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Blazquez, N , Flóres, F , _ Ríos, M [Coords ] (2012) Investigación feminista Epistemología, metodología y representaciones sociales México UNAM - Fernanda Juárez

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Investigación feminista : epistemología, metodología y representaciones sociales Titulo
 Blazquez Graf, Norma - Compilador/a o Editor/a; Flores Palacios, Fátima -
Compilador/a o Editor/a; Ríos Everardo, Maribel - Compilador/a o Editor/a; Blazquez
Graf, Norma - Autor/a; Harding, Sandra G. - Autor/a; Bartra, Eli - Autor/a; Fernández
Rius, Lourdes - Autor/a; Corres Ayala, Patricia - Autor/a; Maffía, Diana H. - Autor/a; 
Gargallo, Francesca - Autor/a; Ríos Everardo, Maribel - Autor/a; Delgado
Ballesteros, Gabriela - Autor/a; Castañeda Salgado, Martha Patricia - Autor/a; 
Pedrero, Mercedes - Autor/a; Tena, Olivia - Autor/a; Restrepo, Alejandra - Autor/a; 
Arruda, Ángela - Autor/a; Flores Palacios, Fátima - Autor/a; Mora-Ríos, Jazmín -
Autor/a; Ursini, Sonia - Autor/a; 
Autor(es)
México D. F. Lugar
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
Universidad Nacional Autónoma de México
Editorial/Editor
2010 Fecha
Colección Debate y Reflexión Colección
Metodología de la investigación; Estudios de género; Investigación; Feminismo;
Representaciones sociales; América Latina; 
Temas
Libro Tipo de documento
"http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/ceiich-unam/20170428032751/pdf_1307.pdf" URL
Reconocimiento-No Comercial-Sin Derivadas CC BY-NC-ND
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es
Licencia
Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO
http://biblioteca.clacso.edu.ar
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)
Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO)
Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)
www.clacso.edu.ar
INVESTIGACIÓN
FEMINISTA
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EPISTEMOLOGÍA
METODOLOGÍA Y
REPRESENTACIONES
SOCIALES
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ES Norma Blazquez Graf
Fátima Flores Palacios
Maribel Ríos Everardo
Coordinadoras
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Universidad Nacional Autónoma de México
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias
Facultad de Psicología
COLECCIÓN
DEBATE Y
REFLEXIÓN
27
Este libro es el resultado de una reflexión colectiva que realizan las au-
toras a partir de trabajos desarrollados en distintos campos del cono-
cimiento, que da cuenta de los enfoques teóricos y metodológicos
empleados en la investigación feminista, como una forma de buscar
nuevos acercamientos al pensamiento, discurso y afectividad de las
mujeres.
Con la intención de contribuir a los debates contemporáneos sobre la
generación del conocimiento, se muestra de qué manera las nociones
sobre el género influyen en la práctica y el pensamiento científico,
proporcionando distintas perspectivas sobre las posibilidades de las
mujeres como personas cognoscentes y cognoscibles. Se trata de
una obra con textos originales que ofrece, al mismo tiempo, algunas
experiencias para guiar la investigación.
Los materiales que conforman el volumen están organizados en tres
apartados temáticos que se relacionan entre sí: En el primero, Epis-
temología y crítica de la investigación feminista, se muestra el amplio
contexto de discusiones filosóficas en el marco de la investigación fe-
minista actual. En el segundo, Metodología de la investigación femi-
nista, se presentan algunos ejemplos del empleo de distintas
herramientas y técnicas de investigación. En el tercero y último, Re-
presentaciones sociales y género, se busca ilustrar la interacción
entre un enfoque epistemológico y una metodología en una temática
particular.
Ángela Arruda
Universidad Federal de Río de Janeiro,
Brasil
Eli Bartra
Departamento de Política y Cultura,
Universidad Autónoma
Metropolitana-Xochimilco
Norma Blazquez Graf
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades, UNAM
Martha Patricia Castañeda Salgado
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades, UNAM
Patricia Corres
Facultad de Psicología, UNAM
Gabriela Delgado Ballesteros
Instituto de Investigaciones sobre la
Universidad y la Educación, UNAM
Lourdes Fernández Rius
Facultad de Psicología, Universidad de
La Habana, Cuba
Fátima Flores Palacios
Facultad de Psicología, UNAM
Francesca Gargallo
Academia de Filosofía e Historia,
Universidad de la Ciudad de México
Sandra Harding
Graduate School of Education and
Information Studies, University of California,
EUA
Diana Maffía
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Jazmín Mora Ríos
Departamento de Investigaciones
Psicosociales, Instituto Nacional
de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”
Mercedes Pedrero Nieto
Centro Regional de Investigación
Multidisciplinaria, UNAM
Alejandra Restrepo
Corporación Vamos Mujer, Medellín,
Colombia
Maribel Ríos Everardo
Centro Regional de Investigaciones
Multidisciplinarias, UNAM
Olivia Tena Guerrero
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
en Ciencias y Humanidades, UNAM
Sonia Ursini
Departamento de Matemática Educativa,
CINVESTAV-IPN
PnormaIFem:Maquetación 1 31/5/10 15:55 Página 1
INVESTIGACIÓN FEMINISTA
EPISTEMOLOGÍA, METODOLOGÍA Y REPRESENTACIONES SOCIALES
COLECCIÓN DEBATE Y REFLEXIÓN
Comité editorial
Maya Victoria Aguiluz Ibargüen
Norma Blazquez Graf
Ana María Cetto Kramis
Diana Margarita Favela Gavia
José G. Gandarilla Salgado
Elke Koppen Prubmann
Rogelio López Torres
Mauricio Sánchez Menchero
Isauro Uribe Pineda
Norma Blazquez Graf
Fátima Flores Palacios
Maribel Ríos Everardo
(Coordinadoras)
Investigación feminista
Epistemología, metodología y representaciones sociales
CENTRO DE INVESTIGACIONES INTERDISCIPLINARIAS EN CIENCIAS Y HUMANIDADES
CENTRO REGIONAL DE INVESTIGACIONES MULTIDISCIPLINARIAS
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
MÉXICO, 2012
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
HQ1180
I58
Investigación feminista : epistemología, metodología y representaciones sociales / Norma 
Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios, Maribel Ríos Everardo, coordinadoras. 
– México : UNAM, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias 
y Humanidades : Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias : 
Facultad de Psicología, 2012.
 407 p. – (Colección Debate y Reflexión)
 ISBN 978-607-02-1286-4
1. Feminismo – Investigación – Metodología. 2. Estudios de la mujer – Metodología. 
I. Blazquez Graf, Norma, ed. II. Flores Palacios, Fátima, ed. III. Ríos Everardo, 
Maribel, ed. IV. Serie.
Primera edición, 2010
Primera reimpresión, 2012
D.R. © Universidad Nacional Autónoma de México
 Centro de Investigaciones Interdisciplinarias
 en Ciencias y Humanidades
 Torre II de Humanidades 4º piso
 Circuito Interior, Ciudad Universitaria
 Coyoacán, C. P. 04510, México, D. F.
 www.ceiich.unam.mx
 Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias
 Av. Universidad s/n, Circuito 2, Col. Chamilpa 
 C. P. 62210, Cuernavaca, Morelos
 www.crim.unam.mx
 Facultad de Psicología
 Avenida Universidad 3004, Col. Copilco Universidad
 Ciudad Universitaria, C. P. 04510, México, D. F.
 www.psicol.unam.mx
Coordinación editorial: Alejandra Restrepo
Corrección: Clara E. Castillo y María Elena Olivera Córdova
Portada: Diana Flores
Impreso y hecho en México
ÍNDICE
�
Introducción
Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y
Maribel Ríos Everardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
PRIMERA PARTE 
EPISTEMOLOGÍA Y CRÍTICA DE LA INVESTIGACIÓN 
FEMINISTA A LA CIENCIA
 Epistemología feminista: temas centrales
 Norma Blazquez Graf. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
¿Una filosofía de la ciencia socialmente relevante? 
Argumentos en torno a la controversia sobre 
el Punto de vista feminista
Sandra Harding . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Acerca de la investigación y la metodología feminista
Eli Bartra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Género y ciencia: entre la tradición y la transgresión
Lourdes Fernández Rius . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Femenino y masculino: modalidades de ser
Patricia Corres Ayala . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Género y políticas públicas en ciencia y tecnología
Diana Maffía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
8
ÍNDICE
Una metodología para detectar lo que de hegemónico 
ha recogido el feminismo académico latinoamericano 
y caribeño
Francesca Gargallo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
SEGUNDA PARTE 
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN FEMINISTA
Metodología de las ciencias sociales y perspectiva de género
Maribel Ríos Everardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Conocerte en la acción y el intercambio. La investigación: 
acción participativa
Gabriela Delgado Ballesteros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
Etnografía feminista
Martha Patricia Castañeda Salgado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217
Metodología cuantitativa para reforzar estudios cualitativos
Mercedes Pedrero Nieto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
Estudiar la masculinidad, ¿para qué?
Olivia Tena Guerrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
Claves metodológicas para el estudio del movimiento 
feminista de América Latina y El Caribe
Alejandra Restrepo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
TERCERA PARTE 
REPRESENTACIONES SOCIALES Y GÉNERO
Teoría de las representaciones sociales y teorías de género
Ángela Arruda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317
Representación social y género: una relación de sentido común
Fátima Flores Palacios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
9
ÍNDICE
Intervención comunitaria, género y salud mental. Aportaciones 
desde la teoría de las representaciones sociales
Jazmín Mora-Ríos y Fátima Flores Palacios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359
Diferencias de género en la representación social de las 
matemáticas: un estudio con alumnos y alumnas 
de secundaria
Sonia Ursini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
Autoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399
9
11
INTRODUCCIÓN
Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y
Maribel Ríos Everardo
Este libro es resultado de la reflexión colectiva que iniciamos en 2007 en el seminario de representaciones sociales y género, organizado 
en el marco del Seminario de Actualización Docente del Programa de 
Investigación Feminista del Centro de Investigaciones Interdisciplina-
rias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional 
Autónoma de México (UNAM), donde el encuentro y reencuentro de 
investigadoras comprometidas con la condición social de las mujeres 
estableció las bases para un nuevo proyecto que implicaba un gran reto, 
analizar nuevos paradigmas que pudieran ser de utilidad a nuestra pre-
ocupación histórica: las mujeres. La respetuosa y solidaria disposición 
que tuvimos siempre al exponer nuevos campos de conocimiento fue 
el primer indicio para creer en este proyecto, así pudimos consolidar 
la intención de crear una herramienta capaz de sintetizar nuestras pre-
ocupaciones tanto teóricas como metodológicas, en el contexto de los 
estudios de género feministas.
Un año después, continuamos con la reflexión en un nuevo semi-
nario organizado por el Programa de Género del Centro Regional de 
Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, en Cuernavaca; en 
él participaron como ponentes algunas de las investigadoras que habían 
formado parte del primer seminario, lo que incrementó el anhelo y la 
urgencia de construir esta herramienta asumiendo que las distancias y 
diferencias en el terreno de la investigación feminista, así como las coin-
cidencias en la manera de abordar los problemas en nuestras respectivas 
áreas, nos conducirían a buscar nuevos acercamientos al pensamiento, 
discurso y afectividad de las mujeres.
El libro está formado por tres secciones que se interrelacionan. La 
primera de ellas, coordinada por Norma Blazquez Graf, se refiere al 
campo de la epistemología; en esta sección se muestra el amplio contexto 
de discusiones filosóficas en el marco de la investigación feminista. En 
la segunda parte, coordinada por Maribel Ríos Everardo, se aborda la 
12
BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS
discusión metodológica en la que se presentan algunos ejemplos concre-
tos del empleo de distintas herramientas y técnicas en la investigación 
feminista. En la tercera y última parte, coordinada por Fátima Flores 
Palacios, se plantea la discusión entre las representaciones sociales con 
la teoría de género, con lo que se ilustra la relación entre un enfoque 
epistemológico y una metodología puesta al servicio de un campo de 
conocimiento en una temática particular.
La primera parte titulada Epistemología y crítica de la investigación 
feminista a la ciencia, está formada por siete textos en los que se revisan 
los estudios feministas de la ciencia; cómo reproducen esquemas y pre-
juicios sociales de género, los distintos campos del conocimiento; cómo 
separan a hombres y mujeres las dicotomías sociales; cuáles son algunas 
de las controversias que esto ha generado tanto en la teoría como en la 
metodología de investigación, así como la necesidad de entender los 
sistemas de ciencia y tecnología de manera diferente en relación con la 
hegemonía académica.
En el primer apartado, “Epistemología feminista: temas centra-
les”, Norma Blazquez Graf realiza una sistematización de diferentes 
aspectos de esta epistemología. Explica en qué consiste este campo, 
cómo influye el género en las personas que crean conocimiento, cómo 
es que las concepciones de género producen prejuicios mediante la 
expresión de valores y condiciones que conducen a conocimientos dife-
rentes. Revisa las críticas que se hacen a la objetividad, neutralidad y a 
la universalidad de la ciencia, y describe las tres principales corrientes 
de la epistemología feminista desarrolladas desde fines de los setenta 
y principios de los ochenta del siglo XX. Enfatiza la importancia del 
principio que sigue cualquier investigación feminista, que es el de 
tratar de transformar la realidad social en general y, en particular, la 
realidad de las mujeres.
El texto de Sandra Harding, “¿Una filosofía de la ciencia social-
mente relevante? Argumentos en torno a la controversia sobre el Punto 
de vista feminista”, es un trabajo escrito en 2004 en el que la autora 
hace una revisión de su trabajo en torno a la epistemología feminista 
y, dentro de ésta, en particular a la del Punto de vista feminista, como 
una alternativa de generación de conocimiento significativo para las 
mujeres. Harding argumenta que algunos aspectos de la controversia 
surgida en torno a este tema revelan el valor de la teoría del Punto de 
vista como forma de reflexionar y discutir algunos de los problemas que 
más inquietud producen en la vida política e intelectual del occidente 
13
INTRODUCCIÓN
contemporáneo, ya que el diálogo con esta noción hace posible una 
teoría de la ciencia con significación social.
En el texto “Acerca de la investigación y la metodología feminis-
ta”, Eli Bartra elabora una actualización y revisión de su propio trabajo 
titulado “Reflexiones metodológicas”, que incluyó en la obra que ella 
misma coordinó: Debates en torno a una metodología feminista, publicado 
en 1998. Se trata del panorama marcado por las discusiones en torno 
a la existencia o no existencia de una epistemología y una metodologíafeministas para la adquisición de nuevos conocimientos, inclinando 
la balanza para mostrar la pertinencia de utilizar una metodología de 
investigación científica que se denomina feminista por su filiación po-
lítica, tanto para las ciencias sociales como para las ciencias naturales 
y las humanidades.
Lourdes Fernández, en “Género y ciencia: entre la tradición y la 
transgresión”, aborda el tema de la producción y reproducción de dico-
tomías en el nivel del imaginario social y de la subjetividad, subrayando 
cómo las nociones que la cultura y la biología patriarcal han creado, se 
interceptan con una noción hegemónica neutral de lo que es la cien-
cia. Plantea la relación entre la perspectiva de género y los enfoques 
de ciencia, tecnología y sociedad, que tratan de desmontar una noción 
neutral de la ciencia, favoreciendo una idea de una ciencia contextuali-
zada y situada, y propone dos miradas necesarias: transformar el orden 
de género aún existente en nuestra sociedad, y también transformar la 
noción hegemónica de la ciencia.
El quinto texto, “Femenino y masculino: modalidades de ser”, 
escrito por Patricia Corres, se propone el estudio de lo masculino y lo 
femenino como categorías para analizar a los seres humanos en sus 
modos de pensar, de transcurrir en la vida y de expresarse mediante 
discursos que se ubican en el espacio y en el tiempo, mostrando intere-
santes diferencias en los modos en que hombres y mujeres se conducen 
en estas dos dimensiones al crear conocimiento, producir lenguaje, 
generar estructuras sociales y constituir sus identidades.
En “Género y políticas públicas en ciencia y tecnología”, Diana 
Maffía plantea que para alcanzar la equidad de género en ciencia y 
tecnología en América Latina, se tiene que enfrentar un problema com-
plejo, ya que a la cuestión jerárquica entre varones y mujeres, debida 
a los estereotipos de género, se agrega una relación centro/periferia 
entre los lugares de producción de conocimiento teórico consolidado 
y aquellos que realizan tareas de apoyo y recolección de datos. Añade 
14
BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS
que las concepciones del conocimiento, temas y métodos legitimados 
por la modernidad europea son distintos de aquellos que se producen 
en el seno de comunidades diversas, como los pueblos originarios y los 
afrodescendientes, y propone preguntar por los sujetos productores de 
conocimiento, por el valor de la racionalidad y la emocionalidad, por 
la relación de los cuerpos con el conocimiento, por el impacto diferen-
cial de la producción y aplicación del saber científico-tecnológico sobre 
varones y mujeres, y por la apropiación social de los saberes.
El último texto de la primera parte del libro es el elaborado 
por Francesca Gargallo: “Una metodología para detectar lo que de 
hegemónico ha recogido el feminismo académico latinoamericano y 
caribeño”. La autora hace una reflexión crítica sobre la producción de 
conocimiento mediante un ejercicio de revisión interna, y se pregunta 
por las académicas feministas latinoamericanas que, desvinculadas 
totalmente de la praxis del movimiento, no reconocen en el saber de 
mujeres indígenas, negras y lesbianas, entre otras, una fuente de sa-
ber. Se pregunta por las feministas académicas en este momento y qué 
pasa con esos conocimientos que está produciendo la praxis feminista, 
desde los sectores que no están en los ámbitos académicos. Propone 
recuperar los aportes de los feminismos que los medios académicos 
latinoamericanos, por su dependencia del saber occidental institucio-
nalizado, tienden a desconocer política y epistemológicamente, a pesar 
de ser pensamientos y acciones de mujeres organizadas entre sí para 
beneficio de todas las mujeres.
La segunda parte, titulada Metodología de la investigación feminista, está 
formada por seis textos y expone la discusión acerca de la metodología 
feminista y sus implicaciones en la forma de obtener conocimientos, ofrece 
una mirada de los distintos enfoques y herramientas empleadas en la in-
vestigación feminista. No se trata de una discusión colectiva y homogénea, 
sino que recoge las preocupaciones, opiniones y posturas que, a través de 
sus experiencias personales, aportan seis investigadoras desde diferentes 
disciplinas, las cuales incluso pueden ser polémicas o discrepantes.
El texto titulado “Metodología de las ciencias sociales y perspecti-
va de género”, elaborado por Maribel Ríos Everardo, se divide en dos 
partes. En la primera se hace referencia a las dos grandes tradiciones 
de investigación en occidente, y se proporciona un breve panorama 
histórico sobre el desarrollo de diversas metodologías científicas cua-
litativas y cuantitativas. También se abordan las diferencias entre el 
empirismo feminista, que actúa en cercanía con la lógica del método 
15
INTRODUCCIÓN
científico, el interpretativismo particularmente desde la fenomenología 
comprensiva de los fenómenos, y la teoría crítica y el Punto de vista que 
son perspectivas de intervención emancipatoria. En la segunda parte se 
incorpora una experiencia sobre investigación cualitativa con perspectiva 
de género en educación.
El siguiente texto, de Gabriela Delgado Ballesteros, “Conocerte 
en la acción y el intercambio. La investigación: acción participativa”, 
plantea las diferencias entre los métodos cuantitativos y cualitativos, 
enfatizando las características que hacen de los métodos cualitativos 
una herramienta para conocer los procesos que dan cuenta de las con-
diciones de género de las mujeres, de los hombres y de sus relaciones 
al visibilizarlos; que permiten la captura de las voces particulares, las 
identidades de quienes se investiga, sus semejanzas y diferencias, así 
como las de la persona encargada de la investigación. Las características 
más importantes de la investigación acción participativa que destaca 
la autora, son su impulso democrático y su contribución simultánea al 
conocimiento, a las transformaciones sociales y a las condiciones de vida 
de quienes participan como sujetos u objetos de las indagaciones.
En el texto sobre “Etnografía feminista”, Martha Patricia Castañe-
da Salgado identifica como una de las aportaciones más recientes de 
la antropología a las ciencias sociales, la etnografía feminista. Presenta 
algunos de los elementos característicos de esta perspectiva, poniendo 
énfasis en las particularidades que ofrece al centrar la investigación en 
la experiencia de las mujeres que fue invisibilizada por la etnografía 
convencional durante décadas. La autora analiza el trabajo de las et-
nógrafas y cómo éste se encuentra orientado por sus propios sesgos de 
género, por lo que recomienda una amplia formación profesional.
El texto de Mercedes Pedrero Nieto sobre “Metodología cuanti-
tativa para reforzar estudios cualitativos”, expone la importancia de la 
metodología cuantitativa en las ciencias sociales, abordando el proceso 
de creación de los instrumentos estadísticos. Muestra, además, los ca-
minos para observar el buen manejo e interpretación de los indicado-
res cuantitativos, asegurando en todo momento que se mantenga una 
perspectiva de género. Destaca aspectos relacionados con la creación del 
dato y proporciona ejemplos concretos sencillos para la buena interpre-
tación de resultados estadísticos basados en problemas detectados en la 
literatura, con la intención de que los errores no se repitan. La autora 
otorga un espacio importante a la reflexión conceptual que puede ser 
el origen de los sesgos de género en la creación de las estadísticas, me-
16
BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS
diante ejemplos de resultados obtenidos al abordar el trabajo doméstico 
y extradoméstico en México.
En su texto “Estudiar la masculinidad, ¿para qué?”, Olivia Tena 
Guerrero plantea una reflexión que permite justificar, o bien recusar, 
el estudio de las masculinidades como una estrategia feminista para el 
cambio cultural y social en favor de las mujeres. Hace un breve recorrido 
a través de los trabajos realizados en varones, analizandolos puntos de 
convergencia y divergencia con los movimientos y estudios feministas. 
Una pregunta central que hace la autora es si el estudio de las mascu-
linidades pretende un desafío cultural y político al patriarcado, si sus 
estrategias y objetivos van por ese camino y si sus formas de conocer y 
discurrir concurren hacia ese logro. Cuestiona los estudios sobre la mas-
culinidad o masculinidades, mejor nombrados como “estudios sobre la 
condición masculina”, desde una lógica y ética feministas, con el fin de 
favorecer, a través de éstos, la transformación de estructuras patriarcales 
y no su legitimación y perpetuación.
En el último texto de esta parte titulado “Claves metodológicas para 
el estudio del movimiento feminista de América Latina y El Caribe”, Ale-
jandra Restrepo realiza una reflexión metodológica que se presenta en 
la forma de claves para la interpretación y el análisis en la investigación 
feminista. La autora destaca cuatro prejuicios que pueden obscurecer 
los estudios en este campo: el cronocentrismo, el estatocentrismo, el 
androcentrismo y el eurocentrismo. A partir de la sistematización de su 
experiencia científica, llama la atención sobre los aspectos que deben 
ser tomados en cuenta para estudiar al feminismo como un movimiento 
social desde una perspectiva histórica y latinoamericana.
La tercera y última parte de este libro, titulada Representaciones so-
ciales y género, está formada por cuatro textos y trata sobre la pertinencia 
de utilizar la teoría de las representaciones sociales en los estudios de 
género, se parte del hecho de que existe cierta proximidad epistémica 
de esta teoría con los intereses filosóficos y políticos del feminismo. 
La idea central de esta sección consiste en mostrar la utilidad de este 
enfoque para analizar y reflexionar los procesos mediante los que se 
construyen sistemas sociales de comportamientos de género en la cul-
tura, partiendo de que este modelo heurístico, por su propia naturaleza 
social, así como su interés en los procesos afectivos y de interacción, 
constituye una herramienta teórica que contribuye a la explicación 
de la complejidad del pensamiento de los grupos y su expresión en la 
comunicación social.
17
INTRODUCCIÓN
En la contribución de Angela Arruda: “Teoría de las representaciones 
sociales y teorías de género”, se señalan los orígenes de este paradigma, 
que se remontan al pensamiento del sociólogo Émile Durkheim, se analiza 
el paso crucial que representa la propuesta de Serge Moscovici al adaptar 
la conceptualización durkheimiana de representación colectiva a una visión 
dinámica, aplicable a las sociedades modernas y accesible a la investi-
gación psicosocial. Esta visión ha tenido como resultado, conceptualizar 
al sujeto como producto de la cultura, capaz de transformar su propia 
realidad. En consecuencia, la teoría psicosociológica de las representa-
ciones sociales, muestra un parentesco, como lo expone la autora, con los 
intereses de las teorías feministas. Al igual que para la psicosociología, 
la fórmula relacional de género considera que el colectivo, a través de 
su sistema de representaciones elaborado en el discurso y en los actos 
de comunicación, es la base a partir de la cual la persona comprende e 
interactúa con su mundo.
En el capítulo de Fátima Flores Palacios: “Representación social y 
género: una relación de sentido común”, se expone el proceso a través 
del cual las representaciones sociales pueden explicar los comportamien-
tos de hombres y mujeres en el nivel individual o colectivo, así como 
la importancia que su componente afectivo tiene para la comprensión 
de las elaboraciones intersubjetivas que los distintos grupos sociales 
construyen. Por otro lado, se analiza cómo, tanto en los estudios de 
género como en la teoría de las representaciones sociales, el abordaje 
multimetodológico que relaciona ambas perspectivas resulta fecundo 
para la comprensión de una realidad social. Finalmente, se presentan dos 
investigaciones aplicadas en el campo de la salud, mediante las cuales 
se ilustra la factibilidad de esta relación entre el enfoque de género y 
las representaciones sociales.
En el capítulo de Jazmín Mora-Ríos y Fátima Flores Palacios, “In-
tervención comunitaria, género y salud mental. Aportaciones desde la 
teoría de las representaciones sociales”, se expone la utilidad de este 
enfoque para el desarrollo de intervenciones comunitarias desde una 
perspectiva de género, así como la importancia de indagar las represen-
taciones sociales que una comunidad tiene para el caso de salud mental. 
Todo ello para generar una metodología de intervención adecuada 
tanto al contexto como al discurso, que permita crear estrategias de 
afrontamiento social. La importancia de este capítulo es la recupera-
ción que se hace de la intervención comunitaria feminista, orientando 
18
BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS
la transformación social y personal, considerando su propia dinámica, 
contextualizada, participativa, política y preventiva.
El último capítulo de esta sección “Diferencias de género en la 
representación social de las matemáticas: un estudio con alumnos y 
alumnas de secundaria”, elaborado por Sonia Ursini, explora las concep-
ciones de género que subyacen en la manera en que las y los estudiantes 
van construyendo las actitudes hacia las matemáticas y la autoconfianza 
para trabajar en esta disciplina. Las matemáticas y la autopercepción 
frente a esta materia escolar, influyen fuertemente en la formación de 
las representaciones sociales, creando una representación consensuada 
de que es normal que las niñas tengan menos capacidad intelectual que 
los niños para enfrentarse a este campo del conocimiento.
Esperamos que este libro, al ser una coedición universitaria, sea 
referencia de lectura para docentes y estudiantes, confiando que esti-
mulará la reflexión sobre los aportes de la investigación y los estudios 
feministas en Latinoamérica.
Por último, agradecemos a cada una de las personas que contribuye-
ron de manera directa e indirecta a la realización de la obra. En primer 
lugar, a Alejandra Restrepo por su inapreciable calidad profesional, aca-
démica y personal, sin ella, este libro no hubiera sido posible. También 
queremos reconocer el trabajo que realizaron Elsa Guevara Ruiseñor 
y Olga Bustos Romero, por la lectura crítica y constructiva que le dio 
fuerza y rigor a las contribuciones que configuran este texto.
PRIMERA PARTE 
EPISTEMOLOGÍA Y CRÍTICA DE LA INVESTIGACIÓN 
FEMINISTA A LA CIENCIA
21
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
Norma Blazquez Graf
Introducción
Los estudios de la ciencia desde una perspectiva de género, también conocidos como estudios feministas de la ciencia o crítica feminista 
de la ciencia, se iniciaron de manera sistemática a fines de los setenta y 
han producido una gran cantidad y variedad de investigaciones donde 
participan filósofas y científicas feministas tanto de las áreas naturales 
y sociales, como de las humanidades.1 Aunque las posiciones feminis-
tas pueden ser muy heterogéneas, hay dos puntos en los que se tiene 
consenso, el primero es que el género, en interacción con muchas otras 
categorías como raza, etnia, clase, edad y preferencia sexual, es un 
organizador clave de la vida social y, el segundo, que no es suficiente 
entender cómo funciona y cómo está organizada la vida social, también 
es necesaria la acción para hacer equitativo ese mundo social, por lo que 
uno de los compromisos centrales del feminismo es el cambio para las 
mujeres en particular, y el cambio social progresivo en general.
Dentro de los estudios feministas de la ciencia se abordan distin-
tos aspectos sobre la historia de la incorporación y participación de las 
mujeres, de su situación actual, así como los efectos que su ausencia y 
presencia han tenido en la ciencia y la tecnología.
Una parte medular dentro de estos análisis se realiza desde la 
epistemología feminista con el fin de fundamentar la discusión alrede-
dorde las siguientes interrogantes: ¿cómo influye el género sobre los 
métodos, conceptos, teorías y estructuras de organización de la ciencia? 
y ¿cómo es que la ciencia reproduce los esquemas y prejuicios sociales 
de género?
 1 Para tener información más detallada, ver: Blazquez Graf, Norma. El Retorno de las brujas. 
Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia, CEIICH, UNAM, México, 2008.
22
NORMA BLAZQUEZ GRAF
La definición etimológica de epistemología proviene del verbo 
griego eistamai, que quiere decir saber, aprender, entender, conocer y logo 
que significa razonamiento, palabra, tratado, tema, cuestión, materia.2 
Se refiere al estudio de la producción y validación del conocimiento 
científico y se ocupa de problemas tales como las circunstancias histó-
ricas, psicológicas y sociológicas que llevan a su obtención, así como de 
los criterios por los cuales se le justifica o invalida.
La epistemología es una teoría del conocimiento que considera lo 
que se puede conocer y cómo, o a través de qué pruebas las creencias 
son legitimadas como conocimiento verdadero.
La epistemología feminista estudia lo anterior, abordando la mane-
ra en que el género influye en las concepciones del conocimiento, en la 
persona que conoce y en las prácticas de investigar, preguntar y justificar. 
Identifica las concepciones dominantes y las prácticas de atribución, 
adquisición y justificación del conocimiento que sistemáticamente ponen 
en desventaja a las mujeres porque se les excluye de la investigación, 
se les niega que tengan autoridad epistémica, se denigran los estilos y 
modos cognitivos femeninos de conocimiento, se producen teorías de 
las mujeres que las representan como inferiores o desviadas con respecto 
al modelo masculino, se producen teorías de fenómenos sociales que 
invisibilizan las actividades y los intereses de las mujeres o a las relaciones 
desiguales de poder genéricas, y se produce conocimiento científico y 
tecnológico que refuerza y reproduce jerarquías de género.
La epistemología feminista hace ver estas faltas y propone diver-
sas alternativas para resolverlas; explica por qué la entrada de mujeres 
feministas en las diferentes disciplinas académicas, especialmente en 
biología y en las ciencias sociales, ha generado nuevas preguntas, teorías 
y métodos; muestra cómo es que el género ha jugado un papel causal en 
estas transformaciones, y propone estos cambios como avances cognitivos 
y no sólo sociales, ya que la ciencia se ha distorsionado con supuestos 
sexistas en sus conceptos, teorías y aproximaciones metodológicas, por 
lo que es importante describir y considerar el contexto social, histórico, 
político y cultural en que se realiza la actividad científica.
Partiendo de lo anterior, se puede decir que entre los temas centra-
les de la epistemología feminista se encuentran: la crítica a los marcos 
de interpretación de la observación; la descripción e influencia de roles 
 2 Pabón S. de Urbina, José M. Diccionario manual griego. Griego clásico, español, Editorial 
Vox, Madrid, 2004.
23
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
y valores sociales y políticos en la investigación; la crítica a los ideales de 
objetividad, racionalidad, neutralidad y universalidad, así como las pro-
puestas de reformulación de las estructuras de autoridad epistémica.
Crítica a los marcos de interpretación de la observación
De acuerdo con Sandra Harding,3 en el proceso de generar conocimiento 
se pueden distinguir tres elementos: la epistemología, el método y la 
metodología. La epistemología, como ya se ha mencionado, es la teoría 
acerca de quién puede conocer o generar conocimiento, qué clase de 
conocimiento, en qué circunstancias puede desarrollarse conocimiento, 
y cómo o a través de qué pruebas las creencias son legitimadas como 
conocimiento. Las críticas feministas a la epistemología tradicional de 
las ciencias naturales y de las sociales muestran que esas teorías del co-
nocimiento se basan en el Punto de vista masculino del mundo, por lo 
que se enseña a observar sólo las características de los seres vivos o de los 
seres sociales que son de interés para los hombres, con una perspectiva 
androcéntrica y distante.
El método es una técnica para recopilar, obtener y analizar infor-
mación, evidencias o datos. Se puede obtener información escuchando, 
observando y examinando documentos; organizamos nuestras observa-
ciones al dar cuenta de ejemplos de categorías preconcebidas y/o me-
diante la observación de nuevos patrones no anticipados. La mayoría de 
los métodos caen dentro de una categoría mayor que es la observación. 
En las investigaciones feministas se usan estos mismos métodos, pero 
lo que escogen para observar y examinar puede diferir mucho de las 
elecciones de una persona que hace ciencia de manera tradicional con 
un punto de vista masculino.
La elección de quienes hacen investigación sobre cómo usar esos 
métodos constituye la metodología. En otras palabras, la metodología 
elabora, resuelve o hace funcionar las implicaciones de la epistemo-
logía para llevar a cabo o poner en práctica un método.
Este análisis es importante porque uno de los temas centrales de la 
epistemología feminista es el cuestionamiento de los marcos establecidos 
para interpretar las observaciones que hacemos, que han dominado el 
 3 Harding, Sandra. The Science Question in Feminism, Cornell University Press, Ithaca, NY, 
1986.
24
NORMA BLAZQUEZ GRAF
discurso y la orientación de las corrientes principales en las ciencias so-
ciales. Ejemplos de estas formas problemáticas para organizar nuestras 
observaciones son la dependencia de la dicotomía lógica y la tendencia 
a conceptualizar a las personas abstrayéndolas de su contexto social, lo 
cual facilita la deshumanización.
La lógica dicotómica es el proceso por el que se le da sentido a un 
fenómeno mediante la oposición a otro en una construcción en la que se 
representan como mutuamente excluyentes y exhaustivos: mente/cuerpo, 
yo/otro, cultura/naturaleza, razón/emoción, masculino/femenino, díadas 
en las que el primer elemento de cada una ejerce los privilegios sobre 
el otro.4 Generalmente las dicotomías esconden relaciones sociales que 
permiten a los integrantes de una categoría social beneficiarse a expensas 
de los de la otra categoría. El punto es que las dicotomías son formas de 
construir relaciones sociales que facilitan la dominación social, por lo 
que se debe poner atención crítica al uso que se les da para organizar 
el entendimiento y el conocimiento.
La abstracción individual se manifiesta cuando se habla de una 
persona aislada y desconectada de su contexto interpersonal, histórico o 
físico. Esto permite concebir fenómenos sociales como raza, etnia, clase, 
género, preferencia sexual o limitación de capacidades, que aparecen 
como aisladas unas de otras, cuando en realidad se trata de relaciones 
sociales complejas que se interrelacionan. Esto supone atribuir rasgos 
externos o ajenos a lo que es parte de un sistema, cuando sería mejor 
pensar que son aspectos del modo en que está organizado el sistema.
La deshumanización es la tendencia a hablar o tratar a las personas 
como si fueran objetos, sin subjetividad, y no como agentes que desarro-
llan análisis de su situación y trabajan para resolverla; se les convierte 
en datos, en no personas, sobre todo a aquellas que se encuentran en 
las jerarquías sociales más bajas.
Influencia de valores sociales y políticos
Cuando las personas que crean conocimiento asumen que usar el método 
científico asegura que sus valores personales y culturales no afectan el 
 4 Sprague, Joey. Feminist Methodologies for Critical Researchers. Bridging Differences. The Gender Lens 
Series, Altamira Press, Walnut Creek, CA, 2005, pp. 14-15; Maffía, Diana. “Epistemología feminista: por 
otra inclusión de lo femenino en la ciencia”, en: Norma Blazquez Graf y Javier Flores (eds.). Ciencia, 
tecnología y género en Iberoamérica, CEIICH, UNAM, Unifem y Plazay Valdés, 2005, pp. 623-633.
25
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
modo en que hacen ciencia y, por lo tanto, la ciencia que desarrollan, 
no se dan cuenta que sus prejuicios pueden estar afectando a la ciencia 
en todas las etapas de su elaboración.
Helen Longino5 ha señalado que los intereses sociales y políticos, 
así como los prejuicios personales, tienen un impacto importante en la 
producción de conocimiento científico ya que pueden afectar las prio-
ridades de la investigación científica: qué preguntas son importantes 
para ciertos temas, el marco teórico o de explicación para realizar un 
estudio, los métodos utilizados, los datos que son considerados válidos e 
inválidos y cómo se interpretan o se comparan entre diferentes estudios, 
así como las conclusiones que se derivan del análisis de los datos y las 
recomendaciones que se hacen para futuras investigaciones.
La tecnología, el lenguaje de la ciencia y las estrategias de investi-
gación son, todas, construcciones humanas. Las personas que generan 
ciencia no sólo descubren leyes e identifican verdades, también elabo-
ran hipótesis al examinar el mundo, experimentan usando herramientas 
que inventan e interpretan lo que encuentran dentro del contexto de 
lo que saben; constantemente hacen juicios en el curso de su trabajo y 
determinan si los resultados de un experimento o el conjunto de datos 
son válidos en consistencia con resultados previos y con los marcos ex-
plicativos prevalecientes, que se obtienen de errores, sean identificados 
o no. Estos juicios dependen de suposiciones que pueden estar influidas 
por valores y creencias individuales, culturales y científicas.
La habilidad para reproducir experimentos y hacer predicciones es 
muy valorada y por eso es deseable continuar con esos métodos de inves-
tigación. Pero, aceptar el valor de los métodos científicos y sus productos 
no significa asumir que toda la ciencia está libre de influencias políticas 
y socioculturales, o que los deseos e intereses de quien hace ciencia no 
influyen su trabajo. Los valores y conceptos asociados con la masculinidad 
y la feminidad también influyen en la práctica y la teoría científica como 
lo hacen en otras esferas de la actividad intelectual y social.6 Una tarea 
 5 Longino, Helen. “Science, Objetivity and Feminst Values. Review Essay”, en: Feminist 
Studies 14, núm. 3, 1988, pp. 561-574; Longino, Helen. Science as Social Knowledge, Princeton 
University Press, 1990.
 6 Pueden consultarse varios ejemplos en: González, Martha. “Epistemología Feminista y 
Práctica Científica”, en: Norma Blazquez Graf y Javier Flores (eds.). Ciencia, tecnología y género en 
Iberoamérica...; Eulalia Pérez Sedeño. “Objetividad y valores desde una perspectiva feminista”, en: 
Norma Blazquez Graf y Javier Flores (eds.). Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica...; Blazquez 
Graf, Norma. El Retorno de las Brujas...
26
NORMA BLAZQUEZ GRAF
inicial de la epistemología feminista ha sido identificar de qué manera 
las nociones sobre el género han influido e influyen en la práctica y el 
pensamiento científico.
Objetividad, racionalidad, neutralidad y universalidad
Definir la ciencia como libre de prejuicios es una simplificación y una 
falsa representación de la misma; su objetividad no descansa simple-
mente en los individuos, es el resultado de consensos alcanzados en 
comunidades científicas que trabajan dentro de un contexto cultural. 
El hecho de que las comunidades científicas han estado integradas 
tradicional y principalmente por hombres de clases privilegiadas, ha 
tenido un profundo impacto en cómo se ha desarrollado la práctica y 
el entendimiento científico de la objetividad.
La epistemología feminista cuestiona la posibilidad y el deseo de 
la objetividad como una meta de la investigación, así como la relación 
que se establece entre la persona que conoce y lo que se conoce, entre 
la persona que investiga y la que es investigada; critica la utilización de la 
objetividad como medio patriarcal de control, el desapego emocional y 
la suposición de que hay un mundo social que puede ser observado de 
manera externa a la conciencia de las personas.
En este contexto, se propone alcanzar lo que Harding7 ha llamado 
la “objetividad fuerte”, en la que todas las fuentes de error o de prejui-
cio tanto cultural como técnico sean tomadas en cuenta. Propone que 
en lugar de desechar la objetividad como una meta, porque da lugar a 
proyectos y usos racistas, imperialistas, burgueses, homofóbicos y andro-
céntricos, es necesario sustituir la objetividad débil de la investigación 
no feminista, por una objetividad fuerte, en la que se requiere que la 
persona de conocimiento se coloque en el mismo plano crítico causal 
que los objetos de conocimiento. Ella contrasta la objetividad fuerte con 
la objetividad que, se supone, produce investigación libre de valores, y 
argumenta que algunos valores, como los que permiten el avance de-
mocrático, han generado sistemáticamente menos creencias parciales 
y distorsionadas que otros.
 7 Harding, Sandra. “Rethinking Standpoint Epistemology: What is ‘strong objectivity’?”, en: 
Sandra Harding (ed.). The Feminist Standpoint Theory Reader. Intellectual and Political Controversies, 
Routledge, New York, 2004, pp. 127-140.
27
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
Cuando se habla de objetividad, se le describe como una caracte-
rística de una persona individual. En contraste, dentro de la epistemo-
logía feminista, Longino propone una nueva teoría de la objetividad, 
al mirarla como propiedad de una comunidad científica e identifica las 
condiciones en las cuales el conocimiento social puede considerarse 
objetivo. La meta de la objetividad se define como “el modo en el que 
se bloquea la influencia de la preferencia subjetiva en el nivel de las 
suposiciones de contexto que están involucradas en la observación y la 
inferencia, así como la influencia de la variación individual en la percep-
ción al nivel de la observación”.8 Es un argumento para la verificación 
intersubjetiva de observaciones así como las suposiciones de contexto 
consensual relacionadas con la observación y la inferencia que han so-
brevivido al escrutinio crítico. Longino propone la objetividad como el 
resultado del empirismo contextual, y se requiere de cuatro criterios, al 
menos, que deben satisfacerse para que ésta sea posible:
1. Reconocimiento de criticismo. Requiere criticismo de manera 
similar a la investigación original.
2. Respuesta comunitaria. La tolerancia a la crítica y al disentimiento 
no es suficiente, la crítica debe jugar un papel para moldear la mi-
rada de una comunidad objetiva. Esto requiere que los integrantes 
de la comunidad pongan atención y participen en la discusión 
crítica y que las suposiciones que imperan en las actividades del 
grupo permanezcan lógicamente sensibles a ésta.
3. Compartir standards. Se deben compartir algunos elementos que 
incluyan principios sustantivos y valores sociales y epistémicos.
4. Equidad de autoridad intelectual. La comunidad debe tratar a 
todos sus integrantes como capaces de proveer razonamientos 
persuasivos y decisivos, y debe dar pasos activos para asegurar 
que las miradas alternativas se desarrollen de manera suficiente 
para ser fuentes de crítica. Las voces disidentes no se deben 
descontar, requieren cultivarse activamente.
El feminismo ha mostrado cómo es que las grandes teorías que pro-
claman la universalidad son parciales y se basan en normas masculinas, 
en lugar de ser representaciones inclusivas de toda la humanidad. Lo que 
 8 Longino, Helen. “Essential Tensions Phase Two: Feminist, Philosophical, and Social Stu-
dies of Science”, en: Antony, Louise and Witt Charlotte (eds.). A Mind of One’s Own, Boulder, CO, 
Westview Press, 1993, p. 265. 
28
NORMA BLAZQUEZ GRAF
parece ser universal, frecuentemente se basa sólo en una pequeña porción 
de la población. Por ejemplo, la teoría sobre el desarrollo moral de Lawren-
ce Kohlberg9 fueelaborada mediante la observación de una muestra de 
hombres, y fue cuestionada su universalidad por Carol Gilligan,10 quien 
desarrolló un modelo complementario escuchando a las mujeres.
Epistemología feminista
Generalmente se asume que la teoría feminista proporciona un marco 
de trabajo singular y unificado. En un sentido esto es correcto, ya que 
toda la teoría feminista considera al género como ordenador social y 
como categoría significativa que interactúa con otras como clase, etnia, 
edad o preferencia sexual, con relaciones estructurales entre individuos, 
entre grupos y entre la sociedad como un todo. Sin embargo, al usar los 
lentes de género para ver el mundo, se obtienen diversas imágenes o 
teorías que ponen el acento en diferentes puntos de origen desde donde 
surgen la relaciones de género que oprimen y ponen en desventaja a 
las mujeres dentro de la organización social que se vive, por lo que de-
sarrollan también diferentes planteamientos teóricos y estrategias para 
lograr su transformación. La variedad y complejidad de estas teorías 
feministas11 proporciona un marco para explorar temas y metodología 
interesantes, que se reflejan en las perspectivas particulares de quienes 
hacen investigación feminista.
Como he mencionado anteriormente, el concepto central de la 
epistemología feminista es que la persona que conoce está situada y 
por lo tanto el conocimiento es situado, es decir, refleja las perspectivas 
particulares de la persona que genera conocimiento, mostrando cómo 
es que el género sitúa a las personas que conocen.
 9 Kohlberg, Lawrence. “Stage and secuence: The Cognitive-Development Approach to 
Socialization”, en: David. A. Goslin (comp.) Handbook of Socialization Theory and Research. Chicago, 
Rand McNally, 1969; Kohlberg, Lawrence y Kramer, Rivka. “Continuities and discontinuities in 
child and adult moral development”, en: Human Development, 12, 1969, pp. 93-120.
 10 Gilligan, Carol. In a Different Voice. Psychological Theory and Women´s Development, Cam-
bridge, Harvard University Press, 1982; Gilligan, Carol; Ward, Janie y McLean, Jill (eds.). Mapping 
the Moral Domain, Cambridge, Harvard University Press, 1988. 
 11 Rosser, Sue. “Are there Feminist methodologies appropriate for the natural sciences and 
do they make a difference?”, en: Women’s Studies Int. Forum, vol. 15, núm. 5/6, pp. 535-550, 1992; 
Tuana, Nancy y Tong, Rosemarie (eds.). Feminism and Philosophy. Essential Readings in Theory, Rein-
terpretation and Aplication, Westview Press, Oxford, 1995.
29
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
Partiendo de lo anterior, se considera que existen tres principales 
aproximaciones teóricas12 que en los últimos años han ido atenuando las 
diferencias que las caracterizaban: la teoría del Punto de vista feminista 
que identifica una situación social particular como epistemológicamente 
privilegiada; el posmodernismo feminista que rechaza ese privilegio 
epistémico y enfatiza en cambio la contingencia y la inestabilidad de 
la identidad social de quien conoce, y el empirismo feminista que de-
tecta cuando el posicionamiento genera error y constituye una fuente 
dañina para el avance del conocimiento, con el fin de corregir esos 
prejuicios.
Teoría del Punto de Vista Feminista. Sostiene que el mundo se repre-
senta desde una perspectiva particular situada socialmente, que se basa 
en una posición epistémica privilegiada. Cuestiona las suposiciones 
fundamentales del método científico, sus corolarios de objetividad y 
neutralidad, así como sus implicaciones; pone en duda la utilidad de 
algunas mediciones cuantitativas y cuestiona los métodos que ponen 
distancia entre quien conoce y lo que se conoce, destacando el conoci-
miento situado basado en la experiencia de las mujeres que les permite 
un Punto de vista del mundo distinto.
Las teóricas que apoyan esta postura como Nancy Hartsock, Evelyn 
Fox Keller y Sandra Harding13 sostienen que la vida y condición de las 
 12 Harding, Sandra. The Science, Question in Feminism...; Anderson, Elizabeth. “Feminist 
Epistemology: An Interpretation and a Defense”, Hypatia, 10, 3, 1995, pp. 50-82; Anderson, Eli-
zabeth. “Feminist Epistemology and Philosophy of Science”, en: Stanford Encyclopedia of Philosophy, 
Stanford University, Stanford, CA, 2003. En España y América Latina han trabajado esta temática 
principalmente: Magallón Portolés, Carmen. “Privilegio epistémico, verdad y relaciones de po-
der: un debate sobre la epistemología del feminist standpoint”, en: María José Barral, Carmen 
Magallón, Consuelo Miqueo, María Dolores Sánchez (eds.). Interacciones ciencia y género. Discursos 
y prácticas científicas de mujeres, Editorial Icaria, Barcelona, 1999, pp. 63-80; Pérez Sedeño, Eulalia. 
“Objetividad y valores desde una perspectiva feminista”...; González, Martha, “Epistemología 
Feminista y Práctica Científica”...; Adán, Carme. Feminismo y Conocimiento. De la experiencia de las 
mujeres al Cyborg, Spiralia Ensayo, Coruña, Galicia, 2006; Maffía, Diana. “Epistemología feminista: 
por otra inclusión de lo femenino en la ciencia”...; Blazquez Graf, Norma, El Retorno de las brujas. 
Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia...; Castañeda Salgado, Martha Patricia. 
Metodología de la investigación feminista, CEIICH, UNAM, Fundación Guatemala, México, 2008.
 13 Hartsock, Nancy. “The Feminist standpoint: developing the ground for a specifically fe-
minist historical materialism”, en: Sandra Harding and Merill Hintikka (eds.). Discovering Reality: 
Feminist Perspectives on Epistemology, Metaphysics, Methodology and Philosophy of Science, Dordrecht, 
Reidel, 1983, pp. 283-310; Keller, Evelyn Fox. Reflections on Gender and Science,... New Haven, 
Londres, Yale University Press, 1985; Harding, Sandra. The Science, Question in Feminism, Cornell 
University Press, Ithaca, Nueva York, 1986.
30
NORMA BLAZQUEZ GRAF
mujeres les proporciona una óptica diferente para reconocer la reali-
dad social y, por lo tanto, otra forma de conocer, en la que intervienen 
también la intuición y los afectos.
Esta teoría propone que no hay una localización desde la cual se 
pueda desarrollar el conocimiento libre de valores o prejuicios, pero que 
algunas posiciones son mejores que otras y que el agente epistémico 
ideal no es un sujeto incondicionado, sino un sujeto condicionado por 
experiencias sociales. Dado que las mujeres ocupan muchas posiciones 
en la estructura estratificada por clase socioeconómica, etnia, genera-
ción y preferencia sexual, muchas teóricas de esta propuesta localizan 
la ventaja epistémica en la experiencia productiva y reproductiva cuya 
perspectiva resaltan.14 
Nancy Hartsock explica el Punto de vista feminista, utilizando la 
epistemología marxista para desarrollar una metodología que analiza 
todas las dimensiones de la vida social en términos de los bienes mate-
riales necesarios para sostener la existencia humana, y extiende la idea 
marxista argumentando que se deben usar los ojos de las mujeres para 
exponer al sistema opresivo que permite y requiere que los hombres 
dominen a las mujeres, ya que no todos los puntos de vista de la reali-
dad la reflejan con igual exactitud. Insiste en que no importa la edad, 
etnia, raza, clase o religión, lo relevante es que todas las mujeres hacen 
“trabajo de mujeres” al ser las responsables institucionalmente de pro-
ducir bienes y seres humanos, lo que constituye el Punto de vista desde 
el cual todas las mujeres pueden y deben interpretar la realidad como 
es y como podría ser. La teoría del Punto de vista feminista demanda 
un privilegio epistémico sobre el carácter de las relaciones de género 
y de los fenómenos sociales y psicológicos en los que el género está 
implicado. Varias teorías feministas del Punto de vista consideran que 
la política y la epistemología están vinculadas y que la comprensión 
del conocimiento en su dimensión de acción permite entender su re-
lación con el poder.15 
En este marco, resalta la teoría feministade las relaciones de objeto 
que explica el desarrollo de las características femeninas y masculinas 
en términos de los distintos problemas que enfrentan niñas y niños en 
 14 Hartsock, Nancy, “The Feminist standpoint: developing the ground for a specifically femi-
nist historical materialism”...; Harding, Sandra. “Feminism and Theories of Scientific Knowledge”, 
en: Women: A Cultural Review, 1(1), 1990, pp. 87-98.
 15 El capítulo de Sandra Harding que se incluye en este libro aborda este tema.
31
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
la formación de su identidad durante el proceso de separación de sus 
madres,16 ya que el desarrollo de las identidades de género, basadas 
en las atribuciones socioculturales, lleva a hombres y mujeres a adqui-
rir estilos cognitivos masculinos y femeninos distintos que producen 
prácticas dicotómicas de pensamiento y acción tradicionales que, a su 
vez, refuerzan el sexismo a través de la perpetuación del pensamiento 
categórico que representa a la masculinidad y a la feminidad como 
opuestos, lo femenino como inferior, y la no conformidad con las 
normas de género como desviada. En este contexto, el estilo cognitivo 
masculino es abstracto, teórico, distante emocionalmente, analítico, 
deductivo, cuantitativo, atomista y orientado hacia valores de control 
y dominación. El estilo cognitivo femenino es concreto, práctico, 
comprometido emocionalmente, sintético, intuitivo, cualitativo, rela-
cional y orientado hacia valores de cuidado. Estos estilos cognitivos se 
refuerzan a través de los distintos tipos de labores asignadas a hombres 
y mujeres, en los que los hombres tienen el monopolio de las ciencias 
teóricas, la guerra y las posiciones del poder político y económico que 
se caracterizan por la distancia y el control. Por ello, se propone que el 
estilo cognoscitivo femenino puede superar las dicotomías entre el sujeto 
y el objeto de conocimiento, ya que la ética del cuidado es más fuerte que 
la ética de la dominación. Evelyn Fox Keller17 se basó en los estudios 
de Nancy Chodorow para identificar los prejuicios de género en una 
subestructura emotiva producida por la psicodinámica individual y 
analizar el ideal tradicional de la objetividad científica, el cual se en-
tiende como el ideal del desapego del científico con respecto al objeto 
de estudio, con lo cual planteó una conceptualización alternativa de la 
autonomía, contrastando autonomía estática con lo que llama autono-
mía dinámica, es decir, la habilidad para moverse dentro y fuera de la 
conexión íntima con el mundo. La autonomía dinámica proporciona 
la subestructura emocional para una concepción alternativa de objetivi-
dad: la objetividad dinámica. La persona que conoce caracterizada por 
la objetividad dinámica, en contraste con la que conoce caracterizada 
por la objetividad estática, no busca poder sobre los fenómenos, sino 
que considera la relación entre quien conoce y el fenómeno, así como 
la forma en que los fenómenos mismos son interdependientes.
 16 Chodorow, Nancy. The Reproduction of Mothering. Psychoanalysis and the Sociology of Gender, 
Berkeley, University of California Press, 1978.
 17 Keller, Evelyn Fox. Reflections on Gender and Science...
32
NORMA BLAZQUEZ GRAF
Tanto la teoría del Punto de vista, como la perspectiva psicodiná-
mica, sugieren lo inadecuado del ideal de una subjetividad pura con 
capacidad para registrar el mundo como es en sí mismo. Son ejemplos 
especiales que muestran que la subjetividad está condicionada por la 
posición social e histórica, y que los esfuerzos cognitivos tienen una 
dimensión afectiva.
Estas aproximaciones proponen cambiar el sujeto masculino por un 
sujeto femenino que beneficie tanto a la producción del conocimiento 
como al desarrollo tecnológico. Sin embargo, se les ha criticado porque 
pueden correr el riesgo de caer en posiciones esencialistas desde las que 
se sostiene la existencia de formas de conocer específicamente femeninas 
o masculinas, con el problema de argumentar las ventajas que tiene un 
modo de conocer frente a otro, ya que no siempre hay bases para decidir 
cuál punto de vista tiene el privilegio epistémico. También se discute que 
las mujeres no pueden tener acceso privilegiado para entender su propia 
opresión, ya que ésta adquiere diferentes formas para distintas mujeres, 
dependiendo de su raza, orientación sexual, etnia o edad, por lo que se 
cuestiona la posibilidad de unificar un solo punto de vista de las muje-
res. La alternativa18 es defender el carácter situado del conocimiento 
sin otorgar privilegio epistémico a un tipo particular de situación. Es 
decir, permitir el encuentro de perspectivas distintas con el fin de hacer 
explícitos los compromisos de las distintas situaciones particulares, y 
fomentar la pluralidad de perspectivas y de sujetos condicionados. Se 
hace énfasis en que el conocimiento depende de un punto de vista, y si 
no se puede privilegiar uno solo, entonces se deben incluir múltiples 
posiciones de conocimiento o deben integrarse múltiples perspectivas 
en una.
Posmodernismo feminista. Como hemos visto, los intentos de las fe-
ministas para establecer un solo Punto de vista feminista, desde el cual 
todas las mujeres puedan ver, hablar y conocer, ha tenido muchos retos. 
Las feministas posmodernistas sostienen que la búsqueda de una voz y 
visión de las mujeres es otra forma de pensamiento androcéntrico que 
insiste en decir sólo una verdad o historia acerca de la realidad. Para 
las posmodernistas, ese tipo de investigación no es posible ni deseable. 
No es posible porque las experiencias de las mujeres difieren según la 
 18 Longino, Helen. “Subjects, Power and Knowledge: Description and Prescription in Femi-
nist Phylosophies of Science”, en: Evelyn Fox Keller y Helen Longino (eds.). Feminism and Science. 
Oxford University Press, 1996, pp. 264-279. 
33
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
edad, clase, raza, etnia y cultura, y no es deseable porque lo “único” y 
“verdadero” son mitos que se han utilizado para oscurecer y reprimir 
las diferencias que actualmente caracterizan a las personas.
Para las posmodernistas, la diferencia, es decir, la condición de ser 
excluida, rechazada, marginalizada, no deseada y con desventajas, es un 
estado que permite a las “de afuera”, en este caso las mujeres, criticar las 
normas, valores y prácticas que la cultura dominante busca imponer en 
todas las personas. Por tanto, la diferencia o la otredad, es mucho más 
que una condición inferior o de opresión, es un modo de ser, de pensar 
y de hablar que permite apertura, pluralidad y diversidad.
En el feminismo, las ideas posmodernistas han sido desplegadas 
en contra de las teorías que justifican prácticas sexistas, principalmente 
ideologías que sostienen que las diferencias observadas entre hombres y 
mujeres son naturales y necesarias o que las mujeres tienen una esencia 
que explica y justifica su subordinación, mostrando que el género está 
construido socialmente o discursivamente, que es un efecto de prácticas 
sociales y de sistemas de significado que pueden cambiarse.
El posmodernismo feminista19 hace una crítica al concepto hege-
mónico de “mujer” porque no hay sólo una y porque es un concepto 
esencialista, por lo que propone cambios de perspectiva como estrate-
gia ante la proliferación de teorías producidas por mujeres situadas o 
posicionadas diferencialmente. Se señala que la situación epistémica se 
caracteriza por una pluralidad permanente de perspectivas, en la que 
ninguna puede demandar objetividad, esto es, cambia el conocimiento 
“del Punto de vista”, por el de una “mirada desde aquí ahora”, ya que 
desde esta perspectiva las personas no están completamente atrapa-
das epistémicamente dentro de sus culturas, géneros, razas, etnias o 
cualquier otra identidad, sino que pueden escoger pensar desde otras 
perspectivas, su constitución puede estar cambiando en lugar de per-
manecer estática, y no hay una correspondencia estable entre individuosy perspectivas.
Los dos puntos principales de esta teoría, que son el rechazo a la 
categoría analítica de mujer y la fragmentación infinita de perspectivas, 
 19 Hekman, Susan. Gender and Knowledge. Elements of a Postmodern Feminism, Cambridge, 
Polity Press, 1990; Hekman, Susan. “Reconstituting the subject: feminism, modernism and pos-
modernism”, Hypatia, vol. 6, núm. 2, pp. 44-63, 1991; Haraway, Donna. “Situated Knowledges: 
The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective”, en: Feminist Studies, 
14, núm. 3, 1988, pp. 575-607; Haraway, Donna. Simians, Cyborgs and Women. The Reinvention of 
Nature, Routledge, New York, 1991.
34
NORMA BLAZQUEZ GRAF
son controversiales en la teoría feminista, ya que a esta postura se le ha 
caracterizado en algunas ocasiones como relativista y algunas teóricas 
feministas se preocupan porque al hacer un énfasis excesivo en la di-
ferencia, se puede caer en la desintegración intelectual y política. Por 
tanto, el reto mayor es reconciliar las presiones de la diversidad y las 
diferencias con aquellas de la integración y la comunidad.
Empirismo Feminista. Esta aproximación reafirma la idea de que 
es posible encontrar una perspectiva desde la cual observar y generar 
conocimiento, que puede ser imparcial y racional. Propone que la falta 
de objetividad y la presencia de prejuicios ocurren por fallas humanas 
para seguir apropiadamente el método científico; señala que la buena 
investigación se puede realizar tanto por hombres como por mujeres, 
y que ambos pueden usar la crítica feminista, ahora que se han reve-
lado las fallas en la investigación por los sesgos de género. Desde esta 
perspectiva se acepta que ciertas áreas de la ciencia que tienen que ver 
con el sexo y el género son deformadas por la ideología de género, y se 
sostiene que los métodos de la ciencia no son en sí mismos masculinos 
y que pueden ser usados para corregir los errores producidos por esa 
organización sociocultural de género.
Estas posiciones consideran que la experiencia constituye la mejor 
forma de legitimar nuestras afirmaciones de conocimiento20 y evitan 
la defensa del privilegio epistémico de las mujeres, ya sea como grupo 
oprimido o por tener ciertas formas diferentes de conocer ligadas a su 
naturaleza o a su proceso de individuación y socialización. Proponen 
como alternativa la socialización del conocimiento, es decir, si el sujeto 
de la ciencia falla a la hora de cumplir los estándares de universalidad y 
abstracción requeridos por la dificultad para librarse de las limitaciones 
cognitivas impuestas por su situación particular, la forma de lograr la 
objetividad consiste en asegurar la pluralidad de perspectivas, la expli-
citación de los compromisos derivados de las situaciones particulares y 
la apertura a la crítica. La objetividad se maximiza en la confrontación 
de distintas subjetividades. La fuerza normativa se intenta preservar en 
estos enfoques a través de la articulación del conocimiento como proceso 
y producto social, sometido a los estándares de crítica y legitimación de 
la comunidad científica.
 20 Tuana, Nancy (ed.). Feminism and Science, Indiana University Press, Bloomington and 
Indianapolis, 1989; Longino, Helen. Science as Social Knowledge...; Anderson, Elizabeth, “Feminist 
Epistemology...
35
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
Las feministas empiristas consideran que los valores feministas 
pueden informar legítimamente el cuestionamiento empírico, y que los 
métodos científicos pueden mejorarse a la luz de las demostraciones 
feministas de los prejuicios y sesgos de sexo en los métodos aceptados 
actualmente. Resaltan el papel de los juicios de valor en el cuestiona-
miento empírico riguroso,21 y se preocupan por el impacto de las prác-
ticas sociales relacionadas con el género, la raza, la clase y otras bases de 
la inequidad. Por lo tanto, consideran seriamente los estudios sociales 
e históricos de la ciencia y proponen que los sujetos de conocimiento 
pueden ser comunidades o redes de individuos.
Las feministas empiristas argumentan que la clave es eliminar los 
sesgos, los valores políticos y los factores sociales que pueden influir en 
la investigación sólo por el desplazamiento de la evidencia, de la lógica 
y de cualquier otro factor puramente cognitivo que tienden a llevar a 
las verdaderas teorías, ya que no todos los sesgos son malos epistemo-
lógicamente. Apelan a la tradición pragmática de eliminar la dicotomía 
entre hechos y valores. Si una teoría feminista o sexista es verdadera o 
falsa, dependerá de la investigación empírica informada por normas 
epistémicas, normas que por sí mismas pueden reformarse a la luz de 
las teorías que generan.
Helen Longino22 propone que tratar la subjetividad como variable 
condicionada y el conocimiento como algo afectivamente modulado, 
plantea oportunidades nuevas para entender los fenómenos, recono-
ciendo que las explicaciones que dan cuenta de los procesos estudiados 
se han desarrollado desde posiciones particulares y que reflejan orienta-
ciones afectivas particulares, por lo que podemos aceptar también que 
pueden emerger apreciaciones diferentes a partir de otras posiciones 
con orientaciones emocionales diferentes. Según la autora, lo anterior 
está sujeto al siguiente dilema: lo que se produce como conocimiento 
depende del consenso alcanzado en la comunidad científica. Para que el 
conocimiento cuente como genuino, la comunidad debe ser adecuada-
mente diversa, pero el desarrollo de una idea teórica o de una hipótesis 
hacia algo elaborado suficientemente para ser llamado conocimiento, 
requiere de consenso. Aunque se necesita diversidad en la comunidad, 
 21 Nelson, Lynn Hankinson. Who Knows: From Quine to a Feminist Empiricism, Philadelphia, 
Temple University Press, 1990; Nelson, Lynn Hankinson. “Epistemological Communities”, en: 
Linda Alcoff and Elizabeth Potter (eds.). Feminist Epistemologies, Routledge, New York, 1993.
 22 Longino, Helen. “Subjects, Power, and Knowledge:... 
36
NORMA BLAZQUEZ GRAF
eso no significa que todo vale, sino que todo mundo es considerado 
como igualmente capaz de proporcionar argumentos pertinentes para 
la construcción del conocimiento científico.
Esta perspectiva se ha cuestionado por aceptar un concepto acrítico 
de la experiencia23 a pesar de que las feministas empiristas aceptan el 
carácter cargado de teoría y de valores de la evidencia y, por tanto, la 
revisión crítica de las descripciones de la experiencia a la luz de nuevas 
evidencias, teorías y reflexiones normativas.
También han sido criticadas por sostener ingenuamente que la 
ciencia corregirá, por sí misma, los errores y sesgos de sus teorías sobre 
las mujeres y otros grupos subordinados, sin la ayuda de los valores 
feministas.24 Esto contrasta con la posición actual de aquellas que se au-
todenominan feministas empiristas, quienes argumentan que la ciencia 
no puede proclamar que se obtiene conocimiento objetivo de los seres 
generizados o del mundo social de los géneros, sin incluir activamente 
a las investigadoras feministas como iguales en el proyecto colectivo de 
cuestionar.25 
Tendencias de la epistemología feministra
Las tres aproximaciones teóricas revisadas coinciden cada vez más en 
un pluralismo y rechazan las teorías totalizadoras, así como el proyecto 
epistemológico tradicional de validación de las normas epistémicas 
desde puntos de vista universales, porque niegan que se pueda tener 
ese punto de vista. En el empirismo se presupone un sujeto de conoci-
miento políticamente neutral y no situado, mientras que la teoría del 
Punto de vista y el posmodernismo ofrecen diferentes aproximaciones 
al problema del conocimiento situado, la primera le otorga un privi-
legio epistémico a una situación sobre otras, y la segunda propone un 
relativismo de puntos de vista. La crítica posmodernista, en conjunto 
con la proliferación de puntos de vista diversos de las mujeres (negras, 
indígenas, chicanas, latinas, lesbianas,jóvenes), ha hecho que muchas 
 23 Scott, Joan. “The Evidence of Experience”, en: Critical Inquiry, 17, pp. 773-797, 1991.
 24 Harding, Sandra. The Science, Question in Feminism...; Harding, Sandra. Whose science? 
Whose knowledge?, Ithaca, NY Cornell University Press, 1991.
 25 Longino, Helen, “Subjects, Power, and Knowledge: Description and Prescription in 
Feminist Philosophies of Science”...
37
EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES
teóricas del Punto de vista abandonen la investigación por un solo Punto 
de vista feminista que reclama tener la superioridad epistémica.
Por tanto, la teoría del Punto de vista feminista se ha movido en 
una dirección pluralista que reconoce una multiplicidad de puntos de 
vista situados. Al mismo tiempo, muchas teóricas del Punto de vista 
se han enfocado de manera más aguda en el valor epistémico de las 
experiencias de las mujeres subordinadas. El cambio al pluralismo 
representa una convergencia con las feministas posmodernistas; el 
cambio al pragmatismo y a la experiencia es una convergencia con las 
feministas empiristas.
Las feministas empiristas actualmente enfatizan la centralidad del 
conocimiento situado, la interacción de hechos y valores, la ausencia 
de puntos de vista universales, y la pluralidad de teorías. Estos temas 
convergen con los de las posmodernistas.
No obstante, las diferencias que persisten entre las tres corrientes 
reflejan distintas opciones de herramientas teóricas y distintas concep-
ciones de objetividad. Aunque las posmodernistas tienen tendencias 
relativistas, su escepticismo y el énfasis en la inestabilidad subdetermina 
tanto la postura de objetividad como idea principal y abarcadora o totali-
zadora, como la del relativismo autocontenido, limitado y complaciente. 
Se piensa que la crítica es posible, pero no cualquier forma de crítica, 
sino aquella que permita construir y sintetizar, en lugar de deconstruir 
demandas de conocimiento. En la epistemología empirista feminista 
no se reglamentan por adelantado las posibilidades o lo deseable del 
conocimiento objetivo, lo que se hace es manifestar nuevas interrogan-
tes sobre esta objetividad, que se concibe constituida por relaciones 
críticas y cooperativas entre una pluralidad de investigadores situados 
diferentemente. Para la teoría del Punto de vista, la objetividad pone 
en marcha la responsabilidad, porque implica que el conocer no es un 
acto neutral, de mera representación, sino que por el contrario, es una 
forma de tomar partido por una visión del mundo u otra, con los valores 
y las consecuencias que esto entraña.
Toda la investigación se organiza y conduce a través de relaciones: 
entre quienes investigan, entre quien investiga y lo que se investiga, en-
tre quienes investigan y demás integrantes de la sociedad. Como otras 
formas de relación humana, la generación de conocimientos sucede 
en ambientes de poder social e interpersonal, en sociedades y en un 
mundo ordenado donde el poder se distribuye de manera desigual. En 
este marco es importante explorar el poder social de las personas que 
38
NORMA BLAZQUEZ GRAF
investigan, su poder en el proceso de investigación y su autoridad como 
productoras de conocimiento. La epistemología feminista enfoca y señala 
lo anterior y propone un cambio real en el conocimiento mediante la 
intervención de una perspectiva que favorezca a las mujeres.
39
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? 
ARGUMENTOS EN TORNO A LA CONTROVERSIA 
SOBRE EL PUNTO DE VISTA FEMINISTA1 
Sandra Harding
La teoría feminista del Punto de vista sigue siendo sumamente po-lémica: es ampliamente recomendada en las investigaciones como 
guía y justificación de resultados y sin embargo, también es muy criti-
cada y cuestionada. En este ensayo se argumenta que tres de sus puntos 
de controversia muestran el valor de la teoría del Punto de vista en la 
reflexión y debate de algunos de los problemas que más inquietud pro-
ducen en la vida política e intelectual del Occidente contemporáneo. 
El interés y el diálogo con la teoría del Punto de vista hace posible una 
filosofía de la ciencia socialmente relevante.
La teoría del Punto de vista reapareció en las décadas de los años 
setenta y ochenta del siglo XX, como epistemología feminista, filosofía 
de la ciencia, sociología del conocimiento y metodología feminista.2 Para 
1979 ya contaba con la mirada entusiasta de las ciencias sociales3 donde 
a la larga, aunque no sin controversias, ha sido ampliamente utilizada 
y defendida. En la sociología y la ciencia política es donde ha llegado 
a tener mayor influencia, ya que Dorothy Smith y Nancy Hartsock, dos 
de las primeras autoras en este campo, iniciaron su labor desde dichas 
disciplinas.4 
1Artículo publicado originalmente en 2004 por la revista Hypatia. Journal of Feminist Phi-
losophy, vol. 19, num. 1, pp. 25-47, con el título: “A Socially Relevant Philosophy of Science? 
Resources from Standpoint Theory’s Controversiality”. Agradecemos a la autora el permiso para 
su traducción y reproducción.
 2 Su primera aparición fue como “el Punto de vista del proletariado” en escritos marxistas. 
Véase Jaggar, Alison. Feminist politics and human nature; Rowman y Allenheld, Totowa, NJ, 1983 y 
Jameson, Fredric, “History and class consciousness as an unfinished project” en Rethinking Marxism 
1, 1988, pp. 49-72.
 3 Véase Westcott, Marcia. “Feminist criticism of the social sciences” en Harvard Educational 
Review 49, 1979 pp. 422-430
 4 Smith, Dorothy. The everyday world as problematic: A sociology for women, Northeastern Uni-
versity Press, Boston, 1987; Texts, facts, and femininity: Exploring the relations of ruling, Routledge, 
Nueva York; The conceptual practices of power: A feminist sociology of knowledge, Northeastern University 
40
SANDRA HARDING
También han estado involucradas con esta teoría varias feminis-
tas que, dentro de las ciencias naturales, trabajan temas del Punto de 
vista durante casi dos décadas.5 Sin embargo, el proyecto de la teoría 
del Punto de vista sigue siendo marginal con respecto a la corriente 
principal de la filosofía de la ciencia pospositivista y, de manera más 
general, en el campo de los estudios de la ciencia.6 Lo anterior es es-
pecialmente interesante porque una de sus innovaciones conceptuales 
centrales consiste en describir y determinar la práctica de desafiar el 
núcleo cognitivo y técnico de las ciencias naturales y de sus filosofías, 
como lo ha señalado Fredric Jameson,7 entre otros. Este paso es algo que 
la mayoría de los proyectos teóricos de otros movimientos de liberación 
habían evitado. Además, tiene afinidades significativas con la filosofía 
de la ciencia pospositivista y con los estudios de la ciencia poskuhnianos 
que la ignoran.8 
Press, Boston, 1990, y Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground for a 
specifically feminist historical materialism” en: Sandra Harding y Merrill Hintikka. Discovering 
reality: Feminist perspectives on epistemology, methodology, metaphysics, and philosophy of science, Kluwer 
Academic Publishers, Dordrecht, Holanda [1983] 2003.
 5 Véase, por ejemplo, Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy of the 
body politic” partes 1 y 2 en Primate visions: Gender, Race, and nature in the world of modern science, 
Routledge, Nueva York, 1978; “In the begining was the word: The genesis of biological theory” en: 
Signs. Journal of Women in Culture and Society, 6 (3), 1981, pp. 469-481; “We think, therefore we are” 
en: The Women’s Review of Books 1 (2), 1983, pp. 3-5; “Situated knowledges: The science question 
in feminism and the privilege of partial perspectives” en: Simians, cyborgs and women, Routledge, 
Nueva York, 1991; Harding, Sandra. The science question in feminism, Cornell University Press, Ithaca, 
Nueva York, 1986; Whose science? Whose knowledge? Thinking from women’s lives, Cornell University 
Press, Ithaca, Nueva York, 1991; Is science multicultural? Postcolonialisms, feminisms, and epistemologies,Indiana University Press, Bloomington, 1998; Harding, Sandra y Hintikka, Merrill. Discovering 
reality…; Rose, Hilary. “Hand, brain, and heart: a feminist epistemology for the natural sciences”, 
en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 9 (1), 1983 pp. 73-90; “Is a feminist science pos-
sible?” en: Love, power, knowledge: Toward a feminist transformation of the sciences, Indiana University 
Press, Bloomington, 1984; Wylie, Alison. “The philosophy of ambivalence: Sandra Harding on 
‘The Science Question in Feminism’”, en: Canadian Journal of Philosophy, Supplementary, vol. 13, 
1987, pp. 59-73; “Why standpoint matters”, en: Robert Figueroa y Sandra Harding, Science and 
other cultures: Issues in the philosophies of science and technology, Routledge, Nueva York, 2003; Wylie, 
Alison y Okruhlik, Kathleen. “Philosophical feminism: Challenges to science”, en: Resources for 
Feminist Research, 16, 1987, pp. 12-15.
 6 Véase Rouse, Joseph. “Feminism and the social construction of scientific knowledge”, en: 
Lynn Hankinson Nelson y Jack Nelson; Feminism, science, and philosophy of science, Kluwer Academic 
Publishers, Dordrecht, Holanda, 1996 y Alison Wylie, “Why standpoint matters”.
 7 Jameson, Fredric. “History and class consciousness…” pp. 49-72.
 8 Véase Elam, Mark y Juhlin, Oskar. “When Harry met Sandra: An alternative engage-
ment after the science wars”, en: Science as Culture, 7 (1), 1998, pp. 95-109; Haraway, Donna. 
41
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
Los proyectos del Punto de vista se involucran de forma crítica 
con las ciencias naturales de dos maneras: algunos describen la forma 
en que determinadas ciencias, como la primatología9 o la biología10 
constituyeron sus hipótesis y sus métodos para satisfacer las necesidades 
sexistas y androcéntricas (con frecuencia también racistas y eurocéntricas) 
de los grupos sociales dominantes lo que ha dado como consecuencia 
descripciones parciales y tergiversadas de las regularidades de la natu-
raleza y sus tendencias causales subyacentes, mostrando rasgos ocultos 
de las formas de pensar dominantes. Éstos y otros proyectos también 
analizaron de manera directa la inadecuación de los estándares científi-
cos para lograr la objetividad o el buen método y cómo la plausibilidad 
de esos estándares sigue manteniéndose hasta la fecha.11 La teoría del 
Punto de vista afirma que algunos tipos de ubicación social y de luchas 
políticas impulsan el desarrollo del conocimiento opuesto a la visión 
dominante que afirma que la política y la posición en relación con la 
situación local sólo bloquean la indagación científica. Como respuesta 
a esta teoría, se esperaría el ataque sistemático combinado con una in-
diferencia total y con la falta de compromiso, lo cual ha sido la reacción 
más característica de los autoproclamados filósofos pospositivistas de 
la ciencia y de los estudiosos de la ciencia, aunque, desde luego, con 
importantes excepciones.
Ciertamente, el resto de la filosofía feminista también ha tenido un 
modesto impacto sobre la filosofía de la ciencia, aunque es demasiado 
pronto para saber si algunos esfuerzos recientes para vincular los análisis 
Modest_witness@second_millenium: Femaleman_meets_Oncomouse Routledge, Nueva York, 1997, pp. 
35-39; Harding, Sandra. The feminist standpoint theory reader: Intellectual and political controversies, 
Routledge, Nueva York, 2003; Rouse, Joseph. “Feminism and the social construction…” y Wylie, 
Alison. “Why standpoint…”
 9 Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy…” y Primate visions: Gender, 
race, and nature in the world of modern science, Routledge, Nueva York, 1989.
 10 Rose, Hilary. “Hand, brain and heart...”
 11 Véase Harding, Sandra. “Rethinking standpoint epistemology: What is ‘strong objecti-
vity’?”, en: Linda Alcoff y Elizabeth Potter, Feminist epistemologies, Routledge, Nueva York, 1992, y 
Keller, Evelyn Fox. Reflections on gender and science, Yale University Press, New Haven, 1984. 
La mayoría de las autoras mencionadas declara abiertamente que su enfoque es el de la 
teoría del Punto de vista, pero otros (véase Keller, Reflections on gender...) lo utilizan de facto sin teo-
rizar que lo estaban haciendo en este camino, véase, por ejemplo, Braidotti, Rosi, Charkiewicz, 
Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the environment, and sustainable development, Zed 
Books, Atlantic Highlands, 1994, y Haraway, Donna. Primate visions…
Alison Wylie se ha comprometido constantemente con el pensamiento del Punto de vista y ha 
contribuido a conformarlo (“The philosophy of ambivalence…” y “Why standpoint matters”).
42
SANDRA HARDING
feministas con la filosofía de la ciencia podrán modificar esa situación.12 
Más aún, la filosofía de la ciencia y los estudios de la ciencia también 
se han resistido a involucrarse con los desafíos surgidos del análisis de 
los efectos de otro tipo de contexto social sobre el núcleo cognitivo y 
técnico de las ciencias naturales, como los generados por proyectos 
anticlasistas, antirracistas, multiculturales y antimperialistas.13 Así, las 
filosofías feministas de la ciencia representan una cruzada contra la 
visión desde ninguna parte a través de la cual las filosofías de la ciencia 
convencionales han afirmado su legitimidad.
El vigor y el tono abiertamente emocional en muchas críticas a la 
teoría del Punto de vista invitan a reflexionar. El planteamiento parece 
funcionar como un pararrayos para llevar al ámbito público la discusión 
tanto de las fortalezas como de las limitaciones de las filosofías e historias 
de las ciencias naturales convencionales. La teoría del Punto de vista se 
avoca a las preocupaciones de nuestra época, mismas que pueden verse 
articuladas en las guerras culturales, incluyendo sus disputas científicas, y 
en reacciones al feminismo, a los proyectos de base racial y étnica pro-
democráticos y a proyectos antimperialistas y anticoloniales.14 Al mismo 
tiempo, es percibida por sus críticos no sólo como una epistemología 
más, una filosofía de la ciencia o como una sociología del conocimiento 
o como recomendaciones técnico metodológicas, sino como un peligro 
para el feminismo y hasta para la civilización occidental.15 Además, resulta 
combativa no sólo para sus críticos fuera del feminismo, sino también 
para críticas feministas16 e incluso entre sus defensoras.17 En este pa-
 12 Véase Harding, Sandra. “The feminist standpoint theory reader…”; Lynn Hankinson, 
Nelson. “Feminism and science” en: Synthese. An International Journal for epistemology, Methodology 
and Philosophy of Science, 104 (3), 1995; Lynn Hankinson, Nelson y Nelson, Jack. Feminism, science, 
and the philosophy of science, Kluwer Academic, Dordrecht, Holanda, 1996.
 13 Véase Figueroa, Robert y Harding, Sandra. Science and other cultures…; Harding, Sandra. 
Is science multicultural?...; Hess, David. Science and technology in a multicultural world: The cultural 
politics of facts and artifacts, Columbia University Press, Nueva York, 1995.
 14 Véase Gross, Paul y Levitt, Norman. Higher superstition: The academic left and its quarrels with 
science, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1994; Ross Andrew (ed.). Science wars, Duke 
University Press, Durham, 1996.
 15 Véase, por ejemplo, Gross, Paul y Norman, Levitt. Higher superstition…
 16 Walby, Sylvia. “Against epistemological chasms: The science question in feminism revisi-
ted”, en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 26 (2), 2001, pp. 485-510.
 17 Hekman, Susan. “Truth and method: Feminist standpoint theory revisited”, en: Signs. 
Journal of Women in Culture and Society, 22 (2), 1997 pp. 341-365; Longino, Helen. “Feminist stand-
point theory and the problems of knowledge”, en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 
19 (1), 1993, pp. 201-212.
43
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
norama de rápido movimiento en torno a la reflexión feminista acerca 
de las teorías, las prácticas y las consecuenciassobre la investigación y la 
academia, son pocos los análisis que no han sido desafiados en el campo 
—no digamos fuera de él. Alison Wylie18 observa que, a pesar de todo 
la teoría del Punto de vista ha logrado alcanzar cierto renombre:
La teoría del Punto de vista puede considerarse como una de las teorías 
más combativas que se hayan propuesto y debatido en los 25 a 30 años de 
historia de la segunda ola del pensamiento feminista sobre la ciencia y el 
conocimiento. Tanto sus partidarios como sus críticos están en vehemente 
desacuerdo acerca de su linaje, su estatus como teoría y, en particular, acerca 
de su relevancia para el pensamiento actual sobre el conocimiento.19 
Muchas personas sostendrían que tal reputación perjudica la posibili-
dad de que los abordajes del Punto de vista aporten recursos a la filosofía 
de la ciencia, y así se condena a estos proyectos feministas a continuar 
siendo marginales respecto de la filosofía. Algunas piensan que para 
provocar tantas críticas, la teoría del Punto de vista debe contener fallas 
profundas, sin darse cuenta de los beneficios de su amplio uso en pro-
yectos de investigación en ciencias naturales y sociales. Además, algunas 
críticas planteadas en relación con sus formulaciones abstractas pueden 
desaparecer (no necesariamente) en su utilización actual en la investiga-
ción. Esto es notable en el caso de las perennes acusaciones que se le hacen 
de esencialismo y relativismo, dos de las críticas más persistentes de los 
filósofos. Finalmente, para algunos filósofos el debate público en torno a 
un proyecto filosófico es en sí un demérito para el proyecto mismo. Esta 
pertinencia caracteriza al proyecto como no realmente filosófico. Según 
esta posición, los asuntos de la filosofía de la ciencia no deberían y en 
verdad no podrían resolverse en una corte de opinión pública.
No obstante, hay otra manera de examinar la continua polémica 
de las afirmaciones de la teoría del Punto de vista. Argumentaré que, 
contrariamente a las objeciones de su controversialidad, la persistente 
capacidad de sus tesis centrales para provocar reflexión y debate es en sí 
un recurso importante para la filosofía de la ciencia por dos razones. Pri-
mero, porque la teoría del Punto de vista no toma por principio ninguna 
de las opciones centrales que plantea el posmodernismo, especialmente 
 18 Wylie, Alison. “Why standpoint matters…”.
 19 Wylie, Alison. “Why standpoint matters…” p. 27.
44
SANDRA HARDING
para la ciencia moderna y su filosofía, ejemplo por excelencia de los 
logros de la modernidad. Más bien, negocia continuamente entre ellas y 
trata de redireccionar algunas de las fuerzas y tendencias más poderosas 
de los proyectos modernos y posmodernos.20 En segundo lugar, porque 
la naturaleza y las implicaciones de esa acción requieren de un examen 
y una reflexión lo más extensa posible generadas por un grupo amplio 
y diverso de integrantes que se interesen en la sociedad. De este modo 
la formulación de la teoría del Punto de vista ha conseguido suscitar el 
debate y la reflexión de una gama asombrosamente variada de proyectos 
intelectuales y políticos.21 Al repensar el legado intelectual y político 
occidental y su lugar en el mundo de hoy, es claro que esa discusión es 
necesaria para aclarar qué es lo que está en juego y para quién.
Una última nota preliminar: ¿existe una tensión entre mis intereses 
en el valor positivo de la polémica de la teoría del Punto de vista por un 
lado, y mi preocupación por presentar sus argumentos como razonables, 
más razonables en el fondo que las interpretaciones hechas por otras 
personas sobre sus afirmaciones? Opino que no. Siempre es tentador 
creer que las afirmaciones de la teoría del Punto de vista se pueden 
derrotar demostrando que son falsas o absurdas, estrategia empleada 
por varios de sus críticos.
 20 Esto no significa negar que autoras de la teoría del Punto de vista han tomado partido 
en los debates del modernismo contra el posmodernismo; por ejemplo Nancy Hartsock ha de-
fendido el modernismo, y Donna Haraway ha criticado esas tendencias en proyectos del Punto 
de vista. Lo que quiero decir es más bien que la teoría misma, en sus compromisos y proyectos 
fundamentales, negocia entre estos dos poderosos movimientos contemporáneos. Varias observa-
doras han insinuado este punto. Véase, por ejemplo, Bracke, Sarah y Puig de la Bellacasa, María 
(2004) “Building standpoints, en Sandra Harding The feminist standpoint theory reader...; Hartsock, 
Nancy. “The feminist standpoint revisited”..., en: The feminist standpoint and other essays, Westview 
Press, Boulder, Colorado, 1998; Haraway, Donna. “We think, therefore…”; Hirschmann, Nancy. 
“Feminist standpoint as postmodern strategy” en: Sally Kenney y Helen Kinsella, Politics and feminist 
standpoint theories, The Haworth Press, Nueva York, 1997.
 21 Otros filósofos de la ciencia feministas han hecho observaciones similares. Por ejemplo 
Joseph Rouse denuncia que la preocupación por atacar o defender al positivismo impide a los 
filósofos de la ciencia dialogar con importantes direcciones nuevas en los estudios de la ciencia 
introducidas por estudios feministas y culturales de la ciencia, aumentando así la irrelevancia de 
ese campo para el modo como la ciencia funciona en el mundo. Joseph, Rouse. “Feminism and the 
social construction…”. Yo agregaría que, además, la preocupación por el positivismo impide ver 
nuevas comprensiones importantes desarrolladas por los estudios multiculturales y poscoloniales 
de la ciencia y la tecnología. Véase Harding, Sandra. Is science multicultural?... y Hess, David. Science 
and technology in a multicultural world… Desde luego, otros tipos de proyectos de ciencia feminista 
y filosofía de la ciencia siguen haciendo contribuciones valiosas a las vidas de las mujeres y a su 
comprensión de la ciencia. Mi argumentación se limita a identificar las virtudes para la filosofía de 
la ciencia de los tipos de controversia que la teoría del Punto de vista parece incapaz de evitar.
45
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
En general están en lo correcto al decir que las lecturas de la teoría 
del Punto de vista que han adoptado no son plausibles ni razonables y 
sus críticas han sido ampliamente conocidas por mucho tiempo,22 sin 
embargo, la controversia en torno a la teoría no habría durado tres dé-
cadas si esos críticos estuvieran en lo cierto al pensar que al mostrar las 
deficiencias de su propia lectura de la teoría habían logrado demostrar 
que la teoría no tenía ningún valor. Más allá de esta visión, la persisten-
cia de la polémica indica, por lo contrario, puntos fuertes y poderosos 
de esta teoría que esas interpretaciones no han logrado identificar o 
confrontar. Son los estudios más plausibles y razonables los que verdade-
ramente causan preocupación y entran en conflicto con otras creencias y 
supuestos profundamente arraigados y que habíamos pensado como los 
únicos plausibles y razonables. Los estudios más razonables de la teoría 
del Punto de vista son los que articulan dilemas éticos y epistemológicos 
significativos de nuestro tiempo, por no hablar de algunos de los más 
importantes retos políticos. La articulación con estos aspectos de la teoría 
del Punto de vista es lo que puede dar relevancia social a la filosofía de 
la ciencia, tal y como lo argumento en este ensayo.
Es arriesgado tratar de resumir un proyecto que ha resultado tan 
debatido, incluso entre sus partidarias. Sin embargo, en la sección que 
sigue esbozo brevemente una lectura sensata (espero) de los principales 
temas de la teoría del Punto de vista para quienes no estén familiarizados 
con él.23 En la sección final se identifican tres puntos de controversia 
distintos y valiosos, enfocados en las ciencias naturales o particularmente 
 22 Ejemplos y discusiones de muchas de esas críticas pueden encontrarse en Harding, Sandra. 
“Introduction: Standpoint Theory as a Site of Political, Philosophic, and ScientificDebate”. En: 
Harding, Sandra (Ed.). The Feminist Standpoint Theory Reader. Routlegde, 2004, pp. 1-15.
 23 Dorothy Smith ha señalado que los resúmenes generales de la teoría del Punto de vista, 
como los que he hecho en otras partes y haré aquí, tienden a ocultar los diálogos disciplinarios 
particulares en los que fue desarrollada tanto por sociólogos como por teóricos políticos y pensa-
dores de otras disciplinas. Dorothy Smith “Comment on Hekman’s ‘Truth and method: Feminist 
standpoint theory revisited’” en Signs. Journal of Women in Culture and Society, 22 (2), 1997, pp. 392-
398. Estoy de acuerdo con ella en esto. Los proyectos del Punto de vista son críticos respecto de 
las prácticas de poder conceptuales (Dorothy Smith, The conceptual practices of power...), y esas prácticas 
son específicas de cada disciplina, sin embargo hay buenas razones para pensar sobre el conjunto 
de esos proyectos, como propongo aquí. Con todo, las y los lectores deben tomar en cuenta los 
contextos específicos disciplinarios (así como de política pública) que llevaron a Smith, Hartsock, 
Collins y Haraway entre otras, a preocupaciones claramente relacionadas con el Punto de vista y 
que contribuyen a los desacuerdos entre teóricos del Punto de vista. Hartsock, Nancy. “The femi-
nist standpoint: Developing the ground…”; Hill Collins, Patricia. Black feminist thought: Knowledge, 
consciousness and the politics of empowerment, Routledge, Nueva York, 1991/1999.
46
SANDRA HARDING
relevantes para ellas, generados por esfuerzos de teóricas del Punto de vis-
ta para negociar entre compromisos modernistas y sus críticos. Me refiero 
a las cuestiones de lo que significa expandir las preocupaciones legítimas 
de la filosofía hasta llegar a una clase de lógica del descubrimiento, sobre 
cuál es la naturaleza y el papel de la conciencia grupal en la producción 
de conocimiento, y cuál puede ser una forma válida de construccionismo 
social para las ciencias naturales y sus filosofías. Ciertamente, no son és-
tos los únicos aspectos de la teoría del Punto de vista considerados como 
polémicos, pero son los especialmente pertinentes en cuanto a la relación 
entre las filosofías de la ciencia y el mundo en el que funcionan las ciencias 
modernas, sus filosofías y sus críticas posmodernas.
Teoría del Punto de vista: algunos temas centrales
El movimiento de las mujeres necesitaba conocimiento que fuera para 
las mujeres. Por mucho tiempo las mujeres habían sido objeto de los 
proyectos de conocimiento de otros. Sin embargo, las disciplinas de 
investigación y las políticas públicas que dependían de ellos no admi-
tían marcos conceptuales en los que las mujeres como grupo pasaran 
a ser sujetos o autoras del conocimiento; los hablantes implícitos de las 
frases científicas nunca eran mujeres,24 sino supuestamente humanos 
genéricos, lo que significaba hombres o incluso, como lo expresó bri-
llantemente Donna Haraway, la ciencia debía ejecutar el truco de Dios 
de hablar con autoridad acerca de todo en el mundo desde ningún 
lugar social en particular ni desde ninguna perspectiva humana.25 Sin 
embargo, las feministas hicieron notar que tales marcos conceptuales de 
las disciplinas y las políticas públicas nunca alcanzaban tal perspectiva 
transcultural: era evidente que representaban intereses y preocupaciones 
sociales fáciles de identificar y muy rara vez eran las de las mujeres; peor 
aún, esos marcos conceptuales con frecuencia representaban intereses 
contrarios a los de las mujeres.
Este tipo particular de especificidad cultural aseguraba la igno-
rancia y el error sistemáticos no sólo acerca de las vidas de las mujeres, 
 24 He presentado panoramas similares a éste en una serie de trabajos, el más reciente de los 
cuales es la introducción a Harding Sandra. “Introduction: Standpoint Theory as a Site of Political, 
Philosophic, and Scientific Debate”...
 25 Haraway, Donna. Primate visions…
47
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
sino también sobre las vidas de los hombres en toda su diversidad y 
sobre cómo funcionan las relaciones de género en cualquier sociedad 
concreta. En las descripciones dominantes quedaba en el misterio a 
través de cuáles procesos las opciones de vida de las mujeres llegaron 
a ser tan restringidas, aunque de manera diferente para las diferentes 
clases, razas, sexualidades, culturas y épocas históricas. ¿Cómo fue que 
la violencia contra las mujeres, en todas las clases y las razas de nuestra 
moderna sociedad occidental —generalmente cometida por hombres 
de sus propios grupos sociales en los que supuestamente las mujeres 
podían confiar— llegó a ser persistentemente interpretada por los 
sistemas legales como algo que las mujeres “se buscan” y que cometen 
“hombres anormales”? ¿Cómo es que dos jornadas de trabajo, una de 
ellas no remunerada, era considerada normal y deseable para las mu-
jeres pero no para los hombres? ¿Cómo es posible que las mujeres que 
estaban pasando por acontecimientos biológicos tan evidentes en la vida 
como la menstruación, el parto y la menopausia fueran tratadas por los 
médicos como si estuvieran enfermas? ¿Qué procesos sociales hicieron 
sostenible la creencia de que las mujeres no hicieron contribuciones a 
la evolución humana?
El remedio que proponían esos teóricos era negarse a emprender el 
pensamiento o la investigación partiendo de los marcos conceptuales de las 
disciplinas o de las instituciones públicas a las que esas disciplinas sirven. 
El trabajo feminista más innovador ha partido más bien de experiencias, 
vidas o actividades de mujeres, particulares y culturalmente específicas y 
en algunos casos de los diversos discursos feministas de su momento. Esos 
proyectos no se proponían terminar en etnografías de los mundos de las 
mujeres, aunque a veces la producción de descripciones de ese tipo fue 
un paso preliminar necesario. Más bien lo que las mujeres necesitaban 
era comprender las prácticas conceptuales de las instituciones domi-
nantes que organizaban, mantenían y hacían aparecer como natural y 
deseable la explotación de las mujeres. Gobernar, en nuestras sociedades 
burocráticas de la modernidad tardía, está siempre mediado por textos: 
principios, reglas, procedimientos requeridos, entre otros. Las prácticas 
conceptuales son un instrumento del gobierno en las sociedades de 
cualquier tipo, pero en nuestras sociedades burocráticas los textos han 
ascendido a un papel mucho más central.
De este modo se entendía que buena parte de la investigación femi-
nista temprana estudiaba hacia arriba, concentrándose en la explicación 
de las instituciones sociales dominantes y sus respectivas ideologías en 
48
SANDRA HARDING
lugar de estudiar hacia abajo y tratar de explicar la vida de los grupos 
marginados.26 Ésta es una diferencia importante entre el perspectivismo y 
la teoría del Punto de vista. Más tarde se emprendió el estudio detallado 
del modo en que las instituciones dominantes, incluyendo las investiga-
ciones y las disciplinas académicas, sus culturas y prácticas, organizan y 
desechan las explicaciones de los diversos modos de opresión y domi-
nación de las mujeres. Considerando que las mujeres siempre han sido 
objeto de observación y explicación en sociología, psicología, economía, 
ciencias políticas, antropología, biología e incluso filosofía, buena parte 
de la investigación feminista fue considerada como parte de la teoría 
crítica posmarxista, tendiente a desvelar las estrategias ideológicas uti-
lizadas para diseñar y justificar el sistema sexo-género, como lo denominó 
Gayle Rubin.27 Ese proyecto de estudiar hacia arriba distingue a la teoría 
del Punto de vista de la mera investigación etnográfica.28 
Los proyectos de este tipo requieren tanto ciencia como política, 
como lo señaló Hartsock.29 En cuanto a la ciencia, los proyectos debían 
ver debajo o detrás de las ideologías sexistas y androcéntricas dominan-
tes que conformaban la vida de todos, con el objeto de identificar los 
hechos dela vida cotidiana de las mujeres. Las afirmaciones falsas de 
los grupos dominantes parecían “hacerse realidad” a medida que esos 
grupos dominantes rediseñaban las relaciones sociales para ajustarlas 
a su visión de una sociedad ideal. Así, las mujeres parecían ser natural-
mente irracionales cuando se les negaba la educación, el empleo y la 
 26 Los gobernantes están arriba, en la cúspide de una estructura socioeconómica jerárquica, y 
los gobernados están abajo, en la parte más baja en términos de poder social, económico y político, 
en esa jerga familiar de la investigación social prodemocrática. Así, estudiar hacia arriba es tratar de 
explicar cómo funciona la estructura social de una sociedad, en lugar de tratar de explicar el compor-
tamiento y las creencias de sus integrantes con menos poder, como lo han hecho habitualmente las 
ciencias sociales convencionales. Esos proyectos tienden a ser críticos y prodemocráticos porque 
los poderosos generalmente piensan que su acumulación de placeres, privilegios y riquezas econó-
micas, sociales y políticas no requieren de ninguna explicación por parte de las ciencias sociales 
y, ciertamente, ninguna crítica.
 27 Rubin, Gayle. “The traffic in women: Notes on the ‘political economy’ of sex”, en: Rapp 
Rayna Reiter, Toward an anthropology of women, Monthly Review Press, Nueva York, 1975.
 28 O más bien del trabajo etnográfico que estudia hacia abajo, porque algunos proyectos de 
Punto de vista han producido lo que podría entenderse como etnografías críticas de instituciones 
(incluyendo disciplinas de investigación). Dorothy Smith es una de las principales practicantes de 
este tipo de etnografía crítica institucional. Smith, Dorothy. “Comment on Hekman’s ‘Truth and 
method…; Texts, facts, and femininity…; The conceptual practices of power… y “The ruling relations” en: 
Writing the social: Critique, theory, and investigations, University of Toronto Press, Toronto, 1999.
 29 Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground…”.
49
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
participación en la vida pública de que gozaban sus hermanos varones. 
A las mujeres blancas económicamente privilegiadas se las hacía ver 
como físicamente débiles y se las desalentaba para desarrollar tanto su 
capacidad deportiva como trabajos físicamente exigentes.
Sin embargo tales ciencias no podían existir sin luchas políticas. La 
política era necesaria para crear la posibilidad de construir diferentes 
formas de conciencia grupal colectiva de las mujeres que permitiera 
a mujeres de todas las clases, razas, orientaciones sexuales y posicio-
nes culturales, identificar, evaluar y emprender las investigaciones de 
cualquier índole que las ayudaran a ver cómo acabar con las formas 
culturalmente diferenciadas de su opresión sexista. De esta forma, la 
política fue conceptualizada como parte del método de investigación, 
en un sentido amplio del término como se examinará más adelante.30 
Por supuesto, también la lucha política era necesaria si las mujeres que-
rían tener acceso a los medios con los cuales realizar esa investigación: 
capacitación para investigar, empleo en instituciones de investigación, 
respaldo económico tanto de la investigación como de la publicación. Las 
teóricas del Punto de vista sostienen que no necesitamos —y de hecho no 
debemos— escoger entre buena política y buena ciencia, porque la primera 
puede —al menos en algunos casos— producir la segunda y la segun-
da requiere —al menos en algunos casos— la primera. La teoría del 
Punto de vista desplaza la cuestión de cómo eliminar la política de la 
ciencia a dos interrogantes diferentes: cuáles políticas favorecen y cuáles 
obstruyen el desarrollo del conocimiento, y para quiénes (qué grupos) 
tales políticas favorecen u obstruyen el conocimiento.31 
 30 Hill Collins, Patricia. Black feminist thought…; Jameson, Fredric. “History and class conscious-
ness…”; Smith, Dorothy. The everyday world as problematic… y The conceptual practices of power…
Por supuesto, el feminismo no es el único movimiento social que participa abiertamente en 
luchas políticas como parte de sus métodos de investigación; el movimiento ambientalista y el movi-
miento de los homosexuales por la salud son ejemplos de muchos otros casos en los que el activismo 
social no sólo es necesario para crear las condiciones necesarias para proyectos de investigación 
particulares sino que él mismo genera nuevas comprensiones de fenómenos de interés. Muchos 
de los historiadores, sociólogos y etnógrafos de los estudios de la ciencia señalan vinculaciones 
intrínsecas similares entre nuevos tipos de proyectos de ciencia y nuevos movimientos sociales. Ver 
Latour, Bruno, The pasteurization of France, Harvard University Press, Cambridge, 1988, y Shapin, 
Steven y Schaffer, Simon. Leviathan and the air-pump: Hobbes, Boyle, and the experimental life, Princeton 
University Press, Princeton, 1985.
 31 El Punto de vista ha llegado a ser usado como un término técnico que subraya la política y 
la ciencia necesarias para lograr la conciencia de grupo a través de la cual es posible alcanzar com-
prensiones distintivas de la naturaleza y de las relaciones sociales y a la vez, en el uso coloquial, como 
sinónimo de posición o perspectiva para hacer referencia tanto a perspectivas dominantes como a 
50
SANDRA HARDING
Las pruebas que respaldan tales afirmaciones estaban apareciendo 
en esa época con la creciente documentación de los resultados sexistas 
y androcéntricos de investigaciones en biología, ciencias sociales y 
políticas públicas. Las feministas no estaban interesadas solamente en 
explicar cómo operaban las ciencias dejando inalterados sus proyec-
tos y prácticas como ocurría con las nuevas sociologías e historias de 
la ciencia así como con las filosofías de la ciencia tanto tradicionales 
como pospositivistas. En cambio, se proponían modificar la práctica 
científica y producir investigaciones más exitosas tanto teórica como 
empíricamente. La nueva investigación era necesaria para las luchas de 
la agenda pública de las feministas por igual salario y protección legal 
en el trabajo, por el fin de la violencia contra las mujeres, por atención 
más informada a los problemas de salud y reproducción de las mujeres, 
por apoyo estatal para las amas de casa, por tratamiento equitativo 
para las mujeres y sus hijos después del divorcio, y por muchos otros 
cambios sociales deseables. Además, cuando las críticas feministas de 
las políticas de desarrollo del primer mundo sobre el tercer mundo 
empezaron a examinar las consecuencias destructivas de la imposición 
al tercer mundo de supuestos y prácticas científicos y tecnológicos del 
primer mundo se vio claramente que si las ciencias debían hablar tam-
bién por (aproximadamente) el 70 por ciento del mundo: las mujeres, 
los niños y los hombres política y económicamente más vulnerables; 
hacían falta cambios mucho más profundos y amplios en las prácticas 
científicas y en las filosofías de la ciencia.32 
He venido tratando de distinguir la teoría del Punto de vista del 
perspectivismo, con el que a menudo suele ser confundida. En este 
sentido, hay cuatro puntos relacionados que muestran el carácter in-
novador de esta teoría. Primero, como ya se ha indicado, su objetivo 
es estudiar hacia arriba; no está interesada en expresar la perspectiva 
de las mujeres o de cualquier otro grupo marginado sobre las vidas 
de los miembros del grupo, aunque con frecuencia hacerlo es un paso 
las de grupos oprimidos. Las autoras a veces emplean el término en esta forma, aun cuando tam-
bién insisten en la importancia de la ciencia y la política en las luchas de los grupos oprimidos por 
comprender la naturaleza y las relaciones sociales. Esto es innecesariamente confuso. Aun cuando 
el término tiene ese doble uso incluso en la tradición marxista en la que se originó, yo continuaré 
usándolo aquí en el sentido restringido, técnico, antes indicado.
 32 Véase Braidotti, Rosi,Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the 
environment, and sustainable development…
51
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
importante en su proceso, más bien, intenta ambiciosamente trazar el 
mapa de las prácticas del poder, de las maneras en que las instituciones 
dominantes y sus marcos conceptuales crean y mantienen relaciones 
sociales opresivas. Segundo, lo hace ubicando un dato nuevo para la 
comprensión de cómo funciona una estructura social jerárquica en 
cualquier desventaja o forma de opresión material y política; de este 
modo, Patricia Hill Collins33 muestra cómo la sociología, al etiquetar 
las vidas de las mujeres negras como anormales permite culpar a las 
propias mujeres negras de sus condiciones de vida en lugar de colocar 
el problema en la estructura racista y sexista.34 Dorothy Smith y Nancy 
Hartsock35 exhiben en diferentes formas cómo a las mujeres se les asigna 
la responsabilidad de la vida cotidiana, de tal modo que los sociólogos 
y los teóricos políticos califican como natural el trabajo doméstico y el 
cuidado de los niños, exaltando con eso las actividades de los hombres 
como las únicas realizaciones distintivamente humanas. Tercero, para 
identificar tales características de la penetración de la teoría del Punto 
de vista no basta con registrar lo que dicen o creen las mujeres o los 
miembros del grupo oprimido. Los grupos oprimidos a menudo creen 
en las representaciones distorsionadas de las relaciones sociales que pro-
ducen los grupos dominantes, pero podemos cambiar de opinión sobre 
cómo fueron nuestras experiencias o cómo queremos pensar sobre ellas. 
Además, el enfoque del Punto de vista puede producir esa comprensión 
aun cuando no tengamos acceso a los informes en primera persona de 
los que viven esas vidas, punto de partida de la investigación (mediante 
el uso de documentos históricos de campesinos o de otras actividades 
subalternas, datos censales, etc.), por lo tanto, no es posible privilegiar 
automáticamente las perspectivas de los oprimidos como expresiones 
fidedignas. Por último, la teoría del Punto de vista trata más sobre la 
creación de conciencia grupal que sobre cambiar la conciencia de los 
individuos. Cada grupo oprimido debe llegar a comprender que cada 
uno de sus integrantes está oprimido porque él o ella son miembros 
de ese grupo —negro, judío, mujer, pobre o lesbiana—, no porque él o 
 33 Hill Collins, Patricia. Black feminist thought...
 34 Se basa en el importante trabajo de Joyce Ladner y otras investigadoras afroestadouni-
denses. Joyce, Ladner. Tomorrow’s tomorrow. The black woman, Doubleday Publishing Company, 
Garden City, Nueva York, 1971.
 35 Smith, Dorothy. The everyday world as problematic…; Nancy Hartsock, “The feminist stand-
point: Developing the ground…”.
52
SANDRA HARDING
ella, individualmente, merezca ser oprimido. La creación de conciencia 
grupal se da (¿siempre y exclusivamente?) a través de las luchas polí-
ticas liberadoras que son necesarias para obtener acceso y llegar a la 
mejor concepción de la investigación para las mujeres u otros grupos 
oprimidos, entre los demás objetivos de tales luchas. Así, los proyectos 
feministas del Punto de vista siempre están socialmente situados y po-
líticamente comprometidos en formas prodemocráticas.36 
No es posible aquí dedicar espacio a pasar revista una vez más a 
las defensas de la teoría del Punto de vista contra acusaciones de su 
presunto esencialismo, presunto etnocentrismo, o de su utilidad para 
el continuo desarrollo de la teoría marxista u otros temas igualmente 
importantes y repetidamente examinados en otras partes.37 Existen 
buenas razones por las cuales esas acusaciones siguen surgiendo, y 
afirmar que esta teoría escapa a los cargos imputados sería entrar en 
un mundo en el que la batalla entre los proyectos modernistas contra 
los posmodernistas estaría ya decida, pero mis intenciones en este texto 
son otras; tampoco hablaré sobre las importantes contribuciones que la 
teoría del Punto de vista hace a la filosofía de la ciencia y que ya han sido 
tratadas por otros,38 en cambio, pasaré a identificar tres puntos en los 
que su polémicas ofrece recursos característicos a la corriente principal 
de la filosofía de la ciencia hoy en día.
 36 Véase Dick Pels y Manuel Castells para tener exámenes valiosos del “lado oscuro” de los 
proyectos del Punto de vista (aunque Castells no identifica, como yo lo haría, los fenómenos que 
estudia como proyectos de Punto de vista). Movimientos como American Patriot y algunos funda-
mentalismos religiosos también recurren a argumentos del Punto de vista en algunos aspectos. 
Pels, Dick. “Strange standpoints, or: How to define the situation for situated knowledge”, en: The 
intellectual as a stranger, Routledge, Nueva York, 2003, y Castells, Manuel. “The power of identity, 
vol. II”, en: The information age: Economy, society, & culture, Blackwell, Oxford, 1997.
 37 Véase, por ejemplo, las discusiones sobre estos temas en muchos de los ensayos de Har-
ding (en prensa).
 38 Por ejemplo, Tim May sostiene que la teoría del Punto de vista ha producido el viraje 
más significativo y valioso en la historia del pensamiento sobre la reflexividad en las ciencias 
sociales; su argumentación es aplicable también a las ciencias naturales. Joseph Rouse, Donna 
Haraway, Mark Elam y Oskar Johlin señalan importantes fortalezas de la teoría del Punto de vista 
de las que carecen las sociologías de la ciencia. (El foco de Rouse está en las filosofías de la ciencia 
feministas en general, en las que incluye algunos escritos de la teoría del Punto de vista.) May, 
Tim. “Reflexivity in the age of reconstructive social science”, en: Social Research Methodology, 1 (1), 
1998 pp. 7-24; Rouse, Joseph. Engaging science: How to understand its practices philosophically, Cornell 
University Press, Ithaca, Nueva York, 1996; Haraway, Donna. Modest_witness@second_millenium…; 
Elam, Mark, y Juhlin, Oskar. “When Harry met Sandra...”.
53
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
Puntos de controversia
¿La filosofía de la ciencia debe reducirse a una epistemología? 
Una nueva lógica de (algunos tipos de) descubrimiento
Mientras muchos filósofos no discuten el contexto en el que se da un 
descubrimiento, las teóricas del Punto de vista piensan que tal discusión 
es esencial. Las teóricas del Punto de vista se oponen a la reducción que 
hace la corriente principal de la filosofía de la ciencia en cuestiones 
de justificación y legitimación de afirmaciones científicas, es decir, a 
la epistemología.39 Pero esas cuestiones ¿cuentan como problemas cien-
tíficos? La filosofía de la ciencia, en general, ha ignorado el contexto 
del descubrimiento desde los fallidos esfuerzos de Norwood Russell 
Hanson40 por desarrollar una lógica del descubrimiento.41 En las ciencias 
sociales es mucho más probable que quienes hacen investigación den 
por sentado que los problemas escogidos para investigar en un momen-
to concreto están determinados por las preocupaciones de los grupos 
que patrocinan esa investigación. Cómo es que los cambios en el orden 
social hacen interesantes e incluso urgentes nuevos temas y métodos 
de investigación —problemas del contexto del descubrimiento— es un 
asunto legítimo y muy vivo en sociología, antropología, ciencia y teoría 
política y en economía.42 Es difícil imaginar que los filósofos y los cien-
tíficos naturales no pensasen también que los intereses y deseos de los 
patrocinadores conforman los resultados de la investigación científica 
—patrocinadores militares, industriales, médicos—, pero es más difícil 
aún encontrar alguna reflexión que hayan emprendido sobre cómo 
controlar tales influencias (nótese que el problema aquí es el contexto 
del descubrimiento, no el de la justificación). Tomar posición contra la 
intrusión de la política en la ciencia es a la vez inútil y errado, porque es 
 39 Joseph Rouse, siguiendo a Michael Williams, argumenta encontra del proyecto de legiti-
mación de la necesidad y la plausibilidad de la filosofía de la ciencia en contra —como él dice— de 
la epistemología. Rouse, Joseph. “Feminism and the social construction…”; Williams, Michael. 
Unnatural doubt: Epistemological realism and the basis of skepticism, Basil Blackwell, Oxford, 1991.
 40 Hanson, Norwood Russell. Patterns of discovery, Cambridge University Press, Londres, 
1958.
 41 Como uno de los revisores anónimos de este escrito señaló, la excepción a esto son los 
filósofos que utilizan recursos de la ciencia cognitiva, como Lindley Darden, Ronald Giere, Nancy 
Nersessian y Paul Thagard.
 42 Steinmetz, George. The politics of method in the social sciences: Positivism and its epistemological 
others, Duke University Press, Durham, 2005.
54
SANDRA HARDING
evidente que hace falta política para conseguir financiamiento para 
investigaciones costosas y, por lo tanto, un poco de política obviamente 
ayuda al crecimiento del conocimiento. Tampoco la necesidad de finan-
ciamiento es la única vía por la que las preocupaciones de una época 
determinan lo que se puede o no saber acerca de la naturaleza y de las 
relaciones sociales. Los defensores de la salud de las mujeres y de los 
negros, los ambientalistas y los activistas contra el SIDA, por no hablar 
de exploradores, militaristas y filibusteros trasnacionales, han fijado di-
recciones de investigación que impulsaban el desarrollo de los tipos de 
conocimiento que les interesaba.
Es posible que aquellos comprometidos con la total neutralidad 
social de la ciencia todavía estén cautivados por una conflictiva retórica 
con la que siempre tuvo que luchar el proyecto de Hanson.43 Esa retórica 
negaba la conveniencia de identificar cualquier lógica de ese tipo, y así 
tener la capacidad de reclamarle al contexto del descubrimiento cual-
quier clase de responsabilidad.44 Dicha retórica expresaba en principio 
un desinterés por los orígenes de los problemas científicos y destacaba 
la importancia del descubrimiento accidental o fortuito, la eliminación 
de cualquier clase de restricciones capaces de limitar el desarrollo de 
las ideas de los genios y las virtudes de la búsqueda de la verdad por la 
verdad misma. Desde la perspectiva de tales ideales, exigir cualquier 
procedimiento de responsabilidad en el contexto del descubrimiento 
que pudiera hacer posible la racionalidad deseada de una lógica de 
producción de hipótesis limitaría procesos y tendencias esenciales para 
el avance del conocimiento científico.
Como han señalado el biólogo Steven Rose y la socióloga de la 
ciencia Hilary Rose,45 esa retórica parecía convertir las ciencias naturales 
en un pasatiempo de caballeros ociosos como ocurría con las humanida-
des y las artes. Los logros científicos eran presentados como las proezas 
racionalmente inexplicables de la inspiración literaria o artística de los 
grandes poetas y pintores. Esa retórica se distanciaba e incluso se oponía 
 43 Hanson, Norwood Russell. Patterns of discovery…
 44 Además, el proyecto tenía fallas intrínsecas. No daba cuenta del modo en que el significa-
do y el referente de ciencia están continuamente expandiéndose y contrayéndose a la vez, además 
hasta el momento nadie ha producido una forma sistemática de generar hipótesis fructíferas que 
es precisamente lo que hacen los enfoques de la teoría del Punto de vista. Caws, Peter. “Scientific 
method”, en: Paul Edwards, Encyclopedia of philosophy, Macmillan, Nueva York, 1967, p. 342.
45 Rose, Hilary y Steven Rose. “The incorporation of science” en Hilary Rose y Steven Rose 
(Eds.). Ideology of/in the natual sciences. Cambridge, Schenkman, 1976.
55
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
a las descripciones de cómo habitualmente las ciencias responden a las 
necesidades prácticas de la conquista militar, de la defensa nacional, de 
la industrialización, de la expansión europea (viajes de descubrimiento, 
desarrollo del tercer mundo), del control de enfermedades y cuestiones 
similares. Esa retórica humanista, con su foco en la necesaria libertad 
de los científicos individuales para no obedecer a ningún amo fuera de 
sus propias intuiciones, sigue teniendo una influencia profunda en las 
ciencias naturales y en sus proyectos de relaciones públicas, aunque 
los filósofos ya no la expresan abiertamente con tanta frecuencia. Sin 
embargo, ese desinterés por la responsabilidad en el contexto del des-
cubrimiento coloca a las filosofías de la ciencia contemporáneas en la 
línea de la vieja visión humanista.
Desde luego, también la teoría del Punto de vista se preocupa por 
el problema de cómo se justifican las hipótesis, no obstante, lo más 
característico de esos proyectos se centra en prácticas conceptuales 
que determinan cuáles situaciones o condiciones se identifican como 
problemas científicos, qué es lo que se supone problemático en ellas, 
qué hipótesis o conceptos son favorecidos y cómo se diseña el proyecto 
de investigación. Todas esas opciones y decisiones tienen lugar antes de 
que los métodos de las ciencias se hagan presentes para dirigir las ten-
dencias de los científicos. La teoría del Punto de vista estudia cómo la 
elección y el control de los programas de investigación están en manos 
de disciplinas de investigación y de las instituciones públicas a las que 
sirven y no en las de los evaluadores de hipótesis racionales que en las 
consideraciones convencionales de la filosofía de la ciencia son imagina-
dos como origen y autoridad de todos los proyectos científicos; dicho de 
otro modo, la teoría del Punto de vista extiende el dominio del método 
científico hasta el comienzo del contexto del descubrimiento.
Por ejemplo, Donna Haraway46 utiliza un enfoque del Punto de 
vista para mostrar que tanto en Estados Unidos como en Europa la for-
mación de la primatología como campo de estudio estuvo determinada 
por supuestos racistas y sexistas convencionales sobre el comportamiento 
reproductivo ideal y por el deseo de los dirigentes de campos militares, 
de prisiones e industrias para controlar a las poblaciones cuyas vidas 
administraban. En Japón y en India, diversos tipos de preocupaciones 
nacionales conformaron tópicos y métodos distintos para la primatolo-
gía, es decir, los patrones sistemáticos de interés nacional han determi-
 46 Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy…” y Primate visions…
56
SANDRA HARDING
nado los marcos conceptuales de la primatología de diferentes maneras 
en diferentes contextos. Rosi Braidotti47 muestra cómo las filosofías de la 
ciencia y tecnología usuales permean la teoría del desarrollo que dirige 
la política internacional que supuestamente lleva a niveles occidentales la 
calidad de la vida en sociedades subdesarrolladas. Al aislar la naturaleza pura 
de los contextos sociales a través de los cuales las culturas conceptualizan el 
mundo que les rodea e interactúan con él, la política de desarrollo impulsa 
un tipo distintivo de economicismo androcéntrico occidental interesado 
principalmente en proyectos científicos que aumenten la productividad 
económica medida con criterios muy estrechos. Esa política bloquea el 
desarrollo de descripciones más realistas tanto del orden natural, entendido 
como del desarrollo social. Los aspectos supuestamente libres de valores 
de las filosofías de la ciencia y la tecnología usuales son cómplices de tal 
política. Esto hace posible para los diseñadores del desarrollo prácticas 
imperiales occidentales que de hecho aumentan los recursos disponibles 
para las clases inversionistas del norte y sus aliados del sur, al tiempo que 
los reducen para la gran mayoría de los ciudadanos del mundo, que son 
de por sí los más vulnerables política y económicamente.
Se puede entender que esos proyectos del Punto de vista proponen 
una lógica de (ciertos tipos de) descubrimiento: recomiendan partir de las 
vidas de los grupos marginados y explotados a través de políticas surgi-
das y legitimizadas por losmarcos conceptuales de —por ejemplo— la 
primatología y las ciencias del desarrollo. Esas investigaciones pueden 
detectar las prácticas conceptuales de esas disciplinas que sirven a los 
grupos económica y políticamente aventajados de la sociedad global. Esa 
lógica de descubrimiento puede aumentar la cantidad de hipótesis a probar, 
permitiendo alcanzar nuevos conocimientos sobre la primatología y las 
ciencias del desarrollo y las supuestas regularidades de la naturaleza que 
éstas delinean, que no sería fácil obtener de otra manera.
Este modo de entender la teoría del Punto de vista se fundamen-
ta por las referencias explícitas que sus autoras hacen como método o 
metodología de investigación. Dorothy Smith titula uno de sus artículos 
The experienced world as problematic: A feminist method.48 El importante 
trabajo de Hartsock cita la descripción típica del método marxista: The 
feminist standpoint: Developing the ground for a specifically feminist historical 
 47 Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the envi-
ronment, and sustainable development…
 48 Smith, Dorothy. “The everyday world as problematic…”.
57
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
materialism.49 Rose conceptualiza el proyecto del Punto de vista como un 
método científico: Is a feminist science possible?50 Como método de inves-
tigación, los proyectos del Punto de vista entran en el largo debate sobre 
cómo liberar la investigación de las ciencias naturales y de las sociales 
per se de su relación colonial con sus objetos de estudio.51 
La propuesta de una lógica de (algunos tipos de) descubrimiento 
por la teoría del Punto de vista tiene que ser polémica. Demuestra cómo 
la desigualdad social puede dañar la confiabilidad de hipótesis científicas 
que parecen más interesantes para los grupos dominantes y muestra 
cómo las diversas culturas tenderán a producir patrones diferentes de 
conocimiento o —no menos importante— de ignorancia. Esta propuesta 
de una lógica del descubrimiento coloca a las ciencias en el corazón de las 
controversias contemporáneas sobre cuáles son las mejores maneras de 
impulsar relaciones sociales prodemocráticas, se enfoca no en las op-
ciones de pensadores racionales individuales como lo hace la filosofía 
de la ciencia limitada por su visión epistemológica, sino en la conciencia 
de una época, conciencia colectiva que selecciona para nosotros hipótesis 
interesantes fuera del alcance, más allá del horizonte, del tipo de pensa-
miento crítico que los marcos conceptuales disciplinarios generan con 
facilidad. Este enfoque nos conduce al siguiente asunto.
El papel de la conciencia grupal en la producción de conocimiento
Las teóricas del Punto de vista, como muchos otros pensadores sociales 
contemporáneos, han criticado el individualismo excesivo de la filosofía 
política Liberal,52 sin embargo, esos proyectos han producido también 
 49 Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground…”
 50 Rose, Hilary. “Is a feminist science possible?”, en: Hilary Rose. Love, Power, Knowledge: 
toward a feminist transformation of the sciences, Indiana University Press, Bloomington,1984.
 51 Para una exposición temprana de este problema en las ciencias sociales véase Blauner, 
Robert y Wellman, David. “Toward the decolonization of social research”, en: Joyce Ladner, The 
death of white sociology, Random House, Nueva York, 1973.
Para una formulación reciente véase Smith, Linda Tuhiwai. Decolonizing mythologies: Research 
and indigenous peoples, Zed Press, Atlantic Highlands, 1999. Braidotti y sus colegas pasan revista a 
una serie de críticas a la colonización de la naturaleza por la ciencia surgidas de los movimientos 
ambientalistas. Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the 
environment, and sustainable development…
 52 Me refiero a Liberalismo con mayúscula, para que quede claro que me refiero a una filosofía 
política histórica particular.
58
SANDRA HARDING
una disyuntiva en cuanto al sujeto de conocimiento del individualismo 
liberal, aquel que escapa de las fallas de las propuestas alternativas de 
las primeras épocas. Tal vez no haya otro terreno donde el individua-
lismo liberal florezca con tanta confianza (aunque no reconocida) como 
en las filosofías de la ciencia convencionales, incluyendo la obra de 
muchos filósofos pospositivistas. Esto ocurre precisamente porque esas 
filosofías tienen pocos recursos para identificar y examinar críticamente 
la complicidad de sus propios marcos conceptuales con los proyectos 
económicos y políticos dominantes. De los estudios de la ciencia, en 
general, tampoco ha surgido una alternativa no determinista al sujeto 
de conocimiento individual liberal, aun cuando esos especialistas suelen 
distanciar sus informes de otros aspectos del liberalismo.53 
En 1988 el crítico cultural Fredric Jameson puntualizó en un ensayo 
la importancia de la teoría feminista del Punto de vista para el futuro 
de las teorías del conocimiento posmarxistas. El último pensador mar-
xista que enfrentó el reto de articular una teoría del Punto de vista fue 
el húngaro Georg Lukacs,54 sin embargo, hasta ahora el proyecto de 
Lukacs ha tropezado con problemas aparentemente insolubles. Jameson 
sostiene que sólo en manos de teóricas feministas del Punto de vista el 
tema de la conciencia grupal ha sido extraído de su marco determinista 
y reduccionista dentro de la tradición marxista55 y ha sido utilizado para 
desarrollar una teoría de la producción de conocimiento que es útil para 
los movimientos sociales progresistas:
[…] hoy se tiene la sensación de que la descendencia más auténtica del 
pensamiento de Lukacs debe buscarse no entre los marxistas sino entre 
cierto feminismo que ha hecho suyo como programa el extraordinario 
avance conceptual de la Historia y Conciencia de Clase, rebautizándolo (si-
guiendo el uso del propio Lukacs) como teoría del Punto de vista.56 
 53 El sujeto de conocimiento alternativo del marxismo (el proletario idealizado o, más 
bien, el proletariado colectivo) es visto en general como condicionado por su posición de clase. 
En esa lectura, la posición de clase no sólo posibilita y a la vez potencialmente limita lo que se 
puede conocer, como afirmaría un teórico contemporáneo del Punto de vista, sino que, más aún, 
determina lo que pensará como integrante de la burguesía o del proletariado.
 54 Lukács, George. History and class consciousness, MIT Press, Cambridge, 1923/1971.
 55 No dice que esa reducción la haya hecho Marx, sino que fue obra de tendencias poste-
riores en sus seguidores.
 56 Aquí Jameson hace referencia a escritos de Hartsock, Jaggar y Harding. Hartsock, Nancy. 
“The feminist standpoint: Developing the ground…”; Jaggar, Alison. Feminist politics... y Harding, 
Sandra. The science question in feminism…
59
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
Con esto, la teoría del Punto de vista feminista abre un espacio de otra 
índole para polémicas en torno a la prioridad epistemológica de la experiencia 
de diversos grupos o colectividades.57 
Este logro, señala Jameson, fue posible gracias a dos características 
de la argumentación feminista: la teoría del Punto de vista articula la 
importancia de la experiencia de un grupo, de un tipo distintivo de 
conciencia colectiva, que puede ser alcanzada a través de las luchas del 
grupo por obtener el tipo de conocimiento que necesitan para sus pro-
yectos. Tanto los grupos dominantes como los subordinados desarrollan 
conciencias características en cuanto a que sus actividades posibilitan 
y limitan a la vez lo que pueden conocer. Por lo tanto, involucrarse en 
actividades diferentes hace posible el surgimiento de conciencias di-
ferentes. Esa consideración escapa al determinismo estructural de los 
conceptos marxistas de burguesía y masas y, podríamos agregar también, 
al determinismo discursivo aparentemente completo de descripciones 
excesivamente posestructuralistas.58En segundo lugar, el proyecto femi-
nista triunfa debido a la importancia central que da al problema de la ciencia 
occidental en sí misma y al conocimiento científico.59 El proyecto feminista 
niega que haya un núcleo cognitivo técnico de la ciencia occidental 
moderna inmune a las influencias sociales, cosa que aceptaban tanto 
las descripciones marxistas externalistas como las descripciones interna-
listas que las primeras criticaban. Más bien, ese núcleo es modelado y 
legitimado por sí a través de los tipos de actividades a que se dedican 
sus patrocinadores, financiadores y creadores.
Un tema central de los escritos de la teoría del Punto de vista ha 
sido la identificación de los procesos a través de los cuales se forma la 
conciencia grupal de las mujeres o, más bien, las conciencias grupales de las 
mujeres porque las mujeres blancas y negras, judías e islámicas, lesbianas 
y heterosexuales, de clase media y trabajadoras desarrollan diferentes 
conciencias grupales. Anteriormente dije que esa afirmación acerca del 
papel de la conciencia grupal en la producción de conocimiento dis-
tingue el enfoque del Punto de vista del de los perspectivistas. Dorothy 
Smith señala el surgimiento de una conciencia bifurcada en mujeres con 
 57 Jameson, Fredric. “History and class consciousness…” p. 64.
 58 Determinismo discursivo es la posición de que es imposible para individuos o grupos 
desprenderse, o siquiera identificar de forma crítica, los modos de pensar característicos de una 
época.
 59 Jameson, Fredric. “History and class consciousness…”
60
SANDRA HARDING
estudios superiores de sociología que no consiguen verse a sí mismas 
ni a sus vidas en las descripciones de la vida social que dan las teorías 
sociológicas de mayor influencia.60 Esa conciencia puede ser el origen 
de un proyecto para trazar el mapa de las prácticas conceptuales de 
la sociología que hacen a la disciplina cómplice de la producción y el 
mantenimiento de estructuras sociales jerárquicas androcéntricas. Esas 
prácticas conceptuales androcéntricas niegan la existencia o el valor de 
la conciencia que surge de las actividades sociales asignadas a las mu-
jeres. Smith ha aportado esos mapas en cuatro volúmenes producidos 
a lo largo de tres décadas.61 
Patricia Hill Collins también emprende un proyecto similar; su 
importante estudio de los marcos conceptuales de la sociología tal como 
aparecen desde el Punto de vista de las mujeres negras lleva el subtítulo 
Knowledge, consciousness, and the politics of empowerment62 con la intención 
de destacar su argumentación de que las mujeres negras pueden llegar 
a una conciencia grupal de sus propias condiciones y posibilidades que 
contraste con la forma en cómo tales condiciones y posibilidades se repre-
sentan en las descripciones pretendidamente objetivas y transculturales 
de la sociología y que empodera a las mujeres negras para organizar 
luchas sociales transformadoras. Hilary Rose sostiene que las mujeres 
como grupo pueden llegar a una conciencia de sus propias experiencias 
corporales contraria a las descripciones dadas por los profesionales y 
las instituciones de la medicina y señala la posibilidad de que las mu-
jeres transformen los supuestos y las prácticas de las instituciones de 
salud.63 
Esos escritos proponen una especie de sujeto del conocimiento cien-
tífico y de la historia que no es el individuo liberal, culturalmente libre y 
en principio completamente visible —cognoscible para sí mismo— que 
figura en el lugar central de las filosofías de la ciencia convencionales, 
tampoco es la imagen especular del individuo liberal: la colectividad o 
conciencia de masas determinada sin pensamiento por sus condiciones 
materiales y los sentimientos, las emociones y los entusiasmos del mo-
 60 Smith, Dorothy. “Texts, facts, and femininity: Exploring the relations of ruling”, Rou-
tledge, Nueva York, 1990.
 61 Smith, Dorothy. “The everyday world as problematic…”; “Texts, facts, and femininity…”; 
“The conceptual practices of power…” y “The ruling relations”.
 62 Hill Collins, Patricia. Black feminist thought…
 63 Rose, Hilary. “Hand, brain, and heart...”
61
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
mento;64 los proyectos del Punto de vista plantean la posibilidad de un 
sujeto de la investigación científica que escape al marco conceptual que 
comparten el individualismo liberal y las alternativas —igualmente pro-
blemáticas— del estructuralismo y el postestructuralismo consideradas 
hasta ahora. En el corazón de los debates sobre el tipo de sujeto del 
conocimiento y de la historia que requiere la modernidad, contrapuesto 
al que requieren las relaciones sociales máximamente democráticas, 
están las afirmaciones acerca del papel de la experiencia específica del 
contexto en la producción de conocimiento y sobre cómo a través de la 
participación activa en luchas políticas pueden alcanzarse nuevos tipos 
de experiencias y conocimientos. Las afirmaciones de la teoría del Pun-
to de vista sobre los orígenes, la naturaleza y el papel de la conciencia 
grupal en la producción de conocimiento deben ser controversiales.
Construccionismo razonable
La teoría del Punto de vista muestra los efectos de las experiencias de 
grupo en las ciencias naturales sin comprometerse con el externalismo 
ni con un construccionismo excesivo, cuyas posiciones parecen no darle 
ningún papel significativo al orden de la naturaleza en la producción y 
legitimación de las afirmaciones de conocimiento.65 
Las teóricas del Punto de vista no creen los supuestos internalistas 
estándar de que las causas de los éxitos de las ciencias deben encon-
trarse totalmente dentro del núcleo cognitivo y técnico de las ciencias, 
en sus ontologías, métodos, leyes o hechos. El campo más amplio de 
los estudios de la ciencia poskuhnianos ha minado esos supuestos, si-
 64 Ese contraste en sí está codificado por el género: el individuo racional liberal con código 
masculino contra la colectividad, masa o turba de código femenino que responde de forma irracional 
a los sentimientos y las emociones del momento.
 65 Posiciones marxistas anteriores han sido acusadas de externalismo, es decir, de afirmar 
que sólo las fuerzas históricas son responsables de determinar qué afirmaciones contarán como 
conocimiento. El sociólogo de la ciencia David Bloor adoptó un relativismo moralista que, según 
su propia admisión, dejaba sin respaldo sus propios argumentos. El sociólogo Harry Collins ha 
sostenido un construccionismo extremo, que correctamente designa como relativismo, y tampoco 
deja al orden de la naturaleza ningún papel visible en la creación de afirmaciones científicas. Bloor, 
David. Knowledge and social imagery, Routledge y Paul Kegan, Londres, 1977; Collins, Harry. “An 
empirical relativist programme in the sociology of scientific knowledge”, en: Karin Knorr-Cetina 
y Michael Mulkay. Science observed, Sage Publications, Londres, 1983.
62
SANDRA HARDING
guiendo la directiva de Thomas Kuhn con respecto a cualquier proyecto 
científico histórico particular de exhibir la integridad histórica de esa ciencia 
en su propio tiempo.66 Actualmente tales estudios parecen haber minado 
cualquier base posible para sostener que exista algún aspecto del núcleo 
cognitivo técnico de la ciencia capaz de escapar a tal demostración de 
su integridad en su época histórica.
Aquí son centrales los estudios del método científico,67 de las 
normas de objetividad y neutralidad,68 de la búsqueda de la verdad y 
las pautas para ella.69 Se ha demostrado que hasta los estándares de las 
pruebas matemáticas están ligados a proyectos prácticos particulares.70 
Sin embargo, estudiosas que utilizan el método de la teoría del Punto 
de vista a partir de las vidas de los oprimidos han ampliado el alcance de 
esos proyectos. Han estudiado las influencias del género en la elección 
de teorías en la química,71 la constitución de campos de estudio como 
la primatología72 y la relación parasitaria entre elavance de la moderni-
dad (para algunos) y la insistente retención de la premodernidad (para 
otros) en la transferencia de ciencias y tecnologías del primer mundo —y 
su racionalidad— al mundo subdesarrollado.73 
Pero, a la vez que minan las descripciones internalistas, los pro-
yectos del Punto de vista también se distancian de las descripciones 
externalistas, no impulsan argumentos políticos a expensas de proyectos 
científicos, más bien, en un mundo de desigualdades sociales e intere-
ses en competencia, los argumentos científicos siempre tienen además 
un Punto de vista cultural e histórico, están inevitablemente compro-
metidos socialmente y a la vez basados en las realidades del orden de 
la naturaleza. Como en la célebre formulación de Haraway: para las 
 66 Kuhn, Thomas. The structure of scientific revolutions, 2a. edición, University of Chicago 
Press, Chicago,1970, p.1.
 67 Schuster, John y Yeo, Richard. The politics and rhetoric of scientific method: Historical studies, 
Reidel, Dordrecht, Holanda, 1986.
 68 Novick, Peter. That noble dream: The “objectivity question” and the american historical profes-
sion, Cambridge University Press, Cambridge, Inglaterra, 1988; Proctor, Robert. Value-free science? 
Purity and power in modern knowledge, Harvard University Press, Cambridge, 1991; Shapin, Steven 
y Schaffer, Simon. Leviathan and the air-pump…
 69 Shapin, Steven. A social history of truth, University of Chicago Press, Chicago, 1994.
 70 Kline, Morris. Mathematics: The loss of certainty, Oxford University Press, Nueva York, 1980.
 71 Potter, Elizabeth. Gender and Boyle’s law of gases, Indiana University Press, Bloomington, 
2001.
 72 Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy…” y Primate visions…
 73 Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine, y Wieringa, Saskia. Women, the envi-
ronment, and sustainable development...
63
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
feministas el problema es “cómo tener simultáneamente una descripción 
de la contingencia histórica radical para todas las afirmaciones de 
conocimiento y los sujetos de conocimiento, una práctica crítica para 
reconocer nuestras propias tecnologías semióticas para crear significados y 
un compromiso en serio con las descripciones fieles de un mundo real”.74 
Como nuestras hipótesis siempre se extienden más allá de la evidencia 
que las respalda, muchas hipótesis en conflicto pueden describir igual-
mente bien cualquier conjunto de datos. Muchas hipótesis posibles 
son consistentes con el orden de la naturaleza, pero ninguna puede 
ser perfectamente congruente con él.75 El modo como interactuamos 
con el mundo que nos rodea determina lo que podemos y lo que no 
podemos saber acerca de él76 , en otras palabras, nuestras mejores 
hipótesis aspiran a ser consideradas momentáneamente menos falsas 
que las demás y sólo con respecto al conjunto de hipótesis contra las 
cuales hayan sido contrastadas.
Por tanto, los proyectos del Punto de vista intentan y necesitan evitar 
el construccionismo excesivo y el consiguiente relativismo nocivo que 
tanto han afectado a las descripciones con base menos materialista.77 
 74 Haraway, Donna. “Situated knowledges…”
 75 Hayles, Katherine. “Constrained constructivism: Locating scientific inquiry in the theater 
of representation”, en: George Levine, Realism and representation, University of Wisconsin Press, 
Madison, 1993.
 76 Barad, Karen. “Meeting the universe halfway; realism and social constructivism without con-
tradiction”, en Jack Nelson y Lynn Hankinson Nelson, Feminism, science, and philosophy of science...
La filósofa política Nancy Hirschmann capta este punto de otra manera en su análisis de la 
revelación por la teoría del Punto de vista del momento materialista en la investigación. Hirschmann, 
Nancy. “Feminist standpoint…”
 77 Lectores no familiarizados con la tradición marxista se pueden ver tentados a pensar que 
construccionismo hace referencia a una especie de antirrealismo y que materialismo es otra palabra para 
decir realismo. Ceder a esa tentación haría sumamente difícil seguir mi argumentación (y más en 
general los argumentos de las teóricas del Punto de vista). Realismo y antirrealismo son términos 
arraigados en muchas teorías filosóficas y científicas en conflicto. Pocas de ellas —quizás ningu-
na— dan los pasos fundamentales característicos de la teoría del Punto de vista. Aquí materialismo 
proviene de un discurso diferente —donde marxismo no es sinónimo de realismo—. En algunos 
textos marxistas es contrastado con realismo burgués. He aquí una caracterización rápida y sucia del 
materialismo marxista: una teoría sobre cómo las interacciones reales e históricamente específicas 
con la naturaleza y en relaciones sociales —como cuidar bebés o hacer filosofía en el conjunto 
específico de género, clase, raza y otras relaciones sociales en las que uno participa (del mismo 
modo, trabajar en una fábrica o invertir en la bolsa serían ejemplos convencionales de relaciones 
sociales basadas en la clase)— ambas pueden a la vez posibilitar y limitar lo que uno puede conocer 
acerca de la naturaleza y las relaciones sociales. Este artículo se desviaría mucho de su proyecto si 
intentara ubicar aquí el momento materialista en esos debates filosóficos sobre el realismo.
64
SANDRA HARDING
La teoría del Punto de vista promueve lo que podía ser pensado como 
un materialismo constructivista. Esto debe ser polémico porque necesi-
tamos abrirnos camino hacia una red de conceptos diferente de los que 
imponían las nocivas opciones entre blanco y negro de la teoría liberal 
y su filosofía racionalista/empirista de la ciencia. Una red de ese tipo 
hará plausibles, conocidas y lógicas las posiciones que ahora trastornan 
nuestras redes familiares de creencias y supuestos, pero su plausibilidad 
requiere también que vivamos en un mundo significativamente dife-
rente del que yo y la mayoría de quienes lean este ensayo ocupamos 
hoy en el centro de un imperio global. La teoría del Punto de vista es 
una epistemología y teoría de la ciencia de transición que apunta a un 
mundo en el que la verdad y el poder no surgen de los mismos lugares 
sociales como ocurre hoy.
¿La filosofía de la ciencia debe buscar relevancia social?
He argumentado que varios tipos particulares de afirmaciones polémicas 
que proponen los proyectos del Punto de vista son valiosas justamente 
debido a su carácter controversial. Son receptivas e invitan al diálogo 
y a la reflexión a una gama asombrosamente amplia de grupos. Es 
razonable que esos grupos sientan cierta ansiedad con respecto a las 
implicaciones que tendría para sus respectivos proyectos el abandonar 
o seguir apoyando enteramente los supuestos de la filosofía de la cien-
cia convencional. Esas controversias subrayan la relevancia social de la 
teoría del Punto de vista.
Sugiero que una filosofía de la ciencia socialmente relevante de-
bería alcanzar dos objetivos: En primer lugar, debe poseer los recursos 
conceptuales necesarios para reconocer una gran variedad de formas 
en las que las ciencias, incluyendo sus núcleos cognitivos y técnicos, 
participan en relaciones sociales. En segundo lugar, debe tener recur-
sos para reconocer que también ella participa en las relaciones sociales 
de su momento (también la filosofía de la ciencia tiene su inconsciente 
político).
Para algunos filósofos y científicos, la idea misma de que la filosofía 
de la ciencia deba buscar la relevancia social aparece como un grave 
error. Sostienen que el campo debería buscar una pericia técnica valo-
rada única o principalmente por otros filósofos de la ciencia. Otros (yo, 
incluida) señalamos que esa posición en sí misma ocupa un lugar en el 
65
¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE?
espectro político: se niega a intervenir en la actual complicidad de la 
ciencia con proyectos sociales opresivos y de ese modo es sumamente 
útil para quienes están interesados en que la verdad continúe emanando 
sólo delas sedes de poder establecidas, por tanto se podría pensar que 
la pregunta del título de este ensayo es puramente retórica: las filosofías 
de la ciencia, igual que cualquier otra forma del pensamiento humano, 
siempre están social y políticamente posicionadas, tanto si sus autores 
se lo propusieron como si no y, sin embargo, también desde esta pers-
pectiva, la controversialidad de la teoría del Punto de vista es un recurso 
valioso para las filosofías de la ciencia.
67
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA1
Eli Bartra
Existe una especie de consenso entre las académicas feministas de diversas partes del mundo acerca de que hay algo que se puede lla-
mar investigación feminista en las ciencias sociales y las humanidades; 
el principal problema radica en saber qué parte de todo el proceso de 
investigación es el que es feminista. Asimismo, hay discrepancias al 
tratar de esclarecer si en las ciencias naturales y exactas se utiliza una 
metodología feminista o bien ellas se cuecen aparte.
Desde finales de los años setenta y principios de los ochenta, algu-
nas científicas, entre ellas la física Evelyn Fox Keller, se han abocado a 
dilucidar los vínculos entre feminismo y ciencia, apostando entre otras 
cosas a que el feminismo aporta una mayor objetividad a la ciencia;2 
hay quienes prefieren hablar de una epistemología feminista, como 
Linda Alcoff y Elizabeth Potter; algunas, como Sandra Harding, optan 
por referirse a un Punto de vista; hay quienes hablan claramente de una 
metodología feminista, o quien asegura que el feminismo representa 
solamente lo político que se halla detrás de la metodología, pero no 
está inmerso en ella; algunas más se refieren a la existencia de técnicas 
de investigación feministas, pero para otras éstas son neutras y, por 
último, hay aquellas para quienes sólo es feminista la selección de los 
objetos de estudio.
Hace treinta años, la bibliografía feminista existente en el mundo 
podía ser leída en su totalidad por una sola persona sin ningún proble-
ma; hoy en día, la riqueza de publicaciones en torno a las cuestiones de 
epistemología y metodología feministas es enorme. La inmensa mayoría 
 1 Este texto es un fragmento modificado del artículo que se publicó en Bartra, Eli (comp.). 
Debates en torno a una metodología feminista, UAM-Xochimilco/PUEG, México, 2002.
 2 Véase, por ejemplo, Fox Keller, Evelyn. “El feminismo y la ciencia”, en: Marysa Navarro y 
Catherine R. Stimpson (comps.). Nuevas direcciones, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 
2001, pp. 141-158. 
68
ELI BARTRA
de los textos están escritos en lengua inglesa, desgraciadamente hay 
muy poco en español y de ello casi todo es traducción.3 
Sin más preámbulos, procederé a enunciar lo que me parece que 
es el núcleo de la discusión en el seno de la relación entre metodolo-
gía y feminismo. Desde mi Punto de vista, existen formas específicas 
de acercamiento social o natural a la realidad para conocerla, que son 
propias de un quehacer científico particular que, por sus intereses po-
líticos, se ha denominado feminista; se trata de su método, al que se 
le ha nombrado también: método no sexista o no androcéntrico.4 Hay 
diferencias, desde luego, porque cada concepto tiene un significado 
específico, pero en la práctica el método feminista engloba a los otros 
dos; es decir, una metodología feminista es necesariamente no sexista 
(que no discrimine en virtud del sexo) y no androcéntrica (no centrada 
en los varones). La metodología feminista expresa, de manera explícita, 
la relación entre política y ciencia.
Margrit Eichler afirma que la investigación feminista tiene un objeto 
de estudio particular que son las mujeres, los hombres o la importancia 
del género; sin embargo, para ella, una investigación no sexista puede 
realizarse sobre cualquier objeto de estudio (contaminación, transporte, 
industrialización) mientras evite los errores sexistas. La investigación 
feminista es, según esta autora, la que tiene el compromiso de mejorar 
la condición de las mujeres.5 Pienso que tanto la investigación feminista 
como la que se denomina no sexista pueden abocarse al estudio de cual-
quier objeto/sujeto y no sólo deben estudiar a las mujeres sino, además, 
tienen el compromiso de mejorar su condición, como dice Eichler. No 
es posible llevar a cabo una investigación no sexista que no se interese 
en mejorar la condición de las mujeres.
Si el método es el camino que se recorre para llegar al conocimiento, 
como afirmara hace mucho tiempo el filósofo mexicano Eli de Gortari, 
“inclusive cuando dicho camino no ha sido fijado por anticipado de ma-
nera deliberada y reflexiva”, si el método es también “el procedimiento 
 3 Véase una bibliografía muy amplia en Reinharz, Shulamit y Davidman, Lynn. Feminist 
Methods in Social Science, Oxford University Press, Nueva York, 1992, pp. 350-400; y otra más 
reducida en Alcoff, Linda y Potter, Elizabeth. Feminist Epistemologies, Routledge, Nueva York, Lon-
dres, 1993, pp. 295-301.
 4 Véase Eichler, Margrit. “Feminist Methodology”, en: Current Sociology, Sage, Londres, 
Thousand Oaks, CA, y Nueva Delhi, vol. 45(2), abril, 1997, pp. 9-36.
 5 Eichler, Margrit. “Feminist Methodology…”, p. 20.
69
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA
planeado que se sigue en la investigación para descubrir las formas de 
existencia de los procesos del universo”, 6 entonces es posible decir que 
el quehacer feminista dentro de las ciencias y las humanidades constru-
ye caminos que le son propios para conocer la realidad. Y si, además, 
la finalidad del feminismo es la liberación de las mujeres, su método 
comparte este propósito.
Para Helen Longino, “Esas nuevas formas de acercarse a los fenó-
menos naturales y sociales pueden ser vistas como métodos de descu-
brimiento, maneras de obtener información sobre los mundos natural y 
social que no se puede conseguir por medio de métodos experimentales 
o investigativos más tradicionales”. 7 
Sin embargo, incluso en la investigación feminista que se realiza 
todos los días en todo el mundo, no se explicita las características del 
método o métodos que se utiliza. Me estoy refiriendo al feminismo, en 
singular, porque existe un conjunto de características generales que son 
compartidas por las diferentes posiciones dentro de él. En un plano 
metodológico general, por ejemplo, por lo que se refiere a la fase de 
observación, es posible decir que hay diferentes formas de ver la realidad 
y algo que se puede llamar “el Punto de vista feminista”, en este senti-
do es que utilizo el singular. Pero, ¿en qué consistirían las diferencias? 
¿Cómo son estos caminos propios y distintos?
Comenzaré por decir que hay algunas cuestiones que el Punto de 
vista feminista adopta necesariamente para denominarse así; conceptos y 
categorías específicos que se utilizarán si se lleva a cabo una investigación 
de carácter feminista; por ejemplo, y dependiendo de las épocas y los 
lugares en que se desarrolla la investigación, han sido fundamentales 
nociones y categorías como patriarcado, opresión y/o explotación de las 
mujeres, trabajo doméstico invisible, modo de producción patriarcal, 
discriminación sexual, sistema sexo/género, mujer (en singular y en 
plural), género, relaciones entre los géneros y empoderamiento.
Por otro lado, una práctica clave de la última década y parte nodal 
del método feminista ha sido la llamada deconstrucción. En su forma 
más simple significa el análisis meticuloso de lo publicado sobre el 
tema que se esté trabajando para descubrir los sesgos sexistas e inten-
 6 De Gortari, Eli. Introducción a la lógica dialéctica, Fondo de Cultura Económica/UNAM, 
México, 1974, p. 293.
 7 Longino, Helen. “Subjects, Power, and Knowledge: Description and Prescription in Feminist 
Philosophies of Science”, en Linda Alcoff y Elizabeth Potter. Feminist Epistemologies, p. 101.
70
ELI BARTRA
tar corregirlos. Significa ir desarticulando las diversas disciplinas por 
su marcado androcentrismoe intentar la construcción de nuevas, no 
sexistas y no androcéntricas.
En toda investigación feminista, asimismo, se considera siempre, 
de forma explícita o no, la división social por géneros y se contempla 
su jerarquía. Según se conciba ésta y según se explique o se entienda la 
subalternidad de un género (en general el de las mujeres) se presentarán 
diferencias más o menos importantes. O sea, de acuerdo con la forma 
en que se explique la división genérica de la sociedad y las posibles so-
luciones ante la supremacía del género masculino, se darán las variantes 
dentro del feminismo o lo que se ha dado en llamar distintos feminis-
mos. De esta manera, concepciones e interpretaciones se reflejarán en 
la metodología de la investigación y condicionarán los resultados.
Sin embargo, a pesar de las diferencias, existen ciertos elementos 
en común, a los que se puede denominar “Punto de vista feminista” aun 
cuando se trate de distintos feminismos y, por lo tanto, de “distintos 
puntos de vista feministas”. Este Punto de vista es, antes que nada, el 
arranque, el comienzo de ese camino que llevará al conocimiento de los 
procesos de la realidad, ese camino que se va a ir haciendo a medida 
que se desarrolle la investigación.
Nuevamente con Eli de Gortari, se puede decir que toda investiga-
ción está integrada obligatoriamente por tres fases que conforman un 
único método general u orden de procedimiento lógico para obtener 
conocimientos nuevos: la fase investigadora, la de sistematización y 
la expositiva. En la fase investigadora se utilizarán, además, métodos 
particulares de investigación. 
Ahora bien, el Punto de vista feminista tiene que ver tanto con el 
método general como con los particulares, dado que ninguno de ellos 
es neutro. La visión feminista nos conducirá a desarrollar la fase inves-
tigadora de determinada manera, distinta al de otro Punto de vista, 
porque prioriza ciertos aspectos y no otros, porque utiliza un marco 
conceptual diferente del que usaría, por ejemplo, el neoliberalismo, el 
marxismo de viejo cuño o cualquier otro y, por supuesto, lo primero de 
todo, porque elige determinados problemas a investigar que, a fin de 
cuentas, contribuyen a transformar la condición subalterna de las muje-
res. En esta fase investigadora, además, es en donde se usan las técnicas 
específicas que se van eligiendo de acuerdo con el objeto a investigar, 
y la selección de ellas también tiene que ver con el Punto de vista que 
se adopte. Se puede hacer investigación sobre mujeres e investigación 
71
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA
feminista diferentes entre sí y hay múltiples maneras de hacer una y la 
otra. Elaine Hobby lo expresa así:
Cuando empecé este proyecto en 1979 “simplemente” quería investigar 
sobre las mujeres escritoras olvidadas, porque estudiar literatura inglesa 
significaba casi únicamente estudiar la escritura de los hombres. Sólo quería 
saber qué había y quería compartir mis hallazgos con otras mujeres [...] A 
medida que avancé en el trabajo mi perspectiva cambió [...] Cuando em-
pecé este estudio estaba trabajando sobre “mujeres olvidadas”. Cuando 
terminé, me preocupaba el problema de lo que les sucede a los grupos 
subordinados que viven bajo regímenes reaccionarios y lo que les sucede 
a los radicales cuando pierden su visión, el sentido de su lucha.8 
Las técnicas son los instrumentos necesarios para llevar a cabo la 
fase de investigación; son, metafóricamente hablando, los medios de 
locomoción que se utilizan para recorrer el camino-método y se escogen 
en función de éste. En la investigación feminista se ha utilizado una mul-
tiplicidad de ellas pero, por ejemplo, en algunas ciencias sociales se ha 
privilegiado la llamada entrevista semiestructurada,9 y frecuentemente se 
recurre a la historia oral. En las ciencias sociales y en las humanidades al 
tomar en cuenta el género, se ha manifestado gran interés por estudiar 
específicamente a las mujeres, que hasta hace poco eran básicamente 
invisibles, como actoras sociales.
Cuando se procede a contestar la o las preguntas formuladas a 
partir de un Punto de vista feminista se utilizan instrumentos (técnicas) 
ad hoc. Por ejemplo, la observación no siempre es igual, no existe la 
observación neutra, siempre se observa con los ojos propios, con lo que 
cada quien trae adentro: con las emociones, los gustos, los talentos, la 
preparación, la ideología y la política. No todos los sujetos que obser-
van un proceso lo hacen de la misma manera. ¿Qué quiere decir esto? 
Significa que quien emprende una investigación feminista no mira la 
realidad de la misma manera que una persona insensible a la problemá-
tica de la relación entre los géneros. Por lo tanto, las preguntas que se 
planteará desde su ser, su sentir, su pensar, no pueden ser iguales, serán 
necesariamente diferentes en la medida del interés por saber cuál es el 
papel de las mujeres en determinados procesos. Esto no significa que 
 8 Citado por Reinharz, Shulamit y Davidman, Lynn. Feminist Methods in Social Science..., 
p. 245. (La traducción es mía).
 9 Véase Reinharz, Shulamit y Davidman, Lynn. Feminist Methods in Social Science.
72
ELI BARTRA
tengan que ser radicalmente diferentes. A veces lo son, pero otras veces 
se trata simplemente de matices que pueden cambiar, sin embargo, el 
curso de toda la investigación.
Si, por ejemplo, dentro de la estrategia de investigación social sim-
plemente se enuncian las técnicas a utilizar: leer, escuchar, interrogar, 
observar, examinar vestigios o registros históricos; se podría pensar que 
se trata de técnicas neutras y que pueden pertenecer a cualquier mé-
todo. Sin embargo, no tienen nada de neutro, porque nadie las puede 
utilizar de esa manera. Las técnicas se encuentran siempre dentro de un 
método y si éste es feminista, la manera en que se lee, escucha, observa 
o pregunta, ya tiene un enfoque distinto, un carácter no androcéntrico 
y no sexista. Sandra Harding opina que las técnicas no son feministas 
sino que únicamente puede serlo la manera de usarlas.10 Lo importante 
de las técnicas es precisamente la utilización que se hace de ellas (si no 
se usan, se puede decir que no existen, ya que su existencia depende de 
que tengan una función, de lo contrario son una simple posibilidad).
La fase de sistematización, que incluye el proceso de ordenamiento 
de los resultados y su integración en el conjunto de conocimientos pre-
existentes, será necesariamente distinta en la medida en que la investi-
gación no sexista pone en cuestión al conjunto de las ciencias existentes 
en las cuales domina el Punto de vista androcéntrico.
La fase expositiva también se encuentra frecuentemente, aunque no 
siempre, marcada por el Punto de vista feminista. Cuando se procede a 
comunicar el resultado de una investigación se han realizado esfuerzos 
por romper con las formas tradicionales del discurso masculino que, por 
ejemplo, antes usaba siempre el plural mayestático. Para éste, la expo-
sición de resultados debe ser objetiva, seria, impersonal, fría, distante. 
Para cierto Punto de vista feminista lo objetivo no está divorciado de 
lo subjetivo y lo personal; el discurso puede ser claro, sencillo, directo, 
personal y objetivo al mismo tiempo; a menudo se escribe en primera 
persona y la seriedad no implica que no se pueda escribir en un len-
guaje metafórico, a veces incluso irónico dado que es una forma que 
las mujeres suelen usar con frecuencia, y lo más estético que se logre.11 
 10 Harding, Sandra. “Is There a Feminist Method?”, Sandra Harding (ed.). Feminism and 
Methodology, Bloomington, Indianapolis, Indiana University Press, 1987.
 11 Trinh-T. Minh-ha lo dice de esta manera: “unos modos de escribir que son la irrespe-
tuosa mezcla de lo teórico, lo militante y lo poético”. Clough, Patricia Ticineto. Feminist Thought, 
Blackwell, Oxford, 1994, p. 112.
73
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA
O sea que, en la fase expositiva, el Punto de vistafeminista en ocasio-
nes ha representado un estado de ruptura con respecto a los cánones 
tradicionales. Evidentemente que no es el único discurso que intenta 
romper con ellos, hay otros investigadores e investigadoras que no se 
consideran feministas que caminan en ese sentido.
El Punto de vista feminista nos lleva a desarrollar el proceso de 
investigación de manera un tanto diferente, en la medida en que se 
inicia con la formulación de preguntas distintas (acerca de cuestiones 
que, en general, no son consideradas relevantes por otras y otros 
investigadores). Por ejemplo, una de las interrogantes con las que 
ha arrancado a menudo la investigación feminista es, simplemente: 
¿dónde están las mujeres? Mientras se desarrollaban determinados 
acontecimientos bélicos, ¿qué hacían las mujeres? Si se estudia la his-
toria de la minería en México, es preciso estudiar a los mineros, desde 
luego, pero además de contemplar su proceso de trabajo, es relevante 
conocer su vida cotidiana y, sin duda, la presencia de las mujeres en las 
familias de los mineros. Se justificarán estas preguntas de una manera 
también particular (porque responden a intereses políticos explícitos) 
y, por lo mismo, las respuestas tentativas a esas preguntas tienen que 
ver con la concepción del mundo que sustenta el proceso de conoci-
miento. Algunas respuestas feministas explican que las mujeres han 
sido objeto de la división sexual forzada del trabajo y por ello, excluidas 
de la esfera pública. Las mujeres han desempeñado un papel social 
subalterno porque culturalmente se les ha educado para el matrimo-
nio y la maternidad; o bien, las mujeres han realizado grandes obras 
de todo tipo a lo largo de la historia, sólo que la historiografía las ha 
ignorado, hay que hacer visible esa labor social de las mujeres. Muchas 
otras respuestas se han dado y se siguen buscando a la pregunta inicial 
de ¿dónde están las mujeres?
No se trata de que en este caso las investigaciones tengan un interés 
político y en los demás no. En toda investigación científica existe siem-
pre un interés político o ideológico, lo que sucede es que la mayoría de 
las veces éste se encuentra oculto y se despliega, en cambio, la bandera 
blanca de la supuesta neutralidad del conocimiento.
La investigación feminista no es, de ninguna manera, uniforme, 
como tampoco lo son la investigación marxista, positivista o neolibe-
ral. Sin embargo, los conocimientos que se desarrollan con base en las 
distintas posiciones políticas tienen denominadores comunes, por eso 
pueden llamarse de la misma forma.
74
ELI BARTRA
Es preciso señalar que no se trata de que las mujeres, por el hecho 
de serlo, realizan necesariamente un tipo de investigación distinta, con 
una metodología diferente. Lo que propongo es que un Punto de vista 
feminista puede dar lugar a una metodología de investigación distinta, 
y resulta pertinente denominarla feminista. En general, pero no exclu-
sivamente, son mujeres las más interesadas en utilizarla y esto no es 
esencialismo.
Por otro lado, hay que reconocer que en cierto tipo de investiga-
ción, por ejemplo antropológica o sociológica, el hecho de ser mujer 
condiciona el proceso de investigación. El acercamiento de una inves-
tigadora a sujetos varones para realizar entrevistas será necesariamente 
distinto al de un investigador; o incluso podría modificar la conducta 
de los sujetos que, simplemente, son observados. Asimismo, el acerca-
miento y la relación que se establece entre la investigadora y las mujeres 
a ser investigadas será diferente (a veces a pesar suyo) a los que se dan 
con un investigador, incluso aunque la investigadora no sea feminista. 
El simple hecho de tener un determinado sexo y de pertenecer a un 
género o a otro es una variable que condiciona tanto el desarrollo de 
la investigación como, por tanto, los resultados. En este sentido, tam-
bién es posible hablar de la mujer como género. En este caso, tienen 
nula o poca importancia las diferencias que pueda haber en cuanto 
a clase social o la posición política, entre una investigadora y otra o 
incluso entre las mujeres investigadas. El sexo de quien lleva a cabo la 
investigación puede condicionar todo el proceso de la investigación y 
es importante metodológica y epistemológicamente que eso se tome 
en consideración.12 
Así pues, resulta fundamental el Punto de vista del sujeto que inves-
tiga tomando en consideración su propio género, pero también el sexo 
de las personas investigadas como variables que inciden en el curso de 
la investigación. No solamente la cuestión genérica tiene importancia 
para una investigación feminista sino también el sexo.
Como cualquier otro método, el feminista no está creado de an-
temano, se va creando en la medida que se desarrolla el trabajo inves-
tigativo. En algunas ocasiones, incluso, no es algo deliberado sino que 
se va dando en forma espontánea, de la misma manera que se llevan 
 12 Para una discusión sobre el sexo de los y las investigadoras véase Code, Lorraine. What 
Can She Know? Feminist Theory and the Construction of Knowledge, Cornell University Press, Ithaca 
y Londres, 1991.
75
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA
a cabo investigaciones sexistas y androcéntricas, sin reconocerlo, sin 
hacerlo de manera consciente y deliberada, el sexismo imperante en la 
sociedad aparece insospechadamente por doquier.
El sesgo androcéntrico y sexista en gran parte de la producción y 
difusión del conocimiento sólo puede ser corregido con una metodología 
no sexista, o sea feminista, que lleve a una investigación no androcéntri-
ca. Esta afirmación nos podría acercar fácilmente a otra discusión sobre 
si el hecho de ser feminista es necesariamente no sexista. Yo considero 
que así es. Lo que se ha comprobado en la práctica es que las investi-
gaciones feministas realizadas corrigen el sesgo sexista y contrarrestan 
el androcentrismo.
El método feminista sirve, entonces, para desarrollar conocimientos 
nuevos y distintos sobre cualquier aspecto de la realidad, que no pode-
mos obtener con otro método. Es un Punto de vista que sirve para crear 
un conocimiento con menos falsificaciones al tomar en consideración 
cuestiones hasta ahora marginadas o ignoradas. Y reduce los errores 
porque es menos parcial, menos ciego, menos sesgado.13 
 El hecho de hablar de un método no androcéntrico no quiere decir 
que ahora será el Punto de vista de las mujeres el que impere y se vuelva 
ciego, sordo y mudo frente al género masculino. No se trata de llevar a 
cabo ahora investigaciones meramente ginecocéntricas. Quiere decir que 
en lugar de ignorar, marginar, borrar, hacer invisible, olvidar o incluso 
deliberada y abiertamente discriminar el quehacer de las mujeres en 
el mundo, se busca indagar en dónde están y qué hacen o no hacen, y 
por qué. Además, nos permite entender la conflictiva relación entre los 
géneros y, por lo tanto, comprender mejor el quehacer de los hombres 
quienes no están solos en este planeta.
Tampoco es que ahora haya que reivindicar lo que hacen las mujeres 
como necesariamente significativo y fundamental a priori. Sin embargo, 
a partir de lo que se ha visto y estudiado durante algunas décadas, hoy 
se pueden emitir juicios que hacen tambalear muchos cimientos del 
pensamiento androcéntrico. Por ejemplo, se ha visto que al estudiar 
la acción de las mujeres no podemos seguir tomando únicamente en 
consideración el terreno de la política formal, la realpolitik, sino que es 
fundamental que las “nuevas” formas de hacer política por parte de las 
mujeres, formas sui generis de organización y de lucha, como las accio-
 13 Harding, Sandra. “Can feminist thought make Economics More Objective?”, en: Feminist 
Economics, vol. 1, núm.1, 1995, pp. 7-32.
76
ELI BARTRA
nes de barrio y desde la vida cotidiana, sean consideradas. En el campo 
del arte y la literatura, el hecho de contemplar la división genérica a lo 
largo de todo el proceso de creación, distribución y consumo, así comoen la iconografía, ha sido fundamental para echar nueva luz sobre las 
mujeres y sobre el arte.
Estudiar a las mujeres en México es un trabajo al que se han aboca-
do personas de múltiples disciplinas principalmente en las dos últimas 
décadas. El punto de partida metodológico común es el hecho de su 
invisibilidad. En prácticamente toda la historiografía de los diferentes 
países, las mujeres están básicamente ausentes; México no es una ex-
cepción, comparte con el resto del mundo el profundo androcentrismo 
en todo conocimiento de la realidad.
Resolver esto ha sido la tarea de los feminismos en el campo de la 
investigación científica y humanística. Cómo hacerlo, es harina de otro 
costal y he ahí el abrevadero de las discrepancias. Pero, con todo y las 
permanentes diferencias, el conocimiento sobre el pasado y el presente 
de las mujeres en México ha ido avanzando. Lo que aparece hoy en día 
como central, sin embargo, independientemente de que el conocimiento 
sobre la condición de las mujeres aumente constantemente, es que es 
preciso encontrar la forma, la estrategia, para poder incidir de manera 
significativa en el corazón de las diversas disciplinas y transformar su 
sesgo androcéntrico.
Este afán se traduce en el hecho de que algunas feministas prefie-
ren buscar desde ya una ciencia liberada del género14 y no pierden las 
esperanzas de poder afirmar con bases sólidas, algún día, lo que Poulain 
de la Barre decía en su libro publicado en el siglo XVII: “la mente no 
tiene sexo”.15 Según como se mire, tal vez podría ser cierto, pero las 
mentes no están por ahí flotando en el espacio solas, se encuentran en 
cuerpos humanos que son sexuados y que, además, tienen género.
El método feminista sirve, pues, para acompañar a la investigación 
científica y humanística con la finalidad de crear nuevos conocimientos 
que ya no se centren únicamente en el quehacer, el pensar y el sentir de 
los varones, sino que se considere una realidad con más de un género, 
 14 Para estas cuestiones véase el importante libro de Keller, Evelyn Fox. Reflexiones sobre 
género y ciencia, Alfons el Magnànim, Valencia, 1991.
 15 Citado por Darnton, Robert. “Cherchez la femme”, en: The New York Review, Nueva York, 
vol. XLII, núm. 13, 10 agosto 1995, p. 22. Véase De la Barre, François Poulain. The Equality of the Sexes, 
Manchester, Manchester University Press, 1990. (El original se publicó en francés en 1673.)
77
ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA
con todo lo que ello implica. Por otro lado, es innegable que el campo 
de la investigación sobre epistemología y metodología feministas sigue 
siendo muy fértil y las discusiones académicas en torno a estas cuestiones 
continúan llenando páginas en varias latitudes.16 
 16 Véase, por ejemplo, en cuanto a investigación en ciencias sociales el importante texto 
compilado en 2004 por Hesse-Biber, Sharlene Nagy y Yaiser, Michelle L., Feminist Perspectives on 
Social Research, Oxford University Press, Oxford. 
79
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
Lourdes Fernández Rius
Introducción
La limitación del acceso al saber, los obstáculos para alcanzarlo, para mantener una superación constante e ingresar a las instituciones que 
la certifican, las dificultades para obtener asensos y el consiguiente poder 
que ello supone, dan cuenta de una de las restricciones más fuertes que la 
historia y la cultura patriarcal han impuesto a las mujeres. La inequidad 
y la injusticia, que lo anterior implica, el ejercicio del poder, la violencia, 
el irrespeto y la carencia de humanismo, desfavorables a las mujeres, han 
motivado, desde hace algunas décadas, el análisis del entrecruce de 
género y ciencia.
Según Eulalia Pérez,1 cuando se habla de ciencia, tecnología y 
género; mujer y ciencia; ciencia y feminismo, se hace referencia al 
examen desde diversas perspectivas, en especial, a partir del pensa-
miento feminista, que ha hecho evidente la división sexual del trabajo en 
la ciencia y la consiguiente organización genérica de las comunidades 
científicas y de la propia ciencia, las cuales han dado aliento a la desi-
gualdad impidiendo el acceso a la educación, ocultando y devaluando 
las obras escritas por mujeres y promoviendo una educación sexista 
presente hasta nuestros días.
¿En qué medida el orden patriarcal del mundo y las condiciones 
femeninas y masculinas que integra permiten a mujeres y a hombres la 
satisfacción, realización plena y el crecimiento personal? ¿Es la ciencia, 
incluso en nuestros días, androcéntrica? ¿Cuál hubiese sido el decursar 
de la ciencia si hubiese sido creada por hombres y mujeres? ¿La pre-
sencia significativa de las mujeres en la ciencia, relativamente reciente, 
 1 Pérez Sedeño, Eulalia. “¿El poder de una ilusión?: Ciencia, género y feminismo”, en: María 
Teresa López de la Vieja de la Torre, Feminismos: del pasado al presente, Universidad de Salamanca, 
España, 2000.
80
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
habrá traído consecuencias en los diseños, problemas, métodos y 
concepciones científicas? ¿Podría cambiar ello la noción de lo que es 
entendido como ciencia? ¿La insuficiente presencia aún de mujeres en 
las ciencias y la existencia de profesiones tradicionalmente femeninas 
indican perpetuidad de la cultura patriarcal?
Un orden de poder muchas veces obviado
Las sociedades patriarcales —prevalecientes en nuestros días— se dise-
ñan y organizan desde una prescripción de valores y normas identifica-
bles con una determinada construcción simbólica de lo que es entendido 
como masculinidad y feminidad.
Lo masculino y lo femenino no son hechos naturales o biológicos 
sino construcciones culturales.
Es uno de los modos esenciales en que la realidad social se organiza, 
se construye simbólicamente y se vive.
El orden sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad 
—definida históricamente— se expresa a través del género. En este caso 
se hace referencia a una construcción simbólica que integra los atributos 
asignados a las personas a partir de su sexo.
La diferencia sexual se resignifica socialmente y se expresa en un 
orden de género binario: masculino-femenino, dos modos de vida, dos 
tipos de subjetividad, de atributos eróticos, económicos, sociales, cultu-
rales, psicológicos, políticos, dos modos de sentir y de existir.
Así, la categoría género permite comprender las asignaciones y 
expectativas socioculturales que se construyen con respecto a las dife-
rencias sexuales: las actividades y creaciones de las personas, el hacer 
en el mundo, la intelectualidad y la afectividad, el lenguaje, concep-
ciones, valores, el imaginario, las fantasías, los deseos, la identidad, la 
autopercepción corporal y subjetiva, el sentido de mismidad, los bienes 
materiales y simbólicos, los recursos vitales, el poder, la capacidad para 
vivir, posición social, estatus, oportunidades, el sentido de la vida y los 
límites propios.
La noción de lo femenino está asociada, entre otras cosas, a la ma-
ternidad, a lo que es dado por “la naturaleza”, al hecho de engendrar 
y parir. Éste es el eje de la feminidad desde lo patriarcal, que se arti-
cula con la idea del sexo como procreación y deslegitima la sexualidad 
como placer. De ahí deriva la idea de lo femenino vinculado a dulzura, 
81
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
delicadeza, al cuidado, a ser más para los otros que para sí, al lugar 
de la emoción, de los afectos, de los sentimientos, de la intuición. Lo 
femenino es atribuido predominantemente a las mujeres, las cuales, en 
cumplimiento del “mandato cultural”, deben asumir el papel de madre-
esposa-ama de casa, liderar una familia y ser su pilar emocional.
En las mujeres, el quehacer y el sentido de la vida se orientan ha-
cia los demás. Trabajar, pensar, sentir para los demás. De este modo, la 
presencia del amor conyugal y familiar, sostenido fundamentalmente 
por las mujeres, sin suficiente reciprocidad en muchas ocasiones, se 
convierte en un pilar de dominacióny de inequidad afectiva.
Lo masculino se articula alrededor de la virilidad, de la erección, del 
sexo como placer, de la homofobia. La perfección, la eficacia, la excelen-
cia, el éxito, la razón, la capacidad para emprender, dominar, competir 
son los atributos psicológicos expresados en papeles instrumentales 
que se asocian a la masculinidad. Es éste el lugar de la cognición, del 
intelecto, del saber, de la cultura, del poder, la solvencia económica y la 
capacidad resolutiva en el ámbito público. Se excluye de aquí cualquier 
noción asociada a los afectos, la intuición o la emoción; en cambio es la 
fuerza y la agresividad física y psíquica, dada en el dominio de lo físico 
y en el control de los sentimientos, de la sensibilidad, de la vulnerabili-
dad y en la búsqueda de la autonomía, la independencia, la decisión y 
seguridad emocional. Este contenido se atribuye predominantemente 
a los hombres quienes deben asumirlo si desean ser considerados mas-
culinos. Aquí se dirime la identidad de género y la personal.
Esta escisión de género se expresa, además, en una división/ex-
clusión de la propia vida: un espacio público, productivo, remunerado, 
moderno, con progreso científico técnico, con movilidad, conectado 
con el comercio, la ganancia, la política y los asuntos internacionales y 
un espacio privado, reproductivo, estático, tradicional, conservador, no 
remunerado.
La idea de lo masculino y ser hombre aparece vinculada al ámbito 
público. Los hombres deben desempeñarse en la vida pública, ése es 
su espacio, para lo cual deben ostentar sabiduría, poder y demostrar 
excelencia, eficacia, racionalidad. Este espacio es visible, tangible, es el 
único donde el trabajo es remunerado, medible.
Lo femenino se ubica en el ámbito privado, doméstico, familiar, del 
cuidado a los otros, de los afectos, de la reproducción de la vida, del trabajo 
no remunerado, invisible, y que aparece como propio de las mujeres por 
naturaleza. Ellas están “mejor dotadas” para el ámbito privado y sus 
82
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
exigencias, por lo que se les ha impedido históricamente el acceso a la 
educación, al saber, a la cultura, a la ciencia, al trabajo fuera del hogar y 
al poder que de ello se deriva, para que, de este modo, no se vea afectada 
la “función natural” esencial, para la cual han sido “destinadas”.
En una misma persona pueden confluir cosmovisiones de género 
diversas (tradicionales y otras más modernas). Existe un sincretismo 
en la cultura como subjetividad, como vivencia social y también en la 
subjetividad individual. Sincretismo que no deja de ocasionar tensiones 
y conflictos. Los valores y papeles escindidos para cada género tienen 
reconocimiento social diferenciado; esta construcción cultural pretende, 
apoyándose en tales diferencias, establecer una dicotómica jerarquiza-
ción que acentúa la supremacía de lo masculino como valor y convierte 
lo diferente en desigual. Es éste el punto cardinal de la cultura patriarcal: 
las relaciones de poder de género.
Lo masculino (atribuido a los hombres) se erige como supremo so-
bre lo femenino (atribuido a las mujeres). Los hombres aparecen como 
dueños y dirigentes del mundo, de sus familias, mujeres, hijos e hijas. 
Algo es lo legítimo, superior y paradigmático: lo masculino. Algo es 
poco legítimo, inferior y sometido: lo femenino.
Al espacio público se le asocian valores de privilegio, es lo que se 
considera como lo supremo. Desde lo masculino se va construyendo un 
orden donde éste es la medida de todo lo humano. Mientras, se perpetúa 
un espacio privado, sin valor ni prestigio, reservado a las mujeres y que 
refuerza su sometimiento.
Los intereses específicos de los hombres, condicionados por un or-
den social que les ha llevado a ocupar ese papel hegemónico y a generar 
la sujeción femenina, se centran en varios aspectos: obtención de placer 
sexual, producción de hijos, explotación del trabajo doméstico no paga-
do, extracción de apoyo emocional que refuerza el ego masculino.
Estamos ante una situación de dominación, de explotación y de un 
androcentrismo cultural presente, incluso, en los actos aparentemente 
más íntimos (pareja, familia, sexualidad), en una dinámica de subor-
dinación en el escenario privado, en un mercado laboral desfavorable 
para las mujeres a partir de salarios más bajos y de empleos menos 
prestigiosos o bloqueados en cuanto al ascenso, en la limitación de sus 
desplazamientos pues la violencia sexual funciona como un toque de 
queda para las mujeres las cuales no deben o no pueden transitar por 
ciertos lugares ni a ciertas horas sin la compañía masculina.
83
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
Esta dicotomía y jerarquización de género también la podemos 
apreciar de modo nítido en la división sexual del trabajo, en la estrati-
ficación horizontal y vertical de ciencia y tecnología como veremos más 
adelante, en los diversos discursos sociales, artísticos y en las relaciones 
de poder que acontecen en toda la sociedad todo lo cual tiene su origen 
en la cultura, en la sociedad y no en la naturaleza.
Los modelos de la cultura patriarcal se expanden hoy, vertigino-
samente, en virtud de la globalización, aunque ello apunte hacia un 
sincretismo en el cual se vertebran diversidad de costumbres, tradiciones, 
religiones, relaciones económicas y núcleos de género. A su vez, todas 
las sociedades, con sus ritmos propios, experimentan transformaciones 
que evidencian puntos de tensión entre conservación y cambio.
Algo se ha quebrado del equilibrio anterior, donde regía un orden entre 
los géneros por el cual las mujeres “naturalmente” ocupaban un lugar 
postergado. Los organizadores de sentido [de] lo femenino y lo masculi-
no trastabillan, las demarcaciones de lo público y lo privado se vuelven 
borrosas [...] diversas fisuras amenazan con el quiebre del paradigma que 
legitimó durante siglos las desigualdades de género.2 
El patriarcado es universal y longevo. Sin embargo, no hay esen-
cias masculinas o femeninas eternas, sino que se van construyendo en 
lo simbólico, en la organización social y en un sistema de prácticas que 
crean lo material y lo espiritual y le dan continuidad a niveles macro, 
medio y micro estructurales a través de la socialización.
El patriarcado se impone a través de la coerción (leyes, islamismo 
fundamentalista, etc.) o a través del consentimiento (imágenes y mitos 
trasmitidos). Esto último nos devela la existencia de una igualdad sólo for-
mal entre hombres y mujeres, pues incluso ante la autonomía económica 
femenina hay patriarcado, toda vez que la relación de género se realiza de 
acuerdo con dinámicas e inversiones psicológicas que resultan diferentes 
para mujeres y hombres, por ser producto de una socialización también 
diferente. Es por ello que aún desapareciendo la dependencia económica 
femenina subsiste la subordinación emocional de las mujeres.
La cultura patriarcal produce, reproduce, promueve valores aso-
ciados a la distinción y segregación de las personas a partir de su sexo. 
 2 Fernández, Ana María. Las mujeres en la imaginación colectiva, Paidós, Buenos Aires, 1993, 
p. 12.
84
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
Mientras, la sociedad se encarga de instrumentar los agentes (peda-
gógicos, coercitivos, correctivos, valorativos) para hacer cumplir la 
normatividad asociada a la condición de género. La socialización sexista 
de niñas y niños va conformando subjetividades distintas y habilidades 
distintas: relacionales y emocionales, de cuidado para las niñas e 
instrumentales para niños, en especial por los juguetes y el tipo de 
juegos que practican y que se les exige que practiquen en la familia, 
escuela y sociedad en general, por el tipo de estudios o profesiones que 
se espera que cursen o desempeñen, por las preferencias docentes 
que se les forman. Esto coloca el acento en los determinantes socio-
culturales en la comprensión de posibles diferencias cognitivas entre 
mujeres y hombres.
En el proceso de socialización —que tiene lugara través de dichos 
agentes— se producen y reproducen relaciones de poder o de respeto 
a las diferencias, así como el lenguaje social, los modelos y mecanismos 
para la interiorización. En esta socialización cristalizan las subculturas 
de género, la sociedad en general y las tradiciones culturales.
Evelyn Fox Keller plantea que “la primera tarea, la más obvia del 
trabajo en el género, es dividir los cuerpos físicos en masculinos y fe-
meninos. El trabajo más sutil y tal vez más insidioso se hace evidente en 
el trabajo que el propio género hace al dividir el mundo social, político 
y cognitivo.”3 
Acerca de la ¿neutralidad de las ciencias?
La ciencia ha sido concebida como una relación de dominio y explota-
ción ejercida por el ser humano sobre la naturaleza, mediante ingenios 
e inventos, para transformarla en nuestro provecho y proveer conoci-
mientos verdaderos.4 
De acuerdo con la concepción tradicional o concepción heredada de la 
ciencia, ésta es vista como una empresa autónoma, objetiva, neutral y 
 3 Keller, Evelyn Fox. “La paradoja de la subjetividad científica” en: Dora Fried Schnitman. 
Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Paidós, Buenos Aires, 1994, p. 145.
 4 Pérez Sedeño, Eulalia. “Feminismo y estudios de ciencia, tecnología y sociedad: nuevos 
retos, nuevas soluciones” en: María José Barral y Carmen Magallón (eds.), Interacciones ciencia y 
género, Icaria, Barcelona, 1999.
85
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
basada en la aplicación de un código de racionalidad ajeno a cualquier 
tipo de interferencia externa.5 
Aparece así una concepción esencialista y triunfalista de las ciencias, 
en la cual —desde una linealidad— a más ciencia, más tecnología, más 
riqueza, más bienestar social.
Se tributa así a una separación entre ciencia y sociedad-valores 
unida a la neutralidad valorativa de la ciencia en aras de la racionalidad 
teórica y la objetividad.
Haciendo referencia a los orígenes de esta escisión Jover Núñez 
afirma que:
en las publicaciones científicas del siglo XIX se aprecia cada vez más la 
especialización del lenguaje, el intento creciente de la objetividad apoyado 
no sólo por el perfeccionamiento del método científico, sino también en 
la separación de toda valoración, de toda expresión de cultura espiri-
tual, concebida como extrínseca a la ciencia. [...] Emoción, sensibilidad, 
espíritu, belleza, se confrontaron cada vez más con matematización, 
experimentación, objetividad, operándose así una fractura al interior de 
la creación humana.6 
Según Núñez, la concepción que distancia a la ciencia de la econo-
mía, de la política, de la sociedad y de la moral hunde sus raíces en el 
positivismo lógico que pretendía la objetividad y alcance de la verdad 
a partir de recursos empíricos y lógicos, sin que interviniesen circuns-
tancias psicológicas, políticas u otras.
Se quería una ciencia igualada a verdad en “beneficio” humano, 
una ciencia caracterizada por su objetividad, neutralidad, por contenidos 
carentes de valores, por métodos que —en tanto “científicos”— buscaran 
de modo desinteresado la verdad a partir de la contrastación de hipótesis 
por medio de técnicas muy elaboradas, la experimentación, cuantifica-
ción, que liberara de los errores que originarían los sentimientos, los 
valores o los compromisos políticos.
 5 García Palacios, Eduardo Marino, González Galbarte, Juan Carlos, López Cerezo, José 
Antonio, Luján, José Luis, Gordillo, Mariano Martín, Osorio, Carlos, Valdés, Célida. Ciencia, tec-
nología y sociedad: una aproximación conceptual, OEI, Madrid, 2001, p. 12.
 6 Núñez, Jover. “Ciencia y Cultura en el cambio de siglo”, en: José Antonio López Cerezo 
y Manuel Sánchez Ron. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo, Biblioteca Nueva, 
Madrid, 2001, p. 92.
86
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
Desde ese lugar los valores contextuales no tienen significado en 
la investigación, no intervienen en la observación, en los diseños, las 
reflexiones ni en las interpretaciones, se habla de verdades absolutas, 
definitivas, por tanto se niegan, entre otros, los condicionamientos de 
género.
Esta noción de ciencia hace estallar valores ecológicos, de respeto 
a la naturaleza, de equidad, para legitimar el poder, la violencia, la su-
misión. Esto recuerda las relaciones de poder presentes en las relaciones 
de género. La ciencia concebida en términos exclusivos de racionalidad 
es un producto cultural más, para Kuhn la ciencia no consistía en “la 
totalidad de las proposiciones verdaderas ni estaba regida por principios 
lógicos o metodológicos inmutables, sino que representaba una empresa 
social basada en un consenso organizado”.7 
La crítica al positivismo destaca, como causa de la decadencia de la cul-
tura, el olvido del mundo de la vida y de la subjetividad: la racionalidad 
se ha restringido a las meras ciencias de los hechos, las cuales producen 
meros hombres de hechos.8 
Guerras y crisis ecológica, impactos militares y económicos pro-
movieron, desde los años sesenta hasta hoy, cuestionamientos acerca 
de la excelencia racional y la supuesta neutralidad de la ciencia y la 
tecnología. Todo esto va cambiando las relaciones entre ciencia y socie-
dad y los discursos acerca del tema en el que la crítica feminista de la 
ciencia posee un lugar especial mientras que los estudios de CTS (Cien-
cia, Tecnología y Sociedad) iniciados por ese entonces en norteamérica 
comenzaron a indagar acerca del condicionamiento de la ciencia, los 
valores subyacentes a su desarrollo y los impactos sociales que venían 
produciéndose.
Se habla hoy del riesgo en la ciencia y del síndrome de Frankens-
tein para hacer referencia a un impacto dañino, destructor sobre la 
naturaleza, la sociedad y la humanidad en virtud de la globalización 
de la ciencia y la tecnología (amenazas y catástrofes nucleares, residuos 
 7 López Cerezo, José Antonio y Sánchez Ron, Manuel. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura 
en el cambio de siglo..., p. 72.
 8 Hoyos, Guillermo. “Ciencia y tecnología entre la crítica y la ética: el uso pragmático de la 
razón práctica”, en: José Antonio López Cerezo y Manuel Sánchez Ron. Ciencia, tecnología, sociedad 
y cultura en el cambio de siglo..., p. 122.
87
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
tóxicos, aditivos alimentarios, alimentos transgénicos, envenenamiento 
farmacéutico, derramamiento de petróleo). Ya no se asocia progreso 
científico con bienestar social. La ciencia y la tecnología se cuestionan, 
se hacen objeto de examen, de debate social y político.
Se añade a esto el hecho de que hoy, las ciencias se desarrollan sobre 
la base de la producción de tecnologías muy sofisticadas, y éstas también 
se sostienen sobre avances científicos, por eso se tiende cada vez más a 
hablar de tecnociencia como:
[...] el producto de la investigación que emplea métodos y técnicas ca-
racterísticos, a la vez que un cuerpo de conocimientos y procedimientos 
organizados y un medio de resolver problemas; pero además es una 
institución social que necesita instalaciones materiales, es un recurso 
cultural y educativo que necesita ser dirigido y un factor fundamental 
en los asuntos humanos [...] es un sistema formado por conocimientos, 
artefactos, diseñadores/as y usuarios/as, pero también por quienes sin ser 
usuarios/as directos, lo padecen o sufren y entre los que se dan determi-
nadas relaciones todo ello además situado en un contexto sociohistórico 
concreto.9 
Entonces, ¿qué relación existe entre el poder muchas veces obviado 
y la “neutralidad” de las ciencias?
¿Se entrelazan género y ciencia? ¿Pueden los intereses 
de género sesgar la ciencia y la tecnología?
La tecnología incorpora de la cultura relaciones sociales constituidas 
por creencias, deseos y prácticas, dentro de las cuales las de género 
adquieren especial significación. Hombres y mujeres crean la ciencia y 
la tecnología en virtud de sus contextos sociales, políticos, históricos, 
intereses de género y de poder determinados.Asimismo, la promoción y desarrollo en ciencia y tecnología respon-
den a elecciones y políticas hechas por grupos en contextos socioculturales 
y políticos específicos, dependen de la distribución de poder y de recursos 
en una sociedad. Las instituciones, decisiones de proyectos, financia-
 9 Pérez Sedeño, Eulalia. Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología, Cuadernos de Ibero-
américa, OEI, Madrid, 2001, p. 83.
88
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
mientos, lo que se puede investigar y lo que no, están supeditados a los 
intereses sociales y políticos de un momento histórico determinado. Estos 
últimos también condicionan el planteamiento de problemas científicos, 
hipótesis, diseños, técnicas, instrumentos y las interpretaciones que se 
realizan de los datos obtenidos. El saber y la cultura están condicionados 
por lo económico, lo social e histórico de cada sociedad así como por 
las relaciones de poder imperantes de modo específico.
Dentro del condicionamiento social de la ciencia es insoslayable 
hoy el examen desde la perspectiva de género. En este sentido, la 
crítica feminista habla de un saber científico construido por el poder 
hegemónico masculino presentado presuntamente como universal. El 
análisis requiere desmontar al sujeto cognoscente universal, único y 
eterno y aceptar la existencia de un sujeto cognoscente condicionado 
por el género entre otros elementos.
Ya no es posible hablar de ciencia descontextualizada, sin relación 
con quiénes la hacen, con la realidad sociocultural, histórica, política 
y profesional de realización; ni de la desconexión entre los valores 
epistémicos (los que permiten afirmar que una práctica tecnocientífica 
sea adecuada) y los contextuales o extracientíficos (entre otros, los de 
género).
Según Diana Maffía,10 científicos y científicas están determinados 
socioculturalmente. Una de estas determinaciones es el género, es decir, 
la redimensión cultural de las diferencias sexuales, los roles asignados y 
las relaciones humanas condicionadas en virtud de ello. Entonces, hay 
que hacer evidente cómo el producto del trabajo científico, supuesta-
mente neutral posee un sesgo sexista.
El sesgo de género puede aparecer como ideología de la inferiori-
dad de un sexo, históricamente el femenino (sexismo) y como Punto de 
vista parcial masculino que hace de la experiencia del varón la medida 
de todas las cosas (androcentrismo). Según Eulalia Pérez Sedeño11 los 
estudios sobre ciencia, tecnología y género, aún en su diversidad, se opo-
nen al sexismo y androcentrismo reflejados en la práctica científica.
La noción de ciencia positivista y neutral cada vez es más cues-
tionada desde diversas disciplinas, incluido el movimiento y la teoría 
 10 Maffía, Diana. “Epistemología feminista: La subversión semiótica de las mujeres en la 
ciencia”, en: Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol.12, núm. 28, Instituto Interdisciplinario 
de Estudios de Género. Universidad de Buenos Aires, Caracas, junio, 2007.
 11 Según Pérez Sedeño, Eulalia. Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología…
89
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
feminista. Así, cuestionar las teorías que fundamentan el orden patriarcal 
es a su vez cuestionar una noción de ciencia neutral, libre de valores y 
el poder que engendra este tipo de conocimiento. Incluir la perspectiva 
de género contribuye a dicho examen, además de develar el lugar de 
las mujeres en la producción de saberes científicos, en relación con el 
producto científico y en las prácticas, en el inicio de ciertas disciplinas, 
como debilitamiento cuando tales disciplinas se profesionalizan, el lu-
gar de la aparición de fenómenos sociológicos asociados a las mujeres, 
para el fomento de ciertas disciplinas; la influencia de las mismas en la 
divulgación, el desfase de su incorporación a instituciones científicas y 
las consecuencias que ello ha traído. La inclusión del género en la ciencia 
ha conducido, también, a develar las innovaciones tecnológicas en acti-
vidades del ámbito privado como derivación del sexismo y la división 
sexual del trabajo.
Asimismo, esta perspectiva ha contribuido a la comprensión del 
origen y desarrollo de la ciencia, a entender las complejidades en este 
desarrollo, sus mecanismos de funcionamiento así como la influencia 
de ciertos aspectos —al parecer— ajenos a la ciencia lo cual pudiera, 
junto con otras perspectivas, favorecer una redimensión de lo que se 
entiende por ciencia y tecnología.
En la producción de conocimientos científicos, se ha transitado 
también por caminos dicotómicos donde lo cuantitativo, en tanto modo 
de hacer ciencia, ha sido legitimado, promovido e impuesto como lu-
gar del saber, como el lugar de lo medible, demostrable, observable y, 
por tanto, de la verdad. Acá aparece también la universalización de un 
camino, la absolutización de una parte convertida en paradigma de la 
ciencia y del saber científico legitimado.
Siguiendo esta misma lógica de lo diferente convertido en desigual, 
en una relación jerárquica y de poder, se aprecia entonces que la razón, 
el saber, el intelecto, la excelencia, lo legítimo, lo medible y perfecto van 
apareciendo casi como sinónimos, por estar exentos de emociones, de 
afectos, de intuición, de intangibilidad.
Subyace a la dicotomía de género, lo que la ideología patriar-
cal pacientemente ha tejido desde hace milenios, la contraposición 
cognición-afecto, razón-emoción y la legitimación de la razón y el 
intelecto como superior al afecto y la emoción. Se aprecia también la 
contraposición objetivo, visible, tangible versus lo subjetivo, no visible, 
no medible. Así como la dicotomía objeto-sujeto, cultura-naturaleza, 
cuerpo-mente, individuo-sociedad, público-privado, razón-emoción, 
90
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
objetividad-subjetividad, hecho-valor, ciencia-creencia. Y las jerarquías 
correspondientes.
El patriarcado reduce los valores humanos a los masculinos y en 
consecuencia éstos aparecen como únicos y modélicos. Por ejemplo, el 
modelo único y universal de ciencia, supuestamente neutral, que a su vez 
destila valores sesgados por un modo de entender la ciencia y de ejercer el 
poder sobre la naturaleza, así como entre quiénes saben y quiénes no.
Se evidencia el dualismo dicotómico que vemos también en la con-
traposición cantidad-calidad en el ámbito del pensamiento científico y 
que sostiene la ya mencionada “neutralidad” de las ciencias,
[...] al introducir el sesgo androcéntrico que supone la generización de 
la sociedad en la base misma de las dicotomías, se pone de manifiesto el 
hecho de que la propia forma de conceptualizar, la forma de elaborar los 
principios lógicos y epistémicos que rigen el método científico obedece a 
una construcción patriarcal, situándose el género como el factor revelador 
crucial de esta construcción [...] 12 
Los discursos y mitos sociales (científicos, de género) ordenan y 
legitiman a los actores y los espacios sociales y subjetivos, que son —en 
tanto jerárquicos— de poder, de violencia. Estos dos fenómenos se cor-
tan para condicionarse mutuamente. Sería difícil determinar si es una 
ideología patriarcal la que subyace en ambos supuestos o es el modo de 
producir el saber de una época el que se refleja en lo patriarcal o todo ello 
resulta de una imbricación entre ambos fenómenos que definitivamente 
se articulan y alimentan mutuamente en la producción de sentidos en 
los contextos y en las subjetividades sociales e individuales.
Las críticas feministas sostienen que esta dicotomización constituye una 
ideología en el sentido fuerte del término en contraste con las creencias 
falsas, sesgadas a favor de unos valores que carecen de poder social, 
estas creencias estructuran las políticas y prácticas de las instituciones 
sociales incluida la ciencia.13 
El patriarcado fomenta y refuerza una ciencia neutral. Desde este 
lugar se desarticula el humanismo, por un lado, y por el otro, se pro-
 12 Ana Sánchez, citada por Fernández, Ana María. Lasmujeres en la imaginación colectiva... 
p. 43.
 13 Harding, Sandra. Ciencia y Feminismo, Morata, Madrid, España, 1996, p. 119.
91
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
mueve una exclusión de los valores contextuales del quehacer científico. 
En ambos casos se tributa, en mutua retroalimentación, en el sentido 
de soslayar los valores morales, sociales, humanos.
La no neutralidad se aprecia en las proposiciones tecnocientíficas y 
las consecuencias de sus usos para las mujeres, en las diversas presiones 
socioculturales, en la sentencia: mujer igual a maternidad, en la cons-
trucción cultural de la infertilidad, de lo estético corporal, de la juventud 
como valor, de los estándares de belleza, higiene, orden en el hogar, 
etc. Tales prácticas no son neutrales toda vez que intentan perpetuar 
valores que, a su vez, afianzan y legitiman un poder y un sometimiento 
a estereotipos de género.
La capacidad tecnológica masculina (saber usar los artefactos idea-
dos por la ciencia y la tecnología) es un producto a la vez que un refuerzo 
del androcentrismo social.14 Ello se acentúa en anuncios publicitarios y 
en los juegos que adjudicamos a niños y niñas, entre otros.
El discurso y la cultura androcéntrica producen sentidos subjetivos 
en la sociedad, y a su vez, éstos son legitimados por los valores de la 
cultura social, en una suerte de reproducción a su interior. Entonces 
se legitiman modos de saber, de hacer, de actuar desde sus propios 
valores.
El discurso social, político y científico ha sido fundamentalmente 
androcéntrico, ha promovido desde un modo de hacer ciencia que 
genera cambios a la vez que perpetúa lo androcéntrico. Se entrelaza 
en un nudo lo que ha promovido y puede seguir promoviendo una 
cultura sexista y androcéntrica, un pensamiento dualista, dicotómico, 
excluyente.
Ahí aparecen de nuevo los entretejidos: ¿quienes poseen el acceso 
al saber científico desde este lugar? ¿Quién posee la capacidad real de 
razonar, de desplegar su intelecto, de alcanzar la objetividad y protegerse 
de afectos e intuiciones? Tal como señalamos más arriba, quedaría claro 
que los hombres, quienes son los portadores de lo masculino, sinóni-
mo a su vez de razón, precisión, excelencia, etc. Las mujeres quedan 
excluidas del saber científico en tanto se identifican con el lugar de la 
emoción, los afectos y la intuición. La noción tradicional de objetividad 
presenta a la ciencia como una actividad hostil para las mujeres, pues 
sus métodos y definiciones entran en colisión con la construcción social 
de feminidad.
 14 Pérez Sedeño, Eulalia. “Feminismo y estudios de ciencia, tecnología y sociedad”...
92
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
Celia Amorós analiza varias referencias en la historia del pensa-
miento filosófico que han tratado de fundamentar la exclusión de las 
mujeres de las ciencias: “[...] está probado que partes del cerebro funda-
mentales para la vida intelectual están menos desarrolladas en la mujer 
que en el varón ya desde el nacimiento [...] el lugar correcto y natural 
de la mujer es el de un ser subordinado”.15 
Rousseau afirmaba que las mujeres no están capacitadas para “la 
búsqueda de verdades abstractas y especulativas [...] en lo tocante a 
las obras de genio, éstas superan su capacidad [...]”16 que “Cuando la 
mujer utiliza la razón, sale de su sexo, se viriliza” y que “La educación 
de la mujer, por tanto, debe estar siempre relacionada con el hombre. 
Para agradarnos, para sernos útiles [...] éstas son las obligaciones de las 
mujeres y lo que se las debe enseñar desde la infancia”.17 
Para el psicólogo estadounidense de inicios del siglo XX Stanley 
Hall, la mujer es “más intuitiva, menos discursiva, posee con diferen-
cia una vida emocional más rica […]”18 y su posible dedicación a la 
ciencia era censurado por él en un sentido médico, sexual y moral “[…] 
es la apoteosis del egoísmo desde cualquier ética biológica”.19 
James McKeen Cattell, otro psicólogo prestigioso de la época, 
en sus estudios sobre hombres eminentes concluía que en la relación 
de eminencias “las mujeres no tienen un lugar importante […]” y las 
pocas que lo son, es “[…] gracias a infortunios, a su belleza o a otras 
circunstancias”.20 
De la misma época Edward Thorndike, psicólogo y discípulo de 
Cattell, afirmaba que “[…] de los cien individuos más aptos en este país 
[EU], ni siquiera dos serían mujeres”.21 
Edward B. Titchener creador del Club Informal de Psicólogos 
Experimentales decía en 1904:
Durante muchos años quería un club experimental, sin oficialismos, los 
hombres moviéndose de un lado a otro, portando aparatos, el laboratorio 
 15 Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer, Verbo Divino, España, 1995, pp. 92-93.
 16 Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer…, pp. 126 y 160.
 17 Rubio Herráez, Esther. “Nuevos Horizontes de la Educación Sexista”, en: María José Barral 
y Carmen Magallón. Interacciones ciencia y género, Icaria, Barcelona, España, 2000, pp. 538-539.
 18 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo, Narcea, Madrid, España, 2005, p. 32.
 19 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 33.
 20 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 34.
 21 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 36.
93
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
anfitrión para trabajar, sin mujeres, que se pudiera fumar, lleno de críticas 
y discusiones totalmente francas […].22 
Definitivamente, tanto los valores patriarcales como los paradigmas 
“legítimamente científicos” se han imbricado. ¿Podrían estos entretejidos 
explicar el hecho de que durante milenios se privara a las mujeres del 
acceso a la educación, a la ciencia y al desempeño público? ¿Podrían 
explicar, también, el hecho de que las mal llamadas ciencias duras sigan 
siendo predominantemente desempeñadas por hombres y de que las 
mal llamadas ciencias blandas sigan siendo fundamentalmente feme-
ninas?, ¿que los cargos de dirección y toma de decisiones sigan siendo 
en su mayoría ejercidos por hombres?, ¿que determinadas ciencias o 
profesiones se devalúen cuando se feminizan?, ¿que un amigo insista en 
que la física es para hombres y un colega diga que aunque la psicología 
es femenina, los talentos siempre han sido masculinos?
Diana Maffía23 refiere que la exclusión de las mujeres en la ciencia 
impide su participación en las comunidades epistémicas que constru-
yen y legitiman el conocimiento, y contribuye a eliminar las cualidades 
femeninas de tal construcción y legitimación.
A su vez, la visibilidad de las mujeres en las ciencias pone hoy 
en cuestionamiento su invisibilidad histórica tanto en los sistemas 
teóricos, como en las metodologías de investigación, las tecnologías e 
instituciones científicas. La diferencia y jerarquización de género atra-
viesan todas estas instancias.
El análisis de género es detractor del orden patriarcal de la socie-
dad (desigualdad, injusticia, jerarquías) que resulta nocivo, opresivo 
y enajenante. La perspectiva de género implica una mirada ética del 
desarrollo y la democracia para enfrentar la inequidad, la desigualdad 
y la opresión, es una toma de posición crítica y una proposición de al-
ternativas para el cambio
La deconstrucción de la cultura patriarcal que propone el feminis-
mo se hermana con las proposiciones del enfoque CTS —en el sentido 
de que el primero avanza en el desmontaje—, ambos son caminos de 
equidad, justicia y democracia, entre los géneros. A la vez, el enfoque 
CTS avanza en propuestas inclusivas de la moral, los valores, la política, 
la cultura en el quehacer científico. Ambos se entrecruzan en el camino 
 22 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 69.
 23 Maffía, Diana. “Epistemología feminista...”.
94
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
de desarticular propuestas, ideologías, culturas que soslayen la signi-
ficación del humanismo, la justicia y la equidad en la sociedad, en la 
ciencia y en la tecnología.
¡Mujeres: hacia la ciencia y la tecnología! 
Y… ¿de cuál ciencia hablamos?Según Pérez Sedeño24 son tres los momentos que marcan la lucha de 
las mujeres por el acceso a la educación:
El primero se sitúa en el Renacimiento y la revolución científica, 
a mediados del siglo XVII, cuando se planteó el acceso de las muje-
res a la educación elemental y surgió la polémica sobre su capacidad 
biológica para ello, floreció la literatura para damas, se crearon los salones 
científico literarios dirigidos por mujeres ilustres, de clases privilegiadas y de 
modo excepcional. La idea social generalizada era que las mujeres poseían 
insuficiente capacidad para aprender, lograr un saber y mantenerlo, es 
decir, que eran inferiores intelectualmente. Esto luego ha sido sostenido 
y defendido por ciencias como la biología, neurociencias, para reproducir 
el androcentrismo. Por ejemplo, estudios en biología se han encargado 
de justificar la inferioridad y el sometimiento de las mujeres, su infe-
rioridad intelectual, cognitiva, buscando condicionamientos lineales o 
semejanzas con el comportamiento animal.
El segundo se sitúa en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las 
mujeres se propusieron el acceso a la educación de alto nivel, sin res-
tricciones, a las ciencias, a las instituciones universitarias, a las acade-
mias, sobre todo en Occidente, y de modo paulatino. Con excepciones 
aisladas (en los conventos o las mujeres de la ilustración), lo cierto es 
que el acceso a las universidades fue posible hasta hace poco más de un 
siglo. Por ejemplo, el acceso a universidades europeas se produjo, por lo 
general, en el último tercio del siglo XIX (Suiza en 1860, Gran Bretaña 
en 1870, Francia en 1880, Alemania en 1900, España en 1910), a las 
universidades americanas en el primer tercio del XX, y en la segunda 
mitad del XX se dio acceso a las mujeres a las academias científicas.
Celia Amorós afirma que “ya en nuestro siglo —refiriéndose al 
XX— hasta las vísperas de la Guerra y hasta 1965 en Francia y 1975 
 24 Según Pérez Sedeño, Eulalia. Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología…
95
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
en España, la mujer debía pedir al marido permiso para ejercer una 
profesión”.25 
El tercer momento corresponde a los años setenta, del siglo XX, 
en la segunda ola del feminismo. Ya sin restricciones legales y una vez 
conseguido el acceso a las ciencias las preguntas son: ¿por qué hay pocas 
mujeres estudiando ciencias, en la historia de la ciencia, trabajando en 
ellas o en puestos de responsabilidad y toma de decisiones?, ¿por qué 
las que están aparecen como inferiores?
Como resultado de este análisis se recuperan figuras femeninas 
de la historia de las ciencias, y en la actualidad se les brinda un mayor 
reconocimiento en cuanto a su papel en el nacimiento de algunas ramas 
científicas, se buscan las causas de la exclusión y la explicación de este 
fenómeno; se develan las barreras institucionales y barreras sociopsicológicas 
que han obstaculizado hasta hoy el acceso de las mujeres a la ciencia y 
la tecnología.
La exclusión de las mujeres del saber científico es una cuestión 
histórica y en buena medida, de modo más significativo, de la segunda 
mitad del siglo XX. A la vez que subsisten elementos que perpetúan el 
androcentrismo en la cultura y en las ciencias, se produce una relación 
de género en transformación continua hacia puntos de equidad
Resulta interesante cómo es que los estereotipos de género con-
dicionan la naturaleza del conocimiento, la división sexual del trabajo 
científico y la dicotomización entre lo que es ciencia, “buena ciencia”, y 
lo que no lo es. Desde esta comprensión, se excluye cualquier presencia 
de subjetividad, valoración o intuición. Esto último es devaluado por 
no legitimarse desde un saber que se pretende científico, “objetivo”. 
Todo ello cristaliza en una noción de ciencias fuertes o duras y ciencias 
blandas o sociales.
Se inserta aquí el tema de profesiones o ciencias predominante-
mente femeninas, asociadas al cuidado, al servicio, a lo humano, al 
contacto con los demás, es decir, las ciencias sociales, “blandas”, de 
dudosa calidad en tanto tales. Éstas avanzan con la timidez que gene-
ra una aproximación cualitativa en la construcción del conocimiento, 
aproximación muchas veces vista como el agujero negro de las ciencias. 
Una aproximación diferente que reclaman a voces los fenómenos sociales 
y subjetivos, cuyo estudio considera la subjetividad de quien investiga, 
sin que ello suponga falta de rigor o de cientificidad. Las mujeres están 
 25 Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer…, p. 32.
96
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
mucho más representadas en éstas. Otras son las ciencias “duras” asocia-
das a la razón, al desarrollo del pensamiento lógico, a las metodologías 
cuantitativas, predominantemente masculinas en las cuales están mucho 
más representados los varones.
Los estereotipos de género que sobreviven hoy, exigen compor-
tamientos específicos a niñas y niños lo cual también va conformando 
expectativas hacia ellos, así como su identidad de género. Desde los es-
tereotipos, las niñas deben ser emotivas, pasivas, dependientes, tiernas, 
subjetivas, comunicativas y los niños, racionales, dominantes, agresivos, 
competitivos, fuertes, con frialdad y objetividad. Desde un cierto para-
digma de lo que se entiende por ciencia las chicas serían idóneas para 
las ciencias “blandas”. Los chicos serían portadores de lo más valioso y 
necesario para el estudio y desempeño en las ciencias “duras”.
Esta dicotomía jerárquica se convierte en obstáculo para que las 
mujeres sigan carreras llamadas científicas, ya que salen del marco de 
las expectativas sociales y de ellas mismas, pues las cualidades necesarias 
para las “ciencias”, desde una determinada noción de lo que es ciencia, 
son las masculinas. Veamos varias referencias de académicas de ciencias 
sociales:
[…] las mujeres nos movemos mejor en un tipo de discurso y de mensaje 
más emotivo-simbólico y los hombres como en un tipo de lenguaje más 
demostrable […] He visto más preponderancia en los hombres de la 
tendencia a la metodología cuantitativa más de corte positivista, conozco 
muchos profesionales hombres en el mundo que su estilo de investigación 
tiene más que ver con acercar las ciencias sociales con las “ciencias duras”, 
investigaciones muy de tablas, muy de gráficos, cuantificable, medible, 
observable, de buscar siempre el tema de los métodos que te lleven a la 
máxima racionalidad, a la máxima demostración.
[…] para llegar a ser una mujer académica de ciencias sociales en la Aca-
demia de Ciencias cuesta más trabajo porque la mayoría de ese conjunto 
son hombres y más vinculados a lo que se ha denominado las ciencias 
duras, no se visualiza una académica de las mal llamadas ciencias blandas 
[…] como una académica, intelectual, creo que hay una especie de mirada 
no como a las grandes científicas, salvo éstas que están vinculadas con las 
vacunas, con estas cosas que sí tienen un producto concreto.
Los productos de las ciencias sociales no son tan visibles, palpables; a 
veces cuesta trabajo que se visualicen. Esto es un problema que atraviesa 
mucho la situación de género porque la mayoría de las personas de las 
ciencias sociales o las ciencias mal llamadas blandas son eminentemente 
mujeres. Para alcanzar un premio en la Academia de Ciencias que tenga 
97
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
que ver con las ciencias sociales a veces cuesta más que un premio en 
ciencias experimentales donde tú traes un producto o un resultado o 
ahorras grandes sumas de dinero al país, por ahí hay un sesgo de género 
en esta situación de ser mujer académica.26 
Se aprecia, así, una segregación horizontal: mujeres y hombres con-
centrados respectivamente en profesiones diferentes. Como tendencia, 
hombres en ciencias exactas e ingenierías y mujeres en ciencias sociales 
y humanísticas. Junto a esto, hay esfuerzos pedagógicos que tratan de 
transformar el currículum e incorporar a las niñas;se examina el sexismo 
de los textos y en las clases en el intento de desmontarlo; asimismo, se 
examinan las expectativas de niñas, docentes y profesionales con res-
pecto a la participación de las mujeres en las ciencias. Esto conduce a 
la elaboración de propuestas encaminadas a incentivar la participación 
de las mujeres en las áreas de ciencia y tecnología.
Esto resulta un camino decisivo, imprescindible en el empeño de 
transformar el orden androcéntrico de las ciencias. Sin embargo, me 
gustaría subrayar que contiene, a la vez, reductos de tal androcentrismo. 
Estudios desde la psicología, en muchos casos, han concluido que el asunto 
está en la percepción distorsionada que tienen mujeres sobre las ciencias, 
sobre el mundo y sobre sí mismas. Por tanto, habría que modificar tal 
percepción, para que acudan a las ciencias a partir de un modelo edu-
cativo que no es pensado para ellas.
Haciendo referencia a políticas procedentes del pensamiento de la 
diferencia sexual en profesoras italianas, Esther Rubio refiere que
[...] estas profesoras han localizado el problema no en la discriminación 
sino en la falta de autoridad: las mujeres no son ni se sienten autorizadas 
en un sistema educativo que no acepta su presencia sino es asimilándose 
a la identidad masculina. En el sistema sociosimbólico dado, la educación 
está pensada con una medida masculina que, a su vez, ha definido lo 
femenino, se hace necesario por tanto, una medida femenina construida 
a partir de las relaciones entre semejantes y dispares, para abrir espacios 
a una educación realmente humana.27 
 26 Alfonso, Rachel. Mujeres académicas entre la tradición y la transgresión, tesis de licenciatura 
en psicología tutorada por la Dra. Lourdes Fernández Rius. Facultad de Psicología. Universidad 
de La Habana. 2007.
 27 Rubio Herráez, Esther. “Nuevos Horizontes de la Educación Sexista”…, p. 229.
98
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
Para muchas mujeres que tienen lugares destacados en las ciencias 
esto ha sido el costo de asumir valores androcéntricos e incluso de sopor-
tar visiones homofóbicas de las propias congéneres. Dice una académica 
de ciencias sociales acerca de la supuesta visión en la sociedad de las 
mujeres científicas:
[…] es una mujer virilizada que ha tenido que asumir muchas posturas 
y actitudes competitivas y rivalidades con los hombres y, por lo general, 
esas mujeres se han hecho más toscas, más viriles, he oído opiniones así, 
como que más viradas, del “otro bando”, desde el punto de vista de su 
orientación sexual.
Alentar, promover y favorecer la incorporación de las mujeres a las 
ciencias y las tecnologías, cuestión loable, sin duda, sigue tributando a 
más de lo mismo: lo valioso es lo científicamente fuerte o las tecnologías, 
el dominio de lo masculino, entonces… ¡vayamos hacia allá!
Es decir, la inequidad no sólo consiste en la desventaja numérica; 
tener igualdad presencial en el ámbito de la ciencia es un elemento de 
avance, pero no promueve linealmente la transformación. Subsisten 
estereotipos de género que impiden cambiar la vida de mujeres, de 
hombres y a la ciencia misma. De este modo, se promueve más una 
adaptación que una transformación real.
El paradigma de lo que es ciencia sigue siendo el mismo, se sigue 
privilegiando una noción positivista de la ciencia o el estereotipo de 
ciencias duras. Sólo se trata de que las mujeres habiten este espacio, que 
se conserva tal cual, y no de una transformación personal y social. Lo 
social se conserva, en lo personal nos adaptamos a lo social ya existente 
e “inmutable”. Anida aquí la perpetuidad de la cultura patriarcal, más 
aún si no se redimensionan las nociones de género y lo que se legitima 
como ciencia. La causa está pues en el androcentrismo de la ciencia, en 
los sistemas educativos y en la propia sociedad.
Estimular la presencia de las mujeres en las ciencias posee una 
implicación humana y política que nos obliga a preguntarnos: ¿de qué 
ciencia se habla?, ¿qué entender por ciencia o conocimiento científico? 
De seguir legitimando una noción de ciencias duras y blandas, este 
camino que en un sentido aflora como emergente de cambio, es a su 
vez perpetuidad de lo mismo. Por eso se impone legitimar una noción 
diferente de ciencia, así como también replantear la idea del lugar del 
varón; es decir, estimular el acceso de los hombres a las ciencias tra-
99
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
dicionalmente no masculinas. Con ello se puede intentar desarticular 
los estancos dicotómicos autocontenidos de las ciencias duras como lo 
masculino y ciencias blandas como lo femenino.
Por eso, para Sandra Harding,28 el relativo fracaso de los esfuerzos 
por integrar a niñas y mujeres en la ciencia y la tecnología, conduce a 
estimular una reflexión que transite del análisis de las mujeres en las 
ciencias, al análisis de cuáles serían los supuestos cambios en la noción 
de ciencia, sus contenidos, métodos y prácticas desde una mayor pre-
sencia de las mujeres y del pensamiento feminista.
No basta ya con reformar las instituciones y alfabetizar en ciencia y 
tecnología a las mujeres, sino de reformar la propia ciencia. ¿Por qué no 
legitimar el acceso de todos y todas por igual, a unos u otros saberes, de acuerdo 
con las posibilidades y preferencias?
No tiene por qué existir un solo paradigma de lo que es ciencia y 
hacia ahí dirigir a hombres-niños y mujeres-niñas, sino que las personas 
puedan sentir la libertad de estudiar unas u otras ramas, según las nece-
sidades propias sin que ello conduzca a cuestionamientos, compulsiones 
o exclusiones; libertad para elegir ciencias exactas, naturales o sociales, 
se trate de mujeres o de hombres.
La teoría feminista intenta denunciar, también, la supremacía de los 
mecanismos de poder del patriarcado, presentes tanto en los discursos 
teóricos, filosóficos y científicos, como en otros. Por ejemplo, las carac-
terísticas de sumisión, pasividad, docilidad, dependencia, falta de ini-
ciativa, inhabilidad para actuar, para decidir y para pensar, presentes en 
la noción de feminidad construida en la cultura patriarcal, se atribuyen 
también a muchas minorías étnicas, a cuyos integrantes se les considera 
infantiles, inmaduros, débiles e incapaces. El paradigma de ser humano 
psicológicamente saludable y desarrollado que la ciencia psicológica 
ha propuesto en las teorías más reconocidas como el psicoanálisis, o el 
humanismo, dista mucho de esta idea de feminidad.
Así, se habla del hombre autorrealizado (Abraham Maslow) o de la 
personalidad madura (Gordon Allport)29 para hacer referencia a un sujeto 
activo, transformador, creativo, emocionalmente controlado, decidido y 
orientado hacia el futuro. Los indicadores de este desarrollo psicológico 
recuerdan mucho más la noción de masculinidad promovida desde la 
 28 Harding, Sandra. Ciencia y feminismo...
 29 Se refiere a Gordon Allport y Abraham Maswlow, psicólogos estadounidenses de la se-
gunda mitad del siglo XX, representantes de las teorías humanistas.
100
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
cultura. Asimismo, la imagen del psicoanálisis acerca de la mujer como 
un varón castrado que pasa su vida envidiando el pene, evidencia el 
androcentrismo de estas consideraciones.
Podríamos suponer, sin embargo, que la creciente presencia de mu-
jeres en los espacios de creación científica puede impactar y promover 
la deconstrucción de tales valores.
Cuando las mujeres entran a formar parte del cuadro, ya sea como obje-
tos de investigación en las ciencias sociales o como investigadoras, se 
tambalean los paradigmas establecidos. Se cuestiona la definición del 
ámbito de objetos del paradigma de investigación, así como sus unidades 
de medida, sus métodos de verificación, la supuesta neutralidad de su 
terminología teórica, las pretensiones de universalidad de sus modelos 
y metáforas.30 
Conocemos, por ejemplo, el impacto que ha ejercido la presencia de 
mujeres en la teoría psicoanalítica, que ha dado lugar a la conformación 
deun grupo de notables especialistas de prolífera producción y análisis 
crítico de dicha teoría, desde posiciones feministas que cuestionan el 
sesgo androcéntrico del psicoanálisis ortodoxo.31 
Asimismo, habrá que reflexionar acerca de lo que seguirá enten-
diéndose como objetividad en las ciencias. No es posible hablar de 
una racionalidad y objetividad científica universal cuando la ciencia 
hasta hace muy poco era producida fundamentalmente por hombres. 
La objetividad científica, como capacidad independiente de los seres 
humanos, es cuestionable; aunque un relativismo tampoco conduciría a 
un conocimiento científico. En la búsqueda de objetividad, el consenso 
de la comunidad científica, a su vez, es una actividad humana.
La integración de pensamiento y sentimiento en la determinación de 
la objetividad, y la integración de lo objetivo y lo subjetivo, son también 
elementos a considerar en el avance de la comprensión de la objetivi-
dad de las ciencias. La objetividad emerge de la crítica de la comunidad 
científica que evalúa, pero sin obviar los condicionantes socioculturales 
e ideológicos en la ciencia, sin lo cual es difícil de tributar a valores de 
justicia, equidad, libertad que deben acotar nuestros compromisos so-
 30 Sheyla Benhabib citado por Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer…, p. 61.
 31 Mabel Burín e Irene Meller notables psicoanalistas y feministas argentinas contempo-
ráneas, entre otras.
101
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
ciales y, con ello, incentivar programas de investigación que fertilicen 
en este sentido.
Se cuestiona, pues, una noción de ciencia como conocimiento 
trascendentalmente objetivo, racional, neutral, lo cual fractura la com-
prensión y aceptación de la gente de ciencia como personas política y 
éticamente pasivas. Visto así el asunto, la pregunta es: ¿realmente están 
excluidos los factores subjetivos, del proceso del conocimiento? Incluso 
en el supuesto de una ciencia objetiva-racional-neutral, ¿se reúnen real-
mente los elementos de masculinidad a los cuales me referí? Este sujeto 
cognoscente libre de emociones, de sus necesidades, de lo estético y lo 
social es cada vez más cuestionado como posible y real.
Aparece el lugar de lo fenomenológico en la investigación como 
válido, no sólo para una epistemología feminista sino para toda 
investigación científica, el lugar de la experiencia vivida donde las 
mujeres, como investigadoras y como objeto de investigación, van in-
troduciendo cambios en los problemas a investigar, en los métodos, 
las interpretaciones y las conclusiones.
Se evidencia como, de este modo, el conocimiento posee una re-
lación de interdependencia con la dinámica social de desigualdad y 
discriminación entre los sexos. Se desprenden de aquí las injusticias 
cometidas en nombre de la neutralidad y objetividad de las ciencias.32 
Siendo más somos menos
Otro fenómeno es el de la segregación vertical. En la estructura ocupa-
cional, las mujeres están en los escalones más bajos o, escasamente, en 
puestos de toma de decisiones. La igualdad social, la coeducación y las 
intervenciones en políticas de igualdad no han logrado todo lo desea-
ble. Se ven universidades feminizadas, pero el ejercicio profesional, en 
especial desde el examen de las jerarquías, sigue siendo masculino, más 
hombres en categorías científicas y académicas, así como en puestos de 
toma de decisión en los ámbitos científicos y académicos.
Una de las razones que pudiera explicar este hecho es que a pesar 
de las transformaciones que han permitido el acceso de las mujeres a la 
 32 González, Marta. “Género y conocimiento”, en: José Antonio López Cerezo y Manuel 
Sánchez Ron. Ciencia, Tecnología, Sociedad y Cultura en el cambio de siglo...
102
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
educación y al empleo remunerado, la distribución de roles en el hogar 
sigue siendo sexista.
Por su parte, los empleadores asumen y asignan roles desde el 
sexismo tradicional y, automáticamente, las mujeres quedan excluidas 
de trabajos no compatibles en tiempo y dedicación con las labores do-
mésticas, pues siguen siendo ellas las protagonistas de las mismas.
Asimismo, el diseño de tales puestos y la vida pública es aún an-
drocéntrico (dedicación extrema, largas jornadas de trabajo, exceso de 
largas reuniones y actividades en horarios extendidos, etc.) como si fuera 
éste el único espacio de vida o al menos el más privilegiado.
Las oportunidades de empleo de las mujeres están aún limita-
das por los estereotipos sexuales que, además, influyen en la elección 
configurando a su vez un círculo vicioso y perpetuo. Asimismo, a las 
mujeres se les asigna el trabajo devaluado y se devalúa el trabajo que 
hacen.
Existe el llamado “Techo de cristal” para las mujeres, esto es, un ni-
vel que no pueden sobrepasar debido a una socialización que las impulsa 
en otra dirección, con consecuencias que se reflejan en el menor ascenso 
en la categorización académica, la superación, así como en el acceso a 
puestos de toma de decisión en el ámbito científico. La conquista de 
espacios sociales no supone un camino lineal de ascenso hacia el logro 
de la plena igualdad de oportunidades. Junto a espacios de equidad se 
generan otros de subordinación. Las mujeres hoy —aunque más edu-
cadas, cultas y con más presencia en lo público— conservan el techo de 
los pactos conyugales; aunque más libres sexualmente, aún conservan 
la heteronomía en este espacio. Innovan y cultivan tradiciones a la vez. 
Transgreden en el acceso y mantenimiento de un saber-poder y al mismo 
tiempo reeditan los roles tradicionales de cuidadoras en medio de una 
alternancia entre roles instrumentales y roles relacionales.
Se recicla la subordinación a través del control de subjetividades 
y de tutelajes invisibles como, por ejemplo, las afirmaciones no poco 
usuales de que las desigualdades han desaparecido.
¿Han desaparecido…?
Las políticas de igualdad de oportunidades han visibilizado a las muje-
res y explicitado la diferencia sexual, pero se mantienen los supuestos 
que sostienen el discurso educativo, el discurso científico y las prácticas 
103
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
educativas tradicionales, se sigue privilegiando una única noción de lo 
científico.
Aunque las polémicas desde las dicotomías suenen estériles y vacías, 
aunque lo diferente (y no por ello desigual o inferior) se imponga cada 
vez más como una necesidad de la construcción de saberes contempo-
ráneos, lo cierto es que en el imaginario social y académico subsiste el 
fantasma de la ciencia asociada a lo medible, observable, constatable; 
es decir, a lo masculino como valor. Prevalece la ideología patriarcal allí 
donde la noción de ciencia, su concepción, diseño y dirección se sigue 
articulando desde una interpretación androcéntrica de la sociedad y de 
la ciencia como lo racional y objetivo.
Pervive en la educación y en las políticas públicas la imagen tra-
dicional objetivista y benefactora de la ciencia. Ante todo esto, Núñez 
precisa dos tesis: la primera según la cual “La ciencia y la tecnología no 
navegan por encima de las circunstancias sociales igualando oportunida-
des, sino que son procesos sociales condicionados y condicionantes de la 
economía, la política y todo lo demás”33 y añado: la ideología patriarcal 
condiciona un modo de concebir y hacer ciencia que a su vez refuerza 
esta propia ideología; y la segunda plantea que “[...] lo que convierte a la 
ciencia en un recurso significativo es la sociedad donde se produce [...]” 
De ahí la insistencia en sostener el humanismo que debe caracterizar a 
la ciencia y la tecnología.
En el ámbito de las ciencias y profesiones de mayor calificación 
se sigue hablando hoy de ciencias duras, muy bien remuneradas, ha-
bitadas en lo fundamental por hombres, y de ciencias blandas, peor 
remuneradas habitadas en lo fundamental por mujeres. De modo 
que acceder a un trabajo remunerado no rompe con las barreras de 
género, no obstante, siguela división sexual: trabajos masculinos y 
trabajos femeninos, y desigual salario para mujeres y hombres por tra-
bajos iguales.
Si bien en los últimos años las mujeres de muchos países han logra-
do un reconocimiento y ampliación significativa de sus derechos (educa-
ción, formación, control sobre sus recursos e ingresos, acceso a puestos 
de toma de decisión) lo cierto es que no ha habido una redistribución de 
los recursos ni reparto del poder. Incluso en los países más favorables 
a la equidad. Por ejemplo, la desigualdad de género está fuertemente 
 33 Núñez, Jover. “Ciencia y Cultura en el cambio de siglo”…
104
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
relacionada con la pobreza humana, pues de hecho la mayor parte de 
los pobres son mujeres. La existencia de prejuicios hace que las mujeres 
tengan menos oportunidades.
La ciencia actual agudiza la polarización de las riquezas, lo que 
adquiere además un matiz importante si consideramos la variable del 
género. Hay ganancias económicas en pocas manos, en contraste con 
quienes obtienen poco, y de entre quienes reciben menos, gran parte son 
mujeres. Asimismo, los avances en ciencia y tecnología no son iguales 
en zonas rurales y urbanas, con el sesgo correspondiente para el caso 
de las mujeres en áreas rurales.
La gestión científica y tecnológica ha adquirido hoy un acento em-
presarial que le imprime el sello de la competitividad y la ganancia. Se 
comercializa y privatiza el quehacer científico y se destinan más recursos 
a la investigación bélica que a la básica, de esta manera, en la investi-
gación científica, porque no revisten un especial interés económico, se 
excluye a pobres, a personas de ciertas razas y a mujeres.
El desarrollo científico y tecnológico actual está movido por los in-
tereses hegemónicos de las grandes potencias mundiales, las exigencias 
del desarrollo industrial y las demandas del consumismo contemporá-
neo. De ahí que la ideología empresarial esté presente en el mundo de 
la ciencia, de los científicos y de sus instituciones.34 
El desarrollo en tecnociencia se distancia cada vez más de la so-
lución de las necesidades básicas humanas con el consiguiente efecto 
destructivo y desestabilizador que se globaliza cada vez más. La tecno-
ciencia-competitividad refuerza el androcentrismo en la ciencia y, con 
ello, perpetúa por otros canales los estereotipos, exclusiones y jerarquías 
de género.
Esta empresarización acentúa los criterios masculinos de dirección, 
las formas masculinas de hacer que, además, se mueven por resortes de 
“[...] rentabilidad económica y de la eficacia inmediata, verdades punta 
de lanza de los intereses de la cultura masculina.”35 Todo ello constituye 
un obstáculo para la plena y creciente integración de las mujeres a la 
ciencia y la tecnología.
 34 Núñez, Jover. La Ciencia y la Tecnología como procesos sociales, Félix Varela, La Habana, 
1999.
 35 Santamarina, Cristina. Mujeres españolas ante el conocimiento científico y tecnológico en Madrid, 
Cuadernos de Iberoamérica, OEI, Madrid, 2001, p. 60.
105
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
La doble y triple jornada de trabajo para las mujeres se acrecienta, 
lo que tiene implicaciones económicas pues parte de esta jornada se 
refiere a todo un trabajo doméstico que no se remunera, ni siquiera 
se cuantifica, sino que aparece atribuido a la mujer de modo “natural” 
por su condición de género. El tiempo de las mujeres es menospreciado 
y el trabajo doméstico es poco valorado, no obstante, en él se sostiene 
el de la sociedad en su conjunto. Esto también se puede analizar en 
términos de empobrecimiento para las mujeres y de empoderamiento 
para los hombres.
La familia, por otra parte, está condicionada a la reproducción, el 
cuidado y a una distribución no equitativa de los papeles a desempeñar. 
La maternidad aún aflora como una manera de retener a las mujeres 
en el hogar y de hacerlas renunciar a la autonomía. La sociedad, en sus 
diversas instancias de organización, continúa siendo patriarcal. Eviden-
cia de ello son las exigencias en cuanto a la organización de tiempo y 
espacio por género, en este sentido, las actividades se realizan como si 
la vida pública fuera la más importante. Desde esta visión, las mujeres 
muchas veces son excluidas, se sienten excluidas o se autoexcluyen de la 
participación en actividades muy complejas o de dirección que conspiren 
contra el tiempo que, por mandato cultural, deben emplear en la vida 
doméstica. Esto esencialmente ocurre por la insuficiente redimensión 
de los roles de género tradicionales a la vez que por la perpetuidad pa-
triarcal que continúa privilegiando los espacios públicos para hombres 
y los privados para mujeres.
En muchos contextos socioculturales a las mujeres se les limita el 
acceso a la educación, a las ciencias y a puestos de toma de decisión, o 
para alcanzar elevados niveles de superación en comparación con los 
hombres.
Existen profesiones que se han feminizado, y esto ha conducido a 
la disminución del nivel de los salarios o a la segmentación en especia-
lidades femeninas mal pagadas y en especialidades masculinas mejor 
remuneradas. La feminización del mercado laboral ha supuesto una 
depreciación de los campos a los cuales han accedido las mujeres, a la 
vez que un descenso general de los salarios.
La globalización de los procesos de trabajo y la feminización del 
mercado laboral han hecho que las mujeres constituyan los recursos de 
mano de obra más baratos y explotados.
106
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
Género y ciencia en Cuba
Con la fundación de la ya casi tricentenaria Universidad de La Habana,36 
se inicia la Educación Superior en Cuba. Transcurrido siglo y medio de 
su creación, hace justamente 120 años, se matricula por primera vez a 
una mujer en esta Universidad.37 Varias décadas tendrían que transcu-
rrir para que se hiciera notoria la presencia de las mujeres en las aulas 
universitarias.
A partir de la gran campaña de alfabetización que permitió re-
ducir al mínimo el índice de analfabetismo en el país, pasando por la 
incorporación de infantes, jóvenes y gente adulta a los diferentes niveles 
de enseñanza y la ampliación de la matrícula universitaria, diversas 
políticas educativas y de empleo han expresado los ideales de justicia y 
de equidad social del proyecto de transformaciones que ha protagoni-
zado la sociedad cubana. Esto incrementó las oportunidades de acceso 
a la educación, aumentó notablemente la calificación y cultura de la 
población, a la vez que creó un gran sector con elevada preparación 
profesional hasta alcanzar equidad presencial de género en el ámbito 
científico. Sin embargo…
¿Hasta dónde la equidad conquistada?
Si bien se brinda a las mujeres un mayor reconocimiento en cuanto a su 
papel en el nacimiento de algunas ramas científicas y se eleva notable-
mente su presencia en las ciencias, la marca de género continúa visible 
en la división sexual del trabajo científico y en la división entre lo que 
es ciencia y lo que no.
Por otra parte, aunque en Cuba se avanza en la presencia de mujeres 
en cargos de toma de decisión, al examinar las jerarquías se observa más 
presencia de hombres en elevadas categorías científicas y académicas, 
así como en puestos de toma de decisión.
 36 Se funda la Universidad de La Habana el 5 de enero de 1728. Véase Ortiz, María Dolores. 
“Las primeras mujeres universitarias en Cuba”, en: Revista Bimestre Cubana de la Sociedad económica 
de amigos del país, vol. LXXXIV, época III, núm. 9, La Habana, Cuba, julio-diciembre, 1998.
 37 Doña Mercedes Riba y Pinos matriculada el 6 de septiembre de 1883 y obtuvo sus títulos 
el 22 de mayo de 1887 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. Véase 
Ortiz, María Dolores. “Las primeras mujeres universitarias en Cuba”...
107
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
¿Cómo explicar esto, si existe igualdad presencial de mujeres y 
hombres en el ámbito científico?
El propio progreso nos sitúa encondiciones mucho más favorables para 
profundizar en los análisis más cualitativos de las estadísticas, e intentar 
explicaciones de ciertos fenómenos que subsisten, impulsando así el 
continuo camino hacia la equidad social.
La presencia de las mujeres en las ciencias no es ya el problema de 
la realidad cubana, que ha logrado alcances comparables a los de países 
más desarrollados, sino las determinadas características que adopta esta 
presencia. El interés actual es examinar qué hay tras las estadísticas, para 
poder explicar por qué determinadas ciencias siguen siendo femeninas 
o masculinas, lo que hace que en el acceso a la calificación, expresado 
en el sistema de categorías que lo certifican, o en el acceso a cargos de 
dirección permanezca un desequilibrio presencial, en detrimento de las 
mujeres.
La igualdad social, la coeducación y las intervenciones en políticas 
de igualdad no han logrado todo lo deseable. La equidad presencial en 
el ámbito de las ciencias es un elemento de avance pero no la solución 
del problema. Subsisten estereotipos de género que impiden cambiar la 
vida de mujeres (y de hombres) y a la ciencia misma. Sobreviven como 
obstáculos factores económicos, socioculturales y psicológicos.
Detrás del fenómeno del techo de cristal, que ya hemos indicado, 
y de la segregación vertical de las ciencias, subyace determinada sub-
jetivación estereotipada de género que, de modo velado, puede influir 
en la discriminación de las mujeres para que ocupen cargos, en cierta 
benevolencia de género que entraña también discriminación o en au-
todiscriminación cuando las mujeres —que no han desarticulado en el 
nivel subjetivo tales estereotipos— experimentan una sobreexigencia 
ante alternativas de asumir cargos de dirección, o son presionadas ne-
gativamente por sus parejas y familiares, expresiones vinculadas al estilo 
extremadamente androcéntrico de este tipo de desempeño.
Estos elementos demandan acciones que trascienden las políticas 
y conducen a acciones educativas en diversos planos y niveles.
Otra cuestión es la subsistencia —a pesar de los avances— de cien-
cias y profesiones fundamentalmente femeninas o masculinas, donde 
se mantiene la inercia de género. Es importante decir que ha habido 
mucho más progreso en la feminización paulatina de ciertas carreras 
tradicionalmente masculinas, que a la inversa. Esto habla también de 
108
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
la subsistencia de estereotipos, del acento en el progreso de la mujer, y 
en cierta noción de lo femenino, así como de la urgente necesidad de 
incorporar a los hombres en el desmontaje y redimensión de tales este-
reotipos. Es necesario avanzar en una integración de mujeres y hombres 
sin lo cual se pueden afianzar importantes barreras en la consecución 
de mayores niveles de equidad en ciencia y género.
También resulta de interés examinar el impacto que esta elevada 
presencia de mujeres (o la ausencia de hombres) pueda estar ejerciendo 
sobre las ciencias y profesiones, así como el impacto que este cambio 
pudiera generar en la propia subjetividad y la vida de mujeres y de 
hombres que se desempeñan en las ciencias.
El sexismo en la ciencia no sólo requiere de políticas pues demanda 
con urgencia cambios esenciales en la subjetivación de género, en las 
nociones de lo que significa para las personas dedicarse a las ciencias y 
las características de quienes las ejercen.
Nos encontramos ante mujeres para las cuales el trabajo es un 
proyecto de vida que, incluso, puede entrar en conflicto con otros pro-
yectos que históricamente se les han asignado en el ámbito doméstico 
y familiar.
Por ello, develar las barreras mucho más subjetivas hoy, en contextos 
sociales en los que se ha logrado avanzar en el acceso de las mujeres a 
la educación, es una urgencia actual en este tema de género, ciencia y 
equidad.
El incremento de la presencia femenina en la ciencia requiere la 
articulación de análisis más cualitativos y de acciones educativas que 
sigan tributando al desmontaje de estereotipos de género, sin lo cual 
podrían continuar las contradicciones entre progreso y perpetuidad, 
de especial impacto en la subjetividad de mujeres y hombres y en la 
continuidad del avance de la equidad social.
Apostando a la utopía...
La construcción de género desde la ideología patriarcal produce ex-
clusión, dicotomías y opresión e impide el diálogo en la diversidad y 
la democracia.
Relaciones equitativas y justas entre las personas, en las que se 
atienda al género, requieren de cambios en lo económico, lo político, lo 
íntimo, en el imaginario social, e incluye a personas y a profesionales que 
109
GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN
producen conocimiento, a las instituciones y estructuras que refuerzan 
y perpetúan la discriminación de género y la desigualdad social.
Se impone, entonces, recuperar la igualdad desde el reconocimien-
to de la individuación y la diferencia, las pluralidades y las diversidades. 
Ello supone una resignificación de lo que hasta hoy se ha estado enten-
diendo por hombre-mujer, masculino-femenino, maternidad-paternidad 
y familia. Los cambios requieren no sólo aminorar la pobreza, la dis-
criminación, la violencia y ampliar la participación femenina; también 
es necesario desmontar las fuentes del dominio y promover cambios 
genéricos en hombres y mujeres, en las familias, las comunidades, las 
instituciones; reconocer el trabajo no remunerado y apoyar y estimu-
lar a hombres y mujeres en sus responsabilidades familiares; lograr la 
participación plena de la mujer en todos los niveles de la sociedad, 
mejorar sus condiciones materiales, su posición social y promover su 
autonomía como condición de poder para controlar y elegir sus vidas, 
y participar en su cambio.
Los cambios en los roles públicos y los cambios en los roles do-
mésticos van indisolublemente unidos, entre ellos los referentes a la 
ocupación paritaria del espacio público y la democratización del ámbito 
privado.
Hemos accedido al espacio social, público, pero mientras los hom-
bres no participen plenamente y de modo equitativo en las exigencias 
de la vida privada, las comprendan e incluso aprendan a disfrutarlas, 
seguirán las limitaciones prácticas y subjetivas que mantendrán la in-
equidad. Esto es una de las explicaciones de la insuficiente presencia 
de las mujeres en espacios de poder o de elevada calificación y logros. 
Desafiar la ideología patriarcal y quebrantar la subordinación genérica 
es un imperativo hoy.
Entender la ciencia y la tecnología como procesos sociales es vital 
en la educación en la “sociedad del conocimiento”, así como neutralizar 
las ideas y prácticas en cuanto al sexismo en educación. Ello demanda al 
profesorado esfuerzos pedagógicos que intenten transformar el currícu-
lum, que examinen y desmonten el sexismo en los textos y en clases, así 
como transformar progresivamente las expectativas hacia niñas y niños 
por parte de docentes y profesionales en las ciencias.
Se trata de una renovación que pasa por recuperar métodos des-
prestigiados, como las metodologías cualitativas en ciencias sociales, 
o propiciar enfoques que favorezcan la complejidad. Por ejemplo, en 
la psicología emergen nuevos métodos, se atiende a lo contextual, a 
110
LOURDES FERNÁNDEZ RIUS
las relaciones investigador-terapeuta, se fomentan análisis holísticos e 
integrativos, y se induce al cambio social trasformando la epistemología 
y la sociedad.
En la redimensión de lo que es conocimiento científico, la demanda 
hoy es la de sujetos y sujetas cognoscentes, participantes en la produc-
ción del saber (investigación-acción-participación), en un conocimiento 
construido colectivamente desde el compromiso emocional. Se trata de 
otras formas de conocimiento que supongan, a la vez, acceder al saber y 
transformar la realidad. Probablemente se avance en la desarticulación 
y desmontaje de dicotomías, desde la pujante proliferación de nuevos 
paradigmas en las ciencias y su posible conciliación.Desmontar la idea de masculinidad-tecnociencia supone pensar 
en la tecnociencia y en contenidos de masculinidad o feminidad, sin 
exclusión. Esto apunta a fomentar valores humanos universales y no 
valores sesgados por el sexo.
Invalidar la concepción binaria del mundo es imprescindible, pues 
la diversidad en que mujeres y hombres despliegan su condición de 
género exige desarticular la idea de polos rígidos, excluyentes, comple-
mentarios: la idea de “La mujer” y la de “El hombre”.
Mover los estereotipos de género en el acceso y desempeño cien-
tífico contribuirá al cambio en la división sexual del trabajo en ambos 
sentidos y recuperará el valor de la diversidad e interpenetración entre 
tareas públicas y privadas pertinentes en la sociedad y su distribución 
equitativa.
A su vez, el cambio en la división sexual del trabajo generador de 
recursos es el factor que más podría contribuir al cambio de los papeles 
tradicionales de género y en la percepción social que de ellos se tiene, 
y favorecer la equidad en la distribución de tareas en el ámbito público 
y en el privado.
Las mujeres transgreden la cultura patriarcal a la vez que reeditan 
los papeles tradicionales. Estamos ante una alternancia tensionante entre 
roles que no están acompañados de una redimensión real de los valores 
patriarcales, de un cambio real en las propias mujeres y los hombres, ni 
en la sociedad en su conjunto. El viaje no se ha producido en sistema, 
por lo que resulta insuficiente aún para lo que se desea y espera —en 
términos de cambios— en las sociedades contemporáneas.
111
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
Patricia Corres Ayala
¿Por qué pensar lo masculino y lo femenino?
En la actualidad es importante continuar con la reflexión acerca de lo que entendemos por femenino y por masculino ya que estos con-
ceptos se pueden manejar como categorías de análisis. Al aplicarlos a las 
prácticas de los seres humanos, nos descubren diferencias interesantes 
en cuanto a los modos en que hombres y mujeres crean conocimien-
to, producen lenguaje, generan estructuras sociales y constituyen sus 
identidades.
Los esfuerzos por comprender el universo que habitamos nos han 
llevado a construir nociones que permitan clasificar y reorganizar los 
elementos que lo conforman, para hacerlo inteligible y poder actuar 
adecuadamente. Así, con la finalidad de asignar una identidad a cada 
sujeto y, con ello, regular las relaciones humanas, se han propuesto 
diversas clasificaciones como: la nacionalidad, las razas, las religiones, 
los nombres de familia, entre otras.
En el siglo XIX, en el terreno de lo social ya se había acumulado una 
buena cantidad de categorías, entre ellas: Estado, poder, proletariado, 
capitalismo, clase social; esta última resulta de suma importancia, ya que 
su concepto nos abre los ojos: dirige nuestra atención hacia la situación 
de barbarie en que han estado inmersas las relaciones humanas debido, 
principalmente, a las prácticas de dominio ejercidas históricamente, y 
que han producido grandes desequilibrios y, por lo tanto, mucho sufri-
miento humano.
En la noción de clase social se constituyen, al mismo tiempo, la 
conciencia individual y la conciencia de pertenecer a un grupo, que nos 
ubican en el todo de la sociedad y por las que asumimos funciones que 
corresponden al lugar que se nos asigna según la época y la cultura, con 
lo que esto implica en términos de beneficios y costos.
112
PATRICIA CORRES AYALA
Los teóricos sociales continuaron sus elaboraciones observando 
que tanto en la realidad económica como en los sistemas ideológicos se 
reproducen los esquemas de dominación y los de lucha entre las clases 
por expresar sus propios ideales y valores.
La categoría de clase social es una construcción vigente, así como 
también otras denominaciones que agrupan a los sujetos y los etique-
tan: etnia, religión, nacionalidad, estado civil, ideología, etc. Confor-
maciones sociales que corresponden igualmente a identidades que en 
muchas ocasiones, generan conflictos entre los grupos, producto de 
la intolerancia que existe ante la diferencia. Se observa, pues, que los 
seres humanos tendemos al abuso, a invadir el lugar del otro, una vez 
que lo reconocemos como no-yo. Se trata de una inclinación a anular 
la alteridad e imponer una sola forma de ser y de actuar.
Estas asignaciones no han sido del todo positivas, pues si bien 
permiten colocar a las personas en espacios y tiempos y estipularles 
funciones, también se han utilizado para justificar el ejercicio del poder, 
las rivalidades, los abusos, las invasiones, incluso el exterminio de unos 
grupos a manos de a otros. Tales actos destructivos han tenido conse-
cuencias vergonzosas en la historia humana.
Ante tales hechos, junto con otros motivos, estudiosos de la realidad 
social se han dado a la tarea de elaborar nuevas categorías de conoci-
miento que permitan análisis cada vez más precisos, más detallados, 
hasta llegar a lo más sutil, íntimo, sin perder de vista lo ya acumulado, 
que nos da el contexto y refiere a la realidad macrosocial, con el obje-
tivo de señalar los problemas y tratar de proponer formas de solución 
a los mismos.
Con tal fin, se ha generado, entre otros, el campo de conocimiento 
referido a los estudios de lo femenino y masculino, que se ha dedicado 
a desarrollar descripciones y explicaciones de la condición humana del 
ser hombre y del ser mujer en las diferentes sociedades, con un doble 
objetivo: conformar un cuerpo teórico-conceptual que dé cuenta del 
estado de cosas y actuar en consecuencia, para trabajar por un mundo 
más justo. A la descomposición del orden conceptual predominante para 
recomponerlo en un nuevo pensamiento, una actitud diferente, una 
nueva interpretación de la realidad y diferentes prácticas individuales 
y sociales, es a lo que se ha llamado constructivismo.
En los estudios de lo femenino y lo masculino las diversidades no 
se ven como una simple evidencia biológica con fines reproductivos, 
sino como algo más complejo que incluye lo social, lo político, lo eco-
113
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
nómico y lo cultural. Tradicionalmente, la expresión de las diferencias 
en la especie humana ha servido como justificación para ejercer domi-
nación y violencia, mismas que se han dado, con mayor frecuencia, en 
el ámbito de los sexos, principalmente de parte de los hombres hacia 
las mujeres.
Hoy en día, si excluimos tales categorías de análisis, cometeremos 
el error de hacer estudios burdos que disfrazan la realidad, que ocultan 
las verdades necesarias para superar las crisis sociales, que abarcan tanto 
lo económico como lo ético, que afectan la vida privada y la pública, que 
mantienen prejuicios que nos tienen sumidos en el inframundo, en el 
atraso, aun cuando nos rodee la más alta tecnología.
Por ejemplo, si vemos el mundo laboral, hemos de aceptar que 
desde hace varias décadas la producción económica abrió posibilidades 
a las mujeres, otorgándoles empleo e ingresos personales; por otro lado, 
el mundo académico también ha ido abriendo sus puertas de manera 
que gradualmente han sido aceptadas en las instituciones educativas. 
No obstante, las desigualdades entre hombres y mujeres continúan, sólo 
que se manifiestan de otras maneras: en las dobles o triples jornadas 
laborales que realizan las mujeres que han decidido tener una pareja, 
hijos, trabajo y hacer estudios; en las diferencias de salarios, de logros 
académicos o en la dificultad para acceder a metas más altas de realiza-
ción personal y proyección social de acuerdo con el género.
Otro ámbito es el de la política; si bien en la actualidad los discur-
sos repiten constantemente que se están brindado oportunidades a 
las mujeres para su incorporación en la toma de decisiones de amplio 
alcance social, lo que en realidad vemos es que dicha apertura ha sido 
muy limitada debido, en parte, a que implica el acceso al poder y la 
posibilidad de pertenecer al grupo de los que definen el destinode las 
sociedades. La participación de las mujeres en la vida política, en términos 
de la incidencia de sus decisiones en el devenir de las sociedades, ha sido 
parcial y se ha manejado como una concesión, más que como un derecho; 
escasamente ha significado un movimiento hacia nuevos valores, estilos 
diferentes de gobernar, de instaurar organizaciones sociales que no repitan 
las formas hasta ahora impuestas. Incluso se podría decir que la mayoría 
de las mujeres ha tenido que acceder a dichos espacios conservando las 
estrategias masculinas y ha tenido que ejercer prácticas de dominio ya 
empleadas desde que la política era exclusiva de los hombres, lo cual, 
dicho sea de paso, sigue sucediendo en gran medida.
114
PATRICIA CORRES AYALA
Entre las causas de agresión se encuentra encubierto un factor de 
poder, pero ello suele no ser reconocido porque no existen argumen-
tos válidos para su justificación en la “racionalidad social”; y en lugar 
de hacer conciencia, se hacen elaboraciones falsas para sostener una 
situación de subordinación y de maltrato.
La violencia se manifiesta de múltiples formas: en el pensamien-
to, a través de la acción, mediante el lenguaje; todo ello con el fin de 
excluir la alteridad, como una demostración de que somos intolerantes 
a la diferencia. Pareciera ser que no existe un lugar para cada quien en 
el mundo, y la frase que define nuestro estar en él es: “tú o yo”.
Reducir la destrucción y favorecer la creación requiere hacer un 
recorrido por los ámbitos de la vida humana, desde lo más íntimo hasta 
lo más público; pasar de lo privado a lo institucional y revisar los estilos 
de hacer las cosas, para ubicar las fallas que nos llevan a someter o al 
sometimiento, a impedir que cada uno y una nos demos la oportunidad 
de realizar nuestro ser independientemente y, a la vez, dependiendo de 
nuestras identidades, masculina o femenina.
Al respecto cabe insistir en que si queremos transformar nuestras 
sociedades, los cambios no deberán ser únicamente de personas sino de 
estilos, de valores, de pensamientos, de trato con una misma y con los 
demás. Pero todo ello cuesta mucho trabajo porque implica búsqueda 
de nuevas estructuras, propuestas viables tanto en el plano individual 
como en el social. Primero hay que vencer la resistencia al cambio, tanto 
de parte de las mujeres como de los hombres, pues ante las modificacio-
nes se responde con miedo, desconfianza, agresión; pero una vez que 
enfrentamos los retos se pasa a otro nivel, se pueden ver las bondades 
de continuar el movimiento que lleva a la renovación, con todo lo que 
esto implique en lo que respecta a costos y beneficios.
Al analizar las transformaciones en torno a las identidades feme-
nina y masculina, se puede observar que existe una gran oposición al 
cambio. Pareciera que tanto las mujeres como los hombres estuvieran 
atrincherados en estas formaciones sociales anquilosadas, dificultando 
la denuncia e impidiendo una verdadera re-evolución.
Igualmente, hay un gran temor hacia estilos diferentes de ser y 
hacer las cosas, pues frente a la novedad emerge el fantasma del fracaso, 
del caos, del sin sentido, del desvarío, la perdición. Se ha acumulado ya 
demasiado sufrimiento, producto de los sistemas actuales, lo que hace 
pensar en la necesidad de abrir nuevos horizontes y mirar hacia arriba, 
elevar la historia humana.
115
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
Es menester ampliar la realidad de la diferencia sexual a una diver-
sidad en la cual cada quien tenga un lugar, de modo que ello promueva 
la existencia de sociedades cada vez más justas. Al respecto señala Luce 
Irigaray: “para que la obra de la diferencia sexual tenga lugar, se requiere 
de una revolución de pensamiento, y de ética”.1 
La diferencia sexual se hace obra, acción, en la individualidad y 
en la sociedad, desde el momento en el que el poder se entiende como 
posibilidad de ser y no como dominio entre los seres humanos con el 
pretexto de la extrañeza del otro, al tomar el hecho de que somos di-
versos como si fuera una amenaza a la propia existencia.
Mientras que mujeres y hombres sigamos teniendo temor a desapa-
recer si le damos un lugar al prójimo, si le dedicamos nuestra mirada, 
afecto y atención, no nos estaremos asumiendo como habitantes de un 
universo, en el que hay lugar para todas/todos y cada una/uno, sin que 
alguien sea menos o más, en relación con las y los otros.
Mencionaremos, a continuación, algunos aspectos que se han 
considerado para el estudio de lo femenino y lo masculino, tratando de 
desentrañar los componentes de tales identidades y la manera en que se 
han ido acumulando para dar expresión a formas de actuar, de pensar, 
de hablar y de sentir, en el mundo que habitamos.
Femenino, masculino y mito
Si rastreamos los mitos en los testimonios que nos han dejado las culturas 
antiguas en las diferentes regiones del mundo, encontramos múltiples 
versiones en torno al origen de la humanidad, a la cual se caracteriza, 
desde entonces, por estar compuesta por mujeres y hombres, con rasgos 
que los distinguen entre sí, no obstante pertenecer a la misma especie. 
Las explicaciones posibles nos remiten a la sexualidad, debido a que la 
palabra sexo, de hecho, significa partido o dividido. Destacan, en las 
explicaciones, dos características: el parto y la virginidad, curiosamente 
contradictorios.
Lo que ha definido a uno y otro género es lo que ha variado según 
la época y la cultura. Si nos remontamos a las primeras épocas de la 
historia, que corresponden a las culturas antiguas, encontramos que no 
se hacían diferencias tan tajantes como las que en los siguientes periodos 
1 Irigaray, Luce. Ethique de la différence sexuelle, Minuit, París, 1984, p. 14.
116
PATRICIA CORRES AYALA
se empezaron a establecer. Por ejemplo, la capacidad de engendrar en 
la mitología griega se atribuye igualmente a los dioses-hombres que a 
diosas mujeres. Recordemos que Zeus engendra a Dionisos de su pierna 
y a Atenea de su cabeza.2 
Un mito más, relacionado con la sexualidad, en este caso referido 
a la idea de que hombres y mujeres se complementan, es el que encon-
tramos en los diálogos de Platón, con respecto a que la humanidad se 
dividía en tres clases, una de las cuales estaba constituida por los dos 
sexos, y que era la más poderosa. Los dioses griegos que habitaban en el 
cielo, no querían ser derrotados por este grupo, pero a la vez no deseaban 
exterminarlo pues con ello eliminaban a aquellos que podían rendirles 
culto. Zeus da una solución: separarlos en dos, hombre y mujer, así se 
lograba que perdieran fuerza. De ahí la idea de que hombre y mujer 
son uno la mitad de la otra, y durante su vida se buscan para ser una 
totalidad juntos; separados, están incompletos.3 
Los mitos dan tema a las tragedias griegas que nos hablan de las 
emociones humanas involucradas en las relaciones sexuales. Destaca el 
mito de Edipo, señalado por la profecía que le anuncia que al llegar a 
su edad adulta matará a su padre y se casará con su madre. Esto causa 
un fuerte impacto a los padres de Edipo quienes pretenden apartarlo de 
semejante destino, pero al hacerlo, se conforma la situación necesaria 
para que se cumplan las palabras del Oráculo.
La leyenda de Edipo es un ejemplo de cómo los griegos veían las 
pasiones humanas en la dinámica de las relaciones sexuales, la cual reta 
incluso el modelo de amor en la pareja hombre-mujer adultos, para 
cuestionarnos con respecto a las relaciones filiales.
Mito y tragedia son narraciones al margen del logos, pero relacio-
nadas directamente con la vida emocional. En la conformación de la 
tragedia, de manera particular, se hace evidente el destino como com-
ponente importante, es decir, el cumplimiento de una serie de aconte-
cimientos que no puede detener la voluntad humana, lo que hagamos 
contribuirá a que sucedan.
Mitos y tragedias caracterizan los vínculos de pareja, filiales y fra-
ternales, en los cuales se entretejen el amor, el odio, los celos,la envidia, 
el placer y el dolor, la atracción y el horror, la verdad y la mentira.
 2 Corres, Patricia. “El pensamiento mítico: una vía para iniciarse en la reflexión de lo fe-
menino”, en: Corres, Patricia. La verdad del mito, UDG, México, 1994.
 3 Platón. Diálogos, Porrúa, México, 1966.
117
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
Por otra parte, el libro sagrado de la cultura judía narra que dios, 
al crear al hombre, dice que no es bueno que esté solo. Acto seguido 
crea a la mujer de una parte del hombre y se la da como compañía; la 
saca de él, para que sea carne de su carne y sangre de su sangre. Cabe 
mencionar que en este caso, el hombre engendra, no la mujer. Y de dios 
no se dice si es hombre o mujer.
El paraíso se considera un lugar en el que lo divino y lo humano 
vivían en armonía, en él había una convivencia cercana entre dios y su 
obra. Ninguna de las criaturas, incluyendo a los humanos, sufría ni tenía 
carencias. Después de la caída, es decir, de desobedecer la prohibición 
de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, se hace una 
distancia entre dios y su creación; Adán y Eva reciben un trato diferente 
pues el primero es condenado a ganar el pan con sacrificio y, la segunda, 
a engendrar a los hijos con dolor. Este momento se considera principio 
de la historia, el inicio del tiempo lineal.4 
A partir de aquí, las funciones asignadas a hombres y mujeres se 
definen de manera más tajante: los primeros deberán dedicarse a bus-
car el sustento y las segundas, a parir a los hijos; nótese que esto es un 
castigo, es la consecuencia de una falla. A partir de entonces, se produce 
una sensación de carencia en ambos: mujeres y hombres.
Además de la capacidad de procrear, relacionada en un principio 
con lo femenino y lo masculino, se encuentra la virginidad, que se 
atribuye a las madres de los dioses, lo cual es interesante pues puede 
leerse como una concesión de la divinidad a la mujer, en el sentido 
de que es capaz de engendrar sin hombre. Ejemplo de ello es el mito 
mesoamericano del nacimiento del dios Huitzilopochtli, nacido de 
Coatlicue, quien, al barrer levanta una pluma y la guarda en su seno, 
posteriormente se da cuenta que ésta ha desaparecido, a partir de ese 
momento, queda encinta.5 
El mito de la virginidad también admite una interpretación rela-
tiva a la posesión de la madre por parte del hijo, sin que este último 
tenga que rivalizar con la pareja de la madre, es decir, con una figura 
paterna. Recordemos el mito de Edipo, que en otra modalidad indi-
ca el vínculo del hijo con la madre y el odio al padre, hasta llegar al 
parricidio.
 4 Corres, Patricia. Espacios y tiempos múltiples, Fontamara, México, 2006.
 5 León-Portilla, Miguel. México-Tenochtitlán, su espacio y su tiempo sagrados, Plaza y Valdés, 
México, 1988, pp. 35.
118
PATRICIA CORRES AYALA
En el caso particular de Huitzilopochtli se muestra, además, el 
celo fraterno, pues sus hermanos pretenden matar a su madre, aprove-
chando el momento del nacimiento del nuevo hermano. Claro que al 
ser dios, es él quien gana la batalla. Cabe señalar que fue la hermana 
de ellos, Coyolxauhqui, quien dio la noticia del embarazo de la madre 
e insistió en que se le matara, por deshonrarlos. Este episodio muestra 
la rivalidad entre mujeres: la madre y la hija.
En la religión judía, igualmente, es una virgen la que da a luz al 
mesías, que es dios-hombre, quien viene al mundo a reconciliar a la 
creación con su creador, y se sacrifica por ese fin.
La virginidad aparece en los mitos como una virtud relacionada 
con la divinidad. Ello lo encontramos en diversas culturas: la judía, la 
mesoamericana, entre otras. Pero después, lo que era virtud se convierte 
en una exigencia social y moral hacia las mujeres, principalmente en el 
mundo occidental, para llegar al matrimonio, único ámbito en el que la 
actividad sexual es admisible. En el caso de no cumplir con dicho requi-
sito, las mujeres son condenadas, castigadas y marginadas, porque se les 
considera impuras, pecadoras, que ofenden a dios y a las costumbres. En 
realidad, lo que se busca con la virginidad en la mujer es garantizar la total 
posesión del hombre sobre ella, considerándola un objeto, una propiedad, 
y no una persona libre con capacidad de decidir sobre su vida.
La virginidad, el cuerpo de una virgen, se puede metaforizar 
como una tierra no explorada, no habitada, sin propietario, silves-
tre, limpia, lo cual la hace poderosa y enigmática, y produce miedo 
y atracción en los hombres, que de nuevo exhiben un deseo de poseer 
lo que es libre, lo que no ha sido tocado.
En fin, la virginidad admite, como la mayoría de los atributos, 
múltiples significaciones, unas son superficiales, otras son de fondo; 
las superficiales normalmente ocultan a las más profundas que por 
lo general, nos avergüenzan como especie humana. Me refiero a que, 
por ejemplo, la virginidad se puede escuchar muy bella, se asocia a lo 
celestial, la pureza, pero también a la debilidad, cuando en el fondo es 
algo que puede retar, que da miedo, por desconocido.
Así, los mitos muestran y ocultan, son de todas las épocas aunque 
las narraciones pertenezcan a la antigüedad, se tejen alrededor del 
amor, del odio, de todas las emociones que aparecen tanto en hombres 
como en mujeres.
El recorrido a través de los mitos es interminable, y no pretendo 
ocuparme más de ello, por esta ocasión. Pero no podía omitir este apar-
119
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
tado pues, no obstante la antigüedad de los mitos, se puede observar 
su vigencia.
Femenino, masculino y logos
La sexualidad como diferencia no sólo se ubica en los genitales de 
hombres y mujeres, sino que atraviesa todo el cuerpo, incluyendo el 
pensamiento, que es una función del mismo. Con ello se quiere decir 
que pensar es una acción que se realiza desde un estar siendo mujer u 
hombre, según la sociedad que nos corresponda.
Existen campos de conocimiento que han analizado los procesos de 
pensamiento entre los que se encuentra, principalmente, la filosofía. En 
el saber filosófico occidental figuran las aportaciones de René Descartes 
(siglo XVII), Immanuel Kant (siglo XVIII), Georg Hegel (siglo XIX), Arthur 
Schopenhauer (siglo XIX) y Friedrich Nietzsche (entre los siglos XIX y 
XX). Posteriormente, y siguiendo la corriente fenomenológica iniciada 
por Kant, podemos mencionar a Edmund Husserl, Martin Heidegger y 
Emmanuel Lévinas (siglo XX) entre los más importantes fenomenólogos 
contemporáneos. Revisaremos de manera breve, una selección de ideas 
de algunos de ellos.
Este apartado pretende exponer cómo se ha dado la transforma-
ción del pensamiento filosófico que, una vez constituido como logos, se 
inicia considerando al ser como un absoluto, y en un intento de encon-
trar su esencia dicho pensamiento se concentra en las cualidades del 
ser, no toma en cuenta lo que lo rodea, sino que ve el entorno como 
un elemento que desvía la atención de lo más importante. Después, 
de manera gradual, se va incorporando la idea de alteridad, pero a 
ésta se le asocia con los grupos sociales, es decir, somos diferentes pero 
solamente en cuanto a grupos, no como individuos, pues todos somos 
conscientes, racionales. La noción de humanidad prevalece y engloba 
al total de seres, como si fuéramos lo mismo.
Posteriormente, del siglo XIX en adelante, encontramos que la no-
ción de alteridad empieza a permear otras manifestaciones del ser, den-
tro de las cuales está lo femenino y lo masculino. La filosofía se expresa 
marcando diferencias entre los géneros, aunque todavía sin considerar 
la categoría propiamente dicha.
En el siglo XX, se podría decir que después de cada guerra mun-
dial, se precipitaron las reflexiones al respecto del ser mujer y ser hom-
120
PATRICIA CORRES AYALA
bre desde las determinaciones culturales (Simone de Beauvoir), y de 
alguna manera el tema de lo femenino resultó inquietante, como esa 
mitad de la población del mundo a la que se le había silenciado al nodejar que sus voces se plasmaran abiertamente en la historia escrita del 
pensamiento.
Finalmente, en este recorrido llegamos a la filosofía de Lévinas, 
quien toma como eje de análisis la alteridad, sin omitir la diferencia 
entre lo femenino y lo masculino.
Cierto es que los estudios continuaron después de este autor, hubo 
muchos más que le fueron contemporáneos y se siguen produciendo 
investigaciones, reflexiones múltiples; pero no es mi intención saturar 
este trabajo, sino ofrecer una idea de la secuencia de reflexión que va de 
lo absoluto a lo relativo, y de esto último, a la relatividad del género.
Descartes propone una ontología en la que el ser es razón, y una 
epistemología en la cual la razón se plantea como problema, el cono-
cimiento del mundo. Se trata de una razón universal, sin referentes, 
sin otra especificidad que su capacidad de dudar, analizar, sintetizar y 
elaborar con todo ello ideas claras y distintas.
Descartes no señala que la razón varíe según la época o la cultura; 
tampoco nos dice que ella es diferente de acuerdo con el sexo de la 
persona que está pensando. La razón cartesiana no considera la dife-
rencia entre las y los seres humanos, motivo por el cual este autor, entre 
otras cosas, no elabora una ética o una teoría social, pues él suponía 
que la humanidad, al ser racional, procuraría no sólo el cumplimiento 
de la verdad sino de valores como la justicia.6 
A Kant, filósofo alemán, se le considera el representante de la 
filosofía moderna. En la época de la Ilustración se cuestionó la calidad 
racional de los sistemas sociales hasta entonces puestos en práctica y se 
señaló la importancia del mundo sensible en el proceso de conocimiento. 
No obstante que Kant dio prioridad a la razón, en su propuesta episte-
mológica consideró el mundo sensible, de modo que propuso que para 
llegar al conocimiento se parte de la experiencia sensorial, pasando por 
la imagen, hasta llegar a la formación de conceptos.7 
Kant, además de una epistemología, elaboró una ontología y una 
ética basadas en la naturaleza racional de la humanidad. Pero en ninguna 
 6 Descartes, René. Discurso del Método, Nacional, México, 1973.
 7 Corres, Patricia. Razón y experiencia en la psicología, Fontamara, 2001, pp. 126.
121
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
de estas tres propuestas consideró la diferencia entre los seres pensantes: 
ni de cultura, ni de época, ni de género. En su ontología nos habla de 
una razón universal, como Descartes, aunque agrega algo fundamental: 
que la razón ha de vigilarse constantemente y ha de cuestionarse a sí 
misma, antes de preguntarse por el mundo; a este ejercicio, el autor 
le llamó autovigilancia. Su ética es, de alguna manera, la actividad de 
observarse a sí mismo, de acuerdo con lo cual hemos de seguir la ley, 
aplicando la normatividad a nuestro comportamiento, sin necesidad de 
que los demás nos castiguen o nos premien. El ser, tal como lo concibe 
Kant, es universal, sin referencias, sin otro que lo delimite; el autor 
manifiesta la expectativa de que cada uno de nosotros nos podemos 
gobernar, sin exceder nuestros límites, sin invadir al próximo.
El sujeto kantiano es sumamente estricto con su propia persona: 
esto no es común en la gente, ya que delegamos el control de nuestros 
actos a la sociedad en la que vivimos la cual, a su vez, no fomenta la 
autocrítica.
Posteriormente surgió el pensamiento de Hegel, quien expuso 
la alteridad como el no-yo, y la incluyó en la autoconciencia, así como 
también en el saber absoluto. Aquí, valdría la pena considerar dos as-
pectos: 1) ese otro es un pensamiento que afirma algo diferente a lo que 
yo digo, y que mi conciencia reconoce como un discurso comprendido 
en la razón, entendida en su expresión formal. 2) Si bien se acepta la 
existencia de la alteridad, ella es absorbida en el tercer movimiento de 
la conciencia, cuando se lleva a cabo el proceso de síntesis, de cierre, 
en el saber absoluto. De tal forma, la alteridad se elimina en la síntesis, 
para reinstaurar la unidad.8 
El otro, en Hegel, sigue sin tener forma de hombre o de mujer. Más 
bien esa diversidad se refiere a los grupos sociales que se manifiestan en 
el cumplimiento de funciones económico-sociales propias del sistema 
que se estaba gestando a raíz de las guerras napoleónicas, conocido 
como Estado-nación.
Una postura diferente e interesante, en relación con el modo en 
el que se concibe a los hombres y las mujeres, es la de Schopenhauer. 
No obstante su fama de misógino, es un filósofo que hace una gran 
aportación para comprender lo masculino y lo femenino. Siguiendo 
la temática de la filogenia y la ontogenia, él nos dice que, por un lado, 
 8 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Fenomenología del espíritu, FCE, México, 1966.
122
PATRICIA CORRES AYALA
existe el principio de individuación mediante el cual se afirma que la 
ontogenia, el énfasis en el yo racional, domina el universo. Por otro 
lado, está la conciencia de ser especie, de pertenecer a una cadena 
humana que hereda de sus antepasados y que, a su vez, está ligada a su 
descendencia, lo cual expresa la filogenia. La humanidad comprende 
a ambos: individuo y especie.
La influencia que recibe Schopenhauer de las filosofías orientales, 
le permite ver un rasgo característico de la cultura occidental en la que 
los hombres dan énfasis a su calidad de individuos, por lo cual tienden 
a sentirse el centro del mundo, y todo tiene que girar alrededor de ellos. 
De esa manera se expresa el egoísmo así como la tendencia a controlar y 
a dominar. En cambio, la mujer representa la conciencia como especie, 
conserva el pasado y cuida las generaciones venideras. La mujer es la 
memoria de la humanidad.9 
Ante lo expuesto, Schopenhauer propone que el hombre desarrolle 
su conciencia de especie y así vea las consecuencias de sus acciones, no 
solamente en cuanto a su futuro, sino también en el de los demás; que 
considere, asimismo, el pasado, reconociendo a los que lo han precedido, 
pensando que no ha sido ni será el único habitante del mundo. Con res-
pecto a la mujer, el autor recomienda que ella se piense individual, para 
que se procure a ella misma una vida digna. El equilibrio de estas dos 
tendencias en hombres y mujeres aumentaría la calidad de la especie.
En este recorrido hay que mencionar a Nietzsche, destacado filósofo 
alemán cuyo pensamiento se hace más actual en vez de caducar. No obs-
tante, en lugar de ser conocido por sus ideas avanzadas, se le identifica 
como conservador, pronazi y misógino, estigmas que han tenido como 
consecuencia que su obra no sea leída o se malinterprete. Aun así, los 
espíritus ávidos de nuevas propuestas acuden a su obra.
Desde una lectura afín a su espíritu, Nietzsche hace un fuerte cues-
tionamiento a los estereotipos de mujer y de hombre en la sociedad 
occidental. Él mismo se declara el psicólogo de lo eterno femenino, 
haciendo una conjunción de la filosofía con la psicología e identificando 
el trabajo de autocrítica y crecimiento interior con lo femenino, lo cual 
hace contraste con la tradición filosófica que privilegia al logos, vincu-
lándolo con la razón que caracteriza al espíritu masculino y se expresa 
en el interés por el dominio, la rigidez en el razonamiento, la ceguera 
ante la diferencia.
 9 Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación, Porrúa, México, 1987.
123
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
Nietzsche observa los movimientos de protesta femenina, que 
desde su época (finales del siglo XIX) existían en Europa, pero no le 
convencen del todo, pues percibe en ellos una actitud de resentimien-
to, de rivalidad entre los géneros, más que la búsqueda de ideales de 
justicia y amor en las relaciones entre hombres y mujeres. Él decía que 
mientras no hubiera hombres verdaderos no habría mujeres verdaderas. 
De lo anterior podemos deducir que lo que hay que procurar es que ni 
el hombre quiera ser mujer ni viceversa; que ninguno de los dos quiera 
ocupar el lugar del otro,renegando así de su identidad, la cual ha de 
definir a partir de una labor de búsqueda reflexiva, no de las expectativas 
sociales que, en su mayoría, refieren intereses de grupos minoritarios 
y mediocres. Se trata de que cada quien, desde su lugar, denuncie la 
injusticia y la mentira para propiciar un mundo en el que se pueda vivir 
con mayor dignidad.
Años más tarde, durante los veinte y los treinta, se desarrolla la 
fenomenología del siglo XX, cuyo principal exponente es Husserl quien 
nos hace ver la importancia de recuperar la autovigilancia propuesta por 
Kant, pues el siglo XX parece haberla olvidado, ya que éste se caracteriza 
por la irracionalidad de la humanidad, si tomamos en cuenta el rumbo 
que desde entonces ha seguido la historia social de occidente, con su 
gran cantidad de guerras y de destrucción del medio ambiente.
Aun cuando Husserl plantea una filosofía comprometida social y 
éticamente, su noción de conciencia no distingue entre el pensamiento 
femenino y el masculino. Para él, la conciencia es una y en ella se in-
cluye todo.
Posterior a Husserl está Lévinas quien continúa en la línea de la 
fenomenología, pero él hace énfasis en la alteridad.
Lévinas basa su filosofía en la reflexión acerca del otro, pero no lo 
piensa como Hegel: el no-yo, sino que lo reconoce en su ser diferente. 
Su propuesta va en el sentido de construir una metafísica desde la cual 
se pueda ver a los seres distintos entre sí, sin que esa diversidad se anule, 
como llega a suceder en los procesos de conocimiento, o bien, a través de la 
uniformización-masificación que se lleva a cabo en los sistemas sociales.
Entre sus aportaciones acerca de la alteridad, Lévinas se dedica a 
la reflexión sobre la relación erótica y menciona a la feminidad como la 
alteridad misma. En el vínculo hombre-mujer se dan las asimetrías, que 
no se pueden reducir a la unidad aun cuando algunos mitos señalen lo 
contrario y las costumbres tiendan a reforzar la idea: “dos que se harán 
un solo ser”.
124
PATRICIA CORRES AYALA
La relación entre los sexos-géneros se ha de dar teniendo como 
punto de partida la diferencia, de modo que podamos hablar de dos 
seres que están en contacto, pero no se eliminan uno al otro.
Según Lévinas, el asunto de los vínculos entre los hombres y las 
mujeres es una cuestión que corresponde a la ética, en la medida en que 
ambos son responsables el uno del otro y de sí mismos, como seres dife-
rentes, sin que ello implique la imposibilidad de la relación; al contrario, 
si no hay dos, no hay vínculo. De hecho, el autor menciona que en los 
momentos en los cuales los amantes sienten que no se comprenden, es 
justo cuando se evidencia la existencia de dos seres separados, que a la 
vez se relacionan.10 
Aceptar la existencia del otro como diferencia, atenderlo y procu-
rarlo es dirigir nuestra atención hacia el próximo, dejando el propio yo 
en un segundo término; a esto le llama Lévinas suprimir la soberanía 
del yo y hacernos responsables de los demás y del mundo que dejamos 
tras morir.
Si somos diversos, nadie podrá sustituir al otro. Un hombre jamás 
ocupará el lugar de otro hombre ni el de una mujer y viceversa, para 
lo cual tendremos que aprender a reconocernos en la diferencia. Esto 
es lo más difícil, pues implica justicia, respeto, admiración, buen trato. 
Desgraciadamente, en lo hasta ahora expuesto en cuanto a los pensa-
mientos de la antigüedad a la fecha, no hemos podido observar que 
hayamos alcanzado tales objetivos.
El reconocimiento involucra básicamente dos aspectos: la iden-
tificación y la extrañeza, un poco de las dos, pero nunca una sola de 
ellas. Porque si únicamente nos identificamos con el otro, este último 
deja de ser tal y se convierte en un espejo que refleja nuestra imagen. 
Así, nos vemos sin contraste, sin cortes o rompimientos: todo uniforme. 
Esta percepción nos impide distinguir la variedad en el mundo, como 
si ello tuviera efectos negativos, y buscamos en su lugar, hacernos la 
idea de que somos únicos en el universo: a eso le llamamos narcisismo, 
un mal que se ha agudizado en la época actual que habla de tolerancia 
pero actúa en sentido contrario, cada vez soportamos menos la diver-
sidad, que es vista como amenaza al dominio de unos cuantos sobre la 
mayoría y a la comodidad del individualismo que nos dice: ocúpate de 
tus intereses y olvídate de los demás.
 10 Lévinas, Emmanuel. Le temps et l´autre, PUF, París, 1983.
125
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
En cuanto a la extrañeza, es necesario que el reconocimiento se 
dé con base en la novedad, porque re-conocer lo nuevo es identificar 
la diversidad dentro de sí, darle paso al cambio en nosotros y nosotras, 
mover el pensamiento. Algo parecido a la extrañeza es la emoción que 
Descartes denomina: admiración.
Luce Irigaray nos recuerda que en el texto titulado Las pasiones 
del alma, Descartes habla de la admiración como una capacidad de ser 
sensible a lo extraño, a lo ajeno, que se encuentra dentro y fuera de sí. 
Según esta autora, una ética de la diferencia sexual tendría como fun-
damento la admiración entre mujeres y hombres, pues ello permitiría 
dirigir nuestra atención a lo diverso, que se encuentra en su máxima 
expresión en el otro. Al respecto, señala Irigaray: “La admiración [...] 
coloca a los dos sexos como insustituibles en el estatus de su diferencia 
[m]anteniendo entre ellos un espacio libre y atractivo, una posibilidad 
de separación y de alianza”.11 
Hay que señalar que no es aportación de Descartes hablar de la 
admiración que hombres y mujeres han de tenerse entre sí como seres 
diferentes, invitándose mutuamente a incursionar en los enigmas de 
la vida. Esto tiene que ver con el pensamiento femenino o, por decirlo 
de otra manera, con el estilo femenino de pensar, que coincide con la 
interpretación de Irigaray respecto del texto de Descartes.
Aun cuando el tema no se agota, se puede hacer aquí una reca-
pitulación. Pareciera, entonces, que el pensamiento masculino tiende 
a preguntarse con la finalidad de encontrar respuestas que cierren su 
pregunta, que la resuelvan, sin que quede algo fuera o sin ser contestado. 
El pensamiento masculino se considera único, no tiene conciencia de 
que lo que lo rodea tiene sentido, existe y tiene importancia indepen-
dientemente de él. Busca causas, motivos, tendencias, intenciones por las 
cuales se hacen las cosas, pues ello equivale a decir que es activo, que su 
acción explica lo que sucede; pone el énfasis en las causas, en la autoría 
de los actos, y tiende a concederse ese atributo que lo coloca en el papel 
del que domina. Lo contrario sería aceptar la pasividad, es decir, ver la 
propia acción como una consecuencia de algo que proviene del interior, 
no una causa que produce necesariamente cambios en el exterior.
El pensamiento femenino, en cambio, es abierto al enigma, tiende a 
quedarse sin respuesta, lo cual no significa que no logre el conocimiento, 
 11 Irigaray, Luce. Ethique de la différence sexuelle… p. 20.
126
PATRICIA CORRES AYALA
pues éste se basa principalmente en la posibilidad de hacerse preguntas. 
Aquí no se busca cerrar, concluir la pregunta, sino permitir que la incer-
tidumbre nos mueva a investigar. Se trata de que el saber no consiste en 
llegar a conclusiones definitivas, sino procura el cuestionamiento.
El pensamiento femenino, además, por esa misma apertura, no se 
considera único en el mundo, sino que se percibe formando parte de él, 
lo cual sugiere la existencia de otros individuos que también piensan, 
sienten, actúan. El pensamiento femenino toma en cuenta las causas, 
pero le pone más atención a las consecuencias y ello explica, parcialmen-
te, que se transporte en el tiempo con mayor fluidez que el pensamiento 
masculino. Al atender las consecuencias, pareciera que se coloca más 
del lado de la pasividad, pues ellas son el producto de la acción, pero 
lo cierto es que la división entre causas y efectos es arbitraria; si se ven 
como parte de una cadena se observaque ambos tienen los dos valores: 
activo y pasivo. La noción de pasividad no tiene por qué asociarse a algo 
negativo, sino que es real: no podemos controlar totalmente las causas 
de los acontecimientos, luego entonces no somos del todo activos, ni 
hombres ni mujeres, y ello no es ni positivo ni negativo, ni bueno ni malo, 
simplemente así es.
El pensamiento femenino es la memoria, porque recupera el pasado 
mediante la consideración de la herencia, de pertenecer a una secuencia, a 
un origen. Simultáneamente, el pensamiento femenino se proyecta al futuro 
en la capacidad de predicción, la cual se extiende a un margen más amplio 
pues su percepción es más abierta, más incluyente, debido a que recibe al 
exterior como algo independiente, pero nunca fuera de lo posible.
El pensamiento masculino, en cambio, se deja atrapar por el presente, 
se concentra en una sola área y pierde la cadena de la que forma parte. 
Puede abstraer pero haciendo cortes, parcelas de tiempo y de espacio, 
ajenas unas de las otras; abstraer para él es separar, fraccionar, incluso al 
espacio del tiempo.
La idea de equilibrio en el pensamiento masculino coincide con el 
balance que elimina la tensión, que suprime la discordancia, que opta 
por la no diferencia. En cambio, para el pensamiento femenino el equi-
librio se logra con la inclusión de todos los elementos que componen 
el universo, cada uno en su diversidad; en tal caso, el desequilibrio se 
produciría si se excluyera a alguno de ellos. La armonía sólo es posible 
en la diferencia, pues esto es más cercano a la realidad que la paz forzada 
que intenta imponer la uniformidad, que, en todo caso, es producto de 
la fantasía narcisista o de la muerte.
127
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
Tanto el pensamiento masculino como el femenino pueden operar 
en sexualidades de hombres o de mujeres, pues no hay una correspon-
dencia implícita que se cumpla en todos los casos. Ello no cancela la po-
sible coincidencia entre estos elementos: pensamiento y sexualidad.
Masculino y femenino. Estudios contemporáneos
Existe una gran cantidad de obras referidas a los significados y los roles 
que han desempeñado mujeres y hombres en las diferentes culturas, en 
las cuales se presentan las discusiones respecto al carácter natural o social 
de lo femenino y lo masculino. De hecho, la categoría género surge con 
la finalidad de señalar que ser hombre o ser mujer es una construcción 
principalmente cultural, mediante la cual se asignan papeles a ambos 
grupos, mismos que pueden variar, no son inamovibles.
Pensar lo femenino y lo masculino más allá de las determinaciones 
ideológicas es sumamente complicado, en parte por la inmediatez que 
tienen con respecto a nuestra identidad; otra razón puede ser que en 
el ser mujer o ser hombre se sintetizan múltiples determinaciones, las 
cuales atraviesan la biología y la cultura, que se afectan mutuamente.
El aprendizaje cultural en la constitución del ser hombre y ser mujer 
es un problema que se ha abordado tanto desde la historia, la filosofía, 
la antropología, la sociología, como desde el psicoanálisis.
Entre los autores de estudios del género en la historia está Georges 
Duby, quien se destaca por investigar las relaciones amorosas de las mu-
jeres y los hombres en la Europa del año mil hasta el siglo XIII. La obra 
que alude al tema mencionado es El caballero, la mujer y el sacerdote.12 
Duby no es el último ni el único. La lista de trabajos en los que se 
analiza la condición femenina y los vínculos entre mujeres y hombres 
es interminable. Por mencionar algunos nombres señalemos a Nicole 
Loraux con sus agudos estudios sobre lo femenino y el hombre grie-
go; Claude Mosse, quien nos presenta un análisis sobre la mujer en la 
Grecia antigua; Sylviane Agacinski nos ofrece en su obra una mirada 
de las repercusiones políticas de la diferencia de los sexos, y Françoise 
Héritier, quien es una distinguida antropóloga dedicada a evidenciar 
las costumbres discriminatorias hacia las mujeres en las culturas. Desde 
la perspectiva psicoanalítica podemos mencionar a Julia Kristeva, Luce 
 12 Duby, Georges. Le chevalier, la femme et le prêtre, Hachette, París, 1981.
128
PATRICIA CORRES AYALA
Irigaray y a Monique Schneider, cuyas reflexiones nos hacen pensar al 
ser hombre y al ser mujer en la compleja síntesis biología y sociedad.
En cuanto al mundo hispano, Celia Amorós es una digna represen-
tante de la filosofía con mirada feminista. Entre su obra cabe mencionar 
los libros: Hacia una crítica de la razón patriarcal13 de 1991, donde analiza 
el dominio masculino en las sociedades, y su texto: La gran diferencia y 
sus pequeñas consecuencias para las luchas de las mujeres, de 200514 , en el 
que evidencia el gran esfuerzo invertido en producir cambios, por parte 
de las mujeres.
En relación con los autores alemanes, es oportuno citar la obra de 
Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernseheim, titulada El normal caos del 
amor,15 en la cual se ofrece una aproximación sociológica, a la vez que 
psicológica, al respecto del entramado de las relaciones amorosas entre 
hombres y mujeres del siglo XX, e incluso de esta época. Los autores 
señalan las desigualdades que existen con respecto a la carga de traba-
jo dentro del ambiente doméstico, el desequilibrio en el compromiso 
dentro de las relaciones mujer-hombre, en las que las mujeres continúan 
siendo las que se responsabilizan, en mayor medida, del mantenimiento 
de los vínculos; además, tratan el problema de la acumulación de tra-
bajo en las mujeres a medida que acceden a escenarios antes negados 
para ellas, como la educación, el empleo, los puestos de decisiones, 
que además obstaculiza el ejercicio de funciones que aún les resultan 
atractivas como parte de su realización, tales como el matrimonio o la 
vida en pareja y la maternidad, y otras actividades como la vida social y 
el uso del tiempo libre, es decir, el descanso, la diversión.
En el ámbito de Latinoamérica quiero destacar la obra de Emilce 
Dio Bleichmar, quien facilita el camino a la reflexión psicoanalítica 
sobre la condición femenina en El feminismo espontáneo de la histeria,16 y 
continúa con sus cuestionamientos en la obra: La sexualidad femenina. 
De la niña a la mujer.17
 13 Amorós, Celia. Hacia una crítica de la razón patriarcal, Anthropos, Barcelona, 1991.
 14 Amorós, Celia. La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias para las luchas de las mujeres, 
Cátedra, Madrid, 2005.
 15 Beck, Ulrich y Beck-Gernsheim, Elisabeth. El normal caos del amor, Paidós, España, 
2001.
 16 Dio Bleichmar, Emilce. El feminismo espontáneo de la histeria: estudio de los trastornos narcisistas 
de la feminidad, Adrotraf, Madrid, 1995.
 17 Dio Bleichmar, Emilce. La sexualidad femenina. De la niña a la mujer, Paidós, Barcelona, 
México, 1997.
129
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
 En el caso de México, entre las estudiosas que se ocupan del tema 
de la mujer en las culturas mesoamericanas podemos considerar a las 
antropólogas Noemí Quezada18 y María Rodríguez quienes caracteri-
zan las funciones asignadas a las mujeres de la época precolombina en 
territorio azteca. Tales oficios se referían a los quehaceres del hogar, la 
preparación del alimento para la familia, la confección de la vestimenta, 
tejer, hilar y cuidar a los hijos. A ello se agrega la función de la mujer 
pública, que vende su cuerpo, se maquilla en demasía y administra 
afrodisíacos a aquellos que demandan sus servicios. El hombre, por otro 
lado, se identifica con el guerrero, el que tiene el dominio e impone el 
orden social. Esta figura la caracteriza el dios Huitzilopochtli, quien mata 
a sus hermanos y a su hermana, además de descuartizarla por querer 
dar muerte a su madre.
Así, la educación de las mujeres durante la época del imperio 
azteca estaba encaminada a una vida adulta de sumisión, comporta-
miento que mantenía ante el hombre, quien se encontraba en el lugar 
de dominio.
Al respecto señala Rodríguez: “Al estar la familiamexica fundamen-
tada en la autoridad masculina desempeñaba una función básica en el 
mantenimiento y conservación de las relaciones sociales de producción 
y la subordinación femenina, era en suma, un factor legitimante del 
poder masculino”.19 
Existen, asimismo, estudios acerca de cómo se manifiestan las iden-
tidades masculina y femenina en la cultura mexicana contemporánea, y 
los problemas que se expresan como producto de las nuevas condiciones 
por las que están pasando mujeres y hombres. Al respecto cabe mencionar 
la obra de Marcela Lagarde20 en la cual se insiste en el carácter cultural 
de la mirada hacia lo femenino y lo masculino. Ella señala un problema 
central en la investigación, principalmente aquella que se desarrolla en 
las humanidades, a saber, la inmediatez del objeto de estudio, puesto 
que el investigador o la investigadora y el investigado o la investigada 
pertenecen al mismo universo, por un lado, y por otro, debido a que 
estamos trabajando sobre realidades que aluden a la propia cultura.
 18 Quezada, Noemí. Amor y Magia amorosa entre los aztecas, UNAM, México, 1989.
 19 Rodríguez, María. La mujer azteca, Universidad Autónoma del Estado de México, México, 
1991, p. 256.
 20 Lagarde, Marcela. Cautiverios de las mujeres madresposas, monjas, putas, presas y locas, UNAM, 
Posgrado, 1990.
130
PATRICIA CORRES AYALA
 Lagarde expone, entre otras tantas ideas importantes, que en las 
ciencias humanas y sociales se tiene que repensar la fórmula sujeto-
objeto. Dentro de esta misma temática se encuentra el pensamiento 
de Georges Devereaux quien nos invita a un análisis del observador 
en la investigación más que a ver aquello que se observa. Así, nos dice 
este autor: “No es el estudio del sujeto sino el del observador el que 
nos proporciona acceso a la esencia de la situación observacional”.21 Lo 
que ambos autores señalan es la necesidad de dar un revés a la mirada 
y observarse a sí, antes y durante el tiempo en el que estamos viendo al 
otro/otra.
Lagarde, por su parte, señala que la distinción entre el sujeto y el 
objeto, que se plantea en el proceso de conocimiento, no puede apli-
carse a la investigación que se lleva a cabo en el campo de lo social y 
humanístico. Ella lo expresa de la siguiente manera:
El discurso del sujeto y el objeto no va con nuestra historia, y no va con 
nosotros más allá de nuestra voluntad. Ojalá la mirada etnológica que 
propongo contribuya a afirmarnos como Yo pertenecientes, como Yo 
identificados con lo que investigamos: que contribuya a constituirnos en 
sujetos que crean conocimientos sobre la cultura. Sujetos que son, a la 
vez, cognoscibles con los mismos métodos y categorías con que miran el 
resto del mundo.22 
Por otra parte, el trabajo de Graciela Hierro se enfoca al carácter 
cultural de los roles y asignaciones de lo masculino y lo femenino. Ella 
hace énfasis en las construcciones simbólicas en torno a ser hombre y ser 
mujer, las cuales han puesto en desventaja la condición femenina con 
respecto a la masculina, ya que se han elaborado para ello justificaciones 
ideológicas basadas en las determinaciones biológicas de los sexos, las 
cuales se presentan como inamovibles e incuestionables.
En este campo fértil de reflexiones surge la obra de cuantiosas pen-
sadoras, que señalan problemas ubicados en diversos quehaceres so-
ciales en los que se han hecho marcadas diferencias entre mujeres y 
hombres.
Por ejemplo, tomemos el desempeño de ambos géneros en lo que 
respecta a la producción de conocimientos. En este tema destaca el tra-
 21 Deveraux, Georges. De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, Siglo XXI, 
México, 1996, pp. 22.
 22 Lagarde, Marcela. Cautiverios de las mujeres..., p. 16.
131
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
bajo de Norma Blazquez, quien se dedica a investigar la relación entre 
el género y la ciencia en el caso de la sociedad mexicana. En su libro 
El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a 
la ciencia,23 Norma Blazquez reivindica la figura de la bruja como una 
mujer cercana al conocimiento y, por lo tanto, temida, estigmatizada. 
Valdría la pena agregar que no obstante la diferencia de años que nos 
separa de aquellas épocas en las que se hablaba de las brujas, el miedo 
a las mujeres que saben, no se ha vencido.
La problemática de lo femenino y lo masculino sigue ocupando a 
buena cantidad de investigadores e investigadoras, y se extiende al estudio 
de la vida social propiamente dicha, dentro de la cual encontramos los 
temas de las representaciones sociales y su repercusión en las actitudes, 
actuaciones y pensamientos de los hombres y mujeres en las culturas. En 
este rubro se ubican los análisis de Fátima Flores quien aborda lo mas-
culino y lo femenino como problemática en las representaciones sociales 
que se construyen en nuestra sociedad, considerando las consecuencias 
que esto conlleva en relación con la convivencia de los géneros.
Otro ámbito de lo social que ejerce una fuerte influencia en los 
modos de ser hombre y ser mujer es el mundo de los medios de co-
municación. Al respecto cabe considerar los análisis desarrollados por 
Olga Bustos acerca de las imágenes que se utilizan en estos medios, los 
modelos de ser mujer y ser hombre en nuestra sociedad. Así también, la 
misma autora se ha dedicado a analizar los sesgos que tiene la educación 
que recibimos en la familia y en la escuela, señalando el lugar en el que 
dichas instituciones ubican a mujeres y hombres, con lo que se generan 
las expectativas que se tienen de ambos en cuanto a elección y ejercicio 
de una carrera profesional. Ello tiene consecuencias en el desarrollo del 
conocimiento, pues se produce la idea de que existen campos de saber 
exclusivos para hombres y para mujeres cuando, de hecho, la cultura 
los ha asignado de esa manera, generando, con ello, el prejuicio de 
que existen conocimientos vetados para mujeres o bien para hombres, 
cuando se puede demostrar lo contrario: que las habilidades de ambos 
exceden en mucho tales restricciones.
En este panorama de las reflexiones de autores y autoras se con-
templa una permanente dificultad, que a veces parece imposibilidad, 
 23 Blazquez Graf, Norma. El Retorno de las Brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las 
mujeres a la ciencia, CEIICH, UNAM, México, 2008.
132
PATRICIA CORRES AYALA
para construir una forma de vida entre hombres y mujeres en la cual la 
diferencia sexual tenga la oportunidad de conformarse como una historia 
que apunte a la consideración de lugares dignos para cada una de las dos 
modalidades del ser, y lograr que se pueda vivir siguiendo una ética con 
base en los valores de justicia, bondad, felicidad, trascendencia, amor.
Quiero aclarar que las obras aquí citadas no son las únicas, simple-
mente pertenecen a mi universo de referencias y son dignas de mención 
con respecto al tema que me ocupa.
Finalmente, un aspecto que es importante reiterar es que en estos 
análisis se ve la necesidad de que las mujeres y los hombres se expresen 
conservando cada uno su modo particular de concebirse a sí mismos y 
al mundo, planteando propuestas y vías diversas para mejorar las con-
diciones de vida de todos. A partir de ello se propone la realización de 
una estética en cada individuo, entendida como un enfrentamiento al 
dolor y al placer como vías para sentir la vida. Todo ello con el fin de 
que ambos, mujeres y hombres, se puedan unir sin perder su diferen-
cia y terminar esa batalla agotadora que los ha mantenido en mundos 
separados y hasta opuestos.
Espacio y tiempo: escenarios de lo masculino y lo femenino. 
Una propuesta de análisis
En otro escrito expongo la idea de que lo femenino se vincula con el 
tiempo y lo masculino con el espacio; ello nos lleva a pensar que hombres 
y mujeres se colocan de manera diferente ante tales dimensiones.24 
Desde el siglo XVIII la fenomenología kantiana establece el tiempo 
y el espacio como formas mediante las cualesla razón conoce al mundo. 
Kant señala que gracias al espacio ubicamos los objetos como externos, 
en tanto que el tiempo es una forma de percepción interna. Así, el es-
pacio se intuye como algo externo y el tiempo como algo interno.
La teorización con respecto al espacio se ha dado antes que la refe-
rente al tiempo. Recordemos la física mecanicista de Galileo y Descartes, 
en la que el espacio resulta ser el tema de estudio.
Es hasta el siglo XX que el tiempo aparece en el escenario de la física 
y de la filosofía como tema central. Ello admite variadas explicaciones, 
 24 Corres Ayala, Patricia. Espacios y tiempos múltiples.
133
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
pero no es complicado entender que la segunda era moderna, cuyo 
nacimiento es en 1900, se caracteriza por la gran rapidez con la que 
cambian los panoramas sociales, y que los individuos experimentan la 
velocidad del movimiento, desde la vida cotidiana hasta la posibilidad 
de desplazarse a todas partes del mundo, en menores cantidades de 
tiempo que las que se invertían para ello hace 100 años.
Espacio y tiempo son material de reflexión, no solamente para 
investigar si la percepción y el manejo de estas dimensiones se da de la 
misma manera en hombres y en mujeres, sino también en el sentido de 
relacionarlas con el problema del dominio que unos individuos ejercen 
sobre otros. Aun cuando se puede hacer esta diferenciación, vemos que 
ambos aspectos convergen.
En el primer caso, el de la percepción del espacio y del tiempo, y 
retomando lo dicho por Kant en el sentido de que el espacio es externo 
y el tiempo es interno, podríamos identificar la habilidad del hombre 
para moverse en el espacio, su percepción dirigida a éste, su interés por 
conquistarlo, por poseerlo, dominarlo.
A diferencia, la mujer exhibe una mayor facilidad para colocarse 
en el tiempo al atender a varias cosas de manera simultánea, memorizar 
con facilidad datos, fechas, acontecimientos, rostros; igualmente, las 
mujeres le dan mayor importancia a las relaciones intersubjetivas, de 
ahí que desarrollen con mayor habilidad el lenguaje verbal. Todas estas 
actividades van constituyendo secuencias, alternancias, que luego darán 
la vivencia del tiempo como corte: antes, ahora, después y, simultánea-
mente, como un hilo conductor, una secuencia.
Por otro lado, podemos analizar lo masculino y lo femenino pen-
sando en el espacio y el tiempo, en relación con el sometimiento y los 
juegos de poder. La conquista, la invasión, son comportamientos que 
manifiestan el dominio que unos individuos ejercen sobre otros. Así, 
cuando se dice que alguien somete a una persona es porque se posesiona 
ya sea de su espacio o de su tiempo.
Y si unimos las tres nociones de espacio, dominio y masculino, en-
contramos que la idea de espacio remite a lugar, a extensión, a cuerpo. Los 
hombres cuidan su lugar en el ambiente en el que se encuentran y lo de-
fienden, incluso hasta invaden el lugar de los demás, apropiándose de él.
La noción de trascendencia en el hombre se refiere a extender 
su domino, su control en el espacio, dejar testimonio y ser reconocido 
socialmente. Pasar a la historia para él, es lograr que se le mencione a 
partir de sus conquistas, premios, distinciones.
134
PATRICIA CORRES AYALA
En cuanto al modo como es percibida la mujer, desde la mirada 
del hombre, ella es principalmente un cuerpo que puede poseerse, ocu-
parse, marcarse como una propiedad. El cuerpo femenino se presenta 
al hombre como un espacio que puede ocupar.
El cuerpo desnudo es el de la mujer, porque la desnudez es vulne-
rabilidad, exposición total, indefensión. No hay nada para ocultar, todo 
está bajo control, todo se domina. Es la mirada del hombre al cuerpo 
desnudo de la mujer.
La desnudez es el no espacio, el no lugar, porque nacimos así, sin 
distinción, sin un vestuario que marque la distancia con respecto al 
otro, que nos cubra, que nos proteja de la mirada indiscreta que quiere 
atravesar nuestra intimidad, que no nos deja nada para nosotras. La 
desnudez es la invisibilidad y, a la vez, la presencia de un cuerpo para 
ser poseído.
Las clases sociales, los grupos de poder, se distinguen por su ves-
timenta, la cual indica el lugar al que pertenecemos, el lugar que se 
nos tiene que dar en el sistema social en el que vivimos. De ahí que la 
presencia sea, según el atavío del cuerpo.
Según Irigaray, el cuerpo de las mujeres es el receptáculo que al-
berga al bebé en la maternidad; pero también éste es un espacio para 
el hombre, en la relación sexual y de pareja. De tal manera, la mujer 
contiene al hijo y al compañero, pero no se contiene a ella misma, no 
tiene lugar para ella.
Esto puede verse de otra manera. Pienso que la mujer, con su 
espacio vacío en el interior, tiene la experiencia de vacío, que es carac-
terística de lo humano. La mujer sabe lo que es la presencia del otro en 
ella, porque en su cuerpo hay un espacio asignado a él en su interior, 
tanto físico como psíquico.
En cambio, el hombre carece de la experiencia de vacío interno y, 
en cambio, experimenta la de vacío externo; por eso busca un espacio 
para penetrar en él, y de esa manera eliminar la sensación de vacío por 
exceso. Así, podemos decir que la mujer vive el vacío a través del hueco 
interno, y el hombre mediante el exceso externo de su propio cuerpo.
El espacio para el hombre es algo por conquistar, un reto a su 
dominio, incluyendo el cuerpo de la mujer. Y aquí es donde el hombre 
disminuye sus capacidades de abstracción: al contemplar el cuerpo 
femenino. Lo digo en el sentido de que a él se le dificulta ver en la mu-
jer, más allá de su cuerpo, como si éste ejerciera un efecto de hipnosis 
que le impide incluir en su conciencia masculina la existencia de otra 
135
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
conciencia, de un pensamiento diferente, y en respuesta a ello lo reduce 
a un cuerpo vacío de ideas; con tal acción se elimina la alteridad. Ante 
una mujer desnuda es muy difícil que un hombre sostenga su nivel de 
conciencia social, conciencia de la existencia de un alguien más que ha-
bita el mundo, y si se trata de una mujer más joven que él, desnuda o 
vestida insinuando su cuerpo, esta inconciencia se agudiza, pues le hace 
olvidar incluso su propia edad, lo cual le resulta fácil ya que la cuenta 
del tiempo no está entre las cualidades masculinas.
Ya Platón, en la Grecia antigua, señalaba que la relación del hombre 
con la mujer no era a través del pensamiento, pues al ser éste una acti-
vidad característica de lo masculino sólo se podían intercambiar ideas 
entre hombres. Según el idealismo platónico, la idea está en un nivel 
alto de abstracción y el cuerpo es la evidencia de los sentidos. Desde 
entonces, Occidente privilegió como función superior el pensamien-
to y se la asignó a los hombres. En contraste, la capacidad sensorial, 
así como la presencia corporal, es subestimada y se le atribuye a las 
mujeres.
Este concepto dualista es vigente aún, pues incluso cuando las mu-
jeres han alcanzado posiciones altas en las diferentes esferas de lo social, 
como grupo diferente a los hombres, quienes representan su alterno, 
sus cuerpos siguen teniendo el impacto hipnótico acostumbrado, lo que 
hace evidente la limitación que los hombres tienen para abstraer, no 
obstante la postura de Platón al respecto.
La mujer es cuerpo y, sin embargo, no ocupa un lugar en el espacio, 
porque los espacios sociales, económicos, políticos y culturales están 
constituidos de acciones. Los espacios que hasta la fecha han conquistado 
las mujeres en esos ámbitos les han costado mucho esfuerzo y sacrificio; 
no es fácil dejar ver lo femenino en ellos, porque esto implicaría un es-
tilo diferente de desplazarse en esos ambientes, una manera diferente 
de hacer las cosas.
Y no obstante que las mujeres han logrado abarcar cada vez más 
escenarios, ellas siguen percibiéndose en relación con el espacio familiar, 
lo cual pone énfasis en el significado del cuerpo femenino en cuantoa 
una propiedad que debe ser resguardada, privada, en cuanto a proveer 
placer, cuidar la casa y a los hijos, actos por demás minimizados por la 
cultura de la vida pública.
Para las mujeres el tiempo es una experiencia familiar y cercana. La 
temporalidad es una vivencia y una noción compleja pues trae implícitos 
la alteridad, el movimiento, la trascendencia (entendida ésta como la 
136
PATRICIA CORRES AYALA
posibilidad de salirse de uno mismo), la filogenia, como conciencia de 
especie.
El reconocimiento de la presencia del otro marca el límite y sig-
nifica cambio. El cambio señala movimiento y el movimiento, a su vez, 
es desplazamiento que nos permite hablar de lo que fue, lo que es y lo 
que será. Así, alteridad y tiempo coinciden en su aparición. Por ello la 
diferencia es subversiva, porque ofrece a la vista una manera diferente 
de ser, otra modalidad de existir. Esto amenaza el mantenimiento de 
los regímenes absolutistas o totalitaristas, en los que existe una gran 
intolerancia a la diversidad, en los que se tiende a aplastar la expre-
sión libre. La condición femenina, como alteridad, tiene la ventaja de 
facilitar el cuestionamiento, de enfrentar la adversidad, de afirmarse 
en la diferencia.
Otra evidencia de la amistad entre las mujeres y el tiempo es la 
unión de ambos en el ejercicio de la paciencia: esperar es un verbo 
femenino, no masculino; por eso dice Roland Barthes, recordando un 
cuento oriental:
Un mandarín estaba enamorado de una cortesana: “Seré tuya, dijo ella, 
cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco, 
en mi jardín, bajo mi ventana”. Pero en la nonagésimonovena noche, el 
mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.25 
La paciencia es pasividad y a esta última se le ha connotado de ma-
nera negativa debido a que se ha sobrestimado la acción y ella se asocia 
con el movimiento. Pero no solamente el movimiento es acto, también 
esperar es un verbo. Incluso se pueden hacer otras cosas mientras se es-
pera, porque la quietud de la esperanza no inmoviliza. Hemos entonces 
de trabajar sobre la idea de que los procesos tienen su propio ritmo y los 
ritmos varían de uno a otro, y si bien es cierto que podemos incidir en 
las cosas del mundo, ellas no dependen del todo de nuestra voluntad.
Espacio y tiempo se contemplan como los escenarios de la vida de 
mujeres y hombres; los actos de unos y otras se desempeñan ahí. Los 
conflictos, las armonías, las identidades y las diferencias se manifiestan 
como fenómenos temporales y espaciales.
Para notar lo anterior es suficiente ver que los problemas de parejas 
amorosas giran en torno a los tiempos que cada uno de los miembros 
 25 Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo XXI, México, 1989, pp. 126.
137
FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER
que la componen quieren dedicar a las actividades que los llevan a lograr 
sus metas, tomando en cuenta los momentos en los que desean llevarlas 
a cabo, por ejemplo: tener una profesión, trabajar, divertirse, convivir 
con los amigos, tener hijos. Todo ello considerando, por supuesto, las 
actividades que se encuentran implicadas.
Igualmente, cabe mencionar la importancia de los espacios no so-
lamente físicos sino simbólicos, es decir, los que se construyen mediante 
acciones y los significados sociales de las mismas. El cuerpo como espa-
cio; el ámbito laboral como espacio; la expresión de los sentimientos y 
las ideas, como espacio; el escenario político, como espacio; la actividad 
artística, como espacio, ver cómo cada uno de estos aspectos son el nú-
cleo de armonía o conflicto entre hombres y mujeres.
La propuesta de análisis va, entonces, en el sentido de profundizar 
y ampliar la reflexión sobre el espacio y el tiempo, para derivar explica-
ciones de lo femenino y lo masculino que nos faciliten la labor de seguir 
construyendo una vida más justa.
139
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA1
Diana Maffía
Alcanzar la equidad de género en América Latina supone enfren-tar un problema complejo, ya que a la cuestión jerárquica entre 
varones y mujeres, debida a los estereotipos de género que inciden en 
la elección de carreras científicas y en las expectativas profesionales, se 
agrega una relación centro/periferia entre los lugares de producción de 
conocimiento teórico consolidado y aquellos que realizan tareas de apoyo 
y recolección de datos, reproduciendo geopolíticamente la desigualdad. 
Un caso extremo por lo anacrónico es el de Cuba, que tiene en la bio-
tecnología su segundo ingreso económico nacional, pero permanece 
bloqueada económicamente y en sus comunicaciones.
En el campo de la ciencia, en particular, debemos añadir las 
concepciones del conocimiento, temas y métodos legitimados por la 
modernidad europea, y aquellos que se producen en el seno de comu-
nidades diversas, como los pueblos originarios y los afrodescendientes. 
No olvidemos que las propias mujeres hemos sido, durante siglos, pro-
ductoras de saberes considerados “no científicos” por estar destinados 
a usos domésticos como la alimentación, la cosmética o la atención del 
parto.
A esto hay que agregar que la inversión en investigación no siempre 
da preeminencia a los intereses regionales, sino que muchas veces se 
siguen las líneas de investigación que responden a prioridades de otros 
países y regiones por cuestiones vinculadas al financiamiento y, sobre 
todo, a los intereses de los laboratorios y empresas multinacionales.
También se debe destacar que el idioma mayoritariamente com-
partido en la región, el español (y más aún el portugués), tiene enormes 
1 Una versión de este trabajo fue presentada en el Women for Science Symposium organizado 
por IANAS (InterAmerican Network of Academies of Sciences) y MAS (Mexican Academy of Sciences), 
Ciudad de México, 20-21 de abril de 2009. En esa oportunidad representé a la Academia Nacional 
de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Argentina. 
140
DIANA MAFFÍA
desventajas en la difusión, lectura y publicación científica y tecnológica 
con respecto al inglés. Esto produce que los saberes no circulen con 
fluidez, que muchas experiencias de América del Sur ni siquiera tengan 
nombre en los marcos teóricos dominantes, y que hablar en español en 
un congreso internacional sea un perjuicio, cuando no un ejemplo de 
acción afirmativa.
Es algo más que una cuestión de género: es una cuestión de andro-
centrismo.2 Debe preocuparnos, entonces, como mujeres latinoameri-
canas, alcanzar la equidad para todas en nuestra enorme diversidad, 
alcanzar la autonomía en la determinación de nuestros intereses, legi-
timar otros mecanismos de evaluación de los saberes, establecer otros 
vínculos en las comunidades de conocimiento, y cambiar el discurso de 
la ciencia sobre los cuerpos de las mujeres con los que el patriarcado 
justifica la opresión y la discriminación.
Pero eso va mucho más allá de incluir mujeres en la ciencia. Se 
trata de cambiar el paradigma mismo de la ciencia, su lenguaje y sus 
métodos, en un difícil camino que consiste en hacernos expertas en 
ciertos saberes, para luego, con esa autoridad, consolidar una crítica 
que permita reformar los propios saberes consagrados. Aspiramos no 
sólo a ingresar y prosperar en los ámbitos de producción de saberes, 
sino a que ese conocimiento que se dice universal responda también a 
las aspiraciones y sueños de esta mitad de la humanidad.
Algunas preguntas que debemos formularnos en este camino tienen 
que ver con una consideración de la ciencia no sólo como un producto, 
sino también como un proceso. Porque hay un sexismo, que ha sido bri-
llantemente señalado por muchas epistemólogas, en las teorías científicas 
(producto); pero también hay otro, en la composición, exigencias de per-
tenencia y evaluación de méritos, en las comunidades científicas (proceso). 
El desafío del feminismo consiste en mostrar el vínculo entre ambos y 
señalar que una mayor apertura en las comunidades conducirá, si no 
a un cambioradical en el conocimiento, al menos a una ciencia menos 
sesgada (y por lo tanto, si se desea, más genuinamente “universal” si 
apelamos a los propios objetivos de la ciencia). Este vínculo respaldaría 
las exigencias políticas del feminismo, más allá de la cuestión jurídica 
de la igualdad de oportunidades y de trato.
 2 El androcentrismo impone una visión del mundo que es sexista pero también clasista, 
racista, heterosexista y adultocéntrica.
141
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Para esta tarea ardua debemos poner en cuestión lo presupuesto, y 
sacar a la luz lo implícito, pues el establecimiento de la ciencia moderna 
se consolidó con exclusión de las mujeres. Esto significa un análisis de 
género y una crítica epistemológica feminista sobre el quehacer de los 
contextos de descubrimiento, justificación, aplicación y transferencia 
de la ciencia. En este sentido:
Preguntarnos por los sujetos productores de conocimiento implica darle 
relevancia a los intereses y perspectivas involucrados en este proceso. El 
sujeto de la ciencia no es neutral, no es intercambiable por cualquier 
sujeto, de otro modo no habría conservado durante casi tres siglos las 
condiciones del sujeto hegemónico: varón, europeo, adulto, blanco y 
propietario.
Preguntarnos por el valor de la racionalidad y la emocionalidad signifi-
ca repensar las cualidades epistémicas confiables en la producción de 
conocimiento, ya que las dotes de razón y emoción fueron histórica-
mente sexualizadas, con lo que se dio a los varones oportunidades que 
se negaron a las mujeres y se institucionalizaron sus capacidades como 
condiciones de ingreso a las organizaciones académicas diseñadas por 
ellos, con lo que a la vez expulsaron a las mujeres, y a otros sujetos y 
sujetas de la subalternidad, y empobrecieron la ciencia. Hoy en día 
las ciencias cognitivas han revalorizado la condición epistémica de las 
emociones en nuestra comprensión del mundo, pero el estereotipo de 
género no ha cambiado todavía.
Preguntarnos por la relación de los cuerpos con el conocimiento es darle 
un lugar vital a la experiencia, considerar el conocimiento como no ex-
clusivamente mental y, a la vez, recobrar autoridad epistémica sobre 
nuestros propios cuerpos. La exclusión de las mujeres de la ciencia, 
unida a la autoridad de los saberes científicos, ha hecho que las mujeres 
desconfiáramos de nuestras propias experiencias, incluso en aquellos 
aspectos en los que sólo nosotras podemos dar testimonio: el embarazo, 
el parto, la lactancia, el orgasmo femenino y el aborto. Otro aspecto 
relevante de la pregunta sobre los cuerpos tiene que ver con la fallida 
extensión de las observaciones de los cuerpos de los varones sobre los 
cuerpos de las mujeres, en una analogía que muchas veces nos deja fuera 
de recursos vitales para nuestra supervivencia.
Preguntarnos por el impacto diferencial sobre varones y mujeres, de la pro-
ducción y aplicación del conocimiento científico-tecnológico significa reclamar 
el derecho a participar en la determinación de políticas científicas que 
resulten relevantes para nuestras vidas, así como participar en todas las 
142
DIANA MAFFÍA
áreas de la producción de saberes, en los procesos de evaluación, de 
monitoreo de sus resultados y en la distribución de sus beneficios.
Preguntarnos por la apropiación social de los saberes, según el género, 
implica preguntarnos por el ejercicio del derecho a beneficiarnos equi-
tativamente con el progreso del conocimiento científico, sus resultados 
y aplicaciones.
Todos estos temas han sido abordados por la epistemología femi-
nista, aunque centrados, sobre todo, en la cuestión de género, dejando 
fuera la mayoría de las veces otros anclajes de inequidad que las propias 
mujeres compartimos. Y aquí vuelvo a reclamar una visión compleja 
desde América Latina: quién produce conocimiento, financiado por quién, 
para beneficio de quién, desde la perspectiva de quién, no sólo en términos de 
sexo sino también de clase, de etnia, de color, de identidad.
Los científicos y las científicas son sujetos y sujetas atravesados por 
determinaciones de las que no es posible desprenderse, que es necesario 
reconocer y que se vinculan a un sistema social más amplio. El desafío 
es demostrar de qué modo se instala el sexismo, como un sesgo notable, 
en el producto del trabajo de esta comunidad, producto que ha pasado 
los controles intersubjetivos que asegurarían su neutralidad.
Al proceso de extensión del derecho a la apropiación social de los 
saberes lo llamo (sumándome a una tradición de democratización del 
conocimiento) alfabetización científico-tecnológica. No es, por supuesto, la 
mera capacidad de leer un texto científico, sino la comprensión profun-
da de su influencia en nuestras vidas; contar con estos conocimientos 
entre nuestras herramientas de decisión, lograr que formen parte de 
la construcción de autonomía, por la que no nos subordinamos desde la 
ignorancia a los saberes expertos, sino que establecemos con ellos un 
diálogo crítico afirmando nuestra autoridad perceptiva, epistémica y 
nuestros intereses. En este proceso de alfabetización, las mujeres esta-
mos doblemente segregadas: por la resistencia de la propia comunidad 
científica a democratizar sus saberes, y por el prejuicio que pesa sobre 
las mujeres como sujetos incapaces para la ciencia (prejuicio que las 
propias mujeres portan, porque el poder patriarcal no es una cuestión 
hormonal sino política).
Al pensar en políticas públicas en ciencia y tecnología que nos ayuden 
a alcanzar la equidad de género, estamos pensando en las responsa-
bilidades del Estado. Estas responsabilidades son la contracara de los 
derechos ciudadanos. Sin embargo, la equidad requeriría no sólo foca-
lizarse en políticas específicas, sino transversalizar todos los derechos. 
143
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Porque para que esas políticas sean eficaces deben, a la vez, promover 
la igualdad y reconocer y respetar las diferencias.
Igualdad y diferencia no son términos antagónicos, pertenecen a 
esferas distintas. La igualdad corresponde al plano político y se opone 
a la desigualdad. La diferencia pertenece al plano ontológico y se opo-
ne a la identidad. Exigir que los sujetos sean idénticos entre sí en algún 
aspecto (tradicionalmente su sexo) para formar parte de una institución 
como la ciencia, impone restricciones enormes a las mujeres.
Hay que tener presente que una diferencia fundamental en el 
ejercicio de derechos (y por lo tanto en la condición de ciudadanía) de 
varones y mujeres, está vinculada con la disposición de nuestros cuerpos 
y nuestra condición reproductiva. Es usual que los sistemas de ciencia 
y tecnología no incluyan en sus instituciones una adecuación a estas 
diferencias y que, incluso, en sus sistemas meritocráticos, esto sea un 
obstáculo. En la investigación llevada adelante por la Red Argentina 
de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT) incluimos este tema en una 
encuesta en profundidad aplicada recientemente.3 
El resultado confirma que la maternidad es, de muchas maneras, 
un nudo de conflictos para las mujeres científicas. Uno obvio es el 
conflicto entre papeles familiares y profesionales, que se resuelve de 
muchas maneras: retrasando la maternidad (esto lo refieren muchas 
becarias jóvenes), abandonando la carrera científica (cuando les pregun-
tamos a las científicas por otras colegas que suelen relatar siempre casos 
de este tipo), haciendo equilibrios heroicos a costa del tiempo personal, 
decidiéndose por ejercicios profesionales más modestos y manejables 
como la docencia o, sencillamente, no teniendo hijos.
Muchas de las mujeres entrevistadas narran estas deliberaciones ex-
plícitas en sus vidas, lo que muestra que tengan hijos o no, la maternidad 
siempre se trata para nosotras de un problema a pensar. Esta deliberación 
está ausente del relato de los varones. Incluso, una testimoniante relata 
haber decidido no tener hijos y haber abortado unembarazo para no 
perder su autonomía y disponibilidad para el trabajo. Esto no sería 
problema si no fuera porque en Argentina esa práctica, a pesar de las 
luchas feministas, todavía está criminalizada.
En la investigación emprendida por la RAGCyT notamos que las pio-
neras en las ciencias y en la vida académica, casi en su totalidad, habían 
 3 Se puede acceder a diversos estudios llevados adelante por la Red Argentina de Género, 
Ciencia y Tecnología, en su sitio http://www.ragcyt.org.ar.
144
DIANA MAFFÍA
permanecido solteras o se habían casado siendo ya mayores con colegas, 
y no tenían hijos. Esto no ocurría con la mayoría de sus colegas varones, 
que en un 75 % eran casados y podían coordinar perfectamente su vida 
familiar y profesional.
La ciencia, como proyecto masculino, es un ideal de tiempo com-
pleto que admite expresiones como “consagración” o “sacerdocio”. La 
maternidad, como proyecto femenino, también es un ideal de tiempo 
completo que admite esas expresiones. Las mujeres hemos logrado, en 
las últimas décadas, acceder a las instituciones científicas sin renunciar 
a la maternidad, pero no hemos abandonado el ideal perfeccionista de 
exclusividad que corresponde a la vida familiar y a la vida profesional. 
No exigimos cambios en las instituciones (que por acción y omisión nos 
presentan barreras) sino que tratamos de hacer equilibrios con nuestros 
tiempos y nuestras vidas.
Cuando pensemos herramientas para superar los diversos obstácu-
los que tenemos las mujeres para ejercer una ciudadanía expresada en 
derechos (considerando que las herramientas son muy distintas: educar, 
generar conciencia, crear normas, vigilar su cumplimiento, monitorear 
resultados, etc.) tenemos que hacerlo tomando en cuenta que una pers-
pectiva de género sobre las políticas públicas debe:
 1. Analizar el impacto diferencial de una política (y de su omisión y 
suspensión) sobre varones y mujeres.
 2. Analizar la forma en que la política contribuye para estereotipar 
la construcción de la identidad y la subjetividad de género.
 3. Analizar la forma en que se legitiman relaciones jerárquicas 
entre los sexos.
 4. Incluir la participación, los intereses y las experiencias de las 
mujeres en el diseño, elaboración, implementación y monitoreo 
de políticas públicas.
La institucionalización de la perspectiva de género no se puede 
limitar a un área, sino que debe transversalizarse para ser efectiva, ya 
que atañe a todas las políticas públicas. Una manera integral de darle 
carácter formal a esta decisión es mediante instrumentos legales diseñados 
específicamente para los objetivos de equidad: los planes de igualdad de 
Oportunidades, de trato y de resultado entre varones y mujeres; éstos constitu-
yen instrumentos de carácter propositivo que identifican necesidades 
prioritarias y establecen objetivos estratégicos que deben ser cumpli-
145
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
dos en diferentes plazos temporales por distintas áreas funcionales del 
Estado.
La particularidad de estas políticas consiste en que no se limitan a 
abordar sólo las consecuencias de la discriminación contra las mujeres, 
sino que se proponen asegurar que las acciones estatales promuevan la 
igualdad tanto de oportunidades como de resultados entre los sexos:
los Planes de Igualdad de Oportunidades son un tipo particular de polí-
ticas de género cuyo propósito es afectar las distintas dimensiones de la 
discriminación: las estructurales, que se derivan de la división sexual del 
trabajo y de la posición de las mujeres en la familia, en el mercado y la 
vida política, y las de carácter cultural, derivadas de la imposición de de-
terminados patrones de interpretación y de comunicación de la realidad 
social que se brinda a las mujeres.4 
Existen dos variantes en cuanto a la estrategia utilizada para adop-
tar este recurso. En primer lugar, se puede tratar de un documento 
elaborado por funcionarios y funcionarias de gobierno, técnicos y téc-
nicas especialistas, que detalla la situación de las mujeres en ámbitos en 
los que conforman grupos en situación de vulnerabilidad y prescribe 
medidas para intervenir positivamente. Este tipo de versión supone la 
difusión activa del Plan en diferentes niveles del organigrama estatal 
con el objeto de publicitar su vigencia y de promover la sensibilización 
de los actores y actoras que ocupan posiciones clave para el diseño de 
políticas correctivas de la desigualdad e inequidad entre mujeres y 
varones. La segunda variante de esta estrategia implica la sanción de 
un Plan con rango de norma nacional o local, de forma tal que se es-
tablezca un compromiso vinculante por parte de los funcionarios y las 
funcionarias estatales con los objetivos establecidos. Las ventajas, en este 
caso, residen en el carácter exigible de la ley, así como en su función de 
legitimación de la propuesta.
En cuanto a la forma de los Planes de Igualdad, una primera posibili-
dad es que consistan en un conjunto de objetivos estratégicos planteados 
a mediano o largo plazo, de modo que su implementación comprenda 
una etapa inicial de desagregación de principios programáticos en po-
líticas puntuales que estén sujetas a negociación entre el ente impulsor 
 4 Guzmán, Virginia, Todaro, Rosalba. “Plan de Igualdad de Oportunidades”, en: Fempress, 
Revista Especial, Santiago de Chile, 1988, pp. 38. 
146
DIANA MAFFÍA
del Plan y los diferentes actores estatales. El segundo tipo de diseño 
prevé una serie de acciones concretas asignada a distintas reparticiones 
estatales, especificando de esta forma claramente las responsabilidades 
por área de gobierno.
Respecto de los contenidos de estas herramientas, usualmente com-
prenden: a) recomendaciones aplicables a la ciudadanía en general; b) 
políticas particularmente dirigidas a las mujeres (acción afirmativa por 
cuota o por objetivos y políticas específicas orientadas a grupos); c) me-
didas orientadas a influir sobre funcionarios y funcionarias de gobierno 
y agentes de la burocracia estatal.5 
Al tratarse de marcos orientadores de políticas con contenidos muy 
complejos, la efectividad de los Planes de Igualdad de Oportunidades y de 
Trato, más allá de la forma en que se presenten, depende de varios fac-
tores: a) la capacidad operativa de los organismos a cargo de la difusión, 
ejecución, monitoreo y evaluación de las diferentes medidas requeridas 
condiciona sus resultados; b) la consecución de un compromiso político 
por parte de los actores y actoras relevantes se torna indispensable para 
que el Plan se haga realidad y no constituya una mera acción declarativa 
sin consecuencias en la elaboración y ejecución de las políticas estatales. 
Este compromiso debe suponer la asignación de recursos suficientes 
para la elaboración de nuevas políticas públicas, la voluntad política de 
adaptar aquellas que se encuentren vigentes a fin de que incorporen 
efectivamente la perspectiva de género, y la capacitación del personal 
estatal acerca de aspectos sensibles a la condición de género de la gen-
te beneficiada que la ejecución de diferentes políticas puede requerir 
considerar. Respecto de este último punto, es necesario destacar que 
el éxito del Plan está condicionado tanto por la capacitación de los 
funcionarios y las funcionarias a cargo de las instituciones clave para su 
aplicación, como por la idoneidad de la burocracia estatal encargada 
de la ejecución de las diferentes políticas elaboradas para el cumpli-
miento del conjunto de objetivos establecidos; c) más allá del formato 
que adopte esta medida, resulta imprescindible que se desagreguen los 
objetivos planteados a mediano y largo plazo en acciones concretas, a 
fin de traducir principios rectores en medidas aplicables; d) la imple-
 5 Este análisis sigue el expuesto en Barrancos, Dora, Maffía, Diana Helena, Moreno, Maria 
Aluminé y Boschi, Mercedes. “Ciudadanía y Políticas Públicas. El Plan de Igualdad de Oportu-
nidades y de Trato de la Ciudad de Buenos Aires”, en: DoraBarrancos y Diana Helena Maffía. 
Género y construcción de ciudadanía, Feminaria, Buenos Aires, (en prensa).
147
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
mentación de un sistema de monitoreo o seguimiento a fin de medir 
los resultados del Plan en sus diversas etapas, y e) la instrumentación 
de medidas de evaluación y reclamo dirigidas a la ciudadanía, a fin de 
asegurar información confiable acerca del impacto de las diferentes 
medidas previstas por el Plan.
Un obstáculo para el control de la evolución e impacto de las me-
didas previstas por los Planes es la falta de indicadores adecuados. Los 
indicadores son instrumentos utilizados para medir y comparar situa-
ciones sociales, y para trazar su evolución. Son utilizados entonces para 
establecer diagnósticos confiables y para medir la eficacia de políticas 
públicas. Las investigaciones sociales feministas se han tropezado a me-
nudo con la escasa utilidad de los indicadores tradicionales para analizar 
la situación específica de las mujeres y, sobre todo, poder establecer 
comparaciones que permitan establecer las brechas de género.
Y es que no hay indicadores en abstracto, los indicadores no nos 
describen las situaciones sociales, sino que expresan una parte importan-
te del fenómeno, pero siempre es un concepto que sintetiza situaciones 
generalmente mucho más complejas. No pretenden describir un fenó-
meno sino indicar y alertar sobre el sentido en el que evoluciona.
Esto significa, por un lado, que antes de elegir o construir un indi-
cador, debemos tener una pregunta muy precisa acerca de ese fenómeno. 
Los indicadores sólo pueden contestar preguntas muy concretas. Pueden 
medir el problema o la eficacia de las acciones para resolverlo, pero, en 
cualquier caso, debemos tener presentes previamente (y en lo posible 
expresarlos) los resultados requeridos para garantizar la equidad de 
género. Es decir, que para poder discernir a través de un indicador si 
las mujeres estamos cerca o lejos de la equidad, debemos saber cuál es 
el resultado ideal que revelaría que tal equidad se cumple.
Las preguntas que las feministas nos formulamos —especialmente 
para conocer la situación de las mujeres, apreciar la brecha que se pro-
duce entre ambos sexos, y establecer las diferencias cuantitativas en los 
diferentes niveles entre uno u otro— requieren que propongamos indi-
cadores específicos, ya que los tradicionales no cubren esta necesidad. 
Un desafío a la creatividad de estos indicadores, es que deben cumplir 
dos objetivos aparentemente en conflicto: responder a nuestra realidad 
específica, y ser comparables en el nivel regional o internacional.
Esto es así, especialmente, cuando se trata de planes de Igualdad 
de Oportunidades y de Trato entre Varones y Mujeres, porque tienen metas 
que van más allá de lo local y responden a compromisos internacionales 
148
DIANA MAFFÍA
de los países. Con respecto a esto, una pregunta que excede lo meto-
dológico es si los indicadores diseñados por países desarrollados sirven 
o no para medir nuestros avances y, en todo caso, si al menos resultan 
útiles como punto de partida para iniciar la producción de indicadores 
en América Latina.
Por si estas complicaciones fueran pocas, el ideal de monitoreo 
ciudadano que alientan las políticas públicas feministas es que las pro-
pias mujeres, y nuestras organizaciones no gubernamentales, podamos 
hacer un seguimiento de la aplicación y cumplimiento de las leyes que 
nos afectan. Para poder hacerlo, el desafío es que estos controles sean 
compatibles, que puedan sumarse a los controles efectuados desde los or-
ganismos del Estado a quienes les corresponden estas funciones. Para que 
eso sea posible, deberían consensuarse, no sólo los indicadores en el nivel 
internacional con los que se evaluará el cumplimiento de los objetivos 
de los planes de cada país, sino un conjunto de indicadores muy simples 
y sensibles, que puedan aplicar personas que no son especialistas.
Independientemente de quién los aplique, los indicadores para 
monitorear un plan de igualdad de oportunidades deben medir a la vez los 
instrumentos de políticas públicas y el impacto social. Así, debemos cons-
truir indicadores normativos (que nos indiquen el avance y retroceso en la 
promulgación o modificación de leyes y resoluciones), indicadores de ca-
pacidad institucional (los recursos con que cuente cada sector para aplicar 
el plan, no sólo en cuanto presupuesto económico, sino como recursos 
humanos y capacitación específica), indicadores de resultados (el conjunto 
de acciones emprendidas en el marco del Plan, y la interrelación entre 
diversas áreas), e indicadores de impacto (el efecto de estas acciones en la 
vida y la situación de las mujeres).
Desde nuestro Punto de vista, todo plan de igualdad de oportu-
nidades y de trato debe tener previsto su monitoreo. Esto implica que 
no sea un plan meramente programático (lo que imposibilita tanto la 
aplicación como el control) sino de acciones concretas. Sobre estas ac-
ciones el monitoreo hará su selección y creación de indicadores. Este 
control realimenta el plan, porque permite elaborar las políticas sobre 
bases confiables y contrastables.
La medición y producción de indicadores lleva implícita la reali-
zación de actividades en diferentes campos. Normalización, reflexión 
metodológica, investigación, capacitación de recursos humanos, produc-
ción y difusión de información, en una búsqueda de transversalidad, 
continuidad y profundidad.
149
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Dado que un plan de igualdad de oportunidades y de trato compro-
mete a muchas y diversas áreas del Estado y a gran cantidad de agentes, el 
desarrollo del plan debe articular, a la vez, actividades de sensibilización 
y capacitación en formulación de políticas públicas con perspectiva de 
género (inusual en la capacitación técnica específica de los agentes, 
tanto varones como mujeres), relevamiento de cumplimiento y apoyo 
en el paulatino equilibrio entre sistemas locales y nacionales en el cum-
plimiento del programa y, finalmente, monitoreo y control.
Al monitorear y controlar los planes de igualdad de oportunidades 
y de trato no sólo deben analizarse las ofertas del Estado, sino su efectivo 
ejercicio por parte de los destinatarios y destinatarias. En este sentido, 
es importante analizar no sólo la brecha de género sino, también, la 
brecha social que establece diferencias significativas entre personas pobres 
y ricas, la población rural o la urbana, la indígena, etcétera.
El monitoreo de las políticas públicas debe ser interno y externo. 
Las propias instituciones deben revisar sus políticas de igualdad de 
oportunidades, los organismos de control deben incluir este aspecto en 
su evaluación sistemática, y lo ideal es que la ciudadanía se organice para 
realizar un monitoreo social de aquellas medidas que tienen impacto 
directo en sus vidas. Son objetivos de un monitoreo:
• Acompañar las medidas.
• Evaluar las condiciones de aplicabilidad.
• Crear indicadores específicos.
• Realizar un seguimiento sistemático de pautas de modificación 
acordadas con las diferentes áreas de gobierno.
Dadas las dificultades previstas, es importante unificar el proceso de 
seguimiento y evaluación para concentrar los esfuerzos de recopilación 
de la información estadística.
Los indicadores deben seleccionarse y construirse desde una pers-
pectiva de género a fin de mostrar tanto las características propias de 
las mujeres, como las desigualdades asociadas con los diferentes papeles 
sociales de mujeres y varones en los ámbitos de la producción, la repro-
ducción y en la distribución del bienestar social, esto se traduce en la 
práctica en un tratamiento comparativo por sexo, que es lo que permite 
la información estadística disponible.
En la Ciudad de Buenos Aires existe una Ley llamada “Plan de 
igualdad real de oportunidades y de trato entre mujeres y varones” (Ley 
150
DIANA MAFFÍA
474), sancionada en el año 2000,que en su artículo 13º incluye acciones 
específicas para educación, ciencia y tecnología; como por ejemplo:
• Promover la participación equitativa de mujeres y varones en 
todos los procesos educativos, de producción y transmisión del 
conocimiento.
• Remover los obstáculos que dificultan el acceso de las mujeres a 
los niveles más elevados de la docencia y de la investigación en 
las diversas áreas.
• Promover la investigación relacionada con los estudios de gé-
nero.
• Desarrollar programas adecuados según los intereses y nece-
sidades de las mujeres adultas, con el objetivo de eliminar el 
analfabetismo, completar los niveles educativos y promover su 
acceso a la cultura, el trabajo, el descanso y la recreación.
Como diputada de la Ciudad de Buenos Aires, dirijo la Comisión 
Especial de Seguimiento de las Políticas de Igualdad de Oportunida-
des y de Trato entre Varones y Mujeres, desde la cual controlamos la 
reglamentación y aplicación de la reciente Ley de Ciencia y Técnica de la 
Ciudad de Buenos Aires, para que se cumplan en este ámbito los prin-
cipios de equidad previstos por la Constitución y el Plan de Igualdad 
de Oportunidades.
Para realizar las tareas de monitoreo, el Estado puede asociarse 
con áreas de la sociedad civil y con áreas académicas a fin de establecer 
un circuito virtuoso de conocimiento y acción. Así, la RAGCyT, de la 
Universidad de Buenos Aires, viene realizando, desde 1994, un trabajo 
sostenido con el objetivo de generar un espacio de intercambio entre 
científicas e investigadoras interesadas por la situación de la mujer en 
el sector científico-tecnológico; trazar un diagnóstico de la situación de 
las mujeres en el sector de ciencia y tecnología en distintas áreas y carre-
ras, y un seguimiento a través de los años; elaborar tareas de registro, 
valoración y promoción de la contribución de las mujeres en ciencia y 
tecnología, y fortalecer la conciencia de género.
A través de investigación, participación académica, acciones de 
abogacía y el establecimiento de una red de trabajo, nos propusimos 
elaborar un diagnóstico de las barreras de género en el desarrollo de 
las carreras, y una propuesta de construcción de indicadores con pers-
pectiva de género para cuya inclusión se realizó un convenio con el 
151
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), 
una institución estatal que concentra a los principales investigadores y 
programas de investigación del país.
Para visibilizar la situación de las mujeres propusimos, en primer 
lugar, un indicador por disciplina científica/sexo. Este indicador que reco-
ge el porcentaje de investigadores según sexo y por disciplina, permite 
calificar las carreras en feminizadas, equitativas y masculinizadas
El segundo indicador propuesto fue por categoría/sexo. El análisis 
de los niveles jerárquicos alcanzados por las mujeres permite reconocer 
su nivel en el sistema. Vemos así claramente el “efecto tijera”, el lugar 
donde se produce el estancamiento de las carreras de las mujeres y la 
ínfima participación en los niveles superiores de investigación.
En tercer lugar propusimos un indicador por edad/sexo, ya que el 
análisis etario en relación con el sexo permite evaluar los cambios en 
el acceso a los distintos niveles del sector, y el tiempo de permanencia 
en ellos. Comprobamos así que las mujeres tardan más que los varones en 
ser promovidas, permanecen más tiempo en cada categoría y así retrasan 
sus carreras. La edad tiene relación también con el periodo de gesta-
ción y crianza de hijos.
Otro indicador sensible es por cargo de decisión o evaluación/sexo. La 
estructura de gobierno del CONICET tiene, desde el 2008, por primera 
vez en su historia, una mujer como presidenta. El directorio tuvo su 
primera mujer en estos últimos años, y ahora tiene dos mujeres como 
integrantes. Comienzan a incluirse más mujeres en las Comisiones Ase-
soras por área de conocimiento, y en el Banco de evaluadores.
El análisis de la proporción de mujeres en cargos de decisión po-
lítica permite observar la posibilidad de las mismas de alcanzar niveles 
de decisión. Y por otra parte, investigar la perspectiva de género en la 
evaluación de proyectos.
Finalmente, propusimos un indicador por dirección de subsidio y monto 
asignado/sexo. Este indicador nos permitió observar que aunque había 
aumentado el número de mujeres que dirigían proyectos de investigación 
y accedían a subsidios, su proporción no era equivalente cuando se ana-
lizaban los montos obtenidos por los proyectos dirigidos por varones.6 
 6 Para una versión más completa de este tema, puede verse Maffía, Diana Helena, Kochen, 
Silvia, Franchi, Ana y Atrio, Jorge. “Propuesta de construcción de indicadores en el sector de 
ciencia y tecnología con perspectiva de género”, en: Mario Albornoz y Diego Ratto. Indicadores de 
ciencia y tecnología en Iberoamérica, Agenda 2005, RICyT, 2005.
152
DIANA MAFFÍA
Para concluir, me gustaría transcribir las recomendaciones del VI 
Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género realizado 
en Zaragoza, con asistentes de 14 países en su mayoría latinoameri-
canos:
Recomendaciones
 1. Favorecer la investigación en ciencia y tecnología desde la pers-
pectiva de género y en CTG (Ciencia Tecnología y Género).
 2. Recopilar datos fiables y desagregados por sexos sobre la situa-
ción de las mujeres en ciencia y tecnología. Los datos deben 
ser públicos, accesibles, visualizados y actualizados.
 3. Tener en cuenta los diagnósticos sobre la situación de las mujeres 
en ciencia y tecnología para elaborar políticas de igualdad de 
oportunidades, trato y resultados.
 4. Incorporar en los comités editoriales, comités asesores o co-
mités científicos, personal experto en estudios de género que 
garanticen un arbitraje o evaluación de calidad.
 5. Evitar el sexismo en los textos y comunicaciones científicas, así 
como en todos los documentos administrativos.
 6. Favorecer la investigación en ciencia, tecnología y sociedad en 
consorcios internacionales.
 7. Incluir como ítems evaluables en la currícula los trabajos de 
investigación realizados con perspectiva de género por inves-
tigadoras de cualquier área, en especial en aquellas áreas con 
menor número de mujeres que contribuyan a evidenciarlo.
 8. Poner en marcha medidas que favorezcan la crianza de hijas e 
hijos. Servicios de guarderías en las universidades, subvención 
de servicio de guardería para eventos fuera de horarios esco-
lares.
 9. Estimular con medidas concretas (becas, proyectos de investi-
gación) la participación de mujeres jóvenes en la ciencia.
 10. Promover, de manera particular, el ingreso y desarrollo de mu-
jeres en áreas con infrarrepresentación de las mujeres, como 
ingenierías (en especial ingeniería informática), física, mate-
máticas.
 11. Realizar acciones formativas para el profesorado de todos los 
niveles, que utilicen el género de manera transversal en diferen-
153
GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA
tes materias y titulaciones, que incluyan también, asignaturas 
específicas sobre igualdad.
 12. Favorecer el acceso de las mujeres a las nuevas tecnologías de 
información y comunicación, mediante acciones específicas.
 13. Tener en cuenta la implicación de los aspectos afectivos en la 
introducción de la perspectiva de género en la enseñanza.
 14. Instaurar prácticas profesionales (horarios, tiempo de reunio-
nes, etc.) que permitan el desarrollo de una vida personal rica 
y plena para mujeres y hombres por igual.
 15. Poner en práctica, de modo inminente y manteniendo un segui-
miento, todos los acuerdos de los gobiernos, en políticas sobre 
C, T y G.
 16. Realizar análisis reales de impacto de género de todas las 
políticas públicas y en todos los niveles (estatal, autonómico, 
local).
 17. Incorporar la perspectiva de género y feminista en todos los 
estudios, en especial en aquellos destinados a promover un 
desarrollo sostenible.18. Propiciar la construcción de puentes entre los saberes tradicio-
nales y la validación del conocimiento científico.
Recibir el aporte de las mujeres (de las diversas mujeres) a la cien-
cia no es sólo para las mujeres. Así como es una pérdida, no sólo para 
nosotras, eliminar lo femenino del ámbito del conocimiento científico, 
también es una pérdida para el avance del conocimiento humano, por-
que se estrechan los horizontes de búsqueda de la ciencia misma. Y es 
también una pérdida para la democracia, porque todo intento hegemó-
nico (también el del conocimiento) es ética y políticamente opresivo.
155
UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO 
HA RECOGIDO EL FEMINISMO ACADÉMICO LATINOAMERICANO 
Y CARIBEÑO
Francesca Gargallo
Partiendo de la idea de que hoy existe un feminismo que no rompe sino se acomoda al sistema, quiero evidenciar el asedio que los femi-
nismos radicales imponen al pensamiento hegemónico de las estudiosas 
del tema en las universidades latinoamericanas.
Asedio es un término que remite tanto al ámbito militar como a 
la sexualidad patriarcal (que emplea muchas metáforas militares para 
expresarse). Se asedia una ciudad, un fuerte, un lugar de poder con 
más tiempo que fuerza, se les hace ver su situación de rodeados a pesar 
de la belleza de sus muros, de la riqueza de sus construcciones, de lo 
imponente de sus obras de arte, se espera que a quienes se asedia y sus 
instituciones se debiliten, que no tengan el agua y el alimento suficiente 
para resistir, pero raramente se les asalta. La ciudad asediada puede 
resistir, ganar, salir al ataque y dispersar los asediantes, llamar refuerzos, 
sólo si su fuerza es real, es decir, si puede alimentar a su población e 
infundirle esperanzas y convencerle de la superioridad de sus institu-
ciones y sus formas de vida. Pero para una plaza fuerte, la injusticia que 
impera en su seno puede provocar que su población prefiera el asediante 
al gobernador; igualmente se rinde por su debilidad cuando empieza 
a dudar de sí misma. Militarmente hablando, la imagen del asedio me 
remite a una acción pausada, donde la fuerza de quienes asedian reside 
en su número y su paciencia. El asedio sexual, asimismo, sirve para reve-
lar la hegemonía de lo masculino en las prácticas de seducción; aunque 
en el imaginario la mujer es la asediada que debe resistir so pena de 
perderlo todo, en realidad es el falologocentrismo hegemónico el que 
debe resistir vistiendo los ropajes de los hombres o de las mujeres en sus 
papeles genéricos fijos. El asediante del falologocentrismo bien puede 
ser el feminismo como movimiento social, o el sujeto feminista, o las 
resistencias de las mujeres a las medidas de incorporación al sistema.
Para mí, profesora de una universidad, poseedora de uno de esos 
pasaportes privilegiados que convierten el mundo en un lugar donde 
156
FRANCESCA GARGALLO
conviven ciudadanas de primera, segunda o tercera categoría (según 
su acceso al derecho de movimiento internacional), con acceso a la 
prensa, la percepción del sistema hegemónico me es sumamente in-
grato porque intuyo que debo salirme, marginarme de él como única 
forma de sustraérmele. No obstante, tengo un fuerte deseo de dar fe 
del asedio que las expresiones hegemónicas del pensamiento padecen 
en la actualidad desde varios lugares de la vida, el pensamiento y la 
geografía mundial. Así, he pensado retomar la ruta que recorrí por 
ponencias y artículos escritos en los últimos años, para reflexionar 
desde la paradoja de estar rechazando el sistema de comunicación de 
la educación formal y la divulgación compulsiva, mientras lo uso para 
el diálogo con las mujeres que están marginadas de él, por voluntad 
propia o por su imposición.
Cuando tuve que plantearme una metodología de mapeo de las 
expresiones feministas no hegemónicas, empecé por leer sistemática-
mente a las feministas negras, indígenas y lésbicas de América Latina, 
así como a entrevistarme con trabajadoras sexuales que pugnan por 
su independencia y líderes indígenas de México, Guatemala, Bolivia y 
Chile, y analizar qué tanto enfrentan y qué tanto aceptan las ideas sobre 
el deber ser y la liberación de las mujeres, producidas por militantes, 
intelectuales, dirigentes políticas de los espacios de poder académico y 
económico de esa misma América Latina.
Tengo muy claro que América Latina, en cuanto tal, no es una re-
gión del mundo donde se produce el pensamiento hegemónico, sino que 
sus sectores privilegiados lo reproducen, ejerciendo cierta violencia inter-
pretativa para adecuar su realidad a los postulados de un pensamiento 
con el que consienten. Igualmente, sé que la idea misma de latinidad 
excluye a las mujeres negras e indígenas, que no hablan castellano o 
portugués y que no se identifican con la idea de padre, de ley o de familia 
de origen romano o napoleónico. A la vez, las académicas feministas 
enfrentan resistencias y discriminación al interior de las universidades, 
su pensamiento no tiene difusión masiva, y sus materias difícilmente 
son consideradas de valor universal. De tal manera, al analizar la resis-
tencia al diálogo con los pensamientos de negras, indígenas, indigentes 
urbanas, jóvenes anárquicas, artistas, prostitutas, ecologistas radicales y 
campesinas de los sectores feministas académicos latinoamericanos que 
reproducen los postulados del feminismo hegemónico para la liberación 
de mujeres en este continente, tiendo a establecer una analogía con la 
resistencia al diálogo de las universidades estadounidenses y europeas 
157
UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
con el pensamiento que se produce en los reducidos grupos feministas 
académicos latinoamericanos. Así como con la resistencia todavía activa 
de los hombres a aceptar que cuando una mujer habla de sí (nosotras) 
misma(s) lo hace para expresar su humanidad negada por la unívoca 
construcción de lo humano como masculino.
Difícilmente podré hacer justicia en un artículo a la amplia labor 
desplegada por el feminismo académico en los últimos treinta años, en 
cuanto al acercamiento, al menos, a una metodología feminista para 
las disciplinas consagradas que se abrieron al estudio de la presencia 
de las mujeres y a sus aportes.1 Sin querer soslayar que la presencia de 
mujeres y hombres en la vida social en su conjunto desafió no sólo los 
contenidos de las ciencias sociales sino transformó algunos paradigmas 
que sostenían su supuesta objetividad, una mirada crítica sobre una me-
todología de y para los estudios de las mujeres desde una perspectiva 
feminista quizá la logremos entre todas en este libro colectivo y, aún así, 
no será más que una mirada entre muchas posibles.
Hegemonía y pigmentocracia
Hegemonía, a pesar de su fácil origen etimológico,2 de ninguna manera 
es un concepto simple. Remite a la dirigencia, la capacidad de influir, la 
importancia de una persona o de una idea guía y, por ende, a la coac-
ción de un mando, a la obediencia de las mayorías. Antonio Gramsci, al 
definir la forma de transmisión de una ideología que la clase dominante 
emplea para poder perpetuarse, imponiendo a los sectores populares 
1 Para acercarse a un panorama de la reflexión, pueden revisarse tanto los textos como la 
bibliografía de: Bartra, Eli. Debates en torno a una metodología feminista, PUEG, UNAM; UAM-X, Méxi-
co, 2002; Ungo, Urania. Para cambiar la vida: política y pensamiento del feminismo en América Latina, 
Instituto de la Mujer-Universidad de Panamá, Panamá, 2002; Ungo, Urania. Conocimiento, libertad 
y poder. Claves críticas de la teoría feminista, Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá-Fondo 
de las Naciones Unidas para la Infancia, Panamá, 2002; Braidotti, Rosi. Feminismo, diferencia sexual 
y subjetividad nómade, Gedisa, Barcelona, 2004. 
 2 Etimológicamente, hegemonía es un término que remite al mundo militar: deriva del 
sustantivo griego eghesthai, que significa el que conduce, ser guía, ser jefe; aunque también pue-de derivar del verbo eghemoneno, que significa guiar, preceder, conducir, o bien estar al frente, 
comandar, gobernar. Por eghemonia el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejército. 
Egemone era el conductor, el comandante del Ejército. Durante la guerra del Peloponeso, se habló 
de la ciudad hegemónica para definir a la ciudad que dirigía la alianza de las ciudades griegas 
en lucha entre sí.
158
FRANCESCA GARGALLO
—abierta o sutilmente— doctrinas económicas, militares y políticas, ideas 
filosóficas, creencias sociales y religiosas, y aun la percepción de lo bello, 
con que éstos terminan consintiendo, hizo de su complejidad el rasgo 
fundamental de la supremacía hegemónica.3 Para Hannah Arendt, el 
totalitarismo es hijo del entramado privado que se manifiesta en la vida 
pública, de la moral utilitaria dominante, de la pérdida de poder del 
colectivo y del uso legalizado de la violencia,4 que a mí no me costaría 
llamar hegemónicos. No obstante, después de que Michel Foucault 
describiera el poder hegemónico como un ejercicio que genera resisten-
cias y poderes subalternos,5 la urgencia por aclarar su multiplicidad de 
formas se ha acrecentado, pues de qué manera los sectores dominados 
reproducen las ideas y los modos de actuar hegemónicos y cómo generan 
diversas resistencias a los ámbitos de coerción y consenso de la misma 
hegemonía es de suma importancia si queremos llevar a cabo una crítica 
seria, fundamental, de las figuras del discurso dominante.
Para las mujeres latinoamericanas, en particular, saber qué es lo 
hegemónico actuante en nuestras vidas es indispensable para entender 
los discursos filosóficos que se producen en las academias y centros de 
difusión cultural de los países y regiones económica y militarmente no 
dominantes del mundo, cuando mantienen-sostienen la supremacía 
de los paradigmas epistemológicos de una nación o un grupo de na-
ciones dominantes, manifestando que sólo es racional la aceptación de 
sus propuestas, la obediencia a sus modelos. Como bien dice Edgardo 
Lander:
La expresión más potente de la eficacia del pensamiento científico mo-
derno —especialmente en sus expresiones tecnocráticas y neoliberales 
 3 Gramsci, Antonio. Maquiavelo y Lenin, Nacimiento, Santiago de Chile, 1972. Véase 
igualmente: Gramsci, Antonio. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Juan Pablos, 
México, 1975, donde Gramsci anhela la “hegemonía del proletariado”, pues para él representa la 
transformación, la construcción de una nueva sociedad, de una nueva estructura económica, de 
una nueva organización política y también de una nueva orientación teórica y cultural. Como tal, 
esta hegemonía tendría consecuencias no sólo en el plano material de la economía o en el plano 
de la política sino, además, sobre el plano de la moral, del conocimiento, de la “filosofía”. Desde 
el feminismo, no se considera positiva ninguna hegemonía, pues todas remiten a una jerarquía, 
misma que no rompe con el afán de imposición de un grupo humano sobre otro, sino lo revive 
cambiando el sujeto de la opresión.
 4 Arendt, Hannah. Los orígenes del Totalitarismo, Taurus, Madrid, 1998.
 5 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, 2007. 
159
UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
hoy hegemónicas— es lo que puede ser descrito literalmente como la 
naturalización de las relaciones sociales, la noción de acuerdo con la cual las 
características de la sociedad llamada moderna son la expresión de las 
tendencias espontáneas, naturales del desarrollo histórico de la sociedad. 
La sociedad liberal industrial se constituye —desde esta perspectiva— no 
sólo en el orden social deseable, sino en el único posible.6 
Cuestionar la hegemonía del pensamiento político de origen euro-
peo y estadounidense en un contexto feminista latinoamericano, me 
parece un aporte metodológico para interrogar las condiciones que pro-
ducen su capacidad de construir significados y órdenes sociales que nos 
apresan en un marco de referencia dominante, un espacio que se mani-
fiesta como un lenguaje común avasallador. Es una forma de recuperar 
a las mujeres en lucha dentro de la censura de la globalización7 que las 
difumina y borra como figuras eficaces de oposición al sistema.8 
La historia de las ideas latinoamericanas y de las ideas feministas 
enseña que el asedio al eurocentrismo y al patriarcado ya se consumió 
en los pensamientos latinoamericanistas de Arturo Ardao, Leopoldo 
Zea, Arturo Andrés Roig, Horacio Cerutti, Franz Hinkelammert, Enri-
que Dussel, Walter Mignolo y otros, cuando afirmaron la historicidad 
de América en una epistemología que, entre otras cosas, implicó la 
reubicación de la Modernidad en la creación de utopías de justicia e 
igualdad y en la producción de bienes y riquezas que redundaron en 
el desarrollo económico y político de Europa, beneficios de los que 
queda excluida su población. En el pensamiento feminista, desde la 
Ilustración, la radicalidad con que mujeres como Olympe de Gouges 
y Mary Wollstonecraft asumieron el tema de la igualdad de todas las 
personas, cuestionó la supremacía del derecho, la educación, la virtud, 
la política y la razón de los hombres. Esta posición se vio reforzada por 
los aportes de las liberales, anarquistas y las socialistas que durante el 
siglo XIX y la primera mitad del XX reinterpretaron en clave feminista 
las ideas de ciudadanía, libertad y justicia. Después de la definición de 
 6 Lander, Edgardo. “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en: Edgardo 
Lander. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Consejo 
Latinoamericano de Ciencias Sociales-UNESCO, Buenos Aires, 2003, pp. 11-50.
 7 Véase al respecto: Falquet, Jules. De gré ou de forcé. Les femmes dans la mondialisation, La 
Dispute, París, 2008.
 8 Espinosa Miñoso, Yuderkis. Escritos de una lesbiana oscura. Reflexiones críticas sobre feminismo 
y política de identidad en América Latina, En la Frontera, Buenos Aires-Lima, 2007, pp. 87.
160
FRANCESCA GARGALLO
una sujeto mujer capaz de escoger su destino cuando encara la cons-
trucción social de la feminidad, llevada a cabo por Simone de Beauvoir, 
casi a sus espaldas se instaló una profunda duda sobre la existencia de 
una sujeto mujer que no fuera el definido por el patriarcado; más aún, 
si no sería que reconocerse en la mirada masculina hacía de un ser de 
genitales femeninos, una mujer. Entonces militantes como Carla Lonzi 
escupieron sobre Hegel, psicoanalistas como Luce Irigaray afirmaron 
la autonomía de las mujeres en un mundo bisexuado, literatas como 
Hélène Cisoux y Julia Kristeva se liberaron del discurso falocéntrico y 
de la eroticidad de pareja, reivindicando una diferente experiencia del 
placer y el ser de las mujeres. A la vez, feministas materialistas como 
Paola Tabet, Monique Wittig y Rossana Rossanda recuperaron el lugar 
del cuerpo femenino en la producción económica y cultural, delataron 
el falocentrismo de las interpretaciones antropológicas y cuestionaron el 
heterosexismo, el derecho estatal masculino, la impartición de la justicia 
y la redistribución económica según los sexos.
Con la seguridad de que el asedio ha iniciado hace tiempo, pero 
que la hegemonía es capaz de reciclar ideas otrora revolucionarias para 
renovar su control, es indispensable un intento feminista de mapear el 
camino que anuda el sexismo y el racismo con el poder y el poder con 
la riqueza y la censura, pues en América Latina es hegemónico el pen-
samiento de los pocos blancos —hombres y mujeres hegemónicos— que 
se creen investidos del derecho de interpretar su realidad, dirigirla po-
líticamente y justificar el provecho que sacan de sus contradicciones.
El pensamiento político que sostiene una práctica de clase, que 
llamaré sin tapujos “pigmentocrática”, logra ser hegemónico no sólo 
porque controla la emisión de ideas de los sectores populares y mestizos, 
sino porquees expresado por los poseedores de cuerpos con los que 
desde la época colonial se ha venido moldeando violentamente el deseo 
de ser reconocidas como iguales —de ser “igualadas”—, deseo de esos y 
esas americanas “otrizadas”, eso es sometidas y convertidas en otra cosa 
que humanas.
Ahora bien, la otrización de las personas implica: 1) que se las di-
ferencie totalmente del colectivo que pone en acto la otrización misma 
(nosotras somos personas racionales, mientras las otras no lo son), 2) 
que se las considere ajenas a los beneficios del colectivo que se identifica 
con una idea única de humanidad (las otras no necesitan de escuelas, 
hospitales, justicia, respeto porque no se nos parecen) y, finalmente, 3) 
161
UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
que se las empuje a consentir con quien, en el propio proceso de otriza-
ción, le propone como propio de lo racional, benéfico, justo mediante 
la imposición, entre otras cosas, una “estética de la conquista”.
La clase dominante de la pigmentocracia (el grupo socio-étnico 
encargado de la otrización de las americanas y los americanos nativos 
y de las personas deportadas de África por su esclavización, pobres, 
rurales, nómades, de economías silvícolas y descendientes de mestizajes 
no europeos) viste los mismos cuerpos que imponen la identificación 
de la lengua que hablan con su poder, su belleza (postulada como 
modelo externo de perfección) y el valor de sus conocimientos. Eso 
es, viste los cuerpos de la dominación que inflinge a las otrizadas y los 
otrizados; cuerpos de la violencia sexual, de la guerra y la sumisión, y 
también los modelos a los que es deber de los otrizados y las otrizadas 
parecerse, mediante el disfraz de diversos “blanqueamientos”, y del 
uso de una máscara hecha de palabras y conceptos ajenos, expresiones 
que obvian su incapacidad de dar a entender la realidad endógena de 
América.9 
Las lenguas coloniales son las que hablan los cuerpos de modelo 
hegemónico para transmitir conocimientos hegemónicos y formas hege-
mónicas de acercarse al saber. Con el español, el portugués, el francés, 
el holandés y el inglés los cuerpos que ostentan un legado criollo legi-
timan la exclusión de centenares de otras lenguas de la construcción, 
almacenamiento y transmisión de saberes que no les son controlables. 
En las zonas rurales mexicanas, no es casual que las personas mestizas 
y criollas usen todavía expresiones que manifiestan abiertamente que 
el español de los conquistadores es un instrumento de control, límite y 
exclusión de los pueblos originarios: “conmigo usa lengua de cristianos”, 
“quién va a entenderte en esa lengua de indios”, “háblame en lenguaje 
de razón”: expresiones idiomáticas de la voluntad de reconocer exclu-
 9 El mismo nombre de América arrastra un legado colonial. Los K’una de Panamá llamaban 
Abya Yala la masa continental en la que vivían; para los pueblos andinos la Pachamama es la figura 
de una madre tierra de la que todos viven y que a todos sostiene, que podría identificarse con el 
lado femenino de la dualidad terrenal del continente; Anáhuac era el nombre que los pueblos 
mesoamericanos daban a la tierra entre los dos océanos: cualquiera de estos apelativos hubiera 
podido utilizarse de aceptar que los pueblos originarios eran interlocutores válidos de los con-
quistadores hispanos. América, del nombre del navegante florentino Amérigo Vespucci, remite 
al momento fundacional de la modernidad colonial temprana, a la apropiación física y simbólica 
de un continente, con sus bienes y sus habitantes, mediante la imposición de un nombre ajeno a 
su orden mítico-simbólico. 
162
FRANCESCA GARGALLO
sivamente la validez de los saberes que se expresan en la lengua del 
dominio colonial, con cuya razón se identifican.10 
Hay que reconocer que la lengua colonial puede llegar a ser, como 
en el caso del castellano para la poeta Maya Cu, de Guatemala, el refu-
gio de los mayas —y de otros pueblos— cuando pierden su territorio y 
comunidad por el desplazamiento y la guerra.11 Igualmente se puede 
usar como lengua franca entre hablantes de diversas lenguas originarias, 
tanto en los mercados como en logrados intentos de diálogo y de cons-
trucción de conocimientos entre culturas originarias; como por ejemplo, 
en los caracoles neozapatistas en Chiapas, México, o en las universidades 
interculturales de los pueblos de Ecuador y de la Montaña de Guerre-
ro, México. Sin embargo, no deja de ser básicamente el instrumento 
para esconder las racionalidades no sujetas a la hegemonía cultural 
del sistema heredado del colonialismo. Según Josef Estermann, en su 
estudio sobre la sabiduría autóctona andina, el castellano (o español) es 
el instrumento que esconde la existencia de un saber del subconsciente 
colectivo, transmitido por procesos subterráneos de enseñanza de una 
generación a otra en forma oral y actitudinal, mediante narraciones, 
cuentos, rituales, actos cúlticos y costumbres. Un saber producto de una 
experiencia vivida, conocida porque ha sido experimentada, transge-
neracional y práctica.12 
El lenguaje de las artistas. Estar dentro y fuera
Como instrumento del pensamiento hegemónico, la lengua es el primer 
sostén de la universalización del esqueleto de la interpretación hegemó-
nica de la realidad; más aún, la lengua es el instrumento de un logocen-
trismo de rasgos peculiares, que pretende conocer la esencia de lo 
 10 Hoy en día, muchos mexicanos y mexicanas, sobre todo en las ciudades, se sienten 
amenazadas por una lengua que perciben capaz de un dominio tecnocrático global: el inglés que 
se esfuerzan en aprender y reproducir para obtener el reconocimiento de sus hablantes, en una 
especie de cadena de sumisiones lingüísticas, que también tiene sus refuerzos estéticos y sus mitos 
acerca del valor de los conocimientos que se expresan en él.
 11 En comunicación oral, durante el encuentro de La Franja, donde poetas y escritoras in-
dependientes de Centroamérica, México, Brasil y Argentina se reunieron al margen del Encuentro 
Internacional de poetas de Granada, Nicaragua, febrero de 2008.
 12 Estermann, Josef. Filosofía andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina, 
Abya-Yala, Quito, Ecuador, 1998, pp. 106. 
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UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
universal abstrayéndolo de todo lo contingente (individual, sexuado, 
concreto, temporal y geográficamente ubicado). Este instrumento sólo es 
cuestionado-desconocido desde su afuera (en un principio las mujeres, 
subsumidas en un masculino globalizante que neutralizaba su aportes; 
hoy los hablantes de las lenguas no occidentales) o, en su seno, desde 
las artes —la poesía principalmente, cuando rompe con la supuesta ra-
cionalidad del concepto, cantando la plenitud multifacética y vivencial 
del sujeto sintiente.
No obstante, las y los artistas son, como las personas que viven al 
margen del sistema hegemónico aun hablando su lengua —disidentes 
sexuales, migrantes y afrodescendientes, principalmente— personas 
bombardeadas por las seducciones del sistema hegemónico. La espe-
ranza del reconocimiento (del “igualamiento” arriba mencionado como 
deseo oculto), así como la oferta de una política de la representación 
siempre y cuando esté desligada de la reivindicación del derecho a una 
justicia redistributiva, son poderosos atractivos.
Nancy Fraser, a propósito de lo anterior, hace hincapié en que el 
actual impasse en la discusión sobre la identidad de las mujeres, resulta 
de que el feminismo ha sucumbido a dos infortunadas tentaciones: la 
tendencia a adoptar una forma indiscriminada de antiesencialismo, 
“que trata a todas las identidades y diferencias como ficciones represi-
vas”, o la tendencia inversa de adoptar una versión indiscriminada del 
multiculturalismo, “que considera a todas las identidades y diferencias 
como dignas de reconocimiento”13 (de reconocimiento indiferenciado, 
explicitaría yo desde América Latina). Ambastendencias resultan in-
capaces de vincular la política cultural de la identidad y la diferencia 
con la política social de la justicia y la igualdad, precisamente porque 
han sido manipuladas por un discurso hegemónico, de tipo capitalista 
y expansionista, que las atrae, ofreciéndoles una ficción de autonomía. 
Las artistas, en este caso, así como muchas mujeres negras y de pueblos 
originarios que han pasado por la universidad o los medios de comu-
nicación, tienden a decir que el objetivo de su política (en los últimos 
años, su política de género o su feminismo) es romper las cadenas de la 
marginación y reclamarle al sistema hegemónico una equidad de trato 
con las mujeres y hombres mestizos y blancos, que en ocasiones pasa 
por la reivindicación de una discriminación positiva, es decir becas, 
 13 Fraser, Nancy. Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”, Siglo del 
Hombre, Universidad de los Andes, Bogotá, 1997, pp. 231-232.
164
FRANCESCA GARGALLO
premios y facilidades, mientras se igualan definitivamente. Por supuesto, 
no se trata de la totalidad de las artistas o las mujeres educadas de los 
pueblos no hegemónicos de América, de lo contrario el acercamiento 
a las expresiones no hegemónicas del feminismo sería una farsa. No 
obstante, es necesario dejar en claro que las artes que desafían desde 
el interior de su lengua a la cultura hegemónica, no suman todas las 
expresiones artísticas sino sólo las que se viven de forma autónoma de 
la interpretación estética dominante.
La estética, en efecto, debe ser abordada metodológicamente 
como un aparato que identifica lo bello con la posesión exclusiva de la 
expresión equilibrada, racional y moderna; en términos concretos, y 
concretamente en América, con el cuerpo del hombre dominador, del 
macho blanco, del violador colonial que se llama a sí mismo “hombre 
de razón”. “La violación colonial perpetrada por los señores blancos 
a mujeres indígenas y negras, y la mezcla resultante, está en el origen 
de todas las construcciones sobre nuestra identidad nacional”, escribe 
Sueli Carneiro.14 Identidad nacional que construye una idea estética de 
sí misma, una heroicidad de su origen, una bondad de su ser. Cuestionar 
la hegemonía blanca en América Latina es una propuesta de volver a 
leer la realidad y sus intérpretes no académicos para evitar perpetuar la 
formalización del discurso —que es la manera oficial de reducirlo a la re-
producción forzada— y para percibir su resistencia al sistema que ese 
discurso propugna y justifica.
Desde la perspectiva hegemónica, no puede concebirse una esté-
tica desligada del arte, de la construcción material o representativa de 
un objeto que, a la vez, contiene y describe, cuestiona y afirma lo bello 
y lo sublime. Precisamente esta función descriptiva, con frecuencia, se 
vuelve asertiva, convirtiendo lo bello en lo que ha de ser bello para un 
grupo con poder que exigirá, a todos los conocimientos codificados, 
algo que justifique la detención del poder precisamente por ese grupo 
y no por otro. El conocimiento codificado de la estética es político en 
este sentido, y la historia del arte es su instrumento.
Así, la estética puede ser una herramienta de manipulación: si lo 
bello es universal, aquello que no tiende a la universalidad y reivindica 
 14 Carneiro, Sueli. “Ennegrecer el feminismo. La situación de la mujer negra en América 
Latina desde una perspectiva de género”, en: Nouvelles Quéstions Féministes. Revue Internationale 
francophone, vol. 24, núm. 2, 2005. Edición especial en castellano, “Feminismos disidentes en 
América Latina y el Caribe”, fem-e-libros, pp. 21-40.
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UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
su especificidad cultural, sexual, de clase o de edad, no es bello; o un 
medio de presión sobre la moral: si lo bello se identifica con lo bueno, 
aquello que no es universal ni es bello no es bueno; o un argumento 
para la represión: lo que no es universal ni bello ni bueno puede, o más 
bien debe, ser negado, destruido, censurado.15 
Ahora bien, la acción artística, la toma de conciencia que impulsa 
una voluntad de expresar lo indecible en palabras no convencionales, 
así como el acto de manipular la realidad intangible o la materia, es tan 
poco neutra como esa estética convertida en instrumento de censura y 
construcción de la subalternidad, que se autorrepresenta como neutra 
en términos sexuales, raciales y culturales (aunque se abroga el derecho 
de definir qué es arte y qué es artesanía; de determinar el precio de una 
obra según sea realizada por una pintora o un pintor; de enarbolar 
su modernidad o contemporaneidad y de determinar su arcaísmo). 
El arte poético o la plástica de muchas artistas que se reúnen entre sí 
para dialogar su posición feminista frente a la realidad —y en muchas 
ocasiones para expresar el rechazo que les manifiestan las feministas 
oficializadas por la academia y las políticas públicas— engendra una po-
sición antihegemónica mediante un discurso de ruptura con los saberes 
que justifican las tecnologías del poder, de la muerte y de la otrización. 
Vuelven a insertar en la vida la diferencia, la expresión de posiciones 
alternas y de múltiples gustos, entendidos como acercamientos emo-
cionales a lo que puede gustar, con lo cual identificarse una y otra vez 
rompiendo moldes.
Frente a la realidad de muerte de las mujeres más pobres, las emi-
grantes del campo a la ciudad que quedan atrapadas en las redes de 
la industria de la transformación, surge una poesía que asume el peso 
que sus nombres tienen en la historia de todas las mujeres latinoameri-
canas. Se expresa mediante teatralizaciones y poemas a las víctimas de 
un feminicidio (o femicidio, según la terminología centroamericana) 
que en América Latina tiene connotaciones y una definición distinta 
a la española: asesinato de mujeres por ser mujeres, en situaciones de 
inseguridad social propiciada por la cultura patriarcal, la impunidad 
de los asesinos y la normalización del suceso. Una poesía que no le 
 15 Gargallo, Francesca. “Estética es política. Una mirada a la Semana Cultural Lésbica-Gay”, 
en Una exposición, varias exposiciones, un tiempo de inauguraciones. 15 años de la Semana Cultural Lésbica-
Gay, Difusión Cultural UNAM-Museo Universitario del Chopo, México, 2002, pp. 35-38.
166
FRANCESCA GARGALLO
teme a la acusación de panfletaria y reorganiza la realidad como mate-
rial de expresión de lo sublime corporalizado. Eso es, una poesía que 
identifica la libertad con lo más sutil del sentir de las mujeres y con la 
materialidad de los impedimentos para no morir de parto, de violencia 
feminicida, de hambre, de un aborto terapéutico negado (como es el 
caso en Nicaragua).
Asimismo, videoastas, artistas plásticas y performanceras se iden-
tifican con las demandas y las luchas sociales que su propia reflexión 
sobre su cuerpo y su realidad en el contexto social que les ha tocado, 
recupera como vitales. Reuniéndose alrededor de temas específicos, o 
por el deseo de compartir una visión de la realidad que no se identifica 
ni con lo comercial ni con la mirada patriarcal de la estética, rechazan 
la política de los financiamientos públicos y de las organizaciones no 
gubernamentales para asumir que son un sector marginal que se piensa 
desde la orilla del sistema y que, gracias a ello, puede todavía enfocar 
su autonomía como inspiración. Expresan la ruptura y la fragmentación 
de los modelos sexuales, la asistematicidad de las representaciones y del 
trastocar de las éticas sociales y heterocentradas, superponiendo en sus 
imágenes y sonidos cotidianidad y lascivias, hedonismo y construcción, 
en una crítica constante a la estética formal y al gusto de masa. Pasan, 
por lo tanto, por simplicidades recobradas y arduísimas elucubraciones 
colectivas sobre su ser en muchas clases de tiempo, el de la durabilidad 
de la resistencia y el reciclamiento de la imposiciones, el del corte y el de 
las tradiciones.Hegemonía, subalternidad y afuera
En este punto, la cuestión de cómo formular una metodología para 
los estudios de mujeres desde una perspectiva feminista, se complica 
con la duda acerca de cómo estar seguras de que esa metodología 
no sea cómplice de la mirada hegemónica del feminismo académico 
occidental(izado) a la hora de tratar tanto la autonomía feminista como 
la alteridad de las mujeres que viven al margen de la hegemonía en 
América Latina.
Como vimos, la hegemonía se ciñe a la coerción, al uso de la fuerza, 
al convencimiento, a la capacidad de doblegar las opiniones contrarias o 
simplemente divergentes, así como a lo que no se cuestiona por costum-
bre, por aceptación o por debilidad. Alude al discurso filosófico inter-
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UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
pelado por Luce Irigaray16 y a la tradición filosófica criticada por Celia 
Amorós,17 así como a la temporalidad cuestionada por la pedagogía del 
“indianismo” boliviano. Puede imputársele a un sistema económico y a 
una corriente filosófica, a una idea y a la afición deportiva. En realidad 
aspira a controlarlo todo. Lo hegemónico modela palabras y símbolos 
para enmarcar las formas de entendimiento de la realidad, de modo que 
los colectivos subordinados no sólo deban obedecer sus órdenes, sino 
que no puedan escaparse de su marco de referencia ni siquiera cuando 
se rebelan o resisten su dominación.
Lo hegemónico remite a cierta unicidad: los monoteísmos tienden 
a ser hegemónicos. Puede decirse en sentido global que el capitalismo 
es el sistema económico hegemónico a principios del siglo XXI, y en 
sentido regional que el Islam es la religión hegemónica de Asia Menor. 
No obstante lo hegemónico no alcanza lo absoluto; sólo implica el afán 
de absolutizarse usando todos los medios a su alcance. A pesar de la eco-
nomía capitalista subsisten formas comunitarias de producción agrícola, 
grupos de recolectoras nómades, experimentos socialistas; así como en 
Asia Menor hay, aunque reducidos, grupos de personas cristianas orto-
doxas, coptas, farsi, maronitas, budistas, judías y ateas. Lo hegemónico 
puede tomar por asalto o asediar lo resistente; aunque en el asedio lo 
resistente se vuelve más fuerte, elabora el por qué de su ser y se vincula 
con los demás grupos en resistencia a la hegemonía.
 16 Irigaray, Luce. “The Power of Discourse and the Subordination of the Feminine”, en: This 
Sex Which Is Not One, Cornell University Press, Ithaca, 1985, pp. 31-103. También ha sido recopilado 
por Rivkin, Julie y Malden, Michael. Literary Theory: An Anthology, Blackwell, 1998, pp. 31-103. En 
castellano, véase: Tubert de Peyrou, Silvia Esther. Ese sexo que no es uno, Saltés, Madrid, 1982.
Para Irigaray, el patriarcado, que es lo que ella llama la “cultura de entre-hombres”, es una 
construcción histórica del discurso filosófico que sostiene el orden falo-lógico-céntrico. Por ende, 
es susceptible de cambios –deseables y necesarios– para que las mujeres dejemos de ser absorbidas 
como varones inferiores en el orden hegemónico, y excluidas como sujetos igualmente válidos y 
co-creadores de cultura. Las consecuencias para la sociedad en general de lo que Irigaray llama el 
orden simbólico-social sexualmente indiferente (pero en realidad masculino) pueden ser revertidas 
mediante el parler-femme (hablar-mujer). La subversión del lenguaje de las mujeres condenadas al 
silencio de la no-enunciación en el orden simbólico actual mediado por un lenguaje y un discurso 
masculino, implica una tentativa de articular nuestra propia identidad como sujetos femeninos. 
El parler-femme se refiere a la posibilidad de que la subjetividad femenina se exprese por medio 
de la lengua, a diferencia del metalenguaje masculino que se erige como discurso teórico, como 
filosofía. El parler-femme permitiría el saber escucharse de las mujeres entre sí y, por lo tanto, el 
diálogo entre diferentes. 
 17 Amorós, Celia. Crítica a la razón patriarcal, Anthropos, Barcelona, 1991.
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FRANCESCA GARGALLO
La cultura masculina es hegemónica en su vertiente patriarcal, 
con sus infinitas variantes religiosas, filosóficas, jurídicas, estéticas y su 
exaltación de los valores de la superioridad de los hombres sobre las 
mujeres que lo convierten en un sistema multifacético de discriminación 
social de las mujeres y androcentrismo cultural. No obstante, tanto en 
China como en México —países agresivamente patriarcales— existen 
culturas donde las mujeres son valoradas como integrantes plenas de la 
especie humana y no como excepciones al modelo masculino.
Igualmente, cuando la dominación religiosa menguó en la Europa 
del siglo XVIII, y con ella los modelos monoexplicativos de la realidad en-
traron en crisis, ciertas ideas subterráneas acerca de la igualdad racional de 
las mujeres, en Europa y en aquellas de sus excolonias que han sido domi-
nadas por sus estructuras de pensamiento (los sectores blancos y mestizos 
de América, Australia y Sudáfrica, que terminarían definiéndose como 
“occidentales”), adquirieron peso entre sectores enteros de sus sociedades. 
Durante los dos últimos siglos, el feminismo ha desafiado la hegemonía 
masculina en esas zonas del mundo, sin darle demasiada importancia 
a la existencia de otras formas de concebir la construcción social de los 
roles y cuerpos sexuados en otras culturas. Las mujeres feministas han 
luchado en las calles y las universidades, en las iglesias y las familias, en 
los parlamentos, los hospitales, los sindicatos, en los tribunales, las coope-
rativas y las academias que impiden las trasformaciones de las estructuras 
gramaticales, así como han desplegado un gran esfuerzo para que su vida, 
su cuerpo, sus formas de relación adquieran el peso de la existencia en el 
campo de las ideas y la sexualidad. Sin embargo, hoy en día parece que el 
feminismo ha fracasado porque “no logra instalarse como propuesta libre 
de patriarcado”, según sostiene Margarita Pisano;18 es decir, porque sigue 
sumergido en la cultura vigente, tributaria de una masculinidad moderna 
(eso es de origen colonial), tan racista como misógina.
Ahora bien, desde la realidad de los grupos sociales de los países 
no hegemónicos, y de los grupos sociales otrizados-invisibilizados al 
interior de los países hegemónicos, han surgido feminismos tan disrup-
tivos como el liberal, el socialista y el autónomo, pero que la academia 
no estudia, no recoge o esconde.19 
 18 Pisano, Margarita. ”Mierda-mierda, Encuentro X°-último”, septiembre de 2005, en: 
http://www.creatividadfeminista.org/articulos/2005/fem_encuentro.htm
 19 Alejandra Restrepo insiste en la existencia de feminismos de surgimiento local, diverso, 
en América Latina e intenta explicar que las diferencias que se reivindican desde 1993 al interior 
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UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO
Mignolo ha recordado que el imaginario mundial moderno ubica la 
subalternidad como algo propio de indios y africanos;20 feministas como 
la dominicana Ochy Curiel analizan cómo se convierte en marginalidad 
absoluta esta ubicación si se trata de indias y africanas.21 
La subalternidad, según Gayatri Chakravorty Spivak, no es sólo el 
lugar de la exclusión, también es el lugar idóneo para pensar el dominio 
fuera del campo estrictamente económico;22 quizá, diría yo, el lugar don-
de elaborar las propuestas de superación de las relaciones de fondo que 
permiten las hegemonías. El lugar desde dónde asediar la hegemonía.
Desde que las mujeres indígenas, nómadas, campesinas se vieron 
impelidas a enfrentar el avance del sistema capitalista sobre su espa-
cio económico y simbólico, sus reflexiones se han dirigido al rescate 
del papel que desempeñan y al diseño del que desean desempeñar al 
interior de las culturas tradicionales. Por ello, analizan sus posesiones 
amenazadas por la privatización de la tierra y sus frutos, el valor de su 
fuerza de trabajo, el significado de la resistencia, y al hacerlo piensan

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