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Cuando Philippe Sagnac se interrogaba en 19061 acerca del
valor objetivo y del alcance histórico de los cahiers de doléan-
ces de las parroquias, su censo y su publicación apenas habían
empezado. Desde entonces, gracias al impulso de la comisión
creada en 1904 por Jaurès2, han aparecido varios miles de ca-
hiers de regiones muy diversas3. Sin embargo, el número de los
que permanecen inéditos sigue siendo considerable4 y cada
año se descubren otros nuevos en las series B de los departa-
mentos y las deliberaciones municipales5. Estas publicaciones
sólo podían ser continuadas en la medida en que un nuevo mo-
do de edición permitiera reducir los gastos de impresión. Susti-
tuir una reproducción Íntegra por un índice razonado y explicita-
do fue una solución "de emergencia que en un principio pareció
aceptable. Pero investigaciones orientadas hacia la semántica
obligaron en 1962 a replantear el problema6. En efecto, el estu-
dio de la mentalidad de los cahiers, del grado de fijación ide-
ológica que representan 7 no puede limitarse a utilizar una copia
de los textos, por fiel qué sea; exige una crítica minuciosa de los
documentos electorales que los acompañan y de las referencias
a los folletos o a las corrientes de ideas que los inspiraron.
***
Podemos preguntarnos si las ediciones de que disponemos per-
miten alcanzar de forma satisfactoria estos nuevos objetivos. La
cuestión es de importancia, puesto que se están realizando ya
encuestas colectivas. Conviene en primer lugar recordar las
directrices dadas a los editores por la circular ministerial del 5 de
abril de 19058. En ella sólo se prescribía un "análisis muy some-
ro" de las actas y se recomendaba la transcripción de las doléan-
ces, utilizando la ortografía actual y restableciendo la puntuación.
Unicamente se debían mantener las expresiones y giros locales,
seguidos de un sic. De los firmantes sólo se conservaban "algunos
nombres que permitan demostrar, por comparación, la autentici-
dad del cahier".
La comisión permanecía en esto fiel a su programa, que era de
orden económico e institucional; no se preocupaba todavía por
la historia social. Afortunadamente, después de la primera gue-
rra mundial algunos editores le prestaron más atención. Con
paciencia y conciencia se remitieron a las listas fiscales para si-
tuar a los firmantes dentro de sus marcos estructurales. Los tra-
bajos de Camille Bloch sobre Orléans9 y de E. Le Parquier so-
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Ordenes, estamen-
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Coloquio de histo-
ria social Saint-
Cloud, 24-25 de
mayo de 1967
M. Bouloiseau
Ponencias recogidas
por D. Roche y pre-
sentadas por C. E.
Labrousse
1 "Les Cahiers de 1789 et leur valeur", Rev. d'Hist. Mod. et Contemp., 1906-1907.
Véase también E. Champion, La France d'après les Cahiers de 1789, 1904.
2 M. Bouloiseau, "La Commission d'Histoire Économique et Sociale de la Révolution
française, Revue Historique, octubre-diciembre de 1966, paginas 387-98.
3 Para los detalles, véase P. Caron, Manuel pratique pour l'histoire de la
Révolution française, ed. de 1947; pp. 40-43.
4 Véase B. Hyslop, Répertoire critique des Cahiers de doléances pour les
Etats Généraux de 1789, 1933, y Supplément au..., 1952.
5 Especialmente en los Archivos del Departamento del Ain (138 cahiers del
Bugey y de los Dombes) y en el Archivo del Departamento del Eure (ocho
cahiers del bailiazgo de Charleval). Para los detalles, véase Bull. Hist. Écon.
et Soc. Rév. Fr., 1967, A. Por otra parte, Soboul ha encontrado el cahier de
Authieux-sur-le-Port-St-OUen (Ann. Hist. Rév. Fr., 1953, p. 141), y yo he repro-
ducido el de la ciudad de Saumur ("Voeux et griefs saumurois lors des élec-
tions aux Etats Généraux de 1789, en Actes Congrès Soc. Savantes, Poitiers,
1962, pp. 169-93).
6 Véase A. Dupront, "Cahiers de doléances et mentalités collectives, en Actes
Congrès Soc. Savantes, Lyon, 1964, t. I, pp. 375-77; y M. Bouloiseau, "Su-
ggestions pour une forme nouvelle de publication de Cahiers de doléances,
Bull. Hist. Écon. et Soc. Rév. Fr., 1964, pp. 9-17.
7 Véase A. Dupront, Les lettres, les sciences, la religion et les arts dans la
société française de la deuxième moitié du XVIIIe siècle, Cours de Sorbonne,
1963, fasc. 1. Del mismo autor, "Livre et culture dans la société française du
XVIIIe siècle, en Livre et société dans la France du XVIIIe siècle, 1965.
8 Bull. de la Commission pour la publication des documents inédits..., 1906,
pp. 23 y 398; Assemblée générale de la Commission centrale..., 1913, pagi-
nas 66 y 88.
9 Cahiers de doléances du bailliage d'Orleans, 1906. Véase también G.
Lefebvre, Etudes orléanaises, 1963.
Inspiración, Redaccion y Vocabulario de los
"Cahiers De Doleances" Rurales Para los
Estados Generales de 1789
bre el bailiazgo de Arques10 en especial marcan una evolución
sensible y un progreso cierto. Sin embargo, se seguían dejando
de lado numerosas observaciones relativas a la presentación de
los cahiers, a su escritura, a su ortografía, a la diversidad de las
firmas que figuran en el acta y el cahier, a los añadidos de ar-
tículos o a sus rectificaciones. Estos materiales, esenciales para
la profunda comprensión de los documentos, desaparecen en
efecto en el impreso, que les quita así toda individualidad y los
despersonaliza. Sin duda, las compilaciones ya aparecidas son
convenientes para un primer enfoque. Estas compilaciones per-
miten poner-a punto un método de investigación, un sistema de
fichas de investigación. Su interés es; grande, sobre todo cuan-
do están desprovistas de índice o dotadas de cuadros rudimen-
tarios: Pero no nos parece deseable, a continuación, consagrar
un tiempo precioso, a unas ediciones que, buenas o malas, él
caso: es que existen. En una época en que los medios de repro-
ducción y clasificación permiten establecer sin grandes gastos
un contacto directo con los originales, parece que es preciso
preocuparse por la suerte de las importantes colecciones que
permanecen ignoradas y esforzarse, paralelamente a la realiza-
ción de los trabajos de semántica histórica, por preparar la pu-
blicación de los cahiers de doléances, inéditos en una forma
más elaborada y más accesible.
La diversidad regional en Francia nos obliga a ampliar nuestros
conocimientos hasta abarcar todo el territorio nacional. Provin-
cias enteras no han proporcionado hasta ahora más que datos
fragmentarios, y algunos sondeos no podrían responder a esta
investigación matizada de una toma de conciencia en ocasiones
involuntaria. Es evidente, por otra parte, que el problema de la
difusión de las ideas se plantea de modo diferente en la ciudad
y en el campo, especialmente a finales del Antiguo Régimen,
cuando el campesino francés se expresaba, en numerosas re-
giones, en dialectos y patois. Los notables de los burgos y de
las villas se beneficiaban de unos estrechos contactos ideológi-
cos, sobre todo en el seno de las sociedades culturales, de las
academias y de las logias masónicas; muchos de ellos estaban
abonados a los periódicos y al Mercure de France. Mantenían,
dadas sus relaciones de amistad o de interés, una abundante
correspondencia. Más aún, sus regidores disponían de una ver-
dadera red de ciudades gemelas a las que hicieron llegar en el
curso de 1788 sus deliberaciones sobre las cuestiones que sus-
citaba la proximidad de la campaña electoral. Esto se ha demos-
trado ya en el caso de Arras11, de Châlons12, de Reims13; noso-
tros mismos lo hemos comprobado en el caso de Rouen14 y de
Orléans15. En cuanto a las parroquias rurales, al vivir muy reple-
gadas sobre sí mismas su paisaje mental era tanto más res-
tringido cuanto que los notables eran menos numerosos y los
campesinos menos acomodados. Las preocupaciones materia-
les prevalecían además sobre las preocupaciones políticas y se
manejaba con más soltura la pala y el arado que la pluma.
Sin embargo, en vísperas de la Revolución el clima comunitario
se había modificado, preparando a los campesinos para recibir
los nuevos principios al ensanchar su horizonte. En la creación
y el funcionamiento de los municipiosque datan de 178716 con-
viene buscar los factores de esta evolución. Un síndico y unos
notables elegidos deliberan con el cura y el representante del
señor sobre la administración de la parroquia. Un escribano des-
ignado redacta las actas de sus reuniones. Se intercambia cor-
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10 Cahiers de doléances du bailliage d'Arques, 1922.
11 Abate Berthe, "Les Assemblées provinciales et l'opinion publique en 1787-
88, d'après la correspondance du bureau de l'Académie d'Arras ", Rev. du
Nord, núm. 189, pp. 185-200, y M. Reinhard (bajo la dirección de), Corres-
pondance de Babeuf avec l'Académie d'Arras, 1969.
12 D. Roche, "Milieux académiques provinciaux et Société des Lumières", en
Livre et société, op. cit. Del mismo autor, "La diffusion des Lumières. Un exem-
ple. l'Académie de Châlons-sur-Marne", Annales, E. S. C., septiembre-octubre
de 1964, pp. 887-922.
13 A. Burguière, "Société et culture â Reims à la fin du XVIIIe siècles, Annales,
E. S. C., marzo-abril de 1967, pp. 303-39.
14 M. Bouloiseau, Cahiers de doléances du bailliage de Rouen, t. I, Introduc.,
p. XCVII.
15 M. Bouloiseau, "La campagne électorale pour les Etats Généraux de 1789.
L'exemple d'Orléans", en Actes Congrès Soc. Savantes, 1963, páginas 221-32.
respondencia con el intendente; se responde sobre todo a las
numerosas encuestas dirigidas por la Asamblea provincial y re-
cogidas por las oficinas de departamento y de distrito. Hay algu-
nas referentes a la situación económica, a la importancia de los
bienes municipales, al reparto de la taille, a la mendicidad, que
constituyen, avant la lettre, verdaderos cahiers de doléances. A
través de este canal el labrador comienza su experiencia buro-
crática. Como mandatario de la comunidad, posee ahora res-
ponsabilidades que le obligan a ampliar sus relaciones, a ir en
sus reflexiones más allá de los límites parroquiales. Debe tam-
bién leer y escuchar más, participar en discusiones, pedir con-
sejo y formarse una opinión. Sí rara vez llegan a él los libros, los
pequeños folletos -a menudo gratuitos- circuían en cambio
hasta él gracias a los buhoneros. Abundan las pruebas de este
pensamiento más activo, que muestran hasta qué punto sacude
el campesino su timidez y su reserva17. Es cierto que el cura
continúa aconsejando a sus parroquianos18 y que se le escucha
con interés, pero, muy a menudo, ha dejado de ser un oráculo:
Algún labrador no duda en hacerle frente, sobre todo cuando
hay de por medio cuestiones de interés. Bajo el impulso de
estos "cabecillas" se desarrolla la conciencia de la comunidad.
Aunque siga estando sensibilizada por sus propios problemas,
tiende ahora a insertarlos dentro de las grandes ideas de liber-
tad, igualdad y justicia.
De todo esto se deduce que los cahiers rurales se presentan de
formas muy diversas. Unos se reducen a simples poderes; otros,
los más numerosos, componen "un rimero de las quejas más
heteróclitas" 19 en el que la denuncia de los abusos locales se
mezcla con reivindicaciones de carácter nacional. Como si se
temiera omitir algo o si "se desconfiara de sus propias luces", se
recomienda incluso a los delegados que se remitan, "posterior-
mente, a lo que los diputados estimen en alma y en conciencia"
20, "apoyando de antemano todo lo que el Tercer Estado de las
ciudades y otras parroquias del campo pueda descubrir" 21. La
mayoría de los artículos se integran en este movimiento de opi-
nión escrita cuyas huellas son numerosas entre los anónimos
de la biblioteca nacional22 y que se encuentran en todo el país,
pero que están aún- por investigar. Más aún: se sabe que para-
lelamente circularon proyectos de cuadernos y que fueron co-
piados textualmente. Para el senescalado de Château-du-Loir,
P. Bois ha conseguido demostrar la extensión de esta aporta-
ción23. ¿Es conveniente, en estas condiciones, incluir en una
recopilación impresa unos textos cuyo parentesco es evidente
bajo el pretexto de que unos resumen y otros interpretan? La
Commission d'Histoire Economique preconizó la eliminación
únicamente de los artículos que se repetían íntegramente; se
llegó así a una nivelación lamentable y descorazonadora que
podría ser evitada con un índice bien entendido.
Porque los cahiers o los artículos verdaderamente originales
están perdidos en esta masa. Llevan la marca de su redactor, fá-
cil de descubrir. Obra personal, sigue siéndolo después de ha-
ber obtenido la adhesión de la parroquia y es preciso reproducir-
la in extenso. Un índice no podría suplirla, pues los matices del
pensamiento pueden ser muy sutiles. Tal es, por ejemplo, el ca-
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16 S. Gouyau y R. Moreau, "La formation des municipalités dans l'élection de
Montreuil-Bellay en 1787", en Actes Congrès Soc. Savantes, 1962, páginas 197-
233; R. Marx, Recherches sur la vie politique de l'Alsace pré-révolutionnaire et
révolutionnaire, 1966: "Les élections. municipales de 1787 en Touraine", encues-
ta colectiva bajo la dirección de M. Bouloiseau y J. Buchoux, Bull. Hist. Econ. et
Soc. Rév. Fr., 1967; M. Bouloiseau, "Notables ruraux et élections municipales
dans la région rouennaise en 1787", Ann. Hist. Rév. Fr., 1959, p. 280.
17 Véase Bouloiseau, Cahiers... de Rouen, op. cit., t. II; p. 174.
18 Cf. J. Richard, L'élaboration d'un cahier de doléances: Pierre Claude
Perrot, curé de Brazey-en-Plaine, 1960.
19 Dupront, Les lettres, les sciences, op. cit., p 44. 
20 Cahier de Valcorbon y Broncal.
21 Fontenay, 10.
22 Véanse algunos folletos en M. Bouloiseau, "La campagne électorale...
Orléans", op. cit., p. 223. Del mismo autor, "La mort du Tiers-Etat", Ann.
Normandia, 1961.
23 P. Bois, Les cahiers de la sénéchaussée de Château-du-Loir..., 1960.
so de estos pasajes del cahier de Castenay24, cuyo autor es el
síndico, un labrador modesto pero que ha leído la Dîme royale,
de Vauban, y Sur l'importance des idées religieuses, de Necker
25: "Desde hace algún tiempo -escribe- sólo se oye hablar de los
derechos sagrados de la propiedad; se hablará tanto de ellos
que al final habrá que aprender qué es esta propiedad tan em-
barazosa para los publicistas de buena fe. Jesucristo, nuestro
divino maestro, ordenaba a quienes querían seguirle que dis-
tribuyeran sus bienes entre los pobres, y nuestra conciencia nos
dice lo mismo cuando queremos escucharla en el silencio de
nuestras pasiones. El señor Necker, en su excelente obra sobre
las opiniones religiosas, la considera también como una gran
desgracia pública. Es un mal necesario sin duda en una gran
sociedad, pero en última instancia es un mal cuya amargura al
menos hay que corregir aliviando el fardo que pesa habitual-
mente y de forma indefinida sobre la parte paciente de la nación.
O también: "Será conveniente dar una idea precisa de lo que se
llama propiedad, ya que hay propiedades abusivas, incompati-
bles con la libertad pública, y dado que un abuso es siempre
propiedad de alguien, no se conseguiría jamás desarraigar
ninguno si el interés público tuviera que ser sacrificado al interés
particular." 0 bien este texto, extraído del cahier de Mennetou-
sur-Cher 26: "La nobleza se ve favorecida, con gran perjuicio
nuestro, sólo por azar, puesto que al dar a luz a un ser en este
estamento le procura la exención de las imposiciones. Y, sin em-
bargo, ¿no son ellos y los que se han ennoblecido por las finan-
zas, así como los eclesiásticos, nuestros hermanos, hijos, como
nosotros, del primer hombre, y no son ellos, como nosotros,
súbditos de nuestro rey?"
***
Así se plantea el problema, esencial en nuestra opinión, de la
elaboración de los cahiers rurales. ¿Fué colectiva? ¿Qué parti-
cipación tuvo realmente en ella la comunidad? ¿Significa esta
participaciónque el estilo y el vocabulario utilizados representan
giros comunes a todos aquellos que saben leer y escribir?
Las observaciones que siguen son el resultado, del examen de
cincuenta cahiers inéditos de las parroquias del bailiazgo de
Gisors y de sus actas, cuyos manuscritos han sido estudiados
según su presentación, su escritura y sus firmas. Expresan unos
1.800 deseos, cuyo número es muy variable de una parroquia a
otra, ya que superan el -centenar en la ciudad ,y se reducen a
ocho en la comunidad menos prolija, pero en la mayoría de las
veces cada parroquia ha exigido una treintena de fichas. Sólo
cuatro de los cahiers tienen un carácter netamente original y, del
total, sólo unos 50 artículos, es decir, apenas un 3 por ciento, no
se repiten. Los deseos que se reiteran más a menudo concier-
nen, naturalmente, la supresión de las aides, de las banalités, la
posibilidad de sustituir la corvée* por una cantidad, la supresión
o la modificación de los diezmos, el cierre de los palomares y de
los vedados, la destrucción de las palomas, los conejos y la
caza, la igualdad ante un impuesto único y su percepción direc-
ta, la supresión de las justicias señoriales y de las jurisdicciones
secundarias, la abolición del sorteo para la milicia, es decir, ese
fondo común que "depende evidentemente de la literatura con-
temporánea", como subraya A. Dupront 27.
Su presentación es uniforme: Se trata de textos caligrafiados cu-
ya ortografía, salvo en el caso de uno, es correcta. Casi todos
están divididos en artículos, agrupados a veces en capítulos. El
síndico los ha acotado y ha rubricado a veces cada página, aña-
diendo luego ne varietur después de haber aprobado las adi-
ciones y correcciones. A veces el cahier constituye un todo con
el acta de la que debe ir acompañado al bailiazgo. Es, en efec-
to, un documento oficial cuya copia, cotejada, ha sido deposita-
da en el tesoro de la fábrica. Implica a la vez la responsabilidad
de los mandantes y del mandatario, que acepta llevarlo a la
asamblea preliminar y defenderlo en ella. Por su forma, puede
ser comparado con las minutas notariales, con las memorias de
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24 Bouloiseau, Cahiers... de Rouen, op. cit., t. II, pp. 232-40.
25 Sur l'importance des idées religieuses, 1788.
26 A Cauchié, Cahiers de doléances du bailliage de Blois..., 1907-1908.
* Corveé: Trabajo gratuito que debía realizar el campesino para su señor. (N. T.)
27 Les lettres, les sciences..., op. cit.
los abogados, con las requisitorias de los jueces señoriales. Su
estilo entra dentro de las costumbres jurídicas, incluso en los
artículos que no se refieren a la justicia.
Para ello se requería cierta experiencia, que no sólo tienen los
picapleitos, puesto que los síndicos municipales y los escriba-
nos procedían de la misma manera en sus registros de las deli-
beraciones. Esta costumbre confiere desgraciadamente al do-
cumento un carácter rígido y frío que sólo desaparece cuando
se añaden, en los considerandos, ejemplos locales. Son éstos
los que llaman más a menudo la atención, puesto que nos infor-
man sobre una determinada situación económica y social. El
lenguaje es entonces directo y sencillo, pues no tienen más pre-
tensión que la de subrayar un hecho conocido por todos los
habitantes. Aquí el terreno es muy accidentado, allí el suelo es
árido, en otra parte los caminos se han vuelto impracticables,
bien por las usurpaciones de los vecinos que los aran, bien por-
que en ellos se han plantado árboles. A veces incluso se hace
un balance de las cargas que agobian a la comunidad, o se de-
plora, con cifras en la mano, el desigual reparto de la propiedad.
Injusticia, abuso, miseria, pobreza bastan para traducir estas
impresiones. Es el lenguaje de la conversación habitual, despro-
visto de todo rebuscamiento y de una lamentable monotonía.
El redactor, por otra parte, está casi siempre presente en la
asamblea; es uno de los asistentes que desea representar a la
parroquia en el bailiazgo. Presentar un proyecto parece, muy a
menudo, un medio seguro para atraerse los sufragios. Esto fue
lo que sucedió en 22 parroquias. En Etrépagny se presentaron
incluso cuatro proyectos: el del mercader Noé, el del burgués
Deslongchamps, el del abogado Bonté y el del presidente Gué-
rard, bailío y juez señorial que, después de una oposición feroz
por parte de sus contrincantes, consiguió imponer una parte de
su texto28. En otras partes se asistió al proceso inverso. En el
curso de una primera sesión se procedió a la elección de los
diputados -generalmente el miércoles, 25 de marzo- y luego se
encargó la preparación del cahier, que fue sometido a los elec-
tores el domingo siguiente, 29 de marzo. En las otras parro-
quias, los proyectos, generalmente preparados de antemano,
están escritos por los síndicos o los escribanos.
Los redactores figuran también, la mayoría de las veces, entre
los más gravados por los impuestos de la parroquia e igualmen-
te entre los más instruidos, a juzgar por su firma, que va acom-
pañada de una rúbrica. Los arrendatarios de los señores pare-
cen predominar en esta consulta, puesto que en 10 comunida-
des presentan el cahier que llevarán al bailiazgo y uno de ellos
es elegido por dos parroquias. El importe de sus contribuciones
en 1770 varía entre 300 y 1.000 libras. Pero cuando la letra es
del escribano parece difícil pronunciarse acerca de la personali-
dad del redactor: esto sucede con once cahiers, varios de los
cuales son copias del cahier vecino. 
Porque ¡en alguna parte había que inspirarse! Primero se inspi-
raron en el "Essai d'un cahier de pouvoirs et instructions projeté
pour une assemblée-dans l'ordre du Tiers-Etat", publicado en la
Suite de l'Avis des bous Normands29, atribuido con mucha ra-
zón a un abogado de Rouen, Thouret30, miembro de la comisión
mediadora de la Asamblea provincial que por esta razón man-
tenía relaciones continuadas con los diversos departamentos. Al
de Gisors pertenecía el cura de Vesly, Carlier, que redactó un
proyecto de cahier reproduciendo o resumiendo la mayoría de
los artículos del "Essai". Cinco parroquias lo adoptaron casi sin
modificación y otras dos tomaron trozos prestados, al igual que
la ciudad de Gisors. Esta influencia no se había manifestado, sin
embargo, con tanta profundidad como se podía pensar, y las
preocupaciones de orden político que lo podrían demostrar son
muy raras en los otros cahiers.
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28 Más exactamente, los siete primeros artículos, que son quejas de orden
jurídico.
29 Véase Bouloiseau, Cahiers... de Rouen, op. cit., t. I, Introduc., página
XCVIII.
30 E. Lebègue, "Le constituant Thouret", y E. Le Parquier, "Thouret et les
cahiers du Tiers-État normand", Normandie, 1905, pp. 177 y 205. 
Como ya hemos señalado31, las relaciones de vecindad desem-
peñan un papel esencial en la elección de las quejas. Las cua-
tro parroquias vinícolas32 copian, por ejemplo, el mismo texto;
como Berthenonville, Molincourt y Provemont. Se pueden en-
contrar igualmente analogías sensibles entre las parroquias que
gozan de derechos comunes sobre las "Siete villas de Bleu". En
cuanto a las comunidades de la región de Pacy, cuyos feudos
dependían de Gisors y que se reunieron allí, buscaron su
inspiración en Evreux. Parece ser que familias importantes de
labradores, como los Guesnier33, se dedicaron a difundir si no
modelos, al menos un cierto número de artículos clave que
pasaron de los proyectos a los cahiers, cuyo estilo y vocabulario
proceden, en última instancia, de Thouret y de una treintena de
notables rurales.
Sin duda, los habitantes conservaban la libertad de rechazar
estas sugerencias. Pero se limitaron a presentar nuevasquejas
que se añadieron, escritas por otra mano, a continuación del
proyecto inicial, en el que casi nunca se descubren tachaduras.
Estas añadiduras, decididas en reunión, afectan a problemas
locales y a protestas por la carestía de los víveres, pero difieren
poco, por su expresión, del texto al que complementan. Casi
siempre es el síndico el que las transcribe, y -en ellas sólo hay
que señalar las repeticiones y las torpezas de una redacción
apresurada. Este es el caso de Villers-en-Vexin, donde la asam-
blea, numerosa y pobre en bienes, eliminó a los dos grandes
arrendatarios sustituyéndolos por dos pequeños artesanos que
asistieron al bailiazgo como diputados.
En esta parroquia,- los jornaleros consiguieron que sus quejas
fueran tenidas en cuenta. Pero el hecho es poco frecuente "y no
es posible imaginar, como se ha hecho tan a menudo, que los
cahiers expresan los deseos de la totalidad de la población" 34.
Conviene consultar las listas de la taille para tener una idea
aproximada del número de electores 35, ya que los documen-
tos electorales sólo informan del número de los presentes que
"saben firmar". Representan, en las 50 parroquias rurales del
bailiazgo, una cifra de 795, de un total de 2.969 hogares, es de-
cir, un 26 por ciento, y esta proporción se eleva en las pequeñas
parroquias, mientras que disminuye en los burgos, bajando al
16 por ciento en Etrépagny y al 14 por ciento en la ciudad de
Gisors. La forma de las firmas merece nuestra atención tanto
como su número, ya que permite medir aceptablemente el grado
de alfabetización de la población adulta (de veinticinco años en
adelante). Se pueden considerar también distintos grados en el
conocimiento de la escritura. Si las rúbricas son frecuentes, las
firmas vacilantes son legión y los nombres dibujados muestran
que apenas se poseen los rudimentos. En este caso se encuen-
tran una cincuentena de comparecientes. La instrucción apare-
ce, pues, como un privilegio36 y confiere a quienes la tienen una
innegable autoridad que refuerza, por otra parte, la servidumbre
económica de los jornaleros con respecto a los grandes agricultores.
***
Un estilo uniforme, unos giros administrativos y jurídicos, un
vocabulario restringido caracterizan, pues, al conjunto de las
quejas, lo que, sin embargo, no excluye giros personales y ex-
presiones originales que es importante retener. Conservadores
en esencia, los cahiers no atacan a las instituciones monár-
quicas, sino sólo a los abusos que las han desnaturalizado
lentamente. Su gratitud hacia el "buen rey Luis XVI" es infinita,
y 23 de ellos comienzan con testimonios de respeto y sumisión,
de amor y de reconocimiento hacia "la persona" y "las palabras
sagradas" del soberano, del "legislador de la nación", del "jefe
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31 Bouloiseau, Cahiers... de Rouen, op. cit., t. I, Introduc., pp. CI- CIII. 
32 Fourges, Bosc-Roger, Le Bus-St-Rémy, Bray.
33 Uno de ellos, François Léonard, propietario de Cantiers, representaba al
Tercer Estado de la región de Etrépagny, en el Departamento de Gisors.
34 Extracto de una carta de Georges Lefebvre, del 8 de septiembre de 1955.
35 Véase M. Bouloiseau, Élections de 1789 et communautés rurales en Haute
Normandie", Ann. Hist. Rév. Fr., 1956, p. 29.
36 Véase a este propósito M. Fleury y P. Valmary, "Les progrès de l'instruction
élémentaire de Louis XIV à Napoléon III", Population, 1967, y Burguière, op.
cit., p. 306.
de la monarquía", que ha consentido en "reintegrar a la nación
todos sus derechos". Roi [Rey] y Nation [Nación] constituyen, en
efecto, los dos términos más usados Su unión es necesaria para
el buen funcionamiento de la administración, ya que "el reino es
una gran familia en la que el rey es el padre" (Fontenay, 19). "La
nación en todos sus órdenes (no debe, es cierto, dejar de ser)
libre y franca bajo su rey", subrayan Thouret y los cahiers que
en él se inspiran. A continuación se repite también frecuente-
mente la palabra Ordre [estamento] con mayúscula, tanto en lo
que respecta a la elección como al número de los diputados en
los Estados Generales: "el Tercer Estado tendrá diputados,
escogidos dentro de su Estamento" (Saint Aquilin-de-Pacy); "el
voto por Estamentos es un distintivo de libertad" (Heudicourt);
"las deliberaciones serán realizadas por los tres Estamentos
reunidos" (Thouret); "el impuesto debe ser repartido entre todos
los Estamentos del Estado" (Villers-en-Vexin)... "de acuerdo con
la renta de las propiedades de los tres Estamentos" (Civières);
"debe ser justo entre todos los súbditos que componen cada
Estamento" (Fourges)... "para establecer una igualdad perfecta
entre los individuos de cada Estamento. (Bray); ya que "si cada
Estamento por separado constituye el patrimonio del Estado,
cuál será su riqueza si están reunidos" (Fontenay, 3).
Rara vez se utilizan equivalentes con el mismo sentido. Hemos
encontrado únicamente tres veces la palabra état [estado]: "las
gentes de nuestro estado" (Giracourt); "... que los impuestos
sean repartidos entre los tres estados" (Le Plessis-Hébert); "las
distinciones de estado son más necesarias en un gran reino"
(Castenay). Cuando se emplea la palabra corps [cuerpo], su sig-
nificación parece más restringida. La nobleza es un "cuerpo ilus-
tre" cuando asegura la defensa del reino. Se pide también el
mantenimiento "del cuerpo de abogados", mientras que se de-
sea la supresión "del cuerpo de puentes y calzadas". Se trata en
este caso de verdaderas corporaciones, de grupos de indivi-
duos que ejercen el mismo oficio.
Por otra parte, no es de extrañar que los reformadores y los
cahiers de 1789 usaran a menudo un término que recordaba la
discriminación social en la que se basaban las operaciones
electorales. Cada estamento tenía, en efecto, sus asambleas
particulares y designaba sus diputados. En cambio, -la palabra
"clasee" [clase] aparece de forma accesoria en tres cahiers: "la
clase de los pobres" (Amecourt); "la clase indigente" (Grama-
che), y el de Forêst-la-Folie termina con este homenaje a Luis
XVI: "Quiera Dios perpetuar para siempre la memoria de aquel
que, por su sabiduría, hará renacer en sus días una concordia
armoniosa entre todas las clases de sus súbditos y ponerlos en
condiciones de vivir; bendecir y servir a Dios, cada uno en su
estado." La palabra "clase" se usa, pues, en el sentido general
de categoría; de grupo. Pero no se trata de un término habitual
y empleado vulgarmente. Apenas se aplica más que a los me-
nesterosos, y el calificativo que se le adjunta se refiere a un
modo de vida, y no a un marco social. En el bailiazgo rural que
acabamos de estudiar no hemos encontrado nunca esas expre-
siones que comienzan a aparecer en el año II, tales como "clase
de los labradores" o "ciase de los campesinos".
De los folletos difundidos en la época -por ejemplo la Mémoire
pour une partie du clergé et de la noblesse du Dauphiné37- se
deduce que el término "clase" representa también una ruptura
con las distinciones tradicionales. "Se ha pretendido reunir en
una única clase a los dos primeros Estamentos, distintos y sepa-
rados desde el origen de la monarquía, y se los ha debilitado a
ambos con esta singular coalición, ya que hay que tomar presta-
do un término extranjero para expresar una innovación tan ex-
traña." Así pues, si la nación se.dividiera en clases, los antiguos
estamentos, con su espíritu de cuerpo y sus intereses particu-
lares, desaparecerían. Esto hace que la palabra se inserte en la
mentalidad revolucionaria, y si los cahiers de Gisors no la em-
plean así, al- menos subrayan en varias ocasiones la extrema
desigualdad social en el seno del Tercer Estado. "Los ricos
aplastan a los pobres", se dice en Bazincourt a propósito del
impuesto, y en Heudicourt se señala que "la subsistencia del
pobre es una carga impuesta al rico".
Idénticas observaciones por lo que se refiere al términopeuple
[pueblo]. Se repite en diez cahiers con un doble sentido. Por una
parte equivale a "población" o a "habitantes": "el alivio de los
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Ponencias recogidas
por D. Roche y pre-
sentadas por C. E.
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37 Archivo Nacional.
pueblos" (Civières, 12); "los, pueblos del campo" (Fourges, 7);
"los curas... verdaderos pastores de los pueblos" (Fontenay,
13). Por otra parte, queda restringido al sector "que gime bajo
las cargas y los fardos", es decir, al "pueblo pobre" "que no tiene
sino sus brazos para vivir" (Guitry, 4) y cuyas "sanguijuelas" son
los empleados del fisco. Se precisa además que este sector, el
menos favorecido, incluye al "artesano", que siempre ha traba-
jado y trabaja todos los años durante la cosecha (Forêt-la-Folie,
10), y -sobre todo al "mercenaria": Estos jornaleros, que apenas
aparecen en nuestros cahiers, provocaron, sin embargo, en
Étrépagny una escena curiosa entre el bailío Guérard y el nota-
rio Bonté, encargado de leerla lista de los presentes. Guérard le
hizo observar que "la palabra jornalero que repetía como si
hiciera poco caso de esta-condición, estaba, sin embargo, aso-
ciada al estado de unos ciudadanos que son preciosos para el
orden social". Bonté negó toda intención de herir 'y declaró que
"había simplemente indicado la condición de los deliberantes
para poder juzgar el mérito de sus sufragios". ¡Lo cual dice
mucho de la atmósfera de esta sesión!38. 
Con respecto a "sujets" [súbditos], la palabra "citoyens" [ciu-
dadanos] sufre una evolución idéntica. Todo el -mundo es "súb-
dito del rey", sea cual fuere el estamento al que pertenezca, y el
soberano "se digna oír al más pequeño" como al más grande
(Doudeauville, 7). Pero a partir de ahora sólo desea reinar sobre
"súbditos libres" (Fontenay, 14), y por el hecho de participar de
la soberanía estos últimos se convierten en "ciudadanos" (Vi-
llers, Fontenay, 14). "Basta con ser ciudadano para convertirse
en deudor del Estado" (Fontenay, 4) y el ciudadano "bueno y
fiel" debe contribuir a los gastos (Bosc-Roger). Siguiendo el
ejemplo de Fontenay, de Saint-Paër, de Fourges y de Étrépag-
ny, nueve cahiers utilizan este término, que, por otra parte, figu-
ra en varias ocasiones en el "Essai" de Thouret, cuando pide
que "todo ciudadano francés sea personalmente libre y franco
bajo la protección del rey y la salvaguardia de las leyes", cuan-
do deplora que "todas las trabas fiscales... quitan a algunas -
clases de ciudadanos el gusto por la explotación de las tierras"
o cuando insiste en que el impuesto sea repartido "entre todos
los ciudadanos indistintamente" 39.
Se encuentra también en estos cahiers la palabra " patriotisme"
[patriotismo], que, junto con la razón, es "tan poderoso en los co-
razones verdaderamente franceses". El grupo de los cahiers de
Vesly habla de "sacrificios patrióticos", y el de Fontenay, de
"designios patrióticos". Finalmente, en Saint-Martinau-Bosc se
considera una "gloria amar a la patria, al rey y ser francés", ex-
presiones que se combinan para mostrar la profundidad del sen-
timiento nacional.
Pero conviene señalar que, salvo la palabra "ordre", todas las
que hemos citado sólo se repiten en menos de la cuarta parte
de todos los cahiers. Pertenecen en primer lugar al vocabulario
de Thourot, que emplea con mucha frecuencia los términos
"Nation" y "Etat", reproducidos evidentemente por la ciudad de
Gisors y el bailiazgo, que han copiado de él muchas cosas. Los
otros términos son más propios de ciertos redactores, y aquel en
el que se inspira el grupo de Fourges siente predilección por la
palabra "peuple", que aparece en ocho ocasiones en su cahier.
Sin embargo, el estilo de la mayoría de estas quejas se con-
funde en una misma atonía y una misma mediocridad. Un índice
bastaría para subrayar las frecuencias; la reproducción del texto
parece inútil.
No sucede lo mismo con los documentos que presentan formas
originales de pensamiento y de expresión. Al aislar palabras y
trozos de frases de su contexto se corre el riesgo de encontrarse
con un material empobrecido que no traduzca ya ese impulso
entusiasta que "lleva al pie del trono las quejas del reino". He-
mos centrado nuestra atención en cuatro cahiers de los cuales
se impone una publicación íntegra. El de Thilliers -socialmente
muy avanzado, puesto que reclama, entre otras cosas, la supre-
sión total de los conventos y la enajenación de los bienes ecle-
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Ponencias recogidas
por D. Roche y pre-
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38 Acta de la elección, 22 de marzo de 1789. Caso único: tres de los pre-
sentes firman con una cruz.
39 Véase también A. Dubuc, "Le Journal de Normandie", en Actes Congrès
Soc. Savantes, Lyon, 1964, t. I, p. 387.
siásticos-, el de Villers-en-Vexin, el de Etrépagny y sobre todo el
de Fontenay. Este último fue preparado por los dos diputados:
un notario real, Lefébure, y el recaudador del señorío, Legrand.
Aunque en él se recuerden las quejas habituales, la reflexión
desborda el marco de la parroquia y de las necesidades locales,
como muestran algunos extractos. Sobre todo se reclama con
fervor la desaparición de los estamentos privilegiados: "Ojalá
sea abatido para siempre ese muro de división que genios mal-
intencionados se esforzaron por levantar en varias provincias
entre los dos primeros estamentos del Estado y el Tercero; la
felicidad del reino depende de la unión de todos los ánimos y de
todos los corazones:.. Cuántos medios de saldar esta deuda na-
cional, de asegurar la dicha de todos y de cada uno en particu-
lar y, sobre todo, de dar al mejor de los reyes la calma y la tran-
quilidad por las que su corazón suspira desde hace tiempo" (art.
3). Como las instituciones monárquicas, la religión católica debe
encontrar de nuevo la pureza de sus orígenes. Hay que mejorar
la suerte de los curas, que son "los hombres de la paz y de la
beneficencia, la protección del pobre y el consuelo del afligido";
y sobre todo se desea que el rey "contenga el torrente de
incredulidad y de tantos desórdenes destructores. Las buenas
costumbres hacen al buen súbdito. ¿Qué fidelidad cabe esper-
ar de un hombre que no cree en nada y que no sabe enrojecer?"
(arts. 3 y 13). Finalmente se ataca a los "capitalistas"40 "enri-
quecidos a expensas del sudor y del trabajo de los desgracia-
dos", cuyo "fondo es invisible", para exigir que sean sometidos
a cargas comunes. "Hay en el Estado una especie de hombres
vulgarmente conocidos con el nombre de capitalistas, de agio-
tistas, de mercaderes del dinero. Su comercio está oculto y no
produce nada para el Estado; a menudo incluso causa la ruina
de las familias por la infamia de una usura exorbitante. Puesto
que gozan de todas las ventajas del ciudadano, ¿no se podría
establecer sólo para ellos un impuesto del timbre o cualquier
otro medio de esclarecer las tinieblas de las que se rodean?"
(art. 9).
***
Es evidente que semejante lenguaje es el resultado de una
experiencia individual. No puede ser atribuido a la asamblea
que firmó el cahier en señal de adhesión. Nunca se insistirá lo
bastante en el hecho de que las ideas y el vocabulario que se
desprenden de un análisis de las quejas no afectan al "colectivo
de los que saben escribir y también leer" / y menos - aún al con-
junto de la población-, sino a una categoría social determinada:
la burguesía acomodada, urbana y rural, la misma que se bene-
fició de la consulta electoral de 1789 e impuso en los Estados
Generales "una de sus ideas esenciales: la destrucción de la
estructura en estamentos y en cuerpos"41. Sin embargo, al tiem-
po que se denuncian los abusos se hace un esfuerzo por pro-
poner remedios. Una ideología se ha implantado poco a poco
entre las masas del campo, no en forma de bellas frases, sino
de nociones simplificadas, entre las cuales el concepto de liber-tad, o más bien de liberación, adquiere un sentido revoluciona-
rio. Si la burguesía ilustrada limita sus aspiraciones a las "refor-
mas" que ha adoptado porque deben facilitar su ascenso, los
pequeños, los pobres, "se plaignent" [se quejan] y "veulent"
[quieren]. Tales son las expresiones que se escuchan cuando se
accede a oírlas, y estos dos verbos contienen una fuerza latente
que corre el riesgo de estallar brutalmente a consecuencia de
las decepciones. Así se justifica el interés que se presta en la
actualidad al análisis de los cahiers. Así se precisan los límites
de las encuestas emprendidas. Desde el punto de vista lexico-
lógico se puede ya descubrir el origen de las experiencias re-
volucionarias y confirmar la continuidad de las formas del len-
guaje 42. Pero conviene subrayar; en este terreno, como lo hace
Ferdinand Brunot, el papel determinante de la Revolución. Sólo
ella podía, en efecto, fijar y divulgar en el lenguaje popular el
vocabulario político y social que utilizaban los filósofos de las
luces y la burguesía de 1789.
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Ponencias recogidas
por D. Roche y pre-
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Labrousse
40 Véase también Bouloiseau, " La campagne électorale:.. Orléans ", op. cit.
41 R. Mousnier y col., Le XVIIIe siécle, ed. de 1967, p. 194. [Hay trad. castel-
lana: El siglo XVIII, Historia general de las civilizaciones, vol. V, Barcelona,
Destino, 1968.1
42 Véase Gunnar von Proschwitz, "Le vocabulaire politique au XVIIIe siècle
avant et après la révolution. Scission ou continuité", Le français moderne,
1966, pp. 88-102.

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