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Resp entre contrincantes

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[RESP. CONTRINCANTES]
	Besomi; Esteve; Genusso; Moscardini; Somoza.
 Universidad de Buenos Aires
Facultad de Derecho
Daños en el deporte
Responsabilidad entre contrincantes.
Autores:
Besomi, Brian; 
Esteve, María Victoria; 
Gennuso, Delfina;
Moscardini, Franco;
Somoza, Micaela; 
Profesor:
Alberto Pérez.
Mayo de 2017
Daños en el deporte
Índice
Nociones teóricas e introducción	3
Naturaleza extracontractual:	4
Naturaleza contractual:	4
Consideraciones sobre el nuevo régimen del Código Civil y Comercial de la Nación	5
Art. 1078:	5
Art. 1710:	6
Art. 1716:	6
Art. 1719:	7
Jurisprudencia	8
Cotroneo Ricardo c/ Violi y otros. 1983. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil	8
Telechea, Fernando G. c/ Beldrio, Carlos D. y otro. 2005. Cámara Civil y Comercial de Apelaciones de Azul, Pcia. de Buenos Aires.	9
Gil, Exequiel Osvaldo c/ Sociedad de Fomento Deportiva y Cultural Siglo XX y otro. 2010. Suprema Corte de la Pcia. de Buenos Aires:	9
Pizzo c/ Camoranesi:	10
Chaber César c/ Rodriguez Eduardo y otros. Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial:	17
Bibliografía	17
Nociones teóricas e introducción
En primer lugar corresponde brindar una definición de los actores que intervienen en el ámbito deportivo:
El deportista es el sujeto que interviniendo en forma personal somete su actividad a las reglas del juego ya sea mediante una actividad física o mental o controlando una cosa.
La institución deportiva es la asociación civil que posee personería jurídica, dedicada a la práctica o difusión de determinado deporte.
Organizador es la persona física o jurídica que toma a su cargo la realización de un espectáculo.
Para comenzar a abordar el tema, tenemos que advertir que durante la práctica deportiva –sea el deporte que fuese– nunca se actúa con la misma prudencia o cuidado que se le exige a los hombres en su vida de relación normal o extradeportiva, razón por la cual no se puede pretender juzgar las conductas, midiéndolas con los mismos parámetros y con los mismos principios de la responsabilidad aplicables a situaciones normales.
El deporte como juego, como profesión, como espectáculo, forma parte importante de la vida contemporánea, siendo una de las características de esta actividad los riesgos que genera, que son frecuentísimos. Ello hace que en principio, cuando se produce alguna lesión derivada de ese riesgo propio de la actividad, no haya obligación de reparar, la que si existiría cuando el mismo hecho se produce fuera del juego.
Quien asume el riesgo –que por otra parte contribuye a crear– es el jugador o participante en el juego, competencia o deporte. Cada jugador y sus contrincantes aceptan y se exponen voluntariamente los riesgos y contingencias del juego lícito, a veces inclusive violento.
En cuanto a la responsabilidad del deportista que causa un daño a otro encontramos dos criterios:
· Aquel que se pronuncia por considerar que siempre el accionar del autor del daño como un hecho ilícito susceptible de causar responsabilidad civil y penal. Esta postura puede ser un poco extrema ya que no da lugar al análisis de los casos concretos, donde las circunstancias podrían demostrar lo contrario, y no es la receptada por la jurisprudencia.
· Y por otro lado, el que no considera que exista responsabilidad del autor del perjuicio siempre que la acción haya sido consecuencia de la aplicación de las reglas del juego o hubiese acaecido dentro de los parámetros determinados por este. El fundamento radica en que existe la aceptación de los riesgos del deporte por parte de los protagonistas, el consentimiento de la víctima y la observancia propia de las reglas del juego. 
Es dable marcar que la infracción podría tener:
Naturaleza extracontractual:
Aquí estamos ante la violación del deber de obrar con prudencia, del deber genérico de no dañar al otro.
Más allá de tomar en consideración las circunstancias particulares de cada caso, los elementos de esta órbita pueden clasificarse en:	
· La licitud del juego o deporte mismo.
· El consentimiento de la víctima para exponerse y someterse a los riesgos propios del deporte que practica.
· La ausencia de dolo, culpa u otro factor de atribución de responsabilidad achacable al autor del daño.
· La observancia de las reglas, pragmáticas o cánones del juego del deporte que se trate.
Naturaleza contractual:
Dentro de esta posición, lo fundamental es que se toma al reglamento deportivo como una convención de la cual surgen obligaciones para quienes están sometidos al mismo. En este caso, la responsabilidad surge por la violación de lo pactado.
Otro aspecto que podría tomarse en consideración es si el origen las lesiones provocadas por un deportista a otro fueron en el marco de una competencia profesional o no. En el primer supuesto cabría la responsabilidad contractual, quedando la responsabilidad extracontractual para el resto de los casos.
De una forma u otra, lo significativo es que se encuentren presentes los presupuestos esenciales de la responsabilidad en el hecho ocurrido entre contrincantes: la antijuridicidad que consiste en la violación del deber de no dañar a otro o en el incumplimiento de una obligación (arts. 1716, 1717); los factores de atribución objetivos o subjetivos que son la razón o el fundamento para adjudicar el deber de afrontar el daño (arts. 1721 a 1724); el daño que consiste en la lesión a un derecho o interés lícito (arts. 1737 a 1740), y la relación de causalidad que vincula jurídicamente el hecho con el resultado (arts. 1726 a 1746).
Además de lo antedicho, algunos autores sostienen que la conducta no sólo debe adecuarse a las reglas del juego, sino que debe ser regular conforme lo dispuesto por el art. 10 del Cód. Civil y Com. de la Nación sobre abuso del derecho, según el cual el ejercicio regular de un derecho o el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como ilícito ningún acto ya que entraría a jugar el abuso del derecho, que es aquella conducta que contraría los fines del ordenamiento jurídico, o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
Finalmente una última distinción discutida es aquella que resulta de la violación a las reglas del juego en cuanto a una técnica determinada y aquellas que tienen como fin impedir la violencia o las que cuentan con excesiva brusquedad. 
En las primeras no cabría responsabilidad al autor, ya que si bien viola el reglamento no se aleja de su marco. Un ejemplo sería que en el desarrollo de un partido de fútbol un jugador desvía la trayectoria de la pelota con su mano para evitar un gol pero esta termina fracturando la nariz de un adversario. 
En el segundo caso si hay responsabilidad por una actitud de culpa grave o dolosa del contrincante, lo cual ha incluso llevado a algunos autores a rechazar la idea de culpa en los accidentes deportivos ya que no es posible determinar cuándo estamos frente a una actitud dolosa y a otra que surge de un exabrupto del momento.
La postura dominante en la doctrina y jurisprudencia actual en relación al tema tratado, en deportes como el futbol y el rugby, es que aquel infortunio sufrido mientras se disputa un partido, se debe atribuir a los propios riesgos del deporte practicado, sin que pueda atribuírsele responsabilidad alguna a los deportistas que intervinieron en el partido, en la medida que se produjo en circunstancias y como consecuencia de dicha actividad deportiva, de por sí de naturaleza sumamente riesgosa para la salud física de los participantes, sean profesionales como amateurs.
Mientras el jugador actúe sin transgredir las reglas del juego no incurre en responsabilidad civil por el daño que pueda causar a un contrincante, siendo el acto realizado lícito, pues mientras no medie abuso no hay responsabilidad, agregando que el adversario se expone a las contingencias propias del juego que ha aceptado voluntariamente.
Sumado a esto, se sostiene que La autorización del estado para practicar deportes riesgosos para la integridad física de los participantes –como el futbol o elrugby, por ejemplo- excluye la antijuridicidad como presupuesto de la responsabilidad por las consecuencias dañosas que irroga el juego dentro del reglamento y por aquellas infracciones reglamentarias que son normales o inevitables dadas las características de la actividad de que se trata.
Entonces, podemos decir que el deber de responder por las lesiones deportivas se origina cuando: a) existe una acción excesiva que viola grosera y abiertamente el reglamento del juego y b) existe intención de provocar el resultado dañoso sea durante el desarrollo del juego o cuando éste se encuentre detenido.
Consideraciones sobre el nuevo régimen del Código Civil y Comercial de la Nación
Art. 1078:
Funciones de la responsabilidad. Las disposiciones de este Título son aplicables a la prevención del daño y a su reparación.
Art. 1710:
Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el deber, en cuanto de ella dependa, de: 
a) evitar causar un daño no justificado; 
b) adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar que se produzca un daño, o disminuir su magnitud; 
c) no agravar el daño, si ya se produjo.
El Código prescribe la función bipartita de la responsabilidad civil que consiste en prevenir y reparar. En consecuencia, la responsabilidad comprende dos etapas del daño: actuar ex ante para impedir su producción, continuación o agravamiento, por lo que se establece un deber general de hacer (realizar una acción positiva para evitar causarlo) o de abstención (omitir ejecutar una conducta potencialmente lesiva).Ello así en la medida que esa conducta dependa de la persona y en base a dos parámetros, la buena fe y la razonabilidad, lo que implica analizar las circunstancias de cada caso. Acaecido el hecho, se presenta la clásica función resarcitoria por el daño producido.
Art. 1716:
Deber de reparar. La violación del deber de no dañar a otro, o el incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del daño causado, conforme con las disposiciones de este Código. 
A diferencia del régimen anterior, el Código produce una unificación de la responsabilidad civil contractual y extracontractual que van a regirse, salvo excepciones, por las mismas reglas. Ambas órbitas comparten la misma finalidad (resarcir el daño injustamente sufrido) y los mismos elementos (antijuridicidad, daño, relación causal y factor de atribución), lo que justifica su regulación unitaria.
En cuanto a la extensión del resarcimiento, son resarcibles las consecuencias inmediatas y las mediatas previsibles, salvo excepción, conforme lo dispuesto por el art. 1726.
Subsistencia de ciertas particularidades de la responsabilidad contractual
Configuración de la antijuridicidad.
Mientras que en la responsabilidad extracontractual la antijuridicidad es atípica porque es ilícita la violación del deber general de no dañar a otro, en materia contractual el daño se produce como consecuencia de la infracción de una obligación específica. 
Incumplimiento y factor de atribución
En la responsabilidad extracontractual, el factor de atribución no depende de la extensión de lo obligado, sino de las circunstancias en las que se causó el daño (con o sin cosas riesgosas o viciosas, con culpa o dolo, etc.) o de la relación que quien dañó tenía con un tercero (dependiente, hijo menor, etc.). En materia contractual, hay infracción de una obligación específica por ende el factor de atribución no depende, del modo en que se incumple, sino de con qué extensión se obligó el deudor. 
Previsibilidad del daño contractual
El Código adopta como principio general la teoría de la causalidad adecuada, que se funda en un parámetro objetivo de comparación: hay que establecer, en cada caso, si era previsible que cierto hecho generara determinado resultado, de acuerdo a lo que habría previsto un hombre medio en el momento del hecho. Sin embargo, para el caso de contratos discrecionales se aparta de ese principio general y establece otro parámetro: el deudor incumplidor responde por las consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento de su celebración.
Edad a la que se adquiere el discernimiento
Al igual que el código derogado, la nueva normativa distingue la edad en la que se adquiere el discernimiento para los actos lícitos y para los ilícitos, pero mientras el segundo se sigue adquiriendo a los diez años, el primero se obtiene a los trece (art. 261, incs. b, y c).
Art. 1719:
Asunción de riesgos. La exposición voluntaria por parte de la víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni exime de responsabilidad a menos que, por las circunstancias del caso, ella pueda calificarse como un hecho del damnificado que interrumpe total o parcialmente el nexo causal.
La idea de la aceptación de riesgos es habitualmente empleada no como causal de exclusión de responsabilidad, sino para impedir la aplicación de un factor objetivo de atribución. Podría así sostenerse que el organizador de ciertos deportes que implican riesgos (alquiler de motos o kartings, esquí, etc.) estaría sujeto únicamente a una obligación de seguridad de medios, pues quienes practican tales deportes aceptarían los riesgos propios de esas actividades.
Sin embargo, la doctrina argentina mayoritaria ha entendido que no es lo mismo exponerse a un riesgo que aceptarlo, no se puede presumir que se haya aceptado tácitamente sufrir un daño cuando normalmente no es una consecuencia deseada. La aceptación de riesgos implicaría una cláusula de irresponsabilidad prohibida en la esfera extracontractual, y un pacto sobre bienes indisponibles, como la vida o la integridad física. 
Siguiendo esta línea el Código determina que la exposición voluntaria por parte de la víctima a una situación de peligro no justifica el hecho dañoso ni exime de responsabilidad. De esta forma se impide que la asunción o aceptación de riesgos por la víctima sea aducida para excusar la responsabilidad del dañador (o de los responsables indirectos), o bien para excluir la aplicación de un factor de atribución objetivo expresamente establecido por la ley.
Jurisprudencia
Cabe destacar que es limitada la doctrina y jurisprudencia sobre el tema que nos ocupa pero, afortunadamente, la existente nos otorga el parámetro a seguir en los casos que se presentan, especialmente en este país, donde el fútbol se ha caracterizado últimamente por la violencia que genera la rivalidad entre equipos, tanto dentro como fuera de la cancha. La jurisprudencia, no solo en nuestro país y en el futbol, es muy escasa debido fundamentalmente a que no existe conciencia en los actores del sistema deportivo de que por las lesiones o por la muerte producida en plena competencia deportiva, se puede responsabilizar al deportista que causó el daño.
A continuación, trataremos brevemente de explicar 5 fallos de nuestra justicia nacional, sobre daños entre deportistas en el marco de partidos de futbol.
Cotroneo Ricardo c/ Violi y otros. 1983. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
Es menester marcar, en un primer lugar, que este fallo es uno de los primeros en la materia en llegar a una sentencia definitiva. 
Los hechos transcurren durante el partido de futbol entre el club Almirante Brown de San justo y Banfield de cuarta división. El jugador de campo de Banfield, Cotroneo, concurrió a buscar la pelota en el área adversaria y al no poder cabecearla la toco con la mano, por lo que el árbitro decidió cobrar la infracción cortando el juego. Luego, el arquero del Club Almirante Brown, Domingo Violi, simulo continuar la acción de juego que venía desplegando –intentaba ir a buscar la pelota–, y conecta su rodilla en la zona renal de Cotroneo. Esto, además de profundo dolor, le ocasiono a la actora la pérdida de su riñón. 
La Cámara entiende que la conducta del arquero de Almirante Brown había traspasado el límite de lo normal, al encontrar probado que el mismo cometió un exceso reglamentario. En ese sentido, se afirmó con claridad “… que una cosa es que el arquero adelante la rodilla en actitud de defensade su integridad corporal, como usualmente se realiza, en violación no obstante, “natural” o “normal” del reglamento, y otra cosa es que se aplique un golpe con violencia tal como para despedazar el riñón de un jugador rival…”.
De esta manera, se sostuvo que los deportistas deben responder por las infracciones cometidas con la clara intención o el propósito deliberado de dañar la integridad física del rival. Este deber de responder por las lesiones deportivas se da “cuando existe intención de provocar el resultado dañoso sea durante el desarrollo del juego o bien cuando este se encuentra detenido”. Por su parte, sostuvo que la autorización del Estado para la realización del deporte en relación con la irresponsabilidad, se configura solo para las consecuencias dañosas “naturales” del deporte.
Así, la Cámara confirmo la sentencia de primera instancia en todas sus partes, e impuso a Domingo Violi y al Club Alte. Brown la obligación de pagar una indemnización en favor de Cotroneo.
De todas maneras, se trató de un fallo dividido, en el cual la minoría entendía que se trataba de una actividad riesgosa autorizada por el Estado excluyendo la antijuridicidad y que no fue más que una acción antirreglamentaria la cual conforma una incidencia “natural y frecuente” y es sancionable en el ámbito deportivo.
Telechea, Fernando G. c/ Beldrio, Carlos D. y otro. 2005. Cámara Civil y Comercial de Apelaciones de Azul, Pcia. de Buenos Aires.
Este es un fallo más reciente, dictado por la Cámara Civil y Comercial de Apelaciones de Azul, Provincia de Buenos Aires en el año 2005, en el cual si bien se confirma el antecedente Cotroneo, existen diferencias dignas de ser marcadas.
La demanda se originó debido a los hechos sucedidos en el transcurso de un partido de futbol, entre los equipos amateurs de “El Fortín” de Olavarría y “Defensores del Este” de Pehuajo. Fernando German Telechea, jugador de El Fortín, instantes antes de recibir la pelota proveniente de un pase de un compañero, es golpeado mediante una “plancha” a la altura de su rodilla izquierda por Beldrio. El impacto le provoco una grave lesión que motivo dos intervenciones quirúrgicas en una de sus rodillas y dio lugar a una incapacidad parcial y permanente que trunco la carrera deportiva de la víctima.
La Cámara considero que el futbolista que en forma intencional golpea a otro jugador provocándole incapacidad mientras se disputa un partido en un campeonato oficial, tiene el deber de responder por las lesiones deportivas, en tanto existió una acción excesiva que violo el reglamento del juego, realizada con intención de causar el resultado dañoso. A su vez, el tribunal encuentra responsable también al club de futbol para el cual jugaba quien provoco la lesión.
Es remarcable este caso ya que a diferencia del fallo analizado precedentemente, aquí el partido estaba en juego, y la lesión se da en plena competencia y disputa del balón. 
Gil, Exequiel Osvaldo c/ Sociedad de Fomento Deportiva y Cultural Siglo XX y otro. 2010. Suprema Corte de la Pcia. de Buenos Aires:
Este es uno de los fallos más importantes en relación al tema del presente trabajo, ya que es uno de los más recientes. En el caso, Cristian E. Gil, hijo del actor, integraba el equipo de futbol infantil categoría 82 de la entidad “Centro Cultural y Social Florentino Ameghino” en calidad de arquero. El 25 de septiembre de 1995, el equipo disputo un partido en la “Sociedad de Fomento Deportiva y Cultural Siglo XX”, durante el cual el menor recibió un fuerte impacto de la pelota en su ojo izquierdo, lo que le produjo lesiones.
La Suprema Corte, en disidencia, decide confirmar lo decidido por la Cámara, la cual había rechazado la demanda, por no encontrar justificada la responsabilidad de la Asociación, toda vez que el daño se había ocasionado por un obrar licito en el marco del deporte. Específicamente, resolvió que: “… la pelota de futbol, puesta en juego, dentro del desarrollo regular de la contenida deportiva, hace que esta pierda el carácter de cosa jurídicamente riesgosa en tanto forma parte de los elementos aleatorios en su desplazamiento, constitutivos del juego e inesperables de él, asumidos por el jugador en forma personal e indelegable…”.
También resulta relevante marcar el argumento del Juez Negri en su disidencia, en donde se excluye a la “asunción del riesgo” como causal de exoneración de responsabilidad. El ministro expreso: “si bien la teoría del consentimiento predica que es el asentimiento del dañado que participa de la contienda y su sometimiento a los riesgos inherentes al deporte que practica lo que elimina la ilicitud del hecho, entiendo que no es razonable derivar de allí la interpretación que el jugador consiente anticipadamente ser dañado. Mucho más cuando un asentimiento para ser dañado en la integridad física, es irrelevante, por tratarse la integridad de un derecho personalísimo, sobre el cual no se puede contratar”. Sigue, sosteniendo que los riesgos propios de la práctica deportiva quedan de tal modo absorbidos por la licitud de la actividad, y no por el consentimiento de la víctima.
Pizzo c/ Camoranesi:
El día 14 de agosto de 1994, se jugó un partido de fútbol entre los primeros equipos del club Alvarado y de Aldosivi, ambos de la ciudad de Mar del Plata. A los 40 minutos del primer tiempo el jugador Roberto Javier Pizzo recibió la pelota sobre la franja izquierda del sector medio de su propio campo bajándola y punteándola. En dichas circunstancias, por su lateral derecho apareció el jugador Camoranesi, quien con su pierna izquierda en forma de “plancha”, golpeó con la planta del botín sobre la cara interna de la rodilla izquierda de Pizzo.
A raíz de tal hecho, el actor sufrió lesiones en el ligamento cruzado anterior, en el ligamento cruzado posterior, en el ligamento lateral externo, en los meniscos interno y externo, en la cápsula de la rodilla, en el tendón del biceps, en el nervio, sufrió varios hematomas y desgarros, estando a punto de ser seccionada la arteria femoral. Ante tal situación, el árbitro del encuentro suspendió de inmediato el juego, convocando a los auxiliares médicos y expulsando a Camoranesi.
El día 17 de agosto de 1994 se le realizó a Pizzo la primera intervención quirúrgica, con un periodo de rehabilitación lento y doloroso, debiendo permanecer con yeso y en total reposo durante un mes, para luego desplazarse con muletas, sometiéndose a partir del 27 de septiembre del mismo año a sesiones de fisioterapia. El día 9 de marzo del 1995 fue operado nuevamente, dada la complejidad del daño, con nuevo período posterior de rehabilitación.
1. Argumentos de la Parte actora
El jugador lesionado afirmó que el demandado Camoranesi no tuvo intención de jugar la pelota, sino que movió su pie en forma elevada, apuntando directamente a la pierna del accionante, en una actitud que califica como dolosa, a sabiendas de que el balón se encontraba en otro sector. Que la “plancha” ejecutada por el demandado, además de ser antirreglamentaria es considerada de alto riesgo y sus consecuencias son plenamente conocidas para quienes practican fútbol. 
Respecto de los antecedentes del ofensor remarcó que a raíz de su acción y expulsión, le fueron aplicadas seis fechas de suspensión por parte de la Liga Marplatense de Fútbol, remarcando el contraste, en materia de comportamiento deportivo con el lesionado Pizzo quien era un destacado jugador, que había recibido numerosas distinciones por su caballerosidad deportiva y que nunca había sido expulsado de una cancha. Camoranesi en cambio, representaba lo opuesto a Pizzo, toda vez que en su primera temporada local, en 1994, transcurridas 13 fechas del torneo oficial había sido expulsado en cuatro oportunidades, a lo que se suman expulsiones posteriores en partidos del Torneo del Interior.
En síntesis, sostuvo que la obligación de Camoranessi de indemnizar se configuró por los siguientes extremos: a) por haber violado los reglamentos del juego; b) por serexpulsado de la cancha, y luego severamente sancionado y c) por lesionar a Pizzo, en forma intencional, produciéndole un gravísimo daño. Distribuyó su pretensión indemnizatoria en los siguientes rubros y montos: 1) daño emergente, por el que reclamó $ 6.000; 2) lucro cesante, por $ 194.400; 3) daño moral por $100.000; 4) pérdida de chance por $543.600; 5) y daño estético, por $40.000.
2. Argumentos de la parte demandada
Camoranesi afirmó que la realidad de los hechos fue muy distinta a la relatada en el escrito de demanda, ya que si bien resulta cierto que a raíz del encuentro de fútbol desarrollado el día 14 de agosto de 1994 entre los Clubes Alvarado y Aldosivi, Pizzo debió abandonar el campo de juego, ello se debió a un choque de piernas producto de la disputa del balón, propia del juego desarrollado. Que la imprudencia y la falta de diligencia, al tratarse de la práctica de un deporte, deben valorarse teniendo en cuenta la tipicidad del juego o deporte, y no con relación a las normas de prudencia que rigen para el buen padre de familia.
Agregó que la falta de voluntad de dañar en un choque o roce de los tantos que se producen en un campo de juego, había quedado evidenciada por la carencia de instrucción de causa penal, a lo que debía sumarse que la prensa local, había atribuido el hecho a un infortunio propio del juego. Consideró además que no debe obviarse que el riesgo y/o peligrosidad de ciertas manifestaciones deportivas es conocida para quien participa de ellas, y que al tratarse de circunstancias específicas y relativas al deporte, debía el accionante demostrar la culpa en el accionar del demandado.
Desconoció y negó la producción de los daños invocados en la demanda, por ser la lesión denunciada por su contraparte común en futbolistas profesionales, y porque luego de una lesión de ese tipo, se puede volver a desarrollar normalmente la actividad deportiva. Que ese fue el caso, dado que Pizzo volvió a integrar, con posterioridad, el plantel de Alvarado.
3. Argumentos del Club Aldosivi
Pizzo no demandó al club Aldosivi pero Camoranesi pidió la citación del club en calidad de tercero con fundamento en que el hecho tuvo lugar cuando él se hallaba bajo relación de dependencia de dicha entidad.
El representante del Club reconoció, por resultar un hecho público y notorio la celebración del encuentro de fútbol entre los clubes y en el día indicados en la demanda; que el jugador de la institución Aldosivi golpeó mediante la utilización de la denominada “plancha” al accionante, quien era jugador del Club Alvarado, obligando a éste a abandonar el campo de juego. Afirmó que Camoranesi nunca revistió la calidad de dependiente jurídico respecto de la institución, toda vez que era jugador amateur, porque no había existido contrato de ninguna especie entre ambos, percibiendo solamente un viático por su movilidad, como ocurre con el resto de los clubes que militan en el fútbol local.
Considera que en el caso no se dio la figura de la subordinación, toda vez que durante el desarrollo del juego el club no controla la conducta del futbolista dentro del campo de juego, limitándose a dirigirlo tácticamente, sin impartir instrucciones en el sentido de dañar al jugador contrario o violar el reglamento.
Describió como grosera y descalificadora a la falta cometida por Camoranesi, que la conducta manifiestamente violatoria de sus deberes, llevó a romper cualquier lazo de causalidad respecto del Club Aldosivi, y que dichas conductas frente a su reiteración con posterioridad a la lesión de Pizzo, determinaron la desvinculación de la relación mantenida.
4. La Sentencia de la Primera Instancia
Respecto de los hechos, el Magistrado de Primera Instancia, entendió que Pizzo bajó el balón, el que por efecto de un rebote en su pierna izquierda se adelantó, y ello lo llevó a intentar efectuar un enganche hacia el centro del campo. Que en tales circunstancias, Camoranesi arribó al lugar, desde la derecha de Pizzo, y con el botín de su pierna izquierda, en forma de “plancha”, impactó directamente sobre la zona de la rodilla de la pierna izquierda del actor. Que en el momento del encuentro de los futbolistas la pelota se encontraba casi a ras del piso y que antes de tal encuentro el accionado levantó su pierna, peligrosamente en “plancha” de forma tal que razonablemente, y de acuerdo a la dirección por él dada, no podría tener otro efecto que no fuera impactar directamente sobre la pierna de su rival.
En relación a la participación de actor y demandado, si bien consideró que en el caso no existen elementos suficientes para calificar el accionar del Sr. Camoranesi como intencional, no obstante, a su criterio, la acción denotó una “notoria imprudencia o torpeza, un exceso en la práctica del deporte, un accionar anormal y evitable, que determinó su responsabilidad por las consecuencias causadas por tal obrar disvalioso (arts. 512, 1109 del Código Civil). Y al arribar a tal conclusión no he obviado la ponderación de las características propias del deporte en cuestión, ni el énfasis o enjundia que pudieren determinar la conducta de los futbolistas en su accionar, ni tampoco la rivalidad deportiva que existía entre ambas instituciones del fútbol local en la época del hecho. No obstante ello, a mi criterio, tales extremos no justifican superar la barrera de lo tolerable en la conducta de los deportistas dentro de un campo de juego; debiendo primar, más que otro tipo de interés, la defensa de la protección de la integridad física de tales deportistas, cuya desprotección conduciría al deterioro y/o destrucción de la actividad deportiva misma”.
Resumió el Magistrado su postura afirmando que “en el caso se ha justificado en el accionar del demandado Sr. Camoranesi, una conducta calificable como imprudente y excesiva, contraria a la regla general de respeto a la integridad física de un par, que se ha tornado disvaliosa, generadora de daños, lo que determina en la atribución de su responsabilidad en el evento ( arts. 375, 384 del C.P.C.)”.
En relación a la responsabilidad del Club Aldosivi, el Juez resolvió que habiéndose justificado que el demandado Camoranesi se encontraba bajo la dependencia y/o subordinación jurídica o técnica del Club, y habiendo �provocado daños en la persona de su par, el Sr. Pizzo, correspondía concluir en la responsabilidad del tercero citado, debiéndosele extender al mismo los efectos del pronunciamiento (arts. 43, 1er. párrafo art. 1113 del Código Civil; arts. 375, 384 del Código Procesal Civil y comercial).
Tal responsabilidad encuentra su fundamento en el primer párrafo del art. 1113 del Código Civil, dado que la dependencia que contempla dicha norma no requiere necesariamente un vínculo contractual entre el principal y el subordinado, ni que las tareas sean permanentes y remuneradas. Lo decisivo, en el punto, es la existencia del derecho a dar órdenes o instrucciones acerca de cómo deben cumplirse las funciones, el que suele traducirse en la facultad de dirigir, vigilar e intervenir, así como que tales funciones satisfagan un interés de quien da esas órdenes e instrucciones.
Incluso, adoptando una concepción más amplia, se ha considerado la extensión de la responsabilidad aun cuando no se configure una estricta subordinación, sino simplemente una conexión funcional o una integración dinámica de actividades, en tanto el principal tenga alguna injerencia en el desenvolvimiento del dependiente o poder de supervisión sobre los medios y métodos empleados. Al respecto no importa la permanencia o no de la prestación de los servicios, como tampoco la ausencia de onerosidad.
Participando de un concepto de “dependencia” amplio, no debe obviarse que tras la reforma del Código Civil a su art. 43, al referirse ala responsabilidad extracontractual de las personas jurídicas, los administradores, los órganos y los dependientes de esta comprometen la responsabilidad de esa persona ideal por los daños acaecidos en ocasión de la incumbencia.
En el caso, agregó el Magistrado, ha quedado reconocido que el demandado Camoranesi, se encontraba formando parte del encuentro deportivo como jugador del primer equipo del tercero citado, vistiendo sus colores y defendiendo su interés deportivo. Habiendo sido elegido para integrar el equipo oficial del club, éste tenía la obligación de vigilar o controlar su desempeño, con autoridad suficiente para decidir su participación efectiva en el juego o su reemplazo por otro jugador; lo que permitiría encuadrar la cuestión, más allá de la dependencia y/o subordinación, dentro de la órbita de la culpa “in eligendo” e “in vigilando”
Por otro lado, no importaba según el criterio del Juez que se estuviera frente a un jugador profesional o amateur, toda vez que no obstante ello, el deportista amateur se encuentra sometido a las directivas del club al que representa en el encuentro deportivo, poniendo su esfuerzo y empeño en tal defensa, lo que implica una subordinación desde el punto de vista jurídico y técnico.
5. Los agravios del co-demandado Camoranesi
El futbolista demandado formuló, como primera objeción al fallo, que se lo haya condenado por un daño causado en el marco de un evento deportivo, sin intención y en la propia disputa del balón. Señalando que las acciones excesivas e imprudentes dentro del juego están sancionadas como infracción pero no implican ilicitud jurídica y que quien se expone a un juego de contacto asume un riesgo natural a su integridad física.
Imputó al Juez de Primera Instancia un desconocimiento total del fútbol esgrimiendo que lo que aconteció fue una desafortunada disputa del balón y que no puede condenarse por jugadas riesgosas sin intención de dañar, so pena de atentar contra la esencia misma del deporte y reprochar la fuerza, la velocidad y la vehemencia en la disputa. Por último, criticó al fallo por una cierta contradicción al describir, por un lado, el vigor del deporte, y por otro, tildar de imprudente la conducta de Camoranesi en el infortunio.
En resumen, el argumento principal de la apelación ha sido que las acciones excesivas e imprudentes dentro del juego no deben ser calificadas como una ilicitud jurídica dado que los jugadores de fútbol al exponerse a un juego de contacto asumen el riesgo de ver dañada su integridad física.
6. El voto del Dr Mendez
Los fundamentos principales para el rechazo de la demanda se sustentaron en la asunción del riesgo de practicar un deporte que el Estado argentino autoriza y en calificar la acción deportiva que causó la lesión como “frecuente o habitual en las contiendas futbolísticas”. Si el deporte se encuentra autorizado por el Estado, su ejercicio es lícito y si las lesiones inferidas son el resultado del riesgo que éste representa, el consentimiento para la práctica del juego lleva implícita su conformidad para afrontar las consecuencias dañosas.”
7. El voto del Dr Rosales Cuello
El Magistrado que votó en segundo lugar, en cambio, concluyó en la responsabilidad de Camoranesi por grosero apartamiento de las reglas del deporte. Para ello, en lo sustancial, siguió la línea del caso “Cotroneo” y de la doctrina prevaleciente, distinguiendo la existencia de dos tipos de ilicitudes: las comunes y las extraordinarias. Para las primeras, se reservó la irresponsabilidad, salvo que la intención indicara lo contrario; y para las segundas, un criterio objetivo de ilicitud sin posibilidad de justificación, denominada por Bueres como “la ilicitud objetiva de las jugadas excesivas”.
En el fútbol, continúa su voto Rosales Cuello, “es común que los rivales se golpeen, que se cometan faltas, que un defensor enganche desde atrás al delantero que se escapa con la pelota hacia el arco contrario. También es frecuente que los jugadores que saltan a cabecear choquen entre sí involuntariamente, o por un exceso de vehemencia. Esos daños ocasionados por el riesgo normal de un deporte determinado, difícilmente puedan ser imputados a título de culpa”.
Luego realiza una necesaria distinción entre lo “normal” y lo “frecuente”, “El desafío entonces está en sentar en concreto esa pauta de normalidad, proceso que no deberá disociarse de las circunstancias que singularizan al suceso, si lo que se quiere es concluirlo con éxito. Esa normalidad no estará relacionada con la frecuencia con que estas lesiones se reproducen en el juego, sino con la <previsibilidad de la maniobra que las produce. Es claro que en el caso en análisis por las circunstancias del juego y de la acción en particular, Pizzo no podía siquiera imaginarse que un adversario fuera directamente a golpearlo en su rodilla con la suela del botín mediante una plancha con pierna cambiada y con todo el peso de su cuerpo”.
Quizás por ello, el Juez admite cierta perplejidad ante el hecho al reconocer que “al cabo de apreciar en reiteradas oportunidades las imágenes contenidas en el video del partido durante el cual se produjera el suceso cuyas consecuencias se demandan (…), no he logrado desterrar la impresión inicial de innecesaria y brutal agresión que me dejara el comportamiento protagonizado por el demandado. Es que observados con detenimiento los movimientos descriptos por ambos jugadores en la secuencia que culminara con la lesión, se avizora claramente que el actor concentrado en alcanzar la pelota, esfuerza su pierna izquierda en apertura y extensión, tomando contacto con ella y alejándola.
Por el contrario, el demandado se desentiende por completo del recorrido del balón yendo directamente a la intercepción de la humanidad de su contrincante, quien como producto de la acción antes descripta, se encontraba con la pierna izquierda en abducción y extendida, próximo apoyar el talón de ese pie sobre el campo, dejándola en un vulnerable ángulo agudo. Lejos de adoptar una postura que minimice los efectos del contacto en esas condiciones de inferioridad de su oponente, éste aumenta el poder ofensivo de su accionar elevándose, levantando innecesariamente su pierna izquierda en forma de plancha, concentrando en el pie de ese lado todo el peso de su cuerpo potenciado por la velocidad desarrollada, tomando contacto con la zona media del miembro inferior del lesionado, parándose literalmente sobre la rodilla que se encontraba suspendida entre dos puntos de apoyo distantes: el suelo y la cadera.”
No se aprecia, por parte de Camoranesi, intención de mitigar los efectos de su violencia física y esa actitud configura un agravante a los ojos del Magistrado: “Direccionar su accionar hacia la disputa de la pelota, efectuar alguna maniobra evasiva, disminuir su velocidad, omitir levantar el pie a esa altura o simplemente flexionar la rodilla al sentir la presencia del otro jugador bajo su botín, se inscriben entre las medidas omitidas y que hubieren posibilitado evitar o disminuir los riesgos y descartar toda indiferencia hacia su producción (art. 512 del Cód. Civil -aplic. analóg.)”.
Describe el Magistrado, también con gran precisión y detalle, las circunstancias del partido que no hacían presagiar una reacción tan desmedida por parte de cualquiera de los futbolistas en cancha. “Las demás circunstancias que se dan cita en el evento, lejos de mejorar su situación, contribuyen a confirmar esa convicción. El sector del campo donde se produce el hecho -mitad defensiva del equipo del lesionado- descarta el riesgo para la valla del conjunto que integraba Camoranesi, el modo en cómo aborda a Pizzo -de costado- imposibilita interpretarlo como un involuntario reflejo defensivo de su parte, y la posición de la pelota al momento del contacto -superando la ubicación del agresor- elimina la intención de su disputa. Ese conjunto de contingencias demuestra lo innecesario y excesivo del comportamiento desplegado.
Se suma a ello la inoportunidadtemporal -Camoranesi llega a Pizzo a destiempo-, anatómica –lo golpea a la altura de la rodilla- estratégica – lo derriba en la mitad de campo del lesionado ganando por dos goles- y posesional -la pelota había superado al agredido y agresor sin elevarse-, lo cual imposibilita entenderlo como parte del juego, tornando difícil calificarlo incluso como infracción deportiva, erigiéndose en la más cabal muestra de aquello en lo que no se debe convertir el deporte.
Finalmente, la calidad de hecho notorio que adquiriera la condición de diestro del sancionado, mediante la difusión masiva de los encuentros que el seleccionado de Italia disputara en este Mundial, termina de cerrar el cuadro de circunstancias que vuelven civilmente reprochable su actitud, puesto que la experiencia demuestra que quien pretende disputar una pelota dividida no enfrenta al contrario con su pierna inhábil -izquierda-, tal como éste lo hizo”
8. La responsabilidad del Club del lesionador
Respecto de la responsabilidad del Club Aldosivi, los agravios se centraron en sostener que Camoranesi no era empleado ni dependiente del club, puesto que se trataba de un jugador amateur que ejercía su derecho constitucional de asociarse o disociarse cuando lo decidiera, que podía no responder a una citación del club sin que ello le significara una sanción alguna. Agregan además que el carácter doloso, o por lo menos gravemente culposo, de la acción desplegada por el lesionante, no implicaba ni suponía una orden o instrucción de Aldosivi, una entidad social dedicada a la práctica lícita o reglamentaria de la actividad deportiva.
Respecto de lo afirmado en cuanto que el jugador podía “disociarse” o no responder a una citación del club sin que ello le generara una sanción, el Juez Rosales Cuello entendió que lo cierto es que al momento de disputarse el partido, Camoranesi se encontraba integrando el equipo de Aldosivi y que la participación del mismo “redundaba en beneficio del cometido de la asociación y, eventualmente, de su prestigio como entidad”.
Que la relación que se entabla entre el jugador y el club entraña “no sólo cierta subordinación jurídica, puesto que el primero podrá representar al segundo exclusivamente en los encuentros que éste programe, sino también técnica, dado que integrará el plantel superior conforme lo decida su director técnico, y en su caso, recibirá por su intermedio instrucciones referentes a la manera de cumplir las funciones que se le han confiado”. 
Chaber César c/ Rodriguez Eduardo y otros. Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial:
En el fallo mencionado los hechos son los siguientes:
El piloto participante omitió reducir la velocidad al tomar una curva, provocando de ese modo lesiones a un técnico de otro equipo. La cámara condenó al conductor embistente, asignándole un 80% de la responsabilidad en el hecho y considerando, además, que el demandante concurría en un 20% por el riesgo que había asumido al ofrecerse por su cuenta a ser personal auxiliar de una prueba peligrosa. El cuerpo colegiado concluyó: “En el marco de las reglas de juego, organizadores y partícipes no están dispensados de las obligaciones de prudencia, diligencia y cuidados que impone a todo hombre el deber general de no dañar” y “el corredor de una carrera de autos que omitió reducir su velocidad al tomar una curva peligrosa, provocando de ese modo lesiones a un técnico situado en el sector de boxes, excedió con su obrar el límite del riesgo posible, aumentando con su imperito accionar el peligro que normalmente podía existir para quienes participaban de la prueba, por todo lo cual deviene ineludible su responsabilidad frente a quienes resultaron víctimas del accidente que se produjera por su inobservancia de la diligencia que las circunstancias y el lugar imponían. La importancia de este fallo radica, que en esta clase de deportes el principio general es que no responden frente a los accidentes por el propio riesgo de la actividad que están realizando por eso este caso fue una excepción a la regla general. 
Bibliografía
· Daños en y por espectáculos deportivos”, Carlos Alberto Ghersi (coordinador), Buenos Aires, GOWA, 1996.  
· Código civil y comercial de la Nación comentado / dirigido por Ricardo Luis Lorenzetti – 1º d. – Santa Fe; Rubinzal-Culzoni, 2014.
· http://www.efdeportes.com/efd17/futpro.htm: El nacimiento del fútbol profesional argentino: resultado inesperado de una huelga de jugadores, Julio D. Frydenberg. 
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