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Investigación feminista : epistemología, metodología y representaciones sociales Titulo Blazquez Graf, Norma - Compilador/a o Editor/a; Flores Palacios, Fátima - Compilador/a o Editor/a; Ríos Everardo, Maribel - Compilador/a o Editor/a; Blazquez Graf, Norma - Autor/a; Harding, Sandra G. - Autor/a; Bartra, Eli - Autor/a; Fernández Rius, Lourdes - Autor/a; Corres Ayala, Patricia - Autor/a; Maffía, Diana H. - Autor/a; Gargallo, Francesca - Autor/a; Ríos Everardo, Maribel - Autor/a; Delgado Ballesteros, Gabriela - Autor/a; Castañeda Salgado, Martha Patricia - Autor/a; Pedrero, Mercedes - Autor/a; Tena, Olivia - Autor/a; Restrepo, Alejandra - Autor/a; Arruda, Ángela - Autor/a; Flores Palacios, Fátima - Autor/a; Mora-Ríos, Jazmín - Autor/a; Ursini, Sonia - Autor/a; Autor(es) México D. F. Lugar Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades Universidad Nacional Autónoma de México Editorial/Editor 2010 Fecha Colección Debate y Reflexión Colección Metodología de la investigación; Estudios de género; Investigación; Feminismo; Representaciones sociales; América Latina; Temas Libro Tipo de documento "http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/ceiich-unam/20170428032751/pdf_1307.pdf" URL Reconocimiento-No Comercial-Sin Derivadas CC BY-NC-ND http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es Licencia Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO http://biblioteca.clacso.edu.ar Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO) Latin American Council of Social Sciences (CLACSO) www.clacso.edu.ar INVESTIGACIÓN FEMINISTA IN VE ST IG AC IÓ N FE M IN IS TA EPISTEMOLOGÍA METODOLOGÍA Y REPRESENTACIONES SOCIALES EP IS TE M O LO G ÍA ,M ET O DO LO G ÍA Y RE PR ES EN TA CI O NE S SO CI AL ES Norma Blazquez Graf Fátima Flores Palacios Maribel Ríos Everardo Coordinadoras N or m a B la zq ue z G ra f Fá tim a Fl or es P al ac io s M ar ib el R ío s E ve ra rd o C oo rd in ad or as Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias Facultad de Psicología COLECCIÓN DEBATE Y REFLEXIÓN 27 Este libro es el resultado de una reflexión colectiva que realizan las au- toras a partir de trabajos desarrollados en distintos campos del cono- cimiento, que da cuenta de los enfoques teóricos y metodológicos empleados en la investigación feminista, como una forma de buscar nuevos acercamientos al pensamiento, discurso y afectividad de las mujeres. Con la intención de contribuir a los debates contemporáneos sobre la generación del conocimiento, se muestra de qué manera las nociones sobre el género influyen en la práctica y el pensamiento científico, proporcionando distintas perspectivas sobre las posibilidades de las mujeres como personas cognoscentes y cognoscibles. Se trata de una obra con textos originales que ofrece, al mismo tiempo, algunas experiencias para guiar la investigación. Los materiales que conforman el volumen están organizados en tres apartados temáticos que se relacionan entre sí: En el primero, Epis- temología y crítica de la investigación feminista, se muestra el amplio contexto de discusiones filosóficas en el marco de la investigación fe- minista actual. En el segundo, Metodología de la investigación femi- nista, se presentan algunos ejemplos del empleo de distintas herramientas y técnicas de investigación. En el tercero y último, Re- presentaciones sociales y género, se busca ilustrar la interacción entre un enfoque epistemológico y una metodología en una temática particular. Ángela Arruda Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil Eli Bartra Departamento de Política y Cultura, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco Norma Blazquez Graf Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM Martha Patricia Castañeda Salgado Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM Patricia Corres Facultad de Psicología, UNAM Gabriela Delgado Ballesteros Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, UNAM Lourdes Fernández Rius Facultad de Psicología, Universidad de La Habana, Cuba Fátima Flores Palacios Facultad de Psicología, UNAM Francesca Gargallo Academia de Filosofía e Historia, Universidad de la Ciudad de México Sandra Harding Graduate School of Education and Information Studies, University of California, EUA Diana Maffía Universidad de Buenos Aires, Argentina Jazmín Mora Ríos Departamento de Investigaciones Psicosociales, Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente” Mercedes Pedrero Nieto Centro Regional de Investigación Multidisciplinaria, UNAM Alejandra Restrepo Corporación Vamos Mujer, Medellín, Colombia Maribel Ríos Everardo Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM Olivia Tena Guerrero Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM Sonia Ursini Departamento de Matemática Educativa, CINVESTAV-IPN PnormaIFem:Maquetación 1 31/5/10 15:55 Página 1 INVESTIGACIÓN FEMINISTA EPISTEMOLOGÍA, METODOLOGÍA Y REPRESENTACIONES SOCIALES COLECCIÓN DEBATE Y REFLEXIÓN Comité editorial Maya Victoria Aguiluz Ibargüen Norma Blazquez Graf Ana María Cetto Kramis Diana Margarita Favela Gavia José G. Gandarilla Salgado Elke Koppen Prubmann Rogelio López Torres Mauricio Sánchez Menchero Isauro Uribe Pineda Norma Blazquez Graf Fátima Flores Palacios Maribel Ríos Everardo (Coordinadoras) Investigación feminista Epistemología, metodología y representaciones sociales CENTRO DE INVESTIGACIONES INTERDISCIPLINARIAS EN CIENCIAS Y HUMANIDADES CENTRO REGIONAL DE INVESTIGACIONES MULTIDISCIPLINARIAS FACULTAD DE PSICOLOGÍA MÉXICO, 2012 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO HQ1180 I58 Investigación feminista : epistemología, metodología y representaciones sociales / Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios, Maribel Ríos Everardo, coordinadoras. – México : UNAM, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades : Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias : Facultad de Psicología, 2012. 407 p. – (Colección Debate y Reflexión) ISBN 978-607-02-1286-4 1. Feminismo – Investigación – Metodología. 2. Estudios de la mujer – Metodología. I. Blazquez Graf, Norma, ed. II. Flores Palacios, Fátima, ed. III. Ríos Everardo, Maribel, ed. IV. Serie. Primera edición, 2010 Primera reimpresión, 2012 D.R. © Universidad Nacional Autónoma de México Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades Torre II de Humanidades 4º piso Circuito Interior, Ciudad Universitaria Coyoacán, C. P. 04510, México, D. F. www.ceiich.unam.mx Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias Av. Universidad s/n, Circuito 2, Col. Chamilpa C. P. 62210, Cuernavaca, Morelos www.crim.unam.mx Facultad de Psicología Avenida Universidad 3004, Col. Copilco Universidad Ciudad Universitaria, C. P. 04510, México, D. F. www.psicol.unam.mx Coordinación editorial: Alejandra Restrepo Corrección: Clara E. Castillo y María Elena Olivera Córdova Portada: Diana Flores Impreso y hecho en México ÍNDICE � Introducción Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 PRIMERA PARTE EPISTEMOLOGÍA Y CRÍTICA DE LA INVESTIGACIÓN FEMINISTA A LA CIENCIA Epistemología feminista: temas centrales Norma Blazquez Graf. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 ¿Una filosofía de la ciencia socialmente relevante? Argumentos en torno a la controversia sobre el Punto de vista feminista Sandra Harding . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Acerca de la investigación y la metodología feminista Eli Bartra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 Género y ciencia: entre la tradición y la transgresión Lourdes Fernández Rius . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 Femenino y masculino: modalidades de ser Patricia Corres Ayala . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 Género y políticas públicas en ciencia y tecnología Diana Maffía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 8 ÍNDICE Una metodología para detectar lo que de hegemónico ha recogido el feminismo académico latinoamericano y caribeño Francesca Gargallo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 SEGUNDA PARTE METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN FEMINISTA Metodología de las ciencias sociales y perspectiva de género Maribel Ríos Everardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 Conocerte en la acción y el intercambio. La investigación: acción participativa Gabriela Delgado Ballesteros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 Etnografía feminista Martha Patricia Castañeda Salgado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217 Metodología cuantitativa para reforzar estudios cualitativos Mercedes Pedrero Nieto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 Estudiar la masculinidad, ¿para qué? Olivia Tena Guerrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271 Claves metodológicas para el estudio del movimiento feminista de América Latina y El Caribe Alejandra Restrepo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293 TERCERA PARTE REPRESENTACIONES SOCIALES Y GÉNERO Teoría de las representaciones sociales y teorías de género Ángela Arruda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317 Representación social y género: una relación de sentido común Fátima Flores Palacios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339 9 ÍNDICE Intervención comunitaria, género y salud mental. Aportaciones desde la teoría de las representaciones sociales Jazmín Mora-Ríos y Fátima Flores Palacios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359 Diferencias de género en la representación social de las matemáticas: un estudio con alumnos y alumnas de secundaria Sonia Ursini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379 Autoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399 9 11 INTRODUCCIÓN Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo Este libro es resultado de la reflexión colectiva que iniciamos en 2007 en el seminario de representaciones sociales y género, organizado en el marco del Seminario de Actualización Docente del Programa de Investigación Feminista del Centro de Investigaciones Interdisciplina- rias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde el encuentro y reencuentro de investigadoras comprometidas con la condición social de las mujeres estableció las bases para un nuevo proyecto que implicaba un gran reto, analizar nuevos paradigmas que pudieran ser de utilidad a nuestra pre- ocupación histórica: las mujeres. La respetuosa y solidaria disposición que tuvimos siempre al exponer nuevos campos de conocimiento fue el primer indicio para creer en este proyecto, así pudimos consolidar la intención de crear una herramienta capaz de sintetizar nuestras pre- ocupaciones tanto teóricas como metodológicas, en el contexto de los estudios de género feministas. Un año después, continuamos con la reflexión en un nuevo semi- nario organizado por el Programa de Género del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM, en Cuernavaca; en él participaron como ponentes algunas de las investigadoras que habían formado parte del primer seminario, lo que incrementó el anhelo y la urgencia de construir esta herramienta asumiendo que las distancias y diferencias en el terreno de la investigación feminista, así como las coin- cidencias en la manera de abordar los problemas en nuestras respectivas áreas, nos conducirían a buscar nuevos acercamientos al pensamiento, discurso y afectividad de las mujeres. El libro está formado por tres secciones que se interrelacionan. La primera de ellas, coordinada por Norma Blazquez Graf, se refiere al campo de la epistemología; en esta sección se muestra el amplio contexto de discusiones filosóficas en el marco de la investigación feminista. En la segunda parte, coordinada por Maribel Ríos Everardo, se aborda la 12 BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS discusión metodológica en la que se presentan algunos ejemplos concre- tos del empleo de distintas herramientas y técnicas en la investigación feminista. En la tercera y última parte, coordinada por Fátima Flores Palacios, se plantea la discusión entre las representaciones sociales con la teoría de género, con lo que se ilustra la relación entre un enfoque epistemológico y una metodología puesta al servicio de un campo de conocimiento en una temática particular. La primera parte titulada Epistemología y crítica de la investigación feminista a la ciencia, está formada por siete textos en los que se revisan los estudios feministas de la ciencia; cómo reproducen esquemas y pre- juicios sociales de género, los distintos campos del conocimiento; cómo separan a hombres y mujeres las dicotomías sociales; cuáles son algunas de las controversias que esto ha generado tanto en la teoría como en la metodología de investigación, así como la necesidad de entender los sistemas de ciencia y tecnología de manera diferente en relación con la hegemonía académica. En el primer apartado, “Epistemología feminista: temas centra- les”, Norma Blazquez Graf realiza una sistematización de diferentes aspectos de esta epistemología. Explica en qué consiste este campo, cómo influye el género en las personas que crean conocimiento, cómo es que las concepciones de género producen prejuicios mediante la expresión de valores y condiciones que conducen a conocimientos dife- rentes. Revisa las críticas que se hacen a la objetividad, neutralidad y a la universalidad de la ciencia, y describe las tres principales corrientes de la epistemología feminista desarrolladas desde fines de los setenta y principios de los ochenta del siglo XX. Enfatiza la importancia del principio que sigue cualquier investigación feminista, que es el de tratar de transformar la realidad social en general y, en particular, la realidad de las mujeres. El texto de Sandra Harding, “¿Una filosofía de la ciencia social- mente relevante? Argumentos en torno a la controversia sobre el Punto de vista feminista”, es un trabajo escrito en 2004 en el que la autora hace una revisión de su trabajo en torno a la epistemología feminista y, dentro de ésta, en particular a la del Punto de vista feminista, como una alternativa de generación de conocimiento significativo para las mujeres. Harding argumenta que algunos aspectos de la controversia surgida en torno a este tema revelan el valor de la teoría del Punto de vista como forma de reflexionar y discutir algunos de los problemas que más inquietud producen en la vida política e intelectual del occidente 13 INTRODUCCIÓN contemporáneo, ya que el diálogo con esta noción hace posible una teoría de la ciencia con significación social. En el texto “Acerca de la investigación y la metodología feminis- ta”, Eli Bartra elabora una actualización y revisión de su propio trabajo titulado “Reflexiones metodológicas”, que incluyó en la obra que ella misma coordinó: Debates en torno a una metodología feminista, publicado en 1998. Se trata del panorama marcado por las discusiones en torno a la existencia o no existencia de una epistemología y una metodologíafeministas para la adquisición de nuevos conocimientos, inclinando la balanza para mostrar la pertinencia de utilizar una metodología de investigación científica que se denomina feminista por su filiación po- lítica, tanto para las ciencias sociales como para las ciencias naturales y las humanidades. Lourdes Fernández, en “Género y ciencia: entre la tradición y la transgresión”, aborda el tema de la producción y reproducción de dico- tomías en el nivel del imaginario social y de la subjetividad, subrayando cómo las nociones que la cultura y la biología patriarcal han creado, se interceptan con una noción hegemónica neutral de lo que es la cien- cia. Plantea la relación entre la perspectiva de género y los enfoques de ciencia, tecnología y sociedad, que tratan de desmontar una noción neutral de la ciencia, favoreciendo una idea de una ciencia contextuali- zada y situada, y propone dos miradas necesarias: transformar el orden de género aún existente en nuestra sociedad, y también transformar la noción hegemónica de la ciencia. El quinto texto, “Femenino y masculino: modalidades de ser”, escrito por Patricia Corres, se propone el estudio de lo masculino y lo femenino como categorías para analizar a los seres humanos en sus modos de pensar, de transcurrir en la vida y de expresarse mediante discursos que se ubican en el espacio y en el tiempo, mostrando intere- santes diferencias en los modos en que hombres y mujeres se conducen en estas dos dimensiones al crear conocimiento, producir lenguaje, generar estructuras sociales y constituir sus identidades. En “Género y políticas públicas en ciencia y tecnología”, Diana Maffía plantea que para alcanzar la equidad de género en ciencia y tecnología en América Latina, se tiene que enfrentar un problema com- plejo, ya que a la cuestión jerárquica entre varones y mujeres, debida a los estereotipos de género, se agrega una relación centro/periferia entre los lugares de producción de conocimiento teórico consolidado y aquellos que realizan tareas de apoyo y recolección de datos. Añade 14 BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS que las concepciones del conocimiento, temas y métodos legitimados por la modernidad europea son distintos de aquellos que se producen en el seno de comunidades diversas, como los pueblos originarios y los afrodescendientes, y propone preguntar por los sujetos productores de conocimiento, por el valor de la racionalidad y la emocionalidad, por la relación de los cuerpos con el conocimiento, por el impacto diferen- cial de la producción y aplicación del saber científico-tecnológico sobre varones y mujeres, y por la apropiación social de los saberes. El último texto de la primera parte del libro es el elaborado por Francesca Gargallo: “Una metodología para detectar lo que de hegemónico ha recogido el feminismo académico latinoamericano y caribeño”. La autora hace una reflexión crítica sobre la producción de conocimiento mediante un ejercicio de revisión interna, y se pregunta por las académicas feministas latinoamericanas que, desvinculadas totalmente de la praxis del movimiento, no reconocen en el saber de mujeres indígenas, negras y lesbianas, entre otras, una fuente de sa- ber. Se pregunta por las feministas académicas en este momento y qué pasa con esos conocimientos que está produciendo la praxis feminista, desde los sectores que no están en los ámbitos académicos. Propone recuperar los aportes de los feminismos que los medios académicos latinoamericanos, por su dependencia del saber occidental institucio- nalizado, tienden a desconocer política y epistemológicamente, a pesar de ser pensamientos y acciones de mujeres organizadas entre sí para beneficio de todas las mujeres. La segunda parte, titulada Metodología de la investigación feminista, está formada por seis textos y expone la discusión acerca de la metodología feminista y sus implicaciones en la forma de obtener conocimientos, ofrece una mirada de los distintos enfoques y herramientas empleadas en la in- vestigación feminista. No se trata de una discusión colectiva y homogénea, sino que recoge las preocupaciones, opiniones y posturas que, a través de sus experiencias personales, aportan seis investigadoras desde diferentes disciplinas, las cuales incluso pueden ser polémicas o discrepantes. El texto titulado “Metodología de las ciencias sociales y perspecti- va de género”, elaborado por Maribel Ríos Everardo, se divide en dos partes. En la primera se hace referencia a las dos grandes tradiciones de investigación en occidente, y se proporciona un breve panorama histórico sobre el desarrollo de diversas metodologías científicas cua- litativas y cuantitativas. También se abordan las diferencias entre el empirismo feminista, que actúa en cercanía con la lógica del método 15 INTRODUCCIÓN científico, el interpretativismo particularmente desde la fenomenología comprensiva de los fenómenos, y la teoría crítica y el Punto de vista que son perspectivas de intervención emancipatoria. En la segunda parte se incorpora una experiencia sobre investigación cualitativa con perspectiva de género en educación. El siguiente texto, de Gabriela Delgado Ballesteros, “Conocerte en la acción y el intercambio. La investigación: acción participativa”, plantea las diferencias entre los métodos cuantitativos y cualitativos, enfatizando las características que hacen de los métodos cualitativos una herramienta para conocer los procesos que dan cuenta de las con- diciones de género de las mujeres, de los hombres y de sus relaciones al visibilizarlos; que permiten la captura de las voces particulares, las identidades de quienes se investiga, sus semejanzas y diferencias, así como las de la persona encargada de la investigación. Las características más importantes de la investigación acción participativa que destaca la autora, son su impulso democrático y su contribución simultánea al conocimiento, a las transformaciones sociales y a las condiciones de vida de quienes participan como sujetos u objetos de las indagaciones. En el texto sobre “Etnografía feminista”, Martha Patricia Castañe- da Salgado identifica como una de las aportaciones más recientes de la antropología a las ciencias sociales, la etnografía feminista. Presenta algunos de los elementos característicos de esta perspectiva, poniendo énfasis en las particularidades que ofrece al centrar la investigación en la experiencia de las mujeres que fue invisibilizada por la etnografía convencional durante décadas. La autora analiza el trabajo de las et- nógrafas y cómo éste se encuentra orientado por sus propios sesgos de género, por lo que recomienda una amplia formación profesional. El texto de Mercedes Pedrero Nieto sobre “Metodología cuanti- tativa para reforzar estudios cualitativos”, expone la importancia de la metodología cuantitativa en las ciencias sociales, abordando el proceso de creación de los instrumentos estadísticos. Muestra, además, los ca- minos para observar el buen manejo e interpretación de los indicado- res cuantitativos, asegurando en todo momento que se mantenga una perspectiva de género. Destaca aspectos relacionados con la creación del dato y proporciona ejemplos concretos sencillos para la buena interpre- tación de resultados estadísticos basados en problemas detectados en la literatura, con la intención de que los errores no se repitan. La autora otorga un espacio importante a la reflexión conceptual que puede ser el origen de los sesgos de género en la creación de las estadísticas, me- 16 BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS diante ejemplos de resultados obtenidos al abordar el trabajo doméstico y extradoméstico en México. En su texto “Estudiar la masculinidad, ¿para qué?”, Olivia Tena Guerrero plantea una reflexión que permite justificar, o bien recusar, el estudio de las masculinidades como una estrategia feminista para el cambio cultural y social en favor de las mujeres. Hace un breve recorrido a través de los trabajos realizados en varones, analizandolos puntos de convergencia y divergencia con los movimientos y estudios feministas. Una pregunta central que hace la autora es si el estudio de las mascu- linidades pretende un desafío cultural y político al patriarcado, si sus estrategias y objetivos van por ese camino y si sus formas de conocer y discurrir concurren hacia ese logro. Cuestiona los estudios sobre la mas- culinidad o masculinidades, mejor nombrados como “estudios sobre la condición masculina”, desde una lógica y ética feministas, con el fin de favorecer, a través de éstos, la transformación de estructuras patriarcales y no su legitimación y perpetuación. En el último texto de esta parte titulado “Claves metodológicas para el estudio del movimiento feminista de América Latina y El Caribe”, Ale- jandra Restrepo realiza una reflexión metodológica que se presenta en la forma de claves para la interpretación y el análisis en la investigación feminista. La autora destaca cuatro prejuicios que pueden obscurecer los estudios en este campo: el cronocentrismo, el estatocentrismo, el androcentrismo y el eurocentrismo. A partir de la sistematización de su experiencia científica, llama la atención sobre los aspectos que deben ser tomados en cuenta para estudiar al feminismo como un movimiento social desde una perspectiva histórica y latinoamericana. La tercera y última parte de este libro, titulada Representaciones so- ciales y género, está formada por cuatro textos y trata sobre la pertinencia de utilizar la teoría de las representaciones sociales en los estudios de género, se parte del hecho de que existe cierta proximidad epistémica de esta teoría con los intereses filosóficos y políticos del feminismo. La idea central de esta sección consiste en mostrar la utilidad de este enfoque para analizar y reflexionar los procesos mediante los que se construyen sistemas sociales de comportamientos de género en la cul- tura, partiendo de que este modelo heurístico, por su propia naturaleza social, así como su interés en los procesos afectivos y de interacción, constituye una herramienta teórica que contribuye a la explicación de la complejidad del pensamiento de los grupos y su expresión en la comunicación social. 17 INTRODUCCIÓN En la contribución de Angela Arruda: “Teoría de las representaciones sociales y teorías de género”, se señalan los orígenes de este paradigma, que se remontan al pensamiento del sociólogo Émile Durkheim, se analiza el paso crucial que representa la propuesta de Serge Moscovici al adaptar la conceptualización durkheimiana de representación colectiva a una visión dinámica, aplicable a las sociedades modernas y accesible a la investi- gación psicosocial. Esta visión ha tenido como resultado, conceptualizar al sujeto como producto de la cultura, capaz de transformar su propia realidad. En consecuencia, la teoría psicosociológica de las representa- ciones sociales, muestra un parentesco, como lo expone la autora, con los intereses de las teorías feministas. Al igual que para la psicosociología, la fórmula relacional de género considera que el colectivo, a través de su sistema de representaciones elaborado en el discurso y en los actos de comunicación, es la base a partir de la cual la persona comprende e interactúa con su mundo. En el capítulo de Fátima Flores Palacios: “Representación social y género: una relación de sentido común”, se expone el proceso a través del cual las representaciones sociales pueden explicar los comportamien- tos de hombres y mujeres en el nivel individual o colectivo, así como la importancia que su componente afectivo tiene para la comprensión de las elaboraciones intersubjetivas que los distintos grupos sociales construyen. Por otro lado, se analiza cómo, tanto en los estudios de género como en la teoría de las representaciones sociales, el abordaje multimetodológico que relaciona ambas perspectivas resulta fecundo para la comprensión de una realidad social. Finalmente, se presentan dos investigaciones aplicadas en el campo de la salud, mediante las cuales se ilustra la factibilidad de esta relación entre el enfoque de género y las representaciones sociales. En el capítulo de Jazmín Mora-Ríos y Fátima Flores Palacios, “In- tervención comunitaria, género y salud mental. Aportaciones desde la teoría de las representaciones sociales”, se expone la utilidad de este enfoque para el desarrollo de intervenciones comunitarias desde una perspectiva de género, así como la importancia de indagar las represen- taciones sociales que una comunidad tiene para el caso de salud mental. Todo ello para generar una metodología de intervención adecuada tanto al contexto como al discurso, que permita crear estrategias de afrontamiento social. La importancia de este capítulo es la recupera- ción que se hace de la intervención comunitaria feminista, orientando 18 BLAZQUEZ, FLORES Y RÍOS la transformación social y personal, considerando su propia dinámica, contextualizada, participativa, política y preventiva. El último capítulo de esta sección “Diferencias de género en la representación social de las matemáticas: un estudio con alumnos y alumnas de secundaria”, elaborado por Sonia Ursini, explora las concep- ciones de género que subyacen en la manera en que las y los estudiantes van construyendo las actitudes hacia las matemáticas y la autoconfianza para trabajar en esta disciplina. Las matemáticas y la autopercepción frente a esta materia escolar, influyen fuertemente en la formación de las representaciones sociales, creando una representación consensuada de que es normal que las niñas tengan menos capacidad intelectual que los niños para enfrentarse a este campo del conocimiento. Esperamos que este libro, al ser una coedición universitaria, sea referencia de lectura para docentes y estudiantes, confiando que esti- mulará la reflexión sobre los aportes de la investigación y los estudios feministas en Latinoamérica. Por último, agradecemos a cada una de las personas que contribuye- ron de manera directa e indirecta a la realización de la obra. En primer lugar, a Alejandra Restrepo por su inapreciable calidad profesional, aca- démica y personal, sin ella, este libro no hubiera sido posible. También queremos reconocer el trabajo que realizaron Elsa Guevara Ruiseñor y Olga Bustos Romero, por la lectura crítica y constructiva que le dio fuerza y rigor a las contribuciones que configuran este texto. PRIMERA PARTE EPISTEMOLOGÍA Y CRÍTICA DE LA INVESTIGACIÓN FEMINISTA A LA CIENCIA 21 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES Norma Blazquez Graf Introducción Los estudios de la ciencia desde una perspectiva de género, también conocidos como estudios feministas de la ciencia o crítica feminista de la ciencia, se iniciaron de manera sistemática a fines de los setenta y han producido una gran cantidad y variedad de investigaciones donde participan filósofas y científicas feministas tanto de las áreas naturales y sociales, como de las humanidades.1 Aunque las posiciones feminis- tas pueden ser muy heterogéneas, hay dos puntos en los que se tiene consenso, el primero es que el género, en interacción con muchas otras categorías como raza, etnia, clase, edad y preferencia sexual, es un organizador clave de la vida social y, el segundo, que no es suficiente entender cómo funciona y cómo está organizada la vida social, también es necesaria la acción para hacer equitativo ese mundo social, por lo que uno de los compromisos centrales del feminismo es el cambio para las mujeres en particular, y el cambio social progresivo en general. Dentro de los estudios feministas de la ciencia se abordan distin- tos aspectos sobre la historia de la incorporación y participación de las mujeres, de su situación actual, así como los efectos que su ausencia y presencia han tenido en la ciencia y la tecnología. Una parte medular dentro de estos análisis se realiza desde la epistemología feminista con el fin de fundamentar la discusión alrede- dorde las siguientes interrogantes: ¿cómo influye el género sobre los métodos, conceptos, teorías y estructuras de organización de la ciencia? y ¿cómo es que la ciencia reproduce los esquemas y prejuicios sociales de género? 1 Para tener información más detallada, ver: Blazquez Graf, Norma. El Retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia, CEIICH, UNAM, México, 2008. 22 NORMA BLAZQUEZ GRAF La definición etimológica de epistemología proviene del verbo griego eistamai, que quiere decir saber, aprender, entender, conocer y logo que significa razonamiento, palabra, tratado, tema, cuestión, materia.2 Se refiere al estudio de la producción y validación del conocimiento científico y se ocupa de problemas tales como las circunstancias histó- ricas, psicológicas y sociológicas que llevan a su obtención, así como de los criterios por los cuales se le justifica o invalida. La epistemología es una teoría del conocimiento que considera lo que se puede conocer y cómo, o a través de qué pruebas las creencias son legitimadas como conocimiento verdadero. La epistemología feminista estudia lo anterior, abordando la mane- ra en que el género influye en las concepciones del conocimiento, en la persona que conoce y en las prácticas de investigar, preguntar y justificar. Identifica las concepciones dominantes y las prácticas de atribución, adquisición y justificación del conocimiento que sistemáticamente ponen en desventaja a las mujeres porque se les excluye de la investigación, se les niega que tengan autoridad epistémica, se denigran los estilos y modos cognitivos femeninos de conocimiento, se producen teorías de las mujeres que las representan como inferiores o desviadas con respecto al modelo masculino, se producen teorías de fenómenos sociales que invisibilizan las actividades y los intereses de las mujeres o a las relaciones desiguales de poder genéricas, y se produce conocimiento científico y tecnológico que refuerza y reproduce jerarquías de género. La epistemología feminista hace ver estas faltas y propone diver- sas alternativas para resolverlas; explica por qué la entrada de mujeres feministas en las diferentes disciplinas académicas, especialmente en biología y en las ciencias sociales, ha generado nuevas preguntas, teorías y métodos; muestra cómo es que el género ha jugado un papel causal en estas transformaciones, y propone estos cambios como avances cognitivos y no sólo sociales, ya que la ciencia se ha distorsionado con supuestos sexistas en sus conceptos, teorías y aproximaciones metodológicas, por lo que es importante describir y considerar el contexto social, histórico, político y cultural en que se realiza la actividad científica. Partiendo de lo anterior, se puede decir que entre los temas centra- les de la epistemología feminista se encuentran: la crítica a los marcos de interpretación de la observación; la descripción e influencia de roles 2 Pabón S. de Urbina, José M. Diccionario manual griego. Griego clásico, español, Editorial Vox, Madrid, 2004. 23 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES y valores sociales y políticos en la investigación; la crítica a los ideales de objetividad, racionalidad, neutralidad y universalidad, así como las pro- puestas de reformulación de las estructuras de autoridad epistémica. Crítica a los marcos de interpretación de la observación De acuerdo con Sandra Harding,3 en el proceso de generar conocimiento se pueden distinguir tres elementos: la epistemología, el método y la metodología. La epistemología, como ya se ha mencionado, es la teoría acerca de quién puede conocer o generar conocimiento, qué clase de conocimiento, en qué circunstancias puede desarrollarse conocimiento, y cómo o a través de qué pruebas las creencias son legitimadas como conocimiento. Las críticas feministas a la epistemología tradicional de las ciencias naturales y de las sociales muestran que esas teorías del co- nocimiento se basan en el Punto de vista masculino del mundo, por lo que se enseña a observar sólo las características de los seres vivos o de los seres sociales que son de interés para los hombres, con una perspectiva androcéntrica y distante. El método es una técnica para recopilar, obtener y analizar infor- mación, evidencias o datos. Se puede obtener información escuchando, observando y examinando documentos; organizamos nuestras observa- ciones al dar cuenta de ejemplos de categorías preconcebidas y/o me- diante la observación de nuevos patrones no anticipados. La mayoría de los métodos caen dentro de una categoría mayor que es la observación. En las investigaciones feministas se usan estos mismos métodos, pero lo que escogen para observar y examinar puede diferir mucho de las elecciones de una persona que hace ciencia de manera tradicional con un punto de vista masculino. La elección de quienes hacen investigación sobre cómo usar esos métodos constituye la metodología. En otras palabras, la metodología elabora, resuelve o hace funcionar las implicaciones de la epistemo- logía para llevar a cabo o poner en práctica un método. Este análisis es importante porque uno de los temas centrales de la epistemología feminista es el cuestionamiento de los marcos establecidos para interpretar las observaciones que hacemos, que han dominado el 3 Harding, Sandra. The Science Question in Feminism, Cornell University Press, Ithaca, NY, 1986. 24 NORMA BLAZQUEZ GRAF discurso y la orientación de las corrientes principales en las ciencias so- ciales. Ejemplos de estas formas problemáticas para organizar nuestras observaciones son la dependencia de la dicotomía lógica y la tendencia a conceptualizar a las personas abstrayéndolas de su contexto social, lo cual facilita la deshumanización. La lógica dicotómica es el proceso por el que se le da sentido a un fenómeno mediante la oposición a otro en una construcción en la que se representan como mutuamente excluyentes y exhaustivos: mente/cuerpo, yo/otro, cultura/naturaleza, razón/emoción, masculino/femenino, díadas en las que el primer elemento de cada una ejerce los privilegios sobre el otro.4 Generalmente las dicotomías esconden relaciones sociales que permiten a los integrantes de una categoría social beneficiarse a expensas de los de la otra categoría. El punto es que las dicotomías son formas de construir relaciones sociales que facilitan la dominación social, por lo que se debe poner atención crítica al uso que se les da para organizar el entendimiento y el conocimiento. La abstracción individual se manifiesta cuando se habla de una persona aislada y desconectada de su contexto interpersonal, histórico o físico. Esto permite concebir fenómenos sociales como raza, etnia, clase, género, preferencia sexual o limitación de capacidades, que aparecen como aisladas unas de otras, cuando en realidad se trata de relaciones sociales complejas que se interrelacionan. Esto supone atribuir rasgos externos o ajenos a lo que es parte de un sistema, cuando sería mejor pensar que son aspectos del modo en que está organizado el sistema. La deshumanización es la tendencia a hablar o tratar a las personas como si fueran objetos, sin subjetividad, y no como agentes que desarro- llan análisis de su situación y trabajan para resolverla; se les convierte en datos, en no personas, sobre todo a aquellas que se encuentran en las jerarquías sociales más bajas. Influencia de valores sociales y políticos Cuando las personas que crean conocimiento asumen que usar el método científico asegura que sus valores personales y culturales no afectan el 4 Sprague, Joey. Feminist Methodologies for Critical Researchers. Bridging Differences. The Gender Lens Series, Altamira Press, Walnut Creek, CA, 2005, pp. 14-15; Maffía, Diana. “Epistemología feminista: por otra inclusión de lo femenino en la ciencia”, en: Norma Blazquez Graf y Javier Flores (eds.). Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica, CEIICH, UNAM, Unifem y Plazay Valdés, 2005, pp. 623-633. 25 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES modo en que hacen ciencia y, por lo tanto, la ciencia que desarrollan, no se dan cuenta que sus prejuicios pueden estar afectando a la ciencia en todas las etapas de su elaboración. Helen Longino5 ha señalado que los intereses sociales y políticos, así como los prejuicios personales, tienen un impacto importante en la producción de conocimiento científico ya que pueden afectar las prio- ridades de la investigación científica: qué preguntas son importantes para ciertos temas, el marco teórico o de explicación para realizar un estudio, los métodos utilizados, los datos que son considerados válidos e inválidos y cómo se interpretan o se comparan entre diferentes estudios, así como las conclusiones que se derivan del análisis de los datos y las recomendaciones que se hacen para futuras investigaciones. La tecnología, el lenguaje de la ciencia y las estrategias de investi- gación son, todas, construcciones humanas. Las personas que generan ciencia no sólo descubren leyes e identifican verdades, también elabo- ran hipótesis al examinar el mundo, experimentan usando herramientas que inventan e interpretan lo que encuentran dentro del contexto de lo que saben; constantemente hacen juicios en el curso de su trabajo y determinan si los resultados de un experimento o el conjunto de datos son válidos en consistencia con resultados previos y con los marcos ex- plicativos prevalecientes, que se obtienen de errores, sean identificados o no. Estos juicios dependen de suposiciones que pueden estar influidas por valores y creencias individuales, culturales y científicas. La habilidad para reproducir experimentos y hacer predicciones es muy valorada y por eso es deseable continuar con esos métodos de inves- tigación. Pero, aceptar el valor de los métodos científicos y sus productos no significa asumir que toda la ciencia está libre de influencias políticas y socioculturales, o que los deseos e intereses de quien hace ciencia no influyen su trabajo. Los valores y conceptos asociados con la masculinidad y la feminidad también influyen en la práctica y la teoría científica como lo hacen en otras esferas de la actividad intelectual y social.6 Una tarea 5 Longino, Helen. “Science, Objetivity and Feminst Values. Review Essay”, en: Feminist Studies 14, núm. 3, 1988, pp. 561-574; Longino, Helen. Science as Social Knowledge, Princeton University Press, 1990. 6 Pueden consultarse varios ejemplos en: González, Martha. “Epistemología Feminista y Práctica Científica”, en: Norma Blazquez Graf y Javier Flores (eds.). Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica...; Eulalia Pérez Sedeño. “Objetividad y valores desde una perspectiva feminista”, en: Norma Blazquez Graf y Javier Flores (eds.). Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica...; Blazquez Graf, Norma. El Retorno de las Brujas... 26 NORMA BLAZQUEZ GRAF inicial de la epistemología feminista ha sido identificar de qué manera las nociones sobre el género han influido e influyen en la práctica y el pensamiento científico. Objetividad, racionalidad, neutralidad y universalidad Definir la ciencia como libre de prejuicios es una simplificación y una falsa representación de la misma; su objetividad no descansa simple- mente en los individuos, es el resultado de consensos alcanzados en comunidades científicas que trabajan dentro de un contexto cultural. El hecho de que las comunidades científicas han estado integradas tradicional y principalmente por hombres de clases privilegiadas, ha tenido un profundo impacto en cómo se ha desarrollado la práctica y el entendimiento científico de la objetividad. La epistemología feminista cuestiona la posibilidad y el deseo de la objetividad como una meta de la investigación, así como la relación que se establece entre la persona que conoce y lo que se conoce, entre la persona que investiga y la que es investigada; critica la utilización de la objetividad como medio patriarcal de control, el desapego emocional y la suposición de que hay un mundo social que puede ser observado de manera externa a la conciencia de las personas. En este contexto, se propone alcanzar lo que Harding7 ha llamado la “objetividad fuerte”, en la que todas las fuentes de error o de prejui- cio tanto cultural como técnico sean tomadas en cuenta. Propone que en lugar de desechar la objetividad como una meta, porque da lugar a proyectos y usos racistas, imperialistas, burgueses, homofóbicos y andro- céntricos, es necesario sustituir la objetividad débil de la investigación no feminista, por una objetividad fuerte, en la que se requiere que la persona de conocimiento se coloque en el mismo plano crítico causal que los objetos de conocimiento. Ella contrasta la objetividad fuerte con la objetividad que, se supone, produce investigación libre de valores, y argumenta que algunos valores, como los que permiten el avance de- mocrático, han generado sistemáticamente menos creencias parciales y distorsionadas que otros. 7 Harding, Sandra. “Rethinking Standpoint Epistemology: What is ‘strong objectivity’?”, en: Sandra Harding (ed.). The Feminist Standpoint Theory Reader. Intellectual and Political Controversies, Routledge, New York, 2004, pp. 127-140. 27 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES Cuando se habla de objetividad, se le describe como una caracte- rística de una persona individual. En contraste, dentro de la epistemo- logía feminista, Longino propone una nueva teoría de la objetividad, al mirarla como propiedad de una comunidad científica e identifica las condiciones en las cuales el conocimiento social puede considerarse objetivo. La meta de la objetividad se define como “el modo en el que se bloquea la influencia de la preferencia subjetiva en el nivel de las suposiciones de contexto que están involucradas en la observación y la inferencia, así como la influencia de la variación individual en la percep- ción al nivel de la observación”.8 Es un argumento para la verificación intersubjetiva de observaciones así como las suposiciones de contexto consensual relacionadas con la observación y la inferencia que han so- brevivido al escrutinio crítico. Longino propone la objetividad como el resultado del empirismo contextual, y se requiere de cuatro criterios, al menos, que deben satisfacerse para que ésta sea posible: 1. Reconocimiento de criticismo. Requiere criticismo de manera similar a la investigación original. 2. Respuesta comunitaria. La tolerancia a la crítica y al disentimiento no es suficiente, la crítica debe jugar un papel para moldear la mi- rada de una comunidad objetiva. Esto requiere que los integrantes de la comunidad pongan atención y participen en la discusión crítica y que las suposiciones que imperan en las actividades del grupo permanezcan lógicamente sensibles a ésta. 3. Compartir standards. Se deben compartir algunos elementos que incluyan principios sustantivos y valores sociales y epistémicos. 4. Equidad de autoridad intelectual. La comunidad debe tratar a todos sus integrantes como capaces de proveer razonamientos persuasivos y decisivos, y debe dar pasos activos para asegurar que las miradas alternativas se desarrollen de manera suficiente para ser fuentes de crítica. Las voces disidentes no se deben descontar, requieren cultivarse activamente. El feminismo ha mostrado cómo es que las grandes teorías que pro- claman la universalidad son parciales y se basan en normas masculinas, en lugar de ser representaciones inclusivas de toda la humanidad. Lo que 8 Longino, Helen. “Essential Tensions Phase Two: Feminist, Philosophical, and Social Stu- dies of Science”, en: Antony, Louise and Witt Charlotte (eds.). A Mind of One’s Own, Boulder, CO, Westview Press, 1993, p. 265. 28 NORMA BLAZQUEZ GRAF parece ser universal, frecuentemente se basa sólo en una pequeña porción de la población. Por ejemplo, la teoría sobre el desarrollo moral de Lawren- ce Kohlberg9 fueelaborada mediante la observación de una muestra de hombres, y fue cuestionada su universalidad por Carol Gilligan,10 quien desarrolló un modelo complementario escuchando a las mujeres. Epistemología feminista Generalmente se asume que la teoría feminista proporciona un marco de trabajo singular y unificado. En un sentido esto es correcto, ya que toda la teoría feminista considera al género como ordenador social y como categoría significativa que interactúa con otras como clase, etnia, edad o preferencia sexual, con relaciones estructurales entre individuos, entre grupos y entre la sociedad como un todo. Sin embargo, al usar los lentes de género para ver el mundo, se obtienen diversas imágenes o teorías que ponen el acento en diferentes puntos de origen desde donde surgen la relaciones de género que oprimen y ponen en desventaja a las mujeres dentro de la organización social que se vive, por lo que de- sarrollan también diferentes planteamientos teóricos y estrategias para lograr su transformación. La variedad y complejidad de estas teorías feministas11 proporciona un marco para explorar temas y metodología interesantes, que se reflejan en las perspectivas particulares de quienes hacen investigación feminista. Como he mencionado anteriormente, el concepto central de la epistemología feminista es que la persona que conoce está situada y por lo tanto el conocimiento es situado, es decir, refleja las perspectivas particulares de la persona que genera conocimiento, mostrando cómo es que el género sitúa a las personas que conocen. 9 Kohlberg, Lawrence. “Stage and secuence: The Cognitive-Development Approach to Socialization”, en: David. A. Goslin (comp.) Handbook of Socialization Theory and Research. Chicago, Rand McNally, 1969; Kohlberg, Lawrence y Kramer, Rivka. “Continuities and discontinuities in child and adult moral development”, en: Human Development, 12, 1969, pp. 93-120. 10 Gilligan, Carol. In a Different Voice. Psychological Theory and Women´s Development, Cam- bridge, Harvard University Press, 1982; Gilligan, Carol; Ward, Janie y McLean, Jill (eds.). Mapping the Moral Domain, Cambridge, Harvard University Press, 1988. 11 Rosser, Sue. “Are there Feminist methodologies appropriate for the natural sciences and do they make a difference?”, en: Women’s Studies Int. Forum, vol. 15, núm. 5/6, pp. 535-550, 1992; Tuana, Nancy y Tong, Rosemarie (eds.). Feminism and Philosophy. Essential Readings in Theory, Rein- terpretation and Aplication, Westview Press, Oxford, 1995. 29 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES Partiendo de lo anterior, se considera que existen tres principales aproximaciones teóricas12 que en los últimos años han ido atenuando las diferencias que las caracterizaban: la teoría del Punto de vista feminista que identifica una situación social particular como epistemológicamente privilegiada; el posmodernismo feminista que rechaza ese privilegio epistémico y enfatiza en cambio la contingencia y la inestabilidad de la identidad social de quien conoce, y el empirismo feminista que de- tecta cuando el posicionamiento genera error y constituye una fuente dañina para el avance del conocimiento, con el fin de corregir esos prejuicios. Teoría del Punto de Vista Feminista. Sostiene que el mundo se repre- senta desde una perspectiva particular situada socialmente, que se basa en una posición epistémica privilegiada. Cuestiona las suposiciones fundamentales del método científico, sus corolarios de objetividad y neutralidad, así como sus implicaciones; pone en duda la utilidad de algunas mediciones cuantitativas y cuestiona los métodos que ponen distancia entre quien conoce y lo que se conoce, destacando el conoci- miento situado basado en la experiencia de las mujeres que les permite un Punto de vista del mundo distinto. Las teóricas que apoyan esta postura como Nancy Hartsock, Evelyn Fox Keller y Sandra Harding13 sostienen que la vida y condición de las 12 Harding, Sandra. The Science, Question in Feminism...; Anderson, Elizabeth. “Feminist Epistemology: An Interpretation and a Defense”, Hypatia, 10, 3, 1995, pp. 50-82; Anderson, Eli- zabeth. “Feminist Epistemology and Philosophy of Science”, en: Stanford Encyclopedia of Philosophy, Stanford University, Stanford, CA, 2003. En España y América Latina han trabajado esta temática principalmente: Magallón Portolés, Carmen. “Privilegio epistémico, verdad y relaciones de po- der: un debate sobre la epistemología del feminist standpoint”, en: María José Barral, Carmen Magallón, Consuelo Miqueo, María Dolores Sánchez (eds.). Interacciones ciencia y género. Discursos y prácticas científicas de mujeres, Editorial Icaria, Barcelona, 1999, pp. 63-80; Pérez Sedeño, Eulalia. “Objetividad y valores desde una perspectiva feminista”...; González, Martha, “Epistemología Feminista y Práctica Científica”...; Adán, Carme. Feminismo y Conocimiento. De la experiencia de las mujeres al Cyborg, Spiralia Ensayo, Coruña, Galicia, 2006; Maffía, Diana. “Epistemología feminista: por otra inclusión de lo femenino en la ciencia”...; Blazquez Graf, Norma, El Retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia...; Castañeda Salgado, Martha Patricia. Metodología de la investigación feminista, CEIICH, UNAM, Fundación Guatemala, México, 2008. 13 Hartsock, Nancy. “The Feminist standpoint: developing the ground for a specifically fe- minist historical materialism”, en: Sandra Harding and Merill Hintikka (eds.). Discovering Reality: Feminist Perspectives on Epistemology, Metaphysics, Methodology and Philosophy of Science, Dordrecht, Reidel, 1983, pp. 283-310; Keller, Evelyn Fox. Reflections on Gender and Science,... New Haven, Londres, Yale University Press, 1985; Harding, Sandra. The Science, Question in Feminism, Cornell University Press, Ithaca, Nueva York, 1986. 30 NORMA BLAZQUEZ GRAF mujeres les proporciona una óptica diferente para reconocer la reali- dad social y, por lo tanto, otra forma de conocer, en la que intervienen también la intuición y los afectos. Esta teoría propone que no hay una localización desde la cual se pueda desarrollar el conocimiento libre de valores o prejuicios, pero que algunas posiciones son mejores que otras y que el agente epistémico ideal no es un sujeto incondicionado, sino un sujeto condicionado por experiencias sociales. Dado que las mujeres ocupan muchas posiciones en la estructura estratificada por clase socioeconómica, etnia, genera- ción y preferencia sexual, muchas teóricas de esta propuesta localizan la ventaja epistémica en la experiencia productiva y reproductiva cuya perspectiva resaltan.14 Nancy Hartsock explica el Punto de vista feminista, utilizando la epistemología marxista para desarrollar una metodología que analiza todas las dimensiones de la vida social en términos de los bienes mate- riales necesarios para sostener la existencia humana, y extiende la idea marxista argumentando que se deben usar los ojos de las mujeres para exponer al sistema opresivo que permite y requiere que los hombres dominen a las mujeres, ya que no todos los puntos de vista de la reali- dad la reflejan con igual exactitud. Insiste en que no importa la edad, etnia, raza, clase o religión, lo relevante es que todas las mujeres hacen “trabajo de mujeres” al ser las responsables institucionalmente de pro- ducir bienes y seres humanos, lo que constituye el Punto de vista desde el cual todas las mujeres pueden y deben interpretar la realidad como es y como podría ser. La teoría del Punto de vista feminista demanda un privilegio epistémico sobre el carácter de las relaciones de género y de los fenómenos sociales y psicológicos en los que el género está implicado. Varias teorías feministas del Punto de vista consideran que la política y la epistemología están vinculadas y que la comprensión del conocimiento en su dimensión de acción permite entender su re- lación con el poder.15 En este marco, resalta la teoría feministade las relaciones de objeto que explica el desarrollo de las características femeninas y masculinas en términos de los distintos problemas que enfrentan niñas y niños en 14 Hartsock, Nancy, “The Feminist standpoint: developing the ground for a specifically femi- nist historical materialism”...; Harding, Sandra. “Feminism and Theories of Scientific Knowledge”, en: Women: A Cultural Review, 1(1), 1990, pp. 87-98. 15 El capítulo de Sandra Harding que se incluye en este libro aborda este tema. 31 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES la formación de su identidad durante el proceso de separación de sus madres,16 ya que el desarrollo de las identidades de género, basadas en las atribuciones socioculturales, lleva a hombres y mujeres a adqui- rir estilos cognitivos masculinos y femeninos distintos que producen prácticas dicotómicas de pensamiento y acción tradicionales que, a su vez, refuerzan el sexismo a través de la perpetuación del pensamiento categórico que representa a la masculinidad y a la feminidad como opuestos, lo femenino como inferior, y la no conformidad con las normas de género como desviada. En este contexto, el estilo cognitivo masculino es abstracto, teórico, distante emocionalmente, analítico, deductivo, cuantitativo, atomista y orientado hacia valores de control y dominación. El estilo cognitivo femenino es concreto, práctico, comprometido emocionalmente, sintético, intuitivo, cualitativo, rela- cional y orientado hacia valores de cuidado. Estos estilos cognitivos se refuerzan a través de los distintos tipos de labores asignadas a hombres y mujeres, en los que los hombres tienen el monopolio de las ciencias teóricas, la guerra y las posiciones del poder político y económico que se caracterizan por la distancia y el control. Por ello, se propone que el estilo cognoscitivo femenino puede superar las dicotomías entre el sujeto y el objeto de conocimiento, ya que la ética del cuidado es más fuerte que la ética de la dominación. Evelyn Fox Keller17 se basó en los estudios de Nancy Chodorow para identificar los prejuicios de género en una subestructura emotiva producida por la psicodinámica individual y analizar el ideal tradicional de la objetividad científica, el cual se en- tiende como el ideal del desapego del científico con respecto al objeto de estudio, con lo cual planteó una conceptualización alternativa de la autonomía, contrastando autonomía estática con lo que llama autono- mía dinámica, es decir, la habilidad para moverse dentro y fuera de la conexión íntima con el mundo. La autonomía dinámica proporciona la subestructura emocional para una concepción alternativa de objetivi- dad: la objetividad dinámica. La persona que conoce caracterizada por la objetividad dinámica, en contraste con la que conoce caracterizada por la objetividad estática, no busca poder sobre los fenómenos, sino que considera la relación entre quien conoce y el fenómeno, así como la forma en que los fenómenos mismos son interdependientes. 16 Chodorow, Nancy. The Reproduction of Mothering. Psychoanalysis and the Sociology of Gender, Berkeley, University of California Press, 1978. 17 Keller, Evelyn Fox. Reflections on Gender and Science... 32 NORMA BLAZQUEZ GRAF Tanto la teoría del Punto de vista, como la perspectiva psicodiná- mica, sugieren lo inadecuado del ideal de una subjetividad pura con capacidad para registrar el mundo como es en sí mismo. Son ejemplos especiales que muestran que la subjetividad está condicionada por la posición social e histórica, y que los esfuerzos cognitivos tienen una dimensión afectiva. Estas aproximaciones proponen cambiar el sujeto masculino por un sujeto femenino que beneficie tanto a la producción del conocimiento como al desarrollo tecnológico. Sin embargo, se les ha criticado porque pueden correr el riesgo de caer en posiciones esencialistas desde las que se sostiene la existencia de formas de conocer específicamente femeninas o masculinas, con el problema de argumentar las ventajas que tiene un modo de conocer frente a otro, ya que no siempre hay bases para decidir cuál punto de vista tiene el privilegio epistémico. También se discute que las mujeres no pueden tener acceso privilegiado para entender su propia opresión, ya que ésta adquiere diferentes formas para distintas mujeres, dependiendo de su raza, orientación sexual, etnia o edad, por lo que se cuestiona la posibilidad de unificar un solo punto de vista de las muje- res. La alternativa18 es defender el carácter situado del conocimiento sin otorgar privilegio epistémico a un tipo particular de situación. Es decir, permitir el encuentro de perspectivas distintas con el fin de hacer explícitos los compromisos de las distintas situaciones particulares, y fomentar la pluralidad de perspectivas y de sujetos condicionados. Se hace énfasis en que el conocimiento depende de un punto de vista, y si no se puede privilegiar uno solo, entonces se deben incluir múltiples posiciones de conocimiento o deben integrarse múltiples perspectivas en una. Posmodernismo feminista. Como hemos visto, los intentos de las fe- ministas para establecer un solo Punto de vista feminista, desde el cual todas las mujeres puedan ver, hablar y conocer, ha tenido muchos retos. Las feministas posmodernistas sostienen que la búsqueda de una voz y visión de las mujeres es otra forma de pensamiento androcéntrico que insiste en decir sólo una verdad o historia acerca de la realidad. Para las posmodernistas, ese tipo de investigación no es posible ni deseable. No es posible porque las experiencias de las mujeres difieren según la 18 Longino, Helen. “Subjects, Power and Knowledge: Description and Prescription in Femi- nist Phylosophies of Science”, en: Evelyn Fox Keller y Helen Longino (eds.). Feminism and Science. Oxford University Press, 1996, pp. 264-279. 33 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES edad, clase, raza, etnia y cultura, y no es deseable porque lo “único” y “verdadero” son mitos que se han utilizado para oscurecer y reprimir las diferencias que actualmente caracterizan a las personas. Para las posmodernistas, la diferencia, es decir, la condición de ser excluida, rechazada, marginalizada, no deseada y con desventajas, es un estado que permite a las “de afuera”, en este caso las mujeres, criticar las normas, valores y prácticas que la cultura dominante busca imponer en todas las personas. Por tanto, la diferencia o la otredad, es mucho más que una condición inferior o de opresión, es un modo de ser, de pensar y de hablar que permite apertura, pluralidad y diversidad. En el feminismo, las ideas posmodernistas han sido desplegadas en contra de las teorías que justifican prácticas sexistas, principalmente ideologías que sostienen que las diferencias observadas entre hombres y mujeres son naturales y necesarias o que las mujeres tienen una esencia que explica y justifica su subordinación, mostrando que el género está construido socialmente o discursivamente, que es un efecto de prácticas sociales y de sistemas de significado que pueden cambiarse. El posmodernismo feminista19 hace una crítica al concepto hege- mónico de “mujer” porque no hay sólo una y porque es un concepto esencialista, por lo que propone cambios de perspectiva como estrate- gia ante la proliferación de teorías producidas por mujeres situadas o posicionadas diferencialmente. Se señala que la situación epistémica se caracteriza por una pluralidad permanente de perspectivas, en la que ninguna puede demandar objetividad, esto es, cambia el conocimiento “del Punto de vista”, por el de una “mirada desde aquí ahora”, ya que desde esta perspectiva las personas no están completamente atrapa- das epistémicamente dentro de sus culturas, géneros, razas, etnias o cualquier otra identidad, sino que pueden escoger pensar desde otras perspectivas, su constitución puede estar cambiando en lugar de per- manecer estática, y no hay una correspondencia estable entre individuosy perspectivas. Los dos puntos principales de esta teoría, que son el rechazo a la categoría analítica de mujer y la fragmentación infinita de perspectivas, 19 Hekman, Susan. Gender and Knowledge. Elements of a Postmodern Feminism, Cambridge, Polity Press, 1990; Hekman, Susan. “Reconstituting the subject: feminism, modernism and pos- modernism”, Hypatia, vol. 6, núm. 2, pp. 44-63, 1991; Haraway, Donna. “Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the Privilege of Partial Perspective”, en: Feminist Studies, 14, núm. 3, 1988, pp. 575-607; Haraway, Donna. Simians, Cyborgs and Women. The Reinvention of Nature, Routledge, New York, 1991. 34 NORMA BLAZQUEZ GRAF son controversiales en la teoría feminista, ya que a esta postura se le ha caracterizado en algunas ocasiones como relativista y algunas teóricas feministas se preocupan porque al hacer un énfasis excesivo en la di- ferencia, se puede caer en la desintegración intelectual y política. Por tanto, el reto mayor es reconciliar las presiones de la diversidad y las diferencias con aquellas de la integración y la comunidad. Empirismo Feminista. Esta aproximación reafirma la idea de que es posible encontrar una perspectiva desde la cual observar y generar conocimiento, que puede ser imparcial y racional. Propone que la falta de objetividad y la presencia de prejuicios ocurren por fallas humanas para seguir apropiadamente el método científico; señala que la buena investigación se puede realizar tanto por hombres como por mujeres, y que ambos pueden usar la crítica feminista, ahora que se han reve- lado las fallas en la investigación por los sesgos de género. Desde esta perspectiva se acepta que ciertas áreas de la ciencia que tienen que ver con el sexo y el género son deformadas por la ideología de género, y se sostiene que los métodos de la ciencia no son en sí mismos masculinos y que pueden ser usados para corregir los errores producidos por esa organización sociocultural de género. Estas posiciones consideran que la experiencia constituye la mejor forma de legitimar nuestras afirmaciones de conocimiento20 y evitan la defensa del privilegio epistémico de las mujeres, ya sea como grupo oprimido o por tener ciertas formas diferentes de conocer ligadas a su naturaleza o a su proceso de individuación y socialización. Proponen como alternativa la socialización del conocimiento, es decir, si el sujeto de la ciencia falla a la hora de cumplir los estándares de universalidad y abstracción requeridos por la dificultad para librarse de las limitaciones cognitivas impuestas por su situación particular, la forma de lograr la objetividad consiste en asegurar la pluralidad de perspectivas, la expli- citación de los compromisos derivados de las situaciones particulares y la apertura a la crítica. La objetividad se maximiza en la confrontación de distintas subjetividades. La fuerza normativa se intenta preservar en estos enfoques a través de la articulación del conocimiento como proceso y producto social, sometido a los estándares de crítica y legitimación de la comunidad científica. 20 Tuana, Nancy (ed.). Feminism and Science, Indiana University Press, Bloomington and Indianapolis, 1989; Longino, Helen. Science as Social Knowledge...; Anderson, Elizabeth, “Feminist Epistemology... 35 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES Las feministas empiristas consideran que los valores feministas pueden informar legítimamente el cuestionamiento empírico, y que los métodos científicos pueden mejorarse a la luz de las demostraciones feministas de los prejuicios y sesgos de sexo en los métodos aceptados actualmente. Resaltan el papel de los juicios de valor en el cuestiona- miento empírico riguroso,21 y se preocupan por el impacto de las prác- ticas sociales relacionadas con el género, la raza, la clase y otras bases de la inequidad. Por lo tanto, consideran seriamente los estudios sociales e históricos de la ciencia y proponen que los sujetos de conocimiento pueden ser comunidades o redes de individuos. Las feministas empiristas argumentan que la clave es eliminar los sesgos, los valores políticos y los factores sociales que pueden influir en la investigación sólo por el desplazamiento de la evidencia, de la lógica y de cualquier otro factor puramente cognitivo que tienden a llevar a las verdaderas teorías, ya que no todos los sesgos son malos epistemo- lógicamente. Apelan a la tradición pragmática de eliminar la dicotomía entre hechos y valores. Si una teoría feminista o sexista es verdadera o falsa, dependerá de la investigación empírica informada por normas epistémicas, normas que por sí mismas pueden reformarse a la luz de las teorías que generan. Helen Longino22 propone que tratar la subjetividad como variable condicionada y el conocimiento como algo afectivamente modulado, plantea oportunidades nuevas para entender los fenómenos, recono- ciendo que las explicaciones que dan cuenta de los procesos estudiados se han desarrollado desde posiciones particulares y que reflejan orienta- ciones afectivas particulares, por lo que podemos aceptar también que pueden emerger apreciaciones diferentes a partir de otras posiciones con orientaciones emocionales diferentes. Según la autora, lo anterior está sujeto al siguiente dilema: lo que se produce como conocimiento depende del consenso alcanzado en la comunidad científica. Para que el conocimiento cuente como genuino, la comunidad debe ser adecuada- mente diversa, pero el desarrollo de una idea teórica o de una hipótesis hacia algo elaborado suficientemente para ser llamado conocimiento, requiere de consenso. Aunque se necesita diversidad en la comunidad, 21 Nelson, Lynn Hankinson. Who Knows: From Quine to a Feminist Empiricism, Philadelphia, Temple University Press, 1990; Nelson, Lynn Hankinson. “Epistemological Communities”, en: Linda Alcoff and Elizabeth Potter (eds.). Feminist Epistemologies, Routledge, New York, 1993. 22 Longino, Helen. “Subjects, Power, and Knowledge:... 36 NORMA BLAZQUEZ GRAF eso no significa que todo vale, sino que todo mundo es considerado como igualmente capaz de proporcionar argumentos pertinentes para la construcción del conocimiento científico. Esta perspectiva se ha cuestionado por aceptar un concepto acrítico de la experiencia23 a pesar de que las feministas empiristas aceptan el carácter cargado de teoría y de valores de la evidencia y, por tanto, la revisión crítica de las descripciones de la experiencia a la luz de nuevas evidencias, teorías y reflexiones normativas. También han sido criticadas por sostener ingenuamente que la ciencia corregirá, por sí misma, los errores y sesgos de sus teorías sobre las mujeres y otros grupos subordinados, sin la ayuda de los valores feministas.24 Esto contrasta con la posición actual de aquellas que se au- todenominan feministas empiristas, quienes argumentan que la ciencia no puede proclamar que se obtiene conocimiento objetivo de los seres generizados o del mundo social de los géneros, sin incluir activamente a las investigadoras feministas como iguales en el proyecto colectivo de cuestionar.25 Tendencias de la epistemología feministra Las tres aproximaciones teóricas revisadas coinciden cada vez más en un pluralismo y rechazan las teorías totalizadoras, así como el proyecto epistemológico tradicional de validación de las normas epistémicas desde puntos de vista universales, porque niegan que se pueda tener ese punto de vista. En el empirismo se presupone un sujeto de conoci- miento políticamente neutral y no situado, mientras que la teoría del Punto de vista y el posmodernismo ofrecen diferentes aproximaciones al problema del conocimiento situado, la primera le otorga un privi- legio epistémico a una situación sobre otras, y la segunda propone un relativismo de puntos de vista. La crítica posmodernista, en conjunto con la proliferación de puntos de vista diversos de las mujeres (negras, indígenas, chicanas, latinas, lesbianas,jóvenes), ha hecho que muchas 23 Scott, Joan. “The Evidence of Experience”, en: Critical Inquiry, 17, pp. 773-797, 1991. 24 Harding, Sandra. The Science, Question in Feminism...; Harding, Sandra. Whose science? Whose knowledge?, Ithaca, NY Cornell University Press, 1991. 25 Longino, Helen, “Subjects, Power, and Knowledge: Description and Prescription in Feminist Philosophies of Science”... 37 EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA: TEMAS CENTRALES teóricas del Punto de vista abandonen la investigación por un solo Punto de vista feminista que reclama tener la superioridad epistémica. Por tanto, la teoría del Punto de vista feminista se ha movido en una dirección pluralista que reconoce una multiplicidad de puntos de vista situados. Al mismo tiempo, muchas teóricas del Punto de vista se han enfocado de manera más aguda en el valor epistémico de las experiencias de las mujeres subordinadas. El cambio al pluralismo representa una convergencia con las feministas posmodernistas; el cambio al pragmatismo y a la experiencia es una convergencia con las feministas empiristas. Las feministas empiristas actualmente enfatizan la centralidad del conocimiento situado, la interacción de hechos y valores, la ausencia de puntos de vista universales, y la pluralidad de teorías. Estos temas convergen con los de las posmodernistas. No obstante, las diferencias que persisten entre las tres corrientes reflejan distintas opciones de herramientas teóricas y distintas concep- ciones de objetividad. Aunque las posmodernistas tienen tendencias relativistas, su escepticismo y el énfasis en la inestabilidad subdetermina tanto la postura de objetividad como idea principal y abarcadora o totali- zadora, como la del relativismo autocontenido, limitado y complaciente. Se piensa que la crítica es posible, pero no cualquier forma de crítica, sino aquella que permita construir y sintetizar, en lugar de deconstruir demandas de conocimiento. En la epistemología empirista feminista no se reglamentan por adelantado las posibilidades o lo deseable del conocimiento objetivo, lo que se hace es manifestar nuevas interrogan- tes sobre esta objetividad, que se concibe constituida por relaciones críticas y cooperativas entre una pluralidad de investigadores situados diferentemente. Para la teoría del Punto de vista, la objetividad pone en marcha la responsabilidad, porque implica que el conocer no es un acto neutral, de mera representación, sino que por el contrario, es una forma de tomar partido por una visión del mundo u otra, con los valores y las consecuencias que esto entraña. Toda la investigación se organiza y conduce a través de relaciones: entre quienes investigan, entre quien investiga y lo que se investiga, en- tre quienes investigan y demás integrantes de la sociedad. Como otras formas de relación humana, la generación de conocimientos sucede en ambientes de poder social e interpersonal, en sociedades y en un mundo ordenado donde el poder se distribuye de manera desigual. En este marco es importante explorar el poder social de las personas que 38 NORMA BLAZQUEZ GRAF investigan, su poder en el proceso de investigación y su autoridad como productoras de conocimiento. La epistemología feminista enfoca y señala lo anterior y propone un cambio real en el conocimiento mediante la intervención de una perspectiva que favorezca a las mujeres. 39 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? ARGUMENTOS EN TORNO A LA CONTROVERSIA SOBRE EL PUNTO DE VISTA FEMINISTA1 Sandra Harding La teoría feminista del Punto de vista sigue siendo sumamente po-lémica: es ampliamente recomendada en las investigaciones como guía y justificación de resultados y sin embargo, también es muy criti- cada y cuestionada. En este ensayo se argumenta que tres de sus puntos de controversia muestran el valor de la teoría del Punto de vista en la reflexión y debate de algunos de los problemas que más inquietud pro- ducen en la vida política e intelectual del Occidente contemporáneo. El interés y el diálogo con la teoría del Punto de vista hace posible una filosofía de la ciencia socialmente relevante. La teoría del Punto de vista reapareció en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX, como epistemología feminista, filosofía de la ciencia, sociología del conocimiento y metodología feminista.2 Para 1979 ya contaba con la mirada entusiasta de las ciencias sociales3 donde a la larga, aunque no sin controversias, ha sido ampliamente utilizada y defendida. En la sociología y la ciencia política es donde ha llegado a tener mayor influencia, ya que Dorothy Smith y Nancy Hartsock, dos de las primeras autoras en este campo, iniciaron su labor desde dichas disciplinas.4 1Artículo publicado originalmente en 2004 por la revista Hypatia. Journal of Feminist Phi- losophy, vol. 19, num. 1, pp. 25-47, con el título: “A Socially Relevant Philosophy of Science? Resources from Standpoint Theory’s Controversiality”. Agradecemos a la autora el permiso para su traducción y reproducción. 2 Su primera aparición fue como “el Punto de vista del proletariado” en escritos marxistas. Véase Jaggar, Alison. Feminist politics and human nature; Rowman y Allenheld, Totowa, NJ, 1983 y Jameson, Fredric, “History and class consciousness as an unfinished project” en Rethinking Marxism 1, 1988, pp. 49-72. 3 Véase Westcott, Marcia. “Feminist criticism of the social sciences” en Harvard Educational Review 49, 1979 pp. 422-430 4 Smith, Dorothy. The everyday world as problematic: A sociology for women, Northeastern Uni- versity Press, Boston, 1987; Texts, facts, and femininity: Exploring the relations of ruling, Routledge, Nueva York; The conceptual practices of power: A feminist sociology of knowledge, Northeastern University 40 SANDRA HARDING También han estado involucradas con esta teoría varias feminis- tas que, dentro de las ciencias naturales, trabajan temas del Punto de vista durante casi dos décadas.5 Sin embargo, el proyecto de la teoría del Punto de vista sigue siendo marginal con respecto a la corriente principal de la filosofía de la ciencia pospositivista y, de manera más general, en el campo de los estudios de la ciencia.6 Lo anterior es es- pecialmente interesante porque una de sus innovaciones conceptuales centrales consiste en describir y determinar la práctica de desafiar el núcleo cognitivo y técnico de las ciencias naturales y de sus filosofías, como lo ha señalado Fredric Jameson,7 entre otros. Este paso es algo que la mayoría de los proyectos teóricos de otros movimientos de liberación habían evitado. Además, tiene afinidades significativas con la filosofía de la ciencia pospositivista y con los estudios de la ciencia poskuhnianos que la ignoran.8 Press, Boston, 1990, y Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground for a specifically feminist historical materialism” en: Sandra Harding y Merrill Hintikka. Discovering reality: Feminist perspectives on epistemology, methodology, metaphysics, and philosophy of science, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, Holanda [1983] 2003. 5 Véase, por ejemplo, Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy of the body politic” partes 1 y 2 en Primate visions: Gender, Race, and nature in the world of modern science, Routledge, Nueva York, 1978; “In the begining was the word: The genesis of biological theory” en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 6 (3), 1981, pp. 469-481; “We think, therefore we are” en: The Women’s Review of Books 1 (2), 1983, pp. 3-5; “Situated knowledges: The science question in feminism and the privilege of partial perspectives” en: Simians, cyborgs and women, Routledge, Nueva York, 1991; Harding, Sandra. The science question in feminism, Cornell University Press, Ithaca, Nueva York, 1986; Whose science? Whose knowledge? Thinking from women’s lives, Cornell University Press, Ithaca, Nueva York, 1991; Is science multicultural? Postcolonialisms, feminisms, and epistemologies,Indiana University Press, Bloomington, 1998; Harding, Sandra y Hintikka, Merrill. Discovering reality…; Rose, Hilary. “Hand, brain, and heart: a feminist epistemology for the natural sciences”, en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 9 (1), 1983 pp. 73-90; “Is a feminist science pos- sible?” en: Love, power, knowledge: Toward a feminist transformation of the sciences, Indiana University Press, Bloomington, 1984; Wylie, Alison. “The philosophy of ambivalence: Sandra Harding on ‘The Science Question in Feminism’”, en: Canadian Journal of Philosophy, Supplementary, vol. 13, 1987, pp. 59-73; “Why standpoint matters”, en: Robert Figueroa y Sandra Harding, Science and other cultures: Issues in the philosophies of science and technology, Routledge, Nueva York, 2003; Wylie, Alison y Okruhlik, Kathleen. “Philosophical feminism: Challenges to science”, en: Resources for Feminist Research, 16, 1987, pp. 12-15. 6 Véase Rouse, Joseph. “Feminism and the social construction of scientific knowledge”, en: Lynn Hankinson Nelson y Jack Nelson; Feminism, science, and philosophy of science, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, Holanda, 1996 y Alison Wylie, “Why standpoint matters”. 7 Jameson, Fredric. “History and class consciousness…” pp. 49-72. 8 Véase Elam, Mark y Juhlin, Oskar. “When Harry met Sandra: An alternative engage- ment after the science wars”, en: Science as Culture, 7 (1), 1998, pp. 95-109; Haraway, Donna. 41 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? Los proyectos del Punto de vista se involucran de forma crítica con las ciencias naturales de dos maneras: algunos describen la forma en que determinadas ciencias, como la primatología9 o la biología10 constituyeron sus hipótesis y sus métodos para satisfacer las necesidades sexistas y androcéntricas (con frecuencia también racistas y eurocéntricas) de los grupos sociales dominantes lo que ha dado como consecuencia descripciones parciales y tergiversadas de las regularidades de la natu- raleza y sus tendencias causales subyacentes, mostrando rasgos ocultos de las formas de pensar dominantes. Éstos y otros proyectos también analizaron de manera directa la inadecuación de los estándares científi- cos para lograr la objetividad o el buen método y cómo la plausibilidad de esos estándares sigue manteniéndose hasta la fecha.11 La teoría del Punto de vista afirma que algunos tipos de ubicación social y de luchas políticas impulsan el desarrollo del conocimiento opuesto a la visión dominante que afirma que la política y la posición en relación con la situación local sólo bloquean la indagación científica. Como respuesta a esta teoría, se esperaría el ataque sistemático combinado con una in- diferencia total y con la falta de compromiso, lo cual ha sido la reacción más característica de los autoproclamados filósofos pospositivistas de la ciencia y de los estudiosos de la ciencia, aunque, desde luego, con importantes excepciones. Ciertamente, el resto de la filosofía feminista también ha tenido un modesto impacto sobre la filosofía de la ciencia, aunque es demasiado pronto para saber si algunos esfuerzos recientes para vincular los análisis Modest_witness@second_millenium: Femaleman_meets_Oncomouse Routledge, Nueva York, 1997, pp. 35-39; Harding, Sandra. The feminist standpoint theory reader: Intellectual and political controversies, Routledge, Nueva York, 2003; Rouse, Joseph. “Feminism and the social construction…” y Wylie, Alison. “Why standpoint…” 9 Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy…” y Primate visions: Gender, race, and nature in the world of modern science, Routledge, Nueva York, 1989. 10 Rose, Hilary. “Hand, brain and heart...” 11 Véase Harding, Sandra. “Rethinking standpoint epistemology: What is ‘strong objecti- vity’?”, en: Linda Alcoff y Elizabeth Potter, Feminist epistemologies, Routledge, Nueva York, 1992, y Keller, Evelyn Fox. Reflections on gender and science, Yale University Press, New Haven, 1984. La mayoría de las autoras mencionadas declara abiertamente que su enfoque es el de la teoría del Punto de vista, pero otros (véase Keller, Reflections on gender...) lo utilizan de facto sin teo- rizar que lo estaban haciendo en este camino, véase, por ejemplo, Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the environment, and sustainable development, Zed Books, Atlantic Highlands, 1994, y Haraway, Donna. Primate visions… Alison Wylie se ha comprometido constantemente con el pensamiento del Punto de vista y ha contribuido a conformarlo (“The philosophy of ambivalence…” y “Why standpoint matters”). 42 SANDRA HARDING feministas con la filosofía de la ciencia podrán modificar esa situación.12 Más aún, la filosofía de la ciencia y los estudios de la ciencia también se han resistido a involucrarse con los desafíos surgidos del análisis de los efectos de otro tipo de contexto social sobre el núcleo cognitivo y técnico de las ciencias naturales, como los generados por proyectos anticlasistas, antirracistas, multiculturales y antimperialistas.13 Así, las filosofías feministas de la ciencia representan una cruzada contra la visión desde ninguna parte a través de la cual las filosofías de la ciencia convencionales han afirmado su legitimidad. El vigor y el tono abiertamente emocional en muchas críticas a la teoría del Punto de vista invitan a reflexionar. El planteamiento parece funcionar como un pararrayos para llevar al ámbito público la discusión tanto de las fortalezas como de las limitaciones de las filosofías e historias de las ciencias naturales convencionales. La teoría del Punto de vista se avoca a las preocupaciones de nuestra época, mismas que pueden verse articuladas en las guerras culturales, incluyendo sus disputas científicas, y en reacciones al feminismo, a los proyectos de base racial y étnica pro- democráticos y a proyectos antimperialistas y anticoloniales.14 Al mismo tiempo, es percibida por sus críticos no sólo como una epistemología más, una filosofía de la ciencia o como una sociología del conocimiento o como recomendaciones técnico metodológicas, sino como un peligro para el feminismo y hasta para la civilización occidental.15 Además, resulta combativa no sólo para sus críticos fuera del feminismo, sino también para críticas feministas16 e incluso entre sus defensoras.17 En este pa- 12 Véase Harding, Sandra. “The feminist standpoint theory reader…”; Lynn Hankinson, Nelson. “Feminism and science” en: Synthese. An International Journal for epistemology, Methodology and Philosophy of Science, 104 (3), 1995; Lynn Hankinson, Nelson y Nelson, Jack. Feminism, science, and the philosophy of science, Kluwer Academic, Dordrecht, Holanda, 1996. 13 Véase Figueroa, Robert y Harding, Sandra. Science and other cultures…; Harding, Sandra. Is science multicultural?...; Hess, David. Science and technology in a multicultural world: The cultural politics of facts and artifacts, Columbia University Press, Nueva York, 1995. 14 Véase Gross, Paul y Levitt, Norman. Higher superstition: The academic left and its quarrels with science, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1994; Ross Andrew (ed.). Science wars, Duke University Press, Durham, 1996. 15 Véase, por ejemplo, Gross, Paul y Norman, Levitt. Higher superstition… 16 Walby, Sylvia. “Against epistemological chasms: The science question in feminism revisi- ted”, en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 26 (2), 2001, pp. 485-510. 17 Hekman, Susan. “Truth and method: Feminist standpoint theory revisited”, en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 22 (2), 1997 pp. 341-365; Longino, Helen. “Feminist stand- point theory and the problems of knowledge”, en: Signs. Journal of Women in Culture and Society, 19 (1), 1993, pp. 201-212. 43 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? norama de rápido movimiento en torno a la reflexión feminista acerca de las teorías, las prácticas y las consecuenciassobre la investigación y la academia, son pocos los análisis que no han sido desafiados en el campo —no digamos fuera de él. Alison Wylie18 observa que, a pesar de todo la teoría del Punto de vista ha logrado alcanzar cierto renombre: La teoría del Punto de vista puede considerarse como una de las teorías más combativas que se hayan propuesto y debatido en los 25 a 30 años de historia de la segunda ola del pensamiento feminista sobre la ciencia y el conocimiento. Tanto sus partidarios como sus críticos están en vehemente desacuerdo acerca de su linaje, su estatus como teoría y, en particular, acerca de su relevancia para el pensamiento actual sobre el conocimiento.19 Muchas personas sostendrían que tal reputación perjudica la posibili- dad de que los abordajes del Punto de vista aporten recursos a la filosofía de la ciencia, y así se condena a estos proyectos feministas a continuar siendo marginales respecto de la filosofía. Algunas piensan que para provocar tantas críticas, la teoría del Punto de vista debe contener fallas profundas, sin darse cuenta de los beneficios de su amplio uso en pro- yectos de investigación en ciencias naturales y sociales. Además, algunas críticas planteadas en relación con sus formulaciones abstractas pueden desaparecer (no necesariamente) en su utilización actual en la investiga- ción. Esto es notable en el caso de las perennes acusaciones que se le hacen de esencialismo y relativismo, dos de las críticas más persistentes de los filósofos. Finalmente, para algunos filósofos el debate público en torno a un proyecto filosófico es en sí un demérito para el proyecto mismo. Esta pertinencia caracteriza al proyecto como no realmente filosófico. Según esta posición, los asuntos de la filosofía de la ciencia no deberían y en verdad no podrían resolverse en una corte de opinión pública. No obstante, hay otra manera de examinar la continua polémica de las afirmaciones de la teoría del Punto de vista. Argumentaré que, contrariamente a las objeciones de su controversialidad, la persistente capacidad de sus tesis centrales para provocar reflexión y debate es en sí un recurso importante para la filosofía de la ciencia por dos razones. Pri- mero, porque la teoría del Punto de vista no toma por principio ninguna de las opciones centrales que plantea el posmodernismo, especialmente 18 Wylie, Alison. “Why standpoint matters…”. 19 Wylie, Alison. “Why standpoint matters…” p. 27. 44 SANDRA HARDING para la ciencia moderna y su filosofía, ejemplo por excelencia de los logros de la modernidad. Más bien, negocia continuamente entre ellas y trata de redireccionar algunas de las fuerzas y tendencias más poderosas de los proyectos modernos y posmodernos.20 En segundo lugar, porque la naturaleza y las implicaciones de esa acción requieren de un examen y una reflexión lo más extensa posible generadas por un grupo amplio y diverso de integrantes que se interesen en la sociedad. De este modo la formulación de la teoría del Punto de vista ha conseguido suscitar el debate y la reflexión de una gama asombrosamente variada de proyectos intelectuales y políticos.21 Al repensar el legado intelectual y político occidental y su lugar en el mundo de hoy, es claro que esa discusión es necesaria para aclarar qué es lo que está en juego y para quién. Una última nota preliminar: ¿existe una tensión entre mis intereses en el valor positivo de la polémica de la teoría del Punto de vista por un lado, y mi preocupación por presentar sus argumentos como razonables, más razonables en el fondo que las interpretaciones hechas por otras personas sobre sus afirmaciones? Opino que no. Siempre es tentador creer que las afirmaciones de la teoría del Punto de vista se pueden derrotar demostrando que son falsas o absurdas, estrategia empleada por varios de sus críticos. 20 Esto no significa negar que autoras de la teoría del Punto de vista han tomado partido en los debates del modernismo contra el posmodernismo; por ejemplo Nancy Hartsock ha de- fendido el modernismo, y Donna Haraway ha criticado esas tendencias en proyectos del Punto de vista. Lo que quiero decir es más bien que la teoría misma, en sus compromisos y proyectos fundamentales, negocia entre estos dos poderosos movimientos contemporáneos. Varias observa- doras han insinuado este punto. Véase, por ejemplo, Bracke, Sarah y Puig de la Bellacasa, María (2004) “Building standpoints, en Sandra Harding The feminist standpoint theory reader...; Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint revisited”..., en: The feminist standpoint and other essays, Westview Press, Boulder, Colorado, 1998; Haraway, Donna. “We think, therefore…”; Hirschmann, Nancy. “Feminist standpoint as postmodern strategy” en: Sally Kenney y Helen Kinsella, Politics and feminist standpoint theories, The Haworth Press, Nueva York, 1997. 21 Otros filósofos de la ciencia feministas han hecho observaciones similares. Por ejemplo Joseph Rouse denuncia que la preocupación por atacar o defender al positivismo impide a los filósofos de la ciencia dialogar con importantes direcciones nuevas en los estudios de la ciencia introducidas por estudios feministas y culturales de la ciencia, aumentando así la irrelevancia de ese campo para el modo como la ciencia funciona en el mundo. Joseph, Rouse. “Feminism and the social construction…”. Yo agregaría que, además, la preocupación por el positivismo impide ver nuevas comprensiones importantes desarrolladas por los estudios multiculturales y poscoloniales de la ciencia y la tecnología. Véase Harding, Sandra. Is science multicultural?... y Hess, David. Science and technology in a multicultural world… Desde luego, otros tipos de proyectos de ciencia feminista y filosofía de la ciencia siguen haciendo contribuciones valiosas a las vidas de las mujeres y a su comprensión de la ciencia. Mi argumentación se limita a identificar las virtudes para la filosofía de la ciencia de los tipos de controversia que la teoría del Punto de vista parece incapaz de evitar. 45 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? En general están en lo correcto al decir que las lecturas de la teoría del Punto de vista que han adoptado no son plausibles ni razonables y sus críticas han sido ampliamente conocidas por mucho tiempo,22 sin embargo, la controversia en torno a la teoría no habría durado tres dé- cadas si esos críticos estuvieran en lo cierto al pensar que al mostrar las deficiencias de su propia lectura de la teoría habían logrado demostrar que la teoría no tenía ningún valor. Más allá de esta visión, la persisten- cia de la polémica indica, por lo contrario, puntos fuertes y poderosos de esta teoría que esas interpretaciones no han logrado identificar o confrontar. Son los estudios más plausibles y razonables los que verdade- ramente causan preocupación y entran en conflicto con otras creencias y supuestos profundamente arraigados y que habíamos pensado como los únicos plausibles y razonables. Los estudios más razonables de la teoría del Punto de vista son los que articulan dilemas éticos y epistemológicos significativos de nuestro tiempo, por no hablar de algunos de los más importantes retos políticos. La articulación con estos aspectos de la teoría del Punto de vista es lo que puede dar relevancia social a la filosofía de la ciencia, tal y como lo argumento en este ensayo. Es arriesgado tratar de resumir un proyecto que ha resultado tan debatido, incluso entre sus partidarias. Sin embargo, en la sección que sigue esbozo brevemente una lectura sensata (espero) de los principales temas de la teoría del Punto de vista para quienes no estén familiarizados con él.23 En la sección final se identifican tres puntos de controversia distintos y valiosos, enfocados en las ciencias naturales o particularmente 22 Ejemplos y discusiones de muchas de esas críticas pueden encontrarse en Harding, Sandra. “Introduction: Standpoint Theory as a Site of Political, Philosophic, and ScientificDebate”. En: Harding, Sandra (Ed.). The Feminist Standpoint Theory Reader. Routlegde, 2004, pp. 1-15. 23 Dorothy Smith ha señalado que los resúmenes generales de la teoría del Punto de vista, como los que he hecho en otras partes y haré aquí, tienden a ocultar los diálogos disciplinarios particulares en los que fue desarrollada tanto por sociólogos como por teóricos políticos y pensa- dores de otras disciplinas. Dorothy Smith “Comment on Hekman’s ‘Truth and method: Feminist standpoint theory revisited’” en Signs. Journal of Women in Culture and Society, 22 (2), 1997, pp. 392- 398. Estoy de acuerdo con ella en esto. Los proyectos del Punto de vista son críticos respecto de las prácticas de poder conceptuales (Dorothy Smith, The conceptual practices of power...), y esas prácticas son específicas de cada disciplina, sin embargo hay buenas razones para pensar sobre el conjunto de esos proyectos, como propongo aquí. Con todo, las y los lectores deben tomar en cuenta los contextos específicos disciplinarios (así como de política pública) que llevaron a Smith, Hartsock, Collins y Haraway entre otras, a preocupaciones claramente relacionadas con el Punto de vista y que contribuyen a los desacuerdos entre teóricos del Punto de vista. Hartsock, Nancy. “The femi- nist standpoint: Developing the ground…”; Hill Collins, Patricia. Black feminist thought: Knowledge, consciousness and the politics of empowerment, Routledge, Nueva York, 1991/1999. 46 SANDRA HARDING relevantes para ellas, generados por esfuerzos de teóricas del Punto de vis- ta para negociar entre compromisos modernistas y sus críticos. Me refiero a las cuestiones de lo que significa expandir las preocupaciones legítimas de la filosofía hasta llegar a una clase de lógica del descubrimiento, sobre cuál es la naturaleza y el papel de la conciencia grupal en la producción de conocimiento, y cuál puede ser una forma válida de construccionismo social para las ciencias naturales y sus filosofías. Ciertamente, no son és- tos los únicos aspectos de la teoría del Punto de vista considerados como polémicos, pero son los especialmente pertinentes en cuanto a la relación entre las filosofías de la ciencia y el mundo en el que funcionan las ciencias modernas, sus filosofías y sus críticas posmodernas. Teoría del Punto de vista: algunos temas centrales El movimiento de las mujeres necesitaba conocimiento que fuera para las mujeres. Por mucho tiempo las mujeres habían sido objeto de los proyectos de conocimiento de otros. Sin embargo, las disciplinas de investigación y las políticas públicas que dependían de ellos no admi- tían marcos conceptuales en los que las mujeres como grupo pasaran a ser sujetos o autoras del conocimiento; los hablantes implícitos de las frases científicas nunca eran mujeres,24 sino supuestamente humanos genéricos, lo que significaba hombres o incluso, como lo expresó bri- llantemente Donna Haraway, la ciencia debía ejecutar el truco de Dios de hablar con autoridad acerca de todo en el mundo desde ningún lugar social en particular ni desde ninguna perspectiva humana.25 Sin embargo, las feministas hicieron notar que tales marcos conceptuales de las disciplinas y las políticas públicas nunca alcanzaban tal perspectiva transcultural: era evidente que representaban intereses y preocupaciones sociales fáciles de identificar y muy rara vez eran las de las mujeres; peor aún, esos marcos conceptuales con frecuencia representaban intereses contrarios a los de las mujeres. Este tipo particular de especificidad cultural aseguraba la igno- rancia y el error sistemáticos no sólo acerca de las vidas de las mujeres, 24 He presentado panoramas similares a éste en una serie de trabajos, el más reciente de los cuales es la introducción a Harding Sandra. “Introduction: Standpoint Theory as a Site of Political, Philosophic, and Scientific Debate”... 25 Haraway, Donna. Primate visions… 47 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? sino también sobre las vidas de los hombres en toda su diversidad y sobre cómo funcionan las relaciones de género en cualquier sociedad concreta. En las descripciones dominantes quedaba en el misterio a través de cuáles procesos las opciones de vida de las mujeres llegaron a ser tan restringidas, aunque de manera diferente para las diferentes clases, razas, sexualidades, culturas y épocas históricas. ¿Cómo fue que la violencia contra las mujeres, en todas las clases y las razas de nuestra moderna sociedad occidental —generalmente cometida por hombres de sus propios grupos sociales en los que supuestamente las mujeres podían confiar— llegó a ser persistentemente interpretada por los sistemas legales como algo que las mujeres “se buscan” y que cometen “hombres anormales”? ¿Cómo es que dos jornadas de trabajo, una de ellas no remunerada, era considerada normal y deseable para las mu- jeres pero no para los hombres? ¿Cómo es posible que las mujeres que estaban pasando por acontecimientos biológicos tan evidentes en la vida como la menstruación, el parto y la menopausia fueran tratadas por los médicos como si estuvieran enfermas? ¿Qué procesos sociales hicieron sostenible la creencia de que las mujeres no hicieron contribuciones a la evolución humana? El remedio que proponían esos teóricos era negarse a emprender el pensamiento o la investigación partiendo de los marcos conceptuales de las disciplinas o de las instituciones públicas a las que esas disciplinas sirven. El trabajo feminista más innovador ha partido más bien de experiencias, vidas o actividades de mujeres, particulares y culturalmente específicas y en algunos casos de los diversos discursos feministas de su momento. Esos proyectos no se proponían terminar en etnografías de los mundos de las mujeres, aunque a veces la producción de descripciones de ese tipo fue un paso preliminar necesario. Más bien lo que las mujeres necesitaban era comprender las prácticas conceptuales de las instituciones domi- nantes que organizaban, mantenían y hacían aparecer como natural y deseable la explotación de las mujeres. Gobernar, en nuestras sociedades burocráticas de la modernidad tardía, está siempre mediado por textos: principios, reglas, procedimientos requeridos, entre otros. Las prácticas conceptuales son un instrumento del gobierno en las sociedades de cualquier tipo, pero en nuestras sociedades burocráticas los textos han ascendido a un papel mucho más central. De este modo se entendía que buena parte de la investigación femi- nista temprana estudiaba hacia arriba, concentrándose en la explicación de las instituciones sociales dominantes y sus respectivas ideologías en 48 SANDRA HARDING lugar de estudiar hacia abajo y tratar de explicar la vida de los grupos marginados.26 Ésta es una diferencia importante entre el perspectivismo y la teoría del Punto de vista. Más tarde se emprendió el estudio detallado del modo en que las instituciones dominantes, incluyendo las investiga- ciones y las disciplinas académicas, sus culturas y prácticas, organizan y desechan las explicaciones de los diversos modos de opresión y domi- nación de las mujeres. Considerando que las mujeres siempre han sido objeto de observación y explicación en sociología, psicología, economía, ciencias políticas, antropología, biología e incluso filosofía, buena parte de la investigación feminista fue considerada como parte de la teoría crítica posmarxista, tendiente a desvelar las estrategias ideológicas uti- lizadas para diseñar y justificar el sistema sexo-género, como lo denominó Gayle Rubin.27 Ese proyecto de estudiar hacia arriba distingue a la teoría del Punto de vista de la mera investigación etnográfica.28 Los proyectos de este tipo requieren tanto ciencia como política, como lo señaló Hartsock.29 En cuanto a la ciencia, los proyectos debían ver debajo o detrás de las ideologías sexistas y androcéntricas dominan- tes que conformaban la vida de todos, con el objeto de identificar los hechos dela vida cotidiana de las mujeres. Las afirmaciones falsas de los grupos dominantes parecían “hacerse realidad” a medida que esos grupos dominantes rediseñaban las relaciones sociales para ajustarlas a su visión de una sociedad ideal. Así, las mujeres parecían ser natural- mente irracionales cuando se les negaba la educación, el empleo y la 26 Los gobernantes están arriba, en la cúspide de una estructura socioeconómica jerárquica, y los gobernados están abajo, en la parte más baja en términos de poder social, económico y político, en esa jerga familiar de la investigación social prodemocrática. Así, estudiar hacia arriba es tratar de explicar cómo funciona la estructura social de una sociedad, en lugar de tratar de explicar el compor- tamiento y las creencias de sus integrantes con menos poder, como lo han hecho habitualmente las ciencias sociales convencionales. Esos proyectos tienden a ser críticos y prodemocráticos porque los poderosos generalmente piensan que su acumulación de placeres, privilegios y riquezas econó- micas, sociales y políticas no requieren de ninguna explicación por parte de las ciencias sociales y, ciertamente, ninguna crítica. 27 Rubin, Gayle. “The traffic in women: Notes on the ‘political economy’ of sex”, en: Rapp Rayna Reiter, Toward an anthropology of women, Monthly Review Press, Nueva York, 1975. 28 O más bien del trabajo etnográfico que estudia hacia abajo, porque algunos proyectos de Punto de vista han producido lo que podría entenderse como etnografías críticas de instituciones (incluyendo disciplinas de investigación). Dorothy Smith es una de las principales practicantes de este tipo de etnografía crítica institucional. Smith, Dorothy. “Comment on Hekman’s ‘Truth and method…; Texts, facts, and femininity…; The conceptual practices of power… y “The ruling relations” en: Writing the social: Critique, theory, and investigations, University of Toronto Press, Toronto, 1999. 29 Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground…”. 49 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? participación en la vida pública de que gozaban sus hermanos varones. A las mujeres blancas económicamente privilegiadas se las hacía ver como físicamente débiles y se las desalentaba para desarrollar tanto su capacidad deportiva como trabajos físicamente exigentes. Sin embargo tales ciencias no podían existir sin luchas políticas. La política era necesaria para crear la posibilidad de construir diferentes formas de conciencia grupal colectiva de las mujeres que permitiera a mujeres de todas las clases, razas, orientaciones sexuales y posicio- nes culturales, identificar, evaluar y emprender las investigaciones de cualquier índole que las ayudaran a ver cómo acabar con las formas culturalmente diferenciadas de su opresión sexista. De esta forma, la política fue conceptualizada como parte del método de investigación, en un sentido amplio del término como se examinará más adelante.30 Por supuesto, también la lucha política era necesaria si las mujeres que- rían tener acceso a los medios con los cuales realizar esa investigación: capacitación para investigar, empleo en instituciones de investigación, respaldo económico tanto de la investigación como de la publicación. Las teóricas del Punto de vista sostienen que no necesitamos —y de hecho no debemos— escoger entre buena política y buena ciencia, porque la primera puede —al menos en algunos casos— producir la segunda y la segun- da requiere —al menos en algunos casos— la primera. La teoría del Punto de vista desplaza la cuestión de cómo eliminar la política de la ciencia a dos interrogantes diferentes: cuáles políticas favorecen y cuáles obstruyen el desarrollo del conocimiento, y para quiénes (qué grupos) tales políticas favorecen u obstruyen el conocimiento.31 30 Hill Collins, Patricia. Black feminist thought…; Jameson, Fredric. “History and class conscious- ness…”; Smith, Dorothy. The everyday world as problematic… y The conceptual practices of power… Por supuesto, el feminismo no es el único movimiento social que participa abiertamente en luchas políticas como parte de sus métodos de investigación; el movimiento ambientalista y el movi- miento de los homosexuales por la salud son ejemplos de muchos otros casos en los que el activismo social no sólo es necesario para crear las condiciones necesarias para proyectos de investigación particulares sino que él mismo genera nuevas comprensiones de fenómenos de interés. Muchos de los historiadores, sociólogos y etnógrafos de los estudios de la ciencia señalan vinculaciones intrínsecas similares entre nuevos tipos de proyectos de ciencia y nuevos movimientos sociales. Ver Latour, Bruno, The pasteurization of France, Harvard University Press, Cambridge, 1988, y Shapin, Steven y Schaffer, Simon. Leviathan and the air-pump: Hobbes, Boyle, and the experimental life, Princeton University Press, Princeton, 1985. 31 El Punto de vista ha llegado a ser usado como un término técnico que subraya la política y la ciencia necesarias para lograr la conciencia de grupo a través de la cual es posible alcanzar com- prensiones distintivas de la naturaleza y de las relaciones sociales y a la vez, en el uso coloquial, como sinónimo de posición o perspectiva para hacer referencia tanto a perspectivas dominantes como a 50 SANDRA HARDING Las pruebas que respaldan tales afirmaciones estaban apareciendo en esa época con la creciente documentación de los resultados sexistas y androcéntricos de investigaciones en biología, ciencias sociales y políticas públicas. Las feministas no estaban interesadas solamente en explicar cómo operaban las ciencias dejando inalterados sus proyec- tos y prácticas como ocurría con las nuevas sociologías e historias de la ciencia así como con las filosofías de la ciencia tanto tradicionales como pospositivistas. En cambio, se proponían modificar la práctica científica y producir investigaciones más exitosas tanto teórica como empíricamente. La nueva investigación era necesaria para las luchas de la agenda pública de las feministas por igual salario y protección legal en el trabajo, por el fin de la violencia contra las mujeres, por atención más informada a los problemas de salud y reproducción de las mujeres, por apoyo estatal para las amas de casa, por tratamiento equitativo para las mujeres y sus hijos después del divorcio, y por muchos otros cambios sociales deseables. Además, cuando las críticas feministas de las políticas de desarrollo del primer mundo sobre el tercer mundo empezaron a examinar las consecuencias destructivas de la imposición al tercer mundo de supuestos y prácticas científicos y tecnológicos del primer mundo se vio claramente que si las ciencias debían hablar tam- bién por (aproximadamente) el 70 por ciento del mundo: las mujeres, los niños y los hombres política y económicamente más vulnerables; hacían falta cambios mucho más profundos y amplios en las prácticas científicas y en las filosofías de la ciencia.32 He venido tratando de distinguir la teoría del Punto de vista del perspectivismo, con el que a menudo suele ser confundida. En este sentido, hay cuatro puntos relacionados que muestran el carácter in- novador de esta teoría. Primero, como ya se ha indicado, su objetivo es estudiar hacia arriba; no está interesada en expresar la perspectiva de las mujeres o de cualquier otro grupo marginado sobre las vidas de los miembros del grupo, aunque con frecuencia hacerlo es un paso las de grupos oprimidos. Las autoras a veces emplean el término en esta forma, aun cuando tam- bién insisten en la importancia de la ciencia y la política en las luchas de los grupos oprimidos por comprender la naturaleza y las relaciones sociales. Esto es innecesariamente confuso. Aun cuando el término tiene ese doble uso incluso en la tradición marxista en la que se originó, yo continuaré usándolo aquí en el sentido restringido, técnico, antes indicado. 32 Véase Braidotti, Rosi,Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the environment, and sustainable development… 51 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? importante en su proceso, más bien, intenta ambiciosamente trazar el mapa de las prácticas del poder, de las maneras en que las instituciones dominantes y sus marcos conceptuales crean y mantienen relaciones sociales opresivas. Segundo, lo hace ubicando un dato nuevo para la comprensión de cómo funciona una estructura social jerárquica en cualquier desventaja o forma de opresión material y política; de este modo, Patricia Hill Collins33 muestra cómo la sociología, al etiquetar las vidas de las mujeres negras como anormales permite culpar a las propias mujeres negras de sus condiciones de vida en lugar de colocar el problema en la estructura racista y sexista.34 Dorothy Smith y Nancy Hartsock35 exhiben en diferentes formas cómo a las mujeres se les asigna la responsabilidad de la vida cotidiana, de tal modo que los sociólogos y los teóricos políticos califican como natural el trabajo doméstico y el cuidado de los niños, exaltando con eso las actividades de los hombres como las únicas realizaciones distintivamente humanas. Tercero, para identificar tales características de la penetración de la teoría del Punto de vista no basta con registrar lo que dicen o creen las mujeres o los miembros del grupo oprimido. Los grupos oprimidos a menudo creen en las representaciones distorsionadas de las relaciones sociales que pro- ducen los grupos dominantes, pero podemos cambiar de opinión sobre cómo fueron nuestras experiencias o cómo queremos pensar sobre ellas. Además, el enfoque del Punto de vista puede producir esa comprensión aun cuando no tengamos acceso a los informes en primera persona de los que viven esas vidas, punto de partida de la investigación (mediante el uso de documentos históricos de campesinos o de otras actividades subalternas, datos censales, etc.), por lo tanto, no es posible privilegiar automáticamente las perspectivas de los oprimidos como expresiones fidedignas. Por último, la teoría del Punto de vista trata más sobre la creación de conciencia grupal que sobre cambiar la conciencia de los individuos. Cada grupo oprimido debe llegar a comprender que cada uno de sus integrantes está oprimido porque él o ella son miembros de ese grupo —negro, judío, mujer, pobre o lesbiana—, no porque él o 33 Hill Collins, Patricia. Black feminist thought... 34 Se basa en el importante trabajo de Joyce Ladner y otras investigadoras afroestadouni- denses. Joyce, Ladner. Tomorrow’s tomorrow. The black woman, Doubleday Publishing Company, Garden City, Nueva York, 1971. 35 Smith, Dorothy. The everyday world as problematic…; Nancy Hartsock, “The feminist stand- point: Developing the ground…”. 52 SANDRA HARDING ella, individualmente, merezca ser oprimido. La creación de conciencia grupal se da (¿siempre y exclusivamente?) a través de las luchas polí- ticas liberadoras que son necesarias para obtener acceso y llegar a la mejor concepción de la investigación para las mujeres u otros grupos oprimidos, entre los demás objetivos de tales luchas. Así, los proyectos feministas del Punto de vista siempre están socialmente situados y po- líticamente comprometidos en formas prodemocráticas.36 No es posible aquí dedicar espacio a pasar revista una vez más a las defensas de la teoría del Punto de vista contra acusaciones de su presunto esencialismo, presunto etnocentrismo, o de su utilidad para el continuo desarrollo de la teoría marxista u otros temas igualmente importantes y repetidamente examinados en otras partes.37 Existen buenas razones por las cuales esas acusaciones siguen surgiendo, y afirmar que esta teoría escapa a los cargos imputados sería entrar en un mundo en el que la batalla entre los proyectos modernistas contra los posmodernistas estaría ya decida, pero mis intenciones en este texto son otras; tampoco hablaré sobre las importantes contribuciones que la teoría del Punto de vista hace a la filosofía de la ciencia y que ya han sido tratadas por otros,38 en cambio, pasaré a identificar tres puntos en los que su polémicas ofrece recursos característicos a la corriente principal de la filosofía de la ciencia hoy en día. 36 Véase Dick Pels y Manuel Castells para tener exámenes valiosos del “lado oscuro” de los proyectos del Punto de vista (aunque Castells no identifica, como yo lo haría, los fenómenos que estudia como proyectos de Punto de vista). Movimientos como American Patriot y algunos funda- mentalismos religiosos también recurren a argumentos del Punto de vista en algunos aspectos. Pels, Dick. “Strange standpoints, or: How to define the situation for situated knowledge”, en: The intellectual as a stranger, Routledge, Nueva York, 2003, y Castells, Manuel. “The power of identity, vol. II”, en: The information age: Economy, society, & culture, Blackwell, Oxford, 1997. 37 Véase, por ejemplo, las discusiones sobre estos temas en muchos de los ensayos de Har- ding (en prensa). 38 Por ejemplo, Tim May sostiene que la teoría del Punto de vista ha producido el viraje más significativo y valioso en la historia del pensamiento sobre la reflexividad en las ciencias sociales; su argumentación es aplicable también a las ciencias naturales. Joseph Rouse, Donna Haraway, Mark Elam y Oskar Johlin señalan importantes fortalezas de la teoría del Punto de vista de las que carecen las sociologías de la ciencia. (El foco de Rouse está en las filosofías de la ciencia feministas en general, en las que incluye algunos escritos de la teoría del Punto de vista.) May, Tim. “Reflexivity in the age of reconstructive social science”, en: Social Research Methodology, 1 (1), 1998 pp. 7-24; Rouse, Joseph. Engaging science: How to understand its practices philosophically, Cornell University Press, Ithaca, Nueva York, 1996; Haraway, Donna. Modest_witness@second_millenium…; Elam, Mark, y Juhlin, Oskar. “When Harry met Sandra...”. 53 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? Puntos de controversia ¿La filosofía de la ciencia debe reducirse a una epistemología? Una nueva lógica de (algunos tipos de) descubrimiento Mientras muchos filósofos no discuten el contexto en el que se da un descubrimiento, las teóricas del Punto de vista piensan que tal discusión es esencial. Las teóricas del Punto de vista se oponen a la reducción que hace la corriente principal de la filosofía de la ciencia en cuestiones de justificación y legitimación de afirmaciones científicas, es decir, a la epistemología.39 Pero esas cuestiones ¿cuentan como problemas cien- tíficos? La filosofía de la ciencia, en general, ha ignorado el contexto del descubrimiento desde los fallidos esfuerzos de Norwood Russell Hanson40 por desarrollar una lógica del descubrimiento.41 En las ciencias sociales es mucho más probable que quienes hacen investigación den por sentado que los problemas escogidos para investigar en un momen- to concreto están determinados por las preocupaciones de los grupos que patrocinan esa investigación. Cómo es que los cambios en el orden social hacen interesantes e incluso urgentes nuevos temas y métodos de investigación —problemas del contexto del descubrimiento— es un asunto legítimo y muy vivo en sociología, antropología, ciencia y teoría política y en economía.42 Es difícil imaginar que los filósofos y los cien- tíficos naturales no pensasen también que los intereses y deseos de los patrocinadores conforman los resultados de la investigación científica —patrocinadores militares, industriales, médicos—, pero es más difícil aún encontrar alguna reflexión que hayan emprendido sobre cómo controlar tales influencias (nótese que el problema aquí es el contexto del descubrimiento, no el de la justificación). Tomar posición contra la intrusión de la política en la ciencia es a la vez inútil y errado, porque es 39 Joseph Rouse, siguiendo a Michael Williams, argumenta encontra del proyecto de legiti- mación de la necesidad y la plausibilidad de la filosofía de la ciencia en contra —como él dice— de la epistemología. Rouse, Joseph. “Feminism and the social construction…”; Williams, Michael. Unnatural doubt: Epistemological realism and the basis of skepticism, Basil Blackwell, Oxford, 1991. 40 Hanson, Norwood Russell. Patterns of discovery, Cambridge University Press, Londres, 1958. 41 Como uno de los revisores anónimos de este escrito señaló, la excepción a esto son los filósofos que utilizan recursos de la ciencia cognitiva, como Lindley Darden, Ronald Giere, Nancy Nersessian y Paul Thagard. 42 Steinmetz, George. The politics of method in the social sciences: Positivism and its epistemological others, Duke University Press, Durham, 2005. 54 SANDRA HARDING evidente que hace falta política para conseguir financiamiento para investigaciones costosas y, por lo tanto, un poco de política obviamente ayuda al crecimiento del conocimiento. Tampoco la necesidad de finan- ciamiento es la única vía por la que las preocupaciones de una época determinan lo que se puede o no saber acerca de la naturaleza y de las relaciones sociales. Los defensores de la salud de las mujeres y de los negros, los ambientalistas y los activistas contra el SIDA, por no hablar de exploradores, militaristas y filibusteros trasnacionales, han fijado di- recciones de investigación que impulsaban el desarrollo de los tipos de conocimiento que les interesaba. Es posible que aquellos comprometidos con la total neutralidad social de la ciencia todavía estén cautivados por una conflictiva retórica con la que siempre tuvo que luchar el proyecto de Hanson.43 Esa retórica negaba la conveniencia de identificar cualquier lógica de ese tipo, y así tener la capacidad de reclamarle al contexto del descubrimiento cual- quier clase de responsabilidad.44 Dicha retórica expresaba en principio un desinterés por los orígenes de los problemas científicos y destacaba la importancia del descubrimiento accidental o fortuito, la eliminación de cualquier clase de restricciones capaces de limitar el desarrollo de las ideas de los genios y las virtudes de la búsqueda de la verdad por la verdad misma. Desde la perspectiva de tales ideales, exigir cualquier procedimiento de responsabilidad en el contexto del descubrimiento que pudiera hacer posible la racionalidad deseada de una lógica de producción de hipótesis limitaría procesos y tendencias esenciales para el avance del conocimiento científico. Como han señalado el biólogo Steven Rose y la socióloga de la ciencia Hilary Rose,45 esa retórica parecía convertir las ciencias naturales en un pasatiempo de caballeros ociosos como ocurría con las humanida- des y las artes. Los logros científicos eran presentados como las proezas racionalmente inexplicables de la inspiración literaria o artística de los grandes poetas y pintores. Esa retórica se distanciaba e incluso se oponía 43 Hanson, Norwood Russell. Patterns of discovery… 44 Además, el proyecto tenía fallas intrínsecas. No daba cuenta del modo en que el significa- do y el referente de ciencia están continuamente expandiéndose y contrayéndose a la vez, además hasta el momento nadie ha producido una forma sistemática de generar hipótesis fructíferas que es precisamente lo que hacen los enfoques de la teoría del Punto de vista. Caws, Peter. “Scientific method”, en: Paul Edwards, Encyclopedia of philosophy, Macmillan, Nueva York, 1967, p. 342. 45 Rose, Hilary y Steven Rose. “The incorporation of science” en Hilary Rose y Steven Rose (Eds.). Ideology of/in the natual sciences. Cambridge, Schenkman, 1976. 55 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? a las descripciones de cómo habitualmente las ciencias responden a las necesidades prácticas de la conquista militar, de la defensa nacional, de la industrialización, de la expansión europea (viajes de descubrimiento, desarrollo del tercer mundo), del control de enfermedades y cuestiones similares. Esa retórica humanista, con su foco en la necesaria libertad de los científicos individuales para no obedecer a ningún amo fuera de sus propias intuiciones, sigue teniendo una influencia profunda en las ciencias naturales y en sus proyectos de relaciones públicas, aunque los filósofos ya no la expresan abiertamente con tanta frecuencia. Sin embargo, ese desinterés por la responsabilidad en el contexto del des- cubrimiento coloca a las filosofías de la ciencia contemporáneas en la línea de la vieja visión humanista. Desde luego, también la teoría del Punto de vista se preocupa por el problema de cómo se justifican las hipótesis, no obstante, lo más característico de esos proyectos se centra en prácticas conceptuales que determinan cuáles situaciones o condiciones se identifican como problemas científicos, qué es lo que se supone problemático en ellas, qué hipótesis o conceptos son favorecidos y cómo se diseña el proyecto de investigación. Todas esas opciones y decisiones tienen lugar antes de que los métodos de las ciencias se hagan presentes para dirigir las ten- dencias de los científicos. La teoría del Punto de vista estudia cómo la elección y el control de los programas de investigación están en manos de disciplinas de investigación y de las instituciones públicas a las que sirven y no en las de los evaluadores de hipótesis racionales que en las consideraciones convencionales de la filosofía de la ciencia son imagina- dos como origen y autoridad de todos los proyectos científicos; dicho de otro modo, la teoría del Punto de vista extiende el dominio del método científico hasta el comienzo del contexto del descubrimiento. Por ejemplo, Donna Haraway46 utiliza un enfoque del Punto de vista para mostrar que tanto en Estados Unidos como en Europa la for- mación de la primatología como campo de estudio estuvo determinada por supuestos racistas y sexistas convencionales sobre el comportamiento reproductivo ideal y por el deseo de los dirigentes de campos militares, de prisiones e industrias para controlar a las poblaciones cuyas vidas administraban. En Japón y en India, diversos tipos de preocupaciones nacionales conformaron tópicos y métodos distintos para la primatolo- gía, es decir, los patrones sistemáticos de interés nacional han determi- 46 Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy…” y Primate visions… 56 SANDRA HARDING nado los marcos conceptuales de la primatología de diferentes maneras en diferentes contextos. Rosi Braidotti47 muestra cómo las filosofías de la ciencia y tecnología usuales permean la teoría del desarrollo que dirige la política internacional que supuestamente lleva a niveles occidentales la calidad de la vida en sociedades subdesarrolladas. Al aislar la naturaleza pura de los contextos sociales a través de los cuales las culturas conceptualizan el mundo que les rodea e interactúan con él, la política de desarrollo impulsa un tipo distintivo de economicismo androcéntrico occidental interesado principalmente en proyectos científicos que aumenten la productividad económica medida con criterios muy estrechos. Esa política bloquea el desarrollo de descripciones más realistas tanto del orden natural, entendido como del desarrollo social. Los aspectos supuestamente libres de valores de las filosofías de la ciencia y la tecnología usuales son cómplices de tal política. Esto hace posible para los diseñadores del desarrollo prácticas imperiales occidentales que de hecho aumentan los recursos disponibles para las clases inversionistas del norte y sus aliados del sur, al tiempo que los reducen para la gran mayoría de los ciudadanos del mundo, que son de por sí los más vulnerables política y económicamente. Se puede entender que esos proyectos del Punto de vista proponen una lógica de (ciertos tipos de) descubrimiento: recomiendan partir de las vidas de los grupos marginados y explotados a través de políticas surgi- das y legitimizadas por losmarcos conceptuales de —por ejemplo— la primatología y las ciencias del desarrollo. Esas investigaciones pueden detectar las prácticas conceptuales de esas disciplinas que sirven a los grupos económica y políticamente aventajados de la sociedad global. Esa lógica de descubrimiento puede aumentar la cantidad de hipótesis a probar, permitiendo alcanzar nuevos conocimientos sobre la primatología y las ciencias del desarrollo y las supuestas regularidades de la naturaleza que éstas delinean, que no sería fácil obtener de otra manera. Este modo de entender la teoría del Punto de vista se fundamen- ta por las referencias explícitas que sus autoras hacen como método o metodología de investigación. Dorothy Smith titula uno de sus artículos The experienced world as problematic: A feminist method.48 El importante trabajo de Hartsock cita la descripción típica del método marxista: The feminist standpoint: Developing the ground for a specifically feminist historical 47 Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the envi- ronment, and sustainable development… 48 Smith, Dorothy. “The everyday world as problematic…”. 57 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? materialism.49 Rose conceptualiza el proyecto del Punto de vista como un método científico: Is a feminist science possible?50 Como método de inves- tigación, los proyectos del Punto de vista entran en el largo debate sobre cómo liberar la investigación de las ciencias naturales y de las sociales per se de su relación colonial con sus objetos de estudio.51 La propuesta de una lógica de (algunos tipos de) descubrimiento por la teoría del Punto de vista tiene que ser polémica. Demuestra cómo la desigualdad social puede dañar la confiabilidad de hipótesis científicas que parecen más interesantes para los grupos dominantes y muestra cómo las diversas culturas tenderán a producir patrones diferentes de conocimiento o —no menos importante— de ignorancia. Esta propuesta de una lógica del descubrimiento coloca a las ciencias en el corazón de las controversias contemporáneas sobre cuáles son las mejores maneras de impulsar relaciones sociales prodemocráticas, se enfoca no en las op- ciones de pensadores racionales individuales como lo hace la filosofía de la ciencia limitada por su visión epistemológica, sino en la conciencia de una época, conciencia colectiva que selecciona para nosotros hipótesis interesantes fuera del alcance, más allá del horizonte, del tipo de pensa- miento crítico que los marcos conceptuales disciplinarios generan con facilidad. Este enfoque nos conduce al siguiente asunto. El papel de la conciencia grupal en la producción de conocimiento Las teóricas del Punto de vista, como muchos otros pensadores sociales contemporáneos, han criticado el individualismo excesivo de la filosofía política Liberal,52 sin embargo, esos proyectos han producido también 49 Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground…” 50 Rose, Hilary. “Is a feminist science possible?”, en: Hilary Rose. Love, Power, Knowledge: toward a feminist transformation of the sciences, Indiana University Press, Bloomington,1984. 51 Para una exposición temprana de este problema en las ciencias sociales véase Blauner, Robert y Wellman, David. “Toward the decolonization of social research”, en: Joyce Ladner, The death of white sociology, Random House, Nueva York, 1973. Para una formulación reciente véase Smith, Linda Tuhiwai. Decolonizing mythologies: Research and indigenous peoples, Zed Press, Atlantic Highlands, 1999. Braidotti y sus colegas pasan revista a una serie de críticas a la colonización de la naturaleza por la ciencia surgidas de los movimientos ambientalistas. Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine y Wieringa, Saskia. Women, the environment, and sustainable development… 52 Me refiero a Liberalismo con mayúscula, para que quede claro que me refiero a una filosofía política histórica particular. 58 SANDRA HARDING una disyuntiva en cuanto al sujeto de conocimiento del individualismo liberal, aquel que escapa de las fallas de las propuestas alternativas de las primeras épocas. Tal vez no haya otro terreno donde el individua- lismo liberal florezca con tanta confianza (aunque no reconocida) como en las filosofías de la ciencia convencionales, incluyendo la obra de muchos filósofos pospositivistas. Esto ocurre precisamente porque esas filosofías tienen pocos recursos para identificar y examinar críticamente la complicidad de sus propios marcos conceptuales con los proyectos económicos y políticos dominantes. De los estudios de la ciencia, en general, tampoco ha surgido una alternativa no determinista al sujeto de conocimiento individual liberal, aun cuando esos especialistas suelen distanciar sus informes de otros aspectos del liberalismo.53 En 1988 el crítico cultural Fredric Jameson puntualizó en un ensayo la importancia de la teoría feminista del Punto de vista para el futuro de las teorías del conocimiento posmarxistas. El último pensador mar- xista que enfrentó el reto de articular una teoría del Punto de vista fue el húngaro Georg Lukacs,54 sin embargo, hasta ahora el proyecto de Lukacs ha tropezado con problemas aparentemente insolubles. Jameson sostiene que sólo en manos de teóricas feministas del Punto de vista el tema de la conciencia grupal ha sido extraído de su marco determinista y reduccionista dentro de la tradición marxista55 y ha sido utilizado para desarrollar una teoría de la producción de conocimiento que es útil para los movimientos sociales progresistas: […] hoy se tiene la sensación de que la descendencia más auténtica del pensamiento de Lukacs debe buscarse no entre los marxistas sino entre cierto feminismo que ha hecho suyo como programa el extraordinario avance conceptual de la Historia y Conciencia de Clase, rebautizándolo (si- guiendo el uso del propio Lukacs) como teoría del Punto de vista.56 53 El sujeto de conocimiento alternativo del marxismo (el proletario idealizado o, más bien, el proletariado colectivo) es visto en general como condicionado por su posición de clase. En esa lectura, la posición de clase no sólo posibilita y a la vez potencialmente limita lo que se puede conocer, como afirmaría un teórico contemporáneo del Punto de vista, sino que, más aún, determina lo que pensará como integrante de la burguesía o del proletariado. 54 Lukács, George. History and class consciousness, MIT Press, Cambridge, 1923/1971. 55 No dice que esa reducción la haya hecho Marx, sino que fue obra de tendencias poste- riores en sus seguidores. 56 Aquí Jameson hace referencia a escritos de Hartsock, Jaggar y Harding. Hartsock, Nancy. “The feminist standpoint: Developing the ground…”; Jaggar, Alison. Feminist politics... y Harding, Sandra. The science question in feminism… 59 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? Con esto, la teoría del Punto de vista feminista abre un espacio de otra índole para polémicas en torno a la prioridad epistemológica de la experiencia de diversos grupos o colectividades.57 Este logro, señala Jameson, fue posible gracias a dos características de la argumentación feminista: la teoría del Punto de vista articula la importancia de la experiencia de un grupo, de un tipo distintivo de conciencia colectiva, que puede ser alcanzada a través de las luchas del grupo por obtener el tipo de conocimiento que necesitan para sus pro- yectos. Tanto los grupos dominantes como los subordinados desarrollan conciencias características en cuanto a que sus actividades posibilitan y limitan a la vez lo que pueden conocer. Por lo tanto, involucrarse en actividades diferentes hace posible el surgimiento de conciencias di- ferentes. Esa consideración escapa al determinismo estructural de los conceptos marxistas de burguesía y masas y, podríamos agregar también, al determinismo discursivo aparentemente completo de descripciones excesivamente posestructuralistas.58En segundo lugar, el proyecto femi- nista triunfa debido a la importancia central que da al problema de la ciencia occidental en sí misma y al conocimiento científico.59 El proyecto feminista niega que haya un núcleo cognitivo técnico de la ciencia occidental moderna inmune a las influencias sociales, cosa que aceptaban tanto las descripciones marxistas externalistas como las descripciones interna- listas que las primeras criticaban. Más bien, ese núcleo es modelado y legitimado por sí a través de los tipos de actividades a que se dedican sus patrocinadores, financiadores y creadores. Un tema central de los escritos de la teoría del Punto de vista ha sido la identificación de los procesos a través de los cuales se forma la conciencia grupal de las mujeres o, más bien, las conciencias grupales de las mujeres porque las mujeres blancas y negras, judías e islámicas, lesbianas y heterosexuales, de clase media y trabajadoras desarrollan diferentes conciencias grupales. Anteriormente dije que esa afirmación acerca del papel de la conciencia grupal en la producción de conocimiento dis- tingue el enfoque del Punto de vista del de los perspectivistas. Dorothy Smith señala el surgimiento de una conciencia bifurcada en mujeres con 57 Jameson, Fredric. “History and class consciousness…” p. 64. 58 Determinismo discursivo es la posición de que es imposible para individuos o grupos desprenderse, o siquiera identificar de forma crítica, los modos de pensar característicos de una época. 59 Jameson, Fredric. “History and class consciousness…” 60 SANDRA HARDING estudios superiores de sociología que no consiguen verse a sí mismas ni a sus vidas en las descripciones de la vida social que dan las teorías sociológicas de mayor influencia.60 Esa conciencia puede ser el origen de un proyecto para trazar el mapa de las prácticas conceptuales de la sociología que hacen a la disciplina cómplice de la producción y el mantenimiento de estructuras sociales jerárquicas androcéntricas. Esas prácticas conceptuales androcéntricas niegan la existencia o el valor de la conciencia que surge de las actividades sociales asignadas a las mu- jeres. Smith ha aportado esos mapas en cuatro volúmenes producidos a lo largo de tres décadas.61 Patricia Hill Collins también emprende un proyecto similar; su importante estudio de los marcos conceptuales de la sociología tal como aparecen desde el Punto de vista de las mujeres negras lleva el subtítulo Knowledge, consciousness, and the politics of empowerment62 con la intención de destacar su argumentación de que las mujeres negras pueden llegar a una conciencia grupal de sus propias condiciones y posibilidades que contraste con la forma en cómo tales condiciones y posibilidades se repre- sentan en las descripciones pretendidamente objetivas y transculturales de la sociología y que empodera a las mujeres negras para organizar luchas sociales transformadoras. Hilary Rose sostiene que las mujeres como grupo pueden llegar a una conciencia de sus propias experiencias corporales contraria a las descripciones dadas por los profesionales y las instituciones de la medicina y señala la posibilidad de que las mu- jeres transformen los supuestos y las prácticas de las instituciones de salud.63 Esos escritos proponen una especie de sujeto del conocimiento cien- tífico y de la historia que no es el individuo liberal, culturalmente libre y en principio completamente visible —cognoscible para sí mismo— que figura en el lugar central de las filosofías de la ciencia convencionales, tampoco es la imagen especular del individuo liberal: la colectividad o conciencia de masas determinada sin pensamiento por sus condiciones materiales y los sentimientos, las emociones y los entusiasmos del mo- 60 Smith, Dorothy. “Texts, facts, and femininity: Exploring the relations of ruling”, Rou- tledge, Nueva York, 1990. 61 Smith, Dorothy. “The everyday world as problematic…”; “Texts, facts, and femininity…”; “The conceptual practices of power…” y “The ruling relations”. 62 Hill Collins, Patricia. Black feminist thought… 63 Rose, Hilary. “Hand, brain, and heart...” 61 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? mento;64 los proyectos del Punto de vista plantean la posibilidad de un sujeto de la investigación científica que escape al marco conceptual que comparten el individualismo liberal y las alternativas —igualmente pro- blemáticas— del estructuralismo y el postestructuralismo consideradas hasta ahora. En el corazón de los debates sobre el tipo de sujeto del conocimiento y de la historia que requiere la modernidad, contrapuesto al que requieren las relaciones sociales máximamente democráticas, están las afirmaciones acerca del papel de la experiencia específica del contexto en la producción de conocimiento y sobre cómo a través de la participación activa en luchas políticas pueden alcanzarse nuevos tipos de experiencias y conocimientos. Las afirmaciones de la teoría del Pun- to de vista sobre los orígenes, la naturaleza y el papel de la conciencia grupal en la producción de conocimiento deben ser controversiales. Construccionismo razonable La teoría del Punto de vista muestra los efectos de las experiencias de grupo en las ciencias naturales sin comprometerse con el externalismo ni con un construccionismo excesivo, cuyas posiciones parecen no darle ningún papel significativo al orden de la naturaleza en la producción y legitimación de las afirmaciones de conocimiento.65 Las teóricas del Punto de vista no creen los supuestos internalistas estándar de que las causas de los éxitos de las ciencias deben encon- trarse totalmente dentro del núcleo cognitivo y técnico de las ciencias, en sus ontologías, métodos, leyes o hechos. El campo más amplio de los estudios de la ciencia poskuhnianos ha minado esos supuestos, si- 64 Ese contraste en sí está codificado por el género: el individuo racional liberal con código masculino contra la colectividad, masa o turba de código femenino que responde de forma irracional a los sentimientos y las emociones del momento. 65 Posiciones marxistas anteriores han sido acusadas de externalismo, es decir, de afirmar que sólo las fuerzas históricas son responsables de determinar qué afirmaciones contarán como conocimiento. El sociólogo de la ciencia David Bloor adoptó un relativismo moralista que, según su propia admisión, dejaba sin respaldo sus propios argumentos. El sociólogo Harry Collins ha sostenido un construccionismo extremo, que correctamente designa como relativismo, y tampoco deja al orden de la naturaleza ningún papel visible en la creación de afirmaciones científicas. Bloor, David. Knowledge and social imagery, Routledge y Paul Kegan, Londres, 1977; Collins, Harry. “An empirical relativist programme in the sociology of scientific knowledge”, en: Karin Knorr-Cetina y Michael Mulkay. Science observed, Sage Publications, Londres, 1983. 62 SANDRA HARDING guiendo la directiva de Thomas Kuhn con respecto a cualquier proyecto científico histórico particular de exhibir la integridad histórica de esa ciencia en su propio tiempo.66 Actualmente tales estudios parecen haber minado cualquier base posible para sostener que exista algún aspecto del núcleo cognitivo técnico de la ciencia capaz de escapar a tal demostración de su integridad en su época histórica. Aquí son centrales los estudios del método científico,67 de las normas de objetividad y neutralidad,68 de la búsqueda de la verdad y las pautas para ella.69 Se ha demostrado que hasta los estándares de las pruebas matemáticas están ligados a proyectos prácticos particulares.70 Sin embargo, estudiosas que utilizan el método de la teoría del Punto de vista a partir de las vidas de los oprimidos han ampliado el alcance de esos proyectos. Han estudiado las influencias del género en la elección de teorías en la química,71 la constitución de campos de estudio como la primatología72 y la relación parasitaria entre elavance de la moderni- dad (para algunos) y la insistente retención de la premodernidad (para otros) en la transferencia de ciencias y tecnologías del primer mundo —y su racionalidad— al mundo subdesarrollado.73 Pero, a la vez que minan las descripciones internalistas, los pro- yectos del Punto de vista también se distancian de las descripciones externalistas, no impulsan argumentos políticos a expensas de proyectos científicos, más bien, en un mundo de desigualdades sociales e intere- ses en competencia, los argumentos científicos siempre tienen además un Punto de vista cultural e histórico, están inevitablemente compro- metidos socialmente y a la vez basados en las realidades del orden de la naturaleza. Como en la célebre formulación de Haraway: para las 66 Kuhn, Thomas. The structure of scientific revolutions, 2a. edición, University of Chicago Press, Chicago,1970, p.1. 67 Schuster, John y Yeo, Richard. The politics and rhetoric of scientific method: Historical studies, Reidel, Dordrecht, Holanda, 1986. 68 Novick, Peter. That noble dream: The “objectivity question” and the american historical profes- sion, Cambridge University Press, Cambridge, Inglaterra, 1988; Proctor, Robert. Value-free science? Purity and power in modern knowledge, Harvard University Press, Cambridge, 1991; Shapin, Steven y Schaffer, Simon. Leviathan and the air-pump… 69 Shapin, Steven. A social history of truth, University of Chicago Press, Chicago, 1994. 70 Kline, Morris. Mathematics: The loss of certainty, Oxford University Press, Nueva York, 1980. 71 Potter, Elizabeth. Gender and Boyle’s law of gases, Indiana University Press, Bloomington, 2001. 72 Haraway, Donna. “Animal sociology and a natural economy…” y Primate visions… 73 Braidotti, Rosi, Charkiewicz, Ewa, Hausler, Sabine, y Wieringa, Saskia. Women, the envi- ronment, and sustainable development... 63 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? feministas el problema es “cómo tener simultáneamente una descripción de la contingencia histórica radical para todas las afirmaciones de conocimiento y los sujetos de conocimiento, una práctica crítica para reconocer nuestras propias tecnologías semióticas para crear significados y un compromiso en serio con las descripciones fieles de un mundo real”.74 Como nuestras hipótesis siempre se extienden más allá de la evidencia que las respalda, muchas hipótesis en conflicto pueden describir igual- mente bien cualquier conjunto de datos. Muchas hipótesis posibles son consistentes con el orden de la naturaleza, pero ninguna puede ser perfectamente congruente con él.75 El modo como interactuamos con el mundo que nos rodea determina lo que podemos y lo que no podemos saber acerca de él76 , en otras palabras, nuestras mejores hipótesis aspiran a ser consideradas momentáneamente menos falsas que las demás y sólo con respecto al conjunto de hipótesis contra las cuales hayan sido contrastadas. Por tanto, los proyectos del Punto de vista intentan y necesitan evitar el construccionismo excesivo y el consiguiente relativismo nocivo que tanto han afectado a las descripciones con base menos materialista.77 74 Haraway, Donna. “Situated knowledges…” 75 Hayles, Katherine. “Constrained constructivism: Locating scientific inquiry in the theater of representation”, en: George Levine, Realism and representation, University of Wisconsin Press, Madison, 1993. 76 Barad, Karen. “Meeting the universe halfway; realism and social constructivism without con- tradiction”, en Jack Nelson y Lynn Hankinson Nelson, Feminism, science, and philosophy of science... La filósofa política Nancy Hirschmann capta este punto de otra manera en su análisis de la revelación por la teoría del Punto de vista del momento materialista en la investigación. Hirschmann, Nancy. “Feminist standpoint…” 77 Lectores no familiarizados con la tradición marxista se pueden ver tentados a pensar que construccionismo hace referencia a una especie de antirrealismo y que materialismo es otra palabra para decir realismo. Ceder a esa tentación haría sumamente difícil seguir mi argumentación (y más en general los argumentos de las teóricas del Punto de vista). Realismo y antirrealismo son términos arraigados en muchas teorías filosóficas y científicas en conflicto. Pocas de ellas —quizás ningu- na— dan los pasos fundamentales característicos de la teoría del Punto de vista. Aquí materialismo proviene de un discurso diferente —donde marxismo no es sinónimo de realismo—. En algunos textos marxistas es contrastado con realismo burgués. He aquí una caracterización rápida y sucia del materialismo marxista: una teoría sobre cómo las interacciones reales e históricamente específicas con la naturaleza y en relaciones sociales —como cuidar bebés o hacer filosofía en el conjunto específico de género, clase, raza y otras relaciones sociales en las que uno participa (del mismo modo, trabajar en una fábrica o invertir en la bolsa serían ejemplos convencionales de relaciones sociales basadas en la clase)— ambas pueden a la vez posibilitar y limitar lo que uno puede conocer acerca de la naturaleza y las relaciones sociales. Este artículo se desviaría mucho de su proyecto si intentara ubicar aquí el momento materialista en esos debates filosóficos sobre el realismo. 64 SANDRA HARDING La teoría del Punto de vista promueve lo que podía ser pensado como un materialismo constructivista. Esto debe ser polémico porque necesi- tamos abrirnos camino hacia una red de conceptos diferente de los que imponían las nocivas opciones entre blanco y negro de la teoría liberal y su filosofía racionalista/empirista de la ciencia. Una red de ese tipo hará plausibles, conocidas y lógicas las posiciones que ahora trastornan nuestras redes familiares de creencias y supuestos, pero su plausibilidad requiere también que vivamos en un mundo significativamente dife- rente del que yo y la mayoría de quienes lean este ensayo ocupamos hoy en el centro de un imperio global. La teoría del Punto de vista es una epistemología y teoría de la ciencia de transición que apunta a un mundo en el que la verdad y el poder no surgen de los mismos lugares sociales como ocurre hoy. ¿La filosofía de la ciencia debe buscar relevancia social? He argumentado que varios tipos particulares de afirmaciones polémicas que proponen los proyectos del Punto de vista son valiosas justamente debido a su carácter controversial. Son receptivas e invitan al diálogo y a la reflexión a una gama asombrosamente amplia de grupos. Es razonable que esos grupos sientan cierta ansiedad con respecto a las implicaciones que tendría para sus respectivos proyectos el abandonar o seguir apoyando enteramente los supuestos de la filosofía de la cien- cia convencional. Esas controversias subrayan la relevancia social de la teoría del Punto de vista. Sugiero que una filosofía de la ciencia socialmente relevante de- bería alcanzar dos objetivos: En primer lugar, debe poseer los recursos conceptuales necesarios para reconocer una gran variedad de formas en las que las ciencias, incluyendo sus núcleos cognitivos y técnicos, participan en relaciones sociales. En segundo lugar, debe tener recur- sos para reconocer que también ella participa en las relaciones sociales de su momento (también la filosofía de la ciencia tiene su inconsciente político). Para algunos filósofos y científicos, la idea misma de que la filosofía de la ciencia deba buscar la relevancia social aparece como un grave error. Sostienen que el campo debería buscar una pericia técnica valo- rada única o principalmente por otros filósofos de la ciencia. Otros (yo, incluida) señalamos que esa posición en sí misma ocupa un lugar en el 65 ¿UNA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOCIALMENTE RELEVANTE? espectro político: se niega a intervenir en la actual complicidad de la ciencia con proyectos sociales opresivos y de ese modo es sumamente útil para quienes están interesados en que la verdad continúe emanando sólo delas sedes de poder establecidas, por tanto se podría pensar que la pregunta del título de este ensayo es puramente retórica: las filosofías de la ciencia, igual que cualquier otra forma del pensamiento humano, siempre están social y políticamente posicionadas, tanto si sus autores se lo propusieron como si no y, sin embargo, también desde esta pers- pectiva, la controversialidad de la teoría del Punto de vista es un recurso valioso para las filosofías de la ciencia. 67 ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA1 Eli Bartra Existe una especie de consenso entre las académicas feministas de diversas partes del mundo acerca de que hay algo que se puede lla- mar investigación feminista en las ciencias sociales y las humanidades; el principal problema radica en saber qué parte de todo el proceso de investigación es el que es feminista. Asimismo, hay discrepancias al tratar de esclarecer si en las ciencias naturales y exactas se utiliza una metodología feminista o bien ellas se cuecen aparte. Desde finales de los años setenta y principios de los ochenta, algu- nas científicas, entre ellas la física Evelyn Fox Keller, se han abocado a dilucidar los vínculos entre feminismo y ciencia, apostando entre otras cosas a que el feminismo aporta una mayor objetividad a la ciencia;2 hay quienes prefieren hablar de una epistemología feminista, como Linda Alcoff y Elizabeth Potter; algunas, como Sandra Harding, optan por referirse a un Punto de vista; hay quienes hablan claramente de una metodología feminista, o quien asegura que el feminismo representa solamente lo político que se halla detrás de la metodología, pero no está inmerso en ella; algunas más se refieren a la existencia de técnicas de investigación feministas, pero para otras éstas son neutras y, por último, hay aquellas para quienes sólo es feminista la selección de los objetos de estudio. Hace treinta años, la bibliografía feminista existente en el mundo podía ser leída en su totalidad por una sola persona sin ningún proble- ma; hoy en día, la riqueza de publicaciones en torno a las cuestiones de epistemología y metodología feministas es enorme. La inmensa mayoría 1 Este texto es un fragmento modificado del artículo que se publicó en Bartra, Eli (comp.). Debates en torno a una metodología feminista, UAM-Xochimilco/PUEG, México, 2002. 2 Véase, por ejemplo, Fox Keller, Evelyn. “El feminismo y la ciencia”, en: Marysa Navarro y Catherine R. Stimpson (comps.). Nuevas direcciones, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 141-158. 68 ELI BARTRA de los textos están escritos en lengua inglesa, desgraciadamente hay muy poco en español y de ello casi todo es traducción.3 Sin más preámbulos, procederé a enunciar lo que me parece que es el núcleo de la discusión en el seno de la relación entre metodolo- gía y feminismo. Desde mi Punto de vista, existen formas específicas de acercamiento social o natural a la realidad para conocerla, que son propias de un quehacer científico particular que, por sus intereses po- líticos, se ha denominado feminista; se trata de su método, al que se le ha nombrado también: método no sexista o no androcéntrico.4 Hay diferencias, desde luego, porque cada concepto tiene un significado específico, pero en la práctica el método feminista engloba a los otros dos; es decir, una metodología feminista es necesariamente no sexista (que no discrimine en virtud del sexo) y no androcéntrica (no centrada en los varones). La metodología feminista expresa, de manera explícita, la relación entre política y ciencia. Margrit Eichler afirma que la investigación feminista tiene un objeto de estudio particular que son las mujeres, los hombres o la importancia del género; sin embargo, para ella, una investigación no sexista puede realizarse sobre cualquier objeto de estudio (contaminación, transporte, industrialización) mientras evite los errores sexistas. La investigación feminista es, según esta autora, la que tiene el compromiso de mejorar la condición de las mujeres.5 Pienso que tanto la investigación feminista como la que se denomina no sexista pueden abocarse al estudio de cual- quier objeto/sujeto y no sólo deben estudiar a las mujeres sino, además, tienen el compromiso de mejorar su condición, como dice Eichler. No es posible llevar a cabo una investigación no sexista que no se interese en mejorar la condición de las mujeres. Si el método es el camino que se recorre para llegar al conocimiento, como afirmara hace mucho tiempo el filósofo mexicano Eli de Gortari, “inclusive cuando dicho camino no ha sido fijado por anticipado de ma- nera deliberada y reflexiva”, si el método es también “el procedimiento 3 Véase una bibliografía muy amplia en Reinharz, Shulamit y Davidman, Lynn. Feminist Methods in Social Science, Oxford University Press, Nueva York, 1992, pp. 350-400; y otra más reducida en Alcoff, Linda y Potter, Elizabeth. Feminist Epistemologies, Routledge, Nueva York, Lon- dres, 1993, pp. 295-301. 4 Véase Eichler, Margrit. “Feminist Methodology”, en: Current Sociology, Sage, Londres, Thousand Oaks, CA, y Nueva Delhi, vol. 45(2), abril, 1997, pp. 9-36. 5 Eichler, Margrit. “Feminist Methodology…”, p. 20. 69 ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA planeado que se sigue en la investigación para descubrir las formas de existencia de los procesos del universo”, 6 entonces es posible decir que el quehacer feminista dentro de las ciencias y las humanidades constru- ye caminos que le son propios para conocer la realidad. Y si, además, la finalidad del feminismo es la liberación de las mujeres, su método comparte este propósito. Para Helen Longino, “Esas nuevas formas de acercarse a los fenó- menos naturales y sociales pueden ser vistas como métodos de descu- brimiento, maneras de obtener información sobre los mundos natural y social que no se puede conseguir por medio de métodos experimentales o investigativos más tradicionales”. 7 Sin embargo, incluso en la investigación feminista que se realiza todos los días en todo el mundo, no se explicita las características del método o métodos que se utiliza. Me estoy refiriendo al feminismo, en singular, porque existe un conjunto de características generales que son compartidas por las diferentes posiciones dentro de él. En un plano metodológico general, por ejemplo, por lo que se refiere a la fase de observación, es posible decir que hay diferentes formas de ver la realidad y algo que se puede llamar “el Punto de vista feminista”, en este senti- do es que utilizo el singular. Pero, ¿en qué consistirían las diferencias? ¿Cómo son estos caminos propios y distintos? Comenzaré por decir que hay algunas cuestiones que el Punto de vista feminista adopta necesariamente para denominarse así; conceptos y categorías específicos que se utilizarán si se lleva a cabo una investigación de carácter feminista; por ejemplo, y dependiendo de las épocas y los lugares en que se desarrolla la investigación, han sido fundamentales nociones y categorías como patriarcado, opresión y/o explotación de las mujeres, trabajo doméstico invisible, modo de producción patriarcal, discriminación sexual, sistema sexo/género, mujer (en singular y en plural), género, relaciones entre los géneros y empoderamiento. Por otro lado, una práctica clave de la última década y parte nodal del método feminista ha sido la llamada deconstrucción. En su forma más simple significa el análisis meticuloso de lo publicado sobre el tema que se esté trabajando para descubrir los sesgos sexistas e inten- 6 De Gortari, Eli. Introducción a la lógica dialéctica, Fondo de Cultura Económica/UNAM, México, 1974, p. 293. 7 Longino, Helen. “Subjects, Power, and Knowledge: Description and Prescription in Feminist Philosophies of Science”, en Linda Alcoff y Elizabeth Potter. Feminist Epistemologies, p. 101. 70 ELI BARTRA tar corregirlos. Significa ir desarticulando las diversas disciplinas por su marcado androcentrismoe intentar la construcción de nuevas, no sexistas y no androcéntricas. En toda investigación feminista, asimismo, se considera siempre, de forma explícita o no, la división social por géneros y se contempla su jerarquía. Según se conciba ésta y según se explique o se entienda la subalternidad de un género (en general el de las mujeres) se presentarán diferencias más o menos importantes. O sea, de acuerdo con la forma en que se explique la división genérica de la sociedad y las posibles so- luciones ante la supremacía del género masculino, se darán las variantes dentro del feminismo o lo que se ha dado en llamar distintos feminis- mos. De esta manera, concepciones e interpretaciones se reflejarán en la metodología de la investigación y condicionarán los resultados. Sin embargo, a pesar de las diferencias, existen ciertos elementos en común, a los que se puede denominar “Punto de vista feminista” aun cuando se trate de distintos feminismos y, por lo tanto, de “distintos puntos de vista feministas”. Este Punto de vista es, antes que nada, el arranque, el comienzo de ese camino que llevará al conocimiento de los procesos de la realidad, ese camino que se va a ir haciendo a medida que se desarrolle la investigación. Nuevamente con Eli de Gortari, se puede decir que toda investiga- ción está integrada obligatoriamente por tres fases que conforman un único método general u orden de procedimiento lógico para obtener conocimientos nuevos: la fase investigadora, la de sistematización y la expositiva. En la fase investigadora se utilizarán, además, métodos particulares de investigación. Ahora bien, el Punto de vista feminista tiene que ver tanto con el método general como con los particulares, dado que ninguno de ellos es neutro. La visión feminista nos conducirá a desarrollar la fase inves- tigadora de determinada manera, distinta al de otro Punto de vista, porque prioriza ciertos aspectos y no otros, porque utiliza un marco conceptual diferente del que usaría, por ejemplo, el neoliberalismo, el marxismo de viejo cuño o cualquier otro y, por supuesto, lo primero de todo, porque elige determinados problemas a investigar que, a fin de cuentas, contribuyen a transformar la condición subalterna de las muje- res. En esta fase investigadora, además, es en donde se usan las técnicas específicas que se van eligiendo de acuerdo con el objeto a investigar, y la selección de ellas también tiene que ver con el Punto de vista que se adopte. Se puede hacer investigación sobre mujeres e investigación 71 ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA feminista diferentes entre sí y hay múltiples maneras de hacer una y la otra. Elaine Hobby lo expresa así: Cuando empecé este proyecto en 1979 “simplemente” quería investigar sobre las mujeres escritoras olvidadas, porque estudiar literatura inglesa significaba casi únicamente estudiar la escritura de los hombres. Sólo quería saber qué había y quería compartir mis hallazgos con otras mujeres [...] A medida que avancé en el trabajo mi perspectiva cambió [...] Cuando em- pecé este estudio estaba trabajando sobre “mujeres olvidadas”. Cuando terminé, me preocupaba el problema de lo que les sucede a los grupos subordinados que viven bajo regímenes reaccionarios y lo que les sucede a los radicales cuando pierden su visión, el sentido de su lucha.8 Las técnicas son los instrumentos necesarios para llevar a cabo la fase de investigación; son, metafóricamente hablando, los medios de locomoción que se utilizan para recorrer el camino-método y se escogen en función de éste. En la investigación feminista se ha utilizado una mul- tiplicidad de ellas pero, por ejemplo, en algunas ciencias sociales se ha privilegiado la llamada entrevista semiestructurada,9 y frecuentemente se recurre a la historia oral. En las ciencias sociales y en las humanidades al tomar en cuenta el género, se ha manifestado gran interés por estudiar específicamente a las mujeres, que hasta hace poco eran básicamente invisibles, como actoras sociales. Cuando se procede a contestar la o las preguntas formuladas a partir de un Punto de vista feminista se utilizan instrumentos (técnicas) ad hoc. Por ejemplo, la observación no siempre es igual, no existe la observación neutra, siempre se observa con los ojos propios, con lo que cada quien trae adentro: con las emociones, los gustos, los talentos, la preparación, la ideología y la política. No todos los sujetos que obser- van un proceso lo hacen de la misma manera. ¿Qué quiere decir esto? Significa que quien emprende una investigación feminista no mira la realidad de la misma manera que una persona insensible a la problemá- tica de la relación entre los géneros. Por lo tanto, las preguntas que se planteará desde su ser, su sentir, su pensar, no pueden ser iguales, serán necesariamente diferentes en la medida del interés por saber cuál es el papel de las mujeres en determinados procesos. Esto no significa que 8 Citado por Reinharz, Shulamit y Davidman, Lynn. Feminist Methods in Social Science..., p. 245. (La traducción es mía). 9 Véase Reinharz, Shulamit y Davidman, Lynn. Feminist Methods in Social Science. 72 ELI BARTRA tengan que ser radicalmente diferentes. A veces lo son, pero otras veces se trata simplemente de matices que pueden cambiar, sin embargo, el curso de toda la investigación. Si, por ejemplo, dentro de la estrategia de investigación social sim- plemente se enuncian las técnicas a utilizar: leer, escuchar, interrogar, observar, examinar vestigios o registros históricos; se podría pensar que se trata de técnicas neutras y que pueden pertenecer a cualquier mé- todo. Sin embargo, no tienen nada de neutro, porque nadie las puede utilizar de esa manera. Las técnicas se encuentran siempre dentro de un método y si éste es feminista, la manera en que se lee, escucha, observa o pregunta, ya tiene un enfoque distinto, un carácter no androcéntrico y no sexista. Sandra Harding opina que las técnicas no son feministas sino que únicamente puede serlo la manera de usarlas.10 Lo importante de las técnicas es precisamente la utilización que se hace de ellas (si no se usan, se puede decir que no existen, ya que su existencia depende de que tengan una función, de lo contrario son una simple posibilidad). La fase de sistematización, que incluye el proceso de ordenamiento de los resultados y su integración en el conjunto de conocimientos pre- existentes, será necesariamente distinta en la medida en que la investi- gación no sexista pone en cuestión al conjunto de las ciencias existentes en las cuales domina el Punto de vista androcéntrico. La fase expositiva también se encuentra frecuentemente, aunque no siempre, marcada por el Punto de vista feminista. Cuando se procede a comunicar el resultado de una investigación se han realizado esfuerzos por romper con las formas tradicionales del discurso masculino que, por ejemplo, antes usaba siempre el plural mayestático. Para éste, la expo- sición de resultados debe ser objetiva, seria, impersonal, fría, distante. Para cierto Punto de vista feminista lo objetivo no está divorciado de lo subjetivo y lo personal; el discurso puede ser claro, sencillo, directo, personal y objetivo al mismo tiempo; a menudo se escribe en primera persona y la seriedad no implica que no se pueda escribir en un len- guaje metafórico, a veces incluso irónico dado que es una forma que las mujeres suelen usar con frecuencia, y lo más estético que se logre.11 10 Harding, Sandra. “Is There a Feminist Method?”, Sandra Harding (ed.). Feminism and Methodology, Bloomington, Indianapolis, Indiana University Press, 1987. 11 Trinh-T. Minh-ha lo dice de esta manera: “unos modos de escribir que son la irrespe- tuosa mezcla de lo teórico, lo militante y lo poético”. Clough, Patricia Ticineto. Feminist Thought, Blackwell, Oxford, 1994, p. 112. 73 ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA O sea que, en la fase expositiva, el Punto de vistafeminista en ocasio- nes ha representado un estado de ruptura con respecto a los cánones tradicionales. Evidentemente que no es el único discurso que intenta romper con ellos, hay otros investigadores e investigadoras que no se consideran feministas que caminan en ese sentido. El Punto de vista feminista nos lleva a desarrollar el proceso de investigación de manera un tanto diferente, en la medida en que se inicia con la formulación de preguntas distintas (acerca de cuestiones que, en general, no son consideradas relevantes por otras y otros investigadores). Por ejemplo, una de las interrogantes con las que ha arrancado a menudo la investigación feminista es, simplemente: ¿dónde están las mujeres? Mientras se desarrollaban determinados acontecimientos bélicos, ¿qué hacían las mujeres? Si se estudia la his- toria de la minería en México, es preciso estudiar a los mineros, desde luego, pero además de contemplar su proceso de trabajo, es relevante conocer su vida cotidiana y, sin duda, la presencia de las mujeres en las familias de los mineros. Se justificarán estas preguntas de una manera también particular (porque responden a intereses políticos explícitos) y, por lo mismo, las respuestas tentativas a esas preguntas tienen que ver con la concepción del mundo que sustenta el proceso de conoci- miento. Algunas respuestas feministas explican que las mujeres han sido objeto de la división sexual forzada del trabajo y por ello, excluidas de la esfera pública. Las mujeres han desempeñado un papel social subalterno porque culturalmente se les ha educado para el matrimo- nio y la maternidad; o bien, las mujeres han realizado grandes obras de todo tipo a lo largo de la historia, sólo que la historiografía las ha ignorado, hay que hacer visible esa labor social de las mujeres. Muchas otras respuestas se han dado y se siguen buscando a la pregunta inicial de ¿dónde están las mujeres? No se trata de que en este caso las investigaciones tengan un interés político y en los demás no. En toda investigación científica existe siem- pre un interés político o ideológico, lo que sucede es que la mayoría de las veces éste se encuentra oculto y se despliega, en cambio, la bandera blanca de la supuesta neutralidad del conocimiento. La investigación feminista no es, de ninguna manera, uniforme, como tampoco lo son la investigación marxista, positivista o neolibe- ral. Sin embargo, los conocimientos que se desarrollan con base en las distintas posiciones políticas tienen denominadores comunes, por eso pueden llamarse de la misma forma. 74 ELI BARTRA Es preciso señalar que no se trata de que las mujeres, por el hecho de serlo, realizan necesariamente un tipo de investigación distinta, con una metodología diferente. Lo que propongo es que un Punto de vista feminista puede dar lugar a una metodología de investigación distinta, y resulta pertinente denominarla feminista. En general, pero no exclu- sivamente, son mujeres las más interesadas en utilizarla y esto no es esencialismo. Por otro lado, hay que reconocer que en cierto tipo de investiga- ción, por ejemplo antropológica o sociológica, el hecho de ser mujer condiciona el proceso de investigación. El acercamiento de una inves- tigadora a sujetos varones para realizar entrevistas será necesariamente distinto al de un investigador; o incluso podría modificar la conducta de los sujetos que, simplemente, son observados. Asimismo, el acerca- miento y la relación que se establece entre la investigadora y las mujeres a ser investigadas será diferente (a veces a pesar suyo) a los que se dan con un investigador, incluso aunque la investigadora no sea feminista. El simple hecho de tener un determinado sexo y de pertenecer a un género o a otro es una variable que condiciona tanto el desarrollo de la investigación como, por tanto, los resultados. En este sentido, tam- bién es posible hablar de la mujer como género. En este caso, tienen nula o poca importancia las diferencias que pueda haber en cuanto a clase social o la posición política, entre una investigadora y otra o incluso entre las mujeres investigadas. El sexo de quien lleva a cabo la investigación puede condicionar todo el proceso de la investigación y es importante metodológica y epistemológicamente que eso se tome en consideración.12 Así pues, resulta fundamental el Punto de vista del sujeto que inves- tiga tomando en consideración su propio género, pero también el sexo de las personas investigadas como variables que inciden en el curso de la investigación. No solamente la cuestión genérica tiene importancia para una investigación feminista sino también el sexo. Como cualquier otro método, el feminista no está creado de an- temano, se va creando en la medida que se desarrolla el trabajo inves- tigativo. En algunas ocasiones, incluso, no es algo deliberado sino que se va dando en forma espontánea, de la misma manera que se llevan 12 Para una discusión sobre el sexo de los y las investigadoras véase Code, Lorraine. What Can She Know? Feminist Theory and the Construction of Knowledge, Cornell University Press, Ithaca y Londres, 1991. 75 ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA a cabo investigaciones sexistas y androcéntricas, sin reconocerlo, sin hacerlo de manera consciente y deliberada, el sexismo imperante en la sociedad aparece insospechadamente por doquier. El sesgo androcéntrico y sexista en gran parte de la producción y difusión del conocimiento sólo puede ser corregido con una metodología no sexista, o sea feminista, que lleve a una investigación no androcéntri- ca. Esta afirmación nos podría acercar fácilmente a otra discusión sobre si el hecho de ser feminista es necesariamente no sexista. Yo considero que así es. Lo que se ha comprobado en la práctica es que las investi- gaciones feministas realizadas corrigen el sesgo sexista y contrarrestan el androcentrismo. El método feminista sirve, entonces, para desarrollar conocimientos nuevos y distintos sobre cualquier aspecto de la realidad, que no pode- mos obtener con otro método. Es un Punto de vista que sirve para crear un conocimiento con menos falsificaciones al tomar en consideración cuestiones hasta ahora marginadas o ignoradas. Y reduce los errores porque es menos parcial, menos ciego, menos sesgado.13 El hecho de hablar de un método no androcéntrico no quiere decir que ahora será el Punto de vista de las mujeres el que impere y se vuelva ciego, sordo y mudo frente al género masculino. No se trata de llevar a cabo ahora investigaciones meramente ginecocéntricas. Quiere decir que en lugar de ignorar, marginar, borrar, hacer invisible, olvidar o incluso deliberada y abiertamente discriminar el quehacer de las mujeres en el mundo, se busca indagar en dónde están y qué hacen o no hacen, y por qué. Además, nos permite entender la conflictiva relación entre los géneros y, por lo tanto, comprender mejor el quehacer de los hombres quienes no están solos en este planeta. Tampoco es que ahora haya que reivindicar lo que hacen las mujeres como necesariamente significativo y fundamental a priori. Sin embargo, a partir de lo que se ha visto y estudiado durante algunas décadas, hoy se pueden emitir juicios que hacen tambalear muchos cimientos del pensamiento androcéntrico. Por ejemplo, se ha visto que al estudiar la acción de las mujeres no podemos seguir tomando únicamente en consideración el terreno de la política formal, la realpolitik, sino que es fundamental que las “nuevas” formas de hacer política por parte de las mujeres, formas sui generis de organización y de lucha, como las accio- 13 Harding, Sandra. “Can feminist thought make Economics More Objective?”, en: Feminist Economics, vol. 1, núm.1, 1995, pp. 7-32. 76 ELI BARTRA nes de barrio y desde la vida cotidiana, sean consideradas. En el campo del arte y la literatura, el hecho de contemplar la división genérica a lo largo de todo el proceso de creación, distribución y consumo, así comoen la iconografía, ha sido fundamental para echar nueva luz sobre las mujeres y sobre el arte. Estudiar a las mujeres en México es un trabajo al que se han aboca- do personas de múltiples disciplinas principalmente en las dos últimas décadas. El punto de partida metodológico común es el hecho de su invisibilidad. En prácticamente toda la historiografía de los diferentes países, las mujeres están básicamente ausentes; México no es una ex- cepción, comparte con el resto del mundo el profundo androcentrismo en todo conocimiento de la realidad. Resolver esto ha sido la tarea de los feminismos en el campo de la investigación científica y humanística. Cómo hacerlo, es harina de otro costal y he ahí el abrevadero de las discrepancias. Pero, con todo y las permanentes diferencias, el conocimiento sobre el pasado y el presente de las mujeres en México ha ido avanzando. Lo que aparece hoy en día como central, sin embargo, independientemente de que el conocimiento sobre la condición de las mujeres aumente constantemente, es que es preciso encontrar la forma, la estrategia, para poder incidir de manera significativa en el corazón de las diversas disciplinas y transformar su sesgo androcéntrico. Este afán se traduce en el hecho de que algunas feministas prefie- ren buscar desde ya una ciencia liberada del género14 y no pierden las esperanzas de poder afirmar con bases sólidas, algún día, lo que Poulain de la Barre decía en su libro publicado en el siglo XVII: “la mente no tiene sexo”.15 Según como se mire, tal vez podría ser cierto, pero las mentes no están por ahí flotando en el espacio solas, se encuentran en cuerpos humanos que son sexuados y que, además, tienen género. El método feminista sirve, pues, para acompañar a la investigación científica y humanística con la finalidad de crear nuevos conocimientos que ya no se centren únicamente en el quehacer, el pensar y el sentir de los varones, sino que se considere una realidad con más de un género, 14 Para estas cuestiones véase el importante libro de Keller, Evelyn Fox. Reflexiones sobre género y ciencia, Alfons el Magnànim, Valencia, 1991. 15 Citado por Darnton, Robert. “Cherchez la femme”, en: The New York Review, Nueva York, vol. XLII, núm. 13, 10 agosto 1995, p. 22. Véase De la Barre, François Poulain. The Equality of the Sexes, Manchester, Manchester University Press, 1990. (El original se publicó en francés en 1673.) 77 ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN Y LA METODOLOGÍA FEMINISTA con todo lo que ello implica. Por otro lado, es innegable que el campo de la investigación sobre epistemología y metodología feministas sigue siendo muy fértil y las discusiones académicas en torno a estas cuestiones continúan llenando páginas en varias latitudes.16 16 Véase, por ejemplo, en cuanto a investigación en ciencias sociales el importante texto compilado en 2004 por Hesse-Biber, Sharlene Nagy y Yaiser, Michelle L., Feminist Perspectives on Social Research, Oxford University Press, Oxford. 79 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN Lourdes Fernández Rius Introducción La limitación del acceso al saber, los obstáculos para alcanzarlo, para mantener una superación constante e ingresar a las instituciones que la certifican, las dificultades para obtener asensos y el consiguiente poder que ello supone, dan cuenta de una de las restricciones más fuertes que la historia y la cultura patriarcal han impuesto a las mujeres. La inequidad y la injusticia, que lo anterior implica, el ejercicio del poder, la violencia, el irrespeto y la carencia de humanismo, desfavorables a las mujeres, han motivado, desde hace algunas décadas, el análisis del entrecruce de género y ciencia. Según Eulalia Pérez,1 cuando se habla de ciencia, tecnología y género; mujer y ciencia; ciencia y feminismo, se hace referencia al examen desde diversas perspectivas, en especial, a partir del pensa- miento feminista, que ha hecho evidente la división sexual del trabajo en la ciencia y la consiguiente organización genérica de las comunidades científicas y de la propia ciencia, las cuales han dado aliento a la desi- gualdad impidiendo el acceso a la educación, ocultando y devaluando las obras escritas por mujeres y promoviendo una educación sexista presente hasta nuestros días. ¿En qué medida el orden patriarcal del mundo y las condiciones femeninas y masculinas que integra permiten a mujeres y a hombres la satisfacción, realización plena y el crecimiento personal? ¿Es la ciencia, incluso en nuestros días, androcéntrica? ¿Cuál hubiese sido el decursar de la ciencia si hubiese sido creada por hombres y mujeres? ¿La pre- sencia significativa de las mujeres en la ciencia, relativamente reciente, 1 Pérez Sedeño, Eulalia. “¿El poder de una ilusión?: Ciencia, género y feminismo”, en: María Teresa López de la Vieja de la Torre, Feminismos: del pasado al presente, Universidad de Salamanca, España, 2000. 80 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS habrá traído consecuencias en los diseños, problemas, métodos y concepciones científicas? ¿Podría cambiar ello la noción de lo que es entendido como ciencia? ¿La insuficiente presencia aún de mujeres en las ciencias y la existencia de profesiones tradicionalmente femeninas indican perpetuidad de la cultura patriarcal? Un orden de poder muchas veces obviado Las sociedades patriarcales —prevalecientes en nuestros días— se dise- ñan y organizan desde una prescripción de valores y normas identifica- bles con una determinada construcción simbólica de lo que es entendido como masculinidad y feminidad. Lo masculino y lo femenino no son hechos naturales o biológicos sino construcciones culturales. Es uno de los modos esenciales en que la realidad social se organiza, se construye simbólicamente y se vive. El orden sociocultural configurado sobre la base de la sexualidad —definida históricamente— se expresa a través del género. En este caso se hace referencia a una construcción simbólica que integra los atributos asignados a las personas a partir de su sexo. La diferencia sexual se resignifica socialmente y se expresa en un orden de género binario: masculino-femenino, dos modos de vida, dos tipos de subjetividad, de atributos eróticos, económicos, sociales, cultu- rales, psicológicos, políticos, dos modos de sentir y de existir. Así, la categoría género permite comprender las asignaciones y expectativas socioculturales que se construyen con respecto a las dife- rencias sexuales: las actividades y creaciones de las personas, el hacer en el mundo, la intelectualidad y la afectividad, el lenguaje, concep- ciones, valores, el imaginario, las fantasías, los deseos, la identidad, la autopercepción corporal y subjetiva, el sentido de mismidad, los bienes materiales y simbólicos, los recursos vitales, el poder, la capacidad para vivir, posición social, estatus, oportunidades, el sentido de la vida y los límites propios. La noción de lo femenino está asociada, entre otras cosas, a la ma- ternidad, a lo que es dado por “la naturaleza”, al hecho de engendrar y parir. Éste es el eje de la feminidad desde lo patriarcal, que se arti- cula con la idea del sexo como procreación y deslegitima la sexualidad como placer. De ahí deriva la idea de lo femenino vinculado a dulzura, 81 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN delicadeza, al cuidado, a ser más para los otros que para sí, al lugar de la emoción, de los afectos, de los sentimientos, de la intuición. Lo femenino es atribuido predominantemente a las mujeres, las cuales, en cumplimiento del “mandato cultural”, deben asumir el papel de madre- esposa-ama de casa, liderar una familia y ser su pilar emocional. En las mujeres, el quehacer y el sentido de la vida se orientan ha- cia los demás. Trabajar, pensar, sentir para los demás. De este modo, la presencia del amor conyugal y familiar, sostenido fundamentalmente por las mujeres, sin suficiente reciprocidad en muchas ocasiones, se convierte en un pilar de dominacióny de inequidad afectiva. Lo masculino se articula alrededor de la virilidad, de la erección, del sexo como placer, de la homofobia. La perfección, la eficacia, la excelen- cia, el éxito, la razón, la capacidad para emprender, dominar, competir son los atributos psicológicos expresados en papeles instrumentales que se asocian a la masculinidad. Es éste el lugar de la cognición, del intelecto, del saber, de la cultura, del poder, la solvencia económica y la capacidad resolutiva en el ámbito público. Se excluye de aquí cualquier noción asociada a los afectos, la intuición o la emoción; en cambio es la fuerza y la agresividad física y psíquica, dada en el dominio de lo físico y en el control de los sentimientos, de la sensibilidad, de la vulnerabili- dad y en la búsqueda de la autonomía, la independencia, la decisión y seguridad emocional. Este contenido se atribuye predominantemente a los hombres quienes deben asumirlo si desean ser considerados mas- culinos. Aquí se dirime la identidad de género y la personal. Esta escisión de género se expresa, además, en una división/ex- clusión de la propia vida: un espacio público, productivo, remunerado, moderno, con progreso científico técnico, con movilidad, conectado con el comercio, la ganancia, la política y los asuntos internacionales y un espacio privado, reproductivo, estático, tradicional, conservador, no remunerado. La idea de lo masculino y ser hombre aparece vinculada al ámbito público. Los hombres deben desempeñarse en la vida pública, ése es su espacio, para lo cual deben ostentar sabiduría, poder y demostrar excelencia, eficacia, racionalidad. Este espacio es visible, tangible, es el único donde el trabajo es remunerado, medible. Lo femenino se ubica en el ámbito privado, doméstico, familiar, del cuidado a los otros, de los afectos, de la reproducción de la vida, del trabajo no remunerado, invisible, y que aparece como propio de las mujeres por naturaleza. Ellas están “mejor dotadas” para el ámbito privado y sus 82 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS exigencias, por lo que se les ha impedido históricamente el acceso a la educación, al saber, a la cultura, a la ciencia, al trabajo fuera del hogar y al poder que de ello se deriva, para que, de este modo, no se vea afectada la “función natural” esencial, para la cual han sido “destinadas”. En una misma persona pueden confluir cosmovisiones de género diversas (tradicionales y otras más modernas). Existe un sincretismo en la cultura como subjetividad, como vivencia social y también en la subjetividad individual. Sincretismo que no deja de ocasionar tensiones y conflictos. Los valores y papeles escindidos para cada género tienen reconocimiento social diferenciado; esta construcción cultural pretende, apoyándose en tales diferencias, establecer una dicotómica jerarquiza- ción que acentúa la supremacía de lo masculino como valor y convierte lo diferente en desigual. Es éste el punto cardinal de la cultura patriarcal: las relaciones de poder de género. Lo masculino (atribuido a los hombres) se erige como supremo so- bre lo femenino (atribuido a las mujeres). Los hombres aparecen como dueños y dirigentes del mundo, de sus familias, mujeres, hijos e hijas. Algo es lo legítimo, superior y paradigmático: lo masculino. Algo es poco legítimo, inferior y sometido: lo femenino. Al espacio público se le asocian valores de privilegio, es lo que se considera como lo supremo. Desde lo masculino se va construyendo un orden donde éste es la medida de todo lo humano. Mientras, se perpetúa un espacio privado, sin valor ni prestigio, reservado a las mujeres y que refuerza su sometimiento. Los intereses específicos de los hombres, condicionados por un or- den social que les ha llevado a ocupar ese papel hegemónico y a generar la sujeción femenina, se centran en varios aspectos: obtención de placer sexual, producción de hijos, explotación del trabajo doméstico no paga- do, extracción de apoyo emocional que refuerza el ego masculino. Estamos ante una situación de dominación, de explotación y de un androcentrismo cultural presente, incluso, en los actos aparentemente más íntimos (pareja, familia, sexualidad), en una dinámica de subor- dinación en el escenario privado, en un mercado laboral desfavorable para las mujeres a partir de salarios más bajos y de empleos menos prestigiosos o bloqueados en cuanto al ascenso, en la limitación de sus desplazamientos pues la violencia sexual funciona como un toque de queda para las mujeres las cuales no deben o no pueden transitar por ciertos lugares ni a ciertas horas sin la compañía masculina. 83 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN Esta dicotomía y jerarquización de género también la podemos apreciar de modo nítido en la división sexual del trabajo, en la estrati- ficación horizontal y vertical de ciencia y tecnología como veremos más adelante, en los diversos discursos sociales, artísticos y en las relaciones de poder que acontecen en toda la sociedad todo lo cual tiene su origen en la cultura, en la sociedad y no en la naturaleza. Los modelos de la cultura patriarcal se expanden hoy, vertigino- samente, en virtud de la globalización, aunque ello apunte hacia un sincretismo en el cual se vertebran diversidad de costumbres, tradiciones, religiones, relaciones económicas y núcleos de género. A su vez, todas las sociedades, con sus ritmos propios, experimentan transformaciones que evidencian puntos de tensión entre conservación y cambio. Algo se ha quebrado del equilibrio anterior, donde regía un orden entre los géneros por el cual las mujeres “naturalmente” ocupaban un lugar postergado. Los organizadores de sentido [de] lo femenino y lo masculi- no trastabillan, las demarcaciones de lo público y lo privado se vuelven borrosas [...] diversas fisuras amenazan con el quiebre del paradigma que legitimó durante siglos las desigualdades de género.2 El patriarcado es universal y longevo. Sin embargo, no hay esen- cias masculinas o femeninas eternas, sino que se van construyendo en lo simbólico, en la organización social y en un sistema de prácticas que crean lo material y lo espiritual y le dan continuidad a niveles macro, medio y micro estructurales a través de la socialización. El patriarcado se impone a través de la coerción (leyes, islamismo fundamentalista, etc.) o a través del consentimiento (imágenes y mitos trasmitidos). Esto último nos devela la existencia de una igualdad sólo for- mal entre hombres y mujeres, pues incluso ante la autonomía económica femenina hay patriarcado, toda vez que la relación de género se realiza de acuerdo con dinámicas e inversiones psicológicas que resultan diferentes para mujeres y hombres, por ser producto de una socialización también diferente. Es por ello que aún desapareciendo la dependencia económica femenina subsiste la subordinación emocional de las mujeres. La cultura patriarcal produce, reproduce, promueve valores aso- ciados a la distinción y segregación de las personas a partir de su sexo. 2 Fernández, Ana María. Las mujeres en la imaginación colectiva, Paidós, Buenos Aires, 1993, p. 12. 84 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS Mientras, la sociedad se encarga de instrumentar los agentes (peda- gógicos, coercitivos, correctivos, valorativos) para hacer cumplir la normatividad asociada a la condición de género. La socialización sexista de niñas y niños va conformando subjetividades distintas y habilidades distintas: relacionales y emocionales, de cuidado para las niñas e instrumentales para niños, en especial por los juguetes y el tipo de juegos que practican y que se les exige que practiquen en la familia, escuela y sociedad en general, por el tipo de estudios o profesiones que se espera que cursen o desempeñen, por las preferencias docentes que se les forman. Esto coloca el acento en los determinantes socio- culturales en la comprensión de posibles diferencias cognitivas entre mujeres y hombres. En el proceso de socialización —que tiene lugara través de dichos agentes— se producen y reproducen relaciones de poder o de respeto a las diferencias, así como el lenguaje social, los modelos y mecanismos para la interiorización. En esta socialización cristalizan las subculturas de género, la sociedad en general y las tradiciones culturales. Evelyn Fox Keller plantea que “la primera tarea, la más obvia del trabajo en el género, es dividir los cuerpos físicos en masculinos y fe- meninos. El trabajo más sutil y tal vez más insidioso se hace evidente en el trabajo que el propio género hace al dividir el mundo social, político y cognitivo.”3 Acerca de la ¿neutralidad de las ciencias? La ciencia ha sido concebida como una relación de dominio y explota- ción ejercida por el ser humano sobre la naturaleza, mediante ingenios e inventos, para transformarla en nuestro provecho y proveer conoci- mientos verdaderos.4 De acuerdo con la concepción tradicional o concepción heredada de la ciencia, ésta es vista como una empresa autónoma, objetiva, neutral y 3 Keller, Evelyn Fox. “La paradoja de la subjetividad científica” en: Dora Fried Schnitman. Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Paidós, Buenos Aires, 1994, p. 145. 4 Pérez Sedeño, Eulalia. “Feminismo y estudios de ciencia, tecnología y sociedad: nuevos retos, nuevas soluciones” en: María José Barral y Carmen Magallón (eds.), Interacciones ciencia y género, Icaria, Barcelona, 1999. 85 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN basada en la aplicación de un código de racionalidad ajeno a cualquier tipo de interferencia externa.5 Aparece así una concepción esencialista y triunfalista de las ciencias, en la cual —desde una linealidad— a más ciencia, más tecnología, más riqueza, más bienestar social. Se tributa así a una separación entre ciencia y sociedad-valores unida a la neutralidad valorativa de la ciencia en aras de la racionalidad teórica y la objetividad. Haciendo referencia a los orígenes de esta escisión Jover Núñez afirma que: en las publicaciones científicas del siglo XIX se aprecia cada vez más la especialización del lenguaje, el intento creciente de la objetividad apoyado no sólo por el perfeccionamiento del método científico, sino también en la separación de toda valoración, de toda expresión de cultura espiri- tual, concebida como extrínseca a la ciencia. [...] Emoción, sensibilidad, espíritu, belleza, se confrontaron cada vez más con matematización, experimentación, objetividad, operándose así una fractura al interior de la creación humana.6 Según Núñez, la concepción que distancia a la ciencia de la econo- mía, de la política, de la sociedad y de la moral hunde sus raíces en el positivismo lógico que pretendía la objetividad y alcance de la verdad a partir de recursos empíricos y lógicos, sin que interviniesen circuns- tancias psicológicas, políticas u otras. Se quería una ciencia igualada a verdad en “beneficio” humano, una ciencia caracterizada por su objetividad, neutralidad, por contenidos carentes de valores, por métodos que —en tanto “científicos”— buscaran de modo desinteresado la verdad a partir de la contrastación de hipótesis por medio de técnicas muy elaboradas, la experimentación, cuantifica- ción, que liberara de los errores que originarían los sentimientos, los valores o los compromisos políticos. 5 García Palacios, Eduardo Marino, González Galbarte, Juan Carlos, López Cerezo, José Antonio, Luján, José Luis, Gordillo, Mariano Martín, Osorio, Carlos, Valdés, Célida. Ciencia, tec- nología y sociedad: una aproximación conceptual, OEI, Madrid, 2001, p. 12. 6 Núñez, Jover. “Ciencia y Cultura en el cambio de siglo”, en: José Antonio López Cerezo y Manuel Sánchez Ron. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 92. 86 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS Desde ese lugar los valores contextuales no tienen significado en la investigación, no intervienen en la observación, en los diseños, las reflexiones ni en las interpretaciones, se habla de verdades absolutas, definitivas, por tanto se niegan, entre otros, los condicionamientos de género. Esta noción de ciencia hace estallar valores ecológicos, de respeto a la naturaleza, de equidad, para legitimar el poder, la violencia, la su- misión. Esto recuerda las relaciones de poder presentes en las relaciones de género. La ciencia concebida en términos exclusivos de racionalidad es un producto cultural más, para Kuhn la ciencia no consistía en “la totalidad de las proposiciones verdaderas ni estaba regida por principios lógicos o metodológicos inmutables, sino que representaba una empresa social basada en un consenso organizado”.7 La crítica al positivismo destaca, como causa de la decadencia de la cul- tura, el olvido del mundo de la vida y de la subjetividad: la racionalidad se ha restringido a las meras ciencias de los hechos, las cuales producen meros hombres de hechos.8 Guerras y crisis ecológica, impactos militares y económicos pro- movieron, desde los años sesenta hasta hoy, cuestionamientos acerca de la excelencia racional y la supuesta neutralidad de la ciencia y la tecnología. Todo esto va cambiando las relaciones entre ciencia y socie- dad y los discursos acerca del tema en el que la crítica feminista de la ciencia posee un lugar especial mientras que los estudios de CTS (Cien- cia, Tecnología y Sociedad) iniciados por ese entonces en norteamérica comenzaron a indagar acerca del condicionamiento de la ciencia, los valores subyacentes a su desarrollo y los impactos sociales que venían produciéndose. Se habla hoy del riesgo en la ciencia y del síndrome de Frankens- tein para hacer referencia a un impacto dañino, destructor sobre la naturaleza, la sociedad y la humanidad en virtud de la globalización de la ciencia y la tecnología (amenazas y catástrofes nucleares, residuos 7 López Cerezo, José Antonio y Sánchez Ron, Manuel. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo..., p. 72. 8 Hoyos, Guillermo. “Ciencia y tecnología entre la crítica y la ética: el uso pragmático de la razón práctica”, en: José Antonio López Cerezo y Manuel Sánchez Ron. Ciencia, tecnología, sociedad y cultura en el cambio de siglo..., p. 122. 87 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN tóxicos, aditivos alimentarios, alimentos transgénicos, envenenamiento farmacéutico, derramamiento de petróleo). Ya no se asocia progreso científico con bienestar social. La ciencia y la tecnología se cuestionan, se hacen objeto de examen, de debate social y político. Se añade a esto el hecho de que hoy, las ciencias se desarrollan sobre la base de la producción de tecnologías muy sofisticadas, y éstas también se sostienen sobre avances científicos, por eso se tiende cada vez más a hablar de tecnociencia como: [...] el producto de la investigación que emplea métodos y técnicas ca- racterísticos, a la vez que un cuerpo de conocimientos y procedimientos organizados y un medio de resolver problemas; pero además es una institución social que necesita instalaciones materiales, es un recurso cultural y educativo que necesita ser dirigido y un factor fundamental en los asuntos humanos [...] es un sistema formado por conocimientos, artefactos, diseñadores/as y usuarios/as, pero también por quienes sin ser usuarios/as directos, lo padecen o sufren y entre los que se dan determi- nadas relaciones todo ello además situado en un contexto sociohistórico concreto.9 Entonces, ¿qué relación existe entre el poder muchas veces obviado y la “neutralidad” de las ciencias? ¿Se entrelazan género y ciencia? ¿Pueden los intereses de género sesgar la ciencia y la tecnología? La tecnología incorpora de la cultura relaciones sociales constituidas por creencias, deseos y prácticas, dentro de las cuales las de género adquieren especial significación. Hombres y mujeres crean la ciencia y la tecnología en virtud de sus contextos sociales, políticos, históricos, intereses de género y de poder determinados.Asimismo, la promoción y desarrollo en ciencia y tecnología respon- den a elecciones y políticas hechas por grupos en contextos socioculturales y políticos específicos, dependen de la distribución de poder y de recursos en una sociedad. Las instituciones, decisiones de proyectos, financia- 9 Pérez Sedeño, Eulalia. Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología, Cuadernos de Ibero- américa, OEI, Madrid, 2001, p. 83. 88 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS mientos, lo que se puede investigar y lo que no, están supeditados a los intereses sociales y políticos de un momento histórico determinado. Estos últimos también condicionan el planteamiento de problemas científicos, hipótesis, diseños, técnicas, instrumentos y las interpretaciones que se realizan de los datos obtenidos. El saber y la cultura están condicionados por lo económico, lo social e histórico de cada sociedad así como por las relaciones de poder imperantes de modo específico. Dentro del condicionamiento social de la ciencia es insoslayable hoy el examen desde la perspectiva de género. En este sentido, la crítica feminista habla de un saber científico construido por el poder hegemónico masculino presentado presuntamente como universal. El análisis requiere desmontar al sujeto cognoscente universal, único y eterno y aceptar la existencia de un sujeto cognoscente condicionado por el género entre otros elementos. Ya no es posible hablar de ciencia descontextualizada, sin relación con quiénes la hacen, con la realidad sociocultural, histórica, política y profesional de realización; ni de la desconexión entre los valores epistémicos (los que permiten afirmar que una práctica tecnocientífica sea adecuada) y los contextuales o extracientíficos (entre otros, los de género). Según Diana Maffía,10 científicos y científicas están determinados socioculturalmente. Una de estas determinaciones es el género, es decir, la redimensión cultural de las diferencias sexuales, los roles asignados y las relaciones humanas condicionadas en virtud de ello. Entonces, hay que hacer evidente cómo el producto del trabajo científico, supuesta- mente neutral posee un sesgo sexista. El sesgo de género puede aparecer como ideología de la inferiori- dad de un sexo, históricamente el femenino (sexismo) y como Punto de vista parcial masculino que hace de la experiencia del varón la medida de todas las cosas (androcentrismo). Según Eulalia Pérez Sedeño11 los estudios sobre ciencia, tecnología y género, aún en su diversidad, se opo- nen al sexismo y androcentrismo reflejados en la práctica científica. La noción de ciencia positivista y neutral cada vez es más cues- tionada desde diversas disciplinas, incluido el movimiento y la teoría 10 Maffía, Diana. “Epistemología feminista: La subversión semiótica de las mujeres en la ciencia”, en: Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol.12, núm. 28, Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género. Universidad de Buenos Aires, Caracas, junio, 2007. 11 Según Pérez Sedeño, Eulalia. Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología… 89 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN feminista. Así, cuestionar las teorías que fundamentan el orden patriarcal es a su vez cuestionar una noción de ciencia neutral, libre de valores y el poder que engendra este tipo de conocimiento. Incluir la perspectiva de género contribuye a dicho examen, además de develar el lugar de las mujeres en la producción de saberes científicos, en relación con el producto científico y en las prácticas, en el inicio de ciertas disciplinas, como debilitamiento cuando tales disciplinas se profesionalizan, el lu- gar de la aparición de fenómenos sociológicos asociados a las mujeres, para el fomento de ciertas disciplinas; la influencia de las mismas en la divulgación, el desfase de su incorporación a instituciones científicas y las consecuencias que ello ha traído. La inclusión del género en la ciencia ha conducido, también, a develar las innovaciones tecnológicas en acti- vidades del ámbito privado como derivación del sexismo y la división sexual del trabajo. Asimismo, esta perspectiva ha contribuido a la comprensión del origen y desarrollo de la ciencia, a entender las complejidades en este desarrollo, sus mecanismos de funcionamiento así como la influencia de ciertos aspectos —al parecer— ajenos a la ciencia lo cual pudiera, junto con otras perspectivas, favorecer una redimensión de lo que se entiende por ciencia y tecnología. En la producción de conocimientos científicos, se ha transitado también por caminos dicotómicos donde lo cuantitativo, en tanto modo de hacer ciencia, ha sido legitimado, promovido e impuesto como lu- gar del saber, como el lugar de lo medible, demostrable, observable y, por tanto, de la verdad. Acá aparece también la universalización de un camino, la absolutización de una parte convertida en paradigma de la ciencia y del saber científico legitimado. Siguiendo esta misma lógica de lo diferente convertido en desigual, en una relación jerárquica y de poder, se aprecia entonces que la razón, el saber, el intelecto, la excelencia, lo legítimo, lo medible y perfecto van apareciendo casi como sinónimos, por estar exentos de emociones, de afectos, de intuición, de intangibilidad. Subyace a la dicotomía de género, lo que la ideología patriar- cal pacientemente ha tejido desde hace milenios, la contraposición cognición-afecto, razón-emoción y la legitimación de la razón y el intelecto como superior al afecto y la emoción. Se aprecia también la contraposición objetivo, visible, tangible versus lo subjetivo, no visible, no medible. Así como la dicotomía objeto-sujeto, cultura-naturaleza, cuerpo-mente, individuo-sociedad, público-privado, razón-emoción, 90 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS objetividad-subjetividad, hecho-valor, ciencia-creencia. Y las jerarquías correspondientes. El patriarcado reduce los valores humanos a los masculinos y en consecuencia éstos aparecen como únicos y modélicos. Por ejemplo, el modelo único y universal de ciencia, supuestamente neutral, que a su vez destila valores sesgados por un modo de entender la ciencia y de ejercer el poder sobre la naturaleza, así como entre quiénes saben y quiénes no. Se evidencia el dualismo dicotómico que vemos también en la con- traposición cantidad-calidad en el ámbito del pensamiento científico y que sostiene la ya mencionada “neutralidad” de las ciencias, [...] al introducir el sesgo androcéntrico que supone la generización de la sociedad en la base misma de las dicotomías, se pone de manifiesto el hecho de que la propia forma de conceptualizar, la forma de elaborar los principios lógicos y epistémicos que rigen el método científico obedece a una construcción patriarcal, situándose el género como el factor revelador crucial de esta construcción [...] 12 Los discursos y mitos sociales (científicos, de género) ordenan y legitiman a los actores y los espacios sociales y subjetivos, que son —en tanto jerárquicos— de poder, de violencia. Estos dos fenómenos se cor- tan para condicionarse mutuamente. Sería difícil determinar si es una ideología patriarcal la que subyace en ambos supuestos o es el modo de producir el saber de una época el que se refleja en lo patriarcal o todo ello resulta de una imbricación entre ambos fenómenos que definitivamente se articulan y alimentan mutuamente en la producción de sentidos en los contextos y en las subjetividades sociales e individuales. Las críticas feministas sostienen que esta dicotomización constituye una ideología en el sentido fuerte del término en contraste con las creencias falsas, sesgadas a favor de unos valores que carecen de poder social, estas creencias estructuran las políticas y prácticas de las instituciones sociales incluida la ciencia.13 El patriarcado fomenta y refuerza una ciencia neutral. Desde este lugar se desarticula el humanismo, por un lado, y por el otro, se pro- 12 Ana Sánchez, citada por Fernández, Ana María. Lasmujeres en la imaginación colectiva... p. 43. 13 Harding, Sandra. Ciencia y Feminismo, Morata, Madrid, España, 1996, p. 119. 91 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN mueve una exclusión de los valores contextuales del quehacer científico. En ambos casos se tributa, en mutua retroalimentación, en el sentido de soslayar los valores morales, sociales, humanos. La no neutralidad se aprecia en las proposiciones tecnocientíficas y las consecuencias de sus usos para las mujeres, en las diversas presiones socioculturales, en la sentencia: mujer igual a maternidad, en la cons- trucción cultural de la infertilidad, de lo estético corporal, de la juventud como valor, de los estándares de belleza, higiene, orden en el hogar, etc. Tales prácticas no son neutrales toda vez que intentan perpetuar valores que, a su vez, afianzan y legitiman un poder y un sometimiento a estereotipos de género. La capacidad tecnológica masculina (saber usar los artefactos idea- dos por la ciencia y la tecnología) es un producto a la vez que un refuerzo del androcentrismo social.14 Ello se acentúa en anuncios publicitarios y en los juegos que adjudicamos a niños y niñas, entre otros. El discurso y la cultura androcéntrica producen sentidos subjetivos en la sociedad, y a su vez, éstos son legitimados por los valores de la cultura social, en una suerte de reproducción a su interior. Entonces se legitiman modos de saber, de hacer, de actuar desde sus propios valores. El discurso social, político y científico ha sido fundamentalmente androcéntrico, ha promovido desde un modo de hacer ciencia que genera cambios a la vez que perpetúa lo androcéntrico. Se entrelaza en un nudo lo que ha promovido y puede seguir promoviendo una cultura sexista y androcéntrica, un pensamiento dualista, dicotómico, excluyente. Ahí aparecen de nuevo los entretejidos: ¿quienes poseen el acceso al saber científico desde este lugar? ¿Quién posee la capacidad real de razonar, de desplegar su intelecto, de alcanzar la objetividad y protegerse de afectos e intuiciones? Tal como señalamos más arriba, quedaría claro que los hombres, quienes son los portadores de lo masculino, sinóni- mo a su vez de razón, precisión, excelencia, etc. Las mujeres quedan excluidas del saber científico en tanto se identifican con el lugar de la emoción, los afectos y la intuición. La noción tradicional de objetividad presenta a la ciencia como una actividad hostil para las mujeres, pues sus métodos y definiciones entran en colisión con la construcción social de feminidad. 14 Pérez Sedeño, Eulalia. “Feminismo y estudios de ciencia, tecnología y sociedad”... 92 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS Celia Amorós analiza varias referencias en la historia del pensa- miento filosófico que han tratado de fundamentar la exclusión de las mujeres de las ciencias: “[...] está probado que partes del cerebro funda- mentales para la vida intelectual están menos desarrolladas en la mujer que en el varón ya desde el nacimiento [...] el lugar correcto y natural de la mujer es el de un ser subordinado”.15 Rousseau afirmaba que las mujeres no están capacitadas para “la búsqueda de verdades abstractas y especulativas [...] en lo tocante a las obras de genio, éstas superan su capacidad [...]”16 que “Cuando la mujer utiliza la razón, sale de su sexo, se viriliza” y que “La educación de la mujer, por tanto, debe estar siempre relacionada con el hombre. Para agradarnos, para sernos útiles [...] éstas son las obligaciones de las mujeres y lo que se las debe enseñar desde la infancia”.17 Para el psicólogo estadounidense de inicios del siglo XX Stanley Hall, la mujer es “más intuitiva, menos discursiva, posee con diferen- cia una vida emocional más rica […]”18 y su posible dedicación a la ciencia era censurado por él en un sentido médico, sexual y moral “[…] es la apoteosis del egoísmo desde cualquier ética biológica”.19 James McKeen Cattell, otro psicólogo prestigioso de la época, en sus estudios sobre hombres eminentes concluía que en la relación de eminencias “las mujeres no tienen un lugar importante […]” y las pocas que lo son, es “[…] gracias a infortunios, a su belleza o a otras circunstancias”.20 De la misma época Edward Thorndike, psicólogo y discípulo de Cattell, afirmaba que “[…] de los cien individuos más aptos en este país [EU], ni siquiera dos serían mujeres”.21 Edward B. Titchener creador del Club Informal de Psicólogos Experimentales decía en 1904: Durante muchos años quería un club experimental, sin oficialismos, los hombres moviéndose de un lado a otro, portando aparatos, el laboratorio 15 Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer, Verbo Divino, España, 1995, pp. 92-93. 16 Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer…, pp. 126 y 160. 17 Rubio Herráez, Esther. “Nuevos Horizontes de la Educación Sexista”, en: María José Barral y Carmen Magallón. Interacciones ciencia y género, Icaria, Barcelona, España, 2000, pp. 538-539. 18 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo, Narcea, Madrid, España, 2005, p. 32. 19 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 33. 20 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 34. 21 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 36. 93 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN anfitrión para trabajar, sin mujeres, que se pudiera fumar, lleno de críticas y discusiones totalmente francas […].22 Definitivamente, tanto los valores patriarcales como los paradigmas “legítimamente científicos” se han imbricado. ¿Podrían estos entretejidos explicar el hecho de que durante milenios se privara a las mujeres del acceso a la educación, a la ciencia y al desempeño público? ¿Podrían explicar, también, el hecho de que las mal llamadas ciencias duras sigan siendo predominantemente desempeñadas por hombres y de que las mal llamadas ciencias blandas sigan siendo fundamentalmente feme- ninas?, ¿que los cargos de dirección y toma de decisiones sigan siendo en su mayoría ejercidos por hombres?, ¿que determinadas ciencias o profesiones se devalúen cuando se feminizan?, ¿que un amigo insista en que la física es para hombres y un colega diga que aunque la psicología es femenina, los talentos siempre han sido masculinos? Diana Maffía23 refiere que la exclusión de las mujeres en la ciencia impide su participación en las comunidades epistémicas que constru- yen y legitiman el conocimiento, y contribuye a eliminar las cualidades femeninas de tal construcción y legitimación. A su vez, la visibilidad de las mujeres en las ciencias pone hoy en cuestionamiento su invisibilidad histórica tanto en los sistemas teóricos, como en las metodologías de investigación, las tecnologías e instituciones científicas. La diferencia y jerarquización de género atra- viesan todas estas instancias. El análisis de género es detractor del orden patriarcal de la socie- dad (desigualdad, injusticia, jerarquías) que resulta nocivo, opresivo y enajenante. La perspectiva de género implica una mirada ética del desarrollo y la democracia para enfrentar la inequidad, la desigualdad y la opresión, es una toma de posición crítica y una proposición de al- ternativas para el cambio La deconstrucción de la cultura patriarcal que propone el feminis- mo se hermana con las proposiciones del enfoque CTS —en el sentido de que el primero avanza en el desmontaje—, ambos son caminos de equidad, justicia y democracia, entre los géneros. A la vez, el enfoque CTS avanza en propuestas inclusivas de la moral, los valores, la política, la cultura en el quehacer científico. Ambos se entrecruzan en el camino 22 García Dauder, Silvia. Psicología y Feminismo…, p. 69. 23 Maffía, Diana. “Epistemología feminista...”. 94 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS de desarticular propuestas, ideologías, culturas que soslayen la signi- ficación del humanismo, la justicia y la equidad en la sociedad, en la ciencia y en la tecnología. ¡Mujeres: hacia la ciencia y la tecnología! Y… ¿de cuál ciencia hablamos?Según Pérez Sedeño24 son tres los momentos que marcan la lucha de las mujeres por el acceso a la educación: El primero se sitúa en el Renacimiento y la revolución científica, a mediados del siglo XVII, cuando se planteó el acceso de las muje- res a la educación elemental y surgió la polémica sobre su capacidad biológica para ello, floreció la literatura para damas, se crearon los salones científico literarios dirigidos por mujeres ilustres, de clases privilegiadas y de modo excepcional. La idea social generalizada era que las mujeres poseían insuficiente capacidad para aprender, lograr un saber y mantenerlo, es decir, que eran inferiores intelectualmente. Esto luego ha sido sostenido y defendido por ciencias como la biología, neurociencias, para reproducir el androcentrismo. Por ejemplo, estudios en biología se han encargado de justificar la inferioridad y el sometimiento de las mujeres, su infe- rioridad intelectual, cognitiva, buscando condicionamientos lineales o semejanzas con el comportamiento animal. El segundo se sitúa en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las mujeres se propusieron el acceso a la educación de alto nivel, sin res- tricciones, a las ciencias, a las instituciones universitarias, a las acade- mias, sobre todo en Occidente, y de modo paulatino. Con excepciones aisladas (en los conventos o las mujeres de la ilustración), lo cierto es que el acceso a las universidades fue posible hasta hace poco más de un siglo. Por ejemplo, el acceso a universidades europeas se produjo, por lo general, en el último tercio del siglo XIX (Suiza en 1860, Gran Bretaña en 1870, Francia en 1880, Alemania en 1900, España en 1910), a las universidades americanas en el primer tercio del XX, y en la segunda mitad del XX se dio acceso a las mujeres a las academias científicas. Celia Amorós afirma que “ya en nuestro siglo —refiriéndose al XX— hasta las vísperas de la Guerra y hasta 1965 en Francia y 1975 24 Según Pérez Sedeño, Eulalia. Las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología… 95 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN en España, la mujer debía pedir al marido permiso para ejercer una profesión”.25 El tercer momento corresponde a los años setenta, del siglo XX, en la segunda ola del feminismo. Ya sin restricciones legales y una vez conseguido el acceso a las ciencias las preguntas son: ¿por qué hay pocas mujeres estudiando ciencias, en la historia de la ciencia, trabajando en ellas o en puestos de responsabilidad y toma de decisiones?, ¿por qué las que están aparecen como inferiores? Como resultado de este análisis se recuperan figuras femeninas de la historia de las ciencias, y en la actualidad se les brinda un mayor reconocimiento en cuanto a su papel en el nacimiento de algunas ramas científicas, se buscan las causas de la exclusión y la explicación de este fenómeno; se develan las barreras institucionales y barreras sociopsicológicas que han obstaculizado hasta hoy el acceso de las mujeres a la ciencia y la tecnología. La exclusión de las mujeres del saber científico es una cuestión histórica y en buena medida, de modo más significativo, de la segunda mitad del siglo XX. A la vez que subsisten elementos que perpetúan el androcentrismo en la cultura y en las ciencias, se produce una relación de género en transformación continua hacia puntos de equidad Resulta interesante cómo es que los estereotipos de género con- dicionan la naturaleza del conocimiento, la división sexual del trabajo científico y la dicotomización entre lo que es ciencia, “buena ciencia”, y lo que no lo es. Desde esta comprensión, se excluye cualquier presencia de subjetividad, valoración o intuición. Esto último es devaluado por no legitimarse desde un saber que se pretende científico, “objetivo”. Todo ello cristaliza en una noción de ciencias fuertes o duras y ciencias blandas o sociales. Se inserta aquí el tema de profesiones o ciencias predominante- mente femeninas, asociadas al cuidado, al servicio, a lo humano, al contacto con los demás, es decir, las ciencias sociales, “blandas”, de dudosa calidad en tanto tales. Éstas avanzan con la timidez que gene- ra una aproximación cualitativa en la construcción del conocimiento, aproximación muchas veces vista como el agujero negro de las ciencias. Una aproximación diferente que reclaman a voces los fenómenos sociales y subjetivos, cuyo estudio considera la subjetividad de quien investiga, sin que ello suponga falta de rigor o de cientificidad. Las mujeres están 25 Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer…, p. 32. 96 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS mucho más representadas en éstas. Otras son las ciencias “duras” asocia- das a la razón, al desarrollo del pensamiento lógico, a las metodologías cuantitativas, predominantemente masculinas en las cuales están mucho más representados los varones. Los estereotipos de género que sobreviven hoy, exigen compor- tamientos específicos a niñas y niños lo cual también va conformando expectativas hacia ellos, así como su identidad de género. Desde los es- tereotipos, las niñas deben ser emotivas, pasivas, dependientes, tiernas, subjetivas, comunicativas y los niños, racionales, dominantes, agresivos, competitivos, fuertes, con frialdad y objetividad. Desde un cierto para- digma de lo que se entiende por ciencia las chicas serían idóneas para las ciencias “blandas”. Los chicos serían portadores de lo más valioso y necesario para el estudio y desempeño en las ciencias “duras”. Esta dicotomía jerárquica se convierte en obstáculo para que las mujeres sigan carreras llamadas científicas, ya que salen del marco de las expectativas sociales y de ellas mismas, pues las cualidades necesarias para las “ciencias”, desde una determinada noción de lo que es ciencia, son las masculinas. Veamos varias referencias de académicas de ciencias sociales: […] las mujeres nos movemos mejor en un tipo de discurso y de mensaje más emotivo-simbólico y los hombres como en un tipo de lenguaje más demostrable […] He visto más preponderancia en los hombres de la tendencia a la metodología cuantitativa más de corte positivista, conozco muchos profesionales hombres en el mundo que su estilo de investigación tiene más que ver con acercar las ciencias sociales con las “ciencias duras”, investigaciones muy de tablas, muy de gráficos, cuantificable, medible, observable, de buscar siempre el tema de los métodos que te lleven a la máxima racionalidad, a la máxima demostración. […] para llegar a ser una mujer académica de ciencias sociales en la Aca- demia de Ciencias cuesta más trabajo porque la mayoría de ese conjunto son hombres y más vinculados a lo que se ha denominado las ciencias duras, no se visualiza una académica de las mal llamadas ciencias blandas […] como una académica, intelectual, creo que hay una especie de mirada no como a las grandes científicas, salvo éstas que están vinculadas con las vacunas, con estas cosas que sí tienen un producto concreto. Los productos de las ciencias sociales no son tan visibles, palpables; a veces cuesta trabajo que se visualicen. Esto es un problema que atraviesa mucho la situación de género porque la mayoría de las personas de las ciencias sociales o las ciencias mal llamadas blandas son eminentemente mujeres. Para alcanzar un premio en la Academia de Ciencias que tenga 97 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN que ver con las ciencias sociales a veces cuesta más que un premio en ciencias experimentales donde tú traes un producto o un resultado o ahorras grandes sumas de dinero al país, por ahí hay un sesgo de género en esta situación de ser mujer académica.26 Se aprecia, así, una segregación horizontal: mujeres y hombres con- centrados respectivamente en profesiones diferentes. Como tendencia, hombres en ciencias exactas e ingenierías y mujeres en ciencias sociales y humanísticas. Junto a esto, hay esfuerzos pedagógicos que tratan de transformar el currículum e incorporar a las niñas;se examina el sexismo de los textos y en las clases en el intento de desmontarlo; asimismo, se examinan las expectativas de niñas, docentes y profesionales con res- pecto a la participación de las mujeres en las ciencias. Esto conduce a la elaboración de propuestas encaminadas a incentivar la participación de las mujeres en las áreas de ciencia y tecnología. Esto resulta un camino decisivo, imprescindible en el empeño de transformar el orden androcéntrico de las ciencias. Sin embargo, me gustaría subrayar que contiene, a la vez, reductos de tal androcentrismo. Estudios desde la psicología, en muchos casos, han concluido que el asunto está en la percepción distorsionada que tienen mujeres sobre las ciencias, sobre el mundo y sobre sí mismas. Por tanto, habría que modificar tal percepción, para que acudan a las ciencias a partir de un modelo edu- cativo que no es pensado para ellas. Haciendo referencia a políticas procedentes del pensamiento de la diferencia sexual en profesoras italianas, Esther Rubio refiere que [...] estas profesoras han localizado el problema no en la discriminación sino en la falta de autoridad: las mujeres no son ni se sienten autorizadas en un sistema educativo que no acepta su presencia sino es asimilándose a la identidad masculina. En el sistema sociosimbólico dado, la educación está pensada con una medida masculina que, a su vez, ha definido lo femenino, se hace necesario por tanto, una medida femenina construida a partir de las relaciones entre semejantes y dispares, para abrir espacios a una educación realmente humana.27 26 Alfonso, Rachel. Mujeres académicas entre la tradición y la transgresión, tesis de licenciatura en psicología tutorada por la Dra. Lourdes Fernández Rius. Facultad de Psicología. Universidad de La Habana. 2007. 27 Rubio Herráez, Esther. “Nuevos Horizontes de la Educación Sexista”…, p. 229. 98 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS Para muchas mujeres que tienen lugares destacados en las ciencias esto ha sido el costo de asumir valores androcéntricos e incluso de sopor- tar visiones homofóbicas de las propias congéneres. Dice una académica de ciencias sociales acerca de la supuesta visión en la sociedad de las mujeres científicas: […] es una mujer virilizada que ha tenido que asumir muchas posturas y actitudes competitivas y rivalidades con los hombres y, por lo general, esas mujeres se han hecho más toscas, más viriles, he oído opiniones así, como que más viradas, del “otro bando”, desde el punto de vista de su orientación sexual. Alentar, promover y favorecer la incorporación de las mujeres a las ciencias y las tecnologías, cuestión loable, sin duda, sigue tributando a más de lo mismo: lo valioso es lo científicamente fuerte o las tecnologías, el dominio de lo masculino, entonces… ¡vayamos hacia allá! Es decir, la inequidad no sólo consiste en la desventaja numérica; tener igualdad presencial en el ámbito de la ciencia es un elemento de avance, pero no promueve linealmente la transformación. Subsisten estereotipos de género que impiden cambiar la vida de mujeres, de hombres y a la ciencia misma. De este modo, se promueve más una adaptación que una transformación real. El paradigma de lo que es ciencia sigue siendo el mismo, se sigue privilegiando una noción positivista de la ciencia o el estereotipo de ciencias duras. Sólo se trata de que las mujeres habiten este espacio, que se conserva tal cual, y no de una transformación personal y social. Lo social se conserva, en lo personal nos adaptamos a lo social ya existente e “inmutable”. Anida aquí la perpetuidad de la cultura patriarcal, más aún si no se redimensionan las nociones de género y lo que se legitima como ciencia. La causa está pues en el androcentrismo de la ciencia, en los sistemas educativos y en la propia sociedad. Estimular la presencia de las mujeres en las ciencias posee una implicación humana y política que nos obliga a preguntarnos: ¿de qué ciencia se habla?, ¿qué entender por ciencia o conocimiento científico? De seguir legitimando una noción de ciencias duras y blandas, este camino que en un sentido aflora como emergente de cambio, es a su vez perpetuidad de lo mismo. Por eso se impone legitimar una noción diferente de ciencia, así como también replantear la idea del lugar del varón; es decir, estimular el acceso de los hombres a las ciencias tra- 99 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN dicionalmente no masculinas. Con ello se puede intentar desarticular los estancos dicotómicos autocontenidos de las ciencias duras como lo masculino y ciencias blandas como lo femenino. Por eso, para Sandra Harding,28 el relativo fracaso de los esfuerzos por integrar a niñas y mujeres en la ciencia y la tecnología, conduce a estimular una reflexión que transite del análisis de las mujeres en las ciencias, al análisis de cuáles serían los supuestos cambios en la noción de ciencia, sus contenidos, métodos y prácticas desde una mayor pre- sencia de las mujeres y del pensamiento feminista. No basta ya con reformar las instituciones y alfabetizar en ciencia y tecnología a las mujeres, sino de reformar la propia ciencia. ¿Por qué no legitimar el acceso de todos y todas por igual, a unos u otros saberes, de acuerdo con las posibilidades y preferencias? No tiene por qué existir un solo paradigma de lo que es ciencia y hacia ahí dirigir a hombres-niños y mujeres-niñas, sino que las personas puedan sentir la libertad de estudiar unas u otras ramas, según las nece- sidades propias sin que ello conduzca a cuestionamientos, compulsiones o exclusiones; libertad para elegir ciencias exactas, naturales o sociales, se trate de mujeres o de hombres. La teoría feminista intenta denunciar, también, la supremacía de los mecanismos de poder del patriarcado, presentes tanto en los discursos teóricos, filosóficos y científicos, como en otros. Por ejemplo, las carac- terísticas de sumisión, pasividad, docilidad, dependencia, falta de ini- ciativa, inhabilidad para actuar, para decidir y para pensar, presentes en la noción de feminidad construida en la cultura patriarcal, se atribuyen también a muchas minorías étnicas, a cuyos integrantes se les considera infantiles, inmaduros, débiles e incapaces. El paradigma de ser humano psicológicamente saludable y desarrollado que la ciencia psicológica ha propuesto en las teorías más reconocidas como el psicoanálisis, o el humanismo, dista mucho de esta idea de feminidad. Así, se habla del hombre autorrealizado (Abraham Maslow) o de la personalidad madura (Gordon Allport)29 para hacer referencia a un sujeto activo, transformador, creativo, emocionalmente controlado, decidido y orientado hacia el futuro. Los indicadores de este desarrollo psicológico recuerdan mucho más la noción de masculinidad promovida desde la 28 Harding, Sandra. Ciencia y feminismo... 29 Se refiere a Gordon Allport y Abraham Maswlow, psicólogos estadounidenses de la se- gunda mitad del siglo XX, representantes de las teorías humanistas. 100 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS cultura. Asimismo, la imagen del psicoanálisis acerca de la mujer como un varón castrado que pasa su vida envidiando el pene, evidencia el androcentrismo de estas consideraciones. Podríamos suponer, sin embargo, que la creciente presencia de mu- jeres en los espacios de creación científica puede impactar y promover la deconstrucción de tales valores. Cuando las mujeres entran a formar parte del cuadro, ya sea como obje- tos de investigación en las ciencias sociales o como investigadoras, se tambalean los paradigmas establecidos. Se cuestiona la definición del ámbito de objetos del paradigma de investigación, así como sus unidades de medida, sus métodos de verificación, la supuesta neutralidad de su terminología teórica, las pretensiones de universalidad de sus modelos y metáforas.30 Conocemos, por ejemplo, el impacto que ha ejercido la presencia de mujeres en la teoría psicoanalítica, que ha dado lugar a la conformación deun grupo de notables especialistas de prolífera producción y análisis crítico de dicha teoría, desde posiciones feministas que cuestionan el sesgo androcéntrico del psicoanálisis ortodoxo.31 Asimismo, habrá que reflexionar acerca de lo que seguirá enten- diéndose como objetividad en las ciencias. No es posible hablar de una racionalidad y objetividad científica universal cuando la ciencia hasta hace muy poco era producida fundamentalmente por hombres. La objetividad científica, como capacidad independiente de los seres humanos, es cuestionable; aunque un relativismo tampoco conduciría a un conocimiento científico. En la búsqueda de objetividad, el consenso de la comunidad científica, a su vez, es una actividad humana. La integración de pensamiento y sentimiento en la determinación de la objetividad, y la integración de lo objetivo y lo subjetivo, son también elementos a considerar en el avance de la comprensión de la objetivi- dad de las ciencias. La objetividad emerge de la crítica de la comunidad científica que evalúa, pero sin obviar los condicionantes socioculturales e ideológicos en la ciencia, sin lo cual es difícil de tributar a valores de justicia, equidad, libertad que deben acotar nuestros compromisos so- 30 Sheyla Benhabib citado por Amorós, Celia. 10 palabras claves sobre mujer…, p. 61. 31 Mabel Burín e Irene Meller notables psicoanalistas y feministas argentinas contempo- ráneas, entre otras. 101 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN ciales y, con ello, incentivar programas de investigación que fertilicen en este sentido. Se cuestiona, pues, una noción de ciencia como conocimiento trascendentalmente objetivo, racional, neutral, lo cual fractura la com- prensión y aceptación de la gente de ciencia como personas política y éticamente pasivas. Visto así el asunto, la pregunta es: ¿realmente están excluidos los factores subjetivos, del proceso del conocimiento? Incluso en el supuesto de una ciencia objetiva-racional-neutral, ¿se reúnen real- mente los elementos de masculinidad a los cuales me referí? Este sujeto cognoscente libre de emociones, de sus necesidades, de lo estético y lo social es cada vez más cuestionado como posible y real. Aparece el lugar de lo fenomenológico en la investigación como válido, no sólo para una epistemología feminista sino para toda investigación científica, el lugar de la experiencia vivida donde las mujeres, como investigadoras y como objeto de investigación, van in- troduciendo cambios en los problemas a investigar, en los métodos, las interpretaciones y las conclusiones. Se evidencia como, de este modo, el conocimiento posee una re- lación de interdependencia con la dinámica social de desigualdad y discriminación entre los sexos. Se desprenden de aquí las injusticias cometidas en nombre de la neutralidad y objetividad de las ciencias.32 Siendo más somos menos Otro fenómeno es el de la segregación vertical. En la estructura ocupa- cional, las mujeres están en los escalones más bajos o, escasamente, en puestos de toma de decisiones. La igualdad social, la coeducación y las intervenciones en políticas de igualdad no han logrado todo lo desea- ble. Se ven universidades feminizadas, pero el ejercicio profesional, en especial desde el examen de las jerarquías, sigue siendo masculino, más hombres en categorías científicas y académicas, así como en puestos de toma de decisión en los ámbitos científicos y académicos. Una de las razones que pudiera explicar este hecho es que a pesar de las transformaciones que han permitido el acceso de las mujeres a la 32 González, Marta. “Género y conocimiento”, en: José Antonio López Cerezo y Manuel Sánchez Ron. Ciencia, Tecnología, Sociedad y Cultura en el cambio de siglo... 102 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS educación y al empleo remunerado, la distribución de roles en el hogar sigue siendo sexista. Por su parte, los empleadores asumen y asignan roles desde el sexismo tradicional y, automáticamente, las mujeres quedan excluidas de trabajos no compatibles en tiempo y dedicación con las labores do- mésticas, pues siguen siendo ellas las protagonistas de las mismas. Asimismo, el diseño de tales puestos y la vida pública es aún an- drocéntrico (dedicación extrema, largas jornadas de trabajo, exceso de largas reuniones y actividades en horarios extendidos, etc.) como si fuera éste el único espacio de vida o al menos el más privilegiado. Las oportunidades de empleo de las mujeres están aún limita- das por los estereotipos sexuales que, además, influyen en la elección configurando a su vez un círculo vicioso y perpetuo. Asimismo, a las mujeres se les asigna el trabajo devaluado y se devalúa el trabajo que hacen. Existe el llamado “Techo de cristal” para las mujeres, esto es, un ni- vel que no pueden sobrepasar debido a una socialización que las impulsa en otra dirección, con consecuencias que se reflejan en el menor ascenso en la categorización académica, la superación, así como en el acceso a puestos de toma de decisión en el ámbito científico. La conquista de espacios sociales no supone un camino lineal de ascenso hacia el logro de la plena igualdad de oportunidades. Junto a espacios de equidad se generan otros de subordinación. Las mujeres hoy —aunque más edu- cadas, cultas y con más presencia en lo público— conservan el techo de los pactos conyugales; aunque más libres sexualmente, aún conservan la heteronomía en este espacio. Innovan y cultivan tradiciones a la vez. Transgreden en el acceso y mantenimiento de un saber-poder y al mismo tiempo reeditan los roles tradicionales de cuidadoras en medio de una alternancia entre roles instrumentales y roles relacionales. Se recicla la subordinación a través del control de subjetividades y de tutelajes invisibles como, por ejemplo, las afirmaciones no poco usuales de que las desigualdades han desaparecido. ¿Han desaparecido…? Las políticas de igualdad de oportunidades han visibilizado a las muje- res y explicitado la diferencia sexual, pero se mantienen los supuestos que sostienen el discurso educativo, el discurso científico y las prácticas 103 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN educativas tradicionales, se sigue privilegiando una única noción de lo científico. Aunque las polémicas desde las dicotomías suenen estériles y vacías, aunque lo diferente (y no por ello desigual o inferior) se imponga cada vez más como una necesidad de la construcción de saberes contempo- ráneos, lo cierto es que en el imaginario social y académico subsiste el fantasma de la ciencia asociada a lo medible, observable, constatable; es decir, a lo masculino como valor. Prevalece la ideología patriarcal allí donde la noción de ciencia, su concepción, diseño y dirección se sigue articulando desde una interpretación androcéntrica de la sociedad y de la ciencia como lo racional y objetivo. Pervive en la educación y en las políticas públicas la imagen tra- dicional objetivista y benefactora de la ciencia. Ante todo esto, Núñez precisa dos tesis: la primera según la cual “La ciencia y la tecnología no navegan por encima de las circunstancias sociales igualando oportunida- des, sino que son procesos sociales condicionados y condicionantes de la economía, la política y todo lo demás”33 y añado: la ideología patriarcal condiciona un modo de concebir y hacer ciencia que a su vez refuerza esta propia ideología; y la segunda plantea que “[...] lo que convierte a la ciencia en un recurso significativo es la sociedad donde se produce [...]” De ahí la insistencia en sostener el humanismo que debe caracterizar a la ciencia y la tecnología. En el ámbito de las ciencias y profesiones de mayor calificación se sigue hablando hoy de ciencias duras, muy bien remuneradas, ha- bitadas en lo fundamental por hombres, y de ciencias blandas, peor remuneradas habitadas en lo fundamental por mujeres. De modo que acceder a un trabajo remunerado no rompe con las barreras de género, no obstante, siguela división sexual: trabajos masculinos y trabajos femeninos, y desigual salario para mujeres y hombres por tra- bajos iguales. Si bien en los últimos años las mujeres de muchos países han logra- do un reconocimiento y ampliación significativa de sus derechos (educa- ción, formación, control sobre sus recursos e ingresos, acceso a puestos de toma de decisión) lo cierto es que no ha habido una redistribución de los recursos ni reparto del poder. Incluso en los países más favorables a la equidad. Por ejemplo, la desigualdad de género está fuertemente 33 Núñez, Jover. “Ciencia y Cultura en el cambio de siglo”… 104 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS relacionada con la pobreza humana, pues de hecho la mayor parte de los pobres son mujeres. La existencia de prejuicios hace que las mujeres tengan menos oportunidades. La ciencia actual agudiza la polarización de las riquezas, lo que adquiere además un matiz importante si consideramos la variable del género. Hay ganancias económicas en pocas manos, en contraste con quienes obtienen poco, y de entre quienes reciben menos, gran parte son mujeres. Asimismo, los avances en ciencia y tecnología no son iguales en zonas rurales y urbanas, con el sesgo correspondiente para el caso de las mujeres en áreas rurales. La gestión científica y tecnológica ha adquirido hoy un acento em- presarial que le imprime el sello de la competitividad y la ganancia. Se comercializa y privatiza el quehacer científico y se destinan más recursos a la investigación bélica que a la básica, de esta manera, en la investi- gación científica, porque no revisten un especial interés económico, se excluye a pobres, a personas de ciertas razas y a mujeres. El desarrollo científico y tecnológico actual está movido por los in- tereses hegemónicos de las grandes potencias mundiales, las exigencias del desarrollo industrial y las demandas del consumismo contemporá- neo. De ahí que la ideología empresarial esté presente en el mundo de la ciencia, de los científicos y de sus instituciones.34 El desarrollo en tecnociencia se distancia cada vez más de la so- lución de las necesidades básicas humanas con el consiguiente efecto destructivo y desestabilizador que se globaliza cada vez más. La tecno- ciencia-competitividad refuerza el androcentrismo en la ciencia y, con ello, perpetúa por otros canales los estereotipos, exclusiones y jerarquías de género. Esta empresarización acentúa los criterios masculinos de dirección, las formas masculinas de hacer que, además, se mueven por resortes de “[...] rentabilidad económica y de la eficacia inmediata, verdades punta de lanza de los intereses de la cultura masculina.”35 Todo ello constituye un obstáculo para la plena y creciente integración de las mujeres a la ciencia y la tecnología. 34 Núñez, Jover. La Ciencia y la Tecnología como procesos sociales, Félix Varela, La Habana, 1999. 35 Santamarina, Cristina. Mujeres españolas ante el conocimiento científico y tecnológico en Madrid, Cuadernos de Iberoamérica, OEI, Madrid, 2001, p. 60. 105 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN La doble y triple jornada de trabajo para las mujeres se acrecienta, lo que tiene implicaciones económicas pues parte de esta jornada se refiere a todo un trabajo doméstico que no se remunera, ni siquiera se cuantifica, sino que aparece atribuido a la mujer de modo “natural” por su condición de género. El tiempo de las mujeres es menospreciado y el trabajo doméstico es poco valorado, no obstante, en él se sostiene el de la sociedad en su conjunto. Esto también se puede analizar en términos de empobrecimiento para las mujeres y de empoderamiento para los hombres. La familia, por otra parte, está condicionada a la reproducción, el cuidado y a una distribución no equitativa de los papeles a desempeñar. La maternidad aún aflora como una manera de retener a las mujeres en el hogar y de hacerlas renunciar a la autonomía. La sociedad, en sus diversas instancias de organización, continúa siendo patriarcal. Eviden- cia de ello son las exigencias en cuanto a la organización de tiempo y espacio por género, en este sentido, las actividades se realizan como si la vida pública fuera la más importante. Desde esta visión, las mujeres muchas veces son excluidas, se sienten excluidas o se autoexcluyen de la participación en actividades muy complejas o de dirección que conspiren contra el tiempo que, por mandato cultural, deben emplear en la vida doméstica. Esto esencialmente ocurre por la insuficiente redimensión de los roles de género tradicionales a la vez que por la perpetuidad pa- triarcal que continúa privilegiando los espacios públicos para hombres y los privados para mujeres. En muchos contextos socioculturales a las mujeres se les limita el acceso a la educación, a las ciencias y a puestos de toma de decisión, o para alcanzar elevados niveles de superación en comparación con los hombres. Existen profesiones que se han feminizado, y esto ha conducido a la disminución del nivel de los salarios o a la segmentación en especia- lidades femeninas mal pagadas y en especialidades masculinas mejor remuneradas. La feminización del mercado laboral ha supuesto una depreciación de los campos a los cuales han accedido las mujeres, a la vez que un descenso general de los salarios. La globalización de los procesos de trabajo y la feminización del mercado laboral han hecho que las mujeres constituyan los recursos de mano de obra más baratos y explotados. 106 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS Género y ciencia en Cuba Con la fundación de la ya casi tricentenaria Universidad de La Habana,36 se inicia la Educación Superior en Cuba. Transcurrido siglo y medio de su creación, hace justamente 120 años, se matricula por primera vez a una mujer en esta Universidad.37 Varias décadas tendrían que transcu- rrir para que se hiciera notoria la presencia de las mujeres en las aulas universitarias. A partir de la gran campaña de alfabetización que permitió re- ducir al mínimo el índice de analfabetismo en el país, pasando por la incorporación de infantes, jóvenes y gente adulta a los diferentes niveles de enseñanza y la ampliación de la matrícula universitaria, diversas políticas educativas y de empleo han expresado los ideales de justicia y de equidad social del proyecto de transformaciones que ha protagoni- zado la sociedad cubana. Esto incrementó las oportunidades de acceso a la educación, aumentó notablemente la calificación y cultura de la población, a la vez que creó un gran sector con elevada preparación profesional hasta alcanzar equidad presencial de género en el ámbito científico. Sin embargo… ¿Hasta dónde la equidad conquistada? Si bien se brinda a las mujeres un mayor reconocimiento en cuanto a su papel en el nacimiento de algunas ramas científicas y se eleva notable- mente su presencia en las ciencias, la marca de género continúa visible en la división sexual del trabajo científico y en la división entre lo que es ciencia y lo que no. Por otra parte, aunque en Cuba se avanza en la presencia de mujeres en cargos de toma de decisión, al examinar las jerarquías se observa más presencia de hombres en elevadas categorías científicas y académicas, así como en puestos de toma de decisión. 36 Se funda la Universidad de La Habana el 5 de enero de 1728. Véase Ortiz, María Dolores. “Las primeras mujeres universitarias en Cuba”, en: Revista Bimestre Cubana de la Sociedad económica de amigos del país, vol. LXXXIV, época III, núm. 9, La Habana, Cuba, julio-diciembre, 1998. 37 Doña Mercedes Riba y Pinos matriculada el 6 de septiembre de 1883 y obtuvo sus títulos el 22 de mayo de 1887 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana. Véase Ortiz, María Dolores. “Las primeras mujeres universitarias en Cuba”... 107 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN ¿Cómo explicar esto, si existe igualdad presencial de mujeres y hombres en el ámbito científico? El propio progreso nos sitúa encondiciones mucho más favorables para profundizar en los análisis más cualitativos de las estadísticas, e intentar explicaciones de ciertos fenómenos que subsisten, impulsando así el continuo camino hacia la equidad social. La presencia de las mujeres en las ciencias no es ya el problema de la realidad cubana, que ha logrado alcances comparables a los de países más desarrollados, sino las determinadas características que adopta esta presencia. El interés actual es examinar qué hay tras las estadísticas, para poder explicar por qué determinadas ciencias siguen siendo femeninas o masculinas, lo que hace que en el acceso a la calificación, expresado en el sistema de categorías que lo certifican, o en el acceso a cargos de dirección permanezca un desequilibrio presencial, en detrimento de las mujeres. La igualdad social, la coeducación y las intervenciones en políticas de igualdad no han logrado todo lo deseable. La equidad presencial en el ámbito de las ciencias es un elemento de avance pero no la solución del problema. Subsisten estereotipos de género que impiden cambiar la vida de mujeres (y de hombres) y a la ciencia misma. Sobreviven como obstáculos factores económicos, socioculturales y psicológicos. Detrás del fenómeno del techo de cristal, que ya hemos indicado, y de la segregación vertical de las ciencias, subyace determinada sub- jetivación estereotipada de género que, de modo velado, puede influir en la discriminación de las mujeres para que ocupen cargos, en cierta benevolencia de género que entraña también discriminación o en au- todiscriminación cuando las mujeres —que no han desarticulado en el nivel subjetivo tales estereotipos— experimentan una sobreexigencia ante alternativas de asumir cargos de dirección, o son presionadas ne- gativamente por sus parejas y familiares, expresiones vinculadas al estilo extremadamente androcéntrico de este tipo de desempeño. Estos elementos demandan acciones que trascienden las políticas y conducen a acciones educativas en diversos planos y niveles. Otra cuestión es la subsistencia —a pesar de los avances— de cien- cias y profesiones fundamentalmente femeninas o masculinas, donde se mantiene la inercia de género. Es importante decir que ha habido mucho más progreso en la feminización paulatina de ciertas carreras tradicionalmente masculinas, que a la inversa. Esto habla también de 108 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS la subsistencia de estereotipos, del acento en el progreso de la mujer, y en cierta noción de lo femenino, así como de la urgente necesidad de incorporar a los hombres en el desmontaje y redimensión de tales este- reotipos. Es necesario avanzar en una integración de mujeres y hombres sin lo cual se pueden afianzar importantes barreras en la consecución de mayores niveles de equidad en ciencia y género. También resulta de interés examinar el impacto que esta elevada presencia de mujeres (o la ausencia de hombres) pueda estar ejerciendo sobre las ciencias y profesiones, así como el impacto que este cambio pudiera generar en la propia subjetividad y la vida de mujeres y de hombres que se desempeñan en las ciencias. El sexismo en la ciencia no sólo requiere de políticas pues demanda con urgencia cambios esenciales en la subjetivación de género, en las nociones de lo que significa para las personas dedicarse a las ciencias y las características de quienes las ejercen. Nos encontramos ante mujeres para las cuales el trabajo es un proyecto de vida que, incluso, puede entrar en conflicto con otros pro- yectos que históricamente se les han asignado en el ámbito doméstico y familiar. Por ello, develar las barreras mucho más subjetivas hoy, en contextos sociales en los que se ha logrado avanzar en el acceso de las mujeres a la educación, es una urgencia actual en este tema de género, ciencia y equidad. El incremento de la presencia femenina en la ciencia requiere la articulación de análisis más cualitativos y de acciones educativas que sigan tributando al desmontaje de estereotipos de género, sin lo cual podrían continuar las contradicciones entre progreso y perpetuidad, de especial impacto en la subjetividad de mujeres y hombres y en la continuidad del avance de la equidad social. Apostando a la utopía... La construcción de género desde la ideología patriarcal produce ex- clusión, dicotomías y opresión e impide el diálogo en la diversidad y la democracia. Relaciones equitativas y justas entre las personas, en las que se atienda al género, requieren de cambios en lo económico, lo político, lo íntimo, en el imaginario social, e incluye a personas y a profesionales que 109 GÉNERO Y CIENCIA: ENTRE LA TRADICIÓN Y LA TRANSGRESIÓN producen conocimiento, a las instituciones y estructuras que refuerzan y perpetúan la discriminación de género y la desigualdad social. Se impone, entonces, recuperar la igualdad desde el reconocimien- to de la individuación y la diferencia, las pluralidades y las diversidades. Ello supone una resignificación de lo que hasta hoy se ha estado enten- diendo por hombre-mujer, masculino-femenino, maternidad-paternidad y familia. Los cambios requieren no sólo aminorar la pobreza, la dis- criminación, la violencia y ampliar la participación femenina; también es necesario desmontar las fuentes del dominio y promover cambios genéricos en hombres y mujeres, en las familias, las comunidades, las instituciones; reconocer el trabajo no remunerado y apoyar y estimu- lar a hombres y mujeres en sus responsabilidades familiares; lograr la participación plena de la mujer en todos los niveles de la sociedad, mejorar sus condiciones materiales, su posición social y promover su autonomía como condición de poder para controlar y elegir sus vidas, y participar en su cambio. Los cambios en los roles públicos y los cambios en los roles do- mésticos van indisolublemente unidos, entre ellos los referentes a la ocupación paritaria del espacio público y la democratización del ámbito privado. Hemos accedido al espacio social, público, pero mientras los hom- bres no participen plenamente y de modo equitativo en las exigencias de la vida privada, las comprendan e incluso aprendan a disfrutarlas, seguirán las limitaciones prácticas y subjetivas que mantendrán la in- equidad. Esto es una de las explicaciones de la insuficiente presencia de las mujeres en espacios de poder o de elevada calificación y logros. Desafiar la ideología patriarcal y quebrantar la subordinación genérica es un imperativo hoy. Entender la ciencia y la tecnología como procesos sociales es vital en la educación en la “sociedad del conocimiento”, así como neutralizar las ideas y prácticas en cuanto al sexismo en educación. Ello demanda al profesorado esfuerzos pedagógicos que intenten transformar el currícu- lum, que examinen y desmonten el sexismo en los textos y en clases, así como transformar progresivamente las expectativas hacia niñas y niños por parte de docentes y profesionales en las ciencias. Se trata de una renovación que pasa por recuperar métodos des- prestigiados, como las metodologías cualitativas en ciencias sociales, o propiciar enfoques que favorezcan la complejidad. Por ejemplo, en la psicología emergen nuevos métodos, se atiende a lo contextual, a 110 LOURDES FERNÁNDEZ RIUS las relaciones investigador-terapeuta, se fomentan análisis holísticos e integrativos, y se induce al cambio social trasformando la epistemología y la sociedad. En la redimensión de lo que es conocimiento científico, la demanda hoy es la de sujetos y sujetas cognoscentes, participantes en la produc- ción del saber (investigación-acción-participación), en un conocimiento construido colectivamente desde el compromiso emocional. Se trata de otras formas de conocimiento que supongan, a la vez, acceder al saber y transformar la realidad. Probablemente se avance en la desarticulación y desmontaje de dicotomías, desde la pujante proliferación de nuevos paradigmas en las ciencias y su posible conciliación.Desmontar la idea de masculinidad-tecnociencia supone pensar en la tecnociencia y en contenidos de masculinidad o feminidad, sin exclusión. Esto apunta a fomentar valores humanos universales y no valores sesgados por el sexo. Invalidar la concepción binaria del mundo es imprescindible, pues la diversidad en que mujeres y hombres despliegan su condición de género exige desarticular la idea de polos rígidos, excluyentes, comple- mentarios: la idea de “La mujer” y la de “El hombre”. Mover los estereotipos de género en el acceso y desempeño cien- tífico contribuirá al cambio en la división sexual del trabajo en ambos sentidos y recuperará el valor de la diversidad e interpenetración entre tareas públicas y privadas pertinentes en la sociedad y su distribución equitativa. A su vez, el cambio en la división sexual del trabajo generador de recursos es el factor que más podría contribuir al cambio de los papeles tradicionales de género y en la percepción social que de ellos se tiene, y favorecer la equidad en la distribución de tareas en el ámbito público y en el privado. Las mujeres transgreden la cultura patriarcal a la vez que reeditan los papeles tradicionales. Estamos ante una alternancia tensionante entre roles que no están acompañados de una redimensión real de los valores patriarcales, de un cambio real en las propias mujeres y los hombres, ni en la sociedad en su conjunto. El viaje no se ha producido en sistema, por lo que resulta insuficiente aún para lo que se desea y espera —en términos de cambios— en las sociedades contemporáneas. 111 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER Patricia Corres Ayala ¿Por qué pensar lo masculino y lo femenino? En la actualidad es importante continuar con la reflexión acerca de lo que entendemos por femenino y por masculino ya que estos con- ceptos se pueden manejar como categorías de análisis. Al aplicarlos a las prácticas de los seres humanos, nos descubren diferencias interesantes en cuanto a los modos en que hombres y mujeres crean conocimien- to, producen lenguaje, generan estructuras sociales y constituyen sus identidades. Los esfuerzos por comprender el universo que habitamos nos han llevado a construir nociones que permitan clasificar y reorganizar los elementos que lo conforman, para hacerlo inteligible y poder actuar adecuadamente. Así, con la finalidad de asignar una identidad a cada sujeto y, con ello, regular las relaciones humanas, se han propuesto diversas clasificaciones como: la nacionalidad, las razas, las religiones, los nombres de familia, entre otras. En el siglo XIX, en el terreno de lo social ya se había acumulado una buena cantidad de categorías, entre ellas: Estado, poder, proletariado, capitalismo, clase social; esta última resulta de suma importancia, ya que su concepto nos abre los ojos: dirige nuestra atención hacia la situación de barbarie en que han estado inmersas las relaciones humanas debido, principalmente, a las prácticas de dominio ejercidas históricamente, y que han producido grandes desequilibrios y, por lo tanto, mucho sufri- miento humano. En la noción de clase social se constituyen, al mismo tiempo, la conciencia individual y la conciencia de pertenecer a un grupo, que nos ubican en el todo de la sociedad y por las que asumimos funciones que corresponden al lugar que se nos asigna según la época y la cultura, con lo que esto implica en términos de beneficios y costos. 112 PATRICIA CORRES AYALA Los teóricos sociales continuaron sus elaboraciones observando que tanto en la realidad económica como en los sistemas ideológicos se reproducen los esquemas de dominación y los de lucha entre las clases por expresar sus propios ideales y valores. La categoría de clase social es una construcción vigente, así como también otras denominaciones que agrupan a los sujetos y los etique- tan: etnia, religión, nacionalidad, estado civil, ideología, etc. Confor- maciones sociales que corresponden igualmente a identidades que en muchas ocasiones, generan conflictos entre los grupos, producto de la intolerancia que existe ante la diferencia. Se observa, pues, que los seres humanos tendemos al abuso, a invadir el lugar del otro, una vez que lo reconocemos como no-yo. Se trata de una inclinación a anular la alteridad e imponer una sola forma de ser y de actuar. Estas asignaciones no han sido del todo positivas, pues si bien permiten colocar a las personas en espacios y tiempos y estipularles funciones, también se han utilizado para justificar el ejercicio del poder, las rivalidades, los abusos, las invasiones, incluso el exterminio de unos grupos a manos de a otros. Tales actos destructivos han tenido conse- cuencias vergonzosas en la historia humana. Ante tales hechos, junto con otros motivos, estudiosos de la realidad social se han dado a la tarea de elaborar nuevas categorías de conoci- miento que permitan análisis cada vez más precisos, más detallados, hasta llegar a lo más sutil, íntimo, sin perder de vista lo ya acumulado, que nos da el contexto y refiere a la realidad macrosocial, con el obje- tivo de señalar los problemas y tratar de proponer formas de solución a los mismos. Con tal fin, se ha generado, entre otros, el campo de conocimiento referido a los estudios de lo femenino y masculino, que se ha dedicado a desarrollar descripciones y explicaciones de la condición humana del ser hombre y del ser mujer en las diferentes sociedades, con un doble objetivo: conformar un cuerpo teórico-conceptual que dé cuenta del estado de cosas y actuar en consecuencia, para trabajar por un mundo más justo. A la descomposición del orden conceptual predominante para recomponerlo en un nuevo pensamiento, una actitud diferente, una nueva interpretación de la realidad y diferentes prácticas individuales y sociales, es a lo que se ha llamado constructivismo. En los estudios de lo femenino y lo masculino las diversidades no se ven como una simple evidencia biológica con fines reproductivos, sino como algo más complejo que incluye lo social, lo político, lo eco- 113 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER nómico y lo cultural. Tradicionalmente, la expresión de las diferencias en la especie humana ha servido como justificación para ejercer domi- nación y violencia, mismas que se han dado, con mayor frecuencia, en el ámbito de los sexos, principalmente de parte de los hombres hacia las mujeres. Hoy en día, si excluimos tales categorías de análisis, cometeremos el error de hacer estudios burdos que disfrazan la realidad, que ocultan las verdades necesarias para superar las crisis sociales, que abarcan tanto lo económico como lo ético, que afectan la vida privada y la pública, que mantienen prejuicios que nos tienen sumidos en el inframundo, en el atraso, aun cuando nos rodee la más alta tecnología. Por ejemplo, si vemos el mundo laboral, hemos de aceptar que desde hace varias décadas la producción económica abrió posibilidades a las mujeres, otorgándoles empleo e ingresos personales; por otro lado, el mundo académico también ha ido abriendo sus puertas de manera que gradualmente han sido aceptadas en las instituciones educativas. No obstante, las desigualdades entre hombres y mujeres continúan, sólo que se manifiestan de otras maneras: en las dobles o triples jornadas laborales que realizan las mujeres que han decidido tener una pareja, hijos, trabajo y hacer estudios; en las diferencias de salarios, de logros académicos o en la dificultad para acceder a metas más altas de realiza- ción personal y proyección social de acuerdo con el género. Otro ámbito es el de la política; si bien en la actualidad los discur- sos repiten constantemente que se están brindado oportunidades a las mujeres para su incorporación en la toma de decisiones de amplio alcance social, lo que en realidad vemos es que dicha apertura ha sido muy limitada debido, en parte, a que implica el acceso al poder y la posibilidad de pertenecer al grupo de los que definen el destinode las sociedades. La participación de las mujeres en la vida política, en términos de la incidencia de sus decisiones en el devenir de las sociedades, ha sido parcial y se ha manejado como una concesión, más que como un derecho; escasamente ha significado un movimiento hacia nuevos valores, estilos diferentes de gobernar, de instaurar organizaciones sociales que no repitan las formas hasta ahora impuestas. Incluso se podría decir que la mayoría de las mujeres ha tenido que acceder a dichos espacios conservando las estrategias masculinas y ha tenido que ejercer prácticas de dominio ya empleadas desde que la política era exclusiva de los hombres, lo cual, dicho sea de paso, sigue sucediendo en gran medida. 114 PATRICIA CORRES AYALA Entre las causas de agresión se encuentra encubierto un factor de poder, pero ello suele no ser reconocido porque no existen argumen- tos válidos para su justificación en la “racionalidad social”; y en lugar de hacer conciencia, se hacen elaboraciones falsas para sostener una situación de subordinación y de maltrato. La violencia se manifiesta de múltiples formas: en el pensamien- to, a través de la acción, mediante el lenguaje; todo ello con el fin de excluir la alteridad, como una demostración de que somos intolerantes a la diferencia. Pareciera ser que no existe un lugar para cada quien en el mundo, y la frase que define nuestro estar en él es: “tú o yo”. Reducir la destrucción y favorecer la creación requiere hacer un recorrido por los ámbitos de la vida humana, desde lo más íntimo hasta lo más público; pasar de lo privado a lo institucional y revisar los estilos de hacer las cosas, para ubicar las fallas que nos llevan a someter o al sometimiento, a impedir que cada uno y una nos demos la oportunidad de realizar nuestro ser independientemente y, a la vez, dependiendo de nuestras identidades, masculina o femenina. Al respecto cabe insistir en que si queremos transformar nuestras sociedades, los cambios no deberán ser únicamente de personas sino de estilos, de valores, de pensamientos, de trato con una misma y con los demás. Pero todo ello cuesta mucho trabajo porque implica búsqueda de nuevas estructuras, propuestas viables tanto en el plano individual como en el social. Primero hay que vencer la resistencia al cambio, tanto de parte de las mujeres como de los hombres, pues ante las modificacio- nes se responde con miedo, desconfianza, agresión; pero una vez que enfrentamos los retos se pasa a otro nivel, se pueden ver las bondades de continuar el movimiento que lleva a la renovación, con todo lo que esto implique en lo que respecta a costos y beneficios. Al analizar las transformaciones en torno a las identidades feme- nina y masculina, se puede observar que existe una gran oposición al cambio. Pareciera que tanto las mujeres como los hombres estuvieran atrincherados en estas formaciones sociales anquilosadas, dificultando la denuncia e impidiendo una verdadera re-evolución. Igualmente, hay un gran temor hacia estilos diferentes de ser y hacer las cosas, pues frente a la novedad emerge el fantasma del fracaso, del caos, del sin sentido, del desvarío, la perdición. Se ha acumulado ya demasiado sufrimiento, producto de los sistemas actuales, lo que hace pensar en la necesidad de abrir nuevos horizontes y mirar hacia arriba, elevar la historia humana. 115 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER Es menester ampliar la realidad de la diferencia sexual a una diver- sidad en la cual cada quien tenga un lugar, de modo que ello promueva la existencia de sociedades cada vez más justas. Al respecto señala Luce Irigaray: “para que la obra de la diferencia sexual tenga lugar, se requiere de una revolución de pensamiento, y de ética”.1 La diferencia sexual se hace obra, acción, en la individualidad y en la sociedad, desde el momento en el que el poder se entiende como posibilidad de ser y no como dominio entre los seres humanos con el pretexto de la extrañeza del otro, al tomar el hecho de que somos di- versos como si fuera una amenaza a la propia existencia. Mientras que mujeres y hombres sigamos teniendo temor a desapa- recer si le damos un lugar al prójimo, si le dedicamos nuestra mirada, afecto y atención, no nos estaremos asumiendo como habitantes de un universo, en el que hay lugar para todas/todos y cada una/uno, sin que alguien sea menos o más, en relación con las y los otros. Mencionaremos, a continuación, algunos aspectos que se han considerado para el estudio de lo femenino y lo masculino, tratando de desentrañar los componentes de tales identidades y la manera en que se han ido acumulando para dar expresión a formas de actuar, de pensar, de hablar y de sentir, en el mundo que habitamos. Femenino, masculino y mito Si rastreamos los mitos en los testimonios que nos han dejado las culturas antiguas en las diferentes regiones del mundo, encontramos múltiples versiones en torno al origen de la humanidad, a la cual se caracteriza, desde entonces, por estar compuesta por mujeres y hombres, con rasgos que los distinguen entre sí, no obstante pertenecer a la misma especie. Las explicaciones posibles nos remiten a la sexualidad, debido a que la palabra sexo, de hecho, significa partido o dividido. Destacan, en las explicaciones, dos características: el parto y la virginidad, curiosamente contradictorios. Lo que ha definido a uno y otro género es lo que ha variado según la época y la cultura. Si nos remontamos a las primeras épocas de la historia, que corresponden a las culturas antiguas, encontramos que no se hacían diferencias tan tajantes como las que en los siguientes periodos 1 Irigaray, Luce. Ethique de la différence sexuelle, Minuit, París, 1984, p. 14. 116 PATRICIA CORRES AYALA se empezaron a establecer. Por ejemplo, la capacidad de engendrar en la mitología griega se atribuye igualmente a los dioses-hombres que a diosas mujeres. Recordemos que Zeus engendra a Dionisos de su pierna y a Atenea de su cabeza.2 Un mito más, relacionado con la sexualidad, en este caso referido a la idea de que hombres y mujeres se complementan, es el que encon- tramos en los diálogos de Platón, con respecto a que la humanidad se dividía en tres clases, una de las cuales estaba constituida por los dos sexos, y que era la más poderosa. Los dioses griegos que habitaban en el cielo, no querían ser derrotados por este grupo, pero a la vez no deseaban exterminarlo pues con ello eliminaban a aquellos que podían rendirles culto. Zeus da una solución: separarlos en dos, hombre y mujer, así se lograba que perdieran fuerza. De ahí la idea de que hombre y mujer son uno la mitad de la otra, y durante su vida se buscan para ser una totalidad juntos; separados, están incompletos.3 Los mitos dan tema a las tragedias griegas que nos hablan de las emociones humanas involucradas en las relaciones sexuales. Destaca el mito de Edipo, señalado por la profecía que le anuncia que al llegar a su edad adulta matará a su padre y se casará con su madre. Esto causa un fuerte impacto a los padres de Edipo quienes pretenden apartarlo de semejante destino, pero al hacerlo, se conforma la situación necesaria para que se cumplan las palabras del Oráculo. La leyenda de Edipo es un ejemplo de cómo los griegos veían las pasiones humanas en la dinámica de las relaciones sexuales, la cual reta incluso el modelo de amor en la pareja hombre-mujer adultos, para cuestionarnos con respecto a las relaciones filiales. Mito y tragedia son narraciones al margen del logos, pero relacio- nadas directamente con la vida emocional. En la conformación de la tragedia, de manera particular, se hace evidente el destino como com- ponente importante, es decir, el cumplimiento de una serie de aconte- cimientos que no puede detener la voluntad humana, lo que hagamos contribuirá a que sucedan. Mitos y tragedias caracterizan los vínculos de pareja, filiales y fra- ternales, en los cuales se entretejen el amor, el odio, los celos,la envidia, el placer y el dolor, la atracción y el horror, la verdad y la mentira. 2 Corres, Patricia. “El pensamiento mítico: una vía para iniciarse en la reflexión de lo fe- menino”, en: Corres, Patricia. La verdad del mito, UDG, México, 1994. 3 Platón. Diálogos, Porrúa, México, 1966. 117 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER Por otra parte, el libro sagrado de la cultura judía narra que dios, al crear al hombre, dice que no es bueno que esté solo. Acto seguido crea a la mujer de una parte del hombre y se la da como compañía; la saca de él, para que sea carne de su carne y sangre de su sangre. Cabe mencionar que en este caso, el hombre engendra, no la mujer. Y de dios no se dice si es hombre o mujer. El paraíso se considera un lugar en el que lo divino y lo humano vivían en armonía, en él había una convivencia cercana entre dios y su obra. Ninguna de las criaturas, incluyendo a los humanos, sufría ni tenía carencias. Después de la caída, es decir, de desobedecer la prohibición de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, se hace una distancia entre dios y su creación; Adán y Eva reciben un trato diferente pues el primero es condenado a ganar el pan con sacrificio y, la segunda, a engendrar a los hijos con dolor. Este momento se considera principio de la historia, el inicio del tiempo lineal.4 A partir de aquí, las funciones asignadas a hombres y mujeres se definen de manera más tajante: los primeros deberán dedicarse a bus- car el sustento y las segundas, a parir a los hijos; nótese que esto es un castigo, es la consecuencia de una falla. A partir de entonces, se produce una sensación de carencia en ambos: mujeres y hombres. Además de la capacidad de procrear, relacionada en un principio con lo femenino y lo masculino, se encuentra la virginidad, que se atribuye a las madres de los dioses, lo cual es interesante pues puede leerse como una concesión de la divinidad a la mujer, en el sentido de que es capaz de engendrar sin hombre. Ejemplo de ello es el mito mesoamericano del nacimiento del dios Huitzilopochtli, nacido de Coatlicue, quien, al barrer levanta una pluma y la guarda en su seno, posteriormente se da cuenta que ésta ha desaparecido, a partir de ese momento, queda encinta.5 El mito de la virginidad también admite una interpretación rela- tiva a la posesión de la madre por parte del hijo, sin que este último tenga que rivalizar con la pareja de la madre, es decir, con una figura paterna. Recordemos el mito de Edipo, que en otra modalidad indi- ca el vínculo del hijo con la madre y el odio al padre, hasta llegar al parricidio. 4 Corres, Patricia. Espacios y tiempos múltiples, Fontamara, México, 2006. 5 León-Portilla, Miguel. México-Tenochtitlán, su espacio y su tiempo sagrados, Plaza y Valdés, México, 1988, pp. 35. 118 PATRICIA CORRES AYALA En el caso particular de Huitzilopochtli se muestra, además, el celo fraterno, pues sus hermanos pretenden matar a su madre, aprove- chando el momento del nacimiento del nuevo hermano. Claro que al ser dios, es él quien gana la batalla. Cabe señalar que fue la hermana de ellos, Coyolxauhqui, quien dio la noticia del embarazo de la madre e insistió en que se le matara, por deshonrarlos. Este episodio muestra la rivalidad entre mujeres: la madre y la hija. En la religión judía, igualmente, es una virgen la que da a luz al mesías, que es dios-hombre, quien viene al mundo a reconciliar a la creación con su creador, y se sacrifica por ese fin. La virginidad aparece en los mitos como una virtud relacionada con la divinidad. Ello lo encontramos en diversas culturas: la judía, la mesoamericana, entre otras. Pero después, lo que era virtud se convierte en una exigencia social y moral hacia las mujeres, principalmente en el mundo occidental, para llegar al matrimonio, único ámbito en el que la actividad sexual es admisible. En el caso de no cumplir con dicho requi- sito, las mujeres son condenadas, castigadas y marginadas, porque se les considera impuras, pecadoras, que ofenden a dios y a las costumbres. En realidad, lo que se busca con la virginidad en la mujer es garantizar la total posesión del hombre sobre ella, considerándola un objeto, una propiedad, y no una persona libre con capacidad de decidir sobre su vida. La virginidad, el cuerpo de una virgen, se puede metaforizar como una tierra no explorada, no habitada, sin propietario, silves- tre, limpia, lo cual la hace poderosa y enigmática, y produce miedo y atracción en los hombres, que de nuevo exhiben un deseo de poseer lo que es libre, lo que no ha sido tocado. En fin, la virginidad admite, como la mayoría de los atributos, múltiples significaciones, unas son superficiales, otras son de fondo; las superficiales normalmente ocultan a las más profundas que por lo general, nos avergüenzan como especie humana. Me refiero a que, por ejemplo, la virginidad se puede escuchar muy bella, se asocia a lo celestial, la pureza, pero también a la debilidad, cuando en el fondo es algo que puede retar, que da miedo, por desconocido. Así, los mitos muestran y ocultan, son de todas las épocas aunque las narraciones pertenezcan a la antigüedad, se tejen alrededor del amor, del odio, de todas las emociones que aparecen tanto en hombres como en mujeres. El recorrido a través de los mitos es interminable, y no pretendo ocuparme más de ello, por esta ocasión. Pero no podía omitir este apar- 119 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER tado pues, no obstante la antigüedad de los mitos, se puede observar su vigencia. Femenino, masculino y logos La sexualidad como diferencia no sólo se ubica en los genitales de hombres y mujeres, sino que atraviesa todo el cuerpo, incluyendo el pensamiento, que es una función del mismo. Con ello se quiere decir que pensar es una acción que se realiza desde un estar siendo mujer u hombre, según la sociedad que nos corresponda. Existen campos de conocimiento que han analizado los procesos de pensamiento entre los que se encuentra, principalmente, la filosofía. En el saber filosófico occidental figuran las aportaciones de René Descartes (siglo XVII), Immanuel Kant (siglo XVIII), Georg Hegel (siglo XIX), Arthur Schopenhauer (siglo XIX) y Friedrich Nietzsche (entre los siglos XIX y XX). Posteriormente, y siguiendo la corriente fenomenológica iniciada por Kant, podemos mencionar a Edmund Husserl, Martin Heidegger y Emmanuel Lévinas (siglo XX) entre los más importantes fenomenólogos contemporáneos. Revisaremos de manera breve, una selección de ideas de algunos de ellos. Este apartado pretende exponer cómo se ha dado la transforma- ción del pensamiento filosófico que, una vez constituido como logos, se inicia considerando al ser como un absoluto, y en un intento de encon- trar su esencia dicho pensamiento se concentra en las cualidades del ser, no toma en cuenta lo que lo rodea, sino que ve el entorno como un elemento que desvía la atención de lo más importante. Después, de manera gradual, se va incorporando la idea de alteridad, pero a ésta se le asocia con los grupos sociales, es decir, somos diferentes pero solamente en cuanto a grupos, no como individuos, pues todos somos conscientes, racionales. La noción de humanidad prevalece y engloba al total de seres, como si fuéramos lo mismo. Posteriormente, del siglo XIX en adelante, encontramos que la no- ción de alteridad empieza a permear otras manifestaciones del ser, den- tro de las cuales está lo femenino y lo masculino. La filosofía se expresa marcando diferencias entre los géneros, aunque todavía sin considerar la categoría propiamente dicha. En el siglo XX, se podría decir que después de cada guerra mun- dial, se precipitaron las reflexiones al respecto del ser mujer y ser hom- 120 PATRICIA CORRES AYALA bre desde las determinaciones culturales (Simone de Beauvoir), y de alguna manera el tema de lo femenino resultó inquietante, como esa mitad de la población del mundo a la que se le había silenciado al nodejar que sus voces se plasmaran abiertamente en la historia escrita del pensamiento. Finalmente, en este recorrido llegamos a la filosofía de Lévinas, quien toma como eje de análisis la alteridad, sin omitir la diferencia entre lo femenino y lo masculino. Cierto es que los estudios continuaron después de este autor, hubo muchos más que le fueron contemporáneos y se siguen produciendo investigaciones, reflexiones múltiples; pero no es mi intención saturar este trabajo, sino ofrecer una idea de la secuencia de reflexión que va de lo absoluto a lo relativo, y de esto último, a la relatividad del género. Descartes propone una ontología en la que el ser es razón, y una epistemología en la cual la razón se plantea como problema, el cono- cimiento del mundo. Se trata de una razón universal, sin referentes, sin otra especificidad que su capacidad de dudar, analizar, sintetizar y elaborar con todo ello ideas claras y distintas. Descartes no señala que la razón varíe según la época o la cultura; tampoco nos dice que ella es diferente de acuerdo con el sexo de la persona que está pensando. La razón cartesiana no considera la dife- rencia entre las y los seres humanos, motivo por el cual este autor, entre otras cosas, no elabora una ética o una teoría social, pues él suponía que la humanidad, al ser racional, procuraría no sólo el cumplimiento de la verdad sino de valores como la justicia.6 A Kant, filósofo alemán, se le considera el representante de la filosofía moderna. En la época de la Ilustración se cuestionó la calidad racional de los sistemas sociales hasta entonces puestos en práctica y se señaló la importancia del mundo sensible en el proceso de conocimiento. No obstante que Kant dio prioridad a la razón, en su propuesta episte- mológica consideró el mundo sensible, de modo que propuso que para llegar al conocimiento se parte de la experiencia sensorial, pasando por la imagen, hasta llegar a la formación de conceptos.7 Kant, además de una epistemología, elaboró una ontología y una ética basadas en la naturaleza racional de la humanidad. Pero en ninguna 6 Descartes, René. Discurso del Método, Nacional, México, 1973. 7 Corres, Patricia. Razón y experiencia en la psicología, Fontamara, 2001, pp. 126. 121 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER de estas tres propuestas consideró la diferencia entre los seres pensantes: ni de cultura, ni de época, ni de género. En su ontología nos habla de una razón universal, como Descartes, aunque agrega algo fundamental: que la razón ha de vigilarse constantemente y ha de cuestionarse a sí misma, antes de preguntarse por el mundo; a este ejercicio, el autor le llamó autovigilancia. Su ética es, de alguna manera, la actividad de observarse a sí mismo, de acuerdo con lo cual hemos de seguir la ley, aplicando la normatividad a nuestro comportamiento, sin necesidad de que los demás nos castiguen o nos premien. El ser, tal como lo concibe Kant, es universal, sin referencias, sin otro que lo delimite; el autor manifiesta la expectativa de que cada uno de nosotros nos podemos gobernar, sin exceder nuestros límites, sin invadir al próximo. El sujeto kantiano es sumamente estricto con su propia persona: esto no es común en la gente, ya que delegamos el control de nuestros actos a la sociedad en la que vivimos la cual, a su vez, no fomenta la autocrítica. Posteriormente surgió el pensamiento de Hegel, quien expuso la alteridad como el no-yo, y la incluyó en la autoconciencia, así como también en el saber absoluto. Aquí, valdría la pena considerar dos as- pectos: 1) ese otro es un pensamiento que afirma algo diferente a lo que yo digo, y que mi conciencia reconoce como un discurso comprendido en la razón, entendida en su expresión formal. 2) Si bien se acepta la existencia de la alteridad, ella es absorbida en el tercer movimiento de la conciencia, cuando se lleva a cabo el proceso de síntesis, de cierre, en el saber absoluto. De tal forma, la alteridad se elimina en la síntesis, para reinstaurar la unidad.8 El otro, en Hegel, sigue sin tener forma de hombre o de mujer. Más bien esa diversidad se refiere a los grupos sociales que se manifiestan en el cumplimiento de funciones económico-sociales propias del sistema que se estaba gestando a raíz de las guerras napoleónicas, conocido como Estado-nación. Una postura diferente e interesante, en relación con el modo en el que se concibe a los hombres y las mujeres, es la de Schopenhauer. No obstante su fama de misógino, es un filósofo que hace una gran aportación para comprender lo masculino y lo femenino. Siguiendo la temática de la filogenia y la ontogenia, él nos dice que, por un lado, 8 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Fenomenología del espíritu, FCE, México, 1966. 122 PATRICIA CORRES AYALA existe el principio de individuación mediante el cual se afirma que la ontogenia, el énfasis en el yo racional, domina el universo. Por otro lado, está la conciencia de ser especie, de pertenecer a una cadena humana que hereda de sus antepasados y que, a su vez, está ligada a su descendencia, lo cual expresa la filogenia. La humanidad comprende a ambos: individuo y especie. La influencia que recibe Schopenhauer de las filosofías orientales, le permite ver un rasgo característico de la cultura occidental en la que los hombres dan énfasis a su calidad de individuos, por lo cual tienden a sentirse el centro del mundo, y todo tiene que girar alrededor de ellos. De esa manera se expresa el egoísmo así como la tendencia a controlar y a dominar. En cambio, la mujer representa la conciencia como especie, conserva el pasado y cuida las generaciones venideras. La mujer es la memoria de la humanidad.9 Ante lo expuesto, Schopenhauer propone que el hombre desarrolle su conciencia de especie y así vea las consecuencias de sus acciones, no solamente en cuanto a su futuro, sino también en el de los demás; que considere, asimismo, el pasado, reconociendo a los que lo han precedido, pensando que no ha sido ni será el único habitante del mundo. Con res- pecto a la mujer, el autor recomienda que ella se piense individual, para que se procure a ella misma una vida digna. El equilibrio de estas dos tendencias en hombres y mujeres aumentaría la calidad de la especie. En este recorrido hay que mencionar a Nietzsche, destacado filósofo alemán cuyo pensamiento se hace más actual en vez de caducar. No obs- tante, en lugar de ser conocido por sus ideas avanzadas, se le identifica como conservador, pronazi y misógino, estigmas que han tenido como consecuencia que su obra no sea leída o se malinterprete. Aun así, los espíritus ávidos de nuevas propuestas acuden a su obra. Desde una lectura afín a su espíritu, Nietzsche hace un fuerte cues- tionamiento a los estereotipos de mujer y de hombre en la sociedad occidental. Él mismo se declara el psicólogo de lo eterno femenino, haciendo una conjunción de la filosofía con la psicología e identificando el trabajo de autocrítica y crecimiento interior con lo femenino, lo cual hace contraste con la tradición filosófica que privilegia al logos, vincu- lándolo con la razón que caracteriza al espíritu masculino y se expresa en el interés por el dominio, la rigidez en el razonamiento, la ceguera ante la diferencia. 9 Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación, Porrúa, México, 1987. 123 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER Nietzsche observa los movimientos de protesta femenina, que desde su época (finales del siglo XIX) existían en Europa, pero no le convencen del todo, pues percibe en ellos una actitud de resentimien- to, de rivalidad entre los géneros, más que la búsqueda de ideales de justicia y amor en las relaciones entre hombres y mujeres. Él decía que mientras no hubiera hombres verdaderos no habría mujeres verdaderas. De lo anterior podemos deducir que lo que hay que procurar es que ni el hombre quiera ser mujer ni viceversa; que ninguno de los dos quiera ocupar el lugar del otro,renegando así de su identidad, la cual ha de definir a partir de una labor de búsqueda reflexiva, no de las expectativas sociales que, en su mayoría, refieren intereses de grupos minoritarios y mediocres. Se trata de que cada quien, desde su lugar, denuncie la injusticia y la mentira para propiciar un mundo en el que se pueda vivir con mayor dignidad. Años más tarde, durante los veinte y los treinta, se desarrolla la fenomenología del siglo XX, cuyo principal exponente es Husserl quien nos hace ver la importancia de recuperar la autovigilancia propuesta por Kant, pues el siglo XX parece haberla olvidado, ya que éste se caracteriza por la irracionalidad de la humanidad, si tomamos en cuenta el rumbo que desde entonces ha seguido la historia social de occidente, con su gran cantidad de guerras y de destrucción del medio ambiente. Aun cuando Husserl plantea una filosofía comprometida social y éticamente, su noción de conciencia no distingue entre el pensamiento femenino y el masculino. Para él, la conciencia es una y en ella se in- cluye todo. Posterior a Husserl está Lévinas quien continúa en la línea de la fenomenología, pero él hace énfasis en la alteridad. Lévinas basa su filosofía en la reflexión acerca del otro, pero no lo piensa como Hegel: el no-yo, sino que lo reconoce en su ser diferente. Su propuesta va en el sentido de construir una metafísica desde la cual se pueda ver a los seres distintos entre sí, sin que esa diversidad se anule, como llega a suceder en los procesos de conocimiento, o bien, a través de la uniformización-masificación que se lleva a cabo en los sistemas sociales. Entre sus aportaciones acerca de la alteridad, Lévinas se dedica a la reflexión sobre la relación erótica y menciona a la feminidad como la alteridad misma. En el vínculo hombre-mujer se dan las asimetrías, que no se pueden reducir a la unidad aun cuando algunos mitos señalen lo contrario y las costumbres tiendan a reforzar la idea: “dos que se harán un solo ser”. 124 PATRICIA CORRES AYALA La relación entre los sexos-géneros se ha de dar teniendo como punto de partida la diferencia, de modo que podamos hablar de dos seres que están en contacto, pero no se eliminan uno al otro. Según Lévinas, el asunto de los vínculos entre los hombres y las mujeres es una cuestión que corresponde a la ética, en la medida en que ambos son responsables el uno del otro y de sí mismos, como seres dife- rentes, sin que ello implique la imposibilidad de la relación; al contrario, si no hay dos, no hay vínculo. De hecho, el autor menciona que en los momentos en los cuales los amantes sienten que no se comprenden, es justo cuando se evidencia la existencia de dos seres separados, que a la vez se relacionan.10 Aceptar la existencia del otro como diferencia, atenderlo y procu- rarlo es dirigir nuestra atención hacia el próximo, dejando el propio yo en un segundo término; a esto le llama Lévinas suprimir la soberanía del yo y hacernos responsables de los demás y del mundo que dejamos tras morir. Si somos diversos, nadie podrá sustituir al otro. Un hombre jamás ocupará el lugar de otro hombre ni el de una mujer y viceversa, para lo cual tendremos que aprender a reconocernos en la diferencia. Esto es lo más difícil, pues implica justicia, respeto, admiración, buen trato. Desgraciadamente, en lo hasta ahora expuesto en cuanto a los pensa- mientos de la antigüedad a la fecha, no hemos podido observar que hayamos alcanzado tales objetivos. El reconocimiento involucra básicamente dos aspectos: la iden- tificación y la extrañeza, un poco de las dos, pero nunca una sola de ellas. Porque si únicamente nos identificamos con el otro, este último deja de ser tal y se convierte en un espejo que refleja nuestra imagen. Así, nos vemos sin contraste, sin cortes o rompimientos: todo uniforme. Esta percepción nos impide distinguir la variedad en el mundo, como si ello tuviera efectos negativos, y buscamos en su lugar, hacernos la idea de que somos únicos en el universo: a eso le llamamos narcisismo, un mal que se ha agudizado en la época actual que habla de tolerancia pero actúa en sentido contrario, cada vez soportamos menos la diver- sidad, que es vista como amenaza al dominio de unos cuantos sobre la mayoría y a la comodidad del individualismo que nos dice: ocúpate de tus intereses y olvídate de los demás. 10 Lévinas, Emmanuel. Le temps et l´autre, PUF, París, 1983. 125 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER En cuanto a la extrañeza, es necesario que el reconocimiento se dé con base en la novedad, porque re-conocer lo nuevo es identificar la diversidad dentro de sí, darle paso al cambio en nosotros y nosotras, mover el pensamiento. Algo parecido a la extrañeza es la emoción que Descartes denomina: admiración. Luce Irigaray nos recuerda que en el texto titulado Las pasiones del alma, Descartes habla de la admiración como una capacidad de ser sensible a lo extraño, a lo ajeno, que se encuentra dentro y fuera de sí. Según esta autora, una ética de la diferencia sexual tendría como fun- damento la admiración entre mujeres y hombres, pues ello permitiría dirigir nuestra atención a lo diverso, que se encuentra en su máxima expresión en el otro. Al respecto, señala Irigaray: “La admiración [...] coloca a los dos sexos como insustituibles en el estatus de su diferencia [m]anteniendo entre ellos un espacio libre y atractivo, una posibilidad de separación y de alianza”.11 Hay que señalar que no es aportación de Descartes hablar de la admiración que hombres y mujeres han de tenerse entre sí como seres diferentes, invitándose mutuamente a incursionar en los enigmas de la vida. Esto tiene que ver con el pensamiento femenino o, por decirlo de otra manera, con el estilo femenino de pensar, que coincide con la interpretación de Irigaray respecto del texto de Descartes. Aun cuando el tema no se agota, se puede hacer aquí una reca- pitulación. Pareciera, entonces, que el pensamiento masculino tiende a preguntarse con la finalidad de encontrar respuestas que cierren su pregunta, que la resuelvan, sin que quede algo fuera o sin ser contestado. El pensamiento masculino se considera único, no tiene conciencia de que lo que lo rodea tiene sentido, existe y tiene importancia indepen- dientemente de él. Busca causas, motivos, tendencias, intenciones por las cuales se hacen las cosas, pues ello equivale a decir que es activo, que su acción explica lo que sucede; pone el énfasis en las causas, en la autoría de los actos, y tiende a concederse ese atributo que lo coloca en el papel del que domina. Lo contrario sería aceptar la pasividad, es decir, ver la propia acción como una consecuencia de algo que proviene del interior, no una causa que produce necesariamente cambios en el exterior. El pensamiento femenino, en cambio, es abierto al enigma, tiende a quedarse sin respuesta, lo cual no significa que no logre el conocimiento, 11 Irigaray, Luce. Ethique de la différence sexuelle… p. 20. 126 PATRICIA CORRES AYALA pues éste se basa principalmente en la posibilidad de hacerse preguntas. Aquí no se busca cerrar, concluir la pregunta, sino permitir que la incer- tidumbre nos mueva a investigar. Se trata de que el saber no consiste en llegar a conclusiones definitivas, sino procura el cuestionamiento. El pensamiento femenino, además, por esa misma apertura, no se considera único en el mundo, sino que se percibe formando parte de él, lo cual sugiere la existencia de otros individuos que también piensan, sienten, actúan. El pensamiento femenino toma en cuenta las causas, pero le pone más atención a las consecuencias y ello explica, parcialmen- te, que se transporte en el tiempo con mayor fluidez que el pensamiento masculino. Al atender las consecuencias, pareciera que se coloca más del lado de la pasividad, pues ellas son el producto de la acción, pero lo cierto es que la división entre causas y efectos es arbitraria; si se ven como parte de una cadena se observaque ambos tienen los dos valores: activo y pasivo. La noción de pasividad no tiene por qué asociarse a algo negativo, sino que es real: no podemos controlar totalmente las causas de los acontecimientos, luego entonces no somos del todo activos, ni hombres ni mujeres, y ello no es ni positivo ni negativo, ni bueno ni malo, simplemente así es. El pensamiento femenino es la memoria, porque recupera el pasado mediante la consideración de la herencia, de pertenecer a una secuencia, a un origen. Simultáneamente, el pensamiento femenino se proyecta al futuro en la capacidad de predicción, la cual se extiende a un margen más amplio pues su percepción es más abierta, más incluyente, debido a que recibe al exterior como algo independiente, pero nunca fuera de lo posible. El pensamiento masculino, en cambio, se deja atrapar por el presente, se concentra en una sola área y pierde la cadena de la que forma parte. Puede abstraer pero haciendo cortes, parcelas de tiempo y de espacio, ajenas unas de las otras; abstraer para él es separar, fraccionar, incluso al espacio del tiempo. La idea de equilibrio en el pensamiento masculino coincide con el balance que elimina la tensión, que suprime la discordancia, que opta por la no diferencia. En cambio, para el pensamiento femenino el equi- librio se logra con la inclusión de todos los elementos que componen el universo, cada uno en su diversidad; en tal caso, el desequilibrio se produciría si se excluyera a alguno de ellos. La armonía sólo es posible en la diferencia, pues esto es más cercano a la realidad que la paz forzada que intenta imponer la uniformidad, que, en todo caso, es producto de la fantasía narcisista o de la muerte. 127 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER Tanto el pensamiento masculino como el femenino pueden operar en sexualidades de hombres o de mujeres, pues no hay una correspon- dencia implícita que se cumpla en todos los casos. Ello no cancela la po- sible coincidencia entre estos elementos: pensamiento y sexualidad. Masculino y femenino. Estudios contemporáneos Existe una gran cantidad de obras referidas a los significados y los roles que han desempeñado mujeres y hombres en las diferentes culturas, en las cuales se presentan las discusiones respecto al carácter natural o social de lo femenino y lo masculino. De hecho, la categoría género surge con la finalidad de señalar que ser hombre o ser mujer es una construcción principalmente cultural, mediante la cual se asignan papeles a ambos grupos, mismos que pueden variar, no son inamovibles. Pensar lo femenino y lo masculino más allá de las determinaciones ideológicas es sumamente complicado, en parte por la inmediatez que tienen con respecto a nuestra identidad; otra razón puede ser que en el ser mujer o ser hombre se sintetizan múltiples determinaciones, las cuales atraviesan la biología y la cultura, que se afectan mutuamente. El aprendizaje cultural en la constitución del ser hombre y ser mujer es un problema que se ha abordado tanto desde la historia, la filosofía, la antropología, la sociología, como desde el psicoanálisis. Entre los autores de estudios del género en la historia está Georges Duby, quien se destaca por investigar las relaciones amorosas de las mu- jeres y los hombres en la Europa del año mil hasta el siglo XIII. La obra que alude al tema mencionado es El caballero, la mujer y el sacerdote.12 Duby no es el último ni el único. La lista de trabajos en los que se analiza la condición femenina y los vínculos entre mujeres y hombres es interminable. Por mencionar algunos nombres señalemos a Nicole Loraux con sus agudos estudios sobre lo femenino y el hombre grie- go; Claude Mosse, quien nos presenta un análisis sobre la mujer en la Grecia antigua; Sylviane Agacinski nos ofrece en su obra una mirada de las repercusiones políticas de la diferencia de los sexos, y Françoise Héritier, quien es una distinguida antropóloga dedicada a evidenciar las costumbres discriminatorias hacia las mujeres en las culturas. Desde la perspectiva psicoanalítica podemos mencionar a Julia Kristeva, Luce 12 Duby, Georges. Le chevalier, la femme et le prêtre, Hachette, París, 1981. 128 PATRICIA CORRES AYALA Irigaray y a Monique Schneider, cuyas reflexiones nos hacen pensar al ser hombre y al ser mujer en la compleja síntesis biología y sociedad. En cuanto al mundo hispano, Celia Amorós es una digna represen- tante de la filosofía con mirada feminista. Entre su obra cabe mencionar los libros: Hacia una crítica de la razón patriarcal13 de 1991, donde analiza el dominio masculino en las sociedades, y su texto: La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias para las luchas de las mujeres, de 200514 , en el que evidencia el gran esfuerzo invertido en producir cambios, por parte de las mujeres. En relación con los autores alemanes, es oportuno citar la obra de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernseheim, titulada El normal caos del amor,15 en la cual se ofrece una aproximación sociológica, a la vez que psicológica, al respecto del entramado de las relaciones amorosas entre hombres y mujeres del siglo XX, e incluso de esta época. Los autores señalan las desigualdades que existen con respecto a la carga de traba- jo dentro del ambiente doméstico, el desequilibrio en el compromiso dentro de las relaciones mujer-hombre, en las que las mujeres continúan siendo las que se responsabilizan, en mayor medida, del mantenimiento de los vínculos; además, tratan el problema de la acumulación de tra- bajo en las mujeres a medida que acceden a escenarios antes negados para ellas, como la educación, el empleo, los puestos de decisiones, que además obstaculiza el ejercicio de funciones que aún les resultan atractivas como parte de su realización, tales como el matrimonio o la vida en pareja y la maternidad, y otras actividades como la vida social y el uso del tiempo libre, es decir, el descanso, la diversión. En el ámbito de Latinoamérica quiero destacar la obra de Emilce Dio Bleichmar, quien facilita el camino a la reflexión psicoanalítica sobre la condición femenina en El feminismo espontáneo de la histeria,16 y continúa con sus cuestionamientos en la obra: La sexualidad femenina. De la niña a la mujer.17 13 Amorós, Celia. Hacia una crítica de la razón patriarcal, Anthropos, Barcelona, 1991. 14 Amorós, Celia. La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias para las luchas de las mujeres, Cátedra, Madrid, 2005. 15 Beck, Ulrich y Beck-Gernsheim, Elisabeth. El normal caos del amor, Paidós, España, 2001. 16 Dio Bleichmar, Emilce. El feminismo espontáneo de la histeria: estudio de los trastornos narcisistas de la feminidad, Adrotraf, Madrid, 1995. 17 Dio Bleichmar, Emilce. La sexualidad femenina. De la niña a la mujer, Paidós, Barcelona, México, 1997. 129 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER En el caso de México, entre las estudiosas que se ocupan del tema de la mujer en las culturas mesoamericanas podemos considerar a las antropólogas Noemí Quezada18 y María Rodríguez quienes caracteri- zan las funciones asignadas a las mujeres de la época precolombina en territorio azteca. Tales oficios se referían a los quehaceres del hogar, la preparación del alimento para la familia, la confección de la vestimenta, tejer, hilar y cuidar a los hijos. A ello se agrega la función de la mujer pública, que vende su cuerpo, se maquilla en demasía y administra afrodisíacos a aquellos que demandan sus servicios. El hombre, por otro lado, se identifica con el guerrero, el que tiene el dominio e impone el orden social. Esta figura la caracteriza el dios Huitzilopochtli, quien mata a sus hermanos y a su hermana, además de descuartizarla por querer dar muerte a su madre. Así, la educación de las mujeres durante la época del imperio azteca estaba encaminada a una vida adulta de sumisión, comporta- miento que mantenía ante el hombre, quien se encontraba en el lugar de dominio. Al respecto señala Rodríguez: “Al estar la familiamexica fundamen- tada en la autoridad masculina desempeñaba una función básica en el mantenimiento y conservación de las relaciones sociales de producción y la subordinación femenina, era en suma, un factor legitimante del poder masculino”.19 Existen, asimismo, estudios acerca de cómo se manifiestan las iden- tidades masculina y femenina en la cultura mexicana contemporánea, y los problemas que se expresan como producto de las nuevas condiciones por las que están pasando mujeres y hombres. Al respecto cabe mencionar la obra de Marcela Lagarde20 en la cual se insiste en el carácter cultural de la mirada hacia lo femenino y lo masculino. Ella señala un problema central en la investigación, principalmente aquella que se desarrolla en las humanidades, a saber, la inmediatez del objeto de estudio, puesto que el investigador o la investigadora y el investigado o la investigada pertenecen al mismo universo, por un lado, y por otro, debido a que estamos trabajando sobre realidades que aluden a la propia cultura. 18 Quezada, Noemí. Amor y Magia amorosa entre los aztecas, UNAM, México, 1989. 19 Rodríguez, María. La mujer azteca, Universidad Autónoma del Estado de México, México, 1991, p. 256. 20 Lagarde, Marcela. Cautiverios de las mujeres madresposas, monjas, putas, presas y locas, UNAM, Posgrado, 1990. 130 PATRICIA CORRES AYALA Lagarde expone, entre otras tantas ideas importantes, que en las ciencias humanas y sociales se tiene que repensar la fórmula sujeto- objeto. Dentro de esta misma temática se encuentra el pensamiento de Georges Devereaux quien nos invita a un análisis del observador en la investigación más que a ver aquello que se observa. Así, nos dice este autor: “No es el estudio del sujeto sino el del observador el que nos proporciona acceso a la esencia de la situación observacional”.21 Lo que ambos autores señalan es la necesidad de dar un revés a la mirada y observarse a sí, antes y durante el tiempo en el que estamos viendo al otro/otra. Lagarde, por su parte, señala que la distinción entre el sujeto y el objeto, que se plantea en el proceso de conocimiento, no puede apli- carse a la investigación que se lleva a cabo en el campo de lo social y humanístico. Ella lo expresa de la siguiente manera: El discurso del sujeto y el objeto no va con nuestra historia, y no va con nosotros más allá de nuestra voluntad. Ojalá la mirada etnológica que propongo contribuya a afirmarnos como Yo pertenecientes, como Yo identificados con lo que investigamos: que contribuya a constituirnos en sujetos que crean conocimientos sobre la cultura. Sujetos que son, a la vez, cognoscibles con los mismos métodos y categorías con que miran el resto del mundo.22 Por otra parte, el trabajo de Graciela Hierro se enfoca al carácter cultural de los roles y asignaciones de lo masculino y lo femenino. Ella hace énfasis en las construcciones simbólicas en torno a ser hombre y ser mujer, las cuales han puesto en desventaja la condición femenina con respecto a la masculina, ya que se han elaborado para ello justificaciones ideológicas basadas en las determinaciones biológicas de los sexos, las cuales se presentan como inamovibles e incuestionables. En este campo fértil de reflexiones surge la obra de cuantiosas pen- sadoras, que señalan problemas ubicados en diversos quehaceres so- ciales en los que se han hecho marcadas diferencias entre mujeres y hombres. Por ejemplo, tomemos el desempeño de ambos géneros en lo que respecta a la producción de conocimientos. En este tema destaca el tra- 21 Deveraux, Georges. De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, Siglo XXI, México, 1996, pp. 22. 22 Lagarde, Marcela. Cautiverios de las mujeres..., p. 16. 131 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER bajo de Norma Blazquez, quien se dedica a investigar la relación entre el género y la ciencia en el caso de la sociedad mexicana. En su libro El retorno de las brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia,23 Norma Blazquez reivindica la figura de la bruja como una mujer cercana al conocimiento y, por lo tanto, temida, estigmatizada. Valdría la pena agregar que no obstante la diferencia de años que nos separa de aquellas épocas en las que se hablaba de las brujas, el miedo a las mujeres que saben, no se ha vencido. La problemática de lo femenino y lo masculino sigue ocupando a buena cantidad de investigadores e investigadoras, y se extiende al estudio de la vida social propiamente dicha, dentro de la cual encontramos los temas de las representaciones sociales y su repercusión en las actitudes, actuaciones y pensamientos de los hombres y mujeres en las culturas. En este rubro se ubican los análisis de Fátima Flores quien aborda lo mas- culino y lo femenino como problemática en las representaciones sociales que se construyen en nuestra sociedad, considerando las consecuencias que esto conlleva en relación con la convivencia de los géneros. Otro ámbito de lo social que ejerce una fuerte influencia en los modos de ser hombre y ser mujer es el mundo de los medios de co- municación. Al respecto cabe considerar los análisis desarrollados por Olga Bustos acerca de las imágenes que se utilizan en estos medios, los modelos de ser mujer y ser hombre en nuestra sociedad. Así también, la misma autora se ha dedicado a analizar los sesgos que tiene la educación que recibimos en la familia y en la escuela, señalando el lugar en el que dichas instituciones ubican a mujeres y hombres, con lo que se generan las expectativas que se tienen de ambos en cuanto a elección y ejercicio de una carrera profesional. Ello tiene consecuencias en el desarrollo del conocimiento, pues se produce la idea de que existen campos de saber exclusivos para hombres y para mujeres cuando, de hecho, la cultura los ha asignado de esa manera, generando, con ello, el prejuicio de que existen conocimientos vetados para mujeres o bien para hombres, cuando se puede demostrar lo contrario: que las habilidades de ambos exceden en mucho tales restricciones. En este panorama de las reflexiones de autores y autoras se con- templa una permanente dificultad, que a veces parece imposibilidad, 23 Blazquez Graf, Norma. El Retorno de las Brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia, CEIICH, UNAM, México, 2008. 132 PATRICIA CORRES AYALA para construir una forma de vida entre hombres y mujeres en la cual la diferencia sexual tenga la oportunidad de conformarse como una historia que apunte a la consideración de lugares dignos para cada una de las dos modalidades del ser, y lograr que se pueda vivir siguiendo una ética con base en los valores de justicia, bondad, felicidad, trascendencia, amor. Quiero aclarar que las obras aquí citadas no son las únicas, simple- mente pertenecen a mi universo de referencias y son dignas de mención con respecto al tema que me ocupa. Finalmente, un aspecto que es importante reiterar es que en estos análisis se ve la necesidad de que las mujeres y los hombres se expresen conservando cada uno su modo particular de concebirse a sí mismos y al mundo, planteando propuestas y vías diversas para mejorar las con- diciones de vida de todos. A partir de ello se propone la realización de una estética en cada individuo, entendida como un enfrentamiento al dolor y al placer como vías para sentir la vida. Todo ello con el fin de que ambos, mujeres y hombres, se puedan unir sin perder su diferen- cia y terminar esa batalla agotadora que los ha mantenido en mundos separados y hasta opuestos. Espacio y tiempo: escenarios de lo masculino y lo femenino. Una propuesta de análisis En otro escrito expongo la idea de que lo femenino se vincula con el tiempo y lo masculino con el espacio; ello nos lleva a pensar que hombres y mujeres se colocan de manera diferente ante tales dimensiones.24 Desde el siglo XVIII la fenomenología kantiana establece el tiempo y el espacio como formas mediante las cualesla razón conoce al mundo. Kant señala que gracias al espacio ubicamos los objetos como externos, en tanto que el tiempo es una forma de percepción interna. Así, el es- pacio se intuye como algo externo y el tiempo como algo interno. La teorización con respecto al espacio se ha dado antes que la refe- rente al tiempo. Recordemos la física mecanicista de Galileo y Descartes, en la que el espacio resulta ser el tema de estudio. Es hasta el siglo XX que el tiempo aparece en el escenario de la física y de la filosofía como tema central. Ello admite variadas explicaciones, 24 Corres Ayala, Patricia. Espacios y tiempos múltiples. 133 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER pero no es complicado entender que la segunda era moderna, cuyo nacimiento es en 1900, se caracteriza por la gran rapidez con la que cambian los panoramas sociales, y que los individuos experimentan la velocidad del movimiento, desde la vida cotidiana hasta la posibilidad de desplazarse a todas partes del mundo, en menores cantidades de tiempo que las que se invertían para ello hace 100 años. Espacio y tiempo son material de reflexión, no solamente para investigar si la percepción y el manejo de estas dimensiones se da de la misma manera en hombres y en mujeres, sino también en el sentido de relacionarlas con el problema del dominio que unos individuos ejercen sobre otros. Aun cuando se puede hacer esta diferenciación, vemos que ambos aspectos convergen. En el primer caso, el de la percepción del espacio y del tiempo, y retomando lo dicho por Kant en el sentido de que el espacio es externo y el tiempo es interno, podríamos identificar la habilidad del hombre para moverse en el espacio, su percepción dirigida a éste, su interés por conquistarlo, por poseerlo, dominarlo. A diferencia, la mujer exhibe una mayor facilidad para colocarse en el tiempo al atender a varias cosas de manera simultánea, memorizar con facilidad datos, fechas, acontecimientos, rostros; igualmente, las mujeres le dan mayor importancia a las relaciones intersubjetivas, de ahí que desarrollen con mayor habilidad el lenguaje verbal. Todas estas actividades van constituyendo secuencias, alternancias, que luego darán la vivencia del tiempo como corte: antes, ahora, después y, simultánea- mente, como un hilo conductor, una secuencia. Por otro lado, podemos analizar lo masculino y lo femenino pen- sando en el espacio y el tiempo, en relación con el sometimiento y los juegos de poder. La conquista, la invasión, son comportamientos que manifiestan el dominio que unos individuos ejercen sobre otros. Así, cuando se dice que alguien somete a una persona es porque se posesiona ya sea de su espacio o de su tiempo. Y si unimos las tres nociones de espacio, dominio y masculino, en- contramos que la idea de espacio remite a lugar, a extensión, a cuerpo. Los hombres cuidan su lugar en el ambiente en el que se encuentran y lo de- fienden, incluso hasta invaden el lugar de los demás, apropiándose de él. La noción de trascendencia en el hombre se refiere a extender su domino, su control en el espacio, dejar testimonio y ser reconocido socialmente. Pasar a la historia para él, es lograr que se le mencione a partir de sus conquistas, premios, distinciones. 134 PATRICIA CORRES AYALA En cuanto al modo como es percibida la mujer, desde la mirada del hombre, ella es principalmente un cuerpo que puede poseerse, ocu- parse, marcarse como una propiedad. El cuerpo femenino se presenta al hombre como un espacio que puede ocupar. El cuerpo desnudo es el de la mujer, porque la desnudez es vulne- rabilidad, exposición total, indefensión. No hay nada para ocultar, todo está bajo control, todo se domina. Es la mirada del hombre al cuerpo desnudo de la mujer. La desnudez es el no espacio, el no lugar, porque nacimos así, sin distinción, sin un vestuario que marque la distancia con respecto al otro, que nos cubra, que nos proteja de la mirada indiscreta que quiere atravesar nuestra intimidad, que no nos deja nada para nosotras. La desnudez es la invisibilidad y, a la vez, la presencia de un cuerpo para ser poseído. Las clases sociales, los grupos de poder, se distinguen por su ves- timenta, la cual indica el lugar al que pertenecemos, el lugar que se nos tiene que dar en el sistema social en el que vivimos. De ahí que la presencia sea, según el atavío del cuerpo. Según Irigaray, el cuerpo de las mujeres es el receptáculo que al- berga al bebé en la maternidad; pero también éste es un espacio para el hombre, en la relación sexual y de pareja. De tal manera, la mujer contiene al hijo y al compañero, pero no se contiene a ella misma, no tiene lugar para ella. Esto puede verse de otra manera. Pienso que la mujer, con su espacio vacío en el interior, tiene la experiencia de vacío, que es carac- terística de lo humano. La mujer sabe lo que es la presencia del otro en ella, porque en su cuerpo hay un espacio asignado a él en su interior, tanto físico como psíquico. En cambio, el hombre carece de la experiencia de vacío interno y, en cambio, experimenta la de vacío externo; por eso busca un espacio para penetrar en él, y de esa manera eliminar la sensación de vacío por exceso. Así, podemos decir que la mujer vive el vacío a través del hueco interno, y el hombre mediante el exceso externo de su propio cuerpo. El espacio para el hombre es algo por conquistar, un reto a su dominio, incluyendo el cuerpo de la mujer. Y aquí es donde el hombre disminuye sus capacidades de abstracción: al contemplar el cuerpo femenino. Lo digo en el sentido de que a él se le dificulta ver en la mu- jer, más allá de su cuerpo, como si éste ejerciera un efecto de hipnosis que le impide incluir en su conciencia masculina la existencia de otra 135 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER conciencia, de un pensamiento diferente, y en respuesta a ello lo reduce a un cuerpo vacío de ideas; con tal acción se elimina la alteridad. Ante una mujer desnuda es muy difícil que un hombre sostenga su nivel de conciencia social, conciencia de la existencia de un alguien más que ha- bita el mundo, y si se trata de una mujer más joven que él, desnuda o vestida insinuando su cuerpo, esta inconciencia se agudiza, pues le hace olvidar incluso su propia edad, lo cual le resulta fácil ya que la cuenta del tiempo no está entre las cualidades masculinas. Ya Platón, en la Grecia antigua, señalaba que la relación del hombre con la mujer no era a través del pensamiento, pues al ser éste una acti- vidad característica de lo masculino sólo se podían intercambiar ideas entre hombres. Según el idealismo platónico, la idea está en un nivel alto de abstracción y el cuerpo es la evidencia de los sentidos. Desde entonces, Occidente privilegió como función superior el pensamien- to y se la asignó a los hombres. En contraste, la capacidad sensorial, así como la presencia corporal, es subestimada y se le atribuye a las mujeres. Este concepto dualista es vigente aún, pues incluso cuando las mu- jeres han alcanzado posiciones altas en las diferentes esferas de lo social, como grupo diferente a los hombres, quienes representan su alterno, sus cuerpos siguen teniendo el impacto hipnótico acostumbrado, lo que hace evidente la limitación que los hombres tienen para abstraer, no obstante la postura de Platón al respecto. La mujer es cuerpo y, sin embargo, no ocupa un lugar en el espacio, porque los espacios sociales, económicos, políticos y culturales están constituidos de acciones. Los espacios que hasta la fecha han conquistado las mujeres en esos ámbitos les han costado mucho esfuerzo y sacrificio; no es fácil dejar ver lo femenino en ellos, porque esto implicaría un es- tilo diferente de desplazarse en esos ambientes, una manera diferente de hacer las cosas. Y no obstante que las mujeres han logrado abarcar cada vez más escenarios, ellas siguen percibiéndose en relación con el espacio familiar, lo cual pone énfasis en el significado del cuerpo femenino en cuantoa una propiedad que debe ser resguardada, privada, en cuanto a proveer placer, cuidar la casa y a los hijos, actos por demás minimizados por la cultura de la vida pública. Para las mujeres el tiempo es una experiencia familiar y cercana. La temporalidad es una vivencia y una noción compleja pues trae implícitos la alteridad, el movimiento, la trascendencia (entendida ésta como la 136 PATRICIA CORRES AYALA posibilidad de salirse de uno mismo), la filogenia, como conciencia de especie. El reconocimiento de la presencia del otro marca el límite y sig- nifica cambio. El cambio señala movimiento y el movimiento, a su vez, es desplazamiento que nos permite hablar de lo que fue, lo que es y lo que será. Así, alteridad y tiempo coinciden en su aparición. Por ello la diferencia es subversiva, porque ofrece a la vista una manera diferente de ser, otra modalidad de existir. Esto amenaza el mantenimiento de los regímenes absolutistas o totalitaristas, en los que existe una gran intolerancia a la diversidad, en los que se tiende a aplastar la expre- sión libre. La condición femenina, como alteridad, tiene la ventaja de facilitar el cuestionamiento, de enfrentar la adversidad, de afirmarse en la diferencia. Otra evidencia de la amistad entre las mujeres y el tiempo es la unión de ambos en el ejercicio de la paciencia: esperar es un verbo femenino, no masculino; por eso dice Roland Barthes, recordando un cuento oriental: Un mandarín estaba enamorado de una cortesana: “Seré tuya, dijo ella, cuando hayas pasado cien noches esperándome sentado sobre un banco, en mi jardín, bajo mi ventana”. Pero en la nonagésimonovena noche, el mandarín se levanta, toma su banco bajo el brazo y se va.25 La paciencia es pasividad y a esta última se le ha connotado de ma- nera negativa debido a que se ha sobrestimado la acción y ella se asocia con el movimiento. Pero no solamente el movimiento es acto, también esperar es un verbo. Incluso se pueden hacer otras cosas mientras se es- pera, porque la quietud de la esperanza no inmoviliza. Hemos entonces de trabajar sobre la idea de que los procesos tienen su propio ritmo y los ritmos varían de uno a otro, y si bien es cierto que podemos incidir en las cosas del mundo, ellas no dependen del todo de nuestra voluntad. Espacio y tiempo se contemplan como los escenarios de la vida de mujeres y hombres; los actos de unos y otras se desempeñan ahí. Los conflictos, las armonías, las identidades y las diferencias se manifiestan como fenómenos temporales y espaciales. Para notar lo anterior es suficiente ver que los problemas de parejas amorosas giran en torno a los tiempos que cada uno de los miembros 25 Barthes, Roland. Fragmentos de un discurso amoroso, Siglo XXI, México, 1989, pp. 126. 137 FEMENINO Y MASCULINO: MODALIDADES DE SER que la componen quieren dedicar a las actividades que los llevan a lograr sus metas, tomando en cuenta los momentos en los que desean llevarlas a cabo, por ejemplo: tener una profesión, trabajar, divertirse, convivir con los amigos, tener hijos. Todo ello considerando, por supuesto, las actividades que se encuentran implicadas. Igualmente, cabe mencionar la importancia de los espacios no so- lamente físicos sino simbólicos, es decir, los que se construyen mediante acciones y los significados sociales de las mismas. El cuerpo como espa- cio; el ámbito laboral como espacio; la expresión de los sentimientos y las ideas, como espacio; el escenario político, como espacio; la actividad artística, como espacio, ver cómo cada uno de estos aspectos son el nú- cleo de armonía o conflicto entre hombres y mujeres. La propuesta de análisis va, entonces, en el sentido de profundizar y ampliar la reflexión sobre el espacio y el tiempo, para derivar explica- ciones de lo femenino y lo masculino que nos faciliten la labor de seguir construyendo una vida más justa. 139 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA1 Diana Maffía Alcanzar la equidad de género en América Latina supone enfren-tar un problema complejo, ya que a la cuestión jerárquica entre varones y mujeres, debida a los estereotipos de género que inciden en la elección de carreras científicas y en las expectativas profesionales, se agrega una relación centro/periferia entre los lugares de producción de conocimiento teórico consolidado y aquellos que realizan tareas de apoyo y recolección de datos, reproduciendo geopolíticamente la desigualdad. Un caso extremo por lo anacrónico es el de Cuba, que tiene en la bio- tecnología su segundo ingreso económico nacional, pero permanece bloqueada económicamente y en sus comunicaciones. En el campo de la ciencia, en particular, debemos añadir las concepciones del conocimiento, temas y métodos legitimados por la modernidad europea, y aquellos que se producen en el seno de comu- nidades diversas, como los pueblos originarios y los afrodescendientes. No olvidemos que las propias mujeres hemos sido, durante siglos, pro- ductoras de saberes considerados “no científicos” por estar destinados a usos domésticos como la alimentación, la cosmética o la atención del parto. A esto hay que agregar que la inversión en investigación no siempre da preeminencia a los intereses regionales, sino que muchas veces se siguen las líneas de investigación que responden a prioridades de otros países y regiones por cuestiones vinculadas al financiamiento y, sobre todo, a los intereses de los laboratorios y empresas multinacionales. También se debe destacar que el idioma mayoritariamente com- partido en la región, el español (y más aún el portugués), tiene enormes 1 Una versión de este trabajo fue presentada en el Women for Science Symposium organizado por IANAS (InterAmerican Network of Academies of Sciences) y MAS (Mexican Academy of Sciences), Ciudad de México, 20-21 de abril de 2009. En esa oportunidad representé a la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Argentina. 140 DIANA MAFFÍA desventajas en la difusión, lectura y publicación científica y tecnológica con respecto al inglés. Esto produce que los saberes no circulen con fluidez, que muchas experiencias de América del Sur ni siquiera tengan nombre en los marcos teóricos dominantes, y que hablar en español en un congreso internacional sea un perjuicio, cuando no un ejemplo de acción afirmativa. Es algo más que una cuestión de género: es una cuestión de andro- centrismo.2 Debe preocuparnos, entonces, como mujeres latinoameri- canas, alcanzar la equidad para todas en nuestra enorme diversidad, alcanzar la autonomía en la determinación de nuestros intereses, legi- timar otros mecanismos de evaluación de los saberes, establecer otros vínculos en las comunidades de conocimiento, y cambiar el discurso de la ciencia sobre los cuerpos de las mujeres con los que el patriarcado justifica la opresión y la discriminación. Pero eso va mucho más allá de incluir mujeres en la ciencia. Se trata de cambiar el paradigma mismo de la ciencia, su lenguaje y sus métodos, en un difícil camino que consiste en hacernos expertas en ciertos saberes, para luego, con esa autoridad, consolidar una crítica que permita reformar los propios saberes consagrados. Aspiramos no sólo a ingresar y prosperar en los ámbitos de producción de saberes, sino a que ese conocimiento que se dice universal responda también a las aspiraciones y sueños de esta mitad de la humanidad. Algunas preguntas que debemos formularnos en este camino tienen que ver con una consideración de la ciencia no sólo como un producto, sino también como un proceso. Porque hay un sexismo, que ha sido bri- llantemente señalado por muchas epistemólogas, en las teorías científicas (producto); pero también hay otro, en la composición, exigencias de per- tenencia y evaluación de méritos, en las comunidades científicas (proceso). El desafío del feminismo consiste en mostrar el vínculo entre ambos y señalar que una mayor apertura en las comunidades conducirá, si no a un cambioradical en el conocimiento, al menos a una ciencia menos sesgada (y por lo tanto, si se desea, más genuinamente “universal” si apelamos a los propios objetivos de la ciencia). Este vínculo respaldaría las exigencias políticas del feminismo, más allá de la cuestión jurídica de la igualdad de oportunidades y de trato. 2 El androcentrismo impone una visión del mundo que es sexista pero también clasista, racista, heterosexista y adultocéntrica. 141 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA Para esta tarea ardua debemos poner en cuestión lo presupuesto, y sacar a la luz lo implícito, pues el establecimiento de la ciencia moderna se consolidó con exclusión de las mujeres. Esto significa un análisis de género y una crítica epistemológica feminista sobre el quehacer de los contextos de descubrimiento, justificación, aplicación y transferencia de la ciencia. En este sentido: Preguntarnos por los sujetos productores de conocimiento implica darle relevancia a los intereses y perspectivas involucrados en este proceso. El sujeto de la ciencia no es neutral, no es intercambiable por cualquier sujeto, de otro modo no habría conservado durante casi tres siglos las condiciones del sujeto hegemónico: varón, europeo, adulto, blanco y propietario. Preguntarnos por el valor de la racionalidad y la emocionalidad signifi- ca repensar las cualidades epistémicas confiables en la producción de conocimiento, ya que las dotes de razón y emoción fueron histórica- mente sexualizadas, con lo que se dio a los varones oportunidades que se negaron a las mujeres y se institucionalizaron sus capacidades como condiciones de ingreso a las organizaciones académicas diseñadas por ellos, con lo que a la vez expulsaron a las mujeres, y a otros sujetos y sujetas de la subalternidad, y empobrecieron la ciencia. Hoy en día las ciencias cognitivas han revalorizado la condición epistémica de las emociones en nuestra comprensión del mundo, pero el estereotipo de género no ha cambiado todavía. Preguntarnos por la relación de los cuerpos con el conocimiento es darle un lugar vital a la experiencia, considerar el conocimiento como no ex- clusivamente mental y, a la vez, recobrar autoridad epistémica sobre nuestros propios cuerpos. La exclusión de las mujeres de la ciencia, unida a la autoridad de los saberes científicos, ha hecho que las mujeres desconfiáramos de nuestras propias experiencias, incluso en aquellos aspectos en los que sólo nosotras podemos dar testimonio: el embarazo, el parto, la lactancia, el orgasmo femenino y el aborto. Otro aspecto relevante de la pregunta sobre los cuerpos tiene que ver con la fallida extensión de las observaciones de los cuerpos de los varones sobre los cuerpos de las mujeres, en una analogía que muchas veces nos deja fuera de recursos vitales para nuestra supervivencia. Preguntarnos por el impacto diferencial sobre varones y mujeres, de la pro- ducción y aplicación del conocimiento científico-tecnológico significa reclamar el derecho a participar en la determinación de políticas científicas que resulten relevantes para nuestras vidas, así como participar en todas las 142 DIANA MAFFÍA áreas de la producción de saberes, en los procesos de evaluación, de monitoreo de sus resultados y en la distribución de sus beneficios. Preguntarnos por la apropiación social de los saberes, según el género, implica preguntarnos por el ejercicio del derecho a beneficiarnos equi- tativamente con el progreso del conocimiento científico, sus resultados y aplicaciones. Todos estos temas han sido abordados por la epistemología femi- nista, aunque centrados, sobre todo, en la cuestión de género, dejando fuera la mayoría de las veces otros anclajes de inequidad que las propias mujeres compartimos. Y aquí vuelvo a reclamar una visión compleja desde América Latina: quién produce conocimiento, financiado por quién, para beneficio de quién, desde la perspectiva de quién, no sólo en términos de sexo sino también de clase, de etnia, de color, de identidad. Los científicos y las científicas son sujetos y sujetas atravesados por determinaciones de las que no es posible desprenderse, que es necesario reconocer y que se vinculan a un sistema social más amplio. El desafío es demostrar de qué modo se instala el sexismo, como un sesgo notable, en el producto del trabajo de esta comunidad, producto que ha pasado los controles intersubjetivos que asegurarían su neutralidad. Al proceso de extensión del derecho a la apropiación social de los saberes lo llamo (sumándome a una tradición de democratización del conocimiento) alfabetización científico-tecnológica. No es, por supuesto, la mera capacidad de leer un texto científico, sino la comprensión profun- da de su influencia en nuestras vidas; contar con estos conocimientos entre nuestras herramientas de decisión, lograr que formen parte de la construcción de autonomía, por la que no nos subordinamos desde la ignorancia a los saberes expertos, sino que establecemos con ellos un diálogo crítico afirmando nuestra autoridad perceptiva, epistémica y nuestros intereses. En este proceso de alfabetización, las mujeres esta- mos doblemente segregadas: por la resistencia de la propia comunidad científica a democratizar sus saberes, y por el prejuicio que pesa sobre las mujeres como sujetos incapaces para la ciencia (prejuicio que las propias mujeres portan, porque el poder patriarcal no es una cuestión hormonal sino política). Al pensar en políticas públicas en ciencia y tecnología que nos ayuden a alcanzar la equidad de género, estamos pensando en las responsa- bilidades del Estado. Estas responsabilidades son la contracara de los derechos ciudadanos. Sin embargo, la equidad requeriría no sólo foca- lizarse en políticas específicas, sino transversalizar todos los derechos. 143 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA Porque para que esas políticas sean eficaces deben, a la vez, promover la igualdad y reconocer y respetar las diferencias. Igualdad y diferencia no son términos antagónicos, pertenecen a esferas distintas. La igualdad corresponde al plano político y se opone a la desigualdad. La diferencia pertenece al plano ontológico y se opo- ne a la identidad. Exigir que los sujetos sean idénticos entre sí en algún aspecto (tradicionalmente su sexo) para formar parte de una institución como la ciencia, impone restricciones enormes a las mujeres. Hay que tener presente que una diferencia fundamental en el ejercicio de derechos (y por lo tanto en la condición de ciudadanía) de varones y mujeres, está vinculada con la disposición de nuestros cuerpos y nuestra condición reproductiva. Es usual que los sistemas de ciencia y tecnología no incluyan en sus instituciones una adecuación a estas diferencias y que, incluso, en sus sistemas meritocráticos, esto sea un obstáculo. En la investigación llevada adelante por la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT) incluimos este tema en una encuesta en profundidad aplicada recientemente.3 El resultado confirma que la maternidad es, de muchas maneras, un nudo de conflictos para las mujeres científicas. Uno obvio es el conflicto entre papeles familiares y profesionales, que se resuelve de muchas maneras: retrasando la maternidad (esto lo refieren muchas becarias jóvenes), abandonando la carrera científica (cuando les pregun- tamos a las científicas por otras colegas que suelen relatar siempre casos de este tipo), haciendo equilibrios heroicos a costa del tiempo personal, decidiéndose por ejercicios profesionales más modestos y manejables como la docencia o, sencillamente, no teniendo hijos. Muchas de las mujeres entrevistadas narran estas deliberaciones ex- plícitas en sus vidas, lo que muestra que tengan hijos o no, la maternidad siempre se trata para nosotras de un problema a pensar. Esta deliberación está ausente del relato de los varones. Incluso, una testimoniante relata haber decidido no tener hijos y haber abortado unembarazo para no perder su autonomía y disponibilidad para el trabajo. Esto no sería problema si no fuera porque en Argentina esa práctica, a pesar de las luchas feministas, todavía está criminalizada. En la investigación emprendida por la RAGCyT notamos que las pio- neras en las ciencias y en la vida académica, casi en su totalidad, habían 3 Se puede acceder a diversos estudios llevados adelante por la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología, en su sitio http://www.ragcyt.org.ar. 144 DIANA MAFFÍA permanecido solteras o se habían casado siendo ya mayores con colegas, y no tenían hijos. Esto no ocurría con la mayoría de sus colegas varones, que en un 75 % eran casados y podían coordinar perfectamente su vida familiar y profesional. La ciencia, como proyecto masculino, es un ideal de tiempo com- pleto que admite expresiones como “consagración” o “sacerdocio”. La maternidad, como proyecto femenino, también es un ideal de tiempo completo que admite esas expresiones. Las mujeres hemos logrado, en las últimas décadas, acceder a las instituciones científicas sin renunciar a la maternidad, pero no hemos abandonado el ideal perfeccionista de exclusividad que corresponde a la vida familiar y a la vida profesional. No exigimos cambios en las instituciones (que por acción y omisión nos presentan barreras) sino que tratamos de hacer equilibrios con nuestros tiempos y nuestras vidas. Cuando pensemos herramientas para superar los diversos obstácu- los que tenemos las mujeres para ejercer una ciudadanía expresada en derechos (considerando que las herramientas son muy distintas: educar, generar conciencia, crear normas, vigilar su cumplimiento, monitorear resultados, etc.) tenemos que hacerlo tomando en cuenta que una pers- pectiva de género sobre las políticas públicas debe: 1. Analizar el impacto diferencial de una política (y de su omisión y suspensión) sobre varones y mujeres. 2. Analizar la forma en que la política contribuye para estereotipar la construcción de la identidad y la subjetividad de género. 3. Analizar la forma en que se legitiman relaciones jerárquicas entre los sexos. 4. Incluir la participación, los intereses y las experiencias de las mujeres en el diseño, elaboración, implementación y monitoreo de políticas públicas. La institucionalización de la perspectiva de género no se puede limitar a un área, sino que debe transversalizarse para ser efectiva, ya que atañe a todas las políticas públicas. Una manera integral de darle carácter formal a esta decisión es mediante instrumentos legales diseñados específicamente para los objetivos de equidad: los planes de igualdad de Oportunidades, de trato y de resultado entre varones y mujeres; éstos constitu- yen instrumentos de carácter propositivo que identifican necesidades prioritarias y establecen objetivos estratégicos que deben ser cumpli- 145 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA dos en diferentes plazos temporales por distintas áreas funcionales del Estado. La particularidad de estas políticas consiste en que no se limitan a abordar sólo las consecuencias de la discriminación contra las mujeres, sino que se proponen asegurar que las acciones estatales promuevan la igualdad tanto de oportunidades como de resultados entre los sexos: los Planes de Igualdad de Oportunidades son un tipo particular de polí- ticas de género cuyo propósito es afectar las distintas dimensiones de la discriminación: las estructurales, que se derivan de la división sexual del trabajo y de la posición de las mujeres en la familia, en el mercado y la vida política, y las de carácter cultural, derivadas de la imposición de de- terminados patrones de interpretación y de comunicación de la realidad social que se brinda a las mujeres.4 Existen dos variantes en cuanto a la estrategia utilizada para adop- tar este recurso. En primer lugar, se puede tratar de un documento elaborado por funcionarios y funcionarias de gobierno, técnicos y téc- nicas especialistas, que detalla la situación de las mujeres en ámbitos en los que conforman grupos en situación de vulnerabilidad y prescribe medidas para intervenir positivamente. Este tipo de versión supone la difusión activa del Plan en diferentes niveles del organigrama estatal con el objeto de publicitar su vigencia y de promover la sensibilización de los actores y actoras que ocupan posiciones clave para el diseño de políticas correctivas de la desigualdad e inequidad entre mujeres y varones. La segunda variante de esta estrategia implica la sanción de un Plan con rango de norma nacional o local, de forma tal que se es- tablezca un compromiso vinculante por parte de los funcionarios y las funcionarias estatales con los objetivos establecidos. Las ventajas, en este caso, residen en el carácter exigible de la ley, así como en su función de legitimación de la propuesta. En cuanto a la forma de los Planes de Igualdad, una primera posibili- dad es que consistan en un conjunto de objetivos estratégicos planteados a mediano o largo plazo, de modo que su implementación comprenda una etapa inicial de desagregación de principios programáticos en po- líticas puntuales que estén sujetas a negociación entre el ente impulsor 4 Guzmán, Virginia, Todaro, Rosalba. “Plan de Igualdad de Oportunidades”, en: Fempress, Revista Especial, Santiago de Chile, 1988, pp. 38. 146 DIANA MAFFÍA del Plan y los diferentes actores estatales. El segundo tipo de diseño prevé una serie de acciones concretas asignada a distintas reparticiones estatales, especificando de esta forma claramente las responsabilidades por área de gobierno. Respecto de los contenidos de estas herramientas, usualmente com- prenden: a) recomendaciones aplicables a la ciudadanía en general; b) políticas particularmente dirigidas a las mujeres (acción afirmativa por cuota o por objetivos y políticas específicas orientadas a grupos); c) me- didas orientadas a influir sobre funcionarios y funcionarias de gobierno y agentes de la burocracia estatal.5 Al tratarse de marcos orientadores de políticas con contenidos muy complejos, la efectividad de los Planes de Igualdad de Oportunidades y de Trato, más allá de la forma en que se presenten, depende de varios fac- tores: a) la capacidad operativa de los organismos a cargo de la difusión, ejecución, monitoreo y evaluación de las diferentes medidas requeridas condiciona sus resultados; b) la consecución de un compromiso político por parte de los actores y actoras relevantes se torna indispensable para que el Plan se haga realidad y no constituya una mera acción declarativa sin consecuencias en la elaboración y ejecución de las políticas estatales. Este compromiso debe suponer la asignación de recursos suficientes para la elaboración de nuevas políticas públicas, la voluntad política de adaptar aquellas que se encuentren vigentes a fin de que incorporen efectivamente la perspectiva de género, y la capacitación del personal estatal acerca de aspectos sensibles a la condición de género de la gen- te beneficiada que la ejecución de diferentes políticas puede requerir considerar. Respecto de este último punto, es necesario destacar que el éxito del Plan está condicionado tanto por la capacitación de los funcionarios y las funcionarias a cargo de las instituciones clave para su aplicación, como por la idoneidad de la burocracia estatal encargada de la ejecución de las diferentes políticas elaboradas para el cumpli- miento del conjunto de objetivos establecidos; c) más allá del formato que adopte esta medida, resulta imprescindible que se desagreguen los objetivos planteados a mediano y largo plazo en acciones concretas, a fin de traducir principios rectores en medidas aplicables; d) la imple- 5 Este análisis sigue el expuesto en Barrancos, Dora, Maffía, Diana Helena, Moreno, Maria Aluminé y Boschi, Mercedes. “Ciudadanía y Políticas Públicas. El Plan de Igualdad de Oportu- nidades y de Trato de la Ciudad de Buenos Aires”, en: DoraBarrancos y Diana Helena Maffía. Género y construcción de ciudadanía, Feminaria, Buenos Aires, (en prensa). 147 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA mentación de un sistema de monitoreo o seguimiento a fin de medir los resultados del Plan en sus diversas etapas, y e) la instrumentación de medidas de evaluación y reclamo dirigidas a la ciudadanía, a fin de asegurar información confiable acerca del impacto de las diferentes medidas previstas por el Plan. Un obstáculo para el control de la evolución e impacto de las me- didas previstas por los Planes es la falta de indicadores adecuados. Los indicadores son instrumentos utilizados para medir y comparar situa- ciones sociales, y para trazar su evolución. Son utilizados entonces para establecer diagnósticos confiables y para medir la eficacia de políticas públicas. Las investigaciones sociales feministas se han tropezado a me- nudo con la escasa utilidad de los indicadores tradicionales para analizar la situación específica de las mujeres y, sobre todo, poder establecer comparaciones que permitan establecer las brechas de género. Y es que no hay indicadores en abstracto, los indicadores no nos describen las situaciones sociales, sino que expresan una parte importan- te del fenómeno, pero siempre es un concepto que sintetiza situaciones generalmente mucho más complejas. No pretenden describir un fenó- meno sino indicar y alertar sobre el sentido en el que evoluciona. Esto significa, por un lado, que antes de elegir o construir un indi- cador, debemos tener una pregunta muy precisa acerca de ese fenómeno. Los indicadores sólo pueden contestar preguntas muy concretas. Pueden medir el problema o la eficacia de las acciones para resolverlo, pero, en cualquier caso, debemos tener presentes previamente (y en lo posible expresarlos) los resultados requeridos para garantizar la equidad de género. Es decir, que para poder discernir a través de un indicador si las mujeres estamos cerca o lejos de la equidad, debemos saber cuál es el resultado ideal que revelaría que tal equidad se cumple. Las preguntas que las feministas nos formulamos —especialmente para conocer la situación de las mujeres, apreciar la brecha que se pro- duce entre ambos sexos, y establecer las diferencias cuantitativas en los diferentes niveles entre uno u otro— requieren que propongamos indi- cadores específicos, ya que los tradicionales no cubren esta necesidad. Un desafío a la creatividad de estos indicadores, es que deben cumplir dos objetivos aparentemente en conflicto: responder a nuestra realidad específica, y ser comparables en el nivel regional o internacional. Esto es así, especialmente, cuando se trata de planes de Igualdad de Oportunidades y de Trato entre Varones y Mujeres, porque tienen metas que van más allá de lo local y responden a compromisos internacionales 148 DIANA MAFFÍA de los países. Con respecto a esto, una pregunta que excede lo meto- dológico es si los indicadores diseñados por países desarrollados sirven o no para medir nuestros avances y, en todo caso, si al menos resultan útiles como punto de partida para iniciar la producción de indicadores en América Latina. Por si estas complicaciones fueran pocas, el ideal de monitoreo ciudadano que alientan las políticas públicas feministas es que las pro- pias mujeres, y nuestras organizaciones no gubernamentales, podamos hacer un seguimiento de la aplicación y cumplimiento de las leyes que nos afectan. Para poder hacerlo, el desafío es que estos controles sean compatibles, que puedan sumarse a los controles efectuados desde los or- ganismos del Estado a quienes les corresponden estas funciones. Para que eso sea posible, deberían consensuarse, no sólo los indicadores en el nivel internacional con los que se evaluará el cumplimiento de los objetivos de los planes de cada país, sino un conjunto de indicadores muy simples y sensibles, que puedan aplicar personas que no son especialistas. Independientemente de quién los aplique, los indicadores para monitorear un plan de igualdad de oportunidades deben medir a la vez los instrumentos de políticas públicas y el impacto social. Así, debemos cons- truir indicadores normativos (que nos indiquen el avance y retroceso en la promulgación o modificación de leyes y resoluciones), indicadores de ca- pacidad institucional (los recursos con que cuente cada sector para aplicar el plan, no sólo en cuanto presupuesto económico, sino como recursos humanos y capacitación específica), indicadores de resultados (el conjunto de acciones emprendidas en el marco del Plan, y la interrelación entre diversas áreas), e indicadores de impacto (el efecto de estas acciones en la vida y la situación de las mujeres). Desde nuestro Punto de vista, todo plan de igualdad de oportu- nidades y de trato debe tener previsto su monitoreo. Esto implica que no sea un plan meramente programático (lo que imposibilita tanto la aplicación como el control) sino de acciones concretas. Sobre estas ac- ciones el monitoreo hará su selección y creación de indicadores. Este control realimenta el plan, porque permite elaborar las políticas sobre bases confiables y contrastables. La medición y producción de indicadores lleva implícita la reali- zación de actividades en diferentes campos. Normalización, reflexión metodológica, investigación, capacitación de recursos humanos, produc- ción y difusión de información, en una búsqueda de transversalidad, continuidad y profundidad. 149 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA Dado que un plan de igualdad de oportunidades y de trato compro- mete a muchas y diversas áreas del Estado y a gran cantidad de agentes, el desarrollo del plan debe articular, a la vez, actividades de sensibilización y capacitación en formulación de políticas públicas con perspectiva de género (inusual en la capacitación técnica específica de los agentes, tanto varones como mujeres), relevamiento de cumplimiento y apoyo en el paulatino equilibrio entre sistemas locales y nacionales en el cum- plimiento del programa y, finalmente, monitoreo y control. Al monitorear y controlar los planes de igualdad de oportunidades y de trato no sólo deben analizarse las ofertas del Estado, sino su efectivo ejercicio por parte de los destinatarios y destinatarias. En este sentido, es importante analizar no sólo la brecha de género sino, también, la brecha social que establece diferencias significativas entre personas pobres y ricas, la población rural o la urbana, la indígena, etcétera. El monitoreo de las políticas públicas debe ser interno y externo. Las propias instituciones deben revisar sus políticas de igualdad de oportunidades, los organismos de control deben incluir este aspecto en su evaluación sistemática, y lo ideal es que la ciudadanía se organice para realizar un monitoreo social de aquellas medidas que tienen impacto directo en sus vidas. Son objetivos de un monitoreo: • Acompañar las medidas. • Evaluar las condiciones de aplicabilidad. • Crear indicadores específicos. • Realizar un seguimiento sistemático de pautas de modificación acordadas con las diferentes áreas de gobierno. Dadas las dificultades previstas, es importante unificar el proceso de seguimiento y evaluación para concentrar los esfuerzos de recopilación de la información estadística. Los indicadores deben seleccionarse y construirse desde una pers- pectiva de género a fin de mostrar tanto las características propias de las mujeres, como las desigualdades asociadas con los diferentes papeles sociales de mujeres y varones en los ámbitos de la producción, la repro- ducción y en la distribución del bienestar social, esto se traduce en la práctica en un tratamiento comparativo por sexo, que es lo que permite la información estadística disponible. En la Ciudad de Buenos Aires existe una Ley llamada “Plan de igualdad real de oportunidades y de trato entre mujeres y varones” (Ley 150 DIANA MAFFÍA 474), sancionada en el año 2000,que en su artículo 13º incluye acciones específicas para educación, ciencia y tecnología; como por ejemplo: • Promover la participación equitativa de mujeres y varones en todos los procesos educativos, de producción y transmisión del conocimiento. • Remover los obstáculos que dificultan el acceso de las mujeres a los niveles más elevados de la docencia y de la investigación en las diversas áreas. • Promover la investigación relacionada con los estudios de gé- nero. • Desarrollar programas adecuados según los intereses y nece- sidades de las mujeres adultas, con el objetivo de eliminar el analfabetismo, completar los niveles educativos y promover su acceso a la cultura, el trabajo, el descanso y la recreación. Como diputada de la Ciudad de Buenos Aires, dirijo la Comisión Especial de Seguimiento de las Políticas de Igualdad de Oportunida- des y de Trato entre Varones y Mujeres, desde la cual controlamos la reglamentación y aplicación de la reciente Ley de Ciencia y Técnica de la Ciudad de Buenos Aires, para que se cumplan en este ámbito los prin- cipios de equidad previstos por la Constitución y el Plan de Igualdad de Oportunidades. Para realizar las tareas de monitoreo, el Estado puede asociarse con áreas de la sociedad civil y con áreas académicas a fin de establecer un circuito virtuoso de conocimiento y acción. Así, la RAGCyT, de la Universidad de Buenos Aires, viene realizando, desde 1994, un trabajo sostenido con el objetivo de generar un espacio de intercambio entre científicas e investigadoras interesadas por la situación de la mujer en el sector científico-tecnológico; trazar un diagnóstico de la situación de las mujeres en el sector de ciencia y tecnología en distintas áreas y carre- ras, y un seguimiento a través de los años; elaborar tareas de registro, valoración y promoción de la contribución de las mujeres en ciencia y tecnología, y fortalecer la conciencia de género. A través de investigación, participación académica, acciones de abogacía y el establecimiento de una red de trabajo, nos propusimos elaborar un diagnóstico de las barreras de género en el desarrollo de las carreras, y una propuesta de construcción de indicadores con pers- pectiva de género para cuya inclusión se realizó un convenio con el 151 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), una institución estatal que concentra a los principales investigadores y programas de investigación del país. Para visibilizar la situación de las mujeres propusimos, en primer lugar, un indicador por disciplina científica/sexo. Este indicador que reco- ge el porcentaje de investigadores según sexo y por disciplina, permite calificar las carreras en feminizadas, equitativas y masculinizadas El segundo indicador propuesto fue por categoría/sexo. El análisis de los niveles jerárquicos alcanzados por las mujeres permite reconocer su nivel en el sistema. Vemos así claramente el “efecto tijera”, el lugar donde se produce el estancamiento de las carreras de las mujeres y la ínfima participación en los niveles superiores de investigación. En tercer lugar propusimos un indicador por edad/sexo, ya que el análisis etario en relación con el sexo permite evaluar los cambios en el acceso a los distintos niveles del sector, y el tiempo de permanencia en ellos. Comprobamos así que las mujeres tardan más que los varones en ser promovidas, permanecen más tiempo en cada categoría y así retrasan sus carreras. La edad tiene relación también con el periodo de gesta- ción y crianza de hijos. Otro indicador sensible es por cargo de decisión o evaluación/sexo. La estructura de gobierno del CONICET tiene, desde el 2008, por primera vez en su historia, una mujer como presidenta. El directorio tuvo su primera mujer en estos últimos años, y ahora tiene dos mujeres como integrantes. Comienzan a incluirse más mujeres en las Comisiones Ase- soras por área de conocimiento, y en el Banco de evaluadores. El análisis de la proporción de mujeres en cargos de decisión po- lítica permite observar la posibilidad de las mismas de alcanzar niveles de decisión. Y por otra parte, investigar la perspectiva de género en la evaluación de proyectos. Finalmente, propusimos un indicador por dirección de subsidio y monto asignado/sexo. Este indicador nos permitió observar que aunque había aumentado el número de mujeres que dirigían proyectos de investigación y accedían a subsidios, su proporción no era equivalente cuando se ana- lizaban los montos obtenidos por los proyectos dirigidos por varones.6 6 Para una versión más completa de este tema, puede verse Maffía, Diana Helena, Kochen, Silvia, Franchi, Ana y Atrio, Jorge. “Propuesta de construcción de indicadores en el sector de ciencia y tecnología con perspectiva de género”, en: Mario Albornoz y Diego Ratto. Indicadores de ciencia y tecnología en Iberoamérica, Agenda 2005, RICyT, 2005. 152 DIANA MAFFÍA Para concluir, me gustaría transcribir las recomendaciones del VI Congreso Iberoamericano de Ciencia, Tecnología y Género realizado en Zaragoza, con asistentes de 14 países en su mayoría latinoameri- canos: Recomendaciones 1. Favorecer la investigación en ciencia y tecnología desde la pers- pectiva de género y en CTG (Ciencia Tecnología y Género). 2. Recopilar datos fiables y desagregados por sexos sobre la situa- ción de las mujeres en ciencia y tecnología. Los datos deben ser públicos, accesibles, visualizados y actualizados. 3. Tener en cuenta los diagnósticos sobre la situación de las mujeres en ciencia y tecnología para elaborar políticas de igualdad de oportunidades, trato y resultados. 4. Incorporar en los comités editoriales, comités asesores o co- mités científicos, personal experto en estudios de género que garanticen un arbitraje o evaluación de calidad. 5. Evitar el sexismo en los textos y comunicaciones científicas, así como en todos los documentos administrativos. 6. Favorecer la investigación en ciencia, tecnología y sociedad en consorcios internacionales. 7. Incluir como ítems evaluables en la currícula los trabajos de investigación realizados con perspectiva de género por inves- tigadoras de cualquier área, en especial en aquellas áreas con menor número de mujeres que contribuyan a evidenciarlo. 8. Poner en marcha medidas que favorezcan la crianza de hijas e hijos. Servicios de guarderías en las universidades, subvención de servicio de guardería para eventos fuera de horarios esco- lares. 9. Estimular con medidas concretas (becas, proyectos de investi- gación) la participación de mujeres jóvenes en la ciencia. 10. Promover, de manera particular, el ingreso y desarrollo de mu- jeres en áreas con infrarrepresentación de las mujeres, como ingenierías (en especial ingeniería informática), física, mate- máticas. 11. Realizar acciones formativas para el profesorado de todos los niveles, que utilicen el género de manera transversal en diferen- 153 GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA tes materias y titulaciones, que incluyan también, asignaturas específicas sobre igualdad. 12. Favorecer el acceso de las mujeres a las nuevas tecnologías de información y comunicación, mediante acciones específicas. 13. Tener en cuenta la implicación de los aspectos afectivos en la introducción de la perspectiva de género en la enseñanza. 14. Instaurar prácticas profesionales (horarios, tiempo de reunio- nes, etc.) que permitan el desarrollo de una vida personal rica y plena para mujeres y hombres por igual. 15. Poner en práctica, de modo inminente y manteniendo un segui- miento, todos los acuerdos de los gobiernos, en políticas sobre C, T y G. 16. Realizar análisis reales de impacto de género de todas las políticas públicas y en todos los niveles (estatal, autonómico, local). 17. Incorporar la perspectiva de género y feminista en todos los estudios, en especial en aquellos destinados a promover un desarrollo sostenible.18. Propiciar la construcción de puentes entre los saberes tradicio- nales y la validación del conocimiento científico. Recibir el aporte de las mujeres (de las diversas mujeres) a la cien- cia no es sólo para las mujeres. Así como es una pérdida, no sólo para nosotras, eliminar lo femenino del ámbito del conocimiento científico, también es una pérdida para el avance del conocimiento humano, por- que se estrechan los horizontes de búsqueda de la ciencia misma. Y es también una pérdida para la democracia, porque todo intento hegemó- nico (también el del conocimiento) es ética y políticamente opresivo. 155 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO ACADÉMICO LATINOAMERICANO Y CARIBEÑO Francesca Gargallo Partiendo de la idea de que hoy existe un feminismo que no rompe sino se acomoda al sistema, quiero evidenciar el asedio que los femi- nismos radicales imponen al pensamiento hegemónico de las estudiosas del tema en las universidades latinoamericanas. Asedio es un término que remite tanto al ámbito militar como a la sexualidad patriarcal (que emplea muchas metáforas militares para expresarse). Se asedia una ciudad, un fuerte, un lugar de poder con más tiempo que fuerza, se les hace ver su situación de rodeados a pesar de la belleza de sus muros, de la riqueza de sus construcciones, de lo imponente de sus obras de arte, se espera que a quienes se asedia y sus instituciones se debiliten, que no tengan el agua y el alimento suficiente para resistir, pero raramente se les asalta. La ciudad asediada puede resistir, ganar, salir al ataque y dispersar los asediantes, llamar refuerzos, sólo si su fuerza es real, es decir, si puede alimentar a su población e infundirle esperanzas y convencerle de la superioridad de sus institu- ciones y sus formas de vida. Pero para una plaza fuerte, la injusticia que impera en su seno puede provocar que su población prefiera el asediante al gobernador; igualmente se rinde por su debilidad cuando empieza a dudar de sí misma. Militarmente hablando, la imagen del asedio me remite a una acción pausada, donde la fuerza de quienes asedian reside en su número y su paciencia. El asedio sexual, asimismo, sirve para reve- lar la hegemonía de lo masculino en las prácticas de seducción; aunque en el imaginario la mujer es la asediada que debe resistir so pena de perderlo todo, en realidad es el falologocentrismo hegemónico el que debe resistir vistiendo los ropajes de los hombres o de las mujeres en sus papeles genéricos fijos. El asediante del falologocentrismo bien puede ser el feminismo como movimiento social, o el sujeto feminista, o las resistencias de las mujeres a las medidas de incorporación al sistema. Para mí, profesora de una universidad, poseedora de uno de esos pasaportes privilegiados que convierten el mundo en un lugar donde 156 FRANCESCA GARGALLO conviven ciudadanas de primera, segunda o tercera categoría (según su acceso al derecho de movimiento internacional), con acceso a la prensa, la percepción del sistema hegemónico me es sumamente in- grato porque intuyo que debo salirme, marginarme de él como única forma de sustraérmele. No obstante, tengo un fuerte deseo de dar fe del asedio que las expresiones hegemónicas del pensamiento padecen en la actualidad desde varios lugares de la vida, el pensamiento y la geografía mundial. Así, he pensado retomar la ruta que recorrí por ponencias y artículos escritos en los últimos años, para reflexionar desde la paradoja de estar rechazando el sistema de comunicación de la educación formal y la divulgación compulsiva, mientras lo uso para el diálogo con las mujeres que están marginadas de él, por voluntad propia o por su imposición. Cuando tuve que plantearme una metodología de mapeo de las expresiones feministas no hegemónicas, empecé por leer sistemática- mente a las feministas negras, indígenas y lésbicas de América Latina, así como a entrevistarme con trabajadoras sexuales que pugnan por su independencia y líderes indígenas de México, Guatemala, Bolivia y Chile, y analizar qué tanto enfrentan y qué tanto aceptan las ideas sobre el deber ser y la liberación de las mujeres, producidas por militantes, intelectuales, dirigentes políticas de los espacios de poder académico y económico de esa misma América Latina. Tengo muy claro que América Latina, en cuanto tal, no es una re- gión del mundo donde se produce el pensamiento hegemónico, sino que sus sectores privilegiados lo reproducen, ejerciendo cierta violencia inter- pretativa para adecuar su realidad a los postulados de un pensamiento con el que consienten. Igualmente, sé que la idea misma de latinidad excluye a las mujeres negras e indígenas, que no hablan castellano o portugués y que no se identifican con la idea de padre, de ley o de familia de origen romano o napoleónico. A la vez, las académicas feministas enfrentan resistencias y discriminación al interior de las universidades, su pensamiento no tiene difusión masiva, y sus materias difícilmente son consideradas de valor universal. De tal manera, al analizar la resis- tencia al diálogo con los pensamientos de negras, indígenas, indigentes urbanas, jóvenes anárquicas, artistas, prostitutas, ecologistas radicales y campesinas de los sectores feministas académicos latinoamericanos que reproducen los postulados del feminismo hegemónico para la liberación de mujeres en este continente, tiendo a establecer una analogía con la resistencia al diálogo de las universidades estadounidenses y europeas 157 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO con el pensamiento que se produce en los reducidos grupos feministas académicos latinoamericanos. Así como con la resistencia todavía activa de los hombres a aceptar que cuando una mujer habla de sí (nosotras) misma(s) lo hace para expresar su humanidad negada por la unívoca construcción de lo humano como masculino. Difícilmente podré hacer justicia en un artículo a la amplia labor desplegada por el feminismo académico en los últimos treinta años, en cuanto al acercamiento, al menos, a una metodología feminista para las disciplinas consagradas que se abrieron al estudio de la presencia de las mujeres y a sus aportes.1 Sin querer soslayar que la presencia de mujeres y hombres en la vida social en su conjunto desafió no sólo los contenidos de las ciencias sociales sino transformó algunos paradigmas que sostenían su supuesta objetividad, una mirada crítica sobre una me- todología de y para los estudios de las mujeres desde una perspectiva feminista quizá la logremos entre todas en este libro colectivo y, aún así, no será más que una mirada entre muchas posibles. Hegemonía y pigmentocracia Hegemonía, a pesar de su fácil origen etimológico,2 de ninguna manera es un concepto simple. Remite a la dirigencia, la capacidad de influir, la importancia de una persona o de una idea guía y, por ende, a la coac- ción de un mando, a la obediencia de las mayorías. Antonio Gramsci, al definir la forma de transmisión de una ideología que la clase dominante emplea para poder perpetuarse, imponiendo a los sectores populares 1 Para acercarse a un panorama de la reflexión, pueden revisarse tanto los textos como la bibliografía de: Bartra, Eli. Debates en torno a una metodología feminista, PUEG, UNAM; UAM-X, Méxi- co, 2002; Ungo, Urania. Para cambiar la vida: política y pensamiento del feminismo en América Latina, Instituto de la Mujer-Universidad de Panamá, Panamá, 2002; Ungo, Urania. Conocimiento, libertad y poder. Claves críticas de la teoría feminista, Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá-Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Panamá, 2002; Braidotti, Rosi. Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómade, Gedisa, Barcelona, 2004. 2 Etimológicamente, hegemonía es un término que remite al mundo militar: deriva del sustantivo griego eghesthai, que significa el que conduce, ser guía, ser jefe; aunque también pue-de derivar del verbo eghemoneno, que significa guiar, preceder, conducir, o bien estar al frente, comandar, gobernar. Por eghemonia el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejército. Egemone era el conductor, el comandante del Ejército. Durante la guerra del Peloponeso, se habló de la ciudad hegemónica para definir a la ciudad que dirigía la alianza de las ciudades griegas en lucha entre sí. 158 FRANCESCA GARGALLO —abierta o sutilmente— doctrinas económicas, militares y políticas, ideas filosóficas, creencias sociales y religiosas, y aun la percepción de lo bello, con que éstos terminan consintiendo, hizo de su complejidad el rasgo fundamental de la supremacía hegemónica.3 Para Hannah Arendt, el totalitarismo es hijo del entramado privado que se manifiesta en la vida pública, de la moral utilitaria dominante, de la pérdida de poder del colectivo y del uso legalizado de la violencia,4 que a mí no me costaría llamar hegemónicos. No obstante, después de que Michel Foucault describiera el poder hegemónico como un ejercicio que genera resisten- cias y poderes subalternos,5 la urgencia por aclarar su multiplicidad de formas se ha acrecentado, pues de qué manera los sectores dominados reproducen las ideas y los modos de actuar hegemónicos y cómo generan diversas resistencias a los ámbitos de coerción y consenso de la misma hegemonía es de suma importancia si queremos llevar a cabo una crítica seria, fundamental, de las figuras del discurso dominante. Para las mujeres latinoamericanas, en particular, saber qué es lo hegemónico actuante en nuestras vidas es indispensable para entender los discursos filosóficos que se producen en las academias y centros de difusión cultural de los países y regiones económica y militarmente no dominantes del mundo, cuando mantienen-sostienen la supremacía de los paradigmas epistemológicos de una nación o un grupo de na- ciones dominantes, manifestando que sólo es racional la aceptación de sus propuestas, la obediencia a sus modelos. Como bien dice Edgardo Lander: La expresión más potente de la eficacia del pensamiento científico mo- derno —especialmente en sus expresiones tecnocráticas y neoliberales 3 Gramsci, Antonio. Maquiavelo y Lenin, Nacimiento, Santiago de Chile, 1972. Véase igualmente: Gramsci, Antonio. El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Juan Pablos, México, 1975, donde Gramsci anhela la “hegemonía del proletariado”, pues para él representa la transformación, la construcción de una nueva sociedad, de una nueva estructura económica, de una nueva organización política y también de una nueva orientación teórica y cultural. Como tal, esta hegemonía tendría consecuencias no sólo en el plano material de la economía o en el plano de la política sino, además, sobre el plano de la moral, del conocimiento, de la “filosofía”. Desde el feminismo, no se considera positiva ninguna hegemonía, pues todas remiten a una jerarquía, misma que no rompe con el afán de imposición de un grupo humano sobre otro, sino lo revive cambiando el sujeto de la opresión. 4 Arendt, Hannah. Los orígenes del Totalitarismo, Taurus, Madrid, 1998. 5 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, 2007. 159 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO hoy hegemónicas— es lo que puede ser descrito literalmente como la naturalización de las relaciones sociales, la noción de acuerdo con la cual las características de la sociedad llamada moderna son la expresión de las tendencias espontáneas, naturales del desarrollo histórico de la sociedad. La sociedad liberal industrial se constituye —desde esta perspectiva— no sólo en el orden social deseable, sino en el único posible.6 Cuestionar la hegemonía del pensamiento político de origen euro- peo y estadounidense en un contexto feminista latinoamericano, me parece un aporte metodológico para interrogar las condiciones que pro- ducen su capacidad de construir significados y órdenes sociales que nos apresan en un marco de referencia dominante, un espacio que se mani- fiesta como un lenguaje común avasallador. Es una forma de recuperar a las mujeres en lucha dentro de la censura de la globalización7 que las difumina y borra como figuras eficaces de oposición al sistema.8 La historia de las ideas latinoamericanas y de las ideas feministas enseña que el asedio al eurocentrismo y al patriarcado ya se consumió en los pensamientos latinoamericanistas de Arturo Ardao, Leopoldo Zea, Arturo Andrés Roig, Horacio Cerutti, Franz Hinkelammert, Enri- que Dussel, Walter Mignolo y otros, cuando afirmaron la historicidad de América en una epistemología que, entre otras cosas, implicó la reubicación de la Modernidad en la creación de utopías de justicia e igualdad y en la producción de bienes y riquezas que redundaron en el desarrollo económico y político de Europa, beneficios de los que queda excluida su población. En el pensamiento feminista, desde la Ilustración, la radicalidad con que mujeres como Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft asumieron el tema de la igualdad de todas las personas, cuestionó la supremacía del derecho, la educación, la virtud, la política y la razón de los hombres. Esta posición se vio reforzada por los aportes de las liberales, anarquistas y las socialistas que durante el siglo XIX y la primera mitad del XX reinterpretaron en clave feminista las ideas de ciudadanía, libertad y justicia. Después de la definición de 6 Lander, Edgardo. “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en: Edgardo Lander. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales-UNESCO, Buenos Aires, 2003, pp. 11-50. 7 Véase al respecto: Falquet, Jules. De gré ou de forcé. Les femmes dans la mondialisation, La Dispute, París, 2008. 8 Espinosa Miñoso, Yuderkis. Escritos de una lesbiana oscura. Reflexiones críticas sobre feminismo y política de identidad en América Latina, En la Frontera, Buenos Aires-Lima, 2007, pp. 87. 160 FRANCESCA GARGALLO una sujeto mujer capaz de escoger su destino cuando encara la cons- trucción social de la feminidad, llevada a cabo por Simone de Beauvoir, casi a sus espaldas se instaló una profunda duda sobre la existencia de una sujeto mujer que no fuera el definido por el patriarcado; más aún, si no sería que reconocerse en la mirada masculina hacía de un ser de genitales femeninos, una mujer. Entonces militantes como Carla Lonzi escupieron sobre Hegel, psicoanalistas como Luce Irigaray afirmaron la autonomía de las mujeres en un mundo bisexuado, literatas como Hélène Cisoux y Julia Kristeva se liberaron del discurso falocéntrico y de la eroticidad de pareja, reivindicando una diferente experiencia del placer y el ser de las mujeres. A la vez, feministas materialistas como Paola Tabet, Monique Wittig y Rossana Rossanda recuperaron el lugar del cuerpo femenino en la producción económica y cultural, delataron el falocentrismo de las interpretaciones antropológicas y cuestionaron el heterosexismo, el derecho estatal masculino, la impartición de la justicia y la redistribución económica según los sexos. Con la seguridad de que el asedio ha iniciado hace tiempo, pero que la hegemonía es capaz de reciclar ideas otrora revolucionarias para renovar su control, es indispensable un intento feminista de mapear el camino que anuda el sexismo y el racismo con el poder y el poder con la riqueza y la censura, pues en América Latina es hegemónico el pen- samiento de los pocos blancos —hombres y mujeres hegemónicos— que se creen investidos del derecho de interpretar su realidad, dirigirla po- líticamente y justificar el provecho que sacan de sus contradicciones. El pensamiento político que sostiene una práctica de clase, que llamaré sin tapujos “pigmentocrática”, logra ser hegemónico no sólo porque controla la emisión de ideas de los sectores populares y mestizos, sino porquees expresado por los poseedores de cuerpos con los que desde la época colonial se ha venido moldeando violentamente el deseo de ser reconocidas como iguales —de ser “igualadas”—, deseo de esos y esas americanas “otrizadas”, eso es sometidas y convertidas en otra cosa que humanas. Ahora bien, la otrización de las personas implica: 1) que se las di- ferencie totalmente del colectivo que pone en acto la otrización misma (nosotras somos personas racionales, mientras las otras no lo son), 2) que se las considere ajenas a los beneficios del colectivo que se identifica con una idea única de humanidad (las otras no necesitan de escuelas, hospitales, justicia, respeto porque no se nos parecen) y, finalmente, 3) 161 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO que se las empuje a consentir con quien, en el propio proceso de otriza- ción, le propone como propio de lo racional, benéfico, justo mediante la imposición, entre otras cosas, una “estética de la conquista”. La clase dominante de la pigmentocracia (el grupo socio-étnico encargado de la otrización de las americanas y los americanos nativos y de las personas deportadas de África por su esclavización, pobres, rurales, nómades, de economías silvícolas y descendientes de mestizajes no europeos) viste los mismos cuerpos que imponen la identificación de la lengua que hablan con su poder, su belleza (postulada como modelo externo de perfección) y el valor de sus conocimientos. Eso es, viste los cuerpos de la dominación que inflinge a las otrizadas y los otrizados; cuerpos de la violencia sexual, de la guerra y la sumisión, y también los modelos a los que es deber de los otrizados y las otrizadas parecerse, mediante el disfraz de diversos “blanqueamientos”, y del uso de una máscara hecha de palabras y conceptos ajenos, expresiones que obvian su incapacidad de dar a entender la realidad endógena de América.9 Las lenguas coloniales son las que hablan los cuerpos de modelo hegemónico para transmitir conocimientos hegemónicos y formas hege- mónicas de acercarse al saber. Con el español, el portugués, el francés, el holandés y el inglés los cuerpos que ostentan un legado criollo legi- timan la exclusión de centenares de otras lenguas de la construcción, almacenamiento y transmisión de saberes que no les son controlables. En las zonas rurales mexicanas, no es casual que las personas mestizas y criollas usen todavía expresiones que manifiestan abiertamente que el español de los conquistadores es un instrumento de control, límite y exclusión de los pueblos originarios: “conmigo usa lengua de cristianos”, “quién va a entenderte en esa lengua de indios”, “háblame en lenguaje de razón”: expresiones idiomáticas de la voluntad de reconocer exclu- 9 El mismo nombre de América arrastra un legado colonial. Los K’una de Panamá llamaban Abya Yala la masa continental en la que vivían; para los pueblos andinos la Pachamama es la figura de una madre tierra de la que todos viven y que a todos sostiene, que podría identificarse con el lado femenino de la dualidad terrenal del continente; Anáhuac era el nombre que los pueblos mesoamericanos daban a la tierra entre los dos océanos: cualquiera de estos apelativos hubiera podido utilizarse de aceptar que los pueblos originarios eran interlocutores válidos de los con- quistadores hispanos. América, del nombre del navegante florentino Amérigo Vespucci, remite al momento fundacional de la modernidad colonial temprana, a la apropiación física y simbólica de un continente, con sus bienes y sus habitantes, mediante la imposición de un nombre ajeno a su orden mítico-simbólico. 162 FRANCESCA GARGALLO sivamente la validez de los saberes que se expresan en la lengua del dominio colonial, con cuya razón se identifican.10 Hay que reconocer que la lengua colonial puede llegar a ser, como en el caso del castellano para la poeta Maya Cu, de Guatemala, el refu- gio de los mayas —y de otros pueblos— cuando pierden su territorio y comunidad por el desplazamiento y la guerra.11 Igualmente se puede usar como lengua franca entre hablantes de diversas lenguas originarias, tanto en los mercados como en logrados intentos de diálogo y de cons- trucción de conocimientos entre culturas originarias; como por ejemplo, en los caracoles neozapatistas en Chiapas, México, o en las universidades interculturales de los pueblos de Ecuador y de la Montaña de Guerre- ro, México. Sin embargo, no deja de ser básicamente el instrumento para esconder las racionalidades no sujetas a la hegemonía cultural del sistema heredado del colonialismo. Según Josef Estermann, en su estudio sobre la sabiduría autóctona andina, el castellano (o español) es el instrumento que esconde la existencia de un saber del subconsciente colectivo, transmitido por procesos subterráneos de enseñanza de una generación a otra en forma oral y actitudinal, mediante narraciones, cuentos, rituales, actos cúlticos y costumbres. Un saber producto de una experiencia vivida, conocida porque ha sido experimentada, transge- neracional y práctica.12 El lenguaje de las artistas. Estar dentro y fuera Como instrumento del pensamiento hegemónico, la lengua es el primer sostén de la universalización del esqueleto de la interpretación hegemó- nica de la realidad; más aún, la lengua es el instrumento de un logocen- trismo de rasgos peculiares, que pretende conocer la esencia de lo 10 Hoy en día, muchos mexicanos y mexicanas, sobre todo en las ciudades, se sienten amenazadas por una lengua que perciben capaz de un dominio tecnocrático global: el inglés que se esfuerzan en aprender y reproducir para obtener el reconocimiento de sus hablantes, en una especie de cadena de sumisiones lingüísticas, que también tiene sus refuerzos estéticos y sus mitos acerca del valor de los conocimientos que se expresan en él. 11 En comunicación oral, durante el encuentro de La Franja, donde poetas y escritoras in- dependientes de Centroamérica, México, Brasil y Argentina se reunieron al margen del Encuentro Internacional de poetas de Granada, Nicaragua, febrero de 2008. 12 Estermann, Josef. Filosofía andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina, Abya-Yala, Quito, Ecuador, 1998, pp. 106. 163 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO universal abstrayéndolo de todo lo contingente (individual, sexuado, concreto, temporal y geográficamente ubicado). Este instrumento sólo es cuestionado-desconocido desde su afuera (en un principio las mujeres, subsumidas en un masculino globalizante que neutralizaba su aportes; hoy los hablantes de las lenguas no occidentales) o, en su seno, desde las artes —la poesía principalmente, cuando rompe con la supuesta ra- cionalidad del concepto, cantando la plenitud multifacética y vivencial del sujeto sintiente. No obstante, las y los artistas son, como las personas que viven al margen del sistema hegemónico aun hablando su lengua —disidentes sexuales, migrantes y afrodescendientes, principalmente— personas bombardeadas por las seducciones del sistema hegemónico. La espe- ranza del reconocimiento (del “igualamiento” arriba mencionado como deseo oculto), así como la oferta de una política de la representación siempre y cuando esté desligada de la reivindicación del derecho a una justicia redistributiva, son poderosos atractivos. Nancy Fraser, a propósito de lo anterior, hace hincapié en que el actual impasse en la discusión sobre la identidad de las mujeres, resulta de que el feminismo ha sucumbido a dos infortunadas tentaciones: la tendencia a adoptar una forma indiscriminada de antiesencialismo, “que trata a todas las identidades y diferencias como ficciones represi- vas”, o la tendencia inversa de adoptar una versión indiscriminada del multiculturalismo, “que considera a todas las identidades y diferencias como dignas de reconocimiento”13 (de reconocimiento indiferenciado, explicitaría yo desde América Latina). Ambastendencias resultan in- capaces de vincular la política cultural de la identidad y la diferencia con la política social de la justicia y la igualdad, precisamente porque han sido manipuladas por un discurso hegemónico, de tipo capitalista y expansionista, que las atrae, ofreciéndoles una ficción de autonomía. Las artistas, en este caso, así como muchas mujeres negras y de pueblos originarios que han pasado por la universidad o los medios de comu- nicación, tienden a decir que el objetivo de su política (en los últimos años, su política de género o su feminismo) es romper las cadenas de la marginación y reclamarle al sistema hegemónico una equidad de trato con las mujeres y hombres mestizos y blancos, que en ocasiones pasa por la reivindicación de una discriminación positiva, es decir becas, 13 Fraser, Nancy. Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición “postsocialista”, Siglo del Hombre, Universidad de los Andes, Bogotá, 1997, pp. 231-232. 164 FRANCESCA GARGALLO premios y facilidades, mientras se igualan definitivamente. Por supuesto, no se trata de la totalidad de las artistas o las mujeres educadas de los pueblos no hegemónicos de América, de lo contrario el acercamiento a las expresiones no hegemónicas del feminismo sería una farsa. No obstante, es necesario dejar en claro que las artes que desafían desde el interior de su lengua a la cultura hegemónica, no suman todas las expresiones artísticas sino sólo las que se viven de forma autónoma de la interpretación estética dominante. La estética, en efecto, debe ser abordada metodológicamente como un aparato que identifica lo bello con la posesión exclusiva de la expresión equilibrada, racional y moderna; en términos concretos, y concretamente en América, con el cuerpo del hombre dominador, del macho blanco, del violador colonial que se llama a sí mismo “hombre de razón”. “La violación colonial perpetrada por los señores blancos a mujeres indígenas y negras, y la mezcla resultante, está en el origen de todas las construcciones sobre nuestra identidad nacional”, escribe Sueli Carneiro.14 Identidad nacional que construye una idea estética de sí misma, una heroicidad de su origen, una bondad de su ser. Cuestionar la hegemonía blanca en América Latina es una propuesta de volver a leer la realidad y sus intérpretes no académicos para evitar perpetuar la formalización del discurso —que es la manera oficial de reducirlo a la re- producción forzada— y para percibir su resistencia al sistema que ese discurso propugna y justifica. Desde la perspectiva hegemónica, no puede concebirse una esté- tica desligada del arte, de la construcción material o representativa de un objeto que, a la vez, contiene y describe, cuestiona y afirma lo bello y lo sublime. Precisamente esta función descriptiva, con frecuencia, se vuelve asertiva, convirtiendo lo bello en lo que ha de ser bello para un grupo con poder que exigirá, a todos los conocimientos codificados, algo que justifique la detención del poder precisamente por ese grupo y no por otro. El conocimiento codificado de la estética es político en este sentido, y la historia del arte es su instrumento. Así, la estética puede ser una herramienta de manipulación: si lo bello es universal, aquello que no tiende a la universalidad y reivindica 14 Carneiro, Sueli. “Ennegrecer el feminismo. La situación de la mujer negra en América Latina desde una perspectiva de género”, en: Nouvelles Quéstions Féministes. Revue Internationale francophone, vol. 24, núm. 2, 2005. Edición especial en castellano, “Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe”, fem-e-libros, pp. 21-40. 165 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO su especificidad cultural, sexual, de clase o de edad, no es bello; o un medio de presión sobre la moral: si lo bello se identifica con lo bueno, aquello que no es universal ni es bello no es bueno; o un argumento para la represión: lo que no es universal ni bello ni bueno puede, o más bien debe, ser negado, destruido, censurado.15 Ahora bien, la acción artística, la toma de conciencia que impulsa una voluntad de expresar lo indecible en palabras no convencionales, así como el acto de manipular la realidad intangible o la materia, es tan poco neutra como esa estética convertida en instrumento de censura y construcción de la subalternidad, que se autorrepresenta como neutra en términos sexuales, raciales y culturales (aunque se abroga el derecho de definir qué es arte y qué es artesanía; de determinar el precio de una obra según sea realizada por una pintora o un pintor; de enarbolar su modernidad o contemporaneidad y de determinar su arcaísmo). El arte poético o la plástica de muchas artistas que se reúnen entre sí para dialogar su posición feminista frente a la realidad —y en muchas ocasiones para expresar el rechazo que les manifiestan las feministas oficializadas por la academia y las políticas públicas— engendra una po- sición antihegemónica mediante un discurso de ruptura con los saberes que justifican las tecnologías del poder, de la muerte y de la otrización. Vuelven a insertar en la vida la diferencia, la expresión de posiciones alternas y de múltiples gustos, entendidos como acercamientos emo- cionales a lo que puede gustar, con lo cual identificarse una y otra vez rompiendo moldes. Frente a la realidad de muerte de las mujeres más pobres, las emi- grantes del campo a la ciudad que quedan atrapadas en las redes de la industria de la transformación, surge una poesía que asume el peso que sus nombres tienen en la historia de todas las mujeres latinoameri- canas. Se expresa mediante teatralizaciones y poemas a las víctimas de un feminicidio (o femicidio, según la terminología centroamericana) que en América Latina tiene connotaciones y una definición distinta a la española: asesinato de mujeres por ser mujeres, en situaciones de inseguridad social propiciada por la cultura patriarcal, la impunidad de los asesinos y la normalización del suceso. Una poesía que no le 15 Gargallo, Francesca. “Estética es política. Una mirada a la Semana Cultural Lésbica-Gay”, en Una exposición, varias exposiciones, un tiempo de inauguraciones. 15 años de la Semana Cultural Lésbica- Gay, Difusión Cultural UNAM-Museo Universitario del Chopo, México, 2002, pp. 35-38. 166 FRANCESCA GARGALLO teme a la acusación de panfletaria y reorganiza la realidad como mate- rial de expresión de lo sublime corporalizado. Eso es, una poesía que identifica la libertad con lo más sutil del sentir de las mujeres y con la materialidad de los impedimentos para no morir de parto, de violencia feminicida, de hambre, de un aborto terapéutico negado (como es el caso en Nicaragua). Asimismo, videoastas, artistas plásticas y performanceras se iden- tifican con las demandas y las luchas sociales que su propia reflexión sobre su cuerpo y su realidad en el contexto social que les ha tocado, recupera como vitales. Reuniéndose alrededor de temas específicos, o por el deseo de compartir una visión de la realidad que no se identifica ni con lo comercial ni con la mirada patriarcal de la estética, rechazan la política de los financiamientos públicos y de las organizaciones no gubernamentales para asumir que son un sector marginal que se piensa desde la orilla del sistema y que, gracias a ello, puede todavía enfocar su autonomía como inspiración. Expresan la ruptura y la fragmentación de los modelos sexuales, la asistematicidad de las representaciones y del trastocar de las éticas sociales y heterocentradas, superponiendo en sus imágenes y sonidos cotidianidad y lascivias, hedonismo y construcción, en una crítica constante a la estética formal y al gusto de masa. Pasan, por lo tanto, por simplicidades recobradas y arduísimas elucubraciones colectivas sobre su ser en muchas clases de tiempo, el de la durabilidad de la resistencia y el reciclamiento de la imposiciones, el del corte y el de las tradiciones.Hegemonía, subalternidad y afuera En este punto, la cuestión de cómo formular una metodología para los estudios de mujeres desde una perspectiva feminista, se complica con la duda acerca de cómo estar seguras de que esa metodología no sea cómplice de la mirada hegemónica del feminismo académico occidental(izado) a la hora de tratar tanto la autonomía feminista como la alteridad de las mujeres que viven al margen de la hegemonía en América Latina. Como vimos, la hegemonía se ciñe a la coerción, al uso de la fuerza, al convencimiento, a la capacidad de doblegar las opiniones contrarias o simplemente divergentes, así como a lo que no se cuestiona por costum- bre, por aceptación o por debilidad. Alude al discurso filosófico inter- 167 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO pelado por Luce Irigaray16 y a la tradición filosófica criticada por Celia Amorós,17 así como a la temporalidad cuestionada por la pedagogía del “indianismo” boliviano. Puede imputársele a un sistema económico y a una corriente filosófica, a una idea y a la afición deportiva. En realidad aspira a controlarlo todo. Lo hegemónico modela palabras y símbolos para enmarcar las formas de entendimiento de la realidad, de modo que los colectivos subordinados no sólo deban obedecer sus órdenes, sino que no puedan escaparse de su marco de referencia ni siquiera cuando se rebelan o resisten su dominación. Lo hegemónico remite a cierta unicidad: los monoteísmos tienden a ser hegemónicos. Puede decirse en sentido global que el capitalismo es el sistema económico hegemónico a principios del siglo XXI, y en sentido regional que el Islam es la religión hegemónica de Asia Menor. No obstante lo hegemónico no alcanza lo absoluto; sólo implica el afán de absolutizarse usando todos los medios a su alcance. A pesar de la eco- nomía capitalista subsisten formas comunitarias de producción agrícola, grupos de recolectoras nómades, experimentos socialistas; así como en Asia Menor hay, aunque reducidos, grupos de personas cristianas orto- doxas, coptas, farsi, maronitas, budistas, judías y ateas. Lo hegemónico puede tomar por asalto o asediar lo resistente; aunque en el asedio lo resistente se vuelve más fuerte, elabora el por qué de su ser y se vincula con los demás grupos en resistencia a la hegemonía. 16 Irigaray, Luce. “The Power of Discourse and the Subordination of the Feminine”, en: This Sex Which Is Not One, Cornell University Press, Ithaca, 1985, pp. 31-103. También ha sido recopilado por Rivkin, Julie y Malden, Michael. Literary Theory: An Anthology, Blackwell, 1998, pp. 31-103. En castellano, véase: Tubert de Peyrou, Silvia Esther. Ese sexo que no es uno, Saltés, Madrid, 1982. Para Irigaray, el patriarcado, que es lo que ella llama la “cultura de entre-hombres”, es una construcción histórica del discurso filosófico que sostiene el orden falo-lógico-céntrico. Por ende, es susceptible de cambios –deseables y necesarios– para que las mujeres dejemos de ser absorbidas como varones inferiores en el orden hegemónico, y excluidas como sujetos igualmente válidos y co-creadores de cultura. Las consecuencias para la sociedad en general de lo que Irigaray llama el orden simbólico-social sexualmente indiferente (pero en realidad masculino) pueden ser revertidas mediante el parler-femme (hablar-mujer). La subversión del lenguaje de las mujeres condenadas al silencio de la no-enunciación en el orden simbólico actual mediado por un lenguaje y un discurso masculino, implica una tentativa de articular nuestra propia identidad como sujetos femeninos. El parler-femme se refiere a la posibilidad de que la subjetividad femenina se exprese por medio de la lengua, a diferencia del metalenguaje masculino que se erige como discurso teórico, como filosofía. El parler-femme permitiría el saber escucharse de las mujeres entre sí y, por lo tanto, el diálogo entre diferentes. 17 Amorós, Celia. Crítica a la razón patriarcal, Anthropos, Barcelona, 1991. 168 FRANCESCA GARGALLO La cultura masculina es hegemónica en su vertiente patriarcal, con sus infinitas variantes religiosas, filosóficas, jurídicas, estéticas y su exaltación de los valores de la superioridad de los hombres sobre las mujeres que lo convierten en un sistema multifacético de discriminación social de las mujeres y androcentrismo cultural. No obstante, tanto en China como en México —países agresivamente patriarcales— existen culturas donde las mujeres son valoradas como integrantes plenas de la especie humana y no como excepciones al modelo masculino. Igualmente, cuando la dominación religiosa menguó en la Europa del siglo XVIII, y con ella los modelos monoexplicativos de la realidad en- traron en crisis, ciertas ideas subterráneas acerca de la igualdad racional de las mujeres, en Europa y en aquellas de sus excolonias que han sido domi- nadas por sus estructuras de pensamiento (los sectores blancos y mestizos de América, Australia y Sudáfrica, que terminarían definiéndose como “occidentales”), adquirieron peso entre sectores enteros de sus sociedades. Durante los dos últimos siglos, el feminismo ha desafiado la hegemonía masculina en esas zonas del mundo, sin darle demasiada importancia a la existencia de otras formas de concebir la construcción social de los roles y cuerpos sexuados en otras culturas. Las mujeres feministas han luchado en las calles y las universidades, en las iglesias y las familias, en los parlamentos, los hospitales, los sindicatos, en los tribunales, las coope- rativas y las academias que impiden las trasformaciones de las estructuras gramaticales, así como han desplegado un gran esfuerzo para que su vida, su cuerpo, sus formas de relación adquieran el peso de la existencia en el campo de las ideas y la sexualidad. Sin embargo, hoy en día parece que el feminismo ha fracasado porque “no logra instalarse como propuesta libre de patriarcado”, según sostiene Margarita Pisano;18 es decir, porque sigue sumergido en la cultura vigente, tributaria de una masculinidad moderna (eso es de origen colonial), tan racista como misógina. Ahora bien, desde la realidad de los grupos sociales de los países no hegemónicos, y de los grupos sociales otrizados-invisibilizados al interior de los países hegemónicos, han surgido feminismos tan disrup- tivos como el liberal, el socialista y el autónomo, pero que la academia no estudia, no recoge o esconde.19 18 Pisano, Margarita. ”Mierda-mierda, Encuentro X°-último”, septiembre de 2005, en: http://www.creatividadfeminista.org/articulos/2005/fem_encuentro.htm 19 Alejandra Restrepo insiste en la existencia de feminismos de surgimiento local, diverso, en América Latina e intenta explicar que las diferencias que se reivindican desde 1993 al interior 169 UNA METODOLOGÍA PARA DETECTAR LO QUE DE HEGEMÓNICO HA RECOGIDO EL FEMINISMO Mignolo ha recordado que el imaginario mundial moderno ubica la subalternidad como algo propio de indios y africanos;20 feministas como la dominicana Ochy Curiel analizan cómo se convierte en marginalidad absoluta esta ubicación si se trata de indias y africanas.21 La subalternidad, según Gayatri Chakravorty Spivak, no es sólo el lugar de la exclusión, también es el lugar idóneo para pensar el dominio fuera del campo estrictamente económico;22 quizá, diría yo, el lugar don- de elaborar las propuestas de superación de las relaciones de fondo que permiten las hegemonías. El lugar desde dónde asediar la hegemonía. Desde que las mujeres indígenas, nómadas, campesinas se vieron impelidas a enfrentar el avance del sistema capitalista sobre su espa- cio económico y simbólico, sus reflexiones se han dirigido al rescate del papel que desempeñan y al diseño del que desean desempeñar al interior de las culturas tradicionales. Por ello, analizan sus posesiones amenazadas por la privatización de la tierra y sus frutos, el valor de su fuerza de trabajo, el significado de la resistencia, y al hacerlo piensan