Logo Passei Direto
Material
¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Psicología del
desarrollo y de
la educación
Coordinadora
MARÍA VICTORIA TRIANES TORRES
catedrática deL dePartaMeNtO de PSicOLOGÍa eVOLUtiVa Y de La edUcaciÓN
de La UNiVerSidad de MáLaGa
EDICIONES PIRÁMIDE
Psicología del 
desarrollo y de
la educación
COLECCIÓN «PSICOLOGÍA»
Edición en versión digital
 
© María Victoria Trianes Torres (Coord.), 2012
© Primera edición electrónica publicada por Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S. A.), 2012
Para cualquier información pueden dirigirse a piramide_legal@anaya.es
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid
Teléfono: 91 393 89 89
www.edicionespiramide.es
ISBN digital: 978-84-368-2777-4
 
Está prohibida la reproducción total o parcial 
de este libro electrónico, su transmisión, su 
descarga, su descompilación, su tratamiento 
informático, su almacenamiento o introduc-
ción en cualquier sistema de repositorio y 
recuperación, en cualquier forma o por cual-
quier medio, ya sea electrónico, mecánico, 
conocido o por inventar, sin el permiso expre-
so escrito de los titulares del copyright.
© Ediciones Pirámide
Juan Antonio Amezcua Membrilla
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Granada
Carmen Barajas
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
Rebecca Bendayan
Departamento de Metodología y Psicobiología. Uni-
versidad de Málaga
Ana B. G. Berben
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Granada
Francisco Cano
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Granada
Milagros Escobar Espejo
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
Francisco Javier Fernández-Baena
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
Jesús de la Fuente Arias
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Almería
M.a Belén García Sánchez
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
Francisco Manuel Morales Rodríguez
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
M.a Luisa de La Morena Fernández
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
Ángela M. Muñoz Sánchez
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
M.a Carmen Pichardo Martínez
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Granada
Ana M.a Sánchez Sánchez
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
M.a Victoria Trianes Torres (coord.)
Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educa-
ción. Universidad de Málaga
Relación de autores
© Ediciones Pirámide
Prólogo .......................................................................................................................... 15
1. Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y 
de la educación como ciencias empíricas (M.a Victoria Trianes Torres, Car-
 men Barajas y Rebecca Bendayan) ...................................................................... 17
 1. Introducción ..................................................................................................... 17
 2. La psicología de la educación: definición y objeto de estudio .......................... 18
 3. Áreas de contenido para la psicología de la educación abierta a los aprendiza-
 jes socioafectivos ............................................................................................... 19
 3.1. La construcción de la persona ................................................................. 19
 3.2. Emociones y afectos en la construcción personal .................................... 20
 3.3. Educación moral y en valores ................................................................. 20
 3.4. Educación para la convivencia y la cooperación en la escuela ................ 21
 4. La psicología del desarrollo .............................................................................. 23
 4.1. Espacio disciplinar de la psicología del desarrollo .................................. 23
 4.2. Objetivos de la psicología del desarrollo ................................................. 25
 4.3. Controversias sobre el desarrollo psicológico: los grandes interrogantes 
 y debates .................................................................................................. 26
 4.4. Aproximación histórica ........................................................................... 27
 5. Métodos de investigación de la psicología de la educación y del desarrollo ..... 31
 5.1. Métodos de investigación científica ......................................................... 32
 6. Ética en la investigación en psicología de la educación y del desarrollo ........... 37
2. Desarrollo físico y motor (Ana M.a Sánchez Sánchez y M.a Belén García Sán-
 chez) ........................................................................................................................ 39
 1. Introducción ..................................................................................................... 39
 2. El desarrollo físico y motor .............................................................................. 39
 2.1. Leyes que rigen el desarrollo y sus repercusiones .................................... 39
 2.2. Factores que afectan al desarrollo físico ................................................. 41
 2.3. El desarrollo del cerebro .......................................................................... 43
 2.4. Desarrollo prenatal .................................................................................. 44
 3. Evolución del desarrollo físico y motor ............................................................ 45
 3.1. En el recién nacido y en la infancia temprana ......................................... 45
Índice
10 / Índice
© Ediciones Pirámide
 3.2. En la educación infantil (3 a 6 años) ....................................................... 48
 3.3. En la educación primaria (6 a 12 años) ................................................... 51
 3.4. En la educación secundaria ..................................................................... 51
 Implicaciones educativas ......................................................................................... 59
 Actividades .............................................................................................................. 59
3. Desarrollo cognitivo en la edad escolar (Carmen Barajas) ............................. 61
 1. Introducción ..................................................................................................... 61
 2. Métodos teóricos del desarrollo cognitivo ........................................................ 61
 2.1. El constructivismo individual y social ..................................................... 62
 2.2. El enfoque computacional o psicología cognitiva ................................... 67
 3. Desarrollo cognitivo de 0 a 2 años ................................................................... 74
 3.1. El estadio sensoriomotor de Piaget: la acción como origen del conoci-
 miento ..................................................................................................... 74
 3.2. El desarrollo cognitivo de 0 a 2 años desde la perspectiva computacio-
 nal ........................................................................................................... 77
 4. Desarrollo cognitivo de 2 a 6 años ................................................................... 80
 4.1. El estadio preoperacional de Piaget: los primeros esquemas representa-
 cionales y sus limitaciones ....................................................................... 80
 4.2. El desarrollo cognitivo de 2 a 6 años desde la perspectiva computacio-
 nal ...........................................................................................................83
 4.3. Un dominio de conocimiento muy especial: las representaciones de esta-
 dos mentales ............................................................................................ 85
 4.4. Algunas producciones simbólicas entre 2 y 6 años: el juego simbólico y
 el dibujo ................................................................................................... 88
 5. Desarrollo cognitivo de 6 a 12 años .................................................................. 91
 5.1. El estadio operacional concreto de Piaget: el desarrollo de la lógica 
 concreta ................................................................................................... 91
 5.2. El desarrollo cognitivo de 6 a 12 años desde la perspectiva computacio-
 nal ........................................................................................................... 95 
 6. Desarrollo cognitivo en la adolescencia ............................................................ 97
 6.1. El estadio operacional formal de Piaget: el desarrollo de la lógica abs-
 tracta ....................................................................................................... 97
 6.2. El desarrollo cognitivo en la adolescencia desde la perspectiva compu-
 tacional .................................................................................................... 99
 Implicaciones educativas ......................................................................................... 102
4. Desarrollo comunicativo y lingüístico (Carmen Barajas) ................................. 103
 1. Introducción ..................................................................................................... 103
 2. Desarrollo comunicativo prelingüístico ............................................................. 103
 2.1. Los progresos comunicativos prelingüísticos ........................................... 105
 3. La adquisición de los sonidos de la lengua: el desarrollo fonológico ............... 112
 3.1. La producción y la secuencia evolutiva de adquisición de los sonidos .... 112
 3.2. Las estrategias de producción durante el proceso de adquisición de los 
 sonidos .................................................................................................... 114
 4. La adquisición del significado de las palabras: el desarrollo semántico ........... 115
Índice / 11
© Ediciones Pirámide
 4.1. Elementos de la significación .................................................................. 115
 4.2. Evolución del desarrollo semántico ......................................................... 116
 5. La adquisición de las reglas de organización de las palabras: el desarrollo mor-
 fosintáctico ........................................................................................................ 119
 Implicaciones educativas ......................................................................................... 123
5. Desarrollo afectivo (M.a Luisa de la Morena Fernández) ................................... 125
 1. Introducción ..................................................................................................... 125
 2. Vínculos afectivos: origen y características ....................................................... 125
 3. Desarrollo del vínculo del apego ...................................................................... 126
 3.1. Componentes básicos del apego y sistemas relacionados ........................ 126
 3.2. Desarrollo del apego desde el nacimiento hasta la adolescencia ............. 128
 3.3. Tipos de apego y predictores de la calidad de la vinculación .................. 130
 4. Desarrollo y educación emocional .................................................................... 134
 4.1. Conceptualización de las emociones ....................................................... 135
 4.2. Desarrollo emocional en la infancia ........................................................ 135
 4.3. Educación emocional .............................................................................. 138
 5. Estilos educativos parentales ............................................................................. 141
 6. Desarrollo del vínculo de la amistad ................................................................ 141
 6.1. Concepción y evolución de la amistad .................................................... 141
 6.2. Funciones del vínculo de la amistad ....................................................... 144
 Implicaciones educativas ......................................................................................... 146
6. Desarrollo social y moral (M.a Luisa de la Morena Fernández) ........................ 147
 1. Introducción ..................................................................................................... 147
 2. Proceso de socialización y contextos socializadores .......................................... 147
 2.1. Teoría ecológica de Bronfenbrenner ........................................................ 148
 2.2. Contextos socializadores de interacción: familia-escuela ......................... 149
 3. Estrategias de interacción social en la infancia ................................................. 150
 3.1. Modelo de competencia social ................................................................ 150
 3.2. Tipos de estrategias de interacción social en la infancia ......................... 151
 4. Aceptación y rechazo en el contexto escolar .................................................... 154
 4.1. Técnicas sociométricas en el contexto escolar ......................................... 154
 4.2. Tipos de estatus y motivos de aceptación y rechazo en el contexto esco-
 lar ............................................................................................................ 155
 5. El juego espontáneo: marco de interacción social entre iguales ....................... 157
 5.1. Evolución del juego espontáneo y tipos de juego .................................... 158
 5.2. Evolución de las interacciones entre iguales en el juego espontáneo ....... 160
 6. Desarrollo de la identidad personal .................................................................. 162
 6.1. Evolución del conocimiento de sí mismo ................................................ 162
 6.2. Identidad y tipificación sexual ................................................................. 164
 7. Desarrollo moral ............................................................................................... 165
 7.1. Desarrollo moral en la educación infantil ............................................... 166
 7.2. Desarrollo moral en la educación primaria ............................................. 167
 7.3. Factores que promueven el desarrollo moral ........................................... 168
 Implicaciones educativas ......................................................................................... 170
12 / Índice
© Ediciones Pirámide
7. Modelos de aprendizaje conductual y social (M.a Victoria Trianes Torres y 
 Francisco Manuel Morales Rodríguez) .................................................................. 171
 1. Introducción ..................................................................................................... 171
 2. Modelos básicos de aprendizaje conductual ..................................................... 172
 2.1. Condicionamiento clásico o respondiente ............................................... 172
 2.2. Condicionamiento instrumental u operante ............................................ 174
 3. Principios de aprendizaje del enfoque conductual ............................................ 182
 4. Conceptos de instrucción y técnicas basados en el enfoque conductual ........... 184
 4.1. Entrenamiento discriminativo .................................................................184
 4.2. Estímulos criterio versus estímulos señal ................................................. 185
 4.3. Secuencia paso a paso ............................................................................. 185
 4.4. Moldeamiento ......................................................................................... 186
 4.5. Desvanecimiento ..................................................................................... 186
 5. Corrientes de enseñanza derivadas del enfoque conductual ............................. 186
 6. El aprendizaje social ......................................................................................... 187
 7. La teoría cognitivo-social de Alberto Bandura ................................................. 188
 8. El aprendizaje por observación ......................................................................... 189
 8.1. Proceso de atención ................................................................................. 190
 8.2. Proceso de retención ................................................................................ 190
 8.3. Proceso de producción ............................................................................ 190
 8.4. Proceso de motivación ............................................................................. 190
 Implicaciones educativas ......................................................................................... 194
8. Enfoques cognitivos de aprendizaje escolar (M.a Victoria Trianes Torres) ..... 195
 1. Introducción ..................................................................................................... 195
 2. El aprendizaje escolar ....................................................................................... 195
 3. La teoría del esquema ....................................................................................... 197
 4. Los modelos sobre los estados del conocimiento .............................................. 198
 5. La teoría del aprendizaje significativo .............................................................. 201
 5.1. Tipos de aprendizaje ................................................................................ 201
 5.2. Aprendizaje significativo ......................................................................... 202
 5.3. Condiciones del aprendizaje significativo ................................................ 202
 5.4. Clases de aprendizaje significativo ......................................................... 203
 5.5. Aprendizaje receptivo. Enseñanza expositoria ....................................... 203
 5.6. Organizadores previos ........................................................................... 204
 5.7. Mapas conceptuales .............................................................................. 205
 6. Las teorías del cambio conceptual .................................................................. 207
 Implicaciones educativas ....................................................................................... 212
 9. Perspectiva constructivista del aprendizaje escolar (Francisco Javier Fer-
 nández-Baena y Milagros Escobar Espejo) ........................................................ 215
 1. Introducción ................................................................................................... 215
 2. La teoría constructivista de Vygotsky ............................................................. 215
 2.1. El lenguaje en la construcción del conocimiento ................................... 216
 2.2. Orígenes histórico-culturales de los procesos psicológicos superiores ... 217
Índice / 13
© Ediciones Pirámide
 2.3. El concepto de zona .............................................................................. 217
 2.4. Implicaciones educativas de la obra de Vygotsky .................................. 219
 3. El modelo de Bruner ....................................................................................... 220
 3.1. La construcción del conocimiento ......................................................... 220
 3.2. Intersubjetividad y construcción de significados ................................... 221
 3.3. La teoría de la instrucción de Bruner .................................................... 222
 4. Metodologías docentes basadas en la perspectiva constructivista. Implicacio-
 nes educativas ................................................................................................. 225
 4.1. Método de casos .................................................................................... 227
 4.2. Aprendizaje basado en problemas ......................................................... 227
 4.3. Aprendizaje orientado a proyectos ........................................................ 229
 4.4. Discusión en grupo o debate ................................................................. 230
 4.5. Tutoría de iguales .................................................................................. 230
 4.6. Grupos cooperativos ............................................................................. 231
 4.7. Aprendizaje servicio .............................................................................. 231
10. Aprender en el siglo XXI: enfoques de aprendizaje y calidad de los resul-
 tados (Francisco Cano y Ana B. G. Berbén) ...................................................... 233
 1. Introducción: aprender cuando todo fluye ..................................................... 233
 2. Diferentes modos de abordar el aprendizaje ................................................... 234
 3. Calidad de los resultados de aprendizaje: niveles de comprensión ................. 235
 4. Enfoques de aprendizaje y calidad de los resultados ...................................... 239
 5. Modelo sobre la calidad de los resultados de aprendizaje .............................. 239
 6. Cómo mejorar la calidad del aprendizaje de los estudiantes .......................... 241
 Implicaciones educativas ....................................................................................... 245
11. Procesos motivacionales en el a prendizaje escolar (Jesús de la Fuente 
 Arias) ..................................................................................................................... 247
 1. Introducción ................................................................................................... 247
 2. Concepto y naturaleza de la motivación ......................................................... 247
 2.1. El componente de valor: las metas académicas ..................................... 248
 2.2. El componente de expectativa: la autoeficacia percibida y las atribucio-
 nes ......................................................................................................... 250
 2.3. El componente emocional-afectivo: la ansiedad y el afrontamiento ...... 251
 3. Niveles de estudio de las variables motivacionales .......................................... 253
 3.1. La motivación como característica personal: la atención a la diversi-
 dad ........................................................................................................ 253
 3.2. La motivación como proceso psicológico en curso ............................... 256
 3.3. La motivación como proceso inducido desde la enseñanza ................... 262
 Implicaciones educativas ....................................................................................... 264
12. Autoconcepto (M.a Carmen Pichardo Martínez y Juan Antonio Amezcua 
 Membrilla) ............................................................................................................. 265
 1. Introducción ................................................................................................... 265
14 / Índice
© Ediciones Pirámide2. Delimitación conceptual del autoconcepto ..................................................... 265
 2.1. Definición de autoconcepto ................................................................... 266
 2.2. Concepciones del autoconcepto ............................................................ 266
 2.3. Componentes del autoconcepto ............................................................ 268
 3. Expectativas del profesorado y autoconcepto ................................................. 269
 4. Autoconcepto y resultados escolares .............................................................. 270
 5. Motivación, autorregulación y autoconcepto ................................................. 271
 6. Evaluación del autoconcepto .......................................................................... 272
 6.1. Técnicas autodescriptivas ...................................................................... 272
 6.2. Las técnicas inferenciales ....................................................................... 275
 7. Educar el autoconcepto .................................................................................. 275
 7.1. Favorecer el autoconcepto desde el contexto familiar ........................... 275
 7.2. Mejora del autoconcepto desde el contexto escolar .............................. 276
 7.3. Programas de intervención en el autoconcepto y autoestima ................ 278
 Implicaciones educativas ....................................................................................... 282
13. Educación de la convivencia en el contexto escolar (Ángela M. Muñoz 
 Sánchez) ............................................................................................................... 283
 1. Introducción ................................................................................................... 283
 2. La ecología física y social de la escuela .......................................................... 283
 2.1. La ecología física de la escuela .............................................................. 284
 2.2. La escuela como sistema social ............................................................. 284
 2.3. Percepción y expectativas del profesorado ............................................. 285
 2.4. Estilo de interacción del profesorado .................................................... 286
 2.5. Estilo de enseñanza y organización de la clase ...................................... 287
 3. La interacción del alumnado .......................................................................... 288
 3.1. Preferencia y popularidad entre iguales ................................................. 289
 3.2. Participación en el aprendizaje .............................................................. 290
 3.3. Disciplina y control del aula ................................................................. 292
 4. La escuela como contexto para el aprendizaje de la convivencia .................... 292
 4.1. La escuela y la educación para la convivencia ...................................... 293
 4.2. Convivencia, diversidad e inclusión ....................................................... 297
 5. Convivencia, género y coeducación ................................................................ 297
 Implicaciones educativas ....................................................................................... 300
Bibliografía ................................................................................................................... 301
© Ediciones Pirámide
Prólogo
Éste es un libro de psicología del desarrollo y 
de la educación diseñado para que sirva de texto 
en la formación inicial de profesionales que va-
yan a trabajar en el campo aplicado de la educa-
ción. Este objetivo caracteriza sus contenidos, ya 
que están seleccionados según los que se espera 
que fundamenten las prácticas educativas en el 
campo de la educación. Esta característica supo-
ne la elección de contenidos actuales de la disci-
plina explicados en un lenguaje, aunque académi-
co, sencillo y claro dirigido a estudiantes que 
están en los primeros cursos de sus carreras y 
presentan motivaciones e intereses específicos al 
acercarse a este libro de texto.
Psicología educativa y psicología del desarrollo 
se integran en este texto complementándose mu-
tuamente, aun conservando sus identidades en la 
redacción de temas por profesores especializados. 
La integración proviene de la armonía de sus ob-
jetivos, ya que ambas disciplinas pueden aportar 
conocimiento útil que pueda ser asimilado por el 
docente para dar respuesta a interrogantes como 
los siguientes: cómo se producen los procesos de 
aprendizaje, cómo fundamentar en ellos una ense-
ñanza de calidad, cómo ajustar la enseñanza a las 
edades, cómo orientar alumnos en sus diversida-
des específicas, cómo adecuar la enseñanza de una 
materia a la realidad de la educación para la vida, 
en adolescentes, etc. Estos y otros son interrogan-
tes que ambas disciplinas unidas pueden ayudar a 
resolver con mayor potencia que individualmente.
La psicología de la educación, por su parte, es 
un campo ingente, cuya complejidad, riqueza de 
aproximaciones y puntos de vista distintos tie-
nen, como contrapartida, una escasa vertebra-
ción y cierta dispersión en sus contenidos. La 
psicología educativa que se defiende en este texto 
se entiende dirigida a la comprensión, interven-
ción y optimización del aprendizaje humano y el 
crecimiento personal en los ámbitos psicomotor, 
cognitivo, afectivo, social y moral, debido a 
aprendizajes formales e informales en contextos 
escolares y extraescolares, siendo sus herramien-
tas la evaluación e intervención psicoeducativas 
(Trianes, Fernández y Escobar, 2009).
En cuanto a la psicología del desarrollo, es 
una disciplina más vertebrada y definida. En la 
versión adoptada en este manual se incluyen as-
pectos del desarrollo cognitivo y del lenguaje, 
perceptivos y motores, y del desarrollo afectivo, 
social y moral, intentando ofrecer una visión más 
completa del desarrollo, aproximándonos al pun-
to de vista holístico e integrador, que es el que 
contemplan los educadores al ajustar su orienta-
ción o enseñanza a la realidad personal de su 
alumnado. De esta manera compatibiliza además 
con la definición que se defiende de la psicología 
de la educación. Forzosamente, dado el objetivo 
de la formación inicial de profesionales sin expe-
riencia aún, los temas seleccionados tocan algu-
nos aspectos, intentando dibujar el estado actual 
de las disciplinas pero sin pretender abarcar to-
dos los contenidos del ámbito de conocimiento.
En esta edición se ha optado por el estudio de 
los temas transversalmente, centrándonos en 
cada tipo de desarrollo y analizando sus distintas 
etapas y edades, lo que nos llevará a abarcar el 
espectro de la escolarización obligatoria aunque 
16 / Prólogo
© Ediciones Pirámide
partiendo de cero meses, para acoger también al 
personal de guardería que quisiera documentarse.
Éste es un libro nuevo que tiene como antece-
dente el volumen titulado Psicología de la educa-
ción y del desarrollo en contextos escolares. Res-
pecto a este libro y a sus diversas ediciones, la 
versión que tiene entre sus manos contiene un 50 
por 100 de nueva redacción y el resto está actua-
lizado. La perspectiva transversal adoptada res-
pecto al tratamiento dado al desarrollo en sus 
diversos ámbitos ha reducido la extensión del li-
bro dejándolo más asequible para sus potenciales 
consumidores.
Queda ya agradecer a todos los lectores poten-
ciales su interés, que ha mantenido vivo el ante-
rior manual a través de sucesivas ediciones. Ojalá 
éste sea también aceptado y cumpla su objetivo 
de ser útil a los formadores de profesores, orien-
tadores y otros profesionales educadores. Ése es 
el deseo de los autores, quienes, al mismo tiempo, 
agradeceremos sugerencias y críticas que puedan 
mejorareste texto en futuras ediciones.
Málaga, 29 de julio de 2012.
MARÍA VICTORIA TRIANES TORRES
© Ediciones Pirámide
Definición, campos y proceso histórico 
de la psicología del desarrollo y 
de la educación como ciencias empíricas 
M.a VICTORIA TRIANES TORRES
CARMEN BARAJAS
REBECCA BENDAYAN
1
1. INTRODUCCIÓN
Psicología y educación son dos campos inmen-
sos entre los cuales hay una dependencia mutua y 
recíproca: las prácticas educativas se sustentan en 
las teorías e investigación psicológicas. La psicolo-
gía de la educación como disciplina trata de pro-
mover el aprendizaje y desarrollo humano a través 
de la educación. La psicología de la educación in-
tenta ser el vínculo que une ambos campos, en 
esta recíproca relación, y está formada por teorías 
e investigación acerca de cómo mejorar el apren-
dizaje y el desarrollo humanos mediante la prácti-
ca educativa, y cómo mejorar las prácticas educa-
tivas para conseguir esos efectos.
A su vez, educación y desarrollo están íntima-
mente relacionados puesto que, por una parte, el 
conocimiento de las características cognitivas y 
afectivas de cada edad y los mecanismos de cam-
bio evolutivo son necesarios para programar o 
diseñar la instrucción y para explicar el aprendi-
zaje que tiene lugar; por otra, los procesos educa-
tivos optimizan y potencian el desarrollo de la 
persona a lo largo de su ciclo vital, desarrollo que 
se empobrece si no recoge los efectos de la acción 
educativa. Además, desarrollo y educación son 
dos grandes sistemas que unen sus potencias para 
explicar el cambio producido en el estudiante a lo 
largo de su escolaridad. La psicología del desarro-
llo y de la educación constituyen una única área 
de conocimiento de la psicología, en reconoci-
miento de sus estrechas relaciones.
Este libro es un manual de psicología de la 
educación y del desarrollo dirigido a la forma-
ción de profesores y profesionales de la educa-
ción. Las aplicaciones de la psicología a la edu-
cación son algo más amplias que las de la 
psicología de la educación y del desarrollo como 
disciplina, puesto que siempre pueden conside-
rarse cualesquiera aplicaciones de la psicología a 
la educación: industria, ámbito militar, salud pú-
blica, familia, etc. Sin embargo, aquí vamos a 
referirnos a un concepto más restringido de la 
psicología de la educación y del desarrollo como 
disciplina dirigida a la formación de profesores. 
Por eso, nos centramos en el estudio de los pro-
cesos cognitivos, afectivos y motivacionales de un 
alumno que aprende en las instituciones educati-
vas o escolares; un alumno que está en desarro-
llo, por lo que este aprendizaje escolar se ajustará 
a sus capacidades y niveles de comprensión, 
puesto que no es posible enseñar por encima de 
ellos. El conocimiento de las características del 
desarrollo humano, y de la manera en que apren-
den los niños y adolescentes, es básico en la pro-
fesión docente.
Dado que actualmente existen algunos ma-
nuales básicos sobre psicología general y psicolo-
gía educativa y del desarrollo, este manual pre-
senta una selección de capítulos ajustada a la 
formación de maestros y profesionales de la edu-
cación. Aunque se dé el caso de que el alumnado 
no posea conocimientos previos de la ciencia psi-
cológica, este manual se orientará desde el prin-
18 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
cipio a exponer una versión especializada de la 
psicología de la educación y del desarrollo ade-
cuada para cubrir los contenidos preceptivos que 
deben aprender los maestros y pedagogos en su 
formación inicial.
Así, el presente capítulo expondrá unos apun-
tes sobre definición y caracterización del mo-
mento actual en las disciplinas de psicología de 
la educación y del desarrollo, así como unos tra-
zos iniciales sobre la metodología en la que se 
sustenta la investigación en ambas áreas, común 
a todo el ámbito de la ciencia psicológica, ha-
ciendo pues un esbozo de ambas materias basa-
do en la metodología científica de carácter em-
pírico.
2. LA PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN: 
DEFINICIÓN Y OBJETO DE ESTUDIO
Históricamente, desde los orígenes de la psico-
logía de la educación (PE en adelante) tal como 
la entendemos actualmente, a mediados del siglo 
XX la definición de la disciplina ha ido cambian-
do, recogiendo las tendencias que han barrido el 
panorama de la ciencia psicológica. En un primer 
momento se concibió la psicología de la educa-
ción como «la rama de la psicología que se refie-
re a 1) las teorías y principios del aprendizaje 
humano, la educación y la instrucción; 2) los ma-
teriales, programas, estrategias y técnicas educati-
vas basados en la investigación y teoría, que sean 
capaces de mejorar las actividades y procesos 
educativos en diversas situaciones de la vida» (Di 
Vesta, 1989). Aclarando el primer aspecto, Mayer 
(1987) señala que este campo de estudio supone 
la comprensión de cómo la instrucción (y la edu-
cación, podemos añadir) interactúa con las ca-
racterísticas individuales para producir un incre-
mento de conocimiento y de aprendizaje en el 
alumno.
Estos dos aspectos clave en la definición de la 
PE:
a) la comprensión y explicación de los proce-
sos de aprendizaje/enseñanza,
b) su optimización o búsqueda de procedi-
mientos de mejora en la formación de 
maestros y profesionales de la educación,
serán tratados en este manual, ya que todos los 
capítulos presentan aplicaciones a la práctica 
educativa, facilitando el vínculo con la práctica 
de los conocimientos teóricos que se imparten en 
la formación de maestros y pedagogos.
La teoría en la psicología de la educación está 
cargada de aspectos prácticos, ya que esta disci-
plina vincula la teoría y la práctica en un proceso 
recíproco que permite desarrollar la primera con 
la mejora de la segunda. Esta distinción entre 
teoría y práctica tiene que ver con las diferencias 
entre teorías del aprendizaje, entendidas como 
descriptivas o explicativas, y las de la instrucción 
o enseñanza, que son prescriptivas (señalan pro-
cedimientos para conseguir aprendizajes concre-
tos). Esta distinción fue utilizada por Bruner 
(1966) e impulsada por eminentes psicólogos 
educativos como Glaser y Resnick (1972), que 
conciben la psicología de la instrucción como 
parte esencial de la amplia área de la psicología 
de la educación. Supone esta idea que, entre los 
contenidos de la psicología de la educación, se 
encuentran los propios del aprendizaje y los que 
corresponden a la enseñanza en las materias es-
colares u otras situaciones regladas que darían 
objeto a la psicología de la instrucción, de ámbito 
más restringido.
El enfoque educativo que ha formado pareja 
con esta concepción de la psicología de la edu-
cación ha priorizado, entre los fines de la educa-
ción escolar, los que se centran en que el alum-
nado aprenda las materias escolares siendo 
capaces de alcanzar criterios de «excelencia» en 
los programas del MEC o en las evaluaciones 
presentes en, por ejemplo, el informe PISA. 
Frente a esta posición, que hoy se encuentra aún 
vigente en numerosos docentes, legisladores y 
familias, sociedad en general, se articula una di-
ferente perspectiva que conmueve tanto al ámbi-
to de la educación, en donde las últimas legisla-
ciones apoyan ese cambio, como al mundo de la 
PE. Esta disciplina desde hace algunos años co-
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 19
© Ediciones Pirámide
mienza también a considerar propios de su cam-
po otros aprendizajes, conformando una visión 
más integradora y holística del alumnado y 
otras metodologías que abren la PE a la inter-
disciplinariedad y la enriquecen con nuevos ob-
jetivos y variables a considerar. Este enfoque 
puede contribuir a sustentar una evaluación e 
intervención psicoeducativas de mayor eficacia y 
mejor orientadas a resolver problemas reales del 
alumnado.
Actualmente se define la PE dirigida a la com-
prensión, intervención y optimización de los proce-
sosde aprendizaje humano y crecimiento personal, 
en los ámbitos psicomotor, cognitivo, afectivo, so-
cial y moral, debidos a la instrucción o enseñanza, 
en aprendizajes formales e informales y en contex-
tos escolares y extraescolares. En una segunda 
parte de esta definición se afirma que su conoci-
miento e investigación están puestos al servicio de 
la mejora de los métodos de educación y de la in-
tervención psicoeducativa (Trianes, Fernández-
Baena y Escobar, 2009).
Esta PE centrada en el dominio afectivo y so-
cial tendría como objeto de estudio los procesos 
que subyacen a la adquisición de conocimientos 
o estrategias no sólo en las materias escolares, 
sino también en la competencia para las relacio-
nes interpersonales, en la adquisición de valores 
para la paz y la solidaridad, en la construcción 
personal enriquecedora y en la adaptación o in-
tegración al sistema escolar, siempre a través de 
la educación escolar y extraescolar. Al mismo 
tiempo proporcionaría importantes contribucio-
nes a la evaluación e intervención psicoeducati-
vas, campos muy próximos a la PE y que consti-
tuyen su vertiente profesional. Esta concepción 
amplia de la PE cobra hoy gran importancia en 
una sociedad en la que, pese al enorme desarro-
llo de las tecnologías de comunicación y de otras, 
que suponen avances indudables en el conoci-
miento y la información, están vigentes muchos 
problemas de convivencia: violencia, pobreza y 
exclusión social, estrés, y otros, que hacen nece-
sarias eficaces acciones educativas dirigidas a 
formar personas capaces de generar amor, com-
pasión, solidaridad y en general conductas salu-
dables en sus entornos de vida (Trianes, Fernán-
dez-Baena y Escobar, 2009).
3. ÁREAS DE CONTENIDO PARA 
LA PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN 
ABIERTA A LOS APRENDIZAJES 
SOCIOAFECTIVOS
La definición propuesta presenta una PE pre-
ferentemente interesada en la mejora de la ense-
ñanza y en la orientación e intervención psico-
educativas, por lo que se expone a continuación 
qué contenidos debería tener en su utilización 
para la formación de profesores y profesionales 
de la educación, hablando a grandes rasgos (Tria-
nes, Fernández-Baena y Escobar, 2009).
3.1. La construcción de la persona
Entendemos la construcción de la persona 
como un proceso sujeto a restricciones y cambios 
debidos al desarrollo y que se produce a lo largo 
del ciclo vital (De la Fuente, 1999). Entre las 
aportaciones más interesantes para una PE enfo-
cada hacia la construcción de la persona, están 
los puntos de vista de los autores humanistas, 
que han enfatizado el potencial consciente, pleno 
y en crecimiento de la persona, y la necesidad de 
que la educación la atienda en su totalidad. Au-
tores humanistas señalaron la importancia de la 
autoactualización, central en la teoría humanista. 
Este término puede ser definido como una nece-
sidad por la cual cada persona dirige creativa-
mente su potencial a desarrollarse por completo. 
Otros autores también, desde raíces psicodinámi-
cas, consideraban que el individuo camina hacia 
la perfección y la totalidad, y que la conducta es 
dirigida por los objetivos personales que consti-
tuyen el núcleo del estilo de vida personal. Este 
enfoque humanista fue de los primeros en obser-
var que el entorno cooperativo de la clase pro-
mueve el acceso al éxito compartido de alumnos 
que no obtienen éxito individualmente. En el pre-
sente manual se habla de autoconcepto y autoes-
20 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
tima y de sus relaciones con el éxito escolar en el 
capítulo 12.
3.2. Emociones y afectos en la construcción 
personal
El ámbito afectivo ha tenido dificultades para 
dotarse de identidad, procedimientos y recursos 
en el campo de la educación escolar. En primer 
lugar, respecto a su identidad, demasiados térmi-
nos, sin vertebración teórica que les confiriera 
unidad: rabietas, berrinches, emocional, blando, 
llorón, sensible, emotivo, sentido y otros, desig-
nan comportamientos emocionales, generalmente 
de sentido más bien negativo. En segundo lugar, 
emociones y afectos han sido considerados, en 
educación, aspectos negativos, o, al menos, entor-
pecedores de la tarea del educador, centrada en el 
aprendizaje/enseñanza de las materias escolares. 
En tercer lugar, no existían, prácticamente, litera-
tura ni materiales que abordasen las emociones y 
afectos de manera constructiva para la educación 
escolar. Ha sido a partir de la eclosión del térmi-
no «inteligencia emocional» cuando el área ha 
tomado cuerpo y ha definido un marco teórico 
vinculado a recursos prácticos dirigidos a la edu-
cación escolar.
En este contenido de PE, se enfatizan las rela-
ciones de la emoción con:
a) Por una parte, el tema del autoconcepto y 
la construcción personal, los llamados as-
pectos intrapersonales de la emoción.
b) Por otra parte, el tema de las relaciones 
entre iguales y la convivencia. Éstos son 
los llamados aspectos interpersonales de 
la emoción.
Programas y modelos teóricos han estado 
considerando aspectos de funcionamiento emo-
cional interpersonal como componentes de las 
habilidades de solución de problemas interperso-
nales, y en otros aspectos de las relaciones con 
los demás. Se ha acuñado el término «competen-
cia emocional» (Saarni, 1997) para etiquetar as-
pectos como conocimiento y expresión de emo-
ciones, regulación y control de éstas, y otros, que 
han sido considerados competentes porque sus-
tentan el comportamiento valorado por iguales y 
adultos.
La competencia emocional tiene estrecha rela-
ción con el área de la regulación de la emoción, 
que puede ser entendida como procesos por los 
cuales la emoción es ajustada a las demandas si-
tuacionales y de la propia persona. Con más de-
talle, Thompson (1994) la define como procesos 
extrínsecos e intrínsecos que son responsables de 
dirigir, evaluar y modificar relaciones emociona-
les, especialmente en sus características intensivas 
y temporales, para alcanzar algún objetivo. El 
niño pequeño debe aprender las normas que re-
gulan la expresión de emociones, es decir, cuán-
do, cómo y dónde es apropiado expresar una 
emoción, en el seno de su cultura. En la infancia 
media la autorregulación es cada vez más autó-
noma. La presión social suele favorecer la inhibi-
ción o represión de sentimientos negativos que 
afectan a otros a favor de la producción de senti-
mientos positivos. La escuela puede desempeñar 
un papel importante a través de la inmersión en 
un ambiente fuertemente normativizado en cuan-
to a la regulación del comportamiento y las pre-
siones que suponen los procesos de valoración 
continua a los que están sometidos los alumnos. 
Estrategias docentes hábiles y programas de in-
tervención pueden ayudar a alumnos concretos, 
desde la escuela infantil hasta la educación se-
cundaria, a controlar y socializar sus reacciones 
emocionales. De estos aspectos también se trata 
en este libro, en lo referente al desarrollo afectivo, 
que se expondrá en el capítulo 5.
3.3. Educación moral y en valores
Hoy las concepciones de la moralidad han 
evolucionado desde Kohlberg, sobre todo incre-
mentando una mayor aplicabilidad al mundo de 
la educación. En este mundo parece interesante 
el concepto de identidad moral (Blasi, 1984, 
1989). Identidad moral es un proceso de cons-
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 21
© Ediciones Pirámide
trucción de creencias morales profundas que 
 sirven como un núcleo de valores que pro-
porcionan un sentido de cohesión de la propia 
identidad. Este autor (1984) consideraba que 
la identidad proporciona un sentido de responsa-
bilidad personal para actuar moralmente que no 
proporcionan los juicios morales. Sólo cuando la 
persona se concibe a sí misma en términos mo-
rales, puede presentar propensión a actuar en 
función de sus juicios morales. Es posible que en 
la identidad de algunas personas no se incluyan 
aspectos morales, ya que éstos pueden constituiro no una parte relevante del yo (Díaz-Aguado y 
Medrano, 1994). Pro mover una identidad moral 
es un objetivo per seguido, en concreto, por algu-
nos modelos de educación moral, y siempre es y 
ha sido un valor deseado en la educación escolar, 
en general.
Más allá de Kohlberg, ha habido otros inten-
tos de conceptuar el ámbito moral de la educa-
ción infantil de manera más amplia. Resulta su-
gerente la aportación de Rest (1983), quien 
propone cuatro componentes del ámbito moral:
— La sensibilidad moral (interpretación de 
una situación como moral). La conducta 
moral no puede manifestarse si el alumno 
codifica la situación como no moral.
— Los juicios morales (juzgar cuál de las ac-
ciones disponibles está más justificada). 
Este componente ha sido enfatizado por 
las teorías clásicas del desarrollo moral.
— Motivación moral (priorizar la preocupa-
ción moral sobre otras). El modelo reco-
noce que la persona tiene otros legítimos 
intereses que pueden no ser compatibles 
con la elección moral. Así que pueden exis-
tir fallos en la conducta moral que se 
 cometan no porque no se comprenda la 
opción moral, sino por tener ésta una prio-
ridad muy baja entre los intereses de la 
persona.
— Carácter moral (ser hábil para construir y 
llevar a cabo acciones al servicio de la elec-
ción moral). El carácter moral resume el 
proceso en el que se construye un curso de 
acción apropiado y se tiene el coraje de 
continuarlo. Este componente está cerca 
del concepto de identidad moral.
En la escuela se afronta la educación moral 
como un ámbito educativo a largo plazo y de 
gran dificultad, ya que educar un criterio autó-
nomo de moralidad es un proceso constructivo, 
laborioso y lento. La educación formal puede 
ayudar a incrementar el juicio moral, si bien 
existen diversos modelos acerca de cómo ocurre 
esto y diversas interpretaciones de ese vínculo. 
Entre estas interpretaciones, Rest (1989) sugiere 
algunas:
— El entorno escolar puede socializar ciertas 
actitudes y formas de verbalización.
— La educación escolar puede adoptar una 
perspectiva general de valores y creencias.
— Puede proporcionar conocimiento específi-
co que afecte al juicio moral.
— Puede procurar un entorno que promueva 
reflexión y autodescubrimiento, el cual 
afecta al pensamiento moral.
En cuanto a programas globales, con un dise-
ño de instrucción completo, y actividades inte-
gradas, son útiles para trabajar en clase los de 
Lipman, «Filosofía para niños» (1976; Lipman, 
Sharp y Oscanyan, 1992); los de Díaz-Aguado, 
que trabajan valores de aceptación de diferencias 
y antirracismo (1992, 1994, 1999), y los de Tria-
nes, que persigue inculcar valores y comporta-
mientos de ayuda, cooperación y solidaridad 
(1996; Trianes y Fernández-Figarés, 2001).
3.4. Educación para la convivencia 
y la cooperación en la escuela
Esta área es hoy objetivo de programas y me-
didas legislativas e instruccionales en todo el te-
rritorio nacional. Reviste por tanto una gran 
importancia la vida social del aula, la cual es 
hoy concebida desde un punto de vista construc-
tivista. Supone un sujeto activo que, por una 
22 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
parte, participa en un proceso continuo de nego-
ciaciones e interacciones a partir del cual asimila 
criterios, normas y valores culturales, y, por 
otra, va construyendo un concepto de sí mismo, 
una identidad y un cierto comportamiento ca-
racterístico personal a través de esas transaccio-
nes e interacciones en las distintas situaciones 
sociales.
La escuela ha sido considerada una instancia 
socializadora de primer orden que enseña los cri-
terios y valores que la sociedad propone para que 
sus miembros los posean, como garante de un 
normal desarrollo de la misma. Además, como 
organización social, la escuela tiene sus propias 
normas y valores, que conforman lo que se llama 
«cultura escolar». Esta socialización tiene lugar a 
través de procesos de aprendizaje de distinto tipo, 
tanto asociativos, como procesos de refuerzo y 
castigo, moldeamiento y modelado, como cons-
tructivos, por medio de la valoración y compara-
ción social, la reflexión, la comprensión y la toma 
de postura. Sin olvidar que la mera proximidad 
física entre las personas genera atracción inter-
personal y sentimientos de armonía (Sarabía, 
1992).
Existen fuertes argumentos que apuntan hacia 
la enorme importancia que tienen las relaciones 
interpersonales en la educación reglada. A conti-
nuación se van a exponer tres de ellos, de manera 
resumida. El primer argumento reside en el he-
cho de que las relaciones con iguales tienen, por 
sí mismas, gran interés para promover y contri-
buir a un desarrollo armonioso y saludable. Exis-
te amplia evidencia de que proporcionan a niños 
y niñas el contexto para desarrollar habilidades 
determinantes en sus relaciones interpersonales, 
además de adaptación a su entorno inmediato. 
Complementariamente a esta idea, está probado 
que el rechazo de iguales contribuye a disminuir 
la adquisición de habilidades sociales, a consoli-
dar la existencia de inhabilidad, a empobrecer, en 
algunos casos, el autoconcepto y autoestima, y 
supone un riesgo de aparición de problemas de 
desarrollo y adaptación futuras.
El segundo argumento se basa en que unas 
relaciones competentes con compañeros de clase 
están siempre presentes en una buena adapta-
ción escolar, y aún más, correlacionan con el 
 éxito académico. Las teorías actuales del apren-
dizaje enfatizan la importancia de promover 
contextos que favorezcan la producción com-
partida de conocimiento. Estos contextos se ven 
facilitados por unas relaciones interpersonales 
de calidad. Más clara resulta esta asociación si 
damos la vuelta al argumento, ya que es carac-
terístico de muchos alumnos con problemas de 
aprendizaje mantener, al mismo tiempo, inhabi-
lidades sociales que acarrean rechazo o igno-
rancia de los compañeros de clase hacia su per-
sona. El diagnóstico de adaptación se basa, en 
gran medida, en la competencia para las relacio-
nes sociales entre compañeros de clase y con res-
pecto a la vida social del colegio (Achenback y 
Edelbrock, 1986; Durlak, 1997). Se puede, pues, 
considerar las habilidades sociales, desde esta 
área de investigación, un poderoso facilitador 
del aprendizaje académico, teniendo en cuenta 
que ejercen esta facilitación proporcionando un 
equilibrio entre los aspectos afectivos, sociales y 
cognitivos implicados en las actividades acadé-
micas.
El tercer argumento se centra en que las rela-
ciones sociales de calidad tienen una consecuen-
cia directa en la prevención de conflictos inter-
personales y de violencia en el centro educativo. 
Tanto las relaciones sociales entre los educadores 
como entre los alumnos son conceptuadas en tér-
minos de clima social. Éste tiene un fuerte efecto 
en el logro de objetivos educativos de desarrollo 
personal y también de tipo académico. Desde la 
década de los noventa, debido, principalmente, al 
efecto de la investigación centrada en el fenóme-
no bullying, se ha promovido un interés social y 
político por el problema de la violencia escolar 
que ha impulsado a estudiar los caminos para fo-
mentar un clima positivo en los centros educati-
vos como el recurso más efectivo para la preven-
ción de estos problemas. Al mismo tiempo, cobra 
pleno sentido promover una educación centrada 
en construir personas y ciudadanos capaces de 
generar felicidad y bienestar a los que les rodean, 
así como a sí mismos.
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 23
© Ediciones Pirámide
Existen diversos programas de mejora de la 
convivencia publicados. Así, el de Monjas (2002) 
es un programa que trabaja diez habilidades so-
ciales referidas a comunicación, asertividad, emo-
ciones, interacciones sociales positivas e interac-
ciones difíciles y aplicables a la educación infantil, 
primaria y secundaria. El programa de competen-
cia social de Manuel Segura (Seguray Arcas, 
2004) tiene un enfoque cognitivo dirigido a la ma-
duración social del alumnado de educación com-
pensatoria. Sus actividades incluyen pensamiento 
causal y consecuencial y solución de problemas. 
Ortega (1998), por su parte, publica un programa 
educativo para la prevención del acoso escolar. 
Trianes (1996) y Trianes y Fernández-Figarés 
(2002) presentan dos programas, uno para educa-
ción primaria y otro para ESO, en los que conci-
ben la mejora de la con vivencia a través de un 
conjunto de medidas educativas centradas en la 
enseñanza de habilidades de solución de proble-
mas interpersonales.
Para terminar este apartado, en resumen, se 
ha expuesto una concepción actual de la psicolo-
gía de la educación que responde a una mayor 
toma de conciencia de la necesidad de una for-
mación humana y ciudadana para niños y ado-
lescentes, partiendo de la creencia de que una 
educación integradora e inclusiva es uno de los 
recursos más relevantes para el logro de mayor 
bienestar, justicia y solidaridad, convivencia pací-
fica y multiculturalidad en nuestras sociedades 
«desarrolladas». Esta PE abierta a objetivos de 
tipo afectivo, emocional y social puede contribuir 
a la optimización de la orientación y la interven-
ción psicoeducativas, proporcionando justifica-
ciones para nuevos objetivos y procedimientos y 
materiales educativos más adecuados y eficaces. 
Es además altamente adecuada para la forma-
ción de profesores y profesionales de la educa-
ción, abriendo en ellos perspectivas de mayor 
atención a la formación integral del alumnado, a 
la solución de problemas que pueda presentar en 
las diversas edades y a la consolidación de la 
orientación e intervención psicoeducativas como 
un área de trabajo de gran relevancia e interés 
para el mundo educativo.
4. LA PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO
4.1. Espacio disciplinar de la psicología 
del desarrollo
La psicología del desarrollo se ocupa de los 
cambios psicológicos que se producen en las per-
sonas a lo largo de su ontogénesis o ciclo vital y 
que tienen una cierta relación con la edad. Los 
cambios de los que se ocupa son aquellos que tie-
nen un carácter normativo o casi normativo, es 
decir, los que se producen en todos los humanos 
o en grandes grupos de ellos (por ejemplo, en to-
dos los niños de una cierta edad que pertenecen 
a una determinada cultura), y no los que tienen 
carácter idiosincrático o que son particularidades 
de los individuos.
Es importante hacer una precisión sobre el 
papel central de la edad en el objeto de estudio 
de la psicología del desarrollo. Esos «cambios 
con la edad» se refieren normalmente a modifi-
caciones que se producen dentro de ciertos tra-
mos de edad; son menos numerosos, aunque 
también los hay, los que se producen a una edad 
muy precisa, con pocas variaciones de unas per-
sonas a otras. Hay cierto consenso sobre cuáles 
son estos tramos de edad; y en función de ellos 
están organizados los contenidos de no pocos 
manuales de psicología del desarrollo, los pro-
gramas docentes de esta disciplina en muchos 
planes de estudio de titulaciones oficiales e inclu-
so las etapas de nuestro sistema educativo: la pri-
mera infancia (0 a 2 años), los años previos a la 
educación obligatoria (3 a 6 años), los años de 
educación primaria (6 a 12 años), la adolescencia 
(12 a 20 años), la madurez (20 a 65-70 años) y la 
vejez (a partir de los 70).
El hecho de que se hayan identificado, de ma-
nera recurrente, cambios psicológicos en esos tra-
mos de edad remite desde hace mucho a la sos-
pecha de que dependan, al menos en parte, de 
la maduración del organismo, de las bases bio-
lógicas de los fenómenos psicológicos. En la figu-
ra 1.1 se representa, muy esquemáticamente, 
cómo el desarrollo psicológico individual tiene 
deudas con la herencia genética que recibimos 
24 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
como miembros de una especie. En el genoma 
humano está contenida la historia genética de 
nuestra especie, con los recursos biológicos que 
evolucionaron para asegurar la adaptación al me-
dio, físico y psicológico. Ese material genético 
incluye un programa madurativo universal, al 
que están supeditados ciertos logros psicológicos 
(como andar, hablar, controlar el comportamien-
to o comprender conceptos abstractos). Si algo 
caracteriza al desarrollo humano es que nacemos 
con un alto grado de inmadurez; el propio cere-
bro ha de terminar de formarse a lo largo de la 
infancia y la adolescencia. Al principio de este 
recorrido la secuencia madurativa es mucho más 
fija y está más vinculada a un momento concreto 
que después, por lo que los cambios psicológicos 
normativos son también más predecibles dentro 
de márgenes de edad más concretos. Tras la pu-
bertad, cuando lo fundamental de la maduración 
biológica ya ha ocurrido, los cambios psicológi-
cos normativos están menos vinculados a la ma-
duración y más a otros factores.
En nuestra especie, la maduración del propio 
cerebro requiere estimulación, cierto tipo de esti-
mulación que, para la mayoría de las funciones 
psicológicas, es de naturaleza cultural. De ahí que 
se considere que la propia maduración del cere-
bro y de las funciones psicológicas tenga, en par-
te, también un origen cultural (Tomasello, 2007). 
Las particularidades de cada entorno cultural 
producirán entonces cambios normativos en los 
individuos de cada cultura. Pensemos en los cam-
Figura 1.1. Influencias en el desarrollo psicológico.
Genética de la especie
Genoma humano, que incluye
un programa madurativo.
Cultura
Todo lo que ha creado la mente humana, desde los sistemas
de símbolos hasta los planes para socializar a los individuos
(como la escolarización).
Grupo social
Con valores propios en todos los terrenos: conducta social,
metas, expresión de emociones, etc. Introduce diferencias en
las experiencias a las que se tiene acceso.
Momento histórico de la cultura
Costumbres, usos lingüísticos, leyes educativas, etc.
Genotipo Entorno concreto de desarrollo
Individuo: ontogénesis
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 25
© Ediciones Pirámide
bios intelectuales, asociados a unas edades, que 
promueve la escolarización en las sociedades en 
que es obligatoria (como los que producen la lec-
toescritura, los sistemas simbólicos de cálculo o 
el razonamiento científico).
4.2. Objetivos de la psicología 
del desarrollo
Considerando las influencias biológicas y las 
culturales, la psicología del desarrollo, como toda 
disciplina aplicada, tiene como objetivos descri-
bir, explicar e intervenir sobre los cambios psico-
lógicos normativos.
En primer lugar se propone identificar y des-
cribir los procesos de cambio, aportando datos 
acerca de en qué consisten, cómo se manifiestan 
y cuál es su curso evolutivo típico. Este objetivo 
está muy relacionado con el diseño de instrumen-
tos de evaluación muy específicos para determi-
nar si el nivel de desarrollo de un individuo con-
creto en un aspecto concreto corresponde al 
patrón normativo para su edad. El crecimiento 
tan espectacular de la disciplina en las últimas 
décadas ha conducido a una división de áreas de 
especialización del conocimiento, distinguiéndose 
habitualmente entre desarrollo cognitivo (inteli-
gencia, atención, memoria, razonamiento lógico, 
creación de conceptos, simbolización, etc.), co-
municativo y lingüístico (fonología, semántica, 
gramática, pragmática, etc.), y afectivo y social 
(identidad, personalidad, autoconcepto, autoesti-
ma, vinculación afectiva, desarrollo emocional, 
estrategias de interacción social, amistad, juicios 
morales, etc.).
En segundo lugar, y a la par que la descripción 
del cambio, la psicología del desarrollo se pro-
pone explicar cómo se produce: cuáles son los 
mecanismos por los que biología y entorno inter-
actúan y dan como resultado la secuencia de 
cambios que observamos. En este sentido, Kar-
miloff-Smith (1992), una de las investigadoras 
más relevantes de lapsicología del desarrollo 
contemporánea, plantea algo interesante que re-
cogemos en sus propias palabras: «los psicólogos 
del desarrollo son grosso modo de dos clases: la 
de quienes ven en el estudio del niño un fin en sí 
mismo y la de quienes lo utilizan como herra-
mienta teórica para comprender los mecanismos 
de la mente humana en general. En el primer 
caso [...] muchos investigadores se centran en la 
conducta; por ejemplo en la edad a partir de la 
cual un niño es capaz de hacer x. [...] es fácil ob-
tener efectos diferenciales entre, por ejemplo, 
 niños de cinco y siete años, pero cuestionables en 
lo que a su significado científico se refiere. Pero 
afortunadamente el estudio de los niños se realiza 
también desde la perspectiva de la ciencia cogni-
tiva, es decir, como medio teórico para compren-
der la mente humana. En estos estudios, el interés 
se centra en la arquitectura inicial, los mecanis-
mos de procesamiento y la naturaleza del cambio 
representacional interno» (p. 49). De estas pala-
bras se desprende que el interés por comprender 
cómo se produce el cambio psicológico radica no 
sólo en sentar las bases para poder intervenir so-
bre él; el fenómeno del desarrollo se está convir-
tiendo, en sí mismo, en una perspectiva esencial 
para la ciencia cognitiva que, en su pretensión de 
comprender la mente, cada vez se afianza más en 
la idea de que ésta, y el cerebro mismo, son un 
producto del desarrollo.
En tercer lugar, la psicología del desarrollo es 
una disciplina con una clara vertiente aplicada. A 
partir de lo que sabemos sobre el desarrollo típi-
co, se realizan programas para intervenir en su 
curso; y no sólo en los casos en que el proceso se 
desvía de lo normativo, cuando hay retrasos y/o 
alteraciones del desarrollo o dificultades en el 
aprendizaje (de lo que se ocupan, por ejemplo, la 
disciplina de «atención temprana» o la «psicolo-
gía escolar»), sino también cuando se trata de 
mejorar u optimizar el desarrollo, por ejemplo, 
introduciendo en la escuela programas para la 
promoción del desarrollo emocional o de la com-
petencia social. Los conocimientos sobre el desa-
rrollo no sólo se aplican en el ámbito de la escue-
la y de la atención clínica, sino también en el 
ámbito de las políticas de servicios sociales (por 
ejemplo, en los servicios de acogimiento y adop-
ción, cuando se trata de promover la mejor adap-
26 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
tación entre el niño y la familia); de salud (por 
ejemplo, cuando se desarrollan programas para 
prevenir efectos negativos en el desarrollo de ni-
ños prematuros); de educación social (por ejem-
plo, en los programas para niños de familias des-
favorecidas), o de justicia (cuando se atiende a los 
niños como víctimas y/o testigos en procesos ju-
diciales, o como agresores). E incluso en el ámbi-
to de la industria del juguete y material educativo, 
que gira en torno a la demanda de productos lú-
dicos e instructivos muy adaptados a las caracte-
rísticas psicológicas de la edad de los niños y 
adultos a quienes van dirigidos.
4.3. Controversias sobre el desarrollo 
psicológico: los grandes interrogantes 
y debates
La explicación del cambio psicológico norma-
tivo no es un asunto fácil, ni siquiera lo es en 
ocasiones describirlo, hacer una caracterización 
de la naturaleza del desarrollo. La historia de la 
psicología evolutiva ha estado presidida desde 
sus inicios por una serie de interrogantes que se 
han convertido en debates clásicos dentro de la 
disciplina. Éstos son los fundamentales.
Herencia-medio
En los inicios de la disciplina, esta cuestión se 
planteaba en términos dicotómicos, en torno a 
dos posturas muy polarizadas: la de quienes 
consideraban que el desarrollo era una cuestión 
de despliegue de la herencia genética, y que se 
heredaba tanto la inteligencia como la persona-
lidad, y la de quienes pensaban que el desarrollo 
era completamente una cuestión de aprendizaje 
a partir de las influencias ambientales. Según 
han ido evolucionando las teorías sobre el desa-
rrollo y los conocimientos sobre sus bases bioló-
gicas, la dicotomía ha ido desapareciendo; ac-
tualmente el debate se traslada a cómo explicar 
la interacción entre herencia y medio. La dicoto-
mía comenzó a disolverse cuando Waddington 
propuso, desde la biología, la metáfora del pai-
saje epigenético, según la cual el desarrollo hace 
un recorrido en el que hay zonas con mucha ca-
nalización (contenidos cerrados o muy determi-
nados por el código genético), zonas «planas», 
con una total plasticidad (contenidos abiertos, o 
en absoluto determinados por el código genéti-
co), y zonas con una plasticidad relativa, en las 
que la genética establece unos márgenes dentro 
de los cuales operan las influencias ambientales. 
Es la cuestión del genotipo y el fenotipo. Esta 
metáfora y sus implicaciones han cobrado un 
impulso renovado recientemente, desde que sa-
bemos más sobre el genoma humano, de modo 
que el fenómeno de la epigenética se ha conver-
tido en el eje central de la contemporánea psico-
logía evolucionista del desarrollo (Hernández 
Blasi y Causey, 2010). Este enfoque considera 
que el desarrollo es el instrumento del que se 
vale la evolución para generar nuevas adaptacio-
nes, en el sentido siguiente: el desarrollo requiere 
necesariamente influencias ambientales para 
construirse; esas influencias ambientales tienen 
un efecto en la expresión genómica activando 
selectivamente determinados genes (epigenéti-
ca), y esas influencias pueden ser heredables al 
menos hasta en dos generaciones. Uno de los 
principales manuales de referencia internacional 
para la psicología del desarrollo, el de Damon y 
Lerner (2006), adopta de manera recurrente este 
enfoque al tratar sobre los diferentes contenidos 
del desarrollo.
Sincronía-heterocronía
Durante décadas, predominó la idea de que el 
desarrollo psicológico se produce en tramos tem-
porales entre los que hay saltos cualitativos, de 
modo que en el interior de cada tramo los conte-
nidos se desarrollan de manera homogénea, sin-
crónica, o interdependientes entre sí; y que esas 
fases (a las que muchas teorías denominaron es-
tadios) se producen según una cronología y de 
manera integrativa, construyéndose unas sobre 
otras. A medida que se han ido acumulando da-
tos acerca del desarrollo, sobre todo de indivi-
duos de diferentes culturas, esta visión del cam-
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 27
© Ediciones Pirámide
bio también se ha ido debilitando: los datos 
parecen más bien poner de manifiesto que la sin-
cronía y la universalidad son más patentes en los 
inicios del recorrido, en los bebés, y que a medida 
que el desarrollo se va abriendo a las influencias 
ambientales, los cursos evolutivos de los miem-
bros de cada cultura o entorno van diferencián-
dose de los de otras; y, además, que distintos con-
tenidos del desarrollo pueden seguir cursos 
relativamente independientes.
Continuidad-discontinuidad
Otro asunto controvertido es si las caracterís-
ticas psicológicas del individuo tienen una con-
tinuidad a lo largo de su desarrollo o si, por el 
contrario, puede producirse un cambio de rum-
bo (por ejemplo, si los rasgos de personalidad de 
un niño o sus habilidades de interacción social 
serán equivalentes en la adolescencia). Esta cues-
tión está directamente relacionada con la de si 
ciertas experiencias pueden causar efectos irre-
versibles en el desarrollo o si, por el contrario, 
siempre es posible compensar sus posibles efectos 
negativos (por ejemplo, si experiencias de vincu-
lación afectiva adversas en la infancia tienen o 
no efectos irreversibles en el desarrollo poste-
rior). A su vez, este interrogante remite al de si 
existen o no períodos críticos en el desarrollo, de 
manera que si a una determinada edad no se han 
producido ciertos logros (por ejemplo, si no se 
ha adquirido el lenguaje a una cierta edad), el 
efecto es irreversible en elsentido de que ya nun-
ca podrán darse. Esta dicotomía también se ha 
ido suavizando a medida que se ha ido sabiendo 
más sobre el desarrollo. Los datos parecen indi-
car que el efecto de las influencias y la confor-
mación inicial del desarrollo tienen mayor conti-
nuidad posterior no tanto cuanto más temprano 
se produzca sino cuanto más duradera e intensa 
haya sido esa influencia; y que, en el desarrollo 
humano, más que períodos críticos existen perío-
dos sensibles, en el sentido de que la construc-
ción del propio cerebro es más o menos depen-
diente del ambiente según el momento y la 
función psicológica de la que se trate.
4.4. Aproximación histórica
Podemos considerar que la psicología del de-
sarrollo contemporánea comienza a finales de la 
década de los sesenta. Hasta entonces, la psicolo-
gía evolutiva se ocupó sólo de la infancia y la 
adolescencia y su visión del cambio era un tanto 
rígida y estaba marcada por la polarización de 
posturas sobre las controversias a las que nos 
acabamos de referir. A partir de ese momento, 
cuando empiezan a realizarse análisis evolutivos 
de la adultez y la vejez, y a profundizar con mé-
todos más avanzados en el desarrollo de la pri-
mera infancia, la teorización sobre el desarrollo 
psicológico experimenta un giro profundo hacia 
una visión más comprehensiva y matizada, en la 
que aquellos grandes debates se sitúan sobre ba-
ses más productivas.
 Antecedentes de la psicología del desarrollo: 
historia social de la infancia, primeras 
observaciones y orientaciones filosóficas
Durante siglos, la infancia no gozó de la aten-
ción actual, ni científica ni social. Los niños y 
niñas eran considerados adultos en miniatura y 
tratados como tales. Suele considerarse a Rous-
seau el «representante» del descubrimiento de la 
infancia, en el siglo XVIII, como una etapa distin-
ta de la adultez que requiere atención educativa 
especializada.
Las primeras descripciones algo sistemáticas 
del desarrollo infantil son de estas fechas; toman 
forma de diarios (como los de Tiedeman, Taine 
o Darwin) en los que el educador anota datos 
sobre el comportamiento de su educando. Ya en 
el siglo XIX, Preyer inicia la práctica de observa-
ciones más sistemáticas, continuadas y objetivas 
sobre grupos de sujetos y haciendo incluso pe-
queños experimentos; es un antecedente claro de 
la aproximación científica al estudio evolutivo. 
Los trabajos de Binet y los de Hall (de finales 
del siglo XIX y principios del XX) marcan otro 
hito en la evolución de la psicología del desarro-
llo; el primero utilizó ya la metodología experi-
mental en sus estudios sobre memoria, inteligen-
28 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
cia, imaginación, creatividad y sobre diferencias 
interindividuales; el segundo inició el uso de 
cuestionarios para evaluar el desarrollo de gran-
des muestras de adolescentes. La obra de Bald-
win, un par de décadas después, supone la cul-
minación de los esfuerzos anteriores y un paso 
decisivo en la institucionalización de la psicolo-
gía del desarrollo. Por una parte, porque aporta 
observaciones y descripciones del desarrollo 
conductual desde una perspectiva influida por la 
teoría de la evolución; pero, sobre todo, porque 
no se limita a describir, sino que comienza a in-
terpretar (proponiendo constructos teóricos 
para interpretar los datos, como los de esquema 
cognitivo o asimilación), a formular propuestas 
teóricas (como la de la relación ente lo innato y 
lo adquirido) y a poner a prueba planteamientos 
teóricos.
También en el siglo XVIII se generan las con-
cepciones filosóficas sobre la naturaleza humana 
y su desarrollo que después han dominado du-
rante décadas el pensamiento occidental, refle-
jándose, pasados los siglos, en teorías evolutivas 
de gran impacto. Se trata de las concepciones de 
Locke y de Kant, respectivamente el empirismo 
(cuando nace, la mente del bebé es una tábula 
rasa, y son las experiencias las que conformarán 
completamente el desarrollo) y el racionalismo (el 
ser humano cuenta con recursos intelectuales in-
natos para comprender la realidad).
 Los grandes modelos del desarrollo del siglo XX
Con el inicio del siglo XX, las influencias del 
empirismo y el racionalismo se dejan notar res-
pectivamente en Estados Unidos y en Europa en 
la conformación de sendos enfoques o grandes 
modelos sobre el desarrollo humano: el mecani-
cista y el organicista.
El modelo mecanicista sostiene que la conduc-
ta surge y se modifica mediante la experiencia, de 
manera que el desarrollo psicológico de un in-
dividuo es lo mismo que la suma de sus aprendi-
zajes. Bajo este modelo se formula la teoría del 
conductismo (el estudio científico del comporta-
miento y de su cambio ha de considerar sólo la 
conducta y los estímulos concretos, lo empírica-
mente observable y cuantificable), hegemónica en 
la psicología americana hasta finales de los sesen-
ta, y en la que destacan los estudios de Watson 
sobre el condicionamiento infantil.
El modelo organicista, por su parte, sostiene 
que el niño nace con un plan de desarrollo inna-
to, inscrito en los genes, que se irá desplegando 
en estadios y del que dependerán las posibilida-
des de aprendizaje en cada momento; esta se-
cuencia evolutiva se considera universal, y dirigi-
da internamente hacia un estadio final, que se 
alcanza en la adolescencia, con la madurez del 
organismo. Las formulaciones más representati-
vas de este modelo son la teoría psicogenética de 
Piaget sobre el desarrollo intelectual (que propo-
ne los estadios sensoriomotor, preoperacional, 
operacional concreto y operacional formal) y la 
teoría psicoanalítica de Freud sobre el desarrollo 
psicosexual (que propone los estadios oral, anal, 
fálico, de latencia y genital).
Después de los sesenta, aparece en escena un 
tercer modelo del desarrollo humano: el contex-
tual-dialéctico. Fue a raíz de que la teoría socio-
cultural de Lev Vygotsky y de sus colaboradores 
Luria y Leontiev fuera traducida del ruso y co-
nocida en Occidente. Se apoya en la filosofía dia-
léctica soviética: la realidad, incluido el desarro-
llo humano, se produce en un continuo cambio, 
sin períodos estáticos, cada momento deriva del 
anterior y propicia el siguiente; el desarrollo es el 
producto de una continua interacción entre los 
factores implicados: los biológicos y los ambien-
tales; además, respecto a estos últimos, considera 
que la cultura es un ingrediente esencial, consti-
tutivo de las funciones psicológicas humanas y 
que se adquiere mediante la interacción social. 
La teoría de Wallon, centrada en la emoción, 
participa de las ideas dialécticas y sociocultura-
les; aunque concibe el desarrollo como una serie 
de estadios (impulsividad motriz, emocional, 
sensoriomotor, del personalismo categorial, de la 
pubertad y de la adolescencia), el cambio de uno 
a otro supone discontinuidades, conflictos, crisis 
y mutaciones.
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 29
© Ediciones Pirámide
 La psicología del desarrollo contemporánea: 
los últimos 40 años
Se considera que a partir de 1970 la evolución 
interna de la psicología del desarrollo entra en la 
«era» contemporánea. El punto de escisión lo 
marca la perspectiva del ciclo vital, a la que siguen 
otras perspectivas relevantes, como la etológica, 
la cognitiva y la ecológica (que, aunque tienen sus 
orígenes algo antes, su aplicación a hechos evolu-
tivos y su consolidación se producen a partir de 
esta década). Inician otra época en tanto que su-
ponen una ruptura conceptual y metodológica 
respecto a los grandes modelos; las fórmulas que 
proponen para comprender el desarrollo suponen 
integraciones epistemológicas que ya no encajan 
en los moldes de ninguno de los modelos, espe-
cialmente en el mecanicismo y el organicismo.
La perspectiva del ciclo vital considera que hay 
hechos evolutivos importantes más allá de la ado-
lescencia, en la adultez y la vejez; al identificarlos 
ycomprobar la heterogeneidad que hay en ellos, 
proponen que el desarrollo no sigue el modelo 
organicista: no es ni teleonómico ni unidireccio-
nal ni unidimensional, sino más bien orientado a 
metas diversas, no universales ni necesarias, y 
multidimensional (contempla la evolución de 
contenidos diversos y comprueba que no todos 
cambian en la misma dirección). Proponen que 
para una explicación completa del desarrollo hay 
que considerar no sólo las influencias normativas 
relacionadas con la edad y dependientes de la 
maduración, sino también las influencias norma-
tivas relacionadas con la cultura y con la historia, 
e incluso las no normativas, y la interacción de 
todas ellas. La perspectiva del ciclo vital se for-
mula sobre algunos antecedentes, como la teoría 
del desarrollo psicosocial de Erikson, seguidor de 
la teoría psicoanalítica pero con una mirada más 
allá de la adolescencia y otorgando más peso a 
los factores sociales y culturales en la configura-
ción de la personalidad, que transcurre en etapas 
marcadas cada una por una tensión entre dos po-
los (un año, confianza-desconfianza; 2 a 3 años, 
autonomía-vergüenza; 3 a 6 años, iniciativa-cul-
pa; 6 a 12 años, laboriosidad-inferioridad; 13 a 20 
años, identidad-confusión; 20-40 años, intimidad-
aislamiento; 40 a 65 años, productividad-inactivi-
dad; a partir de 65, integridad-desesperanza).
La perspectiva etológica tiene sus antecedentes 
en la obra de Darwin y sus orígenes en el estudio 
de la conducta animal de los etólogos Lorenz y 
Tinbergen. Los etólogos sugieren a los psicólogos 
que el desarrollo humano sigue ciertos principios 
similares a otras especies: el ser humano no nace 
como una tábula rasa, pues la filogénesis se ha 
encargado de inscribir en su organismo una serie 
de patrones fijos y de tendencias de conducta que 
serán activados por estímulos del nicho bioecoló-
gico de adaptación (que en el caso de los huma-
nos son de naturaleza social); la filogénesis no 
sólo predispone a esta estimulación, también im-
pone un margen temporal dentro del cual se tiene 
que dar para que el desarrollo siga un curso nor-
mal. La teoría etológica con más trascendencia en 
psicología del desarrollo es la del apego de Bowl-
by: a partir de conductas y tendencias innatas (de 
raíz filogenética y por tanto universales y dirigi-
das a la supervivencia), el bebé desarrolla fuertes 
vínculos afectivos con los adultos con quienes in-
teractúa. La perspectiva etológica se ha incorpo-
rado a la mentalidad evolutiva contemporánea 
gracias a esta y a otras aplicaciones, como las del 
estudio del juego, las emociones o la agresividad 
y la cooperación en las relaciones entre iguales.
Mientras esto ocurría en Europa, en Estados 
Unidos, desde finales de los cincuenta, se estaba 
fraguando una ruptura epistemológica con el 
conductismo, que empezaba a considerarse muy 
limitado para explicar el cambio psicológico hu-
mano; la ruptura es propiciada por la influencia 
allí de las ideas sobre la cognición del europeo 
Piaget. El deseo de recuperar el estudio científico 
de «lo mental» origina el denominado enfoque 
computacional o psicología cognitiva, que se ex-
tiende hasta hoy. La psicología cognitiva comien-
za con el enfoque del procesamiento de la informa-
ción, que compara el sistema cognitivo humano 
con el ordenador; considera que la información 
que entra en el sistema es almacenada y procesa-
da sin que haya una secuencia evolutiva general 
de niveles cualitativamente distintos, sino una ca-
30 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
pacidad creciente para manejar información de 
manera cada vez más flexible y compleja. Algu-
nos seguidores de Piaget tratan de explicar cómo 
puede ser compatible la evidencia de que existen 
saltos cualitativos en el desarrollo cognitivo con 
las sugerentes ideas sobre cómo la mente procesa 
la información; son los neopiagetianos, que con-
cluyen que, más que estadios, hay tendencias en 
el desarrollo cognitivo. En los ochenta, nuevos 
paradigmas para investigar el procesamiento de 
la información proporcionan tales datos sobre la 
intensa actividad cognitiva de los bebés que surge 
una fuerte corriente innatista, pues los datos son 
tan apabullantes que llegan a atribuirse a dispo-
sitivos neuronales fijos, de carácter modular, es-
pecíficos para procesar información de dominios 
muy concretos (como los rostros o el habla). La 
formulación más elaborada de una teoría de la 
modularidad es la de Fodor, que considera que 
existe un «lenguaje del pensamiento» que analiza 
las representaciones que proceden de los módu-
los, y que también es innato y no evolutivo.
Dentro de la psicología cognitiva, si los orde-
nadores inspiraron la «metáfora del ordenador», 
el espectacular avance de las neurociencias cogni-
tivas de las dos últimas décadas ha inspirado la 
«metáfora del cerebro». La neurociencia ha pro-
porcionado en poco tiempo mucha información 
sobre el hardware neurológico de las funciones 
cognitivas (sobre las estructuras neuroanatómi-
cas, sobre el proceso de maduración del cerebro y 
sobre cómo en una función cognitiva están impli-
cadas paralelamente distintas estructuras neuro-
nales). Surge así el enfoque del procesamiento 
distribuido en paralelo (PDP), también denomi-
nado conexionismo, que intenta simular cómo 
ocurre el funcionamiento cognitivo considerando 
lo que sabemos sobre cómo se producen las co-
nexiones neuronales y la interacción entre redes, 
y que explica los cambios evolutivos como pro-
piedades y estructuras emergentes: cuando una 
estructura alcanza una cierta complejidad emer-
gen nuevas propiedades y funciones que no eran 
predecibles desde estructuras inferiores. En la lí-
nea de este constructivismo contemporáneo «bio-
lógicamente orientado» destaca la propuesta de 
Karmiloff-Smith (1992) de integrar el innatismo 
modular con el constructivismo piagetiano: pue-
de que algunas funciones cognitivas lleguen a ser 
módulos, pero no porque lo sean innatamente, 
sino porque se construyen; hay predisposiciones 
biológicas a atender cierto tipo de estímulos y, a 
partir del procesamiento de éstos, pueden llegar a 
fijarse redes y a automatizarse. Además, las re-
presentaciones así construidas pueden ser objeto 
de atención cognitiva, haciéndose conscientes o 
explícitas: la mente humana es la única que pue-
de pensar acerca de sí misma.
Lo relevante del moderno constructivismo es 
que se trata de una perspectiva muy comprehen-
siva del desarrollo psicológico, que está logrando 
integrar en un modelo único principios innatis-
tas, constructivistas e incluso socioculturales: el 
cerebro termina de construirse aprendiendo de la 
experiencia, y ésta es, en muchos casos, de natu-
raleza cultural.
La perspectiva ecológica, representada por 
Bronfenbrenner, viene a reconsiderar la importan-
cia del entorno real en el que se produce el desa-
rrollo psicológico de los individuos concretos. 
Propone un análisis muy completo y sistémico del 
entorno, organizado en estructuras concéntricas, 
desde aquellas en las que el individuo participa 
directamente (microsistemas) hasta el sistema for-
mado por éstas (mesosistema), los entornos que le 
influyen indirectamente, sin participar en ellos 
(exosistemas), y los de mayor orden, que incluyen 
a los anteriores, definidos por los valores cultura-
les, costumbres, etc. (macrosistemas). Considera 
además que el individuo tiene un papel activo en 
este entramado sistémico, que es un sistema en sí 
mismo y a su vez influye en el sistema.
Esta idea sistémica del ambiente empieza a ex-
tenderse a la globalidad del hecho evolutivo, ge-
nerando en los últimos años propuestas como la 
teoría de los sistemas dinámicos, de Thelen, o las 
teorías interaccionistas de carácter holístico (Da-
mon y Lerner, 2006). Es una tendencia a conside-
rar las múltiples influencias que producen el de-
sarrollo, desde los genes hasta la cultura, como 
una globalidad organizada, con un orden dentro 
de la complejidad.
Definición,campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 31
© Ediciones Pirámide
5. MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN 
DE LA PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN 
Y DEL DESARROLLO
Los principales objetivos de la investigación 
en psicología de la educación y del desarrollo son 
entender, describir, predecir o controlar un deter-
minado fenómeno educativo y/o psicológico. Con 
el fin de alcanzar estos objetivos se procede de 
forma sistemática y ordenada, siguiendo las eta-
pas que conforman el método general de la cien-
cia, el método hipotético-deductivo. Este método 
permite la adquisición de un conocimiento cien-
tífico concreto que pueda ser estructurado en una 
teoría con el objetivo de describir, explicar o de-
terminar las causas de un fenómeno y predecir o 
anticipar su ocurrencia en ciertas condiciones. La 
forma de proceder del método científico se resu-
me en la siguiente serie de etapas (figura 1.2):
— Planteamiento del problema. Si bien el 
problema puede partir de la mera observa-
ción o de la recolección de hechos o deri-
varse de una teoría previa, siempre se debe 
indagar en el estado de la cuestión del 
tema de interés. Con este fin, se realiza una 
revisión de la literatura existente sobre el 
tema mediante la consulta de diversas 
fuentes (por ejemplo, manuales, artículos 
publicados en revistas especializadas, etc.). 
Al evaluar los conocimientos disponibles 
se podrán concebir, concreta y correcta-
mente, las variables implicadas en el pro-
blema.
— Construcción de un modelo teórico. Una 
vez planteado el problema de manera ade-
cuada, se construye un modelo teórico 
como aproximación explicativa a los hechos.
— Formulación de hipótesis. Las hipótesis 
son predicciones acerca de la relación entre 
las variables objeto de estudio. Si bien las 
variables se conciben cuando se plantea el 
problema, cuando se formulan las hipóte-
sis se definen de manera operacional con-
cretando los procedimientos por los que se 
van a medir, controlar o manipular.
— Elaboración del plan de recogida de datos. 
En esta etapa se elabora el diseño de la in-
vestigación, en el que se determinan las ac-
tividades necesarias para recopilar las ob-
servaciones cuyo análisis va a proporcionar 
una respuesta al problema planteado.
— Recogida y análisis de datos. Tras la elec-
ción de los sujetos que participarán en la 
investigación, se recogen los datos según la 
planificación del punto anterior. Posterior-
mente, los datos son codificados, ordena-
dos y analizados mediante las técnicas es-
tadísticas apropiadas.
— Decisiones acerca de las hipótesis. El aná-
lisis estadístico proporciona la base para 
aceptar o rechazar las hipótesis derivadas 
del modelo teórico que han guiado la in-
vestigación, indicando el grado de proba-
bilidad con que éstas pueden ser confirma-
das o rechazadas.
— Introducción de las conclusiones en la teo-
ría. Finalmente, se realiza una evaluación 
de los resultados obtenidos en relación 
con el marco teórico y las hipótesis plan-
teadas.
— Difusión de los resultados obtenidos. Los 
resultados obtenidos se comunican a la 
comunidad científica mediante un infor-
me que puede presentarse como un artícu-
lo en una revista especializada o como 
una comunicación en un congreso cientí-
fico.
— Si los resultados van en la dirección espe-
rada, entonces se incorporan a la teoría, 
dando lugar a nuevos problemas de inves-
tigación que permitan avanzar en ella. Si 
los datos no apoyan el modelo teórico, se 
proponen nuevos problemas, junto con las 
hipótesis derivadas, que guiarán estudios 
posteriores encaminados a analizar las 
contradicciones encontradas. El modelo 
teórico podrá ser corregido o modificado, 
dependiendo de las evidencias empíricas 
obtenidas en sucesivas investigaciones, 
convirtiéndose así el método científico en 
un proceso cíclico.
32 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
5.1. Métodos de investigación científica
Existen multitud de métodos de investigación 
científica que, según el papel que desarrolla el in-
vestigador, se pueden clasificar en manipulativos y 
no manipulativos (Rosel, 1986). En los primeros, 
el investigador manipula ciertas condiciones para 
provocar el fenómeno que desea estudiar (por 
ejemplo, metodología experimental). En los se-
gundos, el investigador no interviene ni modifica 
las condiciones ambientales en que se desarrolla el 
estudio (por ejemplo, metodología observacional).
5.1.1. Métodos manipulativos: 
la metodología experimental
La metodología experimental se caracteriza 
por reproducir artificialmente la situación con el 
fin de conocer la relación causal entre dos o más 
variables. Se pretende analizar cómo una variable 
antecedente manipulada por el experimentador 
causa cambios o modificaciones en una variable 
que se está observando.
Desde un punto de vista metodológico, la va-
riable antecedente manipulada se denomina va-
riable independiente (VI) y adopta diferentes nive-
les o variaciones. Toda investigación debe incluir 
una definición operacional de la VI, es decir, 
siempre se debe determinar qué niveles se van a 
considerar y cómo se van a manipular. Por ejem-
plo, supongamos que se desea analizar el efecto 
de un determinado entrenamiento en técnicas de 
estudio en el rendimiento académico. Para ello se 
selecciona a dos grupos de sujetos con similares 
características y que se diferencian sólo en el ni-
vel de la VI al que son sometidos. El primer gru-
Planteamiento del problema
Construcción del modelo teórico
Formulación de hipótesis
Plan de recogida de datos: el diseño
Recogida y análisis de datos
Decisiones acerca de las hipótesis
Introducción de las conclusiones en la teoría
Difusión de los resultados obtenidos: el informe
Figura 1.2. Etapas del método científico.
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 33
© Ediciones Pirámide
po recibe el entrenamiento en técnicas de estudio, 
mientras que el segundo grupo no recibe este en-
trenamiento. El efecto del entrenamiento se eva-
lúa comparando el rendimiento de los individuos 
pertenecientes a los dos grupos. En este caso, la 
VI es el entrenamiento en técnicas de estudio, y 
los niveles o condiciones experimentales son dos: 
la presencia o la ausencia de entrenamiento. El 
grupo al que se le ha aplicado el entrenamiento 
se denomina grupo experimental, mientras que el 
grupo que no ha recibido el entrenamiento se de-
nomina grupo control, el cual sirve de referencia 
para evaluar la efectividad de la VI.
La variable observada (rendimiento académi-
co) se denomina variable dependiente (VD), y se 
espera que cambie como consecuencia de las va-
riaciones introducidas en la VI. Al igual que con 
la VI, el investigador debe proporcionar una de-
finición operacional de la VD, es decir, concretar 
la forma de cuantificación (por ejemplo, frecuen-
cia, exactitud, amplitud y duración) y el instru-
mento de medición (por ejemplo, cuestionarios, 
tests estandarizados, tests sociométricos y regis-
tro mediante observación). En el ejemplo pro-
puesto, el rendimiento podría medirse registran-
do el número de respuestas correctas en un 
examen de respuestas múltiples.
Finalmente, hay variables que pueden interve-
nir en la relación entre la VD y la VI (por ejem-
plo, inteligencia, motivación, cansancio, etc.) y se 
denominan variables extrañas (VE). Las variables 
extrañas son todas aquellas variables que poten-
cialmente pueden afectar a la VD y modificar o 
anular el efecto de la VI. Estas variables se deben 
controlar, ya que pueden afectar a la VD, produ-
ciendo cambios en ella que pueden ser falsamen-
te atribuidos a la VI. Entre las técnicas de control 
más utilizadas se encuentran la eliminación (ex-
cluir las VE de la situación experimental, como, 
por ejemplo, el ruido en el aula), la constancia 
(mantener los mismos valores de las VE en todos 
los niveles de la VI, como, por ejemplo, la tempe-
ratura e iluminación de las aulas) y la aleatoriza-ción (asignar aleatoriamente los sujetos a los dis-
tintos grupos experimentales y adjudicar al azar 
los niveles de la VI a éstos).
El procedimiento experimental
El procedimiento experimental es otra aplica-
ción del método científico que determina un plan 
específico para la comprobación de las hipótesis 
que establecen relaciones causales entre dos o 
más variables y, como tal aplicación, sigue las fa-
ses del método científico anteriormente descritas.
El objetivo del procedimiento experimental es 
estudiar los cambios producidos en la VD como 
consecuencia de las variaciones en la VI, mien-
tras se controlan las VE para que el efecto de la 
VI sea el más puro posible. Si se producen cam-
bios en la VD en función de las variaciones de la 
VI, se puede establecer una relación causal entre 
ambas. Por tanto, para que una investigación 
pueda considerarse experimental deben cumplir-
se tres requisitos básicos (figura 1.3):
a) La manipulación activa de la VI.
b) El registro objetivo y sistemático de la VD.
c) El control de las VE.
Figura 1.3. El procedimiento experimental.
VI
Se manipula
VD
Se observa
VE
Se controla
Cualquier investigación experimental debe te-
ner un grado de validez interna que asegure la 
obtención de resultados válidos. Una investiga-
ción posee validez interna cuando los cambios 
producidos en la VD son explicados única y ex-
clusivamente por la manipulación de la VI. Por 
34 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
tanto, el grado en que se controlan las VE va a 
definir el grado de validez interna de una investi-
gación. Cuando se posee un mínimo de validez 
interna, se puede plantear la extensión de los re-
sultados, es decir, el grado en que éstos son gene-
ralizables a otras poblaciones, contextos, varia-
bles de tratamiento y variables de medición, lo 
que se conoce como validez externa (Campbell y 
Stanley, 1979).
5.1.2. Métodos no manipulativos
Muchas de las situaciones que se pretende 
analizar en el ámbito educativo y del desarrollo 
no pueden ser estudiadas utilizando una metodo-
logía experimental. Por ello, en psicología de la 
educación y del desarrollo, los métodos más uti-
lizados suelen ser los no manipulativos, entre los 
que destacan el método observacional y el de en-
cuestas. Por ejemplo, si se desea estudiar varia-
bles como la interacción profesor-alumno o la 
relación entre iguales, probablemente el método 
más adecuado sea el observacional; mientras que, 
si lo que se pretende es evaluar las actitudes de 
los adolescentes hacia la donación de órganos, 
probablemente el método más adecuado sea el de 
encuestas.
El método observacional
En la observación el investigador no crea ar-
tificialmente el fenómeno que desea estudiar 
como en la experimentación, sino que registra la 
conducta manifiesta y espontánea del sujeto tal 
como ocurre en la realidad. La observación pue-
de considerarse una técnica de recogida de infor-
mación más en una investigación más amplia o 
un método de investigación. El método obser-
vacional, como método de investigación, se pue-
de definir como un procedimiento sistemático y 
objetivo de registro de la conducta generada de 
forma espontánea y emitida en un contexto de-
terminado, cuya codificación y análisis permiten 
responder de forma válida a las cuestiones que 
han guiado la investigación.
Estrategias de observación
La observación puede clasificarse según diver-
sos criterios dando lugar a distintas estrategias de 
observación (figura 1.4). Algunos de los princi-
pales criterios de clasificación de la observación 
son los siguientes:
— Grado de estructuración. Según el grado de 
estructuración, la observación puede ser 
sistemática o no sistemática. La observa-
ción no sistemática se caracteriza, como 
señala Anguera (1990), por una inconcre-
ción en el objetivo de la investigación, falta 
de criterios de inclusión y de orden en el 
registro de datos y una ausencia de hipóte-
sis; por tanto, este tipo de observación no 
se considera científica. La observación sis-
temática obedece a las reglas científicas y 
parte de unos presupuestos claros y de un 
plan de recogida de datos, que implica un 
registro selectivo de las conductas a obser-
var para la consecución de los fines de la 
investigación.
— Grado de inferencia. Este criterio distingue 
la observación directa de la indirecta. La 
observación directa es el registro de con-
ductas manifiestas directamente percepti-
bles y sin necesidad de realizar inferencias 
para su interpretación. La observación indi-
recta supone el registro de conductas que 
no son directamente observables y precisan 
ser inferidas a partir de sus manifestacio-
nes. También se conoce como observación 
indirecta a aquellas situaciones en las que 
el observador no es el que registra los da-
tos, sino que lo hace a través de aparatos 
automatizados u otros documentos.
— Lugar de la observación. Esta dimensión 
está en función del marco en el cual se de-
sarrolla la observación: natural o de labo-
ratorio. La observación natural implica la 
recogida de datos en el ambiente habitual 
del sujeto (escuela, casa, hospitales, etc.). 
El marco más común de observación es el 
centro escolar, que permite evaluar al niño 
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 35
© Ediciones Pirámide
en situaciones naturales con fines de diag-
nóstico, de intervención o de investigación. 
La observación de laboratorio supone la 
observación de la conducta en un marco 
artificial, en un ambiente que no es el ha-
bitual para el sujeto. Esta variedad de la 
observación permite la recogida de datos 
de una forma altamente controlada; sin 
embargo, puede conllevar sesgos asociados 
a la reactividad del sujeto.
— Grado de participación del observador. Se-
gún la interacción del observador con 
el sujeto observado, se distingue entre 
 observación no participante y participan-
te (Adler y Adler, 1994). La observación 
no participante se produce cuando el ob-
servador permanece ajeno al sujeto, sin 
que exista ningún tipo de interacción entre 
ellos. La observación participante se carac-
teriza por la integración del observador en 
la situación de estudio y por la existencia 
de un contacto directo con el sujeto obser-
vado. Por ejemplo, observar la conducta 
lúdica de un niño a la vez que se juega con 
él. Si el grado de participación se conside-
ra un continuo, uno de los extremos sería 
la observación no participante, mientras 
que el otro sería la autoobservación. La 
autoobservación es muy útil cuando no es 
posible disponer de observadores, o bien 
cuando las conductas a observar no son 
accesibles a una observación directa, como 
por ejemplo los pensamientos, expectati-
vas, etc. Una de las principales condiciones 
para su aplicación es que el individuo debe 
tener capacidad para discriminar la pre-
sencia o ausencia de la conducta objetivo. 
En este tipo de observación, la recogida de 
datos se ha de hacer de forma planificada 
mediante un autorregistro, cuyas categorías 
a observar deben ser claras, exclusivas y 
exhaustivas.
Estas estrategias no son excluyentes, sino que 
pueden combinarse entre sí (Fox, 1981); por 
ejemplo, un profesor que pretende evaluar las re-
laciones entre los iguales en el aula puede realizar 
una observación sistemática, directa, natural y 
participante.
Figura 1.4. Criterios de clasificación y estrategias de 
observación.
Grado de
estructuración
— No sistemática
— Sistemática
Grado de
inferencia
— Directa
— Indirecta
Lugar de la
observación
— Natural
— De laboratorio
Grado de
participación del
observador
— No participante
— Participante
Fases del método observacional
El método observacional como método cientí-
fico precisa una organización y sistematización 
en la forma de proceder, en la que el investigador 
parte de un problema científico del que se pueden 
derivar ciertas hipótesis que han de ser contrasta-
das con la realidad objeto de investigación. Pos-
teriormente,el investigador, guiado por las hipó-
tesis planteadas, diseña un plan de actuación que 
intente dar respuesta a qué, cómo, cuándo, a 
quién y dónde observar.
En cuanto a qué observar, el investigador deci-
de qué conductas son adecuadas para proceder a 
su observación y establece un sistema de catego-
rías que permite clasificar los comportamientos a 
observar en distintas clases. Las categorías deben 
ser enunciadas con claridad, ser exhaustivas y 
mutuamente excluyentes, ser válidas y proporcio-
nar registros fiables. El investigador debe decidir, 
en función de su objetivo, el número, la extensión 
de las categorías y la forma de cuantificación de 
la conducta (por ejemplo, frecuencia, duración o 
exactitud de la respuesta).
36 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
En relación con cómo observar, el investigador 
debe establecer un sistema de registro de los datos 
mediante un método visual o auditivo. Si la ob-
servación es directa, la forma más simple es elabo-
rar una hoja de registro o plantilla, incluyendo los 
datos personales de los sujetos observados, la fe-
cha y período de observación, el número de sesión 
o intervalo temporal en que ocurre la observa-
ción, las categorías a registrar, símbolos y corres-
pondencias con las categorías, etc.
Una vez establecido un sistema de categorías y 
un sistema de registro, el investigador debe fijar 
los intervalos de observación y la muestra de su-
jetos que van a participar en la investigación, 
planteándose cuándo y a quién observar. A este 
proceso se le denomina «muestreo observacio-
nal», y consiste en seleccionar los períodos de 
observación, especificando el comienzo y el fin de 
las sesiones, y en obtener una muestra de sujetos 
que sea representativa de la población (Quera, 
1991). Establecidos cuándo y quién, el investiga-
dor debe plantearse dónde observar y determinar 
el lugar de la observación (ambiente natural o de 
laboratorio), controlando todas las variables que 
puedan sesgarla.
Tomadas estas decisiones, sólo queda conside-
rar quiénes van a ser los observadores. Es muy im-
portante determinar el papel del observador 
(participante o no participante, presencia conoci-
da o desconocida), así como sus características 
personales, para que éstas no influyan en la con-
ducta de los sujetos observados. Si el observador 
no ha sido previamente entrenado, es fundamen-
tal proporcionarle un entrenamiento planificado 
para que su actuación sea fiable.
Cuando el plan de actuación se ha determina-
do, se suele realizar un estudio piloto que permite 
evaluar la viabilidad del plan propuesto y detec-
tar sus deficiencias. Una vez detectadas y solven-
tadas las deficiencias, se ejecuta el plan de recogi-
da de datos para dar paso al análisis de éstos y a 
la comprobación de la hipótesis. La última fase, 
como en cualquier investigación científica, con-
siste en la elaboración del informe, en el cual se 
transmiten los resultados obtenidos al resto de la 
comunidad científica.
Método de encuestas
El método de encuestas es un procedimiento 
muy común para analizar las actitudes, opiniones 
y creencias de los individuos a las que el investi-
gador no puede acceder de forma directa. Las 
ventajas de este método lo convierten en uno de 
los métodos de investigación más utilizados en 
ciencias sociales (Mertens, 2005). En primer lu-
gar, es un método muy flexible, ya que permite 
abordar un amplio abanico de problemas de in-
vestigación. En segundo lugar, la investigación se 
desarrolla en contextos naturales y no de labora-
torio, por lo que los resultados obtenidos son 
más fácilmente generalizables.
La investigación por encuestas implica, princi-
palmente, tres elementos: el encuestado, el cues-
tionario y el procedimiento de recogida de infor-
mación. En relación con el encuestado, se debe 
tener en cuenta que es la fuente de datos de la 
investigación, por lo que, cuando se utiliza este 
método, la selección de los encuestados adquiere 
especial relevancia. Es preciso asegurar la repre-
sentatividad de la muestra mediante técnicas de 
muestreo, es decir, seleccionar la muestra de indi-
viduos de la población objeto de estudio median-
te técnicas que impliquen el azar, de modo que 
dicha muestra realmente represente a la pobla-
ción que se desea estudiar. Otro elemento funda-
mental de la investigación por encuestas es el 
cuestionario, que es el instrumento para la reco-
lección de datos. El proceso de diseño del cuestio-
nario determina la fiabilidad de la información 
obtenida, por lo que es necesario considerar los 
posibles sesgos que puedan darse e intentar evi-
tarlos. En cuanto a los distintos procedimientos 
de recogida de información, se puede distinguir: la 
entrevista personal, telefónica, por correo o asis-
tida por ordenador. Cada uno de estos procedi-
mientos presenta ventajas y limitaciones, por lo 
que la elección de uno u otro dependerá de los 
objetivos de la investigación que se pretende rea-
lizar.
La metodología de encuestas requiere una cui-
dadosa planificación, aplicación y análisis por 
parte de investigadores expertos para conseguir 
Definición, campos y proceso histórico de la psicología del desarrollo y de la educación / 37
© Ediciones Pirámide
una información fiable y válida. Como cualquier 
investigación, tiene sus fases:
— Formulación del problema de investigación y 
planteamiento de objetivos. El investigador 
debe establecer los objetivos específicos de 
forma clara y concisa, y las hipótesis si las 
hubiera.
— Delimitación de los contenidos y la pobla-
ción. Se determinan qué contenidos se de-
sea evaluar, las variables a medir, la pobla-
ción a la que va dirigida la encuesta y el 
procedimiento de recogida de datos.
— Diseño del cuestionario. El cuestionario se 
diseña incluyendo preguntas cuyas res-
puestas sean indicadoras de los contenidos 
y variables que se desea estudiar. Las pre-
guntas deben ser enunciadas de forma cla-
ra y sin ambigüedad, utilizando un lengua-
je comprensible para los sujetos a los que 
van dirigidas. Hay que prestar especial 
atención al orden de las preguntas y a una 
adecuada presentación, teniendo en cuenta 
la forma de aplicación.
— Elaboración del plan de recogida de datos. 
Esta planificación incluye los aspectos 
prácticos relacionados con el proceso de 
obtención de datos, como por ejemplo de-
terminar las forma de contacto con los en-
cuestados, las explicaciones que van a reci-
bir, fechas y horas, etc.
— Selección y entrenamiento de los encuesta-
dores. En caso de que la forma de aplica-
ción del cuestionario requiera la interven-
ción del encuestador, ya sea cara a cara o 
por teléfono, se debe proceder a su entre-
namiento en el uso y aplicación del cues-
tionario.
— Estudio piloto, para analizar la adecuación 
del instrumento y del plan propuesto para 
la recogida de datos. En función de las di-
ficultades encontradas en el estudio piloto, 
el cuestionario se revisa y se modifica para 
su posterior administración.
— Selección de la muestra. Como se ha indi-
cado anteriormente, uno de los objetivos 
de este tipo de investigaciones es obtener 
datos a partir de una muestra que sea ge-
neralizable a la población de interés, por lo 
que dicha muestra debe ser representativa 
de la población. Para ello, el investigador 
selecciona la técnica de muestreo que más 
se adecue a los objetivos de la investiga-
ción.
— Recogida y análisis de datos. La recogida 
de datos se realiza según lo planificado; 
luego se ordenan y codifican los datos para 
su posterior análisis estadístico.
— Elaboración de las conclusiones y el informe 
de investigación. Finalmente, como en los 
demás métodos, se deben extraer las con-
clusiones y redactar el informe de investi-
gación para su comunicación al resto de la 
comunidad científica.
Si bien los métodos citados son los más utiliza-
dos en investigación en psicología de la educación 
y del desarrollo, en ocasiones puede ser interesan-
te utilizar métodos propios de la investigacióncualitativa. La investigación cualitativa integra, 
entre otros, el estudio de casos, la investigación 
narrativa-biográfica, la investigación-acción y la 
investigación etnográfica. Estos métodos pueden 
ser especialmente útiles en las fases iniciales de 
algunas investigaciones, cuando se pretende desa-
rrollar una intervención educativa para un caso 
concreto o como complemento de metodologías 
cuantitativas en la evaluación de programas (Le-
Compte, 1995).
6. ÉTICA EN LA INVESTIGACIÓN 
EN PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN 
Y DEL DESARROLLO
En la investigación en psicología de la educa-
ción y del desarrollo los participantes suelen ser 
menores de edad, por lo que la consideración de 
una serie de normas éticas es fundamental. Las 
distintas organizaciones profesionales y científi-
cas (por ejemplo, Colegio Oficial de Psicólogos, 
American Association for Active Educational 
38 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
Researchers) han elaborado códigos deontológi-
cos que las resumen. En general, cuando se inves-
tiga en este campo, la toma de decisiones siempre 
debe guiarse por una premisa básica, que es ase-
gurar el bienestar general del menor desde la ho-
nestidad, la objetividad, el respeto, la protección 
de los derechos humanos y la responsabilidad so-
cial.
© Ediciones Pirámide
Desarrollo físico y motor 
ANA M.a SÁNCHEZ SÁNCHEZ
M.a BELÉN GARCÍA SÁNCHEZ
2
1. INTRODUCCIÓN
Los cambios que acontecen en cualquier ser 
vivo, desde que nace hasta que muere, abarcan 
todo el ciclo vital. Los seres humanos también 
estamos sometidos a dicho proceso de cambio y 
de desarrollo continuo. Todo comienza en el 
momento de la fecundación del óvulo, que inicia 
un camino, jalonado por diferentes etapas, que 
sólo termina con la muerte. A lo largo de este 
camino, las predisposiciones hereditarias, lo dis-
puesto por nuestro código genético, interactúan 
de forma continua y recíproca con el entorno, 
produciendo resultados únicos en cada ser hu-
mano fruto de este proceso interactivo entre he-
rencia y medio.
Este capítulo pretende aportar conocimien-
tos sobre un área concreta de desarrollo huma-
no, el desarrollo físico y motor. Para ello, parti-
mos de una perspectiva global del desarrollo 
por la que entendemos que el desarrollo físico y 
motor confluye con las demás áreas de desarro-
llo, tanto cognitivo como lingüístico, social y 
afectivo, para configurar, como ya hemos co-
mentado, a cada sujeto concreto e individual. 
En todo este proceso debemos reseñar el papel 
tan relevante que desempeña la psicomotrici-
dad, entendida como facultad que permite, faci-
lita y potencia el desarrollo físico, psíquico y 
social del niño a través del movimiento (Herrera 
y Ramírez, 1993).
2. EL DESARROLLO FÍSICO Y MOTOR
En este apartado analizaremos, en primer lu-
gar, las leyes que rigen el desarrollo físico, sus 
repercusiones y los factores que influyen en el de-
sarrollo global de la persona. A continuación, 
abordaremos distintos aspectos relacionados con 
el desarrollo del cerebro y los principales hitos 
del desarrollo prenatal.
2.1. Leyes que rigen el desarrollo 
y sus repercusiones
El desarrollo físico es un proceso que comien-
za con la fecundación del óvulo y continúa a lo 
largo de las diferentes etapas o momentos del ci-
clo vital. Este proceso se manifiesta en diversos 
aspectos como el tamaño (que va aumentando 
con el desarrollo), la amplitud de funciones (se 
van haciendo más complejas) y la interrelación 
(las funciones se van combinando entre sí). Ade-
más, el desarrollo es un proceso que sigue dos 
leyes: la céfalo-caudal y la próximo-distal. La pri-
mera implica un progreso que va desde la cabeza 
hasta las extremidades inferiores, en otras pala-
bras, se da un crecimiento mayor y más rápido en 
la cabeza para continuar posteriormente en las 
extremidades. La ley próximo-distal establece que 
el progreso opera desde el centro hacia la perife-
ria, es decir, las zonas más cercanas al eje del 
cuerpo se desarrollan antes que las más alejadas.
40 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
Se trata de un proceso altamente organizado 
con una secuencia ordenada y continua. Al prin-
cipio, durante los primeros momentos de la vida, 
está fuertemente canalizado. Ello quiere decir 
que está sometido a la influencia de los factores 
hereditarios, los cuales aseguran la supervivencia 
de la especie. Más adelante, estos factores pier-
den importancia y empiezan a cobrar más relieve 
los ambientales.
El avance del desarrollo es regular y bastante 
similar en la infancia, de manera que se puede 
prever la aparición de habilidades con un cierto 
margen de variabilidad. Estas tendencias de apa-
rición de las habilidades conforman los llamados 
«patrones de desarrollo», si bien éstos permiten 
una cierta flexibilidad.
Aunque, en líneas generales, el desarrollo es 
continuo, existen en él momentos en los cuales 
es más sensible a determinadas influencias que 
pueden alterar su curso. Estos momentos se de-
nominan usualmente períodos críticos, y se defi-
nen como fases específicas en donde un hecho 
determinado tiene un mayor impacto o es más 
fácil su consecución para el organismo. Esto, 
sin embargo, no implica irreversibilidad. La 
mayor o menor incidencia de estos efectos no 
viene dada sólo por el momento en que se pro-
ducen, sino también por su intensidad y dura-
ción. En este sentido, el proceso de desarrollo 
tiene un control y unos mecanismos correctores 
de naturaleza endógena, llamados mecanismos 
de recuperación. Cuando algún trastorno o pro-
blema provoca que el crecimiento se aparte de 
su trayectoria prevista (por ejemplo, un período 
de malnutrición que hace más lento el desarro-
llo), estos mecanismos hacen que se pongan 
en marcha unos dispositivos correctores para 
restaurar la trayectoria perdida, acelerando el 
proceso una vez que se ha desaparecido el pro-
blema que ocasionó el retardo de dicho creci-
miento.
Por otro lado, el ambiente también va a in-
fluir en el desarrollo, aunque de forma limitada. 
Cabe destacar en este sentido el concepto de 
margen de reacción, referido al hecho de que en 
algunos aspectos del desarrollo físico la heren-
cia no prevé un valor fijo o cerrado, sino una 
potencialidad cuya concreción final está abierta 
a la influencia de factores externos (Palacios y 
Mora, 1999). Esto explicaría la tendencia del 
crecimiento a una cierta aceleración en algunos 
aspectos del desarrollo físico (por ejemplo, la 
talla) por la mejora en las condiciones de vida 
(alimentación, higiene o el tratamiento de enfer-
medades).
En definitiva, la mayoría de los psicólogos 
están de acuerdo en que el desarrollo se produce 
merced a la interacción entre la herencia y el en-
torno. Las predisposiciones hereditarias que 
conforman nuestro código genético interactúan 
con el entorno, el cual afecta a su vez a dichas 
predisposiciones. Este juego interactivo entre la 
herencia y el entorno da lugar a un proceso de 
desarrollo que se conforma y concreta de forma 
específica en cada ser humano.
Una vez aclarados todos estos conceptos, 
pasamos a localizar temporalmente los distin-
tos períodos críticos presentes en el desarrollo 
evolutivo, así como su incidencia en él. Crono-
lógicamente, desde el momento de la concep-
ción, encontramos los siguientes períodos críti-
cos:
a) Los tres primeros meses de gestación, en la 
etapa embrionaria, que es cuando se con-
forma el feto.
b) En el momento del parto se produce otro 
momento crítico, debido al riesgo de que 
el bebé sufra una anoxia neonatal, consis-
tente en una dificultad respiratoria, cuan-
do pasa a la respiración aérea indepen-
diente. Las anoxias se asocian a posibles 
problemas en el recién nacido: para diag-
nosticar dichos problemas se le realiza el 
test de Apgar.
c) Los dos primeros años de vida del bebé. 
Aunque afortunadamente los niveles seve-
ros de deprivación ambiental son escasos, 
es un hecho que el ambiente desempeña 
un papel importanteen el desarrollo mo-
tor, y que cuanto más intensa sea la depri-
vación, mayor será su efecto.
Desarrollo físico y motor / 41
© Ediciones Pirámide
2.2. Factores que afectan al desarrollo 
físico
Marín, Marín y Marín (1992) establecen una 
clasificación según la cual estos factores se pue-
den agrupar en endógenos, exógenos y mixtos 
(véase la figura 2.1), que a su vez interactúan en-
tre sí.
A) Factores endógenos o intrínsecos
Todos los sujetos nacen con unas característi-
cas específicas de su especie que le son transmiti-
das a través del código genético y que determinan 
su proceso de desarrollo. Aunque es difícil estable-
cer el grado de restricción debido a este factor, hay 
una serie de aspectos en los que su influjo es claro: 
velocidad de crecimiento, tipología corporal, mo-
mento de aparición de la menarquia, madurez 
ósea, estatura, diámetros óseos, longitud ósea, etc.
El sistema neuroendocrino, por medio de las 
glándulas endocrinas, influye en el proceso de 
crecimiento a través de la acción hormonal. Di-
cha influencia es visible claramente en las dife-
rencias existentes entre hombres y mujeres; los 
varones crecen más, pero las mujeres lo hacen an-
tes. Un mal funcionamiento hormonal puede 
provocar una alteración o un retraso en el creci-
miento. Algunas de las hormonas a destacar son:
a) La hormona del crecimiento (somatropi-
na), que cumple varias funciones, entre las 
que cabe mencionar la estimulación tanto 
del crecimiento como de las funciones me-
tabólicas y la síntesis de proteínas.
Figura 2.1. Factores del crecimiento (tomada de Marín, Marín y Marín, 1992).
Factores intrínsecos del crecimiento
Sistema endocrino
Sexo
Endógenos
Crecimiento humano
Exógenos
Enfermedades
Vitaminas
Herencia
Grupo étnico
Alimentos Ambiente
Factores extrínsecos del crecimiento
42 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
b) La hormona tiroidea, que propicia la sínte-
sis de proteínas en el cerebro, además de 
influir en el desarrollo óseo y nervioso. De 
hecho, la existencia de niveles inadecua-
dos de tiroxina durante la infancia retrasa 
la maduración esquelética y dental.
c) Las hormonas gonadales y suprarrenales, 
que destacan sobre todo durante la puber-
tad y aceleran el crecimiento tanto de la 
estatura como de la masa corporal.
B) Factores exógenos o extrínsecos
La nutrición incorrecta, ya sea por defecto o 
por exceso, tiene efectos demoledores sobre el 
crecimiento físico y sobre el desarrollo intelectual 
y motor. La desnutrición generalizada contribuye 
a que el crecimiento se haga más lento y la puber-
tad comience más tardíamente. También afecta al 
tamaño final y a la composición de los diversos 
tejidos. Los efectos de la malnutrición son espe-
cialmente dañinos durante la gestación y los pri-
meros años de vida. Sin embargo, dichos efectos 
no son, en algunos aspectos, irreversibles. La co-
rrección de la dieta y un entorno estimulante 
pueden tener importantes resultados recuperado-
res. En el otro extremo, el sobrepeso y, de forma 
especial, la obesidad se consideran problemas de 
salud pública que en etapas tempranas, como la 
infancia, tienen influencias negativas en el desa-
rrollo. Niños y niñas necesitan tener dietas equi-
libradas, ya que un exceso de grasa corporal está 
negativamente relacionado con el rendimiento fí-
sico y con el autoconcepto. Desgraciadamente, la 
anorexia y la bulimia están cobrando una gran 
relevancia en la actualidad. El estatus socioeco-
nómico es otro factor que influye en determina-
dos aspectos del crecimiento. Su influencia se 
aprecia en el hecho de que los niños y niñas de 
clases sociales elevadas presentan una mayor ve-
locidad de crecimiento y tienden a alcanzar una 
estatura final mayor. La causa de estas variacio-
nes no es la clase social en sí misma, sino las con-
diciones más o menos favorables y estimulantes 
que acarrea (períodos adecuados de sueño y des-
canso, correcta alimentación, etc.). Las mujeres 
de clases desfavorecidas tienen más probabilida-
des de tener una peor salud y un cuidado inade-
cuado durante el embarazo que las de clase aco-
modada. Además, soportan frecuentemente 
niveles más altos de tensión y presentan mayor 
tendencia a adoptar conductas y hábitos perjudi-
ciales para la salud. Todo esto contribuye a que 
el feto presente, a su vez, mayor probabilidad de 
sufrir tensión intrauterina y de nacer constitucio-
nalmente más vulnerable.
Además de las condiciones económico-sociales, 
existen otros aspectos relacionados con el factor 
ambiental, como las condiciones geofísicas, el cli-
ma, las estaciones del año, etc., que también influ-
yen de manera directa en el proceso de crecimiento.
C) Factores mixtos
Las enfermedades, si son graves y de carácter 
crónico, pueden ejercer una enorme influencia so-
bre el proceso normal del crecimiento y del desa-
rrollo de los sujetos. No obstante, aunque lleguen 
a hacer más lentos dichos procesos, el restableci-
miento de la normalidad produce con frecuencia 
un efecto de recuperación, de tal modo que el cre-
cimiento se acelera hasta alcanzar los valores ade-
cuados. Sin embargo, esta capacidad de recupera-
ción puede no llegar a paliar completamente los 
efectos producidos por la enfermedad dependien-
do del momento de su aparición, su intensidad o 
gravedad y su duración. De esta forma, cuanto 
más cercana a los primeros períodos de desarrollo, 
más intensa o más prolongada sea, menos efecti-
vos se mostrarán los procesos de recuperación.
Los factores psicológicos son también impor-
tantes de cara al crecimiento. De hecho, se ha des-
crito un síntoma de incapacidad de crecimiento 
en niños que no consiguen un aumento de peso 
debido a perturbaciones psicológicas o a malos 
tratos recibidos de sus padres. Sin embargo, es fre-
cuente que estos niños aumenten de peso rápida-
mente cuando se transfiere su cuidado a las insti-
tuciones. De nuevo, este ejemplo pone de relieve 
la existencia de un control del entorno sobre fenó-
Desarrollo físico y motor / 43
© Ediciones Pirámide
menos que, de forma tradicional, se adjudicaban 
exclusivamente a directrices genéticas.
2.3. El desarrollo del cerebro
El sistema nervioso es una construcción bioló-
gica compleja cuyo desarrollo, y en especial el del 
cerebro, es sumamente importante por constituir 
la base física de múltiples funciones psicológicas 
que caracterizan y diferencian a los seres huma-
nos de otras especies animales. El cerebro es un 
tejido complejo, siendo la estructura llamada cór-
tex responsable de diversas facultades cognitivas 
avanzadas. El córtex es inmaduro al nacer y al-
canza su desarrollo completo a los diez años de 
edad. Está ubicado en la parte más externa del 
cerebro y compuesto de diversas capas de células 
especializadas, las neuronas o células nerviosas. 
Las neuronas suelen conectarse entre sí por las 
dendritas y los axones, dando paso al proceso de-
nominado «sinapsis», que posibilita la transmi-
sión de información de una neurona a otra conti-
gua. La mielina (sustancia blanca y aislante que 
rodea a las neuronas para facilitar sus conexio-
nes) será la que facilite la transmisión de la infor-
mación y la consolidación de dichas conexiones.
Si bien conocemos los principales cambios que 
tienen lugar en el cerebro durante los períodos 
embrionario y fetal, se sabe menos sobre los acon-
tecimientos celulares subyacentes que derivan en 
partes concretas del cerebro y sus interacciones. 
En líneas generales, podemos reseñar que, al na-
cer, el cerebro del recién nacido presenta una in-
madurez anatómica, fisiológica y bioquímica res-
pecto al del adulto, debido a la rudimentaria 
diferenciación entre la sustancia gris (córtex) y la 
blanca (fibras nerviosas internas y sus vainas de 
mielina) (Calleja, 2003).
El sistema nervioso comienza a desarrollarse 
en la espalda del embrión en forma de un largo 
tubo hueco. A las tres semanas de la concepción 
se forma el cerebro a partir de una gran masa de 
neuronas. Tres procesos hansido identificados en 
el desarrollo de las neuronas: producción, migra-
ción y organización.
— Producción celular: la mayor parte de las 
neuronas se forma antes del nacimiento y 
finaliza entre la décima y la vigesimosexta 
semana después de éste. Esta producción 
se realiza con una vertiginosa velocidad, 
llegando a producirse entre cien millones y 
un billón de neuronas, cantidad que se 
mantiene a lo largo de la vida.
— Migración celular: se origina desde el cen-
tro del cerebro, donde se producen las neu-
ronas, hasta llegar a su lugar adecuado. 
Este proceso ocurre fundamentalmente an-
tes del nacimiento y finaliza siete meses 
después de éste.
— La organización celular: relativa a los pro-
cesos de diferenciación y conexión con 
otras neuronas, ocurre fundamentalmente 
después del nacimiento.
Los principales cambios neuronales que acon-
tecen son el incremento en número y tamaño de 
las terminaciones nerviosas y de los receptores, 
que va a permitir que la comunicación sea más 
efectiva, y el incremento de la mielinización, me-
diante la cual se va a aumentar la velocidad de 
transmisión de información en el sistema nervioso. 
Resulta significativo que el córtex, durante los pri-
meros años, desarrolla muchas conexiones a una 
enorme velocidad, a la vez que reorganiza co-
nexiones, elimina las inoperantes y fortalece otras 
a partir de la experiencia. Se mantiene que el desa-
rrollo es la consecuencia de un proceso interactivo 
entre los factores hereditarios y los ambientales; 
en este caso gran parte del desarrollo cerebral va a 
depender de la experiencia, ya que los estímulos 
que se reciben del entorno favorecerán el desarro-
llo de las conexiones neuronales (Gottlieb, 1991). 
Cuanto más activo esté el cerebro, cuantas más es-
timulaciones adecuadas reciba y cuantas más 
oportunidades de aprendizaje se le brinden, más 
aumentará su potencialidad funcional.
La maduración del cerebro va a permitir al 
bebé el progresivo control voluntario de sus ac-
ciones y el control de diferentes funciones: con-
trol postural, control motor, desarrollo del len-
guaje, etc. La localización de las funciones en las 
44 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
diversas zonas del cerebro no es simétrica; en rea-
lidad cada hemisferio cerebral recibe las sensacio-
nes y controla los músculos voluntarios de la par-
te contraria del cuerpo. Diversos estudios que 
han analizado la lateralidad (sobre cómo se esta-
blecen las diversas funciones) indican que los he-
misferios están especializados para las funciones 
básicas en el momento de nacer (Kinsbourne y 
Hiscock, 1983).
2.4. Desarrollo prenatal
Con la unión de un óvulo y un espermatozoi-
de comienza un acelerado proceso de cambios 
que, a lo largo de nueve meses, culminará con el 
nacimiento de un bebé. Para describir de manera 
ordenada los principales avances, se suele dividir 
el embarazo en varias etapas.
Primer trimestre de embarazo
— Etapa del zigoto. Comienza desde el mismo 
momento de la concepción y abarca hasta la 
segunda semana de gestación. Durante este 
período el zigoto se multiplica muy rápida-
mente al mismo tiempo que se va desplazan-
do por las trompas de Falopio hasta lograr 
su implantación en el útero. Para ello, en 
torno a la primera semana, la masa de célu-
las se separa en dos: la capa más externa 
dará lugar a la placenta, y la interna, al em-
brión.
— Etapa embrionaria (tercera a octava semana 
de gestación). Durante esta fase se forman 
las grandes estructuras. Lo que empezó 
siendo una masa amorfa de células comien-
za a definirse. Lo primero que aparece es 
una delgada línea que recorre al embrión y 
que, a los 22 días aproximadamente, se con-
vertirá en el denominado «tubo neural», 
germen de lo que será el sistema nervioso 
central. Más adelante comienzan a formarse 
la cabeza y sus diferentes órganos sensoria-
les (ojos, nariz, orejas, boca). También co-
mienza un pequeño latido inconsistente, en 
un diminuto vaso sanguíneo, que dará lugar 
al corazón, que comenzará a bombear san-
gre a finales del primer mes. Hacia la mitad 
de esta etapa, en torno a la quinta semana, 
aparecen los esbozos de lo que serán brazos 
y piernas para, algo más adelante, siguiendo 
la ley próximo-distal de desarrollo, y dentro 
de esta misma etapa, llegar a completarse 
hasta los dedos. Finalmente, sobre la octava 
semana, tenemos un ser con millones de cé-
lulas especializadas en el que, a pesar de su 
pequeño tamaño, 2,5 cm, aproximadamen-
te, y un gramo de peso, podemos fácilmente 
reconocer la figura del ser humano. Es decir, 
durante esta etapa se produce la formación 
de los principales tejidos y órganos del cuer-
po, lo que conlleva que cualquier influencia 
perjudicial, desde el entorno que proporcio-
na la madre (enfermedades, consumo de 
alcohol, fármacos o drogas), tendría graves 
consecuencias para el desarrollo posterior.
— Etapa fetal. A partir de la octava semana 
dejamos de hablar de embrión para referir-
nos al feto. Por lo que respecta a qué es lo 
que ocurre hasta que se completa el tercer 
mes, básicamente, se puede resumir en el 
rápido avance del desarrollo de órganos y 
estructuras comentadas lo que supone que 
al final del trimestre el cerebro asuma la 
organización básica (lo que permite que 
los movimientos dejen de ser aleatorios y 
comience a mostrarse sensible a estímulos 
externos) y la aparición de los órganos 
sexuales externos. Todo ello acompañado 
del consiguiente aumento en longitud, 7,5 
cm, y peso, 87 g.
Segundo trimestre de embarazo
Este período comprende los meses cuarto, 
quinto y sexto de embarazo, y durante él conti-
núa el vertiginoso ritmo de crecimiento corporal 
y maduración de las estructuras formadas duran-
te el primer trimestre de gestación: fortalecimien-
to del ritmo cardíaco, desarrollo del sistema di-
gestivo, aumento del tamaño del encéfalo, que se 
Desarrollo físico y motor / 45
© Ediciones Pirámide
multiplica por seis (lo que provoca una mayor 
sensibilidad a la estimulación ambiental y capaci-
dad de responder a ella), aparición de patrones 
de sueño y actividad y un mayor repertorio de 
movimientos. Hacia el final de este período po-
dríamos hablar de posibilidades de supervivencia 
fuera del útero.
Tercer trimestre de embarazo
Abarca los meses séptimo, octavo y noveno de 
embarazo y culmina con el nacimiento del nuevo 
ser. En términos generales, durante este tramo fi-
nal el feto ultima todos aquellos desarrollos que 
le garantizan la supervivencia fuera del útero ma-
terno, lo que quiere decir: maduración del sistema 
nervioso y del cardiovascular que permita, entre 
otras, la regulación de la respiración autónoma, 
conducta de tragar (séptimo mes, reflejo de suc-
ción), regulación de la temperatura corporal, etc. 
Así, durante este trimestre, los pulmones comien-
zan a expandirse y retraerse con los movimientos 
de los músculos respiratorios que se ejercitan, a 
falta de aire, con el líquido amniótico que rodea 
al feto (Berger, 2006). Todo ello acompañado del 
consiguiente crecimiento físico, que, hacia el octa-
vo mes, se traduce en la aparición de grasa bajo la 
piel, donde el feto almacena nutrientes proporcio-
nados por la madre, lo que contribuye a un con-
siderable aumento de peso (en torno a los dos 
kilos durante el trimestre). También a partir del 
octavo mes la madre proporciona al feto anticuer-
pos procedentes de su propio sistema inmunológi-
co que le protegerán de enfermedades después de 
su nacimiento hasta que su propio cuerpo sea ca-
paz de producirlos. De esta manera, hacia los nue-
ve meses de gestación el feto se encontrará prepa-
rado para hacer frente al mundo exterior.
3. EVOLUCIÓN DEL DESARROLLO FÍSICO 
Y MOTOR
En este apartado vamos a hacer un recorrido 
secuencial por el desarrollo físico y motor abar-
cando desde el nacimiento hasta la adolescencia. 
Vamos a estructurar estos contenidos tomando 
como referencia, una vez que se inicia la escolari-
zación, los diferentes niveles educativos propues-tos por nuestro sistema escolar.
3.1. En el recién nacido y en la infancia 
temprana
El desarrollo físico sufre una aceleración du-
rante los primeros años de vida, lo que se refleja 
tanto en el aumento de peso como en el de esta-
tura. Así, a los cinco meses el peso del bebé se 
duplica, y hacia el año se triplica. A lo largo del 
segundo año, aunque se produce una decelera-
ción, el peso del bebé llega a multiplicarse por 
cuatro con respecto al que tenía al nacer (Pala-
cios y Mora, 1990).
En cuanto a la estatura, al igual que ocurre 
con el peso, aumenta más rápidamente en los pri-
meros años. Durante el primer año de vida, se 
produce el mayor crecimiento, situándose la me-
dia en 75 centímetros, lo que supone un aumento 
de, aproximadamente, 25 cm desde el momento 
del nacimiento. Durante el segundo año, al igual 
que observamos con el peso, se produce una des-
aceleración, con una previsión de crecimiento en 
torno a los 12 centímetros y un poco menos a lo 
largo del tercer año. Además, se presenta en el 
crecimiento un dimorfismo sexual, que consiste 
en un ritmo de desarrollo diferente en función del 
sexo. Concretamente, los bebés niños tienen más 
peso y estatura que las bebés niñas.
Por lo que respecta al desarrollo motor, desde 
que nace, el bebé se ve inmerso en la tarea de ir 
adquiriendo de forma progresiva el control sobre 
las diferentes partes de su cuerpo, estableciéndose 
una estrecha relación entre este progresivo con-
trol, fruto de una mayor implicación del córtex, y 
su creciente participación y ejecución en tareas 
cada vez más complejas y específicas. Podemos 
constatar que sus primeros movimientos siguen 
una secuencia de evolución que va de lo reflejo a 
lo voluntario. Así, al principio, los movimientos 
del recién nacido son simples, masivos y generali-
zados, de naturaleza refleja e involuntaria, y les 
46 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
permiten sobrevivir y adaptarse al medio am-
biente. Entre los reflejos que manifiestan los be-
bés destacan:
a) El reflejo oral de búsqueda: dirigir la boca 
hacia la fuente de estimulación cuando se 
estimula ligeramente la comisura del la-
bio.
b) El reflejo Babinski: doblar el pie y abrir 
los dedos en abanico al tocarle la planta 
del pie.
c) El reflejo Moro: sobresalto, arqueo del 
cuerpo, reflexión de una pierna y exten-
sión de los brazos, luego flexión y cruce 
de los brazos sobre el pecho, al producir 
un fuerte ruido.
d) Reflejo de marcha automática: flexión y 
extensión de las piernas alternativamente 
como si estuviera andando, cuando lo co-
gemos por debajo de las axilas y coloca-
mos las plantas de sus pies sobre una su-
perficie.
e) Reflejo de succión: chupar cualquier obje-
to que se le acerque a la boca.
f ) Presión palmar: cerrar la mano de forma 
inmediata al colocar algo en la palma de 
su mano.
g) Reflejo del parpadeo: cerrar los ojos ante 
un sobresalto o cambios bruscos de la in-
tensidad de la luz.
h) Reflejo retraimiento del pie: retirar la pier-
na flexionando la rodilla después de ha-
berle pinchado la planta del pie.
La progresiva maduración cerebral va provo-
cando que se produzcan cambios en todo este 
repertorio de reflejos. Muchos de ellos desapare-
cen durante los primeros meses de vida como 
consecuencia del desarrollo de funciones cerebra-
les más avanzadas (por ejemplo, reflejo oral de 
búsqueda, reflejo Babinski, reflejo Moro, reflejo 
de marcha automática, etc.), lo cual es indicativo 
de normalidad, de que todo marcha bien a nivel 
neurológico. Otros, por el contrario, se mantie-
nen tal cual de por vida, sin sufrir modificación 
alguna, como, por ejemplo, el parpadeo o el es-
tornudo. Por último, otros pierden su naturaleza 
refleja y devienen en movimientos voluntarios 
(reflejo de succión, presión palmar), convirtién-
dose así en punto de partida y cimiento de todo 
el desarrollo posterior.
Así, en torno a los dos años, los movimientos 
del bebé pasan a ser intencionados y deliberados 
debido al control del córtex. La base del desa-
rrollo motor del bebé está en función de su cre-
ciente control corporal, control que le permitirá 
adquirir las destrezas o habilidades motrices bá-
sicas y distintivas del ser humano, como cami-
nar, coger objetos, etc. Además, este desarrollo 
estará guiado por las tendencias o progresiones 
de las que hablamos anteriormente. De este 
modo, mediante la ley céfalo-caudal, irá adqui-
riendo primero el control sobre las partes más 
próximas o cercanas a la cabeza y posteriormen-
te conseguirá el dominio sobre aquellas más ale-
jadas (las extremidades). De acuerdo con la ley 
próximo-distal, primero logrará el control sobre 
las partes más próximas al eje corporal y des-
pués sobre las más alejadas (los dedos). Autores 
como Vasta, Haith y Miller (2001) consideran 
que este desarrollo puede dividirse en dos cate-
gorías generales. La primera incluye la locomo-
ción y el desarrollo postural, y concierne al con-
trol del tronco y la coordinación de brazos y 
pies, para moverse. La segunda categoría es la 
prensión o habilidad para usar las manos como 
instrumento para hacer cosas tales como comer, 
construir y explorar.
Es importante reseñar las principales conquis-
tas de control sobre las partes del cuerpo que 
permitirán establecer o desarrollar el control pos-
tural, la capacidad de coger objetos y la capaci-
dad de moverse. En primer lugar, aparece el con-
trol de la cabeza y cuello y los primeros circuitos 
motores de relación mano-boca (chuparse los de-
dos y la mano). La otra gran conquista será el 
control de las manos y por tanto el desarrollo de 
la habilidad de coger objetos. La secuencia del 
control de las manos sería:
— Durante las primeras semanas de vida: los 
brazos y manos son dirigidos por los bebés 
Desarrollo físico y motor / 47
© Ediciones Pirámide
hacia los objetos que les atraen, actuando 
como sensores que recogen información.
— A los dos meses el bebé intenta alcanzar 
los objetos, pero con el puño (con la mano 
cerrada).
— A los tres meses podrá agarrar sólo los ob-
jetos de tamaño mediano, pues tendrá 
grandes dificultades para aprehender los 
objetos pequeños.
— Al final del cuarto mes alcanzará la mayo-
ría de los objetos, pero con movimientos 
lentos y siempre que pueda ver simultánea-
mente el objeto y la mano, siendo los ojos 
los que guían la mano.
— Entre el séptimo y décimo mes podrá aga-
rrar objetos pequeños usando el dedo índi-
ce y el pulgar en forma de pinza. Además, 
desde el noveno mes se observa que el mo-
vimiento de alcanzar un objeto se hace 
más rápido y que el control visual ya no es 
tan necesario.
— Al año el bebé presentará un mayor con-
trol de la mano y de los dedos con una ma-
yor precisión en los movimientos, lo que le 
permitirá el uso de herramientas e instru-
mentos y, por tanto, implicarse en acciones 
cada vez más variadas.
Por último, haremos referencia a cómo ad-
quieren los bebés el control motor o habilidad 
para moverse deliberada y eficientemente. En la 
tabla 2.1 presentamos la secuencia de progresión 
de las habilidades motrices en la infancia según 
Tripero (1992).
Hasta la edad de seis años la motricidad se 
vuelve cada vez más refinada y elaborada, si bien 
habrá que esperar a la adolescencia para que 
gane en especialización.
TABLA 2.1
Secuencia de progresión de las habilidades motrices en la infancia según Tripero (1992)
Tiempo Habilidades motrices
4 meses
El bebé es capaz de darse la vuelta sobre sí mismo, teniendo como plano el suelo u otra superficie. 
Empieza a rodar sobre sí mismo (primero hacia atrás, luego hacia adelante y finalmente hacia atrás 
y hacia adelante).
4-5 meses El bebé desarrolla la postura de sedestación o permanece sentado, pero con respaldo.
5-6 meses
El bebé comienza sus primeros desplazamientos con el arrastrado reptante, tomando los hombros 
como ejes de apoyo.
6-7 meses El bebé podrá mantenerse sentado sin ningún tipo de apoyo y perfeccionará el arrastrado.
7-9 meses Elbebé perfecciona sus desplazamientos con la reptación, pudiendo incluso trepar.
 9-12 meses
Comienza a gatear con apoyatura de las manos abiertas en el suelo y las piernas también abiertas, 
tendiéndolas a juntar progresivamente.
12-14 meses
El niño será capaz de ponerse de pie, primero con ayuda y después sin ella. Será capaz de andar por 
sí solo.
18 meses El niño podrá correr.
24 meses El niño realizará saltos.
48 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
3.2. En la educación infantil (3 a 6 años)
En líneas generales, durante este período va a 
existir una continuidad con el anterior en los pro-
cesos de crecimiento y logros psicomotores. En 
relación con los procesos de crecimiento, referi-
dos al aumento de la talla y del peso, durante este 
período son más lentos que durante los dos pri-
meros años de vida. Es decir, siguen creciendo de 
manera regular y constante, aunque a una veloci-
dad menor. Más concretamente, se observa que 
la media de crecimiento en altura y peso a partir 
de los tres años se sitúa entre los cinco y seis cen-
tímetros y entre los dos y tres kilos por año. Tam-
bién continúa el dimorfismo sexual; es decir, los 
niños aventajan ligeramente en peso y en estatura 
a las niñas, hasta la edad de siete años. En conse-
cuencia, existe un perfil de crecimiento para las 
niñas y otro para los niños.
El desarrollo motor se caracteriza por alcan-
zar un mayor control del cuerpo y sus movimien-
tos. Las habilidades motoras gruesas y finas pro-
gresan de manera considerable y aparecen 
destrezas más sofisticadas (correr, mayor domi-
nio en el uso de instrumentos, etc.), lo que les 
permitirá implicarse en actividades diversas, 
como nuevas formas de juego, dibujo e incluso el 
aprendizaje de la escritura. Dicho desarrollo par-
te de los llamados movimientos básicos (postura, 
movimiento, desplazamiento, manipulación de 
objetos) hasta llegar a las principales conductas 
motrices: marcha, carreras, saltos, recepción, lan-
zamientos, uso de instrumentos, etc. Esta progre-
sión está vinculada a los procesos de mieliniza-
ción de las neuronas motoras que se producen 
hasta los cuatro o cinco años, favoreciendo que 
adquieran un mayor control de su cuerpo y de 
sus movimientos. Estos progresos pueden obser-
varse en la independencia motriz (capacidad para 
controlar por separado cada segmento motor; 
por ejemplo, realizar un movimiento relativamen-
te complejo con una mano sin que se mueva la 
otra) y en la coordinación motriz (capacidad de 
encadenar y asociar patrones motores indepen-
dientes para formar movimientos compuestos 
más complejos, por ejemplo subir y bajar escale-
ras apoyando una mano en el pasamanos y suje-
tando con la otra un vaso de agua) (Palacios, 
Cubero, Luque y Mora, 1990).
También podemos destacar el progresivo con-
trol de las piernas como consecuencia de la ley 
céfalo-caudal, y el manejo más fino de los múscu-
los que controlan los movimientos de la muñeca 
y de los dedos como consecuencia de la ley próxi-
mo-distal. En definitiva, se observan importantes 
progresos en la psicomotricidad gruesa y fina, 
como se hace evidente sobre todo en juegos, di-
bujos y en la escritura de los niños y niñas de 
estas edades.
A) Progresos en la psicomotricidad gruesa: 
el juego de ejercicio
Cuando los niños acceden a la escuela infantil, 
no tienen ya problemas para levantarse y mover-
se, pues han logrado automatizar su marcha. A 
partir de estos progresos continúan los avances, 
que en estas edades están relacionados con la ad-
quisición de destrezas motrices globales, como 
tirar una pelota, dar saltos, cargar con un objeto, 
progresos en la carrera, etc. (tabla 2.2).
Todas estas destrezas son adquiridas por los 
niños y niñas de forma progresiva, como resulta-
do de un mayor control y una mejor coordinación 
motriz; como consecuencia de esto, consiguen 
una mayor independencia en sus movimientos 
(por ejemplo, de pedalear en un triciclo pasan a 
montar en bicicleta, o de dar saltos con ambos 
pies a dar saltos con uno solo). Según Piaget, los 
primeros juegos de los niños son manifestaciones 
de actividad sensorio-motora, que él denominó 
juegos de ejercicio o juegos consistentes en la rea-
lización de actividades que implican el moviento 
del propio cuerpo y/o de objetos del contexto in-
mediato. Este tipo de juego es el predominante 
hasta el segundo año de vida, durante el cual sur-
ge la capacidad simbólica, lo que da paso a otro 
tipo de juego, el juego simbólico. Sin embargo, no 
por ello desaparece el juego de ejercicio o juego 
motor, sino que continúa, de modo que entre los 
cuatro y cinco años los niños y niñas realizan jue-
Desarrollo físico y motor / 49
© Ediciones Pirámide
gos muy activos que se componen de carreras, 
saltos, persecuciones, huidas, caídas, golpes, risas 
y muecas. Hay ciertas diferencias de género en el 
juego de ejercicio: mientras que lo más frecuente 
en las niñas es correr y balancearse, los niños se 
implican más en el contacto físico y en activida-
des más ruidosas (Delval, 1994a). Durante los 
años de escuela infantil niños y niñas integran el 
juego motor dentro del juego simbólico, del que 
se tratará en el capítulo 3, sobre el desarrollo cog-
nitivo.
B) Progresos en la psicomotricidad fina: 
el dibujo y la escritura
Las habilidades motoras finas durante estos 
años también progresan y se vuelven más precisas. 
Hacia los tres años los niños y niñas tienen la ha-
bilidad de coger objetos muy pequeños con los de-
dos índice y pulgar, aunque lo hacen con impreci-
sión. Entre los cuatro y los cinco años mejoran en 
la habilidad para coger objetos y, sobre todo, en la 
manipulación de instrumentos (véase la tabla 2.3).
TABLA 2.2
El desarrollo de las habilidades motoras gruesas en la niñez temprana
(tomado de Santrock, 2003, p. 200)
Niños de tres años Niños de cuatro años Niños de cinco años
• Tiran la pelota con las manos por 
debajo del hombro.
• Pedalean en un triciclo.
• Cogen una pelota grande.
• Dan tres saltos con ambos pies.
• Dan pasos siguiendo huellas.
• Cogen una pelota botando.
• Botan y cogen una pelota.
• Corren y paran.
• Empujan y tiran de un carro o mu-
ñeco enganchado a una cuerda.
• Dan una patada a una pelota hacia 
un objetivo.
• Cargan con un objeto de 5 kilos.
• Botan una pelota con control.
• Dan cuatro saltos con un solo pie.
• Tiran una pelota.
• Cargan con un objeto de 7 kilos.
• Saltan alternando los pies.
• Patinan.
• Saltan a la comba.
• Hacen rodar una pelota para gol-
pear un objeto.
• Montan en una bicicleta con las 
ruedas de entrenamiento.
TABLA 2.3
El desarrollo de las habilidades motoras finas en la niñez temprana
(tomada de Santrock, 2003, p. 202)
Niños de 37 a 48 meses Niños de 79 a 60 meses Niños de 61 a 72 meses
• Se aproximan a hacer círculos.
• Cortan papel.
• Pegan papeles utilizando pega-
mento en barra.
• Construyen un puente con tres 
bloques.
• Visten y desvisten a una muñeca.
• Echan líquido de una jarra sin de-
rramarlo.
• Se atan y desatan los cordones.
• Cortan siguiendo una línea.
• Copian la figura X.
• Abren y colocan una pinza con 
una mano.
• Construyen un puente con cinco 
bloques.
• Echan líquido en diferentes reci-
pientes.
• Escriben sus nombres.
• Doblan un papel en dos y en cua-
tro mitades.
• Dibujan su mano.
• Dibujan rectángulos, círculos, 
cuadrados y triángulos.
• Cortan el interior de una pieza de 
papel.
• Colorean con lápices de cera.
• Hacen objetos de arcilla con dos 
partes pequeñas.
• Reproducen letras.
• Copian dos palabras cortas.
50 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
A continuación, se describe cómo se produce 
dicha evolución en el dibujo y en la escritura.
— El dibujo: la evolución del dibujo refleja la 
interacción constante de diversos factores, 
entre ellos la psicomotricidad, la capacidad 
cognitiva, la afectividad y la propia expe-
riencia escolar. En este apartado se trata 
exclusivamente ladimensión motora del 
dibujo, ya que en el capítulo 3, dedicado al 
desarrollo cognitivo, trataremos su dimen-
sión cognitiva. La aparición de los prime-
ros dibujos propiamente dichos, que se si-
túa alrededor de los tres o cuatro años, es 
precedida de una secuencia evolutiva de ac-
tos motores que evolucionan desde los die-
ciocho meses hasta los tres años; se trata 
de trazos que carecen de representatividad, 
por lo que son considerados fundamental-
mente actos motores. Más concre tamente, 
en torno a los dieciocho meses, comienzan 
a realizar trazos sobre superficies utilizan-
do lápices, motivados por el placer de 
 mover sus brazos y sus manos y poder ob-
servar el resultado de su actividad. Al prin-
cipio trazan líneas rectas moviendo todo el 
brazo, articulando solamente el hombro; 
también realizan trazos en «barrido o zig-
zag», que consiguen articulando el codo y 
manteniendo tanto la muñeca como los de-
dos rígidos. Un poco antes de los dos años 
ejecutan formas circulares articulando la 
muñeca. Por último, en torno a los dos 
años y medio o tres años combinan las for-
mas rectas y circulares como fruto de una 
progresiva ejecución de los trazos, lo que 
va a permitir la aparición de los garabatos 
como producciones gráficas que se relacio-
nan con objetos y personas. En el momen-
to en que los garabatos adquieren una fun-
ción intencionalmente representativa, dejan 
de ser simples actos motores y se convier-
ten en auténticos dibujos. Así, los primeros 
dibujos aparecen entre los tres y cuatro 
años como fruto de los progresos en el 
control óculo-manual, el dominio de la ar-
ticulación de la muñeca y el control de los 
movimientos de los dedos, lo que permite 
que pueda combinar diversos trazos y ob-
tener figuras humanas o reproducir obje-
tos. Resultan especialmente significativas 
las representaciones de la figura humana, 
llamadas «renacuajos», que a partir de los 
cuatro o cinco años van acompañadas de 
objetos, animales o de otras personas. De 
los cinco a los ocho años incorporan un 
mayor número de detalles y consiguen una 
mayor coordinación de las distintas partes 
o componentes en los dibujos llegando a 
realizar imágenes cada vez más realistas y 
complejas.
— La escritura: la escritura constituye un com-
plejo proceso psicológico en el que están 
implicadas dos importantes funciones: la 
función simbólica (que se estudiará en el 
capítulo 3, sobre el desarrollo cognitivo) y 
la función perceptivo motriz, que permite 
la ejecución de la escritura como secuen-
cia de movimientos estructurados, guiados 
por la vista, y que responden a esquemas 
producidos mediante información senso-
rial. Lurcat (1980) identifica tres tipos de 
adquisiciones en el dominio de la escritu-
ra: el movimiento, la forma y la trayecto-
ria, que se combinarán en la siguiente se-
cuencia:
 a) Entre los 3 y 4 años los niños y niñas 
dominan el movimiento.
 b) Entre los 4 y 5 años el conflicto entre 
el movimiento y la forma permanece, 
expresándose en las deformaciones de 
las letras.
 c) Entre los 5 y 6 años se resuelve el con-
flicto anterior, pero surge el conflicto 
entre la forma y la trayectoria, que se 
manifiesta en las modificaciones de la 
trayectoria de las palabras o del senti-
do del recorrido de cada letra.
 d) Por último, a los 6 años son capaces 
de respetar tanto el recorrido como la 
trayectoria normal de la escritura.
Desarrollo físico y motor / 51
© Ediciones Pirámide
3.3. En la educación primaria (6 a 12 años)
Es una etapa denominada etapa de calma, por-
que el desarrollo acontece de manera más lenta y 
gradual que en las etapas de educación infantil y 
secundaría, en las que va a primar un crecimiento 
rápido y repentino. Sorprenden las diferencias 
entre los niños de 6 años, considerados niños pe-
queños, y los niños de 11 años, que comienzan a 
parecerse a los adultos, por lo que también se la 
ha denominado etapa de madurez infantil, puesto 
que el desarrollo continúa pero sobre todo predo-
mina el perfeccionamiento a nivel físico y motor, 
concretamente los movimientos se hacen más 
complejos, diferenciados y específicos.
Acontecen cambios importantes en el desarro-
llo corporal y en las proporciones del sistema 
óseo y muscular, las cuales se hacen más grandes, 
de manera que el aspecto físico de los niños y las 
niñas alcanza proporcionalidad y armonía. Pue-
den darse marcadas diferencias en la altura y el 
peso entre niños de igual edad, aunque la tenden-
cia promedio establece que crecen de cinco a siete 
centímetros al año y que el incremento de peso es 
de aproximadamente dos a tres kilos al año. Al-
rededor de los 10 años en las niñas y de los 12 o 
13 años en los niños, se produce un extraordina-
rio crecimiento, denominado «estirón». Este esti-
rón supone que las niñas superen en altura y peso 
a los niños de su edad; más tarde serán éstos los 
que superen a las niñas de su edad.
Es un período de actividad y ejercitación físi-
cas, las habilidades y destrezas motoras se perfec-
cionan (escriben mejor, manejan apropiadamente 
utensilios, se visten solos), se produce un incre-
mento importante en el control muscular, la co-
ordinación perceptiva-motriz y la flexibilidad. 
Las habilidades motrices finas, mayormente las 
que requieren movimientos más complejos como 
escribir, dibujar, recortar, etc., mejoran a los ocho 
años, dominando gran parte de dicha motrici-
dad. En líneas generales, podemos decir que en 
estos años las habilidades motoras adquiridas en 
las etapas anteriores se consolidan, los movi-
mientos del cuerpo se hacen más equilibrados y 
ágiles, incluso llegan a aprender destrezas moto-
ras nuevas en los juegos y en actividades deporti-
vas. Se dan diferencias en función del sexo: los 
niños adquieren mayores destrezas físicas y las 
niñas destacan en agilidad y equilibrio.
El juego y las actividades que desarrollan les 
suponen afianzar habilidades psicomotoras ejer-
citando movimientos diversos con precisión en 
el manejo de elementos deportivos como pelo-
tas, raquetas, sogas, montar en bicicletas. Les va 
a encantar los juegos de coleccionismo (figuri-
tas, cromos, estampas, etc.), juegos de construc-
ciones y de inventiva (utilizando materiales com-
plejos: legos, puzles, etc.), hacer actividades al 
aire libre (montar en bicicleta, monopatín, pati-
nes, fútbol, baloncesto, etc.). También van a de-
sarrollar juegos en grupo organizados y de com-
petición o de proezas (se asocian para obtener 
un triunfo), juegos de mesa (parchís, monopolis, 
cartas, etc.), el modelismo (casa de muñecas, 
barcos, aviones).
3.4. En la educación secundaria
A) La pubertad
La adolescencia, tal y como la entendemos 
hoy en día, es una etapa que evolutivamente se 
sitúa entre el final de la niñez y el comienzo de la 
vida adulta. Observando sus límites, nos daremos 
cuenta de que es posible determinar sin dificultad 
su comienzo mediante el uso de índices biológi-
cos, de los que se hablará más extensamente a lo 
largo de este apartado, que se resumen en una 
secuencia fácilmente observable de cambios que 
conocemos con el nombre de «pubertad». Estos 
cambios transforman el cuerpo infantil en un 
cuerpo maduro, desde el punto de vista sexual, lo 
que capacita al sujeto para la reproducción.
En cuanto al final de la pubertad, viene deter-
minado por otro tipo de indicadores, en este caso 
ya no fisiológicos sino de tipo psicosocial; así, un 
sujeto dejará de ser considerado un adolescente 
cuando desempeñe aquellas tareas que caracteri-
zan al estatus de adulto en la sociedad en que 
vive.
52 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
En otras culturas, distintas a la nuestra, este 
paso está claramente marcado por los llamados 
«ritos de transición», que por regla general se de-
sarrollan con la llegada de la pubertad. Estos ri-
tos, que varían de una sociedad a otra, ayudan al 
sujeto a cobrar conciencia de que ha dejado de 
ser un niño o una niña, ya que señalan de forma 
inequívoca su entrada al mundo delos adultos 
con todo lo que esto conlleva, tanto a nivel sexual 
como de participación social y de incorporación 
laboral. Como consecuencia de todo esto la ado-
lescencia es un período muy corto, y casi carente 
de entidad propia, en estas culturas comentadas.
Además de variar la manera de concebir la 
adolescencia de una cultura a otra, también po-
demos observar diferencias históricas dentro de 
una misma cultura o sociedad. Así, en sociedades 
como la nuestra, que podemos definir como una 
sociedad occidental e industrializada, la adoles-
cencia no siempre ha tenido la misma configu-
ración sociocultural (Fierro, 1985), sino que ha 
sufrido una evolución histórica que ha desembo-
cado ya en el siglo XX en el concepto de adoles-
cente que hoy en día manejamos.
Esta evolución es resultado del cambio produ-
cido en las condiciones socioeconómicas y cultu-
rales que han hecho necesario que las personas 
permanezcan más tiempo dentro del sistema edu-
cativo capacitándose para su entrada en el mun-
do laboral. Como reflejo de esta necesidad tene-
mos la implantación de la educación obligatoria, 
que se ha ido extendiendo progresivamente hasta 
los 16 años actuales (Palacios y Oliva, 2000). 
Otros efectos de estos cambios son el también 
progresivo alargamiento del período de conviven-
cia y dependencia económica de los padres. Por 
todo ello cada vez se atrasa más el momento de 
incorporación del adolescente al estatus adulto, 
con lo que la adolescencia como período evoluti-
vo se amplía considerablemente y adquiere una 
mayor relevancia, lo que, a su vez, se ha traduci-
do en un incremento del interés por la investiga-
ción de sus características diferenciales.
Por todo ello, decimos que la adolescencia es 
entendida como una etapa de transición, ya que 
aunque biológicamente, tras todos los cambios 
sufridos, el sujeto adolescente ya no es un niño, 
socialmente aún no ha conseguido el estatus de 
adulto.
B) Determinantes de la pubertad
Como ya hemos comentado en el punto ante-
rior, pubertad y adolescencia son conceptos dife-
rentes. No obstante, es bastante común que nos 
encontremos cierta confusión a la hora de su ma-
nejo, lo que ha llevado incluso a utilizarlos en algu-
nas ocasiones como sinónimos. Por ello no está de 
más insistir en su definición haciendo un especial 
hincapié en aquellos aspectos que los diferencian.
Así, si analizamos y comparamos las defini-
ciones que hemos planteado sobre ambos con-
ceptos, podremos constatar fácilmente que cada 
uno alude a procesos de distinta naturaleza y 
también distinta duración.
En este sentido, cuando hablamos de puber-
tad, estamos haciendo referencia a un proceso de 
naturaleza estrictamente biológica que se inicia 
con cambios hormonales que a su vez provocan 
una rápida sucesión de transformaciones físicas, 
mientras que cuando hablamos de adolescencia 
nos referimos a procesos de naturaleza puramen-
te psicosocial.
Si proseguimos esta comparación, hallaremos 
otra gran diferencia referida a la duración de am-
bas. A este respecto, podemos constatar cómo los 
cambios físicos de la pubertad concluyen mucho 
antes de que finalicen los cambios psicosociales 
que debe afrontar el adolescente hasta dejar de 
serlo y pasar a ser considerado un adulto, o, dicho 
de otro modo, la pubertad acaba mucho antes de 
que podamos decir lo mismo de la adolescencia.
Interesa describir los principales factores que 
determinan esta transición psicofísica, entre los 
que podemos destacar la herencia, las hormonas, 
el sistema endocrino y el peso.
La herencia
Para intentar establecer cómo influye este fac-
tor en el momento de inicio de la pubertad, se 
Desarrollo físico y motor / 53
© Ediciones Pirámide
han realizado diferentes estudios que comparan 
los datos obtenidos sobre el momento de apari-
ción de la primera menstruación de muestras de 
gemelas idénticas y no idénticas y madres e hijas.
La influencia de la herencia se despliega me-
diante la acción de los genes, que son los que de-
terminan, a través de las instrucciones que por-
tan, en qué momento concreto de la vida de un 
sujeto éste comenzará a experimentar los cam-
bios físicos propios de la pubertad. Los resulta-
dos encontrados parecen apoyar la idea de que la 
herencia desempeña un importante papel en el 
desencadenamiento de la pubertad.
Sin embargo, esta influencia establece no una 
edad concreta e inamovible, sino un intervalo 
dentro del cual factores de tipo ambiental como 
la nutrición o el peso, entre otros, aproximan esta 
fecha de inicio más cerca de uno u otro extremo 
del intervalo.
Las hormonas
Las hormonas son unas sustancias químicas 
que actúan como un sistema de comunicación in-
terno. Son producidas por las llamadas «glándu-
las endocrinas» que las liberan al torrente sanguí-
neo, que se encarga de transportarlas por todo el 
cuerpo para que hagan llegar instrucciones espe-
cializadas a los diferentes órganos ordenándoles 
qué hacer y cómo actuar.
Son muchos los tipos de hormonas encarga-
dos de regular las distintas funciones del organis-
mo; sin embargo, en este capítulo nos vamos a 
centrar en las llamadas «hormonas sexuales», 
que son responsables de los importantes cambios 
físicos que provocan el desarrollo diferenciado de 
los cuerpos masculino y femenino.
Estrógenos y andrógenos son las hormonas 
sexuales por excelencia. A pesar de que ambas 
están presentes en todas las personas ya desde el 
nacimiento, sus niveles de concentración van a 
variar en función tanto de nuestro sexo como de 
la edad que tengamos.
Por lo que respecta a la variable edad, la con-
centración de hormonas sexuales es bastante baja 
durante toda la infancia, siendo precisamente el 
acusado incremento de los niveles de estas sus-
tancias químicas en el organismo y los cambios 
físicos aparejados los que van a marcar el final de 
este período y el inicio de la adolescencia, mo-
mento que se define como pubertad.
También se constatan grandes diferencias en 
relación con la cantidad de hormona sexual pre-
sente en el organismo en función del sexo. Así, en 
el caso de las chicas, los estrógenos son conside-
radas las hormonas femeninas por antonomasia, 
entre las que cabe señalar el papel desempeñado 
por el estradiol, mientras que en el caso de los 
chicos son los andrógenos los más abundantes, 
ocupando un destacado lugar la testosterona.
A continuación se comenta cómo se articula el 
funcionamiento de las hormonas sexuales duran-
te la pubertad, describiendo brevemente dónde se 
producen, cuáles son los órganos responsables de 
regular su cantidad y a qué órganos va dirigida 
su acción.
El sistema endocrino
El funcionamiento y regulación del sistema 
endocrino para la secreción de hormonas sexua-
les durante la pubertad sigue un complejo proce-
so que implica la adecuada interacción entre va-
rias estructuras cerebrales, más concretamente 
hipotálamo e hipófisis, y las glándulas sexuales 
masculina (testículos) y femenina (ovarios), tam-
bién denominadas «gónadas».
Aproximadamente a partir de los 10 años en el 
caso de las chicas y de los 12 años en el de los 
chicos la hipófisis comienza a mandar señales 
mediante unas sustancias denominadas «gonado-
tropinas» que viajan a través del torrente sanguí-
neo con el encargo de estimular el crecimiento y 
maduración de las gónadas, o, lo que es lo mis-
mo, con la misión de estimular a los ovarios en 
las chicas y los testículos en los chicos para que 
 comiencen la producción de óvulos y espermato-
zoides respectivamente y también para que em-
piecen a liberar las hormonas sexuales correspon-
dientes.
Una vez que los estrógenos y los andrógenos 
empiezan a ser producidos por las gónadas y a 
54 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
ser liberados en grandes cantidades, viajarán has-
ta distintas partes del cuerpo utilizando de nuevo 
la circulación sanguínea. Cuando llegan a su des-
tino, los órganos estimulados reaccionarán frente 
al aumento en los niveles de hormonas sexuales 
iniciandouna multitud de cambios físicos de ca-
rácter tanto primario como secundario que cul-
minarán con la maduración sexual del sujeto.
Durante todo este proceso otra estructura ce-
rebral implicada, el hipotálamo, actúa como un 
termostato regulador que reacciona ante los nive-
les de concentración hormonales que en ese mo-
mento circulan por el cuerpo para asegurar que 
dichos niveles sean siempre óptimos. De tal ma-
nera que, cuando detecta niveles inadecuados, 
envía señales a la hipófisis para que corrija la si-
tuación, bien estimulando una mayor producción 
cuando la concentración de hormonas se sitúa en 
niveles demasiado bajos, bien inhibiéndola cuan-
do dichos niveles son demasiado altos (véase la 
figura 2.2).
El peso
Hay algunas investigaciones que ponen de re-
lieve que es necesario alcanzar determinado peso 
para que se inicie la pubertad. Los autores que 
defienden esta hipótesis se basan en estudios que 
analizan, por ejemplo, el peso promedio de las 
chicas en el momento en el que aparece su prime-
ra menstruación, momento al que se denominará 
de aquí en adelante menarquia.
Hipotálamo
Hipófisis
Gónadas
AndrógenosEstrógenos
Inicio
de la pubertad
Cambios
físicos
Primarios Secundarios
Figura 2.2. Sistema de retroalimentación de las hormonas sexuales que inician la pubertad.
Desarrollo físico y motor / 55
© Ediciones Pirámide
En esta línea, Friesch (1984) sitúa el límite en 
los 48,81 kg, con una oscilación de ±1,36 kg, de 
manera que aquellos sujetos que se sitúan signifi-
cativamente por debajo de este margen verían re-
trasada su maduración sexual, que es precisamen-
te lo que ocurre, por regla general, con las chicas 
que practican determinados deportes como la 
gimnasia o la natación a nivel de competición.
Otro argumento que sirve de apoyo a la in-
fluencia de esta variable tiene que ver con la 
constatación de que una disminución drástica en 
el peso de una chica tiene, entre otras consecuen-
cias, la aparición de la denominada «amenorrea» 
o, lo que es lo mismo, la retirada de la regla. Tan-
to es así, que precisamente constituye uno de los 
síntomas que sirven para diagnosticar los casos 
de anorexia nerviosa, trastorno de la conducta 
alimentaria del que hablaremos un poco más 
adelante en este mismo apartado.
Pese a todo esto, la influencia este factor re-
quiere aún una investigación más profunda.
C) La maduración sexual
Una vez definido qué se entiende por puber-
tad y adolescencia y cuáles son los factores que 
determinan su inicio, se aborda la tarea de descri-
bir de forma pormenorizada toda la serie de 
cambios asociados a este período del ciclo vital.
Como se ha visto a lo largo de este capítulo, el 
crecimiento se produce de una forma continua 
aunque no uniforme a lo largo de toda la infan-
cia; sin embargo, durante la adolescencia se des-
encadena una aceleración del mismo, lo que se 
refleja en aumentos repentinos tanto en la talla 
como en el peso de los sujetos durante un perío-
do aproximado de dos años.
Este «estirón» comienza de forma más tem-
prana en las chicas que en los chicos. Así, aunque 
siempre que hablamos de edades lo hacemos de 
forma aproximada, podemos establecer los 10 
años como edad de comienzo en las chicas, y los 
12 o 13 años, en los chicos.
Asociados a este crecimiento ocurren una serie 
de cambios corporales que afectan a aspectos ta-
les como las proporciones corporales y que cul-
minan, en última instancia, en el logro de la ma-
duración sexual necesaria para que sea posible la 
reproducción. A lo largo de todo este proceso va-
mos a poder constatar que los cambios experi-
mentados por las chicas y por los chicos son di-
ferentes.
Por todo ello es necesario hacer una diferen-
ciación tanto en función de la naturaleza de los 
cambios como en función del sexo del sujeto que 
los experimenta en aras de que la exposición de-
tallada de toda esta secuencia de acontecimientos 
resulte más clara.
En función de la naturaleza de los cambios, se 
distinguirá entre las llamadas características 
sexuales primarias, que hacen referencia a aque-
llos cambios físicos relacionados directamente 
con la reproducción y que afectan por ejemplo a 
órganos tales como los ovarios, el útero y la vagi-
na en el caso de las chicas y a la próstata, las 
TABLA 2.4
Características sexuales secundarias
Chicas Chicos
— Pechos
— Vello púbico
— Aparición de vello en otras partes del cuerpo
— Ensanchamiento de los huesos de la pelvis
— Cambios en la voz
— Cambios en la piel
— Vello púbico
— Vello facial
— Aparición de vello en otras partes del cuerpo
— Ensanchamiento de los hombros
— Cambios en la voz
— Cambios en la piel
56 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
vesículas seminales, los testículos y el pene en el 
de los chicos, y las características sexuales secun-
darias, referidas a aquellos cambios fisiológicos 
que aunque son signos o señales de madurez 
sexual no intervienen directamente en los órga-
nos sexuales (véase la tabla 2.4.)
Maduración sexual de las chicas
La pubertad en las chicas normalmente sigue 
un patrón bastante estable que pasamos a descri-
bir a continuación en la tabla 2.5.
TABLA 2.5
Evolución de los cambios físicos de las chicas 
durante la adolescencia
Características de las chicas
Edad media 
de aparición
Crecimiento del pecho
Aparición del vello púbico
Crecimiento del cuerpo
Menarquia
Aparición del vello en las axilas
Aumento de la grasa subcutánea
8 a 13 años
8 a 14 años
10 a 16 años
10 a 16 años
2 años después 
que el vello púbico
Ídem que 
el anterior
Maduración sexual de los chicos
En el caso de los chicos el patrón de madura-
ción sexual es algo diferente del descrito para las 
chicas. Estas diferencias van a afectar tanto al 
tipo de cambio como al intervalo de edad en que 
se producen. En la tabla 2.6 se exponen las eda-
des aproximadas en las que ocurren todos estos 
cambios.
Los datos relativos a las edades de inicio de 
los diferentes hitos que marcan el desarrollo en la 
pubertad (tablas 2.5 y 2.6) reflejan la realidad ac-
tual en los países industrializados pero no son 
válidos para otras épocas o para sociedades con 
un bajo nivel de desarrollo. Así, si realizáramos 
una revisión histórica de las edades de inicio de 
la pubertad, comprobaríamos cómo se ha ido 
produciendo una maduración cada vez más tem-
prana. A este fenómeno se le conoce con el nom-
bre de «tendencia secular» y es debido sobre todo 
a la mejoras introducidas tanto en la nutrición 
como en las condiciones higiénico-sanitarias de 
los países más desarrollados.
TABLA 2.6
Evolución de los cambios físicos de los chicos 
durante la adolescencia
Características de los chicos
Edad media 
de aparición
Crecimiento de los testículos
Aparición del vello púbico
Crecimiento del cuerpo
Crecimiento del pene y vesículas 
seminales
Espermarquía
Aparición de vello en cara y axilas
Aumento de la grasa subcutánea
9,5 a 13 años
10 a 15 años
10,5 a 16 años
10,5 a 14,5 años
12 a 16 años
2 años después 
que el vello púbico
Ídem que
el anterior
D) Impacto psicológico de la pubertad
Aunque los cambios físicos marcan el inicio de 
la adolescencia, esta etapa también se caracteriza 
por significativas transformaciones psicológicas y 
sociales. Así, la autoimagen de los adolescentes 
puede tener efectos bastante duraderos en sus 
sentimientos sobre sí mismos, durante este perío-
do, ya que los sujetos se muestran extremadamen-
te autoconscientes y convencidos de que todo el 
mundo está observando hasta sus más leves reac-
ciones. Una de las contradicciones o paradojas 
más importantes durante este período es el con-
flicto que aparece entre el intenso deseo de en-
contrar una identidad individual y el no menos 
intenso de parecerse o ser igual que sus amigos. 
Cualquier acontecimiento que le sitúe fuera del 
grupo produce en el adolescente sentimientos de 
inquietud. A este respecto, uno de los fenómenos 
que han sido investigados son los efectos que 
Desarrollo físico y motor / 57© Ediciones Pirámide
produce una maduración temprana o tardía; 
aunque el ritmo de maduración no constituye 
por sí mismo ni una ventaja ni un inconveniente, 
se ha descubierto que puede tener importantes 
efectos psicológicos. En esta línea, algunos estu-
dios muestran que los chicos que tienen una ma-
duración temprana son más equilibrados, relaja-
dos y populares entre sus compañeros. Como 
consecuencia de ello su autoestima es más ele-
vada, aunque como contrapartida tienen menos 
tiempo para prepararse para los rápidos e inten-
sos cambios a los que se ven sometidos, además 
de que deben cumplir con las expectativas que 
generan y mostrar un comportamiento más ma-
duro del que corresponde a su edad.
En cuanto a las chicas, se ha encontrado que 
las de maduración más temprana son menos so-
ciables y equilibradas y más introvertidas y tími-
das que las que maduran más tarde. Pero en este 
caso también hay una contrapartida, y es que pa-
rece ser que tienen un mejor ajuste en la vida 
adulta. En el caso de las chicas, además, es fuen-
te de fuertes reacciones psicológicas el comienzo 
de la menstruación o menarquia. Dicha reacción 
va a depender en gran medida de la manera en 
que su entorno, que comprende tanto su contexto 
cultural como el familiar, responda a su nueva 
situación. Aún hoy día es demasiado frecuente 
que las chicas no estén preparadas cuando llega 
este momento, lo que puede generar una actitud 
poco positiva y angustiosa que puede evitarse fá-
cilmente ofreciéndoles información y mostrando 
una actitud abierta y realista que dé respuesta a 
sus dudas. De este modo, vemos cómo el adoles-
cente debe adaptarse a los cambios corporales y 
desarrollar una aceptación de sí mismo tal como 
aparece físicamente ante él y ante los otros; tam-
bién debe adaptarse a su propia sexualidad y de-
sarrollar una imagen sexual que le permita rela-
cionarse con los demás. Otro aspecto destacado 
en esta etapa es el comienzo de la planificación 
de la vida adulta futura, que conlleva la búsque-
da de una actividad laboral que procure satisfac-
ción e independencia económica. Añadiéndose a 
esto, la necesidad de encontrar un yo social con 
funciones claras y diferenciadas dentro de esa so-
ciedad adulta, así como elaborar y construir un 
conjunto de ideas e interpretaciones del mundo 
que le sirvan de guía para su acción.
Autoimagen y percepción corporal
Como ya hemos comentado en diversas oca-
siones, aunque los cambios físicos son los que 
marcan el inicio de la adolescencia, esta etapa 
también se caracteriza por significativas transfor-
maciones psicológicas y sociales. Podemos desta-
car la importancia de factores como la autoima-
gen que los adolescentes tienen de sí mismos. Sus 
efectos pueden ser bastante duraderos a lo largo 
tanto de esta etapa como durante su vida adulta.
Para poder hablar de todo ello en primer lugar 
se definen los términos «autoconcepto» y «au-
toestima» intentando discernir con qué variables 
están vinculados durante la adolescencia. Cuan-
do hablamos de autoconcepto estamos haciendo 
referencia a la opinión e ideas que cada persona 
tiene sobre sí misma, mientras que la autoestima 
implica una valoración, es decir, tiene que ver 
con la autoevaluación emocional que hace dicha 
persona en función de estas ideas. En el caso de 
que el resultado de esta evaluación sea positivo, 
hablamos de un sujeto con una autoestima alta; 
por el contrario, cuando el resultado es negativo, 
entonces hablamos de una persona con una au-
toestima baja (Kimmel y Weiner, 1998).
Con la llegada de la pubertad la mayoría de 
los chicos y chicas comienzan a realizar autoeva-
luaciones sobre sí mismos. Aunque estas valora-
ciones se hacen en función de diversos aspectos 
como las habilidades motoras, sociales e intelec-
tuales (Rice, 1999), durante la adolescencia tanto 
el autoconcepto como la autoestima están muy 
relacionados con la autoimagen física del sujeto. 
Esta autoimagen no es algo estático, sino que se 
halla en continuo proceso de elaboración y modi-
ficación en función de los cambios que está expe-
rimentando. En este sentido, estudios como el de 
Lerner y Spanier (1980) señalan cómo en estas 
edades el autoconcepto está muy ligado con la 
actitud hacia el propio cuerpo, de tal modo que, 
cuanto más atractivo se percibe a sí mismo el 
58 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
adolescente, más alta va a ser su autoestima y vi-
ceversa.
Ese creciente interés que el adolescente siente 
hacia sí mismo hace que también sea característi-
co de esta etapa que los sujetos se muestren extre-
madamente autoconscientes; hasta tal punto esto 
es así que les parece que este interés es comparti-
do por todas las demás personas, o, lo que es lo 
mismo, llegan a estar convencidos de que todo el 
mundo está observando hasta sus más leves reac-
ciones, lo que da lugar al comportamiento típico 
de muchos adolescentes que parece que están ac-
tuando ante un público y que se ha denominado 
«audiencia imaginaria».
Una de las contradicciones o paradojas más 
importantes durante este período es el conflicto 
que aparece entre el intenso deseo de encontrar 
una identidad individual y el no menos intenso 
de parecerse a sus amigos o ser igual que ellos. 
Cualquier acontecimiento que le sitúe fuera del 
grupo produce en el adolescente sentimientos de 
inquietud. A este respecto, uno de los fenómenos 
que han sido investigados son las consecuencias 
que produce una maduración temprana o tardía, 
pues se ha descubierto que puede tener importan-
tes efectos psicológicos.
En esta línea, algunos estudios muestran que 
los chicos que tienen una maduración temprana 
son más equilibrados, relajados y populares entre 
sus compañeros. Como consecuencia de ello, su 
autoestima es más elevada, aunque como contra-
partida tienen menos tiempo para prepararse 
para los rápidos e intensos cambios a los que se 
ven sometidos, además de que deben cumplir con 
las expectativas que generan y mostrar un com-
portamiento más maduro del que corresponde a 
su edad.
El efecto de tales diferencias en el comienzo de 
la menstruación puede desembocar en alteracio-
nes de la aceptación de la imagen corporal. Acep-
tación en algunas ocasiones costosa; incluso pue-
de ocurrir que no esté en absoluto conforme con 
su imagen corporal porque ésta no se adapte a 
los patrones de belleza socialmente establecidos 
llegando incluso a desarrollar desórdenes en su 
conducta como la anorexia y la bulimia.
Otro aspecto destacado en esta etapa es el co-
mienzo de la planificación de la vida adulta futu-
ra, que conlleva la búsqueda de una actividad 
laboral que procure satisfacción e independencia 
económica. Añadiéndose a esto, la necesidad de 
encontrar un yo social con funciones claras y di-
ferenciadas dentro de esa sociedad adulta, así 
como elaborar y construir un conjunto de ideas e 
interpretaciones del mundo que le sirvan de guía 
para su acción.
Desarrollo físico y motor / 59
© Ediciones Pirámide
IMPLICACIONES EDUCATIVAS
Dada la influencia que el desarrollo físico y motor tiene sobre el desarrollo psicológico global 
de los niños (Wallon, 1979), debemos incidir sobre dicho desarrollo sabiendo que estamos favo-
reciendo otros dominios de él. Desde la globalidad, no se puede concebir el dominio motórico 
independiente o en yuxtaposición a otros dominios psicológicos, se mantiene que la adquisición 
progresiva de habilidades motrices se relaciona con la estructura mental y la capacidad emocional 
del niño. Diversos autores, entre ellos Piaget (1985), postulan que la actividad motriz y psíquica 
se interrelacionan, de manera que la coordinación de movimientos y la acción sobre los objetos 
conlleva, en un primer momento, el conocimiento sensorio-motor y con posterioridad conllevará 
pensamiento representativo. Lapierre y Aucouturier (1977) vinculan la inteligencia y la afectivi-
dad a vivencias corporales y motrices. En lo referente a las leyes educativas, la LOGSE, en rela-
ción con laeducación infantil, promulga objetivos de tipo psicomotor junto a afectivos y cogni-
tivos. De manera que en la actualidad encontramos contenidos sistemáticos de tipo motor y 
psicomotor en el diseño curricular escolar, siendo educar el movimiento en la escuela una reali-
dad explícita y obligatoria. Por ello, el profesorado debe recibir una formación, en relación con 
la secuencia evolutiva psicomotriz, que le permita valorar el nivel actual alcanzado por su alum-
nado, identificar alteraciones, junto al diseño y desarrollo de actividades psicomotoras en el aula, 
adecuadas a la edad y momento evolutivo. Se sugiere realizar las siguientes actividades para apli-
car los conocimientos a la formación docente.
ACTIVIDADES
— Recopilar recortes de prensa, artículos de revista, etc., donde se refleje la influencia de los 
factores que afectan al desarrollo físico. Una buena estrategia podría ser buscar documentos 
de los organismos de la ONU dedicados a la infancia y la alimentación. Posteriormente, co-
mentar en clase.
— Recopilar información acerca de cómo la escuela educa el desarrollo psicomotor en las dife-
rentes etapas educativas. Puede recurrir al currículum o a los planes de centro y analizar 
contenidos u objetivos, procedimientos y actividades que se plantean para el desarrollo motor 
de los niños y niñas de las distintas edades.
— Analizar, primero en pequeño grupo y luego toda la clase, las causas que provocan el progre-
sivo alargamiento de la adolescencia en nuestra sociedad y qué consecuencias positivas y ne-
gativas tiene este hecho.
— Analizar, primero en pequeño grupo y luego toda la clase, cómo se relacionan los cambios 
físicos y psicológicos durante la adolescencia.
— Realizar un debate en clase sobre las consecuencias de las diferencias de género durante la 
adolescencia.
— Diseñar una entrevista que contenga preguntas para recabar información acerca de cómo fue 
la adolescencia de una muestra compuesta por sujetos de diferentes edades (por ejemplo, dos 
sujetos de 70 años, dos de 50 años, dos de 40 años y dos de 30 años) comparando las respues-
tas obtenidas:
60 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
 • Momento de inicio de la adolescencia mediante índices de tipo biológico.
 • Momento de finalización de la adolescencia mediante índices de tipo psicosocial.
 • Cómo vivieron los cambios físicos.
 • En qué actividades repartían su tiempo.
 • Presencia de algún tipo de trastorno.
© Ediciones Pirámide
Desarrollo cognitivo en la edad escolar 
CARMEN BARAJAS
3 
1. INTRODUCCIÓN
El desarrollo cognitivo se refiere a los cam-
bios que se producen con la edad en las capaci-
dades intelectuales para interpretar el entorno y 
adaptarse mentalmente a él. Se trata de un pro-
ceso de gran complejidad que ha sido objeto de 
atención de la psicología científica desde sus ini-
cios, sin que contemos aún en la actualidad con 
un modelo explicativo unificado sobre el que 
haya total consenso. Se hace por ello necesario 
comenzar con una exposición, siquiera breve, de 
las principales perspectivas teóricas que se han 
ido sucediendo. Trataremos de exponer cómo 
cada enfoque ha iluminado algún aspecto del de-
sarrollo cognitivo y cómo algunas integraciones 
de unas y otras teorías han ido produciendo mo-
delos cada vez más comprehensivos y ajustados 
a los datos.
Posteriormente, expondremos los principales 
logros que se producen en el desarrollo cognitivo 
durante la edad escolar. Hemos organizado el re-
corrido según los tramos de edad en los que, 
aproximadamente, se segmenta nuestro sistema 
educativo; dentro de cada tramo aparecerán or-
denados los hallazgos según han sido proporcio-
nados por las distintas perspectivas teóricas ex-
puestas previamente. De este modo se podrá 
comprobar cómo algunos datos puede ser rein-
terpretados, completados o mejor comprendidos 
a la luz de otro enfoque.
2. MODELOS TEÓRICOS DEL DESARROLLO 
COGNITIVO
Los distintos modelos teóricos difieren en las 
respuestas que dan a los principales interrogantes 
y debates sobre el desarrollo cognitivo: el papel re-
lativo de la herencia y el medio (¿dónde hay que 
situar el origen del conocimiento?, ¿qué hay de in-
nato en la cognición?, ¿qué hay de adquirido?, 
¿qué aspectos del medio, físico y/o social, son rele-
vantes para el desarrollo cognitivo?); los mecanis-
mos del cambio (¿cómo se pasa de una forma infe-
rior a otra superior de conocimiento?, ¿el cambio 
se debe al aprendizaje, a la maduración de estruc-
turas biológicas, a la interacción entre ambos?, en 
su caso, ¿cómo se produce esa interacción?); el ca-
rácter continuo versus discontinuo (¿el cambio es 
cuantitativo o cualitativo?, ¿se produce en fases en-
tre las que hay saltos cualitativos o no?); el carácter 
universal o particular (¿qué hay de universal, de 
cultural y de individual en el desarrollo cogniti-
vo?), o el carácter de dominio general versus especí-
fico (¿los cambios son generales, de manera que 
repercuten por igual en todos los ámbitos de cono-
cimiento, o son específicos para cada dominio?).
2.1. El constructivismo individual 
y social
Fue en Europa, a mediados de los años veinte, 
cuando se formularon las primeras teorías intere-
62 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
sadas propiamente por la cognición y, especial-
mente, por su desarrollo. Por entonces, primaba 
en psicología el americano enfoque conductista, 
que, con su énfasis positivista y operacionalista, 
evitaba el estudio de la cognición y, con su pers-
pectiva mecanicista, evitaba toda atribución del 
cambio en el comportamiento tanto a factores 
del organismo como a factores socioculturales.
De entre estas formulaciones, la teoría psicoge-
nética del suizo Jean Piaget y la teoría sociocultu-
ral del ruso Lev Semenovich Vygotsky se conver-
tirían con el tiempo en las bases teóricas de la 
disciplina. Se trata sin duda de las dos líneas teó-
ricas más tradicionales e influyentes; sus repercu-
siones llegan hasta la actualidad. Coinciden en 
adoptar ambas un enfoque genético (están intere-
sadas por el origen del conocimiento), constructi-
vista (el conocimiento ni es innato ni se copia, se 
construye) e interaccionista (en la ontogénesis, la 
evolución del conocimiento se produce a partir de 
la interacción entre el individuo y el medio).
2.1.1. La teoría psicogenética de Jean Piaget
Piaget era un biólogo interesado por un pro-
blema filosófico: el origen del conocimiento. Pre-
tendía abordarlo de forma empírica, a partir de 
la investigación psicológica, estudiando cómo 
surge y evoluciona el conocimiento en el indivi-
duo, por lo que denominó a su teoría epistemolo-
gía genética. Guiado por este propósito, elabora 
toda una teoría sobre el desarrollo intelectual 
fundada en presupuestos biológicos (Piaget, 
1970): extiende el modelo de adaptación biológi-
ca de los organismos vivos al desarrollo indivi-
dual de la inteligencia, a la que considera una 
forma superior de adaptación al medio.
Una premisa fundamental de Piaget es que el 
conocimiento no puede concebirse como si estu-
viera predeterminado, ni en las estructuras inter-
nas del sujeto (como suponen los innatistas) ni en 
las características preexistentes del objeto (como 
suponen los empiristas). En su lugar, considera 
que el conocimiento es algo que el individuo 
construye. En ese proceso de construcción, el indi-
viduo asume un papel claramente activo, pues co-
noce al objeto actuando sobre él, «haciendo algo 
sobre él». Conviene precisar que Piaget considera 
acción tanto a las acciones motoras como a las 
intelectuales; y objeto, tanto a las entidades físicas 
del entorno como a las personas e incluso a los 
conceptos (a todo lo que puede ser conocido). 
Una acción implica dos procesos complementa-
rios: uno de asimilación y otro de acomodación.
La asimilación se produce en cuanto que, de la 
misma forma que el individuo incorpora materia 
nueva cuando come o respira, incorpora también 
información nuevaa las estructuras intelectuales 
disponibles. Es decir, la información que llega se 
«asimila» a la que ya pertenece y configura al su-
jeto. Una acción nunca es completamente nueva; 
siempre se puede reconocer en ella algún aspecto 
común a otras acciones. En este sentido, toda ac-
ción es una manifestación concreta de un esque-
ma genérico, de un patrón organizado de conduc-
ta. Así, el esquema es la unidad básica del 
funcionamiento cognitivo.
La acomodación, por su parte, se produce en 
cuanto que, en una acción, el esquema se adapta 
a las particularidades del objeto, de la misma for-
ma que el organismo, en el proceso de alimenta-
ción o de respiración, se ajusta a las particulari-
dades de aquello que ingiere o que respira. Así, 
toda modificación de las estructuras cognitivas 
para hacerlas consistentes con las experiencias 
nuevas supone acomodación, lo que implica un 
enriquecimiento de los esquemas.
Así, en la acción es donde se concreta la inte-
racción entre sujeto y objeto, generadora de co-
nocimiento; y mediante la acción es como se pro-
duce la adaptación cognitiva del individuo: en el 
intento de alcanzar un equilibrio entre la incor-
poración de información nueva al sistema (asi-
milación) y los cambios que esa información 
 produce en el sistema (acomodación). Lo que ca-
racteriza a la conducta propiamente inteligente es 
la búsqueda de ese equilibrio. En ocasiones, el 
 esquema que se aplica no resulta satisfactorio, y 
encuentra resistencia (conflicto cognitivo) a adap-
tarse a las particularidades del objeto; en estos 
casos, el esquema es sometido a una modifica-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 63
© Ediciones Pirámide
ción de la que surge un esquema nuevo. El desa-
rrollo consiste en parte en esta evolución interna 
de los esquemas y esta génesis de esquemas nue-
vos a partir de otros.
Los esquemas, además de evolucionar interna-
mente, se organizan entre sí, conformando es-
tructuras intelectuales, totalidades organizadas. 
Cada una de estas estructuras de conjunto define 
y caracteriza cada nivel o estadio evolutivo como 
un modo global y consistente de interpretar el 
mundo. Cada nueva estructura se construye a 
partir de la anterior, integrándola y mejorándola.
Piaget identifica cuatro estadios que se van su-
cediendo, según una cierta cronología, en orden 
Organización de esquemas en estructuras: ESTADIOS
1. Estructura de conjunto.
2. Orden constante de sucesión.
3. Integrativos.
4. Tiempo de preparación y tiempo de completamiento.
5. Universales.
ASIMILACIÓN
SUJETO MEDIO: OBJETOS
Adaptación:
Equilibración progresiva = Inteligencia
ESTADIOS
Reflejos (0-3 meses)
De acción (motores)
(desde 3 meses)
Representacionales:
— No reversibles
— Reversibles:
• Concretos
• Formales
1. Sensoriomotor (0-2 años)
2. Preoperacional (2-7 años)
3. Operacional concreto (7-12 años)
4. Operacional formal (12 años en
0. adelante)
ESQUEMAS NUEVOS
a) Combinación
b) Modificación:
desajuste, conflicto
cognitivo
ACOMODACIÓN
ESQUEMAS
ACCIÓN
Figura 3.1. Diagrama de elementos principales de la teoría psicogenética de Jean Piaget.
64 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
constante y de manera integrativa, lo que garanti-
za su universalidad.
1. Sensoriomotor (0 a 2 años): la estructura 
propia de este estadio consiste básicamen-
te en la coordinación de esquemas de ac-
ción.
2. Preoperacional (2 a 7 años): la estructura 
de este estadio procede del anterior en 
tanto que supone la interiorización de los 
esquemas de acción previos; se produce 
una reorganización en torno a esquemas 
representacionales.
3. Operacional concreto (7 a 11 años): los es-
quemas interiorizados del estadio anterior 
se integran en una nueva estructura de 
conjunto definida por la reversibilidad y 
la descentración de las representaciones.
4. Operacional formal (11 años en adelante): 
las acciones interiorizadas reversibles y 
descentradas se aplican no sólo a objetos 
reales, sino también a entidades posibles y 
abstractas, de modo que lo concreto es in-
terpretado según un razonamiento lógico 
hipotético-deductivo.
Piaget asume que existe un factor madurativo, 
de base biológica, detrás de esta temporalidad y 
de esta secuencia, pero insiste en que sólo pro-
porciona una vía abierta a la construcción; el 
 sujeto debe actuar para actualizar esa potenciali-
dad. Cuando el individuo actúa con la organiza-
ción propia de un determinado estadio, aplica la 
estructura de conocimiento correspondiente a 
cualquier contenido que trate de asimilar, de 
modo que las funciones cognitivas son de domi-
nio general (y no específicas para cada ámbito de 
conocimiento).
¿Cómo se produce el paso de un estadio a 
otro? Dentro de un mismo estadio, el juego de 
equilibración adaptativa produce una continua 
reorganización de los esquemas. Sin embargo, lle-
ga un momento en que el ajuste o la resistencia 
que ofrece el medio a ser asimilado es excesivo, 
en el sentido de que demanda una acomodación 
mucho mayor de lo que admiten las estructuras 
disponibles sin perder su identidad (en la medida 
en que el equilibrio no puede lograrse dentro de 
las estructuras actuales). Entonces, se hace nece-
sario construir esquemas nuevos y una nueva or-
ganización estructural, de conjunto, es decir, se 
produce el cambio a un nuevo estadio a través de 
una reconstrucción de la totalidad.
La «novedad» de la organización estructural 
de cada estadio radica en la capacidad de abstrac-
ción reflexiva (que Piaget liga al proceso autorre-
gulatorio de equilibración): el contacto con el me-
dio proporciona experiencia física (de la que se 
obtiene conocimiento sobre las propiedades de los 
objetos a través de un proceso de abstracción sim-
ple) y experiencia lógico-matemática (de la que se 
obtiene conocimiento no de los objetos sino de las 
acciones mismas y de sus relaciones). Éste sería el 
aspecto verdaderamente constructivo de las inte-
racciones sujeto-objeto, que no se basa en la abs-
tracción simple sino en la abstracción reflexiva.
Como todo el proceso de cambio se apoya en 
mecanismos que permanecen constantes: acción, 
asimilación, acomodación, adaptación, organiza-
ción y equilibración, Piaget los denomina inva-
riantes funcionales.
En definitiva, el desarrollo cognitivo se produ-
ce en estadios, y consiste en un proceso autorre-
gulatorio en el que momentos de estabilidad y 
equilibrio se suceden de momentos de inestabili-
dad y desequilibrio; el cambio entre estadios no 
se produce de manera súbita, sino progresiva-
mente, en fases preparatorias y de culminación, 
siguiendo una trayectoria en espiral hacia niveles 
de desarrollo cada vez más altos, o formas de 
equilibrio progresivamente más satisfactorias.
2.1.2. Lev Semenovich Vygotsky y la teoría 
sociocultural
Vygotsky, filósofo, psicólogo y semiólogo ruso, 
pretendía encontrar las claves para explicar el 
origen de la actividad psicológica que caracteriza 
a nuestra especie. Parte de la consideración de 
que la actividad humana (funciones psicológicas 
superiores) es de naturaleza cualitativamente dis-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 65
© Ediciones Pirámide
tinta a la animal (funciones psicológicas elemen-
tales), por lo que no son comparables y por lo 
que la primera no puede reducirse a la segunda, 
sino que hay una clara discontinuidad entre una 
y otra (Vygotsky, 1935).
 Discontinuidad entre funcionamiento 
psicológico natural y superior: señalización 
y significación
Las funciones psicológicas elementales se basan 
en la señalización. Los estímulos del entorno influ-
yen directamente en los receptores sensoriales, ha-
ciendo surgir un sistema de señalización de la rea-
lidad o concepción del entorno en forma de 
impresiones no mediadas; así, los seres inferiores 
actúan sobre los estímulos de forma directa. Este 
tipo de funcionamiento psicológico se halla sujeto 
al control del entorno, a los estímulos que desen-
cadenan en el sujeto involuntariamente su funcio-
namiento. Por elcontrario, las funciones psicológi-
cas superiores se basan en la significación. En este 
caso, la relación entre el individuo y el entorno no 
es directa, sino mediatizada por significados, con 
los que el individuo interpreta la realidad externa 
y en función de los cuales actuará sobre ella.
Para explicar la naturaleza de la significación, 
Vygotsky recurrió a la analogía entre herramien-
tas psicológicas, a las que llamó signos, y herra-
mientas técnicas o simplemente herramientas. 
Mediante las herramientas (un cuchillo, una 
pala), el hombre puede actuar directamente sobre 
el medio y transformarlo, mientras que a través 
de los signos puede actuar no ya sobre la realidad 
externa, sino sobre su representación interna de 
la realidad, transformando su propia actividad 
mental. La característica principal de los signos 
como instrumentos mediadores consiste en su 
potencial representacional, lo que permite al 
hombre superar las limitaciones de las funciones 
psicológicas naturales o presentacionales, «escla-
vas» de la situación inmediata.
El acto de la significación se ejerce mediante el 
manejo de «soportes» que transportan esos signi-
ficados. Estos soportes, que pueden tomar formas 
muy variadas, como el lenguaje, mapas, dibujos, 
diagramas, números, escalas de medida, etc., 
constituyen por tanto auténticas herramientas 
psicológicas o instrumentos de mediación entre la 
mente individual y el entorno, tanto físico como 
social. De esta manera, acceder a las funciones 
psicológicas superiores implica generar y utilizar 
instrumentos de mediación cargados de significa-
do (por lo que hablamos de mediación semiótica) 
y, con ellos, construir formas de percepción, aten-
ción, memoria e inteligencia particulares, que no 
podrían adquirirse de ningún otro modo. El prin-
cipal instrumento de mediación semiótica es len-
guaje, al que Vygotsky (1934) dedicó especial 
atención. Los significados implicados en el uso de 
signos lingüísticos constituirán la base esencial de 
las funciones psicológicas superiores, lo que equi-
vale a afirmar que el lenguaje es el principal ins-
trumento del pensamiento.
 El origen social de las funciones psicológicas 
superiores
Vygotsky busca el origen de las funciones psi-
cológicas superiores en la interacción social, pues 
la naturaleza semiótica de los instrumentos de 
pensamiento no puede derivarse de los procesos 
psicológicos individuales. Su hipótesis es que los 
instrumentos de mediación se forman de acuerdo 
a las demandas de la comunicación. Según esta 
idea, la adaptación a otras mentes, que el indivi-
duo pretende en sus intercambios personales, im-
plicaría a los humanos en procesos de construc-
ción conjunta de instrumentos para compartir 
formas comunes de interpretar el entorno y razo-
nar sobre él. Los significados, y las funciones psi-
cológicas que se basan en ellos, se construyen 
socialmente, siendo sometidos a procesos de ne-
gociación implícita al ser «transportados» de una 
mente a otra mediante el uso de los signos; por 
esta razón, los signos, además de ser instrumen-
tos del pensamiento, cumplen también una im-
portante función de mediación social.
Cada uno de estos recursos psicológicos o ins-
trumentos de mediación, que el individuo cons-
66 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
truye a partir de las interacciones sociales, es so-
metido a un proceso de reconstrucción interna 
(internalización), que no a una mera copia, pa-
sando a constituir su funcionamiento psicológi-
co. En esto consiste la ley de doble formación de 
las funciones psicológicas superiores: se aprenden 
primero a nivel interpsicológico (es decir, tienen 
un origen social, pues se generan en los intercam-
bios interpersonales) y se convierten después en 
desarrollo a nivel intrapsicológico.
De este modo, si el desarrollo es genéricamen-
te entendido como un proceso de adaptación a 
las demandas del entorno, las funciones psicoló-
gicas elementales (comunes a animales y hom-
bres) son producto de la adaptación al medio fí-
sico, mientras que las funciones psicológicas 
superiores (específicamente humanas) son pro-
ducto de la adaptación al medio social y cultural. 
Por esta razón también se denominan funciones 
psicológicas naturales y funciones psicológicas cul-
turales respectivamente.
 Niveles de génesis de las funciones 
psicológicas superiores
Las reflexiones de Vygotsky le llevan a consi-
derar conjuntamente distintos dominios genéticos 
para explicar el desarrollo humano: filogénesis 
(evolución de la especie), historia cultural (historia 
de las creaciones de la mente humana), ontogé-
nesis (historia individual) y microgénesis (momen-
tos significativos de la evolución individual).
Vygotsky considera que la historia genética de 
la especie humana ha derivado en diferencias 
esenciales entre el cerebro humano y el de los si-
mios. El máximo nivel de evolución que han al-
canzado estos últimos les permite crear herra-
mientas, lo cual, aunque es condición necesaria 
para el surgimiento de las funciones psicológicas 
superiores, no es suficiente, pues del uso de herra-
mientas al de signos hay un abismo cualitativo. 
Los signos y los significados no pueden derivar 
de la historia biológica; para dar cuenta de la na-
turaleza semiótica de los instrumentos de la acti-
vidad humana hay que considerar otra dimen-
sión: la historia cultural, que aparece, según 
Vygotsky, cuando cesa la evolución genética del 
hombre.
A lo largo de la historia de la humanidad, a 
través de los procesos de intercambios interperso-
nales, nuestra especie ha ido construyendo y acu-
mulando instrumentos psicológicos y conoci-
mientos que no han quedado grabados en los 
genes, sino que son perpetuados y mejorados me-
diante los procesos de interacción social (de 
modo que el humano es la especie que más se 
despega de la herencia biológica al heredar la cul-
tura). Así, los contenidos de los procesos psico-
lógicos superiores son el fruto de una historia 
colectiva que se transmite por las sociedades hu-
manas, de modo que cada generación no tiene 
que reinventar las palabras, los números ni otros 
instrumentos de mediación: la historia cultural se 
encarga de ello.
El desarrollo particular de cada individuo se 
explica a partir de las dos fuerzas evolutivas 
 anteriores. Cada uno recibe de sus progenitores 
toda una historia genética y, a lo largo de su vida, 
se va apropiando paulatinamente de (parte de) la 
historia cultural, de modo que la ontogénesis con-
siste en un proceso de construcción interactiva 
entre la línea natural del desarrollo (que implica la 
maduración) y la línea cultural del desarrollo (que 
implica el dominio progresivo de los instrumen-
tos de mediación proporcionados por el entorno 
cultural), reorganizándose internamente de modo 
único y particular, lo que constituye un proceso 
de interaccionismo emergente.
La apropiación paulatina de los instrumentos 
de mediación que se va sucediendo a lo largo de 
la ontogénesis se produce a través de la microgé-
nesis. Los procesos microgenéticos, que generan 
progresos individuales en las funciones psicológi-
cas superiores, tienen lugar en situaciones de in-
teracción social muy puntuales y temporalmente 
muy concretas; se trata de contextos sociales in-
mediatos en los que el sujeto se ve implicado en 
la resolución de problemas y actividades social-
mente definidas, en colaboración con otros, más 
expertos en las habilidades o destrezas demanda-
das por la situación.
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 67
© Ediciones Pirámide
En este contexto, Vygotsky habla de dos nive-
les de desarrollo: un nivel de desarrollo real 
(NDR), el que conforman los instrumentos psi-
cológicos culturales que ya se han convertido en 
desarrollo tras ser internalizados, y un nivel de 
desarrollo potencial (NDP), o el que puede alcan-
zar un individuo en un momento concreto tras 
nuevos aprendizajes. La distancia entre ambos es 
la zona de desarrollo próximo (ZDP), definida 
por él mismocomo «la distancia entre el nivel de 
desarrollo actual determinado por la solución 
independiente de problemas y el nivel de desa-
rrollo potencial determinado por la solución de 
problemas bajo la guía de un adulto o en colabo-
ración con compañeros más capaces» (Vygotsky, 
1935, pp. 133-134 de la trad. cast.). Es decir, la 
ZDP es la zona donde son posibles nuevos 
aprendizajes o la zona que recorre el desarrollo 
si es estimulado mediante instrumentos cogniti-
vos que sirvan de ayuda en la medida de las po-
sibilidades actuales.
Figura 3.2. Diagrama representativo de la ley de doble 
formación.
NDR
NDP
ZDP
Nivel
interindividual
Nivel
intraindividual
Internalización
Ley de doble
formación
La sugerente teoría de Vygotsky, y de sus cola-
boradores Luria y Leontiev, no tuvo realmente 
una repercusión en la psicología occidental hasta 
la década de los ochenta, cuando fue traducida 
del ruso por algunos investigadores americanos 
que, además, trabajaron en el desarrollo de algu-
nos aspectos inacabados en la formulación origi-
nal (debido a la prematura muerte de Vygotsky); 
destacan entre ellos Wertsch, Cole o Bruner, y sus 
aportaciones al fenómeno de la microgénesis y la 
interacción en la ZDP. Esta perspectiva no ofrece 
realmente una descripción de patrones evolutivos, 
pero sí que plantea firmemente la conveniencia 
de considerar la cultura, y la manera en que ésta 
se genera en los intercambios sociales, un elemen-
to ineludible para explicar el desarrollo cognitivo 
humano.
2.2. El enfoque computacional o psicología 
cognitiva
En la década de los cincuenta, una serie de 
acontecimientos favorecen la confluencia entre la 
psicología general americana y la psicología evo-
lutiva europea. En Estados Unidos surgió todo 
un movimiento cognitivista que, como reacción 
al conductismo, se propuso recuperar el estudio 
científico de «lo mental». Este movimiento, que 
se inició como una revolución, la revolución cog-
nitiva, adquirió después la envergadura de toda 
una ciencia, la moderna ciencia cognitiva, que se 
extiende hasta hoy, y que se identifica habitual-
mente con la perspectiva computacional de la 
cognición y su desarrollo.
Según el enfoque computacional, el ser huma-
no (frente al conductismo) no es un receptor pa-
sivo de información, sino un sistema activo y 
autorregulado que funciona según dos postula-
dos fundamentales. El primero es el postulado 
representacional: los procesos cognitivos operan 
sobre representaciones (y no sobre copias litera-
les) de las cosas. Hay representaciones de distin-
to tamaño o nivel de complejidad y de distinta 
naturaleza; algunas unidades de información son 
pequeñas y elementales, como algún rasgo codi-
ficado perceptivamente, un símbolo aislado o 
una imagen, mientras que otras unidades son to-
dos organizados compuestos por unidades ele-
mentales y presentan niveles de abstracción su-
periores, como el significado de una frase, las 
estructuras de conocimiento como guiones de 
sucesos o las estrategias y reglas utilizadas en el 
68 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
pensamiento y la resolución de problemas. El se-
gundo es el postulado computacional; el sistema 
representacional procesa la información de di-
versas formas: codificándola, recodificándola, 
descodificándola, comparándola con otra infor-
mación, almacenándola o recuperándola de la 
memoria, poniéndola o retirándola del foco de la 
atención, etc.
La psicología cognitiva o enfoque compu-
tacional ha evolucionado desde el enfoque del 
procesamiento de la información hasta los modelos 
constructivistas contemporáneos, que integran los 
factores biológicos y las aportaciones de las neu-
rociencias a la explicación del desarrollo cogni-
tivo.
2.2.1. El enfoque del procesamiento 
de la información. La metáfora 
del ordenador
La revolución cognitiva comenzó con el enfo-
que del procesamiento de la información (PI), 
que básicamente considera la mente humana un 
sistema cognitivo similar a un ordenador digital, 
gran avance tecnológico de la época: es la metá-
fora del ordenador. La similitud radica en dos 
aspectos fundamentales: la mente es un procesa-
dor de información secuencial y de capacidad li-
mitada.
La secuencialidad fue el postulado en el que se 
basaron los primeros modelos de procesamiento 
de la información, los modelos estructurales o 
multialmacén, según los cuales la información 
que entra en el sistema a través de los sentidos es 
procesada atravesando tres almacenes de memo-
ria dispuestos secuencialmente. Se registra en pri-
mer lugar en la memoria sensorial, específica para 
cada sentido (auditiva, visual, etc.), que ofrece 
una descripción directa, perceptiva, de la realidad 
y la mantiene durante un período de tiempo muy 
breve (inferior a medio segundo). Este mínimo 
intervalo basta para que la información pueda 
ser codificada y almacenada en la memoria a cor-
to plazo, donde puede permanecer provisional-
mente, unos pocos segundos o minutos. Final-
mente llega a la memoria a largo plazo, un 
almacén de información ya consolidada, en mu-
chos casos permanente, y cuya capacidad es vir-
tualmente ilimitada.
Aunque gran parte de los estudios actuales si-
guen apoyándose en el marco general de los tres 
almacenes de memoria, el legado más importante 
del enfoque del PI es el de modelos complemen-
tarios centrados en analizar la dinámica y la pro-
fundidad con la que se procesa la información, lo 
que tiene mucho que ver con la segunda similitud 
entre la mente y los ordenadores: la capacidad 
limitada de nuestro sistema.
Las limitaciones de nuestro sistema de proce-
samiento de información son, sobre todo, de 
tiempo y de capacidad. Por ejemplo, la memoria 
a corto plazo sólo puede retener una cantidad li-
mitada de información (unas siete unidades aisla-
das), y sólo durante un corto período, entre va-
rios segundos y minutos. Pero lo cierto es que los 
niños mayores muestran más capacidad funcio-
nal para procesar información (tanto en cantidad 
como en velocidad) que los niños pequeños; ésta 
es la premisa fundamental del enfoque del PI a la 
hora de abordar la explicación del desarrollo. 
Bajo el propósito de responder a la cuestión de 
qué es lo que subyace a esta mejora funcional 
con la edad, el enfoque del PI ha propuesto todo 
un sistema de constructos teóricos. Los más rele-
vantes aparecen representados en la figura 3.3; a 
continuación se comentan y, en los apartados de 
este capítulo dedicados a los cambios cognitivos 
que se producen en cada tramo de edad, se irá 
exponiendo cómo evolucionan.
En primer lugar, con la edad, el niño adquie-
re estrategias cada vez más eficaces para alma-
cenar información nueva, lo que le permite eco-
nomizar cada vez mejor los recursos cognitivos 
y el tiempo utilizado. Además, los niños progre-
san en la capacidad para recuperar información 
ya almacenada, pasando del simple reconoci-
miento de información percibida al recuerdo o 
evocación (recuperación de información almace-
nada sin contar con ninguna clave externa que 
guíe la búsqueda), incidental o deliberadamente. 
Tanto los procesos de almacenamiento como 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 69
© Ediciones Pirámide
los de recuperación son más eficaces cuanto 
mayor sea el conocimiento previo referido al 
dominio en cuestión. En este conocimiento acu-
mulado, se distingue entre el que se refiere a 
hechos y experiencias vividas personalmente, 
ligadas a un espacio y un tiempo concretos 
(memoria episódica); a conocimiento general 
sobre el mundo, independiente del contexto 
 espacial y temporal en el que se aprendió (me-
moria semántica); a procedimientos (memoria 
procedimental), y al propio hecho de conocer 
(metaconocimiento). El metaconocimiento in-
cluye tanto el conocimiento metacognitivo (co-
nocimientos semánticos y procedimentales so-
bre la persona como procesador cognitivo, sobre 
las demandas cognitivas de la tarea y sobre es-
trategias cognitivas y metacognitivas) como las 
experienciasmetacognitivas (experiencias rela-
cionadas con empresas cognitivas, como la sen-
sación de haber comprendido lo que se ha leí-
do) (Flavell, 1993).
La memoria a corto plazo no sólo permite 
mantener en la mente información que ya no 
está presente en el entorno, sino que también po-
sibilita la manipulación de esa información, in-
terpretándola, codificándola y relacionándola 
con la ya almacenada; es, además, donde se ra-
zona cuando se resuelve un problema, se toman 
las decisiones, se planifica, se inhiben las res-
puestas y se crea conocimiento nuevo. Estas ca-
racterísticas le confieren un carácter muy activo, 
lo que ha llevado a calificarla como memoria 
operativa o de trabajo (MT) y a considerar que es 
donde tiene lugar el pensamiento. En este senti-
do, se considera que la MT ejerce procesos ejecu-
tivos de control, a lo que se ha denominado fun-
ción ejecutiva. En las funciones ejecutivas reside 
la habilidad del sistema de:
Figura 3.3. Sistema humano de procesamiento de la información.
Input
ambiental
Registro
sensorial
— Visual
— Auditivo
— Háptico
— Olfativo
— Gustativo
Memoria a largo plazo
Conocimiento
De dominio:
— Memoria declarativa (explícita)
• Memoria episódica
• Memoria semántica
– Conocimiento temático
– Conocimiento categorial
— Memoria procedimental
Metaconceptual (metaconocimiento):
— Conocimiento de características
y limitaciones cognitivas
— Conocimiento de su regulación y
control
Memoria a corto plazo
Memoria de trabajo temporal
Procesos de control
Estrategias de
almacenamiento:
— Repetición o repaso
— Organización
— Elaboración
Recuperación:
— Reconocimiento
— Recuerdo (o evocación)
• Recuerdo incidental
• Recuerdo deliberado
RESPUESTA
70 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
a) Mantener activa la información.
b) Autorregular la conducta, logrando ac-
tuar de forma reflexiva y no impulsiva.
c) Adaptar el comportamiento a las deman-
das del medio, dirigiéndolo hacia la reso-
lución de problemas y proporcionando 
respuestas coherentes y adecuadas.
Las funciones ejecutivas permiten optimizar 
el rendimiento de procesos tales como el lengua-
je, la percepción, la memoria o el acto motor. 
Cuando la autorregulación y la adaptación se 
refieren a la conducta cognitiva, hablamos de 
metacognición: capacidad de evaluación y control 
sobre los procesos cognitivos propios, orientán-
dolos hacia la resolución de situaciones comple-
jas; algunos de estos componentes ejecutivos son 
el establecimiento de metas, la planificación de es-
trategias orientadas hacia esas metas, la ejecu-
ción de dichas estrategias y la comprobación del 
resultado.
Puesto que la memoria de trabajo tiene una 
capacidad limitada, tanto en la cantidad de in-
formación que puede considerar al mismo tiem-
po como en la velocidad a la que la procesa, una 
clave importante de la calidad de una actuación 
cognitiva individual tiene que ver no ya sólo con 
la cantidad de conocimiento previo almacenado 
respecto al dominio en cuestión, sino con el nivel 
de organización de dicho conocimiento. Así, 
cuando la memoria de trabajo recupera de la 
MLP una representación «de orden superior», 
está manejando como una unidad un bloque de 
información que puede contener mucho conoci-
miento. De este modo, el sistema puede trabajar 
con más cantidad de información simultánea-
mente. Si el conocimiento al que recurre la me-
moria de trabajo es de naturaleza procedimental, 
cuanto más extensa y fijada (automatizada) sea 
una unidad de conocimiento procedimental 
(cada una de las rutinas o hábitos implicados en 
la lectura o en la tarea de conducir), menos re-
cursos atencionales de la MT consumirá, es de-
cir, más espacio de trabajo liberará, con lo que 
imprimirá mayor velocidad y mayor eficacia al 
proceso.
 El enfoque de evaluación de reglas 
de Robert Siegler
Un ejemplo muy representativo del PI aplica-
do al estudio del desarrollo cognitivo es el de 
«evaluación de reglas» de Siegler, quien considera 
que una gran parte del desarrollo cognitivo con-
siste en la adquisición de secuencias de reglas, 
cada vez más poderosas, para resolver problemas 
(se refiere a la comprensión de fenómenos, nor-
malmente de naturaleza física, en los que inter-
vienen una cantidad de variables concreta; por 
ejemplo, el equilibrio de una balanza o la flota-
ción de los cuerpos). Siegler presenta a sujetos de 
distintas edades una serie de situaciones experi-
mentales de un determinado dominio conceptual 
para que en cada una haga un razonamiento so-
bre cómo se explica ese fenómeno (de qué varia-
bles depende el resultado que se observa).
De sus resultados concluye que el desarrollo 
del razonamiento puede dividirse en dos grandes 
fases. Antes de los cinco años, el razonamiento no 
está gobernado por reglas, por alguna forma con-
sistente o sistemática de interpretación. Desde los 
cinco años hasta la madurez se utilizan reglas 
cada vez más sofisticadas, dependiendo su evolu-
ción del conocimiento acumulado acerca del do-
minio en cuestión. Cuando el individuo tiene poco 
conocimiento sobre un dominio, suele apoyarse en 
reglas más generales, que sirven para todo (reglas 
de recurso); así, los niños de cinco años suelen ra-
zonar basándose sólo en la dimensión más desta-
cada de las que hay presentes. Sin embargo, según 
aumenta su conocimiento, desarrolla reglas que se 
ajustan de una manera creciente a la estructura 
del área conceptual, en la medida en que van cap-
tando regularidades que fijan en representaciones 
de mayor orden (paquetes de información que in-
tegran dos o más factores).
 Modelos evolutivos del procesamiento 
de información o neopiagetianos
Algunos seguidores de Piaget tratan de formu-
lar propuestas que hagan compatibles las seduc-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 71
© Ediciones Pirámide
toras ideas del PI sobre cómo la mente representa 
información y la procesa con el hecho de que a 
ciertas edades se produzcan ciertos «saltos cuali-
tativos» en las estructuras cognitivas, es decir, con 
que el desarrollo cognitivo se produzca en esta-
dios. Por una parte, es evidente que existen se-
cuencias universales, paralelismos en el desarrollo 
(en ocasiones encontradas por autores no parti-
darios de los estadios), y que los niños muestran 
dificultades para resolver determinados proble-
mas antes de «la edad adecuada», incluso reci-
biendo entrenamiento. Pero también es evidente 
que los niños resuelven mejor unas tareas que 
otras que se supone que tienen la misma estruc-
tura lógica, dependiendo del dominio de conoci-
miento del contenido de la tarea.
Destacan las siguientes formulaciones. Pascual-
Leone propone que los estadios que Piaget identi-
ficó se deberían a procesos madurativos que au-
mentan cuantitativamente el espacio mental M (la 
memoria operativa), lo que permite activar cada 
vez mayor cantidad de esquemas a la vez para re-
solver tareas, lo que explica la progresiva mejor 
ejecución; además, habría diferencias interindivi-
duales en el estilo cognitivo (dependencia-indepen-
dencia de campo). Fisher propone que existen es-
calones en la estructura de las destrezas cognitivas 
humanas, entendiendo que una destreza encierra 
a la vez cierta capacidad de generalización entre 
tareas y cierta especificidad para un determinado 
tipo de tarea. Case trata de incorporar, además, la 
importancia de la interacción social, el lenguaje y 
la cultura; propone que existen cuatro estadios y 
que en cada uno las estrategias de control ejecuti-
vo se van complejizando mediante la adición de 
nuevos elementos o subrutinas.
Flavell (1993), a partir de los datos aportados 
por esta corriente, que avalan tanto la existencia 
de paralelismos como de idiosincrasias en el de-
sarrollo cognitivo, hace una reflexión muy intere-
sante sobre la naturaleza del desarrollo cognitivo: 
¿es en estadios? Así como los resultados condu-
cen, tanto a Piaget como a los neopiagetianos, a 
que entre la primera infancia y el resto del desa-
rrollo cognitivohay un salto cualitativo (el solo 
hecho de utilizar símbolos ya supone un abismo), 
a partir de la segunda infancia y entre la segunda 
y tercera infancia y adolescencia los datos no 
apoyan tanto la idea de estadios sino de tenden-
cias.
 El extremo innatista: la teoría 
de la modularidad o «nacer sabiendo»
En la década de los ochenta, nuevos paradig-
mas para investigar el procesamiento de la infor-
mación, fundamentalmente los de habituación, 
preferencia y condicionamiento, proporcionan ta-
les hallazgos (extensamente documentados) sobre 
las capacidades cognitivas del bebé, que hacen 
cuestionar principios acerca de la propia cogni-
ción humana muy firmemente asumidos (tanto 
desde la corriente piagetiana como del PI). Pese 
a su inmadurez, los recién nacidos y los bebés de 
pocas semanas muestran un repertorio de compe-
tencias mucho mayor de lo que se les había atri-
buido hasta entonces. Mehler y Dupoux (1994) 
recogen muchos de estos estudios; destacan los 
de Spelke y los de Baillargeon sobre conocimien-
to temprano de propiedades de los objetos y de 
leyes físicas, los de Johnson y Morton sobre per-
cepción de rostros, los de Meltzoff y Moore so-
bre imitación, los de Mehler y Dupoux sobre la 
percepción del habla, los de Gellman sobre el nú-
mero o los de Leslie sobre la teoría de la mente.
Surge así una fuerte corriente innatista, y par-
te de las expansiones del PI se alejaron hacia este 
extremo. Argumentan que tales competencias 
tempranas son evidencias de que existen cómpu-
tos o reglas fijadas ya de forma innata: son dispo-
sitivos «modulares». La formulación más elabo-
rada de una «teoría de la modularidad» es la de 
Fodor (1983); defiende una visión general de la 
mente y del cerebro como un conjunto de dispo-
sitivos o módulos innatos, preestablecidos en una 
arquitectura neuronal fija, para el procesamiento 
de dominios específicos de conocimiento (tales 
como el lenguaje, la matemática o la física). Otras 
características de los módulos es que se activan 
rápida, autónoma, automática y obligatoriamente 
ante la presencia del estímulo pertinente, sin que 
72 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
lo que la mente sabe pueda influir en su funcio-
namiento (encapsulamiento informativo); ade-
más, su despliegue ontogenético es universal.
2.2.2. Constructivismo contemporáneo. 
De la metáfora del ordenador 
a la metáfora del cerebro
Si los ordenadores digitales inspiraron la me-
táfora del ordenador como modelo teórico para 
explicar el funcionamiento de la cognición huma-
na, el espectacular avance de la neurociencia cog-
nitiva de las dos últimas décadas ha inspirado 
otra metáfora, que supone otra revolución en los 
modelos explicativos dentro de la psicología cog-
nitiva: la metáfora del «cerebro»; más concreta-
mente, el entramado de conexiones neuronales, 
que es la base biológica del pensamiento.
La neurociencia cognitiva nos ha proporciona-
do en poco tiempo un ingente cuerpo de conoci-
mientos, que podríamos agrupar en tres, sobre el 
hardware neurológico de las funciones cognitivas 
(la mayoría mediante técnicas de imágenes cere-
brales como la resonancia magnética funcional o 
la tomografía funcional).
1. Datos sobre las estructuras neuroanatómi-
cas implicadas en distintas funciones cog-
nitivas (se ha prestado especial atención a 
los procesos de memoria —visoespacial, 
temporal, motora, etc.—, atención, fun-
ciones ejecutivas, metacognición, razona-
miento o teoría de la mente).
2. Sobre la dinámica funcional de madura-
ción del sistema nervioso desde la concep-
ción hasta la vida adulta: las oleadas de 
sinaptogénesis (conexiones, entre neuronas 
cercanas y entre grupos de neuronas de 
zonas alejadas) y de mielinización (que in-
dica el fortalecimiento o fijación de algu-
nas sinapsis), y la plasticidad de distintas 
partes del cerebro en distintas fases de su 
desarrollo (heterocronicidad) y, con ello, 
de la mayor o menor medida en que la 
propia construcción del cerebro depende 
del ambiente según el momento y la fun-
ción cognitiva de que se trate (lo que se 
traduce en que niños en distintas fases del 
desarrollo muestran sensibilidad o resis-
tencia a nuevos aprendizajes).
3. Y, lo que quizá es una de las aportaciones 
con mayor repercusión, datos sobre cómo 
en una función cognitiva concreta suelen 
estar implicadas en paralelo, interactuan-
do, estructuras neuronales o redes de co-
nexiones localizadas en diferentes regiones 
del cerebro (por ejemplo, durante la lectu-
ra interactúan, activándose en paralelo, 
unidades implicadas en el procesamiento 
fonológico, semántico y gramatical).
El conexionismo
Dos son las principales limitaciones de la me-
táfora del ordenador que la del cerebro viene a 
superar. En primer lugar, la primera no considera 
las repercusiones de la naturaleza biológica del 
hardware de las funciones cognitivas (el PI se en-
focó en la capacidad funcional del sistema, pero 
no en la capacidad estructural). En segundo lu-
gar, la metáfora del ordenador simula funciones 
cognitivas sobre la base de un funcionamiento 
secuencial, paso a paso, sin atender a la evidencia 
cada vez más ineludible de que el procesador hu-
mano no es secuencial, sino que realiza un proce-
samiento distribuido en paralelo (lo que explica en 
parte la velocidad de procesamiento, bastante 
mayor en las transmisiones neuronales que en los 
circuitos electrónicos).
Bajo estos presupuestos, a finales de los ochen-
ta y más intensamente desde los noventa se propo-
nen teorizaciones acerca del denominado procesa-
miento distribuido en paralelo (PDP) (Rumelhart, 
McClleland y PDP research group, 1986), hoy más 
frecuentemente designado conexionismo. Desde 
este nuevo enfoque computacional se desarrollan 
modelos que intentan simular cómo ocurre el fun-
cionamiento cognitivo según un marco conceptual 
«biológicamente orientado», considerando lo que 
sabemos acerca de cómo se producen las conexio-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 73
© Ediciones Pirámide
nes, las redes neuronales y la interacción entre re-
des. Los principales elementos de estos modelos 
son: los nodos o unidades (de entrada, de salida y 
ocultas); el patrón de activación (señales excitato-
rias e inhibitorias y fuerza de conexión; es en reali-
dad en lo que consisten neuronalmente las repre-
sentaciones y el conocimiento), y la evolución en el 
tiempo de los patrones de activación (en ello consis-
te el procesamiento).
La idea central de este nuevo paradigma en 
cuanto a la explicación del desarrollo cognitivo es 
interpretar los cambios evolutivos en términos de 
propiedades y estructuras «emergentes» en un sis-
tema dinámico: cuando una estructura alcanza un 
determinado nivel de complejidad, emergen nue-
vas propiedades, nuevas funciones y nuevas capa-
cidades que no era posible predecir a partir del 
análisis de estructuras inferiores (así, pueden con-
siderarse funciones cognitivas emergentes el pen-
samiento abstracto, la función ejecutiva o la me-
tacognición). Según esta concepción incremental 
del desarrollo, el punto de partida lo constituyen 
unas cuantas arquitecturas neuronales (conexio-
nes preinstaladas) de dominio general y algunos 
mecanismos de aprendizaje (algoritmos); sobre 
ellos, las neuronas «aprenden» de la experiencia, 
generándose así representaciones y procesos de 
dominio específico que van ampliándose e inte-
ractuando con otras. Desde este enfoque se consi-
dera que si el desarrollo de los niños sigue trayec-
torias similares (similitudes que Piaget interpretó 
como universalidad), ello es así en la medida en 
que comparten la misma base genética (estado 
inicial), y tanto más en la medida en que sus am-
bientes sean similares, lo que les hará seguir tra-
yectorias similares, atravesando estados parecidos 
a través del espacio de redes posibles (estados si-
milares en los que Piaget identificó estadios).
 La propuesta integradora de Karmiloff-Smith: 
más allá de la modularidad 
y la redescripción representacionalEn esta línea constructivista contemporánea 
destaca la propuesta integradora de Karmiloff-
Smith (1994) entre el innatismo modular y el cons-
tructivismo piagetiano. Propone que el cerebro 
humano cuenta con sesgos o restricciones faci-
litadoras, de dominio específico, que orientan las 
funciones cognitivas en unas direcciones más que 
en otras, pero no se trata de módulos neuronales 
innatos; los módulos pueden llegar a construirse, 
pero como producto del desarrollo. Por ejemplo, 
hay estructuras neuronales especialmente sensi-
bles a los parámetros del habla humana; cuando 
reciben la estimulación pertinente, se fijan los pa-
rámetros correspondientes y la estructura neural 
se modulariza (alcanzándose la propiedad de los 
módulos de obligatoriedad, automaticidad, etc.), 
lográndose la maestría conductual. No es necesa-
rio apelar a «representaciones innatas», sino que 
un primer tipo de representaciones pueden real-
mente construirse muy pronto con una cantidad 
mínima de estimulación y con pocas repeticiones.
Esas representaciones, modularizadas e incons-
cientes, pueden entonces ser redescritas en otros 
formatos representacionales (RR), pasando por 
tres niveles distintos, cada vez más conscientes o 
explícitas (a distintas edades según el dominio). El 
proceso de RR, de dominio general, tiene mucha 
relación con la metacognición: un sistema de pro-
cesamiento general puede tomar como objeto de 
atención cognitiva las representaciones de nivel in-
ferior y disponer de ellas dirigiéndolas, controlán-
dolas y haciéndolas participar en empresas cogni-
tivas complejas (por ejemplo, las diferentes 
subrutinas implicadas en la actividad lectora). Con 
este proceso el ser humano alcanza la capacidad 
exclusiva de reflexionar sobre su propia acción: de 
mirar su propia acción con los ojos de la mente y 
con ello dirigirla. Esta capacidad de reflexión es un 
aspecto de lo que se entiende por «conciencia».
En definitiva, lo relevante del moderno cons-
tructivismo para la comprensión del desarrollo 
cognitivo es que se trata de una perspectiva muy 
comprehensiva de los procesos evolutivos, que 
permite integrar posturas epistemológicas que pa-
recían irreconciliables. Por una parte, supone una 
integración coherente de innatismo y constructivis-
mo, situando realmente el debate clásico innato-
aprendido sobre bases mucho más productivas. 
74 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
Considerando las restricciones innatas en la ar-
quitectura cerebral y en su maduración, propone 
cómo se construyen nuevas arquitecturas (y, con 
ello, cómo emergen funciones cognitivas comple-
jas) a partir de la experiencia concreta, de la que 
el sistema «aprende». Un lema central de este 
constructivismo contemporáneo es que el cerebro, 
su conformación, es resultado del desarrollo: de 
una síntesis dinámica entre biología y experiencia. 
Pero, además (y lo que es especialmente esperan-
zador), está contribuyendo a resolver la aparente 
incompatibilidad entre los enfoques cognitivos y 
los socioculturales (Rodrigo, 2010). La experiencia 
de la que aprende el hardware neuronal humano 
está en gran medida conformada culturalmente; 
sistemas de símbolos culturales (como la escritu-
ra, la numeración o la propia lengua oral) consti-
tuyen el input fundamental que está en la base de 
muchos procesos cognitivos. Así, muchas fun-
ciones cognitivas emergentes, de alto nivel (como 
la metacognición o la función ejecutiva), tienen 
como sustrato neuronal núcleos de procesamiento 
que a su vez se desarrollan ante la emergencia del 
lenguaje (Puebla, 2009). En este sentido, el cons-
tructivismo biológicamente orientado considera 
que el cerebro, que no evolucionó filogenética-
mente para la lectura, ni para ningún otro sistema 
de símbolos culturales, sí que aprende a partir del 
input que constituyen estos productos de la mente 
humana, que sí que se construyeron, culturalmen-
te, para el cerebro.
Desde la primera década del siglo XXI está te-
niendo un amplio desarrollo la nueva disciplina 
de la neurociencia cognitiva del desarrollo, que 
continúa aportando datos neurológicos para una 
comprensión de la cognición cada vez más pro-
funda que contemple desde los genes hasta las 
influencias contextuales.
3. DESARROLLO COGNITIVO DE 0 A 2 
AÑOS
Se aborda en este apartado el desarrollo cog-
nitivo en las primeras edades desde los dos pun-
tos de vista conceptuales revisados en el apartado 
anterior que han aportado descripción de los 
procesos implicados, abriendo la puerta a impor-
tantes investigaciones y puntos de vista aplicados 
que se han desarrollado en los últimos veinte 
años para promover un desarrollo óptimo cogni-
tivo a partir de la familia y de la escuela, apor-
tando materiales teoricos y prácticos de forma-
ción para padres y profesores.
3.1. El estadio sensoriomotor de Piaget: 
la acción como origen del conocimiento
Piaget (1947) expone sus ideas acerca del ori-
gen de la inteligencia a partir de la actividad sen-
soriomotomtora, y una detallada descripción de 
los logros intelectuales de los niños durante los 
dos primeros años, que agrupa en torno a tres 
aspectos.
1. Evolución de los esquemas: cómo los es-
quemas de acción se van generalizando, 
modificando y coordinando entre sí.
2. Permanencia del objeto: capacidad para 
atribuir a los objetos existencia permanen-
te con independencia de que se estén per-
cibiendo o no.
3. Imitación: capacidad de reproducir un 
comportamiento de otra persona.
Cada uno de estos aspectos evoluciona a tra-
vés de seis subestadios, entre los que hay saltos 
cualitativos, según la cronología que aparece en 
la figura 3.4. A continuación se resumen los pro-
gresos fundamentales de estos tres aspectos a lo 
largo de los seis subestadios.
Evolución de los esquemas
Subestadio 1. El bebé sólo dispone de esque-
mas motores reflejos (succión, prensión, etc.); 
cada vez que los repite, se produce asimilación, 
sin acomodación posible.
Subestadio 2. Se adquieren las primeras con-
ductas voluntarias, las primeras acomodaciones de 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 75
© Ediciones Pirámide
esquemas y los primeros hábitos motores: coordi-
naciones motrices (agarrar y llevar a la boca), in-
tersensoriales (oír y mirar) y sensoriomotrices (ver 
y coger). Se producen reacciones circulares prima-
rias: una conducta fortuita produce un efecto 
agradable sobre el propio cuerpo (llevar la mano a 
la boca, agarrarse un pie) y, por asimilación repro-
ductora, tiende a repetirse una y otra vez.
Subestadio 3. La acción ya no está centrada en 
el propio cuerpo sino en los objetos, en el exterior: 
son los esquemas secundarios, aunque no son es-
quemas nuevos, sino una prolongación de los que 
ya existían (agarrar, tirar). Se produce una asimi-
lación generalizadora muy activa: exploración de 
objetos y sus propiedades, mostrando mucho inte-
rés por el resultado material y social de los actos, 
y reacciones circulares secundarias: una conducta 
fortuita produce un efecto agradable sobre un ob-
jeto o una persona y tiende a repetir la acción una 
y otra vez para «prolongar el espectáculo intere-
sante». Se produce el reconocimiento motor por 
asimilación recognoscitiva (ver un sonajero y «re-
conocerlo» como aquello que se puede agarrar y 
hacer sonar, adoptando la posición de la mano).
Subestadio 4. Continúa el interés por lo que le 
rodea, aplicando los esquemas a contextos distin-
tos a aquellos en los que los descubrió (movilidad 
de los esquemas). Aparecen los primeros actos 
inteligentes: aquellos que tienen una clara inten-
cionalidad y que consisten en una coordinación 
medio-fin; las metas no son fortuitas, el bebé se 
propone un objetivo (alcanzar un muñeco) y 
pone al servicio de él algún esquema de su reper-
torio (esquema transitivo; tirar de la manta sobre 
la que está el muñeco).
Subestadio 5. El bebé se convierte en un «pe-
queño investigador» de su propia acción: mani-
pula y experimenta con esquemas anteriores des-
cubriendonuevas formas de aplicarlos; no repite 
la conducta igual sino que introduce variaciones 
para comprobar el efecto, descubriendo así nue-
vos medios para conseguir fines: son las reaccio-
nes circulares terciarias (tirar un objeto con dife-
rente fuerza, a ver cómo cae).
Subestadio 6. Se inicia la representación con 
los esquemas de acción interiorizados: representa 
mentalmente la acción sobre los objetos, de modo 
que la experimentación interna sustituye a la ex-
ploración sensomotriz de tanteo, lo que se tradu-
ce en una economía en experimentos motores.
Evolución de la permanencia de objeto
Subestadio 1. Atribuir permanencia a los obje-
tos aún está lejos, pues el bebé ni siquiera percibe 
cada objeto como independiente; la información 
que obtiene de un mismo objeto con cada sentido 
(e incluso con cada ojo) está disociada, no inte-
grada. Sus movimientos oculares cuando con-
templa objetos (por ejemplo, una cara) son en 
sacudidas breves, y cuando los objetos se mueven 
no los sigue con la vista, su percepción es pasiva.
Subestadio 2. Comienza a integrar la informa-
ción sensorial y a coordinar modalidades senso-
riales (lo que confiere unidad a los objetos: pue-
den percibir un objeto en su totalidad y atribuir 
a esa imagen un sonido, un olor, etc.; puede bus-
car con la vista algo que suena). Hace un segui-
miento visual, suave y continuado, de los objetos 
en movimiento, pero siempre que se mueva den-
tro de su campo de visión; si el objeto desaparece, 
mantiene la mirada en el punto de desaparición, 
con una ausencia de reacción, sin hacer una bús-
queda activa.
Subestadio 3. La existencia de los objetos aún 
sigue ligada a las acciones y percepciones. Si un 
objeto en movimiento desaparece, comienza a an-
ticipar su localización (si una pelota rueda sobre 
la mesa y cae, mira por dónde ha caído), pero no 
persiste en buscarlo si no lo ve. Si un objeto, aun 
Figura 3.4. Cronología de los seis subestadios del esta-
dio sensoriomotor.
1.er subestadio: 0 a 1 mes
2.o subestadio: 1 a 5 meses
3.er subestadio: 5 a 9 meses
4.o subestadio: 9 a 12 meses
5.o subestadio: 12 a 18 meses
6.o subestadio: 18 a 24 meses
76 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
de su interés, es cubierto totalmente (unas llaves 
se tapan con un trapo, ante su vista), no hace 
ningún intento de búsqueda (sólo si el objeto está 
tapado parcialmente). Se produce la reacción cir-
cular diferida, que supone atribuir permanencia a 
su propia acción: cuando una acción (rascar una 
manta) es interrumpida al prestar atención mo-
mentánea a otra cosa (una pelota que pasa ro-
dando), puede reanudar la acción interrumpida 
cuando pierde interés por lo otro (continúa ras-
cando la manta).
Subestadio 4. Por primera vez comienza a bus-
car objetos que se ocultan ante su vista, siempre 
y cuando haya una sola «pantalla» o lugar donde 
se oculta (un caramelo en un bolsillo). Si el obje-
to se oculta, aun ante su vista, cada vez en un 
lugar diferente (un caramelo cada vez en un bol-
sillo), el bebé lo busca donde lo encontró la pri-
mera vez; actúa como si atribuyera un lugar al 
objeto: el del éxito inicial. Es el error del subesta-
dio 4.
Subestadio 5. Ya no tiene problema en encon-
trar objetos que se esconden en lugares diferentes 
(una pelota que, rodando, se va ocultando bajo 
diferentes muebles), siempre y cuando el despla-
zamiento sea visible (entre mueble y mueble ve 
pasar la pelota), buscando cada vez en el último 
lugar donde lo ha visto desaparecer.
Subestadio 6. El objeto es concebido como 
una entidad en sí misma, sujeto a sus propias le-
yes de desplazamiento. Si un objeto se oculta en 
varios lugares alternativamente, siendo incluso la 
trayectoria invisible (un caramelo que, con la 
mano cerrada, se pasa de bolsillo a bolsillo), pa-
rece representarse mentalmente la posible trayec-
toria del objeto en movimiento (si no lo encuen-
tra en un bolsillo, sigue mentalmente el recorrido 
del caramelo bajo la mano y mira en todos los 
lugares por donde ha pasado la mano).
Evolución de la imitación
Subestadio 1. No hay posibilidad de imitación, 
pues sólo hay esquemas reflejos, que no son vo-
luntarios ni admiten acomodación.
Subestadio 2. El bebe sólo repite conductas 
que están ya en su repertorio; no hay acomoda-
ción de los esquemas motores.
Subestadio 3. Empieza ya a repetir de forma 
deliberada y sistemática sonidos y movimientos 
producidos por otros, aunque sólo si cumplen 
dos condiciones: que ya formen parte de su re-
pertorio conductual y que pueda ver u oír en sí 
mismo (juntar las manos haciendo «palmitas»).
Subestadio 4. Ya imita superando, cada vez, 
una de las dos limitaciones del subestadio anterior 
(pero no ambas a la vez): puede reproducir la con-
ducta de otro con partes del cuerpo que no le son 
visibles, siempre y cuando la acción forme parte 
de su repertorio, e imitar acciones o sonidos nue-
vos (que no estaban en su repertorio) siempre y 
cuando se realicen con partes del cuerpo visibles.
Subestadio 5. La imitación se hace mucho más 
activa y deliberada, imitando incluso movimien-
tos nuevos no visibles, con una acomodación al 
modelo muy precisa, después de «ensayarla» pri-
mero con titubeos.
Subestadio 6. Mejora mucho la imitación in-
mediata de conductas complejas. Pero lo más re-
levante es que realiza imitaciones diferidas (cuan-
do el modelo ya no está presente, lo que implica 
retener en la memoria una representación de la 
conducta), e incluso puede imitar acciones y ges-
tos que ve en imágenes.
Para Piaget, los logros del último subestadio 
son indicadores claros de que la mente del bebé 
ha dado el salto a la representación mental y, con 
ello, a un nuevo estadio. Algunos de sus propios 
discípulos consideraron que Piaget había super-
enfatizado la conducta motora metodológica-
mente (el bebé debe retirar una pantalla para de-
mostrar permanencia de objeto, o imitar la 
conducta de otro para demostrar que puede re-
presentarse una acción). Comienzan entonces a 
replicar sus estudios simplificando las exigencias 
motoras y encuentran algunos de los logros iden-
tificados por Piaget a edades algo más tempranas 
(Enesco, 2010). Pero, por lo demás, esta secuen-
cia descriptiva y esta explicación del desarrollo 
intelectual de 0 a 2 años se consideró durante dé-
cadas punto de referencia único e incuestionable.
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 77
© Ediciones Pirámide
3.2. El desarrollo cognitivo de 0 a 2 años 
desde la perspectiva computacional
 Piaget sobrevaloró la acción motora también 
conceptualmente: la percepción como origen 
del conocimiento
La interpretación de la mente del bebé es muy 
distinta desde el enfoque computacional. Hacia 
la década de los ochenta, los teóricos del PI, in-
teresados en general por los procesos de cómputo 
(asociación, almacenamiento, etc.) de las repre-
sentaciones, ingenian sencillos métodos para eva-
luar la actividad «mental» de los bebés: la prefe-
rencia, la habituación o el condicionamiento, 
basados en la atención que el bebé presta a los 
objetos, o en la tasa de respuestas fisiológicas o 
incluso reflejas, no requieren la realización de ac-
ciones motoras voluntarias. Logran poner de ma-
nifiesto que, a partir de la información que les 
llega desde todos los órganos sensoriales, espe-
cialmente de la visión y la audición, los bebés se 
implican en una intensa actividad perceptivo-
cognitiva de análisis o procesamiento del input, 
actividad que Piaget desestimó con sus limitacio-
nes metodológicas, y que desde este enfoque se 
considera una clara fuente de conocimiento, que 
opera incluso desde antes del nacimiento y que es 
independiente de la acción motora.
Posteriormente, y hasta la actualidad, las dis-
tintas teorías que se han sucedido dentro de la 
psicología cognitiva (modularidad, conexionis-
mo, redescripción representacional, etc.) han se-
guido produciendo una ingente cantidad de ha-
llazgos sobre las capacidades cognitivas de los 
bebés, y desde la neurociencia cognitivase están 
aportando datos sobre estructuras neuroanatómi-
cas y procesos de maduración que están resultan-
do decisivos para explicarlos. A continuación se 
presenta una selección de estos datos sobre el pro-
cesamiento de información visual y auditiva de los 
bebés.
Percepción de rostros. Los recién nacidos pre-
fieren atender a los estímulos con una configura-
ción espacial correspondiente a la de una cara 
(Johnson y Morton, 1991), cuando se les presen-
tan estímulos bidimensionales situados en un car-
tón con forma de cabeza (figura 3.5).
Figura 3.5. Percepción de rostros.
Percepción de propiedades de los objetos. Mu-
chos datos sobre este dominio se obtienen con el 
paradigma de «sucesos imposibles»: tras habituar 
al bebé a la presencia de un fenómeno, se sor-
prende (deshabitúa) si se le presenta otro que sea 
físicamente «imposible», no consistente con la in-
formación que posee. Entre ellos destacan los es-
tudios sobre la percepción de las siguientes pro-
piedades.
Unidad del objeto. Los objetos se perciben 
como una totalidad. Kellman y Spelke (1983) ha-
bituaron a bebés de cuatro meses a una barra que 
se movía detrás de un objeto que la ocultaba par-
cialmente; una vez habituados, les presentaban 
dos estímulos distintos: la barra entera y dos tro-
zos de barra en alineación perfecta (figura 3.6). 
El estímulo que logra la recuperación de la aten-
ción o deshabituación (el que resulta más inespe-
rado) era la barra partida, aunque es el más pa-
recido al objeto parcialmente escondido. Para 
explicar esta preferencia, hay que pensar que los 
(A) (B) (C)
Figura 3.6. Percepción de unidad del objeto.
78 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
bebés van más allá de lo percibido en primera 
instancia: tienen que haber «construido» una ba-
rra completa; de otro modo no les extrañaría que 
apareciera una barra partida.
Solidez. Los objetos se mueven solamente por 
vías no obstruidas; ninguna parte de dos objetos 
distintos coincide en espacio y tiempo. Baillar-
geon (1986) habituó a niños de tres y cuatro me-
ses a ver cómo una pantalla rotaba 180°; enton-
ces, ante la vista del niño, se colocaba un objeto 
sólido detrás de la pantalla y después veían cómo 
rotaba la pantalla sólo 45° o de nuevo 180° (figu-
ra 3.7), lo cual era percibido como imposible por 
los bebés.
Figura 3.7. Percepción de solidez de objetos.
Sustancialidad de los objetos. Un objeto no 
puede atravesar una superficie sólida. Spelke et 
al. (1992) habituaron a bebés de cuatro meses a 
ver cómo caía una bola y quedaba en reposo so-
bre una superficie que la sostenía (figura 3.8); 
entonces se les mostraba un acontecimiento posi-
ble (la bola acaba apoyándose en un lugar dife-
rente) y otro imposible (la bola se detiene en el 
mismo lugar que en el ensayo de habituación, 
pero para ello tenía que atravesar una superficie 
sólida), lo cual les parecía sorprendente.
Figura 3.8. Percepción de sustancialidad de objeto.
Gravedad y superficie de apoyo. Un objeto que 
está cayendo no puede detenerse en el aire si no 
hay una superficie que lo detenga (figura 3.9). 
Spelke el al. (1992) demostraron que a los seis 
meses los niños ya tienen suficiente experiencia 
perceptiva como para sorprenderse.
Figura 3.9. Percepción de gravedad y superficie de 
apoyo.
Causalidad física. Si un objeto en movimiento 
colisiona con otro estacionado, a los 2,5 meses 
espera que el segundo sea desplazado de su posi-
ción; hacia los 5,5 o 6 meses entiende que la dis-
tancia a la que se desplace dependerá del tamaño 
del objeto en movimiento; a los siete meses en-
tiende que el desplazamiento del segundo objeto 
se produce inmediatamente (en un movimiento 
de trayectoria continua) después de la colisión, 
no después de una demora. Pronto ampliarán su 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 79
© Ediciones Pirámide
comprensión de la causalidad física a condiciones 
de causalidad más complejas. Por ejemplo, des-
pués de ver cómo desaparece una pelota azul tras 
una pantalla, apareciendo por el otro lado una 
roja, a los diez meses infieren que el primer obje-
to empujó al segundo mientras no lo estaban 
viendo.
Otros experimentos en esta misma línea de-
muestran que los bebés de pocos meses ya distin-
guen ente objetos con y sin movimiento propio 
(animados versus inanimados); comprenden el 
principio de la inercia: los objetos no cambian 
libre y espontáneamente su movimiento; el de 
continuidad: los objetos se mueven únicamente 
por vías conectadas, no saltan de un lugar y un 
tiempo a otros, o el de constancia de la forma, el 
tamaño y la posición.
Percepción de la distancia y la profundidad. Los 
bebés se hacen muy pronto una idea (represen-
tan) de la distancia a la que se encuentran los 
objetos y su profundidad, lo cual es fundamental 
para adaptarse motrizmente a los objetos y des-
plazarse en el espacio (no chocar con ellos, exten-
der la mano a la distancia necesaria para agarrar-
los). Para ello parecen servirse (Arterberry et al., 
1989) de tres tipos de claves. Cinéticas: niños de 
tres semanas ya interpretan lo lejos o cerca que 
están los objetos a partir del movimiento de éstos 
(parpadean defensivamente ante algo que se acer-
ca a su cara y parece que les va a golpear); bino-
culares: entre los dos y los seis meses la conver-
gencia binocular (integración en el cerebro de las 
imágenes recibidas de los dos ojos) está suficien-
temente desarrollada como para percibir los ob-
jetos tridimensionalmente, y pictóricas: de forma 
parecida a los pintores, los bebés también perci-
ben como más lejos el extremo de dos líneas que 
parece que se juntan o el objeto que está parcial-
mente tapado por otro que está delante.
Percepción del habla. Los bebés son sensibles a 
las propiedades fonológicas y prosódicas del ha-
bla humana desde los primeros días de vida (e 
incluso a algunas desde la vida intrauterina). Me-
hler y Dupoux (1994) descubrieron que a las 12 
horas de vida distinguen entre información lin-
güística y otros tipos de entrada acústica no lin-
güística; a los cuatro días reconocen ciertas carac-
terísticas de su lengua materna (bebés franceses 
eran sensibles a la diferencia entre el francés y el 
ruso pronunciado por un mismo hablante bilin-
güe), así como al ritmo de la entrada lingüística, 
la duración de las vocales, el acento lingüístico o 
la entonación (ascendente o descendente); y que 
también desde los primeros días discriminan con-
trastes fonéticos de todos los sonidos del habla 
humana (por ejemplo /p/ /b/).
 ¿Qué nos dicen estos hallazgos sobre 
la atención de los bebés, su conocimiento 
y su memoria?
Si atendemos a la figura 3.3 y, con los datos 
que tenemos, tratamos de reconstruir y explicar 
el recorrido que hace la información en la mente 
de los bebés, podríamos resumirlo como sigue.
La atención de los bebés, aunque aún es muy 
cautiva o controlada por los estímulos presentes 
(no puede dirigirla voluntariamente), no es «atra-
pada» por igual por cualquier tipo de estimu-
lación. Hay mucha evidencia de que hay una 
 selección perceptiva, guiada biológicamente. Las 
primeras zonas del cerebro en madurar (que lo 
hace de atrás hacia delante y de las zonas subcor-
ticales a las corticales) son las vías somatosenso-
riales, de manera que desde el nacimiento todos 
los sentidos y las áreas perceptivas están plena-
mente operativos (si bien la vista aún ha de ga-
nar, durante los primeros meses, en capacidad de 
enfoque, agudeza o convergencia binocular) y di-
rigiendo la atención hacia estímulos de naturale-
za muy específica.
Por ejemplo, Johnson y Morton (1991) postu-
lan la existencia de un mecanismo subcortical de 
orientación específica hacia estímulos con con-
figuraciones similares al rostro que, desde el 
 nacimiento, predispone a atender a los rostros 
humanos y asegura que se produzca la entrada 
informativa adecuada para los circuitos cortica-
les, que se especializan rápidamente, modulari-
zándose, tomando el control hacia los dos meses 
de edad,de modo que el reconocimiento de caras 
80 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
deja de depender del procesamiento visoespacial 
general. Otro tanto ocurre con la percepción del 
lenguaje: un sesgo biológico predispone a atender 
a sonidos con características coincidentes con las 
del habla humana: pautados, con predominio de 
agudos, pausas, contrastes, etc. Para el resto de 
los dominios de conocimiento estudiados (per-
cepción de propiedades físicas de los objetos, de 
la profundidad, etc.) se postulan procesos de es-
pecialización neuronal similares. Aunque la pre-
cocidad de todo este conocimiento ha llevado a 
algunos a considerarlo innato (incluso módulos 
innatos), desde el constructivismo biológicamente 
orientado se considera más bien que desde muy 
pronto ciertas restricciones perceptivas propician 
que realmente sean necesarias muy poca estimu-
lación y pocas repeticiones para que se fijen las 
conexiones correspondientes y se construyan mó-
dulos o se adquiera dominio conductual y mucho 
conocimiento de dominio específico.
De este modo, a diferencia de lo que Piaget 
pensaba, el bebé no sólo adquiere conocimiento 
actuando; también observando acontecimientos 
y los efectos de las conductas de otros, con lo que 
su cognición, lejos de carecer de representaciones 
mentales, incluso al año tiene ya mucho conoci-
miento sobre cómo «funciona» el mundo físico y 
sobre las personas (rostros, habla, movimiento). 
Hay, por tanto, representación en tanto que fija-
ción de contingencias y de regularidades (reglas o 
algoritmos) en redes que quedan fuertemente es-
tablecidas. Lo que hoy sabemos sobre el proceso 
madurativo del cerebro explica que el formato de 
las representaciones de 0 a 2 años aún sea poco 
explícito: se trata de representaciones de carácter 
fundamentalmente visual, espacial, auditivo, de 
procedimientos motores o de acontecimientos, 
pero aún no conceptual simbólico (representacio-
nes de representaciones que requieren de un cier-
to desarrollo de la corteza prefrontal) ni mucho 
menos metaconceptual.
En cuanto a la memoria operativa, aunque los 
bebés aún no tienen suficiente control ejecutivo 
(lo que depende también de la maduración de la 
corteza prefrontal) como para manejar volunta-
riamente la información, almacenarla o evocar 
voluntariamente su conocimiento, sí que mues-
tran ya mucho reconocimiento de información 
previamente experimentada, de su conocimiento 
representado (ya a los tres meses se produce un 
aumento en la velocidad con que son capaces de 
reconocer un acontecimiento vivido, lo cual de-
pende del hipocampo).
4. DESARROLLO COGNITIVO DE 2 A 6 
AÑOS
En estos años de inicio de la escolaridad se 
producen importantes cambios cognitivos en los 
niños y niñas. Las diferentes teorías, aunque se 
han centrado en distintas explicaciones de los 
cambios que acaecen en esta etapa, coinciden en 
que el progreso en esta etapa va desde operar con 
estímulos directamente hasta hacerlo con repre-
sentaciones mentales de la realidad que los pro-
pios niños y niñas construyen a partir de su pro-
pia experiencia.
4.1. El estadio preoperacional de Piaget: 
los primeros esquemas 
representacionales y sus limitaciones
La transición del estadio sensoriomotor al 
preoperacional consiste, según Piaget, en la inte-
riorización de la acción. La acción práctica y mo-
tora que el niño viene realizando durante meses 
empieza a ser representada mentalmente. Es el 
inicio de un nuevo estadio en el que el niño pasa 
de vivir en el presente inmediato (el «aquí y aho-
ra») y en la secuencialidad de la acción práctica a 
la acción mental, acción que se ejerce con esque-
mas de otra naturaleza: conceptuales.
La función simbólica
Piaget (1946, 1947) define los logros del esta-
dio preoperacional en torno a lo que denominó 
la «función simbólica», que es lo que permite a 
los niños comprender, interpretar y producir sím-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 81
© Ediciones Pirámide
bolos (entendiendo por símbolos representacio-
nes que requieren no tomar al objeto como lo 
que es en sí mismo, sino en términos de lo que 
representa).
Prueba de que ha surgido la función simbólica 
en el niño es, para Piaget, que comience a com-
prender y a realizar toda una serie de actividades 
que, más allá de la simple manipulación motora 
de objetos, tienen en común el que a todas subya-
ce algún tipo de manipulación mental, o repre-
sentación, de la realidad externa. La primera en 
aparecer suele ser la imitación interiorizada, que 
en ocasiones se manifiesta en la imitación diferi-
da: comienzan a reproducir comportamientos 
observados en otras personas en un momento 
posterior, cuando el modelo ya no está presente. 
Otra actividad simbólica basada también en la 
acción es el juego simbólico, que básicamente con-
siste en reproducir mediante la acción su repre-
sentación interna de situaciones reales (como ir a 
comprar al supermercado o hacer la comida), y 
en las que los objetos que se utilizan son asimila-
dos a sus esquemas conceptuales (un palo se asi-
mila a una cuchara). Otros símbolos que el niño 
empieza a comprender y producir son icónicos, 
como el dibujo; antes incluso de tener la destreza 
motora necesaria para el manejo del lápiz o de la 
cera, los trazos de los niños ya pretenden reflejar 
sus representaciones mentales icónicas (un círcu-
lo puede ser un avión o una cara). También son 
evidencias de la función simbólica la compren-
sión y producción de símbolos arbitrarios, como 
las letras y los números. Y, por supuesto, el len-
guaje, prototipo por excelencia de la función sim-
bólica, cuya aparición, según la formulación de 
Piaget, está supeditada al desarrollo intelectual.
Limitaciones del pensamiento preoperatorio
A pesar del enorme salto cualitativo que supo-
ne pasar de un sistema cognitivo basado en la 
acción motora a otro basado en la acción mental, 
Piaget (1923, 1924, 1926) en realidad ofreció una 
imagen negativa del pensamiento preoperacional, 
caracterizada más por sus limitaciones que por 
los logros que conlleva. No en vano, con el pro-
pio nombre que le dio a este estadio, lo define 
como un pensamiento que aún no es operacional: 
aún no puede realizar juicios lógicos.
Esos nuevos esquemas, conceptuales, con los 
que el niño asimila el mundo parecen estar cons-
truidos a partir de impresiones globales y estáticas 
de la realidad externa; son representaciones muy 
supeditadas a la percepción o experiencia particu-
lar de las situaciones. Son dos las principales limi-
taciones que subyacen a estas representaciones 
preoperacionales y que impiden juicios lógicos: la 
centración y la irreversibilidad. La centración con-
siste en seleccionar y atender preferentemente a 
un solo aspecto de la realidad (generalmente, 
aquel que más destaca perceptivamente o desde 
el punto de vista de la experiencia personal), no 
siendo capaz de coordinar diferentes perspectivas 
y/o compensar varias dimensiones de un objeto o 
situación determinada. El hecho de centrarse en 
algunos aspectos de la situación desechando 
otros produce una deformación del juicio o razo-
namiento; así, por ejemplo, pueden pensar que 
hay más cantidad de azúcar en una cucharada 
grande que en dos más pequeñas si la dimensión 
que destaca para ellos es el tamaño de la cuchara; 
o considerar que su abuelo sólo es «un abuelo», y 
no al mismo tiempo un padre y también un hijo, 
pues el primero es el aspecto que destaca para 
ellos. La irreversibilidad se refiere a la incapacidad 
para realizar una misma acción mental (un razo-
namiento, una transformación, etc.) en sentido 
inverso al realizado previamente, volviendo de 
nuevo al punto de partida (recorrer mentalmente 
un trayecto en el sentido en que lo suelen realizar 
y también en su inverso; o pensar que si Juan es 
su hermano, él mismo es hermano de Juan).
La centración y la irreversibilidad se traducen 
en la incapacidad del niño para construir repre-
sentaciones que consideren el orden temporal ycausal de los sucesos y las transformaciones que 
se producen en la realidad, supeditando el razo-
namiento al «control» de las apariencias percep-
tivas. En este sentido, algunas características del 
pensamiento preoperacional derivadas de estas 
limitaciones son las siguientes.
82 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
a) Yuxtaposición: cuando los niños tratan de 
contar algún suceso que han experimenta-
do, tienden a fragmentar el relato en afir-
maciones sin conexiones causales ni tem-
porales; no parecen capaces de hacer una 
exposición coherente, pues no mantienen 
el orden temporal, al no tener una con-
cepción lógica del tiempo.
b) Estatismo: tienden a fijarse en las configu-
raciones perceptivas, en los estados más 
que en los cambios y las transformaciones 
(así, por ejemplo, tienden a pensar que su 
abuelo siempre ha sido un abuelo, tal 
como lo perciben estáticamente, resultán-
doles difícil imaginárselo como un niño y 
el proceso de transformación hasta el es-
tado actual; o igualmente tienen dificulta-
des para representarse la transformación 
del hielo en líquido o del azúcar cuando 
se disuelve).
c) Sincretismo: tienden a percibir una situa-
ción en su globalidad y de manera estáti-
ca, de modo que elementos que aparecen 
juntos en una situación particular de la 
que han tenido experiencia son represen-
tados como un todo indisociable en un 
esquema subjetivo (a partir de la experien-
cia de ir a comer con su familia a un res-
taurante un día de verano para celebrar el 
cumpleaños de alguno de ellos, integran 
en un mismo esquema de modo indisocia-
ble los elementos «cumpleaños, verano, 
restaurante», realizando a partir de ese es-
quema razonamientos transductivos —ni 
deductivos ni inductivos, sino de lo parti-
cular a lo particular—, encontrando ana-
logías globales entre sucesos y situaciones 
sin un análisis previo, sólo porque algún 
elemento coincide —por ejemplo, al ver 
personas comiendo en un restaurante, 
pensar que es verano y que están cele-
brando cumpleaños).
La construcción de estos esquemas conceptua-
les propios del pensamiento preoperacional a 
partir de la experiencia particular, junto al esta-
tismo y al sincretismo de las representaciones, 
explican que el niño del estadio preoperacional 
tenga una visión del mundo no sólo subjetiva e 
intuitiva, sino, además, dominada por otra limita-
ción importante: el egocentrismo. Consiste en to-
mar su propio punto de vista como el único po-
sible, en la tendencia a comprender todo a través 
de su percepción de la realidad y en la incapaci-
dad para «ponerse en el lugar de los demás». No 
se plantean que su perspectiva pueda no coincidir 
con la de los demás. Piaget considera que el ego-
centrismo intelectual está presente, en general, en 
todas las acciones cognitivas de los niños; éstos 
son algunos de los ámbitos en los que identificó 
egocentrismo:
a) En las representaciones de perspectivas vi-
soespaciales. El niño está tan anclado a su 
propio punto de vista visual que no puede 
imaginar una perspectiva distinta a la 
suya (piensa que si se esconde tapándose 
la cara con un cojín, pero dejando el cuer-
po a la vista, no lo van a encontrar).
b) En la representación del mundo. En las re-
presentaciones o explicaciones que hace 
de los fenómenos del entorno, toma su 
percepción inmediata como absoluta y no 
se adapta al punto de vista de los demás, 
remitiéndolo todo a sí mismo. Esto pro-
duce los siguientes fenómenos en el pensa-
miento preoperacional:
 — Realismo. El ser humano no sólo pien-
sa, sino que sabe que piensa; pero el 
niño preoperacional aún no puede to-
mar sus propios pensamientos como 
objeto de análisis, porque no es cons-
ciente de que tiene pensamientos, sue-
ños, etc. (no sabe que hay mente, que 
los demás y uno tienen mente), sino 
que atribuye consistencia física al 
mundo subjetivo e interno, sin distin-
guir entre lo subjetivo y lo objetivo 
(piensa que lo que ha soñado es algo 
que realmente ha ocurrido en la habi-
tación).
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 83
© Ediciones Pirámide
 — Animismo. Consiste en atribuir vida y 
conciencia, intencionalidad y volun-
tad, a elementos que no la poseen, a 
cosas y fenómenos inertes (los ríos, las 
nubes, la lluvia o el sol), por analogía 
consigo mismo.
 — Finalismo. Piensan que cada cosa tiene 
una función y una finalidad, que jus-
tifica su existencia y características, 
generalmente relacionada con su ex-
periencia de la cosa o fenómeno en 
cuestión, sin buscar explicaciones aje-
nas a su existencia (piensa que la playa 
está para que nos bañemos en verano).
 — Fenomenismo. Tendencia a establecer 
una relación causal entre fenómenos 
que son vistos como próximos y entre 
los que realmente no hay una relación 
de causa-efecto, simplemente aparecen 
juntos (piensa que tener sueño provo-
ca que se haga de noche).
 — Artificialismo. Considera que las cosas 
son producto de la creación y volun-
tad humana para un fin concreto (el 
mar está salado porque alguien ha 
echado muchos paquetes de sal).
c) En el lenguaje. Con el lenguaje egocéntrico, 
el niño suele hablar sólo de sí mismo, no 
trata de situarse en el punto de vista del 
interlocutor y no «le importa» a quién 
está hablando ni si está siendo escuchado 
(no busca asegurarse de que su interlocu-
tor lo está comprendiendo). A los seis 
años, un 40 por 100 del habla de los niños 
aún es egocéntrica en lugar de socializada. 
Algunas manifestaciones del lenguaje ego-
céntrico son:
 — Ecolalia: repetir palabras, e incluso in-
ventárselas, por el mero placer de re-
petirlas y escucharlas (es algo muy fre-
cuente en los inicios del lenguaje y des-
pués como forma de juego).
 — Monólogo: hablar en voz alta sin diri-
girse a nadie; es un lenguaje dirigido a 
sí mismo. En el juego en solitario, el 
niño produce abundantes soliloquios 
que ayudan a su acción (poniendo en 
palabras sus planes de acción o rela-
tando lo que están haciendo). Es cu-
rioso el monólogo colectivo: aparentes 
conversaciones infantiles en las que, en 
realidad, cada uno habla para sí, sin 
tratar de comprender a los demás ni-
ños ni tratar de ser comprendido por 
ellos.
d) Egocentrismo y conducta social. El egocen-
trismo también se manifiesta en las rela-
ciones interpersonales; los intercambios 
con los demás están centrados en sí mis-
mo. Esto se manifiesta tanto en situacio-
nes en las que es necesario colaborar para 
realizar una actividad (presentan una difi-
cultad sistemática para encontrar modos 
de colaboración y únicamente se guían 
por su interés en realizar la tarea) como 
en situaciones en las que hay que competir 
(cuando participan en juegos de reglas no 
las entienden y no intervienen de forma 
cooperativa ni realmente competitiva, 
pues no coordinan su propio punto de vis-
ta con el de otros).
4.2. El desarrollo cognitivo de 2 a 6 años 
desde la perspectiva computacional
El funcionamiento cognitivo de los niños entre 
dos y seis años es contemplado de modo muy di-
ferente desde el enfoque computacional, que 
cuestiona el fundamento epistemológico de Pia-
get: ¿cómo puede surgir la función simbólica a 
partir de la acción sensoriomotora sobre el me-
dio externo? Convencidos de que la mente es un 
procesador natural de información, centran su 
atención en el conocimiento creciente que los ni-
ños construyen a partir de la experiencia percibi-
da y en los procesos de control implicados para 
operar con ese conocimiento. Para organizar el 
discurso sobre estos logros, seguiremos los ele-
84 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
mentos de la figura 3.3 (de derecha a izquierda, 
comenzando desde los procesos de conocimien-
to), deteniéndonos en los que se producen en es-
tas edades.
 Progresos en el conocimiento: construcción 
de representaciones desde el enfoque 
computacional
Entre los 2 y 6 años, los niños suelen realizar 
progresos espectaculares en la construcción de 
bloques de conocimiento estructurado.La parti-
cipación recurrente de los niños en situaciones, 
físicas y sociales, en las que los acontecimientos 
se producen repetidamente de manera similar les 
proporciona el input necesario para implicarse en 
procesos cognitivos de identificación de contin-
gencias y regularidades, que quedan «fijadas» en 
unidades representaciones.
Entre los tipos de esquemas representaciona-
les identificados (Mandler, 1983) que organizan 
la mayor parte del conocimiento de los niños en 
estas edades destacan tres.
1. Esquemas de escenas. Articulan funda-
mentalmente el conocimiento referido a la 
forma física de los objetos (tamaño, color, 
aspecto, etc.), a la relación entre objetos y 
lugares donde suelen estar (el cepillo de 
dientes en baño, las galletas en la cocina, 
etc.) y a las relaciones de los objetos entre 
sí (el chupete en la boca del muñeco, los 
cuadros en la pared, etc.).
2. Esquemas de sucesos o guiones. Son repre-
sentaciones genéricas de lo que ocurre en 
situaciones convencionales, como ir a 
comprar a un supermercado, ir al colegio 
o a comer a un restaurante. Suelen incluir 
una lista de recuerdos pertinentes sobre 
dichas situaciones, tales como objetos que 
están presentes (estanterías con produc-
tos, caja registradora o carrito en el con-
texto del supermercado), el comporta-
miento habitual de las personas que se 
encuentran en ellas y, sobre todo, el orden 
en que ocurren los acontecimientos, o, lo 
que es lo mismo, la secuencia temporal de 
los sucesos.
3. Esquemas de historias. Son representacio-
nes de secuencias temporales de sucesos 
entre los que generalmente hay relaciones 
causales; son los que se utilizan cuando se 
recuerdan piezas narrativas. Estas «unida-
des representacionales» se van haciendo 
más extensas, complejas, organizadas y es-
tables a medida que el niño integra en 
ellas más información consistente con el 
esquema.
Estos tres tipos de esquemas incluyen mucho 
conocimiento declarativo o explícito (lo que supo-
ne un salto importante respecto al bebé). Por una 
parte, contienen mucho conocimiento semántico; 
se trata de conocimiento temático elaborado a 
partir de la identificación y fijación de regulari-
dades y covariaciones espaciales, de sucesos tem-
porales e incluso de relaciones causales (conoci-
miento sobre lo que hay y lo que ocurre en el zoo, 
o en una fiesta de cumpleaños). Por otra parte, 
los esquemas de escenas, sucesos e historias con-
tienen también grandes dosis de conocimiento 
episódico o memoria de acontecimientos experi-
mentados personalmente. Ya los bebés almacena-
ban en la memoria permanente conocimiento de 
episodios; el gran avance que se produce entre los 
3 y los 6 años es que parte de ese conocimiento 
episódico empieza a conformar la memoria auto-
biográfica en la medida en que los episodios au-
toexperimentados se van organizando en torno a 
una representación de sí mismo, del «yo», de una 
manera narrativa (condiciones ambas que no se 
dan antes de los 3 años), de suerte que ese «yo» 
se vuelve protagonista de episodios almacenados 
(Gopnik, 2010).
En estos primeros años de memoria autobio-
gráfica, ésta es, no obstante, enormemente suges-
tionable, es decir, es fácil que confundan lo que 
realmente les ha ocurrido o han presenciado ellos 
mismos con la información que se les proporcio-
na y que no procede de su experiencia propia, 
tanto más cuanto menos establecida está la repre-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 85
© Ediciones Pirámide
sentación de sí mismos. Esto se debe a que aún 
tienen poco conocimiento metacognitivo: tienen 
poca conciencia de sí mismos y de su propio pen-
samiento; su capacidad introspectiva es muy re-
ducida. Al prestar poca atención al proceso de 
adquirir conocimiento, tienen dificultad para re-
cordar lo que sabían o pensaban unos minutos 
antes, creen que tienen una memoria casi ilimita-
da, subestiman la actividad mental que tienen las 
personas o no infieren correctamente lo que la 
gente conoce o está pensando.
 Progresos en los procesos de control 
y memoria de trabajo
Antes de los 6 años, los niños no utilizan aún 
estrategias para almacenar voluntariamente la in-
formación. Cuando se les reta a que memoricen 
una serie de objetos presentes, se limitan a mirar-
los, manipularlos, nombrarlos o simular acciones 
que se realizan con ellos. Solamente si se les en-
trena, a partir de los 3 o 4 años son ya capaces de 
utilizar la más sencilla (y menos eficaz) de las es-
trategias de almacenamiento: la de repaso o repe-
tición (véase la figura 3.3), que consiste en nom-
brar los ítems de manera repetida.
Sin embargo, los procesos de recuperación de 
información almacenada sí que experimentan un 
avance respecto a los de los bebés: ya no sólo 
muestran reconocimiento, también procesos de 
recuerdo o evocación, y no sólo incidental, tam-
bién deliberado. El recuerdo de información es 
tanto más eficaz cuanto más organizado y cohe-
sionado esté su conocimiento referido al tema, 
por lo que a estas edades empiezan ya a apreciar-
se diferencias de rendimiento en el recuerdo se-
gún los dominios específicos en los que cada 
niño tenga más experiencia o conocimiento. Po-
dría decirse que, aunque durante los años de 
educación infantil los niños aún no tienen gran 
conocimiento metacognitivo, sus procesos de con-
trol ejecutivo experimentan un salto importante 
respecto a los bebés (Pérez y Capilla, 2011), per-
mitiéndoles, además de inhibir o demorar ligera-
mente acciones, algunos progresos en el control 
cognitivo hacia los 4 años, como el acceso cons-
ciente al conocimiento, mantener información en 
un estado activo, anticipar las dificultades de una 
tarea sencilla (como escuchar una historia para 
recordarla después) o tomar conciencia de las 
condiciones óptimas para atender y recordar la 
información.
Progresos en la atención
El gran avance que experimentan los procesos 
de atención y percepción de los niños a partir de 
los 2 años es que pasan de estar controlados por 
los estímulos (atención cautiva) a estar guiados 
voluntariamente (atención voluntaria), es decir, a 
la selección perceptiva guiada por criterios del 
objetivo propuesto y, de nuevo, del conocimiento 
almacenado pertinente para la tarea. Hacia los 4 
años y medio, el desarrollo de las funciones eje-
cutivas produce un punto de inflexión en el ren-
dimiento en tareas atencionales (a los 5 años son 
capaces de mantener atención visual durante 14 
minutos) y un salto en la habilidad para cambiar 
su foco de atención de unos aspectos del entorno 
a otros, según sean relevantes en cada momento 
(Pérez y Capilla, 2011).
4.3. Un dominio de conocimiento muy 
especial: las representaciones 
de estados mentales
Durante los años de educación infantil los 
 niños hacen progresos muy importantes en un do-
minio de especial relevancia para su funcio-
namiento psicológico general: se trata de la cons-
trucción de representaciones mentales sobre 
 estados psicológicos (pensamientos, deseos, inten-
ciones, sentimientos, etc.). Cuando decimos que 
alguien «está mintiendo», «se ha quedado sor-
prendido» o «se ha desilusionado», estamos infi-
riendo, a partir del comportamiento que muestra 
esa persona y de la situación, un estado interno 
que, evidentemente, no es empíricamente percep-
tible. Esta capacidad de atribuir estados internos 
86 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
a uno mismo y a los demás es deno minada «teo-
ría de la mente» (ToM) (Rivière y Núñez, 1996).
El término «teoría de la mente» fue introduci-
do por Premack y Woodruff (1978) a partir de un 
estudio con chimpancés en el que trataron de di-
lucidar si éstos poseían la capacidad de atribuir 
estados mentales al protagonista humano de un 
vídeo. Fue el inicio de toda una serie de investi-
gaciones que parecen haber demostrado que la 
ToM es una capacidad exclusiva de los humanos. 
Desde entonces, y muy especialmente en las dos 
últimas décadas, se han sucedido múltiples líneas 
de investigación dedicadas a profundizaren esta 
capacidad cognitiva (algunas lo han considerado 
un módulo innato, otras, un dominio de conoci-
miento específico, que puede llegar a modulari-
zarse y redescribirse).
Construir una teoría de la mente contribuye a 
inferir las motivaciones que subyacen a los com-
portamientos observables, lo que permite com-
prender y predecir el comportamiento de las per-
sonas, algo fundamental para el desarrollo social 
y emocional, incluida la evolución del razona-
miento moral y la construcción de vínculos afec-
tivos. La ToM es también relevante incluso en el 
desarrollo de la propia identidad (Gopnik, 2010): 
tener una representación organizada de estados 
mentales atribuidos a uno mismo confiere esta-
bilidad y definición a la idea del yo, y ayuda a 
construir la memoria autobiográfica. Incluso 
para el desarrollo comunicativo y lingüístico es 
relevante la ToM: la adaptación al interlocutor es 
tanto más eficaz cuanto mejor se represente el 
emisor el estado de comprensión ajena del dis-
curso (lo que se manifiesta, por ejemplo, en el 
uso de pronombres personales). Pero, lo que es 
más: el desarrollo de la ToM tiene repercusiones 
en otros aspectos del propio desarrollo cognitivo, 
muy especialmente en la metacognición: la repre-
sentación de los propios estados de conocimien-
to, de ignorancia, de características y limitacio-
nes cognitivas atribuidas a sí mismo contribuye 
sin duda a mejorar su regulación y control.
Hacia los 4 años y medio se produce un hito 
fundamental en el desarrollo de la ToM (Gómez 
y Núñez, 1998): los niños comprenden que otra 
persona puede albergar un estado de falsa creen-
cia sobre la realidad y diferenciarlo de su propio 
conocimiento sobre ésta; es la comprensión de la 
«falsa creencia de primer orden» (pues lo que se 
representa es un solo estado mental). La relevan-
cia de este logro ha propiciado el diseño de ins-
trumentos específicos para evaluarlo; destaca la 
tarea de «cambio de localización» (Wimmer y 
Perner, 1983), que se ha convertido en la tarea 
clásica para evaluar la comprensión de represen-
taciones falsas de primer orden.
Esta tarea (figura 3.10) consiste en una histo-
ria sencilla en la que una niña (Sally) guarda una 
canica en su cesta y sale de la habitación; enton-
ces, otra niña (Ana) cambia la canica de sitio, 
guardándola en su caja, tras lo cual Sally regresa 
para recuperar su canica. Al niño se le pregunta: 
«¿Dónde buscará Sally su canica, en la cesta o en 
caja?». Responder adecuadamente a la pregunta 
implica predecir la conducta de Sally compren-
diendo que actuará guiada por una creencia falsa 
sobre la localización de la canica y diferenciando 
la creencia (falsa) acerca de la situación que tiene 
Sally respecto del estado mental propio (de cono-
cimiento verdadero).
Antes de los 4 años y medio lo que podemos 
encontrar son manifestaciones de algún tipo de 
precursores de la ToM que posibilitan la com-
prensión por parte de los sujetos de algunos as-
pectos, aunque de carácter parcial, acerca de qué 
es la mente y para qué sirve (por ejemplo, com-
prensión de la conexión entre deseos y acciones).
Hacia los 7 años se produce otro hito en el 
desarrollo de la ToM: la doble recursividad o se-
gundo orden. Se trata de representaciones de es-
tados mentales que versan sobre otros estados 
mentales («Ana no sabe que Sally sabe dónde 
está la pelota»): creencias sobre creencias, sospe-
chas sobre mentiras, etc. También se han diseña-
do tareas para evaluar el desarrollo de las repre-
sentaciones mentalistas de segundo orden, como 
la de «la ventana» (adaptación de Núñez, 1993; 
de la de «Sally y Ana», figura 3.11). La adquisi-
ción de habilidades mentalistas de segundo orden 
proporciona al niño herramientas cognitivas muy 
poderosas para comprender e interpretar las rela-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 87
© Ediciones Pirámide
Figura 3.10. «Tarea de Sally y Ana» (Wimmer y Perner, 1983).
Ésta es Sally Ésta es Ana
Sally tiene una cesta. Ana tiene una caja.
Sally tiene una canica. Guarda la canica en su cesta.
Sally se va a dar un paseo.
Ana coge la canica de la cesta y la mete en su caja.
¿Dónde va a buscar Sally su canica?
Ahora vuelve Sally. Quiere jugar con su canica.
ciones humanas; no sólo incrementan considera-
blemente la variedad de situaciones sociales que 
el niño es capaz de comprender, sino que también 
posibilitan, por ejemplo, que el niño pueda acce-
der a la motivación que subyace a ciertas expre-
siones lingüísticas que no pueden comprenderse 
atendiendo a lo literal (como la ironía, la mentira 
piadosa o la persuasión) (Happè, 1994).
Con todos estos progresos, cuando los niños 
inician la escolaridad obligatoria ya cuentan con 
habilidades mentales complejas que aseguran su 
comprensión de los otros y de sí mismos como 
seres dotados de representaciones mentales que 
dirigen la conducta, lo que les permite no sólo 
comprender que las personas pueden tener creen-
cias falsas sobre las situaciones sino incluso crear 
intencionalmente en los demás tales representa-
ciones falsas planificando situaciones de engaño 
deliberado. Estas habilidades se corresponden 
con otras que implican capacidades sociales y de 
cooperación necesarias para el trabajo escolar 
(Rivière y Núñez, 1996).
88 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
Figura 3.11. Representación propia de la «tarea de la ventana» (Núñez, 1993).
Ésta es Sally Ésta es Ana
Sally tiene una cesta. Ana tiene una caja.
Sally tiene una canica. Guarda la canica en su cesta.
Sally se va a dar un paseo.
Ana coge la canica de la cesta y la mete en su caja.
¿Dónde cree Ana que Sally va a buscar su canica?
Ahora vuelve Sally. Quiere jugar con su canica.
4.4. Algunas producciones simbólicas 
entre 2 y 6 años: el juego simbólico 
y el dibujo
El juego simbólico, o de ficción, y el dibujo 
son quizá las actividades lúdicas más representa-
tivas de los niños entre 2 y 6 años en las que po-
nen de manifiesto mucho de su conocimiento re-
presentado. Como ocurre con la ToM, también 
han sido temas de interés «transversal» para dis-
tintos enfoques teóricos. Aquí nos limitaremos a 
exponer brevemente los rasgos distintivos en los 
que parece haber consenso.
4.4.1. El juego simbólico
Consiste en representar mediante la acción se-
cuencias de acontecimientos en los que suelen 
participar en su vida real o de los que han sido 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 89
© Ediciones Pirámide
testigos (lo que suele ocurrir cuando se va a com-
prar a un supermercado, al colegio, al médico, 
una persecución policial, etc.). Así, mediante el 
juego simbólico los niños ponen de manifiesto 
sus representaciones escénicas, de sucesos, de his-
torias, de estados mentales ajenos, etc., a las que 
nos hemos referido anteriormente. Podemos con-
siderar cuatro dimensiones cognitivas del juego 
simbólico (Marchesi, 2009), en cada una de las 
cuales los niños progresan entre los 2 y los 6 
años.
Sustitución: capacidad cognitiva para interpre-
tan un objeto en función de la representación 
mental de otro objeto (un palo como una cucha-
ra). Hacia los 18 meses comienzan a simular ac-
ciones, aunque con el apoyo de un objeto real 
(hace como que bebe de una taza); aún no se tra-
ta propiamente de sustitución (lo que se simula es 
la acción, no el objeto), pero es el preámbulo de 
ella. De ahí en adelante progresan haciendo sus-
tituciones de objetos ambiguos (arena como co-
midita, trozo de papel como sábana), de objetos 
realistas (que tengan alguna similitud perceptiva: 
un plátano como un teléfono; o ni siquiera eso: 
una botella como un bebé) e incluso sin objeto 
(imaginándose la taza, hace como que bebe sin 
nada en la mano).
Descentración: capacidad para atribuir accio-
nes y propiedades a objetos y agentes ajenos a 
uno mismo. Hacia los 18 meses comienzan a fin-
gir acciones realizadas sobre sí mismos (hace 
como que se peina); aún no se trata propiamente 
de descentración, pero es el preámbulo. De ahí en 
adelante, progresanfingiendo acciones sobre ob-
jetos (finge que una taza quema, que un vaso se 
ha roto, que remueve el azúcar en el café), sobre 
supuestos agentes que reciben pasivamente una 
acción (finge que peina a un bebé —muñeco— o 
que lo sienta) o sobre supuestos agentes activos 
(finge que el muñeco es un bebé que se sienta 
solo, que habla o que no se está quieto); incluso 
llegan a hacer interactuar a dos agentes (un mu-
ñeco regaña a otro, cambiando incluso las voces). 
Los juguetes más realistas, que más se parecen a 
aquello a lo que representan (una muñeca muy 
parecida a un bebé real, que habla y cierra los 
ojos; un coche de policía que tiene sirena, luces y 
puertas que se abren), son menos estimulantes 
cognitivamente que aquellos otros en los que el 
niño ha de «sustituir» mentalmente lo que el ob-
jeto no tiene (el sonido, la luz, etc.).
Integración: es la complejidad estructural del 
juego: la secuenciación de acciones simuladas 
formando cadenas cada vez más largas y comple-
jas. Las acciones fingidas que realizan hacia los 
18 meses están aisladas; después comienzan a en-
cadenarlas: al principio de manera que a veces 
resulta ilógica (hablar por teléfono y después 
marcar el número), y luego reproduciendo cada 
vez más ajustadamente las secuencias reales (de 
dos acciones: echar azúcar y remover; y cada vez 
más largas: luego tomarse el café, lavar la taza, 
guardarla, etc.). Hacia los 6 años pueden estar 
una tarde entera jugando encadenando acciones, 
y al día siguiente incluso retomar el juego donde 
lo habían dejado.
Planificación: es la capacidad para anticipar 
mentalmente el juego a realizar. Las primeras 
acciones fingidas están provocadas por la pre-
sencia de un objeto que las sugiere (ve un peine 
y lo coge haciendo como que se peina); después, 
acorde con el desarrollo de la función ejecutiva, 
ocurre al contrario: ajustan la acción a un plan 
previo («voy a darte de comer salchichas», y 
buscan algo que «haga de salchicha»); según se 
acercan a los 6 años, cada vez planifican secuen-
cias de acción más largas, incluso representacio-
nes de guiones completos («hacemos como que 
vamos a comprar, y primero confeccionamos 
una lista de la compra, y luego...»), distribuyen-
do y asumiendo roles («y tú eras la mamá y yo 
la cajera») de personajes estereotipados o de fic-
ción.
4.4.2. El dibujo
Los niños descubren que pueden trazar hue-
llas sobre una superficie hacia los 18 meses; estos 
primeros trazos son líneas rectas, en zigzag, a las 
que poco después se añaden formas circulares (fi-
gura 3.12). Pero no intentan representar nada; 
90 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
son sólo un acto motor, que evoluciona según el 
desarrollo de la motricidad fina (articulación de 
la muñeca, etc.). Es la etapa de los garabatos o de 
la informa (seguiremos la propuesta de etapas 
de Machón, 2009, y una selección representativa 
de sus dibujos). Es una etapa de realismo fortuito 
o arbitrario, en el sentido de que los niños atribu-
yen a posteriori un significado al dibujo, cam-
biándolo incluso de un momento a otro (un 
círcu lo puede ser un avión o un pájaro).
Hacia los 3 años es cuando toman conciencia 
de estar dibujando, y se inicia el período de la for-
ma. Se caracteriza por el dibujo de renacuajos: 
primeras representaciones de la figura humana 
consistentes en una forma circular (la cabeza) de 
la que salen directamente líneas rectas (brazos, 
piernas, pelo) (figura 3.13).
De 4 a 7 años se da el período de esquematiza-
ción. Los renacuajos se van diferenciando, y pa-
san a ser monigotes (figura 3.14) al incluir el cuer-
po, los pies y las manos; y después el esquema 
humano o representación de la figura humana 
completa, con un mayor número de detalles (fi-
gura 3.15). A partir de los 4 años, la figura huma-
na no aparece sola, sino acompañada de objetos 
y/o animales, incluyendo información de lo que 
saben de la realidad, aunque no se corresponda 
Figura 3.12. Garabato.
Figura 3.13. Renacuajos.
Figura 3.14. Monigote.
Figura 3.15. Esquema humano.
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 91
© Ediciones Pirámide
con lo que se ve; así, dibujan las cosas y las per-
sonas como transparentes (la comida en la barri-
ga, o los muebles dentro de una casa) y sin refle-
jar la perspectiva visual, sino como si las cosas 
estuvieran tumbadas o en un mismo plano (aba-
timientos); por ello se considera una etapa de 
realismo conceptual o intelectual.
De 8 a 10 años se da el período de realismo 
subjetivo. El cuerpo humano se dibuja caracteriza-
do, pierde rigidez y estatismo y empieza a dibujar-
se con movimiento, presentando flexibilidad en 
las actitudes y posturas (figura 3.16). Comienzan 
a dibujar la tercera dimensión, la profun didad, y 
todo un espacio escenográfico (nubes, pájaros, 
montañas, etc.). Con todo ello, estos dibujos pue-
den considerarse auténticas narraciones gráficas.
5. DESARROLLO COGNITIVO DE 6 
A 12 AÑOS
Esta etapa corresponde a la educación prima-
ria. Niños y niñas experimentan nuevas maneras 
de abordar tareas académicas y de razonar sobre 
distintos aspectos de la realidad que les rodea. Si 
bien Piaget señaló mecanismos generales del pen-
samiento, hizo olvidar aspectos más específicos 
relevantes, como los que pone de manifiesto el 
enfoque computacional. Por ello se tratan en este 
apartado ambos enfoques en puntos diferentes, 
para dar una visión actualizada y útil de lo que 
se sabe hoy acerca del desarrollo cognitivo a estas 
edades.
5.1. El estadio operacional concreto 
de Piaget: el desarrollo de la lógica 
concreta
 Principios del pensamiento operacional 
concreto: descentración e irreversibilidad
La transición al estadio operacional concreto 
se produce en la medida en que los niños superan 
las limitaciones propias del pensamiento preope-
racional, fundamentalmente la centración y la 
irreversibilidad (Piaget e Inhelder, 1959, 1963). 
La representación es descentrada en la medida en 
que deja de estar construida en torno al aspecto 
que destaca perceptivamente e integra en un pla-
no simultáneo diferentes dimensiones de lo real 
(pueden «representar» a su abuelo simultánea-
mente como abuelo, padre e hijo; o percibir en 
dos cucharadas pequeñas la cantidad de azúcar y 
la cantidad de cucharas). Por su parte, la reversi-
bilidad supone que los esquemas conceptuales no 
se construyan en torno a estados sucesivos sino al 
propio proceso de transformación de las cosas, a 
la dimensión cambiante de lo real; esto implica 
representar relaciones temporales y causales 
(pueden pensar que el azúcar disuelto sigue sien-
do el mismo azúcar).
Los esquemas conceptuales se reorganizan en-
tonces en una nueva estructura de conjunto, cuya 
principal característica funcional es que las apa-
riencias perceptivas y la representación de situa-
ciones globales que incluyen elementos diversos 
se supeditan a principios lógicos. Estos cambios 
confieren al pensamiento de los niños que co-
mienzan la educación primaria un carácter lógico 
y racional, alejándose de la forma de pensar in-
tuitiva y subjetiva de los niños pequeños. Esta 
nueva estructura de pensamiento se pone de ma-
nifiesto en multitud de situaciones, cotidianas, 
lúdicas o académicas, en las que se deben hacer 
Figura 3.16. El cuerpo dinamizado.
92 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
juicios lógicos acerca de material concreto (direc-
tamente perceptible).
La adquisición de esta nueva estructura de 
conjunto transcurre por tres etapas: preconceptual 
o transductiva (2 a 4 años), pensamiento intuitivo 
(4 a 7 años) y operacional concreta propiamente (7 
a 12 años), que pueden ser identificadas en el de-
sarrollo de cada tipo de «operación concreta». 
Piaget identificó tres tipos de operaciones concre-
tas: conservación (entender que bajo las transfor-
maciones que son sólo de apariencia perceptiva 
algo se mantiene invariable); seriación (aplicar y 
mantener un criterio de ordenación a un material 
concreto, identificandodiferencias en función de 
dicho criterio), y clasificación (aplicar un criterio 
de agrupación a un material concreto, identifican-
do similitudes en función de dicho criterio). Es 
importante tener en cuenta que la descripción de 
las operaciones concretas constituye para Piaget 
una serie de casos particulares en los que se pone 
de manifiesto la adquisición de una nueva estruc-
tura de conjunto en los esquemas conceptuales. 
No pretende ser una exposición descriptiva de lo 
que hacen los niños en estas edades.
Desarrollo de la conservación
Cuando los niños alcanzan la estructura de 
pensamiento operacional concreto, son capaces 
de entender que, aunque se produzcan transfor-
maciones perceptivas en un material, hay algo que 
se mantiene invariable; y esto es aplicable a cual-
quier caso de material concreto y de modificacio-
nes en cualquier dimensión. Piaget investigó sobre 
conservación de la cantidad numérica de un con-
junto de objetos, de cantidad de sustancia (líquida 
o sólida), de la longitud de un objeto, del peso, el 
volumen o la superficie que ocupan los objetos.
Para analizar cómo evoluciona la conserva-
ción, Piaget ideó una serie de tareas experimenta-
les, siempre con una misma estructura y procedi-
miento, en las que se pide a los niños que razonen 
acerca de una serie de situaciones. En primer lu-
gar, se le presentan al niño dos muestras idénticas 
de material (por ejemplo, dos vasos iguales con la 
misma cantidad de zumo), y se le pide un juicio 
de igualdad (¿hay la misma cantidad de zumo en 
los dos?). Admitida la igualdad, se realiza en una 
de las muestras, y ante la vista del niño, una 
transformación que no implique añadir ni quitar 
nada del material, es decir, que sólo suponga un 
cambio perceptivo (por ejemplo, el zumo de uno 
de los vasos se echa en otro más largo y más es-
trecho). En este momento se le pide un juicio de 
conservación (¿tienen ahora los dos vasos la mis-
ma cantidad de zumo o hay más en un vaso que 
en otro?) y que razone su respuesta. En caso de 
que la respuesta sea de «no conservación», se le 
ofrecen contrasugerencias para indagar en su ra-
zonamiento (por ejemplo, «y si lo volviéramos a 
echar en el vaso donde estaba, ¿entonces habría 
lo mismo?»). A continuación, se vuelve de nuevo 
a la situación de igualdad; y, a partir de ella, se 
vuelve a hacer otra transformación diferente (por 
ejemplo, echando esta vez el zumo del segundo 
vaso en otro aún más bajo y más ancho) y se re-
pite el mismo procedimiento de solicitud de jui-
cios, etc. Se pueden hacer tantas transformacio-
nes como se considere, pasando siempre entre 
una y otra por la situación de igualdad. En la 
figura 3.17 pueden observarse imágenes de tareas 
de conservación de diversos contenidos.
En la etapa preconceptual, cuando los niños se 
enfrentan a la transformación, responden que 
ahora en una de las muestras hay más que en la 
otra (más cantidad numérica, de sustancia, longi-
tud, etc.). Como no pueden representarse el acto 
mismo de la transformación, lo que hacen es 
comparar el primer estado con el segundo, y, 
como su juicio está totalmente dominado por la 
apariencia perceptiva, en su respuesta de no con-
servación dicen que ahora «hay más» en la mues-
tra donde más destaque la dimensión en la que 
esté centrada su representación (por ejemplo, 
siempre en el vaso más alto, despreciando la se-
gunda dimensión).
En la etapa intuitiva, aunque los niños aún tie-
nen un pensamiento irreversible, se produce un 
relativo cambio en cuanto a la centración: en sus 
juicios acerca de un mismo material concreto, pa-
san de centrarse en una dimensión (por ejemplo, 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 93
© Ediciones Pirámide
Figura 3.17. Operaciones de conservación.
Tarea de conservación Presentación original
Número ¿Hay el mismo número de peniques
en cada fila?
Longitud
Líquido
Masa
¿Son estos palos igual de largos?
¿Hay la misma cantidad de agua
en cada vaso?
¿Hay la misma cantidad de arcilla
en cada bola?
Área
Peso
Volumen
¿Estas vacas tienen la misma cantidad
de hierba para comer?
¿Estas bolas de arcilla pesan
lo mismo?
¿El nivel de agua aumenta por igual
en cada vaso cuando las dos bolas
de arcilla se hunden en el agua?
Transformación
¿Ahora hay el mismo número de peniques
en cada fila, o una tiene más que otra?
¿Ahora los palos tienen la misma longitud,
o es uno más largo?
¿Ahora hay la misma cantidad de agua
en cada vaso, o uno tiene más?
¿Ahora cada pieza de arcilla tiene la misma
cantidad de arcilla, o una tiene más?
¿Ahora cada cada vaca tiene la misma cantidad
de hierba para comer, o una vaca tiene más?
¿Ahora (sin colocarlas en el peso para
confirmarle al niño lo correcto) las dos
piezas de arcilla pesan lo mimo, o una
pesa más?
¿Ahora (después de que se ha sacado
del agua y remodelado una pieza de arcilla)
los niveles de agua aumentan por igual,
o uno aumentará más?
94 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
la altura) a centrarse en otra distinta (por ejem-
plo, la anchura); de manera que, aunque conti-
núan dando respuestas de no conservación, pare-
ce que ya no es siempre la misma dimensión la 
que destaca para su percepción y en la que están 
centradas sus representaciones de un mismo ma-
terial concreto; se producen intuiciones no articu-
ladas: la centración cambia de una dimensión a 
otra; lo que aún no pueden es considerarlas todas 
simultáneamente. En esta etapa los niños suelen 
rectificar su opinión ante las contrasugerencias y 
contradecirse.
En la etapa operacional concreta los niños dan 
siempre respuestas de conservación. Ante cual-
quier transformación, siempre responden que la 
cantidad (o la longitud, o la superficie, etc.) sigue 
siendo la misma, «aunque no lo parezca». Son 
capaces de hacer inferencias que van más allá de 
las apariencias, pues, al no estar sus representa-
ciones centradas en un solo aspecto sobresaliente, 
consiguen considerarlos todos simultáneamente; 
y al poder pensar, más allá de los estados, en el 
acto mismo de la transformación, su pensamien-
to adquiere la reversibilidad suficiente como para 
«deshacer mentalmente la transformación», vol-
viendo al punto de partida. Son tres los posibles 
argumentos de conservación que Piaget identificó 
en los niños:
a) De reversibilidad simple, inversión o nega-
ción («si lo volvemos a echar otra vez en el 
vaso, estaría igual que el otro»).
b) De compensación («este vaso es más alto, 
pero más estrecho»).
c) De identidad («no hemos puesto ni quita-
do nada, es la misma cantidad»).
Desarrollo de la seriación
Para analizar cómo evoluciona la seriación, 
Piaget propone utilizar un conjunto de varillas de 
diferente longitud y pedir al niño que las ordene 
desde la más grande hasta la más pequeña. Es 
importante observar el procedimiento que utiliza 
el niño para realizar la tarea, pues esta operación 
concreta implica, además de descentración y re-
versibilidad, la aplicación del principio lógico de 
transitividad (si A > B y B > C, se deduce que 
A > C sin necesidad de comprobarlo empírica-
mente).
En la etapa preconceptual, no son capaces de 
ordenar las varillas produciendo la serie comple-
ta. Su mejor nivel de ejecución consiste en com-
pararlas de dos en dos, formando pares de una 
varilla más grande con otra más pequeña, pero 
sin mantener el criterio de ordenación para for-
mar la serie completa. En la etapa intuitiva, con-
sigue hacer la serie completa; sin embargo, aún 
no utiliza para ello la lógica, sino que lo hace 
apoyándose en los datos perceptivos, por ensayo 
y error. Es lo que se infiere cuando se observa 
que, para colocar cada nueva varilla en la serie, 
hace comprobaciones empíricas innecesarias (si 
está colocando desde la izquierda en orden decre-
ciente, al comprobar que una varilla es menor 
que una concreta ya colocada, no es necesario 
compararla con ninguna de las que están a la iz-
quierda, pues por «necesidad lógica», por transi-
tividad, puede deducirse que va a ser menor).Además, en esta segunda etapa sólo pueden ha-
cer la serie en un sentido (por ejemplo, de mayor 
a menor), pero no en sentido inverso; su pensa-
miento aún no ha alcanzado la reversibilidad ne-
cesaria como para aplicar un criterio bidireccio-
nalmente: si A > B, B < A. Los niños que están 
en la etapa operacional concreta completan la se-
rie manteniendo el criterio de comparación tanto 
en un sentido (de mayor a menor) como en el 
inverso y, además, sin hacer más comprobaciones 
perceptivas que las imprescindibles, sustituyendo 
el resto por deducciones lógicas.
Desarrollo de la clasificación
En la capacidad de clasificar también se pone 
de manifiesto si el pensamiento ha alcanzado la 
lógica concreta. Piaget lo evalúa ofreciendo al 
niño un conjunto de objetos que difieren en más 
de un aspecto (por ejemplo, figuras geométricas 
—cuadrados, círculos y triángulos—, de distintos 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 95
© Ediciones Pirámide
colores —azul, rojo y amarillo—) y pidiéndole 
que «haga montones, poniendo junto lo que va 
junto», sin sugerir ningún criterio de agrupación.
En la etapa preconceptual, se limitan a formar 
figuras con las piezas (por ejemplo, ponen un 
triángulo sobre un cuadrado y dicen que han he-
cho una casa; o todas las piezas en fila y dicen 
que han hecho un tren); son las colecciones figu-
rales. Todo lo más, intentan seguir un criterio de 
clase (por ejemplo, formar el conjunto de los cua-
drados), pero no consiguen hacer la extensión de 
clase (agotar todos los elementos que comparten 
el criterio elegido, hasta hacer la clase exhausti-
vamente). Les ocurre que, intentando seguir un 
criterio, no pueden descentrarse de otros criterios 
(por ejemplo, el color), de manera que hacen con-
taminaciones de criterios pasando de uno a otro 
antes de agotar el primero (por ejemplo, inten-
tando formar la clase de los cuadrados, el tercero 
elegido, un cuadrado rojo, parecen verlo más 
como rojo que como cuadrado —el rasgo «rojo» 
se hace más sobresaliente, no pueden descentrar-
se de él—, y pasan a agregar al mismo conjunto 
de los cuadrados objetos rojos).
En la etapa intuituva, han alcanzado la sufi-
ciente descentración como para realizar toda 
una clasificación completa haciendo la extensión 
de clase de todos los criterios de una cierta di-
mensión (por ejemplo, pueden clasificar por co-
lores completamente). Sin embargo, cuando se 
les pide que lo vuelvan a juntar todo y hagan 
ahora «montones por otra razón que no sea el 
color», de nuevo se encuentran con problemas de 
descentración (intentan seguir criterios de clase 
de fi guras geométricas pero, en ocasiones, el co-
lor sobresale como rasgo perceptivo y cambian 
de criterio sin lograr formar una clasificación 
completa).
Únicamente en la etapa operacional concreta 
alcanzan no sólo la descentración total como 
para atender en cada momento al criterio elegido 
despreciando el resto de la información, sino la 
reversibilidad suficiente como para ver un mismo 
objeto como perteneciente a distintas categorías 
a la vez (el cuadrado rojo pertenece a la clase de 
los cuadrados y a la clase de los rojos), pudiendo 
cambiar de una a otra en cualquier momento. 
Cuando esto ocurre, pueden deshacer los monto-
nes realizados según el color y rehacer la clasifi-
cación ahora por figuras, y efectuar dobles clasi-
ficaciones (clasificar a la vez por figuras y por 
colores, en un cuadro de doble entrada). Esto es 
posible porque la estructura cognitiva permite or-
ganizar las representaciones según modelos de 
clases: siguiendo principios de inclusión y de com-
plementariedad (la clase de los rojos está formada 
por las subclases de los cuadrados rojos, los 
triángulos rojos y los círculos rojos, de manera 
que estas tres subclases se complementan entre sí 
y cada una está incluida en la clase de los rojos 
sin agotarla; al mismo tiempo, la clase de los cua-
drados está formada por las subclases de los cua-
drados rojos, los cuadrados azules y los cuadra-
dos amarillos). Prueba de que los niños han 
alcanzado este nivel es que pueden responder co-
rrectamente a preguntas de cuantificadores (dado 
un conjunto de flores donde algunas son rosas y 
otras margaritas, si le preguntamos, ¿qué hay 
más, flores o margaritas?, responderán sin necesi-
dad de comprobarlo empíricamente: su lógica de 
inclusión les da la respuesta).
5.2. El desarrollo cognitivo de 6 a 12 años 
desde la perspectiva computacional
Desde la perspectiva computacional se trata 
de explicar el espectacular avance que experimen-
ta el rendimiento cognitivo de los niños hacia los 
6 años y su razonamiento mucho más lógico a 
partir de los cambios en la manera de seleccionar 
y procesar la información y en el control sobre 
sus propios procesos cognitivos (sigamos de nue-
vo la figura 3.3, comenzando por la derecha).
Progresos en el conocimiento
En la edad escolar, los niños amplían de ma-
nera espectacular la calidad y cantidad de sus 
conocimientos. Podemos organizar en tres los 
principales avances.
96 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
1. En la memoria semántica, el conocimiento 
temático se reorganiza internamente: esta-
bleciendo similitudes conceptuales (en 
función de criterios más abstractos que los 
perceptivos, los funcionales o que las co-
variaciones espaciales), se construyen je-
rarquías o taxonomías de conceptos, de 
modo que los básicos (perro, gato) se 
agrupan en supraordenados (animal) y se 
subdividen en subordenados (caniche).
2. La memoria episódica y autobiográfica se 
vuelve mucho menos sugestionable: los 
avances en teoría de la mente hacen al 
niño más conocedor del origen de su co-
nocimiento (sabe cómo es que sabe lo que 
sabe), lo que incrementa el valor de su tes-
timonio (Gopnik, 2010).
3. En relación con esto, aparece el conoci-
miento metaconceptual: a diferencia de los 
niños pequeños, captan en qué consiste 
pensar y qué diferencia hay entre pensar 
bien y mal, un logro cognitivo importantí-
simo (Flavell, 1993). En estos años, ad-
quieren mayor conciencia de sus puntos 
fuertes y débiles intelectuales, así como de 
su regulación y control (por ejemplo, reco-
nocen que hacer bien una tarea depende 
de estar concentrado y de querer hacerlo) 
y de las variables de la tarea que afectan al 
rendimiento (que una lista de ítems es más 
fácil de recordar si están relacionados). 
En definitiva, adquieren un concepto de la 
mente más activo y orientado al proceso, 
con lo que el procesamiento cognitivo se 
hace más pensado y deliberado.
 Progresos en los procesos de control 
y memoria de trabajo
El período de desarrollo más importante de 
las funciones ejecutivas es de 6 a 8 años, alcan-
zando un desarrollo más completo a los 12 (lo 
que tiene como sustrato neuronal un notable de-
sarrollo de la sustancia gris de las regiones fron-
tales —densidad de conexiones—, sobre todo de 
los 10 a los 12 años). Con ello, aunque a los seis 
años ya son capaces de llevar a cabo un compor-
tamiento estratégico y realizar tareas simples de 
planificación y de inhibición, se produce un gran 
avance en la edad escolar. Pero además, y lo que 
es más importante, el control ejecutivo se aplica a 
los propios procesos cognitivos, apareciendo la 
metacognición, con un desarrollo importante ha-
cia los 8 o 9 años (Pérez y Capilla, 2011).
Esto se manifiesta, por una parte, en una me-
moria más segura y estratégica (Flavell, 1993). 
Comienzan a utilizar, de manera espontánea y 
consciente («mejor que escriba este número o se 
me olvida»), estrategias de memoria, que posibi-
litan que se almacene más información y se recu-
pere luego mejor: hacia los 6 años (figura 3.18) 
la de repetición, y a los 10, la de organización. 
Ésta consiste en codificar una información bene-
ficiándose de la organización semántica intrínse-
ca del conocimiento (reorganizar espontánea-
mente una lista de palabras —coche, silla, avión, 
mesa— en categorías semánticas —vehículos, 
muebles—).
Estrategias de memoria
RepeticiónOrganización Elaboración
3-4 años Entrenable — —
6-7 años
Uso 
espontáneo
Entrenable
Entrenable
10 años
Uso 
espontáneo
12 años
Uso 
espontáneo
Figura 3.18. Evolución de las estrategias de almacena-
miento.
Por otra parte, el control metacognitivo dota 
ahora a la memoria de trabajo de una mayor con-
ciencia reflexiva y un mejor control. No sólo sa-
ben más que los niños de educación infantil, sino 
que también tienen más recursos para planificar 
y utilizar de forma eficiente sus aptitudes cuando 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 97
© Ediciones Pirámide
se enfrentan a un problema: identifican qué ta-
reas implican mayor dificultad («este párrafo es 
difícil, tengo que leerlo otra vez»); se dan cuenta 
de si han cometido un error (por ejemplo, de que 
han escrito algo mal) y pueden corregirlo; saben 
que para pensar bien hay que tener en cuenta to-
dos los datos y desestimar la información no re-
levante; que hay que controlar las ideas alternati-
vas y que se puede mejorar o corregir el propio 
razonamiento con un esfuerzo suplementario. 
Como cada paso de procesamiento en la MT re-
quiere un cierto tiempo y sólo se pueden mante-
ner activas a la vez un pequeño número de unida-
des de información, al aumentar la posibilidad de 
prestar atención y de relacionar simultáneamente 
más unidades de información, los niños pueden 
dedicarse a actividades cognitivas más complejas. 
Estas nuevas posibilidades están directamente re-
lacionadas con el aumento de la velocidad y capa-
cidad de procesamiento.
Progresos en la atención
El control ejecutivo y la metacognición se ex-
tienden también a la atención. En general, los 
niños en edad escolar son menos dependientes de 
la apariencia perceptiva de los estímulos y mucho 
más capaces de controlar la atención internamen-
te, avanzando los procesos de atención en los si-
guientes aspectos.
a) Controlabilidad: atender en cada momen-
to a información relevante e ignorar la 
irrelevante, manteniendo la meta y la in-
tención.
b) Adaptabilidad: pasar de un aspecto de la 
situación a otro según la meta, con más 
rapidez y precisión (son capaces de hacer 
una suma con llevadas sin apuntarlo).
c) Planificación: pensar por adelantado una 
secuencia de acciones y dirigir una aten-
ción sucesiva para alcanzar determinadas 
metas, aspecto que predice de modo im-
portante el aprendizaje y el desarrollo de 
las capacidades cognitivas.
Todo esto explicaría cómo son posibles las 
«operaciones concretas»: por qué ya conserva o 
clasifica.
Además de la atención selectiva, también me-
joran la atención sostenida (el desarrollo de los 
circuitos atencionales aumenta la capacidad para 
mantener la atención en una misma tarea duran-
te un tiempo prolongado) y la búsqueda de un es-
tímulo determinado (una palabra en el dicciona-
rio o un libro en la estantería), al ser capaz de 
concentrarse durante más tiempo en lo que nece-
sita y de descartar la información que pueda dis-
traerle (Pérez y Capilla, 2011).
6. DESARROLLO COGNITIVO 
EN LA ADOLESCENCIA
En la adolescencia el alumnado pasa desde el 
dominio del pensamiento concreto hasta el pen-
samiento formal, lo cual abre posibilidades al ra-
zonamiento adolescente cercanas a las del mundo 
adulto. El adolescente puede razonar sobre lo fu-
turo, lo no real, lo imaginario y otras posibilida-
des que le alejan de la fijación sobre lo real, lo 
próximo o concreto del niño o niña de menor 
edad.
6.1. El estadio operacional formal 
de Piaget: el desarrollo de la lógica 
abstracta
Para Piaget, el pensamiento formal, que em-
pieza a desarrollarse hacia los 11 o 12 años y se 
consolida hacia los 15, supone la forma más ele-
vada de la cognición humana. Se trata de una 
forma de enfrentarse a la comprensión de la rea-
lidad equivalente a la que desempeñan los cientí-
ficos, mucho más compleja, comprehensiva y 
«abstracta» que la del estadio operacional con-
creto. En la trayectoria que sigue el desarrollo 
cognitivo hacia un progresivo distanciamiento de 
la realidad para poder pensar sobre ella, el pen-
samiento formal constituye el mayor nivel, el que 
permite una mayor liberación de lo concreto y de 
98 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
lo presente a la hora de razonar; una vez adqui-
rido, el individuo dispondrá siempre de él.
Para comprobar cómo evoluciona la estructu-
ra de pensamiento desde una lógica concreta has-
ta una formal, Piaget propone a niños de distin-
tas edades que razonen acerca de una serie de 
situaciones que, en la mayoría de los casos, están 
tomadas del campo de la física (entre las más clá-
sicas están la tarea del péndulo —se trata de ra-
zonar acerca de cuál es el factor del que depende 
la velocidad de sus oscilaciones— o la de balanza 
—se trata de razonar acerca de la proporción en 
que varios factores inciden en su equilibrio—). 
Pero para Piaget, los razonamientos de los ado-
lescentes en estas tareas constituyen casos parti-
culares de una nueva forma de razonar, aplicable 
a cualquier dominio de conocimiento; dada la es-
tructura común de estas situaciones experimenta-
les, razonar sobre ellas implica poner de mani-
fiesto todas las características del pensamiento 
formal, que resumimos a continuación siguiendo 
la descripción clásica del propio Piaget (Piaget e 
Inhelder, 1955).
a) Subordinación de lo real a lo posible. A di-
ferencia del niño operacional concreto, 
que razona de forma lógica pero sólo so-
bre lo concreto y lo real, el adolescente 
puede pensar en lo «posible», puede ima-
ginar, e incluso inventar, realidades e in-
corporarlas en sus razonamientos. Ante 
un dato empírico inmediato (una cantidad 
concreta de oscilaciones de un péndulo), 
va más allá de contemplar los datos que 
tiene presentes y lo considera un caso con-
creto de algún principio general en el que 
pueden intervenir factores que no están 
presentes.
b) Razonamiento hipotético-deductivo. En es-
trecha relación con la característica ante-
rior, en esta nueva forma de pensar, el 
adolescente, a partir de lo real, genera hi-
pótesis (explicaciones que integran lo po-
sible), que son el punto de partida de sus 
razonamientos. Así, a diferencia del niño 
operacional concreto, que opera inducti-
vamente a partir de lo real e inmediato, el 
adolescente opera deductivamente a partir 
de las hipótesis que construye. La manera 
de operar deductivamente es «interrogan-
do» a la realidad para comprobar el valor 
de sus hipótesis. Cada dato concreto es 
interpretado a partir de su hipótesis, y vie-
ne a confirmarla o a falsarla. El carácter 
hipotético-deductivo del pensamiento im-
plica no sólo interpretar los datos que se 
le presentan, sino incluso «provocar» cier-
tas situaciones empíricas para poner a 
prueba deductivamente el valor de sus hi-
pótesis o sospechas.
c) Carácter proposicional del pensamiento. El 
razonamiento formal se apoya en proposi-
ciones: las hipótesis y cada uno de los ele-
mentos de la situaciones, reales y posibles, 
se representan mediante proposiciones 
(enunciados) verbales (abstractos). En este 
sentido, las operaciones formales son de 
segundo orden, pues no se realizan directa-
mente sobre las representaciones de los 
objetos o fenómenos del mundo real, sino 
sobre representaciones más abstractas de 
éstos, más «liberadas» de los rasgos empí-
ricos de lo real. Esta nueva «materia pri-
ma» del pensamiento permite un mayor 
distanciamiento de la realidad concreta a 
la hora de razonar sobre ella, permite ra-
zonar no ya sobre lo concreto en sí mismo 
sino sobre las relaciones lógicas entre 
aquellos principios de los que lo concreto 
es sólo un caso particular. El carácter pro-
posicional del pensamiento permite el de-
sarrollo de toda una lógica proposicional, 
que es la que permite establecer deduccio-
nes e inferencias válidas, según se ajusten 
a principios lógicos (como los que consti-
tuyen el grupo INRC: identidad, negación, 
reciprocidad, correlatividad), y así distin-
guir entre una verdad de hecho (que derivade la comprobación empírica) y una ver-
dad formal (que deriva del análisis lógico 
de unos presupuestos, independientemen-
te de la realidad empírica). Es así como el 
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 99
© Ediciones Pirámide
desarrollo cognitivo sigue una trayectoria 
de gradual independencia de la realidad 
inmediata y gradual dependencia respecto 
a los principios lógicos.
d) Capacidad de generar combinaciones siste-
máticamente. Formular hipótesis y, sobre 
todo, comprobar su valor de verdad su-
ponen el uso de una combinatoria. Se tra-
ta de generar mentalmente todas las com-
binaciones posibles que puedan darse a 
partir de una serie de elementos. Para ello 
se requiere seguir rigurosamente un pro-
cedimiento sistemático, de manera que 
cada nueva combinación se genere a par-
tir de modificar solamente un factor res-
pecto a la combinación anterior, mante-
niendo constantes todos los demás; y de 
modo que, cuando se hayan generado to-
das las combinaciones posibles que deri-
van de las modificaciones en ese factor 
(todas las formas posibles que puede 
adoptar ese factor), se proceda entonces a 
hacer lo propio con otro factor; y así has-
ta agotarlos todos. Es lo que en el método 
científico se conoce como control de va-
riables. Tener en mente todas las posibles 
combinaciones de factores, representadas 
proposicionalmente, es lo que permite va-
lorar cada dato particular como caso 
concreto de una determinada combina-
ción de variables; y lo que permite razo-
nar sobre el valor de una hipótesis, sacan-
do conclusiones sobre la influencia de 
cada factor posible en la explicación del 
fenómeno en cuestión.
Esta forma de pensamiento permite al adoles-
cente comprender mejor los hallazgos de la cien-
cia natural, pero también los fenómenos sociales, 
la historia e incluso las matemáticas, la filosofía 
o el hecho religioso. En general, el adolescente 
encuentra un mayor gusto en razonar, con inde-
pendencia del contenido sobre el que razona; y 
en comprender teorías, e incluso en elaborar teo-
rías personales. Es la «edad de las teorías», de la 
ebullición de ideas, de crearse grandes interro-
gantes y de mirar hacia lo trascendente; se trata 
de un pensamiento menos público, más privado.
Piaget consideró que el pensamiento formal es 
universal; que, siendo el último estadio del desa-
rrollo intelectual, el pensamiento adulto es simi-
lar al adolescente; y que, constituyendo un siste-
ma de conjunto que atiende a la estructura de las 
relaciones entre objetos, y no a su contenido, per-
mite un razonamiento dotado de rigor y de auto-
nomía.
6.2. El desarrollo cognitivo 
en la adolescencia desde 
la perspectiva computacional
El avance en las capacidades cognitivas que se 
produce en la adolescencia es interpretado de 
manera muy distinta desde el enfoque compu-
tacional. Las diferencias tienen su origen en la 
adopción de una perspectiva epistemológica 
muy distinta: el cambio cognitivo, lejos de con-
sistir en una reorganización endógena de los es-
quemas conceptuales en una nueva estructura de 
conjunto, supeditando ahora la interpretación 
del input empírico a principios lógicos, internos, 
se supone más bien en la dirección contraria: es 
el conocimiento acumulado a partir del input 
concreto el que, organizándose en esquemas re-
presentacionales más complejos, constituye el 
origen de lo que identificamos como «pensa-
miento abstracto».
De nuevo seguiremos la figura 3.3 de derecha 
a izquierda para apoyar la exposición de los cam-
bios cognitivos en la adolescencia según el enfo-
que computacional.
 El papel del conocimiento de dominio 
específico en el razonamiento y la resolución 
de problemas
Las investigaciones postpiagetianas sobre ra-
zonamiento en tareas formales realizadas ya des-
de el procesamiento de información comienzan a 
poner en entredicho algunos de los postulados 
100 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
piagetianos. Al replicar los estudios de Piaget en 
distintas culturas y en adultos, parece, por una 
parte, que sólo en torno al 50 por 100 de las per-
sonas alcanzan el pensamiento formal; y, además 
(y lo que es más importante), que quienes lo al-
canzan no rinden por igual en distintas tareas 
formales. Si lo primero contradice el supuesto de 
la universalidad y de la edad de adquisición, lo 
segundo hace cuestionar seriamente el supuesto 
de la existencia de una estructura de conjunto en 
el pensamiento formal (Flavell, 1993).
En estos estudios, que abundaron en las déca-
das de los ochenta y los noventa, se comprueba 
que sujetos que demuestran razonamiento formal 
en ciertas tareas no lo manifiestan en otras con 
idéntica estructura lógica pero contenido distin-
to; parece que cuando se ha de razonar formal-
mente acerca de contenidos que resultan familia-
res o de los cuales se tiene conocimiento previo, 
resulta más fácil ser riguroso en el razonamiento 
que cuando no se tiene conocimiento en ese do-
minio específico. Es clásico el estudio de DeLisi y 
Staudt (1980) con tres grupos de estudiantes (de 
física, ciencias políticas y filología inglesa) tra-
tando de resolver tareas con conte nidos de cada 
especialidad; obtuvieron puntuaciones de razo-
namiento formal más altas en la tarea correspon-
diente al dominio de su espe cialidad que en las 
restantes. Según estos resultados, parece clara la 
influencia del contenido sobre el razonamiento, y 
que el pensamiento formal no es tan autónomo 
ni independiente del conocimiento.
Desde el punto de vista educativo, especial-
mente en lo que respecta al éxito y al fracaso es-
colar en tareas formales y en la comprensión de 
la ciencia, es importante tener en cuenta no sólo 
que el conocimiento previo en un dominio facili-
ta el razonamiento en él, sino también que, al 
mismo tiempo, puede dificultarlo. Cuando un su-
jeto tiene ideas previas «erróneas» sobre un do-
minio (que no coinciden con el conocimiento que 
resulta de aplicar el método científico), pueden 
suponer un obstáculo para el razonamiento for-
mal sobre esos contenidos (un dominio típico en 
el que los niños suelen tener ideas previas erró-
neas es, por ejemplo, el de la flotación de los 
cuerpos: pensar que depende del peso y no de la 
densidad). Estas ideas erróneas, que suelen estar 
guiadas por la percepción y por el conocimiento 
que deriva de la experiencia no sometida a razo-
namiento formal, suelen ser muy resistentes a la 
modificación. Parece que el conocimiento se rige 
por criterios funcionales para predecir e interpre-
tar lo que experimentamos, de manera que (con-
trariamente a lo que postulaba Piaget) tendemos 
a buscar confirmación a nuestras hipótesis pres-
tando atención a las evidencias que coinciden con 
ellas y despreciando las que las contradicen. Así, 
parece que disponer de capacidad de razona-
miento lógico hipotético-deductivo no garantiza 
el cambio conceptual; para propiciar este cambio 
habrá que proporcionar al individuo suficiente 
información sobre el dominio que se trate de ex-
plicar como para que la evidencia contraria sea 
tanta que a partir de ella se construya, con apoyo 
del razonamiento lógico, una explicación alterna-
tiva consistente con el nuevo conocimiento.
Desde el enfoque computacional, estos datos 
son evidencias de que el conocimiento tiene su 
origen en la experiencia concreta en dominios es-
pecíficos, y de que la evolución cognitiva se sus-
tenta en aprehensión de regularidades y en la 
organización del conocimiento en unidades re-
presentacionales cada vez más complejas, de las 
que emergen conceptos cada vez más abstractos. 
Algunas de estas regularidades se fijan en forma 
de reglas o paquetes representacionales que in-
cluyen la influencia de dos o más factores; desde 
esta perspectiva, es totalmente coherente que el 
establecimiento de reglas se vea influido por el 
conocimiento previo, pues es a partir de la expe-
riencia misma como se establecen las reglas, y 
que individuos de la misma edad muestren rendi-
mientos diferentes, puesconstruyen conocimien-
to de dominios dispares.
Progresos en los procesos de control
Hacia los 12 años, los niños incorporan una 
nueva estrategia de memoria: la de elaboración 
(figura 3.18). Consiste en organizar espontánea-
Desarrollo cognitivo en la edad escolar / 101
© Ediciones Pirámide
mente la información según criterios subjetivos, 
relacionando los ítems incluso aunque no haya 
una asociación semántica entre ellos (agrupar las 
palabras «gato» y «casa» imaginando al animal 
entrando en la casa, o asociando las palabras con 
alguna experiencia personal) (Flavell, 1993).
No sólo la memoria se vuelve máximamente 
estratégica; también el resto de las funciones cog-
nitivas, pues a los 16 años se alcanza el desarrollo 
completo de las funciones ejecutivas y, con ello, 
un mayor progreso metacognitivo. Este salto cua-
litativo tiene una base neuronal clara (Pérez y 
Capilla, 2011). En la pubertad, aumenta el volu-
men de sustancia gris en la corteza prefrontal 
(responsable de los procesos ejecutivos), lo que 
indica una proliferación de sinapsis, que alcanza 
su máximo a los 12 años. Después de ese pico, ya 
en la adolescencia, hay un proceso de afinación 
por el que se poda o elimina el exceso de conexio-
nes, esencial para el ajuste de las redes funciona-
les del tejido cerebral; de ahí el descenso de la 
densidad sináptica y de sustancia gris. En la pu-
bertad, a pesar de que aumenta la sinapsis de la 
corteza prefrontal, los niños son algo más lentos 
que los más pequeños en tareas, por ejemplo, de 
inhibición selectiva; parece ser que el exceso de 
sinapsis aún no incorporadas a circuitos especia-
lizados causa durante un tiempo un peor rendi-
miento cognitivo, que mejora hacia los 13-14 
años, cuando el exceso de sinapsis experimenta 
una poda y una transformación en redes especia-
lizadas eficientes. Al mismo tiempo, aumenta la 
sustancia blanca (es la capa de mielina en torno al 
axón, que al ser tejido graso se ve blanca al mi-
croscopio), lo que incrementa la velocidad de los 
impulsos nerviosos, y lo que indica:
a) Un fortalecimiento de conexiones neuro-
nales y la correspondiente automatización 
de acciones, que ya no necesitan entonces 
un procesamiento consciente, «liberando 
espacio» para ejecutar otras tareas simul-
táneamente.
b) Una mayor conexión entre distintas zonas 
del cerebro, lo que explica que el niño sea 
capaz de ocuparse de información de di-
versas áreas al mismo tiempo.
A ello se une la maduración del cuerpo calloso, 
lo que permite mayor integración de las funcio-
nes entre ambos hemisferios.
Esta profunda reorganización del cerebro ado-
lescente explicaría el perfeccionamiento y afian-
zamiento de sus funciones cognitivas, que se ca-
racterizan por una mayor flexibilidad, control, 
planificación de acciones complejas, abstracción 
y creación de múltiples relaciones entre el cono-
cimiento.
102 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
IMPLICACIONES EDUCATIVAS
Las teorías sobre el desarrollo cognitivo parecen evolucionar claramente hacia un reconoci-
miento cada vez mayor de la importancia de la exclusiva capacidad humana para pensar acera 
del pensamiento y autogestionar el propio funcionamiento cognitivo. Muchos de los conceptos 
que aparecen en este capítulo tienen que ver con esto (teoría de la mente, función ejecutiva, co-
nocimiento metaconceptual, metacognición, redescripción representacional, etc.), que puede tra-
ducirse en la capacidad de aprender a aprender.
Parece que una buena capacidad de autorregulación cognitiva es un buen predictor del éxito 
académico. Si comparamos a estudiantes que van bien en los estudios con los que van mal al 
alcanzar la secundaria, comprobamos que los primeros: saben cuándo poseen una habilidad y 
cuándo no, pueden hacer una estimación del nivel de dificultad que tiene para ellos una determi-
nada tarea, y de las condiciones necesarias para rendir bien en ella; también, cuando se enfrentan 
a la realización de una tarea, se plantean cuál es el objetivo y diseñan un plan cognitivo para 
conseguirlo; después van siguiendo el plan paso a paso, introduciendo flexiblemente modificacio-
nes si lo ven necesario; para ello, se centran en cada momento en el paso correspondiente, con-
trolando las interferencias que pudieran apartarles del objetivo; sobre el proceso, saben si están 
pensando bien o mal; si se equivocan, se dan cuenta de que se han equivocado y revisan el curso 
del pensamiento para identificar el origen del error y ponerle remedio; además, van haciendo una 
valoración de sus resultados en función del objetivo planteado inicialmente. Este acercamiento 
activo al aprendizaje, centrado en el proceso y que produce por sí mismo una gran satisfacción 
en quien aprende, contrasta con la actitud pasiva de los «malos estudiantes».
La importancia cada vez más evidente del autocontrol cognitivo conduce a proponer la nece-
sidad de contemplar en el currículum la enseñanza intencional y explícita de habilidades meta-
cognitivas, que permita a los estudiantes una mejor gestión de sus procesos de aprendizaje y de 
paso se traduzca en una mejora de su rendimiento escolar. Los educadores (padres y profesores) 
pueden fomentar las habilidades autorreguladoras trabajando a propósito de cualquier contenido 
o materia (lectoescritura, matemática, comprensión de las ciencias físicas o de fenómenos histó-
ricos y sociales) y en cualquier momento del proceso educativo: desde educación infantil, duran-
te toda la educación primaria y hasta el final de la educación secundaria.
© Ediciones Pirámide
Desarrollo comunicativo y lingüístico 
CARMEN BARAJAS
4
1. INTRODUCCIÓN
El desarrollo del lenguaje en los humanos 
constituye uno de los rasgos más definitorios de 
la identidad de la especie. La evolución de un sis-
tema representacional tan complejo y específico 
como el lenguaje parece tener su razón de ser en 
el cumplimiento de funciones comunicativas y 
cognitivas exclusivamente humanas (Belinchón et 
al., 1992); se trata además de un sistema cons-
truido mediante un código, con características 
estructurales (fonológicas, semánticas y gramati-
cales) cuyo dominio se requiere para el cumpli-
miento de tales funciones.
En este capítulo se expone la secuencia evolu-
tiva de adquisición del lenguaje (tabla 4.1). Los 
niños suelen mostrar las primeras producciones 
lingüísticas hacia los 18 meses; sin embargo, en 
los meses precedentes se producen una serie de 
acontecimientos evolutivos directamente relacio-
nados con la adquisición de la competencia co-
municativa y lingüística, por lo que se incluye 
también este período. El proceso se completa ha-
cia los 6 años.
2. DESARROLLO COMUNICATIVO 
PRELINGÜÍSTICO
La meta del desarrollo comunicativo humano 
es compartir un sistema simbólico de representa-
ción de la realidad, construido según un código 
que integra un sistema de reglas para organizar 
tales representaciones y producirlas verbalmente. 
Para ello es imprescindible que el niño, por una 
parte, desarrolle suficientes capacidades cogniti-
vas de representación y de análisis del input lin-
güístico (es un proceso individual) y, por otra, que 
acceda al mundo simbólico de los demás, así 
como al código implícito en la lengua materna 
(es un proceso social) (Kaye, 1982). Estas bases 
para el desarrollo del lenguaje se van establecien-
do durante los dos primeros años; y para com-
prender estos progresos comunicativos es impres-
cindible atender al modo en que los adultos 
contribuyen a ello.
Quizá sea útil establecer previamente una ca-
racterización general del papel de los cuidadores 
de apego durante el período prelingüístico. En el 
punto de partida, la situación es muy despropor-
cionada; el niño todavía tiene que aprender a 
producir los sonidos, a formar las palabras, a 
construir significados, a combinarlos en frases, 
a ser capaz de usarlas en situaciones adecuadas, 
a adquirir un conocimiento sobre su propio len-
guaje, etc., mientras que el adulto ya domina por 
completotodos estos aspectos. Si hay intercam-
bio comunicativo entre ambos y el niño hace 
progresos dentro de ellos es porque el adulto 
asume la responsabilidad de las situaciones com-
partidas y pone en funcionamiento un sistema 
de ajuste al nivel del niño, andamiando sus pro-
gresos. Este sistema de apoyo lo ejerce el adulto 
haciendo par ticipar al bebé en situaciones inte-
104 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
T
A
B
L
A
 4
.1
C
al
en
da
ri
o 
ev
ol
ut
iv
o 
de
 a
dq
ui
si
ci
ón
 d
e 
la
 c
om
pe
te
nc
ia
 c
om
un
ic
at
iv
o-
lin
gü
ís
ti
ca
E
da
d
D
es
ar
ro
llo
 c
om
un
ic
at
iv
o 
pr
el
in
gü
ís
ti
co
D
es
ar
ro
llo
 f
on
ol
óg
ic
o
D
es
ar
ro
llo
 s
em
án
ti
co
D
es
ar
ro
llo
 m
or
fo
si
nt
ác
ti
co
P
ro
ce
so
 a
si
m
ét
ri
co
 d
e 
in
te
rp
re
ta
ci
ón
E
ta
pa
 p
re
lin
gü
ís
ti
ca
(0
-1
2 
m
)
R
ec
ié
n 
na
ci
do
P
re
ad
ap
ta
ci
ón
 s
oc
ia
l
F
or
m
at
os
 d
iá
di
co
s 
de
 
at
en
ci
ón
 a
 n
ec
es
id
ad
es
 
bá
si
ca
s
G
ri
to
s,
 p
ro
te
st
as
 y
 s
on
id
os
 
ve
ge
ta
ti
vo
s
1 
m
es
1 
m
: A
rr
ul
lo
s 
y 
ri
sa
s
2 
m
es
es
3 
m
es
es
3-
6 
m
: J
ue
go
 v
oc
al
 o
 
ba
lb
uc
eo
4 
m
es
es
D
is
ti
nc
ió
n 
ob
je
to
s-
pe
rs
on
as
F
or
m
at
os
 t
ri
an
gu
la
re
s
5 
m
es
es
6 
m
es
es
P
re
in
te
nc
io
na
lid
ad
In
ic
ia
ti
va
 e
n 
lo
s 
fo
rm
at
os
 
tr
ia
ng
ul
ar
es
6 
m
: B
al
bu
ce
o 
re
du
pl
ic
ad
o
7 
m
es
es
8 
m
es
es
C
om
un
ic
ac
ió
n 
in
te
nc
io
na
l
E
ta
pa
 p
re
se
m
án
ti
ca
 
(9
-1
8 
m
)
R
ec
ur
so
s 
ge
st
ua
le
s
R
ec
ur
so
s 
or
al
es
9 
m
es
es
G
es
to
s 
de
íc
ti
co
s
C
ad
en
as
 s
ilá
bi
ca
s
9 
m
: J
er
ga
 y
 b
al
bu
ce
o 
no
 
re
du
pl
ic
ad
o
9-
10
 m
: C
om
pr
en
si
ón
10
 m
es
es
11
 m
es
es
12
 m
es
es
G
es
to
s 
si
m
bó
lic
os
P
al
ab
ra
s 
et
iq
ue
ta
12
 m
: L
a 
pa
la
br
a
12
-1
8 
m
: L
as
 p
al
ab
ra
s 
et
iq
ue
ta
E
ta
pa
 d
e 
un
a 
pa
la
br
a:
 
H
ol
of
ra
se
 (
12
-1
8 
m
)
T
rá
ns
it
o:
 C
om
bi
na
ci
on
es
 d
e 
do
s 
el
em
en
to
s
E
ta
pa
 li
ng
üí
st
ic
a
(1
2/
18
 m
-7
 a
ño
s)
E
ta
pa
 s
em
án
ti
ca
(1
8 
m
-4
 a
ño
s)
18
 m
es
es
P
ro
ce
so
s 
de
 s
im
pl
if
ic
ac
ió
n 
fo
no
ló
gi
ca
18
 m
-4
 a
ño
s:
 D
e 
lo
s 
sí
m
bo
lo
s 
su
bj
et
iv
os
 a
 lo
s 
sí
m
bo
lo
s 
so
ci
al
iz
ad
os
E
ta
pa
 d
e 
do
s 
pa
la
br
as
: 
T
el
eg
rá
fi
ca
 (
18
-2
4 
m
es
es
)
E
ta
pa
 d
e 
tr
es
 e
le
m
en
to
s 
(2
 
añ
os
-2
 a
ño
s 
y 
m
ed
io
)
E
ta
pa
 d
e 
cu
at
ro
 o
 m
ás
 
el
em
en
to
s 
(2
 a
ño
s 
y 
m
ed
io
-5
 
añ
os
)
24
 m
es
es
2 
añ
os
 y
 m
ed
io
3 
añ
os
4 
añ
os
4-
7 
añ
os
: E
st
ab
le
ci
m
ie
nt
o 
de
 
re
la
ci
on
es
 lé
xi
ca
s
5 
añ
os
5 
añ
os
-a
do
le
sc
en
ci
a:
 
E
st
ru
ct
ur
as
 c
om
pl
ej
as
 y
 
am
bi
gü
as
V
ar
ie
da
d 
es
ti
lís
ti
ca
6 
añ
os
7 
añ
os
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 105
© Ediciones Pirámide
ractivas muy especiales, los formatos, como si ya 
tuviera capacidad para ello.
Las relaciones sociales que se producen en los 
formatos poseen unas características que las ase-
mejan a la comunicación lingüística. Ejemplo de 
formatos muy comunes: dar de comer al niño di-
ciendo para cada cucharada «ésta por mamá...», 
ver juntos un cuento señalando cada imagen y 
haciendo alguna referencia a ella, juegos de pal-
madas o cosquillas como «si vas al carnicero...» o 
juegos de esconder la cara y descubrirla de nuevo 
(«cucú»). Conforme el niño va progresando en 
sus recursos para comunicarse, el adulto reduce 
su apoyo, con lo que la estructura y característi-
cas del formato van modificándose hacia la sime-
tría. Cuando aparece el lenguaje, lo hace para 
cumplir unas funciones, para optimizar la efica-
cia de otros recursos comunicativos más precarios 
hasta ponerse al nivel del interlocutor experto.
2.1. Los progresos comunicativos 
prelingüísticos
El período prelingüístico puede dividirse en 
dos grandes fases, cada una de las cuales puede 
subdividirse, a su vez, en varios trayectos claros 
(véase la tabla 4.1). La primera es la que transcu-
rre desde el nacimiento hasta los 9 meses. Los in-
tercambios que se producen entre bebé y adulto 
no pueden aún calificarse propiamente de comu-
nicativos, pues el primero no dispone de la capa-
cidad de utilizar sus recursos para supeditarlos a 
una meta comunicativa planteada previamente; es 
más, ni siquiera dispone de la capacidad de gene-
rar intenciones comunicativas; son los adultos los 
que hacen interpretaciones de las supuestas inten-
ciones del niño. Por ello podemos afirmar que lo 
que se da en esta primera fase es un proceso total-
mente asimétrico de interpretación (González y 
Codes, 1991). La segunda fase transcurre de los 9 
a los 18 meses. Durante estos meses ya han hecho 
progresos suficientes como para generar intencio-
nes comunicativas y desarrollar recursos con los 
que satisfacer tales intenciones; sin embargo, se 
trata de recursos no lingüísticos.
 0-3 meses: el recién nacido: predisposición 
a la interacción social
Durante los tres primeros meses, las conductas 
del bebé son casi por completo involuntarias; su 
cerebro aún no ha completado el proceso de ma-
duración funcional, por lo que la mayor parte de 
su comportamiento consiste en respuestas invo-
luntarias a sus estados biológicos, provocadas 
por estímulos tanto internos como externos al or-
ganismo. Además, aún no identifica claramente a 
las personas entre el resto de las cosas que le ro-
dean, por lo que difícilmente podría plantearse el 
objetivo de comunicarles algo.
Sin embargo, aun en esta precariedad de con-
diciones, el bebé humano nace con un repertorio 
de conductas y capacidades que favorecen su par-
ticipación en situaciones de interacción social 
con adultos. Las principales son la manifestación 
de expresiones emocionales, las conductas refle-
jas y las preferencias perceptivas por los estímu-
los de naturaleza social.
En cuanto a las expresiones emocionales, desde 
que nacen, los bebés adoptan con su rostro mue-
cas que se asemejan a las que en los adultos sirven 
para manifestar emociones (enfado, alegría, ira, 
satisfacción, etc.); quizá las más llamativas sean el 
llanto y la sonrisa. En un principio, estos movi-
mientos específicos se corresponden simplemente 
con estados biológicos, de necesidad o de satisfac-
ción (sólo más adelante, cuando el niño haya he-
cho ciertos progresos en la diferenciación de la 
realidad externa y en la coordinación de sus con-
ductas con las de quienes tratan de relacionarse 
con él, sonreirá o adoptará muecas de enfado ante 
estímulos sociales, como la cara de otra persona).
Por lo que respecta a los reflejos (segmentos de 
conducta innatos muy específicos, cada uno de 
los cuales es desencadenado por un tipo de esti-
mulación muy concreta), algunos de ellos favore-
cen muy especialmente el contacto corporal con 
los cuidadores; por ejemplo, el reflejo de moro o 
el de prensión, que consisten respectivamente en 
abrir las extremidades y cerrarlas aferrándose a 
algo cuando se desestabiliza la base sobre la que 
se apoyan y en cerrar la mano presionando aque-
106 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
llo que estimula la palma. Mención especial me-
rece el reflejo de succión, que está organizado 
según un patrón biológico de pausas y succiones 
que se suceden para facilitar el amamantamiento.
En relación con las preferencias perceptivas del 
recién nacido, es muy significativo el hecho de que, 
entre todos los estímulos que puedan llegar a sus 
sistemas receptores, los que más llaman su aten-
ción son la voz humana y los estímulos visuales 
que se asemejan al rostro adulto: los que tienen 
zonas de contraste, relieves, movimientos y brillo. 
Por este motivo, el bebése muestra selectivo en 
relación con los estímulos de su entorno, orientan-
do su atención con los registros de naturaleza hu-
mana mucho antes de saber de quién provienen.
Durante estos meses, las interacciones entre 
bebé y cuidadores se producen en formatos o con-
textos que giran en torno a la atención a necesida-
des biológicas básicas (alimentación, aseo, etc.). 
En estas situaciones, que se caracterizan por estar 
organizadas en secuencias regulares, es donde se 
producen los encuentros entre el repertorio de 
conductas del bebé que acabamos de describir y 
el sistema de interpretación de los adultos.
En estos encuentros, la asimetría comunicativa 
es absoluta: adulto y niño no comparten ningún 
código de comunicación, el primero cuenta con 
un sistema simbólico culturalmente preparado 
para las conversaciones más complejas, mientras 
que el segundo cuenta con poco más que un sis-
tema biológico. Sin embargo, la sincronía entre 
ambos sistemas se produce gracias a que el adul-
to, que suele mantener una sensibilidad especial 
a las señales del bebé, ejerce todo el esfuerzo de 
la adaptación al sistema del otro: se acomoda a 
sus ritmos biológicos, interpreta sus conductas 
innatas atribuyéndoles un significado intencional 
del que realmente carecen y, lo que es más impor-
tante, actúa consecuentemente con su propia in-
terpretación.
Así, por ejemplo, si el bebé llora o sonríe, el 
adulto tiende a interpretarlo como si respondiera 
a deseos, intenciones o sentimientos similares a 
los que él mismo experimenta; algo parecido ocu-
rre con las preferencias perceptivas: la tendencia 
del bebé a mirar a los rostros y a dirigir su aten-
ción a la voz de sus cuidadores es inmediatamente 
interpretada por éstos como si el bebé los recono-
ciera e incluso tratara de darles a entender algo. 
Además, no se limitan a hacer conjeturas sobre 
las supuestas intenciones del niño, apropiándose 
así de su «vida mental» (Kaye, 1982), sino que 
responden a los presuntos deseos (meciendo al 
niño, hablándole, dándole de comer, etc.).
Esta acomodación adulta al sistema biológico 
del niño contribuye a que se establezca una espe-
cie de «diálogo» (protodiálogo o protoconversa-
ción: Halliday, 1973, 1975). Por ejemplo, si el 
bebé sigue con su mirada un objeto que por sus 
características atrapa su atención visual, el adulto 
tiende a seguirlo también con su mirada al tiem-
po que hace comentarios sobre él. Este patrón es 
especialmente significativo en el amamantamien-
to, durante el cual las madres suelen utilizar las 
pausas biológicas del bebé para hablarle, hasta 
que comienza de nuevo la succión.
Por tanto, el bebé participa «involuntariamen-
te» desde el principio en encuentros diádicos en 
los que su conducta es sometida a la interpreta-
ción de la mente adulta. Esto contribuye a que, 
aun encontrándose todavía muy lejos de la simbo-
lización, ejerza su capacidad innata para respon-
der a señales e indicios estableciendo sus primeros 
patrones de asociación entre los acontecimientos 
del medio; de este modo, se producen las primeras 
anticipaciones de lo que va a ocurrir en su entor-
no (por ejemplo, los sonidos de los preparativos 
de la comida le tranquilizan porque anticipa que 
va a comer).
 4-6 meses: la distinción entre el mundo 
de los objetos y el de las personas. 
Los inicios del acceso a la «mente» 
de los demás
Hacia los tres meses aparecen las primeras 
conductas voluntarias; el control voluntario del 
cuerpo va extendiéndose de la cabeza (a los 3 me-
ses) a los pies (a los 14 meses). Este avance ma-
durativo está acompañado por progresos percep-
tivos: desde el segundo mes diferencia cada vez 
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 107
© Ediciones Pirámide
con más nitidez los objetos y comienza a integrar 
información proveniente de distintas modalida-
des sensoriales (atribuye a un mismo objeto su 
movimiento y el ruido que produce, o a una mis-
ma persona la imagen de su rostro y su voz). Es-
tos avances conducen al bebé a interesarse por 
objetos concretos (comienza a coger objetos, a 
explorarlos, a comprobar sus propiedades, etc.).
Los adultos, que continúan manifestándose 
sensibles a las nuevas capacidades e intereses del 
bebé, se suelen implicar entonces en la relación 
entre el niño y los objetos que son de su interés; 
así, por ejemplo, si pretenden alcanzar algún ob-
jeto, les ayudan aproximándoselo, si muestran 
interés por un objeto, lo señalan, lo nombran y 
hacen algún comentario sobre él, etc. De este 
modo, los formatos diádicos iniciales, centrados 
en las sensaciones del niño, van sustituyéndose 
por formatos triádicos, en los que la atención se 
traslada hacia temas externos a sus propios cuer-
pos; el triángulo está formado por el adulto, el 
bebé y el objeto que se convierte en centro de in-
terés compartido.
Los formatos triangulares pueden ser de ac-
ción conjunta, si el intercambio gira en torno a la 
acción sobre un objeto (dar y tomar el objeto, 
meterlo en un recipiente y volverlo a sacar, etc.), 
de atención conjunta, si ambos atienden conjunta-
mente a un objeto (el bebé va dirigiendo su mira-
da a diferentes objetos de una habitación y el 
adulto habla sobre ellos), o mixtos, si tanto la ac-
ción como la atención están implicados en el in-
tercambio (por ejemplo, juegos de esconderse y 
reaparecer bajo un pañuelo, juegos sobre partes 
del cuerpo, a veces acompañados por canciones; 
en nuestra cultura son populares juegos como los 
de «si vas al carnicero...», o «éste puso un hue-
vo...»).
La participación en estas situaciones es funda-
mental para los progresos; al estar presentes en 
ellos tanto objetos como personas, al bebé se le 
ofrecen oportunidades privilegiadas de compro-
bar las diferencias esenciales entre el «compor-
tamiento» de unos y otros; mientras que las per-
sonas hablan, ríen y responden a sus deseos 
contingentemente, los objetos no son tan gratifi-
cantes. Así, comienzan a clasificar rudimentaria-
mente la realidad entre «objetos sin mente» y 
«objetos con mente» (Rivière, 1991), en tanto que 
empiezan a identificar a las personas como agen-
tes potenciales de acciones; se trata de una prime-
ra forma de acceso a la «mente» de los demás o 
de intersubjetividad (Trevarthen, 1977). De este 
modo, su conducta se socializa en el sentido de 
que sus expresiones emocionales o sus miradas ya 
no se dirigen indiscriminadamente a cualquier 
cosa que estimule sus receptores o que le propor-
cione agrado o frustración, sino que se van diver-
sificando muy claramente las que dirige a los ob-
jetos y las que dirige a las personas (por ejemplo, 
dejan de sonreír ante los objetos).
Las interacciones en estos formatos triangula-
res son todavía muy asimétricas, pues es el adulto 
el que organiza su estructura, aprovechando los 
intereses del niño, y el que realiza casi todas las 
funciones (por ejemplo, en el juego del cucú el 
adulto es el que se esconde, el que dice «cucú», el 
que se quita a sí mismo el pañuelo y reaparece di-
ciendo «tras»). El niño todavía no toma la inicia-
tiva, pero participa aunque sea de forma pasiva, 
pues el adulto se encarga de integrar su comporta-
miento (aunque simplemente sea un compor-
tamiento de atención) dentro de secuencias comu-
nicativas. Sin embargo, el hecho de que formatos 
se produzcan según un esquema simple, repetitivo 
y constante permite a los bebés ir generando ex-
pectativas de lo que va a ocurrir a continuación; 
aprenden que su propia conducta es seguida por 
otra que realiza el adulto, sin que ésa fuera su pre-
tensión. De esta manera van aprendiendo la es-
tructura de la conversación, en la que las partici-
paciones de los interlocutores son contingentes: 
cada una depende de la anterior formando una 
cadena coherente.
 6-9 meses: preintencionalidad: percibe 
su comportamiento como fuente 
de manipulación del comportamiento ajeno
Mediante la participación en formatos triangu-
lares, en los que los acontecimientos son predeci-
108 / Psicología del desarrollo y de la educación© Ediciones Pirámide
bles y los adultos responden consistentemente a la 
acción del niño, éste aprende que su propio com-
portamiento puede provocar consecuencias en el 
entorno, tanto físico como social, descubrimiento 
que resulta enormemente gratificante. Cuando 
advierten esta relación, comienzan a mostrar inte-
rés por los resultados de sus propias acciones, y 
tienden a prolongarlos repitiendo la conducta que 
los «produjo» (si tras repetidas veces el bebé agita 
los brazos y sonríe y a continuación alguien tam-
borilea para él con los dedos sobre la mesa, el in-
terés por mantener este acontecimiento le hace 
mover de nuevos los brazos y sonreír para que se 
produzca de nuevo el tamborileo). En un primer 
«análisis de la situación» los bebés parecen inter-
pretar que es su comportamiento (agitar brazos y 
sonreír) el que produce directamente la conse-
cuencia (el tamborileo), como si ésta fuera una 
prolongación de su propia acción.
No se pueden considerar propiamente conduc-
tas con intencionalidad comunicativa, puesto que 
el fin no se lo habían planteado previamente su-
peditando a él los medios para alcanzarlo, pero, 
de cualquier manera, aprenden que con su com-
portamiento pueden manipular el entorno y en-
trenan esta nueva capacidad, a la que podemos 
calificar de preintencionalidad, cada vez que tie-
nen ocasión.
La consecuencia de este proceso es que el 
bebé, cada vez con mayor frecuencia, toma la ini-
ciativa en los formatos triangulares y ya no se li-
mita a dejarse hacer pasivamente y a ser poco 
más que un espectador del formato en el que par-
ticipa, sino que tiende a provocar las conductas 
del otro o a responder como se esperaría de él (en 
el formato del «cucú» comienza a hacer algo más 
que observar, como levantar el pañuelo que es-
conde la cara de la madre, tras lo que ésta dice 
«tras»). Cuando esto ocurre, el adulto ya no des-
empeña todos los papeles, sino que progresi-
vamente va cediendo responsabilidad al niño, 
retándole a hacer lo que ya está dentro de sus 
posibilidades y evitando asumir el papel que «co-
rresponde» al bebé.
De esta manera, durante todo el proceso asi-
métrico de interpretación de los nueve primeros 
meses se van construyendo los prerrequisitos de la 
comunicación; principalmente, se captan las cons-
tancias en el ambiente que permiten al bebé crear-
se expectativas de lo que va a suceder, se reconoce 
a los demás como agentes potenciales de acciones 
y se aprende que el comportamiento propio puede 
estar relacionado con el comportamiento de los 
demás hacia uno mismo. Estos descubrimientos 
conducirán al bebé a ser él mismo el que cree las 
condiciones antecedentes que provoquen las con-
secuencias aprendidas. Todo ello ocurre gracias a 
la participación en situaciones de interacción so-
cial recurrentes, con patrones definidos, y a la ca-
pacidad del niño para establecer asociaciones, así 
como a su sensibilidad a las señales humanas.
 9-12 meses: la aparición de recursos 
comunicativos intencionales presimbólicos
Hacia los 9 meses, la mayoría de los niños ya 
han hecho suficientes progresos cognitivos y tienen 
suficiente experiencia social como para realizar 
auténticos actos comunicativos. Por una parte, sus 
progresos cognitivos les permiten proponerse una 
meta y seleccionar de entre sus recursos los más 
apropiados para supeditarlos a sus objetivos (por 
ejemplo, tirar de una cuerda para acercarse el ju-
guete al que está atado). Los medios y los fines ya 
están claramente diferenciados, no se considera a 
los segundos como una prolongación de los pri-
meros. Por otra parte, su experiencia entre los hu-
manos ya le ha hecho ir conociendo qué es lo que 
puede esperar de ellos y hasta qué punto se coor-
dinan mutuamente.
La convergencia entre estos dos descubrimien-
tos conducirá ahora al bebé, que se mantiene 
siempre activo en la exploración de sus posibili-
dades y de los acontecimientos del entorno, a 
«manipular» deliberadamente la relación entre 
objetos y personas mediante su propio compor-
tamiento, desempeñando un papel mucho más 
protagonista en los formatos. En el triángulo be-
bé-adulto-objeto, es el primero el que utiliza a 
alguno de los otros dos (adulto u objeto) para 
conseguir algo del tercero.
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 109
© Ediciones Pirámide
Para alcanzar sus objetivos los bebés comien-
zan a desplegar entonces recursos intencionales 
con los que desempeñar funciones comunicativas 
o usos pragmáticos que más tarde se ejercerán 
mediante el lenguaje: cuando el objetivo del bebé 
es el objeto y utiliza al adulto como medio para 
conseguirlo, hablamos de funciones protoimpera-
tivas; cuando la meta del bebé es el propio adulto 
(conseguir su atención, por ejemplo), y utiliza 
para ello un objeto, a modo de «excusa», habla-
mos de funciones protodeclarativas.
Los instrumentos comunicativos de esta etapa 
consisten en una combinación de recursos gestua-
les o enactivos (proceden de la acción) y de recur-
sos orales (González et al., 1991).
En cuanto a los recursos enactivos, los de esta 
etapa se denominan deícticos (se realizan con la 
mano o con el dedo); los más comunes son los 
gestos de dar (ofrecer algo a alguien), de mostrar 
(enseñar algo a alguien), de petición ritualizada 
(abrir y cerrar la mano tendida hacia el objeto 
que se desea al mismo tiempo que se mira alter-
nativamente al adulto y al objeto) y de indicación 
(señalar con el dedo índice un objeto en presen-
cia de alguien). El gesto de indicación es espe-
cialmente relevante en los progresos comunicati-
vos; se trata de un precursor bastante cercano a 
la aparición del lenguaje puesto que, mediante 
él, el bebé se refiere a algo concreto, sin preten-
der nada más que identificarlo como algo cono-
cido y hacer copartícipe al adulto de su «conoci-
miento» del objeto; no se suele pretender con 
este gesto ningún fin práctico o material, sino 
simplemente «declarar» un conocimiento, lo que 
constituye un acto exclusivo de los humanos. La 
proximidad entre el gesto de indicación y la pa-
labra radica en que mediante este gesto el bebé 
comienza a adquirir la idea de referencia (utili-
zar un significante para referirse a un referente), 
función que más tarde desempeñarán las pala-
bras. Además, este tránsito del gesto de indica-
ción a las palabras es facilitado en tanto que la 
acción del niño provoca que el adulto pronuncie 
la palabra que en su lengua sirve para referirse a 
lo que el niño indica con su dedo (González et 
al., 1991).
En cuanto a los recursos orales, los bebés de 
esta etapa suelen acompañar los gestos deícticos 
con cadenas silábicas de vocales y consonantes 
adelantadas (pa, ba, ta), que es lo que les permite 
su nivel de desarrollo fonológico. Estas vocaliza-
ciones carecen de significado; se utilizan como un 
recurso más para llamar la atención del adulto.
Con estos avances, la asimetría conversacional 
entre bebé y adulto disminuye bastante, pues la 
ambigüedad de las señales comunicativas de meses 
anteriores es ahora sustituida por intenciones muy 
concretas cuyas posibles interpretaciones se redu-
cen mucho. Ahora bien, estos recursos todavía 
cuentan con una limitación importante: sólo tie-
nen valor significativo cuando se utilizan en un 
contexto muy concreto, en el que las cosas a las 
que se refieren están físicamente presentes (el gesto 
de señalar en el vacío, no dirigido a algo, carece de 
significado). Es decir, se trata todavía de recursos 
presentacionales, cuyo significado está supeditado 
al contexto; fuera de él pierden su valor comunica-
tivo porque carecen de carácter simbólico o de sig-
nificado estable e independiente de la situación. 
Por tanto, el adulto aún tiene que hacer el «esfuer-
zo» de interpretar el mensaje comunicativo del 
niño teniendo en cuenta qué recursos comunicati-
vos ha empleado en relación a qué objetos.
Hacia los 9 meses se produce otro fenómeno 
esencial para el paso de la comunicación al len-
guaje: los niños todavía no producen palabras 
con significado einician su proceso de compren-
sión de los significados implícitos en el lenguaje 
adulto. Las madres parecen ser sensibles a ello, 
pues producen enormes transformaciones en su 
propio lenguaje cuando se dirigen a sus bebés, 
ofreciéndoles así una versión muy sencilla y co-
rrecta de la lengua materna, lo que contribuye 
enormemente al acceso del niño a la misma, pues 
se le facilita el proceso de análisis del input lin-
güístico, la identificación de sus reglas estructu-
rales. Este fenómeno, conocido como motherese o 
baby-talk, ya venía siendo producido por las ma-
dres desde los primeros contactos con el niño, 
pero en este momento se acentúa mucho más, co-
incidiendo con la capacidad del niño para bene-
ficiarse de él (Boada, 1986).
110 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
TABLA 4.2
Principales características del motherese
Semánticamente
— Léxico más concreto que en la conversación adulta: hablan de temas muy delimitados.
— Contextualizado: versa sobre el «aquí y ahora», sobre los contextos de enunciación, con lo cual el contexto espa-
cio-temporal aporta una información muy valiosa para su comprensión (por ejemplo, se describen sólo los as-
pectos de la situación inmediatos y más obvios para el niño; se hacen comentarios acerca de lo que el niño está 
haciendo o acerca de lo que ocurre en el entorno; se hacen afirmaciones y preguntas acerca de cómo se llaman 
las cosas, de qué color son, qué ruido hacen, dónde están ubicadas, etc.).
— Es un lenguaje redundante.
— Predominan las palabras de contenido (verbos, sustantivos, etc.) respecto a palabras funcionales (preposiciones, 
etc.).
— Abundan los vocativos y apelativos cariñosos (mami, etc.).
— Vocabulario restringido y repetitivo.
Fonológicamente
— Marcado prosódicamente; las características prosódicas y paralingüísticas tienen gran influencia en el control de 
la atención en la comunicación y facilitan además la segmentación perceptiva de las unidades lingüísticas:
 • Tono elevado en algunas palabras que se desea marcar.
 • Largas pausas.
 • Habla lento.
— Enfático: la entonación se emplea para incidir en las palabras centrales de la emisión.
— Fonéticamente correcto.
— Predominio de sonidos oclusivos y nasales.
— Prolongación de la duración de las palabras acentuadas.
Morfosintácticamente
— Mayor número y menor longitud de las oraciones.
— Construcción gramatical más simple: escasez de frases coordinadas y subordinadas con una proporción mucho 
menor de cláusulas de relativo, complementos y subordinadas.
— Mayor proporción de oraciones interrogativas e imperativas frente a las enunciativas.
— Morfosintácticamente ajustado: las madres van extendiendo la longitud y la complejidad de las emisiones a me-
dida que el niño también aumenta la media de longitud de sus emisiones.
— Menor número de morfemas: reducción de flexiones gramaticales tanto en nombres como en verbos.
— Predominio de las formas activas sobre las pasivas.
— Menor proporción de formas verbales: predomina el tiempo presente.
— Son comunes los sufijos diminutivos.
— Repeticiones parciales inmediatamente después de la producción completa.
Pragmáticamente
— Es un lenguaje regulador: abundan las preguntas, las órdenes y los mecanismos de atención que permiten con-
trolar y mantener el flujo conversacional con los niños.
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 111
© Ediciones Pirámide
Codes et al. (1991) y Díez-Itza (1993) recogen 
las aportaciones de diversos estudios sobre las 
características del motherese, que resumimos y 
organizamos a continuación en torno a los distin-
tos aspectos estructurales del lenguaje.
A partir de los 12 meses los recursos orales 
evolucionan y desplazan progresivamente a los 
gestuales, hasta ser sustituidos por el lenguaje 
compartido. A lo largo de este proceso, las ma-
dres reducen la simplicidad de su lenguaje dirigi-
do a los niños conforme el sistema lingüístico de 
éstos crece en complejidad, hasta que se alcanza 
la simetría totalmente durante los primeros años 
de la niñez.
12-18 meses: el acceso a la simbolización
Hacia los 12 meses se produce un logro funda-
mental para la comunicación: los gestos deícticos 
comienzan a ser sustituidos por otros gestos de 
naturaleza muy diferente: se trata de acciones que 
se refieren inequívocamente a algún objeto o 
acontecimiento en tanto que contienen al referen-
te en sí mismos (González et al., 1991). Por ejem-
plo, para referirse a un teléfono, los niños de esta 
edad, en lugar de señalar el teléfono con el dedo, 
pueden hacer algo menos ambiguo, como poner-
se la mano en el oído «como si» estuvieran ha-
blando por teléfono.
Estos recursos reciben el nombre de gestos sim-
bólicos o referenciales, aunque en realidad se trata 
de representaciones enactivas (basadas en la ac-
ción), pues consisten en sustituir aquellas cosas a 
las que se refieren con gestos de las acciones que 
se suelen realizar en relación con ellas (hacer como 
que se peina, hacer como que bebe, etc.). Es decir, 
la representación se basa en la analogía (aún no en 
un código simbólico o arbitrario). De cualquier 
modo, el avance de este tipo de gestos radica en 
que no requieren la presencia del referente para 
aludir a él; su significado es siempre el mismo in-
dependientemente del contexto. Se trata por tanto 
de recursos comunicativos representacionales.
El acceso a la representación y su uso al servi-
cio de la comunicación han sido posibles gracias 
tanto a los progresos cognitivos individuales 
como a la participación en situaciones sociales. 
La exploración individual que el niño ha hecho 
de los objetos de su entorno, junto a la observa-
ción de las acciones de los adultos en relación 
con los objetos, y su propio uso socializado de 
éstos, le han facilitado el conocimiento de las 
propiedades funcionales de los objetos y su repre-
sentación mental. Además, mediante la participa-
ción en situaciones sociales también aprenden 
gestos con significados sociales o culturales como 
el de decir adiós o el de aplaudir (González et al., 
1991).
Estos recursos gestuales también son acompa-
ñados por recursos orales. En este caso se trata de 
palabras etiqueta, con cierto valor simbólico, 
aunque muy subjetivo (nos referiremos a ellas en 
el apartado dedicado al desarrollo semántico). 
Las palabras etiqueta, que permanecen en el re-
pertorio del niño hasta que aparecen las primeras 
palabras propiamente dichas, hacia los 18 meses, 
no suelen ser más de 50 y, aunque su significado 
es todavía precario, constituyen las primeras pa-
labras y el inicio de un código lingüístico com-
partido.
Son formatos característicos de este período 
los de atención conjunta a material con repre-
sentaciones icónicas (comentar un cuento con 
dibujos, ver juntos un catálogo de juguetes, etc.), 
que apoyan muy especialmente el acceso a la re-
ferencia.
De esta manera, desde el nacimiento hasta los 
18 meses, el niño pasa de la comunicación al len-
guaje. Aunque hasta esta edad no se dan las pri-
meras producciones lingüísticas, es necesario 
atender a los 18 primeros meses para comprender 
el acceso al lenguaje, materializado en una lengua 
concreta. Si este período no transcurriera entre 
humanos adultos que tratan de relacionarse con 
el bebé, seguramente éste no llegaría a este punto. 
Para interactuar con el mundo físico le hubiera 
bastado con un nivel de funcionamiento psicoló-
gico basado en la coordinación de capacidades 
sensoriales y motrices y en la asociación de acon-
tecimientos físicamente presentes; pero para 
adaptarse al mundo de los humanos ha sido im-
112 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
prescindible desarrollar una serie de capacidades 
intersubjetivas o de acceso a la mente de los de-
más hasta llegar a apropiarse de un mismo siste-
ma de signos simbólicos con el que interpretar la 
realidad y referirse a ella cuando está ausente. 
Para ello ha recibido el apoyo de unos interlocu-
tores que se han encargadode dar interpretacio-
nes simbólicas a sus acciones. Si no fuera porque 
alguien interpreta determinadas acciones como 
gestos comunicativos, el individuo no llegaría a 
utilizarlas al servicio de la comunicación. Por 
tanto, conocer cómo se desarrolla la comunica-
ción prelingüística permite comprender cómo se 
produce el paso del bebé con funciones psicológi-
cas naturales al ser humano con funciones psico-
lógicas superiores.
El dominio del sistema lingüístico se considera 
completado hacia los 7 años; hacia esta edad los 
niños han alcanzado la suficiente competencia en 
la estructura fonológica, semántica y morfosin-
táctica de su lengua materna como para man-
tener conversaciones prácticamente simétricas 
con adultos expertos en la misma lengua. En los 
apartados que siguen, veremos la secuencia evo-
lutiva de adquisición de la fonología, la semánti-
ca y la morfosintaxis del lenguaje.
3. LA ADQUISICIÓN DE LOS SONIDOS 
DE LA LENGUA: EL DESARROLLO 
FONOLÓGICO
El desarrollo fonológico consiste en dominar 
la producción de los sonidos propios de una len-
gua, así como su organización en unidades foné-
ticamente estables.
3.1. La producción y la secuencia evolutiva 
de adquisición de los sonidos
El aparato fonador humano puede producir 
muchos sonidos diferentes, pero cada lengua se 
compone sólo de algunas decenas de ellos. Al na-
cer, cualquier bebé es potencialmente capaz de 
llegar a discriminar perceptivamente y pronun-
ciar todos los sonidos de todas las lenguas; sin 
embargo, la exposición continuada a los sonidos 
de una única lengua concreta conduce a cada 
niño hacia el dominio de los contrastes fonéticos 
propios de tal idioma al tiempo que van perdien-
do sensibilidad a las diferencias perceptivas de 
otros sonidos posibles. En este capítulo nos refe-
riremos a los patrones normativos de adquisición 
infantil de los sonidos propios del castellano, te-
rreno explorado principalmente por las investiga-
ciones de Bosch (1983, 1984, 2004).
La fonación o articulación de los sonidos se 
produce de la siguiente manera: el aire provenien-
te de los pulmones accede, a través de la laringe, 
donde hace vibrar las cuerdas vocales, hasta la 
cavidad bucal; el aire sale de la boca modificado 
según los obstáculos que encuentre y la posición 
que adopten entre sí los órganos de articulación 
implicados: labios, dientes, alveolos, paladar, velo 
del paladar, lengua y fosas nasales. Por tanto, el 
sonido que produce el aire al salir está condicio-
nado simultáneamente por:
a) El punto de articulación: las partes del 
aparato fonador implicadas.
b) El modo de producción: la forma en que 
sale el aire.
c) La sonoridad: el grado de vibración de las 
cuerdas vocales.
La combinación de estas tres variables da lu-
gar a muchos posibles sonidos diferentes. La ad-
quisición progresiva de las que son propias del 
castellano se produce según un patrón evolutivo 
constante en los niños y niñas de habla hispana. 
Clásicamente, suelen distinguirse dos grandes 
etapas en el desarrollo fonológico. La primera, 
etapa prelingüística, transcurre desde el nacimien-
to hasta el primer año de vida aproximadamente; 
se caracteriza por la producción de sonidos sin 
significado. La segunda, etapa lingüística, se ex-
tiende desde que aparecen las primeras emisiones 
con un cierto significado hasta que se completa y 
perfecciona la producción de todos los sonidos 
de la lengua materna y sus combinaciones, hacia 
los 7 años.
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 113
© Ediciones Pirámide
 Etapa prelingüística (0-12 meses): sonidos 
sin significado
Durante este período, el bebé entrena conti-
nuamente las posibilidades de su aparato fo-
nador, en un ejercicio exploratorio que es total-
mente ajeno a la producción de sonidos con 
significados. El descubrimiento y estudio sistema-
tizado de los sonidos de esta etapa se lo debemos 
a las investigaciones de Stark (1980).
0-3 meses: sonidos involuntarios
Debido al proceso madurativo de telencefali-
zación, la corteza cerebral, encargada del control 
de las conductas voluntarias, no comienza a de-
sarrollar su capacidad funcional hasta los 3 me-
ses, por lo que hasta entonces los sonidos que 
produce el bebé son involuntarios. Durante el 
primer mes y medio, dominan los sonidos vegeta-
tivos (eructos, tos, hipo, estornudo, los que se 
producen al tragar, etc.) y los que se producen 
por el llanto y los quejidos, a los que se añaden 
más adelante otros, producidos por la risa y los 
arrullos en situaciones placenteras.
Los sonidos propios de esta etapa son produ-
cidos predominantemente con la parte posterior 
de la boca (g, k, j, etc.); al no existir un control 
voluntario sobre la lengua, ésta tiende a irse ha-
cia atrás, máxime cuando el bebé permanece 
tumbado durante la mayor parte del tiempo en 
estos meses, con lo que el tipo de vocalizaciones 
que se emiten así involuntariamente son atrasa-
das (velares, alveolares, etc.).
3-12 meses: sonidos voluntarios adelantados
Hacia los 3 meses, con el control voluntario de 
la parte superior del cuerpo (la cabeza y los órga-
nos incluidos en la cavidad bucal), los sonidos 
característicos de los meses anteriores disminu-
yen su frecuencia y comienza realmente el proce-
so de desarrollo fonético o de articulación volun-
taria de los sonidos propios de la lengua materna. 
Los niños van adquiriendo dominio sobre la ar-
ticulación de los sonidos progresivamente, según 
una secuencia, desde los más adelantados (bila-
biales y dentales) hasta los más atrasados (vela-
res, palatales y alveolares). Entre los 3 y los 12 
meses se suceden los siguientes fenómenos:
a) Juego vocal o balbuceo (hasta los 6 o 7 me-
ses); se trata de vocalizaciones aisladas de 
consonantes bilabiales y vocales («pa», 
«ma», «ba»).
b) Balbuceo reduplicado (hasta los 9 o 10 me-
ses); consiste en la producción de cadenas 
silábicas en las que la consonante es siem-
pre la misma; a las consonantes bilabiales 
se suman otras intermedias, dentales y 
 alveolares, predominantemente oclusivas 
y nasales (bububu, mamama, tatata, lala-
lala).
c) Balbuceo no reduplicado y jerga (hasta la 
aparición de las primeras palabras, hacia 
los 18 meses); consiste en cadenas silábi-
cas más cortas que el balbuceo y, por tan-
to, más parecidas a las primeras palabras, 
pero al mismo tiempo más complejas, 
pues se incorporan varias consonantes di-
ferentes en una misma secuencia y los so-
nidos fricativos («tama», «sapa», «sama»). 
Además, durante estos meses, los niños 
comienzan a adquirir el acento y la ento-
nación, lo que confiere a sus producciones 
un carácter entonado, muy similar al ha-
bla encadenada adulta; a este fenómeno 
se le denomina «jerga».
 Etapa lingüística (12 meses-7 años): 
la organización de los fonemas en unidades 
fonéticamente estables con significado 
y la adquisición de los sonidos más atrasados
Cuando cognitivamente se produce el acceso 
al significado, el niño ya tiene suficiente entrena-
miento con los órganos de fonación como para 
pronunciar algunos de los sonidos más sencillos, 
pero su repertorio aún no es completo, por lo que 
114 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
habrá de construir sus primeras palabras con una 
serie limitada de sonidos. Así, las primeras pro-
ducciones fonéticas asociadas a un «significado» 
(las palabras etiqueta) adquieren una forma simi-
lar al balbuceo (papa, mama, nene, bibi, pape).
Hasta los 3 años, la mayoría de los sonidos 
que utilizan los niños para combinarlos en pala-
bras, en su intento de reproducir el habla adulta, 
estaban ya presentes en el período prelingüístico. 
De ahí en adelante se incorporan progresivamen-
te a las palabras infantiles los sonidos más com-
plejos de articular voluntariamente, según la se-
cuencia que se refleja en la tabla 4.3 y que finaliza 
hacia los 7 años.
3.2. Las estrategias de producción durante 
el proceso de adquisición 
de los sonidos
Durante el período de adquisición de los so-
nidos, aun cuando los niñosno disponen de su-
ficientes habilidades articulatorias como para 
pronunciar todos los sonidos y las combinacio-
TABLA 4.3
Secuencia evolutiva de adquisición de los fonemas del castellano (Bosch, 1982)
Fonemas
Edad en años
3 4 5 6 7
Nasales
M
N
Ñ
Oclusivas
P
T
K
B
D
G
Fricativas
F
S
Z
J
Africada CH
Líquidas
L
LL
R
RR
Grupos consonánticos*
NAS+C
S+C
C+L
C+R
LIQ+R
* C = consonante.
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 115
© Ediciones Pirámide
nes de fonemas propias de su lengua materna, no 
por ello dejan de utilizar palabras del lenguaje 
adulto que contienen sonidos que aún no domi-
nan. Los niños se enfrentan a estas circunstan-
cias utilizando lo que conocemos como «estrate-
gias de simplificación fonológicas»: recursos 
para hacer versiones de las palabras más senci-
llas fonéticamente.
Los procesos de simplificación fonológica de 
los niños españoles han sido estudiados por 
Bosch (1983, 1984), que también ha identificado 
los porcentajes de normalidad a cada edad. No 
podemos extendernos aquí en la explicación de 
estos procesos ni en su aplicación al diagnóstico 
del desarrollo fonológico (muy clara al respecto 
la exposición de Clemente, 1995); nos limitamos 
a mencionar los tres tipos de procesos de simpli-
ficación fonológica:
a) Procesos relativos a la estructura de la síla-
ba. Son estrategias que responden a la ten-
dencia a reducir las sílabas al esquema 
simple consonante + vocal y a acortar el 
número total de sílabas que componen las 
palabras (decir «reló» por «reloj», «melo» 
por «caramelo», «tapo» por «trapo», 
«osa» por «cosa», «pede» por «puede», 
«palatano» por «plátano», etc.).
b) Procesos asimilatorios. Consiste en la in-
fluencia de un sonido sobre otro, y por 
tanto en su repetición, dentro de una mis-
ma palabra. Pueden ser progresivas («pro-
fefó» por «profesor») o regresivas («eletan-
te» por «elefante») y contiguas («eletante» 
por «elefante») o no contiguas («talleta» 
por «galleta»).
c) Procesos sustitutorios. Consisten en suplir 
determinados fonemas por otros que no 
estén presentes en la misma palabra y que 
poseen rasgos fonéticos generalmente 
opuestos (decir «borro» por «gorro», 
«kengo» por «tengo», «bado» por «ba-
rro», «loto» por «roto», «garabe» por «ja-
rabe», «jato» por «gato», «saval» por «cha-
val», «peso» por «beso», «zol» por «sol», 
«ehte» por «este»).
4. LA ADQUISICIÓN DEL SIGNIFICADO 
DE LAS PALABRAS: EL DESARROLLO 
SEMÁNTICO
El desarrollo semántico consiste en la cons-
trucción de un sistema de significados con los 
que categorizar la realidad y en la adquisición de 
los términos con los que se corresponden tales 
significados en una lengua concreta.
4.1. Elementos de la significación
Los elementos básicos del fenómeno de la sig-
nificación mediante el lenguaje verbal son el sig-
no o significante (las palabras), el significado (los 
conceptos a los que remiten las palabras) y el re-
ferente (las entidades de la realidad a las que se 
refiere cada significado).
Mientras que en el caso de los signos presen-
tacionales (índices y señales) hay una relación 
directa entre el signo o significante y el referente 
(el signo humo remite directamente al referente 
fuego), en el caso de los signos representacionales 
la relación entre el significante (ya sean acciones, 
iconos o símbolos, como las palabras) y el refe-
rente no es directa, sino mediada por un signifi-
cado (la palabra «manzana» remite al referente 
de una manzana concreta a través de la categoría 
mental «manzana»).
La esencia del desarrollo semántico no es tan-
to la adquisición de palabras (léxico) como la 
construcción de significados (semántica). La ca-
pacidad cognitiva de simbolizar es imprescindible 
en este proceso, pues se trata de construir entida-
des mentales de carácter simbólico o abstracto; 
pero en absoluto es suficiente, puesto que, en tan-
to que los significados son constructos arbitra-
rios y culturales, sólo mediante la negociación 
interpersonal y el acceso a las simbolizaciones de 
los demás podemos llegar a construir otras aná-
logas con las que compartir el mismo modo cul-
tural de categorizar la realidad.
El desarrollo semántico es, sin duda, de todos 
los aspectos del desarrollo lingüístico, el más 
complejo de analizar y evaluar, puesto que el sig-
116 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
nificado es algo interno que sólo parcialmente 
podemos inferir a partir de las palabras que uti-
liza el niño y, sobre todo, del uso que hace de 
ellas.
4.2. Evolución del desarrollo semántico
Los teóricos del desarrollo semántico suelen 
distinguir entre una fase preléxica (hasta los 18 
meses), que incluye los inicios de la comprensión 
semántica y la aparición de las primeras palabras, 
que carecen de significado propiamente dicho, y 
una fase léxica (de los 18 meses en adelante), que 
consiste en un aproximación gradual al sistema 
de significados propios de la cultura. En realidad, 
es más apropiado hablar de una fase presemánti-
ca y de una fase semántica, puesto que lo que las 
diferencia no es tanto el uso de palabras como la 
existencia de significados en tales palabras; de he-
cho, la línea divisoria entre ambas coincide con la 
capacidad cognitiva de simbolización. Dentro de 
la fase semántica podemos a su vez distinguir dos 
grandes etapas en el desarrollo del significado: la 
de los símbolos socializados y la de organización 
de los significados.
 Fase presemántica: las palabras etiqueta 
(12-18 meses)
La mayoría de los niños pronuncian sus prime-
ras palabras entre los 12 y los 18 meses, cuando su 
nivel de desarrollo cognitivo todavía no ha alcan-
zado la capacidad de simbolización; por tanto, 
cada una de estas primeras palabras, palabras eti-
queta, difícilmente podría ser el reflejo de una ca-
tegoría mental asociada a una serie de referentes 
que mantienen algo en común. Se trata más bien 
de asociaciones entre una entidad verbal y algún 
referente muy concreto y conocido por el niño, de 
manera que con el significante se alude directa-
mente al referente, pero no a través de un signifi-
cado (por ejemplo, utilizar «nana» —manzana— 
para referirse a las manzanas que se comen, que 
son de color rojo y que hay en el frutero de su 
casa; digamos que ha aprendido que a tal objeto 
le corresponde tal nombre, pero sin que exista el 
concepto «manzana» en su mente). Simultáneamen-
te, es propio de las palabras etiqueta el que no se 
utilicen para nombrar a todos los referentes de la 
misma clase (el niño del ejemplo anterior no utili-
zaría la palabra «nana» para referirse a un dibujo 
de una manzana que aparece en un cuento o a las 
manzanas verdes que ve en una frutería). Por tan-
to, las palabras etiqueta cumplen más bien una 
función referencial, es decir, con ellas se ejerce el 
acto de la referencia (aludir a un referente me-
diante un significante), pero no el de aludir a un 
significado mediante un significante.
Un rasgo distintivo de las palabras etiqueta 
relacionado con lo anterior es su naturaleza toda-
vía presentacional; puesto que a estas palabras no 
subyace la representación mental de un concepto, 
no puede haber evocación de éste en ausencia de 
referentes. Esto explica que los niños sólo pro-
nuncien la palabra etiqueta cuando están presen-
tes las cosas a las que se refieren y nunca fuera 
del contexto al que está asociada; así como que 
la pronunciación por otros de la palabra etiqueta 
provoque en el niño la búsqueda del referente co-
rrespondiente, acto generalmente acompañado 
de la repetición de la palabra y de expresiones de 
excitación.
Estas primeras palabras se adquieren partici-
pando en contextos muy concretos y significati-
vos para el niño, en los que los adultos utilizan 
nombres para referirse a las cosas que hay allí 
presentes; pero en esta primera aproximación a 
los significados de una cultura, el niño carece aún 
de criterios para determinar exactamente a qué 
aspecto concreto de la situación global se refiere 
la palabra utilizada por el adulto,por lo que, en 
estas circunstancias, el niño parece entonces ge-
neralizar la asociación entre la palabra y el refe-
rente a otras cosas presentes en la misma situa-
ción. Es decir, siguiendo con el ejemplo anterior, 
si bien el niño no utiliza «nana» para manzanas 
ajenas al contexto en el que ha aprendido la aso-
ciación, sí que emplea esa palabra para designar 
con ella, por ejemplo, el frutero en el que siempre 
ha visto las manzanas o incluso el cuchillo con el 
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 117
© Ediciones Pirámide
que las ve pelar: el «significado» rudimentario 
«nana» se sobreextiende a otros elementos que 
conforman una situación completa. Este meca-
nismo de adquisición de las primeras palabras 
explica que una misma palabra utilizada por dos 
niños distintos no implique un mismo significado 
compartido, sino, por el contrario, «significados» 
subjetivos diferentes para cada sujeto, en función 
de la experiencia particular de cada uno (así, por 
ejemplo, para otro niño distinto al de nuestro 
ejemplo, «nana» podría referirse a los plátanos, 
las manzanas amarillas y el plato en el que habi-
tualmente come ambas cosas juntas).
La etapa de las palabras etiqueta o etapa de la 
referencia (Nelson, 1985) constituye un período 
de acceso al significado de corta duración: se ex-
tiende durante la primera mitad del segundo año 
de vida y no suele comprender mucho más de 50 
palabras.
 De los símbolos subjetivos a los símbolos 
socializados (18 meses-4 años)
El descubrimiento de que las cosas, objetos y 
acciones tienen un nombre está muy ligado al 
proceso de formación de conceptos. El interés del 
niño por conocer el nombre de cada cosa, unido 
a su participación en situaciones en las que otras 
personas utilizan una misma palabra para distin-
tos referentes de la misma clase, le conducen a 
construir las categorías mentales correspondien-
tes según el lenguaje adulto. A partir del año y 
medio, el uso que hacen los niños de las palabras 
nos permite identificar una serie de indicadores 
de la existencia incipiente de categorías mentales 
de naturaleza simbólica. Las principales son: uti-
lizar el mismo significante en distintos contextos 
(considerar como manzanas no sólo las que hay 
en el frutero sino también las que hay en un árbol 
o en una frutería), lo que indica que el uso del 
término no está asociado a un determinado con-
texto; utilizar el mismo significante para distintos 
referentes de la misma clase (considerar como 
manzanas tanto las rojas como las amarillas y las 
verdes); utilizar el significante para referirse a ob-
jetos o sucesos que están ausentes, lo que indica 
que la palabra ha dejado de ser un mero recurso 
comunicativo presentacional y ahora ya no sólo 
cumple la función de referencia, sino también la 
de denotar conceptos, por lo que algunos autores 
(Nelson, 1985) han denominado a este período 
«etapa de la denotación».
Este proceso de construcción de significados 
implica en realidad un proceso de descontextua-
lización; digamos que los significados se van in-
dependizando de las características contextuales 
y físicas concretas de los referentes en relación 
con los cuales se aprenden las palabras (por ejem-
plo, elaborar el concepto manzana implica la 
construcción de una categoría mental que sea in-
dependiente del color y del lugar en el que las 
podamos encontrar). Por tanto, cuanto más des-
contextualizado esté el significado de una pa-
labra, más se ampliará su uso potencial a contex-
tos diversos y a ejemplares distintos de la misma 
clase.
El proceso de descontextualización es gradual, 
de manera que no hay desde el principio un ajus-
te completo entre las categorías del niño y las del 
adulto. Puesto que la aproximación a las catego-
rías culturalmente arbitrarias se produce median-
te la experiencia en contextos específicos, que 
necesariamente difieren de unos niños a otros, los 
primeros procesos de abstracción dan como re-
sultado conceptos idiosincráticos para cada suje-
to, de carácter todavía claramente subjetivo. Así, 
por ejemplo, para un niño la palabra «manzana» 
puede corresponder al significado de «todas las 
cosas redondas y rojas» y por tanto referirse tan-
to a las manzanas rojas como a los melocotones 
o a una bola de billar roja; mientras que para 
otro la misma palabra puede corresponderse con 
el significado de «todas las cosas redondas que se 
comen» y en consecuencia referirse tanto a las 
manzanas, independientemente de su color, como 
a los melocotones o a las naranjas. En este proce-
so de construcción de categorías hay implícitos 
simultáneamente dos mecanismos de funciona-
miento semántico: la sobreextensión, o la exten-
sión del uso de un término a referentes que no se 
designan así en el lenguaje adulto, y la sobrerres-
118 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
tricción, o el no identificar con un término deter-
minados referentes que se designan con él en el 
lenguaje adulto (para el primer niño del ejemplo 
anterior, no serían manzanas las de color verde).
González (1995a) presenta una revisión de las 
principales teorías que intentan dar cuenta de los 
criterios que utilizan los niños para usar determi-
nadas palabras de forma sobreextendida: la de 
Stern, la de Lewis y la de Clark. Según han iden-
tificado estos autores, a los criterios contextuales 
o espaciales (el momento, lugar o situación en los 
que suelen ver a los referentes; por ejemplo, de-
nominar «estrella» a todo lo que brille en el cie-
lo), que predominaban de modo casi absoluto en 
las sobreextensiones y sobrerrestricciones de las 
palabras etiqueta, se añaden ahora criterios fun-
cionales (la similitud en los usos y en las acciones 
que realizan los referentes o en las acciones que 
se pueden realizar sobre ellos; por ejemplo, deno-
minar «coche» a todo lo que ruede o «zapato» a 
todo lo que se ponga en los pies), afectivos (la 
semejanza de los sentimientos que pueden pro-
vocar los referentes; por ejemplo, denominar 
«papá» además de al padre a todos los objetos 
relacionados con él) y de similitud perceptiva (de-
nominar «torta» a todas las cosas redondas, 
como la luna o una farola).
Mientras exista un desajuste entre los campos 
semánticos del niño y los de su cultura, serán in-
evitables tanto las sobreextensiones como las so-
brerrestricciones. Progresivamente, las categorías 
mentales de los niños van socializándose en la 
medida en que consiguen ir captando los criterios 
que subyacen a los conceptos de su entorno cul-
tural.
La organización de los significados (4-7 años)
Cuando los niños cuentan con un cierto reper-
torio de significados y su nivel de desarrollo cog-
nitivo se lo permite, comienzan a establecer rela-
ciones internas entre sus conceptos o campos 
semánticos. Así, a las relaciones que se establecen 
en la etapa anterior entre el lenguaje (palabras y 
conceptos) y la realidad externa a él (referentes) 
se suman ahora relaciones internas al propio sis-
tema del lenguaje; por ejemplo, la relación de 
 significado que existe entre los conceptos «man-
zana» y «fruta» es de naturaleza distinta a la re-
lación entre cada uno de esos conceptos y el cam-
po de referentes al que se atribuyen, aunque a su 
vez aquella relación semántica se apoye en la re-
lación previa entre cada significado y el mundo 
externo al lenguaje. Las principales relaciones se-
mánticas que reflejan una organización interna 
de significados son la de sinonimia, la de antoni-
mia y las taxonomías.
— La sinonimia es la relación de identidad en-
tre los conceptos correspondientes a dos 
significantes distintos; cuando se reconoce 
esta identidad, se acepta la sustitución de 
un significante por otro, puesto que sus 
respectivos campos semánticos son equiva-
lentes (por ejemplo, la relación semántica 
entre coche y automóvil).
— La antonimia es la relación de oposición 
excluyente entre los conceptos que corres-
ponden a dos términos distintos; cuando 
se admite esta relación de oposición entre 
dos significados,se considera que los refe-
rentes que corresponden a cada uno de los 
términos carecen por completo de los atri-
butos relativos al significado opuesto (por 
ejemplo, la relación semántica entre claro y 
oscuro).
— Las relaciones taxonómicas o jerárqui-
cas entre significados son algo más com-
plejas. Sólo son posibles cuando los niños 
se aproximan a los 6 o 7 años y, con ello, 
a las operaciones mentales de clasifica-
ción. Organizar de forma taxonómica una 
serie de conceptos implica establecer entre 
ellos relaciones de inclusión y de comple-
mentariedad.
Las relaciones de inclusión hacen referencia a la 
organización «vertical» de los campos semánticos. 
Se suelen distinguir tres niveles fundamentales en 
las relaciones de inclusión de unas categorías 
en otras: supraordenado, básico y subordinado. El 
Desarrollo comunicativo y lingüístico / 119
© Ediciones Pirámide
nivel básico es el que se utiliza comúnmente para 
designar a los referentes (manzana, perro, silla). 
Los significados de nivel supraordenado (fruta, 
animal, mueble) no se corresponden directamente 
con entidades empíricas, sino que se basan en la 
relación mental y cultural que se establece entre 
categorías previas; los referentes que se atribuyen 
a un mismo significado supraordenado (una man-
zana, un plátano y una naranja en relación con el 
significado «fruta») comparten entre sí menos 
cantidad de atributos y más generales que los que 
comparten entre sí referentes a los que se atribuye 
un mismo significado básico. Los significados su-
bordinados son categorías mentales que ocupan 
parte del campo semántico de un significado bási-
co (respecto al significado básico «manzana», con-
ceptos subordinados serían los de manzana golden 
y manzana reineta); los referentes a los que se atri-
buye un término subordinado comparten entre sí 
una mayor cantidad de atributos y más específicos 
que los que comparten los referentes del significa-
do básico correspondiente. Las relaciones de com-
plentariedad se refieren a la organización «hori-
zontal» de los campos semánticos, son las que se 
establecen entre conceptos de un mismo nivel je-
rárquico (por ejemplo, entre las categorías básicas 
manzana, plátano y naranja, entre los términos 
supraordenados fruta, animal y mueble, o entre 
los términos subordinados manzana reineta, etc.). 
Comprender las relaciones de complementariedad 
y de inclusión implica entender que determinados 
campos semánticos abarcan dominios mutuamen-
te excluyentes entre sí al mismo tiempo que con-
forman una categoría más global, la cual, a su vez, 
es complementaria con otra categoría global.
Mientras que en la etapa anterior los niños 
adquieren términos y significados de nivel básico 
y dan definiciones de conceptos en función de los 
criterios referenciales utilizados para construir 
tales conceptos (definirían, por ejemplo, una 
manzana como «una cosa redonda que se come y 
que por dentro es blanca»), ahora, una vez esta-
blecido el significado referencial de un término, el 
concepto sigue desarrollándose a partir de las re-
laciones semánticas, a las que Nelson (1985) de-
nomina relaciones de sentido, y en consecuencia 
comienzan a dar definiciones más abstractas y 
próximas a las de los adultos (por ejemplo, dirían 
que una manzana es «una fruta que puede ser de 
varios colores...»). Cierto es que antes de esta 
fase podemos observar la presencia de términos 
supraordenados y subordinados en el léxico in-
fantil, pero esto no implica que se correspondan 
con su significado supraordenado o subordinado 
(por ejemplo, un niño de 3 años puede conocer el 
término animal pero para designar con él sólo a 
los animales por él desconocidos y que sean muy 
grandes, de manera que para él un perro no sería 
un animal, sería simplemente «un perro», mien-
tras que a un rinoceronte no lo categorizaría 
como tal, sino simplemente como «animal», es 
decir, le estaría otorgando al significado animal 
un sentido referencial y no supraordenado) (Cle-
mente, 1995).
Alcanzar un sistema jerárquico de organiza-
ción conceptual confiere a las capacidades comu-
nicativas del niño y a su cognición una eficacia 
mucho mayor. A partir de este nivel, los pro-
gresos en el desarrollo léxico-semántico que se 
producen a lo largo de la vida consistirán básica-
mente en incrementar cuantitativamente el reper-
torio de campos semánticos y en su incorpora-
ción a la red jerárquica de significados.
5. LA ADQUISICIÓN DE LAS REGLAS 
DE ORGANIZACIÓN DE LAS PALABRAS: 
EL DESARROLLO MORFOSINTÁCTICO
Los mensajes con los que nos comunicamos 
consisten en unidades de significado organizadas 
entre sí; cuando se comparte un mismo código 
lingüístico se comparten las mismas reglas de or-
ganización de los significados o gramática. Pode-
mos diferenciar dos tipos de reglas gramaticales: 
las morfológicas y las sintácticas. Las morfológi-
cas hacen referencia a la organización de unida-
des de significado dentro de una misma palabra; 
la estructura morfológica de las palabras se com-
pone de raíz léxica o lexema y de morfemas que 
aportan información sobre cantidad, género, el 
momento en el que se realizan las acciones (tiem-
120 / Psicología del desarrollo y de la educación
© Ediciones Pirámide
po verbal), la persona que ejecuta una acción, 
etc. La sintaxis hace referencia a la organización 
de las palabras dentro de las oraciones.
Entre los 18 meses y los 5 años, los niños rea-
lizan los progresos necesarios en la adquisición 
de las reglas gramaticales, tanto morfológicas 
como sintácticas, de la lengua materna como 
para poder mantener intercambios comunicati-
vos prácticamente simétricos con los adultos ex-
pertos en la misma lengua. El conocimiento del 
que disponemos sobre el desarrollo gramatical de 
los niños españoles se lo debemos principalmente 
a los trabajos de Hernández Pina (1984), Aguado 
(1989), Cortés (1990) y López Ornat (1994).
 Las holofrases y la transición hacia 
las combinaciones de dos elementos 
(12-18 meses)
Los niños pronuncian sus primeras palabras en 
torno al primer cumpleaños, y desde entonces has-
ta el primer año y medio sus producciones consis-
ten en un solo elemento, por lo que desde el punto 
de vista gramatical se denominan holofrases.
Aunque los teóricos que defienden posturas 
 innatistas y universalistas respecto al desarrollo 
gramatical (Chomsky, 1965) defienden que, en su 
estructura profunda, las holofrases reflejan autén-
ticas oraciones que el niño tiene en mente, lo cier-
to es que, en su estructura superficial, la organ-
ización gramatical, tanto morfológica como 
sintáctica, de estas expresiones es inexistente. Aun 
así, el interés por las holofrases reside en la idea 
de que reflejan ideas globales que el niño tiene, 
pero que no es capaz aún de transmitir mediante 
una estructura sintáctica. Durante este período, 
los adultos suelen hacer grandes esfuerzos inter-
pretativos para suplir la ambigüedad de las expre-
siones infantiles, y el contexto en el que se produ-
cen las holofrases desempeña un papel esencial en 
ello; así, la expresión «papá» ante los zapatos del 
padre puede ser interpretada como «éstos son los 
zapatos de papá», mientras que la misma expre-
sión pronunciada ante la puerta por la que acaba 
de salir el padre puede significar «se ha ido papá».
Los inicios de la gramaticalización aparecen 
realmente con la primera combinación de dos 
elementos, lo que suele ocurrir a partir de los 18 
meses. Para considerar que existe organización 
gramatical han de cumplirse al menos los siguien-
tes requisitos: en cuanto a la morfología, ha de 
utilizarse más de una inflexión o variación de una 
misma categoría morfológica sobre un lexema 
(por ejemplo, para la categoría morfológica de 
género, si se aplican sus dos variaciones sobre 
una determinada raíz: niño, niña) y, además, ha 
de poder utilizarse el mismo morfema gramatical 
con diversos lexemas (por ejemplo, aplicar el 
morfema de género femenino a niña, guapa, mu-
ñeca, etc.) (López Ornat, 1994). En cuanto