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1 
 
 
 
2 
 
 
 
 
3 
Créditos
 
Traducción 
 
Mona 
 
Corrección: 
 
Queen Wolf y Clau 
 
Revisión Final 
 
Clau 
 
Diseño 
 
Dabria Rose 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
Índice 
 
Nota del Autor 
Glosario 
el: 1//Black Baby Booties 
pala: 2//Lust the Lock 
dau: 3//A Monumental Mess 
es: 4//Demon Dickhead 
oh:5//Miniature Mortal 
norz: 6//Handy Holy Water 
qew: 7//Bad Idea Blowjob 
pe: 8//Doll Designer 
mm: 9//Bloomers in a Bunch 
ex: 10//Caught in the Cookie Jar 
elel: 11//Powder Pink Panties 
elpala: 12//Dysfunctional Deities 
eldau: 13//Mesmerized by a Mortal 
eles: 14//Hot and Horned 
eloh: 15//Scare and Seek 
elnorz: 16//Sensual Sky 
elqew: 17//Marvelous Massacre 
elpe: 18//Two Times the Trouble 
elmm: 19//Fanatical Formurifri 
vi: 20//Death by Demon Dick 
viel: 21//Cousin Coitus 
vipala: 22//Divine Douche 
vidau: 23//Daemonic Daycare 
vies: 24//Losing Loch 
vioh: 25//Home in a Handbasket 
vinorz: 26//Torturous Transformation 
viqew: 27//Waltzes and Wings 
vipe: 28//Antiprayer for an Angel 
vimm: 29//Crown of Crystal 
asptauls: Epilogo 
Lista de Reproducción 
Acerca del Autor 
 
 
 
6 
Nota de la Autora 
Si has leído mis obras anteriores, es posible que esperes un contenido 
extremadamente oscuro. Este libro, sin embargo, no es tan oscuro como mis 
publicaciones más recientes. No obstante, si este es el primer libro mío que 
encuentras, por favor lee las advertencias de contenido y tómalas en serio. 
Incubastard es mi primer PNR, y me lo pasé muy bien escribiendo algo tan 
alejado de mi contenido habitual. 
Los nombres de los lugares, objetos y criaturas divinas de otro mundo, así 
como sus habilidades, no están en inglés ni en ningún idioma humano, ya que se 
inspiró en el enochiano. He incluido un decodificador al principio por si fuera 
necesario. Espero que disfrutes del viaje y te agradezco que hayas elegido leer mi 
historia. 
 
 
 
7 
Advertencia Sobre El Contenido 
 
Esta novela contiene escenas gráficas que muestran sangre y vísceras junto con 
contenido sexual explícito y violencia. Sólo para público adulto. 
Quiero dejar claro que se tratan temas relacionados con la religión. La brujería 
que se utiliza es inventada y no se basa ni refleja las prácticas reales. Todo en esta 
novela es pura ficción. Si crees que puedes sentirte incómodo por una historia que 
contiene elementos religiosos y de la tradición cristiana, entonces este es un libro que 
debes omitir. 
Hay temas de incesto, aunque personalmente no creo que cuente porque es 
entre seres inmortales, pero si eso te va a molestar, por favor no leas este libro. 
 
Obtén la lista completa de advertencias de contenido aquí: 
www.authorcharityb.com/warnings/incubastard 
*La lista completa puede contener spoilers. 
 
 
 
http://www.authorcharityb.com/warnings/incubastard
 
 
8 
Glosario 
Aldonitas Comselh /al-don-ee-tass comm-sell/: Tierra de la Avaricia (Reino de 
Mamón) 
Aldonitas Orseiinak /al-don-ee-tass or-sin-ack/: Demonio(s) /Demonio(s) de la 
codicia 
Ammalok Qew/ am-mah-lock kew/: Libro de los Siete 
Bransg /bronz-g/: Escudo (Invisibilidad) 
Cronug /craw-nugg/: Bestia Infernal 
Drilpa Nalvage /drill-puh nall-vij/: El más allá (reino inmortal) 
Emetgis /em-ett-giss/: Foca 
Anillos Farzem /Far-zimm/: Anillos endurecidos bajo la piel del pene 
Formurifri /por-murr-fri/: Arcángel(es) 
Gohed /go-ed/: Colgante Divino 
Ialpr / ee-all-purr/: Fuego líquido 
Ialzo /ee-all-zo/: Aire líquido 
Invigil Comselh /in-vij-ill com-sell/: Tierra de Envidia (Reino de Leviatán) 
Invigil Orseiinak /in-vij-ill or-sin-ack/: Demonio(s)/Demonio(s) de la envidia 
Levithmong Comselh /le-veeth-mong comm-sell/: Tierra de la Gula (Reino de 
Belcebú) 
Levithmong Orseiinak /le-veeth-mong or-sin-ack/: Demonio(s) /Demonio(s) 
de la Gula 
Madriiax /mah-dree-ax/: Cielo (Paraíso/Ciudad Plateada) 
Maelprog /moll-progg/: Infierno (Reino de los condenados) 
Murifri /murr-ree-free/: Ángel(es) 
Orseiinak /or-sin-ack/: Daemon(s)/Demonio(s) 
Otiopag Comselh /ot-tio-pogg comm-sell/: Tierra de la pereza (Reino de 
Belphegor) 
Otiopag Orseiinak /ot-tio-pogg or-sin-ack/: Demonio(s)/Demonio(s) de la 
pereza 
Ovoarslondoh /oh-voor-slon-doe/: Purgatorio (Reino Medio) 
Pashbab /posh-bob/: Cámara de Tortura del Reino de la Lujuria 
Priidzar /pry-idd-zar/: Camuflaje (forma humana) 
Rorvors Comselh /roar-voors comm-sell/: Tierra de Orgullo (Reino de Lucifer) 
Rorvors Orseiinak /roar-voors or-sin-ack/: Demonio(s)/Demonio(s) del orgullo 
 
 
9 
Saziamiin /soz-ee-a-meen/: Tatuajes/Marcas 
Shigmir /shig-meer/: Teletransporte 
Unphic Comselh /oon-fik comm-sell/: Tierra de la Ira (Reino de Satán) 
Unphic Orseiinak /oon-fik or-sin-ack/: Demonio(s)/Demonio(s) de la ira 
Zibiidor Comselh /zi-by-a-door comm-sell/: Tierra de la Lujuria (Reino de 
Asmodeus) 
Zibiidor Orseiinak /zi-by-a-door or-sin-ack/: Demonio(s)/Demonio(s) de la 
lujuria 
Zildar Tiantas /zill-darr tee-on-toss /: Camas errantes 
Zodinu River /zod-i-noo/: Río ardiente en Maelprog/Infierno 
 
 
 
 
 
 
10 
 
 
 
—El infierno de tu alma siempre encontrará el cielo en la mía. 
Jenim Dibie, La caligrafía de Dios 
 
 
 
11 
1 
Botines Negros Para Bebés 
Mishka 
Portland, Oregón 
 
Este es el momento. El día en que mi vida cambia. 
Las gotas de lluvia estallan contra el parabrisas en sintonía con el tamborileo 
de mi corazón. La anticipación de este momento me tenido nerviosa todo el día. Salgo 
del auto y meto la bolsa del regalo debajo de mi chaqueta para protegerla de los 
elementos. Si no hubiera tenido que terminar el encargo en la tienda de muñecas, 
probablemente habría llegado hace horas. 
Llevo semanas fantaseando con esto, volviéndome loca por mantenerlo en 
secreto. Sin embargo, después de esta noche, podré decírselo a quien quiera. Mi 
mejor amiga, Leena, probablemente tendrá unas cuantas palabras coloridas que 
decir respecto a que no la haya puesto al corriente antes, pero es justo que Harry lo 
escuche primero. 
Originalmente, había planeado esperar hasta este fin de semana, pero anoche, 
terminé de tejer los botines negros de bebé en los que he estado trabajando. No hay 
manera de que pueda hacerlo hasta el sábado. 
Realmente espero que esto sea lo que le ayude a verme como una adulta en 
lugar de la "novia adolescente" de la que se burlan sus colegas. Estoy lejos de ser una 
adolescente. Sólo parezco joven, y él es más de una década mayor que yo. 
No saldrá del trabajo hasta dentro de unas horas, lo que me dará tiempo de 
sobra para preparar la escena y, dependiendo de lo que tenga en la cocina, tal vez 
hacer la cena. 
De pie en su porche, uso la llave que me dio para abrir la puerta y dejo caer mi 
bolso y mi chaqueta sobre la mesa de cristal de la entrada. El aroma de su 
ambientador de lino es tan intenso que me irrita las fosas nasales. 
Repaso mentalmente la lista de detalles que harán que esta noche sea muy 
especial. Encender algunas de las velas que guarda en el armario para las tormentas 
es algo obvio. Me aseguraré de que mi maquillaje sea bonito y pondré algo de esa 
música clásica pretenciosa que le gusta. 
Mientras subo la escalera, soñando con el resultado de la noche, un golpe me 
saca de mis planes, golpe, golpe, golpe. Me detengo a mitad de camino, mi pulso se 
acelera hasta el punto de que mi cabeza se vuelve borrosa. ¿Hay alguien arriba? Es 
un lugar elegante, nunca hay nada fuera de lugar. Sería el objetivo perfecto para un 
 
 
12 
allanamiento de morada, y sé con certeza que la cámara acorazada de la habitación 
de Harry contiene los diamantes de su abuela. Mirando por encima de mi hombro, 
me reprendo por haber dejado mi teléfono en la mesa de abajo. 
Con el paso de un perezoso, me arrastro hasta el rellano superior, haciendo lo 
posible por mantener mis pasos en silencio. Mi mano rodea lo primeroque veo, la fea 
estatua de Chimaera de Harry. Toco suavemente con los dedos la madera de la puerta 
de su habitación, intentando abrirla. 
¿Debería estar escapando ahora mismo en lugar de buscar la fuente del ruido 
aterrador? Me pregunto si estoy actuando como las zorras tontas de esas películas de 
terror de las que nos burlamos Leena y yo. De todos modos, ¿qué voy a hacer 
realmente con esta estúpida estatua? Mientras mi voz interna sigue debatiendo 
consigo misma, consigo abrir la puerta lo suficiente como para ver la fuente del 
sonido. 
Mi cuerpo se balancea y mi mente lucha por dar sentido a lo que estoy viendo. 
La escena que tengo ante mí me lima el corazón, haciéndolo caer muerto a mis pies. 
La bilis me quema la garganta cuando miro a Harry levantando y bajando su culo 
desnudo, enculando a Nicolette, la compañera de trabajo que me juró que era "sólo 
una amiga". 
Sus dedos se enredan en la espesa y pelirroja cabellera de ella que siempre 
me ha encantado. 
—¡Oh, Dios! No te atrevas a parar. 
La rabia y la pena se trenzan en mis entrañas, haciéndome sentir náuseas. 
—Maldito imbécil. —Mi voz es un susurro, pero aparentemente lo 
suficientemente alto como para que mueva la cabeza en mi dirección, y sus ojos 
verdes se abren de par en par ante mi presencia. 
Ahogándome en mi propio sollozo, dejo caer la bolsa de regalo y la estatua, 
girando para alejarme de ambos inmediatamente. 
Con palabras arrastradas, grita detrás de mí: 
—¡Mishka, espera! No lo entiendes. 
Las lágrimas hacen que todo se vuelva borroso, la aceptación de su traición 
brota de mi garganta cuando lo miro. 
—¿Qué es lo que no entiendo, Harry? ¿Está enferma y sólo estás comprobando 
su temperatura con tu polla? 
Unas ligeras pecas salpican su pálido cuerpo, haciendo que el recuerdo de 
cómo se reía de mí cada vez que las conectaba con un bolígrafo salga a la superficie. 
Su erección, todavía brillante por la excitación de Nicolette, rebota cuando se acerca 
a mí. Ni siquiera se puso un condón. 
Su mano me agarra el brazo, pero acaba de perder el derecho a volver a 
tocarme. Me alejo de él de un tirón y bajo corriendo las escaleras. El sonido de sus 
gritos intensifica lo que se ha convertido en una náusea familiar. Ojalá pudiera 
 
 
13 
silenciar su voz. Cogiendo mi chaqueta y mi bolso, salgo corriendo de la casa hacia 
el húmedo y gris atardecer. 
Después de tantear las llaves, arranco el auto y me alejo del hogar que creí que 
sería mío algún día. Las lágrimas caen más rápido de lo que soy capaz de secarlas. 
Grito con todas mis fuerzas, maldiciendo su nombre ahora que estoy sola. 
¿Cómo pudo hacerme esto? ¿Por qué no rompió las cosas si no era feliz? Y si lo 
era, ¿por qué demonios me engañó? Nunca lo negué sexualmente. La mitad de las 
veces, yo era la instigadora. 
Sinceramente, no entiendo qué hice mal. ¿Qué pudo hacer que me engañara 
de esta manera? Yo no... 
Unas luces nubladas atraviesan las ventanillas del auto. El mundo da vueltas a 
mi alrededor, mi cuerpo se golpea contra algo duro cada dos segundos mientras soy 
lanzada ingrávidamente por el aire. Un dolor agudo me atraviesa el abdomen antes 
de que una luz insoportablemente brillante se encienda y apague en la parte posterior 
de mis párpados. Unos sonidos que no puedo descifrar se agolpan en mis oídos 
mientras mi desorientación se filtra en la oscuridad. 
 
 
 
¿Qué es ese pitido incesante? Me gustaría que alguien lo hiciera parar. Un olor 
químico me hace cosquillas en la nariz mientras el pánico me consume, haciendo que 
una capa de sudor me deje la piel pegajosa. 
¿Dónde diablos estoy? 
Oigo un jadeo antes de que una mano apriete la mía, calmando mi respiración. 
Mirando hacia abajo, los tatuajes de la parte interior de nuestros antebrazos se juntan, 
el suyo de una caja torácica azul bebé contra mi propio corazón humano entintado de 
color rosa. Leena se ha hecho más tatuajes a lo largo de los años, pero el corazón es 
el único que tengo. Nos los hicimos cuando nos mudamos a nuestro primer 
apartamento juntas. Un corazón es tierno y una caja torácica es fuerte, pero cada uno 
necesita al otro. 
Por supuesto que está aquí. Su papel va más allá del de una mejor amiga. Ella 
es la única familia que tengo. 
—Jesús, chica. Sí que sabes cómo cagar del susto a alguien. —Cuando nuestras 
miradas se encuentran, mis lágrimas se reflejan en su cara—. Casi te mueres, zorra. 
—Agita la mano alrededor de su cabeza, intentando sacar las palabras que quiere 
decir—. ¿Cómo te sientes? 
Por el sonido de las máquinas y la cama en la que estoy acostada, es obvio que 
estoy en el hospital. La ansiedad se entremezcla con la angustia, haciendo que mi 
pregunta sea difícil de ahogar. 
—El bebé. ¿El bebé está bien? 
 
 
14 
Baja la cabeza, y no necesito oírla decir para saber que ya no estoy 
embarazada. 
—Oh, Mimi. No puedo creer que no me lo hayas dicho. 
Me froto la frente dolorida, intentando recuperar mis recuerdos, pero lo único 
que recuerdo es el sonido de los gemidos de placer de Harry mientras se follaba a 
otra mujer. 
—¿Qué... qué ha pasado? 
Apoya su cabeza en la mía, sus mechones azules y verdes caen en cortinas 
alrededor de mi cara cuando me besa suavemente la nariz. Como ella prefiere el 
término "mechones" en lugar de "rastas", así los llamo yo también. El olor rancio del 
humo de sus cigarrillos me abre la garganta y me permite respirar. A diferencia de la 
mayoría de la gente, no me molesta el aroma. En realidad, como ha sido fumadora 
durante todos los años que la conozco, su familiaridad se ha convertido en una 
comodidad. 
—El hospital me llamó hace unas horas. Lo único que me dijeron fue que habías 
tenido un accidente desagradable. —Sus pulseras tintinean cuando se echa hacia 
atrás para estirar los brazos y soltar un bostezo. Me pregunto qué hora será. La mirada 
hacia la ventana revela un cielo ceniciento, con gotas de lluvia cayendo sobre el 
cristal—. No sabía que seguía siendo tu C.E. Pensé que seguro Harry ya tendría ese 
honor. 
Dejando escapar una lenta respiración, tiro de los dedos. 
—¿Cómo te enteraste? Lo del aborto, quiero decir. 
Señala con el pulgar por encima del hombro, señalando el pasillo. 
—No mucho después de llegar aquí, oí a la enfermera gritona mencionarlo. Fue 
entonces cuando llamé a Harry para informarle de lo que estaba pasando. De todas 
formas, ¿qué ha pasado con ustedes dos? Tiene la impresión de que no quieres verlo. 
Los recuerdos obstruyen mi cerebro. La sola idea de decirlo en voz alta hace 
que mi estómago se retuerza en un nudo inútil. Cada vez que cierro los ojos, lo único 
que veo son visiones de sus cuerpos desnudos retorciéndose el uno contra el otro en 
la cama que creía que solo compartíamos nosotros. Otra oleada de dolor amenaza con 
asfixiarme, así que toso en un intento de evitar que se escapen más sollozos. 
—Fui a su casa para sorprenderlo con... —Mi aliento tiembla con mi pesada 
exhalación. Ni siquiera puedo decirlo—. Lo encontré teniendo sexo con Nicolette. De 
su trabajo. —La mandíbula de Leena cuelga abierta mientras sus ojos marrones se 
extienden tanto bajo sus pestañas postizas que están abultados. 
Burlándose, se echa el cabello del color del mar por encima del hombro, 
mostrando unos pendientes de pez en bolsa. 
—Ese pedazo de vómito regurgitado. —Las cuentas de colores de sus trenzas 
golpean entre sí cuando sacude la cabeza, frunciendo sus brillantes labios—. Juro por 
Dios que si vuelvo a verlo, le cortaré la polla y se la daré a su madre en una cazuela. 
 
 
15 
No sé cómo lo hace, pero incluso cuando estoy en lo más bajo, sigue 
encontrando formas de hacerme reír. 
—Eres tan elocuente. 
Inclina la cabeza con una sonrisa triste. 
—Te tengo. Siempre. Aunque tú no quieras. —Mis manos tiemblan mientras 
más lágrimas recorren mis mejillas—. Lo siento mucho por el bebé. Ojalá lo hubiera 
sabido. 
Luchando por incorporarse, mi cuerpo grita enseñal de protesta. 
—Quiero decírselo a Harry primero. 
Utiliza sus dedos para peinar mi fino y rubio cabello, que se siente 
terriblemente enredado. 
—Lo entiendo, de verdad. —Se levanta para enderezar su chaqueta morada 
antes de inclinarse para besarme la frente—. Déjame comprobar el tiempo estimado 
de tu alta de este deprimente agujero de mierda para que podamos llevarte a casa. 
Mientras se aleja, susurro: 
—Pensé que me iba a proponer matrimonio pronto. 
Sus hombros caen mientras sus botas de tacón hasta la rodilla pisan las 
baldosas del hospital para volver a mi cama. 
—Tienes veinticinco años, muñeca. Te queda mucha vida, que será mucho 
mejor sin esa mancha fecal con micropene. Te lo prometo. 
Incluso en medio de mi tormento interior, sonrío. 
—Deberías considerar la poesía. 
Guiñando un ojo, me deja sola con los pitidos enloquecedores de la maquinaria 
del hospital. 
 
 
 
16 
2 
La Lujuria es la Cerradura 
Mishka 
10 días después 
 
Mi cama se hunde con el peso añadido, sacándome de mi sueño sobre el ataque 
de un pájaro. El olor rancio de la salvia ofende mis sentidos cuando Leena da una 
palmada junto a mi oído. 
—Muy bien, mi pequeño ho-nut glaseado de vainilla. He estado tranquila 
contigo escondiéndote en esta habitación durante demasiado tiempo. Es hora de 
sacar tu culo pastoso y maloliente de la cama, y lo digo de la manera más cariñosa 
posible. Ya tuviste tu momento de revolcarte en la desesperación. Ahora es el 
momento de recordar que eres una jodida reina, y que el maldito Harry Hickinbottom 
no va a ser quien te destrone. —Se estremece teatralmente. —¿Te imaginas si te 
hubieras casado con esa marca de patín? —Agrega con una mueca el chasquido de 
sus acrílicos—: Tu nombre habría sido "Mishka Hickinbottom". —La miro fijamente 
porque está claro que se está divirtiendo—. Asqueroso. 
Gimiendo, me doy la vuelta para enterrar la cara en la almohada. 
—Vete. 
Shittles, nuestro pequeño y blanco gatito sphynx, salta a la cama con nosotras, 
mordiéndome el cabello. Leena recoge al gato sin pelo antes de ponerse en pie, pero 
no soy lo suficientemente ilusa como para esperar que haya terminado conmigo. 
—Tengo toda la noche planeada. Vino, helado, una lista de canciones de 
primera, y todo lo que necesitamos para manifestar a alguien que te puede hacer caer 
tan fuerte, que el único Harry que importará ya es Harry Styles. 
El aire helado viola mis piernas desnudas, haciéndome chillar del susto. 
—¡Devuelve mi manta, puta! 
Riendo, envuelve mi edredón de tela de araña verde alrededor de sí misma y 
Shittles. 
—Si tanto lo quieres, ven a buscarlo. —La colcha me golpea en la cara cuando 
gira sobre sus talones, saltando hacia el pasillo. Tiene suerte de ser mi alma gemela 
platónica, y de que yo no soy muy luchadora, o le daría una patada en el culo. 
Me rindo y bajo los pies a la alfombra azul. La puerta de entrada se cierra de 
golpe, señal de que Leena se está tomando un descanso para fumar. Maldiciendo en 
 
 
17 
voz baja, me huelo a mí misma, frunciendo el ceño ante el olor. Tiene razón. Me estoy 
poniendo bastante madura. 
Me acerco a la ventana y aparto las cortinas rosas para contemplar el cielo 
nocturno despejado. La luna llena cuelga entre las estrellas y parece enorme esta 
noche. 
Una vez limpia tras la ducha, me pongo mis pantalones cortos color rosa con 
estampado de ataúd y mi camiseta de tirantes antes de caminar por nuestro pasillo 
repleto de obras de arte enmarcadas que hemos ido acumulando a lo largo de los 
años. Todavía me río cuando paso junto al cuadro de la cabeza de Steve Buscemi 
sobre un cuerpo de gato. Ahora que me he librado de la suciedad de varios días, me 
siento más revitalizada que nunca. 
Al pasar por los abalorios que cuelgan del arco del salón, mis ojos encuentran 
las velas que parpadean en todas las superficies planas disponibles y las flores 
silvestres que adornan el suelo en un círculo gigante, creando una estrella de cinco 
puntas en el centro. Durante los últimos meses, Leena ha estado incursionando en la 
brujería. Está decidida a enseñarse a sí misma porque la única bruja experimentada 
con la que se cruzó necesitaba, y cito, "loción antiperras para su pomposo trasero". 
Incluso le he seguido la corriente algunas veces, dejándola practicar la lectura de mi 
tarot, pero esta noche no estoy de humor. 
Personalmente, siempre he sido una escéptica de la religión y el folclore. No 
puedo creer en cosas como la magia y los hechizos, las criaturas y las deidades, los 
dioses y los malditos monstruos. 
Los mechones de Leena caen sobre su hombro derecho, sus pendientes de 
Starbucks Frappuccino rosa cuelgan junto a su mandíbula mientras se concentra en 
las páginas de un libro que nunca he visto antes. 
Sin mirarme, señala la almohada de RuPaul colocada en el punto más alto de la 
estrella, detrás de una vela. 
—Siéntate ahí. 
Hago lo que me indica, agarrando el vino de la mesa de café para beber 
directamente de la botella. 
—¿Viste qué grande está la luna esta noche? 
Me siento entre todas sus herramientas ceremoniales. Hay mierda por todas 
partes. Una copa, una varita, cuencos con hierbas, un pequeño caldero, un mortero, 
un cuaderno y un bote de cristal con lo que parece ser ceniza de cigarrillo. 
—Al menos usa una taza, campesina. —Mueve la cabeza hacia las tazas de café 
que hay en la mesa detrás de mí. Coge el tarro de ceniza y susurra unas palabras que 
no puedo entender—. Y por supuesto que sí. Es una superluna. 
Debe ser por eso que eligió esta noche para hacer esto, por la luna. El libro 
que está leyendo no tiene título. Parece tan viejo y frágil que me sorprende que las 
páginas no se estén cayendo. 
—¿Cuándo lo conseguiste? 
 
 
18 
Acariciando su encuadernación, lo coloca frente a ella en el suelo. 
—Hace poco más de una semana. Había una tienda metafísica en Salem que 
estaba cerrando. El dueño murió o algo así. Me costó un sueldo entero, pero mira lo 
genial que es esta cosa. 
Con Vize y Leony sonando de fondo, observo a Shittles bateando los pétalos de 
las flores mientras bebo el vino de mi taza llena de té de Anxie. Leena me tiende un 
cuaderno y una pluma blanca, esperando impacientemente a que los agarre. 
—Escribe con esto las cualidades que quieres en un compañero. —Coloca una 
copa ornamentada frente a mí—. Cuando se seque, rómpela y deja caer los trozos en 
este frasco de ceniza. 
Engullendo el resto del vino en mi taza, sumerjo la pluma en la copa. Al tocar 
la punta de la pluma con el papel, casi la dejo caer al ver el líquido espeso y rojo. 
Líquido coagulado. 
—¿Esto es sangre? —Me encojo, intentando no vomitar—. ¿Qué carajo, Leena? 
Me hace señas para que me vaya. 
—Tranquila. Es tuya. 
El alivio calma mi conmoción durante exactamente medio segundo antes de 
realmente captar lo que dijo. 
—Espera. ¿Es mi sangre? ¿Cómo demonios conseguiste eso? 
Se muerde el labio rosa brillante, alisando la tela de sus pantalones de satén. 
Una señal reveladora de que sabe que ha hecho algo cuestionable en el mejor de los 
casos. 
—No te enfades. Has sido un desastre. Cuando compré el libro, se me ocurrió 
la idea, y... 
Me doy cuenta como si me cayera una piedra en la cabeza. Creo que voy a 
enfermar. 
—¡Dios mío! ¿Por eso seguiste sacando la basura? ¡¿Por mis almohadillas 
sanitarias?! —Esto es extremo incluso para ella. Ni siquiera quiero saber cómo extrajo 
la sangre. 
—¡Lo siento! El hechizo requiere sangre, y todo el mundo sabe que la sangre 
virgen es la mejor, así que pensé que la sangre de aborto sería lo más parecido que 
podríamos conseguir. No es mi culpa que tu tren de la prostitución dejara la estación 
en la escuela secundaria. —Apretando los dientes, me recuerdo que su corazón está 
en el lugar correcto. Es su mente la que está completamente loca. Esto es un 
desastre—. Sin mencionar que es un hechizo sexual, así que la sangre de tu trampa 
atrapapeneses ideal. 
A veces quiero estrangularla con su propio cabello. 
—¿Qué tal si la próxima vez me dices la verdad? 
—Nunca habrías ido por eso. 
 
 
19 
Que tenga toda la razón no es el punto. 
—¿Cómo lo has mantenido tan... húmedo? 
—La nevera. 
—Eso es jodidamente asqueroso, Leena. 
Hace un gesto con la mano hacia el cuaderno. 
—Sólo haz la lista, ¿de acuerdo? 
En este momento, lo último que me preocupa es ligar, así que tardo un minuto 
en pensar en algo. Con náuseas por la sangre que gotea de la pluma, escribo los 
primeros rasgos que se me ocurren. 
 
1. Sentido del humor 
2. Bajo perfil 
3. Travieso 
4. Acento exótico 
5. Un lado un poco oscuro 
 
Le entrego a Leena mi lista antes de servirme más vino. Ella chasquea la lengua. 
 —No escribiste nada respecto a su apariencia. —Toma la pluma y la sumerge 
en la copa—. Las cosas específicas son importantes, o estarás follando a un hobbit 
peludo de un metro y medio. 
Me devuelve la lista, a la que añadió: 
 
6. Alto 
7. Sexy 
8. Una polla enorme 
 
Sonrío, tirando el papel al suelo para que se seque. 
—Muy bien... Estoy segura de que te pones esto —agita un frasco con un 
líquido amarillento y brillante en su interior— en las sienes y en el entrecejo. —
Después de hacer lo que dice, la veo mezclar las hierbas dentro del mortero, 
espolvoreándolas en el frasco de ceniza—. Está bien, haz tu lista. Una vez que ponga 
la vela en el tarro, empieza a dejar caer los trozos y repite después de mí. ¿Lo has 
entendido? 
—Lo que sea. ¿Cuánto tiempo va a llevar esto? 
Me mira con los ojos entrecerrados. 
 
 
20 
—Hasta que esté hecho. —Cruzando los brazos, espera a que termine de 
triturar el papel—. Sabes, estoy haciendo esto por ti. Un poco de gratitud no te 
mataría. 
¿Habla en serio? Acaba de hacerme escribir una lista de deseos de ligue con 
la sangre de mi vagina. 
—Gracias, Leena. 
Ignorando mi sarcasmo, se endereza con una sonrisa de satisfacción. 
—Mira ahí. No moriste. —Enciende una vela blanca para bajarla al frasco. 
Asiento con la cabeza y recojo uno de los trozos de papel. 
—Di lo que digo concentrándote en la llama, y tienes que decirlo en serio, así 
que al menos intenta hacer un esfuerzo. —Trabaja con las manos y estira el cuello 
antes de entonar—: Imploro a la llama: guíalo hacia mí. 
El papel cae en la jarra, aterrizando cerca de la llama que hace brillar sus 
bordes de color naranja. —Imploro a la llama: guíalo hacia mí. 
—La lujuria es la cerradura, la pasión es la llave. 
—La lujuria es la cerradura, la pasión es la llave 
—Desde lo más profundo hasta lo más alto del cielo. 
—Desde lo más profundo hasta lo más alto del cielo. 
En un momento dado, la vela me atrae y no puedo apartar la vista aunque 
quiera. Ver cómo cada trozo de papel es consumido por los zarcillos ardientes es 
hipnótico. 
—Responde a la llamada de entre mis muslos. 
Sus ridículas palabras me sacan del trance. 
—¿Hablas en serio? 
—Cállate. He trabajado mucho en esto. Sólo dilo. 
Maldigo en voz baja antes de continuar. 
—Responde a la llamada de entre mis muslos. 
Una y otra vez, cantamos las palabras, la voz de Leena cada vez más baja. 
Incluso cuando se calla, repito las palabras en mi cabeza. 
Imploro a la llama: guíalo hacia mí. 
La lujuria es la cerradura, la pasión es la llave. 
Desde lo más profundo hasta lo más alto del cielo. 
Responde a la llamada de entre mis muslos. 
—Imagínatelo con el ojo de tu mente y repite el encantamiento tres veces más 
—instruye Leena. 
 
 
21 
Cierro los ojos, intentando evocar una imagen de mi hombre perfecto, hasta 
que oigo el siseo de la llama al apagarse. Al abrirlos, veo a Leena vertiendo las gotas 
restantes de mi sangre en el frasco, y hago una mueca. 
—Eso es tan repugnante. 
Dando un respingo, se pone en pie. 
—Ayuda, eso es. Ayúdame a limpiar esta mierda. Luego terminaremos esa 
botella, nos pondremos a comer galletas de chocolate y nos daremos un atracón de 
dulces. 
Colocamos todo en una caja que ella llama "cofre ritual" y luego esperamos a 
que las velas se enfríen. Por muy tonto que fuera, me hizo sentir mejor. Al menos, me 
hizo olvidar a Harry por un rato. 
Una vez que la sala de estar vuelve a ser una mezcolanza normal de cosas 
aleatorias, Leena se sienta a mi lado con la tarrina de helado y dos cucharas. Shittles 
se instala entre nosotras mientras Leena hace girar un candado azul alrededor de su 
dedo con un dramático suspiro, su no tan sutil señal de que tiene algo de lo que quiere 
hablar. 
Le tiendo una taza antes de golpear la mía contra ella. 
—Salud. Ahora derrámalo. 
Se mueve en el sofá para mirarme, entrecruzando las piernas, y Shittles la mira 
de reojo por moverse. 
—Bien, así que la noche en que todo se estropeó entre Harry y tú, yo estaba 
con Tim. —Está colada por ese chico desde que se conocieron hace dos meses. Lo 
último que supe es que solo eran amigos, sobre todo porque ella duda de cómo 
responderá él al enterarse de que es una mujer trans. Lo cual es comprensible, 
especialmente considerando cómo reaccionaron sus propios padres—. Bueno, 
finalmente hizo un movimiento, pero me asusté en el momento en que trató de 
besarme. Me gusta mucho. No estaba preparada para que lo nuestro terminara 
todavía, ¿sabes? Trató de calmarme abrazándome y diciéndome toda esa mierda 
dulce. 
—Bueno, parece un tipo decente. —Me meto una cucharada de helado en la 
boca y gimo ante el trozo de masa de galleta. 
—Fue demasiado. Acabé soltando que soy trans. —Saca el labio inferior en un 
mohín, dándole a Shittles los arañazos en la cabeza por los que está maullando. 
—Vaya —digo alrededor de otro gran bocado. 
Está claro que está frustrada por la forma en que hurga en los trozos de masa 
más grandes. 
—Sin embargo, ¿honestamente? Fue mejor de lo que esperaba. Dijo que 
aunque no estaba seguro de cómo sentirse, realmente le gusto. Al final de la noche, 
terminamos tonteando. Fue increíble. 
 
 
22 
Le empujo el hombro. No puedo creer que haya estado aguantando esto. Debe 
haberla vuelto loca. Una prueba más de que es la mejor amiga perfecta. 
—Eso es impresionante. ¿Cuál es el problema? 
La sonrisa se le escapa de la cara mientras aprieta el helado con la cuchara. 
—Desapareció. Ni mensajes, ni llamadas, ni siquiera un MP. Ya he superado mi 
cuota de autoestima por la cantidad de veces que le he mandado mensajes. 
Esta mierda me enfurece. Podría haberse ido simplemente, pero en lugar de 
eso, le dio falsas esperanzas primero. Me tiemblan los dedos para llamar al imbécil y 
decirle lo maricón que es. Aunque nunca me pelearé con Leena por un tipo, siempre 
estoy dispuesta a ir a tras uno por ella. 
Durante la siguiente hora, la escucho analizar en exceso cada comentario que 
él hizo, cada pequeña acción y cada expresión facial que tuvo esa noche. Para cuando 
la botella se vacía y los restos de helado se derriten, llega a la conclusión de que le 
hizo un favor al no volver a llamarla. 
Antes de que empiece a hablar de nuevo de que él es un tipo dulce que está 
confundido, le digo: 
—Él se lo pierde, nena. 
Ella bosteza, estirando los brazos sobre su cabeza. 
—Sé que tienes razón. —Se inclina hacia delante para besarme en la mejilla y 
salta del sofá con Shittles en los talones—. Me voy a la cama. Buenas noches. 
—Buena noche. 
Las cuerdas de la cortina de cuentas golpean entre sí mientras ella y Shittles 
desaparecen en el pasillo, dejándome sola con la botella de vino gastada y el cartón 
de helado vacío. Por primera vez desde el accidente, miro el teléfono y me arrepiento 
al instante. Sabía que probablemente estaba desempleada después de más de una 
semana sin llamar, y el último de los tres correos electrónicos de mi jefe lo confirma. 
Hay unos cuantos mensajes de texto de mis ahora ex compañeros de trabajo 
preguntándome qué está pasando, junto con múltiples mensajes de Harry, contando 
alguna historia de mierda. La verdad es que creo queestoy llevando mejor el aborto 
que su infidelidad. Apenas puedo pensar en ello sin sentir ganas de llorar. Odio dejar 
que me haga esto. Torturándome hasta que los párpados me pesan demasiado para 
permanecer abiertos, finalmente apago el teléfono. 
Llevo todo a la cocina, pongo las tazas en el lavavajillas y tiro el cartón de 
helado vacío a la basura. ¿Cómo puedo estar tan cansada después de haber dormido 
durante más de una semana seguida? 
Frotándome las manos en la cara, me doy la vuelta para ir a mi habitación. El 
estómago se me sube al pecho, pero tardo un segundo en darme cuenta de que hay 
un desconocido encapuchado con los brazos cruzados apoyado en el mostrador a 
escasos metros de mí. Cuando abro la boca para gritar, levanta la cabeza lo suficiente 
para mostrar su devastadoramente bello rostro con una sonrisa pícara. 
 
 
23 
Antes de que un solo sonido pueda salir de mis labios, mi piel palpita con ondas 
de hormigueo que se arrastran por mis brazos y piernas. Pierdo la capacidad de 
utilizar las rodillas, lo que me obliga a darle la espalda y agarrarme al borde del 
mostrador. Intentando sostenerme, gimo involuntariamente mientras mareas de 
éxtasis supremo ruedan por entre mis piernas. Mi mano resbala, haciendo caer un 
plato alrededor de mis pies, pero no parece importarme. La prodigiosa pulsación 
continúa durante un tiempo tan desmesurado que creo que voy a desmayarme. Es un 
orgasmo bajo los efectos de LSD. 
Después de lo que parece una eternidad, las frenéticas vibraciones comienzan 
a disminuir, permitiendo que mis rígidos dedos suelten el mostrador. De alguna 
manera, me olvido momentáneamente del hombre que está en la habitación conmigo. 
Me doy la vuelta y lo encuentro todavía de pie, con la misma sonrisa perversa. 
—De nada. 
Con miradas rápidas, busco algo afilado. Mi mente finalmente se pone al día 
con el conocimiento de que acabo de tener un mega-orgasmo espontáneo frente a un 
intruso que puede o no estar aquí para matarme. 
—¿Qué quieres? 
Se burla, poniéndose erguido para alcanzar su completa e impresionante 
altura. 
—Me llamaste, ¿recuerdas? Estoy aquí para hacer lo que desees. 
No me atrevo a quitarle los ojos de encima mientras mis manos siguen 
tanteando detrás de mí, casi llorando de alivio cuando envuelvo mis dedos en el 
mango de un cuchillo. 
Como yo no le he llamado, está claro que no ha tomado la medicación. Hago lo 
posible por mantener mi voz suave en un esfuerzo desesperado por aplacarlo. 
—Creo que estás confundido. —Intentando ser sutil, doy pequeños pasos hacia 
la puerta de la cocina. 
Su risa hace que mis nervios se rompan uno a uno. 
—Está claro que no soy yo quien está confundido. —Con las manos tatuadas, 
tira de las mangas de su chaqueta de cuero negro, caminando hacia mí. Saco el 
cuchillo entre nosotros, sin saber si tengo las agallas para usarlo. Entrecerrando los 
ojos oscuros, se levanta para bajarse la desgastada capucha marrón, revelando más 
tinta garabateada en el cuello con extraños símbolos—. Eso no me va a hacer una 
mierda, pero eres más que bienvenida a tenerlo. Aunque sería un poco grosero, ya 
que, como he dicho, me llamaste. 
Si mi corazón late más fuerte, voy a volar en pedazos. 
—Por favor, no me mates. 
Sus ojos se entrecierran como si lo hubiera insultado. 
—No está permitido. Además, prefiero follar contigo. 
 
 
24 
Su forma de hablar es increíblemente extraña, con un acento que nunca he 
oído. Mi mirada se dirige a sus extraños pantalones. Lo que parecen ser diferentes 
tonos de cuero desgastado se funden en un mosaico único. También es extraño que 
su chaqueta parezca nueva, pero la capucha que lleva debajo parece tan desgastada 
como sus pantalones. 
Me sacudo los pensamientos inútiles de la cabeza y vuelvo a centrarme en la 
amenaza que tengo delante. Sus cuestionables elecciones de moda no son lo que 
debería estar pensando. Si no hubiera bebido tanto vino. Hay un psicópata a pocos 
metros que muy posiblemente podría violarme o algo peor, y apenas puedo 
mantenerme en pie. 
La necesidad de preservar mi vida supera cualquier pensamiento crítico que 
pueda poseer. Tardo menos de un segundo en procesar mis pensamientos y salgo 
corriendo de la cocina hacia la puerta principal. Justo cuando estoy a punto de 
alcanzar el picaporte, me doy de bruces con su sólida figura y caigo de espaldas. Ni 
siquiera se tambalea por el impacto. 
Las lágrimas mojan mi rostro en señal de derrota. ¿Cómo diablos me ganó 
llegando aquí? 
El cabello oscuro y liso le cae sobre la cara cuando se agacha hasta mi nivel. 
Mi mirada se eleva a las dos trenzas retorcidas que tiene sobre su oreja izquierda 
cuando su áspera voz exige contacto visual. 
—Incitaste las llamas de Maelprog con sangre de la muerte, utilizando el 
Ammalok Qew para invocarme por mi nombre. ¿Qué podías esperar que ocurriera? 
Las palabras que entiendo hacen que mi pecho se agite. 
—¿El hechizo de Leena? ¿Funcionó? 
Su desconcertante risa me acerca al límite de mi cordura mientras él se levanta, 
imponiéndose sobre mí. 
—Está claro que has acertado lo suficiente como para que yo acabe aquí. —Su 
sonrisa sintética se ve empañada por una mueca—. ¿Qué intentabas hacer, humano? 
¿Humano? Apenas comprendo su pregunta, me pongo en pie. Aunque una voz 
en el fondo de mi mente me susurra que está diciendo la verdad, no puedo aceptarlo. 
Todo esto tiene que ser una pesadilla inducida por el estrés. 
—¿Qué eres? —pregunto en voz tan baja que dudo que me oiga hasta que me 
guiña un ojo. 
—Será mucho más divertido mostrarte. 
Seguramente lo estoy mirando como si estuviera desquiciado cuando una 
enorme sonrisa estira su cara, revelando unos dientes brillantes y unos caninos 
puntiagudos. Me tapo la boca para no gritar, y mis entrañas se estremecen de horror. 
Las manchas simétricas de sus sienes se abren en heridas incruentas con huesos que 
se abren paso entre la carne. Sus tatuajes se consumen, para ser sustituidos por una 
sustancia anaranjada y brillante que se mueve por su piel aceitunada como si 
estuviera viva. De su frente sobresalen gruesos cuernos de marfil con hilos retorcidos 
 
 
25 
que se suavizan hacia las puntas. Se encoge de hombros y se quita la chaqueta negra, 
mostrando un chaleco de cuero y las marcas en movimiento que aparecen en sus 
brazos. Una ráfaga de calor me golpea la cara, el olor a humo me quema las fosas 
nasales. Unas enormes y plumosas alas color pizarra surgen de su espalda y se 
extienden por mi entrada. Su mirada por fin se encuentra con la mía, la piel que rodea 
sus ojos blancos y sólidos, que ahora han perdido el iris, se ha oscurecido como si un 
niño gótico lo hubiera maquillado. 
Es imposible respirar lo más mínimo. 
—Eres... eres un... un... 
—A...a... —se burla—. Soy orseiinak. Lo que tú llamarías un demonio. 
No puedo evitar la risa maníaca que sale de mi boca. Es un poco cómica la 
forma en que su cabeza se mueve hacia atrás ante mi reacción. O bien se trata de una 
pesadilla increíblemente vívida, o bien no es él quien se está volviendo loco. Soy yo. 
Es mucho más probable que esté viendo cosas que la locura de lo que sale de sus 
sensuales labios. Con el ceño fruncido, inclina la cabeza con cuernos y los remolinos 
brillantes le llegan hasta la mandíbula. 
—No estoy seguro de lo que es tan gracioso. 
Aprieto los ojos, murmurando para mí. 
—Los demonios no existen. Nada de esto es real. —Repito el mantra dos veces, 
respirando profundamente cada vez. Una inhalación, dos exhalaciones, tres—. 
Asomándome lentamente por el ojo derecho, no sé si reír o llorar de alivio cuando me 
encuentro sola en la entrada. 
—¿Hola? —Giro en círculo, asegurándome de que no está acechando 
silenciosamente en algún lugar. Dejando caer la cabeza hacia atrás, expulso una 
bocanada de aire de mis pulmones. 
Mi respiro dura poco porque no tengo explicación para el delirio que acaba de 
fabricar mi cerebro. Nunca habíaalucinado sin drogas, y ver gente que no está allí 
nunca es una buena señal. He oído que las lunas llenas pueden tener un efecto extraño 
en la gente, pero nunca me lo he creído. Sin embargo, estoy agotada, y lo he estado 
desde lo que pasó con Harry. Tal vez simplemente se reduce a la reacción de mi 
cerebro al trauma. 
Lo único que puedo hacer es esperar que sea así. 
 
 
 
26 
3 
Un Lío Monumental 
Loch 
Zibiidor Comselh, Maelprog 
 
—¿Príncipe Loch? —Me niego a abrir los ojos y trato de ignorar la incesante 
presencia de Murkus. Debería azotarlo ahora mismo por molestarme tan temprano—
. El Rey exige tu ayuda con los recién llegados. —Los compañeros de cama de la 
noche anterior se mueven a mi lado cuando me incorporo para ver al esclavo 
orseiinak de pie en mi puerta, asaltando mis oídos con su voz chillona. Las cadenas 
de sus muñecas y tobillos se conectan a su collar, tintineando mientras se inclina hacia 
mí. No espera a que le pida que se explaye—. Una prisión de Turquía ha sido 
bombardeada hace unos instantes, matando a unas cuatro mil personas. Más de 
setecientas almas han sido asignadas a Pashbab, además de los ingresos diarios 
normales. 
Una sonrisa se dibuja en mi rostro a pesar del indeseado despertar. Cada 
sesión que realizo en las celdas de Pashbab, una cámara de tortura para los 
condenados por sus deplorables pecados de lujuria, me permite devolver la 
retorcida perversión de pederastas y violadores en un juego fantástico de 
inconmensurable agonía. 
Trepando por encima de príncipes y princesas dormidos, me pongo mis 
necropantalones, hechos con la carne eterna de almas execradas. Me abrocho los 
botones de mi chaleco de piel y me siento en el borde de la cama para abrochar mis 
botas cubiertas de ceniza. 
El cuerpo desnudo de Semanedai se desplaza junto a mí, con sus dientes 
mordiendo mi hombro. 
—¿Adónde vas? —Se quita los rizos oscuros del hombro y arquea la espalda, 
mostrando esas soberbias tetas suyas. Me inclino para chupar su oscuro pezón en mi 
boca. Es una Aldonitas orseiinak, una demonia nacida de la codicia, famosa por ser 
infaliblemente insaciable en la cama. Lo cual es en gran parte la razón por la que ha 
sido una compañera de cama recurrente durante tantas décadas. 
Corlbin se arrastra por la cama para unirse a Semanedai. 
—Quédate con nosotros, mi príncipe. —Es otro de mis favoritos, sobre todo por 
su incapacidad para satisfacerse sin importar cuántas veces le haga correrse. 
—No puedo. Tengo que ir a trabajar. Órdenes de mi padre. 
 
 
27 
Semanedai se levanta sobre sus rodillas y me agarra la cara para lamerme la 
mejilla. 
De pie, deslizo dos dedos dentro de su coño para atraer su cuerpo contra el 
mío. Su humedad cubre mi mano mientras Corlbin intenta desatar mis pantalones. 
—Lo harás. Quiero volver a ver eso que hiciste con el crucifijo. —Me dedica 
una sonrisa de satisfacción mientras retiro los dedos para lamerlos. Alargando la 
mano para acariciar el espacio entre las adorables nalgas de Corlbin, le guiño un 
ojo—. Ten este agujero listo para mí cuando me releve del deber de tormento. —
Sonríe, peinando su largo y rubio cabello con los dedos. Su atención se desplaza hacia 
Semanedai, que se tumba de espaldas, abriendo las piernas. 
Me muerdo el labio, observando cómo su lengua acaricia su clítoris, y salgo a 
mi balcón antes de que me excite demasiado como para poder salir. Liberando mis 
alas a través de las tablillas de mi chaleco, tomo el camino más largo, volando junto 
al retorcido castillo de turmalina negra. La ceniza cae del cielo infernal, lloviendo 
sobre mi cara hasta que llego al nivel superior. 
Mi padre es Asmodeus, gobernante del segundo círculo de Maelprog, la Tierra 
de la Lujuria. Tengo la suerte de que mi vivienda se encuentra en la novena ala más 
alta del castillo de Zibiidor. La estructura sería imposible para los mortales. 
Seiscientos sesenta y seis niveles con seiscientas sesenta y seis habitaciones en cada 
piso. Los residentes están estrictamente limitados a los descendientes de mi padre, 
sus madres y nuestros esclavos. Estoy lejos de ser el mayor de sus hijos, sin embargo, 
mi madre es venerada como la reina de los orseiinak, lo que me hace favorable entre 
sus descendientes. 
Al llegar al piso más alto, vuelo hacia la amplia abertura, sin ventanas ni 
obstáculos, y repliego mis alas. Mientras atravieso los pilares de obsidiana, llamas 
parpadeantes sostenidas en apliques de hematita se alinean en las paredes, 
iluminando mi camino. Su insignia está por todas partes en Zibiidor Comselh, pero la 
que arde ante las puertas de su despacho indica que está dentro. Siempre he pensado 
que se parece a una trompeta lateral con una cola puntiaguda. Por supuesto, podría 
simplemente shigmir, (mi habilidad para viajar instantáneamente entre distancias) y 
aparecer directamente frente a él, aunque, por respeto, llamo a la puerta. 
—Te he estado esperando, Loch. 
Abriendo las puertas de mármol, cruzo el umbral y mis pasos resuenan en la 
amplia sala hasta que me encuentro frente a su escritorio. 
—Supongo que Murkus te ha puesto al corriente del desbordamiento. 
Se podría pensar que, con sus miles de hijos, yo sería obsoleto para él. Aunque 
no siempre esté disponible para dedicarme su tiempo, de alguna manera lo 
compensa... de una forma u otra. 
—Sí, lo hizo. —Las llamas de los cuencos de hierro lamen el aire, sus reflejos 
parpadean en el suelo negro perlado. No soy capaz de distinguir de quién se trata, ya 
que están ocultos bajo su escritorio, pero puedo ver una cabeza de cabello corto y 
rubio que se balancea hacia arriba y hacia abajo en su regazo. 
 
 
28 
—¿Tienes una aproximación de cuántas sesiones tendré que realizar en los 
próximos días? Sólo para poder planificar mi agenda. 
Sumerge su pluma, un báculo afilado de una cabra, en su tintero. Tras unos 
instantes escuchando cómo rasca el papel, responde. 
—Espera que haya entre doscientos y trescientos pederastas y 
aproximadamente quinientos violadores. —Soltando el bolígrafo sobre su escritorio, 
coloca su mano sobre el rubio, empujando hacia abajo y haciendo que se produzcan 
arcadas—. Tendrás, por supuesto, a muchos de tus hermanos para ayudarte. Si 
necesitas más, sólo tienes que solicitarlo a uno de los esclavos. —Deja caer la cabeza 
hacia atrás, gruñendo con su liberación. Cuando su cuerpo se afloja contra su trono, 
chasquea los dedos, ordenando no verbalmente a quien ahora reconozco como mi 
primo, Biln, que salga a rastras de debajo del escritorio. Me sonríe y se limpia la 
barbilla de camino a la puerta. Mi padre espera a que desaparezca para preguntar—
: ¿Hay algo más? —Como es evidente que me está despidiendo, hago una reverencia 
y cierro las puertas antes de salir via shigmir de su despacho. 
—Ahí está el niño pernicioso de mamá. —Mi madre sale del pasillo, las joyas 
azules de sus cuernos de ónix negro brillan entre su cabello oscuro y rizado. La cola 
de su vestido medianoche se arrastra por el suelo brillante, mientras Ors, su mascota, 
vuela bajo en el suelo detrás de ella, batiendo sus alas cubiertas de membranas. La 
larga lengua de la enorme criatura sobresale de su cabeza de sabueso, moviendo su 
cola de reptil. Raspa sus largas uñas negras bajo mi barbilla y me da un beso en la 
cabeza—. ¿Cómo va tu mañana, malvado? —Tengo casi cien mil años y, sin embargo, 
a veces me trata como si tuviera trescientos. 
—Empieza antes de lo que preferiría. 
Hace un mohín, su mano acaricia suavemente mi cuerno. 
—Te mereces un descanso. Hablaré con tu padre para que te dé un tiempo libre 
después del baile del decenio, ¿de acuerdo? —Sus uñas repiquetean antes de 
levantar su dedo cargado de anillos—. Cuando Lucifer y yo volvamos de las 
vacaciones en Ovoarslondoh, claro. —Nunca entenderé por qué le gusta tanto el reino 
medio. La única vez que fui, lo encontré increíblemente aburrido—. Hablando del 
Baile del Decenio, ¿tienesalgún invitado en mente? 
El Baile del Decenio no es más que un concurso de meadas a gran escala entre 
mi padre y mis tíos. Después de unos diez mil de ellos, han perdido su atractivo. 
—No. No he pensado mucho en ello. 
Su sonrisa revela sus colmillos, las joyas de sus cuernos brillan a la luz del 
fuego. 
—La hija de Mammon, ¿cómo se llama? ¿Semanedai? Es bastante viciosa, y 
ustedes dos se han entretenido con frecuencia los últimos años. 
Ors vuela lo suficientemente cerca como para que pueda acariciar a la bestia 
infernal por su gran espalda. 
 
 
29 
—Lo pensaré. —Besándola en la mejilla, suelto mis alas—. Tengo que ir a 
trabajar. Te veré más tarde. 
Ella me devuelve el afecto, presionando suavemente sus labios entre mis 
cuernos. 
—Por supuesto, querido. 
Me dirijo hacia el borde de la enorme abertura y salgo de la cornisa mientras 
fuerzo mis alas para impulsarme hacia arriba. Volando cerca del cielo en llamas, 
puedo ver todo Zibiidor Comselh junto con las afueras de Rorvors y Levithmong 
Comselh, los reinos gobernados por mis tíos Lucifer y Belcebú. Cada reino tiene sus 
propias ventajas según el estado de ánimo en el que me encuentre, pero algunas de 
mis noches más entrañables y salvajes las he pasado aquí, en las calles de Zibiidor 
Comselh. 
El tamaño gigantesco de Pashbab es evidente incluso desde esta altura. La 
estructura de merlinita alberga cientos de millones de almas y es el tercer hueco de 
tortura más grande de Maelprog. 
Una vez que llego, me dirijo a la sala de reuniones donde mis hermanos y 
hermanas están recibiendo sus órdenes de ubicación. Está prohibido relacionarse 
sexualmente durante las horas de trabajo, a menos que sea en el marco de una sesión 
de castigo, por lo que casi siempre nos mantenemos al margen mientras estamos 
aquí. Los criminales deambulan entre las celdas de hierro, lo que es habitual en todos 
los huecos de tortura. Arrancar la carne inmortal de los pecadores muertos es uno de 
sus juegos favoritos. 
Mi nombre está grabado en la placa de mármol sobre mis archivos de trabajo. 
Mirando la lista de los compañeros de juego de hoy, me dirijo a la primera celda. Es 
imposible no sonreír ante la fiesta que puede suponer otro día de tormento. 
Dejo que la pesada puerta se cierre tras de mí cuando una mujer grita: 
—¿Quién eres? —Está perfectamente preparada para mi actuación, boca abajo 
y desnuda con las piernas abiertas. 
Envolviendo mi mano alrededor de la flor floreciente, levanto el pesado 
implemento de la mesa. Tiene un nombre cariñoso para un dispositivo tan horrible. 
Es más grande que mi antebrazo cuando está cerrado, pero una vez que lo abro para 
conseguir un efecto dramático, los segmentos afilados recuerdan a una flor en flor. 
Simplemente imaginando las posibilidades, mi polla se tensa en mis pantalones. Para 
alguien que secuestró a mujeres en las calles para que ella y su marido pudieran 
violarlas y filmarlo con fines de lucro, ya está mostrando una gran falta de tolerancia. 
Espero a que se calmen sus gritos antes de responder a su pregunta con una 
reverencia. 
—Soy el Príncipe Loch. Seré tu fuente de agonía insuperable y de persecución 
incomprensible durante tu primer día de eternidad. 
 
 
 
 
30 
 
—¡Para! ¡POR FAVOR! ¡No puedes seguir haciendo esto! 
Hoy es mi trigésima quinta sesión, pero ojalá hubiera sido la primera. Este 
pedazo de mierda en particular fue un psiquiatra de niños durante su tiempo en la 
Tierra, utilizando la vulnerabilidad de sus pacientes junto con su posición de poder 
sobre ellos para violar, molestar y manipular brutalmente a los inocentes a su cargo. 
Curiosamente, su amor por su joven hija era puro. 
Distorsionando el ojo de su alma, le obligo a ver la ilusión de su amada niña 
siendo violada con atizadores al rojo vivo y dagas dentadas. Su sangre inexistente se 
acumula alrededor de sus pies sucios, pegándose a sus dedos mientras la 
despellejan, pequeños trozos a la vez. Sus gritos me hacen acariciar mi erección por 
encima de mis pantalones, y aunque la escena es toda ficción, la belleza malévola de 
la misma es que él no tiene ni idea. 
Mientras me agacho a su nivel, susurro mi pregunta en su lengua turca. 
—¿Recuerdas a Caria? ¿La niña de cuatro años de la que abusaste con tanta 
saña que estuvo a punto de morir por una hemorragia interna? 
—¡Estoy cumpliendo siete años por eso! ¡Estoy pagando mi cuota por ella! 
Eso me hace sonreír. Ni siquiera ha empezado a sufrir por sus pecados. Sus ojos 
no pueden dejar a mi hermano, Sephilen, violando y mutilando el espejismo de su 
hija, cuando en realidad no está haciendo nada más que acariciarse a sí mismo, a la 
espera de asistirme en cualquier cosa que pueda necesitar. Es divertido el tiempo 
que a veces tardan los recién llegados en comprender que están muertos. 
—¿Y Demir? ¿El niño de diez años que se suicidó por lo que le hiciste? 
—¡DETENTE! Yo... ¡lo siento tanto, maldita sea! Yo... ¡no sé por qué lo hice! —
Tose entre sollozos, los mocos y la saliva gotean de su barbilla—. No pude controlarlo. 
Sólo... ¡tienes que PARAR! 
Arrodillado frente a él, sonrío, saboreando la dicha azucarada de su 
sufrimiento. Maldito anticristo, me encanta esta mierda. Su creencia de que alguna 
vez habrá un final para esto es patéticamente cómica. 
—¿No lo estás disfrutando? —Ironizo con incredulidad burlona—. Pensé que 
esto te traería buenos recuerdos. Esto es lo que te llena las pelotas de anhelo, ¿no? —
Sus gritos resuenan y rebotan en la gran celda. Aquí en Maelprog, la angustia 
emocional de los condenados es una misma cosa con su dolor físico, cada uno de los 
cuales aumenta el otro cincuenta veces. 
Desatando mis pantalones, libero mi erección, tirando de él por el cuero 
cabelludo para introducirme a la fuerza en su garganta. Se ahoga con los ojos saltones 
mientras sigue mirando a quien cree que es su hija. 
Como si ocurriera a unos metros de distancia, veo cómo se desarrolla su 
recuerdo. Está sentado con su hija en una mesita, riendo cuando ella le pone 
pasadores en el cabello y le pinta la cara con colorete. ¿Quieres más té, papá? Él le 
 
 
31 
sonríe, levantando su taza. Ella vierte la jarra, aunque no sale ningún líquido. Aun así, 
actúa como si estuviera delicioso. Gracias por jugar conmigo. Te quiero, papá. 
¡Papá! ¿Por qué no me ayudas? ¡Me duele mucho! ¡Por favor, ayúdame! —brama 
la niña imaginaria, con gotas rojas brillantes goteando de las yemas de sus dedos. 
Cada vez que intenta retroceder, empujo con más fuerza, la silla de espinas 
perforando más profundamente su carne inmortal. Grita alrededor de mi polla hasta 
que su mandíbula se afloja. Al final, su boca se vuelve monótona, así que me retiro 
para cubrir su cara manchada de lágrimas con mi semen. 
—¡Papá! ¡Por favor, haz que se detenga! 
Asiento con la cabeza a Sephilen, que está acariciando el utensilio para limar 
los genitales, dejándole que termine el primer día de nuestro prisionero. 
Salgo al pasillo y rasco a uno de los crápulas bajo la barbilla cuando me lame 
la cara. La puerta de la celda en la que se encuentra la próxima alma que debo 
destripar chirría por falta de mantenimiento. En el momento en que entro en la 
habitación, un chillido agudo me hace caer de rodillas y sólo puedo suponer que 
significa una cosa. 
¡Chillido! ¡Chillido! 
—Ah! —Las estruendosas ondas sonoras atacan mis oídos y consumen mi 
cerebro, amenazando con ponerme en posición fetal. Mi visión se nubla mientras la 
bilis me quema las entrañas. ¿Está sucediendo esto en serio? De todos los orseiinak 
de Maelprog... ¡joder! 
La agobiante agonía de mi cabeza hace imposible incluso shigmir. Aprieto los 
puños, obligando a mis tensas alas a llevarme junto a la subida del fuego, la corriente 
ardiente que fluye hacia arriba desde el río Zodinu hasta las puertas en llamas de 
arriba. 
Cuanto más tarde en responder a la llamada, peores serán los síntomas. Apenas 
puedo mantenermeen pie de lo mareado que estoy. Mi primo Rendia, guardia de las 
puertas, me mira con una ceja arqueada. 
—¿Qué te pasa? 
Me aprieto las palmas de las manos contra los ojos, intentando aliviar la 
angustia de mi cabeza. 
—Una invocación. —Incluso hablar es insoportable—. Informa a mi... padre... 
¿lo harás? 
Me da una palmada en la espalda, casi haciéndome desmayar. 
—Seguro, se lo diré cuando termine mi turno. Diviértete. 
El techo en llamas se abre de par en par como la boca de una bestia cuando el 
pie calzado de Rendia aterriza contra mi espalda, expulsándome de Maelprog. Me 
paso las manos por la cara mientras giro y caigo por Drilpa Nalvage. 
En el mismo momento en que atravieso el mundo de los mortales, los chillidos 
en mis oídos se disipan. Mi visión se aclara y, justo cuando exhalo aliviado, me 
 
 
32 
recorren escalofríos por la miserable atmósfera fría de este reino. Me subo el bransg, 
que me protege de los ojos de los mortales. Tardo un momento en acostumbrarme, 
ya que no lo utilizo desde que era un joven orseiinak que aprendía a controlar mis 
habilidades. 
Levanto la cabeza hacia el cartel de neón con un ciervo blanco justo encima de 
mi cabeza. 
Portland 
Oregón 
Casco Antiguo 
 
Este lugar no parece viejo. Me pregunto cuán diferente es de la ciudad nueva. 
Quien me llamó está al sureste de aquí. Una cuerda invisible tira de mi pecho, 
guiándome hacia mi invocador. Esto es, sin duda, obra del Ammalok Qew. Esa 
abominación de libro no debería haber existido en primer lugar. Nunca he tenido la 
desgracia de estar sometido al reino humano, aunque a través de los recuerdos de las 
almas condenadas he visto la evolución de la Tierra a lo largo del tiempo. 
Hasta que no sepa exactamente a dónde voy, tendré que seguir el tirón entre 
mis costillas. Los edificios de ladrillo y metal se alinean en la calle pavimentada. No 
puedo creer mi suerte cuando paso por uno que alberga ropa. Me agito dentro, 
buscando algo que me caliente en este reino helado. Las prendas mortales parecen 
volverse más horribles con el tiempo, así que agradezco haber encontrado un abrigo 
negro que me servirá una vez que haya hecho los agujeros por los que se deslizarán 
mis alas. 
El sol ha viajado a otro lado del globo. Debería estar envuelto en la oscuridad, 
pero las luces eléctricas iluminan mi camino mientras continúo siguiendo la cuerda 
invisible a través de un puente de acero. Subiendo la capucha alrededor de mi cara, 
sigo girando por diferentes calles hasta que percibo la feminidad de la esencia de mi 
invocador. La sensación de tirón en mi pecho se disuelve en el momento en que mis 
pies pisan la hierba descuidada frente a una casa de campo moderna. Al subir los 
escalones, me asomo al interior de una ventana abierta para ver la espalda de una 
mujer. Está de pie en lo que supongo que son sus dependencias de cocina, con su 
cabello rubio ondulado cayendo por encima de los hombros. Mis ojos bajan hasta su 
trasero, visualizando cómo sería fuera de esos pantalones cortos que lleva. Está claro 
que es ella quien me invocó. Inhalando el aire helado, cierro los ojos. Cuando los abro 
de nuevo, estoy de pie justo detrás de ella. 
Menos de dos segundos después de bajar mi bransg, se da la vuelta. Sus 
párpados se estiran en torno a unos iris dorados, y la acidez de su conmoción baila 
en mi lengua. 
En lugar de presentarme verbalmente, le doy una muestra del placer que le 
espera. Forzando una estimulación acelerada a través de las terminaciones nerviosas 
de su clítoris, presiono las paredes de su coño y la entrada de su culo mientras 
 
 
33 
manipulo sus pezones, todo ello simultáneamente. Su respuesta es casi instantánea y 
bastante erótica. 
Si esta es la visión que voy a tener durante mi tiempo aquí, entonces el reino 
mortal puede no ser tan malo. 
 
 
 
Esto no tiene ningún sentido. ¿Cómo puede ser esta la humana que me llamó 
aquí? Tiene que ser ella, es imposible que sea otra persona. Hay una parte de mí que 
espera que esto no sea una especie de malentendido cósmico porque estoy deseando 
sumergir la mecha en un mortal. Ha sido un poco mi fantasía experimentar el 
acostarse con una de las criaturas temporales, sin embargo, supuse que sería mucho 
más bienvenido. Fui invitado aquí, pero ella actúa como si me infiltrara en su casa. 
Demonio. La palabra es arrancada de su cerebro, instalándose en el mío. Con 
los puños apretados, permanece con los ojos cerrados, contando para sí misma por 
alguna ridícula razón. Aunque no pudiera olerlo ni saborearlo, la tensión de su cuerpo 
y la agitación de su respiración dejan claro que está totalmente aterrorizada. Sin saber 
qué debo hacer, vuelvo a levantar mi bransg en su sitio. Esto no se parece en nada a 
las historias de invocación que me contaron cuando era niño. 
La acidez de su alivio se me clava en la garganta cuando abre los ojos, 
creyendo que su pequeño ataque de susurros me ha alejado. Sin embargo, sigue 
siendo aprensiva, lo cual es un refrescante limpiador de paladar. 
—¿Hola? 
Sin ninguna gracia, observo cómo me busca, medio tentado de revelar sólo mi 
voz para poder probar de nuevo su miedo. No puedo leer su mente per se, pero soy 
capaz de entender los principales pensamientos e intenciones, a veces captando 
algunas palabras. Dormir. Debe estar planeando ir a su cámara de dormir. Mirando 
sus pequeñas nalgas que asoman por debajo de sus pantalones, la sigo mientras 
acciona los interruptores, haciendo que la oscuridad consuma la casa. No me importa, 
puedo ver perfectamente en la oscuridad. Son los humanos los que no tienen la mejor 
visión en ausencia de luz, así que es extraño que ella minimice su vista mientras sigue 
tan ansiosa. 
Finalmente, toma un grueso edredón de color menta del respaldo del sofá y lo 
lleva a una habitación de colores nauseabundos con muebles rosas y luces 
centelleantes colgadas por todas partes. Arroja la manta sobre la cama y se arrastra 
bajo ella para apagar la lámpara que hay sobre una mesita. Mientras la luz de la luna 
se posa en su habitación, me paso la lengua por la punta de los colmillos y veo cómo 
mueve su cuerpo de un lado a otro antes de quedarse dormida. 
Me subo a su cama para observarla. Es extraño que los humanos sigan teniendo 
una forma de conciencia durante el descanso, que es lo que les permite soñar. Los 
orificios nasales de su pequeña nariz respingona se abren cada vez que exhala, sus 
labios carnosos se separan ligeramente. Pasando mi dedo por su suave brazo de 
 
 
34 
marfil, aspiro su aroma a fresa y me planteo hacer que se corra de nuevo mientras 
duerme. En lugar de eso, decido explorar su casa, con la esperanza de obtener 
algunas respuestas sobre por qué estoy aquí. 
Desde que llegué, he percibido otra fuerza vital femenina en la casa, que me 
informa de que no estoy solo con esta mortal. Caminando por un pasillo de imágenes 
extrañas, sigo la esencia de la otra humana hasta una puerta. Detrás de ella duerme 
una belleza de cabellos coloridos y rica piel morena. Quizá también tenga la 
oportunidad de conocer su cuerpo. Me inclino para olerla cuando un felino blanco 
arquea la espalda ante mi presencia. 
Le muestro los colmillos a la criatura, salgo de la habitación y al pasillo, 
deteniéndome frente a un tapiz que cuelga de la pared. Es una imagen de punto de 
aguja de una casa de campo que dice: "Hay algunas putas en esta casa". Teniendo en 
cuenta mi encuentro con la chica de cabello pálido antes, eso parece inexacto. 
Una vez que vuelvo a las dependencias de la cocina, olfateo cualquier cosa que 
pueda ser comestible. Yo, por supuesto, no requiero comida humana, aunque algunas 
pueden ser bastante placenteras de ingerir. En la mesa hay papeles apilados, y al 
leerlos no encuentro nada importante, pero sí una cajita de lo que los humanos llaman 
cigarrillos. De vez en cuando, puedo encontrarlos en Levithmong Comselh, la Tierra 
de la Gula, y los disfrutobastante. Sacando el calor suficiente de mi dedo para 
encender una pequeña llama, lo enciendo, respirando el humo. Tendré que 
asegurarme de adquirir más de estos durante mi estancia aquí. 
El extremo del bastón de fumar se ilumina de color naranja mientras inclino la 
cabeza para examinar una fotografía de mi invocadora y la otra mujer pegada a la caja 
gigante que los humanos llaman "re—fridge—rador". La arranco y le doy la vuelta 
para leer las palabras del reverso. Mishka & Leena 2013 BF 4-EVER. Mencionó que 
Leena era la que había utilizado el hechizo antes, así que el nombre de mi invocadora 
debe ser Mishka. 
—Mishka. —Lo digo en voz alta para sentirlo en mi lengua. Es un nombre 
extraño para alguien que reside en esta parte de la Tierra. En ruso significa "cachorro 
de oso". Abro la caja fría, rompiendo por error el asa en el proceso. Mierda. Olvidé 
que la Tierra tiene este efecto sobre nuestra fuerza. Como no puedo volver a 
colocarla, dejo el asa en la encimera. El cigarrillo se ha quemado hasta la colilla, así 
que lo dejo caer en el agujero del fondo del lavabo y enciendo otro antes de continuar 
mi búsqueda. 
Al pasar a la sala de estar, me fijo en una televisión. No entiendo muy bien para 
qué sirven. Por lo que he deducido, los humanos se limitan a mirarlas. Cuando me 
doy la vuelta, mis ojos se fijan en un libro encuadernado en cuero que está sobre la 
mesa. El Ammalok Qew. El deseo de tocarlo es abrumador, pero una vez que lo hago, 
las yemas de mis dedos se clavan con afilados pinchazos, lo que hace imposible 
mantenerlo. Lo intento una vez más con el mismo resultado. Ahora, por supuesto, 
estoy aún más decidido a ver exactamente lo que hay dentro. 
Con cuidado de volver a colocar todo en su lugar anterior y no romper nada 
más, busco en cada habitación de la casa hasta encontrar herramientas adecuadas 
 
 
35 
para la tarea. Finalmente, encuentro un juego de puntas de plástico en el cuarto de la 
cocina y un par de pinzas de metal en el lavabo. Cuando el cigarrillo se apaga, cierro 
los restos en mi puño, utilizando el calor de mis llamas para quemarlo hasta 
convertirlo en ceniza y me limpio los residuos en los pantalones. 
Arrodillado frente al libro, utilizo las púas para abrir la tapa. El Libro de los 
Siete es una atrocidad cuya mera existencia ofende a los orseiinak. Hace unos mil 
doscientos años, mi primo lejano, Therveris, nacido de la descendencia de Leviatán 
y Mammon, vino a la Tierra como recolector, uno que acumula la sangre de los 
animales terrestres. Durante su tiempo aquí, se enamoró de un hombre humano. Viajó 
dentro de sus sueños, susurrando las oraciones para convocar a un orseiinak de cada 
una de las siete familias. Los requisitos básicos están todos en el libro junto con las 
variaciones dependiendo del resultado deseado. La lengua enoquiana está traducida 
a la perfección junto con los bocetos de cada uno de los sigilos de mi tío dibujados 
con todo detalle. Como es imposible invocar a un murifri, sólo los nacidos en 
Maelprog corren el riesgo de ser llamados. Hacía tanto tiempo que ninguno de 
nosotros había sido convocado, que casi había asumido que el libro había sido 
destruido. 
Utilizando las pinzas, me dirijo a la sección especificada para los descendientes 
de mi padre. Un trozo de papel blanco, mucho más nuevo y resistente que el resto de 
las páginas, sobresale del margen del libro. 
Mientras leo la antireglamentación que me ha traído hasta aquí, no sé si reír o 
horrorizarme. Ni siquiera han escrito bien mi nombre. 
No es hasta que llego a las últimas páginas que me entero de que el amante de 
Therveris mantuvo el Ammalok Qew contenido en su linaje, pasándolo a un miembro 
elegido de la familia en cada generación. Según las notas inscritas en los márgenes, 
hace aproximadamente trescientos años, uno de los miembros elegidos de la familia 
proclamó que el uso del libro estaba prohibido. A partir de ese día, quien estuviera 
en posesión de Ammalok Qew estaba obligado a mantenerlo protegido y oculto. 
Parece que la última persona que asumió la responsabilidad firmó el libro hace más 
de cuarenta años, así que ¿cómo llegó a manos de estas mujeres mortales? 
Sea como sea, está claro que no tenían intención de sacarme de Maelprog, lo 
que significa que mi traslado forzoso no fue intencionado. 
Maldita sea. Esto es un lío monumental. 
 
 
 
36 
4 
Demonio Cretino 
Mishka 
El aroma del café preparado es un poderoso motivador para empezar el día. 
Estiro los brazos sobre la cabeza y los ojos se abren de golpe cuando los recuerdos 
de la noche anterior golpean mi cerebro como un martillo en el cráneo. En un 
arrebato de paranoia, me deshago de las mantas y me levanto de un salto para 
examinar cada centímetro de mi habitación. Miro debajo de la cama y en el armario, 
incluso abro los cajones como si el demonio de más de dos metros de mis pesadillas 
pudiera estar escondido en mi cómoda de Ikea. Todo el asunto es tan jodidamente 
vívido que me cuesta sacudírmelo de encima. Avergonzada de mí misma, miro por la 
ventana y me pongo la bata corta y rosa con nubes blancas. Al menos, hoy es un día 
bonito. 
Leena está sentada en la mesa con su gorro verde, practicando el tarot, cuando 
entro en la cocina. 
—Buenos días, puta —digo, dándome cuenta de que hoy estoy de un humor 
extrañamente decente. No me sentía tan normal desde el incidente de Harry. 
—Buenos días, apestosaurio. 
Con un resoplido, busco mi taza y me doy cuenta de que la habitación huele a 
humo de cigarrillo. Sé que ella lo sabe mejor. 
—¿Fumaste aquí? 
Se echa los mechones hacia atrás y estrecha los ojos. 
—Ningún cigarrillo merece que te quejes. De hecho, iba a preguntártelo 
porque juraría que anoche tenía más en el paquete. —Los escalofríos rebotan en mi 
piel como si todo mi cuerpo se hubiera dormido cuando añade—: ¿Y qué pasó con la 
nevera? 
Mi corazón duplica su velocidad antes de sentir que se detiene por completo. 
El picaporte se ha desprendido por completo de la puerta y ahora se encuentra de 
forma desalentadora sobre la encimera. Aunque detesto mentir, especialmente a mi 
mejor amiga, tampoco quiero insinuar la posibilidad de que esté perdiendo el control 
de la realidad. 
—Oh, sí, se salió anoche. 
Alarga la mano para rascar la cabeza de Shittles cuando el gato salta sobre la 
mesa. 
—Eso es raro. Ni siquiera estaba suelto. Oh, bueno, estoy segura de que puedo 
volver a atornillarlo. 
 
 
37 
Mi cuerpo se calienta al darse cuenta de que Shittles está bateando una pluma 
negra que está sobre los montones de facturas. Mierda, mierda, mierda. Lo señalo, 
mi voz sube una octava. 
—¿De dónde sacaste eso? 
Apoyando su mano en el puño, aprieta los labios, obviamente cuestionando mi 
estado mental. 
—De la entrada. Me pareció bonito. Nunca había visto una pluma así. Las 
hebras suelen separarse. —La agarra del gatito para sostenerla—. Esto es una pieza 
sólida. 
Mi cerebro da vueltas tan rápido que me marea, cada vez me cuesta más 
respirar. Trago otro sorbo de mi café y cuento hasta diez en mi cabeza. 
—Tu amigo tiene una buena polla. —El líquido humeante se va por el tubo 
equivocado por mi intento de jadear con la boca llena. 
No. No, no. Esto no está sucediendo. 
Desplazando lentamente mi mirada hacia el aparente demonio de la noche 
anterior, lo encuentro sentado bajo la mesa fisgoneando bajo la falda de Leena. Con 
una ceja enarcada, añade: 
—Nunca la dejas... —Hace un sonido de clop con la boca, imitando 
perturbadoramente el sexo al meter el dedo en el hueco de su puño. 
Me vuelvo rápidamente hacia mi inconsciente amiga, que me mira con ojos 
parpadeantes. 
—¿Estás bien? —Mis intestinos hacen acrobacias en mis entrañas mientras mi 
café recién tragado amenaza con saltar a mi garganta. 
Ella no lo oye, y no lo ve. Realmente me estoy volviendo loca. 
La criatura imaginaria fabricada por mi aparente psicosis desaparece de 
debajo de la mesasólo para reaparecer encima de ella. El largo y oscuro cabello de 
la parte superior de su cabeza cae sobre sus profundos ojos marrones, y hace una 
mueca mientras olfatea el café de Leena. 
—No puede verme ni oírme porque no quiero que lo haga. No estoy en tu 
cabeza. —Los remolinos simbólicos de sus brazos parecen tatuajes normales esta 
mañana, y no dejo de mirarlos, esperando que brillen igual que antes. 
—Estoy bien —respondo a Leena—. Creo que anoche me acosté demasiado 
tarde. 
—¿Quieres ir a Spellbound Woodland a almorzar? Yo invito. Me muero por ir 
desde que abrió. 
Mis ojos se cansan de lo mucho que intento concentrarme en Leena en lugar de 
mirar al hombre que sólo yo puedo ver. 
 —Um, sí, claro. 
 
 
38 
—¿Qué tienes hoy en la agenda? —Me cuesta escuchar lo que dice, pero no me 
da la oportunidad de responder cuando añade—: Porque tienes que encontrar otro 
trabajo pronto. ¿Y quién sabe? Quizá así conozcas a un chico... —Su teléfono suena, y 
ella se ríe de lo que sea, agitando su cuidada mano—. No es que vaya a aparecer de 
la nada. El encantamiento no funciona así. —Me aclaro la garganta mientras el hombre 
que puede o no existir se abalanza sobre Shittles. Ella le sisea, y él le devuelve el 
siseo, haciéndola salir corriendo de la cocina—. Gato loco. 
—¿Quieres sacar el tablero de Ouija muy rápido? —sugiero. En este punto, 
estoy dispuesta a probar cualquier cosa para convencerme de que no estoy loca. 
Leena golpea su teléfono sobre la mesa y se incorpora para mirarme con los 
ojos rasgados. 
—Bien, ¿qué te pasa hoy? 
Se necesita toda mi fuerza de voluntad para no hacer contacto visual con el 
hombre sentado en la mesa. 
—Nada. Yo... me he sentido un poco... fuera de lugar desde anoche. 
Con una mueca y una exhalación dramática, se levanta para ir al salón. 
—Bien, pero luego tienes que dejar de ser tan friki. 
Siguiéndola, miro por encima del hombro y veo la cocina vacía. Busca la tabla 
en el armario y, cuando cruzo al salón, tengo que taparme la boca con las dos manos 
para no gritar. El demonio, de aspecto extrañamente normal, está encaramado en la 
silla trono barroca de color rosa intenso que Leena tenía que tener y en la que nunca 
deja que nadie se siente. 
—¿De dónde ha salido esto? —Obligo a apartar mis ojos de los suyos para ver 
de qué está hablando. En su mano está la chaqueta de cuero que llevaba anoche. 
La piel de mi pecho se tensa por el pánico. Mi cerebro no procesa bajo presión. 
—Uh... ¿tal vez Harry lo dejó aquí? 
Extiende el labio inferior. 
—Eso no parece lo suficientemente feo. 
Mi risa sale entrecortada y poco natural mientras ella deja el tablero en la 
mesita junto al libro de hechizos de la noche anterior. Saltando de la silla para 
arrodillarse frente a nosotros, el demonio hace un gesto a la ouija, con los ojos 
entrecerrados en rendijas, sin diversión. 
—No puedes hablar en serio. 
Leena pone los dedos en la plancheta y yo hago lo mismo, intentando no 
establecer contacto visual con el hombre que me mira fijamente. 
—De acuerdo, ¿qué quieres saber? 
Cerrando los ojos, sobre todo para calmar los nervios, pregunto: 
—¿Quién está aquí? 
 
 
39 
En el momento en que siento que la plancheta es arrastrada por el tablero, mis 
ojos se abren para ver cómo tira de la punta, llevándola a la N. Mis manos están 
húmedas por lo fuerte que late mi corazón. Va a decirme su nombre. 
O.J.O.D.A.S. 
Leena gruñe y se levanta enfadada mientras él me sonríe desde el otro lado de 
la mesa. 
—Debería haberlo sabido. Nunca te tomas esta mierda en serio. —Se marcha 
enfadada antes de volver a mover la plancheta sobre el "Adiós"—. Por si acaso no me 
estás tomando el pelo. 
Me planteo decirle que no lo he movido, pero no me creería o se pasaría los 
siguientes tres meses intentando librar la casa de espíritus. 
—Voy a ducharme y a bañar a Shittles. Avísame cuando estés lista para irte —
suelta. 
Cuando oigo cerrarse la puerta del baño, miro fijamente a la fuente de mi 
repentina locura. Hablo en voz baja, sin querer alertar a Leena sobre mi frágil estado 
mental. 
—Shittles... ella te vio. Y Leena vio el movimiento de la plancheta. 
Se pone de pie, evaluando mi sala de estar. 
—Los animales tienen sentidos que los humanos no tienen. Mi bransg no 
funciona con ellos. 
Sacudo la cabeza porque apenas soy capaz de entender una palabra de lo que 
dice. 
—¿Tu qué? —Al menos da menos miedo a la luz del día. Incluso la oscuridad 
alrededor de sus ojos ha desaparecido. 
—Mi bransg. Me esconde de los ojos y oídos mortales. 
Todo esto es demasiado. No puedo creerlo, pero... Leena vio el movimiento de 
la plancheta. Entrelazando los dedos, inhalo por la nariz y exhalo por la boca. 
—¿Qué es lo que quieres? 
Gira el cuello, manteniendo las manos extendidas como si luchara contra el 
impulso de asfixiarme con ellas. 
—Voy a hablar increíblemente despacio para que me entiendas. —Aunque está 
siendo un poco imbécil condescendiente, no se equivoca del todo al ver que me 
cuesta comprenderlo—. Tú. Me. Convocaste. ¿De acuerdo? He visto tu anti 
reglamentación. Sabes por qué me llamaste aquí. Incluso si no era exactamente a mí 
a quien esperabas. Entonces, ¿cuándo vamos a hacer esto? 
Aunque ahora parezca normal, sigo teniendo destellos de sus cuernos, las 
marcas brillantes... las alas. Mi mente ha elegido el peor momento para dejar de 
funcionar. ¿Haciendo qué? 
Deja escapar un resoplido claramente cargado de irritabilidad. 
 
 
40 
—Eres una perra un poco densa, ¿no? Moler tu maíz, jugar a la comba, pinchar 
el calamar... ¿de cuántas maneras quieres que te lo diga? 
No sé cómo reaccionar ante eso, así que siendo la persona torpe que soy, me 
río por el nerviosismo de estar metida en un lío. 
—Mira. Esto es claramente un malentendido. Así que yo, te libero. 
Chasquea los dientes, poniéndose más cerca de mí de lo que me resulta 
cómodo. 
—Así no es como funciona esto. Tengo que cumplir los términos de la citación 
antes de poder irme. —Con una sonrisa ladeada, se cruza de brazos—. Créeme, estoy 
más que cualificado para el puesto. 
Con su última palabra, casi pierdo las fuerzas para sentarme. Mi cuerpo se 
tensa y a la vez tiembla por la sobreestimulación. Puedo sentir cada músculo de mi 
coño palpitando con cada choque del orgasmo. Odio escuchar los sonidos de los 
jadeos que salen de mis labios. 
—¿Ves? Y te prometo, pequeño mortal, que será mucho mejor una vez que me 
deslice dentro de ti. 
Mientras recupero el aliento y la orientación, la ira por mi falta de control 
consume mi inquietud. No tiene derecho a manipularme ni a mi cuerpo de esa 
manera. 
—Deja. De hacer eso. ¿No has oído hablar del consentimiento, imbécil? 
Se encoge de hombros con una exasperante muestra de misoginia. 
—Me has llamado por mi nombre. Ese es todo el consentimiento que necesito. 
Mis ojos se abren de par en par ante su atrevimiento. Intentando bajar la voz, 
hablo con los dientes apretados. 
—Ni siquiera sé tu nombre. 
Inclinándose como si estuviéramos viviendo en el año mil cuatrocientos treinta 
y seis, dice: 
—Soy Loch. Hijo de Asmodeus, Rey de Zibiidor Comselh. 
Sólo hay unas pocas palabras que reconozco en esa frase, así que me centro en 
lo que puedo comprender. 
—¿Loch1? Yo... —Mi memoria me traiciona de repente. Ese estúpido hechizo. 
La lujuria es la cerradura, la pasión la llave—. Oh, joder… 
Se frota las manos antes de que sus dedos comiencen a desabrochar su chaleco 
con capucha. 
—Ahora lo entiendes. 
Apuntándole con un dedo, aprieto la mandíbula. 
 
1 En la frase original del conjuro ella dice Lust the Lock, Passion the key 
 
 
41 
—No, no era eso lo que quería decir. ¡Basta! 
—Escucha, tin nanba. Estoy atrapado aquí hasta que hagamos esto, y soy 
inmortal, así que tengo mucho más tiempo que tú. 
Me masajeo las sienes porque de alguna manera pasó de ser aterrador a 
increíblementeirritante en menos de cinco minutos. 
—Bien. No entiendo la mitad de las palabras que salen de tu boca. ¿Puedes 
decirme, en inglés sencillo, cómo invierto esto? 
—No puedes. Sin embargo, ya que estamos hablando de traerme aquí —señala 
con el pulgar por encima del hombro hacia nuestra mesa de café descascarillada—, 
¿cómo llegaron dos humanos despistados a poseer el Ammalok Qew? 
—¿Hablas del libro de hechizos? —Asiente como si no estuviera diciendo 
sandeces—. Leena lo compró. ¿Podemos usarlo para enviarte de vuelta? 
—Desgraciadamente, no. 
No sé cómo responder a nada de esto. Lo que sí sé es que no se va a quedar 
aquí. 
—Siento de verdad que no puedas volver a casa, pero nosotros —hago un gesto 
entre nosotros para que quede claro—, no estamos haciendo... eso. —Sin mencionar 
que aún me cuesta aceptar que esté aquí en primer lugar—. Y voy a necesitar que 
encuentres otro lugar al que ir hasta que el hechizo desaparezca. 
—Eso no es posible. No desaparecerá hasta que hayas muerto o se hayan 
cumplido los términos. Además, está la problemática de que ahora tenemos un 
vínculo, así que si estoy lejos de ti por mucho tiempo, me enfermaré. 
Leena empieza a golpear las puertas de los armarios, indicando que ha salido 
de la ducha. 
—¿Cuánto tiempo es "demasiado tiempo" exactamente? 
Mueve la cabeza de lado a lado. 
—Alrededor de doce horas. Más o menos. 
—¿Doce horas? —Bajo la voz a un susurro porque eso era lo suficientemente 
alto como para que Leena lo oyera—. ¿Hablas en serio? 
—Por supuesto, hablo en serio. No miento. 
Tiene que estar lleno de mierda. 
—Me estás diciendo que eres un demonio, del infierno supongo, ¿y no mientes? 
—Eso es más bien un rasgo de los murifri. 
Ya me cuesta seguir el ritmo, y no deja de usar estas palabras descifradas. 
—¿Y eso sería? 
Se queda pensativo un momento antes de que el reconocimiento consuma su 
expresión y chasquee los dedos. 
—Ángeles. Los llamas ángeles. 
 
 
42 
Genial. Ahora los ángeles son aparentemente reales también. Leena va a estar 
aquí fuera pronto, y lo último que necesito es que me oiga hablar con lo que parecerá 
ser yo misma. 
—Bien... pues eso es tiempo de sobra para que me vaya a almorzar, así que 
mantente invisible, y... —resoplo, peinándome el cabello lejos de la cara con los 
dedos—, no sé, haz lo que sea que hagas. 
Dándole la espalda, me dirijo hacia el baño cuando oigo su voz detrás de mí. 
—¿Qué es un brunch? 
—Algo que no vas a hacer. 
Le cierro la puerta en las narices y, cuando por fin estoy sola, me quedo 
mirando mi reflejo en el espejo. Si decido creer la enorme cantidad de información 
ridícula que acaba de verter sobre mí, entonces no tengo ni idea de lo que voy a 
hacer. 
Creo que necesito un sacerdote. 
 
 
 
43 
5 
Mortal En Miniatura 
Loch 
En todos mis milenios, nunca me he encontrado con una situación comparable 
a esta, y Mishka, mi invocadora, es un poco perra. Incluso si es pulchritudinous. 
Mantener mi bransg en su sitio me da la oportunidad de observarla sin que se 
dé cuenta, otorgándole la ilusión de soledad. Está envuelta en una toalla, hojeando su 
colorido vestuario, cuando me fijo en las cicatrices de su espalda. Es una pena que 
una piel tan bonita se haya manchado. Antes de pensarlo mejor, extiendo la mano 
para tocarlas, haciéndome visible para ella. 
—¿Qué pasó aquí? 
Grita, saltando mientras deja caer la toalla. No puedo echar un vistazo largo, 
pero lo que veo es impecable. Me muero de ganas de oler el pequeño arbusto rubio 
que tiene entre los muslos. 
Se cubre, y sus ojos van de mis cuernos a mis alas. 
—¿Qué demonios estás haciendo? 
—¿Qué te pasó en la espalda? 
Su toque. Caliente. Su pecho sube y baja rápidamente. Debo haberla agarrado 
desprevenida porque la confusión pasa por su mente. 
—Padres adoptivos de mierda. —Su mirada baja a mis manos cuando 
pregunta—: ¿Por qué antes parecías normal y ahora...? 
—Porque actualmente no estoy usando mi priidzar. —Su despiste es evidente, 
así que traduzco—. Mi camuflaje humano. 
—Bueno, ¿puedes volver a ponértelo y salir? 
No tengo intención de irme, pero no hay razón para que ella lo sepa. Una vez 
que cree que me he ido, pone la toalla sobre el respaldo de una silla a rayas rosas y 
blancas, lo que hace que casi salive al ver sus nalgas. Cubriéndolas con ropa interior 
verde brillante, se pone una blusa negra con cuello rosa. Las mangas cortas me 
permiten ver el corazón anatómico rosa tatuado en el interior de su antebrazo, en el 
que no había reparado hasta ahora. Después de ponerse una falda corta azul pálido 
con tirantes, se pinta la cara con colorete y polvos de colores. 
Dice que no me han invitado a lo que sea un "brunch", así que menos mal que 
me importa una mierda lo que diga. Mientras ella termina con los rizos de su cabello, 
me pongo el abrigo negro que adquirí anoche. 
 
 
44 
—Oye, ¿estás lista? —llama la mujer llamada Leena desde algún lugar de la 
casa. 
Mishka se abrocha las botas negras mientras grita: 
—Sí. Nos vemos fuera. 
Siguiéndola por la puerta principal, donde Leena se sienta en un diminuto 
vehículo verde, me muestro en el asiento trasero y el auto cobra vida. La música que 
tocan queda ahogada por sus cantos desafinados. Ojalá tuviera la capacidad de 
apagar mi oído de la misma manera que puedo apantallar el suyo. 
Al cabo de unos minutos, Leena detiene el vehículo y me concede un respiro 
de su tortuoso ruido. Les sigo hasta un edificio que intenta imitar un castillo, pero que 
lo hace fatal. Spellbound Woodland está escrito en un cartel sobre las grandes puertas 
de madera de la entrada. 
Enseguida nos encontramos con una mujer, que creo que está vestida con 
ropas del siglo XIII. Sin embargo, si lo que pretende es la autenticidad, ha fallado 
mucho. Leena se tapa la boca ante el asombro que le produce esta fantasmagoría. 
—Bienvenidos, viajeros cansados. ¿Preferid una mesa o una cabina? 
¿Qué sintaxis mutilada se supone que es? Me doy cuenta de que tampoco es la 
única que lleva una vestimenta históricamente inexacta. Parece que todo el mundo, 
además de los patrones, van vestidos de forma similar. 
—¿Podemos sentarnos junto a la cascada? —pregunta Mishka. 
—Bueno, por supuesto. Seguidme, adorables muchachas. 
No sé cuánto tiempo podré escuchar esto. Sigo detrás de las chicas, mirando 
las paredes pintadas para que parezca que estamos en medio de un espeso bosque. 
Ciervos, conejos, pájaros y una mezcla de otros roedores no sólo están representados 
entre el gigantesco mural de árboles, sino que también los hay disecados 
espolvoreados entre el follaje de plástico y esparcidos por las mesas cuadradas de 
madera. El suelo parece estar hecho de adoquines, pero es liso, lo que significa que 
también es sintético. 
La mujer las conduce a una mesa frente a una cascada real, probablemente lo 
único auténtico en este lugar, antes de poner un billete de plástico delante de cada 
una de ellas. 
—Su servidor acudirá pronto. 
Me poso en el borde de la mesa, observando a Leena contemplar la ofensiva 
decoración, 
—Este lugar es mejor de lo que imaginaba. —Está claro que el gusto de la chica 
deja mucho que desear si esto es mejor de lo que imaginaba. 
Los bonitos labios rosados de Mishka, que a estas alturas ya debería haber 
sentido alrededor de mi polla al menos dos veces, se levantan en una sonrisa cuando 
un hombre, o un niño grande —no es fácil distinguir las edades humanas—, las 
interrumpe. 
 
 
45 
—Saludos, muchachas. Mi nombran Jordan. ¿Qué puedo traeros de beber? 
Su mirada se detiene en Mishka más tiempo del debido, incluso mientras Leena 
pide su cerveza. Bonitas tetas. Todo lo que saco de sus pensamientos se centra en su 
atracción por ella. En el momento en que se aleja para darles tiempo a elegir su 
comida, la boca de Leena se abre de par en par. Pequeñas guillotinas cuelgan de sus 
lóbulos mientras se inclina hacia Mishka. 
—Estaba mirándote. 
Aunquees leve, puedo saborear los halagos de Mishka, y me dan ganas de 
vomitar. No estoy celoso del chico mortal, no experimento celos, pero ¿cómo se 
atreve a considerar un pretendiente mientras yo estoy atrapado aquí esperando que 
me permita estar entre sus piernas? 
Momentos después, el chico vuelve con un plato de pan, sonriéndole. El sabor 
de la lujuria suele ser delicioso, pero viniendo de este roedor, desearía poder 
escupirlo. 
—¿Estáis las muchachas contentas para ordenar? 
Mishka señala la lista de alimentos. 
—¿Qué es mejor? ¿El pescado o las aves? —Se inclina para mirar, lo 
suficientemente cerca como para tocarle el hombro. Como si no supiera lo que sirve 
el maldito restaurante. El rosa de sus mejillas y la aceleración de su pulso me irritan. 
Lo quiera o no, es técnicamente mía hasta que cumpla con mi deber. 
Creo que es hora de que se lo recuerde. 
Forzando la estimulación de cada uno de sus nervios erógenos, orquesto su 
cuerpo como un arpa. Sus brazos tiemblan, y sus ojos se mueven en sus órbitas. Los 
humanos no solo son mucho más sensibles que los demonios, sino que, si son como 
Mishka, también son exponencialmente más divertidos. 
Puedo ver en su cara el momento exacto en que se da cuenta de que estoy aquí. 
Loch. Mi propio nombre suena fuerte en mi mente. Se agarra al borde de la mesa, la 
ambrosía terrosa de su furia y su felicidad me embriaga la lengua. 
Es una criatura realmente excitante. Intenta disimular sus jadeos, pero al final, 
el frenesí abrumador que le estoy provocando es demasiado, y suelta lo que 
posiblemente sea uno de los gemidos más sensuales que he oído nunca. 
Los ojos de Jordan se abren de par en par, y puede que incluso se le abran las 
piernas en los pantalones. No puedo culpar al tonto. Es bastante hipnotizante de ver. 
Las otras personas que comen en sus mesas se vuelven para mirarla, casi haciéndome 
sentir mal cuando el picante de su humillación recubre mi garganta. Las cejas verdes 
de Leena se alzan ante la muestra de placer de su amiga antes de que Mishka respire 
con fuerza, lanzando su mirada hacia el falso adoquín. Una cosa que leo muy 
claramente es que está furiosa. Con el maldito Loch. Aparentemente, conmigo. 
Se quita los cabellos sueltos de la cara con una mano temblorosa, y todavía está 
sin aliento cuando dice: 
—Necesito ir al baño. Ahora vuelvo. 
 
 
46 
Mientras se pone en pie, Jordan tropieza con su absurda jerga. 
—Los orinales están eh... ahí detrás. 
Se escabulle por el establecimiento tan rápido que roza el sprint. Me dirijo al 
lavabo y la espero en la barra del lavamanos, pintada como la hierba de la pradera. 
Entra con tanto ímpetu que la puerta de madera golpea contra la pared. Sus lívidos 
murmullos hacen que mi polla palpite mientras la veo asomarse por debajo de las 
cabinas. 
Aparentemente satisfecha de que estén vacías, se da la vuelta, gritando al 
techo. 
—¡Loch! Muestra tu estúpida cara de demonio ahora mismo, ¡hijo de puta! 
Su intento de insulto es divertido, así que sonrío cuando me muestro con mi 
priidzar. 
—Definitivamente puede serlo. 
Se acerca a mí pisando fuerte, usando las dos manos para golpear mi pecho, 
demostrando ser mucho menos fuerte de lo que es de carácter. Sus ojos color 
caramelo se encienden con su ira, haciéndolos más brillantes. 
—¡Eres un maldito bastardo! ¿Sabes lo mortificada que estoy? 
Me cruzo de brazos. 
—No puedes lanzarte a los hombres humanos mientras yo sigo aquí, esperando 
mi momento. Para ti. 
Cretino. Sus ojos se entrecierran con su risa, aunque no parece que sea porque 
lo encuentre divertido. Su ofensa tiene un sabor tan ejemplar que me lamo los labios. 
—¿Sabes qué, pedazo de mierda? Haz lo que quieras. Puedes quedarte en la 
Tierra hasta que me muera por lo que me importa. 
Levantando los dos dedos del medio, pasa a mi lado dando un nuevo portazo. 
Maldito anticristo, los humanos son melodramáticos. Sólo fue un orgasmo. 
 
 
 
Dado que Mishka está en un estado de excitación y que ésta será, con suerte, 
mi última visita a este reino, tomo la decisión de explorar qué diversión puedo 
conseguir. 
Aunque Mishka y su amiga tienen su propia casa, hay muchos humanos que 
parecen vivir en casas de tela o no tienen ningún refugio. Están sucios, cansados y 
apestan a desesperanza. Si he aprendido algo de ver lo peor de las almas mortales, 
es que la desesperación puede crear violencia, y ahora mismo me vendría bien un 
poco de violencia. La mejor manera de encontrarla es olerla. Los sentimientos de los 
mortales desprenden aromas distintos. El problema es que, con tantos humanos 
 
 
47 
agrupados en la misma zona, es difícil señalar exactamente de dónde viene cada 
aroma. 
Finalmente, capto el olor a canela que estoy buscando. Subiendo la cremallera 
de mi chaqueta en un intento de protegerme del aire frío, me conducen a un gran 
edificio mucho más descuidado que el de Mishka. Los ladrillos faltantes, las ventanas 
rotas y el hormigón agrietado le dan una fachada ruinosa. Me he alejado de ella más 
de lo que es cómodo, la cuerda invisible me provoca una desagradable punzada en 
el pecho. Justo cuando me planteo abandonar para volver con ella, lo oigo. La voz 
enfurecida de un hombre seguida inmediatamente por gritos petrificados. 
A medida que avanzo por el interior de la estructura, el estruendo de objetos 
rompiéndose se hace más evidente cuanto más avanzo. El pasillo está repleto de 
puertas, no muy diferentes de las celdas de casa. Cuanto más fuertes son los olores 
de ira y terror, más fuertes son los ruidos. 
Lo que me detiene a mitad de camino es un grito que proviene claramente de 
un pequeño mortal. Los humanos muy jóvenes no vienen a Maelprog. Es imposible 
realizar actos de maldad sin la capacidad de comprenderlos. 
¡Coño! La única palabra grita a través de mis pensamientos cuando visualizo al 
otro lado de la puerta. Una vez dentro de la habitación, me doy la vuelta y mi mirada 
recorre la sala de estar, que está en un desorden repugnante. 
Un televisor yace destrozado en el suelo marrón y manchado, con los cuencos 
rebosantes de colillas. Aspiro el aroma de la espesa furia que desprende un hombre 
corpulento y sudoroso que golpea con sus puños la cara de una mujer desnuda de 
cabello enmarañado sentada en el suelo. Lanza amenazas e insultos, rugiendo que es 
una puta inútil que no ha hecho nada más que arruinarle la vida. La sangre brota de 
su nariz y baja por sus muslos mientras se ahoga entre sus lamentos. El olor de su 
dolor es fuerte, lo que indica la enorme magnitud del traumatismo que ha sufrido su 
cuerpo. 
Intentando protegerse, cruza los brazos sobre la cara, y él le grita 
inmediatamente: 
—¡Mueve las putas manos! —Sus palmas presionan contra la pared por encima 
de su cabeza, sus uñas cubiertas de suciedad raspan el papel pintado rasgado como 
si tratara de excavar para salir de la habitación. La mezcla de su agonía, pánico y 
horror, huele a chocolate avinagrado. 
Los ojos inyectados en sangre de la mujer siguen parpadeando hacia el 
pequeño humano que está cubierto de mierda, llorando dentro de un pequeño 
armario con una puerta transparente. Las emociones de los niños tienen un sabor 
extraño, no son malas exactamente, pero están tan poco desarrolladas que saben 
ácidas. 
Arrodillado frente al armario, me bajo el bransg y me quito el priidzar para el 
niño. Al instante, sus lágrimas cesan. Me llevo un dedo a los labios antes de dedicar 
una sonrisa a la miniatura mortal. 
 
 
48 
Me pongo de pie para enfrentarme a la malevolencia que está a mi lado, pero 
me pongo justo detrás del hombre un segundo después. En su arrebato de ira, golpea 
con su pie calzado el frágil cráneo de la mujer, aplastándolo contra la pared y creando 
un agujero sangriento en la mampostería. A pesar de que todavía estoy escondido de 
ellos, me acerco a ella. —¡No! 
Apretando los puños, veo cómo su alma azul iridiscente flota en el aire,desapareciendo en el reino al que está destinada. Si hubiera llegado un milisegundo 
antes, podría haber evitado su muerte innecesaria. 
Los hombros del hombre se agitan, aún sin saber que tiene un ser divino en su 
casa que le hará expiar sus deplorables acciones. Las alas me dan un espasmo en la 
espalda cuando deja al niño pequeño y a la mujer muerta solos en la sala de estar 
para atravesar la puerta que lleva a la cocina. Le sigo, observando cómo abre 
tranquilamente una lata con sus dedos ensangrentados. 
Al descubrirme ante él, me acerco y me quito el abrigo y el chaleco, dejándolos 
sobre el respaldo de una silla. Sin la chaqueta, soy libre de liberar mis alas. 
—¿Te sientes mejor ahora? 
La bebida cae al linóleo cuando se da la vuelta y el líquido espumoso salpica 
sus sucios vaqueros. Los ojos se le salen de las órbitas y tropieza consigo mismo, 
cayendo al suelo. Ya no tiene tanto que decir. 
—Qué—qu—qu—quien...— 
Mis alas proyectan una sombra sobre el cobarde, que extiende sus manos 
como si creyera que eso le salvará de lo inevitable. Soy incapaz de quitarle la vida a 
quien me convoca, sin embargo, este pedazo de mierda es juego limpio. El mismo 
subidón que me produce el trabajo en casa me quema el cuerpo, y maldito anticristo, 
estoy duro como una piedra. 
—¿Qué hizo? ¿Quemar la cena? —Le sonrío, tragándome su terror mientras 
acorto la distancia entre nosotros. He oído que la carne humana es tan frágil que 
podría arrancarle fácilmente el corazón con mis propias manos, pero tengo en mente 
algo mucho más divertido. 
El mal. Sus ojos pasan de mis cuernos a mis alas, escudriñando mi forma. 
—¿Eres... Satanás? —Habla en un susurro áspero, como si cada sílaba fuera 
dolorosa. Inhalo profundamente para apreciar la delicadeza de su horror. Es 
simplemente maravilloso. 
Veo un paquete de cigarrillos en el mostrador, lo cojo y dejo caer uno en mi 
mano. 
—No. Ese es mi tío. —Deslizo el cigarrillo entre mis labios, encendiéndolo con 
la punta del dedo—. Podrás conocerlo muy pronto. No te preocupes. —Este saco de 
carne irá sin duda a Unphic Comselh, donde reina el tío Satán. 
Mi tacto puede ir desde un calor confortable hasta rivalizar con las llamas de 
Maelprog. Con el cigarrillo colgando de mis labios, coloco mis manos sobre él, 
cocinando lentamente su carne mientras disfruto de la música de sus lamentos 
 
 
49 
torturados junto con el aroma de la piel humana derritiéndose. Tras una larga calada, 
me detengo antes de que sus terminaciones nerviosas se desintegren por completo. 
Agachado, le clavo el cuerno derecho en el pecho, metiéndolo y sacándolo. Mi polla 
se tensa en los pantalones ante la cálida sensación de sus húmedas entrañas. 
Mientras me desato los pantalones, su mano temblorosa se mete en el bolsillo 
y saca una navaja. Le permito que intente apuñalarme y me río del sonido que hace 
al ver que el arma inútil cae al suelo. 
El carmesí gotea de mi cuerno cuando lo retiro para deslizar mi erección en la 
herida que ha creado. Una vez que mi humo se ha consumido, utilizo mis dedos para 
mantener sus párpados abiertos. Lo apago en su ojo, observando cómo la membrana 
viscosa burbujea a su alrededor. Dejo caer la colilla en el suelo sucio y sostengo su 
cara contra mi estómago mientras la sangre brota en mis piernas y mi abdomen. Su 
lucha bajo mi agarre casi ha cesado, el sabor de su dolor y su miedo se ha vuelto 
insípido. 
Con dos dedos, recojo un charco del líquido escarlata para chuparlo en mi 
boca. Nunca había probado la sangre humana. Podría convertirse fácilmente en una 
adicción. Los sonidos de squelch, squelch, squelch hacen que mi polla se retuerza 
dentro de su cavidad torácica, haciéndome bombear con más fuerza. 
Carajo, realmente necesitaba esto. 
Incluso después de que su alma ennegrecida haya pasado al siguiente reino, 
pincho su cuerpo hasta alcanzar la plenitud orgánica, liberando mi semilla daemónica 
entre su caja torácica. 
Esto sucedió mucho más rápido de lo que hubiera preferido, pero hay una niña 
pequeña en la habitación contigua sola con su madre muerta. La próxima vez, me 
aseguraré de permitirme las circunstancias para no precipitarme. Dejando caer su 
cadáver al suelo, me abrocho los pantalones y dejo que su cuerpo se pudra antes de 
volver a la persona pigmea de la jaula. 
Pigmeo. Eso encaja. La llamaré Pigmy. 
Ahora, ¿qué voy a hacer con ella? Lavarle la mierda es un buen punto de 
partida, luego le preguntaré a Mishka. 
La niña no ha vuelto a llorar desde que le sonreí. Arrodillada en el suelo, abro 
la puerta que la mantiene prisionera. Se limita a balbucear y a morder la mano. Parece 
que no es muy inteligente a esta edad. 
—Vamos, Pigmy. Puedes salir ahora. 
Finalmente, se arrastra a cuatro patas, tardando una eternidad en recorrer un 
par de metros. Ser inmortal no impide que mi paciencia tenga sus límites. La recojo, 
manteniéndola alejada, para no mancharme con sus excrementos mientras la llevo a 
los cuartos de la cocina. De pie junto al muerto, que supongo que era su padre, la 
rocío en el fregadero, utilizando una cuchara de madera para empujar sus sucias 
nalgas. 
 
 
50 
Una vez limpia de materia fecal, la aprieto contra mi pecho, con la sangre de su 
padre manchada entre nosotros. Recojo mi chaleco y mi abrigo del respaldo de la 
silla y le toco la nariz con la punta del dedo. 
No hay palabras claras que salgan de su mente, supongo que porque aún no es 
capaz de hablar. Todo lo que puedo distinguir es, Mobby. 
Con la niña desnuda en brazos, retengo la huella de la alcoba de Mishka en mi 
mente y nos sacude a los dos junto a su cama, donde el felino blanco se escabulle y 
sale de la habitación. Voy a necesitar alguna prenda fresca, pero mientras tanto, 
busco en los cajones de Leena hasta encontrar un par de pantalones que tendrán que 
servir. 
Como el balbuceo de Pigmy parece alegre cuando me ve en mi verdadera 
forma, mantengo mi priidzar fuera. La coloco en el suelo de la bañera y utilizo el 
chorro de agua para limpiar la sangre de su padre de nosotros y de su cabello oscuro 
y rizado. Se aleja del chorro, protestando, así que me apresuro a limpiarnos antes de 
cerrar el grifo y envolverla en una toalla. 
—Aquí tienes, pequeño humano. Todo listo. 
Los pantalones de Leena son demasiado pequeños, y la única razón por la que 
puedo ponérmelos es gracias a la banda elástica de la cintura. 
Mientras intento restregar las salpicaduras rojas de mis necropantalones, 
Pigmy se arrastra por el suelo del lavabo, dejando la toalla. No tengo ni idea de la 
frecuencia con la que estas criaturas sueltan sus desechos, así que la recojo, buscando 
algo que ponerle. 
En el cuarto de la cocina, encuentro una bolsa de tela extrañamente llena de 
más bolsas de tela. Tras pasar las piernas de Pigmy por los agujeros del asa, la 
envuelvo y la sujeto con unos clips que encuentro en un cajón. 
Con los dos limpios y al menos parcialmente vestidos, la llevo al salón, 
dejándola sentada en el sofá mientras yo miro fijamente el Ammalok Qew. Debe 
haber una forma de deshacerme de él. 
Sacudiendo las manos, miro a Pigmy que se muerde el puño, parpadeando con 
sus grandes ojos azules. 
—Deséame suerte. 
Sacando llamas de mis manos, las golpeo contra el libro en un intento de 
prenderle fuego. Inmediatamente, la sensación de un centenar de cuchillas 
atravesando mis palmas me hace retroceder. Lo único que arde es la mesa en la que 
se encuentra junto con el ridículo tablero de espíritus. 
—Maldita sea. 
Después de cargar a Pigmy, me dirijo a los fogones, llenando una jarra con 
agua para apagar las llamas. El libro queda intacto mientras que todo lo que lo rodea 
está ahora carbonizado. 
Gruño de frustración mientras Pigmy sigue royendo su mano, lo que me hace 
preguntarme con qué frecuencia algo tan pequeño necesita sustento. ¿Todos los días? 
 
 
51 
Probablemente no ayudaría a mi causa con Mishka si llegara a casa y me encontraracon una niña muerta, así que será mejor que la alimente para estar seguro. 
Rebuscando en los armarios del cuarto de la cocina, encuentro una bolsa 
naranja que estoy seguro que es comida. 
—Muy bien, Pigmy. Espero que te guste... —Leo la bolsa ya que no sé 
realmente lo que es—. Chee-toss. 
 
 
 
52 
6 
Útil Agua Bendita 
Mishka 
"Enfadada" no es suficiente para describir cómo me siento ahora mismo. Me 
niego a hacer contacto visual con nadie en el restaurante mientras vuelvo a nuestra 
mesa de mala gana. Aunque "morir de vergüenza" no es más que una frase hecha, 
parece cien por ciento probable en este momento. 
—¿Quieres decirme qué carajo fue eso de los jalapeños? —susurra Leena al 
otro lado de la mesa. 
Tomo un gran trago de agua, sacudiendo la cabeza. ¿Cómo voy a empezar? 
Aunque le hablara de Loch, no hay garantía de que se trague esa píldora. Ni siquiera 
estoy segura de poder hacerlo. 
—No. Sólo déjalo. 
Nuestro camarero es mucho menos coqueto cuando vuelve, lo que me enoja 
aún más porque las estupideces de Loch consiguieron el resultado que buscaba. Al 
menos Leena está disfrutando. Además, la comida es extremadamente buena. 
—Oye, ¿puedes tomar un Uber a casa? Para cuando terminemos aquí, tendré 
que ir a trabajar. Tengo un corte y tintura a las doce y media. 
Agradezco el plan de escape porque lo último que quiero es darle la 
oportunidad de volver a sacar a relucir mi mortificante exhibición. Una vez terminada 
la comida y pagada la cuenta, salimos a la calle, donde Leena me besa en la mejilla y 
me deja sola para esperar al conductor. 
Mientras sigo comprobando en mi teléfono la ubicación del Uber, se enciende 
una luz en mi cerebro con una idea increíble. Es tan obvio. El auto apenas se detiene 
antes de que yo salte al asiento trasero. 
—¿Puede dejarme en Holy Trinity Books and Gifts en Stark, por favor? 
El conductor acepta y, veinte minutos después, entro en el primer lugar 
religioso en el que he estado desde aquel verano en el que los padres adoptivos con 
los que estaba entonces me obligaron a ir a la escuela bíblica de vacaciones. Una 
campana suena por encima de mi cabeza, haciéndome sentir instantáneamente como 
un impostor por el mero hecho de estar aquí. Caminando entre las filas de libros y la 
decoración religiosa del hogar, encuentro lo que busco. Una botella de agua bendita. 
Una triplemente bendecida. Incluso está en una práctica botella de aluminio con 
pulverizador. 
La tienda no está muy lejos de mi casa, y me paso todo el camino de vuelta a 
casa fantaseando con enviar a Loch directamente al infierno. 
 
 
53 
Abro la puerta y entro con la botella en la mano. 
—No estoy de humor, imbécil demoníaco, así que, si estás aquí, será mejor que 
me lo digas. 
—Necesito tu ayuda. —Aparece delante de mí tan rápido que grito antes de 
tirar de la palanca y empaparle con el agua bendita. Para mi absoluto horror, no grita 
de dolor ni se retuerce de agonía, simplemente se limpia la cara con la mano. Es 
entonces cuando me doy cuenta de que tiene agarrado a una niña pequeña que se 
lleva la mano a los cuernos—. ¿Por qué fue eso? —Sus ojos blancos descubren lo que 
tengo en la mano, lo que le hace enmudecer—. Vaya, ¿de verdad? ¿Agua bendita? —
No puedo moverme. Mi cerebro no sabe qué procesar primero. Que el agua no 
funcionó, o que está sosteniendo a una niña muy pequeña—. Esa mierda sólo hiere a 
los orseiinak de bajo nivel, e incluso así, no los enviará a casa. ¿No crees que lo habría 
sugerido si sólo fuera eso? 
—¿Te robaste un niño? 
—No la robé, cálmate. La salvé. —gime, ajustando a la beba para levantarla 
más alto. Su voz es más grave cuando mira hacia mí. Creo que su acento también es 
más marcado. 
Durante lo que parece una eternidad, lo único que puedo hacer es quedarme 
ahí y parpadear como si me estuviera dando un ataque. Es un milagro, o supongo que 
lo contrario de eso, que Leena haya tenido que ir a trabajar. ¿Cómo habría explicado 
esto? Al menos la niña parece estar bien. Tiene lo que creo que es un poco de polvo 
de Cheeto en la cara, pero sonríe y balbucea. 
¿Qué demonios lleva puesto? 
—¿Tiene una bolsa de Whole Foods como pañal? 
Arrastra la nariz, mirándola fijamente como si no viera el problema. 
—Podría haber dejado que se cagara por toda tu casa. Así que, ¿qué tal 
"gracias, Loch"? 
Lo juro, ataca cada uno de mis axones sólo para deshilacharlos. 
—¿Qué te parece, vete a la mierda, Loch? —Ignora mi comentario, más 
interesado con sonreír a la chica—. ¿Qué habría pasado si Leena hubiese regresado 
conmigo? —Hablando de mi amiga, veo que sus pantalones de noche luchan por su 
vida en sus obviamente tonificados muslos. ¿Cómo demonios se los puso? Me obligo 
a apartar la vista del prominente bulto que tiene debajo de la cintura. No ayuda que 
esté sin camiseta, lo que revela más marcas extrañas en su pecho y sus abdominales 
frustrantemente definidos. Tienes mucha fe en esos pantalones de deporte, ¿no? —
¿Dónde está tu ropa? 
—Se ensució. 
Sus alas han desaparecido, lo que me hace preguntarme si puede meterlas 
dentro de su espalda. Extiendo los brazos para alcanzar a la niña que mastica su 
propia mano. —Necesitamos llevarla de vuelta a donde la encontraste. 
 
 
54 
Da un paso atrás, haciendo que su cabello caiga sobre su cara cuando la aparta 
de mí. Si no fuera porque es un engendro del infierno, su ceño y sus cejas fruncidas 
me harían pensar que está decepcionado. 
—¿No quieres quedarte con ella? —Le hace un gesto en las mejillas, haciéndola 
reír—. Podemos enseñarle trucos o algo así. Además, no puede volver. 
—Ella no es un perro callejero que puedes entrenar para que haga trucos, 
idiota. —Empiezo a considerar seriamente la posibilidad de follarme a este tipo si eso 
lo saca de mi vida para siempre—. ¿Por qué no puede volver? 
Fingiendo que no me escuchó, dice: 
—Bueno, creo que es feliz aquí. ¿No es así, Pigmy? 
—¿Se llama Pigmy? 
Rodea su dedo meñique con el suyo, arrullando como si le tuviera cariño. 
—Es el nombre que le puse. 
—Por supuesto que sí. —Necesito a esta niña fuera de mi casa ahora mismo 
antes de que me arresten—. ¿Dónde la encontraste, Loch? 
—En algún lugar peligroso. 
—Bien. No me lo digas. De todas formas no importa. —Observando de reojo a 
él y a la niña que juega, busco en mi teléfono dónde puedo llevarla sin involucrar a la 
policía. 
Este lado sensible de él es inesperado, y no creo que me guste. Como no tengo 
ni idea de dónde la ha sacado, decido que el mejor lugar para llevarla es una entrega 
en un Refugio Seguro. El único problema es llevarla allí sin testigos. 
Mierda. 
—¿Puedes hacer tu cosa de teletransporte con otras personas? Por ejemplo, 
¿puedes llevarnos a algún sitio y mantenernos invisibles? 
Enarcando una gruesa ceja, me dedica esa maldita sonrisa. 
—¿Me estás pidiendo ayuda? 
Siento que mis fosas nasales se agitan mientras aprieto los dientes. 
—¿Puedes hacerlo o no? 
—Oh, puedo hacerlo. Simplemente quiero que primero lo pidas 
educadamente. 
La niña en sus brazos se está poniendo nerviosa, y necesito que salga de mi 
posesión inmediatamente. 
—Por favor, Loch, ¿me ayudas a llevar a la niña que secuestraste a la estación 
de bomberos? 
Me asiente, descartando mi tono insincero. 
—Sí. Pero necesito ver a dónde vamos. ¿Tienes un mapa o coordenadas? 
 
 
55 
Levantando mi teléfono, le muestro la ubicación. Tras dejar a la niña en el suelo, 
desaparece durante menos de un segundo. Cuando regresa, se arrodilla frente a ella. 
—¿Qué haces ahora? —Sin responder, levanta el pie de la niña. Para cuando 
me doy cuenta de lo que ocurre, la pincha con una aguja de mi mesa de costura—. 
¡Jesucristo, Loch! — "Pigmy" empieza a llorar hasta que rápidamente se lleva el talón 
sangrante a la boca para chuparlo. Estoy demasiado horrorizada para moverme—. En 
serio, ¡¿qué demonios?! 
—Lrasd dae lansh cas Maelprog ol allar aai de ol. —No le quita los ojos de encimamientras divaga en el idioma que sea. Le da un golpe en la nariz, la levanta y me 
tiende la mano libre—. ¿Lista? Vas a querer agarrarte fuerte. 
No sé cuánto más de esto puedo soportar psicológicamente. Se me tienen que 
salir los ojos de las órbitas. Señalo el pie de la niña. —¿Qué fue eso? 
—Una anti reglamentación vinculante. Ahora puedo encontrarla cuando quiera. 
—Su voz suena aburrida, como si lo que me está diciendo fuera obvio y algo que 
debería haber sabido. 
—¿Quiero saber por qué? 
—No la salvé para que acabe en otro lugar desagradable. Ahora puedo ver 
cómo está mientras estoy aquí en el reino mortal. —Me hace un gesto para que me 
acerque a él y me pregunta—: ¿Nos vamos? 
Se me ponen las manos húmedas cuando me doy cuenta de lo que vamos a 
hacer. Teniendo en cuenta que parece dispuesto a proteger a la niña, dudo que haga 
algo que la perjudique, pero el teletransporte no es algo natural para los humanos. 
—¿Le dolerá? 
El lento movimiento de su cabeza no es precisamente tranquilizador. 
—No. Ahora, agárrate a mí y no te sueltes. 
De mala gana, le rodeo la cintura con los brazos, y su cuerpo firme filtra su calor 
a través de mi ropa. Esto es lo más cerca que he estado físicamente de él, y mi mente 
y mi cuerpo tienen opiniones opuestas sobre cómo me siento al respecto. 
—¿Por qué tu corazón late tan rápido? 
Es imposible que mi cara no esté roja ahora mismo. 
—Tal vez porque estoy a punto de teletransportarme a través de la ciudad con 
un demonio y el niño que robaste. 
Aunque sus labios carnosos se levantan en esa estúpida sonrisa, mantiene la 
boca cerrada por una vez. Aprieto la cabeza contra su pecho, aferrándome a su vida 
y escuchando el chasquido de sus alas al soltarse. Su aroma es único, una especia 
dulce que nunca antes había olido. Lo siguiente que sé es que estoy envuelta en la 
oscuridad, sintiendo la sedosidad de las plumas contra mi espalda. 
—¿Es este el lugar? 
 
 
56 
El caos del tráfico suena en mis oídos mientras el viento fresco me levanta el 
cabello de los hombros. Abro los ojos, sin darme cuenta de que los había cerrado. No 
sé si me sorprende más que lo haya hecho de verdad o que no haya podido sentirlo. 
Una carcajada de alivio sale de mis labios y me encuentro sonriéndole. 
—Gracias, Loch. —Lo que es aún más loco es que lo digo en serio. 
Espero su respuesta de sabelotodo que nunca llega. Se limita a decir: 
—No dejes de tocarme todavía, o parecerá que te materializaste de la nada. 
En lugar de la incomodidad de abrazar su cintura, rodeo su brazo. Caminamos 
hacia el buzón y lo señalo. 
—Bien, ponla ahí. 
No hace ningún movimiento para hacer lo que le digo. En su lugar, frunce las 
cejas de una manera que no tiene derecho a ser tan sexy como lo es. 
—¿Estás segura de que esto es seguro para ella? 
—Se llama literalmente "Refugio Seguro". Estará bien. —Señalo el cartel 
pegado en la pequeña puerta—. ¿Ves? Una alarma saltará en cuanto la abramos y la 
metamos dentro. No estará allí más que un momento. 
Con una fuerte exhalación, empuja la barbilla de la niña antes de apoyar su 
frente en la de ella. Es una visión extraña con sus cuernos. 
—Vendré a verte pronto, Pigmy. 
No tiene sentido que a un demonio de verdad le importe una mierda un niño 
que no conoce, pero ver la forma en que está con ella me toca el corazón. 
Aunque es un poco grande para la caja, sigue cabiendo. Loch la cierra dentro, 
pasándose los dedos por el cabello mientras le aprieto el brazo y le susurro: 
—Bien, vamos a buscarte ropa que te quede bien. —Está temblando hasta el 
punto de que le tiembla el brazo—. ¿Tienes frío? 
—No estoy acostumbrado a este clima. —Después de una rápida mirada a la 
caja, se endereza, abrazándome contra su pecho y envolviéndome de nuevo en una 
negrura emplumada. Antes de que pueda decirle adónde llevarnos, estamos frente a 
una tienda que, según sé, está fuera de mi alcance. ¿Cómo sabía de este lugar? 
Sacudiendo la cabeza, me burlo. 
—Sí, claro. No podría permitirme un par de calcetines de aquí. 
Me desplazo por la incomodidad de seguir aferrándome a él, aunque no me 
atrevería a soltarlo con toda la gente que hay alrededor. Baja la cabeza para que su 
nariz esté a la altura de la mía. Vaya. Sus pestañas son muy largas. 
—No hace falta que pagues nada, puedo shigmir dentro y tomar lo que 
necesito. 
Estoy tan concentrada en su mirada que tardo un segundo en darme cuenta de 
lo que acaba de sugerir. Me quedo boquiabierta. 
 
 
57 
—Eso es terrible. No vas a robar nada. —Saco mi teléfono y le enseño las 
direcciones de una de mis tiendas favoritas—. Vamos aquí. 
Aterrizamos en el callejón junto a una cita de Sylvia Plath pintada en la pared 
de la tienda vintage. Después de mirar en ambas direcciones para asegurarme de 
que no hay nadie cerca, me alejo de él. 
—Ten en cuenta que actualmente no tengo trabajo, así que sólo vamos a 
comprar un par de trajes. 
—Ya te dije que no tienes que pagar nada. —Se rodea con los brazos, 
temblando, mientras me sigue al interior. 
—Y ya dije que no vas a robar. —Una mujer que está delante de nosotros se 
gira para mirarme como si fuera un bicho raro. Probablemente porque parece que 
estoy hablando sola. 
Como de todos modos no puedo responderle, ignoro sus comentarios sobre 
cómo los humanos tienen "un sentido atroz de la moda". Acaba por decidirse por dos 
pares de vaqueros y dos camisas de manga larga que mentiría si dijera que no estoy 
deseando verle ponerse. 
Con la bolsa de la compra en la mano, camino delante de él, volviendo al mural 
por el que llegamos antes y compruebo nuestros alrededores. Volviendo a rodear su 
cintura con mis brazos, me sujeto la muñeca, esperando la sensación de sus alas para 
cubrirme. Mantengo los ojos abiertos, pero sucede tan rápido que aún no puedo ver 
nada. 
Ni un segundo después, me suelta. Estamos de pie en medio de mi sala de 
estar, con música que suena débilmente en el altavoz. 
—Esa es una habilidad bastante loca, tengo que reconocerlo. 
Entrecierro los ojos ante su expresión de suficiencia cuando me llama la 
atención que la mesa de centro tenga marcas de quemaduras en la parte superior. 
—¿Qué coño hiciste? —Tirando la bolsa de la compra al suelo, paso las manos 
por la pintura rizada y carbonizada. 
Agita la mano hacia el libro que hay sobre la mesa. 
—Intenté destruir el Ammalok Qew, pero ni siquiera mis llamas pudieron 
dañarlo. 
¿Sus llamas? ¿Qué diablos significa eso? Apoyando una mano en mi cadera, le 
señalo con un dedo. 
—¡No puedes estar prendiendo fuego a mis cosas, imbécil! —Después de tirar 
la ouija de Leena y de intentar limpiar la mesa, me dirijo a la habitación de Leena, 
dejando el libro en su tocador. Cierro la puerta tras de mí y lo encuentro de pie con 
los brazos cruzados en el pasillo. 
Me cruzo de brazos igualmente con un resoplido. 
 
 
58 
—Ya pensaré qué hacer con el libro, ¿de acuerdo? Pero tienes que dejarlo en 
paz, y tal vez intentar no quemar mi casa. —¿Quién iba a pensar que un demonio podía 
ser un dolor en el culo tan increíble? 
Se queda ahí sin importarle que esté desbaratando toda mi vida. En el momento 
en que me doy la vuelta para ir a mi habitación, recibo de repente un rayo de 
agotamiento que hace que mis párpados parezcan pesar tres kilos cada uno. Mi 
cuerpo está sensible y dolorido, como si no hubiera descansado en días. El problema 
es que no me siento demasiado cómoda durmiendo con un acosador violador que 
puede hacerse literalmente invisible, lo que lleva el voyerismo a otro nivel. 
—¿Qué hace falta para que te vayas, y me refiero a que te vayas de verdad, 
para que pueda echar una siesta? 
Alarga la mano, colocando una a cada lado de mi cabeza contra la pared. 
—He oído que el primer shigmir puede ser agotador para los humanos. No te 
preocupes, tin nanba. Te dejaré dormir. 
Aunque odio que me llame... algo, estoy demasiado agotada para que me 
importe en este momento. Memeto por debajo de su brazo para volver a mi 
habitación. Lo último que veo antes de que desaparezca es esa sonrisa intratable, que 
no me reconforta lo más mínimo. 
 
 
 
59 
7 
Mamada, Una Mala Idea 
Loch 
Está ocurriendo mucho antes de lo que esperaba. Me duelen las alas y la cabeza 
me palpita alrededor de los cuernos. Siempre he sabido que pasar demasiado tiempo 
sin liberarme podría debilitarme, pero nunca lo había experimentado hasta ahora. 
Viendo a Mishka dormir, sé que sólo tengo un par de opciones en este 
momento. Tengo que encontrar un humano al que seducir o, literalmente, tomar la 
situación en mis manos. 
Nunca había tenido que hacerlo. Tirando lentamente de su manta, la bajo lo 
suficiente como para dejar al descubierto sus pechos bajo el diminuto top que lleva. 
Sus pezones se asoman por debajo de la tela, y eso es todo lo que necesito para que 
mi polla crezca. Me froto sobre mis nuevos y pesados pantalones, bajando la 
cremallera para agarrar mi erección. Sus labios rosados apenas se separan al 
respirar, por lo que es fácil imaginar cómo sería deslizarme entre ellos. Observo sus 
rasgos, acariciando a un ritmo constante. Sus pecas son ligeras en su nariz 
respingona, y sólo se notan porque el maquillaje se ha borrado casi por completo. 
Aunque sus pechos no son grandes, son turgentes y caben perfectamente en mi 
palma. Me arriesgo a despertarla tocando suavemente con el pulgar de mi mano libre 
un nódulo endurecido, y me detengo cuando se mueve en su sueño. 
Maldito anticristo, esto no es fácil. Quiero pasar mi lengua desde la base de su 
cuello hasta la dulzura entre sus piernas. La contención forzada está empeorando mis 
síntomas, y no estoy cerca de correrme. Estiro las alas en un intento de aliviar el dolor 
sordo, moviendo la mano más rápido. Sus mechones rubios se extienden por la 
almohada y, aunque no debería haberle tocado el pecho, me convenzo de que 
acariciar su cabello estaría bien. Hay mechones plateados junto a su nuca que encajan 
bien con su complexión. Me apetece mucho rodear su mano y usarla para 
masturbarme, pero eso sería ir demasiado lejos. Fantasear con su tacto intensifica el 
dolor, y mi cabeza late como si albergara un pequeño tambor. Si esto se prolonga 
mucho más, me preocupa no tener ni siquiera fuerzas para seguir con mi priidzar, y 
mucho menos con mi bransg, y eso sería perjudicial. 
—¿Mishka? ¿Estás aquí? 
Su compañera de casa. ¿Tal vez ella podría ser de ayuda? 
Salgo al porche helado y llamo a la puerta principal hasta que Leena responde. 
La forma en que sus ojos se toman su tiempo para recorrer mi cuerpo hace que mi 
polla se estremezca de excitación. Atractiva. Bien. Ya está excitada. Puedo oler el 
almibarado aroma de su lujuria. 
 
 
60 
—¿Puedo ayudarte? —pregunta ella. 
Eso espero. 
—Soy amigo de Mishka. ¿Está ella aquí? —Hacer una pregunta de la que ya sé 
la respuesta no es una mentira. 
Su sonrisa disminuye ligeramente. 
—Lo siento, no está. Sé que es tarde, pero puedes esperar aquí hasta que 
vuelva, si quieres. 
Respondiendo con un movimiento de cabeza, paso por el umbral. 
—Mishka nunca mencionó que tuviera una amiga tan impresionante. 
Sus pestañas se agitan con una risa temblorosa. 
—Tampoco te ha mencionado a ti. ¿Cómo la conoces? 
—Somos nuevos conocidos. Me está ayudando con algo. 
Sus ojos se entrecierran, obviamente queriendo que me explaye. 
—Oh... de acuerdo. ¿Te apetece una copa, umm...? 
—Loch, y no. Estoy bien. —El sabroso curso de deseo sexual que me está 
alimentando acelera mi estado, haciéndolo más insoportable. 
—Buscaré un poco de vino por si cambias de opinión. Puedes tomar asiento en 
el sofá. 
Cada segundo se hace interminable. Tengo que poner esto en marcha 
rápidamente si tengo alguna posibilidad de seguir con mi priidzar. Volviendo con una 
botella y dos copas, se detiene al ver su mesa quemada. 
—¿Qué demonios? —Pasa los dedos por la madera ennegrecida—. Mierda. 
¿Qué hizo Mishka con esto? Ahora es una basura. —Deja las copas y el vino y se sienta 
a mi lado—. ¿Qué es exactamente lo que pasa entre ustedes dos? ¿Están... hablando? 
Pone énfasis en la última palabra, indicando que significa más que la propia 
definición. Su anticipación hace evidente que está tanteando mi disponibilidad. 
Suponiendo que la interpreto correctamente, digo: 
—No la estoy cortejando, si es eso lo que quieres decir. 
Incluso con los labios apretados, está claro que intenta evitar reírse. 
—¿Cortejo? ¿Quién dice eso ya? 
No tengo tiempo para llegar a esto, así que me inclino hacia ella, probando mi 
suerte cuando acerco mis labios a centímetros de los suyos. 
—Yo lo hago. 
Los latidos de su corazón y la palabra "beso" que sale de su mente me impulsan 
a ir a por ello. Presiono mis labios contra su boca y le agarro la nuca para acercarla. 
No se resiste ni dos segundos antes de apartarme. 
—Para. Tienes que parar. Mierda. ¿Qué está pasando aquí? 
 
 
61 
—Pensé que era bastante obvio. 
Se aprieta el puente de la nariz con una risa gutural. 
—Ni siquiera sabes mi nombre. 
El hecho de que lo haga no es algo de lo que ella tenga que ser consciente. 
Alargo la mano para agarrar su barbilla. 
—¿Saber tu nombre hará que te desee menos? 
Aunque su complexión lo hace más sutil, todavía puedo ver cuando sus mejillas 
se ruborizan de vergüenza. 
—Bueno, tal vez no mi nombre, pero hay algo... 
Intuyo a qué se refiere, así que me inclino para tocar su erección por encima 
de la falda. Su jadeo va acompañado de un salto de sorpresa mientras su sorpresa me 
hace cosquillas en la garganta. 
—¿Cómo lo supiste? 
La beso de nuevo, sin mover la mano. 
—¿Importa? 
Sacude la cabeza y me agarra la cara. Tim. ¿Quién es Tim? Esto es una locura. 
Gime contra mi boca, sus caderas se revuelven ante mi contacto, dándome el visto 
bueno para deslizar mi mano por debajo de su vestido. En el momento en que rodeo 
con mi puño su sólida polla, su respiración se entrecorta, y ella me corresponde 
metiendo la mano entre las piernas. Joder, sí. Ya es más fácil llevar mi priidzar. 
Juguetea con el botón y luego mete la mano dentro de mis pantalones para sacar mi 
polla, usando su mano para masajearme. 
—Realmente quiero sentir esa bonita boca. 
Me sonríe tímidamente y se deja caer en el suelo entre mis muslos, 
parpadeando. Zorra. La palabra está impregnada de culpa, y eso no es algo que me 
guste saborear. 
—No hay nada malo en el placer sexual. 
Ella inclina la cabeza, haciendo girar su lengua alrededor de la punta. 
—Juro que nunca hago esto con desconocidos. 
La agarro por el cabello, intentando volver a centrar sus pensamientos mientras 
empujo su cabeza hacia abajo. Su boca me envuelve, sintiéndose tan bien al follar 
algo húmedo. Muevo las caderas con cuidado de no hacerle daño. Sigo haciendo que 
le den arcadas, pero ella sigue haciéndolo. Su cabello verde y azul cae sobre mis 
muslos y su pintalabios rosa mancha mi pene de aspecto humano. Cada dos minutos, 
me mira con esos grandes ojos marrones. 
—Eso es. Sigue chupando. 
Por una razón que no tiene ningún sentido, un pensamiento me atormenta en el 
fondo de mi mente de que lo que estoy haciendo es desleal. Lo cual es ridículo porque 
Mishka no quiere saber nada de mí, y al final me dolerá demasiado como para 
 
 
62 
moverme si no me corro pronto. Decido que es mejor que mantenga esta interacción 
estrictamente en la variedad oral. Follar con ella sin el conocimiento o el permiso de 
Mishka podría hacer que todo esto fuera más difícil y desordenado de lo que ya es. 
Mi relación con Mishka es obligatoria si tengo alguna posibilidad de volver a casa 
dentro de unas décadas. 
He superado el punto de duda, así que, por ahora, voy a disfrutar follando la 
boca de esta chica y me preocuparé por mi invocadora después. 
Si fuera una situación normal, me tomaría mi tiempo, dejando que mi 
resistencia hiciera lo suyo. Ahora mismo, sin embargo, sólo necesitocorrerme y 
volver a sentirme normal. Mis manos se agarran a cada lado del cráneo de Leena, 
concentrándome en ser suave mientras le penetro la garganta. Leena tiene arcadas, 
y sus babas caen sobre el vello oscuro de la base de mi polla mientras le meto la polla 
por el esófago. 
Inspira profundamente cuando levanta la cabeza, limpiando el exceso de 
eyaculación de su boca. 
—Esto va a sonar raro, pero nunca me había probado una corrida con ese 
sabor. Es realmente bueno. 
He oído que nuestro semen puede volverse algo adictivo para los humanos si 
lo absorben en exceso, así que no es de extrañar que tenga un sabor agradable. Con 
una mano en cada uno de sus brazos, la acerco a mi boca, deslizando mi lengua contra 
la suya antes de empujarla hacia su espalda. Es de mala educación no corresponder 
a los favores sexuales que se han dado, y yo siempre he sido de los que se comportan 
con propiedad. 
Mis dedos agarran su falda, levantándola hasta su cintura antes de abrir sus 
piernas. Le bombeo la polla mientras bajo la cabeza para pasar la lengua por el 
orificio fruncido de su ano, deslizándola dentro para follarla con ella. Sus sonidos 
eróticos son tan fuertes que me preocupa que despierte a Mishka. 
—¡Oh, mierda! Tu boca... 
Las uñas me arañan el cuero cabelludo mientras ella tira de mi cabello. Retiro 
mi lengua, le meto un dedo en el culo y lamo su eje para centrarme en el pequeño 
agujero. Cuando chupo su punta en mi boca, ella arquea la espalda, empujándose 
más entre mis labios. Bajo hasta la base, relajando mi mandíbula para que su polla 
pueda deslizarse por mi garganta. Con sus caderas agitadas, me la trago con 
facilidad, subiendo y bajando. Ella me mira con los ojos dilatados y brillantes, 
levantándose la camiseta para tirarse de los pezones. Los efectos de mi semilla ya se 
están apoderando de ella. 
Fóllame. Ya estoy tentado de hacerlo, y sus ruegos que penetran en mi mente 
hacen que estar dentro de ella sea aún más deseable. Sin embargo, por razones que 
no puedo explicar, siento que eso sería llevar las cosas demasiado lejos. Estar con 
ella de esta manera es una necesidad. Sin embargo, si voy más allá, es únicamente 
porque quiero, lo que puede ser algo que Mishka no perdone. Sin embargo, ella no 
puede culparme por sobrevivir. 
 
 
63 
Desde que Leena cree que soy humano, no puedo hacer la mitad de las cosas 
que quiero. Aun así, no tarda más que unos momentos en gritar: 
—¡Sigue! ¡Me corro! Oh, Dios, me voy a correr. 
Una vez tragada cada gota, me salgo, guiñándole un ojo. 
—Definitivamente no es Dios. 
 
 
 
64 
8 
Diseñador de Muñecas 
Mishka 
Mis ojos se abren al oír el sonido de la música que se filtra por debajo de mi 
puerta. El sol de la mañana hace brillar sus rayos sobre mi cama, y me incorporo para 
ver que el reloj dice que ya son las ocho de la mañana. Jesús, he dormido más de doce 
horas. 
No veo a Loch, pero eso no significa nada. No voy a tentar a la suerte susurrando 
por él. Me pongo la bata y salgo al salón para encontrar a Leena bailando con Jxdn, 
colocando cristales dentro de lo que ella llama su "estación de carga". 
—Estás de buen humor. 
Se da la vuelta y una sonrisa se dibuja en su rostro. 
—¿Cuándo llegaste a casa? 
Algo parece raro. Es decir, normalmente es alegre, pero esta mañana está a 
tope. 
—Estaba aquí. Me acosté temprano. 
Acomoda el último cristal, abriendo los ojos. 
—Oh... 
Me aprieto el cinturón de la bata y me cruzo de brazos. 
—Bien, voy a necesitar un café antes de ocuparme de lo que sea que te haya 
metido un palo luminoso por el culo. 
Se ríe, me sigue a la cocina y se pone a dar saltos mientras añado leche a mi 
taza. 
—Oh, por cierto, ¿qué pasó con la mesa de centro? 
Me aclaro la garganta, agradeciendo que ya haya pensado en una mentira. 
Últimamente me estoy hartando de tener que hacerlo tanto. 
—Lo siento mucho, se me cayó una vela. Supongo que el barniz que tenía era 
muy inflamable. Te daré algo de dinero para reemplazarla. Y para comprar un nuevo 
tablero de Ouija. ¿De acuerdo? 
Se muerde el labio, balanceándose sobre sus talones. 
—Está bien. Es lo último que tengo en mente ahora mismo, para ser sincera. 
Admito que me ha picado la curiosidad. Hay que reconocerle que espera hasta 
que me acomodo en el sofá con mi cafeína para disparar. 
 
 
65 
—Tu "amigo" pasó anoche a verte. 
Tengo exactamente una amiga, y en este momento está desquiciada. 
—¿Qué amigo? —El café caliente golpea mi lengua y me hace suspirar de 
gratitud. 
—El sexy con extraño acento. Loch. 
Un nombre olvidado por Dios es todo lo que se necesita para robarme el simple 
placer y hacer que me ahogue. 
—¿Qué? 
—Dice que le estás ayudando con algo. —Agita la mano, las cuentas de sus 
mechones chocan entre sí—. De todos modos, nunca vas a adivinar lo que pasó. 
Si parezco tan mareada como me siento, seguro que parezco un fantasma, lo 
cual se le escapa a Leena. 
—No me lo puedo imaginar —chirría mi voz. 
Seguramente, no le dijo lo que es. 
—Fue tan extraño. El simple hecho de estar cerca de él me puso cachonda. No 
estuvo ni cinco minutos antes de tener su polla en mi boca. No follamos, pero me dio 
la mejor mamada que he tenido nunca. En. Mi. Vida. 
Bien podría haberme dado una patada en el pecho con lo rápido que se me cae 
el corazón al estómago. 
—¿Lo hizo? —Incluso me sorprende la puñalada de traición que envuelve mis 
palabras. 
La felicidad se desvanece en su rostro, su postura se vuelve rígida. 
—Dijo que solo eran amigos. 
No tiene sentido que me sienta así. Lo odio. Pienso. 
—¿Eso dijo? —No, definitivamente lo hago. Especialmente ahora. 
Sacude la cabeza, tapándose la boca con la mano. 
—Mierda, Mimi. Te juro que no creía que hubiera nada entre ustedes, si no, 
nunca habría... 
Levanto la mano para detenerla porque, aunque estoy inexplicablemente 
enfadada, no es en absoluto con ella. Ni siquiera estoy segura de que sea justo estar 
enfadada con él. 
—Está bien, Leena, no lo hay. 
Me rodea con sus brazos y me aprieta contra su pecho. 
—Por favor, perdóname. 
La empujo hacia atrás porque me abraza tan fuerte que es incómodo. 
—Dije que estaba bien. No te preocupes. —No debería haber tanto veneno en 
mi voz. Es una estupidez. 
 
 
66 
Sigue parpadeando, apretando los puños con frustración. 
—¿Por qué demonios no me hablaste de él? ¿Dónde lo conociste? 
Se me da fatal mentir sobre la marcha. Necesito tiempo para elaborar un plan, 
y como no lo tengo, suelto lo primero que se me ocurre. 
—En el... parque. Ayer. —En cuanto empiezo, el vómito de palabras sigue 
filtrándose—. Necesita ayuda con su... hermana. Quiere que le haga una muñeca. 
Me siento como una idiota. Mentirle tanto se va a volver en mi contra. Lo sé. El 
cabello verde de sus cejas se frunce. 
—¿Qué te hizo ir al parque? 
—¿Dar un paseo? 
—¿Me estás preguntando a mí? 
—Jesucristo. ¿Qué pasa con las veinte preguntas? 
Se echa hacia atrás, inclinando la cabeza hacia un lado, como si la hubiera 
golpeado. 
—Estás claramente enfadada. 
Cierro los ojos para respirar profundamente, pero cuando lo hago, lo único que 
veo son las imágenes que mi cerebro ha construido de ellos tocándose. 
—Mira, acabo de despertarme y tengo que encontrar un trabajo, así que estoy 
estresada por eso. 
Frunce los labios, entrecerrando los ojos como si no se creyera ni una palabra 
de mis chorradas. 
—Bueno, si te hace sentir mejor, no me pidió mi número y no dejó el suyo. Así 
que estoy bastante segura de que fue algo de una sola vez. 
No sé si le duele más eso o mi reacción. En cualquier caso, se levanta para 
pasar a mi lado. 
—Voy a apagar esto. —Se lleva sus cristales fuera antes de volver para decir—
: Tengo que prepararme para el trabajo. 
Una vez que estoy sola, saco el aire de mi boca con tanta fuerza que mi flequillo 
se agita. Voy a matar a ese imbécil. ¿No está aquí por mí? ¿Por qué carajo está follando 
con mi mejor amigo?—Tus celos son todo un regalo. —Realmente odio que él pueda aparecerse así 
de la nada de esa manera—. Aunque no hay necesidad de ello. Puedo satisfacerlas 
fácilmente a las dos. —Tengo ganas de romper esta taza de café contra sus cuernos 
para quitarle la sonrisa de la cara. 
—No te acerques a ella de nuevo, Loch. Lo juro por Dios. 
Doblando la pierna, se gira para mirarme en el sofá. 
—A mi abuelo le importa una mierda si le juras o no. 
 
 
67 
Es como si todo esto le hiciera gracia. No puede hablar en serio ni un solo 
segundo. 
—No estoy bromeando. Ella está fuera de los límites. 
Junta sus largos dedos y se encoge de hombros. 
—¿Qué quieres que haga? Me siento increíblemente débil sin el placer sexual. 
Lo necesito para sobrevivir, y tú no me facilitas esa capacidad. 
No puede estar hablando en serio. 
—¿Esperas realmente que crea que vas a morir si no follas? Eso es más ridículo 
que el argumento de las bolas azules. 
—Es verdad. Ya te lo he dicho, no miento. 
Frotándome las sienes, le dejo en el salón. No puedo ocuparme de él en este 
momento. No me sigue a la ducha, pero por supuesto, cuando vuelvo a mi habitación 
está tumbado en la cama. 
—¿Qué dijo Leena sobre deshacerse del Ammalok Qew? 
En este punto, sé que me ha visto desnuda tanto si sabía que me estaba mirando 
como si no, así que dejo caer la toalla sin mirarle. 
—No ha surgido exactamente. —Odio la obvia sorna en mi voz. 
Saco un par de bragas y me las subo por las piernas antes de secarme el 
cabello. Cometiendo el error de encontrarme con su mirada en el espejo, veo su 
sonrisa estúpida. Realmente no tiene ni una gota de vergüenza. 
En el momento en que apago el secador de cabello, me dice: 
—Estabas celosa, y no puedes negarlo. —Se da un golpecito con la lengua 
extendida que no me había dado cuenta de que estaba partida. Como una serpiente—
. Lo saboreé. 
A veces dice algunas de las cosas más estúpidas. 
—Creo que estás confundiendo el hecho de que estoy enojada contigo por 
utilizar a mi amiga, con los celos. Ya se han aprovechado de ella lo suficiente en su 
vida. No voy a dejar que tú también lo hagas. 
Abre la boca para volver a cerrarla como si le hubieran robado la voz. Lástima 
que no sea así. Mi teléfono suena, notificándome la hora estimada en que llegará el 
Uber que pedí mientras me rizo el cabello lo suficiente para darle algo de volumen. 
No es hasta que me estoy aplicando el rímel cuando por fin habla. 
—Esa no era mi intención. Me estaba enfermando, y ella estaba dispuesta a 
darme su cuerpo. Hubiera preferido que fueras tú. 
Me doy la vuelta, apuntando con mi varita de rímel hacia él. 
—No hagas eso. Es una mierda compararnos. Las dos somos seres humanos, 
imbécil. Sé de primera mano cómo puedes excitar a la gente. 
Arquea una ceja, frunciendo los labios. 
 
 
68 
—¿Lo haces, ahora? 
—Cállate. No sé cómo lo vas a hacer, y no me importa, pero arregla esto. —
Acabando de maquillarme, añado—: Y más vale que tampoco la hagas sentir una 
mierda. 
Después de ponerme un vestido blanco de manga larga con arco iris en colores 
pastel, me subo la cremallera de las botas negras. 
—¿A dónde vamos? —pregunta, poniéndose delante de mí. 
Le pongo la mano en el pecho, el cual luce ridículamente bien con su nuevo 
jersey gris, para empujarlo hacia atrás. 
—No vamos a ir a ninguna parte. Voy a besar el culo de mi antiguo jefe y a 
intentar recuperar mi trabajo. 
Saca el labio inferior, girando la boca hacia abajo mientras se cruza de brazos. 
—¿Es eso normal? ¿Besar culos para conseguir trabajo? 
Nunca sé si se está haciendo el sabelotodo o va en serio. 
—Sí. —Deslizando mi brazo a través de la correa de mi bolso, advierto—: Será 
mejor que cuando vuelva a casa no encuentre más niños secuestrados. ¿Crees que 
podrás soportarlo? —Me guiña un ojo, y pongo los ojos en blanco, dejándolo en mi 
habitación. 
—Voy a salir —digo por el pasillo—. ¡Deséame suerte! 
La cabeza de Leena sale de su habitación. 
—¡Buena suerte, pastelito de fresa! Te quiero. 
Es bueno saber que volvemos a la normalidad. 
—También te quiero, zorra. 
Unos minutos después de salir, mi auto llega a la entrada de mi casa. Me deslizo 
en la parte trasera y me dejo caer en el asiento con un resoplido. Ahora que no me 
revuelco en la desesperación y duermo a todas horas, me doy cuenta de lo estúpido 
que fue dejar mi trabajo. Si me hubiera limitado a explicar mi situación, 
probablemente seguiría empleada. Ryan Innes, el propietario de la tienda y 
diseñador de muñecas, es un gran tipo. Si no me da otra oportunidad, será casi 
imposible encontrar otro trabajo que me guste y mucho menos uno que me pague lo 
que él pagaba. No tengo precisamente un currículum brillante. 
El letrero de madera de la tienda se balancea con el viento, con la inscripción 
"Sewn To Death"2 en el frente. Tomando un gran respiro mental, empujo la puerta para 
escuchar el familiar tintineo. El marido de Ryan, Chase, es el primero en verme. 
—¡Mishka! Todos hemos estado muy preocupados por ti. —Suelta el cartel que 
estaba manipulando en una mesa de exposición para darme un abrazo—. ¿Estás bien? 
 
2 Significa: Cosido hasta la muerte 
 
 
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Ahora me siento realmente como un idiota. Podría haber respondido al menos 
a una de sus llamadas o mensajes. 
—Ahora lo hago. ¿Está Ryan aquí? —Sacando su delantal adornado con el 
logotipo de la tienda, una vista de perfil de una calavera con un velo de encaje oscuro 
y una aguja de coser atravesada en la columna cervical me hace un gesto para que lo 
siga. Las paredes están cubiertas de imágenes góticas. Imágenes de esqueletos 
enmarcados, tanto humanos como de animales, se encuentran entre espejos negros y 
ornamentados, cuadros de cuervos y taxidermia de imitación. Unas brillantes 
lámparas de araña negras conducen al cuarto trasero donde se fabrican las muñecas. 
Ryan se sienta ante la máquina de coser, terminando el peluche de un híbrido entre 
un pulpo y un murciélago con ojos de botón de madera. 
—Hola cariño. Mira quién está aquí. 
La máquina se detiene, y Ryan se vuelve hacia mí, su cara se transforma de un 
ceño fruncido concentrado a una sonrisa completa. 
—¡Mishka! Me has tenido muy preocupada. 
Una risa nerviosa se escapa de mis labios cuando me abraza. 
—Lo sé. Lo siento mucho. ¿Podemos hablar? —Chase nos deja solos, cerrando 
la puerta tras de sí—. No fue justo por mi parte dejarlos tirados. Has sido un jefe 
increíble, y tenías todo el derecho a despedirme... 
—¿Qué ha pasado? No es normal que desaparezcas así. 
Caigo en el asiento junto a la puerta y dejo caer el bolso al suelo. 
—¿Recuerdas los escarpines de bebé que te pedí si podía hacer para una 
amiga? La "amiga" era yo. —Con los ojos muy abiertos, se le abre la boca—. Estaba 
embarazada. La noche que fui a decírselo a Harry, lo encontré en la cama con otra 
persona. Me fui tan enojada que no estaba prestando atención y tuve un accidente, lo 
que me hizo perder al bebé. No podía ni siquiera levantarme de la cama, y mucho 
menos ocuparme de nada más. 
La expresión de su cara me hace sentir peor por no haber contactado con él. 
—Jesús. ¿Por qué Leena no me llamó? 
—Probablemente no sintió que podía compartirlo. De todos modos, fue una 
horrible casualidad de las circunstancias. Si hay alguna forma de que consideres 
devolverme mi trabajo, te juro que no volveré a dejarte fuera de juego. 
Me aprieta el brazo. 
—Siempre tendrás un lugar aquí por el tiempo que quieras. —Recogiendo su 
silla, reanuda su trabajo—. Además, entrenar a un nuevo fabricante de muñecas es un 
dolor de cabeza. 
Mi pecho se abre, permitiendo que el oxígeno fluya libremente de nuevo. 
—Eres increíble, Ryan. Gracias. 
—¿Puedes venir mañana por la mañana? ¿A las diez? 
 
 
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No podría detener mi sonrisa aunque lo intentara. Levantándome, le aprieto el 
cuello en un abrazo. 
—Aquí estaré.71 
9 
Enfurecida 
Loch 
Aunque admito que involucrarme sexualmente con Leena no ha sido la mejor 
idea que he tenido nunca, la envidia que desprende Mishka y su obstinación en negar 
que le moleste me pone la polla dura. El número de veces que la palabra imbécil ha 
salido de sus pensamientos en los últimos minutos es divertido. 
Cuando sale de la casa, me planteo seguirla para ver cómo se besa el culo, 
pero cuando oigo a Leena moviéndose por el pasillo, pienso que me vendrá mejor si 
lo resuelvo con ella antes de que vuelva Mishka. 
Después de salir a la puerta principal, alzo la mano para llamar. Segundos 
después, Leena contesta, su expresión neutra se levanta al instante por la sorpresa. 
 —¡Loch! Hola, no sabía si te volvería a ver. Pasa. 
Me meto las manos en los bolsillos, intentando dejar claro que las cosas no van 
a ir por el mismo camino que la última vez. 
—Necesito hablar contigo. —Eso es todo lo que hace falta para que su sonrisa 
se desvanezca. Los humanos y sus emociones relacionadas con el sexo están 
resultando agotadores. ¿No follan nunca por follar?— Anoche, fui en contra de mi 
mejor juicio. Siendo tú tan cercana de Mishka, fue de mal gusto. 
Cruzando los brazos, me mira con los ojos entrecerrados. 
—¿Así que hay algo entre ustedes dos? 
Sé que no puedo decirle por qué estoy aquí, sin embargo, suelo intentar 
divulgar toda la verdad que puedo. 
—Quiero que haya. 
Aunque todavía hay una pizca de excitación saliendo de ella, me sirve sobre 
todo de decepción. 
—¿Puedes mirarme a los ojos y decirme que esto no tiene nada que ver con...? 
—¿Qué? ¿Tu polla? ¿Por qué iba a importar eso? 
La más mínima sonrisa hace su aparición, dándome la impresión de que va a 
hacer esto mucho más fácil para mí de lo que había esperado en un principio. 
—Así que, si no fuera por Mishka, entonces... 
—Entonces te estaría doblando sobre ese sofá ahora mismo. 
Encantadora. Se echa el cabello por encima del hombro mientras se ríe, oliendo 
a diversión. 
 
 
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—Bien, pues la cagaste de verdad. Lo sabes, ¿verdad? 
—¿Crees que puedes ayudarme con eso? 
Sacudiendo la cabeza, se apoya en la pared. 
—Mishka ha pasado por alguna mierda recientemente. Me gustas y todo, pero 
no tengo problema en patear tu trasero si vuelves a hacer algo así. 
Levanto las manos, fingiendo sumisión. 
—Como dije, aunque fue divertido, fue un lapsus de la razón. 
Acariciando las pequeñas tijeras que cuelgan de su oreja, resopla: 
—Ya que estamos siendo sinceros, te utilicé para olvidarme de otro tipo, así 
que supongo que estamos en paz. De todos modos, espero que seas bueno en la 
humillación, porque dudo que ella te deje libre de culpa tan rápidamente como yo. 
Por desgracia, creo que tiene razón. 
 
 
 
Me quedo escondido en la habitación de Mishka, inspeccionando su ropa 
interior. Tiene un par de casi todos los colores y formas. Algunos de ellos son sólo 
unos retazos de tela que no parecen muy funcionales. Prácticos o no, estaría dispuesto 
a apostar que verla en ellos me haría agua la boca. 
Cuando Leena por fin se va, salgo al salón principal, donde el felino se sienta 
en el sofá, siseando al verme. No hay nada entretenido que hacer aquí sin las chicas, 
y después de diez minutos, el tedio amenaza con convertirse en mi perdición. 
Debería ir a ver a Pigmy. 
Nuestro vínculo me lleva a una casa pequeña y desordenada, donde ella chilla 
de alegría cuando le bajo el bransg. Una mujer, que supongo que desempeña el papel 
de la figura materna, la mira con disgusto, lo que hace que mi ira aflore mucho más 
fácilmente de lo normal. ¿Cómo se atreve a mirar a Pigmy de esa manera? ¿No se 
supone que debe cuidarla? 
—¿Por qué estos niños de acogida son siempre tan jodidamente raros? —
murmura, presumiblemente para sí misma. Unos instantes después, sigo a la mujer 
hasta el lavabo, observando cómo se pone en los ojos gotas de líquido transparente 
de un frasquito. 
Vuelvo con Pigmy, pero la mujer no lo hace. Cuando oigo cerrarse una puerta 
en el pasillo, me inclino para alzar a la dulce niña, dejando que me tire del cabello y 
de los cuernos. 
—Siento que tengas que estar aquí —le digo. Por suerte, ella parece ajena a su 
situación, riéndose mientras subo y bajo mis alas. Colocándola en el suelo, me 
desplazo a diferentes lugares a su alrededor, haciendo expresiones faciales ridículas 
cada vez que me detengo para poder escuchar su alegre risa. Se arrastra por la 
 
 
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alfombra y se detiene para sentarse cuando llega a la esquina de la habitación. 
Arrodillado a su lado, veo cómo sus pequeños dedos alcanzan una pequeña caja 
negra con forma de triángulo. Tardo un segundo en darme cuenta de lo que dice 
porque las letras negras se confunden. 
VENENO 
No tocar 
—¡Pigmy, no! —La agarro de la mano, levantándola para llevarla lejos de la 
caja. Mis alas se agitan mientras miro hacia el pasillo. La mujer aún no ha regresado. 
¿Y si no hubiera estado aquí? Bajo a Pigmy a un pequeño corral —en el que debería 
haber estado desde el principio— antes de volver a la caja para llevármela y 
deshacerme de ella. 
Oigo que la mujer se aclara la garganta y, al entrar en el vestíbulo, percibo un 
olor extraño que sale de una de las puertas cerradas. Al entrar en el lavabo, vierto el 
contenido de la botellita que la mujer utilizó antes, sustituyendo la solución ocular por 
la acetona que hay junto a ella. 
Como la mujer elige usar sus ojos para mirar mal a Pigmy en lugar de usarlos 
para vigilarla, haré que no pueda usarlos en absoluto. 
Es hora de marcharme, así que cuando vuelvo junto a Pigmy en el corral, me 
inclino para besar su frente. 
—Adiós, Pigmy. Te veré más tarde. 
En cuanto me dirijo a la habitación de Mishka, tiro la caja de veneno a la 
papelera, esperando que el tirón de la distancia entre nosotros se agote y me alerte 
de su proximidad. Cuando ella abre su puerta, aterrizo en su entrada, donde casi se 
le cae la taza en la mano. 
—Bien, nueva regla. No más de esta mierda de aparecer de la nada. Puedes 
caminar como una persona normal. 
—Pero no soy una persona, y esto es normal para mí. No te pediría que dejaras 
de roncar mientras duermes. 
Su cara se tuerce, pasando por delante de mí para ir a las dependencias de la 
cocina. 
—No ronco. 
—Sí, lo haces. Suenas como un oso. ¿Es así como obtuviste tu nombre? 
—Qué eres... —Me lleva la mano a la cara—. En realidad, no me importa. Sólo 
dime que no hay niños al azar corriendo por aquí. 
Actúa como si lo hubiera hecho cientos de veces. Fue solo una niña. 
—No, pero hablé con Leena como me pediste. 
Sus llaves repiquetean al caer sobre el mostrador junto a la bolsa de tela que 
siempre lleva consigo. 
—¿Te odia tanto como yo ahora? 
 
 
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He probado el odio muchas veces, y lo que ella siente hacia mí ni siquiera se 
acerca. Pero no se lo diré. Su negación es algo linda cuando no es enloquecedora. 
—No. Ella dijo que también me usó, así que estamos a mano. 
—Todavía no sabe que eres un... —Me desprendo de mi priidzar por un 
segundo, su expresión de asombro me deleita como cada vez que me ve fuera de mi 
camuflaje humano. 
—Tu secreto sigue a salvo, sólo que no entiendo por qué necesitas que lo esté. 
¿No te ayudó a llamarme en primer lugar? 
—Sí, pero… —La sigo fuera de las dependencias de la cocina y hacia el 
vestíbulo—, aún me cuesta hacerme a la idea de tu existencia sin meterla a ella en la 
mezcla. Hablando de eso, realmente quiero estar sola esta noche. ¿Hay algún otro 
lugar al que puedas ir un rato? 
—Si me dejaras follarte, me iría para siempre. 
Ni un rastro de diversión cruza su rostro, pero no puede ocultar la subida 
momentánea de su pulso. 
—Tentador. Ahora vete, y quiero decir de verdad. Nada de mierda 
espeluznante e invisible al acecho. Ve a entretenerte. 
Sé con certeza que no quiere que haga lo que dice. 
—La última vez que hice eso, te enfureciste. 
—Fuera, Loch. 
 
 
 
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10 
Atrapada enel Tarro De Galletas 
Mishka 
La punta de su cuerno recorre mi pecho desnudo, que bulle de excitación, 
mientras besa el valle entre mis pechos. Arqueo la espalda, necesitando estar más cerca 
de él. Mi coño se aprieta simplemente por el calor que irradia su piel. Mis piernas se 
abren más, dejándole espacio suficiente para acurrucarse entre ellas. Se lleva un pezón 
entre los dientes, con los ojos blancos brillando. 
—¿Estás preparada? 
Asiento con seriedad, mi cuerpo está deseando ser llenado. 
—Te quiero dentro de mí, Loch. —Alinea su polla con mi entrada, la visión es tan 
excitante que grito de éxtasis antes de que su cuerpo esté completamente dentro del 
mío. Olas de calor recorren mi piel mientras me corro, y cada palpitación de mi coño 
me lleva al éxtasis. 
Con una sonrisa que me convierte el cuerpo en gelatina, se muerde el labio, pero 
cuando abre la boca, sale el ruido más chirriante. Bip. Bip. 
Bip. 
Bip. 
Bip. 
Mi mente se desliza hacia la conciencia y abro los ojos lo suficiente como para 
apagar la alarma. Todavía excitada por mi inoportuno sueño húmedo, me meto la 
mano entre las piernas para sentir la evidencia de un orgasmo muy real. Mi dedo frota 
mi clítoris, ya sensible, y mis caderas se mueven por la necesidad de liberar la tensión 
persistente. Canturreo en voz baja, odiándome por utilizar la cara de Loch como 
inspiración sexual. 
—¿Dormiste bien? 
Saco el brazo de debajo de las sábanas, con la cara ardiendo de humillación 
por haber sido sorprendida con la mano en el proverbial tarro de las galletas. 
—¿Qué carajo, Loch? ¡Te dije que quería estar sola! 
—Sabes que estaría más que encantado de hacerlo por ti. 
Quiero preguntarle si tuvo algo que ver con mi sueño, pero eso requeriría 
admitir que lo tuve en primer lugar. 
—Realmente necesitamos establecer algunas reglas básicas. 
 
 
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Está ahí de pie, en toda su gloria infernal, con las alas descarnadas contra el 
telón de fondo de mis paredes de color lavanda. Imagino que debe ser agotador 
mantener un disfraz humano. En el mismo momento en que me quito las mantas para 
salir de la cama, la puerta se abre de golpe. 
Las palabras de Leena se ven interrumpidas por un grito que hiela la sangre. 
Loch desaparece inmediatamente, lo que hace que sus ojos se abran de par en par, 
aterrorizados, mientras intenta retroceder. 
Me pongo en pie y atravieso la habitación para agarrar su mano. 
—Leena, cálmate. —Ella sigue dando vueltas, con la cabeza sacudiéndose de 
izquierda a derecha—. Ella ya te vio, idiota —digo con un chasquido en el espacio 
donde estaba parado hace un segundo. 
Cuando vuelve a ser visible, sigue en su forma de demonio. Leena apunta con 
su dedo en su dirección. 
—¡¿Qué coño?! ¡¿Qué coño es eso?! 
—¿No te acuerdas de mí, preciosa? —Presiona su lengua contra el interior de 
su mejilla en un gesto obsceno antes de mostrarle una sonrisa. 
Los ojos marrones oscuros sobresalen de su cabeza, que mueve de un lado a 
otro entre nosotros. Me preocupa un poco que vaya a desmayarse por el shock. Me 
permite llevar su mano al pecho mientras su respiración se ralentiza lo suficiente 
como para no hiperventilar. 
—Bien, necesito que me escuches. —Incluso mientras asiente, su mirada sigue 
girando hacia Loch. Yo también inhalo profundamente, sin saber cómo expresar esto 
con palabras—. Así que... ¿conoces el hechizo que sacaste de ese libro? —Sus labios 
se separan, y se congela, pareciendo catatónica—. Funcionó mejor de lo que 
esperaba. —Una risa nerviosa se me escapa de la boca porque puedo escuchar lo 
absurdo que suena esto. 
Retira la mano, cerrándola en un puño. 
—¿Estás diciendo que lo convocamos? 
Loch chasquea los dedos. 
—¡Mira eso! Eres mucho más rápida en el sorteo que Mishka. 
Lo fulmino con la mirada. Me gustaría que cerrara su estúpida boca por un 
maldito segundo. Ella cruza lentamente la habitación, rodeándolo. 
—¿Esto es por la superluna? —Sus dedos se acercan vacilantes a las plumas de 
sus alas, pero los retira sin tocarlas. 
—Tu luna sigue siendo parte de tu reino. No tiene nada que ver con Drilpa 
Nalvage. 
Me devuelve la mirada. 
—¿Qué es dreel paw Nollvaj? 
 
 
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Me encojo de hombros porque no tengo ni idea de lo que quiere decir con la 
mitad de las cosas que dice. 
—El más allá. Una tierra fuera de ésta. Un reino de inmortales. 
Cuando sus ojos se fijan en sus cuernos, su rostro se suaviza hasta adoptar una 
expresión de asombro. Por alguna razón inexplicable, me gustaría que se pusiera 
su... como sea que llame a la cosa que lo hace humano. El hecho de que ella lo vea así 
me parece íntimo y me hace sentir incómoda. 
—Wow —por fin respira—. Esto es increíble. 
Me cruzo de brazos. 
—Si por increíble quieres decir increíblemente inconveniente, entonces sí, lo 
es. 
La sonrisa de Loch muestra sus colmillos. 
—Vamos, Tin nanba. Estoy creciendo en ti, y lo sabes. 
—No, no lo haces y deja de llamarme así. —Me está matando no saber lo que 
significa. 
—¿Hablas latín? —pregunta Leena. 
—Estoy bastante seguro de que eso no es latín. 
Vuelve a girar sobre mí, la realización cambia su temperamento. 
—Me mentiste, contándome una historia de mierda sobre el encuentro con él 
en el parque. Sabía que era una mierda. ¿Ahora nos ocultamos cosas? 
La forma en que me mira me destroza el corazón. 
—Leena, no es un tipo al azar que conocí. Es un demonio de verdad, que está 
aquí para hacer de mi vida un infierno hasta... —Me corto porque todo esto es 
monumentalmente ridículo. 
—¿Hasta qué? —Su voz suena enfadada, pero sus ojos están tristes. Aunque, 
por supuesto, no era mi intención, la herí. 
—Hasta que me deje separar el mar rosa —dice Loch por detrás de mí. 
Le frunzo el ceño. No tiene ningún decoro. 
—Eres repugnante. 
Ella levanta las manos para detenernos. 
—Espera... ¿está diciendo que tienen que follar? 
—¡Fue tu estúpido hechizo el que convocó a un demonio de la lujuria! 
La cabeza de ella vuelve a girar en su dirección. 
—¿Eres un íncubo? —Lleva los brazos extendidos con una sutil inclinación de 
cabeza, y yo me burlo. Incubastardo más bien. 
Se queda en silencio durante tanto tiempo que resulta casi incómodo. 
Finalmente, dice, 
 
 
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—¡Santa mierda! Le di una mamada a un demonio. 
Levanta un dedo. 
 
 
 
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—Mierda impía sería mucho más preciso. 
Realmente odio que me recuerden que se tocaron de esa manera. 
—Cállate, Loch. 
 
Leena llama a su trabajo porque dice que será imposible tratar con clientes 
imbéciles después de descubrir que los demonios son reales. Yo, sin embargo, tengo 
que ir porque es mi primer día de vuelta desde que me volvieron a contratar. 
Me inquieta mucho más de lo que debería, saber que Loch y Leena están juntos 
en casa a solas. De verdad, no creo que Leena vuelva a liarse con él, y como no está 
cerca para escabullirse en mis pensamientos, puedo admitir que tiene un lado un 
poco carismático de forma molesta. Eso, cuando no estoy soñando despierta con 
estrangularlo. 
Apenas entro en Sewn To Death me aborda Beckany, la única mujer que trabaja 
aquí. 
—¡Mishka! Te extrañé. ¡Estoy tan contenta de que hayas vuelto! 
A veces es un poco exagerada, pero tiene un buen corazón. Sonriendo ante su 
entusiasmo, me dirijo al taller para guardar mi bolsa. 
—También te extrañé, Becks. —Sus regordetas mejillas siempre están en el 
lado rosa, probablemente porque nunca la he visto de un humor menos que estelar. 
Beckany está programada para trabajar en el piso con Ryan mientras yo tengo 
la paz y la tranquilidad del taller, llenando pedidos personalizados. Chase ya ha 
hecho los patrones, así que puedo ponerme a coser. Los días de taller son mis 
favoritos. No tengo que lidiar con el dolor de cabeza que puede ser el público en 
general, y el sonido de la máquina de coser me hace sentir relajada. 
El primer pedido es de una jirafa bicéfala "muerta" de color morado y azul. 
Empiezo con el morado, enhebrando la bobinaantes de pisar el pedal para llenarla. 
Tras preparar el canillero y meterlo en el compartimento, termino de enhebrar la 
máquina y la aguja. 
Había olvidado lo bien que esto evita que mi mente se convierta en un caos, y 
me pregunto si, de haber vuelto antes al trabajo, estaría en esta situación con Loch. 
Aunque puede volverme completamente loca, sería una mentira decir que no me 
alegro, al menos en parte, de que esté aquí. Conocer la existencia de un ser así es 
algo que la mayoría de la gente nunca llegará a experimentar. Tal vez estoy siendo 
demasiado dura con él. No puede evitar ser lo que es y que su especie tenga mala 
reputación. Y como le encanta recordarme, técnicamente, yo lo llamé. Accidente o 
no. 
Para cuando tengo las dos cabezas, las piernas y el cuerpo principal cosidos y 
parcialmente rellenos, la mitad de mi turno ya ha terminado. No es hasta que Beckany 
vuelve de su descanso que miro el reloj. 
Bebe su bebida energética, riéndose. 
 
 
80 
—Creo que tenemos un fantasma. 
Normalmente, no me pensaría dos veces su comentario, preguntándole por 
qué para ser educada. Sin embargo, hoy no puedo evitar que mis pensamientos se 
dirijan a Loch. 
—¿Qué? ¿Por qué dices eso? 
Parece sorprendida por mi dura reacción y hace un gesto hacia el escaparate. 
—Sólo estaba bromeando. Un montón de osos de peluche con cuernos se 
cayeron al suelo de la nada hace un rato. 
—Oh. —Intento una risa despreocupada, pero me sale un poco más maniática 
de lo que pretendía—. Es una locura. 
—¿Quieres algo de los camiones de comida? Voy a buscar algo. 
Sacudo la cabeza, forzando una sonrisa. 
—Estoy bien, gracias. 
En cuanto sale del taller, le susurro con todo el volumen que me parece. 
—¿Loch? ¿Estás aquí? 
La pregunta apenas sale de mis labios cuando aparece con los brazos cruzados 
junto a la sala de suministros. Hace un gesto hacia las puertas que conducen a la planta 
de ventas. 
—¿El culo que tuviste que besar es del hombre que está detrás del mostrador? 
Es bonito. Yo también lo besaría. 
—Estoy segura de que lo harías. ¿Qué estás haciendo aquí? 
Arrastra la cara, oliendo el rollo de fieltro verde. 
—Quería ver qué haces para trabajar. Además, cuando termines, puedo 
llevarte a casa para que no tengas que pedir un aventón. 
—Sabes, puede que quieras considerar la posibilidad de conseguir un hobby. 
—Tengo uno. —Me hace un guiño y sonríe, señal reveladora de que está a 
punto de decir algo inapropiado—. Intentar entrar en ese coño tuyo. 
Ahí está. 
 
 
 
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11 
Bragas de Color Rosa Empolvado 
Loch 
Su lengua rosa sale de entre sus labios mientras trabaja, haciéndome imaginar 
todas las cosas que sería capaz de hacer con ella. Su compañera de trabajo casi entra 
y me atrapa, así que he mantenido mi bransg, ocultándome de los ojos de ambas. 
Me disgusta que actúe de forma diferente con esta gente, una versión aguada 
de la chica con la que he pasado los últimos días. Me considero afortunado de que me 
guste su compañía, si no todo esto sería mucho más incómodo de lo que ya es. 
Fue una tontería por mi parte interrumpirla esta mañana. Seguramente habría 
sido magnífico ver cómo se corría. Sobre todo después de la noche anterior. Mientras 
dormía, entre sus labios se deslizaban eróticos gemidos, y en esos momentos, deseé 
más que nada tener la capacidad de viajar a través de los sueños humanos como mi 
tío Leviatán y sus descendientes. Acabé cediendo, enviando vibraciones estimulantes 
a sus lugares más sensibles, regalándole orgasmos mientras dormía. 
Me coloco detrás de ella y miro su cuello desnudo. Su cabello rubio cae hacia 
adelante alrededor de su cara mientras se agacha sobre su mesa de trabajo. Sin 
tocarla, dejo que mis labios se posen sobre el lugar donde el hueso superior de su 
columna vertebral levanta su pálida piel. De repente, siento un deseo irrefrenable de 
besarla allí. 
Está cerca. Se queda quieta, dejando caer el extraño juguete con el que ha 
estado jugueteando todo el día. Acercándome el par de centímetros que nos separan, 
aprieto suavemente mis labios contra su cuello. Se forman pequeños bultos en su 
carne y su respiración se vuelve agitada, pero no habla. Tal vez me permite esto 
simplemente porque no puede verme. Sea cual sea el motivo, deslizo la mano 
alrededor de su cuello, agarrándola por debajo de la mandíbula mientras muevo la 
boca hacia el lugar donde su pulso late erráticamente. Su cabello me hace cosquillas 
en la nariz y huele a su jabón de fresa. 
Me preocupa que si hago un movimiento demasiado brusco, me exija que me 
detenga, así que tengo cuidado de apenas rozarla cuando le paso el pulgar por el 
labio inferior. Joder, ¿cómo es posible que esto me excite tanto? Con la otra mano, 
tiro muy despacio de su manga hacia abajo, pasando mi boca por su hombro. 
—Loch —el susurro de mi nombre es tan silencioso, que si no estuviera tan 
cerca de ella, no lo habría oído. 
Me aseguro de que mi bransg se extienda hasta sus orejas para que no pueda 
oírme hablar. No quiero que me aleje. 
 
 
82 
—Es posible que seas el ser más impresionante que he visto nunca. —
Recorriendo mis dedos por su cuello hasta llegar a su pecho, froto suavemente mi 
pulgar sobre su pezón duro como piedra—. Tu carácter de zorra me pone la polla 
dura. —El ruidito más silencioso se escapa de sus labios mientras deslizo la mano por 
los botones de araña de su camisa hasta llegar a la cintura de sus vaqueros—. ¿Y sabes 
qué más? Mi deseo de follar contigo se ha extendido más allá de las simples ganas de 
ir a casa. 
Justo cuando estoy a punto de agarrar el espacio entre sus piernas, la puerta de 
al lado se abre, revelando a su jefe con el culo sexy. Ella salta debajo de mí antes de 
tantear el juguete deformado. 
—Hola, Mishka. ¿Cómo va todo? 
—Uh, um... —Su voz sale áspera, así que se aclara la garganta—. Está a punto 
de quedar listo. El pelele ha tardado más de lo que pensaba por los agujeros del 
doble cuello. Cuando termine los últimos detalles, estará listo para ser enviado. 
Mira su reloj. 
—De todos modos, es demasiado tarde para enviar hoy. ¿Por qué no terminas 
mañana por la mañana? 
—Seguro. Gracias de nuevo, Ryan. Por todo. 
Dándole un respiro, sale por la puerta. Un largo suspiro sale de su boca 
mientras lleva su proyecto a una caja de cartón. Sin decir una palabra, recoge su bolsa 
y sale de la tienda. 
La sigo fuera, esperando que se detenga para que pueda llevarla a casa, pero 
no muestra ningún signo de desaceleración. 
Después de shigmir detrás del edificio más cercano y bajar mi bransg, adorno 
mi priidzar para alcanzarla. 
—Mishka. —Me pongo delante de ella, cortándole el paso—. ¿Adónde vas? 
No me mira a los ojos. 
—Sólo estoy liberando algo de... estrés. 
El olor de su excitación llena mis sentidos, el delicado sabor en mi lengua. 
Todavía cree que puede ocultarme sus verdaderas emociones, lo cual es bastante 
encantador. Metiéndome las manos en los bolsillos, bajo mi cara hacia la suya, 
nuestros labios están a centímetros de tocarse. 
—Has disfrutado tanto como yo. 
—No tengo ni idea de lo que estás hablando. —Ni siquiera se esfuerza por sonar 
convincente mientras frunce las cejas, con los labios en un adorable mohín. 
—¿Así que si deslizara mi mano en esas bragas rosa empolvado, no te 
encontraría mojada? 
Aunque finge ofenderse con una burla, no hay sinceridad en ella. 
 
 
83 
 —Vamos. —Su hombro choca contra el mío cuando se da la vuelta para 
caminar hacia el mismo edificio tras el que estaba yo hace unos momentos. 
Todavía rechazando el contacto visual, me rodea con los brazos por la cintura, 
y yo llevo mis manos a su culo, apretando sus rollizas mejillas. 
Esta vez no la cubro con mis alas, lo que puede minimizar la desorientación, así 
que una vez que aterrizamos en su salón, se toma un segundo para orientarse. Se aleja 
de mí, pero no me regaña por haberle agarrado el trasero. 
Apartándose de mí, llama a sucompañera de casa. 
—Estoy en casa, ¿estás aquí? 
Antes, mientras estábamos solos, Leena me hizo tantas malditas preguntas que 
fue agotador. Como mínimo, prometió hacer todo lo posible para destruir el Ammalok 
Qew. Sin embargo, su intento de prenderle fuego fue tan inútil como el mío. Las 
páginas tampoco se rompían. Debe tener un punto débil, sólo tengo que encontrarlo. 
El sonido de una puerta golpeando la pared del pasillo señala su presencia 
antes de que Leena entre chillando en el salón. 
—¡Oh, Dios mío! ¡este es el mejor día de todos! Primero descubro que las 
criaturas mágicas son reales, y ahora esto. Mira... 
Sostiene su aparato de comunicación telefónica frente a la cara de Mishka, y yo 
leo lo que supuestamente es tan monumental por encima de su hombro. 
 
Tim: Hola 
Tim: Sé que no te respondí después de la otra noche. Necesitaba procesar, 
y he tenido mucho que hacer. Lo siento. 
Tim: ¿Quieres pasar el rato conmigo alguna vez? 
 
Mishka jadea y su rostro se ilumina con una sonrisa. 
—¿Ves? Sólo había que darle un poco de tiempo. 
—No he contestado todavía. Hacerlo sufrir un poco, ¿sabes? —Leena rebota de 
un pie a otro—. Tengo que ir de compras. También compraré una mesa de centro 
nueva mientras salgo. —Girando sobre sus talones, atraviesa las cortinas de cuentas 
para volver al vestíbulo. 
—¿Vamos de compras? —pregunto a Mishka, que ensancha sus ojos avellana 
con un violento movimiento de cabeza. 
—Oh, demonios, no. Esa chica tarda horas en elegir cualquier cosa. 
Especialmente cuando está tan nerviosa. Aprendí hace años a no ir nunca de compras 
con Leena Harris. 
Lo único que escuché de esa frase es que Mishka y yo vamos a estar solos 
durante horas. Tengo que creer que acabará cediendo a lo que me huelo que quiere. 
 
 
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Siguiéndola a los cuartos de la cocina, miro fijamente su culo en esos ajustados 
vaqueros, haciendo que mi polla palpite. El dolor ha tardado mucho más tiempo en 
aparecer que la última vez, pero ahora el dolor empieza a subir rápidamente 
alrededor de mis alas y cuernos, recordándome que ya han pasado dos días desde 
mi última liberación. 
Esta mujer me va a matar. 
No viviría durante milenios si alguien en casa se enterara de que me reduje a 
la desnutrición, todo porque no pude convencer a un mísero humano de que se 
acostara conmigo. 
Conmigo. 
El maldito hijo de Lilith y Asmodeus. Es absurdo en el mejor de los casos e 
ignominioso en el peor. 
 
 
 
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12 
Deidades Disfuncionales 
Mishka 
Gimoteo ante la nevera vacía. Tenemos que ir a hacer la compra. Hay algunos 
huevos y carne para sándwiches, pero nada que parezca apetecible. Leena asoma la 
cabeza en la cocina saludando. 
—Me voy. Nos vemos. —Sus llaves tintinean antes de volver a añadir—. Si vas 
a dejar que lo meta, por favor, hazlo en tu habitación. No quiero entrar y encontrarme 
con eso. 
Me doy la vuelta para mirarla. 
—Adiós, Leena. 
Su risa se oye a medio camino de la puerta principal, y la maldigo en voz baja. 
Mirando a Loch, le pregunto: 
—¿Qué quieres cenar? 
Se cruza de brazos con una sonrisa enloquecida mientras se apoya en la mesa 
de la cocina. 
—¿Está tu coño fuera del menú? 
Es un cerdo, así que es una completa imbecilidad que su comentario me haga 
intentar reprimir la sacudida entre mis piernas. Le doy mi expresión más convincente 
de disgusto y saco el teléfono del bolso. 
—Voy a por una pizza. 
Loch se levanta de la mesa y sale de la cocina con esa estúpida sonrisa. Lucho 
contra las ganas de lanzarle una pulla mientras introduzco mi pedido en la aplicación. 
Después de lo que pasó hoy en el trabajo, tengo dudas de estar a solas con él. 
No sé por qué dejé que continuara, aparte de que simplemente no quería que parara. 
Era enormemente extraño que me tocara alguien a quien no podía ver, y estoy segura 
de que por eso era más fácil seguir con ello. 
Es ridículo que me esconda de él en mi propia cocina. Dando más vueltas de 
las que puedo justificar, cojo una botella de Moscato y dos copas para reunirme con 
él en el salón. Me tumbo en el sofá a su lado y me doy cuenta de que tiene la cabeza 
entre las manos. 
Antes de que pueda contenerme, le toco el brazo. 
—Oye, ¿estás bien? 
 
 
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Se estremece ante el contacto, mirando fijamente mi mano y luego a mí, 
haciéndola retroceder. Como no puedo leer las intenciones o lo que sea que 
supuestamente pueda hacer, no puedo averiguar qué parece estar mal. 
Sus ojos permanecen fijos en los míos durante un tiempo incómodo hasta que 
lleno mi vaso hasta el borde y bebo un enorme trago. Acerco la botella a él sin mirarle 
a la cara. 
Podría llorar de alivio cuando mi teléfono suena con una distracción. Hasta que 
veo de quién se trata. Dejo el teléfono sobre la mesa y refunfuño en voz baja. 
—Hoy no, nunca, Janet. 
Se inclina hacia atrás, ladeando la cabeza en forma de pregunta. 
—¿Quién es Janet? 
—La madre de un imbécil. 
Si su ceja levantada es un indicio, quiere saber más. Pero en lugar de eso, 
cambia la conversación en una dirección sorprendentemente normal. 
—¿Cómo es tu madre? 
Su pregunta parece genuina, sin ninguna insinuación o motivo alternativo más 
allá del interés. 
—No tengo ni idea. Al parecer, una señora me encontró dentro de una cuna 
expuesta en alguna boutique de lujo cuando era un bebé. Toda mi adolescencia la 
pasé en el sistema, que es donde conocí a Leena. Ella es mi única familia ahora. 
—¿Qué es "el sistema"? 
A veces, incluso cuando parece ordinario como ahora, parece realmente de la 
entidad antigua que tiene. Otras veces, parece casi... ¿inocente? Esa no puede ser la 
palabra correcta. 
—Es donde van los niños de los que nadie quiere ocuparse. 
Se chupa los dientes mientras sacude la cabeza. 
—Los mortales abandonan a sus crías con bastante facilidad, ¿no es así? —No 
puedo confirmar ni negar esa afirmación, así que me encojo de hombros—. ¿Y Leena? 
¿Por qué estaba allí? 
Incluso ahora, pensar en lo que le hicieron pasar sus padres tiene la capacidad 
de hacer que me pique la piel. Al menos mis padres tuvieron la decencia de no 
causarme daños psicológicos antes de tirarme a la basura. Loch se lame los labios, y 
yo me remuevo en mi asiento, tratando de no pensar en la realidad de que puede, al 
menos parcialmente, hurgar en mi cerebro. 
—Porque nació de unos pedazos de mierda que la echaron cuando apenas era 
una adolescente. 
Se inclina hacia delante con los codos apoyados en las rodillas, apoyando la 
barbilla en las manos cruzadas. 
—¿Por qué? 
 
 
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La retahíla de preguntas que salen de su boca lo hace parecer algo normal. 
Subo las piernas al sofá y bebo un trago de vino. 
—Porque es trans. 
Frunce la nariz en señal de incomprensión. 
—¿Qué es tranzz? 
La Z dura me hace reír. Incluso yo puedo admitir que es algo lindo. 
—Se le asignó sexo masculino al nacer. 
Él mueve la cabeza hacia atrás como si no tuviera idea de lo que estoy 
hablando. 
—No. No lo era. Su alma es femenina. Puedo sentirlo. —No puedo evitar que 
una amplia sonrisa curve mis labios, sabiendo cómo haría sentir eso a Leena—. A 
veces, a las almas les ponen trajes de piel que no coinciden. 
De repente, me doy cuenta de que probablemente pueda responder a muchas 
de las preguntas que la humanidad se ha hecho desde el principio de los tiempos. 
—¿Cómo lo sabes? 
—Las almas humanas son esencia pura y bruta. No tiene nada que ver con la 
genética de su cuerpo físico. Eso es simplemente una carcasa. Algunas almas son lo 
que tú consideras masculino o femenino. Algunas no son ninguna de las dos cosas, 
otras son ambas. 
Ojalá Leena estuviera aquí para escuchar esto. 
—¿Qué hay de ti? ¿Los demonios, quiero decir? 
—Los seres divinos no tienen alma. Nuestra apariencia es una manifestación 
directa de la energía de nuestra esencia. —Se levanta la manga, dejando que sus 
tatuajes se fundan con los remolinos y líneas brillantes que cubren su cuerpo—. De 
eso estánhechas las marcas saziamiin. 
Con mucha suavidad, toco sobre los puntos que parecen oro líquido fluyendo. 
Se mueven, haciendo cosquillas en las yemas de mis dedos. 
—Vaya. 
—Me gusta más tu cara cuando lleva esa sonrisa. 
Me encuentro con sus ojos, sorprendida al ver que parecen dolidos. ¿Por qué 
tengo tantas ganas de besarlo para que desaparezca? Es una locura. 
Rompiendo el contacto visual, tomo un trago de vino y cambio de tema. 
—¿Qué hay de tu familia? 
Enlazando los dedos detrás de la cabeza, se relaja contra el sofá. 
—Eso son miles de millones de años de disfuncionalidad. —Sus ojos miran 
hacia arriba como si pudiera ver más allá del techo—. Hace muchos, muchos, muchos 
años, el tío Lucifer se enfadó con mi abuelo. Siempre había sido el favorito... —¿Su tío 
es Lucifer? ¿Como el diablo? Volviendo su mirada hacia la mía, añade—. Hasta que 
 
 
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llegaron las bolsas de carne. Como se supone, Lucifer sintió que crearlos era cruel. 
Darles la existencia sin saber qué será de sus almas era prepararlos para el fracaso. 
Se enfrentó al Abuelo, que descartó la idea diciendo simplemente que los que fueran 
dignos estarían destinados a estar a su lado. 
Levanto una mano para detenerlo. 
—¿Ya sabe quién va a ir al cielo y quién al infierno? —No da ninguna respuesta 
verbal, pero su expresión de desprecio es respuesta suficiente—. ¿Por qué dices 
"supuestamente"? 
Bajando la voz como si nos estuvieran escuchando, se inclina hacia mí. 
—Si conocieras a mi tío, sabrías que rara vez piensa en nadie más que en sí 
mismo. La idea de que puedas importarle una mierda es, en el mejor de los casos, 
inverosímil. 
—Suena encantador. 
—Oh, lo es. —Aunque estaba siendo sarcástica, no lo menciono para que siga 
hablando. Admito que me tiene cautivada—. Es mucho más probable que se sintiera 
amenazado por tu raza que preocupado por ella, y en ese momento, sólo había dos 
de ustedes en toda la existencia. Mi abuelo dio más libertades y, en definitiva, más 
compasión a los mortales que a los celestiales, sus propios hijos. Independientemente 
de cómo fue, entiendo de dónde venía el tío Lucifer. Él involucró a mi padre junto con 
cinco de mis tíos. Juntos, reclutaron a ochocientos doce ángeles de menor rango para 
iniciar una guerra seráfica. —Levanta las manos, insinuando que ese es el final de la 
historia—. Madriiax nunca volvería a ser la misma. 
—¿Madriiax? 
Se frota la cabeza en el lugar exacto donde crecen sus cuernos. 
—La Ciudad de Plata. Lo que ustedes llaman Cielo o Paraíso. Los humanos 
tienen muchos nombres para ello. 
Puede que no sea religiosa, pero incluso yo he oído las historias. Mi voz apenas 
supera un susurro cuando pregunto: 
—¿Son los ángeles que cayeron? ¿Del cielo? 
Sus ojos guardan la picardía siempre presente que los hace brillar. 
—No se han caído. —Me hace esa maldita sonrisa que me aterra y que, si soy 
sincera conmigo misma, me excita cada vez—. Saltaron. —Me doy cuenta de que 
tengo la boca abierta. Esto es tan surrealista—. En fin, inevitablemente perdieron la 
guerra y huyeron, encontrando la enigmática tierra de las sombras de Madriiax: 
Maelprog. Lo que ustedes llaman el infierno. Se convirtió en un hogar propio para 
hacer lo que quisieran sin su autoritario padre. 
Los escalofríos se deslizan por mi columna vertebral al escuchar esto. 
—¿Por qué sólo hablas así a veces? Ya sabes, en tu extraño idioma. 
—Aparentemente, algunos enochianos no se traducen en el mundo mortal. 
Normalmente, cuando hablo, lo hago en el idioma que habla la persona que me 
 
 
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escucha, pero con ciertos términos y temas, no se traduce automáticamente. Lugares 
divinos, seres, antipredicaciones... Nunca he tenido ese problema en casa. 
El sonido estridente del timbre me sobresalta tanto que casi derramo el vino. 
Sin aliento, me acomodo el cabello detrás de la oreja para abrir la puerta. 
—La pizza está aquí. 
Sin volver a mirar a Loch, pago al repartidor, llevando las cajas de pizza a la 
cocina y echando unas cuantas porciones en un par de platos. Antes de volver a salir 
y escuchar más información por la que algunos probablemente matarían, saco otra 
botella de vino porque la voy a necesitar. 
Entregándole su plato, me siento a dar un gran bocado. 
—Así que tu padre y tus tíos son ahora... 
—Los reyes de Maelprog. 
Intento redactar mi siguiente pregunta con cuidado porque, por una vez, no 
quiero insultarle. 
—¿Ya era el Mail—progg un lugar oscuro, o en eso se convirtió? —Lo que 
realmente quiero saber es si el lugar convirtió a sus tíos en malvados o viceversa. 
—Siempre ha sido lo opuesto a Madriiax y lo más alejado de mi abuelo, así que 
estar allí los despojó de su santidad, dejándolos sólo con sus respectivas... —hace una 
pausa, buscando sus siguientes palabras—, rarezas. Así nacieron tus siete pecados 
capitales. 
—Espera, ¿quién es tu padre? 
—Asmodeus. 
Aunque el nombre me resulta familiar, eso es todo lo que sé. 
—¿Y su pecado es? 
—Lujuria. Obviamente. —Me hace un guiño que hace casi imposible no sonreír. 
Lo admito, debería haberlo sabido. 
—¿Cómo encaja tu madre en todo esto? ¿También es un ángel? 
Se ríe de una manera que ilumina ligeramente esos ojos oscuros suyos. 
—No. En absoluto. Fue la primera mujer de la humanidad. 
¿No es mierda? 
—¿Tu madre es Eva? 
Su cara cae, los ojos se abren de par en par cuando dice. 
—Ella te destriparía y se daría un festín con tus intestinos si te oyera decir eso. 
Mi madre es Lilith. 
Aunque Leena la ha mencionado en más de una ocasión, estoy bastante segura 
de que no está en la Biblia. Definitivamente no es la historia que he escuchado. 
—¿Pero no fue Eva con la manzana y Lucifer? 
 
 
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Sacude la cabeza. 
—Es increíble lo mal que lo entienden los mortales. Primero, Eva y toda esa 
situación vino mucho después. Segundo, no era mi tío Lucifer, era mi tío Satanás. Los 
humanos los confunden todo el tiempo por alguna razón. Tercero, la fruta prohibida 
no era una manzana. Era acostarse con alguien más que con el otro, o en este caso, 
con mi tío. 
Esto es tan enredado que roza lo cómico. 
—Espera, ¿entonces Eva se acostó con Satanás? ¿Pensé que Adán también 
probó la "fruta"? 
Asiente con la cabeza como si debiera ser obvio. 
—Lo hizo. 
—Eso es divertidísimo. Ya sabes, por todo el asunto de “Es Adán y Eva, no Adán 
y Esteban”. 
Frunciendo el ceño, me pregunta: 
—¿No me sigues? No había ningún Esteban. Sólo Satanás. 
Resoplo, dando un mordisco a la pizza y volviendo a su historia. 
—No importa. Entonces, ¿cómo acabó tu madre con tu padre? 
Sus cejas se relajan y toma un trago de su vino, 
—Ella fue creada para Adán, no al revés. Personalmente creo que mi tío Lucifer 
se encaprichó de ella desde el primer momento en que la vio. Adán le exigió que se 
acostara con él, a lo que ella se negó, escondiéndose en el jardín. Mi abuelo envió un 
murifri, obligándola a regresar. Cuando Adán la tuvo de nuevo en su poder, la violó, 
de forma bastante brutal, y el tío Lucifer intervino para salvarla, robándola del Edén. 
A partir de ahí, el abuelo la maldijo con cuernos, colmillos y lengua de serpiente para 
hacerla fea. Fue desterrada, destinada a pasar el resto de sus días sola en el exilio. 
Sólo que no lo estaba. El tío Lucifer la visitaba a menudo, encontrándola aún más 
deseable con la prueba física de su rebelión. Después de que ella muriera, él 
planeaba tomarla como su novia. Excepto que mi madre no es así. Ella nunca 
pertenecerá a ningún hombre, divino o no. —Habla de ella con tanto amor. Hace que 
sea fácil olvidar por qué me esforcé tanto en despreciarlo—. Me dijo que desde que 
entró en Maelprog, deseó a mi padre como él a ella. Por supuesto, Lucifer se volvió 
violento al enterarse de que follaban. 
Todavía estoy confundida. 
—¿Cómo funciona eso? ¿No somos pequeñas bolas flotantes de nuestra 
"esencia" cuando morimos? 
Inclina la cabeza hacia delante y hacia atrás, como si aprobarala pregunta, lo 
que me produce un ramalazo de orgullo. 
—Sus cuerpos físicos se disuelven en la Tierra, sí, pero sus almas son 
poderosas. Podría decirse que son la energía más poderosa, aparte de mi abuelo. 
Una vez fuera de este reino, manifiestan otro exterior. Uno incapaz de envejecer o 
 
 
91 
marchitarse, reflejando cómo el alma se ve a sí misma. —Debo parecer aún perdida 
porque continúa su explicación—. Por ejemplo, en casa, si te cortara la cabeza, 
simplemente se reemplazaría. Seguirías sintiendo el dolor, es más, sería más 
agonizante que cualquier cosa que tu cuerpo terrenal fuera capaz de sentir. De ahí 
que sea una tortura interminable para los condenados. 
—Bueno, eso suena aterrador. 
—Se supone que sí. Esa fue la manera que tuvo el abuelo de pegarle a mis tíos. 
Dejarlos a cargo de atormentar a los productos más viles de la humanidad por toda la 
eternidad. —Me sonríe—. Lo cual es irónico, porque es jodidamente divertido. 
Para los que hacen la tortura, tal vez. Al ver su pizza, me doy cuenta de que no 
ha probado ni un solo bocado. Sobre todo, no ha hecho más que picar el pepperoni, 
lo que me hace preguntarme si la comida es necesaria para él. 
—¿Acaso necesitas comer? 
Arroja su plato de papel sobre la mesa de café quemada con una mueca. 
—Algo así, solo que no como tú supones. 
Espero que se explaye, pero no lo hace. 
—¿Y qué significa eso? 
—Lo que consumo y de dónde viene mi nutrición son dos cosas diferentes. 
Mientras que puedo degustar el sabor a menta del placer que estás obteniendo de 
esa peet—za, mi nutrición proviene de la culminación. 
Mi comida baja por el conducto equivocado, haciéndome toser. 
—¿Dices que puedes comer emociones? 
Sonríe y veo cómo se pasa la lengua por el labio inferior. 
—Ves, no eres tan tonta después de todo. 
Aunque se me cae la mandíbula ante su insulto, me encuentro riendo. Una 
sensación de calor se apodera de mi estómago cuando le empujo juguetonamente el 
brazo. 
—Eres un idiota. 
Retirando mi mano más lentamente de lo necesario, observo cómo sus ojos 
recorren mi cuerpo. Sé que está reprimiendo una respuesta pervertida. Una parte de 
mí desea que no lo haga. Empiezo a agradecer sus bromas abiertamente sexuales. 
 
 
 
92 
13 
Hipnotizado Por Una Mortal 
Loch 
No sé qué me enfurece más de esta humana. Lo mucho que disfruto de su 
compañía, o cómo puede resistirse tan fácilmente a mí cuando soy obviamente 
seductora. Tiene tantas preguntas, y sin embargo no me canso de responderlas. Cada 
vez que se ríe o se coloca el cabello detrás de la oreja o incluso respira, desearía 
poder abrazarla y hundirme en su cuerpo. 
—Lucifer se enfureció con mis padres, asegurándose de que todos en 
Maelprog sufrieran por ello. Mi madre era la única que podía calmarlo. Al final, los 
llevó a él y a mi padre a su cama, demostrando que su afecto era lo suficientemente 
abundante para los dos, y que su anhelo por uno no disminuía su deseo por el otro. 
Sin embargo, no tuvo el efecto que ella esperaba. Para demostrar que no era suya, 
acabó acostándose con todos mis tíos, dándoles a cada uno de ellos descendencia, 
de ahí que se la conociera como la "madre de orseiinak". Después de eso, le apetecía 
más compartirla con mi padre, y la verdad es que creo que eso le hizo respetarla más. 
Una vez que termino de explicar el eterno triángulo amoroso entre mi padre, 
mi madre y el tío Lucifer, ella roza la carcajada. 
—No estoy tratando de ser ofensiva, pero no sabía que Lilith era tan puta. 
Ahora que ha empezado con la segunda botella, está claro que siente los 
efectos del vino. 
—Lo dices como si fuera un insulto. Mi madre es una entidad muy poderosa y 
sexual. Esa es una de las muchas razones por las que es venerada como reina, aunque 
no tenga reinado sobre ninguno de los siete reinos. 
Sus ojos brillan cuando apoya su cara en la mano. 
—Así que eres de la realeza del infierno. Un príncipe del reino de la lujuria. 
—Zibiidor Comselh, sí. —Saco el paquete de cigarrillos que le robé al gordo 
muerto y hago arder el extremo con la punta del dedo. 
Sus ojos se abren de par en par con asombro. 
—Eso es cool como la mierda. 
Miro fijamente el palo humeante, asombrada de cómo puede ser tan 
increíblemente densa. 
—No. Es caliente. Así es como se enciende. 
Su elocuente risa vuelve a llenar la habitación. 
 
 
93 
—Sólo quiero decir que es un buen truco. ¿Puedo tener uno de esos? —Se 
enrosca el cabello en el dedo—. Normalmente me da un ataque por fumar dentro de 
casa debido a nuestra fianza, así que Leena se va a enfadar mucho si se entera de que 
te dejo hacerlo aquí. —Nuestros dedos se rozan cuando me lo quita, y noto su ligero 
escalofrío por nuestro contacto. Se lo enciendo y se aclara la garganta, continuando 
con su interrogatorio—. ¿Qué hace que la gente merezca ir al infierno? ¿Se trata de 
robar un par de zapatos, o hay que matar a un montón de gente? 
Me encanta el sabor y la sensación del humo moviéndose en mi lengua. 
—El pecado sólo es pecado si hiere gravemente a otro ser sin su aprobación y 
lo hace intencionadamente. —Ella hace rodar su cigarrillo entre los dedos, mirándolo 
con estudiada contemplación, así que elaboro—. Hay que pecar mucho para llegar a 
eso. —Después de terminar en silencio su bastón de fumar, se inclina hacia delante 
para apagarlo en sus restos de pizza. Yo apago el mío con los dedos, tirándolo en su 
plato. 
Su cuerpo se ha acercado más a mí en los últimos minutos y sus emociones 
hacia mí han pasado de la incertidumbre a la fascinación. Me acerco a ella y le rozo 
la muñeca con los dedos. Un suave suspiro hace que sus labios tiemblen y ella me 
corresponda poniendo su mano en mi brazo. 
—Eres una criatura incomprendida, ¿verdad? 
—Los humanos entienden mal la mayoría de las cosas. —Ella frunce la nariz en 
señal de ofensa, y es tan condenadamente encantadora que me inclino hacia delante 
para besarla. 
Puede que sea su estado de embriaguez, o tal vez que por fin se está 
permitiendo calentarme. Sea cual sea el motivo, en cuanto oigo la palabra "beso", sé 
que lo va a hacer un milisegundo antes de que lo haga. Para alguien que antes parecía 
tan reacia a cualquier actividad sexual, su deseo se ha convertido rápidamente en 
algo tan fuerte que resulta irresistible. Sus manos en mi cara harían que mi corazón se 
agitara en mi pecho si tuviera uno. Sus labios chocan con los míos, pero apenas puedo 
llamarlo beso porque es incomparable con los miles de millones anteriores. 
Mis emociones no están definidas como las de los mortales. Lo que siento 
tiende a mezclarse. Este beso, a medida que se profundiza, hace que sea cada vez 
más difícil mantener mi priidzar, pero también me estoy debilitando. Aun así, este no 
es un simple beso. Hay mucho más, y es irritante que no pueda ubicar por qué. 
Sus ojos se abren parpadeando, separando nuestros labios mientras su risa 
añade un tinte rosado a sus mejillas. 
—Vaya. Eso fue... guao. —Su vergüenza es otro deleite—. No debería 
sorprenderme siendo tú, ya sabes, tú. 
Quiero decirle que no tiene ni idea. Cuando finalmente se acueste conmigo, 
que lo hará, estará arruinada para cualquier otra persona después. Ninguno de ellos 
tendrá la capacidad de arañar la superficie de la felicidad sexual que le daré. 
Mencionar eso ahora, sin embargo, podría hacernos retroceder, y finalmente estamos 
progresando. 
 
 
94 
Más duro de lo que pretendía, le correspondo empuñando su cabello a la altura 
de su nuca y con la otra la empujo hacia mi regazo. Se estremece un poco, pero por 
la gran excitación que me provoca, está claro que no tiene ninguna objeción. Siendo 
quien soy, literalmente quiero follar constantemente, pero esto es más que eso. Más 
que mi necesidad física básica. Me intriga y me molesta no entender lo que estoy 
experimentando. 
Su camisa tiene que desaparecer, y no tengo paciencia para los botones. Con 
un rasgón, se tira al suelo.—¡Oye! —Por lo que puedo saborear y oler, su agravamiento está tratando de 
asomarse, sólo que está demasiado excitada para que se mantenga. Esa es una de mis 
tapas favoritas. Apenas termino la frase, su boca vuelve a explorar la mía. 
No entiendo por qué esto es tan intenso, tan diferente. Sólo es una humana. 
Incluso con Semanedai, nunca ha sido tan pecaminosamente erótico. 
Me resulta imposible seguir aguantando. Mi priidzar se cae, haciendo que ella 
jadee de sorpresa, y me complace que no haya el menor indicio de miedo. Ella 
escudriña mi forma, empujando mi jersey por el pecho y levantándolo por encima de 
mi cabeza. Sus dedos son fríos al tacto cuando rozan suavemente uno de mis cuernos, 
haciéndome estremecer. 
Su ceja se enrosca con su pregunta. 
—¿Son tiernos? 
—Se podría decir que sí. 
Me duele la polla en estos terribles pantalones. Son incómodos. Prefiero mis 
necropants. Me hace gemir cuando rodea con su puño mi cuerno derecho, 
acariciándolo lentamente. Sus ojos bajan hasta mi ingle, contra la que se está 
balanceando. 
—Son una zona erógena. La eyaculación no saldrá a chorros de ellos si es lo 
que te preguntas. 
Su risa es un afrodisíaco por sí sola. 
—Asqueroso. —Mantiene sus constantes caricias antes de hacer lo mismo con 
el izquierdo. Mi saziamiin brilla más cuanto más nos besamos. 
Mis tirones en la cintura de sus vaqueros hacen que sus caderas se muevan con 
anticipación. Justo cuando estoy a punto de meter la mano en ellos, me detiene y 
tengo que morderme el labio para no gruñir en señal de protesta. 
—¿Qué pasa si tenemos sexo? 
¿Qué clase de pregunta es esa? 
—¿Uh ... orgasmos? 
Ladea la cabeza y entorna los ojos como si fuera una respuesta estúpida. ¿Qué 
más espera que ocurra? 
—Quiero decir, ¿te vas a ir? 
 
 
95 
No sé cómo es posible que me haya olvidado de eso. Estoy mucho más 
concentrado en estar con ella que en completar mi tarea para poder ir a casa. 
—¿Qué esperabas exactamente al llamar? 
Sus orificios nasales se agitan. 
—No sé, Loch. Estaba bebiendo y sobre todo apaciguando a Leena. 
Ahora que ha sacado el tema, creo que aún no estoy preparado. Llevando mi 
mano entre sus piernas, froto el punto que me tiene adolorido. 
—Hay otras cosas que podemos hacer si quieres que me quede. 
Mira hacia abajo para ver cómo la toco, y en el momento en que nuestras 
miradas se vuelven a encontrar, me rodea el cuello con los brazos para besarme con 
una agresividad que nunca había visto en ella. Su lengua se desliza dentro de mi boca, 
lamiendo el espacio donde la mía se abre. Alcanzo su espalda, le agarro el culo y la 
pongo de espaldas. Me tumbo encima de ella para morderle el cuello y llevarnos a su 
cama. 
Tarda un segundo en darse cuenta de dónde está, pero cuando lo hace, me 
recompensa con una de sus más bonitas sonrisas. 
—Eso nunca va a pasar de moda. 
Mi dedo se engancha alrededor del tirante de su sujetador, bajándolo por su 
brazo mientras mis labios la siguen de cerca. El dolor es cada vez más fuerte y difícil 
de ocultar. Gimo involuntariamente ante la fuerte punzada que me atraviesa la cabeza. 
—¿Estás bien? 
—Hace casi dos días que... —Casi menciono a Leena antes de darme cuenta de 
que probablemente no sea la idea más inteligente. Por la expresión de su cara, no 
necesitaba decirlo. Mierda, creo que la hice enojar, y ni sus pensamientos ni sus 
emociones me aportan nada. Me da un empujón en el hombro para apartarme de ella. 
Podría gritar. Estaba tan cerca. Me dispongo a defenderme, a recordarle que ya lo 
sabía, cuando sus manos agarran la cintura de mis pantalones. No me muevo ni un 
centímetro mientras ella me besa suavemente el estómago. Sus pequeños dedos 
desabrochan el botón y yo me adelanto para bajarle el sujetador hasta el final y poder 
acariciar sus impecables pechos. 
Baja la cremallera con tediosa tranquilidad y, una vez que estoy libre, sus ojos 
se abren de par en par. Veo cómo casi se muerde la mitad del labio. Sonriendo, me 
chupo la mezcla de sorpresa y fascinación de la lengua. Incluso hay un poco de 
nerviosismo mezclado. 
—¿Estás bien? 
Ella traga, su garganta se balancea mientras exclama: 
—También tienes los tatuajes brillantes ahí, y es... mucho más grande de lo que 
esperaba. —Apenas los toca, las yemas de sus dedos acarician las crestas bajo mi piel 
que recorren mi pene desde la base hasta la punta—. ¿Qué es esto? 
—Se llaman anillos farzem. 
 
 
96 
Aprieta los labios y sus mejillas se sonrojan. 
Apoyado en la pared, trazo mi lengua sobre el colmillo. Se arrastra hacia mí y, 
cuando está lo suficientemente cerca, la agarro por la nuca y me llevo la oreja a la 
boca. Le muerdo el lóbulo y le susurro: 
—¿Tienes miedo, Tin Nanba? —Su cuerpo se tensa y la inquietud me invade la 
garganta. 
Un aliento frío golpea mi hombro mientras su comportamiento se relaja. 
—¿Piensas decirme qué significa eso? 
Presiono las puntas de mi lengua contra su cuello, lamiendo donde sus 
tendones levantan su flexible piel. 
—La traducción más cercana sería "espina encantadora". Como una espina en 
mi costado. —Cuando le puse el nombre, así lo sentí. Ahora, sin embargo, sólo la 
mitad sigue siendo verdad. 
Su cuerpo vibra con su risa y su mano me aprieta la cintura. 
Me toca tan suavemente que apenas lo noto, recorriendo con las yemas de sus 
dedos mi abdomen. Mi polla se estremece, los símbolos de mi casa se iluminan con 
la anticipación de verla. Respira hondo y duda un momento antes de rodear mi 
erección con su mano fría, lo que me hace sisear. 
Su mirada se dirige a la mía, evaporando mi última paciencia cuando bombeo 
contra su palma. Lentamente, me acaricia, con su pulgar recorriendo la punta. 
—¿Va a hacer algo raro? ¿Como tu lengua? 
Le sonrío y continúo meciéndome con su tacto. 
—No se va a partir por la mitad, si te refieres a eso. 
Mi respuesta se ve recompensada con una risa jadeante. Su conducta tentativa 
me está matando. De repente, su lengua sale, trazando el saziamiin que se arremolina 
alrededor de mi eje. Me golpeo la cabeza contra la pared mientras peino con mis 
dedos su cabello lino, acariciando las hebras plateadas de su nuca. Gruño ante la 
intensidad de sus labios envolviendo mi punta y veo cómo mi polla desaparece 
lentamente dentro de su boca, un anillo de farzem cada vez. 
La mano que no está entre sus mechones se aparta de su cara para que pueda 
observarla. Su entusiasmo aumenta cada vez que baja la cabeza. Le toco suavemente 
la espalda, acariciando las cicatrices en relieve que se suavizan bajo mis dedos. 
He dominado el control de mi resistencia, asegurando que tanto yo como las 
parejas sexuales con las que estoy alcancemos la satisfacción. Pero por primera vez, 
quizá, tengo que elegir entre mi necesidad de correrme y mi deseo de que esto dure. 
Es increíblemente difícil no cerrar los ojos y disfrutar de lo que es 
posiblemente la mamada más placentera que he tenido nunca, pero no quiero 
perderme ni un segundo de ver lo guapa que está haciendo esto. 
 
 
97 
Sus labios brillan con el resplandor de mis marcas, lo que indica que me estoy 
acercando a la culminación. Empujo su cabeza para acompañar cada sacudida de mis 
caderas, su saliva gotea por mi polla. Aunque podría alargarla fácilmente, percibo el 
nivel de incomodidad que siente. 
—Maldita sea. Sigue chupando así y voy a llenar esa preciosa boca. 
Eso parece darle impulso. Controlo conscientemente el calor que desprendo 
para no quemarle la boca cuando mi semen brota de mi polla y se precipita por su 
garganta. 
Espera a que me agote para levantar la cabeza, relamiéndose los labios antes 
de limpiar una gota de semen sobrante de mi punta y chuparla de su dedo. El color 
rosa ruboriza sus mejillas mientras se masajea la mandíbula. 
—Tienes un sabor... dulce. 
 
 
 
98 
14 
Caliente y Con Cuernos 
Mishka 
Sus ojos blancos brillan y, como si se hubiera dejado llevar por su naturaleza 
salvaje, su manovuela hasta rodear mi cuello. Aprieta con fuerza, pero justo cuando 
se vuelve doloroso, afloja su agarre. 
—Mi turno. 
Una sonrisa paralizante se extiende por su cara, y en un parpadeo, estoy en el 
extremo opuesto de mi cama, con el culo apoyado justo en el borde. Por instinto, miro 
por encima del hombro hacia el lugar donde estábamos hace menos de un segundo. 
No sé si alguna vez me acostumbraré a eso. Sus dedos se encargan rápidamente de 
desabrocharme el botón y la cremallera, lo que hace que vuelva a centrar mi atención 
en él. Me baja las bragas y los vaqueros por las piernas y su lengua puntiaguda lame 
el labio inferior antes de arrodillarse. 
Mi corazón se agita, frenético en mi caja torácica. Cada una de sus caricias es 
caliente, casi hasta el punto de la incomodidad. Sus dedos se clavan en mi carne y me 
abren las piernas cuando baja la cabeza entre mis muslos. Sus cuernos son perfectos 
para agarrar, y no contengo mi gemido cuando su lengua caliente se sumerge en mi 
interior, masajeando varios lugares a la vez. 
—Joder, Loch. —Jadeo. Mis caderas giran por sí solas, rechinando contra su 
boca diabólica. Dios mío, aún no ha llegado a mi clítoris. Se toma su tiempo y tira del 
cabello rizado entre mis piernas antes de deslizar lentamente un dedo caliente. Me 
muerde el interior del muslo con la fuerza suficiente para romper la piel y luego lame 
la sangre que se escapa. El choque es doloroso, pero de alguna manera se siente tan 
bien que sin duda vale la pena. 
No puedo ubicar esta sensación familiar que tengo en toda mi piel. Me da la 
sensación de ser felizmente ingrávida. Entonces me doy cuenta de que es una 
reminiscencia de estar drogada con opio. Todo es perfecto, y estoy segura de que 
esto es lo más feliz que volveré a estar. ¿Por qué he esperado tanto tiempo para 
permitirle experimentar esto? Mordiendo suavemente, va de un lado a otro de los 
labios de mi coño, tomándolos entre sus dientes, mientras introduce un segundo 
dedo, acariciando lugares de mi interior que no sabía que se podían tocar. 
Estoy jadeando como una puta, y no me importa una mierda. Las vibraciones 
son tan trascendentes que me ponen al borde del llanto. Acaricio sus cuernos al ritmo 
de mis embestidas, y casi me desmayo cuando sus labios envuelven mi clítoris. Me 
chupa con una presión dominante mientras miro hacia abajo para observarlo. Si no 
viera que, de hecho, sigo en la cama, me preguntaría si estoy flotando en el aire. A la 
deriva. 
 
 
99 
Saca la lengua, empujando la piel de mi capucha y dándome la sensación de 
ser lamida por dos personas al mismo tiempo. Cada punta caliente y musculosa se 
arremolina alrededor del haz de nervios expuesto y pulsa de una forma que no sería 
posible para un humano. Saber que tiene el poder de obligarme a correrme cuando 
se lo ordene hace que la actuación de su boca sea mucho más erótica. 
No quiero que esto termine. Quiero que dure para siempre, pero soy 
demasiado débil y su lengua mágica es demasiado hábil. Cuando cada molécula de 
mi cuerpo se separa, lo único que me mantiene en pie es mi agarre a sus cuernos. 
Con cada palpitación de mi orgasmo, el tiempo se detiene, drenando cada pedazo de 
vitalidad que tengo para dar. No sé cuánto tiempo dura, perdida en el subidón del 
éxtasis puro y sin cortes. Tengo que apartar el pensamiento de que, una vez que se 
haya ido, nunca volveré a sentir esto. 
No sé si me permite correrme, o si mi cuerpo finalmente se rinde, pero cada 
centímetro de mí se siente tembloroso e inútil. Y eso fue sólo el juego previo. ¿Puede 
alguien tener una sobredosis de placer? Si es así, dudo que sobreviva al tenerlo 
dentro de mí. 
Finalmente levanta la cabeza, con una enorme sonrisa que revela sus colmillos. 
—¿Lista? 
Apenas soy capaz de procesar lo que está diciendo. 
—¿Para qué? 
Su boca vuelve a engancharse, haciéndome llorar de verdad. 
—No... Loch... —La sensibilidad es tortuosa hasta que su lengua reanuda su 
manipulación. Mis piernas se tensan, presionando contra sus orejas antes de que él 
las abra de nuevo y la ternura se funda en deseo. Recorro con los dedos la parte corta 
de su cabello, palpando las trenzas del lado de su cabeza, antes de tirar de sus 
cuernos con toda mi alma, montada en el subidón explosivo que distorsiona el tiempo. 
Aunque me oigo a mí misma, no puedo creer que sea yo la que hace esos sonidos. La 
sensación de contracción entre mis piernas parece no detenerse nunca. Cuando por 
fin se ralentiza, él no muestra ningún indicio de hacer lo mismo. 
—En serio, Loch, no puedo irme de nuevo. 
No responde, sus dedos encuentran un nuevo lugar en el que explotar 
llevándome de nuevo al borde. Voy entrando y saliendo de la realidad, sin saber 
cuándo ni dónde estoy. Después del tercer, quinto o décimo flujo interminable de 
euforia, estoy segura de que se me ha agotado toda la humedad. 
Levanta la cabeza para mirarme, se chupa el labio en la boca y se pone en pie. 
Gimoteo de alivio, sintiéndome sin huesos mientras me tumbo en la cama. Se cierne 
sobre mí, con sus besos tiernos y controlados. En algún momento, desliza su polla 
entre mis labios, pero estoy demasiado agotada para actuar. 
Por suerte, no me necesita. Sus manos se aferran a mi cráneo, usando mi boca 
a su antojo. 
 
 
100 
Los calurosos zarcillos de marcas que recubren su eje se mueven contra mi 
lengua. Los duros anillos que se encuentran bajo su piel lo hacen aún más grande en 
los lugares donde se encuentran, expandiendo mi boca más allá cada vez que uno 
pasa por mis labios. Increíblemente, me golpea una segunda oleada de vigor, 
permitiéndome el afán de succionar a su alrededor. 
Con una suavidad sorprendente en comparación con los violentos empujones 
que me provocan arcadas, me aparta el cabello de la cara. 
—Te ves tan increíble así. Sigue, ya casi he terminado. 
Sus palabras de elogio me dan el combustible para aumentar mi entusiasmo. 
La tensión de su cuerpo me hace estar desesperada por terminar esto con mi mejor 
actuación. Intento mover mi lengua lo mejor que puedo mientras su circunferencia 
estira mis labios. De repente, sin previo aviso, otro dichoso y abrumador choque de 
un orgasmo sobrealimentado recorre mi cuerpo. Mis labios se abren más mientras su 
polla se agranda, palpitando en mi boca y vaciando su semen en mi garganta. 
Cada parte de mí es inoperante. Mente y cuerpo. Ni siquiera tengo fuerzas para 
sentarme, así que uso mi última gota de energía para cerrar los ojos. 
Lo último que percibo es su pecho caliente presionando contra mi espalda 
mientras nos cubre con mi manta. 
—Duerme bien, tin nanba. 
 
Me duele todo el cuerpo. Ni siquiera creo que sea capaz de levantarme de la 
cama. El sonido de la risa de Leena baila en mis oídos desde detrás de la puerta de 
mi habitación. Gimiendo, me doy la vuelta y veo que el otro lado de la cama está 
vacío. Me pregunto si Loch duerme. Recordar la noche anterior me hace sonreír, 
sacando una suave carcajada de mis labios. 
La vibración de mi teléfono en la mesita de noche me obliga a incorporarme y 
cogerlo. Abro la pantalla y veo un mensaje de Ryan. 
Quiere que cambie mi turno de mañana con Beckany para que pueda salir 
antes. Genial, ahora no tengo que apresurarme. 
Cayendo de espaldas a la almohada, oigo a Leena reírse de nuevo, dejando 
claro que no voy a poder volver a dormir. Me pongo en pie, gimiendo en protesta por 
mis músculos doloridos. Los moratones me salpican los muslos y las caderas. El 
simple hecho de mirarlos me produce un cosquilleo en el estómago. Me envuelvo en 
la bata y me dirijo al salón para ver qué tiene a Leena tan entretenida a estas horas de 
la mañana. 
Ella y Loch están sentados en el sofá mientras ella da un sorbo a su café. 
—Lo que esté diciendo no puede ser tan gracioso —refunfuño, pasando junto a 
ellos para ir a la cocina a por mi propia taza. 
—Tuviste una noche difícil, ¿verdad? 
 
 
101 
Le doy la espalda cuando Lochaparece en mi camino, haciéndome soltar un 
grito. 
Me dedica una sonrisa ladeada, con el cabello cayendo sobre sus ojos oscuros 
de una forma antinaturalmente caliente. 
—Oye. 
—Oye. Nada de teletransportarse antes de las nueve. 
Sin inmutarse por el hecho de que no soy una persona madrugadora, me sigue 
hasta la cafetera y me rodea la cintura con los brazos para meterme la mano en la 
bata. Frota la yema de su dedo sobre mi clítoris hinchado y me muerde la oreja. No 
tiene sentido actuar como si no disfrutara de sus afectos después de la noche anterior. 
Su erección me aprieta en la espalda y su tacto se desplaza hacia abajo hasta que mete 
y saca su dedo. 
—¿Estás constantemente cachondo? 
El sonido de su risa en mi oído seguramente me hace empapar su mano. 
—¿Es una pregunta seria? 
Me doy la vuelta para mirarlo, obligándolo a retirar los dedos. 
—Al menos tienes que dejarme beber mi café, hombre. 
Sin perder el ritmo, se inclina hacia delante, apoyando las manos en el 
mostrador detrás de mí, enjaulándome. Está en su forma humana, así que su lengua 
parece normal cuando se lame el labio inferior. 
—Hay muchas cosas que puedo hacer mientras bebes tu asquerosa bebida. 
Parece un poco patético que sienta este vértigo en el estómago después de 
conocerle sólo unos días. Por la forma en que me mira ahora, es un milagro que haya 
sido capaz de resistirme a él. Sus labios están a centímetros de los míos, así que 
apenas tengo que moverme para besarlo. Bajo la mano para frotar su erección por 
encima de los pantalones y le susurro en la mejilla: 
—Cuando Leena se ponga a trabajar, lo prometo. 
Su cara es difícil de leer mientras vuelve a meter la mano entre mis piernas, 
hundiendo dos dedos en mi coño antes de chuparlos en su boca. 
—Entonces volveré pronto. 
—¿Adónde? —Se desvanece cuando mi mano busca el lugar ahora vacante—. 
¿Vas? —pregunto a la cocina vacía con un suspiro. 
Lógicamente, sé que no es bueno que mi corazón dé un vuelco en mi pecho. Su 
tiempo aquí es temporal. Sin embargo, en este momento es una sensación tan 
maravillosa que consigo apartar mis preocupaciones para otro día. 
Al entrar en el salón, me encuentro con Leena sonriendo en el sofá como si 
fuera Willem Dafoe en El hombre de la sonrisa. Me hago la irritada, pero sinceramente 
estoy emocionadao por contarle todo. 
 
 
102 
—Hace mucho tiempo que no veo esa sonrisa. —Se cruza de brazos, levantando 
una ceja de satisfacción hacia mí. 
Me oigo reír como si tuviera doce años, y ahora mismo ni siquiera me importa. 
—¿Qué te ha dicho? 
—Las notas del acantilado. —Saca la lengua, imitando el cunnilingus. 
Sacudo la cabeza con una carcajada. 
—Asqueroso. —Después de tomar un sorbo de café, dejo la taza sobre la bonita 
mesa de centro azul bebé que compró. 
—¿Y bien? ¿Tu versión? 
Por mucho que lo intente, no puedo borrar la sonrisa de mi cara. 
—¿Te dijo que puede partir la lengua por la mitad? 
Se le cae la mandíbula, y debo admitir que escandalizar a Leena con cualquier 
cosa que implique sexo es una hazaña en sí misma. 
—De ninguna manera. —Asiento, riéndome de su expresión. Prácticamente 
puedo ver cómo se lo imagina en su cerebro—. Eso está muy bien. 
—En retrospectiva, es un poco surrealista. En un momento dado me sentí... 
drogada. 
Golpea su puño contra el respaldo del sofá. 
—¡Sabía que no estaba loca! Me pregunto si tiene algo que ver con su semen 
demoníaco. 
Mi pecho se comprime al mencionar su tiempo juntos, y hago lo posible por 
ignorarlo. Sé que no quiere decir nada con ello. Está claro que se alegra por mí, pero 
detesto que me recuerden que ella estuvo con él primero. Pero no es justo que yo se 
lo recuerde a ninguno de los dos. 
Durante el resto de la hora, le doy todos los detalles que puedo recordar, 
teniendo en cuenta que la mitad del tiempo me sentía fuera de juego. Una vez 
terminado, se levanta para estirarse. 
—Vaya. Ahora me has hecho trabajar. Voy a darme una ducha y a pasar un rato 
conmigo. 
—Jesús —resoplando, recojo mi taza—. Por cierto, gracias por conseguir la 
nueva mesa de centro. Es adorable. 
Se encoge de hombros. 
—Lo sé. Y de nada. 
Doy un sorbo a mi café, encendiendo la televisión para hacer ruido sin sentido. 
Aunque Loch podría estar en cualquier sitio ahora mismo, si estuviera aquí, me 
gustaría creer que me lo diría. Incluso pensar en que vuelva a tocarme me hace 
moverme en el asiento. Tengo ganas de meter la mano en las bragas y frotar las 
 
 
103 
crecientes punzadas, pero después de saber lo que puede hacer, no me gustaría 
desperdiciar un orgasmo con mis propios dedos. 
Me pregunto a dónde va cuando no está aquí. Aunque no tengo ni idea de cómo 
podría haber conocido a alguien más, mis inseguridades más profundas me hacen 
preguntarme si ha estado con alguien además de Leena desde que está aquí. 
Hasta Harry, nunca había tenido una relación seria. Definitivamente, nada que 
durara más de unos meses. Si alguna vez me habían engañado antes de él, nunca lo 
supe, y su traición sin duda me ha hecho mucho menos confiada. El caso es que Loch 
y yo no podríamos comprometernos aunque quisiéramos. Él no es humano, y la Tierra 
no es su hogar. No importa que haya existido mucho antes que yo, y que seguirá 
existiendo mucho después de mí. ¿Por qué me dejo encariñar tan rápido? 
¿Es porque está constantemente alegre, incluso cuando es desquiciante, o es 
que en realidad es un tipo dulce bajo todos los comentarios pervertidos? Tal vez sea 
porque es tan guapo que resulta hipnótico. Por no hablar de su capacidad para dar al 
placer sexual un significado totalmente diferente. Podría ser simplemente porque es 
un ser mágico en el que nunca creí hasta que apareció en mi cocina. 
Saco un chorro de aire de mis labios, haciendo que el cabello de mi cara se 
agite en mi frente. Aun sabiendo que es peligroso y estúpido, me emociona que 
vuelva. Quiero estar guapa para él. 
Al oír a Leena salir del baño, me dirijo a la ducha para quitarme los residuos de 
la noche anterior. Me cepillo los dientes, me aplico la crema hidratante e intento 
determinar si vale la pena maquillarse para Loch cuando es probable que lo estropee. 
Decido no complicarme la vida y me aplico colorete, máscara de pestañas y 
delineador de ojos para conseguir un aspecto más bien natural. Leena llama a la 
puerta y asoma la cabeza, con sus pendientes de paleta de colores a juego con su 
traje de rayas de colores. 
—Me voy al trabajo. No olvides que tengo mi cita con Tim esta noche, así que 
probablemente me habré ido para cuando llegues a casa. 
Chillando, aplaudo. 
—¡Oooh, diviértete! Con suerte no te veré hasta mañana. —Cruza los dedos, y 
yo sostengo mi brillo de labios rosa con purpurina—. ¿Sí o no? 
—No. Ya eres aputadorable. 
Me paso los dedos por el cabello húmedo y vuelvo a meter el brillo en mi bolsa 
de maquillaje. 
—Te quiero. 
—También te quiero. Adiós. —Se retira del baño, dándome un beso al aire. 
Miro fijamente mi reflejo durante un momento, cojo el estúpido brillo de labios 
y me lo pongo. Una vez que cruzo el pasillo hacia mi habitación, abro la puerta y 
encuentro a Loch tumbado en mi cama, fumando un cigarrillo. 
—¿Cuántas veces tengo que decirte que lo hagas fuera? 
 
 
104 
Sonríe, sacando el humo con la lengua. 
—¿Mejor? 
Nunca hubiera pensado que eso sería tan caliente de ver. Siento la boca seca, 
así que trago y me aclaro la garganta. 
—Mucho. Gracias. 
La última palabra apenas sale de mis labios cuando él se baja de la cama y se 
pone delante de mí. Me coge la cara con las dos manos y me besa; su lengua me lame 
el borde de los labios antes de metérmela en la boca. Sus dedos recorren mi cuello y 
mi pecho hasta envolver la parte superior de mi toalla. 
Ahora que he cedido a sus encantos, la excitación por volver a sentir su 
contacto consume todos mis pensamientos. Tengo muchas ganas de acostarme con 
él, pero eso marca el final. Definitivamente no estoypreparada para el final. 
Sus dedos deshacen el nudo de mi toalla y la dejan caer al suelo. Me rodea y 
me coge el culo desnudo, levantándome. Envolviendo mis piernas alrededor de su 
cintura, mi coño se presiona contra su estómago y, en una reacción involuntaria, 
muevo mis caderas para que mi clítoris se deslice por sus duros abdominales. Veo 
que su mirada se posa en mí para ver cómo me muele sobre él, lo que sólo me hace 
hacerlo más. Joder. La forma en que lleva el labio inferior entre sus dientes hace que 
mis pezones se endurezcan. 
Caminando hacia atrás, se deja caer en la cama con mi persona aún envuelta 
en su centro. Me cierro sobre él, con unos mechones rubios cayendo sobre mi cara 
que él coloca suavemente detrás de mi oreja. Nos miramos en silencio durante tanto 
tiempo que me pregunto si está esperando a que diga algo. Su lengua recorre su labio 
inferior y se abre mientras lo observo. La negrura se desliza alrededor de sus ojos 
como si fuera tinta, mientras sus oscuros iris se ven envueltos por un blanco sólido. 
Cuando la piel de su frente se raja, coloco mi boca en el agujero, dejando que 
su cuerno se deslice contra mi lengua mientras crece desde su cabeza. La textura 
suave se vuelve áspera cuando el hilo se tensa cerca de la base. 
Se estremece debajo de mí, con sus dedos apretando mi cintura. 
Empujando mis caderas, me mueve lo suficiente como para frotar la erección 
de sus vaqueros contra mi coño. Su voz se hace más profunda, adoptando su acento 
marcado cuando dice: 
—Chúpalo. 
Recorro con la lengua los remolinos de la parte inferior y me dirijo lentamente 
hacia la punta. Acariciando el otro con la mano, llevo la punta entre mis labios, 
sorprendida por el sutil sabor a malta. Como obviamente nunca he hecho esto antes, 
no bajo demasiado rápido ni succiono con demasiada fuerza. Cuanto más se acerca 
el cuerno a la base, más grueso se vuelve, así que no puedo tomar demasiado, o la 
punta me apuñalará en la parte posterior de la garganta. 
Utiliza su agarre en mis caderas para mover mi cuerpo como quiere, 
meciéndose contra mí. Subiendo con sus dedos por mi espalda, me acerca un pezón 
 
 
105 
entre sus dientes, alternando sus lametones y mordiscos. Se me pone la piel de gallina 
y, con lo caliente que está su cuerpo, es extraño que me recorra un escalofrío. 
Sigo chupando hasta que su mano me presiona el pecho, apartándome de su 
cuerno. La sensación de estar haciendo cosquillas se extiende por mis entrañas 
cuando me dedica esa sonrisa pícara y torcida, dejando ver un poco de colmillo. —
Ven aquí. 
 
 
 
106 
15 
Asustar Y Buscar 
Loch 
Puedo ser joven para los estándares divinos, sin embargo, tengo casi cien mil 
años de edad. En todo ese tiempo, ningún ser me ha hecho sentir... esto. Desearía 
poder comer mis propias emociones, entonces podría averiguar lo que son. 
Una cosa de la que estoy seguro es que esto no es natural. 
Los sonidos que salen de su boca son algo que podría escuchar fácilmente 
durante el resto de la eternidad. Su coño se cierne sobre mi cara, y su agarre de mis 
cuernos se hace más fuerte, como si intentara arrancarlos de mi cráneo. Me encanta 
su sabor, es una dulzura metálica que nunca he experimentado en las damiselas. 
Los moratones oscurecen la piel de sus muslos y me encanta ver la prueba 
temporal de mi contacto. Enroscando las puntas de mi lengua alrededor de su 
pequeño y duro nudo, lo chupo entre mis labios mientras los pequeños vellos rubios 
sobre su coño me rozan la nariz. El ritmo de su respiración fluctúa entre jadeos lentos 
y jadeos rápidos. Ven. Oigo la palabra justo antes de que su excitación fluya en mi 
boca, su clítoris rechinando contra mi lengua. 
—Me voy, Loch... oh, mierda, me voy. 
Manipulando su orgasmo para que dure un poco más, mis dedos exploran su 
apretado coño. Joder, estoy desesperado por meterme dentro de ella, pero no estoy 
ni mucho menos dispuesto a poner fin a nuestro tiempo juntos. 
Dejo que su cuerpo descienda de forma natural, y su bonito suspiro de 
satisfacción se convierte en uno de mis sonidos favoritos del abuelo. Levanta la pierna 
derecha para apartarse de mi cara, pero cuando se da la vuelta para buscar mi polla, 
la tiro hacia atrás. 
—Vamos, Loch. ¿Qué tal si me das un segundo para recuperarme? 
—¿Qué tal si me das un segundo para que no te importe una mierda? 
Tras tensarse momentáneamente, sus caderas comienzan a rodar de nuevo. 
Siento sus suaves dedos en mi estómago antes de oír la cremallera de mis pesados 
pantalones azules. Su boca no está caliente como la de mis anteriores compañeros de 
cama daemónicos, pero está lejos de ser fría. 
Aunque esta vez dura más, sigo sacando de sus pensamientos la palabra 
"duele". Le doy un orgasmo más para aliviar el dolor de su mandíbula, y le doy mi 
semen. 
Al bajarse de mi cuerpo, se lame los restos de semen de los labios y se acuesta 
a mi lado para apoyar la cabeza en mi pecho. 
 
 
107 
Está sin aliento, su cabello rubio le cubre parte de la cara. Lo aparto para besar 
su cabeza. Esto también es extraño. Ya hemos hecho lo que íbamos a hacer por ahora, 
así que ¿por qué sigo queriendo tocarla y abrazarla? No entiendo el motivo, pero lo 
deseo igualmente. 
Miro fijamente las cicatrices de su espalda, finas y plateadas. Mis dedos rozan 
su sedosa textura, y no puedo comprender por qué me enfada tan inexplicablemente 
que alguien pudiera hacerle un daño tan grave como para dejarle secuelas 
permanentes. 
—¿Qué hizo que te hicieran daño? 
Levantando la cabeza, apoya la barbilla en su brazo para mirarme con los ojos 
brillantes. 
—¿Hmm? ¿Quién? 
—Los mortales que te dieron estas cicatrices. 
Ella traza mi saziamiin en mi pecho con las yemas de los dedos, besándolos 
suavemente. 
—Fue hace mucho tiempo, y yo era muy joven. No recuerdo exactamente por 
qué. Creo que no me comí la comida o algo así. Sólo recuerdo los azotes. Tampoco 
era la única a la que le pegaba. Ese tipo de cosas pueden ser comunes cuando eres 
un niño de acogida. 
Niño de acogida. Así es como la mujer llamó a Pigmy la última vez que la vi. Si 
alguna vez descubro que alguien le hace eso, no sólo será castigado por eso, sino 
también por lo que le hicieron a Mishka. 
Mientras me pierdo en mis fantasías de venganza, ella refunfuña contra mi 
pecho. 
—Realmente no quiero ir a trabajar hoy. 
—Entonces no lo hagas. Prefiero que te quedes aquí. 
Sacude la cabeza con un mohín que me hace desear comenzar de nuevo. 
 —Acabo de recuperar el trabajo. No puedo llamar. 
Metiendo la mano en el bolsillo de mis pantalones desabrochados, saco el 
paquete de cigarrillos para deslizar uno entre mis labios. Apenas consigo encenderlo 
antes de que Mishka se incorpore y señale su puerta. 
 —Fuera. No puedo dejarte fumar aquí si no voy a dejar a Leena. 
—Entonces deja a Leena. 
—Fuera. 
No sé por qué dejo que me dé órdenes o por qué me gusta. Al encontrarme con 
su mirada decidida, inhalo profundamente y me dirijo a su porche para liberar el 
humo. 
Me siento en la sillita junto al cenicero, temblando por el aire frío y húmedo, 
mientras observo los vehículos que van y vienen frente a su casa hasta que uno entra 
 
 
108 
inesperadamente en su entrada. Un hombre sale con el ceño fruncido, con una fuerte 
ira que se desprende de él. 
—¿Quién demonios eres tú? 
Le doy una larga calada al cigarrillo, ya hastiado de quien sea este imbécil. 
—¿Cómo sabes de dónde soy? —Su confusión es el aperitivo perfecto para 
después del orgasmo. Al reírme de su expresión tonta, tengo ganas de quitarme el 
priidzar y asustarlo de verdad. 
Sacando una pequeña bolsa de papel de su horrible chaqueta marrón, sale de 
la lluvia y se dirige al porche. 
—¿Está Mishka aquí? 
Ahora me toca a mí estar desprevenido. No soy bueno con las edades humanas, 
pero con su cabello canoso y su ropa aburrida, supongo que es bastante mayor que 
ella. Como sé con certeza que no es su padre, no meentusiasman las posibilidades 
de lo que podría ser la alternativa. 
Inhalo más humo, pensando en la forma más pintoresca de mandarlo a la 
mierda cuando Mishka abre la puerta de su casa. 
—¿Harry? —Su asfixiante ansiedad junto con lo fuerte que late su corazón al ver 
a este insulso humano me pone en pie—. ¿Qué haces aquí? 
Sus ojos se dirigen a los míos mientras se acerca a ella. 
—No respondías a mis mensajes. 
Clavando la colilla en la bandeja, me cruzo de brazos. 
—Sigues siendo demasiado imbécil para darte cuenta de que está claro que no 
quiere hablar contigo. 
Mishka me mira fijamente. Silencio. 
El inoportuno parásito levanta el labio en un gruñido antes de levantarle la voz. 
No es un movimiento inteligente por su parte. 
—¿Este tipo es tu novio o algo así? No te tomó mucho tiempo, ¿verdad? 
Su boca se abre, la rabia consume cualquier otra emoción que estuviera 
sintiendo antes. Le sonrío. 
—No soy ni mucho menos un niño, y el hecho de que aún pueda saborear su 
coño en mi lengua sugiere que somos mucho más que amigos. 
El rosa baila por sus mejillas y su cabeza se mueve en mi dirección. 
—¡Loch! —Señala con un dedo hacia la puerta de su casa—. Entra. 
Haciendo lo que ella dice, sonrío al hombre que está en su porche. Por 
supuesto, no voy a esperar dentro. Una vez que me subo el bransg, me pongo el 
jersey que tenía colgado en el sofá y vuelvo a salir, negándome a perderme una 
palabra de su intercambio. 
 
 
109 
—¿De verdad tienes los cojones de opinar sobre lo que hago después de 
haberle metido la polla a otra cuando aún estábamos juntos? 
Maldita sea, su ira es exquisita. Alarga la mano para tocarla, complaciéndome 
cuando ella se aparta en señal de rebeldía. 
—Si hubieras hablado conmigo, te habría dicho que fue un error de ebriedad. 
Me habría disculpado. 
Su cabeza se inclina, haciendo que su cabello rubio caiga sobre su hombro. 
—¿De verdad? —canturrea dulcemente—. Caramba, eso lo cambia todo. 
La miro sin reparar en que está escondida. No puede ser tan fácilmente 
manipulada. 
—Cuida la actitud, Mishka. El sarcasmo no es atractivo para nadie. —Ah, el 
sarcasmo. Esa es una peculiaridad humana que siempre me desconcierta—. ¿Y estás 
drogada ahora mismo? Parece que estás muy drogada. 
Se cruza de brazos con una burla. 
—No es que sea de tu incumbencia, pero no, no lo estoy. 
—Lo que sea. Tenemos que hablar del bebé. —Levanta la bolsa que lleva—. Te 
dejaste esto. 
¿Y ahora qué? Mi cabeza va de un lado a otro, dándome cuenta de que hay 
muchas cosas que no sé de ella. No es que hayamos tenido una eternidad juntos para 
hablar de nuestros pasados. 
Ella se relame los labios y le quita la bolsa de la mano. 
—Bien. El bebé está muerto, al igual que esta relación. Tú, maldito. Pedazo. De. 
Mierda. Buena charla. 
Estoy dividido entre estar duro como una roca por su bravura y ser sorprendido 
por la mención de su difunto vástago. 
Se inclina hacia delante, con las fosas nasales abiertas. No estoy por encima de 
colgarlo del árbol en su patio si se acerca un paso a ella. 
—Mishka, vamos. Lo arruiné, ¿de acuerdo? Déjame arreglar esto. No puedes 
tirar tres años por la borda por algo tan estúpido. 
Su mano se acerca a su cara, ahuecando su mejilla, y ella no lo detiene. Tengo 
la sensación de que algo se rompe dentro del pecho, y me duele. Ella cierra los ojos, 
dejando sus emociones tan confusas que nada se percibe con claridad. Cuando los 
abre, su ira canela me llega a la garganta. 
—No lo hice. Lo hiciste. Mojar tu polla significaba más para ti que para mí. No 
me importa lo malditamente borracho que estabas. 
Veo cómo su mano serpentea alrededor de su cintura, haciendo 
increíblemente difícil no romperle las piernas. 
—Te quiero, cariño. Por favor, perdóname. Te lo ruego. 
 
 
110 
Por alguna razón insondable, él toma su postura tensa como una invitación a 
besar su mandíbula. En el mismo momento en que estoy a punto de agarrarlo por el 
cuello y estrellarlo contra el hormigón, ella le empuja las manos contra el pecho. 
—Para. Suéltame, Harry. 
En lugar de escuchar su clarísima petición, empuja su cuerpo contra el de ella, 
atrapándola entre él y la puerta. Sin dejar de besarla, mete la mano en su bata. ¿Lo 
está permitiendo? No puedo describir cómo me hace sentir ver esto, pero sé que lo 
desprecio. 
—Déjame mostrarte cuánto lo siento. Haré que te olvides de ese niño gamberro 
que está dentro. 
No. 
En el momento en que el sabor de su miedo llega a mi lengua, echo mano de 
la parte trasera de su chaqueta en el momento exacto en que ella gruñe, echando los 
brazos por delante para apartarlo. 
—¡Dije que me sueltes! No quiero volver a verte. Déjame en paz. 
Ver las lágrimas en sus ojos me devuelve la sensación de apuñalamiento en el 
pecho. Su angustia me ahoga. ¿Cómo pudo herirla? ¿Cómo pudo causarle a propósito 
una pizca de dolor? 
Cuando entra y da un portazo, me agito en el asiento trasero de su auto. Puede 
que ella no tenga intención de hacerlo sufrir. Yo, en cambio, tengo toda la intención 
de hacerlo. 
Volviendo a su vehículo, refunfuña para sí mismo. 
—Perra. 
Mi primer pensamiento es simplemente matarlo. Luego lo pienso mejor, 
porque aunque Mishka obviamente odia a este tipo, todavía se preocupa lo suficiente 
como para llorar por él. No es a ella a quien quiero atormentar. 
Espero a que se detenga frente a una gran casa. Mientras apaga el motor, 
revelo mi verdadero yo por un momento, permitiéndole echar un vistazo en su espejo. 
—¿Qué es lo que... 
Se da la vuelta para mirar en el asiento trasero donde, por supuesto, no ve nada 
más que la bolsa negra que está a mi lado. Sacudiendo la cabeza, sale del vehículo y 
sube por el camino. 
Durante la primera hora desde que está dentro, soy sutil en mis burlas. 
Tocándolo, dejando caer mi bransg lo suficientemente rápido como para aparecer en 
su periferia o en cualquier espejo que pueda pasar, esperando hasta que su 
nerviosismo se transforme en pánico. 
Fantasma. 
Sólo he utilizado este truco en particular para aquellos que han sido 
condenados a la eternidad en Pashbab, pero este es un caso especial. Usando un 
 
 
111 
espejismo, creo un rastro de sangre que lo lleva a su alcoba. Su corazón late tan rápido 
que me preocupa que se esfuerce demasiado pronto y no me sacie. 
Siguiendo lentamente las manchas rojas imaginadas, se detiene en la cama, 
donde un líquido rubí gotea del colchón a un charco en el suelo. Con manos 
temblorosas, retira la manta, revelando lo que cree que es un bebé recién nacido 
mutilado. Su grito es mucho más agudo de lo que hubiera imaginado. Camina hacia 
atrás, desesperado por alejarse de la cama antes de que lo haga chocar conmigo. 
Cuando se da la vuelta, dejo caer mi bransg lo suficiente como para mostrar mis 
colmillos. 
Sale corriendo de la habitación y se encierra en el lavabo, donde su pesada 
respiración resuena en la silenciosa casa. Destapando sus oídos de mi bransg, devoro 
su terror, batiendo mis alas para que sepa que aún no está solo. 
—Aléjate de ella. —Mi voz es fuerte en esta pequeña habitación, lo que hace 
que su cabeza gire sobre su cuello mientras busca la fuente. 
Se desliza por la pared y se acurruca en un rincón, con su orina goteando por 
el suelo. 
—¡Lo haré! Lo juro. —Ahora solloza a pleno pulmón—. No volveré a hablar con 
ella. 
Mirándolo fijamente en silencio durante unos largos momentos, le doy una falsa 
sensación de seguridad. Decido que este imbécil necesita un recordatorio 
permanente. Sólo en caso de que alguna vez decida que todo esto estaba en su 
cabeza. 
No dejo de imaginarme a él tocándola a pesar de que sabía que ella no tenía 
ningún interés en sus avances. Agazapado a su lado, me apresuro a hacerlo, de modo 
que no tiene tiempo de reaccionar ni de darse cuenta de lo que ocurre hasta que está 
hecho. Cuando le arranco la mano del suelo y me llevo los dedos a la boca, mis 
dientes desgarran fácilmentesu frágil carne, sus débiles huesos crujen con la fuerza 
de mi mordisco. 
Sus gemidos agónicos, mezclados con el horror que inunda mis sentidos, hacen 
que me tome un momento para saborearlo antes de escupir los tres dedos 
desprendidos en el suelo, junto a sus pies. Resulta bastante cómico ver cómo se lleva 
la mano a la cara al darse cuenta de lo que ha pasado. Me lamo la sangre de los dedos, 
disfrutando del sonido de sus continuos gritos. 
Se han ido. 
Por ahora, lo dejaré así, a menos que sea tan estúpido como para volver a 
acercarse a ella. Como último regalo de despedida, rompo el espejo de su lavabo y 
veo cómo le llueven los fragmentos. Después de pasar por su cocina para lavarme la 
sangre de las manos y la cara, vuelvo con Mishka. 
El hilo de nuestro vínculo me lleva a su habitación, donde se pone una falda 
rosa acampanada salpicada de gatitos sobre las medias negras. De pie detrás de ella, 
aspiro su aroma, disfrutando de la constatación de que queda una pizca de su anterior 
excitación. Aprieto mis labios contra su cuello, haciéndola saltar. 
 
 
112 
—Jesucristo, Loch. ¿No puedes pasar por una maldita puerta? 
Le rozo el cabello por encima del hombro, sin querer nada más que levantarle 
la falda y tirar de ella hacia mi cara. 
—No. —Cuando se gira para mirarme, la beso. 
—¿Dónde fuiste? —pregunta. 
Es difícil saber cómo reaccionaría, y no voy a mentir, así que opto por la 
evasión. 
—Estás preciosa, tin nanba. 
Sus pestañas pintadas se agitan mientras sus mejillas se iluminan con su 
sonrisa. 
—Gracias. —Se alisa la blusa negra de manga corta que muestra todas sus 
curvas. Trazo mi dedo donde una franja de su pálido vientre asoma por encima de la 
cintura de su falda. 
Agarrando el cuello de mi jersey, lo acerca para inspeccionarlo. 
—¿Esto es sangre? 
Mierda. 
Besando rápidamente su mejilla, le digo: 
—Te veré cuando termines de trabajar. 
—¡Loch! —llama justo antes de que suba mi bransg. 
 
 
 
113 
16 
Cielo Sensual 
Mishka 
Obviamente, hay algo que me está ocultando. Teniendo en cuenta que 
desapareció inmediatamente después de que Harry se fuera, sería estúpida si no me 
asegurara, al menos, de que no le ha hecho nada. Atando mis botas negras con los 
lazos, tomo mi teléfono, dejando que mi dedo pase sobre el número de Harry. No 
hace ni unas horas que le dije que no quería volver a hablar con él. Y definitivamente 
no quiero darle una idea equivocada si está bien. Cuando faltan pocos minutos para 
que llegue mi Uber, le envío un mensaje de texto a Leena. 
Yo: ¿Puedes llamar a Harry y asegurarte de que está bien? 
Segundos después, mi teléfono suena. 
Leena: ¿Por qué demonios iba a hacer eso? 
Yo: Porque creo que Loch podría haberle hecho algo. 
Metiendo las llaves en el bolso, salgo a esperar. Realmente necesito conseguir 
un auto pronto. 
Leena: No tendremos tanta suerte. 
Me planteo contarle lo de la sangre en la camiseta de Loch hasta que pueda 
explicarle esa parte en persona. Si me hubiera contado lo que pasó, ahora no estaría 
tan ansiosa. Al menos sé que Leena hará lo que le pida por mucho que odie a Harry. 
A una manzana del trabajo, mi teléfono suena en el bolso. 
Leena: Me mandó a buzón, pero me contestó diciendo que estaba bien y que 
lo dejara en paz. 
No sé si eso me hace sentir mejor o peor. 
Yo: Gracias. Te debo una. Diviértete esta noche. 
 
En el trabajo, no paro de mirar por encima del hombro en busca de señales de 
que Loch está aquí. Me avergüenza extrañarlo después de unas pocas horas. Me 
equivoco en un pedido y le cobro doble a un cliente porque mi cabeza no está aquí. 
Ryan me mira con curiosidad, aunque no dice nada, probablemente por lo que pasó 
hace un par de semanas. 
Mi decepción es difícil de ocultar cuando termina mi turno y todavía no hay 
señales de Loch. Después de cerrar, voy a la trastienda para tomar mi teléfono y 
coordinar mi transporte. 
 
 
114 
—¿Hiciste esto? 
Su inesperada voz hace que mi corazón salte a mi garganta. Uno de los muñecos 
personalizados aparece sobre la mesa antes de que Loch se materialice con una 
sonrisa de satisfacción. Se me calienta la piel y se me revuelve el estómago por el 
simple hecho de verlo. Una parte de mí desearía volver a odiarlo, o al menos, pensar 
que lo odiaba. Es incómodo saber que tiene ese poder sobre mí. 
Vuelvo a meter el teléfono en el bolso y me paso la correa por la cabeza. 
—No, Ryan lo terminó esta mañana. 
Camina hacia mí, con los ojos recorriendo mi cuerpo. 
—¿Feliz de verme? 
Echando los hombros hacia atrás, finjo despreocupación. 
—Solo me preguntaba dónde has estado todo el día después de desaparecer 
con la ropa cubierta de sangre. 
Agarra la cintura de mi falda y tira de ella para acercarme a su cuerpo. Sus 
labios se posan sobre los míos, y un cosquilleo me recorre la piel como si tuviera una 
sobredosis de endorfinas, y ya no me importa de dónde viene la sangre. 
Sus dientes me muerden el labio antes de preguntar: 
—¿Estás lista para irte? 
No puedo evitar fantasear con la idea de tener la noche para nosotros solos y 
hasta dónde podrían llegar las cosas. Es una mierda que no pueda dormir con él sin 
perderlo. 
Sacándome de mis pensamientos, sus alas se despliegan en su espalda, 
llegando casi hasta el otro lado de la habitación. Cuando me envuelven, es como si 
bebiera una dosis concentrada de calor y consuelo. Cierro los ojos, apoyo la cabeza 
en su pecho e inhalo su aroma especiado hasta que lo siento temblar. 
El sonido del agua corriendo llena en mis oídos cuando dice: 
—Estamos aquí. 
Como esperaba estar en mi casa, me tapo la boca con sorpresa al ver que 
estamos en un puente. Al asomarme al borde, veo cómo una cascada se precipita al 
arroyo. El sol se está poniendo, creando un cielo de color pastel. Nunca he estado 
aquí a estas horas. 
—Estamos en Multnomah Falls. ¿Cómo supiste de este lugar? 
—Lo vi en un libro de páginas brillantes en tu casa. —Sus brazos sostienen mi 
cintura, su aliento caliente roza mi mejilla—. No me sueltes. 
Tras oír el fuerte batir de sus alas, mi cuerpo se vuelve ingrávido, la caída de 
mi estómago me hace clavar los dedos en su espalda. Mirando por encima de mi 
hombro, grito al sentir que sale disparado hacia abajo, cayendo tanto que creo que 
se va a tirar al agua. Se endereza en el último momento, volando en paralelo a la 
 
 
115 
corriente antes de elevarse por encima del puente. Las gotas de agua salpican mi piel 
mientras la cascada ruge en mis oídos, haciéndome cerrar los ojos instintivamente. 
Las ráfagas de aire me azotan violentamente las piernas y ya no oigo el torrente 
de agua, así que abro los párpados para ver un pájaro volando detrás de nosotros. Es 
difícil hablar con el viento azotando mi cabello en mi rostro. O tal vez es que estoy 
muerta de miedo. 
Cometo el error de mirar hacia abajo, lo que me lleva a intentar rodear su 
cintura con mis piernas. 
—Estamos mucho más arriba de lo que pensaba. 
Su risa es lo único que impide que me desmaye. Gira, volteando el mundo 
sobre su eje. 
—Te tengo. Lo prometo. 
Mi bolso no deja de golpear mi espalda y, extrañamente, pienso en lo 
agradecida que estoy de haber cerrado la cremallera. Si no tuviera tanto miedo a caer 
en picado hasta la muerte, podría apreciar lo cautivador que es esto. Es casi 
demasiado surrealista aceptar que estoy haciendo esto. 
En el mismo momento que pienso que podría acostumbrarme a estar tan por 
encima del suelo, sus alas baten, impulsándonos más alto. Hace mucho frío aquí 
arriba, pero su calor evita que me sienta demasiado incómoda. Pero si yo tengo frío, 
él debe ser frígido. Me doy cuenta de que estamos en las nubes. En cuanto se me pasa 
por la cabeza, atraviesa una de ellas y nos rodea de un blanco intenso. Esto es casi un 
mundo aparte. Su mano baja para apretarme el trasero, y ni siquiera puedo disfrutar 
de ello porque repentinamente gira, me pone boca abajo y nos lleva en espiralhacia 
el suelo. A este ritmo, el corazón se me va a salir del pecho. Justo cuando me he 
convencido de que este es el fin de mi vida, se nivela. 
—Confía en mí, Tin Nanba. Estás a salvo. 
Clavo mis dedos un poco más en su carne, pero también respiro 
profundamente, apreciando de verdad la forma en que se presenta el mundo desde 
el cielo. Sus labios presionan mi frente mientras me hace volar por el horizonte de 
Oregón. No puedo creer que esto esté sucediendo realmente. La forma en que se 
siente, la forma en que todo se ve desde aquí es la definición literal de mágico. Si no 
estuviera ya enamorada de él, esto lo habría conseguido. 
Ahora estoy completamente jodida. 
Cuando nuestros pies aterrizan en tierra firme, me doy la vuelta, un poco 
tambaleante y riendo por la euforia. 
—¡Eso ha sido, sin duda, lo más loco que he vivido nunca! —Nos llevó a la costa, 
con las olas del océano rompiendo a nuestro lado. Es increíble lo rápido que se puede 
llegar a los sitios volando. El cielo está oscuro ahora, la única luz proviene de la luna 
y las estrellas. 
Me quito el bolso y lo dejo caer en la arena de la playa antes de correr hacia él 
y rodear su cuello con mis brazos para chocar mi boca con la suya. 
 
 
116 
Sus manos calientes me aprietan la cintura y me levantan para bajarnos a los 
dos a la arena, sin romper ni una sola vez nuestro beso. La cálida sensación de su tacto 
sube por mi muslo hasta que rasga mis medias de rejilla y llega a mis bragas. 
Desplazando lentamente sus dedos, me besa el cuello, con la agudeza de sus dientes 
rozando mi piel. 
—Tengo algo que decirte. 
Las palabras son un poco siniestras, pero sus manos hacen que no me importe. 
Mi respuesta se amortigua contra su hombro. 
—De acuerdo. —Le desabrocho el pantalón y meto la mano dentro. El sonido 
que hace en el momento en que lo toco me hace apretar los dedos. Es una sensación 
increíble saber que tengo tal efecto en él, sobre todo porque él tiene uno enorme en 
mí. 
—No... no sé lo que siento. —Sus marcas me hacen cosquillas en las yemas de 
los dedos, los duros anillos hacen que mi mano tiemble—. Te deseo jodidamente 
mucho, Tin Nanba, y, sin embargo, de alguna manera, no quiero dejarte más. —
Tampoco quiero que se vaya. Quiero experimentarlo todo mientras tenga la 
oportunidad, porque sé que llegará un momento en que echaré de menos sus 
frustrantes peculiaridades—. ¿Por qué me convocaste realmente? 
Puedo sentir las lágrimas ardientes que amenazan con hacer su aparición. 
—No sé. No lo estaba tomando en serio. 
Me aparta las bragas y frota su sólida polla contra mis pliegues mientras sus 
anillos golpean mi clítoris. Gimiendo en voz baja, su rostro se tuerce de dolor. 
—Mierda, no sé qué hacer. 
No me parece el tipo de persona que requiere consuelo, pero en este 
momento, sé en lo más profundo que eso es lo que necesita. 
—¿No hay ninguna posibilidad de que puedas volver? 
Mordiéndose el labio con el colmillo, apoya su frente en la mía. 
—Solo hay tres formas de abandonar Maelprog. Dos de ellas no están a mi 
alcance, y con la tercera podría ocurrir lo mismo. 
Sujetando su rostro entre mis manos, mis dedos rozan las trenzas a un lado de 
su cabeza. Quiero preguntarle cuáles son las formas, pero me acaba de decir que 
ninguna es posible. Deseando saber qué decir, susurro: 
—Loch... 
Y así, sin más, el universo me tiende la mano cuando mi teléfono suena desde 
mi bolso. Lo malo es que es el tono de llamada de Leena, y teniendo en cuenta que 
está con Tim, no me llamaría si no fuera urgente. 
—Lo siento, tengo que responder. 
Deja caer la cabeza y abre los brazos para que me levante. Por primera vez 
desde que le conozco, parece... triste. 
 
 
117 
 
 
 
118 
17 
Maravillosa Masacre 
Loch 
Aunque agradezco la interrupción, también me irrita. La conversación se 
adentra en un terreno desconocido. Su tacto, así como su mera presencia, se está 
convirtiendo en algo compulsivo. Lo que está ocurriendo entre nosotros es peligroso, 
pero es miserable pensar en la alternativa. 
Mishka saca el dispositivo de su bolso. El tono de su saludo inicial pasa de la 
alegría al pánico en menos de un segundo. 
Herida. 
Le tiembla la mano mientras se lleva el teléfono a la oreja. 
—¿Dónde estás ahora mismo? —Me pongo de pie para ajustarme, curioso por 
lo que podría haberla angustiado tan fácilmente—. ¿Y estás sola? —El terror que se 
filtra por sus poros me recubre la garganta cuando sus ojos brillantes se encuentran 
con los míos, confirmando lo que está sintiendo—. No te alejes de ese lugar. Loch y 
yo estaremos allí pronto. Te amo, ¿de acuerdo? 
Una vez termina la llamada, su pánico tiene un sabor amargo tras el paladar de 
excitación y tristeza que me ha invadido hace unos momentos. 
—¿Qué le pasa a Leena? 
Se pasa los dedos por el cabello. 
—No estoy segura, solo sé que es malo. Vamos. —Enrollando sus brazos 
alrededor de mi cintura, apoya su cabeza contra mi pecho—. Vamos. 
—Necesito saber dónde. 
Su cabeza se sacude mientras busca su teléfono. 
—Bien. —Después de pulsar unos cuantos botones, me muestra el mapa en su 
pantalla—. Llévanos al punto. 
El lugar está a unos ciento cuarenta kilómetros de aquí. La abrazo fuertemente 
contra mí y la envuelvo con mis alas, llevando nuestros cuerpos a través de lo que los 
mortales consideran espacio y tiempo. 
En un suspiro, nos encontramos en una esquina oscura de una zona residencial. 
La cabeza de Mishka da vueltas, buscando a su amiga. 
—¡¿Leena?! ¿Dónde estás? 
Asustada. Una voz que no se parece en nada a la chica animada que hemos 
venido a buscar se ahoga detrás de nosotros. 
 
 
119 
—Estoy aquí. 
Se arrastra desde un arbusto, cojeando con los pies descalzos. Tiene el 
maquillaje manchado y la ropa rota, pero cuanto más se acerca, es evidente que ha 
recibido una fuerte paliza. Por su sabor y su olor, es evidente que su dolor no es solo 
físico. Su alma también ha sido destrozada. 
Las luces de la calle iluminan la angustia en el rostro de Mishka cuando corre 
hacia ella. 
—Oh, pequeña, ¿qué te hizo? 
—Todo pasó muy rápido. —La voz de Leena se quiebra como si le costara tomar 
aire—. Actuaba de forma extraña, así que pensé que estaba nervioso. Luego se acercó 
otro chico. Parecía estar bien al principio, hasta que empezó a hacerme todas esas 
horribles preguntas. —Se ahoga antes de poder continuar—: Lo siguiente que sé es 
que Tim me estaba sujetando los brazos hacia atrás y su amigo... me desabrochó la 
ropa. Empezaron a reírse, llamándome todos esos insultos. —Su desolación se me 
atasca en la garganta. Hay mucho de eso. ¿Por qué? Apenas puede mantenerse en pie, 
su nerviosismo se convierte en temblores. Los llantos se transforman en gritos cuanto 
más habla, y sus palabras tensas son munición para mi furia impía cuando explica lo 
que ha sufrido a manos de hombres malévolos—. Me cortaron el cabello. Intenté 
luchar contra ellos... —Leena cae contra Mishka, casi haciéndola caer—. ¡Se turnaron, 
Mishka! 
Violada. Cada palabra que dice, tanto en sus pensamientos como verbalmente, 
es inspiración para mis fantasías sobre las atrocidades que realizaré. Les haré suplicar 
su muerte agónica, y solo entonces enviaré sus almas contaminadas a Zibiidor 
Comselh. 
Duele. Sus hombros vibran cuando grita en el hombro de Mishka. 
—No dejaban de golpearme, de dar puñetazos... patadas. ¡Aún puedo escuchar 
sus risas! Está rebotando en mi cerebro. —Finalmente, sus palabras se reducen a un 
susurro mientras se esfuerza por respirar—. Creo que tengo que ir al hospital. 
Normalmente, disfrutaría de este festín de emociones que estoy consumiendo, 
pero en este momento, todo lo que puedo pensar es en la agonía que voy a causar en 
su nombre, y lo mucho que voy a disfrutar cada maldito segundo de ella. 
—Loch, ¿puedes llevarnos? —pregunta Mishka. Vi una enfermería el día que 
encontré a Pigmy, así que las rodeo con mis brazos, llevándonos a un centromédico. 
Antes que Leena pueda orientarse, pregunto: 
—¿Dónde están esos hombres? 
Mira a nuestro alrededor, su jadeo grave interrumpe sus gritos. 
—Cómo... 
Mientras intento ser amable y que siga concentrándose, agarro sus brazos. 
—Leena. ¿Dónde están? 
Aprieta los ojos cerrados. 
 
 
120 
—Uh-um, una casa azul a tres puertas del lugar donde me encontraron. —Mi 
priidzar se ha desprendido, y cuando sus ojos se desplazan para encontrarse con los 
míos, la tranquiliza un poco—. Tiene una puerta marrón y una canasta de baloncesto 
delante del garaje. 
—¿Qué vas a hacer? —pregunta Mishka, pero tengo la sensación de que ya 
sabe la respuesta. 
Besarla en la cabeza se siente apropiado. 
—Haz que Leena se recupere. 
No le doy la oportunidad de responder, mis botas aterrizan justo delante de la 
canasta de baloncesto de la que habló Leena. Incluso en el patio, puedo oír las risas 
alegres que se convertirán rápidamente en lamentos. 
El aterrizaje en el interior revela a los dos hombres disfrutando de las últimas 
bocanadas de aire que liberarán de sus pulmones. 
—¿Cuál de ustedes se llama Tim? 
Uno de los hombres mira hacia el otro, que me mira atónito, dándome mi 
respuesta. Gimo por el delicioso sabor de su terror. Ninguno de los dos podría soñar 
con ser lo suficientemente rápido para escapar de su destino retributivo. 
El pedazo de mierda número uno intenta huir cuando lo agarro del cabello, le 
hundo los dientes en la garganta y me trago su sangre. Bebo el líquido caliente 
mientras veo al llamado "Tim" retroceder lentamente contra la pared. Utilizando mi 
poder para distorsionar el mundo que le rodea, hago que parezca que se han 
levantado barras de metal desde el suelo, atrapándolo donde está sentado. 
Cuando el flujo de sangre que entra en mi boca se reduce a un hilillo, arrojo al 
primer pecador al suelo y tomo una escultura de cristal asimétrica en forma de 
triángulo. Tim me mira boquiabierto desde el espejismo de su jaula, con la boca 
abierta en un grito sordo. Me mira con los ojos saltones mientras le arranco el vaquero 
al primer hombre, introduciéndole la escultura en el recto hasta que siento una 
sensación punzante. Después de hacerlo rodar sobre su espalda, agarro su polla con 
el puño, la quemo desde su región púbica, alimentando con fuerza los restos 
crujientes. Antes que su alma se despida, atravieso su estómago con mi cuerno, 
rebanando hasta su garganta. Sus vísceras caen, y me agacho para recoger su sangre 
en la mano, bebiéndola mientras su alma marrón y turbia escapa de su cuerpo. 
Me chupo los dedos, mis marcas de saziamiin brillando bajo el escarlata. 
Acercándome a Tim, sonrío al verlo encogido en su prisión imaginaria, incapaz de 
moverse gracias a su terror paralizante y a su percepción de estar atrapado. Su 
pantalón está empapado de su propia orina cuando eleva las manos para cubrirse el 
rostro. 
Diablo. 
—Por favor. ¡Por favor, haré lo que sea! Te venderé mi alma, haré lo que 
quieras, pero no hagas esto. ¡Por favor! 
 
 
121 
A él le parece que los barrotes atraviesan mi cuerpo, permitiéndome entrar en 
su celda. Me agacho hasta su nivel, apretando mi puño alrededor de su cuello, 
liberando suficiente calor para que sea increíblemente doloroso, pero no lo suficiente 
para desintegrar su carne. 
—Tu alma rancia ya es mía. Quiero que sepas que la agonía que sufrirás durante 
toda la eternidad es mucho peor de lo que tu minúsculo cerebro puede comprender. 
—Coloco mi dedo contra su sien, engullendo cada gramo de su horror—. Cacrg dae 
uls a capimao aai efr mefgraoek tilaba omaoas. 
—¿Qué? —Apenas es capaz de formular la pregunta con su limitado flujo de 
aire. 
—Hasta el final de los tiempos, recordarás su nombre. —Sus ojos se abren de 
par en par con un movimiento furioso de la cabeza. Poniéndolo boca abajo, le arranco 
el pantalón sucio para abrirle las piernas. El nivel de calor que desprende mi cuerpo 
está completamente bajo mi control, y mi polla no es una excepción. 
Desgarro la carne de su ano mientras me introduzco a la fuerza en su cuerpo, 
igual que él introdujo el suyo en el de Leena. Cuanto más grita y llora, más rápido 
empujo dentro de él, derritiendo lentamente su recto. Cuando sus entrañas empiezan 
a hervir y su alma destrozada hace tiempo que ha abandonado esta llanura, me retiro 
de su cadáver humeante. Levantando mi pantalón, no me permito terminar. 
No estoy seguro de lo competentes que son los vigilantes en estos días, sin 
embargo, no puedo permitir que esta gloriosa escena de justicia conduzca de nuevo 
a Leena, o a Mishka, en su caso. Después de asearme en el lavabo y de encontrar algo 
de ropa limpia en una de las habitaciones, purifico el hogar con llamas más calientes 
que cualquier cosa que resida en la tierra. 
 
 
 
122 
18 
El Doble de Problemas 
Mishka 
No hace mucho tiempo que Leena estaba en este lado de la cama del hospital 
cuidando de mí. Su pobre rostro está empezando a amoratarse, y algunos de los 
cortes más profundos ya han sido cosidos. Como no soy pariente, el médico no me 
dice el alcance de sus heridas, solo sé que está tan drogada con analgésicos que se 
ha desmayado. 
Se negó a responder a ninguna de sus preguntas, ni siquiera a los agentes de 
policía que se presentaron para interrogarla. Una parte de mí agradece que haya 
guardado silencio, porque puedo garantizar que Loch está haciendo más de lo que 
podría hacer cualquier sistema judicial. Verla aquí tumbada, aparentemente sin vida, 
me hace recordar la primera vez que nos vimos hace diez años. Fue en un agujero de 
mierda de una casa de acogida justo después de que ella saliera del reformatorio. Era 
un desastre, porque allí enviaban a los niños mayores cuando no había sitio para 
nosotros. 
No siempre estuvo llena de la energía vibrante en la que ha resurgido. Por 
aquel entonces, aún no se llamaba Leena y no recibía terapia hormonal. Era 
constantemente atormentada no solo por los otros niños de la casa, sino también por 
los propios padres de acogida. Recuerdo esta innegable necesidad de protegerla, y 
cómo acabé perdiendo la comida de todo un día porque le hice sangrar la nariz a uno 
de los niños más crueles. Ella no quería saber nada de mí, incluso me gritaba que me 
ocupara de mis propios asuntos. No necesito la compasión de una perra blanca con 
complejo de Dios, había dicho. Aunque hiriera mis sentimientos, pasar por alto a los 
matones nunca ha sido mi fuerte. 
Una noche, me desperté porque me dolía el estómago y, cuando llegué al baño, 
la encontré tirada en su propio vómito en el suelo junto a un frasco vacío de Tofranil. 
Se lo había tomado todo. Era su último "jódete" al mundo que no le había causado 
nada más que sufrimiento. Pensé que estaba muerta. Nunca olvidaré cómo grité tanto 
y tan fuerte que me dolió la garganta durante días. No volví a verla durante una 
semana después de aquello. El día que volvió se acercó a mí, y juro que pensé que 
me iba a pegar. En lugar de eso, me dio uno de los únicos abrazos que he recibido. 
Desde ese día, fuimos mejores amigas. Nos separamos una vez que dejamos 
ese hogar, pero nunca pasamos más de un par de días sin hablar por teléfono. El día 
que tuvimos edad y el dinero suficiente ahorrado para vivir por nuestra cuenta, 
alquilamos nuestro primer apartamento. Era un estudio infestado de cucarachas que 
olía a moho, pero nos encantaba. Desde entonces somos nosotras dos. 
 
 
123 
Aunque creo que físicamente podrá recuperarse de esto, me preocupa más 
cómo la hará retroceder mental y emocionalmente. Siempre está contenta, 
aparentando despreocupación, pero sé que todavía hay sombras en su mente que 
tiene que mantener a raya a diario. Aunque el tiempo ha mejorado las cosas, todavía 
hay muchas influencias negativas que dicen que es una abominación. Que ella, como 
persona, está equivocada. Moriría por ella, y siempre la protegeré. Sin embargo, no 
hay manera de que comprendalo que se siente al ser ella. Donde el odio es violento, 
el amor es tenue, así que tiene sentido que los gritos superen a los susurros. 
Sigo recordando lo que dijo Loch sobre que su alma era femenina. Es tan 
injusto, y me gustaría poder cambiar la narrativa que la sociedad ha puesto sobre la 
gente como ella. Independientemente de cómo se enfrente a esto, seré lo que ella 
necesite que sea, como ella siempre ha sido para mí. 
Inclinándome sobre su cuerpo dormido, le beso la cabeza y le susurro: 
—Te amo mucho, Leena. 
 
 
 
—Mishka. —Me levanto de golpe y casi caigo de la silla de hospital en la que 
debo haberme desmayado. Encuentro la mirada de Loch fija en mí, con las cejas 
fruncidas—. Tienes que irte. Quería dejarte dormir, pero la señora del pijama dice 
que es demasiado tarde para las visitas. 
Aprieto los brazos de la silla, negando. 
—No voy a dejarla. Tendrán que sacarme a rastras de aquí. 
Suspira y, antes de darme cuenta, estamos de pie en mi salón. Me ha asustado, 
me ha enojado y ha frustrado hasta el punto de perder la cabeza, pero esta es la 
primera vez que me pone realmente furiosa. Golpeo mis manos contra su pecho, 
sabiendo que probablemente no puede sentirlo. 
—¿Por qué hiciste eso? ¿Qué pasa si se despierta y no estoy allí? ¡¿Y si está 
sola?! —No impide que le dé un puñetazo. En lugar de eso, se queda ahí hasta que me 
agoto, cayendo contra su pecho entre lágrimas—. ¿Cómo pudo herirla así? —Sollozo 
en su camisa. 
Pasando su brazo por debajo de mis piernas, me levanta y me lleva a mi 
habitación. Me tumba en la cama y me cubre con las mantas. 
—No estará sola. —Su dedo empuja mi barbilla para que le mire—. ¿Y los 
hombres que la hirieron? Pagaron por sus pecados. 
Limpiándome la nariz, hago la pregunta cuya respuesta probablemente ya 
conozco. 
—¿Qué quieres decir? 
 
 
124 
—Me quedaré con ella. Si se despierta, puedo dejar mi bransg por ella. Los 
humanos en la enfermería no sabrán que estoy allí. Volveré por ti una vez que te 
permitan volver a entrar, ¿de acuerdo? 
Asiento, casi sin creer que hace unos días pensara que lo odiaba. 
—¿Cómo es que eres así? ¿No se supone que los demonios son malos? 
Incluso en medio de los horribles acontecimientos de la noche, su sonrisa 
consigue reconfortarme. 
—Supongo que eso depende de tu definición de maldad. Desde mi punto de 
vista, solo los humanos poseen esa característica. 
Se inclina y me besa la cabeza, y yo le agarro el rostro para apretar mis labios 
contra los suyos. 
Cuando se pone en pie, sé que está a punto de desaparecer, así que le 
pregunto: 
—¿Qué les pasó? ¿A Tim y a su amigo? 
Su dedo recorre desde el entrecejo hasta la punta de mi nariz, el calor 
tranquilizador de su tacto se extiende por todo mi cuerpo. 
—Sufrieron. Tremendamente. 
Abro la boca para pedirle que se explique, pero se ha ido. 
 
 
 
El calor se extiende hasta los dedos de mis pies cuando unas suaves caricias 
me salpican el cuello. Abro los ojos de golpe, dándome cuenta de que el sol aún está 
saliendo, y Loch está tumbado a mi lado en la cama, besándome. Hace unos días, este 
afecto le habría valido un puñetazo en la garganta por su idiotez. Hoy, su contacto es 
reconfortante y bienvenido. 
—Leena está despierta. Su médico dijo que puede volver a casa hoy. —Sus 
palabras me traen de vuelta los acontecimientos de la noche anterior, haciendo que 
me ponga en pie. Estoy contando cada una de mis estrellas de la suerte para que hoy 
sea mi día libre—. Me pidió que te dijera que no te preocupes. 
Me quito las mantas y me pongo las zapatillas mientras trato de domar mi 
cabello. 
 —Vamos. —Debo admitir que podría acostumbrarme a esto de los viajes 
instantáneos. 
Le rodeo la cintura con los brazos y, antes que pueda exhalar, estamos en su 
habitación del hospital. El médico está hablando con ella, obligándonos a esperar 
hasta que se vaya para mostrarle que estamos aquí. Leena está sentada en la cama 
con una ropa diferente a la que llevaba anoche, lo que me hace suponer que Loch ha 
vuelto a nuestra casa a buscarla. 
 
 
125 
En cuanto el médico se va, no pierdo ni un segundo, me abalanzo sobre mi 
amiga más cercana y la aprieto tan fuerte que la hago gemir. 
—Mierda, lo siento. Me alegro mucho de verte despierta. 
Aunque sonríe, sus ojos no se iluminan como normalmente. 
—Estoy bien. Solo dolorida. —La forma en que se mueve a cámara lenta me 
pulveriza el corazón—. Y lista para salir de aquí. 
Justo a tiempo, entra una enfermera con un portapapeles. 
—Tengo los papeles del alta, Liam. Solo necesitamos que lo firmes y podrás 
irte. 
El rostro de Leena cae, sus dedos apretando su manta. 
—Le pedí que no me llame así. 
La derrota en su voz hace que me abalance sobre la enfermera. Siento la mano 
de Loch en mi muñeca, pero ya estoy tan cerca de su rostro que da un paso atrás. 
—Su nombre es Leena. 
Le arranco el portapapeles de la mano y le doy la espalda mientras escucho sus 
pasos salir de la habitación. Al menos eso hace sonreír a la chica que ha sido mi 
salvación durante casi la mitad de mi vida. 
Abriendo el pequeño armario, saco la bolsa de plástico que contiene las cosas 
de Leena. Empiezo a vaciarla cuando ella niega. 
—No quiero volver a ver esa ropa. ¿Podrías tomar mi bolso y asegurarte de que 
mi teléfono está dentro? —Mientras hago lo que me pide, jadea—. Espera. Sube la 
televisión. 
Mirando la pantalla siento que mi estómago intenta comerse a sí mismo. Los 
autos de policía y los camiones de bomberos llenan la misma calle en la que 
encontramos a Leena anoche. Subo el volumen lo suficiente como para escuchar al 
reportero de las noticias hablar del fenómeno que ni los bomberos ni el jefe de policía 
pueden explicar. 
La escena que hay detrás de mí desconcierta a los investigadores. Una sola casa 
parece haberse desintegrado de la noche a la mañana, sin dejar ni un solo trozo de 
escombro o despojo. Todo lo que queda de la residencia es el terreno carbonizado 
sobre el que se asentaba. Lo que es aún más inconcebible es que ninguna de las casas 
circundantes se vio afectada por lo que solo se puede suponer que fue un incendio. 
No necesito preguntar para saber que fue Loch. ¿Quién más tendría la 
capacidad de hacer eso? Y estoy bastante segura de que no es la primera vez. Lo 
insinuó cuando habló de salvar a Pigmy. Me ha consumido tanto su magnetismo y la 
forma en que me hace sentir, tanto física como emocionalmente, que es fácil olvidar 
lo que es realmente. 
Mirándole fijamente, suelto un pequeño suspiro, rezando para que me 
equivoque. 
 
 
126 
—Loch... 
Pone una expresión casi inocente. 
—¿Qué? 
La cabeza de Leena se mueve de un lado a otro cuando se da cuenta. Me 
sorprende que su rostro no contenga miedo, sino asombro. 
—¿Tú hiciste eso? —Hace un gesto hacia el televisor—. ¿Los mataste? —
susurra. 
—Sí. Yo. —Agita el dedo como el director de una sinfonía, dándole un golpe en 
la nariz con la última palabra—. Lo hice. —Ajeno a la depravación de sus actos, se 
sienta en una silla y se lleva las manos a la cabeza. 
Para salvarme de un paro cardíaco, pongo fin a esta conversación. 
—Esperemos hasta que volvamos a casa para seguir hablando, ¿de acuerdo? 
No pasa mucho tiempo hasta que la enfermera a la que me dirigí antes vuelve 
con una silla de ruedas, permaneciendo en silencio mientras Leena se sienta y 
entrega su documentación firmada. Loch y yo la seguimos hasta que la enfermera se 
detiene frente a la entrada principal. 
—¿Hay algún auto al que pueda llevarla? 
Mintiendo entre dientes, le digo que vamos a tomar un Uber. Loch espera a que 
la enfermera vuelva a entrar antes de levantar a Leena y llevarla a un lado del hospital. 
Me agarro a su cintura el tiempo suficiente para que nos lleve de vuelta a nuestra casa. 
Llevándonos a la habitación de Leena, Loch la acuesta en la cama donde Shittles 
maúlla para llamar la atención. 
—Descansa un poco los próximos días, ¿deacuerdo? —Asiente, ya a punto de 
volver a dormirse cuando la cubro con su edredón rosa y azul—. ¿Puedo ofrecerte un 
té o algo? 
Se queda mirando a Loch como si lo viera por primera vez. 
—¿Tuvo miedo? ¿Tim? 
Eleva un lado de su boca, sus ojos brillan. 
—Inmensamente. 
Rodando, nos da la espalda. 
—Bien. 
Una vez que estamos en el salón y lo suficientemente lejos de Leena como para 
no molestarla, me giro para mirar a Loch. Toda la rabia que siento hacia mí por haber 
sido tan malditamente estúpida la vomito sobre él. 
—¡Eres un maldito asesino! —Intento susurrar, pero, sinceramente, estoy 
asustada y confusa. Es un demonio, por el amor de Dios. ¿Qué tan idiota puedo ser? 
¿Dejarme llevar lo suficiente como para empezar a enamorarme de una criatura del 
 
 
127 
infierno? Soy absolutamente patética—. Mataste a dos seres humanos, y, según tú, 
brutalmente. ¡Incluso actúas como si estuvieras orgulloso de ello! 
Su cabeza retrocede como si le hubiera dado un puñetazo. 
—Ellos hirieron a Leena. A tu amiga. Tu familia. Creí que te alegrarías. —Lanza 
la mano hacia el pasillo—. Ella lo está. 
—¡Leena no está en su sano juicio ahora mismo! ¿No lo entiendes? Y ni siquiera 
sé qué le hiciste a Harry o a quien sea a quien le quitaste a Pigmy. —Su cabeza se 
inclina cuando abre la boca para decir algo, pero solo sale aire—. ¿A cuánta gente 
has herido desde que estás aquí? 
Al instante, está nariz con nariz conmigo, con sus alas completamente 
extendidas. Ojalá pudiera sentir las emociones como él, porque no puedo saber si 
está enojado o... herido. 
—¡Soy orseiinak! —Nunca me había gritado hasta ahora. Mostrando sus 
colmillos, literalmente me gruñe—. Yo castigo a los pecadores. Eso es lo que hago. 
—Nunca lo había visto tan aterrador. Sus ojos brillan tanto que me sorprende que no 
me hagan un agujero en la cabeza—. Esos hombres, junto con el idiota al que llamas 
Harry, se merecían todo lo que les pasó. 
Sabía que le había hecho algo a Harry. 
—¡Esto no es el infierno, Loch! No puedes torturar a personas vivas. 
Sus fosas nasales se abren, los tatuajes de su cuello se iluminan de color naranja 
antes que su mano me rodee la garganta, haciendo que el pánico me recorra las 
venas. 
—Hice todo eso para proteger a humanos inocentes que habían soportado el 
dolor de sus manos y, sin embargo, aquí estás, ¡asfixiándome con tu miedo! —Su voz 
resuena a mi alrededor mientras su agarre se estrecha. 
Me pongo de puntillas para acercarme a su rostro, con la respiración agitada 
porque la adrenalina me obliga a acelerar el corazón. Consumida por mi rabia y mi 
miedo, dejo que dicten mis palabras. 
—Me equivoqué. Eres malvado. —En el momento en que lo digo, desearía 
poder tragarme la afirmación. La agonía de su rostro me estrangula el corazón. 
Soltando mi cuello, se aleja de mí—. Loch. Yo… 
Se burla con una expresión de disgusto y, antes que pueda disculparme, 
desaparece. Me pongo la mano en el cuello, aún caliente por su contacto. Apoyada 
en el respaldo del sofá, estabilizo mi respiración. 
No sé si alguna vez he estado tan en conflicto con mis propias emociones. Hay 
tantas que se contradicen entre sí. Lo que hizo fue terrible, pero ¿qué hay de lo que 
hicieron ellos? Les quitó la vida porque destruyeron la de Leena. Si pudiera estar de 
acuerdo con lo que siento en el fondo, creería que recibieron exactamente lo que 
merecían. 
Sin saber qué más hacer, decido calmar mis nervios con un té. Mientras 
preparo el agua en la cocina, debo de haber perdido el sentido, porque en lo que 
 
 
128 
parecen segundos, el grito de la tetera me devuelve al presente. La retiro 
rápidamente del fuego para no molestar a Leena, pongo dos cucharadas de azúcar en 
mi taza y vierto el agua humeante sobre la bolsita de té de frambuesa. 
No tengo ni idea de si Leena ha oído los gritos de antes, así que dejo el té 
reposando y voy a ver cómo está. Al asomarme a la puerta, veo que está 
profundamente dormida con Shittles acurrucado en el pliegue de sus piernas. Si no 
me preocupara despertarla, la besaría en la mejilla. Estoy muy agradecida de que 
vaya a estar bien. Al menos, su cuerpo lo estará. 
Llevo mi té al salón, sentada en el sofá, mirando la mesa que sustituyó a la que 
él arruinó. Me siento muy mal por lo que le dije. La verdad es que no es humano. Es 
injusto esperar que actúe como tal. Siempre he tenido una idea preconcebida en mi 
cabeza de lo que eran los demonios, sin embargo, él borra todo lo que creía saber. 
Creo que eso me hace olvidar que se ha pasado la vida haciendo sufrir a los peores 
de mi especie por sus elecciones. En su mundo, matar a esos hombres fue valiente. 
Por supuesto, según mis estándares, lo que hizo estuvo lejos de ser bueno. Si lo veo 
desde su perspectiva, en cierto modo, fue caballeroso. Su marca de caballerosidad, 
de todos modos. Creo que debajo de toda mi moral y humanidad, hay una parte de 
mí que agradece que haya hecho lo que hizo. Eso es aterrador. 
Si todavía está aquí conmigo, quiero que sepa que no creo lo que he dicho. 
Debería ponerme en su lugar e intentar ver las cosas desde su perspectiva. Es lo que 
querría que él hiciera por mí. 
—Loch, si puedes oírme, lo siento. 
 
 
 
Mi teléfono suena con una notificación de correo electrónico, despertándome 
del sueño en el que aparentemente he caído. Han pasado un par de horas desde que 
Loch se fue. Egoístamente, me alegra que se haya quedado aquí y tenga que volver 
en algún momento. Agradezco que haya un límite de tiempo para estar lejos de mí. 
Me paso por la habitación de Leena para ver cómo está, y la encuentro todavía 
desmayada. Estoy aturdida por mi siesta, así que, después de ducharme, tomo un 
café, ya que necesito desesperadamente la cafeína. 
Con mi bebida humeante en la mano, me inclino sobre el mostrador para 
buscar algunas respuestas en línea. Hago clic en el icono de Internet y escribo 
interacciones con demonios en la barra de búsqueda. 
Uno de los primeros resultados dice: La creencia de que los demonios tienen 
sexo con los humanos está muy arraigada. 
Doy un sorbo a mi café mientras ojeo el artículo. No es más que una 
especulación. No hay pruebas de nada, y la imagen utilizada no podría estar más lejos 
del aspecto real de los íncubos. Al menos no según mi experiencia. Todo lo que 
 
 
129 
encuentro son opiniones y teorías. Hay algunas historias que encuentro sobre la 
posesión, pero ninguna que se acerque remotamente a mi situación. 
—Los humanos están llenos de mierda. 
Vuelco mi café, mojando mi teléfono y gritando de sorpresa. 
—¡Mierda, Loch! —Se echa atrás cuando dejo la taza vacía en la encimera y 
abre un cajón para agarrar un paño de cocina—. Tienes que dejar de hacer esa 
mierda. —Al verlo allí, de pie y con forma humana, mi cerebro se debate entre el 
deseo de que me abrace, el sentimiento de culpa, y la duda de si puedo confiar en 
él—. ¿Dónde fuiste? 
—Visitando a Pigmy. —Su fascinación por ella es algo dulce o un poco 
extraño—. ¿Cómo está Lenna? 
—Duerme. ¿Cuál es tu trato con la niña, de todos modos? 
Se encoge de hombros. 
—Los niños humanos no vienen a Maelprog. Son peculiares. 
Su voz se ha suavizado, como si intentara no enojarme. Una vez que seco el 
teléfono y limpio la bebida derramada, tiro el trapo sobre la encimera y lo veo 
mirándome fijamente. 
—¿Qué? —digo más duro de lo que pretendía. He pasado por muchos 
sentimientos cerca de él, pero nunca había sido tan incómodo. 
La forma en que se acerca a mí, vacilante, es muy poco habitual en él. Si no lo 
conociera, pensaría que está nervioso. 
—Desprecio totalmente cómo me miraste antes. —Cierra brevemente los 
ojos—. Por favor, no... no debes tenerme miedo. No soy un monstruo. 
—No debería haber dicho eso. —Cierro el espacio entre nosotros para que no 
tenga que hacerlo—. No eres malvado. 
Me roza suavemente la mejilla con dedos tentativos. 
—Nunca haría nada que te hiciera daño. Necesito saberque lo sabes. 
Sin duda, lo sé. Aun así, saber que es capaz de una violencia tan oscura, hasta 
el punto de llegar al homicidio, me resulta chocante. Todavía estoy luchando por 
entenderlo. 
—¿Puedes prometerme que no "castigarás" a nadie más mientras estés aquí? 
Agarrando mi nuca con mucha más suavidad que antes, me besa, haciendo 
vibrar mi piel. Cuando nuestras miradas se cruzan, me dedica una pequeña sonrisa. 
—Prometo que haré lo mejor posible. 
Es difícil comprender cómo un simple toque puede hacerme vacilar tan 
rápidamente, lo que me hace preguntarme si me tiene bajo algún tipo de magia 
infernal. Aunque, si ese fuera el caso, lo más probable es que ya hubiéramos tenido 
sexo. 
 
 
130 
—Loch... 
Sus labios calientes me besan por el hombro hasta el cuello. 
—Es lo que soy, Tin Nanba. Es lo que siempre he sido, y lo que siempre seré. 
Siento que sus dedos se deslizan lentamente por debajo de mi camisa, y levanto 
los brazos para que pueda quitármela. 
—¿No hay una norma sobre interferir con los humanos o algo así? 
Se lame los labios, bajando el tirante de mi sujetador por mi hombro, su 
erección presionando contra mi estómago. 
—Es un decreto de Madriiaxian. 
Deslizo las manos por su pecho y me arrodillo. Un largo y lento suspiro sale de 
sus labios cuando levanto el dobladillo de su jersey y le desabrocho el vaquero, 
bajándolo hasta la mitad de sus muslos. Su polla salta al ser liberada, los símbolos 
arden con fuerza. Hago girar mi lengua alrededor de la punta, mirándolo en su forma 
ahora natural. 
Soy lenta con mis lametones, preparándome mentalmente para el esfuerzo que 
supone una mamada demoníaca. Aunque es divertido, también puede ser 
increíblemente agotador. Al parecer, no está de humor para tener paciencia, porque 
su mano empuja mi cabeza mientras se introduce entre mis labios. Es violento, un 
cambio extremo respecto a su ternura de hace unos segundos. 
—Joder. Eres muy buena en esto —gime sus palabras de elogio hasta que de 
repente se queda quieto, negando—. Mishka —exhala, tragando antes de ordenar—
. Detente. Tenemos que hablar. —La forma en que lo dice hace que mi corazón dé un 
vuelco. ¿Qué puede ser tan importante para hablar ahora? 
—Bueno, eso va a tener que esperar. 
La voz desconocida me sobresalta tanto que grito como una banshee. 
—¡Jesucristo! 
Al otro lado de la cocina está el dueño de la voz en modo demonio. Alas, 
cuernos, tatuajes brillantes y todo. El cabello rubio rizado enmarca un rostro tan 
devastador como el de Loch. 
—Ni siquiera cerca. 
Mi cerebro es en este momento incapaz de procesar lo que está sucediendo 
mientras Loch se sube el pantalón y ladea la cabeza hacia la criatura. 
—¿Vilum? ¿Qué diablos haces aquí? 
Inspeccionando su reflejo en el imán de espejo de la nevera, el demonio, al 
que Loch conoce claramente, responde como si nunca hubiera estado más 
desinteresado. 
—Estoy aquí como mensajero. 
Me niego a creer que esto esté sucediendo. Otra vez. 
 
 
131 
—¿Puede alguien decirme por qué los demonios siguen apareciendo en mi 
maldita cocina? 
 
 
 
132 
19 
Fanatico Formurifri 
Loch 
Si pudiera, lo mataría. ¿Podría haber elegido un peor momento? Tengo que 
decirle que tenemos que terminar esto. Mis entrañas aún están en carne viva por la 
forma en que me miró como al villano cuando dijo que era malvado. Ella no tiene idea 
de lo que soy capaz. Todo lo que ha visto es el lado que le he mostrado. Si alguna vez 
supiera la verdad, no volvería a mirarme con ojos amables. 
Vilum obviamente no estaría aquí si su mensaje no fuera importante, pero, aun 
así, haré que se arrepienta en algún momento. En lugar de darle un puñetazo en la 
polla como quiero, los presento. 
—Mishka, este es mi primo hermano, Vilum. 
Sacude su bonita cabeza, la mezcla de sorpresa e irritación que desprende es 
deliciosa en mi lengua. 
—¿Tu primo hermano? ¿Qué son? ¿Demonios del bosque? —No estoy seguro 
de lo que quiere decir, pero su rostro parece adorablemente cómico cuando de 
repente recuerda que está medio desnuda. Buscando su ropa, resopla mientras se 
pone el top sobre sus preciosos pechos—. ¿Hay algo más de ti que deba esperar? 
Haciendo caso omiso de su pregunta, Vilum se ajusta un rizo suelto en el espejo. 
Como todos los hijos de mi tío Lucifer, a Vilum solo le interesa Vilum. Sin embargo, 
que esté aquí tiene que ser bastante malo, así que su presencia en la conversación no 
debería ser demasiado pedir. Dando una palmada en su dirección, le digo: 
—¡Vilum! ¿Puedes apartar tu atención de ti mismo durante cinco segundos y 
decirme qué está pasando? 
Se quita un gohed del cuello, e inmediatamente lo reconozco como el del tío 
Lucifer. La energía divina de Maelprog se desprende de él en ráfagas, haciéndome 
sentir nostalgia. 
—Te llevará de vuelta a casa inmediatamente, rompiendo todos los lazos que 
tengas con la mestiza. 
Parpadeo entre él y Mishka. No puede estar hablando de ella. Lo habría intuido 
inmediatamente. 
—¿Mestiza? Ella no es... 
—Lo único que sé es que el tío Miguel está molesto. —Mira de nuevo su reflejo, 
pasando la lengua por la punta de su colmillo. 
 
 
133 
Mi confusión por su comentario de mestiza se ve consumida por mi asombro 
ante la mención de mi tío en Maelprog. Teniendo en cuenta el tiempo que hace que 
nací, ya no me sorprenden muchas cosas. Pero en este momento, me quedo 
boquiabierto ante él. Que yo sepa, un murifri en Maelprog es imposible, y tampoco 
está hablando de un nivel inferior. El tío Miguel es un formurifri. 
Un arcángel. 
Nunca he conocido a nadie de mi familia que se haya quedado atrás, y mentiría 
si dijera que no estoy un poco decepcionado por habérmelo perdido. Los ojos de 
Mishka van y vienen entre nosotros mientras mis pensamientos luchan por 
mantenerse quietos. 
—No lo entiendo. ¿Qué estaba haciendo en Maelprog? ¿Qué podría querer? 
Lanzando el gohed hacia mí, baja sus alas. 
—Tienes que alejarte de ella. —Se inclina hacia Mishka—. Es su descendiente. 
—Sus palabras nos golpean al mismo tiempo, unificando nuestra respuesta. 
—¿Qué? 
—¿Qué? 
Los latidos de Mishka se aceleran tanto que puedo oírlos, su excitación y su 
pánico se mezclan hasta el punto de hacerla temblar. 
—¿Estás hablando de el Miguel? ¡¿Miguel, el líder del ejército celestial?! 
Su voz se eleva con cada una de sus preguntas. Vilum chasquea la lengua y la 
señala con un dedo. 
—No eres tan tonta como pareces. 
Si no estuviera tan abrumado de información en este momento, su boca abierta 
en señal de ofensa me haría reír. Niego ante Vilum. 
—¿Cómo es posible? 
Sus hombros se hunden como si toda esta conversación le aburriera hasta el 
olvido. 
—Por lo que he oído, había una mujer humana. —Vuelve a prestar atención al 
espejo y a su cabello—. El tío Miguel se encaprichó, rompió algunas reglas, y bam. 
—Sus dedos se separan, imitando una explosión—. Bebé medio murifri. 
Mishka se precipita hacia él, con su excitación picante en la lengua. 
—¿Sabes quién es mi madre? ¿Está en Portland? 
Levanta la mano para hacerla callar. 
—No, el abuelo la mató en el parto. Tu nacimiento. Aparentemente para 
castigar al tío Miguel por follarse a un humano... o algo así. 
Todas las emociones se alejan de su rostro, haciéndola casi escultural. Una 
bocanada de aire sale de sus labios cuando se balancea con incredulidad. Quiero 
 
 
134 
besarla, abrazarla y reconfortarla, pero no me atrevo a manifestar mi afecto ante 
Vilum. 
—Todavía no lo entiendo. Ella es completamente humana. Sería capaz de saber 
si era celestial. 
Alisándose el cabello, se mueve con impaciencia. 
—No tengo ni idea. ¿Tiene un emetgis? 
La realización me golpea. No puedo creer que no los haya reconocido en su 
espalda. Era simplemente demasiado imposible de comprender. 
—Cicatrices de halo. El pedazo de mierda le cortó las alas con su halo. —
Aunque lo digo más para mí, los dos lo oyen claramente. 
¡¿Alas?! La palabraresuena en mi cerebro. 
Vilum gime de fastidio, limpiando la suciedad inexistente de su pantalón. 
—No me importa. Hice lo que me ordenaron. Tú haz lo que quieras. —Cierra 
los ojos para recitar la reglamentación—. Lkantum blans noan forskl. 
Me vuelvo hacia Mishka, que mira fijamente el espacio vacío donde estaba 
Vilum. Murmura para sí, sus emociones contradictorias me dejan un sabor a moho en 
la lengua. 
Como si le hubiesen echado un cubo de tristeza encima, solloza tan fuerte que 
apenas puede recuperar el aliento. 
—Yo... 
De todos los sentimientos humanos, este es el que desprecio oler en ella. Odio 
verla llorar. Que esté enfadada es una cosa, de hecho, es sexy, pero su angustia me 
resulta rancia. Le rodeo la nuca con la mano para apretarla contra mi pecho y uso la 
otra para frotarle la espalda. 
—Shhh. No pasa nada. Este es el efecto de Vilum sobre las emociones de los 
mortales. Tiene la capacidad de amplificar lo que sea que estés sintiendo. Respira, se 
te pasará. 
La abrazo con fuerza, dejando que sus lágrimas mojen mi jersey. Envolviendo 
mis dedos alrededor de los suyos, espero hasta que el sabor a roble de su tristeza no 
sea más que un sutil regusto. Se aparta de mi abrazo y me doy cuenta de que los 
últimos minutos la han hecho parecer diferente. 
—Quítate la ropa. Toda. Tenemos que encontrarlo. 
Saliendo de su trance, me mira fijamente con ojos brillantes y llenos de 
lágrimas. 
—¿Encontrar qué? 
—El emetgis. Un sello divino. Miguel tuvo que haber suprimido tu 
celestialidad. —Como si estuviera en piloto automático, se desnuda, esperando que 
la inspeccione. Y lo hago. Cada centímetro. No se encuentra en ninguna parte—. Esto 
no tiene sentido. 
 
 
135 
Su mente es tan caótica que no puedo distinguir un pensamiento singular de 
intención. Deslizándose por sus muebles, se deja caer al suelo, y es entonces cuando 
lo veo. En el talón de su pie derecho está la pálida silueta de un emetgis murífrero. 
Aunque nací en Maelprog, sigo siendo técnicamente medio murifri. Mis dedos 
rozan la marca antes de cubrirle el pie con la palma de la mano, encontrando su 
mirada. 
—Voy a quitarla, y va a doler. Horriblemente. 
Sus fríos dedos me agarran el antebrazo. 
—Espera. ¿Qué hará eso? 
Si lo supiera... 
—¿Mi mejor suposición? Te transformarás a tu forma natural de murifri. 
Aparta el pie y niega con tanta violencia que el cabello le golpea el rostro. 
—No. Necesito... necesito procesar esto. 
Lo comprendo, pero me pica la piel por ver su verdadero aspecto. Me siento 
junto a ella en el suelo, apoyando la cabeza en sus armarios. 
Permanecemos en silencio durante mucho tiempo mientras hago girar el 
gohed, con el sigilo del tío Lucifer brillando en su interior. Todo lo que tendría que 
hacer es colocarlo alrededor de mi cuello, rezar la reglamentación, y estaría de vuelta 
en Maelprog. Sin embargo, ese pensamiento ya no es tan atractivo como antes. 
Tan repentinamente que me sorprende incluso a mí, me arrebata el gohed de 
la mano, golpeándolo contra el suelo una y otra vez. 
¡Que te jodan! 
—¡No! ¡Mishka, para! —Le agarro de la muñeca, su furia rabiosa hace que su 
pecho suba y baje—. Este es uno de los catorce gohed en toda la creación. Si 
destruyes esto, mi tío me destruirá a mí. 
Sin apartar sus ojos de los míos, lo lanza por el suelo y se sube a mi regazo para 
sentarse a horcajadas sobre mí. 
—Mi padre —dice la palabra con un desdén tan delicioso que me encuentro 
aspirando el sabor dulce y terroso en mi labio inferior—. No quiere que te acerques 
a mí, ¿verdad? —Me regala una sonrisa traviesa que nunca había visto en su hermoso 
rostro. Acercando sus labios a mi oído, susurra—: Imagina lo que sentiría si estuvieras 
dentro de mí. 
Maldito anticristo. Saber lo que es hace que esto roce el sacrilegio, y no creo 
que haya nada en la existencia que pueda excitarme más. Quiero decir, técnicamente, 
siempre estoy excitado, pero esto es completamente diferente. La saziamiin de mi piel 
resplandece cuando une nuestros labios y sumerge su lengua en mi boca. 
Sus manos bajan por mi pecho, agarrando la tela de mi camisa con sus puños. 
Cuando nuestros ojos se encuentran, presiona su frente contra la mía, justo debajo de 
 
 
136 
los cuernos. Nunca he dejado de saber lo que quiero. No puedo quedarme con ella, 
pero tampoco soporto la idea de que nuestro tiempo haya terminado. 
En lugar de expresar mi conflicto, nos llevo a su habitación. 
 
 
 
137 
20 
Muerte por Polla de Demonio 
Mishka 
Antes que pueda pedirle que nos lleve a mi cama, estamos de pie junto a ella. 
Me levanto la camiseta de Pretty Cult por encima de la cabeza y veo cómo sus ojos 
oscuros recorren mi cuerpo. Hace lo mismo con su jersey, revelando sus tatuajes de 
símbolos brillantes que se arremolinan en su pecho y abdominales. Desabrochando 
el botón de su vaquero, libera sus alas. Alargo la mano para tocar sus plumas. Son tan 
suaves y sedosas, pero tienen una firmeza segura. 
Cuando su pantalón cae al suelo, contemplo su forma natural completa. Sus 
largas pestañas negras se mezclan con la oscuridad que rodea sus ojos níveos, 
mientras que los mechones de cabello negro caen entre sus cuernos de alabastro. 
Recorro con mis dedos los músculos de su vientre, sintiendo cómo se tensa bajo mi 
toque. Alarga los brazos para desabrocharme el sujetador y lo baja lentamente por 
mis brazos. 
¿Es esto real? 
El estómago me da un vuelco y mi corazón late cuando me baja sobre el suave 
edredón, mordiéndome la piel del cuello y el hombro. Me baja el pantalón y las 
bragas de un tirón, sin perder tiempo en ganarse mi orgasmo con su lengua. En lugar 
de eso, simplemente me lo saca a la fuerza. Es tan potente que mi visión cambia, 
apareciendo pequeños puntos negros en el techo mientras grito su nombre entre 
obscenidades. 
Es increíble que, de alguna manera, lo sienta en cada centímetro de mi cuerpo, 
incluso en las partes que ni siquiera está tocando. Mis piernas se abren para él, mi 
coño anhela lo que seguramente será una euforia que romperá la realidad. Metiendo 
la mano entre nosotros, introduce dos dedos en mi interior y los separa como si 
quisiera estirarme y prepararme. 
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? 
Es una pregunta crucial. Cada parte de mí quiere sentir nuestros cuerpos 
juntos, pero la idea de que se vaya me destroza el corazón. No puedo seguir en este 
limbo. Si lo que ha dicho Vilum es cierto, entonces mi padre, incluso pensando que 
parece imposible, quiere alejar a Loch de mí. No puedo soportar la idea de que eso 
ocurra sin que estemos juntos de esta manera. Y ahora, con el collar, Loch tiene los 
medios para irse cuando quiera. 
Lucho contra las ganas de llorar, incapaz de apartar los ojos de los suyos, 
blancos y sólidos. 
 
 
138 
—Quiero sentirte, y no podemos aplazar esto para siempre. —Cierra los ojos 
por un momento y solo responde con un asentimiento apenas perceptible. Enrollo mis 
dedos alrededor de su grueso pene, mis nudillos chocan con los anillos bajo su piel. 
Adoro la sensación de las marcas bajo mi palma, aunque me preocupa un poco que 
me haga daño. ¿Me quemará? 
Saca los dedos, su cabello negro cayendo sobre su rostro sonriente. Agarrando 
mi muñeca, me arranca la mano de su erección para sujetarla por encima de mi 
cabeza. 
—Tendré cuidado. 
Siento como si su mirada llegara a mi alma, y por lo que sé, es así. La punta 
caliente de su polla se desliza entre mis pliegues, mojándola con mi excitación. No 
puedo creer que por fin estemos haciendo esto. Los músculos de sus hombros se 
mueven bajo su piel cuando su cuerpo se sacude sobre el mío. En el mismo instante 
en que el primer anillo empuja mi entrada, me preocupa no poder acomodarlo. No 
creo que pueda estirarme mucho más, y él aún no está cerca de entrar del todo. 
Aprieta los labios, y el sonido de su gemido gutural me hace tensar el cuerpo. 
Mi mano libre le agarra la cadera,clavando mis dedos en su piel. De alguna manera, 
no me duele. Cada una de las células de mi cuerpo está zumbando. 
Sus dedos apartan el cabello de mi rostro antes de deslizarse por mi mandíbula 
hasta llegar a mi cuello. Con otro empujón, se desliza más profundamente, y una vez 
que me relajo, soy capaz de ajustarme al siguiente anillo. 
Me sonríe y se inclina para morderme la oreja. 
—¿Estás preparada? 
Respiro lentamente y asiento. Su cuerpo se tensa justo antes de que sus caderas 
se empujen, forzando el resto de su longitud dentro de mí. Aspiro el aire y jadeo 
mientras mi mano vuela para agarrar su brazo. El calor florece en mi interior, su polla 
se calienta cada vez más. 
—Mierda, estás muy apretada —dice con una fuerte exhalación. 
Empieza despacio, permitiéndome adaptarme a las repetidas contracciones 
que provocan sus anillos. La presión que ejercen sobre las paredes de mi coño me 
hace arquear la espalda, empujando mi cuerpo con más fuerza contra el suyo. 
Sus dientes me pellizcan la barbilla antes de que sus suaves labios estén en mi 
boca. Aumenta su velocidad, el espacio entre cada uno de sus anillos asegura que su 
penetración sea inconfundible. Mi cabeza gira ligeramente cuando la suavidad de mi 
cama es sustituida por una fría dureza. Sin disminuir su ritmo, nos teletransporta al 
otro lado de mi habitación, donde me embiste contra la pared. Abro los ojos para ver 
cómo las puntas de su lengua se arremolinan alrededor de mi pezón. Cada pequeño 
movimiento se magnifica, pero a cámara lenta, lo que resulta extraño teniendo en 
cuenta la fuerza con la que me penetra, haciéndome gemir cada vez. 
En el momento en que me suelta la muñeca, me agarro a sus hombros mientras 
mece mi cuerpo hacia arriba con cada una de sus embestidas. Probablemente me 
 
 
139 
avergonzaría escuchar los sonidos que hago fuera de este momento, pero no puedo 
evitarlo. Es casi demasiado. Casi. 
—Voy a follarme la santidad de este coño. —Sus blasfemas palabras 
intensifican el torrente de la humedad caliente que gotea por mis piernas. Aunque su 
tamaño es considerablemente más grande que el de cualquiera con el que haya 
estado, no hay forma de que sea capaz de alcanzar los puntos que está alcanzando. 
Unos cálidos zarcillos parecen moverse dentro de mí, trabajando con los anillos para 
masajear varios lugares a la vez. Estoy a punto de correrme, pero, por alguna razón 
incomprensible, no puedo. Utilizo sus hombros para subir y bajar mi cuerpo sobre él, 
persiguiendo el dolor que empieza a consumirme. 
Me concentro en la sensación de su piel caliente contra la mía, la sensación de 
las marcas moviéndose por mi piel. Intento memorizar el dulce y picante aroma que 
desprende, rogando a mi cerebro que imprima el recuerdo de su afilada mandíbula, 
sus altos pómulos y la forma en que me mira mordiéndose ese labio inferior lleno. 
Tengo miedo de que, cuando se vaya, olvide cómo es, cómo huele y cómo se siente. 
En un vertiginoso momento de desorientación, mis pechos se ven 
repentinamente presionados contra mi mesa de costura, sus manos calientes 
agarrando mis caderas mientras me empala por detrás. Se apoya en mi espalda, 
apartando el cabello de mi cuello para morderme el hombro y besar mis cicatrices. 
Su calor me recorre las entrañas y grito ante la mezcla insana del dolor de sus dientes 
y el nirvana que me recorre. 
—El coño celestial es oficialmente mi favorito. 
Mierda. Sigo pensando que mi orgasmo se abalanzará sobre mí, pero sigue 
deteniéndose bruscamente. Gruño de frustración, empujando más rápido contra él. 
Se ríe en mi oído antes de darme la vuelta, con la espalda apretada contra el 
edredón una vez más mientras nos devuelve a mi cama. Me mantiene los muslos 
abiertos, observando cómo entra y sale. Los labios de mi coño brillan por sus marcas, 
y su sonrisa hace que los músculos de mi estómago se contraigan. 
—Te corres cuando yo quiera, Tin Nanba. 
¿Lo está controlando? Sé que debería estar furiosa, pero no puedo atacarlo 
mientras estoy desgarrada en esta guerra entre el placer y el tormento. Su mano 
acalorada me rodea la garganta, su ritmo disminuye hasta convertirse en tedioso. Me 
besa como si estuviera enfadado, su lengua dividida se enreda con la mía, una 
contradicción enloquecedora con sus caricias sin prisa. 
Me lleva al borde una vez más, solo para arrancarme la liberación. Las lágrimas 
ruedan por mis mejillas y mis uñas arañan la piel que sé que no puedo hacer sangrar. 
—Maldita sea, Loch. Por favor... déjame ir. No puedo soportar esto. 
Sus colmillos se muestran con su sonrisa. 
—Ruégalo otra vez. 
Podría convertir a una monja en homicida. 
—¡Maldito imbécil, déjame correrme! 
 
 
140 
No quiero que esto termine, pero no sé si tengo la energía física para aguantar 
mucho más. Aunque esta sería una forma increíble de irse. 
Muerte por polla de demonio. 
Retira su mano de mi garganta y la lleva a mi rostro. Todo rastro de diversión 
desaparece de su expresión. 
—Mi vida nunca será la misma sin ti. Te echaré de menos, Mishka. 
Es imposible reaccionar como quisiera cuando una erupción de éxtasis 
paralizante se dispara por cada vena y terminación nerviosa. Parpadeo y salgo del 
delirio, un fuego embriagador recorre mi cuerpo durante un tiempo 
inconmensurable. 
Utilizando el único autocontrol que me queda, lo aprieto contra mí, esperando 
que no pueda irse mientras esté abrazado a mí. 
—Loch... 
Todo su cuerpo está iluminado, desde el blanco cegador de sus ojos hasta las 
imágenes ardientes de su piel. La sensación de caída libre consume cada parte 
mental y física de mi ser, mi mente comprende de alguna manera que esto es así. 
Se agranda dentro de mí, haciéndome sentir imposiblemente llena. En el 
momento en que se corre, mis ojos se abren de golpe. La gente habla de que puede 
sentir cuando un hombre acaba dentro de ellos, pero yo nunca he podido notar tanto. 
Sin embargo, ahora mismo puedo sentir cada chorro ardiente bombeando en mi 
cuerpo. 
—Soy un ángel —susurro en su hombro—. Llévame contigo. 
El torrente de calor líquido se ralentiza, y finalmente fija su mirada en la mía. 
—Eres un medio ángel con un emetgis. No debes estar allí. —Hay algo de 
verdad en lo que dice, aunque sigue pareciendo una bofetada. Me besa con fuerza, 
susurrando contra mis labios—: Adiós, Tin Nanba. 
 
 
 
141 
21 
Coito entre Primos 
Loch 
Lo último que quiero hacer es separar nuestros cuerpos, pero no puedo 
quedarme dentro de ella para siempre. Su excitación brilla sobre la luminosidad de 
mis marcas de saziamiin, y cuando me deslizo fuera de ella por última vez, se 
estremece con cada anillo de farzem que quito. Me alejo de su cama mientras cierra 
los ojos, esperando que me arrojen de nuevo a las profundidades de mi hogar. 
Yo también espero, pero no sucede. Sigo aquí, en su habitación. Había asumido 
que sería instantáneo. Por lo que me han dicho, en el momento en que se cumple el 
propósito de la invocación, somos arrancados inmediatamente de este mundo. 
Sin embargo, todavía estoy en el reino de los mortales. 
Caminando hacia el lado de su cama, me arrodillo en el suelo, lamiendo las 
brillantes lágrimas que caen por su impecable rostro. Es sorprendente lo fascinantes 
que son. Sus ojos se abren de golpe y se ensanchan al verme. 
Se abalanza hacia mí, rodeando mi cuello con tanta fuerza que, si necesitara 
oxígeno, me asfixiaría. 
—Supongo que te quedas conmigo un poco más. 
Riendo de forma contagiosa, se inclina hacia atrás para sostener mi rostro entre 
sus manos, pareciendo tan feliz que es imposible no besarla. 
—¿Qué significa esto? 
—Significa que hay algo que querías de mí cuando llamaste y que aún no te he 
proporcionado. —Está claro, por la forma en que se muerde el interior de la boca, 
que está tratando de desmenuzar su cerebro, intentando recuperar lo que podría ser. 
A decir verdad, me alegra que no lo sepa—. ¿Y ahora qué, prima? 
Como si un ganchoinvisible la tirara hacia atrás, me mira horrorizada. 
—¡¿Qué?! 
Resoplo ante su expresión de asombro. ¿Realmente no lo ha entendido? 
—Tu padre es mi tío. ¿Te acuerdas? 
Sus dos manos vuelan para cubrir su boca. 
—Oh, Dios mío. 
—Te refieres al abuelo —me burlo. 
—¡Esto no es divertido! Es... —Baja la voz a un susurro—. Incesto. 
Me rio, saltando de nuevo a la cama con ella. 
 
 
142 
—Somos divinos. —Apartando un mechón suelto de sus ojos, le sujeto la 
barbilla para que me mire—. Todos estamos relacionados de una forma u otra. No es 
lo mismo que con los humanos. 
Sus ojos se agitan, intentando procesar lo que estoy diciendo. 
—Supongo que eso sería un efecto secundario de la inmortalidad. —Su nariz 
arrugada es demasiado bonita para no besarla—. Sigue sonando enfermo. 
Se baja de la cama para agarrar la bata y colocarla en el respaldo de la silla del 
tocador. Voy a la cocina a por uno de los cigarrillos de Leena y vuelvo antes de que 
se dé la vuelta. 
Apenas consigo encenderlo cuando me chilla. 
—¿Los demonios son tan sordos como exasperantes? ¡Hazlo fuera! ¿Cuántas 
veces tengo que decirlo? 
Estuve a punto de mencionar que hace unos minutos estaba hablando de venir 
a Maelprog conmigo, y si tiene un problema con el humo, lo habría pasado muy mal, 
pero como estoy de tan buen humor, lo dejo pasar. 
Para cuando termino y me reúno con ella en su habitación, se ha puesto un 
pantalón corto y un top color lavanda que dice "You Deserve To Be Fingered By Edward 
Scissorhands3" en letra color menta. Con el cabello todavía desordenado y sexy, se 
abrocha un par de sandalias azules y blancas. 
—Me muero de hambre. Voy a tomar el auto de Leena para ir a por unos 
bocadillos y parar en la farmacia. Vuelvo en un rato —dice, dando vueltas en círculo. 
Me encanta ver la embriaguez de mi semilla evidente en sus ojos. Se balancea un 
poco, se echa el bolso al hombro y me besa la mejilla. Antes que pueda sugerir 
acompañarla, añade—: Quédate aquí por si Leena se despierta. No quiero que esté 
sola. 
Observo su trasero cuando sale por la puerta con la incredulidad de que 
todavía estoy aquí. Ahora, sin embargo, no tengo ni idea de lo que me alejará de ella, 
dejándome a la espera de lo que en algún momento desconocido provocará lo 
inevitable. 
Sin nada más que hacer, voy al salón y me dejo caer en el sofá. Agarrando el 
pequeño rectángulo negro con botones, enciendo la televisión. Todo lo que consigo 
poner en la pantalla parece hacer que el tiempo pase aún más lento, así que sigo 
pulsando hasta que por fin encuentro algo que merezca la pena ver. 
Supongo que, para los estándares humanos, ambos hombres en la pantalla 
tienen pollas de tamaño decente, y uno de ellos es extremadamente atractivo. Al 
menos esto me mantendrá ocupado hasta que vuelva Mishka. Apoyando los pies en 
la mesa de café, enciendo un cigarrillo. Una de las ventajas de que no esté aquí es 
que no puede quejarse de que fume dentro. 
Oigo pasos detrás de mí, así que me giro para ver a Leena saliendo del pasillo. 
 
3 Te mereces ser masturbada por Eduardo Manos Tijeras. 
 
 
143 
—Hola, preciosa. ¿Cómo te sientes? 
Se pasa los dedos por las desiguales y gruesas trenzas que tiene en la cabeza, 
pareciendo aún medio dormida. 
—No sé. Me vendría bien un Lortab. —Desplaza su mirada hacia la televisión, 
y una pequeña sonrisa levanta sus labios—. ¿Estás viendo porno gay? 
Le doy una calada al cigarrillo y me acerco a ella. 
—Supongo. Me gusta cómo usa la boca el rubio. 
Sentada a mi lado en el sofá, agarra el frasco de pastillas que hay sobre la mesa. 
Ahora que está despierta y tengo compañía, pulso el botón que hace que la pantalla 
se ponga en negro. 
—Considerando lo que pasó entre nosotros, ¿supongo que eres pan? 
Malditos mortales y sus lenguas siempre cambiantes. 
—No tengo ni idea de lo que significa. 
Se mueve incómoda, el dolor es evidente en su ceño. Le tiendo el brazo, pero 
se aparta de mí, lo que confirma que lo que le hice a Tim y a su violador estaba más 
que justificado. 
—¿Qué géneros te atraen sexualmente? 
—No es algo en lo que haya pensado realmente. No lo sé. ¿Todos? 
Una risa con muy poco corazón sale de sus labios. Volviéndose para mirar 
detrás de nosotros, estrecha sus cejas verdes brillantes. 
—¿Dónde está Mishka? 
Señalo la puerta. 
—Me pidió que me quedara aquí contigo mientras iba a buscar comida. 
Coge uno de los cigarrillos y lo enciende. Levanto una ceja porque Mishka ha 
dejado claro que no le gusta. 
—Ya lo estabas haciendo, así que cuando Mishka se queje de ello, te echaré la 
culpa a ti. 
Apoyo la cabeza en el respaldo del sofá y le sonrío. 
—Bastante justo. 
Se queda mirando el humo que sale de su cigarrillo y pregunta: 
—¿Quieres algo más fuerte? Lo he estado guardando, y ahora parece tan buen 
momento como cualquier otro. 
—Seguro. 
Momentos después, vuelve con una pequeña pipa de cristal, quemando lo que 
hay dentro con su mechero. Tose tan fuerte que me pregunto si va a vomitar, y me 
entrega la marihuana. No me afecta igual que a los humanos, pero me gusta el sabor. 
Golpetea las uñas en el tubo. 
 
 
144 
—Sabes si... —Negando, escupe el resto de su pregunta como si se le acabara 
el tiempo para preguntar—. ¿Está Tim en el infierno? 
No hay una fracción de duda en mi mente. 
—Sí. Aunque estoy un poco decepcionado por no haber podido estar allí para 
darles la bienvenida a él y a su amigo. Lástima que no me haya sentido bien haciendo 
lo mismo con el peludo. 
Echa la cabeza hacia atrás con una tos. 
—¿El "peludo"? —Inclinando los labios en una sonrisa genuina, suelta una risa 
caprichosa—. Mierda, ¿te refieres a Harry? 
—Claro. Eso era. 
Su risa se interrumpe y se queda sombría, exhalando un largo suspiro. 
—¿Voy a ir yo también? 
No puedo imaginar por qué pensaría eso, sin embargo, he aprendido que la 
mayoría de las veces, los humanos mantienen sus secretos más oscuros bien 
guardados. 
—No lo sé. ¿Qué has hecho? 
Me mira con el ceño fruncido. 
—¿Qué te parece? —Su mano agita su cuerpo de arriba abajo—. Soy... esto. 
—¿Qué? ¿Sexy? 
Intenta ocultar su sonrisa y permanecer seria. 
—No, tonto. Trans. 
—¿Por qué crees que eso te haría ganar la tortura eterna? 
Su cuerpo cae contra el sofá como si todo el alivio que está soltando le pesara 
físicamente. 
—Digamos que me lo han dicho unas cuantas veces. 
—Maelp… el infierno no es un lugar para todos. Hay que ser una persona 
verdaderamente malévola para acabar allí. 
Aspira el humo de su pipa. 
—Te lo debo, Loch. 
El comentario me hace sentir que me he perdido algo. 
—¿Por qué? —Se encuentra con mis ojos acuosos, dejándolo claro de repente—
. Oh, no, cariño. Ha sido todo un placer. Si alguna vez quieres los detalles, solo tienes 
que pedirlos. 
Asintiendo, dice: 
—Tal vez algún día. 
 
 
 
145 
22 
Ducha Divina 
Mishka 
Con la bolsa de comida en una mano, uso la otra para abrir la puerta. Por fin 
estoy bajando de mi subidón desde que tuve sexo con Loch antes. Llevo todo a la 
cocina, donde la visión de Leena cortándose el cabello frente a los dos espejos de la 
mesa de maquillaje me hace dejar todo en la encimera y acercarme a ella a toda prisa. 
—¿Cómo te sientes? 
Comprobando la uniformidad de sus mechones, no me mira a los ojos. 
—Estoy bien. 
Obviamente no lo está. Siento que estoy viendo a la Leena que conocí hace 
tantos años, la Leena vaciada de su verdadero espíritu. Lógicamente, sé que esto va 
a llevar tiempo, y no puedo empezar a comprender lo que está sintiendo, en todos los 
sentidos. También sé que estoy siendo egoísta por echar de menos a mi amiga. Pero, 
sobre todo, no quiero que sufra más. 
—Tu cabello está muy bonito. ¿Quieres un poco de té? 
Niega, dejando las tijeras sobre la encimera. 
—¿Todavía tenemos algo de ese vodka? 
Trago porque no quiero ser su madre, pero no podría soportar que se hicieramás daño. 
—¿No estás tomando medicamentos para el dolor? 
Se aleja de mí hacia el armario. 
—Voy a comprobarlo yo misma. 
Le agarro la mano. 
—Leena... 
—¿Qué, Mishka? ¿Vas a interponerte en el camino de la única cosa que 
posiblemente adormezca la maldita... película de terror en repetición en mi cerebro? 
—dice, tocándose con un dedo la sien. 
Desde el día en que me abrazó por primera vez, nunca me había levantado la 
voz de esta manera. En lugar de luchar contra ella o dejar que su arrebato me moleste, 
la rodeo con mis brazos. 
—Te amo. Por favor, dime qué puedo hacer para ayudarte. 
Desenredándose de mi abrazo, habla con una voz tan fría que ni siquiera 
parece ella. 
 
 
146 
—Puedes dejar que me emborrache, maldita sea. 
Miro fijamente al suelo, con las lágrimas deseando caer. Me está destrozando 
el corazón y, sin embargo, no es ni una fracción de lo que probablemente esté 
sintiendo ahora mismo. Desearía tener una varita mágica para quitarle este dolor, o, 
al menos, saber las palabras adecuadas para decirlo. 
Suspira con fuerza y, cuando levanto la cabeza, no me mira. 
—Dejaré de tomar las medicinas, ¿de acuerdo? El licor hará más, de todos 
modos. 
Metiendo la mano en el armario, saca la botella de la cocina para volver a su 
habitación sin decir una sola palabra. Apoyada en la encimera, dejo caer el rostro 
entre las manos con un gemido, con ganas de gritar a pleno pulmón. En la última 
semana, he sido acosada por un verdadero demonio del infierno y he empezado a 
enamorarme de él, he descubierto que mi padre es un maldito arcángel, y ahora 
tengo que asistir impotente a la caída en espiral de mi mejor amiga delante de mí. Y 
esos son solo los aspectos más destacados. Sin mencionar, ¿dónde está Loch? 
Agarro la escoba para barrer el cabello y encuentro el collar mágico que el 
primo de Loch... nuestro primo, Dios, qué raro, le regaló, en el cubo de la basura. Lo 
recojo y lo meto en el cajón de los trastos, y me llevo el bocadillo a mi habitación para 
comerlo sola. 
Una vez se acaba la comida, me pongo los auriculares, me tumbo en la cama y 
dejo que la música me arrulle y me lleve al sueño. 
Mishka. 
Una voz que nunca he oído resuena a mi alrededor, rebotando en el vasto vacío 
de mi sueño. Al menos, creo que estoy soñando. 
Despierta, niña. 
Mis ojos se abren y lo único que veo es el ventilador que gira en el techo. Me 
quito los auriculares, me incorporo y mi grito se silencia. Soy físicamente incapaz de 
apartar la mirada de los ojos blancos que me observan. Unas alas gigantescas y 
lechosas abarcan casi toda la longitud de mi habitación. Una brisa fresca revolotea 
por mis venas mientras observo las imágenes de cristal de su piel moviéndose como 
el agua. El pantalón opaco y la camisa tipo bata que lleva le sientan a la perfección, 
mientras su cabello, que parece translúcido, cae hasta sus anchos hombros. De alguna 
manera, sé quién es antes de que lo diga de forma audible en mi mente. 
Soy Miguel. 
Frente al aura caótica de Loch, la suya es tranquilizadora, permitiendo que mi 
pecho suba y baje con una respiración constante. 
—¿Qué has hecho, hija? 
Si no fuera porque sus labios se mueven, no habría sido capaz de distinguir 
entre lo que habla en mi cabeza y lo que habla en voz alta. Tardo un momento en 
darme cuenta de que había hecho una pregunta. 
 
 
147 
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? 
—El hijo de mi hermano caído. Le diste tu virtud. —A pesar de la naturaleza 
agresiva de su declaración, su comportamiento sigue siendo totalmente pasivo. Al 
menos me saca del trance en el que me tenía. 
Riéndome ofendida, me cruzo de brazos. 
—No debiste prestar atención, porque le di mi virtud a Bryson Lawrence en su 
sótano cuando tenía trece años. 
Podría jurar que sus ojos blancos brillan más. 
—Di órdenes claras y explícitas de que el hijo de Maelprog debía volver a las 
profundidades sin mancillarte. 
¿Todos los inmortales son imbéciles? 
—¿Oh? ¿Te refieres a la misma forma en que "mancillaste" a mi madre e hiciste 
que la mataran? 
—No sabes de lo que hablas. —Sus rasgos apenas se han movido. ¿Cómo es 
que no tiene emociones? Aunque Loch, y Vilum para el caso, son enloquecedores, 
también son increíblemente vibrantes. Miguel es simplemente indiferente. ¿Es una 
cosa de ángeles? 
—¿Me lo vas a aclarar entonces, papá? 
—Tu madre era muy consciente de los peligros que rodeaban nuestro coito. —
Vaya. Incluso hace que el sexo suene aburrido. 
—¿Dices que murió voluntariamente por una polla de ángel? 
Podría ser mi imaginación, pero creo que sus alas tienen un espasmo. 
—Tu enfado no es injustificado. Sin embargo, la vulgaridad no es necesaria. 
Puede que él sea capaz de mantener la calma y la serenidad, pero yo, en 
cambio, estoy harta de ángeles y demonios por igual. Me pongo de pie en la cama, 
sobre todo porque me hace más alta y me siento menos intimidada bajo su mirada. 
—Bien. ¿Y lo de abandonarme y mutilarme? ¿Era eso necesario? 
—Sí. Sin embargo, no fuiste abandonada. —Sus ojos parpadean rápidamente 
hacia la pared detrás de mí—. He velado por ti y he puesto a Leena Harris en tu camino 
no solo como compañera, sino también para satisfacer tu necesidad murífera de 
proteger. 
Casi replico que ha hecho un mal trabajo al vigilarme cuando sus palabras 
calan del todo. De repente, me siento mal. Conocer a Leena no fue casualidad. Fue 
premeditado. La duda ensombrece mis pensamientos, haciéndome cuestionar hasta 
qué punto mi vida ha estado fuera de mi control. 
—¿Estás diciendo en serio que me has dado a mi mejor amiga para que sea su 
maldito ángel de la guarda, literalmente? —No contesta, lo que me hace reír de pura 
rabia—. ¡No pedí ser parte de nada de esto! ¿Mi amor por ella es real? 
 
 
148 
—Simplemente elegí a alguien que te defendería con la misma fiereza con la 
que tú la defenderías a ella. No está dentro de mi deseo o poder, moldear tus 
emociones. 
No sé cómo no he perdido la cabeza con la cantidad de información que he 
adquirido en los últimos días. Todavía tengo muchas preguntas, y ahora que Vilum 
me ha hablado de mi madre, mis curiosidades sobre ella están en primer plano. 
—¿Qué hay de mi madre? ¿Cómo se llamaba? 
—Polina. Tu apariencia es similar a la de ella. —Cuando baja las alas, los 
diseños de cristal de sus brazos se avivan. 
La siguiente pregunta que quiero hacer ha estado en mi mente desde que Vilum 
me habló de ella, pero tengo miedo de la respuesta. Aunque, si no pregunto ahora, 
puede que nunca lo sepa. 
—¿Se fue a, ya sabes, el cielo? 
Con una leve inclinación de la cabeza, me permite liberar el aliento atascado 
en mi pecho. 
—Su alma pasará la eternidad en Madriiax, sí. Aunque tengo prohibido verla, 
así que cualquier pregunta que tengas tras su muerte no puedo responderla. 
Teniendo en cuenta que tiene el rango emocional de una naranja, es difícil de 
decir, pero asumiría que eso lo pondría triste. 
—Vaya. Dios es un poco... 
—Por favor, no termines esa frase. 
Entorno los ojos hacia él. 
—¿Puedes leer mis "intenciones" como hace Loch? 
—No. Puedo hablar a tu mente, no recuperar nada de ella. Ese es un don que 
solo Asmodeus y su descendencia poseen. 
Eso es ligeramente reconfortante, supongo. Me bajo de la cama para 
acercarme a él, imaginando cuántos de sus rasgos tengo ocultos bajo su sello. 
—¿Por qué nunca te mostraste ante mí? ¿Decirme quién era? 
—Todavía estabas en su vientre el día que Polina eligió tu nombre, decidiendo 
que quería que vivieras una vida mortal durante todo el tiempo que fuera posible. Lo 
menos que podía hacer era honrar sus deseos. 
Ella me nombró. Por alguna razón eso me hace sonreír. Mi ojo capta el destello 
de algo que asoma por debajo de su vaporosa túnica y lo señalo. 
—¿Qué es eso? 
Mirando hacia abajo, mete la mano dentro de su ropa, sacando un gran anillo 
cegadoramente brillante. Espera... 
 
 
149 
—¿Es eso un halo? —Una vez más, su única respuestaes un asentimiento. Tengo 
tantas ganas de tocarlo—. Es lo que usaste para cortarme las alas. —No necesito que 
lo verifique, lo sé—. ¿Por qué hacer eso si ibas a esconderme bajo un sello? 
—Las alas pueden ser difíciles de manejar. Se sabe que en ocasiones rompen 
un emetgis. No podía arriesgarme. 
—Parece que eres pésimo eligiendo lo que crees que vale la pena el riesgo. 
Su mandíbula se aprieta ligeramente, y de alguna manera parece más alto. 
—Hasta los ángeles son falibles. 
—Sí, no me digas. —Siempre pensé que si alguna vez conocía a mis padres 
biológicos estaría extasiada, colmándolos de preguntas, pero estoy enojada con él y, 
honestamente, su sola presencia es un poco agotadora—. ¿Por qué estás aquí 
exactamente, Miguel? 
—Para informarte de que tienes prohibido asociarte con el hijo de Asmodeus 
y, si sigues desafiando estas órdenes, me veré obligado a tomar medidas yo mismo. 
—¿Me estás amenazando en serio? 
—Te lo advierto. 
La última palabra apenas sale de su boca cuando se desvanece, las cortinas 
ondeando son la única prueba de que estuvo aquí. 
Me quedo congelada en el sitio, incapaz de moverme durante varios segundos. 
Finalmente, consigo salir corriendo de mi habitación y bajar al pasillo. Golpeo la 
puerta de Leena, desesperada por contarle lo que ha pasado. Justo antes de que 
responda, me pregunto si debo hacerlo. Ella no necesita esta mierda ahora mismo 
con todo lo que ha pasado. 
Me sorprendo cuando me saluda con una enorme sonrisa. 
—Oooh, ¿estás aquí para beberte la mierda conmigo? 
Le quito la botella y me tumbo en su cama, dando un trago al líquido ardiente. 
—Mi padre acaba de aparecer. 
Por un segundo, parece completamente sobria cuando su mandíbula se abre. 
—Perdón, ¿qué? 
 
 
 
150 
23 
Guardería Demoniaca 
Loch 
En el momento en que mi vínculo con Pigmy me permitió darme cuenta de que 
iba a un lugar nuevo, sentí que debía investigarlo. Además, era evidente que Leena 
quería estar sola. Por suerte, no estoy lo suficientemente lejos de Mishka como para 
que sea incómodo. 
Sonrío a Pigmy, que chilla ante mi llegada. Me pongo el priidzar y me lo vuelvo 
a quitar porque es uno de sus juegos favoritos. No es posible sostenerlo, ya que los 
mortales suelen tener problemas con los niños que desaparecen al azar delante de 
sus ojos, así que le hago cosquillas para que se ría. 
La única persona que está aquí con ella es un hombre que supongo que es 
bastante joven. Es un poco inquieto; su ansiedad ha aumentado desde que llegué. 
Ahora mismo está hablando por teléfono, paseando mientras mira a Pigmy cada pocos 
segundos. 
—Lilac estará bien. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Dejarla allí? Es mi 
sobrina y tu nieta. —Se frota la cabeza con frustración, dando un largo trago a una 
botella de cristal—. Lo recuerdo, mamá, pero las decisiones de Kelsey no son culpa 
suya. 
Estaba sola. 
¿Se supone que la Lilac de la que habla es Pigmy? 
El hombre mantiene el teléfono alejado de su oreja mientras su rostro parece 
gritar, pero no sale ningún sonido. Se lleva el teléfono a la frente y respira 
profundamente antes de devolvérselo a la oreja. 
—Ya me las arreglaré. Tengo treinta años, no dieciocho. No es posible que 
papá y tú se hagan cargo de un niño pequeño, y tú tienes que ocuparte del funeral de 
Kelsey. Yo puedo hacerlo. —Cerrando los ojos, resopla—. Sí, te llamaré por la 
mañana. Buenas noches, mamá. 
Tira el teléfono sobre la encimera antes de inclinarse sobre el corral en el que 
tiene a Pigmy. Se inclina hacia ella, lo que me hace estremecerme hasta que le pasa 
los dedos por la mejilla. 
—Vas a aprender muy rápido que tu abuela está loca. —Alzándola, la hace 
rebotar sobre su cadera—. Lo siento, Lilac. Creo que vas a tener que dormir en el 
parquecito esta noche, solo hasta que pueda conseguirte una cama. ¿Te parece bien? 
—Sus murmullos son incoherentes, aunque él se ríe con ella—. ¿Tienes hambre? 
Vamos a ver qué tiene el tío Philip para que comas. 
 
 
151 
Pigmy se acerca a mí cuando se la lleva. Me gustaría poder abrazarla, pero, al 
menos en apariencia, este humano parece desear su seguridad, así que decido 
despedirme y venir a ver cómo está mañana. 
—Adiós, Pigmy. Volveré más tarde. 
Al llegar a casa de Mishka, la encuentro en el dormitorio de Leena, ambas con 
dos tercios de una botella de licor. Leena chilla al verme, con el ánimo sintéticamente 
levantado por su embriaguez. 
—¡Loch! ¡Loch ha vuelto! —Levanta el brazo, mostrando una pulsera azul con 
una ficha de cobre atada en el centro—. Mira, ¡Mishka también te ha hecho uno! 
Mishka se cae al suelo cuando intenta bajarse de la cama, y se ríe mientras 
rueda de espaldas. 
—¿Dónde has estaaado? —Hipa mientras me señala—. Te dije que te 
mantuvieras con Leeena. 
Leena se arrastra por la cama para colgarse del borde y sacudir la cabeza a 
Mishka. 
—No, no, no, no te enfades con él, ¿de acuerdo? Le dije que no necesitaba una 
ñinera. 
Mishka intenta sentarse, aumentando su histeria. 
—Ñinera. Eso es lo que has dicho. 
Repiten su galimatías tres veces. Las dos están completamente borrachas. 
Enciendo un cigarrillo porque dudo que a Mishka le importe una mierda que fume 
aquí ahora mismo. 
Leena se sienta, tambaleándose sobre sus rodillas, mientras da otro trago a la 
botella. 
—¡OhDiosmío, Loch! Adivina qué ha pasado... 
Mishka se lleva un dedo a la boca. 
—¡Noooo! Shhhhh. Cállate, cállate. 
Claro que ahora tengo curiosidad, pero de todas formas no sé cuánto podría 
seguir si me lo contaran ahora, y no puedo captar nada de sus cerebros flotantes. 
Leena se tapa la boca con las manos, consumida por otro ataque de risa, y 
vuelve a caer en la cama. Para cuando termino de fumar, Leena se ha desmayado y 
Mishka no está muy lejos. Cubro a Leena con la colcha y me inclino para levantar a 
Mishka. 
La llevo a su habitación y la meto en su cama. Cuando me meto bajo las mantas 
con ella, me pasa algo por la mano. Es un brazalete similar al que Leena presumía 
antes, hecho de cordón negro, con letras de plata estampadas que dicen: "El demonio 
de un ángel". 
No puedo expresar con palabras lo que me hace sentir. Nunca he recibido un 
regalo de nadie... nunca. 
 
 
152 
Levanta el brazo para mostrármelo. 
—Hice una… —hipa—, a juego para mí. —Sujeto su mano lo suficiente para 
leerlo. 
El ángel de un demonio. 
—Mishka... —No sé cómo terminar la frase, pero no tengo que hacerlo porque 
mete la mano entre nosotros, intentando acariciar mi polla. Estoy medio tentado de 
dejarla, pero ni siquiera puede hablar. Es imposible que esté en condiciones de 
follar—. Vete a dormir, Tin Nanba. 
Se queja y ni siquiera termina de protestar antes de estar roncando a mi lado. 
Todavía me resulta difícil visualizarla como algo divino. Deseo tanto ver su verdadero 
aspecto. La rodeo con mis brazos y me duermo con su cabeza sobre mi pecho. 
 
 
 
El gruñido de Mishka es tan fuerte que me despierta. 
—Oh, Dios. Me siento como una mierda. Y tengo que trabajar en... —Levanta la 
cabeza para ver su reloj—. Dos horas. 
Si me dejara quitarle el emetgis, ya no podría emborracharse, ni siquiera 
enfermar por ello. Apartando las mantas, arrastra los pies hasta su bata. 
—Necesito café. 
Leena está sentada en la mesa de la cocina y no parece estar mucho mejor. 
—Hay aspirinas en el armario encima del fogón. —Apoya la cabeza en la 
mesa—. ¿Hay algún lugar que haga hamburguesas tan temprano? Realmente necesito 
algo de grasa. 
—No sé —gruñe Mishka—. Tengo que ducharme y prepararme para el trabajo. 
—Apesta a ser tú. Tengo el día libre. Le dije a mi jefe que tenía un virus. 
Mishka toma las pastillas con su café antes de acercarse a su amiga y besarla 
en la cabeza. 
—Tómate todo el tiempo que necesites, ¿de acuerdo? 
Mientras Mishka sale arrastrando los pies de la habitación, me dejo caer en la 
silla frente a Leena, golpeando la mesa con los dedos. 
—¿Qué pasó anoche? 
—¿Puedes no hacer eso,por favor? —Se lleva una mano a la cabeza por un 
momento y luego señala su cartera—. Ve a buscarme algo de comer y puede que te 
lo cuente. 
Después de anotar lo que quiere, voy a la dirección que me dio para pedir su 
comida. Cuando vuelvo, Mishka ya está vestida, con un aspecto aún peor. 
—¿Puedes llevarme al trabajo? No quiero ir en auto ahora mismo. 
 
 
153 
Empiezo a inquietarme por todo el secretismo, pero solo me llevará un 
segundo, así que hago lo que me pide, llevándola a la parte trasera de la tienda de 
muñecas. Con un beso a medias, me deja para entrar. 
Provocando el chillido de Leena, aterrizo de nuevo en la silla en la que estaba 
sentado antes. 
—Bien. Cuéntame. 
Su hamburguesa ha desaparecido en parte, y parece un poco más viva. Poner 
algo en su estómago debe haberle hecho bien. Se limpia la boca con una servilleta. 
—Bueno, ya sabes la parte en la que Mishka es un ángel y, aparentemente, su 
padre es el arcángel Miguel. Todavía me cuesta procesar esa parte. De todos modos, 
anoche mientras no estabas, él apareció. 
Se me cae el priidzar, el saziamiin de los brazos ardiendo en una complicada 
mezcla de ira y nerviosismo. 
—¿El tío Miguel estuvo aquí? ¿En esta casa? 
Mordiendo un trozo de su palito de patata, se queda mirando mi cambio de 
forma. 
—Eso es lo que dijo Mishka. —Toma un trago de su bebida gaseosa y luego 
eructa—. Parece que te odia de verdad. 
Me doy cuenta de que estoy jugueteando con la pulsera que me hizo Mishka. 
Todavía no puedo entender por qué me pone de este humor desconocido 
simplemente con mirarla. 
—El sentimiento empieza a ser mutuo. ¿Qué ha dicho exactamente? 
Se limpia los dedos brillantes y grasientos en la servilleta. Se levanta para 
coger sus cigarrillos de la encimera y me lleva fuera. 
—Estaba bastante asustada cuando me lo dijo, y yo ya estaba borracha, pero 
algo sobre que él se aseguraría de que ustedes no fueran nada. —Saco mi propio 
cigarrillo de su cajetilla sin preguntar—. Hombre, Mishka va a tener que empezar a 
comprarte los tuyos si sigues fumándote todos los míos. 
Dejando de lado su comentario sobre los cigarrillos, apoyo la cabeza en mi 
mano. 
—¿Cómo piensa hacer eso? 
Se encoge de hombros. 
—¿Cómo demonios voy a saberlo? —Sus ojos se entrecierran mientras da una 
calada—. De todas formas, ¿a dónde fuiste anoche? 
—Estaba revisando a Pigmy. 
Su confusión es salada en mi boca. 
—¿Qué mierda es un Pigmy? 
Estoy un poco sorprendido de que Mishka nunca se lo haya dicho. 
 
 
154 
—Es una niña. La traje aquí después de librarla de su vil padre. 
Ensancha los ojos, los iris marrones parecen más claros a la luz del sol. 
—¿Y por "librar" te refieres a lo que hiciste con Tim y su amigo? —A estas 
alturas, no tiene sentido negarlo, así que asiento—. Dios, eres un auténtico justiciero. 
Y qué, ¿simplemente secuestraste a la niña? 
—Prefiero el término "salvar", pero eso es solo semántica. 
Ella silba. 
—Vaya... ¿Y cuál es la semántica de lo que pasó con Harry? 
—Simplemente lo asusté. Entre otras cosas. 
Echando humo, resopla. 
—Son las "otras cosas" las que me dan curiosidad. 
 
 
 
Estoy de los nervios cuando voy a ver a Pigmy. Estoy seguro de que la visita de 
mi tío era su forma de asegurar la entrada de Mishka en Madriiax al final de su vida 
humana, y sé que es allí donde debe estar. Eso no cambia que deteste la idea de que 
se convierta en la parte de mi familia que dio la espalda a la mía. 
Lilac. 
Veo al tío de Pigmy teclear frenéticamente en su ordenador, pasándose los 
dedos por el cabello. Pigmy levanta las manos, queriendo que la alcen en brazos, y 
yo casi cedo cuando le da la espalda. 
—Lo siento, Lilac. El tío Philip tiene que encontrarte una guardería que pueda 
pagar. Jugaré contigo en un rato, ¿de acuerdo? 
La idea atraviesa mi mente como un rayo. Guiño un ojo a Pigmy y vuelvo a la 
casa. Leena está en el salón, leyendo un libro titulado Curación Espiritual. 
—¿Cuál es tu número de teléfono? 
Salta sorprendida y me mira con desprecio. 
—Maldita sea, Loch. ¿Por qué necesitas mi...? 
—Lo explicaré más tarde, solo escríbelo. 
—Bien, bien, maldita sea. 
Le arrebato el papel de la mano y vuelvo con Pigmy. Por suerte, la televisión 
ya está sonando, así que subo el volumen y utilizo una ilusión para crear lo que parece 
ser un anuncio de una guardería asequible. Agrego el rostro de Leena, su número de 
teléfono y su dirección. 
 
 
155 
El tío de Pigmy muerde el anzuelo y se vuelve hacia el anuncio imaginario. 
Toma su teléfono y teclea el número, así que le guiño un ojo a Pigmy y vuelvo con 
Leena para estar presente cuando responda a su llamada. 
—¿Hola? —Su frente se arruga mientras niega—. Creo que... —Con los ojos 
muy abiertos, su voz se vuelve un poco chillona—. Espera, ¿cuánto? —Cambiando su 
mirada hacia mí, frunce el ceño—. ¿Y sacó mi número de la televisión? —No hablo, 
usando mi boca para formar las palabras, dile que sí—. Eh... no hay página web, pero 
sí, estoy totalmente cualificada. —Me levanta el dedo corazón antes de agarrar un 
utensilio de escritura de su mochila y escribir algo en su mano—. Genial. Hasta luego. 
—Una vez que cuelga, se cruza de brazos, frunciendo los labios—. ¿Qué demonios 
has hecho? 
—Pigmy necesitaba a alguien que la cuidara. No me gusta que la pasen 
continuamente por extraños. 
Alcanzo uno de sus cigarrillos y me lo arranca de la mano. 
—¡No sé nada de niños! 
Definitivamente voy a tener que conseguir mi propio paquete. 
—Entonces, ¿por qué dijiste que sí? 
—¡Tú me lo dijiste! Además, son cuatrocientos dólares extra a la semana, y 
sonaba desesperado. 
Si soy sincero conmigo, no sé por qué tengo tanto apego a la niña. Sí, los 
pequeños seres humanos me resultan intrigantes, pero también tengo un sentimiento 
de responsabilidad hacia ella. También me reconforta saber que está a salvo y 
cuidada cuando vuelva a casa. 
—Puedo ayudarte mientras esté aquí. 
Se pone el cigarrillo entre los labios. 
—Oh, sí, lo harás. No puedo creer que haya dejado que me convenzas de llevar 
una maldita guardería con un demonio. 
 
 
 
156 
24 
Perdiendo a Loch 
Mishka 
Por suerte, hoy me han vuelto a programar en la parte de atrás. Los clientes no 
son algo con lo que creo que podría haber lidiado esta mañana. Al menos ya no me 
siento como si estuviera muriendo. Beckany se fue a comer y me salvó la vida. 
Lo malo de estar de vuelta aquí es que estoy sola con mis pensamientos. No 
puedo dejar de pensar en lo que dijo Miguel de ocuparse él mismo de las cosas. ¿Qué 
significa eso? Una parte de mí se pregunta si se está tirando un farol para asustarme, 
mientras que la otra recuerda que se trata de un ángel de verdad que probablemente 
tiene más poder del que puedo imaginar. 
También me molesta muchísimo. Me mutila, abandona y se hace de la vista 
gorda durante toda mi vida. Ahora, como me estoy enrollando con un chico malo 
sobrenatural, quiere hacer el papel de padre autoritario. 
Sé que voy a tener que hablar con Loch sobre esto. Solo tengo miedo de que 
agarre el collar que hay en el cajón de mi cocina y me deje para siempre. Por 
supuesto, podría esconderlo, pero ¿realmente quiero que se quede si no quiere al 
cien por cien? Ahora que no se ha evaporado en el aire cuando hemos hecho la única 
cosa que creíamos que iba a provocarlo, me pasaré cada momento preguntándome 
qué es lo que le hará volver. Lo peor de todo es que hay una parte en mi interior que 
espera que esté aquí para quedarse el resto de mi vida, y sé lo peligroso que es eso 
para mi corazón. 
Saber que hay una vida después de la muerte cambia las cosas, y aunque Loch 
dijo que no puedo ir al infierno con él, no entiendo por qué. Él es parte ángel también, 
y su madre fue humana una vez. Se supone que el cielo es la meta final, pero la idea 
de ir allí por la eternidad con el imbécil de mi padre no me parece un buen plan. Si 
no estoy allí para ser un torturador o un torturado,¿el infierno sería tan malo? 
Cosiendo a mano la caja torácica en el exterior del gatito-esqueleto que estoy 
haciendo, me pincho con la aguja por la sensación de que mis piernas se abren a la 
fuerza bajo la mesa. Mi falda parece subir por sí sola por mis piernas antes de que mis 
bragas sean empujadas hacia un lado. Sus dedos invisibles se deslizan dentro de mí 
y dejo caer la muñeca. 
—Loch. 
Siento las puntas de su lengua lamiendo mi clítoris, obligándome a morderme 
el labio en un intento de contener mis gemidos. Mis manos se agarran a la mesa 
mientras ruedo mis caderas sobre su boca invisible. Hay que terminar este encargo, 
 
 
157 
y estoy muy cerca de hacerlo, pero no hay forma de que pueda trabajar con un 
demonio invisible comiéndome. 
Mi cabeza se echa hacia atrás con las descargas de éxtasis que recorren mi 
columna vertebral. La puerta de la trastienda se abre de golpe, haciéndome saltar en 
mi asiento. Su agarre de las piernas me mantiene en el sitio a pesar de mis esfuerzos 
por apartarme. 
Beckany inclina la cabeza hacia mí. 
—¿Estás bien? —No me fío de mi voz en este momento, así que asiento—. Tengo 
que hablarte del cliente que acaba de estar aquí. 
No cede con su lengua ni con sus dedos, y tengo miedo de que oiga los sonidos 
húmedos que hace mi coño mientras me habla del tipo bueno que cree que estaba 
coqueteando con ella. Es imposible quedarse quieta cuando sé que en cualquier 
momento me voy a deshacer. 
—¿Seguro que estás bien? 
Aunque me tiembla la voz, soy capaz de hablar sin jadear. 
—Sí. He tenido un par de días largos, y estoy... cansada. 
Arquea una ceja escéptica. 
—Oh, de acuerdo. Bueno, voy a cerrar para que podamos irnos. 
—Mmhmm. 
En el momento en que cierra la puerta, él se muestra, aun trabajando con sus 
dedos, cesa el asalto de su lengua el tiempo suficiente para sonreírme. Mis manos 
agarran su cabeza en movimiento mientras sigo mirando hacia la puerta para ver si 
Beckany regresa. 
—Va a volver pronto, Loch. —Finalmente, me permite mi liberación. Alcanza a 
taparme la boca, el interminable latido entre mis piernas amenaza con hacerme 
gritar. Mis muslos tiemblan contra la silla, mis palabras susurradas se amortiguan bajo 
su mano—. Mierda, Loch. Oh, joder. 
Mientras mi pecho se agita y mi piel aún hormiguea por el resplandor, él se 
arrastra por mi cuerpo para besarme. Me saboreo en su lengua. Antes de que rompa 
el beso, vuelve a ser invisible y me deja sin aliento. 
 
 
 
Después de cerrar la tienda con Beckany, me dirijo al callejón. Una mano me 
agarra por el brazo, tirando de mí contra un pecho duro. 
—No te enfades. —Esa frase no puede significar nada bueno. Cuando abro la 
boca para preguntarle qué demonios ha hecho, me aprieta los hombros, besándome 
para cortar mi pregunta. Me separo de él para encontrarnos de pie en mi salón, donde 
Leena entra desde la cocina. 
 
 
158 
—¿Le contaste la mierda que hiciste hoy? —Cruzando los brazos, espero a que 
uno de ellos me diga qué pasa—. Al parecer, ahora somos una guardería. —Miro 
entre ellos porque, aunque sé lo que significan las palabras, no tengo ni idea de cómo 
se aplican. 
Loch pone unos ojos patéticos que nunca he visto en él. 
—El tío de Pigmy necesita que alguien la cuide mientras trabaja. Me daría 
tranquilidad saber que cuando yo no pueda estar aquí, la cuidará alguien de 
confianza. 
La forma en que habla de irse suena como si fuera a morir, y supongo que así 
se sentirá. Incluso cuando la idea revolotea por mi mente, el estómago se me revuelve 
de miedo. Mi única opción es obligarme a no pensar en ello. 
Sigo sin entender su fascinación por la niña, pero me gustaría que alguien se 
hubiera preocupado tanto por mí a esa edad. 
—¿Y sabe su tío que somos dos jóvenes de veinticinco años que no sabemos 
una mierda sobre el cuidado de los niños? 
—Oh, no —subraya Leena—. Eso es lo mejor. Cree que nosotras, o más bien 
yo, estamos certificados porque alguien… —Frunce el ceño hacia Loch— le dio esa 
impresión. Y empezamos mañana por la mañana, así que vamos a tener que organizar 
nuestros horarios en torno a eso. 
Dejo caer la cabeza hacia atrás con un gemido. 
—¿Por qué esto se siente ilegal? —Levantando las manos, le pregunto a 
Leena—: ¿De verdad quieres hacer esto? 
Se encoge de hombros. 
—No tiene ni dos años. No puede ser tan difícil. Además, son cuatrocientos 
extra a la semana, y puedo mover mis turnos a más tarde en el día. Es de lunes a 
viernes, de ocho a seis. 
—¡Eso es solo como ocho dólares por hora! 
—Sí, por pasar el rato aquí. 
Empiezo a pensar que esto le atrae más de lo que dice. 
En el fondo, sé que el motivo de Loch para esto es dulce, así que es difícil estar 
demasiado enfadada con él. Sin embargo, esto va a ser increíblemente 
inconveniente. 
—Podemos intentarlo, pero te juro que será mejor que no vayamos a la cárcel 
por fraude. —La sonrisa en el rostro de Loch es ligeramente contagiosa—. Bueno, al 
parecer, tenemos que ir a comprar algunas cosas para niños. 
Como no tengo ni idea de lo que necesita un niño de esa edad, decido 
averiguarlo mañana. Algunos juguetes, aperitivos y platos seguros para niños tendrán 
que ser suficientes por ahora. 
 
 
159 
Debería haber mandado a Loch con el dinero, porque de todas formas lo 
escoge todo. 
Cuando llegamos a casa, veo que Leena ha utilizado cartulina y alambre para 
hacer un cartel para el césped. Está cubierto de arco iris y dice: "Los pequeños de 
Leena". 
Definitivamente ha pensado en esto. 
Después de dejar las bolsas en la cocina, me sirvo un poco de vino y Loch me 
besa el cuello. 
—Es muy amable de tu parte aceptar esto, pero tienes sangre murifri. La 
protección está en tu naturaleza. 
Le miro de reojo y luego lleno mi vaso hasta el borde. 
—Hablando de eso, tenemos que hablar de Miguel. 
Su mano se aplana contra mi estómago, deslizándose en mi falda. 
—Me dijo Leena. No me preocupa mi tío. 
Bebo un gran trago antes de dejar el vaso sobre la encimera. Mis rodillas 
flaquean cuando sus dedos se mueven dentro de mí. 
—No parecía que estuviera jugando. 
Lo siguiente que sé es que estoy en mi habitación inclinada sobre la cama, con 
la falda levantada hasta la cintura. 
Es imposible no mecerse sobre su mano mientras me mete los dedos, y su mano 
libre serpentea por mi camisa hasta acariciar mi pecho. El calor de su erección me 
aprieta el trasero, sus marcas me hacen cosquillas cuando se mueven por mi piel. Sin 
prepararse, se introduce a la fuerza en mi coño, y mi cuerpo se sacude hacia delante 
por el impacto, acompañado de un silbido de aprobación. Es la sensación más extraña 
de ser estirada tan lejos y tan rápidamente sin dolor. Aun así, suelto un grito por el 
mero impacto. El ritmo de sus muslos golpeando mi trasero no disminuye mientras 
me empuja la camiseta por la cabeza y me desabrocha el sujetador. Aunque no puedo 
ver desde esta posición, siento sus cuernos rozando las curvas de mi espalda. Sus 
labios calientes besan lo que ahora sé que son las cicatrices de la amputación de mis 
alas. 
—¿Has pensado más en dejarme quitarte el emetgis? 
He intentado no pensar en ello porque es aterrador. Ni siquiera Loch sabe 
exactamente lo que me hará. Aunque Leena no lo ha expresado, la conozco lo 
suficiente como para saber que se siente desubicada. Ella es la que siempre se ha 
dedicado a las cosas mágicas y, sin embargo, yo soy la que es sobrenatural. 
Se aparta de mí para llevarnos al centro de la cama, conmigo a horcajadas. Me 
empuja hacia su erección y se lanza hacia arriba, tocando fondo inmediatamente. Las 
puntas de su lengua rodean mis pezones, con una sensación tan increíble que arqueo 
la espalda. Sus manos sujetando mi cintura le permiten utilizar mi cuerpo, 
levantándome y bajándome a su discreción. 
 
 
160 
—Tengo miedo. No quiero ser un ángel. —Me agarro a sus cuernos, 
utilizándolos como asideros mientras giro las caderas. 
—Estaré aquí... todoel tiempo que pueda estar. —Sé lo que realmente quiere 
decir. Podría desaparecer en cualquier momento—. No debes tener miedo. —Sus 
manos sostienen mi rostro con suavidad mientras me besa—. Cuando estés 
preparada. 
La verdad es que no sé si alguna vez estaré preparado. También me pregunto, 
¿y si muero con el sello intacto? ¿Moriré como humano o me transformaré 
inmediatamente en un ser divino? La mortalidad da miedo, pero creo que no saber 
en quién o en qué me convertiré exactamente es aún más aterrador. 
Disminuye su ritmo, cada empuje se vuelve más lánguido. Los anillos de su 
polla arrancan un gemido cada vez que baja mi cuerpo hacia el suyo. Es extraño que 
pueda parecer una eternidad y un instante al mismo tiempo. Entra en erupción dentro 
de mí, enviando un calor reconfortante y burbujeante que me consume, calmando una 
ansiedad que no sabía que tenía. 
Me besa el hombro y me quita de encima antes de levantarse para ponerse el 
vaquero. Una vez que se lo abrocha, se inclina para apretar sus labios contra los míos 
mientras una repentina ráfaga de viento me pasa el cabello por el rostro. Las baratijas 
y los productos de maquillaje salen volando de mis estantes cuando un pitido agudo 
chirría en mis oídos. Con un destello de luz y un crujido, un anillo iluminado se posa 
en la pared justo sobre la cabeza de Loch. 
Mi estómago y mi corazón se entrecruzan al ver los furiosos ojos brillantes de 
Miguel mirándonos desde los pies de mi cama. En menos tiempo del que tardo en 
abrir la boca, está de pie junto a Loch, el agarre que tiene en el brazo le causa 
claramente dolor. 
—¡Detente! 
Miguel no reconoce que he hablado. No me mira en absoluto, su mirada es un 
infierno furioso fijo en Loch. 
—He dejado claras mis instrucciones. Debías volver a las llamas de donde 
viniste. En lugar de eso, te rebelaste igual que los caídos antes de ti, violando a mi 
hija con tu aborrecible toque. 
Los ojos de Loch brillan con la misma intensidad. Mostrando sus colmillos, se 
coloca pecho con pecho con Miguel, desafiándolo. 
—También la violé con mi aborrecible lengua, imbécil. Y créeme cuando te 
digo que a ella le encantó. 
Podría matarlo por haber elegido este momento para hacerse el listillo. 
Agarrando su brazo para mantenerlo anclado a mí, me doy cuenta de que sigo 
completamente desnuda y uso la mano libre para tirar de las mantas sobre mí. Miguel 
arranca el halo de la pared, y su gruñido me hiela las venas. 
Durante una fracción de segundo, mi vista capta el símbolo iluminado de su 
collar. De repente, mi visión solo ve un blanco sólido, y el sonido de las alas es todo 
 
 
161 
lo que puedo escuchar. Cuando consigo centrarme, mis manos están vacías y ambos 
han desaparecido. 
 
 
162 
25 
Casa en una Canasta 
Loch 
Miguel. Formurifri a balit. Arcángel de la virtud. 
Su presencia tiene un efecto en mí que es difícil de discernir. Estoy en parte 
intrigado, en parte con náuseas y en parte aterrorizado. Tener miedo no es una 
emoción a la que esté acostumbrado. Sin embargo, no es el miedo por mi bienestar 
lo que experimento, sino el pavor de saber que la he perdido. Hace apenas unos 
segundos estaba en mis brazos, y ahora me enfrento a la eternidad sin ella. 
El gélido agarre alrededor de mi brazo enciende un dolor que nunca he 
experimentado en mis cien mil años de existencia. 
Aunque su expresión no delata nada, su tacto me está agotando. Sus ojos son 
blancos como los míos, y sus alas nacaradas, similares a las de mi padre. Las retira, 
sin dejarme ninguna duda de lo que se avecina. Los orseiinak no son rivales para los 
murifri puros, especialmente para uno de su talla. 
Con un golpe de sus alas, siento el segundo exacto en que mi vínculo con 
Mishka se rompe. Los colores de Drilpa Nalvage nos rodean, acercándose hasta que 
me lanza contra las puertas de Maelprog. Estas se abren bajo nuestros pies, revelando 
los siete reinos mientras ambos giramos en torno a la subida del fuego hasta las calles 
de Zibiidor Comselh. 
Miguel me suelta y me permite ponerme de pie. Apenas soy capaz de sacudir 
mis alas antes de que esté en mi garganta con su halo. Acércate de nuevo a ella y 
acabaré con su vida mortal, llevándola a casa, a donde pertenece. No empezaré otra 
guerra por un insignificante niño de Maelprog. Sus labios permanecen apretados, pero 
oigo su voz perfectamente clara. 
—Quita tus deplorables manos de murífago de mi hijo. —La voz de mi madre 
retumba detrás de mí, sus ojos negros deseando la muerte a Miguel—. No eres 
bienvenido en mi casa. 
Mi padre cae desde arriba, aterrizando entre mi madre y mi tío. 
—¿Qué significa esto, hermano? 
—No deseo estar aquí más de lo que tú deseas mi presencia. —Me clava el halo 
en el cuello, abrasando la carne de mi garganta. Es un dolor que nunca he sentido, 
pero no es nada en comparación con lo que siento en mi pecho—. Puso sus manos 
sobre mi hija, ensuciándola. No me quedaré de brazos cruzados. —Me suelta 
finalmente, volviéndose hacia mi padre—. Por respeto, acudí a Lucifer, ordenándole 
que recuperara al niño, pero mis exigencias han sido desatendidas. 
 
 
163 
—Ya no tienes dominio sobre nosotros. Él es mi hijo. ¿Por qué no viniste a mí? 
Los labios de Miguel se levantan en lo que algunos podrían llamar sonrisa, pero 
es mucho más siniestro. 
—Tú y yo sabemos que Lucifer fue generoso al darte este reino, pero él es el 
verdadero rey de Maelprog. 
Mi madre se lanza hacia él con un grito, enseñando los colmillos, mi padre la 
agarra de la muñeca, tirando de ella hacia atrás para detenerla. 
—Nunca vuelvas a este lugar, hermano. La próxima vez, enviaré multitudes de 
orseiinak inferiores para que te destrocen. 
Aunque permanece estoico, veo que sus alas se agitan mientras su postura se 
endurece. 
—Un orseiinak no puede matar a los formurifri, no importa cuántos sean. Lo 
sabes. 
Levantando la cabeza, la sonrisa de mi padre es claramente una advertencia. 
—Quizás. Sin embargo, pueden causarte una gran agonía. 
Usando la fuerza de sus alas para propulsarse en el aire, Miguel nos mira. 
—Mantenlo alejado de ella, hermano. —Me lanza una última mirada—. 
Recuerda lo que he dicho, hijo de Maelprog. 
En el momento en que ha volado más allá de las puertas, estas se cierran, 
convirtiéndose de nuevo en un cielo en llamas. Mi madre se precipita hacia mí, 
inspeccionando mi cuello. 
—¿Estás bien? 
Menos mal que se refiere a mi estado físico, porque no sé cómo expresar el 
emocional. 
—Sí, madre. Estoy bien. 
Su toque es suave contra mi rostro, las joyas de sus cuernos tintinean con la 
sacudida de su cabeza. 
—Nos dijeron que habías sido convocado. ¿Cómo es que acabaste mezclado 
con la hija de la inmundicia de Madriiax? 
El rostro de mi padre permanece frío, aunque sigue aquí, así que debe sentir 
curiosidad. 
—Me llamó. Su emetgis ocultaba su celestialidad. No me di cuenta de que era 
más que humana. ¿El tío Lucifer nunca te habló de ella? 
Cuando mi madre sonríe como lo hace ahora, no es agradable para nadie. 
—Llegará a arrepentirse. 
Sus largas uñas negras me rozan la mandíbula antes de silbar para llamar a Ors. 
Cuando él llega, ella se sube a la espalda del monstruoso bicharraco, probablemente 
 
 
164 
para hablar con mi tío, dejándome a solas con mi padre. Su traje negro está impoluto, 
aparte de la ceniza que le cae sobre los hombros. 
—¿Eres consciente de que Miguel quería que te alejaras de la chica? 
Pasando mi mano sobre mi boca, asiento. 
—Envió a Vilum. —Mierda. El gohed—. Pero no quería irme. Disfrutaba de su 
compañía como ella de la mía, así que decidí dejar que la invocación siguiera su 
curso. 
Llevando las manos a la espalda, se acerca lo suficiente para hablarme al oído. 
—Por si no está claro ya, estoy de acuerdo con mi hermano en esto. Tienes 
prohibido volver a ver a la hija de Madriiax. 
Seguidamente, su forma se evapora y me deja solo en la calle. Miro hacia las 
puertas cerradas.No volveré a verla, y ahora debo volver a las orgías sin sentido y a 
torturar a los condenados como si nada hubiera cambiado cuando todo lo ha hecho. 
Vuelvo a mi habitación en el castillo antes de que se sepa que he regresado. La 
atracción en mi pecho que me guiaba hacia ella ha desaparecido, y algo más que no 
entiendo ocupa su lugar. ¿Cómo puedo sacar esta tortuosa mezcla de rabia, dolor y 
vacío de mi piel? Me paseo por el suelo y me paso las manos por el cabello. Intento 
gritar para que desaparezca, destrozarla estrellando una silla contra un espejo, 
rompo el cabecero de la cama, desgarro la tela de las almohadas y agujereo la pared 
con mi daga. Nada ayuda. 
Me quedo agitado en mi habitación destruida. Solo hay tres maneras de que 
pueda volver a la Tierra. Mishka no puede convocarme dos veces, pero supongo que 
Leena podría. Incluso si lo hiciera, estaría atado a Leena, no a ella, y nunca podría 
arriesgarme a que Miguel le quitara la vida mortal. La sola idea de que la mantenga 
atrapada en Madriiax para siempre es desoladora. Podría ser un mensajero si alguna 
vez hubiera una razón en su vida y yo fuera el elegido para ir. A pesar de todo, la 
misma cuestión permanece. Cada uno de mis tíos tiene un gohed, que es imposible 
de robar. Deben ser entregados por quien posee el sigilo, lo que hace que esa sea la 
opción menos probable de todas. 
Mientras froto mi pulgar sobre la ficha del brazalete que Mishka hizo para mí, 
me doy cuenta de que hay un alma en Maelprog que puede conectarme con ella en 
algún nivel, y es todo en lo que puedo pensar para llenar el abismo que dejó atrás. 
Al llegar a las celdas de Pashbab, encuentro su carpeta y leo su vida de 
crueldad. Aunque al principio de su vida sufrió su propia cuota de abusos, la persona 
en la que se convirtió y los humanos a los que hizo daño fueron decisiones suyas. 
Abro lentamente la puerta de su celda y lo encuentro colgado del cuello, 
ahogándose y anhelando respirar. Cuando nuestras miradas se cruzan, intenta gritar, 
pero teniendo en cuenta su posición, es imposible. 
—Es bueno ver que te acuerdas de mí, Tim. 
 
 
 
 
165 
 
Es difícil saber cuántas horas he pasado con él, obligándole a enfrentarse a 
quienes cree que son los monstruos de su infancia. He cortado cada trozo de su cuerpo 
una y otra vez, he ahondado en sus recuerdos más profundos y oscuros, obligándole 
a revivirlos. Le hago gemir el nombre de Leena y escucho sus gritos atormentados 
durante horas, pero Mishka sigue estando en el primer plano de mi mente. El sonido 
de su agonía no me reconforta como antes, así que continúo sacando más de él, 
persiguiendo el alivio de algo que nunca he encontrado antes de ella. 
Hay tantas cosas que anhelo… Su risa, sus besos, su mordacidad, su sonrisa, su 
ira, su alegría, su... presencia. Nunca me sentiré igual que cuando estaba con ella, y 
por eso tengo la sensación de que hay trozos de mí que dejé en el reino de los 
mortales. 
—Loch. —Mi madre me quita el artilugio de la mano para dejarlo caer al suelo, 
con voz suave—. Has estado aquí toda la noche. —Me pregunto cuánto tiempo lleva 
ahí de pie viendo cómo me derrumbo. 
Mis hombros se agitan al ver cómo la sangre salpica el suelo al gotear de los 
pies de Tim. 
—¿Cómo sabías que estaba aquí? 
Se acerca a Tim y hace girar su dedo en la sangre de su pecho antes de 
llevársela a la boca. Aunque la sangre de los condenados parece ser la misma que la 
de los vivos, es una sustancia completamente diferente. No es tan deliciosa, pero no 
está mal. 
—La noche es silenciosa, perversa. Sus gritos se escuchan en todo Zibiidor 
Comselh. —Volviéndose hacia mí, inclina la cabeza—. Mi exquisito muchacho. He 
percibido un cambio en ti desde tu regreso. 
Aunque puede que lo hiciera siendo un muy joven orseiinak, no recuerdo haber 
producido nunca lágrimas, pero con mi mente recordándome constantemente que no 
volveré a verla, se me empañan los ojos. No quiero mirar a mi madre a los ojos por 
miedo a que vea mi tormento. 
Me sujeta la barbilla, con sus largas uñas rozando mi piel, obligándome a 
encontrar su mirada. 
—La chica murifri. Es especial para ti. 
Mi respiración es entrecortada mientras muevo mi mandíbula. 
—Sí. —Separo mi rostro de su contacto—. Lo es. 
Pasando por delante de ella, la dejo en la celda para caminar solo por las calles 
de Zibiidor Comselh. Normalmente, disfrutaría viendo las orgías o me detendría en 
una de las tiendas para que me chuparan la polla, pero ahora la idea de ser tocado 
por otra persona ha adquirido una sucia capa de desagrado y ha perdido el atractivo 
que antes era parte integral de lo que soy. No estoy hecho para esto. Nací para la 
lujuria, no para lo que sea que esté envenenando mi mente. Mi madre, mi padre, 
cualquiera de mis hermanos, ninguno de ellos podría entenderlo. Ni siquiera yo lo 
 
 
166 
entiendo, maldita sea. Aunque, puede haber una persona en todo Maelprog que 
podría. 
En el piso más alto del castillo más alto, residen los aposentos de mi tío Lucifer. 
El fuego de su sigilo arde, así que sé que está dentro. Cuando levanto el puño para 
llamar, las puertas se abren antes que pueda tocar el mármol. 
Se sitúa en el extremo opuesto de la habitación, de espaldas a mí, mientras 
vigila su reino con la subida del fuego ardiendo en la distancia. 
—Me preguntaba cuándo vendrías a verme. —Volviéndose en mi dirección, 
me hace señas para que me una a él. 
Paso por la alfombra de piel hecha con la piel de Adán después de su muerte. 
Él y mi padre todavía discuten sobre quién debe tenerla. Como Adán fue el primer 
violador de la humanidad, mi padre cree que debería ser suya. Sin embargo, el tío 
Lucifer lo detesta con una pasión rabiosa por lo que le hizo a mi madre, lo que le hace 
desearla como un premio. Mi madre los convenció de que la compartieran, 
alternando cada mil años más o menos. 
Siento que debo mencionar su colgante divino, aun sabiendo que es 
plenamente consciente de su ubicación. 
—Me disculpo por no usar el gohed, viendo que enviaste a Vilum por esa razón. 
Sus rizos blancos están impecablemente peinados alrededor de sus rasgos 
esculturales y sus labios fruncidos. 
—Hmm. ¿Y tú? Supongo que si estuvieras realmente arrepentido, no habrías 
tenido que ser arrastrado a la fuerza hasta aquí, por Miguel, de todos los seres. 
Me apoyo en los pilares de obsidiana que bordean su balcón. 
—¿Cuándo supiste que amabas a mi madre? 
La más pequeña de las sonrisas levanta sus labios mientras sorbe de su copa. 
—Solía decir que fue la primera vez que la vi, una belleza de ébano bailando 
en el jardín. Ahora sé que fue el momento en que rechazó a Adán. Se negó a ser 
alguien más que quien era. —Mira al frente, el cielo en llamas que se extiende por los 
siete reinos—. Puede que no sea una criatura fácil de amar, pero es su terquedad lo 
que la hace aún más deliciosa. —Su mascota cronug vuela a su encuentro, yaciendo 
sumisa a sus pies—. La hija de Madriiax. ¿La amas? 
Me burlo. 
—No seas ridículo, tío. —En el momento en que suelto las palabras, me doy 
cuenta de la falsedad expansiva de la afirmación. 
Casi una mentira. Algo que nunca he hecho. 
Con una sutil inclinación de la cabeza, su labio se tuerce. 
—Por supuesto. Sin embargo, si lo hicieras, te diría que no dejes que nadie, ni 
siquiera el propio creador, te aleje de ella. 
Nunca sería tan irrespetuoso, pero quiero gritarle que no es tan fácil. 
 
 
167 
—¿Qué puedo hacer? El tío Miguel dijo que si me acercaba de nuevo a ella, le 
quitaría la vida mortal y la llevaría a Madriiax. Entonces ella realmente sería 
inalcanzable. 
—Eres un chico inteligente. Mi sobrino, después de todo. Te sugiero que 
reflexiones sobre ello. Una cosa que te diré es que no hay nada en este reino o en el 
siguiente que pueda alejarme de tu madre. En cualquier caso, eres tú quien debe 
tomar la decisión. —Miro las cenizas que caen del cielo. Aunque comprenda mejor 
queyo lo que siento, no puede ayudarme—. No te preocupes por el gohed. Enviaré a 
Vilum a buscarlo. 
Me ha dado que pensar, porque tiene razón. Ella es lo que importa. Ella es todo 
lo que importa, y tengo que encontrar una manera de volver a ella o traerla a mí. 
Siempre me han dicho que fue despojado de su santidad. La parte de él que 
era el murifri Samael está muerta, pero cuando habla así no puedo evitar preguntarme 
si eso es cierto. Él era el murifri a olpirt. Ángel de la luz. Su capacidad de aportar 
esperanza a esta situación me hace creer que la luz aún permanece. Y que siempre lo 
ha hecho. 
Me giro para despedirme. 
—Como siempre, tu inteligencia no puede ser superada. Buenas noches, tío. 
—Loch. 
Su voz de mando me obliga a detenerme. 
—¿Sí, tío? 
—Lo que sientes no se desvanecerá. Los divinos no son como los humanos. La 
agonía de su pérdida no solo permanecerá intacta por toda la eternidad, sino que 
aumentará a medida que pase el tiempo. 
 
 
 
168 
26 
Transformación Tortuosa 
Mishka 
—¡Loch! ¡Loch! —le grito, sabiendo que no puede oírme. Saltando de la cama, 
me pongo la ropa antes de ir corriendo a la cocina, abriendo cajones, sin recordar en 
cuál lo puse. Estoy drogada por la entrada de Loch en mí, y no puedo pensar con 
claridad—. Mierda. ¿Dónde está? 
—Oye. ¿Estás bien, qué pasa? —pregunta Leena detrás de mí. 
—Se ha ido. —Una vez que lo digo, la barrera que retiene mis lágrimas se 
resquebraja, permitiendo que fluyan libremente—. Miguel se lo llevó. —Lloro, pero 
es como si hubiera una película sobre mis emociones, que no me permite 
experimentarlas adecuadamente—. No voy a volver a verlo. 
Agarrándome de la mano, me tira contra ella para abrazarme. 
—Oh, Mimi. Sabías que esto tenía que pasar en algún momento. —Desliza sus 
dedos por mi cabello haciéndome calmarme—. Es un demonio. Tú eres un ángel. 
¿Cómo se suponía que eso iba a funcionar? 
Apartándola, continúo destrozando los cajones. 
—Tengo que despedirme. Tengo que decírselo... —Niego, porque ni siquiera 
me lo he admitido a mí misma, y ahora es demasiado tarde. 
Finalmente, lo encuentro. Mis dedos rodean el collar, el símbolo flameante 
parpadea en su interior. 
—Mishka... 
—Tengo que hacerlo, Leena. 
—¿Y qué pasa si no puedes volver? —Presiona sus manos contra las sienes 
antes de estirarlas en mi dirección—. No seas estúpida. 
—Se me ocurrirá una manera. No te dejaré. Esto no puede acabar así. —Me 
paso el colgante por la cabeza, sintiendo su peso contra mi cuello mientras cierro los 
ojos. 
—¡Mishka! 
Nada cambia, nada sucede. Cuando levanto los párpados, sigo en mi cocina, 
delante de Leena. 
—¡Mierda! ¡¿Por qué no funciona?! 
Su alivio es evidente con la caída de sus hombros. 
—Tal vez sea porque técnicamente aún eres humana. 
 
 
169 
¡Mierda! ¿Por qué no le dejé quitar el estúpido sello mientras tuve la oportunidad? 
Vuelvo a tirar la inútil pieza de joyería al cajón y veo el estuche de cuchillos sobre la 
encimera. Alargando la mano para agarrar el mango del más grande, se lo tiendo. 
—Córtamelo. 
Se echa hacia atrás, con la boca abierta en señal de repulsa. 
—¿Cortar qué de ti? 
Utilizo el cuchillo para hacer un gesto hacia mis pies. 
—El sello. Córtalo de mi pie. 
Levantando las manos, se aleja de mí. 
—Sí, vete a la mierda. Eso no va a pasar. 
Aunque puedo entender por qué no estaría dispuesta a hacer esto, no hace que 
mi frustración sea menos potente. 
—Bien. Lo haré yo misma. 
Me acerco a la silla de la cocina y apoyo el tobillo. Apenas puedo verlo. El 
estómago se me revuelve en el momento en que la punta del cuchillo se acerca a mi 
piel. Leena se tapa la boca con ambas manos y me mira con ojos muy abiertos. ¿Quizás 
pueda romperla cortando a través de ella? 
Cerrando los ojos, presiono la punta en el lugar donde el arco del pie se une al 
talón. Uno, dos, tres. Usando toda la fuerza que puedo, rasgo la hoja a través de la 
gruesa carne, aspirando aire. 
—Oh, Dios mío. —Las palabras de Leena se amortiguan tras las manos que 
permanecen sobre su boca. 
Respiro profundamente, queriendo gritar cuando veo que lo que debería haber 
sido un corte largo es en realidad múltiples cortes cortos en una línea. Las partes 
cubiertas por el sello permanecen perfectamente intactas, sin signos de daños. 
—¡Mierda! 
Dejo caer el cuchillo, que repiquetea mientras me miro la herida. Los cortes son 
bastante profundos y la sangre empieza a correr por mi pie en forma de riachuelos. 
Como todavía estoy zumbando por estar con Loch, el dolor es soportable. Leena se 
apresura a coger un paño de cocina de uno de los cajones y lo utiliza inmediatamente 
para presionar los cortes. 
Niega. 
—Perra loca. Sostén esto mientras voy a buscar esparadrapo y gasas. 
Maldita sea. Hago lo que me dice, considerando si tengo valor para encender 
la estufa y tratar de fundirlo. Estoy bastante segura de que Loch planeaba quemarlo. 
Probablemente debería dejar que el corte se cure un poco antes de intentarlo. 
Leena regresa mientras mantengo la mirada en la estufa, rogando a mi cerebro 
que se le ocurra una solución mejor. De repente, me doy cuenta. 
 
 
170 
—Espera. El libro. Nunca pudiste destruirlo, ¿verdad? —Me dijo que intentó 
todo lo que se le ocurrió, pero la cosa era indestructible—. Podemos volver a 
convocarlo. Lo hicimos una vez, podemos hacerlo de nuevo. 
Sus ojos se estrechan con un resoplido. 
—¿No deberíamos haber intentado eso primero? —Ladea la cabeza, y 
desprecio la mirada de lástima que me lanza ahora—. Y si fuera eso, ¿no crees que te 
lo habría dicho? 
Sé que tiene razón, pero no puedo hacer nada. 
—Tenemos que intentarlo. 
Suspirando, termina de vendar mi pie. 
—Bien. Voy a buscar las cosas. 
Mientras se prepara, yo cojeo, haciendo todo lo que recuerdo para recrear la 
primera vez, hasta ponerme la misma ropa que llevaba. Agarro una botella de vino y 
la taza de café que usé. Me pone nerviosa no tener la sangre del aborto, pero cortamos 
en mi mano, ya que es la única opción que tenemos. Leena hace un comentario sobre 
que estoy "más rebanada que una barra de pan", pero la sensación de flotación sigue 
en todo mi cuerpo, así que ni siquiera registro el escozor. Cuando llega el momento 
de hacer mi lista, intento recordar las cualidades exactas que escribí la primera vez, 
incluyendo las adiciones de Leena. 
Hablando del encanto, miro fijamente el libro, arrancando cada recuerdo de 
mi cerebro. Me encantaba la forma en que su cabello negro azabache caía sobre sus 
ojos igualmente oscuros. Sus tatuajes vivos parecían respirar bajo mis dedos, y su 
maldita sonrisa solía sacarme de quicio. Tenía la capacidad de ser aterrador y a la vez 
una de las personas más dulces que he conocido. Rara vez había algo que mereciera 
la pena que se tomara en serio, y estaba excitado todo el maldito tiempo. El sonido 
de su risa podía mojarme, y sus besos podían ser desde violentos hasta suaves. Nunca 
conoceré a nadie como él, aunque mi vida sea infinita. 
—Mishka. —Leena me sostiene la mano y me besa los nudillos. Abro los ojos y 
me doy cuenta de que estoy llorando. 
Me da un pañuelo de papel y respiro profundamente. 
—Ahora esperamos. 
Bebemos vino y vemos la televisión. El subidón de acostarse con Loch se está 
acabando, lo que me hace comprender lo egoísta que he sido. He estado tan 
preocupada por Loch y mi padre, que no la he vigilado bien. 
—¿Cómo te va? Ya sabes, con todo. 
Apaga el televisor y llama a Shittles para que se acerque a su regazo. 
—Saber que Tim se ha ido y que ha sufrido durante su último aliento es 
reconfortante. A veces, me siento bien, otras, lo recuerdo vívidamente. Duele. Haría 
cualquier cosa para quitar el dolor. 
 
 
171 
Le tomo la mano y se la aprieto. Su reacción a todo esto me hace ver que he 
sido un bebé enorme con todo el asunto de Harry. Ha pasado por una prueba horrible, 
y no ha estado revolcándose en la cama durante días. 
—Eresla persona más fuerte que conozco, pero no creas que necesitas serlo, 
¿de acuerdo? 
Me sonríe y me besa la mejilla antes de levantarse con Shittles. 
—Voy a dormir. Philip va a llegar temprano para dejar a Lilac. 
—¿Lilac? ¿Te refieres a Pigmy? 
—Lilac es su verdadero nombre. —Besando la cabeza arrugada de Shittles, 
retrocede hacia el pasillo—. Dulces sueños, Mimi. 
—Sí. —Miro fijamente el corte en la palma de mi mano—. Dulces sueños. 
No me muevo del sofá. Me encuentro mirando continuamente por encima de 
mi hombro, esperando que esté allí con su sonrisa intratable. Nunca está. Me dirijo a 
la cocina y preparo un café para mantenerme despierta. Escucho música y hago algo 
de pilates. Cualquier cosa para no quedarme dormida y perderme su llegada en caso 
de que el hechizo haya funcionado. 
Al final, debo haberme desmayado, porque lo siguiente que sé es que el sol ha 
salido y Leena me está sacudiendo en el sofá. 
—Levántate. Está aquí. 
El corazón me da vueltas en el pecho. Me pongo en pie de un salto, sintiendo 
al instante el punzante escozor del corte en el talón. Lo busco hasta que caigo en la 
cuenta de que se refería al tío de Pigmy. La decepción hace que me ardan las cuencas 
de los ojos, pero me aliso la ropa e intento domar mi cabello con los dedos. Me duele 
tanto la mano que no puedo cerrarla. Entre la mano y el pie, agradezco el dolor 
exterior. Es preferible a lo que siento por dentro. 
Leena abre la puerta de un tirón y sonríe al apuesto hombre que está en nuestro 
porche. Incluso desde aquí, puedo ver cómo sus ojos se iluminan al recorrer su 
cuerpo. Ajusta a Pigmy en su cadera, extendiendo la mano mientras trata de mantener 
su bolsa de pañales en el hombro. 
—Hola. Tú debes ser Leena. Yo soy Philip. 
—¡Hola! Sí, es un placer conocerte. Pasa. 
Su voz es más alta de lo normal, un indicador evidente de que está nerviosa. 
Philip evalúa nuestra casa con el ceño fruncido. 
—¿Dónde están los otros niños? 
Me mira con una risa nerviosa. 
—Bueno, ahora mismo, Lilac es nuestra única niña. 
—¿Y los juguetes? —Leena señala nuestra triste pila de juegos y muñecas de 
plástico que aún están en las bolsas. Señala con la cabeza la mesa de centro—. ¿Eso 
es una botella de vino? 
 
 
172 
La agarro para esconderla detrás de mi espalda. 
—Fue el mío de anoche. Lo siento. 
Inclinando la cabeza, mira entre nosotras. 
—No quiero ser grosero, pero esta no parece ser una guardería muy amigable 
con los niños. 
Le cuesta mantener a la niña quieta, así que extiendo los brazos. 
—Aquí, déjame sostenerla y tomar su bolso. —Con desconfianza, la pasa por 
encima—. Hola, Pigmy. ¿Quieres ir a jugar? 
—¿Cómo la llamaste? —Los ojos de Leena se ensanchan, y Philip parece que 
acaba de ver un cadáver—. Esa es la única palabra que le he oído decir. 
Me aclaro la garganta, deseando tener la habilidad de Loch para desaparecer. 
—Um... 
—Bien, algo es definitivamente raro aquí. No sé si esto es una buena idea. 
Presa del pánico, suelto la primera mentira que se me ocurre. 
—¿Por qué? ¿Porque estamos tratando de construir nuestro negocio, y la llamé 
con un apodo común de bebé? Tenemos que empezar por algún sitio. ¿Cómo vamos 
a tener éxito si nadie nos da una oportunidad? Y el nombre es simplemente un término 
de cariño, es como mi madre solía llamarme. 
Las cejas verdes de Leena se disparan, sus ojos van de un lado a otro entre 
Philip y yo. Ahora le toca a él soltar una risa incómoda. 
—Mierda. Lo siento. Soy nuevo en esto de la tutela. Me la han asignado, y estoy 
preocupado por Lilac, pero tienes razón. Todo el mundo se merece un descanso. 
Leena añade: 
—Bueno, como es nuestra única niña, recibirá toda la atención, y puedo 
enviarte fotos a lo largo del día si te sientes más cómodo. 
Su mano se frota la barba mientras asiente. 
—Gracias. Se los agradezco. Volveré a las seis. —Alborotando el cabello 
castaño de Pigmy, le besa la cabeza—. Te veré más tarde. Pórtate bien. 
Leena abre la puerta para dejarlo salir, saludándole un momento antes de 
cerrarla y deslizarse por ella hasta el suelo. 
—Jesús, eso estuvo cerca. 
Siento a Pigmy en el suelo, necesitando un café. Especialmente después de una 
noche de mierda de sueño. 
—Bueno, diviértete. Ya voy tarde. Y si no lo notaste, el hechizo no funcionó. 
Se arrastra por el suelo hasta la niña, haciéndola sonreír y tirando de ella hacia 
su regazo. 
 
 
173 
—Lo sé. Seguiremos probando cosas, ¿de acuerdo? Investigaré un poco a ver 
si encuentro algún otro ritual. 
—De acuerdo —digo, aunque no creo realmente que nada de esto funcione. La 
última vez fue una casualidad. Una casualidad que cambió mi vida. 
Después de mi café y una ducha, me visto, encontrando a Leena y a "Lilac" 
jugando con sus nuevos juguetes en el suelo. 
—Nos vemos. Buena suerte hoy. 
Leena se levanta y me abraza. 
—Sigo aquí, sabes. 
Ahora me siento fatal. Puede que mi corazón esté destrozado, pero ella acaba 
de pasar por un fuerte trauma. No es su trabajo cuidarme durante una ruptura 
sobrenatural en este momento. Tengo que lidiar con esto sola. No es justo que se lo 
cargue a ella. Echando los hombros hacia atrás, le beso la mejilla y la abrazo más 
fuerte. 
—Lo sé, y soy muy afortunada por ello. 
El trabajo parece durar semanas en lugar de horas, y todo el mundo me 
pregunta qué me pasa. Ni siquiera puedo trabajar sola en el taller de costura por 
culpa de mi mano. A mitad de la jornada, los ojos me pesan tanto que casi los abro 
con cinta adhesiva para que no se me caigan. 
Por mucho que quiera mi cama, para cuando llego a casa, Leena tiene que ir a 
la peluquería, así que tengo que cuidar a Pigmy hasta que su tío la recoja. Al menos 
es un trabajo fácil. 
Una vez que se ha ido, voy inmediatamente a mi habitación y abro mi cajón. 
Loch se había dejado su extraño pantalón de retazos en el baño hace unos días, así 
que lo puse aquí para guardarlo. Al acercarlos a mi nariz, se me saltan las lágrimas al 
percibir su olor dulce y picante. Los aprieto contra mi pecho mientras me arrastro 
bajo las sábanas sin molestarme en cambiarme de ropa. 
 
 
 
Sus colmillos me muerden el hombro entre besos, sus suaves dedos recorren mi 
espalda. 
—Siempre estaré contigo, Tin Nanba. 
Las lágrimas que humedecen mi rostro se funden en su mejilla cuando lo acerco. 
—Pero te has ido. 
—Oye. —Un fuerte golpe me da entre los omóplatos, sacándome de mis 
sueños. Sueños de Loch—. Despierta, mestiza. 
Solo hay un ser que me ha llamado así. Mis ojos se abren de golpe antes de que 
me levante para sentarme. 
 
 
174 
—¡Vilum! —Está agachado a mi lado, sujetando mi rizador, que puedo suponer 
que es con lo que me estaba pinchando. Me acerco a él, dispuesta a abrazarlo por ser 
lo mejor que he visto desde que se llevaron a Loch. 
Salta de la cama con una mueca, levantando la mano para detenerme. 
—Estoy aquí por el gohed. —Respirando profundamente, se inspecciona las 
uñas, hablando en tono monótono—. Y tengo que decirte que Loch quiere volver. 
Algo sobre el tío Miguel matando tu lado mortal... No lo sé. 
—Espera, ¿qué? ¿Por qué haría eso? 
Alisando su ropa, se ajusta un rizo perdido. 
—Sinceramente, no estaba prestando atención. 
No lo entiendo. ¿Está realmente dispuesto a quitarme la vida para alejarme de 
Loch? Padre del maldito año, ese tipo. Asumí que no podía interferir así. O, al menos, 
que no lo haría. Esto lleva la paternidad estricta a un nivel completamente diferente. 
Vilum se aclara la garganta mientras admira su trasero en el espejo de mi 
tocador. 
—El gohed, mestiza. Sé que está aquí, en alguna parte. 
Si Loch podía quitarme el sello, entonces tendría sentido que Vilum también 
pudiera. Entonces no habría razón para que no pudiera ir al infierno. Eso evitaría que 
Miguel supiera que estoy con Loch. 
Saliendo de la cama, me pongo detrás de él. 
—Saca mi sello. 
Su labio se levanta lo suficiente como para mostrar un colmillo cuando se ríe.—No, no voy a hacer eso. 
Estoy harta de que estos idiotas sobrenaturales hagan lo que les da la gana sin 
que les importe cómo afecta a mi vida. Caminando lo suficientemente cerca de él 
como para que no tenga dónde ir a menos que se teletransporte, le clavo el dedo en 
su duro pecho. 
—Escúchame, pedazo de mierda ensimismada. Esto es lo que va a pasar. Vas a 
hacer todo lo que Loch iba a hacer para quitar este maldito sello y luego me vas a 
bajar volando al infierno para que pueda hablar con él yo misma. ¿Entendido? 
Me dedica una sonrisa que me recuerda a Loch. 
—Ahora veo por qué le has puesto la polla tan dura. —Pasando la lengua por 
los dientes, suspira—. Bien, pero déjame ver el gohed. 
Le conduzco a la cocina, sacando el collar del cajón. 
—Aquí. —Con la fuerza con que lo arranca de mis manos, vuela por la 
habitación, aterrizando justo en su palma abierta—. ¡Vaya! ¿Tienes poderes de 
telequinesis? 
 
 
175 
—Seguro. —Estoy bastante segura de que no sabe lo que quise decir con eso, 
pero también estoy pensando que no le importa lo suficiente como para preguntar. 
Sentada en una de las sillas de la mesa, levanto el pie derecho y señalo el sello. 
Se pone el colgante al cuello antes de arrodillarse frente a mí y colocar mi talón sobre 
su rodilla. 
—Esto va a doler mucho, ¿no? 
—Oh, enormemente. —Con los ojos en blanco, suspira—. Tu miedo es 
asqueroso. Usa esto. —Se lleva la cinta de cuero de la muñeca a la boca, 
deshaciéndola con los dientes—. Muerde. 
Se lo quito, hago lo que me dice y le digo con la cabeza que siga adelante. Su 
mano me acaricia el talón, desprendiendo un calor reconfortante. No tarda en 
empezar a arder, así que muerdo el cuero, intentando no gritar. Mi resistencia no 
dura. Si no lo estuviera observando, juraría que me está derritiendo la piel. 
Su brazalete se me cae de la boca cuando grito, viendo cómo el brillo naranja 
bajo su palma se hace más intenso. La agonía trasciende cuando la carne de mi 
espalda se desgarra. Puedo oír cómo se abre mientras imagino que la sangre se 
derrama por mi columna vertebral en ríos de rubí. Nunca he tenido un ataque, así que 
no sé qué significa que mi cuerpo esté convulsionando. Lo único que puedo hacer es 
clavar las uñas en la mesa y agarrarme al respaldo de la silla. Mis gritos son fuertes 
pero distantes en mis oídos. Lógicamente, sé que Leena me llama, pero no puedo 
abrir los ojos para verla. Mi cabello se agita alrededor de mi rostro como si estuviera 
en un túnel de viento. 
Con la brusquedad de una palanca que se acciona, todo mi cuerpo deja de 
sentir cualquier dolor. Al contrario, de repente no siento nada en absoluto. Estoy 
perfectamente ingrávida, hecha de aire, con finas corrientes de agua que fluyen por 
mi piel. 
Por fin puedo inhalar y abro los ojos. El mundo que estaba aquí hace unos 
momentos ha desaparecido. Esto es mucho más grande, mucho más. Levanto el brazo 
y contemplo los símbolos azul plateado que brillan en mi piel. Incluso el tatuaje de mi 
corazón brilla. El aire me hace cosquillas en la palma de la mano, moviéndose más 
rápido hasta que lo siento en el rostro. Siempre he pensado que el aire y el viento son 
invisibles, pero, de alguna manera, estoy viendo una bola que gira en mi mano. Me 
rio con un júbilo exagerado. Esto es surrealista. 
Leena me mira fijamente con sus ojos marrones que tienen pequeños trozos de 
oro flotando en ellos en los que nunca me había fijado. De alguna manera, sé que está 
aterrorizada. Tiene un sabor... ¿avinagrado? Todo es más que vibrante, respira y está 
vivo. 
—No tengas miedo, Leena. Esto es estimulante. —Hasta mi voz es diferente. 
Camino hacia ella, y no se mueve, aunque su incertidumbre, que sabe a pimienta, 
sigue muy presente—. Es como vivir en un mundo de dibujos a lápiz solo para 
despertar y descubrir que en realidad es animación empapada de colores que no 
sabías que existían. 
 
 
176 
Con temblor, extiende la mano para tocarme. 
—Tu cabello. Es claro. Y tus ojos… —Sigue sus dedos por mi brazo, tocando las 
líneas de cristal que se mueven por mi piel—. No tienes iris. —Mi piel se ha vuelto 
sensible a su tacto, y es extraño entender parcialmente las cosas que Loch podía 
sentir. Me rodea, su horror, que tiene un claro aroma afrutado, es evidente—. Mishka. 
Tus alas... 
Vilum silba a nuestro lado. 
—Maldición. El tío Miguel ha pirateado esas cosas, ¿no es así? 
El espejo más cercano está en el pasillo. En el momento en que lo imagino, 
estoy de pie frente a él, Leena pronunciando mi nombre en la cocina. Unos ojos 
blancos y sólidos devuelven la mirada a alguien que no recuerdo. 
—Estoy aquí. —Al darme la vuelta para ver mi espalda, el grotesco reflejo de 
unos huesos sin plumas y aserrados sobresale como manos esqueléticas de mis 
omóplatos. 
Leena dobla la esquina con Vilum justo detrás de ella. El odio que siento por 
mi padre parece crecer cada vez que pienso en él. Me robó a mi madre, mis alas y mi 
elección. Me niego a que me quite nada más, y nunca, jamás, estaré a su lado. En el 
cielo o en cualquier otro lugar. 
—¿Cómo las escondo? 
Por una vez, Vilum parece buscar palabras. 
—Um... Practicando, supongo. No tengo experiencia previa en romper un 
emetgis de nacimiento. 
—¿Qué es un emmett-giss? —pregunta Leena, sin aliento. 
—Un sello. Es lo que me ha mantenido humana todos estos años. —La verdad 
es que me humilla que Loch vea mis alas hechas jirones y rotas, aunque sé en mi 
corazón que no le importará. Tomando las manos de Leena, la atraigo contra mí en un 
abrazo—. Te prometo que volveré, ¿de acuerdo? Cuida de Shittles y Pigmy hasta que 
regrese. 
El sabor amaderado de su pena la inunda y se derrama por mi garganta. Cae 
de rodillas, negando y sollozando con tanta fuerza que le cuesta respirar. 
—¡No me dejes! No puedo hacer esto sola, no puedo. 
Caigo al suelo con ella, envolviéndola con fuerza. 
—Te amo. Nunca podría dejarte atrás. —Si mi padre puede ir al infierno y 
volver, yo también. Apretando nuestros tatuajes, le beso la cabeza—. Te lo juro. 
Volveré. —No quiero dejarla así, pero no puedo irme sin Vilum, y Vilum es la razón 
por la que sus emociones están tan excitadas. 
Me tiende la mano y la sostengo. 
—Vamos, mestiza. Tengo que prepararme para una fiesta. 
 
 
177 
Le soplo un beso a Leena y sonrío al ver a Shittles asomando la cabeza por el 
pasillo. Vilum rodea con sus dedos el colgante. 
—Zacam oi gohed de casarm te as oln. 
Aunque soy consciente de que está hablando en la lengua enoquiana que 
hablaba Loch, de alguna manera entiendo exactamente lo que ha dicho. 
Devuelve esta joya divina a quien la forjó. 
En un desenfoque de colores y texturas, sonidos y olores, doy vueltas, caigo y 
vuelo hasta que mis pies descalzos aterrizan en la piedra caliente. El aire es caliente 
y espeso, lo que me hace inhalar profundamente, oliendo el aroma de algo que no 
puedo ubicar, solo sé que está ardiendo. 
—Esto es inesperado, Vilum. 
Mis ojos miran hacia la voz que flota en mis oídos como una música intrincada 
que nunca he escuchado, encontrándose con los ojos blancos de la criatura más 
dolorosamente perfecta que jamás haya visto. Una corona negra se asienta entre sus 
rizos blancos como la nieve que resaltan la piel pálida, y me sorprende que tenga las 
mismas marcas cristalinas que yo, solo que teñidas de gris. Sus grandes alas son 
blancas, con las puntas que parecen haber sido chamuscadas, oscureciéndolas. 
Vilum se encoge de hombros, se quita el collar y se lo entrega al ángel. 
—Es insistente. 
Una impresionante mujer con cuernos cargados de joyas camina lentamente 
hacia nosotros. Su vestido púrpura hace juego con las gemas de su corona y es 
precioso contra su piel oscura, arrastrándose por el suelo tras ella. Sus ojos negros se 
fijan en mí y, sin querer, trago saliva. Unas largas uñas en forma de garra, que nacen 
de sus dedos cubiertos de anillos de diamantes, rozan la mandíbula de Vilummientras 
acerca sus labios rojos a su mejilla. 
—Eres un buen chico. Ahora vete, vístete. Tienes un guapo orseiinak 
esperándote en el salón de baile. 
No tiene alas, aunque a través de su sonrisa puedo ver que tiene colmillos como 
Loch y Vilum. ¿Esta es Lilith? 
Cuando Vilum despliega sus alas para salir volando por las enormes puertas 
abiertas, me quedo solo con el hombre y la mujer que me miran como si fuera un 
delicioso asado. Estamos de pie en una lujosa sala donde todo es negro, desde los 
suelos brillantes hasta las paredes de textura rugosa revestidas de pinturas de lo que 
supongo que es la guerra celestial de la que me habló Loch. 
—Tú eres el murifri que ha tenido a mi wickedling de tan mal humor. —Me 
aclaro la garganta porque estoy bastante segura de que eso no era una pregunta, pero 
tengo que estar preparada para hablar si lo es—. ¿Podrías guardar esas alas 
destrozadas, querida? Son bastante desagradables. 
—Lilith —advierte el glamuroso ángel—. Es una invitada bienvenida en nuestro 
reino. No seas descarada. —Su mano se desliza por el estómago de ella, metiendo la 
 
 
178 
mano en su amplio escote. Sus párpados se aflojan cuando su hombro se sacude, e 
intento dejar de mirar su mano moviéndose bajo la tela. 
—No hay nada de qué avergonzarse, niña —dice Lilith. 
—Vete a disfrutar del baile. —Lucifer le muerde la piel de la mejilla—. Le traeré 
a la chica murifri un vestido y me reuniré contigo en breve. No hay necesidad de 
perderse los festejos, provocadora. 
Pasándole las uñas en el brazo, le quita la mano de la bata, balanceando las 
caderas mientras sale de la habitación, sin volver a mirarme. 
El ángel se saborea los dedos antes de inclinar suavemente la cabeza hacia mí 
con una sonrisa. 
—Aunque exquisita, mi reina puede ser un poco descarada. Bienvenida a 
Maelprog, hija de Madriiax. Soy Lucifer, rey de Rorvors Comselh. —Elevando el codo, 
me lo tiende. 
Sin embargo, entiendo que no quiero ninguna conexión con el lugar en el que 
habita mi padre. 
—Con el debido respeto, su alteza, si soy hija de algo, es de la Tierra. 
Sus ojos blancos parpadean. 
—Por supuesto. Ven. Mi sobrino se alegrará mucho de tu llegada. Pero 
primero, debemos encontrarte un vestido adecuado para la celebración del Decenio. 
—Hace una mueca mientras sus ojos escudriñan mi vaquero y mi top a rayas de arco 
iris—. No podemos permitir que te vean con... eso. 
 
 
 
179 
27 
Vals y Alas 
Loch 
Las manos enguantadas de Semanedai se deslizan por el hombro de mi levita 
negra de brocado. Sus dientes me pellizcan el cuello antes de que me encoja de 
hombros por enésima vez esta noche. No lo entiende, y me siento identificado, 
porque yo tampoco puedo. Lo único que sé es que, aunque sigue siendo la seductora 
Aldonitas orseiinak de la que no podía apartarme hace unas semanas, ya no soy el 
mismo. 
Quitando su mano de mi hombro, me doy la vuelta para mirarla, lo que ella 
aprovecha para frotarme la polla por encima del pantalón de gala, atormentándome 
aún más. Mentiría si dijera que no me duele, y no ayuda que la mitad de los asistentes 
que nos rodean estén participando en actividades sexuales. A menos de un metro de 
nosotros, uno de mis hermanos tiene el rostro metido entre los muslos de una de las 
hijas de Belphegor, con la corona aún apoyada en la cabeza. 
Suspiro y vuelvo a apartar su contacto de mí. No está en mi naturaleza rechazar 
el placer sexual, especialmente cuando estoy tan hambriento de él. Me resulta 
físicamente agonizante abstenerme, pero volveré a ver a Mishka y estoy decidido a 
poder decir que la esperé. 
—Vamos a bailar, ¿quieres? 
Hace una mueca, pero me permite llevarla a la pista de baile, donde bailamos 
el vals entre los orseiinak reales de los siete reinos. No sé si tendré fuerzas para 
aguantar toda la noche. Por no hablar de la competición entre mi padre y mis tíos que 
vendrá más tarde. Mi cuerpo se siente más pesado con cada hora que pasa. Es peor 
aquí que en la Tierra. Los síntomas son mucho más potentes. 
Al final de la melodía, los esclavos pasan entre la multitud, sus cadenas tintinean 
mientras llevan bandejas de cálices llenos de sangre. Nunca he conocido a un 
orseiinak que no ame la sangre de cualquier tipo. No es la mercancía más fácil de 
conseguir, así que se reserva específicamente para ocasiones como ésta. 
Le hago señas a uno y nos informa de nuestras opciones. 
—Si prefieren carnero, tendré que ir a buscarlo. Tengo sangre de cabra y de 
cerdo en abundancia, si eso les satisface. 
Tomando dos cálices de sangre de cabra, conduzco a Semanedai a una alcoba 
del castillo de Lucifer que tiene una gran vista de la subida del fuego y es más 
tranquila que el salón principal. 
 
 
180 
La música es tenue de fondo, lo que es mejor para mi agonizante dolor de 
cabeza. Mientras bebemos un sorbo de sangre, ella se apoya en mí y yo dejo que su 
mano se pasee hasta que tira del cordón de mi pantalón. 
Agarrando su muñeca, aprieto los dientes porque está haciendo esto mucho 
más insoportable de lo que ya era. 
—Te he dicho que no puedo hacerle esto a Mishka. 
Su rostro se tuerce de disgusto. 
—¿Qué te pasó en el reino mortal, Loch? Eres Zibiidor orseiinak. Es absurdo e 
incorrecto que ella, una murifri de todos los seres, espere tu monogamia. Si ella 
realmente se preocupara por ti, lo entendería. ¡Mírate! Tus alas se están marchitando, 
y tus ojos se están apagando junto con tu saziamiin. ¿Puedes siquiera volar? —No se 
equivoca. Me siento muy mal. El cáliz tintinea contra el cristal de la barandilla antes 
de que su mano se deslice por la parte delantera de mi pantalón. Me muerdo el labio, 
odiándome por palpitar en su palma—. Solo usaré mi boca. 
Mi respiración se entrecorta cuando cae de rodillas, viendo cómo las joyas de 
su corona brillan a la luz de las llamas. ¡Mierda, no puedo hacer esto! Lo necesito con 
todas mis fuerzas. Sus dedos desatan las cuerdas que mantienen contenida mi 
erección, y niego. Imaginar el rostro de Mishka si tuviera que decirle que mi malestar 
es más importante que romperle el corazón es suficiente para que agarre los hombros 
de Semanedai. 
Abro la boca para decirle que se levante, que esto tiene que acabar, cuando 
una voz muy enfadada me grita en la cabeza: 
¡Hijo de puta! 
Mis zapatos se funden con el suelo y aspiro con fuerza ante la visión que me 
cierra la garganta. La chica que me mira no es la que dejé atrás en el reino mortal. Mi 
mente y mi cuerpo se quedan atónitos en su sitio al verla así por primera vez. Su 
cabello es más largo y casi translúcido. Sus ojos blancos y brillantes están furiosos, 
sus marcas de saziamiin azul pálido parpadean a la luz de las velas. Si sus rasgos no la 
hacen destacar como un faro, su vestido marfil cubierto de encaje gris pastel 
definitivamente lo hace. Unas cuerdas blancas atraviesan su pecho, que se eleva con 
su inhalación, pero al exhalar, su cuerpo tiembla de rabia. 
—Mishka, te juro que no iba a dejar que sucediera. —Mirando a Semanedai aún 
de rodillas, susurro entre dientes apretados—. Levántate. 
—¡He venido al infierno por ti, literalmente, bastardo! —Sus ojos se desvían 
hacia el techo, y ahora que no puedo saborear lo que siente, es difícil saber si va a 
llorar de angustia o a reír de incredulidad—. No puedo creer que esto esté 
sucediendo de nuevo. 
No me parezco en nada al asqueroso humano con el que supongo que me está 
comparando. Ella debe saberlo. Aunque no parece ser el mejor momento para atarme 
el pantalón, probablemente sea mejor que dejarlos abiertos mientras camino hacia 
ella. 
 
 
181 
—No te voy a mentir, lo he demostrado, así que tienes que creerme cuando te 
digo que no iba a permitir que esto fuera a más. 
—Esto es ridículo —escupe Semanedai detrás de mí, poniéndose finalmente en 
pie. Le frunzo el ceño por encima del hombro, pero no se deja disuadir fácilmente—. 
Has estado renegando de mí y de lo que eres, enfermando.¿Por ella? ¡Una maldita 
murifri! Durante décadas, he pasado casi todas las noches en tu cama, y ahora, 
después de una semana en la Tierra, ¿te vas a dejar controlar por esta perra? 
—¡Es suficiente, Semanedai! —Independientemente de nuestra amistad, me 
niego a permitir que le falte el respeto a Mishka delante de mí—. Tienes razón, no soy 
el mismo orseiinak que era antes. ¿Y sabes qué? Es bueno. Durante miles de años, he 
hecho lo mismo, follar y torturar una y otra vez, ¡y no significó nada! —Me encuentro 
con la mirada suavizada de Mishka—. Ella lo hace. 
—Bien, Loch. —Semanedai me clava el dedo en el pecho—. Destrúyete si 
quieres. 
Levantando su falda, se aleja. Aunque sé que no siente verdadero amor por mí, 
su esencia de codicia nunca se mezcla bien con el rechazo. Entiendo su enfado y su 
incapacidad para comprender cómo puedo sentirme así. A su debido tiempo, 
intentaré compensarla, pero ahora no puedo apartar los ojos de Mishka. 
—Siento que te duela, yo... 
No puedo esperar ni un momento más. Agarro su nuca, cortando sus palabras 
para chocar mi boca con la suya. Nuestras energías, nacidas de lados opuestos de 
Drilpa Nalvage, se enredan y crean una sensación extrañamente neutral. Ni calor ni 
frío, ni oscuridad ni luz, solo... paz. 
Utilizo la energía que me queda para sacarnos a los dos del castillo de Lucifer, 
sin romper nuestro beso hasta que estamos en mi habitación. Ella mira a su alrededor 
y se tapa la boca. Sus labios ya no tienen el tono rosado brillante de antes, y aunque 
la adoro en esta forma, una parte de mí anhela ver a la Mishka humana. 
—Mierda. Tu habitación es más grande que toda mi casa. 
Por suerte, los esclavos han terminado de reponer y arreglar las cosas que 
destruí, devolviendo la habitación a su estado anterior. Habría odiado que lo viera 
así. 
Voy a enseñarle todo en Maelprog. La sostendré de la mano mientras 
recorremos las calles de todos los reinos. Volviendo a besarla, mis manos recorren 
su espalda hasta que mis dedos tocan el hueso. 
Sus alas. 
Nuestros labios se separan mientras se aleja de mí, mirando su reflejo en el 
suelo. 
—No sé cómo ocultarlas, son horribles. 
Creo que entiendo cómo se sintió el tío Lucifer cuando vio lo que el abuelo le 
había hecho a mi madre. No hay nada en ella que pueda ser horrible. Me quito la 
 
 
182 
corona para colocarla en mi mesita de noche. Levantando su barbilla, le doy un 
pellizco en la punta de la nariz. 
—No vuelvas a ocultarme ni una sola parte de ti. Por favor... 
Sus labios se levantan en la más pequeña de las sonrisas. 
—Tus modales están mejorando, orseiinak. —Oírla hablar en nuestra divina 
lengua hace que mi polla se endurezca más de lo que ya estaba. Volviendo su mirada 
hacia abajo, agarra mi evidente erección por encima del pantalón—. Vamos a hacer 
que te sientas mejor. 
Mis manos se clavan en su cintura y la hacen girar para inclinarla sobre mi 
cama. Beso su columna vertebral, hasta que un suave aleteo en la base de sus huesos 
del ala me llama la atención. 
No puedo creerlo. La más pequeña pluma rosa pálido brota de la destrucción 
que su padre causó. Se están curando. Sus plumas no son de color blanco puro, al 
igual que su cabello no es perfectamente claro, porque ella es terrestre. 
Empujando su falda por encima de la cintura, le arranco las bragas, mis dedos 
se deslizan por su resbaladizo cuerpo hasta tocar su clítoris. Sonrío ante el 
movimiento de su saziamiin ahora presente en su coño. 
—¿Cómo ha pasado esto? —Empujo dos dedos en el interior—. ¿Tu 
transformación? ¿Que estés aquí? 
Ella gira sus caderas, el más suave gemido cayendo de su boca. 
—Vilum me quitó el sello, y... oh, joder, Loch. —Retiro la mano para sacudirme 
en la cama, poniéndome delante de su boca antes de desatar mi pantalón—. Utilizó el 
collar de Lucifer para traernos aquí. —Cuando la última palabra sale de sus pálidos 
labios, me deslizo entre ellos, notablemente desprevenida para la nueva sensación 
de su boca. Unos hilos de placer se arremolinan en torno a mi pene mientras se lleva 
todo mi cuerpo a la garganta. 
Esto ya está aliviando la presión en mi cabeza y la tensión en mis alas, pero 
quiero estar al cien por cien para esto. No tengo intención de estar fuera de su cuerpo 
durante el resto de la noche. Empujando su cabeza hacia abajo para que sus labios 
besen mi pelvis, la mantengo allí, cubriendo su garganta con mi semen, 
estremeciéndome de alivio a medida que mi vitalidad se repone. 
Quiero que me folles. 
Su voz es fuerte en mis oídos, pero no hay manera de que pueda hablar con mi 
polla en su boca, y nunca he sido capaz de captar los pensamientos con esa precisión. 
La única vez que ocurrió eso fue con... Miguel. 
Mierda. Ella está haciendo eso. 
Casi le digo que se considera de mala educación usar ciertas habilidades en 
otros orseiinak, sin embargo, no es una daimonionera, y, además, me gusta. 
Deslizándome fuera de su boca, me inclino para besarla. 
 
 
183 
—Ve a ponerte delante del espejo. Quiero enseñarte algo. —Desaparece de mi 
cama y se materializa junto a la pared de espejos del otro lado de mi habitación. 
Sonriendo, me pongo delante de ella—. Ahora me toca a mí acostumbrarme a eso. —
El vestido que lleva tiene tantos botones y broches que haría falta una combinación 
para sacarla de él. Como estoy bastante seguro de que ahora es mucho más 
resistente, concentro mi calor en la tela, abrasándola de su cuerpo lo suficientemente 
rápido como para no chamuscar su piel. 
—¡Vaya! Apenas sentí eso. 
Me alejo para contemplar su cuerpo desnudo, inmaculado con los remolinos 
iridiscentes que marcan su carne de porcelana. Cayendo de rodillas, le paso la pierna 
por encima de mi hombro, recorriendo con la punta de mi lengua cada lado de su 
duro botoncito. Ella rodea mis cuernos con sus manos, montando mi rostro hasta que 
empuja mi cabeza. No me doy cuenta de lo que está haciendo hasta que guía mi 
cuerno derecho hacia su entrada, su coño apretándose alrededor del sensible 
apéndice. Maldito anticristo. He querido hacerlo desde la primera vez que la vi, pero 
tenía demasiado miedo de hacerle daño. Le muerdo el muslo, sin esperar ya la sangre 
roja, así que es un placer cuando el líquido carmesí cae sobre mi lengua. Ni siquiera 
eso sabe igual. Es más agudo, más dulce, quizá más espeso. 
Gimiendo, empuja su cuerpo hasta la punta antes de volver a deslizarse hacia 
abajo. Puedo sentir el saziamiin dentro de su coño arremolinándose alrededor de mi 
cuerno. Mi polla se estremece entre mis piernas por el sonido de su excitación. No 
puedo dejar de mirar el reflejo de su rostro cubierto de deseo mientras se mira. Entre 
besos en su suave muslo, le digo: 
—Inclínate con las palmas de las manos contra el espejo. 
Con una aguda inhalación, se levanta de mi cuerno para hacer lo que le digo. 
Me muevo para agarrar el espejo de mano de mi armario y vuelvo a aparecer tras 
ella, presionando mi dureza entre sus nalgas mientras acaricio la única pluma de su 
ala. Frotando mi punta a lo largo de sus pliegues, sostengo el espejo de mano en el 
ángulo correcto para que ella la vea. 
—Mira —susurro. En el momento en que levanta los ojos para ver lo que le 
estoy mostrando, fuerzo nuestros cuerpos a juntarse. 
Sus uñas rozan el cristal. 
—¿Qué es eso? 
—Tus alas. Están creciendo de nuevo. —Nuestras miradas se encuentran, y 
entonces dejo caer el espejo al suelo, observando la perfecta combinación de 
nuestros divinos cuerpos juntos—. Esto es lo que somos. Murifri od orseiinak. 
Se aparta del espejo, con sus alas apretadas contra mi pecho, mientras se 
acerca para agarrarme la nuca. 
—Ángel y demonio. 
 
 
 
 
184 
 
Me despierto con el sonido de los ronquidos de Mishka, que me hacen sonreír 
antes de abrir los ojos. Ahora que está aquí, nuestra dinámica va a cambiar. Ojalá se 
le hubiera ocurrido traer el Ammalok Qew. Me incomoda saber que sigue en el mundo 
de los mortales. Sicayera en las manos equivocadas, existe la posibilidad de que sea 
invocado lejos de ella. Leena lo mantendrá a salvo por el momento, pero ¿qué pasará 
dentro de cincuenta años? ¿Cien? ¿Mil? 
Hoy tengo que ir a trabajar. No me di cuenta hasta que fui a ver a Tim la otra 
noche de que no puedo seguir siendo guardia en Pashbab. Aunque estar con los 
presos sexualmente es una forma de tortura y no de placer, nunca lo entenderá. 
Aunque tengo toda la intención de ser transferido a la clasificación, ella todavía tiene 
el derecho de saber. La verdad es que no tengo ningún deseo de meterle la polla a 
nadie más que a ella, independientemente del entorno. 
Incluso con su lado murifri liberado, sigue siendo medio mortal, así que no 
estoy seguro de que haya conservado su necesidad de comer. Con cuidado de no 
despertarla, me levanto de la cama para tirar de la cuerda conectada a una campana 
en las habitaciones de los esclavos para llamar a Murkus. Una vez que llega, le envío 
a buscar un pastel del reino del tío Belcebú. 
Ella sigue durmiendo a su regreso, pero se despierta cuando él está 
preparando la mesa. Le doy un golpe en la cabeza. 
—La despertaste. Tienes suerte de que esté de buen humor o te daría una paliza 
por eso. 
Se inclina. 
—Mis disculpas, Príncipe Loch. 
Mishka se queda boquiabierta, obviamente horrorizada. 
—¿Acabas de amenazar con azotarlo? 
—Sí, ¿y? —Señalo con la cabeza hacia la puerta para que Murkus se marche—. 
Es mi esclavo. Puedo hacer lo que quiera. —Aparto su silla—. Ven a comer. Te he 
traído un poco de tarta. 
Me lanza el cubrecama de piel y no parece estar contenta. Era mucho más fácil 
cuando podía saborear lo que sentía. Señalando a Murkus, que está casi en la puerta, 
me dice: 
—Discúlpate con él. —Me burlo porque debe estar bromeando—. Lo digo en 
serio. ¿Y tienes una esclava? Esa es otra conversación. 
—Mishka… 
—Hazlo. No ha hecho nada malo. 
Aunque tiene toda la razón, definitivamente tenemos que hablar, por el bien de 
este momento de paz, refunfuño. 
—Mis disculpas, Murkus. 
 
 
185 
Parpadea entre nosotros, claramente sin saber qué respuesta se espera de él. 
—Gracias, mi príncipe. Señorita. —Se inclina y nunca le he visto salir tan rápido 
de una habitación. 
Sus manos están en las caderas con las cejas levantadas. 
—¿Vas a explicar por qué lo trataste así? 
Me siento a la mesa sin saber por qué está tan alterada. 
—Es un esclavo. Es para lo que nació. No soy diferente a cualquier otro 
miembro de la realeza en Maelprog. 
—Eso es horrible. —Finalmente se sienta—. ¿Por qué merece menos respeto 
que tú? 
Vamos en círculos. No estoy seguro de lo que no está entendiendo. 
—Porque... es un esclavo. 
Con un resoplido, se cruza de brazos. 
—Bueno, no me estoy tirando a los otros miembros de la realeza, así que 
preferiría que no le pegaras y le trataras como a un demonio normal. —Su mirada 
recorre el elaborado pastel que hay sobre la mesa—. ¿Qué es esto? 
Gracias al anticristo, está cambiando de tema. 
—Es el desayuno. ¿Tienes hambre? 
Toma el tenedor y lo clava en el pastel. Cuando prueba el primer bocado, el 
sonido de su gemido me sitúa entre sus piernas con mi lengua en su coño antes que 
pueda tragar. Salta sorprendida, con la boca todavía llena. 
¿De verdad? ¿Ahora? Estoy comiendo. 
Bombeo mis dedos, enroscándolos dentro de ella. 
—Yo también. 
 
 
 
No es hasta el final del día que salimos de mi alcoba. Me decepciona un poco 
que ya no se emborrache con mi semen, pero a cambio, llega al orgasmo con más 
fuerza que antes, y no tengo que ser precavido como lo era con su forma humana. 
Como las prendas que llevaba aquí siguen en el castillo de mi tío y el vestido 
que le regaló es ahora ceniza, lleva mi ropa. A pesar de que le cuelgan y de que hay 
que atar el pantalón con una cuerda para que se mantenga, creo que está adorable. 
Aun así, hacemos la primera parada de nuestro recorrido por Maelprog en las tiendas 
de Rorvors Comselh para comprarle algo de ropa. Elige un vestido largo y holgado 
de color naranja con una cuerda atada a la cintura que deja al descubierto su espalda 
y sus alas. Ya que estamos aquí, también nos arreglamos el cabello, el de ella rizado 
y recogido a los lados, mientras que el mío se vuelve a trenzar por encima de la oreja 
 
 
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izquierda. Cuando nos dirigimos a Levithmong Comselh para comer, parece una 
auténtica nativa de Maelprog. 
Mientras pasamos por las tiendas de helados y caramelos, pregunta: 
—¿No necesitas comer y, sin embargo, tienes todo un reino centrado en la 
comida? 
—No necesitamos comer. Eso no significa que no pueda ser placentero. 
—¿Hay algo aquí que no sea comida basura? 
—¿Qué sentido tendría eso? 
Al cruzar a Comselh Única, el reino de mi tío Satán, pasamos junto a Corlbin, a 
quien he estado evitando desde mi regreso. Su mirada se dirige inmediatamente a mi 
mano entrelazada con la de Mishka. Siempre ha tenido una vena celosa que pude 
mantener a raya en el pasado prestándole la debida atención. Ahora eso no es 
posible. 
—Loch. ¿Cuándo volviste? 
Me rasco una ceja, deseando haber tenido la previsión de esta conversación 
con él antes. 
—Hace un par de días. 
Le echa una rápida mirada a Mishka antes de agarrarme la nuca y apretar sus 
labios contra los míos. Mis dedos se aplastan en el agarre de Mishka mientras coloco 
mi mano en el pecho de Corlbin para empujarlo suavemente hacia atrás. La piel de 
su entrecejo se retuerce en señal de confusión. 
—¿Quieres verme esta noche? 
Esto es algo que nunca he tenido que hacer, ya que la monogamia es casi 
inexistente en Maelprog. Aunque nunca hemos discutido abiertamente, sé que Mishka 
no se siente cómoda si estoy con otra persona, y la sola idea de que alguien que no 
sea yo la toque hace que mi saziamiin brille de rabia. 
—Estoy con Mishka ahora. —Sostengo nuestras manos entrelazadas. 
Mira entre nosotros. 
—¿Y? —Sé que entiende lo que quiero decir, pero está claro que me va a 
obligar a ser contundente. 
—Solo estoy con Mishka ahora. 
Sus labios se levantan en una sonrisa, riendo tan fuerte que echa la cabeza hacia 
atrás. 
—¿Tú? Nunca te he visto con un compañero de cama a la vez, y mucho menos 
lo que intentas sugerir. —Pasando por delante de nosotros, desliza suavemente sus 
dedos por la parte delantera de mi pantalón—. Ya sabes dónde encontrarme cuando 
estés listo. 
Hay verdad en todo lo que dijo, pero lo que no entiende, lo que ni siquiera yo 
entiendo, es que mientras tenga a Mishka, todo lo demás es irrelevante. Me llevo su 
 
 
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mano a los labios para que me mire mientras cruzamos al País de la Ira. La expresión 
de su bonito rostro me hace odiar una vez más no poder saborear ni oler lo que siente. 
¿Seré inadecuado? 
No sé de cuál de los dos es el pensamiento. En cualquier caso, no podría haber 
una falsedad mayor. Habla antes de que pueda abrir la boca para decírselo. 
—¿Seré suficiente para ti, Loch? ¿Solo yo? Porque... 
Esas palabras que salen de su boca hacen que me ponga delante de ella, 
rodeando su garganta con mi mano para asegurarme de que escucha exactamente lo 
que tengo que decir. 
—Quiero que escuches con mucha atención. He vivido durante miles de años, 
he estado con miles de orseiinak, y nada se ha comparado ni se comparará contigo. 
Si hay algo de lo que puedes estar segura, es de eso. —Suelto su cuello, decidiendo 
por capricho contarle todo. A partir de hoy, nunca más le ocultaré nada. Apartando 
un mechón de cabello de su rostro, miro esos ojos blancos y sólidos, que brillan desde 
el cielo ardiente—. Castigo a los condenados, devolviéndoles sus pecados. Violando 
a los violadores, abusando de los abusadores. Es mi trabajo, y lo ha sido desde que 
tenía dos mil años. Ya no puedo hacerlo por tu culpa. Por primera vez en noventa y 
ocho mil años, voy a dejar mi puesto de guardia en Pashbab porque tú eres todo lo 
que quiero. ¿Entiendes? 
Me mira fijamente y se pone de

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