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metapolítica
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metapolítica, año 25, no. 114, julio-septiembre 2021, es una publicación trimestral editada por la Benemérita 
Universidad Autónoma de Puebla, con domicilio en 4 Sur 104, Col. Centro, C.P. 72000, Puebla, Pue., y distribuida a 
través de la Dirección de Comunicación Institucional, con domicilio en 4 sur 303, Centro Histórico, Puebla, Puebla, 
México, C.P. 72000, Tel. (52) (222) 2295500 ext. 5271 y 5281, www.revistametapolitica.com, Editor Responsable: Dra. 
Claudia Rivera Hernández, crivher@hotmail.com. Reserva de Derechos al uso exclusivo 04-2013-013011513700-102. 
ISSN: 1405-4558, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Con Número de Certificado de 
Licitud de Titulo y Contenido: 15617, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de 
la Secretaría de Gobernación. Impresa por Estratega Creatividad Publicidad S.A. de C.V. Dirección: Circuito del Sol 
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yahoo.com.mx. Este número se terminó de imprimir en junio de 2021.
Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Todos 
los artículos son dictaminados. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e 
imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
metapolítica aparece en los siguientes índices: CLASE, CITAS LATINOAMERICANAS EN CIENCIAS SOCIALES 
(Centro de Información Científica y Humanística, UNAM); INIST (Institute de L’Information Scientifique et Tecnique); 
Sociological Abstract, Inc.; PAIS (Public Affairs Information Service); IBSS (Internacional Political Science Abstract); 
URLICH’S (Internacional Periodicals Directory) y EBSCO Information Services.
metapolítica no se hace responsable por materiales no solicitados. Títulos y subtítulos de la redacción.
Año 25 
No. 114
Jul-Sep 2021
Rector
Dr. J. Alfonso Esparza Ortiz
Vicerrector de Extensión 
y Difusión de la Cultura
Mtro. José Carlos Bernal Suárez
Director Editorial
Dr. Israel Covarrubias
metapolitica@gmail.com
Jefe de Publicaciones CCI- BUAP
Mtro. Jorge Isaac Hernández Vázquez
isaac.hernandezvaz@correo.buap.mx
Jefe de Publicidad, Diseño y Arte
Mtro. Manuel Ahuactzin Martínez
Secretaria General
Mtra. Guadalupe Grajales y Porras
Coordinadora de 
Comunicación Institucional
Mtra. Donaji del Carmen Hoyos Tejeda
Coordinado de la sección debates
Israel Covarrubias
Diseño, composición y diagramación
Coordinación de Comunicación Institucional de 
la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Diseño gráfico y editorial
Jessica Barrón Lira
Consejo Editorial
Roderic Ai Camp, Antonio Annino, Álvaro Aragón 
Rivera, Thamy Ayouch, María Luisa Barcalett 
Pérez, Gilles Bataillon, Miguel Carbonell, Ricardo 
Car tas Figueroa, Jorge David Cor tés Moreno, 
Juan Cristóbal Cruz Revueltas, Rafael Estrada 
Michel, José F. Fernández Santillán, Javier Franzé, 
Francisco Gil Villegas, Armando González Torres, 
Giacomo Marramao, Paola Martínez Hernández, Alfio 
Mastropaolo, Jean Meyer, Edgar Morales Flores, 
Leonardo Morlino, José Luis Orozco (†), Juan Pablo 
Pampillo Baliño, Mario Perniola (†), Víctor Manuel 
Reynoso, Xavier Rodríguez Ledesma, Roberto 
Sánchez, Antolín Sánchez Cuervo, Ángel Sermeño, 
Silvestre Villegas Revueltas, Danilo Zolo (†).
26
109
06
32
121
12
41
126
SUMARIO
SOCIEDAD 
ABIERTA
IMPRENTA 
PÚBLICA
Milan Kundera o la 
indeterminación del poder
Israel Covarrubias
Sobre La banda (The 
Gang). Un estudio de 1.313 
bandas de Chicago, de 
Frederic M. Thrasher
Hugo César Moreno Hernández
Algunas reflexiones 
sobre la violencia 
Wolfgang Sofsky
La urgente necesidad 
de pensar la 
inteligencia artificial
Juan Cristóbal 
Cruz Revueltas
Sobre Ciudad 
y ciudadanía. 
Escuchar, dialogar, 
colaborar y proponer 
la reapropiación 
colectiva de la ciudad, 
de Luis Hipólito 
Patiño Camacho
Josué Castro Puga
Juan J. Linz: naturaleza 
y transformación de 
los autoritarismos
Philippe Schmitter
Los votos que perdió 
el PRI en Nayarit
Rafael G. Vargas Pasaye
Sobre Democracia 
e integración social. 
Diagnósticos, dimensiones 
y desafíos de Álvaro 
Aragón Rivera, Ángel 
Sermeño Quezada y 
Sergio Ortiz Leroux
Roberto Sánchez Rivera
90
61
80
48
67
85
54
73
SUMARIO PORTAFOLIO 
DEBATES
Revisitando a Guy Debord y 
la sociedad del espectáculo
Aníbal Serafín 
Camacho Balderas
El papel del poder en la 
represión de la crítica 
y el poder del papel en 
la conformación del 
prestigio académico
Roberto Andrés Olvera
La comunicación científica 
en función del tiempo
Amós García Montaño
La comunicación 
científica, ¿qué tenemos, 
qué nos falta? 
La comunicación 
científica. De la 
periferia al centro
Katya Ivette Salas 
Del Angel
Diálogos de la 
comunicación. De 
política, globalización, 
visibilidad y 
desigualdad
Bruno De la Garza Trejo
El nepotismo del 
“yo” que escribe
Selma Guadalupe 
Morales Hernández
¿Cómo escribir 
profesionalmente?
Andrea Marilú Rojano Sánchez
Las obligaciones morales 
y éticas del investigador 
social en el siglo XXI
Rodrigo Octavio Ramos Vera
97
46
Jesús Jáuregui: 
Tzompantli. Serie 
“rostros y rastros”
Presentación
Israel Covarrubias
por Wolfgang Sofsky.
Sociólogo y periodista alemán.
* Tomado de Il paradiso della cruelta, Turín, Einaudi, 
2001. Traducción de Israel Covarrubias.
6 
El futuro de la violencia
El Siglo XX comenzó con grandes esperan-
zas y ha culminado con dolor y desespe-
ración. La mayor parte de sus ideales han 
sido destruidos, ya que se disolvió el sueño 
del triunfo de la razón, el continuo pro-
yecto de la civilización, de la paz sobre la 
tierra. También, la esperanza sobre la re-
educación pedagógica del género humano 
y su perfeccionamiento moral se encuen-
tran desvanecidos. El hombre necesita 
tener una memoria corta y obstinarse a 
ignorar los hechos para seguir insistiendo 
sobre los proyectos y los dogmas transmi-
tidos de generación en generación.
El signo distintivo de esta época es, 
sin duda, una explosión de violencia que 
no tiene precedentes. Ha sucedido con 
las cámaras de tortura de las dictadu-
ras, en los campos de concentración del 
totalitarismo, en las fábricas del genoci-
dio. Millones y millones de personas han 
muerto sobre los campos de batalla de las 
guerras de intrigas y destrucción, en las 
ciudades bombardeadas, en los pueblos 
y en las montañas incendiadas durante 
las guerras coloniales y civiles. Cuando 
en 1945 termina la guerra y se realiza el 
primer balance, se juró —por muy poco 
tiempo— renunciar a la violencia. En cam-
bio, aquella continuó. Los sistemas de 
los campos de concentración soviéticos 
y chinos se desarrollaron posteriormen-
te; en muchas regiones de Asia, África 
y América del Sur, el estado de guerra 
deviene crónico y, finalmente, la guerra y 
el terror regresan a Europa. Ni la tortura, 
ni las persecuciones y las masacres, ni la 
guerra, ni el genocidio han desaparecido 
del orden del día de la política.
Ninguno sabe cómo las generaciones 
futuras definirán mañana el siglo de la 
muerte de masas. La historia de la es-
pecie está acostumbrada a voltearse de 
espaldas y mirar con indiferencia a las 
generaciones, a la civilización y a los pue-
blos. El mal rápidamente es cancelado de 
la memoria para dejar intacta la concep-
ción del mundo. También, los contempo-
ráneos de la persecución de las brujas 
no imaginaron que en el futuro su época 
sería definida como la “edad de la razón”. 
En el círculo sin fin de horror y agotamien-
to, de olvido y transfiguración, son raros 
los momentos luminosos. Tan raros como 
los periodos intermedios de oro endonde 
reina la paz. En los anales de la historia 
son considerados como hojas vacías. 
Sería ingenuo esperar que con el inicio 
del nuevo milenio la situación inesperada-
mente cambiase. En contraste, con cada 
experiencia histórica, no carecería de 
crédito que lo peor, lo “inimaginable”, aún 
no podrá ser superado.
Cierto, no depende de la presunta natu-
raleza de lobo del hombre el hecho de que 
la violencia no tenga límites. El hombre 
puede comportarse siempre de manera 
violenta, con odio o rabia, orgullo o amor, 
indiferencia o disciplina, por sed de gloria 
o avidez, necesidad de aventura o aburri-
miento, con cálculo, celo o entusiasmo. 
Si solo estuviera movido por fuerzas ani-
males, por lo menos se sabría qué esperar 
de él. Pero porque en él las motivaciones 
y los sentimientos cambian continuamen-
te, visto que por su constitución abierta 
al futuro, aún todo permanece posible, en 
cada lugar, a cada momento.
No menos fatal que la variabilidad de sus 
emociones es su capacidad de imagina-
ción. Inventa formas de violencia siem-
pre nuevas y de este modo transgrede 
los límites de la realidad que limitan la 
vida. Idea nuevos horrores, imagina uto-
pías, crea las divinidades que justifican 
cualquier sacrifico. “Si se quisiera liberar 
al mundo de la violencia, se necesitaría 
primero privar a los hombres de la capa-
cidad de invención”.
Para que el potencial del género hu-
mano se exprese en actos de violencia, 
es necesario adaptar las circunstancias. 
En general, el hombre tortura y mata no 
porque deba hacerlo, sino porque pue-
de. También, en el futuro no le faltarán 
las ocasiones para hacerlo. Así, algunas 
situaciones son tan evidentes que ya es 
posible delinear los escenarios futuros y 
las nuevas formas de violencia.
En primer lugar, la disponibilidad de las 
armas. El mundo jamás había estado tan 
armado como hoy. Pocas industrias de la 
supuesta civilización moderna han esti-
mulado el deseo, pero también el espíritu 
de inventiva, como aquella dedicada a la 
fabricación de armas y de instrumentos 
de muerte. El arma es objeto de adoración 
ritual. Libera a quien la posee de la im-
potencia física y de la inferioridad social. 
La tecnología ha puesto a disposición del 
hombre máquinas siempre más eficaces. 
Ya desde hace tiempo las armas moder-
nas de guerra no tienen nada que ver con 
aquellos instrumentos de guerra de algu-
na vez. Las armas de larga distancia han 
transformado a la guerra en masacres en 
serie. Hoy las víctimas de la guerra no se 
W O L F G A N G S O F S K Y
 7
01
cuentan entre los soldados sino entre los 
civiles indefensos. De un tiempo a la fecha 
es obsoleta la idea del duelo colectivo, del 
encuentro armado regulado, la ilusión de 
poder contender a la guerra con el dere-
cho y las prohibiciones.
La situación de las armas personales 
no es muy distinta. Plurihomicidas y aten-
tadores de cualquier edad, terroristas 
y extremistas de cualquier tendencia, 
guerrilleros reunidos en bandas, piroma-
niacos o escuadrones de la muerte: to-
dos representan una violencia endémica 
mas allá de la racionalidad política y de la 
criminalidad convencional. Las víctimas 
no tienen ninguna posibilidad en contra 
de las agresiones de los llamados “trans-
gresores de la ley”. Estos últimos hacen 
la guerra en su propia sociedad, lejos de 
las viejas ideologías y más allá del orden 
político. En poquísimos países del globo 
el monopolio del Estado sobre las armas 
está efectivamente asegurado. En las 
sociedades armadas cualquiera puede 
transformarse de un momento a otro en 
un enemigo mortal. Y rápidamente puede 
participar o formar parte de una “jauría” si 
el líder de la banda, un señor de la guerra o 
una autoridad da luz verde a la caza de los 
más cercanos pero también de los extran-
jeros, de los inmigrantes o de las minorías 
indeseables en el país.
No se necesita ser un profeta para 
prever un aumento de la violencia social 
también en las regiones que por ahora 
parecen aún unas cuantas islas de paz. El 
aumento de la población mundial, las ca-
tástrofes ecológicas, la miseria y el ham-
bre empujan a millones de personas hacia 
los centros de la riqueza. Estos últimos 
con el tiempo sólo pueden escoger entre 
atrincherarse o tolerar a la inmigración de 
masas y la formación de guetos étnicos. 
Entre ambos casos, las situaciones son 
altamente explosivas. El antagonismo en-
tre los nativos u oriundos y los inmigran-
tes, entre quien se ha afirmado y quien 
permanece excluido, favorece no sólo a 
las ideologías racistas, sino también da 
espacio al culto de la nación, de la etnia, 
de la comunidad.
La comunidad define la pertenencia a 
través de la exclusión. Separa a aquellos 
que se sienten unidos de aquellos que son 
expulsados o ni siquiera son escuchados. 
La formación de las comunidades divide 
a los dos grupos sociales y los aísla entre 
ellos. Al interior promete armonía, igual-
dad y fraternidad, hacia el exterior cons-
truye muros y trincheras. Los amigos se 
oponen a los extranjeros y a los enemigos, 
que muchas veces son uno mismo. No 
existe unión sin oposición. La cohesión se 
forma y se refuerza en el contraste con lo 
extranjero. Es la propia comunidad la que 
inventa al enemigo o al rival. Aquellos que 
forman parte de ella se sienten los bue-
nos, los elegidos, los civilizados, los no-
bles, los ortodoxos. En cambio, los otros 
son los salvajes, los bárbaros, los invaso-
res, los “puercos”, los “inútiles”. Ameritan 
todo el desprecio; en contra de ellos casi 
todo está permitido, porque los límites de 
la moral son los límites de la comunidad. 
Por ello, los otros frecuentemente no vie-
nen considerados ni siquiera en la misma 
categoría de ser humano. Así, la comuni-
dad abre la puerta a las persecuciones y a 
expulsiones. En las comparaciones de los 
extranjeros valen las reglas de la hospita-
lidad hasta el momento en que aún no han 
deshecho las maletas.
Cuanto más precario es el orden social, 
mayor la necesidad de valores más altos 
de comunidades imaginadas. La religión 
y la ideología mantienen unida a la comu-
nidad, procuran claridad y dan sentido a la 
vida. El regreso al fundamentalismo, sea 
nacionalista, islámico, hinduista o cris-
tiano, promete unidad cultural y reivindica 
una validez ilimitada. Los ídolos exigen la 
obediencia de todos y justifican la violen-
cia excesiva. En cualquier cosa que sea 
vendida como modelo, tanto la nación o 
civilización, el derecho divino o la diosa 
razón, las grandes ideas exigen sacrifi-
cios. La gracia no existe donde los valores 
absolutos dirigen la violencia. En el cruce, 
la destrucción es total, el terror no tiene 
límites. De hecho, la fe aspira a realizarse 
en su misma profecía. Demuestra su ver-
dad con el número de víctimas que deja.
La medida habitual contra la omnipre-
sencia de la violencia es el desarme de la 
gente y la centralización del poder. El Es-
tado, en tanto Dios mortal, debe asegurar 
la sobrevivencia y liberar a las personas 
del miedo de la muerte. Su legitimidad 
se basa sobre la garantía del orden. Sin 
embargo, su mismo régimen se basa so-
bre la violencia de la persecución. Aquel 
que no respeta la ley o amenaza el orden 
es condenado a la muerte social o física. 
El Estado no puede tener el cuartel sin 
fusiles. Los hombres se incluyen porque 
temen a la fuerza destructiva del poder 
central. Siguen la ley para sobrevivir. El 
poder político contiene a la violencia so-
cial enseñándole a todos a tener miedo de 
la persecución. Esta férrea estructura de 
8 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
cada orden social puede ser olvidada en 
tiempos de democracia, en los Estados de 
derecho. Sin embargo, negar su existen-
cia es una miopía desde el punto de vista 
histórico e ingenuo desde una perspec-
tiva política. No hay que olvidar que los 
imperios se suceden y que tampocolas 
democracias son eternas.
Este círculo vicioso de la pacificación 
existe tanto a nivel nacional como global. 
También, el “Estado mundial”, que muchos 
promueven, se tendrá que basar sobre un 
órgano de represión. Sin un gigantesco 
aparato militar y policiaco no se podrá ob-
tener un armisticio global. El Estado mun-
dial podrá contener “esta” o “aquella” gue-
rra con “robustas” y firmes intervenciones 
o tener razón en el desmantelamiento de 
una banda de asesinos, cualquiera que 
sea su signo. Pero esto no cambia el hecho 
de que siga la lógica violenta de aquella 
fuerza capaz de garantizar el orden. Peor 
aún: el Estado mundial, ese grandioso 
proyecto de homogeneidad universal, una 
vez encaminado no concederá el mínimo 
espacio de libertad. El Estado mundial es 
posible sólo como tiranía mundial. Para 
asegurarse y asegurar su régimen, tendrá 
a su servicio grupos enteros de ejecuto-
res. Y eliminará cada límite más allá del 
cual los hombres buscarán alcanzar un 
camino a un exilio seguro.
Al descubierto
Cada tarde, puntual, a la misma hora, la 
muchedumbre caminaba por las calles del 
pueblo. Apenas sonaba la señal se ponía 
en marcha, armada con bolsas de papas 
fritas y latas de Coca-Cola y cerveza. A la 
distancia, ya se escuchaban las risas de 
los niños, el parloteo de los jóvenes, el so-
nido rítmico de la marcha. Los habitantes 
seguían con la mirada el cortejo desde la 
seguridad de sus ventanas. Frente a una 
casa, la masa se detenía, los gritos y las 
risas se transformaban en un grito de in-
dignación, entre un tintineo de vidrios y un 
principio de incendio. Niños de poco más 
de cuatro años y que hasta hace pocos mi-
nutos jugaban a las escondidillas, soste-
nían algunos carteles que decían “Asesinar 
y ahorcar a los paidófilos”. Sobre la puerta 
de una casa, alguien había dejado un escri-
to: “No queremos vivir con los paidófilos”.
Estos episodios no sólo suceden en 
Paulsgrove, un mísero suburbio de Ports-
morth, Inglaterra. Por algunos días, toda la 
sociedad inglesa pareció ser tomada por 
la historia. Cartas anónimas de amenazas, 
listas oscuras de culpables, suicidas, la 
fuga de familias íntegras de sus barrios, 
todo esto constituía el escenario del te-
mor en la comunidad. La masa preparada 
para el linchamiento fue encaminada por 
la publicación de anuncios de avisos de 
ocasión en un periódico de escándalo. 
De hecho, la tarde de la publicación, en 
Manchester, la policía había tenido que 
poner bajo protección a un inocente. Dos 
días más tarde, en Wembley, tres hombres 
irrumpieron en la casa de un sospechoso, 
golpeándolo hasta matarlo. El cadáver 
presentaba 53 fracturas de costillas. 
Algunas semanas después, en el pobla-
do de Namur, Bélgica, un tribunal prohibió 
la publicación de una lista de culpables; en 
Italia, el periódico Libero dio lugar a una 
campaña denigratoria siguiendo el ejem-
plo inglés. Mientras tanto, allende a los 
nombres de los paidófilos, también fueron 
publicados aquellos de clientes que habían 
frecuentado las calles de Manchester. No 
obstante las críticas inmediatas por parte 
de la prensa y la policía, es evidente que la 
“Ni la tortura, ni las persecuciones 
y las masacres, ni la guerra, ni el 
genocidio han desaparecido del 
orden del día de la política”.
W O L F G A N G S O F S K Y
 9
01
exposición mediática satisface una nece-
sidad que parece tener raíces profundas 
en la sociedad, independientemente del 
tiempo y del lugar. Más que de la protec-
ción de los niños, se trata de la eliminación 
de la perversión, de la pasión por el miedo, 
y el deseo de aniquilamiento. Los medios 
de comunicación se limitan a evocar y 
reforzar fantasías que son ampliamente 
difundidas entre las masas.
El sospechoso de paidofilia está 
marcado con la fatalidad. A la persona 
sospechosa no se le atribuye un crimen 
particular, sino un defecto crónico, una 
tendencia interior que se puede repetir y, 
a final de cuentas, sólo se puede eliminar 
con la castración o la muerte. En cada 
paidófilo se esconde un infanticida, un 
asesino —reza la ecuación popular—. Es 
un monstruo en el ámbito sexual. Puede 
estar detrás de cada ángulo al acecho de 
su presa. Se acerca arrastrando engaños, 
marca a su víctima con el propio cuerpo, 
hiere y mata su alma: con vileza escoge 
a los miembros más indefensos de la so-
ciedad, los niños inocentes, “asexuados”. 
Amenaza la normalidad de las relaciones 
sociales. Cada signo, cada gesto, cada 
sonrisa son un estímulo para los vicios de 
la carne. Comete un crimen en contra de 
las costumbres y la moral, en contra de 
la sagrada familia y su descendencia, en 
contra de toda la sociedad. Por lo tanto, es 
necesario señalarlo con una marca sobre 
el abrigo, es necesario ponerlo al descu-
bierto, excluirlo, cancelarlo. Jamás se 
debe bajar la guardia, porque el Estado y la 
policía, inactivos y blandos en la persecu-
ción del crimen, terminarán por no poner 
el ojo del monstruo en la penumbra. 
La imaginación no sólo repite las leyendas 
negras que siempre surgen alrededor de 
las grandes figuras de la historia del cri-
men. Las cabezas agitadas de las clases 
inferiores no están totalmente solas. No 
pocos asistentes sociales, maestros de 
escuelas primarias, abogados puritanos 
y propagandistas del matriarcado están 
obstinados con la idea de que cada rela-
ción existente entre los niños y los adultos 
se coloca en las fronteras del abuso se-
xual: cada hombre es un violador en po-
tencia, cada padre un potencial paidófilo. 
No pocos medios de comunicación se lan-
zan rápidamente a llenar páginas de odio 
cuando en alguna parte es encontrado el 
cadáver de un niño, un acontecimiento 
más bien raro en las estadísticas sobre 
la criminalidad. Instigadores populares 
hacen el resto cuando fomentan la ira po-
pular para tener una ventaja política. 
La naturaleza de la fantasía tiene poco 
en común con la realidad. El reducido 
número de infanticidios no tiene ninguna 
relación con la infinidad de paidófilos re-
gistrados. El paidófilo no es un hombre ne-
gro, la mayoría de las veces es un familiar o 
un pariente cercano. En general, el incesto 
viene escondido por la familia. Por ello, la 
vigilancia estatal es más eficaz que el con-
trol social. El temor de la persecución sólo 
puede empujar a los criminales —verdade-
ramente peligrosos— a esconderse. 
La masa encolerizada no distingue entre 
inocencia y culpabilidad. Para ella, el sospe-
choso ya es una prueba. La justicia privada 
colectiva no desea mostrar la culpabilidad 
y castigarla, quiere indignarse, condenar, 
pregonar, desea eliminar al monstruo a tra-
vés de la muerte social o física. 
Antes de llegar a los hechos, la comu-
nidad utiliza los instrumentos verbales. 
Lejos de ser un medio de comprensión 
inocuo, los rumores unifican a la comu-
nidad y dirigen toda la atención sobre 
los sospechosos habituales. Cualquier 
novedad, demostrada o inventada, es 
una golosina de la difamación. Viene 
continuamente rumiada hasta que todos 
se encuentran a gusto. La denuncia y la 
calumnia procuran un placer notable. Al 
inicio, a escondidas, después frente a 
todos, se puede hablar de argumentos 
tabúes y, al mismo tiempo, jactarse de la 
propia rectitud. La difamación expresa 
la propia rectitud. Pero a veces parece 
que el crimen es representado en colo-
res fuertes sólo porque todos quisieran 
“La comunidad define 
la pertenencia a través 
de la exclusión”.
10 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
imaginar haber hecho lo que no está per-
mitido. ¿Acaso no es el gusto por lo pro-
hibido, la fascinación de la trasgresión, 
lo impensable de la perversión, el motor 
secreto de sospechosos y difamantes? 
Es necesario tener cautela en los jue-
gos del vocabulario del horror que está 
en la boca de todos después de los infan-
ticidios. El deseo de venganza no tiene 
nada que ver conla venganza misma. Su 
objetivo no es la justicia, sino la autosa-
tisfacción. La retórica del deshonor no se 
satisface con el principio de la venganza 
“ojo por ojo, diente por diente”. El sacrílego 
debe sufrir más que la víctima. Debe sufrir 
el doble, el triple. Al violento se le necesita 
cortar la mano en la tabla del carnicero, 
al paidófilo el miembro y la cabeza. La 
pena que busca el ánimo indignado debe 
comprometerse, deshonrar, limpiar a la 
comunidad de la inmundicia. 
Quien denuncia piensa absolver sólo 
el deber del desenmascaramiento. Los 
portavoces de la masa que quisieran el 
linchamiento se consideran los custodios 
de la virtud de la sociedad. Todos se sien-
ten en lo justo, el cual los llena de orgullo 
y satisfacción. El gusto inesperado por el 
poder los libera de años de sumisión. De 
repente, son liberados del veneno de la 
impotencia. Por lo tanto, frecuentemente 
son los más débiles los que se distinguen 
por su particular brutalidad, apenas viene 
ofrecida la ocasión para los que están por 
encima de ellos. 
Ya hace mucho tiempo, frente a los mu-
nicipios y las iglesias estaba la exposición 
de los cuellos de fierro. En ese entonces, 
los criminales eran expuestos al escar-
nio público por una hora o dos. El pueblo 
circundaba al delincuente, lo bañaba de 
excrementos y le ponía encima un cartel 
sobre el cual iba descrita con palabras e 
imágenes su culpa. Pero la cosa no termi-
naba así. Al deshonor de estar a exposición 
se agregaba un castigo físico: la flagela-
ción, un castigo corporal particularmente 
duro o la marca de fuego sobre la frente o 
la espalda y la consiguiente expulsión del 
país. La exposición pública, sin embargo, 
tenía una gran desventaja. Era una acción 
punitiva oficial de la autoridad, seguido 
por los carniceros y sus ayudantes. 
Distinta era la naturaleza de los usos pu-
nitivos campesinos cuando al caer la noche 
alegres solteros llegaban a las casas de los 
marginados y cantaban sus desentonadas 
melodías. Viudas alegres y adúlteros, co-
merciantes sin escrúpulos y encubridores, 
deudores morosos o avaros prestamistas, 
notables transgresores de la moral del pue-
blo se transformaban en objeto de escar-
nio, desprecio, malos tratos. Los custodios 
de la virtud erigían su propia exposición, 
hasta que la autoridad intervenía y retoma-
ba el monopolio de la fuerza. 
También la masa que hoy incita el lincha-
miento se sirve de los antiguos rituales de 
la denuncia y persecución públicas. Se deja 
llevar por los placeres de la condena, por la 
caza del hombre, por la ejecución colectiva. 
Sus víctimas son casuales: brujas, judíos, 
negros, extranjeros, pedófilos. Por muy 
diferentes que sean las categorías socia-
les, los estereotipos de la persecución se 
asemejan en cada época. Siempre son fan-
tasías de contaminación, vicios sexuales, 
canibalismo. Hace tiempo, de las brujas se 
decía que quemaban a los niños para des-
pués comérselos. Los judíos eran acusados 
de homicidios rituales de niños cristianos, a 
los cuales se les bebía la sangre. 
Las fantasmagorías del terror empujan 
a la acción, para la cual bastan un par de 
simples eslóganes. Apenas es pronuncia-
da la palabra que ordena, la jauría de caza 
se forma. Cada uno puede participar y 
ninguno quiere permanecer excluido. Con 
la velocidad del viento se difunde la voz 
de que ha sucedido un crimen. Entre más 
personas lo crean, más aparecerán a la 
espera. Rodean la casa, siempre se acer-
can más, atropellan a los habitantes con 
gritos difamatorios, amenazas, risas de 
escarnio. También, algunos llevan consigo 
otras armas. En los cortejos nocturnos en 
Paulsgrove y en otras partes, por lo que se 
dice se ha reído demasiado. m
“No hay que olvidar que los 
imperios se suceden y que tampoco 
las democracias son eternas”.
W O L F G A N G S O F S K Y
 11
01
12 
por Philippe C. Schmitter. Profesor 
emérito del Instituto Universitario 
Europeo, Fiesole, Italia.
* Traducción del italiano de Israel Covarrubias.
S i por “maestro” entendemos a alguien que reúne a un amplio grupo de subordinados y hace que éstos sigan la música de algún otro, Juan José Linz no es y jamás ha sido tal. Ha sido siempre un “compositor” —alguien que escribe y toca su propia música—. Sin embargo, dado que con frecuen-
cia ha reunido un determinado número de colaboradores, escrito y dirigido música conjuntamente 
con ellos, llamémosle “maestro-compositor” de la ciencia política.
Ante todo, quisiera recordar algunos datos esenciales sobre nuestro autor.
P H I L I P P E C . S C H M I T T E R
Nombre: 
Juan José Linz Storch de Gracia. 
Fecha de nacimiento: 
24 de diciembre de 1926. 
Lugar de nacimiento: 
Bonn, Alemania. 
Títulos: 
Licenciatura en ciencias políticas y económicas, 
Universidad de Madrid, 1947. Licenciatura en derecho, 
Universidad de Madrid, 1948. Ph. D. en Sociología, 
Columbia University, 1959. 
Doctor honoris causa:
Universidad del País Vasco, 2002; Universidad de 
Oslo, 2000; Philipps-Universität de Marburg, 1992; 
Universidad Autónoma de Madrid, 1992; Georgetown 
University, 1992; Johan Skytte Prize para la cien-
cia política de la Universidad de Uppsala en 1996 y 
Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 
1987, más otros reconocimientos y premios muy nu-
merosos como para referirlos.
Carrera académica: 
Assistant Professor de sociología, Columbia Universi-
ty, 1960-1966. Assistant Professor de sociología, Co-
lumbia University, 1966-1968. Professor de sociología 
y ciencia política, Yale University, 1968-1977. Pelatiah 
Perit Professor de Ciencias políticas y sociales, Yale 
University, 1977-1989. Sterling Professor de Ciencias 
políticas y sociales, Yale University, de 1980 a la fe-
cha. Más una infinidad de encargos de Visiting Pro-
fessor en Europa y en los Estados Unidos. 
Principales publicaciones: 
• Totalitarian and Authoritarian Regimes, 2000. 
• Sultanistic Regimes, 1998 (coordinador 
junto a H. Chehabi).
• Problems of Democratic Transition and 
Consolidation, con A. Stepan, 1996. 
• Between States: Interim Governments 
and Democratic Transitions, 1995 
(coordinador junto a Y. Shain). 
• The Failure of Presidential Democracy, 2 vols., 
1994 (coordinador junto a A. Valenzuela). 
• Democracy in Developing Areas: Latin 
America, 1990 (coordinador junto 
a L. Diamond y S. L. Lipset). 
• Democracy in Developing Areas: Asia, 1989 
(coordinador junto a L. Diamond y S. L. Lipset). 
• Democracy in Developing Areas: Africa, 1988 
(coordinador junto a L. Diamond y S. L. Lipset). 
• Crisis y cambio: electores y partidos 
en la España de los años ochenta, 1986 
(coordinador junto a J. R. Montero). 
• Informe sociológico sobre el cambio político 
en España 1976-1981 (coordinador junto a M. 
Gomez-Reino, D. Vila y F. A. Orizo, 1981). 
• The Breakdown of Democratic Regimes, 
1978 (coordinador junto a A. Stepan). 
• Los empresarios ante el poder 
público, con A. de Miguel, 1966. 
• Más al menos 200 capítulos de 
libros y artículos de revistas. 
 13
01
Este breve currículum vitae muestra in-
mediatamente algo que Juan Linz tiene 
en común con muchos de los mejores 
“comparatistas” de su generación, o bien 
de la formación y la actividad profesional 
tanto en Europa como en Estados Unidos. 
Tiene una historia familiar menos común: 
sus padres son de nacionalidad alemana y 
española, y toda su primera formación ha 
tenido lugar en la España franquista. En 
su generación de sociólogos y científicos 
políticos de fama internacional, Juan Linz 
es el solitario español. Incluso, su trayec-
toria académica posterior ha sido un poco 
fuera de lo común (para Estados Unidos), 
con regulares encargos de docencia sólo 
en dos universidades norteamericanas 
(Columbia y Yale) y ¡al menos 35 años de 
servicio consecutivo en esta última! Se 
trata de una característica que comparte 
con su colega Robert Dahl y con SamuelHuntington en Harvard. La mayor parte 
de los “maestros” norteamericanos se han 
cambiado con más frecuencia en busca 
de la fama (y de salarios mejores). 
En segundo lugar, el currículum vitae 
muestra la enorme productividad de Linz 
y su preferencia por los artículos respec-
to de los libros.01 Si no me equivoco, ha 
01 . En estos tiempos, en los cuales los jóvenes estudio-
sos están obsesionados con diseminar en lo posible artí-
culos en las “mayores revistas, a juicio de los pares”, no 
resisto la tentación de puntualizar que sólo pocos de los 
artículos de Linz pertenecen a esta categoría. Jamás ha 
publicado, según sé, un artículo en la American Political 
Science Review y, cosa aún más ofensiva para la hegemo-
nía norteamericana sobre la disciplina, ¡muchos de sus 
artículos han sido escritos o han aparecido en lenguas 
distintas al inglés! En suma, Linz ha seguido una trayec-
toria intelectual que ninguno osaría recomendar a quién 
entre hoy en la profesión —y sin embargo, es una de las 
figuras más citadas y más influyentes de la ciencia políti-
ca contemporánea. 
obtenido la tenure en la Columbia Univer-
sity y el encargo de Full Professor en Yale 
antes de haber publicado un “auténtico” 
libro.02 Y cuando los libros han comenzado 
a aparecer, después de la edición de su 
fundamental The Breakdown of Democra-
tic Regimes en 1978,03 han asumido típi-
camente la forma de una recolección de 
capítulos de diversos autores, editados 
conjuntamente con uno de sus alumnos 
o colegas más jóvenes, y construidos 
sobre un precedente artículo del mismo 
Linz. De vez en cuando, el argumento es 
introducido por Linz —el papel de los go-
biernos ad interim, las características de 
los sultanatos, la relación entre transición 
y consolidación de las democracias, la de-
bilidad del presidencialismo y obviamente 
las maquinaciones detrás de la caída de 
la democracia—, y posteriormente desa-
rrollado, elaborado y ampliado por sus 
colaboradores. En estos momentos, Linz 
está trabajando de nuevo con Alfred Ste-
pan, esta vez sobre un proyecto común 
que podría realizar una cosa que siempre 
he creído imposible, o bien volverla intere-
sante, innovadora y relevante como lo es 
02 . De cualquier modo, debo observar que algunos de los 
artículos de Linz son de la extensión de los libros de mu-
chos estudiosos, particularmente si se incluyen las notas. 
Linz es famoso entre los comparatistas por sus volumino-
sas y enciclopédicas notas. 
03 . El timing de este libro (1978) es otra ilustración per-
fecta del principio hegeliano de que “el búho solo levanta 
el vuelo en el crepúsculo”; es decir, que los científicos 
sociales comprenden y estudian los fenómenos cuando 
estos se encuentran en decadencia. Cuando Linz y Ste-
pan trabajaban conjuntamente en las transiciones de la 
democracia a la autocracia, el mundo político se estaba 
dirigiendo a la dirección opuesta —un cambio de direc-
ción de la fortuna que el mismo Linz toma al vuelo, y por 
decirlo de alguna forma, en el corazón cuando España co-
menzó a ir hacia la democracia después de la muerte de 
Francisco Franco en 1975.
la temática del “federalismo comparado”. 
En tercer lugar, y que es un punto que 
el currículum vitae muestra con menor 
claridad, encontramos la extraordinaria 
capacidad de Linz por aprovechar la con-
ceptualización y la investigación empírica 
sobre un país para construirse un grupo 
de seguidores fieles entre comparatistas 
de diversas áreas geográficas —Europa 
occidental (y más recientemente Orien-
tal), pero también Asia y África—. Conside-
rando que su punto de partida es España, 
que hasta la mitad de los años setenta no 
interesaba a nadie y ninguno lograba ni 
siquiera clasificar, este éxito es aún más 
digno de subrayar. La mayor parte de los 
“maestros” comparatistas han ubicado 
su propia investigación en una o más co-
munidades políticas relevantes, y sobre 
las cuales existían una significativa lite-
ratura secundaria como una floreciente 
comunidad de las ciencias sociales —no 
una desde hace un tiempo considerada un 
pariah y que había limitado la producción y 
la libertad académica—.04
Una tortuosa pero fértil trayectoria 
Recuerdo que Seymour Martin Lipset me 
introdujo en el trabajo de Juan Linz, en 
un seminario en Berkeley, diciéndome 
que era autor de la “más citada entre las 
tesis de doctorado jamás publicadas”. 
04 . Hay otra cosa que el currículum vitae no puede decir. 
Juan Linz es la prueba viviente de que fumar continua-
mente los más nocivos y apestosos cigarrillos del mundo 
puede no ser tan dañino a la salud (metal). Por lo que sé, 
podríamos atribuirle, a los miles de Ducados, algún mérito 
por su extraordinaria agudeza y capacidad de concentra-
ción sobre difíciles y pesados “asuntos de Estado”. 
14 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
Naturalmente, como sociólogo político en 
ciernes, tenía curiosidad y logré ponerle 
las manos a una copia de esta ignorada 
obra maestra, The Social Bases of Political 
Parties in West Germany.05 Debo admitir 
que no fui arrollado —quizá sólo porque, 
joven licenciado proveniente de Suiza, me 
estaba rebelando en contra de la montada 
ortodoxia de la época, es decir, algo con 
el nombre de “comportamentalismo”, y el 
análisis de Linz de los datos secundarios 
era un inequivocable (si bien excelente) 
ejemplo de aquella ortodoxia.06 En otro 
de sus primeros artículos (estos sí fueron 
publicados), Juan Linz exploraba una sutil 
mezcla (que en esa época era considerada 
“demasiado ecléctica”) de datos indivi-
dual-social-psicológicos de survey y datos 
agregados colectivo-social-estructura-
les, en un esfuerzo por explicar las “bases 
sociales de la política” —muy en línea con 
el análisis seminal de mi mentor Seymour 
05 . Parte de la disertación ha sido publicada con el título 
Change and Consensus in West German Politics: The Early 
Eighties (Linz, 1967).
06 . En aquello que más difiero del “comportamentalismo” 
es su dependencia no sólo de las conductas individuales 
(a veces, presuntuosamente llamados valores), sino tam-
bién de datos y presupuestos a-históricos. Lo que vale son 
las conductas recogidas por una investigación sobre una 
muestra, no las razones por las cuales los sujetos logran 
adquirir estas conductas, y cuáles fuerzas históricas pu-
dieron haber influido sus elecciones. Linz pudo haber co-
menzado en esta dirección, pero ha reconocido muy rápido 
el significado de los datos conductuales sobre las series 
temporales. En España, gracias a su larga colaboración 
con el Centro de investigaciones sociológicas y a su papel 
de fundador de la firma privada de investigación DATA S. 
A., Linz ha ocupado un papel crucial y pionero en el desa-
rrollo de esta técnica de recolección de datos, asegurando 
la continuidad histórica a partir del régimen de Francisco 
Franco. Y entre todos los países, más de 50, que han pa-
sado de la autocracia a la democracia a partir de 1974, Es-
paña es aquel del cual sabemos más sobre la evolución de 
largo término de las conductas de las masas y de las élites. 
Martin Lipset en su obra El hombre político. 
De este primer encuentro con Linz, extraje 
dos temas excéntricos (ninguno de los 
cuales compartía en su momento): 
1. La persistente importancia 
de la religión para explicar el 
comportamiento político; 
2. La necesidad de poner atención a 
las diferenciaciones regionales al 
analizar datos de survey o agregados. 
Si no me equivoco, Linz ha sido el primer 
sociólogo empírico que puso el acento, 
en su trabajo Whithin Nation Differences 
and Comparisons: The Eight Spains (Linz, 
1966), sobre el nivel sub-nacional de la 
estructura social, de la práctica religiosa 
y de los comportamientos políticos.07 Los 
norteamericanos ya habían descubierto 
las potenciales ventajas de comparar los 
50 estados de la Unión Americana, pero su 
mensaje no había tenido eco más que en 
aquellos que estábamos interesados en 
contextos más “exóticos”y, de cualquier 
modo, ninguno de nosotros creía que la 
diferenciación en el interior de Estados 
Unidos fuese de tal amplitud.
Uno de los primeros puntos de cambio 
de la trayectoria intelectual de Linz (y la 
razón de mi primer encuentro con él) había 
sucedido un poco antes, cuando publicó 
el primero de diversos ensayos funda-
07 . Su amigo y colega Stein Rokkan ya había puesto 
el acento sobre la diferencia entre “centro y periferia” 
como una fuente persistente de fracturas en la forma-
ción de los Estados europeos, pero Linz desarrolló la 
idea especificando la multiplicidad de “periferias” y los 
modos bajo los cuales podían producir problemas por 
completo diferentes para los constructores de Estados 
o consolidadores de regímenes.
mentales en los cuales aprovechaba el 
caso español para alcanzar el más amplio 
público de los comparatistas. Para aque-
llos de nosotros que trabajábamos sobre 
América Latina, su texto An Authoritarian 
Regime: The Case of Spain (Linz, 1964) 
llegó como una revelación. “Sistemas 
políticos con un pluralismo político limi-
tado y no responsable, sin una ideología 
elaborada y hegemónica, pero con una 
mentalidad característica, sin una ex-
tensiva o intensiva movilización política, 
con la excepción en algún momento de 
su desarrollo, y en los cuales un líder y, 
ocasionalmente, un pequeño grupo ejerce 
el poder entre límites formalmente mal 
definidos a pesar de que en realidad sean 
del todo predecibles”: esta es la definición 
que atrajo mi atención —y de tantos otros 
estudiosos—. Retrospectivamente, me 
es difícil explicar por qué esta caracteri-
zación del régimen franquista en España 
se volvió tan influyente. Según el “estruc-
tural-funcionalismo” del cual fueron pio-
neros Gabriel Almond y el Committee on 
Comparative Politics del Social Research 
Council, todos los regímenes deben de-
sarrollar un número fijo de determinadas 
“funciones” para continuar existiendo. 
Cada definición “válida” de los tipos de 
régimen, por consiguiente, se debería ba-
sar sobre las variaciones institucionales 
en el desarrollo de estas funciones —con 
frecuencia cuatro—.08 La definición de 
Linz fue puramente inductiva y carente 
de nexos apriorísticos respecto a la teoría 
dominante. No fue asociada a ninguna 
08 Salvo probablemente, directa o indirectamente, las 
funciones GAIL propuestas por Talcott Parsons en El 
sistema social (1951).
P H I L I P P E C . S C H M I T T E R
 15
01
explícita justificación conceptual —fue 
únicamente una concisa descripción de 
aquellos que, según Linz, eran los rasgos 
más sobresalientes de una comunidad 
política que conocía bien—. 
Además, los numerosos elementos que 
componían la definición eran virtualmente 
imposibles de medir cuantitativamente y, 
peor aún, estaban acompañados por un 
conjunto desorientador de precisiones. El 
pluralismo de este sistema es “limitado y 
no responsable”. No existía una ideología 
“elaborada y hegemónica”, y en su lugar ha-
bía algo definido como “mentalidad carac-
terística”. La movilización política no era ni 
“extensiva o intensiva”, pero de cualquier 
modo se corroboraba “en algún momento 
de su desarrollo”. Finalmente, cosa aún 
más desorientadora, los límites del go-
bierno de un líder (o de un pequeño grupo) 
estaban “formalmente mal definidos”, pero 
“en realidad son del todo predecibles”. 
Mi impresión es que, si esta definición 
fuese puesta a un examen de metodolo-
gía, cualquier candidato razonablemente 
preparado podría demolerla con pocos es-
fuerzos. Los términos claves están poco 
definidos (por ejemplo, ¿“pluralismo polí-
tico” se refiere únicamente a los partidos 
o a los grupos de interés?, ¿o son ambos?) 
o sobrevalorados (por ejemplo, ¿las “ideo-
logías” son con frecuencia “elaboradas” 
o “hegemónicas”?, ¿cómo se diferencian 
de las “mentalidades”?). ¿Cómo podemos 
identificar un preciso tipo de régimen —
incluso como “construido”, no “ideal”— sin 
especificar quiénes son los gobernantes, 
cómo han adquirido el estatus de gober-
nantes y cómo han gestionado el proble-
ma de la sucesión del poder? Todo lo que 
sabemos es que hay un líder o un pequeño 
grupo que ejerce el poder, pero se tra-
ta de algo que podemos esperarnos de 
cualquier régimen, según Mosca, Pareto 
y otros. Escribiendo en los años sesenta, 
Linz estaba más interesado en hacer una 
distinción entre regímenes “autoritarios” 
y “totalitarios”, que en distinguir ambos de 
aquellos “democráticos”. Incluso, muchos 
de los Estados que se definían como “libe-
rales y democráticos” bien pudieron ser 
clasificados como “liberales y autorita-
rios” con base a una objetiva valoración de 
las distintas variables de la definición de 
Linz. No debería sorprender, por lo tanto, 
que una vez que los estudiosos comenza-
ron a medir algunos de estos caracteres, 
surgirían más regímenes “autoritarios” 
que “totalitarios” o “democráticos”.09
¡Eppur si mueve! A pesar de todas estas 
evidentes imperfecciones y el aburrido 
“hispano-centrismo” de su definición, Linz 
abrió una caja de Pandora teórica sobre 
el análisis de los modelos de régimen y, 
al final, de los cambios de régimen. De-
jando de lado (al menos temporalmente) 
su atención comportamentalista sobre 
los valores individuales y sobre las es-
tructuras sociales, y concentrándose 
con un enfoque histórico sobre la noción 
de “régimen político”, que determina los 
sistemas de partido y las otras conse-
cuencias sociales, y rompiendo al mismo 
tiempo con el sistema de clasificación 
dominante, Linz logró efectivamente 
09 A pesar de que no son abiertamente una medida de 
las características mencionadas por Linz, los puntajes 
anuales de Freedom House tienen, en efecto, alguna 
semejanza con ellas. En las primeras versiones, el número 
de países “parcialmente libres” superaba ampliamente 
aquellos “no libres” y “libres”. Cfr. Gastill (1990). 
transformar el modo con el cual muchos 
de nosotros observábamos a América 
Latina. La situación que nos obsesionaba, 
es decir, las dictaduras militares y civi-
les, no había sido producida a través de 
los “comportamientos” de una presunta 
cultura política “ibérica” o por presuntas 
estructuras sociales “hispano-coloniales” 
o “subalternas”, sino que era el resultado 
de una particular configuración del poder, 
con sus específicas reglas, formas de 
represión, de movilización (esporádica) y 
de justificación ideológica. Junto con Es-
paña, Portugal y muchos otros países del 
Tercer mundo, los Estados latinoamerica-
nos no eran totalitarismos incompetentes 
ni democracias embrionarias, sino auto-
ritarismos duraderos, y esto conllevaba 
implicaciones para el modo con el cual 
sus respectivas culturas políticas eran 
manipuladas, y con aquello con lo cual sus 
respectivos sistemas de status y de clase 
eran formados y deformados. Se pudo 
haber tenido una serie de resistencias 
hacia el modo con el cual Linz inicialmente 
especificó sus características generales, 
pero rápidamente comprendimos que nos 
estaba ofreciendo una innovación con-
ceptual de gran importancia. 
Por coincidencia, Juan Linz fue invitado 
a Brasil en 1967, cuando estaba realizando 
mi investigación de campo, y me asignaron 
la tarea de ser su guía por Río de Janeiro. 
En vez de mostrarle los típicos despla-
zamientos sociológicos, literalmente 
lo secuestré y lo obligué a tres horas de 
conversación un poco lejos de la playa 
de Copacabana (por la cual él no mostró 
afortunadamente algún evidente interés). 
Hablamos de algunos detalles de su artí-
16 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
culo “An Authoritarian Regime: Spain”, y a 
partir de mi insistencia él aceptó también 
algunas modificaciones que había pro-
puesto para hacerlo adaptable no sólo a la 
dictadura militar entonces en el poder en 
Brasil, sino también a muchos otros casos 
de gobierno autoritario en aquel país y en 
otros lugaresde América Latina. Recuer-
do lo gratificante que fue cuando Linz 
reconoció que lo que yo estaba definiendo 
como “corporativismo” podía ser conside-
rado similar a lo que él había definido como 
“pluralismo limitado”.10
Nos encontramos una segunda vez so-
bre el “terreno” brasileño en una conferen-
cia organizada por Alfred Stepan en Yale. 
Escribí un paper, “The Portugualization 
of Brasil”, con la intención de provocar la 
ira de la dictadura militar en el poder (que 
después sucedió). Mi tesis era que una 
serie de Additional Acts, políticas con-
cretas y prácticas informales a partir de 
1968, estaban arrojando las bases para la 
perpetuación del gobierno autoritario con 
un futuro indefinido —reduciendo de esta 
manera el gigantesco Brasil a la condición 
de un pequeño Portugal—. El paper de Linz 
sostenía que la dictadura militar brasileña 
10 En aquella época, no sabía nada acerca de que Linz 
(en colaboración con Amando de Miguel) apenas habían 
ultimado un pequeño libro (virtualmente agotado en ese 
entonces y hoy en día) llamado Los empresarios ante el 
poder público (Linz y de Miguel, 1966). Mi disertación 
estaba centrada en parte sobre el mismo problema en 
Brasil —a pesar de que lo afrontará a partir del estudio de 
las asociaciones del mundo empresarial, mientras que 
Linz se concentraba sobre todo en las opiniones de los 
hombres de negocios, con una innovadora investigación 
sobre las élites—. En aquella época, este era un argumento 
poco tratado, independientemente del enfoque y, por 
lo tanto, Linz debe ser reconocido como un pionero del 
campo de estudio empírico sobre “negocios y política” —a 
pesar de que quizá ninguno ha leído y utilizado el pequeño 
libro escrito por él y Amando de Miguel—.
únicamente se encontraba en una “situa-
ción autoritaria”, y que era improbable que 
estuviese en grado de institucionalizar su 
poder como lo habían hecho Franco y Sala-
zar en los 25 años anteriores. Retrospecti-
vamente, su valoración se encontraba más 
próxima a la mía, para decir la verdad. Los 
generales se quedaron en el poder por casi 
20 años y se mostraron capaces de impo-
ner a su país un cambio de régimen muy 
gradual y selectivo, pero Linz tenía razón: 
jamás estuvieron en grado de organizar el 
conjunto de caracteres de auto-reforza-
miento que se observaba en España y en 
Portugal (véase Stepan, 1973).
Cuando sucede la transición hacia 
la democracia de España, Juan Linz se 
encontraba preparado para abordarla. 
Sus primeros trabajos se habían basado 
sobre las conductas públicas masivas y 
sobre las limitaciones estructurales del 
“desarrollo”, pero el libro The Breakdown 
of Democratic Regimes presentaba una 
forma de análisis más “política”, con un 
fuerte énfasis sobre la “acción”, o bien 
sobre el papel de las elecciones del ac-
tor para “socavar” viejas instituciones 
y para “construir” nuevas. Una rigurosa 
aplicación del enfoque conductista/es-
tructural ortodoxo lo hubiera conducido 
rápidamente a poner en duda la propia 
posibilidad de democratizar España hacia 
mediados de los años setenta. Este país, 
a pesar de estar más desarrollado que su 
vecino Portugal, y quizá en el ámbito de 
las actitudes más plural debido a su tu-
multuoso pasado y a sus diferenciaciones 
regionales, ni siquiera tenía los llamados 
“prerrequisitos” para la democracia li-
beral evidenciados por la literatura más 
tradicional —a la cual Linz, por medio de 
su asociación con Lipset, había hecho 
una contribución importante—. El enfo-
que “político” de The Breakdown…, menos 
determinista y más voluntarioso, repre-
sentaba una suerte de desafío epistémico 
en su pensamiento, dejando espacio a la 
posibilidad de que los españoles habrían 
podido simplemente estar en grado de lle-
var a cabo con éxito el cambio de régimen. 
Puedo recordar un periodo de 18 meses, 
de la mitad de 1974 hacia finales de 1975, 
“Todos los regímenes deben desarrollar 
un número fijo de determinadas 
«funciones» para continuar existiendo”.
P H I L I P P E C . S C H M I T T E R
 17
01
en el cual Linz y yo nos encontramos al me-
nos media docena de ocasiones en mesas 
de trabajo en conferencias y seminarios, 
intentando explicarnos y también a los dis-
tintos auditorios por qué España y Portugal 
—dos países aparentemente con muchos 
rasgos culturales, históricos y de desarro-
llo en común— se encontraban en medio de 
transiciones tan disímiles. La explicación 
más obvia nos llevaba a las formas de tran-
sición. Portugal había sido liberado “por 
golpe”, o bien por un pequeñísimo y audaz 
grupo de jóvenes oficiales del ejército, que 
se encontraban frente a la inminente pers-
pectiva de la derrota en una de las tantas 
guerras coloniales del país —irónicamente, 
la de Guinea-Bissau fue, en gran medida, la 
menos importante (Linz, 1975)—. 
Al término de aquel inesperado evento, 
se corroboró una masiva movilización 
popular, que había conducido el cambio 
de régimen mucho más allá del ámbito po-
lítico, hasta impactar la economía, la pro-
piedad, el estatus social y la hegemonía 
cultural. España, privada desde finales del 
siglo XIX de sus colonias y de sus ilusio-
nes imperiales, no tenía ninguna análoga 
perspectiva de ser liberada por sus milita-
res. Antes bien, la potencial dificultad era 
la opuesta: cómo impedir que un ejército 
“inactivo” reaccionara negativamente a la 
perspectiva de una “liberación oculta” a 
través de un pacto entre políticos civiles 
después de la muerte de franco. No sólo 
la movilización popular había sido conte-
nida con éxito por las élites, sino también 
por los mismos tumultos y radicalismo de 
los eventos portugueses habían inducido 
estas últimas para actuar con cautela. En 
síntesis, tenemos un caso fascinante de 
“difusión perversa” en el cual el último que 
llega intenta evitar todo aquello que ape-
nas le ha sucedido al predecesor. 
Sin embargo, Linz subrayaba un se-
gundo factor que no había inicialmente 
pensado, es decir, aquello de que “el perro 
no había ladrado” en Portugal a nivel de 
régimen. Cuando Salazar cayó, reempla-
zado por Caetano en 1969, los esfuerzos 
de este último por liberalizar el sistema 
abiertamente autocrático fueron débi-
les y fracasaron —a diferencia del caso 
de España, donde un análogo intento se 
había verificado mucho antes (1958)—, 
dirigiéndose mucho más a fondo al punto 
que en la época de la muerte de Franco, 
en 1975, el país ya tenía sólidas raíces 
económicas y sociales en Europa. Los 
portugueses (o por lo menos su vieja élite 
política) nutrían aún ilusiones de grandeur 
y riqueza imperial, y aún no se empeñaban 
en modo inequívoco a ser “solo” europeos. 
Lo que hizo de la revolución una fractura 
tan radical no sólo fue la difusa y potente 
movilización popular que desencadenó, 
sino también el dramático retiro de An-
gola, Mozambique y Guinea-Bissau, y el 
gran influjo de los refugiados de regreso 
a la métropole. Portugal devino equivoca-
damente democrática e inequívocamente 
europea, exactamente al mismo tiempo. 
España ya había atravesado una prece-
dente (y gradual) transición.11
Con independencia de nuestro éxito al 
capturar las razones de la momentánea 
diferencia entre los dos países, Linz y yo 
estábamos en completo acuerdo sobre un 
11 Para leer las opiniones de Linz sobre estas 
comparaciones, véase Linz (1981; 1977). Para mis estudios 
comparados sobre Portugal, véase Schmitter (1999).
punto: al final, ambos casos se volverían 
sólidas democracias liberales —pero ha-
brían llegado por trayectos distintos—. De 
esta colaboración —en gran medida fortui-
ta— surgiría una hipótesis que ha guiado 
gran parte de mis investigaciones poste-
riores sobre la democratización; es decir, 
que existen muchos modos bajo los cuales 
una comunidad política puede efectuar el 
“tránsito” de la autocracia, y que no existe 
garantía alguna de que uno de ellos con-duzca a la democracia, a pesar de que es 
clara la posibilidad de que “llegue a ello”, 
lo que en otras palabras quiere decir que 
al final producirán el mismo tipo de régi-
men. Aquello que Terry Karl y yo definimos 
posteriormente como “las modalidades de 
transición”, habría influido probablemente 
más el tipo de democracia que se habría 
consolidado y menos el hecho de que el 
resultado fuese más o menos una demo-
cracia (Schmitter y Karl, 1991).
El grueso estudio comparado Problems 
of Democratic Transition and Consolida-
tion, publicado por Linz y Alfred Stepan 
en 1996, se volvió el punto de referencia 
para los estudiosos que se ocupan de los 
resultados de los recientes cambios de 
régimen. Basado sobre casos que van de 
Europa Mediterránea a Latinoamérica, de 
Europa Central y Oriental a las Repúblicas 
ex soviéticas, el estudio tiene una prodi-
giosa base empírica y un prolífico enfoque 
teorético. Las “narraciones” analíticas de 
15 países que buscan democratizarse son 
una contribución fundamental. En vez de 
los “hechos estilizados”, vinculados por 
los teóricos de la elección racional para 
sostener lo mejor posible sus presupues-
tos deductivos, o de las “simplificaciones 
18 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
cuantitativas” recolectadas por una mole 
de números para proveer la base de da-
tos más amplia posible a sus inferencias 
estadísticas, Linz y Stepan han asimilado 
y procesado una inmensa cantidad de 
datos desagregados, los han ordenado en 
grandes líneas con base en un amplio con-
junto de categorías interpretativas, han 
elaborado una rica narración de complejos 
nexos y secuencias, procediendo poste-
riormente a la extracción de fecundas con-
clusiones de cada caso. Posteriormente, 
han hecho algo que los teóricos generales 
han defendido y los especialistas de área 
han criticado. Han realizado ulteriores 
comparaciones entre diversas áreas geo-
gráficas del mundo —Europa del Sur, Sud-
américa y Europa post-comunista—. Linz 
siempre ha sido una combinación peculiar, 
un auténtico especialista de una nación 
que osa incluso realizar comparaciones 
trans-regionales. No conozco a nadie en 
la ciencia política que haya insistido tanto 
sobre el hecho de que los sociólogos polí-
ticos deben conocer la lengua, la historia 
y la cultura completamente distinta —y no 
solo a sus propios “vecinos” regionales—. 
Quizá es por este “método-proyecto” tan 
arduo, que Juan Linz ha tenido tan pocos 
imitadores, a pesar de que muchos de no-
sotros lo admiramos tanto por su precisión 
como por su audacia. 
Sobre el plano del contenido, Linz y Ste-
pan introducen en sus análisis nacionales 
y trans-regionales distintas variables 
independientes descuidadas o subva-
luadas en las anteriores versiones de la 
“transitología”; por ejemplo, los niveles de 
estatalidad, la distribución de las identi-
dades etno-lingüísticas y las variaciones 
del contexto internacional. Y sostiene su 
relevancia con total convicción, especial-
mente en los contextos post-comunistas. 
Sin embargo, en términos rigurosos, los 
autores no pretenden ofrecer una “teoría 
de la democratización”. Linz puede sólo 
tangencialmente ser vinculado a algo 
delimitado y rigurosamente estructurado 
como lo es una teoría.12 A pesar de ello, su 
enfoque (muy parecido al del ensayo con-
tenido en The Breakdown of Democratic 
Regimes) es proponer (en una introducción 
de 83 páginas) un amplio conjunto de cate-
gorías curiosamente generales, mediante 
las cuales es posible ordenar el gran vo-
lumen de información producidas por el 
proceso de cambio de régimen y valorar si 
ello producirá una sólida democracia. 
12 Esto puede explicar algo que me ha desconcertado 
cuando he comenzado a pensar en la composición de 
este ensayo. Consultando la que es considerada por 
algunos la más autorizada evaluación del estado actual 
de la ciencia política, A New Handbook of Political 
Science, editado por R. E. Goodin y H-D. Klingemann 
(1996), el nombre de Juan Linz no aparece en la lista de las 
“luminarias” (Apéndice A1.C) que con mucha frecuencia 
son citadas por distintos autores, sugiriendo que él 
ha dado un pequeño o quizá ninguna contribución a la 
disciplina en su conjunto. Y una cosa aún más bizarra, es 
que resulta citado a duras penas en los cuatro capítulos 
sobre política comparada, incluso en aquel dedicado 
exclusivamente ¡al estudio de la democratización! 
Hecho que encuentro del todo abiertamente absurdo, 
mi primera reacción fue la de atribuirle la culpa a la no 
equilibrada composición del grupo de autores. Muchos 
de aquellos con los cuales Linz ha tenido estrechas 
relaciones de colaboración son citados: por ejemplo, S. 
M. Lipset, S. Rokkan, R. Dahl, A. Lijphart, G. Sartori. Mi 
opinión es que los estudiosos que pueden ser asociados 
a una particular “teoría causal” o “método innovador” 
son proclives a obtener un mayor reconocimiento. 
Quien como Linz ofrece un “enfoque” (muy difícil para 
imitarlo), y abra caminos nuevos que innoven más sobre 
el plano conceptual y menos al ofrecer una explicación 
general de algún problema particular, es menos proclive 
a terminar en la lista de los “notables”, a pesar de que su 
influjo, con base en las citas o en el impacto de ellos en 
la investigación de posgrado, haya sido mucho mayor. 
Linz y Stepan son pródigos —típicamen-
te— en sus definiciones de la variable de-
pendiente. A su parecer, la consolidación 
de la democracia tiene tres ámbitos: com-
portamiento, desempeño y constitución. 
No avanzan ninguna explícita suposición 
sobre la relación temporal y causal entre 
estos tres componentes, pero aquello 
que produce este resultado es la capaci-
dad de todas, en sinergia, de generar una 
situación política duradera en la cual “la 
democracia deviene el único juego en la 
ciudad”. Es inútil decir que esto no equiva-
le al final de la historia —a pesar de que las 
democracias más consolidadas pueden 
repentinamente disolverse—. Y tampoco 
significa que sólo un tipo de democracia 
se consolide (incluso si no existe alguna 
explícita discusión sobre los distintos 
tipos de democracia que podrían estar en 
la actualidad “en el mercado”). De los estu-
dios de caso es evidente que la calidad de 
las democracias que han surgido varía en 
modo considerable. 
En esta definición, encontramos nue-
vamente muchas de las características 
antes observadas en la definición de régi-
men autoritario. No sólo es difícil e incon-
veniente para operacionalizar, sino que 
sus componentes “estratificados” pueden 
no ser igualmente significativos para cada 
caso en particular y casi invariablemente 
no son co-variantes. ¿Qué debemos hacer 
de la distribución de frecuencia de las 
respuestas sobre preguntas tan vagas 
como si la democracia es preferible frente 
a cualquier otro tipo de régimen?, ¿y por 
qué deberíamos confiarnos tanto sobre 
el dato comportamental que sugiere decir 
que no existen grupos significativos que 
P H I L I P P E C . S C H M I T T E R
 19
01
pretendan seriamente tirar el régimen de-
mocrático o llegar a la secesión? Irónica-
mente, fue el propio Linz, en su contribu-
ción al libro The Breakdown of Democratic 
Regimes, quien argumentaría que no es 
extraño que los más peligrosos opositores 
de la democracia hayan sido actores que 
eran considerados como democráticos, y 
que creían estar luchando únicamente por 
salvar o mejorar a la democracia misma. 
¿Esto debería obligarnos a concluir que 
seguramente todas están ya consolidadas 
porque virtualmente ninguna democracia 
nueva en el mundo contemporáneo tiene 
partidos abiertamente anti-democráticos 
(ni siquiera los ex comunistas pueden ser 
considerados como tales)?, ¿y qué decir 
de los muchos países en los cuales existen 
manifestaciones demasiado escépticas 
respecto a la democracia a partir del cómo 
la experimenta el público de masas, y sin 
embargo ningún partido abiertamenteanti-democrático atrae un conjunto de se-
guidores significativos y la mayor parte de 
los ciudadanos y de los políticos actúa de 
acuerdo con las normas constitucionales?
En mi trabajo sobre la consolidación 
de la democracia, me concentré sobre la 
tercera dimensión (aunque vacilaría en 
definirla constitucional, dado que muchas 
de los procedimientos de base más impor-
tantes y regularmente acatados no son 
incluidos en un documento único y for-
mal). Mi estrategia fue la de concentrarme 
exclusivamente sobre el procedimiento 
mediante el cual los políticos alcanzan 
o no un acuerdo sobre reglas recíproca-
mente aceptables del juego que regula su 
competición y cooperación, en un número 
seleccionado de aquellos que defino “re-
gímenes parciales” (Schmitter, 1998). Al 
término, una vez que estas normas se han 
consolidado, pienso que se deberían to-
mar en cuenta las posibles implicaciones 
en los terrenos del “comportamiento” y en 
el “desempeño”. Obviamente esto implica 
la hipótesis de que el proceso de consoli-
dación necesite, en primer lugar, que los 
gobernantes sean “inmovilizados” (piégés, 
en la penetrante expresión francesa) y 
obligados a jugar a la política según de-
terminadas normas generalmente demo-
cráticas; sólo así, sucesivamente habrá 
algunas razones para esperarse que los 
ciudadanos seguirán seleccionando los 
partidos “apropiados” y conformándose 
con las normas “apropiadas”. 
¿Cuándo pueden volverse confiables 
las expresiones a favor de la democracia 
y los comportamientos con relación a los 
partidos, si son controlados por personas 
que aún no saben cuáles serán las reglas 
y que no pueden, por consiguiente, haber 
experimentado sus efectos? Obviamen-
te, pueden existir excepciones —por 
ejemplo, cuando el periodo de gobierno 
autocrático ha sido breve y los recuerdos 
de las anteriores prácticas democráticas 
todavía están vivas en la mente del públi-
co— pero deben ser reconocidas como 
tales, y no se les debe permitir trastornar 
el proceso general. 
Un segundo problema nace del modo 
con el cual Linz y Stepan definen y miden 
la variable dependiente en cada uno de 
los estudios de caso. Es loable que ellos 
hayan buscado especificar los momentos 
exactos en los cuales culmina la transición 
de régimen e inicia la consolidación. Por 
ejemplo, en el caso peculiar de Portugal, 
parece que ambos procesos se verifica-
rán el mismo día, ¡el 12 de agosto de 1982! 
En otros lugares, según los autores, la 
transición termina y sólo posteriormente 
inicia la consolidación. Pero, ¿qué sucede 
si estos dos procesos, como pasa con fre-
cuencia, son diferentes, se yuxtaponen 
y duran más de lo previsto? La simple ra-
tificación de una constitución (o la elimi-
nación de algunos poderes autocráticos 
residuales de una constitución anterior, 
como lo hizo Portugal en aquel fatídico día 
“La definición de Linz fue puramente 
inductiva y carente de nexos apriorísticos 
respecto a la teoría dominante”.
20 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
de 1982) podría no asegurar la existencia 
de un acuerdo sobre los procedimientos 
fundamentales, a pesar de que éstos sean 
implantados eficazmente. Linz y Stepan, 
en efecto, tienen razón cuando sostienen, 
oponiéndose a estudiosos como Samuel 
Huntington y Adam Przeworski, que no es 
suficiente que las elecciones sean perió-
dicas y conducidas en modo “libre y co-
rrecto”, pero quedan agnósticos sobre la 
necesidad de “construir” normas recípro-
camente aceptables sobre materias como 
las contrataciones entre capital y trabajo, 
las garantías para las distintas formas de 
propiedad y las garantías de protección 
social mínima y que den como resultado la 
consolidación de la democracia moderna.
Y como si todo esto no fuese ya muy 
complicado, Linz y Stepan sostienen 
también que, ya que los tres estratos se 
combinan y garantizan el status de la de-
mocracia como “el único juego en la ciu-
dad” para el futuro previsible, por lo me-
nos cinco distintas arenas deben también 
sostenerse recíprocamente para producir 
dicho resultado: 
1. La sociedad civil; 
2. La sociedad política; 
3. El gobierno de la ley; 
4. El aparato del Estado; 
5. La sociedad económica. 
Algunos de estos factores causales no 
son exclusivos de la democracia (por 
ejemplo, el aparato del Estado y la socie-
dad económica); algunos son específi-
camente democráticos (por ejemplo, la 
sociedad civil y quizá la sociedad política); 
otros se refieren más a la unidad en la cual 
el régimen tiene lugar (por ejemplo, el 
aparato del Estado y el gobierno de la ley); 
y finalmente, algunos se refieren a prerre-
quisitos (presumiblemente) pre-políticos 
(por ejemplo, la sociedad económica y 
quizá el gobierno de la ley). Como sucede 
con frecuencia en el trabajo de Linz (y de 
Stepan), la discusión que argumenta la 
relevancia de cada una de estas arenas 
es rica en observaciones históricamente 
fecundas extraídas de una abundancia de 
casos. Lo que no es usual es que utilicen el 
lenguaje “funcional” de la necesidad, que 
implica que, de algún modo, una arena es 
necesaria porque otra actúa eficazmen-
te —sin especificar, sin embargo, cuán 
necesaria es cada una o si debe anteceder 
a la otra—. Estoy convencido de que una 
hojeada rápida a la mayor parte de las 
democracias liberales “reales” revelaría 
no sólo una considerable variabilidad en 
la forma y en el contenido de cada una de 
las cinco arenas, pero también expresaría 
que no todas actúan necesariamente re-
forzándose mutuamente. 
En la sección final de su introducción 
teórica a Actors and Contexts, Linz y 
Stepan se acercan a la formulación de 
una teoría ortodoxa o probabilística y 
falsificable, sobre la consolidación de los 
regímenes. Para ello, conectan a las dis-
tintas probabilidades de éxito de la con-
solidación de la democracia, condiciones 
específicas y empíricamente observables 
como: 1) la estructura institucional y el 
tipo de liderazgo del antiguo régimen; 2) 
la identidad y el grado de control de quien 
inicia la transición; 3) la política exterior 
de los países vecinos (particularmente 
de aquellos países hegemónicos en la re-
gión); 4) el Zeitgeist de las plausibles ideo-
logías políticas en un particular momento 
en el tiempo; 5) la probabilidad del apren-
dizaje político por medio de la difusión 
de una experiencia de democratización a 
otra; 6) el impacto del desempeño econó-
mico sobre la legitimidad del régimen (en 
el cual los autores ofrecen una argumen-
tación mucho más sutil de las general-
mente ofrecidas); 7) el tipo de ambiente de 
la formación de la constitución. 
En los estudios de caso posteriores, 
las complejas (y con frecuencia únicas) 
interacciones entre estos actores y sus 
contextos son narrados con mayor de-
talle, y aprovechados para producir esti-
maciones más discretas del hecho de que 
un particular país se encuentre sobre el 
camino de consolidar su apropiada forma 
de democracia. 
En esto, en su última gran obra, Linz 
(con su co-autor) no ha hecho otra cosa 
que arrojar los fundamentos para una 
nueva sub-disciplina de la ciencia política 
y de la sociología política, que yo he defi-
nido, contrariando a muchos, “ciencia de 
la consolidación”. En efecto, la piedra es 
muy grande, pero sólo su uso (y abuso) 
por parte de los estudiosos posteriores 
establecerán si es demasiado sólida al 
grado de soportar todo el peso y el trabajo 
de investigación al cual será puesta. En su 
estilo típico del pasado, Linz ha construido 
estos fundamentos respetando la com-
plejidad y la contingencia de este difícil y 
controversial proceso. No ha recurrido a 
la estilización de las preferencias del actor 
ni a la banalización de sus selecciones. No 
se ha limitado a codificar una masa de da-
tos, a estimar sus asociaciones y a extraer 
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 21
01
inferencias estadísticas.Y una cosa aún 
más sorprendente, ni siquiera cae en la 
tentación de sugerir “soluciones rápidas” 
o “balas de plata” respecto del tema de la 
consolidación de la democracia. 
Digo esto porque en su trabajo más 
reciente, Juan Linz se ha vuelto muy ins-
titucionalista —en el mejor sentido del 
término, es decir, un “institucionalista 
histórico”—. Incluso, está bien informado 
y es sensible a propósito de la importancia 
de insertar a los actores en sus pasadas 
secuencias de interacciones (y no sólo en 
una serie temporal o en la interacción del 
mismo juego), para no atribuirle demasia-
da importancia a los “hechos estilizados”, 
a los “resultados optimales a la Pareto” y a 
los “equilibrios de Nash” de los llamados 
“neo-institucionalistas”. Ha seguido (con 
Stepan y otros colaboradores) una serie 
de intuiciones sobre la relación (a su pa-
recer) análoga entre instituciones espe-
cíficas13 y los logros positivos o negativos 
de la democratización. A pesar de que 
jamás lo ha considerado como “solución 
rápida” o “balas de plata” ha sostenido 
que el parlamentarismo (Linz, 1990a) y el 
federalismo (1990b) producen logros posi-
tivos distintos de los gobiernos ad interim 
(Linz y Shain, 1995) y del presidencialismo 
(Linz, 1990b). Y según Linz, “el sultanato” 
es abiertamente un punto equivoco de 
partida (Linz y Chebabi, 1998). 
Francamente, este enfoque que ofrece 
un estudioso formado como sociólogo po-
lítico me deja un poco perplejo. Siempre 
he sostenido que uno de los credos fun-
13 Los gobiernos at interim, las formas presidenciales 
y parlamentarias del Ejecutivo, los sultanatos y, más 
recientemente, las ordenaciones federales.
damentales de este tipo de científicos po-
líticos es el hecho de que ninguna norma, 
ley u ordenación institucional formal o in-
formal, tendrán el mismo efecto indepen-
dientemente del contexto socio-histórico 
en el cual están insertos. Mi preocupación 
inicial era (y creo haberla extraído de Linz, 
et. al., 1981) que “ello (el efecto) depende” 
del por qué algunas comunidades políti-
cas con la misma configuración institu-
cional general tienden a variar tanto en 
estabilidad, eficacia, duración, legitima-
ción, etcétera.
Mi segunda preocupación es que la 
explicación para esta diferenciación 
se encuentra con frecuencia en las di-
ferencias del cómo, cuándo y en cuál 
secuencia estas configuraciones se han 
corroborado históricamente. 
Cinco principios de interpretación
Por consiguiente, concluyo esta breve 
biografía intelectual exponiendo las lec-
ciones que he aprendido personalmente 
de la lectura de los trabajos de Linz, escu-
chando también sus presentaciones, par-
ticipando en los debates o, simplemente, 
conversando con él en el transcurso de 
todos estos años. Por desgracia, jamás fui 
formalmente su alumno o co-autor, pero 
lo considero uno de mis mentores. 
Según mis cálculos, le debo cinco prin-
cipios fundamentales de interpretación 
macro-histórica. He intentado, sin duda 
no siempre con éxito, usarlos con cohe-
rencia en mi trabajo. Por lo que sé de Linz, 
él jamás ha formulado explícitamente es-
tos principios. Ni siquiera estoy seguro de 
que reconocerá su paternidad o si los sus-
cribirá todos. Antes bien, estos principios 
son “joyas” de aquel tipo que Linz genero-
samente (incluso si no siempre conscien-
te) ha diseminado entre las líneas de su 
trabajo y en el curso de sus participacio-
nes en conferencias y seminarios. A veces 
es difícil que sus auditorios las recojan 
dado que están sepultadas bajo aquella 
avalancha de materiales empíricos e in-
cursiones en temáticas “laterales” que 
caracterizan su inimitable estilo oratorio. 
Y también son el producto de una larga 
experiencia sobre la política y la sociedad, 
y de un saber enciclopédico sobre ellas. 
Juan Linz ha tenido muchos colaborado-
res y estudiantes, pero ha tenido pocos 
imitadores y, desafortunadamente, no 
soy uno de ellos.
Las cosas no son como eran antes. Este 
es una máxima, particularmente, extra-
ña para un estudioso profundamente 
“histórico” en su saber y en su enfoque. 
La mayor parte de los historiadores “pro-
fesionales” realizan muchos esfuerzos 
con la intención de convencer a la gente 
de que nada ha cambiado y que, por tal, 
sólo sabiendo lo sucedido “entonces o en 
aquellos tiempos” se puede comprender 
lo que está sucediendo en el presente. 
Irónicamente, he aprendido esto de Linz 
a propósito de los partidos políticos —una 
de sus preocupaciones desde sus prime-
ros escritos—. En algún momento arrojó la 
observación de que “los partidos no son lo 
que fueron una vez, y no podemos esperar 
que realicen aquello que han hecho en 
casos anteriores de democratización”. Lo 
anterior lo cito de memoria; incluso, lo he 
introducido en el título de un ensayo que 
22 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
difiere de la tradicional ortodoxia entre los 
científicos políticos que estudian la de-
mocratización, según la cual “si entende-
mos bien a los partidos, todas las piezas 
estarán en su lugar” (Linz, 2001). 
Lo que produce el fin de algo no es lo 
que producirá lo que le seguirá. Supongo 
que este principio debería atribuírsele a 
Fritz Stern, historiador y colega de Linz 
en Columbia, pero yo lo he tomado de 
este último. Su locus clasicuss es la Re-
pública de Weimar. Si es posible sostener 
que para 1931 la república democrática 
estaba condenada, y que su caída estaba 
“sobredeterminada” por un conjunto muy 
obvio de factores convergentes, esto no 
explica por qué le siguió el nacionalso-
cialismo. Algunos de los mismos factores 
pueden ser introducidos en la compleja 
cadena causal, pero también un gran 
número de factores nuevos. Por consi-
guiente, cuando Linz analiza la caída de la 
democracia, no afirmaba que ello expli-
que la naturaleza y el tipo de autocracia 
posterior. Y ni siquiera la caída de los 
regímenes autoritarios en Europa me-
diterránea y América Latina pueden ser 
explicados, simplemente como una in-
versión de los factores causales de base 
del anterior cambio de régimen. Guiller-
mo O’Donnell y yo hemos sostenido esta 
tesis en nuestro libro Transition from 
Authoritarian Rule: Tentative Conclusion 
about Uncertain Democracies (Schmitter 
y O’Donnell, 1986), desarrollándola ul-
teriormente en la hipótesis tentativa de 
que los actores responsables de la caída 
de la autocracia no son, con frecuencia, 
aquellos que juegan un papel guía en la 
consolidación de la democracia. 
Podemos analizar algo sólo después de 
haberlo clasificado. Linz siempre ha sido 
un vigoroso clasificador, a pesar de que no 
siempre lo ha hecho de modo sistemático. 
No sólo le debemos el “descubrimiento” 
de los rasgos característicos de los re-
gímenes autoritarios, diferenciados de 
aquellos democráticos y totalitarios, sino 
que ha dedicado una gran atención a la 
identificación de los subtipos de esta cla-
sificación inicial. Es también el inventor 
de la primera y quizá única tipología tridi-
mensional en ciencia política (Linz, 1975).14
Virtualmente no hay algún libro o artí-
culo reciente de Linz que no inicie o con un 
completo sistema clasificatorio o con una 
fundamental distinción conceptual (por 
ejemplo, entre Ejecutivos parlamentarios 
y presidenciales). De esto se evidencia 
que es sólo a través de una identificación 
14 Se trata del último capítulo del Handbook of Political 
Science, editado por F. Greenstein y N. Polsby, cuyo 
número de páginas asciende a 236, ¡por encima del 
número convencional de páginas de un libro¡ Sospecho 
que este quizá sea el artículo más largo que jamás se 
haya publica en ciencia política o sociología.
preliminar de la categoría general a la cual 
el caso o los casos pertenecen en aquella 
particular época, que es posible desarro-
llar la comparación y extraer inferencias 
válidas sobre el plano causal. Además, 
si combinamos esta máxima conla ante-
rior, la tarea es también la de colocar los 
casos no sólo en la categoría adecuada 
sino en su relativo periodo histórico. Linz, 
como lo interpreto, con frecuencia ha 
malgastado su tiempo en la búsqueda de 
las “leyes universales del cambio político”. 
Implícitamente, él nos invita a conformar-
nos como científicos con subconjuntos 
parciales de caso, dentro de los cuales es 
posible controlar en modo aproximativo 
los aspectos estructurales específicos, 
culturales, temporales y configurativos 
del contexto, y sólo posteriormente seguir 
inductivamente en los datos la búsqueda 
de esquemas recurrentes y de correlacio-
nes fundadas empíricamente. 
Algo produce alguna otra cosa (espe-
cialmente un cambio de régimen) al reducir 
o ampliar la gama de posibles variaciones. 
“Linz abrió una caja de Pandora 
teórica sobre el análisis de los 
modelos de régimen y, al final, 
de los cambios de régimen”.
P H I L I P P E C . S C H M I T T E R
 23
01
Puede suceder que esté exagerando con 
este principio. En su obra Linz, en efecto, 
reconoce una pluralidad de mecanismos 
causales, entre los cuales está aquel viejo 
estilo, necesario y suficiente, que aborda 
el modo por medio del cual los peores 
enemigos de la democracia han sido con 
frecuencia sus declarados defensores; 
y que su efecto nocivo está en la reduc-
ción de la gama de las reacciones futuras 
empeñándose en políticas públicas que 
reducen la gama de posibles defensas en 
el presente. Debemos admitir que no se 
trata de una inferencia fácil de probar en 
términos positivistas. Debemos empeñar-
nos en afirmaciones contrafactuales muy 
problemáticas sólo para sostener nues-
tra tesis, a pesar de que siempre existen 
otras acciones de individuos o grupos de 
los cuales se puede decir que han tenido 
un efecto de reducción o ampliación de la 
gama de las posibilidades. Sin embargo, 
de cualquier modo, encuentro importante 
esta máxima para explicar el por qué los 
gobernantes autocráticos fallan con tanta 
frecuencia en el cálculo de los efectos de 
sus acciones. Tomando informaciones 
basadas en informaciones incompletas 
o sobre presupuestos erróneos termi-
narán con el uso de medidas represivas 
como única respuesta. En consecuencia, 
se puede sostener que los actores de la 
oposición democrática ocasionalmente 
toman decisiones en los momentos extre-
madamente inciertos de la transición que, 
inadvertidamente, abren espacios y opor-
tunidades futuras para sus opositores. 
Naturalmente, todos estos fenómenos 
pueden ser comprendidos bajo el amplio 
título de las “consecuencias imprevistas”, 
pero mediante esta específica visión de 
una “reducción” o “ampliación” causal de 
posibilidades, la naturaleza peculiarmen-
te política de la elección se vuelve más 
evidente —y muestra en modo mucho más 
claro por qué las nociones ortodoxas de 
elección racional son tan inapropiadas—.
Generalmente las cosas no resultan de 
la mejor forma posible, por consiguiente, 
es preferible la segunda mejor alterna-
tiva. Este es un principio normativo, no 
de conceptualización, de selección de 
los casos o de inferencia empírica. Por 
temperamento, Linz es un conservador 
antirrevolucionario, pero no un reaccio-
nario. Sabe que las cosas deben cambiar, 
y acepta de buen grado el cambio —pero 
siempre es un cambio mesurado, no 
dramático ni irreversible—. Y sobre todo 
duda instintivamente en las confronta-
ciones de los actores que sostienen que 
sus intenciones iluminadas o su superior 
comprensión de la historia, producirán un 
mejoramiento sustancial en la sociedad y 
en la comunidad política al grado de poder 
justificar el uso de la coerción o de la re-
presión violenta. Inútil subrayar que esta 
instintiva prudencia debe ser extraída de 
sus experiencias durante y después de la 
guerra civil española (y, por un breve pe-
riodo, de la Alemania nazi), incluso si Linz 
no se detiene para nada en ello en su auto-
biografía intelectual (Linz, 1997).
Linz es un estudioso de una insólita 
erudición, pero también consciente de los 
límites de los conocimientos de los estu-
diosos (y de los suyos). En aquellas raras 
ocasiones en las cuales ha ofrecido pú-
blicamente consejos a los políticos, como 
en la transición española donde defendió 
la idea de una ruptura pactada, o cuando a 
su término promovió un Estado de las au-
tonomías respecto a un Estado unitario o 
a un federalismo efectivo, Linz siempre ha 
dirigido la mirada al resultado “satisfacto-
rio” y no al “óptimo”. Creo que no es exage-
rado definirlo como un teórico normativo, 
pero jamás un apologeta, del second best. 
“Linz siempre ha sido una combinación 
peculiar, un auténtico especialista de 
una nación que osa incluso realizar 
comparaciones trans-regionales”.
24 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
Personalmente, admiro la extraordinaria 
coherencia de sus valores en el curso 
de una larga y fecunda carrera, para no 
hablar de su extraordinaria tolerancia en 
las confrontaciones de quien (como en mi 
caso) no ha estado siempre de acuerdo 
con sus opiniones e interpretaciones.
De tal suerte, recomiendo persona et 
operae de Juan J. Linz a todos los estu-
diosos de ciencia política y/o sociología, 
y no sólo a aquellos que son miembros 
del pequeño club de los comparatistas 
en la sociología política. Linz es un maes-
tro-compositor que ha tomado una me-
lodía original española (innegablemente 
una compleja zarzuela), y la ha usado como 
fuente de inspiración para usar virtual-
mente toda la gama de instrumentos dis-
ponibles, y para explorar una amplia gama 
de casos concretos. Barroco de corazón, 
jamás romántico ni modernista, ha logrado 
producir una serie única de obras en grado 
de iluminarnos para el futuro previsible. m
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P H I L I P P E C . S C H M I T T E R
 25
01
26 
por Israel Covarrubias. Profesor 
investigador de tiempo completo en la 
Facultad de Derecho de la Universidad 
Autónoma de Querétaro.
M ilan Kundera (1929) es consi-derado uno de los más gran-des narradores de la segunda 
mitad del siglo XX. Su legado 
es inigualable y necesario para la compren-
sión de nuestro tiempo. Por ejemplo, para 
Carlos Fuentes, la obra de Kundera es un 
“[a]liento tibio de la nostalgia, resplandor 
tormentoso de la esperanza: el ojo helado 
de ambos movimientos, el que nos con-
duce a reconquistar el pasado armonioso 
del origen y el que nos promete la perfec-
ta beatitud en el porvenir, se confunden 
en uno solo, el movimiento de la historia. 
Únicamente la acción histórica sabría ofre-
cernos, simultáneamente, la nostalgia de 
lo que fuimos y la esperanza de lo que se-
remos. Lo malo, nos dice Kundera, es que 
entre estos dos movimientos en trance idí-
lico de volverse uno la historia nos impide, 
simplemente, ser nosotros mismos en el 
presente” (Fuentes, 2018: 77-78).
Lo que me interesa trabajar en este 
breve artículo son algunas reflexiones a 
partir de La insoportable levedad del ser 
(2020) que es la quinta novela del escritor. 
Publicada originalmente en 1984, la novela 
está ambientada en la mitteleuropa, pre-
ponderantemente en la ciudad de Praga, 
entonces Checoslovaquia, hoy República 
Checa, no obstante que se tengan excur-
siones importantes en ciudades como 
Zúrich y Ginebra en Suiza, o alusiones más 
tangenciales que precisas en París. Es una 
historia de cuatro personajes principales, 
Tomas, Teresa, Sabina y Franz, y una serie 
de personajes minúsculos que nos hacen 
recordar los destellos que ya no pueden 
ser capturados y modelados por los 
personajes centrales. 
La historia es una trama llena de encuen-
tros y desencuentros. De amoríos fugaces 
y necesarios, así como de apasionamien-
tos y revelaciones corpóreas. Más que ser 
una historia de luces y sombras, es una 
que se coloca en un conjunto preciso de 
opacas transparencias. Develamientos 
a medias y explosiones sentimentales 
repentinas. Tomas, médico cirujano, hace 
del deseo un bastión de todas sus amal-
gamas existenciales, pero también de sus 
posiciones políticas. Su relación con Tere-
sa estuvo siempre en estado de latencia, 
ya que bastaron una serie de hechos for-
tuitos para que deviniera una forma com-
partida de vida en medio de la angustia que 
suponía el comienzo del desmoronamien-
to de los regímenes comunistas de Europa 
del Este. “Teresa”, dice Kundera, “la mujer 
nacida de seis ridículas casualidades” (p. 
251). A pesar del sentido irreversible que 
muestra este encuentro, siempre casual 
no obstante su forma repetitiva de suce-
derse, su historia amorosa está cruzada 
de un modo un tanto intempestivo por la 
figura de Sabina, esa pintora que muchos 
recordarán en la versión fílmica de Philip 
Kaufman, en 1987, bajo la atractiva figura 
de la actriz de origen sueco, Lena Olin, 
que terminó por hacer de Sabina un per-
sonaje entrañable de la literatura y el cine 
contemporáneos. Sin duda, un recuerdo 
auténticamente generacional para los 
jóvenes de los últimos años ochenta y pri-
meros noventa del siglo pasado. 
En La insoportable levedad del ser, 
Kundera afirma que el poder totalitario 
es una paradójica ironía. El totalitario 
está convencido que produce orden al 
ejercer el poder extremo, pero su resul-
tado es siempre contrario: anarquiza a 
la sociedad. Con ello, acaso pareciera 
imperceptible, pero Kundera introduce 
una enorme interrogación acerca de la 
indeterminación del poder. Su novela nos 
empuja a la pregunta acerca de cómo y 
por qué el poder altera, cómo y por qué 
persigue, cómo desplaza y cómo hace tri-
zas el significado profundo de la vida. En 
este sentido, el escritor checo obsequia 
a sus lectores un agudo conocimiento 
sobre la naturaleza humana, particular-
mente en una estrategia agilizada por la 
yuxtaposición de diversos planos narra-
tivos, incluido el yo del escritor, al punto 
de sugerir, en la última parte de obra, que 
“Una novela no es una confesión del autor, 
sino una investigación sobre lo que es la 
vida humana dentro de la trampa en que 
se ha convertido el mundo” (p. 232).
En la novela, el lector termina por hacer 
suya la constatación de que el totalitaris-
mo es el más extremo de los poderes co-
nocidos en las formas contemporáneas de 
organización de la política. En tanto forma 
política y existencial, produjo un desorden 
de tal magnitud que las perversiones que 
tienen lugar en su interior son la corrobo-
ración de aquella idea, hoy clásica, de que 
mientras los hombres tengan el deseo de 
conquista siempre buscarán, y sobre todo 
encontrarán en su camino, a una perso-
na a quien intentarán someter de modo 
atroz. ¿Cómo podemos escapar de la car-
ga de ese poder omnímodo? Dicho de otro 
modo, ¿es posible lograr su disolución? 
Preguntas que constatan la enorme fuer-
za yactualidad de una obra escrita en los 
primeros años ochenta del siglo pasado, 
en un momento donde no había seguridad 
I S R A E L C O VA R R U B I A S
 27
01
sobre el destino final del totalitarismo de 
la ex Unión Soviética y de Europa del Este. 
Más aún, porque es una lección intelectual 
precisa sobre los riesgos que representa 
el poder en su forma ilimitada, lo que nos 
obliga a pensar en nuestra condición pre-
sente, llena de pequeños totalitarismos 
cotidianos, como pasa con la dinámica 
del espionaje a través de los dispositivos 
inteligentes en países como China, Rusia 
o Estados Unidos. 
Por ello, es destacable el motivo de la 
“levedad” en su obra, que termina siendo 
representados por las figuras de la debili-
dad y la humillación, igualmente motivos 
literarios muy importantes en toda la no-
vela. De hecho, la insistencia sobre estas 
dos figuras que corren a todo lo largo de 
la obra, van y vienen, hacen las veces de 
mecanismo de destitución del rasgo ab-
soluto al poder totalitario, en una suerte 
de activación de una potencialidad des-
tituyente. En efecto, es una potencia por 
completo reveladora y, al mismo tiempo, 
revolucionaria, en la medida en que intro-
duce una potencialidad para que tenga lu-
gar la quiebra del carácter paradigmático 
del poder totalitario. 
En este sentido, resulta significativo 
que al comienzo de la novela aparezca 
el que probablemente sea el leitmotiv de 
toda la obra. Es una inflexión que pone en 
el centro del juego narrativo la rivalidad 
mimética entre peso y levedad, entre la 
densidad y la ligereza, y cobra vida bajo 
la forma de la máxima alemana einmal ist 
keinmal: “Lo que sólo ocurre una vez es 
como si no ocurriera nunca” (p. 14). Por 
ello, Teresa aparece “en seis ridículas 
casualidades”, no en una sola ocasión. 
Dice Kundera: “Si el hombre sólo puede 
vivir una vida es como si no viviese en ab-
soluto” (p. 14). Este es el auténtico motor 
de la levedad, por ello se despliega a todo 
lo largo de la novela, tomando distancia 
de él, escondiéndose, pero regresando 
siempre. En este sentido, no es fortuita 
que en el íncipit de la novela se aluda a 
la idea del eterno retorno de Nietzsche. 
Mejor el regreso a la regla de la previsibi-
lidad. Así, las vidas de Teresa y Tomás son 
sus expresiones más acabadas: sus vidas 
están estrechamente unidas, separadas, 
siempre regresan, comparten aflicciones 
y cuerpos, como sucede con Tomás, quien 
nunca deja a sus amantes. Corroboran la 
necesidad de desviarse del anhelo de uni-
cidad, por la constatación de ese lapidario 
einmal ist keinmal, aunque Teresa, al igual 
que Tomás, morirá “bajo el signo del peso” 
a diferencia de Sabina (p. 285).
Lo interesante para quien estudie las 
experiencias históricas del poder totalita-
rio es no perder de vista esta cuestión. Es 
decir, para el fenómeno del totalitarismo, 
la institución de su fuerza en la historia lo 
es todo, porque parte del punto de vista de 
“lo que ocurre sólo una vez”. A un solo tiem-
po inauguración y clausura. Su empresa es 
precisamente congelar este motivo de una 
vez para siempre, sin voltear atrás, más 
bien dándole la espalda por completo a la 
función histórica que exigen los sistemas 
de necesidades en el seno de las socieda-
des contemporáneas. De aquí, pues, que 
Kundera sea claro cuando sugiere que 
“La profunda perversión moral que va a 
unir a un mundo basado esencialmente en 
la inexistencia del retorno [como lo es el 
poder totalitario], porque en ese mundo 
todo está perdonado de antemano y, por 
tanto, todo cínicamente permitido” (p. 10). 
Esta es la esencia del poder totalitario. De 
hecho, para Kundera es el rasgo definitorio 
de lo que señala como kitsch totalitario: 
“el kitsch elimina de su punto de vista 
todo lo que en la existencia humana es 
esencialmente inaceptable […] allí donde 
un solo movimiento político tiene todo 
el poder, nos encontramos de frente en 
el imperio del kitsch totalitario” (pp. 260, 
263). Y remata: “Cuando digo totalitario 
quiero decir que todo lo que perturba al 
kitsch queda excluido de la vida: cualquier 
manifestación de individualismo (porque 
toda diferenciación es un escupitajo a la 
cara de la sonriente fraternidad), cualquier 
duda (porque el que empieza dudando de 
pequeñeces termina dudando de la vida 
como tal), la ironía (porque en el reino de 
kitsch hay que tomárselo todo en serio) y 
hasta la madre que abandona a su familia o 
el hombre que prefiere a los hombres y no a 
las mujeres y pone así en peligro la consig-
na sagrada ‘amaos y multiplicaos’” (p. 264). 
Al respecto, en La insoportable leve-
dad del ser leemos que “La desnudez era 
para Teresa, desde su infancia, el signo 
de la uniformidad obligatoria del campo 
de concentración; el signo de la humilla-
ción” (p. 63). Esto viene a colación ya que 
los países comunistas tuvieron poco de 
revolucionarios al momento de desplegar 
en el tiempo presente sus formas de ser y 
hacer. De hecho, “Los países comunistas 
son terriblemente puritanos” (p. 75). En 
sociedades puritanas, ergo, todo está cí-
nicamente permitido. Es decir, todo está 
reglamentado, todo está prohibido, pero 
todo está permitido. Estos cabotajes que 
28 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
aparecen por aquí y por allá en la novela, 
son relevantes para pensar la indetermi-
nación del poder. Precisamente hablar de 
levedad es subrayar el carácter indeter-
minado del poder. 
Otro tema importante de la novela es 
la necesidad, un tema en extremo ma-
quiavélico, porque tiene que ver con la 
contingencia, con la ocasión, expresada 
en la “casualidad”. La historia es eso. La 
insoportable levedad del ser está regida 
por “los pájaros de la casualidad” (p. 84), 
pues ellos hicieron que Tomas se encon-
trara con Sabina, con Teresa, etcétera. 
La casualidad hizo que Tomas y Teresa 
cayeran a un barranco, cerrando de modo 
absurdo su historia. Es una conjunción 
interminable de puntos fortuitos.
La cuestión de la ocasión es lo que 
los griegos llamaban kairós. El momento 
oportuno, es decir, donde se toma una de-
cisión, y ahí cambia la historia (Marramao, 
2008). Este es lo que anima a la Primavera 
de Praga, que es el escenario de la nove-
la, y la invasión de la Unión Soviética a la 
República Checa. Decisiones que cam-
biaron la historia; y no solo la historia de 
estas dos sociedades, sino básicamente 
la historia europea a partir del 68, que 
culmina veinte años después con la caída 
del Muro de Berlín. Veamos cómo Kundera 
despliega su concepción acerca de la in-
determinación del poder: “La evaluación 
y el examen de los ciudadanos es una 
actividad permanente, la principal de las 
actividades sociales en países comunis-
tas” (p. 102). Más adelante remata: “[…] los 
de la social cumplen varias funciones. La 
primera, es la clásica, oyen lo que la gente 
dice e informan de ello a sus superiores. 
La segunda función es la de la intimidar, 
nos hacen ver que nos tienen en su po-
der y pretenden que tengamos miedo. 
La tercera función consiste en organizar 
montajes que puedan comprometernos” 
(p. 171). Cualquier semejanza con la rea-
lidad actual es mera coincidencia. Como 
se anuncia, el tema que subyace en esta 
triple forma sistemática de acoso, es el de 
la paranoia. Y esto es importante, ya que 
es un problema que está de regreso en la 
política actual, con el populismo, con las 
teorías del complot, y en la fascinación 
por la lógica delirante de la persecución 
(Forti y Revelli, 2007). 
Este motivo es constante en la novela, 
lo repite más adelante. Veamos: “A los que 
creen que los regímenes comunistas de 
Europa central son exclusivamente pro-
ducto de seres criminales, se les escapa 
una cuestión esencial: los que crearon 
estos regímenes criminales no fueron los 
criminales, sino los entusiastas conven-
cidos de que habían descubierto el único 
camino que conduceal Paraíso. Lo defen-
dieron valerosamente y para ello ejecuta-
ron a mucha gente, más tarde se llegó a la 
conclusión generalizada de que no existía 
Paraíso alguno, de modo que los entusias-
tas resultaron ser asesinos” (p. 184). 
Esto es exactamente lo mismo que 
nos advierte al inicio de la obra, cuando 
sentencia que “la profunda perversión 
moral [siempre] va unida a un mundo ba-
sado esencialmente en la inexistencia del 
retorno”. Dicho en otras palabras, si no 
hay retorno sí hay una consolación de un 
Paraíso que vamos a alcanzar; para qué 
queremos regresar sobre nuestros pasos, 
para qué queremos la ocasión o la contin-
gencia, si hay un punto previsible a donde 
vamos a llegar, ya que en ese mundo mo-
delado todo está perdonado de antemano 
y, por lo tanto, “cínicamente permitido”. 
Aquellos que votaron al comunismo, 
aquellos que lo promovieron, son, dice el 
escritor checo, sus principales verdugos. 
Observar este mecanismo perverso de lo 
político es aquello por lo que Tomás termi-
na proscrito, vilipendiado y es obligado a 
“Es una trama llena de encuentros y 
desencuentros. De amoríos fugaces y 
necesarios, así como de apasionamientos 
y revelaciones corpóreas”.
I S R A E L C O VA R R U B I A S
 29
01
dejar su profesión, la de médico cirujano, 
para terminar como mozo limpia venta-
nas. Él defiende con fuerza su libertad, 
grita silenciosamente “ustedes se equivo-
caron”, “ustedes no pueden permanecer 
ciegos a los crímenes que está generando 
el comunismo en nuestras sociedades”. 
Además de la indeterminación del po-
der y de la crítica al totalitarismo, hay otro 
punto que podríamos subrayar y es el pa-
pel que ha jugado la disidencia cultural en 
la Europa del Este en la historia europea 
de la segunda mitad del siglo XX. Los pa-
decimientos que sufrieron, y sobre todo la 
persecución que vivieron, en primera ins-
tancia, por Stalin y luego por aquellos que 
lo suceden después de su muerte a inicios 
de los años cincuenta. 
Por su parte, estamos frente a una 
novela cifrada. Este es un elemento im-
portante de su estructura. Está cifrada 
en un continuo juego de gestos que son 
muy sutiles, que hacen perder al lector en 
un constante disparar de flashes sobre el 
erotismo. Para mí, esto es un distractor 
bien armado. Sin embargo, señalan con 
mucha elegancia la terrible realidad de los 
regímenes totalitarios. ¿Cuáles son estos 
gestos cifrados? El papel, por ejemplo, 
que juega en el caso de Sabina el sombre-
ro de su papá, que lo carga a todos lados, 
y que le dedica un significativo espacio 
cuando está con Tomás o cuando está con 
Franz en Ginebra… Una historia para un 
objeto (sombrero): de dónde viene, el rol 
que juega como objeto heredado de su pa-
dre, etcétera. Incluso es un retorno al “ein-
mal ist keinmal”, hay que evitar que “Una 
vez nunca es”. Por ello, dice Kundera, “un 
mismo objeto evoca cada vez un significa-
do distinto, un río semántico totalmente 
distinto”. Una cosa es el sombrero en Pra-
ga, otra el sombrero en Ginebra, y otra en 
París... Es una auténtica historia cifrada la 
que está contenida en ese objeto. Pasa lo 
mismo con el espejo, testigo mudo y son-
riente de los atisbos más secretos de esas 
existencias atribuladas. 
Un objeto que “insoportablemente” nos 
lleva al tema de la burla y la ironía como 
forma de crítica al poder. Al respecto, dice 
Kundera que: 
Lo cómico quedó oculto tras lo excitante; el 
sombrero hongo no representaba una broma 
sino violencia, una violencia respecto a Sabina, 
a su dignidad femenina, se veía con las piernas 
desnudas, con las bragas de tela fina a través 
de la cual se transparentaba el pubis, la ropa 
interior resaltaba sus encantos femeninos, y 
el duro sombrero masculino negaba, violaba, 
ridiculizaba aquella femineidad. Tomás estaba 
a su lado vestido, de lo cual se desprendía que 
la esencia de lo que veían los dos, no era la 
broma (en ese caso él también debería haber 
estado en ropa interior y sombrero de hongo), 
sino la humillación. Ella, en lugar de rechazar 
la humillación, la ponía en evidencia orgullosa 
y provocativamente, como si permitiera que la 
violaran pública y voluntariamente, y de pronto 
ya no puedo más y arrastró a Tomás al suelo. El 
sombrero hongo rodó debajo de la mesa, mien-
tras ellos se estremecían en la alfombra al pie 
del espejo (pp. 92-93).
La idea de que un sombrero puede ser un 
personaje, es decir, un personaje en una 
historia bien contada, nos empuja a des-
cifrar la dimensión sarcástica intrínseca 
al objeto, que refiere, por los cortes y el 
desarrollo de la novela, al enfado o a la in-
dignación, que en este caso se despliega 
a través de los usos que le da Sabina a ese 
objeto, mudo, ridículo, y que no necesita un 
altavoz. Esto es importantísimo, porque 
supone discutir la manera en cómo la co-
micidad puede torcer al poder a través de la 
política de la palabra, más que de un pasaje 
al acto. Todo en un universo cerrado y as-
fixiante como el totalitario, del que Carlos 
“El poder totalitario es 
una paradójica ironía”.
30 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
Fuentes ha dicho que “El totalitarismo abre 
la risa, la incorporación del humor a la ley, 
la transformación de las víctimas en obje-
tos de humor oficial, prescrito e inscrito en 
las vastas construcciones fantásticas que, 
como los paisajes carcelarios de Piranesi 
o los tribunales laberínticos de Kafka, pre-
tenden controlar los destinos […] el poder 
se ha encargado de robarles la risa a los 
ciudadanos para obligarlos a reír legalmen-
te” (Fuentes, 2018: 91, 94). 
Si observamos en detalle La insopor-
table levedad del ser, a lo largo de sus pá-
ginas los objetos son personajes que van 
cobrando poco a poco visibilidad y rele-
vancia. Por ejemplo, además el sombrero y 
el espejo, están los retretes, que aparecen 
por aquí y por allá, en los baños, en su des-
cripción, en la exigencia de evacuación de 
las tripas. Esta dimensión escatológica es 
importante para la ridiculización de la ob-
sesión totalitaria de querer conocer todo 
de sus ciudadanos, incluso saber qué tipo 
de retrete se tiene en su casa. 
El totalitarismo es un fenómeno histórico. 
Luego necesitará ser explicado teórica-
mente, pero siempre es necesario atender 
sus efectos perversos en el terreno histó-
rico. Lo que Kundera presenta en su novela 
es subrayar el proceso de liberalización 
sentimental, corpórea y amorosa, que tuvo 
lugar en la generación que vivió durante los 
años sesenta la experiencia totalitaria. Más 
relevante es la herencia que produjo esa ge-
neración para las postreras. No olvidemos 
la cuestión de la declinación de la autoridad 
paterna, que en el movimiento estudiantil 
del 68 es clara, pero esto también podría 
ir más allá, incluso nos permitiría sostener 
que en la enorme parábola del totalitarismo 
lo que se derrumba es el respeto a la auto-
ridad como forma representacional de la 
sociedad. “El comunismo”, dice Kundera, 
“no era más que otro padre”. 
Por su parte, Claude Lefort, el crítico 
por antonomasia del totalitarismo, dice 
claramente que la revolución democrática 
estalla “cuando cae la cabeza del cuerpo 
político, cuando, a la vez, la corporeidad de 
lo social se disuelve. Entonces se produce 
lo que osaría llamar una desincorporación 
de los individuos” (Lefort, 1983: 18). Esta 
desincorporación es la que está claramen-
te expresada en la novela de Kundera, cu-
yos ecos son tiempo presente, porque hoy 
vivimos tiempos aciagos, donde el apetito 
del poder se ha potenciado gracias al sur-
gimiento de las banderas del revanchismo y 
del deseo incontrolable de no “equivocarse” 
de “redimir” a la sociedad, tan caracterís-
tico en muchos de aquellos que gobiernan 
las sociedades democráticas. Quizá ten-
dríamos que recordar que el propio Lefort 
advertía que la sociedad democrática es “el 
teatro de una aventura ingobernable dondelo que es instituido jamás es establecido, lo 
conocido permanece minado por lo desco-
nocido, el presente se revela innombrable 
y cubre tiempos sociales múltiples, dife-
renciados unos en relación con los otros en 
la simultaneidad —o bien nombrables sólo 
en la ficción del porvenir—; una aventura 
tal que la búsqueda de la identidad no se 
deshace de la experiencia de la división” 
(Lefort, 1983: 19). m
Referencias 
Forti, S. y M. Revelli (eds.), (2007), Paranoia e poli-
tica, Turín, Bollati Boringhieri. 
Fuentes, C. (2018), “Milan Kundera: el idilio secre-
to”, en C. Fuentes, París, Praga, México, 1968, 
Ciudad de México, ERA-El Colegio Nacio-
nal-Universidad Autónoma de Sinaloa.
Lefort, C. (1983), “La imagen del cuerpo y el totali-
tarismo”, Vuelta, vol. 7, núm. 76, marzo. 
Kundera, M. (2020), La insoportable levedad del 
ser, Ciudad de México, Tusquets. 
Marramao, G. (2008), Kairós. Apología del tiempo 
oportuno, Ciudad de México, Gedisa. 
“Debilidad y humillación: 
motivos literarios muy 
importantes en toda la novela”.
I S R A E L C O VA R R U B I A S
 31
01
…pues en lo tocante a la razón o 
discernimiento, siendo ella la única cosa 
que nos hace hombres y nos distingue de las 
bestias… Descartes, Discurso del método, 
Aguilar, Buenos Aires, 1974, p. 40.
32 
por Juan Cristóbal Cruz Revueltas. 
Profesor investigador de tiempo 
completo en la Universidad 
Autónoma del Estado de Morelos
C ada día es más evidente que la Inteligencia Artificial (IA) está definiendo el imaginario de 
nuestra época. Ya en 2001, Odi-
sea del Espacio (1968) de Stanley Kubrick 
aparece la reflexión sobre lo qué puede 
ser nuestra relación con las máquinas 
pensantes cuando HAL, la supercom-
putadora, intenta tomar el poder de la 
nave espacial Discovery 1. Décadas más 
tarde, en Terminator de James Came-
ron (1984), el sistema de IA denominado 
SkyNet, independizada de los humanos y 
líder del ejército de las máquinas, decide 
llanamente eliminar a la humanidad. El 
horizonte perturbador de la IA reapare-
ce en AI Inteligencia artificial de Steven 
Spielberg (2001), en Her de Spike Jonze 
(2013), en Ex-Máquina (2015) de Alex Gar-
land o, entre otros muchos ejemplos, en la 
serie Westworld (2016) de Jonathan Nolan 
(hermano de Christopher). También las 
series populares de Netflix como Black 
Mirror nos ofrecen la ventana a ese futu-
ro o, más bien, el espejo perturbador del 
mundo de alta tecnología en el que ya nos 
estamos adentrando. La literatura no se 
ha quedado atrás, autores célebres como 
Ian MacEwan (Una máquina como yo, 2019) 
y, más recientemente, Kazuo Ishiguro 
(Klara y el sol, 2021) han abordado esta 
inquietud. Todo nos conmina a entender 
qué es la IA y cuáles son sus efectos tanto 
actuales como posibles
Una de las preguntas más relevantes 
que debemos responder respecto de la 
IA es si es justificado o no el palpable ner-
viosismo que despierta, máxime que esta 
inquietud ha sido alimentada por persona-
lidades que es difícil tomar a la ligera. Es 
bien conocida la entrevista ofrecida a la 
BBC, en 2014, por el astrofísico Stephan 
Hawking en la que el científico sentenció 
que “el desarrollo de una inteligencia ar-
tificial completa podría provocar el fin de 
la humanidad” (Hawking, 2014). Se puede 
alegar que Hawking sabía mucho de hoyos 
negros, pero no era necesariamente un 
especialista de la IA. Ahora bien, el 19 de 
junio de ese mismo año, Hawking firmó un 
desplegado, pero esta vez en compañía de 
Max Tegmark, de Stuart Russell y de Frank 
Wilczek, este ultimo premio nobel de físi-
ca de 2004, en el que se asentaba que con 
la IA: “[…] nos enfrentamos potencialmen-
te a lo mejor o lo peor que le ha pasado a 
la humanidad” (Huffpost, 19 de junio de 
2014). También ese mismo año Elon Musk, 
uno de los hombres más influyentes, más 
ricos del mundo y también una de las per-
sonalidades más implicadas en el tema, 
lanzó literalmente un grito de alerta al 
declarar que con la IA “estamos invocan-
do al demonio” (“We are summoning the 
demon”) (Washington Post, 24 de octubre 
de 2014). El propio Musk fundó la empresa 
Neuralink con el fin de vislumbrar el medio 
o, mejor dicho, el interfaz cerebro-má-
quina, que nos permita convivir con la IA. 
Dentro de este contexto, mientras el Foro 
Mundial de Davos observa el peligro para 
el empleo que representa la difusión de 
la IA, el filósofo sueco Nick Bostrom de la 
Universidad de Oxford exige alarmado que 
se diseñe una “super inteligencia segura” 
(El país, 9 de diciembre de 2017). Bajo la 
influencia de Bostrom, se ha creado en la 
Universidad de Cambridge, Reino Unido, 
el Centro para el Estudio del Riesgo Exis-
tencial (CSER), en tanto que la también 
venerable Universidad de Oxford no se ha 
quedado atrás y ha fundado el Instituto 
para el Futuro de la Humanidad. No extra-
ña entonces que la IA tenga las cualidades 
suficientes para ser el epítome de todos 
los fantasmas del siglo XXI y posea el 
poder de prolongar los grandes mitos mo-
dernos como el del aprendiz brujo o aquel 
de Frankenstein, mismos que evocan la 
idea de una humanidad que juega a ser un 
dios creador, pero que corre el riesgo de 
ser superada y sometida por las fuerzas 
que ella misma está desencadenando. 
Antes que alarmarse, otros optan 
por adoptar una posición pragmática y 
adaptarse a esto que podemos califi-
car como una revolución. Un ejemplo lo 
ofrece Vladímir Putin quien, con apetito 
y sacando las implicaciones desde el 
punto de vista de la geopolítica y bajo una 
visión de guerra fría digital, afirmó que 
el país que lidere la IA se convertirá en la 
primera potencia mundial. Nótese, sea 
dicho de paso, que desde el momento en 
que presidente de la Federación Rusa lo 
considera así, obliga al resto de las po-
tencias a entrar en la competencia y, en 
efecto, China ha anunciado ya su voluntad 
de ser líder mundial en la materia (Vincent, 
2017: 4). Otras personalidades también de 
gran influencia adoptan francamente el 
aspecto prometeico de la IA y ponen sus 
mejores esperanzas en ella, en particular 
aquellos que vislumbran el advenimiento 
de la singularidad, es decir, el momento en 
que “una máquina suprainteligente pueda 
diseñar máquinas aún mejores” (Bostrom, 
2014: 69). Entre estos optimistas se en-
cuentra el abogado del transhumanismo 
Raymond Kurzweil, actualmente director 
J U A N C R I S T Ó B A L C R U Z
 33
01
de ingeniería de Google. Kurzweil recibió 
la medalla nacional de tecnología e inno-
vación de manos del Presidente Bill Clinton 
y ha escrito un libro intitulado La singula-
ridad está cerca (2005) en el que anuncia 
que una máquina superará la prueba Turing 
en 2029 (hecho que sucederá cuando una 
máquina logre hacernos creer que es un 
ser humano), en tanto que el advenimiento 
de la singularidad la vislumbra para el año 
2045 (2005: 120). 
El cada vez más acelerado 
desarrollo de la IA
Se puede sospechar de la recurrente incli-
nación profética de Kurzweil que, si bien 
vende bien, está más inspirada en la lite-
ratura de ciencia ficción que en la ciencia 
propiamente. Sin embargo, su optimismo 
no está totalmente injustificado puesto 
que, al menos en parte, deriva de la rapi-
dez del progreso de la IA y del desarrollo 
tecnológico que se ha experimentado en 
particular desde el siglo XIX. En efecto, 
la IA ilustra bien la ley de la transforma-
ción histórica propuesta por el ingeniero 
y empresario decimonónico Werner von 
Siemens: “esta ley, claramente reconoci-
ble, decía von Siemens, es la de la acele-
ración constante del actual desarrollo de 
nuestra civilización” (Koselleck, 2003: 39). 
Haciendo eco a von Siemens, en los años 
cincuenta del siglo pasado, el matemático 
John Von Neumann observó también que 
el cada vez más acelerado progreso de la 
tecnología y de los cambios en los modos 
de la vida humana dan la apariencia de es-
taracercándose a una singularidad esen-
cial en la historia de la humanidad, más 
allá de la cual las formas de vida humana, 
tal y como las conocemos, no podrán 
continuar (Oxtoby y Pettis, 1958: 5). Esta 
impresión parece apegarse a los hechos. 
El proceso de aceleración en lo que se 
refiere a la IA se puede observar desde 
1914, cuando el ingeniero español Leo-
nardo Torres Quevedo inventa el verda-
dero primer autómata de ajedrez capaz 
de ganar siempre en una confrontación 
rey contra rey. En 1997, unos 63 años 
más tarde, el campeón de ajedrez Garry 
Kasparov, quien hasta entonces había 
asegurado que “nunca una máquina po-
dría ser superior a un humano”, pierde 
contra la supercalculadora Deep Blue de 
IBM. Pasaron 15 años para que una red 
de neuronas profundas ganara el desafío 
ImageNet para sacar a la IA del estado 
de hibernación en el que se encontraba. 
Sólo 3 años después, AlphaGo le gana al 
maestro coreano Lee Sedol en el juego de 
go, un juego más complejo que el ajedrez, 
ello gracias al método de aprendizaje de 
Deep learning (Aprendizaje profundo), un 
tipo más sofisticado de machine learning 
(aprendizaje automático). Y sólo fueron 
necesarios unos meses para que la pri-
mera versión de AlphaGo perdiera contra 
su sucesora preparada sin ejemplos y úni-
camente por medio de exploración, bajo 
el sorprendente resultado de 100 a cero. 
Todo esto apuntalado por la llamada “Ley 
de Moore” que sostiene que cada dos años 
se duplica el número de transistores que 
caben en un circuito integrado; lo que sig-
nifica, en otras palabras, que, con el paso 
del tiempo, la tecnología tiende a multipli-
car su rendimiento y a dividir su coste (en 
realidad, la Ley de Moore más que una ley, 
es la mera proyección del avance de las 
computadoras en los hechos). 
No extraña que emprendedores mul-
tifacéticos como el ya mencionado Kur-
zweil concluyan, en la línea del transhu-
manismo, no sólo que nuestros cuerpos 
serán reparados, sino que, mejor aún, 
nuestra forma de vida y nuestra misma 
naturaleza humana se verán radicalmen-
te mejoradas o francamente aumenta-
dos. Naturalmente esta es línea en la que 
se sitúa la Universidad de la Singularidad, 
fundada por Kurzweil en Santa Clara, 
California, institución patrocinada por la 
NASA y por Google. La posición de Kur-
zweil se entiende mejor si consideramos 
con un poco más de detenimiento la re-
levancia que tendría el hecho de que una 
máquina pasara con éxito la prueba de 
Turing. Si una IA fuera capaz de pasar la 
prueba de Turing, ella sería entonces ca-
paz de escuchar y entender la semántica 
humana. Esto implica que, con acceso a 
internet, ella podría consultar el conoci-
miento humano disponibles y, en particu-
lar, los manuales que la han construido y 
los trabajos de investigación de punta de 
los especialistas de IA. De esta manera, 
ella entendería mejor que nadie su propia 
inteligencia, podría entonces mejorarse 
a sí misma, incluso construir máquinas 
que piensan mejor, detonando así una 
dinámica exponencial de sus capacida-
des cognitivas. En otras palabras, con la 
aparición de una superinteligencia esta-
ríamos ante la explosión de la inteligencia 
de las máquinas, viviríamos un antes y un 
después abismal, estaríamos ante lo que 
denomina “la singularidad”. 
34 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
La singularidad
Probablemente Irving John Good, un ma-
temático colaborador de Turing, fue el pri-
mero en describir en 1965 un concepto de 
singularidad cercano a su significado ac-
tual (es decir, una IA fuerte), en el sentido 
de que incluye la llegada de inteligencias 
artificiales detonada en cadena a partir 
de un primer caso. En un conocido pasaje, 
que vale la pena retomar, anotó:
Digamos que una máquina suprainteligente 
es una máquina capaz en todas las áreas de 
la actividad intelectual de superar en gran 
medida a un humano, por brillante que sea. 
Dado que el diseño de tales máquinas es 
una de esas actividades intelectuales, una 
máquina suprainteligente podría diseñar 
máquinas aún mejores; entonces indudable-
mente habría una “explosión de inteligencia”, 
y la inteligencia humana sería superada muy 
rápidamente. Por tanto, la invención de la 
primera máquina suprainteligente es la últi-
ma invención que el hombre necesita hacer 
(citado por Bostrom, 2014: 69-70).
Ante la posibilidad que la singularidad 
suceda, algunos, como el ya mencionado 
Bostrom, piden que no esperemos y anti-
cipemos esto que no es otra cosa sino un 
gran “riego existencial” para la humani-
dad. Sobre todo, ya que sólo tendríamos 
una sola oportunidad ante una máquina 
cuya moralidad será dudosa, si es que 
llega a tener alguna. Valga recordar aquí 
que el mundo moderno encontró su solu-
ción al problema de la convivencia en la 
idea de un contrato entre individuos cal-
culadores, tal y como lo imagino Hobbes 
en el Leviatán, pero la posibilidad de este 
contrato para el filósofo inglés suponía un 
alto grado de igualdad tanto en inteligen-
cia, como ante la vulnerabilidad (del miedo 
ante la posibilidad de muerte violenta...): 
“la naturaleza ha hecho a los hombres 
tan iguales en cuanto a las facultades del 
cuerpo y del espíritu…” (Hobbes, Leviatán, 
capítulo XIII). Este no sería el caso de una 
máquina súper inteligente, y esto explica 
que la tarea de programar la moral de esa 
maquina deber ser, según Bostrom, el 
gran desafío de las próximas generacio-
nes. Ahora bien, no queda claro por qué 
una máquina no escaparía al determinis-
mo de esa programación y, de hecho, a 
todo determinismo (siendo que ya habría 
superado la prueba de Turing). 
A pesar de un debate tan contrastado 
entre alarmistas y optimistas, todos coin-
ciden en la importancia actual de la IA y 
en el hecho que la convergencia entre el 
aumento del poder de cálculo, el acrecen-
tamiento de la capacidad de almacena-
miento de datos y la mayor complejidad de 
los algoritmos que hacen posible la IA, im-
plica una transformación radical de nues-
tras formas de vida. Si no es que, como lo 
han sospechado Hawking y compañía, el 
desarrollo de la IA llevará a nuestra propia 
extinción como especie (confirmando 
que la inteligencia es una suerte de tara 
autodestructiva en el desarrollo evolu-
tivo). De una u otra manera, hoy en día la 
importancia de la IA es ampliamente reco-
nocida por los más prominentes actores 
económicos, gubernamentales, y por un 
sector amplio de la inteligencia mundial. 
Es cierto que la actual ola de entusiasmo 
en torno a la IA no es la primera. La actual 
boga viene de 2011 cuando el programa 
Watson participó en televisión en un 
concurso de conocimientos de nombre 
geopardy y terminó derrotando a sus 
contrincantes humanos. Desde entonces 
no ha dejado de suscitar cada vez más en-
tusiasmo. Todo esto explica que cada día 
es más clara la necesidad de entender qué 
es la IA y cuáles pueden ser sus posibles 
efectos políticos y sociales a mediano y 
largo plazo, máxime que en los hechos 
ya está incidiendo literalmente en todos 
los ámbitos. No extraña que hoy en día se 
estén desarrollando centros de investiga-
ción, como Instituto Mila en Quebec, o que 
la Fundación Prospectiva e Innovación 
(Ginkgo, Francia, 2021) dedique trabajos al 
tema, y que la Unión Europea haya publi-
cado su libro blanco sobre el tema.01 
Hoy en día, la IA no sólo está presente 
en nuestra vida cotidiana con Alexa y Siri, o 
con el motor de búsqueda de Google, tam-
bién como lo subraya Nicolas Baverez (Le 
Figaro, 2 de abril de 2017), gracias a la IA, 
las plataformas tipo AirBnb o Uber, invier-
ten la cadena de valor al concentrarse en 
la administración de datos sin necesidad 
de producir bienes ni servicios. De igual 
manera, la IA contribuye en desarrollos tan 
diversos como la personalización de pu-
blicidad, los diagnósticos automáticos en 
medicina, el diseño de autos automáticosmás seguros, la mejora de la productividad 
gracias al uso de datos en las ciencias, la 
optimización de las cosechas agrícolas, el 
cálculo del número de elefantes en África 
o en el proceso para descifrar los secretos 
de los Manuscritos del Mar Muerto. Todo 
esto sin contar que la IA no es la única re-
01 . Véase https://ec.europa.eu/info/sites/default/files/
commission-white-paper-artificial-intelligence-feb2020_
fr.pdf. 
J U A N C R I S T Ó B A L C R U Z
 35
01
volución tecnológica que está en marcha 
en nuestros días, también estamos ante 
el desarrollo de las nuevas tecnologías de 
la imagen, de la robótica, de la nanotecno-
logía, de biotecnología, de la computación 
cuántica, del internet de las cosas, la inno-
vación de las redes 5G. Esta convergencia 
de la IA con otras nuevas tecnologías 
permite suponer una gran ola de transfor-
maciones aún mayores que aquella que ya 
hemos visto con la aparición y el desarrollo 
de internet en las últimas décadas. Es cla-
ro que los países que no estén anticipando 
y vislumbrando estos cambios quedarán al 
margen del siglo XXI.
¿Qué tan inteligente puede ser la IA?
Para esclarecer lo que se entiende por IA 
es conveniente recordar el origen del con-
cepto. Los primeros avances en la materia 
empezaron luego de la Segunda Guerra 
mundial con los trabajos de ese gran 
cerebro que fue Alain Turing, pero la pro-
puesta del concepto de IA surgió en 1956 
en las sesiones de un seminario dedicado 
a “las máquinas pensantes” que tuvo lugar 
en Dartmouth College (New Hampshire). 
Durante las discusiones del seminario y no 
sin ciertas consideraciones de marketing 
(necesaria para acceder más fácilmente a 
fondos para la investigación), los partici-
pantes optaron por adoptar la expresión 
“inteligencia artificial”. Hoy en día se da 
generalmente por sentado que el objeti-
vo de la IA es el de imitar artificialmente 
el comportamiento humano o animal y 
obtener resultados similares. Pero para 
decirlo con mayor precisión, el término 
“artificial” del concepto hace referencia al 
uso de la informática, de la lógica, de las 
matemáticas, de electrónica. Se trataría 
de cálculos, estadísticas y operaciones de 
informática. De manera que algunos afir-
man que, a grandes rasgos, con la IA es-
tamos meramente ante la administración 
de datos e información. A la manera del 
filósofo Martin Heidegger, que sostenía 
que puesto que la ciencia calcula, en con-
secuencia la ciencia no piensa, se podría 
afirmar que los robots con IA no razonan, 
no creen ni comprenden nada, no toman 
decisiones arbitrarias, son incapaces de 
elaborar conceptos, ni pueden lidiar con 
la ambigüedad lingüística. Hablar de inte-
ligencia artificial no sería entonces sino 
una metáfora o un simple abuso de len-
guaje, un antropomorfismo francamente 
dudoso e inadecuado. Estaríamos, en el 
mejor de los casos, solamente ante una 
inteligencia aumentada (según defienden 
personalidades como Luc Julia, vicepre-
sidente innovación y director de tecnolo-
gía de Samsung). 
Sin embargo, se puede replicar, como 
lo han defendido otros grandes filósofos, 
que razonar es calcular. En efecto, en 1651 
Thomas Hobbes sostenía que “la razón 
no es sino cálculo (es decir, la adición y 
la sustracción) de las consecuencias de 
nombres generales…” (Hobbes, Leviatán, 
30). Esto no extraña de un filósofo radical-
mente materialista y mecanicista como 
Hobbes, pero nótese que, si bien algunos 
sostienen que su obra es inconsistente, 
hay también autores que encuentran una 
perfecta articulación entre su visión de la 
naturaleza y su concepción del orden polí-
tico (Malhere, 2000: 101). Recuérdese que 
el determinista mecanicista que es Hob-
bes es también, nada más ni nada menos, 
el padre de la filosofía política moderna. Si 
nos trasladamos al contexto actual, hoy 
en día identificar en filosofía el pensar con 
un cálculo mecanisable es la tesis defen-
dida por los partidarios de la teoría llama-
da computacional. Quienes defiende esta 
tesis observan que todas las leyes cono-
cidas de la física y química, de la materia y 
seres orgánicos, son siempre calculables. 
A la manera del físico y matemático Max 
Planck que afirmaba que “es real lo que 
se puede medir”, conocer un fenómeno 
significa, según el filósofo francés Gilles 
Dowek, poder describirlo por medio de un 
algoritmo (Hausberg, 2017). Una segunda 
replica consiste en que, si bien se puede 
conceder que razonar no es sólo calcular 
sino también pensar por analogía, actuar 
por intuición y formar una visión del mun-
do a partir de la experiencia, todas ellas, 
nos dice LeCun, inventor del aprendizaje 
profundo, “son capacidades aprendidas. 
En todo caso entrenadas … si queremos 
construir una máquina cuya inteligencia 
se aproxime a la humana, debemos hacer-
la capaz de aprender…”. (LeCun, 2019: 22). 
No extraña que LeCun adopte una con-
cepción más amplia de la IA: “yo diría que 
la IA es la capacidad, para una máquina, de 
realizar tareas generalmente realizadas 
por los animales y los hombres: percibir, 
razonar y actuar. Ella es inseparable de la 
capacidad de aprender, tal y como la ve-
mos en los seres vivos” (LeCun, 2019: 25). 
Ahora bien, agrega LeCun, “[…] nada en el 
estado actual de las técnicas de inteligen-
cia artificial nos autoriza a afirmar que las 
computadoras estarán pronto en condi-
36 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
ciones de perfeccionarse infinitamente…” 
(Ganascia, 2017. 54). Si bien para LeCun 
el futuro de la IA está en el Deep Learning 
(aprendizaje profundo) que reproduce de 
manera simple el funcionamiento de las 
neuronas, hasta ahora la IA, incluso con 
el Deep Learning, “no es capaz de razonar 
lógicamente. Y la lógica, en su forma ac-
tual, es incompatible con el aprendizaje”. 
Pero LeCun termina su frase con un giro 
asentando “El desafío de los próximos 
años es el volverlos compatibles” (LeCun, 
2019, pág. 218)
Implicaciones sociales
Si pretendemos avanzar en el debate, lo 
más indicado es poner de lado, al menos 
por el momento, el fantasma de la singu-
laridad y entender la IA ante todo como 
un mero útil, pero como un útil que tiene 
y tendrá implicaciones profundas en 
nuestra civilización. Al respecto, no se 
puede ignorar que la IA nace bajo el signo 
de un horizonte social utópico semejante 
al de la economía de mercado y al de la 
democracia: la idea de una ruptura de las 
jerarquías y el deseo de establecer una 
regulación horizontal de la sociedad. Así, 
por ejemplo, Facebook se pretende una 
empresa que busca profundizar la utopía 
propia de internet, a saber, la paradójica 
misión de identificar afinidades (particu-
lares) para conectar a todos con todos, así 
como la de maximizar la circulación de la 
información. La libre y mayor velocidad 
de circulación de la información y la cons-
tante innovación tecnológica favorecidas 
por la IA, también van a la par con el ca-
pitalismo. Valga recordar que el llamado 
capitalismo es hasta ahora el único tipo 
de organización social que ha permitido 
dejar atrás la pobreza al permitir salir del 
estancamiento económico en el que has-
ta antes del siglo XIX había vivido la hu-
manidad. Como es sabido, del nacimiento 
de Cristo al año 1820, el PIB per cápita se 
mantuvo prácticamente igual y fue sólo 
a partir de la decimonónica Revolución 
industrial que el crecimiento empezó a di-
fundirse poco a poco a todos los rincones 
del planeta. Esto explica que algunos teó-
ricos defiendan que debemos reemplazar 
el concepto de capitalismo por aquel del 
“Gran enriquecimiento” (McCloskey, 2019)
Ahora bien, siguiendo a Joseph A 
Schumpeter se puede decir que la inno-
vación y las revoluciones tecnologías del 
tipo de la IA son necesarias para el capita-
lismo y para generar olas de crecimiento 
económico. Pero, como es bien conocido, 
el capitalismo también genera, por su pro-
pia dinámica,desigualdad. En particular, 
entre quienes participan y se benefician 
de las olas de innovación, y aquellos que 
quedan al margen de ella. En el caso de la 
IA, que entra en la categoría de “tecnolo-
gía de uso generalizado” (GPT por General 
Purpose Technology) como la máquina de 
vapor, la electricidad o la informática, la 
primera desigualdad viene del analfabe-
tismo digital o “ilectronismo”. Como botón 
de muestra se puede observar que, duran-
te el año 2020, mientras que con la pande-
mia de Covid 19 muchas de las actividades 
laborales migraron a medios virtuales, 
13 millones de franceses renunciaron a 
conectarse a internet (France inter, 2021). 
Pero la principal fuente de preocupa-
“La IA está impactando en todos los 
ámbitos de nuestra vida y no sólo 
como una revolución tecnológica, 
social o política, también nos obliga 
a replantear interrogantes de tipo 
filosófico. Una primera interrogante, 
propia de la antropología filosófica, 
viene del mero avance de la IA”. 
J U A N C R I S T Ó B A L C R U Z
 37
01
ción, además de la opacidad de ciertas 
decisiones como el oscuro logaritmo que 
decide el monto de un seguro o el acceso 
a un empleo, es la previsible pérdida de 
empleos que puede causar la IA. Ya hoy en 
día podemos ver que una empresa como 
Amazon además de sus ventas en línea, 
está desarrollando grandes tiendas físicas 
completamente automatizadas denomi-
nadas Amazon Go Grocery en las que no 
sólo no hay personas en los cajeros, tam-
poco tienen cajeros. No obstante, se debe 
observar que la IA artificial va más rápido 
que la robótica. Esto implica que, al menos 
a mediano plazo, las profesiones liberales 
están más amenazadas en sus trabajos 
que las labores de tipo manual (limpieza, 
servicios). Máxime que mientras toma 
veinte años hacer un contador, treinta años 
un médico, sólo se requiere de unos días 
para fabricar un algoritmo tan capaz como 
un contador o un médico. Por lo demás, las 
máquinas con IA son duraderas, no se des-
concentran, no sufren estrés y no hacen 
huelgas. Kai-Fu Lee, un reconocido espe-
cialista en este campo, calcula que 40 por 
ciento de los empleos actuales podrán ser 
realizados por la IA para 2033 (Lee, 2021: 
813). A mediano plazo, sólo una minoría de 
individuos que sean o logren ser comple-
mentarios a la IA mantendrán sus trabajos, 
esto gracias a su capacidad creativa o por-
que se hallen en empleos donde se requie-
ra empatía. Ahora bien, esta vez estamos 
ante la posibilidad de que, a diferencia de 
lo que ha sucedido con otras revoluciones 
tecnológicas, los empleos perdidos por el 
desarrollo de la IA no impliquen su recupe-
ración en nuevas áreas de trabajo. De aquí 
que la respuesta ante esta inquietud suela 
ser aquella de ofrecer un salario universal 
que permita dejar, según algunos, “el tra-
bajo a los robots y la vida a los humanos”. 
Lo que implica suponer que el trabajo no es 
una forma necesaria de integración social.
Por su parte, las empresas deberán, a 
corto plazo, digitalizar todos los niveles 
de operación a la IA (comenzando desde 
los teléfonos inteligentes de sus emplea-
dos) e integrarlos bajo una visión holista. 
Las empresas que no se adapten a estas 
transformaciones se verán “uberizadas”, 
es decir, superadas por plataformas 
(Uber, Amazon, AirBnb) que, sin necesi-
dad de poseer el producto que ofrecen, 
vinculan a bajo costo consumidores con 
empresas o proveedores eficientes. Si 
alguien tiene alguna duda, puede ver el 
caso del declive acelerado de la empresa 
finlandesa Nokia: en 2007, la empresa 
tenía un valor de mercado de 110 mil mi-
llones de euros, pero 5 años más tarde ya 
sólo valía unos 15 mil millones de euros (H., 
2017); o el caso de las grandes cadenas de 
televisión desplazadas por plataformas 
digitales que, como Netflix (con ingresos 
de 20 mil millones de dólares en 2020), se 
han desarrollado echando mano de la IA; 
o el impresionante caso de Tesla (empresa 
de Elon Musk, que apuesta al desarrollo de 
la IA) que para 2020 ya valía más del doble 
que GM o Ford. 
Visto a escala mundial, podemos ob-
servar que los casos de China y de Esta-
dos Unidos muestran que el desarrollo de 
la IA va de par, al menos hasta ahora, con 
una enorme concentración de la riqueza 
y del poder. En efecto, en Occidente el 
desarrollo de la IA está concentrado en 
unas cuantas empresas emancipadas de 
los territorios nacional y frecuentemente 
con convenientes domicilios fiscales que 
les permiten escapar del control estatal. 
El ya mencionado caso de Tesla ilustra 
bien cómo, en solo un par de décadas, 
las empresas americanas de la GAFAM 
han desplazado, y por mucho, a las gran-
des empresas que dominaron el siglo XX 
norteamericano. En tanto que en China 
actualmente el gobierno se encuentra 
reafirmando su poder frente a las grandes 
empresas privadas y, como se ha men-
cionado, hoy en día se sirve de la IA para 
consolidar un Estado totalitario.
Implicaciones políticas
El caso de China nos obliga a interrogar 
las posibles implicaciones políticas de la 
IA. De manera semejante a lo que sucedió 
con Internet en sus inicios, algunos quie-
ren ver en la IA el horizonte de nuevas for-
mas de participación directa, en lo que la 
IA daría cuenta del ánimo o de las posi-
ciones políticas de la sociedad en tiempo 
real, sin necesidad de pasar por un parla-
mento. Estaríamos así ante una suerte de 
sueño hecho realidad de los partisanos 
populistas de la democracia directa. Más 
interesante es la posición de Nicolas Ba-
verez (Le Figaro, 2 de abril de 2017) quien 
ve en el miedo que suscita la revolución 
numérica, junto con la globalización y 
las migraciones, una de las mayores 
causas del populismo en las grandes 
democracias. Más allá de nuevas formas 
38 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
de ludismo entendibles por el desempleo 
que la IA puede generar, el temor ante la IA 
es perceptible en algunos de las revistas 
más prestigiosas del mundo. Por ejemplo, 
el número de septiembre de 2018 de la 
MIT Technology Review fue dedicado a la 
pregunta sobre si la tecnología constituye 
una amenaza para la democracia, en tanto 
que The Economist del 18 de diciembre de 
2019 hace franca referencia a un “aithori-
tarianism”. Este temor no es infundado, el 
diseño y los algoritmos de Facebook no fa-
vorecen la difusión de los mensajes mejor 
documentados y argumentados, sino de 
los más emotivos y, por ende, de los más 
agresivos. Las consecuencias son palpa-
bles en todos los ámbitos de la vida social. 
En su libro Ocaso de la democracia (2020), 
la periodista Anne Applebaum, premio Pu-
litzer 2004, narra cómo el círculo de amis-
tades a la vez plural, estrecha y festiva que 
tenía en 1999, fue diluyéndose para no con-
formar, dos décadas más tarde, otra cosa 
sino un conjunto amorfo de individuos 
radicalizados con los que la autora ya no 
logra comunicar. Desde el caso de Cambri-
dge Analytica, dado a conocer en 2018 en 
el que 87 millones de perfiles de Facebook 
fueron extraídos sin consentimiento de los 
usuarios para apoyar, entre otros casos, 
las campañas de Donald Trump y del Bre-
xit, la empresa Facebook ha sido recurren-
temente acusada por sus omisiones y por 
los efectos deletéreos de su aplicación (Le 
Monde, 21 de septiembre de 2021). También 
las elecciones norteamericanas de 2020 
brindaron numerosos ejemplos sobre los 
efectos en el ámbito político a los que es-
tamos enfrentados con el desarrollo de las 
nuevas tecnologías. Un caso emblemático 
fue la decisión de suprimir en Twitter y en 
Facebook el acceso a los contenidos de 
Qanon, un movimiento conspiracionista 
americano de extrema derecha, impi-
diendo así la difusión entre 3 millones de 
personas de sus tesis complotistas (Le 
Monde, 21 de septiembre de 2021). A pesar 
de que podemos simpatizar con esa deci-
sión, no deja de producir temor el método 
utilizadoen el que un grupo (de Twitter y 
de Facebook), ajeno a cualquier control 
público, decide quién puede expresarse o 
no en ese espacio “público” tan importan-
te que constituyen hoy en día esas redes 
sociales. Por otra parte, algunos, como 
la científica de datos Frances Haugen, 
sostienen que las aplicaciones en los que 
la IA selecciona los contenidos (como Ins-
tagram, propiedad de Facebook) incitan a 
desear modos de vida inalcanzables para 
mayoría y que, por ende, inducen proble-
mas psicológicos, trastornos alimenticios 
o resentimiento social. 
El intenso debate que ha generado en 
los últimos años parece haber creado un 
consenso respecto a los mayores riesgos 
de la IA. Entre ellos está el caso de la ba-
nalización la Deep Fake. En efecto, la Deep 
Fake crea la ilusión de que una persona 
hace algo que no hizo, dice algo que no dijo 
o es algo que no es, su uso puede ir desde la 
manipulación de audios y videos para la in-
dustria pornografía (artistas como Emma 
Watson y Natalie Portman ya han sido sus 
víctimas), hasta su utilización con fines 
políticos. Otro caso inquietante es el desa-
rrollo de máquinas y robots asesinos (co-
nocidos como Sistemas de Armas Letales 
Autónomos) que llevan a la despersonaliza-
ción y a la ausencia de responsabilidad de-
bido a que la cadena de mando se convierte 
en una verdadera caja negra. Piénsese, por 
ejemplo, en el caso de la eliminación el 27 
de noviembre de 2020 de Mohsen Fakhri-
zadeh, un científico del programa nuclear 
iraní, por Israel. Otro caso alarmante es el 
uso masivo del reconocimiento facial y de 
la identificación biométrica en general, y el 
consiguiente uso de scores sociales. Estos 
dispositivos pueden permitir reducir la 
criminalidad, pero sobre todo llevan a con-
solidar Estados totalitarios. Este es el caso 
de la actual China popular donde la noción 
misma de “vida privada” tiende a desapa-
recer (al estupefacto observador externo 
se le suele replicar con el argumento rela-
tivista según el cual “los chinos tienen otro 
concepto de privacidad”). Frente a esta 
evolución, ya en 2017 en su número de sep-
tiembre la reputada revista británica The 
Economist sentenciaba “Nowhere to hide” 
(“ningún lugar para esconderse”).
Otro aspecto que no se puede soslayar 
es aquella de los efectos indeseables de 
la información “privada” accesible gracias 
a la IA. Harari suele afirmar que la IA ha-
bría podido señalarle su homosexualidad 
antes que él mismo lo supiera, dando a 
entender que los algoritmos nos conocen 
mejor que lo que nos conocemos nosotros 
mismos (Harari, 2017: 360, 431). Como 
gusta reiterarlo el pensador polifacético 
Laurent Alexandre, eso está muy bien en 
las sociedades liberales, pero ¿qué pasa 
si esa técnica es aplicada en países en los 
que la homosexualidad sigue siendo cas-
tigada con pena de muerte?
J U A N C R I S T Ó B A L C R U Z
 39
01
Conclusión
¿Qué veo desde esta ventana sino sombre-
ros y capas, que pueden cubrir espectros o 
imitaciones de hombres que se mueven me-
diante resortes? Descartes, Meditaciones 
metafísicas, Gredos, Madrid, 1987, p. 176.
La IA está impactando en todos los ám-
bitos de nuestra vida y no sólo como una 
revolución tecnológica, social o política, 
también nos obliga a replantear interro-
gantes de tipo filosófico. Una primera 
interrogante, propia de la antropología 
filosófica, viene del mero avance de la IA. 
El hecho de que un dispositivo artificial 
se asemeje cada vez más a la inteligencia 
humana no puede sino favorecer las con-
cepciones materialistas de nuestra pro-
pia naturaleza. Para especialistas como 
Yann LeCun y para observadores como 
Yival Noah Harari somos “algoritmos orgá-
nicos” (Harari, 2017: 350) o, como lo afirma 
LeCun, “somos numerosos entre los cien-
tíficos, en pensar que los mecanismos del 
pensamiento serán con el tiempo repro-
ducidos por los sistemas artificiales ca-
paces de aprendizaje” (LeCun, 2019: 537). 
En otras palabras, al hombre de Neander-
tal se suma ahora la IA para poner en duda 
la vieja pretensión del hombre a poseer 
una radical singularidad ontológica. Todo 
el proyecto moderno, desde Descartes a 
Heidegger y Levinas, de distinguir ontoló-
gicamente al hombre ya no solo de los ani-
males, sino también de las cosas y de las 
máquinas, se diluye. Recordemos que ya 
en las Medicaciones metafísicas Descar-
tes quiere, ante las dudas que le suscita, 
distinguir a los hombres que ve pasar por 
la ventana de las meras máquinas. Con el 
desarrollo de la IA las distinciones ontoló-
gicas se harán cada día menos evidentes. 
Conforme avance la IA y la robótica, los 
seres humanos tenderemos a ver a los ro-
bots como seres semejantes a nosotros o 
francamente superiores; por su parte, las 
máquinas nos “verán” como meros obje-
tivos susceptibles de ser eliminados me-
tafóricamente en el trabajo y literalmente 
en la guerra, todo debido a la “decisión” de 
algún algoritmo.
Por último, podemos detenernos un 
momento en las implicaciones religiosas 
y metafísicas de la IA. El punto ha sido 
tocado por Harari quien ve la fuente de 
una nueva religión en el dataismo, a sa-
ber, “la creencia que el universo consiste 
en un flujo de datos” (Harari, 2017: 400). 
En efecto, que la IA pueda “entender” su 
entorno o que Google y Wikipedia sean 
fuentes de información universal propicia 
la idea que la expresión más profunda (on-
tológica) de la realidad está conformada 
por la información y por los datos. Esta 
idea se hace acompañar de una utopía 
defendida por ejemplo por aquellos que 
busca favorecer el máximo flujo de in-
formación (Harari nos ofrece la lista de 
sus mandamientos). Para no alargarnos 
demasiado en este debate podemos ob-
servar que las implicaciones filosóficas 
y políticas que sacan del desarrollo de 
la IA no sólo las autoridades chinas, sino 
también brillantes personalidades como 
Harari, son aquellas que nos llevan a una 
visión determinista del mundo en la que el 
yo, la libertad y la responsabilidad no son 
sino diversas figuras de la ilusión. 
Ahora bien, más allá de los numero-
sos fantasmas que despierta la IA, lo 
fundamental a corto plazo es difundir 
la educación que nos permita entender 
mejor, como sociedad, el desarrollo de 
las nuevas tecnologías y que nos permita 
adaptarnos a las transformaciones y a las 
oportunidades que la IA nos ofrece. Ante 
la IA, la educación sigue siendo nuestra 
mejor opción para seguir pensándonos 
como sujetos de nuestra historia y para 
evitar recaer en la vieja creencia excesiva 
en los fantasmas. m
Referencias 
LeCun, Y. (2019), Quand la machine apprend, la 
révolution des neurones artificiels et de l’ap-
prentissage profondo, París, Odile Jacob.
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de Oxford.
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té, faut-il craindre l’intelligence artidicielle? 
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funciona?, España, Deusto.
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Oxtoby, J. C, y B. J. Pettis (eds.), (1958), John 
Von Neumann (1903-1957), Bulletin of the 
American Mathematical Society, vol. 64, 
núm. 3, part 2, mayo.
The Singularity Is Near, When humans transcend 
biology. (2005), Inglaterra, Viking.
Vincent, J. (2017), “Putin says the nation that 
leads in AI ‘will be the ruler of the world’”, 
The Verge.
40 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01por Rafael G. Vargas 
Pasaye. Politólogo y 
consultor político. Editor 
de la revista informativa 
Con sentido común (https://
consentidocomun.mx/).
 41
Introducción
Durante diez años el comportamiento del 
voto de la ciudadanía de Nayarit hacia el 
Partido Revolucionario Institucional ha 
sufrido modificaciones a la baja de mane-
ra notoria, pese a que ese instituto políti-
co ha contado con al menos 10 dirigentes 
a nivel nacional, en el estado sólo han sido 
dos personas quienes han encabezado los 
trabajos en estos dos lustros arrojando ci-
fras contrastantes. El resultado electoral 
también se refleja en las posiciones, pues 
pasó de gobernar el estado y la capital, y 
de tener la mayoría en el congreso local 
y los tres distritos federales, a práctica-
mente sólo hacerse de una posición en 
el congreso local por la vía plurinominal y 
perder las tres posiciones federales en las 
dos elecciones recientes.
Metodología
Se revisaron los diversos resultados 
electorales del Partido Revolucionario 
Institucional (PRI) en Nayarit para los pro-
cesos de Gobernador en 2011, 2017 y 2021, 
así como de la capital Tepic de 2011, 2014, 
2017 y 2021, y las elecciones federales de 
2012, 2015, 2018 y 2021 para contar con 
mayor información y saber si había una 
diferencia entre procesos locales y pro-
cesos federales.
En estos diez años el PRI Nayarit so-
lamente ha tenido dos dirigencias esta-
tales, pero a nivel nacional, sí contó con 
diversos titulares, desde Beatriz Paredes 
de marzo de 2007 a marzo de 2011, Cristina 
Díaz del 2 al 8 de diciembre de 2011, Pedro 
Joaquín Coldwell de diciembre de 2011 a 
noviembre de 2012, de nuevo Cristina Díaz 
del 30 de noviembre al 11 de diciembre de 
2012, César Camacho Quiroz de diciembre 
2012 a agosto de 2015, Manlio Fabio 
Beltrones de agosto 2015 a junio 2016, 
Carolina Monroy del 21 de junio al 12 de 
julio de 2016, Enrique Ochoa Reza de julio 
de 2016 a mayo de 2018, René Juárez del 
2 de mayo al 16 de julio de 2018, Claudia 
Ruiz Massieu de julio 2018 a agosto 2019, 
y desde el 18 de agosto de 2019 a la fecha 
Alejandro Moreno Cárdenas.
A la información de votación, también 
se le agrega la cifra del listado nominal en 
los procesos de gobernador para tener el 
contexto de crecimiento poblacional en la 
entidad. Además, se analiza la viabilidad 
o no de su participación en las diferentes 
alianzas donde ha participado.
Resultados
Nayarit es el primer estado mexicano en 
donde ganó una alianza opositora al otrora 
poderoso PRI, esto tuvo lugar en 1999 con 
Antonio Echevarría Domínguez como can-
didato del Partido Acción Nacional (PAN), 
Partido de la Revolución Democrática 
(PRD), Partido del Trabajo (PT), dejando 
en el camino al candidato del PRI, Lucas 
Vallarta. Para 2015 el PRI regresó al poder 
ejecutivo nayarita con Ney González como 
su abanderado, superando al entonces 
candidato Miguel Ángel Navarro del PRD y 
a Manuel Pérez Cárdenas del PAN.
Desde ese momento se presentaron re-
sultados muy esperanzadores para el PRI 
que se cristalizaron en 2011, pero una dé-
cada después la realidad es muy adversa. 
El cuadro 1 contiene los diversos resulta-
dos de las elecciones que han tenido lugar 
desde 2011 hasta 2021 para Gobernador, 
alcalde de la capital, y el distrito federal 
dos, que es el que tiene su cabecera en 
Tepic, en este proceso se puede notar 
cómo ha disminuido la votación del PRI 
elección tras elección (Ver cuadro 1).
En diez años, el Partido Revoluciona-
rio Institucional de Nayarit ha tenido dos 
presidentes en su Comité Directivo Esta-
tal (CDE), Juan Carlos Ríos Lara del 21 de 
marzo de 2011 a agosto de 2017, y del 7 de 
agosto de 2017 a la actualidad, Enrique 
Díaz López. Elección tras elección los 
resultados para el partido han sido me-
nos favorables, la pérdida llega a cifras 
alarmantes y también a menos posiciones 
en alcaldías, diputaciones locales y fede-
rales, así como regidurías, cargo que en 
Nayarit también se vota.
El PRI tanto nacional como el estatal de 
Nayarit cuenta con una estructura tradi-
cional de partido político (Duverger, 2014), 
y de igual forma se organiza a través de di-
ferentes liderazgos alrededor del mismo 
instituto político.
A su vez, el PRI como un integrante 
del sistema de partidos (Sartori, 2014) 
ha formado alianzas con otros partidos 
políticos dependiendo la elección tanto a 
nivel nacional como en Nayarit teniendo 
resultados diversos cual contrastantes.
En 2011, la elección para Gobernador 
el PRI compitió en Alianza con el Partido 
Verde Ecologista de México (PVEM) y 
con el Partido Nueva Alianza (PANAL), 
llevó por candidato a Roberto Sandoval 
Castañeda, quien obtuvo el triunfo en 
ese momento con la histórica cantidad 
de 220 mil 508 votos. 
42 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
En esa ocasión y conforme lo señalado en 
el Acuerdo del Instituto Estatal Electoral 
de Nayarit del 31 de marzo de 2011: “Es de 
aprobarse y se aprueba la modificación 
realizada a la cláusula sexta, numeral uno, 
último párrafo del convenio de la coalición 
denominada ‘Nayarit Nos Une’, para que-
dar como sigue: ‘En caso de que la coali-
ción obtenga más del 45% de la votación 
total estatal, corresponderá al Partido 
Revolucionario Institucional, dos terceras 
partes de la votación adicional, y entre 
el Partido Nueva Alianza y Partido Verde 
Ecologista de México, se distribuirá el 
equivalente a un tercio de dicha votación, 
previo acuerdo de distribución que haga 
el Órgano de Gobierno, a propuesta de los 
PDTE PRI NAYARIT JUAN CARLOS RÍOS LARA ENRIQUE DÍAZ LÓPEZ
Tipo de elección 
/ año
2011 Federal 2012 2014 Federal 2015 2017
Federal 2018 
(PAN-PRI-PRD)
Local 2021 
(PRI-PAN-PRD)
Federal 2021 
(PAN-PRI-PRD)
Gobernador
220,508 votos
147,005 (sólo PRI)
LN 781,328
134,712 votos 
122,336 votos 
(sólo PRI)
LN 815,124
84,228 votos
32,950 votos 
(sólo PRI)
LN 897,193 
(contando 5,699 
de residentes en 
el extranjero)
Presidencia Tepic 68,757 votos 57,185 votos 28,825 votos
32,420 votos
10,791 votos 
(sólo PRI)
Distrito Federal II
64,360 votos
63.54% 
participación
35,703 votos
41.84% 
participación
50,132 votos
17,576 votos 
(sólo PRI)
59.6% participación
31,728 votos
10 mil 766 
(sólo PRI)
52.6% 
participación
Posiciones
1 Gobernador
1 Alcalde Tepic
14 Diputados 
loclaes y 2 
plurinominales
3 Diputados 
federales
0 Alcalde 
Tepic
13 Diputa-
dos locales 
y 2 plurino-
minales
3 Diputados 
federales
0 Gobernador
0 Alcalde Tepic
2 Diputados 
locales y 6 
plurinominales
0 Diputados 
federales
0 Gobernador
0 Alcalde Tepic
0 Diputados 
locales y 1 
plurinominal
0 Diputados 
federales
Fuente: Elaboración propia.
dirigentes estatales de los partidos Verde 
Ecologista de México y Nueva Alianza’” 
(IEE, 2011), por lo que al PRI le correspon-
dieron 147 mil 005 sufragios.
Por su parte, en la capital el candida-
to a la alcaldía, Héctor González Curiel, 
también de la alianza PRI-PVEM-PANAL 
logró la victoria con 68 mil 757 votos 
con un margen de diferencia mínimo en 
comparación de su principal rival. En el 
caso de los 18 distritos locales, la alianza 
del PRI-PVEM-PANAL obtuvo 199 mil 991 
sufragios, logrando la victoria en 14 de 
ellos, a los cuales se les sumarían dos 
posiciones plurinominales.
Un año después la cita fue con las 
elecciones federales, donde el triunfo 
para presidente de la república lo obtuvo 
Enrique Peña Nieto del PRI, luego de dos 
periodos gobernados por Acción Nacional 
con Vicente Fox de 2006 a 2006 y Felipe 
Calderón de 2006 a 2012. Los resultados 
electorales en los tres distritos federales 
de Nayarit arrojaron triunfos para ese 
partido, en el Distrito I, con cabecera en 
Santiago Ixcuintla con Juan Manuel Rocha 
Piedra logró 53 mil 146 votos; el Distrito II, 
cabecera en Tepic con Roy Gómez llegó 
a 64 mil 360 votos; y el distrito III con ca-
becera en Compostela con Gloria Núñez 
obtuvo 66 mil 088 votos.A nivel nacional el PRI obtuvo la victo-
ria en 163 distritos de los 300 en disputa, 
y en cuanto a curules en el Senado de la 
R A FA E L G . VA R G A S
 43
01
República el PRI logró 30, a los que se 
sumaron 11 de primera minoría. El PRI 
Nayarit en ese año aportó los dos de 
mayoría relativa con Manuel Cota y Mar-
garita Flores.
Para el 2014 en la capital del estado, de 
nueva cuenta fueron en alianza PRI, PVEM 
y PANAL abanderando a Roy Gómez quien 
alcanzó 57 mil 185 votos, pero no fue sufi-
ciente para llevarse la victoria y perdió con 
Polo Domínguez de la alianza formada por 
el PAN y el PRD, quien logró 81 mil 765 su-
fragios. En el caso de los distritos locales 
el PRI y aliados obtuvieron 205 mil 182 vo-
tos y la victoria en 13 distritos locales de 18.
En las elecciones federales intermedias 
de 2015 el PRI ganó los tres distritos fede-
rales, Distrito I, Santiago Ixcuintla con 45 
mil 106 votos con Efraín Arellano; Distrito 
II, cabecera Tepic, 35 mil 703 votos con 
Gianni Ramírez, y Distrito III Compostela 
con 47 mil 430 votos con Jasmine Bugarín.
Para 2017, el PRI se alió otra vez con 
el PVEM y con PANAL, su candidato a 
gobernador Manuel Cota alcanzó 134 mil 
712 votos, quedando en segundo lugar de 
ese proceso, siendo el triunfador Antonio 
Echevarría García de la alianza Juntos por 
Ti conformada por el PAN, PRD, PT y el 
local Partido de la Revolución Socialista, 
quien llegó a los 197 mil 481 sufragios. En 
votos por partido el PRI logró 122 mil 336. 
Para la elección en Tepic de ese año, el 
candidato del PRI Carlos Saldate no con-
siguió la victoria alcanzando apenas 28 
mil 825 votos. En cuanto al congreso local 
de los 18 distritos el PRI solamente logró 
la victoria en uno, en Santa María del Oro 
con el candidato Adahán Casas, y otro en 
el distrito de Tecuala con Lucio Santana, 
aunque de manera formal fue registrado 
como integrante del Partido Verde Eco-
logista de México, pero ya en el Congreso 
formó parte de la fracción del PRI. En el 
reparto de plurinominales el PRI alcanzó 
otras seis posiciones entre ellas la de 
Juan Carlos Ríos Lara para ese momento 
su exdirigente estatal.
Para el proceso federal 2018 el PRI perdió 
la presidencia de la República y en el caso 
de Nayarit fue derrotado en los tres distri-
tos federales que había ganado tanto en 
2012 como en 2015 a manos del Movimiento 
de Regeneración Nacional (MORENA), y en 
el caso del segundo distrito, cabecera en 
Tepic, la votación alcanzó 17 mil 576 votos 
siendo la candidata Sofía Bautista.
En la Plataforma Electoral 2018 (2018) 
que el PRI presentó al Instituto Nacional 
Electoral puede leerse en su introduc-
ción: “Desde sus orígenes, el Partido 
Revolucionario Institucional (PRI) ha sido 
un partido que une y suma para así poder 
ofrecer soluciones a los problemas más 
urgentes del país”, sin embargo, esta vez 
la población optó por otra opción.
En todo el territorio el PRI tuvo una baja 
en este proceso, en el caso de la Cámara 
de senadores solamente tuvo un triunfo 
por mayoría relativa y 7 representantes por 
primera minoría, mientras que en la Cá-
mara de diputados fueron 10 triunfos por 
mayoría relativa y 38 por representación 
proporcional. En el caso de la presidencia 
de la república cayó al tercer lugar con su 
candidato José Antonio Meade Kuribeña.
El siguiente compromiso fue cuatro 
años después, ello para empatar las elec-
ciones locales con las intermedias federa-
les, los ganadores de la elección 2017 dura-
rían en su cargo cuatro años y ya tendrían el 
beneficio de poder buscar la reelección.01 
Por lo que el proceso nayarita tuvo lugar en 
junio de 2021, cuando el PRI fue en alianza 
con el PAN y el PRD, la candidata de para 
el Gobierno estatal, Gloria Núñez quedó en 
tercer lugar, alcanzó 73 mil 107 sufragios, 
de los cuales al PRI solamente fueron 29 
mil 942. Mientras que en Tepic la alianza 
con su abanderado Adahán Casas alcanzó 
la segunda posición con 30 mil 545 sufra-
gios, pero en votos solamente para el PRI la 
cantidad fue de 10 mil 791 votos. 
En cuanto al congreso local la coalición 
encabezada por MORENA en conjunto con 
PVEM, PT y PANAL, lograron la victoria en 
los 18 distritos locales, y en la repartición 
de espacios plurinominales al PRI hasta 
el momento solamente le ha tocado una 
posición para Sofía Bautista quien es su 
Secretaria General en el CDE dejando 
fuera de las posiciones plurinominales al 
presidente Enrique Díaz López.
En lo relativo a los distritos federales, 
como sucedió en 2018 cuando todos fue-
ron ganados por MORENA, esta vez fueron 
el Distrito I ganado por MORENA en coali-
ción con PVEM, PT y PANAL, el Distrito II 
por la misma fórmula, con candidata del 
PVEM, y el Distrito III por la misma coa-
lición, pero con abanderado del PT. En el 
caso del PRI en el segundo distrito federal, 
el abanderado fue Leopoldo Domínguez 
en alianza PRI, PAN, PRD, y para el PRI so-
lamente obtuvo 10 mil 766 sufragios.
01 . En esta elección de 2017 se presentaron dos casos de 
reelección, una para diputado local con Javier Mercado 
del PAN (aunque la primera vez había llegado por la vía 
plurinominal) y otra para regidor en Tepic con Lucio Carri-
llo del PRD.
44 
[ SOCIEDAD ABIERTA ]01
Con ello el poder del PRI se limita en todo 
el país, un poder político que se puede tra-
ducir en otros aspectos como económico 
y de penetración social, o como lo señalan 
algunos pensadores:
Se enseña a los jóvenes que en la democracia 
todo el poder reside en el pueblo, y que en un 
sistema de mercado todo el poder descansa en 
el consumidor soberano, que opera a través del 
impersonal mecanismo de la oferta y la deman-
da, sin explicarles que ésas son verdades que 
sólo sirven para situaciones de “democracia 
perfecta” o de “mercado perfecto”, que hoy por 
hoy son inexistentes. Y, sobre todo, se silencia 
que el poder político se funda en una ficción ne-
cesaria que todos pretendemos olvidar que es 
ficción, para tranquilizarnos (Marina, 2010, p. 12)
Es necesario señalar que en esta década 
también cobraron relevancia otros factores 
que hicieron que el PRI tuviera altos niveles 
de rechazo social, siendo la detención de 
varios de sus exgobernantes (Ang, 2020) un 
detonante clave. Sumado a los nuevos pac-
tos que la clase política comenzó a generar 
muy diferentes a los del priismo del medio 
siglo XX (Medina, 1998), y sin dejar de lado el 
papel que han tenido la violencia y los gru-
pos criminales en los procesos electorales 
recientes en todo el territorio nacional. Y 
por supuesto, el arrastre de la figura de 
Andrés Manuel López Obrador a favor de su 
partido político MORENA.
Conclusiones
El PRI en cuanto a elección a Gobernador 
en Nayarit ha disminuido su votación en 
más de 100 mil votos, pasando de 147 mil 
005 en el año 2011, a 32 mil 950 en 2021. Re-
ducción que se notó desde la elección de 
2017 cuando logró 122 mil 336 sufragios.
En el caso de la capital también se 
puede notar ese retroceso, pasando de 68 
mil 757 votos en 2011 a 10 mil 791 en 2021, 
notándose de nueva cuenta en proceso 
intermedios como en 2014 que tuvo 57 mil 
186, y en 2017 a 28 mil 825.
En cuanto al segundo distrito federal 
con cabecera en Tepic es similar, pues 
de 64 mil 360 votos en 2012 pasó a 10 mil 
766 diez años después, notándose en los 
procesos intermedios este descenso. La 
participación de la población varía si es 
concurrente con elección de presidente 
de la república o no, por ejemplo, en 2012 
y 2018 los porcentajes fueron 64.54 por 
ciento y 59.6 por ciento respectivamente, 
mientras que para 2015 y 2021 alcanza-
ron un 41.84 por ciento y 52.6 por ciento 
siendo esta última un poco mayor ya que 
fue en concurrencia con la elección al 
gobierno estatal.
Podría afirmarse de acuerdo a los 
números que las alianzas con el PVEM y 
PANAL le favorecen al PRI si se compara 
sus resultadoscon la alianza que realiza 
el mismo PRI con PAN y PRD; sin embargo 
esto es relativo puesto que en los años 
2011 y 2012 el PRI gozaba de una proyec-
ción nacional que lo llevó a regresar a la 
presidencia de México luego de perderla 
en el año 2000 y no recuperarla tampoco 
en el 2006, mientras que en 2018 redujo 
su votación a niveles inferiores y en 2021 
perdió las gubernaturas que tenía.
A esto último debe sumarse una califi-
cación muy mala de parte de la sociedad 
hacia el PRI, los negativos del partido 
en casi todo el país se reflejaban en sus 
propuestas electorales de 2018 y 2021, 
años en que perdieron votos y posiciones 
a nivel nacional, siendo un claro ejemplo 
de ello Nayarit. m
Referencias
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modificación del Convenio de la Coalición 
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Sartori. G. (2014), Partidos y sistemas de partidos, 
Madrid, Alianza editorial.
R A FA E L G . VA R G A S
 45
01
46 
E n el mundo académico, la comu-nicación de los resultados de in-vestigación cobra cada día una 
relevancia creciente. Esto en razón 
de varios motivos. Algunos de los cuales tie-
nen que ver directamente con el aspecto de 
la obtención de un campo de visibilización 
del quehacer de un científico o investigador 
frente a sus pares; pero también está invo-
lucrada la dinámica de la transmisión inhe-
rente a la actividad de formación de los re-
cursos humanos; así como las exigencias de 
evaluación y, en general, de reconocimiento 
nacional e internacional de los académicos. 
Cuando se habla de comunicación científica, 
se parte del supuesto que todos los involu-
crados saben de qué trata el asunto, es decir, 
que todos saben qué se tiene que hacer para 
lograr enganchar un resultado de investiga-
ción con sus canales de comunicación. 
Lo particular y quizá peculiar del asunto 
es que si esto es así, no tendríamos, por 
ejemplo, artículos rechazados en las revistas 
especializadas; tampoco libros no publica-
dos por la falta de rigor; mucho menos un 
interés creciente desde el punto de vista 
universitario en la profesionalización de los 
canales de la comunicación científica. Así, 
la presentación de un texto bajo la forma 
de una ponencia, un borrador de artículo o 
capítulo, un avance de investigación, o de 
una exposición, sea oral o escrita, implica 
siempre una relación estrecha con el fe-
nómeno de la escritura en su sentido más 
amplio: como campo simbólico y cultural. 
Sin embargo, sucede con mucha frecuencia 
que en el campo académico casi nunca nos 
detenemos a reflexionar sobre el estatuto 
de la escritura como fenómeno social y cul-
tural, es decir, como fenómeno comunicati-
vo. En realidad, sólo se piensa que el oficio 
académico trata de la redacción de informes 
y textos, que luego son contabilizados para 
la próxima promoción institucional, para la 
beca o estímulo, pero no de un dispositivo 
de producción de conocimiento. Escribir, 
para un académico, es una forma de conocer 
y analizar el mundo social que lo rodea y 
también es un vehículo de comunicación que 
adopta la forma de la especialización. Es, en 
suma, un modo de habitar el mundo. 
Luego entonces, ¿cómo se puede lograr 
una comunicación científica eficaz?, ¿en qué 
radica su éxito?, ¿qué papel juega la atención 
a la coherencia interna de un texto?, ¿la 
originalidad y la capacidad de problematización 
son suficientes para conseguir una evaluación 
positiva en el campo de la comunicación 
científica?, ¿hay otros elementos que se deben 
tomar en consideración? 
Los artículos que componen la sección 
Debates de este número, son el producto 
del seminario “La comunicación científica” 
que tuve la oportunidad de dirigir durante 
el semestre 2021-1, en el programa de 
Doctorado de Ciencias Jurídicas de la 
Facultad de Derecho de la Universidad 
Autónoma de Querétaro. Es un conjunto de 
artículos redactados por las y los estudiantes 
que cursaron el seminario, donde intentan 
desarrollar una serie de observaciones en 
torno a algunos desafíos vinculados con el 
campo de la comunicación científica en las 
ciencias sociales de nuestros días. 
P R E S E N T A C I Ó N
por Israel Covarrubias
02
 47
por Katya Ivette Salas del Angel. 
Maestra en Políticas Públicas 
y Género por FLACSO-México. 
Estudiante del Doctorado en 
Ciencias Jurídicas por la Universidad 
Autónoma de Querétaro (UAQ). 
48 
Introducción
E n el presente artículo se exponen tres ideas centrales respecto al papel político de la comunicación 
científica. La primera en torno 
a la naturaleza de las relaciones entre la 
ciencia y la sociedad, mismas que son tan 
inseparables como irreconciliables. La 
segunda respecto a los agentes que rigen 
la agenda científica y su planificación, 
quienes inevitablemente encontrarán 
fuerzas antagónicas a las cuales intentan 
imponerse. La última idea es relativa al im-
pacto y alcance de las dos anteriores, para 
lo cual se propone responder: ¿cuál es la 
naturaleza de las relaciones entre la cien-
cia y la sociedad?, ¿quiénes están detrás de 
la agenda de la producción científica y su 
planificación?, ¿qué influencia tienen esas 
respuestas en la comunicación científica? 
Si bien estas tres ideas están interrelacio-
nadas, no son necesariamente seriadas, ya 
que su naturaleza es dinámica.
La ciencia es una actividad social, 
de estructura y configuración política, 
con aspiraciones de universalidad. Sin 
embargo, su totalidad y hegemonía son 
únicamente discursivas, ya que en todo 
el mundo la producción y comunicación 
científica surge desde diferentes trinche-
ras, en ciencias “duras” o “exactas”, así 
como políticas, económicas, sociales y 
culturales. En este sentido, los enfoques 
son delimitados disciplinar, espacial y 
temporalmente, ya que se desarrollan en 
torno a una sociedad que se transforma 
poiéticamente y pretende normarse a tra-
vés de máximas y reglas monolíticas que, 
naturalmente, difieren de las existentes 
en otras comunidades científicas alter-
nas. Dentro de estos márgenes es que se 
establecen los criterios válidos para el 
“desarrollo” y la “ciencia”. Por lo tanto, la 
comunicación científica es el medio para 
que la diversidad científica pueda relacio-
narse entre sí y con la sociedad.
Ciencia en la periferia
La diversidad científica no implica nece-
sariamente un estado de conflicto, por-
que pese a que la comunidad científica y 
la sociedad comenzaron como un mismo 
conjunto, en algún momento ocurrió una 
división que los separó, de tal manera que 
ahora la ciencia y la sociedad solo se tocan 
en ciertos puntos,los cuales son estraté-
gicos por sus implicaciones económicas y 
políticas. De este modo, los productos de 
la ciencia no son únicamente científicos 
sino también son parte del entramado 
político-económico. Por lo cual la diver-
sidad científica es una respuesta a dichos 
puntos estratégicos, los cuales surgen 
de problemáticas y necesidades. En un 
inicio la ciencia era parte indisoluble de 
la sociedad, y la sociedad avanzaba en 
atención a la primera. Sin embargo, surgió 
un nuevo binomio, el político-económico, 
que se volvió un “intermediario” y cambió 
la relación entre ambas. A partir de ese 
momento el intermediario se convirtió en 
el diapasón de la comunicación científica.
Así es como la producción científica y 
su planificación se encuentran estrecha-
mente imbricadas con dinámicas políti-
cas, institucionales, culturales, pero prin-
cipalmente sociales. Su devenir histórico 
ha estado acompañado de estos elemen-
tos que se conjugan en diversas medidas, 
cambiando las reglas del juego en varios 
momentos y rompiendo los paradigmas 
previos. “Muchos hallazgos van en contra 
del sentido común y ponen en entredicho 
nuestros presupuestos profundos sobre 
la realidad” (Barash, 2018: 23). Si bien, la 
ciencia avanza de acuerdo a los paradig-
mas dominantes, cuando la solución y 
resultados es contraria al modelo impe-
rante, trae consigo una “revolución cientí-
fica”, dando paso a un nuevo paradigma en 
la generación de conocimiento científico 
(Kuhn, 1962, citado por Barash, 2018).
Debido a esto, la evolución de la ciencia 
y sus procesos de planeación, organiza-
ción, institucionalización y comunicación, 
deben ser analizados como fenómenos 
sociales e históricos para lograr entender 
las dinámicas político institucionales que 
sustentan dichos procesos. No solo como 
actividad privada aislada o como medio 
de difusión masivo y unilateral, sino como 
agente transformador y medio de respues-
ta a las emergencias de las sociedades. 
Una posible contra medida es plan-
teada a partir de la epistemología del sur, 
la cual sostiene que la unilateralidad de 
la ciencia es un síntoma del colonialismo 
institucionalizado (De Sousa Santos, 
2009), y según Fanon (2009), internalizado. 
Por lo tanto, se debe reconocer a la ciencia 
occidental, eminentemente alienadora, 
como un dispositivo colonizador que 
conscientemente niega los conocimientos 
no occidentales y los vuelve periféricos, 
alejados de la hegemonía del centro. 
Dicha occidentalidad no es global, 
K AT YA S A L A S 02
 49
sino epistémica, pues el modelo de 
conocimiento occidental es el único que 
goza de carácter científico dentro de la 
comunicación científica.
Esta unilateralidad del reconocimiento 
científico tiene implicaciones políticas 
y económicas, ya que la “ciencia” y el 
“desarrollo” son categorías validas úni-
camente si están dentro de los limites 
de la occidentalidad. Esto constituye 
un modelo hegemónico de pensamiento 
que se perpetúa a través del entramado 
político-económico sin admitir injeren-
cias de lo ‘no-occidental’. La epistemo-
logía del sur es una forma de nombrar a 
lo “no-occidental” para darle un espacio 
político que pueda participar, entonces, 
en lo científico (De Sousa Santos, 2009). 
El modelo científico mixto resultante no 
tendría elementos colonizadores, porque 
permitiría la coexistencia epistémica de la 
occidentalidad con la no-occidentalidad.
Sin embargo, hasta este punto, aun-
que el modelo científico sea mixto sigue 
siendo una extensión del modelo políti-
co-económico occidental que continúa 
con la reproducción del mismo sistema. 
He aquí un espacio de pertinencia para 
los conocimientos no-occidentales, si las 
relaciones entre ciencia, política y econo-
mía son poiéticas, reconocer el carácter 
científico de la epistemología del sur per-
mitirá reconstruir “lo científico” más allá 
de lo que es tendencia y hacerlo legítimo 
para la sociedad.
En este sentido, resulta necesario dar 
cuenta de las transformaciones de la cien-
cia no sólo a partir del mainstream (ten-
dencia o moda dominante) de las investi-
gaciones, sino también de las coyunturas 
críticas que marcan las orientaciones de 
estas a partir de los valores que le otorga 
la sociedad y viceversa. En la comunica-
ción científica se habla mucho sobre el 
papel de la ciencia en la sociedad, pero es 
importante también conocer las implica-
ciones del orden social en la ciencia. 
Centralidad de la ciencia
Durante un tiempo la ciencia se había 
visto aislada de las actividades sociales, 
como una forma diferente de conocimien-
to, que en un sentido “puritano” buscaba 
separarse de elementos no positivistas 
que pudieran desvirtuarla o contaminarla. 
Sin embargo, en los últimos años, se ha 
pensado que la emergencia de la ciencia 
“es un fenómeno social e histórico, y que 
el sistema del saber depende de la estruc-
tura social” (Vinck, 2014: 16).
En otras palabras, se trata de la evolu-
ción de la naturaleza del saber de acuerdo 
al tipo de sociedad imperante. Por ejem-
plo, para Comte (1798-1857) (citado por 
Vink, 2014) el conocimiento pasa por tres 
estados: teológico, metafísico y positivo; 
cada uno de esos estados se explica en 
función de la sociedad de ese momento 
histórico, que él clasifica como sociedad 
teológica, militar, así como sociedad in-
dustrial y científica. Podemos ver cómo la 
ciencia se ha construido en torno a valores, 
creencias y sentimientos, explicados por 
la “valorización del papel social del cientí-
fico y por una forma de reconocimiento de 
la sociedad hacia esta actividad” (Vinck, 
2014: 17), que en algún momento estuvo 
condicionada por la valorización religiosa, 
pero con la modernidad, viró hacia los va-
lores seculares de la sociedad.
El papel social del científico comenzó 
a ser definido por el orden social (nor-
mas de comportamiento) que atendían 
cuestiones pragmáticas. Esto permitió la 
apertura de espacios para nuevas formas 
de conocimiento y, en consecuencia, de 
entendimiento de la realidad que ya no eran 
normadas por la teología. Por lo tanto, hay 
formas de “regulación societal” de la activi-
dad científica en la sociedad que se articula 
con instancias políticas y económicas que 
rigen las orientaciones tanto de la ciencia 
como de su planificación (Vinck, 2014).
Estas formas de regulación han poli-
tizado la validez de la actividad científica 
intrincando lo científico con lo académi-
co. Si bien es cierto el control de la ciencia 
ha transitado entre las universidades, 
laboratorios, centros de investigación, a 
lo largo de la historia, esto varía en fun-
ción del país, incluso de las regiones en el 
mundo de las que se trate. No obstante, 
en países occidentales dominantes se ha 
conformado modelo de comunidad cien-
tífica que constituye sus propios proce-
dimientos, estipula quién es un científico 
competente y quién no, quién pertenece a 
la comunidad científica, cómo se define el 
conocimiento científico, cómo se evalúa, 
en otras palabras, legitima e instituciona-
liza sus prácticas. 
Está credencialización del conocimien-
to es el resultado de la capitalización de 
los espacios científicos, la cual es parte 
del sistema de reputación y autorización, 
en el que el prestigio de los científicos 
está basado en la percepción que su co-
munidad tenga de ellos, no en la calidad 
[ DEBATES ]02
50 
de su trabajo (Pizzorno, 2008). En gran 
medida se debe a que el desarrollo de las 
ciencias se ha dado a partir del modelo oc-
cidental dominante de la investigación. En 
Latinoamérica, persiste el desarrollo de 
la investigación de los modelos dominan-
tes a nivel internacional, depende de sus 
criterios, orientaciones, formas de or-
ganización y recursos. Este último cobra 
relevancia en la capitalización de la activi-
dad científica, ya que es un elemento toral 
alrededor del cual se centranlos planes 
y políticas para producir ciencia, ajena al 
contexto en el que se pretende aplicar. 
Es así como la investigación científica 
ha sido heterogénea con características 
particulares, ligadas a las estructuras so-
ciales y, en algunos casos, estableciendo 
grupos académicos aislados (Vinck, 2014).
Sin embargo, existen resistencias fuera 
de la occidentalidad pero dentro de los te-
rritorios, en los espacios de investigación 
locales se toma la ciencia y se aportan 
elementos propios, para crear una especie 
de sincretismo científico. Tal es el caso de 
la investigación científica en Latinoaméri-
ca. Siguiendo el trabajo de Marcos Cueto 
(1989) (citado por Vink, 2014), acerca de la 
excelencia en la periferia y contrario al mo-
delo dominante, pone en evidencia cómo 
los investigadores locales desarrollan 
estrategias desde la periferia con reco-
nocimiento internacional, lo que “muestra 
que las ciencias de los países subdesarro-
llados no están necesariamente al margen 
de los movimientos científicos internacio-
nales sino que se desarrollan según reglas 
propias” (Vinck, 2014:37).
Por su parte, Kreimer (1997, 1999) 
(citado por Vink, 2014), en el estudio de 
tradiciones científicas en contextos 
periféricos, también toma en cuenta 
los contextos locales proponiendo el 
concepto de “integración subordinada”, 
donde los investigadores más prestigio-
sos y capaces se encuentran en países 
periféricos con trabajos rutinarios de la 
investigación, mientras que el trabajo 
conceptual sigue siendo el privilegio de 
los laboratorios centrales, siendo así infra 
“integrada” la investigación periférica en 
el plano internacional. Esto conlleva a la 
infravaloración de la ciencia periférica ya 
que se descartan a priori sus aportacio-
nes, condicionando su validez al arbitrio 
de la centralidad.
Dicha centralidad de la investigación 
científica tiene múltiples implicaciones 
ya que se ha visto influenciada por las 
intervenciones e intereses de distin-
tos actores como el Estado; el sistema 
económico; la relación entre empresas 
y centros de investigación, así como 
las contingencias propias del contexto. 
Por lo tanto, la institucionalización de la 
investigación científica no configura un 
cuerpo unificado de pensamiento.
La paradoja de la 
comunicación científica
La comunicación científica es la encarga-
da de difundir y divulgar el conocimiento 
cientifico, pero a la par la restringe al 
excluir la producción científica de las cien-
cias y científicos periféricos sin creden-
cialización y prestigo. Luego entonces, no 
“Si bien, la ciencia avanza de acuerdo 
a los paradigmas dominantes, cuando 
la solución y resultados es contraria al 
modelo imperante, trae consigo una 
revolución científica, dando paso a un 
nuevo paradigma en la generación 
de conocimiento científico ”. 
K AT YA S A L A S 02
 51
cumple con el papel de socializar la pro-
ducción y conocimiento científico de for-
ma democrática, sino en función al poder 
hegemónico de la comunidad científica y 
de los medios de comunicación “válidos” 
dejando al margen al resto.
Es así que los organismos internacio-
nales como la UNESCO y la OEA, a través 
del Estado y las universidades públicas, 
“introdujeron políticas de ciencia y tec-
nología en Latinoamérica que llevaron a 
un proceso de institucionalización de la 
investigación y la fijación de prioridades 
tecnológicas” (Vinck, 2014:16). En ese 
sentido, la producción científica también 
es resultado de la política científica en 
función de las agendas de actores domi-
nantes internacionales de cada contexto 
social e histórico. Por tanto, la comunica-
ción científica también está determinada, 
indirectamente, por estos agentes domi-
nantes, pues la socialización del conoci-
miento, obtenido de los resultados de esas 
investigaciones, son los que circularán en 
los medios de comunicación científica.
El conjunto de estos intereses son re-
sultado del proceso histórico de la secu-
larización del conocimiento que obligó al 
capital y a la política a buscar nuevas res-
puestas y nuevos espacios de validación 
para la sostenibilidad de los proyectos 
de desarrollo. Por lo que la instituciona-
lización de los centros de investigación 
consolidó la agenda de los grupos de 
poder. No obstante, a raíz de la presión 
social a favor de una mejor o verdadera 
pertinencia social de la investigación y el 
desarrollo tecnológico, las investigacio-
nes en los últimos años se han orientado 
a la resolución de problemas sociales, 
principalmente por circunstancias aso-
ciadas con efectos negativos públicos. 
Se busca constituir un sistema nacional 
de innovación relacionado con los pro-
blemas sociales definidos en el marco 
de las agendas científicas negociadas 
desde una perspectiva de gobernanza, se 
trata de cooperación, transversalidad y 
redes en la investigación.
Si partimos desde la mirada del 
neoinstitucionalismo histórico, enten-
dido como los procesos que surgen por 
la interacción e interlocución entre sub-
política e instituciones en el contexto 
de globalización y cambios sociales (Hall 
y Taylor, 1998), se explica la aparición e 
incorporación de nuevos temas en las 
agendas científicas que resultan de even-
tos históricos o “coyunturas críticas” en el 
cambio institucional. La evolución de los 
espacios científicos rigurosos a espacios 
más sociales, fue en gran medida una 
transformación institucional, ya que son 
las instituciones los mecanismos para in-
cidir en las agendas político-económicas. 
Naturalmente, después de la institucio-
nalización de la ciencia son estas reglas 
las que permiten tener presencia o no en 
la realidad científica, y así impactar en 
cierta medida. Entonces lo que se persi-
gue es que los medios de socialización de 
la ciencia sean menos rígidos y más au-
ténticos, pese a la pluralidad de intereses 
que puedan estar involucrados.
Así pues, los espacios para la comu-
nicación científica tienen relación con 
el mainstream de las investigaciones, 
ya que detrás de estos están también 
“El conocimiento pasa por tres 
estados: teológico, metafísico 
y positivo; cada uno de esos 
estados se explica en función 
de la sociedad de ese momento 
histórico, que él clasifica como 
sociedad teológica, militar, así como 
sociedad industrial y científica”.
[ DEBATES ]02
52 
los intereses, discursos y propuestas 
de los autores, editores y destinatarios 
del discurso. Del mismo modo que el de-
sarrollo científico y su planificación, la 
comunicación científica tiene sus propias 
instituciones y organización, se ve afec-
tada por los criterios de evaluación de los 
espacios de comunicación, que igual que 
en la planeación científica, provienen de 
modelos dominantes, limitando los es-
pacios para investigaciones científicas 
“rigurosas”, privilegiando únicamente a 
los investigadores prestigiosos.
Está “censura” clasista y epistemoló-
gica impacta la producción científica, ya 
que descarta perspectivas científicas, 
enmudeciendolas al negar espacios de 
difusión y discusión. El proceso de ge-
neración de conocimiento científico me-
diante investigación, no puede existir sin 
la comunicación científica. Sin embargo, 
la poca influencia social y política de los 
científicos periféricos juega en contra de 
su valoración social. Como consecuen-
cia, la agenda de los decisores públicos, 
privados, sociales, incluso de la propia 
comunidad científica, ha recaído en el 
papel de los medios de la comunicación 
en la actividad científica.
Conclusión
En suma, la naturaleza de la relación 
entre la ciencia y la sociedad se debe en 
gran medida a las estructuras econó-
micas, sociales, políticas e históricas 
propias de cada contexto, del carácter 
no lineal, contingente y gradual de los 
procesos, las continuidades y disconti-
nuidades de sus hitos más significativos, 
por lo que se puede concluirque es de 
naturaleza política. Esto en razón de los 
intereses de actores que convergen en 
la agenda de la producción, planificación 
y comunicación científica, como son el 
Estado, el mercado, las empresas y los 
organismos internacionales.
Tanto la relación de la ciencia con la 
sociedad, como con los grupos de interés 
detrás de la agenda científica impactan 
en la comunicación científica. De ahí la 
importancia de los actores que generan la 
agenda científica y lo imperativo de rom-
per con las estructuras dominantes y dar 
valoración a la investigación periférica 
para lograr una comunicación científica 
democrática en todos los contextos. m
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enero-febrero.
Vinck, D. (2014), Ciencias y sociedad. Socio-
logía del trabajo científico, Ciudad de Mé -
xico, Gedisa.
“La comunicación científica es la 
encargada de difundir y divulgar 
el conocimiento cientifico, pero 
a la par la restringe al excluir 
la producción científica de las 
ciencias y científicos periféricos 
sin credencialización y prestigo”.
K AT YA S A L A S 02
 53
por Andrea Marilú Rojano Sánchez.
Maestra en Ciencias Jurídicas por 
la UAQ. Estudiante del Doctorado 
en Ciencias Jurídicas por la UAQ.
54 
Introducción
E n el seminario doctoral “La co-municación científica”, se han abordado cuestiones sobre qué 
escribir, la edición, la pertinen-
cia y la actualidad de un texto, la censura, 
la ideología, la composición e integra-
ción del texto dentro de una colección, 
etcétera. ahora bien, en este artículo se 
aborda una cuestión más pragmática que 
intelectual, pero igual de trascendente 
en el proceso de la escritura para la divul-
gación científica. 
El acto de comunicar entre pares y de 
comunicar el conocimiento científico 
efectivamente, implica preguntarse cómo 
hacer que el mensaje se envíe adecuada-
mente al público receptor. A menudo, los 
estudiantes de posgrado se les insta a 
participar de esta actividad del comuni-
car, de publicar en revistas científicas sus 
investigaciones. 
El objetivo de esta discusión es abordar 
los retos que enfrentará el joven científico 
que pretende dedicarse a la investigación, 
cómo ir de la página en blanco a la comu-
nicación efectiva, los criterios que debe 
cumplir el texto: desde el comienzo de la 
escritura, los plazos y el tiempo del texto, 
la reescritura y crítica entre colegas como 
laboratorio de la escritura profesional, 
hasta los retos burocráticos de la vida del 
investigador. ¿Cómo comunicar el trabajo 
científico efectivamente?, ¿cómo escribir 
un texto publicable?, ¿cómo cumplir con el 
criterio de temporalidad en el texto cien-
tífico? Escribir dentro del plazo de convo-
catoria y escribir un texto coherente con 
el tiempo actual, son algunos de los retos 
que enfrentará el joven investigador al ini-
ciar su ejercicio profesional.
Escritura profesional, 
divulgación y academia
En la formación del estudiante de 
posgrado, mucho se dice de cómo in-
vestigar, sobre la metodología, marco 
teórico, matriz de congruencia, obje-
tivos, hipótesis, resultados, etcétera. 
Sin embargo, es poco lo que se dice del 
cómo entrar al mundo de la divulgación 
científica, de las revistas indexadas, los 
lineamientos editoriales, los dictáme-
nes para ser publicable, la revisión entre 
pares, la actualidad del texto, y el con-
curso de méritos como investigador. Es 
por lo que este texto aborda la cuestión 
del cómo escribir.
Howard Becker relata que cuando co-
menzó a impartir sus seminarios de es-
critura para estudiantes de posgrado, no 
sabía con certeza cómo hacerlo, así que 
solo hizo una pregunta a una de las estu-
diantes “Louise ¿cómo escribes?” (Becker, 
2011: 20). Asimismo, preguntó lo mismo 
a cada uno de los presentes, algunos se 
resistían a contestar y se dio cuenta que 
tenían vergüenza de contar los detalles de 
su proceso de escritura. 
Cuántos de nosotros estaríamos dis-
puestos a contar los detalles de nuestra 
rutina al escribir, ya sea un capítulo de 
tesis, un artículo o una ponencia. Bec-
ker encuentra que sus estudiantes de 
posgrado sufrían una gran angustia al 
momento de escribir, tenían miedo de que 
lo que pusieran en las páginas estuviera 
“mal”, y se burlaran de ellos. Para algunos, 
el hecho de escribir suponía un ritual casi 
mágico que debía ser siempre así para 
obtener el resultado deseado, donde co-
bra relevancia el tipo de papel, el tipo de 
luz, la pluma, el espacio, la silla, el silencio 
o la música de fondo, etcétera.
La primera vez que se me preguntó “y tú, 
¿cómo escribes?”, fue en la maestría en 
ciencias jurídicas. Uno de mis compañe-
ros estaba angustiado porque se acer-
caba la fecha de entrega del primer capí-
tulo de tesis de grado y no podía avanzar. 
Le dije que yo leía o releía un texto unas 
dos horas y me sentaba a escribir las 
ideas y dudas que me habían surgido. Sin 
embargo, dudo que esa respuesta haya 
servido de algo.
La pertinencia de preguntarse a la mi-
tad de los estudios de posgrado ¿cómo es-
cribir?, ¿cómo empezar a escribir?, ¿cómo 
escribir profesionalmente?, se encuentra 
en que los estudiantes de posgrado de-
ben aprender a comunicar efectivamente 
sus resultados de investigación, y que, 
como mi compañero de la maestría, los 
estudiantes de posgrado tienen fechas 
límite para entregar el capítulo de tesis si-
guiente o para enviar un artículo a alguna 
revista indexada; se encuentran con las 
dificultades que supone el escribir “bien”, 
ya que sus textos pasarán por los ojos del 
comité de tesis o por los dictaminadores. 
Es por ello, que Becker señala que la es-
critura merece la misma atención que el 
cómo hacer la investigación.
Para escribir “bien”, el joven científico 
debe observar los criterios de la convo-
catoria (para artículo, capítulo de libro o 
ponencia), y desarrollar su texto dentro 
del plazo que ésta señale. Tendrá uno o 
dos meses para terminar el texto, con la 
excepción de las convocatorias perma-
nentes. Para hacer el envío en tiempo y 
forma, deberá anticiparse a la convoca-
toria y comenzar a escribir desde antes 
de que esta sea publicada. 
A N D R E A R O J A N O 02
 55
En ese sentido, el joven científico, aquel 
que pretende comunicar a sus pares y al 
público en general sus resultados de in-
vestigación, tendrá ante sí un vasto núme-
ro de criterios editoriales. Puede tratarse 
de una revista de divulgación científica, 
informativa, de ocio, electrónicas, entre 
otras, y cada revista de acuerdo con sus 
objetivos determinará los lineamientos 
que los autores deben observar.
Los estudiantes de posgrado que en su 
proyecto de vida contemplen el consoli-
darse como investigadores, escribir como 
parte del ejercicio de la profesión, habrán 
escuchado ya por parte de sus docentes 
la recomendación de publicar en revistas 
indexadas. Pero, ¿qué es una revista in-
dexada? Las revistas indexadas son aque-
llas publicaciones periódicas cuya calidad 
ha sido reconocida a través de diversos 
indicadores; es decir, la revista pasa por 
los criterios de un sistema de calidad para 
que le sea otorgado este estatuto. 
Para escribir profesionalmente, el joven 
científico, quien se encuentra realizando 
sus estudios de posgrado,impartiendo sus 
primeras clases y desarrollando su trabajo 
de tesis, deberá a la par aprender el siste-
ma de reconocimientos y estímulos, para 
que al terminar sus estudios, pueda desen-
volverse en el sistema de concurso de mé-
ritos al que los investigadores académicos 
pertenecen, y que les permite dedicarse a 
la escritura (divulgación de las investiga-
ciones) como parte de la profesión. 
Estos criterios de calidad para el reco-
nocimiento de la labor científica incluyen 
publicaciones en revistas indexadas, 
ponencias, capítulos de libros, partici-
paciones en congresos, impartir cursos 
o diplomados, determinadas horas a la 
semana de clase, etcétera. La labor cien-
tífica se ve supeditada a una acreditación 
administrativa del trabajo a través de 
constancias, certificados y evidencias, 
que prueben que hace su trabajo. 
Claudio Lomnitz en su artículo “Curricu-
lismo mágico” señala ya esta problemáti-
ca, donde el investigador académico se ve 
imbuido en la entrega de evidencias para 
tener los puntos suficientes para el estí-
mulo, lo que se traduce en la posibilidad 
real de dedicarse a la investigación como 
el ejercicio de una profesión redituada: “El 
sometimiento al requisito burocrático lle-
va, además, a que el investigador se vaya 
obsesionando con su currículum, en lugar 
de preocuparse primero por el mundo, que 
es su verdadero problema” (Lomnitz, 2016).
Ante la burocratización de la difusión 
del conocimiento y de la academia, el 
joven científico debe aprender también 
a escribir para ser publicado, aprender 
a leer los criterios editoriales y a armar 
carpetas de evidencias que atiendan 
los diversos criterios en el concurso de 
estímulos. En la lógica del formato y los 
indicadores, el científico académico no 
debe perder de vista el contenido de sus 
aportaciones a la comunidad científica. 
Entonces, el estudiante de posgrado 
que aspira a ser investigador deberá 
aprender a conjugar el desarrollo de una 
investigación de calidad, escribir en los 
términos de lo publicable; y como inves-
tigador, además, realizar actividades de 
formación y divulgación como congresos, 
diplomados, cursos, ponencia, clases, 
tutorías de tesis, actividades vinculación, 
organizar eventos académicos, estancias 
de investigación, entre otros requisitos. 
Sin olvidar que posee la carga de prueba y 
deberá acreditar los hechos que presume. 
Calidad, contenido y forma
Uno de los criterios para obtener la clasifi-
cación de publicable es si el tema del artí-
culo se inserta en una discusión de actua-
lidad. Cómo se ha mencionado, el escribir 
profesionalmente implica reescribir, y que 
la escritura y el escritor tengan el tiempo 
suficiente, incluso se habla de descansar 
el texto, todo esto en el contexto de la me-
dición de la calidad por la periodicidad de 
la publicación donde editores y autores no 
pueden detenerse. 
Entonces, el texto debe pertenecer a 
un tema de moda en el tiempo presente. 
¿Cómo se determina en un texto su (in)
actualidad? Desde las ciencias jurídicas, 
esto podría ser un infortunio para aquel 
joven científico que desarrolla su trabajo 
de tesis durante los dos o tres años de sus 
estudios de posgrado; sobre todo cuando 
por la necesidad de reformar un ordena-
miento jurídico en un tema de trascenden-
cia política y social, sucede que al terminar 
su tesis, la reforma se realiza, entonces 
cuando postule un artículo que conten-
ga los resultados de su investigación, el 
dictaminador podrá suponer que no es un 
tema de actualidad, puesto que la reforma 
ya se dio, y su trabajo se desenvuelve en 
el antecedente de la reforma, así que los 
trabajos actuales serán sobre los alcances 
de esta prospectiva. Sobre este tópico, es 
decir, sobre la idea de actualidad, Giorgio 
Agamben señala que contemporáneo es 
[ DEBATES ]02
56 
quien se cuestiona el tiempo del ahora, 
no es cegado por las luces del presente 
y es capaz de ver en cambio la oscuridad 
de habita en él (Agamben, 2011: 22). En-
tonces, un texto que se inserte en una 
discusión de actualidad versará sobre las 
honduras de lo superficial, lo no desvelado 
del presente. Cuestionará el ahora y cómo 
el ángel de la historia de Walter Benjamin 
mirará por un instante el pasado, tendrá un 
encuentro íntimo con el origen. Agamben 
señala sobre lo contemporáneo que un 
texto actual cuestiona el presente, conoce 
el origen, cita el pasado para leer el pre-
sente ,no de forma voluntaria sino porque 
es necesario. Explica que la oscuridad del 
presente proyecta su sombra en la oscu-
ridad del pasado, por eso se encuentran y 
permiten las tinieblas del pasado interro-
gar a las del presente (Agamben, 2011: 23, 
28-29): “El tiempo de moda está, por ende, 
constitutivamente adelantado a sí mismo 
y, justamente por eso también siempre 
retrasado siempre tiene la forma de un 
umbral inasible entre un ‘no todavía’ y un 
‘ya no’” (Agamben, 2011: 25). 
¿Cómo aprehender el ahora en los 
textos científicos? El planteamiento del 
problema de investigación debe encon-
trarse temporalmente entre el “ya no” y el 
“todavía no”, cuestionar el presente más 
allá de su aspecto superficial, percibir las 
fallas del presente y observar a contraluz 
el objeto o fenómeno de conocimiento 
con el pasado.
En el caso del criterio de actualidad, 
los dictaminadores deberán señalar si el 
texto cumple o no con este criterio, y en 
algunos casos argumentar por qué. Así 
que la actualidad del texto puede esta-
blecerse por varias situaciones. Primero, 
se puede verificar que lo que se está di-
ciendo no esté desfasado, es decir, que 
sea coherente con el contexto, la infor-
mación corresponda y que no exista algún 
elemento nuevo trascendente que no se 
haya contemplado al momento de escribir 
el texto; segundo, respecto a los autores 
que cita, si hace referencias a ediciones 
recientes, lo cual puede ponerse en en-
tredicho si consideramos la necesidad 
de citar el pasado o conocer el origen de 
lo que se estudia, como ya se argumenta-
do; tercero, que pertenezca a una moda o 
tendencia, una problemática emergente 
o desconocida, es algo de lo que se está 
hablando entre los mismos pares, noticias 
u opinión pública. 
Los criterios de selección y discrimina-
ción son instaurados para ser un filtro 
que permita tener productos de calidad, 
y a su vez formar el prestigio de la revista 
que publica esos productos. La calidad 
medida a través de formatos pretende 
hacer filtros imparciales, revisiones por 
pares simple o a doble ciego, donde se 
llenan casillas que informan sobre la cali-
dad del texto y dictaminan su publicación, 
corrección o rechazo. 
Hasta aquí, se puede resumir que para 
ser publicado, el joven científico debe or-
ganizar su proceso y resultados de inves-
tigación en términos del criterio editorial 
que se trate, para que este sea calificado 
como publicable. Para evitar el rechazo 
del artículo, primero se debe conocer que 
“La pertinencia de preguntarse 
a la mitad de los estudios de 
posgrado ¿cómo escribir? ¿cómo 
empezar a escribir? ¿cómo escribir 
profesionalmente? se encuentra en 
que los estudiantes de posgrado deben 
aprender a comunicar efectivamente 
sus resultados de investigación”. 
A N D R E A R O J A N O 02
 57
es lo que evalúan los editores de revistas, 
es decir, el formato de los dictámenes de 
revisión entre pares, se revisará de su tex-
to la originalidad del tema, y que el tema 
se trate de una discusión actual, meto-
dología y marco teórico, argumentación, 
estructura y articulación del tema, que se 
realice una exposición sistematizada de 
la investigación, se realice el análisis del 
problema planteado, que las conclusiones 
sean congruentes con el objeto y desarro-
llo, y que contenga referencias de actua-
lidad. En caso de no contar con alguno de 
estos u otros criterios, el texto será regre-
sado para correcciones orechazado. 
Para Becker, el hecho de que un artículo 
sea rechazado, casi siempre significa que 
ese texto está mal organizado y escrito, 
el problema no es de fondo sino de forma. 
La herramienta ideal para este autor es la 
reescritura, reescribir cuantas veces sea 
posible. Para comenzar, en la rescritura 
de sus textos, Becker desarrolló el hábito 
de intercambiar borradores entre colegas. 
Así, las críticas y comentarios recibidos le 
permitieron mejorar su escritura, y esto 
influyó en su crecimiento profesional. 
Para algunos autores, el temido recha-
zo y las críticas al texto son un ataque al 
orgullo, o es interpretado como resulta-
do de prejuicios editoriales. Para otros, 
es una merma en la confianza, ya que se 
tenía la expectativa de ser publicado y 
de que su producto sea reconocido por 
sus pares. Como Becker explica en su 
seminario de escritura a sus estudiantes, 
el ser corregido o rechazado no debe cau-
sar vergüenza o enojo, sino que el escribir 
profesionalmente significa estar acos-
tumbrado a recibir críticas y reescribir, ya 
que ser un buen escritor no es sinónimo 
de alguien que escribe bien a la primera 
(Becker, 2011: 121): “La lección para to-
dos aquellos cuyo trabajo no despierta 
aceptación no es dejar de esperar que los 
publiquen sino dejar de esperar que los 
editores hagan un trabajo que les corres-
ponde a ellos” (Becker, 2011: 129).
Para la escritura profesional, Howard 
Becker propone comenzar por corregir 
oraciones, ya sea eliminando el exceso 
de palabras, esclareciendo ambigüeda-
des, o ampliando algunos pensamientos; 
escribir un segundo borrador, y en caso 
de que el escritor se estanque en un tex-
to dejarlo y revisar otro.
Y en los casos de que el texto sea re-
chazado, recomienda revisarlo y recom-
ponerlo. Para Becker, significa que el au-
tor no expresó con suficiente claridad sus 
ideas y debe buscar la forma de responder 
las objeciones sin cambiar su posición; 
se debe rescribir el texto hasta que ya no 
haya nada más que hacer en él. 
De Aprender a escribir como un profe-
sional, se puede concluir que se aprende 
a escribir escribiendo, y nadie aprende 
de una sola vez, no debe haber vergüenza 
en el equivocarse y reescribir. Becker ex-
plica su propio ritual de escritura, donde 
escribe algún texto y lo deja unos meses, 
escribe otro y lo deja igualmente, relee y 
rescribe tantas veces sea necesario. Es-
cribir todo lo que se le viene a la cabeza 
le da la posibilidad de descartar lo inútil y 
encontrar las ideas buenas, como cuando 
se toman varías fotografías y se seleccio-
nan y descartan otras. 
“El escribir profesionalmente implica 
reescribir, y que la escritura y el escritor 
tengan el tiempo suficiente, incluso se 
habla de descansar el texto, todo esto en 
el contexto de la medición de la calidad 
por la periodicidad de la publicación donde 
editores y autores no pueden detenerse”.
[ DEBATES ]02
58 
Como editor busca que las críticas que 
hace al texto de los investigadores los lle-
ven a corregirlos y no a la frustración y eno-
jo que supone el rechazo del texto. Cuando 
se dirige a sus estudiantes, en el seminario 
de escritura, los invita a hacer de la rescri-
tura y de la crítica entre colegas un hábito 
para mejorar el texto. Reescribir no es un 
ejercicio penoso, sino que permite escla-
recer las ideas y descartar lo innecesario. 
De la página en blanco a la 
comunicación efectiva
Respecto del cómo iniciar, el escritor Italo 
Calvino realiza una revisión sobre comen-
zar y terminar un escrito dentro del campo 
de la literatura, de los cuales da cuenta 
que el inicio de un texto es la identifica-
ción de eso que se quiere decir dentro de 
la multiplicidad de posibilidades, aislando 
de ello la historia o argumento que preten-
de contar. En la literatura, hay diferentes 
formas de comenzar, técnicas narrativas 
como el inicio a mitad de las cosas, y otros 
como el inicio enciclopédico, el cual co-
mienza dando una información general 
para llevar al lector a la historia concreta. 
¿Cómo comenzar? Se experimenta un 
ansia por decirlo todo, el escritor no confía 
en que la particularidad que expone su tra-
bajo respecto del universo sea suficiente, 
seleccionar aquello de lo que se quiere 
hablar supone un problema, la selección 
sucinta del planteamiento y pregunta de 
investigación, así cómo los objetivos pre-
cisan de delimitar los alcances, y de esta, 
los objetivos de la investigación deben ser 
reales y realizables, precisos y claros para 
ser alcanzados. Por ello, el escritor selec-
ciona una particularidad del universo, pero 
no significa que esa particularidad no esté 
conectada con el todo. Para Calvino, es 
precisamente la obra literaria la que per-
mite ver una porción ordenada del universo 
entrópico (Calvino, 2014: 140). 
En los párrafos anteriores se plateaba 
la cuestión de cómo aprehender la actua-
lidad en los textos científicos. El comien-
zo del texto y final son esos corchetes que 
encierra la porción que se va a explicar, 
categorizar, reflexionar o describir del 
universo caótico. Sin embargo, no signifi-
ca que esta porción sea estática. Calvino 
agrega una característica más a la obra 
literaria, esa porción del universo que ad-
quiere forma en el texto, también “cobra 
un sentido, no fijo, no definitivo, no atena-
zado por una inmovilidad mortal, sino vivo 
como un organismo” (Calvino, 2014: 141), 
se encuentra conectado con el todo. 
En general, en las convocatorias se soli-
cita que los comienzos en los textos de las 
ciencias sociales que se escriba una intro-
ducción que contenga el tema, el criterio 
con que se seleccionó la información, el 
objetivo de esta, así como los retos y los al-
cances, por lo que se inicia plateando una 
pregunta (de investigación), que permite al 
autor construir sus argumentaciones para 
dar respuesta a la misma. 
En este sentido, cabe preguntar: de 
dónde se parte al iniciar un artículo. 
Becker señala que se parte de una teoría 
general que se cree es suficiente para 
afrontar el problema seleccionado, aun-
que intelectualmente se sabe que no es 
del todo cierto. Esta certeza quita presión 
al momento de iniciar la escritura. 
Por su parte, para Medawar, la renuen-
cia a escribir un artículo proviene del no 
saber cómo hacerlo; y se debe a que el 
investigador carece de las habilidades 
para escribir. Se tiene la falsa creencia 
de que los científicos por leer artículos 
constantemente o escuchar numerosas 
ponencias posen la intuición suficiente 
para plasmar sus resultados en un texto 
o comunicarlos en una ponencia. Pero el 
desarrollar una investigación no implica 
el saber escribirla como para comunicarla 
(Medawar, 2011: 89). 
En Consejos a un joven científico, Me-
dawar cuenta algunas de las dificultades 
que se suscitan al dictar una conferencia, 
como que el público piera la atención 
o que se duerman, algún contratiempo 
técnico en la presentación en las trans-
parencias, ahora lo sería problemas con 
el sonido, proyección u otras cuestiones 
materiales. Para las ponencias sugiere se 
haga una presentación breve, que se debe 
evitar decir cosas que demuestren que no 
se ha preparado debidamente la ponen-
cia, expresarse con un lenguaje natural y 
no adornado, se debe respetar el tiempo 
otorgado para exponer y comportarse con 
los otros conferencistas como quisiera 
que se comportaran con uno mismo. 
La exposición oral del trabajo de investi-
gación permite dar orden y coherencia a los 
argumentos, no es lo mismo un soliloquio 
en papel que exponerle a un público el tra-
bajo realizado. Además, al intentar explicar, 
el investigador podrá notar la información 
que sobra o las palabras que faltan, para 
que se entiendan sus ideas, esta es otra he-
rramienta para el joven escritor, la lectura 
en voz alta o la exposición oral de su trabajo. 
A N D R E A R O J A N O 02
 59Los consejos para la escritura que brinda 
Medawar son procurar el menor uso de 
palabras para decir algo, ya que cuando 
se escribe un texto para su publicación, 
el editor impondrá un límite de extensión, 
criterio al que el escritor debe apegarse. 
Y para iniciar un texto, sugiere se inicie 
con un párrafo que explique la razón por la 
que se escribió y se entienda de que trata, 
para escribirlo también debe preguntarse 
a quien va dirigido (Medawar, 2011: 93). 
Otra de las reflexiones de Becker son las 
presiones a las que están sometidos los 
académicos para escribir en determinada 
dirección, las instituciones y las editoria-
les determinan la calidad de los productos 
científicos a través de diferentes paráme-
tros, la calidad depende de quién la valora. 
La editorial, por ejemplo, tiene que mediar 
entre el número de artículos que recibe, el 
presupuesto, la cantidad de revistas que 
va a imprimir, la periodicidad de publica-
ción, también debe tener en considera-
ción a los usuarios, quienes adquieren los 
números, a los científicos y profesionales 
del ramo para determinar el contenido y 
exigencia de los artículos publicables, ya 
que cada artículo que publique, si bien es 
responsabilidad del autor, habla de la cali-
dad de la propia revista y su prestigio. 
Conclusiones
El prólogo a la inventiva literaria es el mo-
mento en el cual se delimita el espacio a 
ocupar. La escritura encasilla a las ideas, 
las palabras matizan y al avanzar en la 
obra se descubren sus márgenes. Esto 
constituye un forma de comunicación, el 
lenguaje se proyecta autopoieticamente 
para formar y formarse en la comunica-
ción. La manera en que se lleva, a su vez, a 
cabo descubre y forma al autor.
Así como los estudiantes de Becker el 
seminario de escritura les brindó un es-
pacio para recomponer sus textos, en ese 
grupo de colegas pudieron recibir críticas 
respecto a la coherencia, extensión, cla-
ridad de las ideas, estructura, organiza-
ción, entre muchas otras, respecto de su 
escritura. Estos comentarios permitieron 
mejorar la calidad de los textos y aumen-
tar la efectividad en la comunicación de 
sus resultados de investigación. Asimis-
mo, Becker señala que a través de relatar 
sus ideas a un grupo de alumnos o a un 
colega que quisiera escuchar, le permite 
dar forma y organizar esas ideas. Además, 
señala que su crecimiento profesional 
se debió en una parte al intercambio de 
borradores con algunos de sus colegas y 
las vastas críticas que recibía y enviaba, 
el intercambio entre pares es una de las 
herramientas para aprender a escribir 
profesionalmente. 
Es importante que los estudiantes de 
posgrado creen redes que integren a dife-
rentes expertos y que cada uno desde su 
formación pueda alimentar esa rescritura 
colectiva con críticas y comentarios, para 
que este sea el espacio donde los textos 
puedan tener una primera revisión antes 
de ser enviados a las editoriales, un es-
pacio para la prueba y error, esta especie 
de laboratorio académico les permitirá 
continuar con su formación profesional y 
mejorar su escritura. 
Para poder comunicar el conocimien-
to científico es necesario escribir en los 
términos de la calidad científica, a modo 
de los lineamientos editoriales, y estos 
a modo de los lineamientos del sistema 
de calidad de las revistas científicas, 
por ello no es poca cosa adentrarse en 
los diferentes retos que supone escri-
bir para ser publicado, para comunicar 
efectivamente el trabajo realizado por 
parte del investigador. 
Es necesario conjugar la calidad en 
tanto contenido, así como forma, para que 
sea claro, entendible y pertinente el men-
saje a comunicar, escribir y rescribir, leer y 
exponer el texto, cuestionar lo superficial 
y citar el pasado que enseña. Estas son 
herramientas que el joven científico debe 
poner en práctica para que sus mensajes 
pasen los filtros de calidad. m
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[ DEBATES ]02
60 
por Roberto Andrés Olvera. Maestro 
en Administración Pública por la 
UAQ. Estudiante del Doctorado en 
Ciencias Jurídicas por la UAQ. 
 61
L auro Zavala señala (2007: 75) que existen dos elementos que de-terminan la viabilidad de un texto 
para ser publicado: escribir bien 
y tener algo que decir. Es por ello que en 
atención al lector, en estas primeras líneas 
expresaré, a manera de preguntas, lo que 
tengo que decir: ¿cuál fue y es el papel del 
poder público en las limitaciones de los 
investigadores en la crítica de lo público?, 
¿las revistas especializadas contribuyen, 
más allá de su función epistemológica, 
a la creación de una élite académica que 
segrega a los nuevos investigadores?
El objetivo de este artículo es doble. 
Por un lado, abordaremos el problema 
de la “cuantificación” del trabajo acadé-
mico como medio para ascender en los 
sistemas de estímulos académicos, con 
especial énfasis en el Sistema Nacional de 
Investigadores (SNI) del Consejo Nacional 
de Ciencia y Tecnología (CONACyT) y, por 
otro lado, la función social de los acadé-
micos al participar en la crítica de la vida 
pública del país y el papel de la censura 
hacia los mismos. El punto en el que se 
tocan ambos es claro: la reputación.
La investigación definida operativa-
mente por Pardo (en Zavala, 2007) como 
“toda actividad asociada a la búsqueda de 
nuevos conocimientos”, puede clasificar-
se en dos tipos: especializada, realizada 
de manera sistemática y bajo una metodo-
logía determinada; y creativa/periodística, 
realizada de manera más personal y libre, 
usando recursos retóricos o centrada en 
valoraciones. La primera se publica ge-
neralmente en las denominadas revistas 
científicas o académicas y la segunda en 
suplementos culturales (Zavala, 2007: 56).
La colaboración en ambos tipos de 
medios, científicos y culturales, no es 
excluyente y se pueden encontrar cotidia-
namente autores que publican en ambos 
tipos de revistas. Sin embargo, la cantidad 
de personas que saltan de la publicación 
académica a la cultural/periodística es 
mayor que las que saltan de la publicación 
cultural/periodística a la académica. Esto 
obedece a varios factores, pero el princi-
pal es el tipo de revisión necesaria para 
los primeros, revisados por pares, con 
metodologías estrictas y la necesidad de 
ciertas credenciales académicas, mien-
tras que la publicación cultural/periodís-
tica no las requiere y es, al menos en un 
primer momento, más accesible para un 
gran número de escritores.
Pizzorno (2008: 45) señala que existen 
cuatro formas de reputación: la confor-
midad comunitaria, la credibilidad, la ex-
celencia en el nicho laboral y la visibilidad. 
Mientras las primeras tres se construyen a 
partir de un juicio comparativo que los de-
más le dan, la cuarta no. Es decir, la reputa-
ción, por excelencia, la crean los juicios de 
los pares, personas calificadas en la misma 
rama científica con habilidades y elemen-
tos para evaluar sus méritos; por otro lado, 
la reputación también la crean personas 
que no tienen la misma preparación o ha-
bilidades, no son pares, pero que están en 
“La censura en México ha estado presente 
desde la misma fundación del Diario 
de México en 1805, el cual a pesar de 
su inicial tendencia pro gubernamental, 
se unió a las corrientes en favor de la 
Independencia, en la voz de Jacobo de 
Villaurrutia y Carlos María de Bustamante, 
mismosque fueron perseguidos por 
el entonces gobierno virreynal”.
[ DEBATES ]02
62 
contacto con el profesional en particular, 
sus clientes, pacientes o beneficiarios, 
ellos evalúan igualmente su “mérito”, pero 
conforme a otros criterios: puntualidad, 
gentileza, facilidad al explicar, etcétera. 
En esa evaluación no experta, señala 
Pizzorno (2008: 45), es donde comienza 
el paso a la cuarta forma de reputación: la 
visibilidad. Al momento en que las opinio-
nes, ya sean expertas o no, se masifican, 
la visibilidad nace, la persona se hace cé-
lebre, de manera idéntica a la celebridad 
de un atleta o un artista importante. En 
cuanto a la competencia, continúa Pizzor-
no, la visibilidad hace posible que una per-
sona con buena opinión entre sus pares y 
el estatus obtenido de celebridad, pueda 
recibir mejores emolumentos que los que 
recibía por las otras formas de reputa-
ción. Aun así, la visibilidad no es siempre 
consecuencia directa de las otras formas 
de reputación: una persona apreciada por 
sus pares es invisible para el gran público 
y una persona sin reputación entres sus 
pares puede ser muy visible (2008: 46).
En nuestro país —y en general en His-
panoamérica—, no obstante la revisión 
más estricta de las revistas científicas, no 
necesariamente se traduce en un mayor 
prestigio y remuneración económica. De 
hecho, generalmente sucede lo contra-
rio, y quienes reciben un mayor foco de 
atención y reconocimiento social son los 
escritores culturales/periodísticos, pues 
mientras que a los investigadores reci-
ben malos pagos y su trabajo es apenas 
apreciado por sus pares, los escritores 
culturales/periodísticos, son apreciados 
por las masas y los medios de comunica-
ción, estos últimos generalmente dando 
foro y pidiendo opiniones de los temas de 
la agenda nacional.
Lo anterior no sucede, en general, en 
otros países, donde los investigadores 
tienen un alto reconocimiento público y 
económico, llegando a tener una “conno-
taciones de clase”. En cambio, el término 
“académico”, en países como México, ha 
llegado a usarse de forma peyorativa. Un 
ejemplo de ello es el calificativo usado 
por el presidente actual, Andrés Manuel 
López Obrador, para referirse a los inves-
tigadores como “cómplices de las atro-
cidades del periodo neoliberal” (Animal 
Político, 2020), lo cual los hace parecer 
como ajenos a la problemática nacional, 
ya que “no van al campo, no conocen la 
realidad y no pueden transformar una 
realidad que no se conoce. Están en las 
nubes” (Knochenhauer, 2019).
Estos ataques discursivos desde el 
poder al mundo intelectual, no son nuevos 
ni inesperados. Althusser ya mencionaba 
en su clásico Ideología y aparatos ideoló-
gicos del Estado, citando a su vez a Marx, 
que la reproducción de las condiciones 
de producción es condición de necesidad 
para que exista y permanezca la forma de 
producción misma (2003: 9). Es decir, el 
Estado usará sus aparatos ideológicos, 
en este caso el referido a la información 
y cultural, para que su visión de país per-
manezca en el tiempo; lo cual implica que 
finalmente reproducirán, conscientes o 
no, las relaciones de poder existentes, 
si acaso matizándolas o cambiando a los 
gestores del proceso de producción, pero 
nunca abandonando el mismo.
Ahora bien, como menciona Althusser 
(2003: 26), los aparatos ideológicos y 
represivos del Estado no están caracte-
rizados por el uso exclusivo de una herra-
mienta, ideología o represión, sino por la 
extensión de su uso (primaria o secun-
daria). Es así que los aparatos represivos 
llegan a usar la ideología también, v. g. 
códigos de conducta, valores, medallas, 
uniformes; de igual forma, los aparatos 
ideológicos llegan a usar, secundariamen-
te, la represión, ya sea de manera sutil, 
disimulada y simbólica, v. g. censura.
La censura en México ha estado pre-
sente desde la misma fundación del Diario 
de México en 1805 (Avilés, 2007), el cual a 
pesar de su inicial tendencia pro guberna-
mental, se unió a las corrientes en favor 
de la Independencia, en la voz de Jacobo 
de Villaurrutia y Carlos María de Busta-
mante, mismos que fueron perseguidos 
por el entonces gobierno virreynal. No es 
pues, la censura, ni extraña ni novedosa, 
mucho menos extinta de las prácticas de 
los grupos que detentan el poder político.
Y es justamente la censura del gobierno 
de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), lo 
que causó el “golpe de Estado” ocurrido 
en la cooperativa de Excélsior y la salida 
de su director Julio Scherer el 8 de julio 
de 1976. Este hecho, a su vez, generó la 
salida de Octavio Paz del mismo medio y 
de su suplemento Plural, que había estado 
dirigiendo desde octubre de 1971 (Pereyra 
et. al.: 2018). Sin embargo, ambos escri-
tores no tardarían más de unos meses en 
fundar nuevos espacios de expresión,01 así 
01 No podemos olvidar también que de la escisión de 
la cooperativa Excélsior nace Uno más uno, fundado por 
Manual Acosta Becerra hijo (Reed Torres y Ruiz Casta-
ñeda, 1995: 359).
R O B E R T O O LV E R A 02
 63
es como nace Proceso y Vuelta, fundados 
respectivamente por Scherer en noviem-
bre de 1976 (Reed Torres y Ruiz Castañeda, 
1995: 357–358) y por Paz (1976), en diciem-
bre del mismo año.
A la postre, Vuelta sería publicada por 
más de veinte años, siendo su número 
final el de agosto de 1998,02 aunque ya no 
por censura del Estado, sino por un acuer-
do entre Krauze y la viuda y heredera de 
Paz, Marie Jose. Dicho acuerdo incluía la 
compra-venta de las acciones comunes 
de Vuelta y el cese de la publicación de la 
revista, por respeto a Octavio Paz, falle-
cido meses antes, al estar fuertemente 
vinculada al mismo (Ravelo, 1998). Como 
sucesora legítima de Vuelta nace, en ene-
ro de 1999, Letras Libres, en cuyo primer 
número se publica una carta de agosto de 
1991, donde Paz le entregaba a Krauze la 
dirección de Vuelta (Paz, 1999).
Como una especie de eterno retorno, 
en septiembre de 2019, el actual presi-
dente de México acusa de conservadores 
a Krauze y Aguilar Camín, directores de 
Letras Libres y Nexos respectivamente, 
multando a esta última y prohibiendo la 
contratación de publicidad gubernamen-
tal con ellos (Bello, 2020). La acusación 
de conservadores contrasta con la propia 
opinión de Paz: “[…] en México ya no hay 
conservadores, todos somos revolu-
cionarios”, esto refiriéndose a que los 
críticos de Plural no eran conservadores, 
sino ricos, es decir, era una diferencia de 
02 . La revista Plural siguió siendo publicada por Excélsior 
hasta diciembre de 1994, siendo su último director Jaime 
Labastida. Durante los años siguientes a la salida de Paz, 
la revista intentó recuperar su prestigio, pasando por va-
rios cambios de directorio e invitando a escritores en el 
exilio (Pereyra et. al., 2018).
clase socioeconómica no de pensamiento 
político, la crítica viene de quien tiene la 
riqueza, los medios de producción y con-
trola el poder público, no de los pobres, 
desposeídos e impotentes.
Igualmente contrastante con la crítica 
de “estar en las nubes” (vid. supra) es la 
opinión de Paz: “Desde que apareció el 
primer número de Plural se nos acusó de 
‘elitistas’ y de publicar textos incompren-
sibles. No era extraña la acusación: los 
populistas tienen una idea más bien baja 
de la inteligencia y de la sensibilidad de la 
gente. En el fondo del populismo hay un 
gran e inconfesado desprecio por el pue-
blo” (Paz, 1976).
Si bien es cierto, el estilo de escritura 
de los investigadores (en lato y stricto 
sensu) —a veces— es oscuro e innece-
sariamente confuso, usando una “jerga 
técnica virtualmente ininteligible para el 
lector común” (Zavala, 2007: 57), hoy en 
día los criterios de escritura académica 
recomiendan la claridad y legibilidad del 
texto, evitando las frases subordinadas y 
el uso de una jerga o un estilo ininteligible, 
poniendo en el centrodel texto la claridad 
de la argumentación (Zavala, 2007: 74-75). 
El Sistema Nacional de Investigadores 
(SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y 
Tecnología (CONACyT) creado en julio de 
1984, con el objetivo de “fomentar el desa-
rrollo científico y tecnológico del país for-
taleciendo la investigación en cualquiera 
de sus ramas y especialidades, a través, 
del apoyo a los investigadores de las ins-
tituciones de educación superior y de 
investigación del sector público” (Acuerdo 
por el que se establece el Sistema Nacio-
nal de Investigadores, 1984), estableció 
desde un inicio como criterio principal de 
evaluación la “productividad reciente del 
investigador”, tanto de recursos humanos 
como de publicaciones.
“Si no se protege a la academia (escritores 
e investigadores) de la censura, desde el 
púlpito presidencial, se acelerará el retorno 
al monolítico presidencialismo mexicano”.
[ DEBATES ]02
64 
El desarrollo de este modelo no fue ex-
clusivo de nuestro país y, en todo caso, 
es el resultado de la racionalización del 
trabajo científico (Solano-Solano, 2007) 
y la cosificación de los propios investiga-
dores como instrumentos de producción 
de papers, artículos y libros. El prestigio 
de los investigadores mexicanos quedó 
vinculado así a métricas estandarizadas y 
controladas por el Estado, el nivel dentro 
del SNI se convirtió en la principal aspira-
ción económico-laboral de los académi-
cos (Barrera-Saldaña y López-de-Alba, 
2000; Camarillo Hinojoza, 2015) en virtud 
de los salarios precarios, la lucha por el 
acceso y ascenso en el sistema determi-
nó también la conformación propia de la 
forma de producción intelectual dentro 
de las universidades (Payró et. al., 2016: 4).
El efecto Mateo, nombrado así por la 
parábola de los talentos del Evangelio de 
Mateo, que se sintetiza en la frase “Por-
que a cualquiera que tiene, se le dará, y 
tendrá más; pero al que no tiene, aun lo 
poco que tiene se le quitará” (Reina Valera 
Contemporánea, 2011, Mateo 13:12), se 
hace presente en el SNI y los sistemas de 
estímulos de las universidades, en la for-
ma y mecanismos en los que se asignan 
becas, apoyos y prestigio atendiendo a la 
productividad, castigando por otro lado 
la “falta” de generación y rendimiento de 
otros investigadores (Díaz, 2018). Esta 
circunstancia genera por lado una sobre 
oferta de artículos y libros en revistas y 
editoriales “chicas” y “medianas”, y difi-
culta el acceso a los nuevos investigado-
res a revistas de alto impacto que están 
copadas por investigadores veteranos 
de universidades con alta “reputación” o 
“visibilidad” (Benítez-Bribiesca, 2006). De 
igual forma, la sobre oferta genera que 
las revistas universitarias se llenen de 
artículos sin personalidad ni calidad, en 
opinión de Lomnitz: “las revistas espe-
cializadas en su mayoría también carecen 
de personalidad. No representan tenden-
cias, ni estilos ni generaciones. Igualan lo 
sorprendente con lo trivial. Son primero 
y ante todo institucionales” (2016). Un 
problema de esta “maquila” de escri-
tos académicos, es que se convierten 
simplemente en una especie de “fraude 
procesal”: los burócratas piden produc-
tividad, los académicos se las damos. Lo 
cuantitativo le gana a lo cualitativo.
A su vez, la dependencia del SNI de una 
institución gubernamental no autónoma, 
produce la tentación de permear la posi-
ción ideológica de las fuerzas políticas he-
gemónicas del momento en la investiga-
ción científica. Se puede dar la aparición 
—incluso creación— de lo que Bourdieu 
llama “intelectuales de aparato”, mismos 
que están ubicados en la “intersección del 
campo intelectual y del campo de poder, 
es decir, en el lugar donde la palabra se 
convierte en poder, en esas comisiones 
donde el dirigente ilustrado encuentra al 
intelectual que ilustra” (Bourdieu, 2015), v. 
g. los “intelectuales orgánicos” en el sali-
nismo (Sánchez, 2015) o la reciente carga 
de la titular del Conacyt, María Elena Álva-
rez-Buylla, contra la “ciencia neoliberal” 
(La ciencia neoliberal, 2020).
Es decir, la tentación se puede llegar 
a materializar en el impulso económico 
y mediático de cierta élite académica 
oficialista en detrimento del resto de los 
investigadores –los cuales en sí son una 
élite al confrontarlos con la totalidad de 
la población–, como ejemplo de ello po-
demos observar el cuestionado ascenso 
(Roldán, 2021) del Fiscal General de la 
República, Alejandro Gertz Manero, al SNI 
en su nivel III, después de haber sido re-
chazado durante 11 años, o la inclusión de 
académicos oficialistas en programas en 
la televisión pública, como es el caso de 
John Ackerman en Canal Once (Redacción 
Animal Político, 2020) o la supuesta cen-
sura de Hernán Gómez en el mismo canal 
(Redacción Animal Político, 2019).
Como reflexión final, y aún conside-
rando que prevaleciera el estilo oscuro 
y elitista en los investigadores, deben 
protegerse los espacios de reflexión y 
cuestionamiento del Estado, ya sea Plural 
o Letras Libres, Nexos o Proceso; si no se 
protege a la academia (escritores e inves-
tigadores) de la censura, desde el púlpito 
presidencial, se acelerará el retorno al 
monolítico presidencialismo mexicano. 
Esto, en palabras de Paz, permite advertir 
que “en todo caso, es una confirmación 
de que el Estado sigue siendo el poder 
determinante en México. El gobierno vive 
y crece a expensas de la sociedad. La 
izquierda y la derecha, el líder obrero y el 
banquero, el periodista y el obispo, todos, 
viven de hinojos ante la Silla Presidencial. 
Por eso es grave lo del Excélsior: ¿dónde 
se va a hacer la crítica del poder y de los 
poderosos?” (Paz, 1976)
De igual forma, se debe pensar en tran-
sitar del actual esquema de becas, apoyos 
y subsidios en la investigación científica a 
un escalafón laboral real, con impacto en 
prestaciones sociales (en particular pen-
siones y jubilaciones), que le de garantía a 
R O B E R T O O LV E R A 02
 65
los actuales investigadores para una vida 
digna y a los futuros investigadores les 
incentive a continuar en la línea de pro-
ducción de conocimiento.
Como preguntas para un desarrollo 
más profundo quedan: ¿dónde se va a 
hacer la crítica del Estado y sus opera-
dores?, ¿cómo pueden cuestionar los su-
bordinados si el Estado censura?, ¿cómo 
pueden construir conocimiento los in-
vestigadores si los salarios se confunden 
con “apoyos” y becas?, ¿de qué manera se 
puede superar el Efecto Mateo?, ¿cómo 
podrán los nuevos investigadores y escri-
tores ganar relevancia en un mundo donde 
el propio conocimiento ha sido raciona-
lizado y cosificado, dónde los números 
hablan y las personas callan? m
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[ DEBATES ]02
66 
por Bruno De la Garza Trejo. Economista. 
Especialista en Derecho Fiscal y Maestro en 
Ciencias Económico Administrativas. Estudiante 
del Doctorado en Ciencias Jurídicas por la UAQ. 
 67
Introducción
D emocratizar la comunicación científica es una cuestión que persiste como un reto incon-
cluso para las sociedades en la 
actualidad. La generación y divulgación 
de nuevo conocimiento representa el me-
dio de acción que posibilita el avance de la 
sociedad a través del saber. Dada la rele-
vancia del papel activo que desempeña en 
la transformación de las sociedades orga-
nizadas, debiera presentarse como uno 
de los temas torales en las agendas pú-
blicas de los distintos gobiernos. Pero lo 
que encontramos en la facticidad, es una 
disociación que rompe con la congruencia 
de objetivos desarrollistas. La barrera del 
conocimiento técnico representa solo 
una primera cuestión a superar, la falta 
de interés común en la comunicación 
científica se replica en todos los niveles 
de la sociedad. Como consecuencia, 
cualquier esfuerzo en materia de política 
pública que pueda existir, no llega a 
permear a la población más allá de su 
nicho de interés, situación que se plantea 
como una problemática a superar. 
Para profundizar en la discursiva inma-
nente de ideas –en apariencia asintóti-
cas—, el presente artículo desarrolla tres 
apartados principales en los que reflexio-
na una serie de consideraciones en torno 
al proceso de la comunicación científica 
en el contexto actual; seguidamente, se 
provee de una conclusión general que 
proporciona una primera aproximación 
introspectiva y crítica, tendiente al en-
tendimiento de la problemática desde el 
enfoque de las siguientes interrogantes: 
¿cuál es el papel real que desempeñan los 
actores –Estado, empresas y goberna-
dos— de la comunicación en un contexto 
de globalización?, ¿cómo se ven afectadas 
las relaciones sociales con la velocización 
global?, ¿cómo esto repercute en la comu-
nicación científica?
La comunicación científica y la 
concepción del divulgador
El visible acortamiento del fenómeno cícli-
co y lineal denominado temporalidad01 en 
el acaecimiento cotidiano, ha llevado a la 
humanidad a manifestar diversas estruc-
turas de organización al relacionarse, cen-
trándose el presente escrito en el comple-
jo proceso que ha devenido en el papel que 
desempeña la comunicación científica 
moderna, a razón de poder ser categori-
zado para su estudio, se ha enmarcado de 
forma general en un contexto occidental, 
contemporáneo y de globalización. 
Al respecto, Pizzorno desarrolla en 
varios escritos los procesos de comuni-
cación en un entorno cada vez con mayor 
velocización,02 permiten esbozar en for-
ma ex post facto, las implicaciones que 
conllevan las actuales formas de relación 
en el tejido social. Así, al pretender cons-
01 . Considerando la temporalidad de Villoria (2000), 
que relaciona el concepto de “lo cotidiano” con la acep-
ción tradicional de temporalidad lineal, haciendo el 
señalamiento de la ausencia de lo cotidiano, al ser un 
proceso dinámico que radica en el que hacer del vínculo 
social. Precisa: “La temporalidad se refiere a la expe-
riencia del presente como prácticas desarrolladoras 
simultáneamente en el tiempo exterior […], en un tiempo 
interior […] y en el espacio, a través de la comunicación” 
(p. 11), convergiendo con el concepto de cosmovisión 
sin referirlo en forma expresa.
02 . Del concepto de velocización de Zordan y Silva (2018), 
asociado al modelo de producción capitalista.
tituir sistemas organizados, en los que la 
libre determinación y la posibilidad de “te-
ner un margen de acción” se consideran 
situaciones a priori, resulta relevante de-
tenerse y analizar bajo una mirada crítica 
los mecanismos de acción, que teórica-
mente están al servicio de la sociedad en 
la búsqueda del progreso (Pizorno, 2006a; 
2006b, 2008).03
Es importante discernir los conceptos 
de visibilidad y reputación pública, ya que, 
a primera vista, parecen guardar algún 
tipo decorrelación. Al cavilar y desmontar 
la estructura del lenguaje y a la vez realizar 
el análisis de la significación contextual, 
podemos señalar algunas precisiones. La 
palabra “visibilidad”, proviene del latín “vi-
sibilĭtātis ”, y hace referencia a la acción de 
ver, del latín “videre” (Jay, 2007). De esta 
primera definición podemos establecer la 
siguiente proposición: cuanto menor sea 
la visibilidad, menos visto será el objeto 
observable en cuestión. Lo que repercuti-
rá directamente sobre el efecto que ejer-
ce en los observadores.
La reputación por su parte, se origina 
bajo una idea colectiva. La RAE indica que 
es la “1.f. Opinión o consideración en que se 
tiene a alguien o algo. [y/o el] 2.f. Prestigio 
o estima en que son tenidos alguien o algo”. 
La reputación radica en el reconocimiento 
conferido; sin embargo, éste no recae 
necesariamente en la visibilidad. En un 
sentido estricto, discrimina al surgir de 
conjuntos específicos de la sociedad, se 
03 . Bajo la idea de progreso gestada en la modernidad, 
considerando un sentido de avance en el devenir histórico 
direccionado por la acción del hombre, hacia una mejora 
en la propia condición del ser.
[ DEBATES ]02
68 
materializa en categorías de sujetos con 
cualidades y cualificaciones similares, 
quienes validan ante la colectividad el ca-
rácter otorgado a la reputación. Es así que 
hablar de “reputación pública” establece 
el nexo entre la reputación y la visibilidad, 
donde lo público hace referencia a lo ac-
cesible al colectivo, a las masas, y le da un 
sentido de exposición y pertenencia hacía 
la sociedad. 
Pizzorno (2008) plantea una perspecti-
va peculiar con el término de reputación, 
ya que dice que “[…] existen tres formas 
de reputación: la conformidad comuni-
taria, la credibilidad y la excelencia en el 
nicho laboral donde uno se desenvuelve. 
Sin embargo, existe una cuarta forma de 
reputación, distinta de las tres anteriores, 
y la cual me parece adecuado, en cohe-
rencia con el lenguaje cotidiano, llamar 
visibilidad” (p. 45). Aquí, donde establece 
la disimilitud existente entre los concep-
tos planteados (visibilidad y reputación), 
y el reconocimiento de la reputación 
queda designado a los pares, ya que, por 
sus características de semejanza, son los 
únicos que están en posibilidad de validar 
(o no) a sus análogos. 
Esta situación plantea una limitante 
manifiesta para la comunicación cientí-
fica. El desarrollo de las tecnologías de 
la información, y más concretamente, de 
los medios de comunicación masiva, han 
brindado una exacerbada exposición y 
visibilidad a los sujetos sociales ubicados 
fuera de su esfera de competencia: acto-
res, cantantes, deportistas, y en general 
individuos pertenecientes a la industria 
del entretenimiento,04 han monopolizado 
los medios que democratizan la informa-
ción, un proceso que obedece al nuevo 
orden económico preponderante,05 donde 
las leyes de la oferta y la demanda –en 
mayor medida– determinan el funciona-
miento del mercado. 
Una barrera natural para la comunica-
ción científica radica en la caracterización 
de su propia esfera, el margen de acción 
que le proporciona su ámbito de validación 
resulta ser reducido, además de que la 
ciencia solo le interesa a los científicos, es 
decir, existen una serie de factores –expli-
cados más adelante— que sistémicamente 
restringen el acceso a la ciencia, el que 
queda reservado solo para algunas econo-
mías referidas como “más desarrolladas”. 
Asimismo, existe un razonamiento de se-
gregación por área de competencia dentro 
de “lo científico”, que como consecuencia 
dificulta la diseminación del conocimien-
to, ya que ésta dependerá en mayor me-
dida de la reputación del divulgador –que 
recae en los pares y cuya exposición es 
limitada—, y solo en eventos excepciona-
les se verá apoyada por algún otro factor.
La reputación pública repercute sobre 
05 . La ONU desarrolla en 1974 el concepto del Nuevo Or-
den Económico Internacional, con el que proclama su de-
terminación a orientar la política económica internacional 
hacia un sistema basado en equidad, igualdad y sobera-
nía basado en la cooperación, independientemente de su 
sistema económico particular. 
el sujeto expuesto, y tiene un grado de 
influencia en su comunidad; de ello se 
desprende que en la actualidad necesite 
competir con la visibilidad. Los agentes 
asociados a la comunicación, en ocasio-
nes desempeñan funciones en la rectoría 
del Estado, que los vuelve objeto del es-
crutinio público, desvaneciendo la figura 
del panóptico de Foucault (1976: 184-195), 
con el renovado poder que reclaman las 
masas dentro de su microfísica, donde la 
visibilidad se impone, pretendiendo haber 
superado a la reputación.
Globalización y desigualdad, 
algunas reflexiones
Extensa es la discusión en torno a los 
distintos procesos sociales que acaecen 
en un entorno de globalización. Pizzorno 
(2006a) identifica el punto de partida de 
la discusión en el último cuarto del siglo 
XX. El análisis del fenómeno en un sentido 
crítico, permite dilucidar y dar indicios del 
rol desempeñado por la comunicación en 
un marco cuyo cambio de dinámica y es-
tructura ha producido cambios cada vez 
más acelerados, que generan una mayor 
complejidad en su configuración. Esto 
nos ha situado en un delicado orden social 
dependiente de las tecnologías, las que 
determinan cada vez en mayor medida la 
forma en que nos relacionamos. 
La globalización debe ser vista como 
lo que es (fuera de todo juicio de valor), un 
proceso de intercambio que ha generado 
algunas dinámicas específicas en función 
de las características de cada nación. La 
debacle de las economías planificadas ha 
04 Recordando la psicología de las masas de Le Bon 
(2018), donde no hay lugar para la individualidad, visión 
en la que expone la manifestación de una mente colectiva 
que obedece un interés renovado, y que no necesariamen-
te se relaciona con la conciencia individual ya que la per-
sonalidad consciente se desvanece en la muchedumbre.
B R U N O D E L A G A R Z A 02
 69
dado paso a un modelo de libre-cambio, 
en el que las economías que en un primer 
momento –consecuencia de su propia 
genealogía— lograron desarrollar alguna 
ventaja comparativa y explotarla, se han 
posicionado bajo el paradigma de nacio-
nes desarrolladas (Olivares, 2014).
Como todo cambio estructural en la 
organización social, se observan efectos 
positivos o negativos –esto depende de 
la posición del sujeto implicado en cues-
tión–, pero al igual que en el ámbito de la 
medicina, donde la premisa plantea la 
pertinencia “cuando los beneficios supe-
ran a los riesgos potenciales”, en el caso 
económico podemos decir que cuándo los 
beneficios superan los posibles efectos 
negativos, la política será deseable. Situa-
ción que se cumple bajo la concepción ri-
cardiana (1817) del comercio internacional. 
En sentido opuesto encontramos algu-
nos autores que se han vuelto referentes 
en la actualidad. Stiglitz con El malestar 
de la globalización (2002) y El precio de la 
desigualdad (2012), expone que pese a la 
creación de diversas instituciones inter-
nacionales en la época de la posguerra (de 
la Segunda Guerra Mundial), cuyo fin era 
mitigar los problemas de pobreza y des-
igualdad, en pleno siglo XXI no se ha erra-
dicado la pobreza extrema, los países más 
pobres (su mayoría en África) no han mejo-
rado sustancialmente sus niveles de vida, 
y la desigualdad que durante la primera mi-
tad siglo pasado atendía a la proporción de 
Pareto –el 80/20–, con la intensificación 
de los modos de producción ha transitado 
a un esquema de distribución del ingreso 
donde el 1 por ciento de la población acu-
mula el 99 por ciento de los réditos. 
Thomas Piketty por su parte, en La econo-
mía de las desigualdades (2015), se alinea 
con el discurso de Stiglitz (2012),evalúa la 
eficacia de los mecanismos de asignación 
del gasto público,06 el efecto del salario 
mínimo, la brecha salarial entre los niveles 
de cualificación, el efecto de la política 
fiscal sobre la demanda agregada, entre 
otros, llegando a la misma conclusión, la 
evidente y grave situación de polarización 
social y del ingreso por ineficiencia en los 
mecanismos de redistribución.
En los hechos, es innegable el avance 
en algunas dimensiones sociales. Al eva-
luar el progreso desde el mejoramiento 
del nivel de vida a escala global, basta 
con apreciar la evolución en algunos in-
dicadores. Por ejemplo, la esperanza de 
vida al nacer en 1960 era de tan solo 52.5 
06 . En las economías que rigen su política económica a 
través de la política monetaria y fiscal, el gasto público se 
destina a la inversión pública, principalmente infraestructu-
ra; y gasto corriente, donde se integra en mayor medida la 
remuneración de los burócratas y los programas sociales.
años, y para 2019 a pasado a 72.7 años en 
el promedio mundial. El decremento in-
ternacional en el nivel de pobreza extrema 
es evidente, en 1981 el 42.7 por ciento de 
la población mundial se encontraba por 
debajo de la línea de pobreza de 1.9 dólares 
por día, mientras que para 2017 esa brecha 
se redujo al 9.3 por ciento de la población. 
El avance en las mediciones de satisfacto-
res relativamente nuevos, como lo son la 
alfabetización (de 66.9 por ciento en 1976 
al 86.5 por ciento en 2019) y el acceso a las 
democracias07 que hay que distinguir de 
los señalamientos anteriores, es el evi-
dente estancamiento que se ha generado 
como consecuencia del crecimiento ex-
ponencial del desarrollo tecnológico, que 
se ha vuelto evidente en el transcurrir del 
último quinquenio (Banco Mundial, 2021). 
07 . De acuerdo con el Índice de Democracia de The Econo-
mist, en una muestra de 165 países en 2020, 23 son demo-
cracias plenas, 52 democracias imperfectas, 35 regíme-
nes híbridos, y 57 regímenes autoritarios, en los sistemas 
de organización política de las diferentes naciones. 
“La generación y divulgación de nuevo 
conocimiento representa el medio 
de acción que posibilita el avance de 
la sociedad a través del saber”.
[ DEBATES ]02
70 
El encontrarse inmersos bajo un paradig-
ma de crecimiento progresivo que ignora 
los señalamientos sobre los límites del 
crecimiento tiene sus implicaciones (Me-
dows, Donella, Randers y Beherns, 1971). 
La acumulación de capital que modelaba 
Solow (1956), gracias al progreso técni-
co ha llegado a su máxima expresión en 
tiempos recientes. Y el comportamiento 
de los agentes que se ha abordado des-
de una visión iuseconómica ha restado 
atención al proceso de generación-so-
cialización del conocimiento. Es decir, 
un proceso de crecimiento económico 
basado en una demanda lineal de bienes 
y servicios por parte de las sociedades 
en un mundo con recursos finitos, es de 
facto, un paradigma que conduce a un 
fin inminente, argumento que la ciencia 
ha señalado en repetidas ocasiones. La 
creación de think thanks, y de diversos 
organismos internacionales con el fin de 
revertir la tendencia, no ha derivado en el 
impacto esperado, y es precisamente la 
barrera de la comunicación científica ha-
cia la democratización del conocimiento, 
la primer limitante que hasta ahora no se 
ha podido superar. 
La comunicación científica 
en la economía
Aunado a la preocupación por “la asigna-
ción eficiente de los recursos escasos”, 
la polarización de la brecha económica 
entre los individuos de una misma socie-
dad, y el propio distanciamiento entre 
sociedades, se plantea la problemática a 
superar. Esto, en el contexto referido de 
velocización de las nuevas tecnologías, 
pero por qué ello habría de suponer una 
limitante para la comunicación científica, 
si en la actualidad lo que abunda son me-
dios de comunicación. 
Al respecto, lo que observamos es 
una serie de condiciones que limitan la 
capacidad de impacto de la ciencia en la 
sociedad, la barrera por nivel educativo, el 
desinterés por parte de los gobernantes, 
o la misma indiferencia de la población en 
general, resultan como la consecuencia 
de la proliferación de un paradigma eco-
nómico de aceptación mundial basado 
en competencia, producción y produc-
tividad. Otro factor no considerado es 
el desarrollo de la comunicación en sí. A 
finales del siglo XV, se ubica la llegada de 
los europeos al continente americano, 
algo sumamente reciente en el recorrido 
histórico de la humanidad, y tan solo un 
siglo atrás estaría culminando la última 
etapa de la Edad Media, de lo que pode-
mos advertir la forma de cambio exponen-
cial en el desarrollo del pensamiento, y en 
consecuencia de las relaciones humanas. 
En 2017, IBM a través de su división de 
internet de las cosas08 refirió la siguiente 
afirmación: “La sociedad ha creado más 
datos en [los últimos] dos años, que en 
toda la historia [de la humanidad]”. Cabe 
recordar que la evolución biológica que 
ha determinado nuestra estructura física 
y de pensamiento (dada la evolución del 
cerebro humano) se constituyó a lo largo 
de decenas de miles de años, y que de 
suscitarse algún tipo de “apagón tecno-
lógico”, a nivel conductual prácticamente 
estaríamos situados por lo menos un par 
de siglos atrás, ya que la mayor parte de la 
población ni siquiera alcanzamos a com-
prender en profundidad el funcionamien-
to de los objetos de los que dependemos 
en la cotidianeidad. 
La ultima variable que consideraremos, 
y que plantea una limitante en la comuni-
cación, proviene de la propia estructura 
del pensamiento del individuo. El homo 
economicus09 se presenta como un to-
mador de decisiones racionales, y para 
efectos prácticos lo es, ya que decide en 
función de la maximización de su benefi-
cio individual. El problema radica en que 
no sabe distinguir cuando el beneficio 
personal depende del colectivo. 
La búsqueda de la recompensa en 
el corto plazo parece anteponerse a la 
seguridad en algún otro lapso de tem-
poralidad. Tal es el caso de la nación que 
elige en repetidas ocasiones al mismo 
gobernante, donde una mayoría relativa 
obtiene algún beneficio (podría ser a tra-
vés de algún beneficio social), y en cada 
ocasión, demuestra ser ineficiente en el 
cumplimiento de sus funciones, al grado 
de terminar expulsado a su población en 
grandes migraciones por el elevado nivel 
09 . El concepto es empleado por la escuela neoclásica para 
modelar el comportamiento del hombre en la economía. 
08 . En 2011, Dave Evans hacía referencia a un próximo 
salto tecnológico basado en la interrelación que sucede-
ría entre los objetos de uso cotidiano y el internet. La rele-
vancia referida se basa en la posibilidad de relacionar los 
diferentes aspectos de la vida cotidiana en una misma red 
de información, de este modo, un ciudadano común pasa 
a ser parte de un mismo conjunto en el que aspectos ta-
les como el trabajo, la educación, asuntos de transporte, 
energía, o gobierno, se verán sumamente simplificados al 
encontrarse integrados y en constante comunicación.
B R U N O D E L A G A R Z A 02
 71
de pobreza, desigualdad e inseguridad. 
O como el ejecutivo que falsea reportes 
para obtener beneficios, a sabiendas que 
en algún punto las consecuencias nega-
tivas lo alcanzarán. Este tipo de razona-
miento de capitalismo de corto plazo, es 
el que se ha manifestado en su máxima 
expresión con la intensificación del de-
sarrollo tecnológico, que ha llevado a las 
economías de escala a llegar al punto óp-
timo mediante la precarización del capital 
humano, y que justamente presenta una 
barrera en el desarrollo y diseminación de 
la comunicación, ya que queda relegada 
a su propia esfera, limitada en cuanto a 
visibilidad y reputación pública.
Conclusiones
La ciencia se presenta como el medio que 
nos permite conocer el mundo que nosrodea, ya sea por la experimentación o a 
través del complejo análisis reflexivo que 
nos lleva a realizar procesos refinados 
de raciocinio, encausado hacia algún fin 
en particular. La conformación del en-
tendimiento a partir de dichos procesos, 
es la que nos ha conducido a configurar y 
delimitar procesos del pensamiento en la 
forma en que lo hacemos, y determinar así, 
algunos conceptos que nos permiten com-
prender la realidad. Ya sea por medio de 
preposiciones, axiomas, lemas o corola-
rios, y demás formas de estructura de las 
ideas, que realizamos la materialización 
(conceptual) a partir de la propia abstrac-
ción de la realidad. Siendo no solo el me-
dio de acción para la organización de los 
modelos de política económica y social, 
sino la vía que estructura el pensamiento y 
vuelve factible el relacionarnos. La comu-
nicación del nuevo conocimiento presenta 
algunas limitantes descritas en el texto, ya 
que “comunicar la ciencia” va más allá de 
presentar los resultados de alguna inves-
tigación específica a una población. Para 
comunicar en forma efectiva, se deben 
considerar las variables implicadas y su 
contexto, la divulgación entre pares o la 
población en general debiera concebirse 
con el mismo grado de importancia, por lo 
que, en el nicho, se debe ser lo más técnico 
y preciso posible, pero para el vulgo se exi-
ge la practicidad y simplificación necesa-
ria para su entendimiento. Una vez supera-
da la barrera del lenguaje, la forma en que 
se hace llegar la comunicación se plantea 
como el siguiente reto, ya que los canales 
de acceso para la población en general, 
no suelen contener divulgación científica. 
Definido lo anterior, podemos advertir 
que la importancia de la transmisión de 
los saberes de las diferentes áreas del 
conocimiento resulta del desarrollo que 
de ello deriva, la democratización plantea 
una mayor distribución del conocimien-
to, y es solo a través de esta divulgación 
indiscriminada que se le confiere el reco-
nocimiento que garantiza su optimidad y 
trascendencia en las sociedades. m
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ta Brasileira de Educação, núm. 23.
“La sociedad ha creado más 
datos en los últimos dos años, 
que en toda la historia ”.
[ DEBATES ]02
72 
por Rodrigo Octavio Ramos Vera. 
Maestro en Juicio de Amparo. 
Estudiante del Doctorado en 
Ciencias Jurídicas por la UAQ.
 73
E l estado de la ciencia –y de las personas que se dedican a la in-vestigación– en México enfrenta 
uno de sus mayores retos en la 
historia moderna. Las políticas públicas 
se encuentran encaminadas hacia desa-
creditar la investigación científica y deli-
mitar lo que el nuevo régimen considera 
“investigación científica prioritaria”, lo 
cual puede ocasionar un sesgo en cuanto 
a los conocimientos que se pueden gene-
rar ante tales circunstancias. 
Ante esta coyuntura, se presentan 
grandes retos para los investigadores, 
los cuales deben redoblar esfuerzos para 
defender su trabajo, buscar el respeto 
de la sociedad en general y, sobre todo, 
continuar con la labor de la divulgación 
científica. Solo mediante la constante 
creación de conocimiento y la correcta di-
fusión del mismo, es como los científicos 
pueden combatir el descrédito que están 
sufriendo. Ante esta situación, la libertad 
tiene un papel preponderante en la ge-
neración y difusión del conocimiento, ya 
que, recuperando a Kant, la “ilustración no 
se requiere más que una cosa, libertad; y 
la más inocente entre todas las que llevan 
ese nombre, a saber: libertad de hacer 
uso público de su razón íntegramente” 
(Kant, 2012: 28).
Es por lo anterior, que en el presente 
artículo se analiza el papel del pluralismo 
dentro de la comunicación científica, 
mediante el planteamiento de dos di-
mensiones claves. Al hablar de la labor 
de investigador de ciencias sociales nos 
encontramos ante dos temas fundamen-
tales, los conocimientos y fuentes al mo-
mento de investigar, y una vez terminada 
la investigación la importancia de divulgar 
los hallazgos realizados. 
El papel de la comunicación científi-
ca en la actualidad es fundamental, no 
sólo para difundir de manera adecuado 
los hallazgos de las investigaciones, 
sino también como una oportunidad que 
tienen los investigadores de cambiar la 
percepción que se tienen de ellos y de 
su trabajo, ya que “la idea de ciencia está 
asociada a menudo a la idea de un mundo 
aparte. La imagen del sabio aislado, apa-
sionado por cosas incomprensibles, o la 
del genio, encarnada por Einstein, marca 
todavía nuestra percepción de lo que son 
las ciencias. Parecen ser actividades mis-
teriosas y los científicos seres extraños. 
Las ciencias serían una forma distinta de 
conocimiento” (Vinck, 2014: 16). Así, ¿qué 
conocimientos deben de ser tomados en 
cuenta en la investigación?, ¿por qué es 
importante la comunicación científica de 
los hallazgos? Estas preguntas pretenden 
ser respondidas a través de una reflexión 
crítica sobre los deberes morales y éticos 
que todo investigador debería tener, junto 
con la concatenación de textos relativos al 
pluralismo de la comunicación científica. 
A través del proceso natural de evolu-
ción del conocimiento y de sus formas de 
comunicación, el ser humano constan-
temente ha progresado en crear nuevas 
formas de conocimiento y en cómo darlas 
a conocer, una de las épocas más impor-
tantes es el Renacimiento, donde surge 
la figura preponderante de Leonardo Da 
Vinci. Como se sabe, Leonardo fue artis-
ta, ingeniero, inventor y, por supuesto, 
escritor, aprovechando las circunstancias 
de su época para maravillarnos aún siglos 
después con sus aportes. Se ha dicho que 
alguien es un artista “no porque figuro 
un objeto, sino, más fundamentalmente, 
porque, en la escritura, mi cuerpo goza 
al trazar, al hender rítmicamente una su-
perficie virgen (siendo lo virgen lo infinita-
mente posible)” (Barthes, 2002: 157).
Este planteamiento que sirve perfec-
tamente para explicar la genialidad de 
Leonardo, es útil, de igual forma, para en-
tender la complicada realidad del investi-
gador en pleno siglo XXI, ya que la persona 
que decide dedicar su vida a la creación de 
nuevos conocimientos científicos, pocas 
veces se dedica exclusivamente a eso, de-
biendo distribuir su tiempo en otras acti-
vidades tales como la docencia, la familia 
y un trabajo formal remunerado. 
Parte fundamental de la labor del inves-
tigador está en esta infinita posibilidad de 
crear nuevos conocimientos, y aportar a 
la ciencia desde su respectiva área. Aho-
ra bien, retomando la figura de Leonardo 
como modelo del hombre pensante duran-
te el Renacimiento, tenemos que él“es un 
hombre del Renacimiento por la vigorosa 
afirmación de su personalidad, por el uni-
versalismo de sus pensamiento, y por su 
curiosidad, por su directa y aguda percep-
ción del mundo visible, su maravillosa in-
tuición del espacio, su sentido del aspecto 
dinámico del ser” (Koyré, 2012: 96).
En este punto es donde surge la prime-
ra interrogante que este texto pretende 
analizar y responder. Al hablar sobre los 
investigadores de las ciencias sociales, 
¿qué conocimientos deben de ser toma-
dos en cuenta en su investigación? Pues 
muchas veces se hace una distinción en-
tre el conocimiento formal a través de una 
[ DEBATES ]02
74 
educación ortodoxa, y el conocimiento 
práctico, que adolece de una instrucción 
clásica. Esta discriminación de los cono-
cimientos prácticos puede hacer que el 
trabajo de investigación este incompleto, 
ya que sería “un error identificar los años 
de escolaridad con la inteligencia y el inte-
rés por la verdad pública” (Mills, 1970: 22).
Esta descalificación al conocimiento 
práctico, se le hizo al trabajo de Leonardo, 
años después de su muerte, con relación 
a la falta de instrucción formal, por no ha-
ber estudiado y ser más bien autodidacta, 
“pero autodidacta no significa ignorante, 
y uomo senza lettere no puede traducirse 
por persona iletrada, sobre todo en este 
caso” (Koyré, 2007: 93). Esta descalifica-
ción realizada al trabajo de Leonardo sirve 
para dimensionar cómo hasta uno de los 
hombres más reverenciados en el mundo 
de la ciencia tuvo que lidiar con los prejui-
cios con relación al conocimiento prácti-
co. Actualmente este mismo desprecio 
se puede apreciar con algunas técnicas y 
métodos que no se apegan a los estánda-
res occidentales de cientificidad.
El descalificar de forma inmediata al 
conocimiento obtenido de formas dife-
rentes a las establecidas –situación que 
comúnmente realizan las instituciones 
científicas y sobre todo los investigado-
res– es un camino peligroso, donde los 
prejuicios pueden privar a los encarga-
dos de crear nuevos conocimientos de 
obtener valiosos aportes para su campo 
de trabajo y, por consecuencia, afectar 
el progreso de las ciencias en favor de la 
humanidad. Es importante señalar que 
las diferentes formas de obtener conoci-
miento son válidas y pueden aportar sig-
nificativamente a la ciencia, ya que se ha 
dicho que “todo sirve” (Feyerabend, 1996: 
27). En este campo se ha creado mucha 
polémica al respecto, como se observará 
a continuación la frase de “todo sirve” se 
refiere a no tener una visión limitada y 
sesgada sobre el alcance de una deter-
minada metodología, pudiendo apoyarse 
en otras sin que esto le quite mérito a la 
investigación realizada. 
Esto sin menospreciar las formas más 
tradicionales de obtener conocimiento, 
simplemente se trata de no cerrarse a 
todas las opciones de estudiar y aprender 
en el campo de la investigación social. En 
este punto es importante acotar lo que 
señala el autor con esta polémica afirma-
ción, donde su intención “no es sustituir 
un conjunto de reglas generales por otro 
conjunto; por el contrario, (su) intención 
es convencer al lector de que todas las 
metodologías, incluidas las más obvias, 
tienen sus límites” (Feyerabend, 2008: 17). 
Ya que “no hay estándares que tengan un 
contenido y den una explicación correcta 
de todos los descubrimientos hechos en 
las ciencias” (Feyerabend, 1996: 31).
Esto toma relevancia sobre todo en el con-
texto actual del mundo, donde en diversos 
países se ha presentado un fenómeno 
controversial: el alejarse totalmente de 
la ciencia, lo cual tiene como resultado la 
misma problemática en todas las áreas del 
conocimiento pueden ser valiosas, pero 
los prejuicios hacia un área determinada 
pueden conllevar a consecuencias desas-
trosas, ya que “por el modo como el mundo 
está ahora organizado, y el modo en que el 
mundo de la ciencia está instituido en él, 
ya no podemos creer que la racionalidad 
pública es un proceso automático o que se 
realiza por sí mismo, si es que realmente lo 
fue alguna vez” (Mills, 1970: 262).
El ejemplo de Leonardo es importante, 
ya que estamos hablando de un hombre 
que vivió hace más de 500 años, el cual 
aporto muchísimo a diversos campos del 
conocimiento. Sin embargo, su trabajo fue 
minimizado, todo porque su instrucción 
no era la adecuada, según los estándares 
de la época. Esto plantea una interesante 
reflexión: “me pregunto además si, im-
pregnados como estamos por nuestra 
“ Las políticas públicas se encuentran 
encaminadas hacia desacreditar la 
investigación científica y delimitar 
lo que el nuevo régimen considera 
investigación científica prioritaria”. 
R O D R I G O R A M O S 02
 75
tradición intelectual, académica y visual 
a la vez, podemos imaginar siempre las 
condiciones en las que el conocimiento, o 
por lo menos una cierta clase de conoci-
miento, podía ser adquirido y transmitido 
durante las épocas que precedieron a la 
nuestra” (Koyré, 2007: 93).
El conocimiento práctico que tenía 
Leonardo y sus contemporáneos, la ma-
yoría de las veces era obtenido mediante 
métodos no convencionales –de prueba 
y error–, alejados de la instrucción formal 
aceptada en su época. No obstante, “no 
eran ignorantes estos ‘iletrados’ instrui-
dos en estos famosos talleres, y si su sa-
ber era sobre todo empírico, no era en nin-
gún caso despreciable. Por eso Leonardo 
tenía perfectamente razón al oponer los 
conocimientos que había adquirido por la 
experiencia a la ciencia libresca de sus ad-
versarios humanistas” (Koyré: 2007: 95).
Todo esto nos lleva a una reflexión que 
el investigador debería hacer, ¿realmen-
te estoy abierto a todas las formas de 
conocimiento?, ¿existen prejuicios en mí 
que pueden hacer deficiente el estudio 
de cierto fenómeno social por negarme a 
concederle validez a un conocimiento no 
científico? Siendo preguntas válidas en el 
ámbito de la investigación, y sobre todo, 
el peligro que conlleva dejarse llevar por 
un sesgo en cuanto a la información que 
nos parece adecuada o pertinente, en 
nuestro campo de estudio, a causa de la 
afinidad que tengamos con la fuente, o la 
conveniencia que ésta tenga con nuestra 
objeto de estudio.
La autocrítica siempre es un asunto 
delicado y complejo para el ser humano, 
no es fácil que un individuo reconozca sus 
virtudes y deficiencias de manera objetiva; 
la misma situación puede ocurrir con la 
investigación científica, donde el deseo 
de aportar nuevos conocimientos en un 
campo en el que el investigador se siente 
experto y que muchas veces le apasiona, 
puede tener como consecuencia la no 
existencia de objetividad real en cuanto a 
los métodos de investigación utilizados, 
así como respecto a la información recaba 
para llegar a la conclusión que se pretende. 
Es necesario que los investigadores 
siempre tengan presente sus creencias 
y principios, para poderlos utilizar de 
manera adecuada, pero sobre todo para 
identificar posibles errores, sesgos o sub-
jetividades que pueden afectar el resulta-
do final de sus trabajos científicos. 
De igual manera, es fundamental que 
el investigador se encuentre receptivo a 
las formas de conocimiento generadas 
por el ser humano, sin discriminar ni darle 
preferencia a alguna; no debe caer en una 
arrogancia epistémica donde considere 
que su métodos y técnicas son infalibles, 
ya que “los científicos no pueden seguir 
apoyándose en reglas de pensamiento y 
acción bien definidas. No pueden decir: 
nosotros poseemos ya los métodos y es-
tándares para una investigación correcta; 
todo lo que necesitamos es aplicarlos. 
Porque según la visión de la ciencia defen-
dida por Mach, Boltzmann y Einstein, y que 
yo he presentado de nuevo en TCM, los 
científicos no sólo son responsables de 
una aplicación adecuada de los estánda-
res existentes, sino que además son res-
ponsablesde esos mismos estándares” 
(Feyerabend, 1996: 33).
Como lo señalaba Kant, con relación 
a la necesidad de que la sociedad busca 
ser ilustrada, donde la apatía de las per-
sonas podía llevar a un desinterés por el 
conocimiento, y los factores económicos 
permitían no preocuparse por temas 
intelectuales, ya que “si puedo pagar no 
“¿Realmente estoy abierto a todas las 
formas de conocimiento?, ¿existen 
prejuicios en mí que pueden hacer 
deficiente el estudio de cierto fenómeno 
social por negarme a concederle validez 
a un conocimiento no científico?”
[ DEBATES ]02
76 
me hace falta pensar: ya habrá otros que 
tomen a su cargo, en mi nombre tan fas-
tidiosa tarea” (Kant, 2012: 26). La respon-
sabilidad del investigador es aún mayor, al 
buscar todos los elementos necesarios y 
suficientes para realizar el mejor trabajo 
que pueda, dentro de su disciplina. 
Por lo antes señalado, todo investigador 
social si realmente quiere realizar un papel 
adecuado y tener una investigación que 
abarque todos los campos del conocimien-
to necesarios y disponibles, su mentalidad 
al momento de trabajar debe de estar libre 
de prejuicios, llena de disposición de con-
tribuir de la mejor manera a los retos que la 
sociedad humana enfrenta día a día. 
La importancia de la 
comunicación científica
Una vez abordado el tema sobre la primera 
dirección, es necesario abordar la segun-
da, la cual consiste en determinar por qué 
es importante la comunicación científica. 
Siendo oportuno señalar que la motiva-
ción para obtener conocimiento siempre 
ha estado presente en el ser humano; sin 
embargo, no siempre ha estado presente 
en la mayoría de los individuos que con-
forman una sociedad. 
Parte importante del cambio que se dio 
en el pensamiento crítico durante la épo-
ca del siglo XVIII, fue lo que los autores de-
nominan Ilustración, en donde Kant indica 
el motivo que la define adecuadamente: 
“¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de 
tu propia razón!” (Kant. 2012: 25). Es decir, 
la afirmación de que el hombre tiene que 
buscar emanciparse, al utilizar su propia 
razón en lugar de depender de los demás.
Por lo que a partir de lo señalado por el 
prusiano, se comienza a tratar de fomen-
tar que el hombre piense por sí mismo, 
pero no solamente esto, sino que además 
lo pueda transmitir a las otras personas, 
siendo esta una obligación que tiene el 
Estado de garantizar las condiciones 
para que el conocimiento pueda crearse 
y, sobre todo, compartirse, ya que “el uso 
público de su razón le debe estar permiti-
do a todo el mundo y esto es lo único que 
puede traer ilustración a los hombres” 
(Kant, 2012: 28).
Los principales elementos que hay que 
combatir mediante la Ilustración son la 
pereza y la cobardía de los seres humanos 
con respecto al uso adecuado de la razón 
y del pensamiento crítico, ya que estas 
“son causa de que una tan gran parte de 
los hombres continué a gusto en su esta-
do de pupilo, a pesar de que hace tiempo 
la Naturaleza los liberó de ajena tutela 
(naturaliter majorennes) ” (Kant, 2012: 25).
El siguiente paso después de generar 
un conocimiento mediante el uso de la 
razón y la investigación, debe ser el de 
comunicarlo. Ya que “el conocimiento que 
no se comunica tiene su modo de agriar 
la mente, de hacerse desdeñable y, final-
mente, de ser excluido de la conciencia 
personal” (Mills, 1970. p. 14). Lo que plantea 
la importancia en no solamente pensar en 
nuevos conocimientos, sino que a su vez 
la responsabilidad que se debe de tener de 
compartirlos con la sociedad. 
Al partir de una comunicación cien-
tífica, es necesario hacer la distinción 
entre lo que es la información y lo que es 
la comunicación. En el ámbito de la inves-
tigación al final de un trabajo se obtienen 
resultados y conclusiones –esto sería la 
información científica–, los cuales deben 
darse a conocer a la comunidad científica 
y la sociedad en general. Esa es la labor de 
la “comunicación científica”, es decir, el 
transmitir de manera pertinente y objetiva 
los resultados de un proceso de investiga-
ción y de trabajo con rigor científico. 
Pero la comunicación puede derivar 
en un mal que asecha constantemente a 
la ciencia, el de crear ideologías, ya que 
“al contraponer la comunicación a la in-
formación, considera a la primera como 
el medio principal de las ideologías, las 
cuales constituyen un conjunto de opinio-
nes y doctrinas preparadas acríticamente 
adoptadas como sostén de la acción polí-
tica” (Perniola, 2006: 15).
Es por lo anterior que el papel de una 
adecuada comunicación científica es 
fundamental para que la ciencia progrese, 
para que el prestigio de los individuos que 
eligen dedicarse a ello no disminuya, para 
que los hallazgos significativos encon-
trados no puedan descalificarse debido a 
una deficiente forma al momento de ser 
compartidos. 
Por lo que en una adecuada comuni-
cación científica, se debe cuidar minu-
ciosamente cómo y qué es lo que se va a 
compartir con los pares y la sociedad en 
general, debiendo existir un fuerte filtro 
donde la ética y la moral formen una dupla 
fundamental para el investigador social. 
Entender que el paradigma científico siem-
pre ha estado influenciado por factores 
externos, políticos y económicos, no es 
algo nuevo, desde la Segunda Guerra Mun-
dial mediante el aporte de la comunidad 
R O D R I G O R A M O S 02
 77
científica, el desarrollo tecnológico que 
contribuyo a finalizar el conflicto armado, 
los investigadores se dieron cuenta de esta 
situación, ya que “una reciente serie de 
acontecimientos dramatiza el nuevo papel 
del explorador científico, y ése es el caso 
de Oppenheimer, que más bien podría lla-
marse el caso moral y político de la ciencia 
moderna” (Mills, 1970: 263).
El primer error en que se puede caer es 
el de no conocer realmente el alcance de 
su investigación, pretendiendo abarcar 
demasiado, para esto “el intelectual debe 
estudiar su posición para conocer la esfera 
de influencia que está realmente abierta a 
su influjo” (Mills, 1970. p. 13). Por lo que an-
tes de comunicar algo científicamente, el 
investigador debe de realizar un ejercicio 
de reflexión, donde la honestidad y la ob-
jetividad son claves para determinar si su 
trabajo realmente es adecuado en la medi-
da de sus posibilidad de inferir en el mundo. 
Esto representa un gran reto, ya que 
“la mayoría de los científicos y de los filó-
sofos científicos no son conscientes de 
los problemas implicados; para ellos, el 
enfoque abstracto es el único punto de 
vista aceptable” (Feyerabend, 1996 :11). 
La abstracción como tal no es dañina 
pero durante la investigación puede dar 
pie a dejar fuera otras formas de obtener 
conocimiento, y durante la difusión puede 
impedir percatarse de las limitaciones del 
trabajo desempeñado. 
Lo siguiente a considerar es no caer en 
la tentación de ser un investigador al ser-
vicio de los intereses políticos, económi-
cos o sociales, ajenos a las convicciones 
propias del individuo, ya que “Cuando uno 
vende las mentiras de otro, se está ven-
diendo a sí mismo. Venderse a sí mismo es 
convertirse en mercancía” (Mills, 1970: 14).
El camino de la generación y divul-
gación del conocimiento no siempre es 
sencillo, las tentaciones, los sesgos y los 
intereses económicos y políticos muchas 
veces descarrilan al más recto de los 
investigadores, ya que entra en juego la 
disyuntiva de querer realizar una laborar 
en una línea de investigación concreta, y 
la investigación que se auspicia por el gru-
po hegemónico intelectual, es ahí donde 
la integridad del investigador es puesta 
a prueba, pues “no siempre puede haber 
un camino en que haya una voluntad, pero 
hay un camino en que existen bastantes 
voluntades inteligentes. Uno tiene que 
buscar ese camino sino ha de venderse 
antes de empezar” (Mills, 1970: 23).
En la actualidadlos investigadores 
pueden ponerse al servicio del mejor pos-
tor, las investigaciones pueden ser usa-
das con fines políticos, económicos, so-
ciales, ambientales, etcétera. Situación 
que puede comprometer la objetividad 
de la investigación y de los resultados de 
esta, dado que “la prueba práctica de esto 
está en el hecho de que los grandes hom-
bres de negocios están decididos a pagar 
en metálico, y ansiosos de hacerlo, a los 
científicos sociales que quieran usar sus 
sabiduría en favor de ellos” (Mills, 1970: 15).
De igual forma, al no caer en la tenta-
ción de convertirse en “mercancía”, se 
debe de cuidar mucho el no ser un escritor 
que solo trate de satisfacer una expecta-
tiva social, o una demanda culturar, ya que 
se corre el riesgo de caer en una suerte 
de clientelismo, es decir, “muchas veces 
el escritor se convierte en un hombre que 
se limita a servir un pedido y con frecuen-
cia no escribirá nada hasta que no tenga 
un pedido que especifique el asunto, la 
tendencia y los límites de espacio” (Mills, 
1970. p. 151).
Por último, el investigador al momento 
de considerar todos los elementos para 
que su comunicación científica sea co-
rrecta, objetiva y pertinente, debe com-
prender que el contexto de su trabajo y 
de su vida juegan un papel preponderante 
en cómo se va a interpretar un texto de 
investigación, ya que “todo el que man-
tenga comunicación afronta el peligro de 
las diferencias entre las interpretaciones 
que individuos de generaciones diferen-
tes dan a sus propias y diversas clases de 
experiencia” (Mills, 1970. p. 265).
No se puede caer en la equivocación 
de confundir la comunicación científica 
con las opiniones de los investigadores, 
muchas veces realizadas con gran vehe-
mencia, ya que “las ‘opiniones’, como otros 
aspectos de la calidad de vida, pueden 
tratarse como bienes de consumo: cuan-
tas más mejor; como también, en este 
caso, cuanto más fuertes, mejor. No solo 
el pensamiento social, sino gran parte 
de la cultura occidental ha apoyado esta 
posición y ha celebrado el valor de exhibir 
opiniones firmes y de tener una actitud 
asentada en principios, hasta el punto de 
que se duda incluso de que el principio de 
los rendimientos decrecientes se aplique 
al bien en cuestión” (Hirschman, 1996: 94). 
Más aún, porque “las opiniones no son ne-
cesariamente la clave de la individualidad 
y el respeto de sí mismo; todo parece que 
dependen de algunas complejas especifi-
caciones posteriores relativas a la manera 
[ DEBATES ]02
78 
más o menos ‘autónoma’ en que se han for-
mado las opiniones” (Hirschman, 1996: 96).
Recapitulando. el investigador al mo-
mento de considerar el compartir sus 
investigaciones y conocimientos adqui-
ridos, debe de cuidar la injerencia real de 
su trabajo. Segundo, no debe de caer en la 
tentación de compartir ideas que no sean 
suyas, ni con las cuales no comparta. Ter-
cero, debe de investigar y de escribir por 
convicción, no solamente para satisfacer 
un pedido; y por último, la responsabilidad 
del científico de contextualizar sus tex-
tos, para evitar conflictos sobre la inter-
pretación a las futuras generaciones.
Siendo lo ideal que los investigadores 
fueran “individuos autónomos de un es-
trato autónomo de artesanos, con públi-
cos suficientemente grandes para soste-
nerlos, pero bastante flexibles e íntimos 
para no permitirles limitarse a clisés por 
virtud de la demanda” (Mills, 1970. p. 154). 
Es decir, independientes en su trabajo, 
pero con las condiciones necesarias de no 
caer en una forma de investigación ses-
gada, parcial y fácilmente influenciable y, 
por consiguiente, corrompible. 
Es legítimo que el investigador social 
aspire a ser como Leonardo, el cual fue 
un “hombre de praxis; es decir, un hombre 
que no construye teorías, sino objetos 
y maquinas, y que la mayor parte de las 
veces piensa como tal. De ahí viene su 
actitud casi pragmática con respecto a la 
ciencia, que para él no es sujeto de con-
templación, sino instrumento de acción” 
(Koyré, 2012: 96).
Todo lo anterior permite al lector di-
mensionar lo difícil que es para un inves-
tigador no dejar que sus ideologías lo limi-
ten en el desarrollo de su profesión, desde 
no discriminar una fuente de información, 
hasta al momento de compartir sus ha-
llazgos, que estos sean objetivos, claros, 
pertinentes y que realmente aporten a la 
sociedad en la que viven. 
Conclusión
Este texto aspira a señalar la problemá-
tica que existe en torno a dos factores 
fundamentales de la investigación cien-
tífica, el primero sobre los métodos y 
técnicas utilizados durante el trabajo de 
los investigadores –así como las fuentes 
de información consultadas y tomadas en 
cuenta– y sobre la importancia de comu-
nicar de manera adecuada los hallazgos 
de los trabajos científicos, siempre que 
esta comunicación científica se realice 
con apego a principios objetivos, ético y 
morales, que permitan trasmitir de mane-
ra correcta los resultados encontrados.
Estas nociones no son nuevas, han sido 
discutidas por grandes autores desde 
hace ya bastante tiempo. Sin embargo es 
importante tener presente estos factores 
que tienen una injerencia determinante 
en el papel que desempeñaran los futuros 
científico e investigadores dentro de las 
ciencias sociales. Es necesario continuar 
con las investigaciones sociales, tomando 
en cuenta todas las formas de obtener co-
nocimiento, entendiendo las limitaciones 
de las metodologías utilizadas y siendo 
críticos y objetivos al momento de pre-
sentar los hallazgos de los trabajos. 
Para terminar, es pertinente cuestio-
narnos lo mismo que Kant, cuando señala 
que “si ahora nos preguntamos: ¿es que 
vivimos en una época ilustrada? La res-
puesta será: no, pero sí en una época de 
ilustración” (Kant, 2012: 34). Más de 200 
años después de su muerte, y de que 
realizara esta pregunta, en la situación 
actual del mundo no hemos avanzado en 
la meta de ser una sociedad ilustrada, por 
lo que toca seguir contribuyendo para 
que la ilustración sea cada vez más co-
mún en los individuos. m
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R O D R I G O R A M O S 02
 79
por Amós García Montaño. Estudiante del 
Doctorado en Ciencias Jurídicas de la UAQ.
80 
I nnumerables inquietudes pasan por la mente de quienes se desenvuel-ven en el ámbito de la investigación 
científica. Desde cuestiones como 
la definición de los estándares de calidad 
para evaluar el trabajo, la aceptación del 
mismo por parte de pares, el rango de co-
bertura de las expectativas profesionales 
–tanto propias como de terceras per-
sonas– de quien la desarrolla, hasta as-
pectoscomo la correcta determinación 
del espacio social en el que se inscribe 
y la pertinencia que la indagación pueda 
tener en relación al tiempo que vive la so-
ciedad a la que se atiende.
Precisamente este artículo gira en torno 
a los desafíos que plantea la dimensión del 
tiempo a la comunicación científica. En 
particular, la determinación de la pertinen-
cia de una investigación en relación con su 
contemporaneidad. En ese sentido, entre 
las preguntas a resolver a lo largo del texto 
–y considerando el carácter efímero que 
coloquialmente se le asigna a la noción de 
presente– se encuentran las siguientes: 
¿qué criterios y categorías son pertinentes 
para determinar la relevancia presente de 
una investigación científica?, ¿qué consi-
deración –o ausencia de la misma– deben 
tener tanto el pasado como el futuro al 
momento de desarrollar y comunicar una 
investigación científica?, ¿cómo se refleja 
lo anterior en los tiempos modernos?
Identificando al presente
Entre las primeras dificultades para con-
siderar un discurso o una investigación 
científica como pertinente a su tiempo 
histórico se encuentra la definición mis-
ma de la noción de presente. De inicio, 
la Real Academia de la Lengua Española 
refiere al concepto –entre otras acepcio-
nes– como “[t]iempo que sitúa la acción, 
el proceso o el estado expresados por el 
verbo en un lapso que incluye el momento 
del habla” (2020). Es decir, el tiempo pre-
sente se reduce a un instante, flanqueado 
inmediatamente antes por el pasado y 
brevemente dando paso al futuro.
En este aspecto, considerar una in-
vestigación como contemporánea –más 
allá de limitarla a un fugaz momento en 
el tiempo– inevitablemente requiere con-
textualizarla tanto por el tiempo anterior 
como por el siguiente. Pasado y futuro 
forman parte de la definición del presen-
te, lo moldean y le dan sentido.
Ese sentido va mucho más allá que el 
mero hecho de colocar al presente en una 
posición dentro de un orden cronológico. 
Refiere principalmente a la pertinencia del 
contenido, del discurso y de los hallazgos 
que la investigación ofrezca para ese bre-
ve tiempo presente, mismos que también 
se encuentran delimitados por factores 
propios tanto del pasado como del futuro.
Al respecto, Hartog (2007) hace una 
distinción relevante para avanzar hacia 
una mejor comprensión de la noción de 
presente, al distinguirlo de lo que deno-
mina presentismo. Dicho autor describe 
a este último como una “experiencia con-
temporánea del tiempo” (p. 14), que tiende 
“a imponer la evidencia de un presente 
omnipresente” (p. 27-28). Implica una pro-
pensión a colocar al presente en una cate-
goría temporal predominante frente a las 
otras, lo cual contrasta ampliamente con 
la idea de presente hasta aquí planteada, 
consistente en un periodo del tiempo 
inevitable y esencialmente conformado 
tanto por el pasado como por el presente.
Hartog (2007) señala, por lo tanto, 
que la labor del historiador es poner al 
presente en perspectiva. El autor intro-
duce la noción de régimen de historicidad 
para “interrogar las diversas experien-
cias del tiempo, […] las brechas donde 
la evidencia del curso del tiempo viene 
a confundirse, cuando la manera como 
se articulan pasado, presente y futuro 
viene a perder su evidencia” (p. 14). Por su 
parte, Novalis (citado en Kosseleck, 1993) 
enfatiza la complejidad y el potencial de 
esa tarea, así como la habilidad requerida 
por quien la emprenda, al describir que: 
“[s]ólo cuando se es capaz de abarcar 
una larga serie con una sola ojeada y no 
se toma todo literalmente ni se confunde 
petulantemente, sólo entonces se ob-
serva la concatenación secreta entre lo 
antiguo y lo futuro” (p. 336).
En particular, Hartog (2007: 15) descri-
be al régimen de historicidad como una 
“manera de engranar pasado, presente y 
futuro o de componer una mixtura de tres 
categorías”. Considera pertinente dicha 
noción al asumir que la historia reciente 
ha trastocado nuestra relación con el 
tiempo, poniendo en tela de juicio incluso 
el orden del tiempo mismo (Hartog, 2007: 
21-22), por lo cual es importante distinguir 
y rescatar esa brecha entre pasado y futu-
ro, ese momento presente que se diluye.
Por lo demás, Hannah Arendt (citada en 
Hartog, 2007: 24) destaca la pertinencia 
de esa brecha, al describirla como un “in-
terregno en el tiempo histórico, en el que 
A M Ó S G A R C Í A 02
 81
se cobra conciencia de un intervalo en el 
tiempo que está totalmente determinado 
por cosas que ya no existen y por cosas 
que todavía no existen”. Al respecto, el ré-
gimen de historicidad propuesto por Har-
tog asume que la producción de historias 
se encuentra en función de las relaciones 
existentes entre presente, pasado y futu-
ro, a partir de las cuales ciertos tipos de 
historia son factibles y otros no.
Al indagar en los elementos del pasado 
y del futuro que dan forma a un tiempo his-
tórico, Koselleck (citado en Hartog, 2007: 
39) refiere que éste último se produce al 
generarse una distancia entre la expe-
riencia previa y el horizonte de espera. Es 
decir, el tiempo histórico se engendra por 
la tensión entre experiencia y horizonte, 
por lo que entender el momento presente 
requiere comprender la naturaleza de di-
cha tensión. Sobre esta tensión, cabe en-
fatizar lo señalado por Hartog en relación 
a los tiempos modernos. El autor refiere 
que la asimetría entre la experiencia y la 
espera es una característica de la estruc-
tura temporal de dicha etapa histórica, la 
cual se debe a la aceleración (2007: 351).
Aludiendo tanto a la experiencia como al 
horizonte de expectativa –otra manera ésta 
última de abordar la “esperanza” hartogia-
na–, Koselleck (1993: 334-336) refiere a am-
bos conceptos como categorías históricas 
formales, que ayudan a sustentar que una 
historia sea factible. Dado que “no existe 
ninguna historia que no haya sido constitui-
da mediante las experiencias y esperanzas 
de personas que actúan o sufren”, ambas 
cualidades se distinguen de otros concep-
tos históricos por ser determinantes de la 
condición humana universal.
Ampliando en esa materia, tanto Hartog 
como Koselleck coinciden en asignar a la 
Historia un rol más allá de la revisión de 
sucesos pasados, sino más bien de “vincu-
lación secreta entre lo antiguo y lo futuro” 
(Koselleck, 1993: 336), de “hacer ver los dos 
cabos de la cadena” (Hartog, 2007: 19-20).
Lo contemporáneo y el tiempo
Esta relación entre pasado y presente 
es compleja, y esa cualidad configura la 
esencia de lo contemporáneo. A diferen-
cia de una simplista noción de presente 
como breve etapa de tránsito entre lo 
antiguo y lo futuro, lo contemporáneo 
refiere a una dimensión particular que 
amerita revisarse, dado que es ahí donde 
confluyen tanto los argumentos derivados 
del pasado transcurrido, como las espe-
culaciones de lo que el futuro pueda traer.
Lo contemporáneo es coyuntura. Es 
un impulso para “hacer cosas en periodos 
determinantes, porque las circunstancias 
[…] lo exigen, pero [también] la esencia de 
lo que persigo” (Parra Rozo, 2008: 34). Así, 
al no coincidir con su tiempo ni ajustarse 
a sus pretensiones, para Nietzche (citado 
en Agamben, 2011: 17-18) “lo contemporá-
neo es intempestivo. Es ese desfase lo 
que le brinda la capacidad de percibirse 
y aferrarse a su tiempo, y entonces, en 
este sentido, es inactual y –justamente 
por eso, a partir de ese alejamiento y ese 
anacronismo– es más capaz que los otros 
de percibir y aferrar su tiempo”.
Agamben (2011: 21) ofrece una explica-
ción sobre qué es aquello que ve la perso-
na que observa su tiempo, al describir que 
“Considerar una investigación como 
contemporánea –más allá de limitarla 
a un fugaz momento en el tiempo– 
inevitablemente requiere contextualizarla 
tanto por el tiempo anterior como por 
el siguiente. Pasado y futuro forman 
partede la definición del presente, 
lo moldean y le dan sentido.”
[ DEBATES ]02
82 
el contemporáneo “mantiene la mirada 
fija en su tiempo, para percibir, no sus 
luces, sino su oscuridad”. Es decir, no solo 
presta atención a las experiencias que se 
registran, sino también el paso de aquel 
conjunto de expectativas –de esperan-
zas– no cumplidas que la persona o con-
junto social estimaron se cristalizarían en 
dicho momento histórico.
Por lo tanto, el tiempo presente es –in-
dependientemente de la época en la que 
ocurra– un momento caracterizado por 
la frustración, un instante que “no es más 
que la parte de lo no-vivido en todo lo vivi-
do” (Agamben, 2011: 27).
En ese sentido, ser y asumirse contem-
poráneo, enfrentándose a la noción de un 
tiempo naturalizado y a la imposición de 
un presente omnipresente (Hartog, 2007: 
27-28), es –para Agamben (2011: 23)– “una 
cuestión de coraje”, pues implica no sólo 
tener la capacidad de percibir la oscuri-
dad de las expectativas frustradas, sino 
también de distinguir las luces en el ho-
rizonte que nos dan esperanza, pero que 
son imposibles de tocar. 
Considerando lo anterior, cabe resaltar 
–como lo señala Koselleck (1993: 337)– que, 
en función del equilibrio variable emanado 
de la relación entre experiencia y expecta-
tiva, así cambiará también la magnitud del 
tiempo histórico. Dicho de otra manera, la 
definición de la historia podrá ser tan dis-
tinta como lo sean los registros de hechos 
pasados, las esperanzas en el futuro, así 
como la cercanía o lejanía entre ambos. 
Como lo describe Parra Rozo (2008: 35), “en 
la investigación […] confluye el tiempo, lo 
que ya pasó, lo que es y lo que vendrá. […] 
muchos [autores] […], desde un pasado, 
muestran un presente y se atreven a pro-
nosticar, a ver el futuro, unas veces desde 
la manera como puede abordarnos y otra 
como desearíamos que nos abordara”.
Comprendiendo las categorías de 
la experiencia y la expectativa
Por lo tanto, cabe describir la naturaleza 
y composición de este par de categorías, 
la experiencia y la expectativa. En el caso 
de la primera, Koselleck (1993: 338) refiere 
a ella como “un pasado presente, cuyos 
acontecimientos han sido incorporados y 
pueden ser recordados”. A diferencia de la 
noción de pasado en general, que abarca 
todo el conjunto de hechos ocurridos de 
manera previa al momento actual, las 
experiencias son un conjunto selecto y li-
mitado de aquellos hechos, que por algún 
motivo significativo han sido dignos de 
registro en el presente.
Por su parte, la expectativa “es futuro 
hecho presente, apunta al todavía-no, 
a lo no experimentado, a lo que sólo se 
puede descubrir” (Koselleck, 1993: 338). 
Guarda semejanza con la experiencia en 
el sentido de que se trata de sucesos que 
se contemplan desde el presente –aunque 
mirando hacia el futuro– y que no abarcan 
la totalidad de eventos que pueden ocurrir 
más adelante, sino solo un conjunto más 
reducido de ellos. No obstante, la presen-
cia del pasado es distinta a la del futuro. 
Mientras que es posible afirmar que la 
primera tiene un carácter espacial –dado 
que reúne experiencias registradas en 
muchos estratos de tiempos anteriores–, 
el futuro se observa como un horizonte 
“La relación entre pasado y presente 
es compleja, y esa cualidad configura 
la esencia de lo contemporáneo. 
A diferencia de una simplista noción 
de presente como breve etapa de 
tránsito entre lo antiguo y lo futuro, lo 
contemporáneo refiere a una dimensión 
particular que amerita revisarse”.
A M Ó S G A R C Í A 02
 83
integrado por múltiples expectativas que 
no es posible experimentar. Si, por un lado, 
las experiencias hechas se reúnen, por el 
otro, las expectativas tan sólo se pueden 
revisar (Koselleck, 1993: 339-340).
De manera paradójica, desde la di-
mensión temporal, la estructura de la 
experiencia cobra sentido a partir de una 
expectativa retroactiva: si bien las expe-
riencias ya han ocurrido, éstas pueden 
modificarse con el tiempo. En contraste 
y complemento, la estructura temporal 
de la expectativa gira en torno a la ex-
periencia: solo puede sorprender lo que 
no se esperaba, por lo que solo así se re-
gistra una nueva experiencia (Koselleck, 
1993: 341-342).
El presente en la modernidad
Lo descrito hasta el momento cobra una 
dimensión particular en lo referente a la 
era moderna. Al describir dicha etapa his-
tórica, Koselleck (1993: 344) plantea que 
la noción de progreso abrió un nuevo ho-
rizonte de expectativa en la que, gracias 
a los avances de la ciencia y de la técnica, 
aquellos estadios de bienestar en la exis-
tencia no debían ser de goce exclusivo en 
el más allá –paradigma dominante en la 
Edad Media dominada por la religión–, sino 
que era posible esperar su disfrute en el 
ámbito terrenal.
Pero lo anterior implicó que el objetivo 
de una vida perfecta pudiese ser tempo-
ralizado, concibiendo a la historia desde 
la Ilustración tardía “como un proceso de 
perfeccionamiento continuo y creciente 
(…) que debía ser planificado y ejecutado”. 
A partir de ese momento, las expectativas 
a futuro se fueron separando de aquello 
registrado hasta el momento por las ex-
periencias previas, alejando cada vez más 
entre sí los límites tanto del espacio de 
experiencia como del horizonte de expec-
tativa (Koselleck, 1993: 345-347).
El progreso técnico industrial en Oc-
cidente desde finales del siglo XVIII trajo 
consigo “el axioma general de la experien-
cia de que cabía esperar nuevos progresos 
sin poder calcularlos de antemano”, la idea 
de un futuro cada vez menos vinculado 
con la experiencia, pero sí confiado en la 
construcción de un mundo mejor gracias a 
los descubrimientos científicos (Koselleck, 
1993: 350). Con la modernidad se despliega 
para la humanidad, por lo tanto, un nuevo 
universo de expectativas aplazadas que 
abren un abismo cada vez más amplio en 
relación a las experiencias anteriores. Es 
precisamente la aceleración –que ya ante-
riormente se había señalado como carac-
terística de la modernidad– la que pretende 
zanjar esta creciente diferencia, buscando 
remediar la lentitud con la que la ciencia 
cristaliza las esperanzas frustradas.
A manera de conclusión
En la elección de criterios para la determi-
nación de la relevancia de una investiga-
ción científica, las categorías de espacio 
de experiencia y horizonte de expectativa 
planteadas por Koselleck son pertinentes 
dado que facilitan la identificación de la 
contemporaneidad del tema. Pero más 
allá del resultado de una investigación, 
para la persona investigadora dichas 
categorías pueden ser de utilidad para 
–incluso– sustentar debidamente la in-
dagación, así como para ubicarla debida-
mente en el universo de expectativas del 
conglomerado social.
Al respecto, es indudable que tanto 
el pasado como el futuro deben consi-
derarse para moldear y comunicar toda 
investigación científica, teniendo en con-
sideración que todo fenómeno emanado 
del presente es fruto del conjunto de ex-
periencias registradas y está orientado al 
cumplimiento de esperanzas futuras. 
La modernidad lleva a replantear nues-
tra relación con el presente, a partir de 
la revalorar la experiencia y de redimen-
sionar las esperanzas en el futuro. Solo 
a partir del estudio y establecimiento de 
un vínculo más coherente entre ambas 
categorías históricas podrán generarse 
investigaciones científicas más pertinen-
tes, que abonen a una disminución de la 
frustración tanto en el universo investiga-
dor como en la sociedad en general. m
Referencias
Agamben, G. (2011), “¿Qué es lo contemporáneo?”, 
en G. Agamben, Desnudez, Buenos Aires, 
Adriana Hidalgo.
Koselleck, R. (1993), “‘Espacio de experiencia’ y 
‘horizonte de expectativa’. Dos categorías 
históricas”, en R. Koselleck, Futuro pasado. 
Para una semántica de los tiempos históricos, 
Barcelona, Paidós.
Hartog,F. (2007), Regímenes de historicidad, Ciu-
dad de México, UIA.
Parra Rozo, O. (2008), “El tiempo: secreto de la in-
vestigación”, Hallazgos, núm. 9.
Real Academia de la Lengua (2020), Diccionario 
de la Lengua Española, Madrid. Disponible en: 
https://dle.rae.es/.
[ DEBATES ]02
84 
por Selma Guadalupe Morales 
Hernández. Maestra en 
Ciencias Jurídicas por la UAQ. 
Estudiante del Doctorado en 
Ciencias Jurídicas por la UAQ.
 85
Introducción
L a ciencia tiene instituciones que han permanecido inamovibles desde el periodo cartesiano, por 
lo que se estructuró una forma 
de autoconocimiento científico que 
rechaza todo aquello que no es expresado 
en el mismo sentido. También condujo a 
la construcción de un ente suprahumano 
imperante en la comunicación científica, 
el cual establece las pautas de validez, 
que a su vez dictan los modelos 
históricos a la medida. Su monopolio 
político ha consolidado un sistema 
de entendimiento y comunicación, el 
cual moldea la historia, fragmenta el 
presente y programa el “futuro” a través 
de la única voz válida, la del “yo”
La ciencia nepotista
El “yo” es un escritor, un filósofo y, más que 
todo, es un político. Es un referente en el 
mundo intelectual y tiene injerencia en to-
dos los campos. Nosotros mismos lo hemos 
citado y pretendemos aportar a su trabajo. 
Si bien no es una labor consciente forma-
mos parte de un sistema que solo tiene un 
rostro y es el del “yo” hegemónico occiden-
tal (patriarcal y blanco). Escribe desde una 
posición de privilegio y no rompe el sistema 
porque es su hábitat natural. Tal como lo 
describe Wright Mills (1970), el científico 
que impacta en la realidad es aquel que 
se expresa en los términos políticamente 
correctos. La permisión a su expresión es 
otorgada por un pequeño grupo que mono-
poliza las decisiones y se consolida con la 
repetición de los modelos que ha estableci-
do, principalmente, de comunicación.
Es en este sentido que se instaura el 
privilegio de grupos políticos, antiquí-
simos y eminentemente occidentales, 
que dictan las pautas para comunicar la 
totalidad de la ciencia, callando las voces 
inconvenientes y abriendo paso a las 
autorizadas. Los espacios en los que se 
difunde la información son nichos para 
las élites que trabajan con los grupos de 
poder, y todo lo que emana de estos es 
parte del discurso alienado que producen 
para mantener su dominio. Dichos espa-
cios no se abren a nuevas voces ni se re-
nuevan, son rígidos e inamovibles, como 
la ciencia positivista y credencialista con 
la que dominan todo lo académico.
Las credenciales académicas cons-
tituyen un pase para la ciencia hegemó-
nica. Sin embargo, son las élites las que 
determinan dónde y cómo. Las agendas 
políticas que gobiernan las ciencias se 
estrechan en el punto de partida, ya que 
sin importar cuánto se ramifiquen las ins-
tituciones y los sitios científicos, el punto 
del cual emanan es acotado. Esta vertica-
lidad en la política científica impide la mo-
vilización de los científicos, privilegiando 
a los mismos sectores desde hace siglos y 
marginando a todos los demás a través de 
la descalificación de lo que no es consis-
tente con, o subordinado a, su modelo de 
estratificación académica, donde el “yo” 
se encuentra en la cima y pretende repre-
sentar a todo lo que se encuentra debajo.
Cuando el “yo” es aceptado como la me-
dida de todo el conocimiento válido, se im-
pone la forma en que ha de interpretarse 
el mundo científico. Esto implica que sus 
instituciones ponen las reglas que rigen al 
mundo “civilizado” y las pautas comunica-
tivas para entenderlo. La monopolización 
de la comunicación conlleva a que todo 
producto científico, para ser tal, debe ce-
ñirse al modelo permitido, por tanto, todas 
las conversaciones científicas existen en 
tanto se comunican en clave del “yo”.
La razón del “yo”
La razón de cómo nos hemos constitui-
do como este “yo” en cuestión es simple 
desde las perspectivas de Barthes (2009) 
y Koselleck (1993): somos parte de él. 
Nosotros somos un apéndice que piensa 
y siente en términos del “yo”, nuestras 
ideas y la forma en la que las generamos 
son derivadas de este. Nuestra inventiva 
también depende de él; inevitablemente 
nuestra actividad solo puede conducir a 
su afirmación. La forma en que esto ocu-
rre es mediante los conceptos que se han 
utilizado a lo largo del tiempo. 
Aún los científicos de este siglo repi-
ten los patrones canónicos de la ciencia 
cartesiana, impulsada por una razón que 
niega absolutamente todo y plantea requi-
sitos de existencia que pretenden ser la 
medida del mundo. Hoy, estos requisitos 
son exigidos a priori sobre cualquier afir-
mación científica, por lo que el dominio 
de la lógica cartesiana se extiende sobre 
todas las realidades que subyacen a la 
instrumentalidad política de la ciencia. 
Todos los campos del saber tienen sus 
límites dentro de los discursos autoriza-
dos y, tal como lo planteó Orwell en 1984, 
están articulados para consolidar el poder 
a través de la forma de contar la historia, 
de axiomas y de paradigmas
[ DEBATES ]02
86 
De este modo, los conceptos y la historia 
son un mismo dispositivo, existen como 
forma de construcción de la realidad, 
como una especie de guion que hila una 
narrativa. Esta narración es un fin en sí 
misma, ya que emitir un discurso crea 
al sujeto que lo emite. Es decir, producir 
un discurso es producir una realidad a 
modo, donde su concepción del tiempo 
es la unidad con la que se sincronizan 
todos los ámbitos de la vida para que 
marchen al ritmo de su “progreso”. Por lo 
cual el “yo” que narra es quien construye 
la historia y cómo ha de ser contada. Esta 
construcción implica las perspectivas 
que se abordarán, lo que se dirá y cómo 
se dirá. Pero más importante, implica 
qué no se dirá, qué será omitido o rees-
crito y qué será negado. 
Esta censura histórica es lo que cono-
cemos como discurso hegemónico y es 
contrapuesto a la alteridad de la cultura no 
hegemónica. Por lo que existen simultá-
neamente varios tipos de narraciones con 
diferentes concepciones del tiempo. Es-
tas distintas formas de concebir el tiempo 
no son necesariamente compatibles en 
temporalidad, ya que el tiempo hegemóni-
co clasifica la historia. La dota de estruc-
tura a fin de encuadrar los eventos para 
que sean consistentes con la narrativa que 
se afirma a sí misma y, como planteó Har-
tog (2007), los tiempos cambian en virtud 
de la comunicación política del momento 
que atiende a intereses específicos, los 
cuales no son necesariamente acordes a 
las realidades que se experimentan.
Es así como la diferenciación entre lo 
histórico y lo no histórico también está li-
gada al “desarrollo” o al “progreso”. A partir 
de la modernidad, la historia avanza lineal-
mente hacia el “progreso”, alimentada por 
el trabajo intelectual en la modernidad que, 
finalmente atomizó las temporalidades en 
las que vivimos, para dar paso al tiempo 
histórico, al institucional y al común. Estos 
tiempos pueden apreciarse en el devenir de 
Rousseau, quien en su biografía (la primera 
en su tipo), narra su relación con el tiempo 
y con la historia, tal como se muestra en su 
párrafo inaugural: “Emprendo una obra de 
la que no hay ejemplo y que no tendrá imi-
tadores. Quiero mostrar a mis semejantes 
un hombre en toda la verdad de la Naturale-
za y ese hombre seré yo” (Rousseau, 1999: 
2). Rousseau es actor de su propia historia, 
la cual es contada desde la madurez. Por 
lo que todos los eventos son maduros, aún 
los de la infancia, ya que es una historia 
lineal sobre su propio desarrollo. Este “yo” 
moderno que conocemos a partir de las 
Confesiones de Rousseau, surge con su 
narrativa romántica que pretende acercar 
el espectador al autor. Su narrativa etaria 
aprovecha la cronología para ganar la sim-
patía del lector. 
Aunque parecieseque le habla a un 
amigo íntimo, el rigor de su exposición 
invita a considerar la obra como un trabajo 
científico. Esto es lo innovador de la obra. 
Así pues, el narrador de la historia es el su-
jeto, objetivándose a sí mismo y alienando 
sutilmente al lector a través de un elogio 
de 403 páginas de sí mismo. Parece nublar 
su perspectiva de la historia restando 
objetividad real y, por tanto, cientificidad. 
Pero, por otra parte, puede considerarse 
como observación participativa que hace 
verdaderamente auténtica la narración 
convirtiéndola en un testimonio.
Así, la narrativa científica e histórica es 
una forma particular de comunicación 
“objetiva”. Sin embargo, como se ve en 
la obra de Rousseau, es difícil hacer uso 
de una narrativa netamente positiva. 
La cientificidad con la que se puede 
expresar un autor es limitada, porque la 
cientificidad, sus características y sus 
elementos son poco definidos y parece 
no existir acuerdo al respecto. Si bien 
las universidades y otras instituciones 
académicas establecen sus criterios, no 
está claro quién tiene la razón, y a menu-
do aparecen contradicciones, aun dentro 
de los mismos campos del saber. En par-
te, esto se debe a las diferentes formas 
en que han devenido y los discursos que 
las han formado.
Este devenir no lo es en un sentido his-
toricista, sino más bien histórico concep-
tual, como afirma Koselleck (1993). Impli-
ca que existe una especie de poiésis entre 
la historia y los conceptos, ya que para 
el autor se entrelazan para construir los 
contextos. Por lo que el tiempo adquiere 
diferentes magnitudes y significados. 
La temporalidad es reflexiva y adquiere 
su profundidad cuando es vista desde 
estos conceptos, como una especie de 
traducción con el propósito de hacerle 
inteligible que se toma como el texto 
original: “Esta renuncia a enunciados de 
contenido, siendo su característica des-
tacada una mera determinación temporal 
en profundidad, lo que constituye su for-
malidad y su elasticidad de ser datable e 
interpretable de formas diferentes. Esto 
lo atestiguan innumerables intentos de 
organización a lo largo de muchos siglos” 
(Koselleck, 1993: 291).
S E L M A M O R A L E S 02
 87
La historia no está determinada por una 
línea espacio temporal, ni siquiera solo 
temporal. Es parte de un sistema de sig-
nificados y significantes que encuentra la 
validez dentro de su propio contexto, don-
de los primeros son la interpretación del 
signo atribuido al objeto, y los segundos 
el objeto aparejado al signo lingüístico. 
Si bien Koselleck se expresa respecto a la 
experiencia cotidiana, la plantea como la 
posibilidad de entender el tiempo desde 
el “yo”, hasta cierto punto aislado pero 
perteneciente a la totalidad temporal. 
Esta conjunción de temporalidades es una 
sinergia que se transforma reflexivamen-
te en torno a los sujetos que actúan en los 
momentos históricos para impregnarlos 
de intenciones.
La politización del “yo”
Estas intenciones tienen cargas políticas 
que alimentan el sistema para su perpe-
tuación. Son inherentes a la historia y a los 
discursos por lo que han devenido junto 
a las instituciones, simbióticamente. De 
esta forma, la historia también es política. 
La historia es la historia del entendimiento 
que propone Barthes, quien profundiza en 
la génesis de los textos, en las razones de 
los autores y su participación en la histo-
ria. Por su parte, Koselleck (1993: 291) dice 
que “la escritura es por lo tanto la moral de 
la forma, la elección del área social en el 
seno de la cual el escritor decide situar la 
Naturaleza de su lenguaje”. Por este moti-
vo, es innegable el papel simbólico de las 
narrativas. Las Confesiones de Rousseau 
dicen lo explícito y literal de su texto, pero 
también va más allá de eso y comparten 
su carga social y los significados que lo 
formaron como sujeto social.
La socialización de los significados tie-
ne la posibilidad de condicionar el enten-
dimiento, a partir de los conceptos vincu-
lados a espacios e ideas que determinan la 
carga simbólica que es compartida por los 
miembros de la comunidad lingüística. Por 
lo que al leer el texto de Rousseau, también 
podemos conocer a todos los franceses 
que compartieron su contexto y sus cargas 
lingüísticas, debido a que como contem-
poráneos adscritos a un mismo territorio, 
comparten experiencias que con auxilio de 
la antropología social, nos pueden ayudar a 
reconstruir su forma de pensamiento. En 
otras palabras, todas las personas que es-
criben plasman en sus textos una estampa 
de sí y de sus contextos, los cuales pueden 
ser visitados por los futuros lectores, sin 
importar el paso del tiempo.
Lo anterior también nos revela mucho 
de nosotros mismos, ya que al igual que 
ellos, somos producto de nuestro contex-
to social, cultural, político y lingüístico. 
Como ya vimos, estos aspectos no se 
encuentran aislados, sino estrechamente 
vinculados, son parte de la totalidad que 
nos abarca, pero nunca podemos abar-
car. Somos solamente una pequeña parte 
sintomática de nuestra realidad, y cuando 
nos expresamos, en cambio, somos el me-
dio para que se exprese. 
Desde esta perspectiva, la historia nos 
forma y nosotros solo reproducimos lo 
que nos ha enseñado, no somos sujetos 
creadores como nos gustaría pensar, sino 
reproductores que encontramos nuevas 
formas de decir lo mismo. Así, puede 
parecer que las Confesiones no aportan 
nada más de lo que aportaron en fechas 
de su publicación, pero aún hoy en día 
conservan su vigencia, porque son parte 
de nuestra historia, y aunque ya no se viva 
ese contexto, en alguna medida seguimos 
conservando muchas de las instituciones 
presentes en aquella época.
En este sentido, las instituciones 
son una constante histórica. Son un di-
nosaurio que sobrevive los fenómenos 
históricos convulsos y aparentemente 
cambiantes. Nos aferramos a ellas, ya sea 
defendiéndolas o atacándolas, pero de 
cualquier modo teniéndolas presentes. 
Esta participación les permite ajustarse a 
los cambios y las mantiene vigentes. No-
sotros somos quienes las alimentamos, 
al igual que los pensadores que nos han 
precedido, por esto luchar contra la hege-
monía es enfrentarse a la historia y a los 
conceptos que la han formado.
Más aún, estas instituciones son inter-
nalizadas a partir de los conceptos, por lo 
cual el “yo” que nos encontramos en los 
libros es el “yo” protagónico que afirma 
los paradigmas intelectuales y aunque 
los confronte no los derrumba. Como ha 
ocurrido históricamente, la premoderni-
dad, la modernidad y la posmodernidad, 
son una misma historia que pudo tener 
muchos más elementos. Pero solo los 
conocemos como elementos de una 
continuidad histórica que impera desde 
[ DEBATES ]02
88 
el inicio de los tiempos, que no necesaria-
mente ocurrió así.
En realidad, no podemos saber cómo 
ocurrió la historia, ni siquiera podemos 
imaginarla. Solo aspiramos abstraer lo 
más objetivamente posible las ideas que 
nos son más inmediatas. Nuestros pro-
pios paradigmas mentales nos impiden 
ser verdaderamente objetivos, por lo que 
es una aspiración intelectual debido a que 
en el plano de lo material gobierna el prag-
matismo, y en el plano de lo intelectual, 
solo existen los conceptos, los cuales 
están intrínsecamente sesgados.
El sesgo de lo intelectual es tal porque 
es imposible entender un concepto fue-
ra de sí y, al mismo tiempo, entenderlo 
conlleva interiorizar los límites de éste. 
Entonces, todos los conceptos que cons-
tituyen el bagaje social de un sujeto son 
también el límite de su entendimiento. De 
este modo, los conceptos que nos forman 
también alienan para ver los contextos 
en uno u otro sentido, así que tenemos la 
mirada del “yo” hegemónico y cuando es-
cribimos somos su voz.
Por tanto, cuando Rousseau escribe 
podemos ver su genio creativo, su habilidadliteraria y capacidad de análisis, pero todo 
dentro de los límites del “yo” de su época. 
Podemos pensarlo linealmente y creer que 
hemos superado su pensamiento, que pro-
bablemente nosotros cómodamente pudi-
mos haber hecho un trabajo similar, de haber 
estado en esas condiciones, pero en este 
caso lo que estamos haciendo es afirmar que 
somos el mismo “yo” en diferentes momen-
tos y que la historia es meramente lineal.
La linealidad de la historia hace que el 
pasado sea comprensible y pensemos el 
futuro como una extensión del presente, 
pero esto significa que estamos reprodu-
ciendo en un largo periodo la hegemonía 
del “yo” sin romper los límites conceptua-
les que definen la historia. Así, la propues-
ta de Barthes podría implicar que habrá 
que rescribir la historia y repensar los 
conceptos. Si bien esto podría significar 
una especie de esquizofrenia intelectual, 
también puede ser el fin de los sesgos 
actuales, aunque desde la perspectiva de 
Koselleck volveríamos a caer en la aliena-
ción a través de los conceptos.
En este sentido, toda la escritura es 
parte del “yo” que se ha construido his-
tóricamente, y esta historia es a su vez 
escrita por éste. Las posibilidades de 
modificar la historia desde el “yo” son im-
posibles, y la historia no puede modificar 
al “yo” porque es el producto de su deve-
nir. Este relativo fatalismo desde el que 
escriben los autores, en el cual todos los 
esfuerzos por cambiar el esquema serán 
infructuosos, es comprensible desde esta 
perspectiva, ya que no se pueden generar 
nuevos esquemas desde el modelo arcai-
co y prestablecido.
Se puede esperar, como lo insinúa 
Barthes, la conciencia del “yo” y de sus 
propios límites. Como se puede enten-
der desde Koselleck, cabe asumir la 
imposibilidad de salir de esta alienación 
y su monopolio de la representación. 
También se debe señalar que sí existe la 
alteridad, solo que no es mencionada por 
el “yo”, ya que es transgresiva y tiene la 
posibilidad de quebrantar el totalitaris-
mo de los conceptos. 
La finalidad de la escritura científica 
es, entonces, romper con el “yo” totali-
tario al salir de esta hegemonía. Ampliar 
los conceptos para romper los paradig-
mas propios y del sistema. Entonces la 
posibilidad no es nula cuando se sale de 
este campo semántico e histórico, pero 
si salir implica romper paradigmas, son 
los sujetos pertenecientes a la alteridad 
quienes pueden llevarlo a cabo, aportar 
desde lo suyo. Romper con la historia im-
plica una nueva relación simbiótica entre 
los sujetos de la hegemonía con los al-
ternos, para construir un nuevo “yo” que 
supere el nepotismo. Pero, finalmente, 
es la historia la que consolidará el éxito o 
fracaso de esta empresa. m
Referencias
Barthes, R. (2009), “¿Qué es la escritura?”, R. 
Barthes, El grado cero de la escritura, Ciudad 
de México, Siglo XXI Editores.
Hartog, F. (2007), Regímenes de historicidad, Ciu-
dad de México, UIA
Koselleck, R. (1993), “Modernidad”, en R. Kose-
lleck, Futuro pasado, Barcelona, Paidós
Orwell, G. (2000), 1984, Barcelona, Destino.
Rousseau, R. (1999), Las confesiones, Barcelona, 
Conaculta-Océano.
Wright Mills, C. (1970), “Lo personal y lo político”, 
“El poder y el trabajador cultural” y “El cien-
tífico norteamericano: hoy y mañana”, en C. 
Wright Mills, De hombres sociales y movi-
mientos políticos, Ciudad de México, Siglo 
XXI Editores, pp. 12-23, 148-157 y 261-265 
respectivamente.
S E L M A M O R A L E S 02
 89
por Aníbal Serafín Camacho 
Balderas. Maestro en Ciencias 
Jurídicas por la UAQ. Estudiante 
del Doctorado en Ciencias 
Jurídicas por la UAQ.
90 
C alificada como un discurso agu-do y cruel de la sociedad de la posguerra, La sociedad del es-
pectáculo es una obra en la que 
Guy Debord propone una crítica política 
y culturalmente vedada y subversiva a la 
sociedad impositiva que presume de per-
fección. Es a su vez criticada por situarse 
en un escenario superado; sin embargo, 
se actualiza con los medios tecnológicos 
de difusión que permean la sociedad de 
hoy, en la que una vez más concluye en 
que se trata de una existencia mediada 
por los sentidos, por la propia e individual 
percepción del paradigma kantiano.
En este pequeño ensayo se preten-
de abordar algunos de los principales 
postulados expuestos por Debord, sin 
abarcarlos, ya que su obra La sociedad 
del espectáculo permite en cada tesis un 
estudio digno de debates y análisis, por lo 
que solo se revisan algunos postulados, 
a partir de preguntarse lo siguiente: ¿los 
argumentos utilizados por una parte o por 
una ideología son exclusivos de la misma?, 
¿es posible afirmar que los datos presen-
tados como científicos sean incuestiona-
bles o determinantes? Cuestionamientos 
que se espera responder o al menos poner 
en discusión. Asimismo, se discuten estos 
postulados y se abordan las opiniones de 
otros autores y las nuestras.
El espectáculo, expone Debord, es un 
simulacro, de producción masiva, seria-
da, de acaparamiento de mercancías; es 
la parodia de la sociedad autosuficiente 
y sustentable, abastecida con insumos 
abundantes en la que la escasez ha que-
dado atrás, y por ello vuelca su mirada a 
necesidades que parecieran no prima-
rias, como la ecología y la responsabili-
dad empresarial. 
Debord se coloca en los años sesenta 
del siglo XX, donde si bien la segunda 
guerra mundial llevó al pueblo norteame-
ricano a hacer sacrificios para el esfuerzo 
bélico, donando en efectivo o en especie, 
años después tuvieron un periodo de 
abundancia, en el que Estados Unidos era 
el acreedor de los países derrotados como 
Japón, Alemania e Italia, que ahora eran 
gravados, por lo que Debord claramente 
se refiere a la sociedad en los países ven-
cedores, como la de Estados Unidos, que 
podían entonces, satisfechas sus necesi-
dades primarias, tener aficiones y hasta 
ocupaciones más superfluas. Existía una 
producción e industrialización crecientes, 
por lo que las personas se sentían opti-
mistas en la formación de familias, en la 
expansión de todo tipo; surgen las campa-
ñas comerciales en los medios de comu-
nicación masiva, con productos de lo más 
diverso, y se promueve un estilo de vida 
lleno de satisfactores para mercados que 
van más allá de lo indispensable, que lle-
van a niveles exacerbados la alimentación 
y el vestido, o que vienen a colmar nuevas 
“necesidades” creadas en ese mundo 
creciente de imágenes, de publicidad, de 
apariencias y de comparaciones, de lucha 
por parecer más que por ser. 
Lo anterior lleva a que las relaciones 
sociales sean reemplazadas por una 
mera apariencia de conexión; que no es 
solo entretenimiento, ya que éste es una 
faceta del espectáculo, el espectáculo es 
solo simulación de la realidad, una mera 
imitación vacía, cuyos medios son el fin, 
sin más propósito: “El espectáculo no es 
solo un conjunto de imágenes sino una 
relación social mediatizada por imágenes” 
(Debord, 2014: 38). La gente observa a 
otros, pero no interactúa con ellos. Esos 
otros solo son imágenes. (Esto surge en 
el contexto de la obra de Debord mediante 
revistas y publicaciones, incluso la radio y 
la televisión, y se acentúa en la actualidad 
con las redes sociales.)
La imagen invade la realidad y se apro-
pia de ella, como un producto de consumo 
más. La verdadera vivencia es invadida por 
la contemplación de lo material, de forma 
que la realidad surge del espectáculo, ya 
que este se vuelve real; el hombre vive 
entonces en un mundo de contemplación 
donde todo es falso, en el que cuanto más 
se contempla menos se vive, de manera tal 
que en lugar de practicar un deporte, se lo 
mira desde la comodidad de un sofá.
En este mundo de parecer y aparentar 
podemos encontrar que: “Es cierto que 
una imagen puede valer más que mil pala-
bras. Pero también es verdad que un mi-
llón de imágenes no dan un solo concepto. 
En resumen:ver no es conocer, el conocer 
puede ser ayudado por el ver. El conocer 
inteligente, el conocer conceptos va más 
allá de lo visible” (Sartori, 2015: 201). En 
lugar de interactuar, los seres humanos 
observan la vida de los personajes del 
espectáculo, presas de un sistema que los 
mantiene cautivos en la contemplación y 
la apariencia que alimenta un mundo de 
consumismo, en el que la mercancía con-
tinúa circulando. 
El espectáculo no se dirige a la trans-
formación del mundo, sino a su contem-
plación. Sea el consumismo instaurado 
por Estados Unidos después de la escasez 
A N Í B A L C A M A C H O 02
 91
y austeridad a causa de la Segunda Guerra 
Mundial, en que como escenario de pos-
guerra se vislumbraba un panorama de 
abundancia, por lo que incluso los medios 
como la radio y prensa utilizados en la pro-
paganda nazi, fueron asimilados en norte-
américa para difundir la idea de comprar 
productos que si bien es cierto hacían 
más fácil la vida, dan paso a la creación de 
nuevas necesidades cada vez más super-
fluas: la lavadora hace más sencillo tener 
la ropa limpia, y con ello la posibilidad de 
tener más pantalones, más faldas, más 
camisas, más blusas, más colchas, más 
cobijas, y con esto más muebles para 
guardarlos, a la vez que nuevos detergen-
tes, insumos, refacciones, servicio de 
mantenimiento, y lamentablemente, los 
inicios de la obsolescencia programada, 
ya que en un principio, las máquinas, los 
autos, los electrodomésticos, fueron 
creados con mejores materiales que ga-
rantizaban una mayor duración, pero con 
ello, menores ventas, ya que funcionaban 
por décadas. Esto conlleva una “necesi-
dad empresarial” ’ de fabricar con peores 
materiales, incluso con debilidades pre-
determinadas, sin reparación, servicio ex-
clusivamente con la marca proveedora, y 
recientemente, si hablamos de computa-
doras, impresoras, escáneres, etcétera, 
de chips que disponen u ordenan al equipo 
la falla, a efecto todo lo anterior, de que se 
sigan vendiendo más aparatos o equipos, 
sin importar la acumulación de desechos 
o basura, la contaminación y con ello tam-
bién la destrucción o degradación del me-
dio ambiente. Los secretos industriales 
importan más que el proveer de buenos 
productos, de servir a la humanidad, al 
mundo, al medio ambiente. En aras de ma-
yores ganancias, si es descubierto algo 
más económico, más ecológico, es ocul-
tado, y si acaso, explotado, exprimiendo 
cada centavo que pudiera representar; así 
se crea también la necesidad de más ob-
jetos, más cosas inútiles, coleccionables, 
más juguetes, más adornos; surge un arte 
sin mérito propio, en el que lo valioso es el 
artista y sus excentricidades, o su historia 
venerada por las masas.
“El espectador cree que el mundo don-
de actúa coincide con el que le es permiti-
do observar; sabe también, sin embargo, 
que, si es capaz de revivir en la imagina-
ción lo que ve en la representación, lo hace 
con la conciencia de su insuperable exclu-
sión” (Pizzorno, 2008: 49). De manera que 
el conocimiento del sujeto se encuentra 
sesgado, ya que lo que ve se encuentra de 
origen viciado, predeterminado, construi-
do y conlleva la idea de un mundo en el que 
puede ser observador, pero no partícipe 
en un grado de triunfo. No puede disfrutar 
de eso que tanto admira, puede admirar el 
arte, pero no ser un artista triunfador de 
ese espectáculo que concibe como mara-
villoso, de ese mundo al cual realmente no 
pertenece, y del que es excluido, pero que 
siente suyo, ignorando el rechazo del que 
es o podría ser objeto. 
De igual forma, paralelo a esa exclu-
sión, se tiene que la representación se 
encuentra diseñada para ser eso, y no tiene 
que corresponder a la realidad, sino más 
bien, es distinta. “Esto es un fenómeno 
bien conocido en el mundo del arte y del 
espectáculo. Pero allí sucede en un ám-
bito cerrado, espacial y temporalmente, 
de un lugar diseñado para ser distinto del 
mundo real” (Pizzorno, 2008: 49). De esta 
forma, “la información no es conocimiento, 
la información no lleva a comprender las 
cosas: se puede estar informadísimo de 
muchas cuestiones, y a pesar de ello no 
comprenderlas” (Sartori, 1997: 87), De ahí la 
importancia de la calidad de las fuentes de 
conocimiento y de la objetividad de las mis-
mas, de manera que de poco sirve el análi-
sis realizado por un experto o un perito, si 
su resultado se encuentra comprometido 
con una de las partes. En este mundo de 
apariencias, vende la publicidad, que es 
frecuentemente divergente de la realidad.
El mercado de necesidades creadas y 
superfluas es un fenómeno aprovechado 
aún hasta nuestros días, y de hecho cada 
vez más, con un mundo inundado de tec-
nología, en el que las marcas son deifica-
das, en el que se busca participar con su 
ropa, con su calzado, con sus tenis, con su 
reloj, más recientemente con su celular, y 
tantos otros medios. De un escenario con 
todo aquello que adorne al sujeto, despo-
jado de su propia individualidad y refugia-
do en una armadura o en un plumaje que 
le son ajenos, pero que lo vuelven parte 
de un mundo en el que esa imagen falsa 
es válida, y muchas veces necesaria como 
pase de admisión en una sociedad globali-
zada, enervada de consumismo, un mun-
do de apariencias, en el que se descuida el 
valor propio del individuo, sus principios, 
sus virtudes, sus habilidades y cualidades 
personales, desplazados por sus bienes, 
sus propiedades, su ropa, su calzado, sus 
accesorios, sus adornos, donde cuanto 
más lujosos y superfluos resulten, le agre-
gan plusvalía en esa sociedad del espec-
táculo que describe Debord.
[ DEBATES ]02
92 
En ese mundo del ser, el tener y el parecer, 
el individuo se dirige a parecer, de forma 
que la mercancía de la sociedad capita-
lista se transforma en una extensión del 
espectáculo, del pan y circo romano, el 
mundo que se ve es su mundo, por lo que 
Debord propone utilizar los medios e íco-
nos del espectáculo contra sí mismo, pro-
vocando el cuestionamiento por parte del 
individuo: “Sólo con el acto de ver no ha 
nacido ciencia alguna. Ya no tenemos un 
hombre que ‘reina’ gracias a la tecnología 
inventada por él, sino más bien un hombre 
sometido a la tecnología, dominado por 
sus máquinas” (Sartori, 2015: 141).
El espectáculo es el simulacro, que 
como simulación implica interpretar 
un papel en una obra, el desarrollar un 
personaje, una personalidad, determina-
das características, de forma tal que se 
construye una imagen ante los demás; en 
ese escenario, se da la impresión de algo 
que no necesariamente corresponde a 
la realidad, sino que con frecuencia es 
diametralmente opuesto. Así, el individuo 
aparenta riqueza cuando se encuentra 
lleno de deudas. Se aparentan cualidades 
y virtudes de las que se carece o no se tie-
nen en la medida que se representa.
Las relaciones sociales se tornan en 
simulaciones. En este sentido, Debord 
parece haberse adelantado a su época y 
de manera fiel describir la realidad actual, 
en la que los medios tecnológicos han 
sustituido al contacto personal, en los 
que las redes sociales invaden al mundo, 
en el que los niños no salen a jugar sino 
que hacen amistades virtuales, en que las 
parejas igualmente se conocen por ellas, 
y en las que ahora las clases, los negocios 
y muchos actos sociales se llevan a cabo 
virtualmente. Pero Debord, lo que critica 
de ello, es lo vacías que resultan esas rela-
ciones, la mediatización o interpretación 
mediatizada o mediada de las imágenes, 
y ello se hace patente en la actualidad, 
nuevamente con las redes sociales, más 
cuando un individuo aparece en videos 
o fotos y es seguido por cientos, miles o 
millones, con los que no interactúa so-
cialmente, o lo hace de manera escasa, 
limitada; da una imagen, fabricada, para 
ser consumida por esos seguidores.
Así, la realidad emana del espectáculo,pero es una realidad vacía y paradójica-
mente falsa. Es apariencia contraria a la 
realidad. Los gimnasios se llenan de tipos 
aparentemente fuertes, aparentemente 
musculosos, que pueden resultar ni ser 
fuertes ni musculosos, y que no levantan 
más peso que la persona común, o que sus 
aparentes músculos son solo synthol o si-
licón; igualmente, las mujeres con belleza 
fabricada, son producto de maquillaje, de 
las cirugías o del retoque digital; como 
también el mundo del espectáculo, es un 
mundo lleno de uniformes, que tampoco 
significan de manera necesaria una reali-
dad; así tenemos deportistas con playera 
oficial del equipo, pero que no pasan de 
ser deportistas de sillón; artistas marcia-
les de disciplinas inexistentes o inefecti-
vas, propias solo del cine o la televisión, 
recientemente del youtube y de facebook, 
instagram o tik tok. Igualmente se tienen 
intelectuales del reflector, que emiten 
opiniones, encabezan movimientos, fa-
bricados por los medios de difusión; niños 
“ Es cierto que una imagen puede 
valer más que mil palabras. Pero 
también es verdad que un millón de 
imágenes no dan un solo concepto. 
En resumen: ver no es conocer, el 
conocer puede ser ayudado por el 
ver. El conocer inteligente, el conocer 
conceptos va más allá de lo visible”. 
A N Í B A L C A M A C H O 02
 93
“genios” que solo repiten un guion, profe-
sionistas y hasta doctores sin validación, 
que dan cursos y desarrollan teorías sin 
mas sustento que su propia explicación. 
“Todos escriben, pero nadie lee, todos ha-
blan, pero nadie escucha” (Perniola, 2010: 
83). Los espectadores en ese mundo ac-
tual no atienden a su transformación, sino 
a la contemplación. 
También Octavio Paz nos habla de 
simulación, cuando dice: “El simulador 
pretende ser lo que no es. Su actividad 
reclama una constante improvisación, un 
ir hacia adelante siempre, entre arenas 
movedizas. A cada minuto hay que reha-
cer, recrear, modificar el personaje que 
fingimos, hasta que llega un momento 
en que realidad y apariencia, mentira y 
verdad, se confunden. De tejido de in-
venciones para deslumbrar al prójimo, la 
simulación se trueca en una forma supe-
rior, por artística, de la realidad. Nues-
tras mentiras reflejan, simultáneamente, 
nuestras carencias y nuestros apetitos, 
lo que no somos y lo que deseamos ser” 
(Paz, 1998: 15).
La producción masiva, seriada y el 
amontonamiento de las mercancías, es 
el reflejo, la parodia de la sociedad abas-
tecida, que vive la superabundancia. El 
riesgo del hambre y la escasez ha sido 
superado para esta sociedad, en la que 
el espectáculo cede el paso a las preocu-
paciones éticas. “El proletariado es man-
tenido deliberadamente alienado para 
impedir su organización revolucionaria; 
a efecto de sostener que una teoría es 
verdadera, y es la realidad, esta realidad 
que es alienada, falsificada por el espec-
táculo, por el capital y por el Estado, la 
que es falsa y, es entonces que se modi-
fica la realidad hasta adaptarla a la teoría 
propia” (Debord, 2014, p. 21).
Las ciudades, como espacios urbanos 
de modernidad, se convierten en lugares 
inhabitables, peligrosos, que rodean ame-
nazantes a los barrios, las colonias, las 
viviendas, donde los individuos creen po-
nerse a salvo al conectarse a un espacio 
intangible de difusión del “espectáculo” 
(Debord, 2014: 29). A los llamados medios 
de comunicación, el sujeto busca mimeti-
zarse, adaptarse, o bien, lo contrario: re-
saltar como el pachuco de Paz, rechazado 
por la ciudad. De cualquier forma, busca 
asimilarse, pero rebelde sin aceptar la 
cultura de la ciudad, porque le es ajena, 
y de hecho lo rechaza hostil, cuando él 
también renuncia a su pasado, a las cos-
tumbres de sus padres y antepasados, y 
quien, según Paz, vuelve su vestimenta 
“impráctica” (Paz, 1998: 4). Aunque tal vez 
sea más impráctico utilizar pantalones 
estrechos y corbatas inútiles como hoy en 
día; esa vestimenta, dice Paz, lo oculta y lo 
exhibe, lo cierto es que en esta sociedad, 
por destacarse, existen quienes alteran su 
apariencia a efecto de llamar la atención, 
lo mismo que a sus bienes, como lo hacen 
con sus autos, volviéndolos imprácticos, 
demasiado bajos que cualquier irregulari-
dad en el suelo los afecta, con techos ridí-
culamente acortados, con adaptaciones 
para producir ruido y pintura fosforescen-
te, accesorios innecesarios y todo aquello 
que pueda llamar la atención.
Lo anterior no solo se aplica a lo mate-
rial, sino que también se observa en las 
relaciones humanas, en lo espiritual, en lo 
académico, en lo profesional, donde pulu-
lan los cursos rimbombantes, los nombres 
conocidos, famosos, que algunas veces 
no corresponden a una buena reputación. 
Grandes gurús, profetas y mesías son mu-
chas veces fruto de la publicidad y del en-
gaño, de la repetición constante vertida por 
los medios al más puro estilo de Goebbels, 
y como cita Sartori: “Los medios de comu-
nicación y especialmente la televisión, son 
administrados por personas sin cultura. 
Comunican obsesivamente sin descanso. 
Han sido suficientes pocas décadas para 
crear el pensamiento insípido, un clima 
cultural de confusión mental y crecientes 
ejércitos de ignorantes” (Sartori, 2015: 
158). De esta forma, quienes comunican 
lo hacen desde la irracionalidad, desde el 
desconocimiento que paradójicamente 
predica bajo la bandera de lo contrario, es 
decir, de contar con un cúmulo de infor-
mación que refieren como justificada, pre-
sentando muchas veces, incluso expertos 
que la validan, mismos que son avalados 
por organismos sin el debido sustento, o 
peor aún, en otras, son sustentados por 
organismos oficiales confundidos.
La intención de modernización y uni-
ficación del espectáculo ha llevado a la 
burocracia a tornarse en ideología de la 
democracia, en libertad dictatorial del 
mercado, aunque asumiendo el reco-
nocimiento de los derechos del hombre 
espectador. La vida bajo las condiciones 
actuales se presenta como un cúmulo de 
espectáculos, en los que lo que abunda es 
la representación (Debord, 2014: 35-37). 
La democracia es muchas veces aparente 
y engañosa, ofrece solo tonalidades de lo 
mismo, se encuentra diseñada para pro-
vocar la percepción de permitir opciones, 
[ DEBATES ]02
94 
cuando realmente presenta sujetos uni-
dos con acuerdos previos y compromisos 
dirigidos a un mismo fin. 
El crecimiento económico considera-
do como el que libera a las sociedades 
de la presión natural exigida por la lucha 
por la supervivencia, no libera a las so-
ciedades de su supuesto libertador. “La 
economía transforma al mundo en un 
mundo económico” (Debord, 2014: 54). 
El trabajo humano se encuentra aliena-
do y supone la infinita continuación de 
su servicio. El sistema envuelve al in-
dividuo en una relación interminable de 
sometimiento y dominación.
La “perfecta negación del hombre” apli-
cable a toda existencia humana, se obser-
va en la automatización, de forma tal que 
los procesos de mecanización y automati-
zación, no disminuyen el tiempo de trabajo 
(Debord, 2014: 56-57). Se exige la partici-
pación de la gran mayoría de los hombres, 
como trabajadores asalariados, con la 
única opción de someterse o morir. Aún 
en una industria de abundancia económi-
ca, el asalariado poco progresa, mientras 
que el capital exhibe su acumulación. “La 
victoria de la economía autónoma conlle-
va su derrota”. La necesidad económica, 
base de las sociedades antiguas, da paso 
a un desarrollo económico aparentemen-
te infinito, en el que son sustituidas por 
seudo necesidades, con lo que se acaba 
por requerir y consumir lo no necesario, 
lo verdaderamente superfluo, aquello que 
es solo producto de una realidad paralela, 
falsa, planeada, “espectacular” (Debord, 
2014: 58-59). Sin embargo, habría que dis-
cutir si en realidad la victoria de la econo-
mía autónoma conllevasu derrota, o si es 
una lucha constante, una guerra simbióti-
ca, con batallas ganadas y perdidas.
Lo que en realidad se oculta es la uni-
dad de la miseria. Las distintas formas 
de la misma alienación combaten bajo la 
máscara de la elección total, ya que se 
erigen ocultando sus contradicciones; se 
ofrece lo mismo bajo distintas caras; lo 
que el espectáculo presenta como perpe-
tuidad se basa en el cambio. “Lo que Hegel 
interpreta no es ya el mundo, sino la trans-
formación del mundo” (Debord, 2014: 67-
76). Pretende comprender un mundo que 
se hace a sí mismo, parece convertirse en 
aquello que se atacaba.
La burocracia se ve sujeta política y 
culturalmente, al depender de un mono-
polio ideológico, que prohíbe toda rivali-
dad, y que la mantiene cautiva (Debord, 
2014: 105- 106). El burócrata es presa de 
su sistema que lo vuelve dependiente y 
alienado, servil e incapaz de cualquier 
cuestionamiento, peor aún cuando su 
gobierno, a lo largo de los años venerado 
como un Dios, cambia de ideología y lo 
confunde, sus postulados, que realmente 
no conoce, son cimbrados, confundido, 
no sabe a quién servir.
“Se impone una imagen de lo que es 
bueno, lo que existe oficialmente con 
lo que todo el mundo debe identificarse 
mágicamente o, de lo contrario, desapa-
recer” (Debord, 2014: 68). De esta forma se 
prohíbe opinar lo contrario al discurso ofi-
cial, se cambian los lemas y las denomina-
ciones antes utilizadas. Recordemos que: 
“Una fotografía miente si es el resultado 
de un fotomontaje. Y los noticieros tele-
visivos llegan al espectador como todo un 
fotomontaje” (Sartori, 1997: 108)
A la vez que se impone, se desecha, se au-
todenuncia, de manera que lo único con-
tinuamente permanente es el sistema: 
los mismos que imponen un gobernante 
se dedican después a denunciarle, des-
echándolo como se hace con las mercan-
cías pasadas de moda. Al igual que se hace 
con una nota falsa difundida públicamen-
te, se pretende aclarar con otra mentira. 
“Aquello aprobado unánimemente, ahora 
es reprobado de igual forma” (Debord, 
2014: 66-73). El sistema utiliza individuos, 
incluso dirigentes, como meras mercan-
cías, un día apoyadas y al día siguiente 
desechadas o descartadas, destruidas.
“El socialismo pretendió calcular de 
manera exacta los periodos de crisis del 
capitalismo, y al percatarse de su error 
procedió a modificar sus propios datos 
supuestamente científicos, apropiándose 
así de la historia, que pretende conocer y 
reclamar para sí” (Debord, 2014, p. 80). Los 
mismos argumentos son usados en un sen-
tido o en el otro diametralmente opuesto.
Se suele repetir con las mismas pala-
bras el mismo discurso sobre los mismos 
temas; de manera homogénea, en el que 
existe la condición de no pensar nada; 
en el que los intelectuales se dirigen a 
obtener el consenso y tranquilizar con-
fundiendo las ideas, en una sociedad del 
espectáculo con circulación mediática de 
la información, que hace imposible colo-
car de modo claro problemas decisivos en 
que los ciudadanos dispongan de elemen-
tos de opinión propia, no contradictoria 
(Agamben, 2019: 47-50).
Podemos concluir que en ocasiones 
algunos argumentos pueden ser utili-
zados por una parte y por la otra con un 
A N Í B A L C A M A C H O 02
 95
sentido diametralmente contrario, sin 
que ello suponga una regla, sino solo una 
posibilidad cuya veracidad dependerá de 
su estudio particular, y por otra parte, se 
observa que los datos presentados como 
científicos, permiten precisamente, en 
esa calidad, su comprobación, por lo que 
son susceptibles de cuestionamiento y de 
hecho, eso permite la evolución científica, 
y la superación de paradigmas.
El espectáculo como lo concibió De-
bord encuentra hoy aplicación más que 
nunca con las redes sociales y es utilizado 
por los poderes fácticos, entre los que 
se encuentran los políticos, por lo que la 
democracia es nuevamente vulnerada, ya 
que como se ha acusado anteriormente, 
el voto era emitido por indicaciones o pre-
siones de patrones, de la iglesia, de agru-
paciones, etcétera. Ahora los medios de 
comunicación más avanzados, como son 
las redes sociales, internet en general, 
son también utilizados, y si bien es cierto, 
constituyen la posibilidad de difusión de la 
ciencia, del conocimiento, de millones de 
artículos, libros, textos, videos, audios, 
etcétera, son nuevamente prostituidos 
y empleados para dar, parecer o fabricar 
una imagen, para destruirla, construirla, 
modificarla, manipularla, transformarla 
según los intereses. De forma que no se 
libra la sociedad de esa intromisión que 
enerve sus sentidos, e impide decidir con 
claridad y libremente; sigue así, frecuen-
temente, enervada o alienada en su albe-
drío, presa de una u otra ideología. Ante 
tal panorama de desinformación, solo 
aquel dispuesto a librarse del paño que 
cubre su mirar, o de los lentes que defor-
man su observar, puede aspirar a conocer 
algo mas cercano a la verdad.
A lo anterior se suma que: “Existen 
experimentos que confirman que en te-
levisión las mentiras se venden mejor. 
Al perder la capacidad de abstracción 
perdemos también la capacidad de distin-
guir entre lo verdadero y lo falso” (Sartori, 
2015: 110). Por lo que en ese espectáculo 
tan mediatizado, el sujeto resulta confun-
dido, toma postura sin razón, defiende lo 
que no le consta, lo que cree, porque es lo 
que le han dicho, lo que ha escuchado, lo 
que ha visto, sin reflexionar, sin siquiera 
considerar otra versión.
“Los políticos cada vez tienen menos 
relación con acontecimientos genuinos y 
cada vez se relacionan más con ‘aconte-
cimientos mediáticos’, es decir aconte-
cimientos seleccionados por la video-vi-
sibilidad y que después son agrandados 
o distorsionados por la cámara” (Sartori, 
2015: 122), además de esa distorsión de la 
realidad, se utilizan los acontecimientos 
para distraer, para robar la atención del 
espectador, mientras los hechos real-
mente importantes son apagados por la 
prensa, el radio, las redes o el televisor.
A lo anterior, hay que agregar la noción 
de opinión pública, que surge de la difusión 
mediatizada. “Esta opinión pública es ma-
nipulada por los medios de comunicación 
a través de los sondeos, un instrumento 
que no revela la voz del pueblo sino sobre 
todo es una expresión del poder de los 
medios de comunicación. Estos sondeos 
bloquean decisiones útiles y necesarias, 
o bien lleva a tomar decisiones equivoca-
das sostenidas por simples ‘rumores’, por 
opiniones débiles, deformadas, manipula-
das, e incluso desinformadas, generando 
opiniones ciegas” (Sartori, 2015: 85). Au-
nado a ello debemos de considerar que 
esos sondeos o encuestas son cerrados, 
dirigidos a resultados predeterminados, 
de forma tal que el espectador, el encues-
tado no pueda dar libremente su opinión. 
Cualquier fenómeno es aprovechado, 
para publicitarse a sí mismo o para de-
gradar al rival, el espectáculo puede ser 
utilizado por la ideología dominante em-
poderada o la contraria, como distractor 
o vehículo de contra-información. “El 
espectáculo así, no es otra cosa que un 
medio idiotizador y productor de men-
tes débiles que se abstienen de pensar” 
(Sartori, 2015: 158). Asimismo, dejan de 
decidir, de indagar, se contentan cual 
ovejas a pastar y avanzar por el camino 
de las falacias, que les conduce al mata-
dero o a la trasquila, sin nunca cuestio-
nar, presas de este mundo se contentan 
con solo aparentar. m
Referencias 
Agamben, G. (2019), “Violencia y esperanza en 
el último espectáculo”, Metapolítica, año 23, 
num. 107, octubre-diciembre.
Debord, G. (2019), La sociedad del espectáculo, Va-
lencia, Pre-textos. 
Paz, O. (1992), El laberinto de la soledad, Ciudad de 
México, Fondo de Cultura Económica.
Perniola, M. (2010), Milagros y traumas de la comuni-
cación, Buenos Aires, Amorrortu editores.
Pizzorno, A.(2008), “Visibilidad y reputación públi-
ca”, Metapolítica, vol. 12, núm. 57, enero-febrero. 
Sartori, G. (2015), Homo videns. La sociedad telediri-
gida, Buenos Aires, Taurus.
[ DEBATES ]02
96 
 97
L a serie resulta de una aspiración personal por una reinterpretación de lo sagrado. Un mirar los umbrales del mito Mexica y su ins-
piración de una cosmovisión poética. La propuesta 
trata desde una abstracción contemporánea esa 
dimensión, esa hondura que el compromiso con lo 
profundo del alma humana requiere para dar cuen-
ta de su andadura y su espíritu. El reto planteado 
restringe todo el humilde esfuerzo personal en esa 
conjugación de velos que más que mostrar procu-
ran sugerir los alientos e incertidumbres fecundas 
asomando la mirada a los juegos del misterio.
El Tzompantli sin duda una de las expresiones 
de la cosmogonía mesoamericana más enigmá-
tica e intensa, una poética de muerte y vida a la 
que como artista plástico no he podido sustraer-
me, al igual que otros. Aquí mi modesta ofrenda 
esa poderosa manifestación de alma y piedra.
98 
J E S Ú S J Á U R E G U I
Aguas primeras. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (120x200 cm).
 99
Crisálidas floridas. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (120x200 cm).
POR TA FO L I O
100 
Flujo esmeralda. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (120x200 cm).
J E S Ú S J Á U R E G U I
 101
Murmullo en rosa. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (120x200 cm).
POR TA FO L I O
102 
Nacimos borrados. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (100x150 cm).
J E S Ú S J Á U R E G U I
 103
Presencias. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (100x200 cm).
POR TA FO L I O
104 
Rocío. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (50x35 cm).
J E S Ú S J Á U R E G U I
 105
Entrevelos. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (50x35 cm).
POR TA FO L I O
106 
Voces 3. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (50x35 cm).
J E S Ú S J Á U R E G U I
 107
Voces 1. Técnica mixta, grabado, tintas y estampa digital (100x1500 cm).
POR TA FO L I O
108 
por Hugo César Moreno Hernández.
Profesor investigador en la Benemérita 
Universidad Autónoma de Puebla.
 109
P ara la academia contemporá-nea y el aparato editorial que le acompaña, traducir por primera 
vez un texto publicado en 1926 
podría parecer una apuesta al pasado, 
una idea vetusta o una regresión teórica 
hasta cierto punto contraproducente. 
Esto bajo el aura de productivismo y exi-
gencias de innovación que van lacerando 
el quehacer de las ciencias sociales. Sin 
embargo, la traducción de The Gang, de 
Frederic Thrasher, realizada por Carles 
Feixa y María Oliver, más que una apuesta 
editorial, significa, por fin, traer al mundo 
hispanoparlante una obra clásica nece-
saria para la comprensión del fenómeno 
de las pandillas contemporáneas, sobre 
todo ante las circunstancias que viven 
los países latinoamericanos, sin olvidar 
cómo se suscita en otras latitudes. Y si 
la empresa editorial, loable y exquisita, 
hecha por NED ediciones y el proyecto 
TRANSGANG, se antoja compleja, reseñar 
la obra no resulta algo sencillo, no sólo por 
la extensión de la obra, sino por las rela-
ciones conceptuales, los acercamientos 
contextuales y la necesaria comparación 
con otros estudios. Por ello, a manera de 
síntesis, me atrevo a definir la obra de 
Thrasher como un clásico de la sociolo-
gía en cuanto sus hallazgos y premisas, 
que siguen con la vigencia necesaria para 
ayudar a la comprensión y afrontar el fe-
nómeno de las pandillas juveniles y, no 
sólo eso, sino también la conformación de 
organizaciones delincuenciales. 
Existen diversas entradas a la obra. 
Una de ellas es a través de la decisión de 
traducir gang por banda y no por pandilla. 
No es el espacio adecuado para discu-
a una cerrada red de habitus cercanos, 
es una desterritorialización hecha por el 
grupo para devenir en territorio, esto pen-
sado, desde Thrasher, pero recurriendo a 
Maffesoli (2004), supone un neoarcaísmo: 
el territorio con “intricadas relaciones 
tribales e intertribales, es, en cuanto res-
pecta a su organización, más medieval y 
feudal que moderna o urbana […] dan la im-
presión de estar casi más allá de los límites 
de la sociedad civil. De algún modo estas 
regiones de conflicto son como una fron-
tera; otras veces son una ‘tierra de nadie’ 
sin ley, sin dios, salvajes” (p. 64). La idea 
de neoarcaísmo supone la emergencia de 
relaciones pre-modernas en un ambiente 
moderno, mezclando formas antiguas, 
pero sin soporte tradicional, que aparecen 
espontáneamente para responder a las 
falencias de la modernidad. 
Esta experiencia espontanea de neoar-
caísmos, como ya mencioné, sucede en 
un espacio social ocupado y creado por los 
jóvenes en banda: el intersticio. Quizá este 
concepto sea el más representativo de la 
obra de Thrasher. En todo caso, resulta una 
de las aportaciones teóricas más elocuen-
tes e interesantes. Los intersticios apare-
cen en medio de los objetos sociales, en es-
pera de ser ocupados y, también, creados: 
Hilos de desintegración social tienden a ex-
tenderse por ríos, canales, vías de ferrocarril y 
calles comerciales cuyos bordes son manifies-
tamente inapropiados para propósitos residen-
ciales y permiten a las bandas prosperar en los 
intersticios […] el concepto más significativo del 
estudio es intersticial, es decir, perteneciente 
a espacios que se interponen entre una cosa y 
otra. En la naturaleza, la materia extraña tiende 
rrir ampliamente en este asunto (Perea, 
2007; Cerbino, 2012; Moreno, 2014), sólo 
diré que la elección es adecuada, aun 
cuando no concuerdo del todo, por estos 
motivos: 1) la manera en que se le llama 
a las pandillas en España; 2) un vocablo 
para aglutinar las diferentes formas 
según latitudes (clica, parche, cuadrilla, 
nación, barra, mara, etcétera); y 3) las 
distinciones procesuales que Thrasher 
identifica en su estudio. En consonancia 
con esto, me referiré en lo subsiguiente a 
la banda para decir pandilla. 
El grupo intersticial
Desde los primeros capítulos, Thrasher 
comprende que la banda tiene una exis-
tencia liminal, está fuera y dentro de la 
sociedad, pero se desarrolla en un espacio 
social específico que, además, crea, “las 
bandas habitan en las sombras del subur-
bio […] Viven en un mundo distintivo pro-
pio, muy lejos de la monótona existencia 
del ciudadano medio, [son] vida, a menudo 
áspera y sin domar, y aun así rica en pro-
cesos sociales elementales significativos 
para el estudioso de la sociedad y de la 
naturaleza humana” (p. 61). En ese espacio 
social proliferan y establecen relaciones 
con el resto de la sociedad, asumiendo 
singularidad tanto hacia fuera como hacia 
los grupos igualmente marginales, “[…] la 
banda es una manifestación proteica: no 
hay dos bandas iguales: algunas son bue-
nas, otras son malas, y cada una debe ser 
considerada de acuerdo con sus méritos” 
(pp. 63-64). Ese espacio social, que en tér-
minos bourdieuanos se solidifica gracias 
[ IMPRENTA PÚBLICA ]04
110 
a acumularse y apelmazarse en cada grieta —en 
los intersticios—. También hay fisuras y roturas 
en la estructura de la organización social. La 
banda puede ser vista como un elemento inters-
ticial en el marco de la sociedad (p. 80).
El intersticio no es sólo el espacio del “en-
tre”, porque ese “entre”, si está vacío, sólo 
es distancia, no es la mera aparición de la 
grieta o fisura, el callejón producto de una 
mala planeación urbana. El intersticio es 
espacio habitado y cuando no es problemá-
tico, sus habitantes quedan tan invisibles 
como la ausencia de distancia entre un ele-
mento y otro percibida por un ojo no atento. 
Los objetos sociales, para seguir con el 
juego, hacen más o menos anchos los in-
tersticios dependiendo de la capacidad deintegración social. Ahí donde las socieda-
des promueven mayores distancias y “con-
diciones desordenadas”, los intersticios 
serán más tibios, invitando a su habitación. 
La banda no es, en sí, habitante del inters-
ticio, “estas condiciones desordenadas no 
producen directamente bandas, sino que 
la banda es un crecimiento intersticial que 
florece donde hay ausencia de otras insti-
tuciones o están fallando a la hora de fun-
cionar de forma eficiente. Es un síntoma de 
la vida desordenada de la frontera” (p. 595). 
Ante la inoperancia o disfuncionalidad de 
las instituciones sociales más elementales 
(familia, escuela, iglesias, trabajo, etcéte-
ra), la marginación abre y ensancha inters-
ticios, donde sus habitantes descubren en 
la banda una mejor manera de habitar y de 
crear intersticios:
La banda es casi invariablemente característi-
ca de regiones que son intersticiales […] ocupa 
El fallo de las costumbres e instituciones que 
normalmente dirigen y controlan en funcionar 
eficientemente en la experiencia del chico 
viene indicada por la desintegración de la vida 
familiar, la ineficiencia de las escuelas, el for-
malismo y la externalidad de la religión, la co-
rrupción e indiferencia en las políticas locales, 
los bajos salarios y la monotonía de las activi-
dades ocupacionales, el desempleo y la falta de 
oportunidades de ocio saludable. Todos estos 
factores entran en la imagen de la frontera 
moral y económica y, junto con el deterioro de 
la vivienda, el saneamiento y otras condiciones 
de vida en el suburbio, dan la impresión de des-
organización general y deterioro (pp. 97-98).
No hay que olvidar la perspectiva ecoló-
gica y profiláctica de Thrasher, miembro 
de la Escuela de Chicago (a este respecto, 
la introducción a la edición en español es 
lectura obligada para comprender las im-
plicaciones de esta filiación), esto define 
su observación. La desorganización social 
es metáfora de desequilibrio ambiental, 
producto de la introducción de elementos 
ajenos en un medio ambiente. Sin embargo, 
sería muy necio intentar encuadrar al autor 
y sus correligionarios en una ideología con-
servadora o reactiva. Sus observaciones 
son suficientemente críticas como para 
exigir un cambio en el punto de vista sobre el 
fenómeno de las bandas, y el diagnóstico no 
es muy diferente a estudios actuales, sobre 
todo cuando comprende que la banda:
[…] ofrece un sustitutivo para lo que la socie-
dad falla en aportar; y proporciona un alivio de 
la supresión y el comportamiento desagrada-
ble. Rellena un hueco y permite un escape. Aquí 
de nuevo podríamos concebirlo como un grupo 
lo que a menudo es denominado “el cinturón 
de la pobreza”: una región caracterizada por 
vecindarios deteriorados, poblaciones cam-
biantes y la movilidad y desorganización del 
suburbio […] esta zona es una fase intersticial 
distintiva del crecimiento de la ciudad. En gran 
medida está aislada de la cultura de la comuni-
dad más amplia (pp. 80-81).
La banda es intersticial en términos so-
ciales, porque “se desarrolla como una 
manifestación de la frontera económica, 
moral y cultural que marca el intersticio” 
(p. 81), y también en términos generacio-
nales, porque “parece ser un grupo in-
tersticial, una manifestación del periodo 
de reajuste entre la infancia y la madurez” 
(p. 96). Las distancias suceden no sólo 
por marginación económica, política y 
social, sino también debido a la distancia 
generacional. En el caso de migraciones 
importantes, como el caso del Chicago 
estudiado por Thrasher, esta distancia 
refería a la familia y la lengua desterrito-
rializadas, desarticulando tradiciones y 
perspectivas morales entre padres e hi-
jos, “es evidente que las bandas [crecen] 
en un área cultural intersticial dentro de 
la cual las instituciones normales que 
controlan al muchacho se han roto” (p. 
478). Los intersticios suceden ahí donde 
un plano social se fractura debido a mo-
vimientos acelerados, ya sea de bonanza 
económica (atracción migratoria) o de 
crisis, política, económica, social (expul-
sión de migrantes), lo cual desterritoriali-
za a enormes contingentes, desvinculan-
do tradiciones o descontextualizándolas, 
afrontando nuevas formas de organiza-
ción social, etcétera: 
H U G O C É S A R M O R E N O 04
 111
intersticial que proporciona actividades inters-
ticiales a sus miembros. Así, la banda misma es 
un tipo de organización natural y espontánea 
surgida del conflicto, un síntoma de desorga-
nización en el más amplio marco social (p. 98).
Por ello, queda claro que la banda está 
dentro y fuera de la sociedad. Comparte 
espacios, pero ocupa aquellos donde lo-
gra actuar según la producción de valores 
propios, confeccionados a partir de valo-
res heredados, pero también con descu-
brimientos éticos que sólo al interior del 
grupo, muchos jóvenes podrían lograrlo. 
La definición de Thrasher para la banda, 
implica la diversidad de circunstancia y 
podemos asumirla vigente: 
Una banda es un grupo intersticial formado en 
su origen espontáneamente e integrado des-
pués mediante el conflicto. Se caracteriza por el 
siguiente tipo de comportamiento: encuentros 
cara a cara, peleas, movimientos en el espacio 
como si fuera una unidad, conflictos con grupos 
similares y planificación. El resultado de este 
comportamiento colectivo es el desarrollo de 
una tradición, una estructura interna no reflexi-
va, esprit de corps, solidaridad moral, orgullo de 
grupo y vínculo con un territorio local (p. 118).
Carles Feixa (2019) interviene esta defi-
nición para incorporar características 
contemporáneas tales como: la transna-
cionalidad, ligada a las relaciones on line 
o en el mundo digital, motivadas por la 
complejidad de los procesos migratorios 
actuales y la afectividad, algo que había 
quedado fuera de la definición clásica, 
aunque no del estudio final, pues Thras-
her sí aborda elementos como diversión, 
sí mismos donde no existe ninguna adecuada a 
sus necesidades. Lo que los chicos obtienen de 
esa asociación que no obtienen de otro modo 
bajo las condiciones que la sociedad adulta 
impone es la emoción y el entusiasmo de la 
participación en intereses comunes (p. 97).
A lo largo del libro, Thrasher, a través del 
concepto “intersticial”, va dejando claro, 
aunque por lo bajo, cómo las tensiones 
entre las búsquedas de la modernidad y 
los resabios posmodernos son conside-
radas fuentes de desorden social. En los 
intersticios, los muchachos encuentran 
espacios donde estar juntos sin super-
visión adulta para crear agrupaciones 
donde la pertenencia es fundamental para 
el sujeto, ofreciendo características un 
tanto comunitarias, neoarcaícas (Moreno, 
2018), en cuanto el colectivo se superpone 
al individuo, oponiéndose al principio de 
individualidad moderno, donde la colec-
tividad estará mediada por instituciones 
políticas y sociales bien definidas (partidos, 
empresas, organizaciones). Sin declararlo 
explícitamente, deja ver que el principio de 
desorden generado por las pandillas está 
emparentado con un colectivismo enseño-
reándose frente al individuo, suponiendo 
que un muchacho bien socializado estable-
cerá relaciones con otros sólo a través de 
lazos mediados por instituciones legítimas:
Bajo otras circunstancias el muchacho se 
vuelve un “tipo solitario”, entra en una relación 
de camaradería o intimidad con uno o más de 
otros chicos en pares distintos, o se incorpo-
ra en grupos de juego de diferente tipo, o en 
grupos más convencionales o adultos. Las rela-
ciones que tenga con otros están determinadas 
fantasías, consumos culturales (revistas 
y películas) que son fundamentales para 
comprender el estar juntos, definitorios 
de la socialidad y horizontalidad calle-
jera, además de las producción éticas, 
estéticas y lingüísticas: 
Un grupo de juegos […] puede adquirir una or-
ganización real.Emergen líderes naturales, se 
asigna un relativo prestigio a varios miembros 
y se desarrollan tradiciones. No se convierte 
en una banda, en cualquier caso, hasta que no 
comienza a suscitar desaprobación y oposi-
ción, y así adquiere una mayor y más definida 
conciencia de grupo […] Éste es el comienzo 
real de la banda, porque ahora empieza a unir-
se más estrechamente. Se vuelve un grupo de 
conflicto (pp. 89-90).
A lo largo del estudio, queda muy claro que 
la visión de Thrasher no es criminalizante, 
sino todo lo contrario: busca comprender 
el fenómeno a través de aquello que ofrece 
la banda a los jóvenes que la integran, asun-
tos primordiales para cualquier agente so-
cial, como conciencia de grupo, pertenen-
cia, solidaridad duradera, lealtad, líderes 
reconocidos (p. 121), todo esto construido 
desde el estar juntos, desde la socialidad, 
comprendiendo por esto la relación entre 
pares sin la presencia o supervisión adulta, 
una relación horizontal desde donde los 
muchachos producen alternativas para 
adquirir aquello negado por otras instan-
cias. La banda ofrece estructura ética y 
orientación en las prácticas sociales que 
de otra manera no habrían adquirido:
Las bandas representan el esfuerzo espontá-
neo de los chicos de crear una sociedad para 
[ IMPRENTA PÚBLICA ]04
112 
por unos complejos factores condicionantes 
que dirigen sus intereses y sus hábitos. No es 
el instinto, sino la experiencia —la forma en que 
está condicionado— la que fija sus relaciones 
sociales (pp. 103-104).
La experiencia juvenil de los jóvenes en 
banda está definida por la cualidad inters-
ticial, donde los factores condicionantes 
son resultado de diversas marginaciones 
sociales. En el intersticio el vacío se llena 
con la producción de valores propios, por la 
socialidad-horizontalidad entre pares, sin 
superioridad institucional, lo que Maffesoli 
(2004) identifica como neotribalismo: “La 
banda, especialmente en su forma conso-
lidada, desarrolla la moral como resultado 
de la acción colectiva, y particularmente 
del conflicto” (p. 115). El conflicto es una 
herramienta de cohesión colectiva, porque 
define los contornos del grupo a través 
de la identificación de un afuera siempre 
en oposición, “el combate sirve para in-
tegrar aún más a la banda y aumentar su 
solidaridad interna” (p. 117). La otredad 
funciona para decidir con vehemencia el 
interior del colectivo, no sólo con base en 
sus miembros, sino en los bastiones por 
defender, mapeando el mundo circundan-
te, por eso, las bandas “tienen su territorio 
doméstico con cuyas esquina y recovecos 
están profundamente familiarizados, que 
consideran como suyo propio y que están 
dispuestos a defender de las incursiones 
de forasteros” (p. 118). El estar juntos, per-
tenecer y pertenecerse, identificar al igual 
y los espacios, producir intersticios dentro 
de los intersticios y dotarse de valores 
propios creados en horizontalidad, son 
ingredientes para el conflicto: “La banda 
cado como desorden social originado por 
la migración, no condena al damnificado, 
sino a la incapacidad del receptor para 
ofrecer circunstancias más amables para 
el asentamiento, cuando sí obtiene renta 
gracias al fenómeno. Si la migración es 
recibida de manera ordenada, ofreciendo 
mejores condiciones de vivienda, educa-
ción, agrupación y desarrollo, los intersti-
cios reducirían su amplitud:
La dificultad del idioma sólo es una parte de la 
discrepancia cultural que crece entre los pa-
dres y los niños. La disciplina familiar no puede 
mantenerse por la falta de tradición en la co-
munidad americana de apoyarla, y el constante 
ir y venir (sucesión inmigrante) en muchas de 
las áreas inmigrantes aumenta aún más la 
dificultad de desarrollar cualquier tradición 
consistente en referencia al control familiar. En 
este sentido, por tanto, la banda se vuelve un 
problema de organización comunitaria (p. 589).
El resultado de este problema es que impo-
ne su propio margen, se quiebran institu-
ciones y de entre sus grietas aparecen es-
pacios sociales fácilmente habitados por 
los jóvenes cuando están “sueltos” a yugos 
adultos bien definidos, debilitados por las 
circunstancias económicas y políticas: 
El problema real es el periodo de después del 
colegio o del trabajo, las vacaciones, y los 
periodos de desempleo o tiempo libre [….] El 
muchacho con tiempo en sus manos, espe-
cialmente en un entorno concurrido o en un 
suburbio, está casi predestinado a la vida de 
la banda, que es simplemente una sustituta, 
aunque una muy satisfactoria desde el punto 
de vista del muchacho, de actividades y contro-
es un grupo de conflicto. Se desarrolla 
entre contiendas y crece en la guerra… Los 
gánsteres son, de alguna manera, empuja-
dos a pelear; es tanta su actividad fuera de 
la ley, que pelear es la única manera de ven-
gar ofensas y mantener el código” (p. 251).
Sin supervisión, la subcultura
La falta de supervisión adulta crea inters-
ticios. Esta ausencia es, a su vez, pro-
ducto de los intersticios generados por el 
descontrol migratorio, ya sea por creci-
miento económico acelerado de un área.
la banda es una manifestación de la desorga-
nización asociada al conflicto cultural entre 
diversas naciones y razas reunidas en un lugar 
y a su vez en contacto con una civilización 
extranjera y en gran parte contraria a ellos. El 
problema de base es reconciliar estas heren-
cias divergentes las unas con las otras y con 
América. Si ha habido algún fallo en esto, difí-
cilmente se puede culpar al inmigrante (p. 304).
La cualidad atractiva del Chicago de los 
años veinte (sin duda parecida a la de Los 
Ángeles de los ochenta, o Madrid de la dé-
cada del 2000), sitúa a poblaciones des-
territorializadas bajo exigencias de adap-
tación acelerada imposibles de lograr, lo 
que posibilita mixturas y conflictos que 
en sí son ya intersticiales al aparecer en 
el “entre” de las aglomeraciones sociales. 
Para Thrasher esto supone una crisis de la 
tradición. Por supuesto, esto puede leer-
se de maneras distintas según el espectro 
ideológico (integrar o reprimir, incluir o fa-
gocitar). El hecho es que aquello identifi-
H U G O C É S A R M O R E N O 04
 113
les que no se le proporcionan de ninguna otra 
manera [...] Gradualmente la banda suplanta el 
hogar, la escuela y la vocación, y se convierte 
en el principal interés del muchacho (p. 143).
Durante el estudio realizado en Chica-
go, de las 1 313 bandas identificadas por 
Thrasher, “las bandas compuestas ente-
ramente por chicas [fueron] extremada-
mente raras” (p. 312). Es interesante la ex-
plicación a este fenómeno, anclada en las 
consideraciones sociales sobre la distin-
ción de género, donde la mujer se supone 
sometida a instancias que deciden sobre 
su comportamiento y movilidad. Las mu-
jeres, por costumbres, tradiciones y so-
breentendidos culturales, padecen mayor 
supervisión adulta, desde su cuerpo hasta 
su comportamiento. 
Hay dos factores: primero, los patrones sociales 
para el comportamiento de las chicas, podero-
samente respaldados por el peso de la tradición 
y la costumbre, son contrarios a la banda y sus 
actividades; y segundo, las chicas, incluso en 
las áreas urbanas desorganizadas, están super-
visadas y protegidas mucho más de cerca que 
los chicos, y están bien incorporadas en el grupo 
familiar o alguna otra estructura social (p. 313).
Se podría pensar que la rareza de pandi-
llas femeninas resulta de una definición 
dura sobre su rol social que, incluso en zo-
nas marginales, se ensaya y mantiene con 
mayor dureza. También podría discernir-
se, desde esta óptica, que la supervisión 
adulta constante y dictatorial sobre los 
muchachos se convierte en un óbice para 
la aparición de bandas. Por otro lado, la 
presencia marginal de las mujeres en las 
Fuera de la sociedad como 
respuesta a la sociedad
La observaciónprofunda del fenómeno de 
la banda, implica la intromisión a la intimi-
dad del intersticio, reconocer las dimen-
siones que le dan forma y cuestionar pers-
pectivas unidimensionales. El trabajo de 
Thrasher tiene la profundidad necesaria 
para desmarcarse de visiones puramente 
criminales o de una psicología de la des-
viación, donde el sujeto se supone único 
responsable de la toma de decisiones. La 
banda es resultado de relaciones sociales 
complejas y no de la burda creencia sobre 
alguna maldad innata en el individuo, ya 
sea por falencias orgánicas o psíquicas: 
Al margen de su frecuente falta de ajuste a las 
demandas formales de los códigos sociales 
convencionales, los pandilleros son normal-
mente íntegros. No son patológicos ni psicópa-
tas […] El problema es controlar los estímulos 
que actúan sobre el pandillero, de tal modo que 
se le proporcionen nuevas experiencias que 
puedan ser educativas personal y socialmen-
te. En resumen, es un problema de sustituir la 
organización de actividades para aquellos que 
están desmoralizándose sin eliminar la emo-
ción del proceso (p. 249).
La banda es el encuentro de muchachos 
en un entorno marginado donde las po-
sibilidades para encontrar direcciones 
adecuadas a las necesidades del resto de 
la sociedad están limitadas o, de plano, 
canceladas para jóvenes “saludables” 
que buscan desfogar energía, encontrar 
pertenencia, reconocimiento, respeto 
y poder. Presentarse a sí mismo y a los 
bandas responde a la asunción sobre el 
lugar de la mujer en la sociedad, por lo que 
en las bandas se asume acríticamente 
esta situación (lo mismo podría concluir-
se sobre el lugar asignado a expresiones 
heterodisidientes ante la homofobia 
constante de las bandas). Esto es así por-
que, como se observa en el estudio y en la 
multitud de investigaciones posteriores, 
la banda está fuera, pero es parte de la so-
ciedad, habitando los intersticios, la ban-
da es subcultura, pues la producción de 
sus valores retoma y exacerba los valores 
ad hoc de la cultura general, “la calle edu-
ca con fatal precisión. Estos aspectos in-
formales de la educación son mucho más 
vitales en la vida del niño que las formas 
convencionales. Los niños en estas áreas 
suelen ser prematuramente despiertos” 
(p. 209), lo que implica que la falta de su-
pervisión adulta no significa ausencia de 
adultos, sino que los influjos de éstos no 
son recibidos desde la escuela, la casa, la 
iglesia o el trabajo, sino en relaciones ca-
llejeras, en relaciones intersticiales don-
de los muchachos aprenden, con avidez, 
cómo habitarlos, “la banda no está divor-
ciada de controles sociales superiores. 
Incluso sin control formal o convencional, 
refleja la vida adulta en sus actividades y 
las costumbres de la comunidad particu-
lar en la que se encuentra” (p. 337). De ahí 
su carácter subcultural, porque “la banda 
adopta los patrones que tienen prestigio 
en su propio entorno social, seleccionan-
do aquellos que les atraen y marcándolos 
para que sean seguidos por sus propios 
miembros en tanto en cuanto el grupo 
los controle” (p. 340), es decir, fuera de la 
vigilancia adulta.
[ IMPRENTA PÚBLICA ]04
114 
otros, sobre todo entre pares, lleva a una 
“forma de comportamiento conflictivo 
que implica riesgo” (p. 155) y si no existen 
derroteros suficientes para alcanzar es-
tos objetivos básicos para el desarrollo de 
cualquier personalidad, la banda se pre-
senta como instancia de suplencia.
La banda no aparece con el fin de co-
meter delitos. Pero cuando el delito se 
convierte en actividad riesgosa desde 
donde se adquiere prestigio y respeto, en-
tonces deviene en rutina del grupo, siendo 
valorado según su dimensión cohesiva, por 
ello “el robo, […] es tanto el resultado de 
motivos de ostentación como de un deseo 
de rédito. Se considera perfectamente na-
tural y no implica más oprobio moral para 
el común muchacho de la banda que fumar 
un cigarrillo” (p. 158). El robo, desde tomar 
aquello “mal puesto” hasta el asalto ela-
borado, están en la orbita de una elección 
ética dirigida al grupo, quien decide y ca-
lifica las cualidades morales de cualquier 
acto, “hay normalmente un gran desprecio 
por las reglas convencionales establecidas 
para proteger las propiedades” (p. 160). Si 
hay un cambio fundamental en la conside-
ración de lo delincuencial en la modernidad, 
como explica Michel Foucault (2001), este 
es la manera en que cambió la exigencia de 
protección a la propiedad privada y llevo al 
robo a ser considerado un delito demasia-
do lesivo. La moral general condena al robo 
según la lógica de la modernidad, pero para 
los pandilleros, hermanados tribalmente 
con valoraciones neoarcaícas, el robo y 
otros delitos son parte del juego perenne 
de estar en la banda, juego que invariable-
mente se hace más peligroso, a medida 
que aumenta el riesgo y, al mismo tiempo, 
separación respecto a las reglas, leyes, 
normas y costumbres del resto de la so-
ciedad, es un grito de existencia. En ese 
sentido, la banda está fuera de la socie-
dad y está dentro, como resultado de ella 
y en su conflictividad:
La banda se desarrolla como una respuesta a 
la sociedad. El grupo social al que el pandillero 
pertenece no ha sido capaz de proporcionarle 
actividades organizadas y supervisadas ade-
cuadas para absorber sus intereses y agotar 
sus energías. Un muchacho activo sin una vía 
de salida para sus energías es un muchacho in-
quieto, buscando satisfacciones que no puede 
nombrar, deseando experimentar, curioso so-
bre esto y aquello, ansioso por escapar de cual-
quier vigilancia que se le imponga. La banda 
resuelve este problema, ofreciéndole lo que la 
sociedad no ha sabido proporcionarle (p. 337).
Lo que la banda ofrece a los jóvenes es 
la posibilidad de participar activamente 
eleva el valor de la pertenencia. A este 
respecto, a lo largo del texto, la dimensión 
del juego y la diversión aparece constan-
temente, abriendo una brecha interesante 
para comprender a estas agrupaciones y, 
quizá, para prevenir un devenir sangriento 
en las nuevas formaciones. El siguiente 
testimonio presentado por Thrasher, me 
parece elocuente: “Hacíamos todo tipo de 
trucos sucios por diversión. Veíamos una 
señal: “Por favor, mantenga limpia la calle”, 
y la rompíamos y decíamos: “No nos apete-
ce mantenerla limpia”. Un día pusimos una 
lata de pegamento en el motor del coche 
de un hombre. Siempre rompíamos cosas. 
Eso nos hacía reír y sentirnos bien, tener 
tantos chistes” (p. 161).
Las valoraciones internas de la ban-
da, a pesar de ser reflejo del entorno 
inmediato, suelen ir a contrapelo de los 
valores generales de una sociedad. No se 
trata de contravenir la petición explicita 
de un letrero, sino de hacer patente la 
“Un clásico de la sociología en cuanto 
sus hallazgos y premisas, que siguen con 
la vigencia necesaria para ayudar a la 
comprensión y afrontar el fenómeno de 
las pandillas juveniles y la conformación 
de organizaciones delincuenciales”.
H U G O C É S A R M O R E N O 04
 115
en la toma de decisiones en aspectos 
tan elementales de la vida social como la 
creación de valores éticos, en la consti-
tución de apreciaciones y producciones 
estéticas y lingüísticas, “existe una rela-
ción de trabajo entre los miembros, que la 
convierte en una sociedad rudimentaria 
con tendencia constructiva. La coope-
ración requiere división del trabajo. Las 
empresas comunes necesitan subordi-
nación y disciplina y crean oportunidades 
para el liderazgo” (p. 337). Para muchos 
jóvenes, la banda se convierte en el único 
lugar donde su voz, sus cualidades y su 
presencia tienen valor en la medida de 
su participación en el grupo. La banda 
es, para muchos, el primer lugar donde 
logran comprender el valor de la coo-
peración y la disciplina, al comprender 
el significado de respetar regalas, en la 
medidaque aceptarlas y defenderlas les 
otorga capacidad para ejercer derechos, 
por supuesto, la mayoría de las veces, se 
trata de valoraciones propias, opuestas 
al régimen del resto de la sociedad, lo que 
les margina aún más:
[…] el pandillero no participa en los asuntos 
cívicos, ni forma parte de la vida de su aislada 
comunidad. Conoce poco del mundo exterior, 
excepto su apariencia. A menudo lo ve como 
una colección de influencias que le suprimi-
rían y reprimirían sus actividades por medio 
de leyes y policía, celdas y barrotes. De un 
modo u otro se le niega el acceso efectivo a 
las herencias culturales más amplias del or-
den social dominante (p. 341).
Esta sobremarginación es el pasillo a un 
aislamiento desde donde la banda alcan-
de mínima organización intenta: “Parece 
mejor reservar el término ‘pandilla’ para 
una mera aglomeración de individuos que 
están juntos de forma fortuita, o restringir 
su uso a esa fase de comportamiento de 
grupo que tiene la peculiar unidad mental 
descrita por Le Bon como perteneciente 
a la ‘pandilla psicológica’” (p. 121). En las di-
versas fases de la banda, identificadas por 
Thrasher, la pandilla sería la banda difusa y 
el recorrido llegaría hasta la banda consoli-
dada, “resultado de un desarrollo más largo 
y un conflicto más intenso o prolongado. Un 
alto grado de lealtad y moral y una mínima 
fricción interna contribuyen a una bien in-
tegrada máquina de lucha” (p. 123). Por otro 
lado, a mi modo de ver, la elección de banda 
por pandilla tiene el objetivo de apreciar la 
multiplicidad de tipos observados, donde 
incluye clubes deportivos, subgrupos en-
quistados en los boy scouts, grupos que 
parecen más fraternidades, etcétera. Es-
tas variantes permiten comprender cómo 
una banda puede convencionalizarse, es 
decir, adaptarse a la sociedad limitando el 
conflicto o, de plano, logrando actividades 
no conflictivas con el resto de la sociedad: 
Tipo convencionalizado. En muchos casos 
la banda da este paso por su propia iniciati-
va, pero a menudo es animada a hacerlo por 
un político, por el vigilante de una taberna o 
alguna agencia de bienestar. De esta manera 
intenta alcanzar estatus social y hacer sus ac-
tividades legítimas a ojos de la comunidad (se 
convierte en un grupo de adaptación). Puede 
que adopte una constitución y reglamentos, 
propicie la elección de dirigentes y el pago de 
cuotas, requiera el cumplimiento de normas 
de orden o adopte otros rasgos formales. A 
za altos niveles de violencia, porque si “el 
pandillero ve ausencia de leyes por todas 
partes, y, en ausencia de definiciones efec-
tivas de lo contrario, lo acepta sin crítica” 
(p. 346), sus valoraciones, siempre con-
flictivas, se erigen por encima de las leyes 
convencionales, contraviniéndolas y fo-
mentando actitudes y actividades ilegales.
Entre Bandolandia y la comunidad americana 
convencionalizada existe esta barrera de in-
diferente ceguera social, esta inhabilidad de 
cada cual de entrar de forma comprensiva en 
la vida del otro. El mundo social del pandillero 
sufre de este aislamiento y el propio muchacho 
carece de contactos que le puedan ayudar a 
prepararse para su participación en las activi-
dades de un orden social convencional (p. 340).
La sobremarginación de los pandilleros 
está signada por la marginación de su en-
torno inmediato, la marginación genera-
cional entre padres e hijos, la marginación 
política y social respecto al resto de la so-
ciedad, la incomunicación ocasionada por 
lenguas y variaciones lingüísticas, pero 
también por las actividades de la banda 
que refuerza las relaciones de desprecio 
entre ella y el resto de la sociedad.
Pistas para un acercamiento 
no criminalizante
Como dije antes, la traducción de gang por 
banda se presta a un debate amplio e inte-
resante, pero este no es lugar adecuado 
para realizarlo. La diferenciación hecha 
en el texto está fundamentada en que una 
“pandilla” se considera como un grupo 
[ IMPRENTA PÚBLICA ]04
116 
menudo se legaliza, recibiendo sus estatutos 
formales del Estado o comprándolos de alguna 
organización extinta (pp. 125-126).
Según un proceso acompañado por ins-
tancias pertinentes, una banda cualquiera, 
impulsada adecuadamente, llegaría a con-
solidarse de manera más o menos natural, 
según indicaría un desarrollo, digamos, 
normal en el ser humano, es decir, al rozar 
la adultez, los pandilleros darían un viraje 
hacia la convencionalidad, siempre con 
la “ayuda” externa. Pero “si la banda no se 
convencionaliza o incorpora de alguna 
manera en la estructura de la comunidad a 
medida que sus miembros se hacen mayo-
res, a menudo gira hacia el crimen regular y 
se vuelve completamente delincuente” (p. 
128), es decir, sin el impulso de esa fuerza 
externa, bien enfocada, al dejar solos a los 
muchachos, el delito pasaría de ser mera 
rutina a eje vertebral de la agrupación, 
muchas veces aliándose con organizacio-
nes delincuenciales bien estructuradas: 
“Mediante la convencionalización, la banda 
puede adaptarse a la sociedad (se sociali-
za), y puede asumir un lugar reconocido en 
la comunidad extendida. Como club atléti-
co u otro tipo de organización aceptable, 
puede asociarse y cooperar con otros gru-
pos reconocidos en la comunidad; o puede 
perder su identidad y verse asimilada en 
una unidad social mayor” (p. 263).
De alguna manera queda la sensación 
de que la banda es un fenómeno puramen-
te juvenil y que la adultez la disuelve, ya sea 
en la individualidad o en la organización 
debidamente formada, es decir, con es-
tructura piramidal y metas bien estableci-
das, ya sea legal o ilegal. Esto significaría 
“adaptación” y “socialización”, es decir, la 
cualidad de los sujetos para insertarse 
en la sociedad de manera comedida, pro-
ductiva y saludable en términos cívicos y 
técnicos. En todo caso, “convencionaliza-
ción” refiere a la aceptación del grupo por 
el resto de la sociedad: “A menudo se echa 
en falta una adaptación genuina, y la con-
vencionalización representa simplemente 
un compromiso con el orden social en un 
esfuerzo por adquirir seguridad y presti-
gio. La vieja banda persiste, mientras que 
las adquisiciones formales son en gran 
parte superficiales” (p. 264).
A este respecto es importante el aporte 
de Thrasher para comprender el fenóme-
no del llamado crimen organizado, reful-
gente en el caso de Chicago. Por sí mismo, 
el análisis merece un espacio amplio para 
reflexionarlo y ponerlo en operación para 
pensar el presente de nuestras socieda-
des, sobre todo ahí donde pandillas y or-
ganizaciones delincuenciales proliferan. 
Por el momento, sólo diré que queda muy 
clara la distancia entre banda y delincuen-
cia organizada en lo descrito por Thras-
her, a través de las relaciones que una 
banda puede establecer con una banda 
criminal, un cártel o un sindicato. 
Es importante identificar claramente 
la distancia entre banda y crimen organi-
zado, porque a partir de ahí es que puede 
elaborarse la propuesta no criminalizante 
para afrontar el fenómeno. En la última 
parte del estudio, Thrasher ofrece vías de 
tratamiento para resolver los problemas 
ocasionados por las bandas, pero no para 
disolver a las bandas. En todo el transcur-
so del texto quedan claras las cualidades 
intersticiales y subculturales de la banda, 
como resultado de una existencia que 
tensiona entre el estar dentro y fuera (en 
el intersticio): “A la hora de desarrollar su 
propia organización, los pandilleros no 
pueden ir más allá de sus experiencias, y 
por lo tanto sus códigos y las actividades 
elegidas deben ser estudiados en referen-
cia a los códigos morales y las actividades 
de las comunidades en las que viven. La 
moralidad de la banda se desarrolla de la 
interpretación o definición que la banda, a 
la luz de su experiencia previa, pone en los 
eventos” (p. 342).
Además hace énfasis