Logo Studenta

La Situación Mundial en 1921

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

La situación mundial 
Trotsky, León 
 Disponível em: https://ceip.org.ar/La-situacion-mundial 
LA SITUACIÓN MUNDIAL[1] 
Junio de 1921 
¡Camaradas! El problema a que consagro mi informe es muy complejo; temo que mi discurso no lo 
abarque. Me veo obligado a pedirles que le presten verdadera atención, pues no estoy seguro de 
haber acertado al reunir los datos conseguidos de tal forma que mi informe requiera el menor 
esfuerzo por parte de mis oyentes. Es decir, que no estoy seguro tampoco, de poder expresar mis 
ideas sobre la situación internacional con el orden y la claridad necesarias. 
Después de la guerra imperialista, entramos en un período revolucionario, o sea en un período 
durante el cual las bases del equilibrio capitalista se quiebran y caen. El equilibrio capitalista es un 
fenómeno complicado; el régimen capitalista construye ese equilibrio, lo rompe, lo reconstruye y lo 
rompe otra vez, ensanchando, de paso, los límites de su dominio. En el esfera económica, estas 
constantes rupturas y restauraciones del equilibrio toman la forma de crisis y booms. En la esfera 
de las relaciones entre clases, la ruptura del equilibrio consiste en huelgas, en lock-outs, en lucha 
revolucionaria. En la esfera de las relaciones entre estados, la ruptura del equilibrio es la guerra, o 
bien, más solapadamente, la guerra de las tarifas aduaneras, la guerra económica o bloqueo. El 
capitalismo posee entonces un equilibrio dinámico, el cual está siempre en proceso de ruptura o 
restauración. Al mismo tiempo, semejante equilibrio posee gran fuerza de resistencia; la prueba 
mejor que tenemos de ella es que aún existe el mundo capitalista. 
La última guerra imperialista constituyó el acontecimiento que, acertadamente, consideramos como 
un golpe terrible, sin precedente histórico, asestado al equilibrio del mundo capitalista. Es así que, 
después de la guerra, comienza la época de los grandes movimientos de masas y de las luchas 
revolucionarias. Rusia, el más débil de los eslabones que formaban la cadena capitalista, fue quien 
primero perdió su equilibrio, y también quien antes ingresó en la vía revolucionaria (marzo de 1917). 
Nuestra revolución de febrero tuvo resonancias enormes en las masas trabajadoras de Inglaterra. 
El año 1917 fue, en Inglaterra, el de las inmensas huelgas por medio de las cuales el proletariado 
inglés logró frenar el proceso de caída de las condiciones de vida entre las masas trabajadoras 
provocado por la guerra. En octubre de 1917, la clase obrera de Rusia se tomó el poder. Una ola 
de huelgas recorrió el mundo capitalista, empezando por los países neutrales. En otoño de 1918, 
Japón soportó los grandes desórdenes llamados “del arroz”, que según datos, arrastraron al 
movimiento hasta un 25 por ciento de la población del país, y provocaron crueles persecuciones 
por parte del Gobierno del Mikado. En enero de 1918, estalló en Alemania una importante huelga. 
https://ceip.org.ar/Leon-Trotsky,29
Al final de 1918, después del debate del militarismo germánico, estallaron revoluciones en Alemania 
y Austria-Hungría. El movimiento revolucionario continúa expandiéndose. El año 1919 es el más 
crítico para el capitalismo, sobre todo para el de Europa. En marzo de 1919 se proclama en Hungría 
la República Soviética. En enero y marzo de 1919, obreros revolucionarios sostienen terribles 
combates contra la república burguesa en Alemania. En Francia hay tensión en la atmósfera 
durante el período de desmovilización, pero las ilusiones de victoria y las esperanzas de sus frutos 
dorados siguen siendo igualmente fuertes. La lucha ni siquiera se aproxima aquí a las proporciones 
que asume en los países conquistados. En los Estados Unidos, hacia fines de 1919, las huelgas 
adquieren mayor amplitud y arrastran a su seno a los mineros, a los metalúrgicos, etc., etc. El 
gobierno de Wilson* da inicio a persecuciones furiosas contra la clase obrera. En la primavera de 
1920, en Alemania, la tentativa contrarrevolucionaria de Kapp moviliza y dispone al combate a la 
clase trabajadora. Sin embargo, el intenso movimiento desordenado de los obreros alemanes es 
ahogado esta vez por la República de Ebert*, que ellos acaban de salvar. En Francia la situación 
política se agudiza en mayo de 1920, desde la proclamación de la huelga general. No hay, además, 
tal huelga; que está mal preparada y traicionada por los jefes oportunistas, los cuales -aunque no 
lo osaron confesar- jamás la quisieron. En agosto, la marcha del Ejército Rojo sobre Varsovia, que 
constituye parte de la lucha revolucionaria internacional, sufre un fracaso. En septiembre, los 
obreros italianos, tomando al pie de la letra la agitación revolucionaria -puramente verbal- del 
Partido Socialista, se apoderan de las fábricas y de los talleres; pero, traicionados 
vergonzosamente por el Partido, sufren derrotas en toda la línea y son sometidos, a partir de este 
hecho, a una contraofensiva implacable por parte de la reacción coaligada. Es en diciembre cuando 
estalla otra huelga revolucionaria en Checoslovaquia. Finalmente, durante el año 1921 un gran 
combate revolucionario que produce numerosas víctimas, se desarrolla en la Alemania central, y 
en Inglaterra se produce una obstinada huelga entre los mineros. 
Cuando, durante el primer período inmediato a la guerra, observamos el crecimiento del movimiento 
revolucionario, algunos de nosotros pudimos creer -asesorados por razones históricas- que tal 
movimiento, cada día más fuerte y extendido, debía conducir inevitablemente al poder a la clase 
obrera. No obstante, ya han transcurrido casi tres años desde la guerra europea. En el mundo 
entero, salvo en Rusia, el poder continúa en manos de la burguesía. Verdad es que, en este tiempo, 
el mundo capitalista no quedó inmutable. Ha sufrido cambios. Europa y el mundo entero, atraviesan 
un período de desmovilización extremadamente peligroso para la burguesía; período de 
desmovilización de los hombres y de las cosas, es decir de la industria; período durante el cual se 
ha producido un monstruoso acrecentamiento de la actividad comercial y, enseguida, una crisis que 
aún dura. He aquí que una pregunta nace con enorme amplitud: la evolución que en este momento 
se realiza ¿tiende realmente a la revolución, o habrá que admitir que el capitalismo ha vencido los 
obstáculos creados por la guerra y que, si aún no se ha restablecido el equilibrio capitalista, está 
en vías de restablecerse sobre nuevas bases después de la guerra? 
La burguesía se tranquiliza 
Si antes de analizar esa pregunta en relación con su base económica, la estudiamos desde el punto 
de vista político, a la fuerza habremos de comprobar que toda una serie de detalles, hechos y 
declaraciones atestigua que la burguesía se ha hecho más fuerte y más estable como clase en el 
poder, o al menos así lo cree ella. En 1919, la burguesía europea estaba en plena confusión; era 
para ella una época de pánico, eran los días del miedo loco al Bolchevismo, al cual imaginaba bajo 
formas vagas y amenazadoras, y al cual los carteles en París mostraban como a un hombre con el 
cuchillo entre los dientes. 
En realidad, encarnado en este espectro del Bolchevismo con un cuchillo, estaba el miedo de la 
burguesía europea a la retribución por los crímenes que cometió durante la guerra. Sabía bien la 
burguesía hasta qué punto los resultados de la guerra no se correspondieron con las promesas que 
ella había hecho. Conocía perfectamente la extensión de los sacrificios en los hombres y en los 
bienes, y temía el arreglo de sus cuentas. El año 1919 fue, sin duda, el año más crítico para la 
burguesía. En 1920 y 1921, se la ve adquirir nuevamente su seguridad de antaño y acrecentar su 
aparato gubernamental que, a consecuencia de la guerra, en ciertos países -Italia, por ejemplo-, se 
encontraba en plena descomposición y que hoy se refuerza, sin duda alguna. El aplomo de la 
burguesía toma la forma más sorprendenteen Italia después de la cobarde traición del Partido 
Socialista en el mes de septiembre. La burguesía creía encontrar en su camino cuadrillas de 
asesinos, y se dio cuenta pronto de que sólo tenía ante sí cobardes. 
Una enfermedad que en estos últimos tiempos me ha inmovilizado, me permitió, a cambio de no 
realizar mi trabajo activo, leer un gran número de folletos extranjeros, y he acumulado un paquete 
de recortes en los que claramente se observa el cambio de sentimientos de la burguesía y su nuevo 
concepto de la situación política mundial. Todos los testimonios se reducen a uno solo: la moral de 
la burguesía es, en estos momentos, indudablemente mejor que en 1919 e incluso que en 1920. 
Así, tomo como ejemplo, las notas publicadas en un periódico suizo, serio y puramente capitalista, 
Neue Züricher Zeitung, sobre la situación política en Francia, Italia y Alemania, son muy 
interesantes sobre este particular. Suiza, que depende de esos países, se interesa mucho por su 
situación interior. He aquí lo que decía este diario sobre los acontecimientos de marzo en Alemania: 
“La Alemania de 1921 no se parece a la de 1918. La conciencia gubernamental se refuerza por 
todos lados, hasta el punto de que los métodos comunistas encuentran actualmente una viva 
resistencia en casi todas las capas sociales, aunque la fuerza de los comunistas, que no estaban 
representados durante la revolución más que por un pequeño grupo de hombres resueltos, haya 
aumentado diez veces.” 
En abril, el mismo diario, en ocasión de las elecciones en el parlamento italiano, describe la 
situación interna de Italia del modo que sigue: 
“Año 1919: la burguesía está desordenada, el bolchevismo ataca decididamente. Año 1921: el 
bolchevismo está vencido y disperso, la burguesía ataca decididamente.” 
Un periódico francés influyente, Le Temps, dijo, en ocasión del Primero de Mayo de este año, que 
no quedaba ni rastro de la amenaza del golpe de Estado revolucionario que envenenó la atmósfera 
de Francia en mayo del año pasado, etc... 
De tal modo, que no parece ya dudoso que la clase burguesa haya recobrado vigor, ni que los 
Estados hayan reforzado su aparato policial después de la guerra. Pero este hecho, por importante 
que sea, no resuelve el problema; en todo caso, nuestros enemigos se apresuran a sacar la 
conclusión del fracaso de nuestro programa. Seguramente esperábamos ver derrotada a la 
burguesía en 1919. Pero es evidente que no estábamos muy confiados en ello, y que no ha sido 
en esta derrota en donde hemos basado nuestro plan de acción. Cuando los teóricos de la II 
Internacional y de la Internacional Dos y Media dicen que hemos fracasado en lo que concierne a 
nuestras predicciones, uno podría pensar que se trataba de predecir un fenómeno astronómico. Es 
como si nos hubiéramos equivocado en nuestros cálculos matemáticos según los cuales un eclipse 
solar ocurriría en tal y tal día, y por lo tanto demostráramos ser malos astrónomos. En verdad, no 
se trataba de eso: no predecíamos un eclipse de sol, es decir un fenómeno fuera de nuestra 
voluntad y del campo de nuestra acción. Se trataba de un acontecimiento histórico que debía 
cumplirse, y se cumplirá con nuestra participación. Cuando hablábamos de la revolución que debía 
resultar de la guerra mundial, significaba que intentábamos e intentamos aún explotar las 
consecuencias de tal guerra, a fin de acelerar el advenimiento de la revolución mundial. El hecho 
de que la revolución no ha sucedido todavía en el mundo entero o, al menos, en Europa, no significa 
“que la IC haya sido vencida” porque el programa de la Comintern no está basado en datos 
astronómicos. Todo lo cual aparece claro para cualquier comunista que lo analice, siquiera sea 
brevemente, desde su punto de vista. No habiendo sobrevenido la revolución sobre las huellas 
candentes de la guerra, es evidente que la burguesía se ha aprovechado de un momento de 
descanso, si no para reparar, al menos para enmascarar las espantosas consecuencias 
amenazadoras de la guerra. ¿Lo ha logrado? En parte. ¿Hasta qué punto? Este es el fondo mismo 
de la cuestión, que roza el restablecimiento del equilibrio capitalista. 
¿Se ha reconstruido el equilibrio mundial? 
¿Qué significa el equilibrio capitalista del que tan bonitamente habla el menchevismo internacional? 
Este concepto del equilibrio no ha sido analizado ni expresado por los socialdemócratas. El 
equilibrio capitalista está determinado por hechos, fenómenos y factores múltiples: de primera, 
segunda y tercera categoría. El capitalismo es un fenómeno mundial. Ha conseguido dominar el 
mundo entero, como ha podido observarse durante la guerra: cuando un país producía de más, sin 
tener mercado que consumiese sus mercancías, mientras que otro necesitaba productos que le 
eran inaccesibles. En aquel momento, la interdependencia de las diferentes partes del mercado 
mundial se hacía sentir en todo sitio. En la etapa alcanzada antes de la guerra, el capitalismo estaba 
basado en la división internacional del trabajo y en el intercambio internacional de los productos. 
Es necesario que América[2] produzca determinada cantidad de trigo para Europa. Es preciso que 
Francia fabrique determinada cantidad de objetos de lujo para América. Es imprescindible que 
Alemania haga cierto número de objetos vulgares y económicos para Francia. Sin embargo, esta 
división del trabajo no es siempre la misma, no está sujeta a reglas. Se estableció históricamente, 
y a veces se turba por crisis, competencias y tarifas. Pero, en general, la economía mundial se 
funda sobre el hecho de que la producción del mundo se reparta, en mayor o menor proporción, 
entre diferentes países. Semejante división del trabajo universal, conmovida hasta la raíz por la 
guerra ¿se ha reconstruido o no? He ahí uno de los aspectos del asunto. 
En cada país, la agricultura provee a la industria con objetos de primera necesidad para los obreros 
y con bienes para la producción (materias primas); a su vez, la industria provee al campo de objetos 
de uso personal y doméstico, así como de instrumentos de producción agrícola. De este modo 
queda establecida cierta reciprocidad. En el interior de la misma industria asistimos a la fabricación 
de instrumentos de producción y a la fabricación de objetos de consumo, y entre estas dos ramas 
principales de la industria se establece cierta interrelación, la cual pasa por constantes rupturas 
para ser reconstruida sobre nuevas bases. La guerra destruyó estas relaciones. Durante la misma 
la industria de Europa -y en gran medida las de América y Japón- no produjeron tantos bienes de 
consumo y medios de producción como de destrucción. Pues si llegaban a producir objetos de uso 
personal, éstos se destinaban principalmente a los soldados de los ejércitos imperialistas, con 
desventaja para los productores obreros. Ahora bien, las relaciones rotas entre la ciudad y el 
campo, entre las distintas ramas de la industria dentro de cada país. ¿Se han reconstruido o no? 
Hay que considerar, además, el equilibrio de las clases basado sobre el de la economía nacional. 
En el período anterior a la guerra, existía una paz armada, no solamente en lo que se refiere a las 
relaciones internacionales sino -en gran escala- en cuanto se refería a la burguesía y al proletariado, 
gracias a un sistema de acuerdos colectivos referente a los salarios; sistema llevado a cabo por los 
sindicatos centralizados y el capital industrial, a su vez centralizándose más y más. Tal equilibrio 
se rompió con la guerra, lo que ha provocado un movimiento formidable de huelgas en el mundo 
entero. El equilibrio relativo de las clases en la sociedad burguesa, equilibrio sin el cual toda 
producción se hace imposible, ¿se ha restablecido o no? Y si es así, ¿sobre qué bases? El equilibrio 
entre las clases está estrechamente ligado al equilibrio político. La burguesía, antes y durante la 
guerra, sostenía su mecanismointerior con la ayuda de los socialdemócratas, de los socialpatriotas, 
que eran sus principales agentes y mantenían la clase obrera en el marco de un equilibrio burgués. 
Únicamente por esto pudo la burguesía hacer la guerra. ¿Ha reconstruido ya su sistema político, y 
hasta qué punto los socialdemócratas conservan o perdieron su influencia sobre las masas y son 
capaces de representar su papel de guardianes de la burguesía? 
Más tarde se aborda la cuestión del equilibrio internacional, es decir, de la coexistencia de los 
Estados capitalistas, sin la cual, evidentemente, la reconstrucción de la economía capitalista se 
hace imposible. ¿Ha sido alcanzado ya el equilibrio en esta esfera, o no? 
Todos los aspectos del problema deben ser analizados para que podamos contestar a la pregunta 
si la situación mundial continúa hacia la revolución o, por el contrario, si tienen razón los que 
consideran nuestros puntos de vista revolucionarios como utópicos. El estudio de cada aspecto de 
este problema debe ilustrarse con hechos numerosos y cifras difíciles de someter a tan grande 
asamblea y que apenas pueden retenerse. Así que, brevemente, trataré de exponer algunos datos 
esenciales que nos permitan orientarnos. 
¿Se ha establecido una nueva división del trabajo? En este terreno, el hecho decisivo es el traspaso 
del centro de gravedad de la economía capitalista y del poder burgués de Europa a América. Es 
este un hecho esencial que cada uno de vosotros, camaradas, debe grabar en su memoria de la 
manera más fija, a fin de que podais comprender los acontecimientos que ante nosotros se 
desarrollarán aún en el transcurso de los años que sigan. Antes de la guerra, era Europa el centro 
capitalista del mundo; era su principal depósito, su principal oficina y banca. El industrial europeo, 
inglés en primer término, y alemán en segundo; el comerciante europeo, inglés sobre todo; el 
usurero europeo, inglés en primer lugar, enseguida francés, eran los directores efectivos de la 
economía mundial y, por consecuencia, de la política universal. Esto acabó. Europa ha sido 
arrojada a segundo lugar. 
Decadencia Económica de Europa expresada en cifras 
Ensayemos determinar en cifras aproximadas el traspaso del centro de gravedad económica y 
medir la decadencia económica de Europa. Antes de la guerra, la propiedad nacional, o sea el 
conjunto de fortunas de todos los ciudadanos y de todos los Estados que participaron en la última 
guerra, estaba valuado en unos 2.4 billones de marcos oro. La cantidad de cosas que producían 
en el curso de un año, ascendía a un ingreso de 340 mil millones de marcos oro. ¿Qué ha gastado 
y destruido la guerra? 1.2 billones de marcos oro, la mitad justa de lo que los países beligerantes 
habían amasado durante toda su existencia. Es evidente que se cubrían los gastos de guerra con 
las rentas corrientes. Pero si admitimos que la renta nacional de cada país cayó incluso un tercio 
durante la guerra, a consecuencia de la enorme disminución de la mano de obra, y que así alcanzó 
225 mil millones de marcos oro; si, por otra parte, tomamos en consideración el que todos los 
gastos, fuera de los de guerra, absorbían el 55%, a la fuerza tendrá que reconocerse que las rentas 
nacionales corrientes no pudieron cubrir los gastos de la guerra más que en la proporción de 100 
mil millones de marcos oro anualmente. Lo cual representa 400 mil millones de marcos oro en los 
cuatro años de lucha. Por consecuencia, los 800 mil millones de marcos que faltaban debían ser 
sacados del capital de las mismas naciones beligerantes y, sobre todo, en base de la no 
reconstrucción de su aparato productor. Se comprende que la fortuna general de los países 
beligerantes, no representa después de la guerra 2.4 billones de marcos oro, sino solamente 1.6 
billones de marcos oro, de forma que ha disminuido en un tercio. 
Sin embargo, todos los países que tomaron parte en la guerra no se arruinaron en las mismas 
proporciones. Al contrario, hay entre los beligerantes, países que se han enriquecido, como los 
Estados Unidos y Japón. Lo cual quiere decir que los Estados europeos que lucharon han perdido 
más de un tercio de su fortuna nacional; algunos, como Alemania, Austria-Hungría, Rusia, 
Balcanes, perdieron más de la mitad. 
El capitalismo como sistema económico está, como ustedes saben, lleno de contradicciones. Esas 
contradicciones alcanzaron proporciones colosales durante la guerra. A fin de procurarse los 
medios con que hacer la guerra, el Estado ha pedido recursos por medio de las medidas siguientes: 
en primer lugar, emitiendo papel moneda y, por otra parte, lanzando préstamos. De tal modo, la 
circulación de los antedichos valores aumentaba cada vez más. Gracias a este medio, el Estado 
sacaba del país valores materiales y efectivos y los destruía en la guerra. Cuanto más gastaba el 
Estado, cuantos más valores reales destruía, más se amontonaban en el país los valores ficticios. 
Los contratos de préstamo se apilaban por doquier. Parecía que el país se había enriquecido 
extraordinariamente, pero en realidad sus fundamentos económicos se debilitaban cada vez más, 
se quebrantaban más, caían en ruinas. Las deudas del Estado alcanzaron la cifra de 1 billón de 
marcos oro, lo que representa un 62% de la actual riqueza de los países beligerantes. Antes de la 
guerra circulaban papel moneda y títulos de crédito por un valor aproximado de 28 mil millones de 
marcos oro. En este momento la cantidad es entre 220 mil y 280 mil millones, o sea diez veces 
más, sin contar claro, a Rusia, pues sólo hablamos del mundo capitalista. Todo esto concierne 
principalmente -aunque no “exclusivamente”- a los países de Europa; sobre todo, a los del 
continente y, en primer término, a la Europa central. En general, conforme Europa devenía más 
pobre se recubría, y se recubre, de una cada vez más espesa costra de valor en papel, o sea lo 
que se llama capital ficticio. Este capital ficticio -papeles de crédito, bonos del tesoro, títulos de la 
deuda, billetes de banco, etc.- representa o el recuerdo del capital difunto o la esperanza del capital 
nuevo. Pero en el presente no corresponde a ningún capital real. Cuando el Estado negociaba un 
empréstito para obras productivas, como por ejemplo, el Canal de Suez, los valores en papel 
emitidos por el Estado tenían al dorso un valor real: el Canal de Suez, que permite el paso de los 
barcos, recibe una remuneración, da rentas; en una palabra, participa de la economía nacional. 
Cuando el Estado hacía empréstitos para la guerra, los valores movilizados a favor del empréstito 
destruían y reunían a un mismo tiempo valores nuevos. No obstante, los títulos de la deuda han 
quedado en los bolsillos y en las carteras de los ciudadanos; el Estado les debe centenas de 
millones, esas centenas de millones que existen bajo la forma de billetes en el bolsillo de los que 
se los prestaron al Estado, ¿son millones verdaderos? No existen. Han sido destruidos, quemados. 
El detentador de ese papel ¿qué aguarda? Si es un francés, espera que Francia arranque esos 
millones a Alemania, junto con su carne, y le pague. 
La destrucción de los cimientos de las naciones capitalistas, la destrucción de su organización 
productora, ha retoñado -en verdad- bajo diversas relaciones que se escapan a las estadísticas. 
Este hecho es singularmente llamativo en lo que se refiere a la vivienda. Vistos los beneficios 
enormes del tiempo de guerra y de después, todas las fuerzas del capital han tendido hacia la 
producción de nuevos objetivos de consumo personal o militar. En cuanto al restablecimiento de la 
organización productora fundamental, se ha ido descuidando cada vez más. Sobre todo en lo que 
respecta a la construcción de viviendas urbanas. Se reparan mal las casas viejas, se construyen 
nuevos inmuebles en cantidades insignificantes. Así se ha provocado una necesidad colosal de 
vivienda en el mundo capitalista.Debido a la actual crisis la destrucción del aparato productivo 
puede no ser perceptible hoy, ya que los principales países capitalistas no utilizan más que la mitad 
o un tercio de sus capacidades productivas. Pero en la esfera de la vivienda, debido al constante 
crecimiento de la población, la desorganización del aparato económico se manifiesta a pleno. Se 
necesitan centenas de miles y hasta millones de viviendas en América, Inglaterra, Alemania y 
Francia. Pero los trabajos necesarios para resolver esas necesidades encuentran dificultades 
insuperables, provocadas por el empobrecimiento general. El capitalismo europeo debe y deberá 
ajustarse los cinturones, reducir el alcance de sus operaciones y descender a un nivel más bajo en 
los próximos años. 
Como he dicho, en el cuadro del empobrecimiento general de Europa diferentes países se han 
arruinado en diferentes proporciones. Consideremos el caso de Alemania, el país que más ha 
sufrido entre las grandes potencias capitalistas. Citaré algunas cifras fundamentales que 
caracterizan la situación de Alemania antes y después de la guerra. Estas cifras no son exactas, 
claro. El cálculo estadístico de la riqueza y de las rentas nacionales es una cosa muy difícil de lograr 
bajo la anarquía capitalista. Un cálculo real de las rentas y riquezas no será posible más que en los 
regímenes socialistas, y se expresará en unidades de trabajo humano. Claro que hablamos del 
régimen socialista bien organizado y funcionando regularmente, que tan lejos estamos todavía de 
alcanzar. Pero hasta las cifras que no son exactas del todo nos servirán para darnos una idea 
aproximada de los cambios producidos en la situación económica de Alemania y de los demás 
países en los últimos seis o siete años. 
Se calculaba la riqueza nacional de Alemania antes de la guerra en 225 mil millones de marcos 
oro, mientras que el ingreso nacional más alto de preguerra fue de 40 mil millones de marcos oro. 
Como es sabido, en aquella época Alemania se enriquecía velozmente. En 1896 su renta era de 
22 mil millones de marcos oro. En dieciocho años (1896-1913) aumentó 18 mil millones, a razón de 
mil millones por año. Aquellos dieciocho años fueron la época del formidable crecimiento del 
capitalismo en el mundo entero, y sobre todo en Alemania. Hoy, la riqueza nacional de esta nación 
se estima en 100 mil millones de marcos oro, y su ingreso en 16 mil, o sea un 40% del que tenía 
antes de la guerra. Verdad que Alemania perdió una parte de su territorio, pero sus pérdidas más 
considerables fueron los gastos de guerra y el pillaje sufrido después. El economista Richard Calwer 
(de Alemania) considera que, tanto en el terreno de la industria como en el de la agricultura, 
Alemania produce al presente mucho menos de la mitad de lo que producía antes de la guerra. De 
modo que los cálculos del economista alemán confirman en todos sus puntos las cifras que acabo 
de citar. Al mismo tiempo, la deuda del Estado alemán aumenta hasta alcanzar los 250 mil millones 
de marcos; es decir, que es dos veces y media mayor que la riqueza de Alemania. Por otra parte, 
a este país se le han impuesto unas retribuciones de 132 mil millones de marcos. Si los ingleses y 
los franceses decidieran tomar esta suma entera e inmediatamente, se verían obligados a meterse 
en los bolsillos a Alemania, desde las minas de Stinnes hasta los botones de la camisa del 
presidente Ebert. El papel moneda se cifra actualmente en Alemania en 81 mil millones de marcos. 
Cinco mil millones apenas se garantizan por las reservas oro. De donde resulta que el valor interior 
del marco alemán no alcanza ahora más de siete peniques. 
Lo cierto es que, después de la guerra, Alemania apareció victoriosa sobre el mercado mundial, 
exportando a bajo precio sus mercancías. Pero mientras que estos bajos precios dejaban beneficios 
considerables a los negociantes y exportadores alemanes, representaba a fin de cuentas, la ruina 
para la población alemana considerada de conjunto. En efecto, el bajo precio en el mercado mundial 
se obtenía disminuyendo los salarios y dejando morir de hambre a los obreros, haciendo participar 
al Estado de la compra del pan, tasando de cierta manera los alquileres, lo que provocaba a su vez 
la detención de la construcción de inmuebles, limitando las reparaciones, etc.. De tal modo, cada 
artículo alemán arrojado al mercado mundial lleva consigo una parte de la riqueza nacional 
alemana, contra la cual Alemania no dispone de ningún equivalente. 
A fin de “sanear” la economía alemana, es preciso estabilizar su moneda: es decir que hay que 
detener la emisión de valores papel y disminuir la cantidad de los que están en circulación. Pero 
para obtener tal resultado hay que renunciar al pago de las deudas, proclamar la quiebra del Estado. 
Sin embargo, esta medida equivale por sí sola a la ruptura del equilibrio, ya que ella implica una 
transferencia de propiedad de sus actuales poseedores a otras manos, y debe por lo tanto provocar 
una encarnizada lucha de clases por la nueva distribución del ingreso nacional. Mientras tanto 
Alemania se empobrece y continua cayendo. 
Tomemos ahora un país victorioso: Francia. Si comparamos la situación actual de Francia con la 
que tenía durante los años 1918-1919, diremos: “Sí, algunas mejoras se advierten”. Citaré ahora 
algunas cifras que los economistas burgueses franceses están presuntuosamente utilizando en un 
intento de demostrar que la economía capitalista de este país se ha restaurado. Examinemos por 
ejemplo, el estado de la agricultura francesa. Francia producía antes de la guerra, 86 millones de 
quintales métricos de trigo, 52 de avena, 132 de papas por año. El año 1919 ha dado 50 millones 
de trigo; la cosecha de 1920 ha dado 63. En 1919 se han recolectado 77 millones de quintales de 
papas; en 1920, 103. Examinemos el estado del ganado: en 1913 Francia contaba con 15 millones 
de carneros; hoy (1921) tiene 12,8 millones. Había en Francia 7 millones de cerdos en 1913; ahora, 
4. Como se ve, la disminución es considerable. Veamos la producción de carbón, base esencial de 
la industria. En 1913 se extraían en Francia 41 millones de toneladas de carbón, contra 22 millones 
en 1919 y 25 en 1920. Si tomamos en consideración la producción de Alsacia-Lorena y de la cuenca 
del Sarre conseguiremos la cifra de 35,6 millones de toneladas en 1919. Por consecuencia, 
comprobamos aquí un aumento de la producción, que sin embargo está muy lejos de obtener el 
nivel de antes de la guerra. ¿Por qué medios se ha alcanzado este progreso, por pequeño que 
sea? En la agricultura se debe sobre todo, al trabajo encarnizado del labriego francés. En el terreno 
capitalista se ha logrado por el pillaje contra Alemania, a la cual se le han tomado vacas, granos, 
máquinas, locomotoras, oro y especialmente carbón. 
Desde el punto de vista de la economía nacional no hay nada positivo aquí, ningún valor nuevo; se 
trata principalmente de un desplazamiento de los valores antiguos. Es preciso añadir que las 
pérdidas de Alemania fueron de una vez y media a dos veces más grandes que las conquistas de 
Francia. 
Vemos, pues, que habiéndole arrebatado Francia a Alemania sus principales distritos de producción 
metalúrgica y carbonera, aún está lejos de alcanzar su propio nivel de producción de antes de la 
guerra. Tomemos el comercio exterior francés. El balance comercial caracteriza el equilibrio 
económico internacional, o sea el estado de los cambios entre diversos países. Un país capitalista 
considera como favorable su situación si exporta al extranjero más que lo que importa. La diferencia 
se le paga en oro. Semejante balance se denomina activo. Si un país se ve obligado a importar 
más que a exportar, su balance es pasivo y le obliga a añadir a las mercancías exportadas una 
parte de sus reservas-oro. De tal modo, la base de su sistema monetario y de su crédito se arruina. 
Fijándonos en Franciaen los dos últimos años (1919-1920), los dos años que la burguesía francesa 
ha consagrado al trabajo de ‘reconstrucción’, veremos que el pasivo comercial de 1919 se cifraba 
en 24 mil millones, y en 1920 en 13 mil. El burgués francés jamás vio cifras parecidas ni aun en las 
pesadillas más terribles de antes de la guerra. El pasivo comercial de estos dos años es de 27 mil 
millones. Durante el primer trimestre de 1921, Francia realizó su balance comercial sin pasivo, o lo 
que es igual, a que sus exportaciones han sido iguales a sus importaciones. Por esta razón algunos 
economistas franceses cantaron victoria: “Francia está en vías de reconstruir su equilibrio 
comercial”, se decían. Pero el órgano directivo de la burguesía francesa, Le Temps, escribía sobre 
esto el 18 de mayo: “Están equivocados. No tuvimos que desembolsar oro durante estos tres meses 
solamente porque importamos muy pocas materias primas. Pero esto simplemente significa, que 
en la última parte del año exportaremos pocos productos manufacturados en base a materias 
primas extranjeras en general y americanas en particular. Por lo tanto, si hemos tenido un balance 
comercial favorable en estos tres meses, en el próximo período el déficit comercial empezará 
ineludiblemente a crecer.” 
Antes de la guerra había menos de 6 mil millones de francos en billetes en circulación: actualmente 
pasan de los 38 mil. En lo que concierne al poder de compra del franco, el mismo periódico Le 
Temps hace observar que hacia fines de marzo, cuando ya la crisis había comenzado en el mundo 
entero, los precios en América aumentaron en un 23%; es decir, menos de un cuarto en relación 
con los de antes de la guerra, mientras que en Francia aumentaron un 260%, o sea más de tres 
veces y media que los de antes de la guerra. Esto significa que el poder de compra del franco ha 
disminuido. Examinaremos ahora el presupuesto francés. Se divide en dos partes: ordinario y 
extraordinario. El ordinario se valúa en 23 mil millones de francos, cifra desconocida antes ¿Adónde 
van esas sumas monstruosas? Quince mil millones se destinan a cubrir los intereses de las deudas, 
cinco mil millones al ejército; total 20 mil millones. Esto es cuanto el estado francés se apresta a 
sacar del contribuyente. En realidad, sólo alcanza a obtener 17 mil quinientos millones. Por lo tanto 
el ingreso normal del gobierno no basta para pagar los intereses y mantener el ejército. Nosotros 
vemos aún gastos extraordinarios: más de 5 mil millones para las tropas de ocupación y toda clase 
de retribuciones y reconstrucciones consecutivas a la guerra. Estos gastos son inscriptos a cuenta 
de Alemania. Pero es bastante autoevidente, que a medida que pasa el tiempo, Alemania es cada 
vez menos capaz de pagarlos. Entretanto el Estado francés continúa viviendo gracias a los nuevos 
empréstitos o imprimiendo papel moneda. León Chavenon, uno de los periodistas financieros 
franceses más autorizados, director de un periódico económico muy importante, L’Information, 
preconiza la supresión continua del papel moneda declarando: “No evitaremos esta necesidad sino 
por medio de una quiebra declarada.” De tal manera, no existen más que dos eventualidades: una 
quiebra disfrazada, gracias a la impresión ilimitada de papel moneda o una quiebra franca. He aquí 
que estamos en Francia, un país victorioso que, en mitad de una Europa en ruinas, se encuentra 
en una situación favorable, en el sentido que ella pudo y puede reconstituir su equilibrio a costa de 
Alemania. La situación de Italia y de Bélgica no es mejor que la de Francia. 
Pasemos ahora al país más rico y poderoso de Europa: Gran Bretaña. Durante la guerra nos 
acostumbramos a decir que Inglaterra se enriquecía con la guerra, que la burguesía inglesa llevó a 
Europa a la guerra, y que se calentaba al calor del fuego que atizó. Lo cual era verdad hasta cierto 
punto. Inglaterra se enriqueció en el primer período de la guerra pero empezó a perder en el 
segundo. El empobrecimiento de Europa, especialmente de Europa Central sirvió para romper las 
relaciones comerciales entre Inglaterra y el resto del continente. Esta circunstancia debía, a fin de 
cuentas, afectar terriblemente a la industria y a las finanzas de Inglaterra, y la afectó. Además, 
Inglaterra debió soportar gastos formidables debidos a la guerra. Se encuentra actualmente en 
decadencia y ésta se acentúa cada vez más. El hecho que cito puede ser ilustrado por medio de 
cifras relativas a la industria y al comercio, pero no existe ningún género de duda, y tiene su 
completa expresión en la serie de declaraciones oficiales de los banqueros e industriales ingleses 
más notables. En el transcurso de marzo, de abril y de mayo, han publicado en los periódicos 
ingleses las cuentas de las asambleas anuales de las sociedades por acción, de las bancas, etc.. 
Esas asambleas, en las cuales los directores de las empresas han leído sus informes sobre la 
situación general de los negocios del país, o bien de sus ramas de industria respectivas, ofrecen 
documentación sumamente instructiva. He reunido una gran cantidad de esos informes. Atestiguan 
todos lo mismo: la renta nacional de Inglaterra, el conjunto de las rentas de los ciudadanos del 
mismo Estado, es menor que antes de la guerra. 
Inglaterra se empobrece. La productividad del trabajo disminuye. Su comercio internacional ha 
bajado en 1920 en relación con el del año anterior al de la guerra, en al menos un tercio, y en ciertas 
ramas -las más importantes- mucho más todavía. Semejante cambio es muy notable, sobre todo 
en la industria del carbón, que representaba la rama principal de la economía inglesa o, mejor, la 
base de todo el sistema económico mundial de Inglaterra: el monopolio carbonero constituía la raíz 
del poder, el vigor y la prosperidad de todas las otras ramas de la industria inglesa. Ningún rastro 
de tal monopolio subsiste hoy. He aquí los datos relativos al estado de la economía que nos ocupa: 
en 1913, las minas inglesas dieron 287 millones de toneladas de carbón; en 1920, se extrajeron 
233, lo que representa un 20% menos. En 1913 la producción de hierro de Inglaterra llegó a 10,4 
millones de toneladas; en 1920, poco más de ocho millones, otro 20% de menos. Exportaba, en 
1913, 73 millones de toneladas de carbón, y en 1920 apenas 25, un tercio del total de preguerra. 
Pero la crisis de la industria y de la exportación de carbón en 1921 tomó terribles proporciones. Se 
extrajeron en enero 19 millones de toneladas; en febrero 17; en marzo 16. Enseguida sobreviene 
la huelga general durante la cual la extracción del carbón se reduce casi a cero. La exportación en 
los primeros cinco meses de 1921 es seis veces menor que la del período correspondiente del año 
1913. La explotación del mes de mayo de 1921, calculada en dinero, es tres veces menor que la 
del mes de mayo de 1920. La deuda nacional de Inglaterra se cifraba el 1º de agosto de 1914 en 
700 millones de libras esterlinas; el 4 de junio de este año alcanzaba los 7.709 millones. Aumentó 
once veces. El presupuesto se ha triplicado. 
El derrumbamiento de la economía inglesa ha encontrado su más gráfica expresión en que una 
libra esterlina ya no es más una libra esterlina. En el mercado financiero mundial siempre ocupó la 
libra una situación preponderante. Las divisas de los demás países se conformaban al valor de la 
libra, que los ingleses llaman soberano. En este momento, la libra ha perdido su papel director. Su 
plaza es ocupada por el dólar, dueño actual del mercado financiero. La libra esterlina ha perdido 
ante el dólar un 24 por ciento de su valor nominal. Tal es la situación de Inglaterra, el país más rico 
de Europa, el que menos ha sufrido militarmente, y el que más se enriqueció en el primer período 
de la guerra. 
Los datos que acabamos de citar caracterizan suficientemente la situación de Europa entera. De 
los países que participaron en la guerra, Austriaocupa un polo a título de país que más ha sufrido 
(sin hablar de Rusia), e Inglaterra ocupa el polo opuesto. Entre estos dos países se encuentran: 
Alemania, Italia, Bélgica, Francia. Los países balcánicos se han arruinado completamente y han 
vuelto al estado de barbarie económico-cultural. En lo que concierne a los países neutrales, sin 
duda que se enriquecieron al principio de la guerra; pero, no pudiendo jugar un papel económico 
autónomo -porque estaban intercalados entre las grandes potencias, de las cuales dependían 
económicamente- la ruina de los principales estados de Europa, tuvo como corolario enormes 
dificultades económicas para los países neutrales que también rebajaron el nivel que alcanzaron 
en el primer período de la guerra. 
Así, la fortuna de Europa en su conjunto, en cuanto comprende la cantidad de riquezas materiales 
producidas por la población europea entera, ha caído en al menos un tercio comparado con los 
tiempos de preguerra. Lo fundamental, como dije, es la ruina de la organización productora. El 
campesino no encuentra abonos químicos, instrumentos de arar, máquinas agrícolas; el propietario 
de minas, deseando alcanzar los precios más elevados para su carbón, no renueva su maquinaria; 
los depósitos de locomotoras se vacían, las vías férreas no reponen suficientemente su material, 
etc. Como consecuencia de las circunstancias, la trama de la vida económica se hace más débil, 
más leve, menos resistente. ¿Qué hacer para medir estos fenómenos, cómo darnos cuenta? La 
estadística capitalista es insuficiente para esto. Un inventario semejante, esto es, un inventario en 
términos de los valores de las condiciones productivas, no de una empresa aislada, sino de países 
enteros y del conjunto de Europa, indudablemente mostraría que los regímenes de guerra y 
postguerra sobrevivieron y sobreviven a expensas del capital productivo básico de Europa. Lo cual 
quiere decir, por ejemplo, que Alemania en lugar de emplear 50.000 obreros para mejorar el estado 
de sus minas, ocupa 50.000 obreros más para extraer el carbón que debe entregar a Francia. Por 
otra parte, Francia tiende a exportar la mayor cantidad posible de productos extranjeros, para 
disminuir su déficit comercial, descuidando a su vez su equipamiento en las proporciones 
necesarias. Y todo esto concierne a todos los países de Europa, pues Europa tiene, en su conjunto, 
un balance comercial deficitario, pasivo. El debilitamiento de las bases de la economía europea 
será mayor mañana de lo que fue ayer, y de lo que es hoy. 
El gran topo de la historia roe los cimientos de la estructura económica de Europa. 
El florecimiento económico de América 
Si pasamos al otro hemisferio, un cuadro distinto se nos ofrece. El desarrollo de América ha seguido 
una dirección diametralmente opuesta, pues se ha enriquecido enormemente en este tiempo. Tomó 
parte en la guerra, a título de proveedor. Verdad que también ha tenido algunos gastos con la 
guerra; pero esos gastos parecen insignificantes si los comparamos, no sólo con los beneficios de 
la guerra, sino con todas las ventajas que el desarrollo económico de América ha sacado de la 
guerra. Los Estados Unidos han encontrado en Europa algo más que un mercado casi ilimitado, en 
el cual se le compraba en firme, pues a la vez se han desembarazado, por largos años, de sus 
competidores en el mercado mundial: Alemania e Inglaterra, que soportaron el peso mayor de la 
guerra. Hasta la misma guerra, la mayor parte de las exportaciones americanas, dos tercios del 
total, consistían de productos agrícolas y materias primas. En el curso de la guerra, la exportación 
de los Estados Unidos aumentó sin cesar y con rapidez febril. Basta decir que el excedente de sus 
exportaciones sobre sus importaciones en seis años (1915-1920) se calcula en 18 mil millones de 
dólares. A la vez, el carácter de sus exportaciones ha cambiado radicalmente. Hoy los Estados 
Unidos exportan 60% de productos manufacturados y solamente 40% de productos agrícolas, 
comestibles y materias primas. 
A fin de fijar el papel actual de los Estados Unidos en la economía mundial, citaré las siguientes 
cifras fundamentales: 
El 6% de la humanidad habita el territorio de los Estados Unidos, que ocupan el 7% de la superficie 
terrestre; el 20% de la producción global de oro se encuentra en este país; los Estados Unidos 
poseen el 30% del tonelaje de la flota comercial del mundo, mientras que antes de la guerra sólo 
tenían un 5%. La producción del acero y del hierro constituye, en los Estados Unidos, un 40% de 
la producción mundial; la del plomo, 49%, la de la plata, 40%; del zinc, 50%; del carbón, 45%; del 
aluminio 60%, otro tanto del cobre y del algodón; del petróleo, de 66 a 70%, del maíz, 75%, y de 
los automóviles, 85%. Existen hoy en el mundo entero diez millones de automóviles; de ellos, 
América posee ocho millones y medio, y el resto del mundo, 1.400.000. En América se cuenta un 
auto por cada doce habitantes. 
Así también el dominio sobre el mercado del carbón ha pasado definitivamente de Inglaterra a los 
Estados Unidos. La superioridad de éstos en el terreno del petróleo, que desempeña un papel cada 
vez mayor en la industria y en la guerra, no es menos aplastante. Pero el cambio no sólo se ha 
operado en la industria y el comercio mundiales, alcanza también al mercado financiero. El usurero 
principal del mundo de preguerra era Inglaterra; enseguida venía Francia. El mundo entero, 
incluyendo a América, le debía. Por el contrario, en este momento, el único país que a nadie debe 
y al que todo el mundo le debe son los Estados Unidos. Europa, los Estados europeos, las ciudades 
y las empresas deben a los Estados Unidos 18 mil millones de dólares oro. Y esto es sólo el 
comienzo. Cada día que pasa aumenta esa deuda en 10 millones de dólares gracias a los intereses 
impagos y a la apertura de nuevos créditos. De tal modo, el dólar se ha convertido en el “soberano” 
del mercado financiero mundial. Antaño, al presentarse el dólar en el mercado, decía: “Valgo, poco 
más o menos, un quinto de libra esterlina.” En lo que respecta a esta última, no necesitaba 
presentación: existía como libra esterlina sencillamente. Ahora la situación ha cambiado. Hoy, la 
libra esterlina, como las demás unidades monetarias, necesita un pasaporte, y en él se dice que la 
libra esterlina no es eso en realidad, sino que vale un cierto número de dólares (casi un cuarto 
menos de lo que marcaban los indicadores financieros de antes de la guerra). Casi la mitad del oro 
mundial, que sirve de base al sistema monetario, se concentra en los Estados Unidos: ¡cerca de la 
mitad de las reservas-oro del mundo! 
Tal es la situación de América del Norte después de la guerra. ¿De qué modo se ha establecido? 
Se fundó sobre el mercado de guerra de Europa, que era ilimitado y que pagaba a cualquier precio. 
En las colonias inglesas, en Asia, en África, en América del Sur, los Estados Unidos tenían 
competidores. Como en su mayoría han desaparecido, los Estados Unidos pueden desenvolverse 
sin trabas. Durante siete años hemos asistido a un cambio completo en el dominio de la división 
del trabajo en el mundo entero. Durante más de cuatro años, Europa fue una hoguera en la que 
ardían sus rentas y su mismo capital; en esa hoguera, la burguesía americana calentaba sus 
manos. La potencia productora de América crece incesantemente; pero el mercado cesó de existir, 
porque Europa se arruinó y no encuentra el medio de comprar las mercancías americanas. Es como 
si Europa hubiera ayudado con todas sus fuerzas a América a subir a la más alta cima, para luego 
sacar la escalera. 
Los otros países. La crisis 
Japón aprovechó también el tiempo de guerra, y su capitalismo hizo grandes progresos que, sin 
embargo, no pueden compararse con el desarrollo de los Estados Unidos. Ciertas ramas de la 
industria japonesa han crecido con la velocidad de plantas en invernadero.No obstante, aunque 
Japón haya sido capaz de desarrollar rápidamente ciertas ramas de su industria, gracias a la 
ausencia de competidores, no podrá guardar las posiciones conquistadas después que algunos de 
sus rivales hayan reaparecido en el mercado. La cifra general de obreros y obreras japoneses (el 
trabajo femenino alcanzó rápida difusión en el Japón) se calcula en 2.370.000, de los que 270.000 
(casi el 12%) están sindicalizados. 
En los países coloniales y semicoloniales, en las Indias orientales, en la China, el capitalismo hizo 
grandes conquistas en los últimos años. Antes de la guerra, Asia producía 56 millones de toneladas 
de carbón; en 1920 llegó a los 76 millones, o sea 36 % de más. 
El mundo sufre en este momento una crisis muy dura, que comenzó en la primavera de 1920 en 
Japón y América, países que estaban progresando en este último período. The Economist, el más 
autorizado periódico inglés sobre economía, relataba de manera curiosa el principio de la crisis. Es 
un episodio muy interesante. El obrero americano, vedlo, se enriquece y se pone a comprar camisas 
de seda, cuya fabricación constituye la más importante de las ramas de la industria textil japonesa. 
La industria japonesa de la seda se desarrolló enormemente en poco tiempo; pero el poder 
adquisitivo de los obreros es limitado, y cayó súbitamente cuando la industria americana comenzó 
su reconversión a raíz de la paz. Se produce entonces una aguda crisis en la industria sedera 
japonesa. Otros aspectos de la industria han sido, a su vez, conmovidos por la misma crisis que 
atravesó el océano y estalló en América, alcanzando en el momento presente proporciones 
desconocidas en la historia del capitalismo. De manera que lo que comenzó por una cosa 
insignificante, por una minúscula camisa de seda, ha terminado en un gran desastre; los precios 
han caído con rapidez vertiginosa, las fábricas cerraron sus puertas y arrojaron a la calle a sus 
obreros. Actualmente, pasan de seis millones los obreros sin trabajo. 
El episodio relativo a las camisas de seda juega en la historia de la crisis casi el mismo papel que 
el aletazo que provoca el vendaval. No hay duda de que éste estaba a punto de producirse, sin 
embargo, el episodio es aún más interesante bajo este aspecto que caracteriza la mejoría cierta de 
la situación material de algunas categorías obreras americanas durante los años pasados. Gran 
parte de los ocho millones y medio de automóviles pertenecen a obreros calificados, pero hoy y 
sobre todo en el próximo período, los obreros americanos no tendrán los medios para automóviles 
y camisas de seda. 
Vemos, pues, una crisis en Europa y otra en América. Pero son bien distintas. Europa se arruina, 
América se enriquece. La organización productiva de América está, relativamente, en buen estado. 
Sus fábricas son de primera clase, su equipamiento y suministros están cerca. Es cierto que la 
calidad de sus productos ha bajado durante la guerra, sus vías férreas no se encuentran en perfecto 
estado; sus capitalistas se preocupan, sobre todo del transporte de sus mercancías hacia los 
puertos de Oriente; pero, en general, no sólo ha conservado América su envergadura económica, 
sino que la ha acrecentado. 
La demanda de Europa ha disminuido; nada puede dar a cambio de las mercancías americanas. 
El centro de gravedad de la economía mundial se ha pasado de golpe a América y, en parte, al 
Japón. Si Europa sufre anemia, América sufre congestión. Esta anormal incongruencia entre las 
condiciones de las economías europeas y americanas -una ruinosa incongruencia para ambos 
lados- encuentra su más gráfica expresión en la esfera del transporte por mar. En esta esfera como 
en tantas otros, la posición dominante antes de la guerra pertenecía a Inglaterra. Concentraba en 
sus manos cerca del 50% del tonelaje mundial. Buscando asegurar su dominio en todos sentidos, 
los Estados Unidos se han dedicado a construir su flota de guerra tan rápidamente como 
desarrollaron su comercio durante la guerra. Su tonelaje, que no pasaba de tres o cuatro millones, 
se calcula hoy (1921) en quince millones, casi igual al de Inglaterra. 
El tonelaje mundial aumentó en el curso de este último año cerca de un quinto, y no obstante, la 
industria y el comercio del mundo están en baja. No hay nada que transportar. La anemia de Europa 
y la congestión de América paralizan del mismo modo los transportes del Atlántico. 
Boom y crisis 
Los economistas burgueses y los reformistas, que tienen interés en presentar la situación del 
capitalismo bajo un aspecto favorable, dicen: “La crisis actual no prueba nada por sí misma. Por el 
contrario es un fenómeno normal. Después de la guerra presenciamos un boom industrial, y ahora 
una crisis; por lo tanto el capitalismo vive y se desenvuelve.” En efecto, el capitalismo vive por crisis 
y booms, así como un ser humano vive por inhalar y exhalar. Primero hay un boom en la industria, 
luego una paralización, luego una crisis, seguida por una paralización en la crisis, luego una mejora, 
otra paralización, y así continúa. 
La alternancia de las crisis y los booms, con todos sus estados intermedios, constituye un ciclo o 
uno de los grandes ciclos del desarrollo industrial. Cada ciclo abarca un período de ocho, nueve, 
diez, once años. Si estudiamos los ciento treinta y ocho últimos años, percibimos que a este período 
corresponden dieciséis ciclos. A cada ciclo corresponde, en consecuencia, poco menos de nueve 
años: ocho años cinco octavos. Por razón de sus contradicciones interiores, el capitalismo no se 
desarrolla en línea recta, sino de manera zigzagueante: ora se levanta, ora cae. Es precisamente 
este fenómeno el que permite decir a los apologistas del capitalismo: “Desde que observamos luego 
de la guerra una sucesión de booms y crisis, se desprende que todas las cosas están trabajando 
juntas para lo mejor del capitalismo.” Sin embargo la realidad es otra. El hecho que el capitalismo 
continúe oscilando cíclicamente luego de la guerra indica, sencillamente, que aún no ha muerto y 
que todavía no nos enfrentamos con un cadáver. Hasta que el capitalismo no sea vencido por una 
revolución proletaria, continuará viviendo en ciclos, subiendo y bajando. Las crisis y los booms son 
propios del capitalismo desde el día de su nacimiento; le acompañarán hasta la tumba. Pero para 
definir la edad del capitalismo y su estado general, para establecer si aún está desarrollándose, o 
si ya ha madurado, o si está en decadencia, uno debe diagnosticar el carácter de los ciclos, tal 
como se juzga el estado del organismo humano, según el modo como respira: tranquila o 
entrecortadamente, profundo o suave, etc. 
El fondo mismo de este problema, camaradas, puede ser presentado de la siguiente manera: 
tomemos el desarrollo del capitalismo (el progreso en la extracción del carbón, la fabricación de 
telas, la producción del hierro, la fundición, el comercio exterior, etc.) en los últimos ciento treinta y 
ocho años, y representémosle por una curva. Si en los movimientos de esta curva, nosotros 
expresamos el curso real del desarrollo económico, encontraremos que esta curva no oscila hacia 
arriba en un arco ininterrumpido, sino en zigzags, curvándose hacia arriba y hacia abajo en 
correspondencia con los respectivos booms y crisis. Entonces, la curva del desarrollo económico 
es un compuesto de dos movimientos: uno, primario, que expresa el crecimiento ascendente del 
capitalismo; y otro, secundario, que corresponde a las oscilaciones periódicas constantes, relativas 
a los dieciséis ciclos de un período de ciento treinta y ocho años. En ese tiempo, el capitalismo ha 
vivido aspirando y expirando de manera diferente, según las épocas. Desde el punto de vista del 
movimiento de base, es decir, desde el punto de vista del progreso y decadencia del capitalismo, 
la época de 138 años [133, incorrecto en el original inglés, N. del T.] puede dividirseen cinco 
períodos: de 1781 a 1851, el capitalismo se desarrolla lentamente, la curva sube penosamente; 
después de la revolución de 1848, que ensancha los límites del mercado europeo, asistimos a un 
punto de ruptura. Entre 1851 y 1873, la curva sube de golpe. En 1873, las fuerzas productivas 
desarrolladas chocan con los límites del mercado. Se produce un pánico financiero. Enseguida, 
comienza un período de depresión que se prolonga hasta 1894. Las fluctuaciones cíclicas tienen 
lugar durante este tiempo; pero la curva básica queda al mismo nivel, aproximadamente. A partir 
de 1894 empieza un nuevo boom capitalista hasta la guerra, casi, la curva sube con vertiginosa 
rapidez. Al fin, el fracaso de la economía capitalista en el curso del quinto período tiene efecto a 
partir de 1914. 
¿Cómo se combinan las fluctuaciones cíclicas con el movimiento primario? Claramente se ve que, 
durante los períodos de desarrollo rápido del capitalismo, las crisis son breves y de carácter 
superficial mientras que las épocas de boom, son prolongadas. En el período de decadencia, las 
crisis duran largo tiempo y los éxitos son momentáneos, superficiales, y están basados en la 
especulación. En las horas de estancamiento, las oscilaciones se producen alrededor de un mismo 
nivel. 
He aquí, pues, cómo se determina el estado general del capitalismo, según el carácter particular 
de su respiración y de su pulso. 
El boom de postguerra 
Después de la guerra se creó una situación económica indefinida. Pero, a partir de la primavera de 
1919, comenzó el boom: los mercados de valores se pusieron activos (los precios subieron con la 
rapidez de una columna de mercurio en el agua hirviente). ¿La industria? Siguió bajando en el 
Centro, en el Este y en el Sudeste de Europa, como lo prueban las cifras antedichas. En Francia, 
gracias al saqueo de Alemania, tuvo lugar una cierta mejoría. En Inglaterra, en parte estancamiento, 
en parte depresión, con la sola excepción de su flota comercial, cuyo tonelaje aumentó en la misma 
proporción en que bajaba el comercio. Entonces, el boom en Europa tuvo en general un carácter 
semificticio y especulativo, que fue el índice no del progreso, sino, por el contrario, de una nueva 
baja de la economía. En los Estados Unidos, después de la guerra, disminuyó la industria de guerra, 
hasta que se transformó en industria de paz. Puede comprobarse un resurgimiento en la industria 
del carbón, del petróleo, de los automóviles y de la construcción naval. 
El camarada Varga*, en su magnífico folleto, observa con justicia: “Que el boom de postguerra ha 
tenido carácter especulativo se comprueba del modo más sencillo con el ejemplo de Alemania. 
Mientras los precios en un año y medio se septuplicaron, la industria alemana retrocedió... Su 
oportunidad era favorable a la venta: el resto de los stocks en el mercado interno se exportaba al 
extranjero a precios que desafiaban toda competencia.” 
El alza más considerable de los precios tuvo lugar en Alemania, donde la industria continuaba 
descendiendo. Los precios aumentaron menos en los Estados Unidos, cuya industria seguía 
levantándose. Entre Alemania y los Estados Unidos se sitúan Francia e Inglaterra. 
¿Cómo se realiza, cómo se explica el boom? En primer término, por causas económicas: las 
relaciones internacionales han sido reanudadas, aunque en proporciones restringidas, y por todas 
partes observamos demandas de las mercancías más variadas. En segundo término por causas 
político-financieras: los gobiernos europeos sintieron un miedo mortal por la crisis que se produciría 
después de la guerra, y recurrieron a todas las medidas para sostener el boom artificial creado por 
la guerra durante el período de desmovilización. Los gobiernos continuaron poniendo en circulación 
papel moneda en gran cantidad, lanzándose en nuevos empréstitos, regulando los beneficios, los 
salarios y el precio del pan, cubriendo así una parte de los salarios de los obreros desmovilizados, 
disponiendo de los fondos nacionales, creando una actividad económica artificial en el país. De 
este modo, durante todo este intervalo, el capital ficticio seguía creciendo, sobre todo en los países 
cuya industria bajaba. 
No obstante, el boom ficticio de postguerra ha tenido serias consecuencias políticas: puede decirse, 
fundadamente, que ha salvado a la burguesía. Si los obreros desmovilizados hubieran tenido que 
sufrir, desde el principio, el desempleo, el decaimiento del nivel de vida comparado con el de antes 
de la guerra, los resultados hubieran sido fatales para la burguesía. El profesor inglés Edwin 
Cannan escribió sobre esto en un balance de fin de año, en el Manchester Guardian: “La 
impaciencia de los hombres que vuelven del campo de batalla es muy peligrosa”, y explica 
juiciosamente la transición favorable a través del período más grave de la postguerra (1919), por el 
hecho que el gobierno y la burguesía, a través de esfuerzos conjuntos, pospusieron y demoraron 
la crisis, creando una prosperidad artificial mediante la ulterior destrucción del capital europeo 
básico. 
“Si -dijo Cannan- la situación económica de enero de 1919 hubiera sido igual a la de 1921, la Europa 
occidental podría haber caído en el caos.” La fiebre de la guerra duró aún un año y medio y la crisis 
no comenzó hasta que la masa de los obreros y de los campesinos desmovilizados se había 
dispersado en el país. 
La crisis actual 
Habiéndo llegado al fin de la desmovilización y resistido el primer choque de las masas obreras, la 
burguesía después de un momento de pánico y desorden, recobró su confianza. Parece que 
solamente a partir de este momento empezaba una época de gran prosperidad que no tendría fin. 
Los representantes más notables de la política y de las finanzas inglesas, propusieron un empréstito 
internacional de dos mil millones de libras para los trabajos de reconstrucción. Se creía que sobre 
Europa iba a caer una lluvia de oro, para crear una prosperidad universal. De este modo, la ruina 
de Europa, la destrucción de las ciudades y los pueblos se cambiaba, gracias a la cifra fabulosa del 
empréstito, en riqueza, aunque esta cifra por sí misma no fuese sino el símbolo de la miseria. Sin 
embargo, la realidad obligó a la burguesía a abandonar enseguida sus fantasías. Ya he dicho de 
qué forma empezó la crisis en Japón (mes de marzo), en Estados Unidos (abril) y se extendió 
enseguida a Inglaterra, Francia, Italia y, en la segunda mitad del año, al mundo entero. De cuanto 
se ha dicho hasta ahora se deduce que no asistimos en este momento a simples fluctuaciones en 
el curso de un ciclo industrial recurrente sino al arreglo de cuentas relativo a los gastos y ruinas de 
la guerra y de la postguerra. 
En 1913 las importaciones netas de todos los países se calculaban entre 65 y 70 mil millones de 
marcos oro. En esa suma, la parte de Rusia era de dos mil quinientos millones, la de Austria-
Hungría de tres, la de los países balcánicos de uno, la de Alemania de once. Constituían, pues, las 
importaciones, de la Europa Central y Oriental el cuarto de las del mundo entero. Actualmente todos 
esos países importan menos de la quinta parte de lo que importaban antes de la guerra. Las cifras 
caracterizan suficientemente la capacidad de compra que hoy tiene Europa. 
¿Cuáles son las perspectivas económicas inmediatas? 
Es evidente que América se verá obligada a disminuir su producción, no teniendo la posibilidad de 
reconquistar el mercado europeo de antes de la guerra. Por otro lado, Europa no podrá reconstruir 
sus regiones más devastadas ni las ramas más importantes de su industria. Por cuya razón 
asistiremos en el futuro a un retorno penoso al estado económico de antes de la guerra, y a una 
dilatada crisis: al marcado estancamiento en algunos países y en ramas de las industrias 
particulares; en otros, a un desarrollo muy lento. Las fluctuaciones cíclicas seguirán teniendo lugar, 
pero engeneral, la curva del desarrollo capitalista no se inclinará hacia arriba sino hacia abajo. 
Crisis, boom y revolución 
Las relación recíproca entre el boom y la crisis en la economía y el desarrollo de la revolución es 
de gran interés para nosotros no sólo desde el punto de vista de la teoría sino desde el práctico. 
Muchos de ustedes recordarán que Marx y Engels, escribieron en 1851 (cuando el boom estaba en 
su cima), que era necesario reconocer en ese momento que la revolución de 1848 había terminado 
o al menos había sido interrumpida hasta una nueva crisis. Engels escribió que la crisis de 1847 
era la madre de la revolución y que el boom de 1849-1851 había favorecido la marcha victoriosa 
de la contrarrevolución. A pesar de todo, sería sin embargo, falso e injusto interpretar estos juicios 
en el sentido de que una crisis invariablemente engendra una acción revolucionaria y que los 
booms, en cambio, pacifican a la clase obrera. La revolución de 1848 no nació de la crisis; ésta no 
le prestó más que su impulso. En realidad, la revolución fue provocada por la contradicción entre 
las necesidades del desarrollo capitalista y las cadenas que el Estado político y social semifeudal 
le habían impuesto. La revolución de 1848, parcial e indecisa, borró sin embargo las últimas huellas 
del régimen de servilismo y de gremios y ensanchó el límite del desarrollo capitalista. Únicamente 
en estas condiciones pudo ser considerado el boom de 1851 como el principio de un crecimiento 
capitalista prolongado hasta el año 1873. ¿Puede alcanzarse el mismo resultado a partir del 
ascenso económico de 1919-1920? No. Ningún ensanchamiento del límite del desarrollo capitalista 
entra en cuenta. ¿Quiere esto decir entonces que en el futuro se halla excluido todo boom 
comercial-industrial? ¡De ninguna manera! Ya he dicho que en tanto el capitalismo sigue vivo, 
continua inhalando y exhalando. Pero durante el período en que hemos ingresado, período de 
retribuciones por la destrucción y la ruina de la guerra, período de regreso al viejo estado 
económico, todo resurgimiento tiene que ser superficial, puesto que será provocado por la 
especulación, mientras que las crisis serán más largas y profundas. 
En tal caso, el restablecimiento del equilibrio capitalista sobre nuevas bases, ¿es posible? Si 
admitimos por un momento que la clase obrera no se alzará en una lucha revolucionaria, sino que 
le dará la oportunidad a la burguesía de dirigir los destinos del mundo durante largos años, digamos 
dos o tres décadas, entonces, con toda seguridad será restaurado algún tipo de equilibrio. Europa 
sufrirá retrocesos. Millones de obreros europeos morirán de hambre. Los Estados Unidos tendrán 
que reorientarse en el mercado mundial, reducir su industria, retroceder durante largo tiempo. 
Después del establecimiento de nuevas divisiones del trabajo en el mundo por semejante vía 
dolorosa, en quince, veinte, veinticinco años, acaso pueda comenzar una nueva época del 
resurgimiento capitalista. 
Mas, todo este razonamiento es abstracto y enfoca sólo un aspecto de la cuestión. Presentamos 
aquí el problema como si el proletariado hubiera cesado de luchar. Sin embargo, no se puede 
siquiera hablar de esto, aunque sólo sea por la razón de que las contradicciones de clase se han 
agravado en extremo precisamente durante los últimos años. 
Agudeza de las contradicciones sociales 
La evolución económica no es un proceso automático. Hasta aquí he hablado de las bases de 
producción, pero las cosas no quedan ahí. Sobre estas bases viven y trabajan los hombres, y es 
para estos hombres para quienes la revolución se realiza. ¿Qué ha ocurrido en el dominio de las 
relaciones entre los hombres, o mejor dicho, entre las clases? Hemos visto que Alemania y ciertos 
países de Europa han sido arrojados, en lo que concierne a su nivel económico, a veinte o treinta 
años atrás. Y desde el punto de vista social, en el sentido de clase ¿han retrocedido también? En 
absoluto. Las clases, en Alemania, el número de los obreros y su concentración, la organización 
del capital, todo se desenvolvió antes de la guerra gracias a la prosperidad de los últimos años, y 
este desenvolvimiento hace progresos aún: durante la guerra, a consecuencia de la intervención 
del Estado, y después de la guerra a causa de la fiebre de especulación y del cúmulo de capitales. 
Asistimos a dos procesos de la evolución económica: la riqueza nacional y las rentas nacionales 
disminuyen, mientras que el desarrollo de las clases aumenta. El número de proletarios aumenta, 
los capitales se concentran en cada vez menos manos, las bancas se fusionan, las empresas 
industriales se concentran en trusts. Todo lo cual determina que se haga inevitable la lucha de 
clases, cada vez más aguda, como resultado de la reducción de las rentas nacionales. Cuanto más 
se restrinja la base material, más crecerá la lucha entre las clases y los diferentes grupos por el 
reparto de las rentas nacionales. No hay que olvidar nunca esta circunstancia. Si Europa, en 
relación con sus riquezas nacionales, ha retrocedido treinta años, eso no quiere decir que se haya 
rejuvenecido treinta años. Por el contrario, se ha arruinado como si fuera treinta años más vieja, y 
desde el punto de vista de la lucha de clases ha envejecido trescientos años. Así, pues, se ofrecen 
las relaciones entre el proletariado y la burguesía. 
Los campesinos 
Se dijo en el primer período de la guerra que ésta enriquecía a los campesinos del mundo europeo. 
En efecto, el Estado tenía extrema necesidad de pan y de carne para su ejército. Por esos productos 
se pagaban precios locos que subían sin cesar, y los campesinos llenaban sus bolsillos de billetes 
de banco. Con el papel moneda que cada día se desvalorizaba más, pagaban los labriegos sus 
deudas contraídas en moneda de oro. Verdaderamente, ésta era para ellos una operación 
ventajosa. 
Los economistas burgueses pensaron que tal prosperidad de la economía campesina aseguraría, 
después de la guerra, la estabilidad del capitalismo. Pero se equivocaron. Los campesinos 
liquidaron sus hipotecas, mas la economía agrícola no consiste en pagar al banco cuanto se le 
debe. Consiste, además, en trabajar la tierra, en abonarla, en acrecentar el material de labranza, 
en recoger buenas cosechas, en mejorar la técnica, etc.. Todo lo cual, o no se ha hecho, o ha 
costado muchísimo dinero. Por otra parte, la mano de obra faltaba, la agricultura decrecía, y 
después de un momento de prosperidad semificticia, los campesinos comenzaron a arruinarse. 
Este fenómeno se comprueba, aunque en diferentes proporciones, en toda Europa y sobre todo, 
en América. Los agricultores americanos, canadienses, sudamericanos y australianos comenzaron 
a sufrir terriblemente a partir del día en que se dieron cuenta que Europa, arruinada, ya no podía 
comprarles trigo. El precio del trigo bajó. Cierto mar de fondo comenzóse a notar entre los 
agricultores, y pasó a propagarse al mundo restante. Así fue cómo el campesino cesó de ser el 
mantenedor del orden. La clase obrera tiene la posibilidad de arrastrar con ella a la lucha a una 
parte de los campesinos (campesinos pobres), y de neutralizar a otra (campesinos medios), y de 
aislar y paralizar a los campesinos ricos. 
Una nueva clase media 
Los reformistas habían contado mucho con la llamada clase media. Los ingenieros, los técnicos, 
los médicos, los abogados, los contadores, los empleados, los funcionarios, etc., forman una capa 
social media conservadora entre el capital y el trabajo, y que, siguiendo a los reformistas, está 
destinada a reconciliar a las dos partes y a dirigir, al mismo tiempo que sostener, el régimen 
democrático. 
Durante la guerra, y después de ella, esta clase sufrió casi más que los obreros; es decir, que el 
nivel de su vida ha bajado más que el de la clase obrera. La disminución del poder de compra del 
dinero, la desvalorización del papelmoneda, es la causa principal de tal estado de cosas. En todos 
los países de Europa apareció un gran descontento entre los pequeños y medianos funcionarios, 
como entre los intelectuales técnicos. En Italia, por ejemplo, tiene ahora lugar una huelga de 
funcionarios. Evidentemente los funcionarios, empleados de banco, etc., no constituyen una clase 
proletaria, pero sí han perdido su antiguo carácter conservador. No sostienen el Estado, mientras 
que otros quebrantan y minan su organización gracias a su descontento y a sus protestas. 
El descontento de los intelectuales burgueses crece aún por culpa de sus ligaduras con la pequeña 
y mediana burguesía industrial y comercial. Esta última se siente frustrada y perdida. La alta 
burguesía, unida en sus trusts, continúa enriqueciéndose a pesar de la ruina del país. Se apodera 
de una parte cada vez más grande de las rentas nacionales, que disminuyen cada día más. La 
burguesía ajena a los trusts y la moderna clase media, declinan también. 
En lo que concierne al proletariado, es muy probable que, a pesar de la baja del nivel de su 
existencia, la parte general que sobresale sobre la renta nacional declinante es mayor ahora que 
antes de la guerra. En cuanto al obrero, no se preocupa de las estadísticas, pero se interesa de la 
baja del nivel de su existencia y se esfuerza en aumentar su parte del ingreso nacional. Así los 
campesinos están descontentos de la decadencia de la economía agrícola; los intelectuales se 
arruinan; la burguesía -mediana y pequeña- está arruinada e irritada. La lucha de las clases se 
hace más aguda. 
Las relaciones internacionales 
Las relaciones internacionales juegan un papel muy importante en la vida del mundo capitalista, el 
cual lo ha notado claramente durante la guerra mundial. En este momento, cuando abordamos la 
cuestión de saber si el capital está o no en vías de restablecer su equilibrio mundial, es preciso que 
veamos en qué condiciones internacionales se produce este trabajo de reconstrucción. No es difícil 
convencerse de que las relaciones internacionales se volvieron mucho menos adaptadas al 
desarrollo “pacífico” del capitalismo, de lo que eran antes de la guerra. 
¿Por qué estalló la guerra? Porque las fuerzas productivas se sentían oprimidas en los límites de 
los estados capitalistas más potentes. La tendencia del capital imperialista consistía en suprimir las 
fronteras políticas y apoderarse de toda la tierra; suprimir las aduanas, los tabiques que detenían 
el progreso de las fuerzas productoras. Tal es la base económica del capitalismo y tales han sido 
las causas de la guerra. ¿ Y el resultado? Europa es ahora más rica en fronteras y en aduanas de 
lo que jamás fue. Se ha fundado un gran número de pequeños estados. Una docena de líneas 
aduaneras atraviesan hoy el territorio de la ex Austria-Hungría. El inglés Keynes* llamó a Europa 
casa de locos, y en efecto, desde el punto de vista del progreso económico, toda esta novedad de 
pequeños Estados que la reducen, con su sistema de aduanas, etc. se presenta como un 
monstruoso anacronismo, como una absurda incursión de la Edad Media en el siglo XX. En el 
momento en que la península balcánica recae en el estado de barbarie, Europa se balcaniza. 
Las relaciones entre Alemania y Francia excluyen, como en el pasado, la posibilidad de cualquier 
equilibrio europeo. Francia está obligada a robar y violentar a Alemania para mantener su equilibrio 
de clases, al que la “agotada base” de la economía francesa no corresponde. Alemania no puede 
ni podrá ser víctima de semejante trama. Actualmente, cierto, se ha llevado a cabo un acuerdo. 
Alemania se ha comprometido a pagar anualmente dos mil millones de marcos oro, y, además, el 
26% sobre sus exportaciones. Tal acuerdo representa una gran victoria de la política inglesa, que 
quiere impedir la ocupación del Ruhr por los franceses. La mayor parte del hierro europeo se 
encuentra hoy en manos de Francia. La mayor cantidad de carbón entre las de Alemania. La 
reunión del hierro francés con el carbón alemán constituye una condición primordial del 
renacimiento económico de Europa; mas, semejante reunión, absolutamente precisa para el 
desarrollo de la producción, constituye un peligro de muerte para el capitalismo inglés. Y es porque 
todos los esfuerzos de Londres tienden a impedir la aproximación pacífica o violenta, del mineral 
francés y el carbón alemán. 
Francia aceptó provisionalmente el compromiso, tanto más cuanto su organización productora 
estaba desorganizada y ella era hasta incapaz de utilizar la cantidad de carbón que Alemania 
estaba obligada a proporcionarle. Sin embargo, nada de esto quiere decir que el problema del Ruhr 
esté resuelto definitivamente. A la primera falta de Alemania en lo que atañe a sus obligaciones, la 
suerte del Ruhr saldría fatalmente a escena. La influencia de Francia en Europa y, hasta cierto 
punto, en el mundo entero, aumentó en el transcurso del año último, lo cual no se explica por el 
refuerzo de la potencia francesa, sino por el evidente y progresivo debilitamiento de Inglaterra. 
Gran Bretaña ha vencido a Alemania, última cuestión resuelta por la gran guerra. Y la guerra fue, 
por su misma esencia, europea, no universal; aunque la lucha habida entre dos de los más 
poderosos estados -Inglaterra y Alemania- se haya realizado con la participación de las fuerzas y 
medios guerreros de todo el mundo, Inglaterra venció a Alemania. No obstante, ahora, en el 
mercado mundial y en relación con la situación universal, Inglaterra es más débil que antes de la 
guerra. Los Estados Unidos se han reforzado a expensas de Inglaterra mucho más que Inglaterra 
a las de Alemania. América vence a Inglaterra, también, por el carácter más racional y progresivo 
de su industria. La productividad del trabajo del obrero americano es superior en 150% a la del 
obrero inglés. Dicho de otro modo: dos obreros americanos, gracias a la organización más perfecta 
de la industria, producen tanto como cinco ingleses. Tal hecho, atestiguado por las estadísticas 
inglesas, prueba que Inglaterra, en su lucha con América, está condenada de antemano, lo cual 
basta para poner en guerra a ambas naciones, aunque la flota inglesa conservara la supremacía 
de los mares. 
El carbón americano sustituye al carbón inglés en el mundo entero, y hasta en Europa. Sin 
embargo, el comercio mundial de Inglaterra se basa, ante todo, en la exportación de carbón. Por 
otra parte, el petróleo se convierte en un factor decisivo de la industria y de la defensa: no sólo 
impulsa los automóviles, tractores, submarinos, aeroplanos, sino que representa ya, como fuerza 
motriz, una ventaja enorme sobre el carbón para los grandes navíos. Los Estados Unidos son los 
que suministran el 70% del petróleo absorbido por el universo. Así, en caso de guerra, todo este 
petróleo estaría a la disposición del gobierno de Washington. Además, América dispone también 
del petróleo mexicano, que representa el 12% de la producción mundial. Verdad es que los 
americanos acusan a Inglaterra de haber concentrado en sus manos, fuera de las fronteras 
estadounidenses, hasta el 90% de las fuentes mundiales de petróleo, rehusando el acceso a los 
americanos, mientras que las fuentes americanas -según ellos- se agotarán en algunos años. Los 
datos geológicos y estadísticos son demasiado arbitrarios y dudosos. Se establecen por encargo, 
a fin de justificar las pretensiones de América sobre el petróleo de México, de la Mesopotamia, etc. 
Si, a pesar de todo, el peligro de agotamiento de las fuentes americanas fuera real, ésta sería una 
de las razones que precipitaría la guerra entre Inglaterra y los Estados Unidos. El problema de las 
deudas de Europa a América se hace muy agudo. Tal deuda se calcula en 18 mil millones de 
dólares. Los Estados Unidos siempre pueden crear las mayores dificultades al mercado financiero 
inglés, exigiendo el pago de sus créditos.

Continuar navegando