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ROSALÍA RODRÍGUEZ LÓPEZ 
Universidad de Almería
CIENCIA POLÍTICA, ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Y LEGISLACIÓN EN EL REINADO DE JUSTINIANO
1. Los confines estructurales del Imperio romano
Un gran cambio de conceptos, resultado de un largo proceso que
comienza en el siglo tercero se visualiza en el siglo sexto, con el ago-
tamiento del sistema estatal, y un orden social en vías de descomposi-
ción1. Pese a los intentos titánicos de muchos grandes emperadores
bajo-imperiales, la esencia de romanidad parece desfallecer en esa grieta
abierta entre la percepción del mundo de la Roma aeterna y la nova
Roma, entre el Imperio romano y el bizantino. No obstante, tanto en
Oriente como Occidente, los funcionarios, y las élites locales de las
que proceden, y con las que mantienen lazos muy vivos de cohesión
social, han preservado y difundido durante siglos una gran parte del
saber de la Antigüedad clásica greco-romana. Constantinopla brilla con
luz propia a través de sus élites metropolitanas: Pedro el Patricio (en
la diplomacia), Procopio (en la cultura), o de Phocas (en la política)2;
o de quienes de extracción humilde llegan a la cima del éxito, como
sucede con grandes generales (Belisario, Narsés), altos cargos políticos
(Juan de Capadocia), o con la mismísima pareja imperial (Justiniano y
303
1 E. Patlagean, Familles et parènteles à Byzance en Histoire de la famille I:
Mondes lontains, mondes anciens, Paris 1986, 222, escribe que durante la primera
mitad del s. VI d.C., durante los reinados de Anastasio y de Justino I, la tenden-
cia constatada en las fuentes escritas muestra una desorganización del aparato pro-
vincial y excesivas exigencias del Fisco, en un contexto de comercio regional aún
activo.
2 Sobre las élites urbanas de Constantinopla, L. Brubaker, The age of Justi-
nian. Gender and society en Age of Justinian, Cambridge 2005, 430-431.
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Teodora)3. La evangelización de los bárbaros y su integración en las es-
tructuras administrativas y políticas, además de estabilizar las fronteras
del Imperio, favorece el proceso de democratización de la cultura tar-
doantigua4. 
Justiniano intenta, desde su frontera temporal y espacial, rescatar
la simbología y los valores de una República romana reinventada. Toda
una serie de factores cambiantes abocan hacia un marcado posiciona-
miento político-jurídico5, que se acompaña de un reforzamiento del
aparato administrativo. De este modo diseña un ambicioso programa
de renovatio imperii que se percibe en todos los ámbitos de la reali-
dad. Así, por ejemplo, trata de revivir con diversas disposiciones ju-
rídicas la clase curial en las ciudades de provincias, aunque tiene poco
éxito en dicha empresa, pues estas élites no quieren aceptar las cargas
que le son inherentes, lo que aumenta el poder de los Obispos y de
los agentes imperiales enviados a cada localidad; concretamente los
Obispos reciben una vasta función de protección de los intereses de
la ciudad y de sus ciudadanos frente a los abusos de las autoridades
y funcionarios locales e imperiales. Las disposiciones jurídicas sostie-
nen que la paz de la República romana se cimenta en la oración y de-
voción religiosa, constituyendose en el principal instrumento propa-
gandistico del Emperador, a la par que su defensa es consustancial a
la renovatio. 
Los grupos familiares pertenecientes a las élites, que han acogido de
buen grado al nuevo emperador, verán como poco a poco el saber queda
centralizado en manos de la Iglesia o del Poder público6; y el libro, en
su solemnidad, será guardián de una ley, ya sea divina o estatal, e in-
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3 J.F. Haldon, Economy and Administration: How did the Empire work? en
Age of Justinian, Cambridge 2005, 39, subraya que las élites sociales incluían a se-
nadores, y grandes propietarios agrícolas. Sin embargo, las clases medias compar-
tían los mismos valores culturales que las élites. 
4 R. Marín Conesa, Cristianismo y aculturación en la política de Justiniano (se-
gún Procopio de Cesarea) en Antigüedad y Cristianismo, VII, Murcia 1990, 544.
5 U. Roberto, Aspetti della riflessione sul governo misto nel pensiero politico ro-
mano da Cicerone all’età di Giustiniano en Il governo misto. Ricostruzione di un’i-
dea, Napoli 2011, 41-42. Agap. cap. 18.
6 J. Signes Codoñer, Bizancio y sus circunstancias: La evolución de la ideolo-
gía imperial en contacto con las culturas de su entorno en Minerva, 14, 2000, 149-
154, piensa que son precisamente los cambios introducidos en la Administración y
concepción del Imperio los que provocaron la ruptura de la cohesión del Imperio;
este autor responsabiliza también a Justiniano, con sus políticas centralistas, de la
desaparición de las ciudades y de la aristocracia ligada a la romanidad.
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accesible al pueblo7. La voz «romanidad» es sustituida por «cristian-
dad»; Los términos «pagano», «romano» y «cristiano» se someten a una
revisión política, por lo que los paganos son excluídos de la vida pú-
blica. Además, la voz «paganismo» se identifica sólo con práctica reli-
giosa, y su vinculación con filosofía sirve para justificar la supresión de
la Academia de Atenas (a. 529).
Costantinopla posiblemente pase del millón de habitantes. Diferen-
tes etnias, idiomas, religiones,… Entre la población emigrante que llena
la ciudad se encuentran litigantes llegados de provincias, abogados, so-
licitantes de todas las especies, vagabundos, monjes, mendigos, etc. Tanto
en la ciudad como en sus suburbios se forman colonias de provincia-
les, cuya presencia probablemente alienta la llegada de nuevos compa-
triotas de variada procedencia: Constantinopolitanos de origen occiden-
tal inmigrados originarios del campo, emigrados de Asia Menor, y ex-
tranjeros de más allá de los confines del Imperio, esto es, bárbaros (per-
sas, y militares de origen germánico); la cifra de 700.000 bárbaros que
da Procopio parece relativamente baja8. Las ciudades han ido perdiendo
sus tradicionales símbolos de unidad e identidad: las asambleas devie-
nen insignificantes, las actuaciones teatrales y atléticas son desacredita-
das moralmente, y las actuaciones cívicas disminuyen en frecuencia y
en escala. La nueva representación constructiva impulsada desde el po-
der imperial se plasma, entre otras edificaciones, en iglesias, monaste-
rios, altares y santuarios; que reciben un gran impulso gracias al ever-
getismo religioso. Sigue habiendo jerarquías de ciudades, que se mode-
lan progresivamente con pequeñas redes de influencia social, económica
y cultural alrededor de un particular foco urbano, y cuyas redes irra-
dian desde el más alto nivel centros de intersección, generando a su vez
redes subsidiarias; así pues las ciudades se erigen, pues, como centros
militares, artísticos, de patronato religioso, real, de administración ecle-
siástica, etc. Los establecimientos eclesiásticos preservan los bastiones de
poder y caridad que en cada territorio del Imperio tiene la Iglesia, y
que también afecta al mantenimiento de un tejido productivo, genera-
dor de imposición contributiva.
ciencia política, administración pública 305
7 G. Cavallo, Culture et circulation des livres à l’époque de Justinien en Fa-
ventia, 9/1, 1987, 51-55; 57-63. 
8 R. Rodríguez López, Las corrientes poblacionales y su regulación jurídica (s.
IV-VI d.C.) en Revista General de Derecho Romano, 14, 2010, 1-15.
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2. El poder y el arte de gobernar
La estructura de la vida bizantina, sin grupos políticos (sólo faccio-
nes – demes – en torno al hipódromo y los juegos en Constantinopla)
deja poco margen a la discusión y al debate político; ni siquiera hay
controversia entre los distintos estamentos sociales, pese a las tensiones
latentes. En consecuencia, no es germen social para el desarrollo de nue-
vas teorías políticas. Desde el pensamiento griego el objetivo del Poder
público es el bien de la comunidad, y no se concibe como ventaja del
Estado, ya que éste es una comunidad de hombres libresdonde impera
la soberanía de la ley, la libertad y la igualdad ciudadana9. Rowe indica
que una de las características más sorprendentes del pensamiento greco-
romano es la distancia entre teoría y realidad práctica10. Ahora bien, en
los manuales sobre historia de la teoría política se obvia la literatura po-
lítica protobizantina y bizantina, pasando en el devenir del pensamiento
político del estudio de San Agustín a inmediatamente abordar la Edad
Media11. Ciertamente los bizantinos no desarrollan una teoría política
original, no por pobreza intelectual, sino porque no les atrae la filoso-
fía política; si se detienen, en cambio, en el análisis y discusión sobre
la naturaleza del Imperio, y del campo de actuación legítimo del em-
perador. Se vuelcan en el conocimiento de las leyes y de la Adminis-
tración; y aunque les interesa la historia, no les preocupa el análisis ló-
gico de su desarrollo.
El peso del pensamiento greco-romano es muy relevante en la edu-
cación bizantina, y más aún en el campo de la teoría política bizantina.
La retórica está de moda, y es un elemento importante de la educación;
su estilo dificulta la práctica de determinados temas teóricos. Además,
desde tiempos de Constantino se había ido consolidando una visión
única y suprema del poder imperial, cristiano, basado en la legitimidad
divina, en la que los teólogos rechazaron la tradición alejandrina de Ori-
genes. 
rosalía rodríguez lópez306
9 H.C.F. Mansilla, Las teorías clásicas sobre el buen gobierno y su significación
actual en Revista de estudios políticos, 29, 1982, 164-165; D.J. O’Meara, Platono-
polis. Platonic political philosophy in late Antiquity, Oxford-New-York 2003, 159 ss.
10 C.J. Rowe, The Cambridge History of Greek and Roman Political Thought,
Cambridge 2000.
11 Véase así, por ejemplo, G.H. Sabine, Historia de la teoría política, Méjico
1990; F. Vallespin Oña-C. García Gual, Historia de la teoría política, I, Madrid
1995; J. Touchard, Historia de las ideas políticas, Madrid 2006; A. Black, A world
history of ancient political thought, Oxford 2009.
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Aunque en el pensamiento político bizantino no se cuestiona la exis-
tencia en si misma de la institución imperial, la teoría política bizantina
garantiza la legitimidad interna de los emperadores, no por la transmi-
sión dinástica, aunque de facto se favorece, sino a través de tres líneas
de relación que abarcan: el poder del emperador frente a la Iglesia, el
papel de los estamentos del Estado que conferían legitimidad a la elec-
ción del emperador, y la imagen que el poder imperial transmite de sí
mismo a sus súbditos (ideología imperial oficial). Cuatro pilares cons-
titucionales refuerzan esta legitimidad: El Senado (lo elige), el ejército
(lo apoya), el pueblo (lo aclama a través de sus facciones en el hipó-
dromo), y la iglesia (lo inviste con la sanción divina).
La teoría política abarca conceptos muy diversos, aunque en el gé-
nero del «arte de gobernar» se encuentra un común denominador a toda
la materia; con este recurso literario relativo al buen gobierno se persi-
gue una recta gestión del poder12, con un doble objetivo: De un lado,
crear un sentimiento de autorresponsabilidad en los dirigentes y res-
ponsables públicos y administrativos, que se presentan como specula
principis (espejos de los optimates, esto es, de los mejores); y de otra
implicar en el proceso al pueblo en tanto legitimador de un buen ejer-
cicio de gobierno. El «arte de gobernar» en tanto forma de poder dis-
cursivo ha sido utilizado por las élites desde la Antigüedad13, dado que
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12 V. Pineda, La tradición del exemplum en el discurso historiográfico y político
de la España Imperial en Rlit, 133, 2005, 33, expone que en la tradición de los «es-
pejos» medieval y renacentista se percibe una función descriptiva (el espejo refleja
las cosas como son) y prescriptiva (el espejo muestra las cosas como deberían ser
a través de normas y exempla).
13 A. Carile, Ricchezza e povertà negli ‘specula principum’ bizantini dal VI al
X secolo en Specula principum, Frankfurt 1999, 1-20; siglos después, durante la
Edad Media y el Renacimiento serán muy difundidos a modo de manuales para
el buen gobierno. D. Quaglioni, Il modello del principe cristiano: Gli Specula
principum fra medio evo e prima età moderna, Florencia 1987; M. Toste, Virtue
and the City: the virtues of the Ruler and the citizen in the Medieval Reception
of Aristotle’s Politics, Turnhout 2007; Aa.Vv., Mirrors for Princes, Saarbrücken 2010.
B. Medina Ávila, Juan de Mena, propagandista del poderío real absoluto (reflejo
literario de una idea jurídico-política) en Anuario jurídico y económico escurialense
41 (2008) 803-830. R. Rodríguez López, Le droit naturel et les droits du citoyen
dans l’humanisme juridique en Droit Naturel et Droits de l’homme, Grenoble 2011,
87-95. Éstos ofrecen a los gobernantes un marco óptimo de referencia para el ejer-
cicio del poder. La tradición de este género retórico la encontramos en la Anti-
güedad tanto en el Tratado a Nicocles de Isócrates (s. IV a.C.), como en Sobre las
acciones del Emperador, o sobre la realeza, (s. IV d.C.) escrito por el emperador
Juliano el apóstata, y tiene como destinatario a Constancio; además de Al Empe-
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el discurso no es solamente un medio para el poder, es el campo de ba-
talla en que se lucha por él, y, a la vez, el poder mismo por el que se
lucha14. Este género consiste en especulaciones sobre la naturaleza di-
vina del poder imperial, y los métodos didácticos necesarios para el ejer-
cicio del poder, así como sobre la ética política; el recurso a ésta es el
mínimo exigible para garantizar el ejercicio de un buen gobierno y del
desempeño del empleo público, con honestidad y responsabilidad; este
comportamiento debido se convierte en ética pública cuando versa so-
bre el perfil, formación y responsabilidad de dirigentes y funcionarios.
Así, la ética pública canaliza el gobierno al servicio de los intereses co-
munes; de ahí la legitimidad de su autoridad. Desde la Antigüedad se
recomienda a los dirigentes que tengan conocimientos filosóficos, pues
en virtud de este comportamiento ético (decorum) el gobernante, con
honorabilidad, debe buscar el equilibrio entre los distintos estamentos
sociales, impidiendo que algún grupo o sector sea excesivamente pode-
roso; además, ha de respetar la ley, actuando con prudencia y promo-
viendo la justicia, y la libertad. En consecuencia, la ética del gobernante
y de la Administración pública en última instancia también persigue la
promoción de valores, y hábitos en los administrados. De lo contrario
se genera corrupción moral y desconfianza social15. Pero para la obten-
ción de un verdadero éxito de la función pública, el Poder público ha
de requerir del suficiente tiempo para capacitar al personal del servicio
público. 
El Emperador, a través de sus más estrechos colaboradores, y de una
élite intelectual, que no sólo se concentra en la metrópoli, sino que vive
y trabaja en las ciudades de provincias, crea una ideología del poder
que se sustenta en el pasado glorioso de Roma16; de este modo, los in-
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rador, sobre la realeza, redactada por el obispo Sinesio de Cirene y dirigida a Ar-
cadio (s. V d.C.).
14 A. Carvajal Pardo, El discurso, el poder y el arte de gobernar. Considera-
ciones teórico-prácticas para el análisis del discurso jurídico-político en Criterio jurí-
dico, 7, 2007, 107-124.
15 D. Diego Bautista, Ética y política: Valores para un buen gobierno en En-
cuentros multidisciplinares, 9.27, 2007, 22-37.
16 M. Maas, John Lydus and the roman past. Antiquarianism and politics in the
age of Justinian, London-New York 1992, 7 ss., profundiza sobre el complejo po-
sicionamiento de estas élites, ancladas en sus privilegios, bien formadas, ocupando
altos cargos en la Administración, fieles a una tradición socio-política, y con una
vasto dominio de la cultura antigua; ellos, de un ladocomparten esta renovatio im-
perii, y de otra critican ciertos comportamientos tiránicos de Justiniano.
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telectuales del momento transmiten en sus escritos esa conexión con la
tradición clásica de los officia17, que supera la hasta entonces limitada
proyección de las políticas de regeneración político-institucional18. En
esta línea ideológica se puede señalar:
Tratado militar anónimo, en concreto, sus tres primeros capítulos,
ofrecen una magnífica descripción de la estratificación social, así como
de los deberes propios de cada estamento, conforme a una tradición de
valores republicanos. Además, el buen gobernante y el buen adminis-
trador aparecen descritos conforme a la política justinianea de ‘Poder
límpio’en el marco de una organización estatal de impronta bajo impe-
rial. 
Tratado de Ciencia política, Peri Politikes Epistemes, contenido en
seis volúmenes, de los cuales sólo se conservan dos, se citan extensa-
mente textos clásicos para argumentar la teoría política de la renova-
tio19. En él se plantea la necesidad de un gobierno mixto en un Impe-
rio bizantino: Las clases terratenientes quieren, pues, consolidarse como
grupo de mediación entre el monarca y el pueblo; se requiere así un
necesario entendimiento entre ambos para limitar la peligrosidad de las
masas populares20. Señala Dragon que en tal Tratado se propone que
un ley orgánica fije el nombramiento de los emperadores; una segunda,
defina el papel del Senado y el status de los senadores; una tercera, re-
gule la entronización de los Obispos; una cuarta, controle la asignación
de cargos y de dignidades; y una quinta, asegure la eficacia y estabili-
dad de la ley. Probablemente con este Tratado político se trata de con-
ciencia política, administración pública 309
17 Al respecto G. Dragon, Lawful Society and Legitimate Power en Law and
Society en Byzantium. Ninth-twelfth centuries, Washington 1994, escribe: «I would
not search for a political ideology in these Mirrors or maximus, that is, for a system
which may have existed in their Hellenistic models. As it developed in Rome and
Byzantium, the genre is more akin to the spiritual exercises made fashionable by
the Stoics. Rather than being an independent theoretical reflection on the nature of
power, subject his thinking and sensitivity to moral experience, and lead the sove-
reign by means of memorizable maxims and incantatory formulas toward a medi-
tatio of himself. … the purpose of such works was precisely to provide a cure for
the inevitable diseases of absolute power, not by the transformation of the politi-
cal system but by an intimate ‘conversion’ of the prince».
18 Sobre el funcionariado, y las medidas jurídicas para el correcto ejercicio de
los cargos públicos durante el Bajo Imperio, véase F.D. Pedersen, On Professional
Qualifications for Public Posts in Late Antiquity en Classica et medievalia, 31, 1970,
161-213; A. Giardina, Aspetti della burocrazia nel basso impero, Roma 1977.
19 Polite…a de Platón, o De re publica de Cicerón.
20 U. Roberto, Aspetti della riflessione cit., 35.
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trarrestar o prevenir la trasformación del Senado en una aristocracia de
corte y el fortalecimiento de la omnipotencia imperial. Los jueces de-
ben juzgar conforme a la ley o la costumbre; y lo que es más impor-
tante, no se pretende limitar el poder absoluto por reglas constitucio-
nales, sino disciplinar la violencia21.
Pedro ‘El Patricio’ es autor de varias obras que no se han conser-
vado: Perí Politikés katastáseos, que trata sobre asuntos de Administra-
ción; y una obra sobre el cargo de magister officiorum, entre otras22. 
Juan Lido, en su obra Peri Politikòn Àrjòn (De magistratibus),
busca una reconciliación entre los orígenes republicanos de libertad
romana y la consolidación del poder bajo los emperadores, con refe-
rencia al sometimiento del soberano a la ley (legalidad del título del
emperador romano)23. Sin embargo, este sesgo hacia el legalismo es,
según Lido, pronto obstaculizado por las innovaciones de Justiniano.
Como indica Pazdernik Juan Lido apoya la nueva ideología imperial,
con un caríz de anticuario, donde traza el origen de las instituciones
políticas que perviven desde los tiempos de la monarquía romana;
busca una reconciliación entre la libertad republicana y sus institu-
ciones políticas sobre las que siente nostalgia y el poder imperial24.
Se esmera en matizar las diferencias entre todos los tipos de poder
personal, por la profunda desconfianza que el gobierno unipersonal
le provoca25. Él alaba a Justiniano y lo pone en valor frente a las po-
líticas de sus predecesores26, más concretamente destaca su proyecto
de restauración de la grandeza de Roma27. No obstante, como su-
braya Dubuisson, esta adhesión parece una fachada inevitable, un for-
rosalía rodríguez lópez310
21 G. Dragon, Emperor and Priest. The imperial office in Byzantium, Cam-
bridge 2003, 15-17.
22 G. Dragon, Emperador y sacerdote: Estudio sobre el «cesaropapismo» bizan-
tino, Granada 2007, 85
23 C. Pazdernik, Justinianic ideology and the power of the past en Age of Jus-
tinian, Cambridge 2005, 194-195.
24 C. Pazdernik, Justinianic Ideology cit., 192-194.
25 M. Dubuisson, Jean le Lydien et les formes de pouvoir personnnel à Rome
en Cahiers du Centre Gustave Glotz 2, 1991, 55-72, escribe que al emperador Jus-
tiniano lo califica de «tirano» en la acepción griega del término, y «basileius», mien-
tras que Procopio en Historia Secreta, cargando el valor negativo del poder, le da
el título de «déspota».
26 Juan Lido critica al emperador Anastasio por su avaricia (Lyd. mag. 3.46), y
al emperador León por los abusos financieros (Lyd. mag. 3.43-45). 
27 Lyd. mag. 3.1.; Lyd. mag. 2.8.
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mato «políticamente correcto», para que supere los filtros de la cen-
sura imperial28. 
Agapito, con Ekthesis, en sus setenta y dos breves capítulos admo-
nitorios, asesora a Justiniano; es representativa de la concepción de la
teoría política bizantina sobre el buen gobierno y el buen gobernante
bizantino.
Centraré la atención en la obra de Agapito. Las jerarquías eclesiás-
ticas, por las especiales relaciones Iglesia-Estado, admonestan a los go-
bernantes para que se rigiesen por un camino virtuoso29. Estos capítu-
los se redactan a modo de sentencias con consejos de tipo cristiano,
ético y político para una buena administración del poder, siendo el cum-
plimiento de todos y cada uno de ellos imprescindibles para la salud de
la Res publica. Pero además el autor refleja en estos capítulos la pos-
tura de la Iglesia «contestataria» frente a la institución imperial, que
viene, desde tiempos de Constantino, cuestionando y desautorizando a
los emperadores en tanto éstos se identifican con expresiones tales como
«casi obispo», «imitador de Cristo», entre otras; la Iglesia en sus de-
nuncias sobre las «usurpaciones de santidad» pone su blanco de críti-
cas en los aduladores, que con sus extravagancias atribuyen al Empera-
dor lo que sólo corresponde a Cristo, y subrayan la necesidad de que
las alabanzas se refirieran a los asuntos propios de la autoridad civil:
preocupación por sus súbditos, gobierno interior y exterior, victorias
militares y urbanismo ciudadano30. 
Queda claro en los Specula protobizantinos y bizantinos que el Ba-
sileus se situa como un vicario de Cristo que sirve a los hijos de Dios.
La visión del Príncipe como espejo de virtudes pasa irremediablemente
en todo momento por el modelo ideal de gobernante cristiano. Su re-
conocimiento como pecador lo asemeja al resto de sus súbditos, y lo
hacía más humano. Agapito recuerda al Emperador que debe el trono
ciencia política, administración pública 311
28 M. Dubuisson, Jean le Lydien cit., 56, subraya que esta obra es hecha por
encargo del Emperador; de ahí que Juan Lido extraiga la información para confec-
cionar De magistratibus en la medida de sus necesidades, prevaleciendo a veces su
visión de anticuario y de gramático, sobre el histórico.
29E. Barker, Social and political thought in Byzantium. From Justinian I to the
last papaeologus, Oxford 1961, 1-25.
30 Esta preocupación de las autoridades eclesiásticas por la imagen puramente
civil de la institución imperial, materializada en prácticas de buen gobierno, aún se
percibe en el Concilio de Nicea II (a. 787), como se puede observar en Mansi, XIII,
col. 225 (J.D. Mansi, Sacrorum conciliorum nova et amplissima collectio, XIII, Flo-
rencia-Venecia 1798).
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y todas sus riquezas a Dios, y manifiesta practicar la liberalidad, ejer-
citar la clemencia con sus súbditos, y favorecerlos en general en todo
lo posible, no sólo por agradecimiento, sino fundamentalmente porque
en el último momento debe rendir cuenta de sus acciones en el juicio
final. 
Pero a grandes líneas aborda en esta obra los mismos temas filosó-
ficos que encontramos en otros Espejos de Príncipe bizantinos, esto es,
las cuatro virtudes platónicas (prudencia, fortaleza, templanza y justi-
cia), además de referirse a la virtud, devoción, amor a Dios, austeridad,
contención respecto al placer, tristeza, diligencia, dolor, sabiduría, edu-
cación, equilibrio, silencio, amistad o prevención frente a los adulado-
res31. No obstante, muchos de los principios contenidos en la obra de
Agapito se muestran de manera reiterada a lo largo de los capítulos,
quizá para subrayar su importancia; además, para hacer más visuales los
mensajes se utiliza la metáfora, recurriendo, por ejemplo, a la imagen
del timonel del barco32, del capitan33, al espejo34, a la rueda de la for-
tuna35, o al oro36. Directamente Agapito denomina a Justiniano «verda-
dero monarca» y le atribuyó las cualidades de la fortaleza («dominio de
los apetitos»), templanza y justicia; subrayando diferencias con sus an-
tecesores en el Imperio37.
El deseo de Justino I de que su sobrino adquiriese la cuidada pre-
paración intelectual de un gran ‘Príncipe’, y su adecuada tutorización
de la mano de un preceptor, acorde con los mensajes contenidos en es-
tos capítulos admonitorios, son el contexto preciso que se necesitaba
para marcar unos principios políticos en el gobierno de un emperador
rosalía rodríguez lópez312
31 A.R. Soto-R.E. Yáñez, El Arte del Buen Gobierno. Agapito Diácono, Ex-
posición de Capítulos Admonitorios. Santiago de Chile 2006, 23, 26, expresa que la
obra de Agapito es, entre los Espejos de Príncipe, un puente entre la Antigüedad
y el Medievo.
32 R. Rovira Reich Von Häussler, El buen gobernante en la Antigüedad clá-
sica. Indagación de un enfoque sapencial en Plutarco en Cuadernos doctorales de la
Facultad Eclesiástica de Filosofía, 22,2012, 228.
33 Agap. cap. 2; Agap. cap. 10. P. Pavon Torrejón, El Eis basilea: Un specu-
lum principis del siglo III en Habis 28, 1997, 203-204, escribe que la producción
de Plutarco, Dión de Prusia, Casio Dión y Filóstrato, aportan un fundamento te-
órico al discurso, definiendo la imagen del gobernante modélico lleno de virtudes
con las que poder llevar a buen puerto la naufragada nave imperial.
34 Agap. cap. 9; 24; 49; 65.
35 Agap. cap. 11.
36 Agap. cap. 34.
37 Agap. cap. 52.
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que asienta una autocracia teocrática con un completo modelo de Po-
der absoluto38. La educación del Príncipe es importante para poder do-
minar su carácter, y encarrilarlo en una senda de valores éticos. Por ello
Agapito expresa que un buen gobernante debe de conocerse a sí mismo39
y al mundo que le rodea40, lo que se refleja en el tenor de algunas cons-
tituciones41. Todos los capítulos admonitorios pueden resumirse en un
consejo de Agapito relativo a la preocupación imperial por el buen fun-
cionamiento de la Res publica42. Reflexiona también Agapito sobre cómo
la gravedad de las faltas de un gobernante afectaban al conjunto de la
Res publica; incide sobre la responsabilidad en el ejercicio del poder po-
lítico y el cuidado que se ha de prestar a los súbditos43. Sólo con la re-
flexión y el consejo el Emperador44 puede administrar adecuadamente
el poder imperial45. En este punto ya se divisa que el cuidado de los
súbditos conectaba inevitablemente con el principio de seguridad46.
La visión del Príncipe como espejo de virtudes pasa irremediable-
mente en todo momento por el modelo ideal de gobernante cristiano47.
Su reconocimiento como pecador lo asemeja al resto de sus súbditos, y
lo hacía más humano48. Agapito recuerda al Emperador que debe el
ciencia política, administración pública 313
38 A. Carile, Political Thought in Byzantium as Seen by 20th Century Histo-
rians en Melammu Symposia 4, 2004, 53. La nueva visión sacerdotal de la monar-
quía la responsabilizaba de la salvación espiritual de sus súbditos, como indica R.
Marín Conesa, Cristianismo cit., 546. El Emperador exigió honestidad de sacer-
dotes y de toda la jerarquía eclesiástica, como se refleja en las Novelas (Nov. Iust.
6.pr.). Así, con el fin de fortalecer la alianza con el fuerte poder eclesiástico las dis-
posiciones jurídicas sostenían que la paz de la República romana se cimentaba en
la oración y devoción religiosa. 
39 Agap. cap. 3 se centra en la naturaleza humana del Emperador; este capítulo
lo dedica enteramente, sin referencias personales, a la necesidad divina de que el
hombre se conozca a sí mismo, que es la manera de llegar al conocimiento de la
divinidad, para finalmente parecerse a él en dignidad. Agap. 17.
40 Agap. Cap. 26. Nov. Iust. 8.pr.
41 Nov. Iust. 8.pr.; Nov. Iust. 15.ep. Agap. cap. 25.
42 Agap. cap. 6.
43 Agap. cap. 10. Nov. Iust. 1,pr. (535).
44 Nov. Iust. 68.ep.
45 Agap. cap. 25. Nov. Iust. 15.ep.
46 Agap. cap. 47; 62.
47 Desde el s. IV d.C., a modo de Specula, los escritores ya expresan en sus es-
critos un ideal de gobernante cristiano, como se desprende de F.J. Lomas Salmonte,
Teodosio, paradigma de un príncipe cristiano: Consideraciones de Ambrosio, Rufino
de Aquileya y Agustín sobre la imperial persona en Studia historica. Historia anti-
gua, 8,1990, 149-166.
48 En Agap. cap. 36 se expresa que el Emperador no debe reprimir con ira las
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trono y todas sus riquezas a Dios49, y manifiesta practicar la liberali-
dad50, ejercitar la clemencia con sus súbditos, y favorecerlos en general
en todo lo posible, no sólo por agradecimiento, sino fundamentalmente
porque en el último momento debe rendir cuenta de sus acciones en el
juicio final51. 
Por lo que se refiere a la caridad, Agapito lo expresa como princi-
pio apelando a la igualdad de todos los hombres, pues aunque perte-
nezcan a diferentes estamentos sociales, la naturaleza los homogeniza, o
dicho en lenguaje eclesiástico, «del barro procedemos»; pues recordando
a Cicerón en el De officiis el diácono lo manifiesta con una retórica
cristiana52. Con un lenguaje más político, más social, se expresa en otro
de los capítulos53. Subraya también que el comportamiento recto será
el que nos de honor, nobleza54. 
Es imprescindible que quede claro a los súbditos del Imperio que
Justiniano es un Príncipe cristiano, y que tiene que mantener firme la
causa de la justicia. Respecto a lo primero, el Emperador debe ser cons-
ciente de que su poder emana de Dios, y que tenía que rendirle hono-
res. Por lo que se refiere a la justicia debe defenderla hasta sus últimas
consecuencias para mantener la ley y el orden frente a la ilegalidad y a
la injusticia55. Queda además el Emperador sometido al imperio de la
ley, lo que le otorga legitimidad frente a su pueblo56. Y de ahí Agapito
también se refiere a la clemencia de Dios57. Además, la dignidad del so-
rosalía rodríguez lópez314
faltas de los súbditos. En Agap. cap. 37 se subraya que el soberano en tanto ha re-
cibido el poder de Dios debe imitarlo y ser misericorde. Nov. Iust. 141.pr.
49 En Agap. cap. 45 se subrayaba que el emperador debía su soberanía a Dios;
de ahí que el exceso de posesiones de las que el Emperador disponía generaba una
ilimitada liberalidad, que a los pobres debía dispensar con obras de caridad. En el
mismo sentido se expresaba Agap.cap. 53 al indicar al Emperador que se esfuerce
en difundir a todos de la misma forma, pues se le exige tanto como poder tenga.
La caridad hacia los pobres haría que Dios le proclamase Señor y con un poder
invencible. Así, por ejemplo, la Nov. Iust. 81,pr.
50 Agap. cap. 7; 38; 58; 60; 61.
51 Agap. cap. 8; 15; 44; 67-72. Nov. Iust. 11.pr.; Nov. Iust. 55.ep.
52 Agap. cap. 5.
53 Agap. cap. 16.
54 Agap. 4. Nov. Iust. 91.pr.
55 Agap. cap. 1; Agap. cap. 2.
56 Agap. cap. 27.
57 Agap. cap. 59. Agap. cap. 35; 48; 63; 64; Nov. Iust. 122.pr.: El Emperador
no dejarse llevar por la ira (Nov. Iust. 129, pr.). De las disposiciones emana la cre-
encia en la educación de los súbditos para que sean buenos contribuyentes y ciu-
dadanos (Nov. Iust. 130.ep. (a. 545). 
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berano se fortalece con la equidad y la humanidad, lo que le asemeja a
Dios58.
Finalmente mencionar en este apartado los consejos de Agapito so-
bre los peligros de la Corte, previniendo al Emperador de los adula-
dores y del arte del ladronicio, porque lo separan de lo bueno59; es evi-
dente que Agapito está pensando en una concreta Corte, la bizantina,
y que tanto él como Justiniano conocen muy bien. El diácono reco-
mienda al Emperador que reciba a los buenos consejeros, aquellos que
ven en la verdad algo productivo, y que deseche a los aduladores60. Este
consejo se complementa con una recomendación al Emperador sobre la
necesidad de rodearse de una Administración honesta y capacitada61.
3. Administración pública y funcionariado
Desde el Bajo Imperio la estructura social y económica protobizan-
tina se hace cada vez más rígida, generándose, no obstante, medios si-
nuosos de superación de estas limitaciones; y entre las vías de ascen-
sión social reconocidas, fundamentalmente se recurre al ejército y al ser-
vicio civil. Los estudios de Derecho son siempre una buena cualifica-
ción tanto para los puestos administrativos en la Corte, como status de
autoridad (honor y respetabilidad) y puestos de responsabilidad en pro-
vincias; aunque una preparación básica en educación clásica tradicional
es suficiente62: Ya desde tiempos de Constancio y Juliano se recomienda
a los aspirantes a la carrera administrativa que se formen en cultura clá-
sica63; pero el cristianismo, manteniendo este sistema formativo, lo sub-
ciencia política, administración pública 315
58 Agap. cap. 40. Nov. Iust. 163, praef. Igualmente Justiniano conecta lo divino
con la justicia, tal y como se expresa en Nov. Iust. 164 pr. 
59 Agap. cap. 12.
60 Agap. cap. 22. En la misma línea en Agap. cap. 29 se dice que el hombre ha
de tratar de tener buenas compañías. Más aún en Agap. cap. 42 se indica que se
de tener cuidado con aquellos que juzgan los acontecimientos políticos por los jue-
gos retóricos del orador, más que el contenido de los hechos. En Agap. cap. 56 se
expresa que el soberano ha de saber distinguir entre el que le honra de corazón y
el lisonjero. Frente a los aduladores están los buenos consejeros y así en Agap. cap.
57, se le anima a seguir los buenos consejos, que han de llevarse a la práctica, pues
iluminan el poder del soberano.
61 Agap. cap. 30.
62 J. Haldon, Structures and Administration en The Oxford handbook of Byzan-
tine Studies, Oxford 2008, 542.
63 CTh. 14.1.1.
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ordinará a los dictados religiosos, y sociológicamente al orden eclesiás-
tico64.
No existe una aristocracia hereditaria como institución, de ahí que
éstos se esfuercen en entrar en el funcionariado mediante pago65; en
el pensamiento de la mayoría de los funcionarios bajo-imperiales el
Emperador no está en condiciones de apreciar personalmente el valor
de los candidatos, por lo que tiene que apoyarse en las recomenda-
ciones de aquellos que están en su círculo de confianza, y que reli-
giosamente se someten al suffragium66. Anomalía que revierte inme-
diatamente en los administrados, que sufrirán los efectos de una bu-
rocracia demasiado costosa, contra la que vanamente luchan los em-
peradores67. Sin embargo, pese a la corrupción ligada a la carrera pro-
fesional del empleado público entre los siglos IV-VI d.C., se ha des
subrayar que los funcionarios se caracterizan por su lealtad a unas
concretas instituciones e ideas: cristianismo, cultura urbana, educación
retórica y filosófica, manejo del latín, y una apreciación del servicio
público entendido como administración imperial. Es significativo que
en el Prólogo del Tratado militar anónimo, al referirse al orden esta-
mental, se preste tanta importancia a los funcionarios, pues aunque no
están en la cúspide social, se les exime de determinados munera, y re-
ciben privilegios.
Para aproximarnos a la carrera de ascensos y promociones de un ser-
vidor público en el s. VI d.C., puede ser de gran interés la lectura de la
descripción, desbordante en detalles y valoraciones, que de su proprio cu-
rosalía rodríguez lópez316
64 H. Inglebert, Éducation et culture chez les chrétiens de l’Antiquité tardive
en Que reste-t-il de l’éducation classique?, Tolouse 2004, 337-341, expone que en
numerosas regiones, Oriente y Occidente, las ciudades florecieron hasta principios
del s. V d.C., y esta prosperidad permitía mantener escuelas públicas municipales.
El papel de la escuela había sido muy importante desde el s. IV d.C., ya que el
Poder público romano desde Diocleciano y Constantino había tenido mucha nece-
sidad de funcionarios, y la cultura aplicada al servicio público significaba un medio
de promoción social no sólo a la aristocracia tradicional del s. III d.C., sino tam-
bién a los curiales, que desde una extracción modesta adquieren una solida forma-
ción. Véase tambien, C.L. Rapp, Libri e lettori cristiani nell’Oriente greco del IV
secolo en Bisanzio fuori di Bisanzio, Palermo 1991, 19-36.
65 C.A. Mango, Byzantium, the empire of new Rome, London 1994, 45.
66 A. Guillou, El funcionario en El hombre bizantino, Madrid 1994, 254. B.
Malavé, El acceso y la promoción de los funcionarios en la Administración del Bajo
Imperio en Revista de estudios histórico-jurídicos, 27, 2005, 101-121.
67 R. Delmaire, Les institutions du Bas-Empire romain de Constantin à Justi-
nien. Les institutions civiles palatines, Paris 1995, 175-176.
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rriculum vitae hace Juan Lido en su obra De magistratibus Reipublicae
Romanae68. Siendo un provincial su nombre cristiano (y de familia cris-
tiana69) le evitará en principio posibles recelos religiosos70; además, sus bue-
nas conexiones con compatriotas suyos, provenientes de la misma élite
provincial71, y ya instalados en puestos clave de la Administración central,
le ayudarán para que a la primera ocasión se hagan valer los méritos del
aspirante (en su haber tiene una costosa educación, que incluye el domi-
nio de la lengua latina, o por lo menos sus rudimentos básicos, las fór-
mulas solemnes, etc.)72. No obstante, mientras las gestiones fructifican Lido,
para evitar que le tilden con la misma etiqueta que al resto de estos ocio-
sos, decide ampliar estudios, acudiendo a una escuela de filosofía73. Su
sueño es conseguir un puesto fijo, como alto funcionario, en la Secretaría
de Memoriales dentro del Palacio, para dedicarse a asuntos administrati-
vos o judiciales propiamente del Emperador (redactando las disposiciones
imperiales: concesiones de gracia, decisiones administrativas, etc.)74. El he-
ciencia política, administración pública 317
68 Lyd. Mag. 3.26-30. C. Rapp, Literary culture under Justinian en Age of Jus-
tinian, Cambridge 2005, 382, expresa que también otros autores en sus obras rela-
tan datos de su biografía, como es el caso de Procopio, en su Guerras, Agatías, en
sus Historias, o Menandro en su Tratado histórico. 
69 Quizá sea este perfil profesional el que indique a M. Maas, John Lydus and
the roman past cit., 30.
70 Los emperadores Zenón y León aprueban una constitución [C. 12.60(59).9]
para garantizar la profesión de fé verdadera de los miembros de la Administración. 
71 A.C. Bandy, Ioannes Lydus OnPower or The Magistracies of the Roman
State: Introduction, translation, commentary, and indices. The American Philosophi-
cal Society Memoirs 149, Philadelphia 1983, X, estima que es razonable que Juan
Lido proceda de un sector aristocrático y curial. 
72 C.A. Mango, Byzantium cit., 130, sostiene que su conocimiento de la len-
gua latina no debía ser muy profundo.
73 No comparto, pues, la opinión de J. Caimi, Burocrazia e diritto nel De ma-
gistratibus di Giovanni Lido, Milano 1984, 9, quien estima que Juan Lido, no te-
niendo problemas económicos, decide estudiar filosofía simplemente porque al es-
tar desocupado quería evitar el aburrimiento.
74 C. Varela, Los administradores de Roma (Desde el origen de la ciudad hasta
Justiniano) en Revista General de Derecho Romano, 7,2006, 1-15, señala que la co-
ordinación y el control de la Administración pública corre a cargo del magister of-
ficiorum; supervisa la Secretaría palatina con directa dependencia de los scrinia (Sa-
cra scrinia, scrinium memoriae, scrinium libellorum, y scrinium epistolarum graeco-
rum), al frente de cada uno de los cuales hay un magister. También es responsable
de los agentes in rebus, de ciertos oficios palatinos (decanos, cancellarii, etc.) y de
las scholae palatinae. Además, tiene jurisdicción sobre la mayor parte del personal
de la Corte, sea o no dependiente de él, y sobre las guarniciones militares estable-
cidas en las fronteras (duces, etc.).
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cho de que Juan Lido albergue este anhelo laboral es muy revelador de
cómo aún, casi veinte años después de que Anastasio prohíbiese (a. 492),
la práctica ilegal de acceso automático a puestos del funcionariado, a es-
paldas de las altas instancias estatales, quedará muy viva en el recuerdo
de los provinciales75. 
Sin embargo, el nombramiento de un amigo de la familia, nada me-
nos que en la Prefectura del Pretorio76, permite a Juan Lido una colo-
cación, algo modesta77. Comparte así trabajo como administrativo, se-
cretario (exceptor, notarius praefecturae)78, junto a otro pariente suyo,
que probablemente había entrado por la misma vía de la recomenda-
ción, y que posiblemente es joven como él79; y esta juventud requerida
para estos puestos base de la Administración se sugiere también en el
prólogo del Tratado militar anónimo al abordar la adecuada cualifica-
ción del funcionario80. Es a pesar de todo un golpe de suerte para Juan
Lido, pues, como supernumerarius no cobra, tan sólo recibe las propi-
nas (muy generosas), pero se mantiene a la espera de que se produzca
una vacante. Los exceptores son los únicos oficiales competentes para
tramitar las apelaciones ante el Emperador, con lo que ello implica de
ingresos extra (sportulae) que revierten en tales funcionarios81. Y como
aún no hay incompatibilidades en el ejercicio de las funciones públicas
y los sueldos son escasos, el sistema da cabida a ingresos extra desem-
rosalía rodríguez lópez318
75 C. 1.30.3.
76 C. Kelly, John Lydus and the eastern Praetorian prefecture in the sixth cen-
tury AD en Byzantinische Zeitschrift, 98.2, 2006, 432, refiere la importancia de esta
Prefectura. J. Haldon, Structures cit., 539, destaca las actividades fiscales de la Pre-
fectura: imposición (cálculo del impuesto fundiario), exacción a los tributarios y re-
distribución en cada territorio de su competencia. 
77 Sobre el examen de acceso a la función pública, y la confesión, ya desde el
Bajo Imperio queda regulado, tal y como se describe en CTh. 7.2.1-2. J. Haldon,
Structures cit., 543, hace mención expresa en el momento de acceso a la Adminis-
tración a la ceremonia formal de atribución de los signos de su oficio (pantalón o
faja, toga, u otra indumentaria específica), en función a su departamento o rango,
juramento de lealtad al Emperador y declaración de credo ortodoxo.
78 J. Caimi, Burocrazia cit., 22-23. 
79 S. Perea Yébenes, Pervivencia de las instituciones militares romanas en una
enciclopedia orgánica del siglo VI: el De Magistratibus de Ioannes Lydus en La apor-
tación romana a la formación de Europa: naciones, lenguas y culturas, Madrid 2005,
178, apunta que Juan Lido es uno de los 1000 exceptores o funcionarios electos que
se incorporaban cada año la oficina pretoria, de los cuales pasaban al
servicio fijo unos 30 (a lo sumo 50).
80 Anom. Strat. 3.94-101. 
81 C. Kelly, Ruling the later Roman Empire, Cambrige 2004, 78.
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peñando trabajos complementarios dentro de la misma Administración,
que no son ilícitos. De ahí que agradecido por el empleo conseguido le
dedique un encomio a su amigo, que también le es recompensado eco-
nómicamente82. Tras más de un año de experiencia como secretario en
la Corte de apelaciones (secreta), en el Consistorio83, y en esta plena de-
dicación a la función pública a Juan Lido se le da acceso a otros de-
partamentos más atractivos y más conformes a su excelente formación
intelectual. Compatibiliza funciones en la Prefectura y en la Corte en
virtud de una política funcionarial de pluriempleo.
Su dominio del latín, lengua oficial del gobierno le es muy útil, in-
cluso esencial para acceder a determinados puestos; en esta autobiogra-
fía Lido se queja del bajo nivel formativo del funcionariado de su tiempo
en comparación con épocas precedentes84. No se sabe exactamente en
que fecha Zótico le proporciona una esposa, que según Rapp, es hija
de su benefactor85. Una cuestión que sin duda tiene importancia en su
carrera pública, pues en caso contrario, no lo mencionaría en esta des-
cripción que él mismo hace de su curriculum vitae. De hecho ella aporta
una buena dote, lo que implica que está en buena situación económica,
y un circulo de amistades muy recomendable para su debida conside-
ración social y política; y como en un entrecomillado añade los valores
morales de aquella. Dicha dote es de cien aúreos (equivalente al salario
completo de todo un año del Prefecto del Pretorio de África)86. Posi-
blemente este suceso haya tenido lugar antes del cese de su amigo (a.
512). Ahora bien, ésta parece fallecer pronto. El cambio de Prefecto del
Pretorio hace que vea obstaculizada su progresión laboral; además, el
emperador Justino prohíbe, salvo pocas excepciones, ocupar dos o más
cargos públicos (a. 524)87. Por ello se centra en la producción literaria,
ciencia política, administración pública 319
82 C.A. Mango, Byzantium cit., 41, añade, que ese dinero dado por Zótico por
el panegírico sería naturalmente extraido del Tesoro público.
83 M. Maas, John Lydus and the roman past cit., 32, expone que el Emperador
elegía a sus particulares secretarios de la oficina A Secretis; pertenecer a ellos daba
más prestigio que ser praefectianus.
84 S. Dimitriev, John Lydus and his contemporaries on identities and cultures
of sixth-century Bizantium en Dumbarton oaks papers, 64, 2010, 34, refiere que in-
cluso las élites imperiales, como son, por ejemplo, los altos funcionarios, no esta-
ban deseosos de aprender latín más allá de lo que requerían sus responsabilidades
profesionales.
85 C. Rapp, Literary culture cit., 384. 
86 Lyd. mag. 1.3-7.
87 C. 12.34[33].5, Emperador Justino a Licinio, Maestre de los Oficios. M. Maas,
John Lydus and the roman past cit., 33; J. Caimi, Burocrazia cit., 56.
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que está tan bien considerada socialmente. Señala Rapp que la compo-
sición de trabajos literarios es un vehículo de movilidad social88; y de
ahí las alabanzas hacia los benefactores. 
Con el ascenso al Imperio de Justiniano se pone en marcha la re-
novatio imperii, Justiniano diseña un programa de renovación para los
puestos de gestión que pudiese, conforme a una política de capacitación
y de apoyo al curriculum en todos los ámbitos y categorías profesio-
nales. La Administración de justicia en el Imperio desde hacía mucho
tiempo era muy deficiente, y con diversas medidas jurídicas Justiniano
trata de solucionar este problema89; es precisamente a esta línea política
a la que Procopio dirigió sus más duras criticas90.En sus líneas de re-
forma se hace un replanteamiento de la misión de la función pública y
de la formación de sus miembros91. Se emprende una política de ma-
nos puras, manos limpias, y de capacitación curricular, así como de va-
lores personales para el acceso y desempeño de los puestos en la Ad-
ministración92; A la par se les da estipendios adecuados en función de
la importancia del cargo (sufficiens solacium. Nov. Iust. 13.3.1). Y ello
con el fin de garantizar la integridad e incorruptibilidad como funda-
mento del buen gobierno93; pero también de la profesión de fé del fun-
cionariado94. 
Entre tanto, los vientos traen nuevos aires políticos, y un nuevo Pre-
fecto del Pretorio, Juan de Capadocia (a. 531-532, a. 533-541 d.C.), con
una intensificación de la persecución a paganos. Ya por constitución im-
perial se ha prohibido la enseñanza de la filosofía griega y se ordena el
cierre de la Academia de Atenas (a. 529), y aunque la vida intelectual
persiste en Alejandría, Constantinopla, y otros centros del Imperio, los
rosalía rodríguez lópez320
88 R.A. Kaster, Guardians of Language: The grammarian and society in late
antiquity. The transformation of the Classical Heritage, 11, Berkeley 1988, 307. C.
Rapp, Literary culture cit., 382, indica que la mayoría de los autores en el s. VI
d.C. provenían de familias aristocráticas de provincias. Y que éstos ocupaban ofi-
cios como abogados, scholasticus, notarius, cancellarius, o miembros de la jerarquía
eclesiástica. 
89 Nov. Iust. 149.pr.; Nov. Iust. 113.pr.
90 Procop. arc. 11.1-2.
91 Anom. Strat. 3.4-9.
92 Anom. Strat. 3.15-18. 
93 E. Franciosi, Riforme istituzionali e funzioni giurisdizionali nelle Novelle di
Giustiniano. Studi su Nov. 13 e Nov. 80, Milano 1998, 79. 
94 El Emperador Justino publica una constitución contra los paganos a los que
prohíbe el acceso y desempeño de la función pública, C. 1.5.12. 
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malos tiempos que ya se anunciaban para los paganos desde el s. IV
d.C. son una realidad contundente95. Aunque Juan Lido se siente des-
orientado por el ambiente que reina a su alrededor, tanto por motivos
laborales como políticos, él no tiene nada que temer, pues, como ya se
ha dicho, es cristiano, y se somete al juramento de sumisión a la pareja
imperial y a la religión cristiana, que Justiniano exige a sus funciona-
rios; en el apéndice de la Nov. Iust. 8 se reproduce dicho juramento96.
Hay también que tener presente que con la reestructuración adminis-
trativa del Imperio (a. 530), los funcionarios han perdido capacidad para
obtener primas, beneficios, en los variados departamentos del gobierno;
además aumentan las competencias de los epistulares (a. 536), incluso
con las modificaciones introducidas en el procedimiento se reducen mu-
chas formalidades judiciales (a. 546 d.C.), lo que en último término su-
pone pérdida de complementos económicos para los funcionarios97; y a
la par estas medidas son signo de simplificación del lenguaje adminis-
trativo en los escritos «a la manera del vulgo», abandonando el lenguaje
solemne de los romanos se pierde «la auctoritas»98. El perfil del cris-
tiano Juan Lido es espejo de lo que Justiniano va a demandar de las
élites intelectuales y del funcionariado, por ello va a ser recompensado99. 
El Emperador le invita a que pronuncie un encomio ante dignata-
rios italianos (a. 530), y le encarga una Historia sobre la guerra contra
los Persas, el enemigo eterno de Roma y de los bizantinos100. Como
consecuencia de la revuelta de Nika (a. 532) hay cambio en el cargo de
Prefecto del Pretorio101. Juan Lido tiene un gran respeto por Focas,
quien quizás lo patrocina. Durante este corto intervalo, para calmar los
ciencia política, administración pública 321
95 F. León Florido, Translatio Studiorum: Traslado de los libros y diálogo de
las civilizaciones en la Edad Media en Revista general de información y Documen-
tación, 15.2, 2005, 52-54, incide en la translatio studiorum, que hace referencia a la
noción de un viaje, de una marcha que dibuja un itinerario iniciado en la Grecia
del s. VI d.C. El translado afectó a tres civilizaciones: Bizancio de Justiniano, con-
tinuó en el naciente Imperio islámico, y concluyó en el Occidente latino cristiano.
96 Nov. Iust. 8 (apéndice).
97 C. Kelly, Ruling cit., 78-79.
98 S. Dimitriev, John Lydus and his contemporaries cit., 41.
99 Anom. Strat. 3.71-75. 
100 Guerra contra los persas (a. 525-532).
101 Focas cae en desgracia, y se suicida (a. 545/546). Según B. GRAS, La des-
truction du paganisme dans l’Empire romain. De Constantin à Charlemagne, Paris
2011, 319, debido a su paganismo larvado, Focas pierde no sólo el apoyo de Jus-
tiniano, sino que es consciente de los duros castigos que la maquinaria imperial es-
taba presta a aplicarle.
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ánimos políticos, el Emperador intenta atraerse a la élite conservadora
y educada. No obstante, su día a día será difícil, con un alma y una
mente en continuo conflicto, sobreviviendo entre la vida en la Admi-
nistración y en la Corte, en una sociedad, como la Constantinopolitana
altamente politizada en torno al hipódromo, entre las antiguas élites
identificadas con las cuadrigas de distintivos verdes, y los azules (la masa
y el nuevo Poder público emergente, con Justiniano, Teodora, Juan de
Capadocia, Belisario y Narsés, a la cabeza en defensa de los azules). En
conflicto también por la política de Justiniano cuyas reformas en parte
admira, pero que oprimen a las provincias; Juan Lido amargamente cri-
tica las medidas económicas y fiscales impuestas a Lidia, su tierra na-
tal102. Pero él es un servidor público y pone su talento al servicio im-
perial hasta el punto de formar parte de las comisiones que trabajan en
la reforma de la administración de provincias. 
Pero los ataques contra los paganos, contra todo lo que huele a fi-
losofía y a antiguos cultos religiosos, y a los que él tanto debe en su
formación de juventud, le genera una gran contradicción y malestar per-
sonal. Muchos de sus amigos, de su élite cultural, sufrirán persecucio-
nes y confiscaciones, y él no podrá defenderlos103. Las intrigas palati-
nas, consustanciales a la Corte, se harán extensivas a la Prefectura del
Pretorio, dada la movilidad del funcionariado; de ahí que un arma muy
utilizado políticamente en el seno de la Administración sea la genera-
ción de sospechas, la manipulación, extorsión, y finalmente la denun-
cia104.
Sin embargo, el Emperador confía en él, y le otorga (a. 543) un
puesto de profesor de latín en la Corte, esto es, en la Universidad de
Constantinopla105, aunque recibiendo por la docencia exclusivamente la
paga que recibiera en su empleo de funcionario. Ahora bien, la purga
rosalía rodríguez lópez322
102 Nov. 124 (a. 553).
103 G. Férnandez, La cristianización de la filosofía antigua en Atenas y Ale-
jandría en Arbil, 112, 6-7, recuerda que los pensadores desterrados (a. 529) habían
huido a Persia, donde se vieron envueltos en una auténtica guerra civil, y fueron
uno de los puntos del Tratado de paz con Cosroes (a. 532), retornando (a. 533),
hasta la tercera persecución a paganos (a. 542). 
104 J. Cheix-A. Saavedra, Justiniano: Su autoridad de hecho y derecho frente a
la Corte en Revista electrónica Historias del Orbis Terrarum, 2, 2009, 1-43.
105 C.A. Mango, Byzantium cit., 135-136, señala que a finales del s. VI d.C., la
tradición de Educación Superior sobreviviría sólo en Constantinopla, Alejandría y
Beirut, y ello, entre otras razones, por el debilitamiento, incluso desaparición de
muchos centros urbanos.
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de los paganos en ambientes universitarios no tiene lugar hasta tres años
después, posiblemente desde las alta instancias ya se esté abonando el
terreno, y una de las vías es introducir en ese circulo de profesores sos-
pechosos elementos afines al régimen justinianeo, como es el caso de
Juan Lido106.
En suma, trabaja en la Administración imperial cuarenta años y cua-
tro meses (a. 511-551), aunque de manera efectiva se retira(a. 552) a la
edad de sesenta y un años; ahora bien, no es cierto, como sabemos por
sus años de docente en la Universidad, que haya dedicado toda su vida
al Servicio público. Se le hace un homenaje por parte de sus compañe-
ros, recibiendo del Emperador el Derecho a seguir percibiendo la an-
nona107, y los títulos y dignidades que acompañan al cumplimiento de
un «cursus honorum funcionarial»108. Y aunque en parámetros de mor-
talidad de la época se podría afirmar que es ya anciano, prosigue du-
rante su jubilación trabajando activamente, antes de su muerte.
Potio acusa a Juan Lido de ser excesivamente complaciente con los
poderes fácticos, sin comprender la complejidad de la Corte justinianea,
y de la inseguridad que se respira en los ambientes de la burocracia im-
perial109. Lido pretende, entiendo, ser fiel a sí mismo y a sus raíces, sin
ciencia política, administración pública 323
106 Se recoge en el Código de Justiniano una disposición, de la que no se con-
serva la fecha de promulgación, sobre la prohibición a los paganos de ejercer la en-
señanza (C. 1.11.10.2). G. Cavallo, Culture et circulation des livres cit., 56, explica
que los gramáticos, rectores, médicos y juristas paganos son perseguidos (a. 546),
pero no sólo eso, del conjunto de la legislación de Justiniano y de su concepción
del Poder, y de su política cultural, que l’antiquitas restaba inculpabílis en tanto que
conseguía integrarse en la nueva concepción cristiana del Imperio y de sus Institu-
ciones; el Estado cristiano justinianeo exigía intransigentemente un perfecto alinea-
miento de personas y de instituciones. Todo ello debilitaba las bases sociales, ya en
crisis, de la cultura tradicional, la helénica, es decir, la pagana.
107 E. Barker, Social and political thought cit., 80, traduce este fragmento como
me dio con sus propias manos una orden del Tesoro [annonae].
108 J.R. Martindale, The prosopography of the later roman empire, II: AD.
395-527, Cambridge 1980, 614.
109 G. Cavallo, Culture et circulation des livres cit., 58, destaca que en época
justinianea las relaciones entre poder e intelectuales se desenvuelve en la trama ha-
bitual de sumisión, adulación, ambigüedades, e incluso desilusión. Propia del esta-
tismo bizantino y de la particular síntesis social que le daba fundamento. Estos in-
telectuales son altos funcionarios (tal como el cornicularius, comes primi ordinis, Juan
Lido, o bien el comes Marcelino, secretario de Justiniano antes de su coronación,
Coripo, el magister officiorum Pedro el Patricio), cortesanos (Paulo, el Silenciario),
scholastici (abogados, tales como Agatías o Evagrio), cargos eclesiásticos próximos
al Emperador (Agapeto, Diácono de la Iglesia de Santa Sofía), miembros del orden
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violentar los límites que demandan los nuevos tiempos; unos límites
claro está que en muchos aspectos cercenan principios de romanidad
aún conservados celosamente por las élites del Imperio, pero también
su supervivencia se liga a esa renovación institucional en la que de nuevo
vuelven aparecer en las constituciones imperiales los términos cives, res
publica, entre otros tantos que conformaban el ideario republicano.
4. Una legislación para la Política y la Administración
La principal innovación justinianea fue la particular concepción de
scientia iuris, en base a la cual, para la realización de su programa gu-
bernativo, Justiniano retenía indispensable proceder con una organiza-
ción radicada en la juridicidad110. Además, el hecho de ser el Empera-
dor un perfecto conocedor de la teología de su tiempo, como subraya
Gónzalez Fernández111, favorece que tome un gran protagonismo en
este ámbito; de ahí sus escritos teológicos y eclesiásticos, y la gran can-
tidad de constituciones de contenido religioso112. 
Los juristas encargados de la redacción de las Novelas de Justiniano
son muy conscientes de la teoría política y de la importancia política
del lenguaje, y para ello despliegan adecuados sistemas de publicidad de
las nuevas políticas públicas, en parte conservadoras y en parte innova-
doras. De ahí que ante esa tensión doctrinal sobre el modelo de Es-
tado, Justiniano exprese en sus constituciones el prototipo de buen Prín-
cipe que salvará, pese a las críticas de algunos de sus contemporáneos
y de gran parte de la historiografía posterior, el Imperio para los suce-
sivos emperadores ya bizantinos. El análisis de la legislación justinianea
muestra que el emperador la usa como medio para advertir su concep-
ción del oficio imperial que él ocupa113. Todas las nuevas constitucio-
rosalía rodríguez lópez324
senatorial (tal como el illustris et patricius Procopio), altos oficiales del ejército (Me-
nandro, el Protector). 
110 A.S. Scarcella, La legislazione di Leone I, Milano 1997, 481.
111 F.R. González, La obra legislativa de Justiniano y la cristianización del Cos-
mos en Antigüedad y Cristianismo VII, Murcia 1990, 495-518. A.R. Soto-R.E. Yá-
ñez, El Arte del Buen Gobierno cit., 29, subraya que Justiniano tenía también una
brillante carrera militar y formación en política y Derecho.
112 La ideología cristiana ocupaba toda la escena pública, y fue apoyada por un
paquete de disposiciones jurídicas; al respecto, véase M. Maas, Roman History and
Christian Ideology in Justinianic Reform legislation en DOP 40,1986,17-31.
113 C. Pazdernik, Justinianic Ideology cit.,185-214. 
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nes contienen, además de los capítulos propiamente jurídicos, un pre-
facio y un epílogo que lo contextualiza, y que son aprovechados para
adoctrinar al pueblo; así son usuales en las Novelas expresiones tales
como a fin de que todos nuestros sub ditos conozcan cuanto nos cuida-
mos de ellos114. Estos prólogos y epílogos de las Novelas de Justiniano
son un valioso material de referencia en el estudio de la Historia polí-
tica de la Antigüedad, o más propiamente protobizantina, a los que se-
guidamente haré referencia.
A Justiniano, aunque sea simplemente por razones fiscales, no le in-
teresa que haya un gran sector de la población improductivo y ajeno a
las reglas de convivencia social; todo lo contrario, necesita apoyarse en
el pueblo para disminuir el poder de la aristocracia, tal y como se re-
fleja en numerosas leyes que afectan a los ámbitos más variados de la
realidad. El Emperador consagra la caridad, la atención a los desvafo-
recidos, como virtud primera, según se expresa en alguna de las dispo-
siciones jurídicas115.
Justiniano necesita renovar las elites que no le son muy afectas, y
que a través de su paganismo, explicito o larvado116, y de su dominio
de los ambientes intelectuales, tratan de minar el poder imperial. Se es-
fuerza en preservar una gran parte del mundo clásico y de sus valores
socio-políticos. Sin embargo, como expone Torrent, siguiendo a Gallo,
Justiniano destierra las antiguas concepciones del Derecho que respon-
den al espíritu republicano, y asienta las premisas para el traslado del
saber jurídico, aplicando en su lugar las propias de la nueva legum doc-
trina conformes al poder absoluto117. 
Los juristas encargados de la redacción de las Novelas de Justiniano
son muy conscientes de la importancia política del lenguaje, y por ello
despliegan la maquinaria imperial a efectos de cumplir unos fines pro-
pagandísticos muy definidos; así, el Poder público debe afanarse en dar
ciencia política, administración pública 325
114 Nov. 128, epilog. Además, el Emperador expresó en otras muchas constitu-
ciones que tenía gran cuidado de todas las cosas, a fin de que se hallesen del me-
jor modo, y no se deje nada en que se delinquiera, con el propósito de que se pre-
servase la salud de los subditos (Nov. Iust. 68,ep.; Nov. Iust. 98.pr.; Nov. Iust. 98.ep.;
Nov. Iust. 149.ep.; Nov. Iust. 74.ep.; Nov. Iust. 114.pr.).
115 Nov. Iust. 10.ep. Justiniano no restringió el concepto de caridad a la aten-
ción a los pobres, sino que lo extendió en general a los buenos actos, como se des-
prende de Nov. Iust. 59.pr.
116 C. 1.11.10.
117 A. Torrent, Lafractura justinianea en la producción del derecho. La pro-
hibición de comentar el Digesto y su ideología positivista en Fundamenta Iuris. Ter-
minología, principios e interpretatio, Almería 2012, 28.
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difusión a aquello que ha hecho y que va a realizar, por lo que las po-
líticas públicas despliegan adecuados sistemas de publicidad. El estudio
de los prefacios y de los epílogos de las Novelas de Justiniano revelan
las líneas programáticas y filosóficas de actuación que el Emperador fija
como emblema de su reinado, por lo menos en el intervalo de tiempo
en el que se redactan (a. 534-565). En todo momento estos principios
nos recuerdan los Capítulos admonitorios que Agapito dirigió años atrás
a Justiniano.
Ahora bien, todos los principios pueden resumirse en uno sólo, la
preocupación imperial por el buen funcionamiento de la Res publica, y
que queda formulado con la siguiente expresión: Ocupados nosotros en
todos los cuidados de la Re pública118, lo que conecta con el consejo dado
por Agapito al reflexionar sobre cómo la gravedad de las faltas de un
gobernante afectan al conjunto de la Res publica; por ello el diácono
incide sobre la responsabilidad en el ejercicio del poder político y el
cuidado que se ha de prestar a los súbditos119. Ciertamente el Empera-
dor expresa en diversas constituciones que tiene gran cuidado de todas
las cosas, a fin de que se hallen del mejor modo, y no se deje nada en
que se delinqua, con el propósito de que se preserve la salud de los sub-
ditos120; y en esta línea también es importante atender a las reclamacio-
nes de los súbditos, que le dan ocasión para escribir leyes para el bien-
estar de los súbditos121, …a fin de que nada se haga injustamente res-
pecto a ellos122. Hacer las co sas que los libre de toda dificultad, lesión
y que branto, con la finalidad de que con ocasión de litigios y de otras
cosas cualesquiera no se vean obligados a salir de su propia patria, y a
sufrir aflicciones como peregrinos. Se pone así cuidado en la con veniencia
pública, en la utilidad de la república, o dicho más claramente, en todo
se procuraba por los súbditos. El Emperador subraya en sus constitu-
ciones que las autoridades públicas deben divulgar a todos lo que por
ley haya reconocido como bueno para remedio de los hombres y comple -
mento de la naturaleza, porque él antepone la utilidad de ellos a toda
otra ocupación123. Además, se insiste en las Novelas que el Emperador
vela buscando remedios para los súbditos, y no cesa de inqui rir si hay
rosalía rodríguez lópez326
118 Nov. 1.pr. (a. 535).
119 Agap. cap. 10.
120 Nov. Iust. 68.ep.
121 Nov. 98.pr.
122 Nov. 98.ep.
123 Nov. 74.ep.
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algo que se haye de corregir en la República; insistiendo en que tanto
la autoridad imperial como la Administració de él dependiente acome-
ten trabajos voluntarios para proporcionarles descanso a los demás124. 
En este punto ya se divisa que el cuidado de los súbditos conecta
inevitablemente con el principio de seguridad125; los términos en los que
se expresa este principio se concretan, por ejemplo, en Nov. Iust. 116.pr.
La paz es el principal instrumento propagandistico del Emperador, lo
que se refleja en la literatura política, en los textos literarios y en las
fuentes jurídicas de su tiempo. La defensa de la paz es consustancial a
la renovatio, y ésta impregna toda la política de gobierno de Justiniano126,
redimensionando los tímidos intentos de regeneración del ejercicio de
los cargos públicos, realizados por algunos emperadores entre los siglos
IV y V d.C. Otra cuestión que se cuida mucho en las Novelas es la re-
lativa a la paz social entre ciudadanos y ciudades, indicándose a los po-
deres públicos que provean a fin de que ninguna población de las ciu-
dades promueva sediciones contra otras, sino que las ciuda des de Dios
tengan entera paz, porque también en ellas se les conserva a los subdi-
tos la equi dad, y ni por causa de lucro, ni de pasión alguna se favo-
rezca a ninguna de las partes; y en otra disposición jurídica también se
les insta a que eviten a los provinciales promoverse recíprocamente mo-
lestias, y hacerse guerras intestinas en medio de paz tan completa127.
Así, para conservar el mundo clásico y sus valores socio-políticos,
diseña un programa de renovación para los puestos de gestión que
pudiese, en la medida que los nuevos tiempos lo permiten, hacer apli-
cable la veneranda vetustatis auctoritas128; de ahí que, como indica
Vallejo, se haga una selección absolutamente consciente de aquellos
elementos que interesa preservar del pasado clásico129; y esta política
ciencia política, administración pública 327
124 Nov. 114.pr.
125 Agap. cap. 47: La benevolencia y la justicia regalan seguridad, y no necesita
sospechar de nadie; Agap. cap. 62: El Emperador debe … ofrecerle con esmero a
los suyos seguridad. 
126 Existen otros ejemplos de renovación pública, como refiere N. Iorga, His-
toire de la vie byzantine Empire et civilisation d’après les sources illustrées para les
monnaies. I. L’Empire oecuménique (527-641), Paris 1934, 180-181.
127 Nov. Iust. 36.pr.
128 Expresión empleada en Nov. Iust. 23.3.pr.
129 G.M. Vallejo, Tradiciones y pervivencias paganas en el Imperio Bizantino:
El posicionamiento de Justiniano en Antigüedad y Cristianismo XV, Murcia 1997,
219-220. Una visión muy crítica de la labor política de Justiniano se realiza por J.
Signes Codoñer, Bizancio y sus circunstancias cit., 129-175, y subraya que los cam-
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de no ruptura se manifiesta en algunos de los prefacios de las No-
velas130. 
Por lo que se refiere a Dios y a la Iglesia, señala Marín Conesa que
la nueva visión sacerdotal de la monarquía la responsabiliza de la sal-
vación espiritual de sus súbditos131; y yo añadiría de la honestidad de
sacerdotes y de toda la jerarquía eclesiástica, como se refleja en las No-
velas132. Así, con el fin de fortalecer la alianza con el fuerte poder ecle-
siástico las disposiciones jurídicas sostienen que la paz de la República
romana se cimenta en la oración y devoción religiosa. La visión del
Príncipe como espejo de virtudes pasa irremediablemente por el mo-
delo ideal de gobernante cristiano; su reconocimiento como pecador lo
asemeja al resto de sus súbditos, y lo hacía más humano, tal y como
se refleja en Nov. Iust. 141.pr.133. El Emperador reconoce en las Nove-
las que debía el trono y todas sus riquezas a Dios134, tal y como ex-
presara Agapito135, y manifiesta practicar la liberalidad136 y ejercitar la
clemencia con sus súbditos, y favorecerlos en general en todo lo posi-
ble137, no sólo por agradecimiento, sino fundamentalmente porque en el
último momento debe rendir cuenta de sus acciones en el juicio final138. 
rosalía rodríguez lópez328
bios operados por el Emperador fueron ocultados mediante una cuidada propa-
ganda que apelaba a las tradiciones del Imperio.
130 Nov. Iust. 28.pr.; Nov. Iust. 7.pr.
131 R. Marín Conesa, Cristianismo cit., 546.
132 Nov. Iust. 6, pr.
133 En Agap. cap. 36 se expresaba que el Emperador no debía reprimir con ira
las faltas de los súbditos. En Agap. cap. 37 se subraya que el soberano en tanto
había recibido el poder de Dios debía de imitarlo y ser misericorde.
134 Así, por ejemplo, la Nov. Iust. 81.pr. 
135 En Agap. cap. 45 se subrayaba que el emperador debía su soberanía a Dios;
de ahí que el exceso de posesiones de las que el Emperador disponía generaba una
ilimitada liberalidad, que a los pobres debía dispensar con obras de caridad. En el
mismo sentido se expresaba Agap. cap.53 al indicar al Emperador que se esforzase
en difundir a todos de la misma forma, pues se le exigía tanto como poder tenía.
La caridad hacia los pobres haría que Dios le proclamase Señor y con un poder
invencible. 
136 Agap. cap. 7 insiste en el tesoro de la caridad frente a la inestable riqueza
de los bienes materiales. En Agap. cap. 38 se afirma que la beneficencia nos acerca
a la santidad. Y en Agap. cap. 60 que la caridad para con los pobrestendrá como
recompensa el reino de los cielos. Agap. cap. 58: El reino del soberano debe de
amurralarse con limosnas y fortificarse con torres de oración. Agap. cap. 61: El ce-
tro es obtenido por Dios, y la más grande de las veneraciones será la caridad como
un deber.
137 Nov. Iust. 11.pr.
138 Agap. cap. 8; 15; 44; 55; 67-72. 
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Por lo que se refiere a la caridad, las Novelas mencionan profusa-
mente este principio, y el Emperador lo consagra como virtud primera,
de tal modo que, según se expresa en alguna de las disposiciones jurí-
dicas, tal virtud aparece no entre muchos, y principalmente en va rones
oriundos ciertamente de buenos padres, pero que dedican su vida tanto
a las peticiones de los necesitados, como al auxilio imperial en favor de
és tos139. Justiniano no restringe el concepto de caridad a la atención a
los pobres, sino que lo extiende en general a los buenos actos140. Como
principio viene expresado en la Nov. Iust. 91.pr.: …porque lo que es de-
masiado desigual no nos place mucho141, siguiendo así el consejo de Aga-
pito142. 
En las Novelas se hace mención tanto a la clemencia de Dios143,
como a la del Emperador, de la indulgencia hacia los súbditos, y no de-
jarse llevar por la ira144. De las disposiciones emana la creencia en la
educación de los súbditos para que fuesen buenos contribuyentes y ciu-
dadanos145, lo que también se percibe en los consejos de Agapito146.
Igualmente Justiniano conecta lo divino con la justicia, tal y como se
expresa en Nov. Iust. 164.pr. Al igual que Agapito147, Justiniano liga la
justicia con la humanidad148.
La Administración de justicia en el Imperio desde hace mucho tiempo
es muy deficiente; de ahí que Justiniano trate con diversas medidas de
solucionar este problema, tal y como se percibe en Nov. Iust. 149.pr.
La renovatio imperii prioriza una política de capacitación y de apoyo
al curriculum en todos los ámbitos y categorías profesionales para su-
perar una profunda crisis administrativa, provocada por diversos facto-
res: corrupción e ineficacia de la burocracia, conflictos de competencia
y de jurisdicción entre los diversos órganos públicos, y malversación en
ciencia política, administración pública 329
139 Nov. Iust. 10.ep.
140 Nov. Iust. 59.pr.
141 Agap. 4 complementa el anterior.
142 Agap. cap. 16, expresa que ricos y pobres, para que ambos tengan salud, se
tiene que curar la desigualdad a través de un más y un menos, y para que de este
modo quede balanceada.
143 Nov. Iust. 122.pr.
144 Nov. Iust. 129.pr. 
145 La justicia se promueve hasta el punto de que se incita a los particulares le-
sionados a que denuncien las injusticias sufridas (Nov. Iust. 130.ep. (a. 545). 
146 Agap. cap. 35; 48; 59; 63; 64.
147 Agap. cap. 40, sostiene que la dignidad del soberano se fortalece con la equi-
dad y la humanidad, lo que le asemeja a Dios.
148 Nov. Iust. 163.pr.
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perjuicio de la población, especialmente rural; abusos de las autorida-
des públicas y desprestigio de los jueces locales. Se trata de fortalecer
las estructuras estatales, de eliminar la corrupción de los órganos buro-
cráticos a nivel local y de reducir los órganos de gobierno, simplifi-
cando la jerarquía y la burocracia, y abaratando el coste de la justicia,
a la par que se establece el principio de adaptabilidad de las institucio-
nes jurídicas a las situaciones locales, suprimiéndose además la venali-
dad de los cargos públicos. En el prefacio de una Novela se resume
perfectamente esta cuestión149; con estas medidas el Emperador pretende
que respiren alguna vez los subditos, florezcan de nuevo las ciudades,
se obtenga gran dísimo aumento de habitantes, y no abandonen su pa-
tria, como alguna cosa terrible, temiendo ha bitar en ella a causa de la
maldad de los jueces; y en última instancia con la mejora de la justicia
aspira a fortalecer su legitimidad150. 
Evidentemente el lenguaje retórico de las constituciones imperiales da
una impronta propia a los mensajes tópicos de los Specula, quedando
plasmado en ellas principios de gobierno como la liberalidad, la cle-
mencia, la renovatio sin ruptura, la seguridad, el cuidado, la consciencia
propia del gobernante, de su poder y de la realidad, la responsabilidad
imperial exigida en el juicio final de Dios, la indulgencia frente a los de-
litos, la lucha contra las desigualdades, la creencia en la educación de los
súbditos, entre otros fundamentos de buena gobernanza; y tales dispo-
siciones son difundidas con fines propagandísticos a lo largo y ancho del
Imperio con la idea de asentar su poder entre unas masas populares a
las que trata de liberar de las arbitrariedades de la aristocracia bizantina. 
5. Notas conclusivas 
El análisis de las distintas obras de pensamiento político conservadas
y de su posible influencia en la línea política de Justiniano plasmada en
la legislación, fundamentalmente en las Novelas, puede ofrecer claves en
la evolución de su reinado y de lo que son los grandes problemas del
Poder. Los tratados de historia de teoría política podrían subsanar la ca-
rencia temporal de la que adolecen, y subrayar el esfuerzo de los escri-
tores políticos de época protobizantina por renovar el pensamiento po-
lítico greco-romano y modelarlo con el fin de resolver los desafíos de
rosalía rodríguez lópez330
149 Nov. Iust. 113.pr.
150 Agap. cap. 2.
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los nuevos tiempos, pues estos, con los variados conflictos políticos, es-
tÁn lejos de ser pacíficos y armoniosos: terratenientes fortalecidos en sus
villas en detrimento de los poderes públicos, ciudades enfrentadas a su
territorio circundante, elites de la capital enfrentados, persecución de he-
rejes, y luchas teológicas, entre otros puntos conflictivos.
Agapito escribe que para un hombre corriente la maldad es hacer
cosas despreciables dignas de castigo; para un gobernante es no hacer lo
que es bueno y atiende a la salvación151. En este contexto, en el que se
valoran a los soberanos por principios que van más allá de su formu-
lación teórica, y que requieren en los dirigentes gestos de acción y de
compromiso con su pueblo, el apelativo que Procopio plasma en His-
toria Secreta, al calificarlo como Príncipe de los demonios152, deviene una
acusación excesivamente dura con tintes de alta traición. Más aún cuando
la ciencia política, la administración pública y la legislación convergen
para fortalecer los confines estructurales del Imperio. 
Resumen
El reinado de Justiniano es puente entre el mundo clásico y el medievo; re-
novación a partir de las estructuras bajoimperiales; e influencia y frontera en-
tre la romanidad y los bárbaros. El cristianismo, la Administración y la fisca-
lidad condicionarán la vida pública de los habitantes de la Romanía, mientras
las élites culturales harán eco o contestación de la política gubernamental; y
todo ello se reflejarán en la legislación del siglo sexto.
Palabras-Clave
Justiniano – Specula principis – Administración pública – Élites del Imperio.
Abstract
The reign of Justinian is bridge between the classic world and the Middle
Ages; renovation from the estructures late antiquity; influence and border be-
tween the romanness and the barbarous. The cristianity, the Civil service and
the tax authorities will condition the public life of the inhabitants of Romania,
while the cultural elite will echo or reply the gubernamental policies; and all
of this will be reflected at the legislacion of the sixth century.
Keywords
Justinian – Specula principis – Civil service – Empire elite.
ciencia política, administración pública 331
151 Agap. cap. 66.
152 Procop. arc. 12.27-34.
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