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184. LEUCEMIAS CRÓNICAS1246 10.000/ml resulta seguro en enfermos sin hemorragia activa. Por el contrario, una estrategia sin profilaxis prolonga los días de sangrado y adelanta el primer episodio hemorrágico; por consiguiente, no es recomendable.A9 En un 30-50% de los casos, los pacientes acaban desarrollando una aloinmunización y necesitando un tras- plante de plaquetas de donantes compatibles en HLA (cap. 177). La enfermedad del injerto contra el huésped inducida por la transfusión (cap. 177) se manifiesta con un exantema, febrícula, aumento de las pruebas de función hepática y reducción del recuento hematológico. Este síndrome se puede prevenir mediante la irradiación de todos los hemoderivados antes de la transfusión. Bibliografía de grado A A1. Goldstone AH, Richards SM, Lazarus HM, et al. In adults with standard-risk acute lymphoblastic leukemia, the greatest benefit is achieved from a matched sibling allogeneic transplantation in first com- plete remission, and an autologous transplantation is less effective than conventional consolidation/ maintenance chemotherapy in all patients: final results of the International ALL Trial (MRC UKALL XII/ECOG E2993). Blood. 2008;111:1827-1833. A2. Ram R, Gafter-Gvili A, Vidal L, et al. Management of adult patients with acute lymphoblastic leukemia in first complete remission: systematic review and meta-analysis. Cancer. 2010;116:3447-3457. A3. Fernandez HF, Sun Z, Yao X, et al. Anthracycline dose intensification in acute myeloid leukemia. N Engl J Med. 2009;361:1249-1259. A4. Lowenberg B, Ossenkoppele GJ, van Putten W, et al. High-dose daunorubicin in older patients with acute myeloid leukemia. N Engl J Med. 2009;361:1235-1248. A5. Castaigne S, Pautas C, Terré C, et al. 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BIBLIOGRAFÍA GENERAL Bibliografía general y otros recursos adicionales, disponibles en línea en Expert Consult (https://expertconsult.inkling.com). 184 LEUCEMIAS CRÓNICAS SUSAN O’BRIEN Y ELIAS JABBOUR © 2017. Elsevier España, S.L.U. Reservados todos los derechos LEUCEMIA MIELOIDE CRÓNICA DEFINICIÓN La leucemia mieloide crónica (LMC), o leucemia mieloide crónica, es una neoplasia mieloproliferativa clonal que deriva de las células madre hematopoyéticas primitivas y se caracteriza por una sobreproducción de células de la serie mieloide, lo que provoca una esplenomegalia muy marcada y leucocitosis. Son frecuentes la basofilia y la trombocitosis. En más del 90% de los casos, las células de la médula ósea presentan una anomalía citogenética característica, el cromosoma Filadelfia (Ph), que produce el oncogén de fusión BCR-ABL. La mayoría de los pacientes (85-90%) acuden al médico en la fase crónica. En última instancia, si no se controla adecuadamente, la LMC progresa a las fases acelerada y blástica. EPIDEMIOLOGÍA La LMC representa la quinta parte de todos los casos de leucemia detectados en EE. UU. Cada año se diagnostican 1 o 2 casos por cada 100.000 personas, con un ligero predominio masculino. Esta incidencia de 4.800-5.000 casos anuales no ha variado de manera significativa en las últimas décadas. La incidencia de la LMC aumenta con la edad; el promedio de edad en el momento del diagnóstico es de 50-55 años. La LMC Ph-positiva BCR-ABL-positiva es poco frecuente en niños y adoles- centes. No se ha observado una asociación familiar en la LMC; por ejemplo, el riesgo no es mayor en los gemelos monocigotos ni en los familiares de pacientes con LMC. Gracias a que se dispone de un tratamiento eficaz, se ha logrado reducir la mortalidad anual del 15-20% antes del año 2000 al 1-2% en la actualidad.1 Por consiguiente, se prevé que la prevalencia de la LMC vaya aumentando gradualmente en EE. UU. de los 15.000-20.000 casos antes del año 2000 hasta los 180.000 casos para el año 2030. Normalmente, no se identifica ningún agente etiológico en la LMC. La exposición a las radiaciones ionizantes (p. ej., entre los supervivientes a las explosiones atómicas en Japón en 1945, en los pacientes que se someten a radioterapia para la espondilitis anquilosante o para el cáncer de cuello uterino) incrementa el riesgo de LMC; la incidencia máxima se alcanza 5-12 años después de la exposición y depende de la dosis de radiación. No se ha observado un mayor riesgo de LMC entre las personas que trabajan en la industria nuclear. Los radiólogos que trabajaban sin la debida protección antes de 1940 tenían más probabilidades de desarrollar leucemia mie- loide, pero no se ha podido observar esa misma asociación en estudios recientes. La exposición a los bencenos incrementa el riesgo de leucemia mieloide aguda (LMA), pero no de LMC. La LMC no constituye una leucemia secundaria frecuente tras el tratamiento de otras neoplasias con radiación, alquilantes o ambos. BIOPATOLOGÍA Patogenia molecular La anomalía del cromosoma Ph, presente en más del 90% de los pacientes con LMC típica (fig. 184-1), se debe a una translocación equilibrada de material genético entre los brazos largos de los cromosomas 9 y 22: t(9;22) (q34;q11.2). El punto de ruptura en la banda q34 del cromosoma 9 da lugar a una translocación del oncogén celular ABL1 (anteriormente c-ABL) a una región del cromosoma 22 que codifica la principal región de agrupamiento de puntos de ruptura (BCR). ABL1 es homólogo de v-ABL, el virus de Abelson, que produce leucemia en los ratones. Esta translocación permite la yuxtaposición de una parte 5’ de un BCR y la posición 3’ de ABL; las dos secuen- cias genéticas producen un nuevo oncogén híbrido (BCR-ABL1) que codifica una nueva oncoproteína BCR-ABL1 con un peso molecular de 210 kDa (p210BCR-ABL1). La oncoproteína p210BCR-ABL1 produce una actividad cinasa incontrolada de BCR- ABL1, que favorece la proliferación excesiva y reduce la apoptosis de las células LMC, proporcionándoles una ventaja de crecimiento sobre las células normales y suprimiendo la hematopoyesis normal. Aunque en la mayoría de los casos el 100% de las metafases muestran BCR-ABL1 en los análisis citogenéticos, las células madre normales emergen tras el cultivo medular prolongado y tras el tratamiento con interferón a (IFN-a), imatinib y otros inhibidores selectivos de la tirosina cinasa de BCR-ABL1 (TKI). La activación constitutiva de BCR-ABL1 da lugar a la autofosforilación y la acti- vación de numerosas vías corriente abajo que alteran la transcripción genética, la apoptosis, la organización citoesquelética, la citoadherencia y la degradación de las proteínas inhibidoras. Las vías de transducción de señales implicadas son RAS, las cinasas de proteínas activadas por mitógenos (MAP), los transductores de señales y los activadores de transcripción (STAT), la fosfatidilinositol 3-cinasa (PI3K), MYC y otras. Muchas de estas interacciones están mediadas por una fosforilación de la FIGURA 184-1. El cromosoma Filadelfia. Aunque originalmente se creyó que era un brazo largo acortado del cromosoma 22, posteriormente se pudo comprobar que el cromosoma Filadelfia (Ph) era el resultado de una translocación equilibrada de material genético entre los brazos largos de los cromosomas 9 y 22: t(9;22)(q34;q11.2).Esto da lugar a la yuxtaposición de ABL1 y BCR, que produce un oncogén híbrido BCR-ABL1. Dependiendo del punto de ruptura en BCR se pueden producir tres oncoproteínas: p210BCR-ABL1, que se asocia a un 98% o más de los casos de leucemia mieloide crónica (LMC) Ph-positiva; p190BCR-ABL1, que se asocia al 60-80% de los casos de leucemia linfocíti- ca aguda Ph-positiva (el otro 20-40% de casos son p210BCR-ABL1); y p230BCR-ABL1, que se asocia a casos poco frecuentes de LMC Ph-positiva. Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS 1247 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. tirosina y requieren la unión de BCR-ABL1 a proteínas adaptadoras como GRB-2, CRK, proteína similar a CRK (CRKL) y proteínas que contienen homología de SCR (SHC). Aunque imatinib y los TKI de última generación (nilotinib, dasatinib, bosutinib, ponatinib) han proporcionado resultados muy buenos al dirigirlos contra BCR-ABL1, es importante comprender la fisiopatología de los acontecimientos que se producen corriente abajo de BCR-ABL1 para desarrollar en el futuro fármacos que puedan actuar sobre esos acontecimientos En la leucemia linfocítica aguda (LLA) Ph-positiva, el punto de ruptura en BCR es proximal, en el BCR menor, lo que da lugar a un gen BCR más pequeño que se apone a ABL1; el gen fusionado, el ARN mensajero y la oncoproteína BCR-ABL1 (p190BCR-ABL1) resultantes son más pequeños. Un tercer punto de ruptura de «micro» BCR distal al BCR mayor produce una oncoproteína híbrida p230BCR-ABL1 que se asocia a una evolución más indolente de la LMC. Se desconoce cuál es la causa de esta reordenación molecular. Mediante técnicas mole- culares que amplifican la detección de BCR-ABL1 se ha podido demostrar su presencia en las células medulares del 25-30% de voluntarios sanos y el 5% de los lactantes, pero no en la sangre del cordón umbilical. Dado que solo 1-2 de cada 100.000 personas (es decir, 1-2 de cada 25.000-30.000 personas que expresan BCR-ABL1 en su médula ósea) desarrollan LMC clínica, es de suponer que existan procesos reguladores inmunitarios u otros acontecimientos moleculares que contribuyan al desarrollo de la LMC. BCR-ABL1 se encuentra únicamente en las células hematopoyéticas y tiene su origen cerca de la célula madre pluripotencial. El cromosoma Ph aparece en las células eritroides, mieloides, monocíticas y megacariocíticas; con menos frecuencia en los linfocitos B; raras veces en los linfocitos T; y nunca en los fibroblastos medulares. El gen de fusión BCR-ABL1 y la proteína p210 pueden detectarse en casos de LMC de morfología típica en los que no se observan anomalías citogenéticas o en los que se identifican otros cambios aparte de la translocación t(9;22) (q34;q11.2) típica. Estos pacientes demuestran una supervivencia y una respuesta al tratamiento similares a las de los pacientes con LMC Ph-positiva. Los pacientes con LMC atípica (normalmente de edad avanzada y que desarrollan con más frecuencia anemia, trombocitopenia, monocitosis y displasia) que son Ph-negativos y BCR-ABL1-negativos tienen peor pronóstico que aquellos que son Ph-positivos o Ph-negativos y BCR-ABL1-positivos; recuerdan más a los pacientes con síndrome mielodisplásico (cap. 182). Por consi- guiente, podemos identificar tres grupos de pacientes con LMC: 1) pacientes Ph- positivos y BCR-ABL1-positivos; 2) pacientes Ph-negativos y BCR-ABL1-positivos, y 3) pacientes Ph-negativos y BCR-ABL1-negativos. El gen PDGFB (anteriormente SIS), que codifica el factor de crecimiento que deriva de las plaquetas (PDGF) y es homólogo del virus del sarcoma de los simios, está también translocado del cromoso- ma 22 al cromosoma 9 en la LMC, pero está lejos del punto de ruptura y no se expresa. Los mecanismos fisiopatológicos de la resistencia de la LMC a los TKI constituyen un tema muy fascinante que se está replicando actualmente con otros tratamientos dirigidos para otros tumores hematológicos y sólidos. Se han identificado varios mecanismos de resistencia a los TKI; los más habituales son mutaciones del dominio de la BCR-ABL1 cinasa. Se han publicado más de 100 mutaciones diferentes, que pueden alterar cualquiera de los dominios importantes de la estructura de BCR- ABL1, incluido el bucle P (la zona de unión del trifosfato de adenosina [ATP]), el bucle de activación y el dominio catalítico, así como los aminoácidos en los que el imatinib contacta con BCR-ABL1. Las diferentes mutaciones demuestran una resistencia muy variable al imatinib y otros TKI. Algunas mutaciones son superadas por concentraciones de imatinib mayores que las necesarias para inhibir la forma salvaje; otras son totalmente insensibles al imatinib. El análisis mutacional resulta muy útil en los pacientes resistentes al imatinib a la hora de identificar a los porta- dores de la mutación T3151, que no responden al imatinib ni a los TKI de segunda generación (dasatinib, nilotinib, bosutinib) pero sí al ponatinib. El conocimiento de la sensibilidad de las diferentes mutaciones (en función de la CI50 para cada fármaco en particular) puede ayudarnos a escoger los TKI. MANIFESTACIONES CLÍNICAS Aproximadamente el 40-50% de los pacientes diagnosticados de LMC no manifiestan ningún síntoma, y la enfermedad se detecta durante una exploración física rutinaria o mediante un análisis de sangre. En estos casos, el número de linfocitos puede ser relativamente bajo en el momento del diagnóstico. El grado de leucocitosis se correlaciona con la carga tumoral, definida por el tamaño del bazo. Cuando aparecen, los síntomas de la LMC se deben a la anemia y la espleno- megalia, y consisten en cansancio, pérdida de peso, malestar, saciedad inmediata y dolor o sensación de plenitud en el cuadrante superior izquierdo. Raras veces se producen hemorragias o trombosis. Otras formas de presentación poco frecuentes son artritis gotosa (por aumento de las concentraciones de ácido úrico), priapismo (normalmente con leucocitosis marcada o trombocitosis), hemorragias retinianas y úlceras y hemorragias digestivas altas (por aumento de las concentraciones de histamina a causa de la basofilia). En la fase crónica son infrecuentes las cefaleas, el dolor óseo, las artralgias, el dolor por infarto esplénico y la fiebre, pero se vuelven más frecuentes al progresar la LMC. Los síntomas de leucostasis (como disnea, somnolencia, pérdida de coordinación o confusión), que se deben al estancamiento de los leucocitos en los vasos pulmonares o cerebrales, son infrecuentes en la fase crónica a pesar de unos recuentos leucocíticos superiores a 50 × 109 células/ml, pero aparecen con más frecuencia en las fases acelerada o blástica de la enfermedad. La esplenomegalia es el signo físico más constante en la LMC y se observa en el 30-50% de los casos. La hepatomegalia es menos frecuente (10-20%) y suele ser menor. Las adenopatías son poco frecuentes, lo mismo que la infiltración de la piel u otros tejidos. Cuando aparecen, estos hallazgos deben hacernos pensar en una LMC Ph-negativa o en la fase acelerada o blástica de la LMC. DIAGNÓSTICO El diagnóstico de la que LMC típica no plantea muchas dificultades. Los pacien- tes con LMC no tratada suelen presentar una leucocitosis que oscila entre 10 y 500 × 109/ml. Predominan los neutrófilos, con una desviación a la izquierda que se extiende a las células blásticas. Los basófilos y los eosinófilos suelen estar aumentados. Los monocitos pueden estar ligeramente aumentados en algunos casos que se solapan con la leucemia mielomonocítica crónica (LMMC; v. comentario más adelante). Es frecuente la trombocitosis, mientras que la trombocitopenia es poco frecuente y, si aparece, conlleva un pronóstico más desfavorable.Un tercio de los pacientes tienen una concentración de hemoglobina inferior a 11 g/dl. En algunos pacientes se obser- va una oscilación cíclica del recuento leucocítico. Cuando existe una leucocitosis mieloide inexplicable (fig. 184-2) con esplenomegalia, hay que realizar un estudio de médula ósea y un análisis citogenético y molecular. Médula ósea La médula ósea es hipercelular, con una hiperplasia mieloide muy marcada y, en ocasiones, indicios de mayor fibrosis de reticulina o colágeno. La proporción entre células mieloides y eritroides oscila entre 15:1 y 20:1. Aproximadamente el 15% de los pacientes tienen un 5% o más de células blásticas en sangre periférica o médula ósea en el momento del diagnóstico. Citogenética La presencia de la anomalía t(9;22) (q34;q11.2) confirma el diagnóstico de LMC. Si no se identifica el cromosoma Ph en un paciente con una posible LMC, hay que realizar estudios moleculares para buscar el gen híbrido BCR-ABL1. Aproximada- mente el 25-30% de los pacientes con un cuadro morfológico típico de LMC que son Ph-negativos presentan una reordenación BCR-ABL1. El cromosoma Ph suele estar presente en el 100% de las metafases, y a menudo constituye la única anomalía. El 10-15% de los pacientes presentan otros cambios cromosómicos (pérdida del cromosoma Y, trisomía 8, una pérdida adicional de material de 22q, o un Ph doble). En algunos pacientes se identifican cambios cromosómicos complejos en los cromo- somas 9 o 22 (variantes de Ph, translocaciones de tres vías). Diagnóstico diferencial Hay que distinguir entre la LMC y las reacciones leucemoides (cap. 167), que suelen producir unos recuentos leucocíticos inferiores a 50 × 109/ml, y vacuolización tóxica de los granulocitos, cuerpos de Döhle en los granulocitos, ausencia de basofilia y unas concentraciones normales o aumentadas de fosfatasa alcalina leucocítica (LAP) (que son característicamente bajas en la LMC). La historia clínica y la exploración física sugieren generalmente el origen de la reacción leucemoide. En contadas ocasiones, los corticoesteroides suelen causar una neutrofilia extrema con desviación a la izquierda, pero esta anomalía es de corta duración y desaparece sin necesidad de tratamiento. Puede haber más problemas para diferenciar entre la LMC y otros síndromes mieloproliferativos o mielodisplásicos (caps. 166 y 182). Los pacientes con meta- plasia mieloide con o sin mielofibrosis suelen presentar esplenomegalia, neutrofilia y trombocitosis. La policitemia vera con ferropenia asociada, que da lugar a unos FIGURA 184-2. Leucemia mieloide crónica, fase crónica. En la extensión de sangre periférica se observa leucocitosis, que abarca todo el espectro de diferenciación leuco- cítica, desde los mieloblastos hasta los neutrófilos maduros. (Por cortesía de Andrew Schafer, MD.) Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS1248 valores de hemoglobina y hematocrito normales, puede manifestarse con leucocitosis y trombocitosis. Los pacientes afectados por esta enfermedad suelen tener una pun- tuación LAP normal o aumentada y un recuento leucocítico inferior a 25 × 109/ml y carecer del cromosoma Ph o de la reordenación BCR-ABL1. La principal dificultad para el diagnóstico radica en los pacientes que presentan esplenomegalia y leucocitosis, pero no tienen el cromosoma Ph. En algunos de ellos se puede demostrar la existencia del gen híbrido BCR-ABL a pesar de tener un patrón citogenético normal o atípico. Se considera que los pacientes que son Ph-negativos y BCR-ABL1-negativos tienen LMC Ph-negativa o LMMC (v. comentario más adelante). En la trombocitemia esencial (cap. 166) puede observarse una hiperplasia megacariocítica aislada, con trombocitosis y esplenomegalia marcadas. Algunos pacientes que presentan características clínicas de trombocitopenia esencial (con trombocitosis marcada, pero sin leucocitosis) tienen LMC; los estudios citogenéticos y moleculares para demostrar la presencia del cromosoma Ph, la reordenación BCR- ABL1 o ambas cosas permiten establecer el diagnóstico y el tratamiento apropiados. En ocasiones, los pacientes desarrollan hiperplasia mieloide, que afecta casi exclu- sivamente a los neutrófilos, los eosinófilos o los basófilos. Se dice que estos pacientes tienen leucemia crónica neutrofílica, eosinofílica o basofílica y no presentan indicios del cromosoma Ph o del gen BCR-ABL1, pero pueden sufrir otras anomalías molecu- lares. La mayoría de los pacientes con leucemia neutrofílica crónica (que se caracteriza clínicamente por una leucocitosis sostenida de neutrófilos maduros, hepatoespleno- megalia e hiperplasia granulocítica medular) presentan mutaciones oncogénicas en el gen para el receptor del factor 3 estimulador de colonias (CSF3R).2 Los pacientes con leucemia eosinofílica crónica (o síndrome hipereosinofílico clonal) (cap. 170) presentan mutaciones en los genes para el receptor del factor de crecimiento derivado de plaquetas aa (PDGFRA) o PDGFRB o FGFR1; la anomalía prototípica es la fusión génica FIP1L1-PDGFRA.3 Se pueden buscar estos marcadores genéticos en sangre periférica o médula ósea mediante la transcripción inversa-reacción en cadena de la polimerasa (RT-PCR) o la hibridación in situ fluorescente (FISH) de interfase/ metafase, así como la reordenación BCR-ABL1 para la LMC. Evolución clínica Evolución a las fases acelerada y blástica Más del 90% de los pacientes acuden con LMC en la fase benigna o crónica. Si mani- fiestan síntomas en el momento de su presentación, dejan de manifestarlos una vez que se controla la enfermedad. Raras veces se produce la muerte durante la fase crónica de la LMC. Si no se controla adecuadamente, la LMC evoluciona a una fase acelerada, que se define habitualmente por la presencia de un 15% o más de formas blásticas, un 30% o más de forma blásticas y promielocitos, un 20% o más de basófilos, trombocitopenia (plaquetas < 100 × 109/ml) sin relación con el tratamiento o evolución clonal citogenética. La fase acelerada puede caracterizarse también por un agravamiento de la anemia; hepatoesplenomegalia o hepatomegalia crecientes; infiltración de los gan- glios linfáticos, la piel, los huesos u otros tejidos; y fiebre, malestar y pérdida de peso. En la fase acelerada, los estudios de médula ósea pueden mostrar cambios displásicos, aumento de los porcentajes de blastos y basófilos, mielofibrosis y otras anomalías cromosómicas aparte del cromosoma Ph (evolución clonal). Aproximadamente un 5-10% de los pacientes acuden al médico durante la fase acelerada. Antes de la aparición del imatinib, el riesgo de desarrollar LMC en fase acelerada o blástica era del 10% anual durante los 2 primeros años tras el diagnóstico, y del 15-20% anual posteriormente, a menos que se utilizaran tratamientos como IFN-a o trasplante alogénico de células madre hematopoyéticas (TACMH). Con imatinib, la incidencia anual de progresión de la LMC de la fase crónica a las fases acelerada o blástica ha sido del 2% durante los 10 primeros años de observación (fig. 184-3). Antes del tratamiento con imatinib, la supervivencia media a la LMC en fase acelerada era de 18 meses o menos, pero actualmente ha aumentado a 4 años o más. Se calcula que en la LMC en fase acelerada de novo, la tasa de supervivencia a los 8 años con el tratamiento con TKI es del 75%. La fase blástica de la LMC se diagnostica cuando se detectan un 30% o más de células blásticas en la médula ósea y/o la sangre periférica o cuando se identifican lesiones blásticas extramedulares. La mayoría de los pacientes desarrollan rasgos de la fase acelerada antes de progresar a la fase blástica, pero un 20% de los pacientes evolu- cionan rápidamente a una fase blástica sin previo aviso. Lamayoría de los pacientes en las fases acelerada o blástica presentan anomalías cromosómicas adicionales (evolución clonal) como duplicación del cromosoma Ph, trisomía del cromosoma 8 o desarrollo de un isocromosoma 17. La fase blástica extramedular de la LMC puede desarrollarse en el bazo, los ganglios linfáticos, la piel, las meninges (especialmente en la fase blástica linfoide), los huesos y otras zonas; al poco tiempo de la transformación extramedular suelen observarse indicios de afectación medular. La LMC en fase blástica conlleva una supervivencia media muy baja de 5 meses. Aproximadamente un 25% de los pacientes desarrollan una fase blástica linfoide. El comportamiento, la progresión y la respuesta al tratamiento de la LMC Ph-negativa y BCR-ABL1-negativa suelen solaparse clínicamente con los de la LMMC, y se parecen a los síndromes mielodisplásicos (cap. 182) más que la LMC Ph-positiva. Se observa una mayor preponderancia en hombres y personas mayores; es frecuente la esplenomegalia (60-70%). TRATAMIENTO Hasta la fecha se ha aprobado el uso de cinco TKI para el tratamiento de la LMC. En 2001, la Food and Drug Administration (FDA) estadounidense aprobó el uso de mesilato de imatinib para el tratamiento de rescate de la LMC y en 2002 para el tratamiento de primera línea de la LMC. En 2007 se aprobó el uso de nilotinib, un TKI selectivo de BCR-ABL1 más potente, para el tratamiento de rescate de la LMC, y en 2010 para el tratamiento de primera línea de la LMC. En 2006 se aprobó el uso de dasatinib, un TKI doble de BCR-ABL, para el tratamiento de rescate de la LMC, y en 2010 para el tratamiento de primera línea. En 2012 se aprobaron otros dos TKI para el tratamiento de rescate de la LMC: el bosutinib, un inhibidor doble de SRC-ABL1, y el ponatinib, un paninhibidor de cinasas BCR-ABL1 con potencia selectiva contra la mutación T315I, muy resistente. En 2012 se aprobó igualmente el uso de mepesuccinato de omacetaxina, una cefalotaxina semisintética que inhibe la síntesis proteica, para el tratamiento de la LMC tras el fallo de dos o más TKI. Actualmente, el tratamiento de primera línea para la LMC incluye imatinib, nilotinib o dasatinib.4,5 A los pacientes que demuestran resistencia o intolerancia al tratamiento para la LMC se les puede ofrecer un tratamiento de rescate con cualquiera de los otros TKI disponibles. La elección del tratamiento de segunda línea entre un TKI y un trasplante alogénico de células madre hematopoyé- ticas (TACMH) depende de varios factores: 1) la edad y el estado general del paciente; 2) la disponibilidad de donantes aceptables (familiares o no familiares compatibles); 3) la posible intolerancia del paciente o la resistencia de la LMC al tratamiento de primera línea con TKI; 4) la mutación emergente en el clon de LMC resistente; 5) la posible evolución clonal adicional en el momento de la recidiva; 6) la respuesta al tratamiento de segunda línea con el nuevo TKI; 7) la seguridad y el resultado previsibles del TACMH, y 8) los procesos comórbidos adicionales del paciente (p. ej., diabetes, trastornos pulmonares, estado cardíaco, antecedentes previos de pancreatitis o hipertensión pulmonar) (cap. 178). Los pacientes que acuden durante la fase acelerada o blástica o que desarro- llan una de esas fases deben recibir TKI de segunda línea para reducir la carga patológica, y hay que ofrecerles la posibilidad del TACMH lo antes posible (la posible excepción sería la fase acelerada de LMC de novo que puede responder de forma prolongada al tratamiento de primera línea con TKI, especialmente con la obtención de una respuesta citogenética completa). A los pacientes que desarrollan intolerancia a un TKI de primera línea durante la fase crónica se les pueden ofrecer TKI de segunda línea a modo de tratamiento duradero, espe- cialmente si demuestran una respuesta citogenética completa. A los pacientes que desarrollan resistencia a un TKI de primera línea en la fase crónica se les ofrece un TKI de segunda línea de acuerdo con su análisis mutacional. Para tratar una mutación T3151 en el clon LMC, hay que recurrir al ponatinib y (des- de ahora) se puede considerar precozmente la posibilidad de un TACMH hasta que maduren los resultados del tratamiento con ponatinib. Las mutaciones que afectan a V299L, T315A o F317LN/I/C son sensibles al tratamiento con nilotinib. Tto FIGURA 184-3. Supervivencia de los pacientes con leucemia mieloide crónica (LMC) Ph-positiva en la LMC en fase crónica. Las tasas de supervivencia estimada a los 8-10 años son muy altas en estudios de un solo centro, estudios patrocinados por la industria e informes nacionales en los que el tratamiento con TKI tiene una penetración completa. Las tasas de supervivencia son inferiores cuando el tratamiento con TKI no alcanza una penetración óptima. (Tomado de Bjorkholm M, Ohm L, Eloranta S, et al. Success story of targeted therapy in chronic myeloid leukemia: a population-based study of patients diagnosed in Sweden from 1973-2008. J Clin Oncol. 2011;29:2514-2520, y Chen Y, Wang H, Kantarjian H, et al. Trends in chronic myeloid leukemia incidence and survival in the United States from 1975-2009. Leuk Lymphoma. 2013;54:1411-1417.) Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS 1249 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. Las mutaciones que afectan a Y253H, E255KN o F359N/C/I son sensibles al tratamiento con dasatinib y bosutinib. Se debe considerar la posibilidad de un TACMH precoz en aquellos pacientes que albergan una evolución clonal en las células de LMC (otras anomalías cromosómicas en las células Ph-positivas) o mutaciones en el momento del tratamiento de segunda línea o en aquellos que no demuestran una respuesta citogenética completa después de 1 año de tratamiento con TKI de segunda línea. No obstante, si no existe evolución clonal ni mutaciones en el momento del tratamiento de segunda línea, y si el paciente alcanza una respuesta citogenética completa con un tratamiento con TKI de segunda línea, las respuestas son duraderas y se puede seguir administrando TKI hasta observar indicios de una recidiva citogenética antes de considerar la posibilidad del TACMH como tratamiento de tercera línea. En pacientes mayores (p. ej., 65-70 años o más) se puede renunciar a un TACMH curativo y optar por varios años de control aceptable del proceso. En tales casos, el tratamiento con TKI con o sin otros fármacos más antiguos (hidroxiurea, citarabina, decitabina, 6-mercaptopurina) puede mantener una respuesta citogenética incompleta (parcial, menor) o una respuesta hematológica completa durante muchos años con una calidad de vida aceptable, y sin el riesgo de mortalidad o morbilidad que conlleva un TACMH, especialmente si el donante no resulta óptimo (sin parentes- co, sin compatibilidad). En las tablas 184-1 y 184-2 se detallan las opciones de tratamiento y la elección y el momento más adecuado para el TACMH en la LMC. En estudios recientes con diferentes TKI se ha observado que las respuestas citogenéticas y moleculares precoces y «profundas» permiten predecir una mayor supervivencia general y libre de progresiones.A1-A3,6 Mesilato de imatinib Desde su descubrimiento en 1999, el mesilato de imatinib se ha convertido en el tratamiento estándar para la LMC. El imatinib es un derivado de 2-fenila- minopirimidina que se une al ATP canónico que tapiza el surco existente entre los lóbulos N y C del dominio de la ABL1 cinasa, bloqueando de ese modo la fosforilación de los residuos de tirosina en el sustrato proteico. Al bloquear la unión del ATP inactiva la ABL1 cinasa, ya que no puede transferir el fosfato a su sustrato. Al inhibirla fosforilación, el imatinib impide que se activen las vías de transducción de señales que inducen los procesos de transformación leucémica causantes de la LMC (fig. 184-4). El imatinib inhibe varias tirosina cinasas, como p210BCR-ABL1, p190BCR-ABL1, v-ABL, c-ABL, c-Kit y el receptor de PDGF. En un estudio aleatorizado de 1.106 pacientes recién diagnosticados de LMC, se obtuvieron unos porcentajes significativamente superiores de respuesta citogenética importante (87 frente a 35%) y completa (76 frente a 14%), así como menores tasas de progresión (8 frente a 26%) y de transformación (3 frente a 9%) después de 12 meses de tratamiento en comparación con el tratamiento estándar previo sin trasplante (una combinación de IFN-a y arabinósido de citosina).A4 El seguimiento a largo plazo sigue demostrando que el tratamiento con imatinib proporciona resultados excelentes (tabla 184-3; v. fig. 184-3); tras un período medio de seguimiento de 8 años, el porcentaje de respuesta citogenética comple- ta (al menos una vez durante el tratamiento) es del 83%, la tasa de supervivencia libre de acontecimientos estimada a los 8 años es del 81% y la tasa de superviven- cia libre de transformaciones es del 92%. La tasa de supervivencia estimada a los 8 años es del 85% (93% si solo se incluyen las muertes relacionadas con la LMC). El porcentaje anual de transformación fue de 1,5-2,8% en los 3 primeros años y disminuyó a menos del 1% en los 5 años siguientes entre aquellos pacientes que continuaron el tratamiento con imatinib. El tratamiento con dosis elevadas de imatinib o con combinaciones de imatinib y otros fármacos (p. ej., peg-IFN-a2) no demostró unos resultados convincentemente superiores en comparación con el tratamiento estándar con imatinib (400 mg diarios). El imatinib presenta efectos secundarios graves, como náuseas, vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, calambres musculares, dolores óseos, edema periorbitario o de piernas, aumento de peso y, en contadas ocasiones, disfunción hepática, renal o cardiopulmonar en menos del 5% de los pacientes tratados; y la mayoría de estos efectos secundarios pueden solucionarse reduciendo la dosis o interrumpiendo el tratamiento. Un 10-20% de los pacientes recién diagnos- ticados de LMC desarrollan mielodepresión en relación con el tratamiento far- macológico, que se puede combatir interrumpiendo brevemente el tratamiento, modificando la dosis o ambas cosas, o administrando factores de crecimiento (eritropoyetina para la anemia, factor estimulador de colonias de granulocitos para la neutropenia). El imatinib y otros TKI pueden prolongar el intervalo QTc cardíaco, por lo que se deben evitar los fármacos que contribuyan a prolongarlo. También pueden producir hipofosfatemia por alteración del metabolismo óseo, y hay que vigilar las concentraciones de fosfato sérico. En el 5-10% de los pacientes que responden al tratamiento pueden aparecer anomalías cromosómicas en las células diploides Ph-negativas, debido probablemente a que desenmas- cara una célula madre frágil propensa al desarrollo de LMC o a la inestabilidad cromosómica; esos cambios desaparecen espontáneamente en el 70% de los casos y raras veces evolucionan a un síndrome mielodisplásico o a una leucemia mieloide aguda, probablemente como parte de la evolución natural de la LMC. Nilotinib El nilotinib es un TKI selectivo de BCR-ABL1 30 veces más potente que el imatinib, cuyo uso fue aprobado inicialmente para el tratamiento de la LMC tras el fallo del imatinib. En la fase crónica de la LMC tras el fallo del imatinib, la administración oral de 400 mg de nilotinib dos veces al día produjo unas tasas de respuesta citogenética completa del 40-50%. Los porcentajes de res- puesta molecular importante, definidos como unos transcriptos de BCR-ABL1 de 0,1% de acuerdo con la escala internacional (IS), son del 30-40%, y la tasa de supervivencia estimada a los 3 años es del 80%. En estudios posteriores se ha comparado el uso de nilotinib e imatinib en pacientes recién diagnosticados de LMC. En un estudio aleatorizado de tres brazos,A5 los pacientes recibieron 400 mg diarios de imatinib, 400 mg de nilotinib dos veces al día o 300 mg de TRATAMIENTO DE LA LEUCEMIA MIELOIDE CRÓNICA Primera línea Imatinib, 400 mg diarios Nilotinib, 300 mg dos veces al día Dasatinib, 100 mg diarios Segunda/tercera línea Nilotinib, dasatinib, bosutinib, ponatinib Omacetaxina Trasplante alogénico de células madre Otros Decitabina, interferón pegilado Hidroxiurea, citarabina, decitabina Combinaciones de regímenes a base de inhibidores de la tirosina cinasa Tratamientos experimentales TABLA 184-1 APLICACIONES Y MOMENTO MÁS INDICADO PARA EL TRASPLANTE ALOGÉNICO DE CÉLULAS MADRE EN LA LEUCEMIA MIELOIDE CRÓNICA ESTADO DE LEUCEMIA MIELOIDE CRÓNICA TRATAMIENTO CON INHIBIDORES DE LA TIROSINA CINASA TRASPLANTE ALOGÉNICO DE CÉLULAS MADRE Fase acelerada o blástica Tratamiento provisional para conseguir una enfermedad residual mínima Lo antes posible Fracaso de imatinib en la fase crónica con mutación T3151 Tratamiento provisional con ponatinib para conseguir una enfermedad residual mínima Lo antes posible si no se obtiene una respuesta favorable Fracaso de imatinib en la fase crónica; ausencia de evolución clonal, ausencia de mutaciones, buena respuesta inicial Tratamiento prolongado con inhibidores de la tirosina cinasa de segunda línea Tratamiento de tercera línea tras el fracaso de los inhibidores de tirosina cinasa de segunda línea Fracaso de imatinib en la fase crónica con evolución clonal o mutación, o falta de respuesta citogenética a inhibidores de la tirosina cinasa de segunda línea Tratamiento provisional para conseguir una enfermedad residual mínima Segunda línea Paciente mayor (> 65-70 años) tras el fracaso de imatinib en la fase crónica Tratamiento a largo plazo Se puede renunciar al trasplante alogénico de células madre a cambio de muchos años de calidad de vida TABLA 184-2 FIGURA 184-4. Mecanismo de acción del imatinib. El imatinib ocupa el bolsillo del dominio de la ABL cinasa para la unión con el trifosfato de adenosina (ATP), impidiendo la fosforilación del sustrato y la activación corriente abajo de las señales y, por consiguiente, inhibiendo los efectos leucemógenos de BCR-ABL sobre las células en la leucemia mieloide crónica. ADP = difosfato de adenosina; P = grupo fosfato. Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS1250 nilotinib dos veces al día. Tras un período de seguimiento mínimo de 4 años, los dos brazos de nilotinib demostraron mejores resultados preliminares que los obtenidos con imatinib. No se apreciaron diferencias en las tasas de super- vivencia estimada a los 4 años (94, 97 y 93%, respectivamente). El tratamiento con nilotinib se asoció a menor frecuencia de retención de líquidos, diarrea, cefaleas, calambres musculares, náuseas y vómitos y neutropenia. Sin embargo, se asoció a mayores tasas de cefalea, erupciones, prurito e hiperglucemia y a una incidencia baja pero notable de pancreatitis (< 2%), cardiopatía isquémica (4-5 frente a 1% con imatinib) y arteriopatía oclusiva periférica (1,4-1,8 frente a 0%). Dasatinib El dasatinib es un inhibidor doble de SRC-ABL1 y es 300 veces más potente que el imatinib. En la LMC en fase crónica, tras el fracaso del imatinib, el tratamiento con dasatinib proporcionó unas tasas de respuesta citogenética completa del 45-60%, de respuesta molecular importante del 43% y de supervivencia estimada a los 6 años del 71%. En un estudio de primera línea en el que se compararon el dasatinib y el imatinib (estudio DASISION),A6 los participantes fueron distribuidos aleatoriamente en dos gruposque recibieron 400 mg diarios de imatinib o 100 mg diarios de dasatinib. Tras un período de seguimiento mínimo de 48 meses, la incidencia de respuesta citogenética completa a los 24 meses fue del 86% con dasatinib y el 82% con imatinib. La incidencia de respuesta molecular importante fue del 74 frente al 60%. La tasa de transformación a una fase acele- rada o blástica fue del 4,6 frente al 7%. Las tasas de supervivencia sin progresión estimada a los 4 años fueron similares: 90%. Las tasas de supervivencia estimada a los 4 años fueron del 93 y el 92%, respectivamente. El tratamiento con dasatinib se asoció a menor frecuencia de retención de líquidos, edema, mialgias, náuseas, vómitos y erupciones. Sin embargo, se asoció a mayor frecuencia de derrames pleurales (aproximadamente 10-15%) y citopenias, especialmente trombocitope- nia, y a una incidencia reducida pero notable de hipertensión pulmonar (< 2-3%). Bosutinib El bosutinib es un inhibidor doble de SRC-ABL1 (similar al dasatinib) y es 30-200 veces más potente que el imatinib. Posee una mínima actividad inhibi- toria contra c-Kit y el receptor de PDGF y, por consiguiente, es previsible que produzca menos mielodepresión y menos derrames pleurales. En estudios de pacientes con LMC en fase crónica tratados con 500 mg diarios de bosutinib por vía oral tras el fracaso del imatinib, la tasa de respuesta citogenética impor- tante fue del 53%; la tasa de respuesta citogenética completa, del 41%; y la de supervivencia estimada a los 2 años, del 92%.A7 Los efectos tóxicos de grado 3-4 fueron diarrea (8%), erupciones (9%) y trombocitopenia (5-10%). Ponatinib El ponatinib es un TKI pan-BCR-ABL1 con marcada actividad contra BCR-ABL1 cinasas nativas y mutadas, incluida T3151. El ponatinib demostró gran actividad en un estudio en fase II de pacientes con LMC crónica, acelerada o blástica o con leucemia linfocítica aguda Ph-positiva, que habían manifestado resistencia o intolerancia a varios TKI. En estos pacientes con LMC en fase crónica, la tasa de respuesta citogenética completa fue del 44% y la de respuesta molecular importante fue del 30%. En el subgrupo de pacientes con la mutación T3151, la tasa de respuesta citogenética importante fue del 70%; la de respuesta cito- genética completa, del 66%; y la de respuesta molecular importante, del 50%.7 Se produjeron efectos secundarios significativos, como pancreatitis (5-10%), trombocitopenia (30%) y erupciones cutáneas (30%). Debido a la incidencia acumulada de acontecimientos trombóticos graves desde la aprobación del ponatinib, la FDA ha restringido su uso a los pacientes resistentes a otros TKI. Se está considerando la posibilidad de realizar más estudios clínicos para valorar el perfil de seguridad y diferente posología de ponatinib. Omacetaxina El mepesuccinato de omacetaxina, un análogo semisintético de la homoha- rringtonina, es una cefalotaxina de primera clase que inhibe la síntesis de proteínas e induce la apoptosis de las células leucémicas al reducir las concen- traciones de diferentes oncoproteínas, incluida BCR-ABL1. En dos estudios en fase II de omacetaxina subcutánea (1,25 mg/m2 dos veces al día durante 2 semanas cada 4 semanas hasta obtener una respuesta, y después durante 1 semana cada 4 semanas) en pacientes con LMC en fase crónica que no habían respondido a dos TKI se observó una respuesta citogenética importante en el 20% de los casos y una respuesta citogenética completa en el 10% de los casos.8 Los efectos secundarios de grado 3-4 fueron citopenias (37-67% de los pacientes), que fueron reversibles. Basándose en estos datos, la FDA aprobó el uso de omacetaxina en aquellos pacientes cuyo proceso haya progresado a pesar del tratamiento con dos TKI. Trasplante alogénico de células madre hematopoyéticas EL TACMH (cap. 178) representa un tratamiento potencialmente curativo para pacientes escogidos con LMC y resulta especialmente eficaz durante la fase crónica, en la que proporciona un índice de supervivencia a los 20 años del 40-50%. Las tasas de mortalidad en relación con el trasplante oscilan entre el 5 y el 50%, depen- diendo de la edad del paciente, de que el donante sea familiar o no, del grado de compatibilidad y de otros factores menos importantes como la positividad del cito- megalovirus, el régimen de preparación y postrasplante y la experiencia del centro. Las tasas de supervivencia libre de la enfermedad en relación con los tras- plantes alogénicos de células madre son del 40-80% en la fase crónica, el 15-40% en la fase acelerada y el 5-20% en la fase blástica. En la LMC en fase crónica, los pacientes menores de 30-40 años alcanzan unas tasas de supervivencia libre de la enfermedad del 60-80%, mientras que el porcentaje es solo del 30-40% en los pacientes mayores de 50 años. Una de las principales limitaciones de los trasplantes alogénicos de células madre es la disponibilidad de donantes con algún grado de parentesco. Se pueden encontrar donantes sin parentesco antígeno leucocítico humano (HLA)-compatibles para el 50% los pacientes; por término medio, trans- curren 3-6 meses entre el comienzo de la búsqueda de un donante y el trasplante. Gracias a los regímenes de preparación no mieloablativos, ha sido posible expan- dir las indicaciones del TACMH a pacientes de más edad y reducir la mortalidad y las complicaciones en relación con los trasplantes (cap. 178). Los resultados preli- minares muestran unas tasas aceptables de supervivencia del trasplante, menos mortalidad y daños orgánicos, más lesiones residuales persistentes y unas tasas similares de enfermedad del injerto contra el huésped. Aquellos pacientes cuya LMC recidiva tras el TACMH pueden responder a imatinib o a los TKI de última generación, a las infusiones de linfocitos de donantes, a IFN-a o a un segundo TACMH. Un TACMH puede proporcionar un porcentaje de curación estimado del 40% a los 20 años. Sin embargo, se asocia a una tasa de mortalidad al cabo de 1 año del 5-40% y a diferentes morbilidades como cataratas, infertilidad, segundas neoplasias (5-10%), complicaciones por mediación inmunitaria y enfermedad del injerto contra el huésped crónica. La demora del TACMH hasta 1-3 años des- pués del diagnóstico puede asociarse a peores resultados y a transformaciones blásticas repentinas ocasionales, que pueden ser imposibles de salvar. El pronós- tico del TACMH puede ser aún mejor tras el tratamiento con TKI. Elección del tratamiento de primera línea para la leucemia mieloide crónica Actualmente, los tres TKI (imatinib, nilotinib y dasatinib) representan trata- mientos de primera línea aceptables para la LMC. La elección del TKI puede depender de las preferencias de médico y paciente y de los antecedentes y comorbilidades de este último (p. ej., diabetes, pancreatitis, trastornos cardio- pulmonares e hipertensión pulmonar). Las tendencias actuales en la práctica oncológica parecen decantarse cada vez más por el nilotinib y el dasatinib en lugar del imatinib como tratamiento inicial, debido a sus mejores resultados iniciales, y en particular a la menor incidencia precoz de transformación de la LMC. No obstante, los costes de los TKI pueden decantar el tratamiento en algunas naciones emergentes por el uso de un determinado TKI mejor que otros, o incluso llevar a considerar la posibilidad de un TACMH como tratamiento de primera línea (coste único y total de 30 a 100.000 dólares) en aquellos casos en los que los pacientes o el sistema asistencial nacional no pueden hacer frente a la carga de los TKI. En 2015 se podrá disponer de preparados genéricos de RESULTADOS DEL TRATAMIENTO CON INHIBIDORES DE LA TIROSINA CINASA EN LA LEUCEMIA MIELOIDE CRÓNICA EN FASE CRÓNICA TRATAMIENTO ESTADO DE LA LEUCEMIA RESPUESTA CITOGENÉTICA COMPLETA (%) (EN EL AÑO DE TRATAMIENTO INDICADO) RESPUESTAS MOLECULARES IMPORTANTES/COMPLETAS (%) (EN EL AÑO DE TRATAMIENTO INDICADO) SUPERVIVENCIA (%) (EN EL AÑO TRAS EL INICIO DEL TRATAMIENTO INDICADO)Imatinib Primera línea 65 (5) 40/20 (5) 85 (8-10) Nilotinib Primera línea 85-87 (4) 73-76/37-40 (4) 95-97 (4) Dasatinib Primera línea 86 (2) 74/34 (4) 93 (4) Dasatinib Rescate 50 (5) 43 (6) 71 (6) Nilotinib Rescate 44 (4) 30-40 (4) 85 (3) Ponatinib Rescate 45-65 (2) 30-50 (2) 90 (2) Bosutinib Rescate 40 (2) 30 (2) 92 (2) Omacetaxina Rescate 10 (2) — 85-90 (2) TABLA 184-3 Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS 1251 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. imatinib. Se desconoce el precio del imatinib genérico, pero puede ser inferior al de otros fármacos (2.000-10.000 dólares/año). En tal caso, puede que la elección del tratamiento TKI de primera línea dependa de la diferencia de precio entre el imatinib genérico y el dasatinib e imatinib, y de los datos maduros a largo plazo (5-8 años) de supervivencia, supervivencia libre de transformación y supervivencia libre de acontecimientos con estos tres TKI. Con un índice de supervivencia estimado a los 8 años del 93% con imatinib (si consideramos únicamente las muertes en relación con la LMC) y la gran eficacia de los TKI de nueva generación como tratamiento de salvación, los beneficios en términos de supervivencia con dasatinib o nilotinib pueden ser evidentes o no si los comparamos con el tratamiento de primera línea con imatinib, un seguimiento muy estrecho para detectar recidivas citogenéticas y la prescripción inmediata de tratamientos con TKI de segunda línea en ese momento. Tratamiento de la leucemia mieloide crónica en fase crónica tras el fracaso del tratamiento con imatinib u otros TKI En diversos estudios, la obtención de una respuesta citogenética completa (metafases Ph-positivas, 0%; transcriptos de BCR-ABL1, 1%) después de 12 meses o más de tratamiento con TKI se asoció a un efecto beneficioso significativo en términos de supervivencia en comparación con la obtención de grados de res- puesta inferiores. Por consiguiente, el criterio primario del tratamiento con TKI es actualmente la obtención de una respuesta citogenética completa. La obtención de una respuesta molecular completa (transcriptos de BCR-ABL1 no cuantifica- bles) ofrece la posibilidad de interrumpir el tratamiento en las condiciones de estudio clínico. No se debe interpretar la no obtención de una respuesta molecu- lar importante o completa como una necesidad de modificar el tratamiento con TKI o de considerar la posibilidad de un TACMH. La valoración de la respuesta en un momento más precoz del tratamiento de primera línea con TKI (3-6 meses) ha proporcionado mejores resultados, con la obtención de una respuesta citogené- tica importante después de 3-6 meses de tratamiento con imatinib (metafases Ph-positivas 35%, o transcriptos de BCR-ABL1 10%). Aunque esto se interpreta como que se podría considerar la posibilidad de cambiar a un segundo TKI si no se obtiene ese resultado, no hay ningún estudio que haya demostrado que cambiar de imatinib a un segundo TKI para esta indicación permita mejorar el pronóstico de los pacientes. Cuando se usa nilotinib o dasatinib como tratamiento de primera línea, la obtención de una respuesta citogenética completa tras 3-6 meses de tratamiento con TKI conlleva un pronóstico más favorable. Actualmente, el fracaso del imatinib (que obliga a cambiar el tratamiento) debe definirse estrictamente como la no obtención de una respuesta citogenética importante después de 6 meses de tratamiento con imatinib y de una respuesta citogenética completa después de 12 meses, o la aparición de una recidiva hema- tológica en cualquier momento posterior, con una posología óptima de imatinib (ajustando las dosis en caso de efectos secundarios significativos o de intolerancia, y comprobando el cumplimiento del tratamiento). Con el uso de TKI de segunda generación como tratamiento de primera línea, se ha propuesto definir el fracaso del tratamiento con TKI como la no obtención de una respuesta citogenética completa o unas concentraciones de transcriptos de BCR-ABL1 del 1% después de 3-6 meses de tratamiento. Esos pacientes (<10% del denominador) tienen peor supervivencia libre de acontecimientos, aunque su supervivencia al cabo de 3-5 años sigue siendo del orden del 90%, mejor o equiparable a la que se podría conseguir con un TACMH. Por consiguiente, aunque los parámetros de respuesta subrogada precoz tras 3-6 meses de tratamiento de primera línea con TKI permiten predecir diferencias entre el pronóstico, no se ha demostrado que un cambio de tratamiento en ese momento pueda mejorar el pronóstico a más largo plazo. A los pacientes con LMC cuya enfermedad progresa a pesar del tratamiento con imatinib se les puede tratar con un TKI de nueva generación o con un TACMH, tal como se ha explicado anteriormente. Es posible que a los pacientes con LMC que no responden al tratamiento de primera línea con dasatinib o nilotinib se les pueda salvar con dasatinib si los clones de LMC muestran una mutación T3151. Si no se detecta esa mutación, se podría considerar la posibilidad de utilizar otros TKI, realizar un TACMH, prescribir omacetaxina o utilizar tratamientos combinados a base de TKI y otros fármacos utilizados anteriormente (hidroxiurea, citarabina, decitabina). Ya hemos analizado anteriormente la elección entre un TACMH como tratamiento de segunda línea y un tratamiento de rescate posterior. Tratamiento de la leucemia mieloide crónica en las fases acelerada y blástica A los pacientes con LMC en fase acelerada o blástica se les puede prescribir un tratamiento inicial con TKI (los TKI de última generación como dasatinib o ponatinib son preferibles al imatinib) para reducir la carga de LMC y también se los puede considerar candidatos a un TACMH precoz. Las tasas de respuesta obtenidas al combinar TKI y quimioterapia son del 40% en la LMC en fase blástica no linfoide y del 70-80% en la LMC en fase blástica linfoide. El tiempo medio de supervivencia es de 6-12 meses y de 12-24 meses, respectivamente. La adición de TKI a la quimioterapia ha permitido mejorar las tasas de respuesta y prolongar el tiempo medio de supervivencia en la LMC en fase blástica. En el momento presente, el TACMH representa el único tratamiento curativo para la LMC en las fases acelerada y blástica; los porcentajes de curación global oscilan entre el 15 y el 40% y entre el 5 y el 20%, respectivamente. Los pacientes con evolución clonal citogenética como único criterio de fase acelerada tienen una tasa de supervivencia libre de acontecimientos a largo plazo del 60%, aproximadamente. Por lo demás, los TKI proporcionan respuestas hematológicas en el 80% de los pacientes y una tasa de supervivencia estimada a los 4 años del 40-55% en la LMC en fase acelerada, pero una tasa de respuestas de tan solo el 40%, y una supervivencia media de 9-12 meses cuando se trata de la fase blás- tica de la LMC. A los pacientes en fase acelerada o blástica hay que ofrecerles la posibilidad de participar en ensayos clínicos para poder mejorar su pronóstico. Los pacientes con LMC en fase acelerada de novo tienen mejor pronóstico con el tratamiento de primera línea con TKI que los pacientes que evolucionan de fase crónica a acelerada. Las tasas de supervivencia estimada a los 6-8 años con el tratamiento a base de TKI en la LMC en fase acelerada de novo oscilan entre el 60 y el 80%. Esos pacientes pueden continuar con TKI como tratamiento a largo plazo si consiguen una respuesta citogenética completa con este. Consideraciones terapéuticas específicas Los pacientes con leucocitosis grave y manifestaciones de leucostasis pueden beneficiarse de una leucaféresis inicial. La trombocitosis marcada que no res- ponde a las medidascontra la LMC puede responder a anagrelida, tiotepa, IFN-a, 6- mercaptopurina, 6-tioguanina, hidroxiurea y trombocitaféresis. Para controlar la LMC durante la gestación, se puede recurrir a la aféresis durante el primer trimestre y posteriormente a la hidroxiurea hasta el momento del parto. Se han publicado algunos casos anecdóticos que parecen confirmar la seguridad del IFN-a durante el embarazo. Un análisis de 125 hijos de mujeres con LMC tratadas con imatinib (que interrumpieron el tratamiento al saber que estaban embarazadas) demostró que la mayoría de los niños estaban sanos. No obstante, el estudio demostró que el tratamiento con imatinib había producido un síndrome de anomalías oculares, esqueléticas y renales en tres de esos niños. Debido a ello, hay que interrumpir inmediatamente la administración de imatinib (y presumiblemente de otros TKI, aunque se tiene poca experiencia con estos) una vez que se confirme la gestación, aunque no se recomienda el aborto ya que las malformaciones fetales son infrecuentes. Compañeras de hombres con LMC tratados con TKI que han quedado embarazadas han tenido niños normales. La esplenectomía puede ser una medida paliativa útil en pacientes con esplenomegalia masiva y dolorosa, hiperesplenismo o trombocitopenia. Monitorización de la respuesta al tratamiento de la leucemia mieloide crónica Con el tratamiento a base de TKI se han obtenido respuestas citogenéticas completas, respuestas moleculares importantes e incluso respuestas molecula- res completas. Las tasas de respuesta mejoran con el tratamiento continuado y son mejores con los TKI de última generación (dasatinib, nilotinib) que con imatinib como tratamiento de primera línea (v. tabla 184-3). Se han ideado técnicas para medir esas respuestas con mayor exactitud (en lugar de basarse en la presencia de 20 metafases por análisis citogenético), con procedimientos menos tediosos y dolorosos (estudios en sangre periférica en lugar de médula ósea) y con valores por debajo del nivel de detección de las evaluaciones citogenética rutinarias. Los estudios FISH con sondas mejoradas permiten medir 200 células en interfase utilizando sangre periférica, con unos porcentajes de falsos positivos inferiores al 2-3%. Las pruebas de PCR cuantitativa suelen medir las concentraciones de trans- cripto BCR-ABL1 (proporción entre el mensaje anormal, BCR-ABL1, y un mensaje normal, como ABL1). Se han asociado unas concentraciones de transcripto BCR- ABL1 de 0,1% (IS), aproximadamente una reducción de 3-log de la enfermedad, con un riesgo muy bajo de recidiva de la LMC tras el tratamiento con TKI. Esto es lo que se conoce como una respuesta molecular importante. A veces se define como respuesta molecular completa la existencia de concentraciones indetectables de transcripto BCR-ABL1 (normalmente < 0,0032% [IS] o 4,5 log de reducción). El porcentaje de pacientes que consiguen una respuesta molecular completa es significativamente mayor con los TKI de nueva generación que con imatinib. Para monitorizar la respuesta a los tratamientos con TKI, hay que realizar un análisis medular de los pacientes antes del tratamiento (para determinar los porcentajes de blastos y de basófilos en evolución clonal), así como FISH y análisis cuantitativos de PCR. La PCR cuantitativa puede proporcionar un resultado negativo falso en el momento del diagnóstico en el 5-8% de los pacientes con puntos de ruptura y mensajes inusuales (p. ej., b2a3 o b3a3) si no se emplean las técnicas adecuadas. El conocimiento de las concentraciones de transcripto BCR- ABL1 previas al tratamiento evita la falsa suposición de una respuesta molecular completa debido a la falsa negatividad. Los análisis de médula ósea pueden resultar útiles a los 6 y a los 12 meses (para valorar la respuesta citogenética y confirmar una respuesta citogenética completa) y una vez cada 1-3 años en pacientes con respuestas citogenéticas completas, estables y duraderas (para buscar anomalías cromosómicas en células Ph-positivas y negativas). La moni- torización de los pacientes con una respuesta citogenética completa y duradera confirmada puede mantenerse con estudios de FISH o de PCR cuantitativa cada 6 meses (o con mayor frecuencia, por ejemplo, cada 3 meses, si existe la posibilidad de un aumento significativo y constante de las concentraciones de transcripto BCR-ABL1). Algunos expertos en LMC han optado por renunciar a los estudios medulares y se han pasado a los análisis moleculares en sangre periférica, con o sin estudios FISH. En los pacientes que alcanzan una respuesta molecular importante es suficiente un análisis molecular sin estudios FISH. En caso de resistencia al tratamiento con imatinib (que ya hemos comentado anteriormente) hay que cambiar a otros TKI, combinar TKI con quimioterapia o considerar la posibilidad de un TACMH. Conviene destacar que muchos pacientes Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS1252 ORIENTACIONES FUTURAS En 2014, los pacientes con LMC disponen de distintas opciones de tratamiento, como varios TKI, la omacetaxina (inhibidor de la síntesis de proteínas) y algunos fármacos más antiguos (hidroxiurea, IFN-a, busulfano, 6-mercaptopurina, citarabina, decitabina). Cabría esperar que la mayor parte de los pacientes con LMC vivan una vida funcional normal y estén curados funcionalmente (aunque no molecularmente) mientras continúen el tratamiento a base de TKI, cumplan dicho tratamiento y se sometan a un seguimiento muy estricto para detectar signos de resistencia con el objeto de modificar el tratamiento de un modo pertinente y/o considerar la posibilidad de un TACMH antes de que progrese la LMC. Las orientaciones futuras se centrarán en la cura molecular potencial de la LMC (es decir, la obtención de una respuesta molecular completa y duradera y su persistencia tras la interrupción del tratamiento con TKI). Esta no es una cuestión trivial, ya que, con un tratamiento eficaz a base de TKI y la extensión de dicho tratamiento a todo el mundo (hasta el 100% de todos los pacientes diagnosticados y la continuación del tratamiento con TKI sin interrupciones), la prevalencia de la LMC aumentaría anualmente y se estancaría aproximadamente hacia el año 2030-2040 en un porcentaje equivalente a 35 veces su incidencia. Se calcula que esa cifra se acercaría a los 160.000 pacientes con LMC en EE. UU. y unos 3 millones de pacientes en todo el mundo. Esto puede representar una carga considerable para los pacientes y los sistemas asistenciales en relación con la disponibilidad de los fármacos, el cumplimiento de los tratamientos, la posible aparición de efectos secundarios a largo plazo y los costes. Por consiguiente, es muy importante seguir buscando tratamientos que incrementen los porcentajes de respuesta molecular completa y duradera. Esto se podría conseguir con los TKI de nueva generación, más potentes, solos o combinados con otros tratamientos disponibles (peg-IFN-a, omacetaxina, decitabina) o en fase experimental (inhibidores de JAK2, inhibidores de erizo, venenos para células madre, vacunas). Esas estrategias pueden facilitar la erradicación de las lesiones residuales míni- mas, pudiendo obviar la necesidad de un tratamiento indefinido con TKI. Un mejor conocimiento de los acontecimientos histopatológicos que se producen corriente abajo de BCR-ABL1 puede ayudarnos a desarrollar nuevas estrategias para hacerles frente. PRONÓSTICO El tratamiento de la LMC con imatinib y otros TKI ha revolucionado el pronóstico de esta enfermedad. En pacientes diagnosticados recientemente de LMC, el tratamiento con imatinib se asocia a un índice de supervivencia estimada a los 8-10 años del 85% (93% si no se incluyen las muertes norelacionadas con la LMC). Si se mantiene esta tendencia favorable con un seguimiento más prolongado, el tiempo medio de supervivencia en la LMC puede sobrepasar los 25 años. En la primera década de experiencia, la tasa de mortalidad anual de la LMC con los TKI ha descendido del porcentaje histórico del 10-20% hasta el 2% (1% si solo se tienen en cuenta las muer- tes relacionadas con la LMC). Muchos de los factores de pronóstico desfavorable mejor conocidos en la LMC (p. ej., edad avanzada, esplenomegalia, presencia de fibrosis medular, deleción de 9q) han perdido gran parte de su importancia pronós- tica desde la aparición del tratamiento con TKI. Con los TACMH cabe esperar la curación del 40-80% de los pacientes con LMC en fase crónica, el 15-40% de aquellos con LMC en fase acelerada y el 5-20% de aquellos con LMC en fase blástica. LEUCEMIA MIELOMONOCÍTICA CRÓNICA Y OTRAS LEUCEMIAS MIELOIDES CRÓNICAS ATÍPICAS DEFINICIÓN Y EPIDEMIOLOGÍA Aunque superficialmente se parece a la LMC en su presentación clínica y morfológica, hay que considerar la LMMC una entidad independiente a causa de sus características clínicas, terapéuticas y pronósticas particulares. La LMMC es un trastorno híbrido que se manifiesta como una proliferación de la serie monocítica mieloide y una displasia de la serie eritroide-megacariocítica. Los pacientes con LMMC son mayores (edad media, 65-70 años) que la mayoría de los pacientes con LMC. BIOPATOLOGÍA Los hallazgos citogenéticos de los pacientes con LMMC pueden ser normales o incluir un cromosoma 8 adicional u otros hallazgos, además del cromosoma Ph. Los pacientes con LMMC presentan mutaciones RAS en el 40-60% los casos. MANIFESTACIONES CLÍNICAS Y DIAGNÓSTICO Los pacientes suelen acudir con síntomas relacionados con la anemia y la trom- bocitopenia (cansancio, hemorragias). Otras manifestaciones características son esplenomegalia, leucocitosis y monocitosis. Es menos frecuente observar una infil- tración orgánica (ganglios linfáticos, piel, hígado). La basofilia y la trombocitosis no son manifestaciones iniciales. Se han identificado mutaciones de alta frecuencia en el gen receptor del factor 3 estimulador de colonias de granulocitos (CSF3R) en la leucemia neutrofílica crónica (LNC) y en algunos pacientes con leucemia mieloide crónica atípica (LMCa). También se han identificado mutaciones recurrentes en SETBPl (proteína de unión Set) en el 25% de los pacientes con LMCa. TRATAMIENTO Y PRONÓSTICO En los pacientes candidatos se debe considerar como tratamiento de primera línea la opción del TACMH (cap. 178), que es la única modalidad curativa. Otros tratamientos posibles son hidroxiurea para controlar la leucocitosis, eritropoye- tina para mejorar la anemia, azacitidina o decitabina (aprobadas ambas por la FDA para el tratamiento de la LMMC), topotecán y citarabina u otros regímenes intensivos anti-LMA (cap. 183) para la transformación de la LMMC, esplenectomía para la esplenomegalia sintomática y/o el hiperesplenismo, y algunos fármacos experimentales. Se está investigando la posibilidad de inhibir corriente abajo la señalización de Janus cinasa 2 o de SRC cinasa del CSF3F mutado. Entre los factores de pronóstico desfavorable cabe citar la anemia (hemo- globina < 10 g/dl), la trombocitopenia y la presencia de más de un 5% de formas blásticas. La supervivencia media oscila entre 12 y 18 meses. Tto LEUCEMIA DE CÉLULAS PELUDAS DEFINICIÓN Y EPIDEMIOLOGÍA La leucemia de células peludas (LCP) es una leucemia de linfocitos B infrecuente e indolente (1-2% de todas las leucemias). El promedio de edad en el momento del diagnóstico es de 50 años, y se observa una preponderancia masculina de 4:1. BIOPATOLOGÍA La célula de origen de la LCP es el linfocito B, tal como ha permitido documentar la identificación de reorganizaciones en los genes de inmunoglobulina de cadena pesada y ligera. En una serie de 47 pacientes, todos ellos presentaban una mutación activadora BRAF V600E. Las células peludas expresan CD19, CD20, CD11C, CD103, MFC7 y CD22, pero no CD21, CDS, CD10 o CD23. Las células demuestran un fenotipo de cadena ligera k o l. Las células expresan, además, CD25 (TAC), el receptor de baja afinidad para interleucina 2 (IL-2), y CD103, un antígeno exclusivo de las células pelu- das. En el suero de casi todos los pacientes con LCP existen concentraciones elevadas de receptor soluble para IL-2 (más de cinco veces los valores normales), observándose en muchos casos concentraciones elevadísimas. En la LCP es bastante frecuente una disfunción inmunitaria. La monocitopenia es universal; es menor el número de linfocitos B y T; la proporción CD4/CD8 (T supresor/T auxiliar) suele estar invertida; y la reactividad de las pruebas cutáneas de memoria antigénica está limitada, igual que la citotoxicidad celular dependiente de los anticuerpos. La inmunidad humoral está relativamente preservada, con unas concentraciones normales de inmunoglobulinas. El fallo medular en la LCP puede deberse en parte a factores inhibidores (p. ej., factor de necrosis tumoral) sintetizados por el infiltrado leucémico; la pancitopenia suele ser más marcada de lo que cabría esperar basándose en el grado de infiltración leucémica. MANIFESTACIONES CLÍNICAS La mayoría de los pacientes manifiestan inicialmente pancitopenia y esplenomegalia. Los pacientes pueden mostrar también cansancio, fiebre, pérdida de peso e infeccio- nes secundarias a granulocitopenia o monocitopenia. La leucocitosis es infrecuente, y las adenopatías son también poco frecuentes. La anemia puede afectar a un 85% de los pacientes, mientras que en el 60-75% de los casos se observa leucopenia y trombocitopenia. Las citopenias se deben a una combinación de fracaso medular por infiltración leucémica e hiperesplenismo. Los pacientes pueden experimentar infecciones repetidas y, en contadas ocasiones, una vasculitis sistémica que recuerda la panarteritis nudosa. Aunque se producen infecciones bacterianas, como cabría espe- rar con la neutropenia, los pacientes con LCP muestran propensión a la tuberculosis, que son aparentemente resistentes a los TKI pueden no estar cumpliendo el tratamiento. Hay que discutir abiertamente esta posibilidad con los pacientes que muestren signos de progresión de la LMC en los estudios moleculares o FISH. Si no están cumpliendo el tratamiento, pueden continuar el mismo tratamiento a base de TKI haciendo hincapié en su seguimiento y realizando una nueva evaluación 3-6 meses después, antes de declarar una resistencia de la LMC. En los pacientes en respuesta citogenética completa a un determinado TKI, no se considera que la ausencia de una respuesta molecular importante indique por el momento una resistencia a ese TKI o la necesidad de cambiar de tratamiento. Se ha recomendado el uso de estudios mutacionales en pacientes que desarro- llan resistencia o recidiva citogenética o hematológica tras el tratamiento con un determinado TKI, a la hora de considerar la posibilidad de cambiar a otro TKI. El porcentaje de detección de mutaciones en estos casos es del 30-50%. No se recomienda realizar estudios mutacionales a los pacientes en respuesta citogenética completa a un determinado TKI porque el porcentaje de detección de mutaciones es muy bajo en esos casos (< 3-5%). Descargado para Jose Luis Salas Mallqui (zeithk_2_1578@hotmail.com) en University Autonoma de Puebla de ClinicalKey.es por Elsevier en abril 30, 2017. Para uso personal exclusivamente. No se permiten otros usos sin autorización. Copyright ©2017. Elsevier Inc. Todos los derechos reservados. 184. LEUCEMIAS CRÓNICAS 1253 © E lse vi er . F ot oc op ia r s in au to riz ac ió n es u n de lit o. las infecciones micobacterianas atípicas y las infecciones micóticas, debido quizás a la marcada monocitopenia que es característica de este trastorno. DIAGNÓSTICO Junto con las manifestaciones clínicas, un análisis minucioso de la extensión de sangre periférica puede mostrar las células típicasocasionales con proyecciones citoplásmicas, que han dado origen a la denominación de leucemia de células peludas (fig. 184-5). Las células peludas tienen un diámetro de 10-15 mm, un citoplasma de color azul pálido, un núcleo con una estructura de cromatina laxa y uno o dos nucléolos borrosos. La aspiración de médula ósea suele ser inadecuada debido a la gran acumulación de retículo, colágeno y fibrina; normalmente hay que recurrir a la biopsia medular. La afectación medular puede ser intersticial o por zonas, y el infiltrado se caracteriza por unos núcleos muy espaciados a causa del abundante citoplasma, lo que da lugar al aspecto descrito habitualmente como de huevo frito. En el 95% de los casos, las células peludas muestran una intensa reacción citoquími- ca de la fosfatasa ácida (isoenzima 5), una reacción que se resiste al efecto inhibitorio del ácido tartárico (TRAP). Otros procesos linfoproliferativos no suelen ser TRAP positivos. Al microscopio electrónico se aprecian claramente las proyecciones micro- peludas. A menudo pueden identificarse complejos ribosómicos-laminares, que son característicos pero no diagnósticos de la LCP. La tinción con peroxidasa es negativa, y las células peludas carecen de actividad lisozima, lo que las diferencia de los monocitos. Diagnóstico diferencial Dentro del diagnóstico diferencial hay que distinguir entre la LCP y el linfoma no hodgkiniano (cap. 185) o la leucemia linfocítica crónica (LLC) (v. más adelante), que pueden cursar con esplenomegalia predominante y adenopatías mínimas. Algunos pacientes con un síndrome mielodisplásico (cap. 182) o una neoplasia mielopro- liferativa crónica (cap. 166) desarrollan esplenomegalia y pancitopenia con unas pocas células atípicas. Pacientes con otras enfermedades, como lupus eritematoso sistémico (cap. 266) y otros trastornos autoinmunitarios, leucemias prolinfocíticas de linfocitos B y T (v. más adelante), esplenomegalia infiltrante (cap. 168) o tuberculosis (cap. 324), pueden tener esplenomegalia y citopenia, pero normalmente es posible confirmar estos diagnósticos mediante la anamnesis, la exploración física y las pruebas hematológicas y medulares apropiadas. La presencia de esplenomegalia, citopenias y una médula ósea imposible de aspirar en un hombre de mediana edad debe hacernos pensar inmediatamente en la LCP. En ocasiones, hay que recurrir a la esplenectomía o la biopsia ganglionar para establecer el diagnóstico en los casos difíciles. Algunos casos de una variante de LCP producen recuentos leucocíticos elevados, son TRAP negativas, presentan nucléolos prominentes y solo de forma ocasional son positivas para los anticuerpos contra CD25. La variante de LCP no responde igual a los fármacos que suelen resultar eficaces en el tratamiento de la LCP típica. PRONÓSTICO Cabe esperar que más del 85-90% de los pacientes tratados con cladribina o pentos- tatina sigan vivos al cabo de 10 años. LEUCEMIA LINFOCÍTICA CRÓNICA DEFINICIÓN La LLC es una neoplasia que se caracteriza por la acumulación de linfocitos B mono- clonales en la médula ósea, los ganglios linfáticos, el hígado, el bazo y, en ocasiones, otros órganos. Después de tratar la LLC mediante quimioterapia durante décadas, los últimos avances han despertado un gran interés por los tratamientos dirigidos a su mecanismo, a la vía de señalización de los receptores de los linfocitos B.11 EPIDEMIOLOGÍA La LLC es la leucemia más frecuente (un tercio de todos los casos) en los países occidentales, y es dos veces más frecuente que la LMC. Este proceso no suele afectar a personas menores de 30 años; la mayoría de los pacientes con LLC tienen más de 60 años. La incidencia de la LLC aumenta exponencialmente con la edad; a los 80 años alcanza una incidencia de 20 casos por cada 100.000 personas por año. La proporción entre hombres y mujeres es 2:1, aproximadamente. La incidencia de la LLC en Japón y China es solo el 10% de la observada en EE. UU. y otros países occidentales. En personas de origen hispano se observan unas cifras intermedias. Se desconoce la causa de la LLC. No se ha demostrado ninguna asociación entre la LLC y las radiaciones ionizantes y los virus, aunque recientemente se ha asociado la hepatitis C con el linfoma esplénico de linfocitos vellosos (otro trastorno indolente de los linfocitos B). La concentración familiar de casos de LLC es más frecuente que en otras leucemias; los familiares directos de los pacientes corren un riesgo entre dos y cuatro veces mayor y desarrollan LLC a una edad más temprana que el resto de la población general. Los granjeros muestran una incidencia de LLC mayor que la de otros grupos profesionales, lo que plantea la posibilidad de que los herbicidas o los pesticidas puedan influir en su etiología. Se ha asociado el agente naranja (el defoliante empleado en Vietnam) con el desarrollo de LLC. BIOPATOLOGÍA En la LLC, las células leucémicas son homogéneas y presentan el aspecto de linfocitos maduros normales. Sin embargo, se puede demostrar la clonalidad por la presencia de reordenaciones en los genes de las inmunoglobulinas y por la restricción de las cadenas ligeras k o l en la superficie celular. Las células expresan inmunoglobulinas superficiales monoclonales de baja intensidad (SMIG; normalmente inmunoglo- bulina [Ig] M ± IgD) y los antígenos panlinfocitos B CD19, CD20, CD23 y CD24 en la mayoría los casos, así como CD21 (que incluye el receptor para el virus de Epstein-Barr y el componente Cd3 del complemento) en más del 75% de los casos. TRATAMIENTO Un pequeño porcentaje (< 5%) de pacientes con LCP no necesita tratamiento. Esos pacientes presentan citopenias leves, no necesitan transfusiones, no tienen antecedentes infecciosos y muestran poca infiltración medular por las células peludas. 2-clorodesoxiadenosina (cladribina), un análogo de adenosina que es resistente a la desaminación por la adenosina desaminasa, produce una remisión completa en más del 80% de los pacientes con LCP tras un solo ciclo de 0,1 mg/ kg/día durante 7 días en infusión intravenosa continua, y representa el tratamien- to de primera línea recomendado actualmente.9 También se pueden administrar 0,14 mg/kg/día durante 5 días en infusión intravenosa diaria de corta duración. Tto Las remisiones son duraderas, y los pacientes que recidivan pueden experimentar a menudo una segunda remisión tras la repetición del tratamiento con cladribina. Este fármaco es bien tolerado y tiene un índice de infecciones muy bajo. A pesar de la supresión prolongada del recuento de linfocitos CD4+, no parece observarse un aumento de las infecciones oportunistas tardías ni de las segundas neoplasias malignas. Se considera que una respuesta parcial a los análogos de purinas cons- tituye un factor de mal pronóstico, y se recomienda administrar un segundo ciclo de tratamiento con análogos de purinas si los pacientes no entran en remisión completa, con la posibilidad de añadir rituximab. A menudo se usa rituximab combinado con un análogo de purinas para tratar las recidivas. La desoxicoformicina (pentostatina; 4 mg/m2 cada semana o cada 2 semanas durante un máximo de 6 meses) es un inhibidor de la adenosina desaminasa que induce una remisión completa en el 70-80% de los pacientes. La respuesta al tratamiento es muy rápida. Los efectos tóxicos consisten en náuseas y vómitos, infecciones, disfunción renal y hepática, conjuntivitis y fotosensibilidad, aunque suelen ser leves en la mayoría de los casos. El interferón leucocítico humano (HuIFN), o interferón a recombinante (r-IFN-a), incrementa rápidamente las concentraciones de granulocitos, pla- quetas y hemoglobina (en 1-3 meses); reduce el tamaño del bazo; y limita la infiltración medular. El número de células en sangre periférica se normaliza en el 80% de los casos, pero no es frecuente conseguir una remisión completa. Además, al interrumpir el tratamiento, se produce una recidiva al cabo de 1 o 2 años. También se obtienen respuestas con rituximab,
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