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Las relaciones interpersonales como clave para la educación de la virtud en la familia Interpersonal Relationships as Key for the Education of Virtue in the Family JOSU AHEDO RUIZ Universidad Internacional de La Rioja josu.ahedo@unir.net STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 99 ISSN: 1139-6660 Resumen: Este artículo justifica la necesidad de re- cuperar la virtud aristotélica, ampliada por Leonar- do Polo que la concibe como un hábito perfectivo de la voluntad. Cada persona dispone del perfeccio- namiento virtuoso para darlo a otra persona y po- drá amar más si es más virtuoso. La educación de la voluntad radica en adquirir virtudes y quien dé esa perfección adquirida a otras personas será mejor. Las relaciones familiares son interpersonales por- que en la familia se aprende a aceptarse personal- mente y a darse a los demás. Los problemas esco- lares requieren una solución centrada en el fomento de las relaciones interpersonales en la fa- milia. Palabras clave: Relaciones interpersonales, volun- tad, virtud, familia. Abstract: this article justifies the need to recover the Aristotelian virtue, broadened by Leonardo Polo who conceives it as a perfective habit of the will. Each person has the virtuous improvement to give it to another person and he can love more if he is more virtuous. Education of the will resides in acquiring virtues and who gives this acquired perfection to others personas will become a better person. Family relationship are interpersonal be- cause in the family it is learnt to accept yourself personally and to give yourself to others. School problems require a solution focused in fostering in- terpersonal relationships inside of family. Keywords: Interpersonal Relationship, Will, Virtue, Family. RECIBIDO: 3 DE JULIO DE 2017 VERSIÓN DEFINITIVA: 25 DE SEPTIEMBRE DE 2017 DOI: 10.15581/013.20.99-120 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 99 1. INTRODUCCIÓN L a virtud entendida como disposición estable por Aristóteles ha dejado de estar presente en los currículums de las escuelas. No obstante, resulta cu- rioso como en la actualidad ha nacido un clamor por recuperar la educa- ción en valores, también en el ámbito escolar. En este sentido, es conveniente recordar que el valor es algo de carácter ideal, ajeno al crecimiento perfectivo de la virtud aristotélica. Polo acepta que la virtud es un hábito concebido como crecimiento de la voluntad que perfecciona la naturaleza recibida. La novedad introducida por Polo respecto a la virtud aristotélica es que el per- feccionamiento de la voluntad, logrado con la adquisición de las virtudes, es de lo que dispone la persona. El problema de la intersubjetividad moderna es superado por Polo cuando señala que la persona coexiste y no sólo convive. Esto conlleva entender las relaciones interpersonales como una optimización de la persona porque se mejora como persona cuando al coexistir con otras personas, cada uno realiza lo que es propio del ser humano, darse. El artículo se hace eco de este punto porque se fundamenta que las relaciones interper- sonales son la base del perfeccionamiento de la naturaleza logrado mediante el crecimiento esencial con la adquisición de virtudes. Por tanto, el carácter perfectivo del hábito indica que es un crecer libre que depende de la persona, de modo que si la persona no quiere disponer del crecimiento de la virtud, no mejora como persona. Se apunta también que si la virtud es un hábito estable, adquirida como perfección, debería ser una finalidad de la educación escolar. No obstante, no sería adecuado conformarse con que el educando llegue a ser bueno porque la ética no es el fin de la persona humana, sino el de la naturaleza humana1. Por eso es pertinente unir a la tarea de aprender a obrar bien el aprendizaje para que la persona done todo el crecimiento esencial del que es capaz mediante la adquisición de las virtudes. También afirmamos que aprender a darse a otra persona pertenece al ámbito de las relaciones interpersonales; soslayar esto tiene algunas implicaciones negativas como transigir en educar a individuos, olvidando que el educando es persona. Por eso conviene tener en cuenta a la persona en el ámbito educativo. Por tanto, se subraya que ser bueno es el me- JOSU AHEDO RUIZ 100 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 1 Cfr. L. POLO, “La coexistencia del hombre”, en El hombre: inmanencia y trascendencia. Actas de las XXV Reuniones Filosóficas, Facultad de Filosofía, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona, 1991, vol. I, 44. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 100 jor modo de crecer, que redunda en la mejora personal porque permite dispo- ner de más hábitos –más virtud– para donarla. Por último, se incide en la necesidad de la educación de la voluntad, ta- rea que compete especialmente a la familia porque todo ser humano nace como hijo. En la escuela se enseñan valores, pero la educación de la voluntad es tarea de los padres, aunque la educación escolar es complementaria de la fa- miliar. Esto indica la conveniencia de definir bien la voluntad porque no es pura espontaneidad, como defendieron los modernos, sino un hábito. Tam- bién es pertinente incidir que la normalización afectiva es necesaria porque quien no es estable afectivamente difícilmente adquirirá virtudes. Se concluye que la mejora de las relaciones interpersonales, aprendidas en el seno familiar es la mejor solución para los actuales problemas de la escuela. 2. EL OLVIDO DE LA VIRTUD EN LA EDUCACIÓN El olvido de la virtud surge en la modernidad porque algunos autores la consideran como una pasión2 y otros como un sentimiento, a diferencia de Aristóteles para quien es un hábito. La virtud es sustituida en la ética moder- na por normas racionales3, desconectadas del perfeccionamiento de la volun- tad, desligadas también del crecimiento esencial basado en adquirir virtudes. Por tanto, la definición de voluntad propuesta por la modernidad no es una adecuada interpretación del amor personal4. En contra de esta concepción, Polo recupera a Aristóteles al afirmar que la virtud es un hábito. Para él la li- bertad es también personal, lo que implica que cada acto de la voluntad, ejer- cido libremente, está unido al acto de ser personal, siendo la persona quien da sentido al actuar humano. En la época contemporánea, también la virtud ha sido erróneamente conceptualizada por varios autores, por ejemplo, Max Scheler la reduce a valor y Williams James a rutina5. Este olvido moderno de la virtud tiene su influencia en ámbitos tan rele- vantes como la educación porque, según Enkvist6, la nueva pedagogía combi- LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 101 2 Cfr. D. HUME, Investigación sobre los principios de la moral, Alianza Editorial, Madrid, 41-49. 3 Cfr. A. M. GONZÁLEZ, “Persona y naturaleza en la ética de Leonardo Polo”, en Anuario Filo- sófico, 29 (1996), 674. 4 Cfr. L. POLO, Ética: hacia una versión moderna de los temas clásicos, 2ª ed., Aedos-Unión Editorial, Madrid, 1995, 1997, 129. 5 Cfr. J. V. ORÓN, “Virtud como comportamiento ideal o como dinámica interior”, en Estudios Fi- losóficos Polianos, 3 (2016), 26. 6 Cfr. I. ENKVIST, Educación: guía para perplejos, Encuentro, Madrid, 2014, 29. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 101 na lo sentimental con el utilitarismo, olvidando la importancia de que el joven adquiera principios éticos que constituyan una guía para su actuación en la vida adulta. En la escuela se produce, por tanto, una pérdida del componente ético debido a que la relación entre teoría y práctica se ha fundamentado en la disociación entre ética y técnica7. Sin embargo, la adquisición de virtudes no es resultado de poner en práctica una técnica porque el ser humano no es sólo un ser que produce resultados8. En este punto, Polo propone que el principio radical de la educación debe ser la libertad trascendental9, porque es así como se evidencia que se educa personas. La clave de esta radicalidad resideen que la persona es libre a través de los hábitos, disponiendo así de ellos. Este olvido de la virtud debe ser solucionado cuando se educa según “el carácter filial de cada quién”10. En este sentido, si quien es educado descono- ce su ser personal y la riqueza a la que está llamado11, su existencia queda va- cua porque pierde el sentido de para qué vivir. Por eso es más importante sa- ber quiénes somos y no tanto qué nos pasa12. Asimismo, sería un error la sustitución de la pregunta sobre ¿quién soy? por el ¿qué soy?13 Por tanto, la cues- tión de quiénes somos debe ser central14 también en el ámbito educativo por- que “el sentido de la vida está justamente en manifestar cada vez mejor a la persona”15. Esto conlleva que la educación deba estar unida inexorablemente con el aprendizaje de cuál es el sentido de la vida. Aristóteles afirma que el hábito es la realimentación más alta16, precisa- mente porque la noción de hábito expresa el desarrollo perfectivo de la per- sona. Por eso el problema fundamental que acarrea la no aceptación de la vir- tud como hábito es obviar el carácter perfectivo del hábito. En este sentido, JOSU AHEDO RUIZ 102 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 7 Cfr. F. ALTAREJOS, “Finalidad y Libertad en educación”, en Anuario Filosófico, 29 (1996), 345. 8 Cfr. L. POLO, Obras completas XXIII. La esencia del hombre, Eunsa, Pamplona, 2015, 309. 9 “Crecimiento y perfeccionamiento son lo mismo; si no, el perfeccionamiento sería una idea de- masiado platónica, una pura idea; un perfeccionamiento real es un crecimiento”. Ibidem, 311. 10 J. F. SELLÉS, “Profesor de personas. Las dificultades educativas radicales y una propuesta de solución”, en Estudios sobre Educación, 15 (2008), 129. 11 Cfr. G. CASTILLO, “¿Vivir para morir o morir para vivir?”, en J. A. GARCÍA (Ed.), Escritos en memoria de Leonardo Polo: Persona y acción, Cuadernos de Pensamiento Español, nº 55, 2014, 212. 12 Cfr. F. ALTAREJOS, “Finalidad y Libertad en educación”, en Anuario Filosófico, 29 (1996), 345. 13 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, “La convivencia familiar: encuentro y desarrollo de la identidad personal”, en A. BERNAL (Ed.), La familia como ámbito educativo, Ins- tituto de Ciencias para la Familia, Pamplona, 2009, 63. 14 Cfr. L. POLO, Introducción a la filosofía, Eunsa, Pamplona, 1995, 203. 15 L. POLO, La esencia del hombre, op. cit., 316. 16 Cfr. L. POLO, “La cibernética como lógica de la vida”, en Studia Poliana, 4 (2002), 15. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 102 otras nociones como destreza, capacidad o actitud usadas en sustitución de la virtud son insuficientes porque se definen transitivamente, según la actividad a realizar17, soslayando el carácter perfectivo de la adquisición de la virtud como hábito. Por tanto, aceptar que la virtud es un hábito es relevante porque no se educa de la misma manera que el sentimiento. Asimismo, si la virtud es un hábito, entonces puede crecer, lo cual no es idóneo afirmarlo del senti- miento. El olvido de que la virtud puede crecer implica despersonalizar porque se renuncia a la mejora personal, desvinculándola, además, de modo radical de la mejora de otras personas18. Esto se explica porque la mejora personal es fruto de las relaciones interpersonales en la filosofía poliana, la mejora personal a través de la virtud implica mejorar a otras personas. Por esto, ayudar a otras personas a crecer consiste en dar, lo que implica la necesidad de aceptar al otro como quien es, no simplemente en función de lo que es. Si la otra persona es aceptada por lo que es y no por quién es, la ayuda se queda en lo esencial, sin llegar a lo personal, es decir, no sería una auténtica relación interpersonal por- que se quedaría en lo manifestativo, al no entrar en juego la intimidad, no se llegaría al núcleo personal. Por tanto, las relaciones interpersonales que mejo- ran a la persona no pueden ser reducidas a dar cosas, sino que habría que bus- car el bien de la persona a la que se da. En este sentido, Polo afirma que si no se cree en la capacidad de perfeccionamiento del ser humano al actuar, enton- ces es muy difícil creer en Dios19. En conclusión, si se renuncia a la moralidad, a ser mejor persona, se olvida la relevancia del crecimiento en la virtud20. El hábito es intrínseco a la naturaleza porque supone el perfecciona- miento de la facultad volitiva21. La voluntad es indeterminada, pero es especi- ficada mediante el crecimiento adquirido por los hábitos, siendo esta especifi- cación una nueva configuración que equivale a una segunda naturaleza22 porque perfecciona al ser humano23. Por tanto, la virtud como hábito perfec- ciona a la voluntad. La virtud es estable porque la persona aprende a conocer LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 103 17 Cfr. F. ALTAREJOS, C. NAVAL, Filosofía de la educación, Eunsa, Pamplona, 2000, 48-49. 18 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, “La convivencia familiar”, op. cit., 78. 19 Cfr. L. POLO, Introducción a la filosofía, op. cit., 160. 20 Cfr. J. ARANGUREN, “Caracterización de la voluntad nativa”, en Anuario Filosófico, 29 (1996), 354. 21 Cfr. L. POLO, Introducción a la filosofía, op. cit., 160. 22 Cfr. J. A. GARCÍA GONZÁLEZ, Allende el límite, Bubok, Madrid, 2011, 91. 23 Cfr. L. POLO, “Las tres dimensiones de la antropología”, en Studia Poliana, 13 (2011), 23. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 103 el bien y a elegirlo. Esto justifica que el hábito pueda ser una disposición a ac- tuar en el mismo sentido cuando el ser humano se encuentra ante una situa- ción similar de elegir un bien. En la actualidad existe un clamor generalizado por recuperar el aspecto formativo de la educación que se fundamenta en la educación en valores, ya que se ha intentado sustituir la virtud por el valor24. En esta línea, Camps se- ñala que a las virtudes se les llama hoy actitudes, que están conformadas por un sistema de valores que orientan la conducta25. Esta sustitución de la vir- tud por el valor hace necesario explicar correctamente qué es la virtud según Polo. Polo señala que la virtud es la “consolidación de los actos voluntarios que los graba en la potencia”26. La virtud es un hábito operativo bueno, “una dispo- sición de la potencia operativa que la capacita para ejercer bien su propia ope- ración”27. Esta disposición debe ser permanente28 porque sólo así la potencia será perfeccionada. Efectivamente, si la virtud es permanente, entonces esto indica que es un hábito: el modo de crecer de la voluntad. Por esto la virtud es un crecimiento en el orden de la capacidad29; es una disposición para obrar bien, susceptible de crecer o envilecer. En el fondo, las virtudes tienen la ca- racterística de fortalecer la capacidad de posesión del bien y la capacidad de ejercicio de la libertad30. La virtud es un modo de ser sobreañadido, esto es lo que explica por qué la persona puede disponer de la virtud y actuar conforme a ella. Por tanto, la virtud implica que la “naturaleza se perfecciona a sí mis- ma, desde sí misma”31. Además, es pertinente subrayar que las virtudes están relacionadas entre sí porque el fin de la voluntad debe ser uno: la felicidad32. JOSU AHEDO RUIZ 104 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 24 Cfr. J. V. ORÓN, “Virtud como comportamiento ideal o como dinámica interior”, op. cit., 26. 25 Cfr. V. CAMPS, El gobierno de las emociones, Herder, Barcelona, 2011, 42. En este sentido, seña- la que el concepto de valor es más comprensible que el de virtud. 26 L. POLO, Antropología trascendental, Tomo II: La esencia de la persona humana, Eunsa, Pamplona, 2003, 173. 27 P. ASTORQUIZA, El hombre, la virtud y la educación, Universidad de Santo Tomás, Bogotá, 2016, 88. 28 Cfr. C. NAVAL, Educar ciudadanos. La polémica liberal-comunitarista en educación, Eunsa, Pamplo- na, 2000, 130. 29 Cfr. L. POLO, Presente y futuro del hombre, Rialp, Madrid, 2012. 30 Cfr. D. GAVITO, H. VELÁZQUEZ, “El hombre como sistema libre en el pensamiento de Leonardo Polo”,en Anuario Filosófico, 29 (1996), 656. 31 F. ALTAREJOS, “Finalidad y Libertad en educación”, 344. 32 Cfr. J. F. SELLÉS, Hábitos y virtudes (III), Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, nº 67, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona, 1998, 87. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 104 De modo que el crecimiento de las virtudes acerca al fin de la felicidad. Por tanto, la persona que no es capaz de adquirir virtudes no puede ser feliz33. La virtud es un hábito, o sea, una capacidad para ejercer actos posterio- res34. Sin embargo, la virtud como hábito permanente no condiciona la actua- ción del ser humano porque puede actuar conforme a ella. El hecho de que la virtud sea un hábito significa que la persona puede disponer de ella, aunque esta disposición depende del acto de ser personal, que es quien puede o no dis- poner de ella libremente. Esto indica que en la tarea educativa no es suficien- te con generar hábitos porque esto no garantiza que el educando obre el bien. Al respecto Astorkiza aclara que la virtud no es acostumbramiento porque para que exista la virtud no sólo hay que repetir el acto, sino amar el bien que esa virtud propone35. Asimismo, Cardús señala que educar es transmitir modelos de comportamientos que se aprenden como estilos de vida y como sistemas prácticos para resolver problemas36. Por eso “las virtudes son la pro- gresiva apertura adquirida por la persona en su naturaleza”37. Por tanto, la edu- cación tiene que llegar también al acto de ser personal. 3. LA NECESIDAD DE RECUPERAR LA EDUCACIÓN DE LA VOLUNTAD. ¿SE PUEDE ENSEÑAR LA VIRTUD? La voluntad no es cognoscitiva por eso no puede poseer su objeto, sin embargo, si no lo posee no puede crecer. ¿Cómo resolver esta aporía? Una manera de solucionarla es que la voluntad se dé a sí misma el fin, lo cual sig- nificaría decir que es libre, pero para ello debería ser una libertad entendida como espontaneidad. Esta solución es adoptada por los filósofos modernos quienes consideran que la voluntad es espontánea, que indica que la voluntad puede querer al margen de la inteligencia que le presenta el bien: la voluntad sería puro deseo. Esta concepción de la voluntad como espontánea tiene sus consecuencias ya que implica que la inteligencia no podría ejercer operaciones posesivas de formas38. Tampoco cabría distinguir la voluntad de la libertad LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 105 33 Cfr. G. CASTILLO, Fundamentos teóricos de la educación en la virtud, CONCYTEC, Piura, 1988, 39. 34 Cfr. L. POLO, Ética, op. cit., 153. 35 Cfr. P. ASTORQUIZA, El hombre, la virtud y la educación, op. cit., 92. 36 Cfr. S. CARDÚS, El desconcierto de la educación, Paidós, Barcelona, 2007, 93. 37 J. F. SELLÉS, Hábitos y virtudes, op. cit., 106. 38 Cfr. Mª S. FERNÁNDEZ, “Libertad y voluntad en Polo y Hobbes”, en J. A. GARCÍA (Ed.), Escritos en memoria de Leonardo Polo, op. cit., 98. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 105 porque se considera a la voluntad como potencia libre39. Asimismo, implicaría suplantar la radicalidad de la persona porque no se alcanzaría la libertad per- sonal. Por tanto, la tesis de la espontaneidad de la voluntad implica desconec- tarla de la persona y como consecuencia supone desproveerla del sentido últi- mo del obrar. Sin embargo, no es pertinente desnortar así al educando porque sería abandonarle a merced de la frustración, ya que no puede alcanzar todos los fines que desee. Frente a esta tesis moderna está la concepción de la voluntad en la filo- sofía trascendental poliana. Polo es tajante al afirmar que la voluntad no pue- de poseer el bien querido porque sólo la inteligencia tiene lo conocido, por eso es superior a la voluntad40. La voluntad no es espontánea, porque no es libre, es decir, no se da a sí misma el fin, ya que no arranca de sí, es tendencia, o sea, inclinación41. Al respecto Polo dice que “la voluntad nativa, la tendencia de nuestra naturaleza espiritual, prescindiendo de su relación con la inteligencia, es una órexis determinada ad unum, a algo uno, es decir, absolutamente impo- sible de cambiar”42. Esta determinación ad unum es característica de lo que es natural, por eso la voluntad no es dueña de su fin, sino que le es dado43. Sin embargo, esta determinación hacia el bien no es automática, ya que la perso- na precisa elegir el bien previamente querido, después de haber sido presen- tado por la inteligencia. Polo acepta de la filosofía aristotélica que la voluntad es deseo, o sea, ten- dencia. Pero ¿A qué tiende la voluntad? Al fin como objeto de tendencia44. Esta tendencia es una relación trascendental con el bien. El hecho de que sea trascendental significa que no puede ser de otro modo, indicando que la vo- luntad tiende al bien al mismo tiempo que lo quiere. Esta relación trascen- dental indica también que es constitutiva de la propia naturaleza de la volun- tad porque para ella querer es desear el bien. Por eso, si la voluntad es una relación trascendental con el bien, no es posible concebirla como espontánea, porque está determinada ad unum, a desear el bien45. La voluntad está deter- JOSU AHEDO RUIZ 106 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 39 Cfr. L. POLO, Antropología, II, op. cit., 121. 40 Cfr. L. POLO, Las tres dimensiones de la antropología, op. cit., 24. 41 Cfr. L. POLO, Lecciones de ética, Eunsa, Pamplona, 2013, 76. 42 L. POLO, Ética, op. cit., 134. 43 Cfr. ibidem, 135. 44 Cfr. F. HAYA, “La aporética de la voluntad”, en J. A. GARCÍA (Ed.), Escritos en memoria de Leo- nardo Polo, op. cit., 121. 45 Cfr. J. ARANGUREN, “Caracterización de la voluntad nativa”, en Anuario Filosófico, 29 (1996), 350. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 106 minada al bien, pero no a un bien concreto, sino al bien en cuanto bien. Por eso la tendencia es compatible con el carácter perfectivo del hábito porque la voluntad es “la correspondencia en nosotros con el bien”46. Además, que la vo- luntad sea tendencia implica que ha sido generada por alguien, preservando así que la voluntad ha sido creada. Por tanto, concebir a la voluntad como espon- tánea supone soslayar que, como potencia espiritual, es creada. La voluntad como deseo, sin la ayuda de la inteligencia para querer el bien concreto, sería concebirla como espontánea47. Sin embargo, si la volun- tad no es ayudada por el conocer no alcanzaría el fin48. Esto indica que la vo- luntad sólo es libre si se conecta con la razón que muestra los motivos para ele- gir49, presentado un bien concreto para que sea querido. Por eso la voluntad es la dinámica continuadora de la inteligencia misma50. Por tanto, en el deseo vo- luntario no hay conocimiento, por eso no es posible saber qué bien elegir sin la acción de la inteligencia. Según esto, la voluntad quiere siempre algún bien, principalmente el que se adecúa a la razón51. En este sentido, la fortaleza y la magnanimidad son virtudes morales que ayudan a la voluntad a reforzar lo que es presentado por la inteligencia como digno de ser querido52. La voluntad es un hábito que indica que es susceptible de crecimiento, lo que supone admitir que la voluntad es educable porque es una característica de lo que es susceptible de crecimiento. La voluntad puede crecer con la ad- quisición de hábitos –virtudes–, así que se puede aprender cómo crecer, lo que significa que es educable. En este punto no hay alternativa o se educa la vir- tud, como crecimiento de la voluntad, o se deja al educando que sucumba ante el vicio. En definitiva, o se educa para desarrollar las capacidades o no se edu- ca y, entonces, las capacidades se envilecen53. No obstante, hay que andar con tiento porque cualquier influencia sobre la voluntad puede ser interpretada LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 107 46 L. POLO, Ética, op. cit., 137. 47 Cfr. F. MOLINA, “Sindéresis y voluntad: ¿Quién mueve a la voluntad?”, en I. FALGUERAS, J. A. GARCÍAGONZÁLEZ, J. J. PADIAL (Eds.), Futurizar el presente. Estudios sobre la filosofía de Leonardo Polo, Servicio de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Málaga, Málaga, 2003, 194. 48 Cfr. J. F. SELLÉS, Conocer y amar. Estudio de los objetos y operaciones del entendimiento y de la vo- luntad según Tomás de Aquino, Eunsa, Pamplona, 1995, 428. 49 Cfr. L. POLO, Lecciones de ética, op. cit., 81. 50 Cfr. L. POLO, Obras Completas XXII. Lecciones de Psicología Clásica, Eunsa, Pamplona, 2015, 285. 51 TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q. 63, a. 1. 52 Cfr. L. POLO, Ética, op. cit., 144. 53 Cfr. G. CASTILLO, Fundamentos teóricos de la educación en la virtud, op. cit., 23. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 107 como manipuladora. En este sentido, es educable la dimensión humana para que el educando aprenda a querer obrar el bien libremente54. Educar la voluntad no supone indicar al educando qué actos concretos son buenos y cuáles no porque no tiene sentido reducir la virtud a rutina de comportamiento. Con- viene aclarar que habrá rutina si se trata la virtud como fin en sí y no como medio para alcanzar el bien55. Por tanto, educar en la virtud no es únicamen- te enseñar un comportamiento, esto sería adoctrinar. La educación de la voluntad implica enseñar al educando que quiera per- feccionar su voluntad a través de los hábitos. La persona puede atenerse a los hábitos que tiene o no porque es libre. Esto indica que educar la voluntad im- plica tener en cuenta que la persona es quien decide si dispone o no de esos há- bitos. Por eso la voluntad se hace libre cuando adquiere hábitos56. Esto indica que hay otra educación mayor que da sentido al quehacer humano de adqui- rir hábitos, se trata del aprendizaje de para qué ser bueno. Esto subraya que convine aprender qué es el amar personal, o sea, qué es la dualidad dar-acep- tar propuesta por Polo. La tarea del ser humano, más que en ser bueno radi- ca en amar, o sea, en darse, aunque es pertinente aclarar que poco se puede amar si no se es bueno. La clave para comprender el amar personal es que cuánto más humana es una persona, o sea, cuanta más crezca el hábito a tra- vés del perfeccionamiento debido a la adquisición de las virtudes más se pue- de donar a otra persona. Además, dado que la unión de la voluntad con la per- sona se realiza a través del hábito de la sindéresis, es esencial que el educador eduque conforme a este hábito innato57. Los actos de la voluntad son perfectibles, pero también lo es el querer de la voluntad, porque se puede aspirar a querer mejor58. El crecimiento de la vo- luntad es querer el querer. Esto indica que la voluntad es curva porque siem- pre quiere querer más, siempre quiere crecer más, adquirir más hábito, por eso quiere mejorar su querer59 porque es susceptible de crecimiento. En el mismo JOSU AHEDO RUIZ 108 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 54 Cfr. M. GARCÍA AMILBURU, “Claves y dimensiones del desarrollo de la persona”, en M. RUIZ CORBELLA (Ed.), Educación moral: aprender a ser, aprender a convivir, Ariel, Barcelona, 2003, 34. 55 Cfr. D. ISAACS, La educación de las virtudes humanas, 11ª ed., Eunsa, Pamplona, 1994, 44. 56 Cfr. L. POLO, Ética, op. cit., 145. 57 Sobre esta cuestión puede consultarse J. AHEDO, El conocimiento de la naturaleza humana desde la sindéresis. Estudio de la propuesta de Leonardo Polo, Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Uni- versitaria, nº 223, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona, 2010. 58 Cfr. L. POLO, Lecciones de psicología, op. cit., 310. 59 Cfr. L. POLO, La esencia del hombre, op. cit., 314. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 108 sentido, el ser humano no se conforma con sobrevivir porque siempre quiere vivir de modo más humano: conocer y querer más y mejor, siendo el modo de esencializar la naturaleza. Respecto a si la virtud puede ser enseñada o no, es una cuestión presen- te ya en el Menón de Platón. Sócrates plantea si la virtud es innata o es algo que debe ser aprendido. Es una pregunta sobre qué tipo de aprendizaje es ne- cesario para obrar bien. En este punto, para que educar en la virtud no se con- funda con la rutina de enseñar unos comportamientos valorados como buenos, es preciso aprender que se obra el bien cuando en las relaciones interpersona- les se ama a la otra persona. Esto significa que la educación de la voluntad re- quiere también tener en cuenta a la persona y su radicalidad basada en el amar. En cuanto a la pregunta de qué virtudes hay que enseñar, Polo señala que las cuatro denominadas cardinales, ya que el resto son partes potenciales de éstas o bien porque las acompañan o porque la combinación de varios actos de es- tas virtudes hacen posible los actos de una de las virtudes cardinales60. En cuanto a cuál debe ser el rol del educador, Buxarrais indica que ha de consistir en transmitir actitudes, valores y normas, fomentado el desarrollo autónomo, para lo que es necesario que se genere en el alumno el pensamien- to crítico61. Sin embargo, la pretensión de lograr sujetos autónomos, no es ga- rantía de que sean también mejores personas, ni desarrolla necesariamente la capacidad de hacer el bien. Altarejos, Rodríguez y Bernal indican que la auto- nomía aísla al sujeto al convertirlo en uno entre muchos porque todos los suje- tos serían autónomos, se perdería así la diferenciación personal al tratarlos a to- dos como individuos. Pero lo más conveniente es que las personas aprendan a coexistir, ser con los otros, fundamentado en aprender a aceptarse y donarse62. El educador en la tarea de educar la voluntad debe ayudar a que el educando adquiera hábitos y que no los pierda, lo cual sólo es posible si el hábito crece. Una cuestión que preocupa a los educadores es determinar cuándo la vir- tud ha sido adquirida y cómo se puede conocer que es así. La posesión de la virtud implica la capacidad para obrar el bien de modo habitual. El virtuoso cuando adquiere el hábito está fortaleciendo la operación, logrando también una mayor sensibilidad para reconocer el bien, no en sentido cognoscitivo, LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 109 60 Cfr. L. POLO, Antropología trascendental, II, op. cit., 177. 61 Cfr. R. Mª BUXARRAIS, “Actitudes, valores y normas: aprendizaje y desarrollo moral”, en Co- municación, lenguaje y sociedad, 15 (1992), 28. 62 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, “La convivencia familiar: encuentro y desarrollo de la identidad personal”, op. cit., 83. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 109 sino como tendencia, o sea, para tender con mayor facilidad al bien. Además, el virtuoso se complace en hacer el bien porque sabe que su hábito crece, asu- miendo que si perfecciona su voluntad, entonces podrá amar más y mejor. 4. LA RELACIÓN ENTRE VIRTUD Y CRECIMIENTO PERSONAL La educación de la virtud es necesaria, aunque es preciso aclarar que ser bueno no es el sentido último de la vida. La virtud es el perfeccionamiento de la naturaleza, pero por el carácter dual del ser humano no es el fin último de la persona porque la virtud es un medio63, que está al servicio del amor64. La vir- tud no es el fin de la persona, sino el de la naturaleza65. Como ser humano no conviene conformarse con llegar a ser bueno, sería escaso. Esta insuficiencia con- lleva algunas implicaciones antropológicas que conviene subrayar. La primera, olvidar que la persona es trascendental porque puede transcender su propio obrar; la segunda, que no se alcanzaría a comprender qué son los trascendenta- les personales explicados por Polo. Por ejemplo, el amar se reduciría al ámbito de la manifestación sin que acontezca la donación personal. La tercera, se sos- layaría el fundamento de la educación personalizada, puesto que si se sostiene la diferencia trascendental entre las personas, a la hora de educarlas es viable tratarlas como tales y no sólo como individuos. Cuarta, se desconocería para qué es necesario ser buenos, soslayandola esperanza como virtud. Quinta, se ignoraría el fundamento último de la ética porque para saber cómo se debe ac- tuar es preciso, previamente, saber cómo es el ser humano66. En la educación de la voluntad es insuficiente enseñar cómo realizar ac- tos buenos, ya que es necesario justificar la necesidad de realizar esos actos, es decir, se debe explicar para qué ser bueno: ¿cuál es el sentido de obrar bien? En este punto conviene preguntarse también qué sentido tiene mostrar un modelo de una persona que ejerce un acto bueno porque sería un error tratar de enseñar sólo a imitarlo, sin más. Esto no es suficiente en la antropología poliana porque la virtud es una disposición67; algo de lo que la persona dispo- ne. Por tanto, es pertinente explicar para qué se dispone de la virtud. El fin de JOSU AHEDO RUIZ 110 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 63 Cfr. L. POLO, Antropología trascendental, II, op. cit., 152. 64 Cfr. ibidem, 174. 65 Cfr. L. POLO, “La coexistencia del hombre”, op. cit., 44. 66 Cfr. J. F. SELLÉS, La persona humana III. Núcleo personal y manifestaciones, Colombia, Universi- dad de la Sabana, 1998, 71. 67 Cfr. L. POLO, Antropología trascendental, II, op. cit., 132. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 110 esta disposición es lo que explica la dependencia de la esencia respecto del acto de ser personal. En este sentido, es pertinente añadir que la aportación de Polo a la filosofía griega, respecto a la consideración del ser humano, es que no sólo es poseedor de la perfección adquirida, sino donante68 de ella porque la virtud es poseída para donarla. Esto clarifica que el ser humano puede ser poseedor de fines o tendente69, lo que implica aceptar la conexión entre la vo- luntad y la persona. La voluntad es tendencia hacia el perfeccionamiento, al fin de la natura- leza70. Por eso la persona está llamada a vivificar, actualizar, perfeccionar y ele- var la naturaleza recibida71. La tarea de la persona es perfeccionarse su huma- nidad, es decir, esencializarse más, adquiriendo hábitos intelectuales y virtudes morales. A medida que el ser humano va adquiriendo más perfección, la vir- tud crece en su disposición, lo que significa que el acto de ser personal podrá disponer de más perfección para dar. Se trata de poner más esencia en las ma- nos de la libertad personal porque crecer en hábitos es poner la esencia hu- mana más en manos de la persona72. La redundancia del crecimiento irrestric- to de la esencia, mediante el crecimiento en virtud, en el acto de ser personal radica en que la persona pueda destinar esa perfección adquirida en forma de hábito, de un modo más fácil73. Educar la voluntad es insuficiente si no se enseña que las virtudes crecen a través de las relaciones interpersonales. Esto está fundamentado en que la persona coexiste con otras personas porque no es un simple añadido, ya que la persona es un ser-con74. Este ser-con no ha de ser entendido exclusivamen- te como un estar, un mero convivir, sino como un necesario relacionarse con. Por eso estas relaciones interpersonales son la base para el crecimiento de la virtud porque el ser humano se perfecciona en su coexistencia con otras per- sonas75. En este sentido, es necesario diferenciar las relaciones sociales basadas LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 111 68 Cfr. A. Mª GONZÁLEZ, “Persona y naturaleza en la ética de Leonardo Polo”, en Anuario Fi- losófico, 29 (1996), 666. 69 Cfr. L. POLO, Lecciones de ética, op. cit., 76. 70 Cfr. L. POLO, Lecciones de psicología, op. cit., 294. 71 Cfr. J. F. SELLÉS, Hábitos y virtudes, op. cit., 85. 72 Cfr. L. POLO, La esencia del hombre, op. cit., 301. 73 Cfr. I. MOSCOSO, “Una libertad creciente. La persona en la Antropología trascendental de L. Polo”, Cuadernos de Pensamiento Español, Universidad de Navarra, 2016, 97. 74 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, La convivencia familiar: encuentro y desa- rrollo de la identidad personal, op. cit., 77. 75 Cfr. C. NAVAL, “En torno a la sociabilidad humana en el pensamiento de L. Polo”, en Anuario Filosófico, 29 (1996), 872. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 111 en el convivir, un intercambio, de las relaciones interpersonales. Por tanto, no todas las relaciones entre las personas son generadoras de virtudes porque no todas las personas con las que nos relacionamos son virtuosas, ni todos nuestros actos se realizan con la intención de dar a otra persona. Las relacio- nes interpersonales son aquellas fundadas en que alguien actúa de modo vir- tuoso, al dar a otra persona, que debe aceptar ese dar. Esto implica un creci- miento en la virtud a quien da y al que acepta ese dar. Tanto el dar como el aceptar requiere que ambas personas que se relacionan sean virtuosas. El co- nocimiento de quiénes somos, vital para la aceptación personal, es condición necesaria para darse76. La tarea educativa implica aceptar la persona del edu- cador para que el educando se haga cargo de la ayuda, en la que lo entregado a través de la educación es asumido, apropiado e integrado77. Esa ayuda signi- fica que educar en la virtud es poner al educando en condiciones de que pue- da llevar a la práctica los hábitos adquiridos78. 5. LAS RELACIONES INTERPERSONALES FAMILIARES SOLUCIÓN DE LOS PROBLEMAS ESCOLARES La cuestión a responder es por qué la familia es el mejor ámbito para educar en la virtud. Al respecto conviene subrayar que las manifestaciones prioritarias de la persona son la familia y la educación79 porque por medio de ellas la persona mejora. No obstante, es preciso diferenciar el origen y funda- mento de la familia y la escuela. La familia no es un invento social80, ni tam- poco una organización cultural81, mientras la escuela es ambas cosas. La fami- lia es natural, por ello el vínculo entre quienes pertenecen a ella es el amor, pero entre el maestro y el estudiante el vínculo es la ética. En la convivencia familiar se da un proceso formativo que fomenta el crecimiento en la virtud82. Por eso la educación en la familia tiene su núcleo en saber buscar bien y en JOSU AHEDO RUIZ 112 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 76 Cfr. A. MACINTYRE, Animales racionales y dependientes. Por qué los seres humanos necesitamos las virtudes, Paidós Básica, Barcelona, 2001, 114. 77 Cfr. L. POLO, “El hombre como hijo”, en J. CRUZ (Ed.), Metafísica de la familia, Eunsa, Pam- plona, 2010, 326. 78 Cfr. G. CASTILLO, Fundamentos teóricos de la educación en la virtud, op. cit., 78. 79 Cfr. J. F. SELLÉS, Antropología para inconformes, Rialp, Madrid, 2006, 227. 80 Cfr. ibidem, 160. 81 Cfr. D. ISAACS, La educación de las virtudes humanas, op. cit., 27. 82 Cfr. R. ÁLVIRA, El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, Eunsa, Pamplona, 2004, 54. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 112 buscar el bien83. Además, la familia es necesaria para conocer quiénes somos, ya que desconocer el origen personal tiene el peligro de encontrarse desarrai- gado. Este desarraigo tiene como consecuencia que uno se centra en sí mismo porque nadie le ha enseñado a aceptarse ni tampoco ha aprendido a darse84. Es pertinente responder a una cuestión fundamental para advertir cuál es el rol del maestro en la educación de la voluntad: ¿es la familia el único agente del aprendizaje de cómo obrar bien o conviene que sea también aprendido en la escuela? Sin duda, la ética puede ser enseñada en la escuela, aunque el modo de aprenderla en la familia es diferente al de la escuela por- que es un aprendizaje por impregnación, debido a que es el lugar en el que cada persona es querida por sí misma, no por lo que hace ni por lo que tie- ne85. No obstante, este educar a la persona basada en quién es más que en lo que es, es preciso que esté también presente en la escuela, como el modo de asegurar que se educa personas y no sólo individuos. El amor, el darse a otra persona, se aprende en la familia, aunque conviene que sea reforzado en la es- cuela. Además, a coexistir se aprende sobre todo con lasrelaciones familiares porque son las más interpersonales. En este sentido, Altarejos, Rodríguez y Bernal distinguen la sociabilidad de la socialización86. La sociabilidad ayuda al crecimiento personal porque está fundada en relaciones interpersonales basadas en quién cada uno es; mientras que socializar está constituida por re- laciones de carácter social87. Una de las funciones de la escuela es educar para que el educando aprenda a realizar el trabajo bien hecho y para aprender a convivir88. No obstante, también se espera que en la escuela el profesor edu- que a cada educando como una persona y no sólo como individuo. El apren- dizaje de los valores éticos requiere estar unido a la persona para descubrir el verdadero sentido de ser éticamente bueno. En este punto, no hay que olvi- dar que los padres son quienes pueden educar mejor porque conocen perso- nalmente a sus hijos89. En este sentido, ser buena persona implica compor- LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 113 83 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, La convivencia familiar, op. cit., 85. 84 Cfr. L. POLO, Quién es el hombre. Un espíritu en el tiempo, 5ª ed., Rialp, Madrid, 2003, 152. 85 Cfr. G. CASTILLO, “Educación de la libertad y de la afectividad”, en A. BERNAL (Ed.), La fa- milia como ámbito educativo, Instituto de Ciencias para la Familia, Pamplona, 2009, 175. 86 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, La convivencia familiar, op. cit., 63. 87 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, La convivencia familiar, op. cit., 63. 88 Cfr. M. DASSOY, “Educación personalizada y hábito de sabiduría: de V. García Hoz y A. Mi- llán Puelles a L. Polo”, en J. F. SELLÉS (Ed.), El hombre como solucionador de problemas, Cuader- nos de Pensamiento Español, nº 205, 2015, 179. 89 Cfr. J. F. SELLÉS, Antropología para inconformes, op. cit., 246. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 113 tarse como buen hijo90. Por tanto, la familia es el origen de la persona y fuen- te de su identidad personal91. Esta diferencia entre familia y escuela hace necesario subrayar que todo ser humano nace como hijo. En línea con esto, Polo afirma que “la antropolo- gía moderna yerra, sobre todo, porque se olvida de que el hombre es hijo”92. Ignorar que la persona nace como hijo supone no reconocer que se nace como criatura; renuncia que tiene como consecuencia el individualismo93. Por eso no tiene sentido suplir la educación familiar por la socialización aprendida en la escuela. La clave de la educación familiar radica en aprender a coexistir con otras personas. En este sentido, si las relaciones interpersonales son claves para adquirir virtudes y es en la familia donde se viven de modo más intenso estas relaciones, esto implica que la labor de ayudar a crecer en las virtudes recaiga en la familia de modo natural y complementariamente en la escuela. ¿Por qué es tan importante la familia para el crecimiento de la virtud? Siendo explícitos porque quien más ama es quién más puede educar94. Esto subraya que la familia es “el mejor marco donde se humanizan los hombres, donde se manifiestan las personas singulares”95. Como consecuencia la familia es el principal ámbito de realización personal porque se descubren y viven los valores verdaderos96. Además, los padres quieren a sus hijos por quiénes son, no sólo por las cualidades que tienen97. Por tanto, la familia es el espacio para aprender a valorar a los demás no tanto por lo que tienen98. Además, es el ám- bito para la adquisición de valores porque es el espacio idóneo para trasmitir- los, donde se viven los valores, se aplican desde lo cotidiano y se aprecian99. JOSU AHEDO RUIZ 114 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 90 Cfr. S. PÍA, El hombre como ser dual, Estudio de las dualidades radicales según la Antropología trascen- dental de Leonardo Polo, Eunsa, Pamplona, 2001, 429. 91 Cfr. F. ALTAREJOS, A. RODRÍGUEZ, A. BERNAL, La convivencia familiar, op. cit., 2009, 87. 92 L. POLO, Antropología trascendental, Tomo I: La persona humana, 2ª ed., Eunsa, Pamplona, 2003, 212. 93 Cfr. L. POLO, C. LLANO, Antropología de la acción directiva, Aedos-Unión Editorial, Madrid, 1997, 192. 94 Cfr. J. F. SELLÉS, Antropología para inconformes, op. cit., 249. 95 A. RODRÍGUEZ, A. VARGAS, “La familia a la luz del carácter personal”, en Estudios sobre Edu- cación, 25 (2013), 55. 96 Cfr. G. CASTILLO, Educación de la libertad y de la afectividad, op. cit., 175. 97 Cfr. A. BERNAL, “Entramado educativo de relaciones personales”, en A. BERNAL (Ed.), La familia como ámbito educativo, op. cit., 136. 98 Cfr. J. A. IBÁÑEZ-MARTÍN, “Libertad y autoridad en la familia”, en E. GERVILLA, Educa- ción familiar. Nuevas relaciones humanas y humanizadoras, Narcea, Madrid, 2003, 91. 99 Cfr. A. M. NOVELA, M. PAYÁ, “Familia: algunas claves para fomentar la responsabilidad y la autonomía”, en R. Mª BUXARRAIS, M. MARTÍNEZ (Eds.), Retos educativos para el siglo XXI: autonomía, responsabilidad, neurociencia y aprendizaje, Octaedro, Barcelona, 2015, 58. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 114 ¿Cuál es la función de la familia para ayudar a crecer en la virtud? En este sentido, lo propio de la familia es formar personas alegres, esperanzadas y cen- tradas100. Sin embargo, conviene destacar que este objetivo requiere la educación de la afectividad, siendo el ambiente familiar el más adecuado para desarrollar las competencias emocionales. Por eso la misión de educar la afectividad le co- rresponde a la familia debido a la mayor eficacia de recursos y por la mayor ido- neidad con los fines, ya que la educación familiar es un entramado de relaciones interpersonales que permite que las emociones fluyan de un modo más natural que en la escuela101. Además, la normalización afectiva es necesaria para la pos- terior educación de la inteligencia y la voluntad porque sirve de preparación para el ejercicio de las virtudes102. Por eso la educación de la afectividad es pre- via y necesaria para la adquisición de hábitos porque es clave tener en orden los sentimientos. Por eso, la educación de la afectividad requiere dejarse ayudar, ya que querer hacerse a uno mismo estropea la afectividad103. Por tanto, un ser hu- mano puede crecer más y humanizarse mejor en la familia104. ¿Cuál es la tarea de la familia en la educación de la voluntad? Conviene que los padres enseñen que el amor de la persona es superior al querer de la voluntad. La persona humana ama (acto de querer) y posee amor en su volun- tad (virtud), pero lo más importante es que es amor105: enseñanza que debe ser aprendida principalmente en el seno familiar, ya que debe comprenderse que el crecimiento personal implica darse. Esta clave, este darse a otras personas es aprendido en la familia, porque los padres entregan todo a sus hijos, ya que es su prioridad. Según lo apuntado, conviene que las virtudes sean aprendidas en la fami- lia, ya que si no es así es más complicado que lo sean en la escuela. Además, el aprendizaje de valores en la escuela está desnortado sin lo aprendido en las re- laciones interpersonales familiares. Por lo general, en la actualidad los proble- mas educativos se tratan de resolver con soluciones de carácter esencial, pero éstas son insuficientes porque son las relaciones interpersonales, que pertene- LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 115 100 Cfr. L. GONZÁLEZ-UMERES, “Ayudar a crecer. Notas sobre la educación en el pensamien- to de Leonardo Polo”, en Anuario Filosófico, 29 (1996), 706. 101 Cfr. F. ALTAREJOS, “Cambios y expectativas en la familia”, en A. BERNAL (Ed.), La familia como ámbito educativo, op. cit., 54-55. 102 Cfr. L. GONZÁLEZ-UMERES, “Ayudar a crecer. Notas sobre la educación en el pensamien- to de Leonardo Polo”, op. cit., 698. 103 Cfr. ibidem, 700. 104 A. RODRÍGUEZ, A. VARGAS, “La familia a la luz del carácter personal”, op. cit., 54. 105 Cfr. J. F. SELLÉS, Antropología para inconformes, op. cit., 232. 07.Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 115 cen al ámbito de lo personal, las que ayudan a crecer en las virtudes. Se quie- re subrayar que los problemas que surgen en el ámbito escolar requieren ser solucionados con una adecuada educación en la familia. Por eso conviene ex- poner alguno de estos problemas con el fin de aclarar de qué modo precisan de la educación familiar para ser resueltos. Actualmente, preocupan las numerosas faltas de respeto en el aula, ya que por desgracia las noticias de bullying son cada vez más frecuentes. La solución recurrente adoptada está basada en la prevención mediante programas centra- dos en el respeto, pero es preciso que sean aportadas otras soluciones a nivel personal. La falta de respeto tiene su origen en la ausencia de la propia acep- tación personal que impide aceptar al otro como persona. Spaemann señala que para aceptar al otro es preciso sentir amor y haber amado106, lo cual acon- tece en el ámbito familiar. Además, quien no respeta al otro no se ha dado cuenta de que es persona y de que está obligado a crecer y para ello debe dar- se. Está obligado a crecer porque si no se crece, se envilece. El respeto como valor sin un darse a la otra persona arregla poco las faltas de respeto porque no se ataja el problema de raíz. Subrayamos que es en el seno familiar donde se aprende el respeto al otro como persona, a través de las relaciones inter- personales. No obstante, es pertinente no confundir el quién que es el libre con lo que cada uno es porque una persona no merece respeto de modo radi- cal por lo que es, sino por quién es. En este sentido, la solución óptima sería que el educando aprenda a ser amigo según la amistad perfecta postulada por Aristóteles107. Si se acepta a las personas por lo que son y no tanto por quienes son, entonces se buscarán amistades por interés o placer, olvidando que las personas no son medios, sino fines108. Uno de los objetivos de la escuela es la socialización, por eso la escuela se organiza para que todos los educandos aprendan juntos, pero esto es insufi- ciente porque el aprendizaje en grupo no implica obligatoriamente que los educandos se socialicen, ya que es necesario que quienes aprendan juntos dis- tingan su subjetividad de la del otro109. Por eso, socializar significa aprender a JOSU AHEDO RUIZ 116 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 106 Cfr. R. SPAEMANN, Persona. Acerca de la distinción entre algo y alguien, Eunsa, Pamplona, 2000, 89. 107 Aristóteles en la Ética a Nicómaco distingue tres tipos de amistades, aunque sólo la amistad per- fecta está basada en ayudar al amigo por quién es y no tanto por lo que es. 108 Cfr. L. POLO, “La amistad en Aristóteles”, en Anuario Filosófico, 32 (1999), 477. 109 Cfr. L. GONZÁLEZ-UMERES, “Ayudar a crecer. Notas sobre la educación en el pensamien- to de Leonardo Polo”, op. cit., 704. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 116 tener relaciones de reciprocidad110. La socialización es un objetivo que supone un logro a nivel esencial, mientras que tener amigos, por ser una relación in- terpersonal es un ser-con y por eso es más que socializarse que se queda en el convivir, en el estar-con. Por tanto, conviene tener claro que los bienes que for- man parte de la vida buena sólo se alcanzan gracias a la amistad111. La virtud es fruto de relaciones interpersonales, o sea, las que buscan el bien del otro. Los problemas de rebeldía, habituales entre los adolescentes, se deben a una falta de aceptación personal de quien es rebelde porque no se reconoce a sí mismo en las manifestaciones personales, fundado en no querer ser aque- llo que cada uno es. El rebelde no se acepta como quien es, no quiere ser quien realmente es. Además, la impotencia o incapacidad para cambiar quien cada uno es, puede derivar en frustración y quizá incluso en intentos de autolesión. La falta de disciplina es un rechazo de la autoridad porque la desobediencia im- plica poner el propio yo por encima del otro. El que no acata la autoridad no acepta al otro como persona, ni acepta que el otro le quiere ayudar, rechazan- do la ayuda, a veces expresado mediante esa queja: ¿quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer? El origen de este problema de falta de autoridad es que quien no acepta a sus padres como personas y no agradece su ayuda es com- plejo que acepte la ayuda proporcionada por el maestro. La aceptación de la ayuda supone admitir que la persona que quiere ayudar quiere lo mejor para la persona a quien ayuda. Además, en este punto conviene afirmar que la disci- plina es esencial porque es necesaria para la normalización afectiva. Es común encontrarse con adolescentes que no quieren estudiar. Son va- rias las causas de este trágico escenario. En cuanto a las soluciones no es sufi- ciente con estimular la motivación por estudiar porque esto puede quedarse en estimular la afectividad para lograr que el estudiante tenga ganas para es- tudiar, sin embargo, estudiar requiere fuerza de voluntad, es decir, hábito de estudio. Por tanto, si al estudiante le falta fuerza de voluntad, o sea, si no tie- ne la virtud de la fortaleza es difícil que la motivación sentimental sea real- mente eficaz en cuanto a la mejora del rendimiento académico. Esta insufi- ciencia radica en que es importante ayudar a cada estudiante a que de un sentido al estudio, es decir, que sea capaz de responder a la cuestión de para qué quiere estudiar. Esto está relacionado con su futuro profesional, con lo que quieren ser cuando sean adultos al término de su periodo formativo. El LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 117 110 Cfr. ibidem, op. cit., 706. 111 Cfr. C. NAVAL, En torno a la sociabilidad, op. cit., 874. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 117 interés por alcanzar un título académico o llegar a ser algo profesionalmente debe servir para mejorar la capacidad de donación. Por tanto, es pertinente que descubran en qué les va a mejorar la formación académica a nivel perso- nal. Por eso, ser un buen profesional le ayudará a ser mejor persona, sólo si esto le capacita para ayudar más a los demás. Un problema cada vez más creciente es el aburrimiento, la indiferencia, la falta de interés por el estudio, incluso por aprender. La pregunta común en- tre los estudiantes es para qué sirve lo que se estudia. Al respecto, como parte de la solución, Polo dice que “el que no se conecta con lo concreto se abu- rre”112. En este sentido, es oportuna una apropiada educación del interés, que se puede conseguir con la descentración de lo interesante. En el niño el inte- rés y lo que interesa –lo interesante– están unidos porque no es capaz de dife- renciarlos. Además, es conveniente que no confundan lo que es interesante con lo que es placentero o útil. Esta tarea de enseñarles a que sean capaces de diferenciarlo compete a los padres, para lo cual precisan ser amigos de sus hi- jos113. Por eso, es clave que aprendan que lo interesante es aquello que ayuda a mejorar como persona. Por tanto, hay un interés cognoscitivo unido a la per- sona que no es meramente sentimiento. El fracaso sobreviene cuando no se ha aprendido del error. Uno de los fi- nes de la teoría ética es aprender a decidir114, sin olvidar que se aprende a de- cidir decidiendo, pero no siempre se decide bien, por eso es preciso aprender de la decisión errónea. ¿Qué sentido tiene privar al educando del aprendizaje que proviene de la decisión errónea? Educar es liberar115, por eso teledirigir a alguien en su decisión para evitar que se equivoque, no es educar. Por tanto, se debe aprender a decidir siendo dueño de la decisión en términos éticos116. Decidir bien implica aprender a mejorar la decisión, lo que requiere conocer las consecuencias de la actuación. Esto supone la pertinencia de que el edu- cando aprenda que la elección es acerca de los medios, nunca del fin. Al fin se tiende, pero no se elige porque se elige lo concreto, que es siempre un medio. En el fondo, se trata de que cada educandoaprenda a ser prudente, es decir, a JOSU AHEDO RUIZ 118 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 112 L. POLO, Lecciones de ética, op. cit., 93. 113 Cfr. L. GONZÁLEZ-UMERES, “Ayudar a crecer. Notas sobre la educación en el pensamien- to de Leonardo Polo”, op. cit., 704. 114 Cfr. L. POLO, Lecciones de psicología, op. cit., 293. 115 Cfr. C. NAVAL, “Ámbito familiar: confianza y respeto”, en A. BERNAL (Ed.), La familia como ámbito educativo, op. cit., 164. 116 Cfr. L. POLO, Lecciones de ética, op. cit., 109. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 118 tener presentes las consecuencias de las experiencias pasadas. En sintonía con esto, Polo afirma que la prudencia es “correctora de los actos voluntarios que miran a los medios”117. Los profesores de universidad se quejan de que los estudiantes que llegan a la educación superior son cada vez menos maduros. ¿Por qué son tan super- ficiales? La inmadurez es no querer crecer, es tratar de huir de los retos que exigen esfuerzo, o sea, negarse a aportar con lo propio118. En este punto, es la educación familiar la que ayuda a cada educando a descubrir quién es, así como aprender que es necesario que aporte a las personas con las que coexis- ten. Además, como consecuencia de esa inmadurez se les acusa de falta de ideales, carencia que manifiesta que no han descubierto su intimidad. Esto se soluciona si descubren que tienen aquello que son –la naturaleza recibida– para perfeccionarla y donarla a otras personas, lo cual se aprende sobre todo en el seno familiar. Asimismo, es importante la reconciliación con la realidad para alcanzar la madurez, pero esto sólo puede ser enseñado por alguien que ha sido capaz de ello, que es maduro. Esta reconciliación requiere tener interés por la realidad. 6. CONCLUSIONES Si se recupera la virtud aristotélica, entonces es posible otra educación moral del educando. Nuestra propuesta es que esta concepción de la virtud como hábito requiere la ampliación de la antropología trascendental de Polo. La tesis poliana sobre la persona, un quién que dispone de la perfección a tra- vés de la adquisición de las virtudes, es compatible con la educación recibida en la escuela. No obstante, la recuperación de la virtud modificaría la actual educación en valores fundamentada más en una educación de las competen- cias emocionales. En este sentido, la actual persistencia por introducir en los currículos escolares la educación emocional es insuficiente porque tanto la educación de la afectividad como la de la voluntad son objetivos principales de la familia y secundarios de la escuela. Por tanto, es necesario corregir el error moderno que considera la virtud como sentimiento y no como un hábito. Se han planteado soluciones diferentes para los problemas escolares por- que son medidas de carácter esencial, que no se tienen en cuenta a la persona. LAS RELACIONES INTERPERSONALES COMO CLAVE PARA LA EDUCACIÓN DE LA VIRTUD STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 119 117 L. POLO, La amistad en Aristóteles, op. cit., 9. 118 Cfr. L. POLO, La introducción a la filosofía, op. cit., 163. 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 119 Se ha indicado que los conflictos en la escuela podrían solucionarse de mane- ra más acertada con el aprendizaje de las relaciones interpersonales, basadas en la persona que da algo a otra, que lo acepta. También el problema de la ca- rencia de disciplina debido a la pérdida de autoridad del profesor es solucio- nable con una educación familiar apropiada, basada en aceptar la ayuda del otro, es decir, hay que aceptar que el profesor quiere ayudar. El vínculo de las relaciones interpersonales en la familia es el amor, este nexo incluye la ética porque no se puede amar, si no se quiere el bien de la persona a quien se ama. Esto indica que el aprendizaje de las relaciones interpersonales en el seno fa- miliar es el camino adecuado para la mejora de las relaciones sociales presen- tes en la escuela entre profesor-estudiante y entre estos mismos. Quien no acepta a su hermano o a sus padres y no ha aprendido a aceptar la ayuda del ámbito familiar, difícilmente aceptará al maestro o a sus compañeros en la es- cuela. La sociabilidad se aprende en la familia, mientras que la escuela tiene como objetivo la socialización. Otros problemas como la rebeldía, el aburrimiento o la falta de interés, la apatía para estudiar y el fracaso escolar son solucionables con una adecuada educación en el ámbito familiar. Para ello conviene que los padres no cedan sus funciones educativas a la escuela y atiendan mediante las relaciones fami- liares a la persona que cada hijo es. Por último, las virtudes crecen en función de cómo son las relaciones interpersonales, que son más auténticas en la fa- milia porque quienes están vinculados por el amor quieren el bien de quienes pertenecen a su familia. JOSU AHEDO RUIZ 120 STUDIA POLIANA 20 (2018) 99-120 07. Ahedo Estudio 05/02/2018 11:45 Página 120
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