Una hora antes de lo habitual, Sofía y Sergio empujan la puerta del colegio. Se dirigen al gimnasio. Esa evaluación, como las anteriores, han suspe...
Una hora antes de lo habitual, Sofía y Sergio empujan la puerta del colegio. Se dirigen al gimnasio. Esa evaluación, como las anteriores, han suspendido algunos de los ejercicios del examen de gimnasia. Es el momento de recuperar. El examen tarda poco en comenzar. El turno llega enseguida hasta Sergio. —Sigue sin salirme –está sentado, sin aparente intención de moverse. —Bueno, sal aquí y lo intentas. Disimuladamente Sergio se estruja con fuerza las manos intentando ahogar un pequeño temblor. Encontrarse en su cabeza con la firme decisión de no hacer el ejercicio le ha sorprendido. Agradece que los suspensos hayan sido tan escasos y que así no haya demasiado auditorio a su alrededor; de ese modo todo será más fácil. —Por mucho que lo intente ese pino no me va a salir. La profesora le observa. —Es igual. Tienes que intentarlo. Sergio no se mueve. —¿Vas a salir o no? –empieza a estar irritada. —No. De ninguna manera va arrastrarse hasta allí para apoyar las manos en el suelo y dar pequeños saltitos
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