Los monumentos romanos, desde el Panteón a la Columna Trajana, fueron construidos con mármol procedente de las famosas canteras de Carrara, en la c...
Los monumentos romanos, desde el Panteón a la Columna Trajana, fueron construidos con mármol procedente de las famosas canteras de Carrara, en la costa toscana. La catedral de Sant’Andrea, de Carrara, es notable porque toda la estructura está hecha de mármol, una decisión quizá inevitable, pero que tiene la consecuencia lamentable de producir un interior tan tétrico como una cueva. Otras grandes catedrales hicieron un uso más diestro de la piedra de Carrara; un ejemplo sorprendente de ello son las bandas como de Lego de mármol blanco y verde oscuro que rodean el exterior y el interior del duomo de Siena, del siglo XIII. Sin embargo, mi catedral italiana favorita es la que se eleva como un joyero en la pintoresca colina de Orvieto. Vista desde una calle lateral, estrechamente flanqueada por casas ordinarias, su frontal occidental reluce con una luz blanca y suave, un brillo de bendición celestial. Desde otro ángulo, sus florones góticos se agrupan como los rascacielos centelleantes de una gran metrópolis, una Ciudad Esmeralda, una Jerusalén en realidad. En su interior, las ventanas a lo largo de la nave no tienen cristales, sino que están acabadas con láminas delgadas del mismo mármol. Dejan entrar una luz calmante que no produce sombras.
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