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Eje 2 6 -_Nociones_basicas_de_teorias_criminologicas_-_FRANCESCHETTI

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PD
SCFacultad	de	Derecho		-	UNR	POLÍTICAS	DEMOCRÁTICAS	DE	SEGURIDAD	CIUDADANA	Comisión	Nº	3	–	Franceschetti	-	Moloeznik
	
Elaborada	por	GUSTAVO	FRANCESCHETTI	
Este	material	docente	ha	sido	elaborado	para	introducir	al	alumno/a	a	las	teorías	
criminológicas	sobre	el	delito	y	su	control	en	el	curso	regular	 	materia	de	Políticas	
democráticas	 de	 seguridad	 ciudadana	 (PDSC)	 del	 Plan	 2016	 de	 la	 carrera	 de	
abogacía	de	la	Facultad	de	derecho	(UNR).	
Explicaciones	del	delito.	
El	delito	no	puede	ser	explicado	desde	los	prejuicios	y	el	saber	popular,	así	que	la	
primera	herramienta	de	análisis	con	la	que	debe	contar	un	alumno	es	el	conjunto	de	
teorías	que	han	querido	explicarlo	desde	un	marco	científico	(criminología).		
Empero,	de	 inicio	advertimos	que	muy	 lejos	está	esa	presunta	ciencia	de	haber	
dado	 respuestas	 satisfactorias	 o	 completas	 pero	 las	 debemos	 preferir	 porque	 se	
hacen	desde	una	estructura	de	conocimiento	más	compleja	y	exigente	con	mayores	
posibilidad	de	certeza.	
DESCARTAR	EL	SABER	POPULAR.	
Hay	ciertas	“verdades	establecidas”	en	torno	al	delito	que	responden	a	prejuicios	
de	la	“sabiduría	popular”	que	no	cuentan	con	ningún	aval	científico.	Esta	sabidruía	
proviene	de	algún	caso	o	experiencia	que	indebidamente	se	generaliza,	se	repite	sin	
mayor	reflexión,	se	convierte	en	una	convicción	cultural	y	acaba	por	condicionar	la	
vida	 social.	 Son	 explicaciones	 del	 saber	 común	 y	 pre-científico	 que	 tienen	 la	
propiedad	de	de	constituirse	en	explicaciones	ideológicas	con	apariencia	científica	y	
capacidad	de	lograr	amplio	consenso.	
Por	 ejemplo,	 un	prejuicio	 es	que	el	 delito	 es	 cometido	únicamente	por	 personas	
que	pertenecen	a	un	grupo	 social	o	 cultural	 inferior	que	 serían	 los	“negros	villeros”,	
resentidos	 sociales	 sin	 educación	 ni	 valores.	 En	 nuestro	 país	 está	 arraigado	 el	
concepto	del	“negro”	al	que	se	atribuyen	todos	los	males	de	la	sociedad,	inclusive	el	
delito.	Es	un	rótulo	cultural	porque	no	depende	del	color	de	piel	(en	Argentina	casi	
no	hay	personas	de	origen	africano)	sino	que	se	aplica	al	que	procede	del	interior	o	
de	países	 limítrofes,	al	que	vive	en	 la	villa	o	está	en	 la	pobreza	y	marginalidad	y	a	
otros	que,	más	allá	de	su	color	de	piel,	son	“negros	de	mente”.		
En	verdad,	toda	la	clase	media	y	alta	que	repite	estas	“verdades”	ha	cometido	un	
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TEORÍAS	CRIMINOLÓGICAS		
SOBRE	EL	DELITO	
Nociones	básicas
Ficha	
docente
PD
SCFacultad	de	Derecho		-	UNR	POLÍTICAS	DEMOCRÁTICAS	DE	SEGURIDAD	CIUDADANA	Comisión	Nº	3	–	Franceschetti	-	Moloeznik
delito	alguna	vez 	(pero	tienen	cobertura	porque	disponen	de	recursos	para	superar	1
tales	situaciones	por	vías	legales	o	ilegales)	así	que	la	raza,	el	color	de	piel,	el	lugar	
de	 origen,	 la	 educación	 o	 la	 transmisión	 de	 valores,	 lejos	 de	 ser	 una	 explicación	
convincente,	son	un	prejuicio	sin	fundamento.	
Los	 prejuicios	 son	 el	 primer	 eslabón	 de	 una	 serie	 que	 encadena	 “prejuicio	 –	
estereotipo	–	construcción	del	“otro”	diferente	y	chivo	expiatorio	–	estigmatización	y	
fragmentación	social”	y	tiene	como	último	eslabón	un	diagnóstico	equivocado.	
Este	“sentido	común”	está	tan	asimilado	que	podríamos	decir	que	se	convierte	
en	 una	 pared	 emocional	 pues	 resiste	 el	 paso	 del	 tiempo	 a	 pesar	 de	 su	 evidente	
falsedad	y	se	convierte	en	un	grave	problema	porque	domina	la	“opinión	pública”	y	
los	medios	de	comunicación	y	quienes	quieren	acceder	o	detentan	el	poder	buscan	
satisfacerla	tomando	medidas	consecuentes;	sin	embargo,	al	no	ser	la	“verdadera”	
explicación	del	delito,	llevan	a	propuestas	de	solución	ineficaces.	
PRUDENCIA	CON	EL	SABER	CIENTÍFICO.	
Una	explicación	científica	del	delito	ha	sido	buscada.	La	ciencia	nos	debería	dar	la	
“verdad”	porque	corrobora	las	conclusiones	con	métodos	confiables,	sin	embargo,	
complejizan	 la	 cuestión	 las	 discusiones	 sobre	 si	 la	 ciencia	 es	 posible	 o	 sólo	 una	
aspiración	 imposible	 (inconmensurabilidad	 del	 conocimiento,	 no	 hay	 verdades	
absolutas)	y,	en	su	caso,	si	las	disciplinas	que	explican	al	hombre	y	la	cultura	pueden	
ser	 ciencias	 (o	 solamente	 pueden	 serlo	 las	 que	 explican	 la	 naturaleza);	 si	 la	
pertenencia	 del	 investigador	 al	 objeto	 de	 estudio	 le	 impide	 toda	 objetividad	
(subjetividad	 del	 observador);	 y,	 concretamente	 si	 la	 criminología	 podría	 ser	 una	
ciencia	y,	además,	cuál	sería	su	objeto	de	estudio.	
Estas	 discusiones	 e	 incertezas	 no	 deben	 llevarnos	 a	 abandonar	 la	 “pretensión	
científica”	 y	 manejarnos	 con	 los	 prejuicios	 y	 las	 afirmaciones	 antojadizas.	 Por	 el	
contrario,	 es	 nuestra	 responsabilidad	 investigar	 y	 someter	 a	 prueba	 nuestros	
hallazgos	y	conclusiones	para	acercarnos	lo	más	posible	a	un	buen	diagnóstico	que	
habilite	 las	 soluciones	 más	 eficaces.	 Aunque	 no	 siempre	 puedan	 obtenerse	
“premisas	verdaderas”,	a	 través	del	método	empírico-inductivo	podrán	obtenerse	
“probabilidades”	 que	 son	 preferibles	 al	 fetichismo	 popular.	 La	 convergencia	 de	
varias	 disciplinas	 sobre	 el	 objeto	 de	 estudio	 bajo	 el	 prisma	 de	 la	
“interdisciplinariedad”,	permitirá	abordar	la	complejidad	del	fenómeno	alejados	del	
pensamiento	 simplista.	 Desde	 la	 academia	 debe	 buscarse	 la	 explicación	 más	
racional	posible	a	pesar	que	lo	social	es	difícil	de	medir,	cuantificar	y	verificar.		
	 Desde	 llevarse	 la	 toalla	 del	 hotel	 o	 los	 auriculares	 del	 avión,	 pasar	 por	 la	 aduana	 un	 celular	 sin	1
declarar,	 coimear	 al	 inspector	 de	 tránsito	 y	 usar	 el	 teléfono	 del	 trabajo	 para	 asuntos	 personales,	
pasando	 por	 no	 pagar	 impuestos,	 valerse	 de	 testimonios	 falsos	 en	 procesos	 judiciales	 donde	 se	
disputan	 indemnizaciones	 (laborales	o	daños	 y	perjuicios)	o	 asuntos	matrimoniales	o	de	 familia,	 e	
incluso	más	 graves	 como	 los	 abusos	 sexuales	 y	 violencias	 ejercidas	 puertas	 adentro	 de	 sus	 casas,	
llegando	a	delitos	de	gran	dañosidad	social	como	los	llamados	“de	cuello	blanco”.
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Marco	general	de	explicaciones	del	delito	desde	el	saber	científico.	
Veremos	 brevemente	 (porque	 con	mayor	 detalle	 se	 estudiará	 en	 la	 asignatura	
“Criminología”	del	Ciclo	de	formación	específica)	que	el	delito	fue	explicado	desde	
un	paradigma	etiológico,	primero,	y	crítico,	despues.	
El	 paradigma	 “ETIOLÓGICO”	 es	 el	 que	 se	 concentra	 exclusivamente	 sobre	 las	
causas	 del	 comportamiento	 delictivo	 y	 trata	 de	 dar	 una	 respuesta	 de	 tipo	
antropológico	 o	 sociológico	 porque	 hay	 una	 visión	 ontológica	 de	 la	 conducta	
desviada,	es	algo	que	existe	previamente	a	su	definición	como	delito	o	a	la	reacción	
social	posterior.		
La	respuesta	de	tipo	“antropológico”	consiste	en	estudiar	al	hombre	delincuente,	
buscar	 un	 origen	 patológico	 al	 comportamiento	 criminal	 porque	 el	 delito	 y	 la	
conducta	 desviada	 serían	 una	 enfermedad,	 una	 anomalía;	 que	 tiene	 carácter	
individual	porque	se	encuentra	“en”	el	delincuente,	todo	análisis	empieza	y	termina	
en	el	sujeto	que	desafía	la	norma	y	en	su	conducta	aisladamente	considerada.	
La	respuesta	de	tipo	“sociológica”	es	el	que	estudia	a	la	sociedad	y	su	influencia	
en	la	conducta	desviada,	se	caracteriza	por	buscar	una	explicación	que	contemple	el	
funcionamiento	de	los	grupos	sociales	y	su	relación	con	las	normas;	busca	el	punto	
de	intersección	entre	lo	individual	y	lo	general;	refiere	a	razones	de	desorganización	
social,	 tensiones	 surgidas	 de	 la	 diferente	 reacción	 de	 los	 individuos	 frente	 a	 las	
mteras	culturales	y	las	formas	legales	de	alcanzarlas.	
En	 vez,	 el	 “PARADIGMA	 CRÍTICO”,	 desplaza	 la	 atención	 del	 individuo	 que	
delinque	hacia	los	órganos	que	controlan	y	de	los	motivos	por	los	que	realiza	actos	
delictivos	 inciales	 a	 las	 respuestas	 que	 adopta	 una	 vez	 asumida	 una	 identidad	
criminal;	 el	 objeto	 de	 estudio	 pasa	 a	 ser	 el	 mecanismo	 dedefinición	 del	 delito	
(génesis	 de	 la	 norma	penal)	 y	 de	 reacción	 social	 frente	 al	 delito	 (ya	 sea	 formal	 o	
informal);	se	 lo	conoce	como	paradigma	de	 la	“reacción	social	o	de	 la	definición”;	
con	 él,	 se	 trata	 de	 establecer	 por	 qué	 en	 una	 sociedad	 dada	 una	 conducta	 es	
considerada	delito,	quién	 lo	determina,	qué	efectos	produce	 sobre	 las	personas	y	
cómo	funciona	la	reacción	social	informal	e	institucional.	
Paradigma	“etiológico”.	Antropología	criminal.	Criminología	clínica.	
En	el	nacimiento	de	la	criminología	hubo	un	interés	por	el	cuerpo	como	objeto	de	
estudio	 para	 explicar	 las	 conductas	 disvaliosas,	 hablamos	 de	 la	 Modernidad.	 Al	
levantarse	el	tabú	sobre	 los	cuerpos	se	permitieron	 las	autopsias,	se	desarrollaron	
investigaciones	sobre	cadáveres	en	busca	de	algun	dato	verificable	y	se	incorporó	la	
medicina	 legal	 en	 los	 procesos	 penales	 con	 un	 marcado	 interés	 por	 descubrir	 la	
razón	del	delito	en	lo	“psicofísico”.		
Ya	 a	 mediados	 del	 siglo	 XIX,	 la	 obra	 de	 Darwin	 tuvo	 gran	 impacto	 en	 los	
desarrollos	 biológicos	 y	 antropológicos	 al	 describir	 el	 proceso	 de	 la	 selección	
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natural	según	el	cual	el	hombre	no	fue	creado	de	un	día	al	otro	de	la	nada	sino	que	
es	producto	de	una	evolución	biológica,	espontánea	y	compleja,	que	desciende	de	
primates	y	que	la	especie	humana	(como	las	demás)	no	es	inmutable.		
Los	descrubrimientos	darwinianos	fueron	traspolados	desde	lo	biológico	hacia	lo	
social,	para	argumentar	que	 la	supervivencia	del	más	fuerte	era	 la	 justificación	del	
colonialismo,	el	racismo	y	la	esclavitud	y	la	depuración	de	los	inadaptados	a	manos	
de	los	que	tenían	más	adaptabilidad	y	capacidad	(organicismo	de	Spencer).		
Su	 teoría	 aumentó	 el	 rol	 preponderante	 que	 la	medicina	 había	 adquirido	 en	 el	
campo	 criminal	 y	 surgió	 una	 “antropología	 criminal”	 para	 dar	 explicaciones	
biológicas	 del	 delito,	 enmarcadas	 en	 el	 positivismo	 como	 postura	 filosófica	
(agnosticismo	religioso	y	explicación	del	mundo	a	través	del	método	experimental)	
a	cargo	de	médicos	forenses,	frenólogos	y	alienistas.	
Sobre	 la	 base	 de	 numerosos	 estudios	 previos	 (especialmente	 de	 la	 Escuela	
francesa	 de	 Lyon,	 Alejandro	 Lacassagne),	 se	 destacó	 en	 Italia	 la	 obra	 de	 Cesare	
Lombroso	quien	en	1876	publicó	 Il	huomo	delincuente.	Después	de	haber	conocido	
gran	 cantidad	 de	 casos	 (fue	 médicto	 activo	 en	 cárceles	 y	 manicomios)	 creyó	
encontrar	una	relación	biológica	entre	la	taras	genéticas	y	los	instintos	perversos	y	
destructivos,	una	tendencia	malvada	innata	que	estaría	ligada	a	la	estructura	física	y	
psíquica	del	delincuente,	que	inclusve	se	manifiesta	en	su	fisonomía	(orejas	grandes,	
asimetrías	 y	 desproporciones,	 labios	 leporinos,	 prognatismo,	 etc.).	 Hizo	 una	
generalización	del	hallazgo	de	una	foseta	occipital	media	en	un	delincuente	que	no	
estaba	 en	 otros	 cráneos	 normales	 y	 dedujo	 que	 ese	 hundimiento	 provocó	 un	
retraso	 en	 la	 maduración	 del	 cerebro	 llevándolo	 a	 una	 etapa	 regresiva	 (más	
primitivo)	y	atávica.	
Estas	 ideas,	 junto	 a	 las	 darwinianas	 y	 spencerianas,	 fueron	 llevadas	 al	 campo	
jurídico	 y	 político	 por	 la	 conocida	 “Escuela	 positiva	 italiana”	 para	 dar	 lugar	 a	 una	
transformación	 total	 del	 Derecho	 penal	 “clásico”	 y	 de	 las	 políticas	 criminales	
estatales.	Garófalo	y	Ferri	ampliaron	los	factores	antropológicos	a	los	psicológicos	y	
sociológicos,	de	tal	suerte	que	el	sistema	penal	ya	no	se	sustentaría	en	el	delito	de	
autor	abstracto,	sino	más	bien	sobre	el	autor	del	delito	(que	estaba	determinado	a	
comportarse	 de	 determinada	 manera,	 derecho	 penal	 de	 autor),	 cuya	 conducta	
podía	 predecirse	 (peligrosidad)	 y	 ante	 quien	 la	 sociedad	 tenía	 el	 derecho	 de	
defenderse	(defensa	social)	y	encerrarlo	para	su	transformación	(pena).	El	enfoque	
coloca	al	fenómeno	criminal	como	un	dato	ontológico	preconstituido	a	la	relacción	
social	y	al	derecho	penal;	la	criminalidad	podía	ser	objeto	de	estudio	en	sus	causas	
con	independencia	del	derecho	penal.	
La	 explicación	 bioantropológica	 del	 delito	 tuvo	 mucha	 aceptación	 en	 nuestro	
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país 	para	dar	por	comprobada	la	inferioridad	del	hombre	delincuente	deducida	de	2
un	 cúmulo	 de	 anomalías	 atávicas,	 degenerativas	 y	 patológicas,	 presentes	 en	 las	
“razas	 inferiores ”.	 Hubo	 una	 prolífica	 “criminología	 clínica”	 que	 tuvo	 entre	 sus	3
impulsores	 a	 médicos	 como	 Domingo	 Cabred,	 Francisco	 de	 Veyga,	 Nerio	 Rojas	 y	
José	Ingenieros	que	enfatizó	la	relación	entre	locura	y	delincuencia.		
Las	 explicaciones	 de	 la	 criminología	 clínica	 alienista	 (el	 enfermo	 es	 anormal)	
generalmente	son	antropométricas	 (detecta	un	tipo	de	conformación	física	de	 los	
delincuentes	 a	 través	 de	 rasgos	 que	 son	 verificables);	 tipológica	 (detecta	 al	 tipo	
constitucional	 del	 delincuente	 mediante	 datos	 por	 embriología	 y	 fisiología);	
endonicrológica	 (detecta	 disfunciones	 glandulares	 y	 del	 sistema	 neurovegetativo	
mediante	 el	 estudio	 de	 procesos	 hormonales	 y	 endócrinos;	 relación	 entre	
testosterona	y	violencia);	genética	(detecta	la	distribución	de	la	criminalidad	en	las	
generaciones	 sucesivas	 de	 un	 delincuente);	 o	 malformaciones	 cromosómicas	
(detecta	la	criminalidad	en	el	recuento	de	cromosomas).	
A	 su	 turno,	 la	 psicología	 (que	 no	 alienista)	 no	 ha	 llegado	 a	 formular	 teorías	
generales	 que	 expliquen	 el	 delito	 sino	 sólo	 ha	 desarrollado	 terapias,	 test	 y	
entrevistas	 eminentemente	 personalizadas	 para	 detectar	 tendencias	
predominantes	en	el	cáracter	y	hallar	tratamientos	adecuados.	Agregar	de	baratta	
Crítica.		
Al	día	de	 la	 fecha	no	 se	ha	podido	demostrar	de	modo	concluyente	que	exista	
una	 diferencia	 biológica	 esencial	 entre	 quienes	 delinquen	 y	 quiénes	 no	 lo	 hacen .	4
Ningún	 paradigma	 causal	 explicativo	 clínico	 de	 la	 conducta	 criminal	 tuvo	 ni	 tiene	
universalidad	ni	generalidad	explicativa	del	fenómeno	criminal.	Todos	los	programas	
clínicos	fracasaron	en	“curar	o	corregir”	a	 los	“enfermos	y	anormales”	que	habían	
cometido	 un	 delito,	 y	 también	 fracasaron	 en	 predecir	 la	 conducta	 futura	 de	 los	
mismos;	sin	embargo,	el	racismo	y	 la	xenofobia	se	han	alimentado	de	este	tipo	de	
explicaciones	que	 la	propia	 ciencia	médica	ha	descartado	 con	el	 paso	del	 tiempo,	
para	avalar	la	discriminacion	y	la	persecución	penal.	
Además,	 no	 se	 puede	 estudiar	 las	 causas	 de	 un	 objeto	 (el	 delito)	 desde	 su	
definición	legal	porque	no	se	analiza	qué	es	delito	y	por	qué	lo	es	(es	una	decisión	
	Luis	María	Drago,	Eduardo	Wilde,	Cornelio	Moyano	Gacitúa,	Eusebio	Gómez,	Jorge	Coll,	entre	otros,	2
estuvieron	a	la	vanguardia	continental,	con	la	apertura	de	cátedras	universitarias	positivistas,	cursos	
de	 medicina	 legal	 y	 psiquiatría	 forense,	 aparición	 de	 institutos,	 publicaciones	 y	 libros	 de	 gran	
influencia	en	leyes	y	políticas	públicas	a	fines	del	siglo	XIX	y	principios	del	siglo	XX.
	Desvalorización	de	indios,	negros	e	inmigrantes.3
	Existen	muchos	sujetos	que	reúnen	las	características	indicadas	pero	no	delinquen;	los	estudios	se	4
hacen	sobre	sujetos	que	han	cometido	de	delitos	y	fueron	encarcelados	pero	no	sobre	sujetos	que	
han	 cometido	 delitos	 pero	 no	 fueron	 descubiertos;	 no	 se	 atiende	 a	 la	 incidencia	 de	 factores	
socioculturales	y	axiológicos.
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política);	el	carácter	de	delincuente	era	una	atribución	judicial	y	no	un	acto	natural	
(sólo	 se	 estudia	 a	 los	 que	 han	 sido	 condenados	 por	 un	 delito);	 se	 pretendió	
encontrar	 “una”	 causaa	 un	 fenómeno	 que	 es	 “multicausal”	 (requiere	 de	 una	
interdisciplinariedad	que	excede	a	la	medicina	y	psiquiatría)	y	la	búsqueda	de	causas	
del	 comportamiento	 parten	 de	 la	 idea	 del	 hombre	 determinado	 y	 ello	 niega	 la	
voluntad	y	libertad	individual.	
A	 pesar	 del	 rotundo	 fracaso,	 la	 idea	 que	 la	 causa	 del	 delito	 está	 dentro	 del	
delincuente	está	muy	arraigada	 y	no	 cesan	 los	 estudios	para	detectar	 la	 célula,	 el	
cromosoma	o	la	neurona	que	provoca	la	anomalía	de	la	conducta	desviada.	Desde	
hace	un	tiempo,	las	neurociencias	ocupan	ese	lugar	de	búsqueda	de	una	explicación	
determinista	de	la	conducta	desviada.	
Paradigma	etiológico.	La	explicación	sociológica.		
A	diferencia	del	rumbo	que	tomó	la	cuestión	criminal	en	Europa,	la	criminología	
siempre	fue	vista	como	una	parte	del	campo	de	la	sociología	en	Estados	Unidos.	
Como	anticipamos,	las	diversas	explicaciones	que	tienen	como	objeto	de	análisis	
el	 funcionamiento	 de	 los	 grupos	 sociales	 y	 su	 vinculación	 con	 la	 normatividad,	
pueden	ser	a	grosso	modo	englobadas	como	“teorías	estructural	 funcionalistas”	o	
como	“sociología	del	conflicto”.	
Antes	del	desarrollo	de	estas	teorías,	que	tienen	inicio	a	principios	del	siglo	XX,	el	
foco	 de	 atención	 para	 la	 explicación	 del	 delito	 en	 EEUU	 era	 la	 existencia	 de	 un	
medio	 ambiente	 con	 una	 problemática	 social	 negativa;	 los	 pobres	 y	 marginales	
tenían	más	posibilidades	de	delinquir	que	los	que	estaban	socialmente	integrados.	
También	es	útil	adelantar	el	concepto	de	“control	social”	(concebido	por	Ross	en	
1890	 y	 posteriormente	mejorado	 y	 ampliado)	 como	 el	 conjunto	 de	 recursos	 para	
lograr	conformidad	a	reglas	y	la	forma	de	responder	ante	las	transgresiones.	
Es	un	mecanismo	para	que	las	personas	respeten	las	reglas.	La	construcción	de	la	
conformidad	apunta	la	internalización	de	valores	que	operen	como	control	interno	
en	el	sujeto.	Ello	se	logra	con	mecanismos	de	socialización	que	inducen	al	sujeto	que	
se	autodetermina	(se	admite	que	pueda	no	cumplir)	a	actuar	conforme	a	reglas.	Así,	
el	 sistema	 educacional,	 la	 familia,	 el	 barrio,	 la	 religión,	 el	 trabajo,	moda,	 partidos	
políticos,	 usos	 y	 costumbres,	 ética,	 reciprocidad,	 medios	 de	 comunicación,	 etc.	 y	
con	mecanismos	 de	 legitimación	 del	 orden	 social	 o	 de	 poder	 (que	 justifican	 quién	
detenta	el	poder	y	por	qué	lo	utiliza	de	determinada	manera;	de	allí	 la	importancia	
de	 advertir	 sobre	 la	 manipulación	 o	 tergiversación	 del	 saber	 como	 ejercicio	 de	
poder).	
Ese	control	social	puede	ser	difuso,	es	decir,	el	objetivo	principal	del	mecanismo	
no	es	que	la	persona	se	comporte	conforme	a	las	reglas	(caso	de	la	familia,	el	barrio,	
la	moda,	los	partidos	políticos,	usos	y	costumbres,	medios	de	comunicación,	etc.)	o	
institucionalizado,	supuestos	en	que	el	objetivo	sí	es	el	control	(sistema	educativo,	
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correccional	de	menores,	psiquiátricos,	etc.).		
También	es	control	social	el	mecanismo	de	actuación	ante	la	violación	de	las	reglas.	
La	 reacción	 depende	 del	 tipo	 de	 desviación.	 Si	 es	 una	 simple	molestia,	 se	 puede	
neutralizar	(enviar	el	auto	que	entorpece	el	garaje,	al	corralón);	 	un	problema	entre	
particulares	que	no	incumbe	a	la	comunidad,	que	diriman	su	disputa	por	conciliación	
o	un	proceso	 judicial;	 si	es	patológica,	se	usa	 la	medicación	o	 internación;	si	es	un	
menor,	 con	 la	 intervención	 tutelar	 de	 un	 juez	 que	 implica	 retorno	 al	 ámbito	 de	
protección	de	los	padres	o	institucionalización;	si	es	delito,	se	usa	el	sistema	penal.	
TEORÍAS	ESTRUCTURAL	FUNCIONALISTAS.	
El	 funcionalismo	 supone	 que	 la	 sociedad	 es	 un	 conjunto	 de	 partes	 ajustadas	 y	
mutuamente	dependientes	que	funcionan	como	una	pieza	mecánica	consistente.	Se	
deben	detectar	cuáles	son	las	partes	o	subsistemas	que	aportan	al	mantenimiento	
del	 equilibrio	 que	 hace	 funcionar	 la	 máquina	 (sociedad)	 para	 estudiarlos.	 Los	
motivos	 del	 comportamiento	 humano	 no	 son	 sólo	 psíquicos	 sino	 también	
socialmente	condicionados	o	influidos.	
Uno	de	los	principales	exponentes	de	esta	visión	es	Talcott	Parsons.	
Para	estas	teorías:		
a)	 las	 causas	 de	 la	 desviación	 no	 deben	 buscarse	 en	 los	 factores	
bioantropológicos	y	naturales,	ni	en	una	situación	patológica	de	la	estructura	social;	
sino	que	la	desviación	es	un	fenómeno	normal	de	toda	estructura	social;		
b)	 si	 se	mantiene	dentro	 de	 ciertos	 límites,	 el	 comportamiento	desviado	 es	 un	
factor	necesario	y	util	del	equilibrio	y	del	desarrollo	sociocultural;		
c)	 se	 convierte	 en	 algo	 negativo	 para	 la	 estructura	 social	 sólo	 cuando	 haya	
sobrepasado	 ciertos	 límites	 y	 alcanzado	 un	 estado	 de	 desorganización	 en	 el	 cual	
todo	el	sistema	de	reglas	de	conducta	pierde	valor	(situación	de	“anomia”).	
Toman	 a	 Emile	 Durkheim,	 quien	 criticó	 la	 representación	 del	 crimen	 como	
fenómeno	 patológico	 y	 dijo	 que	 el	 delito	 forma	 parte	 de	 la	 fisiología,	 y	 no	 de	 la	
patología,	de	la	vida	social.	El	delito	provoca	y	estimula	la	reacción	social,	estabiliza	
y	 mantiene	 vivo	 el	 sentimiento	 colectivo	 en	 que	 se	 basa.	 Durkheim	 no	 veía	 al	
delincuente	 como	 un	 ser	 antisocial,	 un	 parásito	 o	 cuerpo	 extraño,	 sino	más	 bien	
como	un	agente	regulador	de	la	vida	social.		
Se	 trata	 de	 teorías	 conservadoras	 porque	 consideran	 al	 sistema	 (status	 quo)	
como	 algo	 valioso	 y	 postulan	 eliminar	 conflictos	 y	 disfunciones	 para	 regresar	 al	
equilibrio,	siempre	a	través	del	derecho	penal.	Fueron	muy	criticadas	por	abstractas,	
ahistóricas	 y	 parciales,	 que	 obstaculizan	 los	 cambios	 sociales	 en	 nombre	 de	 la	
estabilidad,	cuando	las	sociedades	son	en	esencia	contradictorias	y	conflictivas.		
A	principios	del	 siglo	XX	 la	“Escuela	de	Chicago”	 (Robert	Park,	Ernest	Burgess)	
elabora	una	serie	de	teorías	“ecológicas”	(sociología	urbana)	del	delito	que	reciben	
ese	nombre	porque	profundizan	la	explicación	del	delito	a	partir	del	funcionamiento	
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de	los	grupos	sociales	y	su	relación	con	las	leyes.	Habían	notado	que	la	explicación	
vigente	 era	 algo	 simplista	 puesto	 que	 no	 se	 entendía,	 entonces,	 la	 razón	 por	 las	
cuales	 las	 mujeres	 y	 los	 adolescentes	 cometían	 menos	 delitos	 que	 los	 varones	
pertenecientes	a	un	mismo	grupo	social,	o	por	las	cuales	cometían	menos	delitos	los	
integrantes	de	determinados	grupos	sociales	respecto	de	otros	(inmigrantes	chinos	
comparados	con	inmigrantes	italianos,	por	ejemplo).	
El	 funcionalismo	y	 la	Escuela	de	Chicago	son	el	punto	de	partida	común	de	una	
serie	de	teorías	importantes	que	expondremos	al	margen	del	orden	cronólogico	de	
aparición,	 tales	 como	 la	 “asociación	 diferencial”,	 la	 “subcultura”,	 la	 “anomia”,	
“técnicas	de	neutralización”,	el	“interaccionismo	simbólico”	y	el	“etiquetamiento”;	
se	trata	de	las	teorías	más	significativas	cuyas	conclusiones	se	entrelazan,	integran	y	
retroalimentan.	
Teoría	de	la	anomia.	
Robert	Merton	publicó	en	1938	“Estructura	social	y	anomia”	y	desarrolló	la	teoría	
funcionalista	de	 la	anomia.	Se	opone,	como	Durkheim,	a	 la	concepción	patológica	
de	la	desviación.	Sus	estudios	permiten	interpretar	la	desviación	como	un	producto	
de	 la	 estructura	 social,	 tan	 absolutamente	 normal	 como	 el	 comportamiento	
conforme	a	las	reglas	y	valores	predominantes.		
La	 teoría	 general	 que	 ensaya	 Merton	 explica	 la	 desviación	 como	 una	
contradicción	 entre	 estructura	 social	 y	 cultura:	 la	 cultura	 propone	 al	 individuo	
determinadas	metas	 que	 constituyen	motivaciones	 de	 su	 comportamiento	 (tener	
éxito	 económico,	 por	 ejemplo)	 y	 le	 proporciona	 modelos	 de	 comportamiento	
institucionalizados	(medios	legítimos	de	alcanzar	las	metas);	sin	embargo,por	otro	
lado,	 la	 estructura	 económico-social	 no	 ofrece	 a	 los	 individuos	 una	 igualdad	 de	
posibilidades	 para	 acceder	 a	 las	modalidades	 y	 a	 los	medios	 legítimos.	 Entonces,	
confrontó	los	valores	y	las	normas	(por	un	lado)	con	los	medios	institucionalizados	
que	 las	 personas	 tienen	 a	 mano	 para	 alcanzar	 las	 metas	 sociales	 (por	 el	 otro)	 y	
observó	 que	 hay	 “asimetría”	 (no	 hay	 medios	 institucionales	 suficientes	 para	
alcanzar	los	propósitos)	y	ello	explica	la	conducta	desviada.		
Ante	 la	 asimetría,	 las	 personas	 reaccionan	 de	modo	 diverso	 según	 su	 posición	
social.	Refiere	Merton	a	cinco	modelos	de	“adecuación	 individual”	a	esa	situación	
de	asimetría:	a)	 	“conformidad”,	la	persona	responde	positivamente	a	los	fines	y	a	
los	medios	institucionales;	b)	“innovación”,	la	persona	adhiere	a	los	fines	culturales	
pero	 sin	 respetar	 los	 medios	 institucionales	 (delito);	 c)	 “ritualismo”,	 la	 persona	
respeta	 formalmente	 los	 medios	 institucionales	 sin	 perseguir	 fines	 culturales;	 d)	
“apatía”,	la	persona	niega	tanto	los	fines	culturales	como	los	medios	institucionales;	
y	e)	“rebelión”,	la	persona	afirma	otros	fines	y	medios	alternativos.		
La	 innovación	 es	 el	 típico	 comportamiento	 criminal,	 los	 estratos	 sociales	
inferiores	están	sometidos	a	la	máxima	presión	porque	deben	orientar	su	conducta	
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hacia	un	alto	bienestar	y,	al	mismo	tiempo,	las	posibilidades	de	hacerlo	con	medios	
institucionalmente	legítimos	les	son	negadas	en	amplia	medida.		
Merton	es	quien	generalizó	la	noción	de	“conducta	desviada”	como	aquella	que	
se	sale	de	los	medios	 institucionalizados	para	alcanzar	 los	propósitos.	La	conducta	
desviada	puede	ser	delito	o	no,	según	se	la	haya	contemplado	como	tal.	
Esta	 “incongruencia”	 o	 “asimetría”	 es	 un	 fenómeno	 normal	 salvo	 que	 se	
generalice	 y	 alcance	 el	 nivel	 crítico	 de	 la	 “anomia”.	 Anomia	 es	 una	 crisis	 de	 la	
estructura	 cultural	 que	 se	 verifica	 especialmente	 cuando	 existe	 una	 fuerte	
discrepancia	 entre	 normas	 y	 fines	 culturales	 por	 un	 lado,	 y	 las	 posibilidades	
estructuradas	 socialemente	 de	 actuar	 en	 conformidad	 a	 aquellos,	 por	 la	 otra.	
Durkheim	 había	 concebido	 a	 la	 “anomia”	 como	 un	 estado	 de	 desintegración	
originado	en	los	obstáculos	de	la	división	del	trabajo,	que	dificulta	la	comunicación	
directa	 entre	miembros	 de	 un	 proyecto	 social	 común.	 La	 anomia	 es	 un	 concepto	
trascendente	y	debe	ser	entendido	como	el	quiebre	de	la	estructura	cultural.		
Teoría	de	la	asociación	diferencial.	
Edwin	Sutherland	publicó	en	1949	su	obra	“El	delito	de	cuello	blanco”	en	la	que	
volcó	los	resultados	y	conclusiones	de	una	investigación	de	50	años	sobre	unas	70	
corporaciones	de	EEUU.	Se	hizo	la	pregunta	por	los	ricos	y	básicamente	probó	que	
los	 directivos	 de	 estas	 empresas,	 respetables	 y	 de	 buen	 estatus	 social,	 cometían	
hechos	altamente	dañosos	para	la	sociedad	(evasión	impositiva,	violación	a	leyes	de	
patentes,	actividades	monopólicas,	estafas	en	la	calidad	de	los	productos,	balances	
falsos,	dumping,	propaganda	falsa,	competencia	desleal,	etc.)	con	un	bajo	nivel	de	
sentencias	 condenatorias.	 La	 razón	 de	 este	 bajo	 nivel	 era	 que	 algunas	 de	 tales	
conductas	no	estaban	penadas	(no	eran	delito),	otras	sólo	tenían	penas	pecuniarias	
o	 administrativas	 y	 otras	 se	 resolvían	 en	 procesos	 en	 los	 que	 los	 infractores	
fácilmente	podían	evitar	la	condena	(acuerdos	entre	partes,	por	ejemplo).	
Al	 entrevistar	 a	 tales	 personas,	 comprobó	que	no	 consideraban	disvaliosas	 sus	
conductas	 sino	 parte	 de	 la	 habilidad	 empresaria	 necesaria	 para	 triunfar	 en	 los	
negocios	 y	 parte	 del	 motor	 de	 la	 economía	 norteamericana.	 Detecta	 allí	 una	
subcultura	que	se	relaciona	con	la	norma	prohibitiva	de	un	modo	diferente	al	resto.	
La	“asociación	diferencial”	es	un	posicionamiento	frente	a	la	prohibición	con	una	
tendencia	 a	 identificarse	 valorando	 positivamente	 su	 incumplimiento,	 cuando	 el	
resto	 entiende	 que	 ello	 es	 disfucional	 y	 prohibido;	 esta	 asociación	 predispone	 a	
violar	 la	 ley;	 la	operación	 ilícita	en	 la	actividad	económica	es	“aprendida”	de	otros	
que	la	enseñan	y	estimulan	y	hasta	es	requisito	para	desempeñar	ciertos	cargos.	
Según	Merton,	 la	teoría	de	Sutherland	refuerza	su	propia	teoría,	así:	 la	clase	de	
los	hombres	de	negocios	que	llevan	a	cabo	conductas	desviadas,	son	un	ejemplo	de	
“asociación	innovadora”	porque	adhieren	decididamente	al	fin	social	dominante	en	
la	sociedad	(éxito	económico)	pero	no	han	interiorizado	las	normas	institucionales	a	
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través	de	las	cuales	se	deben	alcanzar	esos	fines	culturales.	Sin	embargo,	hace	notar	
Alessandro	Baratta	que	la	teoría	de	Merton	es	 idónea	para	explicar	 la	criminalidad	
de	 los	 estratos	 más	 bajos	 pero	 es	 obvio	 que	 no	 puede	 tener	 la	 misma	 función	
explicativa	 ante	 la	 criminalidad	 de	 cuello	 blanco	 (el	 crimen	 de	 los	 ricos	 no	 es	 un	
mero	problema	de	socialización	e	interiorización	de	normas).	
Teoría	de	las	subculturas.	
Albert	 Cohen	 estudió	 bandas	 de	 delincuentes	 juveniles	 y	 advirtió	 que	 sus	
integrantes	 estaban	 cohesionados	 en	 torno	 a	 valores	 y	 creencias	 propios	 pero	
distintos	 a	 los	 de	 la	 cultura	 predominante.	 No	 cometían	 delitos	 en	 función	 de	 la	
anomia	sino	en	cumplimiento	de	normas	propias.	
Esto	es	denominado	subcultura	en	tanto	sistema	social	con	valores	propios	que	
se	 expresa	 con	 normas	 y	 símbolos	 originales	 y	 propios,	 que	 generalmente,	 se	
posicionan	enfrentadas	con	la	cultura	mayoritaria	(de	la	clase	media),	aunque	puede	
haber	 coincidencias.	 En	 líneas	 generales,	 una	 subcultura	 resuelve	 problemas	 de	
adaptación	que	no	resuelve	la	cultura	dominante,	permite	vivir	o	morir,	ser	alguien	
respetado,	tener	dinero,	etc.		
La	cuestión	fundamental	que	Cohen	plantea	atañe	a	las	razones	de	la	existencia	
de	 la	 subcultura	 y	 su	 contenido;	 estas	 razones	 son	 individualizadas	 orientando	 la	
atención	a	la	estructura	social;	la	estructural	social	determina	en	los	adolescentes	de	
la	clase	obrera	 la	 incapacidad	de	adaptarse	a	 los	modelos	de	cultura	oficial	y	hace	
surgir	 en	 ellos	 problemas	 de	 estatus	 y	 de	 autoconsideración;	 de	 esto	 deriva	 una	
subcultura	caracterizada	por	 los	elementos	del	“no	utilitarismo”,	de	la	“maldad”	y	
del	 “negativismo”	 que	 les	 permite	 expresar	 y	 justificar	 la	 hostilidad	 y	 la	 agresión	
contra	las	causas	de	la	propia	frustración	social.	
En	 coincidencia	 con	 la	 visión	 de	 Sutherland,	 se	 rompe	 con	 la	 idea	 de	 sociedad	
monolítica	y	de	homogenenidad	de	valores,	se	demuestra	que	el	comportamiento	
criminal	 es	 aprendido	 de	 otros	 que	 lo	 transmiten	 y	 estimulan	 y	 justifican	 o	 no	
visualizan	como	negativo.	
La	diferencia	entre	criminales	y	no	criminales	estará	dada,	entonces,	por	el	grado	
de	exposición	a	una	subcultura	criminal.	
Teoría	de	las	técnicas	de	neutralización.	
La	teoría	de	las	subculturas	ha	sido	corregida	por	Gresham	Sykes	y	David	Matza	a	
través	del	análisis	de	las	técnicas	de	neutralización.		
Desde	 la	 visión	 de	 la	 teoría	 de	 las	 subculturas	 (que	 estudió	 bandas	 juveniles),	
pareciera	que	el	mundo	de	 los	delincuentes	está	separado	y	al	margen	del	mundo	
de	 los	 valores	 y	 reglas	mayoritarios;	 pero	no	 es	 así,	 está	 inserto,	 los	 delincuentes	
adhieren	a	 gran	 parte	 de	 los	 valores	 y	 normas	 sociales	mayoritarias,	 también	 han	
sido	sujetos	a	mecanismos	de	socialización	comunes	a	las	demás	personas.	Es	más,	
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el	joven	reconoce	el	orden	social	dominante	puesto	que	tienesentimientos	de	culpa	
o	 de	 vergüenza	 al	 violar	 las	 normas	 e	 inclusive	 siente	 admiración	 y	 respeto	 por	
personas	que	cumplen	con	la	ley.		
Esta	 “paradoja”	 se	 explica	 así:	 el	 delincuente	 racionaliza	 (justifica)	 su	
comportamiento	 desviado	 y	 así	 “neutraliza”	 la	 eficacia	 de	 los	 valores	 y	 normas	
sociales;	 encuentra	 justificaciones	 que	 son	 válidas	 para	 él	 pero	 no	 lo	 son	 para	 el	
sistema	jurídico	o	la	sociedad.	
Las	tipologías	estudiadas	han	sido	las	siguientes:	
a)	 Exclusión	 de	 la	 propia	 responsabilidad;	 se	 interpreta	 a	 sí	 mismo	 como	
arrastrado	 por	 las	 circunstancias	 y	 así	 prepara	 la	 vía	 para	 desviarse	 del	 sistema	
normativo	dominante	sin	necesidad	de	ataque	frontal	a	la	normas;	
b)	Negación	de	la	ilicitud;	 interpreta	sus	acciones	como	prohibidas	mas	no	como	
inmorales	o	dañosas	y	las	redefine	para	minimizar	su	impacto;	
c)	Negación	de	la	víctima;	coloca	a	la	víctima	como	individuo	que	merece	el	trato	
sufrido,	no	hay	entonces	una	injusticia	sino	un	justo	castigo;	
d)	 Condena	 de	 aquellos	 que	 condenan;	 quienes	 desaprueban	 su	 conducta	 son	
hipócritas	y	también	la	policía	(es	corrupta),	 los	maestros	(no	son	imparciales),	 los	
padres	(se	desquitan	con	los	hijos),	etc.;	
e)	Remisión	a	instancias	superiores;	las	normas,	expectativas	y	fidelidad	del	grupo	
social	 de	 pertencia	 se	 anteponen	 a	 las	 normas,	 expectativas	 y	 deberes	 ante	 la	
sociedad	en	general.	
Entienden	 Sykes	 y	Matza	 que	 estas	 técnicas	 de	 neutralización	 se	 transmiten	 y	
aprenden	 y	 explican	 de	modo	más	 acabado	 la	 carrera	 criminal;	 es	 decir,	 hay	 una	
prevalencia	del	 aprendizaje	de	estas	 justificaciones	por	encima	del	 aprendizaje	de	
los	valores	opuestos	a	la	sociedad	dominante.	
Si	bien	esta	teoría	fue	elaborada	como	alternativa	a	 la	teoría	de	 las	subculturas	
criminales,	en	opinión	de	Alessandro	Baratta	más	bien	la	corrigen	y	la	integran	para	
darle	un	mejor	sentido.	La	pertenencia	a	una	subcultura	es	clave	en	la	 justificación	
puesto	 que	 nada	 atenua	mejor	 los	 escrúpulos,	 ni	 procura	 mejor	 apoyo	 contra	 el	
remordimiento,	que	la	aprobación	por	parte	de	otras	personas.	
Algunas	conclusiones.	
De	las	tesis	expuestas	hasta	el	momento,	es	posible	afirmar	que:		
a)	 No	 existe	 una	 sociedad	 de	 pensamiento	monolítico	 sino	 que	 está	 integrada	
por	diversos	grupos	que	asimilan	la	norma	prohibitiva	de	modo	diferente;	no	existe	
“un”	 sistema	 de	 valores	 ante	 los	 cuales	 el	 individuo	 es	 libre	 de	 determinarse	 y	
culpable	de	 la	actitud	porque	puede	adoptar	un	comportamiento	conforme	a	ese	
sistema	 de	 valores	 y	 sin	 embargo	 elige	 no	 hacerlo	 (visión	 tradicional	 de	 la	
“culpabilidad”	que	se	maneja	en	derecho	penal);	existe	más	bien	una	estratificación	
y	pluralismo	de	grupos	sociales	con	valores	y	reglas	diversos	o	antagónicos.	
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b)	El	derecho	penal	no	parte	de	un	sistema	de	valores	aceptado	unánimemente	
sino	 que	 elige	 uno	 de	 ellos:	 el	 que	 propicia	 el	 grupo	 social	 de	 pertenencia	 que	
elabora	el	derecho	penal	(legislador)	y	lo	aplica	(jueces,	policías,	penitenciarios);	
c)	La	desviación	y	su	función	en	la	estructura	social	es	“normal”	y	no	patológica,	
a	menos	que	alcance	altos	niveles	que	la	transformen	en	una	“situación	de	anomia”.		
d)	La	ley	no	alcanza	a	todos	los	sectores	sociales	de	modo	idéntico	pues	algunos	
la	 asimilan	 de	 un	 modo,	 y	 otros	 de	 otra,	 por	 razones	 culturales	 que	 deben	
establecerse;	existe	una	diversidad	de	reacciones	de	grupos	socialmente	excluidos	
de	los	medios	legítimos	para	lograr	los	fines	culturales	(subculturas).	
e)	 La	 conducta	 desviada	 se	 “aprende”	 y	 se	 “comunica”	 de	 unos	 a	 otros;	 los	
mecanismos	de	aprendizaje	y	de	interiorización	de	reglas	de	conducta	que	están	en	
la	 base	 de	 la	 delincuencia,	 no	 difiere	 de	 los	 mecanismos	 de	 socialización	 que	
explican	el	comportamiento	normal.		
f)	 El	 delito	 no	 es	 un	 fenómeno	 exclusivo	 de	 grupos	marginales	 o	 de	 sectores	
sociales	 deprivados	 sino	 que	 también	 es	 cometido	 por	 personas	 integradas,	
educadas,	sin	necesidades	y	con	alto	estatus	social.		
g)	 El	 problema	 de	 la	 conducta	 delictiva	 no	 está	 en	 el	 delincuente	 ni	 en	 la	
autodeterminación	 sino	 en	 la	 forma	 en	 que	 el	 derecho	 se	 gesta	 y	 aplica;	 el	 peso	
específico	de	 la	“elección	 individual”	de	 la	conducta	es	algo	más	bien	relativo	y	 la	
teoría	normativa	y	ética	de	la	culpabilidad	debe	ser	negada.		
h)	 Existen	 acciones	 socialmente	 dañosas	 que	 afectan	 de	 modo	 difuso	 a	 la	
comunidad	y	que	no	son	consideradas	delitos	o,	si	lo	son,	no	están		percibidas	como	
relevantes;	 bienes	 jurídicos	 suprainviduales	 que	 son	 importantes	 no	 están	
penalmente	 protegidos;	 el	 derecho	 penal	 es	 estructurado	 por	 quienes	 tienen	 el	
poder	 en	 sus	manos	 y	 no	 lo	 ejercen	 de	 un	modo	neutro	 a	 sus	 intereses	 sino	 con	
valores	egoístas.	
i)	 Los	médicos	 alienistas	 y	 abogados	 penalistas	 quedan	 corridos	 del	 escenario	
desde	 el	 cual	 explicar	 el	 delito	 satisfactoriamente;	 por	 primera	 vez	 se	 brinda	 una	
teoría	 explicativa	de	 valor	omnicomprensivo	 y	macrosocial	 del	 fenómeno	 criminal	
que	no	es	de	origen	etiológico.	
j)	 Todas	 estas	 teorías	 no	 se	 plantean	 el	 problema	 de	 las	 relaciones	 sociales	 y	
económicas	sobre	las	cuales	se	fundan	la	ley	y	los	mecanismos	de	criminalización	y	
de	estigmatización	que	otorgan	la	cualidad	de	criminal;	son	teorías	que	se	postulan	
acríticamente	 como	 marco	 estructural	 dentro	 del	 cual	 se	 inserta	 y	 funciona	 una	
teoría	 criminológica	 de	 mediano	 alcance;	 si	 las	 condiciones	 de	 la	 desigualdad	
económica	y	cultural	de	los	grupos	no	son	abordadas	críticamente,	implica	aceptar	
esas	 condiciones	 y	 universalizar	 de	 nuevo	 el	 fenómeno	 criminal	 y	 la	 consiguiente	
reacción	punitiva.	
Cambio	de	paradigma.	Teorías	del	conflicto	y	del	etiquetamiento.	
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La	 teoría	 del	 etiquetamiento	 (que	 parte	 del	 “interaccionismo	 simbólico”)	 y	 las	
teorías	del	conflicto	han	sido	el	germen	para	que	operase	un	cambio	de	paradigma	
en	la	criminología,	un	cambio	del	objeto	de	estudio.		
Ya	 se	 dijo	 que	 el	 paradigma	 etiológico,	 el	 “tradicional”,	 es	 el	 que	 trata	 de	 dar	
respuestas	 de	 tipo	 antropológico	 o	 patológico	 (primer	 positivismo)	 o	 sociológico	
(teorías	ecológicas,	multifactoriales,	etc.).	Dado	que	supone	una	noción	ontológica	
de	la	criminalidad,	como	algo	que	“existe	previamente”	a	la	definición	de	delito	y	de	
la	 reacción	 social	 al	 delito,	 no	 se	 ocupa	 de	 estudiar	 cómo	 se	 gestan	 las	 normas	
jurídicas	o	sociales,	cómo	actúan	las	instancias	oficiales,	cómo	es	la	reacción	social	y	
los	 mecanismos	 institucionales	 que	 definen	 a	 ciertos	 comportamiento	 como	
criminales.	 Hay	 allí	 un	 problema	 epistemológico	 porque	 se	 pretende	 estudiar	 el	
objeto	desde	una	ciencia	causal-naturalista	pero	ese	objeto	viene	dado	por	normas	
y	 convenciones	 sociales	 (el	delito	no	es	algo	que	existe	en	 la	naturaleza);	de	esta	
manera,	se	acaba	construyendo	una	teoría	de	la	criminalidad	observando	solamente	
una	 parte	 del	 fenómeno:	 la	 parte	 que	 es	 seleccionada	 como	 delictiva	 por	 los	
mecnaismos	institucionales	y	sociales	de	definición	(por	ejemplo,	Lombroso	estudió	
únicamente	a	los	que	estaban	presos	y	nunca	estudió	a	los	que	delinquen	pero	no	
están	 presos).	 Además,	 este	 tipo	 de	 criminología	 es	 auxiliar	 del	 sistema	 penal	
existente	y	de	la	política	criminal	oficial.	Su	universo	de	referencia	y	su	horizonte	de	
acción	 le	son	 impuestos	siempre	por	el	 sistema	penal	existente;	 la	criminalidad	es	
definida	 por	 las	 normas	 y	 las	 estadísticas,	 los	 criminales	 son	 los	 seleccionados	 y	
estigmatizados.El	nuevo	paradigma,	en	cambio,	estudia	la	génesis	de	la	norma	penal	(qué	actos	
se	 etiquetan	 como	 delictivos),	 quiénes	 intervienen	 en	 esa	 definición	 (quiénes	
etiquetan),	 qué	 efectos	 produce	 sobre	 las	 personas	 y	 cómo	 funciona	 la	 reacción	
social	 informal	 e	 institucional.	 La	 relación	 con	 el	 sistema	penal	 es	 de	 “crítica”,	 su	
tarea	 no	 es	 realizar	 las	 recetas	 de	 la	 política	 criminal	 sino	 de	 examinar	 de	 forma	
científica	 cómo	 es	 definido	 el	 delito,	 la	 estructura	 del	 sistema	 penal,	 sus	
mecanismos	 de	 selección,	 las	 funciones	 que	 realmente	 ejerce,	 sus	 costos	
económicos	 y	 sociales	 y	 evaluar	 sin	 prejuicios	 el	 tipo	 de	 respuesta	 que	 está	 en	
condiciones	de	dar	y	que	efectivamente	da	a	 los	problemas	sociales	reales;	está	al	
servicio	de	una	construcción	alternativa	de	mediano	y	largo	plazo.	
El	aporte	de	las	llamadas	TEORÍAS	DEL	CONFLICTO	es	fundamental.	A	diferencia	
del	 funcionalismo,	 que	 parte	 de	 la	 idea	 del	 consenso,	 otra	 corriente	 explica	 la	
sociedad	 como	 un	 campo	 de	 inestabilidad	 y	 conflicto,	 en	 el	 que	 hay	 tensiones	
culturales,	 sociales	 y	 económicas.	Hay	dos	 visiones	en	 torno	al	 conflicto	 sobre	 las	
cuales	se	asientan	la	llamada	“criminología	de	la	reacción	social”	y	la	“criminología	
crítica”.	
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La	 llamada	 criminología	 de	 la	 reacción	 social,	 entre	 cuyos	precursores	 podemos	
ubicar	a	Georg	Simmel	y	a	Lewis	Coser,	 se	 inserta	en	una	visión	del	conflicto	 (y	el	
delito)	 como	 un	 elemento	 “funcional”	 a	 la	 sociedad	 porque	 promueve	 mayor	
cohesión	 social	 y	 ética	 y	 “útil”	 porque	 canaliza	 las	 frustraciones	 y	 represiones	 y	
estimula	los	cambios	normativos.	
La	 llamada	 criminología	 crítica	 o	 radical	 se	 enmarca	 dentro	 de	 la	 “sociología	
crítica”	(Escuela	de	Frankfurt,	Adorno,	Marcuse,	Horkheimer)	de	base	marxista	que	
alienta	 la	 lucha	de	clases	y	entiende	a	 la	 ciencia	como	crítica	 social	 y	pretende	un	
investigador	con	compromiso	social	e	 incidencia	en	 la	 sociedad	que	estudia;	en	el	
cual	 el	 crimen	 es	 una	 patología	 social	 o	 un	 producto	 propio	 de	 la	 ideología	
capitalista;	el	orden	capitalista	es	un	aparato	de	poder	mediante	el	 cual	 las	 clases	
poderosas	subyugan	a	las	más	débiles	con	leyes	y	sistemas	de	control,	siempre	a	la	
medida	de	su	intereses.	
Ambas	visiones	de	la	sociología	del	conflicto	tuvieron	desarrollo,	reformulación	y	
aceptación	 en	 las	 décadas	 del	 60	 y	 70	 del	 siglo	 XX,	 curiosamente,	 a	 partir	 de	 las	
revelaciones	 de	 teorías	 funcionalistas	 como	 la	 asociación	 diferencial	 y	 del	
etiquetamiento.	 Quinney,	 Turk	 y	 Chambliss	 investigaron	 las	 desigualdades	 en	 la	
sociedad	 y	 los	 sucesos	 que	 evidenciaron	 las	 contradicciones	 en	 el	 interior	 de	 las	
sociedades	 opulentas	 (movimientos	 pacifistas	 con	 la	 guerra	 de	 Vietnam,	 el	mayo	
francés,	etc.)	que	constituían	un	desafío	al	poder	establecido.	
Criminología	de	la	reacción	social	
Bajo	 una	 visión	 del	 conflicto	 funcional	 y	 de	 la	 teoría	 del	 etiquetamiento,	 se	
impulsó	una	criminología	focalizada	sobre	el	proceso	de	criminalización	que	puso	de	
manifiesto	 su	 selectividad,	 etiquetamiento	 y	 el	 entrenamiento	 reproductor	 y	
condicionante	de	conducta	desviada.		
TEORÍA	DEL	ETIQUETAMIENTO	
En	la	década	del	´60,	autores	como	Lemert,	Becker,	Kitsuse	o	Cicourel	desarrollan	
la	que	se	conoce	como	teoría	del	etiquetamiento	(en	inglés:	“labelling	aproach”)	a	
partir	de	un	nuevo	marco	sociológico	(interaccionismo	simbólico).		
El	 “interaccionismo	 simbólico”	 es	 una	 corriente	 sociológica	 desarrollada	 por	
Mead	en	1934.	A	diferencia	de	la	sociología	estructuralista	que	estudia	al	 individuo	
como	objeto	sobre	el	cual	confluyen	factores	sociales	o	pisicológicos	que	lo	llevan	a	
actuar	de	cierto	modo;	lo	importante	y	determinante	son	las	estructuras,	los	valores	
y	 las	 normas	 culturales;	 el	 interaccionismo	 estudia	 al	 individuo	 como	 alguien	 que	
actúan	en	función	de	la	 interpretación	que	da	a	los	objetos,	situaciones	y	acciones	
de	 los	 otros,	 lo	 determinante	 de	 la	 actuación	 es	 la	 intepretación	 que	 el	 indivudo	
hace	e	la	situación	en	la	que	se	encuentra	y	de	la	actuación	de	los	otros.	
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Hay	un	paradigma	normativo	diferente	al	interpretativo.	El	paradigma	normativo	
hay	normas	que	objetivamente	regulan	una	situación	y	sobre	la	base	de	ellas	es	que	
todos	 esperamos	 que	 el	 comportamiento	 se	 ajuste	 a	 eso	 porque	 estamos	
socializados	en	un	mismo	sistema	de	símbolos	y	significados.	En	vez,	el	paradigma	
interpretativo	nos	dice	que	el	comportamiento	no	está	regido	por	la	norma	sino	por	
la	interpretación	que	los	sujetos	hacen	de	las	situaciones	y	actuaciones	de	otros.	Las	
normas	son	pétreas	pero	 las	 interpretaciones	cambiantes.	No	son	 las	normas	sino	
las	 interpretaciones	 de	 ellas	 lo	 que	 guía	 el	 comportamiento.	 Así,	 las	 acciones	
individuales	no	pueden	estudarse	objetivamente	sino	desde	la	perspectiva	del	actor.	
Además,	no	es	cierto	que	las	acciones	de	los	individuos	obedezca	a	necesidades	
del	sistema,	sus	funciones	o	valores	sino	que	responden	a	la	necesidad	de	manejar		
las	 situaciones	 con	 las	 que	 se	 enfrentan	 las	 personas	 en	 la	 vida	 cotidiana;	 la	
estructura	 social	 pone	 el	 marco	 pero	 la	 acción	 se	 explica	 por	 las	 situaciones	
concretas	que	pueden	ser	nuevas	o	porque	es	interpretada	de	modo	diverso	modo.	
Volvamos	a	la	teoría	del	etiquetamiento.	
Entonces,	 sobre	 la	 base	 que	 el	 comportamiento	 no	 es	 explicado	 desde	 las	
estructuras	 y	 valores	 generales	 y	 por	 las	 normas	 establecidas	 sino	 por	 la	
interpretación	que	 los	sujetos	hacen	en	 las	situaciones	concretas,	hubo	 interés	en	
determinar	 cuál	 es	 la	 influencia	 que	 tiene	 en	 la	 criminalidad	 cómo	 se	 gestan	 las	
normas	prohibitivas	(cuáles	acciones	dañosas	son	definidas	delito),	cómo	y	ante	qué	
sucesos	 existe	 reacción	 social,	 informal	 o	 institucional	 (cómo	 se	 atribuye	 a	 una	
acción	el	carácter	de	delito	y	a	una	persona	el	carácter	de	delincuente);	se	interesa	
en	 cómo	 actúan	 otros	 agentes	 respecto	 de	 la	 persona	 a	 la	 que	 etiquetan	 como	
criminal	(aún	antes	de	imponérsele	la	sentencia	oficialmente);	se	interesa	en	cuáles	
son	los	efectos	de	la	reacción	social	en	el	sujeto.		
¿Qué	se	etiqueta?		
El	delito	es	una	definición	política	y	el	sistema	opera	selectivamente.	
Según	la	visión	tradicional	diríamos	que	es	delincuente	quien	comete	un	delito.	El	
primer	tropiezo	de	esto	es	que	no	todos	 los	que	cometen	delitos	son	atrapados	o	
encarcelados	 y,	 aún	 cuando	 dejemos	 esto	 de	 lado,	 podría	 decirse	 que	 el	
comportamiento	 definido	 como	 delito	 en	 sí	 mismo	 no	 presenta	 ninguna	
característica	 distinga	 de	 otro	 tipo	 de	 comportamientos	 (no	 hay	 un	 diferencia	
ontológica;	 la	única	diferencia	es	que	unos	son	definidos	como	delitos	y	otros	no).	
Así,	sostuvo	Becker	que	“la	desviación	no	es	la	cualidad	del	acto	ejecutado	por	una	
persona,	 sino	 consecuencia	 de	 la	 aplicación	 de	 normas	 y	 sanciones	 a	 un	 llamado	
delincuente	 por	 parte	 de	 otros”.	 El	 desviado	 es	 una	 persona	 a	 quien	 el	
etiquetamiento	 le	 ha	 sido	 aplicado	 con	 éxito,	 por	 lo	 que	 el	 comportamiento	
desviado	es	el	que	se	etiqueta	como	tal.		
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La	desviación	no	tiene	naturaleza	ontológica,	no	existe	al	margen	de	la	reacción	
social	frente	a	él;	es	la	reacción	social	la	que	lo	define	como	desviado;	el	delito	no	es	
un	 hecho	 sino	 una	 “construcción	 social”;	 delincuente	 no	 es	 el	 que	 delinque	 sino	
aquel	al	cual	se	le	atribuye	la	etiqueta	de	dlincuente.		
Sino	 hay	 reacción	 social,	 no	 hay	 conducta	 desviada	 ni	 delincuente	 (sugerente	
interrogante:	 ¿el	 delto	 de	 cuello	 blanco	 no	 es	 conducta	 desviada,	 entonces?).	 Un	
comportamiento	puede	 ser	 desviado	para	 un	 grupo	pero	 no	para	 otro	 (fumar	 un	
porro,	evitar	impuestos,	etc.),	hay	cierto	relativismo	cultural.	
Vayamos	ahora	a	los	delitos	de	cuello	blanco	y	veremos	que	en	la	gestación	del	
delito	hay	conflictos	de	poder	y	conveniencia	política	que	explican	por	qué	acciones	
de	pequeña	dañosidad	son	delito	(el	hurto	de	una	cartera	o	la	emisión	de	un	cheque	
sin	fondos	de	$100)	y	no	lo	son	otros	de	gran	dañosidad	(multimillonarias	evasiones	
fiscales);	del	mismo	modo	se	explica	lo	de	manceba	y	no;	lo	de	incendio	agravado;	
etc.	 “el	 crimen	 es	 necesario	 para	mantener	 relaciones	 de	poder	 establecidas”;	 ya	
Durkheim	 dijo	 que	 el	 delito	 es	 un	 fenómeno	 propio	 de	 una	 sociedad	 sana	 que	
necesita	de	cierta	proporción	de	delito	para	legitimarse;	
¿Quién	y	por	qué	aplica	la	etiqueta?	
Si	no	hay	diferencias	ónticas	entre	unos	comportamientos	y	otros,	qué	es	lo	que	
permite	 que	 unos	 sean	 delito	 y	 otros	 no?	 La	 respuesta	 tradicional	 es	 que	 se	
considera	delito	 lo	que	es	más	grave	y	ataca	a	 la	 convivencia	 social,	 sin	embargo,	
ello	 es	 desemetido	 por	 la	 experiencia	 (criminalización	 de	 la	 marihuana	 y	 no	 del	
alcohol,	 criminalización	 de	 hechos	 menores	 como	 lo	 del	 cheque,	 etc.).	 No	 es	 la	
gravedad	 lo	 que	 determina	 la	 definición	 sino	 que	 el	 proceso	 de	 etiquetamiento	
“cumple	funciones	sociales”;	el	castigo	permite	reafirmar	valores	que	cohesionan	a	
la	 sociedad	 (Durkheim),	 el	 delincuente	 es	 usado	 como	 chivo	 expiatorio	 para	
reafirmar	la	solidaridad	social;	también	operan	los	“empresarios	morales”	o	grupos	
de	 presión	 que	 logran	 la	 definición	 de	 prohibición	 por	 ejemplo	 del	 alcohol	 como	
forma	 de	 encarcelar	 a	 los	 que	 lleva	 un	 modo	 de	 vida	 diferente,	 una	 forma	 de	
demonizar	 ciertas	 conductas	 que	 no	 convienen	 por	 algún	 motivo	 a	 esos	
empresarios	 (Sociedad	 rural,	 etc.).	 También	 son	 evidentemente	 etiquetadores	 los	
policías	y	los	trabajadores	sociales.	
También	 con	 los	delitos	de	 cuello	blanco	 y	 con	 los	 aportes	del	 interaccionismo	
simbólico	se	puede	explicar	por	qué	a	sus	autores	no	se	les	aplican	las	normas	o	no	
se	les	atribuye	la	etiqueta	de	delincuentes.	Los	roles	que	atribuimos	a	los	demás	son	
aprendidos	 y	 enseñados	 por	 otros	 que	 nos	 entrenan	 en	 ver	 las	 cosas	 de	
determinada	manera,	 en	 atribuir	 los	 roles	 conforme	 a	 un	 esquema	 en	 el	 que	 los	
prejuicios	 y	 los	 estereotipos	 tienen	 lugar	 destacado.	 Atribuirle	 a	 otro	 condiciones	
negativas	 conduce	 a	 la	 estigmatización.	 Según	 el	 “teorema	 de	 Thomas”,	 aquello	
que	se	define	como	real,	aunque	no	lo	sea,	hará	reales	sus	consecuencias	(corridas	
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cambiarias);	 un	 niño	 algo	 asocial,	 se	 lo	 interna	 en	 un	 reformatiorio	 y	 luego	 se	 lo	
detiene	por	un	delito	menor,	 acaba	por	 caer	en	esa	 situación	 como	consecuencia	
del	 proceso	 de	 etiquetamiento	 que	 le	 predisponía	 y	 conducía	 a	 alcanzar	 el	 rol	
delictivo	 que	 le	 será	 signado	 fatalmente.	 Si	 el	 sujeto	 asume	 la	 calidad	 atribuida	
puede	 llegar	 a	 iniciar	 una	 carrera	 criminal.	 Merton	 habló	 de	 la	 “profecía	
autocumplida”,	parecido	a	Thomas,	según	la	cual	la	previsión	de	un	hecho	hace	que	
todos	condicionemos	nuestros	comportamiento	a	 la	eventualidad	que	ello	ocurra,	
haciendo	que	se	produzca	el	efecto	sin	que	exista	la	causa.	
¿Cómo	se	etiqueta?		
No	todas	las	personas	que	cometen	delito	son	consideradas	delincuente	porque	
ello	 no	 depende	 de	 realizar	 el	 acto	 prohibido	 sino	 del	 reconocimiento	 púbico	 de	
éste.	El	sistema	penal	es	selectivo.	¿Y	cómo	sucede	eso?	
Está	claro	que	las	estadísticas	no	reflejan	los	actos	delictivos	sino	solamente	los	
procesos	que	llegan	a	plasmarse	en	las	cifras	oficiales	(queda	fuera	la	cifra	negra);	a	
su	 vez,	 los	 comportamientos	 desviados	 que	 se	 registran	 son	 los	 que	 el	 sistema	
penal	 define,	 clasifica	 y	 registra	 como	 tal	 sin	 reparar	 en	 cómo	 lo	 hace	
(selectivamente).	 Entonces,	 los	 índices	 de	 delito	 no	 dependen	 de	 más	 o	 menos	
delitos	 sino	de	 cuánto	 se	persiguen;	 las	 estadísticas	 reflejan	qué	 se	persigue	 y	no	
qué	delitos	se	cometen.	
Se	trata	entonces	de	develar	el	“código”	sobre	el	cual	actuán	 los	agentes	de	 la	
reacción	social	institucionalizada.	Algo	a	observar	es	la	interacción	del	policía	con	el	
infractor	 (si	por	 la	edad,	 raza,	 forma	de	vestir	el	policía	considera	que	es	un	buen	
chico	 lo	 dejará	 ir	 después	 de	 una	 pelea,	 o	 puede	 entender	 que	 es	 un	 chico	 que	
merece	 escarmiento);	 la	 interacción	 del	 policía	 con	 la	 víctima	 (una	 víctima	 con	
estatus,	 insistente	puede	 llevar	al	policía	a	actuar	y	otra	puede	 llevar	a	no	actuar,	
por	 ejemplo	 mujer	 golpeada);	 la	 diferente	 organización	 de	 la	 policía	 (hay	 una	
comisaría	especialmente	dedicada	a	asuntos	de	mujeres,	habrá	casos	de	esos);	 los	
cambios	en	 las	políticas	policiales	(el	fiscal	general	pide	que	se	 investiguen	abusos	
sexuales,	 habrá	 casos	 de	 esos);	 la	 corrupción	 policial,	 la	 ineficiencia	 policial,	
concepciones	policiales	sobre	qué	es	importante,	etc.	
El	sistema	penal	se	guía	por	estereotipos	del	policía	y	del	resto	de	la	población;	
hay	una	imagen	construida	social	y	mediáticamente	del	delincuente	que	incide	en	la	
reacción	social.	
¿Qué	consecuencias	tiene	la	etiqueta?		
Desde	 que	 una	 persona	 es	 definida	 como	 delincuente,	 construye	 su	 “yo”	 en	
torno	a	ello	en	su	interacción	con	los	demás	individuos;	puede	creerse	alguien	puro	
y	 bueno	pero	 en	 la	medida	que	 los	 demás	 lo	 traten	 como	delincuente,	 tenderá	 a	
modificar	su	percepción	de	sí	mismo;	las	habituales	justificiaciones	de	los	criminales	
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son	poco	a	poco	modificadas	para	asumir	el	rol	que	se	le	asigna;	primero	se	resiste	
porque	 implica	 una	 degradación	 y	 lograrlo,	 pero	 no	menos	 cierto	 es	 que	muchos	
encontrarán	consuelo	y	beneficios	en	asumir	el	rol:	integrarse	al	nuevo	grupo	social	
le	 permite	 obtener	 respaldo	 de	 este	 grupo	 y	 le	 devuelve	 alternativas	 de	
comportamiento	propias	de	su	nuevo	estatus,	abre	la	posibilidad	de	integrarse	a	un	
subcultura	 desviada	 y	 tener	 nuevas	 relaciones	 y	 experiencias,	 hallar	 apoyo,	 no	
avergonzarse,	no	sentirse	excluido.		
Esta	nueva	identidad	absorbe	el	resto:	se	es	ladrón	por	encima	de	cualquier	otra	
cosa;	 esta	 identidad	 tiene	 consecuencias	 signficativas,	 se	 juntará	 con	 otros	
ladrones,	 actuará	 con	 ellos	 y	 aprenderá	 con	 ellos,	 por	 lo	 que	 se	 afirma	 que	 la	
etiqueta	actúa	a	modo	de	“profecía	que	se	auto-cumple”	y	acaba	siendo	un	ladrón.	
Es	lo	que	pasa	con	el	encarcelamiento.		
Se	es	delicuente	recién	cuando	el	sujeto	asume	la	etiqueta	según	estos	teóricos,	
ya	sus	actos	nuevos	actos	desviados	(desviación	secundaria)	no	están	guiados	por	
los	 impulsos	 de	 los	 primeros	 comportamientos	 (desviación	 primaria)	 sino	 por	 la	
nueva	identidad.		
La	reacción	social	contribuye	decisivamente	a	asumir	la	nueva	identidad	criminal	
y	 constituye	 un	 “entrenamiento	 reproductor”.	 La	 reacción	 social	 institucional,	 el	
sistema	penal,	pasa	de	ser	solución	a	ser	problema.	Esta	es	la	que	se	conoce	como	
“ironía”	del	sistema	penal.	
Quien	es	estigmatizado	como	delincuente	recibe	ese	estatus	social	negativo	que	
condiciona	y	limita	sus	posibilidades	futuras	de	desempeño	y	le	fuerza	a	aceptar	el	
rol,	 conformarse	e	 incluso	enorgullecerse	de	él	 y	asumir	 la	personalidad	que	se	 le	
asignó,	iniciado	una	carrera	criminal.	
CRÍTICAS	
La	teoría	fue	criticada	o	sembrada	de	interrogantessegún	Larrauri	porque:	
a)	 la	 teoría	 del	 etiquetamiento	descuida	 la	 desviación	primaria,	 desconoce	que	
son	los	factores	estructurales	propios	de	la	sociedad	capitalista	los	que	propician	la	
delincuencia;		
b)	presenta	al	desviado	como	a	una	entidad	pasiva	conducida	a	 la	delincuencia;	
para	algunos	eso	está	mal	porque	actúa	de	ese	modo	como	forma	de	lucha	política	
aunque	a	veces	no	lo	advierta;	para	algunos	lo	coloca	siempre	como	víctima,	se	ve	
afectado	pero	no	afecta;	como	en	una	especie	de	determinismo;		
c)	desconoce	la	dimensión	del	poder;	todo	se	reduce	a	empresarios	morales	pero	
no	se	indica	de	qué	forma	eso	responde	a	necesidades	del	sistema;		
d)	 todo	 delito	 es	 creación	 política?	 no	 tiene	 ninguna	 característica	 que	 lleve	 a	
considerarlo	 como	 tal?	 por	 mucho	 que	 digamos	 que	 matar	 no	 es	 un	 acto	
inherentemente	 desviado,	 sí	 lo	 es	 en	 nuestras	 sociedades.	 Lo	 único	 que	 define	
como	desviado	a	un	acto	es	la	reacción	social?	Qué	pasa	entonces	con	los	delitos	de	
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cuello	blanco?	No	lo	son?	
e)	Los	intereses	para	etiquetar	las	conductas	como	desviadas	son	cuestionables	
en	todos	los	casos?	¿quiénes	son	los	empresarios	morales	y	quiénes	los	que	pugnan	
por	 ampliar	 derechos	 (criminalizar	 el	 alcohol	 y	 criminalizar	 delitos	 de	 lesa	
humanidad?		
f)	 Si	 se	 blanqueara	 la	 cifra	 negra,	 no	 seguirían	 siendo	 los	 mismos	 los	
delincuentes?	 El	 etiquetado	 siempre	 asume	 la	 etiqueta?	 La	 etiqueta	 siempre	
profundiza	una	carrera	criminal	o	hay	ocasiones	en	que	la	pena	cumple	una	función	
positiva?		
La	criminología	crítica	y	sus	derivaciones		
Aunados	en	 la	“National	Deviance	Conference”	debatían	criminólogos	 liberales,	
marxistas	y	anarquistas	bajo	el	común	enemigo:	el	positivismo.		
Esta	armonía	entre	las	distintas	corrientes	se	rompe	a	inicios	de	los	años	setenta	
y	se	abren	tres	tendencias:	los	liberales	siguen	con	el	interaccionismo	simbólico	y	la	
teoría	del	etiquetamiento	(Downes	y	Rock),	los	marxistas	buscan	incorporar	a	marx	
al	campo	de	la	desviación	(Taylor,	Walton	y	Young)	y	los	anarquistas	profundizan	el	
enfoque	escéptico	(Cohen,	Taylor,	Pearson).	
LA	NUEVA	CRIMINOLOGÍA	(marxismo).	
La	llamada	“nueva	criminología”	de	base	marxista,	se	limitó	a	criticar	a	las	teorías	
existentes.	Eran	los	“escépticos”,	cuestionaban	la	definición	y	la	gravedad	del	delito	
común,	culpando	al	Estado	de	usar	este	tema	para	crear	pánico	moral	y	alarmismo	
para	desviar	 la	atención	de	 los	verdaderos	problemas,	el	aumento	del	delito	no	es	
real	y	se	minimizaban	los	delitos	(hurtos,	choques,	etc).		
Profundizó	el	desplazamiento	del	objeto	de	estudio	de	 la	criminología;	pasó	de	
analizar	 el	 sistema	 penal	 (reacción	 social)	 y	 las	 teorías	 de	 mediano	 alcance,	 a	
analizar	 el	 control	 social	 y	 las	 teorías	 macrosociológicas;	 así,	 la	 criminología	 se	
convirtió	en	crítica	del	control	social.		
Según	 Larrauri,	 probablemente	 estos	 criminólogos	 hubiese	 aceptado	 un	
programa	con	los	siguientes	cuatro	puntos:	
a)	aplicar	un	método	materialista	histórico	al	estudio	de	 la	desviación	(debe	ser	
analizada	 en	 un	 determinado	 contexto	 histórico,	 en	 vez	 el	 etiqutamiento	 es	 un	
análisis	atemporal);		
b)	analizar	la	función	que	cumple	el	Estado,	las	leyes	e	instituciones	legales	en	el	
mantenimiento	 de	 un	 sistema	 de	 producción	 capitalista	 (estudiar	 el	 papel	 del	
derecho	penal	en	el	sostenimiento	del	sistema	capitalista);		
c)	 estudiar	 la	desviación	en	el	 contexto	más	amplio	de	 lucha	de	 clases	 sociales	
con	 intereses	enfrentados	 (la	desviación	 como	un	acto	de	oposición	política	 a	 los	
intereses	 de	 los	 poderosos,	 representados	 y	 defendidos	 por	 el	 derecho	 penal;	 el	
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delito	 es	 ato	 político	 porque	 refleja	 las	 contradicciones	 inherentes	 al	 sistema	 se	
opone	a	los	valores	dominantes;		
d)	vincular	teoría	y	práctica	(Marx	afirmó	la	necesidad	de	transformar	y	no	sólo	
de	 contemplar;	 esta	 criminología	 pretende	 llevar	 a	 la	 práctica	 sus	 conocimientos	
teóricos;	desenmascarar	el	sistema	y	luchar	por	las	condiciones	que	hacen	posible	el	
delito	 y	 desaparezca	 la	 necesidad	 de	 criminalizar	 las	 actividades	 diversas;	 la	
criminología	tradicional	se	procupó	de	cambiar	al	delincuente,	aquí	se	preocupan	de	
cambiar	al	sistema	social).	
Como	luego	veremos	estas	posiciones	acaban	entroncando	en	los	años	80	con	la	
postura	abolicionista	que	discute	con	el	realismo	de	izquierda	y	con	el	minimalismo	
penal.	
CRÍTICA	Y	OCASO	
Esta	 nueva	 criminología	 tuvo	 buena	 acogida	 a	 nivel	 académico	 pero	 casi	 nulo	
impacto	 en	 el	 mundo	 real.	 La	 criminología	 de	 signo	 oficial	 siguió	 haciendo	 lo	 de	
costumbre.		
Llega	a	su	ocaso	a	finales	de	 los	años	70	 la	 izquierda	cuando	en	el	Reino	Unido	
asume	Thatcher	y	en	el	EUA	R.	Reagan.		
a)	Aparece	un	capitalismo	salvaje	en	reemplazo	del	Estado	social	de	bienestar	(la	
izquierda	se	vio	obligada	a	demandar	más	gastos	sociales	cuando	antes	proclamó	la	
no	intervención);		
b)	aparece	el	terrorismo	que	puso	en	jaque	a	los	regímenes	democráticos	y	a	la	
defensiva	 (leyes	 antiterroristas	 ante	 las	 cuales	 la	 izquierda	 tuvo	 que	 defender	 el	
Estado	de	derecho	y	sus	garantías	antes	despreciadas);		
c)	 el	 movimiento	 obrero	 no	 apoyó	 a	 la	 izquierda	 políticamente	 y	 cunde	 el	
pesimismo;		
d)	a	fines	de	los	setenta	el	delito	común	aumentó	y	jocosamente	se	dijo	que	los	
aca´demicos	en	la	torre	de	marfil	no	se	enteraron	sino	hasta	el	momento	en	que	les	
robaron	la	máquina	de	escribir;	
e)	brota	una	violencia	racista	contra	trabajadores	extranjeros;		
f)	ataques	sexuales	a	mujeres	denunciados	por	el	feminismo;		
todo	ello	llevó	a	tildar	(Young)	a	esta	criminología	como	“idealismo	de	izquierda”	
y	“romántico”	en	el	sentido	que	el	delito	no	existe	sino	que	es	una	construcción	y	su	
punto	máximo	fue	alcanzado	con	la	propuesta	abolicionista	y	el	anarquismo.	
Según	Zaffaroni,	 la	postulación	de	 la	criminología	crítica	 llevaba	en	sí	el	germen	
de	su	propio	ocaso	dado	que	proponía	un	cambio	social	profundo	y,	mientras	éste	
no	se	produjese,	no	tenía	respuesta	a	los	problemas	inmediatos	de	la	violencia	del	
sistema	penal,	del	efecto	reproductor	del	control	social	punitivo	y	del	propio	trato	
con	los	criminalizados,	los	policizados	y	las	víctimas.		
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ABOLICIONISMO	
Con	 innegable	 influencia	 del	 anarquismo,	 por	 aquellos	 años	 tuvo	 lugar	 en	 los	
países	nórdicos	europeos	(con	repercusiones	en	Canadá,	EUA	y	América	Latina)	un	
movimiento	 de	 un	 colectivo	 de	 presos	 que	 propuso	 abolir	 el	 sistema	 carcelario	
apoyados	por	algunos	académicos	como	Nils	Cristie,	Thomas	Mathiessen	y,	ya	sobre	
la	década	del	80	se	suma	el	holandés	Look	Hulsman.		
Parte	de	la	deslegitimación	de	poder	punitivo	y	de	su	incapacidad	para	resolver	
conflictos,	postula	la	desaparición	del	sistema	penal	y	su	reemplazo	por	modelos	de	
solución	de	conflictos	alternativos,	preferentemente	informales.		
Look	Hulsman	llega	a	la	conclusión	de	que	el	sistema	penal	es	un	problema	en	sí	
mismo	y	que	es	conveniente	abolirlo	totalmente	y	reemplazarlo	por	un	sistema	de	
soluciones	alternativas.	
Las	 razones	 fundamentales	 son	 que	 el	 sistema	 es	 anómico	 (las	 normas	 no	
cumplen	 las	 funciones	 esperadas);	 transforma	 las	 relaciones	 sociales	 en	 actos	
individuales	 (el	 delito	 interrumpe	una	 relación	 compleja	 y	 larga	del	 protagonista);	
tiene	una	concepción	falsa	de	 la	sociedad	(no	considera	el	disenso	ni	el	conflicto);	
reprime	 las	 necesidades	 humanas;	 concibe	 al	 ser	 humano	 como	 un	 enemigo	 en	
guerra;	 defiende	 y	 crea	 valores	 negativos	 paralas	 relaciones	 sociales	 (usa	 la	
violencia	para	luchar	contra	la	violencia);	la	pena	es	ilegítima	en	tanto	no	la	acepta	el	
condenado;	la	prisión	es	mucho	más	que	privación	de	libertad;	estigmatiza	(provoca	
daños	 irreversibles	 en	 quien	 la	 sufre);	 es	 una	 máquina	 que	 produce	 dolor	
inútilmente	 y	 no	 le	 interesa	 a	 la	 víctima,	 en	 realidad;	 limita	 la	 creatividad	 de	 las	
personas	que	 trabajan	en	 los	distintos	 segmentos	del	 sistema	penal	para	 resolver	
los	conflictos.	
Por	supuesto	que	si	se	acepta	el	abolicionsmo	no	desaparecen	los	conflictos,	sino	
que	se	redefinen	en	forma	de	“situaciones	problemáticas”	que	permite	soluciones	
efectivas	en	un	cara	a	cara	entre	las	partes	involucradas,	conforme	a	modelos	
diferentes	del	punitivo	(compensatorio,	terapéutico,	educativo,	conciliatorio,	etc.).	
En	consecuencia,	propone	abolir	el	sistema	penal	y	reemplazarlo	por	un	modelo	
de	resolución	de	conflictos	alternativo.	Así,	 los	llamados	delitos	se	redefinen	como	
“situaciones	 problemáticas”	 que	 libremente	 admitirá	 soluciones	 creativas,	
acordadas	y	efectivas	en	un	cara	a	cara	entre	 las	partes	 involucradas,	 conforme	a	
modelos	 diferentes	 del	 punitivo	 (compensatorio,	 terapéutico,	 educativo,	
conciliatorio,	etc.).	Propone	Hulsman	que	ofensor	y	víctima,	firmen	un	acuerdo	que	
si	 no	 se	 cumple,	 se	 ejecuta	 civilmente;	 es	 decir,	 hay	 una	 “civilización	 de	 la	
respuesta”.	
Entre	otras	críticas,	puede	decirse	que:		
a) no	hay	propuesta	alternativa	integral	y	bien	concreta	(crítica	metodológica);		
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b) la	desigualdad	entre	víctima	y	ofensor	conspira	contra	la	posibilidad	real	de	
alcanzar	soluciones	consensuadas;		
c) abolir	el	sistema	penal	es	también	abolir	 las	garantías	y	podríamos	terminar	
en	un	sociedad	disciplinarista	sin	control;		
d) no	 es	 buena	 solución	 para	 el	 caso	 de	 economías	 delictivas	 poderosas	 y,	
finalmente,		
e) en	lugares	donde	el	conflicto	social	es	elevado,	el	derecho	penal	sigue	siendo	
necesario	pues	abolirlo	tendría	mayores	costos.	
MINIMALISMO	
La	criminología	crítica,	 según	Alessandro	Baratta,	 se	concentra	en	elaborar	una	
teoría	materialista	 (económico-política)	 de	 la	 desviación,	 de	 los	 comportamientos	
socialmente	 negativos	 y	 de	 la	 criminalización	 para	 trazar	 una	 “política	 criminal	
alternativa”,	 una	 política	 criminal	 de	 “las	 clases	 subalternas”.	 Mientras	 la	 clase	
dominante	 está	 interesada	 en	 contener	 la	 desviación	 de	 manera	 que	 ésta	 no	
perjudique	 la	 funcionalidad	del	 sistema	económico-social	y	sus	propios	 intereses	y	
está	 interesada	 en	 mantener	 la	 propia	 hegemonía	 en	 el	 proceso	 selectivo	 de	
definición	y	persecución	de	la	criminalidad,	las	clases	subalternas	están	interesadas	
en	 una	 lucha	 radical	 contra	 los	 comportamieto	 socialmente	 negativos,	 están	
interesadas	 en	 una	 superación	 de	 las	 condiciones	 propias	 del	 sistema	
socioeconómico	 capitalista,	 están	 interesadas	 en	 un	 desplazamiento	 de	 la	 actual	
política	 criminal	para	enderezarla	 a	 aquello	que	es	 socialmente	muchomás	nocivo	
(criminalidad	 económica	 de	 cuello	 blanco,	 atentados	 al	 medio	 ambiente,	
criminalidad	 política,	 mafias,	 etc.).	 El	 punto	 de	 vista	 de	 las	 clases	 subalternas	 es	
garantía	 de	 una	 praxis	 teórica	 y	 política	 alternativa	 que	 tome	 en	 su	 raíz	 los	
fenómenos	negativos	e	influya	en	sus	causas	profundas.		
No	 basta	 con	 describir	 las	 relaciones	 sociales	 de	 desigualdad	 que	 refleja	 el	
sistema	penal	 sino	que	es	necesario	 ir	 a	un	plano	más	elevado	con	el	objetivo	de	
comprende	 la	 función	 histórica	 y	 actual	 del	 sistema	 penal	 para	 la	 conservación	 y	
reproducción	de	las	relaciones	socieales	de	desigualdad.	
Indica	 Baratta	 cuatro	 estrategias	 para	 la	 política	 criminal	 de	 las	 clases	
subalternas:		
a)	 interpretar	por	separado	el	comportamiento	socialmente	negativo	de	 las	clases	
subalternas	del	que	se	registra	en	las	clases	dominantes;		
los	primeros	son	expresiones	de	las	contradicciones	que	caracterizan	la	dinámica	
de	 las	 relaciones	de	producción	y	distribución	económico	y	 social	 y	una	 respuesta	
individual	y	políticamente	inadecuada	a	dichas	contradicciones;		
los	segundos	son	expresiones	de	la	relación	entre	procesos	legales	e	ilegales	de	
acumulación	y	de	circulación	de	capital	y	entre	estos	procesos	y	la	esfera	política.		
Hay	que	distinguir	política	penal	(respuesta	a	la	cuestión	criminal	circunscrita	en	
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el	ámbito	de	 la	 función	punitiva	del	Estado)	y	política	criminal	 (más	amplio,	 como	
transformación	 social	 e	 institucional).	 La	 política	 penal	 es	 un	 instrumento	 de	 la	
política	 criminal,	 el	 más	 inadecuado	 de	 sus	 instrumentos.	 La	 política	 criminal	 es	
“radical”,	no	puede	ser	una	política	de	“sustitutivos	penales”	en	clave	reformista	y	
humanitaria,	debe	ser	una	política	de	grandes	reformas	sociales	e	institucionales	en	
clave	de	igualdad,	democracia,	vida	comunitaria	y	civil,	contrapoder	proletario	para	
la	superación	de	las	relaciones	sociales	de	producción	capitalistas.	
b)	Dar	un	“uso	alternativo”	al	derecho	penal.	Debe	ensancharse	y	reforzarse	para	
tutelar	campos	de	interés	esenciales	(salud,	seguridad	en	el	trabajo,	ecología,	etc.),	
redirigir	 el	 sistema	 penal	 hacia	 la	 criminalidad	 económica,	 hacia	 las	 desviaciones	
criminales	de	los	organismos	y	corporaciones	del	Estado	y	hacia	la	gran	criminalidad	
organizada	y	dar	mayor	representación	procesal	a	favor	de	los	intereses	colectivos.	
Hay	que	tener	cuidado	de	no	sobrevalorar	la	ideonedidad	del	sistema	penal	y	evitar	
la	caída	en	una	política	“panpenalista”.	
Al	mismo	tiempo,	encarar	un	proceso	de	despenalización	y	de	máxima	contracción	
del	 sistema	punitivo	excluyendo	de	él	delitos	de	opinión,	ultraje,	 aborto,	 contra	 la	
moralidad,	 personalidad	 del	 Estado,	 etc.,	 para	 aligerar	 la	 presión	 sobre	 las	 clases	
subalternas;	se	trata	de	sustituir	 las	sanciones	penales	por	formas	de	control	 legal	
no	 estigmatizantes	 y	 no	 punitivas	 y	 aumentar	 los	 procesos	 de	 socialización	 del	
control	de	la	desviación	y	de	privatización	de	los	conflictos.	Finalmente,	se	trata	de	
reformar	profundamente	el	proceso	penal,	 la	policía	y	 la	 justicia	con	el	objetivo	de	
democratizar	estas	instituciones.		
Lo	que	se	debe	contraer	y	superar	es	la	pena	y	no	el	sistema	de	garantías.	Cuanto	
más	desigual	es	una	sociedad,	más	necesidad	tiene	de	un	sistema	de	control	social	
de	la	desviación	de	tipo	represivo;	la	mejor	reforma	del	derecho	penal	no	sería	la	de	
sustituirlo	por	un	derecho	penal	mejor	sino	por	algo	mejor	que	el	derecho	penal;	de	
lo	que	se	trata,	es	de	reemplazar	una	gestión	autoritaria	por	una	gestión	social	del	
control	 de	 la	 desviación	 y	 de	 que	 el	 concepto	 mismo	 de	 desviación	 pierda	
progresivamente	 su	 connotación	 estigmatizante	 porque	 se	 aceptará	 la	
“diversidad”,	 aceptará	 el	 máximo	 aporte	 creativo	 y	 crítico	 de	 todo	 hombre;	 se	
aspira	 a	 un	modelo	de	 sociedad	 socialista	 que	pueda	prescindir	 cada	 vez	más	del	
derecho	penal	y	de	la	cárcel.	
c)	Un	análisis	realista	del	rol	de	 la	cárcel,	 tomar	conciencia	del	 fracaso	histórico	
de	 su	 función	 de	 control	 de	 la	 criminalidad	 y	 de	 la	 reinserción	 del	 desviado	 en	 la	
sociedad.	Este	objetivo	es	la	abolición	de	la	institución	carcelaria.	El	derribamiento	de	
los	muros	 de	 la	 cárcel	 y	 de	 los	manicomios.	 Esto	 debe	hacerse	 en	 fases.	 Primero,	
ampliar	 las	 medidas	 alternativas	 (suspensión	 condicional	 de	 la	 pena	 y	 libertad	
condicional,	 formas	 de	 ejecución	 atenuadas	 como	 semilibertad,	 extensión	 del	
régimen	de	permisos,	nueva	evaluación	del	trabajo	carcelario,	apertura	de	la	cárcel	
hacia	la	sociedad).	La	verdadera	alternativafrente	al	mito	burgués	de	la	reeducación	
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y	de	la	reinserción,	es	la	propia	conciencia	de	la	clase	y	de	las	contradicciones	de	la	
sociedad	por	parte	del	condenado.	
d)	Es	esencial	para	una	política	criminal	alternativa	la	batalla	cultural	e	ideológica	
a	favor	del	desarrollo	de	una	conciencia	alternativa	en	el	campo	de	la	desviación	y	
de	 la	 criminalidad.	 Hay	 que	 invertir	 las	 relaciones	 de	 hegemonía	 cultural	 con	 una	
labor	de	crítica	ideológica,	de	producción	científica	y	de	información;	promover	una	
discusión	de	masas	sobre	la	cuestión	criminal;	trabajar	sobre	la	función	de	la	opinión	
pública	 y	 de	 los	 procesos	 ideológicos	 y	 psicológicos	 que	 apoyan	 y	 legitiman	 el	
derecho	penal	desigual.	Los	estereotipos,	las	definiciones	y	el	sentido	común.		
La	 opinión	 pública	 es	 portadora	 de	 la	 ideología	 dominante	 que	 legitima	 el	
sistema	penal	perpetuando	una	imagen	ficitica	dominada	por	el	mito	de	la	igualdad;	
proyectan	 la	 culpa	 y	 el	 mal	 y	 la	 pena	 actúa	 como	 elemento	 de	 integración	 del	
cuerpo	 social;	 inducen	 a	 la	 alarma	 social,	 manipulan	 directamente	 al	 sistema	 de	
poder	 forzando	políticas	 interesadas	 (campañas	de	 ley	y	orden)	para	conservar	el	
sistema	de	poder,	oscurecer	la	conciencia	de	clase	y	producir	la	falsa	representación	
de	 una	 solidaridad	 que	 une	 a	 todos	 los	 ciudadanos	 en	 la	 lucha	 contra	 un	 común	
“enemigo	interno”;	se	criminaliza	el	disenso	y	se	ligitima	el	abandono	de	garantías	
constitucionales	y	procesales	que	tutelan	al	ciudadano	frente	a	 la	función	punitiva	
del	Estado.	
REALISMO	
Frente	al	 idealismo	se	opuso	un	“realismo”	que	entiende	que	el	delito	no	debe	
ser	 negado,	 existe	 y	 es	 un	 problema	 verdadero	 y	 acuciante	 de	 las	 actuales	
sociedades.	 Se	 acusa	 a	 la	 criminología	 crítica	 de	 no	 tomar	 consciencia	 que	 es	
necesario	actuar	para	combatir	las	causas	del	delito.	
Se	vuelve	a	 los	 interrogantes	del	paradigma	etiológico	pero	se	buscan	distintas	
respuestas.	Indivduo	libro	o	determinado?	Es	necesario	intervenir	o	se	debe	tolerar?	
Castigo	o	 tratamiento?	Denuncia	 del	 sistema	o	 ayuda	 a	 la	 persona?	 Cambio	 social	
globla	 o	 reforma	 aquí	 y	 ahora?	 Las	 distintas	 respuestas	 abren	 dos	 visiones	 de	
política	criminal,	una	que	auspicia	la	“derecha”	y	otra	la	“izquierda”.	
Hay	un	“realismo	de	derecha”	que	propone	la	mano	dura,	una	criminología	de	la	
intolerancia	que	entronca	con	el	Derecho	penal	del	enemigo;	donde	las	causas	del	
delito	y	 la	violencia	no	 interesan,	 lo	que	 interesa	es	 tomar	medidas	de	protección	
con	endurecimiento	de	las	penas	y	del	sistema	penal.	
De	 otro	 lado,	 hay	 un	 “realismo	 de	 izquierda”	 que	 entiende	 al	 delito	 como	 un	
problema	 para	 las	 clases	 sociales	 bajas,	 que	 desconocer	 este	 hecho	 es	 dejar	 el	
terreno	abonado	para	que	los	conservadores	se	presenten	como	paladines	de		la	ley	
y	el	orden,	la	tarea	de	la	criminología	es	luchar	contra	el	delito	y	para	este	combate	
debe	recuperar	a	la	policía,	usar	el	sistema	penal	y	elaborar	un	programa	de	control	
del	delito	mínimo,	democrático	y	multi-institucional.		
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Actualmente,	el	poder	económico	globalizado	se	impone	a	los	poderes	políticos	
nacionales,	 sin	que	haya	un	poder	supranacional	capaz	de	contenerlo.	El	 reducido	
poder	político	nacional	no	puede	resolver	la	conflictivdad	creciente	generada	por	la	
condiciones	 excluyentes	 del	 poder	 económico	 globalizado.	 Este	 proceso	 de	
decadencia	del	poder	político	marca	la	falta	de	fuerza	para	conceder	hegemonía	a	
algún	discurso	coherente;	el	poder	económico,	por	su	parte,	no	lo	necesita,	porque,	
por	primera	vez	se	ejerce	sin	mediación	alguna	del	poder	político.	
En	América	Latina	también	hay	una	“crítica	a	la	Criminología	crítica”	porque	si	el	
objeto	 de	 estudio	 es	 el	 control	 penal,	 el	 objeto	 de	 estudio	 se	 confunde	 con	 la	
sociología	y	 se	convierte	en	una	 tarea	 interminable	que	acaba	en	 la	nada;	 saberlo	
todo	posterga	la	necesidad	de	saber	algo.	De	allí	que	Bergalli,	Elbert	o	Zaffaroni.	La	
pretensión	 de	 un	 saber	 teórico	 absoluto	 aentdo	 en	 un	 cambio	 social	 futuro	 ha	
perimido	como	postulado	de	 la	 sociología,	criminología	y	otros	enfoques	sociales,	
hay	 que	 concentrarse	 en	 los	 estudios	 sobre	 policía,	 cárcel,	 génesis	 normativa	 y	
apuntar	a	una	sustitución	del	sistema	penal	por	herramientas	mejores	para	resolver	
conflictos	sociales.	
El	realismo	de	izquierda	
Influyente	artículo	de	Young.	La	diferencia	con	los	criminólogos	anteriores	es	 la	
acusación	de	hacer	sociologia	hippie	y	no	preocuparse	por	la	mismísma	clase	obrera	
ignorando	el	sufrimiento	de	víctimas.	
Primero,	 reevaluación	 del	 delito	 común	 (hay	 que	 volver	 a	 estudiar	 el	 delito	
común	y	 los	estragos	que	causa	en	 las	comunidades	obreras);	se	dedicaban	a	una	
delincuencia	expresiva,	 sin	 víctimas.	Hay	algo	de	verdad	en	el	miedo	al	delito	 y	 la	
clase	obrera	es	la	más	afectada	por	eso	tienen	interés	en	campañas	de	ley	y	orden;	
el	delito	de	 cuello	blanco	es	 considerado	 tan	deleznable	 y	 casante	de	 sufrimiento	
como	 el	 delito	 común;	 el	 delito	 era	 minimizado	 y	 ahora	 se	 rechaza	 su	 visión	
romántica,	el	delincuente	común	no	puede	ser	visto	como	un	revolucionario.	
Niegan	 el	 carácter	 político	 de	 la	 delincuencia,	 como	 si	 fuese	 un	 revolucionario	
inconsciente;	la	mayoría	de	los	delitos	son	cometidos	intra	clase	social.		
Segundo,	 tratan	 de	 rescatar	 lo	 que	 tenían	 de	 positivo	 las	 teorías	 anteriores,	
matizar	 el	 paradigma	 etiológico.	 Si	 estudiamos	 las	 causas	 podemos	 elaborar	 una	
política	social	amplia	para	un	control	más	justo	y	eficaz	del	delito;	si	estudiamos	las	
causas	podemos	excluir	 ciertas	 conductas	 como	 conductas	patológicas	 y	 estudiar	
las	 causas	 no	 implica	 que	 dejemos	 de	 estudiar	 por	 qué	 ciertos	 hechos	 son	
seleccionados	como	delitos	y	otros	no.	Esta	posición	expresa	que	 la	 respuesta	no	
puede	ser	la	mano	dura	porque	hay	co-responsabilidad	del	Estado	y,	además,	lo	que	
explica	 el	 delito	 que	más	 preocupa	 es	 la	 privación	 relativa:	 el	 consumismo	 exige	
tener	 determinadas	 cosas	 que	 no	 todos	 pueden	 alcanzar;	 el	 individualismo	 y	 el	
sálvese	 quien	 pueda	 lo	 generan)	 que	 entronca	 con	 un	 Derecho	 penal	 contentor	
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como	el	que	propicia	Zaffaroni.	
Tercero,	 el	 interés	por	 las	 campañas	de	 ley	 y	orden	 son	porque	 la	 clase	obrera	
está	 de	 acuerdo	 en	 los	 delitos	 que	 más	 la	 afectan	 (propiedad	 y	 vida),	 hay	 una	
realidad	a	ser	tomada	en	serio	por	la	criminología;		
Cuarto,	cada	forma	de	delincuencia	se	debe	analizar	por	separado:	una	cosa	es	la	
delincuencia	 producto	 del	 anulamiento	 de	 la	 voluntad	 del	 hombre	 en	 el	 sistema	
capitalista;	otra	es	 la	delincuencia	reflejo	de	hábitos	sociales	y	otra	 la	delincuencia	
como	forma	inconsciente	de	protesta.		
Quinto,	 hay	 que	 controlar	 ciertas	 actividades	 delictivas	 que	 dañan	 a	 la	 clase	
obrera	y	ese	control	no	debe	ser	hecho	por	la	policía	sino	por	la	propia	comunidad	
trabajadora.		
Sexto,	la	criminología	no	debe	limitarse	a	apreciar	la	desviación,	sino	a	desarrollar	
un	análisis	desde	los	intereses	de	la	clase	obrera.	
Séptimo,	 se	 vuelve	 a	 reconocer	 al	 derecho	 penal.	 Se	 rechaza	 la	 idea	 de	 una	
sociedad	donde	no	haya	nada	que	criminalizar	y	se	admite	el	uso	del	derecho	penal	
para	 castigar	 vulneraciones	 de	 derechos	 humanos	 fundamentales	 y	 se	 advierte	 la	
necesidad	 de	 controlar	 determinadas	 actividades	 en	 toda	 sociedad.	 Se	 abanda	 el	
concepto	 instrumental	del	derecho	y	se	declarar	que	el	derecho	penal	no	protege	
solo	intereses

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