiral de humo. Pero si puede afirmarse que un autor es una cierta in ter-. sección en el discurso de la cultura, no sería fácil de- mostrar que se trata de una letra en la frase prevista por la diosa Clío. 4 1 Macedonio, de varias generaciones d_e crio~los, es un descendiente que se deja caer por la pendiente de la heren- cia (económica, cultural): le sobraba todo, no porque tu- viese algo, sino porque no necesitaba nada. ¿Qué deuda pagar con el cheque sin fondo de una novela familiar, de un pasado que conduce al despojo? Fue padre: su paternidad manifiesta la misma errancia que su vida muestra. Compone música y pasa tempora- das en pensiones, temporadas en quintas de amigos en las afueras de Buenos Aires. Su oratoria produce inversiones peligrosas: trivializa. Hay que vivir: una cierta urgencia material clama desde el cuerpo por intercambios que de- ben realizarse _a cualquier prec_io. -En 1952, la historia que comienza en 1874 concluye en la risa de los amigos cuando Borges recuerda -en el cementerio- un chiste de Macedonio. ¿No era esa risa la confirmación de la teoría del muerto sobre la inexistencia de la muerte? Se recordará su campaña a presidente: cambiar el peso de los objetos, distribuir cucharas de papel en los res- taurantes, alterar el orden de los escalones, producir dis- tintas fracturas de lo real para introducir luego el nom- bre Macedonio como única solución. Se verá con in- quietud la seriedad y persistencia con que Macedonio extrañeza hablaba de la ex-centricidad, de la misma manera que ponía en duda el valor de los centros, dado que la tarea era desacomo- dar el yo, peligrosa ilusión del sujeto que lo hace balan- 42 cearse entre la tautología y la estupidez, entre la locura y la violencia. Vivirá acosado por todos los imaginables miedos hipocondríacos, tratará de defenderse de su delgadez me- diante el uso abusivo de pulóveres y sobretodos, incluso de hojas de diarios distribuidas como una coraza debajo de la ropa. Anotará las señales de su cuerpo: dolor de es- tómago, leve excitación erótica, etc. Anotará la hora de dormirse para descontar el tiempo de sueño al despertar. El intercambio con los otros le hará crear un complejo sistema de "chistes" donde la agresividad y la b:urla sola- pada escapan a la cándida seguridad de los notables que lo · frecuentaban. Hablará de vivir cerca de la naturaleza, cavilará sobre el cuidador de una plantita, súbitamente transformado en torturador de un trébol. Sobre un zapallo que se hace cosmos y se pierde en el infinito envolviendo el ~sistema planetario. Describirá la conquista de Buenos Aires por medio de espejos deforman tes. que hacen morir de risa, usados por los hilarantes (entre otros trucos), contra los enternecientes, que se valdrán de las más terribles histo- rias para conmover "al bobo" de Buenos Aires. Comenzaba todos los textos a la vez para evitar tener que terminar ninguno de ellos. Frecuentará a Juan B. Jus- ¡j.-------=to,_.Jo_s_éJngenieros,leopoldo-Lug.en.gs,y-Uegar-á-a-serjuez--- en Misiones, para terminar siendo director de una biblio- teca, "descuidando" s~ labor profesional, preocupado como estaba por el primer diplomador sin diploma o la 43 primera "norma'' qüe no encontró su l~ypara aplicarse;··· A los 18 años de edad comenzará sus anotaciones "fi- losóficas" y pasará la vida soñando una Metafísica que nunca escribió (por estar pensada). Macedonio trata de librarse por igual de los dos "moti- vos" que llevan al lenguaje: el deseo de "expresarse" y la necesidad de convocar lo "real", de nombrar las cosas, de darse un orden y un sentido en las palabras. Huida en la palabra que es huida de la palabra, migración del sentido, juego errático. Los textos no comienzan porque nó pue- den ni deben terminar: en las redes de la palabra la articu- lación de la ausencia es infinita, porque no hay otra pre- sencia que el diferir de una palabra en otra. El monólogo de la cultura se instala allí donde no hay palabra para decir lo que ella intenta contar siempre de nuevo: la cultura está en deuda con los sujetos que hace mortales en su advenimiento. Ella misma es la deuda que se paga en discontinuidad, en alternancia de las generaciones: nuestro cuerpo -nos dice Macedonio- no necesita razones para sobrevivir. Pero la cultura no puede soportar los cuer- pos sin darse razones que los cuestionan y los desgarran. La cultura no sabe qué son los cuerpos, porque nunca hizo otra cosa que aplastarlos con sus interpretaciones. El dolor marca el límite del cuerpo en su lucha con las razones: ya cuerpo, el lenguaje es nuestro límite y nuestra posibilidad. Por eso toda escritura es de "las cosas clausuradas, de las mudeces, de los secretos, de las fragancias guardadas, de las palabras que no suenan porque se confían a un mohín o 44 ~~~~~~; _ · -de los labio~ que habl~n y-~~~-;~nris~ -t~m-poco se da''. ¿Qué espera sostiene una palabra como ésta, de qué juego se hace regla este vado? Encontrar al final lo que fue antes. Un mito de la novela familiar de Macedonio cuenta ·. una unidad antes de que el lenguaje se precipitara en la reverberación de la ausencia. Aquellos retornos a quintas que evocaban la casa paterna* cifraban su geografía en esa : ausencia de lo que fue, la única nada. ,:' Exceptuando un pasaje por Uruguay no se le conoce ninguna vocación de viaje. Esos espacios lo definen y lo concluyen en la rememoración enigmática. ¿Serviría evo- tar la disociación con su denotación clínica y sus connota- dones múltiples? A saber, ruptura con la sociedad y con los socios (aquellos compañeros que lo dieron por muerto), aSociación ilícita con un ensueño, la soledad y el lenguaje. En sus temporadas fotofóbicas, rodeado de diminutivos -pavita, matecito, etc.-, esperará la llegada de los amigos, creando eslabones para su mitología. La penumbra es el 'ó:c.> espacio de la inmortalidad. La muerte es ocultación, el cuerpo es un velo. No puede amarse lo mortal, no puede amarse un cuerpo que es sólo una fortaleza en cuyo vado anida la ausencia y cuya unidad es duplicada en vida y muerte, en necesidad y deseo. Macedonio, que declara tener problemas respiratorios desde el nacimiento,en- cuentra en la música el placer respiratorio de la inmor- talidad. * La ciudad-campo de sus especulaciones políticas muestra el retorno de la geografía infantil. 45 ··::;_; Los amigos lo muestran y lo ocultan para sí, en la imaginación de los jóvenes su presencia evocará a Só- crates -el gran ausente- y la figura del Maestro se trans- formará -con los años- en recuerdo mítico, en curiosi- dad exaltada, en pregunta enmudecida. Macedonio será un hombre agradecido. Lo visitarán escritores que luego se revelarán como muy ajenos a su persona: él escribirá semblanzas simpáticas. Su vida diur- na es apacible, reverso de la inquietante penumbra donde el diálogo con sus muertos le ofrece una palabra a la locu- ra, para superarla en el discurso que la nombra. Trama en la diferencia, la literatura es un objeto que difiere de todas las funciones del lenguaje. La teoría de este objeto nos lleva a interrogar la carencia de la cultura que lo promueve en un lugar que es necesario precisar. ¿Qué falta en la cultura permite esta producción insoste- nible? ¿Qué falta en el sujeto lo impulsa a proponer su texto como clausura virtual del sistema literatura, sabien- do que sólo será una diferencia más en su trazado? La idea misma de "literatura", en tanto confunde la reallza- ción de su deseo con una imaginaria epopeya del lengua- je, tiende a trivializar la respuesta, cuando no a eludir di- rectamente la pregunta. Ilusión de plenitud, fantasía de un progresivo despliegue del lenguaje, sólo registrado por los que se entregan con pasión a su práctica. Expresión del alma; espejo de la realidad, fetiche de capillas, máqui- na de palabras, herramienta para la denuncia, lugar de la verdad: el objeto de la escritura -el objeto que es la escri- 46 tura literaria- reabsorbe sus explicaciones y las devela como coartadas de los sujetos capturados en este juego, meras razones para defenderse de la intervención del prójimo. El objeto de la literatura -en este sentido la escritura de Macedonio es notable- es la escritura construyéndose en la trama infinita del lenguaje. Nada cambia el hecho "verificable" de que cada obje- to, en sus diferencias y correspondencias con otros del mismo sistema, lleve inscripto en sus trazos la impronta de lo que le falta a cada sujeto específico o la huella de las sobradas ilusiones de cada época. Una cierta estilística pasó de moda, pero lo que intentamos llamar sujeto sigue sien- do el efecto de un estilo: "Pero se me dirá que hay sueños que cesan -escribe Macedonio-, que se tornan tan rebel- des que nunca los recobramos; hay los que se ocultan, las ocultaciones de los que quizás existan pero que no vere- mos ni reconoceremos más". Se podría cambiar la pala- bra sueño por sujeto e igual encontraremos la cesación, la ocultación, lo irreconocible, la revelación convertida en rebeldía. Este texto sobre Macedonio es su resto; trazado con las huellas de su escritura, sólo se justifica por lo impropio de toda falta propia. Tratándose de un texto "crítico" que no tiene nada que Hf----=c=r=it=ic=a=r hay_q_u_e_entenderlo-romo-e-1-i-ntent-o-cle--una ·mn-we-=----- táfora que puede fracasar al perder la conexión con su latencia o al establecerla de una manera irrisoria, como en el conocido "famillonario" del ejemplo freudiano (en cuya 47 ·• .• .. · . :· s"úbita aparición en este lugar habría que leer la millonaria presunción de una familiaridad con Macedonio, a quien todos los argentinos optamos por borrarle el apellido). Macedonio Fernández pensó -en él se pensaba, como el tiempo en la música-lo que no podía pensarse. Y no se trata de su "clase" o de su "época'. Macedonio Fernández pensaba lo que aún no podemos pensar. La ambigüedad de la palabra pensar desaparece cuando, como en este caso, podemos decir: el pensar imposible ya fue la posibilidad de su escritura. Nosotros nos deslizamos por esa torsión de las palabras, por esa posibilidad que permite diferir -aunque no aclare- sin pensar ninguna sustitución. En ese borde -y de rebote, hay que decirlo- podemos entreverarnos en lo impensable (pensar ese entrevero) en relación a la escritura realizada. ¿Algo de la literatura? Si se trata de literatura es nece- sario aclarar que la literatura no trata de nada, y la escri- tura de Macedonio es particularmente intratable. Para ella no hay tratados ni buenos tratos: sus lectores siempre pre- fieren llegar en el lugar del punto y aparte. Ingenio y pro- fundidad -dicen los feriantes de su memoria-, mercade- ría poco creíble -diremos nosotros. ¿Cómo llega del significante muerte al significante eter- nidad, por medio de qué trazos va de lo visual alucinado a la articulación verbal? De lo visual a lo verbal, de la muerte a la eternidad: falsa simetría que supone operaciones de una conciencia que paga en impotencia lo que gana en blasones. 48 :;< -· No hay descripción equilibrada, simetría ingeniosa, respuesta lineal. La escritura de Macedonio se ejecuta en la red, se produce como desequilibrio. Se trata de una escritura injusta, surgida de una tensión que bordea su destrucción. Arcaísmos, galicismos, anglicismos: una sintaxis para dificultar, una reflexión para el enredo y el vocabulario hermético a fuerza de extra-vagancia muestran una ma- nera particular de la violencia que evoca a esos sacerdotes chinos que veían en la complejidad de la escritura la ga- rantía de una exclusividad. La diferencia está en lo que se excluye, dado que Macedonio será el primer excluido de su escntura. He preferido no especificar de qué libros se ha traído cada cita, porque la causalidad era un imperativo contra el que Macedonio se defendió de todas las maneras posibles, mediante diversos juegos que crearan el efecto de simulta- neidad. El truco consiste en proponer al lector que lea to- dos los textos en cualquier orden y de cualquier manera: que mezcle los párrafos de un libro con los de otro, que los abra por la mitad, que se saltee partes, que se detenga en la mitad de una frase para seguir con cualquier otra. Basta aclarar que todo lo que está entre comillas y mucho de lo que no está, puede encontrarse en lo que se ha publicado bajo el nombre de Macedonio Fernández. 49 No se trata de explicar sus textos por su vida, sino de leer cómo aparece sujeto a ciertos movimientos, adoptan- do posturas, afirmando y negando, borrando y reescri- biendo. No se trata del autor, a menos que consideremos al autor como cierta cesura, cierta repetición, en el movi- miento mismo del texto. La repetición ~en tanto reprime un texto para pro- ducir un texto, en tanto dice sólo algo de todo lo decible- es índice de estructura. El autor es cierta manera de ceder frente al texto: el infinitivo escribir es ahogado por el par- ticipio de lo escrito, de la misma manera que el deseo (in- consciente) es aplastado por el placer {consciente). 50 2. EL RETORNO DEL PADRE Ni he incurrido en la obra doctrinaria en diálogo (...) donde se ve temblando el discípulo, en adoración del maestro que gasta una modestia que no soporta objeciones, decirle balbuceando: ¿No le parece, Maes- tro, que no es de noche sino de día? MACEDONIO FERNÁNDEZ 51 En los textos de Macedonio hay una dialéctica entre la voz pasiva* (efectos de la ausencia) y la voz reflexiva (que lá interroga). La voz activa sólo aparece en una fonción mágica, las representaciones que evoca no se distinguen . de los términos que las dictan: "Si el arte representa, no puede ser sino más allá -escribe Rosolato-, aunque a tra- .. vés de imágenes determinadas, para volverse hacia ese se- . áeto, no confuso, indistinto, proveniente del lugar del padre. Por eso la oímos como una voz". En la voz, la ma- nifestación lejana del padre retorna para Macedonioen la i~ealización: "Símbolo dinámico del dolor y la preocupa- ción terrenal: Busto inclinado del padre sobre el plato de sopa, sorbido sin dirigir palabras, sin levanta·;·la cabeza hasta terminar; que bajo la fatiga de hoy to~a la sopa, es decir el vivir terrenal para mañana, manso manjar en man- sedumbre de seguir viviendo". Macedonio perdió a su padre en la infancia; en el sím- bolo que construye del mismo éste aparece cargado con los atributos de la pesadez, con la imposibilidad de la pa- * Hablar de voz pasiva, en castellano, es usar una figura. 53 labra. La madre, por el contrario, apoya el pan sobre su vientre: contacto misterioso, enigma alimenticio. La do- naci6n materna introduce la certeza de una relación pri- mordial, la figura paterna se esfuma hasta su retorno en la alucinación. El inocente símbolo paterno de Macedonio es más reactivo que expresivo, dado que su propia situación como padre era bastante equívoca: "Amar a la esposa, a los pa- dres, a los amigos, es reciprocidad. Pero es Fantasía amar a los hijos, a los que nada debemos y que nos abrumarán de preocupaciones y trabajo aun en nuestra ancianidad". El Padre sorbe la sopa sin decir palabra {¿cómo no re- cordar la palabra que le falta al Presidente de Museo de la Novela para poder salvarse?), Macedonio tendrá sus pro- blemas con el sorber. ''A los sesenta años de tomar mate . todos los días, no encuentro la solución perfecta que mi garganta me pide para el sorbo de tisana y yerba; no sé si me falta una algo diferente yerba, una colocación más apretada o floja de ella, una bombilla más corta o larga o estrecha, una temperatura más o menos caliente, una di- rección dentro de la boca del sorbo salido de la bombilla, un sorbo más grandeo más pequeño, o casi quemante, etcétera. Lo único que me f~ta es haber nacido sabiendo todo esto, congénitamente''. La boca vacila entre sus funciones: blar, gozar. Haber nacido sabiendo esto, ¿no es negar cual- quier anterioridad del saber del padre? Esa vacilación entre una función erógena y otra alimenticia fusionadas en el 54 mismo órgano (boca) aparece también en relación a los misterios de la madre-luna: ¿cómo alimentarse en su seno antes de conocer su misterio, cómo conocer su misterio antes de alimentarse, sin morir de hambre? Si la boca sir- viese solamente para sorber, si esa función no se desdoblase en otra desean te, no habría vacilación. La sopa sorbida por el símbolo paterno no tiene estos problemas, cuyos efectos pueden ser mortales: "Lo mismo se puede morir de esto que de cáncer. Pero perdería ostentosidad la medicina si tuviera que decir en el certificado de fallecimiento que la persona ha muerto porque proyectaba mal sobre el fondo de la garganta el sorbo de mate amargo que usaba todas las ~ " mananas. Es necesario recordar que para Macedonio el mate tie- ne una función disruptiva, casi de puntuación, al ser descripto como el que introduce un ritmo en las charlas de los paisanos: las narraciones que se despliegan mien- tras el mate va de una boca a otra, están rimadas poi-los sorbos. El problema del sorber, de una cierta voracidad ciega, adquiere una dimensión fantástica en el zapallo que -después de tragarlo todo- se transforma en cosmos. Pero esta fusión es, en el límite, una desaparición del cuerpo en la nada. Porque la fusión maternal puede ser mortal es necesa- rio convocar aLpadre,_reconoce--r-Su-ant-e--r~{)f-iciad-y-su-fu""n=----- ción en la cópula. Macedonio se siente llevado a negarla: "En el porvenir van a desaparecer los órganos y la función sexual ( ... ). La sexualidad en la civilización es la mayor 55 calamidad: no-da ~uº~~rplacer y ttae_-ehfermedádes, neü~ rosis, crímenes, ocultaciones, responsabilidades, desaso- siegos y hasta casamientos y la solteronía del hombre y la soltería de la mujer". En torno a este deseo de muerte del deseo, a este nirvana mortal, se anuda el problema del - padre expulsado, que retorna en el delirio {1907): "Ca- minaba yo quietamente con un alma ligeramente fan- taseadora, como quien a un tiempo piensa y vive, en las inmediaciones de Posadas, por un sendero que afluye a la población, en terreno alto desde el cual se ve marchar las aguas del Paraná bajo las sombras y agitarse las espesuras de las costas y se siente sed de la frescura de las umbrías; eran las dos de la tarde de un día cálido en el claro miste- rio de la siesta. El luminoso ambiente, poblado de calien- tes hálitos y olores de la tierra, se vertía en mi interior y me inquietaba ya cuando en la luz del camino alzóse una figura inefablemente conocida de mi alma. Era el dios humano de mi pasado, mi padre, tal como mi infancialo vio, pues veinte años hacía que nuestra familia había asis- tido a su muerte. Nada más cierto para mí que su muerte; nada más cierto que estaba frente a mí, que me abrazaba y me besaba y empezó prontamente a hablarme. Qué hermosa madre tienes. Ámala mucho, como ya te lo he dicho en otras visitas -pues, en verdad, dondequiera yo ambulara encontrábame de tiempo en tiempo con mi padre, conversábame mucho siempre y casi únicamente de mi niadre- y ahora quiero explicarte por primera vez la razón por la que yo no viva del todo y esté atenido a un 56 .... :~ real-pero no-t:eireiiat Cu~llido--alg-uien es'profiúida~ te amado no puede disponer enteramente de su pro- ·_ pio afecto, y alguien, a más de mí, amó y sigue amando a . tu madre por lo cual ella, aunque ni siquiera conoce a ese --""""'''""'""-' hombre, no pudo amarme con la plenitud de su alma" . . : " Lo real se opone, para el padre, a lo terrenal: lo mismo le ocurrirá a Macedonio, capturado en su vagar por una ......... ,".""··----- imposible de ubicar en el territorio de la verosi-'- . militud. La locura -ser expulsado de un lugar, quedar sin lugar- encuentra su cordura en el espacio atópico de la palabra que la sustituye y la exorciza. Un tercero ha de- salojado al padre de su lugar en el deseo de la madre, expulsándolo también del hijo. ¿Pero no dice Macedonio que nacer es un chasco, porque siempre hay otro que está -- desde antes? La madre está poseída por otro que eclipsa su amor, de la misma manera que Macedonio queda poseído por su padre, que eclipsa su palabra en el retorno alucinante. Si el autor, en tanto hijo de su obra, logra matar al pa- dre, se comprende que Macedonio hiciese una obra de pró- logos, que se comentaba a sí misma sin realizarse, que se realizaba negándose: afirmarse en la presencia del texto es terminar con este padre idealizado. La tentación del asesi- nato retorna de diversas maneras: "La otra cara de la pesa- dilla es ésta: sólo vivimos si matamos". Pero esta certeza es diferida, invertida, desplazada, enmascarada, en las escansiones de un texto que sólo puede afirmarse al precio de negarse, que se destruye a sí mismo en el comentario 57 - -- _: -1- -- irónico; e.n la interpolación de "caídas" y tonterías. Quizás esto explique los "desniveles" recurrentes del texto macedoniano, la función apaciguadora y encantatoria de su humor. Ese deseo de sorberlo todo, de confundirse con el cos- mos, siempre puede disculparse alegando que todo es nada, y que es imposible matar a nadie puesto que so- mos inmortales. La mortal nadificación de la presencia se escuda en la nada inmortal de la ausencia: la palabra es la única sustancia que circula, que enhebra en una continuidad invisible la discontinuidad visible de la vida y la muerte. El cuerpo soporta con pasividad esta pala- bra, se deja poseer por ella, ... la transcribe. Cuando los ausentes son varios, la sintaxis se desdobla, se embrolla, como si ejecutase una escritura simultánea a varias ni. a;_ ·· nos. Pasivo yr~flexivo, Macedonio no conoce otra acti- vidad que la que producen los inquietantes mensajes dela ausencia. . El padre retorna en el momento en que la sed de las frescuras de las umbrías estaba inquietando a Macedonio, en el momento en que con un "alma ligeramente fantasea- dora'' se entregaba a la atracción irresistible de una fo.sión con el paisaje. Sólo tenemos el adjetivo "ligeramente", que se conecta con la "ligereza'' de la luna, para establecer la conexión entre la faseinación del ue uce sed- con el sorber dificultoso y con el misterio de la ma- dre que hace cavilar al niño en el momento de nutrido con su pecho. 58 ·~.¡: La referencia a los 20 años transcurridos desde la muene de su padre, ubican a ésta en 1887, es decir, cuando Macedonio tenía entre dos y tres años. Entre varios hermanos, Macedonio era el penúltimo .. Esto significa que antes de los tres años debió soportar el nacimiento de un hermano (Eduardo), teniendo otros seis, mayores que él, entre los que había una mujer (Gabriela). Desconozco las referencias sobre los otros cmco. Alguien absorbe con su amor a la madre, ¿remite acaso a la visión del hermano menor en el momento de sorber el pecho? No es la inverificable reminiscencia "real" la que debe preocuparnos, sino el hecho de que el acto de sorber articula la imagen paterna, mientras desarticula la del propio Macedonio, sumándose a sus síntomas hipo- condríacos. En las diversas ''autobiografías" que empieza, aparece rodeado de mujeres (imaginando una casa de modistas) que se desnudan para probarse la ropa. Se ve cayendo desde diez metros, especializándose en caídas. No hay indicios de sus hermanos, ni de ningún otro hombre. Hasta los seis años espía la desnudez de las mujeres; cuando el ver se transforma en mirada (se sexualiza) le prohíben la entrada. Los, recuerdos encubridores de su infancia son escasos Y- refieren a_esra_conscit-Ución-voyeritta~e-su_,s"t:>"exVlurT'a"-=-=---~~~ lidad, origen virtual de sus conflictos exhibicionistas y de la importancia de la mirada en la constitución de su poé- tica amorosa. Si la mirada está en el centro de su relación 59 i con las mujeres, resultasig11ificativo que sean abrazos y besos Íos que selle~ su encuent~o con el padre. Puede sospecharse otra inversión: la mirada desplaza- da desde el padre a las mujeres, los abrazos desplazados desde las mujeres al padre. Este desplazamiento estaría signado por la importancia de la siesta, de la luz, en las metáforas del padre y en la fotofobia que Macedonio pa- deció en algunos momentos de su vida. Por otra parte, las mujeres (en tres alucinaciones na- rradas) aparecen en la penumbra de la pieza, mientras que el padre se le aparece en el "claro misterio de la . , siesta . En 1940 escribe "Poema de trabajos de estudio de las Estéticas de la Siesta (en busca de una metáfora de la sies- ta)". Pero la siesta es ya la metáfora del padre, por lo tanto se trata de la metáfora de "una metáfora sin contexto de trama o de efusión", dedicada a los "Pies de Tinta China de la Siesta, Fiesta de la Intelección, Siesta Evidencia!''. Los treinta y tres años que separan a la aparición del padre de este texto no dejan de ser significativos. Macedonio tenía 23 años cuando escribió el primero y dice que el pa- dre apareció a las 2 de la tarde. El padre murió cuando Macedonio estaba entre los 2 y 3 años, y aparece justo a los veinte años de su muerte. El juego entre 2 y 3 remite a la edad de Macedonio cuando el padre muere. Cuando Macedonio se entrega (en 1907) a su "alma ligeramente fantaseadora'' y se inquieta por la sed que producen las frescas umbrías, aparece el padre en ese "lu- 60 - "':·~·:~:er .. ~~ ~.. - ... r~~;~~~~~~~~tf.:~--- -.·--- ::;,_""~~,;~~?!mü~9-soambiente, poblado de ecilieiú:es hálitos'y olorés- -- - __ ..:;:;;;.;;/,:;:;.~de la tierra" : ~t%~};~·'_·;~--; . • 'iJ'{~{~·:_ .. ·::;:·:Treinta y tres años después Macedonio intenta la poé- 2;;1:·';~;:· .. · tica del misterio de la siesta. La mirada es inseparable de -~~':~{:::;~,- ... la envidia,_ el ojo que nos orienta capta los encantos de ~-~=f'" objetos posibles e imposibles, ausentes y prohibidos. ~;~;~;]: e·:. La poética de la siesta es una interrogación sobre la .~}%i:': . presencia y la ausencia del padre, sobre su muerte y su -:·· ··. de~eo; sobre la presencia de su ausencia. El padre se resti- :-<.-~-~- ' " ....... tuye por una vuelta de la escritura. El tiempo de la frase es lineal, pero el tiempo del discurso es reversible: lo que está separado se junta, lo que está junto se separa, la disyunción se hace conjunción. La palabra que falta se alucina visualmente. La siesta le plantea a Macedonio dos preguntas: l. "¿Po:r qué cortas las sombras, por qué, Siesta, son así tus sombras?" 2. "¿Por qué la Intelección está siempre defendiéndose y atacada de las sombras, por qué de la Intelección hay un prevalecer y no un continuo?" Las sombras, misterio de la siesta, son la muerte desde que Macedonio ha clamado "no me lleves a las sombras de la muerte 1 donde se hará sombra de mi vida". El continuo es imposible para la intelección, porque ésta se corta en sucesivas sombras, en sucesivas muertes: sombras que cortan el continuo de la pasión. A través del misterio de la siesta Macedonio plantea el be/arte conciencia!, definiéndolo como "arte de trabajo a 61 ' ··' ' '·. ~~, (;~%~fú) ~;; \__ >-lii:visfa;,-·tan consciente que puede hacerse de encargo sin ' 'cc)mprometerse en una inspiración de encargo". Arte con- tra el "traslado del Objeto al papel", contra el "novelismo o biografismo del dónde, cuándo, cómo y a quién acon- teció el poema". Aunque han pasado 33 años se trata del mismo paisaje: la siesta es una noche sin estrellas, hecha de rumores, de cosas perdidas, de vibraciones, tensiones y murmullos. Los cuerpos se hacen transparentes, invisibles de luz: sólo al pie de cada cerco, d.e cada muro, hay un trazo de "tinta china de luz estrujada de tensiones". La noche -dirá también- es la memoria del día, la constelación de su recuerdo. _ El sol puede ser mirado en las sombras, leído en sus inscripciones de tinta china,_ en los contornos de los obje- tos. El padre'sol...:.ha descripto -Abraham- es un ser bri- -llante, la mirada no puede afrontarlo: de ahí la fotofobia. La siesta invierte la noche: tiene un cielo sin agujeros de estrellas, pero agujerea la tierra con sus sombras. En las sombras ·de la siesta se lee, como en la noche a través de los agujeros del cielo que son las estrellas. Pero la siesta sirve a la inteligencia porque carece del pavor de la noche, enceguecie"ndo los ojos y agudizando el oído. Las tinie- blas del deslumbramiento de la siesta "ensecreta'' la luz en reverberaciones: "Exaltación de la Vigilia de la Presen- tación-Natura ue hace dentro de los o· sombras de reverberación; fantasmas de palidecimientos de la fulgen- cía verticante; fantasmas de pie, cabeceando, oscilando, aunque enhiestos( ... ); corridas cortas de un aleteo de zo- 62 - BI;J~ f(é\~: zobra del ave en su sueño, calofríos, hundi '.t;¡:t:!J:} J disturdimientos, ahogos y pesadillas, incorporado r \\. - yacentes dormidos". Esta confrontación con el padre-sol es anonadante, se trata de una discusión con "los noes totales del silencio". Si las estrellas "otorgan rumbos, la Luz-Sollos niega". Pero en ese extravío Macedonio capta los efectos benéficos de una restitución:"( ... ) lo sin Rum- bo tiene la Verdad ( ... ) la Intelección prospera en la Sies- ta, no en la noche". El yo, las ilusiones, _son extinguidas, borradas por los trazos de tinta china de la siesta: "En la Siesta duerme lo individual, nace el Panteísmo". El panteísmo, al identificar dios con el mundo, hace de cada signo visible el índice de algo invisible, tratando de resolver la contradicción entre una naturaleza mater- nal y
Compartir