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La generación de hábitos en las primeras edades es un condicionante pedagógico muy poderoso ya que sin ello los niños generan una disrupción imposi...

La generación de hábitos en las primeras edades es un condicionante pedagógico muy poderoso ya que sin ello los niños generan una disrupción imposible de gestionar y controlar, hábitos que serán la base para ir progresivamente trabajando otros aprendizajes más de carácter cognitivo y procedimental o técnico. Lo actitudinal es lo primero que los docentes intentan controlar, también en etapas superiores, sobre todo, en Secundaria, donde la adolescencia supone la existencia en las aulas de un gran descontrol en el alumnado por exceso de emoción y metabolismo hormonal, que afecta tanto en lo biológico como en las ideas. Sin embargo, quien entre en un Conservatorio de Música, una escuela de Arte Dramático, de Danza… verá cuerpos moviéndose en una hermosa diversidad y borrosidad actitudinal y procesual. La escuela basada en aprendizajes “útiles” y falsamente “instrumentales” para la vida laboral, no asimila esta conectividad de lo artístico con lo que significa para un niño llegar a “ser persona”. Sin que esto reste importancia a la compleja tarea de lograr que un niño “preste atención” y “respete a los demás”. ¿Cómo podríamos prescindir de esto? No obstante, de aquí a establecer una uniformidad y control de las diversidades y comportamientos, ya no solo físicos y verbales, sino estéticos e ideológicos, hay un extenso paisaje. En este sentido, la educación artística (salvo en regímenes totalitarios) no penaliza lo diferente, sino que trabaja con ello como si fuese su materia prima o primordial. Y aquí, entramos arteducadores y arteducadoras en conflicto con los estamentos de la universidad, la política, y gran parte de la sociedad, que nos piden “unificar” los hábitos, homogeneizar las prácticas, implementar los mismos modelos didácticos y trabajar (o traficar) con similares discursos curriculares: por ejemplo, hoy con los “17 más ODioSos” (ODS), ejemplo de hetodirección e injerencia educativa o ingeniería socio-educativa masiva. Recordemos, explica Umberto Eco, que es en una sociedad excesivamente estructurada, objetivada y tecnificada, donde surge una persona “hetodirigida”. Cualquier hetodirección es perjudicial para el objetivo de la educación artística de contribuir a que cada discente y nosotros mismos lleguemos a tener una vida que podamos considerar como “propia”. Lo cual no significa que esta educación ejercida con libertad por cada arteeducador y arteeducadora sea ajena a la contemporaneidad en la que se habita en cada época ni a sus necesidades o retos, solo que, en ocasiones, “esas necesidades” sabemos que son controladas y hetodirigidas en la voluntad de prescribir burocráticamente lo que hay que pensar, decir y hacer. Como si el docente fuese un ser malvado o pernicioso para la sociedad o tan perverso en su vida interior que si no se le controla burocráticamente educará para que los discentes sean las peores personas, los peores ciudadanos y en una moral y política destructiva de todo lo hermoso que constituye a la humanidad. Esto no ocurre con la educación artística, porque, justamente el arte es el contexto en el que se educa en la diversidad política, ética, estética, biográfica que define a cada persona. Por eso, es necesario separar lo político gubernamental y administrativo de la política docente ejercida hacia los demás, aunque ambas entren en conflicto. Lo contrario a la hetodirección es la heterogeneidad educativa: “Nada aprendemos con quién nos dice: haga como yo. Nuestros únicos maestros son aquello que nos dicen ´haga conmigo´ y que, en vez de proponernos gestos para ser reproducidos, saben emitir signos para ser desarrollados en lo heterogéneo”. En este sentido, en la educación artística hay cocreación cuando las biografías de docente y discente convergen y se ponen en acto pedagógicamente. La hetodirección curricular en educación que procura controlar lo que se hace, dice, piensa, siente… De forma prescriptiva y normativa es, sencilla y llanamente: fascismo. ¿Cómo esta práctica nos lleva a la democracia y a una sociedad biográficamente poética y diversa?

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BOOK-2023-003
197 pag.

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