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Del neoclasicismo al romanticismo 
Bello, Heredia y Olmedo 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
El neoclasicismo había llegado a América latina en el siglo XVIII, por el influjo de la ilustración.
Recordemos que para pensadores como Salvador de Madariaga los filósofos iluministas que mayor influencia tuvieron en el pensamiento independentista latinoamericano fueron Rousseau, Montesquieu, Voltaire y el abate Raynal. Del primero de ellos afirma “Fue el espíritu director de la América en trance de emancipación”. 
Por su parte Boleslao Lewin comenta: “Mas el hechizo de Rousseau se extendió a todas las naciones de Hispanoamérica, sin excluir las más lejanas ni las más atrasadas”.
Para Antonello Gerbi, “criados en los esquemas de Rousseau, la ruptura del vínculo político con España se traducía en una especie de rescisión del contrato social”. Hay que tener en cuenta que otras interpretaciones también de inspiración roussoniana, entienden que no hubo “contrato social” alguno entre los nativos pobladores de América la Corona española; hubo hecho de conquista basado en la fuerza.
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
Por ello, en el siglo XIX, el Neoclasicismo logra una articulación muy productiva con las ideas independentistas que va a dar lugar a una nueva estética. 
Se incorporan al discurso, en condición de objetos “amables”, la naturaleza americana, el indígena muerto en batalla y el nacimiento del nuevo hombre.
A partir de la conjunción de la estética neoclásica y las ideas americanistas, nacerán nuevos héroes patriotas y libertarios. 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
Hay, sin duda, una modificación de la esencia europeísta del neoclasicismo original. 
Pese a que se habla constantemente de la razón como el eje de la creación, es posible ver en la escritura de este momento una carga emocional que atraviesa el carácter pedagógico del discurso y que busca enseñar a sentir. 
Hay también una relación ambivalente con la divinidad. El tono confesional de la escritura refiere permanentemente la existencia del “alma”.
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
Esto permite asegurar que, a diferencia de lo que ocurre en Europa, el neoclasicismo y el romanticismo no son incompatibles dentro de la literatura hispanoamericana.
Será posible entonces encontrar a algunos autores que estén a medio camino entre las dos corrientes. 
Caso González (1970), por ejemplo, prefiere no hablar de Neoclasicismo sino de “Prerromanticismo”; sin embargo, deja claro que puede inducir a error, porque deja una sensación de sucesión y/o continuidad. 
Aclara entonces que, “[e]l Prerromanticismo no es [...] otra cosa que el pensamiento ilustrado trasvasado a forma artística, con la consiguiente implicación formal” (22), debería entonces desapegarse de ciertas emociones que veremos manifiestas de formas muy evidentes dentro de las escrituras de Bello, Heredia y Olmedo. 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
En Europa, los autores tanto el Neoclasicismo como el Romanticismo eran corrientes socioculturales que abarcan todos los aspectos de la vida humana y la sociedad, mientras que en América latina estaban definidos por una estética.
El principio estructurador del Neoclasicismo fue la Razón, la reactualización del mundo grecolatino, la conformación de la teoría política republicana del mundo moderno, la búsqueda del orden, de la libertad política. 
El Romanticismo fue la reacción frontal a los postulados neoclásicos que pretendía transformar el orden político, económico y social desde los sentimientos y las emociones. 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
Calinescu (1996), lo resume afirmando que “el concepto racionalista de progreso […] con la creencia en el carácter universal y eterno de los valores” son el fundamento del pensamiento neoclásico (41). 
El poeta, entonces, no será el genio creador del pensamiento romántico, sino un ser ilustrado que “conoce” la belleza y es capaz de construirla. 
 “Creían que el avance del conocimiento, el desarrollo de la civilización y una iluminadora influencia de la razón contribuyen a una comprensión mejor y más efectiva de esos valores perennes y universales “ (Calinescu 1991: 41). 
Son los encargados entonces de levantar la barrera inmunitaria por medio de la construcción de objetos bellos. 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
En América latina, buena parte de los poetas de inicios de la República eran indiferentemente neoclásicos o románticos según el tema que abordaran. 
Para hablar a los héroes y a la patria en formación usaban la poética del Neoclasicismo; para hablar amor, a la amistad, el tiempo o la muerte, se apropiaban de la estética del Romanticismo.
La poesía neoclásica, entonces, buscaba crear “una nueva forma de unión de la comunidad, el poder y el tiempo, dotada de sentido” (Anderson 2011: 62), a partir de la reconstrucción del pasado y de las figuras patrias. 
Las semejanzas entre los miembros de una misma unidad política, se construirán, negativamente, usando como punto nodal el ideario de la independencia. 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
La independencia se construirá entonces como proceso político que determina la autonomía de la metrópoli, aunque copie muchas de sus estructuras estéticas y retóricas. 
Ello lleva a que la diferenciación se dé a partir del relato de un enfrentamiento y no del marcaje de una lengua, una religión o una literatura distinta. 
Estos relatos suplen la ausencia de un pasado propio y distinto y la dificultad para construir una nación singular a partir de la misma “nacionalidad”.
La poesía se transformará en un elemento esencial para el proyecto simbólico de la independencia, tanto por su capacidad de crear una nueva realidad emancipada, como por la posibilidad de construir un imaginario republicano. 
Del Neoclasicismo al Romanticismo 
En este contexto, Heredia, Bello y Olmedo, si bien están intentado iluminar América latina ante los ojos europeos, también se están autolegitimando como intelectuales. 
Vale la pena entonces recordar a Bourdieu cuando asegura que cada clase social hará una distinción de los consumos:
Distinguidos: propios de las clases mejor provistas de capital económico y cultural.
Pretenciosos: propios de los sectores medios y caracterizadas por la discordancia entre lo que se pretende alcanzar y las condiciones de las prácticas; por tanto, resultan “fáciles o comunes”.
Populares: desprovistos de capital cultural.
Punto de partida
Cabría preguntarse entonces cómo juegan los poetas de esta generación con el gusto popular y la necesidad de reafirmación social.
¿Cómo se puede educar la conciencia nacional o fundar una nación desde una estética que en Europa pudiera ser considerada propia de la alta cultura?
¿Cómo hablar desde Cuba, Venezuela o Chile sin acercarse al gusto pretencioso?
¿Cómo desprenderse de Europa sin renunciar a su estética?
José María Heredia 
José María Heredia y Heredia (Santiago de Cuba, 1803-Ciudad de México, 1839).
Se formó en la Universidad de Caracas y luego continuó sus estudios en la universidad de La Habana. 
Posteriormente, se marchó a México.
También estuvo residenciado en Nueva York, donde escribió la “Oda al Niágara”. 
Intentó regresar a Cuba, pero solo vivió pocos años en la isla. Volvió a México, país en el que murió. 
A José Tomás Boves
A DON JOSÉ TOMÁS BOVES
Hipócrita, perjuro, despiadado,
Sin ninguna virtud que amar le hiciera,
Bañose en sangre y con delicia viera
La muerte y el terror siempre a su lado.
A Venezuela mísera ensañado
En un yermo de horror tornado hubiera,
Si de Úrica en los campos no cayera
De vengadora lanza traspasado.
Ríe en su tumba humanidad gozosa
Y en su velo la frente arrebozando,
«¡Horror!» —exclama, al pronunciar su nombre—.
«Horror, ¡oh monstruo! a tu memoria odiosa,
Que al vencedor la gloria coronando,
Jamás al tigre premia sino al hombre».
A José Tomás Boves
¿Quién Fue JTB?
La aparición de la figura del caudillo responde a una situación coyuntural y, a la vez, a un fenómeno particular de Hispanoamérica durante elsiglo XIX. 
En Venezuela, Boves representa uno de los primeros eslabones de una sucesiva cuenta de caudillos que surgieron a la sombra de profundos cambios y demandas sociales y, unido a esto, la emancipación como proceso sociohistórico permite entrever comportamientos asociados a la acción en masa. 
Boves comenzó como agente de una casa comercial en las costas venezolanas; de allí fue adquiriendo iniciativa empresarial hasta convertirse en un próspero comerciante, cuyo radio de acción estaba circunscrito a los Llanos. 
Acabó por convertirse en el caudillo absoluto de la contrarrevolución durante la guerra de Independencia. 
A José Tomás Boves
¿Quién Fue JTB?
La dicotomía campo/ciudad es vista por el historiador José Luis Romero como el rasgo más característico del proceso independencia venezolano: 
“…la ciudad es el mejor indicador de los fenómenos de mestizaje y aculturación que se desarrollan en Latinoamérica en relación con la creación de nuevas formas de vida y de mentalidad…” (Situaciones e ideologías en Latinoamérica: 201). 
“Campo y ciudad son dos realidades diversas que parecen contraponerse y que, de hecho, muchas veces se han contrapuesto. Son distintos paisajes que alojan sociedades distintas y que han servido de fondo a procesos históricos distintos…” (p. 210). 
A José Tomás Boves
¿Quién Fue JTB?
Esta dinámica sociohistórica, en el fondo, responde a una lucha entre dos ideologías que han determinado el nacimiento de los estados nacionales latinoamericanos. 
También es importante destacar la diferencia entre “lo llanero” y “lo campestre”. El llano está asociado a la barbarie y no se subordina a la ciudad. Es un equivalente a la Pampa argentina. 
Boves nace en el intento de sublevación de los llaneros frente a los blancos criollos y, ante sus reclamos, fueron considerados aliados (eventualmente, por ignorancia) de los realistas. 
A José Tomás Boves
Es claro el deseo de animalizar al personaje por parte de Heredia, para quien no hay nada rescatable de esa gesta.
El contraste con Bolívar es un eje que permite distribuir las emociones. 
Es importante obviar la presencia de los españoles, porque solo desde la dicotomía se puede presentar una tensión entre heroísmo y villanía.
La “verdadera identidad” del venezolano, será entonces la que lo aleje de su regionalismo y lo acerque a la “cultura universal”. 
A Bolívar
Dos años antes de publicar la Oda a Bolívar, Heredia recibió en Estados Unidos, el libro de su padre Memorias de las revoluciones de Venezuela, pero decide aplazar la edición porque:
Las circunstancias han variado de seis meses aca. La lucha de la independencia se ha concluido, y lo que antes parecía sólo una guerra interminable de desolación, se ha convertido en una revolución que muda la faz del mundo. La Inglaterra, la Holanda, la Suecia, los Estados Unidos han inscrito ya en su catálogo de naciones a las que ahora cinco años después eran sólo una turba de rebeldes. Bolívar, que a los ojos de mi padre no pudo parecer sino un faccioso obstinado, es hoy el dios tutelar de América. El Perú, Santa Fe, Quito, Venezuela, una octava parte del mundo, le debe la existencia, ceden gustosos al ascendiente de su genio y le miran como un ente posible entre el hombre y la divinidad. Su nombre se pronuncia con respeto en toda Europa y es el mas bello que presenta la historia de su siglo. Todos los nombres ilustres de legisladores se han oscurecido delante de su gigantesca elevación. Mi papa, por desgracia, tuvo el desconsuelo de no ver sino la parte oscura y sangrienta del cuadro, y la muerte le arrebató antes de que se alzara, como se ha alzado ya, el velo que cubría todo el resplandor de su gloria.
A Bolívar
Al contrario de lo que propone la ética y la estética neoclásica, no hay belleza (y quizás ni siquiera bien) universal.
Se le atribuye a Bolívar un carácter civilizador que no era posible de percibir/construir desde Europa.
Se le da el perfil de un héroe épico occidental.
Deja sin efecto la historia previa que lo podía hacer lucir como un ser repugnante.
A Bolívar
¡Libertador! Si de mi libre lira
Jamás el eco fiero
Al crimen halagó ni a los tiranos,
Escucha su himno de loor que inspira,
Ferviente admiración. Alto, severo
Será por siempre de mi voz el tono.
Sí, columna de América: no temo
Al cantar tus hazañas inmortales
Que me escuchen los genios eglestiales,
Y juzgue el Ser Supremo.
¿Qué era, decid, el vasto continente
Que Colón reveló? Bajo la saña
De la terrible España
Tres centurias gimió su opresa gente
En estéril afán, en larga pena,
En tinieblas mentales y cadena.
Mas el momento vencedor del hado
Al fin llegó; los hierros se quebrantan,
El hombre mira al sol, osado piensa,
Y los pueblos de América, del mundo
Sienten al fin la agitación inmensa,
Y osan luchar, y la victoria cantan.
  Bella y fugaz aurora
Lució de libertad. Desastre inmenso
Cubrió a Caracas de pavor y luto.
Del patriótico afán el dulce fruto
Fatal superstición seca y devora.
De libertad sobre la infausta ruina
Más osado y feroz torna el tirano,
Y entre la gran desolación, insano
Amenaza y fulmina.
A Bolívar
Una de las lecturas más extendidas del texto de Heredia propone que, a diferencia de lo que ocurre con Bello y Olmedo, este poeta no eleva a la condición de héroe a Bolívar, sino que cuestiona sus decisiones y lo ubica en el campo de batalla.
Tras la reflexión en torno al manejo de las emociones es posible señalar que lo que cambia de lugar no es el héroe sino las acciones relacionadas con la civilización y la barbarie. 
Quizás una pregunta que podría guiar la lectura de este poema es el perfil heroico que se construye desde la ética/estética herediana. 
A Bolívar
Pero Bolívar fue. Su heroico grito
Venganza, patria y libertad  aclama.
Venezuela se inflama,
Y trábase la lucha
Ardua, larga, sangrienta,
Que de gloria inmortal cubre a Bolívar
En diez años de afán. La fama sola
A la prosperidad los triunfos cuenta
Que le vio presidir, cuando humillaba
La feroz arrogancia,
La pujanza española,
Y su genio celebra y su constancia.
Una vez y otra vez roto y vencido,
De su patria expelido,
Peregrino en la tierra y Oceano,
¿Quién le vio desmayar? El infortunio
Y la traición impía
Se fatigaron por vencerle, en vano.
Su genio inagotable
Igualaba el revés a la victoria,
Y le miró la historia
Empapar en sudor, llenar de fama,
Del Golfo Triste al Ecuador sereno,
Del Orinoco inmenso al Tequendama.
¡Bolívar inmortal! ¿Qué voz humana
Enumerar y celebrar podría
Tus victorias sin fin, tu eterno aliento?
Colombia independiente y soberana
Es de tu gloria noble monumento.
Del vil polvo a tu voz, robusta, fiera,
De majestad ornada,
Ella se alzó, como Minerva armada
Del cerebro de Júpiter saliera.
Mas a tu ardor sublime
No bastan ya de Araure y Carabobo,
Liberta al Perú volor te ordena.
De Boyacá y de Quito los laureles.
La espada ardiente que tu mano esgrime,
Rayo al poder de España,
Brilla donde su saña
A servidumbre o destrucción condena
La familia del sol, en cuyo templo
Inexorable y fiera
Alzaba ya la Inquisición su hoguera.
Las sombras
La construcción de un gran enemigo como espejo de un gran héroe llevó a que buena parte de la recepción crítica de Heredia lo pensara como un intelectual orgánico del panhispanismo. 
A pesar de ello, hay investigadores que señalan la existencia de tres etapas: hispanofilia, panhispanismo y panamericanismo. 
“Las sombras” sería el poema que marca el tránsito entre las dos últimas etapas. 
Un punto de partida que permite reflexionar sobre esta idea, es el posicionamiento de la voz poética, que habla desde el lugar que se suponía desierto. 
Las sombras
Altenberg (2006) asegura que:
La visión armónica (Panhispánica) se manifiesta por última vez y de manera enfática a propósito de la restauración de la Constitución de 1812. 
Sin embargo, en la oda "Al Popocatepetl", publicada en México en enero de 1808, la realidad americana irrumpe en la poesía herediana, aunque de forma ideológicamente ofensiva. 
En este texto, a partir de la contemplación del inmenso volcán-primera manifestación de la exaltación ante un fenómeno sublime de la naturaleza americana en la obra herediana-, el hablante lírico evoca de manera sinecdóquica al “fiero tlascalteca” (v. 23) y al “español osado” (v. 163) 10, esbozando una visión histórica de su respectiva actitud ante el poderoso volcán. 
Las sombras
En este valle mismo se veian 
Los generosos héroes Mejicanos,
Que blandiendo los arcos en su mano 
Las huestes a la lid apercibían. 
Aquí los himnos bélicos sanaban 
Que a los cobardes ánimo infundían, 
I al son del caracol en noble aliento 
Los fuertes se inflamaban, 
E impávidos, volaban 
A la gloria, a la lid, al vencimiento. 
Hora yace en silencio sepultado, 
Silencio que es no mas interrumpido 
Por el triste llorar del desgraciado, 
Por el hondo gemir del oprimido.
Las sombras
Es importante recordar que, dentro del imaginario construido por cronistas de indias y viajeros naturalistas, América era un territorio despoblado antes de la llegada de los conquistadores, con lo cual, era imprescindible su invasión.
Los conquistadores se presentan como agentes del progreso, el silencio (o la ausencia de sonidos articulados) era una marca previa a la llegada de los conquistadores.
Heredia desdice los “ojos imperiales” y propone que la desolación llegó después durante la colonia y el desplazamiento de los nativos. 
Las sombras
Esto le permite justificar la guerra como un regreso a un pasado idílico cuyo desarrollo se vio interrumpido con la llegada de los conquistadores.
Podría hablarse del reconocimiento de un “pasado” que aleja culturalmente a América latina de Europa. No deja de ser llamativa la forma como esto entra en tensión con la posible existencia de una idea de integridad nacional:
Todos existen solo como fantasmas y lloran porque se saben desaparecidos.	
Saben que América ya no es el territorio que ellos gobernaban, entonces ¿qué es ahora?, ¿cuál es la esencia que la define?
Las emociones son mucho más cercanas a la estética romántica que a la neoclásica. 
José María Heredia
Podría hablarse, en términos generales, de una búsqueda estética neoclásica que pretendía dialogar con la estética europea. Las posturas ética y política del autor se acercaban más a los ideales románticos. 
Quizás por la cercanía del proceso de independencia, las relaciones centro/periferia son muy tensas dentro de su obra.
La centralidad que ganó su nombre entre los poetas cubanos y latinoamericanos que siguieron da cuenta de la posibilidad de encontrar, si bien no todavía un proyecto nacional, sí una paideia hispanoamericana dentro de su discurso.

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