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Traducir el psicoanálisis Interpretación, sentido y transferencia

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Traducir el psicoanálisis 
~ INTERPRETACIÓN, SENTIDO Y TRANSFERENCIA 
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N éstor A. Braunstein 
Traducir el psicoanálisis 
Interpretación, sentido y transferencia 
pARAD ISO EDITORES 
<MÉXICO) 
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Colección Continente Negro 
A CARGO DE ALEJANDRO CERDA RUEDA 
Primera edición: 2012 
D.R. © 2012 Paradiso editores S.A. de C.V. 
Cuidado de la edición: Juan Carlos H. Vera 
Diseño de portada: Luis Hori González 
Diseño editorial: Alejandra Torales 
ISBN 978-607-95531-7-3 
Impreso y hecho en México 
Printed and made in Mexico 
Quedan prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, 
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de 
esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía 
y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante 
alquiler o préstamos públicos. 
Prólogo. Condensación y desplazamiento 
Sería fácil decir que este libro es una recopilación de artículos. Fácil 
y erróneo. Háy seis textos, claramente diferenciados, es verdad. El 
espacio que ocupan está bien delimitado por el número de las pági-
nas que, obviamente, no se repiten y por los saltos en la secuencia 
de los capítulos. No obstante, así como es clara la delimitación de 
los textos, hay que tener en cuenta que todos ellos crecieron y fue-
ron modificando sus rasgos a lo largo de una gestación de años, 
conectándose, dejando testimonio de sus distintos estadios de ela-
boración en publicaciones sucesivas y en traducciones donde los 
enunciados nunca se repetían. Con el tiempo se fueron expandien-
do, corrigiendo, aceptando la influencia del diálogo con los -colegas 
y alumnos, actualizando con nuevas referencias. Son, hay que decir-
lo así, sextillizos interactivos. 
La primera inducción tuvo lugar en 2001, en un coloquio sobre 
"a teología" y, a su vez, el título que recibió esa contribución era una 
frase que venía corroyendo mi espíritu y desafiando mi ingenio des-
de que la publiqué en 1993: "Existe el sentido, pero no el Sentido del 
sentido en que el sentido nos hace creer". ¿Qué es el"sentido" para 
un psicoanalista y qué relación tiene su actividad con la del herme-
neuta? ¿En qué y cómo es que "la interpretación de los sueños" se 
distingue de una donación de sentido a lo que aparentemente es in-
conexo (nonsensical) o parece estar escrito en una lengua extranjera? 
Dar sentido, dar otro sentido cambiando el primero, reconocer la 
multiplicidad de los sentidos de cada afirmación, de cada palabra 
escuchada y de cada letra leída, es equivalente a "interpretar". Inter-
pretar, incluso, eso que parece lo más ajeno al sentido: el sueño. El 
psicoanalista es un intérprete, es decir, un traductor. Traducir, inter-
pretar y dar sentido son actividades emparentadas aunque no son 
sinónimos, aunque nombran diferentes actos de palabra (speech acts). 
7 
Prólogo 
8 
No en balde, antes aun de 2001, para conmemorar el cente-
nario de la Traumdeutung, piedra fundamental del edificio psi-
coanalítico, habíamos publicado en un artículo periodístico un 
texto intitulado "La traducción de los sueños". No en balde ese 
artículo encabezó la recopilación que llevó como título Por el 
camino de Freud. Señalábamos allí que Deutung, interpretación, 
es una derivación de deutsche, término en alemán a su propia 
lengua. Deuten, interpretar, es poner en lengua vernácula lo que 
está escrito en lenguas ya muertas como el latín. Interpretar es, 
pues, traducir. 
¿Y cómo internarse en el psicoanálisis, práctica de interpre-
tación, sino leyendo sus palabras con los significantes origina-
rios, es decir, los usados por Freud en sus escritos? Uno de los 
varios caminos que deben transitarse para ponerse en el camino 
de "devenir psicoanalista" (eso que uno nunca llega a "ser"), es 
el de aventurarse en los inciertos senderos de ese dialecto es-
pecial que Freud debió configurar para hacerse entender por sí 
mismo y por los demás. Nadie duda de que el psicoanálisis tuvo 
que crear su propio vocabulario para llegar a existir y necesi-
tó hacerlo redefiniendo palabras ya usadas, desgastadas, por el 
uso corriente. Así surgieron "nuevas" palabras que eran, en rea-
lidad, antiguas: inconsciente, yo, ello, preconsciente, pulsión, 
represión, perversión, histeria, libido, representación, etcétera. 
Redefinidas, las palabras tenían que definir sus relaciones re-
cíprocas pues, como sucede en cualquier lengua y en cualquier 
dialecto, ninguna palabra significa nada si no es en relación con 
las demás del mismo idioma y según el contexto de la frase en 
que se las utiliza. La recepción internacional del psicoanálisis 
fue avasalladora. Para criticarlo o ensalzarlo, en el campo de la 
medicina y en todos los terrenos de la cultura, sus términos se 
incorporaron al lenguaje de las más diversas y, en apariencia, 
alejadas disciplinas. El saber occidental fue conmovido de raíz y 
todas las lenguas tuvieron que aceptar nuevas palabras o agre-
gar acepciones a las ya existentes para dar cuenta de la insólita e 
inesperada novedad que llamaba a sus puertas. El psicoanálisis 
nació usando palabras desgastadas por el uso (¿de dónde las 
l'n\fogo 
9 
sacaría, sino de los diccionarios ya existentes?), pero obligó a 
revolucionar el vestuario de las lenguas que lo recibieron. No 
hay disciplina que no haya modificado y enriquecido su termi-
nología por la irrupción del saber freudiano. 
Había que escuchar a Freud y leerlo con sus propios signifi-
cantes; esa fue la tarea inicial y esencial de Lacan para su "retor-
no a Freud", pues las malas traducciones y la variabilidad de los 
vocablos hacían del psicoanálisis una ensalada lingüística impo-
sible de transmitir a quienquiera que fuese. Aun hoy en día, los 
franceses no tienen una versión confiable de la obra del funda-
dor de la disciplina. La lengua española recibió también las ense-
ñanzas vienesas y tuvo en ello mejor, aunque desigual, fortuna. 
Por eso, traducir el psicoanálisis supone una práctica, una 
experiencia, un sufrimiento, un goce del traductor que se enfren-
ta con la misión imposible de verter "de" una lengua fuente (el 
alemán de Freud, el inglés de Klein y Winnicott, el francés de 
Lacan), cada uno de ellos hablando y escribiendo en el dialecto 
del psicoanálisis "a" otra lengua blanco, la lengua del destino al 
que se apunta, que es, en nuestro caso, el español de Castilla. Así 
comienza la interacción de los sextillizos con el primer capítulo 
titulado "La traducción de lo intraducible en psicoanálisis". En 
efecto, el psicoanálisis decimos, como el cristianismo, es un pro-
ducto de "sus" traducciones. En los dos sentidos del genitivo. 
El psicoanálisis no hubiera podido trascender (ni mucho 
menos afrontar la ordalía del fascismo) sin la acción del tra-
ductor. En el primer capítulo se abordan el tema general de esa 
rama del saber literario para la que se inventó el nombre, claro 
aunque híbrido y malsonante, de "traductología" y las vicisitu-
des inacabadas e inacabables de la versión del texto freudiano 
al castellano, superando, también en nuestro caso, la ordalía del 
fascismo, el español que conocemos como "franquismo", que 
hubiera, de buena gana, acabado con nuestra disciplina. 
Este libro lleva las huellas de largos períodos que hemos de-
dicado a la tarea de traducir y de revisar las traducciones de 
nuestros propios escritos. También de escuchar a los autores 
básicos, los poetas, en sus lenguas originales, en las mejores y 
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1 
Prólogo 
10 
peores traducciones, de oír a especialistas entregados a la tra-
ducción, de leer a Benjamin, a Ortega, a Steiner, a Berman. Sí; 
y también de oír a nuestros analizantes, perplejos a la búsque-
da del sentido de sus propios sueños, de sus propias palabras, 
de su propia historia y su propio destino. Y de afinar el oído 
para escuchar las voces del canto, las cambiantes versiones de 
un mismo texto (por ejemplo, las incontables misas en latín, un 
soneto de Shakespeare o un poema de Baudelaire) en manos de 
diferentes compositores de música. Otro sí digamos, también de 
escuchar a nuestros lectores, a nuestros alumnos, a nuestros dis-
cutidores y objetores, a nuestros colegas en otras ramas del ár-
bol psicoanalítico. Traducir: una vida dedicada a la traducción. 
Inacabable, hemos dicho, unendliche. Pues no hay el Sentido, 
pues los sentidos son siempre parciales y corren detrás de los 
enunciados sin encontrar otra cosa que su deficiencia. Pues los 
originales están finiquitados pero sus traducciones son siempre 
precarias, mezquinas, transitorias. Ese es el tema del segundo 
capítulo. No hay un Ser supremo que sancione el sentido final 
de una frase y ni siquiera de una palabra. El saber puede ser 
"supuesto" a un sujeto pero éste debe resignarse a vivir en el 
páramo en que nació, el de la ausencia de una palabra rectora. 
Debe aceptar la deriva que, al ser la de los significantes que lo 
marcan, es la de él mismo. Lo grave no es carecer del Sentido 
último; lo grave es creer que no se carece de él, creer que se lo ha 
aprehendido, que la búsqueda ha concluido. (Lo grave no es la 
castración, lo grave es creer que no se ha pasado por ella.) 
Eso lleva al tercer capítulo y a la tercera cuestión: "El dios 
de los psicoanalistas" donde se intenta definir la (a}teología del 
psicoanálisis. Si el Sentido no existe, entonces los sentidos dados 
a un enunciado cualquiera son precarias propuestas de inter-
pretación. Responden a la creencia de que lo dicho "posee" un 
sentido, un cierto sentido que vendrá del otro, del que escucha 
el enunciado, que sabrá devolverlo como interpretación des-
pués de traducirlo a un lenguaje superior, a un metalenguaje 
(que no existe) acabando con la ambigüedad y la polivalencia 
de todo enunciado. Para los psicoanalistas, independientemen-
Prólogo 
11 
te de su credo personal, Dios no preexiste sino que post-existe 
como consecuencia de un decir. Dios no es creador sino creado 
y su requisito es la creencia de que el otro, ese al que se le pide 
que entienda, comprende lo que uno no sabe de su propio decir. 
En psicoanálisis esa creencia se llama trans-ferencia, en alemán 
Über-tragung. Über, como el inglés over, en español: sobre (como 
en "sobrevivir" o "superyó") y Tragung que tiene la misma raíz 
que nuestro traer. Übertragung, traer-sobre, transferir, llevar a 
una posición superior, colocar en ese lugar al intérprete, al tra-
ductor, al psicoanalista. La transferencia es también un efecto, 
por lo tanto, de la creencia en la traducción "exacta" que daría 
sentido a "oraciones" incomprensibles como las dichas en una 
lengua foránea, como los extravagantes recuerdos de lo soñado 
en la noche anterior. 
El cuarto capítulo aborda esta misma cuestión y lo hace a 
partir de un ejemplo privilegiado: el personaje intermediario 
entre el Dios del monoteísmo y los hombres, el portador de la 
Ley, el profeta que la recibe del Uno y la lleva a los otros: Moisés. 
En ese "gran hombre", creador de su propio pueblo, se intere-
saron al mis:mo tiempo y sin saber uno lo que hacía el otro, dos 
nuevos profetas: Freud, en el psicoanálisis, y Schoenberg, en la 
música. Ambos estaban intrigados por un mismo enigma: cómo 
transmitir la idea sin degradarla por medio de las imágenes y 
las palabras, cómo alcanzar lo real desprendiéndose de las ré-
moras de lo imaginario y lo simbólico. En otras palabras, cuál es 
el contenido último de ese mandamiento supremo e irrealizable 
("inhumano", dice Steiner) que prohíbe la representación. Nue-
vamente: cómo traducir, interpretar, dar sentido, sin degradar ni 
traicic;mar a la idea de un goce que está más allá de los sentidos 
de las frases y de los (¿cinco?) sentidos del cuerpo viviente. 
El quinto de estos séxtuples confronta estas limitaciones de 
lo imaginario y de lo simbólico para integrar lo real de la vida, 
de la vida del cuerpo habitado por el lenguaje que es el de todos 
nosotros, a través de un interlocutor inesperado: Karl Popper, 
responsable de la ingeniosa idea de que no hay un mundo sino 
tres: el de las cosas, el de las representaciones mentales (subje-
Prólogo 
12 
tivas) de las cosas y el del conocimiento (objetivo) de las leyes 
que relacionan a las cosas entre sí y son productos de la mente 
humana. Para Popper, entre las cosas y las leyes hay un mundo 
intermedio que es el de la "mente" que traduce las sensaciones 
provenientes del mundo exterior en un saber siempre crecien-
te que se manifiesta en leyes científicas independientes de las 
creencias de los autores de sus enunciados. A la concepción tri-
nitaria de Popper proponemos oponer la topología lacaniana 
("los tres de Lacan") que articula, no "tres mundos" diferentes 
sino tres registros de la experiencia que no se traducen de uno a 
otro sino que están armados de modo tal que ninguno funciona 
sin los otros dos: lo imaginario, lo simbólico y lo real unidos de 
manera inextricable en el ser que habla. ¿Cuál es la consecuen-
cia de esta concepción? Mientras que el planteo popperiano da 
fundamento a una epistemología (y a una concepción del mun-
do) positivista que permite pasar de las cosas a las representa-
ciones sensoriales y de éstas a las leyes abstractas, la topología 
lacaniana niega la separación de esos "mundos" y desbroza el 
terreno para otra epistemología (y otra concepción del mundo) 
negativista fundada no en los datos de los sentidos, sino en la di-
ferencia diacrítica entre los significantes. Las cosas no son en sí 
ni tienen sentido si no es a través de los signos. Las ciencias del 
signo, a diferencia de las ciencias naturales (¿cómo podría haber 
una ciencia que sea "natural" y no un producto del lenguaje?), 
postulan que no hay más que diferencias, negatividades y que 
lo único que es "positivo" es la ausencia, la diferencia que sepa-
ra y distingue a un signo de todos los demás. Entre esas ciencias 
del signo, el psicoanálisis se ocupa del inconsciente "estructura-
do como un lenguaje", es decir, como un sistema de diferencias. 
Llegamos así a la cuestión y al problema del conflicto de las 
interpretaciones (o de las traducciones) o de las formas de ana-
lizar (de traducir). ¿Qué sucede con los relatos de un análisis? 
¿Cómo cambia la historia si esa narración es hecha por el ana-
lista o por el analizante? ¿Puede establecerse una analogía entre 
traducir a diferentes lenguas un mismo texto y analizarse con 
un analista de distinta orientación un mismo paciente? ¿Cómo 
Prólogo 
13 
relatan los análisis los analistas y cómo los analizantes? Si el tex-
to de lo que se dice en un análisis (por ejemplo, un sueño) es 
considerado como "fuente", como "original": ¿cuál es el efecto 
que sobre ese discurso produce la manera de escucharlo y la 
manera de intervenir (de traducir) del psicoanalista? ¿Por qué 
es que Lacan, con su propuesta del pase, excluye al analista del 
juicio sobre lo sucedido y lo alcanzado en un análisis y deja esa 
función en manos de los no analistas, es decir, del sujeto que da 
testimonio de su experiencia y de sus "pasadores"? ¿Qué efec-
tos tiene transitar "de un analista a otro"? 
Culmina así el recorrido de esta indagación (enquete, recher-
che) en los meandros del psicoanálisis qu~ se liga íntimamente 
con la otra, realizada de manera simultánea, que es la investi-
gación de la memoria y que se "tradujo" ya en una trilogía de 
volúmenes. 
Capítulo l. La traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
A}acques Nassif, amigo porque traductor, 
traductor porque amigo, presente encada línea de este ensayo. 
He sido honrado, y un poco abrumado, con el ( en)cargo de respon-
sable académico de la traducción al español de una obra monumen-
tal: el Vocabulario Europeo de las ideas filosóficas. Diccionario de los intra-
ducibles.1 En un principio acepté, movido por el entusiasmo que me 
produjo imaginar lo que aprenderíamos todos formando un equipo 
de traductores expertos y yo, en particular, al dejarme enseñar por 
ellos acerca de uno de los enigmas mayores de la filosofía y el psi-
coanálisis, uno de esos problemas que siempre me cautivaron: el de 
cómo es posible expresar con las palabras de una lengua la diferencia 
inexorable que se manifiesta siempre entre la palabra empleada por 
un pensador y otra palabra, en apariencia homóloga, que pretende 
ser su conversión a un idioma diferente. Por otra parte, el centro 
confeso de la obra desde su título mismo no residía en lo traducible 
sino en los vocablos en tanto que intraducibles. Creía -creo- quepo-
ner una obra semejante a disposición del público hispanohablante 
era una tarea magna de la cultura. A poco andar pude comprender 
que lá tarea exigiría más de mí en tiempo y capacidades de lo que 
me podía responsablemente comprometer, y renuncié a continuar 
como coordinador, aunque no a colaborar en el empeño de lograr 
una versión aceptable de este deslumbrante producto salido de una 
investigación filosófica excepcional. 
Así como, en una casa, un mueble no tiene un ser, sino que al ser 
se lo recibe de su relación con la habitación en donde se le ha puesto 
y con los demás muebles que allí se encuentran, y así como una plan-
ta del jardín depende de aquellas que comparten el suelo con ella, 
' Barbara Cassin (ed.), Vocabulaire Européen des philosophies. Dictionnaire des intradui-
sibles. París, Seuil-Le Robert, 2004. 
15 
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Néstor A. Braunstein 
16 
del mismo modo, una palabra depende de su lugar en la frase, 
en el texto y en la lengua en que es dicha. Por sí misma, ella 
nada significa ... o puede significar lo que uno quiera si la frase 
es suficientemente larga. ¿Habrá que traducir a otra lengua la 
palabra aislada (verbum) o el sentido (sensum) que ella tiene den-
tro de la proposición en la que aparece? ¿Y si la palabra tiene 
varios sentidos o el sentido depende del entendimiento del tra-
ductor y de su manera de interpretarlo, como casi siempre su-
cede? ¿Cuál es y en qué lengua se escribe una palabra unívoca, 
desprendida del peso de la polisemia? Todo concepto filosófico 
se carga de la historia de los equívocos que le han precedido, de 
la significación asignada en el lenguaje corriente, de los auto-
res que lo han utilizado y de sus vínculos con la obra en donde 
ocupa un cierto espacio teórico. Nunca queda un término con 
una significación definitivamente asentada en un vocabulario 
de la filosofía; cada uno de ellos tiene, no sólo un pasado y un 
presente, sino también un futuro que se juega cada vez que se 
recurre a él. La traducción es un trasplante conceptual de un hu-
mus lingüístico, supuestamente "natural", a otro de composi-
ción distinta y siempre, en variable medida, incompatible con el 
primero. No queda excluida la posibilidad, tal como sucede con 
los humanos, de que la planta desterrada y desolada se arraigue 
con vigor renovado en la tierra de su ostracismo. La metáfora "or-
gánica" o "vegetal", de la vida de la palabra traducida o de la 
frase interpretada y de su adaptación al "ambiente" de la nueva 
organización lingüística es una incertidumbre siempre pendien-
te para el traductor: ¿infunde él una nueva vitalidad o la quita al 
hacer una "transferencia" entre lenguas diferentes? 
La primera e inmensa dificultad que plantea la traducción 
es la intuitiva ingenuidad de creer que es posible "trasplantar" 
(transferir, trasladar, convertir, desplazar) un texto y verterlo en 
otra lengua donde funcionará de la misma manera que en la len-
gua en que fue pensado y utilizado por primera vez; creer que 
puede haber una "identidad" entre el original y su traducción, 
que nada grave sucederá por su transferencia (Übertragung, pién-
sese en el sentido psicoanalítico de esa palabra) a otro suelo, a 
La traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
17 
otro idioma. Todos sabemos que la traducción inmediata, sin 
fallas, ni pérdida es, más que un ideal, un mito, la imagen mis-
ma de un imposible. Al cambiar el sonido y el contexto cambian 
también el sentido, especialmente si el significante nada signifi-
ca sino en la trama de las palabras que le preceden y le siguen en 
la frase. Cada palabra en una frase depende del resto del siste-
ma de la lengua donde se inscribe bajo la forma de "traducida" 
y no del lugar que ocupaba en el"original". El destino de todo 
discurso es perderse, quedar lost in translation.2 Duele admitir 
que el organismo viviente de un texto se muere en el momento 
de desplazarlo de su suelo natal, y que toda traducción obliga 
a realizar algo así como un trabajo de duelo (Trauerarbeit) por el 
original que ha sido despedazado y recompuesto. No resucitará. 
La duda es: ¿podrá el original conseguir una nueva vida en otra 
lengua, y cuál será el precio que deberá pagar por la mudanza? 
Incluso pudiese ocurrir que se le vea renacer robustecido y más 
vigoroso aun después de la extirpación y reinjerto, superando 
las barreras inmunitarias impuestas por la nueva lengua. (Deje-
mos que las metáforas "orgánicas" infiltren nuestras reflexiones 
"lengua jeras", aunque las malas lenguas digan que la palabra 
hablada vivifica lo que la letra mata.) 
. Comencemos con un ejemplo complicado y a la vez ele-
mental. El sustantivo "mente" (del latín mens, en inglés: mind) 
no existe en alemán, ni en francés. Ni Freud, ni Lacan pudieron 
haberlo utilizado en el momento de escribir: sus respectivas len-
guas maternas no lo permitían. ¿Es legítimo que un traductor 
de sus escritos al español, o al inglés, haga aparecer la palabra 
inexistente -"mente"-, que no existe en la "lengua fuente" (la 
2 ¿Cómo eludir aquí el concepto del objeto a de La can, ese saldo perdido en el 
decurso vital, lo que emana del ser y es para siempre irrecuperable, causa del 
deseo y objeto plus de goce que moviliza todas las búsquedas ulteriores? ¿Qué 
relación hay entre el objeto a y lo que se perdió al hacer una traducción, un 
saldo o resto que se produce a medida que se avanza, en la vida, en el texto? 
¿No vive el traductor a la sombra del objeto a, de un objeto sin cuerpo, de ese 
real que no tiene imagen en el espejo y que no puede decirse, pues trasciende 
a toda palabra? 
_.~..._~_._ .. .__....._~_._,_. .. _,,._._u_.,,._,. .. ,,,,,,,,,_.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, 
Néstor A. Braunstein 
18 
original, la traducida, la que está sometida y resiste a los empe-
ños del traductor), pero que sí existe en la "lengua blanco" (la 
secundaria, traductora, activa y selectiva), en las frases donde 
esos fundadores de la discursividad psicoanalítica usaron térmi-
nos corno Geist, Seele, Gemüt, -en Freud-, esprit, ame, psychisme, 
psychogénese -en Lacan-? ¿Puede el adjetivo "mental" -que sí 
existe en francés a pesar de que no exista el sustantivo del cual se 
deriva- corresponder a psychische, geistig o seelische, en alemán, 
y que el traductor prefiera el vocablo "mental" -más laico- a 
los conceptos de "psíquico" y "anímico", que serían más preci-
sos en una traducción literal del alemán, pero que están cargados 
de seculares resonancias míticas, escolásticas y religiosas? 
Por la ausencia de un término que corresponda a ese mens la-
tino, usual y usado en la mayoría de las lenguas europeas con 
las notables excepciones del francés y del alemán, se produce 
un efecto de indeterminación cada vez que se han de traducir las 
palabras Seele (alma), seelische (anímico), tan frecuente en los es-
critos de Freud. La ambigüedad se revela en el discurso de los 
autores que escriben en esas otras lenguas, lenguas de la "otre-
dad" psicoanalítica -si se admite que laalemana es consustan-
cial a la disciplina, pues en ella nació-, cada vez que deben ele-
gir entre "anímico" y "mental". Si la lengua de origen (lengua 
source: fuente, traducida) no tiene una palabra que sí existe en 
la lengua de destino (lengua cible: blanco, traductora), se choca, 
en el momento de sustituir el original por el texto traducido, no 
sólo con un problema en la lengua blanco: se revela un trastor-
no de difurninación del sentido que afecta también al texto de 
origen que no queda incólume después de pasar por la ordalía 
de la traducción. La alternativa textual que pone de manifiesto 
el traductor (al español o al inglés) llenando el vacío lexical de 
la lengua fuente (el alemán) se convierte, por su esmero corno 
lector-intérprete (eso es lo que llega a ser el traductor de toda 
obra seria), en un "síntoma" de la lengua original y del autor, de 
Freud en este caso. El "síntoma lingüístico" no se hace evidente 
sino en el momento de intentar una nueva versión (¿verterlo o 
per-vertirlo?), cuando se destierra el concepto a un suelo que 
1 .11/raducción de lo intraducible en psicoanálisis 
19 
no es el del origen. La palabra mind (mens), por no existir en ale-
mán, hace de cualquiera, y de todos, sus presuntos equivalentes 
"síntomas" en el vocabulario del propio Freud. El traductor -el 
buen traductor- comprende que un aspecto esencial de su ta-
rea consiste en hacer sufrir al autor, en contaminarlo, llegando 
al extremo de revelar déficits en la lengua del original, mostran-
do incluso sus eventuales insuficiencias. 
El Vocabulario que dirige Barbara Cassin es justo y generoso 
en sus referencias al psicoanálisis y los problemas que la disci-
plina freudiana aporta a la cuestión de la traducción, en general, 
y al conjunto del vocabulario filosófico, a partir de la introduc-
ción paradigmática del "inconsciente" (Unbewusst, literalmente: 
insabido) freudiano. No redundaremos -sería otro terna- en la 
actividad constante del psicoanalista corno "traductor" (Über-
sef<;er) de los sueños o las formaciones sintomáticas que se reve-
lan en su práctica clínica, una práctica bajo transferencia (Über-
tragung), que lo lleva al ejercicio de la interpretación (Deutung)/ 
actividad obviamente ligada a la traducción (Übersef<;ung).4 Tra-
ducción, transferencia e interpretación son conceptos íntimamente 
relacionados entre sí y nos conformarnos con dejar apuntada 
esta vecindad entre lo "intraducible", objeto y terna del Diccio-
nario de Cassin a partir del título mismo, y la imposible tarea del 
psicoanalista puesto a "traducir" e "interpretar" el lenguaje de 
los procesos primarios en términos de los procesos secundarios, 
las dos lenguas más incompatibles entre sí que existen, ya que 
una de ellas se erige en contra de la otra y manifiesta activamente 
3 Néstor Braunstein, Por el camino de Freud. México, Siglo XXI, 2001, pp. 11-17. 
4 La célebre "carta 52" de Sigmund Freud a Wilhelm Fliess plantea la existencia 
del psiquismo en su conjunto como una sucesión de sistemas de inscripción 
que requieren traducción -y sufren por "pérdidas en la traducción"- entre 
los registros de signos perceptivos (Ps), del sistema inconsciente (le) y el sis-
tema preconsciente (Prc), interpuestos entre la percepción y la conciencia con 
participación de procesos diferenciados en unos y otros (primarios y secun-
darios) y del sistema de la lengua al pasar (ser traducidos) de uno a otro. El 
tema está extensamente tratado (con algunas diferencias) en dos textos: Jacques 
Derrida, L'écríture et la différence. París, Seuil, 1967, pp. 310-316 y N. Braunstein, 
El goce. Un concepto lacaníano. México, Siglo XXI, 2006. 
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Néstor A. Braunstein 
20 
su resistencia a la traducción. El inconsciente es, por su esencia 
y existencia, lo que resiste a la traducción: existe, "estructura-
do 'como un lenguaje", para que sea dicho y se haga oír lo que 
la palabra hablada en otro lenguaje, en un lenguaje "otro", no 
puede expresar. La traducción es una resistencia al inconsciente 
y sus modos idiosincrásicos -poéticos- de decir oscuramente, 
como a través de un papel opaco, por metáforas y metonimias, 
sueños y síntomas. Por otra parte, dado el carácter dialógico -
conversacional- de la interpretación, nunca un enunciado in-
terpretativo podría ser llamado "justo" en sí, sino que siempre 
dependerá del momento y de la respuesta del analizan te. Habría 
que subrayar esta situación paradójica puesta en evidencia por 
el significante mismo de "analizante": quien verdaderamente 
traduce es el que recibe la interpretación, como si dijésemos, en 
otros términos, en otro contexto, el lector. La ambición literaria 
del psicoanalista no equivale a la de un autor-traductor que co-
munica mensajes o significados, sino a la de una esfinge que 
plantea sus enigmas y espera las respuestas que procederán del 
receptor. La suya es una estética donde la recepción es un mo-
mento esencial. Una estética bajo transferencia (Übertragung). 
Valga la referencia freudiana: la estructura de la traducción es 
similar a la del chiste. Hay un texto original que se quiere trans-
mitir, interviene un narrador, alguien que lo cuenta o lo traduce; 
el relato está destinado a una "tercera persona", aquel en quien 
el chiste se "realiza", el que lo escucha, que es donde el chiste 
alcanza su verdadera ex:istencia al ser sancionada por la risa del 
auditorio o público. Es imposible "explicar" o "traducir" el chis-
te basándose en su "sentido". La sustancia del mot d'esprit, de la 
palabra ingeniosa, está en otra parte: en el equívoco lógico, gra-
matical u homofónico, exactamente igual que la interpretación 
psicoanalítica. Nada ilustra mejor las dificultades y la pérdida 
(o la imposibilidad) de la traducción que la experiencia de con-
tar o escuchar chistes hablados en lenguas foráneas. 
Históricamente, debemos partir de un hecho indubitable: 
el psicoanálisis surge íntegramente en el terreno de la lengua 
alemana (¡qué difícil es traducir los Witzen [chistes] del libro 
1 '' '' rlfllll'l'irín de lo intraducible en psicoanálisis 
21 
l'pónimo de Freud!) y viene cargado (a la vez que lastrado) por 
todas las posibilidades de ese idioma.5 Es bueno señalar que el 
fundador de la disciplina tuvo un excelente conocimiento, y 
puso sus empeños antes de dedicarse a la práctica que lo haría 
célebre, de la traducción: del inglés (Stuart Mill), del francés (Char-
mt), del español (Cervantes), del griego antiguo (Sófocles), y del 
latín (Virgilio). El psicoanálisis nace en alemán pero sus óvulos 
vienen fecundados por la cultura europea entera que se da cita 
en las páginas que Freud escribe. El vocabulario freudiano es 
un "vocabulario europeo de las filosofías", armado por lenguas 
que se dan cita y hasta se entreveran en sus textos. 
La obra de Freud, concitó casi desde el principio, un fervo-
roso interés mundial. En 1909, él viajó de Viena a los Estados 
Unidos, y allí pronunció sus conferencias en alemán que fueron 
rápidamente traducidas al inglés en una versión que el propio 
Freud hizo de ellas. En los dos años siguientes, sus cinco leccio-
nes fueron traducidas al holandés, al ruso, al polaco y al húnga-
ro. A partir de 1913, los artículos y libros de Freud se traducen 
a todas las lenguas europeas. Con la conceptualidad psicoana-
lítica, una "nueva lengua" (newspeak) había nacido y ella exigía 
ser vertida para la "comprensión" de quienes hablaban antes 
en otros dialectos: médicos, filósofos, psicólogos, etcétera, que 
discurrían en las "lenguas naturales" de los europeos. La pri-
mera traducción de la Traumdeutung fue hecha al inglés en ese 
año (1913) por Abraham Arden Brm. José Ortega y Gasset, pro-
fundo conocedor del alemán y autor de uno de los textos más 
incisivos que se escribieron sobre la traducción antes de 1940,6 
fue quien indujo hacia 1920, a un amigo y discípulo suyo, Luis 
López-Ballesteros/ a traducir al español lasobras completas de 
5 Cf Georges-Arthur Goldschmidt, Quand Freud voit la mer. Freud et la langue 
allemande I. París, Buchet-Chastel, 1999. 
6 José Ortega y Gasset, "La miseria y el esplendor de la traducción", en La 
Nación, Buenos Aires, 1937. Reproducido en Obras Completas, vol. 5. Madrid, 
Alianza/Revista de Occidente, 1983, pp. 431-452. 
7 El 7 de mayo de 1923, Freud le escribía a Luis López-Ballesteros: "Siendo 
yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal Don Quijote en el original 
.. ~~ ................. ~~~ .................. ..._.._.......,.__.,.._,_._.L~._..,,,.,..koO.-o'"=L,OO-'-'-'""' 
Néstor A. Braunstein 
22 
Freud, en vida del autor, muchos años antes de que estuviesen 
terminadas. Su versión, completada después de la guerra, en 
Buenos Aires, por Ludovico Rosenthal, sigue, aún hoy, siendo 
admirable.8 A sus incontables virtudes se debe la favorable aco-
gida que tuvo Freud en Latinoamérica (no en España, donde el 
psicoanálisis fue aplastado tras el estallido de la guerra civil con 
sus funestas consecuencias). Esta inesperada ventura de la len-
gua española (un azar, podría decirse, si tal cosa existiese, una 
contingencia o "circunstancia" con nombre propio, el de Ortega y 
Gasset) puede compararse con los infortunios del psicoanálisis 
en Francia (en la lengua francesa) que nunca, ni aun hoy, ha lle-
gado a disponer de una traducción confiable del texto de Freud. 
Freud, es bien sabido, tuvo una curiosa relación con la lengua 
española y estuvo al tanto de esa "primera" traducción de sus 
"obras completás" a una lengua extranjera.9 
"No hay mal que por bien no venga", dice nuestro prover-
bio. La imposibilidad de leer a Freud en su lengua original, hizo 
que muchos analistas franceses, Lacan entre los primeros, se 
lanzasen con vehemencia sobre los textos de Freud en alemán y 
los problematizacen haciendo aparecer en ellos nuevas facetas, 
cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana. Gra-
cias a esta afición juvenil puedo ahora -ya en avanzada edad- comprobar el 
acierto de su versión española de mis obras, cuya lectura me produce siempre 
un vivo agrado por la correctísima interpretación de mi pensamiento y la ele-
gancia del estilo". Todo parece indicar que esta carta fue escrita directamente 
en español por Freud. Sigmund Freud, "Carta al señor Luis López-Ballesteros 
y de Torres", en Obras completas, t. XIX. Trad. José L. Etcheverry. Buenos Aires, 
Amorrortu, 1984, p. 291. 
8 Un relato lúcido y completo de las vicisitudes de la traducción de Freud al 
español puede encontrarse en Hugo Vezzetti, "Freud en langue espagnole", en 
Revue international d'histoire de la psychanalyse, núm. 4, 1991, pp. 189-207. 
9 Sobre la relación de Freud con el castellano hay dos referencias ineludibles: 
Sylvie Sesé-Léger, "Freud et le castillan", en Europe, núm. 954, 2008, pp. 100-112 
y Rubén Gallo, Freud's Mexico. Cambridge, Massachusetts, MIT Press, 2010, pp. 
157-198. Ambos autores señalan la importancia de la relación juvenil de Freud 
con Eduard Silberstein y el papel que en ella jugaba el castellano como "lengua 
de la inclinación amorosa". Ambos señalan la intensidad pasional de la comu-
nicación entre los dos jóvenes. 
/.11 tmducción de lo intraducible en psicoanálisis 
23 
descubriendo riquezas ocultas, subrayando conceptos que ha-
bían pasado desapercibidos para todos los comentaristas, crean-
do nuevos términos en francés, violentando a la lengua blanco 
(cible) de la traducción para hacerla admitir ciertos usos contra-
rios a sus convenciones. El resultado es la lectura del texto de 
Freud por parte de Lacan y las de sus epígonos comprometidos 
en el "retorno a Freud". Entre los trabajos franco-freudianos, 
sobresalen los excelentes estudios sobre cada una de las pala-
bras propias de Freud o de aquellas a las que Lacan cambió en 
su significación y alcances. Hablo del Vocabulaire de la psycha-
nalyse de Laplanche y Pontalis,10 contemporáneo de la edición 
conjunta de los Écrits de Lacan.11 Por no tener una traducción 
aceptable, toda una generación de psicoanalistas franceses se 
convirtió en meticulosa y crítica lectora de Freud en alemán. El 
judío austriaco, inventor del inconsciente, salió renovado y más 
brillante después de los desvelos incalculables de sus "pasado-
res" al francés. Nachtriiglich (efecto retardado), Verleugnung (re-
negación) y Verwerfung (rechazo) pasaron a ser conceptos esen-
ciales. Lo simbólico, lo imaginario y lo real, inventados como 
"registros" por Lacan, llegaron para fecundar y, muchas veces, 
desviar el vocabulario de Freud. Las discusiones acerca de la 
traducción al francés de términos como Unheimlich (ominoso), 
Entstellung (desfiguración), Anlehnung (apuntalamiento/apoyo), 
Trieb (pulsión), Instinkt (instinto), Wunsc~ (deseo), Verneinung 
(negación), Lust (placer), Unterdrückung (supresión), Vorstellun-
grepriisentanz (representante-representación), etcétera, se hicie-
ron inacabables. Después de cada tropiezo con la dificultad para 
traducir el psicoanálisis, los conceptos de Freud salían revitali-
zados. Las distintas alternativas de traducción se convertían en 
el verdadero concepto, el que surgía de una polémica acerca de 
las variedades posibles del significante que habría de ser el pre-
ferido. Cada significante era insuficiente; todos juntos, en su di-
10 Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse. París, 
PUF, 1967. (Diccionario de psicoanálisis. Barcelona, Labor, 1981). 
11 Jacques Lacan, Écrits. París, Seuil, 1966. (Escritos 1 y 2. México, Siglo XXI, 2009). 
______________________________ __;:¡a......~---------------~~~Oo>O~OOOOUOOOOOOOOoOOOOOOOO.O<OOOOOOOoooooo.oooooooooooooo 
Néstor A. Braunstein 
24 
sonancia, eran el concepto de Freud. Finalmente aprehendido ... 
porque intraducible. Más aun, el empeño de los lectores france-
ses tenía como referente el original freudiano en tiempos en que 
ya había sido publicada la traducción de la "edición estándar" 
al inglés. En esos tiempos, funcionaba ya como lengua "oficial" 
del psicoanálisis, a través de la Asociación Psicoanalítica Inter-
nacional (IPA, por sus siglas en inglés), la lengua de Shakespeare 
tal como la manejaban muchos psiocanalistas de Europa central 
que habían desembarcado en los Estados Unidos. De modo que 
en la posguerra, los términos de Freud y del psicoanálisis de-
bían ser sometidos a una triple lectura: la del original alemán, la 
del academismo angloamericano y la de los meticulosos lectores 
franceses, conocedores y portavoces de la nueva lingüística es-
tructural. Los lectores en español, multiplicados en la segunda 
mitad del siglo xx, tenían que tornar en cuenta esa estereofonía 
freudiana y adoptar decisiones en cuanto al uso de cada voca-
blo. La práctica de la traducción había creado un nuevo modo 
de leer y practicar el psicoanálisis, y engendrado una inagotable 
literatura del comentario. 
Con el ascenso del fascismo, el alemán fue desplazado como 
lengua fundamental del psicoanálisis. El francés nunca dispuso de 
una traducción homogénea. España era marginal y la editorial 
que publicaba las obras de Freud debió someterse a la censu-
ra del franquismo; el oscurantismo ultramontano secuestró allí 
al psicoanálisis. El inglés, en el que Freud escribía con fluidez, 
donde los grupos ingleses y norteamericanos tenían preemi-
nencia cuantitativa y cualitativa, a la vez que destacaban por su 
producción original, debía, por las contingencias de la historia, 
llegar a ser la lengua blanco del psicoanálisis. Virginia Woolf 
(nacida Stephen) y su marido, Leonard Woolf, del grupo litera-
rio de Bloomsbury, fundaron en 1917la empresa Hogarth Press 
que, además de mantener su propio catálogo, se convirtió en 
una editorial poderosa justamente por tener los derechos para 
la traducción de Freud al inglés, convertida en un best-seller del 
siglo. El trabajo de James y Alix Strachey, miembros, ellos tam-
bién, del grupo de Bloomsbury, criticable como lo es en muchos 
/.11 traducciónde lo intraducible en psicoanálisis 
25 
aspectos por algunas insólitas elecciones y por las innovacio-
nes terminológicas (por ejemplo, instinct para Trieb [pulsión], 
cathexis para Besetzung [investidura], ego y superego para Ich [yo] 
y Überich [superyó], id para Es [ello]) fue, en otros puntos, tam-
bién ejemplar. Sus empeños desembocaron en una edición dota-
da de un aparato crítico que manejaba con sabiduría las referen-
cias cruzadas, que ubicaba correctamente las citas y alusiones 
que germinan en el texto freudiano, que corregía atribuciones 
erróneas y que incluía unos muy completos índices analíticos, 
onomásticos y cronológicos. La edición en inglés cumplió con lo 
anunciado: fue una auténtica Standard Edition of the Complete Psy-
chological Works de Sigmund Freud que ha servido de referen-
cia para todas las traducciones ulteriores y hasta -¡logro ma-
ravilloso!- para dar integridad y coherencia a las mismísimas 
ediciones de Freud en alemán que pudieron publicarse después de 
terminada la segunda guerra. Nuevamente la lengua españo-
la salió beneficiada, por cuanto una refrescante edición de las 
Obras completas, traducida por José Luis Etcheverry, en Buenos 
Aires, para la editorial Amorrortu entre 1976 y 1980, incorpo-
raba el erudito aparato crítico de la edición estándar en inglés, 
conservaba muchos de los hallazgos literarios de la versión de 
López-Ballesteros, y demostraba sensibilidad a las aportaciones 
polémicas y las objeciones al trabajo de Strachey que provenían 
del psicoanálisis francés orientado por Lacan. 
¿Qué hemos hallado por medio de estas rápidas referencias 
a la obra de Freud, fundante del psicoanálisis, y las vicisitudes 
de su traducción a las lenguas europeas12 que desvelan a la mi-
sión de Barbara Cassin y sus colaboradores? Llegamos a dos 
conclusiones en apariencia contradictorias: 1) que los conceptos del 
psicoanálisis no pueden ser entendidos ni trabajados si se igno-
ran los vericuetos del original en alemán;B y 2) que la obra de 
12 Hemos obviado las desventuras de las traducciones al ruso, al italiano y al 
holandés. 
13 Nótese que no decimos que se debe "saber" o "manejar" el alemán, aunque 
eso siempre sería conveniente, sino que se deben conocer los orígenes y destinos 
011".&.<1--~~ ........ ;0o;II-..0'"~'"~"-0..L<OLOO ...... U O LO.&oO.Oo o> oo•oo.a•• o o •~•~•••• o •~• 
Néstor A. Braunstein 
26 
Freud, punto de referencia ineludible al que siempre se debe 
regresar, es un efecto retroactivo de las traducciones más o menos 
afortunadas que ella ha recibido. Freud, el de hoy, en el mundo entero, 
es lo que Freud escribió ... más lo que los traductores hicieron con sus 
textos. 
Las distintas maneras de "entender" y trans-ducir, o trans-
decir, un significante entran a menudo en conflicto. Los traduc-
tores oscilan y proponen términos diferentes cuando no crean 
neologismos. Un buen ejemplo en psicoanálisis es el término 
forclusión (jorclusion), una palabra francesa del lenguaje jurídi-
co, jamás usada en el sentido francés por Freud, que torna un 
nuevo sentido cuando se la "encaja" en un texto de psicoaná-
lisis. El traductor al español (o a cualquier otra lengua) se en-
cuentra, entonces, con una dicotomía: ¿utiliza la palabra que 
en castellano corresponde a esa noción jurídica (preclusión) o 
entiende que el uso lacaniano del término es, en el dialecto del 
psicoanálisis, una invención, un neologismo al que la palabra 
"preclusión" del diccionario de la lengua española mantendría 
a distancia? ¿Tendrá el psicoanalista hispanohablante que admi-
tir ese neologismo - forclusión- que se ha desprendido de su 
ancestro filológico leguleyo y se convierte en un significante ori-
ginal, resultado de una cierta intuición de Lacan al per-verter, 
de manera transgresiva, el vocablo freudiano que es Verwerfung? 
¿Se aceptará la metáfora lacaniana corno una innovación lingüís-
tica? Creernos que sí. La forclusión en psicoanálisis no es la pre-
clusión de los juristas: la lengua española se ha enriquecido con 
una aportación insólita, freudo-lacaniana. El neologismo hace 
camino al andar. 
Nuestra afirmación de que una traducción puede regre-
sar sobre el original, corregirlo y enriquecerlo es arriesgada. 
Tropezarnos aquí con un objetor y con una objeción difícil de 
solventar. En este punto hemos de discrepar abiertamente con 
en alemán de las palabras que maneja Freud. Ese es U):lO de los méritos máximos 
del Vocabulaire de la psychanalyse, ya mencionado, de Laplanche y Pontalis. 
1 ,,, tmducción de lo intraducible en psicoanálisis 
27 
Walter Benjamín, 14 el más profundo pensador de la teoría de la 
traducción y la "tarea del traductor", cuando dice: "Es evidente 
que una traducción, por buena que sea, nunca puede significar 
nada para el original" ("Dass eine Übersetzung niemals, so gut síe 
auch seí, etwas für das Original zu bedeuten vermag, leuchtet ein"). 
El uso del "evidente" (einleuchten) y del "nunca" (niemals) son 
en sí sintomáticos: manifiestan la trepidación del autor al pro-
poner su enunciado: esas dos partículas fueron injertadas (y 
l'sta es mi interpretación del enunciado, revelador del sujeto de 
la enunciación) para responder a sus propios reparos, en otras 
palabras, para tranquilizarse. Hemos de pensar la afirmación 
de Benjarnin dando el merecido espacio al meduloso comenta-
rio de su texto que debernos a Antaine Berrnan. 15 El punto de 
partida del filósofo alemán parece una evidencia incontrover-
tible: la obra poética, sagrada o filosófica es un monumento: 
está ahí, inamovible e incólume a cualquier traducción, a sus 
derivaciones textuales, a todo comentario, exégesis o paráfra-
sis. Las maneras de leerla o entenderla, una vez establecido el 
texto "original", son infinitas y todas ellas son perecederas; es 
más, están destinadas a apilarse unas sobre otras y a ser susti-
tuidas por nuevas versiones o interpretaciones. La obra puede 
desear (verlangen) la traducción pero desdeña su resultado: ella, 
siendo única, es inagotable y contiene en sí todas las posibles 
lecturas y reescrituras. Más aun: toda obra es traducible en el 
sentido de que admite y pide esas infinitas versiones que desa-
fían a las eventuales huestes de habitantes de lenguas extrañas, 
ávidos de lanzarse sobre ella. Siendo traducible, sin embargo, 
la obra encierra un núcleo interno, tal vez lo esencial (Kern ihres 
Wesen [el núcleo de su ser, su Id, ello]) que es lo intraducible. En 
14 Walter Benjamín, "La tarea del traductor", en Angelus novus. Barcelona, Ed-
hasa, 1971, p. 129. Es una pieza filosófica fundamental, una referencia insosla-
yable, sobre la que insistiremos en las páginas siguientes. 
15 Antoine Berman, L'ilge de la traduction. "La tilche du traducteur" de Walter Ben-
jamin. Un commentaire. Saint Denis, Presses Universitaires de Vincennes, 2008. 
Agradezco a Jacques Nassif el conocimiento de ese comentario imprescindible 
para nuestro tema. 
Néstor A. Braunstein 
28 
otras palabras, el original conlleva su traducibilidad y encie-
rra una intraducibilidad a la que debe plegarse y doblegarse 
el traductor. La traducción decaerá con el tiempo y deberá ser 
sustituida por una nueva para adaptarse a los cambios en la 
lengua blanco. La lengua fuente, la del original, podrá cambiar 
(como el francés de Montaigne, el español del Poema del Mio 
Cid, o el inglés de Milton}, pero las obras en sí son insensibles 
a esas transformaciones lingüísiticas mientras que las traduc-
ciones deberán ser reformadas para seguir el ritmo de la his-
toria. La fec;undidad de la obra depende de su traducibilidad, 
de sus imprevisibles destinos en cada idioma que la recibe. La 
traducción es una condición para su vida y su sobrevida. Ejem-
plo para infinitas reflexiones es el de las dos novelas de James 
Joyce: mientras que Ulysses puede ser traducida a cualquier 
lengua, enfrentando incontables aprietos y aceptando costosas 
losses in translation (pérdidas en la traducción), Finnegans Wake 
es tan intraducible que los intentos realizados16tocan lo carica-
tura! a pesar del ingente e ingenuo esfuerzo desplegado en "la 
tarea". 
Todos los textos de Freud son traducibles y la mayoría de 
los de La can también, aunque hay algunos (por ejemplo, Littura-
terre o L 'étourdit) que tienden a parecerse a ese legendario Finne-
gans Wake, que pone en riesgo su propia existencia como obra por 
el hecho mismo de ser intraducible. ¿Cómo podría perpetuarse 
y ser perenne una obra que es por naturaleza intraducible? ¿No 
es esa una obra estéril? Bien sabemos que la obra no se desvive 
sino que se sobrevive en sus traducciones que -pretende Ben-
jamín y yo me resisto a aceptar- no significan ya nada para el 
original. Hay que aceptar en toda traducción un saldo irremisi-
blemente lost, pero la pérdida no hace inane el resultado. Supe-
rando dificultades, el traductor descubre nuevos ángulos para 
la luz que ilumina las páginas del original, permite que se lo lea 
en un poliglotismo imprevisto por el autor. 
16 Cf James Joyce, Finnegans Wake. Trad. Víctor Pozanco. Barcelona, Lumen, 1993. 
l.tl traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
29 
Por eso, pese a los señalados fracasos e insuficiencias, sin 
ser impecable -todo lo contrario- es valioso el trabajo realiza-
do por el poeta Tomás Segovia que aceptó la ardua misión de 
traducir los Escritos de Lacan, y que impulsó a los siempre pre-
visibles Beckmessers a contar las fallas, fallas reales, sí, que dan 
a los carreteros caminos para transitar por las rutas trazadas por 
los reyes. 17 Gracias al poeta mexicano La can llegó al mundo de 
habla hispana. Marcar las insuficiencias de su versión es tarea 
útil a,unque secundaria, secundaria aunque útil, que compete al 
psicoanalista bilingüe. Las primeras traducciones son siempre 
prematuras y defectuosas. Están destinadas a fracasar (desfa-
llecer) para luego ser corregidas. Hablando de la traducción no 
podemos dejar de que Freud recurre a esta imagen en la célebre 
carta 52 a Fliess: "El rehusamiento (Versagung) de la traducción 
es aquello que clínicamente se llama represión" .18 Lo traducible, 
el original del recuerdo, queda inédito, al acecho, aguarda la 
superación del obstáculo, el levantamiento (Aufhebung) de la re-
presión para que la verdad inconsciente, una representación 
contenida en estado latente, salga a la luz. Mientras tanto, eso 
que no alcanzó a ser traducido, se manifiesta como síntoma. El 
síntoma es un texto a la espera del imprimatur, del permiso de 
la censura, en souffrance ("en sufrimiento", como se dice en fran-
cés). En el plano de las obras literarias nos hallamos ante una 
situación análoga: el texto original está "ante la Ley", anhelan-
17 J. Lacan, op. cit .. Traducción de Tomás Segovia. Marcelo Pasternac, 1236 er-
rores, erratas, omisiones y discrepancias en los Escritos de Lacan en español. México, 
Epeele, 2000. M. Pasternac, "Aspects de l'édition des Écrits de Lacan en espa-
gnol", en Littoral, núm. 13, 1984, pp. 63-76. 
18 José Luis Etcheverry traduce de manera muy discutible "denegación de la 
traducción". Versagung es vertido por él de manera indistinta como "frustra-
ción" o "denegación", mientras que el muy freudiano vocablo Verneinung del 
artículo epónimo de 1924 es traducido como "negación". S. Freud, "Carta 52", 
en op. cit., t. 1, p. 276. La traducción francesa dice défaillence, desfallecimiento de 
la traducción; no está mal. ¡Qué hermoso ejemplo de poliglotismo: Versagung: 
¿es frustración, negación, denegación, desfallecimiento, rehusamiento, desde-
cimiento? Todo ello. La multiplicación de posibilidades enriquece a la única 
palabra usada por Freud . 
.._ _________________________ ;.;L...~------------~--···--.~·~· ......... -................................. . 
Néstor A. Braunstein 
30 
do una "verdadera traducción" que atraviese la barrera de lo 
intraducible. Espera su oportunidad para mostrar sus virtudes; 
el momento llegará con la cabal madurez de la obra, cuando el 
cambio del ambiente cultural, que la propia obra por su mera 
presencia acarrea, permita que se oiga la novedad del texto. 
Para ello necesita del auxilio del traductor ... aunque sea traidor 
y fallido. 
Nos encontramos en un terreno que los psicoanalistas co-
nocemos gracias a otra analogía. Freud nos ha enseñado -cosa 
que todos sabemos sin necesidad de citar la nota al pie de la pá-
gina- que un sueño es interpretable hasta un cierto punto, un 
punto infrangible, que constituye un ombligo (Kniibel) presente 
en todo sueño, un tropiezo con lo no reconocido (unerkannten) 
o insondable que comunica con lo real, más allá de lo simbólico 
y de lo imaginario, al que la interpretación no alcanza. Decimos 
sin hesitar que "ombligo" es lo intraducible después del máximo 
esfuerzo por cumplir "la tarea del traductor". Éste no se esfuer-
za por llegar a descifrar el contenido "completo" y tampoco se 
queja por su impotencia para alcanzarlo, sino que se enfrenta 
con la imposibilidad real de la traducción. La tarea del traduc-
tor consiste en pasar de la impotencia (imaginaria) a la imposibilidad 
(real). Al chocar con lo intraducible, sabe que alcanzó la meta y 
sólo le cabe recurrir a la cita (entre paréntesis) de las palabras 
del original o interpolar una "nota al pie de página", donde se-
ñala la imposibilidad de ir más allá. Su cita textual o su comen-
tario echan una nueva luz sobre el escrito original que no sufre, 
sino que se refresca con la barrera de la intraducibilidad. ¿No 
llegó también el autor hasta un punto infranqueable y debió re-
currir a una metáfora como, por ejemplo, esta del "ombligo del 
sueño"? ¿Qué quiere decir "ombligo" sino que hasta allí llegó el 
decir de Freud y también sus posibilidades de analizar un sueño 
y todos los sueños? La meta de cualquier traducción es alcanzar 
el punto de intraducibilidad ... tal como sucede en el análisis de 
los sueños. ¿Y si nos arriesgamos a extender la analogía y deci-
mos que el original es un "contenido manifiesto", y que todas 
las traducciones posibles y efectuadas son "contenidos latentes" 
1.11 traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
31 
de esos originales, desafíos a los traductores a las distintas len-
guas19 habladas en el planeta del psicoanálisis? Al afirmarlo no 
hacemos sino refrendar una consagrada aunque debatible sino-
nimia: la que existe entre interpretación y traducción, ese hueso 
duro de roer para la hermenéutica desde Schleiermacher hasta 
Gadamer y Ricoeur. El corolario es patente y aboga por nuestra 
manera de leer a Freud y a Benjamin, a Lacan y a los diversos 
traductores de todos ellos: la traducción no se opone ni comple-
menta a la obra sino que, como suplemento del original, puede 
llegar a mostrar cierta "verdad" oculta del texto fuente cuan-
do señala el tropiezo con el núcleo intraducible. El "original" 
se leerá en el futuro anterior: "habrá sido" a partir del cumpli-
miento cabal de "la tarea del traductor" ... o la del psicoanalista 
que escucha el sueño. De todos modos, seguirá siendo cierto que 
el original es la fuente de la que brotan todas las traducciones 
y es el fulcro sobre el que se asientan todas las lecturas, todas 
las versiones que no dejan de ser secundarias, derivadas, des-
cendientes. Esas lecturas piden, exigen y obligan el retomo a ... 
al texto fundacional e inmarcesible de Platón, de Descartes, de 
Nietzsche, de Freud. Las traducciones son puntos finales de tra-
yectorias; los originales son puntos de partida de los que salen 
mil caminos. La radicalidad, ser fons et origo, es el impresciptible 
privilegio del original. 
La importancia de las traducciones para el original se com-
prueba, igualmente, con un ejemplo ilustre, artificial y famoso: 
el"Pierre Menard" de Borges que sí incide sobre el texto de Cer-
vantes, su referencia "olvidada". "El texto de Cervantes y el de 
Menard son verbalmente idénticos, pero el segundo es casi infi-
nitamente más rico. (Más ambiguo, dirán sus detractores; pero la 
ambigüedad es una riqueza.)".20 Más aun: toda lectura -y no 
19 Soy conciente de la ambigüedad:las diferentes lenguas "naturales" (alemán, 
español, etcétera) y las diferentes "lenguas" (¿las llamaremos "dialectos"?) psi-
coanalíticas (freudiana, kleiniana, junguiana, lacaniana, etcétera). 
20 Jorge Luis Borges, "Pierre Menard, autor del Quijote", en Obras completas, 
vol. l. Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 449. Recalco el doble adverbio "casi infini-
Néstor A. Braunstein 
32 
sólo toda traducción- es una intervención sobre el original y lo 
compromete en su materialidad literal. El verdadero creador de 
lo insólito se revela, justamente, en la fecundidad de las inusi-
tadas lecturas transformadoras que emanan de su texto. Es este 
el sitio reservado a la noción del Nachtriiglichkeit, colocada por 
Lacan en un lugar capital de su "retorno a Freud" al traducirla 
como apres-coup. Los escritos reciben los impactos retroactivos 
de sus traducciones, sean ellas fieles o peregrinas. Que lo diga, 
si no, el texto bíblico nunca acabado de traducir, abierto siempre 
a nuevos empecinamientos destinados a triunfracasar. 
Cabe aducir otro ejemplo palmario: Sófocles escribe to dei-
nótaton en lo que se conoce como el "elogio del hombre" del 
segundo coro de Antígona, y una buena mayoría de los traduc-
tores vierte, correctamente, la frase como "nada que sea más 
maravilloso que el hombre". A esa proposición del trágico griego . 
y de sus intérpretes, sin embargo, le sucede un accidente im-
previsto e imprevisible. Al comenzar el siglo XIX, HOlderlin de-
cide (en un "acto traductivo") traducir deinótaton por ungehuer 
(monstruoso).21 En su visión-versión, atormentada y romántica, 
se lee: "Nada que sea más monstruoso que el hombre". Muchos, 
por ejemplo, George Steiner, consideran que la traducción de 
Holderlin, en el siglo XIX, es superior al texto mismo de Sófocles: 
"Los comentaristas modernos estiman que el texto de Holderlin 
representa, tanto el mayor grado de comprensión recreadora de 
Sófocles como una intuición inigualada de la significación de la 
tragedia griega".22 Heidegger, en su Introducción a la metafisica,Z3 
dedica unos párrafos luminosos a la intervención transgresiva 
de Hólderlin que dice "la verdad" del original de Sófocles, y 
propone convertir el ungehuer en unheimlich ("pavoroso", en 
tamente" que es el colmo de la ambigüedad de la que se habla a continuación 
rozando el oximoron. ¿Puede una traducción llegar a ser "casi infinitamente" 
más rica que el original? 
21 Friedrich H6lderlin, L'Antigone de Sophocle. París, Christian Bourgois, 1978. 
22 George Steiner, Después de Babel. México, FCE, 1996, p. 334. 
23 Martín Heidegger, Introducción a la metafísica. Buenos Aires, Nova, 1977, pp. 
185-186. 
¡,, twd11!'ciún de lo intraducible en psicoanálisis 
33 
¡,, l'dición en español, "siniestro" en la del texto epónimo de 
hcud [1919] de López-Ballesteros, "ominoso" en la de Etcheve-
rry). Pretendo ubicarme en la estela de Holderlin, Heidegger y 
l;rcud, y acepto ese equivalente inquietante del unheimlich para 
dl•cir: "Nada es más siniestro que el hombre".24 ¿"Maravilloso", 
"monstruoso" o "siniestro"? ¿Hablamos del texto, del autor o 
del traductor? ¿Cómo no va a afectar la traducción al original? 
¿No está el original expuesto y a la espera de traducciones que 
desplieguen sus posibilidades provocando la sorpresa de un de-
l'i r no estandarizado que rebasa las convenciones de la propia 
k•ngua en que fue escrito? 
¿Puede una traducción cambiar el mundo de la cultura? 
N a da menos es lo que propone Steiner al referise a ese riesgoso 
tránsito del heleno de Sófocles al alemán de Holderlin: 
No es exagerado decir que es un texto fundamental 
para la hermenéutica moderna, para la teoría y la 
práctica de la semántica. Antígona lleva al extremo la 
radicalización de los medios lexicales y sintácticos, 
el pasaje de las convenciones secuenciales y lógicas y 
de la referencialidad externa del discurso ordinario 
a una coherencia internalizada de la metáfora y de las 
agrupaciones de imágenes que hacen de esta obra tardía 
de Holderlin uno de los fundamentos de la modernidad.25 
El ejemplo muestra el cumplimiento óptimo de "la tarea del 
traductor" que no consiste en adecuar el texto original (fuente) 
a la lengua de destino (blanco), sino en violentar a ésta para que 
haga lugar a un pensamiento foráneo. Para ese marxista místico 
que fue Benjamín, el pecado mayor de un traductor es la preten-
sión de "servir al lector" facilitándole el trabajo del acceso a un 
24 N. Braunstein, "Nada que sea más siniestro (unheimlich) que el hombre", en 
N. Braunstein (ed.), A medio siglo de "El malestar en la cultura" de Sigmund Freud. 
México, Siglo XXI, 1981, pp. 191-228. 
25 G. Steiner, Les Antigones. París, Gallimard, 1986, pp. 74-75. (Antígonas. Barce-
lona, Gedisa, 2009) . 
... ______________________ _...~----------·~--~~_,~ ... ~ ... ~ ..... ., ............................................. < 
Néstor A. Braunstein 
34 
texto. "La mala traducción puede definirse como la transmisión 
inexacta de un contenido no esencial".26 Es claro que Benjamin 
se refiere a una obra innovadora en el campo teórico o filosófico, 
también a la poesía, no a cualquier texto: el texto sagrado es el 
paradigma del texto a traducir hasta el choque con su intradu-
cibilidad. Comenta Berman: "La vida de la 'religión' está tan 
íntimamente ligada a la traducción que no se la puede concebir 
sin ella, y la vida de la traducción está tan íntimamente ligada 
a la de la religión que todas las 'grandes' traducciones tienen un 
fundamento religioso" ,27 Para evitar equívocos diríamos que no 
son únicamente los textos religiosos los que chocan con la in-
traducibilidad sino todos aquellos que son fundadores de dis-
cursividad.28 Las noticias periodísticas o las clases repetitivas de 
un maestro que se apega al saber constituido son, casi siempre, 
íntegramente traducibles. (-¿Casi siempre?- Sí; hasta el mo-
mento en que ellos recurren a la cita de un decir original del 
filósofo, del poeta, del estadista.) Lo fundamental del sueño y 
del texto poético es lo que en ellos hay de intraducible; con lo 
real del texto, su "ombligo", la roca viva, lo intraducible, hemos 
topado. Cuando la traducción, desfasada en el tiempo, siempre 
tardía, siempre en retraso, vuelve sobre el original y lo quiebra 
haciendo que cada uno de sus cristales se transforme en un nue-
26 W. Benjamín, op. cit., p. 128. 
27 A. Berman, op. cit., p. 127. Berman pone la palabra "religión" entre comillas. 
Su afirmación, ¿es válida solo para las traducciones de términos religiosos o 
incluye también a la filosofía y al psicoanálisis? La respuesta a esa pregunta 
viene de inmediato "Son textos sagrados incluso si no 'creemos' en ellos. Im-
porta poco si estamos o no religiosamente ligados a ellos". Lo ilustra con ejem-
plos: "Las traducciones de Píndaro y de Sófocles por HOlder !in son religiosas. 
Como también lo son la del Paraíso perdido de Mil ton por Chateaubriand o la de 
Baudelaire por S. George. Religión, aquí, debe entenderse en un sentido muy 
amplio, como todo aquello que se relaciona con los vínculos del hombre y la 
totalidad del mundo. Por eso importa el concepto de fidelidad" (p. 128). Con-
fieso que me cuesta encontrar ejemplos de traducciones trascendentales y no 
solo buenas traducciones al español. ¿Quizás Tomás Sáinz traduciendo a Bem-
hard, Sebald y otros escritores alemanes? ¿Borges en el monólogo de Molly, en 
Faulkner, en Kafka, en Woolf? 
28 Michel Foucault, "Qu'est-ce qu'un auteur? ",en Littoral, núm. 9, 1983, p. 17. 
/.a traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
35 
vo sol y brille por separado, cuando la traducción modifica a la 
cultura de cuyo seno surgió y desde esa nueva encrucijada del 
significante se abre el camino para regresar al original, entonces 
no solo es la obra sino la cultura misma la que resulta metamor-
foseada por la acción fecunda del traductor. Él sabe extraer, de 
las galerías excavadas en el duro mineral del pensamiento, el 
precioso metal inmanente a la obra misma que yacía sepultadoy olvidado en la oscuridad del texto. 
La mayor confusión que reina en torno a "la tarea del traduc-
tor" concierne a la noción de "comunicación". El lector ingenuo 
(y a veces alguno que debería ser especializado) limita la misión 
del traductor a la transmisión del sentido. Jean Allouch cae en 
el extremo de oponer la transcripción (del sonido) y la translite-
ración (de la letra) a la traducción que se ocupa solamente de la 
"transmisión del sentido" de un texto.29 Formula esa distinción 
sin tener en cuenta en momento alguno, ni hacer referencia al 
artículo parteaguas de Benjamin, un texto que no puede ser ig-
norado por alguien que pretende abordar el tema con conoci-
miento de causa. Allouch olvida lo que ya hemos marcado: lo 
esencial de una obra traducida es el impacto producido por lo 
intraducible y que es precisamente ahí, en el sinsentido, don-
de la traducción alcanza su mayor esplendor. "La traducción se 
cumple -sin abolirse- en el espacio de la intraducibilidad".30 
Para cualquier teórico cándido que desconozca el aporte psi-
coanalítico, "el lenguaje es un instrumento de comunicación, 
la obra es un mensaje y la traducción una transmisión interlin-
güística de esa comunicación, de modo que ciertos teóricos ha-
cen de la traducción la comunicación de una comunicación" .31 
Debemos afirmar, adelantándonos a lo que estableceremos en 
el recordatorio siguiente de nuestro itinerario, que la interpre-
tación y la traducción no son sirvientes sino que operan contra 
el sentido, desconstruyéndolo. La traducción se ocupa del senti-
29 Jean Allouch, Lettre pour lettre. Transcrire, traduire, translittérer. París, Éres, 1984. 
30 A. Berman, op. cit., p. 53. 
31 Ibid. ' p. 47 . 
......___ ~ -··--,~ .. ~ ................................................ . 
Néstor A. Braunstein 
36 
do cuando olvida su esencia. Pongo énfasis en la palabra porque 
nos hallamos ahora en un terreno ya balizado (por Heidegger): 
hay dos concepciones incompatibles de la verdad: una empírica, 
tradicionat aristotélica, que define a la verdad como adequatio 
reí et intellectus, correspondencia entre la mente y la realidad; la 
otra, acorde con la experiencia del psicoanálisis, es la promovi-
da por Heidegger y refrendada en muchos textos de Lacan: la 
verdad entendida como desocultamiento del ser, de-velamiento, 
aletheia, rescate del olvido. Cuando la traducción es inesencial, 
por ejemplo, en el periodismo, se trata, efectivamente, de trans-
mitir el sentido de las frases o los discursos para un público que 
funciona como "destinatario". En cambio, la auténtica traduc-
ción, la de obras y no la de "mensajes", es revelación, comentario 
enriquecedor, rejuvenecimiento del original (Verjüngung, en el 
decir de Goethe) que no sale indemne sino transformado de la . 
ordalía a la que lo expone "la tarea del traductor". La obra no 
"encuentra" al traductor: lo llama, lo desea, lo exige y, de ser 
necesario, lo engendra. Aquí encontramos una más de las mu-
chas analogías que venimos destacando: la que existe entre "el 
acto psicoanalítico"32 y "el acto traductivo" como creadores de 
un nuevo sujeto que no existía previamente, efecto de ese acto. 
¿Tendrá también el traductor "horror de su acto"? Sabemos del 
loco destino de Holderlin cuando acabó con la traducción de las 
tragedias de Sófocles. 
Al asumir por un tiempo la tarea de coordinar a los traducto-
res del Vocabulaire, dirigido por Cassin, pude confirmar lo que 
todos saben: el mejor traductor, con contadas excepciones, es el 
que conoce a fondo la lengua fuente en la que se escribió el texto, 
en este caso el francés, pero tiene a la lengua blanco, en nuestro 
caso el español de Castilla (en su variante mexicana), como len-
gua materna. Pasa así también con la escritura. Salvo confirma-
torias excepciones (Conrad, Nabókov, Canetti, Bianciotti), los 
32 J. Lacan, Le Sémínaíre. Livre xv1. L'acte psychanalytique. Versión mimeografiada. 
Transcripción sin pie de imprenta de Anne Porge, Jean-Guy Godin y Patrick 
V alas. 
1 ,, 1111d ucción de lo intraducible en psicoanálisis 
37 
buenos escritores producen sus textos en la lengua materna y 
Sl' les ve torpes y urgidos de corrección cuando escriben en una 
lmgua ajena aunque estén familiarizados con ella. 
Utilizando el vocabulario propuesto por Jean-René LadmiraP3 
-y discrepando con sus conclusiones- sostendremos que los 
filentistas (que privilegian al texto original de la lengua traducida, 
f'asiva en cuanto padece y nada puede hacer ante la traducción) 
han mostrado sus ventajas con relación a los blanquistas (respe-
tuosos de la lengua blanco que es la traductora, activa en cuanto 
actúa sobre el original y le da una nueva forma). Esto es la lengua 
traduciente mientras que la del original es la lengua traducida. En 
la posición de Benjamín -ya anticipada-la postura de Ladmiral 
sólo se aplica en relación con el contenido, o sea, lo "no esencial" 
(y no original) del texto que se traduce. Diríamos que hay un sig-
nificado que se pretende "comunicar" al lector. El"contenido" es 
lo que se traduce: sobre ese material el traductor debe dar pie a 
que el lector encuentre -si puede- el silencio, el misterioso nú-
cleo u ombligo del texto que no puede ser dicho con otras pala-
bras que las del idioma original. Alguna vez Lacan dijo que Freud 
llegó en ciertas oportunidades a no comprenderse a sí mismo a 
fuerza de querer ser comprendido, a fuerza de "traducirse" para 
el público lector. Derrida también se expresó de manera contun-
dente al respecto: "Lo que resta como intraducible queda como la 
base de la única cosa a traducir, la única cosa traducible. Lo que 
debe ser traducido de aquello que es traducible no puede ser sino 
lo intraducible".34 Así sucede tanto en el sueño como en la vigilia: 
·
13 Jean-René Ladmiral, Traduíre: théoremes pour la traductíon. París, Gallimard, 
1994. Ahí se lee: "Hay dos maneras fundamentales de traducir : aquellos a 
quienes llamo fuentístas (sourciers) se adhieren al significante de la lengua y privile-
gian la lengua-fuente; mientras que aquellos a quienes llamo blanquistas (cíblistes) 
ponen el acento no sobre el significante y ni siquiera sobre el significado sino 
sobre el sentido, no de la lengua sino del habla o del discurso, al que se tratará de 
traducir poniendo en acción a los medios propios de la lengua blanco. Entre los 
"fuentistas" ubicaré a Walter Benjamin, Henri Meschonnic o Antoine Berman; y 
entre los "blanquistas" a Georges Mounin, Efim Etkind y yo mismo". 
34 J. Derrida, "Ulysses Gramophone. Hear say 'yes' in Joyce", en Acts of Lítera-
ture. Derek Attridge (ed.). Nueva York, Routledge, 1992, pp. 257-258. 
...~.~, ...... .,._._...,.,._._._.,._..._,._~o,, ...... ~ •••••.• ,. ... ~_._.·-· u.·~ ............... _..··~ ... . 
L_ 
Néstor A. Braunstein 
38 
ese es el hueso del durazno que es la ciencia de Freud. "La tarea 
(Aufgabe) del traductor" lo lleva a topar con lo imposible, y reco-
nocer ahí el obstáculo. La misión del traductor es la de producir 
una Aufhebung del original. Aufhebung, el más intraducible de los 
conceptos de Hegel: conservación, inclusión, rebasamiento, resci-
sión, superación, anulación, abolición, supresión. No una de esas 
palabras d~l castellano: todas juntas para dar cuenta del concepto. 
Si la esencia de "la tarea" lleva a topar con lo intraducible ¿es 
posible traducir? O, en términos de Freud, ¿es posible gobernar, 
educar, psicoanalizar? Arriesguemos una respuesta: porque es 
imposible es necesario; no se puede no practicar esas operacio-
nes. Vale la pena resumir ciertas premisas: 
1) Toda obra es traducible, o sea: admite y clama por la tra-
ducción. 
2) La traducibilidad es constitutiva de la obra. Si no es tra-
ducible, ni obra es. 
3) Toda obra es un desafío: reclama un traductor idóneo. 
4) Toda obra (original) acaba encontrando un "ombligo" de 
real intraducible; su esencia. 
5) Toda obra es necesaria; el traductor es contingente. Será 
su suerte la de encontrarlo. 
6) La esencia de toda traducción esel encuentro con lo intradu-
cible y la manera de tramitado, de articular ese encuentro. 
7) Existen y entran en juego el deseo y el goce del traductor 
en el choque con lo imposible. 
Hay que caminar en la aporía. "En un sentido nada es in-
traducible pero en otro sentido todo lo es; la traducción es otro 
nombre de lo imposible. En otro sentido de la palabra 'traduc-
ción' por supuesto y, de uno de estos sentidos al otro, me es fácil 
mantenerme siempre firme entre esas dos hipérboles que en el 
fondo son la misma y se traducen además una en la otra" .35 
35 J. Derrida, El monolingüismo del otro o la prótesis de origen. Buenos Aires, Ma-
nantial, 1997, p. 80. 
In traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
39 
Llega el momento de proponer ciertos enunciados que tienen 
L'n cuenta al psicoanálisis y que pueden aportar algo al debate de 
los "traductólogos", divididos por la polémica entre fuentistas 
(sourcistes) y blanquistas (ciblístes). La "lengua blanco" es la bien 
llamada "lengua materna" del escritor y del traductor tradicio-
nales, respetuosos ambos de los usos y convenciones del idioma 
en el que escriben el texto que será publicado. Al aceptar la tarea 
y firmar el contrato con la casa editorial, el traductor tradicional 
(traditore) se impone, con humildad, un doble deber de fidelidad 
y sumisión sin poder cumplir con los dos a la vez: el primero, 
hacia el texto original y su autor al que no podrá corregir ni 
remendar con interpolaciones, ni suprimir partícula alguna,36 y 
un segundo deber, hacia la lengua de destino, la lengua blan-
co, cuyas convenciones fonológicas, morfológicas, semánticas, 
gramaticales y sintácticas intentará respetar corno si de leyes 
coercitivas se tratase y pedirá disculpas en el caso de atreverse 
a desafiadas. El traductor entra al discutible servicio del lector, 
supuestamente impregnado de la lengua blanco e ignorante de 
la lengua fuente,37 en un callado pacto contra el original. Tratará 
de preservar el sentido en función de una presunta comprensión 
y transmisión de las "intenciones comunicativas" (¡Qué horror! 
¿Quién podría conoceras?) del autor. No está mal... salvo cuan-
do la obra es realmente "sagrada", original, origen de lo diferente. 
36 Nótese que el traductor no asume deber alguno para con la lengua del origi-
nal, pues la obediencia o las transgresiones a sus leyes son responsabilidad del 
autor; el traductor no se inmiscuye en ese aspecto de la obra. 
37 La teoría más elemental de la traducción sostiene que ese trabajo se hace para 
quien no comprende el original. Benjamin transforma la afirmación en interro-
gante "¿Se hace acaso una traducción pensando en los lectores que no entien-
den el idioma original?" (W. Benjamin, op. cit., p. 127), aunque sería más lógico 
traducir su "Gilt eine Übersetzung den Lesern die das Original nicht verstehen?" 
como "¿Vale la traducción para los lectores que no entienden el original?" Es 
dudoso que la traducción, según entiendo la pregunta de Benjamin, se haga 
para esos lectores, pues no se trata de la comunicación ni del sentido, sino de 
lo nuevo y de lo intraducible que la traducción, tanto como el original, sacan a 
la luz. En el mismo sentido, en el análisis no se interpreta "para" el analizante, 
para transmitirle un sentido, sino para hacer surgir lo impensado. 
,._._. ...... ~..-.---.-~-'"-"""-"~"-""-" .~_,_._.~. ··~ ,_._ ... _._,. _._. ••• ·~-'-·~~ ._.. -~. '-' ••• -~. ~_._.cl(_lfi 
Néstor A. Braunstein 
40 
En ese punto caduca la utilidad del traductor "fiel". El desafío 
es, según deduzco del decir de Borges en un momento genial, 
conseguir que "el original sea infiel a la traducción".38 Holderlin 
lo consiguió con Sófocles. Baudelaire, no pocas veces, con Poe. 
Lacan, a menudo, con Freud. 
El texto escrito en la lengua fuente es la instancia definitiva: 
se le debe respetar en todo momento y es a sus palabras que el 
traductor debe someterse, produciendo un nuevo escrito que se 
adecue a las convenciones que rigen en su lengua materna, esa 
lengua blanco en la que su trabajo será leído. Alcanza reputa-
ción de "buen" traductor, según los usos y costumbres vigen-
tes, el que transmite la información del original siguiendo las 
prescripciones de la lengua de aquellos a quienes el nuevo texto 
parece o debería estar destinado, los lectores de sus páginas en-
tregadas a esa doble docilidad. ¿Es una traspolación psicoana-
lítica proponer que su situación es comparable a la del hijo que 
debe acatar al padre, al"autor de sus días", y también a la del 
mismo hijo que debe expresarse correctamente en términos de 
las disposiciones de la lengua de la madre? Si aceptásemos 
esta hipótesis de un triángulo "edípico" encontraríamos que los 
fuentistas preconizan la conveniencia de violentar (violar) a la len-
gua materna y se identifican con aquellos aspectos del padre que 
resultan inaceptables en los términos de la madre, mientras 
que los dóciles blanquistas se preocupan por limar y suprimir 
las asperezas de los enunciados del padre para domesticarlo y 
dejar que sea gobernado por los convencionalismos, por las fá-
ciles recompensas de la comprensión y el reconocimiento que 
otorgan los infantilizados lectores cuando se les facilita el enten-
dimiento del texto en los términos de su "lengua materna". 
De tal modo, el clásico traduttore traditore se entiende como 
una fatalidad (un double bind) inherente al trabajo del traductor 
que es llevado a una aporía insalvable. Por una parte, él tiene que 
38 J. L. Borges, "Sobre el Vathek de William Beckford", en Obras completas, vol. 2. 
Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 732. 
La traducción de lo intraducible en psicoanálisis 
41 
aceptar esa doble servidumbre que impone una doble cobardía: 
debe traducir sin pérdidas ni interpolaciones, sin intentar corre-
gir al original, '-m texto con el que se siente (o no) personalmen-
te comprometido, al que se ha conectado por las más variadas 
razones: las meramente crematísticas, el sentimiento de un de-
ber hacia su materna comunidad lingüística, la respuesta a un 
desafío signado por la anunciada imposibilidad de llegar a un 
buen fin, el juego tiznado de perversión de producir un nuevo 
texto más bello o más expresivo que el original, la competencia 
imaginaria y neurótica con las versiones disponibles del mismo 
original, etcétera. Por otra parte, debe producir un nuevo texto 
que sea respetuoso de esa lengua de la madre, el blanco de la 
traducción, con sus convenciones semánticas y sintácticas. El do-
uble bind del que hablamos, la exigencia contradictoria, es la de 
pasar entre dos abismos desigualmente criminales: el parricidio 
que implicaría anular la originalidad del padre por respeto a la 
lengua materna y el matricidio ejercido sobre esa lengua cuan-
do, en el decir de Benjamín, "permite que la lengua extranjera 
sacuda con violencia"39 a las convenciones formales del decir 
modoso. En cualquier caso, el traductor de un pensamiento o de 
una obra innovadora es, en lo· imaginario, un asesino. Solo las 
versiones interlineares y el ajustado y preciso aparato crítico po-
drán ... ¿Qué? ¿Impedir el crimen? ¡No! Exhibir sus circunstan-
cias y las armas utilizadas en el momento de perpetrarlo. Es así 
como se abre un fértil abismo: el espacio al pie de página para 
las necesarias "notas del traductor" que expresan el embarazo y 
la vergüenza por la versión que propone. Son las "confesiones", 
ora de la impotencia del traductor, ora de la imposibilidad de la 
traducción. "Confesiones" que, a su vez, deberán administrarse 
con parsimonia para no saturar al lector con el relato de los in-
eludibles infortunios y desventuras de cualquier traducción. 
Conviene, de todos modos, suavizar las exageraciones trági-
cas de nuestro párrafo anterior. Es imposible que un traductor 
39 W. Benjamín, op. cit., p. 141. 
'""''"·.._.,,""'"'""" .. .,.._,u_,. .. _ • ..,,.,_..._ .. ~_._._. '-'-•~-~~-'-'·••••• • •• • .~ • ·~ • "-'~-~ • • • • • • • • • • • •• ·~-· 
Néstor A. Braunstein 
42 
mate al autor

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