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<p>Algunos datos sobre la presente edición</p><p>Sobre las Traducciones</p><p>Sobre las Fuentes de los Seminarios</p><p>Sobre algunas limitaciones en letras y símbolos</p><p>Sobre las Traducciones</p><p>Algunos datos sobre la presente edición</p><p>Sobre las Traducciones</p><p>Sobre las Fuentes de los Seminarios</p><p>Sobre algunas limitaciones en letras y símbolos</p><p>Sobre las Traducciones</p><p>SEMINARIO 1 La traducción íntegra pertenece a Rithee Cevasco y Vicente Mira Pascual y la</p><p>revisión a Diana Rabinovich con el acuerdo de Jacques-Alain Miller</p><p>SEMINARIO 2 La traducción íntegra pertenece a Irene Agoff con revisión de Diana Rabinovich y el</p><p>acuerdo de Jacques-Alain Miller</p><p>SEMINARIO 3 La traducción íntegra pertenece a Juan-Luis Delmont-Mauri y Diana Rabinovich.</p><p>SEMINARIO 4 La traducción íntegra pertenece a Eric Berenger</p><p>SEMINARIO 5 Clases 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13:</p><p>Ricardo E. Rodriguez Ponte para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clases 11, 14, 15, 16:</p><p>Angélica Lasarte y María del Carmen Meroni para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 17:</p><p>Patricia E. Arias y Ricardo Díaz Romero</p><p>Clase 22:</p><p>Gustavo Aranda, Noemí Ruiz y Gabriel Bourdin. Buenos Aires. Agosto de 1990</p><p>Clase 23:</p><p>Noemí Ruíz, Gabriel Bourdín y Gustavo Aranda. Buenos Aires, Agosto de 1990</p><p>Clase 25:</p><p>Alejandra Swarinsky, Julio Lutzky y Juan Siri</p><p>SEMINARIO 6 Clases 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky, con la</p><p>colaboración de Adelfa Jozami. Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Clases 10, 11, 12, 13 y 14:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky. Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires</p><p>Clases 15 y 16:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky, con la</p><p>colaboración de Adelfa Jozami. Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Clases 17, 18, 19 y 20:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky. Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 7 Clase 3:</p><p>En nuestra versión figura la exposición de Jean-Bertrand Lefèbre-Pontalis (Clase 3).</p><p>No está transcripta en la versión de PAIDOS.</p><p>Clase 4:</p><p>Javier Aramburu y Juan Carlos Cosentino</p><p>Clase 6, 23 y 24:</p><p>(versión PAIDOS): Diana Rabinovich</p><p>Clase 7:</p><p>Ana Ruth Najles</p><p>Clase 12:</p><p>(Complemento) : Ana Ruth Najles</p><p>Clase 14:</p><p>Traductora: Ana Ruth Najles</p><p>Clase 23 y 24:</p><p>PAIDOS</p><p>SEMINARIO 8 Clases 16 y 23/11/1960:</p><p>Tola Pizarro y Susana Mizrahí</p><p>Clases 30/11 y 7/12 de 1960:</p><p>Catherine Meyer y María del Carmen Meroni</p><p>Clases 14, 21/12/1960 y 11, 18/1/1961:</p><p>Mónica micchiutti, Silvia Amigo y Haidee Heinrinch</p><p>Clases 25/1/61 y 1/2/61:</p><p>Catherine Meyer y Silvia Amigo</p><p>Clases 8/2/61, 1/3/1961:</p><p>Catherine Meyer y Gabriel Lombardi</p><p>Clases 8/31961:</p><p>Catherine Meyer y Alberto Fernández</p><p>Clases 15, 22/3/1961:</p><p>Catherine Meyer y Haydee Heinrich</p><p>Clases 15, 24/5/1961:</p><p>Catherine Meyer y Silvia Amigo</p><p>Clases 31/5/1961 y 7/6/1961:</p><p>Catherine meyer y Haydee Heinrich</p><p>Otros traductores y colaboradores:</p><p>Judth Jamschon, Armando Poratti, Ana María Gómez, Sergio Rocchietti, Ilda Levin,</p><p>José Zuberman, Isidoro Vegh, Héctor Rúpolo, Victor Iunger y Pablo Kövalovsky</p><p>SEMINARIO 9 Clase 3:</p><p>Mario Pujó y Ricardo Scavino</p><p>La traducción no consigna quienes tradujeron el resto de las clases.</p><p>SEMINARIO 1 La traducción íntegra pertenece a Rithee Cevasco y Vicente Mira Pascual y la</p><p>revisión a Diana Rabinovich con el acuerdo de Jacques-Alain Miller</p><p>SEMINARIO 2 La traducción íntegra pertenece a Irene Agoff con revisión de Diana Rabinovich y el</p><p>acuerdo de Jacques-Alain Miller</p><p>SEMINARIO 3 La traducción íntegra pertenece a Juan-Luis Delmont-Mauri y Diana Rabinovich.</p><p>SEMINARIO 4 La traducción íntegra pertenece a Eric Berenger</p><p>SEMINARIO 5 Clases 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13:</p><p>Ricardo E. Rodriguez Ponte para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clases 11, 14, 15, 16:</p><p>Angélica Lasarte y María del Carmen Meroni para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 17:</p><p>Patricia E. Arias y Ricardo Díaz Romero</p><p>Clase 22:</p><p>Gustavo Aranda, Noemí Ruiz y Gabriel Bourdin. Buenos Aires. Agosto de 1990</p><p>Clase 23:</p><p>Noemí Ruíz, Gabriel Bourdín y Gustavo Aranda. Buenos Aires, Agosto de 1990</p><p>Clase 25:</p><p>Alejandra Swarinsky, Julio Lutzky y Juan Siri</p><p>SEMINARIO 6 Clases 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky, con la</p><p>colaboración de Adelfa Jozami. Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Clases 10, 11, 12, 13 y 14:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky. Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires</p><p>Clases 15 y 16:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky, con la</p><p>colaboración de Adelfa Jozami. Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Clases 17, 18, 19 y 20:</p><p>Adriana Calzetta, Hugo Levín, Jaime Reises y Diana Weindichasky. Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 7 Clase 3:</p><p>En nuestra versión figura la exposición de Jean-Bertrand Lefèbre-Pontalis (Clase 3).</p><p>No está transcripta en la versión de PAIDOS.</p><p>Clase 4:</p><p>Javier Aramburu y Juan Carlos Cosentino</p><p>Clase 6, 23 y 24:</p><p>(versión PAIDOS): Diana Rabinovich</p><p>Clase 7:</p><p>Ana Ruth Najles</p><p>Clase 12:</p><p>(Complemento) : Ana Ruth Najles</p><p>Clase 14:</p><p>Traductora: Ana Ruth Najles</p><p>Clase 23 y 24:</p><p>PAIDOS</p><p>SEMINARIO 8 Clases 16 y 23/11/1960:</p><p>Tola Pizarro y Susana Mizrahí</p><p>Clases 30/11 y 7/12 de 1960:</p><p>Catherine Meyer y María del Carmen Meroni</p><p>Clases 14, 21/12/1960 y 11, 18/1/1961:</p><p>Mónica micchiutti, Silvia Amigo y Haidee Heinrinch</p><p>Clases 25/1/61 y 1/2/61:</p><p>Catherine Meyer y Silvia Amigo</p><p>Clases 8/2/61, 1/3/1961:</p><p>Catherine Meyer y Gabriel Lombardi</p><p>Clases 8/31961:</p><p>Catherine Meyer y Alberto Fernández</p><p>Clases 15, 22/3/1961:</p><p>Catherine Meyer y Haydee Heinrich</p><p>Clases 15, 24/5/1961:</p><p>Catherine Meyer y Silvia Amigo</p><p>Clases 31/5/1961 y 7/6/1961:</p><p>Catherine meyer y Haydee Heinrich</p><p>Otros traductores y colaboradores:</p><p>Judth Jamschon, Armando Poratti, Ana María Gómez, Sergio Rocchietti, Ilda Levin,</p><p>José Zuberman, Isidoro Vegh, Héctor Rúpolo, Victor Iunger y Pablo Kövalovsky</p><p>SEMINARIO 9 Clase 3:</p><p>Mario Pujó y Ricardo Scavino</p><p>La traducción no consigna quienes tradujeron el resto de las clases.</p><p>SEMINARIO 10 Traducción de Irene M. Agoff, con la supervisión técnica de Isidoro Vegh y Juan</p><p>Carlos Cosentino</p><p>SEMINARIO 10 bis</p><p>(Inédito)</p><p>Traducción: Judith Iamschon y Héctor Rúpolo - Primera revisión: Silvia Fendrik -</p><p>Segunda revisión: Irene Agoff</p><p>SEMINARIO 11 Versión comparada de Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 12 La versión corresponde a Ricardo E. Rodriguez Ponte realizada para la Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires.</p><p>SEMINARIO 13 Versión comparada de Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 14 Traducción de Pablo G. Kaina</p><p>SEMINARIO 15 Para la traducción de este seminario se utilizó la versión traducida por M. Chollet y</p><p>los números de la revista Ornicar? 2,3,4 y 5 transcriptas por Jacques-Alain Miller.</p><p>La versión corresponde a Ricardo E. Rodriguez Ponte realizada para la Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires.</p><p>SEMINARIO 16 Versión completa traducida por Ana María Goméz y Sergio Rocchietti para la</p><p>Escuela Freudiana de B uenos Aires.</p><p>SEMINARIO 17 Versón del Simposio del Campo Freudiano, no consigna traductor.</p><p>SEMINARIO 18 Versión comparada de Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 19 La versión corresponde a Ricardo E. Rodriguez Ponte realizada para la Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires.</p><p>SEMINARIO 19 bis La fuente ENAPSI. Entidad de Acción Psicoanalítica no consigna traductor.</p><p>SEMINARIO 20 La traducción íntegra pertenece a Diana Rabinovich, Juan-Luis Delmont-Mauri y</p><p>Julieta Sucre y la revisión a Diana Rabinovich con el acuerdo de Jacques-Alain</p><p>Miller.</p><p>SEMINARIO 21 Irene M. Agoff de Ramos - Revisión Técnica: Evaristo Ramos.</p><p>SEMINARIO 22 La traducción y notas son de Ricardo E. Rodriguez Ponte.</p><p>SEMINARIO 23 La traducción y notas son de Ricardo E. Rodriguez Ponte.</p><p>SEMINARIO 24 Respecto al título de este seminario pueden encontrarse varias interpretaciones</p><p>acerca de la traducción y del modo de traducirla.</p><p>Clase 1:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller</p><p>los</p><p>fantasmas de castración: el pene puede ser tomado o arrebatado.</p><p>La identificación narcisista es frágil y está siempre amenzada.</p><p>La escuela francesa ha tocado algo justo ligando la oblatividad a la maduración de la</p><p>función genital. Pero este lazo es muy complejo. El sentido verdadero de la oblatividad se</p><p>encuentra en una relación de don consitutiva de un acceso pleno a la sexualidad humana.</p><p>(El altruismo es diferente, ya que está ligado a una identificación narcisista del otro).</p><p>La oblatividad verdadera es una relación simbólica que hace que el deseo del hombre se</p><p>reconozca y se mediatice por el deseo del otro: suerte de captura del deseo del otro.</p><p>Esta aclaración está incluida en el texto del que hemos hecho la traducción. (R.R.P.)</p><p>pasiva. Pero ésta es reprimida por una exigencia narcisista. ¿Qué es el narcis ismo? ¿Una</p><p>relación libidinal con el cuerpo propio? La relación narcisista está centrada por un reflexión:</p><p>una imagen especular, narcisista y una identificación al otro. Hay ambigüedad total, el</p><p>sujeto es a la vez él; y otro. Otra cosa: hay un rol de la imagen impregnante en la</p><p>erotización de la imagen del otro. Ahí se plantean todas las cuestiones de la bisexualidad.</p><p>Feminizado en el inconsciente, el sujeto, sobre el plano del Yo (Moi), elige con la última</p><p>energía la posición justamente opuesta. ¿Cómo explicar esto? Refiriéndose a las</p><p>relaciones que, en la naturaleza, existen entre la parada y el pareo: hay relación a cierta</p><p>imagen cuyo afrontamiento es realizado de manera bastante contingente. Se establece</p><p>una reacción de parada: es una suerte de prueba que produce un cambio en la actitud de</p><p>los partenaires, y uno y otro, y uno en relación al otro, se reconocen. Por ahí se completa</p><p>una suerte de esquema innnato y los roles son fijados, repartidos de una vez por todas.</p><p>¿Se puede decir que hay algo análogo en la referencia imaginaria a los personajes en la</p><p>escena primitiva? De donde el conflicto entre una impresión feminizante y una experiencia</p><p>del cuerpo completo, especular (ver la lección de Freud sobre la feminidad). La relación a</p><p>una imagen unívoca y fálica nos pone en presencia del fenómeno que, en la experiencia</p><p>clínica, guarda un carácter original. Todo sucede como si un fenómeno de relación</p><p>imaginaria a sí mismo recubriera, apagara todo lo que es del otro registro. Por lo que la</p><p>identificación a la madre en la escena primitiva es rechazada: la imagen de la identificación</p><p>femenina está del lado de la imagen del cuerpo fragmentado, por detrás para el enfermo.</p><p>Y es por lo cual la libido narcisista, confirmación narcisista, debe traer una denegación</p><p>absoluta de su contenido (o tinte —la palabra falta en el texto) homosexual: hay</p><p>prevalencia de la imagen completa (fálica) del cuerpo. La reevocación de la imagen</p><p>fragmentada del cuerpo provoca el resurgimiento de un estado anterior del yo (moi) y esto</p><p>da angustia. Así se explica el carácter narcisista de la afirmación viril del sujeto y, de ahí,</p><p>viene también la dificultad para alcanzar un objeto heterosexual.</p><p>La identificación a la hermana es cierta (hay un año y medio de diferencia entre ello =</p><p>buena diferencia: "nota sensible" en el sentido que eso tiene en música). Al punto que,</p><p>cuando la hermana ha muerto, ella es como reabsorbida por él mismo. Por eso no puede</p><p>aceptar los primeros avances de su hermana, que le habrían dado acceso a un estadio</p><p>propiamente genital.</p><p>Para que la identificación se produzca en el hombre, debe ser por intermedio de un</p><p>modelo realizado: adulto, femenino o masculino (hay una diferencia con los animales: en</p><p>ellos la experiencia es pasivizante para uno, promotora de actividad para el otro).</p><p>El hombre se anticipa en su imagen completa antes que la haya alcanzado. De donde los</p><p>fantasmas de castración: el pene puede ser tomado o arrebatado.</p><p>La identificación narcisista es frágil y está siempre amenzada.</p><p>La escuela francesa ha tocado algo justo ligando la oblatividad a la maduración de la</p><p>función genital. Pero este lazo es muy complejo. El sentido verdadero de la oblatividad se</p><p>encuentra en una relación de don consitutiva de un acceso pleno a la sexualidad humana.</p><p>(El altruismo es diferente, ya que está ligado a una identificación narcisista del otro).</p><p>La oblatividad verdadera es una relación simbólica que hace que el deseo del hombre se</p><p>reconozca y se mediatice por el deseo del otro: suerte de captura del deseo del otro.</p><p>Esta aclaración está incluida en el texto del que hemos hecho la traducción. (R.R.P.)</p><p>El hombre de los lobos ( Nº3 )</p><p>Nuestras explicaciones han mostrado que la observación del "Hombre de los Lobos"</p><p>permitía plantear cuestiones y aportar luces sobre la cuestión de la transferencia. En este</p><p>caso, como lo hemos visto en el estudio de la historicidad, podemos abrir el problema de</p><p>una manera que sobrepasa mucho a la observación. En la observación de Ruth Mack</p><p>Brunswick una cosa está clara: lo que resta es más que un residuo mórbido, lo que está en</p><p>el centro de la cura con R. M. Brunswick es la transferencia.</p><p>Durante todo el período de cura con R. M. Brunswick no se trata ya del enfermo, no se</p><p>habla más que de Freud. Por el don de la palabra algo ha cambiado en la posición</p><p>recíproca de aquellos que se han hablado. Lo que Freud ha sido para el paciente está</p><p>pues todo el tiempo ahí en el primer plano.</p><p>No es pues dudoso que uno vea plantearse en la segunda parte de la historia del "Hombre</p><p>de los Lobos" la transferencia como intermediaria entre el analizado y el analista. R. M.</p><p>Brunswick se plantea la pregunta de saber lo que ha sido la causa del segundo empuje</p><p>mórbido, es decir la determinación de la segunda enfermedad. Y es la transferencia. Ella</p><p>piensa que es una suerte de tendencia que es completamente fundamental en las</p><p>relaciones afectivas del sujeto: ella lo expresa en términos de afectividad.</p><p>Cuando el paciente ha vuelto a ver a Freud por segunda vez, Freud dice haber analizado</p><p>entonces la transferencia. R. M. Brunswick dice que se trata de la pasividad primordial del</p><p>sujeto y echa luz sobre el hecho de que Freud la ha acuñado sobre una fecha, un plazo.</p><p>Los pacientes retienen algo hasta el último límite. En este caso, se puede pensar que si el</p><p>sujeto ha sido así "forzado", ha debido guardar una posición. Ahí está el resorte de la</p><p>transferencia no liquidada. La señora Mack Brunswick dice también que hay algo curioso.</p><p>No hay ejemplos de que, en el curso de un análisis profundo, se revelen todas las</p><p>actitudes posibles de un sujeto. El psicoanálisis del "Hombre de los Lobos" fue total y</p><p>agotó el material, y sin embargo jamás se manifestó una actitud paranoica. (Así, pues, la</p><p>explicación por "un medio que quedó sin alcanzar" no es una explicación válida).</p><p>Es necesario deternerse a ver las diferentes relaciones paternales de este sujeto, todas</p><p>aquellas de las que es capaz. En la última fase de la enfermedad se ven encarnarse los</p><p>diferentes tipos de relaciones paternales. Los dentistas y los dermatólogos forman dos</p><p>series de personajes muy diferentes.</p><p>La búsqueda por el sujeto del castigo, de la castración paterna, es diferente de la</p><p>identificación. Entonces ¡hay dos series!</p><p>Por una parte: los padres castradores, representados por los dentistas: arrancan los</p><p>dientes buenos o malos y el enfermo no les guarda rencor. Esto muestra lo que busca el</p><p>sujeto: más le harán, mejor para él. Con ellos, su modo de relación es especial: es la</p><p>desconfianza, desconfianza que no le impedirá tenerles confianza: más desconfía y más</p><p>se confía...</p><p>Por otra parte, otro tipo paterno: los Padres mortíferos: sobre el plano de la relación</p><p>imaginaria más primitiva, contra la cual el yo (moi) del sujeto huye y se sustrae con una</p><p>suerte de pánico. Este tipo está ligado a la imagen de la escena primitiva: identifica al</p><p>sujeto a esta actitud pasiva causa de suprema angustia, pues equivale a la fragmentación</p><p>primitiva. De donde: renovación de esa enfermedad y desorden primordial. El peligro viene</p><p>entonces del interor y es preciso elegir: reprimir o volver a poner todo en cuestión: es una</p><p>amenza</p><p>mortal: el contragolpe ambivalente de una agresividad radical.</p><p>Para el "Hombre de los Lobos", la nariz representa un símbolo sentido, imaginario: el</p><p>agujero que todos los demás podrían ver.</p><p>A mediada que se desenvuelve el análisis de R. M. Brunswick, se ve entre el personaje</p><p>castrador y el otro (el profesor X, su más mortal enemigo) pasarse fases sucesivas.</p><p>Según el "Hombre de los Lobos", él era el "hijo favorito de Freud". La reacción tipo, la que</p><p>corresponde a la desconfianza, es la hipocondría: signo emergente. El ocultó a Freud (que</p><p>le había entregado una renta) que había podido recuperar algunas joyas y algunos</p><p>recursos, mientras que, hasta entonces, él era considerado con justicia como un hombre</p><p>honesto. ¿Es que ve en la renta una prenda de amor que le es debida? ¿O está más</p><p>ligado a la realidad? Habíendole impedido Freud retornar a Rusia para recuperar sus</p><p>bienes cuando todavía era posible, ¿es ésta una sorda queja compensada por el hecho de</p><p>que él creía que Freud le había dado este mal consejo por amor, para conservarlo? Sea lo</p><p>que sea, él considera que eso le es debido, ese don de dinero.</p><p>El destino sirve a la señora Mack Brunswick y le permite penetrar en las posiciones del</p><p>enfermo. En el momento de la muerte del profesor X, ella observa en efecto un primer</p><p>paso adelante en las defensas del paciente, quien, sobre la hora, tras el síntoma</p><p>hipocondríaco, revela: "El está muerto, yo ya no podría entonces matarlo". Ese es el</p><p>fantasma que sale ante todo y que es seguido por el contenido persecutorio largo tiempo</p><p>preparado: delirio de persecución. La desaparición misma del objeto suprime la saturación</p><p>en una relación que puede permanecer bajo forma de tensión. Es entonces que R. Mack</p><p>Brunswick interpreta: "El profesor X, es Freud".... El sujeto niega, pues la relación a la cual</p><p>se atiene, en lo que concierne a Freud, es la del hijo favorito. Otra cara del delirio que</p><p>aparece entonces, la del delirrio de grandeza (dice R.M.B.). Es la misma cosa bajo una</p><p>forma diferente (ej.: El profesor X aparece en un sueño como el analista).</p><p>¿Cuál va a ser el paso siguiente? R.M. Brunswick lo empuja bastante en sus</p><p>atrincheramientos para desmantelar su posición de "hijo favorito". Y entonces, las cosas</p><p>son abordadas sobre el plano de la realidad actual del analista: ¿En qué medida Freud</p><p>El hombre de los lobos ( Nº3 )</p><p>Nuestras explicaciones han mostrado que la observación del "Hombre de los Lobos"</p><p>permitía plantear cuestiones y aportar luces sobre la cuestión de la transferencia. En este</p><p>caso, como lo hemos visto en el estudio de la historicidad, podemos abrir el problema de</p><p>una manera que sobrepasa mucho a la observación. En la observación de Ruth Mack</p><p>Brunswick una cosa está clara: lo que resta es más que un residuo mórbido, lo que está en</p><p>el centro de la cura con R. M. Brunswick es la transferencia.</p><p>Durante todo el período de cura con R. M. Brunswick no se trata ya del enfermo, no se</p><p>habla más que de Freud. Por el don de la palabra algo ha cambiado en la posición</p><p>recíproca de aquellos que se han hablado. Lo que Freud ha sido para el paciente está</p><p>pues todo el tiempo ahí en el primer plano.</p><p>No es pues dudoso que uno vea plantearse en la segunda parte de la historia del "Hombre</p><p>de los Lobos" la transferencia como intermediaria entre el analizado y el analista. R. M.</p><p>Brunswick se plantea la pregunta de saber lo que ha sido la causa del segundo empuje</p><p>mórbido, es decir la determinación de la segunda enfermedad. Y es la transferencia. Ella</p><p>piensa que es una suerte de tendencia que es completamente fundamental en las</p><p>relaciones afectivas del sujeto: ella lo expresa en términos de afectividad.</p><p>Cuando el paciente ha vuelto a ver a Freud por segunda vez, Freud dice haber analizado</p><p>entonces la transferencia. R. M. Brunswick dice que se trata de la pasividad primordial del</p><p>sujeto y echa luz sobre el hecho de que Freud la ha acuñado sobre una fecha, un plazo.</p><p>Los pacientes retienen algo hasta el último límite. En este caso, se puede pensar que si el</p><p>sujeto ha sido así "forzado", ha debido guardar una posición. Ahí está el resorte de la</p><p>transferencia no liquidada. La señora Mack Brunswick dice también que hay algo curioso.</p><p>No hay ejemplos de que, en el curso de un análisis profundo, se revelen todas las</p><p>actitudes posibles de un sujeto. El psicoanálisis del "Hombre de los Lobos" fue total y</p><p>agotó el material, y sin embargo jamás se manifestó una actitud paranoica. (Así, pues, la</p><p>explicación por "un medio que quedó sin alcanzar" no es una explicación válida).</p><p>Es necesario deternerse a ver las diferentes relaciones paternales de este sujeto, todas</p><p>aquellas de las que es capaz. En la última fase de la enfermedad se ven encarnarse los</p><p>diferentes tipos de relaciones paternales. Los dentistas y los dermatólogos forman dos</p><p>series de personajes muy diferentes.</p><p>La búsqueda por el sujeto del castigo, de la castración paterna, es diferente de la</p><p>identificación. Entonces ¡hay dos series!</p><p>Por una parte: los padres castradores, representados por los dentistas: arrancan los</p><p>dientes buenos o malos y el enfermo no les guarda rencor. Esto muestra lo que busca el</p><p>sujeto: más le harán, mejor para él. Con ellos, su modo de relación es especial: es la</p><p>desconfianza, desconfianza que no le impedirá tenerles confianza: más desconfía y más</p><p>se confía...</p><p>Por otra parte, otro tipo paterno: los Padres mortíferos: sobre el plano de la relación</p><p>imaginaria más primitiva, contra la cual el yo (moi) del sujeto huye y se sustrae con una</p><p>suerte de pánico. Este tipo está ligado a la imagen de la escena primitiva: identifica al</p><p>sujeto a esta actitud pasiva causa de suprema angustia, pues equivale a la fragmentación</p><p>primitiva. De donde: renovación de esa enfermedad y desorden primordial. El peligro viene</p><p>entonces del interor y es preciso elegir: reprimir o volver a poner todo en cuestión: es una</p><p>amenza mortal: el contragolpe ambivalente de una agresividad radical.</p><p>Para el "Hombre de los Lobos", la nariz representa un símbolo sentido, imaginario: el</p><p>agujero que todos los demás podrían ver.</p><p>A mediada que se desenvuelve el análisis de R. M. Brunswick, se ve entre el personaje</p><p>castrador y el otro (el profesor X, su más mortal enemigo) pasarse fases sucesivas.</p><p>Según el "Hombre de los Lobos", él era el "hijo favorito de Freud". La reacción tipo, la que</p><p>corresponde a la desconfianza, es la hipocondría: signo emergente. El ocultó a Freud (que</p><p>le había entregado una renta) que había podido recuperar algunas joyas y algunos</p><p>recursos, mientras que, hasta entonces, él era considerado con justicia como un hombre</p><p>honesto. ¿Es que ve en la renta una prenda de amor que le es debida? ¿O está más</p><p>ligado a la realidad? Habíendole impedido Freud retornar a Rusia para recuperar sus</p><p>bienes cuando todavía era posible, ¿es ésta una sorda queja compensada por el hecho de</p><p>que él creía que Freud le había dado este mal consejo por amor, para conservarlo? Sea lo</p><p>que sea, él considera que eso le es debido, ese don de dinero.</p><p>El destino sirve a la señora Mack Brunswick y le permite penetrar en las posiciones del</p><p>enfermo. En el momento de la muerte del profesor X, ella observa en efecto un primer</p><p>paso adelante en las defensas del paciente, quien, sobre la hora, tras el síntoma</p><p>hipocondríaco, revela: "El está muerto, yo ya no podría entonces matarlo". Ese es el</p><p>fantasma que sale ante todo y que es seguido por el contenido persecutorio largo tiempo</p><p>preparado: delirio de persecución. La desaparición misma del objeto suprime la saturación</p><p>en una relación que puede permanecer bajo forma de tensión. Es entonces que R. Mack</p><p>Brunswick interpreta: "El profesor X, es Freud".... El sujeto niega, pues la relación a la cual</p><p>se atiene, en lo que concierne a Freud, es la del hijo favorito. Otra cara del delirio que</p><p>aparece entonces, la del delirrio de grandeza (dice R.M.B.). Es la misma cosa bajo una</p><p>forma diferente (ej.: El profesor X aparece en un sueño como el analista).</p><p>¿Cuál va a ser el paso siguiente? R.M. Brunswick lo empuja bastante en sus</p><p>atrincheramientos para desmantelar</p><p>su posición de "hijo favorito". Y entonces, las cosas</p><p>son abordadas sobre el plano de la realidad actual del analista: ¿En qué medida Freud</p><p>está allí realmente presente? R .M. Brunswick le muestra que Freud no se interesa en su</p><p>caso. Entonces, el sujeto se comporta como un loco. Freud aparece inmediatamente</p><p>después en un sueño espectacular. Sueño del padre enfermo semejando un músico</p><p>ambulante......Es un sueño en espejo: El padre es él mismo, y Freud aquel contra quien</p><p>aporta la reivindicación: "él ha rehusado su vieja música, es un Judío, un sucio Judío". ¿</p><p>Cuál es el don que hay entre ambos? Es el cuestionamiento que él ha tenido con Freud, y</p><p>esas relaciones son apenas relaciones a un objeto, y son esencialmente agresivas. El</p><p>sujeto está entonces en el acmé de su desorden, pero la continuación de los sueños</p><p>muestra progresos en el sentido de un retorno a la realidad. El fondo de la cuestión, es "su</p><p>sentido", a saber los lobos. En un sueño el origen instintual de sus trastornos está del otro</p><p>lado de una muralla en el límite de la cual se encuentra R. Mack Brunswick. El está de un</p><p>lado, los lobos del otro: es la simbolización del rol, en la determinación de su psicosis, de</p><p>su deseo, que sus deseos sean reconocidos por el otro y encuentren así su sentido.</p><p>Otra vuelta está marcada por el sueño de la destrucción de los íconos: estos representan</p><p>el resorte, la significación fundamental en relación al dogma cristiano: el Dios encarnado</p><p>en un hombre: rechazar las imagenes santas es negar la encarnación. En el momento de</p><p>su neurosis infantil, la religión estuvo a punto de socializar sus dificultades (esboza de</p><p>curación). Pero esto tropezó con el dogma de la encarnación. Las relaciones entre Dios</p><p>Padre e Hijo son sentidas como masoquistas y lo reenvían a su angustia fundamental ante</p><p>la pasivización absoluta de la escena primitiva. Todo su yo (moi) no es otra cosa que la</p><p>negación de su pasividad fundamental. Su tipo de identificación está fundado sobre la</p><p>relación simbólica humana y cultural que define al Padre, no solamente como el Genitor,</p><p>sino también como amo de poder soberano: relación de amo a esclavo. Toda la historia del</p><p>sujeto está escindida por la búsqueda de un Padre simbólico y castigador, pero sin éxito.</p><p>El padre real es muy gentil y, además, disminuido. Lo que Freud ha visto más claro en la</p><p>transferencia paterna, es el temor de ser devorado.</p><p>Se debe recordar la concepción dialéctica de la experiencia analítica. En la relación de la</p><p>palabra misma, todos los modos de relación posible entre los seres humanos se</p><p>manifiestan. Hay una diferencia entre un sujeto que dice "yo soy así" y un sujeto que dice</p><p>"le pido que me diga quién soy". Hay una función de la palabra que, aunque sea una</p><p>función de desconocimiento o de mentira deliberada, existe sin embargo una cierta</p><p>relación con lo que ella está encargada de hacer reconocer negándolo. Alrededor de este</p><p>don de la palabra se establece cierta relación de transferencia. Entonces, lo que pasa</p><p>entre el sujeto y su analista es un don: el de la palabra. El sujeto no se hace pues</p><p>reconocer sino al final. El don va del sujeto al analista. Y más, el sujeto da dinero. ¿Por</p><p>qué? Hay aquí una paradoja aparente. El don de dinero no es una pura y simple</p><p>retribución (la palabra honorarios, además, lo testimonia). Para comprender este don de</p><p>dinero, debemos compararlo a las prestaciones de los primitivos que sacralizan las cosas.</p><p>El don de dinero al analista tiene la misma significación que el don que hace el discípulo al</p><p>maestro, pero esto constituye al maestro como garante de esta palabra y asegura que no</p><p>la cambia, que continuará velando por ello.</p><p>¿Cuál ha sido pues la función del dinero en el conjunto de la historia del sujeto? Es un</p><p>sujeto que tiene una estructura mental de "rico". El modo de relación dialéctica entre el Hijo</p><p>y el Padre en el Edipo entraña una identificación a un padre que sea un verdadero padre:</p><p>un amo (maître = maestro, amo) que tiene riesgos y responsabilidades. Hay algo</p><p>totalmente diferente entre eso y la estructura burguesa que gana actualmente. Lo que se</p><p>transmite es entonces el patrimonio. De ello resulta que, en el sujeto, es evidente el</p><p>carácter alienante de este poder encerrado por la riqueza. Eso recubrió esta relación con</p><p>el Padre, que nunca pudo ser otra que narcisista. Y la muerte de la hermana tiene este</p><p>sentido: "yo soy el único heredero".</p><p>Si un enfermo como ese viene a encontrar a Freud, esto muestra que en su miseria, su</p><p>abyección de rico, él quiere demandar algo. El intenta establecer algo nuevo. Freud es un</p><p>amo al cual demanda socorro. El resorte de la relación que intenta establecer es que ella</p><p>es la vía por donde él quiere establecer una relación paternal. No llega a ello pues Freud</p><p>era un poco por demás un amo. Su prestigio personal tendía a abolir entre él y el enfermo</p><p>cierto tipo de transferencia: Freud estuvo demasiado identificado a un padre demasiado</p><p>supremo para poder ser eficaz. Eso deja al sujeto en su circuito infernal. Jamás ha habido</p><p>padre que simbolice y encarne el Padre, le damos el "nombre del Padre" al lugar. Al</p><p>comienzo, había una relación de amor real con el padre, pero eso entrañaba la</p><p>reactivación de la angustia de la escena primitiva. La búsqueda del padre simbólico</p><p>entraña el temor de la castración, y eso lo rechaza al padre imaginario de la escena</p><p>primitiva. Así se establece un círculo vicioso. Con Freud, él jamás pudo asumir sus</p><p>relaciones con él. Era "un paddre demasiado fuerte" y Freud debió hacer operar el apremio</p><p>temporal y "darle la palabra de su historia" Pero él, el enfermo, no la ha conquistado ni</p><p>asumido. El sentido queda alineado del lado de Freud, quien continúa siendo su poseedor.</p><p>Toda la cuestión del dinero está sobre el mismo plano. Freud hizo pagar al "Hombre de los</p><p>Lobos" como un enfermo muy rico, y para tal enfermo muy rico eso no tenía significación</p><p>(al final solamente, eso representaba una suerte de castración). Ahí se reencuentra la</p><p>dialéctica del doble don, y eso es así a todo lo largo de la observación. Cuando el sujeto</p><p>vuelve a ver a Freud por un síntoma histérico (constipación), Freud levanta este síntoma</p><p>bastante fácilmente, pero sobre el otro plano ocurre una linda catástrofe: Freud se deja</p><p>implicar en una suerte de culpabilidad a la inversa: le da una renta: el sujeto ahora ha</p><p>pasado al rango de momia psicoanalítica mientras que ya no llegaba a la asunción de su</p><p>persona. El paranoico se cree el objeto del interés universal y el sujeto construye su delirio</p><p>narcisista. La realización narcisista está ayudada por la acción de Freud, quien ha invertido</p><p>el don de dinero.</p><p>Si el genio de R. M. Brunswick fue grande, ella no lo formula siempre bien. Si ella ha</p><p>podido hacer algo es en la medida en que, por su posición, ella coincidía con el personaje</p><p>de la hermana. Ella estaba objetivamente entre Freud y el enfermo, subjetivamente Freud</p><p>vino siempre entre el enfermo y ella. Ella tiene éxito allí donde la hermana había</p><p>fracasado. El padre estaba demasiado cerca del enfermo, la hermana también (ella había</p><p>hecho su identificación al padre y es activa en su relación y de una manera traumática,</p><p>demasiado próxima, que entraña el mismo pánico de la pasivización que ante el padre.</p><p>Ella es identificada al padre por el enfermo). En lugar de eso, R.M. Brunswick supo a la</p><p>vez participar de cierta dureza propia del personaje paternal, por otro lado, ella somete a la</p><p>realidad del sujeto: Hay una especie de retorno a la escuela del sujeto por lo que los</p><p>chinos llaman "dulzura maleable de la mujer". Ella sabe mostrarle que ella no es adherente</p><p>a Freud, es decir, que no está identificada al padre y que "no es demasiado fuerte". El</p><p>sujeto es vuelto a parir por ella y, esta vez, de la buena manera.</p><p>está allí realmente presente? R .M. Brunswick le muestra que Freud no se interesa en su</p><p>caso. Entonces, el sujeto se comporta como un loco. Freud aparece inmediatamente</p><p>después en un sueño espectacular. Sueño del padre enfermo semejando un músico</p><p>ambulante......Es un sueño en espejo:</p><p>El padre es él mismo, y Freud aquel contra quien</p><p>aporta la reivindicación: "él ha rehusado su vieja música, es un Judío, un sucio Judío". ¿</p><p>Cuál es el don que hay entre ambos? Es el cuestionamiento que él ha tenido con Freud, y</p><p>esas relaciones son apenas relaciones a un objeto, y son esencialmente agresivas. El</p><p>sujeto está entonces en el acmé de su desorden, pero la continuación de los sueños</p><p>muestra progresos en el sentido de un retorno a la realidad. El fondo de la cuestión, es "su</p><p>sentido", a saber los lobos. En un sueño el origen instintual de sus trastornos está del otro</p><p>lado de una muralla en el límite de la cual se encuentra R. Mack Brunswick. El está de un</p><p>lado, los lobos del otro: es la simbolización del rol, en la determinación de su psicosis, de</p><p>su deseo, que sus deseos sean reconocidos por el otro y encuentren así su sentido.</p><p>Otra vuelta está marcada por el sueño de la destrucción de los íconos: estos representan</p><p>el resorte, la significación fundamental en relación al dogma cristiano: el Dios encarnado</p><p>en un hombre: rechazar las imagenes santas es negar la encarnación. En el momento de</p><p>su neurosis infantil, la religión estuvo a punto de socializar sus dificultades (esboza de</p><p>curación). Pero esto tropezó con el dogma de la encarnación. Las relaciones entre Dios</p><p>Padre e Hijo son sentidas como masoquistas y lo reenvían a su angustia fundamental ante</p><p>la pasivización absoluta de la escena primitiva. Todo su yo (moi) no es otra cosa que la</p><p>negación de su pasividad fundamental. Su tipo de identificación está fundado sobre la</p><p>relación simbólica humana y cultural que define al Padre, no solamente como el Genitor,</p><p>sino también como amo de poder soberano: relación de amo a esclavo. Toda la historia del</p><p>sujeto está escindida por la búsqueda de un Padre simbólico y castigador, pero sin éxito.</p><p>El padre real es muy gentil y, además, disminuido. Lo que Freud ha visto más claro en la</p><p>transferencia paterna, es el temor de ser devorado.</p><p>Se debe recordar la concepción dialéctica de la experiencia analítica. En la relación de la</p><p>palabra misma, todos los modos de relación posible entre los seres humanos se</p><p>manifiestan. Hay una diferencia entre un sujeto que dice "yo soy así" y un sujeto que dice</p><p>"le pido que me diga quién soy". Hay una función de la palabra que, aunque sea una</p><p>función de desconocimiento o de mentira deliberada, existe sin embargo una cierta</p><p>relación con lo que ella está encargada de hacer reconocer negándolo. Alrededor de este</p><p>don de la palabra se establece cierta relación de transferencia. Entonces, lo que pasa</p><p>entre el sujeto y su analista es un don: el de la palabra. El sujeto no se hace pues</p><p>reconocer sino al final. El don va del sujeto al analista. Y más, el sujeto da dinero. ¿Por</p><p>qué? Hay aquí una paradoja aparente. El don de dinero no es una pura y simple</p><p>retribución (la palabra honorarios, además, lo testimonia). Para comprender este don de</p><p>dinero, debemos compararlo a las prestaciones de los primitivos que sacralizan las cosas.</p><p>El don de dinero al analista tiene la misma significación que el don que hace el discípulo al</p><p>maestro, pero esto constituye al maestro como garante de esta palabra y asegura que no</p><p>la cambia, que continuará velando por ello.</p><p>¿Cuál ha sido pues la función del dinero en el conjunto de la historia del sujeto? Es un</p><p>sujeto que tiene una estructura mental de "rico". El modo de relación dialéctica entre el Hijo</p><p>y el Padre en el Edipo entraña una identificación a un padre que sea un verdadero padre:</p><p>un amo (maître = maestro, amo) que tiene riesgos y responsabilidades. Hay algo</p><p>totalmente diferente entre eso y la estructura burguesa que gana actualmente. Lo que se</p><p>transmite es entonces el patrimonio. De ello resulta que, en el sujeto, es evidente el</p><p>carácter alienante de este poder encerrado por la riqueza. Eso recubrió esta relación con</p><p>el Padre, que nunca pudo ser otra que narcisista. Y la muerte de la hermana tiene este</p><p>sentido: "yo soy el único heredero".</p><p>Si un enfermo como ese viene a encontrar a Freud, esto muestra que en su miseria, su</p><p>abyección de rico, él quiere demandar algo. El intenta establecer algo nuevo. Freud es un</p><p>amo al cual demanda socorro. El resorte de la relación que intenta establecer es que ella</p><p>es la vía por donde él quiere establecer una relación paternal. No llega a ello pues Freud</p><p>era un poco por demás un amo. Su prestigio personal tendía a abolir entre él y el enfermo</p><p>cierto tipo de transferencia: Freud estuvo demasiado identificado a un padre demasiado</p><p>supremo para poder ser eficaz. Eso deja al sujeto en su circuito infernal. Jamás ha habido</p><p>padre que simbolice y encarne el Padre, le damos el "nombre del Padre" al lugar. Al</p><p>comienzo, había una relación de amor real con el padre, pero eso entrañaba la</p><p>reactivación de la angustia de la escena primitiva. La búsqueda del padre simbólico</p><p>entraña el temor de la castración, y eso lo rechaza al padre imaginario de la escena</p><p>primitiva. Así se establece un círculo vicioso. Con Freud, él jamás pudo asumir sus</p><p>relaciones con él. Era "un paddre demasiado fuerte" y Freud debió hacer operar el apremio</p><p>temporal y "darle la palabra de su historia" Pero él, el enfermo, no la ha conquistado ni</p><p>asumido. El sentido queda alineado del lado de Freud, quien continúa siendo su poseedor.</p><p>Toda la cuestión del dinero está sobre el mismo plano. Freud hizo pagar al "Hombre de los</p><p>Lobos" como un enfermo muy rico, y para tal enfermo muy rico eso no tenía significación</p><p>(al final solamente, eso representaba una suerte de castración). Ahí se reencuentra la</p><p>dialéctica del doble don, y eso es así a todo lo largo de la observación. Cuando el sujeto</p><p>vuelve a ver a Freud por un síntoma histérico (constipación), Freud levanta este síntoma</p><p>bastante fácilmente, pero sobre el otro plano ocurre una linda catástrofe: Freud se deja</p><p>implicar en una suerte de culpabilidad a la inversa: le da una renta: el sujeto ahora ha</p><p>pasado al rango de momia psicoanalítica mientras que ya no llegaba a la asunción de su</p><p>persona. El paranoico se cree el objeto del interés universal y el sujeto construye su delirio</p><p>narcisista. La realización narcisista está ayudada por la acción de Freud, quien ha invertido</p><p>el don de dinero.</p><p>Si el genio de R. M. Brunswick fue grande, ella no lo formula siempre bien. Si ella ha</p><p>podido hacer algo es en la medida en que, por su posición, ella coincidía con el personaje</p><p>de la hermana. Ella estaba objetivamente entre Freud y el enfermo, subjetivamente Freud</p><p>vino siempre entre el enfermo y ella. Ella tiene éxito allí donde la hermana había</p><p>fracasado. El padre estaba demasiado cerca del enfermo, la hermana también (ella había</p><p>hecho su identificación al padre y es activa en su relación y de una manera traumática,</p><p>demasiado próxima, que entraña el mismo pánico de la pasivización que ante el padre.</p><p>Ella es identificada al padre por el enfermo). En lugar de eso, R.M. Brunswick supo a la</p><p>vez participar de cierta dureza propia del personaje paternal, por otro lado, ella somete a la</p><p>realidad del sujeto: Hay una especie de retorno a la escuela del sujeto por lo que los</p><p>chinos llaman "dulzura maleable de la mujer". Ella sabe mostrarle que ella no es adherente</p><p>a Freud, es decir, que no está identificada al padre y que "no es demasiado fuerte". El</p><p>sujeto es vuelto a parir por ella y, esta vez, de la buena manera.</p><p>La gratuidad del tratamiento no ha jugado el mismo papel que en las relaciones con Freud</p><p>(y de este modo ella se distingue de la hermana) y lo que sucede entre ellos no es del</p><p>mismo orden que lo que sucede en un análisis: es más una psicopedagogía, donde se</p><p>discute de la realidad, que un análisis propiamente dicho.</p><p>En la medida en que el sujeto se ha despegado de la imagen del Padre omnipotente y que</p><p>ve que este padre no lo ama tanto, la salida fue favorable. El sujeto acepta no ser un amo</p><p>(maître) y ya no está entre dos sillones.</p><p>Digamos finalmente que su análisis fue influenciado por la búsqueda de Freud a propósito</p><p>de la realidad o no realidad de las escenas primitivas y se ve, ahí también las estrechas</p><p>relaciones entre la transferencia y la contratransferencia.</p><p>Final del Seminario -1</p><p>La gratuidad del tratamiento no ha jugado el mismo papel que en las relaciones con Freud</p><p>(y de este modo ella se distingue de la hermana) y lo que sucede entre ellos no es del</p><p>mismo orden que lo que sucede en un análisis: es más una psicopedagogía, donde se</p><p>discute de la realidad, que un análisis propiamente dicho.</p><p>En la medida en que el sujeto se ha despegado de la imagen del Padre omnipotente y que</p><p>ve que este padre no lo ama tanto, la salida fue favorable. El sujeto acepta no ser un amo</p><p>(maître) y ya no está entre dos sillones.</p><p>Digamos finalmente que su análisis fue influenciado por la búsqueda de Freud a propósito</p><p>de la realidad o no realidad de las escenas primitivas y se ve, ahí también las estrechas</p><p>relaciones entre la transferencia y la contratransferencia.</p><p>Final del Seminario -1</p><p>El mito individual del neurótico(1)</p><p>(El Hombre de las Ratas)</p><p>Poesía y verdad en la neurosis</p><p>Hablaré de un tema que hay que considerar, en efecto, nuevo, y que en tanto tal es difícil.</p><p>La dificultad no es, en forma alguna, intrínseca a la exposición. Se debe a que se trata de</p><p>algo de cierta manera nuevo que me ha permitido percibir a la vez mi experiencia analítica</p><p>y durante una enseñanza llamada de seminario constituyó una tentativa por renovar o</p><p>solamente profundizar la enseñanza teórica de aquello que puede plantearse como la</p><p>realidad fundamental del análisis. Para algunos de ustedes el extraer esta parte nueva y</p><p>original y hacer que capten su alcance más allá de esta enseñanza y experiencia puede</p><p>resultar algo que comporte dificultades muy particulares en su exposición.</p><p>Pido por lo tanto disculpas de antemano por si existiese alguna dificultad en la</p><p>comprensión, al menos al principio.</p><p>El psicoanálisis —he de decirlo y recordarlo como preámbulo— es una disciplina, la cual</p><p>dentro del conjunto de las ciencias aparece con una posición verdaderamente particular.</p><p>Frecuentemente se dice que el psicoanálisis no es propiamente una ciencia, lo que</p><p>parecería indicar por oposición que se podría decir que es un arte. No se puede afirmar tal</p><p>cosa si por arte se entiende simplemente una técnica, un método operacional, praxis, u</p><p>otra cosa de este orden.</p><p>Creo que el término arte debe emplearse aquí con el sentido que tenía en la Edad Media,</p><p>cuando se hablaba de las artes liberales. Ustedes conocen la serie que desde la</p><p>astronomía, pasando por la aritmética y la música, se dirige a la dialéctica, la gramática, la</p><p>geometría. Nos es difícil hoy en día entender la función de ese arte y su alcance en la vida</p><p>y el pensamiento de los maestros medievales.</p><p>Lo que carácteriza a esas artes, y las distingue de las ciencias surgidas en última instancia</p><p>de las artes liberales, es la permanencia en primer plano de algo que puede denominarse</p><p>su relación esencial, básica, con la medida del hombre. Creo que tal vez e l psicoanálisis es</p><p>actualmente la única disciplina comparable con aquellas artes liberales, debido a esa</p><p>relación interna que no se agota jamás, que es cíclica, cerrada sobre sí misma: la relación</p><p>de la medida del hombre consigo mismo, y muy especialmente, y por excelencia, el uso del</p><p>lenguaje, el uso de la palabra.</p><p>Esto hace que la experiencia analítica no se agote en ninguna relación, que decisiva y</p><p>definitivamente no sea objetivable, dado que en definitiva la propia relación analítica</p><p>implica siempre en su seno la constitución de una verdad, que en cierta forma no puede</p><p>ser dicha, puesto que la palabra es la que la constituye y dice y habría entonces que decir</p><p>la palabra misma, y esto, propiamente hablando, no puede ser dicho en tanto que palabra.</p><p>Es cierto, por otro lado, que vemos emerger del psicoanálisis una serie de técnicas que</p><p>tienden, basadas en esa experiencia, a objetivar una serie de posibilidades de acción, de</p><p>medios de actuar sobre el objeto humano; pero sólo se trata de ciencias en cierta forma</p><p>siempre derivadas de ese arte fundamental constituido por la relación intersubjetiva del</p><p>mismo análisis, relación que —como he dicho— no puede agotarse puesto que se</p><p>encuentra en el mismo centro de lo que nos hace hombres en nuestra relación con otro</p><p>hombre.</p><p>Se trata de algo que intentaremos expresar en una fórmula esencial que muestra como en</p><p>el seno de la experiencia analítica se encuentra algo que hablando con propiedad, se</p><p>denomina, mito. El mito es precisamente lo que puede ser definido como otorgando una</p><p>fórmula discursiva a esa cosa que no puede transmitirse al definir a la verdad, ya que la</p><p>definición de la verdad sólo se apoya sobre sí misma, y la palabra progresa por sí misma, y</p><p>es en el dominio de la verdad, donde ella se constituye.</p><p>No puede ser àpresada ni àpresar ese movimiento de acceso a la verdad como una</p><p>verdad objetiva, sólo puede expresarla en forma mítica, y es exactamente en ese sentido</p><p>que se puede decir que, hasta cierto punto, aquello en lo que se concretiza la palabra</p><p>intersubjetiva fundamental, tal como se manifiesta en la doctrina analítica, el complejo de</p><p>Edipo, retiene en el interior mismo de la teoría analítica un valor de mito.</p><p>Me referiré hoy a una serie de hechos experimentales que intentaré ejemplificar a</p><p>propósito de una cosa básicamente conocida por todos aquellos que, de más cerca o de</p><p>más lejos, están iniciados en el análisis: la existencia de un cierto número de formaciones</p><p>que comprobamos espontáneamente en lo vivido, en la experiencia, en los sujetos</p><p>neuróticos, quienes necesitan aportar a ese mito edípico, en tanto que está en el centro de</p><p>la experiencia analítica, ciertos cambios de estructura correlativos a los progresos en la</p><p>comprensión de esa experiencia, y de alguna manera lo que nos permite en un segundo</p><p>momento comprender como toda la teoría analítica se extiende en el interior de la distancia</p><p>que separa el conflicto fundamental que, a través de la rivalidad con el padre, vincula al</p><p>sujeto a un valor simbólico fundamental.</p><p>Ella —lo veremos— está siempre en función de cierta degradación concreta, vinculada</p><p>quizá a condiciones y circunstancias sociales específicas; experiencia de la imagen y la</p><p>figura del padre tendida entre esa imagen del padre y otra imagen, que la experiencia</p><p>analítica nos permite considerar cada vez mejor.</p><p>El mito individual del neurótico(1)</p><p>(El Hombre de las Ratas)</p><p>Poesía y verdad en la neurosis</p><p>Hablaré de un tema que hay que considerar, en efecto, nuevo, y que en tanto tal es difícil.</p><p>La dificultad no es, en forma alguna, intrínseca a la exposición. Se debe a que se trata de</p><p>algo de cierta manera nuevo que me ha permitido percibir a la vez mi experiencia analítica</p><p>y durante una enseñanza llamada de seminario constituyó una tentativa por renovar o</p><p>solamente profundizar la enseñanza teórica de aquello que puede plantearse como la</p><p>realidad fundamental del análisis. Para algunos de ustedes el extraer esta parte nueva y</p><p>original y hacer que capten su alcance más allá de esta enseñanza y experiencia puede</p><p>resultar algo que comporte dificultades muy particulares en su exposición.</p><p>Pido por lo tanto disculpas de antemano por si existiese alguna dificultad en la</p><p>comprensión, al menos al principio.</p><p>El psicoanálisis —he de decirlo y recordarlo como preámbulo— es una disciplina, la cual</p><p>dentro del conjunto de las ciencias aparece con una posición verdaderamente particular.</p><p>Frecuentemente se dice que el psicoanálisis no es propiamente una ciencia, lo que</p><p>parecería indicar por oposición que se podría decir que es un arte. No se puede afirmar tal</p><p>cosa si por arte se entiende simplemente una técnica, un método operacional, praxis, u</p><p>otra cosa de este orden.</p><p>Creo que el término arte debe emplearse aquí con el sentido que tenía en la Edad Media,</p><p>cuando se hablaba de las artes liberales. Ustedes conocen la serie que desde la</p><p>astronomía, pasando por la aritmética y la música, se dirige a la dialéctica, la gramática, la</p><p>geometría. Nos es difícil hoy en día entender la función de ese arte y su alcance en la vida</p><p>y el pensamiento de los maestros medievales.</p><p>Lo que carácteriza a esas artes, y las distingue de las ciencias surgidas en última instancia</p><p>de las artes liberales, es la permanencia en primer plano de algo que puede denominarse</p><p>su relación esencial, básica, con la medida del hombre. Creo que tal vez e l psicoanálisis es</p><p>actualmente la única disciplina comparable con aquellas artes liberales, debido a esa</p><p>relación interna que no se agota jamás, que es cíclica, cerrada sobre sí misma: la relación</p><p>de la medida del hombre consigo mismo, y muy especialmente, y por excelencia, el uso del</p><p>lenguaje, el uso de la palabra.</p><p>Esto hace que la experiencia analítica no se agote en ninguna relación, que decisiva y</p><p>definitivamente no sea objetivable, dado que en definitiva la propia relación analítica</p><p>implica siempre en su seno la constitución de una verdad, que en cierta forma no puede</p><p>ser dicha, puesto que la palabra es la que la constituye y dice y habría entonces que decir</p><p>la palabra misma, y esto, propiamente hablando, no puede ser dicho en tanto que palabra.</p><p>Es cierto, por otro lado, que vemos emerger del psicoanálisis una serie de técnicas que</p><p>tienden, basadas en esa experiencia, a objetivar una serie de posibilidades de acción, de</p><p>medios de actuar sobre el objeto humano; pero sólo se trata de ciencias en cierta forma</p><p>siempre derivadas de ese arte fundamental constituido por la relación intersubjetiva del</p><p>mismo análisis, relación que —como he dicho— no puede agotarse puesto que se</p><p>encuentra en el mismo centro de lo que nos hace hombres en nuestra relación con otro</p><p>hombre.</p><p>Se trata de algo que intentaremos expresar en una fórmula esencial que muestra como en</p><p>el seno de la experiencia analítica se encuentra algo que hablando con propiedad, se</p><p>denomina, mito. El mito es precisamente lo que puede ser definido como otorgando una</p><p>fórmula discursiva a esa cosa que no puede transmitirse al definir a la verdad, ya que la</p><p>definición de la verdad sólo se apoya sobre sí misma, y la palabra progresa por sí misma, y</p><p>es en el dominio de la verdad, donde ella se constituye.</p><p>No puede ser àpresada ni àpresar ese movimiento de acceso a la verdad como una</p><p>verdad objetiva, sólo puede expresarla en forma mítica, y es exactamente en ese sentido</p><p>que se puede decir que, hasta cierto punto, aquello en lo que se concretiza la palabra</p><p>intersubjetiva fundamental, tal como se manifiesta en la doctrina analítica, el complejo de</p><p>Edipo, retiene en el interior mismo de la teoría analítica un valor de mito.</p><p>Me referiré hoy a una serie de hechos experimentales que intentaré ejemplificar a</p><p>propósito de una cosa básicamente conocida por todos aquellos que, de más cerca o de</p><p>más lejos, están iniciados en el análisis: la existencia de un cierto número de formaciones</p><p>que comprobamos espontáneamente en lo vivido, en la experiencia, en los sujetos</p><p>neuróticos, quienes necesitan aportar a ese mito edípico, en tanto que está en el centro de</p><p>la experiencia analítica, ciertos cambios de estructura correlativos a los progresos en la</p><p>comprensión de esa experiencia, y de alguna manera lo que nos permite en un segundo</p><p>momento comprender como toda la teoría analítica se extiende en el interior de la distancia</p><p>que separa el conflicto fundamental que, a través de la rivalidad con el padre, vincula al</p><p>sujeto a un valor simbólico fundamental.</p><p>Ella —lo veremos— está siempre en función de cierta degradación concreta, vinculada</p><p>quizá a condiciones y circunstancias sociales específicas; experiencia de la imagen y la</p><p>figura del padre tendida entre esa imagen del padre y otra imagen, que la experiencia</p><p>analítica nos permite considerar cada vez mejor.</p><p>Ella permite así calcular las incidencias en el propio analista en tanto que, bajo una forma</p><p>seguramente velada, enmascarada, casi renegada por la teoría analítica, alcanza de</p><p>cualquier manera y en forma casi clandestina en la relación simbólica con el sujeto, la</p><p>situación de ese personaje, borrado por la declinación de nuestra historia y que es en</p><p>definitiva el amo, el maestro moral, el que inicia en la dimensión de las relaciones humanas</p><p>fundamentales a quien está en la ignorancia, lo que puede ser llamado acceso a la</p><p>conciencia, a la sabiduría incluso, en la toma de posesión de la condición humana.</p><p>Les recuerdo entonces que si confiamos en una definición del mito en tanto representación</p><p>objetivada de un epos, para decirlo todo, de un gesto que expresa de manera imaginaria</p><p>las relaciones fundamentales carácterísticas de ser del ser humano en una época</p><p>determinada, se puede decir con precisión de la misma manera que el mito se manifiesta a</p><p>nivel social, latente o patente, virtual o realizado, pleno o vacío de su sentido y reducido a</p><p>la idea de una mitología.</p><p>Nosotros podemos encontrar en la propia vivencia del neurótico todo tipo de</p><p>manifestaciones que propiamente hablando forman parte de ese esquema, y en las que se</p><p>puede decir que se trata de un mito.</p><p>Lo demostraré con ejemplos supuestamente familiares para todos aquellos de ustedes que</p><p>se interesen en estas cuestiones, a propósito de una de las grandes observaciones de</p><p>Freud. Esas grandes observaciones de Freud que periódicamente adquieren nuevo interés</p><p>en la enseñanza, ustedes la conocen, yo no las enumeraré. Hablaré de El hombre de las</p><p>Ratas. El caso es muy sorprendente y parece claro.</p><p>Uno no se sorprende al escuchar opiniones como la que recientemente escuché en boca</p><p>de un eminente colega con respecto al uso de la técnica, manifestaba cierto desprecio por</p><p>esos textos, llegando a decir que la técnica era entonces descuidada y arcaica, lo que con</p><p>todo puede sostenerse en relación a los progresos que hemos hecho, sobre la base de</p><p>una toma de conciencia de la relación intersubjetiva como se manifiesta actualmente en la</p><p>esencia del análisis, en la evolución del tratamiento, ocupando el primer plano las</p><p>relaciones que se establecen entre el paciente y el sujeto, y el intérprete que no interpreta,</p><p>de alguna manera sino a través de esa actualidad, lo que sirvió para constituir esa</p><p>personalidad del sujeto de la que nos ocuparemos.</p><p>Pero mi interlocutor extremaba las cosas hasta llegar a decir que esos casos habían sido</p><p>mal elegidos. Se puede decir por cierto que todos son incompletos y que en última</p><p>instancia son psicoanálisis detenidos a medio camino, que, después de todo, son trozos</p><p>de análisis.</p><p>Esto debe incitarnos, a reflexionar y a preguntarnos el por qué de tal elección por el autor,</p><p>otorgando, entiéndase bien, confianza a Freud. No con decir que ese resultado nos aliente</p><p>dado que muestra que con sólo la presencia de esa pizca de verdad en alguna parte, ese</p><p>poco de verdad llega a transparentar y surge en medio de las dificultades de las trabas</p><p>que la exposición puede oponerle.</p><p>Creo que las cosas, no son así exactamente y que se puede decir en ese caso que el</p><p>árbol de la práctica cotidiana esconde, a los que sostienen tal opinión, la emergencia del</p><p>bosque surgido de esos textos freudianos.</p><p>Yo mismo elegí El Hombre de las Ratas y creo también que el interés de la elección se</p><p>justifica en la obra de Freud. Se trata de una neurosis obsesiva. Pienso que ninguno de</p><p>quienes vinieron a escuchar esta conferencia pudo haber dejado de escuchar hablar de lo</p><p>que se considera la raíz y la estructura de la neurosis obsesiva: a saber, la tensión</p><p>agresiva, la fijación pulsional, toda la elaboración genética extremadamente compleja que</p><p>el progreso de la teoría analítica ubicó en el origen de nuestra comprensión de la neurosis</p><p>obsesiva.</p><p>Se puede decir, por supuesto, que tal o cual fragmento de esos elementos teóricos, tal o</p><p>cual fase familiar de esas especies de temas fantasmáticos que se encuentran siempre en</p><p>el análisis de una neurosis obsesiva, se encuentran al leer El Hombre de las Ratas. Eso es</p><p>lo que hace, con ese aspecto tranquilizador que adquiere para los lectores el encontrar</p><p>manifestaciones de pensamientos familiares y divulgados, que pueda ocultársele al lector</p><p>la originalidad y el carácter particularmente significativo y convincente de esa observación</p><p>freudiana.</p><p>Es seguro que toma incluso su título</p><p>de una fantasía absolutamente fascinante que</p><p>interviene en la psicología de la crisis que conduce al sujeto a la puerta del analista, cuyo</p><p>valor desencadenante es evidente. Se trata del relato de un suplicio, el que siempre se ha</p><p>visto beneficiado con una especie de luminosidad singular, incluso cierta celebridad, el</p><p>relato de introducción mediante un dispositivo más o menos ingenioso de una rata más o</p><p>menos excitada por medios artificiales en el recto de la víctima.</p><p>Ese suplicio, cuyo relato provoca en el sujeto una especie de horror fascinante, se</p><p>encuentra en el origen del desencadenamiento en el sujeto no de la neurosis, sino de la</p><p>actualización de temas neuróticos, de angustia, y de toda una elaboración cuya estructura</p><p>e interés seguidamente veremos. Ese elemento es fundamental desde el punto de vista de</p><p>la teoría de los momentos del determinismo de una neurosis.</p><p>¿Quiere decir que lo que ahí se explica, y lo que por otra parte se reecontrará en todos los</p><p>temas en la observación de El hombre de las Ratas, constituye la base de su interés? No</p><p>solamente no lo creo, sino que en toda lectura atenta de esta observación se verá que su</p><p>mayor interés radica en la extrema particularidad del caso. Freud destacó que cada caso</p><p>debe estudiarse en su singularidad, como si ignoráramos todo sobre la teoría.</p><p>Es la particularidad del caso y su valor ejemplar, bajo el ángulo de relaciones visibles,</p><p>manifiestas, lo que está de verdad ahí en su simplicidad, y a la manera con que se dice en</p><p>geometría que un caso particular tiene una cierta superioridad de evidencia totalmente</p><p>deslumbrante en relación a la demostración, cuya verdad subyace, en razón de su carácter</p><p>discursivo, velada bajo las tinieblas de una larga cadena de deducciónes.</p><p>Mientras que un caso particular puede evidenciar algo de manera totalmente intuitiva. Se</p><p>puede decir que nos encontraremos entonces con algo exactamente análogo a lo que</p><p>ocurre en ese caso particular.</p><p>Ella permite así calcular las incidencias en el propio analista en tanto que, bajo una forma</p><p>seguramente velada, enmascarada, casi renegada por la teoría analítica, alcanza de</p><p>cualquier manera y en forma casi clandestina en la relación simbólica con el sujeto, la</p><p>situación de ese personaje, borrado por la declinación de nuestra historia y que es en</p><p>definitiva el amo, el maestro moral, el que inicia en la dimensión de las relaciones humanas</p><p>fundamentales a quien está en la ignorancia, lo que puede ser llamado acceso a la</p><p>conciencia, a la sabiduría incluso, en la toma de posesión de la condición humana.</p><p>Les recuerdo entonces que si confiamos en una definición del mito en tanto representación</p><p>objetivada de un epos, para decirlo todo, de un gesto que expresa de manera imaginaria</p><p>las relaciones fundamentales carácterísticas de ser del ser humano en una época</p><p>determinada, se puede decir con precisión de la misma manera que el mito se manifiesta a</p><p>nivel social, latente o patente, virtual o realizado, pleno o vacío de su sentido y reducido a</p><p>la idea de una mitología.</p><p>Nosotros podemos encontrar en la propia vivencia del neurótico todo tipo de</p><p>manifestaciones que propiamente hablando forman parte de ese esquema, y en las que se</p><p>puede decir que se trata de un mito.</p><p>Lo demostraré con ejemplos supuestamente familiares para todos aquellos de ustedes que</p><p>se interesen en estas cuestiones, a propósito de una de las grandes observaciones de</p><p>Freud. Esas grandes observaciones de Freud que periódicamente adquieren nuevo interés</p><p>en la enseñanza, ustedes la conocen, yo no las enumeraré. Hablaré de El hombre de las</p><p>Ratas. El caso es muy sorprendente y parece claro.</p><p>Uno no se sorprende al escuchar opiniones como la que recientemente escuché en boca</p><p>de un eminente colega con respecto al uso de la técnica, manifestaba cierto desprecio por</p><p>esos textos, llegando a decir que la técnica era entonces descuidada y arcaica, lo que con</p><p>todo puede sostenerse en relación a los progresos que hemos hecho, sobre la base de</p><p>una toma de conciencia de la relación intersubjetiva como se manifiesta actualmente en la</p><p>esencia del análisis, en la evolución del tratamiento, ocupando el primer plano las</p><p>relaciones que se establecen entre el paciente y el sujeto, y el intérprete que no interpreta,</p><p>de alguna manera sino a través de esa actualidad, lo que sirvió para constituir esa</p><p>personalidad del sujeto de la que nos ocuparemos.</p><p>Pero mi interlocutor extremaba las cosas hasta llegar a decir que esos casos habían sido</p><p>mal elegidos. Se puede decir por cierto que todos son incompletos y que en última</p><p>instancia son psicoanálisis detenidos a medio camino, que, después de todo, son trozos</p><p>de análisis.</p><p>Esto debe incitarnos, a reflexionar y a preguntarnos el por qué de tal elección por el autor,</p><p>otorgando, entiéndase bien, confianza a Freud. No con decir que ese resultado nos aliente</p><p>dado que muestra que con sólo la presencia de esa pizca de verdad en alguna parte, ese</p><p>poco de verdad llega a transparentar y surge en medio de las dificultades de las trabas</p><p>que la exposición puede oponerle.</p><p>Creo que las cosas, no son así exactamente y que se puede decir en ese caso que el</p><p>árbol de la práctica cotidiana esconde, a los que sostienen tal opinión, la emergencia del</p><p>bosque surgido de esos textos freudianos.</p><p>Yo mismo elegí El Hombre de las Ratas y creo también que el interés de la elección se</p><p>justifica en la obra de Freud. Se trata de una neurosis obsesiva. Pienso que ninguno de</p><p>quienes vinieron a escuchar esta conferencia pudo haber dejado de escuchar hablar de lo</p><p>que se considera la raíz y la estructura de la neurosis obsesiva: a saber, la tensión</p><p>agresiva, la fijación pulsional, toda la elaboración genética extremadamente compleja que</p><p>el progreso de la teoría analítica ubicó en el origen de nuestra comprensión de la neurosis</p><p>obsesiva.</p><p>Se puede decir, por supuesto, que tal o cual fragmento de esos elementos teóricos, tal o</p><p>cual fase familiar de esas especies de temas fantasmáticos que se encuentran siempre en</p><p>el análisis de una neurosis obsesiva, se encuentran al leer El Hombre de las Ratas. Eso es</p><p>lo que hace, con ese aspecto tranquilizador que adquiere para los lectores el encontrar</p><p>manifestaciones de pensamientos familiares y divulgados, que pueda ocultársele al lector</p><p>la originalidad y el carácter particularmente significativo y convincente de esa observación</p><p>freudiana.</p><p>Es seguro que toma incluso su título de una fantasía absolutamente fascinante que</p><p>interviene en la psicología de la crisis que conduce al sujeto a la puerta del analista, cuyo</p><p>valor desencadenante es evidente. Se trata del relato de un suplicio, el que siempre se ha</p><p>visto beneficiado con una especie de luminosidad singular, incluso cierta celebridad, el</p><p>relato de introducción mediante un dispositivo más o menos ingenioso de una rata más o</p><p>menos excitada por medios artificiales en el recto de la víctima.</p><p>Ese suplicio, cuyo relato provoca en el sujeto una especie de horror fascinante, se</p><p>encuentra en el origen del desencadenamiento en el sujeto no de la neurosis, sino de la</p><p>actualización de temas neuróticos, de angustia, y de toda una elaboración cuya estructura</p><p>e interés seguidamente veremos. Ese elemento es fundamental desde el punto de vista de</p><p>la teoría de los momentos del determinismo de una neurosis.</p><p>¿Quiere decir que lo que ahí se explica, y lo que por otra parte se reecontrará en todos los</p><p>temas en la observación de El hombre de las Ratas, constituye la base de su interés? No</p><p>solamente no lo creo, sino que en toda lectura atenta de esta observación se verá que su</p><p>mayor interés radica en la extrema particularidad del caso. Freud destacó que cada caso</p><p>debe estudiarse en su singularidad, como si ignoráramos todo sobre la teoría.</p><p>Es la particularidad del caso y su valor ejemplar, bajo el ángulo de relaciones visibles,</p><p>manifiestas, lo que está de verdad ahí en su simplicidad, y a la manera con que se dice en</p><p>geometría que un caso particular tiene una cierta superioridad de evidencia totalmente</p><p>deslumbrante en relación a la demostración, cuya verdad subyace,</p><p>en razón de su carácter</p><p>discursivo, velada bajo las tinieblas de una larga cadena de deducciónes.</p><p>Mientras que un caso particular puede evidenciar algo de manera totalmente intuitiva. Se</p><p>puede decir que nos encontraremos entonces con algo exactamente análogo a lo que</p><p>ocurre en ese caso particular.</p><p>En eso consiste la originalidad que salta a la vista de todo lector atento. Se puede decir</p><p>que la constelación original de la cual emergió el desarrollo de la personalidad del El</p><p>Hombre de las Ratas —hablo de constelación en el sentido en que los astrólogos utilizan</p><p>el término—, eso de lo cual dependió su nacimiento y su destino, su prehistoria incluso, a</p><p>saber, las relaciones familiares fundamentales que presidieron la unión de sus padres, lo</p><p>que los condujo a esa unión, es algo que refiere a una relación a la que se puede tal vez</p><p>definir con la fórmula de una cierta transformación mítica, para hablar con propiedad, una</p><p>relación muy exacta con algo que aparece como lo más contingente, lo más fantástico, lo</p><p>más paradójicamente mórbido: el último estado de desarrollo de lo que en esta</p><p>observación se llama la gran aprensión obsesiva del sujeto, es decir, el escenario al que</p><p>llega, escenario imaginario y que debe resolver para él la angustia provocada por el</p><p>desencadenamiento de la gran crisis.</p><p>Me explico. ¿Por qué la constelación familiar, la constelación original del sujeto, se</p><p>consituyó en lo que se puede denominar la leyenda de la tradición familiar? Por el relato</p><p>de cierto número de rasgos que tipifican o especifican la unión de los padres, de los</p><p>progenitores.</p><p>Son las siguientes: en primer lugar el hecho de que el padre, que ha sido suboficial en el</p><p>inicio de su carrera, y que ha continuado siendo un personaje muy suboficial con lo que</p><p>ello comporta en lo concerniente a la autoridad, pero algo irrisorio, una cierta</p><p>desvalorización acompaña permanentemente al sujeto en la estima de sus</p><p>contemporáneos, una mezcla de desafío y estalido, con lo que compone una especie de</p><p>personaje convencional que se reencuentra a lo largo de la descripción del hombre</p><p>simpático en las declaraciones del sujeto, ese padre está luego del casamiento en la</p><p>siguiente posición: ha hecho lo que se llama un casamiento ventajoso. En efecto, es su</p><p>mujer quien ha aportado, por pertenecer a un medio social más elevado en la jerarquía</p><p>burguesa, los medios para vivir y a la vez la propia situación misma con la que él se</p><p>beneficia en el momento de tener el hijo.</p><p>El prestigio, entonces, está del lado de la madre. Y ese estilo de broma muy familiar entre</p><p>esos personajes que en principio se entienden bien, y que parecen vinculados además por</p><p>un afecto real, es una suerte de juego a menudo repetido, un diálogo entre esposos donde</p><p>la mujer, divertido y en broma, alude a la existencia, previo al matrimonio, de una</p><p>inclinación del marido por una muchacha pobre pero linda. El marido contesta, en cada</p><p>ocasión, que es algo tan fugitivo como distante y olvidado.</p><p>Pero ese juego, cuya repetición posee tal vez cierto artificio, ciertamente impresiona</p><p>profundamente al joven sujeto que posteriormente se convertirá en nuestro paciente.</p><p>Existe también otro elemento del mito familiar que no carece de importancia. El padre ha</p><p>tenido, en el transcurso de su carrera militar, lo que en términos púdicos podrían llamarse</p><p>dificultades, pero dificultades bastante serias. Lo que ha hecho, nada menos, ha sido</p><p>dilapidar los fondos que debía cuidar como obligación de sus funciones, los fondos del</p><p>regimiento, los ha dilapidado debido a su pasión por el juego, y su honor pudo salvarse,</p><p>incluso su vida, por lo menos en el sentido de su carrera y de la figuración social, gracias a</p><p>la intervención de un amigo que le prestó la suma que se debía devolver, figura del amigo</p><p>salvador en este episodio del que siempre se habla como de algo verdaderamente</p><p>importante y significativo en el pasado del padre.</p><p>Así se presenta, para el joven sujeto, la constelación familiar. Desde luego, todo esto</p><p>aparece poco a poco durante el transcurso del análisis. Y naturalmente, no es recordado</p><p>por el paciente ni referido a lo que sucede en el momento. Se requiere todo la intuición de</p><p>Freud, y habría que recordar en su momento lo que ha dicho para comprender como se</p><p>encuentran allí elementos absolutamente básicos en el desencadenamiento de la neurosis</p><p>obsesiva. El conflicto entre mujer rica y mujer pobre se reproduce muy exactamente en la</p><p>vida del paciente. Precisamente, cuando su padre lo presiona a que se case con una</p><p>mujer rica, se desencadena no solamente la crisis actual sino la neurosis. Y al referirse a</p><p>este hecho el paciente agrega al mismo tiempo: "Lo que le cuento no tiene relación con lo</p><p>que después me sucedió". Freud entonces inmediatamente, percibe la conexión.</p><p>Pero lo que resulta significativo, lo que se observa en un vuelo panorámico, es la estricta</p><p>correspondencia entre esos elementos iniciales, originales y fundamentales para el sujeto,</p><p>y el desarrollo ulterior de la obsesión fantasmática, esa obsesión engendrada por</p><p>elementos emotivos, según el modo del pensamiento propio del obsesivo y toda suerte de</p><p>temores obsesivos.</p><p>Este suplicio puede concebirse como habiéndole ocurrido a las personas que le son más</p><p>queridas, y especialmente al personaje de la mujer pobre idealizada por la cual él siente un</p><p>amor cuyo estilo y valor veremos enseguida, la forma misma de amor de que es capaz el</p><p>sujeto obsesivo, ya sea que ese suplicio ocurra —lo que es más paradójico aún— a su</p><p>padre, pese a que entonces está muerto y reducido a una persona de edad imaginada en</p><p>el más allá, pero también en el más allá de los temores fantasmáticos, una especie de</p><p>aprehensión obsesiva de la imagen fantasmática del suplicio atormenta al sujeto y lo</p><p>conduce a una serie de comportamientos cuyos eslabones intermedios les muestro, pero</p><p>que muy paradójicamente culminan para él en la obligación de pagar en determinadas</p><p>condiciones muy particulares, así como las construcciónes del obsesivo terminan por</p><p>confinar con las construcciónes delirantes propiamente dichas.</p><p>Se encuentra en la siguiente situación. Esto también ocurre en relación a un incidente</p><p>producido durante los episodios que desencadenaron la neurosis. La situación, repetimos,</p><p>es la siguiente: debe pagar el precio de un objeto que no es indiferente precisar, unos</p><p>anteojos que ha perdido en el transcurso de importantes maniobras durante las cuales</p><p>escuchó el relato, y se desencadenó la crisis obsesiva actual.</p><p>Refiere la historia a uno de los oficiales, un oficial que lo impresiona mucho por su</p><p>ostentación, el mismo relato lo confirma, cierta exhibición de gustos punitivos y de</p><p>crueldad. El sujeto pide a su óptico de Viena que urgentemente le envíe nuevos anteojos</p><p>—todo esto sucede, desde luego, en la antigua Austria-Hungría, antes del comienzo de la</p><p>guerra del 14— por correo expreso. El óptico le envía una pequeña encomienda</p><p>conteniendo los anteojos, y el oficial que ha narrado la historia le dice que debe pagar el</p><p>reembolso a determinada persona, un teniente que ha pagado la suma por él.</p><p>En torno a esta idea del reembolso el sujeto se hace una especie de deber neurótico de</p><p>reembolsar la suma en determinadas condiciones. Se impone este deber en forma de esa</p><p>orden interior que emerge en el psiquismo obsesivo, en oposición con el primer</p><p>En eso consiste la originalidad que salta a la vista de todo lector atento. Se puede decir</p><p>que la constelación original de la cual emergió el desarrollo de la personalidad del El</p><p>Hombre de las Ratas —hablo de constelación en el sentido en que los astrólogos utilizan</p><p>el término—, eso de lo cual dependió su nacimiento y su destino, su prehistoria incluso, a</p><p>saber, las relaciones familiares fundamentales que presidieron la unión de sus padres, lo</p><p>que los condujo a esa unión, es algo que refiere a una relación a la que se puede tal vez</p><p>definir con la fórmula de una cierta transformación mítica, para hablar con propiedad, una</p><p>relación muy exacta con algo que aparece como lo más contingente, lo más fantástico,</p><p>lo</p><p>más paradójicamente mórbido: el último estado de desarrollo de lo que en esta</p><p>observación se llama la gran aprensión obsesiva del sujeto, es decir, el escenario al que</p><p>llega, escenario imaginario y que debe resolver para él la angustia provocada por el</p><p>desencadenamiento de la gran crisis.</p><p>Me explico. ¿Por qué la constelación familiar, la constelación original del sujeto, se</p><p>consituyó en lo que se puede denominar la leyenda de la tradición familiar? Por el relato</p><p>de cierto número de rasgos que tipifican o especifican la unión de los padres, de los</p><p>progenitores.</p><p>Son las siguientes: en primer lugar el hecho de que el padre, que ha sido suboficial en el</p><p>inicio de su carrera, y que ha continuado siendo un personaje muy suboficial con lo que</p><p>ello comporta en lo concerniente a la autoridad, pero algo irrisorio, una cierta</p><p>desvalorización acompaña permanentemente al sujeto en la estima de sus</p><p>contemporáneos, una mezcla de desafío y estalido, con lo que compone una especie de</p><p>personaje convencional que se reencuentra a lo largo de la descripción del hombre</p><p>simpático en las declaraciones del sujeto, ese padre está luego del casamiento en la</p><p>siguiente posición: ha hecho lo que se llama un casamiento ventajoso. En efecto, es su</p><p>mujer quien ha aportado, por pertenecer a un medio social más elevado en la jerarquía</p><p>burguesa, los medios para vivir y a la vez la propia situación misma con la que él se</p><p>beneficia en el momento de tener el hijo.</p><p>El prestigio, entonces, está del lado de la madre. Y ese estilo de broma muy familiar entre</p><p>esos personajes que en principio se entienden bien, y que parecen vinculados además por</p><p>un afecto real, es una suerte de juego a menudo repetido, un diálogo entre esposos donde</p><p>la mujer, divertido y en broma, alude a la existencia, previo al matrimonio, de una</p><p>inclinación del marido por una muchacha pobre pero linda. El marido contesta, en cada</p><p>ocasión, que es algo tan fugitivo como distante y olvidado.</p><p>Pero ese juego, cuya repetición posee tal vez cierto artificio, ciertamente impresiona</p><p>profundamente al joven sujeto que posteriormente se convertirá en nuestro paciente.</p><p>Existe también otro elemento del mito familiar que no carece de importancia. El padre ha</p><p>tenido, en el transcurso de su carrera militar, lo que en términos púdicos podrían llamarse</p><p>dificultades, pero dificultades bastante serias. Lo que ha hecho, nada menos, ha sido</p><p>dilapidar los fondos que debía cuidar como obligación de sus funciones, los fondos del</p><p>regimiento, los ha dilapidado debido a su pasión por el juego, y su honor pudo salvarse,</p><p>incluso su vida, por lo menos en el sentido de su carrera y de la figuración social, gracias a</p><p>la intervención de un amigo que le prestó la suma que se debía devolver, figura del amigo</p><p>salvador en este episodio del que siempre se habla como de algo verdaderamente</p><p>importante y significativo en el pasado del padre.</p><p>Así se presenta, para el joven sujeto, la constelación familiar. Desde luego, todo esto</p><p>aparece poco a poco durante el transcurso del análisis. Y naturalmente, no es recordado</p><p>por el paciente ni referido a lo que sucede en el momento. Se requiere todo la intuición de</p><p>Freud, y habría que recordar en su momento lo que ha dicho para comprender como se</p><p>encuentran allí elementos absolutamente básicos en el desencadenamiento de la neurosis</p><p>obsesiva. El conflicto entre mujer rica y mujer pobre se reproduce muy exactamente en la</p><p>vida del paciente. Precisamente, cuando su padre lo presiona a que se case con una</p><p>mujer rica, se desencadena no solamente la crisis actual sino la neurosis. Y al referirse a</p><p>este hecho el paciente agrega al mismo tiempo: "Lo que le cuento no tiene relación con lo</p><p>que después me sucedió". Freud entonces inmediatamente, percibe la conexión.</p><p>Pero lo que resulta significativo, lo que se observa en un vuelo panorámico, es la estricta</p><p>correspondencia entre esos elementos iniciales, originales y fundamentales para el sujeto,</p><p>y el desarrollo ulterior de la obsesión fantasmática, esa obsesión engendrada por</p><p>elementos emotivos, según el modo del pensamiento propio del obsesivo y toda suerte de</p><p>temores obsesivos.</p><p>Este suplicio puede concebirse como habiéndole ocurrido a las personas que le son más</p><p>queridas, y especialmente al personaje de la mujer pobre idealizada por la cual él siente un</p><p>amor cuyo estilo y valor veremos enseguida, la forma misma de amor de que es capaz el</p><p>sujeto obsesivo, ya sea que ese suplicio ocurra —lo que es más paradójico aún— a su</p><p>padre, pese a que entonces está muerto y reducido a una persona de edad imaginada en</p><p>el más allá, pero también en el más allá de los temores fantasmáticos, una especie de</p><p>aprehensión obsesiva de la imagen fantasmática del suplicio atormenta al sujeto y lo</p><p>conduce a una serie de comportamientos cuyos eslabones intermedios les muestro, pero</p><p>que muy paradójicamente culminan para él en la obligación de pagar en determinadas</p><p>condiciones muy particulares, así como las construcciónes del obsesivo terminan por</p><p>confinar con las construcciónes delirantes propiamente dichas.</p><p>Se encuentra en la siguiente situación. Esto también ocurre en relación a un incidente</p><p>producido durante los episodios que desencadenaron la neurosis. La situación, repetimos,</p><p>es la siguiente: debe pagar el precio de un objeto que no es indiferente precisar, unos</p><p>anteojos que ha perdido en el transcurso de importantes maniobras durante las cuales</p><p>escuchó el relato, y se desencadenó la crisis obsesiva actual.</p><p>Refiere la historia a uno de los oficiales, un oficial que lo impresiona mucho por su</p><p>ostentación, el mismo relato lo confirma, cierta exhibición de gustos punitivos y de</p><p>crueldad. El sujeto pide a su óptico de Viena que urgentemente le envíe nuevos anteojos</p><p>—todo esto sucede, desde luego, en la antigua Austria-Hungría, antes del comienzo de la</p><p>guerra del 14— por correo expreso. El óptico le envía una pequeña encomienda</p><p>conteniendo los anteojos, y el oficial que ha narrado la historia le dice que debe pagar el</p><p>reembolso a determinada persona, un teniente que ha pagado la suma por él.</p><p>En torno a esta idea del reembolso el sujeto se hace una especie de deber neurótico de</p><p>reembolsar la suma en determinadas condiciones. Se impone este deber en forma de esa</p><p>orden interior que emerge en el psiquismo obsesivo, en oposición con el primer</p><p>movimiento que se ha expresado en la forma: no pagar. Se liga así en una especie de</p><p>compromiso consigo mismo.</p><p>Muy pronto advierte que ese imperativo no involucra a nada inmediatamente realizado,</p><p>porque no es el teniente quien ha pagado; nunca se ha ocupado de los asuntos del correo,</p><p>no es pues ese teniente que nosotros llamaremos teniente A, sino el teniento B quien se</p><p>ocupa de esas cuestiones, por lo tanto es a este último a quien debe reembolsar la suma.</p><p>Pero el asunto no termina ahí. El sujeto sabe perfectamente —como se revela después en</p><p>el momento en que todas esas elucubraciones se producen en él— que en realidad no</p><p>debe ese dinero al teniente B, sino más simplemente a la encargada del correo, quien ha</p><p>confiado en ese caballero honorable que es un oficial de los alrededores. No obstante, el</p><p>sujeto se atormentará hasta finalizar la época de las maniobras, hasta el momento en que</p><p>decide confiarse a Freud en un estado de angustia intensa. Se ve perseguido por un</p><p>conflicto ansioso, carácterístico de las vivencias del obsesivo, que gira por entero</p><p>alrededor de este argumento: ya que ha jurado reembolsar la suma, conviene, para que</p><p>las catástrofes anunciadas por la obsesión no sobrevengan a las personas que él más</p><p>quiere, que haga reembolsar la suma en cuestión por intermedio del teniente A, a la</p><p>gEnerosa dama del correo, quien la entregará, delante de él, al teniente B y este mismo</p><p>podrá así, reembolsar la suma al teniente A que hasta ahora nada tiene que ver con el</p><p>asunto, cumplir su juramento, es decir llevar a cabo la ceremonia obsesiva que considera</p><p>necesario. Ved hasta donde lo lleva la orden procedente de la necesidad interior que le</p><p>ordena, por una especie de deducción propia de los neuróticos.</p><p>No pueden dejar de reconocer en esta escena del paso de cierta suma de dinero de A la</p><p>señora del correo, a la generosa dama que lo ha reemplazado en el pago; luego de la</p><p>dama del correo otro personaje masculino, algo que en una forma completaría en ciertos</p><p>aspectos, suplementaria en otros, paralela en determinada manera e inversa en otro</p><p>aspecto, resulta ser el equivalente de la situación original en tanto ella pesa ciertamente,</p><p>hasta determinado grado, en la mente del sujeto, en su formación, en sus relaciones</p><p>esenciales, en todo lo que hace de él ese personaje —con una forma de relaciónarse muy</p><p>especial con respecto a los hombres— que se denomina neurótico.</p><p>Es cierto que resulta absolutamente imposible llenar ese argumento si no fuera que por</p><p>ese hecho el sujeto sabe perfectamente que no debe nada a A ni a B; es a la encargada</p><p>del correo a quien debe, y si el argumento se completase sería la dama del correo quien</p><p>aparecería para que le reembolsara su gasto.</p><p>En verdad, como sucede siempre en la vivencia real de los neuróticos, la realidad</p><p>imperativa de lo real pasa muy por delante de todo lo que la atormenta infinitamente,</p><p>incluso en el tren que lo lleva efectivamente en la dirección contraria a la que debería ir</p><p>para cumplir con la ceremonia expiatoria frente a la dama del correo; se dirige hacia Viena</p><p>pensando en cada estación que aún puede descender, cumplir todo el rito. Pero no hace</p><p>nada de eso; una vez iniciada la cura con Freud, se limita simplemente a enviar un</p><p>mandato a la encargada del correo.</p><p>Por consiguiente, ese argumento fantasmático aparece como un pequeño drama; por lo</p><p>demás, él es exactamente lo que se denomina la manifestación del mito individual del</p><p>neurótico, en tanto expresa sin duda en una forma cerrada al sujeto pero no totalmente</p><p>cerrada, lejos de serlo, al que lo observa y lo ayuda a liberarse en esa ocasión, algo que</p><p>refleja exactamente, aunque resulte evidente que la relación no se ha elucidado totalmente</p><p>en la forma puramente fáctica con que expuse la relación inicial, inaugural entre el padre,</p><p>la madre y el personaje más o menos borrado en el pasado del amigo.</p><p>Esta constelación adquiere su valor debido a la aprehensión subjetiva que de ella tiene el</p><p>personaje interesado. Trataremos de ver, a través del mito mismo, a qué responde esto y</p><p>lo que hay que pensar al respecto.</p><p>Subrayo que lo que otorga carácter mítico a ese pequeño argumento fantasmático no</p><p>resulta simple debido a que manifieste una especie de ceremonia significativa y que</p><p>reproduzca más o menos exactamente relaciones que, en relación a su contenido presente</p><p>son secretas, ocultas, pero también que modifica esas relaciones en el sentido de</p><p>determinada tendencia.</p><p>Puede decirse que en el origen existía algo que podía definirse como una deuda del padre</p><p>con el amigo: por lo demás, he olvidado decirles que el padre nunca volvió a encontrar a</p><p>este amigo, esto permanece en el misterio en toda la historia original del sujeto, y nunca</p><p>pudo pagar su deuda. Por otra parte, existe algo que puede llamarse, en la historia del</p><p>padre, sustitución de la mujer rica por la mujer pobre en el amor del padre. Y, dentro de la</p><p>fantasía desarrollada por el sujeto, vemos algo muy singular, una especie de intercambio</p><p>de los términos terminales de cada una de esas relaciones funcionales. Vemos que para</p><p>que la deuda sea pagada, no es cuestión de pagársela al amigo, hay que pagarla a la</p><p>mujer pobre, y la profundización de los hechos fundamentales en la crisis obsesiva ha</p><p>revelado que lo que constituye verdaderamente el objeto del deseo tantálico del sujeto de</p><p>volver al lugar donde está la dama del correo no es para nada esa dama sino un personaje</p><p>que en la historia reciente encarna el personaje de la mujer pobre.</p><p>Es la sirvienta de una posada que ha conocido durante las maniobras y en medio de la</p><p>atmósfera de pasión heroica que carácteriza la fraternidad histórica, y con quien se ha</p><p>entregado a algunas de esas operaciones de goce frívolo que carácterizan a esa generosa</p><p>fraternidad. Se trata en cierta medida de entregar la deuda a la mujer pobre. Y el</p><p>argumento imaginado nos muestra algo que es la sustitución de la mujer rica por la mujer</p><p>pobre.</p><p>Todo sucede como si las impasses propias de la situación original que en alguna parte no</p><p>se resuelve, se desplazaran hacia otro lugar de la red mítica, reproduciéndose siempre en</p><p>algún punto. Para comprender bien, es preciso señalar esto. Sin la situación original así</p><p>descrita, aparece una especie de deuda doble, de frustración, por una parte, del personaje</p><p>que se ha borrado, y hasta una especie de castración del padre, y, por otra parte el</p><p>elemento de deuda social nunca resulto implicado en la relación con el personaje del plano</p><p>de fondo del amigo, algo que en síntesis es muy diferente de la relación triangular</p><p>considerada típicamente como el origen del desenvolvimiento y del desarrollo neurotizante</p><p>propiamente dicho.</p><p>Vemos una especie de ambigüedad, de diplopía, una situación que hace que el elemento</p><p>de la deuda se sitúe en alguna medida en dos planos a la vez, y justamente en la</p><p>movimiento que se ha expresado en la forma: no pagar. Se liga así en una especie de</p><p>compromiso consigo mismo.</p><p>Muy pronto advierte que ese imperativo no involucra a nada inmediatamente realizado,</p><p>porque no es el teniente quien ha pagado; nunca se ha ocupado de los asuntos del correo,</p><p>no es pues ese teniente que nosotros llamaremos teniente A, sino el teniento B quien se</p><p>ocupa de esas cuestiones, por lo tanto es a este último a quien debe reembolsar la suma.</p><p>Pero el asunto no termina ahí. El sujeto sabe perfectamente —como se revela después en</p><p>el momento en que todas esas elucubraciones se producen en él— que en realidad no</p><p>debe ese dinero al teniente B, sino más simplemente a la encargada del correo, quien ha</p><p>confiado en ese caballero honorable que es un oficial de los alrededores. No obstante, el</p><p>sujeto se atormentará hasta finalizar la época de las maniobras, hasta el momento en que</p><p>decide confiarse a Freud en un estado de angustia intensa. Se ve perseguido por un</p><p>conflicto ansioso, carácterístico de las vivencias del obsesivo, que gira por entero</p><p>alrededor de este argumento: ya que ha jurado reembolsar la suma, conviene, para que</p><p>las catástrofes anunciadas por la obsesión no sobrevengan a las personas que él más</p><p>quiere, que haga reembolsar la suma en cuestión por intermedio del teniente A, a la</p><p>gEnerosa dama del correo, quien la entregará, delante de él, al teniente B y este mismo</p><p>podrá así, reembolsar la suma al teniente A que hasta ahora nada tiene que ver con el</p><p>asunto, cumplir su juramento, es decir llevar a cabo la ceremonia obsesiva que considera</p><p>necesario. Ved hasta donde lo lleva la orden procedente de la necesidad interior que le</p><p>ordena, por una especie de deducción propia de los neuróticos.</p><p>No pueden dejar de reconocer en esta escena del paso de cierta suma de dinero de A la</p><p>señora del correo, a la generosa dama que lo ha reemplazado en el pago; luego de la</p><p>dama del correo otro personaje masculino, algo que en una forma completaría en ciertos</p><p>aspectos, suplementaria en otros, paralela en determinada manera e inversa en otro</p><p>aspecto, resulta ser el equivalente de la situación original en tanto ella pesa ciertamente,</p><p>hasta determinado grado, en la mente del sujeto, en su formación, en sus relaciones</p><p>esenciales, en todo lo que hace de él ese personaje —con una forma de relaciónarse muy</p><p>especial con respecto a los hombres— que se denomina neurótico.</p><p>Es cierto que resulta absolutamente imposible llenar ese argumento si no fuera que por</p><p>ese hecho el sujeto sabe perfectamente que no debe nada a A ni a B; es a la encargada</p><p>del correo a quien debe, y si el argumento se completase sería la dama del correo quien</p><p>aparecería para que le reembolsara su gasto.</p><p>En verdad, como sucede siempre en la vivencia real de los neuróticos, la realidad</p><p>imperativa de lo real pasa muy por delante de todo lo que la atormenta infinitamente,</p><p>incluso en el tren que lo lleva efectivamente en la dirección contraria a la</p><p>en Ornicar? , 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 2:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar?, 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 3:</p><p>Carlos Ruiz</p><p>Clase 4:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 5:</p><p>Lo real continúa lo imaginario - 18 de Enero de 1977</p><p>traducción: SUSANA SHERAR. RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 6:</p><p>Carlos Ruiz</p><p>Clase 7:</p><p>Carlos Ruiz</p><p>Clase 8:</p><p>Texto establecido por J.A. Miller en Ornicar? 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>El texto traducido fue tomado de una recopilación sin indicación editorial que lleva</p><p>por título:</p><p>JACQUES LACAN - PETITS ECRITS ET CONFERENCES - 1945 - 1981</p><p>J. Lacan, seminario del 8 de Marzo de 1977, transcripción en Ornicar? , 16, p. 13.</p><p>J. Lacan, conclusión de las Jornadas de Lille, transcripción en Lettres de l'EFP 2,</p><p>P.479.</p><p>Clase 9:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? 16 traducción: SUSANA SHERAR y</p><p>RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 10:</p><p>La estafa psicoanalítica -15 de Marzo de 1977.</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? ,, 17/18</p><p>traducción: SUSANA SHERAR y RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para</p><p>circulación interna de la E.F.B.A</p><p>Clase 11:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 17/18. traducción: SUSANA SHERAR</p><p>y RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE. Para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 12:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 17/18. traducción: SUSANA SHERAR</p><p>y RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE, para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>SEMINARIO 10 Traducción de Irene M. Agoff, con la supervisión técnica de Isidoro Vegh y Juan</p><p>Carlos Cosentino</p><p>SEMINARIO 10 bis</p><p>(Inédito)</p><p>Traducción: Judith Iamschon y Héctor Rúpolo - Primera revisión: Silvia Fendrik -</p><p>Segunda revisión: Irene Agoff</p><p>SEMINARIO 11 Versión comparada de Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 12 La versión corresponde a Ricardo E. Rodriguez Ponte realizada para la Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires.</p><p>SEMINARIO 13 Versión comparada de Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 14 Traducción de Pablo G. Kaina</p><p>SEMINARIO 15 Para la traducción de este seminario se utilizó la versión traducida por M. Chollet y</p><p>los números de la revista Ornicar? 2,3,4 y 5 transcriptas por Jacques-Alain Miller.</p><p>La versión corresponde a Ricardo E. Rodriguez Ponte realizada para la Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires.</p><p>SEMINARIO 16 Versión completa traducida por Ana María Goméz y Sergio Rocchietti para la</p><p>Escuela Freudiana de B uenos Aires.</p><p>SEMINARIO 17 Versón del Simposio del Campo Freudiano, no consigna traductor.</p><p>SEMINARIO 18 Versión comparada de Jorge Tarella para la Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 19 La versión corresponde a Ricardo E. Rodriguez Ponte realizada para la Escuela</p><p>Freudiana de Buenos Aires.</p><p>SEMINARIO 19 bis La fuente ENAPSI. Entidad de Acción Psicoanalítica no consigna traductor.</p><p>SEMINARIO 20 La traducción íntegra pertenece a Diana Rabinovich, Juan-Luis Delmont-Mauri y</p><p>Julieta Sucre y la revisión a Diana Rabinovich con el acuerdo de Jacques-Alain</p><p>Miller.</p><p>SEMINARIO 21 Irene M. Agoff de Ramos - Revisión Técnica: Evaristo Ramos.</p><p>SEMINARIO 22 La traducción y notas son de Ricardo E. Rodriguez Ponte.</p><p>SEMINARIO 23 La traducción y notas son de Ricardo E. Rodriguez Ponte.</p><p>SEMINARIO 24 Respecto al título de este seminario pueden encontrarse varias interpretaciones</p><p>acerca de la traducción y del modo de traducirla.</p><p>Clase 1:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 2:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar?, 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 3:</p><p>Carlos Ruiz</p><p>Clase 4:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 5:</p><p>Lo real continúa lo imaginario - 18 de Enero de 1977</p><p>traducción: SUSANA SHERAR. RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 6:</p><p>Carlos Ruiz</p><p>Clase 7:</p><p>Carlos Ruiz</p><p>Clase 8:</p><p>Texto establecido por J.A. Miller en Ornicar? 12/13</p><p>traducción: SUSANA SHERAR, RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación</p><p>interna de la E.F.B.A.</p><p>El texto traducido fue tomado de una recopilación sin indicación editorial que lleva</p><p>por título:</p><p>JACQUES LACAN - PETITS ECRITS ET CONFERENCES - 1945 - 1981</p><p>J. Lacan, seminario del 8 de Marzo de 1977, transcripción en Ornicar? , 16, p. 13.</p><p>J. Lacan, conclusión de las Jornadas de Lille, transcripción en Lettres de l'EFP 2,</p><p>P.479.</p><p>Clase 9:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? 16 traducción: SUSANA SHERAR y</p><p>RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 10:</p><p>La estafa psicoanalítica -15 de Marzo de 1977.</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? ,, 17/18</p><p>traducción: SUSANA SHERAR y RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE para</p><p>circulación interna de la E.F.B.A</p><p>Clase 11:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 17/18. traducción: SUSANA SHERAR</p><p>y RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE. Para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>Clase 12:</p><p>texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? , 17/18. traducción: SUSANA SHERAR</p><p>y RICARDO E. RODRIGUEZ PONTE, para circulación interna de la E.F.B.A.</p><p>SEMINARIO 25 La traducción pertenece a Ricardo E. Rodriguez Ponte para circulación interna de la</p><p>E.F.B.A</p><p>SEMINARIO 26 Traducción de Pablo G. Kaina.</p><p>SEMINARIO 27 Colaboró en la traducción Beatriz Rajlín.</p><p>Clase 6 y 7:</p><p>Juan Luis Delmont-Mauri</p><p>En el resto de la traducción no fueron consignados los traductores.</p><p>Sobre las Fuentes de los Seminarios</p><p>SEMINARIO 25 La traducción pertenece a Ricardo E. Rodriguez Ponte para circulación interna de la</p><p>E.F.B.A</p><p>SEMINARIO 26 Traducción de Pablo G. Kaina.</p><p>SEMINARIO 27 Colaboró en la traducción Beatriz Rajlín.</p><p>Clase 6 y 7:</p><p>Juan Luis Delmont-Mauri</p><p>En el resto de la traducción no fueron consignados los traductores.</p><p>Sobre las Fuentes de los Seminarios</p><p>SEMINARIO -1 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 0 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>*Le Mythe individuel du néurosé ou "Poésie et vérite" dans le néurosé.</p><p>Centre de la documentation universitaire. París, 1953. Mimeografiado.</p><p>SEMINARIO 1 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 2 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 3 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 4 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 5 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Los gráficos de este seminario fueron extraidos de la versión realizada por</p><p>Ricardo Díaz, Romero y Patricia Arias en Fichas de Psicoanálisis 2.</p><p>Gráficos para leer. "Las formaciones del inconsciente". Año 1995.</p><p>Publicación del Comité de Edición de la Escuela de Psicoanálisis Sigmund</p><p>Freud. Rosario.</p><p>Al respecto transcribimos fragmentos del texto de fundamentación de los</p><p>autores:</p><p>Este seminario V ha tenido, entre nosostros, una "transcripción" de</p><p>J.B.Pontalis que fuera publicada en el "Bulletin de la Psychologie" (...).</p><p>Ahora contamos con una nueva versión en francés y otra en español, en</p><p>nuestra biblioteca. Amabas idénticas. Estas versiones tienen, a su vez, una</p><p>carácterística también muy particular: practicamente no está registrado en</p><p>ellas ningún "esquema", siendo que Lacan todo el tiempo se está refieriendo</p><p>al "esquema" o "esquemita"........</p><p>SEMINARIO 6 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 7 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y versión parcial</p><p>de PAIDOS</p><p>SEMINARIO 8 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>En las cronologías francesas difieren las fechas y la</p><p>que debería ir</p><p>para cumplir con la ceremonia expiatoria frente a la dama del correo; se dirige hacia Viena</p><p>pensando en cada estación que aún puede descender, cumplir todo el rito. Pero no hace</p><p>nada de eso; una vez iniciada la cura con Freud, se limita simplemente a enviar un</p><p>mandato a la encargada del correo.</p><p>Por consiguiente, ese argumento fantasmático aparece como un pequeño drama; por lo</p><p>demás, él es exactamente lo que se denomina la manifestación del mito individual del</p><p>neurótico, en tanto expresa sin duda en una forma cerrada al sujeto pero no totalmente</p><p>cerrada, lejos de serlo, al que lo observa y lo ayuda a liberarse en esa ocasión, algo que</p><p>refleja exactamente, aunque resulte evidente que la relación no se ha elucidado totalmente</p><p>en la forma puramente fáctica con que expuse la relación inicial, inaugural entre el padre,</p><p>la madre y el personaje más o menos borrado en el pasado del amigo.</p><p>Esta constelación adquiere su valor debido a la aprehensión subjetiva que de ella tiene el</p><p>personaje interesado. Trataremos de ver, a través del mito mismo, a qué responde esto y</p><p>lo que hay que pensar al respecto.</p><p>Subrayo que lo que otorga carácter mítico a ese pequeño argumento fantasmático no</p><p>resulta simple debido a que manifieste una especie de ceremonia significativa y que</p><p>reproduzca más o menos exactamente relaciones que, en relación a su contenido presente</p><p>son secretas, ocultas, pero también que modifica esas relaciones en el sentido de</p><p>determinada tendencia.</p><p>Puede decirse que en el origen existía algo que podía definirse como una deuda del padre</p><p>con el amigo: por lo demás, he olvidado decirles que el padre nunca volvió a encontrar a</p><p>este amigo, esto permanece en el misterio en toda la historia original del sujeto, y nunca</p><p>pudo pagar su deuda. Por otra parte, existe algo que puede llamarse, en la historia del</p><p>padre, sustitución de la mujer rica por la mujer pobre en el amor del padre. Y, dentro de la</p><p>fantasía desarrollada por el sujeto, vemos algo muy singular, una especie de intercambio</p><p>de los términos terminales de cada una de esas relaciones funcionales. Vemos que para</p><p>que la deuda sea pagada, no es cuestión de pagársela al amigo, hay que pagarla a la</p><p>mujer pobre, y la profundización de los hechos fundamentales en la crisis obsesiva ha</p><p>revelado que lo que constituye verdaderamente el objeto del deseo tantálico del sujeto de</p><p>volver al lugar donde está la dama del correo no es para nada esa dama sino un personaje</p><p>que en la historia reciente encarna el personaje de la mujer pobre.</p><p>Es la sirvienta de una posada que ha conocido durante las maniobras y en medio de la</p><p>atmósfera de pasión heroica que carácteriza la fraternidad histórica, y con quien se ha</p><p>entregado a algunas de esas operaciones de goce frívolo que carácterizan a esa generosa</p><p>fraternidad. Se trata en cierta medida de entregar la deuda a la mujer pobre. Y el</p><p>argumento imaginado nos muestra algo que es la sustitución de la mujer rica por la mujer</p><p>pobre.</p><p>Todo sucede como si las impasses propias de la situación original que en alguna parte no</p><p>se resuelve, se desplazaran hacia otro lugar de la red mítica, reproduciéndose siempre en</p><p>algún punto. Para comprender bien, es preciso señalar esto. Sin la situación original así</p><p>descrita, aparece una especie de deuda doble, de frustración, por una parte, del personaje</p><p>que se ha borrado, y hasta una especie de castración del padre, y, por otra parte el</p><p>elemento de deuda social nunca resulto implicado en la relación con el personaje del plano</p><p>de fondo del amigo, algo que en síntesis es muy diferente de la relación triangular</p><p>considerada típicamente como el origen del desenvolvimiento y del desarrollo neurotizante</p><p>propiamente dicho.</p><p>Vemos una especie de ambigüedad, de diplopía, una situación que hace que el elemento</p><p>de la deuda se sitúe en alguna medida en dos planos a la vez, y justamente en la</p><p>imposibilidad de unir ambos planos se desarrollará todo el drama del neurótico, como si</p><p>fuera que al tratar de hacerlos coincidir uno con otro se produjese una especie de</p><p>operación inestable, nunca satisfactoria, que no llegara jamás a anudarse en ciclo.</p><p>Es lo que sucede en lo que sigue. ¿Qué ocurre cuando El Hombre de las Ratas se confía</p><p>a Freud, al amigo que es Freud, pues sustituye muy directamente en las relaciones</p><p>afectivas del sujeto a un amigo que cumplía ese papel de guía, de consejero, de protector,</p><p>tutor, tranquilizante? El sujeto ya tenía en su vida alguien que cumplía esa misión amistosa</p><p>a quien confiaba sus obsesiones, sus angustias y que le decía: "Tú nunca causaste el mal</p><p>que crees haber hecho, no eres culpable, no te preocupes"; pero encontrará a Freud y le</p><p>hará ocupar el lugar de ese amigo. Y entonces, surgen rápidamente fantasías agresivas,</p><p>que de ninguna manera se vinculan solamente con la sustitución de Freud, así como la</p><p>propia interpretación de Freud tiende constantemente a considerarla como sustitución del</p><p>padre, sino que más bien se vincula con el hecho de que, así como en la fantasía, se lleva</p><p>a cabo una sustitución del amigo por la mujer rica.</p><p>Muy pronto, en efecto, el sujeto, en esa suerte de breve delirio que constituye, al menos en</p><p>los sujetos profundamente neuróticos una verdadera fase pasional dentro de la misma</p><p>experiencia analítica, comienza a imaginar que Freud desea nada menos que otorgarle su</p><p>propia hija, que él se imagina fantasmáticamente poseedora de todos los bienes de la</p><p>tierra con que sueña. Y se lo representa en la forma muy especial y carácterística de un</p><p>personaje con anteojos de bosta. Tiene lugar la sustitución del personaje de Freud por</p><p>alguien a la vez protector y maléfico, ambigüo, en una relación por otra parte narcisista con</p><p>el sujeto, marcado por los anteojos. Es impactante. El mito y la fantasía se unen.</p><p>La experiencia pasional, relaciónada con la vivencia real y actual, en el vínculo con el</p><p>analista, señala el pasaje, el trampolín hacia la resolución de cierto número de problemas a</p><p>través de esas identificaciones.</p><p>He tomado un ejemplo particular,. Quisiera insistir en él pues es una realidad clínica y</p><p>puede servir de orientación y de guía en la experiencia analítica, y constituye un esquema</p><p>general en el neurótico, una situación de cuarteto, cuarteto que se renueva continuamente,</p><p>pero que no existe en un mismo plano.</p><p>Digamos, para sintetizar las ideas, que en un sujeto de sexo masculino el problema del</p><p>desequilibrio moral, y psíquico y es el de la asunción de su propia función en tanto tal, vale</p><p>decir, una independencia moral, psíquica y ética, o sea la asunción de su rol en tanto se</p><p>reconoce como tal en su función, asunción de su propio trabajo en el sentido de asumir</p><p>sus frutos sin conflicto, sin sentir que es otro el que lo merece, o que él mismo sólo lo</p><p>recibe por casualidad, sin que exista la división interna que hace que el sujeto sólo sea en</p><p>cierta medida el testigo alienado de los actos de su propio yo. Tal es la primera exigencia:</p><p>la otra es ésta: un goce que pueda considerarse pacífico e igualmente unívoco del objeto</p><p>sexual una vez elegido, concedido a la vida del sujeto.</p><p>Ahora bien, lo que vemos que sucede en el neurótico es algo aproximadamente así: cada</p><p>vez que el sujeto triunfa, o tiende a obtener éxito, esta asunción de su próximo rol, en el</p><p>sentido de que el sujeto asume en cierta medida sus responsabilidades, se torna idéntica a</p><p>sí misma y se asegura de lo bien fundado de su propia manifestación en un complejo</p><p>social determinado, y entonces el objeto (el personaje del compañero sexual) es quien se</p><p>desdobla (en este caso, en la forma de la mujer rica y de la mujer pobre). Y basta con</p><p>entrar, no ya en la fantasía, sino en la vida real del sujeto para palpar la cuestión.</p><p>Se trata de algo verdaderamente notable en la psicología de los neuróticos: sobre todo el</p><p>aura de anulación que rodea muy familiarmente para él al compañero sexual que tienen el</p><p>máximo de realidad, que es el más próximo y con el cual tiene en general los vínculos más</p><p>legítimos, ya se trata de una unión o un matrimonio, y, por otra parte, un personaje que</p><p>desdobla al primero, objeto de una pasión más o menos idealizada, más o menos</p><p>perseguida de manera fantasmática, con un estilo análogo al del amor pasión, y que, por</p><p>lo demás, impulsa a la identificación realizada efectivamente en la vivencia de modo muy</p><p>activo, una relación narcisista con el sujeto, vale decir una relación efectivamente de orden</p><p>mortal.</p><p>Y bien, este desdoblamiento del compañero sexual, del objeto del amor, si se ve al sujeto</p><p>en otra perspectiva, en otra fase de su vida, hacer un esfuerzo para recuperar su unidad y</p><p>su sensibilidad, constituirá para él otro extremo de la cadena relaciónal (es decir en la</p><p>asunción de su propia función social, de su propia virilidad, ya que elegí el caso de un</p><p>hombre) que el sujeto ve aparecer a su lado, si puede decirse, un personaje con el cual</p><p>también tiene esa relación narcisista como relación mortal, personaje en quien delega para</p><p>representarlo en el mundo, y que no es verdaderamente él. Se siente excluido, externo a</p><p>sus propias vivencias. No puede asumir particularidades, contingencias, se siente en</p><p>desacuerdo con su propia existencia, y en esta alternancia se reproduce la impasse.</p><p>En esta forma muy especial de desdoblamiento narcisístico reside el drama personal del</p><p>neurótico, y en relación a él adquieren todo su valor las diferentes formaciones y</p><p>estructuras míticas que ejemplifican qué hace un instante, en forma de fantasías</p><p>obses ivas, pero que puede encontrarse en muchas otras formas, en sueños, en muchos</p><p>casos típicos en los relatos de mis pacientes, en los cuales pueden realmente mostrarse al</p><p>sujeto las particularidades originales de su caso, de manera ciertamente mucho más</p><p>rigurosa y viva para el sujeto que siguiendo los esquemas tradicionales de la tematización,</p><p>si puede llamarse así, triangular del complejo de Edipo.</p><p>Citaré otro caso, especialmente significativo y elocuente, para mostrar la coherencia que</p><p>tiene con el primero. Tomaré algo que está muy cerca de la observación de El Hombre de</p><p>las Ratas, pero con referencia a un tema de otro orden, el de la poesía o ficción literaria;</p><p>un aspecto de la propia vida de Goethe, pero al cual no fue llevado artificialmente. Trátase</p><p>de un episodio muy valorizado en la confidencia de El Hombre de las Ratas, uno de los</p><p>temas literarios más valorizados por él, aquel en el cual Goethe refiere en Poesía y Verdad</p><p>un episodio de su juventud.</p><p>Tiene por entonces veintidós años. Está en Estrasburgo. Es el célebre episodio de</p><p>Federica Brion. Cuento cómo esta especie de pasión constituyó después, en su vida, un</p><p>tema nostálgico que no se extinguió hasta una época avanzada de su existencia.</p><p>En Dichtung Wahrheit cuenta cómo Federica Brion, hija de un pastor de una pequeña</p><p>aldea cercana a Estrasburgo, logró superar la maldición que pesaba sobre él con</p><p>referencia a toda relación amorosa con una mujer, y muy especialmente al beso en los</p><p>imposibilidad de unir ambos planos se desarrollará todo el drama del neurótico, como si</p><p>fuera que al tratar de hacerlos coincidir uno con otro se produjese una especie de</p><p>operación inestable, nunca satisfactoria, que no llegara jamás a anudarse en ciclo.</p><p>Es lo que sucede en lo que sigue. ¿Qué ocurre cuando El Hombre de las Ratas se confía</p><p>a Freud, al amigo que es Freud, pues sustituye muy directamente en las relaciones</p><p>afectivas del sujeto a un amigo que cumplía ese papel de guía, de consejero, de protector,</p><p>tutor, tranquilizante? El sujeto ya tenía en su vida alguien que cumplía esa misión amistosa</p><p>a quien confiaba sus obsesiones, sus angustias y que le decía: "Tú nunca causaste el mal</p><p>que crees haber hecho, no eres culpable, no te preocupes"; pero encontrará a Freud y le</p><p>hará ocupar el lugar de ese amigo. Y entonces, surgen rápidamente fantasías agresivas,</p><p>que de ninguna manera se vinculan solamente con la sustitución de Freud, así como la</p><p>propia interpretación de Freud tiende constantemente a considerarla como sustitución del</p><p>padre, sino que más bien se vincula con el hecho de que, así como en la fantasía, se lleva</p><p>a cabo una sustitución del amigo por la mujer rica.</p><p>Muy pronto, en efecto, el sujeto, en esa suerte de breve delirio que constituye, al menos en</p><p>los sujetos profundamente neuróticos una verdadera fase pasional dentro de la misma</p><p>experiencia analítica, comienza a imaginar que Freud desea nada menos que otorgarle su</p><p>propia hija, que él se imagina fantasmáticamente poseedora de todos los bienes de la</p><p>tierra con que sueña. Y se lo representa en la forma muy especial y carácterística de un</p><p>personaje con anteojos de bosta. Tiene lugar la sustitución del personaje de Freud por</p><p>alguien a la vez protector y maléfico, ambigüo, en una relación por otra parte narcisista con</p><p>el sujeto, marcado por los anteojos. Es impactante. El mito y la fantasía se unen.</p><p>La experiencia pasional, relaciónada con la vivencia real y actual, en el vínculo con el</p><p>analista, señala el pasaje, el trampolín hacia la resolución de cierto número de problemas a</p><p>través de esas identificaciones.</p><p>He tomado un ejemplo particular,. Quisiera insistir en él pues es una realidad clínica y</p><p>puede servir de orientación y de guía en la experiencia analítica, y constituye un esquema</p><p>general en el neurótico, una situación de cuarteto, cuarteto que se renueva continuamente,</p><p>pero que no existe en un mismo plano.</p><p>Digamos, para sintetizar las ideas, que en un sujeto de sexo masculino el problema del</p><p>desequilibrio moral, y psíquico y es el de la asunción de su propia función en tanto tal, vale</p><p>decir, una independencia moral, psíquica y ética, o sea la asunción de su rol en tanto se</p><p>reconoce como tal en su función, asunción de su propio trabajo en el sentido de asumir</p><p>sus frutos sin conflicto, sin sentir que es otro el que lo merece, o que él mismo sólo lo</p><p>recibe por casualidad, sin que exista la división interna que hace que el sujeto sólo sea en</p><p>cierta medida el testigo alienado de los actos de su propio yo. Tal es la primera exigencia:</p><p>la otra es ésta: un goce que pueda considerarse pacífico e igualmente unívoco del objeto</p><p>sexual una vez elegido, concedido a la vida del sujeto.</p><p>Ahora bien, lo que vemos que sucede en el neurótico es algo aproximadamente así: cada</p><p>vez que el sujeto triunfa, o tiende a obtener éxito, esta asunción de su próximo rol, en el</p><p>sentido de que el sujeto asume en cierta medida sus responsabilidades, se torna idéntica a</p><p>sí misma y se asegura de lo bien fundado de su propia manifestación en un complejo</p><p>social determinado, y entonces el objeto (el personaje del compañero sexual) es quien se</p><p>desdobla (en este caso, en la forma de la mujer rica y de la mujer pobre). Y basta con</p><p>entrar, no ya en la fantasía, sino en la vida real del sujeto para palpar la cuestión.</p><p>Se trata de algo verdaderamente notable en la psicología de los neuróticos: sobre todo el</p><p>aura de anulación que rodea muy familiarmente para él al compañero sexual que tienen el</p><p>máximo de realidad, que es el más próximo y con el cual tiene en general los vínculos más</p><p>legítimos, ya se trata de una unión o un matrimonio, y, por otra parte, un personaje que</p><p>desdobla al primero, objeto de una pasión más o menos idealizada, más o menos</p><p>perseguida de manera fantasmática, con un estilo análogo al del amor pasión, y que, por</p><p>lo demás, impulsa a la identificación realizada efectivamente en la vivencia de modo muy</p><p>activo, una relación narcisista con el sujeto, vale decir una relación efectivamente de orden</p><p>mortal.</p><p>Y bien, este desdoblamiento del compañero sexual, del objeto del amor, si se ve al sujeto</p><p>en otra perspectiva, en otra fase de su vida, hacer un esfuerzo para recuperar su unidad y</p><p>su sensibilidad, constituirá para él otro extremo de la cadena relaciónal (es decir en la</p><p>asunción de su propia función social, de su propia virilidad, ya que elegí el caso de un</p><p>hombre) que el sujeto ve aparecer a su lado, si puede decirse, un personaje con el cual</p><p>también tiene esa relación narcisista como relación mortal, personaje en quien delega para</p><p>representarlo en el mundo, y que no es verdaderamente él. Se siente excluido, externo</p><p>a</p><p>sus propias vivencias. No puede asumir particularidades, contingencias, se siente en</p><p>desacuerdo con su propia existencia, y en esta alternancia se reproduce la impasse.</p><p>En esta forma muy especial de desdoblamiento narcisístico reside el drama personal del</p><p>neurótico, y en relación a él adquieren todo su valor las diferentes formaciones y</p><p>estructuras míticas que ejemplifican qué hace un instante, en forma de fantasías</p><p>obses ivas, pero que puede encontrarse en muchas otras formas, en sueños, en muchos</p><p>casos típicos en los relatos de mis pacientes, en los cuales pueden realmente mostrarse al</p><p>sujeto las particularidades originales de su caso, de manera ciertamente mucho más</p><p>rigurosa y viva para el sujeto que siguiendo los esquemas tradicionales de la tematización,</p><p>si puede llamarse así, triangular del complejo de Edipo.</p><p>Citaré otro caso, especialmente significativo y elocuente, para mostrar la coherencia que</p><p>tiene con el primero. Tomaré algo que está muy cerca de la observación de El Hombre de</p><p>las Ratas, pero con referencia a un tema de otro orden, el de la poesía o ficción literaria;</p><p>un aspecto de la propia vida de Goethe, pero al cual no fue llevado artificialmente. Trátase</p><p>de un episodio muy valorizado en la confidencia de El Hombre de las Ratas, uno de los</p><p>temas literarios más valorizados por él, aquel en el cual Goethe refiere en Poesía y Verdad</p><p>un episodio de su juventud.</p><p>Tiene por entonces veintidós años. Está en Estrasburgo. Es el célebre episodio de</p><p>Federica Brion. Cuento cómo esta especie de pasión constituyó después, en su vida, un</p><p>tema nostálgico que no se extinguió hasta una época avanzada de su existencia.</p><p>En Dichtung Wahrheit cuenta cómo Federica Brion, hija de un pastor de una pequeña</p><p>aldea cercana a Estrasburgo, logró superar la maldición que pesaba sobre él con</p><p>referencia a toda relación amorosa con una mujer, y muy especialmente al beso en los</p><p>labios, beso que le fuera prohibido debido a esa maldición, proferida por uno de sus</p><p>amores anteriores, la llamada Lucinda.</p><p>Lucinda lo sorprende durante una escena con su propia hermana, personaje demasido</p><p>refinado para ser honesto, que al tratar de persuadir a Goethe de las perturbaciones que él</p><p>le provoca a Lucinda rogándole a la vez que se aleje y que le dé a ellla la "fina mosca", la</p><p>garantía del último beso, entonces aparece Lucinda y dice "Malditos sean esos labios para</p><p>siempre. Que caiga la desgracia sobre la primera que reciba su homenaje".</p><p>Evidentemente, no sin razón y conmoción profunda, Goethe, con toda la infatuación de</p><p>una avasalladora adolescencia, recibe la maldición como algo que en lo sucesivo, durante</p><p>largo tiempo, le cierra el camino de sus relaciones amorosas. Y nos refiere cómo, exaltado</p><p>por el descubrimiento de esta joven encantadora que es Federica Brion, logra por primera</p><p>vez superar la prohibición, y siente la ebriedad del triunfo después de esta aprenhensión</p><p>de algo más fuerte que la asunción de sus propias prohibiciones interiores.</p><p>¿Qué hace él en realidad? Como ustedes saben es uno de los episodios más enigmáticos</p><p>de la vida de Goethe, y los Goetthesforscher —esas personas muy especiales que se</p><p>vinculan a un autor, aquellos cuyas palabras han dado forma a nuestros sentimientos, ya</p><p>se llamen stendhalianos o bossuetistas, y que pasan el tiempo revisando los papeles y los</p><p>armarios para analizar lo que el genio ha puesto en evidencia—, los Goethesforscher,</p><p>repito, han meditado sobre este hecho extraordinario: el abandono de Federica por parte</p><p>de Goethe. Han dado todo tipo de explicaciones. No quiero hacer aquí un listado de ellas.</p><p>Todas rozan esa suerte de filisteísmo consecutivo a sus investigaciones, realízanse éstas</p><p>en el plano común.</p><p>Y en verdad, tampoco podemos dejar de decir que existe siempre una oscura ocultación</p><p>de filisteísmo en las manifestaciones de las neurosis, pues es muy cierto que en el caso de</p><p>Goethe se trata de una manifestación neurótica propiamente dicha, como lo demostraron</p><p>las siguientes consideraciones.</p><p>Hay toda clase de detalles enigmáticos en la forma en que Goethe aborda esta aventura</p><p>con Federica Brion. Casi diría que la clave, la solución del problema se encuentra en los</p><p>antecedentes inmediatos.</p><p>Brevemente, Goethe, que en ese momento vive en Estrasburgo con uno de sus amigos,</p><p>conoce desde tiempo atrás la existencia de esta familia abierta, amable, acogedora que</p><p>son los Brion. Pero cuando va a verlos, se rodea de precauciones cuyo carácter muy</p><p>divertido refiere en su biografía. En verdad, si se examinan los detalles, uno no puede</p><p>dejar de sorprenderse de la estructura verdaderamente singular que parecen revelar.</p><p>Ante todo, creo que tiene que ir disfrazado. Goethe, hijo de un gran burgués de Francfort,</p><p>se distingue entre sus compañeros por sus finas maneras, por el prestigio de su atuendo,</p><p>por un estilo de superioridad social. Pero para ir a ver a la hija de un Pastor, se disfraza de</p><p>estudiante de teología, con un sobretodo muy gastado y descosido. Le acompaña su</p><p>amigo y durante todo el trayecto ríen a carcajadas.</p><p>Goethe, desde luego, se muestra excesivamente fastidiado cuando advierte que su arreglo</p><p>no lo favorece, o sea cuando la realidad de la evidente y deslumbrante seducción de la</p><p>joven surge en medio de esa atmósfera familiar. Le hace comprender que si quiere</p><p>mostrarse en su mejor forma debe cambiar inmediatamente ese sorprendente disfraz.</p><p>Las justificaciones que dio al partir resultan muy extrañas. Evoca nada menos que el</p><p>disfraz que vestían los Dioses para descender en medio de los hombres, lo que parece</p><p>indicar —como él mismo señala en el estilo del adolescente que era entonces— antes que</p><p>la infatuación de que hablaba hace un momento, más bien algo que confina con la</p><p>megalomanía delirante.</p><p>Si observamos las cosas en detalle, el texto mismo de Goethe nos muestra su</p><p>pensamiento. Es que después de todo, a través de esa manera de disfrazarse, los Dioses</p><p>intentaban sobre todo evitarse disgustos, y para decirlo todo era una manera de no sentir</p><p>como ofensas la familiaridad de los humanos, y al fin de cuentas lo que los Dioses tienen</p><p>más riesgos de perder, cuando descienden al nivel de los hombres, es su inmortalidad, y la</p><p>única manera de escapar a esa pérdida es ponerse en el plano de los mortales; al menos</p><p>en ese momento, ellos tienen cierta posibilidad de que no resulte afectada esa</p><p>inmortalidad.</p><p>Tratábase, en efecto, de algo similar. Todo ello se observa mejor después, cuando</p><p>Goethe regresa a Estrasburgo para retomar sus buenas maneras, no sin haber sentido,</p><p>algo tardíamente, su falta de delicadeza al presentarse en una forma que no era la suya, y</p><p>en cierto modo, haber engañado la confianza de esa gente que lo recibió con</p><p>encantandora hospitalidad. Y realmente en ese relato se encuentra la nota misma del</p><p>gemütlich.</p><p>Regresa pues a Estrasburgo. Pero, lejos de poner en ejecución su deseo de volver a la</p><p>aldea pomposamente vestido, no encuentra nada mejor que sustituir su primer disfraz por</p><p>otro, que le saca a un mozo de una posada, al pasar por un pueblo que se halla en el</p><p>camino.</p><p>Aparecerá así disfrazado, esta vez en una forma aún más extraña y discordante que la</p><p>primera. Sin duda pone la cosa en el plano del juego, pero un juego que se vuelve cada</p><p>vez más significativo, pues ya no se ubica en el nivel del estudiante de teología, sino</p><p>ligeramente más abajo; es una actitud bufonesca. Y todo entremezclado con una serie de</p><p>detalles intencionales, lo que hace que en síntesis todos comprendan y sientan muy bien,</p><p>todos los que colaboran en esta farsa que se trata de algo muy estrechamente ligado al</p><p>juego sexual, al juego de parada.</p><p>Hay incluso ciertos detalles que han adquirido el valor, si puede decirse, de inexactitud;</p><p>pues como lo indica el título Dichtung und Wahrheit, Goethe tuvo neta conciencia de que</p><p>tenía derecho y sin duda no tenía el poder de hacer lo contrario —de armonizar, de</p><p>organizar sus recuerdos, con toda clase de ficciones que para él colman lagunas, pero</p><p>cuya inexactitud ha demostrado el ardor de aquellos de quienes dije hace un momento</p><p>seguían la</p><p>pista de los grandes hombres, y que son tanto más reveladores de lo que</p><p>puede llamarse las intenciones reales de toda la escena.</p><p>Goethe nos informa, por ejemplo, que apareció con el aspecto de un mozo de posada,</p><p>labios, beso que le fuera prohibido debido a esa maldición, proferida por uno de sus</p><p>amores anteriores, la llamada Lucinda.</p><p>Lucinda lo sorprende durante una escena con su propia hermana, personaje demasido</p><p>refinado para ser honesto, que al tratar de persuadir a Goethe de las perturbaciones que él</p><p>le provoca a Lucinda rogándole a la vez que se aleje y que le dé a ellla la "fina mosca", la</p><p>garantía del último beso, entonces aparece Lucinda y dice "Malditos sean esos labios para</p><p>siempre. Que caiga la desgracia sobre la primera que reciba su homenaje".</p><p>Evidentemente, no sin razón y conmoción profunda, Goethe, con toda la infatuación de</p><p>una avasalladora adolescencia, recibe la maldición como algo que en lo sucesivo, durante</p><p>largo tiempo, le cierra el camino de sus relaciones amorosas. Y nos refiere cómo, exaltado</p><p>por el descubrimiento de esta joven encantadora que es Federica Brion, logra por primera</p><p>vez superar la prohibición, y siente la ebriedad del triunfo después de esta aprenhensión</p><p>de algo más fuerte que la asunción de sus propias prohibiciones interiores.</p><p>¿Qué hace él en realidad? Como ustedes saben es uno de los episodios más enigmáticos</p><p>de la vida de Goethe, y los Goetthesforscher —esas personas muy especiales que se</p><p>vinculan a un autor, aquellos cuyas palabras han dado forma a nuestros sentimientos, ya</p><p>se llamen stendhalianos o bossuetistas, y que pasan el tiempo revisando los papeles y los</p><p>armarios para analizar lo que el genio ha puesto en evidencia—, los Goethesforscher,</p><p>repito, han meditado sobre este hecho extraordinario: el abandono de Federica por parte</p><p>de Goethe. Han dado todo tipo de explicaciones. No quiero hacer aquí un listado de ellas.</p><p>Todas rozan esa suerte de filisteísmo consecutivo a sus investigaciones, realízanse éstas</p><p>en el plano común.</p><p>Y en verdad, tampoco podemos dejar de decir que existe siempre una oscura ocultación</p><p>de filisteísmo en las manifestaciones de las neurosis, pues es muy cierto que en el caso de</p><p>Goethe se trata de una manifestación neurótica propiamente dicha, como lo demostraron</p><p>las siguientes consideraciones.</p><p>Hay toda clase de detalles enigmáticos en la forma en que Goethe aborda esta aventura</p><p>con Federica Brion. Casi diría que la clave, la solución del problema se encuentra en los</p><p>antecedentes inmediatos.</p><p>Brevemente, Goethe, que en ese momento vive en Estrasburgo con uno de sus amigos,</p><p>conoce desde tiempo atrás la existencia de esta familia abierta, amable, acogedora que</p><p>son los Brion. Pero cuando va a verlos, se rodea de precauciones cuyo carácter muy</p><p>divertido refiere en su biografía. En verdad, si se examinan los detalles, uno no puede</p><p>dejar de sorprenderse de la estructura verdaderamente singular que parecen revelar.</p><p>Ante todo, creo que tiene que ir disfrazado. Goethe, hijo de un gran burgués de Francfort,</p><p>se distingue entre sus compañeros por sus finas maneras, por el prestigio de su atuendo,</p><p>por un estilo de superioridad social. Pero para ir a ver a la hija de un Pastor, se disfraza de</p><p>estudiante de teología, con un sobretodo muy gastado y descosido. Le acompaña su</p><p>amigo y durante todo el trayecto ríen a carcajadas.</p><p>Goethe, desde luego, se muestra excesivamente fastidiado cuando advierte que su arreglo</p><p>no lo favorece, o sea cuando la realidad de la evidente y deslumbrante seducción de la</p><p>joven surge en medio de esa atmósfera familiar. Le hace comprender que si quiere</p><p>mostrarse en su mejor forma debe cambiar inmediatamente ese sorprendente disfraz.</p><p>Las justificaciones que dio al partir resultan muy extrañas. Evoca nada menos que el</p><p>disfraz que vestían los Dioses para descender en medio de los hombres, lo que parece</p><p>indicar —como él mismo señala en el estilo del adolescente que era entonces— antes que</p><p>la infatuación de que hablaba hace un momento, más bien algo que confina con la</p><p>megalomanía delirante.</p><p>Si observamos las cosas en detalle, el texto mismo de Goethe nos muestra su</p><p>pensamiento. Es que después de todo, a través de esa manera de disfrazarse, los Dioses</p><p>intentaban sobre todo evitarse disgustos, y para decirlo todo era una manera de no sentir</p><p>como ofensas la familiaridad de los humanos, y al fin de cuentas lo que los Dioses tienen</p><p>más riesgos de perder, cuando descienden al nivel de los hombres, es su inmortalidad, y la</p><p>única manera de escapar a esa pérdida es ponerse en el plano de los mortales; al menos</p><p>en ese momento, ellos tienen cierta posibilidad de que no resulte afectada esa</p><p>inmortalidad.</p><p>Tratábase, en efecto, de algo similar. Todo ello se observa mejor después, cuando</p><p>Goethe regresa a Estrasburgo para retomar sus buenas maneras, no sin haber sentido,</p><p>algo tardíamente, su falta de delicadeza al presentarse en una forma que no era la suya, y</p><p>en cierto modo, haber engañado la confianza de esa gente que lo recibió con</p><p>encantandora hospitalidad. Y realmente en ese relato se encuentra la nota misma del</p><p>gemütlich.</p><p>Regresa pues a Estrasburgo. Pero, lejos de poner en ejecución su deseo de volver a la</p><p>aldea pomposamente vestido, no encuentra nada mejor que sustituir su primer disfraz por</p><p>otro, que le saca a un mozo de una posada, al pasar por un pueblo que se halla en el</p><p>camino.</p><p>Aparecerá así disfrazado, esta vez en una forma aún más extraña y discordante que la</p><p>primera. Sin duda pone la cosa en el plano del juego, pero un juego que se vuelve cada</p><p>vez más significativo, pues ya no se ubica en el nivel del estudiante de teología, sino</p><p>ligeramente más abajo; es una actitud bufonesca. Y todo entremezclado con una serie de</p><p>detalles intencionales, lo que hace que en síntesis todos comprendan y sientan muy bien,</p><p>todos los que colaboran en esta farsa que se trata de algo muy estrechamente ligado al</p><p>juego sexual, al juego de parada.</p><p>Hay incluso ciertos detalles que han adquirido el valor, si puede decirse, de inexactitud;</p><p>pues como lo indica el título Dichtung und Wahrheit, Goethe tuvo neta conciencia de que</p><p>tenía derecho y sin duda no tenía el poder de hacer lo contrario —de armonizar, de</p><p>organizar sus recuerdos, con toda clase de ficciones que para él colman lagunas, pero</p><p>cuya inexactitud ha demostrado el ardor de aquellos de quienes dije hace un momento</p><p>seguían la pista de los grandes hombres, y que son tanto más reveladores de lo que</p><p>puede llamarse las intenciones reales de toda la escena.</p><p>Goethe nos informa, por ejemplo, que apareció con el aspecto de un mozo de posada,</p><p>pero esta vez no solamente disfrazado sino también maquillado, diviertiéndose mucho con</p><p>el quid prro quo que resultó. Pero he aquí que se presentó además con una torta de</p><p>bautismo. Ahora bien, los Goeethesffforscher han demostrado que seis meses antes y seis</p><p>meses después del episodio de Federica no hubo ningún bautismo. La torta de bautismo,</p><p>homenaje tradicional al Pastor, no puede ser otra cosa que una fantasía goetheana. Para</p><p>nosotros, la torta de bautismo adquiere evidentemente todo su valor significativo por la</p><p>función paternal que implica, y el hecho de que justamente en sus recuerdos Goethe se</p><p>describa como no siendo el padre, sino expresamente que el que aporta algo, que tiene</p><p>una relación externa a la ceremonia; se convierte él mismo en el suboficiente, pero no en</p><p>el héroe principal.</p><p>De manera que toda esta ceremonia de sustracción aparece en verdad no sólo como un</p><p>juego, sino mucho más profundamente como precaución, y se sitúa en el registro de lo que</p><p>yo llamaba hace un momento el desdoblamiento de la propia función personal del sujeto</p><p>en relación con él mismo en las manifestaciones míticas del neurótico.</p><p>Goethe actúa así debido a que en ese momento tiene miedo, como lo manifestará luego,</p><p>pues esa relación irá declinando.</p><p>Y parece que, lejos de que el desencanto, el desembrujamiento de la maldición original se</p><p>haya producido, después de que Goethe osó franquear la barrera, muy por el contrario, en</p><p>todas las clases de formas sustitutivas,</p><p>y la noción de sustitución está incluso indicada en</p><p>el texto de Goethe, han sido siempre crecientes los temores de la realización de esta</p><p>unión, y de este amor, y que todas las formas racionalizadas que pueden darse a ello para</p><p>preservar el destino sagrado del poeta, incluso la diferencia de nivel social que vagamente</p><p>podía obstaculizar la unión de Goethe con esa joven encantadora, todo ello no deja de ser,</p><p>en apariencia, la superficie de la corriente infinitamente más profunda que es la de la</p><p>huida, de la ocultación ante el objeto, el fin deseado, en la que también vemos</p><p>reproducirse esa equivalencia de la que les hablaba hace un instante, desdoblamiento del</p><p>sujeto, alienación en relación con sí mismo a la cual provee una especie de sustituto sobre</p><p>el cual deben dirigirse todas las amenazas mortales, o muy por el contrario, cuando</p><p>reintegra en alguna medida en sí mismo ese personaje sustituto, imposibilidad de alcanzar</p><p>el fin.</p><p>No quiero insistir. Existe también una hermana que secundariamente completa el carácter</p><p>estructural y mítico de toda la situación. Federica tiene un doble, una hermana llamada</p><p>Olivia. Aquí sólo puedo referir el tema general de la aventura. Pero si retoman el texto de</p><p>Goethe, verán que lo que puede parecer aquí en una rápida exposición, una construcción,</p><p>se confirma por toda clase de detalles extraordinariamente manifiestos y notables,</p><p>incluyendo las analogías literarias, que da Goethe con la historia bien conocida del vicario</p><p>de Wakefield, que representa también en el plano fantasmático una especie de</p><p>equivalencia y transposición de toda la aventura con Federica Brion.</p><p>¿De qué se trata pues en este mito cuaternario, si puede decirse así, que reencontramos</p><p>tan profundamente en el carácter de las impasses, de las insolubilidades de la situación</p><p>vital de los neuróticos?</p><p>He aquí algo que para nosotros se lleva a cabo como la prohibición del padre y el deseo</p><p>incestuoso por la madre con todo lo que pueda comportar como efecto de barrera, de</p><p>prohibido, e igualmente esas diversas proliferaciones más o menos exuberantes de</p><p>síntomas en torno a la relación fundamental llamada edípica.</p><p>Pues bien, creo que esto debería llevarnos a una discusión esencial de lo que representa</p><p>la economía de la teoría antropológica general que se desprende de la doctrina analítica,</p><p>tal como fuera enseñado hasta ahora, es decir a una crítica de todo el esquema del Edipo.</p><p>Es cierto que esta noche no puedo ocuparme de esto. Pero debo señalar que la solución</p><p>del problema, y si ustedes prefieren ese cuarto elemento en juego, manifiesta una</p><p>estructura vivida muy diferente de la experiencia que en el análisis se vincula con ello.</p><p>Efectivamente, si planteamos que la situación más normativizante de lo vivido efectivo</p><p>original del sujeto moderno, en la forma reducida que es la estructura familiar, la forma de</p><p>la familia conyugal, se vincula con el hecho de que el padre es el representante, la</p><p>encarnación de una función simbólica esencial, que concentra en sí lo que hay de más</p><p>esencial y dinámico en otras estructuras culturales, a saber, en lo que corresponde al</p><p>padre de la familia conyugal, los goces, diremos pacíficos, pero yo digo simbólicos,</p><p>culturalmente determinados, estructurados y basados en el amor por la madre, es decir el</p><p>polo que representa el factor cultural, al cual el sujeto está ligado por un vínculo</p><p>indiscutiblemente natural; ahora bien, digo que esta asunción de la función del padre</p><p>supone una relación simbólica simple, en la cual en alguna medida lo simbólico recubrirá</p><p>totalmente lo real.</p><p>El padre no sólo sería el nombre del padre, sino realmente un padre que asume y</p><p>representa en toda su plenitud esta función simbólica, encarnada, cristalizada en la función</p><p>del padre. Pero resulta claro que ese recubrimiento de lo simbólico y lo real es</p><p>completamente inasible, y que al menos en una estructura social similar a la nuestra el</p><p>padre es siempre en algún aspecto un padre discordante en relación con su función, un</p><p>padre carente, un padre humillado como diría Claudel, existiendo siempre una</p><p>discordancia extremadamente neta entre lo percibido por el sujeto a nivel de lo real y esta</p><p>función simbólica. En esa desviación reside ese algo que hace que el complejo de Edipo</p><p>tenga su valor, de ningún modo normativizante, sino generalmente patógeno.</p><p>Pero ello no quiere decir que hayamos avanzado mucho. El próximo paso, el que nos hace</p><p>comprender aquello de que se trata en esta estructura cuaternaria, constituye el segundo</p><p>gran descubrimiento del análisis, no menos importante que la manifestación de la función</p><p>simbólica del edipismo en la formación del sujeto: la relación narcisista, relación</p><p>fundamental en todo el desarrollo imaginario del ser humano, relación narcisista semejante</p><p>en tanto se vincula con lo que puede denominarse la primera experiencia implícita de la</p><p>muerte. Una de las experiencias más fundamentales, más constitutivas para el sujeto es la</p><p>de esa cosa extraña a él mismo en su interior que se llama yo.</p><p>El sujeto se ve primero en otro más terminado, más perfecto que él y que incluso ve su</p><p>propia imagen en el espejo en una época en que la experiencia prueba que es capaz de</p><p>percibirla como una totalidad, como un todo, mientras que él mismo se halla en la</p><p>confusión original de todas las funciones motrices afectivas, la de los seis primeros meses</p><p>después del nacimiento.</p><p>pero esta vez no solamente disfrazado sino también maquillado, diviertiéndose mucho con</p><p>el quid prro quo que resultó. Pero he aquí que se presentó además con una torta de</p><p>bautismo. Ahora bien, los Goeethesffforscher han demostrado que seis meses antes y seis</p><p>meses después del episodio de Federica no hubo ningún bautismo. La torta de bautismo,</p><p>homenaje tradicional al Pastor, no puede ser otra cosa que una fantasía goetheana. Para</p><p>nosotros, la torta de bautismo adquiere evidentemente todo su valor significativo por la</p><p>función paternal que implica, y el hecho de que justamente en sus recuerdos Goethe se</p><p>describa como no siendo el padre, sino expresamente que el que aporta algo, que tiene</p><p>una relación externa a la ceremonia; se convierte él mismo en el suboficiente, pero no en</p><p>el héroe principal.</p><p>De manera que toda esta ceremonia de sustracción aparece en verdad no sólo como un</p><p>juego, sino mucho más profundamente como precaución, y se sitúa en el registro de lo que</p><p>yo llamaba hace un momento el desdoblamiento de la propia función personal del sujeto</p><p>en relación con él mismo en las manifestaciones míticas del neurótico.</p><p>Goethe actúa así debido a que en ese momento tiene miedo, como lo manifestará luego,</p><p>pues esa relación irá declinando.</p><p>Y parece que, lejos de que el desencanto, el desembrujamiento de la maldición original se</p><p>haya producido, después de que Goethe osó franquear la barrera, muy por el contrario, en</p><p>todas las clases de formas sustitutivas, y la noción de sustitución está incluso indicada en</p><p>el texto de Goethe, han sido siempre crecientes los temores de la realización de esta</p><p>unión, y de este amor, y que todas las formas racionalizadas que pueden darse a ello para</p><p>preservar el destino sagrado del poeta, incluso la diferencia de nivel social que vagamente</p><p>podía obstaculizar la unión de Goethe con esa joven encantadora, todo ello no deja de ser,</p><p>en apariencia, la superficie de la corriente infinitamente más profunda que es la de la</p><p>huida, de la ocultación ante el objeto, el fin deseado, en la que también vemos</p><p>reproducirse esa equivalencia de la que les hablaba hace un instante, desdoblamiento del</p><p>sujeto, alienación en relación con sí mismo a la cual provee una especie de sustituto sobre</p><p>el cual deben dirigirse todas las amenazas mortales, o muy por el contrario, cuando</p><p>reintegra en alguna medida en sí mismo ese personaje sustituto, imposibilidad de alcanzar</p><p>el fin.</p><p>No quiero insistir. Existe también una hermana que secundariamente completa el carácter</p><p>estructural y mítico de toda la situación. Federica tiene un doble, una hermana llamada</p><p>Olivia. Aquí sólo puedo referir el tema general de la aventura. Pero si retoman</p><p>el texto de</p><p>Goethe, verán que lo que puede parecer aquí en una rápida exposición, una construcción,</p><p>se confirma por toda clase de detalles extraordinariamente manifiestos y notables,</p><p>incluyendo las analogías literarias, que da Goethe con la historia bien conocida del vicario</p><p>de Wakefield, que representa también en el plano fantasmático una especie de</p><p>equivalencia y transposición de toda la aventura con Federica Brion.</p><p>¿De qué se trata pues en este mito cuaternario, si puede decirse así, que reencontramos</p><p>tan profundamente en el carácter de las impasses, de las insolubilidades de la situación</p><p>vital de los neuróticos?</p><p>He aquí algo que para nosotros se lleva a cabo como la prohibición del padre y el deseo</p><p>incestuoso por la madre con todo lo que pueda comportar como efecto de barrera, de</p><p>prohibido, e igualmente esas diversas proliferaciones más o menos exuberantes de</p><p>síntomas en torno a la relación fundamental llamada edípica.</p><p>Pues bien, creo que esto debería llevarnos a una discusión esencial de lo que representa</p><p>la economía de la teoría antropológica general que se desprende de la doctrina analítica,</p><p>tal como fuera enseñado hasta ahora, es decir a una crítica de todo el esquema del Edipo.</p><p>Es cierto que esta noche no puedo ocuparme de esto. Pero debo señalar que la solución</p><p>del problema, y si ustedes prefieren ese cuarto elemento en juego, manifiesta una</p><p>estructura vivida muy diferente de la experiencia que en el análisis se vincula con ello.</p><p>Efectivamente, si planteamos que la situación más normativizante de lo vivido efectivo</p><p>original del sujeto moderno, en la forma reducida que es la estructura familiar, la forma de</p><p>la familia conyugal, se vincula con el hecho de que el padre es el representante, la</p><p>encarnación de una función simbólica esencial, que concentra en sí lo que hay de más</p><p>esencial y dinámico en otras estructuras culturales, a saber, en lo que corresponde al</p><p>padre de la familia conyugal, los goces, diremos pacíficos, pero yo digo simbólicos,</p><p>culturalmente determinados, estructurados y basados en el amor por la madre, es decir el</p><p>polo que representa el factor cultural, al cual el sujeto está ligado por un vínculo</p><p>indiscutiblemente natural; ahora bien, digo que esta asunción de la función del padre</p><p>supone una relación simbólica simple, en la cual en alguna medida lo simbólico recubrirá</p><p>totalmente lo real.</p><p>El padre no sólo sería el nombre del padre, sino realmente un padre que asume y</p><p>representa en toda su plenitud esta función simbólica, encarnada, cristalizada en la función</p><p>del padre. Pero resulta claro que ese recubrimiento de lo simbólico y lo real es</p><p>completamente inasible, y que al menos en una estructura social similar a la nuestra el</p><p>padre es siempre en algún aspecto un padre discordante en relación con su función, un</p><p>padre carente, un padre humillado como diría Claudel, existiendo siempre una</p><p>discordancia extremadamente neta entre lo percibido por el sujeto a nivel de lo real y esta</p><p>función simbólica. En esa desviación reside ese algo que hace que el complejo de Edipo</p><p>tenga su valor, de ningún modo normativizante, sino generalmente patógeno.</p><p>Pero ello no quiere decir que hayamos avanzado mucho. El próximo paso, el que nos hace</p><p>comprender aquello de que se trata en esta estructura cuaternaria, constituye el segundo</p><p>gran descubrimiento del análisis, no menos importante que la manifestación de la función</p><p>simbólica del edipismo en la formación del sujeto: la relación narcisista, relación</p><p>fundamental en todo el desarrollo imaginario del ser humano, relación narcisista semejante</p><p>en tanto se vincula con lo que puede denominarse la primera experiencia implícita de la</p><p>muerte. Una de las experiencias más fundamentales, más constitutivas para el sujeto es la</p><p>de esa cosa extraña a él mismo en su interior que se llama yo.</p><p>El sujeto se ve primero en otro más terminado, más perfecto que él y que incluso ve su</p><p>propia imagen en el espejo en una época en que la experiencia prueba que es capaz de</p><p>percibirla como una totalidad, como un todo, mientras que él mismo se halla en la</p><p>confusión original de todas las funciones motrices afectivas, la de los seis primeros meses</p><p>después del nacimiento.</p><p>El sujeto tiene siempre, con respecto a sí mismo, esta relación, por una parte, anticipada</p><p>de su propia realización, lo que lo excluye de sí mismo, por una dialéctica de dos cuya</p><p>estructura es perfectamente concebible, que lo rechaza en el plano de una insuficiencia,</p><p>de una profunda grieta, de un desgarramiento original, de una derelicción, para usar un</p><p>término heideggeriano, enteramente constitutivos de su condición humana, a través de lo</p><p>cual su vida se integra en la dialética; y muy específicamente lo que se manifiesta en todas</p><p>las relaciones imaginarias a través de las cuales existe, positivamente una especie de</p><p>experiencia de la muerte original que, sin duda, es constitutiva de todas las formas, de</p><p>todas las manifestaciones de la condición humana, pero más especialmente manifiesta en</p><p>la conducta, en la vivencia, en la fantasía del neurótico.</p><p>Es pues en la medida en que el padre imaginario y el padre simbólico puedan por lo</p><p>general y fundamentalmente separados, y no sólo por la razón estructural, que estoy</p><p>explicando, sino también de manera histórica, contingente, particular, del sujeto.</p><p>En el caso de los neuróticos, en la forma más clara, es muy frecuente que el personaje del</p><p>padre, por algún episodio de la vida real, sea un personaje desdoblado, ya sea porque el</p><p>padre murió tempranamente, o por que un padrastro lo reemplazó y con el cual el sujeto se</p><p>encuentra en relación mucho más fraternal, en el sentido en que ella se desarrollará en el</p><p>plano de esa virilidad celosa que constituye la dimensión de la relación agresiva en la</p><p>relación narcisista, o bien, tratándose del personaje de la madre, que las circunstancias de</p><p>la vida permitan el ingreso en el grupo familiar de otra madre, o bien porque la intervención</p><p>del personaje fraterno introduzca realmente a la vez de manera simbólica esa relación</p><p>mortal de la que he hablado y al mismo tiempo la encarne en la historia del sujeto en una</p><p>forma que le suministra un soporte histórico totalmente real, para culminar en el cuarteto</p><p>mítico. Y muy frecuentemente, como he señalado en El Hombre de las Ratas, en la forma</p><p>de ese amigo desconocido y nunca vuelto a encontrar que desempeña un papel tan</p><p>esencial en la leyenda familiar; el cuarteto se reencuentra efectivamente encarnado y</p><p>reintegrable en la historia del sujeto.</p><p>Desconocerlo y desconocer su importancia es evidentemente desconocer por completo el</p><p>elemento dinámico más importante en el tratamiento mismo. Pero estamos aquí para</p><p>destacarlo. ¿Cuál es pues ese cuarto elemento que interviene en el edificio en su carácter</p><p>de formador?</p><p>Pues bien, ese cuarto elemento es la muerte, la muerte en tanto es además totalmente</p><p>inconcebible como elemento mediador. Antes de que la teoría freudiana pusiera el acento</p><p>definitivo con la existencia del padre, sobre una función que es, podría decirse, a la vez</p><p>función de la palabra y función del amor, la metafísica hegeliana no vaciló en construir</p><p>toda la fenomenología de las relaciones humanas en torno a la mediación mortal, y ella es</p><p>perfectamente concebible como el tercero esencial del progreso por el cual el hombre se</p><p>humaniza en una determinada relación con su semejante.</p><p>E incluso puede decirse que la teoría del narcisismo tal como la he expuesto hace un</p><p>instante esclarece ciertos hechos que de otro modo pueden permanecer enigmáticos en la</p><p>teoría hegeliana, porque después de todo para que esa dialéctica de la lucha a muerte, la</p><p>lucha de puro prestigio, pueda iniciarse, se requiere asimismo que la muerte no sea</p><p>realizada pues en caso contrario toda la dialéctica se detendría por falta de combatientes,</p><p>y por lo mismo es preciso que, en cierto modo, la muerte sea imaginada. En la relación</p><p>narcisista, en efecto, se trata justamente de la muerte imaginaria e imaginada.</p><p>Se trata también de la muerte imaginaria e imaginada, en tanto se introduce en la</p><p>dialéctica del drama</p><p>edípico en la formación del neurótico, y tal vez después de todo</p><p>puede decirse, hasta cierto punto, que se introduce en algo que supera en mucho la</p><p>formación del neurótico, algo que sería nada menos que una actitud existencial, tal vez</p><p>más carácterística, específica del hombre moderno.</p><p>Seguramente, no habría que insistir mucho para hacerme decir que ese algo que</p><p>constituye la mediación en la experiencia analítica real, pertenece al orden de la palabra y</p><p>el símbolo, y se llama en otro lenguaje acto de fe. Pero seguramente, desde el punto de</p><p>vista teórico, no es lo que exige el análisis, ni tampoco lo que implica, y yo diría que se</p><p>relacióna más bien con el registro de la última palabra pronunciada por Goethe, a quien no</p><p>en vano lo he puesto esta noche como ejemplo, ese Goethe de quien pude decirse que</p><p>por su obra, su inspiración, su presencia vivida, evidentemente ha impregnado de manera</p><p>extraordinaria todo el pensamiento freudiano.</p><p>Freud ha confesado —pero esto es poco al lado de la influencia del pensamiento de</p><p>Goethe sobre la obra de Freud— que la lectura de los poemas de Goethe lo lanzó, lo</p><p>decidió a estudiar medicina, y al mismo tiempo decidió su destino.</p><p>Y es en fin una frase de Goethe, la última, la que para mí constituye la clave y el resorte de</p><p>nuestra búsqueda, de nuestra experiencia analítica. Son palabras muy conocidas</p><p>pronunciadas antes de sumergirse con los ojos abiertos en el negro abismo: "Luz, más</p><p>luz". "Mehr Licht".</p><p>Final del Seminario 0</p><p>El sujeto tiene siempre, con respecto a sí mismo, esta relación, por una parte, anticipada</p><p>de su propia realización, lo que lo excluye de sí mismo, por una dialéctica de dos cuya</p><p>estructura es perfectamente concebible, que lo rechaza en el plano de una insuficiencia,</p><p>de una profunda grieta, de un desgarramiento original, de una derelicción, para usar un</p><p>término heideggeriano, enteramente constitutivos de su condición humana, a través de lo</p><p>cual su vida se integra en la dialética; y muy específicamente lo que se manifiesta en todas</p><p>las relaciones imaginarias a través de las cuales existe, positivamente una especie de</p><p>experiencia de la muerte original que, sin duda, es constitutiva de todas las formas, de</p><p>todas las manifestaciones de la condición humana, pero más especialmente manifiesta en</p><p>la conducta, en la vivencia, en la fantasía del neurótico.</p><p>Es pues en la medida en que el padre imaginario y el padre simbólico puedan por lo</p><p>general y fundamentalmente separados, y no sólo por la razón estructural, que estoy</p><p>explicando, sino también de manera histórica, contingente, particular, del sujeto.</p><p>En el caso de los neuróticos, en la forma más clara, es muy frecuente que el personaje del</p><p>padre, por algún episodio de la vida real, sea un personaje desdoblado, ya sea porque el</p><p>padre murió tempranamente, o por que un padrastro lo reemplazó y con el cual el sujeto se</p><p>encuentra en relación mucho más fraternal, en el sentido en que ella se desarrollará en el</p><p>plano de esa virilidad celosa que constituye la dimensión de la relación agresiva en la</p><p>relación narcisista, o bien, tratándose del personaje de la madre, que las circunstancias de</p><p>la vida permitan el ingreso en el grupo familiar de otra madre, o bien porque la intervención</p><p>del personaje fraterno introduzca realmente a la vez de manera simbólica esa relación</p><p>mortal de la que he hablado y al mismo tiempo la encarne en la historia del sujeto en una</p><p>forma que le suministra un soporte histórico totalmente real, para culminar en el cuarteto</p><p>mítico. Y muy frecuentemente, como he señalado en El Hombre de las Ratas, en la forma</p><p>de ese amigo desconocido y nunca vuelto a encontrar que desempeña un papel tan</p><p>esencial en la leyenda familiar; el cuarteto se reencuentra efectivamente encarnado y</p><p>reintegrable en la historia del sujeto.</p><p>Desconocerlo y desconocer su importancia es evidentemente desconocer por completo el</p><p>elemento dinámico más importante en el tratamiento mismo. Pero estamos aquí para</p><p>destacarlo. ¿Cuál es pues ese cuarto elemento que interviene en el edificio en su carácter</p><p>de formador?</p><p>Pues bien, ese cuarto elemento es la muerte, la muerte en tanto es además totalmente</p><p>inconcebible como elemento mediador. Antes de que la teoría freudiana pusiera el acento</p><p>definitivo con la existencia del padre, sobre una función que es, podría decirse, a la vez</p><p>función de la palabra y función del amor, la metafísica hegeliana no vaciló en construir</p><p>toda la fenomenología de las relaciones humanas en torno a la mediación mortal, y ella es</p><p>perfectamente concebible como el tercero esencial del progreso por el cual el hombre se</p><p>humaniza en una determinada relación con su semejante.</p><p>E incluso puede decirse que la teoría del narcisismo tal como la he expuesto hace un</p><p>instante esclarece ciertos hechos que de otro modo pueden permanecer enigmáticos en la</p><p>teoría hegeliana, porque después de todo para que esa dialéctica de la lucha a muerte, la</p><p>lucha de puro prestigio, pueda iniciarse, se requiere asimismo que la muerte no sea</p><p>realizada pues en caso contrario toda la dialéctica se detendría por falta de combatientes,</p><p>y por lo mismo es preciso que, en cierto modo, la muerte sea imaginada. En la relación</p><p>narcisista, en efecto, se trata justamente de la muerte imaginaria e imaginada.</p><p>Se trata también de la muerte imaginaria e imaginada, en tanto se introduce en la</p><p>dialéctica del drama edípico en la formación del neurótico, y tal vez después de todo</p><p>puede decirse, hasta cierto punto, que se introduce en algo que supera en mucho la</p><p>formación del neurótico, algo que sería nada menos que una actitud existencial, tal vez</p><p>más carácterística, específica del hombre moderno.</p><p>Seguramente, no habría que insistir mucho para hacerme decir que ese algo que</p><p>constituye la mediación en la experiencia analítica real, pertenece al orden de la palabra y</p><p>el símbolo, y se llama en otro lenguaje acto de fe. Pero seguramente, desde el punto de</p><p>vista teórico, no es lo que exige el análisis, ni tampoco lo que implica, y yo diría que se</p><p>relacióna más bien con el registro de la última palabra pronunciada por Goethe, a quien no</p><p>en vano lo he puesto esta noche como ejemplo, ese Goethe de quien pude decirse que</p><p>por su obra, su inspiración, su presencia vivida, evidentemente ha impregnado de manera</p><p>extraordinaria todo el pensamiento freudiano.</p><p>Freud ha confesado —pero esto es poco al lado de la influencia del pensamiento de</p><p>Goethe sobre la obra de Freud— que la lectura de los poemas de Goethe lo lanzó, lo</p><p>decidió a estudiar medicina, y al mismo tiempo decidió su destino.</p><p>Y es en fin una frase de Goethe, la última, la que para mí constituye la clave y el resorte de</p><p>nuestra búsqueda, de nuestra experiencia analítica. Son palabras muy conocidas</p><p>pronunciadas antes de sumergirse con los ojos abiertos en el negro abismo: "Luz, más</p><p>luz". "Mehr Licht".</p><p>Final del Seminario 0</p><p>Notas finales</p><p>1 (Ventana-emergente - El mito individual del neurótico)</p><p>*Le Mythe individuel du néurosé ou "Poésie et vérite" dans le néurosé. Centre de la documentation</p><p>universitaire. París, 1953. Mimeografiado.</p><p>Notas finales</p><p>1 (Ventana-emergente - El mito individual del neurótico)</p><p>*Le Mythe individuel du néurosé ou "Poésie et vérite" dans le néurosé. Centre de la documentation</p><p>universitaire. París, 1953. Mimeografiado.</p><p>Los escritos técnicos de Freud</p><p>Apertura 18 de Noviembre de 1953</p><p>Clase 1 Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.</p><p>13 de Enero de 1954</p><p>Clase 2 Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.</p><p>20 y 27 de Enero de 1954</p><p>Clase 3 La resistencia y las defensas.</p><p>7 de Enero de 1954</p><p>Clase 4 El yo y el otro yo.</p><p>3 de Febrero de 1954</p><p>Clase 5 Introducción y respuesta a una exposición de Jean Hyppolite sobre la</p><p>Verneinung de Freud.</p><p>10 de Febrero de 1954</p><p>Clase 6 Análisis del discurso y análisis del yo.</p><p>17 de Febrero de 1954</p><p>Clase 7 La tópica de lo imaginario.</p><p>24 de Febrero de 1954</p><p>Clase 8 ¡El lobro! El lobo!.</p><p>10 de Marzo de 1954</p><p>Clase 9 Sobre el narcisismo.</p><p>17 de Marzo de 1954</p><p>Clase 10 Los dos narcisismos.</p><p>24 de Marzo de 1954</p><p>Clase 11 Ideal del Yo y Yo-Ideal.</p><p>31 de Marzo de 1954</p><p>Clase 12 Zeitlich-Entwickelungsgeschichte.</p><p>7 de Abril de 1954</p><p>Clase 13 La báscula del deseo.</p><p>5 de Mayo de 1954</p><p>Clase 14 Las fluctuaciones de la libido.</p><p>12 de Mayo de 1954</p><p>Clase 15 El núcleo de la represión.</p><p>19 de Mayo de 1954</p><p>Clase 16 Primeras intervenciones sobre Balint.</p><p>26 de Mayo de 1954</p><p>Clase 17 Relación de objeto y relación intersubjetiva.</p><p>2 de Junio de 1954</p><p>Los escritos técnicos de Freud</p><p>Apertura 18 de Noviembre de 1953</p><p>Clase 1 Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.</p><p>13 de Enero de 1954</p><p>Clase 2 Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.</p><p>20 y 27 de Enero de 1954</p><p>Clase 3 La resistencia y las defensas.</p><p>7 de Enero de 1954</p><p>Clase 4 El yo y el otro yo.</p><p>3 de Febrero de 1954</p><p>Clase 5 Introducción y respuesta a una exposición de Jean Hyppolite sobre la</p><p>Verneinung de Freud.</p><p>10 de Febrero de 1954</p><p>Clase 6 Análisis del discurso y análisis del yo.</p><p>17 de Febrero de 1954</p><p>Clase 7 La tópica de lo imaginario.</p><p>24 de Febrero de 1954</p><p>Clase 8 ¡El lobro! El lobo!.</p><p>10 de Marzo de 1954</p><p>Clase 9 Sobre el narcisismo.</p><p>17 de Marzo de 1954</p><p>Clase 10 Los dos narcisismos.</p><p>24 de Marzo de 1954</p><p>Clase 11 Ideal del Yo y Yo-Ideal.</p><p>31 de Marzo de 1954</p><p>Clase 12 Zeitlich-Entwickelungsgeschichte.</p><p>7 de Abril de 1954</p><p>Clase 13 La báscula del deseo.</p><p>5 de Mayo de 1954</p><p>Clase 14 Las fluctuaciones de la libido.</p><p>12 de Mayo de 1954</p><p>Clase 15 El núcleo de la represión.</p><p>19 de Mayo de 1954</p><p>Clase 16 Primeras intervenciones sobre Balint.</p><p>26 de Mayo de 1954</p><p>Clase 17 Relación de objeto y relación intersubjetiva.</p><p>2 de Junio de 1954</p><p>Clase 18 El orden simbólico.</p><p>9 de Junio de 1954</p><p>Clase 19 Función creadora de la palabra.</p><p>16 de Junio de 1954</p><p>Clase 20 De locutionis significatione.</p><p>23 de Junio de 1954</p><p>Clase 21 La verdad surge de la equivocación.</p><p>30 de Junio de 1954</p><p>Clase 22 El concepto del análisis.</p><p>7 de Julio de 1954</p><p>18 de Noviembre de 1953</p><p>El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada.</p><p>Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los</p><p>alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex</p><p>cathedra una ciencia ya constituida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de</p><p>encontrarla.</p><p>Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema. Descubre un pensamiento en movimiento:</p><p>que, sin embargo, se presta al sistema, ya que necesariamente presenta una faz</p><p>dogmática. El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas</p><p>es un error. Cada noción posee en él vida propia. Esto precisamente es lo que se llama</p><p>dialéctica.</p><p>Algunas de estas nociones fueron, en cierto momento, para Freud, indispensables, pues</p><p>respondían a una pregunta que él había planteado, anteriormente, en otros términos.</p><p>Su valor sólo se capta cuando se las re-situa en su contexto.</p><p>Pero no basta hacer historia, historia del pensamiento, y decir que Freud surgió en un siglo</p><p>de cientificismo. En efecto, con La Interpretación de los sueños, es re-introducido algo de</p><p>esencia diferente, de densidad psicológica concreta, a saber el sentido.</p><p>Desde el punto de vista cientificista, Freud pareció entonces coincidir con el más arcaico</p><p>pensar: leer algo en los sueños. Retornó luego a la explicación causal. Pero, cuando se</p><p>interpreta un sueño, estamos siempre de lleno en el sentido. Es la subjetividad del sujeto,</p><p>sus deseos, su relación con su medio, con los otros, con la vida misma, lo aquí</p><p>cuestionado.</p><p>Nuestra tarea, aquí, es re-introducir el registro del sentido, registro éste que debe ser</p><p>reintegrado a su nivel propio.</p><p>Brucke, Ludwig, Helmholtz, Du Bois-Reymond, habían constituido una especie de pacto de</p><p>fe: todo se reduce a fuerzas físicas, las de atracción y las de repulsión. Cuando se eligen</p><p>estas premisas no hay razón alguna para abandonarlas. Si Freud las abandonó, fue por</p><p>Clase 18 El orden simbólico.</p><p>9 de Junio de 1954</p><p>Clase 19 Función creadora de la palabra.</p><p>16 de Junio de 1954</p><p>Clase 20 De locutionis significatione.</p><p>23 de Junio de 1954</p><p>Clase 21 La verdad surge de la equivocación.</p><p>30 de Junio de 1954</p><p>Clase 22 El concepto del análisis.</p><p>7 de Julio de 1954</p><p>18 de Noviembre de 1953</p><p>El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada.</p><p>Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los</p><p>alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex</p><p>cathedra una ciencia ya constituida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de</p><p>encontrarla.</p><p>Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema. Descubre un pensamiento en movimiento:</p><p>que, sin embargo, se presta al sistema, ya que necesariamente presenta una faz</p><p>dogmática. El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas</p><p>es un error. Cada noción posee en él vida propia. Esto precisamente es lo que se llama</p><p>dialéctica.</p><p>Algunas de estas nociones fueron, en cierto momento, para Freud, indispensables, pues</p><p>respondían a una pregunta que él había planteado, anteriormente, en otros términos.</p><p>Su valor sólo se capta cuando se las re-situa en su contexto.</p><p>Pero no basta hacer historia, historia del pensamiento, y decir que Freud surgió en un siglo</p><p>de cientificismo. En efecto, con La Interpretación de los sueños, es re-introducido algo de</p><p>esencia diferente, de densidad psicológica concreta, a saber el sentido.</p><p>Desde el punto de vista cientificista, Freud pareció entonces coincidir con el más arcaico</p><p>pensar: leer algo en los sueños. Retornó luego a la explicación causal. Pero, cuando se</p><p>interpreta un sueño, estamos siempre de lleno en el sentido. Es la subjetividad del sujeto,</p><p>sus deseos, su relación con su medio, con los otros, con la vida misma, lo aquí</p><p>cuestionado.</p><p>Nuestra tarea, aquí, es re-introducir el registro del sentido, registro éste que debe ser</p><p>reintegrado a su nivel propio.</p><p>Brucke, Ludwig, Helmholtz, Du Bois-Reymond, habían constituido una especie de pacto de</p><p>fe: todo se reduce a fuerzas físicas, las de atracción y las de repulsión. Cuando se eligen</p><p>estas premisas no hay razón alguna para abandonarlas. Si Freud las abandonó, fue por</p><p>haber confiado en otras. Osó atribuir importancia a lo que le ocurría a él, a las antinomias</p><p>de su infancia, a sus trastornos neuróticos, a sus sueños. Por ello, es Freud, para todos</p><p>nosotros, un hombre situado como todos en medio de todas las contingencias: la muerte,</p><p>la mujer, el padre.</p><p>Esto constituye un retorno a las fuentes que apenas merece el título de ciencia. Con el</p><p>psicoanálisis sucede como con el arte del buen cocinero que sabe cómo trinchar el animal,</p><p>cómo separar la articulación con la menor resistencia. Se sabe que existe, para cada</p><p>estructura, un modo de conceptualización que le es propio. Mas como se entra así en el</p><p>sendero de las complicaciones, hay quienes se atienen a la noción monista de una</p><p>deducción del mundo. Así, uno se extravía.</p><p>Es preciso entender que no disecamos con un cuchillo, sino con conceptos. Los conceptos</p><p>poseen su orden original de realidad. No surgen de la experiencia humana, si así fuera</p><p>estarían bien construidos. Las primeras denominaciones surgen de las palabras mismas,</p><p>son instrumentos para delinear las cosas. Toda ciencia, entonces, permanece largo tiempo</p><p>en la oscuridad, enredada en el lenguaje.</p><p>En primer lugar existe un lenguaje ya acabado, del que nos servimos cual si fuese una</p><p>mala herramienta. De vez en cuando se producen vuelcos: del flogisto al oxígeno, por</p><p>ejemplo. Pues Lavoisier contribuye, a la vez, con el flogisto y con el concepto correcto, el</p><p>oxígeno. La raíz de la dificultad estriba en que sólo pueden introducirse símbolos,</p><p>matemáticos u otros, gracias al lenguaje cotidiano, pues es preciso explicar cómo se los va</p><p>a utilizar. Estamos pues en cierto nivel del intercambio humano, en este caso en el nivel</p><p>del terapeuta. Freud está allí a pesar de su denegación. Pero, como lo mostró Jones, se</p><p>impuso desde el inicio la ascesis</p><p>de no caer en el dominio especulativo, al que su</p><p>naturaleza le inclinaba. Se sometió a la disciplina de los hechos, al laboratorio. Se alejó del</p><p>mal lenguaje.</p><p>Consideremos ahora la noción de sujeto. Cuando se la introduce, se introduce el sí mismo.</p><p>El hombre que les habla es un hombre como los demás: hace uso del mal lenguaje. El sí</p><p>mismo está entonces cuestionado.</p><p>Así, Freud sabe desde el comienzo que sólo si se analiza progresará en el análisis de los</p><p>neuróticos. La importancia creciente actualmente atribuida a la contratransferencia implica</p><p>el reconocimiento de que, en el análisis, no sólo está el paciente. Hay dos; y no solamente</p><p>dos.</p><p>Fenomenológicamente, la situación analítica es una estructura, es decir que sólo gracias a</p><p>ella son aislables, separables, ciertos fenómenos. Es otra estructura, la de la subjetividad,</p><p>la que crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a sí mismos.</p><p>Ser neurótico puede pues ser útil para llegar a ser un buen psicoanalista, y al comienzo,</p><p>esto le sirvió a Freud. Producimos sentido, contra-sentido, sin-sentido, como Monsieur</p><p>Jourdain su prosa. Aún hacía falta encontrar allí los lineamientos de la estructura. También</p><p>Jung, maravillándose, re-descubre en los símbolos de los sueños y de las religiones,</p><p>ciertos arquetipos propios de la especie humana. Esta también es una estructura; pero</p><p>distinta a la estructura analítica.</p><p>Freud introdujo el determinismo peculiar de esta estructura. De allí la ambigüedad presente</p><p>por doquier en su obra. ¿El sueño, por ejemplo, es deseo o reconocimiento del deseo? O</p><p>más aún, el ego es, por un lado, un huevo vacío diferenciado en su superficie por el</p><p>contacto con el mundo de la percepción, pero es también cada vez que nos topamos con</p><p>él, quien dice «no» o yo (moi) , yo (je)(1), quien habla a los otros, quien se expresa en</p><p>diferentes registros.</p><p>Vamos a seguir las técnicas de un arte del diálogo. Como el buen cocinero, tenemos que</p><p>saber qué articulaciones, qué resistencias encontramos.</p><p>El super-ego es una ley sin sentido aún cuando no tiene más fundamento que el lenguaje.</p><p>Si digo «tú irás hacia la derecha», es para permitir al otro acordar su lenguaje con el mío.</p><p>Pienso en lo que está pensando en el momento en que le hablo. Este esfuerzo por</p><p>encontrar un acuerdo constituye la comunicación propia del lenguaje. Este tú es tan</p><p>fundamental que su intervención es previa a la conciencia. Por ejemplo, la censura, que es</p><p>intencional, actúa antes que la conciencia, funciona vigilante. Tú no es una señal, sino una</p><p>referencia al otro, es orden y amor.</p><p>Del mismo modo, el ideal del yo es un organismo de defensa perpetuado por el yo para</p><p>prolongar la satisfacción del sujeto. Pero es también la función más deprimente en el</p><p>sentido psiquiátrico del término.</p><p>El id no es reducible a un puro dato objetivo, a las pulsiones del sujeto. Nunca un análisis</p><p>culminó en la determinación de tal o cual índice de agresividad o erotismo. El punto al cual</p><p>conduce el progreso del análisis, el punto extremo de la dialéctica del reconocimiento</p><p>existencial, es: Tú eres esto. Este ideal, de hecho, nunca es alcanzado.</p><p>El ideal del análisis no es el completo dominio de sí, la ausencia de pasión. Es hacer al</p><p>sujeto capaz de sostener el diálogo analítico, de no hablar ni demasiado pronto, ni</p><p>demasiado tarde. A esto apunta un análisis didáctico.</p><p>Se denomina razón a la introducción de un orden de determinaciones en la existencia</p><p>humana, en el orden del sentido. El descubrimiento de Freud es el re-descubrimiento, en</p><p>un terreno virgen, de la razón.</p><p>NOTA DEL</p><p>TRADUCTOR</p><p>NOTA DEL TRADUCTOR</p><p>La continuación de esta lección falta, al igual que todas las lecciones de finales del año</p><p>1953.</p><p>haber confiado en otras. Osó atribuir importancia a lo que le ocurría a él, a las antinomias</p><p>de su infancia, a sus trastornos neuróticos, a sus sueños. Por ello, es Freud, para todos</p><p>nosotros, un hombre situado como todos en medio de todas las contingencias: la muerte,</p><p>la mujer, el padre.</p><p>Esto constituye un retorno a las fuentes que apenas merece el título de ciencia. Con el</p><p>psicoanálisis sucede como con el arte del buen cocinero que sabe cómo trinchar el animal,</p><p>cómo separar la articulación con la menor resistencia. Se sabe que existe, para cada</p><p>estructura, un modo de conceptualización que le es propio. Mas como se entra así en el</p><p>sendero de las complicaciones, hay quienes se atienen a la noción monista de una</p><p>deducción del mundo. Así, uno se extravía.</p><p>Es preciso entender que no disecamos con un cuchillo, sino con conceptos. Los conceptos</p><p>poseen su orden original de realidad. No surgen de la experiencia humana, si así fuera</p><p>estarían bien construidos. Las primeras denominaciones surgen de las palabras mismas,</p><p>son instrumentos para delinear las cosas. Toda ciencia, entonces, permanece largo tiempo</p><p>en la oscuridad, enredada en el lenguaje.</p><p>En primer lugar existe un lenguaje ya acabado, del que nos servimos cual si fuese una</p><p>mala herramienta. De vez en cuando se producen vuelcos: del flogisto al oxígeno, por</p><p>ejemplo. Pues Lavoisier contribuye, a la vez, con el flogisto y con el concepto correcto, el</p><p>oxígeno. La raíz de la dificultad estriba en que sólo pueden introducirse símbolos,</p><p>matemáticos u otros, gracias al lenguaje cotidiano, pues es preciso explicar cómo se los va</p><p>a utilizar. Estamos pues en cierto nivel del intercambio humano, en este caso en el nivel</p><p>del terapeuta. Freud está allí a pesar de su denegación. Pero, como lo mostró Jones, se</p><p>impuso desde el inicio la ascesis de no caer en el dominio especulativo, al que su</p><p>naturaleza le inclinaba. Se sometió a la disciplina de los hechos, al laboratorio. Se alejó del</p><p>mal lenguaje.</p><p>Consideremos ahora la noción de sujeto. Cuando se la introduce, se introduce el sí mismo.</p><p>El hombre que les habla es un hombre como los demás: hace uso del mal lenguaje. El sí</p><p>mismo está entonces cuestionado.</p><p>Así, Freud sabe desde el comienzo que sólo si se analiza progresará en el análisis de los</p><p>neuróticos. La importancia creciente actualmente atribuida a la contratransferencia implica</p><p>el reconocimiento de que, en el análisis, no sólo está el paciente. Hay dos; y no solamente</p><p>dos.</p><p>Fenomenológicamente, la situación analítica es una estructura, es decir que sólo gracias a</p><p>ella son aislables, separables, ciertos fenómenos. Es otra estructura, la de la subjetividad,</p><p>la que crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a sí mismos.</p><p>Ser neurótico puede pues ser útil para llegar a ser un buen psicoanalista, y al comienzo,</p><p>esto le sirvió a Freud. Producimos sentido, contra-sentido, sin-sentido, como Monsieur</p><p>Jourdain su prosa. Aún hacía falta encontrar allí los lineamientos de la estructura. También</p><p>Jung, maravillándose, re-descubre en los símbolos de los sueños y de las religiones,</p><p>ciertos arquetipos propios de la especie humana. Esta también es una estructura; pero</p><p>distinta a la estructura analítica.</p><p>Freud introdujo el determinismo peculiar de esta estructura. De allí la ambigüedad presente</p><p>por doquier en su obra. ¿El sueño, por ejemplo, es deseo o reconocimiento del deseo? O</p><p>más aún, el ego es, por un lado, un huevo vacío diferenciado en su superficie por el</p><p>contacto con el mundo de la percepción, pero es también cada vez que nos topamos con</p><p>él, quien dice «no» o yo (moi) , yo (je)(1), quien habla a los otros, quien se expresa en</p><p>diferentes registros.</p><p>Vamos a seguir las técnicas de un arte del diálogo. Como el buen cocinero, tenemos que</p><p>saber qué articulaciones, qué resistencias encontramos.</p><p>El super-ego es una ley sin sentido aún cuando no tiene más fundamento que el lenguaje.</p><p>Si digo «tú irás hacia la derecha», es para permitir al otro acordar su lenguaje con el mío.</p><p>Pienso en lo que está pensando en el momento en que le hablo. Este esfuerzo por</p><p>encontrar un acuerdo constituye la comunicación propia del lenguaje. Este tú es tan</p><p>fundamental que su intervención es previa a la conciencia. Por ejemplo, la censura, que es</p><p>intencional, actúa antes que la conciencia, funciona vigilante. Tú no es una señal, sino una</p><p>referencia al otro, es</p><p>orden y amor.</p><p>Del mismo modo, el ideal del yo es un organismo de defensa perpetuado por el yo para</p><p>prolongar la satisfacción del sujeto. Pero es también la función más deprimente en el</p><p>sentido psiquiátrico del término.</p><p>El id no es reducible a un puro dato objetivo, a las pulsiones del sujeto. Nunca un análisis</p><p>culminó en la determinación de tal o cual índice de agresividad o erotismo. El punto al cual</p><p>conduce el progreso del análisis, el punto extremo de la dialéctica del reconocimiento</p><p>existencial, es: Tú eres esto. Este ideal, de hecho, nunca es alcanzado.</p><p>El ideal del análisis no es el completo dominio de sí, la ausencia de pasión. Es hacer al</p><p>sujeto capaz de sostener el diálogo analítico, de no hablar ni demasiado pronto, ni</p><p>demasiado tarde. A esto apunta un análisis didáctico.</p><p>Se denomina razón a la introducción de un orden de determinaciones en la existencia</p><p>humana, en el orden del sentido. El descubrimiento de Freud es el re-descubrimiento, en</p><p>un terreno virgen, de la razón.</p><p>NOTA DEL</p><p>TRADUCTOR</p><p>NOTA DEL TRADUCTOR</p><p>La continuación de esta lección falta, al igual que todas las lecciones de finales del año</p><p>1953.</p><p>Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.</p><p>13 de Enero de 1954</p><p>El seminario. La confusión en el análisis. La historia no es el pasado. Teorías del ego.</p><p>Introduciré con mucho gusto este año, en el que les deseo la mejor suerte, diciéndoles:</p><p>¡se acabaron las bromas!</p><p>Durante el último trimestre, sólo han tenido que escucharme; les anuncio solemnemente</p><p>que en este trimestre que comienza, cuento con, espero, me atrevo a esperar, que,</p><p>también yo, los escucharé un poco.</p><p>Es la ley misma, y la tradición del seminario que quienes participan en él aporten algo más</p><p>que un esfuerzo personal: una colaboración a través de comunicaciones efectivas. La</p><p>colaboración sólo puede venir de quienes están interesados del modo más directo en este</p><p>trabajo, de aquellos para quienes estos seminarios de textos tienen pleno sentido, de</p><p>quienes están comprometidos, de diferentes modos, en nuestra práctica. Esto no excluirá</p><p>que obtengan las respuestas que dentro de mis posibilidades pueda darles.</p><p>Me interesaría especialmente que todos y todas, en la medida de sus medios, a fin de</p><p>contribuir a este nuevo estadio del seminario, dieran el máximo. Este máximo consiste en</p><p>que, cuando interpele a tal o cual pala encomendarle una parte precisa de nuestra tarea</p><p>común, éste no responda con aire aburrido que, precisamente, tiene esta semana</p><p>ocupaciones particularmente importantes.</p><p>Me dirijo aquí a quienes forman parte del grupo de psicoanálisis que representamos.</p><p>Quisiera que captaran que si éste est constituido como tal, con carácter de grupo</p><p>autónomo, lo est en función de una tarea que implica para cada uno de nosotros nada</p><p>menos que el porvenir.: el sentido de todo lo que hacemos y tendremos que hacer durante</p><p>el resto de nuestra existencia. Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no</p><p>veo por qué est n ustedes aquí. ¿Por qué permanecerían ligados a nosotros, en lugar de</p><p>asociarse a una forma cualquiera de burocracia, quienes no sintiesen el sentido de nuestra</p><p>tarea?</p><p>1</p><p>Estas reflexiones son particularmente pertinentes, a mi parecer, en el momento en que</p><p>vamos a abordar lo que habitualmente se denomina los Escritos Técnicos de Freud.</p><p>Escritos Técnicos es un término ya establecido por cierta tradición. Estando Freud aún en</p><p>vida, apareció bajo el título de Kleine Neurosen Schrifte , un pequeño volumen in octavo,</p><p>que escogía cierto número de escritos de Freud, comprendidos entre 1904 y 1919, cuyo</p><p>título, presentación, y contenido, indicaban que trataban del método psicoanalítico.</p><p>Lo que motiva y justifica esta forma es la necesidad de alertar al practicante inexperto,</p><p>quien querría precipitarse al análisis, y a quien hay que evitarle ciertas confusiones</p><p>respecto a la práctica del método, y también respecto a su esencia.</p><p>Se encuentran en estos escritos pasajes de suma importancia para captar el progreso que</p><p>ha conocido en el curso de estos años la elaboración de la práctica. Gradualmente vemos</p><p>aparecer nociones fundamentales para comprender el modo de acción de la terapéutica</p><p>analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de acción e</p><p>intervención en la transferencia, e incluso, hasta cierto punto, el papel esencial de la</p><p>neurosis de transferencia. Es inútil pues subrayar aún más el peculiar interés que tiene</p><p>este pequeño conjunto de escritos.</p><p>Ciertamente este agrupamiento no es completamente satisfactorio, y el término escritos</p><p>técnicos no es quizás el que le da su unidad. Unidad que, no por eso, es menos efectiva.</p><p>El conjunto es el testimonio de una etapa en el pensamiento de Freud. Lo estudiaremos</p><p>desde esa perspectiva.</p><p>Estos textos constituyen una etapa intermedia. Ella continúa el primer desarrollo que</p><p>alguien, analista cuya pluma no siempre es acertada, pero que en esta ocasión hizo un</p><p>feliz hallazgo, bello incluso, denominó la experiencia germinal de Freud. Precede a la</p><p>elaboración de la teoría estructural.</p><p>Los orígenes de esta etapa intermedia deben situarse entre 1904 y 1909.</p><p>En 1904, aparece el artículo sobre el método psicoanalítico, hay quienes sostienen que</p><p>surge allí por primera vez la palabra psicoanálisis; esto es falso pues Freud ya la había</p><p>utilizado mucho antes, aún cuando es empleada allí de modo formal, y en el título mismo</p><p>del artículo. 1909, momento de las conferencias en la Clark University, del viaje de Freud a</p><p>América, acompañado de su hijo, Jung.</p><p>Introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.</p><p>13 de Enero de 1954</p><p>El seminario. La confusión en el análisis. La historia no es el pasado. Teorías del ego.</p><p>Introduciré con mucho gusto este año, en el que les deseo la mejor suerte, diciéndoles:</p><p>¡se acabaron las bromas!</p><p>Durante el último trimestre, sólo han tenido que escucharme; les anuncio solemnemente</p><p>que en este trimestre que comienza, cuento con, espero, me atrevo a esperar, que,</p><p>también yo, los escucharé un poco.</p><p>Es la ley misma, y la tradición del seminario que quienes participan en él aporten algo más</p><p>que un esfuerzo personal: una colaboración a través de comunicaciones efectivas. La</p><p>colaboración sólo puede venir de quienes están interesados del modo más directo en este</p><p>trabajo, de aquellos para quienes estos seminarios de textos tienen pleno sentido, de</p><p>quienes están comprometidos, de diferentes modos, en nuestra práctica. Esto no excluirá</p><p>que obtengan las respuestas que dentro de mis posibilidades pueda darles.</p><p>Me interesaría especialmente que todos y todas, en la medida de sus medios, a fin de</p><p>contribuir a este nuevo estadio del seminario, dieran el máximo. Este máximo consiste en</p><p>que, cuando interpele a tal o cual pala encomendarle una parte precisa de nuestra tarea</p><p>común, éste no responda con aire aburrido que, precisamente, tiene esta semana</p><p>ocupaciones particularmente importantes.</p><p>Me dirijo aquí a quienes forman parte del grupo de psicoanálisis que representamos.</p><p>Quisiera que captaran que si éste est constituido como tal, con carácter de grupo</p><p>autónomo, lo est en función de una tarea que implica para cada uno de nosotros nada</p><p>menos que el porvenir.: el sentido de todo lo que hacemos y tendremos que hacer durante</p><p>el resto de nuestra existencia. Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no</p><p>veo por qué est n ustedes aquí. ¿Por qué permanecerían ligados a nosotros, en lugar de</p><p>asociarse a una forma cualquiera de burocracia, quienes no sintiesen el sentido de nuestra</p><p>tarea?</p><p>1</p><p>Estas reflexiones son particularmente pertinentes, a mi parecer, en el momento en que</p><p>vamos a abordar lo que habitualmente se denomina los Escritos Técnicos de Freud.</p><p>Escritos Técnicos es un término ya establecido por cierta tradición. Estando Freud aún en</p><p>vida, apareció bajo el título de Kleine Neurosen Schrifte , un pequeño volumen in octavo,</p><p>que escogía cierto número de escritos de Freud, comprendidos entre 1904 y 1919, cuyo</p><p>título, presentación, y contenido, indicaban que trataban</p><p>cantidad de clases de</p><p>este seminario.</p><p>a) La fechas difieren todas en un día</p><p>b) En la versión de la cronología francesa de Joel Dor incluye una clase con</p><p>fecha 4 de Abril de 1961, pero al parecer es del 5 de Abril de 1961.</p><p>c) Una versión tiene registrada 26 clases y otra 27, pero en realidad falta</p><p>una en esta última que la otra tiene (Dor), pero a su vez a esta última (Dor)</p><p>le faltan dos clases que la primera tiene.</p><p>d) En resumen, son 28 clases, pero en ambas versiones faltan 2 (Dor) y en</p><p>la otra falta 1.</p><p>La versión de JAM no tiene esta clase</p><p>SEMINARIO 9 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 10 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 10 bis</p><p>(Inédito)</p><p>Versión de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 11 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 12 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 13 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 14 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 15 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 16 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 17 Versión completa de Simposio del Campo Freudiano</p><p>SEMINARIO 18 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 19 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Las clases de este seminario fueron dictadas en dos partes:</p><p>1) en el hospital Sainte Anne. Las cuales son denominadas charlas</p><p>"El saber del psicoanalista"</p><p>2) en lugar habitual del seminario (Facultad de Panthéon)</p><p>"...O peor"</p><p>La publicación original está separada, en especial porque el mensaje, el</p><p>propósito y el tono son diferentes.</p><p>Ambos temas se entrecruzan permanentemente</p><p>Los auditorios fueron distintos y recién se juntan todos en el mes de Junio</p><p>de 1972</p><p>Hemos adoptado el mismo criterio de edición (en principio, separados) y</p><p>luego en una versión integrada, denominándolos de la siguiente manera:</p><p>Seminario 19: "...o peor"</p><p>Seminario 19 (bis): "El saber del psicoanalista"</p><p>Seminario 19 (versión integrada): "...o peor" (El saber del psicoanalista)</p><p>SEMINARIO 20 Versión completa de PAIDOS. Incluye la Conferencia de F. Recanati</p><p>extraida de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 21 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 22 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 23 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 24 Versión completa de ENAPSI – Entidad de Acción Psicoanalítica, más</p><p>clases faltantes ubicadas en Buenos Aires traducidas.</p><p>SEMINARIO 25 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO -1 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 0 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>*Le Mythe individuel du néurosé ou "Poésie et vérite" dans le néurosé.</p><p>Centre de la documentation universitaire. París, 1953. Mimeografiado.</p><p>SEMINARIO 1 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 2 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 3 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 4 Versión completa de PAIDOS.</p><p>SEMINARIO 5 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Los gráficos de este seminario fueron extraidos de la versión realizada por</p><p>Ricardo Díaz, Romero y Patricia Arias en Fichas de Psicoanálisis 2.</p><p>Gráficos para leer. "Las formaciones del inconsciente". Año 1995.</p><p>Publicación del Comité de Edición de la Escuela de Psicoanálisis Sigmund</p><p>Freud. Rosario.</p><p>Al respecto transcribimos fragmentos del texto de fundamentación de los</p><p>autores:</p><p>Este seminario V ha tenido, entre nosostros, una "transcripción" de</p><p>J.B.Pontalis que fuera publicada en el "Bulletin de la Psychologie" (...).</p><p>Ahora contamos con una nueva versión en francés y otra en español, en</p><p>nuestra biblioteca. Amabas idénticas. Estas versiones tienen, a su vez, una</p><p>carácterística también muy particular: practicamente no está registrado en</p><p>ellas ningún "esquema", siendo que Lacan todo el tiempo se está refieriendo</p><p>al "esquema" o "esquemita"........</p><p>SEMINARIO 6 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 7 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y versión parcial</p><p>de PAIDOS</p><p>SEMINARIO 8 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>En las cronologías francesas difieren las fechas y la cantidad de clases de</p><p>este seminario.</p><p>a) La fechas difieren todas en un día</p><p>b) En la versión de la cronología francesa de Joel Dor incluye una clase con</p><p>fecha 4 de Abril de 1961, pero al parecer es del 5 de Abril de 1961.</p><p>c) Una versión tiene registrada 26 clases y otra 27, pero en realidad falta</p><p>una en esta última que la otra tiene (Dor), pero a su vez a esta última (Dor)</p><p>le faltan dos clases que la primera tiene.</p><p>d) En resumen, son 28 clases, pero en ambas versiones faltan 2 (Dor) y en</p><p>la otra falta 1.</p><p>La versión de JAM no tiene esta clase</p><p>SEMINARIO 9 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 10 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 10 bis</p><p>(Inédito)</p><p>Versión de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 11 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 12 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 13 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 14 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 15 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 16 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 17 Versión completa de Simposio del Campo Freudiano</p><p>SEMINARIO 18 Versión Escuela Freudiana de la Argentina</p><p>SEMINARIO 19 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>Las clases de este seminario fueron dictadas en dos partes:</p><p>1) en el hospital Sainte Anne. Las cuales son denominadas charlas</p><p>"El saber del psicoanalista"</p><p>2) en lugar habitual del seminario (Facultad de Panthéon)</p><p>"...O peor"</p><p>La publicación original está separada, en especial porque el mensaje, el</p><p>propósito y el tono son diferentes.</p><p>Ambos temas se entrecruzan permanentemente</p><p>Los auditorios fueron distintos y recién se juntan todos en el mes de Junio</p><p>de 1972</p><p>Hemos adoptado el mismo criterio de edición (en principio, separados) y</p><p>luego en una versión integrada, denominándolos de la siguiente manera:</p><p>Seminario 19: "...o peor"</p><p>Seminario 19 (bis): "El saber del psicoanalista"</p><p>Seminario 19 (versión integrada): "...o peor" (El saber del psicoanalista)</p><p>SEMINARIO 20 Versión completa de PAIDOS. Incluye la Conferencia de F. Recanati</p><p>extraida de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 21 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 22 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 23 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 24 Versión completa de ENAPSI – Entidad de Acción Psicoanalítica, más</p><p>clases faltantes ubicadas en Buenos Aires traducidas.</p><p>SEMINARIO 25 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 26 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 27 Versión integrada con recopilación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>y propia de esta edición con investigación para este CD.</p><p>Sobre algunas limitaciones en letras y símbolos</p><p>Algunas limitaciones en letras y símbolos fueron resueltas de la siguiente</p><p>forma:</p><p>Sujeto Barrado: S barrada o S/ = $</p><p>El Otro barrado: A/ [A mayúscula barrada]</p><p>La mujer no existe: La [La barrada]. "La mujer no existe"</p><p>Inscripciones en griego: En algunos lugares podrá leerse [GRIEGO] o</p><p>[ESCRITURA EN GRIEGO], en otros aparece como</p><p>gráfico sustituyendo los carácteres.</p><p>Fórmulas matemáticas: Las inscripciones de símbolos aparecen como gráficos, o</p><p>redactadas para ser leídas.</p><p>Inscripciones de símbolo rombo</p><p>(lonsange)</p><p>Utilizado frecuentemente en la fórmula del fantasma o en</p><p>inscripciones matemáticas, figura con la palabra</p><p>[lonsage] o el rombito en forma de gráfico.</p><p>El símbolo de Raíz cuadrada Figura con el nombre [raíz cuadrada de...]</p><p>Símbolos o números en forma de</p><p>"quebrados"</p><p>En algunos casos están</p><p>del método psicoanalítico.</p><p>Lo que motiva y justifica esta forma es la necesidad de alertar al practicante inexperto,</p><p>quien querría precipitarse al análisis, y a quien hay que evitarle ciertas confusiones</p><p>respecto a la práctica del método, y también respecto a su esencia.</p><p>Se encuentran en estos escritos pasajes de suma importancia para captar el progreso que</p><p>ha conocido en el curso de estos años la elaboración de la práctica. Gradualmente vemos</p><p>aparecer nociones fundamentales para comprender el modo de acción de la terapéutica</p><p>analítica, la noción de resistencia y la función de la transferencia, el modo de acción e</p><p>intervención en la transferencia, e incluso, hasta cierto punto, el papel esencial de la</p><p>neurosis de transferencia. Es inútil pues subrayar aún más el peculiar interés que tiene</p><p>este pequeño conjunto de escritos.</p><p>Ciertamente este agrupamiento no es completamente satisfactorio, y el término escritos</p><p>técnicos no es quizás el que le da su unidad. Unidad que, no por eso, es menos efectiva.</p><p>El conjunto es el testimonio de una etapa en el pensamiento de Freud. Lo estudiaremos</p><p>desde esa perspectiva.</p><p>Estos textos constituyen una etapa intermedia. Ella continúa el primer desarrollo que</p><p>alguien, analista cuya pluma no siempre es acertada, pero que en esta ocasión hizo un</p><p>feliz hallazgo, bello incluso, denominó la experiencia germinal de Freud. Precede a la</p><p>elaboración de la teoría estructural.</p><p>Los orígenes de esta etapa intermedia deben situarse entre 1904 y 1909.</p><p>En 1904, aparece el artículo sobre el método psicoanalítico, hay quienes sostienen que</p><p>surge allí por primera vez la palabra psicoanálisis; esto es falso pues Freud ya la había</p><p>utilizado mucho antes, aún cuando es empleada allí de modo formal, y en el título mismo</p><p>del artículo. 1909, momento de las conferencias en la Clark University, del viaje de Freud a</p><p>América, acompañado de su hijo, Jung.</p><p>Si retornamos las cosas en el año 1920, vemos elaborarse la teoría de las instancias, la</p><p>teoría estructural, o como Freud también la llamó, metapsicológica. Es este otro desarrollo</p><p>de su experiencia y su descubrimiento que nos ha legado.</p><p>Como pueden ver, los escritos llamados técnicos se escalonan entre estos dos desarrollos.</p><p>Esto es lo que les confiere su sentido. Es una concepción errónea creer que su unidad</p><p>surge del hecho de que Freud habla en ellos de técnica.</p><p>En cierto sentido, Freud nunca dejó de hablar de técnica. Basta evocar ante ustedes los</p><p>Studien über Hysterie, que no son más que una larga exposición del descubrimiento de la</p><p>técnica analítica. La vemos allí en formación; esto es lo que le da su valor. Por ellos habría</p><p>que empezar si quisiera hacerse una exposición completa, sistemática, del desarrollo de la</p><p>técnica en Freud. La razón por la cual no he tomado los Studien über Hysterie es sencilla;</p><p>no son fácilmente accesibles(2) -ya que no todos leen alemán, ni siquiera inglés-</p><p>ciertamente existen otras razones, además de estas razones circunstanciales, que hacen</p><p>que haya preferido más bien los Escritos Técnicos.</p><p>Incluso en La Interpretación de los sueños, se trata todo el tiempo, constantemente, de</p><p>técnica. No hay obra alguna, dejando de lado lo que ha escrito sobre temas mitológicos,</p><p>etnográficos, culturales, donde Freud no aporte algo sobre la técnica. Inútil también es</p><p>subrayar que un artículo como Análisis terminable e interminable, aparecido hacia 1934, es</p><p>uno de los artículos más importantes en lo que a técnica se refiere.</p><p>Quisiera ahora acentuar la actitud que me parece deseable mantener, este trimestre, en el</p><p>comentario de estos escritos. Es necesario fijarla desde hoy.</p><p>2</p><p>Obtendremos, evidentemente, una completa satisfacción si consideramos que estamos</p><p>aquí para inclinarnos con admiración ante los textos freudianos, y maravillarnos.</p><p>Estos escritos son de tal frescura y vivacidad, que nada tienen que envidiar a otros escritos</p><p>de Freud. Su personalidad se revela aquí a veces de modo tan directo que es imposible</p><p>dejar de encontrarla. La simplicidad y la franqueza del estilo son ya, por sí mismas, una</p><p>especie de lección.</p><p>Particularmente, la soltura con que encara el problema de las reglas prácticas que se</p><p>deben observar, nos permite ver en qué medida ellas eran, para Freud, un instrumento, en</p><p>el sentido en que se dice una herramienta hecha a medida. En suma dice, está, hecha a la</p><p>medida de mi mano, y así es como yo suelo agarrarla. Otros quizá preferirían un</p><p>instrumento ligeramente diferente, más adecuado a su mano. Encontrarán pasajes que</p><p>expresan esto aún más netamente de lo que yo lo hago en esta forma metafórica.</p><p>La formalización de las reglas técnicas es tratada así en estos escritos con una libertad</p><p>que por sí sola es enseñanza suficiente, y que brinda ya en una primera lectura su fruto y</p><p>recompensa. Nada más saludable y liberador. Nada muestra mejor que la verdadera</p><p>cuestión se halla en otro lado.</p><p>Esto no es todo. Existe, en el modo en que Freud nos transmite lo que se podría</p><p>denominar las vías de la verdad de su pensamiento, otro aspecto, que se descubre en</p><p>algunos pasajes que aparecen quizás en segundo plano, pero que son no obstante</p><p>notables. El carácter doliente de su personalidad, su sentimiento de la necesidad de</p><p>autoridad; acompañado en él de cierta depreciación fundamental de lo que puede esperar,</p><p>quien tiene algo que transmitir o enseñar, de quienes lo escuchan y siguen. En muchos</p><p>sitios aparece cierta desconfianza profunda respecto al modo en que se aplican y</p><p>comprenden las cosas. Creo incluso, ustedes lo verán, que se encuentra en él una</p><p>depreciación muy particular de la materia humana que le ofrece el mundo contemporáneo.</p><p>Esto, seguramente, es lo que nos permite vislumbrar porqué Freud ejerció concretamente</p><p>el peso de su autoridad para asegurar, así creía él, el porvenir del análisis, exactamente a</p><p>la inversa de lo que sucede en sus escritos. Respecto a todos los tipos de desviaciones,</p><p>pues eso era, que se manifestaron, fue exclusivista, e imperativo en el modo en que dejó</p><p>organizarse a su alrededor la transmisión de su enseñanza.</p><p>Esto no es sino una aproximación a lo que puede revelársenos en esta lectura sobre el</p><p>aspecto histórico de la acción y la presencia de Freud. ¿Nos limitaremos acaso a este</p><p>registro? Ciertamente no, aunque más no sea por la sola razón de que sería asaz</p><p>inoperante a pesar del interés, el estímulo, el agrado, el esparcimiento que de él podemos</p><p>esperar.</p><p>Hasta ahora he enfocado siempre este comentario de Freud en función de la pregunta</p><p>¿qué hacemos cuando hacemos análisis? El análisis de estos breves escritos continuar</p><p>en el mismo estilo. Partir pues de la actualidad de la técnica, de lo que se dice, se escribe,</p><p>y se practica en relación a la técnica analítica.</p><p>Ignoro si la mayoría de ustedes- espero que al menos una parte sí- ha tomado conciencia</p><p>de lo siguiente. Cuando, hoy en día- me refiero a 1954, este año tan joven, tan nuevo-</p><p>observamos cómo los distintos practicantes del análisis piensan, expresan, conciben su</p><p>técnica, nos decimos que las cosas han llegado a un punto que no es exagerado</p><p>denominar la confusión m s radical. Les informo que, actualmente, entre quienes son</p><p>analistas y piensan (lo que ya restringe el círculo) no hay quizás ni uno que, en el fondo,</p><p>esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que</p><p>apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis.</p><p>Hasta tal punto es así que podríamos divertirnos jugando a comparar las concepciones</p><p>más extremas: veríamos cómo culminan en formulaciones rigurosamente contradictorias.</p><p>Esto, sin siquiera recurrir a los aficionados a las paradojas que, por otra parte, no son tan</p><p>numerosos. El tema es suficientemente serio como para que los distintos teóricos lo</p><p>aborden sin ingenio alguno, y así el humor está ausente, en general, de sus</p><p>elucubraciones sobre los resultados terapéuticos, sus formas, sus procedimientos y las</p><p>vías por las que se obtienen. Se contentan con aferrarse a la barandilla, al pretil de algún</p><p>fragmento de la elaboración teórica de Freud. Sólo esto</p><p>le ofrece a cada uno la garantía</p><p>de estar aún en comunicación con sus compañeros y colegas. Sólo gracias al lenguaje</p><p>freudiano se mantiene un intercambio entre practicantes que tienen concepciones</p><p>manifiestamente muy diferentes de su acción terapéutica, y aún más, acerca de la forma</p><p>general de esa relación interhumana que se llama psicoanálisis.</p><p>Si retornamos las cosas en el año 1920, vemos elaborarse la teoría de las instancias, la</p><p>teoría estructural, o como Freud también la llamó, metapsicológica. Es este otro desarrollo</p><p>de su experiencia y su descubrimiento que nos ha legado.</p><p>Como pueden ver, los escritos llamados técnicos se escalonan entre estos dos desarrollos.</p><p>Esto es lo que les confiere su sentido. Es una concepción errónea creer que su unidad</p><p>surge del hecho de que Freud habla en ellos de técnica.</p><p>En cierto sentido, Freud nunca dejó de hablar de técnica. Basta evocar ante ustedes los</p><p>Studien über Hysterie, que no son más que una larga exposición del descubrimiento de la</p><p>técnica analítica. La vemos allí en formación; esto es lo que le da su valor. Por ellos habría</p><p>que empezar si quisiera hacerse una exposición completa, sistemática, del desarrollo de la</p><p>técnica en Freud. La razón por la cual no he tomado los Studien über Hysterie es sencilla;</p><p>no son fácilmente accesibles(2) -ya que no todos leen alemán, ni siquiera inglés-</p><p>ciertamente existen otras razones, además de estas razones circunstanciales, que hacen</p><p>que haya preferido más bien los Escritos Técnicos.</p><p>Incluso en La Interpretación de los sueños, se trata todo el tiempo, constantemente, de</p><p>técnica. No hay obra alguna, dejando de lado lo que ha escrito sobre temas mitológicos,</p><p>etnográficos, culturales, donde Freud no aporte algo sobre la técnica. Inútil también es</p><p>subrayar que un artículo como Análisis terminable e interminable, aparecido hacia 1934, es</p><p>uno de los artículos más importantes en lo que a técnica se refiere.</p><p>Quisiera ahora acentuar la actitud que me parece deseable mantener, este trimestre, en el</p><p>comentario de estos escritos. Es necesario fijarla desde hoy.</p><p>2</p><p>Obtendremos, evidentemente, una completa satisfacción si consideramos que estamos</p><p>aquí para inclinarnos con admiración ante los textos freudianos, y maravillarnos.</p><p>Estos escritos son de tal frescura y vivacidad, que nada tienen que envidiar a otros escritos</p><p>de Freud. Su personalidad se revela aquí a veces de modo tan directo que es imposible</p><p>dejar de encontrarla. La simplicidad y la franqueza del estilo son ya, por sí mismas, una</p><p>especie de lección.</p><p>Particularmente, la soltura con que encara el problema de las reglas prácticas que se</p><p>deben observar, nos permite ver en qué medida ellas eran, para Freud, un instrumento, en</p><p>el sentido en que se dice una herramienta hecha a medida. En suma dice, está, hecha a la</p><p>medida de mi mano, y así es como yo suelo agarrarla. Otros quizá preferirían un</p><p>instrumento ligeramente diferente, más adecuado a su mano. Encontrarán pasajes que</p><p>expresan esto aún más netamente de lo que yo lo hago en esta forma metafórica.</p><p>La formalización de las reglas técnicas es tratada así en estos escritos con una libertad</p><p>que por sí sola es enseñanza suficiente, y que brinda ya en una primera lectura su fruto y</p><p>recompensa. Nada más saludable y liberador. Nada muestra mejor que la verdadera</p><p>cuestión se halla en otro lado.</p><p>Esto no es todo. Existe, en el modo en que Freud nos transmite lo que se podría</p><p>denominar las vías de la verdad de su pensamiento, otro aspecto, que se descubre en</p><p>algunos pasajes que aparecen quizás en segundo plano, pero que son no obstante</p><p>notables. El carácter doliente de su personalidad, su sentimiento de la necesidad de</p><p>autoridad; acompañado en él de cierta depreciación fundamental de lo que puede esperar,</p><p>quien tiene algo que transmitir o enseñar, de quienes lo escuchan y siguen. En muchos</p><p>sitios aparece cierta desconfianza profunda respecto al modo en que se aplican y</p><p>comprenden las cosas. Creo incluso, ustedes lo verán, que se encuentra en él una</p><p>depreciación muy particular de la materia humana que le ofrece el mundo contemporáneo.</p><p>Esto, seguramente, es lo que nos permite vislumbrar porqué Freud ejerció concretamente</p><p>el peso de su autoridad para asegurar, así creía él, el porvenir del análisis, exactamente a</p><p>la inversa de lo que sucede en sus escritos. Respecto a todos los tipos de desviaciones,</p><p>pues eso era, que se manifestaron, fue exclusivista, e imperativo en el modo en que dejó</p><p>organizarse a su alrededor la transmisión de su enseñanza.</p><p>Esto no es sino una aproximación a lo que puede revelársenos en esta lectura sobre el</p><p>aspecto histórico de la acción y la presencia de Freud. ¿Nos limitaremos acaso a este</p><p>registro? Ciertamente no, aunque más no sea por la sola razón de que sería asaz</p><p>inoperante a pesar del interés, el estímulo, el agrado, el esparcimiento que de él podemos</p><p>esperar.</p><p>Hasta ahora he enfocado siempre este comentario de Freud en función de la pregunta</p><p>¿qué hacemos cuando hacemos análisis? El análisis de estos breves escritos continuar</p><p>en el mismo estilo. Partir pues de la actualidad de la técnica, de lo que se dice, se escribe,</p><p>y se practica en relación a la técnica analítica.</p><p>Ignoro si la mayoría de ustedes- espero que al menos una parte sí- ha tomado conciencia</p><p>de lo siguiente. Cuando, hoy en día- me refiero a 1954, este año tan joven, tan nuevo-</p><p>observamos cómo los distintos practicantes del análisis piensan, expresan, conciben su</p><p>técnica, nos decimos que las cosas han llegado a un punto que no es exagerado</p><p>denominar la confusión m s radical. Les informo que, actualmente, entre quienes son</p><p>analistas y piensan (lo que ya restringe el círculo) no hay quizás ni uno que, en el fondo,</p><p>esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que</p><p>apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis.</p><p>Hasta tal punto es así que podríamos divertirnos jugando a comparar las concepciones</p><p>más extremas: veríamos cómo culminan en formulaciones rigurosamente contradictorias.</p><p>Esto, sin siquiera recurrir a los aficionados a las paradojas que, por otra parte, no son tan</p><p>numerosos. El tema es suficientemente serio como para que los distintos teóricos lo</p><p>aborden sin ingenio alguno, y así el humor está ausente, en general, de sus</p><p>elucubraciones sobre los resultados terapéuticos, sus formas, sus procedimientos y las</p><p>vías por las que se obtienen. Se contentan con aferrarse a la barandilla, al pretil de algún</p><p>fragmento de la elaboración teórica de Freud. Sólo esto le ofrece a cada uno la garantía</p><p>de estar aún en comunicación con sus compañeros y colegas. Sólo gracias al lenguaje</p><p>freudiano se mantiene un intercambio entre practicantes que tienen concepciones</p><p>manifiestamente muy diferentes de su acción terapéutica, y aún más, acerca de la forma</p><p>general de esa relación interhumana que se llama psicoanálisis.</p><p>Como ven, cuando digo relación interhumana coloco las cosas en el punto al que han</p><p>llegado en la actualidad. En efecto, elaborar la noción de la relación entre analista y</p><p>analizado, tal es la vía en la que se comprometieron las doctrinas modernas intentando</p><p>encontrar una base adecuada a la experiencia concreta. Esta es, ciertamente, la dirección</p><p>más fecunda desde la muerte de Freud. M. Balint la denomina two bodies' psychology,</p><p>expresión que, por otra parte, no es suya, ya que la tomó del difunto Rickman, una de las</p><p>pocas personas que, después de la muerte de Freud, ha tenido en los medios analíticos</p><p>un poco de originalidad teórica. En torno a esta fórmula pueden reagruparse fácilmente</p><p>todos los estudios sobre la relación de objeto, la importancia de la contratransferencia y</p><p>cierto número de términos conexos, entre ellos en primer lugar el fantasma. La</p><p>inter-reacción imaginaria entre analizado y analista es entonces algo que deberemos tener</p><p>en cuenta.</p><p>¿Significa esto que es una vía que nos permite situar correctamente los problemas? En</p><p>parte sí. En parte no.</p><p>Es interesante promover una investigación de este tipo, siempre y cuando se acentúe</p><p>adecuadamente la originalidad</p><p>de lo que está en juego respecto a la one body's</p><p>psychology, la psicología constructiva habitual. ¿Pero, basta afirmar que se trata de una</p><p>relación entre dos individuos? Podemos percibir aquí el callejón sin salida hacia el cual se</p><p>ven empujadas actualmente las teorías de la técnica.</p><p>Por el momento no puedo decirles más, aún cuando, quienes están familiarizados con este</p><p>seminario deben, sin duda, comprender que, sin que intervenga un tercer elemento, no</p><p>existe two bodies' psychology. Si se toma la palabra tal como se debe, como perspectiva</p><p>central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no de dos.</p><p>Esto no quiere decir que no puedan expresarse fragmentos, trozos, pedazos importantes</p><p>de esta teoría en otro registro. De este modo se captan las dificultades que enfrentan los</p><p>teóricos. Es fácil comprenderlos: si, efectivamente, debemos representamos el fundamento</p><p>de la relación analítica como triádico, existen varias maneras de elegir en esta tríada dos</p><p>elementos. Se puede acentuar una u otra de las tres relaciones duales que se establecen</p><p>en su interior. Este ser, ya verán, una manera práctica de clasificar cierto número de</p><p>elaboraciones teóricas que son datos de la técnica.</p><p>3</p><p>Es posible que todo esto pueda parecerles por el momento un poco abstracto y, para</p><p>introducirlos en esta discusión, quiero intentar decirles algo más concreto.</p><p>Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la que hace un instante les</p><p>hablé, ya que en suma ella fue en parte el objeto de nuestras lecciónes del último</p><p>trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución completa</p><p>de la historia del sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso</p><p>analítico.</p><p>Creo haberles demostrado que éste es el punto de partida de Freud. Para él siempre se</p><p>trata de la aprehensión de un caso singular. En ello radica el valor de cada uno de sus</p><p>cinco grandes psicoanálisis. Los dos o tres que ya hemos examinado, elaborado, trabajado</p><p>juntos los años anteriores, lo demuestran. El progreso de Freud, su descubrimiento, está</p><p>en su manera de estudiar un caso en su singularidad.</p><p>¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él,</p><p>el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración</p><p>por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una</p><p>dimensión que supera ampliamente los límites individuales. Lo que hemos hecho juntos,</p><p>durante estos últimos años, es fundar, deducir, demostrar esto en mil puntos textuales de</p><p>Freud.</p><p>Esta dimensión revela cómo acentuó Freud en cada caso los puntos esenciales que la</p><p>técnica debe conquistar; puntos que llamaré situaciones de la historia. ¿Acaso es éste un</p><p>acento colocado sobre el pasado tal como, en una primera aproximación, podría parecer?</p><p>Les mostré que no era tan simple. La historia no es el pasado. La historia es el pasado</p><p>historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado.</p><p>El camino de la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de</p><p>restitución del pasado. Esta restitución debe considerarse como el blanco hacia el que</p><p>apuntan las vías de la técnica.</p><p>Verán indicada a lo largo de toda la obra de Freud, en la cual como les dije las</p><p>indicaciones técnicas se encuentran por doquier, cómo la restitución del pasado ocupó</p><p>hasta el fin, un primer plano en sus preocupaciones. Por eso, alrededor de esta restitución</p><p>del pasado, se plantean los interrogantes abiertos por el descubrimiento freudiano, que no</p><p>son sino los interrogantes, hasta ahora evitados, no abordados -en el análisis me refiero- a</p><p>saber, los que se refieren a las funciones del tiempo en la realización del sujeto humano.</p><p>Cuando volvemos al origen de la experiencia freudiana ­cuando digo origen no digo origen</p><p>histórico, sino fuente­ nos damos cuenta que esto mantiene siempre vivo al análisis, a</p><p>pesar de los ropajes profundamente diferentes con que se lo viste. Freud coloca siempre,</p><p>una y otra vez, el acento sobre la restitución del pasado, aún cuando, con la noción de las</p><p>tres instancias ­verán que también podemos decir cuatro­ da al punto de vista estructural</p><p>un desarrollo considerable, favoreciendo así cierta orientación que, cada vez más, centrar</p><p>la relación analítica en el presente, en la sesión en su actualidad misma, entre las cuatro</p><p>paredes del análisis.</p><p>Para sostener lo que estoy diciendo, me basta evocar un artículo que publicaba en 1934,</p><p>Konstruktionen in der Analyse, en el que Freud trata, una y otra vez, la reconstrucción de</p><p>la historia del sujeto. No encontramos ejemplo más carácterístico de la pers istencia de este</p><p>punto de vista de una punta a otra de la obra de Freud. Hay allí una insistencia última en</p><p>este tema pivote. Este artículo es la esencia, la cima, la última palabra de lo que</p><p>constantemente se halla en juego en una obra tan central como El hombre de los lobos:</p><p>¿cuál es el valor de lo reconstruido acerca del pasado del sujeto?</p><p>Podemos decir que Freud llega allí ­pero se siente claramente en muchos otros puntos de</p><p>su obra­ a una concepción que emergía en los seminarios que realizamos el último</p><p>Como ven, cuando digo relación interhumana coloco las cosas en el punto al que han</p><p>llegado en la actualidad. En efecto, elaborar la noción de la relación entre analista y</p><p>analizado, tal es la vía en la que se comprometieron las doctrinas modernas intentando</p><p>encontrar una base adecuada a la experiencia concreta. Esta es, ciertamente, la dirección</p><p>más fecunda desde la muerte de Freud. M. Balint la denomina two bodies' psychology,</p><p>expresión que, por otra parte, no es suya, ya que la tomó del difunto Rickman, una de las</p><p>pocas personas que, después de la muerte de Freud, ha tenido en los medios analíticos</p><p>un poco de originalidad teórica. En torno a esta fórmula pueden reagruparse fácilmente</p><p>todos los estudios sobre la relación de objeto, la importancia de la contratransferencia y</p><p>cierto número de términos conexos, entre ellos en primer lugar el fantasma. La</p><p>inter-reacción imaginaria entre analizado y analista es entonces algo que deberemos tener</p><p>en cuenta.</p><p>¿Significa esto que es una vía que nos permite situar correctamente los problemas? En</p><p>parte sí. En parte no.</p><p>Es interesante promover una investigación de este tipo, siempre y cuando se acentúe</p><p>adecuadamente la originalidad de lo que está en juego respecto a la one body's</p><p>psychology, la psicología constructiva habitual. ¿Pero, basta afirmar que se trata de una</p><p>relación entre dos individuos? Podemos percibir aquí el callejón sin salida hacia el cual se</p><p>ven empujadas actualmente las teorías de la técnica.</p><p>Por el momento no puedo decirles más, aún cuando, quienes están familiarizados con este</p><p>seminario deben, sin duda, comprender que, sin que intervenga un tercer elemento, no</p><p>existe two bodies' psychology. Si se toma la palabra tal como se debe, como perspectiva</p><p>central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no de dos.</p><p>Esto no quiere decir que no puedan expresarse fragmentos, trozos, pedazos importantes</p><p>de esta teoría en otro registro. De este modo se captan las dificultades que enfrentan los</p><p>teóricos. Es fácil comprenderlos: si, efectivamente, debemos representamos el fundamento</p><p>de la relación analítica como triádico, existen varias maneras de elegir en esta tríada dos</p><p>elementos. Se puede acentuar una u otra de las tres relaciones duales que se establecen</p><p>en su interior. Este ser, ya verán, una manera práctica de clasificar cierto número de</p><p>elaboraciones teóricas que son datos de la técnica.</p><p>3</p><p>Es posible que todo esto pueda parecerles por el momento un poco abstracto y, para</p><p>introducirlos en esta discusión, quiero intentar decirles algo más concreto.</p><p>Evocaré rápidamente la experiencia germinal de Freud, de la que hace un instante les</p><p>hablé, ya que en suma ella fue en parte el objeto de nuestras lecciónes del último</p><p>trimestre, enteramente centrado alrededor de la noción de que la reconstitución</p><p>completa</p><p>de la historia del sujeto es el elemento esencial, constitutivo, estructural, del progreso</p><p>analítico.</p><p>Creo haberles demostrado que éste es el punto de partida de Freud. Para él siempre se</p><p>trata de la aprehensión de un caso singular. En ello radica el valor de cada uno de sus</p><p>cinco grandes psicoanálisis. Los dos o tres que ya hemos examinado, elaborado, trabajado</p><p>juntos los años anteriores, lo demuestran. El progreso de Freud, su descubrimiento, está</p><p>en su manera de estudiar un caso en su singularidad.</p><p>¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él,</p><p>el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración</p><p>por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una</p><p>dimensión que supera ampliamente los límites individuales. Lo que hemos hecho juntos,</p><p>durante estos últimos años, es fundar, deducir, demostrar esto en mil puntos textuales de</p><p>Freud.</p><p>Esta dimensión revela cómo acentuó Freud en cada caso los puntos esenciales que la</p><p>técnica debe conquistar; puntos que llamaré situaciones de la historia. ¿Acaso es éste un</p><p>acento colocado sobre el pasado tal como, en una primera aproximación, podría parecer?</p><p>Les mostré que no era tan simple. La historia no es el pasado. La historia es el pasado</p><p>historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado.</p><p>El camino de la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una búsqueda de</p><p>restitución del pasado. Esta restitución debe considerarse como el blanco hacia el que</p><p>apuntan las vías de la técnica.</p><p>Verán indicada a lo largo de toda la obra de Freud, en la cual como les dije las</p><p>indicaciones técnicas se encuentran por doquier, cómo la restitución del pasado ocupó</p><p>hasta el fin, un primer plano en sus preocupaciones. Por eso, alrededor de esta restitución</p><p>del pasado, se plantean los interrogantes abiertos por el descubrimiento freudiano, que no</p><p>son sino los interrogantes, hasta ahora evitados, no abordados -en el análisis me refiero- a</p><p>saber, los que se refieren a las funciones del tiempo en la realización del sujeto humano.</p><p>Cuando volvemos al origen de la experiencia freudiana ­cuando digo origen no digo origen</p><p>histórico, sino fuente­ nos damos cuenta que esto mantiene siempre vivo al análisis, a</p><p>pesar de los ropajes profundamente diferentes con que se lo viste. Freud coloca siempre,</p><p>una y otra vez, el acento sobre la restitución del pasado, aún cuando, con la noción de las</p><p>tres instancias ­verán que también podemos decir cuatro­ da al punto de vista estructural</p><p>un desarrollo considerable, favoreciendo así cierta orientación que, cada vez más, centrar</p><p>la relación analítica en el presente, en la sesión en su actualidad misma, entre las cuatro</p><p>paredes del análisis.</p><p>Para sostener lo que estoy diciendo, me basta evocar un artículo que publicaba en 1934,</p><p>Konstruktionen in der Analyse, en el que Freud trata, una y otra vez, la reconstrucción de</p><p>la historia del sujeto. No encontramos ejemplo más carácterístico de la pers istencia de este</p><p>punto de vista de una punta a otra de la obra de Freud. Hay allí una insistencia última en</p><p>este tema pivote. Este artículo es la esencia, la cima, la última palabra de lo que</p><p>constantemente se halla en juego en una obra tan central como El hombre de los lobos:</p><p>¿cuál es el valor de lo reconstruido acerca del pasado del sujeto?</p><p>Podemos decir que Freud llega allí ­pero se siente claramente en muchos otros puntos de</p><p>su obra­ a una concepción que emergía en los seminarios que realizamos el último</p><p>trimestre, y que es aproximadamente la siguiente: que el sujeto reviva, rememore, en el</p><p>sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en</p><p>sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.</p><p>Existen sobre este punto fórmulas sorprendentes. Después de todo ­escribe Freud­</p><p>Traüme, los sueños, sind auch erinnern , son también un modo de recordar. Incluso llegar</p><p>a decir que los recuerdos encubridores mismos son, después de todo, representantes</p><p>satisfactorios de lo que está en juego. Es cierto que en su forma manifiesta de recuerdos</p><p>no lo son, pero si los elaboramos suficientemente nos dan el equivalente de lo que</p><p>buscamos.</p><p>¿Ven ustedes adónde arribamos? En la concepción misma de Freud, arribamos a la idea</p><p>de que se trata de la lectura, de la traducción calificada, experimentada, del criptograma</p><p>que representa lo que el sujeto posee actualmente en su conciencia ­¿qué diré?, ¿de él</p><p>mismo? No solamente de él mismo­ de él mismo y de todo, es decir del conjunto de su</p><p>sistema.</p><p>Hace un momento les dije, que la restitución de la integridad del sujeto se presenta como</p><p>una restauración del pasado. Sin embargo, el acento cae cada vez más sobre la faceta de</p><p>reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el sentido que suele llamarse</p><p>afectivo. En los textos de Freud encontramos la indicación formal de que lo exactamente</p><p>revivido- que el sujeto recuerde algo como siendo verdaderamente suyo, como habiendo</p><p>sido verdaderamente vivido, que comunica con él, que él adopta- no es lo esencial. Lo</p><p>esencial es la reconstrucción, término que Freud emplea hasta el fin.</p><p>Hay aquí algo muy notable, que sería paradójico, si para acceder a ello no tuviéramos idea</p><p>acerca del sentido que puede cobrar en el registro de la palabra, que intento promover</p><p>aquí como necesario para la comprensión de nuestra experiencia. Diré, finalmente, de qué</p><p>se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.</p><p>Hablo de lo que esta en Freud. Esto no quiere decir que tenga razón, pero esta trama es</p><p>permanente, subyace continuamente al desarrollo de su pensamiento. Nunca abandonó</p><p>algo que sólo puede formularse en la forma que acabo de hacerlo ­reescribir la historia­</p><p>fórmula que permite situar las diversas indicaciones que brinda a propósito de pequeños</p><p>detalles presentes en los relatos en análisis.</p><p>4</p><p>Podría confrontar la concepción freudiana que les expongo con concepciones</p><p>completamente diferentes de la experiencia analítica.</p><p>Hay quienes efectivamente consideran el análisis como una especie de descarga</p><p>homeopática, por parte del sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo. Según</p><p>ellos, en el interior de la experiencia actual que transcurre en el consultorio, esta</p><p>aprehens ión fantasmática debe, poco a poco, reducirse, transformarse, equilibrarse en</p><p>cierta relación con lo real. El acento est puesto allí, pueden verlo claramente en otros</p><p>autores que Freud, en la transformación de la relación fantasmática en una relación que se</p><p>llama, sin ir más lejos, real .</p><p>Sin duda, pueden formularse las cosas de modo más amplio, con suficientes matices como</p><p>para dar cabida a la pluralidad expresiva, como lo hace una persona que ya nombré aquí,</p><p>y que escribió sobre técnica. Pero, a fin de cuentas, todo se reduce a esto. Singulares</p><p>incidencias resultan de ello, que podremos evocar cuando comentemos los textos</p><p>freudianos.</p><p>¿Cómo la práctica instituida por Freud ha llegado a transformarse en un manejo de la</p><p>relación analista-analizado en el sentido que acabo de comunicarles?, es ésta la pregunta</p><p>fundamental que encontraremos en el transcurso del estudio que intentamos.</p><p>Esta transformación es consecuencia del modo en que fueron acogidas, adoptadas,</p><p>manejadas, las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de</p><p>los Escritos Técnicos , a saber las tres instancias. Entre las tres, es el ego la primera en</p><p>cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en</p><p>torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades</p><p>planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico.</p><p>Sin duda alguna hay una gran distancia entre lo que efectivamente hacemos en esa</p><p>especie de antro donde un enfermo nos habla y donde, de vez en cuando, le hablamos, y</p><p>la elaboración teórica que de ello hacemos. Incluso en Freud, en quien la separación es</p><p>infinitamente más reducida, tenemos la impresión</p><p>que se mantiene una distancia.</p><p>No soy desde luego el único que se ha planteado esta pregunta: ¿qué hacía Freud</p><p>efectivamente? Bergler formula esta pregunta por escrito y responde que no sabemos gran</p><p>cosa acerca de ello, salvo lo que Freud mismo nos dejó ver cuando, también él, formuló</p><p>directamente por escrito el fruto de algunas de sus experiencias y, en particular, sus cinco</p><p>grandes psicoanálisis. Tenemos allí la mejor apertura hacia el modo en que Freud actuaba.</p><p>Pero los rasgos de su experiencia no parecen poder reproducirse en su realidad concreta.</p><p>Por una razón muy sencilla, en la cual ya he insistido: la singularidad de la experiencia</p><p>analítica tratándose de Freud.</p><p>Fue realmente Freud quien abrió esta vía de la experiencia. Este hecho, por sí solo, le</p><p>daba una óptica absolutamente particular, que su diálogo con el paciente demuestra. Se</p><p>advierte, a cada momento, que el paciente no es para él más que algo así como un apoyo,</p><p>un interrogante, un control si se quiere, en el camino por el que él, Freud, avanza solitario.</p><p>A ello se debe el drama, en el sentido propio de la palabra, de su búsqueda. El drama que</p><p>llega, en cada caso que nos ha aportado, hasta el fracaso.</p><p>Durante toda su vida Freud continuó por las vías que había abierto en el curso de esta</p><p>experiencia, alcanzando finalmente algo que se podría llamar una tierra prometida. Pero</p><p>no puede afirmarse que haya penetrado en ella. Basta leer lo que se puede considerar su</p><p>testamento, Análisis terminable e interminable, para ver que, si de algo tenía conciencia,</p><p>era, justamente, de no haber penetrado en la tierra prometida. Este artículo no es una</p><p>lectura aconsejable para cualquiera, para cualquiera que sepa leer ­por suerte poca gente</p><p>sabe leer­ ya que, por poco analista que uno sea, es difícil de asimilar, y si uno no lo es,</p><p>pues entonces le importa un bledo.</p><p>trimestre, y que es aproximadamente la siguiente: que el sujeto reviva, rememore, en el</p><p>sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en</p><p>sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.</p><p>Existen sobre este punto fórmulas sorprendentes. Después de todo ­escribe Freud­</p><p>Traüme, los sueños, sind auch erinnern , son también un modo de recordar. Incluso llegar</p><p>a decir que los recuerdos encubridores mismos son, después de todo, representantes</p><p>satisfactorios de lo que está en juego. Es cierto que en su forma manifiesta de recuerdos</p><p>no lo son, pero si los elaboramos suficientemente nos dan el equivalente de lo que</p><p>buscamos.</p><p>¿Ven ustedes adónde arribamos? En la concepción misma de Freud, arribamos a la idea</p><p>de que se trata de la lectura, de la traducción calificada, experimentada, del criptograma</p><p>que representa lo que el sujeto posee actualmente en su conciencia ­¿qué diré?, ¿de él</p><p>mismo? No solamente de él mismo­ de él mismo y de todo, es decir del conjunto de su</p><p>sistema.</p><p>Hace un momento les dije, que la restitución de la integridad del sujeto se presenta como</p><p>una restauración del pasado. Sin embargo, el acento cae cada vez más sobre la faceta de</p><p>reconstrucción que sobre la faceta de reviviscencia en el sentido que suele llamarse</p><p>afectivo. En los textos de Freud encontramos la indicación formal de que lo exactamente</p><p>revivido- que el sujeto recuerde algo como siendo verdaderamente suyo, como habiendo</p><p>sido verdaderamente vivido, que comunica con él, que él adopta- no es lo esencial. Lo</p><p>esencial es la reconstrucción, término que Freud emplea hasta el fin.</p><p>Hay aquí algo muy notable, que sería paradójico, si para acceder a ello no tuviéramos idea</p><p>acerca del sentido que puede cobrar en el registro de la palabra, que intento promover</p><p>aquí como necesario para la comprensión de nuestra experiencia. Diré, finalmente, de qué</p><p>se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.</p><p>Hablo de lo que esta en Freud. Esto no quiere decir que tenga razón, pero esta trama es</p><p>permanente, subyace continuamente al desarrollo de su pensamiento. Nunca abandonó</p><p>algo que sólo puede formularse en la forma que acabo de hacerlo ­reescribir la historia­</p><p>fórmula que permite situar las diversas indicaciones que brinda a propósito de pequeños</p><p>detalles presentes en los relatos en análisis.</p><p>4</p><p>Podría confrontar la concepción freudiana que les expongo con concepciones</p><p>completamente diferentes de la experiencia analítica.</p><p>Hay quienes efectivamente consideran el análisis como una especie de descarga</p><p>homeopática, por parte del sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo. Según</p><p>ellos, en el interior de la experiencia actual que transcurre en el consultorio, esta</p><p>aprehens ión fantasmática debe, poco a poco, reducirse, transformarse, equilibrarse en</p><p>cierta relación con lo real. El acento est puesto allí, pueden verlo claramente en otros</p><p>autores que Freud, en la transformación de la relación fantasmática en una relación que se</p><p>llama, sin ir más lejos, real .</p><p>Sin duda, pueden formularse las cosas de modo más amplio, con suficientes matices como</p><p>para dar cabida a la pluralidad expresiva, como lo hace una persona que ya nombré aquí,</p><p>y que escribió sobre técnica. Pero, a fin de cuentas, todo se reduce a esto. Singulares</p><p>incidencias resultan de ello, que podremos evocar cuando comentemos los textos</p><p>freudianos.</p><p>¿Cómo la práctica instituida por Freud ha llegado a transformarse en un manejo de la</p><p>relación analista-analizado en el sentido que acabo de comunicarles?, es ésta la pregunta</p><p>fundamental que encontraremos en el transcurso del estudio que intentamos.</p><p>Esta transformación es consecuencia del modo en que fueron acogidas, adoptadas,</p><p>manejadas, las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de</p><p>los Escritos Técnicos , a saber las tres instancias. Entre las tres, es el ego la primera en</p><p>cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en</p><p>torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades</p><p>planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico.</p><p>Sin duda alguna hay una gran distancia entre lo que efectivamente hacemos en esa</p><p>especie de antro donde un enfermo nos habla y donde, de vez en cuando, le hablamos, y</p><p>la elaboración teórica que de ello hacemos. Incluso en Freud, en quien la separación es</p><p>infinitamente más reducida, tenemos la impresión que se mantiene una distancia.</p><p>No soy desde luego el único que se ha planteado esta pregunta: ¿qué hacía Freud</p><p>efectivamente? Bergler formula esta pregunta por escrito y responde que no sabemos gran</p><p>cosa acerca de ello, salvo lo que Freud mismo nos dejó ver cuando, también él, formuló</p><p>directamente por escrito el fruto de algunas de sus experiencias y, en particular, sus cinco</p><p>grandes psicoanálisis. Tenemos allí la mejor apertura hacia el modo en que Freud actuaba.</p><p>Pero los rasgos de su experiencia no parecen poder reproducirse en su realidad concreta.</p><p>Por una razón muy sencilla, en la cual ya he insistido: la singularidad de la experiencia</p><p>analítica tratándose de Freud.</p><p>Fue realmente Freud quien abrió esta vía de la experiencia. Este hecho, por sí solo, le</p><p>daba una óptica absolutamente particular, que su diálogo con el paciente demuestra. Se</p><p>advierte, a cada momento, que el paciente no es para él más que algo así como un apoyo,</p><p>un interrogante, un control si se quiere, en el camino por el que él, Freud, avanza solitario.</p><p>A ello se debe el drama, en el sentido propio de la palabra, de su búsqueda. El drama que</p><p>llega, en cada caso que nos ha aportado, hasta el fracaso.</p><p>Durante toda su vida Freud continuó por las vías que había abierto en el curso de esta</p><p>experiencia, alcanzando finalmente algo que se podría llamar una tierra prometida. Pero</p><p>no puede afirmarse que haya penetrado en ella. Basta leer lo que se puede considerar su</p><p>testamento, Análisis terminable e interminable, para ver que, si de algo tenía conciencia,</p><p>era, justamente, de no haber penetrado en la tierra prometida. Este artículo no es una</p><p>lectura aconsejable para cualquiera, para cualquiera que sepa leer ­por suerte poca gente</p><p>sabe leer­ ya que,</p><p>por poco analista que uno sea, es difícil de asimilar, y si uno no lo es,</p><p>pues entonces le importa un bledo.</p><p>A quienes están en posición de seguir a Freud, se les plantea la pregunta acerca de cómo</p><p>fueron adoptadas, re-comprendidas, re-pensadas las vías que heredamos. De modo tal</p><p>que nuestra única alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una</p><p>crítica de la técnica analítica.</p><p>La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde est la</p><p>cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer</p><p>término, que escuchamos hablar del ego como si fuera un aliado del analista, y no</p><p>solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse</p><p>que sólo conocemos el ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre</p><p>análisis a partir de 1920, repiten: No nos dirigimos sino al yo, no tenemos comunicación</p><p>sino con el yo y todo debe pasar por el yo.</p><p>Por el contrario, desde otro ángulo, todo el progreso de esta psicología del yo puede</p><p>resumirse en los siguientes términos: el yo esta estructurado exactamente como un</p><p>síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma</p><p>humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.</p><p>Traducir el yo analítico de esta manera rápida, abreviada, es resumir, lo mejor posible, los</p><p>resultados de la pura y simple lectura del libro de Anna Freud El yo y los mecanismos de</p><p>defensa. Ustedes no pueden dejar de sorprenderse de que el yo se construye, se sitúa en</p><p>el conjunto del sujeto, exactamente como un síntoma. Nada lo diferencia. No hay objeción</p><p>alguna que pueda hacerse a esta demostración, especialmente fulgurante. No menos</p><p>fulgurante es que las cosas hayan llegado a un punto tal de confusión, que el catálogo de</p><p>los mecanismos de defensa que constituyen el yo resulta una de las listas más</p><p>heterogéneas que puedan concebirse. La misma Anna Freud lo subraya muy bien:</p><p>aproximar la represión a nociones tales como las de inversión del instinto contra su objeto</p><p>o inversión de sus fines, es reunir elementos en nada homogéneos.</p><p>En el punto en que nos encontramos, tal vez no podamos hacer nada mejor. Pero de todos</p><p>modos podemos destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se</p><p>hacen del ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque, por otra parte, no sea</p><p>sino una especie de escollo, un acto falido, un lapsus.</p><p>Al comienzo de sus capítulos sobre la interpretación analítica, Fenichel habla del ego como</p><p>todo el mundo, y siente necesidad de afirmar que desempeña este papel esencial: ser la</p><p>función mediante la cual el sujeto aprende el sentido de las palabras.</p><p>Pues bien, desde la primera línea, Fenichel está en el núcleo del problema. Todo radica</p><p>allí. Se trata de saber si el sentido del ego desborda al yo.</p><p>Si esta función es una función del ego, todo el desarrollo que Fenichel hace a continuación</p><p>resulta absolutamente incomprensible; por otra parte, él tampoco insiste. Afirmo que es un</p><p>lapsus, porque Fenichel no lo desarrolla, y todo lo que sí desarrolla consiste en afirmar lo</p><p>contrario, y lo conduce a sostener que, a fin de cuentas, el id y el ego, son exactamente lo</p><p>mismo, lo cual no aclara mucho las cosas. Sin embargo, ­lo repito­ o bien la continuación</p><p>del desarrollo es impensable, o bien no es cierto que el ego sea la función por la que el</p><p>sujeto aprende el sentido de las palabras.</p><p>¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las</p><p>palabras, es algo muy distinto: el lenguaje, cuyo papel es formador, fundamental en su</p><p>historia. Tendremos que formular estos interrogantes que nos conducir n lejos, a propósito</p><p>de los Escritos Técnicos de Freud, haciendo la salvedad de que, en primer lugar, estén en</p><p>función de la experiencia de cada uno de nosotros.</p><p>Será también necesario, cuando intentemos comunicarnos entre nosotros a partir del</p><p>estado actual de la teoría y de la técnica, que nos planteemos la cuestión de saber lo que</p><p>ya estaba implicado en lo que Freud introducía. ¿Qué es lo que, quizá, ya en Freud se</p><p>orientaba hacia las fórmulas a las que somos hoy conducidos en nuestra práctica? ¿Qué</p><p>reducción tal vez existe en la forma en que somos llevados a considerar las cosas? ¿O</p><p>acaso, algo de lo realizado luego, avanza hacia una ampliación, una sistematización más</p><p>rigurosa, más adecuada a la realidad? Nuestro comentario sólo adquirirá su sentido en</p><p>este registro.</p><p>5</p><p>Quisiera ofrecerles una idea más precisa aún sobre la manera en que encaro este</p><p>seminario.</p><p>Han visto, al final de las últimas lecciónes que les he expuesto, el esbozo de una lectura</p><p>de lo que puede llamarse el mito psicoanalítico. Esta lectura está orientada, no tanto a</p><p>criticarlo, sino más bien a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la</p><p>cual brinda una respuesta, mítica.</p><p>Pues bien, el problema es más limitado, pero mucho más urgente cuando se trata de</p><p>técnica.</p><p>En efecto, el examen que debemos hacer de todo lo que pertenece al orden de nuestra</p><p>técnica no debe escapar a nuestra propia disciplina. Si hay que distinguir los actos y</p><p>comportamientos del sujeto de lo que viene a decirnos en la sesión, diría que nuestros</p><p>comportamientos concretos en la sesión analítica están igualmente distanciados de la</p><p>elaboración teórica que de ellos hacemos.</p><p>Sin embargo, no es ésta sino una primera verdad, que sólo adquiere su alcance si se la</p><p>invierte, y quiere decir, al mismo tiempo: tan próximos. El absurdo fundamental del</p><p>comportamiento interhumano sólo puede comprenderse en función de ese sistema ­como</p><p>acertadamente lo ha denominado Melanie Klein, sin saber, como siempre, lo que decía­</p><p>llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones,</p><p>fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. Pues bien, nuestra concepción</p><p>teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por</p><p>ello deja de estructurar, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los</p><p>denominados pacientes</p><p>En efecto, he aquí lo grave. Porque efectivamente nos permitimos ­nos permitimos las</p><p>cosas sin saberlo, tal como el análisis lo ha revelado­ hacer intervenir nuestro ego en el</p><p>análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptacion del paciente a</p><p>A quienes están en posición de seguir a Freud, se les plantea la pregunta acerca de cómo</p><p>fueron adoptadas, re-comprendidas, re-pensadas las vías que heredamos. De modo tal</p><p>que nuestra única alternativa es reunir nuestros aportes bajo la égida de una crítica, una</p><p>crítica de la técnica analítica.</p><p>La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde est la</p><p>cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer</p><p>término, que escuchamos hablar del ego como si fuera un aliado del analista, y no</p><p>solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse</p><p>que sólo conocemos el ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre</p><p>análisis a partir de 1920, repiten: No nos dirigimos sino al yo, no tenemos comunicación</p><p>sino con el yo y todo debe pasar por el yo.</p><p>Por el contrario, desde otro ángulo, todo el progreso de esta psicología del yo puede</p><p>resumirse en los siguientes términos: el yo esta estructurado exactamente como un</p><p>síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma</p><p>humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.</p><p>Traducir el yo analítico de esta manera rápida, abreviada, es resumir, lo mejor posible, los</p><p>resultados de la pura y simple lectura del libro de Anna Freud El yo y los mecanismos de</p><p>defensa. Ustedes no pueden dejar de sorprenderse de que el yo se construye, se sitúa en</p><p>el conjunto del sujeto, exactamente como un síntoma. Nada lo diferencia. No hay objeción</p><p>alguna que pueda hacerse a esta demostración, especialmente fulgurante. No menos</p><p>fulgurante es que las cosas hayan llegado a un punto tal de confusión, que el catálogo de</p><p>los mecanismos de defensa que constituyen el yo resulta una de las listas más</p><p>heterogéneas que puedan concebirse. La misma Anna Freud lo subraya muy bien:</p><p>aproximar la represión a nociones tales como las de inversión del instinto contra su objeto</p><p>o inversión de sus fines, es reunir elementos en nada homogéneos.</p><p>En el punto en que nos encontramos, tal vez no podamos hacer nada mejor. Pero de todos</p><p>modos podemos destacar la profunda ambigüedad de la concepción que los analistas se</p><p>hacen del ego; ego sería todo aquello a lo que se accede, aunque, por otra parte, no sea</p><p>sino una especie de escollo, un acto falido, un lapsus.</p><p>Al comienzo de sus capítulos sobre la interpretación analítica, Fenichel habla del ego como</p><p>todo el mundo, y siente necesidad de afirmar que desempeña este papel esencial: ser la</p><p>función mediante la cual el sujeto aprende el sentido de las palabras.</p><p>Pues bien, desde la primera línea, Fenichel está en el núcleo del problema. Todo radica</p><p>allí. Se trata de saber si el sentido del ego desborda al yo.</p><p>Si esta función es una función del ego, todo el desarrollo que Fenichel hace a continuación</p><p>resulta absolutamente incomprensible; por otra parte, él tampoco insiste. Afirmo que es un</p><p>lapsus, porque Fenichel no lo desarrolla, y todo lo que sí desarrolla consiste en afirmar lo</p><p>contrario, y lo conduce a sostener que, a fin de cuentas, el id y el ego, son exactamente lo</p><p>mismo, lo cual no aclara mucho las cosas. Sin embargo, ­lo repito­ o bien la continuación</p><p>del desarrollo es impensable, o bien no es cierto que el ego sea la función por la que el</p><p>sujeto aprende el sentido de las palabras.</p><p>¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las</p><p>palabras, es algo muy distinto: el lenguaje, cuyo papel es formador, fundamental en su</p><p>historia. Tendremos que formular estos interrogantes que nos conducir n lejos, a propósito</p><p>de los Escritos Técnicos de Freud, haciendo la salvedad de que, en primer lugar, estén en</p><p>función de la experiencia de cada uno de nosotros.</p><p>Será también necesario, cuando intentemos comunicarnos entre nosotros a partir del</p><p>estado actual de la teoría y de la técnica, que nos planteemos la cuestión de saber lo que</p><p>ya estaba implicado en lo que Freud introducía. ¿Qué es lo que, quizá, ya en Freud se</p><p>orientaba hacia las fórmulas a las que somos hoy conducidos en nuestra práctica? ¿Qué</p><p>reducción tal vez existe en la forma en que somos llevados a considerar las cosas? ¿O</p><p>acaso, algo de lo realizado luego, avanza hacia una ampliación, una sistematización más</p><p>rigurosa, más adecuada a la realidad? Nuestro comentario sólo adquirirá su sentido en</p><p>este registro.</p><p>5</p><p>Quisiera ofrecerles una idea más precisa aún sobre la manera en que encaro este</p><p>seminario.</p><p>Han visto, al final de las últimas lecciónes que les he expuesto, el esbozo de una lectura</p><p>de lo que puede llamarse el mito psicoanalítico. Esta lectura está orientada, no tanto a</p><p>criticarlo, sino más bien a medir la amplitud de la realidad con la que se enfrenta, y a la</p><p>cual brinda una respuesta, mítica.</p><p>Pues bien, el problema es más limitado, pero mucho más urgente cuando se trata de</p><p>técnica.</p><p>En efecto, el examen que debemos hacer de todo lo que pertenece al orden de nuestra</p><p>técnica no debe escapar a nuestra propia disciplina. Si hay que distinguir los actos y</p><p>comportamientos del sujeto de lo que viene a decirnos en la sesión, diría que nuestros</p><p>comportamientos concretos en la sesión analítica están igualmente distanciados de la</p><p>elaboración teórica que de ellos hacemos.</p><p>Sin embargo, no es ésta sino una primera verdad, que sólo adquiere su alcance si se la</p><p>invierte, y quiere decir, al mismo tiempo: tan próximos. El absurdo fundamental del</p><p>comportamiento interhumano sólo puede comprenderse en función de ese sistema ­como</p><p>acertadamente lo ha denominado Melanie Klein, sin saber, como siempre, lo que decía­</p><p>llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones,</p><p>fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. Pues bien, nuestra concepción</p><p>teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por</p><p>ello deja de estructurar, de motivar, la más trivial de nuestras intervenciones sobre los</p><p>denominados pacientes</p><p>En efecto, he aquí lo grave. Porque efectivamente nos permitimos ­nos permitimos las</p><p>cosas sin saberlo, tal como el análisis lo ha revelado­ hacer intervenir nuestro ego en el</p><p>análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptacion del paciente a</p><p>lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.</p><p>Con toda seguridad, no basta para que nuestro ego entre en juego, que tengamos una</p><p>cierta concepción del ego, cual un elefante en el bazar de nuestra relación con el paciente.</p><p>Sin embargo, cierto modo de concebir la función del ego en el análisis no deja de tener</p><p>relación con cierta práctica del análisis que podemos calificar de nefasta.</p><p>Me limitaré a abrir esta cuestión. Nuestro trabajo debe resolverla. ¿Acaso la totalidad del</p><p>sistema del mundo de cada uno de nosotros ­me refiero a ese sistema concreto que no</p><p>necesita el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre que lo</p><p>hayamos formulado para que esté allí, que no es del orden del inconsciente, pero que</p><p>actúa sobre nuestro modo cotidiano de expresarnos, en la más mínima espontaneidad de</p><p>nuestro discurso­ es algo que efectivamente debe servir, sí o no, como medida en el</p><p>análisis?</p><p>Creo haber abierto suficientemente la cuestión, como para que vean, ahora, el interés de</p><p>lo que podemos hacer juntos.</p><p>Mannoni, ¿quiere usted asociarse a uno de sus compañeros, Anzieu, por ejemplo, para</p><p>estudiar la noción de resistencia en los escritos de Freud, que est n a su alcance con el</p><p>título de Acerca de la técnica psicoanalítica.(3) No descuiden la continuación de las</p><p>lecciónes de la Introducción al psicoanálisis. ¿Y si otros dos, Perrier y Granoff, por</p><p>ejemplo, quisieran asociarse para trabajar el mismo tema? Ya veremos cómo hemos de</p><p>proceder. Nos dejaremos guiar por la experiencia misma.</p><p>Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.</p><p>20 y 27 de Enero de 1954</p><p>El análisis la primera vez. Materialidad del discurso. Análisis del análisis. ¿Megalomanía de</p><p>Freud?</p><p>1</p><p>Después de la ponencia de 0. Mannoni</p><p>Agradecemos calurosamente a Mannoni quien acaba de hacer una muy acertada</p><p>apertura hacia la reanudación del dialogo en el seminario. No obstante, su tendencia es</p><p>netamente fenomenológica, y no pienso que la solución asuma totalmente la forma que él</p><p>nos deja entrever, él mismo lo ha sentido así. Pero está bien que plantee el problema</p><p>como lo ha hecho, hablando de un mecanismo interpersonal, aunque en este caso la</p><p>palabra mecanismo sea tan sólo aproximativa.</p><p>2</p><p>Interrupción, en el transcurso de la ponencia de D. Anzieu</p><p>Freud explica, a propósito de Lucy R., que recurría a la presión de las manos cuando sólo</p><p>conseguía una hipnosis incompleta. Dice a continuación que dejó de preocuparse por este</p><p>asunto; y que renunció incluso a obtener del sujeto, según el método clásico, la respuesta</p><p>a la pregunta ¿duerme usted?, porque le desagradaba escuchar la respuesta: Pero no, no</p><p>duermo en absoluto, lo cual lo colocaba en una situación harto incómoda.</p><p>Explica, de manera ingenua y encantadora, que esto lo llevaba a persuadir al sujeto que</p><p>se refería a un tipo distinto de sueño que el que el sujeto suponía, y que a pesar de todo</p><p>éste debía estar algo adormecido. Rayando casi con la ambigüedad más perfecta, dice</p><p>muy claramente, que todo esto le ponía en un gran aprieto, del que sólo pudo</p><p>lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.</p><p>Con toda seguridad, no basta para que nuestro ego entre en juego, que tengamos una</p><p>cierta concepción del ego, cual un elefante en el bazar de nuestra relación con el paciente.</p><p>Sin embargo, cierto modo de concebir la función del ego en el análisis no deja de tener</p><p>relación con cierta práctica del análisis que podemos calificar de nefasta.</p><p>Me limitaré</p><p>a abrir esta cuestión. Nuestro trabajo debe resolverla. ¿Acaso la totalidad del</p><p>sistema del mundo de cada uno de nosotros ­me refiero a ese sistema concreto que no</p><p>necesita el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre que lo</p><p>hayamos formulado para que esté allí, que no es del orden del inconsciente, pero que</p><p>actúa sobre nuestro modo cotidiano de expresarnos, en la más mínima espontaneidad de</p><p>nuestro discurso­ es algo que efectivamente debe servir, sí o no, como medida en el</p><p>análisis?</p><p>Creo haber abierto suficientemente la cuestión, como para que vean, ahora, el interés de</p><p>lo que podemos hacer juntos.</p><p>Mannoni, ¿quiere usted asociarse a uno de sus compañeros, Anzieu, por ejemplo, para</p><p>estudiar la noción de resistencia en los escritos de Freud, que est n a su alcance con el</p><p>título de Acerca de la técnica psicoanalítica.(3) No descuiden la continuación de las</p><p>lecciónes de la Introducción al psicoanálisis. ¿Y si otros dos, Perrier y Granoff, por</p><p>ejemplo, quisieran asociarse para trabajar el mismo tema? Ya veremos cómo hemos de</p><p>proceder. Nos dejaremos guiar por la experiencia misma.</p><p>Primeras intervenciones sobre el problema de la resistencia.</p><p>20 y 27 de Enero de 1954</p><p>El análisis la primera vez. Materialidad del discurso. Análisis del análisis. ¿Megalomanía de</p><p>Freud?</p><p>1</p><p>Después de la ponencia de 0. Mannoni</p><p>Agradecemos calurosamente a Mannoni quien acaba de hacer una muy acertada</p><p>apertura hacia la reanudación del dialogo en el seminario. No obstante, su tendencia es</p><p>netamente fenomenológica, y no pienso que la solución asuma totalmente la forma que él</p><p>nos deja entrever, él mismo lo ha sentido así. Pero está bien que plantee el problema</p><p>como lo ha hecho, hablando de un mecanismo interpersonal, aunque en este caso la</p><p>palabra mecanismo sea tan sólo aproximativa.</p><p>2</p><p>Interrupción, en el transcurso de la ponencia de D. Anzieu</p><p>Freud explica, a propósito de Lucy R., que recurría a la presión de las manos cuando sólo</p><p>conseguía una hipnosis incompleta. Dice a continuación que dejó de preocuparse por este</p><p>asunto; y que renunció incluso a obtener del sujeto, según el método clásico, la respuesta</p><p>a la pregunta ¿duerme usted?, porque le desagradaba escuchar la respuesta: Pero no, no</p><p>duermo en absoluto, lo cual lo colocaba en una situación harto incómoda.</p><p>Explica, de manera ingenua y encantadora, que esto lo llevaba a persuadir al sujeto que</p><p>se refería a un tipo distinto de sueño que el que el sujeto suponía, y que a pesar de todo</p><p>éste debía estar algo adormecido. Rayando casi con la ambigüedad más perfecta, dice</p><p>muy claramente, que todo esto le ponía en un gran aprieto, del que sólo pudo</p><p>desembarazarse el día en que dejó de preocuparse por ello.</p><p>Conservó, sin embargo, la presión de las manos, ya sea sobre la frente, ya sea a ambos</p><p>lados de la cabeza, invitando al paciente, al mismo tiempo, a concentrarse en la causa del</p><p>síntoma. Era éste un estadio intermedio entre el diálogo y la hipnosis. Los síntomas eran</p><p>tratados uno por uno, en sí mismos; los afrontaba directamente como si fueran problemas</p><p>propuestos. Bajo las manos de Freud, el paciente estaba seguro de que los recuerdos que</p><p>iban a presentarse eran los que importaban, y que no tenía sino que confiar en ellos.</p><p>Freud añadía este detalle, en el momento en que levantase las manos —mímica del</p><p>levantamiento de la barrera— el paciente volvería a estar perfectamente consciente, y no</p><p>tendría sino que tomar lo que se presentase en su mente para estar seguro de tener el hilo</p><p>por el cabo adecuado.</p><p>Es muy notable que, en los casos que Freud relata, este método se haya revelado</p><p>perfectamente eficaz. En efecto, resolvió completamente el hermoso caso de Lucy R., con</p><p>una facilidad que tiene la belleza de las obras de los primitivos. En todo lo nuevo que se</p><p>descubre, hay un feliz azar, una feliz conjunción de los dioses. Por el contrario, con Anna</p><p>O.,a pesar del método empleado, estamos en presencia de un largo trabajo de</p><p>working-through, que muestra la animación y la densidad de los casos más modernos de</p><p>análisis: se revive, se reelabora varias veces la serie completa de acontecimientos, toda la</p><p>historia. Se trata de una obra de largo alcance, que dura casi un año. En el caso de Lucy</p><p>R., las cosas marchan mucho más aprisa, con elegancia realmente sorprendente. Sin</p><p>duda, las cosas son demasiado densas y no nos permiten ver dónde realmente est n los</p><p>resortes; pero, sin embargo, es un material perfectamente utilizable. Esta mujer tuvo lo que</p><p>pueden llamarse alucinaciones olfativas, síntomas histéricos cuya significación, lugares y</p><p>fechas, son satisfactoriamente detectados. Freud en esta ocasión nos proporciona todos</p><p>los detalles sobre su modo de operar.</p><p>3</p><p>Interrupción, en el transcurso de la ponencia de D. Anzieu</p><p>Ya he acentuado el carácter privilegiado, debido al carácter especial de su técnica, de los</p><p>casos tratados por Freud. Cómo era ella, sólo podemos presumirlo, a través de algunas</p><p>reglas que nos dejó, y que han sido fielmente aplicadas. Según lo confiesan los mejores</p><p>autores, y entre ellos quienes conocieron a Freud, no podemos hacernos una idea cabal</p><p>del modo en que aplicaba la técnica.</p><p>Insisto en el hecho de que Freud avanzaba en una investigación que no está marcada con</p><p>el mismo estilo que las otras investigaciones científicas. Su campo es la verdad del sujeto.</p><p>La investigación de la verdad no puede reducirse enteramente a la investigación objetiva,</p><p>e incluso objetivamente, del método científico habitual. Se trata de la realización de la</p><p>verdad del sujeto, como dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad en</p><p>relación a la noción misma de realidad: es aquí donde he puesto el acento en todas las</p><p>lecciónes de este año.</p><p>Freud estaba comprometido en la investigación de una verdad que le concernía a él</p><p>completamente, hasta en su persona, y por lo tanto también en su presencia ante el</p><p>enfermo, en su actividad digamos de terapeuta; aunque el término resulte cabalmente</p><p>insuficiente para calificar su actitud. Según afirma el propio Freud, este interés confirió a</p><p>sus relaciones con sus enfermos un carácter absolutamente singular.</p><p>Ciertamente, el análisis como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización</p><p>de un análisis es siempre un caso particular, aún cuando estos casos particulares, desde</p><p>el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a cierta</p><p>generalidad. Pero con Freud la experiencia analítica representa la singularidad llevada a</p><p>su límite, puesto que él estaba construyendo y verificando el análisis mismo. No podemos</p><p>borrar este hecho, era la primera vez que se hacía un análisis. Sin duda alguna el método</p><p>se deduce a partir de allí, pero sólo es método para los demás. Freud, él, no aplicaba un</p><p>método. Si descuidáramos el carácter único, inaugural, de su proceder, cometeríamos una</p><p>grave falta.</p><p>El análisis es una experiencia de lo particular. La experiencia verdaderamente original de</p><p>este particular adquiere pues un valor aún más singular. Si no subrayamos la diferencia</p><p>que existe entre esta primera vez , y todo lo que ha venido después —nosotros que nos</p><p>interesamos, no tanto en esta verdad, como en la constitución de las vías de acceso a esta</p><p>verdad— no podremos nunca captar el sentido que debe darse a ciertas frases, a ciertos</p><p>textos que emergen en la obra de Freud, y que posteriormente adquieren, en otros</p><p>contextos, un sentido muy distinto, aunque parecieran calcados uno sobre el otro.</p><p>El interés de estos comentarios de textos freudianos reside en que nos permiten seguir</p><p>detalladamente cuestiones —ustedes lo verán, ya lo ven hoy— que son de considerable</p><p>importancia. Ellas son múltiples, insidiosas, hablando estrictamente, son el prototipo de</p><p>cuestión que todos intentan evitar, para confiarse a una cantinela, a una fórmula</p><p>abreviada, esquemática, gráfica.</p><p>4</p><p>D. Anzieu cita un pasaje de los Estudios sobre la Histeria(4)</p><p>Interrupción.</p><p>Lo sorprendente, en este párrafo que usted invoca, es que se desprende de la metáfora</p><p>pseudo-anatómica evocada cuando Freud habla de las imagenes</p><p>verbales deambulando a</p><p>lo largo de los conductos nerviosos. Aquí, lo que se estratificó alrededor del nódulo</p><p>patógeno evoca un legajo de documentos, una partitura de varios registros. Estas</p><p>metáforas tienden, inevitablemente, a sugerir la materialización de la palabra; no la</p><p>materialización mítica de los neurólogos, sino una materialización concreta: la palabra</p><p>empieza a fluir en las páginas de un manuscrito impreso. También aparece la metáfora de</p><p>la página en blanco, del palimpsesto. Desde entonces han surgido en la pluma de más de</p><p>un analista.</p><p>La noción de varios estratos longitudinales aparece aquí, es decir de varios hilos de</p><p>discurso. Los imaginamos en el texto que los materializa en forma de haces literalmente</p><p>desembarazarse el día en que dejó de preocuparse por ello.</p><p>Conservó, sin embargo, la presión de las manos, ya sea sobre la frente, ya sea a ambos</p><p>lados de la cabeza, invitando al paciente, al mismo tiempo, a concentrarse en la causa del</p><p>síntoma. Era éste un estadio intermedio entre el diálogo y la hipnosis. Los síntomas eran</p><p>tratados uno por uno, en sí mismos; los afrontaba directamente como si fueran problemas</p><p>propuestos. Bajo las manos de Freud, el paciente estaba seguro de que los recuerdos que</p><p>iban a presentarse eran los que importaban, y que no tenía sino que confiar en ellos.</p><p>Freud añadía este detalle, en el momento en que levantase las manos —mímica del</p><p>levantamiento de la barrera— el paciente volvería a estar perfectamente consciente, y no</p><p>tendría sino que tomar lo que se presentase en su mente para estar seguro de tener el hilo</p><p>por el cabo adecuado.</p><p>Es muy notable que, en los casos que Freud relata, este método se haya revelado</p><p>perfectamente eficaz. En efecto, resolvió completamente el hermoso caso de Lucy R., con</p><p>una facilidad que tiene la belleza de las obras de los primitivos. En todo lo nuevo que se</p><p>descubre, hay un feliz azar, una feliz conjunción de los dioses. Por el contrario, con Anna</p><p>O.,a pesar del método empleado, estamos en presencia de un largo trabajo de</p><p>working-through, que muestra la animación y la densidad de los casos más modernos de</p><p>análisis: se revive, se reelabora varias veces la serie completa de acontecimientos, toda la</p><p>historia. Se trata de una obra de largo alcance, que dura casi un año. En el caso de Lucy</p><p>R., las cosas marchan mucho más aprisa, con elegancia realmente sorprendente. Sin</p><p>duda, las cosas son demasiado densas y no nos permiten ver dónde realmente est n los</p><p>resortes; pero, sin embargo, es un material perfectamente utilizable. Esta mujer tuvo lo que</p><p>pueden llamarse alucinaciones olfativas, síntomas histéricos cuya significación, lugares y</p><p>fechas, son satisfactoriamente detectados. Freud en esta ocasión nos proporciona todos</p><p>los detalles sobre su modo de operar.</p><p>3</p><p>Interrupción, en el transcurso de la ponencia de D. Anzieu</p><p>Ya he acentuado el carácter privilegiado, debido al carácter especial de su técnica, de los</p><p>casos tratados por Freud. Cómo era ella, sólo podemos presumirlo, a través de algunas</p><p>reglas que nos dejó, y que han sido fielmente aplicadas. Según lo confiesan los mejores</p><p>autores, y entre ellos quienes conocieron a Freud, no podemos hacernos una idea cabal</p><p>del modo en que aplicaba la técnica.</p><p>Insisto en el hecho de que Freud avanzaba en una investigación que no está marcada con</p><p>el mismo estilo que las otras investigaciones científicas. Su campo es la verdad del sujeto.</p><p>La investigación de la verdad no puede reducirse enteramente a la investigación objetiva,</p><p>e incluso objetivamente, del método científico habitual. Se trata de la realización de la</p><p>verdad del sujeto, como dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad en</p><p>relación a la noción misma de realidad: es aquí donde he puesto el acento en todas las</p><p>lecciónes de este año.</p><p>Freud estaba comprometido en la investigación de una verdad que le concernía a él</p><p>completamente, hasta en su persona, y por lo tanto también en su presencia ante el</p><p>enfermo, en su actividad digamos de terapeuta; aunque el término resulte cabalmente</p><p>insuficiente para calificar su actitud. Según afirma el propio Freud, este interés confirió a</p><p>sus relaciones con sus enfermos un carácter absolutamente singular.</p><p>Ciertamente, el análisis como ciencia es siempre una ciencia de lo particular. La realización</p><p>de un análisis es siempre un caso particular, aún cuando estos casos particulares, desde</p><p>el momento en que hay más de un analista, se presten, de todos modos, a cierta</p><p>generalidad. Pero con Freud la experiencia analítica representa la singularidad llevada a</p><p>su límite, puesto que él estaba construyendo y verificando el análisis mismo. No podemos</p><p>borrar este hecho, era la primera vez que se hacía un análisis. Sin duda alguna el método</p><p>se deduce a partir de allí, pero sólo es método para los demás. Freud, él, no aplicaba un</p><p>método. Si descuidáramos el carácter único, inaugural, de su proceder, cometeríamos una</p><p>grave falta.</p><p>El análisis es una experiencia de lo particular. La experiencia verdaderamente original de</p><p>este particular adquiere pues un valor aún más singular. Si no subrayamos la diferencia</p><p>que existe entre esta primera vez , y todo lo que ha venido después —nosotros que nos</p><p>interesamos, no tanto en esta verdad, como en la constitución de las vías de acceso a esta</p><p>verdad— no podremos nunca captar el sentido que debe darse a ciertas frases, a ciertos</p><p>textos que emergen en la obra de Freud, y que posteriormente adquieren, en otros</p><p>contextos, un sentido muy distinto, aunque parecieran calcados uno sobre el otro.</p><p>El interés de estos comentarios de textos freudianos reside en que nos permiten seguir</p><p>detalladamente cuestiones —ustedes lo verán, ya lo ven hoy— que son de considerable</p><p>importancia. Ellas son múltiples, insidiosas, hablando estrictamente, son el prototipo de</p><p>cuestión que todos intentan evitar, para confiarse a una cantinela, a una fórmula</p><p>abreviada, esquemática, gráfica.</p><p>4</p><p>D. Anzieu cita un pasaje de los Estudios sobre la Histeria(4)</p><p>Interrupción.</p><p>Lo sorprendente, en este párrafo que usted invoca, es que se desprende de la metáfora</p><p>pseudo-anatómica evocada cuando Freud habla de las imagenes verbales deambulando a</p><p>lo largo de los conductos nerviosos. Aquí, lo que se estratificó alrededor del nódulo</p><p>patógeno evoca un legajo de documentos, una partitura de varios registros. Estas</p><p>metáforas tienden, inevitablemente, a sugerir la materialización de la palabra; no la</p><p>materialización mítica de los neurólogos, sino una materialización concreta: la palabra</p><p>empieza a fluir en las páginas de un manuscrito impreso. También aparece la metáfora de</p><p>la página en blanco, del palimpsesto. Desde entonces han surgido en la pluma de más de</p><p>un analista.</p><p>La noción de varios estratos longitudinales aparece aquí, es decir de varios hilos de</p><p>discurso. Los imaginamos en el texto que los materializa en forma de haces literalmente</p><p>concretos. Existe una corriente de palabras paralelas que, en determinado momento, se</p><p>extienden y rodean al famoso nódulo patógeno —el cual, él también, es una historia— se</p><p>abren para incluirlo y, un poco más adelante, vuelven a reunirse.</p><p>El fenómeno de la resistencia se sitúa exactamente allí. Existen dos sentidos, un sentido</p><p>longitudinal y un sentido radial. Cuando queremos acercarnos a los hilos que se</p><p>encuentran en el centro del haz, la resistencia se ejerce en sentido radial. Ella es</p><p>consecuencia del intento de atravesar los registros exteriores hacia el centro. Cuando nos</p><p>esforzamos en alcanzar los hilos de discurso más próximos al nódulo reprimido, desde él</p><p>se ejerce una fuerza de repulsión positiva, y experimentamos la resistencia. Freud, no en</p><p>los Estudios, sino en un texto ulterior publicado con el título de Metapsicología, llega</p><p>incluso a escribir que la fuerza de la resistencia es inversamente proporcional a la distancia</p><p>que nos separa del nódulo reprimido.</p><p>No creo que sea ésta la frase exacta, pero es muy sorprendente. Evidencia la materialidad</p><p>de la resistencia tal como se la capta en el transcurso de la experiencia y, precisamente,</p><p>como decía hace un</p><p>momento Mannoni, en el discurso del sujeto. Para saber dónde esta</p><p>el soporte material, biológico, Freud considera resueltamente el discurso como una</p><p>realidad en tanto tal, una realidad que está allí, legajo, conjunto de pruebas como suele</p><p>decirse, haz de discursos yuxtapuestos que se recubren unos a otros, se suceden, forman</p><p>una dimensión, un espesor, un expediente.</p><p>Freud no disponía aún de la noción, aislada como tal, de soporte material de la palabra.</p><p>Hoy, habría tomado, como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que</p><p>componen parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto</p><p>mayor cuanto más se aproxima el sujeto a un discurso que sería el último y el bueno, pero</p><p>que rechaza de plano.</p><p>En el esfuerzo de síntesis que ustedes han hecho, tal vez lo que no destacaron es una</p><p>cuestión que, sin embargo, está en primer plano tratándose de la resistencia: el problema</p><p>de las relaciones entre lo inconsciente y lo consciente. ¿Es la resistencia un fenómeno que</p><p>sólo aparece en el análisis? ¿O bien es algo de lo que podemos hablar cuando el sujeto</p><p>está fuera del análisis, incluso antes de llegar a él, o después de dejarlo? ¿Sigue teniendo</p><p>sentido la resistencia fuera del análisis?</p><p>Hay un texto sobre la resistencia que se encuentra en el análisis de los sueños, al que</p><p>ninguno de ustedes se ha referido, y que permite, sin embargo, abordar algunos</p><p>problemas que ambos se han planteado, ya que Freud se interroga allí sobre el carácter</p><p>de inaccesibilidad del inconsciente. Las nociones de resistencia son antiquísimas. Desde el</p><p>origen, desde las primeras investigaciones de Freud, la resistencia está vinculada a la</p><p>noción de ego. Pero, cuando leemos en el texto de los Studien ciertas frases</p><p>sorprendentes, donde no sólo se considera al ego como tal, sino al ego como</p><p>representante de la masa ideacional, nos damos cuenta que la noción de ego deja</p><p>vislumbrar ya en Freud, todos los problemas que ahora nos plantea. Casi diría que es una</p><p>noción con efecto retroactivo. Cuando se leen estas primeras cosas a la luz de lo que</p><p>desde entonces se ha desarrollado en torno al ego, todas las formulaciones, incluso las</p><p>más recientes, parecen enmascarar en lugar de evidenciar.</p><p>En esta fórmula, la masa ideacional, no pueden ustedes dejar de percibir algo que se</p><p>asemeja singularmente a una fórmula que he podido darles, a saber que la</p><p>contratransferencia no es sino la función del ego del analista, lo que denominaba la suma</p><p>de los prejuicios del analista. Asimismo, encontramos en el paciente una organización</p><p>completa de certidumbres, creencias, coordenadas, referencias, que constituyen, hablando</p><p>estrictamente, lo que Freud llamaba desde el comienzo un sistema ideacional, y que</p><p>abreviando podemos llamar aquí el sistema.</p><p>¿Proviene la resistencia únicamente de allí? Cuando, en el límite de ese campo de la</p><p>palabra que es justamente la masa ideacional del yo, les representaba el montante de</p><p>silencio tras el cual una palabra distinta reaparece, aquella que se trata de reconquistar en</p><p>el inconsciente ya que ella es esa parte del sujeto separada de su historia: ¿acaso está allí</p><p>la resistencia? ¿Es, sí o no, pura y simplemente la organización del yo lo que constituye,</p><p>como tal, la resistencia? ¿Es esto lo que dificulta el acceso al contenido del inconsciente</p><p>en sentido radial, para emplear el término de Freud? Hénos aquí ante una pregunta muy</p><p>simple, demasiado simple, y como tal insoluble.</p><p>Afortunadamente, durante los primeros treinta años de este siglo, la técnica analítica ha</p><p>progresado lo suficiente, ha atravesado suficientes fases experimentales, como para</p><p>diferenciar sus preguntas. Hemos sido conducidos, ya lo ven, a lo siguiente —que les he</p><p>dicho sería el modelo de nuestra investigación— hay que plantear que la evolución, los</p><p>avatares de la experiencia analítica nos informan sobre la naturaleza misma de esta</p><p>experiencia, en tanto ella también es una experiencia humana enmascarada para sí</p><p>misma. Esto es aplicar al análisis mismo el esquema que él nos ha enseñado. ¿Después</p><p>de todo, no es él acaso un rodeo para acceder al inconsciente? Es también elevar a un</p><p>grado segundo el problema que nos plantea la neurosis. Por ahora, me limito a afirmarlo,</p><p>ustedes lo verán demostrarse a la par de nuestro examen.</p><p>¿Qué quiero? —sino salir de este verdadero callejón sin salida, mental y práctico, en el</p><p>que desemboca actualmente el análisis. Se dan cuenta ustedes que voy lejos en la</p><p>formulación de lo que digo: es importante someter el análisis mismo al esquema</p><p>operacional que él nos ha enseñado y que consiste en leer, en las diferentes fases de su</p><p>elaboración teórico-técnica, cómo avanzar en la reconquista de la realidad auténtica del</p><p>inconsciente por parte del sujeto.</p><p>Este método nos hará superar en mucho el simple catálogo formal de procedimientos o</p><p>categorías conceptuales. Volver a examinar el análisis, en un examen a su vez analítico,</p><p>es un procedimiento que revelará su fecundidad en relación a la técnica, como ya lo ha</p><p>revelado en relación a los textos clínicos de Freud.</p><p>5</p><p>Intervenciones en el curso de la discusión</p><p>Los textos analíticos abundan en impropiedades metódicas. Hay en ellos temas difíciles de</p><p>tratar, de verbalizar, sin dar al verbo un sujeto: leemos también continuamente que el ego</p><p>emite la señal de angustia, maneja el instinto de vida, el instinto de muerte; ya no se sabe</p><p>dónde está la central, dónde el guardagujas, dónde la aguja. Todo esto es escabroso.</p><p>concretos. Existe una corriente de palabras paralelas que, en determinado momento, se</p><p>extienden y rodean al famoso nódulo patógeno —el cual, él también, es una historia— se</p><p>abren para incluirlo y, un poco más adelante, vuelven a reunirse.</p><p>El fenómeno de la resistencia se sitúa exactamente allí. Existen dos sentidos, un sentido</p><p>longitudinal y un sentido radial. Cuando queremos acercarnos a los hilos que se</p><p>encuentran en el centro del haz, la resistencia se ejerce en sentido radial. Ella es</p><p>consecuencia del intento de atravesar los registros exteriores hacia el centro. Cuando nos</p><p>esforzamos en alcanzar los hilos de discurso más próximos al nódulo reprimido, desde él</p><p>se ejerce una fuerza de repulsión positiva, y experimentamos la resistencia. Freud, no en</p><p>los Estudios, sino en un texto ulterior publicado con el título de Metapsicología, llega</p><p>incluso a escribir que la fuerza de la resistencia es inversamente proporcional a la distancia</p><p>que nos separa del nódulo reprimido.</p><p>No creo que sea ésta la frase exacta, pero es muy sorprendente. Evidencia la materialidad</p><p>de la resistencia tal como se la capta en el transcurso de la experiencia y, precisamente,</p><p>como decía hace un momento Mannoni, en el discurso del sujeto. Para saber dónde esta</p><p>el soporte material, biológico, Freud considera resueltamente el discurso como una</p><p>realidad en tanto tal, una realidad que está allí, legajo, conjunto de pruebas como suele</p><p>decirse, haz de discursos yuxtapuestos que se recubren unos a otros, se suceden, forman</p><p>una dimensión, un espesor, un expediente.</p><p>Freud no disponía aún de la noción, aislada como tal, de soporte material de la palabra.</p><p>Hoy, habría tomado, como elemento de su metáfora, la sucesión de fonemas que</p><p>componen parte del discurso del sujeto. Diría que la resistencia que encontramos es tanto</p><p>mayor cuanto más se aproxima el sujeto a un discurso que sería el último y el bueno, pero</p><p>que rechaza de plano.</p><p>En el esfuerzo de síntesis que ustedes han hecho, tal vez lo que no destacaron es una</p><p>cuestión que, sin embargo, está en primer plano tratándose de la resistencia: el problema</p><p>de las relaciones entre lo inconsciente y lo consciente. ¿Es la resistencia un fenómeno que</p><p>sólo aparece en el análisis? ¿O bien es algo de lo que podemos hablar cuando el sujeto</p><p>está fuera del análisis, incluso antes de llegar a él, o después de dejarlo? ¿Sigue teniendo</p><p>sentido la resistencia fuera del análisis?</p><p>Hay un texto sobre la resistencia que se encuentra en el análisis de los sueños, al que</p><p>ninguno de ustedes se ha referido, y que permite, sin embargo, abordar algunos</p><p>resueltos como (p.e.): 1 sobre a,</p><p>ó, raíz cuadrada de 3 sobre 1+ a – c, etc...; en otros</p><p>están tomados como gráficos.</p><p>Errores en nombres o palabras Debido a que esta edición puede contener errores en</p><p>función de las d iferentes transcripciones recomendamos</p><p>-cuando una frase o palabra no se encuentre- buscar por</p><p>aproximación de sentido, sonido o letra</p><p>SEMINARIO 26 Versión completa de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>SEMINARIO 27 Versión integrada con recopilación de la Escuela Freudiana de Buenos Aires</p><p>y propia de esta edición con investigación para este CD.</p><p>Sobre algunas limitaciones en letras y símbolos</p><p>Algunas limitaciones en letras y símbolos fueron resueltas de la siguiente</p><p>forma:</p><p>Sujeto Barrado: S barrada o S/ = $</p><p>El Otro barrado: A/ [A mayúscula barrada]</p><p>La mujer no existe: La [La barrada]. "La mujer no existe"</p><p>Inscripciones en griego: En algunos lugares podrá leerse [GRIEGO] o</p><p>[ESCRITURA EN GRIEGO], en otros aparece como</p><p>gráfico sustituyendo los carácteres.</p><p>Fórmulas matemáticas: Las inscripciones de símbolos aparecen como gráficos, o</p><p>redactadas para ser leídas.</p><p>Inscripciones de símbolo rombo</p><p>(lonsange)</p><p>Utilizado frecuentemente en la fórmula del fantasma o en</p><p>inscripciones matemáticas, figura con la palabra</p><p>[lonsage] o el rombito en forma de gráfico.</p><p>El símbolo de Raíz cuadrada Figura con el nombre [raíz cuadrada de...]</p><p>Símbolos o números en forma de</p><p>"quebrados"</p><p>En algunos casos están resueltos como (p.e.): 1 sobre a,</p><p>ó, raíz cuadrada de 3 sobre 1+ a – c, etc...; en otros</p><p>están tomados como gráficos.</p><p>Errores en nombres o palabras Debido a que esta edición puede contener errores en</p><p>función de las d iferentes transcripciones recomendamos</p><p>-cuando una frase o palabra no se encuentre- buscar por</p><p>aproximación de sentido, sonido o letra</p><p>Seminario -1 El Hombre de los Lobos</p><p>Seminario 0 El mito individual del neurótico. (El Hombre de las Ratas)</p><p>Seminario 1 Los Escritos Técnicos de Freud</p><p>Seminario 2 El Yo en la Teoría de Freud</p><p>Seminario 3 Las Psicosis</p><p>Seminario 4 La Relación de Objeto</p><p>Seminario 5 Las Formaciones del Inconsciente</p><p>Seminario 6 El Deseo y su interpretación</p><p>Seminario 7 La Ética del Psicoanálisis</p><p>Seminario 8 La Transferencia</p><p>Seminario 9 La Identificación</p><p>Seminario 10 bis (inédito) Los nombres del Padre</p><p>Seminario 10 La Angustia</p><p>Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis</p><p>Seminario 12 Problemas cruciales para el Psicoanálisis</p><p>Seminario 13 El Objeto del Psicoanálisis</p><p>Seminario 14 La Lógica del Fantasma</p><p>Seminario 15 El Acto Psicoanalítico</p><p>Seminario 16 De un otro al otro</p><p>Seminario 17 El Reverso del Psicoanálisis</p><p>Seminario 18 De un discurso que no sería de apariencia</p><p>Seminario 19 ....Ou Pire</p><p>Seminario 19 bis El Saber del Psicoanalista ("charlas" en Ste. Anne)</p><p>Seminario 19</p><p>(integrado)</p><p>El Saber del Psicoanalista</p><p>Seminario 20 Aún</p><p>Seminario 21 Los incautos no yerran (Los nombres del padre)</p><p>Seminario 22 R.S.I.</p><p>Seminario 23 El Sínthoma</p><p>Seminario 24 Lo no sabido que sabe de la una-equivocación se ampara en la morra</p><p>Seminario 25 El momento de concluir</p><p>Seminario 26 La Topología y el Tiempo</p><p>Seminario 27 Disolución</p><p>Seminario -1 El Hombre de los Lobos</p><p>Seminario 0 El mito individual del neurótico. (El Hombre de las Ratas)</p><p>Seminario 1 Los Escritos Técnicos de Freud</p><p>Seminario 2 El Yo en la Teoría de Freud</p><p>Seminario 3 Las Psicosis</p><p>Seminario 4 La Relación de Objeto</p><p>Seminario 5 Las Formaciones del Inconsciente</p><p>Seminario 6 El Deseo y su interpretación</p><p>Seminario 7 La Ética del Psicoanálisis</p><p>Seminario 8 La Transferencia</p><p>Seminario 9 La Identificación</p><p>Seminario 10 bis (inédito) Los nombres del Padre</p><p>Seminario 10 La Angustia</p><p>Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis</p><p>Seminario 12 Problemas cruciales para el Psicoanálisis</p><p>Seminario 13 El Objeto del Psicoanálisis</p><p>Seminario 14 La Lógica del Fantasma</p><p>Seminario 15 El Acto Psicoanalítico</p><p>Seminario 16 De un otro al otro</p><p>Seminario 17 El Reverso del Psicoanálisis</p><p>Seminario 18 De un discurso que no sería de apariencia</p><p>Seminario 19 ....Ou Pire</p><p>Seminario 19 bis El Saber del Psicoanalista ("charlas" en Ste. Anne)</p><p>Seminario 19</p><p>(integrado)</p><p>El Saber del Psicoanalista</p><p>Seminario 20 Aún</p><p>Seminario 21 Los incautos no yerran (Los nombres del padre)</p><p>Seminario 22 R.S.I.</p><p>Seminario 23 El Sínthoma</p><p>Seminario 24 Lo no sabido que sabe de la una-equivocación se ampara en la morra</p><p>Seminario 25 El momento de concluir</p><p>Seminario 26 La Topología y el Tiempo</p><p>Seminario 27 Disolución</p><p>El Hombre de los Lobos</p><p>Primera El inconsciente psicoanalítico</p><p>Segunda La experiencia escoptofílica es pasivizante</p><p>Tercera El Hombre de los Lobos (Nº 1)</p><p>Cuarta El Hombre de los Lobos (Nº 2)</p><p>Quinta El Hombre de los Lobos (Nº 3)</p><p>Indice General de Seminarios</p><p>El inconsciente psicoanalítico</p><p>Es el fruto de la represión ligada a ciertas fases del desarrollo infantil centradas sobre el</p><p>complejo de Edipo.</p><p>En este caso, se puede decir que el complejo de Edipo ha sido inacabado porque el padre</p><p>El Hombre de los Lobos</p><p>Primera El inconsciente psicoanalítico</p><p>Segunda La experiencia escoptofílica es pasivizante</p><p>Tercera El Hombre de los Lobos (Nº 1)</p><p>Cuarta El Hombre de los Lobos (Nº 2)</p><p>Quinta El Hombre de los Lobos (Nº 3)</p><p>Indice General de Seminarios</p><p>El inconsciente psicoanalítico</p><p>Es el fruto de la represión ligada a ciertas fases del desarrollo infantil centradas sobre el</p><p>complejo de Edipo.</p><p>En este caso, se puede decir que el complejo de Edipo ha sido inacabado porque el padre</p><p>es carente. El complejo no ha podido entonces realizarse en su plenitud en el buen</p><p>momento: el enfermo queda con solamente fragmentos del complejo de Edipo.</p><p>El erotismo uretral está ligado al rasgo de carácter ambicioso. El lenguaje da cuenta de</p><p>ello cuando alguien dice: "El apunta más alto de lo que puede mear"...</p><p>La pasión ambiciosa tiene un carácter relativo: el ambicioso quiere siempre llegar más alto</p><p>que el otro, su pasión ambiciosa está pues siempre insatisfecha.</p><p>Relación "a dos" de la frase de latencia pre-edípica=relación de dominancia o de sumisión.</p><p>La vergüenza no se inscribe más que en una relación al otro.</p><p>El Hombre de los Lobos permite electivamente poner de relieve las relaciones entre el</p><p>desarrollo del yo (moi)y la evolución de la libido. El conflicto a base de super-ego está</p><p>completamente en un segundo plano en esta observación.</p><p>El conflicto es del registro de las aspiraciones sexuales masculinas y femeninas.</p><p>No se pueden comprender y englobar todos los casos de la represión si no se iluminan las</p><p>relaciones del narcisismo y la libido.</p><p>En el animal, la activación de las funciones sexuales no está para nada desligada de toda</p><p>especie de actividades y referencias al otro y al semejante (paloma y espejo, pareo y su</p><p>relación con la parada).</p><p>En el hombre, existen relaciones de conocimiento —como hombre y mujer— entre</p><p>individuos. En los animales, la relación del sujeto es una relación "a dos". En una relación</p><p>"a dos" va a constituirse la referencia hembra a macho: conocimiento del partenaire . Pero</p><p>en el hombre, él se conoce antes que estas referencias al espectáculo determinante, el</p><p>individuo tiene ya al menos este conocimiento de sí mismo (estadio del espejo).</p><p>En razón de este acento</p><p>puesto en la experiencia de sus exigencias propiamente narcisísticas, se revela en el</p><p>individuo una suerte de prevalencia de una necesidad de dominio que va en el sentido</p><p>contrario de la elección instintual del objeto, y de eso resulta, en el caso del Hombre de los</p><p>Lobos, una situación muy particular. El sujeto hace una elección parcial y contrariada, y</p><p>eso lo lleva al desconocimiento de su partenaire femenino.</p><p>El acento está puesto y sostenido sobre la dimensión agresiva de la relación narcisística, y</p><p>esto provoca el estalido de su libido y su vida instintual queda reducida a explosiones</p><p>compulsivas cuando reencuentra cierta imago: la de la sirvienta en cuclillas, y puede</p><p>entonces realizar. El está pues en la posición del amo (en el sentido hegeliano), es deicr,</p><p>que está separado</p><p>problemas que ambos se han planteado, ya que Freud se interroga allí sobre el carácter</p><p>de inaccesibilidad del inconsciente. Las nociones de resistencia son antiquísimas. Desde el</p><p>origen, desde las primeras investigaciones de Freud, la resistencia está vinculada a la</p><p>noción de ego. Pero, cuando leemos en el texto de los Studien ciertas frases</p><p>sorprendentes, donde no sólo se considera al ego como tal, sino al ego como</p><p>representante de la masa ideacional, nos damos cuenta que la noción de ego deja</p><p>vislumbrar ya en Freud, todos los problemas que ahora nos plantea. Casi diría que es una</p><p>noción con efecto retroactivo. Cuando se leen estas primeras cosas a la luz de lo que</p><p>desde entonces se ha desarrollado en torno al ego, todas las formulaciones, incluso las</p><p>más recientes, parecen enmascarar en lugar de evidenciar.</p><p>En esta fórmula, la masa ideacional, no pueden ustedes dejar de percibir algo que se</p><p>asemeja singularmente a una fórmula que he podido darles, a saber que la</p><p>contratransferencia no es sino la función del ego del analista, lo que denominaba la suma</p><p>de los prejuicios del analista. Asimismo, encontramos en el paciente una organización</p><p>completa de certidumbres, creencias, coordenadas, referencias, que constituyen, hablando</p><p>estrictamente, lo que Freud llamaba desde el comienzo un sistema ideacional, y que</p><p>abreviando podemos llamar aquí el sistema.</p><p>¿Proviene la resistencia únicamente de allí? Cuando, en el límite de ese campo de la</p><p>palabra que es justamente la masa ideacional del yo, les representaba el montante de</p><p>silencio tras el cual una palabra distinta reaparece, aquella que se trata de reconquistar en</p><p>el inconsciente ya que ella es esa parte del sujeto separada de su historia: ¿acaso está allí</p><p>la resistencia? ¿Es, sí o no, pura y simplemente la organización del yo lo que constituye,</p><p>como tal, la resistencia? ¿Es esto lo que dificulta el acceso al contenido del inconsciente</p><p>en sentido radial, para emplear el término de Freud? Hénos aquí ante una pregunta muy</p><p>simple, demasiado simple, y como tal insoluble.</p><p>Afortunadamente, durante los primeros treinta años de este siglo, la técnica analítica ha</p><p>progresado lo suficiente, ha atravesado suficientes fases experimentales, como para</p><p>diferenciar sus preguntas. Hemos sido conducidos, ya lo ven, a lo siguiente —que les he</p><p>dicho sería el modelo de nuestra investigación— hay que plantear que la evolución, los</p><p>avatares de la experiencia analítica nos informan sobre la naturaleza misma de esta</p><p>experiencia, en tanto ella también es una experiencia humana enmascarada para sí</p><p>misma. Esto es aplicar al análisis mismo el esquema que él nos ha enseñado. ¿Después</p><p>de todo, no es él acaso un rodeo para acceder al inconsciente? Es también elevar a un</p><p>grado segundo el problema que nos plantea la neurosis. Por ahora, me limito a afirmarlo,</p><p>ustedes lo verán demostrarse a la par de nuestro examen.</p><p>¿Qué quiero? —sino salir de este verdadero callejón sin salida, mental y práctico, en el</p><p>que desemboca actualmente el análisis. Se dan cuenta ustedes que voy lejos en la</p><p>formulación de lo que digo: es importante someter el análisis mismo al esquema</p><p>operacional que él nos ha enseñado y que consiste en leer, en las diferentes fases de su</p><p>elaboración teórico-técnica, cómo avanzar en la reconquista de la realidad auténtica del</p><p>inconsciente por parte del sujeto.</p><p>Este método nos hará superar en mucho el simple catálogo formal de procedimientos o</p><p>categorías conceptuales. Volver a examinar el análisis, en un examen a su vez analítico,</p><p>es un procedimiento que revelará su fecundidad en relación a la técnica, como ya lo ha</p><p>revelado en relación a los textos clínicos de Freud.</p><p>5</p><p>Intervenciones en el curso de la discusión</p><p>Los textos analíticos abundan en impropiedades metódicas. Hay en ellos temas difíciles de</p><p>tratar, de verbalizar, sin dar al verbo un sujeto: leemos también continuamente que el ego</p><p>emite la señal de angustia, maneja el instinto de vida, el instinto de muerte; ya no se sabe</p><p>dónde está la central, dónde el guardagujas, dónde la aguja. Todo esto es escabroso.</p><p>Vemos aparecer constantemente en el texto analítico diablillos de Maxwell, que son de una</p><p>clarividencia, de una inteligencia... Lo molesto es que los analistas no tienen una idea muy</p><p>precisa de la naturaleza de estos demonios.</p><p>Estamos aquí para ver qué significa la evocación de la noción de ego de punta a punta de</p><p>la obra de Freud. Es imposible comprender lo que representa esta noción, tal como</p><p>empezó a surgir en los trabajos de 1920, en los estudios sobre la psicología del grupo y</p><p>Das Ich und das. Es, si se empieza mezclando todo en una suma general con el pretexto</p><p>de que se trata de aprehender una cierta vertiente del psiquismo. El ego, en la obra de</p><p>Freud, no es en absoluto esto. Cumple un papel funcional vinculado a necesidades</p><p>técnicas.</p><p>El triunvirato que funciona en Nueva York, Hartmann, Loewenstein y Kris, en su tentativa</p><p>actual de elaborar una psicología del ego, se pregunta constantemente: ¿qué quiso decir</p><p>Freud en su última teoría del ego? ¿Se han extraído, verdaderamente, hasta el momento</p><p>sus consecuencias técnicas? No traduzco, sólo repito lo que aparece en los dos o tres</p><p>últimos artículos de Hartmann. En el Psychanalytic Quaterly de 1951, encontrarán tres</p><p>artículos de Loewenstein, Kris y Hartmann sobre este tema que merecen ser leídos. No</p><p>podemos decir que lleguen a una formulación totalmente satisfactoria, pero investigan en</p><p>este sentido y plantean principios teóricos que implican aplicaciones técnicas muy</p><p>importantes que, según ellos, no se habían percibido. Es muy interesante seguir este</p><p>trabajo que se elabora a través de artículos que vemos sucederse desde hace algunos</p><p>años, especialmente desde el fin de la guerra. Creo que en ellos se evidencia un fracaso</p><p>muy significativo, que debe sernos instructivo.</p><p>En todo caso, es grande la distancia recorrida entre el ego del que se habla en los Studien,</p><p>masa ideacional, contenido de ideaciones, y la última teoría del ego, aún problemática</p><p>para nosotros, tal como Freud la formulo a partir de 1920. Entre ambas, se encuentra ese</p><p>campo central que estamos estudiando.</p><p>¿Cómo apareció esta última teoría del ego? Es la culminación de la elaboración teórica de</p><p>Freud, una teoría extraordinariamente nueva y original. Sin embargo, en la pluma de</p><p>Hartmann ella se presenta como si tendiera a incorporarse con todas sus fuerzas a la</p><p>psicología clásica.</p><p>Ambas cosas son ciertas. Esta teoría, Kris es quien lo escribe, hace entrar al psicoanálisis</p><p>en la psicología general, y a la vez, aporta una novedad sin precedentes. Paradoja que</p><p>aquí debemos resaltar, ya sea que sigamos con los escritos técnicos hasta las vacaciones,</p><p>o bien que abordemos el mismo problema en los escritos de Schreber.</p><p>..........................................................................................................</p><p>En el artículo de Bergmann, Germinal cell, se considera como célula germinal de la</p><p>observación analítica la noción de reencuentro y restitución del pasado. Hace referencia a</p><p>los Studien über Hysterie para evidenciar que Freud hasta el final de su obra, hasta las</p><p>expresiones últimas de su pensamiento, mantiene siempre en primer lugar esta noción del</p><p>pasado, de mil maneras, y sobre todo bajo la forma de la reconstrucción. En este artículo,</p><p>la experiencia de la resistencia no es considerada pues central.</p><p>.............................................................................................................</p><p>Hyppolite alude al hecho de que los trabajos anatómicos de Freud pueden considerarse</p><p>éxitos, y como tales fueron sancionados. En cambio, cuando comenzó a operar en el plano</p><p>fisiológico, parece haber manifestado un cierto desinterés. Esta es una de las razones por</p><p>las que no profundizó el alcance del descubrimiento de la cocaína. Su investigación</p><p>fisiológica fue floja porque permaneció demasiado cerca de la terapéutica. Freud se ocupó</p><p>de la utilización de la cocaína como analgésico, y dejó de lado su valor anestésico.</p><p>En fin, aquí sólo estamos evocando un rasgo de</p><p>la personalidad de Freud. Sin duda,</p><p>podríamos preguntarnos si, como decía Z*, se reservaba para un destino mejor. Pero me</p><p>parece excesivo llegar hasta el punto de decir que su orientación hacia la psicopatología</p><p>fue para él una compensación. Si leemos los trabajos publicados con el título El nacimiento</p><p>del psicoanálisis(5) y el primer manuscrito encontrado donde figura la teoría del aparato</p><p>psíquico, nos damos cuenta que él está realmente en la corriente de la elaboración teórica</p><p>de su época sobre el funcionamiento mecanicista del aparato nervioso; por otra parte todo</p><p>el mundo lo ha reconocido así.</p><p>Por ello no debemos asombrarnos demasiado de que se inmiscuyan allí metáforas</p><p>eléctricas. Pero no hay que olvidar que es en el campo de la conducción nerviosa donde</p><p>por primera vez la corriente eléctrica fue experimentada sin aún saberse cuál sería su</p><p>alcance.</p><p>................................................................................................................................................</p><p>...</p><p>Z*: Creo que, desde el punto de vista clínico, la noción de resistencia representa realmente</p><p>una experiencia que todos enfrentamos alguna vez con casi todos los pacientes en nuestra</p><p>práctica: resiste y eso me pone furioso.</p><p>¿Qué? ¿Cómo dice?</p><p>Z*: Esa experiencia extremadamente desagradable en la que uno se dice: estaba a punto</p><p>de encontrarlo, podría encontrarlo él mismo, lo sabe sin saber que lo sabe, no tiene sino</p><p>que mirar más allá de sus narices, y este pedazo de imbécil, este idiota, todos los términos</p><p>agresivos y hostiles que se nos ocurran, no lo hace. Y la tentación que se siente de</p><p>forzarlo, de obligarlo...</p><p>No se regodee demasiado en eso.</p><p>SR. HYPPOLITE: Esta resistencia que hace pasar al analizado por idiota es lo único que</p><p>permite al analista ser inteligente. Esto le permite una elevada conciencia de sí.</p><p>De todos modos, la trampa de la contratransferencia, puesto que así hay que llamarla, es</p><p>Vemos aparecer constantemente en el texto analítico diablillos de Maxwell, que son de una</p><p>clarividencia, de una inteligencia... Lo molesto es que los analistas no tienen una idea muy</p><p>precisa de la naturaleza de estos demonios.</p><p>Estamos aquí para ver qué significa la evocación de la noción de ego de punta a punta de</p><p>la obra de Freud. Es imposible comprender lo que representa esta noción, tal como</p><p>empezó a surgir en los trabajos de 1920, en los estudios sobre la psicología del grupo y</p><p>Das Ich und das. Es, si se empieza mezclando todo en una suma general con el pretexto</p><p>de que se trata de aprehender una cierta vertiente del psiquismo. El ego, en la obra de</p><p>Freud, no es en absoluto esto. Cumple un papel funcional vinculado a necesidades</p><p>técnicas.</p><p>El triunvirato que funciona en Nueva York, Hartmann, Loewenstein y Kris, en su tentativa</p><p>actual de elaborar una psicología del ego, se pregunta constantemente: ¿qué quiso decir</p><p>Freud en su última teoría del ego? ¿Se han extraído, verdaderamente, hasta el momento</p><p>sus consecuencias técnicas? No traduzco, sólo repito lo que aparece en los dos o tres</p><p>últimos artículos de Hartmann. En el Psychanalytic Quaterly de 1951, encontrarán tres</p><p>artículos de Loewenstein, Kris y Hartmann sobre este tema que merecen ser leídos. No</p><p>podemos decir que lleguen a una formulación totalmente satisfactoria, pero investigan en</p><p>este sentido y plantean principios teóricos que implican aplicaciones técnicas muy</p><p>importantes que, según ellos, no se habían percibido. Es muy interesante seguir este</p><p>trabajo que se elabora a través de artículos que vemos sucederse desde hace algunos</p><p>años, especialmente desde el fin de la guerra. Creo que en ellos se evidencia un fracaso</p><p>muy significativo, que debe sernos instructivo.</p><p>En todo caso, es grande la distancia recorrida entre el ego del que se habla en los Studien,</p><p>masa ideacional, contenido de ideaciones, y la última teoría del ego, aún problemática</p><p>para nosotros, tal como Freud la formulo a partir de 1920. Entre ambas, se encuentra ese</p><p>campo central que estamos estudiando.</p><p>¿Cómo apareció esta última teoría del ego? Es la culminación de la elaboración teórica de</p><p>Freud, una teoría extraordinariamente nueva y original. Sin embargo, en la pluma de</p><p>Hartmann ella se presenta como si tendiera a incorporarse con todas sus fuerzas a la</p><p>psicología clásica.</p><p>Ambas cosas son ciertas. Esta teoría, Kris es quien lo escribe, hace entrar al psicoanálisis</p><p>en la psicología general, y a la vez, aporta una novedad sin precedentes. Paradoja que</p><p>aquí debemos resaltar, ya sea que sigamos con los escritos técnicos hasta las vacaciones,</p><p>o bien que abordemos el mismo problema en los escritos de Schreber.</p><p>..........................................................................................................</p><p>En el artículo de Bergmann, Germinal cell, se considera como célula germinal de la</p><p>observación analítica la noción de reencuentro y restitución del pasado. Hace referencia a</p><p>los Studien über Hysterie para evidenciar que Freud hasta el final de su obra, hasta las</p><p>expresiones últimas de su pensamiento, mantiene siempre en primer lugar esta noción del</p><p>pasado, de mil maneras, y sobre todo bajo la forma de la reconstrucción. En este artículo,</p><p>la experiencia de la resistencia no es considerada pues central.</p><p>.............................................................................................................</p><p>Hyppolite alude al hecho de que los trabajos anatómicos de Freud pueden considerarse</p><p>éxitos, y como tales fueron sancionados. En cambio, cuando comenzó a operar en el plano</p><p>fisiológico, parece haber manifestado un cierto desinterés. Esta es una de las razones por</p><p>las que no profundizó el alcance del descubrimiento de la cocaína. Su investigación</p><p>fisiológica fue floja porque permaneció demasiado cerca de la terapéutica. Freud se ocupó</p><p>de la utilización de la cocaína como analgésico, y dejó de lado su valor anestésico.</p><p>En fin, aquí sólo estamos evocando un rasgo de la personalidad de Freud. Sin duda,</p><p>podríamos preguntarnos si, como decía Z*, se reservaba para un destino mejor. Pero me</p><p>parece excesivo llegar hasta el punto de decir que su orientación hacia la psicopatología</p><p>fue para él una compensación. Si leemos los trabajos publicados con el título El nacimiento</p><p>del psicoanálisis(5) y el primer manuscrito encontrado donde figura la teoría del aparato</p><p>psíquico, nos damos cuenta que él está realmente en la corriente de la elaboración teórica</p><p>de su época sobre el funcionamiento mecanicista del aparato nervioso; por otra parte todo</p><p>el mundo lo ha reconocido así.</p><p>Por ello no debemos asombrarnos demasiado de que se inmiscuyan allí metáforas</p><p>eléctricas. Pero no hay que olvidar que es en el campo de la conducción nerviosa donde</p><p>por primera vez la corriente eléctrica fue experimentada sin aún saberse cuál sería su</p><p>alcance.</p><p>................................................................................................................................................</p><p>...</p><p>Z*: Creo que, desde el punto de vista clínico, la noción de resistencia representa realmente</p><p>una experiencia que todos enfrentamos alguna vez con casi todos los pacientes en nuestra</p><p>práctica: resiste y eso me pone furioso.</p><p>¿Qué? ¿Cómo dice?</p><p>Z*: Esa experiencia extremadamente desagradable en la que uno se dice: estaba a punto</p><p>de encontrarlo, podría encontrarlo él mismo, lo sabe sin saber que lo sabe, no tiene sino</p><p>que mirar más allá de sus narices, y este pedazo de imbécil, este idiota, todos los términos</p><p>agresivos y hostiles que se nos ocurran, no lo hace. Y la tentación que se siente de</p><p>forzarlo, de obligarlo...</p><p>No se regodee demasiado en eso.</p><p>SR. HYPPOLITE: Esta resistencia que hace pasar al analizado por idiota es lo único que</p><p>permite al analista ser inteligente. Esto le permite una elevada conciencia de sí.</p><p>De todos modos, la trampa de la contratransferencia, puesto que así hay que llamarla, es</p><p>más insidiosa que este primer plano.</p><p>................................................................................................................................................</p><p>...</p><p>Z*: Freud sustituyó el poder indirecto y más potable que la ciencia ofrece sobre la</p><p>naturaleza al poder directo sobre los seres humanos. Volvemos a ver aquí el mecanismo</p><p>de intelectualización; comprender a la naturaleza y de ese modo someterla, fórmula clásica</p><p>del determinismo, lo cual por alusión remite a ese carácter autoritario de Freud que puntúa</p><p>toda su historia, y particularmente, sus relaciones tanto con los herejes como con sus</p><p>discípulos.</p><p>Debo decir que si bien hablo en ese sentido, no he llegado al extremo de convertirlo en la</p><p>clave del descubrimiento de freudiano.</p><p>Z*: Tampoco pienso convertirlo en su clave, sino en un elemento interesante a destacar.</p><p>En esa resistencia, la hipersensibilidad de Freud a la resistencia del sujeto no deja de estar</p><p>en relación con su propio carácter.</p><p>¿Qué es lo que le permite hablar de la hipersensibilidad de Freud?</p><p>Z*: El hecho de que él, y no Breuer, ni Charcot, ni los otros, la haya descubierto. Fue a él a</p><p>quien le sucedió, porque la sintió más intensamente, y elucidó lo que había experimentada.</p><p>¿Cree usted que destacar el valor de una función como la resistencia significa que quien lo</p><p>hace tiene una intolerancia peculiar hacia aquello que le resiste? Por el contrario, ¿no es</p><p>acaso por haber sabido dominarla, por ir más lejos, y mucho 'más allá, que pudo Freud</p><p>hacerla uno de los resortes de la terapéutica, un factor que se puede objetivar, nombrar y</p><p>manejar? ¿Cree usted que Freud es más autoritario que Charcot?, cuando Freud —en la</p><p>medida en que pudo—renuncia a la sugestión para dejar integrar al sujeto aquello de lo</p><p>cual está separado por las resistencias. En otros términos, ¿hay menos autoritarismo en</p><p>quienes desconocen la resistencia, o en quien la reconoce como tal? Yo tendería más bien</p><p>a creer que quien, en el hipnotismo, intenta hacer del sujeto su objeto, su cosa, volverlo</p><p>dócil como un guante, para así darle la forma que quiere, para sacar de él lo que quiere,</p><p>está impulsado, en mayor medida que Freud, por una necesidad de dominar y de ejercer</p><p>su poder. Freud parece, al contrario, respetuoso de lo que comúnmente también se llama</p><p>la resistencia del objeto.</p><p>Z*: Desde luego.</p><p>Creo que debemos ser muy prudentes aquí. No podemos manejar tan fácilmente nuestra</p><p>técnica. Cuando les hablo de analizar la obra de Freud, es para proceder a ello con toda la</p><p>prudencia analítica. No debe hacerse de un rasgo de carácter una constante de la</p><p>personalidad, y menos aún una carácterística del sujeto. Jones ha escrito, sobre este</p><p>tema, cosas sumamente imprudentes, pero que son de todos modos mucho más</p><p>matizadas que lo que ha dicho usted. Pensar que la carrera de Freud ha sido una</p><p>compensación de su deseo de poder, incluso de su franca megalomanía, de la que por</p><p>otra parte quedan huellas en sus escritos, creo que es... El drama de Freud, en el</p><p>momento en que descubre su vía, no puede resumirse así. Después de todo hemos</p><p>aprendido en el análisis lo s uficiente como para no creernos obligados a identificar a Freud</p><p>soñando con dominar al mundo, con Freud iniciador de una nueva verdad. Esto no me</p><p>parece provenir de la misma Cupido, si es que no es de la misma libido.</p><p>Sr. HYPPOLITE: Con todo me parece —sin aceptar integralmente las fórmulas de Z* y las</p><p>conclusiones que de ellas saca— que, en la dominación hipnótica de Charcot sólo se trata</p><p>de la dominación de un ser reducido a objeto, de la posesión de un ser que ya no es</p><p>dueño de sí. Mientras que la dominación freudiana consiste en vencer a un sujeto, a un ser</p><p>que aún tiene conciencia de sí. Hay pues una mayor voluntad de dominio en el dominio de</p><p>la resistencia a vencer, que en la pura y simple supresión de esa resistencia; sin que</p><p>pueda deducirse que Freud haya querido dominar el mundo.</p><p>¿En la experiencia de Freud, se trata acaso de dominio? Siempre tuve mis reservas sobre</p><p>muchas cosas que no están indicadas en su modo de proceder. Su intervencionismo, en</p><p>particular, nos sorprende si lo comparamos con algunos principios técnicos a los que ahora</p><p>damos importancia. Pero no hay en este intervencionismo —contrariamente a lo que dice</p><p>Hyppolite— satisfacción alguna por haber obtenido la victoria sobre la conciencia del</p><p>sujeto; menos seguramente, que en las técnicas modernas, que ponen todo el acento en</p><p>la resistencia. En Freud, vemos una actitud más diferenciada, es decir más humana.</p><p>No siempre define lo que hoy se llama interpretación de la defensa, quizá no es éste el</p><p>mejor modo de decirlo. Pero al fin y al cabo, la interpretación del contenido cumple en</p><p>Freud el papel de interpretación de la defensa.</p><p>Al evocar eso tiene usted razón Z*. Es lo que esto es para usted. Intentaré mostrarles en</p><p>qué rodeo surge el peligro, a través de las intervenciones del analista, de forzar al sujeto.</p><p>Es mucho más evidente en las técnicas llamadas modernas —como se dice al hablar del</p><p>análisis como se habla del ajedrez— de lo que jamás lo ha sido en Freud. No creo que la</p><p>promoción teórica de la noción de la resistencia pueda servir como pretexto para formular</p><p>respecto a Freud esa acusación que va radicalmente en sentido opuesto al efecto</p><p>liberador de su obra y su acción terapéutica.</p><p>No enjuicio sus intenciones Z*. Lo que usted manifiesta es, efectivamente, una intención.</p><p>Ciertamente hay que tener espíritu de examen, de crítica, aún frente a la obra original,</p><p>pero de este modo, sólo se consigue espesar el misterio, y de ninguna manera aclararlo.</p><p>más insidiosa que este primer plano.</p><p>................................................................................................................................................</p><p>...</p><p>Z*: Freud sustituyó el poder indirecto y más potable que la ciencia ofrece sobre la</p><p>naturaleza al poder directo sobre los seres humanos. Volvemos a ver aquí el mecanismo</p><p>de intelectualización; comprender a la naturaleza y de ese modo someterla, fórmula clásica</p><p>del determinismo, lo cual por alusión remite a ese carácter autoritario de Freud que puntúa</p><p>toda su historia, y particularmente, sus relaciones tanto con los herejes como con sus</p><p>discípulos.</p><p>Debo decir que si bien hablo en ese sentido, no he llegado al extremo de convertirlo en la</p><p>clave del descubrimiento de freudiano.</p><p>Z*: Tampoco pienso convertirlo en su clave, sino en un elemento interesante a destacar.</p><p>En esa resistencia, la hipersensibilidad de Freud a la resistencia del sujeto no deja de estar</p><p>en relación con su propio carácter.</p><p>¿Qué es lo que le permite hablar de la hipersensibilidad de Freud?</p><p>Z*: El hecho de que él, y no Breuer, ni Charcot, ni los otros, la haya descubierto. Fue a él a</p><p>quien le sucedió, porque la sintió más intensamente, y elucidó lo que había experimentada.</p><p>¿Cree usted que destacar el valor de una función como la resistencia significa que quien lo</p><p>hace tiene una intolerancia peculiar hacia aquello que le resiste? Por el contrario, ¿no es</p><p>acaso por haber sabido dominarla, por ir más lejos, y mucho 'más allá, que pudo Freud</p><p>hacerla uno de los resortes de la terapéutica, un factor que se puede objetivar, nombrar y</p><p>manejar? ¿Cree usted que Freud es más autoritario que Charcot?, cuando Freud —en la</p><p>medida en que pudo—renuncia a la sugestión para dejar integrar al sujeto aquello de lo</p><p>cual está separado por las resistencias. En otros términos, ¿hay menos autoritarismo en</p><p>quienes desconocen la resistencia, o en quien la reconoce como tal? Yo tendería más bien</p><p>a creer que quien, en el hipnotismo, intenta hacer del sujeto su objeto, su cosa, volverlo</p><p>dócil como un guante, para así darle la forma que quiere, para sacar de él lo que quiere,</p><p>está impulsado, en mayor medida que Freud, por una necesidad de dominar y de ejercer</p><p>su poder. Freud parece, al contrario, respetuoso de lo que comúnmente también se llama</p><p>la resistencia del objeto.</p><p>Z*: Desde luego.</p><p>Creo que debemos ser muy prudentes aquí. No podemos manejar tan fácilmente nuestra</p><p>técnica. Cuando les hablo de analizar la obra de Freud, es para proceder a ello con toda la</p><p>prudencia analítica. No debe hacerse de un rasgo de carácter una constante de la</p><p>personalidad, y menos aún</p><p>una carácterística del sujeto. Jones ha escrito, sobre este</p><p>tema, cosas sumamente imprudentes, pero que son de todos modos mucho más</p><p>matizadas que lo que ha dicho usted. Pensar que la carrera de Freud ha sido una</p><p>compensación de su deseo de poder, incluso de su franca megalomanía, de la que por</p><p>otra parte quedan huellas en sus escritos, creo que es... El drama de Freud, en el</p><p>momento en que descubre su vía, no puede resumirse así. Después de todo hemos</p><p>aprendido en el análisis lo s uficiente como para no creernos obligados a identificar a Freud</p><p>soñando con dominar al mundo, con Freud iniciador de una nueva verdad. Esto no me</p><p>parece provenir de la misma Cupido, si es que no es de la misma libido.</p><p>Sr. HYPPOLITE: Con todo me parece —sin aceptar integralmente las fórmulas de Z* y las</p><p>conclusiones que de ellas saca— que, en la dominación hipnótica de Charcot sólo se trata</p><p>de la dominación de un ser reducido a objeto, de la posesión de un ser que ya no es</p><p>dueño de sí. Mientras que la dominación freudiana consiste en vencer a un sujeto, a un ser</p><p>que aún tiene conciencia de sí. Hay pues una mayor voluntad de dominio en el dominio de</p><p>la resistencia a vencer, que en la pura y simple supresión de esa resistencia; sin que</p><p>pueda deducirse que Freud haya querido dominar el mundo.</p><p>¿En la experiencia de Freud, se trata acaso de dominio? Siempre tuve mis reservas sobre</p><p>muchas cosas que no están indicadas en su modo de proceder. Su intervencionismo, en</p><p>particular, nos sorprende si lo comparamos con algunos principios técnicos a los que ahora</p><p>damos importancia. Pero no hay en este intervencionismo —contrariamente a lo que dice</p><p>Hyppolite— satisfacción alguna por haber obtenido la victoria sobre la conciencia del</p><p>sujeto; menos seguramente, que en las técnicas modernas, que ponen todo el acento en</p><p>la resistencia. En Freud, vemos una actitud más diferenciada, es decir más humana.</p><p>No siempre define lo que hoy se llama interpretación de la defensa, quizá no es éste el</p><p>mejor modo de decirlo. Pero al fin y al cabo, la interpretación del contenido cumple en</p><p>Freud el papel de interpretación de la defensa.</p><p>Al evocar eso tiene usted razón Z*. Es lo que esto es para usted. Intentaré mostrarles en</p><p>qué rodeo surge el peligro, a través de las intervenciones del analista, de forzar al sujeto.</p><p>Es mucho más evidente en las técnicas llamadas modernas —como se dice al hablar del</p><p>análisis como se habla del ajedrez— de lo que jamás lo ha sido en Freud. No creo que la</p><p>promoción teórica de la noción de la resistencia pueda servir como pretexto para formular</p><p>respecto a Freud esa acusación que va radicalmente en sentido opuesto al efecto</p><p>liberador de su obra y su acción terapéutica.</p><p>No enjuicio sus intenciones Z*. Lo que usted manifiesta es, efectivamente, una intención.</p><p>Ciertamente hay que tener espíritu de examen, de crítica, aún frente a la obra original,</p><p>pero de este modo, sólo se consigue espesar el misterio, y de ninguna manera aclararlo.</p><p>La resistencia y las defensas.</p><p>7 de Enero de 1954</p><p>Un testimonio de Annie Reich. De ego a ego. Realidad y fantasma del trauma. Historia,</p><p>vivido, revivido.</p><p>Comencemos felicitando a Mannoni y Anzieu por sus ponencias cuyo interés reside en</p><p>haberles mostrado los aspectos candentes del problema que enfrentamos. Como</p><p>corresponde a mentes sin duda formadas, pero hace poco iniciadas, no en la aplicación</p><p>del análisis, pero sí en su práctica, sus ponencias tu un matiz agudo, incluso polémico, lo</p><p>cual resulta siempre interesante como introducción al problema en su vivacidad.</p><p>Se ha planteado una cuestión muy delicada, más delicada aún en tanto se trata de una</p><p>cuestión, lo he indicado en los comentarios que he intercalado, muy actual para algunos</p><p>de nosotros.</p><p>Implícitamente se le reprochó a Freud su autoritarismo como supuesto inaugural de su</p><p>método. Es paradójico. Si algo hace la originalidad del tratamiento analítico es justamente</p><p>el haber percibido, desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto</p><p>consigo mismo. El hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento, tal como se los expuse</p><p>a principios de este año, consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el</p><p>sentido de los síntomas.</p><p>El rechazo de este sentido es lo que le plantea al sujeto un problema. Este sentido no</p><p>debe serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que</p><p>respeta a la persona humana —tal como hoy la entendemos luego de habernos dado</p><p>cuenta que la misma tenía su valor— que no sólo la respeta, sino que no puede funcionar</p><p>sino respetándola. Sería entonces paradójico colocar en primer plano la idea de que la</p><p>técnica analítica tiene como objetivo forzar la resistencia del sujeto. Esto no quiere decir</p><p>que el problema no se plantee en absoluto.</p><p>¿Acaso no sabemos en efecto, que hoy en día hay analistas que no dan ni un paso en el</p><p>tratamiento sin enseñar a sus alumnos a preguntarse siempre en relación al paciente:</p><p>¿qué habrá inventado como defensa esta vez?</p><p>Esta concepción no es verdaderamente policial —si por policial queremos decir intento de</p><p>encontrar algo oculto—, éste es más bien el término que puede aplicarse a las fases</p><p>dudosas del análisis en sus períodos arcaicos. Están más bien siempre intentando saber</p><p>cuál es la postura que el sujeto ha podido asumir, cuál su hallazgo, a fin de colocarse en</p><p>una posición tal que haga inoperante todo cuanto le digamos. No sería justo decir que</p><p>imputan mala fe al sujeto pues la mala fe está por demás vinculada a implicaciones del</p><p>orden del conocimiento totalmente ajenas a este estado mental. Incluso esto sería</p><p>demasiado sutil. Está allí presente la idea de una mala voluntad fundamental del sujeto.</p><p>Todos estos rasgos me hacen creer que soy preciso al calificar este estilo analítico como</p><p>inquisitorial.</p><p>1</p><p>Antes de entrar en tema, voy a tomar como ejemplo el artículo de Annie Reich sobre la</p><p>contratransferencia, aparecido en el primer número de 1951 del International Journal of</p><p>Psychoanalysis. Las coordenadas de este artículo están tomadas de un modo de orientar</p><p>La resistencia y las defensas.</p><p>7 de Enero de 1954</p><p>Un testimonio de Annie Reich. De ego a ego. Realidad y fantasma del trauma. Historia,</p><p>vivido, revivido.</p><p>Comencemos felicitando a Mannoni y Anzieu por sus ponencias cuyo interés reside en</p><p>haberles mostrado los aspectos candentes del problema que enfrentamos. Como</p><p>corresponde a mentes sin duda formadas, pero hace poco iniciadas, no en la aplicación</p><p>del análisis, pero sí en su práctica, sus ponencias tu un matiz agudo, incluso polémico, lo</p><p>cual resulta siempre interesante como introducción al problema en su vivacidad.</p><p>Se ha planteado una cuestión muy delicada, más delicada aún en tanto se trata de una</p><p>cuestión, lo he indicado en los comentarios que he intercalado, muy actual para algunos</p><p>de nosotros.</p><p>Implícitamente se le reprochó a Freud su autoritarismo como supuesto inaugural de su</p><p>método. Es paradójico. Si algo hace la originalidad del tratamiento analítico es justamente</p><p>el haber percibido, desde su origen y de entrada, la relación problemática del sujeto</p><p>consigo mismo. El hallazgo propiamente dicho, el descubrimiento, tal como se los expuse</p><p>a principios de este año, consiste en haber puesto esta relación en conjunción con el</p><p>sentido de los síntomas.</p><p>El rechazo de este sentido es lo que le plantea al sujeto un problema. Este sentido no</p><p>debe serle revelado, debe ser asumido por él. Por eso el psicoanálisis es una técnica que</p><p>respeta a la persona humana —tal como hoy la entendemos luego de habernos dado</p><p>cuenta que la misma tenía su valor— que no sólo la respeta, sino que no puede funcionar</p><p>sino respetándola. Sería entonces paradójico colocar en primer plano la idea de que la</p><p>técnica analítica tiene como objetivo forzar la resistencia del sujeto. Esto no quiere decir</p><p>que el problema no se plantee en absoluto.</p><p>¿Acaso no sabemos en efecto, que hoy en día hay analistas que no dan ni un paso en el</p><p>tratamiento sin enseñar a sus alumnos a preguntarse siempre en relación al paciente:</p><p>¿qué habrá inventado como defensa esta vez?</p><p>Esta concepción no es verdaderamente policial —si por policial queremos decir intento de</p><p>encontrar algo oculto—, éste es más bien el término que puede aplicarse a las fases</p><p>dudosas del análisis en sus períodos arcaicos. Están más bien siempre intentando saber</p><p>cuál es la postura que el sujeto ha podido asumir, cuál su hallazgo, a fin de colocarse en</p><p>una posición tal que haga inoperante todo cuanto le digamos. No sería justo decir que</p><p>imputan mala fe al sujeto pues la mala fe está por demás vinculada a implicaciones del</p><p>orden del conocimiento totalmente ajenas a este estado mental. Incluso esto sería</p><p>demasiado sutil. Está allí presente la idea de una mala voluntad fundamental del sujeto.</p><p>Todos estos rasgos me hacen creer que soy preciso al calificar este estilo analítico como</p><p>inquisitorial.</p><p>1</p><p>Antes de entrar en tema, voy a tomar como ejemplo el artículo de Annie Reich sobre la</p><p>contratransferencia, aparecido en el primer número de 1951 del International Journal of</p><p>Psychoanalysis. Las coordenadas de este artículo están tomadas de un modo de orientar</p><p>la técnica que triunfa en cierto sector de la escuela inglesa. Ustedes saben que se llega a</p><p>afirmar que todo el análisis debe desarrollarse hic et nunc . Todo transcurriría en un</p><p>forcejeo con las intenciones del sujeto, aquí y ahora, en la sesión. Sin duda se reconoce</p><p>que se vislumbran fragmentos de su pasado, pero se piensa que a fin de cuentas es en la</p><p>prueba —casi llegaría a decir en la prueba de fuerza psicológica— en el interior del</p><p>tratamiento donde se desarrolla la actividad del analista.</p><p>Para estos autores, para Annie Reich, nada tiene importancia salvo el reconocimiento por</p><p>parte del sujeto, hic et nunc, de las intenciones de su discurso. Y sus intenciones sólo</p><p>tienen valor en su alcance hic et nunc, en la interlocución presente. El sujeto puede relatar</p><p>sus encontronazos con el tendero o con el peluquero, pero en realidad lo hace para</p><p>insultar y molestar a quien se dirige, es decir al analista.</p><p>Algo de verdad hay en esto. Basta la más mínima experiencia de la vida conyugal para</p><p>saber que siempre hay cierta reivindicación implícita en el hecho de que uno de los</p><p>cónyuges le cuente al otro lo que le ha molestado durante el día más bien que lo contrario.</p><p>Pero puede también reflejar la inquietud por informarle algún suceso importante que desea</p><p>que conozca. Ambos aspectos son ciertos. Se trata de saber cuál de ellos debemos</p><p>destacar.</p><p>Las cosas, van, a veces, más lejos, como lo muestra esta historia que Annie Reich relata.</p><p>Algunos datos están alterados pero todo hace pensar que se trata de un análisis didáctico,</p><p>en todo caso del análisis de alguien cuyo campo de actividades es muy cercano al</p><p>psicoanálisis.</p><p>El analizado fue invitado a dar una disertación en la radio sobre un tema que interesa</p><p>profundamente a la analista; son cosas que pasan. Sucede que esta intervención</p><p>radiofónica se realizó algunos días después de la muerte de la madre del analizado. Ahora</p><p>bien, todo indica que la susodicha madre juega un papel extremadamente importante en</p><p>las fijaciones del paciente. A pesar de estar sumamente afectado por este duelo, sigue</p><p>cumpliendo con sus obligaciones de modo particularmente brillante. Llega a la sesión</p><p>siguiente en un estado de estupor rayano con la confusión. No sólo no se le puede sacar</p><p>nada, sino que lo que dice sorprende por su incoordinación. La analista temerariamente</p><p>interpreta: usted está en este estado porque piensa que estoy muy resentida por el éxito</p><p>que acaba de obtener el otro día en la radio, hablando de ese tema que como usted sabe,</p><p>me interesa en primer término a mí. ¡Nada menos!</p><p>La continuación de esta observación muestra que, tras esta interpretación-choque que no</p><p>dejó de producir cierto efecto, ya que después de ella el sujeto se recobró</p><p>instantáneamente, el sujeto necesitó por lo menos un año para restablecerse.</p><p>Esto demuestra que el hecho de que el sujeto salga de su estado brumoso tras una</p><p>intervención del analista no prueba en absoluto que la misma fuese eficaz en el sentido</p><p>estrictamente terapéutico, estructurante de la palabra, es decir que ella fuese en el</p><p>análisis, verdadera. Al revés.</p><p>Annie Reich devolvió al sujeto el sentido de la unidad de su yo. Este sale bruscamente de</p><p>la confusión en que estaba diciéndose: He aquí alguien que me recuerda que en efecto</p><p>somos todos lobos entre lobos y que estamos vivos. Entonces recomienza, arranca; el</p><p>efecto es instantáneo. Es imposible en la experiencia analítica considerar el cambio de</p><p>estilo del sujeto como prueba de la justeza de una interpretación. Considero que lo que</p><p>prueba la justeza de una interpretación es que el sujeto traiga un material que la confirme.</p><p>Y aún esto debe ser matizado.</p><p>Al cabo de un año, el sujeto se da cuenta que su estado confusional era consecuencia de</p><p>sus reacciónes de duelo, que sólo invirtiéndolas había podido superar. Los remito aquí a la</p><p>psicología del duelo, cuyo aspecto depresivo conocen suficientemente algunos de</p><p>ustedes.</p><p>En efecto, una intervención radiofónica es un modo muy particular de palabra pues está</p><p>dirigida por un locutor invisible a una masa invisible de oyentes. Puede decirse que, en la</p><p>imaginación del locutor, la palabra no se dirige forzosamente a quienes le escuchan sino</p><p>más bien a todos, tanto a los vivos como a los muertos. El sujeto estaba allí en una</p><p>relación conflictual: podía lamentar que su madre no pudiese ser testigo de su éxito, pero a</p><p>la vez, quizás, en el discurso que dirigía a sus invisibles oyentes, algo estaba a ella</p><p>destinado.</p><p>Sea como fuere, el carácter de la actitud del sujeto está claramente invertido,</p><p>pseudo-maníaco, y su estrecha relación con la pérdida reciente de su madre, objeto</p><p>privilegiado de sus lazos de amor, constituye manifiestamente el motor del estado crítico</p><p>en que había llegado a la sesión siguiente, después de su hazaña, después de haber</p><p>llevado a cabo de modo brillante, a pesar de las circunstancias desfavorables, lo que se</p><p>había comprometido a hacer. De este modo, la misma Annie Reich, que sin embargo, está</p><p>lejos de sustentar una actitud crítica ante este estilo de intervención, atestigua que la</p><p>interpretación fundada en la significación intencional del acto del discurso en el momento</p><p>presente de la sesión está sometida a las numerosas contingencias que el eventual</p><p>compromiso del ego del analista implica.</p><p>En suma, lo importante no es que el analista mismo se haya equivocado, por otra parte</p><p>nada indica que la contratransferencia sea culpable de esta interpretación manifiestamente</p><p>refutada por el desarrollo del tratamiento. Que el sujeto haya experimentado los</p><p>sentimientos que le imputaba la analista, no sólo podemos admitirlo, sino que es incluso</p><p>por demás probable. Que la analista se guiara por ellos en la interpretación que hizo no es</p><p>algo, en sí, peligroso. Que el único sujeto analizarte, el analista, haya experimentado</p><p>incluso sentimientos de celos, tenerlo en cuenta de modo oportuno, para guiarse por ellos</p><p>cual una aguja indicadora más, es asunto suyo. Nunca dijimos que el analista jamás debe</p><p>experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no sólo no ceder a ellos,</p><p>ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica.</p><p>En este caso, es porque el analista creyó su obligación buscar primero en el hic et nunc la</p><p>razón de la actitud del paciente, que la encontró allí donde, sin duda alguna, algo</p><p>efectivamente existía en el campo intersubjetivo entre los dos personajes. Está bien</p><p>ubicado para saberlo, ya que en efecto experimentaba un sentimiento de hostilidad, o al</p><p>menos de irritación, ante el éxito de su paciente. Lo grave es que se haya creído</p><p>autorizada por una determinada técnica a usarlo de entrada y de modo directo.</p><p>la técnica que triunfa en cierto sector de la escuela inglesa. Ustedes saben que se llega a</p><p>afirmar que todo el análisis debe desarrollarse hic et nunc . Todo transcurriría en un</p><p>forcejeo con las intenciones del sujeto, aquí y ahora, en la sesión. Sin duda se reconoce</p><p>que se vislumbran fragmentos de su pasado, pero se piensa que</p><p>a fin de cuentas es en la</p><p>prueba —casi llegaría a decir en la prueba de fuerza psicológica— en el interior del</p><p>tratamiento donde se desarrolla la actividad del analista.</p><p>Para estos autores, para Annie Reich, nada tiene importancia salvo el reconocimiento por</p><p>parte del sujeto, hic et nunc, de las intenciones de su discurso. Y sus intenciones sólo</p><p>tienen valor en su alcance hic et nunc, en la interlocución presente. El sujeto puede relatar</p><p>sus encontronazos con el tendero o con el peluquero, pero en realidad lo hace para</p><p>insultar y molestar a quien se dirige, es decir al analista.</p><p>Algo de verdad hay en esto. Basta la más mínima experiencia de la vida conyugal para</p><p>saber que siempre hay cierta reivindicación implícita en el hecho de que uno de los</p><p>cónyuges le cuente al otro lo que le ha molestado durante el día más bien que lo contrario.</p><p>Pero puede también reflejar la inquietud por informarle algún suceso importante que desea</p><p>que conozca. Ambos aspectos son ciertos. Se trata de saber cuál de ellos debemos</p><p>destacar.</p><p>Las cosas, van, a veces, más lejos, como lo muestra esta historia que Annie Reich relata.</p><p>Algunos datos están alterados pero todo hace pensar que se trata de un análisis didáctico,</p><p>en todo caso del análisis de alguien cuyo campo de actividades es muy cercano al</p><p>psicoanálisis.</p><p>El analizado fue invitado a dar una disertación en la radio sobre un tema que interesa</p><p>profundamente a la analista; son cosas que pasan. Sucede que esta intervención</p><p>radiofónica se realizó algunos días después de la muerte de la madre del analizado. Ahora</p><p>bien, todo indica que la susodicha madre juega un papel extremadamente importante en</p><p>las fijaciones del paciente. A pesar de estar sumamente afectado por este duelo, sigue</p><p>cumpliendo con sus obligaciones de modo particularmente brillante. Llega a la sesión</p><p>siguiente en un estado de estupor rayano con la confusión. No sólo no se le puede sacar</p><p>nada, sino que lo que dice sorprende por su incoordinación. La analista temerariamente</p><p>interpreta: usted está en este estado porque piensa que estoy muy resentida por el éxito</p><p>que acaba de obtener el otro día en la radio, hablando de ese tema que como usted sabe,</p><p>me interesa en primer término a mí. ¡Nada menos!</p><p>La continuación de esta observación muestra que, tras esta interpretación-choque que no</p><p>dejó de producir cierto efecto, ya que después de ella el sujeto se recobró</p><p>instantáneamente, el sujeto necesitó por lo menos un año para restablecerse.</p><p>Esto demuestra que el hecho de que el sujeto salga de su estado brumoso tras una</p><p>intervención del analista no prueba en absoluto que la misma fuese eficaz en el sentido</p><p>estrictamente terapéutico, estructurante de la palabra, es decir que ella fuese en el</p><p>análisis, verdadera. Al revés.</p><p>Annie Reich devolvió al sujeto el sentido de la unidad de su yo. Este sale bruscamente de</p><p>la confusión en que estaba diciéndose: He aquí alguien que me recuerda que en efecto</p><p>somos todos lobos entre lobos y que estamos vivos. Entonces recomienza, arranca; el</p><p>efecto es instantáneo. Es imposible en la experiencia analítica considerar el cambio de</p><p>estilo del sujeto como prueba de la justeza de una interpretación. Considero que lo que</p><p>prueba la justeza de una interpretación es que el sujeto traiga un material que la confirme.</p><p>Y aún esto debe ser matizado.</p><p>Al cabo de un año, el sujeto se da cuenta que su estado confusional era consecuencia de</p><p>sus reacciónes de duelo, que sólo invirtiéndolas había podido superar. Los remito aquí a la</p><p>psicología del duelo, cuyo aspecto depresivo conocen suficientemente algunos de</p><p>ustedes.</p><p>En efecto, una intervención radiofónica es un modo muy particular de palabra pues está</p><p>dirigida por un locutor invisible a una masa invisible de oyentes. Puede decirse que, en la</p><p>imaginación del locutor, la palabra no se dirige forzosamente a quienes le escuchan sino</p><p>más bien a todos, tanto a los vivos como a los muertos. El sujeto estaba allí en una</p><p>relación conflictual: podía lamentar que su madre no pudiese ser testigo de su éxito, pero a</p><p>la vez, quizás, en el discurso que dirigía a sus invisibles oyentes, algo estaba a ella</p><p>destinado.</p><p>Sea como fuere, el carácter de la actitud del sujeto está claramente invertido,</p><p>pseudo-maníaco, y su estrecha relación con la pérdida reciente de su madre, objeto</p><p>privilegiado de sus lazos de amor, constituye manifiestamente el motor del estado crítico</p><p>en que había llegado a la sesión siguiente, después de su hazaña, después de haber</p><p>llevado a cabo de modo brillante, a pesar de las circunstancias desfavorables, lo que se</p><p>había comprometido a hacer. De este modo, la misma Annie Reich, que sin embargo, está</p><p>lejos de sustentar una actitud crítica ante este estilo de intervención, atestigua que la</p><p>interpretación fundada en la significación intencional del acto del discurso en el momento</p><p>presente de la sesión está sometida a las numerosas contingencias que el eventual</p><p>compromiso del ego del analista implica.</p><p>En suma, lo importante no es que el analista mismo se haya equivocado, por otra parte</p><p>nada indica que la contratransferencia sea culpable de esta interpretación manifiestamente</p><p>refutada por el desarrollo del tratamiento. Que el sujeto haya experimentado los</p><p>sentimientos que le imputaba la analista, no sólo podemos admitirlo, sino que es incluso</p><p>por demás probable. Que la analista se guiara por ellos en la interpretación que hizo no es</p><p>algo, en sí, peligroso. Que el único sujeto analizarte, el analista, haya experimentado</p><p>incluso sentimientos de celos, tenerlo en cuenta de modo oportuno, para guiarse por ellos</p><p>cual una aguja indicadora más, es asunto suyo. Nunca dijimos que el analista jamás debe</p><p>experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no sólo no ceder a ellos,</p><p>ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica.</p><p>En este caso, es porque el analista creyó su obligación buscar primero en el hic et nunc la</p><p>razón de la actitud del paciente, que la encontró allí donde, sin duda alguna, algo</p><p>efectivamente existía en el campo intersubjetivo entre los dos personajes. Está bien</p><p>ubicado para saberlo, ya que en efecto experimentaba un sentimiento de hostilidad, o al</p><p>menos de irritación, ante el éxito de su paciente. Lo grave es que se haya creído</p><p>autorizada por una determinada técnica a usarlo de entrada y de modo directo.</p><p>¿Qué opongo a esto? Intentaré ahora indicárselo.</p><p>El analista se cree aquí autorizado a hacer lo que llamaría una interpretación de ego a ego,</p><p>o de igual a igual(6) —si me permiten el juego de palabras— dicho de otro modo, una</p><p>interpretación cuyo fundamento y mecanismos en nada pueden distinguirse de la</p><p>proyección.</p><p>Cuando digo proyección, no hablo de proyección errónea. Entiendan bien lo que les estoy</p><p>explicando. Hay una fórmula que, antes de ser analista, yo había colocado —usando mis</p><p>escasos dones psicológicos— en la base de la pequeña brújula que utilizaba para evaluar</p><p>ciertas situaciones. Me decía gustosamente: Los sentimientos son siempre recíprocos. A</p><p>pesar de las apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se</p><p>pone a dos sujetos en el mismo campo —digo dos, no tres— los sentimientos son siempre</p><p>recíprocos.</p><p>Es por ello que la analista tenía buenas razones para pensar que, ya que ella tenía esos</p><p>sentimientos, los sentimientos correspondientes podían ser evocados en el otro. La prueba</p><p>está en que el otro los aceptó perfectamente. Bastaría que la analista le dijese:- Usted es</p><p>hostil pues piensa que estoy irritada con usted- para que este sentimiento se estableciese.</p><p>Entonces, virtualmente, el sentimiento ya estaba allí, pues para que exista bastaba</p><p>enceder una chispita.</p><p>El sujeto tenía buenas razones para aceptar la interpretación de Annie Reich sencillamente</p><p>porque, en una relación tan íntima como la que existe entre analizado y analista, él estaba</p><p>lo suficientemente al tanto de los sentimientos de la analista como para ser inducido a algo</p><p>simétrico.</p><p>La cuestión es saber si esta manera de comprender el análisis de las defensas no nos</p><p>conduce a una técnica que engendra</p><p>casi obligatoriamente cierto tipo de error, un error</p><p>que no es tal, un error anterior a lo verdadero y lo falso. Hay interpretaciones que son tan</p><p>justas y verdaderas, tan obligatoriamente justas y verdaderas, que no se puede afirmar si</p><p>responden o no a una verdad. De todos modos serán verificadas.</p><p>Conviene abstenerse de esta interpretación de la defensa que llamo de ego a ego, fuera</p><p>cual fuese su eventual valor. En las interpretaciones de la defensa es necesario siempre al</p><p>menos un tercer término.</p><p>De hecho, hacen falta más, espero poder demostrárselo. Por hoy me limito a plantear el</p><p>problema.</p><p>2</p><p>Es tarde. Por ello no podemos adelantar tanto como hubiera querido en el problema de las</p><p>relaciones entre la resistencia y las defensas. Sin embargo, quisiera en este sentido darles</p><p>algunas indicaciones.</p><p>Después de haber escuchado las exposiciones de Mannoni y Anzieu, y de haberles</p><p>mostrado los peligros que implica una cierta técnica del análisis de las defensas, creo</p><p>necesario plantear algunos principios.</p><p>En La interpretación de los sueños capítulo VII, primera definición, en función del análisis,</p><p>de la noción de resistencia. Encontramos allí una frase decisiva que es ésta: —Was immer</p><p>die Fortsetzung der Arbeit stört ist ein Widerstand— que quiere decir:-To do lo que</p><p>destruye/suspende/altera/la continuación del trabajo-, no se trata allí de síntomas sino del</p><p>trabajo analítico, del tratamiento, del Behandlung, así como se dice que se trata a un</p><p>objeto haciéndolo pasar por ciertos procesos. Todo aquello que destruye el progreso de la</p><p>labor analítica es una resistencia(7).</p><p>Desgraciadamente en francés esto ha sido traducido así: Todo obstáculo a la</p><p>interpretación proviene de la resistencia psíquica. Les señalo este punto que no facilita la</p><p>tarea a quienes sólo tienen la simpática traducción del valiente Sr. Meyerson. Del mismo</p><p>estilo es la traducción de todo el párrafo precedente. Esto debe inspirarles una saludable</p><p>desconfianza respecto a ciertas traducciones de Freud. En la edición alemana hay, como</p><p>apéndice, una nota a la frase que citaba en la que se discute el siguiente punto: ¿el padre</p><p>del paciente muere, es esto acaso una resistencia?. No les digo la conclusión de Freud,</p><p>pero ven ustedes que esta nota muestra la amplitud con que se plantea la cuestión de la</p><p>resistencia. Pues bien, esta nota ha sido suprimida en la edición francesa.</p><p>Todo lo que suspende / destruye / interrumpe / la continuidad... —también se puede</p><p>traducir así Fortsetzung—... del tratamiento es una resistencia. Hay que partir de textos</p><p>como estos, meditarlos un poco, tamizarlos y ver entonces qué surge.</p><p>En suma, ¿de qué se trata? Se trata de la prosecución del tratamiento, del trabajo. Para</p><p>poner bien los puntos sobre las íes, Freud no dijo Behandlung que podría significar la</p><p>curación. No, se trata del trabajo, Arbeit, que, por su forma, puede definirse como la</p><p>asociación verbal determinada por la regla que acaba de mencionar, la regla fundamental</p><p>de la asociación libre. Ahora bien, este trabajo, ya que estamos en el análisis de los</p><p>sueños, es evidentemente la revelación del inconsciente. Esto nos permitirá evocar cierto</p><p>número de problemas, en particular el que evocó Anzieu hace un momento ¿de dónde</p><p>proviene esta resistencia? Hemos visto que no hay en los Studien über Hysterie ningún</p><p>texto que permita considerar que, en tanto tal, ella provenga del yo. Nada en la</p><p>Traumdeutung indica tampoco que ella provenga del proceso secundario, cuya</p><p>introducción es una etapa tan importante en el pensamiento de Freud. Cuando llegamos a</p><p>1915, año en el que Freud publica Die Verdrängung —primer estudio de los que</p><p>ulteriormente se reagruparán en los escritos metapsicológicos—, la resistencia, por cierto,</p><p>es concebida como algo que se produce del lado de lo consciente, pero cuya identidad se</p><p>regula esencialmente por su distancia, Entfernung, respecto a lo originariamente reprimido.</p><p>Por lo tanto, es allí aún muy visible el vínculo de la resistencia con el contenido del</p><p>inconsciente mismo. Hasta una época posterior a la de este artículo, que forma parte del</p><p>período intermedio de Freud, esto se conserva así.</p><p>¿A fin de cuentas, de La interpretación de los sueños hasta este período que he calificado</p><p>de intermedio, qué es lo que fue originariamente reprimido? Es, una vez más y como</p><p>siempre, el pasado. Un pasado que debe ser restituido, y acerca del cual no podemos sino</p><p>evocar, una vez más, su ambigüedad y los problemas que suscita en lo atinente a su</p><p>definición, su naturaleza y su función.</p><p>¿Qué opongo a esto? Intentaré ahora indicárselo.</p><p>El analista se cree aquí autorizado a hacer lo que llamaría una interpretación de ego a ego,</p><p>o de igual a igual(6) —si me permiten el juego de palabras— dicho de otro modo, una</p><p>interpretación cuyo fundamento y mecanismos en nada pueden distinguirse de la</p><p>proyección.</p><p>Cuando digo proyección, no hablo de proyección errónea. Entiendan bien lo que les estoy</p><p>explicando. Hay una fórmula que, antes de ser analista, yo había colocado —usando mis</p><p>escasos dones psicológicos— en la base de la pequeña brújula que utilizaba para evaluar</p><p>ciertas situaciones. Me decía gustosamente: Los sentimientos son siempre recíprocos. A</p><p>pesar de las apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se</p><p>pone a dos sujetos en el mismo campo —digo dos, no tres— los sentimientos son siempre</p><p>recíprocos.</p><p>Es por ello que la analista tenía buenas razones para pensar que, ya que ella tenía esos</p><p>sentimientos, los sentimientos correspondientes podían ser evocados en el otro. La prueba</p><p>está en que el otro los aceptó perfectamente. Bastaría que la analista le dijese:- Usted es</p><p>hostil pues piensa que estoy irritada con usted- para que este sentimiento se estableciese.</p><p>Entonces, virtualmente, el sentimiento ya estaba allí, pues para que exista bastaba</p><p>enceder una chispita.</p><p>El sujeto tenía buenas razones para aceptar la interpretación de Annie Reich sencillamente</p><p>porque, en una relación tan íntima como la que existe entre analizado y analista, él estaba</p><p>lo suficientemente al tanto de los sentimientos de la analista como para ser inducido a algo</p><p>simétrico.</p><p>La cuestión es saber si esta manera de comprender el análisis de las defensas no nos</p><p>conduce a una técnica que engendra casi obligatoriamente cierto tipo de error, un error</p><p>que no es tal, un error anterior a lo verdadero y lo falso. Hay interpretaciones que son tan</p><p>justas y verdaderas, tan obligatoriamente justas y verdaderas, que no se puede afirmar si</p><p>responden o no a una verdad. De todos modos serán verificadas.</p><p>Conviene abstenerse de esta interpretación de la defensa que llamo de ego a ego, fuera</p><p>cual fuese su eventual valor. En las interpretaciones de la defensa es necesario siempre al</p><p>menos un tercer término.</p><p>De hecho, hacen falta más, espero poder demostrárselo. Por hoy me limito a plantear el</p><p>problema.</p><p>2</p><p>Es tarde. Por ello no podemos adelantar tanto como hubiera querido en el problema de las</p><p>relaciones entre la resistencia y las defensas. Sin embargo, quisiera en este sentido darles</p><p>algunas indicaciones.</p><p>Después de haber escuchado las exposiciones de Mannoni y Anzieu, y de haberles</p><p>mostrado los peligros que implica una cierta técnica del análisis de las defensas, creo</p><p>necesario plantear algunos principios.</p><p>En La interpretación de los sueños capítulo VII, primera definición, en función del análisis,</p><p>de la noción de resistencia. Encontramos allí una frase decisiva que es ésta: —Was immer</p><p>die Fortsetzung der Arbeit stört ist ein Widerstand— que quiere decir:-To do lo que</p><p>destruye/suspende/altera/la continuación del trabajo-, no se trata allí de síntomas sino del</p><p>trabajo analítico, del tratamiento, del Behandlung, así como se dice que se trata a un</p><p>objeto haciéndolo pasar por ciertos procesos. Todo aquello que destruye el progreso de la</p><p>labor analítica es una resistencia(7).</p><p>Desgraciadamente en francés esto ha sido traducido así: Todo obstáculo a la</p><p>interpretación proviene de la resistencia psíquica. Les señalo este punto que no facilita la</p><p>tarea a quienes sólo tienen</p><p>la simpática traducción del valiente Sr. Meyerson. Del mismo</p><p>estilo es la traducción de todo el párrafo precedente. Esto debe inspirarles una saludable</p><p>desconfianza respecto a ciertas traducciones de Freud. En la edición alemana hay, como</p><p>apéndice, una nota a la frase que citaba en la que se discute el siguiente punto: ¿el padre</p><p>del paciente muere, es esto acaso una resistencia?. No les digo la conclusión de Freud,</p><p>pero ven ustedes que esta nota muestra la amplitud con que se plantea la cuestión de la</p><p>resistencia. Pues bien, esta nota ha sido suprimida en la edición francesa.</p><p>Todo lo que suspende / destruye / interrumpe / la continuidad... —también se puede</p><p>traducir así Fortsetzung—... del tratamiento es una resistencia. Hay que partir de textos</p><p>como estos, meditarlos un poco, tamizarlos y ver entonces qué surge.</p><p>En suma, ¿de qué se trata? Se trata de la prosecución del tratamiento, del trabajo. Para</p><p>poner bien los puntos sobre las íes, Freud no dijo Behandlung que podría significar la</p><p>curación. No, se trata del trabajo, Arbeit, que, por su forma, puede definirse como la</p><p>asociación verbal determinada por la regla que acaba de mencionar, la regla fundamental</p><p>de la asociación libre. Ahora bien, este trabajo, ya que estamos en el análisis de los</p><p>sueños, es evidentemente la revelación del inconsciente. Esto nos permitirá evocar cierto</p><p>número de problemas, en particular el que evocó Anzieu hace un momento ¿de dónde</p><p>proviene esta resistencia? Hemos visto que no hay en los Studien über Hysterie ningún</p><p>texto que permita considerar que, en tanto tal, ella provenga del yo. Nada en la</p><p>Traumdeutung indica tampoco que ella provenga del proceso secundario, cuya</p><p>introducción es una etapa tan importante en el pensamiento de Freud. Cuando llegamos a</p><p>1915, año en el que Freud publica Die Verdrängung —primer estudio de los que</p><p>ulteriormente se reagruparán en los escritos metapsicológicos—, la resistencia, por cierto,</p><p>es concebida como algo que se produce del lado de lo consciente, pero cuya identidad se</p><p>regula esencialmente por su distancia, Entfernung, respecto a lo originariamente reprimido.</p><p>Por lo tanto, es allí aún muy visible el vínculo de la resistencia con el contenido del</p><p>inconsciente mismo. Hasta una época posterior a la de este artículo, que forma parte del</p><p>período intermedio de Freud, esto se conserva así.</p><p>¿A fin de cuentas, de La interpretación de los sueños hasta este período que he calificado</p><p>de intermedio, qué es lo que fue originariamente reprimido? Es, una vez más y como</p><p>siempre, el pasado. Un pasado que debe ser restituido, y acerca del cual no podemos sino</p><p>evocar, una vez más, su ambigüedad y los problemas que suscita en lo atinente a su</p><p>definición, su naturaleza y su función.</p><p>Este período es el mismo del Hombre de los lobos, donde Freud plantea la pregunta: ¿qué</p><p>es el trauma? Se da cuenta que el trauma es una noción sumamente ambigüa, ya que, de</p><p>acuerdo con la evidencia clínica, su dimensión fantasmática es infinitamente más</p><p>importante que su dimensión de acontecimiento. El acontecimiento entonces pasa a un</p><p>segundo plano en el orden de las referencias subjetivas. En cambio, la fecha del trauma</p><p>sigue siendo, para él, un problema que conviene conservar, valga la palabra,</p><p>testarudamente, como se lo he recordado a quienes siguieron mis clases sobre El hombre</p><p>de los lobos. ¿Quién sabrá jamás lo que vio? Pero, lo haya visto o no, sólo puede haberlo</p><p>visto en una fecha precisa; no puede haberlo visto ni siquiera un año después. No creo</p><p>traicionar el pensamiento de Freud —basta saber leerlo pues está escrito con todas las</p><p>letras— diciendo que sólo la perspectiva de la historia y el reconocimiento permite definir lo</p><p>que cuenta para el sujeto.</p><p>Quisiera proporcionarles cierto número de nociones básicas a quienes no están</p><p>familiarizados con esta dialéctica que ya desarrollé abundantemente. Hay que permanecer</p><p>siempre a nivel del alfabeto. Por eso tomaré un ejemplo que les hará comprender</p><p>claramente las cuestiones que plantea el reconocimiento, y que les evitará diluirlo en</p><p>nociones tan confusas como las de memoria o recuerdo. Si en alemán, erlebnis, puede</p><p>tener aún un sentido, la noción francesa de recuerdo vivido o no vivido se presta a todas</p><p>las a mbigüedades.</p><p>Voy a contarles un cuento.</p><p>Me despierto por la mañana, entre baldaquines como Semiramis, y abro los ojos. No son</p><p>las cortinas que veo todas las mañanas pues son las de mi casa de campo, a la que sólo</p><p>voy cada ocho o quince días, y en los trazos que forman las franjas de la cortina, observo</p><p>una vez más —digo una vez más, ya que en el pasado sólo lo he visto así una vez— el</p><p>perfil de un rostro, a la vez agudo, caricaturesco y envejecido, que representa vagamente</p><p>para mí el estilo del rostro de un marqués del siglo XVIII He aquí una de esas necias</p><p>fabulaciones a las que se entrega nuestra mente al despertar y que se producen, como se</p><p>diría hoy en día para referirse al reconocimiento de una figura que desde hace mucho</p><p>tiempo conocemos, por una cristalización guestáltica.</p><p>Hubiera podido suceder lo mismo con una mancha en la pared. Por ello puedo asegurar</p><p>que desde hace ocho días las cortinas no se han movido ni un milímetro. Hacía una</p><p>semana, al despertarme, había visto lo mismo. Desde luego, lo había olvidado</p><p>completamente. Pero justamente a causa de eso sé que el cortinado no se ha movido.</p><p>Esto no es más que un apólogo, pues ocurre en el plano imaginario, aunque no sería difícil</p><p>ubicar las coordenadas simbólicas. Las necedades —marqués del siglo XVIII etc.—</p><p>desempeñan un papel muy importante, porque si yo no tuviese determinados fantasmas</p><p>sobre el tema que representa el perfil, no lo habría reconocido en las franjas de mi cortina.</p><p>Pero dejemos esto.</p><p>Veamos qué implica en el plano del reconocimiento. El hecho de que las cosas estaban</p><p>así hace ocho días está relaciónado con un fenómeno de reconocimiento en el presente.</p><p>Esta es exactamente la expresión que Freud utiliza en los Studien über Hysterie. Afirma</p><p>haber hecho, en esa época, algunos estudios sobre la memoria, y refiere el recuerdo</p><p>evocado, el reconocimiento, a la fuerza actual y presente que le otorga, no forzosamente</p><p>su peso y densidad, sino simplemente su posibilidad.</p><p>Así es como procede Freud. Cuando no sabe a qué santo encomendarse para obtener la</p><p>reconstrucción del sujeto, lo atrapa de todos modos con la presión de las manos sobre la</p><p>frente, y enumera todos los años, todos los meses, las semanas, incluso los días,</p><p>nombrándolos uno por uno, martes 17, miércoles 18, etc. Confía suficientemente en la</p><p>estructuración implícita del sujeto por acción de lo que luego ha sido definido como el</p><p>tiempo socializado como para pensar que, cuando su enumeración llegue al punto en que</p><p>la aguja del reloj cruzará efectivamente el momento crítico del sujeto, éste dirá: Ah sí,</p><p>justamente ese día me acuerdo de algo. Observen que no confirmo que eso funcione. Es</p><p>Freud quien asegura que eso funcionaba.</p><p>¿Se dan cuenta realmente ustedes del alcance de lo que estoy diciéndoles? El centro de</p><p>gravedad del sujeto es esta síntesis presente del pasado que llamamos historia. En ella</p><p>confiamos cuando se trata de hacer avanzar el trabajo. El análisis en sus orígenes la</p><p>supone. Por lo tanto, no cabe demostrar que, a su fin, ella es refutada. A decir verdad, si</p><p>no es así, no vemos en absoluto cuál es la novedad que el psicoanálisis ha aportado.</p><p>Esta es una primera fase. ¿Basta acaso?</p><p>No desde luego que no basta. La resistencia del sujeto sin duda se ejerce en ese plano,</p><p>pero se manifiesta de una manera curiosa que vale la pena explorar, y a través de casos</p><p>absolutamente particulares.</p><p>Hay un caso en el que Freud conocía toda la historia —la madre se la había contado—.</p><p>Entonces se la comunica a la sujeto, diciéndole: He aquí lo que sucedió, he aquí lo que le</p><p>hicieron. En cada oportunidad la paciente, la histérica, respondía con una pequeña crisis</p><p>de histeria, reproducción de la crisis carácterística. Escuchaba y respondía con su forma</p><p>de respuesta, que era su síntoma. Lo cual plantea ciertos problemitas, entre ellos</p><p>el</p><p>siguiente: ¿es ésta una resistencia? Es una pregunta que, por hoy, abro.</p><p>Quisiera finalizar con la siguiente observación. Freud, al final de los Studien über Hysterie,</p><p>define el nódulo patógeno como aquello que se busca, pero que el discurso rechaza, que</p><p>el discurso huye. La resistencia es esa inflexión que adquiere el discurso cuando se</p><p>aproxima a este nódulo. Por lo tanto, sólo podremos resolver la cuestión de la resistencia</p><p>profundizando cuál es el sentido de este discurso. Ya lo hemos dicho, es un discurso</p><p>histórico.</p><p>No olvidemos lo que era la técnica analítica en sus comienzos: una técnica hipnótica. En el</p><p>hipnotismo, el sujeto sostiene este discurso histórico. Incluso lo sostiene de un modo</p><p>particularmente sorprendente, dramatizado, lo cual implica la presencia del oyente. Una</p><p>vez salido de la hipnosis, el paciente ya no recuerda su discurso. ¿Por qué es ésta la</p><p>puerta de entrada a la técnica psicoanalítica? Porque la reviviscencia del trauma se</p><p>muestra aquí, en sí misma, inmediatamente, aunque no de modo permanente, terapéutica.</p><p>Se revela que un discurso así sostenido, por alguien que puede decir yo (moi), concierne</p><p>Este período es el mismo del Hombre de los lobos, donde Freud plantea la pregunta: ¿qué</p><p>es el trauma? Se da cuenta que el trauma es una noción sumamente ambigüa, ya que, de</p><p>acuerdo con la evidencia clínica, su dimensión fantasmática es infinitamente más</p><p>importante que su dimensión de acontecimiento. El acontecimiento entonces pasa a un</p><p>segundo plano en el orden de las referencias subjetivas. En cambio, la fecha del trauma</p><p>sigue siendo, para él, un problema que conviene conservar, valga la palabra,</p><p>testarudamente, como se lo he recordado a quienes siguieron mis clases sobre El hombre</p><p>de los lobos. ¿Quién sabrá jamás lo que vio? Pero, lo haya visto o no, sólo puede haberlo</p><p>visto en una fecha precisa; no puede haberlo visto ni siquiera un año después. No creo</p><p>traicionar el pensamiento de Freud —basta saber leerlo pues está escrito con todas las</p><p>letras— diciendo que sólo la perspectiva de la historia y el reconocimiento permite definir lo</p><p>que cuenta para el sujeto.</p><p>Quisiera proporcionarles cierto número de nociones básicas a quienes no están</p><p>familiarizados con esta dialéctica que ya desarrollé abundantemente. Hay que permanecer</p><p>siempre a nivel del alfabeto. Por eso tomaré un ejemplo que les hará comprender</p><p>claramente las cuestiones que plantea el reconocimiento, y que les evitará diluirlo en</p><p>nociones tan confusas como las de memoria o recuerdo. Si en alemán, erlebnis, puede</p><p>tener aún un sentido, la noción francesa de recuerdo vivido o no vivido se presta a todas</p><p>las a mbigüedades.</p><p>Voy a contarles un cuento.</p><p>Me despierto por la mañana, entre baldaquines como Semiramis, y abro los ojos. No son</p><p>las cortinas que veo todas las mañanas pues son las de mi casa de campo, a la que sólo</p><p>voy cada ocho o quince días, y en los trazos que forman las franjas de la cortina, observo</p><p>una vez más —digo una vez más, ya que en el pasado sólo lo he visto así una vez— el</p><p>perfil de un rostro, a la vez agudo, caricaturesco y envejecido, que representa vagamente</p><p>para mí el estilo del rostro de un marqués del siglo XVIII He aquí una de esas necias</p><p>fabulaciones a las que se entrega nuestra mente al despertar y que se producen, como se</p><p>diría hoy en día para referirse al reconocimiento de una figura que desde hace mucho</p><p>tiempo conocemos, por una cristalización guestáltica.</p><p>Hubiera podido suceder lo mismo con una mancha en la pared. Por ello puedo asegurar</p><p>que desde hace ocho días las cortinas no se han movido ni un milímetro. Hacía una</p><p>semana, al despertarme, había visto lo mismo. Desde luego, lo había olvidado</p><p>completamente. Pero justamente a causa de eso sé que el cortinado no se ha movido.</p><p>Esto no es más que un apólogo, pues ocurre en el plano imaginario, aunque no sería difícil</p><p>ubicar las coordenadas simbólicas. Las necedades —marqués del siglo XVIII etc.—</p><p>desempeñan un papel muy importante, porque si yo no tuviese determinados fantasmas</p><p>sobre el tema que representa el perfil, no lo habría reconocido en las franjas de mi cortina.</p><p>Pero dejemos esto.</p><p>Veamos qué implica en el plano del reconocimiento. El hecho de que las cosas estaban</p><p>así hace ocho días está relaciónado con un fenómeno de reconocimiento en el presente.</p><p>Esta es exactamente la expresión que Freud utiliza en los Studien über Hysterie. Afirma</p><p>haber hecho, en esa época, algunos estudios sobre la memoria, y refiere el recuerdo</p><p>evocado, el reconocimiento, a la fuerza actual y presente que le otorga, no forzosamente</p><p>su peso y densidad, sino simplemente su posibilidad.</p><p>Así es como procede Freud. Cuando no sabe a qué santo encomendarse para obtener la</p><p>reconstrucción del sujeto, lo atrapa de todos modos con la presión de las manos sobre la</p><p>frente, y enumera todos los años, todos los meses, las semanas, incluso los días,</p><p>nombrándolos uno por uno, martes 17, miércoles 18, etc. Confía suficientemente en la</p><p>estructuración implícita del sujeto por acción de lo que luego ha sido definido como el</p><p>tiempo socializado como para pensar que, cuando su enumeración llegue al punto en que</p><p>la aguja del reloj cruzará efectivamente el momento crítico del sujeto, éste dirá: Ah sí,</p><p>justamente ese día me acuerdo de algo. Observen que no confirmo que eso funcione. Es</p><p>Freud quien asegura que eso funcionaba.</p><p>¿Se dan cuenta realmente ustedes del alcance de lo que estoy diciéndoles? El centro de</p><p>gravedad del sujeto es esta síntesis presente del pasado que llamamos historia. En ella</p><p>confiamos cuando se trata de hacer avanzar el trabajo. El análisis en sus orígenes la</p><p>supone. Por lo tanto, no cabe demostrar que, a su fin, ella es refutada. A decir verdad, si</p><p>no es así, no vemos en absoluto cuál es la novedad que el psicoanálisis ha aportado.</p><p>Esta es una primera fase. ¿Basta acaso?</p><p>No desde luego que no basta. La resistencia del sujeto sin duda se ejerce en ese plano,</p><p>pero se manifiesta de una manera curiosa que vale la pena explorar, y a través de casos</p><p>absolutamente particulares.</p><p>Hay un caso en el que Freud conocía toda la historia —la madre se la había contado—.</p><p>Entonces se la comunica a la sujeto, diciéndole: He aquí lo que sucedió, he aquí lo que le</p><p>hicieron. En cada oportunidad la paciente, la histérica, respondía con una pequeña crisis</p><p>de histeria, reproducción de la crisis carácterística. Escuchaba y respondía con su forma</p><p>de respuesta, que era su síntoma. Lo cual plantea ciertos problemitas, entre ellos el</p><p>siguiente: ¿es ésta una resistencia? Es una pregunta que, por hoy, abro.</p><p>Quisiera finalizar con la siguiente observación. Freud, al final de los Studien über Hysterie,</p><p>define el nódulo patógeno como aquello que se busca, pero que el discurso rechaza, que</p><p>el discurso huye. La resistencia es esa inflexión que adquiere el discurso cuando se</p><p>aproxima a este nódulo. Por lo tanto, sólo podremos resolver la cuestión de la resistencia</p><p>profundizando cuál es el sentido de este discurso. Ya lo hemos dicho, es un discurso</p><p>histórico.</p><p>No olvidemos lo que era la técnica analítica en sus comienzos: una técnica hipnótica. En el</p><p>hipnotismo, el sujeto sostiene este discurso histórico. Incluso lo sostiene de un modo</p><p>particularmente sorprendente, dramatizado, lo cual implica la presencia del oyente. Una</p><p>vez salido de la hipnosis, el paciente ya no recuerda su discurso. ¿Por qué es ésta la</p><p>puerta de entrada a la técnica psicoanalítica? Porque la reviviscencia del trauma se</p><p>muestra aquí, en sí misma, inmediatamente, aunque no de modo permanente, terapéutica.</p><p>Se revela que un discurso así sostenido, por alguien que puede decir yo (moi), concierne</p><p>al sujeto</p><p>Es ambigüo pues hablar del carácter vivido, revivido del trauma, del traumatismo en estado</p><p>segundo, histérico. No es porque el discurso esté dramatizado y se presente bajo un</p><p>aspecto patético, que el término revivido puede satisfacernos. ¿Qué significa la asunción</p><p>por parte del sujeto de sus propias vivencias ?</p><p>Ven ustedes, que llevo la cuestión al punto de máxima ambigüedad de lo revivido, es decir,</p><p>al estado segundo</p><p>del sujeto. ¿Pero no sucede exactamente lo mismo en todos los niveles</p><p>de la experiencia analítica? En todas partes se plantea la cuestión de saber qué significa el</p><p>discurso que obligamos al sujeto a sostener, en el paréntesis de la regla fundamental. Esta</p><p>regla le dice: A fin de cuentas, su discurso no tiene importancia. Desde el momento en que</p><p>se entrega a este ejercicio, no cree ya por lo tanto en su discurso sino a medias, pues</p><p>sabe que está, todo el tiempo, bajo el fuego tupido de nuestra interpretación. La pregunta</p><p>se convierte entonces del siguiente modo: ¿Cuál es el sujeto del discurso?</p><p>Retomaremos aquí la próxima vez, y trataremos de discutir la significación y alcance de la</p><p>resistencia en relación a estos problemas fundamentales.</p><p>El yo y el otro yo.</p><p>3 de Febrero de 1954</p><p>La resistencia y transferencia. El sentimiento de la presencia. Verwerfung (No igual a)</p><p>Verdrängung. Mediación y revelación. Las inflexiones de la palabra.</p><p>Llegamos la última vez al punto en que nos preguntábamos cuál es la naturaleza de la</p><p>resistencia.</p><p>Percibieron claramente que, en nuestro modo de abordar este fenómeno de la resistencia</p><p>hay ambigüedad, y no sólo complejidad. Múltiples formulaciones de Freud parecen mostrar</p><p>que la resistencia emana de lo que ha de ser revelado, es decir de lo reprimido, de lo</p><p>verdrängt, o incluso de lo unterdruckt (suprimido).</p><p>Los primeros traductores tradujeron unterdrückt por sofocado, que es muy impreciso.</p><p>¿Acaso verdrängt y unterdruckt significan lo mismo? No entraremos en estos detalles. Lo</p><p>haremos sólo cuando hayamos empezado a ver cómo se establece en la experiencia la</p><p>distinción entre estos fenómenos.</p><p>Hoy quisiera conducirlos, en los Escritos Técnicos , a uno de esos puntos desde donde se</p><p>instaura una perspectiva. Lo que está en Juego, más que manejar un vocabulario, es tratar</p><p>de comprender y, con este fin, es preciso ubicarse en un sitio desde el cual las cosas se</p><p>ordenen.</p><p>Anuncié en la presentación de enfermos del viernes la lectura de un texto significativo;</p><p>intentaré pues cumplir con mi promesa.</p><p>Hay, en el centro mismo de la recopilación de los escritos llamados técnicos, un texto que</p><p>al sujeto</p><p>Es ambigüo pues hablar del carácter vivido, revivido del trauma, del traumatismo en estado</p><p>segundo, histérico. No es porque el discurso esté dramatizado y se presente bajo un</p><p>aspecto patético, que el término revivido puede satisfacernos. ¿Qué significa la asunción</p><p>por parte del sujeto de sus propias vivencias ?</p><p>Ven ustedes, que llevo la cuestión al punto de máxima ambigüedad de lo revivido, es decir,</p><p>al estado segundo del sujeto. ¿Pero no sucede exactamente lo mismo en todos los niveles</p><p>de la experiencia analítica? En todas partes se plantea la cuestión de saber qué significa el</p><p>discurso que obligamos al sujeto a sostener, en el paréntesis de la regla fundamental. Esta</p><p>regla le dice: A fin de cuentas, su discurso no tiene importancia. Desde el momento en que</p><p>se entrega a este ejercicio, no cree ya por lo tanto en su discurso sino a medias, pues</p><p>sabe que está, todo el tiempo, bajo el fuego tupido de nuestra interpretación. La pregunta</p><p>se convierte entonces del siguiente modo: ¿Cuál es el sujeto del discurso?</p><p>Retomaremos aquí la próxima vez, y trataremos de discutir la significación y alcance de la</p><p>resistencia en relación a estos problemas fundamentales.</p><p>El yo y el otro yo.</p><p>3 de Febrero de 1954</p><p>La resistencia y transferencia. El sentimiento de la presencia. Verwerfung (No igual a)</p><p>Verdrängung. Mediación y revelación. Las inflexiones de la palabra.</p><p>Llegamos la última vez al punto en que nos preguntábamos cuál es la naturaleza de la</p><p>resistencia.</p><p>Percibieron claramente que, en nuestro modo de abordar este fenómeno de la resistencia</p><p>hay ambigüedad, y no sólo complejidad. Múltiples formulaciones de Freud parecen mostrar</p><p>que la resistencia emana de lo que ha de ser revelado, es decir de lo reprimido, de lo</p><p>verdrängt, o incluso de lo unterdruckt (suprimido).</p><p>Los primeros traductores tradujeron unterdrückt por sofocado, que es muy impreciso.</p><p>¿Acaso verdrängt y unterdruckt significan lo mismo? No entraremos en estos detalles. Lo</p><p>haremos sólo cuando hayamos empezado a ver cómo se establece en la experiencia la</p><p>distinción entre estos fenómenos.</p><p>Hoy quisiera conducirlos, en los Escritos Técnicos , a uno de esos puntos desde donde se</p><p>instaura una perspectiva. Lo que está en Juego, más que manejar un vocabulario, es tratar</p><p>de comprender y, con este fin, es preciso ubicarse en un sitio desde el cual las cosas se</p><p>ordenen.</p><p>Anuncié en la presentación de enfermos del viernes la lectura de un texto significativo;</p><p>intentaré pues cumplir con mi promesa.</p><p>Hay, en el centro mismo de la recopilación de los escritos llamados técnicos, un texto que</p><p>se llama La dinámica de la transferencia(8). Como sucede con todos los textos reunidos en</p><p>esta obra, no podemos decir que la traducción nos satisfaga enteramente. Hay</p><p>inexactitudes singulares, que bordean los límites de la impropiedad. Algunas son</p><p>sorprendentes. Todas se orientan en el mismo sentido: limar las aristas del texto.</p><p>Recomiendo encarecidamente a quienes saben alemán que se remitan al texto original.</p><p>Les señalo la existencia de un corte en la traducción francesa, un punto en la penúltima</p><p>línea que aparece entonces allí sin que se sepa por qué. Para terminar recordemos que</p><p>nadie puede ser muerto in absentia o in effigie . La traducción correcta del texto alemán</p><p>sería: pues hay que recordar que nadie puede ser muerto in absentia o in effigie(9). Esta</p><p>frase está articulada con la anterior. Aislada carece de sentido, mientras que en el texto de</p><p>Freud está perfectamente articulada.</p><p>Voy a leer el párrafo del artículo que anuncié(10). Se enlaza directamente con ese</p><p>importante pasaje de los Studien (11)que ya evoqué, donde se habla de la resistencia</p><p>encontrada al aproximarse en sentido radial —como dice Freud— al discurso del sujeto,</p><p>cuando éste se acerca a la formación profunda que Freud denomina nódulo patógeno.</p><p>Estudiemos un complejo patógeno a veces muy aparente y a veces casi imperceptible...</p><p>Yo traduciría más bien —o bien aparente como síntoma o bien imposible de aprehender,</p><p>no manifiesto— ya que se trata del modo en que se traduce el complejo, y es de la</p><p>traducción del complejo de la que decimos si es aparente o imperceptible(12). No es lo</p><p>mismo decir que es el complejo quien es aparente o imperceptible. Hay en la traducción</p><p>francesa un desplazamiento que basta para producir una vacilación. Continúo: ...desde su</p><p>manifestación en lo consciente hasta sus raíces en el inconsciente, llegamos enseguida a</p><p>una región donde la resistencia se hace sentir en forma tan neta que la asociación que</p><p>entonces surge lleva su marca- la de esta resistencia- y se nos presenta como un</p><p>compromiso entre las exigencias de esta resistencia y la del trabajo de investigación. No</p><p>es exactamente la asociación que entonces surge, nächste Einfall, la asociación más</p><p>cercana, más próxima, pero, en fin, el sentido está conservado. La experiencia- he aquí el</p><p>punto capital- muestra que es aquí donde surge la transferencia. Cuando algo en los</p><p>elementos del complejo (en su contenido) es susceptible de vincularse con la persona del</p><p>médico, la transferencia se produce, proporciona la idea siguiente, y se manifiesta en</p><p>forma de resistencia, de una detención de las asociaciones por ejemplo. Experiencias</p><p>semejantes nos enseñan que la idea de transferencia llegó a ser preferida a todas las otras</p><p>asociaciones factibles de deslizarse hasta lo consciente, justamente porque satisfacía a la</p><p>resistencia. Esta última parte de la frase está subrayada por Freud. Un hecho de este tipo</p><p>se reproduce un número incalculable de veces durante un psicoanálisis. Toda vez que nos</p><p>acercamos al complejo patógeno, es primero la parte del complejo que puede convertirse</p><p>en transferencia la que es impulsada hacia lo consciente, y aquella que el paciente se</p><p>empecina en defender con la mayor tenacidad.</p><p>Los elementos a destacar en este párrafo son los siguientes.</p><p>Primero, llegamos enseguida a una</p><p>de sus objetos, desposeído de su objeto sexual. Siendo éste</p><p>constitutivo del carácter y del mundo humano normales.</p><p>Si no llega a la relación tríada es porque el complejo de Edipo no ha sido cumplido en él.</p><p>La experiencia escoptofílica es pasivizante</p><p>En la represión Freud distingue el conflicto, en el interior del sujeto, de la bisexualidad</p><p>(lucha narcisística para mantener su virilidad y suprimir, reprimir la tendencia homosexual).</p><p>El Yo (moi) toma partido: investimiento narcisístico de la fuerza viril.</p><p>Puede también haber allí conflicto entre el Yo y algo que venga de los instintos sexuales:</p><p>es un caso más amplio que el primero (que es un sub-caso).</p><p>es carente. El complejo no ha podido entonces realizarse en su plenitud en el buen</p><p>momento: el enfermo queda con solamente fragmentos del complejo de Edipo.</p><p>El erotismo uretral está ligado al rasgo de carácter ambicioso. El lenguaje da cuenta de</p><p>ello cuando alguien dice: "El apunta más alto de lo que puede mear"...</p><p>La pasión ambiciosa tiene un carácter relativo: el ambicioso quiere siempre llegar más alto</p><p>que el otro, su pasión ambiciosa está pues siempre insatisfecha.</p><p>Relación "a dos" de la frase de latencia pre-edípica=relación de dominancia o de sumisión.</p><p>La vergüenza no se inscribe más que en una relación al otro.</p><p>El Hombre de los Lobos permite electivamente poner de relieve las relaciones entre el</p><p>desarrollo del yo (moi)y la evolución de la libido. El conflicto a base de super-ego está</p><p>completamente en un segundo plano en esta observación.</p><p>El conflicto es del registro de las aspiraciones sexuales masculinas y femeninas.</p><p>No se pueden comprender y englobar todos los casos de la represión si no se iluminan las</p><p>relaciones del narcisismo y la libido.</p><p>En el animal, la activación de las funciones sexuales no está para nada desligada de toda</p><p>especie de actividades y referencias al otro y al semejante (paloma y espejo, pareo y su</p><p>relación con la parada).</p><p>En el hombre, existen relaciones de conocimiento —como hombre y mujer— entre</p><p>individuos. En los animales, la relación del sujeto es una relación "a dos". En una relación</p><p>"a dos" va a constituirse la referencia hembra a macho: conocimiento del partenaire . Pero</p><p>en el hombre, él se conoce antes que estas referencias al espectáculo determinante, el</p><p>individuo tiene ya al menos este conocimiento de sí mismo (estadio del espejo).</p><p>En razón de este acento</p><p>puesto en la experiencia de sus exigencias propiamente narcisísticas, se revela en el</p><p>individuo una suerte de prevalencia de una necesidad de dominio que va en el sentido</p><p>contrario de la elección instintual del objeto, y de eso resulta, en el caso del Hombre de los</p><p>Lobos, una situación muy particular. El sujeto hace una elección parcial y contrariada, y</p><p>eso lo lleva al desconocimiento de su partenaire femenino.</p><p>El acento está puesto y sostenido sobre la dimensión agresiva de la relación narcisística, y</p><p>esto provoca el estalido de su libido y su vida instintual queda reducida a explosiones</p><p>compulsivas cuando reencuentra cierta imago: la de la sirvienta en cuclillas, y puede</p><p>entonces realizar. El está pues en la posición del amo (en el sentido hegeliano), es deicr,</p><p>que está separado de sus objetos, desposeído de su objeto sexual. Siendo éste</p><p>constitutivo del carácter y del mundo humano normales.</p><p>Si no llega a la relación tríada es porque el complejo de Edipo no ha sido cumplido en él.</p><p>La experiencia escoptofílica es pasivizante</p><p>En la represión Freud distingue el conflicto, en el interior del sujeto, de la bisexualidad</p><p>(lucha narcisística para mantener su virilidad y suprimir, reprimir la tendencia homosexual).</p><p>El Yo (moi) toma partido: investimiento narcisístico de la fuerza viril.</p><p>Puede también haber allí conflicto entre el Yo y algo que venga de los instintos sexuales:</p><p>es un caso más amplio que el primero (que es un sub-caso).</p><p>En el Hombre de los Lobos el complejo de Edipo está invertido, y esto, a pesar de la</p><p>minusvalía de la imagen paterna.</p><p>Hay cisma entre la vida intelectual y la vida instintiva del sujeto. Hay relaciones</p><p>heterosexuales que él vive de una manera compulsiva, irruptiva en su vida, la que está</p><p>ligada a una estereotipia (imagen de la sirvienta) y desprovista de los sentimientos que</p><p>comporta normalmente esta situación sexual: es un proceso "a dos", de amo a esclavo.</p><p>La escena devastadoraa sobrevino al final del estadio del espejo: es pasivizante, y esta</p><p>pasividad constituye la fijación homosexual inconsciente.</p><p>La Fobia:</p><p>El temor de la castración es inseparable de la imagen del padre, mientras que la amenaza</p><p>no ha sido expresada por el padre, sino, al contrario, por mujeres. Pero ha intervenido algo</p><p>que suplió la ausencia del padre, y que lo hizo bajo la forma de la iniciación religiosa.</p><p>Hay superposición de un pequeño núcleo histérico, una formación infantil de neurosis</p><p>obsesiva y una estructura paranoica de la personalidad.</p><p>El padre introduce un nuevo modo de referencia a la realidad: es porque el goce del sujeto</p><p>le es de una cierta manera arrebatado, que puede situarse él mismo: es el papel del</p><p>complejo de Edipo.</p><p>En la rivalidad, hay dos caras:</p><p>{ una cara de lucha,</p><p>{ una cara de ideal</p><p>{ y de modelo.</p><p>Toda la dificultad para el ser humano, antes de la sexualidad propiamente genital, es ser</p><p>un Yo (moi) que se reconoce y se aliena en el otro. La sexualidad requiere la intervención</p><p>de un plano cultural. El sujeto va a tener que situarse por relación al padre.</p><p>En la fobia hay intervención del animal. A este respecto, Freud hace intervenir los hechos</p><p>del totemismo: drama del Edipo = drama del asesinato del padre.</p><p>Lo que se llama la sublimación es la socialización de los instintos.</p><p>En la represión</p><p>Hay exclusión de la conciencia de cierta relación, que no por ello continúa menos</p><p>dominando al sujeto.</p><p>La represión entraña la atracción propia de una situación excluida de la conciencia, y el</p><p>desconocimiento, la ceguera en el sistema consciente subjetivo, y todo lo que está</p><p>coordinado a esta situación, tiende a reunirse a la masa de lo reprimido: es el sis tema de</p><p>lo inconsciente el que tiene una inercia propia, y que continúa atrayendo a esta esfera de</p><p>amnesia todo lo que le está conexo y molesta la realización del sujeto (como por ejemplo</p><p>que haya vivido tal situación edípica). Todo esto está bastante electivamente localizado</p><p>alrededor de la relación al padre y a la madre en un sujeto neurótico.</p><p>El complejo de Edipo tiene también una función normativizante, además de sus incidencias</p><p>sobre la génesis de las neurosis.</p><p>En el Hombre de los Lobos el complejo de Edipo está invertido, y esto, a pesar de la</p><p>minusvalía de la imagen paterna.</p><p>Hay cisma entre la vida intelectual y la vida instintiva del sujeto. Hay relaciones</p><p>heterosexuales que él vive de una manera compulsiva, irruptiva en su vida, la que está</p><p>ligada a una estereotipia (imagen de la sirvienta) y desprovista de los sentimientos que</p><p>comporta normalmente esta situación sexual: es un proceso "a dos", de amo a esclavo.</p><p>La escena devastadoraa sobrevino al final del estadio del espejo: es pasivizante, y esta</p><p>pasividad constituye la fijación homosexual inconsciente.</p><p>La Fobia:</p><p>El temor de la castración es inseparable de la imagen del padre, mientras que la amenaza</p><p>no ha sido expresada por el padre, sino, al contrario, por mujeres. Pero ha intervenido algo</p><p>que suplió la ausencia del padre, y que lo hizo bajo la forma de la iniciación religiosa.</p><p>Hay superposición de un pequeño núcleo histérico, una formación infantil de neurosis</p><p>obsesiva y una estructura paranoica de la personalidad.</p><p>El padre introduce un nuevo modo de referencia a la realidad: es porque el goce del sujeto</p><p>le es de una cierta manera arrebatado, que puede situarse él mismo: es el papel del</p><p>complejo de Edipo.</p><p>En la rivalidad, hay dos caras:</p><p>{ una cara de lucha,</p><p>{ una cara de ideal</p><p>{ y de modelo.</p><p>Toda la dificultad para el ser humano, antes de la sexualidad propiamente genital, es ser</p><p>un Yo (moi) que se reconoce y se aliena en el otro. La sexualidad requiere la intervención</p><p>región donde la resistencia se hace sentir en forma</p><p>neta. Esta resistencia emana del proceso mismo del discurso, de su aproximación, si me</p><p>permiten la expresión. En segundo lugar, la experiencia muestra que es aquí donde surge</p><p>la transferencia. En tercer lugar, la transferencia se produce justamente porque satisfacía a</p><p>la resistencia. En cuarto lugar, un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable</p><p>de veces en el transcurso de un psicoanálisis. Se trata sin duda de un fenómeno</p><p>perceptible en el análisis. Y esa parte del complejo que se manifestó en forma de</p><p>transferencia resulta impulsada hacia lo consciente en ese momento. El paciente se</p><p>empecina en defenderla con la mayor tenacidad.</p><p>Aparece aquí una nota que destaca el fenómeno en juego, fenómeno, en efecto,</p><p>observable a veces con extraordinaria pureza. Esta nota coincide con una observación que</p><p>emana de otro texto de Freud: Cuando el paciente calla es muy probable que el</p><p>silenciamiento de su discurso se deba a la aparición de algún pensamiento referido al</p><p>analista.</p><p>Un manejo técnico frecuente, pero que no obstante hemos enseñado a nuestros alumnos</p><p>a medir, a refrenar, traduce esto en una pregunta tipo: ¿Sin duda tiene usted alguna idea</p><p>que se relacióna conmigo? A veces, esta solicitación cristaliza los discursos del paciente</p><p>en algunos comentarios concernientes al aspecto, al rostro, o al mobiliario del analista, o</p><p>bien al modo en que el analista lo recibió ese día, etc. Este manejo no carece de</p><p>fundamento. Algo de este orden puede ocupar la mente del paciente en ese momento y, al</p><p>así focalizar sus asociaciones, pueden obtenerse múltiples cosas. Pero se observa a</p><p>veces un fenómeno infinitamente más puro.</p><p>En ciertos casos, en el momento en que parece dispuesto a formular algo más auténtico,</p><p>más candente que lo que ha conseguido hasta entonces alcanzar, el sujeto se interrumpe</p><p>y emite un enunciado que puede ser éste: Súbitamente me doy cuenta de su presencia.</p><p>Esto es algo que me ocurrió más de una vez, y que los analistas fácilmente pueden</p><p>corroborar. Este fenómeno se establece en conexión con la manifestación concreta de la</p><p>resistencia que interviene en la trama misma de nuestra experiencia en función de la</p><p>transferencia. Si adquiere un valor selectivo, es porque el sujeto mismo lo siente entonces</p><p>como un viraje brusco, un giro súbito que le hace pasar de una vertiente a otra del</p><p>discurso, de un acento a otro de la función de la palabra.</p><p>Quise colocarlos de entrada ante este fenómeno bien delimitado, que esclarece nuestro</p><p>comentario de hoy. Es éste el punto que nos permitirá reanudar nuestros interrogantes.</p><p>Antes de seguir este camino, quiero detenerme un momento en el texto de Freud para</p><p>mostrar, claramente, hasta qué punto les hablo de lo mismo que él. Es necesario que se</p><p>desprendan, por un instante, de la idea que la resistencia es coherente con esa</p><p>construcción según la cual el inconsciente está, en un sujeto determinado, en un momento</p><p>determinado, contenido y, como suele decirse, reprimido. Cualquiera sea la extensión que</p><p>podamos dar ulteriormente al término resistencia, en su conexión con el conjunto de las</p><p>defensas, la resistencia es un fenómeno que Freud localiza en la experiencia analítica.</p><p>Por ello es importante la breve nota agregada al pasaje que les he leído; Freud pone allí</p><p>los puntos sobre las íes.</p><p>No habría, sin embargo, que concluir una importancia patogénica... es esto lo que les</p><p>estoy diciendo, no se trata de la idea que nos hacemos a posteriori de lo que ha motivado,</p><p>se llama La dinámica de la transferencia(8). Como sucede con todos los textos reunidos en</p><p>esta obra, no podemos decir que la traducción nos satisfaga enteramente. Hay</p><p>inexactitudes singulares, que bordean los límites de la impropiedad. Algunas son</p><p>sorprendentes. Todas se orientan en el mismo sentido: limar las aristas del texto.</p><p>Recomiendo encarecidamente a quienes saben alemán que se remitan al texto original.</p><p>Les señalo la existencia de un corte en la traducción francesa, un punto en la penúltima</p><p>línea que aparece entonces allí sin que se sepa por qué. Para terminar recordemos que</p><p>nadie puede ser muerto in absentia o in effigie . La traducción correcta del texto alemán</p><p>sería: pues hay que recordar que nadie puede ser muerto in absentia o in effigie(9). Esta</p><p>frase está articulada con la anterior. Aislada carece de sentido, mientras que en el texto de</p><p>Freud está perfectamente articulada.</p><p>Voy a leer el párrafo del artículo que anuncié(10). Se enlaza directamente con ese</p><p>importante pasaje de los Studien (11)que ya evoqué, donde se habla de la resistencia</p><p>encontrada al aproximarse en sentido radial —como dice Freud— al discurso del sujeto,</p><p>cuando éste se acerca a la formación profunda que Freud denomina nódulo patógeno.</p><p>Estudiemos un complejo patógeno a veces muy aparente y a veces casi imperceptible...</p><p>Yo traduciría más bien —o bien aparente como síntoma o bien imposible de aprehender,</p><p>no manifiesto— ya que se trata del modo en que se traduce el complejo, y es de la</p><p>traducción del complejo de la que decimos si es aparente o imperceptible(12). No es lo</p><p>mismo decir que es el complejo quien es aparente o imperceptible. Hay en la traducción</p><p>francesa un desplazamiento que basta para producir una vacilación. Continúo: ...desde su</p><p>manifestación en lo consciente hasta sus raíces en el inconsciente, llegamos enseguida a</p><p>una región donde la resistencia se hace sentir en forma tan neta que la asociación que</p><p>entonces surge lleva su marca- la de esta resistencia- y se nos presenta como un</p><p>compromiso entre las exigencias de esta resistencia y la del trabajo de investigación. No</p><p>es exactamente la asociación que entonces surge, nächste Einfall, la asociación más</p><p>cercana, más próxima, pero, en fin, el sentido está conservado. La experiencia- he aquí el</p><p>punto capital- muestra que es aquí donde surge la transferencia. Cuando algo en los</p><p>elementos del complejo (en su contenido) es susceptible de vincularse con la persona del</p><p>médico, la transferencia se produce, proporciona la idea siguiente, y se manifiesta en</p><p>forma de resistencia, de una detención de las asociaciones por ejemplo. Experiencias</p><p>semejantes nos enseñan que la idea de transferencia llegó a ser preferida a todas las otras</p><p>asociaciones factibles de deslizarse hasta lo consciente, justamente porque satisfacía a la</p><p>resistencia. Esta última parte de la frase está subrayada por Freud. Un hecho de este tipo</p><p>se reproduce un número incalculable de veces durante un psicoanálisis. Toda vez que nos</p><p>acercamos al complejo patógeno, es primero la parte del complejo que puede convertirse</p><p>en transferencia la que es impulsada hacia lo consciente, y aquella que el paciente se</p><p>empecina en defender con la mayor tenacidad.</p><p>Los elementos a destacar en este párrafo son los siguientes.</p><p>Primero, llegamos enseguida a una región donde la resistencia se hace sentir en forma</p><p>neta. Esta resistencia emana del proceso mismo del discurso, de su aproximación, si me</p><p>permiten la expresión. En segundo lugar, la experiencia muestra que es aquí donde surge</p><p>la transferencia. En tercer lugar, la transferencia se produce justamente porque satisfacía a</p><p>la resistencia. En cuarto lugar, un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable</p><p>de veces en el transcurso de un psicoanálisis. Se trata sin duda de un fenómeno</p><p>perceptible en el análisis. Y esa parte del complejo que se manifestó en forma de</p><p>transferencia resulta impulsada hacia lo consciente en ese momento. El paciente se</p><p>empecina en defenderla con la mayor tenacidad.</p><p>Aparece aquí una nota que destaca el fenómeno en juego, fenómeno, en efecto,</p><p>observable a veces con extraordinaria pureza. Esta nota coincide con una observación que</p><p>emana de otro texto de Freud: Cuando el paciente calla es muy probable que el</p><p>silenciamiento de su discurso se deba a la aparición de algún pensamiento referido al</p><p>analista.</p><p>Un manejo técnico frecuente, pero que no obstante hemos enseñado a nuestros alumnos</p><p>a medir, a refrenar, traduce esto en una pregunta tipo: ¿Sin duda tiene usted alguna idea</p><p>que</p><p>de un plano cultural. El sujeto va a tener que situarse por relación al padre.</p><p>En la fobia hay intervención del animal. A este respecto, Freud hace intervenir los hechos</p><p>del totemismo: drama del Edipo = drama del asesinato del padre.</p><p>Lo que se llama la sublimación es la socialización de los instintos.</p><p>En la represión</p><p>Hay exclusión de la conciencia de cierta relación, que no por ello continúa menos</p><p>dominando al sujeto.</p><p>La represión entraña la atracción propia de una situación excluida de la conciencia, y el</p><p>desconocimiento, la ceguera en el sistema consciente subjetivo, y todo lo que está</p><p>coordinado a esta situación, tiende a reunirse a la masa de lo reprimido: es el sis tema de</p><p>lo inconsciente el que tiene una inercia propia, y que continúa atrayendo a esta esfera de</p><p>amnesia todo lo que le está conexo y molesta la realización del sujeto (como por ejemplo</p><p>que haya vivido tal situación edípica). Todo esto está bastante electivamente localizado</p><p>alrededor de la relación al padre y a la madre en un sujeto neurótico.</p><p>El complejo de Edipo tiene también una función normativizante, además de sus incidencias</p><p>sobre la génesis de las neurosis.</p><p>El hombre de los lobos ( Nº 1)</p><p>Al estudiar el caso "Dora", vimos que la transferencia estaba ligada a anticipaciones</p><p>subjetivas en el analista, y que la contratransferencia podía ser considerada como la suma</p><p>de los prejuicios del analista.</p><p>Es necesario intentar ver lo que aporta y lo que significa este texto del Hombre de los</p><p>Lobos.</p><p>El "Hombre de los Lobos" es un personaje en que una parte de su drama es su inserción,</p><p>podríamos decir, "desinsertada" en la sociedad. Presenta cierto trastorno neurótico, que ha</p><p>sido calificado, antes de que lo viera Freud, de estado maníaco-depresivo. Para Freud, no</p><p>se trata de tal clasificación nosográfica; lo que presenta el "Hombre de los Lobos" debe ser</p><p>considerado como el estado que sigue a una curación espontánea de una neurosis</p><p>obsesiva.</p><p>Después del análisis con Freud, este personaje presentó un comportamiento psicótico.</p><p>Es necesario hacer notar que muy precozmente este hombre fue separado de todo lo que</p><p>podía, en el plano social, constituir para él un modelo.....Toda la continuación de su historia</p><p>debe verse y situarse en ese contexto.</p><p>Freud, pues, publicó el "Hombre de los Lobos" como la historia de una neurosis infantil.</p><p>Esta neurosis de la infancia tuvo manifestaciones variadas y diversas en su estructura. Si</p><p>se lo mira de cerca, se ve que aquello sobre lo cual la observación de Freud está centrada</p><p>es sobre la búsqueda apasionada, detallada, se podría decir: contra los hechos, de la</p><p>existencia o de la no existencia de acontecimientos traumáticos en la primera infancia.</p><p>En sus escritos Freud insistió a menudo sobre la dificultad que tuvo para mantener sus</p><p>ideas a este respecto, ideas extraídas a su campo de experiencia. Incluso en su propio</p><p>grupo hubo tentativas para disminuir y volver más aceptables al común estas ideas. Y de</p><p>ahí nacieron las escisiones inauguradas por Jung y Adler.</p><p>Mucho antes de la desviación junguiana, desde el comienzo de las investigaciones sobre</p><p>la histeria, fue sorprendido por la regularidad de aparición de historias de seducción o de</p><p>violación que se comprobaban como puramente fantásticas. Esta no es una objeción</p><p>absolutamente valedera contra la realidad de acontecimientos traumáticos de la primera</p><p>infancia.</p><p>Una objeción más grave es el carácter estereotipado de la escena primitiva: se trata</p><p>siempre de un coitus a tergo. Y hay ahí algo muy problemático: ese es un esquema, una</p><p>imagen filogenética que resurge en la reviviscencia imaginaria.</p><p>En un análisis es esencial no desviar al sujeto de la realización de lo que es buscado. Es</p><p>importante que el sujeto haga la realización plena y entera de lo que ha sido su "historia".</p><p>¿Qué es un análisis? Es algo que debe permitir al sujeto asumir plenamente lo que ha sido</p><p>su propia historia.</p><p>En el análisis del "Hombre de los Lobos", Freud no pudo jamás obtener la reminiscencia</p><p>propiamente dicha de la realidad en el pasado de la escena alrededor de la cual gira sin</p><p>embargo todo el análisis del sujeto.</p><p>La realidad del acontecimiento es una cosa, pero hay otra cosa además: es la historicidad</p><p>del acontecimiento, es decir, algo flexible (souple) y decisivo que fue una impresión en el</p><p>sujeto y que dominó y que es necesaria para explicar la continuación de su</p><p>comportamiento. Es esto lo que da la importancia esencial de la discusión de Freud</p><p>alrededor del acontecimiento traumático inicial. Este fue reconstituido muy indirectamente,</p><p>gracias al sueño de los lobos. Es Freud quien enseña al sujeto a leer su sueño. Este</p><p>sueño se traduce como un delirio. No hay más que invertirlo para traducirlo: Los lobos me</p><p>miran inmóviles, muy calmos: Yo miro una escena particularmente agitada. Se puede</p><p>añadir a ello: "Estos lobos tienen bellas colas, ¡cuidado con la mía!".</p><p>Es este sueño el que lleva a la escena reconstruida y que en seguida es asumida por el</p><p>sujeto.</p><p>Es de subrayar, a propósito de la interpretación de este sueño, la atención que Freud le</p><p>presta al trabajo del sueño: para él la significación de un sueño se lee en su trabajo de</p><p>elaboración, de transformación.</p><p>Este acontecimiento traumático permite comprender todo lo que ha sucedido a</p><p>continuación y todo lo que es asumido por el sujeto: su historia.</p><p>A este respecto, no es inútil preguntarse qué es la historia. Los animales, ¿tienen una</p><p>historia? ¿Es la historia una dimensión propiamente humana?</p><p>La historia es una verdad que tiene como propiedad que el sujeto que la asume depende</p><p>de ella en su constitución misma de sujeto, y esta historia depende también del sujeto</p><p>mismo, pues él la piensa y la repiensa a su manera.</p><p>¿Un psicoanálisis está acabado solamente cuando el analizado es capaz de tener plena</p><p>conciencia de sí mismo? La experiencia de Freud exige que el suejto que habla realice</p><p>El hombre de los lobos ( Nº 1)</p><p>Al estudiar el caso "Dora", vimos que la transferencia estaba ligada a anticipaciones</p><p>subjetivas en el analista, y que la contratransferencia podía ser considerada como la suma</p><p>de los prejuicios del analista.</p><p>Es necesario intentar ver lo que aporta y lo que significa este texto del Hombre de los</p><p>Lobos.</p><p>El "Hombre de los Lobos" es un personaje en que una parte de su drama es su inserción,</p><p>podríamos decir, "desinsertada" en la sociedad. Presenta cierto trastorno neurótico, que ha</p><p>sido calificado, antes de que lo viera Freud, de estado maníaco-depresivo. Para Freud, no</p><p>se trata de tal clasificación nosográfica; lo que presenta el "Hombre de los Lobos" debe ser</p><p>considerado como el estado que sigue a una curación espontánea de una neurosis</p><p>obsesiva.</p><p>Después del análisis con Freud, este personaje presentó un comportamiento psicótico.</p><p>Es necesario hacer notar que muy precozmente este hombre fue separado de todo lo que</p><p>podía, en el plano social, constituir para él un modelo.....Toda la continuación de su historia</p><p>debe verse y situarse en ese contexto.</p><p>Freud, pues, publicó el "Hombre de los Lobos" como la historia de una neurosis infantil.</p><p>Esta neurosis de la infancia tuvo manifestaciones variadas y diversas en su estructura. Si</p><p>se lo mira de cerca, se ve que aquello sobre lo cual la observación de Freud está centrada</p><p>es sobre la búsqueda apasionada, detallada, se podría decir: contra los hechos, de la</p><p>existencia o de la no existencia de acontecimientos traumáticos en la primera infancia.</p><p>En sus escritos Freud insistió a menudo sobre la dificultad que tuvo para mantener sus</p><p>ideas a este respecto, ideas extraídas a su campo de experiencia. Incluso en su propio</p><p>grupo hubo tentativas para disminuir y volver más aceptables al común estas ideas. Y de</p><p>ahí nacieron las escisiones inauguradas por Jung y Adler.</p><p>Mucho antes de la desviación junguiana, desde el comienzo de las investigaciones sobre</p><p>la histeria, fue sorprendido por la regularidad de aparición de historias de seducción o de</p><p>violación que se comprobaban como puramente fantásticas. Esta no es una objeción</p><p>absolutamente valedera contra</p><p>la realidad de acontecimientos traumáticos de la primera</p><p>infancia.</p><p>Una objeción más grave es el carácter estereotipado de la escena primitiva: se trata</p><p>siempre de un coitus a tergo. Y hay ahí algo muy problemático: ese es un esquema, una</p><p>imagen filogenética que resurge en la reviviscencia imaginaria.</p><p>En un análisis es esencial no desviar al sujeto de la realización de lo que es buscado. Es</p><p>importante que el sujeto haga la realización plena y entera de lo que ha sido su "historia".</p><p>¿Qué es un análisis? Es algo que debe permitir al sujeto asumir plenamente lo que ha sido</p><p>su propia historia.</p><p>En el análisis del "Hombre de los Lobos", Freud no pudo jamás obtener la reminiscencia</p><p>propiamente dicha de la realidad en el pasado de la escena alrededor de la cual gira sin</p><p>embargo todo el análisis del sujeto.</p><p>La realidad del acontecimiento es una cosa, pero hay otra cosa además: es la historicidad</p><p>del acontecimiento, es decir, algo flexible (souple) y decisivo que fue una impresión en el</p><p>sujeto y que dominó y que es necesaria para explicar la continuación de su</p><p>comportamiento. Es esto lo que da la importancia esencial de la discusión de Freud</p><p>alrededor del acontecimiento traumático inicial. Este fue reconstituido muy indirectamente,</p><p>gracias al sueño de los lobos. Es Freud quien enseña al sujeto a leer su sueño. Este</p><p>sueño se traduce como un delirio. No hay más que invertirlo para traducirlo: Los lobos me</p><p>miran inmóviles, muy calmos: Yo miro una escena particularmente agitada. Se puede</p><p>añadir a ello: "Estos lobos tienen bellas colas, ¡cuidado con la mía!".</p><p>Es este sueño el que lleva a la escena reconstruida y que en seguida es asumida por el</p><p>sujeto.</p><p>Es de subrayar, a propósito de la interpretación de este sueño, la atención que Freud le</p><p>presta al trabajo del sueño: para él la significación de un sueño se lee en su trabajo de</p><p>elaboración, de transformación.</p><p>Este acontecimiento traumático permite comprender todo lo que ha sucedido a</p><p>continuación y todo lo que es asumido por el sujeto: su historia.</p><p>A este respecto, no es inútil preguntarse qué es la historia. Los animales, ¿tienen una</p><p>historia? ¿Es la historia una dimensión propiamente humana?</p><p>La historia es una verdad que tiene como propiedad que el sujeto que la asume depende</p><p>de ella en su constitución misma de sujeto, y esta historia depende también del sujeto</p><p>mismo, pues él la piensa y la repiensa a su manera.</p><p>¿Un psicoanálisis está acabado solamente cuando el analizado es capaz de tener plena</p><p>conciencia de sí mismo? La experiencia de Freud exige que el suejto que habla realice</p><p>sobre cierto campo —el de las relaciones simbólicas— una difícil integración: la de su</p><p>sexualidad, que es una realidad que le escapa en parte, en la medida en que ha fracasado</p><p>en simbolizar de una manera humana ciertas relaciones simbólicas.</p><p>La experiencia psicoanalítica se sitúa para el sujeto sobre el plano de "su verdad". El</p><p>psicoanálisis es una experiencia "en primera persona".</p><p>En el caso del "Hombre de los Lobos", durante meses y años las sesiones no aportan</p><p>nada. Es un sujeto aislado por su posición de rico; su Yo (moi) es un yo fuerte (como todo</p><p>yo de neurótico). El "Hombre de los Lobos" no llega solamente a asumir su propia vida. Su</p><p>vida instintual está "incluída", "enquistada": todo lo que es de orden instintual sobreviene</p><p>como un maremoto si él encuentra una mujer con un trapo de piso, o una escoba, y que</p><p>muestra su espalda y sus nalgas.</p><p>Durante años, pues, este hombre habla y no pasa nada, solamente se mira en el espejo: el</p><p>espejo es el oyente, es decir Freud, en esta ocasión.</p><p>El lenguaje no es solamente un medio de comunicación, cuando un sujeto habla, una parte</p><p>de lo que dice tiene parte de revelación para otro.</p><p>El progreso de un análisis se juzga cuando se sabe en qué momento el "usted" equilibra al</p><p>"yo" (je) del que se trata.</p><p>En el análisis del "Hombre de los Lobos", el acento permanece mucho tiempo sobre el Yo</p><p>(moi) y sobre un Yo (moi) irrefutable. Es entonces que Freud hace intervenir un elemento</p><p>de presión temporal. Y a partir de ese momento, el análisis se desencadena; el H ombre de</p><p>los Lobos toma su análisis en primera persona: Es yo (je) quien habla y ya no yo (moi).</p><p>A recordar:</p><p>l. La embargable evidencia en el instante de una mirada.</p><p>2. Etapa: La del problema: trabajo de cogitación del "working-through".</p><p>3. Etapa: el momento de concluir: elemento de prisa y de urgencia propio de toda especie</p><p>de elección y de compromiso.</p><p>El hombre de los lobos (Nº 2)</p><p>La cuestión que es necesario plantear es la de las relaciones del yo (moi) y del instinto</p><p>sexual que, en el hombre, desemboca en el instinto genital. La observación del "Hombre</p><p>de los Lobos' es significativa e instructiva a este propósito.</p><p>El "Hombre de los Lobos" tiene una vida sexual realizada, aparente, de carácter "incluso"</p><p>("compulsiva", para Freud). Se trata de un ciclo de comportamiento que, una vez</p><p>desencadenado, va hasta el fin y que está "entre paréntesis" por relación al conjunto de la</p><p>personalidad del sujeto. Esta suerte de paréntesis es sorprendente al lado de la</p><p>confidencia de una vida de carácter igualmente ocluido y cerrado. El "Hombre de los</p><p>Lobos" tiene vergüenza de su vida sexual, sin embargo ella existe y puntúa su vida de</p><p>sobre cierto campo —el de las relaciones simbólicas— una difícil integración: la de su</p><p>sexualidad, que es una realidad que le escapa en parte, en la medida en que ha fracasado</p><p>en simbolizar de una manera humana ciertas relaciones simbólicas.</p><p>La experiencia psicoanalítica se sitúa para el sujeto sobre el plano de "su verdad". El</p><p>psicoanálisis es una experiencia "en primera persona".</p><p>En el caso del "Hombre de los Lobos", durante meses y años las sesiones no aportan</p><p>nada. Es un sujeto aislado por su posición de rico; su Yo (moi) es un yo fuerte (como todo</p><p>yo de neurótico). El "Hombre de los Lobos" no llega solamente a asumir su propia vida. Su</p><p>vida instintual está "incluída", "enquistada": todo lo que es de orden instintual sobreviene</p><p>como un maremoto si él encuentra una mujer con un trapo de piso, o una escoba, y que</p><p>muestra su espalda y sus nalgas.</p><p>Durante años, pues, este hombre habla y no pasa nada, solamente se mira en el espejo: el</p><p>espejo es el oyente, es decir Freud, en esta ocasión.</p><p>El lenguaje no es solamente un medio de comunicación, cuando un sujeto habla, una parte</p><p>de lo que dice tiene parte de revelación para otro.</p><p>El progreso de un análisis se juzga cuando se sabe en qué momento el "usted" equilibra al</p><p>"yo" (je) del que se trata.</p><p>En el análisis del "Hombre de los Lobos", el acento permanece mucho tiempo sobre el Yo</p><p>(moi) y sobre un Yo (moi) irrefutable. Es entonces que Freud hace intervenir un elemento</p><p>de presión temporal. Y a partir de ese momento, el análisis se desencadena; el H ombre de</p><p>los Lobos toma su análisis en primera persona: Es yo (je) quien habla y ya no yo (moi).</p><p>A recordar:</p><p>l. La embargable evidencia en el instante de una mirada.</p><p>2. Etapa: La del problema: trabajo de cogitación del "working-through".</p><p>3. Etapa: el momento de concluir: elemento de prisa y de urgencia propio de toda especie</p><p>de elección y de compromiso.</p><p>El hombre de los lobos (Nº 2)</p><p>La cuestión que es necesario plantear es la de las relaciones del yo (moi) y del instinto</p><p>sexual que, en el hombre, desemboca en el instinto genital. La observación del "Hombre</p><p>de los Lobos' es significativa e instructiva a este propósito.</p><p>El "Hombre de los Lobos" tiene una vida sexual realizada, aparente, de carácter "incluso"</p><p>("compulsiva", para Freud). Se trata de un ciclo de comportamiento que, una vez</p><p>desencadenado, va hasta el fin y que está "entre paréntesis" por relación al conjunto de la</p><p>personalidad del sujeto. Esta suerte de paréntesis es sorprendente al lado de la</p><p>confidencia de una vida de carácter igualmente ocluido y cerrado. El "Hombre de los</p><p>Lobos" tiene vergüenza de su vida sexual, sin embargo ella existe y puntúa su vida de</p><p>adulto estragada por una depresión narcisista.</p><p>El "Hombre de los Lobos" tuvo con su hermana relaciones propiamente genitales.</p><p>Hablando propiamente, no hay retraso instintivo en él. Tiene reacciónes instintivas muy</p><p>vivas y listas para penetrar a través de la opacidad que fija y hace estancar su</p><p>personalidad en un estado propiamente narcisista. Se encuentra una virilidad de estructura</p><p>narcisista (términos adlerianos casi aflorantes).</p><p>Se puede partir del esquema clásico de la represión: la represión está ligada a la rivalidad</p><p>con el padre, la que es inasumible (rival omnipotente) y sancionada por un apremio, una</p><p>amenaza, la de la castración. Hay pues disociación entre la sexualidad y el yo (moi),</p><p>proceso de doble faz que tiene un resultado normativo y feliz (período de latencia). Pero el</p><p>retorno de lo reprimido provoca las neurosis infantiles que sobrevienen en el período de</p><p>latencia.</p><p>Aquí, la rivalidad con el padre está lejos de haberse realizado y es reemplazada por una</p><p>relación que, desde el origen, se presenta como una afinidad electiva con el padre: el</p><p>"Hombre de los Lobos" amaba a su padre, quien era muy gentil con él: hay una preferencia</p><p>afectiva. El padre no es castrador ni en sus actos, ni en su ser (enferma muy pronto, más</p><p>castrado que castrador). Y sin embargo Freud nos dice que el temor de la castración</p><p>domina toda la historia de este enfermo. Freud se pregunta si es en función de un</p><p>esquema filogenético.</p><p>La relación de orden simbólico que el sujeto busca conquistar, pues ella le aporta su</p><p>satisfacción propia, es la siguiente: Todo sucede como si, sobre el fundamento de una</p><p>relación real, el niño, por razones ligadas a su entrada en la vida sexual, buscara un padre</p><p>castrador: que sea el genitor, el personaje que castiga: él busca el padre simbólico (no su</p><p>padre real), teniendo con él relaciones punitivas (y esto justo después de la seducción de</p><p>su hermana). El niño tiene una actitud provocativa y busca una satisfacción: ser castigado</p><p>por su padre. La diferencia entre este padre simbólico y el padre real no es cosa rara.</p><p>Otra cosa es igualmente importante para esclarecer nuestra investigación: es la instrucción</p><p>religiosa, la que es dada por una mujer (Freud considera a esta instrucción religiosa como</p><p>un factor de apaciguamiento).</p><p>En el lenguaje de Freud, la sublimación tiene un sentido diferente de la imagen vulgar que</p><p>uno se hace de ella: es decir, el pasaje de un instinto a un registro más sublime. Para</p><p>Freud, es la iniciación de un sujeto a un símbolo más o menos socializado y objeto de</p><p>creencia universal.</p><p>Durante un cierto tiempo, el niño es calmado gracias a eso. Para Freud, la religión es una</p><p>ilusión, pues su estructura dogmática le parece mítica.</p><p>Para Freud, la satisfacción del deseo del hombre exige que sea reconocido. Este</p><p>reconocimiento deviene el objeto mismo del deseo del hombre. Cuando el hombrecito no</p><p>encuentra la forma de una religión, se hace una: es la neurosis obsesiva, y es lo que la</p><p>religión evita. Lo que la instrucción religiosa enseña al niño es el nombre del Padre y del</p><p>Hijo. Pero falta el espíritu: es decir, el sentimiento del respeto. La religión trazaba las vías</p><p>por las cuales se podía testimoniar el amor por el padre, "sin el sentimiento de culpabilidad</p><p>inseparable de las aspiraciones amorosas individuales" (Freud). Pero, para el "Hombre de</p><p>los Lobos", faltaba una voz plenamente autorizada. Un padre que encarne el bien, el padre</p><p>simbólico. Y la rebelión ligada al masoquismo se manifiesta (crítica religiosa que hace el</p><p>niño). Cuando aparece el repetidor que puede encarnar la función del padre y que dice: "la</p><p>religión, son bolazos", todo eso no se sostiene mucho tiempo. Pues, en este caso, no hay</p><p>super-ego: el niño no ha podido identificarse a una imagen propiamente paterna que</p><p>cumpliera la función simbólica del Padre. Por esto y al mismo tiempo no ha podido realizar</p><p>tampoco el complejo de Edipo normativizante. Sus relaciones, en el triángulo edípico, lo</p><p>muestran identificado a la madre. El objeto de su deseo es el padre. Se lo sabe gracias al</p><p>sueño de angustia. En sus antecedentes inmediatos se encuentra la espera del doble don</p><p>para el día de Navidad. El "doble don" manifiesta su duplicidad en relación al padre (el</p><p>regalo de Navidad manifiesta la trascendencia del niño en relación al adulto). El niño es el</p><p>extraño que escapa al orden donde uno se reconoce; el niño siente que del lado del adulto</p><p>hay todo un mundo organizado y en el cual, propiamente hablando, él no está iniciado. La</p><p>relación niño-adulto es de amor, pero este amor es también rechazado (reppouseé): el</p><p>niño capta todo y por otro lado no sabe todo. y esto explica que el niño se introduzca de</p><p>un sólo golpe en un sistema completo de lenguaje en tanto que sistema de una lengua y</p><p>no deletreo de la realidad.</p><p>El "Hombre de los Lobos" quería pues se regalo de Navidad y el de su cumpleaños. Para</p><p>él, que se considera como el hijo de su único Padre, quiere también un don de amor real.</p><p>Y alrededor de esto se cristaliza el sueño-pesadilla esencial. Es un sueño de angustia.</p><p>Esta no siempre está ligada al retorno de lo reprimido en la conciencia (siendo lo reprimido</p><p>algo que no ha sido memorizado simbólicamente).</p><p>Hay que distinguir dos memorias. El niño se acuerda de algo que ha existido y que no</p><p>puede ser rememorado sobre el plano simbólico. Y esto determina sin embargo todo su</p><p>comportamiento ulterior, que da esta "sexualidad argumentado en astillas": es el drama del</p><p>desarrollo de este niño.</p><p>En el análisis de este sueño hay dos planos:</p><p>1º) los mitos que están en el registro de su tentativa de asumir los mitos socializantes (el</p><p>cuento tiene un valor de satisfacción saturante que introduce al niño en un medio de</p><p>comunicación que lo satisface).</p><p>2º) Después de eso, no hay más nada, y es sólo Freud quien interpreta este sueño que</p><p>tiene el valor de la irrupción de la escena primitiva misma en la conciencia nocturna.</p><p>A este sueño, para comprenderlo, es necesario invertirlo. La realidad apuntada ha sido</p><p>abolida por esta inversión: ventana abierta: es lo inverso del velo que envuelve al sujeto:</p><p>es un espejo donde él va a verse a sí mismo mirando (bajo la forma de esos animales que</p><p>lo miran) —una escena agitada: el padre y la madre teniendo un coitus a tergo. Esto</p><p>entraña una relajación esfinteriana debida al terror. (Representando esto un regalo</p><p>orgánico del bebé). El enfermo ha olvidado esta escena, la que es inintegrable a su</p><p>memoria consciente. Ella resurge cuando él intenta mediatizar su deseo creando una</p><p>relación simbólica con el padre. En su inconsciente se trata de una relación homosexual</p><p>adulto estragada por una depresión narcisista.</p><p>El "Hombre de los Lobos" tuvo con su hermana relaciones propiamente genitales.</p><p>Hablando propiamente, no hay retraso instintivo en él. Tiene reacciónes instintivas muy</p><p>vivas y listas para penetrar a través de la opacidad que fija y hace estancar su</p><p>personalidad en un estado propiamente narcisista. Se encuentra una virilidad de estructura</p><p>narcisista (términos adlerianos casi aflorantes).</p><p>Se puede partir del esquema clásico de la represión: la represión está ligada a la rivalidad</p><p>con el padre, la que es inasumible (rival omnipotente) y sancionada por un apremio, una</p><p>amenaza, la de la castración. Hay pues disociación entre la sexualidad y el yo (moi),</p><p>proceso de doble faz que tiene un resultado normativo y feliz (período de latencia). Pero el</p><p>retorno de lo reprimido provoca las neurosis infantiles que sobrevienen en el período de</p><p>latencia.</p><p>Aquí, la rivalidad con el padre está lejos de haberse realizado y es reemplazada por una</p><p>relación que, desde el origen, se presenta como una afinidad electiva con el padre: el</p><p>"Hombre de los Lobos" amaba a su padre, quien era muy gentil con él: hay una preferencia</p><p>afectiva. El padre no es castrador ni en sus actos, ni en su ser (enferma muy pronto, más</p><p>castrado que castrador). Y sin embargo Freud nos dice que el temor de la castración</p><p>domina toda la historia de este enfermo. Freud se pregunta si es en función de un</p><p>esquema filogenético.</p><p>La relación de orden simbólico que el sujeto busca conquistar, pues ella le aporta su</p><p>satisfacción propia, es la</p><p>siguiente: Todo sucede como si, sobre el fundamento de una</p><p>relación real, el niño, por razones ligadas a su entrada en la vida sexual, buscara un padre</p><p>castrador: que sea el genitor, el personaje que castiga: él busca el padre simbólico (no su</p><p>padre real), teniendo con él relaciones punitivas (y esto justo después de la seducción de</p><p>su hermana). El niño tiene una actitud provocativa y busca una satisfacción: ser castigado</p><p>por su padre. La diferencia entre este padre simbólico y el padre real no es cosa rara.</p><p>Otra cosa es igualmente importante para esclarecer nuestra investigación: es la instrucción</p><p>religiosa, la que es dada por una mujer (Freud considera a esta instrucción religiosa como</p><p>un factor de apaciguamiento).</p><p>En el lenguaje de Freud, la sublimación tiene un sentido diferente de la imagen vulgar que</p><p>uno se hace de ella: es decir, el pasaje de un instinto a un registro más sublime. Para</p><p>Freud, es la iniciación de un sujeto a un símbolo más o menos socializado y objeto de</p><p>creencia universal.</p><p>Durante un cierto tiempo, el niño es calmado gracias a eso. Para Freud, la religión es una</p><p>ilusión, pues su estructura dogmática le parece mítica.</p><p>Para Freud, la satisfacción del deseo del hombre exige que sea reconocido. Este</p><p>reconocimiento deviene el objeto mismo del deseo del hombre. Cuando el hombrecito no</p><p>encuentra la forma de una religión, se hace una: es la neurosis obsesiva, y es lo que la</p><p>religión evita. Lo que la instrucción religiosa enseña al niño es el nombre del Padre y del</p><p>Hijo. Pero falta el espíritu: es decir, el sentimiento del respeto. La religión trazaba las vías</p><p>por las cuales se podía testimoniar el amor por el padre, "sin el sentimiento de culpabilidad</p><p>inseparable de las aspiraciones amorosas individuales" (Freud). Pero, para el "Hombre de</p><p>los Lobos", faltaba una voz plenamente autorizada. Un padre que encarne el bien, el padre</p><p>simbólico. Y la rebelión ligada al masoquismo se manifiesta (crítica religiosa que hace el</p><p>niño). Cuando aparece el repetidor que puede encarnar la función del padre y que dice: "la</p><p>religión, son bolazos", todo eso no se sostiene mucho tiempo. Pues, en este caso, no hay</p><p>super-ego: el niño no ha podido identificarse a una imagen propiamente paterna que</p><p>cumpliera la función simbólica del Padre. Por esto y al mismo tiempo no ha podido realizar</p><p>tampoco el complejo de Edipo normativizante. Sus relaciones, en el triángulo edípico, lo</p><p>muestran identificado a la madre. El objeto de su deseo es el padre. Se lo sabe gracias al</p><p>sueño de angustia. En sus antecedentes inmediatos se encuentra la espera del doble don</p><p>para el día de Navidad. El "doble don" manifiesta su duplicidad en relación al padre (el</p><p>regalo de Navidad manifiesta la trascendencia del niño en relación al adulto). El niño es el</p><p>extraño que escapa al orden donde uno se reconoce; el niño siente que del lado del adulto</p><p>hay todo un mundo organizado y en el cual, propiamente hablando, él no está iniciado. La</p><p>relación niño-adulto es de amor, pero este amor es también rechazado (reppouseé): el</p><p>niño capta todo y por otro lado no sabe todo. y esto explica que el niño se introduzca de</p><p>un sólo golpe en un sistema completo de lenguaje en tanto que sistema de una lengua y</p><p>no deletreo de la realidad.</p><p>El "Hombre de los Lobos" quería pues se regalo de Navidad y el de su cumpleaños. Para</p><p>él, que se considera como el hijo de su único Padre, quiere también un don de amor real.</p><p>Y alrededor de esto se cristaliza el sueño-pesadilla esencial. Es un sueño de angustia.</p><p>Esta no siempre está ligada al retorno de lo reprimido en la conciencia (siendo lo reprimido</p><p>algo que no ha sido memorizado simbólicamente).</p><p>Hay que distinguir dos memorias. El niño se acuerda de algo que ha existido y que no</p><p>puede ser rememorado sobre el plano simbólico. Y esto determina sin embargo todo su</p><p>comportamiento ulterior, que da esta "sexualidad argumentado en astillas": es el drama del</p><p>desarrollo de este niño.</p><p>En el análisis de este sueño hay dos planos:</p><p>1º) los mitos que están en el registro de su tentativa de asumir los mitos socializantes (el</p><p>cuento tiene un valor de satisfacción saturante que introduce al niño en un medio de</p><p>comunicación que lo satisface).</p><p>2º) Después de eso, no hay más nada, y es sólo Freud quien interpreta este sueño que</p><p>tiene el valor de la irrupción de la escena primitiva misma en la conciencia nocturna.</p><p>A este sueño, para comprenderlo, es necesario invertirlo. La realidad apuntada ha sido</p><p>abolida por esta inversión: ventana abierta: es lo inverso del velo que envuelve al sujeto:</p><p>es un espejo donde él va a verse a sí mismo mirando (bajo la forma de esos animales que</p><p>lo miran) —una escena agitada: el padre y la madre teniendo un coitus a tergo. Esto</p><p>entraña una relajación esfinteriana debida al terror. (Representando esto un regalo</p><p>orgánico del bebé). El enfermo ha olvidado esta escena, la que es inintegrable a su</p><p>memoria consciente. Ella resurge cuando él intenta mediatizar su deseo creando una</p><p>relación simbólica con el padre. En su inconsciente se trata de una relación homosexual</p><p>pasiva. Pero ésta es reprimida por una exigencia narcisista. ¿Qué es el narcis ismo? ¿Una</p><p>relación libidinal con el cuerpo propio? La relación narcisista está centrada por un reflexión:</p><p>una imagen especular, narcisista y una identificación al otro. Hay ambigüedad total, el</p><p>sujeto es a la vez él; y otro. Otra cosa: hay un rol de la imagen impregnante en la</p><p>erotización de la imagen del otro. Ahí se plantean todas las cuestiones de la bisexualidad.</p><p>Feminizado en el inconsciente, el sujeto, sobre el plano del Yo (Moi), elige con la última</p><p>energía la posición justamente opuesta. ¿Cómo explicar esto? Refiriéndose a las</p><p>relaciones que, en la naturaleza, existen entre la parada y el pareo: hay relación a cierta</p><p>imagen cuyo afrontamiento es realizado de manera bastante contingente. Se establece</p><p>una reacción de parada: es una suerte de prueba que produce un cambio en la actitud de</p><p>los partenaires, y uno y otro, y uno en relación al otro, se reconocen. Por ahí se completa</p><p>una suerte de esquema innnato y los roles son fijados, repartidos de una vez por todas.</p><p>¿Se puede decir que hay algo análogo en la referencia imaginaria a los personajes en la</p><p>escena primitiva? De donde el conflicto entre una impresión feminizante y una experiencia</p><p>del cuerpo completo, especular (ver la lección de Freud sobre la feminidad). La relación a</p><p>una imagen unívoca y fálica nos pone en presencia del fenómeno que, en la experiencia</p><p>clínica, guarda un carácter original. Todo sucede como si un fenómeno de relación</p><p>imaginaria a sí mismo recubriera, apagara todo lo que es del otro registro. Por lo que la</p><p>identificación a la madre en la escena primitiva es rechazada: la imagen de la identificación</p><p>femenina está del lado de la imagen del cuerpo fragmentado, por detrás para el enfermo.</p><p>Y es por lo cual la libido narcisista, confirmación narcisista, debe traer una denegación</p><p>absoluta de su contenido (o tinte —la palabra falta en el texto) homosexual: hay</p><p>prevalencia de la imagen completa (fálica) del cuerpo. La reevocación de la imagen</p><p>fragmentada del cuerpo provoca el resurgimiento de un estado anterior del yo (moi) y esto</p><p>da angustia. Así se explica el carácter narcisista de la afirmación viril del sujeto y, de ahí,</p><p>viene también la dificultad para alcanzar un objeto heterosexual.</p><p>La identificación a la hermana es cierta (hay un año y medio de diferencia entre ello =</p><p>buena diferencia: "nota sensible" en el sentido que eso tiene en música). Al punto que,</p><p>cuando la hermana ha muerto, ella es como reabsorbida por él mismo. Por eso no puede</p><p>aceptar los primeros avances de su hermana, que le habrían dado acceso a un estadio</p><p>propiamente genital.</p><p>Para que la identificación se produzca en el hombre, debe ser por intermedio de un</p><p>modelo realizado: adulto, femenino o masculino (hay una diferencia con los animales: en</p><p>ellos la experiencia es pasivizante para uno, promotora de actividad para el otro).</p><p>El hombre se anticipa en su imagen completa antes que la haya alcanzado. De donde</p>

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