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Capitalismo y subdesarrollo en América Latina Andre Gunder Frank ÍNDICE DE CONTENIDOS PREFACIO PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN Capítulo Primero: EL DESARROLLO DEL SUBDESARROLLO CAPITALISTA EN CHILE A. Tesis del subdesarrollo capitalista. 1. La contradicción de la expropiación-apropiación del excedente económico; 2. La contradicción de la polarización metrópoli-satélite; 3. La contradicción de la continuidad en el cambio B. Las contradicciones capitalistas en América Latina y en Chile C. América Latina, colonial y capitalista D. El capitalismo del siglo XVI en Chile: colonización de un satélite E. El capitalismo del siglo XVII en Chile: desarrollo capitalista "clásico" F. El capitalismo del siglo XVIII en Chile: resatelización, polarización y subdesarrollo. 1. La polarización internacional a través del comercio exterior; 2. La polarización interior; 3. La polarización latifundio-minifundio; 4. La polarización propietario-trabajador dentro del latifundio; 5. Polarización y subdesarrollo industrial G. El capitalismo del siglo XIX en Chile: consolidación del subdesarrollo. 1. Tentativas de independencia y desarrollo económico: Portales, Bulnes y Montt; 2. El librecambio y el subdesarrollo estructural; 3. La revolución industrial frustrada: Balmaceda y el salitre; 4. La consolidación del subdesarrollo 1 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile H. El siglo XX: amarga cosecha de subdesarrollo. El sector "externo"; El sector "interno" I. Conclusiones e implicaciones Capítulo Segundo: EL "PROBLEMA INDÍGENA" EN AMÉRICA LATINA A. El problema B. La historia C. La estructura D. El trabajador E. El mercado F. El capitalismo Capítulo tercero: EL DESARROLLO DEL SUBDESARROLLO CAPITALISTA EN BRASIL A. El modelo, las hipótesis B. El desarrollo del subdesarrollo. 1. El azúcar y el subdesarrollo del Nordeste; 2. Inglaterra y el subdesarrollo de Portugal; 3. El oro y el subdesarrollo de la Región Central; 4. La guerra y el subdesarrollo del norte; 5. El monopolio y el subdesarrollo de la industria; 6. El librecambio y la consolidación del subdesarrollo del Brasil; 7. Resumen: involución pasiva y subdesarrollo C. El subdesarrollo del desarrollo. 1. El café y la satelización externa; 2. La industria y la satelización polar interna; 3. Las inversiones extranjeras y el subdesarrollo; 4. Crisis en la metrópoli e involución activa en el satélite; 5. La recuperación de la metrópoli de Brasil y la resatelización; 6. El desarrollo colonialista interno y el subdesarrollo capitalista; 7. Desarrollo imperialista y subdesarrollo capitalista D. Conclusión Capítulo cuarto: EL CAPITALISMO Y EL MITO DEL FEUDALISMO EN LA AGRICULTURA BRASILEÑA A. EL MITO DEL FEUDALISMO. 1. La tesis burguesa; 2. Las tesis marxistas tradicionales; 3. Crítica del mito del feudalismo B. LA AGRICULTURA CAPITALISTA. 1. Capitalismo y subdesarrollo; 2. Los principios organizativos; 2 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile 3. Determinación de la producción, la organización y el bienestar en la agricultura; 4. Conclusiones teóricas y políticas; 5. Post scriptum: más pruebas Capítulo quinto: LA INVERSIÓN EXTRANJERA EN EL SUBDESARROLLO LATINOAMERICANO A. El problema B. Del colonialismo al imperialismo. 1. Explotación y acumulación originaria en la colonia; 2. Industrialización, libre comercio y subdesarrollo; 3. Expansión imperialista y subdesarrollo latinoamericano C. El neoimperialismo y más allá. 1. Crisis en la metrópoli y desarrollo latinoamericano; 2. Expansión de la metrópoli y subdesarrollo de América Latina D. Sumario y conclusiones APENDICES * APENDICE: LA DEPENDENCIA HA MUERTO. VIVA LA DEPENDENCIA Y LA LUCHA DE CLASES * CRITICAS DE OBRAS DE ANDRE GUNDER FRANK BIBLIOGRAFÍA Este libro es una selección de textos escritos en diversas fechas. La primera edición impresa en forma de libro se hizo en el año 1965. La segunda edición se hizo en 1968. La presente edición electrónica está realizada en junio 2005, dos meses después del fallecimiento de Andre Gunder Frank, por eumed●net, basada en la traducción de Elpidio Pacios, con revisión de Inés Izaguirre y del propio autor. Para citar este texto puede utilizar el siguiente formato: Andre Gunder Frank (1965) Capitalismo y subdesarrollo en América Latina. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/textos/ 3 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile PREFACIO Creo, como Paul Baran, que fue el capitalismo mundial y nacional el que generó el subdesarrollo en el pasado y que sigue generándolo en el presente. Los ensayos que siguen se escribieron en épocas diferentes, en varios países y con diversos propósitos y medios ¹. Cada uno de ellos se propone, a su modo, esclarecer cómo la estructura y el desarrollo del capitalismo, después de haber permeado y caracterizado, desde hace mucho, a la América Latina y a otros continentes, continúan generando, manteniendo y haciendo más profundo el subdesarrollo. En esto s estudios, el análisis se centra en —y emerge de— la estructura metrópoli- satélite del sistema capitalista. Aunque las características, contradicciones y consecuencias del capitalismo aparecen en todos ellos, en cada uno se pone énfasis especial en un rasgo particular del subdesarrollo capitalista. El estudio histórico sobre el subdesarrollo en Chile hace particular hincapié en la pérdida y enajenación del excedente económico durante el proceso del subdesarrollo capitalista, proceso hacia el cual llamó la atención Paul Baran. El breve ensayo en torno al "problema indígena" en América Latina sostiene que su base es la extensión del pillaje capitalista del excedente a las más apartadas capas de la sociedad. Las contradicciones del desarrollo desigual y de la polarización internacional, nacional y regional reciben, a su vez, un análisis más detallado en el estudio del subdesarrollo histórico del Brasil. Finalmente, la naturaleza monopolista de la estructura del capitalismo es el núcleo del análisis del último estudio, acerca del subdesarrollo de la agricultura brasileña contemporánea. La persistencia de estas contradicciones del capitalismo, que a lo largo de la historia del desarrollo capitalista engendran subdesarrollo, brota de todos los ensayos. El estudio acerca de Chile incluye el contexto histórico del desarrollo y el subdesarrollo capitalistas y expone detalladamente los rasgos esenciales de la estructura del sistema capitalista en los niveles mundial , nacional y local, rasgos que forman la base teórica de mi tesis general. El acento en la historia se propone demostrar cómo el desarrollo histórico del capitalismo empezó a introducirse , a formar y, en verdad, a caracterizar las sociedades latinoamericana y chilena ya desde la conquista, en el siglo XVI. El ensayo analiza cómo, a lo largo de las centurias siguientes, el capitalismo mundial impuso su estructura y desarrollo expoliadores a la economía interna de Chile y la integró totalmente con el sistema capitalista mundial, convirtiéndola en un satélite colonial de la metrópoli capitalista extranjera. El estudio sugiere también cómo es que la consecuencia inevitable de esa estructura y evolución capitalista mundial, chilena y local ha sido el desarrollo del subdesarrollo en Chile. El segundo bosquejo , acerca del llamado "problema indígena " latinoamericano, es parte de un estudio mayor, redactado como informe para la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas. Como tal, su preparación estuvo sujeta a cierta s limitaciones. El ensayo sostiene que esta estructura capitalistaes ubicua. Hasta los pueblos indígenas de la América Latina, de cuya supuesta economía de subsistencia se dice a menudo que los margina de la vida nacional, se encuentran totalmente integrados en esa estructura, si bien como víctimas superexplotadas del imperialismo capitalista interno. Siendo ya pactes integrantes del sistema capitalista, la tan frecuente política de tratar de "integrar" a los 4 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile indígenas latinoamericanos en la vida nacional mediante uno u otro esquema de desarrollo comunal, carece, por ende, de sentido y está destinada a fracasar. El carácter particular del supuesto atraso de los indígenas, lejos de provenir del aislamiento, debe atribuirse a —y comprenderse en función de— ese mismo sistema estructural capitalista, y de las particulares manifestaciones de subdesarrollo a que da origen en diferentes circunstancias. El tercer estudio, "El desarrollo del subdesarrollo capitalista en el Brasil", se preparó en forma de disertaciones para la conferencia sobre el "tercer mundo" celebrada en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de México, en enero de 1965. Similar en intención al ensayo sobre Chile, este estudio subraya particularmente las inherentes limitaciones que la estructure y el desarrollo del sistema capitalista imponen necesariamente el desarrollo industrial y económico de sus miembros satélites. Pone de relieve también cómo estos países, y en particular sus antiguas regiones exportadoras principales, como el hoy extremadamente pobre nordeste brasileño, caen por fuerza en el subdesarrollo capitalista, como consecuencia natural del desarrollo del sistema capitalista en general. El ensayo sobre "El capitalismo y el mito del feudalismo en la agricultura brasileña" fue escrito en Brasilia, en íntimo contacto con las figuras y las corrientes políticas de esa capital, antes del golpe militar de abril de 1964. Como este ensayo es el primero que escribí, refleja el más bajo nivel de madurez de mi análisis y mis conclusiones. Empero, este ensayo completa a los otros en dos importantes sentidos. Por ser de alcance más limitado y carecer de profundidad histórica puede examinar con más detalle un aspecto particular del subdesarrollo contemporáneo: la estructura comercial monopolista de la agricultura. El ensayo sostiene que, contra la opinión de la mayoría de los investigadores, burgueses y marxistas por igual, el Brasil —y otras partes de América Latina, pudiera añadirse— no posee un a "economía dual", ni su sector agrícola es feudal o precapitalista. El análisis procede a demostrar a continuación cómo la ineficiencia y la pobreza, universalmente reconocidas, de la agricultura brasileña provienen del capitalismo, de la misma estructura monopolista y por ende explotadora que se analiza en otra parte de este libro. El análisis económico de este ensayo se dirige clara y específicamente a importantes problemas de carácter político. Si, como en él se sugiere, ninguna parte de le economía es feudal y toda ella se integra en un solo sistema capitalista, la opinión de que el capitalismo debe penetrar aún en el resto del país es científicamente inaceptable, y la estrategia política que la acompaña —apoyar a la burguesía en su esfuerzo por extender el capitalismo y completar la revolución democrática burguesa— es políticamente desastrosa. Desde que este ensayo se escribió, su tesis ha sido confirmada por la historia. La burguesía "nacional" brasileña, no menos que la "compradora", ha participado plenamente en la dictadura militar neofascista y en los acontecimientos subsiguientes. Es de esperar, no obstante, que dicho análisis pueda servir todavía par a robustecer la base empírica y teórica de la acción política futura necesaria para superar el subdesarrollo del Brasil, del resto de América Latina y de otras regiones. Estos ensayos no pretenden abarcar todos los problemas económicos y político s, del desarrollo y el subdesarrollo capitalistas en Chile, el Brasil o América Latina, y quizás sea oportuno tomar nota de las importantes cuestiones a las que prestan poca o ninguna atención. Mi esfuerzo por ver a distancia y subrayar la continuidad 5 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile fundamental del proceso del desarrollo y el subdesarrollo capitalistas me ha llevado a subrayar me nos algunas transformaciones de lo que probablemente merecen per se. La más importante, indudablemente, es el ascenso y la consolidación del imperialismo. Un análisis más detallado del proceso histórico del desarrollo capitalista y de los problemas contemporáneos del subdesarrollo tendría que dedicar más atención a las transformaciones especificas de la estructura económica y las clases de estos países subdesarrollados, como resultado del ascenso del imperialismo en el siglo XIX y su consolidación en el XX. Paul Baran sugirió que el imperialismo, lejos de fomentar el capitalismo industrial, fortaleció el capitalismo mercantil en los países subdesarrollados. El estudio de Chile y el Brasil confirma esta concepción, pero no llega a examinar muchos de los cambios ocurridos al mismo tiempo en las relaciones entre los sectores comercial e industrial de estas economías. Una transformación más reciente, el ascenso de los países socialistas, recibe menos atención todavía, aunque ya influye directamente sobre estos países latinoamericanos al aumentar de modo decisivo el ámbito de sus opciones políticas, e indirectamente, al reducir la esfera del mercado mundial capitalista de metrópolis y satélites. El esfuerzo por estudiar la estructura colonial metrópoli -satélite y el desarrollo del capitalismo me ha llevado a dedicar poca atención específica a la estructura y desarrollo de las clases. Esto no quiere decir que me proponga reemplazar el análisis de las clases con este análisis colonial. Antes bien, con el análisis colonial intento completar el análisis de las clases y descubrir y hacer resaltar aspectos de la estructura clasista de estos países subdesarrollados que con frecuencia han quedado oscuros. Este es el caso, particularmente, del lugar de la burguesía y la función que puede o no puede desempeñar en el desarrollo económico y el proceso político. No obstante, como en estos ensayos se da preferencia a la estructura colonial, no pueden ser , ni pretenden ser, un instrumento adecuado para examinar la lucha de clases en general e idear la estrategia y tácticas populares para que aquélla se desarrolle, pare destruir el sistema capitalista y, por ende , desarrollar a los países subdesarrollados. Todos los estudios llegan a una conclusión de primera importancia: el capitalismo nacional y la burguesía nacional no ofrecen ni pueden ofrecer modo alguno de salir del subdesarrollo en América Latina. Esta conclusión y el análisis en que se basa tienen importante s implicaciones. Señalan l a necesidad de que en los países subdesarrollados y socialistas se elaboren la teoría y el análisis capaces de abarcar la estructura y el desarrollo del sistema capitalista en escala mundial integrada, y de explicar su contradictoria evolución, la cual genera a la vez desarrollo y subdesarrollo económico en los niveles internacional, nacional, local y sectorial. Las categorías teóricas especificas basadas en la experiencia del desarrollo clásico del capitalismo en los países metropolitanos no son adecuadas por s í sol as, para esta tarea. Es estéril hablar en términos de una burguesía o clase industrial nacional que fomenta la economía de un supuesto "tercer mundo", liberando a su sector capitalista nacional del colonialismo y el imperialismo metropolitano en lo exterior y expandiéndolo en lo interior hasta que finalmente penetra y elimina al sector tradicional o feudal de la sociedad y economía dual.Es vano esperar que los países subdesarrollados de hoy reproduzcan las etapas de crecimiento económico por l as que pasaron las sociedades evolucionadas modernas, cuyo desarrollo capitalista clásico surgió de la sociedad precapitalista y feudal. Esta expectación es totalmente contraria a la realidad y está más allá de toda posibilidad práctica y teórica. En su lugar será 6 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile necesario estudiar científicamente el verdadero proceso del desarrollo y el subdesarrollo capitalista mundial y crear en la porción subdesarrollada del mundo una economía política de crecimiento basada en la realidad. El análisis y la conclusión tienen, por ende, implicaciones políticas de largo alcance. Si la estructura y el desarrollo del sistema capitalista mundial han incorporado y subdesarrollado desde hace tiempo hasta el más remoto rincón de la sociedad "tradicional" y no dejan ya espacio alguno par a el desarrollo nacional clásico o par a el desarrollo del capitalismo estatal moderno, independiente del imperialismo, la estructura contemporánea del capitalismo no consiente el desarrollo autónomo de una burguesía nacional lo bastante independiente para dirigir un verdadero movimiento de liberación nacional (y, a menudo, hasta par a tomar parte activa en él), o lo bastante progresista p ara destruir la estructura capitalista del subdesarrollo de s u país. Si ha de haber una revolución democrática "burguesa" y si ésta ha de conducir a la revolución socialista y a la eliminación del subdesarrollo capitalista, no puede ser y a la burguesía, bajo ninguno de sus disfraces, la que haga esa revolución. La misión y el papel histórico de la burguesía en la América Latina —que era acompañar y promover el subdesarrollo de en sociedad y de si misma— han concluido. En América Latina como en otras partes, la misión de promover el progreso histórico corresponde ahora a las mases populares solamente, y quienes honesta y realísticamente quieran contribuir al progreso del pueblo deben apoyar a aquéllas en su búsqueda del progreso por y para s í mismas. Aplaudir y, en nombre del pueblo, respaldar incluso a la burguesía en su ya desempeñado papel en el escenario de la historia es una perfidia o una traición. El análisis y las conclusiones de estos estudios envuelven también implicaciones — digámoslo de nuevo con palabras de Paul Baran— en cuanto a la responsabilidad del intelectual. Mis propias circunstancias sociales e intelectuales son las de la clase media norteamericana, y mi formación profesional la del ala m ás reaccionaria de la burguesía de los Estados Unidos. (Mi principal profesor de teoría económica se convirtió en el principal asesor de Barry Goldwater en su campaña presidencial de 1964.) Cuando hace unos tres años vine a América Latina, consideraba su subdesarrollo principalmente en términos de problemas de falta de capital, de instituciones feudales y tradicionales que impedían ahorrar e invertir, de concentración del poder político en manos de oligarquías rurales, y de muchos otros de los supuestos obstáculos, universalmente conocidos, a los que se atribuyen el estancamiento de la s sociedades subdesarrolladas supuestamente tradicionales. Yo había leído a Paul Baran, pero no lo comprendía en realidad, como tampoco al resto del mundo. Loa programas de desarrollo, como inversiones en capital humano y estrategias discontinuas de fomento económico, que mis investigaciones académicas me habían llevado a publicar en revistas profesionales, eran más o menos similares a lo s de mis colegas, aunque yo no llegaba a los extremos de la política monetaria clásica, ni al análisis social en términos de actitudes y motivaciones seudoweberianas y neofreudianas. Al mismo tiempo, incluso antes de venir a los países subdesarrollados, yo había mantenido siempre en mi vid a personal, fuera de mi carrera de académico profesional, algunas perspectivas y posiciones políticas progresistas. Yo estaba, para decirlo con el título de la autobiografía de mi padre, "a la izquierda, donde está el corazón". Mis opiniones me situaban siempre a la izquierda de casi todos lo s liberales norteamericanos; por ejemplo, yo no dudaba que la Revolución Cubana 7 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile era digna de apoyo, pero no comprendía su significado. Yo era, fundamentalmente, un irresponsable, un intelectual esquizofrénico: mantenía separadas mis opiniones políticas y m i labor intelectual o profesional, aceptando las teorías científicas más o me nos como me eran entregadas y formando mis criterios políticos en respuesta al sentimiento que los hechos aislados me inspiraban. Como mucho s de mis colegas, yo era un liberal. Para aprender a realizar investigaciones sociales dignas de ese nombre, para hacerme más responsable, social y políticamente, y para atreverme a decir al pueblo de los países subdesarrollados cuál economía política de crecimiento podía serles útil, tenía que abandonar mis rumbos liberales y mi ambiente metropolitano e ir a esos países, a aprender allí la verdadera ciencia política y la economía política, tanto en el clásico sentido preliberal como en el sentido marxista postliberal. Tenía que librarme de la máxima liberal de que sólo la neutralidad política permite ser objetivamente científico, máxima generalmente usada para defender la irresponsabilidad social, la ciencia seudocientífica y la reacción política. Tenía que aprender de los que habían sido perseguid os en nombre de la libertad y del liberalismo, como Simón Bolívar predijo en 1826 que lo serían. Tenía que aprender que la ciencia social debe ser política. Por ende, otra implicación de estos estudios es que, para ser responsable tanto intelectual como socialmente y, añadiría yo, para ser científicamente adecuado y políticamente efectivo es necesario, en esta rama de la ciencia y la política, despojarse de los estereotipos científicos y políticos que la mayoría de nosotros, no marxistas y marxista s por igual, en las metrópolis como en las colonias, hemos heredado en gran parte del desarrollo capitalista metropolitano de la era del liberalismo. Del mismo modo que la misión de la burguesía e n los satélite s del sistema capitalista, el lugar del liberalismo metropolitano, económico, político, social -sí, y cultural - ha pasado a la historia. Para emancipar a quienes este liberalismo y esta burguesía, han esclavizado y subdesarrollado necesitaremos una nueva economía política del crecimiento, formulada conforme a las líneas, que Paul Baran nos señaló. Un esfuerzo conciente por desarrollarla, incluso al precio de arriesgar alguna seguridad intelectual y bienestar personal, es el menor de l os sacrificio s que la historia puede pedirnos. Parte de este libro se escribió y preparó para la imprenta con la ayuda financiera de la Fundación Louis M. Rabinowitz, a la que quiero expresar mi gratitud por la confianza y la ayuda que me brindó. Quiero también dar gracias a los amigos y colegas que leyeron el manuscrito, en todo o en parte, y me hicieron sugerencias útiles: Deodato Riveira, Wanderley Guilherme y Ruy Mauro Marini, en el Brasil; Enzo Faletto, Clodomiro Almeyda y Dale Johnson, en Chile; y Alonso Aguilar y Fernando Carmona, en México. El lector y yo debemos estar agradecidos al extinto John Rackliffe, quien corrigió el manuscrito de modo excelente y facilitó la comunicación. Mi esposa, Martha, ha tenido que soportar los viajes de un país a otro y ha sido paciente conmigo a lo largo de mi trabajo. ANDRÉ GUNDER FRANK México, 26 de julio, 1965 1. Por esta razón no ha sido posible reexaminar ciertas fuentes locales. 8 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN A la edición revisada en inglés (en rústica) y alas ediciones en español, portugués, francés e italiano, se le ha añadido el ensayo "La inversión extranjera en el subdesarrollo latinoamericano". Este ensayo, escrito a petición de la Bertrand Russell Peace Foundation en mayo de 1966, en México, no se incluyó en la edición original en inglés por razones técnicas. Sólo se le han hecho ligeras revisiones, para incorporarle algunos datos nuevos que hemos recopilado en los dos años posteriores a su publicación. Su inclusión contribuye a remediar algunas de las omisiones mencionadas en el prefacio de la primera edición. Este ensayo intenta abordar, aunque a través de la perspectiva de las inversiones extranjeras, el desarrollo del subdesarrollo capitalista de América Latina en su conjunto. Es también más histórico puesto que trata de rastrear la transformación de la economía latinoamericana a través de las diversas etapas del desarrollo de su subdesarrollo. Es un esfuerzo por escribir una breve historia económica del continente, en la que se muestra cómo cada etapa lleva a la que le sigue y surge de la que le precede. A través del papel instrumental de las inversiones extranjeras, se observa cómo cada etapa resulta posible y la siguiente, necesaria. Más que los otros ensayos, éste pone de relieve la decisiva importancia del medio siglo inmediatamente posterior a la independencia, en la determinación del destino ulterior de América Latina. Porque durante estos primeros decenios del siglo pasado se libró —y se perdió— la batalla por la independencia económica latinoamericana. Al igual que América del Norte, América Latina pasó por la experiencia de una guerra civil entre los intereses industriales nacionales y los exportadores agrícolas antinacionales. Pero mientras que en el norte las circunstancias coloniales facilitaban el fortalecimiento de los nacientes intereses industriales lo bastante para ganar esta guerra civil, tanto económica como políticamente, en el sur la inversión extranjera en el subdesarrollo era mucho mayor y llevaba a los intereses nacionalistas a perder esta lucha por la supervivencia... y, al mismo tiempo, su última oportunidad de llegar al desarrollo económico por la vía del capitalismo. La derrota de los intereses de le industria nacional y la victoria de los intereses antinacionales exportadores de materias primas, franquearon en América Latina la entrada al imperialismo clásico, cuando el desarrollo capitalista mundial propició la oportunidad tanto en la metrópoli como en América Latina. Más que los otros, este ensayo pone asimismo mayor énfasis en la trasformación estructural de la economía y la sociedad latinoamericanas provocada por el crecimiento imperialista. Y al igual que los otros ensayos, éste señala cómo el subdesarrollo causado por el imperialismo en América Latina allanó el camino al neoimperialismo contemporáneo y a un subdesarrollo estructural aún más profundo, que hoy sólo pueden ser eliminados por medio del socialismo. Es importante subrayar que se trata de un problema de subdesarrollo estructural a nivel nacional y local, a pesar de haber sido creado y de verse todavía agravado por la estructura y el desarrollo de la economía capitalista mundial. La atención consagrada a la contradicción expropiación-apropiación del excedente económico de los satélites por la metrópoli, y en particular por la metrópoli capitalista mundial, 9 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile ha llevado a algunos lectores a suponer que el peso de la argumentación en este libro descansa sobre el subdesarrollo "externo". Sería conveniente, pues, aprovechar la oportunidad para llamar la atención del lector acerca de que la tesis del libro (Capitulo I, A) es justamente que, de manera encadenada, las contradicciones de la polarización expropiación-apropiación y metrópoli-satélite penetran totalmente el mundo subdesarrollado, creando una estructura "interna" de subdesarrollo. Fidel Castro dijo en una ocasión que no importarían los dólares que los imperialistas extraen de América Latina si al menos dejaran que los pueblos latinoamericanos usaran los recursos restantes para su propio desarrollo. Así es. Como se subraya en la página 22, "para la generación de subdesarrollo estructural, aún más importante que el drenaje del excedente económico... es el infundir a la economía nacional del satélite la misma estructura capitalista y sus contradicciones fundamentales". Esta tesis la confirma incontables veces la experiencia revisada en el presente libro: la polarización interna y la generación de la estructura latifundista del Chile del siglo XIX (I, H, 2); el sector interno del Chile del siglo XIX (I, H, 2); la estructura económica del "problema indio" (II); la generación de la estructura doméstica del subdesarrollo en el Brasil colonial, que impidió el desarrollo aún después de aflojadas las restricciones coloniales (III, B); la involución activa de las décadas de 1930 y 1940 en Brasil (III, C, 4); el colonialismo interno en Brasil (Ill, C, 6); la estructura monopolista de la agricultura brasileña (IV); la trasformación de la estructura económica, social, política y cultural "interna" de América Latina por un siglo de imperialismo y neoimperialismo (V). Además, si el subdesarrollo no fuera en realidad más que una condición "externa" impuesta desde afuera y manifiesta primordialmente en la extracción del capital mediante el comercio y la ayuda, como alegan algunos, entonces, por cierto, podrían considerarse adecuadas las simples soluciones "nacionalistas" criticadas en este libro. Pero, precisamente porque el subdesarrollo es integralmente "interno"-"externo", sólo la destrucción de esta estructura del subdesarrollo capitalista y su sustitución por el desarrolló socialista, puede ser capaz de constituir una línea política idónea para combatir el subdesarrollo. Quedan las otras omisiones del libro. Salvo la adición del mencionado ensayo, sólo se han corregido erratas de imprenta y errores del autor. El libro, pues, adolece aún de la falta —que se hizo notar en el prólogo de la primera edición— de un análisis adecuado de la estructura de las clases en América Latina. Un crítico ha observado un defecto que guarda relación con el anterior: el empleo del enfoque estructural, colonial o neocolonial, que no revela automáticamente cuáles sectores de la población, que son a la ves satélites y metrópoli, son amigos potenciales de la revolución, y cuáles son enemigos ciertos o probables. En efecto, necesitamos saberlo. Pero el enfoque de la estructura de clases no revela inmediata e inequívocamente tampoco este aspecto de la anatomía y la fisiología sociopolíticas. O no habría lento desacuerdo sobre quiénes son amigos y quiénes son enemigos dentro de la izquierda. Eso requiere un análisis y no un esquema general de las colones o las clases. Otro de los recientes ensayos del autor, "¿Quién es el enemigo inmediato? América Latina: subdesarrollo capitalista o revolución socialista", intenta dar otro paso hacia el análisis necesario y demuestra cómo la estructura colonial, esencia del presente libro, de hecho ha formado y transformado la estructura de las clases en América Latina y por qué, precisamente, aunque el enemigo principal es el imperialismo, el enemigo inmediato es la burguesía en América Latina (Este ensayo será incluido en un segundo volumen acerca del desarrollo del subdesarrollo en América Latina, de próxima publicación, en el que la estructura de las clases y la política de partidos reciben mayor énfasis.)* 10 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Otro crítico ha observado que el presente libro proporciona la base analítica socioeconómica para fundar las conclusiones políticas de Regis Debray. Ojalá fuera así. Pero el planteamiento general aquí sugerido no sustituye el análisis. Paradistinguir entre amigos y enemigos y encontrar los medios político-militares con que combatir a los últimos, debemos analizar la estructura clasista y colonial en momentos y lugares particulares. Y, por supuesto, debemos luchar, porque la teoría revolucionaria, como la misma revolución, no avanza sino a través de la práctica revolucionaria entre el pueblo. Andres Gunder Frank Montreal, 17 de abril de 1968 * Cf. A. Gunder Frank, James O. Cockcroft, Dale L. Johnson, Economía política del subdesarrollo en América Latina, Bs. As. 1970, pp. 447-456. [N. del E.] 11 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Capítulo I: EL DESARROLLO DEL SUBDESARROLLO CAPITALISTA EN CHILE "El comercio de este Reino es una paradoja de tráfico y una contradictoria de opulencia no experimentada hasta su descubrimiento, floreciendo con lo que otro se arruina, y arruinándose con lo que otros florecen, por consistir su abundancia en la negociación de tratos extranjero y sus decaimientos en la libertad de otros y es que se ha mirado no como comercio que es necesario mantener abierto, sino como heredad que es necesario mantener cerrada..." JOSÉ ARMENDÁRIZ Virrey del Perú, 1736 A. TESIS DEL SUBDESARROLLO CAPITALISTA Este ensayo sostiene que el subdesarrollo de Chile es el producto necesario de cuatro siglos de desarrollo capitalista y de las contradicciones internas del propio capitalismo. Estas contradicciones son: la expropiación del excedente económico a los más y su apropiación por los menos; la polarización del sistema capitalista en un centro metropolitano y en satélites periféricos, y la continuidad de la estructura fundamental del sistema capitalista a lo largo de la historia de su expansión y transformación, a causa de la persistencia o reproducción de estas contradicciones en todas partes y en todo tiempo. En mi tesis que estas contradicciones capitalistas y el desarrollo histórico del sistema capitalista han generado subdesarrollo en los satélites periféricos expropiados, a la vez que engendraban desarrollo en los centros metropolitanos que se apropiaron el excedente económico de aquéllos; y además, que este proceso continúa. La conquista española incorporó e integró de lleno a Chile en el expansivo sistema capitalista mercantil del siglo XVI. Las contradicciones del capitalismo han engendrado un subdesarrollo estructural en Chile desde que éste comenzó a participar en el desarrollo de ese sistema universal. Contrariamente a la tan difundida opinión, el subdesarrollo de Chile y de otros países no es un atado de costes original o tradicional, ni una etapa histórica del crecimiento económico por la cual han pasado los países capitalistas hoy desarrollados. Antes bien, el subdesarrollo de Chile y de otros países, no menos que el desarrollo económico mismo, vino a ser a lo largo de los siglos el producto necesario del proceso, plagado de contradicciones, del desarrollo capitalista. Este mismo proceso continúa engendrando subdesarrollo en Chile, y este subdesarrollo no puede ser ni será eliminado con más desarrollo capitalista. En consecuencia, el subdesarrollo estructural continuará siendo engendrado y profundizado en Chile hasta que los chilenos mismos se liberen del capitalismo. La interpretación que aquí se ofrece difiere no sólo de las interpretaciones generalmente aceptadas de la naturaleza y las causas del subdesarrollo y el desarrollo en general, sino también de las opiniones de importantes comentaristas y analistas de Ia sociedad chilena de ayer y de hoy. Por ejemplo, durante la campaña electoral de 1964 tanto el candidato presidencial democristiano-liberal-conservador como el candidato socialista-comunista dijeron que la sociedad chilena 12 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile contemporánea contiene elementos "feudales"; en su comentario posterior a esas elecciones, Fidel Castro se refirió también a los elementos "feudales" de Chile, y G. M. McBride, en su libro de bien merecida fama Chile, Land and Society, escrito en los años 30, sostuvo que todo Chile adolecía del "dominio de una pequeña clase de aristócratas terratenientes del viejo orden feudal". El marxista Julio César Jobet, en su Ensayo crítico del desarrollo económico-social de Chile, sugirió que el siglo XIX había presenciado la formación de una burguesía que se levantó "sobre las minas de la economía exclusivamente feudal de la primera parte del siglo XIX (citado por Pinto, 1962)¹. Aníbal Pinto, en su fundamental Chile: Un caso de desarrollo frustrado, que desde su aparición en 1957 ha influido en todos los trabajos históricos y económicos acerca de Chile, retrocedió un poco más para sugerir que "la independencia abrió las puertas", no obstante lo cual sostiene que el "comercio exterior pasó a ser la fuerza motriz del sistema económico doméstico" sólo posteriormente, y que hacia finales del siglo XVIII Chile era y continuó siendo una "economía reclusa". Max Nolff, ampliando el análisis de Pinto, formula su teoría del desarrollo industrial chileno en el supuesto de que Chile tuvo durante todo el período colonial una "economía de subsistencia cerrada". Hasta el marxista Hernán Ramírez (1959), cuyos Antecedentes económicos de la Independencia de Chile proporcionen amplia prueba de que los anteriores juicios acerca de Chile en el siglo XVIII y siguientes no están bien fundados, se refiere a una supuesta "tendencia autárquica" en la economía chilena antes de ese tiempo. De acuerdo con lo que he leído de la historia de Chile y de la de América Latina en general, tales referencias a una economía de subsistencia autárquica, cerrada, reclusa y feudal no representan cabalmente la realidad de Chile y de América Latina desde la conquista del siglo XVI. Además, el no reconocimiento y la incomprensión de la naturaleza y el significado de la economía exportadora capitalista, abierta y dependiente, qua ha caracterizado y plagado a Chile y a sus hermanos a lo largo de la historia posterior a la conquista, conducen inevitablemente e una mala interpretación y comprensión de la verdadera naturaleza del capitalismo de hoy, de las verdaderas causas no sólo del subdesarrollo pasado sino del todavía más profundo del presente, y de los caminos de acción necesarios para eliminar ese subdesarrollo en lo futuro. El esclarecimiento de esas cuestiones es el objeto de este ensayo. Específicamente, no puedo aceptar los supuestos fundamentos empíricos y, por ende, las formulaciones del problema y de la política para el desarrollo de Chile expuestas por Aníbal Pinto, Max Nolff (este último, principal asesor económico de Allende, candidato presidencial en 1964 de la coalición socialista-comunista), y otros autores vinculados a los principios del análisis de la Comisión Económica para la América Latina de las Naciones Unidas. Estos analistas, partiendo del criterio inexacto de que Chile tuvo en los siglos anteriores a la independencia política una economía de subsistencia cerrada y reclusa, atribuyen el posterior subdesarrollo de la economía chilena al supuesto error de desarrollarse "hacia afuera" en vez de "hacia adentro", una vez que la independencia, según ellos, abrió la puerta en el siglo XIX. De haber escogido entonces Chile el desarrollo capitalista hacia adentro, hoy estaría desarrollado, sugieren dichos autores, quienes asimismo arguyen que Chile podría desarrollarse todavía si se apresurara y por fin se dedicara al desarrollo (todavía capitalista) hacia adentro. Mi interpretación de la historia chilena y mi análisis del capitalismo me obligan a rechazar tanto la premisa como la conclusión. Por causa, precisamente, del 13 CEME - Centro de EstudiosMiguel Enríquez - Archivo Chile capitalismo la economía de Chile estaba ya subdesarrollándose durante las tres centurias anteriores a la independencia. Y si las innatas contradicciones del capitalismo continúan operando hoy en Chile, como mi análisis sostiene y mi observación confirma, ninguna forma de desarrollo capitalista, hacia afuera o hacia adentro, podrá salvar a Chile del continuo subdesarrollo. En verdad, si el desarrollo hacia afuera dependiente e incompleto ha estado en la entraña de la economía chilena desde la conquista misma, la supuesta opción al desarrollo capitalista, independiente y nacional hacia adentro no existió siquiera en el siglo XIX. Mucho menos existe hoy. 1. Todas las fuentes entre paréntesis se refieren a la bibliografía citada. 1. La contradicción expropiación-apropiación del excedente económico La primera de las tres contradicciones a las que atribuyo el desarrollo y el subdesarrollo económico es la expropiación-apropiación del excedente económico. Fue Marx, en su análisis del capitalismo, quien identificó y destacó la expropiación de la plusvalía creada por los productores y la apropiación de la misma por los capitalistas. Cien años después, Paul Baran subrayó el papel del excedente económico en la generación de desarrollo económico y también de subdesarrollo. Baran llamó excedente económico "real" a esa parte de la producción que se ahorra y se invierte en realidad (por lo que sólo es una parte de la plusvalía). Baran distinguió también y puso aún más en relieve el excedente económico "potencial" o potencialmente invertible, el cual no está a disposición de la sociedad, porque la estructura monopolista de ésta impide su producción o (de ser producido) es objeto de apropiación y derroche en usos suntuarios. La diferencia entre quienes perciben ingresos altos y bajos y gran parte de la incapacidad de los primeros para canalizar sus ganancias hacia inversiones productivas, puede atribuirse también al monopolio. Por tanto, la no realización y el desaprovechamiento del excedente económico "potencial" en inversiones se debe, esencialmente, a la estructura monopolista del capitalismo. Yo investigo en este trabajo cómo el subdesarrollo de Chile ha resultado de la estructura monopolista del capitalismo mundial. La contradicción de la expropiación-apropiación monopolista del excedente económico en el sistema capitalista es ubicua, y sus consecuencias, en cuanto a desarrollo y subdesarrollo económico, múltiples y diversas. Para investigar el desarrollo o subdesarrollo de una parte determinada del sistema capitalista mundial, como es Chile —o una parte de Chile— debemos situarla en la estructura económica de todo el sistema mundial e identificar su propia estructura económica. En este estudio veremos que Chile ha estado sometido siempre a un alto grado de monopolio exterior e interior. Por competitiva que pueda haber sido la estructura económica de la metrópoli en cualquier etapa dada de su desarrollo, la estructura del sistema capitalista mundial total, así como también la de sus satélites periféricos, ha sido sumamente monopolista en toda la historia del desarrollo capitalista. Por ende, el monopolio exterior ha llevado siempre a la expropiación (y, por consiguiente, al desaprovechamiento para Chile) de una parte importante del excedente económico producido en Chile y a la apropiación del mismo por otra parte del sistema capitalista mundial. Específicamente, yo reseño los hallazgos de dos estudiosos de la economía chilena que trataron de identificar el excedente 14 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile económico potencial contemporáneo de que se apropian otros y que no está a disposición de Chile. La estructura capitalista de monopolio y la contradicción entre la apropiación y la apropiación del excedente impregnan toda la economía chilena, tanto la anterior como la presente. En verdad, es esta relación explotadora la que, a modo de cadena, vincula las metrópolis capitalistas mundiales y nacionales a los centros regionales (parte de cuyo excedente se apropian), y éstos a los centros locales, y así a los grandes terratenientes o comerciantes que expropian el excedente de los pequeños campesinos o arrendatarios y, a veces, de éstos a los campesinos sin tierra a Ios cuales explotan a su vez. En cada eslabón de la larga cadena, los relativamente escasos capitalistas de arriba ejercen un poder monopolista sobre los muchos de abajo, expropiándoles su excedente económico en todo o en parte, cuando a su vez no son expropiados por los aún menos que están encima de ellos, para su propio uso. El sistema capitalista internacional, nacional y local genera así en cada punto desarrollo económico pera los menos y subdesarrollo para los más. 2. La contradicción de la polarización metrópoli-satélite La segunda y, para nuestro análisis, más importante contradicción capitalista fue introducida por Marx en su examen de la centralización inminente del sistema capitalista. Esta contradicción del capitalismo se manifiesta en la existencia de dos polos: un centro metropolitano y varios satélites periféricos, y fue eso lo que describió el virrey Armendáriz del Perú cuando en 1736 observó que el comercio del imperio capitalista mercantil de España, de su virreinato del Perú dentro de él, y de la capitanía general de Chile dentro de éste, a su vez, era "una paradoja de tráfico y una contradictoria de la opulencia [...] floreciendo con lo que otro se arruina, y arruinándose con lo que otros florecen". Paul Baran observó esta misma contradicción dos siglos después, cuando comentó que "el precepto de la íntima relación entre el capitalismo e imperialismo monopolista de los países adelantados y el atraso económico y social de los países subdesarrollados no constituye más que diferentes aspectos de lo que es, en realidad, un problema global" (Baran, 1957). Las consecuencias de la contradicción capitalista metrópoli-satélite en cuanto al desarrollo y al subdesarrollo económico están resumidas en los Fundamentos del marxismo-leninismo: Caracteriza al capitalismo el hecho de que el desarrollo de ciertos países se realiza a costa del sufrimiento y la adversidad de los pueblos de otros países. Por el creciente desarrollo de la economía y la cultura del Ilamado "mundo civilizado", o sea de unas pocas potencies capitalistas de Europa y América del Norte, paga un precio terrible la mayoría de la población del mundo, esto es, los pueblos de Asia, África, América Latina y Australia. La colonización de estos continentes hizo posible el rápido desarrollo del capitalismo en Occidente, pero significó ruina, miseria y una opresión política monstruosa para los pueblos esclavizados. El carácter en extremo contradictorio del progreso donde el capitalismo impera es aplicable incluso a diferentes regiones del mismo país. Al desarrollo comparativamente rápido de las ciudades y los centros industriales acompañan, por regla general, el atraso y la decadencia de los distritos agrícolas (Kuusinen, sin fecha: 247-248). 15 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Así pues, la metrópoli expropia el excedente económico de sus satélites y se lo apropia para su propio desarrollo económico. Los satélites se mantienen como subdesarrollados por falta de acceso a su propio excedente y como consecuencia de la polarización y de las contradicciones explotadoras que la metrópoli introduce y mantiene en la estructura económica interior del satélite. La combinación de estas contradicciones, una vez firmemente implantadas, refuerza los procesos de desarrollo en la cada vez más dominante metrópoli, y los de subdesarrollo en los cada vez más dependientes satélites, hasta que se resuelven mediante el abandono del capitalismo por una o ambas partesinterdependientes. El desarrollo y el subdesarrollo económico son las caras opuestas de la misma moneda. Ambos son el resultado necesario y la manifestación contemporánea de las contradicciones internas del sistema capitalista mundial. El desarrollo y el subdesarrollo económico no son simplemente relativos y cuantitativos porque uno representa más desarrollo que el otro; estén relacionados y son cualitativos por cuanto cede uno es estructuralmente diferente del otro, pero uno y otro son causados por su mutua relación. No obstante, desarrollo y subdesarrollo representan lo mismo, porque son producidos por una sola estructura económica y un proceso capitalista dialécticamente contradictorios. Por tanto, no se les puede considerar como productos de estructuras o sistemas económicos supuestamente diferentes, o de supuestas diferencias en las etapas de crecimiento económico dentro de un mismo sistema. Un único proceso histórico de expansión y desarrollo capitalista en todo el mundo ha generado simultáneamente —y continúa generando— desarrollo económico y subdesarrollo estructural. No obstante, como sugieren los Fundamentos del marxismo-leninismo, la contradicción metrópoli-satélite no sólo existe entre la metrópoli capitalista mundial y los países satélites periféricos, pues se encuentra también entre las regiones de esos mismos países y entre "el desarrollo rápido de las ciudades y los centros industriales y el atraso y la decadencia de los distritos agrícolas". Esta misma contradicción metrópoli-satélite penetra aún más hasta caracterizar a todos los niveles y las partes del sistema capitalista. Esta contradictoria relación entre el centro metropolitano y el satélite periférico, como el proceso de expropiación- apropiación del excedente, recorre todo el sistema capitalista mundial al modo de una cadena, desde su alto centro metropolitano mundial hasta cada uno de los diversos centros nacionales, regionales, locales y empresariales. Una consecuencia obvia de las relaciones externas de la economía del satélite es la pérdida de una parte de su excedente económico a manos de la metrópoli. La apropiación por la metrópoli del excedente económico de este otros satélites tiende a generar desarrollo en la primera, salvo que, como ocurrió en España y Portugal, la metrópoli sea a su vez convertida en satélite y otros se apropien de su excedente antes de que pueda iniciar firmemente su propio desarrollo. En todo caso, la metrópoli tiende a dominar cada vez más al satélite y a hacerlo todavía más dependiente. Para la generación de subdesarrollo estructural, aún más importante que el drenaje del excedente económico del satélite, después de la incorporación de éste al sistema capitalista mundial, es el infundir a la economía nacional del satélite la misma estructura capitalista y sus contradicciones fundamentales. Esto es, tan pronto como un país o un pueblo es convertido en satélite de una metrópoli capitalista externa, la expoliadora estructura metrópoli-satélite organiza y domina rápidamente la vida económica, política y social de ese pueblo. Las contradicciones del capitalismo se reproducen internamente y generan tendencias al desarrollo en la 16 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile metrópoli nacional y el subdesarrollo en los satélites internos de éste, como ocurre a nivel mundial, pero con una importante diferencia: el desarrollo de la metrópoli nacional adolece, necesariamente, de limitaciones, entorpecimiento o subdesarrollo que la metrópoli capitalista mundial no conoce, porque la metrópoli nacional es al mismo tiempo satélite, mientras que la metrópoli mundial no lo es. De modo análogo, las metrópolis regionales, locales o sectoriales del país satélite ven limitado su desarrollo por una estructura capitalista que las hace depender de toda una cadena de metrópolis situadas sobre ellas. Por consiguiente, a menos que se liberen de esta estructura capitalista o que el sistema capitalista mundial sea destruido totalmente, los países, regiones, localidades y sectores satélites estén condenados al subdesarrollo. Esta faceta del desarrollo y del subdesarrollo capitalistas, o sea la penetración de toda la estructura económica, política y social interior por las contradicciones del sistema capitalista mundial, recibe atención especial en este examen de la experiencia chilena, porque plantea el problema del análisis del subdesarrollo y la formulación de un enfoque político y económico que le ponga fin, de modo muy diferente de —y, a mi juicio, más realista que— otros enfoques de la cuestión. La disertación precedente sugiere una tesis subsidiaria que envuelve ciertas implicaciones importantes con respecto al desarrollo y el subdesarrollo económico: si la condición de satélite es la que engendra el subdesarrollo, un grado más débil o menor de relaciones metrópoli-satélite puede engendrar un subdesarrollo estructural menos profundo o permitir una mayor posibilidad de desarrollo local. El ejemplo de Chile ayuda a confirmar esta hipótesis. Además, desde una perspectiva mundial, ningún país que haya estado firmemente atado como satélite a una metrópoli, a través de su incorporación al sistema capitalista mundial, ha alcanzado nunca la categoría de país económicamente desarrollado sin abandonar el sistema capitalista. Ciertos países, notablemente España y Portugal, que fueron parte en un tiempo de la metrópoli capitalista del mundo, se convirtieron sin embargo en naciones subdesarrolladas por haberse convertido en satélites comerciales de la Gran Bretaña a partir del siglo XVII¹. Es también significativo, para la confirmación de nuestra tesis, el hecho de que los satélites, característicamente, han disfrutado de sus temporales auges de desarrollo durante guerras o depresiones en las metrópolis, que momentáneamente debilitaron o aflojaron su dominio sobre la vida de aquéllos. Como más adelante veremos, el mayor aislamiento en que estaba Chile de la metrópoli española, con relación a otras colonias, y su menor grado de interdependencia con España y de dependencia de ella en tiempos de guerra o depresión, contribuyeron materialmente a fortalecer los intentos chilenos de desarrollo a lo largo de los siglos. 1. El desarrollo de las ex colonias británicas en América del Norte y en Oceanía fue posible porque los nexos entre ellas y la metrópoli europea no igualaron nunca la actual dependencia de los países subdesarrollados de América Latina, África y Asia. La industrialización del Japón después de 1868 debe atribuirse al hecho de que era entonces el único país importante no incorporado aún al sistema capitalista mundial; no había empezado, por ende a subdesarrollarse. De igual modo, el hecho de que Tailandia esté hoy menos subdesarrollado que otros países del sureste de Asia se debe a que, a diferencia de los otros países, no fue nunca colonia, hasta que el reciente advenimiento de Ia "protección" de los Estados Unidos inició allí también el subdesarrollo. 17 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile 3. La contradicción de la continuidad en el cambio Las dos contradicciones precedentes sugieren una tercera contradicción del desarrollo y el subdesarrollo económico capitalista: la continuidad y ubicuidad de sus elementos estructurales a lo largo de la expansión del sistema capitalista en todo tiempo y lugar. Como lo dijo Engels, "hay contradicción en que una cosa siga siendo la misma pese a cambiar constantemente". Aunque la estabilidad y continuidad estructural puede haber caracterizado o no al desarrollo capitalista "clásico" en la metrópoli europea, el sistema capitalista, a través de su expansión y desarrollo en escala mundial, mantuvo en conjunto su estructura esencial y engendró las mismas contradicciones fundamentales. Y esta continuidadde la estructura y las contradicciones del sistema capitalista mundial son los factores determinantes que tenemos que identificar y comprender si queremos analizar y combatir eficazmente el subdesarrollo de la mayor parte del mundo actual. Por esta razón hago hincapié en la continuidad de la estructura capitalista y en su generación de subdesarrollo más que en los muchos cambios y transformaciones históricos, indudablemente importantes, por los cuales Chile ha pasado dentro de esta estructura. Mi propósito general es contribuir a la formulación de una teoría general más adecuada del desarrollo económico capitalista y, particularmente, del subdesarrollo, no acometer el estudio detallado de la realidad chilena pasada y presente. Mi insistencia en la contradicción del cambio continuo implica que la misma no se ha resuelto en Chile. Lo que no quiera decir que no pueda resolverse. Mi revisión de la historia del desarrollo capitalista en Chile revela que en el transcurso del tiempo se han resuelto varias contradicciones imponentes. Aunque pueda haberse creído, en la época de la independencia, por ejemplo, que los acometimientos habían llevado o llevarían a la resolución de la contradicción fundamental que determina el curso de la historia chilena, no ha sido este el caso. Es importante, por ende, comprender las verdaderas contradicciones menores que se resuelven más fácilmente y a menor costo, pero que en última instancia no cambian nada esencial y a la larga hace más costosa y/o más distante lo resolución de las contradicciones fundamentales. Creo que varios caminos de acción contemporáneos para la "liberación" de los países subdesarroIlados y la eliminación del subdesarrollo, por bien intencionados que sean quienes los proponen, empeoran las cosas a la larga (y a menudo a la corta también). La comprensión de las realidades del capitalismo y el subdesarrollo no basta, desde luego, pero es sin duda esencial; no puede tener éxito ninguna revolución que carezca de una teoría revolucionaria adecuada. He ahí lo que me propongo. Con la continuidad se relaciona también la discontinuidad. Mi análisis de la experiencia chilena sugiere qué puede haber habido oportunidades en que incluso ciertos cambios estructurales dentro de la estructura capitalista de Chile podían haber alterado materialmente el curso de la posterior historia del país. Cuando tales cambios no se efectuaron, o los esfuerzos por llevarlos a cabo no se realizaron como las circunstancias del momento requerían, esas oportunidades —como la inversión del excedente económico producido por las minas de salitre de Chile— se perdieron para siempre. La experiencia de Chile sugiere que la historia de la evolución del subdesarrollo en muchas partes del mundo fue —y todavía es— 18 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile probablemente jalonada por desaprovechamientos semejantes de las oportunidades de eliminar o reducir los sufrimientos creados por el subdesarrollo. B. LAS CONTRADICCIONES CAPITALISTAS EN AMÉRICA LATINA Y EN CHILE El proceso histórico de la expansión y desarrollo del capitalismo sobre la faz del globo creó toda una serie de relaciones metrópoli-satélite eslabonadas entre sí como la cadena de la apropiación del excedente que antes se mencionó, pero también en las más complejas y diversas formas que adelante se indicarán. No es este el lugar para inquirir acerca de los orígenes históricos, en la Europa medieval, del sistema capitalista que en siglos recientes se extendió desde allí a todos los rincones de la tierra, aunque tal pesquisa es importante sin duda pare comprender el carácter esencial del sistema capitalista-imperialista del mundo contemporáneo y los problemas de desarrollo y subdesarrollo económico que engendró y sigue engendrando. Tal vez baste observar que desde ciudades de Italia, como Venecia, y después de Iberia y del noroeste de Europa, se extendió una red comercial que en el siglo XV abarcó el mundo mediterráneo, partes del África subsahariana y las islas atlánticas adyacentes, las Indias occidentales, América y parte de las Indias orientales y de Asia en el siglo XVI, los otros abastecedores africanos del centralizado comercio de esclavos y la economía de la Europa occidental —y posteriormente de la América del norte también—, en los siglos XVI a XVIII, y el resto de África, Asia, Oceanía y la Europa oriental en las centurias siguientes, hasta que toda la faz del globo quedó incorporada en un solo sistema orgánico, mercantilista o mercantil-capitalista, y después también industrial y financiero, cuyo centro metropolitano se desarrolló en la Europa occidental primero y en la América del norte después, y cuyos satélites periféricos se subdesarrollaron en todos los demás continentes. Los indígenas y los negros de la América del norte evidentemente sufrieron la misma relación de dependencia, mientras que los inmigrantes blancos —pero no, naturalmente, la población indígena— de Oceanía y hasta cierto punto de África del sur puede decirse que en cierta medida quedaron incluidos en la metrópoli capitalista mundial. La América Latina se convirtió en un satélite o conjunto de satélites periféricos de la metrópoli ibérica y europea. En alianza con sus aprovechados monarcas, el capital mercantil español, el portugués, como también el italiano y el holandés, partiendo de la península ibérica en busca de rutas comerciales hacia las Indias y el oro, conquistaron algunas avanzadas en las Antillas y en la costa americana y las convirtieron en satélites comerciales suyos por medio de la guerra, la toma de esclavos, el pillaje, la creación de empresas de exportación minera y agrícola alimentada, por esclavos y, gradualmente, también por medio de las relaciones mercantiles. Estos satélites militares, productores y mercantiles de la metrópoli ibérica sirvieron luego de trampolines para la conquista y el establecimiento de nuevas avanzadas satélites en la tierra firme americana, las que a su vez se emplearon pare conquistar e incorporar a los que habían de convertirse en satélites continentales aún más distantes (en parte, de los satélites antes citados, que llegaron a ser sus metrópolis, y en parte de la metrópoli europea directamente). Así pues, al igual que otros pueblos y continentes, todo el continente latinoamericano y sus pueblos quedaron convertidos en una serie de constelaciones económicas menores, cada una con su propia metrópoli menor y sus propios satélites menores, 19 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile componiéndose éstos a su vez de todavía más metrópolis y satélites; pero todos ellos dependiendo directa o indirectamente del centro metropolitano europeo. Éste se trasladó primero a los Países Bajos y luego a Inglaterra (la cual se apropiaba del excedente hispanolusoamericano y de otros excedentes económicos para su propia acumulación de capital y su posterior industrialización), convirtiéndose así España y Portugal en satélites del centro metropolitano británico. Al principio, la metrópoli final de Chile fue España. El hecho de que la misma España se convirtiera luego en satélite de la Europa noroccidental, particularmente Inglaterra, influye en mi análisis; pero en un ensayo dedicado específicamente a Chile sólo necesito tener en cuenta ésta y otras transformaciones del sistema capitalista mundial en la medida en que influyen directamente en el proceso chileno. La estructura económica de Chile, tanto nacional como internacional, ha sido profundamente afectada, incluso determinada, por la estructura y las transformaciones del sistema capitalista mundial en su conjunto. Dentro de los límites de este ensayo debemos, sin embargo, tomar estos últimos cambios principalmente como "datos". Las mismas consideraciones valen, desgraciadamente, para laaparición y la desaparición de Lima como centro metropolitano también satélite dependiente de la metrópoli europea, y del cual Chile dependía más directamente. Chile llegó a tener su propia metrópoli en Santiago y en el puerto de Valparaíso. Expandiéndose desde este centro, los intereses mineros, agrícolas, mercantiles y estatales incorporaron al resto del territorio y del pueblo chilenos en la expansiva economía capitalista y los convirtieron en satélites periféricos de Santiago. En relación con el centro metropolitano nacional, podemos considerar como satélites periféricos a los centros mineros, los centros comerciales, los centros agrícolas y, a veces, los centros militares de la frontera. Pero éstos, a su vez, se convirtieron (a veces permanentemente) en metrópolis o micrometrópolis de sus respectivas regiones interiores, poblaciones, minas, valles agrícolas o latifundios todavía mas pequeños, que fueron a su vez micrometrópolis de sus periferias. Una de las tesis principales de este ensayo es que esta misma estructura se extiende desde el centro macrometropolitano del sistema capitalista mundial hasta los obreros agrícolas más supuestamente aislados, los cuales, mediante esta cadena de relaciones metrópoli-satélite están atados a la metrópoli mundial y, por ende, incorporados al sistema capitalista mundial en su conjunto. La naturaleza y el grado de estas ataduras difieren en tiempo y lugar, y estas diferencias producen disimilitudes importantes en las consecuencias económicas y políticas a que dan origen. Tales diferencias deben ser finalmente estudiadas caso por caso. Pero estas disparidades entre las relaciones y sus consecuencias no salvan su similaridad esencial, por cuanto todas ellas, en una u otra medida, se fundan en la explotación del satélite por la metrópoli o en la tendencia de la metrópoli a expropiar y hacer suyo el excedente económico del satélite. Son varias las relaciones metrópoli-satélite de este tipo. Tenemos, por ejemplo, la relación entre la fértil e irrigada tierra llana de un valle cultivable y la de las colinas que lo circundan, menos productivas agrícolamente o menos valiosas comercialmente; entre las tierras de la cabecera de un río, favorecidas por un sistema de irrigación gravitacional, y las tierras menos favorecidas de la parte baja del río; entre los latifundios y los minifundios que los rodean; entre la empresa latifundista manejada por su propietario o por un administrador y las empresas aparceras o arrendatarias que dependen de ella; incluso entre el campesino (o 20 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile empresa) arrendatario y los asalariados permanentes u ocasionales qua pueda emplear; y, por su puesto, entre cada serie de metrópolis y cada serie de satélites de una a otra parte de esta cadena. Fundamentalmente, las mismas relaciones operan entre la gran firma industrial (a menudo "moderna" o "eficiente") y las empresas más pequeñas que le suministran elementos para su proceso de fabricación, o productos para sus agencias de venta; entre los grandes comerciantes y financistas y los pequeños comerciantes y prestamistas, entre los comerciantes urbanos y los terratenientes traficantes y los pequeños productores o consumidores rurales que dependen de aquéllos para venderles sus productos o para setisfacer sus necesidades de producción, consumo, crédito y otras. Podemos apuntar sucintamente algunas de las condiciones de control monopólico relacionadas con la expropiación de los más por los menos que encontramos una y otra vez en nuestro examen de la historia chilena. Las fuentes del poder monopolista ejercido sobre el excedente económico chileno que se transfiere al extranjero son más evidentes, quizás, que las de sus semejantes nacionales. Aunque el producto principal de la exportación de Chile ha cambiado varias veces durante le historia del país, cada vez ha sido este sector exportador la fuente principal del excedente económico potencialmente invertible, y cada vez este sector exportador ha estado bajo el dominio de intereses extranjeros. Extranjeros han sido los propietarios de las minas que producían el excedente. Y cuando no eran los dueños de las minas o de la tierra que daban el producto de exportación, los extranjeros se apropiaban gran parte del excedente mediante el ejercicio de un poder de compra monopólico sobre el producto en cuestión, y el monopolio de su venta en otra parte. Por añadidura, los extranjeros han poseído o controlado una gran proporción de los almacenes, el transporte, los seguros y otros servicios relacionados con la exportación de la principal mercancía productora de plusvalía. En ocasiones los extranjeros han monopolizado o controlado el abastecimiento de los factores de producción que requería la mercancía exportable. Los extranjeros se han valido e menudo de su poder financiero y de su mayor integración mundial vertical u horizontal, de la industria de la que el producto chileno formaba parte. Similar posesión o control monopólico ha existido sobre otras industrias chilenas, además de la primaria de exportación. Por medio del monopolio colonial o del "librecambio" basado en la superioridad tecnológica y/o financiera, los extranjeros han disfrutado también a menudo de posiciones monopolistas, en la esfera de la exportación de mercancías a Chile. Estas relaciones de las empresas comerciales extranjeras con sus socios chilenos, de las que resulta la explotación de los últimos por las primeras, permitieron a los intereses extranjeros controlar a los diversos intereses chilenos, tanto en lo político como en lo económico. Cuando esta relación económica no fue suficiente para dar a los extranjeros el grado de control que deseaban, le completaron a menudo con la fuerza política y militar. En el plan nacional se dan formas análogas y de otro tipo de dominio monopolista, y de ellas resulta asimismo la expropiación del excedente económico producido por los más en los niveles inferiores, y su apropiación por los menos en los altos niveles de la economía nacional chilena. Siempre ha habido un grado mayor o menor de concentración monopolista de la propiedad y dominio de los principales medios de producción de la industria y de la agricultura, de los servicios de transporte y almacenamiento de los canales del comercio y, lo que probablemente es más importante, de la banca y otras instituciones financieras, así como también de las principales posiciones económicas, políticas, civiles, religiosas y militares de la 21 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile economía nacional y la sociedad chilena. En verdad, el grado de concentración monopolista, a lo largo de la historia de Chile y de otros países subdesarrollados, probablemente ha sido siempre mayor que en los países desarrollados, en épocas recientes. En nuestro análisis de la historia chilena hemos encontrado una y otra vez que los exportadores e importadores extranjeros o nacionales, así como otros grandes comerciantes y financistas, dominan y se apropian el capital de los comerciantes relativamente menores de la capital de la nación y los de las regiones. Estos últimos, a su ves, se alzan sobre los comerciantes, los productores y los consumidores, a quienes explotan directa o indirectamente gracias a nuevas series de relaciones en las que un capitalista aniquila a muchos. Aparte la más obvia expropiación de los productores por los poseedores del capital, podemos distinguir también otros tipos de apropiación, por uno o varios capitalistas, del capital y el excedente de muchos. Esta contradicción existe asimismo entre una empresa industrial o agrícola relativamente grande y sus productores agrícolas, quienes dependen de la oferta de parte de lo que consumen o de la demanda de parte de lo que producen, o necesitancapital, crédito, canales de venta, intervención política y otros servicios en general. Todas estas relaciones económicas dentro del sistema capitalista internacional, nacional, local y sectorial se caracterizan de manera típica por la contradicción expropiación-apropiación vinculada a los elementos monopolistas de las relaciones mismas y a la estructura o red económica que éstas forman en su conjunto. Cada una de estas relaciones o constelaciones metrópoli-satélite, cualesquiera sean los otros sentimientos o relaciones que puedan contener, se apoyan en una fuerte —y a la larga determinante— base económica comercial. Toda la red de relaciones metrópoli-satélite, o todo el universo de constelaciones económicas, surgió por razones esencialmente económicas y comerciales. Digamos lo que digamos de la metrópoli capitalista, primero comercial, luego industrial, después financiera, el carácter esencial de las relaciones metrópoli-satélite, en la periferia del sistema capitalista mundial, sigue siendo comercial, por más "feudales" o personales que parezcan estas relaciones. Es a través de estos nexos económicos y también, por supuesto, de los nexos políticos, sociales y culturales, que el asalariado ocasional se vincula, en la mayoría de lo casos de hecho, con el campesino arrendatario que lo emplea (o, con más frecuencia, directamente con el dueño de la tierra), el arrendatario con el terrateniente y con el comerciante (o ambas cosas), que está a su vez relacionado con el mayorista de la metrópoli comercial (o a veces a un gran comerciante nacional o internacional), que tiene vinculaciones con la metrópoli nacional industrial, financiera, comercial e importadora, finalmente vinculada con el centro mundial, de modo que el último miembro y el más "aislado" se conecta con la cúspide capitalista mundial. Cada una de estas relaciones entre satélite y metrópoli es, en general, un cauce a través del cual el centro se apropia de una parte del excedente económico de los satélites. De este modo, aunque en parte es expropiado en cada peldaño de la escalera, el excedente económico de cada uno de los satélites menores y mayores gravita hacia el centro metropolitano del mundo capitalista. C. AMÉRICA LATINA, COLONIAL Y CAPITALISTA 22 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Las tres contradicciones del capitalismo, la expropiación-apropiación del excedente, la estructura centro metropolitano-satélite periférico y la continuidad en el cambio, hicieron su aparición en América Latina en el siglo XVI y desde entonces han caracterizado a este continente. América Latina fue conquistada y su pueblo colonizado por la metrópoli europea para expropiar el excedente económico de los trabajadores del satélite y apropiárselo para su acumulación de capital, iniciando con ello el presente subdesarrollo del satélite y el desarrollo económico de la metrópoli. La relación capitalista metrópoli-satélite entre Europa y América Latina fue establecida por la fuerza de las armas. Y por esta misma fuerza, así como por la fuerza de la creciente vinculación económica y de otro tipo, se ha mantenido esta relación hasta hoy. Las principales transformaciones ocurridas en América Latina en los cuatro últimos siglos han sido producto de sus respuestas a las influencias económicas, políticas y otras que, o bien partieron de la metrópoli, o bien surgieron de la estructura metrópoli-satélite. Excepto en la Cuba postrevolucionaria, todos estos cambios no han alterado las esencias de esa estructura. Marx observó que "la historia moderna del capital comienza con la creación, en el siglo XVI, de un comercio y un mercado mundialmente expansivos". (Marx, I:146.) Después de Marx, la contradicción capitalista de la expropiación-apropiación fue subrayada, entre otros, por Werner Sombart y Henri Sée. Este último escribe en su Orígenes del capitalismo moderno: Las relaciones internacionales constituyen el fenómeno principal que uno encuentra cuando trata de comprender la causa de la acumulación primaria del capital (...). La más fecunda fuente del capitalismo moderno se halla, sin duda, en los grandes descubrimientos marítimos (...). Los orígenes del comercio colonial consisten ante todo, como dice Sombart, en la expropiación de los pueblos primitivos, incapaces de defenderse contra los ejércitos invasores. Mediante verdaderos actos de piratería, los mercaderes europeos obtuvieron enormes ganancias (...). No menos lucrativas fueron las prácticas de trabajo forzoso que Ios europeos exigieron de los aborígenes de las colonias (...) y de los negros importados de África por los tratantes de esclavos, comercio criminal éste, pero que creó, no obstante, enormes riquezas (...). Debemos reconocer que esta fue una de las fuentes (...) del capitalismo. (Sée, 1961: 26, 40.) La conquista y la incorporación a la estructura metrópoli-satélite del capitalismo fueron más rápidas y llegaron más lejos en la América Latina que en otras partes. ¿Razones? El oro, el azúcar y la expropiación de ambos a los satélites latinoamericanos y su apropiación por la metrópoli europea y, más tarde, también por la norteamericana. Así, Sergio Bagú escribe en su clásico Economía de la sociedad colonial-Ensayo de Historia comparada de América Latina: "La revolución comercial, que se inicia en el siglo XV, al multiplicar el capital mercantil y estimular su vocación internacionalista, vinculó la suerte de un país con la de otro, intensificando su interdependencia económica". "La economía que las metrópolis ibéricas organizaron en América fue de incuestionable índole colonial, en función del mercado centro-occidental europeo. El propósito que animó a los productores luso-hispanos en el nuevo continente tuvo el mismo carácter. No fue feudalísmo Io que apareció en América en el período que estudiamos, sino capitalismo colonial... Iberoamérica nace para integrar el ciclo feudal". "Si alguna característica bien definida e incuestionable podemos encontrar en la economía 23 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile colonial es la de la producción para el mercado. Desde los primeros tiempos del régimen hasta sus últimos días, ella condiciona toda la actividad productiva"... "Es así como las corrientes que entonces predominaban en el mercado internacional europeo constituyen elementos condicionantes de primera importancia en la estructuración de la economía colonial. Esto es, por otra parte característico de todas las economías coloniales, cuya subordinación al mercado extranjero ha sido y sigue siendo el principal factor de deformación y aletargamiento". La penetración capitalista, además de convertir a la América Latina en satélite de Europa, introdujo pronto en ella esencialmente la misma estructura metrópoli- satélite que caracterizaba las relaciones latinoamericanas con Europa. El sector que explotaba las minas y exportaba los minerales fue el alma de la economía colonial, y aunque nunca dejó de ser un satélite de la metrópoli europea se convirtió en todas partes en un centro metropolitano del resto de la economía y la sociedad nacional. Surgió o se creó una serie de sectores y regiones satélites pera abastecer a las minas de madera y de combustible, a los mineros de comida y ropa, y a los ociosos dueños de minas, comerciantes, funcionarios, clérigos, militares y gorrones, de la parte de los elementos de su vida parasitaria que no importaban de la metrópoli con el producto del trabajo forzoso indígena e importado. Creció de este modo una economía ganadera, triguera y textil que no era menos comercial y sí más dependiente que la economía minera misma. El ganado, que entonces era una fuente de bienes de consumo y exportación mucho más importante que ahora, y el trigo, renglón principal de la hacienda española, se produjerondesde el principio en grandes haciendas que españoles y criollos poseían y administraban. Los primeros trabajadores fueron, por fuerza, esclavos, después indígenes encomendados o sujetos a la mita; más tarde brazos alquilados, obligados a la servidumbre por deudas o por diversos contratos de aparcería que aseguraban su permanente disponibilidad. La tierra, al principio en gran parte inútil para los españoles, pero después progresivamente buscada y más valiosa a medida que el valor comercial de sus productos aumentaba, se adquiría por merced, por conquista, por expulsión de los indígenas de sus tierras comunales, y posteriormente de los mestizos y hasta de los pobladores blancos de sus predios, ocupándose primero la tierra secuestrada y legalizándose después la ocupación mediante soborno y falsificación de documentos, a menudo mediante compra o embargo por deudas del propietario anterior, o por diversos medios fraudulentos, pero nunca, debe observarse, por encomienda, pues ésta sólo otorgaba derechos sobre los indígenas y no sobre la tierra. Los monarcas sólo concedían tierras a quienes se hacían acreedores a ello por vivir en la capital de la colonia o de la provincia. A menudo los propietarios de tierra no se distinguían de los poseedores de derechos exclusivos sobre el comercio internacional o interior, la explotación de minas, los medios de transporte, el capital usurario, los empleos civiles y religiosos y otras fuentes de privilegios. La propiedad privada surge, pues, en circunstancias favorables para que cambie de manos; sus títulos se heredan, se negocian, se transfieren por compraventa; los compradores surgen entre Ios funcionarios (cuyos buenos sueldos les permiten disponer de dinero, tan escaso entonces) y entre quienes han logrado enriquecerse con rapidez gracias al comercio y, sobre todo, a las minas de oro y plata. Es lógico, por tanto, que encomenderos funcionarios fuesen los primeros propietarios rurales e iniciaran un lento proceso de acumulación de tierras que alcanzará su apogeo en el siglo XVII (Céspedes, 1957): III, 414). 24 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Fue el nexo monetario y la dura realidad económica en que se apoyaba, y no principalmente las tradiciones, los principios o las relaciones sociales aristocráticas o feudales, lo que rigió en América Latina desde el comienzo. Y fue la concentración estructural de la propiedad, del predominio y del capital la que también concentró la tierra, los brazos encomendados, el comercio, las finanzas y los empleos civiles, religiosos y militares en unas pocas manos¹. El poder del capital monopolista predominó desde el principio y continúa predominando. La sede geográfica, económica, política y social de esta apropiación y acumulación monopolista de capital fue, por supuesto, la ciudad y no el campo, por mucho que éste haya sido la fuente de la riqueza. La ciudad colonial vino a ser el centro metropolitano interior predominante, y el campo el satélite periférico dependiente. Al mismo tiempo, el dominio y la aptitud para el desarrollo económico de la ciudad latinoamericana fueron coartados desde el principio, pero no por su región satélite o alguna supuesta estructura feudal de aquélla (antes bien, la estructura del campo fue y sigue siendo la fuente principal del desarrollo económico urbano), sino por su propia condición de satélite de la metrópoli mundial extranjera. En cuatrocientos años ninguna metrópoli latinoamericana ha superado esta limitación estructural de su desarrollo económico. Un investigador de la América Central observa: "La posición privilegiada de la ciudad tiene su origen en la época colonial. Fue fundada por el conquistador para cumplir las mismas funciones que todavía cumple en la actualidad: las de incorporar al indígena en la economía traída y desarrollada por ese conquistador y sus descendientes. La ciudad regional era un instrumento de conquista y es aún en la actualidad de dominación". (Stavenhagen, 1963: 81.) De dominación, empero, no sólo de su propio grupo gobernante sino también de la metrópoli imperialista, cuyo instrumento es la ciudad latinoamericana, con su disperso sector terciario "de servicios". Una vez introducidas en la América Latina, en los niveles internacional y nacional, las contradicciones capitalistas de la polarización y la expropiación-apropiación, sus consecuencias necesarias, esto es, desarrollo limitado o subdesarrollo en las metrópolis del continente y desarrollo del subdesarrollo estructural, lejos de retardar su aparición varios siglos, hasta después de la revolución industrial inglesa, como con tanta frecuencia se sugiere, comenzaron a generarse y brotar desde luego. Bajo el subtítulo de "Dinámica de las economías coloniales", Aldo Ferrer confirma nuestra tesis en La economía argentina, las etapas de su desarrollo y problemas actuales: "Si se pretende determinar cuáles fueron las actividades económicas dinámicas en la economía colonial, deben recordarse las características de la economía de la época y se concluye qua fueron aquellas estrechamente ligadas al comercio exterior. La minería, los cultivos tropicales, las pesquerías, la caza y la explotación forestal, dedicadas fundamentalmente a la exportación fueron las actividades expansivas que atrajeron capital y mano de obra. En estos casos, (economías coloniales) la producción se realizaba generalmente en unidades productivas de gran escala, sobre la base de trabajo servil. Los grupos de propietarios y comerciantes vinculados a las actividades exportadoras eran, lógicamente, los de más altos ingresos, conjuntamente con los altos funcionarios de la Corona y del clero (que muchas veces consiguieron sus puestos por la compra de los mismos). Estos 25 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile sectores constituían la demanda dentro de la economía colonial y eran los únicos sectores en condiciones de acumular. Forzando el concepto, constituían al mismo tiempo el mercado interno colonial y la fuente de acumulación de capital. En estas condiciones, al mismo tiempo que el sector exportador era muy poco diversificado, la composición de la demanda tampoco favorecía la diversificación de la estructura productiva interna. Cuanto más se concentraba la riqueza en un pequeño grupo de propietarios, comerciantes e influyentes políticos, mayor fue la propensión de adquirir los bienes manufacturados de consumo y durables (consistentes en buena proporción de bienes suntuarios de difícil o imposible producción interna) en el exterior, y menor fue la proporción del ingreso total de la comunidad gastado internamente... El sector exportador no permitía, pues, la transformación del sistema en su conjunto, y una vez que la actividad exportadora desaparecía, como ocurrió con la producción azucarera del noreste del Brasil ante la competencia de la producción antillana, el sistema en su conjunto se desintegraba y la fuerza de trabajo volvía a actividades de neto carácter de subsistencia. Independientemente de las restricciones que las autoridades solían imponer sobre las actividades que dentro de las colonias competían con las metropolitanas, poca duda cabe que tanto la estructura del sector exportador como la concentración de la riqueza constituyeron obstáculos básicos para la diversificación de la estructura productiva interna, la elevación consecuente de los niveles técnicos y culturales de la población y el surgimiento de grupos sociales vinculados a la evolución del mercado interno y a la busqueda de líneas de exportación no controladas por la potencia metropolitana. Este chato horizonte del desarrollo económico y social explica buena parte de la experiencia del mundo colonial americano y, notoriamente, de las posesiones hispano-portugueses". (Ferrer, 1963: 31-32).Poniendo en mis propios términos las observaciones y el análisis de Ferrer, se puede observar cómo el establecimiento de la estructura metrópoli-satélite entre Europa y las colonias latinoamericanas, y dentro de estas mismas, sirvió para fomentar desde luego un desarrollo limitado o subdesarrollo en la metrópoli colonial (nacional después) y un subdesarrollo estructural en los satélites periféricos de estas metrópolis coloniales. Bagu y Ferrer observan que la exportación del excedente económico de las colonias fue la causa y la fuerza motriz que las llevó a ser partes integrantes del expansivo sistema capitalista mundial. Como anota Ferrer explícitamente, el sector dinámico de las colonias o satélites fue el de la exportación, es decir, la metrópoli interior. Desde el principio mismo, esta metrópoli interior y más tarde nacional expropió el excedente económico de sus satélites periféricos y, sirviéndose de esta metrópoli interior como instrumento de expropiación, la metrópoli mundial se apropió a su vez de gran parte de ese mismo excedente económico. Algo de este excedente económico de las periferias provinciales quedó, por supuesto, en las diversas metrópolis latinoamericanas. Es decir, como señala Ferrer, el producto interno se concentró allí, como también, en consecuencia, la actitud nacional para el consumo y la inversión o la acumulación. Pero la misma estructura metrópoli-satélite, cuyo desarrollo, en primer lugar, dio existencia a la América Latina que conocemos, creó y sigue creando en estas metrópolis latinoamericanas (quizás aún más ahora) intereses que indujeron a sus grupos dirigentes a satisfacer por medio de importaciones gran parte de su concentrada demanda de consumo. Esta estructura conspiró también contra la inversión por aquéllos del excedente económico apropiado de sus compatriotas, en fábricas para su propio consumo o 26 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile para la exportación, y mucho menos, por supuesto, para el consumo de los expropiados. Las consecuencias de la estructura metrópoli-satélite del capitalismo internacional sobre la estructura y el proceso capitalista nacional no se resumen únicamente, por tanto, en la apropiación por la metrópoli mundial del excedente de los centros nacionales, que además de ser satélites de aquélla son metrópolis de sus respectivos satélites periféricos, de cuyo excedente económico se apropian a su vez. Los efectos del capitalismo mundial y nacional calan más hondo y conducen a la orientación errónea y el mal empleo hasta del excedente que queda a disposición del satélite. Esta ha sido, pues, la regla del desarrollo económico y, simultáneamente, del subdesarrollo a lo largo de la secular historia del capitalismo. Si los grupos gobernantes de los países satélites han encontrado provechoso, de vez en cuando, adoptar un grado relativamente mayor de industrialización y desarrollo autónomos, como ocurrió en el siglo XVII y varias veces después, no fue porque hubiese cambiado la estructura esencial del sistema capitalista mundial sino únicamente porque el grado de dependencia de las metrópolis mundiales había menguado temporalmente, debido al accidentado desarrollo del belicoso sistema capitalista mundial. Durante las depresiones y las guerras, el desarrollo industrial y económico de los satélites latinoamericanos tomó impulso, sólo para ser cercenado de nuevo o reencauzado en el subdesarrollo por la subsiguiente recuperación y expansión de la metrópoli, o por el restablecimiento de la integración activa de ésta con sus satélites. Vale decir que en el conjunto de América Latina, las tres contradicciones del capitalismo hicieron su aparición desde el principio y comenzaron a ejercer sus inevitables efectos. A despecho de todas las transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales por las que han pasado la América Latina y Chile desde el período inmediatamente posterior a la Conquista, han retenido los elementos de la estructura capitalista que la colonización implantó en ellas. La América Latina, lejos de haber superado recientemente o de no haber superado aún el feudalismo (que, en realidad, nunca conoció), o de haber tomado hace poco un papel activo en el teatro del mundo, inició su vida y su historia posterior a la Conquista como parte integrante y explotada del desarrollo capitalista mundial. Eso explica su subdesarrollo de hoy. 1. Eduardo Arcila Farías escribe en El régimen de la encomienda en Venezuela (1957: 307): "La encomienda y la propiedad territorial en América son instituciones que no tienen entre sí ninguna relación. Entre los institucionalistas no existe confusión alguna al respecto, y los historiadores especializados han puesto cada cosa en su sitio. En realidad no se justifica el hacer aquí esta aclaración sobre una materia muy clara, sino en razón del desconocimiento que existe en Venezuela tanto sobre la encomienda como sobre los orígenes de la propiedad territorial, sobre los cuales no se ha intentado aún estudio alguno. "A menudo muchas personas que escriben sobre historia en nuestro país confunden ambos términos y atribuyen los orígenes de la propiedad a Ia encomienda". 27 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Silvio Zavala, en su New Viewpoints on the Spanish Colonization of America (1943: 80, 84), dice así : "La idea más generalmente aceptada al respecto de la encomienda es que las tierras y los indios fueron repartidos entre los españoles desde los primeros días de la Conquista [...]. Pero esta noción de que las encomiendas fueron el verdadero origen de la hacienda está expuesta a seria duda, a la luz de la historia de la tierra tanto como a la del pueblo [...]. En resumen podemos decir que la propiedad del suelo en Nueva España no era conferida mediante encomiendas. Dentro de los límites de una sola encomienda podían encontrarse tierras pertenecientes a indios individualmente, tierras poseídas colectivamente por las aldeas, tierras de la Corona, tierras adquiridas por el encomendero mediante una concesión diferente de la encomienda o relacionada con su derecho al pago de contribuciones en productos agrícolas, y, por último, tierras otorgadas a otros españoles, aparte el encomendero. Lo anterior demuestra que la encomienda no puede haber sido el antecedente directo de la hacienda moderna, porque no daba verdaderos derechos de propiedad [...]. En Chile, en cierto caso, el encomendero de una aldea despoblada, lejos de pretender que las tierras abandonadas le pertenecían por virtud de su encomienda original, acudió a las autoridades reales para que le diesen el derecho a ellas mediante una nueva y diferente concesión". De las funciones capitalistas de la encomienda se trata en el capítulo sobre el "problema indígena", y los orígenes capitalistas de la propiedad de la tierra se examinan más adelante en este mismo capítulo. D. EL CAPITALISMO DEL SIGLO XVI EN CHILE: COLONIZACIÓN DE UN SATÉLITE Las mismas contradicciones capitalistas comenzaron a determinar el destino de Chile en el siglo XVI. Ya desde el comienzo de su existencia colonial Chile ha tenido una economía basada en le exportación. La estructura económica, política y social de Chile fue siempre determinada —y sigue siéndolo— en primer lugar por la realidad y la naturaleza específica de su participación en el sistema capitalista mundial y por la influencia de este sistema en todos los aspectos de la vida chilena. Mi tesis, desde luego, no es compatible con la imagen generalmente aceptada que presenta al Chile de ayer y aun al de hoy como una economía y sociedad "autárquica" o "feudal", "cenada" y "reclusa". Pero es compatible con la realidad histórica y contemporánea de Chile. Es muy característico el hecho de que Chile iniciara su existencia colonialcomo exportador de oro. Pero sus minas (en Chile, lavaderos en la superficie) no eran muy ricas ni duraron mucho. Su explotación formal comenzó por el año de 1550 y su producción decayó rápidamente después de 1580. Empero, a diferencia de las colonias continentales españolas, aunque no, quizás, de Guatemala, ya en esa época Chile exportaba un producto de su país: el sebo de sus reses. Por cierto, el más atento estudioso de esa época chilena cree que el valor de las exportaciones de oro de Chile no excedió en ningún momento el de las de sebo (información personal de Mario Góngora). El grueso de las exportaciones de sebo chilenas iba ya entonces a Lima, el más cercano centro comercial grande del imperio colonial, y no a la metrópoli europea. AI mismo tiempo, la cría de ganado para venta y consumo local y la producción de lana para telas con que vestir a mineros, soldados y otros formaron la base de una creciente economía comercial, dependiente e interior. 28 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Pocos años después de la muerte de Valdivia ya existe un pequeño intercambio con el virreinato; dice Ross que en 1575 ya menciona la historia un cargamento de 400 fanegas de trigo que se exportaba a Lima por el Maule. Este comercio se mantuvo por vía marítima desde entonces, y más de una vez fue estimulado por las medidas oficiales: en 1592, por ejemplo, Hurtado de Mendoza suprimió en forma eventual los derechos de alcabala de la exportación de Chile al Perú. El intercambio era interrumpido transitoriamente de cuando en cuando por los corsarios que siguieron a Drake después de 1568, y con posterioridad fue alterado de un modo artificial por los intereses monopolistas. Al finalizar el siglo XVI la influencia del encomendero sobre la tierra, y las mercedes que se conceden, han echado las bases de una gran propiedad territorial que va a imprimir una especial fisonomía a la vida agrícola; lo propio ocurre con la encomienda indígena respecto de la mano de obra rural. Es el momento en que se impone la economía pastoril y pierden importancia los lavaderos de oro, pero la larga transformación que ahí se inicia, a juicio del profesor Jean Borde, viene a culminar sólo en el siglo XVIII; y es en relación, sin duda, con el auge del trigo que dicha evolución converge a la lenta definición de un nuevo tipo de mano de obra y de estructura agraria, el inquilinaje, que constituye hasta la actualidad el elemento característico de toda la vida rural del Chile central. Historiadores como Vicuña Mackenna y Barros Arana, al referirse a este momento de transición en la economía colonial, han insistido quizás demasiado en su carácter de subsistencia y en el escaso auge alcanzado por el comercio de los frutos de la tierra. Nosotros creemos que este comercio se inició tempranamente, y tuvo algún significado, puesto que sacando ventajas de las condiciones de clima, el retorno chileno a las mercaderías españolas provenientes del Perú, pasó pronto del oro primitivo a los productos agrícolas y al sebo. No tiene otra explicación que los corsarios capturaron barcos repletos de mercaderías que iban hacia el Perú, y que españoles de empresa como Juan Jofré y Antonio Núñez de Fonseca poseyeran navíos dedicados a la navegación comercial y permanente con el virreinato... Existe más de un motivo para pensar que la producción agrícola excedía, al explicar el primer siglo de la Colonia, las necesidades del consumo; así lo evidencia un informe ordenado por García Ramón, en 1600, al decir, tal vez con algo de exageración, que la producción agrícola del reino podía abastecer a cincuenta ciudades mayores que la capital... Múltiples son los testimonios que dan cuenta de la relación comercial con el Perú y de los mayores ingresos de una población en aumento; así, por ejemplo, el corsario holandés Oliverio de Noort que estuvo en Valparaíso en 1600, enumera las mercaderías encontradas en uno de los barcos que hacían este comercio pionero, en el cual ya se evidencia un dominio de los productos de origen animal sobre los propiamente agrícolas; es la característica del siglo del sebo. Idéntica opinión se encuentra en las informaciones proporcionadas por el padre Ovalle, cuando dice que fuera de 20.000 qq. de sebo que quedaba en el país, todo lo demás se repartía por el Perú. Sin embargo, la producción agrícola propiamente tal, ocupaba un lugar secundario (Sepúlveda, 1959: 13-15). Documentos contemporáneos confirman el reciente juicio de Sepúlveda e iluminan más la estructura monopolista del comercio exterior e interior del siglo XVI y el empleo que se hacía del excedente económico generado y concentrado por esa estructura. En 1583, el Cabildo de Santiago resolvió que "por cuanto hay gran falta en esta ciudad de candelas y sebo para ellas, y si se diese lugar a que se saque para el Perú, como al presente se dice que lo envían algunas personas, esta ciudad quedaría muy desproveída, y para que se ponga remedio en lo susodicho, mandaron a que se apregone públicamente que ninguna persona lleve a embarcar ningún sebo 29 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile ni velas sin licencia de este Cabildo, so pena que lo tenga perdido, aplicado para propios de esta ciudad". (Alemparte, 1924: 21). Cien años después, en 1693, el Cabildo de Santiago ordenaba "que ninguna persona saque de esta ciudad, de cualquier calidad que sea, para el puerto de Valparaíso ni otros de estas costas... trigo, harina, ni bizcocho, so pena de cien pesos y perdido cualquiera de los géneros referidos y las mulas en que se condujiere". (Alemparte, 1924: 22). "Somos informados y se ha visto por experiencia que cuando hay falta de mercaderías, algunas personas procuran recoger todas las que hay de aquel género, para efecto que solamente se hallen en su poder, para venderlas a los precios que él quisiere, con lo cual se sigue notable daño a la república". (Alemparte, 1924: 12). Alemparte habla de cientos de ejemplos en las actas municipales de tales faltas artificialmente creadas, de especulación interior y de exportación, cuando esta última, en detrimento de la población local, resultaba aún más provechosa, y de ordenanzas municipales destinadas a reprimir tales prácticas. Alemparte añade que "es cierto que la revisión completa de estos documentos muestran como fueron violadas frecuentemente estas ordenanzas; pero no deberíamos sorprendernos de ello, puesto que los regidores de la ciudad y los hacendados —como ya observamos— eran los mismos". Aunque Alemparte sugiere que estas regulaciones eran compatibles con las costumbres económicas y morales de la época, las actas del Cabildo de mayo de 1695 dan de ellas una razón más esclarecedora: sin ellas, "pereciera una república por voluntad de codicia o se diera lugar a un motín, que fuera de peor consecuencia". (Alemparte, 1924: 19, 21, 24). Las ordenanzas de la época, particularmente en sus esfuerzos por imponer restricciones y prohibiciones, revelan mucho acerca del empleo que se daba al excedente económico generado en forma tan monopolística: "En los años que siguen [1558], el lujo va en aumento y el color negro —implantado por el sombrío Felipe— pasa también a Chile... en 1559 vemos figurar en un inventario «treinta barras de damasco de la China, dos libras y una de seda de la China... veinte barras y cuarta de franjas de oro... un vestido de mujer argentado»...." (Alemparte, 1924: 64). El 23 de octubre de 1631 el Cabildo de Santiago, en reunión con "ciertos individuos privados de esta ciudad, para tratar de la reforma del vestido", ordenó como sigue: "El 23 de octubre de 1631 el Cabildo de Santiago, reunido junto con algunas personas particulares de esta ciudad, para ver la reformación de los trajes", dictó las ordenanzas siguientes: I, "que ninguna persona, hombre o mujer,de ningún estado o calidad que sea, puede vestirse enteramente de tela rica, de oro y plata, ni de seda, ni traer jubones, ni mangas de dicha tela, ni lana de oro y plata, ni más guarniciones en los vestidos que la que en las ordenanzas siguientes se dispondrá", bajo serias penas... Octava: que "ningún indio ni india, de cualquier nación que sea, negro o negra, mulato o mulata, puedan vestirse más que a su uso de ropa de la tierra, o cuando mucho de paño de la tierra ...", décima cuarta: "que los vecinos y moradores, con gastos superfluos e inexcusados [no se arruinen] mandamos que en todas las cosas que se ofrecieren y hubieren de hacer, guarden y cumplan en gasto y orden muy moderado, sin exceder de una modestia justa, y que las autoridades corrijan y castiguen cualquier exceso, lo mismo que a los inventores de gastos nuevos e intrusos". (Alemparte, 1924: 66). 30 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Alemparte observa, indudablemente con razón y con evidente importancia, para la tesis que en este ensayo se expone: "Es útil agregar que estas disposiciones contra el lujo fueron dictadas no por razones morales o religiosas —como pudiera creerse, a primera vista— sino por motivos económicos, según se establece en su parte expositiva. Pues la ruina de los particulares, causada por los "costosísimos trajes, que cada día se varían... enflaquece las repúblicas, desustanciándolas del dinero... sangre y nervios que las conservan". (Alemparte, 1924: 68). En términos de hoy, el gobierno se preocupaba por la balanza de pagos y el drenaje de divisas del país y de recursos locales (el excedente) que las importaciones de este sector monopolista representaban entonces no menos que hoy. E. EL CAPITALISMO DEL SIGLO XVII EN CHILE: DESARROLLO CAPITALISTA "CLÁSICO" Los acontecimientos del siglo XVII esclarecen aún más cómo la participación de Chile en el sistema capitalista mundial determinó no sólo la estructura interna de su economía y sociedad sino también sus instituciones económicas y sociales, sus transformaciones y, en verdad, la historia económicosocial de todo Chile. De una parte, son los ciclos económicos y las influencias generadas por el desarrollo del capitalismo en el mundo los que determinan en gran parte el relativo aislamiento económico y espacial de Chile respecto de su metrópoli (era pobre en minas y se hallaba al final de un larguísimo viaje desde España, a través del istmo de Panamá), aislamiento que debilitó los lazos entre metrópoli y satélite y permitió a Chile un grado de independencia y, por ende, de desarrollo económico potencial y real mayor que el que otras colonias pudieron lograr. Por otra parte, fue el debilitamiento temporal o cíclico de estas eficaces relaciones entre metrópoli y satélite, como resultado de una guerra o una depresión en la metrópoli, lo que permitió a los satélites, entonces como ahora, una oportunidad igualmente temporal de iniciar instituciones y medidas capitalistas que promueven el desarrollo económico, en tanto no las revierta de nuevo el cese del alivio momentáneo de la hegemonía metropolitana. El siglo XVII puso a Chile y a otras partes de América Latina en tales circunstancias. Las influencias económicas generadas por el desarrollo del capitalismo mundial introdujeron cambios de mucho alcance en las instituciones y en el nivel de producción agrícola y fabril de América Latina, los cuales han sido documentados en cuanto a México y a Chile. Como la mayoría de las otras partes del imperio colonial español, incluyendo a la metrópoli misma, Chile presenció durante el siglo XVII un notable descenso del suministro de brazos indígenas y de la productividad de su economía minera. Sus resultados fueron análogos a los que respecto de México estudiaron detalladamente Chevalier, Borah y Kubler. La decadencia del poder de la oligarquía doméstica para comprar bienes metropolitanos, originada en el descenso de la producción de oro, causado a su vez por el menor rendimiento de las minas y el menor suministro de brazos, resultado, esto último, de la decadencia de la población indígena inducida por la Conquista, así como también la baja de la demanda metropolitana de bienes coloniales y la del suministro de bienes metropolitanos, derivada de la "depresión" que en el siglo XVII 31 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile sufrieron España y Europa, se combinaron para aislar un tanto de la metrópoli a Chile y a otras colonias. Existe cierto desacuerdo acerca de las consecuencias precisas de esos factores en México, Chile y, en otras partes, especialmente en el Perú. Pero se puede decir con certeza que, al igual que en el nordeste brasileño, a cuya declinante economía azucarera se refirió Ferrer, el peso del impacto desfavorable cayó sobre los estratos más bajos —indígenas y mestizos— de la sociedad colonial. A causa de la reducción del suministro de trabajadores, se concibieron nuevos medios institucionales, a menudo más onerosos, para forzar a las capas inferiores a dar su trabajo a la oligarquía española y criolla. Aunque algunos criollos sucumbieron, sin duda, durante la larga crisis de todo el siglo, otros capearon la tormenta, pasando cada vez más de la minería a la cría de ganado, a la producción de trigo (y, en México, de otros comestibles de que la población blanca se abastecía anteriormente mediante los pequeños y numerosos cultivos de los indios), de telas y otros bienes de consumo, para reemplazar los abastecimientos relativamente menores que venían de la metrópoli. Como señalan Chevalier, Borah, Góngora y Zavala, el siglo XVII, por ende, si no dio a luz a la hacienda la vio crecer en número, en tamaño, en diversificación interior y en importancia general. El auge de la hacienda, debe destacarse, no se debió a la encomienda ni, mucho menos, a instituciones feudales que Ios españoles pudieran haber traído consigo en el siglo XVI. La hacienda de Chile y de toda la América Latina, así como la estructura de la explotación agrícola, deben atribuirse a la difusión y desarrollo del capitalismo mercantil en el mundo en general y en Chile y América Latina en particular. "A partir del gran incremento del valor comercial de Ios productos ganaderos, hacia 1595, ya la distribución de tierras empieza a abarcar todo el valle del Puangue, cerca de Santiago]"... "Tampoco existía una jerarquía aristocrática de familia... La clase dirigente es aún muy fluida, pesan fuertemente la riqueza y la posición personal... La utilización fundamental del trabajo indígena es, hasta cerca de 1580, la minería... Los encomenderos sacuden sus obligaciones militares; por otra parte, compensan la disminución de la minería por el incremento de la riqueza ganadera, que empieza a valorizarse en el mercado... Los comerciantes importadores formaban el núcleo más poderoso de la clase jurídica de los moradores (es decir, de los vecinos con casa establecida en las ciudades, y con pleno derecho a participar en la vida comunal, pero no dotados de encomienda). Los importantes mercaderes que obtienen mercedes en Puangue, adquieren otras aun mayores... El poder económico de estos mercaderes parece haber sido considerable. El motor principal de la acumulación de tierras es, evidentemente, el interés mercantil por Ios productos ganaderos y agrícolas. La economía ganadera chilena se constituye desde el comienzo en grandes explotaciones. La frecuencia de estos remates indica que no son accidentes aislados en la historia de algunas fortunas familiares. Debe tratarse de un resultado de las frecuentes oscilaciones del sebo, cordobanes y trigo en el mercado limeño y santiaguino, que constituye un rasgo característico de la economía chilena. (Góngora, 1960: 43-44, 49-50, 57, 62). Podemos cerrar nuestro examen del Chile colonial del sigloXVII con las observaciones de un contemporáneo: "Lo que logra en aquel país la industria humana, consiste principalmente en la cría de ganados de que hacen las matanzas que apunté arriba, y el sebo, badanas y cordobanes que navegan a Lima, quedando esta ciudad con lo que ha de menester, 32 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile que son veinte mil quintales de sebo cada año, y a esta proporción los cordobanes; se reparte todo lo demás por Perú y los cordobanes suben a Potosí, y todas aquellas minas y ciudades adentro, donde no se gasta otra ropa que la de Chile, y baja también a Panamá, Cartagena y a todos aquellos lugares de Tierra Firme; también se saca alguna de esta ropa para Tucumán y Buenos Aires y de allí a Brasil. El segundo género es la jarcia, de que se proveen todos los navíos del Mar del Sur y la cuerda para armas de fuego que se lleva de Chile a todos los ejércitos y presidios de aquellas costas del Perú y Tierra Firme... El tercer género son las mulas que llevan a Potosí por el despoblado de Atacama". (Ramírez, 1959: 31-32). Esto no describe una economía cerrada o autárquica, sino más bien una economía abierta cuya estructura interna y el destino de su pueblo son determinados, ante todo, por su relación con otras partes del sistema mercantilista y por la estructura y el desarrollo de este sistema mundialmente expansivo. Es posible que el principal factor determinante fuese, en el siglo XVII, el mayor aislamiento y la menor interdependencia entre metrópoli y periferia. Chile estaba ya más aislado o más débilmente integrado en la estructura metrópoli-satélite del mundo capitalista que otras colonias españolas. La depresión del siglo XVII redujo el volumen del intercambio comercial entre España y sus colonias, como lo prueban la reducida navegación atlántica, el descenso de las exportaciones americanas de mineral y el más bajo nivel de las exportaciones españolas de trigo y productos nanufacturados. Chile y las otras colonias vinieron a quedar más aisladas que en el siglo XVI; más, presumiblemente, el primero que las otras. Lejos de ser una causa directa del subdesarrollo, es este menor grado de interdependencia (y, como satélite, de dependencia) de la metrópoli el que sin duda originó la acrecida producción doméstica de bienes "para sustituir importaciones", e incluso de mercancías exportables a los mercados de las restantes colonias americanas de España. Con el nuevo fortalecimiento, en el siglo XVIII, de la interdependencia y la dependencia chilena, esta producción y, en verdad, la capacidad para producir declinaron otra vez, con lo que el subdesarrollo se enraizó aún más firmemente en Chile. La situación surgida en el siglo XVII respecto de la tierra fue transformada también por el renovado aumento del comercio en el siglo XVIII. Por una parte, el siglo XVII presenció el continuo desarrollo de la hacienda como empresa agrícola, manufacturera y comercial indicada a servir al mercado urbano y a su propia población. La hacienda, por supuesto, no habría de convertirse en una economía de subsistencia en si misma, puesto que su principal raison d'étre era, y lo es todavía, el suministro comercial de productos agrícolas al mercado urbano o extranjero y la apropiación, por el propietario, de la mayor parte del excedente económico así producido por los trabajadores de la hacienda, que aquél expropia ejerciendo su poder monopolista sobre ellos. Esto excluye, claro está, todo intercambio entre la hacienda y el mundo exterior, excepto el que pasa por la puerta del peaje, que el propietario controla. Pero la hacienda chilena del siglo XVII no tenía aún todo estos rasgos monopolistas. Iba a adquirirlos con el aumento de la demanda de sus productos. En el siglo XVII, el propietario de estancias ganaderas, que necesitaba relativamente pocos trabajadores, a menudo mantenía inquilinos mestizos o "blancos pobres" en su propiedad, a quienes exigía poco o nada por el uso de su tierra y que a su vez explotaban sus pequeñas empresas ganaderas, manteniendo, al parecer, un nivel de vida adecuado mediante la producción para ellos mismos y para el mercado. La relación metrópoli-satélite entre el propietario y sus inquilinos, 33 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile si no sus trabajadores indígenas, no estaba todo lo polarizada que habría de estar después. F. EL CAPITALISMO DEL SIGLO XVIII EN CHILE: RESATELIZACIÓN, POLARIZACIÓN Y SUBDESARROLLO En 1736, el virrey del Perú, José Armendáriz, apuntó: "la insigne dependencia que esta capital [Lima] tiene de un reino [Chile] que es el almacen de las preciosas especies... y el depósito de los granos con que la alimenta... que sin Chile no existiera Lima..." (Ramírei. 1959:33.) No obstante, un observador oficial informaba en 1802 que "Chile sufre, en efecto, todas las verdaderas pérdidas de un comercio meramente pasivo" (Ramirez, 1959:51). La dependencia de Lima respecto de Chile, que no obstante llevó a éste "todas las pérdidas connaturales de un comercio pasivo", fue, por supuesto, el resultado y el reflejo del carácter y la relación de satélite capitalista de Chile con respecto a su metrópoli primaria, Lima, y con respecto a las metrópolis española y francesa también. El estudio de Chile en el siglo XVIII revelará cuán profundamente arraigadas estaban ya las contradicciones capitalistas en el país, tanto en sus relaciones con el mundo exterior como en cuanto a su estructura económica, política y social. Tan profunda y firmemente arraigadas, en realidad, que el pueblo de Chile no pudo evitar el continuo desarrollo del subdesarrollo chileno en los siglos XIX y XX, a despecho de algunos esfuerzos por resolver las contradicciones capitalistas y evitar que Chile continuara subdesarrollándose. Todas estas tentativas de liberación se efectuaron dentro de la estructura capitalista misma; no podía ser de otro modo entonces. Después de las elecciones de 1964, debemos afirmar una vez más que el pueblo chileno no ha logrado todavía la necesaria emancipación de la estructura y el proceso económicos que inevitablemente producen al mismo tiempo un desarrollo limitado y un subdesarrollo estructural. Las tres contradicciones capitalistas de la expropiación-apropiación del excedente, de la polarización metrópoli-satélite y de la continuidad en el cambio en el Chile del siglo XVIII se expresan de la mejor forma, quizás, apelando a la observación de Marx acerca de que "en todas las esferas de la vida social la parte del león corresponde al intermediario. En el campo de la economía, v.gr., los financistas, los especuladores de la bolsa de acciones, los mercaderes, los tenderos se llevan la crema; en los asuntos de la vida civil... en la política... en la religión" (Marx, I, 744, nota 1). El poder monopolista de los intermedios expropió-apropió el excedente económico a través y dentro de la estructura capitalista de las encadenadas constelaciones-metrópoli-satélite, y dominó las relaciones de comercio y producción entre Lima y Chile hasta el punto de resistir y vencer toda oposición pública y oficial a ellas en ambos países; caracterizó la producción y distribución chilena y peruana de productos agrícolas; cambió totalmente en Chile la institución de la propiedad de la tierra en formas que sólo después vendrían a ser mal llamadas "feudales"; determinó la nueva extinción de las industrias manufactureras chilenas que habían surgido al amparo del relativo aislamiento del siglo XVII. 1. La polarización internacional a través del comercio exterior 34 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Un reciente analista de la historia chilena subraya que "el carácter de la economía chilena colonial [era] esencialmente de exportación y no de mera subsistencia, como alguna vezse ha afirmado. Esta impronta es genérica a la economía colonial de diversos países, exceptuando al Paraguay..." (Sepúlveda, 1959:21-32). No obstante, durante todo el siglo XVIII Chile tuvo una balanza comercial claramente desfavorable con respecto a Lima, España y Francia (Ramírez, 1959: 46- 49). Fue así a pesar del hecho de que su producción minera (ahora de plata y cobre cada vez más, en vez de oro) volvió a aumentar a lo largo del siglo, y de que conoció y satisfizo un espectacular aumento de la demanda exterior de los productos de su tierra, ahora principalmente agrícolas mas que ganaderos. Las exportaciones chilenas de trigo a Lima habían empezado a crecer entre 1687 y 1690. Esta se ha atribuido a menudo al terremoto de 1687, del que se supone que destruyó la capacidad productiva de las tierras trigueras cercanas a Lima. En El trigo chileno en el mercado mundial, Sergio Sepúlveda pone en duda esta explicación y ofrece en su lugar una razón económica que concuerda con mi tesis acerca del papel de los monopolios mercantiles en un sistema capitalista estructurado sobre la polarización metrópoli-satélite. "Queda establecido que entre el 18 de noviembre de 1698 y el 9 de diciembre de 1699, se registraron en el Callao 113 entradas de buques, correspondiendo 44 de ellas a buques procedentes de Chile (23 de Valparaíso, 13 de Concepción, 3 de Coquimbo y 5 de Arica, que el autor incluye como viniendo también de Chile), que en conjunto internaron 86.013 fanegas de trigo, 18.402 zurrones también de trigo y 5.561 zurrones de harina, además de 27.038 quintales de sebo. Vale decir, que Perú importaba en este momento comercial claramente decidido, unos 66.000 quintales entre trigo y harina de Chile. Tal como lo hemos insinuado, es una verdad que con ocasión del terremoto de 1687 se abrió el mercado peruano, iniciándose las mayores exportaciones de nuestro trigo, debido a la alteración de la vida económica de Lima y la lógica escasez de bienes de consumo, durante la emergencia. Pero la inundación de los trigos de Chile se hizo permanente, no por los efectos del polvillo, sino que se perpetuó gracias a la acción económica inteligente de un monopolio que no tardó en organizarse que supo aprovechar su mejor calidad para imponerlo definitivamente en el medio menos apto. La producción interna del Perú fue aniquilada en virtud de una política de regulación de la oferta mediante la imposición de los precios. Modalidad que se vio facilitada por la debilidad congénita del trigo peruano frente al chileno. Como conclusión se infiere que el trigo de Chile se impuso desde entonces, iniciando la conquista de su primer mercado, en virtud de una voluntad económica sistemática y por haber encontrado un medio adecuado capaz de crear la dependencia. Nuestra opinión es que ella se habría creado de todas maneras, aún sin mediar el accidente del terremoto, pues tarde o temprano en un régimen de concurrencia normal el trigo chileno habría terminado por imponerse. El intercambio entre ambas colonias se activa desde entonces, animando el Valle central, especialmente entre el Choapa y el Maule donde se recogía en 1695, entre 80 y 90.000 fanegas, sin contar algo más que se obtenía en Coquimbo y en Concepción. El grueso de la exportación salió desde el comienzo por Valparaíso, donde los granos aprovechaban las antiguas bodegas destinadas a guardar el sebo y se beneficiaban con nuevas construcciones, siendo además la salida natural del fértil valle del Aconcagua. Algunas agrupaciones con carácter institucional 35 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile participan de él y originan, andando el tiempo, conflictos graves por el choque de sus intereses con los productores y bodegueros de Chile y los importadores peruanos. Interesante es este momento de la iniciación de la nueva corriente comercial, por el reajuste económico que supone y por los efectos psicológicos que produce en una población que no estaba preparada para entender la oportunidad." (Sepúlveda, 1959:20). Los efectos económicos, políticos, sociales y culturales sobre Chile fueron trascendentes y duraderos, y desde el punto de vista de la discriminada población de la periferia satélite local, cuyo subdesarrollo se fomentaba, no fueron ni ventajosos ni bien acogidos. La razón no era tanto la falta de preparación para "comprender", como Sepúlveda sugiere aquí, sino que era —y todavía es— la absoluta incapacidad para reaccionar de otro modo dentro de las limitaciones políticas y económicas que la misma estructura capitalista imponía, como lo demuestra el propio Sepúlveda en otros pasajes. Si los intereses monopolistas peruanos arruinaron la relativamente ineficiente producción de trigo de su país para reemplazarla por el producto chileno, que la geografía y el clima favorecían más, no fue porque tuvieran presentes los intereses de los productores de trigo chilenos. AI contrario: "Chile, además de ser colonia de España, se encontraba económicamente subordinado al virreinato del Perú. Aquel país era el más potente centro económico de Sudamérica... Pudo formarse en el Virreinato un núcleo de poderosos comerciantes que no sólo comandaba las actividades productoras peruanas, sino también las de otras colonias españolas en la América meridional, desde Guayaquil hasta las provincias del Plata. El comercio limeño controlaba la riqueza minera del Alto y Bajo Perú, la producción agropecuaria y minera de Chile, la producción agrícola tropical del Perú y la región de Guayaquil y las producciones ganaderas de las provincias de la Plata. Por su comunidad de intereses y por sus aspiraciones hegemónicas fundadas en su superioridad financiera, estos comerciantes operaban con una solidez y eficacia tales «que parecían actuar bajo la inspiración de una o muy pocas personas... La red de negocios manejados por este grupo, que por rico y numeroso tenía largos brazos, era enorme». El influjo de estos empresarios guiados por un espíritu monopolista infinitamente mayor que el de la Corona les permitió subordinar a sus designios a las autoridades políticas del virreinato, con lo cual pudieron conquistar y consolidar todo un sistema de privilegios establecidos en su favor. Tales ventajas fueron debidamente aprovechadas por los círculos mercantiles de Lima: a base del riguroso sistema monopolista establecido por la metrópoli —del cual eran activos usufructuarios— llegaron a constituir una especie de imperio autónomo dentro del imperio español. Cuando observaron que la metrópoli orientó su política comercial en un sentido más liberal se movilizaron luchando tenazmente contra todas las franquicias económicas que pudieran otorgarse a otras regiones y procurando conservar, de todos modos, los mercados que en un principio les pertenecieron por razones históricas más que geográficas" (Ramírez, 1959: 65-66, citando también a Guillermo Céspedes del Castillo. Lima y Buenos Aires, y a Emilio Romero, Historia económica del Perú). La situación descrita se hizo sentir con particular intensidad sobre Chile, Perú fue su único proveedor de algunos artículos de primera necesidad: era el intermediario indispensable de artículos europeos. Además, fue el principal mercado consumidor de sus productos. Por estas razones, los comerciantes peruanos —que eran dueños de casi la totalidad de los barcos que traficaban en el Pacífico Sur y que disponían 36 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile de abundantes recursos—pudieron ejercer dominio efectivo sobre nuestro comercio externo. Ellos compraban el trigo "en las bodegas de Valparaíso al costo y a veces sólo del flete, perdiendo el labrador su trabajo y expensas"; además, se comportaban frente a los productores de cobre como "duros comerciantes que se valen de la necesidad para fijarles los precios" (Ramírez,1959: 68-69, citando también del "Informe del gobernador A. O'Higgins al gobierno de España", setiembre 21 de 1789). Al mismo tempo, estos mercaderes traficaban con ciertas mercancías "en que ganan a ciento, doscientos y trecientos por ciento con la sola navegación de quince o veinte días, que no se gastan más en llegar de Chile a Lima" (Ramírez, 1959:69, citando a Alonso Ovalle, Histórica Relación, I, 19). "De los navieros del Callao y de los bodegueros de Valparaíso, de cuyos planes de recíproco monopolio para dañarse inconsiderada y torpemente los unos a los otros, de cuyos interminables litigios, de cuyos avenimientos ocasionales y aun alianzas solemnes para poner bajo su ley a los panaderos de uno y otro reino y por medio de éstos a todos sus habitantes, estaban llenas las crónicas y los archivos de entonces" (Sepúlveda, 1959: 23, citando a Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de Valparaíso). Los productores y consumidores satélites de Perú y Chile, y hasta sus respectivos gobiernos, lejos de ignorar lo que ocurría se daban perfecta cuenta de ello e intentaron remediar la situación quebrantando el poder de los monopolistas comerciantes importadores y exportadores. Pero, como hoy, la lógica del sistema capitalista no permitía tal remedio. Al contrario, la estructura acaparadora del sistema capitalista polarizó el poder económico y político entre ambos países y dentro de ellos, de modo tal que los monopolistas eran más poderosos cada vez y el "público" y sus gobernantes, consecuentemente, menos capaces de adoptar las medidas económicas y políticas que su protección demandaba. En efecto, sabemos de documentos que muestran la reacción social y oficial ante la alternativa de absorber el aumento de la demanda externa, sacrificando el consumo o de mantener sin menoscabo el abastecimiento interno. Tal documentación muestra que la comunidad fue contraria desde el principio a este tipo de intercambio, por las consecuencias que trajo consigo; contraria a la restricción del consumo, contraria al alza de precio interno, lo que se tradujo en una política restrictiva y extemporánea, destinada a poner trabas al comercio naciente, limitando las licencias y el monto de la cuota exportable, pero sin imaginar, ni ensayar otras soluciones positivas. Hacia 1694, por ejemplo, sólo estaba permitido exportar oficialmente unas 12.000 fanegas (8.860 qq. mm.), y en noviembre de 1695 culmina esta actitud negativa cuando Marín de Poveda prohíbe la exportación de los trigos de la ciudad de Santiago y de sus partidos. Sin embargo, a pesar de la crisis de desequilibrio, provocada por el aumento notable de la demanda externa, los imperativos económicos fueron más fuertes y todas las medidas adoptadas para impedir el comercio, fatalmente fracasaron. Las prohibiciones fueron burladas por personas allegadas a los propios medios oficiales que lucraron con la venta de licencies, cobrando la prima de un peso por fanega exportada. En Lima llegó a venderse la fanega a 25 pesos y más, mientras en Chile el precio se había triplicado de 2 pesos y 6 reales a 8 y 10 pesos, sin que por comparación la utilidad fuera remuneradora. 37 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Hacia esta época surgió en Chile, por instigación de los terratenientes o productores, una organización destinada a poner fin a las anomalías del comercio, protegiendo a uno de los sectores económicos que participaban en él; fue el conflicto de bodegas que resultó de la iniciativa de los hacendados o productores organizados para defenderse de los dictados de los navieros del Callao. Según Vicuña Mackenna, éstos eran: "mansas víctimas de los monopolistas al paso que los bodegueros, de buen o mal grado, se contentaban con hacerse cómplices de los últimos." Una tal subordinación implica el acatamiento de los precios de compra y la imposición por los comerciantes foráneos de la magnitud de la exportación anual. Los navieros y comerciantes del Perú devolvieron la mano con una institución similar, aunque más poderosa, en virtud de su experiencia y habilidad económica, y de sus mayores recursos. Estatuyeron un comprador único, exigieron la selección de los trigos que importan, colocaron los buques bajo una sola voluntad; en fin, se impusieron tanto en Valparaíso como en Lima, donde dominaron la resistencia que intentó oponerles el gremio de los panaderos, enviando por su cuenta dos barcos a Chile. Subordinaron además a los cultivadores del Perú, mediante une simple acción sobre precios, bajando el trigo importado en el momento de las cosechas. El mismo mecanismo lo explica el propio Vicuña Mackenna: "A fin, pues, de estrechar el monopolio a sus últimos límites, los navieros dueños del trigo de Chile aguardaron la época de la cosecha de los valles vecinos a Lima, y cuando llegaba aquélla, bajaban el precio del cereal de improviso, sin que por esto salieran de sus manos sino unas pocas fanegas". Pero la recuperación que veía el virrey no era tal, y el triunfo de toda su política estaba condenada al fracaso por la operación de dos fuerzas de evidente poder. En efecto, el virrey estaba luchando contra la reacción más o menos circunstancial de los importadores que lucraban con precios especulativos, sabedores que la demanda de artículos esenciales es inelástica y su curva siempre positiva estaba luchando, era lo peor, contra la fuerza todopoderosa de las limitaciones impuestas por la geografía económica del país. Toda la historia posterior del trigo en este mercado nos da la razón (Sepúlveda, 1959: 20-21, 25-27). 2. La polarización interior Los acontecimientos del siglo XVIII en la economía chilena demuestran que las contradicciones del capitalismo no sólo se manifiestan en las relaciones entre grandes regiones o países, sino que penetran en el cuerpo económico, político y social interior, hasta la última célula, integrando el todo en su contradictoria estructura. Sepúlveda encuentra que la misma apropiación monopolista del excedente, dentro de una estructura polar de metrópoli y satélite, caracteriza a la producción y distribución agrícola interior chilena del siglo XVIII. La falta de probidad comercial atentaba también contra el desarrollo normal de la vida agrícola. Una comunicación del gogobernador O'Higgins dirigida a los subdelegados de Aconcagua y Curimón en 1788, solicitando informe sobre las prácticas empleadas por Ios comerciantes en trigo, permite conocer los abusos usurarios que éstos cometían respecto de los pequeños productores. Por lo general, los mercaderes concedían al labrador un abono en mercaderías o especies, comprando en verde la cosecha de trigo en condiciones tan leoninas, que el único favorecido era el intermediario; estos contratos viciosos daban origen a numerosos 38 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile conflictos en la época de las cosechas, pues a veces el agricultor actuando también dolosamente se obligaba con varios acreedores, y al no poder cumplir hacia abandono de su sementera (Sepúlveda, 1959: 29. El subrayado es mío). De acuerdo con mi tesis, lo único que podemos objetar en esta observación es la idea muy común de que esta clase de acomodo no es "normal" bajo el capitalismo y que alguna otra forma de arreglo podría ser más normal. Ojalá fuera así. Mas la creciente demanda exterior de trigo chileno y las condiciones bajo las cuales creció durante el siglo XVIII produjeron efectos que penetraron muchísimo más en el agro chileno (aunque no en grado igual en todas sus regiones y valles), transformando allí la naturaleza misma de las instituciones rurales, aunque no las relaciones metrópoli-satélite esencialmente capitalistas que ya existían dentro y alrededor de los latifundios. Estos cambios sólo sirvieron para polarizarla aún más. Los dramáticos acontecimientos,y sus causas y significaciones, son reseñados y analizados por Mario Góngora en sus libros de excepcional importancia titulados Origen de los "inquilinos" de Chile central y (con Jean Borde) Evolución de la propiedad rural en el valle del Pungue. Testimonio importante de otro valle es el cuidadosamente analizado por Rafael Baraona y colaboradores en El valle del Putaendo: estudio de estructura agraria. Las influencias comerciales y otras presiones económicas sobre la agricultura chilena en el siglo XVIII produjeron cambios trascendentales en la distribución de la propiedad de la tierra entre los poseedores, y en las formas institucionales de la relación propietario-trabajador dentro de las fincas. En ambos casos las presiones tendían a aumentar la polarización de (y dentro de) la estructura metrópoli-satélite en el plano local. De una parte aumentaba la polarización entre latifundios y minifundios; de la otra, la análoga relación metrópoli-satélite entre los grandes propietarios y sus inquilinos se polarizaba también. 3. La polarización latifundio-minifundio El siglo XVIII es diferente y lleno de transformaciones. Diversos mecanismos, de los que el principal es la herencia, hacen surgir prematuramente dos formas características y contrapuestas de propiedades y haciendas. Estas dos formas, delineadas ya claramente en la cuarta década del siglo, se acentúan en el resto de la centuria y en la siguiente, hasta presentar en la actualidad un tipo de propiedad atomizada, o minifundio, y otro de gran propiedad, que se manifieste a fines del siglo XVIII, está representada objetivamente en la formación de dos grandes propiedades en el norte del valle: la Hacienda de Putaendo y la Hacienda de San José de Piguchén. En ninguno de los dos casos se trata del dueño de una merced de tierras que redondea su propiedad con otras contiguas, sino de individuos que no tienen tierras en el valle y que llegan a formar grandes estancias exclusivamente a través de compras de gran magnitud... Si bien todas las propiedades nacen como grandes unidades, muy luego se separan las que continuarán siéndolo de aquellas que serán subdivididas. En todos los casos conocidos, la gran propiedad, una vez constituida, nunca pierde su carácter de tal. Las cuatro haciendas actuales, El Tártaro, La Vicuña, San Juan de Piguchén y Bellavista, se han mantenido como grandes propiedades desde el siglo XVII hasta hoy. Aunque se haya realizado con ellas transacciones parciales de suma, reata o 39 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile división de terrenos, éstas de ninguna manera han sido capaces de alterarlas en esencia. Por otra parte, ninguna gran propiedad se ha dividido. Ningún intento ha podido refundir propiedades mayores de unas cien cuadras, ni ha podido sostenerse más allá de algunos años. Las mercedes de tierra, no sólo dieron lugar a la formación de las grandes propiedades, sino también a la forma opuesta, la pequeña propiedad. Esta última resulta de la repartición continuada de las tierras paternas por partes iguales entre todos los herederos. Como causal de subdivisión sigue, muy a la zaga, la venta de tierras. En realidad, las ventas no hacen sino acentuar el proceso; su aparición es posterior a los efectos de la herencia y se realiza sobre tierras ya subdivididas. Las ventas de terrenos de pequeñas dimensiones, son características de la segunda mitad del siglo XVIII y del siglo XIX... El rasgo dominante de estos nuevos propietarios, es su deficiente capacidad económica. El hecho de adquirir estas tierras para vivir en ellas y de ellas, los diferencia de quienes las obtuvieran, junto con otras, como un bien más, como capital. Por la escasez de recursos inician la explotación de la estancia mediocremente equipados: poca mano de obra, utilaje reducido. En estas condiciones el trabajo no rinde utilidades y se transforma en un mezquino medio de subsistencia. Una explotación de este tipo es extremadamente sensible a las fluctuaciones del mercado y a las irregularidades del ambiente físico. Basta una sequía prolongada, inundaciones que arrasen con las siembras y el ganado, alguna epidemia que azote a los animales, o las tan frecuentes oscilaciones de precios, para que la hacienda se derrumbe. La consiguiente mantención de un bajo status económico (manifestado en múltiples hechos, como la contratación frecuente de empréstitos de dinero, las hipotecas de tierras, ganado y siembras, los remates por la no cancelación de deudas, las ventas de terrenos para costear funerales, etcétera), es la causa directa de la subdivisión de las tierras ... Las fierres constituyen la principal, la única fuente de producción y, por consiguiente, de rentas. Aparte de los cargos públicos, que en los siglos XVII y XVIII se remataban a alto precio, el hijo sin tierras tenía perspectivas económicas muy limitadas; carecía de capital para transformarse en prestamista, una de las actividades más lucrativas de la época; tampoco tenía dinero para instalar alguna pequeña industria, como curtiembre, molienda, confección de paños. Por lo demás, aunque el padre hubiera dispuesto de esclavos, indios o ganado en cantidad equivalente al valor de las tierras, no habría podido dejar al hijo terrateniente sin mano de obra ni bienes con qué continuar la explotación. En último término pesaba la tradición: el agricultor se sentía pegado a la tierra. Durante un tiempo, las grandes haciendas se salvarán de la subdivisión por la sola existencia de gran cantidad de bienes a dividir: terrenos en Putaendo y fuera del valle, dinero, esclavos, etcétera. Sin embargo, si éste fuera el único factor operante, al cabo de dos o tres generaciones estarían en las mismas condiciones que los propietarios originalmente pobres, y comenzaría el proceso incontenible de la subdivisión. La realidad es otra: por una parte, los bienes, lejos de ser estáticos, se reproducen; la riqueza crea riqueza; el capital, puesto a disposición de la explotación de la estancia, se traduce en más mano de obra, más y mejores herramientas de labranza, ganado, semillas, obras de regadío adecuadas y todas las habilitaciones necesarias para un trabajo eficaz. Por otra parte, las haciendas cuentan con condiciones físicas óptimas: gran extensión de tierras planas, buenos suelos (La Vicuña tiene los mejores del valle), extensas veranadas y abundante agua de riego. La subdivisión se inicia en la mayoría de los casos conocidos en el valle 40 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile por una explotación deficiente de las estancias debida tanto a falta de capitales como a una conjunción de factores físicos negativos. En último término el comienzo de la subdivisión de las propiedades tanto en Putaendo como en otras partes puede ser accidental; lo interesante es si las circunstancias locales permiten una vez desencadenado el proceso, que éste continúe. Seguramente hay en Chile innumerables áreas de pequeña propiedad frustradas, que comenzaron a subdividirse y luego se consolidaron (Baraona, 1960: 146, 153, 174-176). La agricultura chilena del siglo XVIII, nos dice Baraona, está permeada por las contradicciones capitalistas de la polarización y la apropiación del excedente. Es la polarizada estructura metrópoli-satélite de la agricultura y la economía capitalista en conjunto, viene a decir él, la que por sí engendra más polarización. Retornaremos al análisis de Baraona de esta estructura y este proceso esencialmente capitalistas cuando examinemos períodos históricos más cercanos al nuestro. En este área de nuestra investigación, empero, la existencia concreta de la contradicción capitalista de la continuidad en el cambio parecería haber quedado establecida por la evidencia hasta ahora presentada. 4. La polarización propietario-trabajador dentro dellatifundio La demanda externa de trigo y la sustitución de la cría de ganado por este cultivo en los suelos del valle Central incrementaron el valor de la tierra y, además, transformaron las instituciones conforme a las cuales se usaba aquélla dentro del latifundio. La introducción de la agricultura cerealista trajo un cambio considerable en este plano. Paralelamente a ella se produce un notorio incremento de pequeñas explotaciones dependientes dentro de la hacienda, ya no de indios yanaconas, sino de "arrendatarios", que aparecen fuera del estatuto propio de los indígenas. No son, como los arrendatarios de la estancia, hombres de cierto nivel económico, sino gentes pobres, que ocupan porciones pequeñas de tierras, tanto dentro de las haciendas, como en los pueblos, donde obtienen fácilmente de los indios mejores condiciones... Podemos, pues, constatar que la institución generalmente conocida en el siglo diecinueve bajo el nombre de inquilinaje, ha surgido en la comarca estudiada en relación con el proceso de "cerealización" de la tierra y el aumento del valor debido a la agricultura. No viene directamente de los antiguos indios yanaconas, que habían servido de mano de obra en la época de la pura economía pastoril del siglo diecisiete... El agotamiento de las minas ha tenido sobre la evolución de la propiedad tanta influencia como su descubrimiento, al cerrar los horizontes de una población relativamente numerosa... Así, pues, una vez desaparecida la riqueza minera (produce) cierto grado de pobreza, aunque no de miseria y, por fin, el aislamiento... Pero de una manera más general, puede decirse que el cultivo cerealista dio una nueva potencia y concentración a la difusa vida estancia-pastoril, provocando una valorización de tierra y una necesidad más intensa de servicio. Aumentan por eso los distintos tipos de trabajadores rurales: los esclavos, los peones, y esta forma mixta de tenedor de la tierra y de vaquero, que es el inquilino. Más que una relación directamente comprobable en cada caso, se trata de la elevación general del nivel de las haciendas, que hace más apetecible la tenencia, y que, por otra parte, incita al dueño a buscar más mano de obra, y a pedirle más servicio o mayores cánones por 41 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile el uso de la tierra. Sería el factor que explica mejor la sustitución paulatina de la idea del préstamo —basada en el débil valor de la tierra y en la ventaja de tolerar un disfrute casi gratuito— por el arrendamiento. Y por un arrendamiento que no sólo implica un canon, sino también un complejo de deberes que se empezará a hacer cada vez más pesado a medida que se avance hacia el mayor desarrollo comercial de la agricultura chilena. Ya hemos dicho que, desde el siglo anterior (los arrendatarios) estaban sujetos a la asistencia de rodeos... Pero ahora encontramos que la práctica rural ha ampliado este principio, donde hay labores importantes de regadío, extrayendo de él una nueva norma, la de acudir a estas faenas mediante un peón... El deber de trabajo para la propiedad se ensancha, manteniendo a otro trabajador. Es un indicio de la tendencia general de la institución a incrementar las obligaciones del arrendamiento para con la hacienda, a hacer más costoso el precio de la tenencia... Pero también estas tendencias van evolucionando. Del uso gratuito con un canon simbólico, se pasa a posesiones que implican deberes de custodia de linderos o asistencia a rodeos. En el siglo dieciocho acontece un viraje capital, el comercio de trigo con el Perú, que trae consigo una organización más intensa de la hacienda y una valorización de la tierra desde el Aconcagua hasta Colchagua, regiones exportadoras. La tenencia se constituye en arrendamiento, cobrando cierta importancia el pago del canon... los arrendatarios... ya no asisten solamente a rodeos... sino que... la gran hacienda va descargando su necesidad de servicio sobre los arrendatarios... Desde el punto de vista de la historia rural, esta transición pudiera ser vista principalmente como reflejo de proceso de lenta valorización de la tierra dentro de un sistema de gran propiedad, no totalmente explotado por el dueño ... (Góngora, 1960: 101-102, 114-115). Por ende, las influencias económicas que vienen del extranjero y surgen de la contradictoria estructura del sistema capitalista y del curso desigual de su desarrollo penetran hasta en los últimos resquicios de la vida rural chilena, obligando a las instituciones que rigen la producción y la distribución, incluso dentro de las haciendas particulares, a adaptarse a las exigencias de la estructura metrópoli-satélite del capitalismo. Durante el siglo XVII los pequeños arrendatarios y los propietarios de fincas producían para sí mismos, guardando la mayor parte de lo que producían y entregando a los grandes terratenientes poco o nada del excedente económico de su trabajo, mientras la tierra fue de poco valor para estos propietarios. Al comenzar el siglo XVIII los arrendatarios fueron forzados a entregar a los terratenientes una parte cada vez más grande de su excedente económico, a medida que el mercado capitalista incrementaba tanto el valor de la tierra como la necesidad de hombres que la trabajaran. Citando a Góngora de nuevo, "el inquilino se irá convirtiendo, en el siglo siguiente, más y más dependiente... según una tendencia a la proletarización del inquilino en un trabajador que avanza en el siglo XIX" (Góngora, 1960: 98). Dada la impresión generalizada de que la institución del inquilino en Chile y otras instituciones similares de la América Latina son "feudales", es importante destacar, como lo hace Góngora correctamente, el origen y el significado real de aquellas de esas instituciones que aún sobreviven: En suma, pues, las tenencias rurales, desde el préstamo al inquilinaje, nada tienen que ver con la encomienda ni con instituciones de la conquista. Proceden del segundo momento de la historia colonial, en que se estratifican hasta arriba, los terratenientes, hacia abajo los españoles pobres y los diversos tipos de mestizajes y 42 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile castas... La estratificación se marca crecientemente en los siglos dieciocho y diecinueve, y en la misma proporción se agrava, los deberes de los inquilinos. El tránsito de la ocupación pastoril del suelo a la agricultura cerealista coincide con el mismo proceso y le origina en parte. Así las instituciones tenenciales reflejan la historia agraria y social de todo un territorio (Góngora, 1960: 116-117). 5. Polarización y subdesarrollo industrial Posiblemente desorientados por ciertas nociones modernas acerca de los inevitables beneficios económicos que derivan del aumento de las exportaciones, las mejorías cíclicas y los "buenos tiempos" en general, podríamos sentirnos inclinados a suponer que el renovado auge de las exportaciones mineras en el siglo XVIII y el aumento de las exportaciones agrícolas tuvieron efectos provechosos sobre otros sectores de la economía chilena, como el comercio y la manufactura. Mas la realidad fue otra en el siglo XVIII y sigue siendo otra en el XX. Como lo afirma mi tesis acerca del papel y las consecuencias de las contradicciones capitalistas en una economía de satélite periférico ya dependiente, los buenos tiempos en el nivel capitalista mundial o metropolitano traen malos tiempos para los satélites, al menos en cuanto se refiere a los acontecimientos que fomenta, el desarrollo y el subdesarrollo económico. Las acrecentadas exportaciones de Chile estaban vinculadas, por supuesto, a la recuperación del mundo capitalista en el siglo XVIII, de su "depresión" en el XVII. Y la recuperación del mundo capitalista, a su vez significó la perdición del desarrollo fabril de Chile y trajoforzosamente a este país un mayor subdesarrollo estructural. La afluencia de mercaderías europeas, a bajo precio, tuvo efectos saludables sólo en Ios comienzos, pues el país no producía nada que representara un valor exportable hacia Europa; se planteaba el consiguiente desequilibrio, pues de una parte sólo había emigración de circulante, afectando grandemente los ingresos del trigo, como se ve en las justas frases de un historiador: "La inundación de mercaderías francesas no surtió otro efecto que cambiar las ganancias y las economías acumuladas por los pobladores en el comercio del trigo y del sebo con el Perú, por ropas, menajes y todo género de artículos europeos. Dio una capa de barniz europeo al tipo de vida; pero debilitó la potencialidad económica chilena." Esta misma falta de sentido económico en el empleo de las mayores utilidades provenientes de un aumento en las exportaciones de trigo, se repetirá al promediar el siglo diecinueve con los beneficios de California y Australia. Las dificultades con el mercado peruano se acentuaron cuando la corriente de retorno de la exportación, tradicionalmente constituida por las mercaderías europeas, que para llegar a Chile pasaban por el Perú, disminuyó en gran parte al ser reemplazada por los artículos que en forma directa entregaban los franceses en los puertos de Chile. Contribuyó a hacer más enojosa la situación la entrada, además, de mercaderías asiáticas y de aquellas provenientes del Río de la Plata, las cuales penetraban clandestinamente desde el último decenio del siglo diecisiete. Los navíos franceses y asiáticos se atrevieron incluso a abastecer al propio virreinato por medio de los buques que iban al Callao, aprovechando algunas de las desiertas bahías chilenas (Sepúlveda, 1959: 24). Empero, todavía faltaba lo peor. España, ya crecientemente subordinada a Inglaterra y a Francia, intentó adaptar sus relaciones económicas y políticas a las exigencias de su desventajosa posición en el mercado capitalista mundial, mediante 43 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile la modificación de toda la serie de regulaciones que ordenaban las relaciones económicas externas de sus colonias, la institución del "librecambio" en 1778, la apertura del puerto de Buenos Aires, etc. Los efectos de estas medidas sobre el desarrollo fabril y económico en general de las colonias españolas, Chile incluido, fueron transcendentales. La situación descrita, esto es, la balanza comercial desfavorable continuó durante el siglo dieciocho; eso si que se torna muy vigorosa y toma contornos excepcionalmente agudos con posterioridad al 1778... Desde luego, a partir de 1783 —alto en que realmente el reglamento de 1778, comenzó a producir efectos- como consecuencia de su considerable internación, el mercado chileno quedó virtualmente saturado de productos extranjeros... Con el establecimiento de los navíos de registro y la dictación del Reglamento de 1778, se facilitaron enormemente las relaciones mercantiles de Chile con España, las que se hicieron directamente por vía del Cebo de Hornos o a través de Buenos Aires: se eliminaron también los obstáculos para un mayor intercambio entre Chile y las otras colonias... los precios de las manufacturas de procedencia europea o americana experimentaron visible reducción... Todo esto favoreció la internación de manufacturas extranjeras a nuestro país. Ahora bien, este hecho tuvo, en general, consecuencias muy negativas. Los artículos elaborados en el exterior... entraron en ventajosa competencia con los productos de la incipiente industria chilena, la que comenzó a decaer en forma notoria, reduciéndose los volúmenes de su producción y aun extinguiéndose virtualmente algunos rubros de ella... Se produjo como consecuencia una disminución en la venta de las jarcias elaboradas en Chile... esas franquicias comerciales perjudicaron a otra industria que se había desarrollado en nuestro país, esto es, la construcción de embarcaciones; también decayó de un modo considerable la producción de textiles; se redujo el consumo de objetos de alfarería y de metal de producción nacional; la industria de cuero experimentó un serio quebranto, etcétera. En una palabra, comenzó gradualmente a reducirse la significación económica de una actividad productora que satisfacía el mercado interno y que aún era capaz de hacer envíos al exterior. Chile comenzó a ser un país consumidor de manufacturas extranjeras, fenómeno que se acentuó con posterioridad a la Independencia. Es de suma importancia subrayar que el fenómeno analizado se manifestó en diversos países americanos (Ramírez, 1959: 40-43, 54, 57). Fue en efecto, el activo intercambio que se inició con los reglamentos de 1778, la causa de la decadencia de las primeras industrias nacionales (Ibidem, 44, citando a Ricardo Levene, Investigaciones acerca de la historia económica del virreinato del Plata, II, 152). "Hoy todos estos ramos que componían la felicidad del reino en cuanto a interés, y otros de menor cuantía, se ven extremamente abatidos aunque por diferentes causas. Pero el mayor móvil es innegablemente la abundancia de efectos de Europa que ha inundado a estas provincias con el lujo e inclinado a las gentes a lo superfluo con prelación a lo necesario". ("Informe de Domingo Díaz de Salcedo al gobernador Ambrosio O'Higgins", de marzo de 1789, en Archivo Vicuña Mackenna, citado por Ramírez, 1959: 45). Para terminar, dejaré que otros autores, tanto contemporáneos como del siglo XVIII, hablen por mí. Lo que dicen y hasta las palabras qua eligieron confirman mi tesis: el capitalismo produce una metrópoli que se desarrolla y una periferia que se subdesarrolla, y esta periferia —caracterizada a su vez por la metrópoli y los satélites que contiene— está condenada a un desarrollo económico limitado, o 44 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile subdesarrollo, en su propia metrópoli, y a un subdesarrollo inevitable en sus regiones y sectores satélites periféricos. Los virreyes del Perú, siguiendo con la concepción autártica y mercantilista miraron a Chile, según un historiador: "como un apéndice del virreinato, como un granero destinado a suplir las necesidades de trigo y de sebo, como un mercado que debía alimentar la prosperidad del comercio limeño y como una colonia que sólo producía a España gastos y que era necesario conservar no por ella misma, sino por la seguridal del Perú (Encina, Historia de Chile, V, 264, citado por Sepúlveda, 1959: 29). Tampoco eran muy diferentes las relaciones de Chile con la metrópoli española: "En ningún instante la metrópoli abandonó lo básico de su política mercantil con respecto a América, que consistía en el traslado de manufacturas y frutos españoles a cambio del oro y la plata qua extraía de las minas indianas... Todas estas medidas tienen una importancia extraordinaria en nuestra historia económica. Sus proyecciones, de gran trascendencia, no pasaron inadvertida, para los gobernantes ni para los hombres de negocios de la época. Con ellas se evidenció, en primer término, que las acciones realizadas por el gobierno metropolitano con vistas a fortalecer la economía hispana no eran adecuadas ni convenientes a la economía chilena. En segundo lugar, y como resultado de lo anterior, se empezó a hacer notorio el antagonismo entre las necesidades e intereses económicos de Chile y los del sistema económico establecido por la metrópoli en América. Por último, con esta medida y sus efectos, quedó perfectamente mutado un hecho: Chile había llegado a ser una unidad económica tan definida, que para su posterior desenvolvimiento necesitaba de una política particular que contemplara justamente sus específicos intereses, determinados por la singular conformación de toda su vida económica." "... la vida económicageneral del país sufría los efectos de una violenta contradicción: por un lado, estaban las fuerzas productivas que pugnaban por expandirse, que se encontraban ante la necesidad orgánica natural de crecer; en el otro, se hallaban los factores que, al mantener un rígido marco, impedían u obstruían esa normal expansión. Esta contradicción no es interna, esto es, no existe dentro del cuerpo económico de Chile, sino que se manifiesta entre la economía de este país y la estructura del imperio español; en su efecto, es la totalidad de la economía nacional la que está en situación de crisis y ello se debe al carácter de país colonial o dependiente que posee Chile, lo cual significa que está privado de mantener relaciones comerciales fuera del ámbito hispano y que está sujeto a las decisiones de la política económica metropolitana (Ramírez, 1959: 40, 98-99). José Armendáriz, como virrey del Perú, tenía autoridad para decir en 1736: "El comercio de este reino es una paradoja de tráfico y una contradicción de opulencia no experimentada hasta su descubrimiento, floreciendo con lo que a otro arruina, y arruinándose con lo que otros florecen, por consistir su abundancia en la negociación de tratos extranjeros y sus decaimientos en la libertad de otros y es que se ha mirado no como comercio que es necesario mantener abierto, sino como heredad que es necesario mantener cerrada..." (Memorias de los virreyes, III, 250, citado por Ramírez, 1959: 68). 45 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile ¿Podrían expresarse mejor y más poéticamente las duras realidades de las tres contradicciones capitalistas, que en épocas pasadas y todavía en las actuales generan simultánea y conjuntamente desarrollo y subdesarrollo? G. EL CAPITALISMO DEL SIGLO XIX EN CHILE: CONSOLIDACIÓN DEL SUBDESARROLLO Las contradicciones capitalistas de la apropiación del excedente dentro de la estructure metrópoli-satélite del capitalismo mundial y nacional iban a determinar también el desarrollo y el subdesarrollo de Chile en el siglo XIX. En verdad, no sólo las nuevas contradicciones del período "nacional" posterior a la independencia, sino también, y acaso principalmente, los prolongados efectos de las contradicciones capitalistas del período colonial, siendo como eran manifestaciones concretas en el siglo XIX de las contradicciones capitalistas fundamentales de toda la historia chilena, frustraron los esfuerzos de Chile por desarrollar su economía nacional y condenaron a su pueblo al continuo desarrollo del subdesarrollo. Tomo la palabra "frustraron" del fundamental y excelente estudio de Aníbal Pinto, Chile: un caso de desarrollo frustrado. Yo acepto su análisis hasta donde alcanza. Pinto sugiere que el Chile colonial tuvo una economía reclusa y que sólo después de la independencia abrió sus puertas e intentó un desarrollo hacia afuera, que fue frustrado por los intereses adversos y el poderío combinado del imperialismo y la reacción nacional. Pero mi explicación de esta frustración difiere de la de Pinto en que yo trato de buscar las causes y raíces de la frustración del desarrollo económico de Chile y el desarrollo de su subdesarrollo en los comienzos de su historia y en la estructura del sistema capitalista, cuyas raíces se implantaron entonces y cuyos amargos frutos se cosechan ahora. Según mis términos, la experiencia chilena en el siglo XIX puede describirse como la de un país satélite que intenta lograr su desarrollo económico por medio del capitalismo nacional, y fracasa. Durante un tiempo, reiteradamente por cierto, Chile trató de resolver algunas de sus contradicciones capitalistas con la metrópoli mundial imperialista. Conociéndola como la conocía, Chile trató de escapar de su condición de satélite capitalista y se aventuró en esfuerzos por su desarrollo económico a través de programas bismarckianos de fomento nacional patrocinados por el Estado, mucho antes de que Bismarck pensara en ello y mientras Friedrich List trataba aún de persuadir a Alemania a adoptarlos. Pero todas estas tentativas se continuaron dentro de la estructura del capitalismo, aunque ahora se tratase, del capitalismo "nacional". Si el capitalismo nacional o estatal, en el siglo XIX, pudo todavía haber emancipado a Chile —o a cualquier otro país entonces satélite y hoy subdesarrollado—, o si pudo haber reparado los efectos de su anterior condición de satélite y abierto así el camino a un desarrollo económico semejante al de la metrópoli, es cosa difícil de decir hoy. Yo me inclinaría a creer que tal liberación nacional de un país dependiente a través del capitalismo nacional probablemente no era ya posible en el siglo XIX, como sin duda ya no es posible en la presente centuria. Pero puede decirse con seguridad, porque la evidencia histórica es clara, que ni Chile ni país alguno del mundo que haya estado firmemente incorporado como satélite al sistema capitalista mundial, ha podido, de hecho, escapar desde el siglo XIX de ese status y alcanzar su desarrollo económico basándose solamente en el capitalismo nacional. Los nuevos países que desde entonces se han desarrollado, como los Estados 46 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Unidos, el Canadá y Australia, habían logrado ya una sustancial independencia económica interna y externa o, como Alemania y más significativamente el Japón, no habían sido nunca satélites, o como la Unión Soviética, rompieron con el sistema capitalista mundial mediante una revolución socialista. Significativamente, ninguno de estos países más o menos desarrollados era, cuando emprendió su desarrollo, más rico que Chile cuando intentó hacer otro tanto. Pero -y ésta es, a mi juicio, la diferencia importante—, no estaban ya subdesarrollados. 1. Tentativas de independencia y desarrollo económicos: Portales, Bulnes y Montt Chile, por el contrario, tenía ya la estructura del subdesarrollo económico durante los gobiernos de su libertador, O'Higgins, del primer ministro Portales y de los presidentes Bulnes y Montt, con cuyos nombres podemos asociar sucesivamente cada decenio entre 1820 y 1860. Después de este período, los esfuerzos oficialmente patrocinados decayeron, aunque hubo algunas iniciativas privadas, hasta llegar al nuevo e importante intento del presidente Balmaceda en los años 1886-1891. En 1834 el ministro de Hacienda, Manuel Rengifo, se dirigió al Congreso en los siguientes términos: Por todas partes las ciudades se dilatan y hermosean, el cultivo de la tierra prospera, las praderas se cubren de ganados y los campos de mieses, ricas y abundantes minas brindan con la donación espontánea de los tesoros que ocultan en su seno; el comercio florece alimentado por centenares de buques que abordan sin cesar a nuestros puertos, nuevos ramos de la industria se naturalizan en el país, la población crece bajo la acción del benigno clima, mejorada la condición del labrador y la suerte del artesano, penetran las condiciones de la vida hasta la humilde habitación del pobre (Memoria de Hacienda, 1834, citada por Sepúlveda, 1959: 35). Para aprovechar las aparentes oportunidades de la época se aprobaron, por inspiración del mismo ministro, leyes que favorecían el desarrollo nacional chileno: La reforma aduanera concebida por Rengifo y consagrada en las leyes del 8 de enero y del 22 de octubre de 1835, destinada a promover el aumento de la Marina Mercante y, consecuentemente, del comercio, instauraba principios como los que se exponen en seguida: exclusividad del cabotaje para los barcos nacionales con absoluta exención de derechos; rebaja de derechos de internación equivalente al 10 % de la mercadería extranjera introducida por un buque nacional construido en el extranjero y de 20 % si el buque había sido construido en Chile. En cuanto al comerciodel trigo, la exportación del grano debía pagar 6% de derechos, mientras que la harina estaba gravada con el 4 % de su avalúo (Sepúlveda, 1959: 35). La política de estimular el comercio y promover la independencia adquiriendo una marina mercante nacional (aunque en parte se componía de barcos de propiedad extranjera abanderados en Chile) tuvo éxito por un tiempo: "En primer lugar gracias al estimulo externo se logró aumentar la Marina Mercante nacional, que pasó de más o menos 103 buques en los años anteriores a 1848, a 119 en 1849, a 157 en 1850, y a 257 en el año 1855; fue lo positivo. En segundo término, Valparaíso... 47 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile había logrado transformarse en un puerto de primer orden con el establecimiento de almacenes de depósito" (Sepúlveda, 1959: 37). Sepúlveda sugiere que este tipo de desarrollo "hacia afuera" era el único de que disponía entonces Chile, puesto que costaba menos capital que el intento de competir industrialmente con la metrópoli, y capital era, precisamente, lo que Chile no tenía. En la medida en que este juicio puede ser correcto observaremos que esa falta de capital debe atribuirse, al menos en gran parte, a la expropiación del excedente económico que Chile había padecido durante muchas décadas, a causa de la monopolización de su comercio por otros países. La realización del viejo sueño de adquirir sus propios buques, para escapar al menos de esa fuente, desde luego, un esfuerzo por remediar esta situación. Pero no bastaba. No faltaron sin embargo medidas en pro del desarrollo económico nacional. Y se cuentan sin duda entre las más significativas y progresistas de aquellos tiempos. Durante los años 1841-1861 bajo los gobiernos de Bulnes y de Montt... se producen diversos sucesos que vigorizan la economía. Desde 1845, más o menos, comienza a explotarse formalmente el carbón... Posteriormente la economía recibe un nuevo impulso a raíz del descubrimiento de los terrenos auríferos de California, lo que produjo, junto a una gran emigración chilena hacia esa comarca, un apreciable aumento de la producción agrícola y manufacturera. Toda esta riqueza se vuelca en la realización de grandes obras públicas: se abren caminos, se construyen ferrocarriles... barco, a vapor recorren las extensas costas del Pacífico... El telégrafo abrevia las comunicaciones. Y la miseria continúa siempre en aumento... El progreso económico y técnico transforma las condiciones de vida. El auge de la minería... El desarrollo de las vías férreas y el aumento del comercio produjeron el enriquecimiento de numerosas familias... (Pinto, 1962: 19, citando a J. C. Jobet). La audacia y la visión de Montt para emplear los recursos y capacidad administrativa del Estado en desarrollo ferroviario, sólo puede apreciarse justicieramente teniendo en cuenta el hondo prejuicio que existía contra la intervención estatal y que llevó, como inevitable alternativa, a que en casi todos los países latino-americanos fueron inversionistas extranjeros los que tomaron a su cargo la tarea (Pinto, 1962: 22). Tampoco faltaron tentativas de fomentar las manufacturas chilenas y otras industrias. Nuestro examen de los siglos anteriores muestra que es un error muy común el de ver la manufactura sólo en el futuro y nunca en el pasado de los países subdesarrollados de hoy. Antes al contrario, en varias épocas de su historia Chile, muchos otros países latinoamericanos hoy subdesarrollados y por supuesto la India se industrializaron por sus propios esfuerzos relativamente mas que muchos de los países actualmente desarrollados. A este respecto Carlos Dávila, ex presidente de Chile, sugiere: "A principios del siglo XVII la producción industrial del Brasil colonial era mayor que la de Inglaterra, y en el siglo XVIII mayor que la producción industrial de los Estados Unidos" (Dávila, 1950). En la segunda mitad del siglo pasado se realizó un importante esfuerzo industrial en el campo metalúrgico. Numerosas industrias de este tipo se instalaron en la región de Santiago y Valparaíso, la mayoría de ellas dirigidas por extranjeros. Los proyectos de estas industrias metalúrgicas fueron ambiciosos: fabricaron arados, 48 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile trilladoras, Iocomotoras, carros de carga para ferrocarriles, campanas de gran tamaño, etcétera; también se construyeron cuatro locomotoras a vapor. Esta iniciativa desarrollada en el campo metalúrgico, mostró su eficiencia al poder abastecer de armas e implementos el ejército y a la marina chilena durante la guerra del Pacífico. Sin embargo, dicho esfuerzo, que tan promisoriamente había surgido, fue anulado más tarde, en gran parte, por la competencia de productos importados (Nolff, 1962: 154). A despecho de todas estas medidas, la de Chile continuó siendo (no se convirtió, como dirían algunos) una economía de exportación. Su producción minera creciente, que ya incluía el cobre, y su producción agrícola, aún basada principalmente en el trigo, aumentaron con rapidez como respuesta a la demanda exterior. Aníbal Pinto, quien opina que el comercio exterior vino a ser la fuerza motriz de la economía chilena sólo después que la independencia le abrió las puertas, comenta a este respecto: La expansión del sector exportador no puede calificarse sino como espectacular. La estadística sólo permite registrarla a partir de 1844, pero baste anotar que entre ese año y 1860, se cuadruplicó el valor de las exportaciones... Entre 1844 y 1880, los productos agropecuarios significaron en promedio un 45% del total. La actividad minera aportó la contribución más sobresaliente al gran "salto" motivado por la demanda de mercados expansivos... La producción de plata se multiplicó seis veces entre 1840 y 1855. La de cobre creció de unas 6.500 toneladas en los años 1841-43 hasta alrededor de 50.000 toneladas la década de 1860, cuando las entregas chilenas alcanzaron a representar más del 40 % de le producción mundial, abasteciendo alrededor del 65 % de las necesidades de la industria y el consumo británicos (Pinto, 1962: 15). Hacia 1876, pudiéramos añadir, Chile producía el 62 por ciento del cobre del mundo, todo procedente de mines de propiedad chilena abiertas por iniciativa nacional. En 1913 Chile poseía aún el 80 por ciento de sus minas de cobre; hoy posee el 10 por ciento. EI 90 por ciento restante es de propiedad norteamericana, adquirida y ampliada sin apenas inversión alguna de capital norteamericano. El capital empleado en esta expansión fue expropiado del excedente económico producido por Chile, del que se apropiaron las compañías norteamericanas para su propio beneficio (Vera, 1963: 30 y otras) Volviendo al siglo XIX, Aníbal Pinto agrega: Las exportaciones de trigo, que antes de la independencia y a su principal mercado, el Perú, alcanzaban a unos 145.000 qm. en la década de 1850, estuvieron casi invariablemente por encima de los 300.000 qm. "La agricultura chilena —dice un concienzudo estudio reciente— reaccionó con evidente superación ante el estímulo externo que logró cambiar su orientación. La estancia pierde su importancia, y aumenta, en cambio, el número de haciendas que se dedica al monocultivo del trigo. La economía triguera se impuso en desmedro de la economía pastoril... El crecimiento económico del país y su respaldo, la estabilidad política, cimentaron sólidamente el prestigio de Chile en el extranjero. Un testimonio decidor brota de la comparación en las cotizaciones de valores sudamericanos en el mercado de Londres. Hasta 1842-43, los títulos chilenos del 6% se cotizaron entre 93 y 105; los de Argentina, a 20; los de Brasil, 64, y los del Perú no tenían demanda (Pinto, 1962: 15-16, citando también a Sepúlveda). 49 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - ArchivoChile Hasta 1865, los principales mercados de exportación del trigo chileno estaban en el Pacifico, y el Perú continuaba siendo el comprador más importante, como en los tiempos coloniales. Después de aquel año, aunque el Perú siguió siendo un comprador de consideración, las exportaciones fueron cada vez más a Europa, principalmente a Inglaterra. En California y en Australia los hallazgos de oro después de 1849 y 1851 produjeron súbitos aumentos temporales de la demanda de trigo, pero el trigo chileno fue desplazado en forma progresiva por la producción creciente de los Grandes Llanos de los Estados Unido.. Esta intensa integración de Chile con el mercado mundial fue, para decirlo del modo más suave, una relativa bendición. En realidad, tratándose de un país que participaba en ese mercado y en el sistema capitalista o imperialista mundial con carácter de satélite de la metrópoli ultramarina, fue necesariamente una maldición. La estrecha vinculación de Chile con el mercado mundial imperialista no tardó, una vez más, de tener sus consecuencias profundas y casi catastróficas para la economía chilena con el renovado cierre de los mercados trigueros de California y Australia, y entre 1858 y 1861, y aún más con la contemporánea crisis mundial de 1857. "A fin de agosto de 1857, la contracción monetaria y crediticia se hizo tan intensa, que las transacciones comerciales se paralizaron completamente en Valparaíso". "La crisis comercial tenía fatalmente que repercutir sobre los agricultores, mineros e industriales... Se vieron obligados a reducir sus trabajos, a abandonar o aplazar las grandes instalaciones y mejoras que habían emprendido. Hubo muchas quiebras ruidosas. El precio de la propiedad rural bajó en un 40 % (Encina, citado por Pinto, 1962: 29). De igual modo, integrada como estaba la abierta economía chilena al mercado mundial la depresión universal de 1873 y la Guerra del Pacífico, con sus consecuencias, produjeron violentas oscilaciones económicas, tanto en el sector "doméstico" como en el de la exportación. Se produjo un alza general de precios, que comenzó en 1850 para terminar en 1873. Los precios de cien artículos... subieron 32,9 % entre el período 1847-50 y 1875. A partir de esta última fecha se produjo una declinación general de precios. El golpe de gracia lo dio la baja del cobre. En 1872 la tonelada inglesa se cotizaba en Londres a 108 libras. Este precio cayó a pique, y de tumbo en tumbo, descendió hasta 39,5 libras en 1878. Colocaron a los agricultores en la imposibilidad de servir el interés de sus deudas... faltaron compradores que dispusieran de los recursos necesarios para adquirir fundos por el monto de la deuda... Muchos acreedores, inclusive bancos, se vieron obligados a pagarse con precios rústicos (Encina, citado por Pinto, 1962: 26-29). "El pináculo de esta situación fue la declaración de inconvertibilidad de la moneda en 1878 y el ingreso de un régimen de papel moneda" (Pinto, 1962: 29). Le economía triguera chilena, grande desde el punto de vista nacional, pero que sólo satisfacía una pequeña proporción del consumo mundial, quedó necesariamente expuesta también a las violentas oscilaciones del mercado mundial y de toda la economía capitalista. "En el fondo la magnitud de nuestra exportación dependía de la producción mundial" (Sepúlveda, 1959: 62). La única salvación era el mercado peruano, el cual, relativamente aislado de las fluctuaciones metropolitanas, ofrecía mucho menos variación en su demanda de trigo chileno y, por ende, tenía una influencia parcialmente estabilizadora. 50 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile El comercio exterior del trigo, en el siglo pasado, era afectado muy de tarde en tarde con las crisis o bajas de la exportación, y como el comercio estaba influido y era sensible a las fluctuaciones de la economía mundial... La curva de la exportación total presenta fluctuaciones muy grandes con ascensos francamente extraordinarios y con caídas súbitas también de una inusitada magnitud... Las graves depresiones de 1870, 1878, 1890 y 1895, por ejemplo, que afectan la curva de la exportación total, no se dejan sentir en la curva del Pacífico; ésta se mantiene sensiblemente constante. Lo mismo sucede si nos colocamos en el extremo opuesto, las más altas exportaciones se destacan con toda claridad en la curva del comercio total, pero tampoco se acusan en la exportación hacia el Pacífico (Sepúlveda, 1959, 60-61). La Guerra del Pacífico, contra Perú y Bolivia, trajo otro trastorno en la economía. Se produjo espontáneamente la restricción en las importaciones de todo lo que no era necesario para vestir y equipar el ejército. La minería y la agricultura pagaron el saldo que no alcanzó a cubrir la restricción de las importaciones suntuarias... La industria fabril, por su lado, dobló en diez, veinte y hasta cien veces la elaboración de vestuario, calzado, artículos de talabartería, pólvora, productos químicos y farmacéuticos, carros, barriles, mochilas, carpas, cureñas, calderas pera buques, etcétera... Terminada la guerra, se produjo la liquidación de la industria improvisada (Encina, citado por Pinto, 1962: 42). El auge y la decadencia del número de establecimientos industriales son sugeridos por lo siguiente (Nolff, 1962: 153): 1868 1878 1888 Molinos de trigo 507 553 360 Fábricas de tejidos 177 302 281 Tenerías 61 101 70 Fábricas de tejidos 7 10 5 Fundiciones de cobre 250 127 69 Aunque el movimiento de buques en los puertos chilenos aumentó tres veces entre 1860 y 1870, la fIota mercante chilena, que había llegado a tener 276 naves en 1860, descendió a 21 en 1868, y hacia 1875 sólo había vuelto a aumentar a 75 (Sepúlveda, 1959: 72). El mismo Sepúlveda comenta: La Marina Nacional prácticamente no interviene, a partir de entonces, en el comercio internacional; la influencia de los barcos mercantes extranjeros será decisiva y podrá constituirse por mucho tiempo en un fuerte monopolio; así lo expone el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura, del 26 de diciembre de 1898: "La agricultura chilena, bloqueada por una marina mercante extranjera y limitada que impide, merced a los privilegios que imprevisoramente le concedemos, el desarrollo de una marina mercante nacional sin la cual el país no podrá subsistir como entidad comercial de expansión propia, segura e independiente..." (Sepúlveda, 1959: 72). El historiador Francisco Encina, conservador en materia de economía, considera que el abandono chileno de su cabotaje a intereses extranjeros es "uno de los mayores y más trascendentales errores que registra la historia de los pueblos 51 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile hispanoamericanos y entre los factores dependientes de la voluntad humana el que ha pesado más adversamente en la evolución histórica del pueblo chileno". (Encina, Historia de Chile, XIV, 644, citado por Sepúlveda, 1959: 72.) Encina pasa reviste a todo el período inmediatamente posterior a la independencia: "En menos de cincuenta años el comerciante extranjero ahogó nuestra naciente iniciativa comercial en el exterior; y dentro de la propia casa nos eliminó del tráfico internacional y nos reemplazó, en gran parte, en el comercio de detalle... Casi todos los progresos realizados por la agricultura entre 1870 y la guerra del Pacífico se debieron a la influencia directa de la industria minera. Los magnates de la minería, lo mismo que a mediados del siglo, compraban en el centro grandes haciendas por formar, las regalaban y su espíritu más progresista y emprendedor que el del antiguo hacendado, los movía a adquirir maquinarias modernas y a implantar nuevos cultivos. Entretanto, el agricultor tradicional no sólo estaba cohibido por su falta de iniciativa sino de capital... Hacia1890, casi la totalidad de las industrias de alguna importancia que existían en el país, seguía en poder de los extranjeros y de sus descendientes inmediatos." (Encina, citado por Pinto, 1962: 58.) ¿Cómo podemos interpretar y comprender tanto las temporarias expansiones y contradicciones económicas como la subyacente tendencia al subdesarrollo estructural en el medio siglo posterior a la independencia política de Chile? La interpretación general del desarrollo y el subdesarrollo en función de las relaciones metrópoli-satélite dentro de la estructura del sistema capitalista puede servir de ayuda a este respecto. Las expansiones y contracciones temporarias de la economía chilena y su metrópoli nacional pueden buscarse, por razón de sus nexos con la metrópoli capitalista mundial, en el accidentado desarrollo del sistema capitalista mundial en su conjunto. Dale Johnson me ha sugerido que las primeras medidas de inversión y desarrollo nacional chileno adoptadas después de la independencia debieran atribuirse a la mayor cantidad de excedente económico de que Chile disponía, una vez que su emancipación del régimen colonial español puso fin a la expropiación de ese excedente por parte de España y, hasta cierto punto, de Lima. Este excedente adicional, como hemos visto, se canalizó en parte hacia la inversión en el país, y en parte hacia el consumo. El historiador chileno Enzo Falette, después de leer un borrador de este ensayo, sugiere que otras tres tentativas chilenas de expansión económica llevadas a cabo en ese período deberían interpretarse también, probablemente, como respuestas nacionales a acontecimientos en el sistema capitalista mundial en su conjunto, y a sus efectos sobre el satélite chileno. Sacando partido de su independencia Chile trató de romper el monopolio que, gracias en parte al control de la navegación, había ejercido Lima por tanto tiempo sobre la economía chilena. Las medidas orientadas a estimular la expansión de una marina mercante nacional después de 1835 deberían interpretarse en este contexto. Esas medidas condujeron en 1837 a la guerra con el Perú cuya oligarquía comercial no estaba dispuesta a ceder sin lucha. Faletto sugiere asimismo que la intermitente guerra contra los araucanos y la Guerra del Pacífico contra el Perú y Bolivia pueden atribuirse también a los flujos y reflujos de la economía mundial. Los araucanos poblaban las regiones meridionales de Chile que estaban destinadas a convertirse en tierras trigueras. Según el señor 52 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Faletto, la investigación histórica demostrará, probablemente, que las importantes campañas militares efectuadas para despojar a los araucanos de sus tierras coincidieron, precisamente, con los períodos en que la demanda mundial de trigo chileno estaba en alza: después por ejemplo, de la derogación de las leyes cerealistas en Inglaterra y del descubrimiento del oro en California y en Australia. La Guerra del Pacífico, abiertamente emprendida para despojar al Perú y a Bolivia de sus zonas salitreras durante la expansión económica de Chile, en la década del 70, debería relacionarse también, según Faletto y de conformidad con la tesis de este ensayo, con el aflojamiento de los lazos del satélite Chile con la metrópoli capitalista mundial, debido a la seria depresión económica que sufrió esta última después de 1873. Los mismos tres acontecimientos, opina Faletto, confirman otra parte de mi tesis acerca del desarrollo y el subdesarrollo y la interpretación de la experiencia chilena: era capitalista en el nivel interno. Estas tres expansiones económicas chilenas no sólo fueron respuestas a estímulos externos que afectaban a Chile como parte integrante del sistema capitalista mundial, sino que también en el nivel interno ocurrieron totalmente dentro de una estructura capitalista de metrópoli y satélite. Todo desarrollo chileno, no obstante las limitaciones que la metrópoli mundial pueda imponerse, ocurre necesariamente a expensas de satélites internos. Así, la expansión de la producción de trigo metropolitana durante este período se hizo a expensas de los araucanos, que con ello fueron crecientemente satelizados y quedaron sin duda más subdesarrollados que antes. De igual modo, la posterior expansión económica y la incorporación de salitre al proceso del desarrollo chileno tenían que implicar la conversión de las regiones salitreras en un satélite capitalista interno de la metrópoli chilena, como ésta a su vez era satélite de la metrópoli capitalista mundial. 2. El librecambio y el subdesarrollo estuctural Estas ilustraciones en la economía chilena van acompañadas y subrayadas por una tendencia al subdesarrollo estructural que hasta hoy no ha cesado. Este subdesarrollo debe atribuirse también a la participación de Chile en el sistema capitalista mundial y a la estructura económica y política internas que éste le impuso y que aún mantiene. Todo este período de la expansión económica chilena, que duró poco más de una generación, coincidió con la expansión mundial del librecambio. Así, pues, antes que surgieran fuertes intereses chilenos ligados al desarrollo nacional independiente, coartados como estaban por la estructura social, económica y política heredada de los tiempos coloniales, el librecambio reintegró a la metrópoli chilena y a sus influyentes grupos comerciales el sistema capitalista mundial, ahora como satélites de la Gran Bretaña. En el siglo XIX, librecambio quería decir monopolio y desarrollo industrial para Inglaterra y mantenimiento de la expoliadora estructura metrópoli-satélite capitalista e, inevitablemente, un subdesarrollo estructural aún más profundo para los satélites. Una vez industrializada Inglaterra al amparo de sus aranceles protectores, sus Navigation Acts y otras medidas monopolistas, su principal producto de exportación llegaron a ser la doctrina del librecambio y su mellizo, el liberalismo político. El debate en torno al liberalismo y el librecambio involucró a todo el mundo. En Chile tomó formas que los siguientes argumentos de mediados 53 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile del siglo XIX podrían resumir. La tesis inglesa en pro del librecambio fue expuesta en una nota oficial del Foreign Office en 1853: El gobierno chileno puede estar seguro de que una política comercial liberal producirá en Chile los mismos resultados que en Inglaterra, es decir, el aumento de las rentas del gobierno y la elevación de las comodidades y de la moral del pueblo. Este sistema, que en el Reino Unido ha sido aceptado después de larga consideración y que tras haber sido probado en la experiencia ha logrado triunfos que superan las expectaciones más optimistas, merece —si bien se considera— la pena de ser ensayado por el gobierno de Chile. (Instrucciones del encargado de negocios de Inglaterra en Chile, 23 de setiembre de 1853, citado por Ramírez, 1959: 68). El gobierno de Su Majestad, como todos los poderes metropolitanos, no se limitó a dar consejos: Con fecha 7 de febrero de 1853, el ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña instruyó a su representante en Santiago para que reclamara ante el gobierno de Chile por el derecho de exportación al cobre que éste había establecido... "Tengo que informar a Ud. que el gobierno de S. M. no puede mirar esta medida sino como perjudicial a la navegación de retornos de las cosas occidentales de América que ahora encuentra fletes en la traída de minerales de esa región para el tratamiento metalúrgico en este país. Este comercio es de considerable valor, y seguramente se incrementará pues Gran Bretaña actualmente importa minerales de cobre para ser fundidos... se han erigido molinos para moler y trabajar esos productos de Chile, y el negocio tiende a crecer,pero la ley chilena del 21 de octubre último no puede sino desanimar estas empresas en este país, y privar a Chile de la ventaja de extraer y exportar sus propios productos minerales... Exprese la esperanza del gobierno de S. M. que la ley en cuestión será anulada, como que está calculada para restringir el intercambio comercial entre los dos países y para limitar los beneficios que Chile ahora deriva de la extracción y embarque de minerales". (Ramírez, 1960: 64-67). La tesis contraria apareció, el 4 de mayo de 1868, en El Mercurio, hoy el principal periódico chileno, que por aquella época aún no había iniciado el proceso que lo convertiría veintitantos años después, en el más firme aliado chileno del imperialismo hasta el presente. Chile puede ser industrial, pues tiene capitales, brazos y actividad, pero le falta la voluntad decidida de querer ser. Hay un fuerte capital extranjero representado en la importación de manufacturas. Este capital esta y estará siempre dispuesto a oponer todo cuanto obstáculo tenga en sus manos al establecimiento de la industria en el país... El proteccionismo debe ser la leche que amamante a toda naciente arte o industria, el alma que les de su real animación positiva; porque sin él todo naciente adelanto queda expuesto desde la cima a los embates furiosos y bien combinados de la importación extranjera que está representada en el libre cambio. (Ramírez, 1960: 89). Apenas puede dudarse hoy de qué lado estaba la razón; es asimismo evidente cuál de las partes triunfó: el librecambio, esto es, la relación metrópoli-satélite que había llegado a ser en extremo ventajosa para quienes, en las metrópolis mundial y nacional, se apropiaban de los excedentes. 54 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La tendencia librecambista se acentuó en la época en que advienen las grandes exportaciones de trigo. Las consecuencias de esta orientación, en última instancia fueron: la internacionalización de nuestra economía, el aniquilamiento de la Marina Mercante (ordenanza de aduana de 1864) y la falta de capitalización en obra de interés nacional de las mayores entradas por el concepto de trigo y más tarde del salitre... La nueva Ordenanza de Aduanas de 1864 que declaraba la absoluta libertad del cabotaje nacional. Esta medida del estado en aras del liberalismo ambiente provocó la destrucción de la Marina Mercante Nacional, que no estaba en condiciones de resistir la competencia extranjera. Los tratados comerciales que Chile celebró en ese tiempo, llevaron incorporados sin discriminación "la cláusula de la nación más favorecida". Por medio de ellas los estados contratantes se obligan a otorgar las ventajas que pueden conceder a una tercera nación, también al otro contratante. Esto ocurrió con los países europeos, particularmente con Inglaterra, que gracias a dicha cláusula hizo de América Latina una verdadera colonia comercial impidiendo en Chile el progreso manufacturero y el de la Marina Mercante Nacional. (Sepúlveda, 1959: 36, 71-72). Medidas librecambistas como la abolición de las cornIaws en Inglaterra en 1846, y de las restricciones chilenas a los buques extranjeros en 1864, aumentaron, en efecto, las exportaciones de trigo chileno a Inglaterra, en parte porque la apertura más liberal de los puertos de Chile a la navegación extranjera reducía el costo del embarque del cereal. Pero estas mismas medidas de librecambio, instituidas después de la presidencia de Manuel Montt, el patrocinador de la inversión de los capitales del país en los ferrocarriles, etc., no tardaron en servir también para deprimir la industria hullera chilena con la competencia del carbón de piedra inglés traído por los barcos que acudían a cargar trigo. No tardó mucho el librecambio en estrangular a la manufactura chilena también. La satelización de Chile por Inglaterra metropolitana, o mejor, la colonización de Chile por Inglaterra una vez que aquél se hubo independizado de España, era inevitable. Ello no pasó inadvertido en Chile. Respecto del cobre, por ejemplo, El Ferrocarril, de Valparaíso (que también estaba entonces por cambiar su política editorial), escribió el 19 de enero de 1868: "Entrando a examinar las causas a que debe Chile la riqueza que lo ha elevado por sobre los demás estados que fueron colonias de los españoles, hemos hallado que todo lo debe a sus minas y principalmente al cobre que ha proporcionado al mundo mas de la mitad de lo que consume". "No obstante, este producto de nuestra industria ha estado sujeto a un monopolio que ha disminuido considerablemente nuestros provechos, recargándolos además con fletes, comisiones y otras gabelas inventadas por los fundidores ingleses. Por falta de otros mercados, los mineros americanos deben necesariamente mandar sus productos a Gran Bretaña y contentarse con el precio que les ofrezcan los fundidores de ese país. Hace veinte años que ellos han abusado de la dependencia en que se hallan los vendedores y, en los últimos dos años y principios del actual, los fundidores han obtenido ganancias fuera de toda proporción..." "¿Es esto soportable en un país que encierra los elementos para libertarnos de tan odioso monopolio? ... Desde que el monopolio de los fundidores ingleses los hace árbitros del precio de este producto, y desde que por medio de sus capitales ellos limitan o ensanchan nuestra explotación, la verdadera riqueza de nuestra sociedad queda sometida al interés de especuladores extranjeros que, consultando los suyos, nos ponen en la triste situación que tocamos... 55 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile "¿Es sufrible que un país que encierra en sí todos los elementos para fundir todos sus minerales, refinados hasta ponerlos al estado más puro para que de aquí salgan a la India, a la China, a la Europa y al mundo entero, sea encadenado a un tal monopolio y sometida a la caprichosa voluntad de unos pocos individuos su principal riqueza? Como lo hemos comprobado, no es la oferta y la demanda lo que ha hecho bajar nuestro cobre; es sólo nuestra incuria y abandono de un lado; es el poder de un capital que por nuestra ignorancia hemos formado a expenses nuestras en el extranjero. Bien es sabido el juego de los fundidores ingleses que el aviso de ir ricos cargamentos de nuestros productos, los bajan de precio para comprarlos a su llegada y volverlos a subir de nuevo cuando se hallan en sus manos, estableciendo una permanente oscilación en el precio de nuestros minerales que se arregla a su sola conveniencia. No podía ser de otro modo desde que ellos se habían hecho árbitros de nuestra riqueza en la que sólo su voluntad debía prevalecer." (Ramírez, 1960: 82-84). Y todo esto gracias al orden de cosas efectivamente monopolista al que liberalmente se llama "librecambio". Mas la metrópoli, claro está, no confiaba únicamente en los efectos de su política librecambista sobre el mercado mundial. Siempre que así le convino y le fue posible, la metrópoli, ahora representada por Inglaterra, como por otros antes y después, penetró hasta el mismo corazón de la estructura interior mercantil, industrial y a menudo agrícola de la periferia (hasta donde el país satélite tuviera una economía '"nacional"), para apoderarse de ella. A este respecto, Hernán Ramírez observa en su Historia del imperialismo en Chile: Con posterioridad a 1850, el predominio británico en la industria minera se acrecentó por medio de los ferrocarriles ingleses que recorrían la zona... Además de controlar el comercio internacional y monopolizar la producción de cobre, los ingleses estuvieron constantemente alertas para impedir que Chile perdiera su calidad de exportador de materias primas y alimentos y de consumidor de manufactura... (Ramírez, 1960: 63-64). Y Ramírez continúa: Gran parte de la actividadmercantil interna estaba bajo el control directo e inmediato de empresarios británicos. Uno de los vehículos para la creación y el mantenimiento de esta situación, fue la alta dependencia en que el comercio interno se hallaba con respecto a las casas mayoristas inglesas, las que... tenían en sus menos el comercio internacional... Esos casos extendieron el giro de sus negocios, se conectaron con diversos ramos de la actividad productora nacional... El otro, fue la participación que los británicos tenían en la Marina Mercante chilena..."una gran proporción de barcos... aunque navegando con la bandera de Chile y bajo cubierta de propietarios nativos, porque los barcos extranjeros no pueden hacer cabotaje, son realmente de construcción inglesa, propiedad de súbditos británicos". Las grandes casas comerciales extranjeras, vale decir, inglesas, desempeñaban un significativo papel en la vida financiera del país: otorgaban créditos, emitían vales y aún billetes, comerciaban con el dinero, etcétera; en una palabra, operaban como verdaderas instituciones bancarias... esto significa que tan pronto como dejamos de ser colonia de España, llegamos a ser dependencia, usufructuada por el capitalismo inglés (Ramírez, 1960: 73-75). 56 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile No debería pensarse, empero, que la colonización económica de la periferia chilena y la conversión de ésta en satélite, llevadas a cabo por la metrópoli inglesa, sólo ocurrieron porque la metrópoli del mundo capitalista es por definición fuerte y su periferia débil, o porque la doctrina inglesa del librecambio convenciera a todos y cada uno de los de la periferia (u otras partes de la metrópoli) por el poder de su lógica. No. La metrópoli del mundo capitalista tenía, indudablemente, aliados en las metrópolis periféricas, y la doctrina del librecambio cayó en oídos interesados en los satélites periféricos capitalistas, como Chile, si bien no tanto en otros países metropolitanos o independientes, como Alemania y el Japón. La contradicción polar metrópoli-satélite del capitalismo trasciende a todo el sistema capitalista mundial, desde su centro macrometropolitano hasta su satélite más microperiférico. En virtud de las diferentes circunstancias, los intereses económicos y de otro tipo que esta contradicción central origina, las incontables contradicciones menores concretas asumen por supuesto, una amplia variedad de formas. Por desdicha, las circunstancias de este período de la historia chilena no han sido aún tan bien estudiadas como las del período posterior. Empero, pueden hacerse algunas sugerencias acerca del conflicto y de la alianza de los intereses creados por las contradicciones capitalistas en Chile a mediados del siglo XIX. Se dispone de un indicio en Courcelle-Seneuil, librecambista de la época, mundialmente conocido, que fue importado por (o exportado a) Chile como asesor oficial del gobierno, y a quien muchos historiadores chilenos han identificado con la adopción del librecambio en Chile después de 1860. Courcelle-Seneuil observó que: "Gran parte de las nuevas ganancias han sido empleadas en dar ensanche a Ios goces de los propietarios; el mayor número de éstos se han puesto a consentir soberbias casas y comprar suntuosos mobiliarios, y el lujo de los trajes de las señoras que ha hecho en pocos años progresos increíbles... Se puede decir que mientras los labradores gastaban en locas diversiones los aumentos de sus entradas, los propietarios empleaban las suyas en aumentar goces más durables, pero unos y otros han capitalizado muy poco". (Sepúlveda, 1959: 51.) Estos terratenientes, sin duda, miraban con malos ojos las restricciones al comercio que impedían tales progresos a sus señoras. El ministro de Hacienda del régimen siguiente al de Montt explicó al Congreso que el freno a la navegación extranjera todavía en vigor, es decir, la posición privilegiada de la marina chilena, debía desaparecer, y ello en bien de "esos intereses para los que [el privilegio] fue creado" (Véliz, 1962: 240). Es decir, los intereses de Ios terratenientes, y aún más los de los exportadores y los importadores, sin duda. El diputado Matta sostuvo que los derechos de aduana no eran más que una señal de la debilidad y cobardía del gobierno, y que todos ellos debían ser abolidos. Podemos presumir, pues, que la estructura metrópoli-satélite del sistema capitalista mundial, y de Chile dentro de él, creó grupos de intereses definidos dentro de la metrópoli del satélite chileno, los cuales, no obstante los conflictos con el imperialismo que puedan haber tenido, sentíanse impelidos a respaldar, por sobre cualquier otra política, la que senda para hacer de Chile un satélite aún más dependiente de la metrópoli capitalista mundial. No sorprende, por tanto, encontrar a esos grupos valiéndose de la debilidad del gobierno, originada en la depresión mundial de 1857, para rebelarse contra el presidente Montt y sus programas de desarrollo nacional. Se puede, por ende, estar de acuerdo con Claudio Véliz cuando dice: 57 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Manuel Montt se enfrentó a dos revoluciones ... la segunda en 1859 estuvo más próxima a los intereses políticos y económicos de los grupos de presión mineros y agrícolas del país. Gran parte de la oposición a la actitud centralista, fuerte, de ingerencia estatal en la cosa económica que pregonizaba Montt, provino de los grupos liberales —y, por supuesto, librecambistas— cercanos a la exportación de minerales y de productos agropecuarios del norte y sur del país. Desde luego, es más que una coincidencia sin importancia el hecho de que los núcleos de resistencia contra el gobierno de Montt hayan estado situados en Copiapó y Concepción. (Véliz, 1962: 242). 3. La revolución industrial frustrada: Balmaceda y el salitre El siguiente período fue decisivo para la firma consolidación de esta tendencia al subdesarrollo en la estructura social, económica y política de Chile. Decisivo por así decirlo, claro está. Porque las semillas del subdesarrollo estructural habían sido sembradas por la Conquista misma y por la estructura económica internacional, nacional y local a la que el pueblo de esta nación, potencialmente rica en otros sentidos, fue por consiguiente incorporado. Decisivo sólo por el hecho de que los acontecimientos posteriores marcaron lo que quizás ha sido el más espectacular intento de dasarraigar el árbol del subdesarrollo y plantar en su lugar el del desarrollo. Por otra parte, este intento, vinculado al nombre del presidente Balmaceda, fue menos decisivo de lo que sugieren escritores como Pinto, Nolff, Ramírez y otros. Si fracasó después de todo —y fracasó de modo espectacular— fue sólo porque sus posibilidades de éxito habían sido perjudicadas por las mismas circunstancias que en los tres siglos anteriores habían originado ya fracasos similares, aunque tal vez menos divulgados. Las raíces del subdesarrollo estaban demasiado profunda y firmemente adentradas en la estructura, la organización y el funcionamiento del sistema económico del que Chile ha sido parte desde sus principios hasta hoy. Investigadores como Jobet, Pinto, Ramírez, Nolff y Vera, unas veces explícitamente, otras implícitamente, explican la frustración del desarrollo en la era de Balmaceda atribuyéndola a la infortunada concatenación de una serie de circunstancias más o menos especiales. Esta explicación sería aceptable si como esos mismos autores sostienen, Chile hubiera sido un país cerrado, "recluso", autárquico o feudal hasta la segunda mitad del siglo XIX (Jobet), o la primera mitad de la misma centuria (Pinto y Nolff) o, al menos, hasta el siglo XVIII (Ramírez), y tardíamente hubiera tratado de saltar de la autarquía al "desarrollo hacia afuera" en vez de "haciaadentro". La verdad lisa y llana de la historia y de la estructura económica de Chile es que este país ha sido una economía satélite abierta, capitalista y dependiente desde el principio; dicho de otro modo, las raíces de su subdesarrollo son muy profundas, están en la estructura del capitalismo y no en el feudalismo o el desarrollo "hacia afuera" o en una combinación de los dos últimos. Por consiguiente si Chile ha de pasar del subdesarrollo al desarrollo, su transformación estructural tendrá que ser mucho más honda que el mero cambio del desarrollo capitalista hacia afuera por el desarrollo capitalista hacia adentro. Algunos de los que vivían en Chile en la segunda mitad del siglo XIX discernieron, después de todo, la tendencia a un desarrollo cada vez más profundo, y algunos de ellos intentaron frenarla. La nueva Sociedad de Fomento Fabril, en su prospecto 58 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile inaugural, puso muy altas sus miras y las de Chile —aunque pudiera pensarse que no sin razón— en 1883. Chile puede y debe ser industrial. Probar esta idea hasta la evidencia, establecerla como máxima de todos, pueblo y gobierno, pobres y ricos, llegar a hacer de ellos el punto de mira y el solo objetivo racional de los hombres laboriosos y de los acaudalados capitalistas... Debe ser industrial por su agricultura; porque la feracidad de las tierras de todo el valle central reclama cultivos más ricos... y en mucho mayor escala que lo que hasta ahora se hace. Y porque nuestro país, reducido en su extensión, comparativamente con otros que ya son productores de trigo, se verá obligado en algunos años más, y por fuerza, a abandonar la exportación de este articulo... Debe ser industrial por su minería, porque su verdadera riqueza consiste no en reventones o veras de plata y cobre con centenares de marcos en su ley, sino en sus montañas de metales pobres que ofrecen ganancia segura y verdadera por largos años al industrial inteligente... Debe ser industrial por las condiciones de su raza, inteligente y fuerte, apta para comprender y dirigir cualquier maquinaria a poco que se le enseñe y capaz de repetir cualquier trabajo con sólo enconmendarlo a su proverbial entusiasmo y buena voluntad... Debe ser industrial porque tiene los elementos para serlo: posee las substancias minerales de más alta importancia en abundancia extraordinaria: el cobre, el fierro, el carbón de piedra, el salitre y el azufre, y con ellos el ácido sulfúrico y todos los productos químicos que la industria necesita para su establecimiento y desarrollo; tiene los elementos vegetales, maderas de todo género, lino, cáñamo de primera clase... y cuenta con productos animales, pieles, lanas y seda que pueden fabricar los más delicados trajes y tejidos. Sin que nada justifique que tan ricos y variados productos salgan de nuestro suelo a recibir en otra parte su elaboración definitiva y vuelvan en seguida a nuestro país a ser vendidos por precios que nos arrebatan mucho más que la ganancia de venta del articulo primo. Debe ser industrial, porque en conformación geográfica posee una fuerza de trabajo de un valor inmenso, que puede aprovecharse en todas las industrias hasta llegar a una producción más barata que la de todos los demás países. Esta fuerza es la corriente de los ríos, los que en el curso de la cordillera al mar se prestan por su declive a formar millones de caídas de agua que son otros tantos motores y fuentes de riqueza para el país. Y para terminar, Chile debe ser industrial, porque es el estado a que lo lleva su natural evolución de pueblo democrático y porque sólo dedicando sus fuerzas a la industria llegará a poseer la base estable del equilibrio social y político de que disfrutan las naciones más adelantadas, llegará a tener clase media y pueblo ilustrado y laborioso, y con ello porvenir de paz de engrandecimiento para muchas generaciones... (Prospecto de la Sociedad de Fomento Fabril, 1883, citado por Ramírez, 1958: 149). La verdad es que en el período 1830-1930 la agricultura chilena tuvo todo a su favor: mercados externos, divisas para tecnificarse, crédito abundante, "tranquilidad social", pleno liberalismo en la política oficial, protección de los gobiernos.... hasta desvalorización monetaria para aliviar sus deudas. Y, sin embargo, en lugar de prosperar fue retrogradando. Con alguna razón... (Pinto, 1962: 84). ¡Qué amarga ironía que literalmente lo mismo pueda decirse y se diga hoy, todavía con igual justificación! ¿Qué ocurrió? 59 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La Guerra del Pacífico proporcionó enormes riquezas a Chile con las provincias septentrionales antes peruanas y bolivianas, que contenían los mayores depósitos de salitre —y los únicos— que el mundo conocía. El salitre, antes del posterior descubrimiento de un sustituto sintético, constituía, con el guano peruano y chileno, el principal fertilizante comercial del mundo. Las minas de salitre se habían abierto con capital peruano y chileno y eran trabajadas en gran parte por obreros chilenos, y por el control de ellas, esencialmente, se rompieron las hostilidades. Chile ganó la guerra y las minas, pero las consecuencias de su victoria fueron desastrosas. Porque la victoria aumentó el interés en Chile de una potencia metropolitana cuya participación en los asuntos económicos y políticos chilenos condenó al país aún más a la ruina del subdesarrollo. Con anterioridad a la Guerra del Pacifico, la industria salitrera había comenzado a desarrollarse gracias a la energía de empresarios peruanos y chilenos; además, actuaron en ellos algunos ciudadanos británicos y de otras nacionalidades. Los capitales que se empleaban, provenían en su totalidad de los centros financieros de Perú y Chile, el que llegaba hasta la región por las vías del crédito o de la inversión. Esto es significativo y debe subrayarse: Terapacá no recibió inversión de capitales ingleses, en el nacimiento, promoción y desarrollo inicial de la industria salitrera, los ingleses no tuvieron ninguna participación importante. (Ramírez, 1960: 114). El capital inglés-norteamericano representaba el 13% de la industria, y el peruano- chileno el 67%; el 20% restante pertenecía a extranjeros económicamente nacionalizados. (Encina, citado por Pinto, 1962: 55). Los bonos y certificados entregados por el gobierno peruano en pago de las plantas, que habían perdido casi todo su valor (a causa de y durante la guerra), de repente comenzaron a ser solicitados por "compradores misteriosos... que pagaron por ellos 10 y hasta 20% de su valor nominal, en soles depreciados" al consumarse la decisión del gobierno chileno (de honorar los bonos peruanos), los nuevos tenedores pasaron a ser los dueños de la parte más valiosa de la industria. Figura central en este drama tan absurdo como sospechoso fue el casi legendario Mr. John T. North, quien, para colmo de ironías, realizó la fantástica especulación que lo convirtió en "rey del salitre" con capitales chilenos provistos por el Banco de Valparaíso. Esta institución y "otros prestamistas chilenos facilitaron a North y sus asociados $ 6.000.000 para acaparar los certificados salitreros y los ferrocarriles de Tarapacá". El proceso de desnacionalización fue rápido y se extendió, cosa curiosa, hasta el punto de reducir la parte de la industria que controlaron los chilenos antes del conflicto, según Encina... el 10 de agosto de 1884, el capital peruano había desaparecido; el chileno estaba reducido al 36%; el inglés montaba a 34%, y el capital europeo no nacionalizado 30%. (Pinto, 1962:55, citando también a Encina). Los ingleses no tardaron en eliminar una proporción todavía mayor del capital chileno: El ex ministro Aldunate, que tuvo un papel importante en la decisión gubernativa, que abría pasoa la entrega del nitrato, reflexionaba melancólicamente más tarde, en 1893: "Por desgracia, y en fuerza de una combinación de circunstancias que sería largo de recordar, la industria salitrera se halla íntegra y exclusivamente explotada y monopolizada por extranjeros. No hay un solo chileno que posea acciones en las suculentas empresas de ferrocarriles de Tarapacá... Los buques que conducen desde nuestros puertos a los centros del consumo las riquezas del litoral, son todos de extraña bandera. Es inglés todo el combustible que se emplea para el 60 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile movimiento de las máquinas. Y para que el monopolio exótico de estas industrias sea completo, son también extranjeros todos los agentes intermediarios entre productores y consumidores, y en sus manos quedan íntegramente también las utilidades comerciales de la industria". (Pinto; 1962: 55-56). No obstante, El Ferrocarril, cuya política económica no era ya la de 1868, sostenía el 28 de marzo de 1889: "Las riquezas acumuladas por los extranjeros no deben inspirar recelos, porque son legítimos frutos de su actividad, trabajo e inteligencia, y sirven también al país que suelen dar a nuevas industrias, lo que desarrolla mayor consumo de productos nacionales y beneficia a nuestros esforzados trabajadores... Hay universal convencimiento en que las futuras bases de la prosperidad nacional deben buscarse en el desarrollo industrial a que se presta admirablemente nuestro país por la abundancia y variedad de sus productos naturales, y nadie podrá negar que en esta vía nos es indispensable la cooperación extranjera, ya sea con sus capitales, ya con su experiencia y conocimientos. Quien ama de veras la patria, no debe hostilizar entonces a los factores de su grandeza". (Ramírez, 1958: 102). Para cualquier lector objetivo de un país actualmente subdesarrollado, en América Latina o en otra parle, tal experiencia de la "contribución" del capital extranjero y de sus apologistas interiores y foráneos no será, sin duda, una sorpresa. Porque la misma realidad y la misma fábula son todavía parte cabal de su diaria existencia. Lo mismo han experimentado los ferrocarriles de la Argentina y Guatemala, los servicios públicos de Chile y el Brasil, las minas, tierras y fábricas en los países subdesarrollados de todas partes. ¡Cuánto fraude y saqueo constantes se han perpetrado al amparo de las nobles palabras "inversión y ayuda del exterior"! (Véase capitulo V y Frank, 1963a y 1964b). Aunque El Ferrocarril alegaba que era "universal" la convicción de que Chile prosperaría por el camino de sus relaciones económicas con el extranjero, y que "nadie podía negar que la cooperación extranjera era, por tanto, indispensable", no todos convenían en ello, como el mismo periódico sabía demasiado bien (y por eso escribió como lo hizo), sobre todo el recién electo presidente Balmaceda. En el discurso en que aceptó su designación como candidato a la Presidencia, el 17 de enero de 1886, Balmaceda proclamó su filosofía y programa económicos: El sistema tributario exige una revisión y práctica que guarde armonía con el igual repartimiento de las cargas públicas prescritas en la Constitución. El cuadro económico de los últimos años prueba que dentro del justo equilibrio de los gastos y las rentas, se puede y se debe emprender obras nacionales reproductivas que alientan muy especialmente la hacienda pública y la industria nacional. Si a ejemplo de Washington y de la gran República del Norte, preferimos consumir la producción nacional, aunque no sea tan perfecta y acabada como la extranjera; si el agricultor, el minero y el fabricante construyen útiles o sus máquinas de posible construcción chilena en las maestranzas del país; si ensanchamos y hacemos más variada la producción de la materia prima, la elaboramos y transformamos en substancias u objetos útiles para la vida o la comodidad personal; si ennoblecemos el trabajo industrial aumentando los salarios en proporción a la mayor inteligencia de aplicación por la clase obrera; si el estado, conservando el nivel de sus rentas y de sus gastos, dedica una porción de su riqueza a la protección de la industria nacional sosteniéndola y alimentándola en sus primeras pruebas; si hacemos concurrir al estado con su capital y sus leyes económicas, y concurrimos todos, 61 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile individual o colectivamente, a producir más y mejor, y a consumir lo que producimos, una savia más fecunda circulará por el organismo industrial de la república y un mayor grado de riqueza y bienestar nos dará la posesión de este bien supremo de pueblo trabajador y honrado: vivir y vestirnos por nosotros mismos. A la idea de industria nacional está asociada la de inmigración industrial y la de construir, por el trabajo especial y mejor remunerado, el hogar de una clase numerosa de nuestro pueblo, que no es el hombre de la ciudad, ni el inquilino, clase trabajadora que vaga en el territorio, que presta su brazo a las grandes construcciones, pero que en épocas de posibles agitaciones sociales, puede remover intensamente la tranquilidad de los espíritus. (Ramírez, 1958: 111-112). Ramírez resume como sigue la política salitrera y otros programas económicos de Balmaceda: Romper el monopolio que los capitalistas ingleses ejercían en Tarapacá, como una manera de impedir que aquella región fuera "convertida en una simple factoría extranjera". Estimular la formación de compañías salitreras nacionales, cuyas acciones fueran intransferibles a ciudadanos o empresas extranjeras. De este modo, junto con neutralizarse la preponderancia británica, se lograba "radicar en Chile al menos una parte de los cuantiosos provechos de la industria salitrera". Impedir el mayor desarrollo de las empresas extranjeras, aunque sin obstaculizar las actividades que ya realizaban. Fomentar la producción del salitre mediante el empleo de medios técnicos más perfeccionados, la apertura de nuevos mercados y el abaratamiento de los fletes marítimos y terrestres. Estos sanos y previsores propósitos, no alcanzaron a materializarse. (Ramírez, 1958: 98). Ramírez examina, además, los diligentes programas económicos de Balmaceda para las categorías siguientes: obras públicas, ferrocarriles, carreteras, salud pública, política financiera, fiscal, agrícola, minera, industrial y docente; administración pública planificación y descentralización de la economía. (Ramírez, 1958: 114-160). Los conservadores y la Iglesia parecen haber reconocido algunos de los méritos de Balmaceda, lo que no quiere decir que les gustaran. El periódico que hablaba por ellos, El Estandarte Católico, escribió como sigue, el 4 de junio de 1889, en un artículo atrayentemente titulado "Antes lo necesario que lo conveniente": El señor Balmaceda está empeñado en adquirir para su nombre la gloria de haber cruzado el país a lo largo y a lo ancho de caminos de hierro, de haber levantado palacios para la instrucción, aumentado el material de la marina y el ejército, abierto puertos y construido diques; en suma, haber dado impulso vigoroso al progreso industrial y material. Pero en esta prodigalidad espléndida para todo lo que brilla, en este reparto fastuoso de millones de obras de mera utilidad y dudosa conveniencia, no ha reservado ni un maravedí para mejorar la situación económica del país, para aliviar al pueblo de la carga abrumadora de los impuestos, para acelerar la conversión metálica, para procurar-el bienestar general con la disminución de miseria. (Ramírez, 1958: 117). 62 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La diferencia exacta entre "lo necesario" y "lo conveniente" -esto es, ¿necesario para el "bien general" de quién, y alivio de los impuestos para quéparte "del pueblo?-- nos es revelada por otros dos artículos de fondo aparecido en otros periódicos en la misma primavera de 1889: Alza de jornales, con motivo de los innumerables obras públicas que se construyen en la actualidad en toda la república, los jornales han subido desde un año a esta parte de un modo digno de ser notado por nuestros economistas. A los peones, a quienes antes se les pagaba sesenta centavos por día, sin ración, se le abona en los edificios de construcción noventa centavos y se les da una ración que equivale a veintiséis centavos al día. (Ramírez, 1958: 115, de La Tribuna, 20 de abril de 1889). El mal aumenta. A la escasez general de trabajadores y ya subido jornal, pésimo estado de viñas y mala calidad de los productos en general, se agrega ahora el subido precio con que la empresa del ferrocarril Clark se está atrayendo a la mayor parte de los peones. Los vinicultores se ven hoy día en la imperiosa necesidad de pagar el mismo jornal de la empresa para poder concluir en debido tiempo sus cosechas. Muy conveniente sería que la empresa pusiera todo empeño en atraer de otros pueblos el resto de la peonada que necesita. (Ramírez, 1958: 116, de Ecos de los Andes, 18 de abril de 1889). Esto disipa toda duda acerca de qué se consideraba "necesario" para quién e inmediatamente "conveniente" para qué parte del pueblo y, a la larga, para el desarrollo de la economía en general, también. El presidente Balmaceda, de igual modo, estaba muy claro acerca de quién era quién y cuáles instituciones representaban a cuáles intereses y fuerzas. El congreso es un haz de corrompidos; hay un grupo que trabaja el oro extranjero y que ha corrompido a muchas personas. Hay un hombre acaudalado que ha envilecido la prensa y ha envilecido los hombres. Las fuerzas parlamentarias han fluctuado entre vicios y ambiciones personales. El pueblo ha permanecido tranquilo y feliz, pero la oligarquía lo ha corrompido todo. (Ramírez, 1958: 201). El Times de Londres no estaba menos informado o no era menos informativo. El Partido Progresista está principalmente y primariamente compuesto de amigos de Inglaterra, y representa todos los elementos conservadores y adinerados, lo mismo que la inteligencia del país. (Times, 22 de junio de 1891, citado par Ramírez, 1958: 197). Pocos meses después, ya movilizada la oposición a él, Balmaceda observó: Estamos sufriendo uva revolución antidemocrática iniciada por una clase social centralizada y poco numerosa, y que se cree llamada por sus relaciones personales y su fortuna a ser agrupación directiva y predilecta en el gobierno... (Ramírez, 1958: 201). La siempre presta alianza imperialista nacional de los intereses comerciales, financieros, mineros y agrícolas no tardó en movilizar sus fuerzas contra el presidente Balmaceda: 63 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Cuando a fines del año 1890 y principios del 91 se preparaban algunos elementos para la guerra que tendría que sobrevenir, los señores Agustín Edwards y Eduardo Matte remitieron a don Joaquín Edwards, en Valparaíso, órdenes de pago por las sumas con que ellos contribuían para los gastos de los futuros acontecimientos (El Ferrocarril, 17 de enero de 1892, citado por Ramírez, 1958: 193). Los gastos hechos en Europa durante los primeros meses de la revolución, en servicio de la causa del Congreso, fueron atendidos por nosotros con fondos del Banco A. Edwards y Cía. (Augusto Matte y Agustín Rosa, Memoria presentada a la Junta de Gobierno, citada por Ramírez, 1958: 194). El Banco A. Edwards y Cía. sigue siendo hoy el más poderoso de Chile; pertenece a la familia de ese apellido, junto con otras muchas empresas comerciales, incluyendo el periódico más importante de Chile, El Mercurio, a través de cuyas páginas, como de sus muchas otras actividades, la familia Edwards declara hoy su lealtad suma al imperialismo yanqui. Ella y su banco financiaron todavía la coalición de los intereses políticos más reaccionarios en las memorables elecciones de 1964. En la centuria pasada era el capital inglés (apropiado, pero no contribuido) el que predominaba en Chile. El ministro de los Estados Unidos en Santiago no tenía la menor duda de ello cuando el 17 de marzo de 1891 informaba al Departamento de Estado: "Puedo mencionar como un asunto de particular interés el hecho de que la revolución cuenta con la completa simpatía, y en muchos casos, con el activo apoyo de los residentes ingleses en Chile... Es sabido que muchas firmas inglesas han hecho liberales contribuciones al fondo revolucionario. Entre otros, es abiertamente reconocido por los dirigentes de la guerra civil que M. John Thomas North (a quien conocemos de antes como «el Rey del salitre») ha contribuido con la suma de 100.000 libras esterlinas". (Ramírez, 1958: 195). Eso era, indiscutiblemente, una gota en el mar comparado con lo que el Rey del Salitre ya se había agenciado en Chile. ¿Se puede dudar de que sus descendientes norteamericanos, que ponen sus nombres a minas de cobre y otras empresas que en justicia pertenecen a Chile, están "invirtiendo" hoy de otros modos en su propio futuro? El Times de Londres resumía la situación el 28 de abril de 1891, como sigue: Es evidente que la mayoría del Congreso y sus partidarios —con mucha anterioridad a diciembre— se habían formado la idea de que una ruptura con el Ejecutivo y una tentativa revolucionaria eran inevitables. Y con la influencia de casi todas las familias terratenientes, de los ricos elementos extranjeros y del clero, no hay que sorprenderse que estimaran fácil la caída del presidente. Además, habían conseguido el apoyo de la marina y creían contar con gran parte del ejército; por estas razones, no parecían dudar de que, al enarbolar la bandera revolucionaria, se daría la señal para que en todo el país se produjera un movimiento popular en su favor. Parte de estas previsiones se ha realizado. Las grandes familias, los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, los mineros de Tarapacá, la flota y un pequeño número de desertores del ejército están con ellos. Pero la gran mayoría del pueblo chileno no ha mostrado signos de revuelta y Ios nueve décimos del ejército permanecen leales al gobierno establecido. (Ramírez, 1958: 191). El gobierno del presidente Balmaceda cayó, en medio de una cruenta guerra civil, y el mismo presidente fue forzado a suicidarse. Los intereses económicos extranjeros y los gobiernos (el norteamericano no menos que el inglés) que los representaban no 64 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile se habían cruzado de brazos. El cónsul inglés cablegrafió al Foreign Office en 1891: "En cambio de la mencionada activa asistencia contra las fuerzas revolucionarias, el gobierno de los Estados Unidos espera que Chile denunciara sus tratados con los países europeos y concluirá un tratado comercial con los Estados Unidos". (Ramírez, 1958: 229). El mismo año, el corresponsal en Chile del Times de Londres comunicó a la cancillería británica (no a su periódico) su temor de que "Sería una lástima que Chile, que hasta ahora ha sido en aquella costa el baluarte contra la interpretación de la Doctrina Monroe hecha por Blaine, llegar a ser «blainista» a pesar de nosotros". (Ramírez, 1958: 229). Sólo dos años antes, en 1889, James G. Blaine, entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, había convocado en Washington al Primer Congreso Panamericano, para crear la Unión Panamericana, cuyo edificio —y no digamos su política— se halla hoy en manos de su actual descendiente, la Organización de Estados Americanos. Por suerte para los ingleses, si no necesariamente para los chilenos, sus temores de que Chile se hiciera "blainiano a pesar de nosotros" eran todavía prematuros. Ese sueño vendría a asumirlas proporciones de una pesadilla algo después. Las consecuencias de los antedichos sucesos fueron resumidas en 1912 por Encina en su Nuestra inferioridad económica. Sus causas sus consecuencias: El comerciante extranjero ahogó nuestra iniciativa comercial en el exterior; y dentro de la propia casa, nos eliminó del tráfico internacional... Igual cosa ha ocurrido en nuestras grandes industrias extractivas. El extranjero es dueño de las dos terceras partes de la producción de salitre, y continúa adquiriendo nuestros más valiosos yacimientos de cobre. La Marina Mercante Nacional... ha venido a menos y continúa cediendo el peso, aun dentro del cabotaje, al pabellón extranjero. Fuera del país tienen sus directorios la mayor parte de las compañías que hacen entre nosotros el negocio de seguros. Los bancos nacionales han cedido y siguen cediendo terreno a las agencias de los bancos extranjeros. A manos de extranjeros que residen lejos del país, van pasando en proporción creciente los bonos de las instituciones hipotecarias, las acciones de los bancos nacionales y otro valores de la misma naturaleza. (Ramírez, 1960: 257) Ramírez, a su vez, resume las consecuencias para la economía chilena, destacando algunos de los rasgos que en nuestros días se consideran señales de "subdesarrollo": "1. Balanza de pagos desfavorable; 2. Dificultad para estabilizar el valor de la moneda y para abandonar el régimen de papel moneda (that is, in terms of our days, to restablish a hard currency); 3. Lenta capitalización del país, lo que obstruía el crecimiento de sus fuerzas productivas...; 4. Como consecuencia de lo anterior, la potencialidad económica de la República se debilitaba y se suscitaban agudos problemas económicos sociales que recaían con gran violencia sobre pequeños industriales, pequeños comerciantes y, particularmente, sobre la gran masa de asalariados." (1960: 249-250.) Esto es, la polarización interna metrópoli- satélite y entre las clases se acentuó, lo mismo que la polarización entre Chile y la metrópoli imperialista. Índice de esa polarización es el valor del peso chileno, que era de 39 5/8 peniques en 1878, 16 4/5 peniques en 1900 y 8 31/32 peniques en 1914. Hoy, naturalmente, el peso vale una pequeña fracción de penique. Si Chile se desarrollaba o se subdesarrollaba es una duda resuelta por el ex ministro Luis Aldunate, quien escribió en 1893-1894: "El país se ha debilitado en sus fuerzas económicas, se ha empobrecido". 65 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile 4. La consolidación del subdesarrollo Cuando se inquiere por qué Chile se subdesarrollaba y "empobrecía", la respuesta la de nuestra tesis sobre los efectos de las contradicciones capitalistas de la polarización y de la expropiación-apropiación del excedente, así como también los hechos evidentes. La metrópoli imperialista expropiaba el excedente económico de Chile y se lo apropiaba para su propio desarrollo. En vez de desarrollar la economía chilena, el salitre chileno sirvió pare desarrollar la agricultura europea, que entonces experimentaba el progreso técnico gracias, en parte, al fertilizante chileno. Después de la primera guerra mundial Alemania produjo un sustituto sintético mas barato, y las salitreras chilenas fueron en gran parte abandonadas. El excedente económico o capital potencial del salitre había sido dilapidado y había contribuido al desarrollo de otros y Chile jamás había de recuperarlo. AI mismo tiempo, después de 1926 Chile cesó de ser exportador de trigo, cereal que los países metropolitanos mismos, y unos pocos como la Argentina, producían cada vez más para su propio consumo y para el mercado mundial. En el ínterin, se estima que gracias al salitre solamente Inglaterra se apropió, entre 1880 y 1913, unos 16 millones de libras esterlinas en ganancias del excedente económico producido por Chile, mientras que los chilenos y los extranjeros residentes en Chile no retenían más de dos millones de libras del excedente producido por las salitreras chilenas con lo que casi exclusivamente fue capital y trabajo chilenos. (Ramírez, 1960: 255-256). El excedente económico expropiado y apropiado por la metrópoli no fue sólo el del salitre, Crecientemente incluyó también el del cobre, expropiado por los Estados Unidos. Y no debemos olvidar el excedente del que se apropió la metrópoli gracias a su ventajosa posición en el mercado del trigo chileno y, por supuesto, en el de las manufacturas que Chile importaba. Además, la metrópoli te apropia asimismo una buena parte del excedente económico de sus satélites a través del concepto de "servicios prestados". Se estima que sólo en 1913 las compañías extranjeras establecidas en la industria, el comercio, la banca, los seguros, el telégrafo, los tranvías, etc., de Chile, remitieron al exterior dos millones de libras. (Ramírez, 1960: 256.) (Véase en el capítulo V y Frank, 1965, una relación del excedente latinoamericano expropiado a través de tales servicios en la actualidad.) Parte de los chilenos de principios de siglo se daban plena cuenta de mucho de lo que estaba pasando, de cómo la metrópoli se apropiaba del excedente económico de Chile. El Partido Nacional de Chile advirtió en su asamblea de 1910 que "la acumulación de capitales, base indispensable de toda prosperidad económica duradera, es entre nosotros insignificante... [de las utilidades del salitre] casi los dos tercios salen del país, sin dejar huella en él". El 24 de enero de 1899, el Senado chileno oía a uno de sus miembros decir: "Yo, por mi parte, no sueño tanto con esos capitales extranjeros que embriagan a muchos, y aunque no desconozco su importancia, me inspiran duda. ¿Vienen ellos para nuestro beneficio o para el de sus dueños? ¿Vienen como savia generosa para fecundar nuestros campos y talleres y procurarnos riqueza, o vienen como la esponja que absorbe los sudores del trabajo por sólo el pan para la vida?" (Ramírez, 1960. 262.) Luis Aldunate, escribiendo en 1894, no dudaba: el capital extranjero, "lejos de ser útil y reproductivo para vosotros, nos postra, nos debilita, nos arranca a pura pérdida, sin darnos nada ni enseñarnos nada. La savia y la fuerza que pudieran 66 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile levantarnos del actual abatimiento económico... no es prudente y es, por el contrario, muy peligroso, que dejemos crecer y crecer hasta las nubes el interés de un monopolio extranjero... [podría] consolidar una dominación industrial por otra dominación política, y entonces sería acaso tarde para reparar las lógicas consecuencias de nuestra imprevisión... nos estamos dejando colonizar... sin darnos cuenta de que somos víctimas de ideas añejas, de falsos mirajes". (Ramírez, 1960: 254.) El ex ministro no necesitaba bola alguna de cristal para prever la dominación económica, política, ideológica y cultural que la metrópoli ejercería sobre el satélite, una dominación como la que Chile ha conocido desde los días de Aldunate hasta los nuestros. El futuro estaba ya contenido en la estructura metrópoli-satélite de su tiempo. La apropiación metropolitana del excedente económico de los satélites no se limitaba a las relaciones económicas internacionales de Chile; ocurría también a nivel nacional, especialmente entre los grandes terratenientes y comerciantes y sus expoliados satélites provinciales. Los grandes terratenientes, a quienes no se debería confundir con la "agricultura", ocupaban una posición particularmente favorable dentro da la estructura metrópoli-satélite nacional. Se apropiaban el excedente económico de los trabajadores de sus propias tierras y de las fincas contiguas de pequeños propietarios, quienes se veían forzados a depender crecientemente de los grandes. Pero los latifundistas, que ejercían un importante control político sobreel Congreso, aunque su predominio político y económico sobre la economía en general era mucho menos independiente de lo que a menudo se supone, se servían de ese control político como todavía se sirven hoy: para apropiarse también una parte del excedente económico de los sectores no agrícolas. No pagaban impuestos virtualmente, aunque, eso sí, se beneficiaban de los gastos públicos. Rengifo, el ministro de Hacienda que inició las medidas con que se quiso proteger y desarrollar el comercio y la industria chilenos, había advertido ya en 1835 que "si la agricultura chilena pagase... sólo un 10 por ciento efectivo sobre el producto que rinden las tierras, esta única renta estaría para atender todos los gastos del servicio público". (Pinto, 1962: 23.) Pero los señores de la tierra chilenos no han pagado nunca tal impuesto, ni entonces ni ahora. Por otra parte, se beneficiaron con las obras de regadío realizadas en los años finales del siglo XIX, las que se financiaron mediante el pequeño ingreso que Chile retenía de sus exportaciones de nitratos. Se beneficiaron asimismo con las consecuencias inflacionarias de la polarización de la estructura metrópoli-satélite en los niveles internacional y nacional, puesto que eran poseedores de tierras y de otras propiedades cuyo precio y valor aumentaban más que el costo del trabajo y de las cosas que compraban. De modo más espectacular, los terratenientes se apropiaban el excedente de la economía nacional por medio de generosos créditos públicos que, gracias a la inflación, podían saldar con dineros tan devaluados que en realidad nunca pagaban intereses además de que a menudo sólo liquidaban una pequeña parte del préstamo. Borde y Góngora estudian con minuciosidad esta forma de apropiación del excedente: En la segunda mitad del siglo XIX, el crédito, que hasta entonces había sido confiado a la buena voluntad de los prestamistas más o memos usureros, se organizó y amplificó. En adelante, los terratenientes, deseosos de obtener créditos, pudieron escoger entre dos posibilidades: ya sea haciendo uso de su prestigio personal ante los bancos... con el fin de obtener anticipos sin garantía de prenda, o bien hipotecando sus predios... Mas, es curioso constatar que los préstamos sobre hipoteca fueron prácticamente canalizados hacia los mismos beneficios; la Caja de 67 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Crédito Hipotecario, que fue fundada en 1860 y que muy pronto llegará a ser uno de los más poderosos organismos de crédito de todo el continente sudamericano fue, durante varias décadas, dócil instrumento en manos de los terratenientes... En numerosos casos este recurso contribuyó a impedir o limitar la subdivisión de las propiedades... Pero, más que nada, el crédito permitió a los grandes propietarios extender sus dominios o constituir otros sin desembolso de dinero... Si el crédito fue utilizado por los terratenientes y si llegó a ser, de esta manera, uno de los principales factores de conservación de las estructuras agrarias, ello se debió a la continua desvalorización de la moneda chilena, que tendía a transformar en verdaderas donaciones los préstamos a largo plazo... Nada parece autorizarnos a escribir, como lo hicieran algunos autores, que esos agricultores, para quienes la deuda había llegado a ser una técnica de enriquecimiento, fueron los principales instigadores de la caída del peso; pero fueron ellos, sin lugar a dudas, sus principales beneficiarios. Los préstamos sobre hipoteca no siempre fueron, o más bien dicho, no fueron muy a menudo, invertidos de nuevo en la agricultura, de modo que sirven a la vez para dar una explicación del enriquecimiento de los propietarios y de la descapitalización de la tierra. Sin mencionar gastos suntuarios, las tentaciones de una economía local ya más diversificada y, más todavía, la de los dividendos repartidos por las grandes sociedades capitalistas del extranjero, orientaron hacia nuevas inversiones el dinero obtenido gracias a los bienes raíces... el préstamo hipotecario reinvertido en otros campos que el de la agricultura, hacía que la tierra se fuera incorporando a una economía de especulación que no podía dejar de perjudicar a la estabilidad (Borde, 1956: 126-129.) ¡Difícilmente puede verse aquí a terratenientes feudales sentados en sus aisladas posesiones rurales! Si nos preguntamos entonces, como el Times de Londres, por qué "casi todas las familias terratenientes... los elementos extranjeros y eclesiásticos adinerados... los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, los dueños de minas" prestan su apoyo político y económico pera mantener y continuar el desarrollo-subdesarrollo de la estructura capitalista de metrópoli-satélite, la respuesta no hay que buscarla lejos. Aníbal Pinto la analizó en su libro sobre el desarrollo económico frustrado de Chile; Max Nolff la repasa en su historia de la industria chilena —aunque ninguno de los dos intenta situar su respuesta en el contexto de las inevitables contradicciones del capitalismo que han determinado la suerte de Chile—, y Claudio Véliz la examina en detalle: Durante los años transcurridos entre la independencia de España y la Gran Crisis de 1929, la economía chilena estuvo dominada por tres grupos de presión de importancia fundamental: las tres patas de la mesa económica nacional. En primer lugar estaban los exportadores mineros del norte del país; luego estaban los exportadores agropecuarios del sur, y finalmente las grandes firmas importadoras, generalmente localizadas en el centro en Santiago y Valparaíso, aunque operaban en todo el territorio. Entre estos tres grupos de presión existía absoluto acuerdo respecto a la política económica que debía tener el país. No había ningún otro grupo que pudiera desafiar su poder económico político y social, y entre los tres dominaban totalmente la vida nacional, desde los afanes municipales hasta las representaciones diplomáticas, la legislación económica y las carreras de caballos. Los exportadores mineros del norte del país eran librecambistas. Esta posición no se debía fundamentalmente a razones de tipo doctrinario —aunque también las hubo—, sino al hecho sencillo de que estos señores estaban dotados de sentido 68 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile común. Ellos exportaban cobre, plata, salitre y otros minerales de menor importancia a Europa y los Estados Unidos, donde recibían su pago en libras esterlinas o dólares. Con este dinero adquirían equipos, maquinarias, manufacturas o productos de consumo de buena calidad a precios muy bajos. Es difícil concebir altruismo, elevación de miras o visión profética que hicieran que estos exportadores aceptaran pagar derecho de exportación e importación en aras de una posible industrialización del país. Apegados al ideario liberal de la época, hubieran argumentado que si realmente valía la pena fomentar la industria chilena, éste debía ser por lo menos lo bastante eficiente como para competir con la europea, que debía pagar un flete elevado antes de llegar a nuestras playas. Los exportadores agropecuarios del sur del país también eran decididamente librecambistas. Colocaban su trigo y harina en Europa, California y Australia. Vestían a sus huasos con ponchos de bayeta inglesa; montaban en sillas fabricadas por los mejores talabarteros de Londres; consumían champaña de verdad e iluminaban sus mansiones con lámparas florentinas. Por la noche se acostaban en camas hechas por excelentes ebanistas ingleses, entre sábanas de hilo irlandés y abrigados con frazadas de lana inglesa. Sus camisas de seda venían de Italia, y las joyas y adornos de sus mujeres de Londres, Paris y Roma. Para estos hacendados pagados en libras esterlinas, la idea de gravar la exportación de trigo o de imponer derechos proteccionistassobre las importaciones, era sencillamente digno de un manicomio. Si Chile quería industria propia para producir bayeta, muy bien, que la tuviera; pero que produjera paño de tan buena calidad y a tan bajo precio como el inglés. De otra manera el proyecto era una estafa. Por estas sencillas razones de solidez intachables, el exportador minero del norte y el exportador agropecuario del sur, presionaban sobre el gobierno para que Chile mantuviera una política económica de carácter librecambista. Las grandes firmas importadoras —con sede en Valparaíso y Santiago— también eran librecambistas. ¡Se imaginaría alguien a una firma importadora defendiendo el establecimiento de fuertes derechos de importación para proteger a una industria nacional ! He ahí la poderosa coalición de fuertes intereses que dominó la política económica de Chile durante el siglo pasado y parte del actual. Ninguno de estos tres grupos de presión, tenía razones de peso para abogar por una política proteccionista. Ninguno de los tres tenía el más mínimo interés en que Chile se industrializara. Ellos monopolizaban los tres poderes de cualquier escala social; poder económico, poder político y prestigio social y sólo en contadas ocasiones vieron peligrar el control absoluto que ejercían sobre la nación. Los grupos de presión que controlaban la política económica del país, eran decididamente librecambistas; eran más librecambistas que Courcelle-Seneuil, famoso y respetado líder del librecambismo doctrinario; eran definitivamente más papistas que el papa. Existían razones de tipo doctrinario que explican, en parte, esta actitud; pero éstas se sumaron a la elocuente coincidencia entre los postulados de la escuela económica y los intereses económicos de estos grupos de presión. Las actitudes económicas de esta vasta clase tradicional que tenía en sus manos el poder económico y político y, además, el prestigio social, se ordenaron alrededor de la defensa de su posición tradicional; el librecambismo del exportador minero y agropecuario no chocaba con las estructuras heredadas de la colonia; al contrario, los reforzaba y financiaba. Los incentivos de esta falsa burguesía capitalista chilena 69 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile no estaban relacionados con motivaciones morales -como aquellas engendradas por la actitud calvinista— ni reivindicaciones políticas o económicas, como aquellas de la burguesía capitalista de Inglaterra y los Estados Unidos, ni siquiera con la prosecución de una política externa militarista y expansionista, como ocurrió en el Japón; sino exclusivamente con el mantenimiento de altos ingresos que permitieran acceso libre a los más elevados niveles de consumo civilizado, compatibles con la posición social y las responsabilidades políticas que consideraban como suyas. (Véliz, 1963: 237-242.) Max Nolff ofrece en forma resumida, como sigue, su muy similar interpretación : En suma, se inicia en forma más espontánea la gestión de una poderosa coalición de intereses, basados en las actividades de exportación de productos primarios y en las actividades de importación y distribución de productos manufacturados de procedencia extranjera. A esta "coalición exportadora-importadora" le preocupaba, fundamentalmente, que el desarrollo de la economía chilena se orientara hacia afuera y, por lo tanto, no le interesaba o no le convenía, el desarrollo industrial. La mencionada correlación de intereses fue afirmando su posición con el correr del tiempo, y se puede decir que ella dominó, casi sin contrapeso, en la sociedad chilena en la segunda mitad del siglo pasado y hasta la crisis de 1930. La doctrina liberal importada de Europa, encontró entonces un fértil surco en nuestro país y prendió con vigor. Ella constituía el marco teórico pera un reforzamiento de los intereses de las fuerzas dominantes, por cuanto representaba y expresaba sus anhelos. Pero es posible que los argumentos en favor del intercambio comercial sin restricciones y de la división internacional del trabajo, no se hubieran arraigado con la misma fuerza si las condiciones económicas y sociales de vuestro país hubieran sido diferentes, si el desarrollo económico de los primeros cincuenta años de nuestra vida independiente no hubiera sido sólo "hacia afuera". El caso del desarrollo de los Estados Unidos durante el siglo pasado, hecho "hacia adentro", y en base a una decidida protección industrial y una inteligente distribución de la tierra y del ingreso, es decisiva al respecto. A la situación anteriormente señalada, hay que agregar otro factor que contribuyó a que el procreo industrial no fructificara con anterioridad a 1930: la elevada propensión al consumo suntuario, demostrada por las clases de altos ingresos. (Nolff, 1962: 162-163.) Con todo, en vista de los debates similares acerca del papel de los diferentes grupos capitalistas en nuestro tiempo, vale la pena observar que la estructura capitalista metrópoli-satélite de Chile no se apoyaba exclusivamente en las tres patas antes mencionadas. Después de señalar los obvios intereses de la "burguesía comercial", Ramírez advierte: "Sectores de la burguesía industrial habían mantenido un franco antagonismo con el imperialismo al luchar por la industrialización del país; pero al establecerse y desarrollarse la industria liviana [...], este sector depuso gran parte de sus puntos de vista y muchos de sus componentes se plegaron, con algunas reservas, al bando proimperialista". (Ramírez, 1960: 286.) Un análisis más especifico de los acontecimientos relacionados con la contrarrevolución hecha a Balmaceda y el sacrificio del programa de fomento nacional de éste frente a la reacción externa o interna, revela que el Agustín Edwards del Banco A. Edwards y Cía., quien, como antes vimos, financió la susodicha contrarrevolución en 1890, fue el mismo Agustín Edwards que en 1883, como primer presidente de la Sociedad de Fomento Fabril, firmó el prospecto 70 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile inaugural de la misma, que empezaba: "Chile debe y puede ser industrial". En 1964, la familia Edwards, su banco A. Edwards y Cía., sus industrias ligeras y su periódico El Mercurio fueron, indiscutiblemente, los más influyentes socios chilenos del imperialismo norteamericano en la derrota del candidato popular que aún quería nacionalizar el salitre "chileno" —y ahora el cobre también— y que bien pudo haber usado el prospecto inaugural de la Sociedad como plataforma económica para 1964. Los siguientes comentarios sitúan esos hechos, y otros más recientes en mejor perspectiva. En 1891 se dijo: "Hay en Chile un gobierno comunista, un déspota o varios que, bajo el falso nombre de Poder Ejecutivo, han trastornado toda la paz, toda la prosperidad y toda la enseñanza de los ochenta años precedentes". (Times de Londres, 28 de abril de 1891, citado en Vistazo, 1964.) Y en 1964: "En todas partes... han acabado sistematizando el abuso, suprimiendo los derechos más elementales, e imponiendo el fiambre, la violencia y la miseria. Los partidos que apoyan al candidato del Frente de Acción Popular han consagrado su existencia a luchar por el marxismo y, por consiguiente, a promover la dictadura del proletariado, la abolición de la propiedad, la persecución de la religión y la supresión del estado de derecho". (El Mercurio, 19 de julio de 1964, citado en Vistazo, 1964.) Volviendo ahora a 1892, Eduardo Matte, miembro de la familia bancaria que ya encontramos dos años antes, cuando, con Agustín Edwards, financiaba el comienzo de la contrarrevolución para derrocar a Balmaceda, pudo decir con satisfacción: "Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo: lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigió".(El Pueblo, 19 de marzo de 1892, citado por Ramírez, 1958: 221.) Para aquellos lectores que puedan haber sido llevados a creer otra cosa acerca de nuestra época de mercurios y bancos Edwards y Cía. en la América Latina, o de los días de los señores Eduardo Matte y Agustín Edwards en el siglo XIX, o de cualesquiera tiempos de los siglos XVIII, XVII y XVI, Eduardo Matte, como el clarividente virrey del Perú en 1736 cuyo análisis hemos adoptado como epígrafe de este ensayo, puso correctamente el acento donde correspondía: el capital antes que la tierra. Convengo con Véliz y los otros en que los tres —y con los industriales cuatro— grupos de intereses chilenos impidieron, en efecto, el desarrollo económico de Chile y obraron como obraron por las razones o intereses apuntados. Sin embargo, para ampliar nuestra comprensión del desarrollo y el subdesarrollo económico debemos hacer también las dos preguntas siguientes: primera, ¿por qué los intereses y actos combinados de terratenientes, dueños de minas, comerciantes o industriales no produjeron el mismo subdesarrollo en los casos de Inglaterra, los Estados Unidos y el Japón? Y segunda: ¿qué habría tenido que existir o hacerse pare que estos grupos de Chile y de otros países subdesarrollados se sintieran inducidos a desarrollar y no a subdesarrollar sus países? Véliz, Pinto y Nolff no contestan la primera pregunta; a la segunda dan una respuesta inadecuada e imprecisa. Espero que mi tesis responda ambas preguntas de modo más aceptable o que, al menos, ofrezca una solución más fecunda del problema analítico que aquéllas plantean. Mi tesis afirma que los intereses que llevaron al continuo subdesarrollo de Chile y al desarrollo económico de varios otros países fueron creados por la misma estructura económica que involucró a todos esos grupos; esto es, el sistema capitalista mundial. Este sistema se dividió en metrópolis centrales y satélites periféricos. Por su misma naturaleza, la estructura de este sistema debía producir 71 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile intereses que subdesarrollaran a los países de la periferia, como Chile, una vez incorporados al sistema como satélites. Los grupos capitalistas más influyentes de la metrópoli chilena estaban comprometidos con las políticas que producían subdesarrollo en el país, porque su metrópoli era a la vez un satélite. Los grupos capitalistas análogos de la metrópoli mundial no se interesaban en políticas que produjeran el mismo subdesarrollo en su país (aunque lo produjera fuera de él), porque su metrópoli no era un satélite. Incluso el grupo predominante en el Japón, que llevó a ese país del no desarrollo en el período de Tokugawa al desarrollo después de la restauración de Meiji en 1868, no se enfrentó a presiones subdesarrollantes igualmente irresistibles, porque el Japón no había sido antes un país satélite. La estructura metrópoli-satélite del capitalismo mundial, y la análoga conformación que produjo dentro de Chile, llevaron a los intereses capitalistas más influyentes de la metrópoli chilena a dar su apoyo a una estructura económica y a unos políticos que mantenían la explotación a que ellos mismos estaban sujetos por la metrópoli mundial. La razón por la cual aceptaron y defendieron su propia explotación es que así podían continuar explotando al pueblo de la periferia chilena, a la que la misma metrópoli chilena expoliaba. De haber los grupos predominantes en Chile adoptado políticas que produjeran el desarrollo y no el subdesarrollo del país, habrían exportado, como los ingleses sabían, menos excedente económico a la metrópoli mundial; pero, como los periódicos de la metrópoli chilena señalaron, también habrían expropiado para sí mismos una menor proporción del excedente chileno. Después de todo, el excedente que tenían que dejar apropiar por la metrópoli mundial y el que ellos mismos podían apropiarse mediante la exportación de materias primas y la importación de manufacturas, era el mismo excedente económico que los grupos privilegiados de la metrópoli chilena y la metrópoli mundial expropiaban a la inmensa mayoría del pueblo chileno, que producía las materias primas pero no consumía las manufacturas importadas... y consumía cada vez menos de las primeras materias y los víveres que él mismo producía. La misma estructura y las mismas fuerzas operan en todas partes y se analizan en cuanto a los siglos XIX y XX, en el capítulo IIl: "Desarrollo del subdesarrollo capitalista en el Brasil". Otra cosa ocurría en la metrópoli mundial. Allí los grupos gobernantes no tenían oportunidad, y mucho menos costumbre, de vivir bien gracias a políticas económicas que, como la importación de productos industriales, servirían para subdesarrollar a su país a la vez que desarrollaban a otro. Incluso en países como el Japón, donde eran mayores las susodichas oportunidades, el poder y los privilegios del grupo predominante no se apoyaban en una relación metrópoli- satélite (aunque después de la segunda guerra mundial eso habría de ocurrir también allí cada vez más). AI contrario, en la metrópoli mundial los intereses de ciertos grupos al menos —y en Inglaterra, los Estados Unidos, etc., de Ios grupos más decisivos— se apoyaban en relaciones económicas con el resto del mundo, particularmente con los satélites, que servían para desarrollar la metrópoli y generar subdesarrollo estructural en los satélites. Cualquiera que haya sido el papel que la moralidad calvinista o católica, la mentalidad "burguesa", "seudo burguesa" o "feudal" y el "impulso" expansionista o no expansionista desempeñaran en la producción del desarrollo y del subdesarrollo, tales factores no fueron determinantes o decisivos sino, cuando más, derivativos y secundarios. Véliz, correctamente rechaza la mentalidad "feudal", o cualquier otra, como factor determinante de la producción o el mantenimiento de las posiciones 72 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile económicas de la "seudo burguesía" terrateniente, minera y comercial del siglo XIX en Chile. Las políticas que seguían e imponían al país eran, como Véliz anota, el producto más bien de las circunstancias económicas de los tiempos y de la estructura económica que las producía. Es curioso, por tanto, que Véliz se refiera a la moral, la mentalidad y el impulso de la "verdadera burguesía" de Inglaterra y los Estados Unidos, puesto que estos factores no tuvieron en las metrópolis otro papel que el secundario o insignificante que él les asigna en el satélite chileno. Tanto en las metrópolis como en los satélites, la línea económica perseguida y el desarrollo y el subdesarrollo resultantes eran producidos por la estructura económica subyacente y a ella deben ser atribuidos. ¿Podemos sostener que, desde el punto de vista de Chile, los elementos esenciales de esa estructura del sistema capitalista han cambiado desde finales del siglo? No. Opino que Chile continúa siendo parte del mismo sistema capitalista, con sus mismas contradicciones fundamentales de la polarización y la apropiación del excedente. Lo nuevo en el siglo XX es que Chile está hoy más subdesarrollado y más dependiente que antes, y que cada vez se subdesarrolla más. Aníbal Pinto, Max Nolff y, por inferencia, Claudio Véliz, proponen una respuesta para la segunda pregunta, o sea: ¿qué tendría que cambiar para que Chile cese de subdesarrollarse y en su lugar empiece a desarrollarse? Los mencionados autores asocian los intereses que la burguesía chilena y la metrópoli tienen en conjunto al hecho de que, una vez independiente, Chile optó por el desarrollo "hacia afuera", y proponen que ahora intente desarrollarse "hacia adentro". Pinto llega ahora hasta a sugerir, contradiciendo su libro, antes citado, que el subdesarrollo chileno no se debe ya tanto a las relaciones de Chilecon el mundo exterior como a su estructura interna (Pinto, 1964). No será posible examinar aquí en detalle ese razonamiento. Basta señalar que tanto el desarrollo hacia afuera como el desarrollo hacia adentro no son, como se reconoce, otra cosa que desarrollo capitalista. Nolff sugiere, por ejemplo, que lo que los Estados Unidos realizaron en el siglo XIX fue el desarrollo hacia adentro. Así, pues, tanto implícita como explícitamente estos autores sostienen que basta reformar la estructura capitalista para que Chile proceda a desarrollarse hacia adentro y, por ende, a eliminar el subdesarrollo, y se refieren a reformas como las que propuso Salvador Allende, el derrotado candidato presidencial del Frente de Acción Popular en 1964, cuyo programa económico para Chile fue preparado bajo la dirección del mismo Max Nolff. Mi tesis sostiene que esta solución del problema del desarrollo y del subdesarrollo es inadecuada e inaceptable. Evidentemente tales reformas no pueden o no se proponen eliminar la posición satélite de Chile respecto del sistema capitalista mundial o convertirlo en miembro metropolitano de ese sistema; ni la orientación del desarrollo hacia adentro está calculada, en realidad, para eliminar la condición satélite de Chile sacándolo del sistema capitalista sin convertirlo en metrópoli ni en satélite. El desarrollo hacia adentro apunta únicamente al mantenimiento de la posición satélite de Chile dentro del sistema capitalista mundial, aunque reduciendo la cantidad y proporción del excedente económico que se envía al exterior y canalizando una mayor porción de ese excedente hacia el desarrollo industrial y económico interno, mediante vías que en lo esencial no se diferencian de aquellas en que confió Balmaceda. Estos autores sugieren que es posible conseguirlo por medio de reformas gubernamentales bajo un régimen de elección popular. Mi tesis sostiene que la propia condición de satélite de Chile y de otros países, como el Brasil (en torno a la cual se analizan este problema y la evidencia contemporánea 73 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile con más detalle en otra parte de este libro) y por supuesto la estructura metrópoli- satélite del sistema capitalista mundial, no permiten el éxito o siquiera la adopción de las medidas propuestas por Pinto, Nolff y Véliz. Antes bien, mi tesis sugiere —y lo confirma la experiencia de Balmaceda y de otros que lo imitaron en el siglo XX, así como también la evidencia contemporánea disponible, incluyendo la de las elecciones de 1964, que ese camino lleva a una mayor dependencia satélite de la metrópoli y a un subdesarrollo más profundo del satélite chileno. Como veremos en mi breve estudio del siglo XX, Chile, subdesarrollado en tiempos de Balmaceda, estaba aún más subdesarrollado hacia el segundo período del primer presidente Alessandri, en los años 30, y todavía más subdesarrollado y más pobre en el primer gobierno del segundo presidente Alessandri, terminado en 1964. ¿Qué razón puede hacernos creer que la estructura metrópoli-satélite del capitalismo internacional y nacional, de mantenerse intacta, no hará a Chile aún más subdesarrollado y a Ia gran mayoría de su pueblo más pobre en los años venideros? Si mi tesis es correcta, no existe tal esperanza. H. EL SIGLO XX: AMARGA COSECHA DE SUBDESARROLLO Las contradicciones del desarrollo y del subdesarrollo capitalista continuaron agudizándose en el siglo XX en Chile, al igual que en los años anteriores, y engendrando desarrollo en la metrópoli y subdesarrollo en la periferia. Como en el pasado, el excedente económico de Chile fue expropiado y apropiado por la metrópoli mundial, ahora centrada en los Estados Unidos, y la estructura metrópoli-satélite capitalista se polarizó aún más, ensanchando la brecha entre la metrópoli y Chile en cuanto a poderío e ingresos y aumentando el grado de dependencia de éste respecto de aquélla. Al mismo tiempo, la polarización aumentó dentro de Chile, y la continua apropiación del excedente económico por los grupos favorecidos de la metrópoli nacional y ciertas metrópolis menores disminuyó los ingresos absolutos, y no digamos los relativos, de la mayoría del pueblo. Estas tendencias y resultados en el siglo XX se examinan aquí sucintamente, sin intención de duplicar los análisis más completos de la experiencia chilena recierne hechos por las Naciones Unidas y por otros autores, entre ellos algunos chilenos. Muchos problemas contemporáneos que son similares, se desarrollarán con mayor extensión para el caso de Brasil. 1. El sector "externo" Se estima que del excedente económico producido por y en Chile, alrededor de 9.000 millones de dólares han sido expropiados-apropiados por la metrópoli capitalista mundial en el presente siglo; la suma es igual al valor de todo el capital fijo de Chile en 1964. No debe suponerse, claro está, que en ausencia de esta apropiación exterior del excedente el capital fijo de Chile sería sólo el doble del que es hoy, porque si el excedente económico producido por Chile hubiera podido ser invertido y reinvertido en la economía chilena a lo largo del siglo XX, el capital y los ingresos chilenos serían muchísimos más altos en la actualidad. Desde que el cobre ocupó el lugar del salitre como principal producto de las exportaciones chilenas, las minas de cobre, hoy propiedad de intereses norteamericanos en un 90 por ciento, constituyen en nuestros días la fuente 74 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile principal del excedente económico chileno de que se apropia la metrópoli capitalista. Según la OCEPLAN (Organización Central de Planificación, la oficina de planes económicos de la candidatura de Allende en la campaña electoral de 1964), la "gran minería" de propiedad norteamericana gana actualmente alrededor de 750 millones de escudos el año y remite al exterior unos 355 millones. Esto equivale, respectivamente, a unos 250 millones y 120 millones de dólares norteamericanos. Del total de las ganancias producidas por el cobre, el 47 por ciento va a ciudadanos de los Estados Unidos, el 35 por ciento al gobierno chileno, el 13 por ciento a los mineros que lo producen, y el 5 por ciento a unos cuantos empleados de altos salarios. Al tratar de calcular esta y otras apropiaciones metropolitanas directas del excedente económico de Chile, y al medir la correspondiente pérdida chilena de cambio exterior, Novik y Farba, en La potencialidad de crecimiento de la economía chilena. Un ensayo de medición del excedente económico potencial, estiman que esta pérdida fue en 1960 de unos 108 o unos 190 millones de dólares, según la base de medición que se empleó (Novik, 1963: 16-24). Estas sumas representan, respectivamente, el 20 y el 34 por ciento de la importación total de Chile en ese año. En el momento de escribir esto, la prensa informa que la diferencia por libra entre el precio del cobre controlado en forma monopolista por el ficticio mercado de Nueva York, que las compañías norteamericanas utilizan para calcular las regalías del cobre pagaderas a Chile, y el precio en la bolsa del cobre de Londres, asciende a $ 0.20. A las tases actuales de producción y regalías, cada centavo de esta diferencia representa 9 millones de dólares que Chile deja de recibir. La magnitud de lo que Chile pierde por la apropiación extranjera directa de su excedente económico puede apreciarse también en los siguientes términos: las actuales remesas al exterior suman 150.000.000 de dólares, y los pagos por la deuda exterior una cantidad igual, o sea un total de 300 millones de dólares al año; compárese esta cifra con los 350 millones del déficit de la balanza de pagos chilena, o con los 450 millones de ganancias en divisas que le producen sus bienes de exportación. La deuda de Chile en divisas (la deudaexterior más esa parte de la deuda interior que debe ser pagada en dólares), contraída por las razones que se indican abajo, totaliza 2.430 millones de dólares de Estados Unidos. Suponiendo un interés anual del 4% y una amortización en 20 años sin incurrir en nuevos débitos, para financiar esta deuda se requerirían pagos anuales por valor de 300 millones, o sea el doble de los pegos actuales, ya prohibitivamente altos. Es inevitable, sin embargo, que Chile contraiga nuevas obligaciones exteriores para llevar a cabo sus programas económicos reales y propuestos dentro de la estructura capitalista contemporánea. (OCEPLAN, 1964: 31-33.) La apropiación metropolitana del excedente económico chileno, que es a la vez causa y efecto de la relación metrópoli-satélite, no es sino un aspecto de la preponderancia metropolitana y la dependencia chilena. En cuanto a lo que se refiere a la generación de subdesarrollo estructural, la creciente incapacidad de Chile para producir todo el excedente económico invertible que su potencial le permite, es, en esencia, muy importante que su pérdida real de excedente en beneficio de la metrópoli, a causa de su estructura metrópoli-satélite capitalista y su creciente dependencia dentro de ella. La posición de Chile respecto de la metrópoli quedó en creciente desventaja con la desaparición, después de 1926, de sus exportaciones de trigo (sector de su economía en que Chile al menos, era dueño de los medios de producción, aunque no controlase el mercado o gran parte de la comercialización) y la drástica reducción de sus exportaciones de nitrato (sector en que, aunque no poseía muchos de los medios de producción, monopolizaba en cierto grado al mercado mundial). En el siglo XX, estos productos de su exportación han sido progresivamente reemplazados por el cobre, producto o renglón en que 75 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Chile no posee los medios de producción ni controla el mercado, y su parte de la producción mundial no sólo no es preponderante, sino que es cada vez más pequeña. Al mismo tiempo acepto durante los breves períodos de guerra, Chile, como casi todos los países subdesarrollados, ha adolecido de una continua y marcada declinación en los términos de intercambio. La economía chilena depende crecientemente de los intereses y veleidades de la economía metropolitana, y cada vez es más sensible a ellos. Los intereses de la metrópoli extranjera, mediante su posesión y control del sector de la aportación cobrífera chilena, ejercen hoy sobre Chile un grado de influencia económica, y no digamos política, mayor que el que tuvieron sus precesores. La economía chilena y su desarrollo potencial padecen cada vez más por el desarrollo contradictorio de la economía capitalista, entremezclada y dependiente de la economía capitalista mundial que dirige la metrópoli. Habiendo sido productor de equipo esencial en el siglo XIX, Chile tiene que importar hoy el 90 por ciento de lo que invierte en instalaciones y equipos. Físicamente dotado de vastos recursos en carbón mineral, petróleo e hidráulicos, Chile, no obstante, tiene que importar combustibles. Habiendo sido en otro tiempo uno de los mayores exportadora de trigo y productos pecuarios, hoy depende en sumo grado de la importación de víveres de la metrópoli. En 1950-54, Chile tuvo que importar de los Estados Unidos un promedio anual de $ 90 millones en comestibles, principalmente trigo, carne y derivados lácteos, que una vez fueron y todavía podrían ser producidos en Chile. Hacia 1960-1963 el promedio anual de la importación de víveres había subido a 120 millones (OCEPLAN, 1964: 54). Esta suma debería compararse con los 450 millones de ganancias en divisas que Chile obtiene de todas sus exportaciones de mercancías. Las necesidades chilenas de alimentos importados subirán a unos 200 millones de dólares anuales en 1970, ritmo de crecimiento que, como en el pasado, es considerablemente mayor que el de los ingresos por las exportaciones. Esto significa que una proporción cada vez más grande de la ya insuficiente disponibilidad de divisas de Chile tendrá que ser destinada a la importación de víveres. La experiencia de Chile en el siglo XX revela de modo dramático las consecuencias contrarias al desarrollo y generadoras del subdesarrollo que resultan de su participación en la estructura metrópoli-satélite del sistema capitalista mundial. Chile fue uno de los países más fuertemente golpeados por la depresión de los años 30, y su capacidad para importar cayó de un índice de 138,5 en 1928 a 26,5 en 1932. A despecho de su posterior recuperación parcial y de todos los serios esfuerzos hechos desde entonces en el campo de la producción industrial, la disponibilidad per cápita de mercancías continuaba en 1950 por debajo del nivel de 1925 (Johnson, 1964). Desde entonces ha declinado todavía más, y los ingresos reales de la gran masa de personas de bajas entradas han disminuido. Estas no son consecuencias chilenas de una recuperación inadecuada de la economía capitalista en el nivel mundial. Por lo contrario, como lo indica nuestro examen de la historia económica chilena, la recuperación misma de la metrópoli ha sido siempre la que ha detenido el desarrollo de Chile y de otros satélites. Estimulada por la depresión y por la menor importación de productos industriales a causa de la guerra, la producción industrial chilena aumentó un 80 por ciento entre 1940 y 1948, pero sólo un 50 por ciento entre 1948 y 1960. Esto es, en el anterior período de ocho años la tasa de crecimiento anual no acumulativa de producción industrial fue del 10 por ciento, y en los doce años posteriores a la 76 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile recuperación metropolitana, dicha tasa descendió al 4 por cento. Desde 1960 la tasa ha bajado a cerca de cero, y a veces ha sido negativa. Tanto el sector público como el privado revelan creciente incapacidad para generar desarrollo económico o siquiera para detener la profundización del subdesarrollo. La gran dependencia de los ingresos fiscales de las recaudaciones por la exportación del cobre hace que el presupuesto y la capacidad del gobierno para financiar inversiones de capital y desembolsos corrientes sean muy sensibles a la producción de cobre en Chile, a la venta del mineral en el exterior y a la manipulación monopolística controladas desde la metrópoli. Toda declinación cíclica o permanente de las ganancias que Chile deriva del cobre pone en serio aprieto al presupuesto oficial y obliga al gobierno a depender de empréstitos externos o internos, todos inflacionarios, en un vano empeño de mantener sus inversiones de capital o sus desembolsos corrientes. Este recurso inflacionario, especialmente a través de la deuda externa, pone a Chile en una dependencia aún mayor de la metrópoli. Como precio político de esta dependencia, la metrópoli obliga a Chile a continuar —e incluso a iniciar otros nuevas— programas políticos y económicos nacionales que entorpece, aún más la capacidad del país para desarrollarse y profundizan más todavía su subdesarrollo estructural y su dependencia. La creciente incapacidad de Chile, debida a la contradicción capitalista metrópoli-satélite, para producir y satisfacer sus propias necesidades, ha conducido ya a la total dependencia chilena del financiamiento externo de su presupuesto de gestos de capital, y está conduciendo rápidamente también a su dependencia externa para financiar una parte cada vez mayor del presupuesto de gastos corrientes. Esta circunstancia y tendencia alarmantes aumenta la significación de la pérdida anual chilena, a manos de la metrópoli, de 300 millones de dólares (la mitad a cuenta del cobre), siendo de 350 millones el actual déficit de la balanza de pagos. El sector privado industrial, el comercialy, en ciertos renglones, también el agrícola, son igualmente victimas de la posición satélite de Chile, cada vez en mayor medida; por lo menos, la dependencia y el subdesarrollo de estos sectores están asumiendo formas modernas crecientemente alarmantes. Hoy día la industria de Chile es "arruinada por lo que hace a otros prosperar", en cuanto a la tasa de crecimiento de su producción. El 90 por ciento de las inversiones chilenas en fábricas y equipos consiste hoy en importaciones. Máquinas, combustible, y alimentos componen casi el total de las actuales importaciones chilenas de bienes. Esto sugiere que, a excepción de los comestibles, Ios bienes de consumo de Chile son casi totalmente producidos en el país, y así es en realidad. La observación superficial podría hacer pensar que esto refleja un saludable desarrollo de la sustitución de las importaciones, al menos, el sector de los bienes de consumo producidos por las industrias ligera y mediana. Pero la realidad es que la producción y, en muchos sentidos, hasta el financiamiento y la comercialización de los bienes de consumo industriales de Chile y otros países subdesarrollados son crecientemente dominados por la metrópoli y dependen cada vez más de ella. La mecánica y la organización de esta tendencia reciben particular atención, con respecto al Brasil, en el capitulo V y en Frank, 1963 a. y 1964 b. Baste sugerir aquí que, a través de filiales de corporaciones metropolitanas, de empresas conjuntas metropolitano-chilenas, de concesiones de licencias, de marcas comerciales y patentes, de agencias publicitarias pertenecientes a la metrópoli o controladas por ella, y de multitud de otros arreglos institucionales, buena parte de la industria chilena de bienes de consumo está llegando a tener una dependencia 77 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile de carácter satélite de la metrópoli cada vez mayor. Esta satelización directa de la industria de bienes de consumo aumenta a su vez, la dependencia satélite de la economía chilena en su conjunto, porque la hace depender de la metrópoli no sólo en cuanto al suministro de mercancías esenciales y otros elementos de su producción industrial, sino también hasta en la selección de aquellas importaciones cuya especificación ha sido impuesta ya a la economía chilena por el diseño metropolitano del producto final y su proceso de fabricación. Al mismo tiempo, la metrópoli se apropia el excedente económico producido por la industria chilena mediante regalías, servicios, etcétera. Para toda la América Latina, el desembolso por estos "servicios" extranjeros constituye el 61 por ciento de todos sus ingresos en divisas (Frank, 1965 a.). El OCEPLAN concluye a este respecto: El crecimiento de la industria no ha sido suficiente para jugar un papel verdaderamente altivo en la sustitución de importaciones... Entre 1954 y 1963, por ejemplo, las importaciones industriales aumentaron desde 226,2 a 477,1 millones de dólares, es decir, más del doble (un aumento de 110%), en tanto que la producción industrial interna aumentó en menos de 50%. No puede, pues, atribuirse el lento crecimiento industrial exclusivamente a limitaciones del mercado nacional, puesto que hubo en ese período una expansión de la demanda interna que tuvo que atenderse con mayores importaciones... Aún más, esa falta de repuesta no sólo se dio en el abastecimiento de medios de producción —cuyas importaciones crecieron en más de 120%—sino también en el de bienes de consumo, en que el aumento de importaciones fue del orden del 85%. Con tales tendencias, la economía chilena no ha disminuido, sino que ha aumentado su vulnerabilidad respecto del sector externo (dice interno, seguramente por un error tipográfico). De las importaciones depende hoy día no sólo el abastecimiento de una serie de productos de consumo esencial, sino también de materias primas y productos intermedios que son fundamentales para mantener la actividad de la propia industria, así como la mayor parte de los bienes de capital necesarios para acrecentar nuestra capacidad productiva en todos los sectores de la economía (OCEPLAN, 1964: 73). 1. Por esta razón no ha sido posible reexaminar ciertas fuentes locales. 2. El sector "interno" Las contradicciones capitalistas de la estructura metrópoli-satélite y de la expropiación apropiación del excedente han dominado y determinado también la experiencia nacional e interna de Chile en el siglo XX. La polarización aumenta, el desarrollo económico de la metrópoli nacional es más estructuralmente limitado o subdesarrollado, y la estructura de la periferia interna se subdesarrolla cada vez más desesperadamente. La apropiación capitalista del excedente y la estructura metrópoli-satélite en general caracterizan las relaciones económicas interna de Chile no menos que las externas. En consecuencia, la distribución del ingreso es cada vez más desigual y el ingreso absoluto de la mayoría del pueblo chileno disminuye. La distribución funcional, personal y regional del ingreso atestigua la creciente polarización de la economía y la sociedad chilenas. Alrededor de 400.000 78 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile propietarios, gerentes, socios y familiares, o sea menos del 5 por ciento de la población total, reciben los siguientes porcentajes de ganancias en los sectores de la economía que se citan: agricultura latifundista (unas 2.000 familias), 66 por ciento; bienes raíces urbanos, 66 por ciento; industrias grandes monopolizadas (correspondientes al 25 por ciento de la producción industrial), 80 por ciento; industrias pequeñas, 67 por ciento; construcción, 75 por ciento; gran comercio y finanzas, 75 por ciento; pequeño comercio, al por menor en su mayoría, 33 por ciento. En proporción a su número, la mayor parte del resto pasa a los empleados, y lo que queda es el ingreso de los trabajadores que producen este excedente económico (OCEPLAN, 1964; II 6-9). Como resultado de la apropiación del excedente en éstos y otros sectores de la economía chilena, la distribución personal de los ingresos, en porcentajes redondos, es como sigue: el cinco por ciento de la población, constituido principalmente por capitalistas urbanos, recibe el 40 por ciento del ingreso nacional; el veinte por ciento de la población, empleados urbanos en su mayoría, recibe el 40 por ciento; el cincuenta por ciento de la población, fundamentalmente trabajadores urbanos de la industria y el comercio, el 20 por ciento; el treinta por ciento de la población, principalmente trabajadores agrícolas, el 5 por ciento. Esto es, la cuarta parte relativamente improductiva de la población recibe tres cuartas partes del ingreso nacional. (Las cifras exactas, sin redondear, son como sigue: 4,7 por ciento de la población, 39,3 por ciento del ingreso; 18,6 por ciento de la población, 37,7 por ciento del ingreso; 47,7 por ciento de la población, 18,9 por ciento del ingreso, y 29 por ciento, 4,1 por ciento del ingreso (OCEPLAN, 1964: II, 10). No se dispone de datos en cuanto a Chile, de la distribución regional (metrópoli- satélite de los ingresos, pero el OCEPLAN comenta: A la enorme desigualdad en la distribución del ingreso por sectores económico sociales se añade otro aspecto que hasta ahora las informaciones estadísticas oficiales han silenciado cuidadosamente: el de la distribución del ingreso entre las distintas regiones del país. Pese a la falta de información concreta, no cabe duda que las disparidades son también muy grandes en este sentido. La excesiva concentración del desarrollo industrial es uno de los factores determinantes de la disparidad, pero no es el único, ya que operan al mismo tiempo una serie de canales a través de los cuales se transfiere el ingreso generado en las provincias merced al esfuerzo de sus habitantes.Del producto generado en la zona norte, una parte importante se transfiere al exterior en forma de utilidades de las grandes empresas extranjeras, y otra al gobierno central por medio de la tributación directa, de la que sólo una proporción muy pequeña queda a beneficio regional. De igual manera, del esfuerzo desplegado en las provincias agrícolas aprovecha menos el productor local —que recibe apenas una fracción del precio a que en definitiva se venden sus productos al consumidor final— que el gran intermediario que opere desde los principales centros urbanos además, el ingreso del propietario latifundista no queda en la región, sino que se gasta en su mayor parte en la metrópoli o en el extranjero. Toda la tributación directa e indirecta significa un flujo de ingreso, desde las provincias al poder central, del que sólo parte vuelve a la región en forma de servicios e inversiones públicas. (OCEPLAN, 1964: 13). 79 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La expropiación-apropiación del excedente económico de los satélites periféricos por la metrópoli nacional chilena y algunas metrópolis provinciales está fuera de duda. Sobre la base de un ingreso nacional chileno, en el año de 1960-1961, de unos 3700 millones de escudos, equivalentes entonces a unos 3700 millones de dólares, Novik y Farba calculan le pérdida del excedente en concepto de la distribución de ingreso, del desempleo, de la producción industrial y agrícola, y la pérdida del excedente en divisas, como sigue: la apropiación "distribucional" del excedente económico, estimada sobre la base de las ganancias recibidas en exceso del ingreso anual de receptores medios, fue de 1380 millones de escudos de 1961; estimada sobre le base del exceso sobre las entradas de receptores bajos, fue de 1870 millones de escudos de 1961. Esta pérdida de excedente económico potencialmente invertible representa el 37 y el 50% del ingreso nacional total, respectivamente. La pérdida de excedente económico potencial debida al desempleo se estima en 510 millones de escudos de 1961; la pérdida debida a la producción industrial por debajo de la capacidad se calcula en 295 millones o 238 millones de escudos de 1960, dependiendo del procedimiento de computación que se utilice, o sea el 6 y el 5% de la producción industrial respectivamente, lo que le perece a quien esto escribe une estimación muy baja. La pérdida de excedente económico potencial debida a la producción agrícola inferior a la potencial es de 94 millones de scudos de 1960. El excedente de 108 ó 190 millones de dólares de Estados Unidos en divisas se citó anteriormente. (Novik, 1964: 16-24.) Dado que estas estimaciones sobre el excedente económico potencial perdido por la economía chilena necesariamente se superponen en alguna medida (especialmente la primera con las otras tres), no sería legítimo limitarse a sumarlas para calcular el total del excedente económico invertible que Chile pierde a causa del monopolio y la expropiación. No obstante, para tener una idea del orden de magnitudes implicado conviene observar que, si bien el primer excedente fluctúa entre el 37 y el 50 por ciento del ingreso nacional, a causa de la mala distribución de las ganancias la suma de excedente que se pierden en desempleo, producción y divisas monta aproximadamente a otro 30 por ciento de todo el ingreso nacional de Chile. Aún más grave y notable que esta apropiación y pérdida contemporáneas del excedente económico en razón del monopolio capitalista y el consumo excesivos es, quizás, la inconfundible tendencia que a lo largo del siglo XX agrava esta concentración de ganancias y polariza aún más la estructura metrópoli-satélite interior. Aunque no se dispone (y ello no es sorprendente) de datos precisos, los investigadores chilenos serios apenas dudan que el consumo de alimentos entre los grupos rurales y urbanos de bajos ingresos ha disminuido desde el siglo XIX. Entre 1940 y 1952 los ingresos de los asalariados parecen haber disminuido en vista del hecho de que la reducción en 28 por ciento de su parte del ingreso nacional excede con mucho la declinación de 10 por ciento en su número en cuanto a fuerza de trabajo (Johnson, 1964:.55). A su vez, entre 1953 y 1959, aunque la parte del ingreso nacional que los patronos recibieron subió del 45 por ciento al 49, la de quienes perciben ingresos medios bajó del 26 al 25 por ciento, y la parte de los obreros continuó descendiendo, ahora del 30 al 25 por ciento (Pinto, 1964: 18). Además, el poder adquisitivo del salario mínimo legal, en pesos de 1950 (que iguala o excede el salario de aproximadamente la mitad de los asalariados de Chile) cayó de 3.958 pesos en 1954 a 3.098 pesos en 1961. Mientras tanto, el salario real medio de los empleados públicos bajó de un índice de 122 en 1955 a 82 en 1961 (Pinto, 1964: 16-17). 80 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Apenas puede dudarse que la inflación y otras políticas que sacrifican los intereses de los trabajadores y asalariados a las de los propietarios que expropian una parte cada vez mayor de la plusvalía de los productores (para no mencionar los impuestos crecientemente regresivos, cuyo impacto no se incluye en las medidas antedichas), producen la continua declinación del ingreso absoluto de los receptores de bajos ingresos o sea de la mayoría de la población. Este real descenso de las ganancias de los pobres no debería confundirse con el muy citado pero ficticio incremento resultante del promedio estadístico de los ingresos per capita. Ello es evidente si observamos que aunque el tan citado ingreso per capita subió de un índice de 100 a uno de 118, la relación entre el salario mínimo legal y el ingreso per capita (la cual refleja mucho mas exactamente Ias entradas de la mayoría pobre, aunque también las exagera) declinó de un índice de 100 a uno de 69 (Pinto, 1964: 17). La muy alarmante polarización del ingreso y de la expropiación-apropiación del excedente arriba estudiado es al mismo tiempo efecto y causa de la estructura capitalista metrópoli-satélite y de sus contradicciones en Chile. Rebasando la más obvia polarización ciudad-campo, esta estructura de metrópoli-satélite caracteriza también por entero a los sectores urbanos y rurales tomados separadamente. Me limitaré aquí a unas breves observaciones. Un rasgo particularmente notable de la economía chilena contemporánea, en especial de su sector urbano, es su distribución del trabajo entre los distintos sectores. Todas las actividades agrícolas, mineras e industriales (los sectores primario y secundario), en conjunto, representan sólo el 40 por ciento de la fuerza de trabajo empleada. El 60 por ciento restante de las personas empleadas en la economía en general, y probablemente un porcentaje aún mayor de su sector urbano, deben atribuirse al sector terciario, el de los servicios. Lejos de ser una señal de desarrollo, como la lectura de Sir William Petty y Colin Clark pudo habernos llevado a creer alguna vez, esta estructura y distribución reflejan el subdesarrollo estructural de Chile: el 60 por ciento de los empleados, sin hablar de los cesantes y los subempleados, "trabajan" en actividades que no producen bienes... en una sociedad que obviamente carece en alto grado de tales bienes. Una gran proporción del empleo (aunque no, claro está, del ingreso) en la parte no gubernamental del sector terciario puede ser atribuida a los ocasionalmente empleados y semi-auto-empleados "capitalistas de centavos" de las ciudades (quienes trabajan con menos capital del que disponen los campesinos de Guatemala, a quienes Sol Tax designó así por primera vez). Son ellos, así como también una parte de los trabajadores del sector secundario, particularmente los de la construcción, los que componen el grueso de la flotante poblaciónurbana de las callampas (barrios de indigentes) y los menos notorios pero no necesariamente menos inadecuados conventillos (casas de vecindad). De esta población urbana flotante y de su contraparte rural, que también suministra su porción de emigrantes, se dice a menudo que no estén integradas en, o que están al margen de la economía o de la sociedad. Lejos de no estar integradas, empero, están plenamente incorporadas y constituyen el producto necesario de una economía capitalista metrópoli-satélite subdesarrollada cuya extremada estructura monopolista caracteriza a su mercado del trabajo no menos que al de productos. La existencia de estas funciones económicas en una economía como la de Chile es resultado de las contradicciones y de la estructura expoliadora del sistema capitalista. Como consumidores, estos pobres son más explotados que nadie por las metrópolis mercantiles grandes y pequeñas de la que son satélites: por ejemplo, la vivienda, los comestibles de baja calidad y otros bienes de consumo cuestan más en 81 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile los lugares a que aquéllos tienen acceso que las correspondientes mercancías de alta calidad que adquieren los compradores de ingresos medios y altos en otras áreas. Cuando se las ingenian para conseguir empleos que les permiten producir algo, son también explotados, como productores, en grado más alto que cuales- quiera otros miembros de la población. Como consumidores y como presuntos productores, estas partes supuestamente "marginales" o "no integradas" de la población sufren en grado máximo la explotación monopolista, y al tener menos elasticidad de demanda como compradores, y de oferta como vendedores, son los más explotados. (El tema se discute con más detalle en Frank, 1966b). La otra rara de esta misma estructura capitalista de metrópoli-satélite es la organización sumamente monopolista del comercio y la industria. Una parte desmesuradamente grande del producto expropiado al productor y al consumidor se la apropia el intermediario. "Por cada 1000 pesos gastados en comida, 400 se pagan por gastos de comercialización que no benefician al productor, sino que van a los intermediarios, de quienes reciben la mitad los comerciantes de altos ingresos. Esta situación es particularmente seria para las personas de ingresos moderados que viven en las grandes áreas urbanas: los costos de la comercialización de los alimentos que compra la familia de un obrero absorbe el 26 por ciento de sus entradas" (OCEPLAN, 1964: II, 17). O sea, la relación metrópoli-satélite caracteriza a todo el sector comercial: los muchos comerciantes pequeños explotan al consumidor y son explotados a su vez por los menos numerosos comerciantes medianos, quienes son explotados a su vez por las pocas grandes firmas comerciales que se quedan con la mitad del excedente apropiado a lo largo de la pirámide explotadora. La industria manufacturera adolece, en esencia, de la misma estructura y de las mismas contradicciones. La producción (así como la importación) de artículos industriales se limita, esencialmente, a abastecer al mercado de altos ingresos. A causa de esta restricción del mercado, entre otras, la industria se limita principalmente a producir bienes de consumo. Los equipos de capital sólo representan el 2,7 por ciento de la producción industrial chilena. Es típica la subutilisación de la capacidad productiva, como se demostró en los períodos de guerra y durante la depresión de los años 30, cuando las instalaciones existentes aumentaron aguda y rápidamente la producción de manufacturas. Nuestra familiar constelación metrópoli-satélite se reproduce constantemente en el sector industrial por la existencia o el establecimiento de algunas plantas o empresas grandes, modernas y eficientes rodeadas de una hueste de talleres pequeños, anticuados e ineficientes, o de firmas cuya dependencia de la grandes para obtener mercados, materiales, créditos, comercialización, etc., las convierte en satélites de éstas. Pudiera pensarse que esta pauta refleja el crecimiento "natural" de las empresas o fábricas grandes y modernas, cuya competencia denota y reemplaza gradualmente, pero todavía no por completo, a los pequeños talleres anticuados. La realidad, empero, es que el crecimiento de la producción fabril, cuando ocurre, se explica mucho más por el establecimiento de nuevos talleres pequeños y "anticuados", de incierta supervivencia, que por el de nuevas empresas y fábricas "modernas". (A este respecto véase, por ejemplo, El desarrollo social de América Latina en la postguerra, Comisión Económica para la América Latina, Naciones Unidas, 1962, 59-60). Estas grandes empresas; en especial las extranjeras, que gozan de mayores ventajas financieras, técnicas, comerciales, políticas y otras, se apropian del excedente económico producido en los talleres y empresas satélites pequeñas, como otras metrópolis hacen con sus satélites. 82 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La misma estructura y las mismas contradicciones aparecen en el sector agrícola y comercial rural. La bien conocida impotencia de la agricultura para suministrar los alimentos necesarios, dramatizada en el caso de Chile por el paso de la exportación a la importación de comestibles básicos, no se debe tanto a la falta de penetración capitalista o mercantil de un campo supuestamente arcaico o feudal, como a la incorporación de la agricultura en la estructura monopolista metrópoli-satélite del sistema capitalista nacional y mundial. Esta integración de la agricultura en la economía general es, y ha sido desde el siglo XVI, no solamente comercial, por la vía de la venta y de la compra, sino que también toma la forma de vínculos de propiedad y control con los restantes sectores de la economía. A falta de similares datos específicos para Chile (aunque La concentración del poder económico en Chile, de Ricardo Lagos, ofrece una idea general), me refiero a algunos datos impresionantes del Perú, al que a menudo se considera aún más "feudal" que Chile. De las 45 familias y corporaciones representadas en la Junta de Directores de la Sociedad Nacional de Agricultura de ese país, el 56 por ciento son accionistas importantes de bancos y compañías financieras, el 53 por ciento poseen acciones en compañías de seguros el 75 por ciento son propietarios de compañías dedicadas a la construcción urbana o a los bienes raíces, el 56 por ciento tienen inversiones en empresas comerciales y el 64 por ciento son accionistas importantes de una o más compañías petroleras (Malpica, 1963: 224). Creo que un examen detallado de la estructura monopolista metrópoli-satélite de la economía (y de la agricultura dentro de ella), demostraría, como sugiero en mi estudio de la agricultura brasileña, que la escasez de alimentos, en términos de necesidades, si no de demanda efectiva, puede y debe atribuirse en lo esencial a la reacción productiva y comercial ante esta misma estructura monopolista del mercado. Las observaciones de Borde y Góngora sobre el valle del Puangue sugieren que la expansión y contracción de la producción agrícola y el abandono de un cultivo o producto pecuario por otro a través del tiempo fueron, en verdad, notablemente sensibles a los incentivos del mercado (Borde, 1956). Si la producción agrícola no crece como quisiéramos, ello se debe al hecho de que los que controlan los recursos potencialmente utilizables para una mayor producción agrícola, los canalizan hacia otros usos. No proceden así porque residan fuera del mercado capitalista o porque éste les tenga sin cuidado, sino, al contrario, porque así les lleva a hacerlo su integración en el mercado. Si el 40 por ciento del excedente económico que produce la agricultura puede expropiarse mediante la comercialización monopolizada;si la tenencia de tierra es útil para especular, para obtener créditos, para evadir los impuestos, para tener acceso a la oferta de productos agrícolas o a la limitación de ésta para beneficiarse de la comercialización de tales productos a través de canales de venta monopolizados; si el capital obtiene considerablemente mayores ganancias en los bienes raíces urbanos, el comercio, las finanzas e incluso en la industria, no nos debería sorprender entonces que quienes pueden aumentar o disminuir la producción agrícola no la incrementan con rapidez. Antes bien, que los terratenientes de Chile, como los de la junta de directores de la Sociedad Nacional de Agricultura del Perú trasladan sus capitales de donde ganan menos a donde ganan más o donde pueden consumirlos con más facilidad. Como a lo largo de la historia ha ocurrido desde el siglo XVI, cuando la agricultura es relativamente un mal negocio, como ocurre ahora, estos capitalistas, hasta donde les es posible, no utilizan su tierra para ayudar a los hambrientos produciendo más alimentos, sino para ayudarse a si mismos haciendo mejores negocios en otros sectores transitoriamente más lucrativos de la economía. Aunque los testimonios no abundan ni han sido estudiados adecuadamente todavía, perece que el inquilino empresarial que fue un pequeño satélite en el siglo 83 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile XVII y que fue convertido en peón arrendatario o trabajador asalariado en el XVIII y el XIX por el ímpetu de la expansión agrícola, vuelve a reaparecer en el siglo XX en algunos lugares. Reaparece dirigiendo una pequeña empresa agrícola a la sombra de la hacienda cuya tierra utiliza y cumple sus obligaciones laborales para con el terrateniente poniendo otro hombre cuyo trabajo alquila por un jornal. (Véase al respecto a Baraona, 1960). Mi hipótesis es que este fenómeno debe atribuirse al renovado decaimiento de la rentabilidad relativa de la producción agrícola después de dos siglos de tiempos relativamente mejores. Esta hipótesis parece confirmarse en parte por la mayor frecuencia de la aparición del inquilinaje en aquellas tierras que, por razones geográficas, topográficas o económicas, son menos rentables que otras sobre cuyo uso mantienen sus poseedores un control más directo. La aparición en este nivel de una micrometrópoli apretadamente introducida entre los terratenientes y los trabajadores agrícolas, así como también Ia proliferación de vendedores ambulantes y otros capitalistas de centavos de las ciudades, no debería tomarse como indicio de un crecimiento económico portada de mejores perspectivas de negocios. Antes bien, parecería ser el resultado de un decrecimiento económico. Además, el "auge" de estos pequeños empresarios tampoco significa que el grado de polarización económico-social de la sociedad esté disminuyendo hoy. Al contrario, tanto la oportunidad como la necesidad económica reflejadas por la inserción de esta micrometrópoli-satélite en la estructura metrópoli-satélite de la economía en general, reflejan, a su vez, la pobreza aún más grande de la mesa de trabajadores sin tierras, que sirve a su vez como fuente de mano de obra a los pequeños empresarios, y la decadente fortuna de los terratenientes y comerciantes medianos, así como también del pequeño pueblo rural. Reflejan, pues, la creciente polarización de la economía y sociedad capitalistas, chilena y mundial, en el siglo XX. 1. Por esta razón no ha sido posible reexaminar ciertas fuentes locales. I. CONCLUSIONES E IMPLICACIONES Nuestro examen de la historia chilena demuestra que fue el capitalismo, con sus contradicciones internas, el que generó el subdesarrollo de Chile y determinó sus formas; que esto es hoy tan cierto cómo ayer; que el subdesarrollo de Chile no puede atribuirse a la supuesta supervivencia parcial de una estructura feudal que nunca existió en todo, ni en parte. A nivel nacional, el poder ha estado siempre en las manos de una burguesía que estaba y está íntimamente ligada a los intereses extranjeros, que era y es principalmente comercial y que se apropiaba y se apropia del excedente económico de todos los sectores importantes de la economía. En Chile este poder nunca se ha sustentado, directa y principalmente en la propiedad de la tierra, aunque su posesión o control monopolista y sus nexos con otros sectores de la economía han hecho, por supuesto, contribuciones importantes a la apropiación burguesa del excedente económico y a su posesión del poder político. El Estado chileno y sus instituciones, democráticos o no, han sido siempre uña y carne del sistema capitalista chileno y mundial y un instrumento de la burguesía. Hemos observado —y esto es importante para comprender a Chile y a otros países subdesarrollados— que tanto la "burguesía nacional" como su "Estado nacional" han sido siempre, y son cada vez más, partes integrantes de un sistema capitalista mundial en el que constituyen, fundamentalmente, un satélite o una burguesía y un Estado "subdesarrollados". Es así como la burguesía y el Estado satélite 84 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile "nacional" se turnaron y siguen siendo dependientes de la metrópoli capitalista mundial, cuyo instrumento han sido y siguen siendo para la explotación de la periferia. Esta realidad del capitalismo —de sus contradicciones, del desarrollo y del subdesarrollo— nos impone importantes tareas en el campo de la teoría y la investigación científicas y en el de la estrategia y la táctica política. Debemos formular una teoría científica que sea capaz de englobar y explicar la naturaleza, las contradicciones y el desarrollo y subdesarrollo históricos de este proceso y este sistema mundial en su conjunto, y debemos realizar investigaciones con vistas a formular tal teoría. Ha sido mi intención en este ensayo y los siguientes contribuir en lo posible al logro de ese objetivo. Los cambios institucionales y demás transformaciones importantes de que ha sido testigo la historia chilena han ocurrido, todos, dentro de esta estructura capitalista que impera en Chile y en la mayor parte del mundo, y han servido para exagerar y fortalecer las contradicciones estructurales del capitalismo. Si he acentuado estos cambios institucionales en el presente ensayo, ha sido para llamar la atención sobre la continuidad estructural del capitalismo y sus efectos en la historia de Chile. Las transformaciones históricas de las instituciones y la realidad de Chile y otros países subdesarrollados, así como también su impotencia para cambiar en las formas y direcciones más deseables, sólo pueden ser adecuadamente comprendidas en el marco de esta continuidad, dentro del contexto de esta contradicción capitalista del cambio continuo. (Sin negar esta continuidad, he prestado más atención a la transformación del sistema capitalista en el ensayo sobre Brasil). El curso de la historia, en Chile y en el mundo, se ha caracterizado por una secular tendencia a la polarización, tanto internacional como nacionalmente, y el grado de interdependencia —la medida de la dependencia del satélite— ha aumentado conjuntamente. La brecha entre la metrópoli y Chile, en poder, riqueza e ingreso y, lo que es más importante, quizá, en capacidad política, económica y tecnológica para el desarrollo de la economía, se ha ensanchado notablemente con el tiempo y continúa ensanchándose. Al mismo tiempo, Chile, su metrópoli y su burguesía se han hecho cada vez más dependientes de la metrópoli exterior en lo político, lo económico y lo tecnológico. No sólo su comercio, agricultura y minoría ayer, sino también hoy su industria están siendo económica, tecnológica e institucionalmente integrados en la metrópoli capitalista mundial, de la que aquéllos se convierten cada vez más en sectores satélites dependientes.Si en otro tiempo pudo haber surgido una burguesía "nacional" industrial relativamente independiente y con miras nacionalistas (aunque es difícil sostener que, en efecto, surgió), tal eventualidad es cada vez más improbable e imposible mientras la industria y los industriales chilenos continúen dependiendo cada vez más de la metrópoli en materia de financiamiento, comercialización, bienes de producción, tecnología, diseño, patentes, marcas comerciales, licencias... todo, cuanto se relaciona con la producción "industrial" ligera o ensambladora de piezas importadas. Pudiera perecer que el subdesarrollo y la polarización de Chile serían mitigados o incluso anuladas por el ascenso de la clase media. Lejos de eso, la "nueva" clase media y el sector terciario de servicios que principalmente la sustenta, constituyen una expresión y una causa más del subdesarrollo estructural y la polarización de Chile. La urbanización y la transformación estructural de la economía, la sociedad y la forma de gobierno que la clase media, o la movilidad social, o la 85 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile "democratización" representan, están vinculadas al incremento de la polarización entre las metrópolis urbanas de Santiago, Valparaíso y Concepción y sus respectivos satélites periféricos rurales y locales, así como también a Ia polarización de la economía y el ingreso en la ciudad y en el campo. El número relativo y absoluto de chilenos esencialmente improductivos está creciendo, y el ingreso relativo y absoluto de los miembros más pobres de la sociedad, así los productivos como los improductivos, está decreciendo con el tiempo. El ascenso de las clases medias puede significar el aumento del número de los que se apropian del excedente económico, pero el ingreso residual de los productores expropiados está disminuyendo, y la capacidad y aptitud de la estructura económica capitalista para generar desarrollo industrial y económico en Chile está decayendo: Chile se subdesarrolla estructuralmente cada vez más. Las tareas politicas que aguardan a quienes librarían del subdesarrollo a Chile y a sus países hermanos no son menos urgentes y profundas que las científicas, ni están desvinculadas de ésta. En Chile y los países de estructura similar no puede esperarse que una burguesía emancipe del subdesarrollo a la economía y al pueblo. No debería hablarse de una "burguesía nacional progresista" que trata de salvar al Estado de una oligarquía atrasada, terrateniente y feudal. Porque la capacidad y aptitud para progresar de la burguesía chilena y su estado están severamente limitadas, no por las instituciones o la estructura "no capitalistas" o "precapitalistas" que puedan existir en sus entrañas provinciales, sino por la misma estructura capitalista que les impone la metrópoli capitalista mundial y por su propio interés en mantener esta estructura capitalista, en alianza con otros intereses creados burgueses, a nivel mundial, nacional, provincial y local. La expropiación de su excedente económico y las otras limitaciones del desarrollo que la metrópoli imperialista impone a la burguesía chilena, crean contradicciones entre ellas y su metrópoli, al igual que la burguesía metropolitana chilena crea contradicciones entre ella y los grupos burgueses provinciales a la que a su vez explota. Estas contradicciones pueden hacer que los grupos más explotados y débiles de la burguesía chilena adopten cursos de acción que, en uno u otro momento y hasta cierto punto, choquen con los intereses de quienes los explotan a ellos y al pueblo. Pero estas contradicciones menores reflejan la necesidad y el deseo de cada una de las partes de quedarse con una mayor porción del botín generado por las contradicciones mayores del causante de subdesarrollo expoliador y sistema capitalista. La solución de estas contradicciones menores y Ia acción de estos grupos burgueses no pueden constituir, por ende, un paso económico o políticamente decisivo hacia la eliminación del subdesarrollo y la estructura que lo produce. La burguesía y todas sus partes "prosperaron con lo que arruina a otros" y deben esforzarse por mantener esta "paradoja del trato" y esta "contradicción de la riqueza". El contradictorio desarrollo del capitalismo y el consiguiente subdesarrollo de Chile impone al pueblo la necesidad y la posibilidad de liberar su economía del subdesarrollo y de impulsar el desarrollo de su país. Esta necesidad surge de la estructura y del desarrollo del sistema capitalista mundial y nacional, que hace más profundo cada vez el subdesarrollo de Chile; hunde a la mayoría de su pueblo en la miseria, y a la vez, incapacita más y más a su burguesía para revertir el multisecular desarrollo del subdesarrollo. El proceso trasciende a Chile y afecta a todo el mundo. Las contradicciones se ahondan. La posibilidad brota de la misma estructura y proceso. 86 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Padeciendo la misma necesidad y gozando de la misma posibililidad, creadas ambas por el mismo desarrollo capitalista mundial en otros países subdesarrollados, el pueblo de Chile, en alianza con estos otros pueblos, debe tomar y tomará la iniciativa y la primacía en la destrucción del sistema cuyo desarrollo generó y genera el subdesarrollo de unos y otros. Un tercio del mundo ha tomado ya la iniciativa. La salida de los países socialistas del sistema capitalista y su mercado explotador profundizó las contradicciones dentro de ese sistema y se hizo sentir en Chile como en otras partes. El abandono de la ideología y la teoría burguesas, de la política revisionista y el oportunismo, y la adopción de la estrategia y las tácticas marxistas revolucionarias por la vanguardia popular de Chile y de los países subdesarrollados, por los estados socialistas y los pueblos colonizados y explotados en el corazón de la metrópoli imperialista misma, continuarán ahondando las contradicciones del sistema capitalista y, mediante la solución de éstas, liberarán al pueblo de Chile y al mundo. Al costo del subdesarrollo de estos pueblos se desarrolló el sistema capitalista y al precio del desarrollo de aquéllos será destruido. El proceso del desarrollo capitalista es discontinuo, pero permanente, como lo es el proceso de su decadencia por la vía revolucionaria. En nuestro tiempo las contradicciones se ahondan y el proceso se acelera; la discontinuidad destruye al sistema; la oportunidad de liberar a los pueblos y desarrollar su civilización está a la mano, y los pueblos la hacen. Sepan sus líderes seguirlo. 87 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Capítulo II: EL "PROBLEMA INDÍGENA" EN AMÉRICA LATINA A. EL PROBLEMA En esencia, el "problema indígena" latinoamericano deriva de la estructura económica del sistema capitalista nacional e internacional. Al contrario de lo que frecuentemente se alega, no se relaciona con el aislamiento cultural de los indígenas, ni mucho menos con el aislamiento económico o la insuficiente integración. El problema de los indígenas, como el del subdesarrollo en general, se funde en la estructura metrópoli-satélite del capitalismo de que se habla en este libro, y sus manifestaciones son partes integrantes de esa estructura. Sin referirnos a los conocidos estudios sobre la base económica de este problema que hace siglos hicieron Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias y Jorge Juan y Antonio Ulloa en sus Noticias secretas de América, podemos tomar en cuenta la opinión del más renombrado investigador del Perú en nuestro siglo, José Carlos Mariátegui: "Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden éste como problema económico-social, sonotros tantos estériles ejercicios teóricos —y a veces sólo verbales— condenados a un absoluto descrédito. No [las] salva a algunas su buena fe... La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medida de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras [de vialidad], constituye un trabajo superficial o adjetivo". (Mariátegui, 1934: 27). Ese juicio es secundado por el antropólogo norteamericano Eric Wolf, quien dice que el etnicismo y la comunidad corporativa del indígena latinoamericano son más una cuestión de estructura que de cultura, y también por su colega mexicano Rodolfo Stavenhagen, cuando dice que "las relacionen coloniales y las relaciones de clase constituían la base de las relaciones étnicas", y que "la ciudad regional fue un instrumento de conquista y es aún hoy un instrumento de dominio". (Wolf, 1955: 456-457; Stavenhagen, 1963: 91, 81). B. LA HISTORIA El problema del indígena deriva de su relación económica con los otros miembros de la sociedad, relación que a su vez ha sido determinada por la estructura metrópoli-satélite y el desarrollo de la sociedad capitalista desde que la colonización lo incorporó a ella, Stavenhagen sugiere que "...el sistema colonial funcionó de hecho, en dos niveles. Las restricciones y prohibiciones económicas que España impuso a sus colonias (y que habrían de fomentar los movimientos de independencia) se repetían, agravadas múltiples veces, en las relaciones entre la sociedad colonial y las comunidades indígenas. Los mismos monopolios comerciales, las mismas restricciones a la producción, los mismos controles políticos que España ejercía sobre la Colonia, ésta los ejercía sobre las comunidades indígenas. Lo que España representaba para la Colonia, ésta lo representaba para las comunidades indígenas: una metrópoli colonial. El 88 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile mercantilismo penetró desde entonces en los pueblos más aislados de Nueva España (Stavenhagen, 1963: 91). Así, pues, la supuestamente aislada sociedad o, mejor, comunidad folk que popularizó Redfield (1941, 1960), la comunidad corporativa de los indígenas, lejos de ser originales de la América Latina o tradicionales en ella se desarrollaron o, mejor, se subdesarrollaron como resultado del desarrollo del capitalismo en el período colonial, y también en el nacional. Eric Wolf describe cómo el aislamiento dependiente y su puesto en realidad la condición de satélite, de la comunidad indígena fue generado históricamente por el proceso de crecimiento del capitalismo que se inició con la Conquista. Como dijo Hernán Cortés a un mexicano: "Los españoles padecen una enfermedad del corazón que sólo se cura con oro". Después de esta cita, Wolf continúa: El conquistador español se convirtió en empresario de minas, en productor de cultivos comerciales, en ganadero, en negociante... Quería convertir los recursos y el trabajo en bienes negociables: en oro y plata, en cueros y lana, en trigo y caña de azúcar... El motor de este capitalismo fue la minería... Toda referencia a la Utopía -- económica, religiosa y política- se apoyaba en última instancia, en el gobierno y control de un solo recurso: la población indígena de Ia colonia. Los conquistadores querían peones, indios... A los ojos del colono, lo que daba prestigio a la institución [de la encomienda] no era su origen medieval, sino la oportunidad que traía aparejada de organizar una fuerza de trabajo capitalista sobre la que él y sólo él ejercía un poder sin contapisas. (Wolf, 1959: 176, 189). El juicio de Wolf es confirmado por quienes indiscutiblemente son los tres más autorizados investigadores de la materia: José M. Ots Capdequi, José Miranda y Silvio Zavala. Ots Capdequi escribe: No puede penetrarse en la entraña del verdadero significado histórico de las instituciones sociales, económicas, jurídicas que se encuadran dentro del llamado Derecho Indiano si no se tiene a la vista este hecho histórico que yo he anotado ampliamente en algunas de mis publicaciones: que la obra del descubrimiento, conquista y colonización de América no fue en su sentido estricto, en sus orígenes, una empresa de Estado... Si analizamos el conjunto de las capitulaciones que en gran parte se conservan en el Archivo General de Indias, de Sevilla, advertimos claramente al predominio acusado, absorbente, del interés privado, de la iniciativa privada en la organización y el sostenimiento de las expediciones descubridoras. Fue lo corriente que esas expediciones las costearen los grandes mercaderes... Después de la esclavitud pura y simple, fue la encomienda la principal institución mediante la cual los empresarios españoles se resarcieron de sus inversiones, pues les permitía exigir tributos y trabajos a la población indígena, José Miranda resume así la "función económica" de los encomenderos: Aunque el encomendero continental tuviera mucho de señor feudal, a la europea, por lo que retiene del feudalismo medieval... no parecen interesarle vivamente su posición y función como tal. No; el encomendero es, ante todo, un hombre de su tiempo, movido por el afán de lucro y proponiéndose como meta la riqueza. Entre sus contemporáneos, es el encomendero el hombre de acción en que prenden más fuertemente las ideas y los anhelos de un mundo nuevo. Dista mucho del hombre medieval; es el resultado de 89 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile una manera radicalmente distinta de entender el mundo y la vida. Ávido de riqueza, la perseguirá febrilmente; no se conformará después con la encomienda, pero lo hará pensando alumbrar en ella manantiales de riqueza. Por eso no se limita, como el señor feudal, al mero goce de tributos y servicios, sino que convierte unos y otros en base principal de varias empresas, en la médula económica de múltiples granjerías. Hará lo que cualquier empresario desde entonces acá: emplear los recursos propios o ajenos y el trabajo ajeno en la consecución de la riqueza o el bienestar propios. Así, pues, el encomendero otorgará primacía al elemento reparto capitalista de la encomienda, que es el único que puede conducirle a lo que él persigue con ahinco: la riqueza. Por eso, en un primer momento, se dedica de lleno, antes que nada, a la explotación de las minas de oro y al logro de lo que era anexo a ellas (ciertas herramientas y mantenimientos), sin descuidar la producción de lo que era indispensable para cubrir sus necesidades materiales más apremiantes (ganados y trigo). Las empresas que el encomendero establece para el aprovechamiento económico de la encomienda serán, por lo tanto, de un triple orden: mineras (para la extracción del oro, en un principio), ganaderas, y agrícolas (limitadas las agrícolas, en los primeros tiempos, casi exclusivamente a la producción de trigo) ... En el primer concepto, extraerá de la encomienda, para sus empresas, oro, mantenimiento, esclavos, ropas, etc. Estos elementos serán empleados por él: el oro en las inversiones más imprescindibles, como la adquisición de herramientas y, en caso preciso, el pago de los servidores españoles (mineros y mozos) y la compra de víveres; los mantenimientos, en el sostenimiento de sus esclavos, indios de servicios y otros trabajadores, y la cría de sus ganados; los esclavos, en las labores mineras, donde fueron la principal mano de obra, y en las agrícolas y ganaderas. Como resultado de la utilización de los diferentes elementos económicos de que dispone —procedentes de la encomienda, o con otro origen, según vivimos—, y de los medios jurídicos con que reúne esos elementos y los enlaza con los medios personales en el complicado mecanismo de sus empresas, vemos frecuentemente al encomendero cogidoen una red verdaderamente tupida de dispositivos económicos y de relaciones jurídicas: participa en varias compañías mineras, concluidas ante un escribano público; propietario de una piara de cerdos o de un rebaño de ovejas, que trae pastando en tierras de otro encomendero —con el cual ha concertado instrumentalmente contrato de compañía—, y al cuidado de un mozo español — cuyo servicio se ha asegurado mediante escritura de partido o de soldada—, y todo esto después de haber dado poder general a un familiar, amigo o criado para que administre sus pueblos y de haber conferido poderes particulares a otras personas para que gobiernen sus haciendas de labor o ganaderas, sus ingenios o sus molinos, o para la gestión de sus intereses allí donde éstos lo exijan. (Miranda, 1947: 423-424, 427, 446). Así, pues, la expansión y el desarrollo del capitalismo incorporaron a la población indígena en su expoliadora estructura monopolista inmediatamente después de la llegada de los españoles, y el capitalista y sus crecientes manadas de ganado y ovejas se apropiaron de la tierra del indígena. El nuevo capitalismo penetró tan rápida y profundamente en la organización económica aborigen que diez años después de la conquista de México se escribía: Después, debido sin duda al aumento del numerario y la gran demanda de abastecimiento, algunos pueblos indios, principalmente de los próximos a la capital y de las ciudades más importantes, prefirieron dar dinero y solicitaron la 90 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile conmutación de las especies y servicios por oro o plata. Ramírez de Fuenleal dio cuenta al Rey del cambio operado, y le pidió que removiera el obstáculo legal a las tasaciones en dinero... "ahora parece que en algunos pueblos quieren más el maíz y mantas para contratar, y dan de mejor gana el oro, porque con sus tratos ganan para el tributo y para su mantenimiento..." (Miranda, 1952:204). Como todo aquel que en una economía capitalista debe pagar, el indígena, en tiempos de inflación, prefería pagar con dinero desvalorado. Las consecuencias inmediatas de la penetración capitalista en la colectividad indígena fueron la muerte de multitud de sus componentes y la transformación de su sociedad y su cultura. En México, la población indígena, que en los días de la Conquista, en 1519, era de 11 millones, descendió a 1,5 millones en 1650 (Borah, 1951: 3). AI mismo tiempo, como anota Miranda: La fuerte presión tributaria determinó cambios importantes en la distribución de la población: de un lado, la disminución por muertes o ausencia; y de otro, la diseminación de muchos indios por las zonas rurales más deshabitadas, el rancheamiento en lugares abruptos o de difícil acceso, y el cambio de resistencia o traslado de domicilio de un pueblo a otro. Perecían o decaían algunos pueblos, nacían rancherías, algunas de las cuales se convertían con el tiempo en pueblos pequeños, y crecían algunos lugares. Una gran parte de los indios no quiso soportar los excesivos gravámenes tributarios y recurrió al único procedimiento que tenían para eludirlos, abandonar el lugar de residencia, bien para ir a habitar allí donde los españoles no podían molestarles, bien para irse a vivir a otro pueblo donde los tributos no fuesen tan pesados. (Miranda, 1952: 216-217). Los establecimientos indígenas de tiempos posteriores y, mucho menos, su estructura y relación con la sociedad mayor, no son, pues, supervivencias de los tiempos anteriores a la Conquista, sino, al contrario, productos subdesarrollados de la expansión capitalista. Desde entonces, y aún en nuestros días, hasta donde la corporación indígena se haya aislado, esta circunstancia refleja el espontáneo retiro, que es el único medio de que dispone el indígena para protegerse contra el pillaje y la explotación del sistema capitalista. En México, la encomienda fundada en el pago de un tributo en trabajo y el uso legal de indígenas encomendados duraron hasta 1549. Silvio Zavala escribe: El 22 de febrero de ese año, la Corona dirigió una importante cédula al presidente y los magistrados de la Audiencia de Nueva España... ordenando la cancelación de todas las conmutaciones del tributo en especie y en metálico por servicios personales. La puesta en vigor de esta prohibición significaba el fin de la encomienda como institución laboral, porque en lo adelante todos los tributos tenían que pagarse en dinero, en productos agrícolas u objetos de artesanía. Se tiene prueba de que el decreto fue puesto en vigor... ¿A través de qué canales podría obtenerse ahora la mano de obra necesaria para continuar los trabajos de la colonia? El propósito, por tanto, era establecer un sistema de trabajo asalariado voluntario, con tareas moderadas; pero en previsión de que los indígenas no quisieran ofrecer sus servicios voluntariamente... Nueva España, instituyó el cuatéquil, o sea el sistema de trabajo pagado forzoso. Este sistema, en conjunción con las anteriores prácticas indígenas, iba a desarrollarse en mayor escala en Perú bajo el nombre de mita, institución diferente de la 91 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile esclavitud y del servicio personal de la encomienda, a las cuales se dio de lado durante el proceso que estamos describiendo... Los indígenas... recibían un estipendio diario... Las diferencias principales entre el cuatéquil de Nueva España y la mita del Perú residen en el hecho de que el primero afectaba, por lo general, a indígena, residentes en lugares próximos al de trabajo, mientras que en el Perú los jornaleros tenían que recorrer distancias mucho más grandes. En Nueva España, el periodo de trabajo era casi siempre de una semana, y cada indígena se presentaba para trabajar tres o cuatro semanas en el año. Los períodos peruanos de trabajo duraban meses. La cuota de trabajadores con que contribuían las aldeas de Nueva España era, por lo común, de un 4 %, en Perú de una séptima parte, o sea alrededor de un 14 %. En Tucumán, se tomaba un indígena de cada doce... El sistema de trabajo pagado compulsorio... vino a ser al cabo la principal fuente de brazos de la colonia. Ni siquiera los encomenderos quedaron fuera de la institución del cuatéquil. Si necesitaban peones, no podían tomarlos ya directamente de sus aldeas encomendadas a modo de tributo. Como otros colonos privados, estaban obligados a pedir a un juez repartidor los indígenas que necesitaran, y los peones así provistos no trabajaban ya gratuitamente, sino que tenían derecho a recibir del encomendero el jornal de costumbre... En el capítulo precedente apuntamos que la encomienda no acarreaba el derecho a la tierra, y ahora vemos que el encomendero perdió el dominio sobre el trabajo de sus aborígenes, puesto que éste era independientemente regulado por las autoridades reales... En 1601 y 1609 se emitieron nuevas cédulas con el propósito de establecer el trabajo pagado voluntario, poniéndose fin así a la obligatoriedad... Desde hacía años, los agricultores españoles habían empezado a atraer a sus fincas a los indígenas de las aldeas vecinas, a los que se llamaba gañanes o laboríos. Así, en vez de aguardar por la periódica asignación de indígenas a cargo de las autoridades públicas, tenían familias indígenas residiendo continuamente en sus tierras como mano de obra... Además, los terratenientes habían empezado a hacer todo lo que les era dable para reforzar su posesión de gañanes, privándoles a su placer de la libertad para abandonar la finca. El medio legal por el que se consiguió esta retención consistió en adelantos de dinero y mercancías, lo que, al endeudar el gañán, lo ataba a la tierra. Este método, y no la antigua encomienda del siglo XVI, es el verdadero precursor de la hacienda mexicana de tiempos recientes. Por este último sistema, el amoposee la tierra por merced, compra u otro título legal, o quizás sólo por haberse apoderado de ella, y atrae gañanes a su finca y los mantiene en ella haciéndoles contraer deudas con él. El pensador liberal del periodo de la colonización no dejó de ver con desconfianza a este sistema de servidumbre agraria por deudas, y lo criticó, como antes había criticado a la esclavitud, la encomienda y el cuatéquil. El gobierno español dictó ordenanzas significativas limitando el monto del endeudamiento legal... A pesar de estas restricciones jurídicas... los hacendados habían extendido ya el sistema de gañanía y lo habían consolidado mediante deudas... El creciente número de peones y el aislamiento de las haciendas originaron gradualmente la costumbre del castigo de los peones por el amo o quienes lo representaban, pero esto no quiere decir que el amo poseyera autoridad judicial, porque la justicia del rey interviene siempre que se cometía un delito grave. El sistema de peonaje tenía, pues, raíces coloniales, pero en ese periodo la vigilancia de las autoridades públicas proporcionaba una cierta protección a los trabajadores. Cuando, posteriormente, el dejar hacer y otras teorías abstencionistas del derecho público dejaron solos e indefensos a los peones contra el poder económico de sus amos, la rudeza del régimen de las haciendas aumentó y la población e importancia de las aldeas indígenas disminuyeron continuamente en relación a las haciendas que empleaban peones. Ya hemos dicho qua el laboreo obligatorio de las minas de mantuvo hasta pasado el año 1633, pero en ese tiempo 92 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile aumentó el número de obreros libres atraídos por los salarios relativamente altos de los mineros... El recurso del endeudamiento tramposo funcionó en las minas al igual que en las haciendas. (Zavala, 1943: 85-101). Por ende, en su incorporación del indígena, no menos que la de todos los otros, el desarrollo del capitalismo generó, en diferentes épocas y lugares, las formas institucionales que convenían a sus cambiantes necesidades. Este crecimiento capitalista y sus instituciones transformaron toda la urdimbre de la sociedad aborigen desde el principio y han continuado determinando el estilo y calidad de la vida indígena desde entonces. Wolf comenta al respecto: La Conquista no sólo destruyó a las personas físicamente, sino que también despedazó la trama usual de sus vidas y los motivos que las animaban... La sociedad nacida de la conquista española... sacrificó a los hombres por la producción de objetos que no tenían otro fin que el de aumentar lo más posible las ganancias y la gloria del conquistador individual... El indígena explotado no podía hallar sentido universal alguno a sus padecimientos... Así, pues, los indígenas, no sólo fueron victimas de la explotación y el derrumbe biológico, sino que también sufrieron una deculturación —"pérdida de cultura"—, y en el curso de tales maltratos vinieron a sentirse ajenos a un orden social que tan mal empleaba sus recursos humanos. Eran extraños a él, y un abismo de desconfianza los separaba de los fines y los gestores del mismo. La nueva sociedad podía disponer del trabajo de ellos, pero no de su lealtad. Esta sima no se ha cerrado con el paso del tiempo. (Wolf, 1959: 199). No obstante, no todos los indígenas sufrieron el mismo destino económico, social y cultural. La diferencia entre el peón indígena de la hacienda y el indígena que en su comunidad producía por su propio derecho es puesta en relieve, entre otros, por Antonio Quintanilla, hasta donde concierne a las manifestaciones socio-culturales: "... el indio de las comunidades... tiene la conciencia de ser libre. Lo que más valora es la tierra y posee tierra. En esta posesión de la tierra se fincan una serie de virtudes cívicas que al otro indio (de las haciendas) no posee"... "La organización comunal y su protección legal, han permitido a centenares de miles de indios de llevar una vida relativamente aceptable, pues como se apuntó más arriba, los niveles de vida, los valores cívicos, la libertad de acción y de opinión y, en una palabra, la felicidad de los indios comuneros no admite comparación con las condiciones infrahumanas de los indios de las haciendas o los que deambulan en las ciudades de la sierra en busca de trabajo"... "El indio siervo de las haciendas es huraño, hosco y silencioso, frecuentemente servil, mentiroso y traicionero. Estas notas esencialmente negativas constituyen la expresión de... un estado de inferioridad, y una larga experiencia de explotación e injusticia." (Quintanilla, sin fecha: 12, 18). Aunque sin duda importante, esta diferencia entre el indígena de la hacienda y el de las comunidades -especialmente cuando el último, por carecer de bastante tierra, se ve forzado a trabajar en las condiciones del otro— es anulada por la explotación común a que el mismo sistema capitalista somete a ambos. Podemos volver, entonces a examinar el papel de los indígenas en la estructura y el desarrollo de este sistema. Como ya observamos en nuestro ensayo acerca de Chile, el siglo XVII presenció la decadencia de la producción minera de las colonias, deprimió la economía de la 93 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile metrópoli y separó a ambas más de lo que habían estado en el siglo anterior o de lo que estarían en los siguientes. La polarización urbano-rural de las colonias parece haber aumentado. La población urbana, la manufactura y la demanda de productos del campo crecieron a despecho del continuo descenso de la población (Borah, 1951: 30). En respuesta a este crecimiento urbano y a la decadencia de la producción y rentabilidad de la minería, la producción agrícola creció también en importancia y se concentró paulatinamente en la hacienda española más que en el poblado indígena. Los investigadores de este proceso en México lo interpretan como la involución de una economía que se concentraba en sí misma a causa de una depresión económica. (Chevalier, 1956; Borah, 1951; Wolf, 1959). He sostenido en otros estudios que esta interpretación no es correcta. (Frank, 1965 a.) El crecimiento y consolidación de la hacienda de México, y el consecuente menoscabo de la producción agrícola en pequeña escala (indígena en este caso), fueron ocasionados entonces, y han sido originados siempre, por el aumento de la demanda y de los precios de los productos agrícolas, al igual que en los casos de Chile y el Brasil que se estudian en este libro, y en los evidentes ejemplos de la Argentina y las Antillas. (Frank, 1965 b). Así, pues, el siglo XVII presenció el desarrollo de las principales formas institucionales campesinas que, en la hacienda y la comunidad indígena han persistido en la mayor parte de Indoamérica hasta hoy. Pero estas mismas instituciones han sido desde entonces lo bastante flexibles para adaptarse a las fluctuaciones y transformaciones de la economía mundial y nacional. América Latina ha estado envuelta en los cambios y fluctuaciones importantes del mercado desde el período de la primera conquista europea. Parecería, por ejemplo, que a la rápida expansión del comercio en Nueva España durante el siglo XVI siguió un "siglo de depresión" en el XVII. La inactividad se repitió en el siglo XVIII, renovándose la contracción y desintegración del mercado en la primera parte del XIX. Durante el resto de este siglo y comienzos del XX, muchos países latinoamericanos se vieron repetidamente envueltos en súbditas actividades especulativas de producción para mercados extranjeros, a menudo con resultados desastrosos en el caso de quiebra del mercado. Comunidades enteras podían encontrar perdido su mercado de la noche a Ia mañana y retornar a la producción de subsistencia, para su propio consumo¹... Redfield ha reconocidoalgunas facetas de este problema en su categoría de los "pueblos rehechos"... pueblos que una vez hogaban en la corriente del desarrollo comercial, sólo para ser arrojados a sus empobrecidas orillas. En este ciclo de cosechas para subsistir y cosechas para vender, las primeras aseguran un nivel de subsistencia mínimo pero estable, mientras que las segundas prometen más recompensas en dinero, pero envuelven a la familia en los riesgos del oscilante mercado. El campesino lucha siempre con el problema de hallar algún equilibrio entre la producción para subsistir y la producción para vender. Los anteriores ciclos de producción por dinero le han permitido comprar bienes y servicios que no puede tener si sólo produce para su propia subsistencia. Sin embargo, una tentativa a fondo de aumentar su capacidad para comprar más bienes y servicios de esta clase, pude significar su desaparición como productor agrícola independiente. Tiende, pues, a conformarse con un mínimo básico de producción para subsistir y una ampliación lenta de sus compras al contado. (Wolf, 1955: 462-464.) Siendo, como es, carne y hueso del accidentado desarrollo capitalista, este proceso continúa aún. Cuando los precios mundiales y locales (estos últimos manipulado de 94 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile una forma monopolista), bajan tanto que los indios del sur de México reciben una libra de maíz por libra de café (que cultivan para los mercados nacional y mundial), dejan de producir café para aumentar la producción de maíz y se convierten entonces en "agricultores aislados de productos de subsistencia". Dos cosas parecen inferirse de este examen. Primera, al estudiar la América Latina del presente, perecería aconsejable no tratar la producción para la subsistencia y la producción para el mercado como si fueran dos etapas de un desarrollo progresivo. Antes bien, debemos tener en cuenta la cíclica alternancia de los dos tipos de producción dentro de la misma comunidad y comprender que, desde el punto de vista de ésta, ambas clases pueden ser respuestas alternas a cambios de las condiciones del mercado exterior. Esta quiere decir que no basta el estudio sincrónico del mercado... Segunda, debemos buscar los mecanismos por los cuales son posibles tales variaciones. (Wolf, 1955: 464.) 1. Véase ejemplos de particular importancia y sus consiguientes análisis en el capítulo III. C. LA ESTRUCTURA En cuanto al presente, el Instituto Nacional Indigenista de México resume la estructura y los mecanismos en términos similares a los míos: Los indígenas, en realidad, rara vez viven aislados de la población mestiza o nacional; entre ambos grupos de población existe una simbiosis que es indispensable tomar en cuenta. Entre los mestizos, residentes en la ciudad núcleo de la región, y los indígenas, habitantes del hinterland campesino, hay, en verdad, una interdependencia económica y social más estrecha de lo que a primera vista pudiera parecer... La población mestiza, en efecto, radica casi siempre en una ciudad, centro de una región intercultural, que actúe como metrópoli de una zona indígena y mantiene, con las comunidades subdesarrolladas, una íntima conexión que liga el centro con las comunidades satélites. La comunidad indígena o folk era parte interdependiente de un todo que funcionaba como una unidad, en tal forma que las acciones ejercidas sobre una parte repercutían inevitablemente sobre las restantes y, en consecuencia, sobre el conjunto. No era posible considerar a la comunidad separadamente; había que tomar en cuenta, en su totalidad, al sistema intercultural del cual formaba parte... La permanencia de la gran masa india en su situación de ancestral subordinación, con el goce de una cultura folk fuertemente estabilizada, no sólo fue deseada por la ciudad, sino aún impuesta en forma coercitiva... Es en Ciudad de Las Casas, donde la cultura ladina de tipo europeo presente avances mayores... se ve con mayor énfasis el dominio que ejercen los ladinos¹ sobre los medios económicos, políticos y de la propiedad en general. (Instituto Nacional, 1962: 33-34, 27, 60.) Esta es, pues, la situación contemporánea en México, después de los "cincuenta años de revolución" de que este país se enorgullece tanto, porque liberó a la población rural del dominio de la hacienda supuestamente feudal. En La Democracia en México, el director de la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de México llama "colonialismo interno" a este estado de cosas y 95 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile observa que afecta a un creciente número de un 10 a un 25% de la población mexicana (González Casanova, 1965: 52-89.) Dejo a la imaginación del lector cómo serán las cosas en el Perú y el Ecuador, donde la mitad de la población es indígena y no ha ocurrido revolución alguna, o en Guatemala y Bolivia, donde la contrarrevolución ha triunfado ya. Como observa Wolf: "Privada de tierra y agua por la conquista y el subsiguiente acoso (particularmente las reformas liberales del siglo XIX, que sustituyeron la propiedad comunal por la privada), la comunidad indígena raza vez puede ser autosuficiente. No sólo debe exportar personas, sino también artesanía y trabajo... Sin el mundo exterior, además, el indígena no puede cerrar nunca la creciente brecha entre su producción y sus necesidades." (Wolf, 159: 230.) Stavenhagen a su vez dice: "El mundo económico indígena no es un mundo cerrado. Las comunidades indígenas sólo están aisladas en apariencia. Por el contrario, participan en sistemas regionales y en la economía nacional. Los mercados y las relaciones comerciales representan el eslabón principal entre la comunidad indígena y el mundo de los ladinos, entre le economía de subsistencia y la economía nacional. Es cierto que la mayor parte de la producción agrícola de los indígenas es consumida por ellos. También es cierto que el ingreso generado por los indígenas sólo representa una proporción mínima en el producto nacional (incluso en Guatemala en donde la población indígena es más que la mitad de la población total). Pero la importancia de estas relaciones no se encuentra en la cantidad de producto comercializado, o en el valor de los productos comprados; se hallan más bien en la calidad de las relaciones comerciales. Estas son las relaciones que han transformado a los indígenas en una 'minoría' y que los ha colocado en el estado de dependencia en que se encuentran actualmente". (Stavenhagen, 1963: 78). Así, pues, las relaciones entre los indígenas y otros ciudadanos son muchas, pero todos los autores aquí citados concuerdan en que nunca son relaciones de igualdad. El indígena es siempre explotado. Alejandro Marroquín apunta que "tradicionalmente el indígena en la región Tzeltal- Tzotzil es explotado desde dos puntos de vista: se le explota como trabajador al servicio de los terratenientes y hacendados que utilizan la mano de obra indígena pagando precios bajos por cada jornada de trabajo; y se lo explota en su carácter de pequeño productor; el indígena produce artículos que algunas veces son solicitados vehementemente en el mercado nacional..." (Marroquín, 1956: 200). 1. Los ladinos son ex-indios y e veces, también, descendientes de criollos que difieren económica y étnicamente, de los indios y que ocupan los estratos sociales íntermedios en los países latinoamericanos de poblaciones indígenas significativas. En otras partes de México se les llama "mestizos"; en los países andinos, "cholos", o en estratos algo más altos, "mistis". Véase una clasificación de los estratos sociales latinoamericanos, en términos culturales, en Wagley, 1955. D. EL TRABAJADOR 96 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Es difícil encontrarmuchos indígenas, incluso en México después de su reforma agraria, que posean bastante tierra para llevar una vida que justifique su integración en la sociedad humana. Generalmente se admite que los indígenas, en el transcurso de la historia, han sido despojados de sus tierras por medios legales e ilegales, a menudo no tanto porque otros codiciaran la tierra en sí, sino porque se quería llevarles a la dependencia, negándoles la posesión de los recursos necesarios para su vida independiente. Los estudios contemporáneos acerca de la tenencia de la tierra en varios países de la América Latina indica que Ios indígenas continúan perdiendo sus predios; y no hablemos de la fertilidad de éstos. Esta carencia de tierra es la clase, sin duda, del estado de inferioridad, explotación, pobreza, incultura, en una palabra, del subdesarrollo de los indígenas, y de muchos otros que participan de lleno en el proceso social del desarrollo capitalista. Por esta razón Stavenhagen puede afirmar que, "desde el punto de vista de la estructura económica global, la comunidad de autosubsistencia tiene la función de ser una reserva de mano de obra": que... "la propiedad privada de la tierra beneficia a los ladinos y perjudica a los indios", y que, "la acumulación de tierras por parte de los ladinos les sirve para obtener y controlar una mano de obra barata" de indígenas y otros y que "el indio siempre es el empleado y el ladino siempre el patrón". (Stavenhagen, 1963: 71, 75, 77). No es extraño que los indígenas valoren la forma corporativa de su comunidad, la que, mediante la propiedad en común y la rigurosa sanción social de la venta a extraños de parcelas personales, les proporciona alguna protección contra el robo de sus tierras. Obviamente, es la falta de tierra la que obliga a los indígenas y ex indígenas desposeídos a alquilar su trabajo por estipendios muy bajos (y a veces, por ninguno) a los terratenientes y otros propietarios, a fin de obtener un pedazo de tierra casi estéril, un techo que gotea sobre sus cabezas, algo de maíz, trigo o cerveza, o unos pocos pesos. Pero es también la insuficiencia de tierra, entre los que tienen alguna, la que fuerza a los indígenas comunales y a otros pequeños propietarios a someterse, por pan para sus hijos y pasto para sus animales, a la explotación de los ladinos y otros individuos que tienen la suerte de haber robado, extorsionado o heredado bastante tierra y capital de los indígenas y de otros, para vivir hoy de la explotación de ellos. En este sentido Melvin Tumin informa que en Jilote-peque "un jornalero ladino gana 50 por ciento más que un jornalero indígena, pero el costo de mantenimiento de una mula es aún superior al jornal de un ladino" (Citado por Stavenhagen, 1963: 71). La organización de este sistema expoliador asume toda clase de formas, como la de nacer, trabajar como peón y morir en la misma hacienda, o la de trabajar por la mitad de la cosecha en tal hacienda, si se tiene la suerte de poder quedarse siquiera con la mitad de lo que uno produce; o la de dejar la parcela propia en manos de la familia para ir a trabajar en la hacienda vecina; o la de dejar cientos de kilómetros desde las montañas, todos los años, para recoger el café de otros, especialmente si estos otros son los dueños de "su" tierra en la montaña; o la de emigrar como bracero a miles de kilómetros, a California, por ejemplo, para servir como mano de obra barata; o la de combinar estas actividades con alguna clase de comercio menor y algún empleo ocasional, cuando éste se presenta en los pequeños pueblos provincianos; o la de emigrar a la capital de la provincia o la nación, para convertirse allí en indigente ocasionalmente empleado; en todos los casos, integrándose de lleno en una estructura económica, política y social de metrópoli- satélite capitalista que obtiene todos los provechos posibles de la corta y lamentable 97 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile vida de uno, sin hacer que uno participe nunca de las ventajas que esa misma estructura social genera. E. EL MERCADO Los indígenas y los demás, aparte ser explotados como trabajadores, como observa Alejandro Marroquín, son explotados también como pequeños productores, vendedores y como compradores en el mercado local, regional y nacional... Sus escasos conocimientos de las leyes de la oferta y la demanda le impiden valorar adecuadamente los productos que lleva a vender al mercado citadino; es así como el indígena se convierte en un instrumento en manos de los acaparadores que le arrebatan sus productos pagando por ellos precios irrisorios, para venderlos posteriormente a precios relativamente elevados. (Marroquín, 1956: 200.) Stavenhagen sostiene que de los diversos tipos de relaciones que se establecen entre indios y ladinos, las relaciones comerciales son las más importantes. El indio participa en esas relaciones como productor y consumidor; el ladino siempre es el comerciante, el intermediario, el acreedor... Son justamente las relaciones comerciales las que ligan el mundo indígena con la región socioeconómica a la que está integrado, y con la sociedad nacional, así como con la economía mundial... Es evidente que las relaciones comerciales entre indios y ladinos no son relaciones de igualdad. (Stavenhagen, 1963: 80.) Estas relaciones comerciales asumen multitud de formas. Marroquín resume algunas de ellas en su estudio de La Ciudad Mercado (Tlaxiaco). La función distribuidora se realiza en el mercado semanal de Tlaxiaco, en el que se reparte la multitud de objetos traídos de Puebla, Oaxaca, Atlixco, o de México... La función concentradora es la inversa: el mercado semanal concentra una serie de mercancías regionales en Tlaxiaco, para su envío los principales centros de consumo; por otra parte, las dos antedichas funciones se efectúan principalmente a través del intercambio comercial, o sea a través de la creciente actividad de compradores y vendedores, la que deja un excedente de ganancia a los negociantes profesionales. La función monopolizadora es una etapa superior de la función concentradora y consiste en la monopolización que llevan a cabo los agentes de compra de los grandes comerciantes, de Puebla y México principalmente, quienes tratan de controlar la producción de aquellos productos indígenas más en demanda en los centros de consumo más importantes del país. Marroquín agrega: Los indígenas que producen sombreros de palma pertenecen a los pueblos más atrasados en su economía... a esa actividad se dedican tanto los padres como los hijos, en jornadas larguísimas que consumen más de 18 horas diarias. El atraso cultural de estos indígenas los deja completamente a merced de los compradores los cuales, basados en su poderío económico, fijan los precios de los sombreros a su entero arbitrio, sin otros limites que los que entre sí se fijan por efecto de la competencia. En el mercado de sombreros son frecuentes los intermediarios; ya en los mismos pueblos de los indígenas existen uno o dos acaparadores que compran muchos sombreros para traerlos a vender a Tlaxiaco el día sábado; ellos aseguran su ganancia comprando a muy bajos precios los sombreros producidos por el indígena y que éste vende en su pueblo obligado tal vez por algún apremio económico. 98 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Los agentes de compras, por el contrario, tienen por objeto acaparar determinados productos indígenas para enviarlos a los centros urbanos en donde existen gran demanda de tales productos. Los agentes de compras dependen de importantes centros expendedores tales como México, Puebla, Oaxaca, etc.. y tienen un perfecto conocimiento de las fluctuaciones del mercado en esos lugares, y de acuerdo con tales fluctuaciones determinan los precios de los productos indígenas.Los productos indígenas más codiciados por los agentes de compras son los huevos, las gallinas y los pavos, el aguacate y el café. El trabajo de las agencies compradoras se facilita por una tupida red de intermediarios que mediante pequeñas compras van acumulando los productos indígenas y los entregan posteriormente en grandes cantidades a los agentes respectivos. Estos intermediarios son todos nativos de Tlaxiaco... Entre el productor y el consumidor se han interpuesto siete pares de manos que han provocado la elevación del precio de $ 0.16 a $ 0.50, o sea en más del 300%. Los productos indígenas llegan a Tlaxiaco para regarse después por los grandes centros urbanos del país; pero en su breve tránsito por Tlaxiaco han contribuido a fortalecer el sector comerciante de la ciudad; la ganancia, arrancada parasitariamente del hambre y la miseria del indígena, consolida el poderío y la fuerza concéntrica de Tlaxiaco, como núcleo fundamental de la economía de la región mixteca. Resumiendo podemos señalar como características generales del mercado citadino de Tlaxiaco: 1º el predominio completo del sistema capitalista mercantil; 2º lucha competitiva intensa, como corresponde a todo sistema económico capitalista; poderosa influencia de los monopolios de distribución; 4º espesa red de intermediarios que constituye un pesado lastre sobre la economía indígena; 5º aspecto parasitario de la economía de Tlaxiaco que se basa en la explotación del trabajo desvalorizado del indígena. (Marroquín, 1957: 156-163.) Debería observarse especialmente que la falta de recursos y de información para negociar que coloca a los indígenas en posición desventajosa en el mercado, es agravada por los frecuentes y grandes oscilaciones de la demanda, la oferta y los precios, que a menudo provocan de una forma monopolista con fines especulativos los comerciantes mismos. Eric Wolf describe le situación: (A los) compradores de productos agropecuarios les interesa mantener el "atraso" del campesino. Para reorganizar el aparato productivo de éste se requerirían capitales y créditos que pueden emplearse mejor en la expansión del mercado, adquiriendo medios de transporte contratando intermediarios, etc. Además dejando intacto el aparato productivo el comprador puede reducir el riesgo de la paralización de su capital en medios de producción en poder del campesino, cuando el mercado afloje. Los compradores de productos campesinos canjean así la productividad creciente por hombre-hora por una mayor seguridad para sus inversiones. Se puede decir que la esterilidad de la tierra y la pobreza de le tecnología son factores del mercado especulativo. En caso de necesidad, el inversionista se limita a retirar el crédito al campesino, mientras que éste, por su parte, regresa a la producción de subsistencias confiando en su tecnología tradicional. (Wolf, 1955: 464.) F. EL CAPITALISMO 99 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La estructura y el desarrollo del sistema de capitalismo monopolista se manifiestan, pues, en el "problema indígena" en particular y en la generación de subdesarrollo en nivel provincial en general, como Marroquín infiere en las conclusiones a que llega después de su estudio de Tlaxiaco: Así, pues, el desarrollo del capitalismo engendra más subdesarrollo en la comunidad indígena que en la mayoría de las otras. Por ende, el "problema" del indígena y su comunidad, desde su punto de vista, consiste en una lucha constante por la supervivencia en un sistema en que él, como la inmensa mayoría de los demás, es víctima de la forma desigual en que el capitalismo se desarrolla dentro de la estructura metrópoli-satélite capitalista. Es una batalla perdida la que el indígena ha librado a lo largo de cuatro siglos. Aún Ia sigue perdiendo y, como millones de otros, continuará perdiéndola hasta que derribe el sistema, tarea que nadie puede hacer por él. Porque el abandono de su comunidad tampoco ofrece al indígena solución alguna. Escribiendo en nombre de la Comisión de Reforma Agraria y Vivienda del Perú, Antonio Quintanilla describe el continuo proceso de transformación de la comunidad indígena y su abandono por el indio: Desde el punto de vista económico, el indio que sale de su comunidad adopta, obligado por las circunstancias y también por su propio deseo, una actitud económica individualista en vez de colectiva. Con esto queremos decir que el indio, fuera de Ia comunidad y como individuo, entra en actitud de competencia frente de todo otro individuo que está en condiciones análogas a las suyas. Esta competencia se manifiesta en todas las circunstancias, pero es muy grave en el mercado de trabajo dada la abundancia de oferta y las condiciones de gran inferioridad del grupo indio en conjunto. Para los indios que continuaban como agricultores la desaparición de la organización comunal traería como consecuencia no sólo su fácil explotación por parte de elementos inescrupulosos —que la experiencia ha demostrado en la mayoría— sino también los propios agricultores indios entrarían en una competencia ruinosa pare ellos, dada su escasa capacidad monetaria, pobre técnica agraria y tamaño antieconómico de sus parcelas. Pretender que los indios, con su escasez de recursos, ese incorporen en competencia activa dentro de un sistema individualista equivaldría a hundirlos en una miseria aún mayor. Se hace, pues, necesario encontrar nuevas formas organizadoras que reemplacen a la comunidad que inevitablemente va a desaparecer... Este proceso librado a su propia espontaneidad, puede finalmente lograr Ia incorporación del indio a los patronos occidentales y la desaparición de la economía de subsistencia, pero pagando un terrible precio de miseria, tuberculización masiva, pavorosa mortalidad infantil, desocupación, criminalidad, etc. El problema, pues, está cambiando de escenario, pero no de actores. Las mismas masas humanas que dejan de ser objeto del 'problema del indio' pasan a ser el 'problema de las barriadas' que es el problema de un subproletariado urbano, en extrema miseria y que crece cada vez más (Quintanilla, sin fecha: 19-20.) Rodolfo Stavenhagen cree también que "la ladinización... significa sólo la proletarización del indio... o, en su caso, una lumpenproletarización rural (valga el término). (Stavenhagen, 1963: 99, 103.) El "problema indígena", por ende, no reside en ninguna falta de integración cultural o económica del indígena en la sociedad. Su problema, como el de la mayoría del pueblo, reside, por lo contrario, en su misma integración expoliadora en la estructura metrópoli-satélite y en el desarrollo del sistema capitalista generador de subdesarrollo general. 100 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile Capítulo tercero: EL DESARROLLO DEL SUBDESARROLLO CAPITALISTA EN BRASIL A. EL MODELO, LAS HIPÓTESIS El subdesarrollo en el Brasil, como en todas partes, resulta del desarrollo del capitalismo. El golpe militar de abril de 1964 y los sucesos políticos y económicos que lo siguieron son consecuencias lógicas de esa evolución capitalista¹. Mi propósito aquí es rastrear y explicar el desarrollo capitalista del subdesarrollo en el Brasil desde su colonización por Portugal en el siglo XVI, y mostrar cómo y por qué, dentro de le estructura metrópoli-satélite del capitalismo colonialista e imperialista, hasta el desarrollo económico e industrial de que Brasil es capaz, queda necesariamente reducido a un desarrollo subdesarrollado. Mi objeto no es un estudio exhaustivo del Brasil per se; antes bien, intento valerme del caso del Brasil para estudiar la naturaleza del subdesarrollo y las limitaciones del desarrollo capitalista. Para explicar el subdesarrollo y el crecimiento limitado del Brasil y áreas similares, se suele recurrir al modelode una sociedad dualista. Por ejemplo, el geógrafo francés Jacques Lambert dice en su libro Os Dois Brasís (Los dos Brasiles): Los brasileños están divididos en dos sistemas de organización económicosocial (...). Estas dos sociedades no evolucionan al mismo paso (...). Los dos Brasiles son igualmente brasileños, pero varios siglos los separan (...). En el curso del largo período de aislamiento colonial se formó una cultura brasileña arcaica, cultura que en su aislamiento conserva la misma estabilidad que aún retienen las culturas indígenas de Asia y el Cercano Oriente (...). La economía dual y la estructura social dual que la acompaña no son nuevas ni característicamente brasileñas, pues existen en todos los países desigualmente desarrollados. (Lambert, sin fecha, 105- 112.) Del mismo criterio participan Arnold Toynbee (1962) y muchos otros. Celso Furtado (1962), ministro de Planeación de Brasil hasta el golpe de 1964, llama sociedad abierta al Brasil capitalista moderno, industrialmente más adelantado, y sociedad cerrada al Brasil campesino arcaico. La tesis esencial de todos estos investigadores sostiene que el Brasil moderno está más desarrollado porque se funda en una sociedad capitalista abierta, y que el Brasil arcaico permanece subdesarrollado porque no es un conjunto abierto a la industria y al mundo en general, y, particularmente, porque no es lo bastante capitalista, sino, al contrario, precapitalista, feudal o semifeudal. Por ende, el desarrollo se considera a menudo como una difusión: "En Brasil, el motor de la evolución está en todas partes de las ciudades de donde irradia hacia el campo." (Lambert, s. f., 108.) El Brasil subdesarrollado florecería si se abriera, y el Brasil desarrollado se desarrollaría aún más si aquél cesara de obstaculizarlo y abriera su mercado a los productos industriales. Mi análisis de la experiencia histórica y contemporánea de Brasil sostiene que este patrón dualista es erróneo en la práctica e inadecuado y engañoso en la teoría. (El modelo dualista y su tesis se examinan y critican con más detalle en el capitulo IV.) 101 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile En su lugar puede proponerse un modelo alternativo. Como una fotografía del mundo tomada desde un punto en el tiempo, este modelo se compone de una metrópoli mundial (hoy los Estados Unidos) con su clase gobernante, y de satélites nacionales e internacionales con sus dirigentes: satélites nacionales como los estados del Sur norteamericano y satélites internacionales como Sao Paulo. Siendo Sao Paulo también una metrópoli nacional por su propio derecho, el prototipo incluye los satélites paulistas: las metrópolis provinciales como Recife o Belo Horizonte y sus satélites regionales y locales. Esto es, tomando una fotografía de una parte del mundo, obtenemos toda una cadena de metrópolis y satélites que abarca desde la metrópoli mundial hasta la hacienda o el comerciante rural, siendo estos satélites del centro metropolitano comercial de la localidad y metrópolis, a su vez, de sus respectivos campesinos. Si tomamos una fotografía del globo entero, obtenemos toda una serie de tales constelaciones de metrópolis y satélites . Varias características importantes distinguen a nuestro modelo: 1) Estrechos lazos económicos, políticos, sociales y culturales entre cada metrópoli y sus satélites, de los que resulta la integración el sistema incluso de los grupos de avanzada y los campesinos más remotos. Este aserto contrasta con las supuestas reclusiones y la no incorporación de grandes partes de la sociedad que propone el modelo dualista. 2) Estructura monopolista de todo el sistema en la que cada metrópoli monopoliza a sus satélites; la fuente o la forma de este monopolio varía de un caso a otro, pero el monopolio está presente en todo el sistema. 3) Como ocurre en cualquier sistema monopolista, despilfarro y mala canalización de los recursos disponibles en todo el sistema y cadena de metrópolis y satélites. 4) Como parte de este mal empleo de recursos, expropiación y apropiación de gran parte o de todo el excedente económico o plusvalía del satélite por su metrópoli local, regional, nacional o internacional. En vez de una fotografía de un momento histórico, el modelo puede ser visto como una película cinematográfica del curso de la historia. En este caso muestra las siguientes características: 1) Expansión del sistema desde Europa, hasta que incorpora a todo el planeta en un solo sistema y estructura mundial. (Si los países socialistas han podido escapar de este sistema, actualmente existen dos mundos, pero en ningún caso tres.) 2) Desarrollo del capitalismo, primero mercantil, después industrial también, como un solo sistema en escala mundial. 3) Tendencias polarizantes, propias de la estructura del sistema, en los niveles mundial, nacional, provincial, local y sectorial, las cuales fomentan el desarrollo de la metrópoli y el subdesarrollo del satélite. 4) Fluctuaciones dentro del sistema, como auges y depresiones, que se transmiten de la metrópoli al satélite, y como la sustitución de una metrópoli por otra: de Venecia a la Península Ibérica, a Holanda, a Inglaterra, a los Estados Unidos. 5) Transformaciones dentro del sistema, como la llamada Revolución Industrial. Entre estas transformaciones subrayamos especialmente, más adelante, ciertos cambios históricos importantes de la fuente o del mecanismo del monopolio que la metrópoli capitalista mundial ejerce sobre sus satélites. De esta pauta en que la condición metropolitana "genera desarrollo y la condición satélite", subdesarrollo, podemos derivar varias hipótesis acerca de las relaciones metrópoli-satélite y sus consecuencias. Estas hipótesis difieren en importantes aspectos de ciertas tesis generalmente aceptadas, en particular las referencias al modelo dualista: 1) Una metrópoli (por ejemplo, una metrópoli nacional) que es al mismo tiempo satélite (de la metrópoli mundial) encontrará que su desarrollo no es autónomo, que 102 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile por sí mismo no genera ni mantiene su desarrollo, que éste está limitado o mal orientado, que experimente, en dos palabras, un desarrollo subdesarrollado. 2) El aflojamiento, debilitamiento o ausencia de vínculos entre metrópoli y satélite llevará a este último a una vuelta hacia sí mismo, a una involución que puede tomar una de dos formas: Una involución capitalista pasiva hacia una economía de subsistencia, al parecer aislada y de extremo subdesarrollo, como la del Norte y el Nordeste del Brasil. Aquí pueden surgir los rasgos en apariencia feudales o arcaicos del "otro sector" del modelo dualista. Pero estos rasgos no son originales de la región ni se deben a la falta de incorporación de la zona o el país en el sistema, como ocurre en el modelo dualista. Antes bien, se deben a, y reflejan exactamente, la ultraincorporación de la zona, sus fuertes lazos (por lo general, de comercio exterior), a lo que sigue el abandono temporario o permanente de la región por su metrópoli y el aflojamiento de tales vínculos. Un debilitamiento de los lazos, unido a una involución capitalista activa, que pueden conducir a un desarrollo o industrialización más o menos autónomos del satélite y que se fundamentan en las relaciones metrópoli-satélite del colonialismo o imperialismo interno. Como ejemplos de tal involución capitalista activa pueden citarse los anhelos de industrialización de Brasil, México, Argentina, India y otras naciones durante la gran depresión de la década del 30 y la segunda guerra mundial, mientras la metrópoli se ocupaba en otras cosas. Así, pues, el desarrollo de los satélites no se produce como resultado de vínculo, más fuertes con la metrópoli, tal como lo sugiere el modelo dualista, sino, al contrario,a causa del aflojamiento de tales lazos. En la historia del Brasil encontramos muchos casos del primer tipo de involución (en Amazonia, el Nordeste, Minas Gerais y el país en general) y un importante ejemplo del segundo tipo en el caso de Sao Paulo. 3) La restitución de los fuertes lazos metrópoli-satélite puede, por ende, producir en el satélite las siguientes consecuencias: La renovación del desarrollo limitado a consecuencia de la reapertura del mercado de exportación de la zona invulnerada, como ha ocurrido periódicamente en el Nordeste del Brasil. Este desarrollo aparente es tan desventajoso a la larga como la economía exportadora inicial del satélite auspiciada por la metrópoli: el subdesarrollo continúa profundizándose. La estrangulación y desviación del desarrollo autónomo emprendido por el satélite durante el período de aflojamiento, a causa de la restitución de los fuertes lazos metrópoli-satélite como resultado de la recuperación de la metrópoli después de una depresión, una guerra u otra clase de altibajos. La consecuencia inevitable en el satélite es la reanudación del subdesarrollo, tal como ocurrió en los países ante mencionados después de la guerra en Corea. 4) Es íntima la interconexión de la economía y la estructura sociopolítica del satélite con las de la metrópoli. Cuanto más fuertes son los lazos del satélite y su dependencia de la metrópoli, tanto más se enlaza y depende de la metrópoli la burguesía del satélite, incluyendo la llamada "burguesía nacional". A la larga, y prescindiendo de los altibajos a corto plazo, una transformación histórica importante del sistema es el crecimiento de la interconexión estructural de metrópolis y satélites dentro de él, a causa del ascenso del imperialismo, el 103 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile monopolio metropolitano de la tecnología y otros cambios. Por consiguiente, debemos esperar una mayor vinculación e interdependencia entre las burguesías de metrópoli y satélite. 5) Estos nexos, esta creciente interconexión, están acompañados, o mejor dicho, produce, una creciente polarización entre los dos extremos de la cadena metrópoli- satélite del sistema capitalista mundial. Síntoma da esta polarización es la progresiva desigualdad internacional de ingresos y la disminución absoluta del ingreso real de quienes perciben los recipientes de bajos ingresos. Se da, empero, una polarización aún más aguda en el extremo inferior de la cadena, entre la metrópoli nacional o local y sus satélites rurales y urbanos más pobres, cuyo ingreso real absoluto disminuye continuamente. Esta polarización creciente agudiza la tensión política, no tanto entre la metrópoli internacional y su burguesía imperialista con las metrópolis nacionales y sus burguesías nacionales, como entre unas y otras con sus satélites rurales y urbanos. Esta tirantez entre los polos se agudiza gradualmente hasta que la iniciativa y génesis de la transformación del sistema pasa del polo metropolitano, donde por siglos ha estado, al polo satélite. Este patrón y sus hipótesis se examinaron más en el capítulo I con relación a Chile. 1. Este ensayo es la revisión de una conferencia en un simposium sobre el "Tercer Mundo" que tuvo lugar en la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, el 26-28 de febrero de 1965. Mi objeto era interpretar el golpe militar y sus consecuencias económicas en el contexto de los antecedentes históricos y en función de un modelo teórico capaz de explicar el desarrollo del subdesarrollo en todo Brasil. Como observará el lector, este interés en los acontecimientos de 1964 matiza mi tratamiento de toda la historia brasileña. No subscribo por supuesto, el concepto del "Tercer Mundo", porque este mundo es parte integrante del mundo capitalista. B. EL DESARROLLO DEL SUBDESARROLLO Volviendo a la experiencia del Brasil, este modelo puede ayudar al estudio y comprensión de su descubrimiento y colonización por los portugueses, mientras que el modelo dualista no los explica. En el siglo XV y aun antes, Europa ya experimentó la expansión mercantilista que emanaba de varias metrópolis e incorporaba como satélites a otras áreas y pueblos. Los instrumentos eran entonces, como lo han sido siempre, la conquista, el saqueo, las plantaciones, la esclavitud, las inversiones, el comercio desigual, la fuerza armada y la presión política. El ascenso de Portugal en el siglo XV al status de metrópoli se fundó en su quebranto del monopolio que Venecia ejercía sobre el comercio con el Oriente al descubrir la ruta al Este bordeando las costas de África y creando sobre la marcha a sus propios satélites. El descubrimiento de América y la colonización del Brasil derivaron de esta misma rivalidad intraeuropea por convertirse en metrópolis exclusivas. Cuando fue descubierto, el Brasil, a diferencia de México y el Perú, no poseía una alta civilización de cuyos descendientes pudiera decirse hoy, aun cuando erróneamente, que constituyen "otra parte" aislada y arcaica de la sociedad. Fueron la colonización europea y el desarrollo capitalista del país los que formaron la sociedad y la 104 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile economía que actualmente encontramos allí. De existir en Brasil hoy un rezago, arcaico, separado de nosotros por varias centurias, serian los restos de algo que la metrópoli europea implantó allí en el curso de su expansión capitalista. Pero lo que la metrópoli capitalista introdujo en Brasil no fue una estructura económica microsocial arcaica, sino, al contrario, la aún viva y creciente estructura metrópoli- satélite del capitalismo. En Brasil, a diferencia de Nueva España y Perú, no se encontró oro ni plata. Pero la rivalidad entre los expansivos centros europeos forzó a Portugal a ocupar lo más posible del territorio brasileño, antes de que se apoderaran de él sus competidores. Por otra parte, el norte del país era rico en palo brasil, madera muy codiciada para la producción de tintes, al igual que el índigo de Guatemala. Así, pues, esta parte norteña y ahora subdesarrollada de Brasil no tardó en ser incorporada al expansivo sistema capitalista mercantil como fuente de exportación de una materia prima. Las concesiones de tierra —capitanías y sesmarias—, hechas por el rey a algunos de sus súbditos para que colonizaran el Nuevo Mundo, parecen feudales y, en efecto, tienen antecedentes feudales. Mas su esencia no era feudal, sino capitalista. Se las concibió y funcionaron como mecanismos de la expansión del sistema capitalista mercantil. Sus recipientes las aceptaron pensando en la ganancia comercial, y las financiaron con préstamos comerciales que recibieron y liquidaron —cuando pudieron— del producto de la explotación de otros. (Simonsen, 1962: 80-83.) 1. El azúcar y el subdesarrollo del Nordeste Es más importante el hecho de que, en 1500, Portugal era ya, con sus islas Madeira, el productor de azúcar más grande del mundo; pero el mercado europeo no absorbía toda la producción. Después de 1530, la corriente de oro, y más tarde de plata, de las colonias a España, y a través de ésta a la Europa noroccidental, se combinó con el comercio oriental de estos países y entre ambos produjeron, como se sabe, inflación y concentración de la riqueza en todo el oeste de Europa. La demanda de azúcar y su precio subieron también rápidamente, llegando a sextuplicarse en el transcurso del siglo XVI. (Simonsen, 1962: 112.) Portugal pudo ampliar su comercio azucarero sembrando caña en Pernambuco, al nordeste del Brasil, zona que no tardó en superar a las islas portuguesas en el Atlántico como el productor más importante. Al comienzo, para su acumulación primaria de capital, Portugal se sirvió de esclavos indígenas (así como también de capitalextranjero, holandés en su mayor parte). Pero los indígenas no eran buenos trabajadores; no estaban bien organizados, como los aztecas. Empero, las ganancias fueron grandes. Portugal tenía una población de no más de un millón de habitantes, mientras que Europa contaba cincuenta millones. (Simonsen, 1962: 126.) Era, por tanto, posible y necesario importar esclavos negros. Además, Portugal poseía las costas del Africa occidental, fuente de exportación de esclavos. Así, pues, la producción de azúcar y esclavitud significaron un buen negocio. La estructura socioeconómica del Nordeste brasileño en su edad de oro merece ser examinada. Los negocios estaban en manos de unos pocos propietarios de tierra e ingenios de azúcar y también de los comerciantes, la mayoría de los cuales no resida en Brasil y a menudo no eran siquiera lusitanos, sino holandeses. Todos estaban enteramente vinculados a la metrópoli y dependían de ella. La concentración de la riqueza en sus manos, el traspaso de buena parte de ella a la metrópoli, y la estructura de la producción, cuyos mayores beneficios derivaban de 105 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile un solo producto exportable, condujeron a una escasa inversión en el país y a la importación de la metrópoli de máquinas para los ingenios y objetos de lujo para sus propietarios. Se fue impregnando así al satélite, a través de su incorporación al sistema capitalista mundial durante la prosperidad del siglo XVI, la estructura de subdesarrollo que en esencia es evidente aún en la América Latina de nuestro tiempo. Después de 1600 decayó el poderío de Portugal, alcanzado y superado por sus rivales. La unión de las coronas de Portugal y España llevó a los enemigos de esta última a atacar también a la primera. Entre 1629 y 1654, Holanda ocupó la mitad de las tierras azucareras del Brasil. En 1642, 1654 y 1661, Portugal firmó tratados comerciales que hacían concesiones económicas a Inglaterra a cambio de protección política, y en 1703, con el Tratado de Methuen, abrió todo su mercado al comercio inglés. A finales del siglo XVII, los holandeses, después de su expulsión del Brasil, y más tarde otros, establecieron plantaciones de caña de azúcar en las Antillas. La oferta de azúcar al mercado mundial aumentó rápidamente y el precio se redujo a la mitad. El ingreso per capita en el Nordeste declinó en la misma proporción. (Furtado, 1959: 68, 78-79, y Simonsen, 1962: 112-114.) Después de 1680, el Nordeste del Brasil inició su decadencia, y la distensión relativa de sus nexos con la metrópoli lo forzó a recogerse en sí mismo. El desarrollo del sistema en conjunto produjo la involución de su satélite nordeste brasileño. La estructura de subdesarrollo implantada en los pretendidos buenos tiempos no permitía otro curso en los malos por venir. Celso Furtado dice a este respecto: "...ocurrió un proceso de involución económica. ...El Nordeste se transformó gradualmente en una economía en la que gran parte de la población sólo producía lo necesario para subsistir ...El desenvolvimiento de la población del Nordeste y su precaria economía de subsistencia —elemento básico del problema económico brasileño en épocas posteriores— están así vinculados a esta lenta decadencia de la gran empresa azucarera, que en sus mejores años fue, posiblemente, el más lucrativo negocio de la agricultura colonial de todos los tiempos" (Furtado, 1959; 80-81). He aquí un ejemplo importante de cómo el desarrollo capitalista engendra subdesarrollo. Otros dos aspectos de la experiencia brasileña en los siglos XVI y XVII pueden ser esclarecidos por nuestro modelo y, al mismo tiempo, ayudar a confirmar éste. La economía azucarera —el satélite que es también metrópoli nacional— generó de por sí una economía satélite: la cría de ganado. Las reses eran útiles por su carne y su cuero, como animales de tiro para mover los trapiches de los ingenios y como proveedores de sebo para engrasarlos, como bestias de carga para transportar las grandes cantidades de leña que consumían las calderas. La economía ganadera era mucho menos rentable que la producción y exportación de azúcar y los ganaderos eran explotados por los ingenios de los que eran satélites. El apacentamiento de ganado se extendió a Bahía y hacia el norte y la ganadería vino a ser la base económica de la región interior del sertao. El satélite ganadero formo a su vez una metrópoli con respecto a las zonas indígenas y la expansión de éstas obligó a los aborígenes a retirarse o a servir como fuente de mano de obra explotada. La metrópoli europea perturbó así la vida del interior del país mediante una larga cadena de metrópolis y satélites. Con la involución de la economía azucarera del nordeste, su creciente sector satélite 106 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile ganadero absorbió la población, que pasó de la declinante economía de exportación a esta relativa economía de subsistencia (Simonsen, 1962: 145.148; Furtado, 1959: 70-76). En esta región nordeste del Brasil rige hoy día el coronelismo (gamonalismo lo llaman en el Perú, y caciquismo en México), la clase de predominio local todopoderoso en lo económico, lo político, lo social y lo represivo que el terrateniente llamado "feudal" representa (Núñez Leal, 1946). El segundo caso que merece atención es el de São Paulo y sus famosos bandeirantes o pioneros. São Paulo no contenía en un principio nada de gran interés, o sea nada adecuado para la exportación. Por ende, recibió poca población inmigrante; no tenia empresas capitalistas grandes, y las propiedades de tierras (al igual que en otras regiones no exportadoras, como el interior de la Argentina) no eran extensas y se destinaban principalmente al autoconsumo: no había latifundios. Los bandeirantes se ocupaban en dos actividades económicas complementarias, ninguna de ellas muy lucrativa. Una era la prospección de yacimientos de oro y plata, que no encontraron, sino unos pocos lavaderos de áureo metal. La otra era cazar indígenas para venderlos como esclavos a la economía azucarera, pero los aborígenes eran peones renuentes. AI São Paulo del período colonial siempre se le ha calificado de "pobre". Sus habitantes, a no dudarlo, eren pobres —como los pobladores de la frontera sin latifundios de la América del Norte—, pero no tanto como los esclavos del "rico" nordeste (o el sur de Estados Unidos), cuyo promedio de vida "útil" era de siete años. Como sugiere mi modelo, pero no el modelo dualista, São Paulo, por estar menos atado a la metrópoli, no mostraba entonces tan marcada estructura del subdesarrollo (Simonsen, 1962: 203-246; Ellis, 1937). 2. Inglaterra y el subdesarrollo de Portugal Entre 1600 y 1750 también Portugal se subdesarrolló y no pudo expropiar ya tanto a su satélite brasileño. A su vez se convirtió cada vez más en un satélite. Los tratados del siglo XVII, y especialmente el de Methuen en 1703, trajeron la desaparición de las industrias textiles portuguesas, el paso a manos de Inglaterra del comercio exterior, e incluso el interior, ambos lusitanos, y la conversión de Portugal en un mero entrepôt entre la Gran Bretaña y el Brasil y otras colonias portuguesas. Portugal se convirtió también en exportador de vino, a cambio de los tejidos que ya no podía producir frente a la competencia de los productos ingleses que inundaron su mercado, lo que David Ricardo, en 1817, tuvo la temeridad de interpretar como una ley de "ventajas comparativas". Portugal vino a ser un satélite-metrópoli que toma una parte cada vez menor del excedente económico de su satélite brasileño, y eso por el monopolio político que aún ejercía sobre el mismo, mientras Inglaterra se adueñaba del monopolio económico y sus frutos. Dicen mucho a este respecto las observaciones del marqués de Pombal, primerministro de Portugal y su segundo Colbert, quien esclareció la situación y, con ello, las raíces del subdesarrollo del país en 1755, años antes de que Adam Smith investigara las causas y la esencia de la riqueza de las naciones, y medio siglo antes de que Ricardo asegurara el mundo que la producción de Portugal y su intercambio de vino por tejidos de Inglaterra, era una ley universal para el bien de todos. Pombal escribió: 107 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La monarquía portuguesa daba sus últimas boqueadas. Los ingleses habían sujetado firmemente a la nación a un estado de dependencia; la habían sometido sin los inconvenientes de conquistarla... Impotente y sin voluntad propia, todos los movimientos de Portugal eran regulados para los deseos de Inglaterra... En 1754, Portugal apenas produjo nada para su propio sustento; dos tercios de sus necesidades físicas vinieron de Inglaterra... Inglaterra se había convertido en la dueña de todo el comercio portugués, a través de sus agentes. Los ingleses eran al mismo tiempo los proveedores y los revendedores de todas las necesidades de la vida. Poseyendo el monopolio de todo, no se realizaba negocio alguno que no pasara por sus manos... Los ingleses vinieron a Lisboa a monopolizar hasta el comercio del Brasil. Todo el cargamento de los buques que eran enviados allí y, por consiguiente, todas las riquezas que traían de vuelta, les pertenecían... Estos extranjeros, después de haberse hecho de inmensas fortunas, desaparecieron repentinamente, llevándose consigo todas las riquezas del país (citado par Manchester, 1933: 39-40). 3. El oro y el subdesarrollo de la Región Central Por este tiempo, con el precio y las utilidades del azúcar ya en ínfimos niveles y con Portugal en la situación que describe Pombal, se descubrieron oro y diamantes en gran cantidad en el interior del Brasil: en Minas Gerais y Goiás. Lo que vino después ha dejado su marca en los niveles internacional y nacional del desarrollo capitalistas hasta nuestros días. El oro fluyó vía Portugal a Inglaterra. En el Brasil, sin prisa después de 1720 y con su máximo impulso entre 1740 y 1760, hubo una verdadera fiebre de oro hacia la Región Central. Se fundaron ciudades y se importaron esclavos, tanto de la estancada economía azucarera del nordeste como del extranjero. El oro atrajo inmigrantes de Europa y emigrantes de São Paulo y el Sur. La economía satélite de reses y mulos gozó de favor, particularmente en las provincias sureñas, pues la nueva población, geográficamente aislada y casi por entero dedicada a la minería, necesitaba grandes cantidades de carne. El transporte de oro y diamantes a la costa, y de otras mercancías el regreso, demandaba millares de mulos. Así, pues, la economía ganedera y sus pastizales volvieron a ser satélites de la economía exportadora de la metrópoli nacional. Esta vez la expansión de la cría de ganado sirvió pare enlazar en mayor grado que antes a las diversas regiones del Brasil. Estos territorios, con excepción del comercio de cabotaje, eran antes casi independientes unos de otros y ninguno estaba sujeto a otra dependencia que la de la metrópoli. Ahora la actividad económica creció a tal punto en la Región Central que, en 1749, por ejemplo, aunque las exportaciones desde Pernambuco, en el nordeste, sólo alcanzaron medio millón de libras esterlinas, las de Río de Janeiro, el puerto de la Región Central, subieron a £ 1.800.000, con lo que se convirtió a Río en la capital del Brasil (Simonsen, 1962: 362). El nivel de ingresos de la región y del país aumentó de consiguiente. Esta vez, empero, como el oro aparecía en lavaderos superficiales y no en grandes minas como en México y el Perú, y como la proporción de esclavos era menor que la de la economía azucarera del Nordeste --los esclavos nunca llegaron a ser siquiera la mitad de la población de la región minera—, el grado de concentración de los ingresos fue mucho menor que en los tiempos de auge azucarero del Nordeste. Las consecuencias de estas diferentes estructuras socioeconómicas habrían de manifestarse al sobrevenir la decadencia de la economía minera. 108 CEME - Centro de Estudios Miguel Enríquez - Archivo Chile La edad del oro, en efecto, desapareció tan pronto como había llegado. A partir de 1760, al cabo de sólo cuarenta años —de los cuales solamente la mitad fue de producción en gran escala—, la economía minera del centro decayó rápidamente. Oliveira Martins, un historiador del siglo pasado, resume: "La provincia de Minas [Gerais] parecía despoblada, con sus caseríos separados unos de otros por leguas y leguas... La decadencia y desolación era general. Brasil entró en una crisis que duró un cuarto de siglo." (Simonsen, 1962: 292.) Y Simonsen añade: "Pero aún hoy viven en Minas y otras regiones del Brasil central, millones de brasileños, descendientes de los primeros pobladores, cuyo nivel de subsistencia es bajo, pues laboran en tierras pobres, en presencia de complejos problemas económicos." (Simonsen, 1962: 295.) Y Celso Furtado observa: "[Con] el descenso de la producción de oro vino una vertiginosa decadencia general... Toda la economía minera se desintegró, viniendo a menos los centros urbanos y lanzando a gran parte de sus habitantes a una economía de subsistencia en una inmensa región, donde el transporte era difícil. Esta población relativamente numerosa vendría a ser uno de los mayores centros demográficos del país. En este caso, como en el Nordeste, la economía monetaria se atrofió y la población vino a trabajar en una agricultura de subsistencia con un bajo nivel de productividad." (Furtado, 1959: 102-104.) Aquí tenemos hoy la otra región importante en que el coronelismo impera, y a la que se llama "feudal", pero que es sólo el resultado del desarrollo del capitalismo y de sus contradicciones internas. El oro del Brasil reanimó a la inflación metropolitana y contribuyó de modo importante, al igual que las riquezas extraídas de la India por Clive, a la acumulación inglesa de capitales, inmediatamente antes de su guerra con Napoleón y su desarrollo industrial. El desigual desarrollo del sistema capitalista mundial creó así, una vez más, la estructura de subdesarrollo en otra populosa región de Brasil, la misma en que, en nuestros días, se inició el golpe militar. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, estimulado en parte por el oro quizás, Pombal intentó detener la caída de Portugal hacia el subdesarrollo y estimular el crecimiento económico del país con una política mercantil nacionalista. Sus esfuerzos, como ya sabemos, fueron en vano: era ya demasiado tarde. El subdesarrollo estaba profundamente arraigado en Portugal y, al menos hasta hoy, ningún país del mundo ha conseguido salir de semejante subdesarrollo con una política capitalista, mercantil o de otro tipo. 4. La guerra y el subdesarrollo del norte Pero los afanes de Pombal ejercieron sobre el Brasil otros efectos que también perduran hasta hoy. El lusitano expulsó a los jesuitas de Maranhao y Pará, en el norte y, mediante el establecimiento de un monopolio mercantil creó allí otra metrópoli nacional exportadora, esto es, otro satélite de la metrópoli mundial. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando la revolución norteamericana retiraba del mercado al arroz de Carolina, cuando las guerras napoleónicas y el consiguiente bloqueo de Europa reducían el comercio y comenzaba a desarrollarse la industria inglesa del algodón, hubo un nuevo aumento de la demanda y los precios del arroz, el cacao y, sobre todo, el algodón. Gracias a esta serie de circunstancias, el norte del Brasil se convirtió en exportador de tales productos. Hacia el inicio del siglo XIX São Luiz —hasta su nombre es caso desconocido hoy fuera de Brasil—superaba a todos los demás puertos