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Frecuencias tematicas de la historiografia latinoamericana

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FRECUbNCIA~ l~MAlll,A~ U~ LJ\ nl.:lJUKlVUlV\r.1J\
LATTNOAMERICANA
.JAIME .JARAMILLO URmE
Para situar "Ia obra y la influencia de los historiadores latinoamerica-
nos en eI campo de las ideas, quizás sea conveniente iniciar este ensayo
con algunas indicaciones de carácter general. En primer lugar, seõalar
los diversos tipos de histOriografia y de historiadores que se han dado
en el continente. AI respecto, podrfamos establecer cuatro grupos que se
han presentado en sucesión histórica en casi todos los países dei área
a partir deI movimiento de Independencia, es declr, desde comienzos
dei sigla XIX ••
El primero está compuesto por personalidades que generalmente fue-
roo actores de la gesta emancipadora y estuvo fonnado por cronistas,
memorialistas e historiadores autodidactos, creadores de una historio-
grafía descriptiva de hechos políticos y militares. ciertamente no exenta
de valor, pera más preocupada por la biografia y la acción de los -hé-
roes" de Ia guerra o de los organizadores de la República que por los
procesos y problemas de las nuevas sociedades. Este tipo de historiogra-
fía domina la escena intelectual latinoamericana hasta mediados deI
siglo XIX. En algunos países, los primeros gobiemos republicanos se
preocuparon incluso por ordenar la confección de una crónica detallada
de los sucesos y aI efecto designaron un cronista oficial. Fue el caso dei
prirner triunvirato argentino de gobiemo presidido por Bernardino
Rivadavia que, por decreto deI 1 de julio de 1812, ordenó: " ... Se escriba
la historia de nuestra feliz revolución, para perpetuar la rnemoria de
los héroes, las virtudes de los hijos de América deI Sud, y la época
gloriosa de nuestra Independencia civil, propiciando un nUevo estímu-
lo, y la única recompensa que puede llenar las aspiraciones de las a1mas
grandes," Para desempenar esa tarea, el rnismo decreto nombraba aI
sacerdote fray Julián Pedrel, provincial de la orden de los Predicadores.'
EI segundo grupo aparece ligado a las academias de historia, nacio-
nales o Iocales, o a los centros e institutos de historia, generalrnente sin
1RI autor de este ensayo desea expresar su agradeclmiemto a los siguientes c0-
legas latinoamericanos que le brindaron su colaboracilm en el desempeiio de su
difícil tarea: Georgio y Félix Weinberg y Enrique Zuleta Alvarez (ArgentiDa);
Juan Antonio Oddone, Carlos M. Rama y Arturo Ardao (Uruguay); Rolando Me-
llafe, Sergio ViIlalobos, Eugenio Flórez y Antonio Quintero Barona (Chile); Carlos
Guillenno Mota y José Roberto de Amaral Lapa (Brasil); Guillermo Mor6n y
Germán Carrera Damas (Venezuela); Maria Elena Rodrfguez Ozan y luan A. Or-
tega y Medina (México): Agustfn Estrada Monroy y MarIano López Mayorical
(Gual~mala); Franklin Pa~~'~ (P{'~'t).
: ;,;i .': j,', :; '.~~ ::; S~:(.-: '" i.,ô~., .#1'; ( .. ,,'ii'.iit,~rL'I. : ;;,:sl f.l j .•:.;:,o~.',~, Et!<:;:t.~~~A::t:$. I~ió~
página 34.
carácter oficial. que se fundaron en casi todos los países latinoameri-
canos eu la segunda mitad dei siglo XIX. Lo configuran personalidades
que ocuparon un lu!ar destacado en la vida social y política de 5USres-
pectivos países. es~ritores públicos, periodistas, educadores, en fin, figu-
ras de las clases 'dirigentes, con frecuencia descendientes direct05 de los
Uderes de la independencia nacional. Sin ser historiadores oi estar liga-
dos siempre a actividades académicas y docentes, algunos de sus miem-
bros alcanzaron unalto grado de dedicación a la investigación histórica
y legaron a la posteridad obras de valor documental y analítico. Tal fue
el caso de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López en Argentina; de
Diego BaiTos Arana y Benjamin Vicuiía Mackenna eo Chile; de Lucas
Alamãn en México; de José Manuel Groot en Colombia; de Lisandro
Alvarado o Federiro González Suárez en Venezuela y Bcuador; de Vem.
hagen o Capistrano de Abreu en el Brasil; de José de la Riva Agüero
en el Pen\.
No carecló este grupo de formación científica ni de preocupación por
los problemas teóricos y metodológicos de la historia. Positivistas en
su gran mayoria, en la explicaci6n de los hechos históricos utilizaron
los fenómenos geográficos y los factores raclales; liberales o conserva-
dores en el campo dei pensamiento poUtico, ejercitaron su capacidad
critica eo el estudio de los problemas constitucionales deI Estado o en
la polémica sobre las orientaciones econômicas de los gobiernos. Exal-
tamo O menospreciaron la herencia cultural hispânica, y engeneraI
tuvieron poca percepciôn de la importancia dei componente indigena
de las culturas a~ericanas. En la medida en que su orien taci6n fue
más liberal, pusieron sus ilusiones en la imitación de las instituciones
políticas francesas y anglosajonas como modelos de organización para
los nuevos estados.
£1 ~ercer grupo surge a fines dei sigla XIX y en las primeras décadas
deI xx. Su lugar de origen está en las universidades, en sus cátedras,
departamentos e institutos de historia. Sus más conspicuos represen-
tantes provienen de campos como el derecho, la medicina y la ingenie-
na, o de disciplinas como la economia, la antropologia y la sociologia. Sus
contribuciones a la mstoria han sido considerables tanto en el campo
deI método de investigación como en el aoálisis y documentación' de
los temas estudiados. eon elIos la historiografia latinoamericana supera
la preocupaci6n casi exclusiva por los problemas políticos y militares,
por la historia acontecimental (evénémentielle, como diria Lucien
Fab~), o por la biografia de pr6ceres y estadistas, para entrar en los
campos de la economia, la cultura, las instituciones y las formas de or.
ganización social.
Podrlan inc1uirse aqui nombres como los de Juan Agustfn Garcia, Ri-
cardo Levene, Emilio RavigmlllÍ, Bmilio Coni, Juao Alvarez, Ricardo
Ortiz, José Luis Busaniche,- José Torres RevelIo en Argentina; Alfonso
Celso, Oliveira Viana, Jackson de Figue'redo en el Brasil; Jesús Silva
Het7.t;g, Lu.is (h.~.,.:? Oruzç(~. Carlos Pcrdra (, Dar;id Co~i,) ViLcgas Cli
México; Domingo Amunátegui Solar, Jaime Eyzaguirre o Domingo En-
cina en Chile; Ramiro Guerra Sánchez y Fernando Ortiz en Cuba' Jorge
Basadre, Raúl Porras Barrenechea, Rubén Vargas Ugarte en el Perú;
Indalecio Liévano Aguirre y Juan Frlede en Colombia, para citar sólo
algunos nombres deI amplio elenco que forma esta corriente de histo-
riadores latinoamericanos,
Finalmente, en las décadas anteriores a la segunda guerra mundial,
con e,I cuarto .groP.oaparece lo que pudiéramos l1amar la primera ge.
neraCIôn de hlstonadores. Surge de las universidades y de institutos
especializados y se diferencia de los anteriores no sólo por su prepa-
:ación. cie.ntífica especia!izada, sino por los métodos que emplea en la
Investlgaclón y por el tipO de problemas que le preocupa. En primer
lugar, la nueva generación de historiadores abandona el campo de los
g,randes panoramas históricos y se orienta hacia los estudios monográ-
fl':OS, los casos y los problemas de Ia historia social, económica y po.
IítIca. En algunos de sus exponentes, está fuertemente influida por el
marxismo y por corrientes de la historiografia moderna, como la escue-
la francesa de los Anales y más recientemente la Nueva historia econó.
l1!ica ~e los Estados Unidos o, en el campo de los estudios de demografia
hlst6~ca, por Ia Escuela de Berkeley. En el campo temático, sus preo-
cupa~lOnes. do~inan.tes son los problemas referentes a estructura y
cambIO SOCial,hlstona de la cultura y de las ideas, desarrollo económico
y dependencia respecto de las grandes metrópolis. En muchas de sus
variantes, es una historiografia comprometida que incursiona en el pa-
sado con Ia intenci6n de desenrnascarar sltuaciones que los historia-
dores "tradicionales" dejaron ocultas bajo el velo de lo anecdótico o
deI ditirarnbo de los próceres. De esta manera,aun dentro de un postu-
lado objetivismo, el nuevo estilo historiográfico resulta estrechamente
vinculado a las nuevas tareas de los países latinoamericanos, su des.
arrollo económico y social, su identidad nacional, 5US luchas por el
establecimiento de una sociedad auténticamente democrática, tan anun-
ciada desde los orígenes de 5U independencia política como frustrada
una y otra vez en el devenir histórico.
Más que nombres representativos de la nueva historiografia latino.
americana de hoy, ai hablar dei movimiento renovador de la historia
en América Latina, debería mencionarse la obra cumplida por algunas
instituciones y centros de investigación como EI Colegio de México, que
durante sus primeros afios dirigiera Silvio Zabala; el Instituto de His-
toria Argentina que fundara Eugenio Ravignani; la Escuela de Historia
de la Universidad Nacional Autónoma de México y 5US institutos espe-
cializados; la Escuela de Historia de la Universidad Central de Caracas y
el Instituto de Estudios Latinoamericanos; el Centro de Estudios Histó-
ricos de la Universidad de Chile que fundara Eugenio Pereira 'S~las; Ia
Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de São Paulo, Brasil,-
centro de uno de los más renovadores movimientos de la historiografía
brasileiia que ha tenido también repercusiones continentaJes.
24 JAIME JARAMIUO URIBE FltECUENCIAS TEM,(TICAS DE LA HISTORIOGRAFiA LATINOAMERICANA 25
I BartoloméMitre, "Comprobacioneslústóricas", en Anuario de Historia dei
Pensami~nto Argentino, Mendoza,Universidadde Cuyo, 1971, p. 233.'
• Amplia infonnación sobre las diferentes series documentales, generales y por
p~f;:;('~. p:.,l" Yl'~'S~ ('o lil (:1;1c (:'1' Bei;a •.: &ánch,-;,: A!un:.i(':. Fuel1fe:i i1e ;(J. };)'~'!.)ri;l
~pa#iola ~ hispanoamericalUl, 3 vols., Madrid, 1852..
1.0 que es una verdad -que no obstante ser. de PeroGrullo nos permitimos
recordar por oportuna- es qae asi como la filosofia de la historia no puede
escribirse sm historia a que se aplique, ésta no puede escribirse sin doeu- _
mentos que le dan la razón de ser, porque los documentos de cualquier
género que sean, constituyen más que su protoplasma, su substancia rois-
ma, como aquella constituye su esencia: ellos son lo que los huesos que
le dan consistencia aI cuerpo humano y lo que los músculos aI organismo
a que imprimen movimiento vital, la carne que los viste y la forma plástica
que los reviste, ésa es la historia, como el sentido genérico o abstracto o
el ideal que de eUa se desprende es su filosofia. Un zapatero, valiéndose de
una comparación material dei oficio, diria que el documento es a la historia
10 que la honna aI zapato.lI
La formación de la historiografía propiamente latinoamericana coinci-
de con la consolidación deI positivismo en Europa, de manera qu'e eI
método y las concepciones filosóficas de las primeras generaciones de
historiadores de los siglos XIX y xx siguen esta dirección, particular-
mente en su modalidad francesa. En primer lugar, el método. Atenerse
a los documentos y dejarlos hablar, como decía Fustel de Coulanges.
Bartolomé Mitre en Argentina, Barros Arana en Chile, José Gil lcazbal-
ceta en México, Capistrano de Abreu en Brasil, podrfan tomarse como
representativos de esta tendencia, ciertamente intentando amplias inter-
pretaclones dei sentido de la historia americana y buscando generali-
zaclones pJausibles sobre la historia nacional y continental. Replicando
a las intuiclones de su compatriota Vicente Fidel López, decía Mitre:
27
PRECUENCIAS TEM,(nCAS DE IA HISTORIOGRAm UnNOAMERICANA
Otro aspecto de la influencia positivista en la historiografia de este
periodo se refiere a los factores causales de la historia. Tierra, paisaje,
clima y raza fueron adoptados como claves interpretativas de los mo-
vimientos políticos, culturaIes, sociales y como explicaciones de los
infortunios de las naciones latinoamericanas y de su "inferior" desa.rro.
110 frente a los nuevos países fonnados por colonos e inmigrantes an-glosajones.
A la actitud de admiración de que son objeto los Estados Unidos
en Hispanoamérica, dice Leopoldo Zea refiriéndose. a lo que él percibe
como las reacciones dei pensamientQ mexicano,' "con motivo de la guerra
de 1847, se une en México la desconfianza. México -eontinúà Zea- se
siente débil e inferior frente aJ poderoso 'Coloso deI Norte'''. Esta
debilidad e inferioridad la achaca a su origem racial: el hispánico o
latino. Se considera a México un pueblo débil, porque pertenece a una
raza desordenada, anárquica e incapaz de organizarse para realizar obras
semejantes a las que han hecho de Norteamérica un pueblo poderoso.6
La tesis de Sanniento en su Facundo explicando el fen6meno dei
caudillismo latinoamericano como un producto de los grandes espacios
despobIados y asimilando aI gaucho argentino ai jinete de las estepas
asiáticas, gozó en Ia segunda mitad dei siglo XIX de gran predicamento
entre ciertos historiadores deI continente. Todavia en el siglo XX era
acogida por el historiador venezolano Laureano Vallenilla Lanz en su
libra Cesarismo democrdtico (1919). Es ya un "axioma" de la psicologia
social la influencia deI medio físico y telúrico en los instintos, las ideas
y las tendencias de todo género que caracterizan a todo pueblo en
particular, afirma en su obra Disgregaci6n e integración.' Luego el mis-
mo autor, para referirse aI tipo l1anero vCIlezolano, agrega: "Comete-
ríamos un grave error si fuéramos a considerar psicológicamente a
nuestro llanero como el resultado de la mucla dei blanco, dei indio
y deI negro. La herencia psicológica de las tres razas madres -según
el postulado de la teoria de Taine- desaparece por completo ante la
fisiopsicológica, impuesta por el medio.'" Debe decirse en beneficio deI
historiador venezolano que sus vacilaciones sobre la posibilidad expli-
cativa deI medio físico son considerables y que $U empleo dei concepto
"medio" es en él tan vago y ambiguo como en el propio Taine, de quien
los historiadores positivistas americanos tomaron la triada de "medio,
raza Y momento histórico" como elementos causales de los hechos y
realidades históricas. Sin embargo, cuando Vallenilla Lanz se interroga
sobre el fracaso de la democracia en América y sobre' la emergencia
de los caudillos, el autor concede tanto peso a los factores natu@les.
-lIanura, espacio, herencias raciales- que DO puede evitarse la conClu-
sión, como en el caso de Sanniento frente ai mismo fenómeno, de que
11 LeopoldoZea, Dos etapas deI pensamiento Itlspanoamericano, M6xico,1949,p.347. .
e Véase Manuel Caballero y otros, EI c01lceptode la historia eu Lnu't'au() Vn.
1[.:.liit1a 1~",7.. Caracas. Es,:ucta de Hi:'lt:riJ, lV;V, J9óó.
1 lbid.,cspedalmente, pp. 31 ss.
JAIME JARAMILLO URIBE26
ALGUNAS ORIENTACIONES Y PREFERENClAS TEMÁTICAS
No se puede escribir la historia de un pueblo sin haber agotado pre-
viamente 5U documentación, afinnaba Ricardo Levene, uno de los fun-
dadores de la "nueva escueIa histórica argentina". Ir a las fuentes pri-
marias, a los archivos, fue la consigna impartida por Emilio Ravignani
a sus discípulos dei Instituto de Investigaciones Históricas de la Uni-
versidad de Buenos Aires, de tan decisiva influencia en la formación
de la historiografía argentina en las décadas anteriores a la segunda
guelTa mundial. En la misma dirección han trabajado, en los aõos pos-
teriores a 1830, las universidades, los institutos y las academias latino-
americanas de la historia, produciendo colecciones sucesivas de docu-
mentos para la historia nacional, como los 12 volúmenes de Manuscritos
peruanos de Rubén Vargas Ugarte, las series de documentales para la
historia económica de México de Luis Chávez Orozco y la Co[ección de
documentos brasilenos dirigida por Octavio Tarquino de Souza .•
aManuel Caballero y otros, op. cit., pp. 32 ss.
• Jorge Basadre, Historia de la República dei Peru, vol. I, Uma, 1949,pp, 21.22,
10 Sobre la innuencia deMariátcgui en ('1 pensami"J:t!! peru.anr,. vé:'$(" AJb'?~tn
;<0'-":0, ,/":::lll:';; :o .,i. Ui.:: ....•:...:~, ;.1.;. •.• 19<::; Ar-r.'.:',:,., :,:,::,:,iZ"., '~:~',c"',""" i;'" .:"..:t'
Carlos Marit1ugrti, Lima, 1%5.
$OS explicacfones se sitúan dentro deI más puro naturalismo positi-
viSta.-
EI influjo de los positivistas ha sido tan profundo en Ia historiogra-
fia latinoamericana de las generaciones anteriores a 1950, que hasta en
UD historiador tan discreto y de tanto sentido crítico como el pernano .
lorp Basaclre se encuentran sus huellas. En el estudio preliminar a
su Historla de la República dei Perú,' aI plantearse el reiterado tema
deI contraste entre la evoluci6n histórica de las dos Américas, la latina
y la saJona, sin ignorar la influencia de los factores especificamente
hist6ricos y sociales, Basadre atribuye especial fuerza explicativa a los
aspectos geogdficos de las dos Américas:
"La distaDda es un factor silencioso que ha impuesto su huella sobre
el destino de América -dice a propósito de las divisiones administra-
tivas hispanoamericanas. Los Andes han sido un factor de aislamiento
y dispersi6n. Faltó en el sur una frontera abierta y unificada, que ca-
nalizara el esfuerzo de la población y absorbiera aI inmigrante, como
la hubo en los Bstados Unidos. En América sajona el proceso de expan-
si6n hacia e1 oeste incorpora vastas regiones y crea nuevos centros de
riqueza eODresultados evidentemente unitivos. AI aventurero inescru-
puloso y ai cazador y comprador de pieles ladino, sigue eI colono pa-
~1fico e industrioso. Hubo algo más para establecer el contraste: los
Bstados Unidos están colocados en su mayor parte en Ia zona templada,
Sur América en la tropical con fuertes lIuvias, calor agobiante y selvas
que hacen impenetrable su territorio."
En los aftas que siguieron a la primera guerra mundial y a la Revo4
luci6n rosa de 1917, aparecen en América Latina los primeros histo-
riadores de inspiración marxista y los primeros intentos de aplicar el
método y las categorias históricas deI materialismo histórico a la in-
terpretación de la historia latinoamericana. En esta dirección los pio-
ne~os fueron los marxistas argentinos, mexicanos y brasilefios. Rodolfo
PUlggróS y Jorge Abelardo Ramos inician la visi6n marxista de la his-
toria argentina; Cayo Prado, Jr., Nelson Werneck Sodré, Leoncio Bas-
baum y Edgar Carone inician los estudios de la historia económica,
política y social dei Brasil; Alfonso Teja Zabre, Luis Chávez Orozco y
José Manclsidor escriben la historia de México y la Revolución mexica-
na. Federico Brito Figueroa en Venezuela y Luis Vitale en Chile han
aplicado su metodologia a Ia historia nacional de sus respectivos paf
4
ses. Por su indirecto, pera profundo influjo sobre el pensamiento latino-
americano, debe me~c!onarse aqui la obra de José Carlos Mariátegui,
sobre todo la influenCIa que tuvo, y continúa teniendo, 5U libro Siete
ensayos de interpretación a la realidad peruana, publicado en Lima
eu 1929.10 . . 1'1 Sobre Ia historiografia mexicana, véase Robert Potash. "Historiografia dei
México Independiente", en Revista de Historia Mexicana, núm. 39" voI. x, en~
marzo de 1961.
11Véase RómuIo Carpia, Historia critica de la historiografia argentina, Buenos
Aires, 1940; Horacio Cuccorese, Bistoria crftico. de la historiografia socio-econt$-
mica argentina dei siglo XX, La PJata, 1975;Miguel Angel Scena, Los que escr;-
hlr.trm r:I1('.<'fro 1,;,;:, < ?~le:'1o.~Aire.~. 1975.
1ll Véase KOben Potash, op. dI.
En Ias últimas décadas Ia escuela francesa de los Ana/es y más re-
cientemente de la Nueva his,toria econórnica norteamericana influyen en
la historiograffa latinoamericana. Baja los nuevos estímulos se han
iniciado estudios económicos, sociales y demográficos cuantitativos y
se han renovado Ia historia agraria y la historla de las culturas. Se
destacan en esta dirección los trabajos a~elantados por investigadores
de EI Colegio de México: Enrique Florescano (Precios dei malz y crisis
agrlcola, 1959), Jan Bazant (Los bienes de la Iglesia en México, 1971)
Moisés González Navarro (Raza y tierra, 1970), Luis González (Pueblo
en vilo, 1969), Marta dei Cannen Velásquez (Establecimiento y partida
dei septentridn de Nueva Espana, 1974), Bernardo Garcia Martinez (SI
marquesado dei Valle, 1969), Josefina Vásquez (Nacionalismo y edu-
cación en México, 1970), Romeo Flórez Caballero (La contrarrevolu-
ci6n en la Independencia, 1969).11"
Los sectores de la historiografia latinoamericana dei presente siglo
que quizás se han enriquecido mayonnente son la historia económica
y la historia de las ideas. En Argentina, Emílio Coni estudia las rela-
ciones entre agricultura y ganadería en la provincia de Cuyo y ana1iza
eI papel deI gaucho en lo que él I1ama la eivilizaci6n deI CUero. Ra61
Scalabrini Ortiz analiza la influencia de los ferrocaniles y deI capital
britânico en la economia y la pol1tica argentinas; Ricardo M. Ortlz en
su Historla de la economia argentina, empIeando las categorias marxis-
tas, construye un cuadro deI desarrollo econ6mico argentino desde me-
diados dei siglo XIX hasta Ia gran depresión, con minuciosos estudlos
sobre los puertos, los ferrocarriles y Ia industrla frigorífica .. Más re.
cientemente, Tulio Halperfn Donghi, Germán Tjarks, Adolfo Dorfman,
Horaeio Giberti, Sergio Bagli y Aldo Ferrer han enriquecido la historio-
grafia rioplatense con investigaciones sobre la ganadería, el comercio, la
agricultura y Ia vida social.1t ,
En México se destacan los estudios de Jesús Silva Herzog sobre cierto
pensamiento económico y sobre la obra agraria de la revoluci6n; los
de Lobato López sobre el crédito y la banca; Francisco CaIderol) escribe
la historia económica deI porfirismo y Luis Chávez Orozco publica 50
colección de documentos para la historia de la agricultura, el crédito
y la industria méxicana.U
En el Pero, Guillermo Lohman Villena ha renovado los estudios colo-
niaIes sobre la burocracia, la minería y la cultura con obras como Las
minas de Huancavelica en los stglas XVI y XVII (1945), Ei arte dra-
mdtico durante el virreiruzto (1945), EI corregidor de indioi bájo los Aus-
29FRECUENCIAS TEM,(TICAS DE LA HISTORIOGRAFá 1.A.T1NOAM.E1llCANAf
I
JAIME JARAMIlJ..O URIBE28
l4 Alberto Tauro, "Hisluria c historiografia deI Perú", en Revista de Hisroria de
América, IrCH. núm. 27, México, 1954, pp. 143. Jorge Orlando Melo, "Los estudios
históricos en Colombiu", <:11 Revista de la Dirección de Divulgación Cultural de la
Universidad Nacional de Colombia, núm. 1, Bogotá, 1969, pp. 15-41. Sergio Villalo-
bos, "Historiografia cconómica de Chile", en Revista de la Universidad Católica
de Chile, 1976, pp. 7-55.
15 Carlos Guillermu MUla,"Histuriugrafia brasilena de los últimos 40 anos. Ten-
tativa de evaluación crítica", en Debate y Critica, São Paulo. 1975; José Roberto
de Amaral Lapa, "Para una historia de la historiografía brasilena", en Ciencia y
Cultura, vol. 23 (6), São Paulo, junio de 1976; dei mismo autor, "A dialéctica do
subdesenvolvimento na hislaria do Brasil", en Revista de Estudios Históricos,
riúm. 9, São Paulo, 1973; Gustavo Bcyhaut, "Tendenze e problemi neHa storia con-
trias (1957) y Pablo Maccra, en sucesi~as ~l?nografías, ~a contribuído a
la historia de las haciendas peruanas ]eSultIcas, eI petroleo peruano, la
economia de la Iglesia y eI conocimiento de muy variados aspectos de las
culturas y pensamientos peruanos. En Venezuela se destacan la obra de
Eduardo Arcila Farias sobre la economía (colonial) de Venezuela (I946)
y los tr~bajos mencionados de Federico Bri~o Figueroa;. ~n Colombia ~a
obra de Luis Ospina Vázquez sobre Industrza y proteccL011eu Colombw.
(l800-1830) y los estudios sobre sOCÍedad y economÍa de la época colo-
nial (1535-1710) de Germán Colmenares. En Chile Alvaro lara, Rolando
Mcllafe, Mario Góngura, Sergio Villalobos y el grupo de jóvenes histo-
riadores formadus cn la Universidad Católicade Santiago en torno a
Jaime Eyzaguirre han hecho considerables aportaciones a la historia
deI trabajo, la minería, el régimen de salariado, la esclavitud y la vida
rural chilena.u
Particularmente importantes, por su amplitud temática, han sido los
estudios de historia cconómica y social brasileiíos en las décadas pos-
teriores a la segunda guerra mundial. Aparte de las contribuciones
marxistas como Caío Prado, Jr., analizan el desarrollo económico dei
Brasil Roberto Simonsen, Celso Furtado, Elio Jaguaribe y Nelson Wer-
neck Sodré. La historiografía brasileiía de este periodo quiere cubrir
una amplia gama de temas: el Estado Nôvo y sus transfonnaciones
desde su creación cn 1930 y la crisis de 1945; mígración, cambio social,
mesianismo, esclavitud, depcndencia económica, estructura militar deI
cjército brasileno han sido temas analizados desde una perspectiva his-
tórica no sólo por historiadores sino también por antropólogos, soció-
logos, politálogos y economistas como Florestan Fernandes, Fernando
Cardoso, Maurício Vinhas de Queiroz, Victor Nunes Leal, Douglas Te-
xeira Monteiro, Boris Fausto, Edgar Carone, Celso Furtado, Enzo Fa-
letto, Aldo Ferrcr, en Argentina, también puede ser citado aquí, Miguel
S. Wionczek, Alicia Canabrava, Octavio Ianni y un centenar más de
investigadores que han dado aI Brasil una de las más brillantes gene-
raciones de científicos de la sociedad y Ia cultura que hoy puede pre-
sentar América Latina. En fin dentro de la misma línea de pensamiento
por sus contribucioncs a la historia social de) Uruguay, se destacan
Carlos M. Rama, Juan Antonio Oddone, Gustavo Beyhaut y Juan Pivel
Devoto."
temporanea delIa America Latina", en Revista StoriaJ Italiana, afio LXXVI, Ná~les, 1964, pp. 38-54.
lC En la reunión de expertos en historia de las ideas verificada eD Caracas en
febrero de 1976, bajo los auspicios dei Centro de Bstudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos, el Comité de Hi~oria de las Ideu dei IPGH y la Academia .
Venezolana de la historia, 'se hizo un balance dei estado actual de las investiga-ciones en este campo.
31
FRECUENCIAS TEMÁTICAS DE LA HISTORIOCRAIÚ LAnHOAMElllCANA
AI amplio desarrollo de la historia económica y social se ha unido
en las últimas décadas Ia historia intelectual o historia: de las ideas, que
ha tenido en México su foco de irradiación gracias sobre todo a la obra
docente dei filósofo espano I José Gaos en EI Colegio de México, conti-
nuada por Leopoldo Zea desde la Universidad AutónoJDa. AI intentar
superar las concepciones y temas tradicionales, Ia nueva historia de las
ideas presenta ya lIn fructífero balance en el cual se destacan los vo!ú-
menes publicados por eI Comité de Historia de las Ideas deI Instituto
Panamericano de Geografia e Historia, que incluye obras de Arturo Ar-.
dao sobre el pensamiento uruguayo; Guillermo Francovich sobre Bo-
lívia; José Luis Romero sobre las Ideas en la sociedad argentina dei
siglo XX -de quien hay que mencionar también su ensayo sobre EI
pensamiento político de la derecha latinoamericana-; Victor Alba, ha
escrito sobre las ideas sociales en México, João Cruz Costa sobre eI
Brasil. AI margen de este esfuerzo, Ia historia dei "pensanrlento ameri-
cano" se ha enriquecido en los últimos afios con obras panorámicas o
monográficas de Gregorio Weinberg, David Viiias, Enrique Zuleta y
Arturo Andrés Roig en Argentina; de Francisco Miró Quesada y Augusto
Salazar Bondy en eI Perú; de Ricaurte SoIer en Panamá; de Germán
Carrera Damas, Guillenno Morón y Elias Pinto Iturrleta en. Venezuela;
de Leopoldo Zea, Abelardo VilJegas, Fernando Salmerón, Luis Villoro
en México; de Gerardo Molina, Gennán Colme'nares, Javier Ocampo y
Jaime Jaramillo cn CoIombia.18
Aparte de las tendencias y escuelas, no ha faltado en la historiografia
Iatinoamericana reciente originaIes posiciones individuales como la dei
mexicano Edmundo O'Gonnan o la de los brasileiios Gilberto Freyre
y Sergio Buarque de Holanda. En sus dos conocidas y discutidas obras
. La idea deI descubrimiento de América (1951) y La invenci6n de Amé-
rica (I959), O'Gonnan se pronuncia contra la historia positivista y eru-
dita y en favor de una historia comprensiva, interpretada desde el pre-
sente, porque la historia sólo adquiere sentido vista desde nuestra
situación. En cuanto a Freyre y Buarque de Holanda, sus obras han
dado a la historia de las sociedades y de las culturas nuevos derroteros
que hacen de esos trabajos puntos necesarios de referencia para la in-
terpretación histórica. deI Brasil. Antropólogo de profesi6n el primero,
su libro Casa grande e senzala, publicado por primera vez en 1933, dio
una original y sutil interpretación de la coloDización lusitana y de la
fonnación de la sociedad colonial dei nordeste brasileiio, exaltando,
contra Ias tesis de Ia sociologia positivista representada por OUveira
Viana, el proceso de mestizaje (negro, indio, portugués), y la fusión de
JAIME JARAt..IILI.O liRIBE30
t.lc~arrulll) dei antihispanismo cn la historiugrafia colombiana deI sigla XIX, véasc
JaIme Jaramillo Uribe, £1 pensdmiel1/0 colombiano en cl siglo XIX, Bogotá, 1967.
2" Dicgo Barros Arana, Hi510ria de América, Buenos Aires, 1962, pp. 233-236.
21 Citado por Cuccoresc. op. cit., p. 30.
~2 En Carpia, op. cit .. p. 190.
La obra civilizadora de Espana cs un mito que no merece ser refutado. Es-
pana ~o ha compn~ndido nunca la diferencia mdical entre colonización y
conquIsta. Espana fue un pueblu ('s('ncialmentl' conquistador; cuando vencia
a los indígenas, su preocupación única era explotarlos sometiéndolos a un
régimen por tal mudo autoritariu que pucde decirse qUo:~ella misma apre-
suró cl movimiento de Indepcndcncia. Y ello explica por qué la guerra
separatista no rue sólo la resultante de.' la insurrccción de la raza vencida
y de los m<.'stiws, sino ai propio ticmpo, y sobre tudo, el despertar de la
Atraídos por el desarrollo imprcsionantc que comcnzaban a tcner
los Estados Unidos y por la dcscripción que de sus inslituciones había
hecho Tocqueville en su libro La democracia en América, e influídos
por la historiografía de ciertos liberales europeos adversa a la gestión
de Espana en América, para los antihispanistas latinoamericanos la
interpretaci6n dei pasado tomó la forma de uo análisis comparativo:
la "sajona" en el norte; la "latina o iberoJusitana" en el sur.
En contraste con Francia y Espana, dccía c1 historiador chileno Die-
go Barros Arana, "los ingleses comprcndían de muy diversa manera eI
gobierno de las colonias, y a la sombra de un régimen liberal formaron
pueblos poderosos y florecientes .. de los que había de nacer más tarde
u~~ gran nación. Para la colonización dei sur, en cambio, primero
VlnlerOn los avenlureros heroicos de propia iniciativa. Después vino
la burocracia. La espontancidau de exploradores y soldados desapare-
dó completamente. Los colonos perdieron su individualidad y queda-
ron reducidos a la inacción completa. £sta es la verdadera razón de
la lentitud de los progresos de las colonias hispanoamericanas." 20
En el mismo sentido se exprcsaron el argentino Juan Agustín Gal"-
da, el ve.nezolano José Gil ~ortoul. cf colombiano José Maria Samper
o el mexicano Genaro GarCIa, para tomar como ejcmplo só lo algunos
nombres.
La conciencia cristiana basada en el honor, la fe, el amor, sufrió una
interrupción en América. La Edad Media fue noble y fecunda. EI colo-
nia.ie fue una empresa de explotación de tierras y hombres, decía luan
Agustín Garda en La ciudad indiana.2\
. Para el historiador mexicano Genaro Garcia, "Ia conquista de Amé.
rica fue obra de un pueblo bárbaro y una cruzada diabólica falseada
p~ra contribuir a la ap,')logía dei conquistador, cuya única verdad fue
dlcha por fray Bartolomê de las Casas".:!~ Respondiendo a las afirma-
dones dei escritor francês Aimery de la Rochefoucauld sobre que Ia
guerra de independencia americana había sido una reacción negativa
contra la obra civilizadorade Espana, decín el venezolano José Gil
Fortoul:
33FRECUENCIAS TEMÁTICAS DE LA IIISTORlO(;I{AFfA I.ATlNUAt\tERICANA
razas qut' ha producidu la lIamada democracia racial dei Brasil. Rei-
\"iodicndor cid aporte africano ~ las cultun'ls latinU311ll'ricanas, apologista
d~ la ubra culunizadura ib0rica \' finu ubservadur clt' los más secretos
e1~m('ntus de las culturas. Ia obra' de Freyre. aunquc considerada esencial
~n la moderna histuriú!!r~fía brasilt.'naoo ha sidu sin ('tnbanw duramente
criticada por las úllim,;s gl..'nL'ró\dunes ue sociólugo" e hist'(;riadores que
cIJn)id~ran ~u intL'rpn ..'I(Ki.:111 dl.' la historia nacional demasiado román-
tica ~. conservadora. \knus discutida la obra de Buarque de Holanda
\' en'\(l\'os ~UW)S C0l110 Raices dei Brasil (1936) \' VisióI1 dei paraíso
'(1969) . se (ul;sidcran \'l.'rc\êl(!L'rus clásicus de la histuriografía dei Bra-
siLI:
A las succsi\'as QenL'raciunes de hist<Jriadures Jatinuamericanos ha co-
rrespondido no 561u una determinada urientación y formación científi-
ca, sino también part iculares problemas que aparecen como constantes
cn la obra de sus más dc:.,tacadus representantes. A la generación que
hizo la guerra dela indt:pend~l~da y luego asistiú a la organización de
las nucva~ l1acionc~, le l"urrcspundió hacer el bal"ncc crítico de la obra
cumplida pur Espana CI1 América y contribuir a cstablecer las institu-
ciones políticas y c.:ulturalc'i para lus nllC\'US cstauus. La ~~ptura con
la rnetrópoli y cl ,lbanduno de las \'jcjas lealtades l.'xigía para los ame-
ricanos una cxplicaciún ." una justificadón ante "í mismos y ante la
opinión mundial. Y l'n ninguna parte, fucra de la histuria. podían en-
contrarsc una \' otra.
Ante esta tarca. ue..:"lde Ir)') uríg~ncs de..: la historilJgré.lfía rcrublicana
oficial se produjcl"lJTl dlJ5 curricntcs de pCllsamient() bien delimitadas.
De un lado la intc!4l'adé;l pr)r lus histuriadon.:s de furmación "ilustrada",
positivista )' Iibcr •.t1; dei utru la de lus de lenucncia "tradicional ista",
católica y conser;adul"ó..l. Hispani\tas ~. antihi •.•panislas, partidarios y ad-
versarios de la h~~'enua negra crJmparticron cI campo durante cI siglo XIX
y las primcras dt:cada"l de la prC'll'ntl' cl.'nturia'" Para los primcrus, nu
sóJo rue neccsaria \' jU'ltificad;'t la "indcpl.:ndcnLia"; "iC requcría lambién
una ruptura con la t raukiiJIl <..Iela cultLlr~1 c,",pafJf)1a \' tudos los valores
que clJa signiíi<:ah~1. [.1)'1 <..lei"icgun<..l1Jgrupr, accrt;\h~1I1 la "independen-
cia", pero no la ruptura crJll la •.• lra<..li<.:irJOe"ihi,-;p;'lnicas, cuyos valores
considcraban CIJm') la "lustancia de la na<.:irJllali(bd. O. como lu dccía
eJ escritor e hist()ri,H.1or cI)I')rnhiallr) dei sigll) ~:1.\ SCI"l!io Arhl)leda, se
ju~tifkaha la intlepcndl'll<:ia pL:rr) nl) la rC\:()lllCi")ll.'" '-
l~ Vêa'ic Car", •..Guill<.'l"llll' \1111,1. fll'. dI., pp. 7 'i'i.
1'1S,}hrc lo" llrigcnc •.• \" dcméÍ'> <.t"'pl:(:ll)'i im'I)lucralooh" CIl d prtJhkrna de la "Ie.
yenda negra", \'éa\c Rr'J1l1ul" n. Carria. 11;\11)1";(1 r/t: I" k\'I'I/I/O 11(~I~rrl !';'{J(JI1f)ome.
ricat1Q, Madrid. 1974.
l:'Scrgi,} Aro"k<la, r.a Rr'IJlí1Jlicll ('11 /III/{";I li F\I'rúi(J!iI. B'll.'fJlá. 19)1. SlJhrc el
JAf~tE I,\RA:\UU.O URISE
HISPA:-':IS\to Y A:-':TIlJ rSP":-;ls\tO
211 Carlos Gómez y L. Hcrnández, El ámcepto de la historia en José Gil Fortoul,
Caracas, J961, p. 30.
~4 Jaime Uribc Jaramillo, op. cit., pp. 131.134.
conciencia deI dcrccho y la civilización, de sociedades donde el .ele!llento
espano 1 predominaba. No fue ciertamente para vengar a la raza mdla y .a
los pobres negros esclavos por lo que los iniciadores ?e la Independencla
sacudieron el yugo de Espana, ~in.o porque compren?!eron que todo pro-
greso era imposible mi~ntra.s eXlstlesen los lazos POhtICOSentre la metr6-
poli y las nacientes naclOnahdades.2&
Fue tan dominante este punto de vista en la primera etapa de la histo-
riografia latinoamerica~a de cuno li.beraI y P?sitivista posterior a las
guerras de independencla que, mutatls mutandl~, p~drían h~ce~s.e exte~-
sivas a toda ella las siguientes palabras deI hIstonador DIomslO EncI-
na, refiriéndose aI caso de Chile: .
"En eI sigla XIX, una historia de Chile que no representara eI réglm~n
colonial como una tiranía cruel, despiadada e insoportable y a Espana
como un pueblo ignorante, sucio y retrógra~o, indi~no de alte~ar con
los pueblos civilizados de Europa, habría sIdo lapIdada. PreCIsamente
uno de los pocos reparos que oponía el lector a la Historia general ~e
Barros Arana, era su frialdad de forma; el hecho de relegar el escarOlo
35FRECUENCIAS TEMÁTICAS DB LA HISroRIOGRAF1A. LATINOAMIRICANA
Oponiéndose a quienes s610 vieron en el pasado colonial una herencia
negativa y a quienes pretendieron establecer una ruptura entre el pe-
riodo hispánico y el republicano de los países americanos, aI referirse
a la historia argentina y a la misma Revolución de Independencla Ri-
cardo Levene afirmaba que:
de Espana y de la civilización espaiíola ai fondo de la obra, en vez de
descargarle andanadas de invectivas y de epítetos." II
En contrapunto con la corriente antihispanista encontramos en la
historiografia latinoamericana una visión hispanista que, iniciada con
cierta timidez desde los albores mismos de la era republicana, ha ido
ganando fuerza a medida que la perspectiva para analizar la Ilamada
misión histórica de Espana se ha ido ampliando. Lucas Alamán y Carlos
Pereira en México; Ricardo Levene, Vicente D. Sierra, Guillermo Fur-
dong y R6muIo D. Carbia en Argentina; Jorge Guillenno Legufa, José
de. la Riva Agüero o Raúl Porras Barrenechea en el Peru; Jaime Byza-
guIrre y su escu~la en Chile; José Manuel Groot en Colombia, quienes
desde ángulos diferentes reaccionaron en defensa de la "obra civiliza-
dora" de Espafia y deI contenido hispânico de la cultura latinoameri-cana.'.
Tal vez [el autor] haya conseguido levantarse sobre las divinizaciones de
Ia tradición literaria y sobre Ias parcialidades hostiles a todo lo ~paiiol
-dice Carlos Pereira en Ia introducci6n a su Historitl de la Amiric4 Espa.
nola- Uegando hasta la comprensión exacta de una grandeza ignorada o
negada por los monopolizadores de la opini6n histórica que nos viene de
fuera. He pretendido destacar -agrega- la figura estoica deI marino espa-
noI y dei labriego espanol, el héroe anónimo, que es en realidad el autor
de todo este movimiento de expansi6n. Bn eI ambiente de la historia de
los nombres propios saturados de mentiras consagndas como verdades sen-
timos el potente aleteo dei águiJa de los olvidados fundadores de naciones
nuevas. Suya es nuestra sangre y en el orgullo de la filiación encontramos tal
vez, una fuerza que nos da la evidencia de la verdad histórica.1f '
Tal mutüación es absurda. Se impone integrar el amplio contenido de la
historia colonial con la Historia de Espafia, desde donde se contempla como
desde una cima, el sistema de nuestra historia como la dei mundo. La R~
volución de 1810 está enraizada en su propio pasado y se nutre de fueDtes
ideológicas hispanas e indianas. Se ha formado durante la dominaci6n e.
panola y bajo su influencia, aunque va contra ella, y só10 periféricamente
tienen resonancia los hechos deI mundo exterior a Espaiia e Hispanoamérica
que constitufan un orbe propio. Seria absurdo filosóficamente, adeIDÚ de
2$ Franeisco AntonioEneina, "Breve bosquejo de la literatura histórica chilena"
en Atenea, ano XXVI, Santiago, septiembre-octubrede ~9, p. 54. '
28 Scena, op. cit.; DiegoCarbonel,Escuelas de hUaori4en América, Buenos Aires,
1953; Jaime de Eyzaguirre,Historia de Chile, voL I, Santiago, 1854; José Manuel
de Groot, Historia eclesidstica y civil de la Nusva Gr4nlUÚ1, Bogotá, 1953.
21Carlos Pereira, Historia de la América Hisp4nica, Madrid, 1920, p. 11.
~.
JAIMB JARAMILLO URISE34
En términos semcjantes se expresaba eI historiado~ colornb,i~no José
María Samper, cn su libro Ensayosobre las revolucIOnes polltlcas y la
condición social de las repúblicas colombianas, publicado ~n ~arís en
1851. Utilizando la contraposición entre conquistas y coIoOlzaclón, que
los historiadores latinoarnericanos deI siglo XIX tornaron deI conde de
Gobineau para determinar el carácter de la expansión anglosajona en
el norte deI continente y de la de los espanoles en el sur, Samper hace el
siguiente balance de la obra cumplida por Espana en Aménca:
En lo político, la dominación exclusiva de los espanol;s .europeos (con ~x.
cepciones fenomenales) ocupando to~os los empleo~ pubhcos de al.gtma Slg-
nificación, y sin radicarse en Colombla, con despreclo. ~e las razas m~ígenas
y mestizas y aún de los criollos. La clausura o recl~slon de las c~lo~l1ascon
respecto ai mundo exterior, cn cuanto. las ~elaclOnes no se h~ltasen a
Espana o a las mism~s colonias entre SI; Y a~~ en t?les casos baJo .Ia res-
tricción de mil formalidades que hacían casa Imposlble la locomoclón en
proporciones considcrables. En lo soci~l la instrucción pública .desc.u~d~da
y reducida a proporciones muy mez9~!nas y entraba?~ por 13: mqulslc~ón,
la censura, el fanatismo y la supcrstlclon. Una p.oblaclOn csenclaI~7nte lCo-
nólatra más que cristiana, pervertida por los eJemplos de mendlclda~, .de
disipación cn el juego y la soberbia cn las costumbres .de. las clases pn":ll~.
giadas, destinada por los cruzami~ntos de diver~as y d~stI~tas. razas a .Vlvlr
bajo el régimen de igualdad, y ~an.emba~go sUJeta a mst~tuclO~es ablerta.
mente aristocráticas. En 10 economlCOy fiscal, el monopoho baJo todas las
formas posibles c imaginables: en el comercio exterior, en la mineria y la
agricultura, cn la industria.24
BL CONTACTO DE RAZAS Y CULTURAS
serlo históricamen.te,concebir la Revoluci~nde Mayo como una im;itació~
simiesca, como eplfenómenode la RevoluclónFrancesa o Nortea.mencana.
ta Citadopor Cuccorese,op. cit., p. 230.
2n Citadopor JaramilloUribe,op. cit., p. 91.
PltECUBNCIAS TEM.(TICAS DE 1.,A HlSTORIOGAAFtA LATlNOAMERICANA
densas culturas prehispánicas, el indfgena ha sido y continúa si
un elemento esencial de la nacionalidad, como México, Perú, Ecu~
Guatemala y Bolivia; el mestizaje en aqueJlos en que por la rá
desaparición de las poblaciones indlgenas, se constituyó desde las
trimerfas deI régimen colonial una pobJaci6n predominantemente
tiza, como Colombia, Venezuela y Chile; la inmigración en la Arget
y Uruguay; el Imperio y la República en Brasil, cuyo desarrollo h
rico presenta fuertes contrastes con los demás países deI 'contin
no sólo por el hecho de su ascendeneia lusitana, sino por la cire
tancia de ser el único pais Jatinoamericano que tuvo un estado mo
quico hasta fines dei siglo XIX y donde el sistema republicano, ade:
de haber sido tardio, se presentó sin la mediación de una guerra co
metr6poli.
Por su carncter de crisol de razas, el problema dei contacto de et:
y culturas ha sido un tema específico de la historiografia latinoamel
na. La valoración deI componente hispánico o ibérico, dei indígena y
negro en su fonnación nacional, ha establecido por tanto !fneas dh
rias entre las generaciones y tendencias de la historiograffa cantil
tal. Los historiadores deI siglo XIX, fuertemente influídos por las (
trinas positivistas, darwinistas y racistas europeas aceptaron abiert
indirectamente la superioridad de la raza blanca y dentro de ésta,
los grupos anglosajones. "Gobernar es poblar", fue la consigna d
por Alberdi en Argentina, pera poblar no de eualquier manera, sino I
inmigrantes blancos europeos y ojal4 con anglosajones. BI mito
hombre blanco llegó a estar tan fuertemente arraigado en el per
miento de los intelectuales latinoamerlcanos de orientaci6n positivJ
dei siglo XIX, que aun el tipo espafiol y latino llegó a ser subestima
La "Ieyenda negra" espafiola se nutrió en parte considerable de e
actitud. No era por tanto extrafio que las contribuciones de las cuItu
indígenas y negras a la fonnación nacional y la sobreviyencia en r
chos de ellos de amplias núcleos de población negra e iiidfgena..fUI
considerada como un "handicap" para el desarrollo de la civilizacJ
en sus territorios. Los escritores e historiadores más benévolos, Cal
Lucas Alamán o Justo Sierra en México,adoptaron frente a esos grul
una actitud paternalista y una aceptaci6n resignada.so
Las nuevas tendencias de la histOriografia latinoamericana, en ca
bio, han reaccionado contra esas posiciones. (Por qué razones? EI r
toriador peruano Jorge Basadre las resume así en el caso especial
su país y de la población indígena:
EI interés y simpatía hacia los jndios,bacia las culturas pre.incas y hacia
imperio de los incas en especial,ha sido estimulado en el Pero, entre oh
factores por los siguientes: a) los testimoniosde Garcilaso y dei padre 1
Casasdurante la Conquistay la época origen de la leyenda negra; b} el n
lO Sobre el Movimientoindependentistaamericanovéase MiguelLeón-Porti
",Quées el indigenismointeramericano?",en Cuadernos Hispanoamnicflnos. nú
201, Madrid,1966, pp. 559.576.
JAIME JAIAMW.O URlBe36
Pero quien eon mayor claridad y energia ha expresado esta. tendeI?-cia
bacia la revaluación de la "obra" de Espana en América, ha sido quizás
el humanista colombiano Miguel Antonio Caro. En su estudio sobre la
conquista, puesto como prólogo a la Historio. deI Nuevo R~ino de G~a-
nada de Lucas Fernández de Piedrahita, no sólo ha defendido con sm-
guiar combatividad Ja gestión hist6rica de Espana en América, sino que
ha visto en los valores de su cultura el camino para que los países
hispanoameric.anos conserven su autenticidad ante las influencias de
otras culturas:
Si queremos una tradición de sabiduna política, ah1 están no sólo los teó-
ricos espaftolesde la Edad de Oro, sino la historia misma de sus hombres
de estado; ahi está sobre todo la secular obra de gobierno de una nación
que dia siempre a sus grandes tareas políticas un contenido religioso y
praeticó la unión deI Estado y la Iglesia como base de la cohesión ~e la
sociedad. Si queremos extender la civilizacióna todos los sectores SOClales,
no tenemos sino que recordar, a fin de emularios y superarIas, los ejemplos
de la poUticacristiana que nos ofrecen las leyes de Jndias; si anhelamos un
vehículo excelso de comunicacióny expresión, ahí está la lengua es?afiola,
ereada por el genio hispânico y engrandecida y pulida por los cláslCOSde
su literatura. Si queremos en fin, ser algo, ser simplemente, no tratemos
de cambiar el ethos, la constituciónespiritual que queramos o no n~ trans-
mitieron nuestros abuelos. Seamos fieles a la idea espafiola de la vIda y a
sus ideales de honor, magnanimidad, honra, religiosidad y heroísmo. La
tradición espafiolase ha hechocon valores excelsos,y además,es la nuestra.U
La argumentada unidad dei proceso histórico y el afi.rma~o común s~s-
trato de Ia cultura latinoamericana produce en la htstona de Aménca
Latina problemas comunes, que dan aI pensamiento histórico una cierta
homogeneidad. Mas aI margen de la comunidad de las grand~s líneas
de dicha historia, los oIigenes prehispánicos configuraron tambtén entre
las diversas naciones diferencias que se han mantenido y han produ-
cido en cada una de ellas fenómenos particulares que han solicitado
especial atención de los intérpretes de su. fonnación nacional. La ~cla-
vitud y el aporte de la población negra eo aquellos países que reclbie-
ron considerables contingentes de poblaci6n africana en los siglas XVI,
xvn YXVIll, como Brasil, Cuba y los países dei Caribe; unido aI prob.lema
indigena en los que, por haber tenido en sus territorios compleJas y
31 Jorge Basadre, "La experiencia histórica peruana", en Ensayos sobre la histoTÍa
deI Nuevo Mundo, México, IPGH, 1951, pp. 347.348.
1II Citado por Basadre, op. cit., p. 349.
La justificación de la importancia deI pasado prehispánico y deI indi-
genismo como actitud práctica y teórica ~ue admira?lemente ex?~sado
por el historiadorboliviano Fed~rico _ÁvIla en ~u ~lbro La revlSt-Ó? de
nuestro pasado, aI afirmar que clen anos de repubhca y aun tres slg~os
de conquista y colonización espaõolas no pueden valer, más que vanos
milenios de las edades precolombinas,l2
Donde mayor resonancia adquirió el movimiento indigenista fue en
México gracias a la revolución de 1910 ~ue inscrib.ió en sus bande~s
la total reincorporación deI índio a la socledad meXicana, la devoluclón
vimiento europeo que exalt6 la bondad deI hombre en estado de naturaIe-
U, que se inició con Montaigne y llegó hasta Rousseau, al~ndo v~ta
repercusión directa e indirecta; c) los exponentes dei romantlclsmo a pnn-
cipios deI siglo XIX que no sólo trataron de los índios. y d~ los incas 1itera-
ricunente sino que también tuvieron representantes Científicos como, en el
campo de la lingüística, Tschudi; d) los autores protestantes, ~obre todo
anglosajones, que estudiaron con sentido crítico la obra de Espana ~ ~6-
rica y con simpatia a los indios, incluyendo a Prescott; e), los posItiVIstas
que ya a fines dei siglo XIX hicieron la vivisección ~el sIstema y de la;s
instituciones coloniales y directa e indirectamente pudieron arudar a la rel-
vindicación de la época prehispánica; f) los sociólogos marxIstas a1emanes
como Cunow, cuyo interés predominante fue el problema de la ec~no~ia
colectivista deI antiguo Peru; g) los exploradores interesa~os en las Clenclas
naturales, como Reiss y Stübel, pero que de hecho contnbuyeron aI mayor
conocimiento de la civilización aborigen; h) los arqueólogos que co!Jl~ Max
Uhle y Julio C. Tello hicieron desde principios deI siglo xx descubr~nllentos
sensacionales de yacimientos culturales ante~ no sospechados, amPUa:ndo el
horizonte de las culturas pre-incas y los etnólogos, antropólogos;y SOCIólogos
europeos y americanos que estudiaron a los índios y ai P~rú pre-mca; i) en, el
plano literario e ideológico, Manuel González Prada, aI ~ que los indios
constituyen el verdadero Perú, que nuestra forma, de. go1;)lemo se reduce a
una gran mentira porque no merece llamarse Repubbca democrática un es-
tado en que dos o tres millones de individuos vive~ fuera de la I~y y, por
último que la cuestión deI indio -más que pedagógIca, es econÓID1ca y so-
cial, p~rque lo que hay que predicaries es rebel~ pues todo blanco es, más
o menos, un Pizarro, un Valverde o un Areche; J) los ~efensores mo~~ o
legales deI índio, agrupados en la primera parte dei siglo en la AsocUlclón
pro-indígenas con Joaquin Capelo, Pedro Zulen, Dora Mayer y ,otros; ~) los
marxistas sobre todo los comunistas, que, ahondando y slstematlZaIldo
las palab~ citadas de González Prada, después ~e 1923 ~istieron en que
la base de la revolución social tenía que ser a~a y racIal y ot~s grupo~
que coincidieron en esa prédica bajo l~ infl~encla de la ~evoluclón MeXl-
cana; 1) los intelectuales y art~stas. regionalIstas y serramstas, sobre todo
en el Cuzco, con hostilidad hacla Lima, a la costa y a los blancos, ~o de
cuyos exponentes podría ser el libro Tempestad en los Andes de Lws B.
Valcárcel.a1
-DEMOCRACIA Y CAUDILLISMO
39FRECUENCIAS TBMÁTICAS DE IA HISTORIOGRAPtA UTINOAM.EItICAN4
de sus tierras y el otorgamiento de todos sus dereehos. Indigenismo
e hispanismo han dividido a los historiadores mexicanos en un debate
que aún no ha terminado. Figuras como Alfonso Teja Zafre y Luis Chá.
vez Orozco no se contentaron con defender aI indio y con aceptar su
capacidad de ser educado e incorporado a la vida DaCional, como lo
habían hecho los liberales dei siglo XIX, un Justo Siena oun Francisco
Pimentel; para ellos era necesario aceptar el concepto de que la nacio-
nalidad me~cana era esencialmente indígena y buscar las bases de su
cultura nacIOnal en la herencia prehispáDica tan rica y profunda en el
caso particular de México."
AI renacimiento deI indigenismo contestaron los defensores de la tra-
dición hispánica que con tanto brio había defendido en el siglo anterior
Lucas Alamán. José Vasconcelos, en primer lugar, hizo ladefensa dei
componente espanoI y católico de la nacionalidad mexicana en su libro
Ulises crio110 (1937). Con su concepto de "raza cósmica", planteó luego
la integración de los distintos tipos étnicos que han contribuido a
formar la población americana, latinos y $ljones incluidos como solu-
ción para sus tensiones raciales y como fórmula original que el conti-
nente podrfa ofrecer a la historia de la clvi1izacióD."
La exégesis y defensa deI mestizaje ha sido otra de las formas que
en la historiografia Iatinoamerieana ha adoptado la revaluación de lo
indígena y lo negro. El mestizaje no sól0 ha sido conveniente para su
evolución social y fecundo para el desarrollo de su cultura sino el
más valioso. aporte de ~érica La~ina a la convivencla de ~ y cul-
turas. Graclas al mesüzaJe, Aménca Latina ha evitado los conflictos
raciales característicos de las nacíones segregacionistas y creado en
algunos países verdaderas democracias raciales. SI mestizaje y la aper-
tura dei colonizador portugués aI contacto con culturas y razas dife-
rentes, es lo que ha evitado aI Brasil los problemas raciales que han
tenido, por ejemplo, los Estados Unidos, y lo que ha dado a la cultura
brasiJefia su originalidad y sus encantos. Son las conclusiones que se
desprenden de las obras deI historiador y antropólogo brasilefto Gil-
berto Freyre, sobre todo de su obra c1ásíca Casa grande e senz.a1a(1933) .a6
Las vicisi.tu~es de las fonnas rep.ublican~ de gobiemo y la inestabili-
dad polítIca de los pafses latinoamericanos lntimam~te ligadas ai Ee-
URobert Potash, "Historiografia deI México independiente" en Historla Mexi-
cana, México, RI Colegio de México, ntlm, 39, marzo de 1961: .
u V~ctor Alba, Historia de las ideas sociales en Múico, M6xic0, 1960, pp. m ss.
ali Gilberto Freyre, Casa grande Y senzala, ecL espaiiola, Buenos Aires, Bmecé.
Sobre Freyre y su obra, véase -Carlos GuiUenno Mota, art. clt. .
J'AIME JAJL\MlU.O URIBB38~,
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Beatriz Boch, Atilio Cornejo, Julio lrazusta, Manuel Lizondo Borda. Susana N.de Molina.
38 Véase Carlos Ibarguren, luan. Manuel de Rosas, Slt vida, su drama, Sl/ fiem-
PO, Buenos Aires, 1948; Julio Irazusta, Vida polltica de lua" Manuel de Rosas a
través de su correspondenda, Buenos Aires. 5 vols., 1953-1961.Examen crítico dei
debate en Tulio Halperín Donghi, El rev;silJnismo histórico argelltillo, México,
Siglo XXI, 1970. También Miguel Ángel Scena, op. dto
caso, la pcrsonalidad de Juao Manuel de Rosas, cI caudillo que rigió
los destinos nacionales durante treinta anos, ha sido cl centro de una
larga e intensa controversia iniciada a comicnzos dei siglo, que aún no
ha terminado y que ha dado lugar ai lIamado revisionismo histórico
argentino. lFue Rosas simplcmente un caudillo y un tirano, producto
deI atraso y la barbarie, como lo sugeria la historiografía tradicional
inspirada en las tesis sostenidas por Sarmicnto en su Facundo? ,Fue
su obra de gobiemo la negación dei progreso intelectual y moral de
la nación, como se podría deducir de Ias obras de Mitre, Alberdi, Vicen-
te Fidel López y demás historiadores libcrales, sus contemporâneos y
adversarios políticos? La.obra de Adolfo Saldías, Hisloria de Rosas y su
época aparecida en 1883 inició la revisión de esa postura, con base en
una rica documentación y evadiendo Ias va/oraciones ideológicas de los
contemporáneos de Rosas. Por la misma vía le siguieron Ernesto Que-
sada con su libro La época de Rosas y su verdadero contenido histó-
rico (l89~); David Pefia con su rehabilitación de Facundo Quiroga, el
caudillo que sirvió a Sarmiento para simbolizar Ia barbarie, y luan
Alvarez con sus Estudios sobre las gu.erras civiles argentinas.
La gran depresión de 1930 produce en América Latina una nueva toma
de conciencia de sus problemas. de 5U dependencia económica y política
con respecto a los Estados Unidos en unoscasos, a Inglaterra en otros,
como en el caso argentino. EI nacionalismo es ahora el signo dominante
en ciertos medios políticos y la historia, una vez mâs, es la lIamada a
darle fundamentos. Dentro de este clima, para los historiadores refor-
mistas argentinos la figura de Rosas surge como el símbolo de las lu-
chas por la soberanía y los intereses de la nacián frente a las fuerzas
dei imperialismo económico y político. La obra de Carlos Ibarguren.
Juan Manuel de Rosas, su vida, su drama, su tiempo (1930) marca un
hito en la segunda etapa deI revisionismo histórico argentino. En su
obra y eo la de Julio Irazusta, Rosas aparece como uno de los creadores
de la moderna Argentina, paladín de la unidad nacional y forjador de
la política exterior argentina de resistencia a las pretensiones de las
potencias imperialistas, particularmente a las ambiciones de Francia
e Inglaterra eo el siglo XIX.lI8
La historiografia académica y universitaria argentina también ha
desempenado su papel en el revisionismo histórico. Desde la dirección
deI Instituto de Investigaciones Hist6dcas de la Universidad de Buenos
Aires, Emilio Ravigoani inicia la reacción contra el I'criterio de família
y el culto a las estatuas" en b reconstrucción de la historia argentina.
dirigiendo la publicación de una serie documental sobre Rosas y cJ
JAIME JARAMIUO URlBE
nómeno deI caudillismo en la forma típica en .que éste se ha dado en
elJos, ha sido uno de los constantes motivos de reflexión de los histo-
riadores dei continente. Hasta tal punto que la contraposición caudi-
Ilismooemocraeia ha servido de linea divisoria y referencia para de-
marcar las comentes de la historiografia y ubicar Ia posición política
de sus historiadores. Tal ha sido el caso de países como Argentina, Mé- I
xico y Venezuela, en cuya historia la obra de gobierno de ciertos cau-
diIJos -un Rosas, un Porfirio Díaz, un Guzmán Blanco o un Juan
Vicente Gómez- ha lIegado hasta producir hitos en la periodización
de la historia nacional y a producir escuelas de interpretación histórica.
La más amplia y coherente explicación deI caudillismo latinoamerica-
no ha sido quizás la formulada por el historiador venezolano Laureano
Vallenilla Lanz. Segán las tesis expuestas en su libra Cesarismo demo-
crdtico (1919), el caudillo es un fenómeno natural en las condiciones
sociales e históricas que prevalecieron y han prevalecido en los países
latinoamericanos después de conseguida su independencia de Espana.
Algo más, el caudillismo ha sido en América Latina un producto de Ia
democracia. Los argumentos expuestos por el historiador venezolano
en defensa de su tesis son de índole histórica y sociológica. Los pri-
meros se refieren a la personalización deI poder que una tradición
monárquica secular estableció en los pueblos de América. EI latinoame-
ricano de la sociedad colonial, como el espanol mismo, simboliz6 el
poder deI Estado en su rey y no en un cuerpo representa tivo como
el parlamento_ Una vez producida la independencia, el latinoamericano
encarnó esa vivenda eo los caudillos de la República: 5an Martín, Bo-
Iívar, JuArez, Porfirio Dfaz, Rosas, Garcia Moreno, etcétera.
Los argumentos sociológicos se apoyan en los factores geográficos,
sociales y radales dominantes en los pa.fses hispanoamericanos en el
sigla XIX. Una sociedad basada en la segregación racial como la colo-
nial, heredada y no modificada en las primeras etapas de la República,
no era la más indicada para practicar cl principio de Ia democracia
moderna. La cJase dirigente de algunos países latinoamericanos -Va-
llenilla tiene en consideración especialmente el caso venezolano-, ante
el temor a una rebeJión de las castas y ante la inexistencia de Ias bases
de educación y desarroIlo 'social indispensables para la prâctica dei go-
biemo civil y democrático, prefirieron ponerse bajo la protección de
los caudillos a pesar de que paradójicamente, en general, éstos surgie-
ron en América Latina dei pueblo y no de las tradicionales oligarquías
nacionales.~'
Pero han sido los historiadores argentinos los que mayor significa-
ción e importancia han dado aI fenqmeno dei caudiIJismo.31 En este
3lI Laureano ValJenilla Lanz, Cesar;smo democrdtico, 4~ ed., Caracas, 1961. Tam.
bién Manuel Caballero y otros, El concepto de la historia en Laureano VallenillaLanz, Caracas, 1966.
37 Véase Encuesla sobre el caudillo, Cuadernos de Sociologia núm. 4, Buenos
Aires, Universidad Nacional de La Pia ta, 1966. Estudio dedicado aI fcnómeno dei
caudillismo en la historia argentina, en que colaboran Héctor Domingo Arias,
rRECtJENCI.\S .• !:A.tÁTICAS 1>1: lA IllSTORIOGRAFtA 1.,\11 NOHtl:RICANA
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JAIME JARAMIlJ.O URIBB FRECUENCIAS TEM.(nCAS DE LA HISTORIOGRAF1A LATINOAMERICANA 43
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período federal, Ricardo Levene en su Proceso histórico de Lavalle a
Rosas (1960), Enrique M. Barba en Rosas y su época (1961) y José
Luis Busaniche con su defensa de Artigas como fenómeno democrático,
completan el cuadro de la revisión de la historia argentina y dei fenó.
meno de los caudillos, frente a los juicios de la historiografia libera)
y la retórica de los intelectuales.1lI
La revoluclón peronista de 1945 y las nuevas tendencias poUticas na-
cionalistas y populistas configuran una tercera tendencia deI revisio.
nismo histórico argentino, una vez más ligada ai tema de los caudillos
y de la personalidad de Rosas. 5u legado poUtico, su nacionalismo, las
orientaciones de su política exterior, su enfrentamiento con Inglaterra,
son reivindicados y proyectados hacia la historia reciente como justi.
ficación de los ideales políticos de los movimientQs populares argenti-
nos.En el centro de la nueva tendencia se ha colocado el historiador
José Maria Rosa, autor de una Historia argentina y quien en 1958, con
su libro La eaú:la de Rosas, dio un nuevo giro a las interpretaciones
tradicionales sobre el movimiento que depuso ai caudillo bonaerense
en 1853,explicándolo como 'una bataUa dada por la diplomacia brasile.
fia, que supo explotar el vagaroso universalismo europeizante de los
emigrados y la ambición de riquezas de Urquiza!O
Muy cercana ai tema de los caudillos se encuentra en la historiogra-
fia latinoamericana la critica dei Estado liberal y de sus aspectos cone.
xos como las contraposiciones centralismo-federalismo, gobiemo presi-
dencial fuerte y prerrogativas parlamentarias, sufragio universal o
limitaciones ai voto ciudadano. Para muchos historiadores latinoameri.
canos, fue un desacierto de los fundadores de las nuevas repúblicas
haber adaptado para los nuevos estados los principias constitucionales
franceses o norteamericanos. Según sus criticas, el arraigo de la tradi.
ción monárquica espafiola, los bajos niveles educativos de las amplias
masas de la población, la subsistencia de grupos sociorraciales no sufi.
cientemente integrados a la nacionalidad, la fuerza económica de las
oligarquias loc..~les,en fin, los múItiples factores de fragmentación y
anarquia hacfan imposible o muy aleatorio el funcionamiento de la de-
mocracia en los territorios latinoamericanos. Como ejemplo de esta
tendencia, podría tenerse la posición asumida ante la Constitución de
1857 por los historiadores mexicanos Ricardo Garcia Granados, Fran-
cisco Bulnes y Ricardo Rabasa en sus obras Ristorla de México desde
la Restauraci6n de la República en 1867 hasta la caúla de Porfirio Dfaz
(1926), £1 verdadero Dia" y la Revolución (1920) y La evolución histó-
rica de México (1920). Siendo muy divergentes en muchos aspectos, dice
Robert A. Potash, Bulnes, Rabasa y Garcia Granados coinciden en atri.
buir a las cláusulas poco realistas de Ia Constitución de 1857 gran
parte de la culpa de que Podirio Díaz se aduefiara deI gobierno, con-
virtiéndose en dictador.u
- li Scena,op. cit., pp. 228 S5.
••Scena,op. cit., pp. 312.315.
41 RobertA. Potash,Historiografia mexicana, op. cit., pp. 371 SS.
A la tendencia revisionista manifiesta en la histQriografíacontempo-
ránea de América Latina, en el caso mexicano podrla agregarse los tres
volúmenes de Daniel Cosio Villegas sobre El por/inato, incluidos en la
Historia moderna de México, que han arrojado nueva luz sobre este
controvertido periodo de la historia mexicana en que se mezclaron en
contradictorio cuadro, como en el caso deI rosismo argentino, la dieta-
dura política con el progreso económico, la paz romana eon Ia moder-
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capital extranjero.
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