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Carlos	L.	Delgado	M.D.
El	cerebro	invisible
Cómo	la	mente	y	la	conciencia	sobreviven	a	la	muerte
Ediciones	B
	
	
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A	mi	padre,	donde	quiera	que	esté…
Agradecimientos
Quiero	agradecer	al	equipo	de	Penguin	Random	House	Grupo	Editorial,	a	Elena
Gómez,	directora	general	para	Colombia,	 a	Gabriel	 Iriarte,	director	 editorial,	 a
Carlos	 Lugo,	 director	 de	 operaciones,	 a	 Margarita	 Restrepo,	 directora	 de
marketing	 y	 comunicaciones	 por	 su	 inestimable	 ayuda	 y	 colaboración	 para	 la
realización	de	este	trabajo.	A	mis	actuales	editoras	Natalia	Jerez	y	Natalia	García
mis	más	sinceros	reconocimientos.	También	a	Jairo	Clavijo,	brand	manager	del
equipo	 de	 marketing.	 No	 podían	 faltar	 Nohora	 Betancourt,	 diagramadora,	 y
Patricia	Martínez,	 jefe	 de	 arte,	 por	 su	 excelente	 trabajo	 de	 portada	 y	 acabado
final.
En	abril	de	2015	el	trabajo	se	concretó	con	la	salida	de	la	primera	edición	de
la	obra,	en	Ediciones	B.	Extiendo	mis	agradecimientos	a	Alfonso	Carvajal,	mi
primer	editor	y	también	escritor,	por	su	sabia	guía,	visión	y	generosidad	a	través
de	estos	últimos	años.	También	a	Gloria	Martínez,	anterior	gerente	comercial	de
Ediciones	B,	por	 su	amistad	y	 siempre	 inocultable	 confianza	en	el	proyecto;	 a
Estefanía	 Trujillo,	 del	 equipo	 de	 prensa,	 y	 a	 Carlos	 Lugo,	 anterior	 director
general	de	Ediciones	B,	por	su	extraordinaria	visión	ejecutiva.
También	a	 los	cientos	de	miles	de	maestros,	profesores,	alumnos,	amigos	y
pacientes	 que	 me	 enseñaron	 con	 su	 palabra	 y	 su	 ejemplo.	 Los	 momentos	 de
discusiones	 y	 sana	 controversia	 ocupan	un	 privilegiado	 lugar	 en	 la	mente	 y	 el
corazón	del	autor	que	nunca	los	olvidará.
Toda	 mi	 familia	 ha	 sido	 un	 extraordinario	 soporte	 en	 este	 viaje	 hacia	 lo
desconocido	y	lo	maravilloso,	especialmente	mis	hermanos	y	mi	madre,	a	quien
todavía	tengo	la	fortuna	de	tener	a	mi	lado	a	pesar	de	su	avanzada	edad.
Prefacio	a	la	segunda	edición
Hace	algunos	años,	Thomas	Metzinger,	filósofo	de	la	Universidad	de	Maguncia,
afirmaba	 en	 una	 entrevista	 publicada	 en	Mente	 y	 Cerebro,	 titulada	 “La	 visión
materialista	de	 la	neuroética”,	que	“Todo	aquel	que	vaya	con	el	progreso	de	 la
ciencia	no	puede	continuar	creyendo	en	una	supervivencia	personal	después	de
la	muerte”1.
Neurocientíficos	 muy	 conocidos	 como	 Eric	 Kandel,	 António	 Damásio	 y
Rodolfo	Llinás	son	de	un	parecer	similar:	si	el	cerebro	muere,	la	mente,	al	ser	un
producto	de	la	actividad	cerebral,	se	desvanece	para	siempre.
A	la	luz	de	la	teoría	de	la	información	y	de	las	ciencias	de	la	computación,
esta	afirmación	amenazadora	e	irresponsable	carece	de	fundamento.	Si	fuésemos
capaces	de	extender	 los	alcances	del	paradigma	computacional	más	allá	de	sus
propios	 límites,	 como	 lo	 vamos	 a	 hacer	 en	 este	 trabajo,	 llegaríamos	 a	 un
veredicto	totalmente	contrario:	la	idea	de	una	supervivencia	personal	después	de
la	muerte	es	una	consecuencia	directa	de	los	supuestos	básicos	de	la	teoría	de	la
información	 y	 de	 las	 ciencias	 de	 la	 computación2.	 Corrijamos	 entonces	 para
comenzar	 la	afirmación	de	Metzinger.	Podemos	afirmar,	creo	yo	y	 sin	 temor	a
equivocarnos,	 que	 la	 creencia	 en	 una	 supervivencia	 personal	 es	 perfectamente
compatible	con	el	progreso	de	la	ciencia.
La	 idea	 de	 que	 una	 personalidad	 humana	 desaparece	 con	 la	 muerte	 se
encuentra	 profundamente	 arraigada	 en	 el	 seno	 de	 la	 ciencia	 moderna.	 Un
monumental	 error	 de	 interpretación	 hizo	 que	 las	 neurociencias	 confundieran
información,	 programas	 informáticos	 y	 conciencia	 individualizada	 con	 la
estructura	 física	 que	 las	 soporta.	 Este	 error	 dejó	 una	 huella	 imborrable
representada	 en	 uno	 de	 los	 paradigmas	 modernos	 más	 contundentes:	 la
conciencia	es	un	producto	de	la	actividad	cerebral.	Si	el	cerebro	muere,	la	mente
desaparece	para	siempre.
Afortunadamente,	 no	 todos	 los	 neurocientíficos	 fueron	 de	 este	 parecer.
Charles	 Sherrington	 (1857-1952),	 premio	 Nobel	 de	 Medicina	 gracias	 al
descubrimiento	 de	 la	 sinapsis	 (cómo	 las	 células	 nerviosas	 se	 conectan),	 y	 su
famoso	discípulo,	el	neurocirujano	estadounidense	Wilder	Penfield	(1891-1976)
—a	quien	los	estudiantes	de	Medicina	le	debemos	el	famoso	homúnculo	cerebral
donde	se	encuentran	representadas	una	gran	parte	de	las	funciones	nerviosas—,
abrazaron	 una	 idea	 diametralmente	 diferente:	 la	 de	 dos	 entidades	 separadas	 y
distintas	dentro	del	cráneo.
Luego	 de	 haber	 trabajado	 toda	 su	 vida	 estudiando	 los	 reflejos	 innatos	 en
animales	 de	 laboratorio,	 Sherrington	 se	 apartó	 de	 la	 experimentación	 y	 dedicó
sus	últimos	años	 a	 la	 reflexión	 filosófica	de	 los	problemas	del	 cerebro	y	de	 la
mente.	En	el	prólogo	a	una	nueva	edición	de	su	libro	The	Integrative	Action	of
the	Nervous	 System,	 escribió:	 “La	 opinión	 de	 que	 nuestro	 ser	 consista	 de	 dos
elementos	separados	(mente	y	cerebro)	no	ofrecería	una	improbabilidad	mucho
mayor	que	si	descansara	en	uno	solo	(cerebro)”3.
Luego	de	toda	una	vida	dedicada	a	la	investigación	del	cerebro	(creación	del
famoso	 homúnculo	 y	 mapear	 toda	 la	 corteza	 cerebral),	 Penfield,	 su	 principal
discípulo,	llegó	también	como	su	maestro	a	la	conclusión	de	que	había	algo	en	la
investigación	 que	 no	 se	 adaptaba	 al	 marco	 científico	 vigente.	 En	 su	 último
trabajo,	 El	 misterio	 de	 la	 mente,	 Penfield	 se	 preguntaba	 si	 ya	 era	 hora	 de
abandonar	el	antiguo	paradigma	que	afirmaba	que	la	mente	era	un	producto	de	la
actividad	cerebral	y	abordar	el	interrogante	de	si,	aparte	del	cerebro,	existía	otro
tipo	 de	 entidad	 a	 la	 que	 simplemente	 bautizábamos	 con	 el	 nombre	 de	mente,
alma	o	conciencia:
A	lo	largo	de	mi	carrera,	tanto	yo	como	otros	científicos	hemos	luchado	por	demostrar	que	el	cerebro
explica	la	mente.	Sin	embargo,	pienso	que	ha	llegado	el	momento	de	considerar	la	evidencia	tal	cual	es
y	plantearse	la	pregunta:	los	mecanismos	cerebrales	¿explican	la	mente?,	¿puede	explicarse	la	mente	a
través	de	lo	que	se	conoce	hoy	del	cerebro?	De	no	ser	así,	¿cuál	es	la	más	lógica	de	estas	dos	posibles
hipótesis:	el	ser	humano	se	basa	en	un	solo	elemento	o	en	dos?4
No	 fue	 sino	 hasta	 la	 llegada	 de	 los	 grandes	 pioneros	 de	 la	 teoría	 de	 la
información	y	de	las	ciencias	de	la	computación,	a	mediados	del	siglo	XX,	que
la	cuestión	ha	quedado	parcialmente	resuelta.	Alan	Turing,	John	Von	Neuman	y
Claude	Shannon	mostraron	 que	 en	 el	 interior	 de	 una	 computadora	 existen	 dos
tipos	 de	 entidades:	 la	 información	 y	 los	 programas	 informáticos	 por	 un	 lado
(software)	 y	 el	 soporte	 físico	 (hardware),	 por	 el	 otro.	 Ambos	 elementos	 son
interdependientes	 y	 aunque	 la	 información	 no	 podría	 existir	 sin	 su	 soporte,	 es
posible	extraerla	de	su	base	original	e	introducirla	en	un	soporte	físico	diferente.
La	 información	y	 los	programas	son	 independientes	de	 la	computadora	que	 les
dio	nacimiento.
No	solo	 eso.	 La	 información	 no	 desaparece,	 puede	 conservarse	 de	manera
indefinida	si	utilizamos	el	soporte	físico	apropiado	para	ello.	Los	seres	humanos
somos	 información.	 Nuestros	 pensamientos,	 sensaciones,	 percepciones,
sentimientos	 y	 emociones	 tienen	 su	 origen	 en	 la	 información	 acumulada	 a	 lo
largo	de	nuestras	vidas.	Todo	esto	nos	conduce	a	una	conclusión	absolutamente
sorprendente	e	inesperada:	el	universo	es	una	gigantesca	computadora	cuántica	y
nosotros	somos	sus	más	sofisticadas	y	extraordinarias	creaciones.	De	la	misma
manera	que	un	adolescente	rescata	la	información	y	su	historia	personal	antes	de
que	la	computadora	llegue	al	límite	de	su	funcionamiento	y	la	introduce	en	otra
computadoraviable	y	posiblemente	recién	salida	de	fábrica,	el	universo,	a	través
de	complejas	operaciones	computacionales,	rescata	una	personalidad	humana	en
un	cerebro	distinto	al	cerebro	físico	que	se	encuentra	próximo	a	abandonar.
Este	 otro	 cerebro	 también	 es	 material,	 pero	 se	 encuentra	 fabricado	 con
partículas	 fundamentales	distintas.	A	esta	contraparte	 sutil	del	cerebro	material
yo	le	he	dado	el	nombre	de	“cerebro	invisible”.	Debido	a	las	propiedades	únicas
de	sus	componentes	no	lo	vemos	con	nuestros	ojos	físicos.	Ambos	procesadores
de	 información,	 el	 cerebro	 visible	 y	 el	 cerebro	 invisible,	 ocupan	 el	 mismo
espacio.	 Es	 en	 este	 cerebro	 invisible	 donde	 la	 mente	 y	 la	 conciencia
individualizada	 sobrevivirá	 a	 la	 muerte	 del	 cerebro	 material	 que	 le	 dio
nacimiento.
¿Cómo	 realiza	 la	 naturaleza	 este	 aparente	 milagro?	 En	 este	 río	 revuelto
hemos	olvidado	varias	disciplinas	científicas	que	podrían	ser	de	gran	ayuda	en
nuestra	 investigación:	 la	 física	 de	 partículas,	 el	modelo	 estándar	 y	 sus	 futuras
extensiones,	 los	 nuevos	 mapas	 cosmológicos	 que	 incluyen	 el	 más	 reciente
descubrimiento	 de	 la	materia	 oscura	 y	 quizá	 el	más	 importante	 y	 olvidado:	 la
teoría	de	 la	 información	y	 las	ciencias	de	 la	computación	a	 las	que	nos	hemos
referido	 con	 insistencia	 en	 este	 prefacio.	 ¿Podría	 alguien	 imaginar	 hace	 solo
algunos	años	que	estas	jóvenes	disciplinas	serían	capaces	de	aportar	alguna	luz
sobre	estos	cuestionamientos	que	han	ocupado	la	curiosidad	humana	desde	hace
ya	varios	milenios?
Los	 grandes	 filósofos	 y	 líderes	 religiosos	 de	 hoy	 nunca	 imaginaron	 que
aquello	 que	quizá	vieron	 como	un	 enemigo	 altivo,	 soberbio	y	poderoso	de	 las
creencias	 religiosas	 y	 filosóficas	 hace	 tan	 solo	 algunos	 años,	 llegase	 a
convertirse	en	el	gran	aliado	para	demostrar	lo	que	siempre	quisieron	demostrar:
que	una	personalidad	humana	sobrevive	a	la	muerte	del	cerebro.	Esta	es	quizá	la
aventura	 más	 extraordinaria	 de	 todas	 y	 en	 este	 trabajo	 te	 ofrezco	 una
aproximación	verdaderamente	novedosa	y	única	al	problema.
En	 algunas	 partes	 del	 libro	 podría	 parecer	 que	 el	 autor	 repite	mucho,	 pero
esta	 repetición	 tiene	 un	 objetivo:	 desconectar	 tus	 conexiones	 sinápticas	 y
volverlas	a	conectar	de	una	manera	diferente.	Los	paradigmas	materialistas	que
han	estado	vigentes	en	los	últimos	cincuenta	años	y	que	crecieron	con	nosotros
nos	han	llevado	a	vivir	con	una	pesada	carga	de	neurotransmisores	en	nuestros
cerebros,	 la	 carga	 producida	 por	 el	 peso	 de	 las	 conexiones	 sinápticas	 que
acompañan	estas	viejas	creencias.	Desconectarlas	y	volverlas	a	conectar	es	muy
difícil,	pero	nunca	imposible.
Te	 pondré	 un	 ejemplo.	 Recientemente	 estuve	 en	 un	 curso	 sobre
aproximaciones	médicas	diferentes	a	la	medicina	alopática	que	he	ejercido	en	los
últimos	treinta	años.	Mientras	a	muchos	de	los	asistentes,	que	no	eran	médicos,
se	les	hacía	muy	sencillo	lo	que	se	hablaba,	para	este	autor	no	fue	fácil	entender
lo	que	los	expositores	planteaban.	No	es	que	estuviesen	equivocados	sino	que	el
problema	era	mío:	mis	conexiones	sinápticas	largamente	arraigadas	debido	a	los
paradigmas	 prevalecientes	 en	 la	 medicina	 por	 tantos	 años	 me	 impedían
desconectarlas	y	volverlas	a	conectar.	Esto	es	lo	que	los	neurocientíficos	llaman
plasticidad	cerebral.	En	otras	palabras,	había	problemas	con	mi	plasticidad.	Era
como	 si	 mis	 neuronas	 estuvieran	 cementadas,	 congeladas.	Me	 quedaba	 difícil
entender	lo	que	otros	parecían	comprender	con	facilidad.	Este	sencillo	ejemplo
te	 permite	 entender	 por	 qué	 es	 tan	 difícil	 cambiar	 la	 creencia	 de	 hombres	 de
ciencia	muy	valiosos	de	que	la	mente	es	un	producto	de	la	actividad	cerebral.	El
problema	 descansa	 en	 sus	 conexiones.	 Por	 los	 paradigmas	 o	 sistemas	 de
creencias	muchos	han	ofrendado	sus	vidas.	Te	 repito:	el	problema	 radica	en	el
peso	de	las	conexiones.
También	es	posible	que	observes	con	curiosidad	que	he	utilizado	fuentes	de
información	 que	 quizá	 avergonzarían	 a	 algunos.	A	 ello	 te	 responderé	 como	 lo
hizo	el	gran	filósofo	y	anarquista	de	la	epistemología	y	filosofía	de	la	ciencia	de
mediados	 del	 siglo	 XX,	 Paul	 Feyerabend:	 todo	 vale.	 También	 H.	 H.	 Price,	 el
famoso	 filósofo	 de	 la	 mente	 de	 la	 Universidad	 de	 Oxford,	 afirmaba	 que	 no
deberíamos	 sentir	 vergüenza	 de	 tomar	 información	 de	 fuentes	 de	 dudosa
procedencia,	especialmente	cuando	se	trata	de	antiguas	filosofías	y	culturas	del
pasado,	ya	que	allí	pueden	existir	vastos	tesoros	ocultos	cuya	riqueza	no	es	fácil
de	intuir	en	un	primer	encuentro.
Ha	sido	para	el	autor	muy	grato	ver	cómo	la	primera	edición	de	este	libro	se
agotó	 rápidamente.	 Esta	 nueva	 publicación,	 ampliada	 y	 corregida,	 llega	 con
algunas	 modificaciones:	 gráficos,	 cuadros	 y	 explicaciones	 adicionales	 que	 te
permitirán	 entender	 más	 fácil	 y	 mejor	 la	 hipótesis	 planteada.	 Los	 capítulos
“¿Qué	es	una	mente?”	y	“Receta	para	fabricar	un	universo”	han	sido	reescritos
en	su	totalidad5.	El	capítulo	“Un	cerebro	no	es	suficiente”	contiene	información
adicional	 sobre	 un	 concepto	 misterioso,	 pero	 no	 menos	 fascinante:	 la
representación	mental.	Nuevas	figuras	y	cuadros	acompañan	a	los	capítulos	“El
paisaje	cósmico”	y	“Materia	oscura”.	El	libro	ha	sido	totalmente	diagramado	de
nuevo.
Finalmente,	como	afirmaba	la	señora	Annie	Besant,	la	reconocida	teósofa	de
comienzos	del	siglo	XX:	“quienes	quieran	cumplir	con	el	propósito	de	llegar	a
conocerse	 algún	 día	 no	 deben	 rechazar	 un	 poco	 de	 esfuerzo	mental	 ni	 han	 de
esperar	que	el	alimento	de	la	mente	caiga	ya	aderezado	en	una	boca	ociosamente
abierta”6.	 Es	 necesario	 un	 trabajo	 intelectual	 pues,	 como	 lo	 digo	 en	 la
introducción,	la	mente	y	la	conciencia	no	se	dejan	atrapar	con	facilidad.
El	 rescate	 de	 una	 personalidad	 humana	 constituye	 uno	 de	 los	 mayores
secretos	de	 la	 creación.	Aquí	 tienes,	por	 fin,	 la	 respuesta	a	 cómo	 la	naturaleza
pudo	haber	llevado	a	cabo	este	extraordinario	milagro.
Introducción
El	libro	que	tienes	en	tus	manos	explora	una	posibilidad	insospechada:	la	de	que
una	 personalidad	 humana	 sea	 capaz	 de	 sobrevivir	 a	 la	 muerte	 de	 su	 soporte
físico,	el	cerebro	material.
La	 idea	 no	 es	 nueva.	 Aunque	 olvidada	 por	 la	 ciencia	 contemporánea,	 ha
permanecido	 viva	 en	 la	 mente	 y	 el	 corazón	 de	 la	 cultura	 popular	 durante	 los
últimos	 dos	 mil	 quinientos	 años.	 Lo	 novedoso	 aquí	 lo	 constituye	 el	 modelo
planteado	por	el	autor.	Tomando	en	cuenta	los	descubrimientos	más	recientes	en
áreas	 como	 la	 informática	 y	 las	 ciencias	 de	 la	 computación,	 las
telecomunicaciones,	la	cosmología	y	la	física	de	partículas,	entre	otras,	el	autor
se	atreve	a	sugerir	un	modelo	de	la	mente	que	va	más	allá	de	aquellos	enfoques
propuestos	 por	 las	 ciencias	 cognitivas	 tradicionales:	 el	 cerebro	 físico	 no	 es	 el
único	 procesador	 de	 información	 que	 utilizamos	 para	 percibir,	 organizar	 y
finalmente	entender	la	realidad	que	experimentamos.
Fabricado	 con	 partículas	 fundamentales7	 diferentes,	 este	 otro	 cerebro,
invisible	 a	 nuestra	 percepción	 ordinaria,	 estaría	 existiendo	 e	 interactuando
simultáneamente	 con	 nuestro	 cerebro	 hecho	 de	materia	 visible.	 La	 interacción
del	cerebro	visible	y	el	cerebro	invisible	se	llevaría	a	cabo	a	través	de	campos	de
naturaleza	 física	 y	 la	 información	 viajaría	 de	 un	 cerebro	 a	 otro	 por	medio	 de
estos	mismos	campos.	En	el	momento	de	la	muerte,	al	ausentarse	la	contraparte
material,	 los	 campos	 que	 los	 mantenían	 unidos	 y	 que	 tenían	 su	 origen	 en	 la
actividad	 eléctrica	 del	 cerebro	 visible	 desaparecen.	 De	 esta	 manera,	 la
contraparte	invisible	queda	en	 libertad,	con	toda	 la	 información	recopilada	a	 lo
largo	de	una	vida,	 los	 programas	 informáticos	y	 la	 conciencia	 individualizada.
Son	dos	cerebros,	cada	uno	existiendo	en	un	sector	específico	de	la	realidad8	y
cada	uno	fabricadocon	un	set	de	partículas	fundamentales,	únicas	y	exclusivas.
Un	 cerebro	 visible	 y	 un	 cerebro	 invisible	 constituirían,	 por	 el	 momento,	 los
soportes	físicos	básicos	de	una	personalidad	humana.
En	 los	 tiempos	 actuales	 esta	 idea	 no	 debería	 constituir	 un	 motivo	 de
extrañeza.	Más	de	un	centenar	de	partículas	fundamentales	han	sido	descubiertas
en	el	curso	de	los	últimos	cincuenta	años	y,	de	ellas,	solo	tres	han	sido	utilizadas
para	 construir	 nuestro	 universo	 hecho	 de	 materia	 ordinaria.	 Es	 como	 si	 un
maestro	de	obra	tuviera	a	su	disposición	mas	de	cien	tipos	de	ladrillos	diferentes
y	 finalmente	 decidiera	 utilizar	 tres	 de	 estos	modelos	 y	 con	 ellos	 levantar	 toda
una	ciudad.	Por	supuesto	que	esto	no	parece	sensato.	Si	hay	algo	que	caracteriza
al	 universo	 es	 su	 funcionamiento	 económico.	 Todos	 los	 fenómenos	 de	 la
naturaleza	 se	 rigen	 por	 el	 principio	 de	 la	mínima	 acción,	 es	 decir	 el	 universo
siempre	 procede	 siguiendo	 el	 camino	 del	 menor	 esfuerzo	 posible.	 ¿Por	 qué
habría	la	naturaleza	derrochado	más	de	un	centenar	de	partículas	fundamentales
cuando	 solo	 tres	 de	 ellas	 parecieran	 ser	 suficientes	 para	 estructurar	 toda	 la
realidad	que	experimentamos?	Tal	vez	un	descubrimiento	reciente	pueda	revelar
parte	de	la	respuesta	a	este	interrogante.
A	partir	de	 la	segunda	mitad	del	 siglo	XX,	observaciones	muy	meticulosas
sugieren	 que	 detrás	 del	 universo	 visible	 se	 encuentra	 también	 un	 universo
invisible	 que	 no	 vemos	 y	 no	 percibimos.	 Esta	 contraparte	 sutil	 del	 universo
físico	 parece	 estar	 constituida	 por	 partículas	 exóticas,	 es	 decir,	 partículas	 con
propiedades	 diferentes	 al	 quark	 arriba,	 el	 quark	 abajo	 y	 el	 electrón,	 los
constituyentes	 fundamentales	 utilizados	 por	 la	 naturaleza	 para	 fabricar	 la
realidad	material.	Aunque	esta	contraparte	invisible	no	ha	podido	ser	percibida	y
tampoco	atrapada	en	ningún	laboratorio,	los	efectos	gravitacionales	ejercidos	por
sus	componentes	sobre	la	materia	visible	delatan	inequívocamente	su	presencia.
Desde	 entonces,	 cientos	 de	 artículos	 han	 sido	 publicados	 en	 las	 revistas
científicas	 más	 importantes	 del	 mundo	 donde	 se	 discute	 la	 naturaleza,	 los
componentes	 y	 el	 papel	 que	 se	 cree	 desempeña	 este	 misterioso	 acompañante
invisible	de	nuestro	universo	visible.
Tomando	en	cuenta	este	reciente	descubrimiento,	Deno	Kazanis,	un	PhD	en
Biofísica	de	la	Universidad	del	Estado	de	Pensilvania,	se	atrevió	a	plantear	hace
ya	algunos	años	una	hipótesis	que	apareció	documentada	en	el	Journal	of	Near
Death	 Studies	 titulada	 “The	 Physical	 Basis	 of	 Subtle	 Bodies	 and	 Near	 Death
Experiencies”9.	De	acuerdo	con	Kazanis,	existía	la	intrigante	posibilidad	de	que
esa	 materia	 oscura	 fuera	 la	 materia	 prima	 con	 la	 que	 han	 sido	 fabricados	 los
cuerpos	 sutiles	 y	 los	 universos	 espirituales	 a	 los	 que	 hacen	 referencia	 las
tradiciones	 filosóficas	 y	 religiosas	 de	 los	 diferentes	 pueblos	 del	mundo.	Hasta
donde	sé,	era	 la	primera	vez	que	alguien	en	el	mundo	de	 la	ciencia	sugería	 tal
posibilidad.	 Si	 el	 universo	 visible	 constituía	 la	 matriz	 para	 la	 aparición	 y
evolución	 de	 la	 vida	 tal	 y	 como	 la	 conocemos,	 ¿por	 qué	 no	 podría	 haber
sucedido	algo	similar	con	esa	materia	invisible	recién	descubierta?
Una	idea	semejante	parece	haber	sido	tomada	en	serio	en	años	más	recientes.
En	 un	 artículo	 publicado	 en	 la	 prestigiosa	 revista	 Scientific	 American	 titulado
“Mundos	 oscuros”,	 el	 físico	 teórico	 Jonathan	 Feng,	 profesor	 de	 Física	 y
Astronomía	 de	 la	 Universidad	 de	 California,	 y	 Mark	 Trodden,	 codirector	 del
Centro	de	Cosmología	de	Partículas	de	 la	Universidad	de	Pensilvania,	 afirman
que	 este	 universo	 invisible	 podría	 contar	 con	 su	 propia	 red	 de	 partículas
fundamentales,	fuerzas	e	interacciones.	En	otras	palabras,	un	universo	hecho	de
partículas	exóticas	 (oscuras)	podría	estar	 interactuando	simultáneamente	con	el
nuestro.	Feng	y	Trodden	creen	que	existe	todo	un	abanico	de	posibilidades	y	que
podría	 existir	 todo	 un	 sector	 de	 estas	 partículas	 oscuras,	 “tal	 vez	 un	 mundo
similar	 al	 nuestro,	 con	 versiones	 ocultas	 de	 protones	 y	 neutrones,	 que	 se
combinan	para	formar	átomos,	moléculas,	planetas	y	estrellas	ocultos”10.
Ahora	 podemos	 afirmar	 con	 contundencia	 la	 premisa	 fundamental	 que	 se
esconde	detrás	de	la	obra	que	tienes	en	tus	manos:	un	cerebro	invisible	hecho	de
materia	 oscura,	 o	 de	 algún	 otro	 tipo	 de	 materia	 constituida	 por	 partículas
exóticas	desconocidas,	 formaría	parte	del	 soporte	material	que	 la	mente	utiliza
para	 procesar	 la	 información	 y	 sobrevivir	 a	 la	 muerte	 corporal.	 No	 solo	 eso;
siguiendo	 el	 planteamiento	 de	 Kazanis,	 esa	 misma	 materia	 exótica	 sería	 el
ingrediente	utilizado	por	 la	naturaleza	para	 fabricar	 los	universos	espirituales	a
los	 que	 hacen	 referencia	 las	 grandes	 tradiciones	 filosóficas	 y	 religiosas	 del
pasado.	 La	 materia	 visible	 es	 el	 soporte	 físico	 de	 nuestro	 cerebro	 visible	 y
nuestra	realidad	material,	mientras	que	la	materia	invisible	es	el	soporte	material
del	 cerebro	 invisible	y	de	nuestras	 realidades	mentales	y	espirituales.	Además,
una	 aproximación	 basada	 en	 un	 cerebro	 y	 una	materia	 invisible	 constituiría	 el
modelo	 hipotético	 ideal	 que	 necesitamos	 para	 explicar	 ciertos	 fenómenos
mentales,	 que	 no	 parecen	 tener	 explicación	 con	 los	 modelos	 tradicionales
desarrollados	por	las	ciencias	cognitivas	contemporáneas.
¿A	 qué	 fenómenos	 mentales	 nos	 referimos?	 Los	 textos	 de	 neurociencias
afirman	que	 la	mente	y	 la	 conciencia	humana	 son	un	producto	de	 la	 actividad
cerebral.	Si	el	cerebro	deja	de	funcionar,	la	mente	desaparece	para	siempre.	Sin
embargo,	 la	 presencia	 de	 fenómenos	 anómalos	 y	 poco	 habituales	 en	 nuestra
experiencia	 cotidiana	 nos	 lleva	 a	 considerar	 con	 sumo	 cuidado	 este	 supuesto
básico	de	las	neurociencias.	Los	estudios	recientes	sobre	fenómenos	extraños	e
inusuales,	 como	 son	 las	 experiencias	 cercanas	 a	 la	 muerte,	 las	 experiencias
verídicas	fuera	del	cuerpo,	los	reportes	de	posibles	comunicaciones	con	los	seres
queridos	fallecidos	a	través	de	sujetos	con	habilidades	especiales	y	los	informes
de	 niños	 entre	 los	 tres	 y	 los	 cinco	 años	 que	 afirman	 recordar	 vidas	 previas11,
están	diciéndonos	algo	que	los	actuales	representantes	de	las	ciencias	cognitivas
desconocen.	Y	aunque	las	investigaciones	llevadas	a	cabo	por	la	parapsicología	a
lo	 largo	 de	 los	 últimos	 ochenta	 años	 sugieren	 fuertemente	 la	 existencia	 de
habilidades	 humanas	 extraordinarias	 como	 la	 telepatía,	 la	 clarividencia,	 la
precognición	 y	 la	 psicoquinesis12,	 los	 investigadores	 habían	 preferido	 dejar	 de
lado	el	estudio	científico	de	la	supervivencia	hasta	delimitar	mejor	los	alcances	y
los	 límites	 de	 estas	 habilidades	 humanas	 excepcionales.	 Como	 muy	 bien	 lo
afirmó	 el	 profesor	 Joseph	 Rhine	 en	 su	 obra	El	 nuevo	 mundo	 de	 la	 mente	 en
1937:
Junto	 a	 los	 complejos	 resultados	 de	 las	 investigaciones	 que	 establecen	 la	 realidad	 de	 la	 telepatía,	 la
clarividencia	y	la	precognición,	resulta	evidente	ahora	que	la	solución	de	la	supervivencia	del	espíritu	es
mucho	más	complicada	de	lo	que	parecía13.
En	 otras	 palabras,	 mientras	 no	 conociéramos	 las	 fronteras	 y	 las
consecuencias	de	 las	 investigaciones	acerca	 de	 estos	 aspectos	 poco	 explorados
de	la	mente	humana,	era	muy	difícil	entrar	a	investigar	el	complicado	problema
de	la	supervivencia.
Ahora	 las	 cosas	han	cambiado.	Los	 reportes	de	 fenómenos	 inusuales	como
los	que	hemos	nombrado	requieren	de	una	explicación.	Las	interpretaciones	de
los	 hechos	 formulados	 por	 los	 representantes	 de	 la	 ciencia	 de	 vanguardia,	 de
corte	materialista,	convencen	solamente	a	unos	pocos.
De	hecho,	las	neurociencias	poco	tienen	que	ofrecer	al	respecto.	Se	ocupan
del	 cableado	 por	 donde	 circula	 la	 informaciónen	 el	 cerebro	 material.	 La
anatomía	de	la	estructura	nerviosa	y	la	forma	como	la	información	es	percibida,
traducida,	codificada	y	transmitida	a	través	de	las	redes	neuronales	constituye	su
objetivo	de	estudio.	Su	alcance	solo	 le	permite	 llegar	hasta	 la	corteza	cerebral,
donde	asambleas	neuronales	disparan	al	unísono	para	producir	lo	que	llamamos
la	 subjetividad,	 los	 fenómenos	 mentales	 y	 la	 conciencia.	 No	 estudia	 otros
aspectos	relacionados	con	la	información,	como	por	ejemplo	la	manera	en	que	la
actividad	eléctrica	del	cerebro	se	convierte	en	subjetividad.
Todos	 sabemos	 que	 los	 potenciales	 de	 acción	 que	 corren	 por	 nuestros
trayectos	 nerviosos	 representan	 información,	 pero	 una	 cosa	 es	 la	 información
representada	 en	 potenciales	 de	 acción	 y	 otra	 es	 la	 misma	 información	 que
aparece	como	imágenes,	sonidos	o	conceptos	en	nuestra	conciencia.	Una	cosa	es
tu	foto	codificada	en	patrones	de	bits	o	secuencias	de	ceros	y	unos	en	la	unidad
de	almacenamiento	de	la	computadora	y	otra	es	tu	imagen	en	color	que,	una	vez
descodificada,	aparece	en	la	pantalla	de	tu	ordenador.	Una	cosa	es	el	patrón	de
bits	 y	 otra	 cosa	 el	 concepto,	 la	 imagen	o	 el	 sonido.	Es	 la	misma	 información,
pero	representada	de	dos	maneras	diferentes.	Y	es	aquí	donde	reside	el	misterio.
Existe	 una	 transformación	 de	 la	 información	 que	 conocemos,	 en	 el	 caso	 de	 la
computadora,	 pero	 que,	 tratándose	 de	 nuestro	 cerebro	 y	 de	 nuestra	mente,	 los
neurocientíficos	 ignoran	por	 completo.	Más	 aún,	 las	 neurociencias	 desconocen
todo	 lo	 relacionado	 con	 la	 posible	 duplicación,	 transmisión,	 rescate	 y
almacenamiento	 de	 la	 misma	 información	 fuera	 de	 la	 estructura	 cerebral.
Tampoco	 está	 en	 su	 abanico	 de	 posibilidades	 la	 presencia	 de	 procesadores
adicionales	 fabricados	 con	 partículas	 físicas	 con	 propiedades	 diferentes.	 A
ningún	representante	de	las	ciencias	cognitivas	se	le	ha	ocurrido	semejante	idea.
Esto,	para	ellos,	es	sencillamente	impensable.	El	mismo	concepto	de	conciencia,
catalogado	por	el	filósofo	de	la	mente	David	Chalmers	como	el	problema	duro
de	las	neurociencias14,	continúa	siendo	un	reto	y	un	misterio	que	cautiva	a	todos
los	investigadores.	Hasta	aquí	llegan	sus	límites.	Y	es	precisamente	el	estudio	no
ortodoxo	 del	 procesamiento	 de	 la	 información	 y	 de	 la	 viabilidad	 de	 otros
procesadores	 diferentes	 al	 cerebro	 físico	 lo	 que	 nos	 conduce	 a	 admitir	 la
posibilidad	de	vías	alternas	y	sistemas	de	transmisión,	rescate	y	almacenamiento
desconocidos	para	la	ciencia	contemporánea.
Con	la	llegada	de	la	teoría	de	la	información	y	el	desarrollo	de	las	primeras
computadoras,	 la	 idea	de	que	una	mente	humana	desaparece	 con	 el	 cese	de	 la
actividad	 eléctrica	 del	 cerebro	 sufre	 un	 giro	 radical.	 Nuestro	 cerebro,	 como
cualquier	 computadora,	 contiene	 información	 y	 programas	 informáticos	 que
permiten	 procesarla.	 A	 nadie	 se	 le	 ocurre	 pensar	 que	 la	 muerte	 de	 una
computadora	 signifique	 la	 desaparición	 de	 la	 información	 y	 de	 los	 programas
informáticos	que	la	procesan	y	sustentan.	Hasta	un	niño	de	corta	edad	sabe	muy
bien	que	la	información	podrá	ser	rescatada	en	una	USB	para	luego	introducirla
en	una	computadora	recién	salida	de	fábrica.	Si	la	información	en	el	proceso	de
rescate	 no	 sufre	 alteraciones,	 el	 contenido	 semántico,	 su	 personalidad,	 su
significado,	podrá	preservarse	en	la	nueva	computadora.	El	escrito	será	el	mismo
en	cualquier	nueva	computadora	utilizada.	Leyendo	el	escrito	en	una	u	otra	de
las	 computadoras	 seremos	 capaces	 de	 identificar	 al	 autor,	 si	 ya	 lo	 habíamos
hecho	con	anterioridad.	Análogamente,	si	la	información	presente	en	una	mente
humana	 es	 rescatada	 sin	 alteraciones	 en	 el	 último	 momento,	 o	 quizá	 antes,
aquello	que	llamamos	personalidad	podría	llegar	a	sobrevivir.
De	 acuerdo	 con	 Seth	 Lloyd,	 profesor	 de	 ingeniería	 mecánica	 del	 MIT,	 y
Vlatko	Vedral,	físico	de	la	Universidad	de	Oxford,	el	universo	es	un	gigantesco
computador	 cuántico15	 que	 procesa	 información	 desde	 sus	 mismos	 orígenes.
Con	 el	 tiempo,	 este	 computador	 cuántico	 ha	 fabricado	 microcomputadores
naturales	 cientos	 de	 miles	 de	 veces	 más	 complejos	 que	 los	 más	 sofisticados
computadores	del	presente.	El	genoma,	el	epigenoma16	y	el	cerebro	humano	son
los	 más	 conocidos.	 A	 diferencia	 de	 los	 computadores	 actuales,	 estos	 son
computadores	 naturales	 verdaderamente	 inteligentes.	 Un	 cerebro	 y	 una	 mente
humana	 marcan	 la	 diferencia.	 Un	 cerebro	 y	 una	 mente,	 a	 diferencia	 del
computador,	son	capaces	de	pensar,	sentir,	ejecutar	acciones	voluntarias	y	darse
cuenta	 de	 su	 propia	 existencia.	 Como	 digo	 más	 adelante,	 un	 computador	 es
capaz	de	ganar	una	partida	de	ajedrez	al	más	avezado	de	 los	ajedrecistas,	pero
será	incapaz	de	celebrar	su	propia	victoria.	El	computador	no	tiene	propiedades
semánticas.	A	diferencia	de	nosotros,	los	humanos,	la	información	dentro	de	una
computadora	adolece	de	significado	al	carecer	de	lo	más	preciado	que	poseemos,
la	conciencia.
Cuando	la	vida	apareció	en	nuestro	planeta,	la	naturaleza	ideó	la	manera	de
perpetuarla	 y	 mejorarla	 a	 través	 de	 los	 mecanismos	 de	 selección	 natural	 y	 la
supervivencia	del	más	apto.	Ella	es	un	inmenso	laboratorio	viviente	de	infinitas
posibilidades	de	realización.	Su	inteligencia	y	su	creatividad	exceden	el	límite	de
nuestras	posibilidades	de	comprensión.	A	través	del	ensayo	y	el	error,	como	en
cualquier	 investigación	 científica	 liderada	 por	 humanos,	 la	 naturaleza	 nos	 ha
conducido	 hasta	 el	 momento	 presente.	 ¿Cómo	 no	 maravillarnos	 ante	 el
extraordinario	 espectáculo	 que	 se	 alza	 imponente	 ante	 nuestra	 mirada
inquisidora?	Si	eso	sucedió	con	una	simple	célula,	¿no	podríamos	esperar	algo
similar	o,	mejor	aún,	con	una	personalidad	humana,	la	más	extraordinaria	de	sus
creaciones?
Recientes	descubrimientos	en	las	áreas	de	la	física	y	la	cosmología	sugieren
que	el	universo	que	percibimos	a	 través	de	 los	sentidos	podría	no	ser	el	único.
De	 acuerdo	 con	Leonard	 Susskind,	 uno	 de	 los	 padres	 de	 la	 teoría	 de	 cuerdas,
vivimos	en	un	gigantesco	megaverso,	una	especie	de	paisaje	cósmico	plagado	de
infinitas	posibilidades	de	existencia17.	El	universo	que	habitamos	es	solo	una	de
ellas.	La	hipótesis	de	los	muchos	mundos	de	la	mecánica	cuántica	propuesta	por
el	físico	y	matemático	norteamericano	Hugh	Everett	a	mediados	de	la	década	de
los	 cincuenta	 del	 pasado	 siglo	 también	 nos	 recuerda	 que	 ahora	 y	 aquí	mismo
podrían	 existir	 miles	 de	 millones	 de	 copias	 nuestras	 y	 del	 universo	 que
habitamos18.	Y	 todas	fabricadas	en	un	brevísimo	 instante.	De	acuerdo	con	este
modelo,	 para	poder	 explicar	 algunos	de	 los	misterios	de	 la	mecánica	 cuántica,
cada	momento	el	universo	se	está	multiplicando,	creando	copias	de	sí	mismo,	en
las	que	 a	partir	 del	 instante	de	 la	 creación	de	 la	 copia	 esta	va	 a	 continuar	una
existencia	 única	 en	 su	 propio	 espacio-tiempo,	 aislada	 del	 resto	 de	 sus	 clones
cósmicos.
Si	esto	sucede	con	el	universo	y	su	totalidad,	¿qué	nos	impediría	suponer	que
esa	misma	naturaleza	haya	creado	los	mecanismos	necesarios	de	copia,	traslado
y	rescate	para	salvaguardar	una	personalidad	cuando	 la	vida	útil	de	un	cerebro
físico	haya	llegado	a	su	momento	final?
Tenemos	un	centenar	de	partículas	fundamentales,	más	aquellas	que	todavía
no	han	sido	descubiertas,	y	un	paisaje	cósmico	lleno	de	infinitas	posibilidades	de
existencia.	 Todo	 ello	 dentro	 de	 un	 universo	 que	 procesa	 inteligentemente	 la
información	desde	sus	mismos	orígenes.	Estos	son	los	ingredientes	básicos	que
necesitamos	 para	 rescatar	 la	 información	 personalizada	 y	 original	 existente
dentro	de	un	cerebro	físico.	Nada	nos	impide	por	el	momento,	incluyendo	a	las
leyes	 de	 la	 naturaleza,	 construir	 una	 aproximación	 científica	 diferente	 que	 le
permita	a	la	mente	y	a	la	conciencia	humana	sobrevivir.	Acá	no	hay	matemáticas
niformulismos	lógicos	que	enreden	la	lectura	de	esta	obra.	Solo	necesitaremos
de	un	mínimo	de	conocimiento	y	de	curiosidad	para	llegar	a	entender	el	modelo
que	he	propuesto	en	estas	páginas.	La	mente	y	la	conciencia	humana	no	se	dejan
atrapar	tan	fácilmente.
Un	arquitecto	crea	el	plano	de	lo	que	va	a	construir	y	posteriormente	buscará
los	 ingredientes	 necesarios	 para	 que	 su	 creación	mental	 se	 concrete	 como	una
realidad	 material.	 La	 hipótesis	 que	 planteo	 es	 el	 plano	 inicial	 de	 cómo	 la
naturaleza	pudo	haber	ideado	y	diseñado	mecanismos	y	creado	los	instrumentos
necesarios	 para	 que	 una	 personalidad	 humana	 pudiera	 llegar	 a	 sobrevivir	 a	 la
muerte	corporal.	Los	detalles	vendrán	luego.	Con	el	tiempo,	físicos	y	expertos	en
informática	 y	 computación	 elaborarán	 el	 mapa	 completo	 del	 set	 de	 partículas
fundamentales,	 sus	 propiedades,	 las	 interacciones	 y	 las	 leyes	 de	 la	 naturaleza
propias	 de	 ese	 universo	 al	 que	 seremos	 trasladados	 cuando	 hayamos	 agotado
todas	nuestras	posibilidades	en	este	sector	público	de	la	existencia.
	
En	 el	 presente	 volumen	 hacemos	 una	 aproximación	 inicial	 a	 esta	 hipótesis
complementaria	 de	 los	 modelos	 actualmente	 validados	 por	 las	 ciencias
cognitivas:	cómo	la	mente	y	la	conciencia	sobreviven	a	la	muerte.	Luego	de	esta
introducción,	 el	 Capítulo	 1,	 “¿Qué	 es	 una	 mente?”,	 nos	 ofrece	 parte	 de	 su
historia	a	la	luz	del	pensamiento	filosófico,	religioso	y	científico.	La	teoría	de	la
información	y	las	ciencias	de	la	computación	nos	permiten	reducirla	a	sus	cuatro
componentes	principales:	el	cerebro,	la	información,	los	programas	informáticos
y	la	conciencia	individualizada.	Bajo	esta	nueva	perspectiva,	es	posible	entrever
qué	elementos	de	esa	mente	son	perecederos	y	cuáles	podrían	llegar	a	sobrevivir.
El	Capítulo	 2,	 “Receta	 para	 fabricar	 un	 universo”,	 nos	 recuerda	 el	 tipo	 de
partículas,	fuerzas	y	leyes	de	la	naturaleza	con	las	que	ha	sido	fabricado	nuestro
universo	y	por	qué	se	comporta	como	lo	hace.	La	realidad	ha	sido	sectorizada.
Un	cerebro	invisible	haría	parte	de	un	universo	alternativo.	Su	comportamiento
diferente	tiene	su	origen	en	el	tipo	de	partículas	y	fuerzas	que	lo	componen.	Una
muy	 breve	 revisión	 del	 modelo	 estándar	 nos	 permite	 aproximarnos	 a	 una
comprensión	 más	 razonada	 de	 un	 posible	 soporte	 físico	 de	 la	 mente	 y	 la
conciencia	 después	 de	 la	 muerte.	 Así	 podemos	 entender	 mejor	 qué	 queremos
decir	cuando	hablamos	de	lo	físico	y	de	lo	mental.
El	 Capítulo	 3,	 “Un	 cerebro	 no	 es	 suficiente”,	 explica	 por	 qué	 un	 cerebro
físico	no	es	suficiente	para	explicar	fenómenos	como	la	representación	mental,	la
percepción	extrasensorial	y	la	supervivencia	de	la	mente	y	la	conciencia	humana.
El	Capítulo	4,	“Una	hipótesis	revolucionaria”,	enumera	y	explica	los	supuestos
básicos	 de	 la	 teoría	 de	 la	 información	 que	 en	 parte	 sustentan	 la	 hipótesis
defendida	 por	 el	 autor	 en	 este	 trabajo.	 En	 el	 Capítulo	 5,	 “Ciencia	 normal”,
pasamos	 revista	a	 los	cuatro	modelos	más	 llamativos	que	han	sido	construidos
para	 explicar	 cómo	 funciona	 una	 mente:	 la	 doctrina	 neuronal,	 el	 enfoque
computacional,	la	aproximación	conexionista	y	el	paradigma	cuántico.
Pero	esto	no	lo	aclara	todo.	Existen	hechos	que	requieren	de	una	explicación
que	no	puede	ser	abordada	con	 las	 teorías	que	poseemos	en	el	momento	y	por
eso	 es	 importante	 que	 revisemos	 el	 concepto	 de	 paradigmas	 y	 revoluciones
científicas	 en	 el	 Capítulo	 6	 sobre	 la	 “Ciencia	 extraordinaria”.	 Solo	 entonces
estaremos	listos	para	un	acercamiento	diferente	sin	dejar	de	lado	todo	el	trabajo
realizado.	El	Capítulo	7,	“La	información	sobrevive”,	explica	por	qué	la	idea	de
la	supervivencia	de	una	mente	humana	después	de	la	muerte	del	cerebro	está	ya
rondando	 en	 la	 mente	 de	 varios	 representantes	 de	 la	 ciencia	 y	 también	 en	 la
mente	de	algunos	 importantes	psicólogos	cognitivistas.	Para	ello	es	 importante
dejar	muy	en	claro	el	concepto	de	información	y	su	procesamiento	y	qué	tipo	de
relación	 puede	 existir	 entre	 la	 información	 y	 una	 personalidad,	 hecho	 que
revisaremos	 en	 el	 Capítulo	 8,	 titulado	 “El	 misterio	 de	 la	 identidad”.	 Si	 la
información	 sobrevive,	 posiblemente	 la	 personalidad	 también	 lo	 hará.	 El
Capítulo	 9,	 “La	 respuesta	 a	 Damásio”,	 es	 la	 réplica	 que	 hago	 a	 este
extraordinario	 neurocientífico	 cuando	 a	 comienzos	 del	 año	 2000	 se	 atrevió	 a
anunciar	el	 fin	del	mito	cartesiano	y	del	problema	mente-cuerpo,	un	error	muy
similar	a	los	cometidos	por	los	representantes	de	la	física	al	final	del	siglo	XIX
cuando,	abrumados	por	los	recientes	descubrimientos,	se	atrevieron	a	pronosticar
el	 inminente	 final	 de	 la	 física	 teórica.	 Ni	 el	 mito	 cartesiano	 ha	 muerto	 ni	 el
problema	mente-cuerpo	ha	llegado	a	su	fin.	Un	modelo	dualista	interaccionista	o
no	 interaccionista,	 creo	 yo,	 podría	 ser	 la	 mejor	 contestación	 al	 desafío	 de
Damásio.	Si	existe	un	tipo	de	sustancia	diferente	a	la	sustancia	extensa	como	lo
propone	 Descartes,	 creo	 que	 debemos	 intentar	 explicarla	 científicamente.	 Lo
primero	es	intentar	localizarla	y	luego	tratar	de	indagar	acerca	del	tipo	de	materia
que	la	compone.
En	el	Capítulo	10,	“El	paisaje	cósmico”,	 trato	de	ofrecer	una	respuesta	a	 la
pregunta	 de	 dónde	 se	 encuentra	 ese	 otro	 procesador	 que	 provisionalmente	 he
llamado	 el	 cerebro	 invisible.	 Quizá	 los	 más	 recientes	 modelos	 cosmológicos
escondan	la	respuesta	que	todos	esperamos.	“Un	descubrimiento	inquietante”	es
el	 título	 del	 Capítulo	 11.	 Este	 descubrimiento	 quizá	 sea	 la	 opción	más	 viable
acerca	de	cuál	es	el	componente	con	el	que	el	cerebro	invisible	estaría	fabricado.
Esto	 por	 supuesto	 no	 invalida	 otras	 posibles	 opciones.	 Un	 tipo	 de	 materia
diferente	 implica	 el	 retorno	 del	 dualismo,	 por	 lo	 tanto,	 “El	 Regreso	 de
Descartes”	es	el	título	obligado	del	Capítulo	12.
¿Cómo	fue	el	descubrimiento	de	esa	materia	invisible	a	la	que	me	refiero	y
de	qué	 tipo	de	partículas	 fundamentales	estaría	constituida?	En	el	Capítulo	13,
“Materia	oscura”,	planteo	todo	un	abanico	de	posibilidades.	Así	como	el	cerebro
visible	tiene	su	propia	historia	para	ser	contada,	lo	mismo	sucede	con	la	historia
de	 “El	 cerebro	 invisible”,	 que	 ofrezco	 en	 el	 Capítulo	 14.	 Uno	 de	 los	 grandes
cuestionamientos	 que	 se	 le	 hicieron	 a	 Descartes	 fue	 el	 no	 haber	 explicado	 la
manera	 como	 esa	 sustancia	 pensante	 que	 es	 la	mente	 se	 encuentra	 unida	 a	 la
sustancia	extensa	representada	por	el	cuerpo.
El	Capítulo	15,	“La	unión	de	la	mente	y	el	cuerpo”,	explica	la	forma	en	que
ese	cerebro	invisible	podría	estar	conectado	con	el	cerebro	visible,	dicho	de	otra
manera,	cómo	sería	el	mecanismo	de	unión	de	la	mente	con	el	cuerpo.	Campos
de	naturaleza	física	o	alguna	versión	oculta	del	entrelazamiento	cuántico	podrían
contener	 el	 secreto	 de	 estos	 enigmáticos	 mecanismos	 de	 interacción	 mente-
cerebro.	 En	 el	 Capítulo	 16,	 “El	 entorno	 invisible”,	 describo	 los	 posibles
escenarios	donde	este	cerebro	invisible	se	localiza	e	interactúa.	El	Capítulo	17,
“Cómo	rescatar	una	personalidad	humana”,	resume,	creo	yo,	cómo	la	naturaleza
es	capaz	de	rescatar	una	personalidad	humana	en	el	momento	en	que	el	cerebro
físico	 deja	 de	 funcionar.	 Un	 glosario	 y	 una	 bibliografía	 completan	 el	 trabajo
presentado.
1	
¿Qué	es	una	mente?
En	sus	Ensayos	sobre	 los	poderes	 intelectuales	del	hombre,	Thomas	Reid,	uno
de	los	más	importantes	representantes	de	la	filosofía	de	la	mente	del	siglo	XVII,
planteaba	la	urgente	necesidad	de	redefinir	y	unificar	los	términos	utilizados	en
aquellas	 áreas	 del	 saber	 que	 estábamos	 investigando.	Decía	Reid:	 “No	 hay	 un
impedimento	más	grande	para	el	avance	del	conocimiento	que	la	ambigüedad	de
las	 palabras”19.	 Pero	 ¿qué	 de	 cierto	 tiene	 todo	 esto	 cuando	 nos	 referimos	 a
aquello	 que	 se	 encuentra	 aparentemente	 localizado	 en	 el	 interior	 de	 nuestroscráneos?	Cerebro,	procesador	de	información,	mente,	intelecto,	alma,	espíritu	y
conciencia	 son	 solo	 algunos	 de	 los	 nombres	 que	 hemos	 venido	 utilizando	 a
menudo	para	identificar	aquello	que	nos	permite	pensar,	sentir	y	actuar	en	este
universo	material.	Todo	esto	puede	generar	confusión,	por	 lo	 tanto,	 lo	primero
que	debemos	aclarar	 es	el	 significado	de	algunas	palabras	y	conceptos	básicos
que	 investigadores	 y	 gente	 del	 común	 utilizan	 indistintamente.	 Luego
intentaremos	 reducir	 la	 mente	 a	 sus	 componentes	 principales.	 Finalmente,
veremos	qué	elementos	de	esa	mente,	de	acuerdo	con	la	teoría	de	la	información
y	de	las	ciencias	de	la	computación,	son	perecederos	y	cuáles	podrían	continuar
existiendo	después	de	la	muerte	del	cerebro.
La	mente	como	objeto	de	estudio
Desde	 finales	 del	 siglo	 XIX,	 la	mente	 ha	 sido	 objeto	 de	 estudio	 por	 parte	 de
diferentes	disciplinas	científicas	como	las	neurociencias,	la	psicología	cognitiva,
la	lingüística	y	la	antropología.	La	llegada	de	la	inteligencia	artificial	a	mediados
del	 siglo	 XX	 añadió	 una	 nueva	 disciplina,	 marcando	 el	 nacimiento	 de	 las
llamadas	 ciencias	 cognitivas:	 ese	 conjunto	 interdisciplinario	 de	 materias	 que
estudian	 la	 cognición	 en	 los	 sistemas	biológicos	 y	 no	biológicos	 que	procesan
inteligentemente	 la	 información.	 En	 la	 Antigüedad,	 la	 religión	 y	 la	 filosofía
también	se	ocuparon	de	ella;	no	solo	en	Occidente,	pues	Oriente	también	nos	ha
enriquecido	 enormemente	 con	 sus	 aportes.	 La	 filosofía	 de	 la	 India,	 aunque
desconocida	para	la	gran	mayoría,	ha	sido	muy	rica	en	sus	contribuciones.	Sus
pensadores	 fueron	 extraordinarios	 exploradores	 y	 los	 tesoros	 encontrados
sobrepasan	muchas	veces	en	valor	y	contenido	aquellos	alcanzados	por	nuestros
filósofos	y	científicos	occidentales.	Mientras	nosotros	nos	especializamos	en	el
estudio	 de	 un	 solo	 procesador	 de	 información,	 el	 cerebro	 físico,	 ellos	 fueron
mucho	 más	 allá	 en	 sus	 aproximaciones	 y	 nos	 hablan	 de	 otros	 tipos	 de
procesadores	diferentes	que	en	este	lado	del	mundo	apenas	comenzamos	a	intuir.
Son	 tantos	 los	 nombres	 y	 conceptos	 que	muchos	 pueden	 terminar	 sintiéndose
tristes,	confundidos	y	desorientados.
¿Qué	es	una	mente?
Si	 le	 haces	 esta	 pregunta	 a	 un	 especialista	 en	 neurociencias,	 probablemente	 te
responda	que	la	mente	es	un	fenómeno	biológico	muy	complejo	que	brota	de	la
actividad	eléctrica	y	química	de	la	estructura	neuronal	de	nuestro	cerebro.	Si	le
haces	esta	misma	pregunta	a	un	especialista	en	mecánica	cuántica,	interesado	por
los	fenómenos	mentales	y	que	haya	profundizado	en	los	aspectos	filosóficos	de
su	 teoría,	 quizá	 te	 ofrezca	 una	 respuesta	 diferente.	 Te	 dirá	 que	 la	 mente	 y	 la
conciencia	se	encuentran	profundamente	involucradas	en	la	realidad	material;	en
otras	 palabras,	 crean	 el	 mundo	 físico	 que	 experimentas.	 Si	 diriges	 la	 misma
pregunta	 a	 un	 experto	 en	 inteligencia	 artificial,	 te	 responderá	 que	 muy
probablemente	el	cerebro	físico	no	es	lo	único	que	sea	capaz	de	generar	mente	y
conciencia;	 esto	 aparecerá	 en	 la	 computadora,	 cuando	 seamos	 capaces	 de
desarrollar	 el	 software	 adecuado.	 Incluso	 un	 algoritmo	 o	 procedimiento	 de
cálculo	 podría	 llegar	 a	 producir	 algún	 tipo	 de	 experiencia	 subjetiva.	 Un
termostato	 capaz	 de	 regular	 su	 propia	 temperatura	 también	 podría	 poseer	 un
grado	mínimo	de	conciencia.	A	pesar	de	estas	aproximaciones,	ninguno	nos	ha
dicho	hasta	el	momento	qué	es	una	mente.
De	acuerdo	con	mi	propio	conocimiento	y	experiencia,	creo	que	una	mente
puede	ser	definida	como	aquello	que	nos	permite	percibir,	organizar	y	entender
la	 realidad	 que	 experimentamos.	 Para	 ello,	 la	 mente	 se	 vale	 de	 instrumentos
físicos,	 como	 los	 órganos	 de	 los	 sentidos,	 y	 sofisticados	 procesadores	 de
información	como	el	cerebro.	No	solo	eso,	gracias	a	la	presencia	de	programas
informáticos	somos	capaces	de	manipular	los	datos	que	utilizamos	a	diario.	Un
misterioso	y	huidizo	componente,	 la	conciencia,	hace	que	 la	mente	cobre	vida.
Sin	la	conciencia	no	habría	sensaciones,	sentimientos	y	emociones,	careceríamos
de	un	“yo	personal”	y	seríamos	incapaces	de	darnos	cuenta	de	nuestra	existencia
en	el	espacio	y	el	tiempo	físicos.
A	 pesar	 de	 todo	 lo	 que	 hemos	 aprendido	 en	 los	 últimos	 ciento	 cincuenta
años,	es	muy	poco	lo	que	sabemos	acerca	de	su	origen	y	de	su	naturaleza,	de	su
funcionamiento	y	de	su	último	destino.
El	asiento	de	la	mente
Aunque	tradicionalmente	se	pensaba	que	el	asiento	de	la	mente	era	el	corazón,
en	 el	 siglo	 IV	 a.	 C.	 el	 médico	 griego	 y	 padre	 de	 la	 medicina	 occidental,
Hipócrates,	lanzó	una	propuesta	revolucionaria	para	su	tiempo:	las	percepciones,
las	 sensaciones	 y	 la	 inteligencia	 no	 tenían	 su	 origen	 en	 el	 corazón	 sino	 en	 el
cerebro.	En	su	obra	Sobre	la	enfermedad	sagrada	leemos:
Conviene	que	la	gente	sepa	que	nuestros	placeres,	gozos,	risas	y	juegos	no	proceden	de	otro	lugar	sino
de	ahí	 [del	cerebro],	y	 lo	mismo	 las	penas	y	amarguras,	 sinsabores	y	 llantos.	Y	por	él,	precisamente,
razonamos	e	intuimos,	y	vemos	y	oímos	y	distinguimos	lo	feo,	lo	bello,	lo	bueno,	lo	malo,	lo	agradable
y	lo	desagradable,	distinguiendo	unas	cosas	de	acuerdo	con	la	norma	acostumbrada,	y	percibiendo	otras
cosas	 de	 acuerdo	 con	 la	 conveniencia.	 También	 por	 su	 causa	 enloquecemos	 y	 deliramos,	 y	 se	 nos
presentan	espantos	y	 terrores,	unos	de	noche	y	otros	por	el	día,	e	 insomnios	e	 inoportunos	desvaríos,
preocupaciones	inmotivadas	y	estados	de	ignorancia	de	las	circunstancias	reales	y	extrañezas.	Y	todas
estas	cosas	las	padecemos	a	partir	del	cerebro20.
Esta	 concepción	 fue	 mantenida	 por	 Galeno,	 médico	 griego	 que	 vivió
aproximadamente	hacia	el	 siglo	 II	d.	C.	y	ha	continuado	 intacta	y	sin	cambios
hasta	el	día	de	hoy;	sin	embargo,	el	autor	de	este	trabajo	cree	que	hay	algo	que
ha	escapado	a	filósofos	y	científicos:	aunque	el	asiento	de	la	mente	es	el	cerebro,
a	la	la	luz	de	la	teoría	de	la	información	y	de	las	ciencias	de	la	computación,	la
mente	no	se	encontraría	eternamente	anclada	a	un	cerebro	físico.	La	información
no	permanece	ligada	para	siempre	a	la	computadora	que	le	dio	nacimiento.	Ella
puede	 ser	 trasladada,	 gracias	 a	 operaciones	 informáticas,	 a	 otra	 computadora
diferente	de	 la	original.	El	asiento	provisional	de	 la	mente	es	el	cerebro	físico,
pero	 la	 mente	 puede	 continuar	 su	 propio	 crecimiento	 y	 desarrollo	 en	 otros
cerebros	 distintos	 del	 cerebro	 material.	 Teóricamente	 esto	 es	 posible;	 no	 solo
eso,	 los	 otros	 cerebros	 utilizados	 por	 la	 mente	 para	 su	 propio	 desarrollo
evolutivo	podrían	estar	fabricados	con	un	tipo	de	materia	diferente.	Esto	podría
llegar	a	tener	profundas	implicaciones	para	la	ciencia,	 la	religión	y	la	filosofía,
como	veremos	posteriormente.
Nadie	ha	visto	una	mente
Así	 como	 nadie	 ha	 podido	 ver	 la	 información	 y	 los	 programas	 informáticos
inspeccionando	el	interior	de	un	ordenador,	tampoco	debería	sorprendernos	que
nadie	 haya	 podido	 ver	 directamente	 el	 interior	 y	 los	 contenidos	 de	 una	mente
humana.	 Tampoco	 los	 físicos	 parecen	 haber	 percibido	 los	 objetos	 de	 sus
indagaciones.	 Términos	 como	 partículas	 fundamentales	 y	 campos	 son
frecuentemente	utilizados,	 sin	 embargo,	 existe	muy	poca	 claridad	 sobre	 lo	que
estos	símbolos	realmente	representan.	Si	le	preguntásemos	a	uno	de	ellos	por	los
constituyentes	de	los	átomos,	las	partículas	fundamentales,	nos	dirá	que	nadie	las
ha	 visto.	 Esto	 ha	 llevado	 en	 años	 recientes	 a	 la	 idea,	 expresada	 por	 algunos
físicos	 y	 filósofos,	 de	 que	 la	materia	 en	 su	 estado	más	 básico	 podría	 no	 estar
constituida	 por	 partículas	materiales,	 como	 se	 ha	 creído	 hasta	 ahora,	 sino	 por
propiedades.	La	 forma,	 el	 color,	 la	masa,	 la	 carga	 y	 el	 espín	 de	 una	 partícula,
entre	 otras,	 vendrían	 a	 configurar	 aquello	 que	 verdaderamente	 percibimos:
propiedades	yrelaciones.	Estas	propiedades	serían	la	única	categoría	realmente
fundamental.	 Ignorar	 la	 naturaleza	 última	 de	 las	 cosas	 no	 impide	 a	 los	 físicos
diseñar	modelos	 hipotéticos	 e	 incluso	 fabricar	 teorías	 científicas.	 Los	modelos
constituyen	 abstracciones	 que	 nos	 ayudan	 a	 imaginar	 aquellas	 entidades	 y
procesos	que	son	invisibles	a	nuestra	visión	ordinaria.
Algunos	 neurocientíficos	 entusiastas	 afirman	 hoy	 que,	 gracias	 a	 las
neurotecnologías	 innovadoras	 más	 recientes,	 ya	 somos	 lo	 suficientemente
capaces	 de	 ver	 en	 vivo	 y	 en	 directo	 los	 pensamientos,	 las	 emociones	 y	 los
sentimientos.	 Esto	 no	 es	 cierto.	 Cuando	 alguien	 afirma	 que	 a	 través	 de
procedimientos	muy	sofisticados	como	la	resonancia	nuclear	magnética	cerebral,
la	tomografía	por	emisión	de	positrones	o	la	resonancia	magnética	funcional	del
cerebro	 vemos	 un	 pensamiento,	 una	 emoción	 o	 un	 sentimiento,	 estamos
queriendo	 decir	 que	 estamos	 visualizando	 aquellas	 áreas	 del	 cerebro	 que	 se
activan	cuando	estamos	pensando,	sintiendo	o	experimentando	emociones.	Esto
es	muy	 diferente	 a	 afirmar	 que	 vemos	 imágenes,	 nociones	 o	 conceptos,	 o	 las
cualidades	y	la	naturaleza	de	los	sentimientos	tal	y	como	los	experimentamos	a
diario	 en	 la	 conciencia.	 Un	 sencillo	 ejemplo	 te	mostrará	 lo	 que	 te	 he	 querido
decir.	 En	 la	 película	Viaje	 fantástico	 de	 Isaac	Asimov,	 de	 la	 Century	 Fox,	 un
equipo	de	científicos	y	su	pequeña	nave	son	miniaturizados	e	introducidos	en	la
corriente	 sanguínea	 de	 un	 científico,	 el	 doctor	 Jan	Benes,	 que	 se	 encuentra	 en
estado	 de	 coma	 debido	 a	 una	 grave	 lesión	 cerebral.	 Luego	 de	 numerosas
aventuras	 y	 peripecias	 a	 través	 de	 los	 diferentes	 órganos	 y	 tejidos	 del	 cuerpo,
nuestro	 equipo	 llega	 finalmente	 a	 su	 destino:	 el	 sistema	 nervioso.	 Allí,	 sus
integrantes	solo	ven	actividad	química	y	eléctrica	que	se	traduce	en	moléculas	y
destellos	luminosos	que	corren	de	aquí	para	allá.	A	pesar	de	este	enorme	mar	de
información	que	viaja	de	un	punto	a	otro	en	forma	de	patrones	de	luz,	hormonas
y	 neurotransmisores,	 la	 personalidad	 del	 doctor	 Jan	 Benes	 parece	 estar
completamente	 ausente.	 Pensamientos,	 conceptos,	 imágenes	 mentales,
sensaciones,	sentimientos	y	emociones	no	aparecen.	El	llamado	ejecutivo	central
o	fantasma	de	la	máquina	parecía	haber	desaparecido	por	completo.	A	pesar	de
ello,	nadie	duda	de	la	existencia	de	la	personalidad	del	doctor	Benes.
Debido	 a	 nuestra	 incapacidad	 de	 atrapar	 una	 mente	 en	 el	 laboratorio,	 los
conductistas	 siempre	 negaron	 su	 existencia.	 Nada	 de	 privacidad	 ni	 de
representaciones	 mentales,	 nada	 de	 creencias,	 deseos	 o	 intenciones,	 nada	 que
huela	a	mentalismo	o	a	estados	de	carácter	subjetivo.	Para	estos	estudiosos	del
comportamiento	 humano	 solo	 la	 conducta	 era	 públicamente	 observable.	 La
introspección,	que	fue	el	método	utilizado	por	una	gran	parte	de	los	filósofos	de
la	Antigüedad	para	estudiar	la	mente,	fue	sustituida	a	finales	del	siglo	XIX	por	el
método	positivo	de	la	ciencia	moderna.
La	mente	puede	llegar	a	parecernos	extrañamente	familiar;	sin	embargo,	esto
es	puro	espejismo.	Un	carro	de	mi	propiedad	me	es	de	sobra	conocido,	y	aunque
no	 sea	 un	 experto	 en	 mecánica	 de	 automóviles,	 la	 limitada	 información	 que
poseo	de	su	estructura	y	mecanismo	de	funcionamiento	me	permite	utilizarlo	con
relativa	confianza	y	seguridad.	Sabemos	con	certeza	cuántas	habitaciones	 tiene
la	 casa	 o	 el	 apartamento	 que	 habitamos	 y	 quiénes	 las	 ocupan.	 Incluso,	 un
computador	 personal	 no	 guarda	 secretos	 para	 su	 dueño;	 con	 solo	 presionar	 el
botón	del	ratón,	los	archivos	más	celosamente	guardados	se	harán	presentes	en	la
pantalla	del	ordenador.	Pero	¿y	la	mente?	Aferrada	a	la	fascinación	que	ejercen
los	diferentes	objetos	que	impresionan	los	órganos	de	nuestros	sentidos,	nuestra
atención	 permanece	 anclada	 en	 la	 superficie	 de	 la	 mente	 despierta.	 ¿Cómo
podríamos	entonces	llegar	a	ser	conscientes	de	esas	vastas	y	poderosas	corrientes
de	fuerza	y	conocimiento	que	se	desplazan	silenciosas	por	sus	profundidades?
Invisible	pero	real
Aunque	 ni	 los	 sentidos	 ni	 los	 instrumentos	 físicos	 que	 amplían	 nuestra
percepción	delatarán	su	presencia	en	un	sistema,	 la	mente	es	algo	muy	real.	El
efecto	 de	 su	 accionar	 puede	 sentirse	 y	 en	 ocasiones	 perdurar	 a	 través	 de	 los
siglos.	Jesús	de	Nazaret,	Mahatma	Gandhi	y	Martin	Luther	King	ofrendaron	sus
vidas	a	cambio	de	unos	ideales	que	todavía	hoy	día	nos	parecen	bastante	lejanos.
La	 compasión	 y	 el	 altruismo	 que	 exhibieron	 en	 sus	 comportamientos	 no	 son
habilidades	 que	 veamos	 con	 frecuencia	 en	 los	 dominios	 físicos	 del	 mundo
natural.	El	entorno	es	duro	e	implacable	y	los	seres	humanos	se	devoran	unos	a
otros	para	poder	sobrevivir.	Estos	hechos	de	suprema	entrega	tuvieron	su	origen
en	 mentes	 muy	 evolucionadas	 y	 fueron	 finalmente	 determinados	 por	 actos
voluntarios,	aun	a	sabiendas	de	que	sus	propias	vidas	corrían	peligro.	Newton,
Einstein,	Planck,	Watson	y	Crick	desenredaron	la	complejidad	y	el	misterio	que
rodea	el	comportamiento	de	muchos	fenómenos	naturales.	Los	descubrimientos
que	se	 les	 atribuyen	 constituyen	 verdaderas	 proezas	mentales.	 Las	 leyes	 de	 la
mecánica	 clásica,	 la	 relatividad,	 la	 mecánica	 cuántica	 y	 la	 capacidad	 de	 la
molécula	genética	para	replicarse	requirieron	de	una	muy	buena	dosis	de	tiempo
y	de	ingenio.	Tristemente,	y	en	no	pocas	ocasiones,	los	efectos	de	una	intención
originada	 en	 una	 mente	 pueden	 llegar	 a	 ser	 potencialmente	 catastróficos	 y
apocalípticos.
Cuando	 era	 residente	de	primer	 año	de	Psiquiatría,	me	 llegó	 el	 caso	de	un
niño	 de	 apenas	 seis	 años	 que	 había	matado	 a	 su	 pequeño	 hermanito	 de	 pocos
meses	de	nacido.	Los	celos,	presentes	en	su	mente,	parecen	haber	sido	el	origen
de	 la	 tragedia.	 La	 manera	 como	 procedió	 fue	 maquiavélica.	 Luego	 de	 varias
advertencias	y	provocaciones,	y	aprovechando	un	descuido	de	 su	madre,	 tomó
una	 pequeña	 bolsa	 de	 plástico	 y	 la	 colocó	 en	 la	 cabeza	 del	 menor;	 luego	 se
apresuró	 a	 quitarse	 un	 cordón	 del	 zapato	 y	 con	 él	 apretó	 la	 bolsa	 colocada
alrededor	del	cuello	del	bebé.	En	pocos	minutos,	el	niño	había	dejado	de	existir.
Otro	 de	 mis	 pacientes	 fue	 un	 estudiante	 de	 Psicología.	 Su	 latente
homosexualidad	lo	llevaba	a	dirigir	su	mirada	frecuentemente	al	área	genital	de
los	hombres.	Para	 evitar	que	 sus	miradas	 lo	 delataran	 ante	 los	 demás,	 terminó
comprándose	 unos	 lentes	 oscuros	 para	 intentar	 minimizar	 el	 riesgo	 de	 ser
descubierto.	Pronto	empezó	a	escuchar	una	voz	en	el	interior	de	su	cabeza	que	le
decía:	 “Estás	 haciendo	 daño	 con	 tus	 ojos”.	Una	 noche	 la	 voz	 fue	mucho	más
allá:	 “Estás	 haciendo	 daño	 con	 tus	 ojos,	 ¡sácatelos!”.	 Utilizando	 los	 dedos
índices	de	ambas	manos,	esa	noche	los	extrajo	de	sus	cuencas.
En	agosto	de	1945,	el	entonces	presidente	de	Estados	Unidos	Harry	Truman
decidió	 arrojar	 la	 bomba	 atómica	 recién	 desarrollada	 sobre	 las	 ciudades
japonesas	 de	 Hiroshima	 y	 Nagasaki,	 con	 el	 pretexto	 de	 acabar	 la	 guerra	 y
disminuir	el	número	de	muertes	ocasionadas.	Esta	era	una	excusa	hallada	solo	en
su	 mente.	 ¿Acaso	 fue	 también	 una	 simple	 ilusión	 la	 maquinaria	 creada	 para
exterminar	 seres	 humanos	 desarrollada	 por	 la	Alemania	 nazi	 de	mediados	 del
siglo	XX?	Pertenecer	 a	 la	 raza	 aria,	 sentirse	 superior	 y	 ver	 a	 los	 demás	 como
experimentos	fallidos	del	proceso	evolutivo	eran	creencias	delirantes	halladas	en
la	mente	de	Hitler	y	el	club	de	psicópatas	que	lo	acompañaban.
El	asesinato	del	menor	de	seis	meses,	la	extracción	de	los	dos	ojos	por	parte
del	 estudiante	 de	 Psicología,	 los	 trescientos	 mil	 muertos	 que	 dejaron	 las
explosiones	atómicas	sobre	Japón	y	los	ocho	millones	de	judíos	incinerados	en
las	 cámaras	 de	 gases	 nos	 recuerdan	 de	 manera	 muy	 clara	 y	 contundente	 la
existencia	de	lamente	inmaterial.
El	alma	humana
Aquellos	 que	 incursionan	 en	 los	 terrenos	 de	 la	 religión	 y	 de	 la	 filosofía
descubrirán	que	a	la	mente	se	le	ha	llamado	por	diferentes	nombres.	Uno	de	ellos
es	 el	 alma,	 una	 entidad	 inmaterial	 que,	 además	 de	 incluir	 las	 sensaciones,	 los
pensamientos,	las	emociones	y	los	sentimientos,	incorpora	también	el	espíritu	o
la	conciencia	 individualizada.	Esta	clara	concepción	aparece	ya	en	 los	 tiempos
de	Orfeo,	Pitágoras,	Sócrates	y	Platón.	A	diferencia	de	 la	psique	de	 los	poetas
homéricos,	 que	 deambulaba	 confusa	 y	 sin	 destino	 en	 el	 Hades	 después	 de	 la
muerte	del	cuerpo,	esta	alma	era	una	entidad	real	y	completa	que	representaba	al
verdadero	hombre	en	su	totalidad.	Cerebro	y	mente	para	estos	filósofos	griegos
eran	dos	entidades	distintas.
El	alma	en	los	escritos	aristotélicos
Aristóteles	ha	sido	considerado	por	muchos	como	el	hombre	más	inteligente	que
ha	 existido.	Discípulo	 de	Platón,	 pronto	 se	 apartó	 de	 su	maestro	 para	 crear	 su
propia	 escuela,	 llamada	 los	 peripatéticos.	 Su	 filosofía	 parece	más	 anclada	 a	 la
tierra	 que	 a	 los	 cielos.	De	 acuerdo	 con	 el	 estagirita,	 todos	 los	 seres	 animados
poseen	 un	 principio	 de	 vida,	 el	 alma,	 y	 Aristóteles	 escribió	 un	 tratado	 donde
expone	 sus	 creencias	 respecto	 a	 esta	 parte	 tan	 importante	 que	 todos	 los	 seres
sensientes	poseen.
Así	como	existen	diferentes	clases	de	seres	vivos,	también	existen	diferentes
tipos	 de	 almas.	 Los	 vegetales,	 por	 ejemplo,	 que	 tienen	 la	 habilidad	 de
reproducirse	y	crecer	poseen	un	alma	acorde	con	estas	necesidades	particulares,
un	alma	vegetativa.	Los	animales,	que	 son	capaces	de	percibir	 el	 entorno	a	 su
alrededor,	 aparte	 del	 alma	 vegetativa,	 poseen	 también	 un	 alma	 sensitiva.
Finalmente,	los	seres	humanos,	que	tenemos	la	facultad	de	pensar,	necesitamos
de	 un	 soporte	 vital	 adicional	 que	 Aristóteles	 bautizó	 con	 el	 nombre	 de	 alma
intelectiva	o	racional.	Solo	el	entendimiento	activo,	que	es	una	parte	integrante
de	esta	alma	racional,	se	encuentra	separado	de	la	materia	y	es	considerado	por
nuestro	filósofo	como	lo	verdaderamente	inmortal	en	el	hombre.
La	intuición	cristiana
Jesús	de	Nazaret	y	Pablo	de	Tarso	tenían	concepciones	similares.	En	su	primera
carta	a	los	Corintios,	Pablo	distingue	muy	claramente	dos	elementos:	el	cuerpo	y
el	 cerebro	 físico,	y	un	cuerpo	y	un	cerebro	de	una	naturaleza	diferente,	que	él
llamaba	el	cuerpo	espiritual:
Se	siembra	en	corrupción	y	se	resucita	en	incorrupción.	Se	siembra	en	vileza	y	se	resucita	en	gloria.	Se
siembra	en	 flaqueza	y	se	 resucita	en	 fuerza.	Se	siembra	un	cuerpo	animal	y	se	 resucita	en	un	cuerpo
espiritual.	Si	hay	cuerpo	animal,	lo	hay	también	espiritual21.
Este	 cuerpo	 espiritual	 de	 Pablo	 era	 físico.	 Tertuliano	 afirmaba	 que	 la
materialidad	 del	 alma	 era	 declarada	 en	 los	 evangelios.	 Gregorio,	 Cirilo	 y
Ambrosio	 creían	 en	 la	 existencia	 de	 un	 cuerpo	 de	 naturaleza	 más	 sutil	 pero
material.	 San	 Agustín	 se	 preguntaba	 si	 el	 alma	 utilizaba	 alguna	 especie	 de
cuerpo	 o	 algo	 análogo	 a	 un	 cuerpo,	 “lo	 que	 algunos	 llaman	 su	 vehículo”,
diferente	al	cuerpo	físico	utilizado	durante	la	vida	terrestre.
René	Descartes
El	 dualismo	 promovido	 por	 los	 filósofos	 griegos,	 Jesús,	 Pablo	 y	 los	 grandes
filósofos	cristianos	posteriores	se	mantuvo	vigente	hasta	la	llegada	del	filósofo	y
matemático	 francés	René	Descartes	 (1596-1650),	quizá	el	último	 representante
de	 la	 filosofía	 del	 Renacimiento.	 Para	 Descartes,	 los	 componentes	 de	 una
personalidad	 humana	 eran	 la	 sustancia	 pensante	 y	 la	 sustancia	 extensa.	 La
sustancia	pensante	era	la	mente	o	alma,	mientras	que	la	sustancia	extensa	era	el
cuerpo	de	naturaleza	material.
El	siglo	de	las	luces
Con	la	llegada	del	filósofo	británico	John	Locke	(1632-1704)	se	inició	la	Edad
de	la	Luces,	llamada	también	Iluminismo	o	La	Ilustración.	Uno	de	los	aspectos
más	importantes	que	caracterizan	este	período	del	pensamiento	es	el	estudio	del
entendimiento	humano:	el	origen	de	nuestros	conocimientos,	cómo	percibimos	y
comprendemos.	Cada	uno	de	los	autores	de	este	importante	período	de	la	historia
dejó	una	obra	clave	sobre	este	importante	tópico.	Por	ejemplo,	el	mismo	Locke
trabajó	 más	 de	 veinte	 años	 en	 su	 Ensayo	 sobre	 el	 entendimiento	 humano,
publicado	finalmente	en	febrero	de	1690.	A	este	trabajo	le	siguieron	en	1704	el
Nuevo	 tratado	 sobre	 el	 entendimiento	 humano,	 escrito	 por	 el	 filósofo	 alemán
Gottfried	 Leibniz,	 el	 inventor	 del	 cálculo	 infinitesimal.	 Casi	 de	 manera
inmediata,	en	1710	fueron	publicados	Los	principios	del	entendimiento	humano
de	George	Berkeley,	 considerado	 por	muchos	 como	 el	 padre	 del	 idealismo	 en
Occidente.	 Entre	 1739	 y	 1740	 se	 publicaron	 los	 tres	 volúmenes	 del	 Tratado
sobre	 la	 naturaleza	 humana,	 del	 filósofo	 inglés	 David	 Hume,	 seguido	 por	 la
Investigación	 sobre	 el	 entendimiento	 humano	 del	 mismo	 autor	 en	 1751.	 El
ensayo	sobre	El	origen	de	los	conocimientos	humanos	de	Condillac	apareció	en
1749	 y	 el	 Tratado	 sobre	 las	 sensaciones	 en	 1754.	 Otros	 importantes	 trabajos
concernientes	 al	 tema	 y	 que	 sería	 injusto	 no	 mencionar	 fueron	 Acerca	 del
conocimiento	de	 la	verdad,	de	Nicolas	Malebranche	y	 finalmente	 las	obras	del
filósofo	escocés	Thomas	Reid:	Investigación	sobre	 la	mente	humana	según	 los
principios	 del	 sentido	 común	 (1764),	 Los	 poderes	 intelectuales	 del	 hombre
(1785)	y	Los	poderes	activos	del	hombre	 (1788).	Kant,	 el	más	grande	 filósofo
alemán,	 inauguró	 la	 que	 se	 conoció	 como	 la	 tercera	 etapa	 de	 la	 filosofía
moderna:	el	criticismo,	con	la	publicación	de	tres	de	las	obras	más	complejas	del
pensamiento	 humano:	 Crítica	 de	 la	 razón	 pura	 (1781),	 Crítica	 de	 la	 razón
práctica	(1788)	y	Crítica	del	juicio	(1790).
Los	sendos	tratados	sobre	la	mente	y	el	entendimiento	humano	continuaron
publicándose	hasta	finales	del	siglo	XIX.	El	nacimiento	de	la	doctrina	neuronal
desvió	 la	 atención	 de	 los	 investigadores	 hacia	 el	 mundo	 microscópico	 de	 la
neurona,	 las	 conexiones	 y	 el	 cableado	 nervioso.	 Sigmund	 Freud	 había	 traído
nuevamente	a	consideración	el	concepto	de	inconsciente	para	ser	estudiado	de	la
naciente	ciencia	de	la	psicología.
El	fantasma	en	la	máquina
La	 primera	 mitad	 del	 siglo	 XX	 se	 caracterizó	 por	 los	 intentos	 de	 algunos	 de
desviar	 la	 atención	 de	 la	 mente	 y	 hacerla	 desaparecer	 del	 campo	 de	 estudios
científicos.	 En	 su	 libro	El	 concepto	 de	 lo	 mental,	 publicado	 en	 1949,	 Gilbert
Ryle,	quien	fuera	profesor	de	Filosofía	Metafísica	de	la	Universidad	de	Oxford,
llamaba	a	la	mente	“el	fantasma	en	la	máquina”.	Allí,	trató	de	asestarle	un	golpe
mortal	al	afirmar	que	el	llamado	fantasma	de	la	máquina	era	solo	el	producto	de
un	 craso	 error	 categorial	 por	 parte	 de	 Descartes,	 aspecto	 que	 abordaré	 en	 el
Capítulo	12.
Para	Daniel	Dennett,	autor	de	 la	conocida	obra	La	conciencia	explicada,	 la
mente	tampoco	existe	en	absoluto.	Los	estados	internos	y	subjetivos	que	parecen
vivirse	 en	 primera	 persona	 dentro	 de	 nuestras	 propias	 cabezas	 son	 solo
creaciones	 ilusorias	 de	 nuestra	 actividad	 neuronal.	 En	 otras	 palabras:	mente	 y
conciencia	no	son	entidades	que	posean	una	existencia	propia	y	real.	La	mente
no	es	más	que	una	creación	virtual	originada	en	la	forma	como	funciona	nuestro
cerebro.	Para	el	filósofo	de	la	mente,	John	Searle,	la	mente	y	la	conciencia	son
propiedades	 emergentes	 de	 la	 actividad	 cerebral.	 A	 pesar	 de	 todas	 estas
aproximaciones,	 el	 dualismo	 con	 algunas	 modificaciones	 continuó	 vigente	 en
científicos	de	la	talla	de	Charles	Sherrington,	Wilder	Penfield,	el	premio	Nobel
de	 Medicina	 Sir	 John	 Eccles	 y	 el	 extraordinario	 filósofo	 de	 la	 ciencia	 Karl
Popper.
La	mente	en	la	filosofía	de	la	India
Mientras	 el	 pensamiento	 griego	 desarrollaba	 las	 primeras	 aproximaciones	 a	 la
mente	a	través	del	usocorrecto	de	la	razón,	en	la	antigua	India	la	especulación
filosófica	 alcanzaba	 cumbres	 insospechadas.	 Allí,	 no	 solo	 la	 razón	 era	 el
instrumento	 de	 investigación	 utilizado;	 un	 método	 instrospectivo	 había	 sido
descubierto,	 expandido	 y	 desplegado	 con	 el	 objeto	 de	 penetrar	 la	 mente	 en
profundidad.	El	producto	de	toda	esta	especulación	filosófica	e	introspectiva	fue
el	nacimiento	de	sus	grandes	sistemas	filosóficos.	Estos	sistemas	de	pensamiento
o	 darshanas	 (visiones),	 como	 se	 les	 conoce,	 se	 clasificaban	 en	 dos	 grandes
grupos:	 los	ortodoxos	y	 los	heterodoxos.	Los	primeros	 respetaban	y	seguían	 la
autoridad	 de	 los	 antiguos	 Vedas,	 los	 escritos	 religiosos	 más	 antiguos	 que	 se
conocen.	 De	 igual	 manera	 que	 nuestras	 escrituras	 sagradas	 constituían	 las
revelaciones	dadas	por	Dios	a	los	profetas	de	Israel,	los	Vedas	eran	el	producto
de	 las	verdades	reveladas	a	 los	antiguos	veedores	o	sabios	a	 través	del	método
introspectivo.	 Nyaya	 (ciencia	 de	 la	 lógica	 y	 la	 deducción),	 Vaisesika	 (teoría
atomista	de	la	materia),	Yoga	(ciencia	de	la	unión	entre	la	conciencia	individual
y	 la	 conciencia	 suprema	 o	 Dios),	 Samkhya	 (espíritu	 y	 materia	 como	 los	 dos
principios	 universales	 y	 eternos),	 Mimansa	 (reglas	 para	 una	 correcta
comprensión	 de	 los	Vedas)	 y	 Vedanta	 (doctrina	 de	 la	 no	 dualidad)	 fueron	 las
grandes	 escuelas	 representativas	 del	 pensamiento	 tradicional	 de	 la	 India.	 Los
sistemas	 de	 pensamiento	 considerados	 heterodoxos	 no	 acataban	 la	 autoridad
védica.	 Se	 desarrollaron	 por	 vías	 alternas,	 aunque	 algunos	 utilizaron
instrumentos	de	 introspección	 similares.	Estos	 sistemas	 fueron	 el	materialismo
Charvaka,	el	budismo	de	Siddharta	Gautama	y	el	jainismo	de	Mahavira.
Como	los	pensadores	griegos,	 los	representantes	de	 las	principales	escuelas
filosóficas	 ortodoxas	 o	 clásicas	 también	 creían	 en	 la	 existencia	 de	 un	 cuerpo
material	y	de	una	mente	o	alma	espiritual.	En	el	Taittiriya	Upanishad,	una	de	las
escrituras	 filosóficas	 más	 tempranas,	 se	 afirma	 por	 primera	 vez	 con
contundencia	 la	 existencia	 de	 otros	 procesadores	 de	 información	 diferentes	 al
cuerpo	y	al	cerebro	físico.	La	red	de	energía	sutil	que	 interpenetraba	el	cuerpo
material,	los	sentimientos,	las	emociones,	el	pensamiento	concreto	y	el	abstracto
tenían	cada	uno	sus	propios	vehículos	de	expresión.
Shankara,	uno	de	los	más	grandes	pensadores	de	todos	los	tiempos,	afirmaba
la	 existencia	 de	 múltiples	 procesadores	 de	 información	 en	 el	 interior	 de	 una
personalidad	humana.	En	su	 trabajo	Viveka	Chudamani	o	La	 joya	 suprema	del
discernimiento,	 él	 los	 llama	muy	 apropiadamente	 envolturas.	 El	 primero	 es	 el
procesador	corporal	o	cuerpo	y	cerebro	material.	Luego	tenemos	otro	procesador
más	 sutil:	 la	 envoltura	 de	 la	 energía	 vital.	Más	 allá	 están	 las	 envolturas	 de	 la
mente,	 la	 inteligencia	 y	 la	 bienaventuranza.	 Estas	 cinco	 envolturas	 cubrían	 lo
único	real	que	existe	en	el	hombre,	la	conciencia	o	el	espíritu	puro:
Recubierto	 por	 cinco	 envolturas	 (procesadores	 o	 kosas)22,	 producidas	 por	 el	 engaño	 (la	 ilusión	 o
maya)23,	 la	 conciencia	 pura	 desaparece,	 como	 cuando	 el	 agua	 de	 un	 estanque	 queda	 oculta	 bajo	 un
lecho	de	algas24.
Retirando	 las	 diferentes	 envolturas	 o	 procesadores	 de	 información,	 la
conciencia	pura,	lo	que	realmente	somos,	termina	brillando	en	su	prístina	gloria:
Cuando	el	lecho	de	algas	se	separa,	el	agua	transparenta	con	claridad	y	se	ofrece	fresca	y	 limpia	para
calmar	nuestra	sed.	Cuando	se	renuncia	a	estas	cinco	envolturas,	la	conciencia	pura	se	rebela	como	la
felicidad	eterna	que	brilla	con	luz	propia	en	el	interior	de	cada	hombre25.
Shankara	no	utiliza	la	palabra	procesadores	de	información,	pero	queda	muy
claro	que	estas	envolturas	procesan	la	 información	del	entorno	donde	cada	una
de	estas	diferentes	cubiertas	se	expresan.
En	el	Samkhyakarika	de	 Isvarakrsna,	 el	 texto	 filosófico	más	 representativo
de	la	escuela	Samkhya	escrito	aproximadamente	hacia	el	siglo	IV	d.	C.,	se	dice
que	una	entidad	humana	posee	 tres	 tipos	de	cuerpos	distintos:	 el	 cuerpo	burdo
(sthula	 sharira)	 nacido	 de	 padre	 y	 madre,	 un	 cuerpo	 inorgánico	 o	 inerte
constituido	 por	 los	 elementos	 burdos	 y	 un	 cuerpo	 de	 naturaleza	 más	 sutil
(sukshma	sharira).	Este	último	cuerpo	es	el	equivalente	al	alma	de	 la	 filosofía
griega.	Es	libre,	preexistente	y	es	el	que	transmigra	de	un	vehículo	físico	a	otro
sobreviviendo	 a	 la	 muerte	 del	 cerebro	 material.	 Contienen	 la	 personalidad
human	 completa:	 sensaciones,	 percepciones,	 pensamientos,	 sentimientos,
emociones,	el	yo	personal	y	la	conciencia	individualizada.
El	 Bhagavad	 Guita,	 la	 escritura	 más	 amada	 y	 consultada	 de	 la	 India,	 es
contundente	al	afirmar	la	existencia	del	alma	y	su	naturaleza	imperecedera:
Ningún	arma	puede	herir	al	alma,	ningún	fuego	puede	quemarla,	ni	el	agua	humedecerla	ni	el	viento
marchitarla.	 El	 alma	 no	 se	 puede	 hendir,	 incinerar,	 humedecer	 ni	 secar.	 Esta	 alma	 es	 inmutable,
omnipresente,	por	 siempre	 serena,	 inamovible	y	 eternamente	 la	misma.	Por	 lo	 tanto,	 conociendo	 esta
verdad	¡no	debes	lamentarte!26.
El	 Yoga	 Vasishta	 es	 otro	 de	 los	 trabajos	 filosóficos	 más	 importantes.	 Se
afirma	que	fue	escrito	por	Valmiki,	el	mismo	autor	del	Ramayana.	Sus	historias
han	inspirado	a	cientos	de	practicantes	espirituales	en	la	Antigüedad	y	aun	hoy
se	le	sigue	utilizando	como	libro	de	 texto.	En	una	de	sus	alocuciones,	Vasishta
afirma	 la	 dualidad	mente	y	 cuerpo	 representada	por	dos	 cuerpos	de	naturaleza
diferente:
Querido	 amigo,	 en	 el	 universo	 todos	 los	 seres	 encarnados,	 sin	 excepción	 alguna,	 incluso	 yo	mismo,
poseemos	dos	cuerpos.	El	primero	de	estos	es	el	cuerpo	mental	o	linga	sharira,	que	actúa	con	enorme
rapidez	 y	 sin	 descanso.	 El	 segundo	 es	 el	 cuerpo	 de	 carne	 y	 hueso,	 que	 no	 actúa	 realmente,	 aunque
parezca	hacerlo,	pues	es	insensiente	e	inerte27.
Los	nombres	dados	a	estos	procesadores	en	las	diferentes	escuelas	filosóficas
de	Oriente	son	difíciles	de	pronunciar	y	memorizar;	por	ello,	a	finales	del	siglo
XIX,	 el	 movimiento	 teosófico	 liderado	 por	 Madame	 Blavastky,	 Charles
Leadbeater	y	la	señora	Annie	Besant	los	popularizaron	utilizando	nombres	más
sencillos.	Al	cuerpo	de	energía	o	cuerpo	pránico	le	dieron	el	nombre	de	cuerpo
etérico;	el	cuerpo	astral,	al	procesador	de	las	emociones	y	de	los	sentimientos;	el
cuerpo	mental,	a	la	sede	del	pensamiento	concreto,	y	cuerpo	causal,	a	la	sede	del
pensamiento	abstracto.
Como	podemos	darnos	cuenta,	tanto	las	escrituras	antiguas	como	algunos	de
nuestros	filósofos	más	prominentes	afirman	la	existencia	de	otros	cuerpos	y	de
otros	cerebros	diferentes	a	las	estructuras	físicas	tradicionales	y	que	integran	la
totalidad	de	lo	que	conocemos	como	una	personalidad	humana.
Los	componentes	de	una	mente
Numerosos	 textos	 de	 neuroanatomía	 y	 de	 psicología	 cognitiva	 han	 intentado
explicar	la	estructura	y	el	funcionamiento	de	una	mente	humana,	en	particular	el
cerebro	 físico.	 Recuerdo	 en	mis	 clases	 el	 aburrimiento	 que	 los	 estudiantes	 de
Medicina	 experimentábamos	 al	 estudiar	 las	 diferentes	 vías	 recorridas	 por	 la
información	desde	la	periferia	del	cuerpo	hasta	la	corteza	cerebral	(vía	sensitiva)
y	 desde	 la	 corteza	 hasta	 los	 diferentes	 grupos	 musculares	 (vía	 motora).	 Los
mapas	 cerebrales	 y	 las	 localizaciones	 de	 las	 diferentes	 habilidades	 cognitivas
eran	materias	difíciles	de	procesar.	En	este	 libro	he	intentado	hacerlo	más	fácil
para	 el	 lector.	 Para	 ello,	 he	 recurrido	 a	 la	 analogía	 del	 computador.	Y	 esto	 no
quita	para	nada	 la	validez	y	 la	 importancia	que	 le	hemos	dado	al	estudio	de	 la
mente	a	través	de	los	estudios	clásicos.	Pienso	que	recurrir	a	la	información	y	las
ciencias	de	la	computación	hará	las	cosas	más	fáciles	y	entendibles,	gracias	a	la
familiaridad	que	tenemos	hoy	día	conestos	aparatos.
A	la	luz	de	la	teoría	de	la	información	y	de	las	ciencias	de	la	computación,
una	mente	 humana	 puede	 ser	 reducida	 a	 unos	 pocos	 elementos	 principales:	 el
cerebro,	 la	 información,	 los	programas	 informáticos	y	 la	conciencia.	Esto	es	 lo
mínimo	 que	 necesitaremos	 saber	 para	 comprender	 el	 resto	 de	 la	 obra	 que
tenemos	 en	nuestras	manos.	Veamos	 ahora	 con	un	poco	más	de	detalle	 lo	que
hemos	afirmado.
El	cerebro	visible
El	 cerebro	 constituye	 el	 soporte	 físico,	 el	 procesador	 de	 información	 que	 la
mente	utiliza	en	este	sector	exclusivo	de	la	realidad.	Corresponde	al	hardware	de
la	 computadora.	 Contiene	 trayectos,	 caminos,	 avenidas,	 autopistas	 y	 circuitos
complejos	 por	 donde	 circula	 algo	 que	 es	 diferente	 al	 cerebro:	 la	 información.
Los	caminos,	avenidas	y	autopistas	son	los	diferentes	trayectos	nerviosos	que	se
extienden	 desde	 la	 periferia	 del	 cuerpo	 hasta	 la	 corteza	 cerebral.	 Por	 supuesto
que	estas	vías	poseen	semáforos	que	en	algunas	ocasiones	están	en	verde	y	en
otras	oportunidades	se	encuentran	en	rojo.	Los	semáforos	en	verde	corresponden
a	aquellas	sinapsis	que	tienen	neurotransmisores	que	transmiten	la	información,
mientras	 que	 los	 semáforos	 en	 rojos	 son	 sinapsis	 con	 un	 tipo	 diferente	 de
neurotransmisores	 que	 inhiben	 la	 transmisión	 del	 impulso	 nervioso.	Este	 es	 el
juego	del	procesamiento	de	la	información	en	el	cerebro.
El	cerebro	invisible
Ahora	bien,	de	acuerdo	con	lo	expuesto	en	esta	obra,	un	cerebro	físico	no	agota
todas	las	posibilidades.	Siempre	está	acompañándolo	otro	cerebro.	Aunque	físico
y	 material	 como	 el	 cerebro	 visible,	 este	 otro	 cerebro	 existiría	 en	 un
compartimiento	 distinto	 de	 la	 realidad	 física	 y	 estaría	 fabricado	 con	 un	 tipo
diferente	 de	 partículas	 fundamentales.	 Las	 propiedades	 exhibidas	 por	 estas
nuevas	 partículas	 fundamentales	 lo	 hacen	 prácticamente	 invisible	 a	 nuestra
visión	ordinaria.	Si	estas	carecen	de	carga	eléctrica	o	utilizan	una	versión	oculta
del	 electromagnetismo	 que	 conocemos,	 esta	 contraparte	 invisible	 no	 podrá
impactar	 nuestros	 sentidos	 físicos	 como	efectivamente	 sucede.	No	 será	 vista	 y
tampoco	 impresionará	 nuestro	 sentido	 del	 tacto.	 Cerebro	 visible	 y	 cerebro
invisible	 ocuparán	 el	 mismo	 espacio	 y	 estarán	 vinculados	 por	 campos	 de
naturaleza	 física,	 el	 entrelazamiento	 cuántico	 o	 una	 versión	 oculta	 del	mismo.
Estos	 vínculos	 hacen	 que	 estos	 dos	 componentes	 formen	 una	 sola	 unidad
funcional	 y	 permanezcan	 juntos	 todo	 el	 tiempo,	 hasta	 el	 último	 minuto	 de
nuestra	 existencia	 terrena.	 Con	 la	 muerte	 y	 al	 desaparecer	 los	 campos
electromagnéticos	 que	 los	mantenían	 unidos,	 la	 contraparte	 invisible	 queda	 en
libertad,	como	lo	afirmé	en	la	introducción,	llevándose	consigo	la	información,
los	programas	informáticos	y	la	conciencia	individualizada,	es	decir,	la	totalidad
de	 una	 personalidad	 humana.	 Esta	 idea	 generada	 y	 patentada	 por	 la	 misma
naturaleza	 es	 absolutamente	 genial.	 Dos	 cerebros	 conectados	 en	 paralelo,	 uno
hecho	 de	materia	 visible	 o	 bariónica	 y	 el	 otro	 construido	 con	materia	 oscura,
invisible	 o	 no	 bariónica,	 significa	 más	 potencia	 y	 capacidad.	 Un	 cerebro
invisible	 permite	 expresar	 habilidades	 y	 atributos	 emergentes	 imposibles	 de
emular	 por	 los	 robots	 actuales.	 Las	 sensaciones,	 la	 verdadera	 percepción,	 los
sentimientos,	las	emociones,	la	semántica,	la	autoconciencia	y	el	“darnos	cuenta
de”	 son	 cualidades	 que	 asoman	 cuando	 la	 conciencia,	 ese	 misterioso
componente,	hace	su	aparición	en	una	mente	humana.
La	información
La	información	es	un	concepto	tan	misterioso	como	esquivo.	Muchos	creen	que
es	una	entidad	básica	como	la	materia,	 la	energía	o	 la	conciencia.	Todo	 lo	que
nuestra	mente	contiene	es	información.	Un	pensamiento,	una	idea,	una	imagen,
una	noción	o	un	concepto,	todo	es	información.	Somos	información.
No	entender	este	concepto	tan	fundamental	ha	llevado	a	los	neurocientíficos
y	 a	 los	 psicólogos	 cognitivos	 a	 limitar	 la	mente	 y	 la	 conciencia	 humana	 a	 un
cerebro.	Para	ellos,	la	ecuación	suena	muy	sencilla:	la	mente	es	el	cerebro.
Pero	la	información	no	es	la	estructura	física	cerebral.	Ella	viaja	a	través	de
las	vías	nerviosas	que	mencionábamos.	Un	carro	viaja	por	una	autopista.	El	carro
no	es	la	autopista.	Así	como	yo	puedo	sacar	el	carro	de	la	autopista,	la	totalidad
de	 la	 información	 es	 independiente	 de	 la	 red	 nerviosa	 y	 puede	 ser	 extraída	 de
ella.	Otros	ejemplos:	la	información	contenida	en	un	audio	no	es	la	cinta	o	el	CD
del	audio;	 tampoco	es	 la	grabadora	que	nos	permite	 reproducirla.	Una	película
no	 es	 el	 DVD	 donde	 se	 encuentra	 grabada	 la	 información	 para	 su	 lectura,
tampoco	el	plasma	o	LED	donde	pueda	ser	proyectada.	Eso	mismo	pasa	con	el
cerebro	 y	 la	 información	 que	 la	 mente	 contiene.	 El	 cerebro	 contiene	 la
información,	pero	no	es	la	 información,	y	esta	 información	puede	teóricamente
ser	 extraída	 del	 cerebro	 como	 hicimos	 con	 la	 información	 del	 audio	 o	 de	 la
película	proyectada.
Entender	 las	 diferentes	 operaciones	 del	 procesamiento	 de	 la	 información
como	 la	 recepción,	 la	 codificación,	 la	 transmisión,	 la	 descodificación,	 la
duplicación	y	su	rescate	nos	llevará	a	comprender	estas	cosas	tan	misteriosas	que
suceden	en	nuestros	cerebros	y	en	nuestras	mentes	y	nos	permitirá	 intuir	cómo
una	personalidad	humana	está	siendo	rescatada	desde	el	mismo	momento	de	su
nacimiento	hasta	el	último	minuto	de	su	existencia.
El	 problema	 de	 la	 supervivencia	 humana	 a	 la	 muerte	 corporal	 no	 es	 un
problema	filosófico	o	religioso,	es	un	problema	informático	y	computacional.	El
universo	 es	 una	 gigantesca	 computadora	 cuántica	 y	 nosotros	 somos	 sus
creaciones.
Los	programas	informáticos
La	información,	para	ser	procesada,	requiere	de	programas	informáticos.	Todos
sabemos	qué	es	un	programa	informático,	ese	conjunto	de	instrucciones,	reglas	o
algoritmos	 que	 nos	 permiten	 manipular	 la	 información	 en	 una	 dirección
determinada.	 Es	 el	 software	 de	 la	 computadora.	 Un	 ejemplo	 sencillo,	 los
programas	 que	 has	 adquirido	 para	 procesar	 la	 información	 en	 tu	 computadora
personal.	Existen	muchos	 tipos	de	programas.	Los	más	básicos	 son	Word,	que
nos	permite	manipular	la	información	para	fabricar	textos	escritos	como	el	que
lees	 en	este	momento;	Power	Point,	 que	 te	permitirá	 crear	presentaciones	para
tus	 conferencias	 en	 el	 computador;	Excel,	Outlook	y	Publisher	 tienen	 también
sus	propias	funciones.	Toda	la	información	es	manipulada	a	partir	de	programas
informáticos.
Así	 como	 la	 computadora	 utiliza	 toda	 una	 variedad	 de	 programas	 para
manipular	 la	 información,	 la	 mente	 humana	 posee	 una	 enorme	 variedad	 de
programas	informáticos	que	le	permite	manipular	la	información	que	el	cerebro
procesa.	 Estos	 programas	 incluyen	 diferentes	 tipos	 de	 habilidades	 cognitivas
como	 la	 inteligencia,	 la	 creatividad,	 la	 memoria	 y	 la	 imaginación.	 También
pertenecen	a	esta	categoría	la	fantasía,	el	cálculo,	el	lenguaje,	el	razonamiento	y
el	discernimiento.	Estas	son	las	capacidades	cognitivas	con	las	que	estamos	más
familiarizados,	pero	existen	otras	habilidades	no	menos	importantes.	Constituyen
herramientas	 básicas	 que	 nos	 ayudan	 a	 enriquecer	 y	 potencializar	 nuestro
lenguaje,	 nuestros	 pensamientos	 y	 procesos	 intelectuales.	 Ellas	 son:	 la
observación,	 la	abstracción,	 la	comparación,	 la	clasificación,	 la	generalización,
la	crítica,	la	reflexión	y	la	interpretación.	La	formulación	de	hipótesis,	la	toma	de
decisiones,	la	resolución	de	problemas	y	la	capacidad	de	síntesis	son	otras	tantas
habilidades	que	caracterizan	el	buen	funcionamiento	de	una	mente	humana.	Un
poder	activo,	la	voluntad,	mueve	a	los	humanos	a	hacer	o	dejar	de	hacer	cosas.
Programas	informáticos	en	construcción
De	 la	misma	manera	 en	 que	 es	 posible	 conectaruna	 computadora	 personal	 al
resto	 de	 computadoras	 del	 planeta	 y	 a	 la	 red	 global	 de	 información,	 la	mente
también	posee	un	internet	muy	propio	que	la	conecta	al	resto	de	las	mentes	y	a	la
totalidad	de	la	información	presente	en	todo	el	universo.	Para	manipular	este	tipo
de	 información	 existe	 una	 serie	 de	 programas	 informáticos	 adicionales
actualmente	en	construcción	desde	el	punto	de	vista	evolutivo.	Estos	programas
son:	 la	 telepatía,	 la	 clarividencia,	 la	 precognición	 y	 la	 psicoquinesis.	 Veamos
brevemente	en	qué	consisten.
La	 telepatía	es	 la	 transmisión	de	 la	 información	de	una	mente	a	otra	 sin	 la
utilización	 de	 los	 canales	 sensoriales	 conocidos:	 sensaciones,	 pensamientos,
emociones	 y	 sentimientos.	 Corresponde	 a	 la	 manera	 como	 se	 comunican	 los
actuales	computadores	sin	necesidad	de	cables.	La	clarividencia	es	la	capacidad
de	la	mente	para	percibir	lo	que	sucede	en	lugares	distantes.	Es	como	colocar	el
ojo	del	celular	en	el	otro	lado	del	mundo	y	ver	en	tiempo	presente	lo	que	allí	está
aconteciendo.	 La	 información	 también	 puede	 llegar	 de	 otros	 tiempos.	 Cuando
esta	información	percibida	se	origina	en	el	futuro,	hablamos	de	precognición.	La
psicoquinesis	nos	permite	afectar	el	entorno	físico	inmediato,	incluyendo	nuestro
cuerpo	 biológico,	 sin	 la	 utilización	 de	 fuerza	muscular	 o	mecánica	 alguna.	 Es
algo	 parecido	 a	 lo	 que	 hacemos	 con	 sondas	 espaciales	 como	 Oportunity	 y
Curiosity.	Actualmente,	 ellas	 se	 encuentran	 en	 la	 superficie	 del	 planeta	Marte.
Desde	 la	 Tierra,	 nosotros	 ordenamos	 a	 los	 robots	 llevar	 a	 cabo	 cierto	 tipo	 de
actividades.	Si	vemos	que	van	a	tropezar	con	obstáculos	naturales	localizados	en
la	superficie	del	planeta	o	llegan	al	borde	de	un	cráter,	desde	el	centro	espacial	le
damos	 la	 orden	 para	 que	 eviten	 el	 obstáculo	 y	 cambien	 de	 rumbo.	 Esto	 lo
podemos	hacer	a	pesar	de	los	millones	de	kilómetros	que	nos	separan.	Sir	John
Eccles,	premio	Nobel	de	Medicina,	afirmaba	que	el	ejemplo	más	dramático	de
psicoquinesis	 lo	 vemos	 en	 la	 forma	 que	 un	 pensamiento	 desencadena	 una
actividad	física.	Quiero	mover	una	pierna	o	estando	sentado	deseo	ponerme	de
pie	e	inmediatamente	el	cuerpo	obedece	a	la	intención	y	el	deseo	presente.
La	conciencia
No	 es	 fácil	 definir	 la	 conciencia.	De	 acuerdo	 con	 el	 filósofo	David	Chalmers,
constituye	el	problema	duro	de	las	neurociencias.	Este	elemento	de	la	mente	es
lo	que	actualmente	nos	diferencia	de	los	computadores.	Las	máquinas	carecen	de
ella.	No	es	el	hardware	ni	el	software	 que	ya	hemos	visto.	No	es	 la	 estructura
física,	tampoco	los	programas	informáticos	ni	la	información	que	contiene.
¿Cómo	podemos	entonces	definirla?	Podemos	decir	que	 la	conciencia	es	 la
habilidad	 que	 posee	 un	 sistema	 para	 darse	 cuenta	 de	 su	 propia	 existencia.	No
solo	 eso,	 cuando	 la	 información	 se	 despliega	 en	 la	 conciencia	 llegan	 la
comprensión	y	el	entendimiento.	Es	la	conciencia	la	que	otorga	significado	a	la
información.	 Es	 esta	 misma	 conciencia	 lo	 que	 nos	 permite	 experimentar
sensaciones,	percepciones,	pensamientos,	sentimientos	y	emociones.
Los	 físicos	 del	 siglo	 XX	 siempre	 tuvieron	 una	 gran	 estima	 por	 este
misterioso	componente	de	la	mente	humana.	Max	Planck,	uno	de	los	padres	de
la	 mecánica	 cuántica	 y	 premio	 Nobel	 de	 Física,	 afirmó	 en	 una	 entrevista
publicada	en	1935:	“Yo	considero	 la	conciencia	como	algo	 fundamental	y	a	 la
materia	como	algo	derivado	de	 la	conciencia.	Todo	 lo	que	hablamos	y	 todo	 lo
que	consideramos	como	existente	postula	la	existencia	de	la	conciencia”28.
Para	Eugene	Wigner,	también	premio	Nobel	de	Física,	la	conciencia	jugaba
un	 papel	 muy	 importante	 en	 la	 creación	 de	 la	 realidad	 material:	 “Cuando	 el
dominio	de	la	física	teórica	se	amplió	para	abarcar	los	fenómenos	microscópicos
mediante	la	creación	de	la	mecánica	cuántica,	el	concepto	de	conciencia	saltó	de
nuevo	a	la	palestra.	No	era	posible	formular	las	leyes	de	la	mecánica	cuántica	de
manera	plenamente	consistente	sin	hacer	ninguna	referencia	a	la	conciencia”29.
La	 metamorfosis	 de	 la	 realidad	 desde	 un	 dominio	 puramente	 informático
hasta	 la	 escala	 de	 tamaño	que	percibimos	 a	 través	 de	nuestros	 sentidos	 físicos
nos	 lo	muestra	 el	 físico	Nick	Herbert	 con	 un	 ejemplo	muy	 sencillo:	 “Muchas
veces	 he	 imaginado	 que	 el	 mundo	 a	 mi	 espalda	 es	 un	 brebaje	 cuántico
radicalmente	ambiguo	que	fluye	sin	cesar	pero	que	siempre	que	doy	la	vuelta	e
intento	 verlo,	 mi	 mirada	 lo	 congela	 al	 instante	 y	 lo	 convierte	 en	 la	 realidad
ordinaria	que	experimento	día	a	día”30.
Es	 el	 acto	 de	 observación,	 mediado	 por	 la	 conciencia,	 lo	 que	 origina	 el
colapso	de	la	función	de	onda	de	una	partícula	fundamental	y	la	convierte	en	una
entidad	concreta	y	puntual	en	nuestro	universo	material.
Lo	que	muere	y	lo	que	sobrevive
De	 todos	 estos	 elementos,	 el	 cerebro	 es	 perecedero,	 pero	 teóricamente
reemplazable.	 La	 información	 y	 los	 programas	 informáticos	 poseen	 un
comienzo,	pero	pueden	no	 llegar	 a	 tener	un	 final	 inmediato	de	acuerdo	con	 lo
aquí	expuesto;	todo	depende	de	los	mecanismos	que	la	naturaleza	haya	utilizado
para	 la	 transmisión,	 el	 rescate	 y	 el	 almacenamiento	 de	 la	 información.	 La
conciencia	es	el	elemento	no	computable	y,	de	acuerdo	con	todas	las	tradiciones
religiosas	 y	 filosóficas	 del	 mundo,	 lo	 verdaderamente	 inmortal.	 Todos	 estos
elementos	 se	 agrupan	 para	 conformar	 una	 entidad	 individualizada.	 Luego	 del
nacimiento	y	gracias	al	otro,	al	proceso	de	socialización,	a	la	cultura	y	al	entorno
físico	 que	 le	 ha	 correspondido,	 esta	 entidad	 individualizada	 termina
convirtiéndose	 en	 una	 personalidad	 humana.	 La	 muerte,	 de	 acuerdo	 con	 lo
expuesto	 en	 este	 trabajo,	 no	 constituye	 el	 fin	 irremediable	 de	 nuestra	 mente.
Utilizando	otro	tipo	de	soporte	físico	distinto	al	cerebro	material,	ella	sobrevive.
La	 muerte	 del	 cerebro	 físico	 no	 constituye	 para	 nuestra	 personalidad	 su	 final
definitivo.
	
	
Resumen
Los	siguientes	aspectos	de	lo	que	se	ha	dicho	en	este	capítulo	deben
quedar	muy	claros:
	
1.	 A	 la	 luz	 de	 la	 teoría	 de	 la	 información	 y	 de	 las	 ciencias	 de	 la
computación,	 una	 mente	 humana	 puede	 ser	 reducida	 a	 cuatro
componentes	principales:	el	soporte	físico	o	cerebro;	 la	 información,
es	decir,	sus	contenidos;	los	programas	informáticos	que	la	procesan	y
la	 conciencia	 individualizada.	 La	mente	 sin	 su	 vehículo	 físico	 es	 lo
que	muchos	llaman	el	alma.
2.	 De	 estos	 cuatro	 componentes	 solo	 uno	 es	 perecedero,	 pero
teóricamente	reemplazable:	el	cerebro	material.
3.	 La	información	no	es	la	estructura	física	que	la	soporta	y	la	procesa.
Ella	es	independiente	de	la	estructura	cerebral.	Puede	ser	rescatada	y
sobrevivir.
4.	 Los	programas	informáticos	son	las	instrucciones	que	la	mente	utiliza
para	procesar	la	información.	Al	ser	solo	un	conjunto	de	instrucciones
es	 también	información.	Los	programas	informáticos	no	desaparecen
con	la	muerte	del	cerebro.
5.	 Las	 tradiciones	 religiosas	 y	 filosóficas	 del	mundo	 consideran	 que	 la
conciencia	 es	 el	 elemento	verdaderamente	 inmortal.	De	acuerdo	con
la	 física	 moderna,	 ella	 es	 la	 creadora	 de	 la	 realidad	 material	 y	 el
origen	 del	 entendimiento,	 la	 comprensión,	 la	 sensación	 y	 el
sentimiento.	En	el	lenguaje	moderno,	lo	que	los	antiguos	llamaban	el
espíritu	es	lo	que	hoy	conocemos	como	la	conciencia.
2	
Receta	para	fabricar	un	universo
“El	 hombre	 por	 naturaleza	 desea	 saber	 y	 conocer”,	 afirmaba	 Aristóteles	 hace
más	 de	 dos	 mil	 quinientos	 años.	 Ese	 impulso	 natural	 lo	 ha	 llevado	 a	 vivir
aventuras	 insospechadas.	El	descubrimiento	de	 la	molécula	genética	 (ADN),	el
proyecto	Genoma	Humano,	 la	 llegada	del	hombre	a	 la	Luna,	 la	construcción	y
puesta	en	marcha	del	Gran	Colisionador	de	Hadrones	y	el	aterrizaje	en	Marte	de
los	 robots	 Spirit,	 Oportunity	 y	 Curiosity,en	 los	 últimos	 años,	 han	 constituido
quizá	algunos	de	sus	logros	más	extraordinarios.
En	 el	 último	 siglo,	 tres	 poderosas	 herramientas	 le	 permitieron	 entender	 y
dominar	gran	parte	del	mundo	material:	la	física	clásica	de	Newton,	la	mecánica
cuántica	de	Planck	y	la	teoría	de	la	relatividad	de	Einstein.	Todo	esto	condujo,	en
los	 años	 setenta	 del	 pasado	 siglo,	 al	 desarrollo	 de	 un	 nuevo	modelo	 capaz	 de
explicar	 el	 comportamiento	 del	 universo	 y	 de	 sus	 componentes	 estructurales
básicos.
El	modelo	estándar	de	la	física
El	modelo	 estándar	 de	 la	 física	 es	 una	 teoría	matemática	 acerca	 de	 cómo	 está
fabricado	 nuestro	 universo	 y	 la	 manera	 como	 funciona.	 No	 es	 una	 teoría
completa,	pero	es	lo	más	aproximado	que	hemos	podido	construir	para	explicar
la	realidad	en	que	vivimos.
Si	 queremos	 comprender	 la	 hipótesis	 expuesta	 en	 este	 libro,	 es	 importante
entender	 de	 qué	 está	 hecho	 nuestro	 universo	 visible.	 Una	 vez	 sepamos	 cómo
estamos	 fabricados,	 entonces	 podremos	 inferir	 cómo	 estaría	 elaborado	 un
cerebro	invisible	y	dónde	estaría	localizado.
De	acuerdo	con	este	modelo,	los	elementos	básicos	para	construir	un	cosmos
son:	partículas	 fundamentales,	 fuerzas	e	 interacciones	y	 leyes	de	 la	naturaleza.
Jugando	 con	 las	 propiedades	 de	 las	 partículas	 fundamentales	 y	 moviendo	 las
fuerzas	de	 la	naturaleza	y	sus	 interacciones	a	nuestro	antojo,	podemos	 fabricar
universos	a	la	medida	de	nuestro	gusto.	Unos	serán	aptos	para	la	vida	mientras
que	 otros	 carecerán	 de	 ella.	 Teniendo	 esto	 en	 mente,	 no	 es	 difícil	 inferir	 los
componentes	 estructurales	 básicos	 y	 las	 fuerzas	mínimas	 necesarias	 para	 crear
un	 mundo	 cuyos	 contenidos	 se	 comporten	 como	 lo	 hacen	 los	 de	 una	 mente
humana.
Partículas	fundamentales
Los	 filósofos	 griegos	 Leucipo	 y	 Demócrito	 creyeron	 hace	 más	 de	 dos	 mil
quinientos	 años	 que	 el	 universo	 se	 encontraba	 compuesto	 de	 partículas
indivisibles	muy	 pequeñas,	 a	 las	 que	 llamaron	 átomos,	 pero	 esta	 fue	 solo	 una
intuición.	Ni	ayer	ni	hoy	es	posible	observar	directamente	el	interior	de	un	átomo
y	 ver	 su	 estructura	 y	 las	 fuerzas	 involucradas.	 Para	 ello	 los	 científicos
necesitaron	de	modelos,	con	el	objeto	de	imaginar	lo	que	sucedía	en	estas	escalas
de	tamaño	tan	pequeñas.	Estos	modelos	son	representaciones	ideales	no	reales	de
los	átomos	materiales.
Los	primeros	 prototipos	 que	mostraban	 cómo	 estos	 átomos	 se	 encontraban
constituidos	aparecen	a	finales	del	siglo	XIX	y	comienzos	del	XX.	En	el	año	de
1897,	el	físico	británico	J.	J.	Thomson,	fellow	del	Trinity	College	de	Cambridge,
demostró,	utilizando	 tubos	de	vidrio	y	grandes	descargas	eléctricas,	 la	emisión
de	 partículas	 muy	 pequeñas.	 A	 estas	 partículas	 las	 llamó	 electrones,
caracterizados	por	poseer	una	masa	muy	pequeña	y	una	carga	eléctrica	negativa.
Thomson	 visualizó	 su	 átomo	 como	 una	 esfera	 maciza	 cargada	 positivamente.
Incrustados	 en	 su	 interior	 se	 hallaban	 los	 electrones	 con	 cargas	 negativas.	 La
imagen	tenía	semejanza	con	un	“pudín	lleno	de	pasas”.
Átomo	de	Thomson
	
Los	 experimentos	 realizados	 por	 Ernest	 Rutherford	 en	 1911	 lo	 llevaron	 a
descubrir	el	protón.	Su	masa	era	dos	mil	veces	mayor	que	la	del	electrón,	pero	de
carga	 positiva.	 Rutherford	 imaginó	 su	 átomo	 como	 un	 sistema	 solar	 en
miniatura:	 estaba	 integrado	 por	 un	 núcleo	 central	 (como	 el	 Sol)	 hecho	 de
protones	(positivo)	y	otro	tipo	de	partículas;	los	electrones	giran	a	su	alrededor
(como	los	planetas)	y	están	cargados	negativamente.
Átomo	de	Rutherford
El	modelo	 de	Rutherford	 presentaba	 algunas	 inconsistencias.	 Fue	 entonces
cuando	el	físico	Niels	Bohr	propuso	un	átomo	compuesto	por	un	núcleo	central
de	 protones	 y	 electrones	 que	 giran	 a	 su	 alrededor,	 siguiendo	 órbitas	 circulares
estacionarias	a	las	que	llamó	“niveles	de	energía”.
Modelo	atómico	de	Bohr
	
Debido	a	las	dificultades	para	determinar	con	exactitud	la	localización	de	los
niveles	 de	 energía	 de	 los	 electrones	 en	 el	 interior	 del	 átomo,	 físicos	 como
Heisenberg,	 Schrödinger	 y	 Dirac	 propusieron	 el	 concepto	 de	 orbitales.	 Estos
orbitales	 podían	 definirse	 como	 aquellas	 regiones	 del	 átomo	 donde	 la
probabilidad	de	encontrar	un	electrón	orbitando	el	núcleo	era	máxima.
Modelo	atómico	actual
El	resto	de	la	masa	del	átomo	procedía	del	neutrón,	una	partícula	descubierta
por	 James	 Chawick	 en	 1932	 y	 que	 se	 caracterizaba	 por	 poseer	 una	 masa
apreciable	y	carecer	de	carga	eléctrica.	En	1930	apareció	en	escena	el	muón,	una
partícula	idéntica	al	electrón,	pero	unas	doscientas	veces	más	pesada.	En	1950	se
descubrió	una	quinta	partícula,	el	neutrino,	abundante	en	los	rayos	cósmicos	que
llegan	a	la	Tierra	procedentes	del	Sol.
Los	quarks
En	1964,	Gell-Mann	y	Zweig	demostraron	que	protones	y	neutrones	no	eran	los
componentes	 más	 pequeños	 del	 núcleo	 atómico.	 Ambos	 se	 encontraban
formados	 por	 partículas	 todavía	 mucho	 más	 pequeñas	 llamadas	 quarks.	 Estos
quarks	no	eran	partículas	únicas;	 existían	en	 seis	variedades	distintas	 llamadas
sabores.	 Se	 entiende	 por	 sabor	 las	 propiedades	 o	 atributos	 físicos	 que	 nos
permiten	 distinguir	 las	 diferentes	 clases	 de	 quarks:	 arriba,	 abajo,	 extraño,
encanto,	cima	y	 fondo.	A	su	vez,	cada	una	de	 las	seis	variedades	mencionadas
existía	 en	 tres	 tipos	 de	 colores	 diferentes.	 Los	 colores	 también	 representaban
propiedades	físicas.
Tipos	de	quarks
a=	arriba	b=	abajo	e=encanto	x=extraño	c=	cima	f=	fondo	
Las	partículas	con	guiones	arriba	corresponden	a	las	antipartículas.
Si	tomamos	en	cuenta	sabores	y	colores,	serían	en	total	diez	y	ocho	clases	de
quarks.	 Ahora	 bien,	 cada	 tipo	 de	 quark	 posee	 su	 propia	 antipartícula,	 lo	 que
sumaría	en	total	 treinta	y	seis.	Lo	importante	para	recordar	es	que	de	toda	esta
variedad	 solo	 dos	 de	 estas	 treinta	 y	 seis	 partículas	 han	 sido	 utilizadas	 para
construir	el	universo	material:	el	quark	up	(arriba)	y	el	quark	down	(abajo).	Un
protón	está	compuesto	por	dos	quarks	up	y	un	quark	down;	un	neutrón	por	dos
quarks	down	y	un	quark	up.
Protón	Neutrón
El	electrón	es	la	partícula	que	se	encuentra	orbitando	el	núcleo	atómico.	De
acuerdo	 con	 el	 modelo,	 es	 una	 partícula	 fundamental.	 No	 se	 encuentra
compuesta	de	unidades	más	pequeñas.
Cuerdas
En	 años	 recientes	 apareció	 un	 nuevo	modelo	 que	 afirma	 que	 los	 componentes
últimos	de	la	materia,	las	partículas	fundamentales,	no	son	los	objetos	puntuales
y	 compactos	 que	 creemos.	 Si	 fuésemos	 capaces,	 a	 través	 de	 un
supermicroscopio,	de	magnificar	lo	suficiente	un	quark,	descubriríamos	que	esta
partícula,	 que	 creíamos	 dura	 como	 una	 bola	 de	 billar,	 es	 solo	 una	 ilusión.
Realmente	 lo	 que	 veríamos	 en	 esas	 escalas	 de	 tamaño	 tan	 diminutas	 es	 una
especie	 de	 cuerda,	 un	 filamento	 unidimensional	 de	 energía	 que	 vibra	 como	 la
cuerda	de	un	violín.
Es	 este	 filamento	 unidimensional	 de	 energía,	 que	 vibra	 a	 diferentes
velocidades,	el	que	aparece	como	algo	duro	y	macizo	cuando	es	visto	desde	una
escala	 de	 tamaño	 mayor.	 En	 la	 escala	 de	 tamaño	 del	 átomo,	 las	 cuerdas	 se
transforman	 en	 las	 partículas	 fundamentales	 macizas	 y	 concretas	 que
conocemos:	los	quarks	y	el	electrón.
El	siguiente	gráfico	muestra	una	representación	ideal	de	la	estructura	básica
de	la	materia	desde	sus	niveles	macro,	representados	por	la	gota	de	agua,	hasta
sus	niveles	micro,	representados	por	los	quarks:
La	estructura	de	la	materia
Un	universo	de	bits
¿Existe	algo	más	fundamental	que	las	cuerdas?	Algunos,	como	el	autor	de	este
trabajo,	creen	que	el	dominio	más	básico	de	la	creación	podría	estar	constituido
por	bits	de	información.	Mario	Bunge	le	ha	llamado	la	metafísica	digital.	Estos
bits	de	 información	son	 los	componentes	básicos	del	universo.	A	partir	de	allí,
los	 programas	 informáticos	 representados	 en	 las	 leyes	 de	 la	 naturaleza	 vandesplegando	 la	 información	 en	 un	 trasfondo	 que	 es	 el	 espacio-tiempo	 y	 que
aparece	como	la	estructura	básica	que	terminará	soportando	la	realidad	física.	En
otras	palabras,	nuestro	universo	es	un	gigantesco	computador	cuántico.
De	 acuerdo	 con	 la	 escala	 de	 tamaño,	 la	 secuencia	 desde	 lo	 infinitamente
pequeño	hasta	lo	infinitamente	grande	sería	así:
	
Bits	de	información
↓
Cuerdas
↓
Quarks	y	electrones
↓
Protones	y	neutrones
↓
Átomos
↓
Moléculas
↓
Elementos
↓
Sustancias
↓
Universo	material
Las	propiedades	de	las	partículas
De	la	misma	manera	como	los	humanos	tenemos	un	tipo	de	cabello,	un	color	de
ojos	 y	 de	 piel	 y	 muchos	 otros	 rasgos	 esenciales,	 las	 partículas	 fundamentales
poseen	 propiedades	 que	 las	 hacen	 únicas.	 Estas	 propiedades	 son:	 la	 masa,	 la
carga	y	el	espín.
Masa
La	masa,	de	acuerdo	con	la	física,	es	una	medida	de	su	inercia	o	la	tendencia	a
modificar	la	velocidad	con	que	se	desplaza.
Carga
La	carga	es	un	atributo	de	las	partículas	que	le	permite	responder	de	una	manera
determinada	a	los	campos	eléctricos	y	magnéticos.
Espín
El	 espín	 es	 la	medida	 de	 su	momento	 angular	 o	movimiento	 rotatorio.	 Es	 un
rasgo	muy	difícil	de	definir.	Tenemos	dificultades	para	visualizar	 los	objetos	y
sus	 comportamientos	 en	 escalas	 de	 tamaño	 del	 núcleo	 atómico,	 pero	 podemos
intentarlo.	 Imagina	 una	 partícula	 girando	 sobre	 su	 propio	 eje.	 En	 nuestro
universo	 cotidiano,	 yo	 tengo	 que	 girar	 360°	 para	mostrar	 la	misma	 cara	 a	 un
observador	que	 se	 encuentre	 a	 tan	 solo	unos	metros	de	distancia.	El	 espín	nos
dirá	 qué	 aspecto	 tiene	 la	 partícula	 cuando	 es	 observada	 desde	 diferentes
direcciones.	Por	ejemplo,	una	partícula	de	espín	(0)	se	ve	igual	desde	cualquier
dirección	que	la	miremos.	Este	sería	el	caso	de	un	círculo	con	una	superficie	lisa
y	sin	relieves.	Lo	veríamos	igual	desde	cualquier	ángulo	que	la	observemos.
Una	partícula	de	espín	(1)	no	se	percibe	igual	desde	diferentes	direcciones,	y
solo	cuando	la	giramos	360°	vuelve	a	presentarnos	nuevamente	la	misma	cara.
Ejemplo:	el	rostro	de	una	persona.
	
Las	partículas	de	espín	(2)	deben	girar	180°	para	presentar	el	mismo	aspecto.
Algo	 inaudito	 también	 sucede	 cuando	 la	 partícula	 debe	 dar	 dos	 vueltas	 y
media	sobre	su	eje	para	exhibir	el	mismo	rostro.	A	estas	últimas	se	 les	conoce
como	partículas	de	espín	(½).
Nota:	una	persona	debe	girar	dos	veces	½	para	presentar	al	espectador	la	misma	cara.
	
Las	partículas	que	conocemos	se	pueden	agrupar	en	dos	grandes	categorías:
las	 partículas	 fundamentales	 que	 poseen	 un	 espín	 (½),	 que	 no	 es	 posible
visualizar	 en	 el	 mundo	 material,	 y	 las	 partículas	 mediadoras	 de	 las	 fuerzas	 e
interacciones,	que	poseen	espines	(0),	(1)	y	(2).
Los	valores	de	las	propiedades	de	las	partículas,	la	carga,	la	masa	y	el	espín
pueden	 variar.	 Esto	 hace	 que	 existan	 hasta	 ahora	 más	 de	 un	 centenar	 de
partículas	 fundamentales	distintas.	Partículas	 con	propiedades	distintas	podrían
dar	 origen	 a	 otros	 dominios	 de	 la	 realidad,	 diferentes	 a	 la	 realidad	 física	 que
conocemos,	y	esta	es	precisamente	la	premisa	que	el	autor	ha	manejado	en	esta
obra.
Fuerzas	e	interacciones
Las	 fuerzas	 les	permiten	a	 las	partículas	 interactuar	entre	ellas.	Es	así	como,	a
partir	de	estas	unidades	tan	simples,	la	naturaleza	crea	un	mundo	rico,	complejo
y	variado	de	átomos	y	moléculas,	 elementos	y	 substancias.	Estas	 fuerzas	de	 la
naturaleza	 son:	 la	 fuerza	 nuclear	 fuerte,	 la	 fuerza	 nuclear	 débil,	 el
electromagnetismo	y	la	gravedad.
La	fuerza	nuclear	fuerte	mantiene	unidos	los	quarks	dentro	de	los	protones	y
neutrones,	y	a	su	vez	integra	protones	y	neutrones	dentro	del	núcleo	atómico.	La
fuerza	 nuclear	 débil	 es	 la	 causa	 de	 las	 desintegraciones	 radiactivas.	 El
electromagnetismo	 produce	 luz	 y	 electricidad	 (esto	 hace	 que	 existan	 átomos	 y
enlaces	químicos).	La	gravedad	es	la	fuerza	con	que	los	objetos	se	atraen	unos	a
otros;	 gracias	 a	 esta	 fuerza,	 presente	 en	 la	 naturaleza,	 podemos	 agrupar	 y
fusionar	la	materia	para	crear	planetas,	estrellas	y	galaxias.
Estas	fuerzas	de	la	naturaleza	utilizan	mediadores;	por	ejemplo,	los	gluones
serían	las	partículas	mediadoras	de	la	interacción	nuclear	fuerte,	los	bosones	las
de	 la	 fuerza	 nuclear	 débil,	 el	 fotón	 la	 del	 electromagnetismo	 y	 el	 hipotético
gravitón	la	de	la	fuerza	de	la	gravedad.	¿Qué	afirma	la	teoría	de	cuerdas	de	estas
partículas	 mediadoras?	 Exactamente	 lo	 mismo.	 Cada	 una	 de	 estas	 partículas
mensajeras	es	una	cuerda	que	genera	un	patrón	vibratorio	particular.
No	 necesitamos	 volvernos	 físicos,	 pero	 es	 importante	 saber	 que	 tanto	 las
propiedades	de	las	partículas	como	las	diferentes	fuerzas	de	la	naturaleza	van	a
determinar	 cómo	 se	 comportará	 el	 futuro	universo	y	 si	 permitirá	 finalmente	 la
aparición	de	la	vida	dentro	de	sus	propios	límites.
Leyes	de	la	naturaleza
Todo	 el	 universo	 físico	 se	 encuentra	 gobernado	 por	 leyes,	 principios	 únicos	 o
programas	informáticos	que	explican	los	eventos	y	procesos	que	se	dan	en	este
particular	dominio	de	 la	creación.	Existen	cientos	de	 leyes,	presentes	desde	 las
escalas	 más	 pequeñas,	 como	 la	 escala	 de	 Planck,	 pasando	 por	 los	 dominios
subatómicos,	atómicos,	moleculares	y	biológicos	hasta	alcanzar	el	dominio	de	lo
infinitamente	 grande:	 el	 macrocosmos.	 A	 nivel	 de	 la	 escala	 de	 Planck,	 las
diferentes	 leyes	de	 la	naturaleza	 se	 encuentran	 fusionadas	 en	una	 ley	única,	 el
campo	unificado	de	la	ley	natural,	el	hogar	de	todas	las	leyes	de	la	naturaleza.	A
medida	 que	 la	 escala	 del	 tamaño	 va	 aumentando,	 esta	 ley	 natural	 se	 va
diversificando,	y	da	origen	a	la	miríada	de	leyes	naturales	que	gobiernan	todo	el
universo	 físico.	Leyes	menores	van	apareciendo	a	medida	que	 la	naturaleza	va
desplegando	su	creación.
	
REALIDAD	FÍSICA
Escala	de	tamaño Ley	de	la	naturaleza
Planck Ley	natural	unificada
Atómico Leyes	de	la	mecánica	cuántica
Lo	cotidiano Leyes	de	la	mecánica	clásica
Lo	infinitamente	grande Leyes	de	la	mecánica	relativista
El	comportamiento	de	un	cosmos
Podemos	 concluir	 que	 las	 propiedades	 de	 las	 partículas	 fundamentales,	 la
naturaleza	de	las	fuerzas	e	interacciones	y	las	leyes	de	la	naturaleza	explican	el
comportamiento	 de	 los	 objetos	 localizados	 en	 este	 dominio	 particular	 de	 la
realidad.	 La	 teoría	 del	 paisaje	 cósmico	 que	 esbozaré	 en	 un	 capítulo	 posterior
permite	 muchos	 escenarios	 posibles,	 porque,	 de	 acuerdo	 con	 sus	 mismos
principios,	las	partículas	y	sus	propiedades,	las	fuerzas	e	interacciones	y	las	leyes
de	 la	 naturaleza	no	 son	 exclusivas.	Son	 locales	 y	 ambientales.	De	manera	que
nuestro	universo	físico	es	solo	uno	de	 los	miles	de	entornos	posibles.	Esto	nos
conduce	a	una	de	las	hipótesis	más	fascinantes	de	la	cosmología	moderna.
El	multiverso
Recientemente	 apareció	 una	 nueva	 hipótesis	 en	 el	 seno	 de	 la	 física:	 el
multiverso.	De	 acuerdo	 con	 este	 nuevo	modelo,	 el	 universo	 que	 habitamos	 es
solo	una	de	las	muchas	opciones	posibles.	Para	muchos	físicos,	nuestro	universo
se	 inició	 a	 partir	 de	 un	 pequeño	 fragmento	 de	 espacio-tiempo	 que	 medía
aproximadamente	 la	 milmillonésima	 parte	 del	 tamaño	 de	 un	 protón.	 Una	 vez
apareció	 de	 la	 nada,	 este	 fragmento	 comenzó	 a	 presentar	 un	 crecimiento
exponencial	 que	 los	 cosmólogos	 han	 bautizado	 con	 el	 nombre	 de	 inflación
cósmica.	 Este	 fue	 nuestro	 nacimiento	 cósmico.	 Un	 acontecimiento
verdaderamente	 apocalíptico.	 A	 partir	 de	 ese	 instante,	 nuestro	 universo	 se
desarrolló	y	evolucionó	hasta	mostrar	el	aspecto	que	 tiene	hoy:	un	monstruoso
conglomerado	de	miles	de	millones	de	millones	de	galaxias,	cada	una	compuesta
por	 un	 número	 similar	 de	 estrellas.	 Cientos	 de	miles	 de	millones	 de	 sistemas
solares	 se	 desplazan	 en	 esta	 inmensidad	 colosal.	 La	 vida	 muy	 probablemente
abunde	en	muchos	de	 sus	planetas,situados	dentro	de	 los	márgenes	habitables
del	sistema.
¿Fue	 este	 un	 acontecimiento	 único?	 Los	 diferentes	 modelos	 cosmológicos
sugieren	 que	 diferentes	 fragmentos	 de	 espacio-tiempo	 pudieron	 aparecer	 en
diferentes	momentos	y	crecer	de	una	manera	parecida	a	como	lo	hizo	el	nuestro,
convirtiéndose	finalmente	en	otros	universos.	¿La	diferencia?	Cada	uno	de	estos
universos	logró	evolucionar	de	una	manera	particular	y	única.	Partículas,	fuerzas
e	 interacciones	y	 leyes	de	 la	naturaleza	 tendrían	su	propio	sello	distintivo.	Las
constantes	 cosmológicas	 no	 serían	 las	mismas	 para	 todos	 los	mundos	 creados.
Algunos	 serían	 capaces	 de	 albergar	 vida.	 En	 otros,	 esta	 sería	 completamente
inexistente.	La	totalidad	de	estos	universos	creados,	o	en	proceso	de	creación,	es
lo	que	 los	científicos	han	 llamado	el	multiverso.	La	ciencia	 ficción	 los	conoce
como	universos	paralelos	y	no	parecen	ser	un	producto	de	la	mera	imaginación.
Los	universos	físicos	y	los	universos	de	la	mente
Esto	 nos	 permite	 entender	 qué	 queremos	 decir	 cuando	 hablamos	 de	 universos
físicos	 y	 universos	 mentales.	 Como	 la	 conciencia	 constituye	 el	 trasfondo
necesario	para	que	ambos	universos	puedan	ser	percibidos,	podemos	afirmar	que
los	 universos	 físicos	 y	 los	 universos	mentales	 son	 universos	 que	 existen	 en	 la
conciencia,	 son	 desplegados	 en	 la	 conciencia.	 No	 olvides	 lo	 que	 te	 dije	 en	 el
capítulo	anterior:	la	conciencia	crea	la	realidad	física.
No	 existe	 una	 realidad	 física	 y	 otra	 mental	 o	 espiritual.	 Existe	 una	 sola
realidad,	 la	 conciencia,	 que	 se	 expresa	 en	 diferentes	 dominios.	 Cada	 dominio
tiene	su	propio	set	de	partículas	fundamentales,	fuerzas	y	leyes	de	la	naturaleza
que	 lo	 hacen	 único.	 Nuestro	 universo	 físico	 tiene	 un	 set	 de	 componentes	 y
nuestra	realidad	mental	tiene	otro	set	de	componentes	diferentes.	Esto	es	lo	que
finalmente	hace	que	aparezcan	como	dos	tipos	de	universos	o	realidades,	hasta
ahora	irreconciliables.	La	conciencia	que	percibe	ambos	universos	es	la	misma,
y	la	 información	que	corre	por	ambos	universos	también	lo	es.	La	información
afuera	es	básicamente	la	misma	información	que	se	encuentra	adentro;	solo	varía
su	comportamiento.	Este	es	el	secreto	que	se	esconde	detrás	de	modelos	como	el
dualista	 y	 de	 propuestas	 como	 la	 sustancia	 pensante	 y	 la	 sustancia	 extensa	 de
Descartes,	que	en	su	momento	no	pudo	explicar	por	no	contar	con	los	elementos
apropiados	para	ello.	He	aquí	 la	clave	para	entender	el	dualismo	como	modelo
filosófico.	Más	adelante	los	físicos	y	los	especialistas	en	informática	y	ciencias
de	 la	 computación	 intentarán	 deducir	 el	 set	 de	 partículas	 elementales	 que
soportan	 la	 información	en	 la	mente	y	en	otros	niveles	 todavía	más	sutiles	que
conocemos	 como	 realidades	 espirituales.	 La	 manera	 como	 estos	 diferentes
dominios	interaccionan	y	cómo	la	información	viaja	a	través	de	estos	campos	de
naturaleza	física,	o	mediante	alguna	versión	oculta	del	entrelazamiento	cuántico,
serán	objeto	de	estudio	de	la	física	del	futuro.
Resumen
De	acuerdo	con	el	modelo	estándar	de	la	física,	el	universo	físico	ha
sido	 construido	 con	 tres	 tipos	 de	 ladrillos	 o	 componentes
fundamentales	básicos:	el	quark	arriba,	el	quark	abajo	y	el	electrón.
Estos	tres	componentes	interactúan	a	través	de	cuatro	fuerzas	de	la
naturaleza:	 la	 fuerza	 nuclear	 fuerte,	 la	 fuerza	 nuclear	 débil,	 el
electromagnetismo	y	la	gravedad.
Los	tres	componentes	básicos	y	las	fuerzas	de	la	naturaleza	que
permiten	 la	 interacción	 entre	 estos	 componentes	 fundamentales
crean	 partículas	 más	 complejas	 como	 átomos,	 moléculas	 y	 los
elementos	 químicos	 de	 la	 tabla	 periódica.	 De	 todo	 esto	 surge	 el
universo	que	percibimos	y	la	forma	como	se	comporta,	pero	existen
más	 de	 un	 centenar	 de	 componentes	 fundamentales,	más	 aquellos
que	todavía	no	han	sido	descubiertos.	¿Deberíamos	atenernos	a	este
modelo	como	el	único	válido	y	perfectamente	razonable?
Es	posible	entonces	que	la	evolución	del	universo	haya	seguido
derroteros	diferentes	fabricando	otras	realidades	paralelas	con	otros
componentes	 fundamentales	 distintos	 y	 sometidos	 a	 versiones
ocultas	 de	 las	 fuerzas	 de	 la	 naturaleza	 u	 otros	 mecanismos
completamente	diferentes.
Para	 ello,	 lo	 único	 que	 necesitaríamos	 es	 modificar	 las
propiedades	 de	 las	 partículas.	 Desde	 un	 punto	 de	 vista
computacional	 es	 solo	 modificar	 cifras	 numéricas,	 un	 logro	 nada
difícil	para	un	computador	cuántico	 tan	perfecto	como	el	universo
que	habitamos.	Partículas	fundamentales	con	propiedades	distintas
y	 versiones	 ocultas	 de	 las	 fuerzas	 de	 la	 naturaleza	 u	 otras	 de
carácter	 diferente	 crearían	 un	 entorno	 alternativo	 que	 se
comportaría	de	un	modo	único.
3	
Un	cerebro	no	es	suficiente
La	ciencia	moderna	afirma	que	la	mente	y	 la	conciencia	son	un	producto	de	la
actividad	 cerebral.	 Este	 ha	 sido	 el	 consenso	 aceptado	 por	 la	 mayoría	 de	 los
científicos,	desde	el	nacimiento	de	 la	doctrina	neuronal	a	finales	del	siglo	XIX
hasta	 los	 descubrimientos	 y	 avances	 más	 recientes	 en	 materia	 de
neurotransmisores,	receptores	de	membrana	y	técnicas	de	imagenología.
Los	 aportes	 ofrecidos	 por	 las	 ciencias	 de	 la	 computación	 y	 la	 teoría	 de	 la
información	han	constituido,	sin	duda,	un	maravilloso	complemento.	Nacidas	a
partir	 de	 las	 ideas	 pioneras	 de	 Alan	 Turing,	 John	 Von	 Neuman	 y	 Claude
Shannon31	a	mediados	del	siglo	XX,	estas	disciplinas	científicas	se	han	valido	de
la	analogía	del	computador	para	intentar	explicar	cómo	funciona	una	mente.	De
acuerdo	con	este	modelo,	el	cerebro	es	una	especie	de	ordenador	muy	complejo
y	 la	 mente	 estaría	 constituida	 por	 los	 programas	 informáticos	 que	 este
computador	 biológico	 utiliza	 para	 percibir	 y	 procesar	 la	 realidad	 que
experimenta.
Pero	explicar	cómo	 funciona	una	mente	no	es	un	asunto	 tan	 sencillo	como
pudiera	 llegar	 a	 parecer.	 Creímos	 que	 la	 doctrina	 neuronal,	 las	 ciencias	 de	 la
computación	y	la	teoría	de	la	información	podían	llegar	a	explicarlo	todo	o	casi
todo.	 Una	 nueva	 idea	 que	 tomaba	 en	 consideración	 el	 comportamiento	 de
nuestro	 sistema	 biológico	 apareció	 en	 la	 escena.	 Este	 modelo,	 basado	 en	 la
manera	como	las	redes	neuronales	de	nuestro	cerebro	computan	la	información,
significó	 un	 enorme	 avance.	 La	 arquitectura	 de	 los	 circuitos	 neuronales	 y	 la
manera	como	sus	unidades	funcionales	—las	neuronas—	se	conectaban	también
eran	importantes.
A	 pesar	 de	 los	 enormes	 esfuerzos	 realizados,	 muchos	 otros	 aspectos
permanecían	 todavía	 ignorados.	 Fue	 entonces	 cuando	 hicieron	 su	 incursión
algunas	 mentes	 revolucionarias,	 proponiendo	 aproximaciones	 todavía	 más
novedosas.	Karl	Pribram,	neurólogo	de	la	Universidad	de	Standford,	y	el	célebre
físico	David	Bohm,	de	la	Universidad	de	Londres,	desarrollaron	la	hipótesis	del
cerebro	 holográfico.	 Según	 este	 modelo,	 “nuestros	 cerebros	 construyen
matemáticamente	 la	 realidad	 concreta	 al	 interpretar	 frecuencias	 de	 otra
dimensión,	una	esfera	de	realidad	primaria	significativa	pautada,	que	trasciende
el	 espacio	y	 el	 tiempo.	El	 cerebro	 es	un	holograma	que	 interpreta	un	universo
holográfico”32.
Roger	Penrose33	y	Stuart	Hameroff,	 entre	otros,	 propusieron	 en	 la	 segunda
mitad	del	siglo	XX	la	presencia	de	procedimientos	de	cómputo	cuántico	dentro
del	cerebro.	La	mente,	además	de	utilizar	procedimientos	clásicos	de	cómputo,
podría	estar	utilizando	otras	maneras	de	procesar	la	información	que	no	parecían
ceñirse	a	las	leyes	de	la	física	clásica	convencional.	De	acuerdo	con	esta	visión,
el	 cerebro	 utiliza	 formas,	 tanto	 clásicas	 como	 cuánticas,	 para	 procesar	 la
información	que	maneja.
Otros	 físicos,	 como	 Amit	 Goswami	 y	 Henry	 Stapp,	 creen	 que	 el	 libre
albedrío,	el	rol	del	observador	en	la	creación	de	la	realidad	física	y	la	naturaleza
enigmática	de	la	conciencia,	entre	otros,	son	aspectos	quepodrían	ser	abordados
con	 mayor	 éxito	 si	 utilizáramos	 los	 instrumentos	 y	 aportes	 que	 la	 física	 de
partículas	nos	ha	brindado	en	el	curso	de	los	últimos	cincuenta	años.
A	 comienzos	 del	 siglo	 XXI	 la	 conciencia	 se	 convirtió	 en	 el	 centro	 de	 la
atención	 para	 dos	 reconocidos	 investigadores.	 Sustentada	 por	 Johnjoe
McFadden34,	 profesor	 de	 Genética	 Molecular	 en	 la	 Universidad	 de	 Surrey,
Inglaterra,	 y	 Susan	 Pockett35,	 fellow	 de	 investigación	 del	 Departamento	 de
Psicología	 en	 Auckland,	 Nueva	 Zelanda,	 esta	 hipótesis	 sugiere	 que	 esta
conciencia	 tiene	 su	 origen	 en	 el	 campo	 electromagnético	 del	 cerebro.	 Este
campo,	que	emerge	como	consecuencia	de	la	actividad	eléctrica	de	más	de	cien
billones	de	neuronas,	sería,	de	acuerdo	con	estos	autores,	el	soporte	físico	de	la
conciencia.
Aquello	que	se	inició	como	un	estudio	de	cables	y	conexiones	a	finales	del
siglo	 XIX,	 bajo	 un	 sencillo	 microscopio	 de	 luz,	 terminó	 siendo	 algo	 muy
complejo	 que	 incluye	 computación,	 información,	 redes	 neuronales,	 campos	 y
mecanismos	tanto	clásicos	como	cuánticos	de	procesamiento	de	la	información.
Estas	diferentes	aproximaciones	que	hemos	explicado	brevemente	podemos
resumirlas	en	el	siguiente	cuadro:
	
Doctrina	neuronal Comportamiento	de	la	información	en	el	sistema
nervioso
Enfoque	computacional Representación	del	conocimiento	en	la	mente
Aproximación	conexionista La	importancia	de	la	arquitectura	y	las	conexiones
de	la	red
Modelo	holográfico Creación	de	la	realidad	a	partir	de	un	universo	de
frecuencias
Paradigma	cuántico Procesamiento	cuántico	de	la	información
Teoría	del	campo
electromagnético
Soporte	físico	de	la	conciencia
Los	modelos	vigentes	no	lo	explican	todo
Pero	 las	 cosas	 tampoco	 acaban	 aquí.	 Más	 allá	 de	 los	 modelos	 antiguos	 y
recientes	 utilizados	 por	 las	 ciencias	 cognitivas,	 existen	 otras	 posibilidades
completamente	 insospechadas.	 Estas	 nuevas	 rutas	 aparecen	 en	 el	 horizonte
cuando	 tomamos	en	consideración	 todo	un	catálogo	de	fenómenos	corrientes	y
también	 inusuales	 que	 difícilmente	 pueden	 llegar	 a	 ser	 explicados	 con	 los
modelos	 actualmente	 vigentes.	 La	 conversión	 de	 la	 actividad	 neuronal	 del
cerebro	 en	 subjetividad36,	 la	 representación	 mental37,	 el	 papel	 que	 juega	 la
conciencia	humana	en	la	creación	de	la	realidad	física,	la	emergencia	del	Yo,	la
naturaleza	del	pensamiento	y	la	transmisión	de	la	información	al	margen	de	los
sentidos	 tradicionales	 conocidos,	 entre	 otros,	 son	 hechos	 que	 no	 admiten
fácilmente	una	explicación.
¿Puede	la	mente	ejercer	algún	tipo	de	influencia	sobre	la	materia	inanimada?
Los	estudios	 llevados	a	cabo	a	mediados	del	siglo	XX	por	 los	doctores	Joseph
Rhine38	y	Louise	Rhine	en	el	laboratorio	de	Parapsicología	de	la	Universidad	de
Duke,	y	más	recientemente	por	Robert	Jahn	y	Brenda	Dunne,	del	laboratorio	de
investigaciones	anómalas	de	la	Universidad	de	Princeton,	sugieren	que	tanto	la
transmisión	de	la	información	sin	el	uso	de	los	sentidos	como	la	influencia	de	la
mente	 sobre	 la	 materia	 inanimada	 son	 hechos	 perfectamente	 posibles	 y
demostrables.
Y,	por	supuesto,	queda	el	interrogante	más	importante	de	todos:	¿sobreviven
la	mente	y	la	conciencia	humana	a	la	muerte?
La	 División	 de	 Estudios	 de	 la	 Personalidad39	 del	 Departamento	 de
Psiquiatría	 de	 la	Universidad	 de	Virginia	 en	 Estados	Unidos	 guarda	 desde	 los
años	sesenta	las	historias	de	cientos	de	niños	entre	los	tres	y	los	cinco	años	que
afirman	 recordar	 vidas	 previas.	 También	 toda	 una	 variedad	 de	 relatos	 de
vivencias	fuera	del	cuerpo,	visiones	en	el	momento	de	la	muerte	y	experiencias
en	el	umbral	de	la	muerte	reposan	en	las	memorias	de	sus	archivos	digitales.
El	 siguiente	 cuadro	 resume	 el	 amplio	 catálogo	 de	 hechos	 corrientes	 e
inusuales	 que	 no	 han	 podido	 ser	 explicados	 con	 los	 modelos	 actualmente
vigentes:
	
Hechos	corrientes Hechos	inusuales
Sensaciones Telepatía
Percepciones Clarividencia
Sentimientos Precognición
Emociones Psicoquinesis
El	yo Niños	que	recuerdan	vidas	previas
Conciencia Experiencias	en	el	umbral	de	la	muerte
Creación	de	la	realidad Experiencias	fuera	del	cuerpo
	
	
Todo	 esto	 requiere	 de	 una	 explicación.	Negar	 de	 entrada	 la	 posibilidad	 de
que	la	mente	y	la	conciencia	humana	puedan	llegar	a	sobrevivir	a	la	muerte	del
cerebro	material	es	desconocer	no	solo	los	arduos	y	extensos	trabajos	realizados
por	 docenas	 de	 investigadores	 serios	 y	 confiables	 a	 todo	 lo	 largo	 y	 ancho	 del
mundo	en	los	últimos	ciento	cincuenta	años,	 incluyendo	varios	premios	Nobel;
significa	 también	desconocer	 los	 supuestos	básicos	que	 se	derivan	de	 la	 actual
teoría	de	la	información	y	de	las	ciencias	de	la	computación.
Pero	si	este	catálogo	de	hechos	corrientes	e	inusuales	inexplicados	nos	llama
poderosamente	 la	 atención	 y	 nos	 lleva	 a	 considerar	 la	 posibilidad	 de	 una
hipótesis	complementaria	a	 todas	 las	aproximaciones	 incluidas	en	el	 inventario
actual	 de	 las	 ciencias	 cognitivas,	 existe	 otro	 hecho	 no	 menos	 digno	 de
consideración.	Este	hecho	tiene	que	ver	con	un	misterioso	concepto	de	reciente
acuñamiento:	la	representación	mental.
La	representación	mental
Representar	significa	volver	a	presentar.	La	información	que	encontramos	afuera
está	 presente	 también	 en	 el	 interior	 de	 nuestra	mente.	Un	 árbol	 es	 percibido	 a
través	del	sentido	de	la	vista.	La	información	impacta	los	receptores	sensoriales
localizados	 en	 el	 ojo	 y	 es	 transformada	 en	 actividad	 eléctrica,	 los	 llamados
potenciales	de	acción.	A	partir	de	allí,	estos	potenciales	de	acción	se	desplazan	a
través	del	nervio	óptico	y	alcanzan	finalmente	el	área	visual	primaria	localizada
en	el	 lóbulo	occipital	del	cerebro.	Pero	algo	muy	misterioso	 sucede	 luego	y	 la
información	 que	 viaja	 como	 corriente	 eléctrica	 termina	 convirtiéndose	 en	 la
imagen	 del	 árbol	 en	 la	 conciencia40.	 La	 información	 ha	 sufrido	 una	 última
transformación,	una	especie	de	metamorfosis	que	es	evidente	desde	el	momento
que	impacta	la	superficie	del	ojo	hasta	el	momento	que	aparece	como	imagen	en
la	conciencia.
También	puede	suceder	que	el	sujeto	evoque	el	mismo	árbol	que	después	de
un	 tiempo	 se	 encontrará	 archivado	 como	 un	 fragmento	 de	 información	 en	 su
memoria;	entonces	el	árbol	aparecerá	en	la	conciencia	como	un	duplicado,	una
especie	de	clon	de	la	imagen	original.	¿Cuál	es	el	tipo	de	soporte	físico	utilizado
por	la	información	para	la	construcción	de	este	duplicado	o	clon?	No	solo	eso,	la
naturaleza	 y	 los	 caracteres	 de	 ambos	 tipos	 de	 imágenes,	 la	 original	 y	 su	 clon,
serán	 diferentes.	 La	 imagen	 original	 se	 caracteriza	 porque	 es	 percibida	 en	 su
totalidad,	 es	 clara,	 intensa	 y	 concreta	 mientras	 que	 su	 clon,	 el	 recuerdo	 que
aparece	como	una	especie	de	imagen	en	la	mente,	no	es	percibida	con	claridad,
es	borrosa	y	débil	en	sus	contornos	y	carece	de	vivacidad	e	intensidad.	Además,
las	imágenes	mentales	almacenadas	como	recuerdos	pueden	ser	sometidas	por	la
imaginación	y	 la	visualización	 a	una	 transformación	estructural	que	no	 sucede
cuando	 el	 objeto	 representado	 se	 encuentra	 situado	 directamente	 en	 el	 campo
visual	 frente	 al	 ojo	 que	 lo	 percibe	 en	 tiempo	 presente.	 ¿A	 qué	 se	 debe	 esta
diferencia	cuando	comparamos	la	naturaleza	y	caracteres	de	estas	dos	imágenes?
Quizás	 las	 respuestas	 a	 estas	 preguntas	 las	 podamos	 encontrar	 si	 intentamos
dilucidar	el	tipo	de	materia	utilizado	por	el	formato	representacional	que	soporta
la	información	en	la	conciencia.
La	materia	de	la	mente
En	 la	 realidad	 física	podemos	 encontrar	 una	diferencia	 semejante	dependiendo
del	 estado	 de	 la	 materia	 del	 soporte	 físico	 donde	 la	 información	 está
representada.	 La	 palabra	 agua	 puedo	 escribirla	 en	 un	 papel	 blanco,	 sobre	 un
trozo	de	hielo	o	en	el	cielo	gracias	al	humo	que	despiden	las	avionetas	utilizadas
para	este	fin.	El	papel,	eltrozo	de	hielo	y	el	material	gaseoso	son	tres	 tipos	de
formatos	 representacionales.	 Cuando	 la	 palabra	 está	 escrita	 en	 el	 papel,	 es
duradera.	En	el	hielo	se	desvanece	y	se	convierte	en	líquido	en	pocos	minutos	si
nos	encontramos	en	una	zona	caracterizada	por	 altas	 temperaturas.	El	mensaje
escrito	con	humo	dura	varios	minutos,	dependiendo	de	la	velocidad	del	viento	y
de	otros	factores	locales.	¿Cuál	es	la	causa	de	la	diferencia	de	esta	duración	en	el
tiempo?	 El	 estado	 físico	 del	 material	 utilizado	 como	 soporte.	 En	 el	 papel	 la
materia	se	encontraba	en	un	estado	sólido,	en	el	hielo,	al	derretirse	por	las	altas
temperaturas,	el	agua	termina	convirtiéndose	en	líquido.	En	el	humo,	la	materia
está	 presente	 en	 un	 estado	 gaseoso.	 Son	 las	 propiedades	 del	 material	 lo	 que
finalmente	 determinarán	 la	 claridad	 y	 la	 durabilidad	 de	 las	 imágenes	 que
soportan	 la	 información.	Mi	 propuesta	 es	 que	 la	 materia	 visible	 constituye	 el
soporte	 físico	 de	 la	 imagen	 original,	 de	 allí	 su	 claridad,	 transparencia	 y
estabilidad.	La	materia	invisible,	oscura	o	exótica	a	la	que	nos	referimos	en	este
libro	 es	 la	 que	 guarda	 nuestras	 realidades	 mentales	 y	 espirituales;	 por	 eso	 su
poca	claridad,	nitidez	y	falta	de	estabilidad.
En	la	percepción	física	o	mental,	 la	conciencia	que	observa	es	la	misma,	la
información	es	la	misma.	Lo	único	que	parece	cambiar	es	el	soporte	físico	que
representa	la	información	en	el	mundo	físico	y	en	el	mundo	de	la	mente.	De	allí
la	 inestabilidad	 de	 los	 contenidos	 que	 aparecen	 como	 imágenes	 en	 la
conciencia41.
Un	comportamiento	diferente	de	 la	 información	 implica	que	 las	 leyes	de	 la
naturaleza	que	gobiernan	el	comportamiento	de	esa	información	“dentro	y	fuera”
de	 la	 mente	 son	 distintas.	 Leyes	 distintas	 sugieren	 que	 las	 partículas
fundamentales	y	las	interacciones	que	median	entre	las	partículas	materiales	que
soportan	 la	 información	 adentro	 y	 afuera	 también	 son	 diferentes.	 Partículas,
interacciones	 y	 leyes	 de	 la	 naturaleza	 diferentes	 implica	 una	 división,	 una
sectorización	de	la	realidad	que	iré	explicando	a	lo	largo	de	todo	este	trabajo.	A
partir	 de	 aquí	 surge	 una	 idea	 verdaderamente	 alucinante:	 la	 realidad	 ha	 sido
dividida	en	dominios	y	es	precisamente	 la	 información	la	que	viaja	a	 través	de
estos	 dominios.	 La	 información	 que	 representa	 el	 árbol	 se	 encuentra	 en	 un
dominio	 de	 la	 realidad	 que	 llamamos	 realidad	 física.	 La	 información	 que
representa	 la	 imagen	del	árbol	en	la	mente	se	 localiza	en	un	nivel	diferente,	es
una	realidad	mental.	Es	la	información	representada	por	el	árbol	la	que	se	mueve
de	un	 sector	a	otro,	de	 la	 realidad	 física	a	 la	 realidad	mental	y	viceversa.	Esta
información,	 que	 es	 capaz	 de	 viajar	 de	 un	 lado	 a	 otro	 de	 la	 creación,	 es
procesada	mediante	computadores	naturales	fabricados	de	acuerdo	con	el	tipo	de
realidad	 a	 la	 que	 estos	 pertenecen.	 El	 cerebro	 físico	 es	 solo	 uno	 de	 estos
procesadores	 utilizados	 por	 la	 naturaleza	 para	 procesar	 la	 información	 que
manipula.	 Todo	 esto	 nos	 conduce	 a	 una	 aproximación	 ciertamente
revolucionaria.
Un	cerebro	no	es	suficiente
La	 idea	que	propongo	 en	 este	 trabajo	 es	 tan	 vieja	 como	 la	 humanidad	misma,
pero	 ha	 sido	 relegada	 al	 terreno	 de	 la	 fantasía	 y	 de	 la	 ficción	 por	 la	 ciencia
contemporánea.	Si	esto	es	correcto,	la	mente	estaría	utilizando	no	solo	diferentes
maneras	 de	 procesar	 la	 información	 sino	 también	 diferentes	 tipos	 de
procesadores.	Esto	nos	conduce	a	una	conclusión	muy	diferente	a	 la	planteada
inicialmente	de	que	 la	mente	es	un	producto	exclusivo	de	 la	actividad	cerebral
física.
Las	 neurociencias	 nos	 informan	 de	 la	 existencia	 de	 un	 solo	 procesador	 de
información,	el	cerebro	físico.	Y	creemos	pensar,	sentir	y	actuar	a	través	de	esa
masa	 única	 de	 materia	 blanca	 y	 gris	 estudiada	 por	 neuroanatomistas	 y
neurofisiólogos.	¿Cómo,	entonces,	nos	atrevemos	a	afirmar	que	podrían	existir
otros	tipos	de	procesadores?
	
Los	otros	cerebros	del	hombre
Esta	 no	 es	 la	 primera	 vez	 que	 algún	 investigador	 se	 ha	 atrevido	 a	 sugerir	 la
existencia	 de	 más	 de	 un	 cerebro	 dentro	 de	 nuestro	 cráneo.	 A	 lo	 largo	 de	 la
historia	 reciente	 ha	 habido	 intentos	 para	 seccionarlo,	 dividirlo	 y	 también
ampliarlo.	Uno	de	estos	intentos	de	división	apareció	en	1970,	cuando	el	médico
y	neurocientífico	norteamericano	Paul	McLean42	propuso	su	modelo	de	cerebro
triple	 o	 triuno,	 que	 significaba	 tres	 cerebros	 en	 uno,	 tres	mentalidades	 con	 las
que	 interpretamos	 el	 mundo	 y	 a	 nosotros	 mismos.	 Lo	 hizo	 basándose	 en	 las
marcadas	 diferencias	 evolutivas	 halladas	 a	 lo	 largo	 de	 millones	 de	 años	 de
evolución	 terrestre.	Estos	 tres	cerebros,	de	acuerdo	con	el	modelo	de	McLean,
equivalen	a	 tres	 tipos	de	procesadores	de	 información:	el	cerebro	 reptiliano,	el
sistema	 límbico	y	 el	más	 reciente,	 la	 neocorteza.	El	 cerebro	 reptiliano	procesa
información	 relacionada	con	 la	homeóstasis	y	 la	 supervivencia:	comer,	dormir,
respirar	 y	 sexualidad,	 entre	 otras.	 El	 cerebro	 límbico	 maneja	 información
relacionada	con	nuestras	emociones	y	afectos.	Finalmente,	el	cerebro	cognitivo
nos	permite	pensar,	discernir	y	tomar	decisiones	con	miras	hacia	el	futuro.	Eran
tres	 cerebros	 independientes,	 cada	 uno	 con	 su	 propio	 entorno	 y	 sus	 propios
estados	de	conciencia.
	
El	cerebro	triuno	de	Paul	Mclean
Los	 intentos	 de	 división	 no	 terminaron	 aquí.	 Sperry43,	 Premio	 Nobel	 de
Medicina	 en	 el	 año	 de	 1982,	 sugirió	 que	 la	 neocorteza,	 el	 cerebro	 superior	 de
McLean,	era	en	realidad	una	unidad	constituida	por	dos	cerebros	diferentes:	los
hemisferios	cerebrales	derecho	e	izquierdo.	Cada	uno	de	estos	hemisferios	era	en
realidad	un	 cerebro	 único,	 cada	uno	procesa	 información	diferente	 y	 cada	uno
tiene	una	conciencia	independiente.
El	cerebro	de	Sperry
	
El	procesador	invisible
McLean	y	Sperry	no	 son	 los	únicos	que	han	 intentando	 fragmentarlo.	Yo	creo
que	 el	 cerebro,	 en	 un	 sentido	 literal,	 quizá	 no	 sea	 el	 único.	 Puede	 llegar	 a	 ser
dividido	 de	 acuerdo	 con	 la	manera	 como	 procesa	 la	 información	 y	 al	 tipo	 de
instrumento	físico	utilizado	para	tal	fin.	Pero	esta	división	está	muy	lejos	de	ser
algo	convencional	al	estilo	del	cerebro	 triuno	de	McLean	o	el	cerebro	dividido
de	Sperry.	Diríamos	más	bien	que	no	es	el	cerebro	físico	el	que	puede	llegar	a	ser
dividido.	Son	varios	cerebros	los	que	existen	e	interactúan	simultáneamente	con
nuestro	 cerebro	 físico	 y,	 lo	 más	 increíble,	 cada	 uno	 existe	 en	 un	 orden	 de
realidad	diferente.
Cerebro	invisible	propuesto	por	el	autor	de	este	libro
	
Existen	muchos	motivos,	 que	 iré	 desarrollando	 y	 explorando	 a	 lo	 largo	 de
esta	y	otras	obras	posteriores	que	me	he	propuesto	publicar,	que	nos	conducen	a
creer	 que	 la	mente	 utiliza	 diferentes	 tipos	 de	 procesadores	 de	 información.	 El
cerebro	físico	es	solo	uno	de	ellos.	Interpenetrándolo,	existe	otro	cerebro	que	no
vemos	y	no	 percibimos.	Es	 un	 cerebro	 que,	 al	 igual	 que	 su	 contraparte	 física,
recibe,	 procesa,	 almacena	 y	 transmite	 información.	 Y	 al	 igual	 que	 su	 gemelo
material,	está	hecho	de	materia,	pero	de	un	tipo	de	materia	muy	diferente	al	tipo
de	materia	visible	que	conocemos	y	cuyos	componentes	fundamentales,	aunque
intuidos	por	la	física	contemporánea,	no	se	encuentran	actualmente	descritos	en
el	modelo	estándar	de	la	física	de	partículas.
¿Por	qué	no	lo	vemos	y	por	qué	el	cerebro	visible	no	parece	ser	un	obstáculo
para	que	ambos	ocupen	el	mismo	espacio	físico?	La	respuesta	es	muy	sencilla	y
la	iremos	comprendiendo	mejor	a	medida	que	nos	adentremos	en	este	trabajo.
Propiedades	y	fuerzas
Como	 mencionamos	 anteriormente,	 una	 partícula	 fundamental	 posee
propiedades	 físicas	 e	 interacciona	 a	 través	 de	 cuatro	 fuerzas	 de	 la	 naturaleza.
Partículas	fundamentales	y	fuerzasapropiadas	nos	permiten	fabricar	un	universo
apropiado	a	nuestros	intereses.	Estas	propiedades	pueden	variar	de	una	partícula
a	 otra.	 Jugando	 con	 las	 tres	 propiedades	 básicas	 de	 las	 partículas	 y	 las	 cuatro
fuerzas	 de	 la	 naturaleza,	 los	 físicos	 y	 expertos	 en	 informática	 pueden	 generar
modelos	 de	 universos	 fabricados	 con	 partículas	 fundamentales	 y	 leyes	 de	 la
naturaleza	 diferentes44.	 Algunos	 serán	 propicios	 para	 la	 vida,	 tal	 y	 como	 la
conocemos,	 mientras	 que	 otros	 no,	 y	 todo	 dependerá	 de	 las	 propiedades	 y
fuerzas	 presentes	 en	 el	 tipo	 de	 universo	 estudiado.	 Aquí	 está	 la	 clave	 para
resolver	 parte	 del	misterio	 que	 envuelve	 la	mente	 y	 la	 conciencia	 humana.	La
mente	y	la	conciencia	no	son	estructuras	materiales,	pero	poseen	procesadores	de
información	 llamados	 cerebros,	 y	 estos	 cerebros	 existen	 simultáneamente	 en
diferentes	 sectores	 de	 la	 creación.	 Con	 la	 muerte	 física,	 el	 más	 burdo	 de	 los
procesadores	 es	 abandonado,	 pero	 la	 vida	 continuará	 con	 el	 resto	 de	 los
procesadores	 utilizados,	 la	 información,	 los	 programas	 informáticos	 y	 la
conciencia	individualizada.
Ahora	 estamos	 en	 condiciones	 de	 responder	 a	 la	 pregunta	 de	 por	 qué	 no
vemos	 y	 no	 chocamos	 con	 nuestra	 contraparte	 invisible.	 Las	 propiedades	 e
interacciones	 de	 las	 partículas	 fundamentales	 con	 las	 que	 está	 fabricado	 este
componente	 invisible	 son	 diferentes	 a	 las	 propiedades	 e	 interacciones	 que
caracterizan	a	las	partículas	fundamentales	con	las	que	está	hecha	su	contraparte
visible,	y	es	aquí	precisamente	donde	reside	el	secreto.	Sus	partículas	no	parecen
emitir	 radiación	 electromagnética,	 o	 si	 lo	 hacen	 quizá	 puedan	 estar	 utilizando
una	versión	oculta	del	electromagnetismo.	Aunque	no	emiten	luz	para	nosotros,
en	 su	 propio	 entorno	 quizá	 posean	 su	 propio	 tipo	 de	 luz.	 Al	 no	 poseer	 el
electromagnetismo	 tal	 y	 como	 lo	 conocemos,	 las	 partículas	 carecerían	 de	 la
impenetrabilidad	propia	de	la	materia	que	conocemos.
Tengo	la	fuerte	impresión	—y	así	parecen	sugerirlo	recientes	observaciones
en	las	áreas	de	la	cosmología	y	de	la	física	de	partículas—	de	que	la	realidad	está
sectorizada	y	de	que	el	universo	físico	es	solo	uno	de	estos	sectores.	Y	repetiré
nuevamente	lo	que	ya	afirmé	al	comienzo	de	este	capítulo:	la	información	es	el
elemento	 común	 presente	 quizá	 en	 la	 mayoría	 de	 estos	 vastos	 sectores	 de	 la
realidad.	Ella	viaja	de	un	dominio	a	otro,	de	un	sector	a	otro,	de	un	universo	a
otro,	 y	 al	 hacerlo	 deberá	 ser	 procesada	 mediante	 mecanismos	 físicos	 y
computacionales	 adecuados	 que	 así	 lo	 permitan.	 Un	 ser	 humano	 existe
simultáneamente	en	cada	uno	de	estos	sectores.	Cada	dominio	tiene	contenidos
propios	 cuyos	 comportamientos	 dependen	 de	 leyes	 físicas	 que	 son	 únicas	 y
exclusivas	 de	 ese	 particular	 dominio	 de	 la	 realidad.	 La	 información	 para	 ser
procesada	 requerirá	 de	 procesadores	 exclusivos;	 para	 cada	 dominio	 existe	 un
procesador	 único.	 Diferentes	 dominios,	 diferentes	 tipos	 de	 procesadores.
Mientras	que	un	telégrafo,	un	teléfono,	una	radio,	un	televisor	y	un	computador
comunican	diferentes	puntos	geográficos	de	un	mismo	sector	de	 la	 realidad,	el
cerebro	visible	podría	estar	conectando	dos	realidades	diferentes	de	la	creación.
El	cerebro	 visible	 es,	 por	 lo	 tanto,	 el	 instrumento	 que	 nos	 comunica	 con	 esos
vastos	sectores	de	esa	realidad	oculta	que	no	vemos	y	no	percibimos.	Es	el	más
extraordinario	aparato	de	telecomunicaciones	jamás	diseñado.
La	 idea	 que	 sustenta	 el	 modelo	 que	 propongo	 ha	 sido	 expuesta	 a	 todo	 lo
largo	y	ancho	de	la	historia	antigua	y	reciente.	Fue	defendida	por	las	diferentes
tradiciones	religiosas,	filosóficas	y	culturales	del	pasado	y	actualmente	continúa
muy	presente	en	la	mente	colectiva	de	la	especie	humana.	Los	grandes	filósofos
y	 líderes	 religiosos	 nunca	 han	 pasado	 de	 moda.	 El	 peso	 de	 las	 ideas	 que
propusieron	 fue	 abrumador	 y,	 a	 pesar	 de	 los	 años	 transcurridos,	 sus	 modelos
sobre	cómo	funcionan	las	cosas	permanece	vigente.	Quizás	el	único	mérito	del
autor	 ha	 sido	 proporcionar	 un	 marco	 científico	 que	 permita	 respaldar	 esta
antigua	creencia.
Las	dificultades	del	camino
He	 intentado	 mostrar	 los	 hechos	 de	 una	 manera	 sencilla	 y	 que	 puedan	 ser
entendidos	por	la	gran	mayoría	de	los	lectores,	aunque	debo	debo	confesar	que
en	ocasiones	la	tarea	no	ha	estado	exenta	de	tropiezos	e	inconvenientes	que	han
ido	apareciendo	a	lo	largo	del	camino	recorrido.	En	un	artículo	reciente45,	Ewan
Birney,	 del	 Instituto	Europeo	 de	Bioinformática,	 en	Cambridge,	 y	 director	 del
consorcio	ENCODE	—que	 integra	a	más	de	cuatrocientos	genetistas	 alrededor
del	mundo—,	afirmaba	que	estudiar	el	ADN	basura	o	no	codificante	era	como
adentrarse	 en	 una	 espesa	 selva	 y	 abrirse	 paso	 a	 “punta	 de	 machete	 y	 mucho
esfuerzo”.	 El	 estudio	 de	 la	 mente	 parece	 estar	 cubierto	 por	 un	 manto	 de
dificultades	similares.
La	parcelación	del	conocimiento
Soy	 consciente	 de	 que	 el	modelo	que	 estoy	proponiendo	 en	 este	 trabajo	 no	 es
fácil	de	asimilar,	sobre	todo	por	la	complejidad	de	las	disciplinas	involucradas.
Por	 una	 parte,	 la	 sectorización	 del	 conocimiento	 ha	 conducido	 a	 un	 saber
fragmentado	de	 la	 realidad.	Ya	en	1957	el	 filósofo	 francés	Jean	Guitton,	en	su
obra	Aprender	a	vivir	y	a	pensar,	nos	advertía	contra	esa	nueva	manía	de	dividir
el	 conocimiento	 que	 creíamos	 nos	 hacía	 más	 sabios	 e	 inteligentes:	 “Los
especialistas	si	se	quedan	cada	uno	en	su	valle,	se	aíslan,	se	ignoran,	se	conocen
mal	unos	a	otros.	Pero	si	sube	cada	uno	a	su	cima	entonces	perciben	que	habitan
una	misma	tierra	y	que	su	trabajo	está	emparentado.	Nuestra	época	sufre	por	una
división	excesiva	de	las	tareas	humanas”46.
En	la	medicina,	disciplina	que	he	ejercido	por	más	de	treinta	años,	observo
con	claridad	los	resultados	de	esta	parcelación.	El	oftalmólogo	solo	sabe	de	ojos
y	el	otorrino	de	oídos.	Un	reumatólogo	te	puede	tratar	una	enfermedad	articular,
pero	no	le	pidas	que	te	solucione	un	problema	de	corazón.	Lo	mismo	sucede	en
disciplinas	 como	 las	 neurociencias.	 Un	 neurocientífico	 te	 habla	 de	 trayectos
nerviosos,	neurotransmisores	y	receptores	de	membrana,	pero	pídele	que	te	hable
de	información,	de	computación	o	de	programas	informáticos.	No	lo	hará	porque
sencillamente	estas	disciplinas	no	tienen	cabida	en	su	campo	de	estudio.	Mucho
menos	 lo	 serán	 materias	 como	 la	 astronomía,	 la	 cosmología	 o	 la	 física	 de
partículas,	ni	qué	decir	de	la	filosofía	o	el	estudio	de	las	creencias	religiosas.	La
última	 edición	 de	 Principios	 de	 Neurociencia	 de	 Erik	 Kandel47,	 la	 obra	 más
importante	en	su	campo	hasta	ahora	publicada,	aparecida	en	el	2013,	aparte	de
unos	 capítulos	 sobre	 modelos	 computacionales	 de	 la	 visión,	 poco	 tiene	 para
ofrecer	cuando	de	otros	estudios	interdisciplinarios	se	trata.	Lo	explicaré	con	un
ejemplo	 sencillo.	 Una	 fuerte	 gripa	 puede	 que	 involucre	 solo	 las	 vías	 aéreas
superiores,	 pero	 existen	 enfermedades	 que	 simultáneamente	 atacan	 diferentes
órganos	y	sistemas.	Solo	un	médico	internista,	un	médico	familiar	o	un	médico
general	integral	que	conoce	de	diferentes	disciplinas	a	la	vez,	como	por	ejemplo
cardiología,	 neumología,	 neurología,	 endocrinología,	 entre	otras,	 será	 capaz	de
entender	 lo	 que	 sucede	 y	 hacer	 el	 diagnóstico	 adecuado.	 Entender	 la	 mente
requiere	 conocer	 no	 solo	 las	 disciplinas	 propias	 del	 hexágono	 cognitivo
(neurociencias,	 psicología	 cognitiva,	 filosofía	 de	 la	 mente,	 lingüística,
antropología	 y	 ciencias	 de	 la	 información),	 también	 es	 importante	 tener	 un
conocimiento	 de	 otras	 disciplinas	 a	 primera	 vista	 ajenas,	 como	 la	 física	 de
partículas,	 la	 teoría	 de	 la	 información	 y	 la	moderna	 cosmología.	 Solo	 así	 será
posible	poseer	el	conocimiento	interdisciplinario	que	nos	permitirá	establecer	lasconexiones	necesarias	entre	 los	diferentes	aspectos	de	algo	 tan	complejo	como
una	 mente	 humana	 y	 sus	 diferentes	 tipos	 de	 procesadores.	 Solo	 así	 seremos
capaces	de	ir	más	allá	y	construir	un	nuevo	modelo	que	incluya	los	anteriores	y
al	mismo	tiempo	los	trascienda.
Además	 de	 la	 complejidad	 involucrada,	 el	 otro	 problema	 que	 veo	 es	 la
absoluta	falta	de	interés,	creatividad	y	visión	en	los	actuales	representantes	de	lo
que	 hemos	 llamado	 ciencia	 normal.	 El	 hombre	 por	 naturaleza	 desea	 saber	 y
conocer,	afirmaba	Aristóteles	hace	más	de	dos	mil	quinientos	años.	Qué	tristeza;
parece	 que	 hubiésemos	 perdido	 la	 curiosidad.	 A	 diferencia	 de	 los	 físicos,	 que
vuelan	 muy	 alto	 cuando	 de	 proponer	 modelos	 se	 trata,	 los	 que	 estamos
comprometidos	con	el	estudio	de	la	mente	humana	adolecemos	de	compromisos
que	 conduzcan	 a	 romper	 el	 hechizo	 que	 los	 antiguos	 paradigmas	 han	 ejercido
sobre	 nuestras	 mentes	 desde	 los	 tiempos	 de	 colegio	 y	 de	 universidad.	 Nos
enseñan	 a	 mirar	 el	 mundo	 bajo	 modelos	 que	 no	 están	 al	 tanto	 de	 las	 nuevas
perspectivas	 y	 de	 los	 descubrimientos	 más	 recientes.	 ¿Será	 que	 ya	 nada	 nos
maravilla?
Un	enfoque	transdisciplinario
Platón,	 Aristóteles,	 Descartes,	 Locke,	 Hume	 y	 Raid	 fueron	 pensadores
extraordinarios.	Ellos	sabían	de	todo.	Estaban	al	tanto	de	la	gran	mayoría	de	las
disciplinas	 existentes	 en	 su	 tiempo.	 La	 física,	 la	 química,	 la	 biología	 y	 las
matemáticas	no	les	eran	ajenas.	Tampoco	la	astronomía,	la	ética,	la	moral,	el	arte
y	 la	 religión.	 Sus	 conocimientos	 lo	 abarcaban	 prácticamente	 todo.	 Tenían	 una
comprensión	global	del	entorno.	Eran	unos	verdaderos	devoradores	del	saber.	Si
no	existe	este	conocimiento	transdisciplinario	y	global,	entonces	encontraremos
dificultades	 para	 la	 comprensión	 de	 la	 hipótesis	 aquí	 expuesta.	 Solo	 el
enfrentamiento	que	se	presenta	cuando	surgen	dificultades	en	la	comprensión	de
las	 materias	 propias	 de	 estas	 disciplinas,	 aparentemente	 ajenas	 a	 las
neurociencias	 tradicionales,	 creará	 los	 circuitos	 neuronales	 y	 sinápticos
necesarios	 que	 finalmente	 facilitarán	 el	 entendimiento.	 De	 manera	 que	 no
tenemos	 por	 qué	 sentirnos	 incómodos	 si	 al	 comienzo	 encontramos	 dificultad
para	entender	lo	aquí	expuesto.	Es	natural	que	esto	se	produzca	y	no	hay	nada	de
malo	en	ello.	Con	el	tiempo	y	la	paciencia	suficiente,	gracias	a	la	creación	de	los
nuevos	circuitos	cerebrales,	llegará	la	comprensión	que	facilitará	el	estudio	de	lo
aquí	tratado.
El	camino	que	debemos	seguir
Aun	a	pesar	del	entusiasmo	que	esta	obra	pueda	despertar	en	muchos	lectores	y,
por	 supuesto,	 del	 mío	 propio,	 voy	 a	 seguir	 en	 esta	 aproximación	 inicial	 los
lineamientos	 planteados	 por	 el	 doctor	 Charles	 Richet,	 Premio	 Nobel	 de
Medicina,	en	su	trabajo	Nuestro	sexto	sentido,	publicado	ya	entrado	el	siglo	XX.
En	su	 libro,	Richet	 solo	quería	demostrar	 la	 existencia	de	un	 sentido	adicional
que	permitiría	a	los	humanos	percibir	fragmentos	de	la	realidad	sin	el	uso	de	los
sentidos	tradicionales	conocidos	por	la	fisiología.	Afirma	el	profesor	Richet:
No	 entraré	 en	 ninguna	 discusión	 en	 las	modalidades	 hipotéticas	 de	 ese	 sexto	 sentido.	Mi	 fin	 es	más
limitado,	quizá	limitadísimo,	porque	me	propongo	tan	solo	probar	que	aquel	existe,	sin	penetrar	en	su
mecanismo	ni	profundizar	en	las	condiciones	sobre	cómo	se	manifiesta.	Ciertamente	que	es	arrastrar	la
cuestión	a	ras	de	suelo.	Ya	lo	sé,	pero	no	van	más	allá	mis	pretensiones48.
Y	más	adelante	termina	con	un	ejemplo:
Haré	una	comparación.	Tomo	un	fragmento	de	roca	y	me	propongo	demostrar	que	existe	silicio	en	la
misma.	Podría,	por	supuesto,	investigar	en	qué	forma	se	halla	combinado,	en	qué	proporciones	y	cuál	es
su	 procedencia.	 Pero	 de	 otra	 parte	 me	 asiste	 el	 perfecto	 derecho	 de	 limitar	 mi	 investigación	 y
abstenerme	de	toda	discusión,	accesoria	a	mi	entender,	para	este	caso	concreto.	¿Existe	o	no	silicio	en	el
mineral	 de	 marras?	 No	 busco	 otra	 cosa.	 Y	 todos	 mis	 esfuerzos	 se	 limitarían	 a	 esta	 investigación.
Intencionadamente	no	iría	más	allá.	Quién	sabe	si	de	esa	manera,	daré	más	fuerza	a	la	demostración49.
Aunque	la	tentación	de	ir	más	allá	de	sugerir	la	existencia	de	esta	contraparte
invisible	del	cerebro	físico	es	grande,	solo	me	limitaré	a	mostrar	algunos	indicios
de	 su	 realidad	 y	 de	 los	 más	 recientes	 descubrimientos	 en	 las	 áreas	 de	 la
cosmología	 y	 de	 la	 física	 de	 partículas	 que	 parecen	 sugerirlo,	 sin	 entrar	 a
profundizar	 en	 la	 forma	 como	 esa	 otra	 contraparte	 invisible	 procesa	 la
información.	Aunque	lo	insinúo,	tampoco	voy	a	adentrarme	mucho	en	la	posible
naturaleza	 de	 sus	 componentes	 o	 en	 cómo	 la	 información	desde	 el	 nacimiento
hasta	el	momento	de	 la	muerte	es	rescatada	y	 llevada	de	un	sector	a	otro	de	 la
realidad.	 Y	 aunque	 en	 los	 últimos	 capítulos	 hago	 un	 esbozo	 de	 los	 posibles
caminos	 utilizados	 por	 la	 naturaleza	 para	 rescatar	 una	 personalidad	 humana,
estos	aspectos	serán	tocados	en	profundidad	en	futuros	trabajos.
De	hipótesis,	teorías	y	demostraciones
Es	importante	aclarar	que	lo	que	estoy	presentando	en	esta	obra	es	solo	una	idea,
una	aproximación,	un	modelo	muy	rudimentario	producto	de	la	observación	del
entorno	físico	y	mental	y	de	los	diferentes	tipos	de	razonamientos	utilizados	por
la	mente	humana	para	organizar	y	entender	los	hechos	observados.
Actualmente	 la	 gran	 mayoría	 de	 las	 investigaciones	 científicas	 giran
alrededor	de	la	verificación	de	las	hipótesis	planteadas	y	no	en	la	fabricación	y
elaboración	 inicial.	 Esto	 no	 le	 quita	 el	 toque	 de	 misterio	 y	 aventura	 que
constituye	la	creación	de	una	hipótesis	científica,	“un	misterio	cautivante”,	como
afirmaba	Jerome	Bruner,	el	famoso	psicólogo	de	la	Universidad	de	Harvard.	Lo
que	 estoy	 presentando	 en	 este	 trabajo	 es	 la	 construcción	 de	 una	 hipótesis	 y,
aunque	sugiero	una	ruta,	un	camino	para	confirmar	algunas	de	sus	afirmaciones,
no	es	una	hipótesis	para	ser	verificada	en	su	totalidad	en	los	momentos	actuales.
No	 tenemos	aún	 la	 tecnología	que	se	necesita	para	avanzar	en	el	camino	de	 la
demostración	empírica	de	lo	aquí	expuesto,	pero	eso	no	nos	impide	aventurarnos
a	través	de	las	tierras	vírgenes	y	los	espacios	inexplorados	de	lo	desconocido.
Toda	 teoría	 fue	 una	 hipótesis	 en	 su	 origen.	 Muchas	 ideas	 emergen	 de	 la
mente	 a	 partir	 de	 los	 hechos	 observados	 y	 solo	 el	 tiempo,	 el	 avance	 de	 la
tecnología	y	los	hechos	permitirán	algún	día	demostrarlas	o	reprobarlas,	es	decir,
convertirlas	en	teorías.	La	historia	está	colmada	de	estos	ejemplos.	El	átomo	fue
intuido	 hace	 más	 de	 dos	 mil	 quinientos	 años	 por	 Leucipo	 y	 Demócrito	 en	 la
Antigua	 Grecia,	 pero	 solo	 hasta	 finales	 del	 siglo	 XIX	 Thomson,	 Rutherford,
Bohr	y	De	Broglie	le	dieron	un	respaldo	experimental.	Peter	Higgs,	a	mediados
de	los	años	sesenta,	propuso	la	existencia	de	una	partícula	mediadora	de	la	masa.
Cincuenta	años	después,	y	gracias	a	los	experimentos	llevados	a	cabo	en	el	gran
colisionador	de	hadrones,	la	llamada	máquina	de	la	creación,	una	huella	dejada
en	los	detectores	del	acelerador	parece	haber	delatado	su	existencia.	La	teoría	de
cuerdas,	aunque	es	solo	un	modelo	hipotético,	hoy	constituye	una	de	las	áreas	de
trabajo	más	importantes	y	fecundas	de	la	física	teórica.	A	pesar	de	que	nadie	ha
visto	una	cuerda	y	nadie	ha	demostrado	su	existencia	y	los	modelos	matemáticos
muestran	 actualmente	 algunas	 inconsistencias,	 la	 teoría	 de	 cuerdas	 constituye
una	de	las	ideas	recientes	más	respetadas	en	cosmología	y	la	física	de	partículas.
Otro	posible	ejemplo	es	el	descubrimiento	de	la	materia	y	de	la	energía	oscura.
Nadie	las	ha	visto	y	nadie	sabe	lo	que	son,	pero	su	existencia	ha	sido	inferida	a
partir	de	los	efectos	gravitacionales	que	sus	constituyentes	parecen	ejercer	sobre
la	materia	visible.	Las	hipótesis	nacen	y	crecen	gracias	a	la	observación	realizada
por	 lossentidos	 aunada	 a	 la	 facultad	de	 raciocinio	de	 la	mente.	Finalmente	 se
convierten	en	teorías	demostrables.	La	idea	de	un	cerebro	invisible	surge	como
una	 hipótesis	 complementaria	 y	 necesaria	 a	 muchos	 hechos	 que	 actualmente
carecen	de	explicación.
La	 fabricación	 de	 una	 hipótesis	 científica	 está	 en	 sus	 inicios	 llena	 de	 un
elemento	 subjetivo	 que	 el	 tiempo	 va	 transformando	 en	 una	 pieza	 concreta.
Muchas	 ideas	 que	 han	 sido	 utilizadas	 para	 explicar	 algunos	 aspectos	 de	 la
realidad	 se	 han	 originado	 en	 escenarios	 hipotéticos	 localizados	 en	 el	 espacio
psíquico	de	la	conciencia.	Fueron	famosos	los	experimentos	llevados	a	cabo	en
laboratorios	mentales,	especialmente	en	física	y	filosofía.	Con	el	tiempo,	muchos
de	 ellos	 terminaron	 concretándose	 en	 realidades	 materiales.	 El	 demonio	 de
Maxwell,	 el	 gato	de	Schrödinger,	 la	paradoja	de	Einstein-Podolsky-Rosen	y	 la
habitación	 china	 de	 Searle	 son	 solo	 algunos	 ejemplos	 de	 este	 tipo	 de
experimentos	mentales.
Finalmente,	 algunos	 podrán	 preguntar	 acerca	 del	 papel	 que	 juegan	 las
matemáticas	 en	 el	 modelo	 que	 estoy	 presentando.	 A	 ello	 responderé	 de	 una
manera	 muy	 sencilla.	 Es	 posible	 que	 no	 poseamos	 en	 la	 actualidad	 modelos
matemáticos	 para	 respaldar	 nuestras	 afirmaciones.	 A	 excepción	 de	 la
extraordinaria	 obra	 Las	 leyes	 del	 pensamiento	 de	 George	 Boole	 o	 el	 uso	 de
matemáticas	en	redes	neuronales	artificiales,	son	pocas	las	veces	que	las	hemos
utilizado	en	neurociencias.	Pero	contamos	con	un	arma	muy	poderosa:	la	lógica
y	los	procesos	de	razonamiento.	El	gran	filósofo	y	Premio	Nobel	Bertrand	Rusell
afirmó	alguna	vez	que	 la	 lógica	era	pura	matemática	disfrazada.	Y	 lo	que	aquí
decimos	está	respaldado	por	las	observaciones	lógicas,	inferencias	y	deducciones
que	nuestras	mentes	racionales	hacen	de	los	hechos.	Solo	necesitamos	volvernos
a	asombrar	cada	vez	que	abramos	 los	ojos	y	el	 resto	de	 los	 sentidos	al	mundo
para	asomarnos	a	un	panorama	completamente	nuevo	y	estremecedor.
En	 el	 siguiente	 capítulo	 te	 presentaré	 cuatro	 de	 los	 supuestos	 básicos	 del
paradigma	computacional	en	los	que	se	sustenta	la	hipótesis	que	planteo.
	
Resumen
La	 ciencia	moderna	 afirma	 que	 la	mente	 y	 la	 conciencia	 humana
son	un	producto	de	 la	 actividad	 eléctrica	 del	 cerebro.	La	doctrina
neuronal,	 la	mente	computacional,	 la	aproximación	conexionista	y
el	paradigma	cuántico	han	 sido	algunos	de	 los	modelos	utilizados
para	explicar	cómo	funciona	una	mente	en	este	mundo	material.
Pero	existe	 todo	un	catálogo	de	 fenómenos	que	no	pueden	ser
explicados	por	los	modelos	actualmente	vigentes.	La	conversión	de
la	actividad	eléctrica	del	cerebro	en	subjetividad,	la	representación
mental,	 la	 transmisión	 de	 la	 información	 sin	 la	 utilización	 de	 los
canales	 sensoriales	 conocidos	 y	 la	 influencia	 que	 la	 mente	 y	 la
conciencia	 puedan	 ejercer	 sobre	 sistemas	 biológicos	 y	 objetos
inanimados	 son	 hechos	 que	 requieren	 de	 una	 explicación.	 En	 la
división	 de	 estudios	 perceptuales	 del	Departamento	 de	 Psiquiatría
de	 la	 Universidad	 de	 Virginia	 reposan	 cientos	 de	 historiales	 de
niños	 entre	 los	 tres	 y	 los	 cinco	 años	 que	 afirman	 recordar	 vidas
previas.	 ¿Sobrevive	 la	 personalidad	 humana	 a	 la	 muerte	 del
cerebro?
Estos	hechos,	y	otros	relacionados	con	el	comportamiento	de	la
información	 en	 la	 mente,	 han	 llevado	 al	 autor	 a	 plantearse	 la
posibilidad	 de	 que	 quizá	 el	 cerebro	 que	 poseemos	 no	 es	 el	 único
que	 utilizamos	 para	 procesar	 la	 información	 que	 manejamos.	 Si
esto	 es	 correcto,	 la	 mente	 estaría	 utilizando	 no	 solo	 diferentes
maneras	de	procesar	la	información	sino	también	diferentes	tipos	de
procesadores.
Este	 otro	 cerebro,	 invisible	 a	 la	 visión	 ordinaria,	 estaría
fabricado	con	partículas	fundamentales	distintas.	Sus	componentes
interactuarían	a	través	de	nuevas	fuerzas	de	la	naturaleza.	Partículas
e	 interacciones	 diferentes	 implican	 necesariamente	 un	 universo
soportado	por	leyes	físicas	distintas.
En	 el	 momento	 de	 la	 muerte,	 al	 desaparecer	 la	 contraparte
material,	los	campos	de	naturaleza	física	que	tenían	su	origen	en	la
actividad	 eléctrica	 del	 cerebro	 visible	 desaparecen,	 y	 queda	 la
contraparte	invisible	en	libertad,	con	toda	la	información	recopilada
a	 lo	 largo	 de	 la	 vida	 que	 acaba	 de	 terminar,	 los	 programas
informáticos	y	la	conciencia	individualizada.
Son	 dos	 cerebros	 por	 el	 momento.	 Un	 cerebro	 visible	 y	 un
cerebro	 invisible	 serían	 los	 soportes	 físicos	 básicos	 de	 una
personalidad	humana.
4	
Una	hipótesis	revolucionaria
La	hipótesis	que	planteo	es	sencilla	pero	provocadora.	A	la	luz	de	la	teoría	de	la
información	y	de	las	ciencias	de	la	computación,	una	personalidad	humana	no	se
desvanece	 con	 la	 muerte.	 Utilizando	 los	 instrumentos	 y	 los	 mecanismos
apropiados	para	ello,	esa	personalidad,	que	creíamos	tan	vulnerable,	puede	llegar
a	 sobrevivir.	 Lo	 que	 hasta	 hace	 unos	 pocos	 años	 era	 impensable,	 ahora	 es
lógicamente	posible,	y	aquello	que	para	 la	ciencia	constituía	 solo	una	creencia
religiosa	caduca	y	sin	fundamento,	ha	llegado	a	convertirse	en	la	más	excitante
de	las	posibilidades.
Este	 nuevo	 modelo	 es	 verosímil	 gracias	 a	 la	 aplicación,	 más	 allá	 de	 lo
imaginable,	 del	 paradigma	 computacional.	 Y	 digo	 más	 allá	 de	 lo	 imaginable
porque,	 a	 pesar	 de	 hallarse	 presente	 desde	 hace	 más	 de	 medio	 siglo	 entre
nosotros,	 los	 científicos	no	parecen	estar	 conscientes	de	 los	 inmensos	alcances
que	 este	 nuevo	 sistema	 de	 creencias	 encierra.	 Trabajamos	 con	 computadores,
vivimos	 entre	 computadores	 y	 procesamos	 la	 información	 gracias	 a	 los
computadores.	 Es	 imposible	 imaginar	 lo	 que	 sería	 nuestra	 vida	 hoy	 sin	 estos
instrumentos	tan	útiles.	¿Somos	conscientes	de	los	alcances	filosóficos	que	este
modelo	representa?
No	es	un	hecho	ignorado	para	 la	mayoría	de	 las	personas	que	aquellos	que
trabajan	 en	 inteligencia	 artificial	 se	 han	 aventurado	 a	 sugerir	 que	 en	un	 futuro
próximo	 seremos	 capaces	 de	 fabricar	 robots	 capaces	 de	 pensar,	 de	 sentir	 y	 de
poseer	 un	 mínimo	 de	 conciencia.	 Pero	 ninguno,	 hasta	 donde	 llega	 mi
conocimiento,	ha	intentado	hacer	algo	más	factible	y	menos	riesgoso:	a	partir	de
un	modelo	informático	y	computacional	demostrar	que	la	 información	presente
en	 un	 cerebro	 humano	 es	 capaz	 de	 sobrevivir	 a	 la	 muerte.	 Si	 la	 información
sobrevive,	 podemos	 ir	 más	 allá	 y	 evaluar	 otra	 posibilidad	 todavía	 más
asombrosa,	 la	 de	 que	 la	 personalidad	 que	 emerge	 de	 la	 continuidad	 de	 la
información	procesada	en	un	cerebro	físico	también	pueda	llegar	a	sobrevivir.
El	paradigma	computacional
Hace	 más	 de	 sesenta	 años	 una	 serie	 de	 hechos	 condujeron	 a	 un	 desarrollo
tecnológico	 sin	 precedentes	 en	 la	 historia	 de	 la	 especie	 humana.	 Los	 viajes
espaciales,	la	llegada	del	hombre	a	la	Luna,	el	descubrimiento	del	genoma	y	el
internet	 son	 algunas	 de	 las	 consecuencias	 revolucionarias	 provocadas	 por	 esta
marea	emergente.
Alan	Turing,	una	de	las	mentes	matemáticas	más	prodigiosas	del	siglo	XX,
diseñó	 en	 1936	 un	 dispositivo	 mecánico	 que	 sería	 capaz	 de	 llevar	 a	 cabo
cualquier	proceso	de	cómputo	que	se	le	sugiriese.	La	máquina	de	Turing,	como
se	le	llegó	a	conocer,	fue	el	inicio	de	la	moderna	era	de	la	computación	y	de	la
inteligencia	 artificial.	 Paralelamente,	 Claude	 Shannon	 revolucionó	 en	 1948	 el
mundo	 de	 las	 comunicaciones	 al	 formular	 la	 primera	 teoría	matemática	 de	 un
concepto	que	hasta	entonces	era	vago	y	poco	comprendido:	la	información50.
Los	psicólogos	 fueron	muy	hábiles.	Apenas	 se	 dieron	 cuenta	 del	 tremendo
potencial	 que	 escondían	estas	 recientes	 invenciones,	 las	 tomaron	consigo	y	 las
llevaron	 hasta	 sus	 propios	 dominios.	 Diferentes	 modelos	 acerca	 de	 cómo	 el
conocimiento	es	representado	en	la	mentefueron	apareciendo	a	mediados	de	los
años	setenta.	Uno	de	ellos,	el	modelo	de	 las	 llamadas	arquitecturas	simbólicas,
está	precisamente	basado	en	la	analogía	del	computador.	Si	esta	similitud	nos	ha
sido	útil,	 ¿por	qué	no	 llevarla	más	allá	y	agotar	 todo	 su	potencial?	El	 enfoque
computacional	 no	 solo	 nos	 insinúa	 cómo	 podría	 estar	 representado	 el
conocimiento	 en	 la	mente.	 Cuando	 se	 aprovecha	 todo	 el	 potencial	 latente	 que
encierra	el	paradigma	 informático	y	computacional,	algo	 inesperado	ocurre.	Es
como	si	la	mente	se	iluminara	y	súbitamente	llegara	la	comprensión.	Esta	actitud
de	 sorpresa	 ha	 sido	 evidente	 en	 el	 rostro	 de	 algunos	 de	 mis	 estudiantes	 de
Medicina	 con	 quienes	 hemos	 tenido	 la	 oportunidad	 de	 discutir	 el	 modelo
propuesto.	“Cómo	no	lo	pensé	antes”	y	“No	se	me	había	ocurrido”	son	algunas
de	las	frases	que	ellos	expresan.
La	 ciencia	 no	 parece	 ser	 la	 única	 sorprendida.	 La	 religión	 y	 la	 filosofía
también	se	han	mantenido	al	margen	de	descubrimientos.	Creo	que	lo	que	menos
imaginaron	 los	 líderes	 religiosos	 y	 los	 más	 importantes	 representantes	 del
pensamiento	 filosófico	 contemporáneo	 es	 que	 el	 mismo	 marco	 teórico	 que
sustenta	la	creación,	la	fabricación	y	el	funcionamiento	de	máquinas	capaces	de
imitar	 el	 comportamiento	 humano	 podría	 llegar	 a	 ser	 utilizado	 algún	 día	 para
soportar	 un	 modelo	 físico	 que	 implique	 la	 supervivencia	 de	 la	 personalidad
después	 de	 la	 muerte.	 Esto,	 aunque	 pueda	 parecer	 inadmisible,	 es	 ahora
perfectamente	posible.
No	somos	computadores
Ahora	 bien,	 algunos	 podrían	 llegar	 a	 sentirse	 incómodos	 al	 creer	 que	 estoy
insinuando	que	un	ser	humano,	capaz	de	pensar,	de	sentir,	de	ser	consciente	y	de
ejecutar	actos	volitivos	es	simplemente	una	máquina	más,	quizá	un	computador
un	poco	más	complejo	que	aquel	que	descansa	sobre	nuestro	escritorio.	No	hay
motivo	para	alarmarse	por	ello.	Una	cosa	es	afirmar	que	somos	computadores	y
otra	cosa	es	decir	que	nuestras	mentes	realizan	procesos	de	cómputo,	cálculo	y
razonamiento,	 siguiendo	 procedimientos	 similares	 a	 como	 lo	 hacen	 los
computadores	actuales.	Son	dos	cosas	bien	diferentes.	El	hombre	desarrolló	los
computadores	fabricando	programas	similares	a	los	utilizados	por	la	mente	para
procesar	la	información	que	le	llega	del	entorno.	Los	computadores	se	hicieron
semejando	una	mente	y	no	al	revés.	Su	estructura	física	simula	un	cerebro	y	los
programas	 informáticos	 utilizados	 se	 cree	 que	 deben	 ser	 similares	 a	 los
utilizados	por	una	mente	humana.	Pero	hasta	aquí	llega	el	parecido.	A	pesar	de
estas	 similitudes,	 un	 computador	 no	 puede	 pensar	 como	 lo	 hacemos	 nosotros,
mucho	menos	sentir	y	comprender.	No	poseen	semántica	y	tampoco	conciencia.
Una	máquina	 no	 puede	 celebrar	 la	 victoria	 de	 un	 partido	 de	 ajedrez	 sobre	 un
oponente	humano.	Es	precisamente	ese	algo	que	llamamos	conciencia	lo	que	nos
hace	 diametralmente	 diferentes.	 La	 conciencia	 en	 sí	misma	 no	 es	 computable,
pero	 utiliza	 procedimientos	 y	 mecanismos	 computacionales	 para	 funcionar	 en
esta	realidad	material.
Los	supuestos	que	respaldan	el	modelo
La	 hipótesis	 que	 he	 planteado	 en	 esta	 obra	 se	 encuentra	 apoyada	 en	 cuatro
supuestos	básicos	de	la	teoría	de	la	información.
El	primero	de	ellos	se	deriva	de	una	de	las	leyes	más	básicas	del	universo:	la
conservación	 de	 la	 información.	 Un	 poema,	 una	 novela,	 una	 ecuación
matemática	o	una	ley	de	la	naturaleza,	luego	de	haber	sido	creada	por	su	autor,
podría	 llegar	a	existir	 indefinidamente.	No	podemos	afirmar	que	el	poema	o	 la
novela	hayan	envejecido.	Cuando	la	vida	útil	del	soporte	llega	a	su	fin,	la	vieja
estructura	es	 remplazada	o	sustituida	por	una	nueva,	pero	 la	 información	sigue
allí.	Lo	mismo	vale	para	una	fórmula	matemática	o	una	ley	de	la	naturaleza.	Una
ley	 de	 la	 naturaleza	 es	 una	 instrucción,	 un	 programa,	 un	 algoritmo	 que	 está
representado	en	una	ecuación	matemática.	Ella	ha	existido	desde	el	comienzo	del
tiempo	 y	 continuará	 existiendo	 hasta	 el	 fin	 de	 los	 tiempos.	 Recientemente	 un
grupo	de	físicos	liderados	por	Stephen	Hawking,	y	otro	compuesto	por	Leonard
Susskind	 y	 el	 Premio	Nobel	Gerard’t	Hooft,	 entraron	 en	 una	 controversia	 a	 la
que	 se	 le	 llamó	 la	 guerra	 de	 los	 agujeros	 negros.	 ¿El	motivo?	Hawking	 y	 sus
colegas	creían	que	si	un	pequeño	trozo	de	información,	un	libro,	un	computador
o	incluso	una	partícula	fundamental	eran	arrojados	en	el	 interior	de	un	agujero
negro,	esta	información	se	perdería	para	siempre,	volviéndose	irrecuperable	para
el	mundo	exterior.	Susskind	y	Hooft	creían	lo	contrario,	que	la	 información	no
desaparecía,	no	se	perdería.	En	el	2004,	en	una	conferencia	de	prensa,	Hawking
anunció	a	regañadientes	su	derrota	al	haber	cambiado	de	opinión:	la	información
no	se	perdía,	“se	escapaba	de	los	agujeros	negros	y	salía	en	los	productos	de	la
evaporación”51.	 Todo	 lo	 que	 la	 mente	 contiene	 es	 información.	 Tú	 eres
información.	 Una	 personalidad	 humana	 es	 información	 organizada.	 Y	 esta
información	no	desaparece.	Las	leyes	de	la	física	lo	prohíben.
El	segundo	supuesto	afirma	que	la	información	requiere	de	un	soporte	físico
para	 su	 expresión	 en	 el	mundo	material.	Este	 supuesto	no	 admite	dudas.	Todo
procesamiento	de	 la	 información	y	su	expresión	en	el	mundo	material	necesita
de	un	medio	y	de	una	estructura	física.	La	información	que	tengo	en	mi	mente
puedo	 escribirla	 en	 la	 página	 de	 un	 libro,	 en	 una	 pizarra	 o	 en	 un	 computador.
Puedo	utilizar	el	lenguaje	hablado	para	comunicarla	a	otras	personas	a	través	de
una	 conferencia.	 La	 página	 del	 libro,	 del	 cuaderno,	 la	 pizarra,	 la	 pantalla	 del
computador	y	las	cuerdas	vocales	del	aparato	fonador	son	algunos	de	los	medios
físicos	utilizados	por	la	información	para	expresarse.	Si	la	quiero	enviar	a	otros
lugares,	 necesitaré	 también	 de	 los	 medios	materiales	 propios	 para	 ello:	 cable,
antenas,	radios,	televisores	y	satélites.	Si	mi	intención	es	almacenarla,	precisaré
de	una	estructura	de	naturaleza	física	que	me	permita	hacerlo.	El	disco	duro	de
un	 computador,	 una	 USB,	 la	 cinta	 magnética,	 el	 DVD	 son	 todos	 dispositivos
materiales,	 bien	 conocidos,	 utilizados	 por	 el	 hombre	 para	 almacenar	 la
información.	 La	 naturaleza	 también	 se	 vale	 de	 medios	 físicos	 similares.	 La
información	viaja	a	través	de	ondas	sonoras	y	electromagnéticas.	Los	receptores
de	los	órganos	de	los	sentidos,	el	sistema	nervioso,	los	neurotransmisores	y	los
receptores	de	membrana	son	algunos	de	los	medios	utilizados	por	la	naturaleza
para	 procesarla	 y	manipularla;	 el	 código	 genético	 le	 permite	 a	 la	 información
heredada	de	nuestros	ancestros	ser	almacenada	y	transmitida.	Podemos	concluir
que	 la	 información	 se	 expresa,	 se	 transmite	 y	 se	 almacena	 a	 través	 de	medios
materiales.	La	supervivencia	de	una	personalidad	humana	no	es	una	excepción;
ella	 requiere	 de	 un	 medio	 material	 para	 que	 la	 información	 pueda	 llegar	 a
sobrevivir.	 En	 este	 libro	 trataré	 de	 explicar	 cómo	 la	 naturaleza	 pudo	 haber
conseguido	este	milagro.
El	 tercero	 de	 los	 supuestos	 afirma	 que	 la	 información	 es	 rescatable.	 En	 el
mundo	natural,	los	genes	presentes	en	el	núcleo	de	la	célula	son	una	muestra	de
ello.	Gracias	 a	 la	 información	 contenida	 allí,	 es	 posible	 fabricar	 un	 nuevo	 ser
vivo,	fiel	reflejo	de	la	muestra	original.	La	información	contenida	en	la	molécula
de	 ADN	 dentro	 del	 núcleo	 de	 la	 célula	 es	 copiada,	 rescatada	 y	 finalmente
transferida	 a	 unas	 centrales	 que	 fabrican	 proteínas	 —los	 ribosomas—,
localizadas	 en	 el	 citoplasma	 de	 la	 célula.	 Allí,	 la	 información	 original	 que	 ha
sido	 rescatada	 se	 codifica	 para	 aminoácidos,	 que	 a	 su	 vez	 se	 unen	 formando
largas	 cadenas	 de	 cientos	 y	miles	 de	 proteínas	 que	 serán	 finalmente	 utilizadas
por	las	diferentes	células	para	fabricar	y	sostener	un	organismo	físico.
Hoydía	todos	estamos	familiarizados	de	alguna	manera	con	la	forma	como
funcionan	 los	 computadores.	Para	un	niño	de	colegio	no	es	un	misterio	que	 la
información	 contenida	 en	 el	 computador	 pueda	 ser	 almacenada,	 duplicada	 y
rescatada	en	una	unidad	de	almacenamiento	apropiada	para	ello.	Es	así	como	el
conocimiento	 crece	 y	 se	 transmite	 a	 las	 próximas	 generaciones.	 La	 misma
información	puede	estar	presente	de	muchas	maneras:	en	una	conferencia,	en	un
libro,	en	una	grabación.	Esta	información	es	rescatable	y	puede	ser	almacenada	y
presentada	de	muchas	formas	distintas.	Si	la	información	es	rescatable,	entonces,
¿de	 qué	manera	 pudo	 la	 naturaleza	 ingeniárselas	 para	 rescatar	 una	mente,	 una
vez	 el	 cerebro	 físico	 ha	 dejado	 de	 funcionar?	 Los	 humanos	 hemos	 creado
maneras	de	perpetuar	la	información,	pero	la	naturaleza	ha	encontrado	formas	de
hacerlo	con	sus	creaciones	que	apenas	los	humanos	estamos	empezando	a	intuir
y	descubrir.
El	cuarto	supuesto	nos	dice	que	la	información,	para	sobrevivir,	requiere	de
un	 soporte	 físico	 que	 no	 necesariamente	 tiene	 que	 ser	 el	 original.	Volviendo	 a
nuestros	 ejemplos	 anteriores,	 la	 información	 presente	 en	 una	 célula	 sobrevive,
pero	 no	 en	 la	 célula	 original	 sino	 en	 un	 duplicado	 de	 esta.	 La	 información
inicialmente	 creada	 en	 un	 computador	 puede	 ser	 rescatada	 e	 implantada	 en	 el
disco	duro	de	un	nuevo	computador.	Las	máquinas	y	los	sistemas	biológicos	no
son	 eternos.	 Ellas	 y	 ellos	 se	 deterioran,	 envejecen	 y	 finalmente	 cumplen	 su
período	 de	 vida	 útil,	 para	 el	 que	 fueron	 construidos.	 Pero	 la	 información,	 a
diferencia	del	soporte	físico	que	utiliza,	no	envejece.	Como	te	dije	al	comienzo
de	este	capítulo,	¿acaso	envejecen	las	obras	maestras	de	la	literatura	universal	o
las	fórmulas	que	representan	las	leyes	físicas	de	la	naturaleza?	Nosotros	nos	las
ingeniamos	para	no	perder	 la	 información	que	ha	sido	utilizada,	rescatándola	y
trasladando	 su	 contenido	 al	 nuevo	 dispositivo	 recién	 fabricado.	 Es	 así	 como
funcionan	las	cosas,	tanto	en	el	mundo	natural	como	en	el	mundo	virtual	creado
por	nosotros.	¿En	qué	tipo	de	soporte	físico	podría	sobrevivir	un	agente	humano
cuando	el	organismo	biológico	agote	todas	sus	posibilidades?
Las	consecuencias	revolucionarias
Las	consecuencias	de	estas	cuatro	afirmaciones	son	absolutamente	asombrosas	y
revolucionarias	cuando	son	 trasladadas	al	dominio	de	 las	neurociencias	y	de	 la
psicología	cognitiva.
Nuestra	mente	funciona	como	el	software	de	un	computador,	un	conjunto	de
programas	informáticos	que	utilizamos	para	procesar	y	organizar	la	información.
El	 cerebro	 es	 similar	 al	 hardware,	 la	 estructura	 física	 del	 computador.	 La
información	 es	 el	 conjunto	 de	 datos	 objetivos	 y	 subjetivos	 provenientes	 del
entorno	 físico	 o	 presentes,	 como	 contenidos	 en	 el	 interior	 de	 nuestras	mentes.
Soporte	físico,	programas	y	la	continuidad	de	la	información	son	necesarios	para
la	 creación	 de	 una	 personalidad	 humana.	 De	 ellos,	 solo	 el	 soporte	 físico	 es
perecedero,	pero	teóricamente	reemplazable,	y	la	información	es	rescatable.
Ahora,	 apliquemos	 los	 supuestos	 básicos	 anteriores	 al	 problema	 de	 la
supervivencia	 de	 la	 personalidad.	 El	 primero	 afirmaba	 que	 la	 información	 se
conserva.	Tú	eres	información.	Una	personalidad	humana	es	información.	Si	la
información	 se	 conserva,	 tú	 sobrevives.	 El	 segundo	 supuesto	 decía	 que	 la
información	 requiere	 de	 un	 soporte	 físico	 para	 expresarse.	 Acá,	 en	 nuestro
modelo,	la	información	en	esta	vida	es	soportada	por	el	cerebro	físico.	Después
de	 la	 muerte	 esta	 misma	 información	 es	 soportada	 por	 una	 copia	 del	 cerebro
físico	fabricada	con	partículas	 fundamentales	diferentes.	El	 tercer	supuesto	nos
dice	que	la	información	es	rescatable.	Existen	cientos	de	maneras	de	rescatar	la
información	 que	 veremos	 a	 lo	 largo	 de	 este	 y	 otros	 trabajos	 posteriores.	 La
información	 presente	 en	 un	 cerebro	 físico	 no	 es	 una	 excepción.	 El	 cuarto
supuesto	 sostiene	 que	 la	 información	 para	 sobrevivir	 requiere	 de	 un	 soporte
físico	 que	 no	 necesariamente	 tiene	 que	 ser	 el	 original.	 El	 cerebro	 invisible,
aunque	 es	 un	 duplicado	 de	 su	 contraparte	 visible,	 no	 constituye	 el	 soporte
original.	Sirve	de	soporte	a	la	información	cuando	el	cerebro	físico	ha	dejado	de
funcionar.
El	error	de	las	neurociencias
El	error	de	las	neurociencias	es	básicamente	de	alcance	y	de	interpretación.	De
alcance,	 cuando	 sus	 representantes	decidieron	utilizar	 el	modelo	neuronal	 para
explicar	 la	 mente	 en	 su	 totalidad52.	 De	 interpretación,	 cuando	 llegaron
erróneamente	 a	 identificar	 la	 información	 con	 su	 soporte	 físico,	 la	 estructura
cerebral.	Esto	condujo	a	la	fabricación	de	un	sistema	de	falsas	creencias	que	es
necesario	enderezar.
Estas	 disciplinas	 han	 afirmado,	 desde	 siempre,	 que	 nuestra	 subjetividad,
nuestra	actividad	mental,	nuestro	pensar	y	nuestro	sentir	son	un	producto	de	 la
actividad	 cerebral.	 Y	 si	 ello	 es	 así,	 esto	 significa	 que	 si	 el	 cerebro	 deja	 de
funcionar,	la	mente	sencillamente	dejará	de	existir.	Es	como	si	afirmáramos	que
CNN	 es	 el	 producto	 de	 la	 actividad	 de	 los	 circuitos	 eléctricos	 del	 televisor.
Aparentemente	el	canal	se	deriva	de	la	actividad	eléctrica	de	su	funcionamiento.
Si	 el	 circuito	 se	 daña,	 posiblemente	 la	 imagen	 y	 el	 sonido	 desaparezcan	 de	 la
pantalla.	 Pero	 todos	 sabemos	 que	 CNN	 continúa	 funcionando	 y	 transmitiendo
desde	Atlanta,	al	margen	de	lo	que	pueda	suceder	con	los	circuitos	eléctricos	de
nuestro	televisor.
A	 la	 luz	 de	 estos	 cuatro	 principios	 de	 la	 teoría	 de	 la	 información	 que	 he
esbozado	 y	 del	 enfoque	 computacional	 que	 utilizo	 en	 este	 libro,	 este	 credo,
propio	de	las	neurociencias	y	de	la	psicología	cognitiva,	puede	llegar	a	sufrir	un
cambio	profundo	y	radical.	En	la	jerga	de	la	filosofía	de	la	ciencia,	esto	significa
la	llegada	de	un	nuevo	paradigma	o	un	nuevo	sistema	de	creencias	al	interior	de
las	 disciplinas	 antes	mencionadas.	 Por	 supuesto	 que	 esto	 no	 es	 tan	 fácil	 como
pareciera.	Desarrollar	un	modelo	que	implique	el	rescate	de	una	personalidad	de
un	cerebro	físico	requiere	de	un	enfoque	interdisciplinario	que	incluya	materias
que	no	pertenecen	al	campo	original	abarcado	por	las	ciencias	cognitivas.
Como	 te	 expliqué	 en	 el	 capítulo	 anterior,	 ellas	 están	 representadas	 en	 el
llamado	hexágono	cognitivo	por	seis	puntas	o	vértices:	las	neurociencias	son	una
de	ellas.	Otro	tanto	lo	son	la	psicología	cognitiva,	la	antropología,	la	filosofía	de
la	 mente,	 la	 lingüística	 y	 las	 ciencias	 de	 la	 computación	 y	 de	 la	 inteligencia
artificial.	 Pero	 como	 veremos	 a	 lo	 largo	 de	 esta	 obra,	 ellas	 no	 son	 suficientes
para	explicarlo	todo.	El	hexágono	deberá	convertirse	en	un	polígono	que	incluya
otras	disciplinas	además	de	las	ya	mencionadas.	La	física	y	sus	diferentes	ramas,
especialmente	el	electromagnetismo,	la	física	de	campos	y	la	física	de	partículas,
la	nueva	cosmología,	 la	 teoría	del	conocimiento	y	la	filosofía	de	la	ciencia	son
algunas	de	las	disciplinas	a	las	que	tendremos	que	recurrir	para	desarrollar	esta
nueva	teoría	revolucionaria	que	hemos	planteado.
También	vamos	a	tener	que	hacer	una	revisión	del	llamado	modelo	estándar
de	 la	 física	de	partículas.	Una	vez	hecho	esto	nos	daremos	 cuenta	de	que	 este
modelo,	 tan	 elaborado	 por	 los	 físicos,	 no	 agota	 todas	 las	 posibilidades.	 Nada
indica	 que	 no	 pueda	 ser	 ampliado.	 Conceptos	 totalmente	 nuevos,	 ajenos	 y
desconocidos	 en	 neurociencias	 y	 psicología	 como	 paisaje	 cósmico,	 materia
invisible	 y	 realidades	 alternas	 van	 a	 ser	 muy	 necesarios	 para	 estructurar	 un
nuevo	 modelo	 de	 la	 mente	 humana	 que,	 aunque	 no	 lo	 explica	 todo,	 es	 un
pequeño	 paso	 que	 pretende	 cubrir	 algunos	 de	 sus	 aspectos	 todavía	 poco
comprendidos	 en	 la	 actualidad.	 Uno	 de	 estosaspectos	 es	 precisamente	 el
problema	de	la	posible	continuidad	de	la	información	y	de	la	supervivencia	del
yo.
	
	
Resumen
El	 modelo	 propuesto	 en	 este	 trabajo	 está	 soportado	 en	 cuatro
supuestos	básicos	de	la	teoría	de	la	información	y	de	las	ciencias	de
la	computación:
1.	 La	información	se	conserva.
2.	 La	información	requiere	de	un	soporte	físico	para	su	expresión	en	el
mundo	material.
3.	 La	información	es	rescatable.
4.	 La	 información	para	 sobrevivir	 requiere	 de	un	 soporte	 físico	que	no
necesariamente	tiene	que	ser	el	original.
La	información	se	conserva,	no	desaparece.	Una	obra	literaria,
una	ecuación	matemática	y	una	 ley	de	 la	naturaleza	no	envejecen,
no	 desaparecen.	 Ellas	 pueden	 llegar	 a	 existir	 indefinidamente.	 Tú
eres	 información	 organizada	 de	 una	 manera	 particular.	 Si	 la
información	no	desaparece,	la	personalidad	sobrevive.
Un	 soporte	 físico	 es	 necesario	 para	 que	 la	 información	 pueda
llegar	 a	 ser	 percibida.	 Un	 poema	 o	 una	 ecuación	 matemática
necesitan	de	su	soporte	material	que	puede	ser	la	pizarra,	la	pantalla
del	computador	o	una	simple	hoja	de	papel.	La	pintura	requiere	del
lienzo	 o	 la	 tela	 donde	 el	 artista	 la	 plasma.	 La	 información	 para
fabricar	un	ser	humano	está	representada	en	 la	secuencia	de	bases
nitrogenadas	 del	 código	 genético.	 Toda	 operación	 computacional
como	 la	 recepción,	 la	 transmisión,	el	 rescate	y	el	 almacenamiento
de	la	información	requiere	de	sus	respectivos	soportes	físicos	para
poder	ser	ejecutadas.
El	 rescate	de	 la	 información	constituye	una	de	 las	operaciones
de	computación	más	frecuentes	y	efectivas	en	la	naturaleza.	Quizá
el	 ejemplo	más	patente	 es	 el	 rescate	de	 la	 información	hallada	 en
los	genes.	Esta	nos	permite	crear	un	ser	humano	completo.	Gracias
al	rescate	de	la	información	en	nuestras	células	la	vida	se	perpetúa
indefinidamente.
La	 supervivencia	 de	 la	 información,	 por	 lo	 general,	 se	 lleva	 a
cabo	 en	 un	 soporte	 físico	 distinto	 al	 original.	 La	 información
presente	en	una	célula	es	rescatada	no	en	la	célula	original	sino	en
un	 duplicado	 de	 esta.	 La	 información	 presente	 en	 un	 viejo
computador	 puede	 ser	 rescatada	 en	 el	 disco	 duro	 de	 un	 nuevo
computador.	Las	máquinas	y	los	sistemas	biológicos	no	son	eternos,
pero	 la	 información	 que	 contienen	 no	 envejece.	 Nosotros	 y	 la
naturaleza	nos	las	ingeniamos	para	rescatar	la	información	presente
en	 los	 viejos	 dispositivos,	 trasladándola	 a	 los	 nuevos	 dispositivos
recién	salidos	de	fábrica.
Las	 consecuencias	 de	 estos	 cuatro	 supuestos	 básicos	 son
revolucionarias	cuando	las	aplicamos	al	campo	de	la	mente	y	de	la
conciencia	 humana.	 Una	 personalidad	 es	 la	 culminación	 de	 un
proceso	evolutivo	 iniciado	hace	millones	de	años	con	 la	aparición
de	la	primera	célula	en	las	profundidades	de	los	océanos	primitivos.
Las	 operaciones	 computacionales	 de	 transmisión,	 duplicación,
rescate	 y	 almacenamiento	 de	 la	 información	 no	 están	 limitadas	 a
células	 u	 organismos	primitivos.	Una	personalidad	 humana	puede
llegar	 a	 sobrevivir	 si	 contamos	 con	 los	 elementos	 necesarios	 para
ello.	 Y	 la	 naturaleza	 cuenta	 con	 los	 mecanismos	 necesarios	 para
llevar	a	cabo	este	milagro.
5	
Ciencia	normal
En	 una	 entrevista	 recientemente	 publicada	 en	Discovery	Magazine,	 el	 célebre
físico	y	matemático	de	Oxford	Roger	Penrose	afirmaba	que	la	mente	humana	no
se	 comportaba	 de	 acuerdo	 con	 las	 leyes	 de	 ninguna	 de	 las	 ramas	 de	 la	 física
conocidas	en	la	actualidad.	Decía	Penrose	textualmente:	“Desde	mi	propia	visión
de	las	cosas,	la	conciencia	humana	no	se	comporta	de	acuerdo	con	las	reglas	de
la	 física	 clásica.	 Tampoco	 lo	 hace	 siguiendo	 los	 lineamientos	 de	 la	 mecánica
cuántica	 convencional.	 Actúa	 de	 acuerdo	 con	 una	 teoría	 que	 aún	 no
poseemos”53.
Y	Penrose	no	está	 solo.	Lo	acompañan	algunas	voces	disidentes	que	creen
que	 la	 ciencia	 todavía	 no	 ha	 ofrecido	 la	 última	 palabra	 en	 un	 terreno	 que
tradicionalmente	ha	sido	considerado	brumoso	y	controvertido.	Uno	de	ellos	es
Alva	Noé,	profesor	de	Filosofía	de	la	Universidad	de	California	y	miembro	del
Instituto	para	el	Estudio	del	Cerebro	y	de	las	Ciencias	Cognitivas.	En	su	última
obra,	titulada	Fuera	de	 la	cabeza,	Alva	Noé	concluye	que	es	muy	poco	 lo	que
hemos	logrado	avanzar	para	desentrañar	los	misterios	de	la	mente	y	la	naturaleza
de	la	conciencia	humana:	“Tras	varias	décadas	de	esfuerzos	comunes	por	parte
de	 neurocientíficos,	 filósofos	 y	 psicólogos,	 solo	 una	 de	 las	 propuestas	 sobre
cómo	 el	 cerebro	 nos	 hace	 conscientes,	 cómo	 despierta	 la	 sensación,	 el
sentimiento	 y	 la	 subjetividad	 no	 ha	 sido	 contestada:	 no	 tenemos	 ni	 idea”54.	 Y
termina	diciendo:	“La	naturaleza	humana	no	es	menos	misteriosa	ahora	que	hace
100	 años.	 Si	 queremos	 llegar	 a	 entenderla	 vamos	 a	 tener	 que	 empezar	 de
nuevo”55.	Pero	¿qué	significa	empezar	de	nuevo?
Empezar	 de	 nuevo	 significa	 desarrollar	 nuevas	 aproximaciones,	 nuevas
propuestas,	nuevas	metodologías,	nuevas	 teorías	y	nuevas	hipótesis	de	 trabajo.
Esto	 no	 quiere	 decir	 que	 debamos	 dejar	 atrás	 el	 largo	 camino	 recorrido.	 Los
diferentes	modelos	de	la	mente	propuestos	a	lo	largo	de	la	historia	antigua	y	la
reciente	 no	 encarnan	 diferentes	 soluciones,	 radicales,	 únicas	 y	 definitivas	 del
problema.	Al	contrario,	cada	una	de	ellas	representa	una	vía	útil	y	necesaria	que
intenta	 aclarar	 solo	 un	 semblante	 de	 los	múltiples	 rostros	 que	 la	mente	 posee.
Diferentes	 aspectos	 requieren	 diferentes	 soluciones.	 Ninguna	 es	 mejor	 que	 la
otra.	 Todas	 se	 complementan.	 Aquí	 no	 existe	 una	 teoría	 única	 o	 un	 modelo
unificado	como	muchos	físicos	han	pretendido	hacerlo	en	su	respectivo	campo.
Aparte	 de	 los	 diversos	 aspectos	 que	 las	 diferentes	 aproximaciones	 tratan	 de
aclarar,	la	mente	humana	funciona	en	diferentes	dominios	o	niveles	de	realidad	y
cada	 dominio	 posee	 sus	 propias	 leyes	 físicas,	 sus	 propias	 estructuras	 y	 sus
propios	componentes	fundamentales.	Cada	dominio	requiere	de	un	conjunto	de
leyes	 propias	 que	 explique	 el	 comportamiento	 de	 sus	 observables	 en	 ese
particular	dominio	de	la	existencia.	Y	la	realidad	que	nosotros	llamamos	física	es
solo	uno	de	ellos.	Por	lo	tanto,	cada	aproximación	es	válida	dentro	de	su	propio
contexto.
Lo	 explicaré	 con	 un	 ejemplo	 sencillo	 y	 fácil	 de	 entender.	 La	 física	 parece
haberlo	comprendido	a	regañadientes.	Hace	más	de	cuatrocientos	años	Newton
desarrolló	 un	 tipo	 de	 aproximación	 que	 explicaba	 el	 comportamiento	 de	 los
objetos	en	el	dominio	de	lo	familiar	y	de	lo	cotidiano,	de	lo	visual	y	de	lo	táctil,
el	dominio	clásico	de	la	realidad	a	la	que	estamos	acostumbrados.	Había	nacido
la	mecánica	clásica.	A	finales	del	siglo	XIX	las	cosas	parecieron	complicarse.	Al
estudiar	 el	 comportamiento	 de	 los	 objetos	 muy	 grandes	 que	 se	 mueven	 a
velocidades	muy	rápidas,	Albert	Einstein	creyó	que	una	nueva	aproximación	era
necesaria	para	explicar	cómo	funciona	el	mundo.	Así	fue	como	nació	la	Teoría
de	la	Relatividad.	Simultáneamente,	Mack	Planck,	al	escudriñar	el	universo	de	lo
infinitamente	 pequeño,	 diseñó	 un	 complicado	 formalismo	matemático	 que	 era
capaz	de	explicar	el	comportamiento	de	los	objetos	que	se	movían	en	escalas	de
tamaños	 muy	 pequeñas.	 Había	 nacido	 una	 tercera	 vía	 de	 exploración,	 la
mecánica	cuántica,	que	pretendía	 explicar	 la	manera	 como	 se	 comportaban	 las
moléculas,	 los	 átomos	 y	 las	 partículas	 fundamentales	 de	 las	 que	 estos	 átomos
estaban	hechos.	Ninguna	vía	era	mejor	que	la	otra.	Un	modelo	no	restaba	validez
a	los	otros	dos.	Las	tres	vías	eran	igualmente	necesarias.	Cada	teoría	explicaba	el
comportamiento	 de	 los	 objetos	 en	 ese	 particular	 dominio	 de	 la	 realidad	 donde
estaban	siendo	observados56.
Igual	 sucede	 con	 las	 diferentes	 aproximaciones	 que	 hemos	 venido
desarrollando	 cuando	 intentamos	 explicar	 el	 comportamientode	 la	 mente.	 La
doctrina	neuronal,	el	enfoque	computacional,	la	aproximación	conexionista	y	el
paradigma	cuántico	son	quizá	las	más	conocidas.	Otras	aproximaciones	como	el
materialismo	 de	 Leucipo,	 Demócrito	 y	 Kanada,	 y	 el	 idealismo	 de	 Berkeley	 y
Shankara	 son	 también	 correctas	 cuando	 las	 miramos	 desde	 sus	 propias
perspectivas.	 Cada	 una	 de	 ellas	 intenta	 explicar	 el	 comportamiento	 de	 lo	 que
vemos	 y	 percibimos	 en	 los	 diferentes	 sectores	 de	 la	 realidad	 donde	 la	 mente
parece	estar	involucrada.
Pero	¿son	todas	estas	aproximaciones	suficientes?	Antes	de	responder	a	esta
pregunta	vamos	a	echar	un	vistazo	rápido	a	aquellos	modelos	que	hemos	venido
desarrollando	 desde	 hace	más	 de	 un	 siglo,	 e	 incluso	 antes,	 y	 que	 nos	 brindan
hasta	el	momento	la	más	completa	explicación	actualizada	del	problema	mente-
cerebro.
Materialismo
Un	cerebro	está	hecho	de	materia	física.	Es	el	soporte	que	la	mente	utiliza	para
funcionar	en	este	sector	específico	de	la	realidad.	El	modelo	estándar	de	la	física
de	 partículas	 nos	 dice	 que	 la	 materia	 prima	 con	 la	 cual	 el	 cerebro	 ha	 sido
fabricado	está	compuesta	de	átomos.	Estos	átomos,	a	su	vez,	están	compuestos
de	un	núcleo	de	protones	y	neutrones	y	unos	elementos	más	ligeros	que	giran	a
su	alrededor,	los	electrones.	Pero	las	cosas	no	paran	aquí.	En	1964,	Murray	Gell-
Mann	 y	 George	 Zweig	 descubrieron	 que	 estos	 protones	 y	 neutrones	 no	 eran
partículas	 verdaderamente	 fundamentales.	 Ellos,	 a	 su	 vez,	 estaban	 hechos	 de
unas	partículas	más	básicas	a	las	que	bautizaron	con	el	nombre	de	quarks.	Esta
filosofía	materialista	—que	nació	con	Leucipo	y	Demócrito	en	la	antigua	Grecia
y	Kanada	en	India,	y	luego	fue	defendida	por	pensadores	de	la	talla	de	Hobbes,
Diderot,	 La	 Mettrie	 y	 Holbach,	 y	 en	 el	 siglo	 XX	 por	 Marx	 y	 Engels—	 es
correcta	 desde	 su	 propia	 perspectiva:	 el	 cerebro	 está	 hecho	 de	 materia	 física,
quarks	y	electrones.	El	materialismo	da	una	explicación	de	 la	 sustancia	que	 la
naturaleza	ha	utilizado	para	 fabricar	un	cerebro	físico.	Pero	hasta	aquí	 llega	su
alcance.	La	forma	como	este	cerebro	ha	sido	moldeado	y	estructurado	requiere
de	un	modelo	diferente.
La	doctrina	neuronal
Ahora	imagina	que	tienes	un	cerebro	en	tus	manos	y	que	una	poderosa	lente	de
aumento	nos	permite	agrandar	y	penetrar	la	superficie	que	estamos	observando.
¿Qué	 veríamos?	 Posiblemente	 surcos,	 canales,	 carreteras,	 intersecciones	 y
semáforos,	en	fin,	todo	un	sistema	vial	de	comunicaciones	con	miles	de	millones
de	ramificaciones	que	se	extienden	desde	la	base	del	cerebro	hasta	su	superficie.
La	anatomía	les	puso	nombre	a	estas	vías,	son	trayectos	de	tejido	nervioso.	Pero
las	carreteras	y	vías	nerviosas	que	observamos	no	están	solas.	Desde	el	mismo
momento	 en	 que	 nacemos	 estas	 vías	 comienzan	 a	 congestionarse.	 Algo	 está
viajando	por	ellas.	Unas	son	de	 ida,	otras	de	venida.	Si	Shanon,	el	padre	de	 la
teoría	de	la	información,	estuviese	vivo,	no	dudaría	en	afirmar	que	lo	que	viaja
por	estas	vías	es	información.	Desde	los	receptores	sensoriales	localizados	en	la
periferia	de	nuestro	cuerpo	hasta	la	corteza	cerebral,	 todas	estas	vías	hechas	de
tejido	nervioso	están	llenas	de	algo	que	se	llama	información.	Una	carretera	no
son	 los	 carros,	 pero	 está	 llena	 de	 carros	 que	 la	 recorren.	 El	 cerebro	 no	 es	 la
información,	 pero	 está	 lleno	 de	 información.	 La	 información,	 cuando	 es
percibida	finalmente	por	una	conciencia	que	se	ha	individualizado	a	través	de	un
sistema	 nervioso,	 dará	 origen	 a	 algo	 que	 irá	 creciendo	 con	 el	 tiempo	 y	 la
experiencia,	 una	 personalidad.	 Ahora	 bien,	 ¿qué	 modelo	 explica	 las	 vías	 y	 la
forma	como	se	desplaza	y	procesa	la	información	de	un	punto	a	otro	del	sistema
nervioso?
Fueron	 el	 médico	 italiano	 Camilo	 Golgi	 y	 el	 neuroanatomista	 español
Santiago	Ramón	y	Cajal	quienes	a	finales	del	siglo	XIX	sentaron	las	bases	de	lo
que	hoy	se	conoce	como	la	doctrina	neuronal.	El	descubrimiento	de	un	método
de	 tinción	selectiva	 le	 permitió	 a	Golgi	 visualizar	 por	 primera	vez	 los	 cuerpos
neuronales	bajo	el	microscopio	de	luz.	Posteriormente,	Ramón	y	Cajal	realizó	el
más	 exhaustivo	 estudio	 de	 la	 anatomía	 y	 la	 histología	 del	 sistema	 nervioso
mostrando	la	compleja	arquitectura	neuronal	que	lo	caracterizaba.
Luego,	 en	 1897,	 el	 fisiólogo	 británico	 Charles	 Sherrington	 describió	 la
manera	 como	 las	 diferentes	 células	 nerviosas	 se	 ponían	 en	 contacto.	 A	 estos
lugares	 de	 encuentro	 los	 llamó	 sinapsis	 y	 al	 proceso	 de	 transferencia	 de	 la
información	en	estos	puntos	de	contacto	lo	llamó	transmisión	sináptica.
Pero	las	cosas	no	pararon	aquí.	Edgar	Douglas	Adrian,	reconocido	como	el
primer	 neurofisiólogo	 celular,	 fue	 el	 primero	 en	 demostrar	 que	 la	 información
viaja	 por	 nuestro	 sistema	 nervioso	 utilizando	 un	 tipo	 de	 corriente	 eléctrica
llamada	potencial	de	acción.	Estudios	posteriores	 llevados	a	cabo	por	Kenneth
Coley	 y	 Howard	 Curtis	 mostraron	 que	 estos	 potenciales	 de	 acción	 eran	 el
resultado	del	movimiento	o	flujo	de	iones	a	través	de	los	canales	que	atraviesan
la	membrana	que	rodea	la	célula	nerviosa.
Finalmente,	 Otto	 Loewi,	 Henry	 Dale	 y	 el	 fisiólogo	 británico	 John	 Lansey
descubrieron	en	diferentes	momentos	y	lugares	los	mecanismos	que	permiten	la
transmisión	 de	 los	 impulsos	 nerviosos	 en	 las	 terminales	 sinápticas,	 donde	 este
tipo	de	células	especializadas	hacen	contacto	unas	con	otras.	Desde	entonces,	un
elevado	 número	 de	 neurotransmisores	 o	 moléculas	 mediadoras	 han	 sido
descubiertas,	así	como	también	sus	respectivas	moléculas	receptoras	localizadas
en	la	superficie	de	las	células	blanco.	Actualmente	se	trabaja	con	ahínco	en	tratar
de	 dilucidar	 el	 llamado	 conectoma	 o	 conjunto	 total	 de	 circuitos	 nerviosos
localizados	en	un	cerebro	humano.	Otro	proyecto	de	interés	es	el	desciframiento
del	 código	 neuronal,	 el	 lenguaje	 utilizado	 por	 las	 neuronas	 para	 comunicarse
entre	ellas	y	 la	manera	como	los	diferentes	 tipos	de	 información	se	encuentran
representados	en	las	corrientes	eléctricas	o	potenciales	de	acción.
En	conclusión,	podemos	afirmar	que	la	doctrina	neuronal	explica	la	manera
como	se	comporta	y	viaja	la	información	desde	el	momento	en	que	es	atrapada
por	los	diferentes	tipos	de	receptores	sensoriales	localizados	en	la	superficie	de
nuestros	 cuerpos,	 luego	 es	 traducida	 y	 convertida	 en	 potenciales	 de	 acción,	 y
finalmente	 viaja	 por	 toda	 la	 vía	 nerviosa	 hasta	 alcanzar	 extensas	 áreas	 de	 la
corteza	cerebral,	su	destino	final	en	este	sector	específico	de	la	realidad.
El	enfoque	computacional
El	 modelo	 computacional	 también	 es	 válido	 en	 su	 propio	 dominio.	 El
materialismo	 nos	 dice	 que	 el	 cerebro	 está	 fabricado	 con	 materia	 física	 y	 la
doctrina	 neuronal	 nos	 explica	 cómo	 la	 información	 viaja	 a	 través	 del	 sistema
nervioso.	 Ahora	 vamos	 a	 dar	 un	 salto	 adicional	 y	 vamos	 a	 tratar	 de	 entender
cómo	 esta	 información	 se	 encuentra	 representada	 en	 la	 mente.	 Aquí	 ya	 no
hablamos	 de	 cableado,	 de	 filamentos	 o	 de	 terminales.	 Tampoco	 hacemos
referencia	a	los	ladrillos	básicos	de	construcción.	El	siguiente	punto	es	conocer
cómo	la	información,	el	conocimiento,	las	cosas	del	mundo	que	se	encuentra	allí
afuera,	 también	 se	 encuentran	 de	 alguna	 manera	 presentes	 en	 el	 interior	 de
nuestras	propias	mentes.
Dos	tipos	de	modelos	han	sido	propuestos	por	los	psicólogos	cognitivos	y	los
representantes	de	 la	 inteligencia	artificial	para	explicar	cómo	la	 información	se
dispone	 en	 la	 mente:	 el	 modelo	 inspirado	 en	 el	 computador	 y	 el	 modelo
inspirado	en	el	cerebro	biológico.	El	enfoque	computacional	utiliza	 la	analogía
del	ordenador.	Todos	sabemos	cómo	funciona	un	ordenador.	Tanto	el	ordenador
como	el	cerebro	llevan	a	cabo	operaciones	de	cálculo,	de	cómputo.	Ambos	son
sistemas	manipuladores	 de	 símbolos.	Un	 cerebro,	 al	 igual	 queun	 computador,
recibe,	 traduce,	codifica,	 transmite	y	decodifica	 información.	Esta	puede	 llegar
hasta	 los	 receptores	 sensoriales	 de	 la	 periferia	 del	 cuerpo	 como	 ondas
electromagnéticas,	 ondas	 sonoras,	 moléculas	 odoríferas,	 moléculas	 que
transmiten	 sabores	 o	 vibraciones	 táctiles.	 Allí	 esta	 información	 es	 traducida	 y
transformada	 en	 impulsos	 eléctricos	 llamados	 potenciales	 de	 acción.	 Los
potenciales	 de	 acción	 viajan	 a	 través	 de	 toda	 la	 vía	 nerviosa	 hasta	 la	 corteza
cerebral.	 A	 partir	 de	 aquí	 algo	 muy	 misterioso	 sucede,	 y	 los	 potenciales	 de
acción	son	convertidos	finalmente	en	representación,	 representación	mental,	en
subjetividad.
Ahora	bien,	de	acuerdo	con	este	modelo	basado	en	el	computador,	existirían
dos	maneras	de	 representar	 la	 información	en	 la	mente:	mediante	 los	 formatos
analíticos	o	proposicionales	y	mediante	 los	 formatos	analógicos	que	recurren	a
las	imágenes	mentales.	Los	primeros	consideran	que	los	objetos,	sus	propiedades
y	 finalmente	 sus	 relaciones	 pueden	 describirse	 mediante	 la	 utilización	 de
proposiciones.	Para	ello,	recurren	a	la	lógica	formal	y	el	cálculo	de	predicados.
Existen	muchos	tipos	de	estos	formatos	que	no	entraremos	a	detallar:	 las	redes
semánticas,	 los	 esquemas	 y	 guiones,	 modelos	 de	 rasgos	 y	 producciones	 y
sistemas	 de	 producción,	 entre	 otros.	 Este	 tipo	 de	 formatos	 no	 transmiten	 al
conocedor	 las	 características	 sensoperceptivas	 de	 los	 objetos	 del	 entorno	 que
están	siendo	representados	en	la	mente.	El	otro	tipo	de	formatos	es	el	analógico.
Llamados	también	imágenes	mentales,	aquí	el	formato	representacional	trata	de
transmitir	las	características	sensoperceptivas	del	objeto	representado.
La	aproximación	conexionista
Los	 científicos	 siempre	 han	 sido	 conscientes	 de	 que	 la	mente	 humana	 lleva	 a
cabo	 operaciones	muy	 complejas	 que	 no	 pueden	 ser	 explicadas	 con	 la	 simple
analogía	del	computador.	La	visión,	el	habla,	los	comportamientos	sociales	y	los
procesos	 de	 pensamiento	 son	 algunos	 de	 ellos.	 Un	 computador	 no	 tiene
intencionalidad,	no	posee	semántica,	un	yo	central,	y	mucho	menos	conciencia.
En	 otras	 palabras,	 un	 computador	 no	 puede	 celebrar.	 A	mediados	 de	 los	 años
ochenta,	aparecieron	modelos	que	se	inspiraron	en	el	funcionamiento	del	cerebro
biológico.	 Se	 les	 llamó	 arquitecturas	 conexionistas	 o	 redes	 neuronales
artificiales.	 ¿Cómo	 estaban	 constituidas?	 Estas	 redes	 neuronales	 consistían	 en
millones	 de	 unidades	 simples,	 similares	 a	 las	 neuronas	 que	podían,	 de	manera
simultánea,	 procesar	 la	 información	 no	 serialmente	 como	 lo	 hacen	 los
computadores	actuales	 sino	en	paralelo.	Por	eso	 se	 les	 llamó	 también	 redes	de
procesamiento	 distribuido	 en	 paralelo.	 Ahora	 sabíamos	 que	 no	 solo	 eran
importantes	 la	 transmisión	 de	 la	 información	 y	 los	mecanismos	 que	mediaban
esta	 comunicación	 a	 través	 de	 las	 hendiduras	 de	 las	 conexiones	 sinápticas,
también	la	arquitectura	de	la	red	era	importante.	Cada	unidad,	con	sus	cientos	de
conexiones	 sinápticas	 de	 caracteres	 excitatorios	 o	 inhibitorios,	 llegaba	 a
convertirse	 en	 una	 verdadera	 máquina	 de	 cómputo.	 El	 fundamento	 de	 estos
modelos	 eran	 las	 muy	 ricas	 redes	 y	 los	 variados	 tipos	 de	 conexiones	 que	 las
múltiples	 unidades	 de	 procesamiento	 eran	 capaces	 de	 llevar	 a	 cabo.	 Muchos
modelos	inspirados	en	estas	redes	de	neuronas	artificiales	fueron	diseñados;	las
redes	 de	 capa	 única,	 redes	 multicapas,	 redes	 recurrentes,	 interactivas	 y
competitivas	son	algunos	ejemplos	de	redes	neuronales.
El	paradigma	cuántico
En	años	recientes,	Roger	Penrose	y	Stuart	Hameroff,	entre	otros,	intentaron	una
nueva	 aproximación	 amparados	 en	 modelos	 sustentados	 por	 la	 mecánica
cuántica.	De	acuerdo	con	estos	 autores,	 la	 explicación	ofrecida	por	 la	doctrina
neuronal	y	el	enfoque	computacional	es	solo	una	parte	de	la	historia.	El	cerebro
no	 es	 solo	 una	 computadora	 convencional	 que	 procesa	 información	 al	 estilo
clásico	 de	 nuestras	 computadoras	 actuales.	 También	 lo	 hace	 utilizando
mecanismos	de	naturaleza	cuántica.	Pero,	¿dónde	se	llevan	a	cabo	estos	procesos
de	 cómputo	 cuántico?	 Dentro	 de	 cada	 neurona	 existen	 cientos	 de	 polímeros
cilíndricos	 llamados	 microtúbulos.	 Cada	 uno	 de	 estos	 microtúbulos	 está
compuesto	de	millones	de	subunidades	de	una	proteína	llamada	tubulina.	Estas
unidades	de	tubulinas	se	encuentran	organizadas	en	entramados	muy	complejos.
De	 acuerdo	 con	 el	 modelo	 sustentado	 por	 Penrose	 y	 Hameroff,	 cada
nanosegundo	 estas	 unidades	 de	 proteínas	 están	 fluctuando	 entre	 dos	 estados
diferentes,	 recordando	 los	 estados	 de	 encendido-apagado	 de	 los	 transistores
utilizados	por	 los	 computadores	 clásicos.	Unos	mil	 trillones	de	operaciones	de
cómputo	 por	 segundo	 se	 están	 llevando	 a	 cabo	 en	 las	 entrañas	 de	 estos
microtúbulos.	 La	 conciencia	 emerge	 allí,	 desde	 las	 entrañas	 de	 estos
microtúbulos.	¿Qué	pasa	con	la	conciencia	cuando	un	cerebro	muere?	Hameroff
cree	que	en	el	momento	de	la	muerte	se	filtra	a	la	llamada	escala	de	Planck,	“allí
queda	suspendida	debido	al	entrelazamiento	cuántico.	Al	estar	en	este	estado	de
superposición	 no	 experimenta	 una	 reducción	 o	 colapso	 al	 estado	 cuántico.	 Es
como	nuestra	mente	subconsciente	o	nuestros	sueños.	Y	como	el	universo	en	la
escala	de	Planck	es	no	local,	existe	holográfica	e	indefinidamente”57.
A	pesar	de	todo
A	 pesar	 de	 todo	 subsisten	 múltiples	 interrogantes.	 Hemos	 sido	 capaces	 de
desentrañar	parte	de	la	naturaleza	de	ese	material	con	la	que	el	cerebro	ha	sido
fabricado.	La	filosofía	materialista,	a	través	de	la	física	de	partículas	y	su	modelo
estándar,	nos	ha	proporcionado	una	clara	comprensión	del	soporte	físico	que	la
mente	 utiliza	 para	 expresarse	 en	 este	 sector	 de	 la	 realidad	 material.	 La
información	 atrapada,	 traducida	 y	 transmitida	 a	 través	 del	 sistema	nervioso	 ha
dejado	 de	 ser	 un	 misterio	 para	 nosotros	 gracias	 a	 la	 doctrina	 neuronal.
Numerosos	mediadores	de	 la	 información	en	el	 sistema	nervioso,	 los	 llamados
neurotransmisores	y	sus	respectivos	receptores	en	las	membranas	celulares,	han
sido	y	continúan	siendo	descubiertos	desde	hace	más	de	cincuenta	años	por	las
neurociencias.	 Los	 psicólogos	 cognitivos	 han	 desarrollado	 las	 arquitecturas
clásicas	y	conexionistas	que	nos	permiten	entender	cómo	la	información	puede
estar	 representada	 en	 la	 mente.	 Algunos	 se	 han	 aventurado	 a	 insinuar	 que	 la
mente	 podría	 estar	 funcionando	 en	 dominios	 de	 la	 realidad	 cuyas	 escalas	 de
tamaño	se	encuentran	por	debajo	del	núcleo	atómico.	El	paradigma	cuántico	se
aventura	 por	 estos	 dominios	 localizados	 en	 escalas	 de	 tamaño	muy	 pequeñas.
Todos	estos	modelos,	por	supuesto,	tratan	de	explicar	lo	que	sucede	con	la	mente
en	un	dominio	específico	de	la	naturaleza:	el	orden	físico	natural	conocido	como
la	realidad	material.
Pero	la	mente	—y	este	es	el	motivo	de	este	trabajo—	no	parece	utilizar	solo
un	procesador	físico	para	manipular	y	procesar	 la	 información	en	este	dominio
ordinario	 de	 lo	 familiar	 y	 de	 lo	 conocido.	Una	 vez	 la	 información	 alcanza	 las
capas	 de	 la	 corteza	 cerebral,	 algo	 muy	 misterioso	 sucede	 y	 los	 impulsos
eléctricos	conocidos	como	potenciales	de	acción	se	convierten	en	subjetividad:
las	 representaciones	 mentales	 de	 las	 que	 nos	 hacemos	 conscientes.	 Un	 rico
mundo	de	pensamientos,	sentimientos,	fantasías,	sueños,	creencias,	intenciones	y
voliciones	están	pero	no	están	allí.	Hasta	aquí	llegan	los	límites	de	la	ciencia,	la
ciencia	normal,	la	ciencia	de	todos	los	días.	¿Qué	hacer	entonces	para	ir	más	allá
de	lo	que	hasta	ahora	hemos	conocido?
Encontrar	una	respuesta	significa	retroceder	en	el	 tiempo	y	situarnos	en	los
años	 cincuenta	 del	 pasado	 siglo.	 Aquí	 descansa	 la	 clave	 que	 nos	 permitirá
adentrarnos	 en	 los	 terrenos	 prohibidos	 de	 la	 cienciay	 de	 su	 campo	 de
investigación,	 y	 finalmente	 acoger	modelos	 igualmente	 prohibidos	 por	 aquella
que	 hasta	 hace	 poco	 creíamos	 que	 abarcaba	 la	 totalidad	 del	 conocimiento,	 la
llamada	ciencia	normal.	Ahora	sabemos,	gracias	a	esa	revolución	generada	en	el
corazón	de	la	filosofía	de	la	ciencia,	que	aparte	de	la	ciencia	normal	existe	otro
tipo	de	ciencia	que	algunos	anarquistas	y	 revolucionarios	han	bautizado	con	el
nombre	 de	 ciencia	 extraordinaria.	 Una	 vez	 demos	 este	 paso,	 se	 nos	 abrirá	 un
panorama	exótico	pero	igualmente	maravilloso	y	alucinante.	Veamos	a	qué	nos
referimos.
	
	
Resumen
A	 veces	 se	 requiere	 de	 diferentes	 modelos	 para	 explicar	 cómo
funcionan	las	cosas.	La	física	es	un	buen	ejemplo	de	ello.	La	física
clásica	nos	explica	el	comportamiento	de	 los	objetos	en	el	mundo
de	 lo	 cotidiano.	 La	 mecánica	 relativista	 nos	 dice	 cuáles	 son	 las
leyes	 que	 rigen	 el	 universo	 de	 lo	 infinitamente	 grande	 y	 el
paradigma	cuántico	nos	informa	acerca	de	las	leyes	presentes	en	el
mundo	subatómico.
La	mente	 humana	 presenta	muchas	 facetas.	Diferentes	 facetas
requieren	diferentes	soluciones.	El	materialismo	nos	informa	de	qué
está	hecho	el	cerebro	y	sus	componentes:	dos	tipos	de	quarks	y	una
sola	 variedad	 de	 electrones	 son	 los	 componentes	 mínimos
necesarios	para	construir	nuestra	realidad	material.	Ahora	bien,	un
cerebro	 tiene	 nervios,	 avenidas	 por	 donde	 circula	 algo	 bien
diferente:	la	información.	La	doctrina	neuronal	nos	dice	cómo	viaja
esta	 información,	 cómo	 es	 recibida,	 codificada,	 transmitida	 y
almacenada	en	nuestro	sistema	nervioso.	En	otras	palabras,	explica
cómo	 la	 información	 es	 procesada.	 El	 enfoque	 computacional
permite	 entender	 cómo	 podría	 el	 conocimiento	 estar	 representado
en	 el	 cerebro	 mientras	 que	 la	 aproximación	 conexionista	 nos
recuerda	 que	 la	 manera	 como	 computan	 las	 neuronas	 y	 la	 forma
como	 están	 conectadas	 también	 es	 importante.	 Finalmente,	 el
paradigma	cuántico	nos	dice	que	el	cerebro	para	computar	sigue	no
solo	 los	 lineamientos	 de	 la	 física	 clásica	 sino	 que	 también	 podría
estar	utilizando	mecanismos	cuánticos	para	procesar	la	información
que	maneja.
Pero	estos	modelos	no	lo	explican	todo.	Cuando	la	información
alcanza	 la	 corteza	 cerebral,	 algo	muy	misterioso	 sucede	 y	 aquella
información	 que	 se	 encontraba	 representada	 como	 potenciales	 de
acción	en	nuestro	sistema	nervioso	se	convierte	en	subjetividad.	La
actividad	 eléctrica	 del	 cerebro	 se	 convierte	 en	 representación
mental.	 Hasta	 aquí	 llega	 el	 poder	 y	 alcance	 de	 los	 modelos
actualmente	vigentes.	Este	es	el	final	de	la	llamada	ciencia	normal.
Un	 nuevo	 modelo	 es	 necesario	 para	 explicar	 aquello	 que	 ha
quedado	sin	explicar.
6	
Ciencia	extraordinaria
Fue	 Thomas	 Kuhn	 quien	 introdujo	 hace	 más	 de	 cincuenta	 años	 el	 novedoso
concepto	 de	 revoluciones	 científicas.	 Dos	 breves	 pero	 extraordinarios	 trabajos
sintetizan	lo	mejor	de	su	enseñanza:	¿Qué	son	 las	revoluciones	científicas?58	y
La	 estructura	 de	 las	 revoluciones	 científicas59.	 De	 acuerdo	 con	 este	 autor,
existen	dos	tipos	de	ciencia,	una	ciencia	llamada	normal	y	una	ciencia	a	la	que
bautizó	con	el	nombre	de	extraordinaria.	Ambos	tipos	de	ciencia	coexisten	y	son
necesarios	 para	 el	 avance	 de	 las	 diferentes	 disciplinas.	 Pero	 en	 la	 escala	 de
tiempo,	 una	 sucede	 a	 la	 otra.	 Primero	 la	 ciencia	 normal,	 luego	 la	 ciencia
extraordinaria.	Llegará	el	momento	en	que	la	ciencia	extraordinaria	dejará	de	ser
extraordinaria	y	volverá	a	ser	normal	otra	vez;	luego	con	la	llegada	de	una	nueva
revolución	 científica	 pasará	 a	 ser	 extraordinaria	 de	 nuevo.	 Es	 un	 ciclo	 que	 se
repite	de	manera	continua	cuando	revisamos	el	progreso	de	la	ciencia	a	lo	largo
del	tiempo.	Veamos	con	más	detalle	para	entenderlo	mejor.
La	evolución	de	la	ciencia	de	acuerdo	con	Kuhn
Toda	 disciplina	 científica,	 de	 acuerdo	 con	 Kuhn,	 tiene	 una	 historia,	 y	 esta
historia	 se	 desenvuelve	 a	 través	 de	 diferentes	 etapas	 cronológicas.	 En	 otras
palabras,	de	la	misma	manera	que	sucede	con	los	sistemas	en	el	universo	y	las
entidades	 biológicas	 presentes	 en	 él,	 la	 ciencia	 y	 sus	 diferentes	 disciplinas
también	evolucionan.	Esto	no	es	una	excepción.
La	 primera	 de	 estas	 etapas	 podemos	 representarla	 por	 un	 nombre:
simultaneidad.	 Consiste	 en	 la	 presencia	 de	 diferentes	 puntos	 de	 vista	 que
conviven	 no	 siempre	 pacíficamente.	 Sus	 representantes	 no	 logran	 ponerse	 de
acuerdo	acerca	de	los	objetivos	que	se	pretenden	alcanzar,	el	tipo	de	problemas
que	 deberán	 ser	 resueltos	 y	 la	 metodología	 utilizada	 para	 solucionarlos.	 Esta
etapa	 puede	 durar	 cientos	 de	 años	 hasta	 que	 los	 diferentes	 planteamientos	 y
aproximaciones	 logren	 reunirse	 y	 unificarse.	 Acá,	 una	 segunda	 etapa	 se	 está
gestando.	 La	 palabra	 que	 mejor	 la	 puede	 caracterizar,	 pienso	 yo,	 es
consolidación.	Hemos	encontrado	finalmente	un	modelo,	un	marco	 teórico	que
nos	permite	explicar	cómo	suceden	las	cosas	dentro	de	ese	campo	específico	del
conocimiento	 que	 está	 siendo	 estudiado.	 El	 resultado	 serán	 entonces	 unas
creencias	o	supuestos	básicos,	verdaderos	actos	de	fe,	convicciones	implícitas	e
inamovibles	 que	 nuestro	 autor	 agrupa	 bajo	 el	 nombre	 común	 de	 paradigmas.
Estos	 paradigmas	 se	 aceptan	 entonces	 como	 un	 verdadero	 credo,	 que	 a	 veces
adquiere	 tintes	 cuasirreligiosos.	Durante	 esta	 etapa	 histórica	 se	 acepta	 un	 solo
punto	de	vista	y	se	abandonan	todos	los	demás.	El	resultado	es	la	concreción	de
ciertos	compromisos	pactados	con	anterioridad.	Son	años	donde	no	sucede	nada
nuevo	o	extraordinario.	Los	científicos	continúan	trabajando	y	haciendo	más	de
lo	que	hacen	a	diario	y,	por	supuesto,	cada	vez	lo	hacen	mejor.
Pero	afortunadamente	los	paradigmas	vigentes	no	mantienen	eternamente	su
supremacía.	Los	modelos	científicos	funcionan	hasta	ciertos	límites.	Una	teoría
explica	solo	un	rango	de	comportamientos	dentro	de	un	sector	específico	de	 la
realidad	que	está	siendo	estudiada.	Esto	lo	intuyó	de	manera	muy	clara	el	famoso
poeta	 inglés	 William	 Blake,	 que	 en	 uno	 de	 sus	 famosos	 escritos	 afirmó	 con
contundencia:	 “Líbrame,	Dios,	 de	 la	 visión	 única	 del	 universo	 y	 del	 sueño	 de
Newton”60.
Ahora	 bien,	 ¿cómo	 sabremos	 que	 el	 paradigma	 vigente	 ha	 llegado	 a	 los
límites	 de	 su	 capacidad	para	 explicar	 los	 hechos	que	 estudia?	Bueno,	 llega	un
momento	 en	 que	 a	 la	 ciencia	 le	 toca	 enfrentar	 fenómenos	 que	 no	 se	 pueden
explicar	con	el	modelo	que	ha	venido	siendo	utilizado	hasta	el	momento.	Es	una
etapa	 de	 verdadero	 desconcierto.	 Y	 esta	 palabra,	 desconcierto,	 será	 la	 que
utilizaremos	para	caracterizar	esta	etapa	de	duda	y	confusión.	Se	busca	entonces
el	 origen	 del	 problema	 en	 la	 incapacidad	 del	 científico	 o	 en	 las	 limitaciones
propias	 de	 la	 tecnología	 del	 momento.	 Al	 resultar	 equivocado	 este
direccionamiento,	el	resultado	es	un	fracaso	total.
Mientras	esto	sucede,	los	ojos	de	algunos	científicos	que	han	logrado	escapar
al	 peso	 de	 sus	 propias	 conexiones	 neuronales	 se	 fijan	 con	 atención	 en	 el
paradigma	 de	 moda	 y	 en	 su	 ineptitud	 para	 ofrecer	 una	 solución	 adecuada	 y
confiable	 a	 las	 preguntas	 e	 inquietudes	 formuladas	 y	 a	 los	 hechos	 anómalos
observados.	 Y	 es	 precisamente	 en	 este	 momento	 cuando	 de	 pronto	 surge	 lo
inesperado,	 lo	 inaudito,	 lo	 extraordinario,	 lo	 verdaderamente	 revolucionario.
Aparece	 entonces	 un	 científico	 o	 un	 grupo	 de	 científicos	 que	 lanzan	 una
propuesta	atrevida	y	novedosa.	La	palabra	propia	para	este	estadio	es	revolución.
Esta	 nueva	 aproximación	 es	 atacada	 por	 los	 científicos	 conservadores	 y
faltos	 de	 visión	 de	 la	 comunidad.	En	 una	 carta	 dirigida	 a	 Pouchet	 en	 1922,	 el
profesor	Broca	nos	recuerda	lo	difícil	que	es	la	aceptación	de	un	nuevo	sistema
de	creencias	basado	en	observacionesque	parecen	contradecir	todas	las	normas
establecidas.	Y	 tan	grave	puede	 llegar	a	ser	 la	situación	que	se	presente	con	 la
llegada	 de	 un	 pensamiento	 revolucionario,	 que	 solo	 con	 la	 muerte	 de	 los
representantes	 de	 las	 viejas	 ideas,	 pueden	 las	 nuevas	 llegar	 a	 emerger	 y
finalmente	 triunfar:	 “Una	 verdad	 nueva	 que	 se	 yergue	 contra	 los	 prejuicios	 de
nuestros	maestros	no	 tiene	manera	alguna	de	vencer	 la	hostilidad	de	estos.	No
hay	razonamientos	ni	hechos	que	valgan.	Solo	la	muerte	de	aquellos	puede	traer
el	 triunfo.	 Los	 innovadores	 deberán	 resignarse	 entonces	 y	 saber	 esperar	 la
llegada	de	esa	aliada,	de	la	misma	manera	que	los	rusos	esperaron	la	llegada	del
general	invierno”61.
A	 pesar	 de	 lo	 dura	 que	 pueda	 llegar	 a	 ser	 esta	 afirmación,	 no	 debemos
descorazonarnos.	Los	ataques	inmisericordes	y	muchas	veces	descorteses	de	uno
y	 otro	 bando	 que	 se	 presentan	 nos	 alertan	 sobre	 la	 inminente	 llegada	 de	 una
revolución.	Este	instante	constituye	un	momento	de	gloria	para	la	ciencia.
Finalmente,	 esta	 agitación	dará	paso	a	 la	 estructuración	y	consolidación	de
un	 nuevo	 sistema	 de	 creencias,	 un	 nuevo	 paradigma,	 una	 nueva	 visión	 del
mundo	 que	 finalmente	 explicará	 de	 manera	 satisfactoria	 los	 hechos	 anómalos
observados.
Revolucionarios	y	anarquistas
Kuhn	no	fue	el	único	revolucionario	de	la	filosofía	de	la	ciencia	de	mediados	y
finales	del	siglo	XX.	A	pesar	de	que	el	concepto	de	revoluciones	científicas	ha
pasado	 prácticamente	 inadvertido	 para	 la	mayoría	 de	 los	 representantes	 de	 las
diferentes	 disciplinas,	 existieron	 afortunadamente	 otras	 mentes	 extraordinarias
que	continuaron	haciendo	sus	aportes	a	esta	revuelta	cognitiva.
Una	 de	 estas	mentes	 sublevadas	 fue	 la	 de	 Paul	 Feyerabend,	 la	 figura	más
rebelde	dentro	de	este	grupo	de	revoltosos.	A	diferencia	de	Kuhn,	Feyerabend	no
fue	 un	 representante	 oficial	 de	 la	 filosofía	 de	 la	 ciencia.	 Amante	 del
conocimiento	científico	y	de	las	artes,	conoció	a	Popper	y	Lakatos	a	mediados	de
la	 década	 de	 los	 cincuenta	 para	 finalmente	 establecerse	 como	 profesor	 de
Filosofía	 de	 la	 Ciencia	 en	 la	 Universidad	 de	 California,	 en	 Berkeley,	 hasta	 el
momento	de	su	muerte,	ocurrida	en	1994.
En	su	Tratado	contra	el	método,	Feyerabend	arremete	contra	esa	concepción
tradicional	de	ley	y	orden	que	ha	caracterizado	a	la	ciencia	desde	los	tiempos	de
Newton,	 Copérnico	 y	 Galileo:	 “La	 ciencia	 es	 una	 empresa	 esencialmente
anarquista;	 el	 anarquismo	 teórico	 es	 más	 humanista	 y	 más	 adecuado	 para
estimular	 el	 progreso	 que	 sus	 alternativas	 basadas	 en	 la	 ley	 y	 el	 orden.
Constituye	pues	una	excelente	medicina	para	la	epistemología	y	para	la	filosofía
de	la	ciencia”62.
Feyerabend	creía	que	el	único	principio	válido	que	no	inhibe	el	progreso	es
el	 de	 “todo	 sirve”:	 “Por	 ejemplo,	 es	 posible	 hacer	 uso	 de	 hipótesis	 que
contradigan	 teorías	 bien	 confirmadas	 y/o	 resultados	 experimentales	 bien
establecidos.	 Se	 puede	 hacer	 avanzar	 a	 la	 ciencia	 procediendo
contrainductivamente”63.
Para	 Feyerabend,	 la	 libertad	 y	 la	 creatividad	 del	 investigador	 eran	 más
importantes	 que	 la	 racionalidad,	 la	 ley	 y	 el	 orden	 del	método	 impuesto	 por	 la
ciencia.	Feyerabend	consideraba	que	 todas	 las	opciones	para	 la	adquisición	del
conocimiento	eran	igualmente	válidas.
Henry	Price	(1899-1984),	profesor	emérito	de	Filosofía	de	la	Universidad	de
Oxford	 y	 uno	 de	 los	 más	 importantes	 filósofos	 de	 la	 ciencia	 de	 los	 últimos
cincuenta	 años,	 creía	 que	 la	 búsqueda	 de	 nuevos	modelos	 y	 teorías	 científicas
debería	 abarcar	 incluso	 las	 tradiciones	 y	 culturas	más	 antiguas,	 allí	 donde	 los
científicos	actuales	temen	incursionar:
En	 la	 búsqueda	 de	 una	 hipótesis	 razonable	 no	 nos	 debe	 importar	 tomar	 datos	 de	 lugares	 que
científicamente	 se	 consideran	 de	mala	 reputación.	Es	 bueno	 recordar	 que	 en	 la	 India	 y	 en	 los	 países
budistas,	hombres	no	inferiores	a	los	europeos	en	inteligencia,	se	han	dedicado	durante	muchos	siglos	a
la	 profundización	 y	 ampliación	 de	 la	 conciencia	 humana.	 Las	 teorías	 que	 se	 han	 elaborado	 pueden
haberse	mezclado	con	toda	clase	de	dogmas	teológicos	y	cosmológicos.	No	obstante,	pueden	prestarnos
cierta	ayuda	para	elaborar	una	teoría	adecuada	y	auténticamente	científica.	Creo	que	hasta	el	humilde
salvaje	tiene	algo	que	enseñarnos64.
Decía	Price	que	el	 investigador	de	la	mente	debía	ser	osado	y	aventurero	y
no	 atemorizarse	 ante	 la	 posibilidad	 de	 emitir	 conceptos	 aproximados	 sin
importar	 lo	 equivocado	 que	 nos	 pudiera	 llegar	 a	 parecer:	 “Será	 la	 timidez	 de
nuestras	 hipótesis	 y	 no	 la	 extravagancia	 la	 que	 provocará	 el	 escarnio	 de	 la
posteridad”65.
Imre	Lakatos	(1922-1974)	fue	discípulo	de	Popper	y	le	sucedió	en	su	cátedra
de	Lógica	y	Metodología	Científica	en	la	Escuela	de	Economía	de	Londres	hasta
el	momento	de	su	muerte,	a	la	temprana	edad	de	cincuenta	y	dos	años.
Para	Lakatos,	 el	hecho	de	que	un	modelo	 teórico	no	pueda	 ser	confirmado
plenamente	 o	 llegue	 a	 fallar	 en	 alguna	de	 sus	 predicciones	 no	 significa	 que	 la
teoría	deje	de	ser	válida.	El	modelo	continuará	explicando	muchas	cosas,	pero	no
todo.	Las	anomalías	que	lo	ponen	en	entredicho	exigen	un	replanteamiento,	un
aditamento	complementario.	Para	Lakatos,	 la	 teoría	no	es	 falsa,	no	desaparece.
Explica	algunos	aspectos;	los	otros,	las	anomalías,	requieren	de	un	apéndice,	de
una	formulación	adicional.	Lakatos	considera	que	 las	 teorías	científicas	que	no
lo	explican	 todo	no	deben	ser	eliminadas.	Ellas	deberán	 incluirse	dentro	de	un
todo	mayor,	 conjuntos	de	 teorías	que	Lakatos	denomina	Programas	Científicos
de	Investigación66.
Kuhn,	Feyerabend,	 Price	 y	Lakatos	 simbolizan	 cuatro	 aspectos	 del	modelo
presentado	 en	 este	 trabajo.	 Siguiendo	 a	Kuhn,	 el	modelo	 se	 basa	 en	 un	 nuevo
paradigma	científico	que	deriva	de	la	aplicación	de	la	teoría	de	la	información	y
de	las	ciencias	de	la	computación	a	aspectos	de	la	mente	que	no	han	podido	ser
explicados	con	los	modelos	actualmente	vigentes.	Price	nos	exhorta	a	bucear	en
fuentes	que	quizá	despierten	dudas	en	muchos	de	nosotros	y	nos	anima	a	lanzar
al	mundo	modelos	 diferentes,	 no	 importa	 lo	 absurdos	que	 en	 su	momento	nos
puedan	 llegar	 a	 parecer.	 La	 idea	 de	 la	 supervivencia	 de	 la	 mente	 y	 de	 la
conciencia	 a	 la	muerte	 del	 cerebro	 es	muy	 antigua,	 y	 es	 posible	 encontrar	 en
filosofías	 como	 el	 yoga	 explicaciones	 que	 pueden	 ser	 respaldadas	 con	 los
recientes	hallazgos	en	el	campo	de	la	ciencia	moderna.	He	citado	fuentes	de	gran
rigor	 científico	 para	 respaldar	 mis	 afirmaciones,	 así	 como	 también	 otras	 que
pueden	 llegar	 a	 considerarse	 dudosas	 por	 los	 representantes	 de	 los	 viejos
paradigmas	 que	 deberán	 ser	 superados.	 Es	 un	 modelo	 que	 no	 contradice	 los
modelos	 anteriormente	 descritos	 sino	 que	 los	 completa,	 como	 afirma	Lakatos.
Cada	 teoría	 formulada	 explica	 solo	 un	 aspecto	 de	 la	 realidad	 que	 está	 siendo
estudiada.	 Finalmente,	 al	 recurrir	 al	 uso	 de	 la	 imaginación	 y	 de	 la	 intuición
escapa	a	 la	 rígida	visión	de	 los	modelos	criticados	por	Feyerabend.	Todo	vale,
incluso	el	 anarquismo	y	 el	 desorden,	y	 aquí	hago	extenso	uso	de	 esta	máxima
apelando	 a	 modelos	 de	 la	 mente	 poco	 aceptados	 por	 nuestra	 ciencia	 normal,
recurriendo	al	pasado	para	examinar	sus	reliquias	intelectuales	que	tanto	podrían
ayudarnos	y	a	métodos	no	convencionales,	como	la	ayuda	de	la	biomímesis	y	del
llamado	 razonamiento	 por	 analogía.	 He	 citado	 fuentes	 que	 a	 otros	 científicos
escandalizarían.	 Por	 eso	 considero	 que	 es	 una	 teoría	 que	 cae	 dentro	 del
anarquismo,	aunque	es	profundamente	racionalista.	Liberémonos	de	los	grilletes
de	una	ciencia	que	ha	sido	limitada	por	el	peso	de	las	conexiones	neuronales	de
aquellos	 que	 la	 representan.	 Limitar	 la	 ciencia	 significa	 no	 dejarla	 progresar,como	 afirma	Rupert	 Sheldrake	 en	El	 espejismo	 de	 la	 ciencia,	 su	más	 reciente
trabajo:	“La	ciencia	está	reprimida	y	supuestos	que	tienen	siglos	de	antigüedad
se	han	consolidado	como	verdades	 irrefutables.	Las	ciencias	estarían	mejor	sin
ellas.	Serían	más	libres,	más	interesantes	y	hasta	más	divertidas”67.
Los	retos	del	presente
Actualmente	 las	 diferentes	 disciplinas	 científicas	 enfrentan	 hechos,	 fenómenos
anómalos,	 cuyos	 comportamientos	 no	 pueden	 explicarse	 con	 las	 teorías
tradicionales.	Una	verdadera	crisis	vive	la	ciencia	hoy	día	debido	a	la	presencia
de	 estos	 hechos	 no	 explicados	 y	 de	 la	 carencia	 de	modelos	 que	 ofrezcan	 una
respuesta	clara	a	los	problemas	suscitados.
Por	 ejemplo,	 la	 cosmología	 actual	 enfrenta	 fenómenos	 que	 exigen	 una
explicación	que	se	encuentra	más	allá	de	los	modelos	cosmológicos	vigentes.	La
materia	y	la	energía	oscura,	las	dimensiones	ocultas	del	espacio,	el	fino	ajuste	de
las	constantes	de	la	naturaleza	y	la	probable	existencia	de	realidades	alternativas
dentro	de	un	todo	mucho	mayor,	el	multiverso,	son	solo	algunos	de	los	hechos
que	plantean	enormes	retos	a	los	científicos.
La	mecánica	cuántica	 tampoco	es	ajena	a	estos	planteamientos.	Numerosos
hechos	que	se	presentan	en	los	dominios	de	lo	infinitamente	pequeño	escapan	a
nuestra	 actual	 capacidad	 de	 comprensión.	 La	 dualidad	 onda-partícula,	 el
principio	de	incertidumbre,	el	entrelazamiento	cuántico	y	el	llamado	colapso	de
la	función	de	onda	desde	un	estado	de	superposición	cuántica	son	solo	algunos
de	los	fenómenos	que	hemos	encontrado	en	este	particular	sector	de	la	realidad	y
para	los	que	tampoco	tenemos	una	explicación	racional	y	coherente.
El	 catálogo	 de	 fenómenos	 biológicos	 no	 explicados	 por	 las	 ciencias	 de	 la
vida,	 tales	 como	 la	morfogénesis,	 la	 posible	 existencia	 de	 campos	que	puedan
servir	de	molde	para	la	creación	de	formas	vivas	y	la	coherencia	y	armonía	que
experimenta	el	organismo	consigo	mismo	y	con	el	entorno	que	le	rodea	forman
parte	de	este	inventario.	Por	supuesto,	no	podían	faltar	los	fenómenos	anómalos
relacionados	con	el	funcionamiento	de	la	mente	y	la	naturaleza	de	la	conciencia
humana.	Quizá	el	supuesto	más	conocido	en	estas	disciplinas	es	el	que	considera
a	 la	mente	 y	 la	 conciencia	 como	un	 subproducto	 de	 la	 actividad	 cerebral.	Las
neurociencias	afirman	que	todo	puede	llegar	a	ser	explicado	por	la	presencia	de
neurotransmisores,	 receptores	de	membrana,	mediadores	 intracitoplasmáticos	y
diversas	 clases	 de	 receptores	 nucleares.	 Pero	 existen	 fenómenos	 que
indudablemente	 están	 fuera	 del	 alcance	 explicativo	 de	 los	 paradigmas
representados	 en	 la	 doctrina	 neuronal:	 la	 interacción	 mente-cerebro,	 la
representación	 mental,	 la	 subjetividad,	 la	 transmisión	 de	 la	 información	 al
margen	de	los	sentidos	tradicionalmente	conocidos	y	la	posibilidad	de	afectar	el
entorno	inmediato	sin	la	utilización	de	fuerza	muscular	o	mecánica	alguna.	Otros
pueden	sonar	aún	más	extraños,	como	son	las	experiencias	próximas	a	la	muerte,
las	experiencias	fuera	del	cuerpo,	las	experiencias	en	el	lecho	de	la	muerte	y	los
recuerdos	de	niños	entre	los	tres	y	los	cinco	años	de	edad	que	afirman	recordar
vidas	previas.	Nada	de	esto	puede	ser	explicado	por	los	supuestos	de	la	llamada
ciencia	normal	en	estos	campos	particulares	del	conocimiento.	Hemos	llegado	a
los	 límites	 de	 las	 posibilidades	 que	 las	 teorías	 científicas	 tradicionales	 nos
ofrecen.	La	ciencia	normal	llega	su	fin.	La	ciencia	extraordinaria	ha	comenzado
y	 su	 objetivo	 es	 formular	 nuevos	 modelos	 de	 carácter	 revolucionario	 que
complementarán	los	ya	existentes.
	
	
Resumen
Fue	 Thomas	 Kuhn,	 el	 famoso	 autor	 de	 la	 Estructura	 de	 las
revoluciones	científicas,	quien	afirmó	que	la	ciencia,	como	todo	en
la	 naturaleza,	 también	 evoluciona.	 Hay	 por	 lo	 tanto	 una	 ciencia
normal,	pero	a	esta	ciencia	normal	le	sigue	en	la	escala	del	tiempo
una	ciencia	extraordinaria.
La	 ciencia	 normal	 se	 encuentra	 avalada	 por	 sistemas	 de
creencias,	un	conjunto	de	supuestos	básicos	que	nuestro	autor	llamó
paradigmas.	 Estos	 paradigmas	 intentarán	 explicarlo	 todo.	 Sin
embargo,	 estos	 paradigmas	 no	 son	 eternos.	 Cuando	 el	 modelo	 o
sistema	de	creencias	utilizado	por	los	científicos	se	muestra	incapaz
de	 explicar	 ciertos	 hechos,	 decimos	 que	 ha	 llegado	 el	 fin	 de	 la
ciencia	normal.	Es	entonces	cuando	nace	la	ciencia	extraordinaria.
Los	 hechos	 inexplicados	 requieren	 de	 una	 explicación.	 Ahí
aparece	un	científico	o	un	grupo	de	científicos	que	lanzan	una	idea
atrevida	y	novedosa.	Esta	nueva	idea	promete	explicar	aquello	que
los	 paradigmas	 vigentes	 habían	 sido	 incapaces	 de	 explicar.	 El
nuevo	paradigma	 se	 constituye	 en	una	verdadera	 revolución	 en	 el
corazón	mismo	de	la	ciencia.
La	 doctrina	 neuronal,	 la	 mecánica	 relativista	 y	 el	 formulismo
cuántico	 son	 paradigmas	 recientes	 que	 le	 permitieron	 a	 la	 ciencia
dar	 pasos	 enormes	 en	 la	 conquista	 y	 el	 conocimiento	 de	 la
naturaleza.
A	pesar	de	todo,	existe	todo	un	catálogo	de	hechos	inexplicados
en	 diferentes	 áreas	 de	 la	 ciencia	 que	 requieren	 pronto	 de	 una
explicación.	 La	 cosmología	moderna	 no	 tiene	 una	 respuesta	 clara
para	fenómenos	como	la	materia	y	la	energía	oscura,	las	constantes
de	la	naturaleza	y	las	posibles	realidades	alternas	presentes	en	este
gigantesco	multiverso	 que	 habitamos.	 La	 dualidad	 onda-partícula,
el	 principio	 de	 incertidumbre,	 el	 entrelazamiento	 cuántico	 y	 el
llamado	colapso	de	 la	 función	de	onda	son	algunos	de	 los	hechos
inexplicables	en	el	dominio	de	la	mecánica	cuántica.	En	las	ciencias
biológicas,	 la	 morfogénesis	 y	 la	 armonía	 y	 coherencia	 que
experimentan	los	organismos	vivos,	como	un	todo,	forman	también
parte	 de	 este	 inventario.	Las	 ciencias	 cognitivas	 tampoco	 son	una
excepción.	La	 interacción	mente-cuerpo,	 la	 representación	mental,
la	 subjetividad	 y	 las	 experiencias	 inusuales	 como	 la	 telepatía,	 la
clarividencia,	 la	 precognición,	 la	 influencia	 de	 la	 mente	 sobre	 la
materia	y	 la	memoria	de	niños	que	afirman	recordar	vidas	previas
son	otros	tantos	hechos	que	requieren	de	una	pronta	explicación.	La
ciencia	 normal	 llega	 a	 su	 fin	 y	 la	 ciencia	 extraordinaria	 apenas
comienza.	 Su	 reto	 es	 formular	 nuevos	 modelos	 de	 carácter
revolucionario	que	puedan	complementar	los	ya	existentes.
7	
La	información	sobrevive
En	su	libro	Los	10	grandes	inventos	de	la	evolución68,	el	bioquímico	inglés	Nick
Lane	comparaba	la	naturaleza	a	una	gigantesca	máquina	generadora	de	patentes.
Y	no	es	para	menos.	La	vida,	 la	célula,	 la	fotosíntesis,	 la	molécula	genética,	 la
visión,	el	sexo,	el	movimiento	y	la	conciencia	personal	son	solo	algunas	de	sus
más	 audaces	 y	 novedosas	 creaciones.	 A	 pesar	 del	 derroche	 de	 creatividad
desplegada	a	través	de	los	miles	de	millones	de	años	de	evolución	terrestre,	Lane
parece	haber	pasado	por	alto	la	que	quizá	sea	la	más	extraordinaria	e	increíble	de
sus	 invenciones.	Este	 invento	no	solo	nos	permitiría	explicar	algunos	hechos	y
aspectos	de	la	mente	que	no	pueden	ser	aclarados	con	los	modelos	actualmente
vigentes,	también	le	permitiría	a	una	personalidad	humana	sobrevivir	a	la	muerte
del	cerebro.
Inmortales	dentro	de	una	computadora
Identidad	virtual	es	una	película	de	2014	que	narra	la	odisea	de	un	científico	que
se	enfrenta	a	una	enfermedad	terminal.	Habiendo	trabajado	la	mayor	parte	de	su
vida	en	inteligencia	artificial,	nuestro	sujeto	crea	un	nuevo	programa	informático
que	 le	 permite	 reunir	 la	 totalidad	 de	 la	 información	 presente	 en	 su	 mente,
incluyendo	 sus	 pensamientos,	 sus	 emociones	 y	 sus	 sentimientos.	 Próximo	 a
morir	 y	 con	 la	 ayuda	 de	 su	 esposa,	 descarga	 su	 mente	 y	 su	 conciencia	 en	 la
computadora	 con	 el	 objeto	 de	 perpetuar	 la	 vida	 que	 el	 cáncer	 está	 a	 punto	 de
arrebatarle.
Aunque	ficción	por	el	momento,	científicos	cognitivos	y	físicos	teóricos	han
especuladoen	 los	 últimos	 veinte	 años	 sobre	 la	 posibilidad	 de	 que	 una
personalidad	humana	pueda	continuar	viviendo	dentro	de	una	computadora.
En	uno	de	 sus	últimos	 trabajos	acerca	de	cómo	 razonamos,	Philip	 Johnson
Laird,	 investigador	de	 la	Universidad	de	Cambridge,	 sugiere	precisamente	esta
opción,	 siempre	y	cuando	 la	 totalidad	de	 la	 información	alojada	en	un	cerebro
sea	introducida	en	el	ordenador.
¿Usted	quiere	que	su	mente	sea	inmortal?	En	el	pasado	cuando	la	gente	moría,	ellos	dejaban	detrás	solo
unos	momentos	representados	en	cartas,	fotografías,	registros	de	voces	y	videos.	Pero	hoy	día,	nosotros
tenemos	 la	 tecnología	para	preservar	su	mente	después	de	 la	muerte,	de	modo	que	sus	descendientes,
incluso	quienes	nunca	lo	llegaron	a	conocer,	puedan	interactuar	con	usted	para	siempre.	Ellos	pueden
hablarle	 y	 aprender	 todo	 lo	 que	 usted	 cree	 y	 piensa.	 Ellos	 incluso	 podrían	 aprender	 sus	 nuevos
pensamientos	acerca	de	cosas	que	aún	no	existían	durante	su	vida.	Ellos	podrían	continuar	educándole	a
usted.	Pero	¿cómo	es	posible	que	esto	llegara	a	suceder?
Cada	 semana	 usted	 interactúa	 con	 un	 computador	 por	 veinte	 minutos	 respondiendo	 a	 preguntas
simples.	El	computador	construye	una	representación	de	sus	conocimientos	y	de	sus	creencias	y	crea	un
programa	que	 piensa	 de	 la	misma	manera	 que	 usted	 lo	 hace.	Veinte	minutos	 a	 la	 semana	 es	 solo	 un
pequeño	fragmento	de	su	vida,	pero	después	de	tres	años,	su	mente	puede	haber	sido	capturada	en	un
computador.	Ahora,	podría	continuar	existiendo	para	siempre.	Antes	de	que	el	sol	se	extinga,	los	seres
humanos	habrán	abandonado	el	sistema	solar.	Ellos	llevarán	consigo	un	vasto	banco	de	datos	de	mentes
humanas.	Su	mente	quizá	podría	estar	entre	ellas69.
Aunque	este	relato	pertenece,	por	el	momento,	a	la	ciencia	ficción,	Laird	se
pregunta	 si	 seríamos	 capaces	 en	 un	 futuro	 de	 escribir	 un	 programa	 de
computador	 que	 pudiera	 imitar	 el	 funcionamiento	 de	 nuestra	 propia	mente.	 Si
esto	 es	 así,	 sólo	 barreras	 tecnológicas	 en	 el	 momento	 actual	 nos	 impediría
llevarlo	a	cabo.	Pero	¿y	si	pudiéramos	rescatar	no	solo	fragmentos	o	la	totalidad
de	la	información,	sino	la	personalidad	completa?
El	rescate	de	la	información
A	 medida	 que	 los	 programas	 y	 los	 medios	 utilizados	 para	 procesar	 la
información	se	hacen	más	y	más	complejos,	mayores	fragmentos	podrían	llegar
a	ser	rescatados.	Inicialmente	fueron	pinturas	rupestres	y	obras	talladas	en	roca,
arcilla	 y	 madera	 las	 portadoras	 de	 la	 información	 entre	 los	 antiguos.
Posteriormente	aparecieron	los	primeros	alfabetos,	que	permitieron	estructurar	y
organizar	la	información	en	un	lenguaje	hablado	y	escrito.	A	un	nivel	personal	la
información	 quedó	 registrada	 en	 tiempos	 más	 recientes	 en	 papel,	 cartas	 y
pequeñas	 autobiografías.	 Luego	 vinieron	 las	 fotografías	 y	 finalmente	 voces	 e
imágenes	 en	 video.	 Actualmente	 los	 científicos	 ya	 han	 ideado	 métodos	 para
almacenar	bits	de	información	en	átomos	individuales,	electrones	y	fotones.	Es
solo	 cuestión	 de	 tiempo	 la	 fabricación	 de	 computadores	 cuánticos.	 Si	 primero
fue	una	carta,	posteriormente	una	fotografía,	luego	un	video	y	ahora	se	nos	abre
la	posibilidad	de	procesar	y	almacenar	la	información	en	dispositivos	por	debajo
de	 la	 escala	 atómica,	 nada	 impide	 que	 más	 adelante,	 con	 los	 programas
adecuados	 y	 una	 tecnología	 informática	muy	 desarrollada,	 seamos	 capaces	 de
rescatar	 la	 información	 completa.	 Dispositivos	 y	 maneras	 para	 hacerlo	 nos
sobran.	 De	 allí	 a	 rescatar	 una	 personalidad	 no	 existiría,	 creo	 yo,	 un	 abismo
infranqueable.
Si	la	inteligencia	humana	pudiera	llegar	a	ser	capaz	de	materializar	semejante
idea	algún	día	como	afirma	Laird,	¿te	atreverías	a	ponerles	límites	a	las	inmensas
posibilidades	 que	 se	 ocultan	 detrás	 de	 la	 inteligencia	 y	 la	 creatividad	 de	 la
naturaleza?
Ella	sola	ha	sido	capaz	de	fabricar	los	dos	más	extraordinarios	computadores
de	la	creación:	la	molécula	genética	y	un	cerebro	humano.	Gracias	al	rescate	de
la	información	en	la	molécula	genética,	la	vida	se	ha	extendido	y	perpetuado	en
nuestro	 planeta,	 y	 es	 gracias	 a	 la	 continuidad	 de	 la	 información	 en	 nuestro
cerebro	y	en	nuestra	mente	que	una	personalidad	emerge	de	las	profundidades	de
un	sistema	nervioso.	Todo	el	conocimiento	que	poseemos	actualmente	descansa
almacenado	 en	 esa	 masa	 de	 materia	 blanca	 y	 gris	 que	 se	 esconde	 dentro	 de
nuestro	cráneo.	No	existe	ninguna	 frontera	para	 los	mecanismos	de	cómputo	y
de	procesamiento	de	la	información	que	utiliza	la	naturaleza.	A	pesar	de	ello,	no
logramos	entender	cómo	la	mente	y	la	conciencia	son	capaces	de	sobreponerse	a
la	muerte.	Entonces	¿dónde	reside	la	dificultad?	Quizá	la	dificultad	descansa	en
las	 actuales	 limitaciones	 evolutivas	 de	 nuestras	 propias	 estructuras	 y
mecanismos	 cerebrales;	 no	 poseemos	 el	 desarrollo	 biológico	 necesario	 para
intuir	 y	 entender	 este	 formidable	 secreto,	 como	 afirma	 el	 filósofo	 de	 la	mente
Colin	McGinn,	citado	por	Kandel	en	sus	Principios	de	Neurociencia,	al	referirse
precisamente	a	uno	de	 los	grandes	misterios	de	 la	creación,	 la	conciencia:	“La
conciencia	simplemente	es	inaccesible	al	estudio	empírico	porque	existen	límites
de	las	capacidades	cognitivas	humanas	que	reflejan	las	limitaciones	inherentes	e
insuperables	de	la	estructura	cerebral”70.
De	manera	que	el	problema	de	la	supervivencia	de	una	personalidad	después
de	la	muerte	del	cerebro	no	es	de	carácter	religioso.	Es	de	naturaleza	evolutiva,
informática	y	computacional.	Es	allí	donde	debemos	buscar	la	respuesta	a	una	de
las	preguntas	que	los	humanos	se	vienen	haciendo	desde	los	inicios	mismos	de	la
civilización.	Esta	pregunta	no	es	una	fantasía	religiosa	como	muchos	piensan.	Va
despertando	gradualmente	en	la	conciencia	gracias	a	la	evolución	de	un	área	del
cerebro	de	reciente	aparición:	la	corteza	prefrontal.	El	desarrollo	de	esta	corteza
prefrontal	nos	permitió	a	los	humanos	comenzar	a	reflexionar	acerca	de	nosotros
mismos	y	del	entorno	donde	fuimos	colocados.	Preguntas	sobre	quiénes	somos,
de	dónde	venimos	y	para	dónde	vamos	son	una	consecuencia	de	la	evolución	de
nuestro	 cerebro.	 La	 fe	 religiosa	 es	 un	 poderoso	 motor	 evolutivo	 y	 no	 el
remanente	de	antiguas	ideas	religiosas	de	nuestros	primitivos	antepasados.
Imitando	la	naturaleza
Un	poderoso	soporte	que	he	utilizado	para	respaldar	la	propuesta	que	explico	en
este	 libro	 surge	 de	 una	 ciencia	 nueva	 conocida	 como	 biomímesis71,	 el	 arte	 de
imitar	 a	 la	 naturaleza.	 Es	 una	 tecnología	 inspirada	 en	 la	 forma	 como	 esta
funciona	en	la	realidad.	Como	afirmábamos,	su	inteligencia	y	su	creatividad	no
tienen	límite,	y	aunque	nosotros	poseemos	el	cerebro	más	evolucionado	de	todas
las	 especies	 vivas,	 esta	 extraordinaria	 inteligencia	 sobrepasa	 con	 creces	 las
fronteras	 de	 la	 inteligencia	 humana.	 Las	 mismas	 habilidades	 cognitivas	 que
poseemos	 los	humanos	 también	están	presentes	 en	 todo	el	 cosmos,	pero	a	una
escala	 mucho	 mayor.	 Nuestro	 cerebro	 ha	 sido	 precisamente	 una	 de	 sus	 más
audaces	 creaciones.	 Siendo	 así,	 ¿no	 sería	más	 útil	 copiar	 la	manera	 como	 ella
trabaja	 y	 así	 obtener	 el	 máximo	 beneficio	 de	 nuestras	 propias	 creaciones?
Aunque	 las	 aplicaciones	 de	 esta	 nueva	 ciencia	 se	 dan	 principalmente	 en	 el
campo	 tecnológico,	 el	 fundamento	 teórico	 en	 el	 que	 se	 ha	 inspirado	 la
biomímesis	podría	sernos	de	utilidad	a	 la	hora	de	diseñar	una	nueva	propuesta
acerca	del	modo	en	que	funciona	una	mente	humana.	Pero	¿cómo?	Esta	vez	no
observando	 directamente	 su	 comportamiento	 y	 la	 manera	 como	 podríamos
imitarla	sino	observando	el	modo	en	que	nosotros	mismos	la	estamos	imitando	a
ella,	pero	de	una	manera	inconsciente,	es	decir,	sin	darnos	cuenta.	Por	ejemplo,
el	carrete	para	enrollar	el	hilo	que	utilizamos	para	coser	la	ropa	o	el	carrete	de	la
caña	de	pescar	son	burdas	imitaciones	de	la	forma	como	la	naturalezaenrolla	la
molécula	 de	 ADN	 alrededor	 de	 unas	 proteínas	 llamadas	 histonas	 y	 de	 esta
manera	poderla	empaquetar	dentro	del	núcleo	de	la	célula.	Esto	ya	lo	hacíamos
antes	de	descubrir	la	molécula	de	ácido	desoxirribonucleico,	es	decir,	estábamos
imitando	 inconscientemente	 la	manera	 como	 la	 naturaleza	 hace	 las	 cosas.	 Los
computadores	 y	 la	 forma	 de	 procesar	 los	 datos	 son	 otra	 manera	 de	 imitar	 su
proceder	cuando	crea,	transmite,	almacena	y	rescata	la	información.	Estamos	así
remedando	su	estilo	y	no	nos	hemos	dado	cuenta.	Los	programas	 informáticos
que	 nosotros	 hemos	 introducido	 en	 las	 computadoras	 son	muy	 similares	 a	 los
programas	 que	 la	 mente	 utiliza	 para	 permitirnos	 memorizar	 y	 razonar.	 Las
computadoras	son	un	fiel	reflejo	de	lo	que	la	naturaleza	hace	con	nosotros.	A	la
hora	de	explicar	cómo	la	mente	memoriza,	razona	y	representa	el	conocimiento,
los	 científicos	 utilizan	 modelos	 computacionales.	 No	 solo	 esto,	 cuando
utilizamos	 procesos	 de	 duplicación	 y	 rescate	 de	 la	 información	 con	 los
ordenadores,	 especialmente	 cuando	 la	 información	 es	 rescatada	 y	 trasladada	 a
unidades	provisionales	de	almacenamiento	como	una	USB,	ajena	a	 la	máquina
original,	estamos	imitando,	sin	ser	conscientes	de	ello,	los	procesos	de	cómputo
y	 procesamiento	 de	 la	 información	 utilizados	 por	 la	 inteligencia	 natural.	 La
biomímesis	se	basa	en	una	imitación	consciente	de	cómo	la	naturaleza	funciona
mientras	 que	 con	 los	 computadores	 actuales	 estamos	 imitando
inconscientemente	 el	 funcionamiento	 de	 un	 cerebro	 (soporte	 físico)	 y	 de	 una
mente	(programas	 informáticos).	Cuando	guardamos,	duplicamos	y	 rescatamos
la	información	en	un	ordenador,	estamos	haciendo	algo	muy	similar	a	lo	que	la
naturaleza	 hace	 con	 nosotros	 durante	 la	 vida,	 y	 también	 en	 el	momento	 de	 la
muerte:	rescata	la	información	en	una	unidad	de	almacenamiento	provisional,	un
cerebro	 invisible,	 donde	 la	 conciencia	 individualizada	 con	 los	 programas
informáticos	 y	 la	 información	 procesada	 a	 lo	 largo	 de	 la	 vida	 que	 acaba	 de
finalizar	son	almacenados	para	continuar	su	proceso	de	desarrollo	y	crecimiento,
ya	 sea	 en	 el	 nuevo	 procesador	 y	 en	 un	 entorno	 apropiado	 para	 ello	 (realidad
alterna)	o	mediante	 su	 traslado	a	una	unidad	de	procesamiento	 completamente
nueva,	quizá	un	cerebro	físico	recién	salido	de	fábrica.
La	computadora	cósmica
No	 es	 difícil	 imaginar	 el	 universo	 como	 una	 gigantesca	 y	 extraordinaria
computadora	 natural,	 procesando	 información	 en	 todos	 los	 sectores	 de	 la
realidad,	tanto	clásicos	como	cuánticos,	incluso	más	allá	de	la	llamada	escala	de
Planck,	un	dominio	prácticamente	virtual	fabricado	con	bits	de	información.	La
ciencia	 también	 así	 lo	 cree.	Muchos	 científicos	 actualmente	 consideran	 que	 el
universo	realiza	procesos	de	cómputo	y	cálculo	desde	el	momento	mismo	de	su
nacimiento.	El	profesor	Klaus	Haefner72	y	su	grupo	de	colegas	en	la	Facultad	de
Matemáticas	 y	 Ciencias	 de	 la	 Información	 de	 la	 Universidad	 de	 Bremen	 han
declarado	 que	 el	 universo	 es	 un	 macrosistema	 que	 está	 continuamente
procesando	 información.	 Todas	 las	 partículas	 físicas	 y	 estructuras	 materiales
están	recibiendo,	transmitiendo	y	procesando	información	desde	los	niveles	más
elementales	hasta	aquellos	que	se	caracterizan	por	altos	grados	de	complejidad.
En	 la	 medida	 en	 que	 la	 complejidad	 aumenta,	 las	 maneras	 como	 esta
información	 es	 recibida,	 procesada,	 almacenada	 y	 transmitida	 se	 hacen	más	 y
más	 complejas.	 Uno	 de	 los	 actuales	 representantes	 de	 este	 enfoque	 es	 Seth
Lloyd,	 profesor	 de	 Ingeniería	 Mecánica	 del	 MIT.	 En	 su	 último	 trabajo,
Programming	the	Universe73,	Lloyd	considera	que	el	universo	es	un	gigantesco
computador	 cuántico.	 El	 universo,	 afirma	 Lloyd,	 está	 hecho	 de	 bits	 de
información.	Sus	bits	son	bits	cuánticos.	Las	interacciones	que	se	dan	entre	sus
componentes	alteran	esos	bits	de	información,	y	como	el	universo	se	encuentra
gobernado	 por	 las	 leyes	 de	 la	 mecánica	 cuántica,	 podemos	 afirmar	 que	 el
universo	 computa	 siguiendo	 los	 principios	 de	 la	 mecánica	 cuántica.	 ¿Qué
computa	 el	 universo?,	 pregunta	 Lloyd.	 Se	 computa	 a	 sí	 mismo.	 El	 universo
computa	su	propio	comportamiento.	Tan	pronto	como	el	universo	nace	en	el	Big
Bang	comienza	a	computar.
Pero	 la	 similitud	 no	 acaba	 aquí.	 La	 forma	 como	 nosotros	 copiamos	 y
rescatamos	la	información	a	través	de	medios	y	soportes	informáticos	también	es
un	reflejo	de	lo	que	la	naturaleza	hace	con	sus	propios	contenidos.	La	copia	y	el
rescate	 de	 la	 información	 son	 procedimientos	 utilizados	 continuamente	 por
nosotros	para	manipularla.	Escribimos	un	par	de	párrafos,	hacemos	click	en	el
ícono	 guardar	 e	 inmediatamente	 la	 información	 queda	 almacenada.	 La
información	quedará	guardada	en	el	disco	duro,	una	USB	o	una	memoria	DVD.
Solo	 de	 esta	 forma	 podemos	 perpetuar	 la	 continuidad	 de	 la	 información	 y	 así
salvar	la	unidad	de	todo	el	conocimiento.	La	copia	y	el	rescate	de	la	información
son	 también	 procedimientos	 utilizados	 por	 la	 naturaleza	 para	 manipular	 la
información	que	ella	está	continuamente	procesando.	Una	personalidad	humana
no	 es	 solo	 una	 conciencia	 individualizada	 que	 utiliza	 una	 mente.	 Ella	 está
continuamente	procesando	información.	En	otras	palabras,	todo	lo	que	contiene
es	información	organizada.
Si	 la	naturaleza	fue	tan	cuidadosa	con	la	vida	dotándola	de	una	maquinaria
genética,	no	 solo	para	 funcionar	 sino	para	permitir	que	 sobreviviera,	 ¿no	pudo
hacer	 algo	 similar	 con	 una	 personalidad	 humana	 y	 dotarla	 de	 los	mecanismos
adecuados	que	le	permitieran	sobrevivir?	A	la	luz	de	la	teoría	de	la	información
y	de	las	ciencias	de	la	computación	esto	es	perfectamente	posible.	Ella	lo	hizo.
Ahora	somos	nosotros	 los	que	debemos	 investigar,	 como	sucede	con	cualquier
fenómeno	 natural,	 cómo,	 dónde	 y	 bajo	 qué	 circunstancias	 este	 milagro	 se
concretó.	Una	 vez	 hecho	 esto	 comenzaremos	 a	 entender	 algunos	 aspectos	 que
siempre	han	permanecido	oscuros,	 ¿por	 qué	 estamos	 aquí?,	 y	 ¿cuál	 es	 nuestro
propósito	en	la	vida?	Si	una	mente	humana	es	rescatable,	entonces	muchas	cosas
comienzan	 a	 cobrar	 sentido.	 A	 la	 luz	 de	 las	 neurociencias,	 consideradas
aisladamente	estas	preguntas	no	tienen	sentido.	La	ciencia	solo	responde	a	cómo
funcionan	las	cosas,	pero	no	por	qué	o	para	qué.
Sin	 embargo,	 cuando	 las	 preguntas	 son	 hechas	 dentro	 de	 un	 marco
multidisciplinario,	 entonces	 comienzan	 a	 emerger	 algunas	 soluciones
lógicamente	 posibles.	 Ya	 no	 percibimos	 una	 sola	 pieza	 del	 rompecabezas	 de
manera	aislada	y	fragmentada,	sino	que	somos	capaces	de	intuir	el	rompecabezas
entero.
La	copia	de	seguridad
En	 informática,	 un	 backup	 es	 una	 copia	 de	 seguridad,	 un	 duplicado	 de	 la
información	originalmente	almacenada	en	la	memoria	de	una	computadora	y	que
se	utiliza	con	el	objeto	de	rescatar	 la	 información	ante	una	eventual	pérdida	de
los	datos.	Esta	pérdida	de	la	información	puede	acontecer	por	diferentes	causas:
deterioro	de	las	piezas	del	computador,	un	accidente	no	previsto	o	una	catástrofe
informática.	Ahora	bien,	la	idea	de	una	copia	de	seguridad	tiene	su	origen	en	dos
supuestos	 básicos	 de	 la	 teoría	 de	 la	 información:	 primero,	 la	 información	 es
rescatable,	y	segundo,	la	información,	para	ser	rescatada,	requiere	de	un	soporte
físico	que	no	necesariamente	tiene	que	ser	el	original.	Imagina	por	un	momento
que	has	adquirido	la	última	computadora	que	ha	salido	al	mercado.	Uno	de	tus
objetivos	al	comprarla	fue	hacer	un	libro,	pero	un	libro	muy	especial,	el	libro	de
tu	vida,	tu	autobiografía,	tu	historia	más	amada.	Comienzas	a	escribir	y	a	relatar
lo	que	te	ha	sucedido	desde	el	momento	de	tu	nacimiento,	minuto	a	minuto,	día
tras	día,	mes	a	mes,	año	tras	año.	En	unos	años,	la	capacidad	de	la	computadora
habrá	llegado	a	su	límite;	sus	elementoshabrán	sufrido	el	deterioro	irreversible
del	paso	del	tiempo;	las	entradas	diarias	a	internet	permitieron	que	tu	ordenador
fuera	 invadido	 por	 las	 más	 recientes	 amenazas	 informáticas,	 virus	 de	 última
generación.	Finalmente,	 la	memoria	de	la	máquina	ha	sido	copada.	¿Qué	haces
entonces?	 Bueno,	 lo	 primero	 es	 rescatar	 la	 información;	 para	 ello,	 creas	 una
copia	de	seguridad,	si	es	que	no	lo	habías	venido	haciendo	con	anterioridad.	Una
vez	 hecho	 esto,	 el	 siguiente	 paso	 es	 comprarte	 una	 nueva	 computadora.	 Allí
instalas	la	copia	y	continúas	escribiendo	la	historia	de	tu	vida,	segunda	parte.	La
información	es	 rescatable	gracias	a	 la	copia	de	 seguridad	que	has	guardado	en
una	USB.	Pero	la	información	necesita	de	un	soporte	físico.	Este	soporte	 físico
es	el	nuevo	computador	que	has	comprado.	El	original	lo	desechaste	por	viejo	y
anticuado.	 Él	 cumplió	 con	 su	 función.	 Ahora	 tú	 lo	 has	 reemplazado	 por	 uno
nuevo.
El	 cerebro	 invisible	 es	 no	 solo	 un	 procesador	 de	 información	 muy
sofisticado.	También	hace	de	backup.	Es	allí	donde	los	datos	son	almacenados	y
protegidos	de	manera	continua	y	permanente.	El	rescate	de	la	información	y	de
la	personalidad	no	se	hace	en	el	momento	de	la	muerte	sino	desde	el	comienzo
mismo	de	la	vida.	Recuerda	lo	que	haces	cuando	introduces	nueva	información
en	un	computador:	 la	guardas	y	con	eso	evitas	su	pérdida.	Si	eres	 todavía	más
precavido,	sacas	copias	adicionales.
Todo	 esto	 nos	 conduce	 a	 un	 bosque	 lleno	 de	 árboles	 extraños	 y	 de	 frutos
exóticos.	La	personalidad	humana	es	una	máscara	producto	de	una	información
que	ha	sido	procesada	por	un	cerebro.	“Nosotros	mismos	somos	 información”,
afirma	 Vlatko	 Vedral74,	 profesor	 de	 Ciencia	 de	 la	 Información	 Cuántica	 en
Oxford.	Todo	lo	que	contiene	una	mente	es	información.	Si	la	personalidad	es	un
producto	de	la	información	y	la	información	sobrevive	al	deterioro	y	a	la	muerte
de	 su	 soporte	 material,	 como	 lo	 trato	 de	 sugerir	 en	 este	 trabajo,	 entonces	 la
personalidad	humana	también	podría	 llegar	a	sobrevivir.	Si	 la	 información	y	el
conocimiento	derivado	de	la	información	sobreviven,	la	personalidad	también	lo
hará.
	
	
Resumen
La	película	Identidad	virtual	relata	la	historia	de	un	científico	que,
al	 ser	 consciente	de	 su	pronta	muerte,	 decide,	 con	 la	 ayuda	de	 su
esposa,	 introducirse	 dentro	 de	 una	 computadora	 para	 sobrevivir.
Esta	historia	parecería	de	ciencia	ficción	y	nada	más.	Lo	que	sucede
es	 que	 actualmente	 psicólogos	 cognitivos	 como	 Philip	 Johnson
Laird	 y	 físicos	 teóricos	 como	 Michio	 Kaku	 creen	 en	 esa
posibilidad,	la	posibilidad	de	que	la	mente	y	la	conciencia	humana
puedan	 algún	 día	 descargarse	 en	 un	 ordenador.	 Por	 supuesto	 que
esto	 será	 teóricamente	 posible	 si	 sabemos	 exactamente	 cómo
funciona	una	mente	y	cuál	es	su	semejanza	con	la	estructura	física,
los	 programas	 informáticos	 y	 la	 información	 contenida	 en	 una
computadora.
Una	 personalidad	 humana	 es	 pura	 información;	 por	 supuesto
información	organizada	y	categorizada	que	utiliza	un	soporte	físico
y	programas	 informáticos.	Una	conciencia	 individualizada	emerge
de	 las	 profundidades	 del	 sistema	 nervioso.	 De	 tal	 manera	 que	 lo
más	importante	para	sostener	la	hipótesis	de	la	supervivencia	es	la
supervivencia	 de	 la	 información	 exactamente	 como	 ha	 sido
experimentada	durante	la	vida.
A	 medida	 que	 nos	 hemos	 desarrollado	 como	 seres	 humanos,
hemos	aprendido	a	ser	conscientes	de	las	muchas	maneras	en	que	la
información	puede	llegar	a	ser	rescatada	por	nosotros	mismos	y	por
la	 naturaleza.	 Hemos	 utilizado	 inicialmente	 pinturas,	 hojas	 de
palma,	 roca	 tallada	 y	 arcilla.	 Con	 el	 invento	 de	 la	 imprenta,	 los
libros	 fueron	 la	manera	 como	 la	 información	 fue	 resguardada.	En
años	recientes,	los	dispositivos	de	memoria	como	los	discos	duros,
la	 cinta	 magnética,	 los	 DVD	 y	 las	 tarjetas	 han	 sido	 los	 más
utilizados.	 La	 naturaleza	 es	 experta	 en	 resguardar	 la	memoria:	 la
molécula	 genética	 y	 un	 cerebro	 humano	 son	 los	 ejemplos	 más
claros	y	contundentes.
Una	personalidad	 humana	 es	 la	 obra	 cumbre	 del	 trabajo	 de	 la
naturaleza.	 ¿Pudo	 la	 naturaleza	 haber	 rescatado	 a	 la	 más
maravillosa	y	compleja	de	sus	creaciones?
La	 biomímesis	 es	 una	 nueva	 ciencia.	Es	 el	 arte	 de	 imitar	 a	 la
naturaleza.	 Si	 ya	 la	 naturaleza	 lo	 hizo,	 entonces	 yo	 la	 imito.	 La
computación	 es	 una	 especie	 de	 biomímesis	 inconsciente.	 Los
computadores	y	la	manera	como	computan	son	una	imitación	de	la
manera	 como	 el	 universo	 y	 una	 mente	 procesan	 la	 información.
¿Por	 qué	 no	 aplicamos	 el	mismo	 concepto	 a	 la	 información	 y	 su
rescate?	 Quizá	 son	 nuestras	 propias	 limitaciones	 tecnológicas	 y
creativas	las	que	nos	impiden	hacerlo.
El	 universo	 es	 un	 gigantesco	 computador	 cuántico.	 Él	 es
experto	en	procesos	de	cómputo	y	cálculo:	recepción,	codificación,
transmisión,	 decodificación	 y	 almacenamiento	 de	 la	 información.
La	supervivencia	de	una	mente	humana	es	un	complicado	proceso
computacional	 que	 el	 hombre	 no	 ha	 podido	 hasta	 el	 momento
vislumbrar	debido	a	su	incapacidad	para	dejar	de	lado	el	paradigma
mecanicista	y	utilizar	sin	limitaciones	el	paradigma	computacional,
que	 deriva	 de	 la	 teoría	 de	 la	 información	 y	 las	 ciencias	 de	 la
computación.
8	
El	misterio	de	la	identidad
El	misterio	de	 la	 identidad	personal	es	uno	de	 los	mayores	 retos	que	enfrentan
las	 ciencias	 cognitivas.	 ¿Qué	 es	 lo	 que	 hace	 que	 usted	 sea	 usted	 y	 no	 otra
persona?	¿Cuál	es	el	origen	de	los	rasgos	y	caracteres	que	hacen	de	cada	uno	de
nosotros	 una	 entidad	 particular	 y	 diferente	 al	 resto	 de	 las	 demás?	Aquí	 podría
caber	más	de	una	respuesta.	Es	probable	que	una	gran	mayoría	de	los	lectores	se
sientan	tentados	a	creer	que	la	respuesta	reside	en	el	cerebro:	lo	que	somos	tiene
su	base	en	los	genes,	en	la	anatomía	del	cerebro	y	en	la	actividad	eléctrica	de	sus
unidades	 funcionales,	 las	 neuronas.	Es	 algo	 así	 como	 afirmar	 que	 la	 clave	 del
contenido	 de	 este	 escrito	 está	 en	 el	 computador	 y	 sus	 componentes.	 Si	 el
computador	 se	 daña	 o	 sus	 componentes	 se	 deterioran,	 entonces	 perderé	 el
contenido	 y	 el	 sentido	 de	 este	 escrito	 para	 siempre.	 Pero	 esta	 respuesta	 no	 es
correcta.	Usted	sabe	muy	bien	que,	independientemente	del	computador,	si	usted
es	 capaz	 de	 extraer	 el	 contenido	 intacto	 de	 la	 información,	 tal	 y	 como	 se
encuentra	representado	en	el	computador	,y	trasladarlo	a	otro	computador,	podría
en	 el	 nuevo	 leer	 el	 mismo	 contenido	 y	 otorgarle	 el	mismo	 significado	 que	 le
otorgó	al	escrito	que	está	leyendo	en	estos	momentos.	Los	rasgos	distintivos	del
escrito	han	sido	rescatados,	por	supuesto,	siempre	y	cuando	la	información	y	la
forma	en	que	 estos	 se	 encuentren	organizados	 en	 el	 escrito	no	 sufran	mayores
modificaciones.	Entonces,	quizá	la	respuesta	no	esté	en	el	soporte	físico	sino	en
la	información.	Es	una	aproximación	más	audaz	y	acertada.	Si	trasladamos	esta
analogía	al	campo	de	la	psicología	cognitiva,	veremos	que	los	conceptos	de	una
personalidad	 y	 una	 identidad	 personal	 se	 aproximan	 más	 al	 concepto	 de
información	organizada	de	una	forma	particular	que	la	hace	única	que	al	soporte
físico	 que	 sustenta	 esta	 información.	 Personalidad	 e	 identidad	 personal	 se
acercan	más	a	información	personalizada	que	a	un	cerebro	material.
¿Qué	es	una	personalidad?
La	 personalidad	 no	 es	 un	 concepto	 fácil	 de	 definir.	 Allport	 ofrece	 más	 de
cincuenta	aproximaciones	diferentes.	Pero	en	algo	creo	que	estamos	de	acuerdo.
Una	personalidad	constituye	una	configuración	única	de	rasgos	y	atributos	que	la
hacen	 exclusiva	 y	 diferente	 al	 resto	 de	 otras	 personalidades	 humanas.	 Es	 la
totalidad	que	caracteriza	a	un	comportamiento	humano.
De	 acuerdo	 con	 las	 ciencias	 cognitivas,	 somos	 cerebros	 que	 dan	 origen	 a
mentes	individuales.	Solorecordemos	el	título	de	una	de	las	obras	más	recientes
de	António	Damásio	 que	 representa	 el	 parecer	 de	 un	gran	 sector	 de	 la	 ciencia
contemporánea:	Y	 el	 cerebro	 creó	 al	 hombre.	Primero	 el	 cerebro	 y	 después	 la
mente,	y	no	como	creíamos	hasta	hace	solo	unos	pocos	años.	Otros,	como	Daniel
Dennett,	van	mucho	más	allá	y	asumen	posturas	todavía	más	radicales;	para	este
filósofo	cognitivo	la	mente	no	existe	en	absoluto.	Bueno,	eso	es	lo	que	afirman
algunos	de	los	representantes	más	importantes	de	las	ciencias	cognitivas,	aunque
no	necesariamente	sea	este	el	parecer	de	la	totalidad	de	la	comunidad	científica.
A	 pesar	 de	 ser	 biológicamente	 similares	 y	 poseer	 las	 mismas	 capacidades
humanas,	 en	 el	 fondo	 todos	 diferimos	 en	 la	 forma	 como	 las	 utilizamos.	Unos
parecen	ser	muy	buenos	para	la	ciencia,	otros	para	el	arte	y	la	 literatura,	y	hay
otros	 que	 pueden	 llegar	 a	 sobresalir	 en	 el	 terreno	 de	 la	 religión	 o	 la	 filosofía.
Einstein	fue	único	en	el	área	de	la	física.	Poincaré	un	extraordinario	matemático.
Jesús	 se	 destacó	 como	 un	 líder	 religioso	 excepcional	 y	 Julio	Verne	 como	 una
mente	 con	 una	 gran	 capacidad	 de	 predicción.	 Si	 además	 de	 las	 habilidades
intelectuales	tomamos	en	cuenta	los	sentimientos,	las	emociones	y	el	carácter	de
una	 persona,	 veremos	 que	 también	 cada	 uno	 de	 nosotros	 es	 único	 en	 esos
aspectos.	Unos	son	impulsivos	mientras	que	otros	son	más	fríos	y	calculadores.
Los	hay	aquellos	que	brincan	del	miedo	cada	vez	que	se	exponen	a	situaciones
de	 riesgo	 y	 también	 los	 que	 asumen	 una	 actitud	 serena	 y	 ecuánime	 frente	 al
peligro.	 A	 pesar	 de	 que	 somos	 biológicamente	 similares,	 cada	 uno	 tiene	 una
manera	muy	particular	de	ser	y	de	actuar	frente	a	situaciones	parecidas.	Además,
cada	 entidad	 humana	 tiene	 creencias	 e	 intenciones	 muy	 personales.	 Somos
únicos	y	exclusivos.
A	pesar	de	estos	atributos	y	caracteres	personales	una	personalidad	humana
no	es	lo	que	realmente	somos.	La	palabra	deriva	del	latín	persona,	que	significa
máscara	y	se	utilizaba	en	la	Antigüedad	para	designar	a	aquellos	personajes	que
representaban	los	actores	cuando	hablaban	a	través	de	este	instrumento.	A	la	luz
de	 la	 idea	 que	 estoy	 exponiendo,	 los	 humanos	 nos	 hemos	 disfrazado	 para	 el
juego	 que	 nos	 ha	 tocado	 vivir	 y	 así	 poder	 jugar	 el	 rol	 que	 nos	 ha	 tocado
desempeñar	en	esta	batalla	en	la	que	como	fichas	en	un	juego	de	ajedrez	hemos
sido	 colocados.	 Unos	 se	 disfrazan	 de	 médicos,	 otros	 de	 políticos,	 abogados,
ingenieros	 o	 filósofos.	 Infortunadamente,	 la	 mayoría	 de	 los	 humanos	 estamos
colocándonos	 máscaras	 y	 jugando	 roles	 que	 no	 nos	 corresponden.	 Es,	 como
dentro	de	una	gran	orquesta,	colocar	al	guitarrista	a	tocar	el	piano	o	al	violinista
a	 dirigir	 la	 orquesta.	A	 pesar	 de	 querer	 intentarlo,	 este	 cambio	 de	máscaras	 y
papeles	 nos	 ha	 llevado	 al	 desastre	 y	 la	 gran	mayoría	 de	 nosotros	 se	 encuentra
jugando	 el	 papel	 equivocado	 en	 un	 escenario	 para	 el	 que	 no	 venía	 preparado.
Utilizamos	máscaras	 y	 no	 solo	 eso,	 nos	 hemos	 colocado	 la	menos	 apropiada.
Ahora	bien,	si	no	somos	la	máscara	que	nos	ponemos,	¿qué	es	lo	que	realmente
somos?
Lo	que	somos	en	profundidad
Si	pudiésemos	reducir	a	una	persona	a	sus	componentes	más	simples,	podríamos
afirmar	 que	 esta	 se	 encuentra	 constituida	 por	 varios	 elementos	 que,	 desde	 la
periferia	hasta	su	núcleo,	son	los	siguientes.	La	información	que	llega	a	la	mente
a	través	de	los	órganos	de	los	sentidos	y	que	con	el	tiempo	llegará	a	convertirse
en	los	contenidos	de	esa	mente	particular,	su	conocimiento,	sus	vivencias	y	sus
experiencias	más	íntimas.	El	soporte	físico	de	la	información,	que	es	el	sistema
nervioso	 y	 su	 cerebro.	 Es	 el	 más	 sofisticado	 instrumento	 diseñado	 por	 la
naturaleza	para	procesar	 la	 información,	percibirla,	 codificarla	y	 convertirla	 en
impulsos	 eléctricos	 o	 potenciales	 de	 acción,	 transmitirla	 a	 través	 del	 cableado
nervioso	 y	 finalmente	 decodificarla	 nuevamente	 en	 la	 corteza	 cerebral	 para
convertir	lo	que	percibimos	en	representación	y	subjetividad.	Luego	tenemos	los
programas	informáticos,	que	conducirán	a	un	procesamiento	más	sofisticado	de
la	información,	entre	los	que	destacan	el	lenguaje,	la	memoria	y	la	capacidad	de
razonamiento.	 Estos	 programas	 creemos	 que	 están	 constituidos	 por	 algoritmos
que	 le	 permiten	 a	 la	mente	manipular	 la	 información	 que	 procesa.	 Finalmente
encontramos	 la	 conciencia,	 esa	 entidad	 básica	 y	 fundamental,	 no	 computable,
que	 se	 ha	 individualizado	 a	 través	 de	 un	 sistema	 nervioso.	 Es	 gracias	 a	 esta
conciencia	 que	 nos	 damos	 cuenta	 de	 nuestra	 propia	 existencia.	 Por	 esta
conciencia	 detrás,	 la	 mente,	 que	 es	 algo	 puramente	mecánico,	 llega	 a	 parecer
inteligente	como	lo	afirman	muchos	de	los	tratados	filosóficos	y	religiosos	de	la
antigua	India.
¿Cómo	se	prepara	una	entidad	personal	para	asumir	el	rol	que	le	tocará	librar
cuando	llega	a	este	mundo?	Si	excluimos	por	el	momento	la	información	y	nos
quedamos	 con	 los	 órganos	 de	 los	 sentidos,	 el	 cerebro,	 los	 programas
informáticos	y	la	conciencia,	entonces	tendremos	los	mínimos	componentes	que
necesitaremos	 para	 fabricar	 una	 personalidad	 humana.	 Además,	 necesitaremos
del	contacto	con	el	entorno	físico	y	social	para	que	esta	personalidad	naciente	se
vaya	desarrollando,	vaya	creciendo	y	 se	consolide	con	el	paso	de	 los	 años.	Es
este	entorno	físico	y	social	el	estímulo	que	la	mente	necesitará	para	desarrollar
todo	su	potencial.
¿Qué	es	lo	que	soy	entonces?	Soy	una	conciencia	que	se	ha	individualizado	a
través	de	un	sistema	nervioso.	Esta	conciencia	al	 individualizarse	necesitará	de
programas	informáticos	para	procesar	la	información	que	le	llega	a	través	de	los
sentidos	y	así	construir	su	propio	universo	personal.	La	información	requerirá	de
un	instrumento	físico	que	le	sirva	de	soporte,	y	este	soporte	físico	es	el	cerebro
material.	 El	 ingreso	 de	 la	 información,	 que	 llega	 a	 través	 de	 los	 sentidos	 a	 la
conciencia	 individualizada,	 induce	 la	aparición	de	sentimientos	y	emociones,	y
el	 tipo	 de	 sentimientos	 y	 emociones	 dependerán	 del	 tipo	 de	 vivencias	 que	 la
entidad	experimente,	del	placer	y	dolor	que	estas	experiencias	le	despierten.	Es	a
partir	 de	 este	 punto	 que	 la	 entidad	 personal	 comienza	 su	 crecimiento	 y
desarrollo.	Y	es	a	 través	de	la	experiencia	y	el	uso	que	hace	de	las	habilidades
con	que	ha	sido	dotada	que	comienza	a	forjarse	una	personalidad,	esas	cientos	de
máscaras	que	la	harán	única.
Observa	cómo	esa	conciencia	individualizada	comienza	a	identificarse	desde
el	mismo	momento	que	nace	con	numerosos	aspectos	de	la	realidad	material:	un
cuerpo	físico,	una	mente	cargada	de	pensamientos	y	de	emociones,	posesiones,
papeles	 y	 roles	 temporales	 que	 le	 tocará	 desempeñar	 a	 lo	 largo	 de	 una	 vida
humana.	Una	 de	 las	más	 fuertes	 identificaciones	 es	 la	 que	 se	 establece	 con	 el
cuerpo	 físico,	 su	 género,	 su	 color,	 su	 nacionalidad	 y	 su	 edad.	 La	 profesión
constituye	otra	de	las	fuertes	ataduras:	unos	se	hacen	médicos,	otros	abogados,
educadores	o	ingenieros.	Hasta	ese	momento	somos	los	hijos	de	nuestros	padres.
Unos	 años	 más	 adelante	 adquirimos	 otros	 roles:	 padre,	 madre	 y	 abuelos.	 A
algunos	parece	acompañarles	la	suerte	y	se	creen	dueños	de	cientos	de	cosas	que
comienzan	 a	 adquirir	 desde	 muy	 temprana	 edad.	 Otros	 adolecen	 de	 cosas
materiales	 y	 llevan	 una	 vida	 austera	 y	 acompañada	 de	 numerosas	 privaciones.
Finalmente,	 de	 acuerdo	 con	 la	manera	 como	 respondemos	 a	 los	 estímulos	 del
entorno,	 nos	 haremos	 serenos	 o	 ansiosos,	 calmos	 o	 furiosos,	 emotivos	 o
neutrales.	 Cuando	 hemos	 alcanzado	 la	 edad	 adulta,	 llevamos	 las	 numerosas
máscaras	bien	puestas.	Cuando	nacimos	solo	contábamos	con	la	conciencia,	un
puñado	 de	 programas	 informáticos,	 un	 cerebro	 y	 la	 información	 que
devorábamosa	 través	 de	 los	 órganos	 de	 los	 sentidos.	 Ahora	 nos	 creemos
personalidades	bien	desarrolladas	y	maduras.
Pero	¿cuáles	 son	 los	 límites	de	crecimiento	y	desarrollo	de	esta	conciencia
individualizada	 que	 desde	 los	 primeros	 años	 comienza	 a	 llenarse	 de	 ropaje	 y
artilugios	 y	 que	 en	 la	 edad	madura	 ha	 llegado	 a	 olvidar	 su	 verdadera	esencia,
identificándose	con	los	personajes	que	a	través	de	la	vida	le	ha	tocado	asumir?
Es	 como	 preguntarle	 al	 universo	 cuáles	 son	 los	 límites	 de	 su	 expansión	 y
crecimiento,	 a	 la	 vida	 cuáles	 son	 los	 límites	 de	 la	 biología	 o	 cuáles	 son	 los
límites	 y	 posibilidades	 de	 la	mente	 humana.	 Sabemos	 por	 el	momento	 que	 no
hay	límites.	En	el	caso	de	una	personalidad	humana	serían	los	límites	impuestos
por	las	leyes	de	la	biología.	Pero,	¿habrá	la	naturaleza	diseñado	la	manera	para
que	esa	personalidad,	recientemente	adquirida	por	la	conciencia	individualizada,
pueda	 sobrevivir	 y	 continuar	 su	 proceso	 de	 crecimiento	 y	 desarrollo	 en	 otros
órdenes	diferentes	de	la	realidad	o,	por	qué	no,	en	esta	misma	realidad	física?
El	crecimiento	de	una	personalidad
Cuando	el	cascarón	que	encierra	una	personalidad	humana	se	rompe,	entonces	la
personalidad	 naciente	 queda	 sometida	 al	 mismo	 proceso	 de	 crecimiento	 y
desarrollo	al	que	se	encuentran	sometidos	todos	los	macro	y	microsistemas	que
componen	la	totalidad	de	la	creación.	Esta	ley	evolutiva	que	incluye	todo	lo	que
existe	 les	 permite	 a	 los	 diferentes	 sistemas	 desarrollar	 todo	 el	 potencial	 que
traen.	El	universo	nació	a	partir	de	una	singularidad	desnuda	hace	más	de	trece
mil	 millones	 de	 años,	 y	 desde	 entonces	 ha	 crecido	 y	 se	 ha	 desarrollado
fabricando	 galaxias,	 estrellas	 y	 sistemas	 solares.	 En	 algunos	 rincones	 secretos
del	 cosmos,	 esta	misma	 naturaleza	 ha	 depositado	 la	 semilla	 de	 la	 vida,	 y	 esta
semilla	también	ha	crecido	y	evolucionado	desarrollando	formas	cada	vez	más	y
más	complejas	hasta	dar	origen	a	formas	cada	vez	más	y	más	conscientes.	Pero
este	 es	 un	 proceso	 que	 ha	 tomado	 miles	 de	 millones	 de	 años.	 No	 es	 posible
llevarlo	 a	 cabo	 en	 unos	 cortos	 años	 terrestres.	 La	 mente	 también	 la	 vemos
evolucionar	desde	formas	inferiores	hasta	formas	más	y	más	complejas,	como	la
que	se	exhibe	en	una	 forma	humana.	Una	personalidad	humana	es	mucho	más
compleja	 que	 cualquier	 cosa	 y	 trae	 un	 potencial	 que	 deberá	 ser	 desplegado	 y
expresado.	Debe	desarrollarse,	crecer	y	evolucionar.	Solo	se	encuentra	 limitada
por	 la	 durabilidad	 de	 los	 elementos	 con	 los	 que	 se	 encuentran	 fabricados	 un
cuerpo	y	un	cerebro	físicos.	Y	esta	durabilidad	es	un	reflejo	de	las	leyes	físicas
que	controlan	el	comportamiento	de	los	observables	en	este	orden	específico	de
la	 realidad.	Como	veremos	más	adelante,	 este	ha	 sido	un	 inconveniente	que	 la
misma	naturaleza	se	ha	encargado	de	solucionar	de	una	manera	muy	creativa	y
novedosa.	 Así	 como	 nosotros,	 al	 finalizar	 el	 tiempo	 de	 vida	 útil	 de	 nuestro
computador	 personal	 lo	 reemplazamos	 por	 uno	 nuevo,	 introduciendo	 la
información	 que	 poseíamos	 en	 el	 antiguo	 computador	 dentro	 del	 nuevo
procesador,	la	naturaleza	rescata	la	personalidad	alojada	en	el	viejo	cerebro	y	la
introduce	en	uno	nuevo	para	que	esta	pueda	continuar	su	proceso	evolutivo	de
crecimiento	y	desarrollo.
Conciencia,	personalidad	e	información
Existe	 una	 profunda	 relación	 entre	 conciencia	 e	 información	 por	 un	 lado	 y
conciencia,	personalidad	e	información	por	el	otro.	David	Hume	creía	que	solo
existía	 un	 flujo	 continuo	 de	 ideas	 y	 de	 impresiones.	 “Todo	 lo	 que	 existe	 son
impresiones”	 afirmaba	 en	 su	 Tratado	 sobre	 el	 conocimiento	 humano.
Similarmente,	William	James,	el	padre	de	 la	psicología	americana	hizo	famoso
el	 término	“la	corriente	de	la	conciencia”	para	referirse	a	ese	continuo	flujo	de
información.	En	una	charla	dada	en	1897,	James	creía	que	todo	podía	finalmente
reducirse	a	contenidos	de	la	mente,	es	decir,	a	información.
Considero	que	la	información,	que	es	el	término	que	hoy	estamos	dando	a	los
contenidos	 de	 nuestras	 mentes,	 de	 alguna	 manera	 va	 de	 la	 mano	 con	 la
personalidad	 y	 la	 conciencia.	 Si	 rescato	 la	 información	 exactamente	 como	 se
encuentra	 organizada	 en	 una	 mente	 particular,	 también	 estoy	 rescatando	 la
personalidad	 que	 caracterizó	 a	 esa	 forma	 organizada	 de	 la	 información.	 Un
párrafo	de	información	puede	generar	un	contenido	semántico.	Si	cambiamos	o
modificamos	 el	 lugar	 de	 algunas	 palabras	 en	 el	 texto,	 entonces	 el	 significado
semántico	puede	 llegar	a	 ser	completamente	diferente.	Esto	nos	está	 indicando
que	el	orden	de	 las	palabras	cuenta.	Colocadas	de	una	manera	dan	origen	a	un
significado	 específico	 en	 la	 conciencia	 del	 perceptor,	 y	 variando	 el	 orden	 o	 el
lugar	 donde	 se	 encuentren	 podrían	 dar	 origen	 a	 un	 significado	 totalmente
diferente.	Si	la	información	es	rescatada	sin	modificar	la	organización	y	el	orden
de	 ciertos	 contenidos	 clave,	 es	 probable	 que	 la	 personalidad,	 el	 flujo	 de	 la
información,	 como	 afirmaban	Hume	 y	 James,	 sobreviva	 a	 la	 desaparición	 del
hardware	o	soporte	físico	material.	Veamos	otro	ejemplo	que	toma	en	cuenta	la
información.
Un	 paciente	 con	 una	 enfermedad	 de	 Alzheimer	 se	 va	 deteriorando
progresivamente.	Este	deterioro	es	directamente	proporcional	a	la	pérdida	de	la
información	 en	 su	 cerebro.	 Cuando	 la	 pérdida	 de	 la	 información	 es	 total,	 su
conciencia	continúa	estando	allí,	pero	la	personalidad	parece	haberse	evaporado
para	siempre.	Te	proporcionaré	otro	ejemplo.	El	paciente	con	esquizofrenia	sufre
de	 un	 grave	 trastorno	 caracterizado	 por	 la	 pérdida	 de	 la	 lucidez	 y	 diversos
trastornos	 sensoperceptivos.	 Esto	 lo	 lleva	 a	 una	 alteración	 de	 su	 estado	 de
conciencia	que	 se	conoce	como	delirio.	La	 información	sigue	estando	presente
pero	 su	procesamiento	 se	 encuentra	profundamente	 alterado.	 ¿Y	qué	 es	 lo	que
vemos?	 La	 personalidad	 del	 paciente	 no	 desaparece,	 pero	 sí	 se	 altera
profundamente.
Cuando	 los	hechos	son	mirados	bajo	esta	nueva	 lente	se	nos	abre	entonces
una	extraordinaria	posibilidad	que	iremos	desentrañando	a	lo	largo	de	este	y	los
siguientes	 capítulos.	 El	 modelo	 es	 solo	 una	 ampliación,	 una	 extensión	 del
enfoque	computacional	aplicado	al	universo	como	un	 todo.	El	universo	es	una
gigantesca	computadora	cósmica	y	nosotros	somos	sus	creaciones.	No	hay	nada
nuevo	ni	extraordinario	en	ello.	Yo	creo	firmemente	que	si	llegáramos	a	rescatar
la	información,	el	yo	y	el	resto	de	la	personalidad	podría	llegar	a	sobrevivir.	La
idea	 suena	alucinante	ya	 que	 una	personalidad,	 de	 acuerdo	 con	 el	modelo	 que
estoy	 exponiendo	 en	 este	 trabajo,	 podría	 ser	 una	 realidad,	 una	 creación	virtual
producto	 de	 esa	manera	 única	 como	 la	 información	 se	 ha	 organizado	 en	 cada
cerebro,	en	cada	mente	en	particular.
	
	
Resumen
Una	 mente	 humana	 en	 el	 momento	 del	 nacimiento	 se	 encuentra
compuesta	 básicamente	 por	 un	 cerebro	 físico,	 programas
informáticos	y	conciencia	individualizada.
El	 contacto	 entre	 la	mente	 y	 la	 información	 que	 nos	 llega	 del
entorno	a	través	de	los	sentidos	y	su	permanente	interrelación	a	lo
largo	de	los	años	le	confiere	a	la	mente	un	toque	muy	personal:	le
otorga	 una	 personalidad.	 Pero	 el	 componente	 más	 importante	 de
una	 personalidad,	 aparte	 de	 la	 mente,	 es	 indudablemente	 la
información.	Tengo	un	 cuerpo	 físico,	masculino	 o	 femenino;	 raza
blanca,	 amarilla	 o	 negra;	 joven	 o	 viejo;	 médico,	 ingeniero	 o
abogado;	 soltero	 o	 casado;	 con	 hijos	 o	 sin	 hijos.	 Todos	 estos
atributos	 de	 un	 ser	 humano	 van	 fabricándose	 a	 través	 del	 tiempo
por	 la	 mente	 y	 la	 información.	 De	 tal	 manera	 que,	 cuando
sobrepasamos	 la	 década	 de	 los	 cincuenta	 años,	 somos	 una
conciencia	individualizada	que	posee	una	mente	y	una	personalidad
bien	conformada.	Detodos	estos	elementos,	solo	uno,	a	la	luz	de	la
teoría	 de	 la	 información	 y	 de	 las	 ciencias	 de	 la	 computación,	 es
perecedero:	 el	 soporte	 físico,	 el	 cerebro.	 El	 complejo	 conciencia
individualizada,	 mente,	 programas	 informáticos,	 información	 y
personalidad	 humana	 es	 capaz	 de	 sobrevivir	 a	 la	 muerte	 de	 su
soporte	físico	material.	Pero	el	cerebro	físico,	como	hemos	venido
repitiendo	 a	 lo	 largo	 de	 este	 trabajo,	 no	 es	 el	 único:	 todo	 el
complejo	de	mente,	información	y	personalidad	se	encuentra	ahora
soportado	 por	 esa	 contraparte	 invisible	 del	 cerebro	 físico	 que
continúa	existiendo	después	de	la	muerte	física.	¿De	qué	está	hecha
esta	 contraparte	 invisible	 y	 dónde	 se	 encuentra?	 Los	 siguientes
capítulos	 te	 proporcionarán	 la	 respuesta	 ideada	 y	 utilizada	 por	 la
naturaleza	 para	 rescatar	 una	 personalidad	 humana	 de	 su	 mayor
enemigo:	la	muerte.
9	
La	respuesta	a	Damásio
A	 finales	 del	 siglo	 XIX,	 algunos	 físicos,	 entusiasmados	 por	 los	 arrolladores
avances	 científicos	 y	 tecnológicos	 de	 la	 época,	 se	 atrevieron	 a	 pronosticar	 el
final	de	 la	física	 teórica.	La	ciencia	parecía	haber	 llegado	a	un	límite	difícil	de
cruzar.	Muchos	afirmaban	que	las	leyes	del	movimiento	de	los	planetas	y	de	la
gravitación	universal	descubiertas	por	Isaac	Newton	y	el	electromagnetismo	de
Maxwell	 iban	 finalmente	 a	 explicar	 todos	 los	 fenómenos	 presentes	 en	 la
creación.	En	una	célebre	conferencia	pronunciada	en	la	ciudad	de	Chicago	en	el
año	 de	 1894,	 el	 físico	 experimental	 y	 Premio	Nobel	Albert	Michelson	 llegó	 a
afirmar	 que	 “los	 grandes	 principios	 subyacentes	 han	 quedado	 plenamente
establecidos	 y	 los	 avances	 posteriores	 habrán	 de	 buscarse	 realmente	 en	 la
rigurosa	 aplicación	 de	 estos	 principios	 a	 todos	 los	 fenómenos	 de	 los	 que
tengamos	noticias”75.
Este	 sueño	 pronto	 se	 vino	 abajo	 con	 el	 descubrimiento	 de	 la	 estructura
atómica	 de	 la	 materia	 y	 el	 nacimiento	 de	 la	 mecánica	 cuántica	 y	 la	 física
relativista.	Pero	los	físicos	no	se	rindieron	y	nuevamente	volvieron	a	arremeter
con	 fuerza.	 En	 1928,	 el	 célebre	 físico	 y	 futuro	 Premio	 Nobel	 Max	 Born
anunciaba	a	un	grupo	de	científicos	visitantes	en	la	Universidad	de	Gotinga	que
la	física	tal	y	como	era	conocida	concluiría	en	solo	seis	meses76.
Desde	entonces	ha	pasado	casi	un	siglo	y	por	ningún	lado	divisamos	el	final
de	la	física	teórica;	es	más,	no	creo	que	en	este	momento	exista	un	físico	en	el
mundo	capaz	de	afirmar	semejante	imprudencia.
Por	supuesto	que	muchas	cosas	han	cambiado	desde	entonces.	Una	partícula
fundamental	ha	dejado	de	ser	esa	estructura	compacta	y	definida	que	se	mueve
en	una	región	del	espacio	a	una	velocidad	determinada.	Si	fuésemos	capaces	de
ampliar	millones	de	veces	ese	objeto	y	llegar	hasta	la	llamada	escala	de	Planck,
veríamos	que	lo	que	para	nosotros	parecía	ser	un	objeto	macizo	y	compacto	es
realmente	 un	 pequeño	 filamento	 de	 energía	 unidimensional	 que	 vibra	 en	 esa
escala	diminuta.
Hasta	 hace	 solo	 unos	 pocos	 años,	 todos	 sabíamos	 que	 los	 fenómenos	 del
universo	 se	 desplegaban	 dentro	 de	 un	 marco	 geométrico	 constituido	 por	 tres
dimensiones	espaciales	y	una	temporal.	Los	actuales	modelos	propuestos	por	la
teoría	 de	 cuerdas	 nos	 hablan	 de	 4,	 5,	 6	 y	 más	 dimensiones	 espaciales,	 y	 el
tiempo,	que	a	comienzos	del	siglo	XX	era	una	medida	de	carácter	absoluto,	se
convirtió	 en	 una	 magnitud	 relativa	 capaz	 de	 modificarse	 de	 acuerdo	 a	 la
velocidad	del	objeto	en	movimiento.
Pero	 esto	 no	 es	 todo.	 Entrado	 el	 siglo	 XX	 se	 hablaba	 de	 un	 gigantesco
universo	 isla.	Luego	 los	científicos	corroboraron	que	ese	universo	 isla	 (nuestra
galaxia	 Vía	 Láctea)	 no	 era	 único	 y	 que	 existían	 millones	 de	 universos	 islas
(galaxias)	diseminados	por	todo	el	cosmos.	Hoy	las	observaciones	cosmológicas
nos	aseguran	que	nuestro	universo,	 junto	a	 sus	miles	de	millones	de	universos
islas	que	lo	integran,	no	es	el	único	que	existe.	Forma	parte	de	un	conglomerado
mucho	mayor	de	universos:	el	multiverso	o	megaverso.
Hoy	la	física	se	enfrenta	a	hallazgos	nuevos	y	revolucionarios	tales	como	el
entrelazamiento	cuántico	y	nuevos	tipos	de	materia	y	energía,	la	materia	espejo	y
la	materia	y	la	energía	oscura.	Incluso,	los	físicos	han	ido	mucho	más	allá	y	se
han	adentrado	en	dominios	ajenos	a	la	física	pero	muy	próximos	a	nosotros:	los
dominios	de	la	mente	y	de	la	conciencia	humana.	Muchos	de	ellos	creen,	como
el	 Premio	 Nobel	 de	 Física	 Eugene	Wigner,	 que	 la	 conciencia	 juega	 un	 papel
crucial	en	la	construcción	de	la	realidad	que	experimentamos.	Ella	es	la	causante
del	colapso	de	la	función	de	onda	que,	a	través	del	acto	de	la	medición,	convierte
una	entidad	representada	matemáticamente	en	un	objeto	puntual	y	real.
Dios	 tampoco	 ha	 escapado	 a	 los	 ojos	 inquisidores	 de	 sus	 representantes,
algunas	 veces	 para	 ser	 afirmado	 como	 en	 las	 obras	 de	Amit	Goswami	 y	 John
Polkinghorne;	otras	veces	para	 ser	 sugerido,	 como	 lo	hace	Paul	Davies	 en	 sus
libros	La	mente	de	Dios	y	Proyecto	cósmico	y,	finalmente,	otras	para	ser	negado
como	 en	 la	 obra	 de	 Stephen	 Hawking	 de	 reciente	 aparición	 El	 gran	 diseño.
¿Dónde	está	—pregunto	yo—	el	final	de	la	física	teórica?
¿El	fin	del	mito	cartesiano?
Hace	 más	 de	 cien	 años,	 Camilo	 Golgi,	 Santiago	 Ramón	 y	 Cajal	 y	 Charles
Sherrington	sentaron	las	bases	de	lo	que	llegaría	a	ser	conocida	como	la	futura
doctrina	 neuronal.	 Desde	 entonces	 cualquier	 aporte	 en	 el	 área	 de	 las
neurociencias	 es	 galardonado	 con	 el	 Premio	 Nobel.	 Nuevos	 hallazgos	 de
moléculas	mediadoras	y	 receptoras	de	 la	 información,	 tanto	dentro	como	fuera
de	 la	 célula,	 y	 nuevos	 acercamientos	 como	 el	 enfoque	 computacional	 y	 la
aproximación	 conexionista	 han	 llevado	 a	 algunos	 neurocientíficos	 a	 anunciar,
como	 lo	 hicieron	 los	 físicos	 del	 siglo	 pasado,	 no	 el	 final	 de	 las	 neurociencias
pero	sí	el	fin	del	mito	cartesiano.	En	otras	palabras,	han	anunciado	nada	más	y
nada	menos	que	la	solución	definitiva	al	problema	mente-cuerpo.
Uno	de	ellos	es	António	Damásio,	profesor	de	Neurociencias,	Neurología	y
Psicología	 de	 la	 Universidad	 del	 Sur	 de	 California	 muy	 conocido	 por	 sus
maravillosas	obras	de	divulgación	científica,	entre	las	que	cabe	destacar	El	error
de	Descartes,	La	 sensación	 de	 lo	 que	 nos	 ocurre,	En	 busca	 de	 Spinoza	 y	 El
cerebro	 creó	 al	 hombre.	 En	 una	 entrevista	 publicada	 en	 el	 año	 2002	 en	 un
journal	científico	especializado,	Damásio	afirmaba:
Creo	que	podemos	arriesgarnos	a	decir	que	para	el	año	2050	tendremos	el	suficiente	conocimiento	de
los	fenómenos	biológicos	como	para	suprimir	el	dualismo	tradicional	entre	cuerpo	y	cerebro,	cuerpo	y
mente	y	cerebro	y	mente.	Algunos	podrán	temer	que	con	la	determinación	de	algo	tan	valioso	y	digno
como	la	mente	humana,	esta	quede	degradada	sino	desechada.	Pero	explicar	los	orígenes	y	operaciones
de	la	mente	en	el	tejido	biológico	no	comportará	su	eliminación77.
A	pesar	 de	 haber	 anunciado	 el	 fin	 del	mito	 cartesiano,	Damásio	 otorga	 un
valor	 enorme	 y	 todavía	 muestra	 un	 profundo	 respeto	 por	 esa	 mente	 que	 él
considera	 material,	 como	 lo	 afirma	 en	 una	 de	 sus	 últimas	 obras	 de	 reciente
aparición:	 “Naturalizar	 la	 conciencia	 y	 asentarla	 firmemente	 en	 el	 cerebro	 no
supone,	sin	embargo,	rebajar	la	dignidad	humana	ni	tampoco	marca	el	final	del
misterio,	la	perplejidad	y	el	desconcierto”78.
Como	 lo	afirmó	hace	ya	algunos	años	el	Premio	Nobel	Cristian	de	Devue:
“La	magia	terminó	pero	el	misterio	permanece”79.
Las	 implicaciones	 filosóficas	 de	 una	 doctrina	 neuronal	 erróneamente
interpretada,	 creo	 yo,	 derivan	 en	 una	 serie	 de	 consecuencias	 catastróficas	muy
graves	para	la	ética,	la	moral	y	la	dignidad	humana.	Si	tan	seguro	estamos	de	la
inminente	muerte	del	mito	cartesiano,	si	realmente	queda	claro	para	nosotros	de
que	la	mente	emerge	de	la	actividadquímica	y	eléctrica	del	cerebro	y	una	vez	el
cerebro	 desaparezca	 la	 mente	 dejará	 de	 existir,	 entonces	 preparemos	 a	 la
humanidad	para	que	pueda	encarar	con	decoro	y	dignidad	la	noticia.
Thomas	 Metzinger,	 director	 del	 Departamento	 de	 Filosofía	 Teorética	 del
Seminario	 de	 Filosofía	 de	 la	 Universidad	 de	 Maguncia,	 cree	 que	 el	 hombre
común	 tendrá	 que	 ser	 debidamente	 preparado	 para	 afrontar	 estos
acontecimientos.	 De	 acuerdo	 con	 Carnsten	 Konner,	 quien	 coordinó	 el	 diálogo
para	 la	 revista	Mente	 y	 Cerebro,	 si	 esto	 no	 se	 hace	 pronto,	 sería	 como	 estar
llenando	un	barril	de	pólvora	que	podría	explotar	en	un	futuro	no	muy	lejano:
La	 investigación	 neurológica	 transforma	 de	 manera	 radical	 nuestra	 imagen	 del	 hombre	 y
consecuentemente	el	fundamento	de	nuestra	cultura,	la	base	de	nuestras	decisiones	éticas	y	políticas.	Es
arriesgado	porque	nos	afecta	a	todos,	no	solo	a	los	neurólogos	y	a	los	filósofos.	Se	trata	de	un	cambio
profundo	en	nuestra	imagen	y	esto	a	alguno	de	nosotros	nos	resulta	evidentemente	doloroso.	Pienso,	por
ejemplo,	en	las	ideas	de	mortalidad	o	en	la	suposición	de	conciencia	sin	una	base	neuronal.	Si	se	admite
el	carácter	implausible	de	la	supervivencia	del	yo	consciente	después	de	la	muerte,	difícilmente	podrán
soportar	 la	 presión	 emocional	 las	 personas	 aferradas	 a	 una	 visión	 tradicional	 del	mundo.	 La	muerte
personal	es	para	nosotros	el	mayor	accidente	asumible	por	el	hombre.	El	reconocimiento	de	los	límites
de	 la	 existencia	 nos	 concierne	 en	 cuanto	 seres	 biológicos,	 pero	 nos	 provoca	 un	 dolor	 emocional:
digamos	que	es	el	precio	a	pagar	como	seres	pensantes	que	somos80.
Pero,	¿tiene	razón	Damásio?
Existen,	 como	 hemos	 visto	 en	 el	 capítulo	 sobre	 ciencia	 extraordinaria,
demasiados	 interrogantes	 que	 no	 han	 podido	 ser	 resueltos	 por	 las	 ciencias
cognitivas:	 la	 conversión	 del	 correlato	 neuronal	 en	 subjetividad,	 el	 formato
representacional	 del	 pensamiento	 y	 de	 los	 fenómenos	 oníricos,	 entre	 otros,	 y
experiencias	 imposibles	 de	 explicar	 con	 los	 paradigmas	 actuales	 como	 son	 la
experiencia	 de	 muerte	 cercana,	 las	 visiones	 en	 el	 lecho	 de	 la	 muerte,	 las
experiencias	 fuera	 del	 cuerpo	 verídicas,	 la	 percepción	 extrasensorial	 y	 la
psicoquinesis.	La	División	de	Estudios	de	la	Personalidad	del	Departamento	de
Psiquiatría	de	la	Universidad	de	Virginia	guarda	actualmente	en	sus	archivos	los
historiales	de	más	de	mil	casos	de	niños	entre	los	tres	y	los	cinco	años	de	edad
que	 afirman	 recordar	 vidas	 previas81.	 El	 estudio	 llevó	más	 de	 treinta	 años	 de
investigaciones	a	sus	protagonistas	alrededor	de	todo	el	mundo,	encabezados	por
quien	 fuera	 el	 director	 del	 Departamento	 de	 Neurología	 y	 Psiquiatría	 de	 la
Universidad	 de	 Virginia,	 el	 doctor	 Ian	 Stevenson,	 uno	 de	 los	 psiquiatras	 más
respetados	de	 los	Estados	Unidos82.	Todo	ello	 reclama	una	explicación	que	no
podemos	 continuar	 evadiendo.	 Las	 explicaciones	 convencionales	 no	 nos
convencen,	 como	 tampoco	 convencieron	 a	 sus	 autores.	 Los	modelos	mentales
desarrollados	 hasta	 el	 día	 de	 hoy	 explican	 solo	 algunas	 cosas.	 Otros	 aspectos
permanecen	en	una	total	oscuridad.	Resulta	por	 lo	 tanto	muy	osado	y	atrevido,
creo	yo,	 suprimir	desde	ya	el	dualismo	cartesiano	que	por	 tanto	 tiempo	nos	ha
acompañado.	Y	la	respuesta	a	muchos	de	estos	interrogantes,	considero,	requiere
de	una	solución	que	hasta	el	día	de	hoy	continúa	siendo	en	gran	parte	dualista.
Dualismo
Tradicionalmente	 se	 ha	 considerado	 que	 mente	 y	 cuerpo	 pertenecen	 a	 dos
órdenes	diferentes	de	realidad.	El	cuerpo	está	hecho	de	materia	física.	La	mente,
por	 el	 contrario,	 se	 ha	 considerado	 como	 “no	 física”.	 Pero	 nadie	 hasta	 el
momento	ha	dado	una	 explicación	 clara,	 satisfactoria	 y	 coherente	 de	 lo	 que	 el
término	“no	físico”	puede	llegar	a	significar.	Aunque	no	cuenta	actualmente	con
muchos	 adherentes,	 el	 dualismo	 es	 la	 teoría	 de	 la	mente	más	 popularizada	 en
Occidente.	 Tiene	 fuertes	 lazos	 históricos	 con	 las	 tres	 grandes	 religiones	 de
Occidente,	 y	 filósofos	 tan	 conocidos	 y	 respetados	 como	 Sócrates,	 Platón	 y
Descartes	 fueron	 dualistas.	 El	 sentido	 común	 nos	 dice	 que	 el	 dualismo	 es	 en
parte	correcto,	sin	embargo,	una	aplicación	equivocada	de	la	doctrina	neuronal	a
campos	 de	 conocimiento	 que	 no	 son	 de	 su	 dominio	 ha	 resultado	 en	 un	 duro
golpe	a	esta	creencia	 tan	arraigada	en	Oriente	y	Occidente.	A	pesar	de	 todo,	el
siglo	XX	 recuerda	 a	 hombres	 extraordinarios	 que	 abrazaron	 sin	 temores	 algún
tipo	de	dualismo.	Karl	Popper,	el	gran	filósofo	de	la	ciencia	de	finales	del	siglo
XX,	y	 sir	 John	Eccles,	Premio	Nobel	de	Medicina,	 abrazaron	un	dualismo	 sin
temores	ni	vergüenza	ante	la	crítica	de	sus	opositores83.
Ahora	 bien,	 el	 autor	 de	 este	 libro	 cree	 que	 algunos	 aspectos	 del	 problema
mente-cuerpo	solo	pueden	entenderse	si	consideramos	el	dualismo	pero	bajo	una
nueva	 luz.	 El	 principal	 aspecto	 al	 que	 me	 refiero	 es	 el	 de	 la	 posible
supervivencia	 de	 la	mente	 y	 sus	 contenidos	 una	 vez	 el	 cerebro	 físico	 deje	 de
funcionar.	Aunque	no	quiero	profundizar	sobre	el	 tema	en	una	obra	como	esta,
escrita	para	todos	los	públicos,	voy	a	tratar	de	ofrecer	una	breve	explicación	tal	y
como	veo	 las	 cosas	 desde	mi	 propia	mirada	 inquisidora.	Repito,	 trataré	 de	 ser
muy	sencillo	con	la	explicación	que	daré	a	continuación.
Lo	físico	y	lo	mental
Tradicionalmente	lo	físico	y	lo	mental	han	sido	considerados	como	dos	aspectos
separados	 de	 la	 realidad.	 Mente	 y	 materia	 parecen	 existir	 en	 dos	 dominios
diferentes.	 Esta	 idea	 dio	 origen	 al	 dualismo	 tradicional,	 la	 existencia	 de	 dos
realidades	distintas	y	separadas.	Pero	¿sucede	realmente	así?	Si	observamos	con
atención,	pronto	seremos	conscientes	de	que	existen	aspectos	que	son	comunes	a
ambos	dominios	y	 también	existen	otros	aspectos	que	 los	diferencian.	Por	una
parte,	 la	 información	 es	 el	 elemento	 común	 presente	 en	 ambos	 mundos.	 La
conciencia	que	nos	permite	darnos	cuenta	de	la	realidad	en	ambas	esferas	de	la
experiencia	también	es	la	misma.	¿Lo	distinto?	La	manera	como	se	comporta	la
información	 en	 el	 entorno	 físico	 y	 en	 la	mente	 es	 diferente.	 También	 lo	 es	 su
formato	representacional.	Por	supuesto	que	existen	muchas	otras	diferencias	que
han	sido	muy	bien	tratadas	en	obras	como	Lo	físico	y	lo	mental	de	Herbert	Feigl,
El	 espacio	 de	 Einstein	 y	 el	 cielo	 de	 Van	Gogh	 de	Margeniu	 y	 Le	 Shan	 y	De
Newton	a	la	percepción	extrasensorial	de	este	último.	Pero	esto	se	refiere	más	a
las	 semejanzas	 y	 diferencias	 de	 los	 diferentes	 dominios	 de	 la	 realidad,
incluyendo	las	esferas	física	y	mental.	Para	efectos	prácticos	y	de	entendimiento
acerca	 de	 la	 propuesta	 de	 este	 libro	 creo	 que	 con	 lo	 dicho	 es	 suficiente.	 Pero
ahondemos	un	poco	más.
Los	 contenidos	 que	 encontramos	 en	 el	 mundo	 exterior,	 como	 los	 que	 se
hallan	 presentes	 en	 nuestras	 mentes,	 constituyen	 piezas	 o	 fragmentos	 de
información.	 Esta	 información	 es	 percibida,	 tanto	 externa	 como	 internamente,
por	 una	 sola	 entidad,	 la	 conciencia	 individualizada	 que	 somos.	 Información	 y
conciencia	individualizada	es	la	misma	tanto	afuera	como	adentro.	Si	la	atención
es	dirigida	hacia	afuera,	entonces	seremos	conscientes	de	aquello	que	nos	llega	a
través	de	los	sentidos.	Si	la	atención	es	dirigida	hacia	adentro,	entonces	seremos
conscientes	de	un	universo	de	pensamientos,	sentimientos,	creencias,	intenciones
y	estados	de	ánimo.	Lo	que	percibo	físicamente	como	objetos	materiales	y	lo	que
percibo	 internamente	 como	 pensamientos	 en	 la	mente	 es	 información.	 Repito,
conciencia	e	información	son	comunes	a	ambos	dominios	de	la	realidad.
Si	la	conciencia	y	la	información	son	comunes	a	ambos	lados	de	la	realidad,
entonces	¿qué	hace	la	diferencia	entre	lo	físico	y	lo	mental?	Bueno,	la	respuesta
no	es	difícil.	Es	elcomportamiento	de	la	información	lo	que	hace	estos	dominios
tan	diferentes.	Podemos	 inferir	 que	 si	 el	 comportamiento	de	 la	 información	en
ambos	dominios	de	la	realidad	es	diferente	es	porque	las	leyes	de	la	naturaleza
en	ambos	dominios	no	son	las	mismas.	Y	si	las	leyes	de	la	naturaleza	no	son	las
mismas,	 esto	 significa	 que	 el	 tipo	 de	 materia	 que	 constituye	 el	 formato
representacional	 de	 los	 contenidos	 del	 entorno	 físico	 y	 los	 de	 la	 mente	 es
diferente.	El	soporte	físico	de	la	información	en	el	entorno	físico	es	diferente	al
tipo	de	soporte	físico	utilizado	por	la	información	en	nuestras	mentes.
Ahora,	es	claro	que	el	comportamiento	de	la	información	y	el	soporte	físico
representacional	a	uno	y	otro	lado	de	la	realidad	han	creado	un	falso	sentimiento
de	 división	 que	 nos	 ha	 llevado	 a	 verlas	 como	 dos	 realidades	 diferentes	 y
separadas.	 Ambas	 realidades	 están	 conectadas	 e	 interactúan	 gracias	 a	 nuestro
sistema	 nervioso.	 La	 información,	 que	 es	 común	 a	 ambas	 esferas,	 viaja,	 se
traslada,	 es	 transmitida	 de	 un	 universo	 a	 otro	 y	 es	 transformada.	 Es	 la
información	 la	 que	 experimenta	 un	 proceso	 de	 metamorfosis	 que	 te	 explico
detalladamente	 en	 el	 segundo	 volumen	 de	 este	 tratado,	 en	 el	 capítulo	 titulado
“La	metamorfosis	de	la	realidad”84.	Por	eso	parece	diferente	afuera	y	adentro.	La
conciencia	 que	 observa	 simultáneamente	 lo	 que	 sucede	 adentro	 y	 afuera	 es	 la
misma.	 Solo	 cambia	 el	 tipo	 de	 materia	 que	 sirve	 de	 soporte	 al	 formato
representacional	de	la	información	adentro	y	afuera.	Esta	es	la	diferencia	básica.
Ambos	mundos	 interactúan	mientras	estamos	vivos;	sin	embargo,	al	 tener	cada
dominio	 su	 propio	 formato,	 su	 propio	 tipo	 de	 materia	 que	 lo	 soporte	 y	 sus
propias	 leyes	 de	 la	 naturaleza,	 podríamos	 afirmar	 que	 constituyen	 entidades
independientes	 aunque	 en	 vida	 interactúen	 y	 mantengan	 una	 estrecha
dependencia.	En	el	momento	de	la	muerte,	al	desaparecer	los	campos	eléctricos
y	magnéticos	de	 la	extensa	 red	neuronal,	 esa	entidad	 individualizada	queda	en
libertad	 en	 un	 entorno	 físico	 igualmente	 apropiado.	 Allí	 van	 con	 absoluta
independencia	 la	 información,	 los	 programas	 informáticos	 y	 la	 conciencia
individualizada.	 Ese	 procesador	 de	 información	 individualizado	 es	 lo	 que	 he
llamado	en	esta	obra	el	cerebro	invisible.
Debo	dejar	muy	claro	mi	punto	de	vista	de	que	la	mente	no	es	material	pero
sí	lo	son	sus	procesadores.	Si	tanto	la	información	presente	en	la	mente	como	la
información	representada	en	el	universo	físico	requieren	de	un	soporte	material
para	expresarse,	entonces	¿a	qué	tipo	de	materia	nos	estamos	refiriendo	cuando
hablamos	de	la	información	representada	en	la	mente?	Si	la	respuesta	es	dualista,
también	debemos	preguntarnos	cómo	interactúan	estos	dos	tipos	de	sistemas	que
tienen	su	soporte	en	dos	tipos	de	sustancias	diferentes.
Sustancia	pensante	y	sustancia	extensa
Aunque	existen	diferentes	clases	de	dualismos,	como	el	dualismo	de	propiedades
y	el	dualismo	sustancial,	en	este	trabajo	me	refiero	exclusivamente	a	este	último.
Un	dualismo	sustancial	requiere	de	dos	tipos	de	sustancias.	Vamos	a	llamarlas	la
sustancia	 A	 y	 la	 sustancia	 B.	 La	 sustancia	 A	 es	 aquella	 que	 conocemos
actualmente.	Es	la	materia	visible	que	percibimos	a	través	de	los	cinco	sentidos
tradicionales	 conocidos.	 Descartes	 la	 llamó	 en	 su	 lenguaje	 sustancia	 extensa.
Hoy	 sabemos	 que	 esta	 sustancia	 extensa	 está	 compuesta	 de	 partículas
elementales	 que	 interaccionan	 a	 través	 de	 cuatro	 fuerzas	 fundamentales:	 el
electromagnetismo,	la	gravedad,	 la	 interacción	fuerte	y	la	 interacción	débil.	De
la	misma	manera	que	las	letras	de	un	alfabeto	se	organizan	para	formar	sílabas,
palabras,	frases	y	oraciones	completas,	así	también	las	partículas	fundamentales
se	 agrupan	 para	 formar	 estructuras	 cada	 vez	 más	 complejas	 como	 átomos,
moléculas,	elementos	y	sustancias	que	forman	el	tejido	del	que	está	constituido
nuestro	universo.	Y	así	como	las	leyes	de	la	gramática	dictan	la	manera	como	las
letras	del	 alfabeto	 se	organizan,	 las	 leyes	de	 la	 física,	 la	 química	y	 la	biología
estipulan	la	forma	como	las	partículas	fundamentales	se	agruparán	para	crear	el
universo	que	conocemos.	Partículas	fundamentales	y	leyes	de	la	naturaleza	darán
como	 resultado	 un	 universo	 único	 y	 un	 comportamiento	 también	 único.	 Las
partículas	 fundamentales,	 sus	 propiedades	 e	 interacciones,	 y	 las	 leyes	 de	 la
naturaleza	 exclusivas	 de	 ese	 universo	 particular	 harán	 que	 sus	 contenidos	 se
comporten	como	lo	hacen.
Pero	 Descartes	 también	 habló	 de	 otro	 tipo	 de	 sustancia	 diferente	 a	 la
sustancia	extensa	y	la	bautizó	con	el	nombre	de	sustancia	pensante,	que	nosotros
hemos	llamado,	para	hacer	las	cosas	más	sencillas,	sustancia	B.	Descartes	nada
dijo	acerca	de	la	naturaleza	y	composición	de	esta	sustancia	pensante	o	sustancia
B.	En	aquellos	tiempos	no	existía	la	más	mínima	evidencia	de	que	la	sustancia
pensante	pudiese	 tener	un	sustrato	material	como	 lo	 tenía	 la	 sustancia	extensa.
Hoy	día,	 la	cosmología	moderna	y	la	física	de	partículas	han	hecho	un	extraño
descubrimiento	que	podría	soportar	 la	existencia	de	esa	sustancia	pensante	que
eludió	a	Descartes	durante	sus	años	de	madurez	filosófica.	Estas	dos	sustancias
servirían	 de	 soportes	 materiales	 de	 dos	 sistemas	 capaces	 de	 interactuar
simultáneamente	en	ambos	sentidos.	La	información	fluiría	desde	la	sustancia	A
hasta	la	sustancia	B	y	viceversa.
Repitamos	 brevemente	 lo	 que	 ya	 hemos	 dicho	 para	 dejar	 claro	 nuestro
pensamiento.	La	información	presente	en	nuestra	mente	se	comporta	de	manera
diferente	a	como	se	comporta	la	información	en	el	entorno	físico	que	nos	rodea.
Esto	significa	que	las	 leyes	de	la	naturaleza	que	rigen	el	comportamiento	de	 la
información	en	estos	dos	sectores	de	la	realidad	son	diferentes.	Leyes	diferentes
implican	 la	 existencia	 de	 partículas	 fundamentales	 con	 propiedades	 e
interacciones	diferentes.	La	respuesta	a	este	 interrogante	es	que	debe	existir	un
tipo	de	 sustancia	distinta	a	 la	 sustancia	A.	La	sustancia	A	es	el	 sustrato	de	 los
fenómenos	 físicos.	 La	 sustancia	B	 es	 el	 sustrato	 de	muchos	 de	 los	 fenómenos
que	se	originan	en	el	espacio	mental.	Esta	sustancia	B	serviría	de	soporte	para
crear	el	formato	representacional	de	nuestros	contenidos	mentales.	Recordemos
uno	 de	 los	 supuestos	 básicos	 en	 los	 que	 se	 basa	 este	 trabajo:	 la	 información
requiere	de	un	tipo	de	soporte	material	para	expresarse.	La	mente,	al	igual	que	el
universo	físico,	contiene	información,	 información	representada	en	conceptos	e
imágenes	mentales.	¿Cuál	es	entonces	el	soporte	material	de	los	conceptos	y	las
imágenes	mentales	que	cruzan	por	nuestra	mente	a	cada	instante?	No	solo	eso.
Yo	considero	que	la	sustancia	B	es	el	sustrato	material	que	sirve	de	soporte	para
experimentar	 el	 universo	 del	 sueño	 mientras	 dormimos.	 Finalmente,	 algunos
fenómenos	 anómalos,	 como	 las	 experiencias	 próximas	 a	 la	 muerte,	 las
experiencias	 en	 el	 lecho	 de	 la	 muerte	 y	 las	 experiencias	 fuera	 del	 cuerpo
requieren	de	un	 tipo	de	 sustancia	 distinta	 para	 que	 esta	 información	pueda	 ser
representada	 y	 experimentada.	 Y	 es	 precisamente	 el	 comportamiento	 de	 la
información	 presente	 en	 nuestros	 propios	 contenidos	 mentales,	 en	 nuestros
sueños	 y	 en	 el	 desarrollo	 de	 estos	 fenómenos	 anómalos	 lo	 que	 sugiere	 la
existencia	de	este	tipo	de	sustancia	que	hemos	bautizado	como	sustancia	B.
Pero	¿qué	tipo	de	materia	podría	constituir	la	sustancia	B?
La	sustancia	B
Yo	propongo	que	el	sustrato	o	la	naturaleza	de	la	sustancia	pensante	o	sustancia
B	 es	 otro	 tipo	 de	 materia	 distinta	 a	 la	 materia	 física	 descrita	 en	 el	 modelo
estándar	 de	 la	 física	 de	 partículas.	 Esta	 materia	 podría	 finalmente	 describirse
dentro	de	una	versión	ampliada	o	extendida	del	modelo	estándar	de	la	física,o
sencillamente	 en	 un	 formulismo	 matemático	 completamente	 nuevo.	 A
comienzos	 del	 siglo	 XXI	 se	 conocían	 más	 de	 un	 centenar	 de	 partículas
fundamentales.	El	universo	está	fabricado	con	solo	tres	de	ellas:	el	quark	arriba,
el	quark	abajo	y	el	electrón.	¿No	 tienes	curiosidad	por	saber	que	habrá	pasado
con	las	noventa	restantes?	Este	tipo	de	materia	a	la	que	he	llamado	sustancia	B
estaría	compuesta	por	partículas	fundamentales	“exóticas”,	para	diferenciarlas	de
las	 partículas	 fundamentales	 del	 modelo	 estándar.	 ¿Cómo	 interactuarían	 los
componentes	 de	 la	 sustancia	 B?	Mientras	 los	 componentes	 de	 la	 sustancia	 A
interactúan	 mediante	 las	 cuatro	 fuerzas	 fundamentales	 conocidas,	 el
electromagnetismo,	 la	 gravedad,	 la	 interacción	 nuclear	 fuerte	 y	 débil,	 los
componentes	 de	 la	 sustancia	 B	 lo	 harían	 a	 través	 de	 nuevas	 fuerzas	 de	 la
naturaleza	desconocidas	para	la	ciencia	actual.	Podrían	ser	versiones	ocultas	de
la	 fuerza	 electromagnética	 y	 la	 fuerza	 débil.	 Las	 partículas	 tendrían	 masa	 y
ejercerían	 efectos	 gravitacionales	 y	 quizá	 otras	 fuerzas	 desconocidas	 para
nosotros.
Partículas,	 fuerzas	 e	 interacciones	 diferentes	 o	 versiones	 desconocidas	 u
ocultas	 de	 estas	 darían	 origen	 a	 una	 forma	 diferente	 de	 organización	 y
estructuración	 de	 la	 materia.	 Esto	 quiere	 decir	 que	 podrían	 existir	 también
versiones	ocultas	o	diferentes	de	átomos	y	moléculas.	Estas	nuevas	estructuras
servirán	 de	 soporte	 a	 la	 información.	 Pero	 la	 información	 se	 comportará
diferente	debido	al	 sometimiento	 a	un	 conjunto	de	 fuerzas	naturales	diferentes
presentes	en	estos	nuevos	componentes	fundamentales.
¿Cómo	 percibiríamos	 un	 universo	 de	 estas	 características?	 Un	 universo
cuyas	 partículas	 tuvieran	 una	 versión	 oculta	 del	 electromagnetismo	 o	 no
poseyeran	 carga	 eléctrica	 no	 emitirían	 luz	 tal	 y	 como	 la	 conocemos,	 serían
invisibles	 para	 nosotros	 e	 interpenetrarían	 nuestra	 materia	 visible.	 Estos
universos,	 al	 ocupar	 el	 mismo	 espacio,	 se	 interpenetrarían	 pero	 no	 chocarían
entre	ellos.
Dualismo	interaccionista
¿Cómo	interactuarían	estos	dos	dominios	con	partículas,	fuerzas,	interacciones	y
leyes	 físicas	 diferentes?	 A	 través	 de	 un	 concepto	 introducido	 por	 Maxwell	 y
Einstein	para	explicar	la	acción	a	distancia	ejercida	por	dos	cuerpos	visibles	pero
separados	por	el	espacio	sin	ningún	medio	conector:	los	campos.	Estos	campos
permitirían	el	fluir	de	la	información	de	un	dominio	a	otro	de	la	realidad,	ya	sea
en	un	sentido	u	otro	y	de	todas	las	operaciones	posibles	de	procesamiento.	Por
existir	 un	 intercambio	 de	 información	 fluyendo	 de	 un	 sentido	 a	 otro	 de	 la
realidad,	ocasionando	una	interacción	mutua	entre	estos	dos	dominios,	este	tipo
de	dualismo	podemos	incluirlo	dentro	de	los	dualismos	interaccionistas.
Dualismo	no	interaccionista
Finalmente,	la	interacción	podría	darse	no	a	través	de	campos	sino	por	algún	tipo
de	entrelazamiento	cuántico	o	una	versión	oculta	de	este.	Una	versión	conocida
como	paralelismo	psicofísico	afirma	que	dos	universos	existentes	en	diferentes
dominios	 de	 la	 realidad	 podrían	 estar	 conectados	 y	 ejercer	 efectos	 recíprocos.
Geulincx,	Louis	de	La	Forge,	Géraud	de	Cordemoy	y	Johann	Clauberg,	entre	los
siglos	XVI	y	XVII,	fueron	los	primeros	que	adoptaron	este	punto	de	vista	que	se
conoció	 como	 ocasionalismo.	 Posteriormente,	 Nicolas	 Malebranche	 le
proporcionó	 una	 forma	 más	 completa:	 la	 armonía	 preestablecida.	 En	 años
recientes,	el	más	misterioso	de	los	fenómenos	cuánticos	—el	entrelazamiento—
podría	proporcionarnos	la	clave	para	entender	cómo	la	mente	interacciona	con	el
cuerpo.	 Nos	 recuerda	 mucho	 el	 ocasionalismo	 de	 Malebranche	 y	 la	 armonía
preestablecida	de	Leibniz.
¿Existe	la	sustancia	B?
Hallazgos	 recientes	 en	 las	 áreas	 de	 la	 cosmología	 y	 de	 la	 física	 de	 partículas
sugieren	 la	 existencia	 de	 un	 elemento	 oculto,	 extra,	 adicional	 y	 misterioso,
constituido	por	un	tipo	de	materia	física	no	convencional	que	ha	sido	bautizada
como	 materia	 oscura	 y	 una	 versión	 todavía	 más	 extraña	 de	 ella,	 la	 llamada
energía	 oscura.	 Quizá	 aquí	 podrían	 hallarse	 las	 respuestas	 a	 muchos	 de	 los
interrogantes	 planteados	 en	 los	 comienzos	 de	 esta	 obra.	 Pero	 antes	 de
adentrarnos	 en	 este	 descubrimiento	 y	 sus	 implicaciones	 para	 la	 ciencia,	 la
religión	y	la	filosofía,	veamos	dónde	podría	estar	localizada	este	tipo	de	materia
recién	descubierta.
	
	
Resumen
Entusiasmados	por	los	descubrimientos	y	avances	en	determinadas
áreas	 de	 la	 ciencia,	 algunos	 científicos	 se	 han	 sentido	 tentados	 a
anunciar	 el	 pronto	 final	 de	 la	 estructura	 teórica	 que	 respalda	 sus
respectivas	 áreas	 de	 trabajo.	 Esto	 sucedió	 a	 finales	 del	 siglo	XIX
con	la	física.	Por	supuesto,	no	hubo	ningún	final	que	lamentar.	La
física	 teórica	 continuó	 existiendo	 como	 un	 campo	 fértil	 de
investigaciones	y,	hoy	más	que	nunca,	esta	disciplina	científica	se
encuentra	 abierta	 a	 planteamientos	 teóricos	 con	 los	 que	 jamás
llegaron	 a	 soñar	 aquellos	 que	 anunciaron	 su	 prematuro	 final.	 A
finales	 del	 siglo	 XX	 las	 neurociencias	 alcanzaron	 un	 desarrollo
vertiginoso	e	impresionante.	Esto	condujo	a	António	Damásio,	uno
de	los	neurocientíficos	más	importantes,	a	anunciar	públicamente	la
pronta	solución	al	problema	mente-cuerpo.	Como	podemos	ver,	un
error	similar	al	sucedido	con	la	física	de	finales	del	siglo	XIX.	Para
responder	a	este	importante	investigador	la	mejor	opción	ha	sido	la
de	 proponer,	 imitando	 el	 planteamiento	 de	 René	 Descartes,	 la
presencia	 de	 dos	 tipos	 de	 sustancias	 que	 hemos	 bautizado	 con	 el
nombre	de	sustancia	A	y	sustancia	B.	Siempre	existió	el	problema
que	Descartes	en	su	tiempo	no	pudo	definir	con	claridad	qué	era	lo
que	 para	 él	 representaba	 la	 “sustancia	 pensante”,	 o	 componente
esencial	de	la	mente.	A	la	luz	de	la	física	y	de	la	cosmología	actual
creo	 que	 ahora	 podemos	 ofrecer	 una	 posible	 solución	 al	misterio.
La	 sustancia	 A	 es	 la	 materia	 visible	 con	 la	 que	 está	 fabricado
nuestro	universo	material,	y	la	sustancia	B	es	un	tipo	de	materia	no
visible,	 recién	 descubierta,	 que	 constituiría	 el	 soporte
representacional	 de	 toda	 la	 información	 contenida	 en	 la	 mente.
Además,	la	sustancia	B	explicaría	el	soporte	material	necesario	para
que	puedan	darse	ciertos	tipos	de	fenómenos	inusuales	para	los	que
actualmente	 la	 ciencia	 no	 tiene	 explicación.	De	 la	misma	manera
que	 la	 sustancia	 A	 está	 constituida	 por	 partículas	 fundamentales
como	son	el	quark	arriba,	el	quark	abajo	y	el	electrón,	la	sustancia
B	 estaría	 compuesta	 por	 un	 tipo	 de	 partículas	 exóticas	 con
propiedades	 diferentes	 a	 las	 propiedades	 que	 caracterizan	 a	 los
constituyentes	 fundamentales	 de	 la	materia	 ordinaria.	A	 la	 luz	 de
los	 más	 recientes	 hallazgos	 científicos	 esto	 es	 perfectamente
posible.	 Partículas	 fundamentales	 con	 propiedades	 e	 interacciones
diferentes	 ofrecerían	 un	 universo	 cuyo	 comportamiento	 estaría
regido	por	leyes	de	la	naturaleza	muy	distintas	que	lo	harían	único,
hecho	 perfectamente	 compatible	 con	 el	 tipo	 de	 observaciones
llevadas	a	cabo	en	el	terreno	de	los	fenómenos	mentales	incluyendo
las	experiencias	psíquicas	de	carácter	“anómalo”	e	inusual.
10	
El	paisaje	cósmico
En	 una	 entrevista	 recientemente	 publicada	 en	 Scientific	 American,	 el	 Premio
Nobel	de	Física	Steven	Weinberg	afirmaba	que	quizá	el	universo	que	percibimos
con	nuestros	sentidos	y	nuestros	más	sofisticados	aparatos	de	detección	no	es	lo
único	que	existe:
Especulamos	en	gran	medida	sobre	cuestiones	que	consideramos	fundamentales	como,	por	ejemplo,	las
masas	 de	 las	 partículas,	 las	 diferentes	 variedades	 de	 fuerzas	 o	 el	 hecho	 de	 que	 vivimos	 en	 tres
dimensiones	espaciales	y	una	 temporal.	Pero,	quizá,	 todas	estas	características	no	sean	fundamentales
sino	ambientales.	El	universoparece	ser	mucho	más	extenso	de	lo	que	hemos	imaginado,	mucho	más
que	la	región	proveniente	de	la	gran	explosión,	que	es	lo	que	vemos	a	nuestro	alrededor85.
Pero,	 ¿qué	 es	 ese	 algo	más	 a	 lo	 que	 se	 refiere	Weinberg?	Quizá	 podamos
adivinarlo	si	seguimos	leyendo	apartes	de	su	entrevista:	“Puede	haber	partes	del
universo	 (donde	 partes	 puede	 significar	 varias	 cosas)	 con	 otras	 propiedades,
regiones	donde	lo	que	solemos	denominar	leyes	de	la	naturaleza	sean	distintas,	e
incluso	donde	la	dimensionalidad	del	espacio	tiempo	sea	otra”86.
La	idea	ha	comenzado	a	sonar	con	insistencia	dentro	de	círculos	académicos
de	muy	alto	nivel.	Leonard	Susskind,	uno	de	los	padres	de	la	teoría	de	cuerdas,
introdujo	 en	 el	 año	 2003	 el	 término	 paisaje,	 que	 hoy	 forma	 parte	 de	 la	 jerga
científica	utilizada	por	astrónomos	y	cosmólogos:
La	palabra	paisaje	denota	un	espacio	matemático	que	representa	los	ambientes	posibles	que	permite	la
teoría.	 Cada	 ambiente	 tiene	 sus	 propias	 leyes	 de	 la	 física,	 sus	 propias	 partículas	 elementales	 y	 sus
propias	 constantes	 de	 la	 naturaleza.	 Algunos	 ambientes	 son	 similares	 al	 nuestro	 aunque	 ligeramente
diferentes.	Por	ejemplo,	pueden	 tener	electrones,	quarks	y	 todas	 las	partículas	normales	pero	con	una
gravedad	mil	millones	de	veces	más	fuerte	que	la	nuestra.	Otros	tienen	una	gravedad	como	la	nuestra
pero	contienen	electrones	que	son	más	pesados	que	 los	núcleos	atómicos.	Y	otros	pueden	parecerse	a
nuestro	mundo	excepto	en	una	violenta	fuerza	repulsiva	(llamada	constante	cosmológica)	que	desgarra
galaxias,	moléculas	y	átomos87.
Incluso	el	espacio-tiempo,	ese	marco	multidimensional	donde	se	despliegan
todos	 los	 fenómenos	de	 la	naturaleza,	propios	de	un	universo	particular,	puede
llegar	a	ser	diferente:	“Ni	siquiera	las	tres	dimensiones	del	espacio	son	sagradas.
Algunas	 regiones	 del	 paisaje	 describen	 mundos	 de	 4,	 5,	 6	 e	 incluso	 más
dimensiones”88.
Finalmente	nuestro	autor	llega	a	una	sorprendente	conclusión:
El	 estrecho	 paradigma	 del	 siglo	 XX	 de	 un	 universo	 de	 10.000	 millones	 de	 años	 de	 edad	 y	 10.000
millones	de	años	luz	de	diámetro,	con	un	conjunto	único	de	leyes	físicas,	está	dando	paso	a	algo	mucho
más	 grande	 y	 henchido	 de	 nuevas	 posibilidades.	 Nuestro	 universo	 parece	 ser	 solo	 un	 bolsillo
infinitesimal	de	un	fabuloso	megaverso89.
La	idea	de	que	la	realidad	se	encuentre	sectorizada	no	es	nueva.	A	pesar	de
ser	una	y	solo	una,	ella	se	expresa	de	forma	múltiple	y	variada.	Por	ejemplo,	uno
de	 los	 criterios	más	 conocidos	 para	 dividirla	 es	 la	 escala	 de	 tamaño.	Esto	 nos
ofrece	una	realidad	separada	en	tres	dominios	diferentes,	aunque	localizados	en
el	 mismo	 espacio:	 el	 dominio	 de	 lo	 infinitamente	 grande,	 el	 dominio	 de	 lo
infinitamente	 pequeño	 y	 el	 dominio	 donde	 actualmente	 nos	 desenvolvemos
como	 seres	 humanos,	 el	 dominio	 de	 lo	 visual,	 de	 lo	 táctil,	 de	 nuestro	 entorno
cotidiano.	 Estos	 tres	 dominios	 pertenecen	 todos	 a	 un	 mismo	 universo,	 el
universo	 hallado	 frente	 a	 nuestros	 telescopios,	 microscopios	 y	 los	 órganos	 de
nuestros	sentidos.
Pero	existe	otro	criterio	de	división	que	posiblemente	no	vamos	a	encontrar
fácilmente	 en	 nuestros	 textos	 de	 estudio.	 Este	 criterio	 tiene	 que	 ver	 con	 la
posibilidad	 de	 que	 existan	 otros	 tipos	 de	 realidades	 aparte,	 fabricadas	 con
partículas	fundamentales	diferentes	a	las	utilizadas	para	elaborar	el	universo	con
el	que	nos	encontramos	 familiarizados.	Un	universo	de	estas	 características,	 al
estar	compuesto	de	partículas	fundamentales	diferentes	a	las	nuestras,	exhibiría
otros	tipos	de	interacciones	y	de	fuerzas,	quizá	versiones	ocultas	o	 ligeramente
modificadas	 de	 nuestras	 propias	 fuerzas	 fundamentales.	 Un	 universo	 así
mostraría	 un	 comportamiento	 muy	 propio,	 muy	 particular,	 impensable	 para
nuestros	científicos	actuales.
Como	afirma	el	famoso	físico	Mark	Tegmark,	uno	de	los	que	con	más	ahínco
han	promovido	la	idea	de	la	existencia	de	realidades	paralelas	en	la	actualidad,
estos	 mundos	 no	 parecen	 ser	 simples	 especulaciones	 intelectuales	 de	 mentes
desocupadas:	 “No	 son	 una	mera	 fantasía	 sino	 una	 consecuencia	 directa	 de	 las
observaciones	cosmológicas”90.
Los	 mundos,	 universos	 o	 realidades	 paralelas,	 como	 las	 queramos	 llamar,
pueden	estar	presentes	en	una	jerarquía	de	niveles	que	van	desde	los	más	simples
hasta	 los	más	 complejos,	 desde	 universos	 localizados	 en	 este	 mismo	 espacio-
tiempo	hasta	realidades	existentes	en	dimensiones	diferentes	del	espacio,	o	quizá
“en	otra	parte”,	donde	esa	otra	parte	sea	un	concepto	muy	difícil	de	digerir	en
términos	de	nuestros	lenguajes	cotidianos,	pero	donde	las	matemáticas,	 tal	vez,
podrían	llegar	a	sernos	de	considerable	utilidad.	Algunos	son	tan	fantásticos	que
podrían	 pertenecer	 a	 la	 ciencia	 ficción.	 Otros	 son	 realidades	 simuladas
fabricadas	 por	 mentes	 más	 evolucionadas	 que	 tal	 vez	 hubieran	 alcanzado	 un
desarrollo	 tecnológico	 muy	 por	 encima	 del	 nuestro.	 Otros,	 todavía	 más
fantásticos,	podrían	llegar	a	caber	en	nuestros	propios	bolsillos91.
Pero	 en	 nuestra	 búsqueda	 de	 realidades	 posibles,	 podríamos	 dar	 con	 un
universo	contiguo,	no	tan	extraño;	un	tipo	de	universo	en	estrecho	contacto	con
el	nuestro.	Y	este	es	precisamente	el	tipo	de	universo	que	estamos	buscando	para
darle	un	soporte	inequívoco	a	nuestra	tesis	original	planteada	desde	el	comienzo
de	esta	obra:	la	existencia	de	un	cerebro	“no	físico”,	un	cerebro	fabricado	con	un
tipo	de	materia	distinta.	Un	cerebro	diferente,	hecho	de	materia	diferente,	estaría
localizado	en	una	realidad	aparte	pero	contigua,	y	por	supuesto	la	información,
de	acuerdo	con	la	propuesta	que	planteo,	viajaría	de	una	esfera	de	realidad	a	otra,
yendo	y	viniendo	de	aquí	para	allá	y	de	allá	para	acá.	Dos	cerebros	así	estarían
permanentemente	 comunicados	 desde	 el	 momento	 del	 nacimiento	 hasta	 el
momento	en	que	la	contraparte	material	deje	de	funcionar.	Un	cerebro	invisible
estaría,	 de	 acuerdo	 con	 esta	 propuesta,	 interactuando	 simultáneamente	 con
nuestra	 contraparte	 visible.	 En	 el	 momento	 de	 la	 muerte,	 este	 duplicado	 no
material	quedaría	en	libertad	pero	gozando	de	plena	autonomía,	y	por	supuesto
de	mente	y	de	conciencia,	la	misma	mente	y	la	misma	conciencia	que	animaba	la
contraparte	material	 que	 acaba	 de	 abandonar.	 Por	 increíble	 que	 pueda	 llegar	 a
parecer,	la	propuesta	es	perfectamente	factible.
Veamos	 ahora	 algunas	 de	 las	 clases	 de	 universos	 que	 podrían	 existir	 de
acuerdo	a	modelos	matemáticos	que	emergen	de	las	más	recientes	observaciones
llevadas	a	cabo,	tanto	en	la	mecánica	cuántica	como	en	la	moderna	cosmología.
Dobles	a	cuarenta	y	dos	mil	millones	de	años	luz
Esta	 realidad	 alternativa	 no	 se	 encuentra	 localizada	 en	 otro	 tiempo	 o	 en	 otro
espacio,	 como	 sucede	 en	 la	 mayoría	 de	 los	 relatos	 de	 ciencia	 ficción.
Sencillamente	este	 tipo	de	universo	paralelo	se	despliega	en	el	mismo	espacio-
tiempo	 que	 habitamos.	 Pero	 está	 tan	 alejado	 de	 nosotros	 que	 nunca	 seríamos
capaces	de	detectarlo.	Este	modelo	 se	basa	en	 la	 idea	de	que	el	 espacio	puede
llegar	 a	 extenderse	 indefinidamente	 y	 no	 tener	 una	 frontera	 localizable.	En	 un
espacio	infinito	todo	tipo	de	realidades	posibles	se	materializarán	y	se	duplicarán
una	y	otra	vez.	Nuestro	universo	 sería	 como	una	 isla	 flotando	en	medio	de	un
océano	 lleno	 de	 islas	 parecidas.	 Muchas	 de	 estas	 islas	 podrían	 estar	 vacías	 y
completamente	muertas.	 Otras	 podrían	 contener	 estructuras	 físicas,	 pero	 no	 la
vida	tal	y	como	la	conocemos.	Unas	pocas	podrían	albergar	criaturas	inteligentes
como	 usted	 o	 como	 yo.	 Y	 en	 alguna	 de	 ellas	 existiría	 la	 probabilidad	 de
encontrar	un	entorno	exacto	muy	similar	al	de	nuestra	isla,	e	incluso	una	versión
exacta	de	usted	mismo.	¿Sabe	a	qué	distancia	se	encontraría	ese	otro	yo	suyo?
Universo	tipo	1
	
El	universo	tiene	una	edad	calculadaen	unos	catorce	mil	millones	de	años,
por	 lo	 tanto,	 la	 luz	 debe	 haber	 viajado	 catorce	mil	millones	 de	 años	 desde	 el
momento	de	la	gran	explosión.	Esto	quiere	decir	que	el	universo	visible	tiene	un
tamaño	de	unos	catorce	mil	millones	de	años	luz	de	diámetro.	A	esto	debemos
sumarle	varios	miles	de	millones	de	años	luz	adicionales	que	corresponden	a	los
efectos	de	la	rápida	aceleración	experimentada	por	el	universo	en	la	actualidad.
Una	 extraña	 fuerza	 repulsiva	 llamada	 energía	 oscura	 es	 la	 causante	 de	 este
curioso	fenómeno	que	hace	que	el	universo	se	esté	expandiendo	a	una	velocidad
más	 rápida	 de	 lo	 que	 antes	 se	 creía.	 Esto	 significa	 que	 nuestra	 capacidad	 de
observación	se	extiende	mucho	más	allá	de	los	catorce	mil	millones	de	años	luz
llegando	 a	 ser	 del	 orden	 de	 los	 cuarenta	 y	 dos	 mil	 millones	 de	 años	 luz	 de
distancia,	 de	 acuerdo	 con	 los	 cálculos	 más	 aproximados.	 Este	 es	 lo	 que	 se
conoce	como	el	horizonte	cosmológico.	Entonces,	¿a	qué	distancia	se	encontrará
el	duplicado	suyo	más	próximo	de	nuestro	universo?	A	más	de	cuarenta	y	dos
mil	millones	de	años	luz	de	donde	se	encuentra	usted	sentado	en	este	momento.
Por	supuesto,	un	doble	suyo	localizado	a	esta	distancia	no	tendría	absolutamente
nada	que	ver	con	su	yo	actual.	Ningún	tipo	de	comunicación	podría	existir	entre
ustedes.	 Cada	 yo	 actuaría	 con	 completa	 independencia	 del	 otro.	 En	 un
multiverso	de	estas	características,	cada	uno	de	sus	universos	individuales	estaría
regido	 por	 las	 mismas	 leyes	 de	 la	 naturaleza	 que	 conocemos,	 pero	 las
condiciones	 iniciales	 en	 cada	 uno	 de	 estos	 ambientes	 serían	 diferentes.	 Ante
semejante	 panorama	 tan	 desesperanzador	 es	mejor	 seguir	 adelante	 e	 investigar
qué	otra	alternativa	posible	podríamos	llegar	a	encontrar	para	nuestro	modelo	de
la	mente.
Dentro	de	una	burbuja
El	modelo	conocido	como	el	de	la	inflación	caótica	eterna	da	pie	a	la	existencia
de	 otra	 interesante	 posibilidad,	 la	 existencia	 de	 universos	 burbujas.	 Aquí,	 el
espacio	 se	 expande	 continuamente,	 se	 estira,	 pero	 algunas	 regiones	 dejan	 de
hacerlo	y	entonces	forman	unas	especies	de	bolsas	parecidas	a	burbujas.	Emerge
entonces	un	número	infinito	de	estas	burbujas.	Cada	una	de	ellas	se	corresponde
con	 un	 universo	 como	 el	 nuestro.	 Las	 burbujas	 existen	 con	 completa
independencia	unas	de	las	otras.	Los	universos	descritos	en	este	modelo	estarían
totalmente	 desconectados.	 Aquí,	 las	 fluctuaciones	 cuánticas	 harían	 que	 cada
burbuja	 experimentara	 propiedades	 que	 las	 harían	 únicas.	 En	 una	 burbuja	 las
propiedades	de	sus	componentes	fundamentales	y	las	llamadas	constantes	de	la
naturaleza	 mostrarían	 unos	 valores,	 y	 en	 otras	 burbujas	 estos	 mismos
componentes	 fundamentales	 mostrarían	 magnitudes	 distintas.	 Universos
fabricados	con	partículas	fundamentales	diferentes	y	constantes	distintas	estarían
regidos	por	leyes	de	la	naturaleza	que	no	necesariamente	serían	las	mismas	para
todos	los	universos	burbujas.
Universo	tipo	2
Los	universos	cuánticos
Este	tipo	de	universos	aparecen	en	la	época	moderna	en	el	seno	de	la	física	de
partículas	 de	 alta	 energía.	 El	 modelo,	 conocido	 como	 la	 interpretación	 de	 los
muchos	 mundos	 de	 la	 mecánica	 cuántica92,	 fue	 propuesto	 por	 el	 físico	 y
matemático	 norteamericano	Hugg	Everett	 cuando	 realizaba	 su	 doctorado	 en	 la
Universidad	de	Princeton	a	mediados	de	los	años	cincuenta	del	pasado	siglo.	La
idea	 no	 es	 sencilla	 pero	 trataré	 de	 explicarla	 brevemente,	 y	 se	 centra	 en	 el
problema	 de	 la	 medición.	 Pero	 antes,	 es	 necesario	 conocer	 un	 concepto,	 la
llamada	 superposición	 de	 estados.	 La	 superposición	 es	 un	 fenómeno	 que	 fue
inicialmente	descrito	en	el	mundo	cuántico	y	describe	la	propiedad	de	un	sistema
de	una	partícula	de	poseer	simultáneamente	dos	o	más	valores	de	una	propiedad
observada.	Por	ejemplo,	una	partícula	fundamental	como	un	electrón	o	un	fotón
puede	 encontrarse	 en	 una	 superposición	 de	 varios	 estados	 posibles:	 diferentes
valores	 de	 velocidad,	 diferente	 posición	 y	 diferente	 orientación	 de	 su	 espín.
Cuando	un	observador	realiza	una	medición	desde	su	laboratorio	localizado	en	el
dominio	clásico	de	la	realidad,	dicha	medición	solo	arrojará	un	único	desenlace
posible;	en	otras	palabras,	obtendrá	solamente	un	resultado	y	no	un	conjunto	de
ellos	que	representen	la	superposición	de	los	diferentes	estados	del	sistema	o	de
la	 partícula	 observada.	 Esto	 significa	 que	 únicamente	 una	 de	 todas	 las
alternativas	posibles	sobrevivirá	y	será	la	arrojada	por	el	experimentador	al	hacer
la	 medición	 desde	 el	 laboratorio	 donde	 realiza	 la	 observación.	 Trataré	 de
explicarlo	 mejor	 tomando	 un	 ejemplo	 de	 la	 vida	 cotidiana.	 Imagine	 un	 dado
cuántico	 de	 seis	 caras.	 El	 dado	 existe	 en	 una	 superposición	 de	 seis	 estados
posibles,	pero	al	ser	 lanzado	solo	arrojará	un	resultado	único	dentro	de	las	seis
opciones.	¿Qué	sucede	entonces	con	el	resto	de	las	opciones?	De	acuerdo	con	el
modelo	 propuesto	 por	 Everett,	 el	 resultado	 final	 será	 una	 superposición	 de
estados	alternativos,	una	copia	de	cada	una	de	las	opciones.	Esas	otras	opciones
se	 materializarán	 en	 realidades	 paralelas.	 Cada	 una	 de	 estas	 realidades
evolucionará	como	si	los	otros	resultados	no	se	hubiesen	dado.	Los	observadores
localizados	 en	 cada	 una	 de	 las	 realidades	 posibles	 serían	 completamente
inconscientes	de	la	existencia	de	las	otras	realidades	y	de	los	otros	observadores
conscientes	 arrojados	 a	 la	 existencia	 en	 el	 momento	 de	 llevarse	 a	 cabo	 la
medición.	Los	mundos	paralelos	de	la	mecánica	cuántica	no	se	encuentran	por	lo
tanto	 localizados	 en	 un	 espacio	 ordinario	 o	 en	 alguna	 dimensión	 adicional	 de
este	espacio	ordinario.	Ellos	sencillamente	están	localizados	“en	otra	parte”.
Universo	tipo	3
Tan	 fantástico	 como	 esto	 pueda	 llegar	 a	 sonar,	 la	 interpretación	 de	 los
muchos	mundos	de	la	mecánica	cuántica	ha	ganado	en	los	últimos	años	un	fuerte
soporte	científico	y	una	enorme	popularidad.	En	julio	del	2007	se	celebró	el	50
aniversario	 de	 la	 propuesta	 de	 Everett	 con	 un	 congreso	 realizado	 en	 la
Universidad	de	Oxford	y	el	derecho	a	aparecer	en	la	portada	de	la	revista	Nature,
el	 más	 importante	 journal	 científico	 del	 mundo.	 Quizá	 Everett,	 desde	 alguna
realidad	 aparte,	 estuviera	 observando	 el	 curso	 de	 los	 acontecimientos	 que	 su
modelo	 desencadenó	 en	 años	 recientes	 y	 se	 sintiera	 indudablemente	 muy
satisfecho	de	lo	acontecido.
Universos	matemáticos
De	 acuerdo	 con	 Tegmark,	 todas	 las	 estructuras	 que	 existen	 matemáticamente
también	 existen	 físicamente.	 Todo	 el	 universo	 físico	 puede	 ser	 expresado
matemáticamente	porque	quizá	el	mismo	universo	sea	de	naturaleza	matemática.
En	este	 tipo	de	universos	el	campo	de	la	posibilidad	está	abierto	a	 todo.	Todas
las	alternativas	son	posibles.	Acá	no	solo	pueden	variar	las	condiciones	iniciales,
el	tipo	de	partículas	y	las	propiedades	que	las	caracterizan	o	las	constantes	de	la
naturaleza;	 aquí	 hasta	 las	 mismas	 leyes	 de	 la	 naturaleza	 pueden	 llegar	 a	 ser
diferentes.	 No	 son	 universos	 fáciles	 de	 visualizar.	 Para	 ello,	 necesitaremos
simbolizarlos	 de	 manera	 abstracta	 “como	 estructuras	 matemáticas	 que
representan	las	leyes	de	la	naturaleza	de	ese	universo	particular	y	único”.
Universo	tipo	4
El	tipo	de	universo	paralelo	seleccionado
Ahora	bien,	de	todos	estos	tipos	de	universos	que	hemos	revisado,	¿cuál	podría
llegar	 a	 ser	 el	 mejor	 candidato	 que	 permita	 explicar	 el	 modelo	 que	 intento
ofrecer?	En	otras	palabras,	si	existen	procesadores	de	información	diferentes	al
cerebro	físico,	¿en	qué	tipo	de	realidad	alterna	estarían	localizados?
El	candidato	debe	satisfacer	dos	requisitos.	El	primer	requisito	requiere	que
exista	 un	 flujo	 de	 información	 entre	 los	 diferentes	 órdenes	 de	 realidad
comprometidos.	La	información	deberá	ser	capazde	viajar	de	un	universo	a	otro.
Por	 ejemplo,	 una	 enfermedad	 de	Alzheimer	 echaría	 a	 perder	 toda	 una	 vida	 si
solo	 existiese	 el	 cerebro	 físico.	 Al	 deteriorarse	 las	 vías	 que	 conducen	 la
información	 y	 la	 central	 de	 almacenamiento	 por	 acumulación	 de	 proteínas
extrañas	en	las	estructuras	del	sistema	nervioso,	todos	los	recuerdos	se	perderían
para	siempre	y	la	personalidad	sufriría	un	deterioro	irremediable	y	definitivo.	Un
procesador	y	una	unidad	de	almacenamiento	de	la	información	localizada	en	una
realidad	paralela	evitarían	esta	catástrofe.	Esa	es	precisamente	la	función	de	un
backup	que	nosotros	utilizamos	a	diario	para	 rescatar	 los	datos	y	evitar	que	se
pierdan	de	manera	definitiva	 los	datos	de	nuestras	modernas	computadoras.	La
naturaleza,	 que	 es	 indudablemente	 la	mejor	 fábrica	de	patentes	de	 la	 creación,
¿no	habrá	resuelto	el	problema?	En	este	caso,	el	exceso	de	proteínas	localizadas
en	 las	 vías	 que	 transmiten	 y	 evocan	 la	 información	 en	 el	 cerebro	 material,
aunque	dañen	de	manera	 irremediable	el	andamiaje	 físico,	no	causará	mayores
estragos,	 ya	 que	 la	 información	 representada	 en	 los	 recuerdos	 y	 las	 vivencias
experimentadas	 por	 esa	 conciencia	 individualizada	 en	 esta	 vida	 quedarían	 a
salvo	en	esta	especie	de	backup	adicional.	Al	rescatar	la	información	junto	con
los	 programas	 informáticos	 que	 constituyen	 el	 software	 o	 mente,	 estamos
indudablemente	 rescatando	 la	 personalidad	 que	 ha	 sido	 preservada	 del	 daño
ocasionado	por	la	enfermedad	física.
Veamos	 ahora	 lo	 que	 sucedería	 en	 sentido	 contrario.	 Debe	 existir	 alguna
comunicación	 que	 viaje	 desde	 ese	 cerebro	 invisible	 localizado	 “allí”	 y	 nuestra
realidad	 física	 localizada	 aquí.	 El	 lector	 se	 dará	 cuenta	 ya	 de	 que	 parto	 del
supuesto	de	que	nuestra	vida	actual	no	es	la	única	que	hemos	experimentado	y
de	 que	 llegamos	 a	 esta	 con	 una	 cantidad	 de	 información	 acumulada,	 es	 decir,
traemos	 una	 personalidad	 previa	 que	 hemos	 venido	 cultivando	 desde	 mucho
antes.	Unos	canales	de	comunicación	parcialmente	abiertos	desde	allá	para	acá
permitirían	cierto	flujo	de	memoria,	 la	memoria	que	tiene	que	ver	con	nuestras
habilidades	 y	 talentos	 adquiridos	 con	 anterioridad,	 incluyendo	 muchos	 de
nuestros	 gustos	 y	 aversiones	 pasados.	 Por	 supuesto,	 el	 flujo	 no	 es	 total	 y	 no
recuerdas	quién	has	sido	antes,	pero	la	memoria	de	talentos,	habilidades,	gustos
y	aversiones	no	se	pierde	y	parte	es	rescatada	y	devuelta	al	cerebro	físico	cuando
tomas	 tu	 primera	 respiración	 en	 este	 nuevo	 cuerpo.	Espero	 que	no	 seas	 de	 las
personas	que	crees	que	las	habilidades,	 los	talentos,	 los	gustos	y	las	aversiones
se	heredan	genéticamente.	Primero	repasa	un	poco	la	genética	y	mira	bien	qué	es
lo	 que	 se	 hereda.	 Los	 genes	 solo	 codifican	 proteínas	 y	 estas	 proteínas	 se
organizan	para	crear	el	soporte	físico	que	utilizas.	Talentos,	habilidades,	gustos	y
aversiones	 están	 mucho	 más	 relacionadas	 con	 los	 términos	 información	 y
programas	informáticos	que	con	la	estructura	física	que	los	soporta;	por	eso	no
lo	 olvides	 nunca:	 la	 información	y	 los	 programas	 no	 son	 el	 soporte	 físico	 que
ellas	utilizan	para	su	expresión	y	representación.
El	segundo	requisito	es	que	el	universo	alternativo	seleccionado	debería	estar
fabricado	con	un	set	de	partículas	fundamentales,	fuerzas	e	interacciones	y	leyes
de	la	naturaleza	que	lo	hagan	único	y	exclusivo.	Estas	partículas,	interacciones	y
leyes	 llevarían	 a	 la	 creación	 de	 estructuras	 simples	 y	 complejas	 como	 las	 que
vemos	 en	 nuestro	 universo	 físico.	 Por	 supuesto	 que	 habría	 una	 diferencia:
aunque	la	información	es	la	misma,	su	comportamiento	es	diferente.	Y	esto	está
de	 acuerdo	 con	 las	 observaciones	 hechas	 por	 todos	 aquellos	 que	 han
experimentado	 sueños	 lúcidos,	 experiencias	 fuera	 del	 cuerpo,	 experiencias
próximas	 a	 la	 muerte	 y	 experiencias	 próximas	 a	 la	 muerte	 autoinducidas	 con
técnicas	avanzadas	de	meditación.	Aunque	la	información	vista	durante	este	tipo
de	 experiencias	 es	 la	 misma,	 el	 comportamiento	 de	 sus	 componentes	 es
diferente.
	
	
Resumen
En	años	recientes	los	científicos	han	popularizado	la	idea	de	que	el
universo	que	vemos	no	es	el	único	que	existe.
La	 idea	 ha	 sido	 bautizada	 con	 diferentes	 nombres:	 paisaje
cósmico,	 multiverso	 o	 universos	 alternativos.	 Algunos	 de	 estos
universos	 podrían	 encontrarse	 localizados	 en	 esta	misma	 realidad
física	 pero	 a	 cientos	 de	 miles	 de	 millones	 de	 kilómetros	 de
nosotros.	 Otros	 estarían	 localizados	 dentro	 de	 pequeñas	 burbujas,
regiones	 del	 espacio	 que	 no	 lograron	 expandirse.	Un	 tercer	 grupo
corresponde	 a	 los	 universos	 de	 la	 mecánica	 cuántica	 donde	 cada
posibilidad	toma	un	rumbo	diferente	de	aquella	que	se	convirtió	en
una	realidad	concreta	en	nuestro	universo	material.	Un	cuarto	grupo
estaría	integrado	por	universos	matemáticos.
Por	 supuesto	 que	 existen	 otras	 posibilidades,	 los	 universos
holográficos,	 los	 mundos	 brana,	 los	 universos	 de	 bolsillo	 y	 los
universos	 paralelos	 artificiales,	 pero	 estos	 han	 sido	 los	 tipos	 de
universos	paralelos	más	conocidos	y	popularizados	por	físicos	que
los	han	trabajado93.
Si	existe	un	cerebro	invisible,	este	deberá	estar	localizado	en	un
universo	 alternativo.	 El	 descubrimiento	 de	 la	 materia	 oscura
detectada	por	 las	 influencias	gravitacionales	que	 sus	 componentes
ejercen	sobre	la	materia	visible	nos	está	sugiriendo	que	aquí	mismo,
no	 a	 cuarenta	 y	 dos	 mil	 millones	 de	 años	 luz	 de	 la	 tierra,	 una
realidad	paralela	nos	acompaña.	Existe	un	universo	aquí	mismo,	al
lado	del	nuestro.
11	
Un	descubrimiento	inquietante
Etérea,	sutil,	invisible	y	oscura	son	sinónimos	utilizados	para	designar	un	nuevo
tipo	 de	 materia	 compuesta	 de	 partículas	 exóticas	 desconocidas,	 cuyas
propiedades	difieren	de	aquellas	que	pertenecen	al	 tipo	de	partículas	ordinarias
que	componen	la	materia	visible.
La	materia	visible
Todo	lo	que	percibimos	a	través	de	nuestros	sentidos	está	fabricado	con	átomos
compuestos	 de	 tres	 tipos	 de	 partículas:	 protones,	 neutrones	 y	 electrones.
Recuerda	cuando	niño	la	imagen	del	átomo	representado	como	un	sistema	solar
en	 miniatura.	 Si	 reemplazamos	 el	 sol	 por	 el	 núcleo	 de	 protones	 y	 neutrones,
entonces	 el	 electrón	 haría	 las	 veces	 de	 planeta	 girando	 alrededor	 de	 su	 núcleo
central.	Esta	es	la	imagen	tradicional	que	nos	muestran	los	libros	de	Física	que
estudiamos	durante	nuestra	adolescencia	y	está	basada	en	los	modelos	atómicos
semejantes	a	sistemas	solares	propuestos	por	Rutherford,	Niels	Bohr	y	los	padres
de	 la	mecánica	 cuántica	Louis	 de	Broglie,	 Erwin	 Schrödinger	 y	 Paul	Dirac,	 a
mediados	del	pasado	siglo.
A	su	vez,	los	protones	y	los	neutrones	están	hechos	de	quarks,	las	partículas
fundamentales	más	 pequeñas	 que	 se	 conocen.	 El	 electrón,	 hasta	 donde	 hemos
llegado	 a	 investigar,	 parece	 ser	 también	 una	 entidad	 fundamental,	 es	 decir,	 no
está	constituido	por	partículas	más	simples.
Algunos	físicos	piensan	que	los	quarks	no	son	tan	fundamentales	como	se	ha
creído.	De	 acuerdo	 con	 estos	modelos,	 el	 quark	 a	 su	 vez	 estaría	 formado	 por
partículas	todavía	más	pequeñas	llamadas	preones.
¿Hasta	 dónde	 llega	 esta	 reducción?	 Nadie	 lo	 sabe.	 Existen,	 sin	 embargo,
otros	modelos	aún	más	extraños	que	aparecieron	en	la	década	de	los	ochenta	del
pasado	 siglo.	 Ellos	 afirman	 que	 los	 quarks	 en	 realidad	 no	 son	 partículas	 sino
pequeños	filamentos	de	energía	unidimensionales	que	los	físicos	han	bautizado
con	el	nombre	de	cuerdas.
De	 la	 misma	 manera	 que	 la	 cuerda	 de	 un	 violín	 puede	 vibrar	 de	 muchas
formas	diferentes	 produciendo	 en	 nuestros	 oídos	 el	 sonido	 de	 diferentes	 notas
musicales,	 la	 cuerda	 unidimensional	 también	 puede	 oscilar	 en	 diferentes
frecuencias	 dando	 origen	 a	 diversos	 tipos	 de	 partículas,	 cada	 una	 con
propiedadesque	la	hacen	única	y	exclusiva.
Para	afianzar	nuestro	conocimiento,	volvamos	a	hacer	el	 recorrido,	pero	en
sentido	inverso,	desde	lo	más	pequeño	hasta	lo	más	grande.	En	la	llamada	escala
de	 Planck,	 una	 milmillonésima	 de	 trillonésima	 de	 centímetro,	 las	 partículas
fundamentales	 aparecen	 como	 hilos	 de	 energía	 que	 se	 mueven	 siguiendo
patrones	vibratorios	determinados.	A	una	escala	mayor	de	tamaño,	la	cuerda	que
vibra	 incesantemente	 se	 presenta	 como	 una	 partícula	 puntual	 y	 compacta	 que
ocupa	una	posición	y	se	mueve	a	una	velocidad	determinada.	Este	universo	de
partículas	puntuales	crea	 las	estructuras	conocidas	como	átomos.	Los	átomos	a
su	vez	se	agrupan	en	moléculas.	Las	moléculas	constituyen	las	unidades	básicas
de	los	elementos	de	la	tabla	periódica	de	la	química.	Los	elementos	forman	los
diferentes	tipos	de	sustancias	de	las	que	está	hecho	el	mundo.	Cuando	el	mundo
es	observado	a	una	escala	todavía	aún	mayor,	la	escala	a	la	que	nuestros	sentidos
se	 encuentran	 acostumbrados,	 entonces	 el	 universo	 se	 despliega	 en	 una
multivariedad	de	estructuras	y	formas	que	nos	sorprenden	y	nos	asombran.	Pero
en	su	nivel	más	básico	estas	estructuras	son	cuerdas	que	vibran	a	una	frecuencia
determinada.
Podríamos	 preguntarnos	 qué	 hay	 más	 allá	 de	 las	 cuerdas	 y	 entrar	 en
dominios	donde	quizá	solo	existen	bits	de	información,	estructuras	matemáticas
fundamentales,	 pero	 esto	 haría	 las	 cosas	 más	 difíciles.	 De	 manera	 que
quedémonos	 con	 el	 mínimo	 necesario	 para	 tratar	 de	 comprender	 el	 modelo
propuesto	en	este	trabajo.
Este	 es	 el	 universo	 conocido,	 el	 universo	 del	 que	 nos	 hablaron	 Newton,
Copérnico	y	Galileo,	ampliado	a	la	luz	de	los	más	recientes	descubrimientos	de
la	física	de	partículas,	el	universo	de	la	astronomía	y	la	cosmología	tradicional,
el	 universo	 atrapado	 en	 las	maravillosas	 lentes	 del	 telescopio	Hubble	 y	 cuyas
imágenes	nos	han	dejado	atónitos	al	mostrarnos	 las	maravillosas	y	enigmáticas
estructuras	de	la	creación.
La	materia	invisible
Ahora	bien,	existe	algo	diferente	al	protón,	al	neutrón,	al	electrón	y	a	los	quarks,
que	parece	estar	allí,	interpenetrándolos,	presente	entre	sus	espacios	vacíos	y	al
mismo	 tiempo	 ejerciendo	 una	 poderosa	 influencia	 gravitatoria	 que	 ha	 sido
observada	 a	 través	 de	 instrumentos	 de	 medición	 astronómica	 muy	 precisos	 y
confiables.
Si	 algo	 está	 ejerciendo	 algún	 tipo	 de	 influencia	 gravitatoria	 en	 ciertas
regiones	de	nuestro	universo	visible,	como	parece	suceder,	este	algo	debe	estar
constituido	por	algún	tipo	de	materia	desconocida,	cuyas	propiedades	hacen	que
se	 comporte	 como	 lo	 hace.	 Lo	 más	 probable	 es	 que	 este	 tipo	 de	 partículas
exóticas	que	componen	este	material	invisible	no	se	encuentre	clasificados	en	el
modelo	 estándar	 de	 la	 física	 de	 partículas94	 que	 la	 ciencia	 maneja	 en	 la
actualidad.
Aunque	invisible,	este	tipo	de	materia	parece	existir	con	suma	abundancia	en
el	 cosmos.	 Podemos	 localizarla	 a	miles	 de	millones	 de	 años	 luz	 de	 distancia,
formando	extensos	halos	o	auras	alrededor	de	los	bordes	externos	de	las	galaxias
y	cúmulos	lejanos,	así	como	también	en	nuestro	propio	vecindario,	alrededor	y
dentro	de	nuestros	cuerpos	hechos	de	materia	visible.
De	 acuerdo	 con	 los	 últimos	 cálculos	 realizados	 por	 expertos,	 la	 materia
ordinaria,	 hecha	 de	 electrones,	 protones	 y	 neutrones,	 corresponde	 al	 3%	 de	 la
masa	 total	 crítica	 del	 universo,	 tal	 y	 como	 lo	 sostiene	 el	modelo	 inflacionario
propuesto	 por	 Alan	 Guth	 a	 comienzos	 de	 los	 años	 ochenta.	 Ese	 algo	 que
interpenetra	la	materia	visible	parece	contener	de	seis	a	ocho	veces	más	cantidad
de	masa	 que	 la	 originada	 por	 toda	 la	materia	 ordinaria	 calculada,	 es	 decir	 un
22%	de	esa	densidad	crítica	total.	El	resto	está	ocupado	por	una	versión	todavía
más	misteriosa	de	ese	material	invisible,	la	llamada	energía	oscura,	con	un	75%
del	 conjunto	 total.	 Creímos	 que	 la	 materia	 visible	 lo	 era	 todo,	 pero	 ahora
sabemos	 que	 es	 solo	 un	 insignificante	 3%	 de	 todo	 lo	 que	 abarca	 la	 realidad
material.
	
Materia	visible,	materia	invisible	y	energía	oscura
Para	 físicos	 y	 cosmólogos,	 esta	 masa	 perdida	 parece	 ser	 el	 origen	 de
comportamientos	anómalos	encontrados	en	la	velocidad	de	los	movimientos	de
ciertas	estrellas	presentes	en	galaxias	y	cúmulos	distantes.	El	llamado	efecto	de
lente	gravitacional,	 ocasionado	por	 los	 campos	de	 atracción	de	 conglomerados
de	estrellas	y	galaxias	al	paso	de	la	luz	y	que	dan	origen	a	su	curvatura,	delatan
su	inequívoca	presencia.
Pero	esto	no	es	todo;	se	ha	dicho	también	que	parte	de	este	material	invisible
—la	llamada	constante	cosmológica,	conocida	como	energía	oscura—	parece	ser
la	directamente	responsable	de	la	expansión	acelerada	que	sufre	el	universo	en	la
actualidad	y	que	consiste	en	una	poderosa	 fuerza	antigravitatoria	que	hace	que
todos	 los	 componentes	 del	 universo	 se	 estén	 alejando	 unos	 de	 otros	 a	 una
velocidad	 mayor	 de	 la	 esperada.	 Si	 esto	 es	 así	 y	 la	 aceleración	 continúa
indefinidamente,	el	universo	podría	terminar	en	lo	que	se	conoce	como	un	gran
desgarrón,	 donde	 todas	 sus	 estructuras,	 desde	 los	 súper	 cúmulos	 hasta	 los
átomos,	 serán	 finalmente	 destruidos	 por	 la	 fuerza	 derivada	 de	 esta	 energía
invisible.	Finalmente,	otro	podría	ser	el	destino	que	le	espera	a	nuestro	universo.
Si	 la	 gravedad,	 originada	 por	 la	 suma	 de	 la	 masa	 de	 la	 materia	 visible	 y	 la
materia	 invisible,	 gana	 la	 batalla,	 entonces	 galaxias	 y	 estrellas	 iniciarán	 un
recorrido	en	sentido	inverso	y	volverán	al	punto	inicial	desde	donde	partieron,	a
la	llamada	singularidad	desnuda	que	les	dio	nacimiento.	Es	muy	posible	que	este
ciclo	de	expansión	y	de	contracción	se	repita	por	toda	la	eternidad.
De	manera	pues	que	una	verdadera	guerra	de	titanes	se	desarrolla	a	todo	lo
largo	 y	 ancho	 de	 nuestro	 universo	 visible	 e	 invisible.	Materia	 visible,	materia
invisible	y	su	hermana	gemela,	la	energía	oscura,	parecen	tener	en	sus	manos	el
futuro	destino	del	universo	y	de	cómo	ese	final	inevitablemente	llegará.
Mientras	esto	sucede,	la	creación	continúa	desplegándose	en	su	lado	visible.
Aquí,	 la	 materia	 se	 ha	 organizado	 creando	 planetas,	 sistemas	 solares	 y
conglomerados	 de	 estrellas.	No	 solo	 eso,	 quizá	 la	 vida	 se	 ha	 derramado	 como
agua	que	 fluye	a	 todo	 lo	 largo	y	ancho	del	cosmos.	Pero,	¿qué	sucedió	con	su
lado	invisible?
Las	almas	y	los	universos	espirituales
Algunos	apuntan	hacia	un	hecho	fascinante	e	inesperado.
Para	 muchos	 líderes	 religiosos,	 si	 estuvieran	 enterados	 de	 estos
descubrimientos,	 este	 tipo	 de	 materia	 invisible	 constituiría	 el	 santo	 grial	 de
muchas	de	 las	 tradiciones	antiguas:	el	soporte	material	de	 los	cuerpos	sutiles	y
de	los	universos	espirituales.
Las	 tradiciones	 religiosas	 occidentales	 hablan	 de	 un	 alma,	 una	 especie	 de
intermediario	entre	el	espíritu	y	el	cuerpo	material.	Muchos	creen	que	esta	alma
es	 un	 tipo	 de	 revestimiento	 físico	 sutil	 que	 oculta	 la	 conciencia	 humana	 de	 la
misma	manera	que	 lo	hace	 el	 cuerpo	 físico.	Las	 tradiciones	orientales	 afirman
que	 la	 conciencia	 se	 encuentra	 envuelta	 en	 diferentes	 cubiertas	 de	 naturaleza
material	 que	 la	 oscurecen.	 Luego	 de	 la	 muerte,	 el	 espíritu,	 envuelto	 por	 este
revestimiento	 sutil	 constituido	 por	 la	 mente	 y	 sus	 diferentes	 componentes,
viajará	 a	 mundos	 hechos	 también	 de	 este	 tipo	 de	 materia	 sutil.	 Si	 existen
dominios	de	 la	 realidad	donde	 la	conciencia,	 revestida	de	mente,	 se	proyectará
después	 de	 la	muerte	 del	 cuerpo	 físico,	 estos	 dominios	 deberán	 tener	 también
una	 localización	y	una	estructura	 física.	La	materia	 invisible	 sería	el	 sostén	de
estos	 lugares	 tradicionales	 que	 recientemente	 la	 Iglesia	 católica	 ha	 catalogado
como	estados	de	conciencia	y	no	como	lugares	materiales.
Como	afirmé	en	 la	 introducción,	Deno	Kazanis	 insinuóesta	posibilidad	 en
un	 artículo	 publicado	 recientemente	 en	 el	 journal	 de	 los	 estudios	 sobre	 la
muerte,	donde	expone	el	marco	teórico	de	sus	planteamientos	filosóficos:
El	descubrimiento	de	la	materia	oscura	puede	proporcionarnos	la	clave	para	resolver	un	antiguo	misterio
concerniente	a	la	naturaleza	de	la	mente	humana.	La	materia	oscura	no	puede	ser	vista	o	sentida,	pero
compone	 el	 90%	 del	 universo.	 Desde	 que	 no	 se	 encuentra	 compuesta	 por	 partículas	 cargadas
eléctricamente	 no	 puede	 producir	 ondas	 electromagnéticas	 y	 sí	 puede	 interpenetrar	 nuestra	 materia
cargada	 visible.	 Yo	 sugiero	 que	 la	 materia	 oscura	 es	 la	 materia	 de	 los	 fenómenos	 místicos	 la	 cual
constituye	los	cuerpos	sutiles	y	que	ya	se	encontraba	presente	y	es	la	responsable	del	big	bang	que	creó
la	materia	visible	que	conocemos95.
Finalmente,	para	los	filósofos	de	la	mente,	este	hallazgo	podría	conducir	a	un
nuevo	modelo	capaz	de	ofrecer	una	respuesta	a	muchos	interrogantes:	el	formato
físico	 de	 muchas	 de	 las	 llamadas	 representaciones	 mentales.	 Nuestra	 mente,
como	 nuestro	 universo,	 contiene	 información	 y	 la	 información	 requiere	 de	 un
soporte	 físico	para	manifestarse	y	expresarse.	La	materia	ordinaria	y	el	 tipo	de
partículas	 fundamentales	 que	 la	 componen	 constituyen	 el	 soporte	 físico	 de	 la
información	 que	 se	 expresa	 en	 nuestro	 universo	 material.	 Quizá	 la	 materia
oscura	constituya	el	telón	de	fondo	de	nuestros	sueños	y	de	nuestros	más	sutiles
pensamientos.	Esta	materia	sutil	constituirá	el	soporte	físico,	el	material	utilizado
por	la	mente	y	la	conciencia	para	escribir	y	vivir	su	propia	historia,	colectiva	y
personal.
Ahora	 bien,	 todas	 estas	 opciones	 no	 tienen	 por	 qué	 ser	 mutuamente
excluyentes.	La	materia	 invisible,	su	estructura	y	su	organización	quizá	sean	la
respuesta	 a	 todas	 las	 inquietudes	 planteadas	 simultáneamente	 por	 físicos,
astrónomos,	filósofos	de	 la	mente	y	 líderes	religiosos.	Por	supuesto	que	podría
existir	otra	explicación:	es	posible	que	la	gravedad	pueda	llegar	a	comportarse	de
una	manera	bastante	extraña	y	diferente	cuando	tratamos	con	escalas	de	tamaño
infinitamente	 grandes,	 pero	 como	 afirma	 Lee	 Smolin	 en	 su	 última	 obra,	 Las
dudas	 de	 la	 física	 en	 el	 siglo	 XXI,	 esta	 opción	 es	 quizá	 la	menos	 viable:	 “La
hipótesis	de	la	materia	oscura	es	la	preferida,	porque	la	única	otra	posibilidad,	de
que	 nos	 hayamos	 equivocado	 acerca	 de	 las	 leyes	 de	 Newton	 y	 por	 extensión
acerca	de	la	relatividad	general,	resulta	demasiado	aterradora	para	ser	ni	siquiera
tenida	en	cuenta”96.
Hace	 poco	 me	 preguntaban	 qué	 relación	 podría	 existir	 entre	 esta	 materia
oscura	 causante	 del	 comportamiento	 anómalo	de	 estrellas	 y	 galaxias	 y	 nuestro
cerebro	 físico;	 al	 fin	 y	 al	 cabo,	 me	 estoy	 valiendo	 de	 un	 descubrimiento
cosmológico	 para	 responder	 interrogantes	 de	 algo	 tan	 ajeno	 a	 la	 cosmología
como	es	el	estudio	de	la	mente	humana	y	su	futuro	destino.	Bueno,	yo	hago	una
pregunta	 similar:	 ¿qué	 relación	 existe	 entre	 una	 galaxia	 hecha	 de	 materia
ordinaria	y	el	cerebro	físico?	La	respuesta	es	simple:	ambos	están	hechos	de	los
mismos	componentes,	están	construidos	con	los	mismos	materiales	básicos.	Sus
comportamientos	 se	 encuentran	 condicionados	 por	 el	 mismo	 tipo	 de	 leyes
físicas.	 Si	 esa	 materia	 visible,	 de	 la	 que	 están	 hechas	 las	 galaxias,	 se	 ha
organizado	 formando	 todas	 las	 estructuras	 que	 vemos	 hoy	 día,	 incluyendo	 el
sistema	 solar,	 nuestro	 planeta	 y	 todas	 las	 estructuras	 físicas,	 biológicas	 y	 no
biológicas	 que	 conocemos,	 ¿por	 qué	 la	 materia	 oscura	 no	 pudo	 haberse
organizado	de	manera	similar,	a	la	par,	de	su	hermana,	la	materia	visible?	Si	la
materia	oscura	se	ha	organizado	de	una	manera	semejante	a	la	materia	visible	y
ha	 originado	 un	 universo	 invisible	 compuesto,	 como	 el	 universo	 visible,	 de
formas	y	estructuras	que	han	evolucionado	con	el	correr	del	tiempo,	un	cosmos
paralelo	 podría	 estar	 corriendo	 simultáneamente	 al	 lado	 del	 nuestro.	 Las
implicaciones	 de	 un	 descubrimiento	 semejante	 serían	 absolutamente
revolucionarias	 y	 cambiarían	 radicalmente	 nuestra	 ciencia,	 nuestras	 creencias
filosóficas	y	religiosas	y,	quizá	lo	más	importante,	lo	que	esperamos	le	suceda	a
nuestra	mente	después	de	la	muerte	del	cerebro	físico.
En	 un	 artículo	 recientemente	 publicado	 en	 la	 prestigiosa	 revista	 Scientific
American,	 Jonathan	Feng,	 físico	 teórico	 y	 especialista	 en	materia	 oscura	 de	 la
Universidad	 de	 California,	 y	 Mark	 Trodden,	 codirector	 del	 Centro	 de
Cosmología	 de	Partículas	 de	 la	Universidad	de	Pensilvania,	 afirmaban	que	 los
últimos	descubrimientos	acerca	de	la	materia	oscura	han	puesto	en	tela	de	juicio
la	 idea	 generalizada	 de	 que	 la	 materia	 y	 la	 energía	 oscura	 constituyan	 las
sustancias	más	asociales	del	cosmos:
La	principal	enseñanza	de	los	modelos	es	que	no	existe	ninguna	razón	para	creer	que	la	materia	oscura
sea	tan	aburrida	como	se	pensaba.	Si	admitimos	la	posibilidad	de	partículas	ocultas	cuyas	propiedades
van	más	allá	de	los	modelos	tradicionales,	parece	considerar	entonces	todo	el	abanico	de	posibilidades.
¿Podría	existir	todo	un	sector	de	partículas	ocultas?	¿Tal	vez	un	mundo	similar	al	nuestro,	con	versiones
ocultas	de	electrones	y	protones	que	se	combinan	para	formar	átomos,	moléculas,	planetas	y	estrellas
ocultos?97
La	primera	vez	que	se	vislumbró	esta	idea,	afirman	los	autores,	se	remonta	al
año	 de	 1956,	 cuando	 los	 físicos	 Tsung-Dao	 Lee	 y	 Chen	 Ning	 Yang	 hicieron
referencia	 a	 ella	 en	un	 artículo	que	 les	valió	 el	Premio	Nobel.	Posteriormente,
otros	físicos	la	exploraron	en	detalle,	entre	ellos	Robert	Foot	y	Raymond	Volkas
de	 la	 Universidad	 de	 Melbourne.	 Desde	 luego,	 “la	 idea	 resulta	 sumamente
tentadora”:
¿Pudiera	 ser	que	 lo	que	detectamos	como	materia	oscura	 se	 correspondiese	 con	un	mundo	 similar	 al
nuestro?	 Cabe	 incluso	 fantasear	 con	 físicos	 y	 astrónomos	 ocultos,	 que	 observarían	 a	 través	 de	 sus
telescopios	y	se	preguntarían	por	la	naturaleza	de	su	materia	oscura,	que	se	correspondería	con	nuestra
materia	ordinaria98.
	
¿Por	 qué	 poner	 las	 cosas	 difíciles	 cuando	 todo	 puede	 ser	 más	 sencillo	 y
elegante?
Si	 un	 universo	 hecho	 de	materia	 invisible	 corre	 paralelo	 con	 este	 universo
visible,	entonces	ese	universo	podría	estar	interactuando	simultáneamente	con	el
nuestro.	 ¿Por	qué	creer	que	cada	uno	va	por	 su	 lado?	Al	 fin	y	al	 cabo,	 ambos
parecen	estar	ocupando	el	mismo	espacio.	Imaginemos	dos	siameses	o	un	par	de
enamorados	que	caminan	 juntos,	uno	al	 lado	del	otro.	Van	a	hacer	el	mercado,
asisten	al	cine,	comen	juntos	y	comparten	una	cama,	pero	nunca	se	comunican.
Por	supuesto	que	esta	es	una	situación	inverosímil	que	sabemos	nunca	se	dará	en
la	vida	real.	Si	dos	universos	corren	paralelos,	uno	al	lado	del	otro,	lo	más	lógico
es	 suponer	 que	 exista	 algún	 tipo	 de	 comunicación	 e	 interacción	 entre	 ellos.	Y
esta	interacción	existe,	ya	lo	hemos	visto:	la	materia	oscura	ejerce	una	influencia
gravitacional	 sobre	 la	materia	 visible	 y	 de	 ella	 y	 de	 su	 compañera,	 la	 energía
oscura,	depende	nada	más	y	nada	menos	que	el	futuro	del	universo.
Si	 estos	 dos	 universos,	 uno	 de	materia	 visible	 y	 otro	 de	materia	 invisible,
interactúan	 y	 se	 comunican,	 entonces	 un	 cerebro	 invisible	 hecho	 de	 partículas
exóticas	 podría	 estar	 interpenetrando	 nuestro	 cerebro	 hecho	 de	 partículas
visibles.	Yo	sugiero	en	este	 trabajo	que	el	cerebro	visible	 tiene	una	contraparte
invisible	y	que	ambos	interactúan	posiblemente	a	través	de	campos99,	un	hecho
absolutamente	genial	con	el	que	la	naturaleza	habría	en	cierta	forma	resuelto	el
problema	de	 la	 supervivencia	de	 la	 información,	de	 la	personalidad	y	del	yo	o
del	sí	mismo.
La	 naturaleza	 ya	 nos	 tiene	 acostumbrados	 a	 este	 tipo	 de	 sorpresas.	 El
descubrimiento	de	 la	molécula	genéticaen	 los	años	cincuenta	del	pasado	siglo
nos	 permitió	 evidenciar	 cómo	 se	 las	 ingenia	 para	 resolver	 los	más	 intrincados
problemas.	 Yo	 pregunto:	 ¿puede	 existir	 algo	 más	 complicado	 que	 duplicar	 la
información,	como	 la	naturaleza	magistralmente	 lo	hizo	utilizando	 la	molécula
de	 ácido	 desoxirribonucleico	 y	 de	 esta	 manera	 hacer	 que	 la	 vida	 se	 perpetúe
como	 lo	 hace?	Como	 veremos,	 la	 transmisión	 de	 la	 información	 entre	 los	 dos
cerebros	y	la	forma	como	el	cerebro	invisible	queda	en	libertad	en	el	momento
de	 la	 muerte	 física	 es	 prácticamente	 una	 réplica	 de	 lo	 que	 sucede	 cuando	 las
hebras	 complementarias	 del	ADN	 se	 separan	para	 dar	 origen	 a	 dos	 segmentos
similares	 a	 los	 originales.	 En	 el	 momento	 de	 la	 duplicación	 de	 la	 molécula
genética	los	puentes	de	hidrógeno	que	las	unen	desaparecen	por	la	acción	de	las
enzimas	 apropiadas	 para	 ello,	 los	 campos	 que	 mantienen	 unidos	 estos	 dos
procesadores	 físicos	 de	 información,	 el	 cerebro	 visible	 y	 el	 cerebro	 invisible,
también	desaparecen	 al	 dejar	 de	 fluir	 la	 corriente	 eléctrica	por	 la	 neurona	y	 el
campo	magnético	que	la	acompaña.
La	solución	que	esta	misma	naturaleza	propone	para	resolver	el	problema	de
la	supervivencia	de	la	personalidad	humana	era	absolutamente	impensable	hasta
la	llegada	de	la	teoría	electromagnética	y	de	las	ciencias	de	la	información.	Si	a
esto	 le	 sumamos	 recientes	 aportes	 que	 van	 más	 allá	 de	 lo	 establecido	 con
anterioridad	 por	 la	 cosmología	 y	 la	 física	 de	 partículas	 elementales,	 entonces
surge	 de	 manera	 inesperada	 un	 horizonte	 poco	 creíble	 hasta	 hace	 muy	 pocos
años.	Durante	siglos	existió	la	eterna	controversia	entre	materialistas,	dualistas	e
idealistas	y	de	si	la	mente	sobrevivía	a	la	muerte	del	cuerpo.	No	había	manera	de
generar	 propuestas	 capaces	 de	 reconciliar	 estos	 diferentes	 puntos	 de	 vista.	 El
descubrimiento	 que	 relato	 en	 este	 libro	 podría	 cambiarlo	 todo.	 Esta	 es	 la
fascinante	posibilidad	que	he	intentado	explorar	a	lo	largo	de	esta	obra.
	
	
Resumen
Hasta	 solo	 unos	 pocos	 años,	 la	 materia	 visible,	 aquella	 que
percibíamos	 a	 través	 de	 nuestros	 sentidos	 y	 de	 nuestros	 más
poderosos	 instrumentos	 de	 observación	 parecía	 ser	 la	 única
existente.
De	acuerdo	con	el	modelo	estándar	de	la	física,	esta	materia	se
encontraba	hecha	de	átomos.	Un	átomo	a	su	vez	contiene	un	núcleo
de	protones	y	neutrones	y	 electrones	girando	a	 su	 alrededor.	Pero
los	protones	y	los	neutrones	no	son	las	partículas	más	pequeñas	que
se	conocen.	Ellos	se	encuentran	compuestos	de	quarks.	Existen	en
total	 treinta	 y	 seis	 variedades	 de	 quarks,	 incluyendo	 sus
antipartículas.	 De	 ellos,	 solo	 dos	 han	 sido	 utilizados	 por	 la
naturaleza:	el	quark	arriba	y	el	quark	abajo.
Hasta	 donde	 sabemos,	 el	 quark	 no	 es	 divisible;	 sin	 embargo,
han	 aparecido	 algunos	 trabajos	 recientes	 que	 sugieren	 que	 los
quarks	 se	 encuentran	 a	 su	vez	hechos	de	partículas	más	pequeñas
llamadas	preones.	¿Hasta	dónde	llega	esta	división?	No	lo	sabemos.
Una	 partícula	 fundamental	 tiene	 propiedades	 que	 la	 hacen
única:	el	espín,	la	masa	y	la	carga	eléctrica.
A	su	vez,	estas	partículas	 fundamentales	 interaccionan	entre	sí
gracias	 a	 las	 llamadas	 fuerzas	 de	 la	 naturaleza:	 la	 fuerza	 nuclear
fuerte,	la	nuclear	débil,	el	electromagnetismo	y	la	gravedad.
Estas	partículas	fundamentales,	el	quark	arriba,	el	quark	abajo	y
el	electrón	y	 las	cuatro	 fuerzas	de	 la	naturaleza	son	 los	elementos
básicos	 necesarios	 para	 construir	 el	 universo	 con	 el	 que	 estamos
familiarizados.
Por	 lo	 menos	 eso	 era	 lo	 que	 creíamos	 hasta	 hace	 poco.
Observaciones	muy	meticulosas	llevadas	a	cabo	desde	hace	más	de
medio	 siglo	 sugieren	 que	más	 allá	 de	 la	materia	 visible	 existe	 un
tipo	 de	 materia	 diferente,	 invisible	 a	 la	 visión	 ordinaria,	 que	 los
cosmólogos	han	bautizado	con	el	nombre	de	materia	oscura.
Su	existencia	es	deducida	de	los	efectos	gravitacionales	que	sus
componentes	ejercen	sobre	la	materia	visible.
Una	 de	 las	 cosas	 que	 más	 ha	 llamado	 la	 atención	 de	 este
descubrimiento	es	que	la	materia	invisible	es	cientos	de	veces	más
abundante	que	la	materia	ordinaria.	¡Lo	que	vemos	es	solo	un	4%
de	todo	lo	creado!	El	resto	es	completamente	desconocido.
Aunque	 se	desconoce	el	 tipo	de	partículas	que	 la	 componen	y
sus	 propiedades,	 científicos	 como	 Mark	 Trodden	 del	 Centro	 de
Cosmología	 de	 Partículas	 de	 la	 Universidad	 de	 Pensilvania	 y
Jonathan	Feng,	físico	teórico	y	especialista	en	materia	oscura	de	la
Universidad	 de	 California,	 creen	 que	 este	 tipo	 de	 materia	 oscura
podría	 estar	 compuesta	 por	 todo	 un	 sector	 de	 partículas	 distintas
que	interactuarían	entre	sí	mediante	nuevas	fuerzas	de	la	naturaleza.
Si	 esto	 es	 así,	 las	 partículas	 fundamentales	 que	 componen	 la
materia	 oscura	 podrían	 haberse	 organizado	 formando	 estructuras
mucho	 más	 complejas	 semejantes	 a	 los	 átomos	 y	 moléculas	 de
nuestra	 materia	 visible.	 Todo	 un	 universo	 existiendo	 paralelo	 al
nuestro.
En	años	recientes,	Deno	Kazanis,	biofísico	de	la	Universidad	de
Pensilvania,	sugirió	que	esta	materia	podría	ser	el	soporte	físico	de
los	 cuerpos	 sutiles	 y	 de	 los	 universos	 espirituales	 de	 los	 que	 nos
hablan	 la	 mayoría	 de	 las	 tradiciones	 filosóficas	 y	 religiosas	 del
pasado.
El	autor	cree	que	los	efectos	gravitacionales	ocasionados	por	la
materia	oscura	sobre	la	materia	visible	son	causados	por	presencia
de	un	universo	paralelo	contiguo	al	nuestro.	Estos	dos	universos,	el
uno	 hecho	 de	 materia	 visible	 y	 el	 otro	 de	 materia	 invisible
interactúan	 y	 se	 comunican.	 Cada	 uno	 de	 nosotros	 utiliza	 dos
cerebros.
Yo	he	propuesto	que	el	cerebro	 invisible	estaría	hecho	de	este
tipo	 de	 materia	 oscura	 y	 que	 podría	 estar	 interactuando
simultáneamente	con	nuestro	cerebro	hecho	de	materia	visible.
12	
El	regreso	de	Descartes
Fue	 en	 el	 siglo	XVII	 cuando	 el	 filósofo	 y	matemático	 francés	René	Descartes
(1596-1650)	propuso	en	sus	Principios	de	 filosofía	 (1644)	 la	 existencia	 de	dos
tipos	 de	 sustancias	 a	 las	 que	 bautizó	 con	 el	 nombre	 de	 sustancia	 pensante	 y
sustancia	 extensa.	 La	 primera	 se	 aplicaba	 a	 la	 mente	 o	 alma,	 la	 segunda
pertenecía	al	cuerpo	material.	El	atributo	principal	de	la	sustancia	del	alma	era	el
pensamiento	mientras	que	el	atributo	principal	de	la	sustancia	del	cuerpo	era	la
extensión	y	el	movimiento.	Palabras	más,	palabras	menos,	existían	una	mente	y
un	cuerpo	y	ambos	eran	de	naturaleza	diferente.
Luego	de	haber	descubierto	el	primer	principio	de	su	filosofía	“Pienso,	luego
existo”,	Descartes	dirigió	toda	su	atención	a	su	alma	o	yo,	llegando	luego	de	una
intensa	 reflexión	 a	 concluir	 que	 él,	 como	 ser	 pensante,	 era	 de	 un	 tipo	 de
sustancia	diferente	a	la	del	cuerpo	que	le	pertenecía,	que	podía	incluso	llegar	a
existir	 sin	 ese	 cuerpo	que	 en	vida	 parecía	 ocupar.	En	 su	Discurso	del	método,
obra	magistral	publicada	en	1637	afirmaba:
Comprendí	que	yo	era	una	sustancia,	cuya	naturaleza	o	esencia	era	a	su	vez	pensamiento,	sustancia	que
no	necesita	de	ningún	lugar	para	ser,	ni	tampoco	dependía	de	ninguna	cosa	material,	de	suerte	que	este
yo,	o	lo	que	es	lo	mismo,	el	alma	por	la	cual	soy	lo	que	soy,	es	enteramente	distinto	del	cuerpo	y	más
fácil	de	conocer	que	él100.
Había	nacido	el	dualismo	en	su	versión	moderna	y	con	él	 la	 filosofía	de	 la
mente,	una	de	 las	 seis	 ramas	del	 llamado	hexágono	cognitivo,	 ese	conjunto	de
disciplinas	que	busca	explicar	el	comportamiento	y	la	naturaleza	de	los	sistemas
biológicos	y	no	biológicos	que	procesan	inteligentemente	la	información.
Estas	 dos	 sustancias,	 la	 res	 cogitans	 y	 la	 res	 extensa,	 como	 Descartes	 las
llamó,	o	sencillamente	mente	y	cuerpo,	eran	radicalmente	opuestas	y	difíciles	de
definir.	En	aquellos	tiempos,	poco	o	nada	se	sabía	acerca	de	la	composición	y	la
naturaleza	 de	 la	 materiafísica.	 Es	 posible	 que	 Descartes	 haya	 conocido	 la
propuesta	de	los	filósofos	griegos	Leucipo	y	Demócrito,	quienes	en	el	siglo	IV	a.
C.	afirmaban	que	todas	las	cosas	materiales	se	encontraban	hechas	de	partículas
diminutas	 e	 indivisibles	 a	 las	 que	 bautizaron	 con	 el	 nombre	 de	 átomos.	 Casi
trescientos	 años	 separaban	 a	 Descartes	 de	 la	 llegada	 de	 Thompson	 y	 el
descubrimiento	de	la	primera	partícula	elemental	conocida:	el	electrón	o	de	los
modelos	atómicos	propuestos	en	el	siglo	XX	por	Rutherford,	Bohr	y	De	Broglie.
Lejanos	todavía	estaban	los	días	cuando,	a	finales	del	siglo	XIX,	Camilo	Golgi,
Santiago	Ramón	y	Cajal	y	Charles	Sherrington	darían	nacimiento	a	 la	 llamada
doctrina	 neuronal.	 Alan	 Turing	 y	 su	 propuesta	 computacional	 no	 habían
aparecido	 todavía	 en	 la	 escena,	 y	 la	 aproximación	 conexionista,	 propuesta	 a
finales	del	siglo	XX,	era	solo	un	modelo	distante	y	remoto.	En	esas	condiciones
tan	 limitadas	 para	 el	 conocimiento,	 ¿cómo	 poder	 intuir	 algo	 acerca	 de	 lo	 que
podría	 ser	 la	 naturaleza	 del	 pensamiento	 y	 de	 los	 programas	 informáticos	 que
procesaban	 la	 información?	 Descartes	 no	 se	 cruzó	 de	 brazos	 a	 la	 espera	 de
tiempos	 más	 propicios	 para	 poner	 a	 trabajar	 sus	 habilidades	 cognitivas.
Considerado	como	el	padre	del	 racionalismo	moderno,	nuestro	 filósofo	enfocó
toda	su	capacidad	intelectual	a	la	solución	del	problema	mente-cuerpo	que	tanto
le	preocupó	en	los	últimos	años	de	su	existencia.
Descartes	no	parece	haber	ofrecido	una	solución	clara	a	estos	problemas	que
su	propuesta	planteó	desde	un	comienzo.	La	explicación	de	la	glándula	pineal	y
los	 espíritus	 animales,	 incluso	en	 su	 tiempo,	 fueron	 insuficientes.	Si	no	existía
una	 clara	 concepción	 de	 lo	 que	 era	 la	materia	 o	 sustancia	 extensa,	 era	mucho
menos	posible	adivinar	 lo	que	podría	ser	esa	res	cogitans	o	sustancia	pensante
que	 él	 identificaba	 con	 la	 mente.	 Definir	 entonces	 la	 relación	 entre	 mente	 y
cuerpo	 y	 la	 forma	 como	 podrían	 llegar	 a	 interactuar	 era	 absolutamente
imposible,	aunque	algunos	filósofos	posteriores	a	Descartes,	como	Malebranche
y	Leibniz,	intentaron	ofrecer	algunas	novedosas	soluciones.
Las	 dificultades	 planteadas	 acerca	 del	 tipo	 de	 materia	 que	 constituía	 la
mente,	el	modo	de	 interacción	que	se	daba	con	 la	materia	 física	y	el	dualismo
metafísico	 propuesto	 como	 solución	 fueron	 una	 herencia	 con	 la	 que	 muchos
pensadores	 del	 siglo	 XX	 no	 estaban	 dispuestos	 a	 convivir.	 El	 fantasma	 de	 la
máquina	parecía	tener	sus	días	contados.	En	1949,	el	filósofo	de	Oxford	Gilbert
Ryle	 pretendió	 darle	 una	 muerte	 definitiva	 con	 la	 publicación	 de	 su	 obra:	 El
concepto	 de	 lo	 mental.	 Ryle	 creyó	 que	 Descartes	 había	 caído	 en	 lo	 que	 él
denominó	un	craso	error	categorial.	Pero	¿qué	es	un	error	categorial?	 Imagine,
dice	 Ryle,	 que	 un	 turista	 extranjero	 llega	 hasta	 Oxford	 o	 Cambridge	 y	 se	 le
muestran	 todas	 las	 oficinas	 administrativas,	 los	 departamentos	 científicos,	 las
bibliotecas,	 los	 museos	 y	 campos	 deportivos	 y	 finalmente	 los	 colleges,	 y
entonces,	 de	 repente,	 nuestro	 visitante	 se	 voltea	 y	 nos	 pregunta	 “¿Pero	 dónde
está	la	universidad?”.	Por	supuesto	que	él	ha	visto	dónde	trabaja	el	personal	de	la
sección	 administrativa,	 dónde	 practican	 los	 deportes	 los	 estudiantes,	 dónde
acuden	para	realizar	sus	 trabajos	de	 investigación	y	dónde	se	 llevan	a	cabo	 los
experimentos	 científicos,	 pero	 él	 aún	 no	 ha	 conocido	 la	 universidad	 donde
“residen	y	trabajan	sus	miembros”.	Para	ello,	dice	Ryle,	tenemos	que	explicarle	a
nuestro	 visitante	 que	 la	 universidad	 no	 es	 una	 institución	 existiendo
paralelamente	a	 los	colleges,	 a	 los	 laboratorios,	 a	 la	biblioteca	o	 a	 las	oficinas
administrativas.	La	universidad	es	todo	ello,	la	manera	como	se	organiza	todo	lo
que	ha	sido	visitado.	Cuando	se	ha	visto	todo	esto,	afirma	Ryle,	entonces	se	dice
que	 se	 ha	 visitado	 la	 universidad.	 El	 error	 ha	 consistido	 en	 creer	 que	 la
universidad	es	un	miembro	más	de	la	clase	a	la	que	pertenecen	todos	los	demás
miembros.	“Erróneamente	se	ha	asignado	a	la	universidad	la	misma	categoría	a
la	que	pertenecen	aquellos”101.
Ryle	proporciona	otro	ejemplo	de	lo	que	es	un	error	categorial.	Es	el	caso	de
un	niño	a	quien	se	le	invita	para	que	presencie	el	desfile	de	una	división	militar.
Luego	de	que	el	niño	ha	observado	el	paso	de	los	escuadrones,	las	baterías	y	los
batallones,	entonces	pregunta	que	cuándo	va	a	pasar	la	división.	Se	le	explicará
entonces	que	cuando	vio	pasar	todas	las	unidades	antes	mencionadas	vio	pasar	la
división	 que	 esperaba.	 “El	 desfile	 no	 era	 efectuado	 por	 batallones,	 baterías,
escuadrones	 y	 una	 división,	 sino	 por	 los	 batallones,	 baterías	 y	 escuadrones	 de
una	división”.	Los	 errores	 categoriales,	 dice	Ryle,	 son	 cometidos	por	 personas
que	no	saben	cómo	emplear	conceptos.	“Su	perplejidad	nace	de	su	incapacidad
para	utilizar	determinadas	palabras”102.
Según	Ryle,	el	error	de	Descartes	consistió	en	presentar	los	hechos	de	la	vida
mental	 como	 pertenecientes	 a	 un	 tipo	 de	 categoría	 diferente,	 similar	 a	 las
categorías	utilizadas	para	representar	los	objetos	y	fenómenos	físicos:
La	representación	de	una	persona	como	si	 fuera	un	 fantasma	misteriosamente	oculto	en	una	máquina
deriva	de	este	hecho.	Debido	a	que	el	pensamiento,	el	sentimiento	y	los	actos	de	una	persona	no	pueden
describirse	únicamente	con	el	lenguaje	de	la	física,	de	la	química	y	de	la	fisiología,	se	supone	que	deben
ser	 descritos	 en	 términos	 análogos.	 Como	 el	 cuerpo	 humano	 es	 una	 unidad	 compleja	 organizada,	 la
mente	humana	también	debe	ser	una	unidad	compleja	organizada,	aunque	constituida	por	elementos	y
estructuras	diferentes.	Como	el	cuerpo	humano,	al	igual	que	cualquier	otro	trozo	de	materia,	está	sujeto
a	causas	y	efectos,	también	la	mente	debe	estar	sujeta	a	causas	y	efectos,	pero	de	tipo	no	mecánico103.
	
El	 concepto	de	 lo	mental	 parece	haber	 despertado	un	 inmenso	 entusiasmo,
especialmente	entre	los	seguidores	de	las	corrientes	conductistas	y	los	filósofos
del	 lenguaje.	 Esto,	 aunado	 al	 desarrollo	 de	 los	 recientes	 avances	 en	 las
neurociencias,	que	parecerían	sustentar	de	manera	definitiva	un	soporte	material,
exclusivo	 para	 la	 mente,	 localizado	 dentro	 del	 cráneo,	 hizo	 que	 muchos
anunciaran	prematuramente	la	muerte	de	lo	que	llegaron	a	bautizar	como	el	mito
cartesiano,	como	lo	expliqué	en	el	Capítulo	10,	“La	respuesta	a	Damásio”,	algo
muy	 similar	 a	 lo	 sucedido	 con	 la	 física	 que	 algunos	 quisieron	 dar	 como
concluida	a	finales	del	siglo	XIX.
El	 daño	 estaba	 hecho.	 No	 solo	 eso,	 identificar	 la	 mente	 con	 el	 cerebro
condujo	 a	 muchos	 a	 creer	 que	 nuestros	 actos	 mentales	 son	 una	 consecuencia
directa	del	funcionamiento	de	las	estructuras	cerebrales.	Esto	puede	llevar	a	los
sujetos	a	evadir	 todas	 las	 responsabilidades	éticas	y	morales	que	se	derivan	de
nuestros	 actos	 sociales.	 En	 una	 obra	 publicada	 hace	 más	 de	 veinticinco	 años
titulada	Lo	mental	como	físico104,	su	autor	Edward	Wilson,	de	la	Universidad	de
Newcastle,	exponía	las	consecuencias	de	una	de	las	aproximaciones	materialistas
más	relevantes,	la	llamada	“teoría	de	la	identidad”.	Esta	teoría	propone	que	los
estados	 mentales	 son	 idénticos	 a	 los	 estados	 cerebrales.	 De	 acuerdo	 con	 este
autor,	 la	 ciencia	 actual	 nos	 permite	 asegurar	 la	 identidad	 de	 lo	 físico	 con	 lo
mental.	 Si	 esto	 es	 así,	 la	 conducta	 o	 el	 comportamiento	 de	 los	 seres	 humanos
caen	dentro	de	las	mismas	categorías	que	la	determinación	causal	y	el	resto	de
los	procesos	físicos;	por	lo	tanto,	llegar	a	suponer	la	existencia	de	una	voluntad
libre	 y	 atribuir	 al	 hombre	 responsabilidad	 moral	 está	 fuera	 de	 todo	 contexto.
Según	 estos	 planteamientos,	 los	 principios	 de	 responsabilidad	 moral
tradicionales	 carecen	 de	 razón	 de	 ser.	 No	 existe	 entonces	 justificaciónalguna
para	 las	 sanciones	 que	 imponen	 los	 códigos	 penales	 en	 rigor.	 Como	 diría	 el
apóstol	 Pablo:	 “Comamos	 y	 bebamos	 que	mañana	moriremos”.	Grave	 y	 triste
conclusión	para	un	arte	como	el	derecho,	que,	según	este	planteamiento,	perdería
toda	su	autenticidad.
A	 excepción	 de	 sir	 John	 Eccles,	 Premio	 Nobel	 de	 Medicina,	 y	 de	 Karl
Popper,	el	famoso	filósofo	de	la	ciencia,	quienes	sustentaron	modelos	dualistas
de	 la	 mente	 que	 defendieron	 en	 dos	 obras	 muy	 conocidas105,	 el	 resto	 de	 los
escasos	 defensores	 del	 dualismo	 se	 caracterizaron	 por	 una	 absoluta	 falta	 de
imaginación	y	de	creatividad	que	 les	permitieran	defender	 la	posibilidad	de	un
modelo	 dualista,	 bien	 argumentado,	 utilizando	 para	 ello	 los	 últimos	 avances	 y
todas	 las	 herramientas	 disponibles	 en	 las	 diferentes	 disciplinas	 comprometidas
con	el	estudio	de	la	mente	humana	en	toda	su	compleja	dimensión.
Pero	 volvamos	 nuevamente	 a	 Descartes.	 Él	 no	 propuso	 ningún	 tipo	 de
sustancia	como	soporte	físico	de	la	mente;	solo	afirmó	que	no	ocupaba	lugar	en
el	espacio	y	que	carecía	de	extensión.	Sin	embargo,	poseía	un	atributo	que	no	se
hallaba	presente	en	la	sustancia	material:	el	pensamiento.
En	su	libro	Materia	y	conciencia,	Paul	Churchland,	profesor	de	Filosofía	de
la	 Universidad	 de	 San	 Diego,	 en	 California,	 afirmaba	 que	 este	 dualismo
sustancial,	 a	 pesar	 de	 las	 enormes	 dificultades	 que	 confrontaba,	 podía	 llegar	 a
suavizarse	si	pensáramos	en	un	dualismo	menos	extremo	al	que	él	bautizó	con	el
nombre	de	dualismo	popular.	La	mente	vendría	a	ser	como	un	fantasma	dentro
de	 una	 máquina:	 “La	 máquina	 es	 el	 cuerpo	 humano	 y	 el	 fantasma	 es	 una
sustancia	 espiritual	 cuya	 constitución	 interna	 es	 totalmente	 diferente	 de	 la
materia	 física,	 pero	 aun	 así,	 posee	 plenamente	 las	 propiedades	 espaciales”106.
Esta	 postura,	 afirma	 Churchland,	 no	 tiene	 por	 qué	 plantear	 las	 mismas
dificultades	que	enfrentó	Descartes	en	su	tiempo:	“La	mente	está	allí	mismo,	en
contacto	con	el	cerebro	y	la	interacción	entre	ambos	tal	vez	se	pueda	entender	en
términos	del	intercambio	de	energía	de	una	forma	que	 la	ciencia	 todavía	no	ha
podido	 identificar	 y	 comprender”107.	 Más	 adelante,	 al	 evaluar	 el	 dualismo,
Churchland	afirma	que	“las	pruebas	de	esta	sustancia	pensante	no	material	son
bastante	 endebles”.	 Si	 revisamos	 la	 edición	 original	 de	 esta	 obra,	 apareció	 en
1984,	 y	 una	 versión	 corregida	 por	 el	 autor	 en	 1988.	 Hoy,	 veintinueve	 años
después,	puedo	afirmar	que	las	cosas	han	cambiado	dramáticamente	y	que	hoy
día	 se	 puede	 insinuar	 un	 posible	 candidato	 “que	 sirva	 de	 sustancia	 para	 la
mente”.	Pero,	ojo,	las	últimas	palabras	las	coloqué	entre	paréntesis.	Debe	quedar
claro	que	en	la	teoría	expuesta	ahora,	y	en	otras	obras	de	próxima	aparición,	la
mente	no	es	 sustancial;	 lo	que	yo	quiero	dejar	claro	es	que	esa	mente	 también
utiliza	otro	tipo	de	soporte	físico	diferente	al	cerebro	material.
A	la	luz	de	la	moderna	teoría	de	la	información,	de	la	teoría	de	sistemas,	de
los	más	recientes	aportes	hechos	por	 la	ciencia	de	la	 inteligencia	artificial	y	de
los	 últimos	 descubrimientos	 en	 las	 áreas	 de	 la	 cosmología	 y	 de	 la	 física	 de
partículas	 de	 alta	 energía,	 creo	 que	 existen	motivos	 e	 indicios	 suficientes	 para
sacar	 el	 dualismo	 de	 la	 sala	 de	 cuidados	 intensivos	 donde	 había	 permanecido
recluido	en	 los	últimos	cincuenta	años.	Esto	me	permitirá	proponer	un	modelo
nuevo	 de	 la	 mente	 basado	 en	 estos	 aportes	 recientes	 y	 un	 posible	 tipo	 de
interacción	mente-cuerpo	que	era	impensable	hasta	hace	solo	unos	pocos	años.
Soy	 consciente	 de	 que	 un	 modelo	 dualista	 no	 constituye	 una	 solución
definitiva	al	problema	mente-cerebro,	pero	traslada	el	problema	a	una	dimensión
diferente,	 llena	de	vastas	y	 fantásticas	posibilidades.	El	cerebro	físico	quizá	no
sea	el	único	procesador	que	la	mente	utilice	para	percibir,	organizar	y	almacenar
la	información.	Existiendo	simultáneamente	con	el	cerebro	físico,	se	encuentran
otros	procesadores:	cerebros	 invisibles	situados	en	paralelo	e	 interconectados	a
través	de	campos.	La	idea	puede	sonar	tan	inverosímil	que	cuesta	creer	que	esto
sea	posible,	pero	la	he	sustentado	y	me	he	valido	de	todos	los	recursos	de	los	que
dispongo	en	la	actualidad	para	hacerlo	de	la	manera	debida.
Este	 planteamiento	 no	 es	 nuevo	 y,	 como	 tendremos	 ocasión	 de	 revisar,	 ya
había	 sido	 insinuado	 por	 numerosos	 pensadores,	 filósofos	 y	 místicos	 de	 la
Antigüedad.	“Nada	hay	nuevo	bajo	el	sol”,	afirmaba	el	autor	del	Eclesiastés.	La
diferencia	es	que	actualmente	existen	argumentos	 lo	suficientemente	poderosos
para	 respaldar	 estos	 puntos	 de	 vista	 largamente	 olvidados.	 Con	 el	 tiempo,
llegarán	 otros	 que	 ampliarán	 el	 modelo	 que	 estoy	 proponiendo	 como	 en	 el
pasado	 se	 hizo	 con	 cualquier	 idea	 nueva	 que	 haya	 sido	 lanzada	 a	 la
consideración	de	la	gente	culta,	curiosa	e	interesada.	Por	ahora	es	solo	eso,	una
idea.
Este	 nuevo	 modelo	 no	 contradice	 el	 materialismo	 que	 sigue	 vigente,
simplemente	 lo	 amplía	 como	 sería	 ampliar	 el	modelo	 estándar	 de	 la	 física	 de
partículas;	 tampoco	 se	 opone	 a	 los	 que	 sustentan	 la	 hipótesis	 de	 una	 mente
independiente	del	cerebro.	Apoya	todas	las	investigaciones	que	se	han	llevado	a
cabo	hasta	el	día	de	hoy	pero	contradice	rotundamente	algunas	de	las	inferencias
y	 deducciones	 que	 muchos	 neurocientíficos	 han	 afirmado	 basándose	 en	 un
conocimiento	limitado	que	tienen	del	problema	planteado.
Uno	de	los	hechos	más	increíbles	es	que	el	universo	funciona	racionalmente
y	 su	 funcionamiento	 puede	 llegar	 finalmente	 a	 ser	 comprendido	 por	 la	mente
humana	en	un	futuro	cercano,	por	supuesto,	cuando	el	cerebro	sea	capaz	de	crear
los	circuitos	neuronales	y	 las	 sinapsis	necesarias	para	ello.	Este	 libro,	 creo	yo,
podría	 en	 parte	 contribuir	 a	 que	 esto	 suceda.	 Cuando	 combinamos	 el
conocimiento	propio	de	 las	diferentes	disciplinas	cognitivas	 involucradas	 junto
con	los	últimos	aportes	en	otros	dominios	de	la	ciencia,	así	nos	parezcan	ajenos	a
primera	vista,	 surge	un	modelo	 lógico,	 racional,	 coherente	y	 claro	de	 la	mente
humana	que	nos	permitirá	avanzar	más	allá	y	salir	del	atolladero	en	el	que	nos
encontramos	hoy	en	día.	Uno	de	esos	descubrimientos	es	precisamente	el	de	la
materia	oscura,	un	tipo	de	materia	invisible,	de	propiedades	desconocidas	para	la
ciencia	actual,	que	interactúa	paralelamente	con	la	materia	visible	que	perciben
nuestros	sentidos.
Por	 supuesto	 debe	 quedar	 muy	 claro	 que	 si,	 dado	 el	 caso,	 los	 científicos
llegan	a	retractarse	acerca	de	la	naturaleza	material	de	la	llamada	materia	oscura,
esto	no	invalida	la	propuesta	hecha.	La	brecha	ha	quedado	abierta	al	plantearse
la	posibilidad	de	que	existan	otros	tipos	de	partículas	fundamentales	diferentes	al
electrón,	 al	 quark	 arriba	 y	 al	 quark	 abajo,	 capaces	 de	 haber	 seguido	 un	 curso
evolutivo	 diferente,	 de	 interactuar	 y	 de	 haberse	 organizado	 de	 otra	 manera,
dando	origen	a	nuevas	fuerzas	y	nuevas	leyes	de	la	naturaleza.	Yo	creo,	y	así	lo
afirmo	en	este	 trabajo,	que	la	materia	 invisible,	sea	o	no	la	materia	oscura	a	 la
que	nos	estamos	refiriendo,	constituye	uno	de	 los	soportes	 físicos	de	 la	mente,
diferentes	al	cerebro,	y	la	explicación	a	muchos	aspectos	de	su	comportamiento
que	hasta	el	día	de	hoy	permanecen	en	el	más	absoluto	misterio.
	
	
Resumen
En	sus	Principios	de	 filosofía,	publicado	en	1644,	René	Descartes
propuso	 la	 existencia	 de	 dos	 tipos	 de	 sustancia:	 la	 sustancia
pensante	y	la	sustancia	extensa.	La	primera	hacía	referencia	al	alma
mientras	que	la	segunda	correspondía	al	cuerpo	material.
Había	nacido	el	dualismo	en	 su	versión	moderna.	En	aquellos
tiempos	 a	Descartes	 le	 quedó	muy	 difícil	 ofrecer	 una	 explicación
acerca	de	lo	que	quería	decir	con	la	existencia	de	estos	dos	tipos	de
sustancia.	 Mucho	 menos	 pudo	 ofreceruna	 adecuada	 explicación
acerca	de	cómo	estas	dos	sustancias	 interactuaban.	La	explicación
de	la	glándula	pineal	y	de	los	espíritus	animales	no	convenció.
En	1949,	Gilbert	Ryle,	filósofo	de	Oxford,	publicó	El	concepto
de	lo	mental,	donde	afirmaba	que	Descartes	había	caído	en	lo	que	él
llamo	un	error	categorial.
La	 obra	 parece	 haber	 causado	 entusiasmo	 especialmente	 entre
los	 seguidores	 de	 la	 corriente	 conductista	 y	 los	 filósofos	 del
lenguaje.	 Esto,	 unido	 al	 desarrollo	 de	 las	 neurociencias,	 hizo	 que
algunos,	 como	 António	 Damásio,	 se	 entusiasmaran	 demasiado	 y
anunciaran	prematuramente	la	muerte	del	mito	cartesiano.
Algunos,	 como	 sir	 John	 Eccles	 y	 Karl	 Popper,	 continuaron
siendo	 dualistas.	 En	 su	 obra	 Materia	 y	 conciencia,	 Paul
Churchland,	filósofo	de	la	Universidad	de	San	Diego,	en	California,
intentó	 suavizar	 el	 problema.	Esto	 sería	 factible	 si	 pensáramos	 en
un	dualismo	menos	extremo	que	llamó	dualismo	popular.
Actualmente,	 a	 la	 luz	 de	 la	 teoría	 de	 la	 información	 y	 de	 las
ciencias	de	la	computación	y	gracias	a	recientes	hallazgos	como	el
descubrimiento	 de	 la	 materia	 oscura,	 el	 dualismo	 tiene	 la
posibilidad	 de	 verse	 reivindicado.	 La	 mente	 humana,	 de	 acuerdo
con	 la	 hipótesis	 manejada	 por	 el	 autor,	 utiliza	 dos	 tipos	 de
procesadores	para	manejar	la	información,	el	uno	hecho	de	materia
visible	y	el	otro	hecho	de	materia	invisible,	y	la	interacción	cerebro
visible	y	cerebro	invisible	se	daría	a	través	de	campos	de	naturaleza
física.	 Son	 dos	 cerebros	 fabricados	 con	 dos	 tipos	 de	 sustancia
diferente.	Algo	parecido	fue	lo	que	muy	seguramente	quiso	afirmar
Descartes	hace	más	de	cuatrocientos	años.
13	
Materia	oscura
No	es	nuestro	objetivo	en	este	trabajo	discutir	la	naturaleza	material	o	inmaterial
de	la	información,	pero	hay	algo	que	sí	está	claro:	la	información	requiere	de	un
medio	 físico	 para	 su	 recepción,	 su	 codificación,	 transmisión,	 almacenaje	 y
representación.
La	información	necesita	de	un	medio	físico	para	hacerse	evidente	a	nuestros
sentidos	en	el	mundo	material.	Un	poema,	una	ecuación	matemática,	una	idea	en
mi	mente	es	información	que	requiere	de	una	plataforma	para	ser	transcrita,	leída
y	conocida	por	otros.	Esta	plataforma	puede	ser	simplemente	una	hoja	de	papel,
la	pantalla	de	una	tablet	o	de	un	iPhone.
La	 información	 contenida	 en	 una	pintura	 está	 representada	 en	 el	 dibujo	 de
colores	trazado	sobre	la	tela	o	el	lienzo	que	le	sirve	de	soporte.	La	pantalla	del
cine	o	de	un	 televisor	y	el	haz	de	 luz	utilizado	es	el	 apoyo	material	de	que	 se
sirve	la	información	para	llegar	hasta	cada	uno	de	nosotros.
La	 información	para	 fabricar	un	ser	humano	se	encuentra	codificada	en	 los
veinticinco	mil	 genes	 presentes	 en	 el	 interior	 del	 núcleo	 de	 la	 célula.	 Toda	 la
información	que	el	universo	contiene	requiere	de	un	 tejido	material	donde	esta
información	pueda	 representarse.	Este	 tejido	 está	 construido	 con	 los	diferentes
tipos	de	partículas	 fundamentales	que	 soportan	 la	 realidad	que	percibimos	 con
nuestros	sentidos	físicos:	el	quark	arriba,	el	quark	abajo	y	el	electrón.
La	materia	de	la	mente
Pero	 la	 información	no	solo	 la	percibimos	exteriormente.	Ella	 también	se	halla
presente	 en	 el	 interior	 de	 nuestras	 mentes.	 Los	 pensamientos,	 la	 fantasía,	 lo
imaginario,	 los	 deseos,	 las	 intenciones	 y	 las	 creencias	 son	 información,
información	que	es	percibida	no	a	través	de	un	ojo	físico	sino	directamente	por
la	 conciencia.	 ¿Sobre	 qué	 tipo	 de	 superficie	 material	 está	 representada	 la
información	que	percibes	en	el	interior	de	tu	mente	cuando	piensas,	fantaseas	o
imaginas?
Ahora	 figúrate	 en	 un	 sueño.	 Te	 encuentras	 parado	 de	 pie	 en	medio	 de	 un
hermoso	bosque.	Diriges	tu	mirada	al	frente	un	poco	por	encima	de	la	horizontal
y	te	sitúas	bajo	un	cielo	azul	encantador.	Sientes	la	brisa	que	sopla	en	tu	cara	y	la
fragancia	de	las	flores	que	adornan	a	los	habitantes	de	esa	selva	maravillosa.	¿Te
has	preguntado	alguna	vez	cuál	es	el	soporte	físico	de	la	información	que	se	ha
desplegado	en	tu	conciencia	cuando	sueñas?
Puede	 suceder	 también	 que	 estés	 viviendo	 una	 experiencia	 al	 borde	 de	 la
muerte.	De	un	momento	a	otro	sientes	que	tu	foco	de	percepción	cambia	y	ya	no
está	en	el	cuerpo	físico	sino	en	un	punto	exterior	a	él.	Frente	a	ti	se	abre	un	túnel
muy	largo	que	parece	terminar	en	una	hermosa	luz	más	brillante	que	cien	soles
juntos.	Al	fondo	un	escenario	cautivador	iluminado	con	colores	resplandecientes
se	 descubre	 ante	 tu	 atónita	 mirada.	 Volvemos	 a	 hacernos	 la	 misma	 pregunta:
¿cuál	 es	 el	 soporte	 físico	 utilizado	por	 la	 información	durante	 una	 experiencia
próxima	a	la	muerte	o	durante	una	experiencia	fuera	del	cuerpo?
Lo	que	estás	percibiendo	desde	el	interior	de	tu	propia	mente,	tanto	si	estás
despierto	como	si	estás	soñando	o	teniendo	una	experiencia	próxima	a	la	muerte,
no	es	algo	diferente	a	lo	que	percibes	externamente	con	tus	sentidos	físicos.	Es
información.	Aunque	no	posees	un	ojo	físico,	la	facultad	de	ver,	que	pertenece	a
la	mente,	permanece	intacta.	El	entorno	que	percibes	interiormente	parece	estar
hecho	de	información,	muy	similar	a	la	información	que	aprecias	a	diario	con	tus
ojos	abiertos,	 ¿cuál	es	entonces	 la	diferencia?	La	diferencia	 se	encuentra	en	el
tipo	de	soporte	físico	utilizado	por	la	información	que	percibes	cuando	piensas,
cuando	sueñas	o	vives	una	experiencia	próxima	a	la	muerte.	Si	la	materia	visible
es	el	soporte	de	la	información	que	se	percibe	exteriormente,	entonces	¿cuál	es	el
soporte	de	la	información	que	se	percibe	interiormente?
Cielos,	purgatorios	e	infiernos
También	nuestros	libros	religiosos	y	filosóficos	están	llenos	de	descripciones	de
viajes	escatológicos	donde	la	mente	personal	es	capaz	de	desplazarse	de	un	lado
a	otro	de	la	realidad.	Cielos,	purgatorios	e	infiernos	son	descritos	con	detalle,	lo
que	ha	llevado	a	algunos	a	suponer	que	estos	entornos	podrían	ser	algo	más	que
una	 mera	 creación	 de	 la	 fantasía	 de	 aquellos	 que	 los	 idearon.	 Esta	 intrigante
posibilidad	que	surge	a	partir	de	las	llamadas	experiencias	próximas	a	la	muerte,
las	experiencias	fuera	del	cuerpo	y	los	viajes	celestiales	o	místicos	llena	un	vacío
existente	en	la	literatura	cultural	y	religiosa:	la	posibilidad	de	que	estos	lugares
sean	espacialmente	existentes	y	cuyos	contenidos	estén	fabricados	con	un	tipo	de
materia	diferente	a	la	materia	física	visible.
La	respuesta	a	todas	las	anteriores	preguntas	es	sencilla:	el	soporte	físico	de
nuestras	 representaciones	 mentales,	 sueños,	 experiencias	 fuera	 del	 cuerpo	 y
visiones	 escatológicas	 está	 fabricado	 con	materia	 invisible,	materia	 compuesta
de	 partículas	 exóticas	 desconocidas,	 diferentes	 a	 las	 partículas	 fundamentales
estudiadas	en	el	modelo	estándar	de	la	física	de	partículas.
Para	 evaluar	 esta	 extraordinaria	posibilidad	 es	necesario	que	 analicemos	 lo
que	sabemos	acerca	de	este	 tipo	de	materia	 extraña.	Esta	 es	quizá	 la	pieza	del
rompecabezas	que	falta	para	completar	el	modelo	que	estamos	presentando.
¿Qué	es	la	materia	oscura?
Casi	todo	lo	que	hay	en	el	universo	es	invisible108,	afirma	Alberto	Casas,	doctor
en	Física	Teórica	y	director	del	CSIC	del	Instituto	de	Física	Teórica,	en	Madrid,
España.	 El	 95%	 del	 universo	 se	 encuentra	 perdido.	 Esa	 masa	 faltante	 que
sabemos	 está	 allí	 pero	 que	 no	 podemos	 descubrir	 directamente	 a	 través	 de
ningún	detector	es	lo	que	hemos	llamado	materia	oscura.
Podemos	entonces	definir	la	materia	oscura,	que	es	el	principal	constituyente
de	ese	universo	 invisible,	 como	un	 tipo	hipotético	de	materia	desconocida	que
hasta	el	momento	no	ha	podido	ser	detectada	a	través	de	nuestros	sentidos	físicos
y	tampoco	lo	ha	sido	por	los	más	refinados	instrumentos	de	observación	con	los
que	contamos	para	estudiar	el	universo	visible	que	conocemos;	sin	embargo,	su
existencia	 puede	 ser	 inferida	 a	 partir	 de	 los	 efectos	 gravitacionales	 quesu
presencia	 ejerce	 sobre	 la	 materia	 visible,	 especialmente	 cúmulos,	 galaxias	 y
estrellas	 lejanas.	 En	 otras	 palabras,	 la	 materia	 oscura	 está	 compuesta	 de
partículas	materiales,	pero	no	del	tipo	de	las	partículas	materiales	descritas	en	el
modelo	estándar.	Son	partículas	materiales	exóticas,	con	propiedades	diferentes
a	aquellas	que	caracterizan	a	las	partículas	fundamentales	que	componen	nuestra
materia	visible.
Un	poco	de	historia
Cuando	 hablamos	 de	 la	 materia	 visible,	 generalmente	 hacemos	 referencia	 a
Leucipo	y	Demócrito,	 quienes	vivieron	 alrededor	del	 siglo	 IV	antes	de	Cristo.
Ellos	 fueron	 los	 primeros	 en	 proponer	 una	 teoría	 atómica	 de	 la	materia:	 todo
estaba	hecho	de	 átomos	 indivisibles.	El	 descubrimiento	de	 la	materia	 invisible
tampoco	 parece	 haber	 sido	 reciente.	 Si	 leemos	 atentamente	 sus	 escritos
filosóficos,	veremos	que	tanto	Leucipo	como	Demócrito	y	un	filósofo	posterior,
Epicuro,	creían	que,	además	de	los	átomos	que	constituían	la	materia	visible,	las
almas	 humanas,	 y	 las	 de	 los	 dioses	 sobrenaturales,	 también	 se	 encontraban
hechas	de	átomos.	Aunque	materiales,	estos	átomos	eran	de	carácter	diferente	de
aquellos	utilizados	por	la	naturaleza	para	la	construcción	del	universo	material.
¿En	 qué	 se	 diferenciaban?	 La	 respuesta	 era	 sencilla:	 en	 que	 eran	 átomos	más
sutiles	que	 los	átomos	físicos	ordinarios.	Esta	sutileza	era	una	consecuencia	de
las	configuraciones	y	las	formas	que	estos	átomos	adoptaban	cuando	se	trataba
de	dioses	y	de	almas	humanas.
En	Occidente,	a	mediados	del	siglo	XIX,	mientras	los	químicos	y	físicos	de
la	época	intentaban	recrear	los	primeros	modelos	atómicos	de	la	materia	visible,
las	corrientes	espiritualistas	de	la	época	y	la	teosofía	de	Blavatsky	reavivaron	la
idea	 de	 ese	 componente	 invisible.	 Hippolyte	 Léon	 Denizard	 Rivail,	 mejor
conocido	entre	 sus	 seguidores	con	el	pseudónimo	de	Allan	Kardec,	publicó	en
1857	 su	 obra	 El	 libro	 de	 los	 espíritus.	 Discípulo	 del	 gran	 pedagogo	 francés
Pestalozzi,	Kardec	 pronto	 se	 vio	 seducido	 por	 las	 pretendidas	manifestaciones
físicas,	psicológicas	y	paranormales	de	los	que	afirmaban	estar	en	contacto	con
los	espíritus	de	aquellos	que	alguna	vez	vivieron	y	sintieron	como	nosotros	y	que
ya	no	 estaban	presentes	 por	 carecer	 de	un	vehículo	 físico.	Allí,	 en	uno	de	 sus
frecuentes	encuentros	con	sus	 interlocutores	 invisibles,	Kardec	pregunta	acerca
de	la	naturaleza	de	la	materia	visible:
Generalmente	se	define	la	materia	como	aquello	que	tiene	extensión,	lo	que
impresiona	nuestros	sentidos,	 lo	impenetrable.	¿Son	exactas	estas	definiciones?
109.	La	respuesta	de	sus	invisibles	interlocutores	no	se	hizo	esperar:
	
Desde	vuestro	punto	de	vista	son	exactas,	porque	habláis	únicamente	de	lo	que	conocéis,	pero	la	materia
existe	 en	 estados	 que	 os	 son	 desconocidos;	 puede,	 por	 ejemplo,	 ser	 tan	 etérea	 y	 sutil	 que	 ninguna
impresión	produzca	en	vuestros	sentidos	y	sin	embargo	siempre	continúa	siendo	materia	aunque	no	lo
sería	para	vosotros110.
No	 fue	 sino	 hasta	 finales	 del	 siglo	 XIX	 cuando	 la	 idea	 tomó	 forma	 y
consistencia	adquiriendo	connotaciones	casi	místicas.	Para	entender	lo	sucedido
es	importante	conocer	los	detalles	de	esta	aproximación	paralela	llevada	a	cabo
por	dos	figuras	muy	conocidas	de	la	época:	la	señora	Annie	Besant	y	el	obispo
Charles	 Leadbeater,	 los	 más	 importantes	 discípulos	 de	Madame	 Blavatsky,	 la
fundadora	 del	 naciente	 movimiento	 teosófico.	 La	 señora	 Besant	 y	 el	 obispo
Leadbeater	 parecen	haberse	 adelantado	 a	 su	 tiempo.	Sus	 escritos	 que	datan	de
los	últimos	años	del	siglo	XIX	y	comienzos	del	XX	evidencian	un	conocimiento
que	 no	 se	 encontraba	 presente	 en	 las	 obras	 científicas	 de	 la	 época,	 pero	 que
cuando	 las	 confrontamos	con	algunos	de	 los	descubrimientos	 realizados	por	 la
física	 en	 los	 últimos	 cincuenta	 años,	 no	 deja	 de	 sorprendernos	 su	 similitud.
Quarks,	 preones,	 isótopos	 y	 cuerdas	 parecen	 haber	 sido	 predichos	 con	 setenta
años	de	antelación.	Las	semejanzas	halladas	son	impresionantes	y	no	dan	lugar
al	chance,	como	afirma	el	físico	Stephen	Phillips,	experto	en	física	de	partículas,
en	 sus	 importantes	 trabajos:	Visión	 remota	de	Quarks	 y	 supercadenas,	ESP	 de
partículas	subatómicas	y	Ánima.	Descubrimiento	de	un	siddhi	yóguico111.
¿Qué	importante	aporte	hicieron	Leadbeater	y	Besant	para	haber	producido
este	revolcón?
Bueno,	 estos	 autores	 propusieron	 dos	 cosas:	 primero,	 un	 modelo	 atómico
basado	 en	 la	 existencia	 de	 los	 quarks	 y	 sus	 posibles	 constituyentes	 más
fundamentales,	 a	 los	 que	 bautizaron	 con	 el	 nombre	 de	 átomos	 ultérrimos112.
Estos	 átomos	 ultérrimos,	 y	 otros	 todavía	 más	 fundamentales	 agrupados	 de
manera	diferente,	constituían	el	soporte	físico	de	vastos	sectores	de	la	realidad	a
los	que	nuestros	 autores	 llamaron	planos	de	 la	naturaleza.	Lo	más	 increíble	 es
que	en	la	obra	Química	oculta113	se	amplía	el	átomo	ultérrimo	dejando	ver	una
estructura	filamentosa	que	vibra.	El	átomo	ultérrimo,	en	escalas	de	tamaños	muy
pequeñas,	 era	 una	 cuerda	 vibrante,	 el	 mismo	 concepto	 que	 aparece	 un	 siglo
después,	en	la	década	de	los	ochenta,	como	el	eje	central	de	la	teoría	de	cuerdas.
Quarks	 y	 partículas	 fundamentales	 hechas	 de	 cuerdas	 que	 vibran	 son
conceptos	que	se	hicieron	populares	en	la	última	mitad	del	siglo	XX.	La	primera
edición	de	Química	oculta114	apareció	a	finales	del	siglo	XIX.	¿Cómo	hicieron
Besant	 y	 Leadbeater	 para	 intuir	 los	 componentes	 fundamentales	 del	 átomo
cuando	apenas	estaban	aflorando	en	la	mente	de	los	físicos	los	primeros	modelos
atómicos	 que	 daban	 cuenta	 de	 un	 núcleo	 y	 el	 electrón	 orbitando	 alrededor	 de
este?
Leadbeater	y	Besant	afirman	haber	desarrollado	un	tipo	de	habilidad	yóguica
llamada	 ánima,	 una	 especie	 de	 clarividencia	 adaptada	 a	 los	 objetos	 más
pequeños	que	 se	conocen.	Fue	de	esta	manera	como	ellos	 llevaron	a	 cabo	una
investigación	 que	 duró	 más	 de	 veinte	 años	 y	 cuyos	 resultados	 preliminares
fueron	publicados	en	la	obra	antes	mencionada.
En	 un	 trabajo	 posterior	 titulado	 El	 hombre	 visible	 e	 invisible,	 Leadbeater
hace	 un	 sumario	 de	 sus	 investigaciones	 en	 el	 universo	 de	 lo	 infinitamente
pequeño.	Afirma	nuestro	autor	que,	aunque	para	la	química	los	bloques	básicos
de	los	elementos	son	los	átomos,	estos	no	son	realmente	las	partículas	últimas	de
materia	que	los	componen.	Utilizando	sus	pretendidas	habilidades	paranormales
para	 inspeccionar	el	átomo	más	de	cerca,	Leadbeater	encontró	que	 los	 intentos
de	división	iban	mucho	más	allá	y	que	estos	átomos	podían	seguirse	dividiendo
más	y	más	hasta	llegar	finalmente	a	un	nuevo	plano	de	la	naturaleza	localizado
en	las	fronteras	de	la	realidad	física.	En	sus	propias	palabras:
Los	llamados	átomos	de	oxígeno	o	de	hidrógeno	no	son	el	último	grado	de	división	de	la	materia	y	por
consiguiente	 no	 son	 tales	 átomos	 sino	 moléculas	 que	 bajo	 ciertas	 condiciones	 pueden	 seguirse
descomponiendo	en	átomos	más	pequeños.	Repitiendo	este	proceso	de	división,	se	obtiene	un	número
infinito	 de	 átomos	 físicos	 idénticos,	 lo	 cual	 denota	 que	 hay	 una	 sustancia	 fundamental	 de	 todas	 las
sustancias	 y	 las	 diversas	 combinaciones	 de	 esos	 átomos	 ultérrimos	 nos	 dan	 lo	 que	 la	 química	 llama
átomos	de	oxígeno,	de	hidrógeno,	de	oro	o	de	plata…	Dichos	átomos	solo	son	ultérrimos	desde	el	punto
de	 vista	 de	 nuestro	 plano	 físico,	 es	 decir,	 que	 hay	métodos	 por	medio	 de	 los	 cuales	 pueden	 todavía
dividirse	más,	pero	entonces	nos	dan	una	materia	perteneciente	a	un	distinto	plano	de	la	naturaleza.	Esta
sutil	materia	no	es	simple	sino	compleja…	Llevando	todavía	más	adelante	este	proceso	de	subdivisión
llegamos	al	átomo	ultérrimo	del	plano	de	la	naturaleza	que	los	ocultistas	llaman	el	plano	astral115.
La	división	de	los	átomos	tampoco	termina	aquí:
Este	 proceso	 puede	 repetirse	 subdividiendo	 este	 átomo	 de	materiaastral	 para	 llegar	 entonces	 a	 otro
mundo	 superior	 y	 más	 sutil,	 aunque	 siempre	 material…	 un	 plano	 de	 la	 naturaleza	 que	 la	 teosofía
denomina	mundo	mental…	En	 cuanto	 nos	 permiten	 nuestros	 conocimientos,	 no	 existe	 límite	 en	 esta
posibilidad	 de	 subdivisión	 pues	 el	 límite	 está	 en	 nuestra	 capacidad	 de	 observación.	 Sin	 embargo,
sabemos	lo	suficiente	para	estar	seguros	de	la	existencia	de	diferentes	planos,	que	en	cierto	sentido	son
mundos	 que	 constituyen	 las	 partes	 de	 un	 universo	 prodigioso…	 la	 teosofía	 llama	 planos	 a	 estas
diferentes	regiones	de	la	naturaleza116.
En	otras	palabras,	Leadbeater	parecería	estar	describiendo	un	nuevo	tipo	de
materia	 constituida	por	partículas	más	 fundamentales	que	 el	 quark	de	nuestros
físicos	 y	 que	 él	 bautizo	 con	 el	 nombre	 de	 átomo	 ultérrimo.	 A	 su	 vez,	 estos
átomos	 ultérrimos	 se	 encontraban	 compuestos	 por	 partículas	 todavía	 más
fundamentales	 dando	 origen	 a	 otro	 nuevo	 tipo	 de	 materia	 más	 sutil	 que	 la
anterior.	 De	 acuerdo	 con	 este	 planteamiento,	 la	 materia	 sutil	 de	 Leadbeater
podría	 corresponder	 a	 la	 materia	 oscura	 de	 nuestros	 físicos	 modernos.	 Pero
Leadbeater	no	parece	haber	sido	el	único	que	en	el	pasado	nos	habló	de	materia
diferente	a	la	materia	visible	descrita	en	nuestros	libros	de	física.
También,	 Paramahansa	 Yogananda,	 en	 su	 Autobiografía	 de	 un	 yogui,	 nos
cuenta	 lo	 relatado	 por	 su	 maestro	 Sri	 Yukteswar	 Giri	 hacia	 1937,	 cuando	 le
ofrece	algunas	descripciones	adicionales	acerca	de	estos	universos	maravillosos
hechos	con	este	nuevo	tipo	de	materia	a	la	que	los	antiguos	místicos	orientales
bautizaron	con	el	nombre	de	materia	o	sustancia	astral:
El	universo	astral	es	cientos	de	veces	más	grande	que	el	cosmos	material.	Toda	la	creación	física	está
suspendida	como	una	canastilla	sólida	bajo	el	enorme	globo	luminoso	de	la	esfera	astral.	Tal	como	en	el
espacio	 vaga	 una	 diversidad	 de	 soles	 y	 de	 estrellas	 físicas,	 así	 también	 hay	 innumerables	 sistemas
astrales	de	soles	y	estrellas.	Sus	planetas	tienen	soles	y	lunas	mucho	más	bellos	que	los	soles	y	lunas
físicos117.
Qué	 parecida	 la	 descripción	 que	 hace	 Yogananda	 de	 estos	 universos
localizados	 aquí	mismo,	 en	 este	mismo	 espacio	 físico,	 con	 las	 sugerencias	 de
Feng	y	Trodden	hechas	en	el	artículo	publicado	en	Scientific	American,	 titulado
“Mundos	 oscuros”,	 a	 comienzos	 del	 2011	 y	 al	 que	 hicimos	 referencia	 en	 la
Introducción	 y	 el	 Capítulo	 11.	 Yogananda	 afirma	 que	 esta	 sustancia	 astral	 es
cientos	de	veces	más	abundante	que	la	materia	física,	al	igual	que	la	cosmología
moderna	 afirma	 que	 la	 materia	 oscura	 es	 muchísimo	 más	 abundante	 que	 la
materia	visible	de	acuerdo	con	el	modelo	cosmológico	propuesto	por	Alan	Guth.
El	segundo	punto	de	semejanza	es	que	ambos	universos,	el	universo	oscuro	de	la
cosmología	 actual	 y	 el	 universo	 astral	 de	 las	 tradiciones	 orientales,	 no	 están
separados	 sino	 que	 ocupan	 el	 mismo	 espacio	 físico.	 Yogananda	 afirma	 que
“descansa	como	una	canastilla	sólida	bajo	el	enorme	globo	luminoso	de	la	esfera
astral”118.	Aquellos	que	conocen	un	poco	los	modelos	cosmológicos	de	Oriente
saben	que	el	universo	astral	interpenetra	el	universo	físico,	de	la	misma	manera
que	la	materia	oscura	se	encuentra	localizada	en	el	mismo	espacio	que	ocupa	la
materia	visible	de	acuerdo	con	la	moderna	cosmología.
Volviendo	a	Leadbeater:
Para	 nuestro	 estudio	 convendrá	 imaginárnoslo	 unos	 sobre	 otros,	 pero	 es	 preciso	 advertir	 que	 esta
disposición	se	adopta	convencionalmente	como	un	símbolo	y	que	en	modo	alguno	representa	la	relación
entre	los	diversos	planos,	que	en	realidad	no	están	unos	sobre	otros	como	los	estantes	de	una	biblioteca,
sino	que	ocupan	todos	el	mismo	espacio,	interpenetrándose	unos	con	otros119.
En	su	artículo,	como	dije	anteriormente,	Feng	y	Trodden	especulan	sobre	 la
increíble	posibilidad	de	que	esta	materia	oscura	se	haya	organizado	de	la	misma
manera	que	lo	hizo	el	universo	visible	creando	“un	mundo	similar	al	nuestro”	y
cuyos	componentes	se	combinarían	para	formar	“átomos,	moléculas,	planetas	y
estrellas	 ocultos”120.	 Yogananda	 también	 afirma	 que	 esta	 materia	 astral	 se
organizó	 creando	 soles,	 planetas	 y	 lunas	 mucho	 más	 hermosos	 que	 sus
contrapartes	físicas.
Las	visiones	de	 los	místicos	de	Oriente	nos	dejan	ver	al	 ser	humano	como
compuesto	 de	 diferentes	 vehículos,	 cuerpos	 o	 procesadores.	 Los	 cuerpos	 más
sutiles	 sobresalen	 formando	 estructuras	 alrededor	 del	 cuerpo	 visible	 llamados
halos	o	auras.	Esto	no	solo	sucede	con	los	cuerpos	animados	sino	también	con
los	 inanimados.	Recientemente	 los	científicos	afirman	haber	encontrado	que	 la
materia	visible	a	gran	escala	se	encuentra	rodeada	de	enormes	halos	de	materia
oscura.
Como	vemos,	las	descripciones	hechas	en	el	pasado	de	la	materia	invisible	y
la	 manera	 como	 se	 encuentra	 organizada	 son	 muy	 similares	 a	 las	 hechas	 por
físicos	y	astrónomos	modernos.
Finalmente,	fue	el	gran	islamólogo	francés	Henry	Corbin	quien	dio	a	conocer
en	Occidente	la	apreciación	que	el	misticismo	sufí	poseía	de	este	nuevo	tipo	de
materia	de	la	que	estaba	hecho	el	mundo.	En	su	obra	Cuerpo	espiritual	y	Tierra
celeste,	Corbin	presenta	algunos	de	los	escritos	de	estos	importantes	visionarios
que	vivieron	entre	los	siglos	II	y	XVII:
Cuando	en	los	tratados	de	los	antiguos	sabios	descubras	que	existe	un	mundo	dotado	de	dimensiones	y
de	extensión,	distinto	al	pléroma	de	las	inteligencias	y	distinto	al	mundo	gobernado	por	las	almas	de	las
esferas,	un	mundo	en	el	que	existen	ciudades	imposibles	de	calcular,	no	te	apresures	a	exclamar	que	es
mentira,	ya	que	 los	peregrinos	del	 espíritu	pueden	 llegar	a	contemplar	ese	mundo	y	encuentran	en	él
todo	 cuanto	 para	 ellos	 es	 objeto	 de	 deseo…	Debes	 saber	 que	 el	mundus	 imaginalis	 es	 un	 universo
espiritual	de	sustancia	luminosa;	por	una	parte	tiene	afinidad	con	la	sustancia	material	porque	es	objeto
de	 percepción	 y	 está	 dotado	 de	 extensión;	 por	 otra	 parte,	 tiene	 afinidad	 con	 la	 sustancia	 inteligible
separada	 porque	 su	 naturaleza	 es	 pura	 luz.	No	 es	 ni	 un	 cuerpo	material	 compuesto,	 ni	 una	 sustancia
inteligible	separada…	es	un	intermundo,	un	límite	que	separa	al	uno	del	otro121.
Estos	 visionarios	 sufíes	 ven	 la	 sustancia	 luminosa	 afín	 a	 su	 contraparte
material	ya	que	es	objeto	de	percepción	y	posee	extensión,	es	decir,	es	materia	y
al	 mismo	 tiempo	 es	 luminosa,	 lo	 que	 nos	 sugiere	 que	 las	 propiedades	 de	 las
partículas	que	la	componen	son	diferentes	a	las	propiedades	que	caracterizan	a	la
materia	 física.	Yo	pienso	que	 sustancia	 luminosa	o	astral	y	materia	oscura	 son
diferentes	 términos	 utilizados	 para	 referirse	 a	 una	 misma	 realidad,	 el	 soporte
físico	de	los	mundos	espirituales	de	los	que	nos	hablan	las	diferentes	corrientes
filosóficas	y	religiosas	del	mundo	antiguo.	El	siguiente	gráfico	nos	muestra	 las
extraordinarias	similitudes	entre	 la	sustancia	astral	de	 los	antiguos	y	 la	materia
oscura	de	los	científicos	modernos:
	
Sustancia	astral Materia	oscura
Mucho	más	abundante	que	la	materia
física
Supera	cinco	veces	en	cantidad	a	la
materia	física
No	emite	luz No	emite	luz
Ocupa	el	mismo	espacio	físico Interpenetra	la	materia	visible
Forma	estrellas,	soles	y	planetas
astrales
Forma	estrella,	soles	y	planetas	oscuros
Organiza	los	componentes	del	cuerpo
físico
Organiza	galaxias	y	cúmulos	de	estrellas
Forma	auras	alrededor	de	personas	y
objetos
Forma	halos	alrededor	de	la	materia
visible
Universo	físico	y	astral Universo	visible	e	invisible
	
Veamos	 ahora	 lo	 que	 afirma	 la	 ciencia	 oficial	 respecto	 a	 este	 lado	 poco
conocido	del	universo.
El	descubrimiento	de	la	materia	oscura
En	 los	 tiempos	 modernos	 la	 materia	 oscura	 ha	 sido	 detectada	 gracias	 a	 los
efectos	 gravitatorios	 que	 sus	 partículas	 ejercen	 sobre	 la	materia	 visible.	Como
afirma	Michael	Disney,	profesorde	Astronomía	de	la	Universidad	de	Cardiff:
Aunque	la	masa	más	grande	del	universo	no	emita	radiación,	no	permanecerá	oculta	para	siempre.	Toda
materia	y	energía	ejerce	una	fuerza	gravitatoria,	de	modo	que	el	material	oscuro	delatará	su	presencia	a
través	de	 los	efectos	gravitatorios	que	debe	surtir	en	 los	objetos	que	son	 lo	suficientemente	brillantes
como	para	ser	vistos	y	estudiados	en	detalle122.
Las	primeras	sospechas	surgieron	hacia	el	año	de	1930,	cuando	el	astrónomo
holandés	 Jan	 Oort,	 estudiando	 el	 comportamiento	 de	 algunas	 estrellas
localizadas	fuera	del	borde	externo	de	la	Vía	Láctea,	encontró	ciertas	anomalías
en	 el	 curso	 de	 sus	movimientos.	 Para	 poder	 explicar	 esto,	 la	masa	 total	 de	 la
galaxia	debería	ser	50%	mayor	de	la	calculada.
Luego,	 a	 mediados	 del	 siglo	 XX,	 Fritz	 Zwicky,	 astrónomo	 suizo,	 observó
una	discrepancia	 entre	 la	masa	 total	 calculada	de	 las	galaxias	 contenidas	 en	 el
cúmulo	de	Coma	y	la	necesitada	para	explicar	cómo	podían	continuar	unidas,	a
pesar	de	 la	 fuerza	centrífuga	originada	por	el	movimiento	de	 sus	componentes
individuales.	 Para	 explicar	 esto,	 Zwicky	 creyó	 que	 la	 masa	 y	 la	 gravedad
suficientes	para	permitir	que	las	integrantes	del	cúmulo	se	mantuvieran	unidas	se
generaba	 en	 algún	 tipo	de	material	 desconocido,	 desapercibido	por	 los	medios
ordinarios	 de	 detección.	 Algún	 tipo	 de	 material	 invisible,	 dijo,	 debería	 estar
actuando	como	pegamento	intergaláctico	para	explicar	este	efecto.
Finalmente,	hacia	1970,	Vera	Rubin,	del	 Instituto	Carnegie	de	Washington,
D.	 C.,	 hizo	 un	 impactante	 descubrimiento	 al	 estudiar	 el	 comportamiento	 de
cientos	 de	 galaxias	 conocidas	 como	 galaxias	 espirales.	 La	 doctora	 Rubin
encontró	que	las	estrellas	localizadas	en	las	partes	más	externas	de	estas	galaxias
se	movían	a	igual	o	mayor	velocidad	que	las	estrellas	localizadas	en	el	centro	de
estas,	 contradiciendo	de	 esta	manera	 las	 leyes	del	movimiento	de	 la	 física.	De
acuerdo	con	la	física	clásica,	la	mayor	masa	de	la	galaxia	debería	encontrarse	en
el	centro	de	esta,	proporcional	a	su	luminosidad	y,	por	lo	tanto,	la	velocidad	de
las	 estrellas	 en	 esta	 área	 debería	 ser	 mayor;	 pero	 los	 hechos	 mostraban	 lo
contrario.	 ¿Qué	 podía	 ser	 aquello	 que	 estuviera	 causando	 esta	 flagrante
contradicción	 de	 las	 leyes	 de	 la	 naturaleza?	 Estos	 hallazgos	 llevaron	 a	 los
investigadores	a	creer	que,	contrario	a	lo	que	se	pensaba,	la	mayor	proporción	de
la	 masa	 de	 la	 galaxia	 no	 estaba	 en	 su	 centro,	 como	 lo	 parecía	 indicar	 su
luminosidad,	 sino	 en	 el	 borde	 de	 la	 misma	 en	 su	 periferia.	 Las	 estrellas	 más
alejadas	se	movían	más	rápido	debido	a	la	aceleración	ejercida	por	algún	tipo	de
materia	 invisible	 y	 desconocida	 que	 se	 hallaba	 dispersa	 formando	 un	 halo
alrededor	de	las	fronteras	visibles	de	la	galaxia.	Sorprendida	por	estos	hallazgos,
la	 doctora	 Rubin	 escribió:	 “La	 naturaleza	 ha	 gastado	 una	 broma	 a	 los
astrónomos.	 Creíamos	 que	 estábamos	 estudiando	 todo	 el	 universo,	 ahora
sabemos	 que	 solo	 estábamos	 estudiando	 una	 pequeña	 fracción	 del	 que	 es
luminoso”123.
El	 descubrimiento	 de	 la	 materia	 oscura	 nos	 conduce	 a	 una	 serie	 de
planteamientos	filosóficos,	como	nos	lo	hace	ver	James	Trefil,	profesor	de	Física
de	 la	 Universidad	 de	 Virginia	 y	 autor	 de	 numerosas	 obras	 de	 divulgación
científica	dirigidas	al	lector	no	especializado:
A	 primera	 vista	 puede	 parecer	 que	 la	 materia	 oscura	 es	 solo	 una	 piececilla	 más	 del	 enorme
rompecabezas	 que	 tenemos	 que	 ensamblar	 para	 comprender	 nuestro	 universo,	 ni	 más	 ni	 menos
importante	que	muchas	otras.	Este	sería	un	punto	de	vista	razonable	si	la	materia	oscura	solo	formase
una	 pequeña	 parte	 del	 universo…	De	 hecho,	 la	 forma	 dominante	 del	 universo	 no	 es	 luminosa	 sino
oscura…	más	 del	 90%	de	 la	materia	 del	 universo	 es	 oscura…	pudiera	 llegar	 a	 ser	 que	 las	 brillantes
espirales	de	 las	galaxias	sirvan	simplemente	como	marcadores	pasivos,	 testimonios	mudos	de	fuerzas
que	operan	a	un	nivel	invisible	para	nosotros…	puede	que	este	universo	familiar	sea	a	su	vez	poco	más
que	 una	 parte	mínima	 del	 verdadero	 funcionamiento	 de	 las	 cosas.	 Incluso	 puede	 ser	 que	 el	 tipo	 de
materia	 que	 constituye	 nuestro	 sistema	 solar,	 nuestra	 tierra	 y	 nuestros	 cuerpos,	 sea	 solo	 una	 parte
relativamente	pequeña	de	un	universo	que	está	compuesto	sobre	todo	de	un	material	muy	diferente124.
Ahora	 bien,	 la	 idea	 de	 un	 componente	 invisible	 interpenetrando	 su
contraparte	visible	no	surge	únicamente	como	consecuencia	de	las	observaciones
antes	señaladas.	Existen	otras	importantes	evidencias	que	nos	llevan	en	la	misma
dirección:	 la	 radiación	 de	 fondo	 de	microondas,	 las	 fluctuaciones	 de	masa	 del
universo	y	las	alteraciones	de	las	curvaturas	de	la	luz,	fenómeno	conocido	como
lente	gravitacional.
Las	 conclusiones	 luego	 de	 pesar	 toda	 esta	 evidencia	 son	 las	 mismas:	 el
universo	 contiene	 una	 masa	 mucho	 mayor	 de	 la	 que	 ha	 sido	 detectada	 por
nuestros	 poderosos	 telescopios	 y	 otros	medios	 de	 detección	 astronómica.	 Esta
masa,	constituida	por	materia	exótica,	podría	haberse	organizado	de	una	manera
similar	 a	 como	 lo	 hizo	 la	 materia	 visible.	 Si	 estos	 universos	 están
interpenetrados,	nada	 impide	que	estén	 igualmente	 interconectados.	A	pesar	de
esta	 similitud	 estos	 universos	 se	 comportan	 de	 manera	 diferente.	 Y	 esta
diferencia	 se	 origina	 en	 las	 diferentes	 propiedades	 de	 las	 partículas
fundamentales	con	las	que	estos	universos	han	sido	fabricados.	¿Y	qué	es	lo	que
vemos	 en	 las	 descripciones	 hechas	 por	 los	 místicos	 y	 visionarios	 del	 pasado
acerca	del	 entorno	que	 ellos	habitan?	Universos	que	manejan	una	 información
similar	pero	que	se	comportan	de	manera	diferente.
Recientes	intentos	de	detección
Los	 científicos	 han	 ideado	 varias	 maneras	 para	 intentar	 detectar	 la	 materia
invisible:	localizarla	directamente	mediante	detectores	ultrasensibles,	hallarla	en
las	escasas	colisiones	que	se	pudieran	llegar	a	presentar	entre	sus	componentes	y
finalmente	producirla	en	los	aceleradores	de	partículas.
La	 detección	 directa	 se	 ha	 intentado	mediante	 instrumentos	muy	 sensibles
localizados	 en	 laboratorios	 subterráneos.	Uno	de	 ellos	 es	 el	 proyecto	LUX,	 en
Dakota	 del	 Sur,	 a	 más	 de	 1,5	 kilómetros	 de	 profundidad.	 Este	 experimento
utiliza	xenón	líquido	como	detector	directo,	muy	similar	a	los	proyectos	Xenón
100	 y	 DAMA	 en	 los	 laboratorios	 subterráneos	 del	 Gran	 Sasso	 (Italia).	 Otros
proyectos	 son	 conocidos	 bajo	 las	 siglas	 CoGeNT,	 CDMS,	 CRESST	 y
XENONIT.	 La	 idea	 detrás	 de	 estos	 experimentos	 es	 descubrir	 choques	 que	 se
pudieran	presentar	 entre	 las	 partículas	 componentes	de	 la	materia	 oscura	y	 los
núcleos	atómicos	de	la	materia	visible.	Al	atravesar	nuestra	galaxia,	y	por	ende
la	 tierra,	 estas	 partículas	 deberían	 en	 un	 momento	 dado	 impactar	 contra	 un
núcleo	atómico	produciendo	destellos	de	luz.	De	acuerdo	con	el	análisis	de	estos
destellos	producidos	y	 sus	 características	particulares,	podríamos	reconstruir	el
suceso	y,	de	esta	manera,	identificar	las	propiedades	de	las	partículas	de	materia
oscura	comprometidas.	Cinco	experimentos	llevados	a	cabo	en	la	última	década
parecen	 arrojar	 resultados	 prometedores.	 Sin	 embargo,	 los	 investigadores
tendrán	que	lidiar	con	posibles	errores	como	los	producidos	por	la	radioactividad
residual	de	los	detectores.
La	 otra	 manera	 en	 que	 se	 cree	 que	 podrían	 detectarlas	 es	 observando	 las
colisiones	 entre	 partículas	 de	 materia	 oscura	 dadas	 en	 regiones	 del	 universo
donde	 se	 considera	 que	 podrían	 existir	 en	 muy	 altas	 concentraciones.	 Esto
produciría	una	estela	de	partículas	 fundamentales	como	neutrinos,	positrones	y
electrones	 que	 podríamos	 detectar	 desde	 nuestros	 laboratorios	 terrestres	 de
observación.	Ya	algunos	laboratorioshan	sido	construidos	especialmente	para	tal
fin:	 el	 Ice	 Cube	 en	 la	 Antártida,	 el	 Espectrómetro	 Magnético	 Alpha	 en	 la
Estación	 Espacial	 Internacional	 y	 el	 Super-Kamiokande	 en	 Japón.	 Los
experimentos	 para	 detectar	 de	 manera	 indirecta	 estas	 señales	 también	 han
arrojado	 resultados	 interesantes.	 El	 problema	 es	 definir	 con	 exactitud	 cuándo
estas	 señales	 se	 originan	 realmente	 por	 choques	 entre	 partículas	 de	 materia
oscura	 y	 cuándo	 proceden	 de	 una	 fuente	 diferente.	 Finalmente,	 los
investigadores	 afirman	 que	 las	 partículas	 de	 materia	 oscura	 podrían	 llegar	 a
producirse	durante	las	colisiones	de	protones	en	los	grandes	aceleradores	como
el	 Gran	 Colisionador	 de	 Hadrones.	 Acá,	 las	 partículas	 no	 se	 detectan
directamente.	 Su	 presencia	 es	 sugerida	 por	 la	 pérdida	 de	 la	 “energía	 y	 el
momento”	antes	y	después	de	 las	colisiones	protón-protón.	Luego	de	 tres	años
de	 descanso	 y	mantenimiento,	 la	 llamada	máquina	 de	 la	 creación	 se	 pusieron
nuevamente	 en	 funcionamiento	 en	 marzo	 de	 2015	 a	 unas	 escalas	 de	 energía
superiores	a	las	que	funcionó	durante	su	primer	período.	Y	precisamente	uno	de
sus	 objetivos	 fue	 llegar	 a	 detectar	 estas	 elusivas	 y	 misteriosas	 partículas	 de
materia	que	llenan	el	universo.
Los	 resultados	 de	 estas	 aproximaciones	 deberán	 ser	 tomados	 con	 mucha
cautela	 por	 parte	 de	 los	 investigadores	 involucrados.	 La	 complejidad	 de	 los
experimentos	 y	 la	 posibilidad	 de	 que	 se	 presenten	 resultados	 capaces	 de	 crear
falsas	expectativas	han	hecho	que	se	avance	con	paso	lento	pero	firme	en	busca
de	 los	 objetivos	 propuestos.	 Es	 posible	 también	 que	 las	 propiedades	 de	 las
partículas	 que	 componen	 este	 tipo	 de	 materia	 invisible	 sean	 tan	 extrañas	 e
indetectables	que	harían	 imposible	 su	 rastreo	 con	 los	 aceleradores	 actualmente
en	funcionamiento.
Propiedades	inferidas
Aunque	 todavía	 no	 hemos	 podido	 detectar	 partículas	 de	 materia	 oscura,	 es
posible	deducir	algunas	de	sus	propiedades;	para	ello	es	necesario	una	pequeña
dosis	de	imaginación.
Por	 una	 parte,	 vemos	 que	 ejerce	 efectos	 gravitacionales	 sobre	 la	 materia
visible.	 Esto	 significa	 que	 sus	 componentes	 están	 hechos	 de	 algún	 tipo	 de
partícula	material	cuyas	propiedades	difieren	de	aquellas	que	caracterizan	a	 las
partículas	 fundamentales	 que	 constituyen	 la	materia	 ordinaria.	 No	 la	 vemos	 y
tampoco	chocamos	contra	ella.	El	hecho	de	no	verla	y	no	chocar	contra	ella	nos
permite	 inferir	 dos	 de	 sus	 propiedades	 más	 importantes:	 no	 emite	 radiación
electromagnética	y,	por	 lo	 tanto,	sus	partículas	 tampoco	poseen	carga	eléctrica.
La	radiación	electromagnética	es	una	consecuencia	de	una	de	las	propiedades	de
las	partículas	fundamentales:	la	carga.	Si	la	partícula	posee	carga	eléctrica,	emite
radiación	electromagnética	y	la	luz,	que	es	un	tipo	de	emisión	electromagnética,
terminará	 afectando	 nuestra	 visión.	 Si	 no	 podemos	 verla	 es	 porque	 no	 emite
radiación	electromagnética.
Finalmente,	como	dice	Deno	Kazanis,	 al	no	estar	compuesta	por	partículas
cargadas	 podría	 perfectamente	 interpenetrar	 nuestra	 materia	 visible,	 es	 decir,
ocupar	el	mismo	espacio	físico:
La	 carga	 eléctrica	 es	 fundamental	 a	 la	 luz	 (ondas	 electromagnéticas)	 y	 la	 carga	 eléctrica	 es	 la
responsable	de	nuestros	sentidos…	La	carga	es	la	fuerza	a	través	de	la	cual	los	átomos	interactúan	y	así,
de	esta	manera,	previenen	que	se	interpenetren	mutuamente.	De	esta	manera,	si	nosotros	consideramos
que	la	materia	oscura	no	se	encuentra	compuesta	por	partículas	cargadas,	esta	materia	sería	invisible	a
nuestra	visión	ordinaria	y	podría	también	interpenetrar	nuestra	materia	visible.	No	sería	visible	porque
nuestra	 visión	 normal	 depende	 de	 la	 luz	 (ondas	 electromagnéticas)	 que	 es	 producida	 por	 partículas
cargadas.	 Además,	 esta	 materia	 oscura	 puede	 interpenetrar	 nuestra	 materia	 visible	 debido	 a	 que	 las
fuerzas	 electromagnéticas	 (al	 carecer	de	 ellas)	no	 repelerían	ni	 atraerían	estas	partículas	no	cargadas.
Dos	objetos	pueden	existir	en	el	mismo	espacio	y	en	el	mismo	tiempo…	allí	no	existiría	ninguna	fuerza
mediante	la	cual	ellas	pudiesen	interactuar	e	interpenetrarse125.
Si	 revisamos	 detenidamente	 las	 descripciones	 hechas	 por	 los	 grandes
místicos	 del	mundo	 y	 por	 todos	 aquellos	 que	 han	 experimentado	 experiencias
fuera	 del	 cuerpo,	 experiencias	 en	 el	 umbral	 de	 la	 muerte	 o	 viajes	 a	 esos
territorios	 localizados	 en	 la	 frontera	 de	 la	 realidad,	 encontramos	 que	 ese	 es
precisamente	 el	 comportamiento	 del	 tipo	 de	 materia	 que	 parece	 constituir	 el
entorno	físico	de	los	mundos	mentales	y	de	las	realidades	espirituales.
Los	candidatos	a	materia	oscura
La	materia	oscura	se	caracteriza	por	interactuar	muy	débilmente	con	la	materia
visible.	 No	 la	 vemos.	 No	 chocamos	 contra	 ella.	 Parecerían	 ser	 dos	 mundos
completamente	 independientes	 el	 uno	 del	 otro.	 Solo	 sus	 efectos	 gravitatorios
permiten	inferirla.
Los	candidatos	a	materia	oscura	se	han	clasificado	 tradicionalmente	en	dos
grandes	grupos:
	
Partículas	 de	 materia	 oscura	 de	 naturaleza	 bariónica.	 Es	 decir,	 materia
visible.
Partículas	de	materia	oscura	de	naturaleza	no	bariónica.
Las	partículas	de	materia	oscura	no	bariónica	a	su	vez	pueden	dividirse,	de
acuerdo	con	la	velocidad	con	que	se	desplacen	por	el	universo,	en:
	
Partículas	de	materia	oscura	caliente.
Partículas	de	materia	oscura	templada.
Partículas	de	materia	oscura	fría.
No	hay	necesidad	de	profundizar	en	estos	dominios	para	entender	la	idea	que
hemos	querido	transmitir.	Basta	decir	que	una	de	las	partículas	candidatas	es	la
WIMP,	partícula	masiva	que	interactúa	débilmente126.	Sin	embargo,	hay	que	ser
cuidadosos,	como	afirman	Trodden	y	Feng:	“Las	WIMP	podrían	no	ser	sino	 la
punta	 de	 un	 iceberg	 que	 esconde	 todo	 un	mundo	 con	 sus	 propias	 partículas	 e
interacciones”127.
Este	tipo	de	partículas	experimentan	solo	la	fuerza	de	la	gravedad	y	la	fuerza
nuclear	débil.	No	poseen	propiedades	electromagnéticas,	por	lo	tanto,	no	pueden
ser	 vistas	 y	 sí	 pueden	 interpenetrar	 nuestra	 materia	 visible	 sin	 ejercer	 efecto
alguno	sobre	ella.
Existen,	 por	 supuesto,	 otras	 posibilidades:	 las	 Súper-WIMP,	 que
interaccionan	menos	 que	 las	WIMP,	 solo	 lo	 hacen	mediante	 la	 gravedad.	Una
tercera	 candidata	 son	 partículas	 sin	 WIMP,	 donde	 interaccionarían	 mediante
fuerzas	 propias	 y	 exclusivas,	 es	 decir,	 versiones	 ocultas	 de	 la	 fuerza
electromagnética	y	de	 la	nuclear	débil.	De	acuerdo	con	este	último	modelo,	 la
materia	oscura	emitiría	su	propio	tipo	de	luz.
En	 años	 recientes,	 los	 físicos	 se	 han	 preguntado	 si	 vale	 la	 pena	 seguir
buscando	 partículas	 de	 materia	 oscura	 masiva.	 Algunos	 modelos	 recientes
proponen	 que	 la	 materia	 invisible	 podría	 estar	 compuesta	 por	 partículas
ultraligeras,	muy	livianas,	y	ya	se	han	iniciado	experimentos	“presentes	y	futuros
que	intentarán	detectarlas”128.	Se	les	conoce	con	el	nombre	de	WISP,	partículas
ultraligeras	que	interaccionan	débilmente.	Uno	de	estos	candidatos	es	el	axión.
Otros	 modelos	 incluyen	 los	 neutrinos,	 partículas	 postuladas	 por	 el	 físico
teórico	 Wolfgang	 Pauli	 en	 1930.	 Carecen	 de	 carga	 eléctrica	 y	 su	 masa	 es
extremadamente	ligera.	Poseen	propiedades	muy	enigmáticas	como	la	habilidad
que	tienen	las	tres	variedades	existentes	para	metamorfosearse	espontáneamente
unas	en	otras129.	Su	capacidad	para	interaccionar	con	la	materia	ordinaria	es	muy
pobre.	 Una	 sugerencia	 reciente	 es	 la	 materia	 espejo	 donde	 cada	 una	 de	 las
partículas	ordinarias	tendrían	una	especie	de	doble.
El	 siguiente	 cuadro	 enumera	 los	más	 firmes	 candidatos	 que	 podrían	 hacer
parte	integrante	de	la	materia	oscura	tal	y	como	han	sido	expuestos	en	esta	obra:
	
Partículas	de	materia	oscura
Wimp
Partículas	masivas	que	interactúan	débilmente	a	través	de	la	gravedady	la
interacción	nuclear	débil.
Superwimp
Partículas	masivas	que	interactúan	solo	a	través	de	la	gravedad.
Sin	wimps
Partículas	que	interactúan	mediante	sus	propias	fuerzas	oscuras:	versiones
ocultas	de	las	fuerzas	débil	y	electromagnética.
Wisp
Partículas	ultraligeras.	El	más	firme	candidato	es	el	axión.
Neutrino
Partículas	fantasmales	con	masa	muy	ligera	y	carentes	de	carga	eléctrica.	La
interacción	con	la	materia	ordinaria	es	casi	nula.
Materia	espejo
Cada	partícula	de	materia	visible	poseería	una	especie	de	doble.
	
	
Kazanis	cree	que	otra	posibilidad	estaría	representada	por	el	tipo	de	materia
sutil	que	los	chinos	e	hindúes	bautizaron	con	los	nombres	de	Chi	y	Prana.	Este
tipo	de	partículas	tendrían	propiedades	diferentes:	serían	partículas	no	cargadas	y
con	capacidad	de	organizarse	en	estructuras	más	complejas	parecidas	a	nuestros
átomos	y	moléculas	físicas.	Esto	sería	posible	gracias	a	 la	presencia	de	fuerzas
no	electromagnéticas	o	variables	ocultas	de	estas	y	otras	fuerzas	desconocidas	de
la	naturaleza.
Existen	 incluso	versiones	 todavía	más	 recientes	donde	 se	habla	de	 todo	un
abanico	de	posibilidades.	De	acuerdo	con	sus	autores,	este	tipo	de	materia	oscura
estaría	 formado	 por	 átomos	 oscuros,	 contrapartes	 sutiles	 de	 átomos,	 protones,
neutrones	 y	 electrones,	 haciéndose	 tan	 rica	 y	 variada	 como	 la	 materia	 visible
convencional.
El	papel	desempeñado	por	la	materia	oscura
Desde	 su	 descubrimiento,	 alrededor	 de	 1930,	 la	materia	 oscura	 parece	 ejercer
una	 función	de	 soporte,	de	apoyo,	de	 sostén,	 “el	 andamiaje	gravitacional	de	 la
materia	visible”130.
Sabemos	 que	 las	 galaxias	 y	 los	 cúmulos	 de	 galaxias	 se	 encuentran
localizados	en	el	interior	de	grandes	estructuras	de	materia	oscura	denominados
halos.	Los	científicos	creen	que	este	tipo	de	materia	se	creó	durante	los	primeros
nanosegundos	de	existencia	del	universo	primitivo.	Estas	estructuras	atrajeron	la
materia	 física	 ordinaria	 que,	 al	 poseer	 propiedades	 muy	 particulares	 y	 ser
capaces	de	una	variada	gama	de	interacciones	entre	sus	componentes,	fue	capaz
de	organizarse,	originando	las	complejas	estructuras	que	hoy	percibimos.
Ahora	 bien,	 la	materia	 oscura	 no	 solo	 parece	 haber	 dado	 nacimiento	 a	 las
galaxias	y	su	posterior	evolución;	como	tuvimos	la	oportunidad	de	revisar	en	el
Capítulo	 11,	 “Un	 descubrimiento	 inquietante”,	 ella	 parece	 jugar	 un	 rol
primordial	 en	 el	 destino	 final	 del	 universo	 junto	 con	 su	 otra	 misteriosa
compañera:	la	energía	oscura.	Esta	última	parece	ser	la	causante	de	la	expansión
acelerada	del	universo,	un	tipo	de	fuerza	que	separa	todos	los	componentes	del
universo	conocido	haciendo	que	se	alejen	los	unos	de	los	otros.	Dependiendo	del
tipo	y	de	 la	cantidad	de	partículas	exóticas	que	entren	en	 la	composición	de	 la
materia	oscura,	el	universo	terminará	en	un	gran	desgarrón	o	en	un	Big	Crunch,
el	 retorno	a	 la	singularidad	 inicial	que	dio	nacimiento	al	cosmos	visible.	De	 la
materia	y	de	la	energía	oscura	dependerá	el	destino	final	de	nuestro	universo.	Si
la	 fuerza	 expansiva	 de	 la	 energía	 oscura	 es	 mayor	 que	 la	 fuerza	 de	 gravedad
ejercida	 por	 la	 totalidad	 de	 las	 partículas	 de	 la	 materia	 visible	 e	 invisible,	 el
universo	 se	 expandirá	 para	 siempre,	 teoría	 que	 se	 conoce	 como	 la	 del	 gran
desgarrón;	en	cambio,	si	la	fuerza	de	la	gravedad	ejercida	por	los	componentes
visibles	e	invisibles	de	nuestro	universo	material	es	mayor,	llegará	un	momento
en	 que	 el	 universo	 se	 desacelerará	 y	 frenará	 su	 expansión	 para	 recorrer
nuevamente	 el	 camino	 en	 sentido	 inverso,	 la	 contracción	 que	 lo	 conducirá
finalmente	al	estado	de	singularidad	inicial,	desde	donde	nuevamente	volverá	a
la	vida,	quizá	en	un	ciclo	sin	comienzo	ni	fin.
De	 manera	 que,	 si	 creemos	 que	 la	 materia	 y	 la	 energía	 oscura	 están	 allí,
simplemente	porque	sí,	estaremos	completamente	equivocados.	Hemos	visto	el
importante	 papel	 que	 juegan	 en	 el	 comienzo,	 la	 evolución	 y	 el	 fin	 de	 nuestro
universo	visible.
Volviendo	 a	 lo	 que	 afirmábamos,	 algunos	 piensan	 que	 la	 materia	 oscura
permaneció	sin	cambios	en	su	estado	original,	lo	que	quizá	la	llevó	a	convertirse
en	un	 tipo	de	materia	carente	de	 interés	para	 los	 investigadores,	 como	afirman
Feng	y	Trodden:	“La	materia	y	la	energía	oscura	constituyen	las	sustancias	más
asociales	 del	 cosmos…	 la	 esterilidad	 desde	 que	 fueron	 descubiertas	 se	 ha
considerado	siempre	su	propiedad	definitoria”131.
Pero	otro	pudo	haber	sido	su	papel	y	destino	final.
¿Pudo	la	materia	invisible	organizarse?
“Los	 argumentos	 teóricos	 a	 favor	 de	 un	 mundo	 oscuro	 complejo	 son	 tan
irresistibles	que	muchos	investigadores	se	sorprenderían	si	 la	materia	oscura	se
redujese	 a	 un	mar	 indiferenciado	 de	WIMPS”,	 afirman	 Trodden	 y	 Feng132.	 Y
terminan	 diciendo:	 “Al	 fin	 y	 al	 cabo,	 la	 materia	 visible	 comporta	 un	 amplio
espectro	 de	 partículas,	 con	múltiples	 interacciones	 determinadas	 por	 elegantes
principios	 de	 simetría.	 No	 hay	 nada	 que	 indique	 que	 la	 materia	 y	 la	 energía
oscura	deban	ser	diferentes”133.
Kazanis	es	de	la	opinión	de	que	la	materia	oscura	pudo	haberse	organizado
de	una	manera	compleja,	como	lo	ha	hecho	nuestra	materia	visible:
Si	 el	 universo	 contiene	 átomos	 interactuando	 a	 través	 de	 una	 fuerza	 diferente	 a	 la	 electromagnética,
estos	 “átomos	 invisibles”	 podrían	 también	 formar	 estructuras	 tales	 como	moléculas,	 nadis,	 chakras	 y
cuerpos	 sutiles,	 de	 la	 misma	 manera	 que	 los	 átomos	 visibles	 pueden	 formar	 moléculas,	 órganos	 y
nuestro	cuerpo	visible134.
Otros	 autores,	 como	Sean	Carroll,	 investigador	 asociado	 del	Departamento
de	Física	de	la	Universidad	de	California,	parecen	haber	tomado	en	serio	la	idea
de	Feng	y	Trodden	de	un	intrincado	mundo	oscuro.	Carroll	cree	que	un	mundo
de	 materia	 oscura	 podría	 llegar	 a	 ser	 tan	 diverso	 e	 interesante	 como	 nuestro
mundo	hecho	de	materia	visible:
Yo	 no	me	 estoy	 refiriendo	 a	 la	 idea	 de	 que	 la	 materia	 oscura	 esté	 compuesta	 simplemente	 por	 una
partícula	neutra	única…	sino	más	bien	por	un	set	de	muchos	 tipos	de	partículas	con	una	variedad	de
fuerzas	de	la	naturaleza	actuando	entre	ellas135.
Lisa	 Randall	 y	 Andrey	 Katz	 son	 del	 mismo	 parecer.	 En	 un	 artículo
recientemente	publicado	en	Physical	Review	Letters,	los	autores	consideran	que
existen	buenas	razones	para	dudar	de	que	la	materia	oscura	esté	compuesta	de	un
solo	tipo	de	partículas:
Nosotros	proponemos	que	un	mundo	oscuro	podría	 llegar	a	ser	 tan	complejo	como	el	mundo	visible:
mientras	una	gran	cantidad	de	esta	materia	oscura	es	de	naturaleza	 fría	y	con	poca	capacidad	para	 la
interacción,	 una	 fracción	 de	 ella	 que	 nosotros	 llamamos	 materia	 oscura	 que	 interactúa	 parcialmente
podría	 ser	 capaz	 de	 interacciones	 fuertes	 como	 la	 materia	 bariónica	 (visible)…	 Nuestra	 propia	 Vía
Láctea	 podría	 contener	 estructuras	 hechas	 de	 este	 tipo	 de	materia	 oscura	 que	 interactúa	 fuertemente
análogas	a	las	estructuras	presentes	en	el	mundo	visible	alrededor	de	nosotros136.
	
Ellos	sugieren	que	podrían	existir	otros	 tipos	de	materia	oscura	que	 tengan
comportamientos	 muy	 similares	 al	 de	 la	 materia	 visible.	 Protones	 pesados
oscuros	 y	 electrones	 oscuros	 ligeros	 podrían	 estar	 interactuando	 para	 formar
átomos	 también	 oscuros.	 Un	 tipo	 de	 versión	 oculta	 del	 electromagnetismo
utilizaría	fotones	oscuros.	Estos	átomos	oscuros	podrían	finalmente	combinarse
para	 formar	 estructuras	 más	 complejas	 mediante	 interacciones	 que	 darían
nacimiento	a	toda	una	química	de	carácter	oculto.
Son	 demasiadas	 coincidencias	 como	 para	 atribuirlo	 a	 la	 pura	 casualidad.
Todos	hablan	de	lo	mismo,	de	un	tipo	de	sustancia	diferente	que	se	organiza	para
crear	 estructuras	 semejantes	 a	 las	 físicas	 pero	 de	 naturaleza	más	 sutil,	 y	 ahora
resulta	 que	 la	 ciencia	 comienza	 a	 hablar	 también	 de	 lo	 mismo,

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