Logo Passei Direto
Buscar

Raymond buve Estado-nación,_comunidad_indigena,_industria - Obed Vázquez Alvarado

Ferramentas de estudo

Material
páginas com resultados encontrados.
páginas com resultados encontrados.

Prévia do material em texto

Asociación de Historiadores Latinoamericanistas 
Europeos 
Estado-nación, Comunidad Indígena, 
Industria 
Tres debates al final del Milenio 
Hans Joachim König, Tristan Platt y Colin Lewis 
coordinadores 
 
 
 
Cuadernos de Historia 
Latinoamericana 
No 8 
Editor técnico: Raymond Buve 
 
Asociación de Historiadores 
Latinoamericanistas Europeos 
Estado-nación, Comunidad Indígena, 
Industria 
Tres debates al final del Milenio 
Hans Joachim König, Tristan Platt y Colin Lewis 
coordinadores 
 
CUADERNOS DE HISTORIA LATINOAMERICANA 
No 8 
© AHILA, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas 
Europeos, 2000 
ISBN: 90-804140-4-2 
Layout: Nel Buve-Kelderhuis 
Printed in the Netherlands by Ridderprint, Ridderkerk
 
 
SUMARIO 
 
PARTE PRIMERA 
NACIONALISMO Y NACIÓN EN LA HISTORIA DE 
IBEROAMÉRICA .................................................................. 7 
Hans-Joachim KÖNIG 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX: NUEVAS 
PERSPECTIVAS PARA EL ESTUDIO DEL PODER 
POLÍTICO EN AMÉRICA LATINA ......................... ........ 49 
Hilda SABATO 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA 
RECIENTE ACERCA DE LA VIOLENCIA Y DEL 
ESTADO EN AMÉRICA LATINA..................................... 71 
Michael RIEKENBERG 
PARTE SEGUNDA 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS:......... 95 
LA ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA DE LAS 
COMUNIDADES ANDINAS CARA AL NUEVO SIGLO 
Andrés GUERRERO 
Tristan PLATT 
 
 
LA ‘CIUDADANÍA’ Y EL SISTEMA DE GOBIERNO EN 
LOS PUEBLOS DE CUENCA (ECUADOR)................... 115 
Silvia PALOMEQUE 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL?..... 143 
Rossana BARRAGÁN 
LA COMUNIDAD ENTRE LA REALIDAD ECONÓMICA 
Y EL DISCURSO ................................................................ 169 
Magdalena CHOCANO MENA 
REPENSANDO EL INTERCAMBIO EN LOS ANDES. 
UN ESTUDIO DE CASO DESDE LOS ANDES DEL 
NORTE................................................................................. 189 
Emilia FERRARO 
HISTORIA DE VIDA DE UNA MUJER AMAZÓNICA: 
INTERSECCIÓN DE AUTOBIOGRAFÍA, 
ETNOGRAFÍA, E HISTORIA .......................................... 203 
Blanca MURATORIO 
PARTE TERCERA 
INDUSTRY AND INDUSTRIALISATION IN LATIN 
AMERICA: IN PURSUIT OF DEVELOPMENT ........... 227 
Colin M. LEWIS 
Wilson SUZIGAN 
 
 
 
 
PARTE PRIMERA 
NACIONALISMO Y NACIÓN EN LA HISTORIA DE 
IBEROAMÉRICA 
HANS-JOACHIM KÖNIG* 
La Problemática: La relevancia de la temática 
Hasta hace algunos años podíamos llegar a convencernos de que en 
Europa la problemática de nación y nacionalismo era una temática 
obsoleta, interesante sólo para historiadores. Tras los abusos 
cometidos por un nacionalismo extremo, se percibió en Europa, y en 
especial en Alemania, una actitud de rechazo hacia el nacionalismo.1 
 
* Katholische Universität Eichstätt. 
1 Obras que evalúan el nacionalismo como una manifestación patológica son 
W.SULZBACH, Imperialismus und Nationalbewusstsein. B.C. SHAFER, Nationalism. 
Myth and Reality, New York, 1955. Respecto a Alemania véase Karl O. Frh. v.ARETIN, 
“Über die Notwendigkeit kritischer Distanzierung vom Nationbegriff in Deutschland 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
8
Y ante la integración europea, la estructura política de Europa como 
un continente subdividido en muchos estados nacionales empezó a 
haber pasado a la historia. Tanto la predilección por estados 
nacionales como el empleo del concepto de nacionalismo o 
nacionalidad parecían estar superados como factores políticos. 
Además, el proceso de globalización—con cortes supranacionales, 
instituciones transnacionales, federaciones regionales y una cultura 
global—ponía en duda no sólo la importancia y necesidad del estado 
nacional como la única institución adecuada para garantizar los 
derechos humanos y el ejercicio del estatus de la ciudadanía en la 
sociedad civil y social.2 Ponía en duda también la validez del viejo 
concepto de nación como un espacio cultural unificado o homogéneo: 
En vez de una sola identidad nacional hoy en día se subraya la 
pluralidad de identidades.3 Pero desde hace poco se puede notar un 
cambio de opiniones en Europa. 
Tanto las turbulencias del fin del siglo XX con la 
desintegración sangriente del bloque soviético respectivamente del 
bloque socialista en la Europa oriental como nuevas olas de 
ampliaciones de la Unión Europea llaman nuevamente la atención de 
historiadores y politólogos sobre los procesos de formación del Estado 
y la Nación y el rol de los nacionalismos.4 Debido a la resurgencia de 
los nacionalismos sobre todo en Europa oriental las palabras nación, 
nacionalidad y nacionalismo han vuelto a despertar temores antiguos. 
 
nach 1945”, en H.BOLEWSKI (ed.), Nation und Nationalismus, Stuttgart 1967, pp. 
26-45. Acerca del nacionalismo extremo véase M. Rainer LEPSIUS, Extremer 
Nationalismus. Strukturbedingungen der Nationalsozialistischen Machtergreifung. 
Stuttgart 1966. Véase también Christian Graf v. KROCKOW, Nationalismus als 
deutsches Problem, München 1970. 
2 David HELD, Democracy and the Global Order: from the Modern State to 
Cosmopolitan Governance, Cambridge 1995. Yasemin SOYSAL, The Limits of 
Citizenship, Chicago 1994. Jean L. COHEN, “Changing Paradigms of Citizenship and 
the Exclusiveness of the Demos”, en International Sociology 14, 3 (1999), pp. 245-268. 
La temática de la ciudadania como elemento de la “nación cívica” en Iberoamérica se 
discutirá a lo largo de este artículo. 
3 Homi BHABHA, The Location of Culture, London and New York 1994. 
4 Véase p.e. Robert J. KAISER, The Geography of Nationalism in Russia and the USSR. 
Princeton 1994. David D. LAITIN , “Identity in Formation: The Russian-Speaking 
Nationality in the Post-Soviet Diaspora”, en Archives Européennes de Sociologie 36 
(1995), pp. 281-316. Rogers BRUBAKER, Nationalism Reframed: Nationhood and the 
National Question in the New Europe, Cambridge 1996. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
9 
Por otro lado el proceso mismo de unificación que quiere crear una 
“Europa de patrias democráticas” plantea la cuestión si 
valores/identidades culturales regionales deben ser conservados y si 
estructuras democráticas o la observancia de los derechos humanos 
deben ser el requisito para el ingreso en la Union Europea.5 Los 
acontecimientos en Europa causaron nuevos estudios sobre nación y 
nacionalismo. 
Respecto de América Latina los estudios se han ocupado 
preferentemente con la temática del nacionalismo; conocemos sólo 
pocos trabajos sobre el concepto de nación como se puede deducir del 
Balance de la Historiografía sobre Iberoamérica (1945-1988).6 
Recién en las últimas decadas podemos notar que debido tanto a los 
problemas socioeconómicos que sufren los estados de América Latina 
como a nuevos conceptos de espacio y de integración supraregional se 
intensificaron los estudios sobre el objeto y resultado del 
nacionalismo, la nación. Por eso estraña mucho que los nuevos 
trabajos de caracter general no contienen ni reflexiones teóricas ni 
estudios especiales referidos a América Latina.7 Esta ausencia, ¿está 
relacionada con la peculiaridad del fenómeno nación y nacionalismo 
en el proceso histórico de este continente? Pues a diferencia de Europa 
donde el proceso de integración supranacional está en plena marcha, 
en América Latina el proceso mismo de formación o construcción de 
Estados nacionales, empezado con la Independencia, todavía no está 
acabado como lo insinuan algunos trabajos pertinentes: En la 
introducción al volumen La unidad nacional en América Latina. Del 
 
5 Véase Albert OOSTERHOFF, “El difícil camino de integración europea desde el carbón 
y el acero hasta la Unión Europea”, en Raymond BUVE y Marianne WIESEBRON 
(comp.), Procesos de integración en América Latina Perspectivas y experiencias 
latinoamericanas y europeas, Amsterdam 1999,pp. 17-33, cf. Gerardo JACOBS, 
“Conclusión: los retos de la globalización” en BUVE y WIESEBRON (comp.), Procesos 
de integración, pp. 178-184. Anne-Marie LE GLOANNEC (ed.), Entre Union et Nations: 
L’État en Europe, Paris 1998. 
6 V. VAZQUEZ DE PRADA y Ignacio OLABARRI (eds.), Balance de la Historiografía 
sobre Iberoamérica, 1945-1988, Pamplona 1989. En este balance no hay un capítulo 
especial dedicado a la temática del nacionalismo y la nación. Sólo François-Xavier 
Guerra menciona la temática en su artículo “El olvidado siglo XIX”, ibid. pp. 593-631. 
7 Eric J. HOBSBAWM, Nations and Nationalism since 1780. Programme, myth, reality. 
Cambridge 1990. John HUTCHINSON, & Anthony D. SMITH (eds.), Nationalism, Oxford 
1994. Anthony D. SMITH , Nationalism and Modernism. A critical survey of recent 
theories of nations and nationalism, London and New York 1998. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
10
regionalismo a la nacionalidad, de 1983, el editor Marco Palacios 
subraya que “en América Latina no hemos concluido del todo la 
travesía hacía la unidad nacional”.8 Con su tesis de habilitación de 
1984 Auf dem Wege zur Nation (En el camino hacia la nación) sobre 
el nacionalismo en el proceso de la formación del Estado y de la 
Nación de la Nueva Granada, Hans-Joachim König ha demostrado que 
a pesar de la consolidación estatal a finales del siglo XIX, Colombia 
se encontraba todavía en el difícil camino hacia la nación.9 Antonio 
Annino, Luis Castro Neiva y François-Xavier Guerra en Introduccón y 
Epílogo del volumen De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica 
editado por ellos en 1994 constatan que la construcción de la Nación 
moderna es inacabada, y preguntan si se puede hablar de éxito o de 
fracaso en la construcción de la Nación moderna en America Latina.10 
Ya los títulos de estos tres libros plantean algunas preguntas. 
¿Porqué en el caso de América Latina se habla de construcción de la 
nación? ¿En qué se distingue la Nación moderna de aquella del tipo 
tradicional? ¿Cómo es que proceso de formación del Estado y proceso 
de formación de la Nación no coinciden? ¿Cual es el impacto del 
nacionalismo en estos procesos? ¿Qué quiere decir que el proceso es 
inacabado, cuales son los criterios correspondientes? ¿Qué significa 
unidad nacional y en qué consiste? 
Con estas preguntas y otras más como por ejemplo la relación 
entre Estado, Nación y Sociedad voy a ocuparme en este artículo. Es 
mi intención demostrar en qué manera se ha estudiado la temática 
durante las últimas tres décadas, cuáles eran los puntos esenciales y 
qué cambios de enfoques había. No se trata de presentar una 
bibliografía completa sino más bien unas reflexiones sobre los 
enfoques principales. Para eso me parece indispensable incluir el 
debate general sobre Nación y Nacionalismo y preguntar por su 
impacto sobre investigaciones tocante a América Latina. 
 
8 Marco PALACIOS (comp.), La unidad nacional en América Latina. Del regionalismo a 
la nacionalidad. México 1983, p. 19. 
9 Hans-Joachim KÖNIG, Auf dem Wege zur Nation. Nationalismus im Prozess der 
Staats- und Nationbildung Neu-Granadas 1750 bis 1856, Stuttgart/Wiesbaden 1988; 
hay una traducción en castellano: En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el 
proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva-Granada, 1750-1856. 
Bogotá 1994. 
10 Antonio ANNINO, Luis CASTRO LEIVA y François-Xavier GUERRA (eds.), De los 
Imperios a las Naciones: Iberoamérica, Zaragoza 1994, p. 11, p. 615. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
11
La problemática de definición de nacionalismo y nación 
a) Nacionalismo 
Dedicarse a investigar la cuestíón del nacionalismo y de la nación 
puede parecer problemático, pues se trata de conceptos controvertidos 
y desacreditados precisamente de la historia europea. De hecho, en las 
ciencias políticas hay pocos conceptos que hayan sido objeto de 
definiciones y evaluaciones tan diversas como el nacionalismo.11 Con 
él es posible asociar la libertad y la represión, el progreso y la 
reacción, el mantenimiento y la reducción de privilegios y 
prerrogativas. Estos juicios reflejan las distintas formas que adoptó el 
nacionalismo, desde su surgimiento en el proceso de formación de los 
estados nacionales europeos en correspondencia con el naciente 
proceso de modernización, iniciado con la Revolución Industrial en 
Inglaterra y con la Revolución Francesa, la “doble revolución de la 
sociedad burguesa de la Europa occidental”.12 Al comienzo la 
evaluación del nacionalismo resultó preponderantemente positiva, 
porque se vinculaba su orígen con la Revolución Francesa y su meta 
con la realización de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por 
ella proclamados. Aparecía entonces como un elemento estructural 
progresivo en la organización social política interna de la sociedad 
humana. El nacionalismo pasó a ser un factor destructivo sólo al 
disolverse el vínculo entre las ideas de democracia y nación, tras la 
 
11 Véase la extensa bibliografía de Karl W. DEUTSCH y Richard L. MERRITT (eds.), 
Nationalism and National Development. An Interdisciplinary Bibliography, Cambridge, 
Mass. 1970. Véase también mas recientes bibliografías en Eric J., HOBSBAWM, Nations 
and Nationalism since 1780. John HUTCHINSON, & Anthony D. SMITH (eds.), 
Nationalism.. Anthony D. SMITH , Nationalism and Modernism. 
12 Véase al respecto Hans KOHN, The Idea of Nationalism. A Study in its Origins and 
Background, New York 1944; Id., Nationalism. Its Meaning and History, Princeton 
1955. Kohn remonta los orígenes del nacionalismo moderno a la segunda mitad del 
siglo XVIII y considera a la Revolución Francesa como su primera gran manifestación. 
Cf. A. KENNILÄINEN , Nationalism. Problems concerning the Word. The Concept and 
Classification, Jyväskylä 1964. En cuanto a la relación entre doble revolución y 
problema nacional, véase Reinhard BENDIX, Nation-Building and Citizenship. Berkeley 
1974. Entre los ensayos de investigación histórica sobre la modernización cabe 
mencionar R. BENDIX, Nation-Building; S.N EISENSTADT y Stein ROKKAN (eds.), 
Building States and Nations. Models and Data Resources, Beverly Hills and London 
1973, 3 vols. Sobre la investigación de la modernización en general véase Peter FLORA, 
Modernisierungsforschung. Zur empirischen Analyse der gesellschaftlichen 
Entwicklung, Opladen 1974. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
12
consolidación del poder de la burguesía y la formación de los 
mercados nacionales. Entonces el nacionalismo europeo sirvió, hacia 
afuera, de soporte ideológico para las guerras de expansión y como 
legitimación del imperialismo, y hacia adentro, para justificar el 
sometimiento de las minorías.13 
Por lo tanto, no es de extrañar que ninguna de las 
definiciones y tipologías propuestas hasta el momento haya facilitado 
una teoría satisfactoria para dar cuenta de las múltiples y ambivalentes 
manifestaciones del nacionalismo. Entre estas propuestas, cabe 
destacar la que ya en 1931 había presentado el historiador 
norteamericano Carlton J. H. Hayes, con su distinción entre 
nacionalismo humanitario, jacobino, tradicional, liberal e integral, o la 
de Hans Kohn, con su distinción entre un nacionalismo occidental de 
perfil político-democrático, y otro oriental, de rasgos culturales y 
lingüísticos.14 La diferenciación propuesta por Kohn ha marcado el 
debate por mucho tiempo. Recientemente se reanimó con otras 
nociones: Ahora el debate hace una distinción entre un nacionalismo 
cívico/territorial—bueno y occidental—y un nacionalismo 
étnico/cultural—malo y oriental.15 
Trabajos anteriores sobre el nacionalismo en América Latina 
traslucen la misma dificultad de encontrar una definición de validez 
general para este concepto. La mayoría de los autores consideran que 
el nacionalismo en América Latina, sobre todo en el siglo XX, 
desempeña un papel importante y constituye una fuerza positiva, 
reivindicada tanto por los gruposde derecha como por los de 
izquierda. Estos autores relacionan las manifestaciones del 
nacionalismo con los esfuerzos de desarrollo y con la política 
antiimperialista, pero no suministran definiciones, y sólo 
ocasionalmente problematizan esta carencia o bien eligen, como 
 
13 Véase por ejemplo H. KOHN, Nationalism. Its Meaning…, , E. J. HOBSBAWM, 
Nations and Nationalism., Carlton J.H HAYES, The Historical Evolution of Modern 
Nationalism, New York 1931. Cf. también Walter SULZBACH, Imperialismus und 
Nationalbewusstsein, Frankfurt 1959. 
14 C. J.H HAYES, The Historical Evolution of Modern Nationalism, H KOHN, The Idea 
of Nationalism. 
15 John PLAMENATZ , “Two types of Nationalism“, en Eugene KAMENKA (ed.), 
Nationalism: The nature and evolution of an idea.. London 1966, pp. 22-36. Rogers 
BRUBAKER, Citizenship and Nationhood in France and Germany, Cambridge, Mass. 
1992, emplea esta distinción para su análisis. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
13
Gerhard Masur, no proponer definición alguna; Masur rechaza una 
definición concreta del nacionalismo, porque, según su opinión, ésta 
no sería asunto del historiador sino del sociólogo; antes bien, la tarea 
del historiador consistiría sobre todo en describir.16 En cierto modo, se 
da por sabido qué es el nacionalismo. 
Los estudios de síntesis sobre el nacionalismo en América 
Latina, las propuestas de tipología, como las de Johnson, Whitaker/ 
Jordan o Silvert, registran distintas manifestaciones del nacionalismo 
y las clasifican o bien cronológicamente, o bien con criterios 
socioeconómicos o según el grado de democratización. Johnson 
observa que el nacionalismo salvo brotes esporádicos en el siglo XIX, 
por ejemplo en la época de la independencia aparece con 
preponderancia en el siglo XX y presenta, a su juicio, dos etapas: 
primero el nacionalismo aristocrático de las clases altas, desde el fin 
de la primera guerra hasta la crisis económica mundial; a continuación 
el nacionalismo popular o populista articulado por las clases 
trabajadoras y medias emergentes, que, sobre todo desde 1945, se 
constituye en un nacionalismo económico con fuertes tendencias 
xenófobas.17 
En cambio Whitaker y Jordan distinguen cinco categorías 
descriptivas del nacionalismo y las designan según los grupos sociales 
que articulan cada una de ellas, considerando que resultan más 
apropiadas para América Latina que la tipología de Hayes. Son éstas: 
el nacionalismo rural tradicional, una especie de nacionalismo 
nostálgico que se opone a la influencia cultural europea; el 
nacionalismo de la vieja burguesía, defendido por la clase media 
 
16 Gerhard MASUR, Nationalism in Latin America. Diversity and Unity. New York, 
London 1966, p. 5. Cf. tambien J.J. KENNEDY, Catholicism, Nationalism and 
Democracy in Argentina, Notre Dame, Ind. 1958. Herbert S. KLEIN, Orígenes de la 
revolución nacional boliviana, La Paz 1968. Helio de MATTOS JAGUARIBE, O 
nacionalismo na atualidade brasileira, Rio de Janeiro 1958, Id., “The Dynamics of 
Brasilian Nationalism”, en Claudio VELIZ (ed.), Obstacles to change in Latin America. 
London, New York 1965, pp. 162-187. Bradford E BURNS, Nationalism in Brasil: a 
historical survey, New York 1968. Ernest HALPERIN, Nationalism and Communism in 
Chile, Cambridge, Mass. 1965. Frederick C TURNER, The Dynamic of Mexican 
Nationalism, Chapel Hill 1968. Arthur P. Whitaker, The Nationalism in Latin America, 
Gainesville 1962. 
17 John JOHNSON, “The New Latin American Nationalism”, en Peter G. SNOW (ed.), 
Government and Politics in Latin America. A Reader, New York, London 1961, pp. 
451-465. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
14
tradicional, y vinculado al liberalismo político y económico; el 
nacionalismo neoburgués de las nuevas clases medias que constituyen 
la burguesía nacional, el cual se manifiesta como nacionalismo 
económico acentuando el papel del capital y de la empresa privada, 
pero oponiéndose a la inversión extranjera; luego, el nacionalismo 
populista, vinculado con las concepciones social-revolucionarias; y, 
finalmente, el nacionalismo “nasserista”, también relacionado con 
concepciones social-revolucionarias pero sostenido primordialmente 
por los militares. Se ve que Whitaker y Jordan por los tres primeros 
tipos de nacionalismo incluyen también el siglo XIX en su concepto 
del surgimiento y manifestación del nacionalismo en América 
Latina.18 
Por su parte, Kalman H. Silvert propone tres categorías 
principalmente funcionales para caracterizar el nacionalismo: 
nacionalismo como patriotismo, es decir como concepto simbólico, tal 
como lo manejó sobre todo el pequeño grupo de la clase alta criolla en 
el siglo XIX; el nacionalismo como valor social, es decir como norma 
que determina la necesaria lealtad del ciudadano frente al Estado; y, 
finalmente, el nacionalismo como ideología, que instrumentaliza los 
símbolos y las metas nacionales convirtiéndolos en acción política 
para el enaltecimiento de la nación. Dentro de esta última categoría 
distingue tres etapas del nacionalismo aristocrático-tradicional, 
económico-proteccionista-tradicional, y racional-flexible, que hace 
corresponder con el proceso de movilización social progresiva y de 
integración nacional.19 
Estas tipologías no proporcionan un marco teórico general, 
aunque caractericen de manera correcta ciertos fenómenos 
particulares. Tampoco es del todo convincente la distinción postulada 
por Hans-Jürgen Puhle entre un nacionalismo latinoamericano 
tradicional con motivaciones políticas en el siglo XIX, y un 
nacionalismo antiimperialista con motivaciones económicas en el 
 
18 Arthur P WHITAKER,. y David C. JORDAN, Nationalism in Contemporary Latin 
America, New York 1966. 
19 Kalman H SILVERT, “Nationalism in Latin America”, en: P. G. SNOW (ed.), 
Government, pp. 440-450. Cf. también SILVERT (ed.), Expectant Peoples. Nationalism 
and Development, New York 1963; véase allí “Introduction. The Strategy of the Study 
of Nationalism”, pp. 3-38. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
15
siglo XX.20 Es cierto que con el término de nacionalismo 
antiimperalista Puhle da cuenta de un aspecto importante del 
nacionalismo latinoamericano en el siglo XX, pero deja fuera 
importantes aspectos de la historia del nacionalismo en América 
Latina, al no tomar en cuenta el nacionalismo durante el proceso de las 
independencias, o al simplificar el nacionalismo del siglo XIX 
describiéndolo como “fenómeno de la superestructura libremente 
suspendido”. En el estudio clasico sobre el nacimiento y desarrollo de 
los Estados nacionales en América Latina, Marcos Kaplan a veces 
menciona al nacionalismo como ideología, sus modelos y las 
influencias que lo marcaron, tanto las externas como las ejercidas a 
través de las funciones del Estado, pero no lo sitúa en un marco 
teórico.21 Ahora mismo podemos constatar que nacionalismo en 
Iberoamérica es considerado como un fenómeno no solo del siglo XX 
sino tambien del XIX.. Con razón, como voy a demostrar en oposición 
a David Brading, quien en un artículo reciente caracteriza al 
nationalismo en América Latina como “a late-comer, a child of the 
twentieth century” y mantiene que en la época de la independencia 
solamente existía un patriotismo criollo.22 
En cuanto a la valoración del nacionalismo en América 
Latina, tampoco existe un consenso. Tampoco allí se lo valora sólo 
positivamente cuando está dirigido contra la intervención imperialista; 
con frecuencia también se lo critica. Y mientras se toman en cuenta 
sólo los aspectos negativos del nacionalismo europeo en tanto 
ideología con que la burguesía justifica su dominio sobre las otras 
 
20 Hans-Jürgen PUHLE, “Nationalismus in Lateinamerika”, en Wolf GRABENDORFF 
(ed.), Lateinamerika—Kontinent in der Krise, Hamburg 1973, pp. 48-77; reelaborado y 
aumentadoen: Heinrich August WINKLER (ed.), Nationalismus, 2., erw. Auflage 
Königstein 1985, pp. 265-286; cf. una variante del texto “Política de desarrollo y 
nacionalismo en América Latina en el siglo XX” en Michael RIEKENBERG (comp.), 
Latinoamérica: Enseñanza de la historia, libros de textos y conciencia histórica, 
Buenos Aires 1991, pp. 18 –35. 
21 Marcos KAPLAN, Formación del Estado nacional en América Latina, Santiago de 
Chile 1969. 
22 David A BRADING, “Nationalism and State-Building in Latin America History“, en 
Ibero-Amerikanisches Archiv 20.1/2 (1994), pp. 83-108, aqui p. 88; tambien publicado 
en Eduardo POSADA-CARBO (ed.), Wars, Parties and Nationalism: Essays on the 
Politics and Society of Nineteenth-Century Latin America, London 1995, pp. 89-107. 
Cf. su estudio anterior David A. BRADING, Los orígenes del nacionalismo mexicano, 
México 1973. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
16
clases sociales, se descuidan las tendencias progresivas 
originariamente asociadas al nacionalismo. Se pretende desenmascarar 
el nacionalismo como ideología antihumanitaria y antihumana que 
sirve exclusivamente como autodefensa de las élites sociales y 
políticas dominantes, la burguesía nacional o, en la variante populista, 
para encubrir los conflictos sociales y los antagonismos de clase.23 
Pero la cuestión es si se agota la función del nacionalismo en América 
Latina en estas dimensiones que indudablemente existen. ¿No resulta 
apropiada para América Latina la evaluación positiva del 
nacionalismo en el Tercer Mundo ya propuesta por algunos 
historiadores y sociólogos, como Rupert Emerson y Hans Kohn que 
condenan al nacionalismo europeo, salvo en su fase inicial, cuando lo 
consideran como “una fuerza dirigida hacia adelante y no 
reaccionaria”, como “un estímulo para la revolución" y no como "un 
baluarte del status quo”?24 
 
b) Un enfoque nuevo 
¿Por qué no resultan satisfactorias las afirmaciones de gran parte de 
los estudiosos del nacionalismo? Sin lugar a dudas, porque se ocupan 
más de analizar las manifestaciones del nacionalismo y sus 
contenidos, es decir, de los criterios básicos de la nacionalidad como 
el idioma, la cultura, la raza, el destino histórico compartido, la 
historia común, o de un sistema de ideas etc., que de analizar las 
condiciones de formación y las distintas funciones que fue teniendo el 
nacionalismo según la situación histórica. 
Las dificultades que suscita la ambigüedad del concepto de 
nacionalismo han llevado, en estudios más recientes, a definirlo no 
tanto por sus contenidos, sino antes bien por su carácter funcional-
 
23 Véase por ejemplo Thomas A. VASCONI y Mario Aurelio GARCÍA DE ALMEIDA , “Die 
Entwicklung der in Lateinamerika vorherrschenden Ideologien”, en W. GRABENDORFF 
(ed.), Lateinamerika, pp. 16-47. Victor ALBA, Nationalists without Nations. The 
Oligarchy versus the People in Latin America, New York 1968. 
24 Rupert EMERSON, From Empire to Nation. The Rise of Self-Assertion of Asian and 
African People, Boston 1964, p. 206; H. KOHN, The Idea of Nationalism, p. 22. Cf. 
también el resumen de sus investigaciones en el XII Congreso Internacional de 
Historiadores que tuvo lugar en Viena, H. KOHN, “Nationalism and Internationalism in 
the nineteenth and twentieth Centuries”, Rapport I Grands Thèmes, Nationalisme et 
internationalisme aux XIX et XXe siècles, Vienne 1965, pp. 191-240, especialmente pp. 
220-226. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
17
instrumental.25 Según estas investigaciones, el nacionalismo puede 
definirse como un instrumento—la mayoría de las veces manejado por 
los élites políticos—para motivar la actividad y la solidaridad 
políticas. Sirve para movilizar a aquellas partes de la sociedad 
equiparadas con la “nación”, o a la colectividad concebida como 
“nación”, contra opositores internos o externos, o contra cualquier 
amenaza.26 Puede referirse, pues, a la población que vive dentro de los 
límites estatales, o bien establecer la delimitación frente a otros 
estados y naciones. En tal sentido exige que la lealtad hacia la 
“nación” tenga primacía absoluta frente a todas las demás lealtades, y 
antepone los intereses de la nación a todos los demás intereses como 
norma de la acción política.27 
Esta definición hace posible, por un lado, distinguir más 
nítidamente entre nacionalismo y conciencia nacional o 
autoconciencia es decir, entre ideología o doctrina y sentimiento o 
pasión y, por otro lado, abarca el espectro de todas las posibles 
funciones del nacionalismo, con lo cual corresponde a la ambivalencia 
del concepto. No siempre se aplica tal diferenciación evidente como se 
desprende de la observacion de Brian Hamnett quien aún en 1995 dice 
que el nacionalismo representa la búsqueda de la identidad y que es 
más bien un sentimiento que una ideología.28 La definición propuesta 
 
25 Véase el capítulo introductorio de H. A. WINKLER, “Der Nationalismus und seine 
Funktionen“, en Id. (ed.), Nationalismus, pp. 5-46; la definición vuelve sobre 
reflexiones de Christian Graf von KROCKOW, Nationalismus als deutsches Problem, 
München 1970, en especial pp. 18 y 31., cf. tambien HOBSBAWM, Nations and 
Nationalism. 
26 Cf. John BREUILLY , Nationalism and the State, Manchester 1982, pp. 186-191, 221-
249. 
27 Cf. KÖNIG, Auf dem Wege, p. 13; (En el camino, p.25 s.); cf. las definiciones muy 
parecidas de Gellner, quien dice que nacionalismo es “primarily a principle which holds 
that the political and national unit should be congruent”, Ernest GELLNER, Nations and 
Nationalism, Oxford 1983, p. 1; y de Hobsbawm, quien utilize el termino nacionalismo 
en el sentido “that this principle also implies that the political duty of Ruritanians (es un 
pueblo inventado, un pueblo de fantasía) to the polity which encompasses and 
represents the Ruritanian nation, overrides all other public obligations, and in extreme 
case (such as wars) all other obligations of whatever kind”, HOBSBAWM, Nations and 
Nationalism, p. 9. 
28 Brian HAMNETT, “Las rebelliones y revoluciones iberoamericanas en la época de la 
Independencia. Una tentativa de tipología”, en François-Xavier GUERRA (ed.), Las 
Revoluciones Hispánicas: Independencias Americanas y Liberalismo Español, Madrid 
1995, pp. 47-70., esp. 59. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
18
arriba no subordina ni limita el nacionalismo a ningún grupo social. 
Tampoco supone ninguna evaluación previa, sino que permite 
especificar y evaluar las funciones sociales y políticas del 
nacionalismo en cada caso y en cada situación histórica concreta. 
Precisamente, al estudiar un período extenso se necesita un amplio 
margen, tanto para la definición del contenido como para la 
evaluación, pues de otra manera, si se parte de una evaluación general 
previa, el resultado de la investigación acerca de la función del 
nacionalismo estaría indefectiblemente marcado por ese mismo juicio 
de valor del que se parte. Pongo por caso el trabajo de Frederik C. 
Turner de 1968 sobre el nacionalismo mexicano. Turner parte de una 
valoración positiva que sería válida para todo el período de la 
investigación, los siglos XIX y XX.: 
“The present approach to Mexican nationalism views it as 
‘good’, because—far from serving as a justification for domination or 
aggressión—Mexican nationalism has been a search for a national integrity 
and social consensus.” 
Con base en esta premisa, se le escapa la función apaciguadora y 
encubridora del nacionalismo frente a los conflictos sociales en 
México, sobre todo en el siglo XIX. Y aun cuando percibe la función 
del nacionalismo como elemento reductor de conflictos no lo 
problematiza.29 Por eso, para evitar generalizaciones o parcialidades, 
es preciso indagar los orígenes de cada nacionalismo y no dar una 
explicación sólo inmanente. 
Entre sociólogos, politólogos e historiadores que se dedican a 
la problemática del nacionalismo y de la nación hay un consenso 
considerable sobrela relación entre el nacionalismo por una parte, y 
los procesos de modernización e industrialización, es decir, de 
cambios estructurales en la esfera del Estado, la sociedad y la 
economía, por la otra. Era sobre todo Ernest Gellner quien ha 
analizado esta relación en sus estudios desde 1964 hasta 1998.30 Por 
modernización se entiende aquí el proceso histórico de cambios 
 
29 TURNER: The Dynamic, p. 8, p. 308. 
30 Véase la compilación de ensayos, a veces críticos pero en su mayoría afirmativos 
sobre el enfoque de Gellner en John A. HALL (ed.), The State of the Nation. Ernest 
Gellner and the Theory of Nationalism, Cambridge 1998; este libre ofrece tambien una 
bibliografia de todos los estudios de Gellner, pp. 307-310. Unas concepciones más 
críticas ofrece el libro de Anthony D. SMITH , Nationalism and Modernism. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
19
estructurales que empezó en Europa occidental en el siglo XVIII. 
Como este tipo de transformación social abarca hoy en día al mundo 
entero, se puede hablar de un proceso de modernización universal, sin 
que ello implique que las repercusiones sociales sean iguales en todas 
las partes. Precisamente la investigación histórico-comparativa de la 
modernización constata la expansión desigual de la modernización 
tanto en el contexto internacional como en el nacional y considera 
justamente que el nacionalismo está motivado por deficiencias y 
desniveles en la modernización o por una modernización parcial. En 
este aspecto, el nacionalismo o un movimiento nacional puede 
constituir una respuesta al desafío de la modernización especialmente 
en paises del mundo no-europeo en cuanto constituye una reacción 
frente al atraso económico y una condición previa para alcanzar las 
metas de desarrollo de una sociedad.31 Por lo tanto, en la investigación 
del fenómeno nacionalismo, es trascendente la pregunta acerca de las 
relaciones entre nacionalismo y cambio social/modernización/-
desarrollo. 
En América Latina también se han concebido las relaciónes 
entre desarrollo y nacionalismo. Sobre todo en Brasil en el Instituto 
Superior de Estudos Brasileiros (ISES 1956-1964) se discutieron 
conceptos de desarrollo nacional. De los muchos autores solo quisiera 
mencionar a Hélio Jaguaribe quien resumió: 
“Nationalism, which only makes sens when it serves to promote 
national emancipation and achievement, is also a necessary condition for 
economic development. Without the impulse of nationalisms and the 
framework of a national state as prime mover and controller respectively of 
the national society, the latter’s internal contradictions will act as a brake 
on its development, and render it helpless against the external pressure of 
the Great Powers”.32 
 
31 Con respecto a la relación entre modernización, nacionalismo y superación del atraso 
véase entre otros Ernest GELLNER, Thought and Change, London 1964, en especial pp. 
147-148; Id., Nations and Nationalism, passim. Anthony D. SMITH , Theories of 
Nationalism, London 1971. R. BENDIX, Nation-Building and Citizenship. Bert F. 
HOSELITZ, “Nationalism, Economic Development and Democracy”, en The Annals of 
the American Academy of Political and Social Science 305 (1956), pp. 1-11. Alexander 
GERSCHENKRON, “Economic Backwardness in Historical Perspective”, en Bert F. 
HOSELITZ (ed.), The Progress of Underdeveloped Areas, Chicago and London 1971, pp. 
3-29. 
32 Helio de MATTOS JAGUARIBE, “The Dynamic of Brazilian Nationalism”, VELIZ (ed.), 
Obstacles, p. 186. Cf. Ronald H CHILCOTE,.“Development and Nationalism in Brazil 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
20
Por consiguiente, parece oportuno ver el nacionalismo y su 
surgimiento en el contexto de los procesos político-sociales de 
desarrollo. Esto es válido tanto en lo que concierne al nacionalismo 
temprano o genuino, cuando estimulaba movimientos nacionales y 
contribuía a la formación de los Estados nacionales33, como al 
nacionalismo posterior vinculado con el triunfo de la producción 
industrial o con Estados existentes. Unas sugerencias muy interesantes 
e importantes para estudiar el trasfondo social del nacionalismo 
suministra el concepto sociológico-comunicativo de Karl W. Deutsch. 
Para él, la formación de la conciencia nacional y del nacionalismo de 
un pueblo depende de la extensión, intensificación y modificación del 
contenido de sus hábitos y posibilidades de comunicación, como 
resultado de una creciente movilización social y de una progresiva 
integración.34 La importancia de este enfoque radica, entre otros 
aspectos, en demostrar que la formación misma de un comportamiento 
nacional es un proceso social elemental y no presuponer simplemente 
la existencia de naciones como formas sociales dadas. Deutsch 
concibe a la nación como el producto de un desarrollo a largo plazo, 
como un proceso paulatino de formación hasta alcanzar una 
“complementariedad” social consciente. El nacionalismo es concebido 
entonces como una ideología que tiende a forzar este proceso 
mediante una comunicación más intensiva dentro de una colectividad 
que se identifica por compartir un idioma y una cultura. Por tanto, 
según Deutsch el nacionalismo existe antes de que hay una nación. 
Otro enfoque que es muy adecuado para analizar el 
nacionalismo en el contexto de fenómenos de transformacion social y 
que ya ha incitado varias investigaciones sobre el nacionalismo es el 
“modelo de crisis del desarrollo político”, elaborado por el Committee 
on Comparative Politics. Esta propuesta se basa en una serie de 
supuestos acerca de las funciones y los problemas de cualquier 
sistema político. Presupone que las sociedades, en el curso de su 
 
and Portuguese Africa”, en Comparative Political Studies, 1 (1969), pp. 504-525. 
Arthur P WHITAKER,.“Nationalism and Social Change in Latin America”, en Joseph 
MAIER & Richard W. WEATHERHEAD (eds.), Politics of Change in Latin America, New 
York and London 1965, pp. 85-110. 
33 Véase abajo el capítulo sobre el surgimiento del nacionalismo en América. 
34 Karl W. DEUTSCH,.Nationalism and Social Communication, Cambridge, Mass. 1953, 
cf. sus ensayos sumarios Id., Nationenbildung–Nationalstaat–Integration, Düsseldorf 
1972. Benedict ANDERSON ha elaborado aun más estas reflexiones; ver abajo. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
21
modernización política dentro del proceso de modernización más 
amplio, se ven confrontadas con seis problemas o desafíos que los 
gobiernos o las élites políticas deben resolver para evitar situaciones 
concretas de crisis. A saber: la crisis de penetración (el problema de 
una administración efectiva, que alcance a todos los niveles sociales), 
la crisis de integración (el problema de la integración de los diferentes 
estratos de la población en la vida pública), la crisis de participación 
(el problema de la participación política de grupos cada vez mayores 
en el poder político), la crisis de identidad (el problema de la identidad 
nacional, es decir, de la creación de una conciencia nacional común, 
de la identificación de los distintos grupos de la población con la 
sociedad como un todo y con el respectivo sistema político), la crisis 
de legitimidad (el problema de la legitimidad del poder, de la 
responsabilidad del gobierno y del reconocimiento del sistema por 
parte de la población) y la crisis de la distribución (el problema de la 
repartición de bienes y recursos en el interior de la sociedad).35 
La meta del proceso de modernización política y a la vez las 
características de un sistema político moderno—las respuestas, por así 
decir,que han resuelto los problemas de las crisis,—pueden ser 
caracterizadas, según Flora, por 
 “una politización de la identidad, una legitimidad basada en 
gran medida en criterios de eficiencia, una capacidad creciente de movilizar 
y (re)distribuirlos recursos nacionales, un aumento de la participación 
política y una integración progresiva de los diversos sectores de una 
sociedad.”36 
Varias razones inducen a utilizar este modelo como un 
instrumento heurístico para estudiar el nacionalismo. Puesto que no 
 
35 En ocho estudios fundamentales del Committee on Comparative Politics, Gabriel A. 
Almond, James S. Coleman, Joseph La Palombara, Lucian W. Pye, Dankwart A. 
Rustow, Sidney Verba, Robert E. Ward, Myron Weiner y Charles Tilly elaboraron el 
modelo del desarrollo político. El volumen séptimo resume las tesis esenciales 
Leonhard BINDER y otros (eds.), Crisis and Sequences in Political Development, 
Princeton 1971. Véase también las exposiciones sumarias de esta concepción en Stein 
ROKKAN , “Die vergleichende Analyse der Staaten- und Nationbildung. Modelle und 
Methoden”, en Wolfgang ZAPF (ed.), Theorien des sozialen Wandels, Köln, Berlin 
1971, pp. 228-252; Charles TILLY , “Western State-Making and Theories of Political 
Transformation”, en Id. (ed.), The Formation of National States in Western Europe, 
Princeton 1975, pp. 601-638, en especial pp. 608-611;. 
36 FLORA, Modernisierungsforschung, p. 89. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
22
fija una secuencia rígida de crisis y desafíos, ni una secuencia de 
etapas evolutivas válida universalmente, permite tomar en cuenta las 
circunstancias históricas concretas en cada caso, en relación tanto con 
los factores internos del cambio social como con los factores externos 
del proceso de modernización, como la guerra y la dominación 
colonial, el imperialismo y la política internacional o, en general, la 
influencia de las sociedades desarrolladas sobre las así llamadas 
sociedades en vías de desarrollo. Así, por ejemplo, el modelo de crisis 
constata que, a diferencia de lo que ocurre en los estados de Europa 
occidental, en los estados en proceso de emanciparse de la 
dependencia colonial la búsqueda de identidad y el afianzamiento de 
la legitimidad son prioritarios.37 Partiendo de la estrecha 
correspondencia y de la conexión recíproca entre nacionalismo y 
fenómenos de transformación social, o también proceso de 
modernización, el modelo de crisis permite, por ejemplo, delimitar los 
períodos que se investigan tomando en cuenta las crisis del proceso de 
cambio y modernización, ya que no sólo la crisis de identidad sino 
también la crisis de participación parece desempeñar un importante 
papel en el surgimiento del nacionalismo. Además, el modelo de crisis 
describe la formación del Estado, de un Estado propio, que constituye 
en el fondo la meta del nacionalismo temprano, como etapa o también 
como tarea específica del desarrollo. Así, para Stein Rokkan la 
penetración y la integración tienen que ver con la formación del 
Estado, la identidad y la legitimidad con la formación de la Nación, y, 
por último, la participación y la distribución con la consolidación de la 
sociedad.38 Este modelo presenta un marco teórico o por lo menos un 
instrumento metodológico, que permite explicar y estudiar el 
surgimiento del nacionalismo y de los movimientos nacionales en sus 
diversas formas y funciones dentro del proceso de transformación 
social y política.39 
 
37 Cf. por ejemplo las reflexiones al respecto de Lucian W. PYE, citado en Stein 
ROKKAN , Die vergleichende Analyse, pp. 234 s. 
38 ROKKAN , Die vergleichende Analyse, p. 233s. 
39 En distintos estudios alemanes sobre América Latina, este marco teórico ya ha sido 
utilizado con provecho, por ejemplo Peter WALDMANN , Der Peronismus, 1943-1955, 
Hamburg 1974. Id., “Stagnation als Ergebnis einer ‘Stückwerkrevolution’. 
Entwicklungshemmnisse und -versäumnisse im peronistischen Argentinien”, en 
Geschichte und Gesellschaft II, 2 (1976), pp. 160-187. Manfred MOLS und Hans 
Werner TOBLER, Mexiko. Die institutionalisierte Revolution, Köln, Wien 1976. Véase 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
23
En este modelo son de suma relevancia las élites, que se 
encuentran o bien en el poder, o bien en la oposición, y que aparecen 
como el grupo que toma las decisiones en el proceso de 
modernización; es, pues, la política de las élites la que crea nuevas 
condiciones para el cambio socioeconómico. Por eso, la recopilación 
de materiales puede dedicarse en primer lugar a los criterios para la 
acción política, a las declaraciones y las decisiones de estas élites. Ello 
permite abarcar tanto las medidas políticas o burocráticas efectivas en 
el proceso de modernización como los conflictos resultantes entre los 
grupos que compiten por el poder. Es cierto que al proceder así se 
reducen hasta cierto punto los problemas de desarrollo de una 
sociedad a los problemas de las élites políticas y de los gobiernos. Es 
casi lógico que los análisis de la formación del estado y de nación en 
el contexto de la modernización y las estructuras políticas, 
administrativas y socioeconómicas adopten la perspectiva desde 
arriba, es decir los puntos de vista de las élites, como lo critica 
tambien Hobsbawm.40 Pero ello no restringe la aplicabilidad de una 
concepción funcional para evaluar el nacionalismo y sus funciones. 
Sin embargo, el análisis de la formación de la nación necesita tambien 
la perspectiva desde abajo, es decir la percepción de la nación por 
parte de las masas populares, aun cuando es mucho mas dificil 
encontrar material correspondiente. En total, hace falta considerar las 
actitudes y conductas de toda la población que es el objeto de la 
propaganda nacionalista para no reducir el problema de la formación 
de la nación a la función que en ese proceso les cupo a las élites. El 
análisis de la formación de la nación en América Latina revelará una 
vez más la necesidad de esta doble perspectiva.41 
 
 
también Otto DANN (ed.), Nationalismus und sozialer Wandel, Hamburg 1978, este 
libro contiene algunos ensayos sobre importantes movimientos nacionales europeos y 
sobre el nacionalismo en el Tercer Mundo; analizan la relación entre nacionalismo y 
proceso de modernización. Cf. mis reflexiones acerca de la utilización de este enfoque 
para estudios sobre nacionalismo en América Latina, Hans-Joachim KÖNIG, 
“Theoretische und methodische Überlegungen zur Erforschung von Nationalismus in 
Lateinamerika”, en Canadian Review of Studies in Nationalism. Vol. VI, 1 (1979), pp. 
13-32. He utilizado el enfoque en mi trabajo H.-J KÖNIG, Auf dem Wege, (En el 
camino). 
40 HOBSBAWM, Nations and Nationalism, p. 10s. 
41 Ver abajo. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
24
c) Nación 
En este contexto resulta indispensable aclarar qué se entiende por 
nación. Aquí surge un problema de definición semejante al que causa 
el concepto de nacionalismo. La extensa y variada literatura dedicada 
al concepto de nación ofrece definiciones para dos tipos básicos de 
nación que se han derivado de la formación de las naciones y los 
estados nacionales europeos. Friedrich Meinecke distingue entre 
“naciones estatales” y “naciones culturales”,42 mientras que Hans 
Kohn hace la distinción entre nación constituida subjetiva y 
políticamente, y nación determinada objetiva y culturalmente.43 Esta 
tipología se refiere, por una lado, a la formación del Estado nacional 
en Francia, donde, tras la Revolución de 1789, cada individuo decidía 
si quería ser francés o no; esto lo formularía Renan en 1882 con las 
palabras frecuentemente citadas: “L'existence d'une nation est un 
plébiscite de tous les jours.”44 La tipología se refiere, por el otro lado, 
a la formación de los Estados nacionales en Europa central y oriental, 
un proceso que Friedrich Meinecke caracteriza de esta manera: 
 “El auténtico Estado nacional ... es y llega a ser (nacional) ... no 
por voluntad de los gobernantes o de la nación, sino tal como son o llegan a 
ser nacionales el lenguaje, los hábitos o las creenciaspor el silencioso 
influjo del espíritu del pueblo [Volksgeist] ... Aquí no se dice: Nación es lo 
que quiere ser nación, sino al revés. Una nación existe, quieran los 
individuos que la constituyen pertenecer a ella o no. Una nación no se basa 
en la libre elección, sino en la determinación”.45 
En trabajos recientes como los de Gellner, Smith y 
Hobsbawm que discuten la problemática de la definición de nación y 
nacionalismo se mantiene esa tipología doble como tipología básica. 
Gellner y Hobsbawm perciben los intereses económicos y políticos 
dentro de una unidad territorial o estatal como los factores más 
importantes—relacionando el proceso de la formación de la nación 
con el proceso de modernización e industrialización—, mientras que 
Anthony Smith subraya la importancia de un fundamento 
 
42 Friedrich MEINECKE, Weltbürgertum und Nationalstaat. Studien zur Genesis des 
deutschen Nationalstaates, Séptima edición revisada, München y Berlin 1928. 
43 H KOHN, The Idea of Nationalism, passim. 
44 Ernest RENAN, Qu'est-ce qu'une nation? Paris 1882, p. 27. 
45 F. MEINECKE, Weltbürgertum, pp. 5, 14, 290 s. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
25
cultural/ètnico existente.46 Estas distinciones son importantes en dos 
sentidos: Dicen algo tanto sobre el momento en que surgen naciones 
como sobre el fundamento en que naciones se basan. Kohn, Gellner y 
Hobsbawm indican—partiendo del desarrollo en Europa—como 
comienzo del nacimiento de naciones el fin del siglo XVIII y el 
principio del siglo XIX y consideran a las naciones, los estados 
nacionales como unidades de población que habitan un territorio 
demarcado, poseen intereses económicos comunes con movilidad en 
un único territorio, leyes comunes con derechos y deberes legales 
idénticos para toda la población, y una única ideología cívica. Según 
estos autores, el Estado precede a la Nación igual que el nacionalismo 
existe antes de la Nación. Al contrario, como dice Hobsbawn: 
“Nations do not make states and nationalism but the other way 
round.”47 Smith, en cambio, remite a la existencia de naciones 
premodernos, de poblaciones humanas, en las cuales se evidenciaría 
“ the perenneal presence of nations”, y acentua “the cultural and 
‘ethno-symbolic’ nature of ethnicity and nationalism.”48 El considera a 
las naciones como comunidades étnico-culturales politizadas, como 
comunidades de una ancestro comun y reclama un enfoque científico 
más bien estructural y etnohistórico para poder comprender los apegos 
etnosimbólicos y fundar la cohesión de naciones modernas en mitos 
étnicos antiguos, en la memoria, símbolos y tradiciones. A diferencia 
del enfoque sociológico que quiere explicar el nacimiento de naciones 
por los procesos políticos y sociales de la modernización, podemos ver 
en el enfoque de Smith la negación de la modernización como factor 
básico. 
La ya mencionada tipología dual muestra con claridad cuán 
difícil es elaborar una definición del concepto de nación que tenga 
validez universal. Resultan poco satisfactorios los intentos de dar 
semejante definición apelando a categorías fijas, rasgos objetivos y 
factores unificantes extrapolíticos, como el idioma, la cultura, la 
ascendencia consanguínea o la unidad territorial.49 Tambien en 
 
46 GELLNER, Nations and Nationalism, p. 1. p 48s, HOBSBAWM, Nations and 
Nationalism, p. 9 s., SMITH , Nationalism and Modernism. 
47 HOBSBAWM, Nations and Nationalism, p. 10. 
48 SMITH , Nationalism and Modernism, p. 6. 
49 Ya Max Weber señaló que el concepto no se deja definir unívocamente “por las 
cualidades empíricas comunes de los nacionales”, Max WEBER, Wirtschaft und 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
26
América Latina el uso superficial y descuidado de la nocion “nación” 
que se notaba hasta en trabajos científicos o en libros de textos50 cedió 
a reflexiones cuidadosas ya desde hace tiempo, como se desprende de 
las actas de un simposio internacional en Hamburgo y Köln con 
motivo del Bicentenario Natalicio de Simón Bolívar en 1983 
Problemas de la Formación del Estado y de la Nacion en 
Hispanoamérica y de aquellas del VII Congreso de AHILA en 1985 
en Florencia America Latina: Dallo Stato Coloniale allo Stato 
Nazione.51 Según el nuevo enfoque, parece más útil no subsumir las 
múltiples facetas de la realidad histórica en un concepto de validez 
general y no partir de la nación en cuanto lo que es, sino en cuanto lo 
que se quiere que sea; es decir, partir de la “idea o del proyecto de 
nación”, para así poder tener en cuenta a las diferentes realidades y la 
variabilidad de la idea de nación. 
En tal sentido es pertinente un enfoque que defina la nación 
en primer término como un “orden pensado” (“gedachte Ordnung”), 
como una idea que se refiera a una colectividad de seres humanos 
como unidad. Constituyen la base de este enfoque las reflexiones de 
los sociólogos alemanes Emerich Francis y Eugen Lemberg, que 
muchos años antes de Gellner (nación artificial), Hobsbawn (nación 
inventado) y Benedict Anderson (comunidad imaginario) 
caracterizaron la nación como una construcción.52 La índole de esta 
 
Gesellschaft. Grundriss der verstehenden Soziologie, Studienausgabe. 2 vols. Köln, 
Berlin 1962, Vol. 2, p. 675. 
50 Cf. p.ej. Luis LÓPEZ DE MESA, De cómo se ha formado la Nación colombiana, 
Medellin 1975 (1ª.edición 1934). López de Mesa, aunque el título de su trabajo alude al 
concepto de “formación de la nación”, no ofrece nada más que una descripción de los 
acontecimientos históricos sin abordar los criterios que definen a una nación ni 
problematizar si Colombia en realidad constituyiera una nación. 
51 I. BUISSON, G. KAHLE, H.-J. KÖNIG, H. PIETSCHMANN, Problemas de la formación 
del Estado y de la Nación en Hispanoamérica, Köln, Wien, Antonio ANNINO et al., 
América Latina: Dallo Stato Coloniale Allo Stato Nazione, 2 Vols. Milano 1987, cf. en 
esta obra, vol. 1, pp. 1-21 el discurso introductorio del congreso de Ruggiero ROMANO, 
“Algunas consideraciones alrededor de nación, estado (y libertad) en Europa y América 
Centro-Meridional”; reproducido.en Roberto BLANCARTE (comp.), Cultura e identidad 
nacional, México 1994, pp. 21-43. 
52 Emerich FRANCIS, Wissenschaftliche Grundlagen soziologischen Denkens, München 
1957, pp. 100 ss. Eugen Lemberg propone no derivar el concepto de nación de la 
comunidad con algún rasgo distintivo sino considerarla como un sistema de ideas, 
valores y normas, como una imagen del mundo y de la sociedad; Eugen LEMBERG, 
Nationalismus, 2 vols., München 1964, Vol. II, p. 53. Id., “Soziologische Theorien zum 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
27
unidad se puede deducir, por ejemplo, de los criterios o los atributos 
que las élites en el poder o en la oposición consideren decisivos dentro 
de una sociedad. Estos criterios, que distinguen a una colectividad de 
las demás, que destacan al mismo tiempo el valor especial del orden 
propio y cumplen así una función orientadora de la actividad en la 
sociedad, pueden ser criterios étnicos, culturales o de carácter jurídico-
cívico. Los atributos que adquieren validez en un orden pensado de la 
nación sirven de fundamento a tipos diferentes de naciones: Criterios 
étnicos constituyen la base de todo pueblo-nación, criterios culturales 
están en la base de las naciones culturales o naciones definidas como 
colectividades de habla común, y criterios jurídico-cívicos 
fundamentan las naciones de ciudadanos. De estos distintos tipos de 
nación se derivan diferencais en lo que hace tanto a las acciones 
políticas como también a la demarcación de las fronteras exteriores y 
la forma de la organización interna de la nación respectiva. 
Este enfoque tiene la ventaja de que plantea y permite 
comprender analíticamente lo que los contemporáneos, es decir ante 
todo los dirigentes políticos de una sociedad,entienden por nación, 
como la conciben, la construyen, y con qué criterios, plausibles 
también para quienes no forman parte de las élites, esos dirigentes 
definen la “nación” y legitiman el orden político dominante o, incluso, 
justifican la fundación del Estado. De la misma manera se puede 
analizar los diversos programas e intereses “nacionales” que entran en 
competencia y no lograron imponerse. En la medida en que parten de 
“proyectos nacionales”, historiadores latinoamericanos y europeos 
enfrentan de manera similar el problema de la formación del Estado y 
de la Nación en América Latina.53 Se ha hecho usual hablar de 
 
Nationalstaatsproblem”, en Th. SCHIEDER (ed.), Sozialstruktur und Organisation 
europäischer Nationalbewegungen, München Wien 1971, pp. 19-30. GELLNER, Nations 
and Nationalism, pp. 48 s., Eric J HOBSBAWN and Terence RANGER (eds.), The 
Invention of Tradition, Cambridge 1983 (esp. Introduction), Benedict ANDERSON, 
Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, London 
1983. 
53 Véase por ejemplo Germán CARRERA DAMAS, “Sobre la cuestión regional y el 
proyecto nacional venezolano en la segunda itad del siglo XIX”, en PALACIOS (comp.), 
La unidad nacional, pp. 21-49. Id., “Estructura de poder interno y proyecto nacional 
inmediatamente después de la Independencia: el caso de Venezuela”, en I. BUISSON et 
al., Problemas de la formación del Estado y de la Nación en Hispanoamérica, pp. 407- 
439. “Historia Andina de los Siglos XIX y XX: Balances y Prospectiva. Informe sobre 
el Encuentro Franco-Andino (Lima 20-24 de agosto de 1984)”, en Bulletin del Instituto 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
28
“proyectos nacionales”, porque así se puede comprender mejor tanto 
el carácter procesual de la formación de la Nación como la evolución 
conceptual en los procesos de construcción nacional, descrita 
ejemplarmente por Mónica Quijada en varios artículos.54 
Ese carácter procesual implica dos cosas: Construir la Nación 
presupone un acuerdo sobre la dirección del proceso. Además, el 
resultado de un tal proceso no consiste en armonizar el Estado con la 
etnia/cultura sino que tiene algo que ver con la sociedad que vive en 
este Estado, lo acepta y se identifica con él por fomentar su desarrollo. 
Sirven para eso sobre todo medidas políticas y sociales que incluyen 
los diferentes grupos de la población, pero tambien medidas 
adecuadas para crear una identidad cultural y histórica. Las medidas 
culturales son particularmente importantes cuando el proceso de la 
formación del Estado y de la Nación no se puede basar en 
características culturales existentes porque éstas están todavía por 
construir. 
Por eso no es oportuno usar el termino Nación como 
sinónimo de Estado, como lo han hecho a veces trabajos anteriores 
sobre la problematica de nación y nacionalismo en América Latina.55 
Nación como resultado de un proceso es más que el Estado y su 
existencia requiere un mínimo de integración nacional desde el punto 
de vista social, que es hoy en día el criterio clave para determinar la 
existencia de la nación. Este criterio aparece en la definición de nación 
del sociólogo E. Francis: 
 
Francés de Estudios Andinos XIII, No. 3-4 (1984), pp. 1-20, en especial pp. 12 ss; Tulio 
HALPERIN DONGHI, Proyecto y construcción de una nación (Argentina 1846-1880), 
Caracas 1980. Brian R. HAMNETT, “Liberalism Divided: Regional Politics and the 
National Project during the Mexican Restored Republic, 1867-1876”, en Hispanic 
American Historical Review 76,4 (1996), pp. 659-689. 
54 Mónica QUIJADA, “¿Que Nación? Dinámicas y dicotomías de la nación en el 
imaginario hispanoamericano del siglo XIX”, en François-Xavier GUERRA y Mónica 
QUIJADA (eds.), Imaginar la Nación, en Cuadernos de Historia Latinoamericana, 2, 
1994, pp. 15-51. Id., “La nación reformulada. México, Perú, Argentina (1900-1930)”, 
en A. ANNINO et al. (eds.), De los Imperios a las Naciones, pp. 567-590. 
55 Cf. la argumentación parecida de Mark T. BERGER, “Spectors of Colonialism: 
Building Postcolonial States and Making Modern Nations in the Americas”, en Latin 
American Research Review 35, 1 (2000), pp. 151-171. Tambien trabajos recientes 
continuan con el enfoque político-constitucional tal como Manuel FERRER MUÑOZ, La 
formación de un Estado nacional en México, (El Imperio y la República federal: 1821-
1835), México 1995. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
29
“Parece conveniente reservar el término nación para una forma 
histórica específica de la organización social, que se da donde la mayoría de 
la población de un Estado moderno forma una unidad social claramente 
reconocible, que se aproxima al tipo ideal de sociedad entera; si esta unidad 
se basa sobre todo en su cohesión estatal, y cuando el Estado es percibido 
como reflejo de la voluntad general.”56. 
Esta definición implica que no todos los estados eran o son al mismo 
tiempo naciones, lo cual no significa que los dirigentes políticos no 
valoren a sus Estados como naciones. Sin embargo, implica también 
que un Estado puede llegar a convertirse en Nación, tal vez en virtud 
de una política coherente de integración o participación política y 
social, y con una creciente lealtad, identificación, sentimiento nacional 
del conjunto de sus habitantes, originada en esa política. Esta 
definición es muy parecida no sólo al concepto sociológico-
comunicativo de Deutsch o al modelo de crisis del desarrollo político, 
sino también a las reflexiones y las propuestas de sistematización 
referidas a la formación de los estados y de la nación (state formation, 
state- and nation-building) como las ha formulado, por ejemplo, Stein 
Rokkan.57 
Estas concepciones coinciden en sostener que las sociedades 
organizadas en Estados sólo pueden ser consideradas naciones cuando 
en el curso de su desarrollo han alcanzado determinadas 
características: un sistema de valores estandardizado, una creciente 
movilidad y un incremento en la participación política de la población 
con clara tendencia a la igualación económica. Este proceso, 
transcurre, según Stein Rokkan, por cuatro fases: fundación del Estado 
y fijación territorial por una élite, incorporación de amplios estratos de 
la población al sistema político, aumento de la participación activa, 
 
56 E. FRANCIS, Wissenschaftliche Grundlagen, p. 117. Cf. la definición muy parecida de 
David HELD, “The development of the modern state”, en S. HALL and B. GIEBEN (eds.), 
Formation of Modernity, London 1992, p. 87, cf. D. HELD, Democracy and the Global 
Order, cap. 3. En esta definición se le quitó importancia al aspecto cultural que 
solamente sirve para fomentar la loyalidad frente al Estado; indudablemente, el 
concepto moderno de Nación subraya el contenido político. 
57 Stein ROKKAN , “Dimensions of State Formation and Nation-Building. A Possible 
Paradigm for Research on Variations within Europe”, en Ch. TILLY (ed.), The 
Formation, pp. 562-600. Cf. también los trabajos más recientes de E. GELLNER, 
Naciones y nacionalismo, y de E. HOBSBAWM: Nations and nationalism. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
30
redistribución de los bienes nacionales.58 En este proceso las élites 
dirigentes son consideradas como actores decisivos. Son ellas, según 
esta concepción, las que pueden iniciar la movilización, pero también 
las que pueden impedir que la participación política y económica 
crezca, bloqueando así la transformación nacional.59 Resulta evidente 
que los criterios que definen la existencia de una nación, constituyen 
también parámetros adecuados para evaluar el nacionalismo y sus 
funciones, en la medida en que sea posible constatar cómo y hasta qué 
punto el nacionalismo ha influido en la formación de la nación. 
Por consiguiente, esta definiciónde nación moderna que 
parte de un proceso sociopolítico de formación de la nación paulatino 
y a largo plazo, de un proceso continuo y inacabado, es apropiada para 
analizar los procesos de formación o construcción nacionales. Estos 
todavía no son acabados como ya en 1967 lo había formulado el 
historiador mexicano Edmundo O’Gorman respecto del caso de 
México en el siglo XIX. o el grupo de investigadores que discutieron 
el problema de la formación de Estados-Naciones en las sociedades 
pluriétnicas andinas o F.-X. Guerra en el libro mencionado De los 
Imperios a las Naciones: Iberoamérica60 Es tambien adecuada porque 
no presupone la existencia de aspectos culturales para la formación de 
la nación. Podemos constatar que la nueva historiografía sobre el 
proceso de formación del Estado y de la Nación, sobre nacionalismo y 
construcción de identidades en América Latina refleja las nuevas 
reflexiones en lo que concierne tanto los enfoques como las preguntas 
abiertas. 
Es lógico que la mayoría de los estudios correspondientes se 
ocupa de la temática en el contexto de la Independencia, es decir la 
disolución del los imperios ibéricos y el surgimiento de muchos 
Estados, por lo menos en la América española. ¿Qué significa la 
Independencia? ¿Qué eran los nuevos paises? ¿Cuales son los actores 
sociales y políticos en esa época? ¿En que criterios se basaban los 
 
58 Rokkan entiende estas fases menos cronológicamente que desde el punto de vista del 
contenido en cuanto a tareas o retos del grupo dirigente, ibid. pp. 570-572. 
59 Véase al respecto, además de Rokkan, los comentarios de Ch. TILLY , “Western State-
Making and Theories of Political Transformation”, en Id. (ed.), The Formation, pp. 601-
638. 
60 Edmundo O’GORMAN, La supervivencia política novohispana, México 1967. Jean-
Paul DELER e Yves SAINT-GEOURS (comp.), Estados y Naciones en los Andes. Hacia 
una historia comparativa: Bolivia- Colombia–Ecuador–Perú, 2 Vols., Paris 1986. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
31
nuevos Estados? ¿Cual era el orígen de los nacionalismos? ¿Cómo se 
construyen el Estado y la Nación? ¿En qué modelos se inspiraron 
aquellos que intentaron esta construcción? Estas son algunas de las 
preguntas centrales en relación al proceso histórico de Iberoamérica. 
Estados si, Naciones no 
La nueva historiografía latinoamericanista está de acuerdo en la 
valoracíon que el Estado precedió a la Nación.61 Se sugiere que fueron 
los nuevos Estados independientes que construyeron las naciones. Se 
llegó así a la conclusión que las naciones modernas, como unidades 
políticas con fronteras culturales, no existieron antes de la 
consolidación de los Estados, es decir no antes de mediados del siglo 
XIX o más tarde.62 Con esto se rectificaron opiniones anteriores que 
señalaban como causa de las revoluciones de Independencia, de la 
formación de Estados, la previa toma de conciencia “nacional”, una 
conciencia, que se basaba en aspectos culturales y étnicos de la 
población autóctona. En una interesante síntesís sobre el nacionalismo 
criollo—nacionalismo comprendido como conciencia o sentimiento 
nacional—el chileno Gonzalo Vial Correa valoró la presencia étnica y 
la atención prestada a ella por las élites de los movimientos 
independentistas como una característica determinante del 
nacionalismo criollo.63 De hecho, hasta en paises, donde no había un 
pasado glorioso de los indios, como p.e. en Nueva Granada, los lideres 
de los movimientos independentistas, en su argumentación en pro de 
la Independencia de España, ponían su atención en la historia, la 
existencia de los indios, atención que muchas veces acrecentó hasta el 
 
61 Cf. los ensayos en I. BUISSON et al. (eds.), El problema de la formación del estado y 
de la nacion, H.-J. KÖNIG, Auf dem Wege, (En el camino); F.-X. GUERRA, Modernidad 
e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid 1992, México 
1993. F.-X. GUERRA y M. QUIJADA (eds.), Imaginar la Nación. 
62 Para el caso de Argentina, ver el trabajo de OSZLACK, La formación del Estado 
Argentino, Buenos Aires 1995; para el caso de Colombia, ver H.-J. KÖNIG, Auf dem 
Wege (En el camino); para México, ver ANNINO et al. (eds.), De los Imperios a las 
Naciones. 
63 Vial Gonzalo CORREA, “La formación de las nacionalidades hispanoamericanas como 
causa de la independencia”, en Boletín de la Academia Chilena de Historia, Año 
XXXIII, No.75 (1966), pp. 110-144. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
32
enaltecimiento del indio.64 Durante años llamaban a reflexionar sobre 
la historia precolonial, la conquista y sus consecuencias para los 
indios. Sin embargo, la forma en que los criollos se incluyeron en la 
represión sufrida por los indios durante trescientos años y 
construyeron una historia comun entre conquistados y descendientes 
de los conquistadores, deja ver claramente que los criollos utilizaban 
la existencia de los indios únicamente para fines de propaganda y para 
legitimizar sus propias pretensiones de dominio—como americanos—
frente a España y para poder declarar la eliminación de la falta de 
libertad como objetivo del movimiento. La mención de la historia 
india no significaba la adopción de contenidos indios en la proyectada 
formación de estados. El indigenismo criollo no se ideaba como un 
proyecto político sino que era un instrumento político. Los criollos no 
construyeron Estados nacionales basados en criterios étnicos o 
culturales como lengua, cultura, religión, historia.65 
No podían hacerlo, pues en aquel entonces no existían 
“nacionalidades” diferentes, sino una sola—la española—en gran 
parte común a todos los actores americanos y españoles, cuando más 
dos: la española y la americana, como señala François-Xavier Guerra 
con razón.66 Guerra, a pesar de partir del concepto de nación moderna, 
no abandona enteramente el viejo concepto de nación culturalmente 
determinada al hacer conjeturas sobre ideas correspondientes que 
según el existían, por lo menos en los años de 1808 hasta 1810/12. De 
hecho, durante la época de la crisis provocada por la invasión 
 
64 Cf. el caso de México, Gloria GRAJALES, Nacionalismo incipiente en los 
historiadores coloniales, Estudio historiográfico, México 1961, D. BRADING,.Orígenes 
del nacionalismo, el caso de Colombia: H.-J. KÖNIG, Auf dem Wege (En el camino), el 
caso de Chile Simón COLLIER, Ideas and Politics of Chilean Independence 1808-1833, 
Cambridge 1967. 
65 Véanse mis reflexiones acerca de esta instrumentalización Hans-Joachim KÖNIG, “El 
indigenismo criollo.¿Proyectos vital y político realizables, o instrumento político?”, en 
Historia Mexicana XLVI, 4 (1996), pp. 745-767. 
66 F.-X. GUERRA, Modernidad e independencias, esp. cap. IX. Id., “La desintegración 
de la Monarquía hispánica: revolución e independencias.”, en A. ANNINO, L. CASTRO 
LEIVA y F.-X. GUERRA (eds.), De los Imperios a las Naciones, pp. 195-227. Id., 
“Identidades e independencia: La excepción americana”, en F.-X GUERRA M. QUIJADA 
(eds.), Imaginar la Nación, pp. 93-134. Cf. en cuanto a la situación en la Nueva 
Granada la opinión parecida de Anthony MCFARLANE, “The Politics of Rebellion in 
New Granada, 1780-1810”, en KÖNIG, WIESEBRON (eds.), Nationbuilding, pp. 201-217, 
212. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
33
napoleónica podemos averiguar tambien en América ideas o 
comentarios que con el término Nacion subrayaban la unidad de la 
Monarquía española. Pero como en el lenguaje de aquella época 
estado y nación se usaban frecuentemente como sinónimos, es lógico 
que cuando se hablaba de “La Nación”, el término hacía referencia a 
España.67 Otros comentarios acentuaban la Americanidad para 
diferenciarse de Europa, así que se plantea la pregunta de si en ella 
existieron y fueron denominados criterios con los cuales se debería 
constituir una nación americana. Sin embargo, el análisis de esta ideay de su aplicación no solamente en la época de la independencia sino 
en años anteriores evidencia que se usaba el concepto de la 
americanidad como delimitación frente a España, pero no como 
fundamento cultural o étnico para la constitución de una entidad 
política. En el fondo, Guerra tampoco estima la americanidad como un 
concepto sólido para la constitución de una nación propia. Al 
denominarse americanos los criollos proponían sin duda una 
determinada clasificación, de la cual resultaba una delimitación frente 
a los españoles. No se puede decir sin embargo, que los criollos hayan 
ensamblado en ella rasgos particulares de la raza o cualidades 
culturales específicas, es decir que formularan una identidad étnica. 
Por el contrario, ellos se referían siempre a su origen español, 
llamándose a sí mismos españoles americanos. Aun cuando se supone 
que el énfasis en el origen español pertenece a la retórica política, para 
cimentar en situaciones determinadas la exigencia de un trato igual 
por parte del gobierno colonial, la experiencia de la heterogeneidad de 
la población en la América española le impidió a los criollos 
establecer un criterio étnico para la unidad estatal o nacional. 
Por otra parte resulta insuficiente ver el aspecto clasificatorio 
del término americanos sólo en el contexto geográfico, aunque los 
mismos criollos se referían una y otra vez a la larga distancia entre los 
españoles y América y, con ello, a las dificiles comunicaciónes y al 
insuficiente aprovisionamiento. No obstante, mucho más decisivo fue 
 
67 Véase en cuanto a la terminología Charles MINGUET, “El concepto de nación, pueblo 
estado y patria en las generaciones de la Independencia.” en Recherches sur le monde 
Hispanique au dix-neuvième siècle, Lille 1973, pp. 57-71. Cf. Demetrio RAMOS PÉREZ, 
“Nación, Supernación y Nación Local en Hispanoamérica en la Epoca Bolivariana”, en 
I. BUISSON et al. (eds.), El Problema de la Formación, pp. 173-195. Cf. GUERRA, 
Modernidad e independencias; KÖNIG, Auf dem Wege (En el Camino). 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
34
que la posición geográfica implicaba un status político determinado, 
puesto que América fue la parte del imperio español que era 
dependiente de España como colonia, y esto tocaba a la Nueva 
Granada al igual que a México, a Venezuela o al territorio de Río de 
La Plata. De numerosos textos de las postrimerías de la época colonial 
puede inferirse que los criollos al designarse a sí mismos americanos 
aludían más allá de la simple pertenencia geográfica a la situación de 
la dependencia y subordinación coloniales, igualmente presente en las 
diversas regiones. Al mismo tiempo rechazaban indirecta o 
directamente dicho status. Esta negativa se expresó cada vez más 
decisiva, cuanto más confiaban los americanos en las posibilidades de 
su continente y cuanto más conscientes eran de sus propios intereses. 
La frecuente frase “somos americanos” era la expresión adecuada de 
su creciente conciencia del propio valor y manifestaba su adhesión a 
América. Ya Alejandro de Humboldt había percibido la gran 
importancia de este sentimiento.68 En la época de la independencia 
esta expresión se enriquecía cada vez más políticamente y no sólo 
expresaba una diferencia ante España, sino que contenía un aspecto 
orientador hacia la acción concreta: superar la dependencia colonial. 
En esta delimitación hacia afuera, frente a España, el criterio de ser 
americano ganó una dimensión y un significado continentales. La 
solidaridad continental, la formación de una “comunidad de intereses” 
en un “frente externo” éstas fueron las ideas que tenían los criollos en 
esa fase del proceso de emancipación. Pero esto no quería decir que 
América fue tomada por una unidad político-estatal o cultural como lo 
supone la historiografía latinoamericana de integración, en 
desconocimiento de la realidad histórica de aquella época.69 No existía 
en aquel entonces una determinada unidad política-administrativa de 
la América española, en la cual hubiera podido surtir efectos la 
conciencia continental expresada hacia afuera ya referida. 
 
68 Alexander VON HUMBOLDT Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, 4 
Vols., México 1941, T. II, p. 118. Cf. KÖNIG, En el camino. 
69 Véase, por ejemplo, Felipe HERRERA Nacionalismo Latinoamericano, Santiago de 
Chile 1967. Id., “La Tarea Inconclusa. América Latina Integrada”, en Id. (ed.),: América 
Latina, Experiencias y Desafíos, Buenos Aires 1974. Este autor acuñó la fórmula de la 
reintegración, del “reencuentro”, de la “reidentificación” de Latinoamérica. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
35
Los orígenes del nacionalismo: el contexto de modernización e 
independencia. 
Ahora, si no existían nacionalidades cultural- o etnicamente 
determinadas como fundamentos de los nuevos estados, ¿en que se 
basaban los “movimientos nacionales” y porqué surgían varios estados 
soberanos del imperio español? ¿Qué causaba las mutaciones del 
concepto de nación antigua al concepto de nación moderna dentro de 
la epoca revolucionaria mencionadas por Guerra?70 Con razón Guerra 
percibe en aquel entonces en America varias identidades que 
primeramente coexistían y más tarde obraban una contra otra: la 
identidad de la “nación española”, la identidad americana, identidades 
culturales de los reinos e identidades locales.71 Precisamente las 
identidades culturales de los reinos que a veces se remontaban a los 
primeros tiempos de la época colonial y se basaban en el caso de Chile 
en la resistencia heróica de los araucanos contra los españoles, en el 
caso de México en la Virgen de Guadalupe, en el caso del Perú en el 
reino de las Incas crearon a largo plazo un espacio propio.72 Otros 
autores percibieron un patriotismo criollo en la época 
preindependentista.73 Algunos autores como p.ej. Brading lo califican 
como un vago sentimiento americano que en general no correspondía 
a ningún territorio político específico, que fue más bien una corriente 
literaria que un movimiento político; y el historiador chileno Ricardo 
Krebs le niega al patriotismo criollo en las postrimerías de la época 
 
70 GUERRA, Modernidad, cap. IX. Id., “Identidades e Independencia”, pp. 114ss. 
71 GUERRA, “Identidades e Independencia”. 
72 En cuanto a la formación de identidades vease COLLIER, Ideas and Politics. 
BRADING, Orígenes del nacionalismo mexicano. Id.; The First America. The Spanish 
Monarchy. Creole Patriots and the Liberal State, 1492-1867, Cambrdige 1991. Jacques 
LAFAYE, Quetzalcóatl and Guadalupe: La formación de la conciencia nacional en 
México, 1531-1813, México 1977. Bernard LAVALLÉ , Recherches sur l’apparition de la 
conscience créole dans la Vice-Royauté du Pérou. L’antagonisme hispanocréole dans 
les ordres religieux (XVIe-XVIIe siècles), 2 Vols., Lille 1982. Id., Las promesas 
ambiguas. Ensayos sobre el criollismo colonial en los Andes, Lima 1993. Marie 
Danielle DEMELAS, L’invention politique. Bolivie, Equateur, Pérou au XIXe siècle, 
Paris 1992. 
73 BRADING, Orígenes del nacionalismo mexicano, Xavier TAVERA ALFARA, El 
nacionalismo en la prensa mexicana del siglo XVIII, México 1963, COLLIER, Ideas y 
Politics; Ricardo KREBS, ”Orígenes de la conciencia nacional chilena”, en I. BUISSON et 
al. (eds.), Problemas de la formación, pp. 107-125, KÖNIG, Auf dem Wege (En el 
camino). 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
36
colonial cualquier importancia nacional y político, a pesar de valorarlo 
como “fuerza que obliga y orienta al hombre”.74 Otros analizaron un 
cierto protonacionalismo.75 Llama la atención que sólo pocos autores 
hablan de nacionalismo respecto a la época de la independencia. 
¿Porqué esa reserva terminológica?, aun cuando de algunos 
estudios como p. ej. de König y Meißner resulta muy claramente que 
partes de las élites provenientes de diversas regiones de sus paises ya 
no pensaronen dimensiones locales o regiones pequeñas, sino 
comenzaron a hablar de límites “nacionales” más amplias y que su 
patriotismo representó una fuerza pólítica trascendente en cuanto a la 
relación tanto entre los territorios americanos y España como entre 
ellos mismos. Esto fue válido en todo caso donde el patriotismo 
abarcaba no sólo el aprecio del propio país, sino tambien la 
exhortación a tomar parte en el desarrollo de la patria. Las reformas 
borbónicas, una política centralista expresada en la práctica del 
nombramiento de funcionarios españoles en vez de americanos y la 
explotación más intensiva de las riquezas americanas en beneficio de 
España, la percepción de las propias posibilidades económicas y de los 
recursos naturales de provincias o reinos ocurrida en el curso de las 
expediciónes botánicas, la comunicación más y más creciente por 
medio de los nuevos periódicos fomentaron la adhesión cada vez más 
fuerte con la propia región, es decir el amor a la patria, en beneficio de 
los propios intereses de las élites. 
Pero el hecho de que los criollos no denominaron el objeto de 
su patriotismo con el término nación, sino con términos a veces 
imprecisos, como por ejemplo este reino, este país, esta tierra, este 
suelo, esta sociabilidad, y sobre todo patria76, no impide a caracterizar 
las ideas y el comportamiento de los criollos como nacionalismo, o 
 
74 BRADING, Orígenes del nacionalismo méxicano, Ricardo KREBS, “Nationale 
Staatenbildung und Wandlungen des nationalen Bewusstseins in Lateinamerika”, en 
Theodor SCHIEDER (ed.), Staatsgründungen und Nationalitätsprinzip, München, Wien 
1974, pp. 161-182, p.176, parecidamente Brian HAMNETT, “Las rebelliones y 
revoluciones iberoamericanas”, p. 59. 
75 Emplea ese término deliberadamente Jochen MEIßNER, Eine Elite im Umbruch. Der 
Stadtrat von Mexiko zwischen kolonialer Ordnung und unabhängigem Staat, Stuttgart 
1993, esp. cap. IV. 
76 L. MONGUIO, “Palabras e ideas: ‘Patria’ y ‘Nación’ en el Virreinato del Perú”, en 
Revista Iberoamericana 104-105 (1978), pp. 451-470, cf. KÖNIG, Auf dem Wege (En el 
camino). 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
37
nacionalismo genuino. Sobre todo, cuando se consideran las 
circunstancias. Pues se trata de la época de las reformas en el imperio 
español, de la modernidad en la cual tambien participaron las colonias. 
Por otra parte era el tiempo del comienzo de la industrialización y la 
modernización y los criollos se veían impedidos de participar en estos 
procesos debido a su estatus colonial. Este estatus colonial o el nexo 
colonial que en tiempos pasados significaba no sólo el contenido de 
dominación sino también un complejo de relaciones conformantes 
internas y externas que surgían tanto de los intereses coloniales de la 
sociedad metropolitana como de los propios intereses de las 
sociedades americanas se rompió porque se diferenciaban los intereses 
de la Metrópoli y de los criollos. El nacionalismo criollo y los 
movimientos nacionales eran respuesta al desafío de la modernización, 
eran reacciónes frente al atraso económico con el deseo de participar 
en los cambios sociales y económicos. De allí resultaron 
reclamaciones políticas que iniciaron un proceso que en Tierra Firme 
conducía a la formación de estados propios, naciones, mientras que en 
Cuba se reforzaba el nexus colonial porque un grupo importante de la 
elite cubana prefirió seguir con su estatus colonial.77 
El tipo propio latinoamericano del proceso de formación del 
Estado y Nación 
Se fundaron estados en América en una época en la cual el proceso de 
formación del Estado nacional estaba en plena marcha en Europa 
Occidental y comenzó en Europa Central y Oriental. En su libro 
Imagined Communities Benedict Anderson hizo hincapié en que los 
movimientos nacionales en América Latina eran paralelos y aún 
anteriores a los de Europa.78 Llamar la atención sobre este hecho no es 
gratuito en absoluto pues muchos comentaristas europeos siguen 
persistiendo en la opinión de que el nacionalismo fue una invención 
europea. Además, la lectura de los trabajos respectivos sobre América 
Latina da la impresión de que las formaciones de estados nacionales 
en Europa precidieran cronológicamente y servieran de modelo. Así, 
 
77 Cf. Josef OPATRNÝ, Antecedentes históricos de la formación de la nación cubana, 
Praga 1986. 
78 Benedict Anderson, Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of 
Nationalism, revised ed. London 1991, pp. 47-60. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
38
el historiador chileno Ricardo Krebs ha señalado que la formación de 
los estados nacionales en América Latina, en cuanto a los territorios 
del imperio colonial español, no correspondía con ninguna de las 
modalidades conocidas en Europa, de modo que sería imposible 
explicar el desarrollo latinoamericano con base en analogías o 
mediante el método comparativo.79 Para Europa, se pueden distinguir 
tres etapas o bien tres tipos de formación de los estados nacionales, 
deducidos de las diversas situaciones históricas: la formación de los 
estados nacionales en Europa Occidental como una revolución en el 
interior del Estado, que transformó un estado ya existente y constituyó 
la nación en términos de una comunidad de ciudadanos (Francia); la 
formación del Estado nacional en Europa Central, como creación de 
un nuevo Estado, como unificación nacional de naciones culturales 
políticamente divididas Alemania e Italia); y la formación de los 
estados nacionales en Europa del Este a partir de la disolución de 
grandes imperios multinacionales en virtud de movimientos 
nacionales contra el estado existente (Checoslovaquia).80 
Sin embargo, los trabajos sobre la primera fase del proceso de 
formación del Estado y de la Nación en América Latina permiten 
hablar de un tipo propio, paralelo en el tiempo y hasta anterior a los 
procesos europeos y conectado estrechamente con éstos y a veces 
expuesto a la influencia de los mismos como “modelos”.81 Yo quisiera 
subrayar que en América Latina durante la fase de la formación de 
estados sí existía un tipo propio que, debido a las condiciones 
específicas de su orígen, precisamente el status colonial y la aspiración 
a la libertad política e económica, constituía una forma especial del 
Estado nacional con su correspondiente nacionalismo. La situación del 
estatus colonial o mejor dicho el deseo de emanciparse de los imperios 
coloniales decadentes no requería que la cuestión nacional se 
fundamentara en una unidad étnica dada (nacionalidad), sino en la 
idea de la libertad política y la autonomía.82 Considerándolo bien, la 
 
79 Ricardo KREBS, “Nationale Staatenbildung”,p. 164s. 
80 Cf. Theodor SCHIEDER, “Typologie und Erscheinungsformen des Nationalstaats”, en 
H.A. WINKLER (ed). Nationalismus, pp. 119-137. 
81 Stein ROKKAN , “Dimensions of State Formation”, pp. 573s. ha llamado la atención 
sobre la posición inicial desfavorable para los estados latinoamericanos frente a los 
estados europeos, sobre todo frente a Francia e Inglaterra. 
82 En varios de sus estudios Theodor Schieder ha subrayado la importancia que tenía la 
idea de libertad para la formación de las naciones en América, tanto en los Estados 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
39
discussión sobre si los criollos se basaban en un concepto de nación 
cultural/étnica o de nación cívico/territorial es gratuita. Debido a las 
circunstancias los movimientos nacionales tenian que construir sus 
estados sobre criterios indicando la superación del estatus colonial y 
por medio de un imaginario adecuado crear en la población un sentido 
de identificación con y loyalidad frente a las nuevas entidades 
pensadas o imaginadas. El libro editado por Guerra y Quijada bajo el 
título significativo Imaginar la Nación contiene algunos artículos que 
describen precisamente esta construcción de naciones. Estosúltimos 
tratan los procesos de construcción de la nación en los siglos XIX y 
XX y los criterios de nación que aplicaban las élites cada vez de nuevo 
según las circunstancias actuales. Para Mónica Quijada y Guerra es 
evidente que el proceso de la formación del estado en América Latina 
comenzó con el concepto de la nación cívica; en mi estudio sobre 
Nueva Granada hablé del concepto de la nación de ciudadanos 
(Staatsbürgernation). 
Podemos constatar que en la literatura historiográfica hay 
consenso de que los criollos erigieron el postulado de libertad e 
igualdad como característica distintiva de los nuevos Estados frente al 
antiguo status colonial, pues de esta manera podían señalar un camino 
viable hacia la unidad y la integración de la nación. En dicha 
integración también habrían de incluirse las minorías étnicas, esto es 
los restos de la población autóctona, sin que por esto se intentara una 
adopción de las tradiciones indígenas, como por ejemplo la propiedad 
común. La solidaridad con los indios, es decir con aquellos que habían 
sufrido el poder colonial español en la primera etapa de conquista, 
bajo represión y esclavitud, proclamada en el curso del movimiento 
nacional, sirvió sólo para cimentar la justificación del movimiento y 
sus objetivos: lograr la libertad y la autonomía. 
De manera análoga, la idea de libertad política influyó en la 
decisión de los grupos dirigentes, de que los derechos del ciudadano 
debían constituir el principal criterio de la afiliación a la nación que 
habría de plasmarse dentro de las fronteras de la patria, del país de 
nacimiento entendido como unidad. De este modo, los nuevos Estados 
 
Unidos como en América Latina; véase por ejemplo Theodor SCHIEDER, Zum Problem 
des Staatenpluralismus in der modernen Welt, Köln 1969. Cf. Ulrich SCHEUNER, 
“Nationalstaatenprinzip und Staatenordnung seit dem Beginn des 19. Jahrhunderts”, en 
Theodor SCHIEDER (ed.), Staatsgründungen und Nationalitätsprinzip, pp. 9-37. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
40
no sólo se delimitaban positivamente frente al antiguo poder colonial; 
también podían demostrar que la pertenencia étnica y regional no 
implicara una desigualdad, sino que precisamente la igualdad política 
representara el rasgo característico de los nuevos Estados. 
El nacionalismo orientado hacia naciónes de este tipo se 
servía, por lo tanto, como lo han analizado varios autores, de 
diferentes metáforas y símbolos en ilustraciones, escritos y sermones, 
derivados tanto del status colonial, como del esfuerzo por superarlo 
que permitian atraer y movilizar amplias sectores de la población.83 
Eran de transcendencia especial la metáfora de la familia, el indio 
como símbolo de la esclavitud o bien de la libertad y el título de 
ciudadano. La métáfora de la familia que caracterizaba la relación 
entre la madre patria y las Colonias como una relación entre padre e 
hijo por una lado era especialmente apto para calificar a España de 
madrastra por sus cuidados insuficientes para con las colonias; con el 
aspecto de la mayoría de edad, por otro lado, los criollos podían 
rechazar la presunta inferioridad y la pretensión de que las Colonias 
necesitaran protección. Con dicha argumentación se podía justificar la 
separación como emancipación, es decir como una paso natural, y al 
mismo tiempo, poner de relieve la fortalzea y la posibilidad de 
desarrollo de los nuevos estados soberanos. Además, la referencia a 
los indios, es decir los dueños legítimos de América, y a la crueldad de 
la conquista servían para justificar el movimiento de liberación. Así 
como la instrumentalización de lo indio era apropiada para legitimar el 
 
83 Las relaciones entre símbolos histórico-politícos y formación de nación analizó ya 
Josefina VÀZQUEZ DE KNAUTH, Nacionalismo y educación en México, México 1970. 
Cf. Hans-Joachim KÖNIG, “Símbolos nacionales y retórica política en la Independencia: 
el caso de la Nueva Granada”, en I. BUISSON et al. (eds.), Problemas de la formación 
del estado, pp. 389-407, Id., “Metáforas y símbolos de legitimidad e identidad nacional 
en la Nueva Granada (1810-1830)”, en A. ANNINO et al.( eds.), América Latina Dallo 
Stato Coloniale allo Stato Nazionale, Vol.II, pp. 773-788, KÖNIG, Auf dem Wege (En el 
camino). Gonzalo HERNÁNDEZ DE ALBA, Los árboles de la libertad. Ecos de Francia 
en la Nueva Granada, Bogotá 1989, Georges LOMNÉ, “Revolutión Française et rites 
bolivariens: examen d’une transposición de la symbolique républicaine”, en Cahiers des 
Amériques Latines 10 (1990), pp. 159-176, Id., “Les villes de Nouvelle-Grenade: 
théatres et objets des jeux conflictuels de la mémoire politique (1810-1830”, en 
Mémoires en devenir. L’Amérique latine. XVIe—XXe siècles, Bordeaux 1994. D. 
RÍPODAS ARDANAZ, “Pasado incaico y pensamiento político rioplatense”, en Jahrbuch 
für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 30 (1993), pp. 
227-258. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
41
derecho a libertad así la plantación de Arboles de Libertad servía, 
como en Francia,84 para aclarar la concepción y los objetivos de los 
nuevos estados y con ello fomentar la identificación de la población 
con ellos. 
El título de ciudadano desempeñó un papel preponderante en 
los esfuerzos de los grupos dirigentes por activar amplias esferas de la 
población y atraerlas a los nuevos Estados. A él podían asociarse 
valores y cualidades como la igualdad, la participación política, la 
libertad y el progreso económico, ausentes en el sistema español, pero 
prometidas por el nuevo sistema. Con el título de ciudadano se podía 
documentar que la transformación política, pretendida durante tanto 
tiempo, realmente se había llevado a cabo; igualmente, se podía acusar 
al sistema colonial de no haber llevado a la práctica el postulado de 
igualdad. Surtió grandes efectos el hecho de que los habitantes, listos 
para defender la independencia de los nuevos Estados como patriotas, 
se vieran tratados como ciudadanos por las élites políticas y fueran 
considerados ya no como súbditos bajo tutela, sino como miembros 
iguales del cuerpo del Estado donde gozaban de derechos y 
posibilidades de desarrollo hasta entonces vedados. Con esto se logró 
que los movimientos nacionales no quedaran reducidos a un pequeño 
círculo de patriotas. El título de ciudadano, usado como símbolo de la 
libertad, esto es la característica principal en la que se apoyaba la 
nueva unidad nacional, era considerado tan efectivo para identificar a 
la población con los nuevos Estados nacionales, que se seguía usando 
en las fases posteriores del proceso de formación del Estado y de 
Nación. 
Por lo tanto, se puede constatar que las élites practicaron un 
nacionalismo anticolonial que en primera lugar aspiraba a la 
transformación política del status colonial y a la liberación.85 En la 
étapa de la fundación de los Estados, era un nacionalismo en contra de 
un enemigo externo, es decir, en contra del antiguo poder colonial. En 
este sentido representaba una fuerza positiva y progresiva, ya que los 
movimientos nacionales habían superado la dependencia colonial con 
sus reclamaciones de la emancipación y la participación, y habían 
 
84 Sobre el árbol de la libertad como símbolo de la revolución en Francia véase Jacques 
GODECHOT, Les institutions de la France sous la Révolution et l’Empire, Paris 1968, 
esp. pp. 268 y 533. 
85 Cf. Benedict ANDERSON, Imagined Communities, p. 191. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
42
puesto en marcha un desarrollo económico de los propios Estados. Sin 
embargo, este paso hacia la emancipación política sólo era el 
comienzo de un largo proceso de construcción de la nación. 
A la verdad, este juicio requiere que las revoluciones de 
independencia sean tenidos por movimientos nacionales que surgíanen el transcurso de un proceso más largo y llegaban a ser virulentos en 
un momento de crisis; es decir por movimientos nacionales que tenían 
ciertas ideas de un territorio propio y así se convertían en factores 
decisivos para la constitución de unos estados nacionales propios. 
Acerca de esta valoración no hay conformidad o unanimidad hasta 
ahora. Algunos autores como Brading, Hamnett y Chiaramonte 
aducen como contra-argumentos aquellos que dicen que por un lado 
no existiría un nacionalismo correspondiente y que por el otro, no 
habrían nacido entidades estatales con fronteras estables o gobiernos 
fuertes, sobre todo en la región del Rio de la Plata, y que, por último, 
no habría existido una identidad nacional.86 Además, Brading critica la 
tesis de Anderson sobre las comunidades imaginadas, imaginadas 
como “delimitadas y soberanas” e interpretadas como “unión de 
iguales”, que precisamente en América Latina no habría existido.87 No 
se puede rechazar estos argumentos por completo. De hecho, con la 
Independencia no nacieron comunidades de iguales y sobre todo en la 
región del Río de la Plata el proceso de la formación del Estado, es 
decir el arreglo de las controversias entre antiguos entidades 
 
86 BRADING, “Nationalism and State-Building”; Id., “Ideology and Power in Nineteenth 
Century Mexico”, en KÖNIG/WIESEBRON (eds.), Nationbuilding in Nineteenth Century 
Latin America, pp. 219-232, esp. 222. HAMNETT, “ Las rebeliones y revoluciones 
iberoamericanas”, pp. 58ss. Chiaramonte estudia en sus trabajos la situación especial de 
la región del Rio de La Plata, donde en la época colonial no había civilizaciones altas 
indígenas como nucleo de identidad sino ciudades con derechos soberanos que 
fomentaban la territorializacón de la soberanía, José Carlos CHIARAMONTE, “La 
cuestión regional en el proceso de gestación del Estado Nacional Argentino. Algunos 
problemas de interpretación”, en Marco PALACIOS (comp.), La unidad nacional en 
América Latina, pp. 51-85, Id., “El federalismo argentino durante la primera mitad del 
siglo XIX”, en Marcello CARMAGNANI (ed.), Federalismos latinoamericanos: México, 
Brasil, Argentina, México 1993, pp. 81-132, Id., Ciudades, Provincias, Estados: 
Orígenes de la Nación Argentina, 1800-1846, Buenos Aires 1997. 
87 Parecidamente argumentan Alfonso MÚNERA, El Fracaso de la Nación. Región, clase 
y raza en el Caribe colombiano (1717-1810), Bogotá 1998, p. 21, Ulrich MÜCKE, “La 
desunión imaginada. Indios y nación en el Perú decimonónico”, en Jahrbuch für 
Geschichte Lateinamerikas 36 (1999), pp. 219-232, esp. 220 s. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
43
administrativas coloniales tardaba hasta la mitad del siglo XIX. 
Tambien es cierto que las exposiciones de Anderson sobre América 
Latina a veces no son muy exactos. Sin embargo, estas criticas no 
abarcan toda la problemática porque pasan por alto tanto el carácter 
procesual de la formación del Estado y de la Nación como las 
relaciones entre la sociedad, las instituciones jurídicas y la 
imaginación “nacional” que constituyen lo específico del fenómeno 
Nación. Un proyecto nacional con su nacionalismo correspondiente no 
es algo acabado o perfecto, sino alude tambien al desarrollo futuro y 
no determina definitivamente el carácter simbólico o el criterio 
constitutivo de la nación. Pues a lo largo del proceso de 
modernización surge la necesidad de legitimar, cada vez de nuevo, el 
poder. En otras palabras: hay que construir la nación repetidas veces. 
El hecho de que los criollos del antiguo imperio hispánico 
formaban sus estados como repúblicas, basadas sobre el principio de 
igualdad de los ciudadanos ante la ley, no significaba que realmente se 
hubieran formado naciónes de ciudadanos.88 El poder político estaba 
en manos de las élites criollas, teniendo en cuenta que el ejercicio de 
los derechos cívicos tal como el derecho de sufragio activo o pasivo 
requería determinados condiciones sociales y económicos. Indios, 
negros y mestizos seguían excluidos de una participación política o 
socioeconómica. Además, estos nuevos estados entraron a formar 
parte del conjunto internacional de estados con grave déficit, dado que 
en el proyecto de nación, fundamentado en primer lugar en razones 
políticas, no se habían formulado características o criterios que 
tuvieran en cuenta la situación social y la estructura étnica 
heterogénea. Un grupo económicamente privilegiado, es decir los 
criollos, había formulado lo que no quería ser—no dependiente de un 
poder colonial—pero muy vagamente lo que quería ser en el futuro. 
No quedó aclarado cómo iban a estructurarse las sociedades, cómo se 
iba a superar la desigualdad social existente y cómo se iba a respetar la 
heterogeneidad étnica. Además, los nuevos estados carecían de una 
comprensión mutua a nivel de sus sociedades, es decir del consenso 
entre los diferentes partes de la población. Al lado de un ajustado 
arreglo institucional, había que crear una serie de usos, hábitos y 
 
88 Ver para un enfoque diferenciado Hilda SABATO (coord.), Ciudadanía política y 
formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, México 1999 y 
el artículo de la misma autora en este cuaderno. 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
44
valores que componían la ciudadanía, en el sentido de ética o moral 
cívica, empeño que reconstruyó respecto de México Fernando 
Escalante en su libro muy útil Ciudadanos imaginarios.89 Había que 
desarrollar o fomentar la integración política y social; en el sentido 
político, porque dentro de las fronteras de los estados persistían 
intereses locales motivados por la topografía adversa y en el sentido 
social porque persistía la estructura jerárquica de la sociedad que 
caracterizaba por una distribución desigual e injusta de la riqueza 
sobre todo en lo referido a la disponibilidad de las tierras. Después de 
la formación de estados, las sociedades latinoamericanas 
emprendieron el difícil camino de transformarse en naciones y de 
construir naciones por medio de identidades nacionales. 
La construcción de naciones 
Hay muchos estudios sobre el proceso de construir naciones o de crear 
identidades nacionales, es decir de transformar las construcciones 
políticas en naciones o las naciones ficticias en naciones reales. Tratan 
sobre todo el imaginario nacional o los criterios elegidos para expresar 
lo característico de la nación respectiva y analizan la función que se le 
atribuye a la Historia para la formación de una identidad nacional o 
histórica.90 Es casi lógico que la mayoría de los estudios se dedica a 
las ideas de las élites políticas que lograron realizar su proyecto 
nacional y construyeron las imágenes de la nación según sus visiónes 
 
89 Fernando ESCALANTE GONZALBO, Ciudadanos Imaginarios. Memorial de los afanes 
y desventuras de la virtud y apología del vicio triunfante en la Republica Mexicana, 
México 1992. 
90 Vease entre otros los artículos en las colecciónes editadas por F.-X. GUERRA y M. 
QUIJADA, Imaginar la Nación, por R. BLANCARTE (comp.), Cultura e identidad 
nacional, por Michael RIEKENBERG (comp.), Latinoamérica: Enseñanza de la historia, 
Cf. J. VÁZQUEZ DE KNAUTH, Nacionalismo y Educación en México, Germán 
COLMENARES, Las convenciones contra la cultura, Bogotá 1987, Nikita HARWICH 
VALLENILLA , “La génesis de un imaginario colectivo: la enseñanza de la historia de 
Venezuela en el siglo XIX”, en Structures et cultures des societés ibero-américaines, 
Paris 1990, pp. 203-241, Id., “La Historia Patria”, en A. ANNINO et al. (eds.), De los 
Imperios, pp. 427-437. Josef OPATRNY, “El papel de la historia en la formación de la 
conciencia de una identidad particular en la comunidad criollo en Cuba” en Ibero-
Americana Pragensia en ‘Identidad Nacional y Cultural en las Antillas 
hispanoparlantes’, Supplementum 5, Praga 1991, pp. 51-61, MichaelRIEKENBERG, 
Nationbildung. Sozialer Wandel und Geschichtsbewußtsein am Rio de la Plata (1810-
1916), Frankfurt a. M. 1995. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
45
o sus necesidades, es decir sin la participación del pueblo. Ante la 
necesidad de que las poblaciónes dispersas y heterogéneas, mal unidas 
por lealtades locales o provinciales, se sientan pertenecer a las 
respectivas comunidades políticas, las élites no sólo se sirvieron de los 
símbolos cívicos clásicos, como el himno y la bandera, sino también 
de símbolos étnicos, como p.ej. del indianismo romántico en Brasil91 o 
en México en las primeras décadas del siglo XX.92 Muchos de estos 
estudios salen del supuesto, o lo confirman, de que la creación de un 
estado nacional es un proceso realizado de la élite hacia el pueblo o 
del centro hacia la periferia.93 Y muchas veces lo es así.94 En cambio, 
hasta ahora hay solo pocos trabajos que quieren diferenciar este 
proceso, partiendo del supuesto de que en el proceso de construcción 
de nación tambien participaron activamente comunidades locales o las 
masas con el deseo de formar la nación según sus propias identidades 
e intereses. Hay que mencionar sobre todo los trabajos de Annick 
Lempérière, Antonio Annino y de Peter F. Guardino acerca de 
México,95 de Florencia Mallon sobre el “peasant nationalism” en 
México y Perú, de David Nugent sobre la situación en el norte de 
Perú96 y de Aline Helg sobre los intentos de negros y mulatos cubanos 
 
91 Cf. José MURILLO DE CARVALHO , “Brasil. Naciones marginadas” en A, ANNINO et 
al., De los Imperios a las Naciones, pp. 401-423. 
92 Véase M QUIJADA,.“La nación reformulada”. 
93 Un ejemplo de este enfoque centrado en la élite liberal modernizadora es el libro de 
David BUSHNELL and Neill MACAULY , The Emergence of Latin America in the 
Nineteenth Century, Second edition, New York 1994, a pesar de que discuten la 
temática del nacionalismo sólo de paso. 
94 Cf. el estudio de Richard GRAHAM , “Mecanismos de integración en el Brasil del siglo 
XIX” en A. ANNINO et al., De los Imperios a las Naciones, pp. 525-544. 
95 Annick LEMPÉRIÈRE, ”¿Nación moderna o república barroca? México, 1823-1857” en 
F.-X. GUERRA y M. QUIJADA (eds.), Imaginar la nación, pp. 135-177. Antonio 
ANNINO, “Otras naciones: Sincretismo político en el Mexico decimonónico” en 
GUERRA y QUIJADA (eds.), Imaginar la Nación, pp 215-255. Peter F. GUARDINO, 
Peasants, Politics, and the Formation of Mexico’s National State, 1800-1857, Stanford 
Press 1996. Cf. el artículo de Raymond BUVE, “Political Patronage and Politics at the 
Village Level in Central Mexico: Continuity and Change in Patterns from the Colonial 
Period to the End of the French Intervention (1867)” en Bulletin of Latin American 
Research, vol. 11, 1992, pp. 1-28. Cf. tambien varios de los artículos en H.-J. KÖNIG y 
M. WIESEBRON (eds.), Nationbuilding in Nineteenth Century Latin America. 
96 Florencia E. MALLON , Peasant and Nation. The Making of Postcolonial Mexico and 
Peru, Berkeley 1995, cf. Id., “The Promise and Dilemma of Subaltern Studies: 
Perspectives from Latin American History” en American Historical Review 99, 5, 1994, 
Hans-Joachim KÖNIG 
 
46
de redefinir la nación cubana en los inicios de este siglo.97 Estos 
autores demuestran que el proceso de imaginar la nación es múltiple y, 
además, que la formación de naciones modernas es tambien el 
resultado de intensos conflictos en los cuales los grupos subordinados 
participaron con sus propios discursos.98 
Precisamente estos trabajos subrayan la necesidad y la 
posibilidad de la doble perspectiva, desde arriba y desde abajo, para 
no reducir la formación del Estado y de la Nación sólo a las acciones y 
reacciones de las élites. Aqui existe una laguna de investigaciones que 
hay que llenar, tal vez empezando con el análisis de proyectos 
nacionales alternativos o competitivos, como lo hizo Josef Opatrný en 
su trabajo sobre la formación de la nación cubana, o vencidos a lo 
largo del proceso de formación del estado nacional.99 En total, hace 
falta considerar las actitudes y conductas de toda la población que es 
el objeto de la retórica propagandista, porque el análisis de la 
formación de la nación necesita tambien la perspectiva desde abajo, es 
decir analizar como las masas populares percibieron la nación. Aun 
cuando es mucho mas dificil encontrar material correspondiente no es 
imposible, como lo ha demostrado Malcolm Deas en su artículo sobre 
el caso de Colombia.100 
A manera de conclusión 
El Nacionalismo y la Formación del Estado y de la Nación en 
América Latina siguen siendo temas de investigación relevantes que 
no han perdido nada de su palpitante interés y actualidad. No existen 
 
pp. 1491-1515. David NUGENT, Modernity at the Edge of Empire: State, Individual, and 
Nation in the Northern Peruvian Andes, 1885-1935, Stanford 1997. 
97 Aline HELG, Our Rightful Share. The Afro-Cuban Struggle for Equality, 1886-1912, 
Chapel Hill 1995. 
98 Cf. Mark BERGER, “Specters of Colonialism: Building Postcolonial States and 
Making Modern Nations in the Americas” en Latin American Research Review 35, 1, 
2000, pp. 151-171. 
99 J. OPATRNY, Antecedentes históricos de la formación de la nación cubana. Cf. p.ej. el 
articulo de Hans-Joachim KÖNIG, “Artesanos y soldados contra el proyecto 
modernizador liberal en Nueva Granada: El movimiento revolucionario del 17 de abril 
de 1854”, en prensa. 
100 Malcolm DEAS, “La presencia de la política nacional en la vida provinciana, 
pueblerina y rural de Colombia en el primer siglo de la República” en M. PALACIOS 
(comp.), La unidad nacional en América Latina, pp. 149-173. 
NACIONALISMO Y NACIÓN 
 
47
enfoques estáticos, todo al contrario, hoy como ayer hay muchas 
preguntas sin resolver. A ésto se suma la nueva situación en el proceso 
de la globalización, con los cambios que se han dado o se están 
produciendo ahora respecto a la multiculturalidad o la heterogeneidad. 
Otra vez surge la pregunta ¿como administrar la diversidad? Con la 
ayuda de las organizaciones internacionales de derechos humanos o de 
minorías, los sectores cultural y etnicamente diferenciados han 
conquistado un papel como actores en el debate sobre las políticas 
públicas. Procesos macrosociales de las últimas décadas han facilitado 
la revitalización de los pueblos indígenas y de las culturas locales y 
regionales. Todos estos reúnen condiciones para imponer nuevas 
identidades que incrementan la diversidad. ¿Qué significa ésto para el 
desarrollo futuro de los estados nacionales en América Latina? 
¿Será considerada la heterogeneidad cultural un factor 
importante para la construcción de la identidad nacional? ¿Qué 
significa el hecho de que en sociedades modernas existan identidades 
múltiples, para el imaginario nacional? ¿Será posible de abandonar el 
modelo de la nación unitaria y homogénea, hasta ahora vigente, para 
adoptar una nación pluricultural y aceptar la diversidad cultural? 
 
 
 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX: NUEVAS 
PERSPECTIVAS PARA EL ESTUDIO DEL PODER 
POLÍTICO EN AMÉRICA LATINA 
HILDA SABATO* 
En las últimas dos décadas el tema de la ciudadanía ha ocupado un 
lugar central en los debates políticos y académicos. En América 
Latina, su irrupción en los años 80 estuvo estrechamente vinculada a 
procesos políticos de transición a la democracia y de afirmación de 
sus valores e instituciones. Ya en los 90, las dificultades por las que 
atravesaron esos procesos llevaron a una reflexión crítica acerca de 
las relaciones entre democracia y ciudadanía, que aún continúa. Los 
historiadores no han sido ajenos a ese clima de indagación, y han 
comenzado a explorar de manera renovada la conflictiva historia de 
las relaciones entre sociedad civil y sistema político, en particular en 
los procesos de formación de los estados-nación latinoamericanosa 
lo largo del siglo XIX. 
Hasta hace no muchos años, buena parte de historiografía 
interpretaba al siglo XIX en términos de la transición de las 
sociedades de Antiguo Régimen a los estados-nación modernos. La 
caída del absolutismo y del mercantilismo habrían dado lugar al 
ascenso del capitalismo, la adopción de los principios del liberalismo 
y el desarrollo gradual de la democracia. Con frecuencia la historia se 
escribió como el relato de los avances realizados en el camino lineal y 
progresivo que habría llevado de unas formas a otras, y de los 
 
* Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (PEHESA–Instituto 
Ravignani) y CONICET. 
Hilda SABATO 
 
50 
obstáculos encontrados en esa senda. La experiencia de las distintas 
regiones de América Latina no fue una excepción a esta tendencia, y 
sus transformaciones políticas y económicas fueron en general 
contrastados con ese curso ideal. 
En las últimas décadas, sin embargo, esta tendencia ha sido 
criticada desde diferentes campos de la disciplina. Tanto el concepto 
de la evolución lineal como la noción de un camino universal hoy son 
fuertemente cuestionados. Al mismo tiempo, un interés creciente por 
la acción humana y la contingencia como dimensiones significativas 
de la interpretación histórica han llamado la atención sobre el papel 
de lo único y lo específico en todo proceso social, aspectos que ya no 
se descartan en función de las fuerzas más estructurales y 
presumiblemente determinantes. En este contexto, el siglo XIX ha 
adquirido una nueva densidad. Períodos que se consideraban solo 
como meras etapas en el camino hacia el progreso, ahora se estudian 
por derecho propio, regiones marginales a los procesos centrales han 
ganado visibilidad y cada día, nuevas preguntas surgen para poner en 
duda las imágenes heredadas sobre ese largo siglo inaugurado por las 
revoluciones americana y francesa y clausurado por la Primera 
Guerra Mundial. 
Este cambio de perspectiva ha sido especialmente productivo 
en el campo de la historia política. En los últimos veinte años, la 
investigación histórica ha alterado de manera sustantiva nuestra 
visión del pasado de América Latina. Trabajos recientes responden de 
manera renovada a preguntas muy viejas referidas a la construcción 
de las nuevas comunidades políticas (las naciones) y la producción y 
reproducción del poder político luego de la ruptura del orden colonial 
español y portugués. En ese marco es que la problemática de la 
ciudadanía ha pasado a ocupar un lugar central en las indagaciones y 
se ha convertido en una lente—que no la única—a través de la cual 
los historiadores exploran el territorio de la política decimonónica. 
Hasta hace pocos años, esta cuestión no solamente era una 
preocupación secundaria sino que ella se resolvía de manera algo 
lineal. En efecto, el proceso ideal de conformación de la ciudadanía 
política en las sociedades modernas se concebía en general como el 
de la gradual ampliación de los derechos políticos, y en particular del 
derecho a voto, a sectores cada vez más amplios de la población. La 
universalización efectiva del sufragio se tomaba como el punto de 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
51
llegada de ese proceso y del tránsito hacia la democracia. 
Históricamente, a principios del siglo XX se habría terminado de 
recorrer el camino que, a través de sucesivas ampliaciones, habría 
llevado del sufragio restringido propio del siglo anterior al voto 
universal masculino. Los casos que no se ajustaban a ese recorrido 
esperado eran considerados como anómalos e imperfectos en cuanto a 
su proceso de democratización. Se trataba entonces de analizar las 
causas de esa desviación y de descubrir los momentos del 
reencauzamiento.1 
La historiografía más reciente opera con una concepción más 
amplia de ciudadanía política, se aparta del modelo gradual e indaga 
en distintas dimensiones de esa compleja institución.2 El tema del 
sufragio sigue ocupando un lugar central, pero ha sido profundamente 
reformulado. Al mismo tiempo, otras cuestiones previamente 
descuidadas o simplemente no identificadas, están recibiendo una 
atención creciente. Este ensayo se propone explorar estos nuevos 
enfoques, las preguntas y preocupaciones vigentes, las estrategias de 
investigación que se están ensayando y las respuestas que hoy se 
discuten. 
El campo problemático 
La ruptura del orden colonial en Iberoamérica trajo consigo la 
fragmentación del antiguo reino y su disgregación en múltiples 
espacios, ellos mismos atravesados por guerras y revoluciones. Se 
inició entonces la conflictiva historia de la conformación de nuevas 
comunidades políticas, la redefinición de soberanías, la constitución 
de poderes y regímenes políticos nuevos. Se trató de procesos 
sociales complejos que a lo largo del siglo XIX fueron desembocando 
en la constitución de los estados-nación modernos. Ese resultado no 
 
1 Practicamente en todos los países de la región se encuentran interpretaciones de la 
historia política escritas según ese modelo, que por cierto también se usó profusamente 
en los casos de los países de Europa Occidental. La formulación más elaborada y clara 
de este modelo se encuentra en el clásico trabajo de Thomas H. MARSHALL de 1949, 
Class, Citizenship, and social development. Westport, Conn. 1973. 
2 Ver Antonio ANNINO (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. 
De la formación del espacio político nacional, Buenos Aires 1995. Hilda SABATO 
(coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de 
América Latina, México 1999. 
Hilda SABATO 
 
52 
estaba, sin embargo, prefigurado de antemano ni siguió un camino 
único; cada región y aún cada localidad tuvo su historia peculiar y 
distintiva. 
Sin embargo, más allá de esas diferencias, en toda 
Iberoamérica el ejercicio del poder político se asentó sobre los 
principios de la soberanía popular y la representación moderna, y la 
creación de una ciudadanía formó parte de los proyectos 
hegemónicos en la mayor parte de la región. La ciudadanía política 
moderna supone, según Pierre Rosanvallon, 
“una ruptura completa con las visiones tradicionales del cuerpo 
político”, pues “la igualdad política marca la entrada definitiva en el 
mundo de los individuos.”3 
La ciudadanía lleva implícita, además, una dimensión comunitaria, en 
la medida en que define a una comunidad abstracta de individuos 
iguales que forman el cuerpo político de la nación. Esta concepción 
alcanzó a ocupar un lugar privilegiado en las normas y en los 
proyectos de las elites que durante el siglo XIX lograron hegemonizar 
el poder en buena parte de la región.4 Pero allí existían, al mismo 
tiempo, relaciones y jerarquías sociales complejas, funcionaban 
comunidades concretas—cuerpos y organizaciones de origen colonial 
pero también asociaciones de nuevo tipo—, circulaban diferentes 
ideas de lo social y lo político que estaban lejos de ajustarse a los 
principios liberales. El interrogante acerca del contenido y la vigencia 
de los distintos proyectos así como sobre los procesos históricos 
concretos de constitución (o no) de ciudadanías políticas define así un 
campo problemático que abre un amplio abanico de preguntas a la 
investigación. 
El problema de la articulación entre ideas y prácticas, 
normas y procesos, subtiende a buena parte de los trabajos más 
 
3 Pierre ROSANVALLON, Le sacré du citoyen, Paris 1992, p.14. 
4 Esta concepción se entronca con las ideas del liberalismo que, en distintas variantes, 
arraigó entre sectores importantes de las élites iberoamericanas. Motivos provenientes 
de otras familias ideológicas compitieron, se superpusieron y combinaron con los que 
venían del tronco liberal, por lo que la noción de ciudadanía tuvo diferentes 
tonalidades, según épocas,lugares y protagonistas. Cf. Tulio HALPERIN DONGHI, 
Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 1750-1850, Madrid 1985, Frank 
SAFFORD, “Politics, Ideology and Society” en Leslie BETHELL (comp.), Spanish 
America after Independence c. 1820-c.1870, Londres 1987. 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
53
recientes. Algunos de ellos se plantean la cuestión de la ciudadanía de 
manera global. Las más de las veces, sin embargo, la producción 
historiográfica explora aspectos parciales que se derivan del 
interrogante más general. En los últimos años, dos problemas han 
recibido la atención privilegiada de los estudiosos. Por un lado, se ha 
producido una importante cantidad de trabajos en torno a cuestiones 
relacionadas con el sufragio, las elecciones y las formas de la 
representación. Estos son aspectos cruciales a la hora de estudiar la 
ciudadanía política, dado que el derecho a voto define la igualdad 
política en las sociedades modernas. Por el otro, se ha explorado el 
desarrollo de la sociedad civil, y se han estudiado las formas de 
sociabilidad, la constitución de esferas públicas y el papel de la 
opinión pública. Estos temas se vinculan con los procesos de 
individuación, autonomización, y publicidad, centrales en la historia 
de la modernización política. Las páginas que siguen atienden sobre 
todo a la discusión sobre estos aspectos parciales, y a la relación entre 
ellos y las interpretaciones más generales sobre la ciudadanía. 
El sufragio: ideas y normas 
El tema del sufragio siempre tuvo un lugar en las historias políticas 
de los países de América Latina. En los últimos años, sin embargo, se 
ha cuestionado tanto el modelo que presuponía un curso ideal de 
expansión gradual del derecho a voto y de su efectivo ejercicio a lo 
largo del siglo XIX como los trabajos históricos que analizaban los 
casos concretos a partir de ese modelo. En ellos, la historia del 
derecho de sufragio en lugares y momentos particulares se asimilaba 
por fuerza al modelo lineal o se la trataba como desviación. Al mismo 
tiempo, las prácticas electorales del pasado se juzgaban con 
frecuencia como fraudulentas, resultado de la violación de las normas 
por parte de elites políticas corruptas. Ambas formulaciones resultan 
difíciles de sostener a la luz de las interpretaciones recientes.5 
 
5 Ver entre otros Eduardo POSADA CARBÓ (ed.), Elections Before Democracy. The 
History of Elections in Europe and Latin America, Houndmills and London 1996; 
Marie-Danielle DEMÉLAS-BOHY y François-Xavier GUERRA, “The Hispanic 
Revolutions: The Adoption of Modern Forms of Representation in Spain and America, 
1808-1810” en E. POSADA CARBÓ (ed.), Elections Before Democracy; François-Xavier 
GUERRA, Modernidad e independencias, Madrid 1992; Id., “Las metamorfosis de la 
representación en el siglo XIX” en Georges COUFFIGNAL (comp.), Democracias 
Hilda SABATO 
 
54 
Ellas destacan la importancia de la instauración de formas 
modernas de representación en el siglo XIX. Por entonces, en las 
sociedades de Iberoamérica, la elección de representantes se convirtió 
en un aspecto central de los nuevos sistemas de gobierno fundados 
sobre el principio de la soberanía popular. En teoría, los electos 
debían representar, a la vez que producir, la voluntad de la nación 
como comunidad única y abstracta compuesta por individuos. En la 
práctica, hubo una superposición de viejas y nuevas categorías que 
coexistieron y compitieron tanto en los proyectos y en la normativa 
como en la acción. 
Por su parte, el derecho a elegir y ser elegido constituyó el 
núcleo de unos derechos políticos cuya titularidad estaba reservada a 
los ciudadanos. La definición normativa de los alcances y los límites 
de esa ciudadanía fue variable y ésta nunca coincidió con la totalidad 
de la población. Sin embargo, tampoco se produjo un proceso gradual 
de ampliación desde una ciudadanía restringida por requisitos de 
propiedad o calificación a una de carácter universal, según lo 
prescribe el modelo de Marshall.6 Por el contrario, en buena parte de 
Iberoamérica se partió de una concepción relativamente amplia de 
ciudadano, introducida después de la Independencia. Las leyes 
electorales que se dictaron en las primeras décadas revolucionarias 
establecían muy pocas restricciones al derecho a voto y éstas en 
general no se basaban en requisitos de capacidad o propiedad. Edad 
(la edad habilitante estaba entre los 17 y los 25 años, según las 
regiones), sexo (se excluía a las mujeres), y residencia (el votante 
debía pertenecer a la comunidad) eran las variables consideradas en 
casi todas las regiones. La dependencia personal (esclavos, 
domésticos, sirvientes) era condición excluyente en muchos lugares, 
aunque no en todos. Con frecuencia, el concepto de vecino se 
superponía al de ciudadano, combinando viejos y nuevos criterios en 
la definición del sujeto de la representación. Algo similar ocurría en 
los casos de exclusión de los solteros que vivían en la casa del padre, 
considerado el jefe de la familia. 
 
posibles. El desafío latinoamericano, Buenos Aires 1993; Id., “El soberano y su reino. 
Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”, en H. SABATO 
(coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. 
6 MARSHALL, Class, citizenship, and social development. 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
55
Estas definiciones tempranas fueron pronto modificadas. En 
algunas regiones, las dificultades políticas para organizar las nuevas 
naciones fueron parcialmente atribuidas a la liberalidad del voto, de 
manera tal que en las décadas de 1820 y 1830 hubo propuestas, 
inspiradas por el pensamiento doctrinario francés, para restringir su 
alcance imponiendo requisitos de propiedad, capacidad o ingreso al 
sufragio. Estas propuestas no siempre se plasmaron en legislación 
efectiva, y desde entonces, cada región tuvo una historia electoral 
particular, que no puede reducirse a esquema alguno. Hubo lugares, 
como Chile, donde las limitaciones censatarias o capacitarias se 
mantuvieron por varias décadas.7 Otros, como la Argentina,8 en los 
que nunca se introdujeron, y muchos en los que restricciones y 
ampliaciones se sucedieron en diferentes secuencias. 
Al mismo tiempo, el establecimiento de requisitos no 
siempre implicaba reducción del electorado. En Perú, por ejemplo, 
los fijados por la ley de 1861 (tener propiedad o ser casado o tener 
profesión) en realidad no implicaron una contracción, que en cambio 
se produjo después de 1896, cuando se exigió la condición de 
alfabetos a los votantes.9 Algo similar ocurrió en Brasil, donde la 
 
7 Para Chile ver J. Samuel VALENZUELA, Democratización vía reforma: la expansión 
del sufragio en Chile, Buenos Aires 1985; Id., “Building Aspects of Democracy Before 
Democracy: Electoral Practices in Nineteenth-Century Chile” en E. POSADA CARBÓ 
(ed.), Elections Before Democracy. 
8 Para Argentina ver José Carlos CHIARAMONTE (con la colaboración de Marcela 
TERNAVASIO y Fabián HERRERO), “Vieja y nueva representación: los procesos 
electorales en Buenos Aires, 1810-1820” en A. ANNINO (coord.): Historia de las 
elecciones en Iberoamérica; Id., “Ciudadanía, soberanía y representación en la génesis 
del estado argentino, (c.1810-1852)” en H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y 
formación de las naciones, Hilda SABATO y Elías PALTI , “¿Quién votaba en Buenos 
Aires? Práctica y teoría del sufragio, 1850-1880” en Desarrollo Económico, No.119, 
oct.-dic. 1990; Hilda SABATO, “Citizenship, Political Participation and the Formation 
of the Public Sphere in Buenos Aires, 1850s-1880s.”en Past and Present, 136, 1992; 
Id., La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880. 
Buenos Aires 1998; Marcela TERNAVASIO, “Nuevo régimen representativoy expansión 
de la frontera política. Las elecciones en el estado de Buenos Aires: 1820-1840” en A. 
ANNINO (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica; Id., “Hacia un régimen 
de unanimidad. Política y elecciones en Buenos Aires, 1828-1850” en H. SABATO 
(coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. 
9 Para Perú ver Jorge BASADRE, Elecciones y centralismo en el Perú, Lima 1980; Sarah 
C. CHAMBERS , From Subjects to Citizens. Honor, Gender, and Politics in Arequipa, 
Peru, 1780-1854, University Park (Pennsylvania) 1999; Gabriella CHIARAMONTI , 
“Riforma Elettorale e Centralismo Notabilare a Trujillo (Peru) tra Otto e Novecento” 
Hilda SABATO 
 
56 
introducción de la misma limitación por ley de 1881 redujo 
drásticamente la cantidad de votantes, mientras los requisitos 
capacitarios de disposiciones anteriores habían tenido un impacto 
muy menor en ese sentido.10 Finalmente, en varios países la amplitud 
del derecho a voto en la base estuvo acompañada por un sistema 
indirecto que, como en México11 y Brasil, establecía requisitos 
capacitarios y censatarios en sus niveles superiores. De esta manera, 
se formaba un sistema de base relativamente amplia pero muy 
jerarquizado en sus escalones intermedios. 
Como se ve, los estudios sobre legislación electoral muestran 
un panorama complejo, muy distante del modelo de ampliación 
gradual. La definición normativa del sujeto de la representación fue 
una preocupación recurrente de las elites que se sucedieron en el 
poder en las distintas regiones de Iberoamérica. Los frecuentes 
cambios en la legislación sugieren que no hubo soluciones fáciles a 
esa cuestión. Aún donde se produjeron pocas variaciones en las leyes, 
como en el caso de la Argentina o del Brasil, el tema estuvo presente 
 
en Quaderni Storici, nuova serie, 69, 1988; Id., “Andes o Nación: la reforma electoral 
de 1896 en Perú” en A. ANNINO (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica; 
Sinesio LÓPEZ JIMÉNEZ, Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y 
mapas de la ciudadanía en el Perú, Lima 1997; Carmen MCEVOY, La utopía 
republicana. Ideales y realidades en la formación de la cultura política peruana 
(1871-1919), Lima 1997; Vincent PELOSO, “Liberals, Electoral Reform, and the 
Popular Vote in Mid-nineteenth century Peru” en Vincent PELOSO and Barbara 
TENENBAUM (eds.), Liberals, Politics, and Power: State Formation in 
Nineteenth.Century Latin America, Athens 1996. 
10 Para Brasil ver. José MURILO DE CARVALHO , Desenvolvimiento de la ciudadanía en 
Brasil, México 1995; Id., “Dimensiones de la ciudadanía en el Brasil del siglo XIX” en 
H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones; Richard 
GRAHAM , Patronage and Politics in Nineteenth-Century Brazil. Stanford 1990; 
Herbert S. KLEIN, “Participación política en Brasil en el siglo XIX: los votantes de San 
Pablo en 1880” en A. ANNINO (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica. 
11 Para México ver Antonio ANNINO y Raffaele ROMANELLI , “Premesa”, Quaderni 
Storici, nuova serie, 69. 1988; Antonio ANNINO, “Cádiz y la revolución territorial de 
los pueblos mexicanos, 1812-1821”, en A. ANNINO (coord.), Historia de las elecciones 
en Iberoamérica, siglo XIX; Id., “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en 
México. Los orígenes de un dilema”, en H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y 
formación de las naciones; Marcelo CARMAGNANI y Alicia HERNÁNDEZ-CHÁVEZ, “La 
ciudadanía orgánica mexicana, 18501910” en H. SABATO (coord.), Ciudadanía política 
y formación de las naciones; Fernando ESCALANTE, Ciudadanos imaginarios. México 
1992; Alicia HERNÁNDEZ-CHÁVEZ, La tradición republicana del buen gobierno. 
Mexico 1993. 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
57
en el debate público. Legislación y debates reflejan las diferentes 
concepciones que fueron imponiéndose en los distintos momentos y 
lugares, y que respondían a variados marcos ideológicos, experiencias 
sociales y negociaciones políticas. Son estos los temas que aborda la 
historiografía actual, ofreciendo resultados novedosos y 
provocativos.12 
Elecciones y prácticas electorales 
En todo el espacio iberoamericano y a lo largo de todo el siglo XIX 
se realizaban elecciones regulares y frecuentes para designar 
representantes en los niveles local, regional y nacional, que podían 
ser directas o indirectas, y estas últimas de primero, segundo o aún de 
tercer grado. Por cierto que esa no era la única vía de acceso al poder, 
aunque así lo prescribiera la mayor parte de las constituciones y 
leyes. El camino de las armas estuvo vigente durante buena parte del 
siglo en varios de los nuevos países, y con frecuencia, la compulsa 
electoral convivió con la confrontación militar. Una y otra ampliaban 
hacia abajo el espacio de la lucha política. 
Todos los años se movilizaban hombres y recursos en la 
preparación, organización y realización de los procesos electorales. 
Su papel era diferente al que tienen hoy en día y distinto también al 
que le fijaban los parámetros normativos liberales. Por ello, la 
literatura sobre el tema durante largo tiempo los interpretó como 
viciados, fruto de prácticas consideradas corruptas. Esta perspectiva 
está hoy profundamente cuestionada. Ya en 1988, Antonio Annino y 
 
12 Cf. Natalio BOTANA, El orden conservador, Buenos Aires 1977; Gerardo CAETANO, 
“Ciudadanía política e integración social en el Uruguay (1900-1933)” en H. SABATO 
(coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones; Malcolm DEAS, “The Role 
of the Church, the Army and the Police in Colombian Elections, c. 1850-1930”, en E. 
POSADA CARBÓ (ed.), Elections Before Democracy; Marie-Danielle DEMÉLAS-BOHY, 
“Modalidades y significación de elecciones generales en los pueblos andinos, 1813-
14”, en A. ANNINO (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX; 
Marta IRUROZQUI, “Ebrios, vagos y analfabetos. El sufragio restringido en Bolivia, 
1826-1952”, Revista de Indias. LVI, 208, 1996; Juan MAIGUASHCA, “The Electoral 
Reform of 1861 in Ecuador and the Rise of a New Political Order”, en E. POSADA 
CARBÓ (ed.), Elections Before Democracy; Carlos MALAMUD (comp.), Partidos 
políticos y elecciones en América Latina y la Península Ibérica, 1830-1930, Madrid 
1995; Orlando TOVAR, “Las instituciones electorales en Venezuela”, en AA.VV., 
Sistemas electorales y representación política en Latinoamérica. Madrid 1986. 
Hilda SABATO 
 
58 
Raffaele Romanelli, en la introducción a una serie de trabajos 
destinados a revisar la historia electoral en países de Europa e 
Iberoamérica, reaccionaban contra la tendencia a “considerar al 
liberalismo como el antecedente de una predestinada evolución 
democrática”. Subrayaban, en cambio, la especificidad de las 
experiencias liberales caracterizadas por “el esfuerzo realizado por la 
sociedad no igualitaria de notables por traducir un orden orgánico y 
jerárquico en instituciones como las constituciones y las leyes 
electorales, cuya racionalidad es fundamentalmente individualístico-
cuantitativa”.13 En ese marco, las prácticas electorales no habrían sido 
formas de ignorar o distorsionar las normas, sino más bien una 
manera de procesarlas en cada situación específica. 
De acuerdo con esta propuesta, estudiar las prácticas 
electorales implica sumergirse en la situación de cada momento y 
lugar para analizar sus diferentes facetas, explorar sus 
particularidades, e interpretar su papel en el sistema de representación 
de que se trate. Esta es precisamente la tarea que han encarado 
estudios recientes que abordan casos particulares.14 Cómo se 
organizaba la vida electoral, quiénes participaban de ella y en qué 
calidad, cuáles eran las reglas formales e informales del juego 
electoral, cómo se armaba la escena comicial, qué resultados se13ANNINO y ROMANELLI , “Premesa”, p. 683. 
14 Ver Paula ALONSO, “Voting in Buenos Aires, Argentina, before 1912” en E. POSADA 
CARBÓ (ed.), Elections before Democracy; A. ANNINO, “Cádiz y la revolución 
territorial”; Id., “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana”; Marco BELLINGERI, 
“Dal voto alle baionette: esperienze elettorali nello Yucatan costituzionale ed 
indipendente” en Quaderni Storici, nuova serie, 69, 1988; Id., “Las ambigüedades del 
voto en Yucatán. Representación y gobierno en una formación interétnica, 1812-1829” 
en A. ANNINO (coord.): Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. Marta 
BONAUDO, “De representantes y representados. Santa Fe finisecular (1883-1893)” en 
H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones; Id.,“Society and 
Politics. From Social Mobilization to Civic Participation (Santa Fe, 1890-1909)” en 
James BRENNAN and Ofelia PIANETTO (eds.): Region in Nation. The Provinces and 
Argentina in the Twentieth Century. Washington 1999. N. BOTANA, El orden 
conservador. G. CAETANO, “Ciudadanía política”; M. CARMAGNANI y A. 
HERNÁNDEZ-CHÁVEZ, “La ciudadanía orgánica mexicana”; Ema CIBOTTI, “Sufragio, 
prensa y opinión pública: las elecciones municipales de 1883 en Buenos Aires” en A. 
ANNINO (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX; Sarah C. 
CHAMBERS, From Subjects to Citizens; G. CHIARAMONTI , “Riforma Elettorale”; Id., 
“Andes o Nación”; J. M. de CARVALHO , Desenvolvimiento; Id., “Dimensiones de la 
ciudadanía en el Brasil del siglo XIX”. 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
59
obtenían: tales son algunas de la preguntas que se formulan los 
nuevos trabajos.15 De ellos se desprende un panorama de gran 
diversidad regional, lo que no impide, sin embargo, marcar algunos 
rasgos compartidos. 
1. En la mayoría de los casos, una proporción muy baja de la 
población –menos del 5%—participaba de los comicios, 
porcentaje muy semejante a la que se encuentra entonces en 
varios países de Europa. En general no se observa una pauta 
regular de aumento de esa participación a lo largo del siglo. Hay, 
eso si, variaciones –incluso bruscas – en las cifras, que dependían 
en parte de los alcances y límites a la ciudadanía impuestos por 
 
15 Malcolm DEAS, “Algunas notas sobre la historia del caciquismo en Colombia”, 
Revista de Occidente, 127, 1993; Id., “The Role of the Church”; M.-D.DEMÉLAS-
BOHY, “Modalidades y significación de elecciones generales”; M.-D.DEMÉLAS-BOHY, 
y F:-X. GUERRA, “The Hispanic Revolutions”; F. ESCALANTE, Ciudadanos 
imaginarios; Pilar GONZÁLEZ BERNALDO, Civilité et politique aux origines de la 
nation Argentine. Les sociabilités a Buenos Aires, 1829-1862, Paris 1999; Id., “Los 
clubes electorales durante la secesión del Estado de Buenos Aires (1852-1861): la 
articulación de dos lógicas de representación política en el seno de la esfera pública 
porteña” en H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones; 
R.GRAHAM , Patronage and Politics; Virginia GUEDEA, “Las primeras elecciones 
populares en la ciudad de México, 1812-1813”, en Estudios Mexicanos, 7, 1, 1991; F.-
X. GUERRA, Modernidad; Tulio HALPERIN DONGHI, Proyecto y construcción de una 
nación. (Argentina 1846-1880), Caracas, 1980; A. HERNÁNDEZ-CHÁVEZ, La tradición 
republicana; Marta IRUROZQUI, “Ebrios, vagos y analfabetos”; Id., “¡Que vienen los 
mazorqueros! Usos y abusos discursivos de la corrupción y la violencia en las 
elecciones bolivianas, 1884-1925” en H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y 
formación de las naciones; H.S. KLEIN, “Participación política en Brasil”; Alberto 
LETTIERI, La República de la Opinión. Política y opinión pública en Buenos Aires 
entre 1852 y 1862, Buenos Aires 1998; J. MAIGUASHCA, “The Electoral Reform of 
1861 in Ecuador”; Carmen MCEVOY, “Estampillas y votos: el rol del correo político en 
la campaña electoral decimonónica” en Histórica, XVIII, 1, 1994; Id., La utopía 
republicana; Id., “La experiencia republicana: política peruana, 1871-1878” en H. 
SABATO (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones; V. PELOSO, 
“Liberals, Electoral Reform, and the Popular Vote”; Víctor PERALTA RUIZ, 
“Elecciones, constitucionalismo y revolución en el Cusco, 1809-1815”, Revista de 
Indias, LVI, 206, 1996; Eduardo POSADA CARBÓ, “Elections and Civil Wars in 
Nineteenth-century Colombia: The 1875 Presidential Campaign” en Journal of Latin 
American Studies, 26, 1994; Id. (ed.), Elections Before Democracy; H.SABATO y E. 
PALTI , “¿Quién votaba en Buenos Aires”; H. SABATO, “Citizenship”, Id., La política 
en las calles; M. TERNAVASIO, “Nuevo régimen representativo”; Id., “Hacia un 
régimen de unanimidad”; J.S. VALENZUELA, Democratización vía reforma; Id., 
“Building Aspects of Democracy”; Charles F. WALKER,., Smoldering Ashes. Cuzco 
and the Creation of Republican Peru, 1780-1840, Durham and London 1999. 
Hilda SABATO 
 
60 
las distintas leyes, pero no solamente de ellos. Con frecuencia 
una proporción no desdeñable de los habilitados para votar no 
ejercía sus derechos y no participaba del comicio. En la 
Argentina, por ejemplo, rara vez los votantes efectivos superaron 
el 20% de los potenciales. En Brasil, en cambio, estos llegaban 
en general al 50%, lo que hacia 1870 implicaba que alrededor de 
un millón de personas (el 10% de la población total) asistía a los 
comicios primarios. La abstención plantea la pregunta del porqué 
quiénes tenían el derecho a voto con frecuencia no lo ejercían y 
hasta qué punto la población consideraba el votar una forma de 
intervención deseable y significativa. Incluso sugiere que la 
imagen de un pueblo ávido por ejercer sus derechos electorales 
puede resultar anacrónica en muchas regiones de Iberoamérica, 
donde los dirigentes políticos se quejaban con frecuencia de “la 
indiferencia” y “la falta de espíritu cívico” de los supuestos 
ciudadanos. 
2. Si no todos los habilitados para votar lo hacían, surge la pregunta 
de quiénes eran los que efectivamente participaban de los 
comicios. A pesar de la variedad de situaciones, la mayor parte 
de los estudios recientes destacan la diversidad social de los 
votantes. Los miembros de las dirigencias políticas provenían 
con frecuencia de los sectores propietarios y letrados, pero el 
resto de los electores se reclutaba en una amplia gama del 
espectro social, que podía ir desde los artesanos urbanos y 
sectores profesionales hasta los campesinos y peones rurales. En 
varios casos, se destaca la presencia mayoritaria de gentes 
provenientes de los sectores populares. Indígenas y esclavos 
libertos tuvieron, por su parte, un lugar importante en distintas 
regiones, aunque por cierto no en todas. Las mujeres, excluidas 
del derecho a voto, jugaban muchas veces papeles informales en 
la vida electoral. 
3. La participación estaba cuidadosamente organizada. La 
asistencia a los comicios no era, en general, un acto espontáneo 
de ciudadanos individuales. Los grupos que aspiraban a llegar al 
poder montaban verdaderas máquinas políticas destinadas a 
reclutar votantes, organizarlos como fuerzas electorales, y 
controlar la escena del comicio para poder ganar. Una clave para 
el éxito radicaba en la capacidad de las dirigencias de crear y 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
61
movilizar clientelas. Ellas constituían la base de las fuerzas que 
participaban de las jornadas electorales. 
Cuando no había competencia entre candidatos, se trataba 
simplemente de asegurar la producción de sufragios para cumplir 
con la rutina electoral. Cuando se enfrentaban distintas fuerzas, 
en cambio, los días de comicios podían ser tumultuosos y hasta 
violentos. Muchas veces se trataba de sumar votos propios pero 
también de impedir la emisión de los ajenos. No se descartaba la 
manipulación o falsificación de actas y padrones, así como la 
fabricación de sufragios. Entonces los perdedores hablaban de 
“fraude” e impugnaban los resultados electorales. Peroal mismo 
tiempo, en general todos participaban del juego y aceptaban sus 
reglas, de manera tal que éste se consideraba, en buena medida, 
legítimo. 
4. La organización electoral articuló a dirigencias y bases 
clientelares. Se plantea, por lo tanto, la naturaleza y las 
características de esa relación. En algunos casos, ella estaba 
cimentada por vínculos de dependencia social; en otros, se 
trataba de lazos creados en función de la vida política. Pero en 
todos ellos, las prácticas electorales contribuyeron a la 
articulación de redes que incorporaron a distintos sectores de la 
población al juego electoral, así como a la creación de liderazgos 
y tradiciones específicamente políticas sustentadas en relaciones 
de paternalismo y deferencia. Estas redes políticas se nutrían 
también de relaciones gestadas en el seno de la vida militar en 
ejércitos y milicias. Y con frecuencia se apoyaron en el aparato 
gubernamental, tanto porque la administración era fuente de 
empleo para las clientelas, como porque sus funcionarios 
(policía, jueces, etc.) cumplían un papel importante en la 
dinámica electoral. Al mismo tiempo, ellas constituyeron una 
pieza fundamental de las agrupaciones que comenzaron a 
conocerse como “partidos políticos”. 
5. Ceremonias, rituales y fiestas eran un ingrediente habitual de las 
jornadas electorales. En algunos casos ellos establecían un 
vínculo de continuidad con tradiciones coloniales y 
precoloniales. En otros, por el contrario, marcaban la novedad de 
la representación moderna. En todos ellos, sin embargo, la 
celebración y los ritos colectivos contribuían a consolidar los 
Hilda SABATO 
 
62 
lazos personales entre los participantes, a dar significación 
comunitaria a hechos protagonizados por unos pocos, a legitimar 
–por fin—un sistema de representación nuevo. En ese contexto, 
la Iglesia católica cumplió en algunas regiones un papel 
importante en las elecciones. Con frecuencia, su injerencia no se 
limitó al plano ritual y simbólico sino que operó también en el 
nivel estricamente político. 
De esta apretada síntesis queda claro que las prácticas electorales 
se entienden ahora como engranajes importantes de la vida 
política decimonónica, cuya lógica no puede reducirse a la de la 
manipulación tout-court. Más controvertida es la relación entre 
ellas y el proceso de constitución (o no) de una ciudadanía 
política. Sin duda, en la mayor parte de los casos conocidos, los 
votantes estaban lejos de responder a la imagen del ciudadano 
individual, libre y autónomo presupuesto en la buena parte de la 
legislación y postulado por las versiones más difundidas del 
credo liberal. Las formas que adoptó la organización electoral 
reforzaba el carácter colectivo del sufragio y la dependencia de 
quienes lo emitían. Por otro lado, el montaje de máquinas 
electorales sirvió muchas veces no solo para controlar los 
comicios sino para hacerlos posibles, es decir, para reclutar 
activamente votantes potenciales, atraídos por las ventajas 
materiales y simbólicas de pertenecer a una clientela. Y las redes 
políticas que así fueron surgiendo permitieron la inclusión de 
gentes provenientes de distintos sectores sociales en la vida 
política. Por lo tanto, es difícil sostener tanto la hipótesis 
pesimista de que las prácticas electorales obstruyeron el proceso 
de conformación de una ciudadanía, como la opuesta, de que 
habrían contribuido decisivamente a él. 
Sociedad civil y espacio público 
Mientras que la historia electoral siempre se vinculó a la cuestión de 
la ciudadanía, sólo en los últimos años se ha relacionado a esta última 
con el proceso de desarrollo de la sociedad civil. En América Latina, 
durante mucho tiempo descuidó ese proceso, en la medida en que se 
aceptaba la tesis de la debilidad histórica de nuestras sociedades 
civiles frente a estados considerados fuertes. Hoy, junto con el interés 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
63
contemporáneo en esa temática, ha surgido una historiografía que 
presta creciente atención a esa faceta de nuestra historia. 
El concepto mismo de sociedad civil es problemático, pues 
puede inscribirse en distintas vertientes teóricas. Más allá de esas 
diferencias, que se detectan en los trabajos de los historiadores, 
interesa aquí centrarse en las novedades que ofrecen esos trabajos 
para la interpretación de la vida política decimonónica. En este caso, 
si bien no se cuenta con una variedad de estudios equivalentes a los 
revisados para el tema electoral, también hay que destacar la 
heterogeneidad de situaciones e interpretaciones. Es posible señalar, 
sin embargo, un conjunto de temas e interrogantes compartidos. 
Existe, en primer lugar, una preocupación por el surgimiento 
y expansión de las instituciones de la sociedad civil y por lo que 
algunos autores denominan las formas modernas de la sociabilidad. 
La aparición y difusión de asociaciones modernas – que suponen la 
reunión entre individuos iguales entre sí, libres y que por su propia 
voluntad se unen para perseguir un objetivo compartido – y de una 
prensa periódica vigorosa se consideran aspectos clave de la 
modernización. Para algunos autores, como François-Xavier Guerra, 
las nuevas formas de sociabilidad que surgieron en la Iberoamérica de 
principios del siglo XIX, introdujeron un cambio cultural 
fundamental en la sociedad tradicional que llevó a su transformación. 
Según Guerra: 
“poco a poco, a medida que se difunden este tipo de 
sociabilidades y el imaginario que las acompaña, la sociedad entera 
empieza a ser pensada con los mismos conceptos que la nueva sociabilidad: 
como una vasta asociación de individuos unidos voluntariamente cuyo 
conjunto constituye la nación o el pueblo.”16 
No se trata, para el autor, de un proceso lineal de cambio de las 
formas de Antiguo Régimen a la modernidad, sino de una historia de 
superposiciones, ambiguedades y conflictos entre viejas y nuevas 
concepciones y prácticas. 
Otras interpretaciones, en cambio, ponen el énfasis en las 
transformaciones sociales más generales resultantes del desarrollo del 
capitalismo, que desembocaron en la consolidación del estado y de la 
sociedad civil. El surgimiento de nuevas formas de asociación y 
 
16 F.-X. GUERRA, Modernidad, p. 91. 
Hilda SABATO 
 
64 
prensa se entienden como el resultado de esos cambios, a los que, a 
su vez, habrían contribuido de maneras diversas.17 En ese marco, 
algunos autores destacan el papel de esas instituciones en el plano de 
la modernización política, en la medida en que se habrían constituído 
como ámbitos de prácticas y valores igualitarios, espacios de 
intercambio comunicativo en que la autoridad del argumento y la 
razón predominaba sobre las que pudieran emanar que cualquier 
jerarquía externa o previa.18 
Como se ve, no existe una diferencia tajante entre ambas 
perspectivas, pues las dos caracterizan de manera similar a las 
instituciones sociedad civil, aunque la primera enfatice el rol 
fundamental de las nuevas formas de sociabilidad en la 
modernización social y la segunda entienda a ésta como el resultado 
de procesos estructurales más generales. Los trabajos que abordan 
estos temas, por su parte, no siempre pueden encuadrarse 
estrictamente en una u otra de estas interpretaciones. 
 
Más allá de esta diferenciación quizá algo forzada, todos los autores 
se internan en la historia concreta de las nuevas instituciones pero 
también de la persistencia de antiguas formas de sociabilidad, de la 
superposición entre unas y otras y de los cambios que ocurren en ese 
plano en momentos y lugares determinados. Se destaca, en ese 
sentido, que no se trata de procesos lineales de expansión de lo nuevo 
en detrimento de lo viejo, sino de una historia de vaivenes en el 
tiempo y de desfasajes en el espacio que hacen muy difícil cualquier 
generalización. Lo que sigue es, por lo tanto, tan solo indicativo de 
algunas tendencias presentes en la historiografía.1917 H. SABATO, “Citizenship”; Id., La política en las calles. 
18 Ver, por ejemplo, Carlos FORMENT, “La sociedad civil en el Perú del siglo XIX: 
¿democrática o disciplinaria?” en H. SABATO (coord.), Ciudadanía política y 
formación de las naciones. 
19 Ver Maurice AGULHON, Bernardino BRAVO LIRA et al., Formas de sociabilidad en 
Chile, 1840-1940, Santiago de Chile 1992; Samuel BAILY , “Las sociedades de ayuda 
mutua y el desarrollo de una comunidad italiana en Buenos Aires, 1858-1916” en 
Desarrollo Económico, XXI, 84, 1982; M. BONAUDO, “Society and Politics”; Ema 
CIBOTTI, “Periodismo político y política periodística. La construcción pública de una 
opinión italiana en Buenos Aires finisecular” en Entrepasados, IV, 7, 1994; Id., 
“Sufragio, prensa y opinión pública”; S.C. CHAMBERS, From Subjects to Citizens; José 
MURILO DE CARVALHO , Os bestializados. O Rio de Janeiro e a República que nao foi, 
Sao Paulo 1987; Id., A formaçao das almas. O imaginário da república no Brasil. Sao 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
65
Para explorar el surgimiento y la expansión de formas de 
sociabilidad consideradas modernas, en el sentido que se mencionó 
más arriba, algunos autores se remontan al siglo XVIII cuando esas 
formas comenzaron a difundirse en las metrópolis europeas. 
Tertulias, salones, círculos de lectura, que reconocen una historia 
anterior, son sindicados como los lugares de conformación de nuevas 
prácticas de conversación, lectura y relación dialógica entre los 
participantes y de gestación de lenguajes también nuevos. A fines del 
 
Paulo 1990; Alicia DEL AGUILA, Callejones y mansiones: espacios de opinión pública 
y redes sociales en la Lima del 900. Lima 1997; Fernando DEVOTO, “Las sociedades 
italianas de ayuda mutua en Buenos Aires y Santa Fe: Ideas y problemas” en Studi 
Emigrazione, XXI, 84, 1984; Fernando DEVOTO y Alejandro FERNÁNDEZ, 
“Asociacionismo, liderazgo y participación de dos grupos étnicos en áreas urbanas de 
la Argentina finisecular. Un enfoque comparado” en Fernando DEVOTO y Gianfausto 
ROSOLI (eds.), L’Italia nella societa argentina. Roma 1988; Tim DUNCAN, “La prensa 
política: ‘Sud-américa’, 1884-1892” en Gustavo FERRARI y Ezequiel GALLO (comps.), 
La Argentina del ochenta al centenario. Buenos Aires, Sudamericana 1980; F. 
ESCALANTE, Ciudadanos imaginarios; C. FORMENT, “La sociedad civil en el Perú del 
siglo XIX”; Cristián GAZMURI, El "48" chileno. Igualitarios, reformistas, radicales, 
masones y bomberos. Santiago de Chile 1992; P. GONZÁLEZ BERNALDO, Civilité et 
politique; F.-X. GUERRA, Modernidad; Francois Xavier GUERRA, Annick LEMPÉRIERE 
et al., Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambiguedades y problemas. Siglos 
XVIII-XIX. México 1998; Francisco GUTIÉRREZ, Curso y discurso del movimiento 
plebeyo, 1849/1854, Bogotá 1995; T. HALPERIN DONGHI, Proyecto y construcción de 
una nación; Alberto LETTIERI, “Formación y disciplinamiento de la opinión pública en 
Buenos Aires, 1862-1868” en Entrepasados, No. 6, 1994; Id., La República de la 
Opinión; Claudio LOMNITZ, “Ritual, Rumor and Corruption in the Constitution of 
Polity in Modern Mexico” en Journal of Latin American Anthropology, 1,1, 1995; 
Francine MASIELLO, (comp.), La mujer y el espacio público. El periodismo femenino 
en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires 1994; C. MCEVOY, La utopía 
republicana; Id., “La experiencia republicana”; Jorge MYERS, Orden y virtud. El 
discurso republicano en el régimen rosista, Bernal 1995; Id., Languages of Politics: A 
Study of Republican Discourse in Argentina from 1820 to 1852, Tesis de doctorado 
inédita, Universidad de Stanford 1997; Marco PAMPLONA, Riots, Republicanism and 
Citizenship. New York City and Rio de Janeiro City During the Consolidation of 
theRepublican Order, New York and London 1996. Luis-Alberto ROMERO, ¿Qué 
hacer con los pobres? Elite y sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895, 
Buenos Aires 1997; Hilda SABATO y Ema CIBOTTI, “Hacer política en Buenos Aires. 
Los italianos en la escena política porteña, 1860-1880” en Boletín del Instituto de 
Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” , 3a. serie, 2, 1er. Semestre 
1990; H. SABATO, “Citizenship”; Id., La política en las calles; Id., “La vida pública en 
Buenos Aires” en Marta BONAUDO (directora), Nueva historia argentina. Liberalismo, 
estado y orden burgués (1852-1880). Buenos Aires 1999; Ch.F. WALKER, Smoldering 
Ashes. 
Hilda SABATO 
 
66 
siglo XVIII y comienzos del XIX estas novedades resultaban visibles 
en algunos lugares de Iberoamérica, donde las ideas de la Ilustración 
circulaban cada vez más profusamente, sumando adeptos, y la 
sociabilidad se complejizaba. Se trató, de todas maneras, de 
experiencias relativamente limitadas, que coexistían con otras que se 
desenvolvían en ámbitos más tradicionales, como los que ofrecían 
hermandades, cofradías y gremios de artesanos, entre otros. Al mismo 
tiempo, el desarrollo de la imprenta y de los primeros periódicos 
contribuyó a definir un espacio de publicidad que tuvo diferentes 
alcances. En algunas regiones, como por ejemplo en la del Rio de la 
Plata, esas experiencias tuvieron mayor densidad hacia los años 20 y 
30, pero luego sufrieron varias décadas de estancamiento. 
Muchas de estas iniciativas fueron fomentadas desde el 
poder político. Para las elites ilustradas que, durante la primera mitad 
del siglo XIX, alcanzaron el poder en algunos períodos y lugares, la 
construcción de una ciudadanía constituía, como se ha visto, un 
proceso central de la conformación de las nuevas comunidades 
políticas. En la visión que estos grupos, la mayor parte de la 
población iberoamericana no estaba preparada para ejercer el papel 
que les estaba asignado en el nuevo sistema representativo. Más que 
restringir su participación política, sin embargo, se propusieron 
educar a los habitantes, formarlos en los principios de la Ilustración, 
inculcarles sus valores y prácticas. Para ello, promovieron la creación 
de instituciones educativas y culturales y el desarollo de asociaciones 
voluntarias consideradas entonces como semilleros de virtudes 
cívicas. Por otra parte, la opinión pública aparecía, cada vez más, 
como uno de los pilares de la legitimidad política. Aunque existían 
distintas concepciones acerca de qué era y dónde se gestaba esa 
opinión, la prensa fue siempre considerada su expresión más visible. 
Por lo tanto, desde temprano los gobiernos publicaron sus propios 
diarios. No siempre, claro está, aprobaron aquéllos que quedaban 
lejos de su control, y la libertad de prensa fue con mucho mas 
frecuencia enunciada que respetada, mientras la censura gozó de 
buena salud durante largos períodos. 
En la segunda mitad del siglo XIX se observa la expansión 
sostenida de asociaciones y prensa en buena parte de la región. Un 
entramado cada vez más denso de instituciones—asociaciones 
profesionales y étnicas, sociedades de ayuda mutua, círculos 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
67
científicos y literarios, clubes sociales y culturales y periódicos del 
más diverso tipo—se hizo visible en ciudades como Lima, Buenos 
Aires, México, Santiago, Rio de Janeiro, Bogotá y otras. Este 
desarrollo se ha entendido como un síntoma de la existencia de una 
sociedad civil relativamente autónoma, diferenciada del Estado, y que 
generaba instancias de representación y expresión propias. Cómo 
eran estas asociaciones; a quiénes atraían y a quiénes excluían; cómo 
se organizaban; cuáles eran las relaciones entre formas más modernas 
y más tradicionales de sociabilidad, la competencia y la superposición 
entre ellas, son temas en discusión. 
Prensa y asociaciones gozaban de creciente prestigio no 
solamente entre las elites modernizantes sino también entre sectores 
más amplios de la sociedad, sobre todo urbana. Esa valoración no era 
ajena a varias de las perspectivas ideológicas que por entonces 
circulaban concierto éxito en la región, desde el liberalismo 
republicano al socialismo utópico y el catolicismo social, explorados 
también por la historiografía reciente. Con frecuencia, estas 
instituciones no solamente actuaban en el campo limitado de la 
representación, defensa o protección de los intereses y opiniones de 
sus bases, sino que constituían tramas conectivas que atravesaban a la 
sociedad o partes de ellas. Contribuyeron así a definir un público (o 
públicos) que comenzó a forjar nuevas formas de actuación 
colectiva—diferentes de las propias de la sociedad colonial y 
poscolonial—y a constituirse como referente ineludible para el poder 
político. 
De esa manera, se fue generando la base para la formación 
de lo que algunos historiadores han llamado una “esfera pública”, 
adoptando el concepto acuñado por Jürgen Habermas.20 En efecto, 
asociaciones y prensa pueden interpretarse desde el punto de vista de 
la constitución de una esfera pública política, como ámbitos decisivos 
en el proceso de definición de un espacio de mediación con el Estado 
y como medios para actuar en ese espacio. La introducción del 
concepto de “esfera pública” (en distintas variantes) abre una serie de 
interrogantes a los que la historiografía ha respondido hasta ahora de 
manera muy parcial. Así, en cada situación particular se plantea, en 
 
20 Jürgen HABERMAS, Strukturwandel der Öffentlichkeit, Darmstadt y Neuwied 1962; 
Id., Historia y crítica de la opinión pública, México 1986. 
Hilda SABATO 
 
68 
primer lugar, la pertinencia misma de la utilización de esa categoría. 
Sorteada esta primera cuestión, surgen enseguida preguntas más 
específicas tales como: quiénes convocaban, lideraban y participaban 
de la acción pública así como el de quiénes quedaban excluidos; cuál 
era el alcance de las iniciativas en términos de la constitución de un 
público más amplio que el de sus promotores; si existían uno o varios 
públicos; cuál era el lugar de la(s) esfera(s) pública(s) en la 
construcción de la comunidad política y en la conformación de una 
ciudadanía; en qué medida desde el Estado y el poder político se 
atendía a las señales provenientes de este espacio, entre otras. Este 
último punto enlaza la cuestión de la esfera pública con la de la 
opinión pública, un tema que ha sido recientemente abordado desde 
distintos ángulos. 
Estos puntos resumen demasiado escuetamente los 
principales tópicos que han llamado la atención de los historiadores 
de la sociedad civil Iberoamericana. Queda claro, de todas maneras, 
que la interrogación sobre esa dimensión ha permitido nombrar y dar 
entidad historiográfica a una serie de fenómenos concretos referidos a 
los complejos procesos de formación de nuevas comunidades 
políticas luego de la ruptura del orden colonial, muchos de los cuales 
se hallaban hasta hace poco limitados por una mirada que privilegiaba 
la esfera del estado y el poder político por sobre la de la sociedad 
civil. 
Una agenda 
La problemática de la ciudadanía política reconoce otras facetas 
además de estas dos que la literatura reciente ha privilegiado en sus 
análisis. Hay una serie de dimensiones parciales importantes que sin 
embargo han merecido escasa atención por parte de los historiadores. 
Entre ellas, el papel de las milicias y del ciudadano armado; la 
relación entre tributación y ciudadanía, y las formas de la justicia, en 
particular el servicio de jury, han sido destacadas en varios trabajos.21 
 
21 Ver, entre otros, J.M. de CARVALHO , Desenvolvimiento de la ciudadanía en Brasil; 
Id., “Dimensiones de la ciudadanía en el Brasil del siglo XIX”; F. ESCALANTE, 
Ciudadanos imaginarios; F. GUTIÉRREZ, Curso y discurso del movimiento plebeyo; A. 
HERNÁNDEZ-CHÁVEZ, La tradición republicana del buen gobierno; M IRUROZQUI, 
“Las paradojas de la tributación”; A. LETTIERI, La República de la Opinión; V. 
PERALTA RUIZ, “El mito del ciudadano armado; Mónica QUIJADA, “La 
LA CIUDADANÍA EN EL SIGLO XIX 
 
69
El abordaje de todas estas facetas, las más y las menos estudiadas, ha 
implicado no solamente una innovación en el plano de las preguntas 
formuladas y los temas investigados, sino también el cruce de 
diferentes niveles de análisis. La dimensión simbólica ha resultado 
fundamental para entender prácticas sociales y políticas, las que a su 
vez iluminan el mundo de las representaciones. Por lo tanto, historia 
política, social, cultural e intelectual se engarzan de manera original 
en diferentes interpretaciones de la problemática de la ciudadanía. 
Este entrecruzamiento también está presente en los trabajos 
que abordan esa cuestión de manera global, no solo refiriéndose a 
varios de los aspectos parciales hasta aquí mencionados sino también 
proponiendo una interpretación más general de todo el proceso, en 
una nación determinada. Hasta el momento, esos ensayos no son 
muchos. Un ejemplo interesante de ese tipo de enfoque lo ofrecen dos 
libros que aunque se refieren al mismo caso, el de Mexico, difieren en 
su perspectiva de análisis y en su evaluación de esa historia de 
manera radical. Asi, Fernando Escalante Gonzalbo en su sugestivo 
Ciudadanos imaginarios se sumerge en el México del siglo XIX para 
contrastar ideales y acciones, normas y prácticas; señalar el fracaso de 
los valores del liberalismo en una sociedad que tenía una “moral” 
incompatible con aquéllos, y concluir que “no había ciudadanos”.22 
Alicia Hernández-Chávez, en cambio, en La tradición republicana 
del buen gobierno, ofrece una versión optimista del proceso de 
construcción de una ciudadanía en ese país desde la independencia 
hasta la Revolución, a partir de la matriz liberal.23 Estos ensayos 
resultan provocativos en tanto proponen una interpretación fuerte de 
la historia. Al mismo tiempo, abren una serie de cuestiones a la 
discusión, cuestiones que se resisten a ser subsumidas en una 
narrativa global tan contundente. 
Hasta aqui, este recorrido parcial y demasiado sintético de la 
reciente producción que puede ordenarse en torno de la problemática 
de la ciudadanía política en los procesos de formación de los estados-
nación iberoamericanos. Se habrá visto que esta perspectiva ha 
 
ciudadanización del ‘indio bárbaro’. Políticas oficiales y oficiosas hacia la población 
indígena de la pampa y la Patagonia, 1870-1920” en Revista de Indias, LIX, 217, 1999; 
Ch.F. WALKER, Smoldering Ashes. 
22 F. ESCALANTE, Ciudadanos imaginarios. 
23 A. HERNÁNDEZ-CHÁVEZ, La tradición republicana del buen gobierno. 
Hilda SABATO 
 
70 
abierto, y sigue abriendo, nuevos caminos a la reflexión y en análisis. 
El resultado es, hasta el momento, un conjunto de imágenes parciales, 
fragmentarias, a veces divergentes, que sin embargo ha complejizado 
notablemente la historia de la construcción del poder político en el 
siglo XIX. Quedan, sin embargo, una cantidad de preguntas 
pendientes que constituyen una agenda para la investigación. Entre 
ellas, seguramente algunas no podrán responderse en los marcos 
definidos por la problemática de la ciudadanía política, que ofrece 
una lente atractiva pero limitada para indagar en aquellos procesos. 
Al mismo tiempo, sin embargo, esa problemática resulta ya 
insoslayable a la hora de interrogarse sobre la historia del poder en 
América Latina. 
 
 
 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA 
RECIENTE ACERCA DE LA VIOLENCIA Y DEL 
ESTADO EN AMÉRICA LATINA 
MICHAEL RIEKENBERG* 
Consideraciones preliminares 
En el año 1985, Evans, Rueschemeyer y Skocpol publicaron el hoy en 
día famoso libro “Bringing the State Back in”. En él no trataron la 
estructura jurídica ni la ideología del Estado, sino que abarcaron las 
estrategias de poder y las dimensiones sociales del Estado desde una 
perspectiva weberiana. Frente a las clásicas teorías sobre el Estado,el 
libro de Evans y otros empezó a reconsiderar los procesos de 
formación y el papel del Estado. Esto tuvo también repercusión para 
Latinoamérica. El Estado en Latinoamérica fue hasta finales de los 
años 70 casi exclusivamente objeto de una positivista historia del 
derecho y de las instituciones. Esto considera al Estado como un 
conjunto sólido de instituciones y reglas, es decir como objeto 
concreto y claramente delimitado. Como resultado, una gran parte de 
los trabajos que había sobre el tema en el fondo se ocupaban sólo de lo 
que podemos llamar la superficie del Estado. Trataban el derecho 
público, las constituciones o la organización de la administración. 
Alguna literatura, y no me gusta tener que decir esto, recordaba al 
lector a una guía sobre las vías administrativas y no a un tratado sobre 
 
* Universidad de Leipzig. 
Michael RIEKENBERG 
 
72
y el tema conforme al nivel de las ciencias sociales a principios de los 
anos ochenta.1 
En cuanto a los entrelazamientos entre el “Estado” y la 
“violencia”, la clásica doctrina sobre el Estado partía de una estricta 
separación entre poder legítimo y violencia ilegítima, entre la 
violencia en su función como organizador del Estado y la violencia 
destructiva. Comparándola con estas doctrinas, la violencia en 
Latinoamérica se trata de un fenómeno camaleónico. El Estado tiene 
en ello una participación decisiva (aunque esto no quiere decir que el 
tema de la violencia se agota en el Estado). Por un lado, en 
Latinoamérica el Estado pudo ejercer a partir de 1800 sólo de manera 
restrictiva o sea temporalmente, un monopolio de legítima violencia 
física que según Max Weber es el atributo del Estado por excelencia. 
De esta manera el Estado no fue capaz de controlar las amplias 
difusiones de diversas formas de violencia colectiva extra-estatal. Por 
el otro lado, el propio Estado fue el creador de una violencia de 
“anomía”2 e ilegal. El Estado toleró o alentó a grupos cuya finalidad 
era el mantenimiento del orden al margen de la ley y emplear la 
violencia por su propia cuenta. De esta forma el estado contribuyó a 
crear una violencia crónica o endémica como se la llama en la 
literatura.3 Su característica es, que a los ojos de los hombres aparece 
como algo ilimitado y que actúa por su propia dinámica 
independientemente de la acción humana o de los motivos de los 
actores. En parte, como en el caso de Colombia, esta violencia 
“endémica” se ha dirigido contra el Estado y amenaza con destruirlo. 
Es un poco sorprendente que las investigaciones han ignorado durante 
mucho tiempo estos procesos. Todavía en 1981 se leía en el Journal of 
Interdisciplinary History, la violencia en Latinoamérica “cries for 
research”. 
Si contemplamos la literatura actual sobre el concepto de 
violencia, llama la atención que parte de los conceptos teóricos y de 
 
1 Es de mencionar el trabajo de Horst Pietschmann sobre el Estado en América Latina. 
Véase p.ej. Horst PIETSCHMANN, Die staatliche Organisation des kolonialen 
Iberoamerika, Stuttgart 1980. 
2 Véase sobre el estado y el concepto de la “anomía” Peter WALDMANN , “Einleitung”, 
en Ibero-Amerikansches Archiv 3. 4 (1997), pp. 317s. 
3 P. ALVARENGA, Cultura y ética de la violencia: El Salvador 1880-1932, San José 
1996, p. 142. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
73
los corrientes de investigación que marcaron las discusiones sobre la 
violencia durante los años setenta, hoy día solo jueguen un rol casi 
insignificante.4 Esto es lo que ocurre por ejemplo con el sicoanálisis o 
con la investigación sobre las agresiones. En su lugar, hay otros 
aspectos de la violencia que están en primer plano y que están 
marcando el actual discurso científico sobre el tema. Esto está 
relacionado con el hecho de que el propio concepto de violencia se ha 
transformado. En partes de la sociología, prevalece en la actualidad un 
concepto corporal de la violencia. La violencia es definida como un 
acto de poder que mediante “daño corporal intencionado” (Heinrich 
Popitz) se realiza a los otros. Este enfoque en el cuerpo que 
encontramos actualmente en la terminología sociológica sobre la 
violencia, tiene distintas causas. En parte, diferentes enfoques teóricos 
han de responder de este creciente interés por el cuerpo. Michel 
Foucault o Norbert Elias son de mencionar cuando se trata sobre la 
cuestión de la represión de la violencia corporal en las relaciones 
humanas en el curso de la formación del Estado “moderno”. Elias 
analizó el rol de los actos violentos abiertos en el trato de los hombres, 
los procesos del disciplinamiento social y el impacto que tenia la 
formación del Estado sobre la renuncia al uso de la fuerza física en la 
vida diaria. A mitad de los años ochenta, yo mismo he intentado 
debatir con el ejemplo de Guatemala la teoría de Elias y su utilidad 
para una sociología de la violencia en Latinoamérica.5 En parte, el 
cambio cultural puede ser responsable del nuevo interés por el cuerpo. 
En los ambientes urbanos occidentales el cuerpo ya no es la base de la 
fuerza de trabajo según decía Karl Marx, o el símbolo de la revolución 
sexual como fue el caso en el movimiento estudiantil tras 1968. Más 
bien, sociólogos “posmodernos” piensan que el cuerpo, vaciado de 
otros atributos significativos, amenaza más bien con convertirse en el 
último punto de mira de la identidad “posmoderna” y “hedonista”. De 
todos modos encontramos en la sociología actual un concepto sobre la 
 
4 Me refiero aqui a H. TYRELL, “Physische Gewalt, gewaltsamer Konflikt und der 
Staat”, en Berliner Journal für Soziologie 2 (1999), pp. 269-28, pp. 269s. 
5 Creo que fue el primer intento de aplicar la teoría de Elias en un pais no europeo. 
Véase Michael RIEKENBERG, Zum Wandel von Herrschaft und Mentalität in 
Guatemala, Köln, Wien 1990. Sobre la imparcial crítica acerca de este libro véanse las 
revistas “Mesoamérica” 25 (1993), pp. 134-144, o bien “Quetzal” cuaderno 10 (pp. 1-4) 
y cuaderno 11 (1995), pp. 1-3. 
Michael RIEKENBERG 
 
74
violencia orientado hacia el cuerpo físico que favorece un 
acercamiento entre la sociología y la antropología. Volveré a ello más 
adelante. 
A continuación comento alguna literatura reciente sobre el 
tema.6 Ciertamente no escribo ningún review essay sino que sigo mis 
impresiones personales. En este trabajo no persigo integridad 
enciclopédica así como tampoco en la elección de la literatura que 
menciono. Si en realidad se quiere establecer esta división, es más 
válida para mi interés la sociología histórica que la historia en estricto 
sentido. Yo subdivido (para una definición más detallada véase el 
Apartado 3) la literatura sobre el concepto de violencia en tres grupos 
a los que llamo los “contextualistas”, los “sensoriales” y los 
“sociables”. Con todo esto quiero admitir que esta nomenclatura es un 
poco voluntariosa. Pero espero que prevalezca su utilidad para una 
orientación sobre el tema. Además, aprovecho la ocasión para añadir 
algunas observaciones comparativas (véase el Apartado 4). Malcolm 
Deas ha mostrado a través del ejemplo de Colombia lo apropiada que 
puede ser un análisis comparativo de la violencia.7 En vista de la 
amplia difusión de la violencia en Latinoamérica se tiene en partes de 
la literatura la tendencia a extensas deducciones. Por ejemplo, se 
considera posible que la cultura política de una “Nación” entera como 
en el caso del México posrevolucionario, muestre un marcado 
“hábito” hacia la violencia. Comparaciones con otras dimensiones de 
la violencia, brutalidad y humillación (el verano de 1994 en Ruanda) o 
con otras regiones de las que se dice que hay altos grados de violencia, 
son válidas para reflexionar tales juicios.8 
Estado/Cultura 
Empecemos con el Estado. En el libro de Evans y otros autores, 
Charles Tilly se ocupa de la relación entreEstado y violencia. Tilly 
definió la formación del Estado como un violento racketeering. Si se 
abarca con exactitud, uno de los primeros en introducir el término 
 
6 Quisiera agradecer a Natalie Clemente por su ayuda con la traducción del texto. 
7 M. DEAS, “Reflections on Political Violence in Colombia”, en D.E. APTER (ed.), The 
Legitimization of Violence, New York 1997, pp. 350-404, pp. 353s. 
8 Véase sobre una comparación de la violencia en Latinoamérica y en los Balcanes W. 
HÖPKEN, M. RIEKENBERG (eds.), Politische und ethnische Gewalt in Südosteuropa und 
Lateinamerika, Köln, Wien, Weimar 2000. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
75
racket en el lenguaje sociológico fue Max Horkheimer, un 
representante de la Kritische Theorie (Escuela de Francfort). 
Horkheimer, que emigró de Alemania en la época del 
nacionalsocialismo, se ocupó a finales de los anos treinta del 
deslizamiento de los Estados “burgueses” en una práctica criminal de 
la violencia durante el trasfondo del desarrollo político en Europa a 
partir del fin de la primera guerra mundial. Horkheimer definió 
rackets como grupos de poder dispuestos para la violencia que luchan 
contra sus rivales, sólo se rigen por las leyes para el mantenimiento de 
ellos mismos y ambicionan tributos. Horkheimer temía que el Estado 
burgués (civil) se depravara cada vez más en racket, así como que el 
tipo sociocultural de ciudadano desapareciera mediante las creaciones 
de monopolios y cárteles en la economía. Charles Tilly se ocupó de la 
creación del Estado “moderno” en Europa y la consideró como una 
forma de crimen organizado. Como racketeer, el naciente Estado 
amenazaría a otros grupos para poder imponer su custodia sobre la 
sociedad a cambio de retirar sus amenazas violentas. La tesis de Tilly 
ha sido discutida entre los estudiosos de Latinoamérica también, 
mientras que a Horkheimer y a sus ideas sobre prácticas ilegales del 
Estado no se los ha tenido en cuenta. Así, Robert Holden escribió en 
1996 en un muy sugestivo artículo que los estudios de Tilly sobre la 
formación del Estado en Europa son un marco apropiado para el 
análisis del Estado en Latinoamérica. El libro de William Stanley 
sobre “The Protection Racket State” en El Salvador puede ser citado 
como un ejemplo de trabajar el Estado en Latinoamérica según el 
vocabulario de Tilly.9 
 
9 Max HORKHEIMER, “Vernunft und Selbsterhaltung”, en Obras Completas. Vol. 5: 
Dialektik der Aufklärung und Schriften 1940-1950, Frankfurt M. 1987, pp. 320-350; M 
HORKHEIMER, “Die Rackets und der Geist”, en Obras Completas, Vol. 12: 
Nachgelassene Schriften 1931-1949. Frankfurt M. 1985, pp. 287-291. Para más detalle: 
W. Pohrt, Brothers in Crime, Berlin 1997, pp. 28ff. Véase también el artículo de S. 
BREUER, en Kriminologisches Journal 6, Suplemento 1997, pp. 20s. Véase también 
Charles TILLY , “War Making and State Making as organized Crime”, en P.B. EVANS, 
D. RUESCHEMEYER, T. SKOCPOL (eds.), Bringing the State Back in, Cambridge 1985, 
pp. 169-191; R. HOLDEN, “Constructing the Limits of State Violence in Central 
America: Towards a New Research Agenda”, en JLAS 28 (1996), pp. 435-459, p. 439; 
W. STANLEY , The Protection Racket State. Elite Politics, Military Extortion, and Civil 
War in El Salvador, Tempe 1996, pp. 56fs. 
Michael RIEKENBERG 
 
76
El problema es que la composición de Tilly no afecta 
exactamente a lo que llamamos la “realidad” en Latinoamérica. Hay 
dos motivos que son responsables de ello. En los siglos XIX y XX, los 
Estados en Latinoamérica no poseían a menudo la fuerza necesaria 
para eregirse en racketeers, es decir en extorsionistas aventajados 
frente a grupos sociales, organizaciones comunitarias o comunidades 
étnicas. No pocas veces fueron más bien el Estado o el gobierno 
amenazados e intimidados por otros grupos. En la literatura 
encontramos la opinión de que esto es algo característico de 
Latinoamérica y que allí los roles están muy a menudo invertidos. No 
el Estado, sino otros actantes de la violencia son los que adoptan el rol 
de extorsionistas.10 Esto, para aclarar este punto, no presupone a la 
fuerza la existencia de un estado “acabado”. Hace años Pierre Clastres 
hizo alusión desde la perspectiva de la etnología a la extorsión de los 
mandatos (chieftains) en las sociedades “primitivas” de la zona del 
Amazonas.11 En este caso la extorsión representa un medio para la 
obstaculización del Estado, y no para su formación. Además, el libro 
de Evans y otros autores presupone una separación entre Estado y 
sociedad que no se ha dado en absoluto a partir de 1800 en 
Latinoamérica. Es cierto que en Latinoamérica hubo temporalmente 
sublevaciones muy bruscas del Estado sobre la sociedad. Un ejemplo 
(observamos aquí los regímenes revolucionarios de Cuba y México 
que concibieron la construcción de vigorosos y permanentes aparatos 
estatales) son los llamados regímenes burócraticos-autoritarios que 
como en el caso de la dictadura militar en Argentina tras 1976, 
trataron legitimarse totalmente ellos mismos. No obstante hubo otros 
procesos. Fueron procesos contrapuestos y dirigidos hacia la 
disolución del Estado en la sociedad. “(N)either is it possible to 
distinguish state from society”, comenta David Nugent este asunto 
respecto a las relaciones en Perú alrededor de 1900.12 Sobre esto hay 
distintas variantes. Hay que diferenciar si la disolución del Estado en 
 
10 W WALDMANN , “Zur Transformation des europäischen Staatsmodells in 
Lateinamerika”, en W. REINHARD, (ed.), Verstaatlichung der Welt? Europäische 
Staatsmodelle und außereuropäische Machtprozesse, München 1999, p. 65. 
11 P. CLASTRES, La societé contre l´Etat: recherches d´anthropologie politique, Paris 
1976. 
12 D. NUGENT, “State and Shadow State in Northern Peru circa 1900. Illegal Political 
Networks and the Problem of State Boundaries”, en J.M. HEYMAN (ed.), States and 
Illegal Practices, Oxford, New York 1999, pp. 63-98, p. 68. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
77
la sociedad se atribuyó a la acción de fuertes comunidades locales y 
relativamente cerradas que mantenían al Estado a distancia. O, si bien, 
tuvo que ver en primer lugar con el hecho de que el Estado y los 
principios que éste representa no encontraron respaldo en una 
sociedad dispersa y débilmente estructurada. Un ejemplo del primer 
caso se dió en los centros del dominio hispano en América (México, 
Perú, Guatemala, etc.). El segundo caso se dió en zonas marginales y 
de poca población (territorio de La Plata, por ejemplo). Debido a la 
intensa creación de una economía ilegal que produce enormes 
beneficios, podemos encontrar en la actualidad una tercera variante. 
Se caracteriza porque independientes y “ricos” actuantes de la 
violencia que disponen de grandes recursos, impiden por medio del 
uso de la fuerza al Estado establecer su soberanía en zonas de boom 
económico. Ejemplos de ello fueron la “República de Huallaga” en 
Perú o hoy día las regiones de próspera colonización en Colombia 
donde la (Narco)-Guerrilla, las bandas de droga o los paramilitares 
llevan la voz cantante.13 
Al tratar la oposición entre el Estado y las estructuras 
segmentarias, la historia social lo hizo en términos como 
regionalismo, clientelismo, movimientos de protesta, etc. Pues desde 
hace algún tiempo en la discusión sobre el Estado (y esto también 
tiene consecuencias para el discurso acerca de la violencia) se 
aprecian algunos cambios conceptuales. Con el auge de lo que se 
llama la “nueva teoría cultural” pasaron a un primer plano otros 
conceptos como por ejemplo el hibridismo (Nestor García Canclini) o 
el criollismo (Ulf Hannerz). Como consecuencia, la atención de la 
 
13 Véase entre otros J. GLEDHILL , “Legacies of Empire: Political Centralizationand 
Class Formation in the Hispanic American World”, en GLEDHILL , J. & B. BENDER 
(eds.), State and Society. The Emergence and Development of Social Hierarchy and 
Political Centralization, Boston 1988, pp. 302-319; C.A. SMITH (ed.), Guatemalan 
Indians and the State, 1540 to 1988, Austin 1990; G URBAN & J. SHERZER (eds.), 
Nation-States and Indians in Latin America, Austin 1991; V.G. PELOSO & B.A. 
TENENBAUM (eds.), Liberals, Politics and Power. State Formation in Nineteenth-
Century Latin America, Athens and London 1996. Veáse además M.B. SZUCHMAN, & 
J.C. BROWN (eds.), Revolution and Restoration. The Rearrangements of Power in 
Argentina 1776-1860. Lincoln, London 1995; J.A AVILA BEJARANO,.Colombia: 
Inseguridad, violencia y desempeño económico en las áreas rurales, Bogotá 1997, p. 
250s.; D. POOLE, & G. RÉNIQUE, Peru. Time of Fear, London 1992, pp. 185f.; P.A. 
STERN, An Annotated Bibliography of the Shining Path Guerilla Movement, 1980-1993, 
Austin 1995. 
Michael RIEKENBERG 
 
78
investigación se dirige hacia la dimensión cultural de la organización 
del Estado. Esto no es algo completamente nuevo. Hay que recordar 
que la ciencia histórica se empezó a ocupar a partir de principios de 
los años ochenta de las representaciones y discursos sobre el Estado y 
la “nación” en Latinoamérica. Uno de los trabajos orientados hacia 
este tema fue el destacado análisis de Hans-Joachim König trabajado 
profundamente desde los archivos sobre los orígenes del Estado y la 
nación en Nueva-Granada 1750-1856.14 Mediante su interés en 
símbolos, discursos e identidades, este corriente de la investigación 
histórica ayudó de cierto modo al ascenso de la “nueva historia 
cultural”, y esto es en donde reside primordialmente su calidad 
innovador. Sin embargo, estos estudios (y no excluyo de esta opinión 
a mi propio tesis de habilitación) la mayoría de las veces siguen, por 
causa de las fuentes que emplean, la perspectiva de las elites cultas y 
de los grupos claves que toman las decisiones políticas. El Estado 
apareció como una estructura construida “desde arriba” (lo que 
también era). Hoy día los trabajos tratan de ampliar la perspectiva de 
investigación y de tomar por el contrario, una tal llamada grassroots 
perspectivea o investigar las “Hidden Transcripts” en la sociedad. 
“Bringing the State Back In without Leaving the People Out”, es el 
lema.15 La formación del Estado no se concibió más como un proyecto 
estructurado “desde arriba” sino como un cambio en las formas de 
vida como resultado de complejas interacciones entre elites sociales, 
clases políticas, brokers y los estratos más bajos de la sociedad. Es 
cierto que este principio no es en estrecho sentido culturalista. Pero 
señala que el Estado también se formó en las transformaciones de los 
discursos cotidianos, en los modos de vida y en la rutina diaria y no 
 
14 König, H.-J., Auf dem Wege zur Nation. Nationalismus im Prozeß der Staats- und 
Nationbildung Neu-Granadas 1750-1856, Stuttgart 1988. 
15 G.M. JOSEPH & D. NUGENT (eds.), Everyday Forms of State Formation. Revolution 
and the Negotiation of Rule in Modern Mexico, Durham, London 1994, p.12. Véase 
también el excelente trabajo de F. MALLON , Peasant and Nation. The Making of 
Postcolonial Mexico and Peru, Berkeley 1995; F. MALLON , “Indian Communities, 
Political Cultures and the State in Latin America, 1780-1990”, en JLAS 24 (1992), pp. 
35-53; P.GUARDINO, Peasants, Politics and the Formation of Mexicos´s National State: 
Guerrero 1810-1857, Stanford 1996. D. NUGENT, Modernity at the Edge of Empire: 
State, Individual and Nation in the Northern Peruvian Andes, 1885-1935, Stanford 
1997. W. BEEZLY et al (eds.), Rituals of Rule, Rituals of Resistance. Public 
Celebrations and Popular Culture in Mexico, Wilmington 1994. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
79
simplemente en las “altas” esferas de la sociedad. Con esto se 
aproxima convenientemente a los enfoques culturales actuales. 
¿Cómo se ve al Estado y en consecuencia de esto a la 
relación entre el Estado y la violencia desde la perspectiva de las 
teorías culturales? Aquí no me es posible seguir la problemática del 
concepto de cultura (para el caso alemán sería necesario considerar 
también la “grotesca modernización”16 de las historias culturales en la 
época del nacionalsocialismo; esto nos llevaría demasiado lejos como 
también la cuestión sobre cómo la historiografía alemana acerca de 
Latinoamérica se desarrolló de 1933 a 1945 y cuáles continuidades 
personales e ideales existieron después) en detalle. Hace poco George 
Steinmetz ha dado una panorámica muy precisa sobre la literatura y 
las diferentes corrientes teóricas que tratan del “Estado” y la 
“Cultura”.17 Aquí, sólo hay que subrayar un punto: para acabar con la 
oposición categórica entre “estado” y “cultura” se discute, por 
ejemplo, en los Cultural Studies el concepto de hegemonía. Este 
concepto lo empleó inicialmente Antonio Gramsci para aclarar el 
fracaso de las revoluciones en Centroeuropea durante 1918 y 1919. 
Cuando se habla de la hegemonía en los Cultural Studies, se trata de la 
hegemonía cultural que se genera en discursos, la atribución de 
identidades, los recuerdos y rituales.18 Sobre esto vemos sin embargo 
que la diferencia entre la historia social y la historia cultural no reside 
en que la historia cultural tratase asuntos que no fuesen accesibles a la 
historia social o al revés. La diferencia reside, más bien, en las 
categorías que se emplean para narrar la historia. De manera muy 
simplificada se podría decir que: mientras la historia social estructura 
primeramente sus temas tras las categorías de “arriba” y “abajo” (en el 
 
16 P. SCHÖTTLER, “Die historische ‘Westforschung’ zwischen ‘Abwehrkampf’ und 
territorialer Offensive”, en P. SCHÖTTLER (ed.), Geschichtsschreibung als 
Legitimationswissenschaft 1918-1945, Frankfurt M. 1997, pp. 204-261, p. 224. 
17 Introduction in G. STEINMETZ (ed), State/ Culture. State-Formation after the Cultural 
Turn, Ithaca, London 1999, pp. 1-49. 
18 Véase J. BEASLEY-MURRAY, & A. MOREIRAS, “After Hegemony. Culture and the 
State in Latin America”, en JLACS 8 (1999), pp. 17-20. Véase también W. ADAMSON, 
Hegemony and Revolution. A Study of Antonio Gramsci´s Political and Cultural 
Theory, Berkeley 1980; D. HARRIS, From Class Struggle to the Politics of Pleasure: the 
Effects of Gramscianism in Cultural Studies, London 1992; K.H. HÖRNING & R. 
WINTER (eds.), Widerspenstige Kulturen. Cultural Studies als Herausforderung, 
Frankfurt a. M. 1999. 
Michael RIEKENBERG 
 
80
caso de la violencia, se prefiere tematizar lo que se concibe como 
represión, protesta, revolución, etc.), la historia cultural prefiere las 
categorías de “dentro” y “fuera”. Desde este punto de vista 
desaparece, no obstante, la imagen del Estado como claro y compacto 
conjunto de instituciones y reglas. Desde la perspectiva de una 
“radical cultural construction” (George Steinmetz), el Estado aparece 
más bien como un trenzado o bien una red de símbolos, narraciones e 
infraestructuras que contribuyen a reagrupar a los cuerpos, lugares y 
objetos para producir de esta manera el poder estatal.19 Al mismo 
tiempo, el carácter institucional de la violencia pierde en interés. Más 
bien son las dimensiones corporales (antropológicas) y narrativas 
(simbólicas) de la violencia que están en el centro del interés 
investigativo. Un buen ejemplo es el excelente trabajo de Michael 
Schroeder sobre gang violence y el poner en escena de los actos 
violentos en Nicaragua en el tiempo de Sandino.20 
Sin duda, la revalorización de la “cultura” producida desde 
hace algún tiempo en las ciencias sociales y como es sabido, no por 
todos aceptada (un poco sarcásticamente se escribe in The Hispanic 
American Historical Review, “The New Cultural History comes to old 
Mexico” 21), se ha beneficiado de ciertas transformacionesproducidas 
afuera del terreno científico. “Globalización” es la palabra clave. Sin 
embargo, se omitirá algunas veces que el concepto de cultura se 
alimentó también del escepticismo frente a un concepto de 
modernidad o ideas de “modernización” tales y como los conocemos 
en las teorías de desarrollo de origen sea ilustrado, sea liberal o 
marxista.22 Partes considerables de la historia social “moderna” se 
encontraban (y se encuentran) envolvidos en meta-narraciones cuyas 
idea dominante es la existencia de time lags. Hay críticos que opinan 
sin embargo que la cultura se separa de este esquema. Comparado con 
 
19 Véase también D. CARTER, “The Art of the State: Difference and other Abstractions”, 
en Journal of Historical Sociology 7 (1994), pp. 73-102; P. ABRAMS, “Notes on the 
Difficulty of Studying the State”, en Journal of Historical Sociology 1 (1988), pp. 58-
89. Como ejemplo véase S. RADCLIFFE & S. WESTWOOD, Remaking the Nation. Place, 
Identity and Politics in Latin America, London, New York 1996. 
20 M.J. SCHROEDER, “Political Gang Violence and the State in Western Segovias, 
Nicaragua, in the Time of Sandino”, en JLAS 28 (1996), pp. 383-434, pp. 410s. 
21 HAHR 79 (1999), p. 211. 
22 Véase W. SCHIFFAUER, “Die Angst vor der Differenz”, en Zs. für Volkskunde 92 
(1996), pp. 20-31, p. 21. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
81
los procesos de “modernización” o los niveles de desarrollo, la 
cultura, se dice, es eso “which always escapes”.23 A grandes rasgos se 
perfila aquí la existencia de una “etnologización” del planteamiento y 
de los métodos de estudiar al Estado. Mientras que en la historia se ha 
efectuado algo sobre esto (se habla de “ongoing dialogues between 
social history and cultural anthropology”24), en la sociología, en 
donde prescindiendo de pocas excepciones la cultura sólo constituye 
un “enclave,”25 queda todavía mucho por hacer. 
El cuadro de la violencia 
En la literatura actual sobre la violencia en Latinoamérica diferencio 
tres grupos. Los primeros llamo los “contextualistas”. Estos se centran 
sobre todo en las causas y circunstancias de la violencia y buscan los 
links entre la violencia y la “sociedad”. El Estado juega, por lo 
general, un papel muy importante en sus reflexiones. Prefieren los 
macroestudios. “I will try to link violence to broader considerations 
about Mexican politics and society in the revolutionary period”,26 es 
una frase típica de un contextualista. En la mayoría de los casos se 
trata de historiadores sociales. Pero naturalmente también 
antropólogos, teóricos culturales, etc. pueden ser “contextualistas”. En 
estos casos sólo cambiaría respectivamente el “contexto” desde el que 
se sitúan. Ya que he hablado un poco de los contextualistas como 
ejemplo de la historia social no seguiré tratando más el tema. 
El segundo grupo busca en sus fuentes la sensualidad de la 
violencia. La mayor parte de las veces es la unión de la violencia 
física al cuerpo humano su punto de partida. De manera metódica este 
grupo tiende al microanálisis. Ellos intentan aclarar al lector de 
manera plástica la corporeidad de la violencia. El dolor o el transcurso 
del tiempo en la violencia (cómo se diferencian la rápida cacería, el 
 
23 Stuart HALL , citado en S. ALVAREZ y otros (eds.), Cultures of Politics, Politics of 
Cultures. Re-visioning Latin American Social Movements, Boulder 1998, p.4. 
24 S. DEAN-SMITH , “Culture, Power and Society in Colonial Mexico”, en LARR 33, 1 
(1998), pp. 257-277, p. 259. 
25 Véase “Introduction”, en D.CRANE (ed.), The Sociology of Culture. Oxford 1994, p. 
18. 
26 A.KNIGHT, “Habitus and Homicide: Political Culture in Revolutionary Mexico”, en 
W. PANSTERS (ed.), Citizens of the Pyramid. Essays on Mexican Polical Culture, 
Amsterdam 1997, p.107. 
Michael RIEKENBERG 
 
82
lento dolor en los campos de tortura, la breve producción de violencia 
de la redada, etc.27) son algunos de los temas de los que se ocupa este 
grupo. Esto no excluye que tanto comportamientos generales, como el 
Estado, también sean tenidos en cuenta. Es de considerar sobre todo la 
“marca estatal” del cuerpo humano. Teorías liberales del Estado 
parten de que en la sociedad “civil” existe una equilibrada balanza de 
poder entre el Estado y los ciudadanos que está regulada por la esfera 
pública política y un sistema de checks and balances. En 
Latinoamérica el equilibrio y la reciprocidad de esta mutua relación 
pasan por ser perturbados (y esto no sólo a partir de principios del 
siglo XIX28). En la nueva ciencia política se dice que el desarrollo del 
Estado en Latinoamérica padece del insuficiente desarrollo de una 
civil society. La otra cara de la medalla es que el Estado no establece 
ningún límite obligatorio a su ejercicio del poder. Esto es lo que 
ocurre con el empleo de la tortura como ha descrito Elaine Scarry en 
su impresionante libro The Body in Pain. Nancy Scheper-Hughes ha 
explicado para el caso de Brasil desde el punto de vista de la 
antropología que en el sistema de la violencia policial y la justicia 
penal, la tortura está instalada de manera fija como medio para ganar y 
demostrar poder. Igualmente lo argumenta la antropóloga Teresa 
Caldeira. Al débil reconocimiento de los derechos personales en 
Brasil, le acompaña una insignificante sensibilidad por la integridad y 
la inviolabilidad del cuerpo humano. El poder se marca en el cuerpo 
de los dominados. Sin embargo no es sólo el Estado el responsable de 
esta forma de la violencia. A menudo en Latinoamérica, actores 
individuales utilizan las zonas al margen de la violencia legal para 
llevar a cabo sus propios asuntos. Así diferencia un nuevo análisis 
sobre el ejemplo de la policía brasiliana a los “Lone-Wolf Police” del 
“ institutional functionary” que permanece leal al organismo de 
policía. El Lone-Wolf-Police es por el contrario un autor individual. Él 
emplea la violencia sobre todo cuando ve dañado su orgullo personal. 
Encontramos al Lone-Wolf-Police también en los pequeños países de 
Latinoamérica en donde había regímenes “sultánicos” (H.E Chehabi y 
 
27 Véase W. SOFSKY, “Zivilisation, Organisation, Gewalt”, en Mittelweg 36, 3 (1994), 
pp. 57-67, y el ensayo de W. SOFSKY en TROTHA, Soziologie (nota 44). 
28 Véase A. ALVES, Brutality and Benevolence. Human Ethology, Culture, and the Birth 
of Mexico, Westport 1996, que trata las relaciones de jerarquía y reciprocidad (p. 236) 
durante la creación de la sociedad colonial. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
83
Juan Linz mencionan entre otros los regímenes de Somoza en 
Nicaragua o de Duvalier en Haití). Allí, la arbitrariedad de los 
funcionarios particulares podía prevalecer de todos modos frente al 
respeto del orden burocrático.29 Hay que agregar que este aspecto toca 
también la dimensión afectiva de la violencia. Empleos de la 
violencia, guerras y demás, generalmente son situaciones en donde se 
concentran los “más intensos sentimientos” humanos.30 Hay casos de 
organización de la violencia que están muy impregnados de 
emociones. Pienso, por ejemplo, en el “Berserk Syndrome” que ha 
descrito el psicoterapeuta Jonathan Shay en un excelente estudio sobre 
la guerra de Vietnam.31 Queda claro que son diferentes las emociones 
en pequeños actos de violencia del tipo face to face a las emociones 
que surgen en actos de violencia organizados por parte de complejas 
instituciones y en el ramo de muy largas cadenas de personas. De 
igual forma varían los modos de controlar los sentimientos como 
partes de actos violentos. En las guerras entre sociedades “primitivas“, 
por ejemplo, puede desde un principio un “consenso social” limitar 
ascensos de violencia. Todavía en la actualidad, como por ejemplo en 
partes de Colombia, encontramos a los sistemas de venganza de la 
sangre los que se hacen cargode este función en una manera similar. 
Ellos regulan los conflictos entre grupos ilegales que no se rigen por 
ninguna fuerza estatal. A la vez, normalizan los actos de violencia y 
de este modo la mantienen dentro del ámbito de lo que está permitido 
social- y culturalmente.32 
 
29 Véase N. SCHEPER-HUGHES, Death without Weeping. The Violence of Everyday Life 
in Brazil, Berkeley 1992, pp. 227s.; M.K HUGGINS.& M. HARITOS-FATOUROS, 
“Bureaucratizing Masculinities among Brazilian Torturers and Murderers”, en L.H. 
BOWKER (ed.), Masculinities and Violence, Thousand Oaks 1998, pp. 29-54; H.E. 
CHEHABI, J.J. LInz, “A Theory of Sultanism”, en H.E. CHEHABI & J.J. LINZ (eds.), 
Sultanistic Regimes, Baltimore 1998, pp. 3-25. 
30 L.H. KEELEY, War before Civilization, New York, Oxford 1996, p. 3. 
31 Véase J. SHAY , Achill in Vietnam. Kampftrauma und Persönlichkeitsverlust, 
Hamburg 1997. Véase también G.B. PALERMO, “The Berserk Syndrome”, en Aggresion 
and Violent Behavior. A Review Journal 2 (1997), pp. 1-8. 
32 Véase N. WHITEHEAD, “The Snake Warriors Sons of the Tiger´s Teeth: a descriptive 
analysis of Carib warfare”, en J. HAAS, (ed.), The Anthropology of War, Cambridge 
1990, pp. 146-170, p. 167; P. WALDMANN , Rachegewalt. Vergleichende Beobachtungen 
zur Renaissance eines für überholt gehaltenen Gewaltmotivs in Albanien und 
Kolumbien (manuscrito 1998). Acerca de la “contingentación” (Bewirtschaftung) del 
Michael RIEKENBERG 
 
84
El tercer grupo de los análisis de la violencia parte de la 
sociabilidad de la misma. En primer plano se encuentra la parte 
socializante de la violencia. Aquí se puede pensar en todos los tipos de 
variantes posibles, desde la organización de la violencia en 
corporaciones de hombres (Männerbünde) o instituciones militares33 
hasta la etnologización de una “nación” durante una guerra. En la 
literatura se usa entre otros el concepto de cultura de la violencia o, 
más bien, de subcultura de la violencia cuando se trata la sociabilidad 
de la violencia. En Perú por ejemplo, una comisión senatorial realizó 
en 1989 una “cultura de la violencia” responsable de las causas de las 
guerras internas en el país. En un review essay sobre Colombia, la 
“cultura de la violencia” fue considerada hace pocos años como el más 
importante campo de trabajo de las investigaciones sobre la violencia 
en Latinoamérica.34 El concepto de “cultura de la violencia” puede 
tener distintos significados. Se define “cultura de la violencia” como 
el uso cotidiano de una defensa personal entre las bandas. O se 
entiende como un limitado medio de socialización productor de 
violencia que se da sobre todo entre los jóvenes (Outlaw Motorcycle 
Gang, crash kids, Hooligangs,35 etc.). O bien, como un concepto que 
describe la relación de las funciones rituales y ceremoniales con los 
actos de violencia. Esta última “cultura de la violencia” es la mayoría 
de las veces objeto de estudio por parte de la etnología o de la 
etnohistoria. No obstante se ha de considerar que este concepto de 
“cultura de la violencia” está bajo sospecha, por parte de los 
etnólogos, de no referirse tan sólo a la “realidad” misma, sino que 
también hace valoraciones capaces de desacreditar a sociedades o 
 
miedo como una de las “causas más significativas del poder” véase N. ELIAS, Über die 
Einsamkeit der Sterbenden in unseren Tagen, Frankfurt a. M. 1982, pp.52s. 
33 Véase P. BEATTIE, “Conflicting Penil Codes. Modern Masculinity and Sodomy in the 
Brazilian Military”, en D. BALDERSTON & D.J. GUY (eds.), Sex and Sexuality in Latin 
America, New York, London 1997, pp. 65-85, pp. 66s. 
34 Véase R. PEÑARANDA, “Surveying the Literature o the Violence”, en C. BERGQUIST y 
otros (eds.), Violence in Colombia. The Contemporary Crisis in Historical Perspective, 
Wilmigton 1992, pp. 293-314, p. 312. Para el caso de Perú este concepto es discutido 
por D. POOLE, (ed.), Unruly Order. Violence, Power, and Cultural Identity in the High 
Provinces of Southern Peru, Boulder 1994; F. MAC GREGOR (ed.), Violence in the 
Andean Region, Van Gorcum 1994. 
35 Véase p.e. A. PANFICHI, “Ritual und Gewalt in peruanischen Fußballstadien”, en 
Lateinamerika. Analysen und Berichte 19 (1995), pp. 42-65. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
85
culturas completas. Por este motivo en la nueva crítica cultural 
etnológica se trata de evitar este concepto. 
A pesar de las diferencias, la mayoría de las variantes del 
concepto definen “cultura” como un conjunto de normas y pautas de 
comportamiento y como un objeto delimitado. En este sentido, una 
“cultura de la violencia” está unida a determinados grupos y se 
manifiesta mediante rituales, artefactos y una acción institucionalizada 
“fuera” del Estado. Esta claro que esta manera de abarcar el concepto 
de “cultura” no tiene mucho en común con las nuevas teorías 
culturales de los cuales traté más arriba. Esto se debe al origen del 
concepto. En las ciencias sociales el término “cultura de la violencia” 
se remonta a la antigua sociología criminal y a los escritos de los años 
veinte de la Chicago Schools of Sociology.36 Fue entonces cuando se 
originó el concepto de subcultura. Se definió violencia como una 
desviación de lo “normal” y se confrontó a una supuesta sociedad 
pacífica con grupos minoritarios violentos. Hasta el momento, este 
principio ejerce una gran influencia en la literatura sobre la violencia y 
también sobre la violencia en Latinoamérica. Así, por ejemplo, la 
violencia en Colombia se designa como una forma “irracional” de 
conducta por la cual es responsable una “subcultura de violencia”.37 
Nuevas investigaciones insinúan que en Latinoamérica en la 
actualidad surgen “subculturas” de la violencia allí donde, o bien el 
estado entrega a otros actuantes de la violencia grandes territorios, 
barrios, etc. (por ejemplo Río de Janeiro) o donde se llevan a cabo 
reducciones de gastos públicos que desmontan estructuras sociales y 
comunitarias, y donde por esta razón, se pierde el control digamos 
comunal de la violencia (por ejemplo, Santiago de Chile).38 No está 
claro hacia dónde se desarrolla esta nueva “subcultura” de la violencia 
en una época de proximidad virtual en el Internet, en vista del 
continuo rejuvenecimiento de la población en Latinoamérica y de la 
relación de estas “subculturas” con la creciente comercialización de la 
 
36 Véase K. GELDER, y S. THORNTON (eds.), The Subcultures Reader, Vol. 1. London, 
New York 1997; F. SACK, y R. KÖNIG (eds.), Kriminalsoziologie, Frankfurt M. 1968. 
37 G. SÁNCHEZ, y D. MEERTENS, Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la 
violencia en Colombia, Bogotá 1983, p. 29. 
38 Véase B. HAPPE, y J. SPERBERG, “Gewalt und Kriminalität in den städtischen 
Marginalsiedlungen von Santiago de Chile und Rio de Janeiro”, en Lateinamerika. 
Analysen, Daten, Dokumentation 15 (1998), pp. 59-73. 
Michael RIEKENBERG 
 
86
violencia. En los EEUU hay al parecer una “posmoderna” 
disgregación de las antiguas e históricas subculturas de la violencia. 
También como consecuencia de la informalización de la economía y 
de la disminución del sector público se produce en los EEUU una de-
pacificación de grupos de jóvenes en zonas marginales, ghettos, etc. 
La violencia gana de este modo un importante significado como 
estrategia de supervivencia, mientras que otras formas de capital 
cultural pierden valor. Desde El Salvador se indica que adolescentes 
repatriados a la fuerza de los EEUU son portadores de esta “nueva” 
cultura de las bandas y que la traigan al sur del continente.39 
De-culturalización de la violencia 
Para el caso de África tituló hace poco la revista Jeune Afrique que la 
época de los “Cyber-Rebels” ha comenzado.40 En particulares países 
de África, la organización de la violencia se ejerceen la actualidad por 
warlords, cárteles de violencia o empresas privadas que trabajan con 
mercenarios y que salvaguardan el Estado frente a sus enemigos. Estos 
actores no poseen ningún interés en la organización estatal de la 
violencia. Sin embargo, por este motivo tampoco aparecen actuantes 
“culturales” de la misma. Es decir que no se someten (más) a la 
dicotomía entre “Estado” y “cultura” en la que tanto antes como 
después, se centra el discurso sobre la violencia en Latinoamérica.41 
La creciente comercialización de la violencia en 
Latinoamérica es algo que llama progresivamente la atención de las 
investigaciones. Este interés no se centra sólo en las drug wars, en los 
desarrollos de criminalidad organizada o de violencia similar a la de la 
mafia. La debilidad del Estado en el control de la violencia produce 
 
39 Véase S. AMOS, “Die US-amerikanische Ghettoforschung”, en Sozialwissen-
schaftliche Literatur Rundschau 2 (1999), pp. 5-24, pp. 18s.; I. CASTRO, “Gewalt und 
Hoffnung in El Salvador”, en Der Überblick 1 (1998), pp. 127-129. 
40 Edición No. 1985, 01.02.1999. 
41 Véase H. HOWE, “Private Security Forces and African Stability. The Case of 
Executive Outcomes”, en Journal of Modern African Studies 36,2 (1998), pp. 307-331; 
véase tambien el destacado artículo de D. CRUISE O´BRIAN, “A lost generation? Youth 
identity and state decay in Westafrica”, en R. WERBNER y T. RANGER (eds.), 
Postcolonial Identities in Africa, London, New Jersey 1996, pp. 55-74; K. PETERS y P. 
RICHARDS, “Why we fight: Voices of Youth Combatants in Sierra Leone”, en Africa 68 
(1998), pp. 183-210; P. RICHARDS, Fighting for the Rain Forest. War, Youth and 
Resources in Sierra Leone, Oxford 1996. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
87
una gran expansión de industrias privadas para la seguridad, que se 
benefician económicamente del control de esta violencia. De este 
modo se sigue ahondando en las pretensiones de soberanía del 
Estado.42 En otras partes del mundo, en una forma plenamente 
desarrollada por primera vez en el Líbano a partir de la mitad de los 
anos setenta, ha surgido una organizada “economía de guerra” a partir 
de los intereses comerciales en la organización de la violencia y bajo 
las condiciones de una guerra civil. Por ello la finalidad principal de 
los actuantes de la violencia es la de garantizar la existencia de la 
misma economía de guerra y emplear las posibilidades económicas 
que se dan en el mercado mundial con el comercio de armas, drogas, 
la explotación ilegal de materias primas, el pago de rescates, etc.43 
Desde la perspectiva etnológica africana, se ha desarrollado el 
concepto de “mercado de la violencia” para describir estos procesos. 
Según la teoría es en estos “mercados de la violencia” donde la 
comercialización de la misma experimenta su máximo agravante. Los 
mercados de violencia forman, según la definición, regiones 
económicos dominadas por guerras civiles, warlords, bandas, etcétera. 
Son estructuras al margen del Estado. Surgen tras la unión de la 
economía mercantil con regiones o bien sectores de la sociedad 
“abiertos a la violencia” en donde no hay ningún tipo de límite estatal 
que rija el empleo de la misma.44 Restrictivamente se ha de tener en 
cuenta que la comercialización de la violencia en Latinoamérica 
(todavía) no ha alcanzado las dimensiones africanas. Además, el 
concepto de “mercado de la violencia” es problemático por diferentes 
razones. Las relaciones de los actores de violencia, por ejemplo, sólo 
en parte equivalen a las pautas de comportamiento que rigen a los 
actores de mercado. Además tal creación, según es definida, se tiende 
a agotar sus recursos para extinguir rápidamente. Parece que los 
“mercados de violencia” o mejor dicho: estructuras similares a este 
concepto, se forman en Latinoamérica sólo provisionalmente y en 
 
42 Véase M. VELLINGA (ed.), The Changing Role of the State in Latin America, Boulder 
1998; L. GERARDO GABALDÓN “Tendencias y perspectivas del control social en 
Venezuela en la década de los noventa”, en Ensayos en homenaje a Héctor Febres 
Cordero, Mérida 1996, pp. 15-35. 
43 Véase F. JEAN y J.C. RUFIN (eds), Economie des guerres civiles, Paris 1996. 
44 Véase G. ELWERT, “Gewaltmärkte. Beobachtungen zur Zweckrationalität der 
Gewalt”, en T.v. TROTHA (ed.), Soziologie der Gewalt, Opladen 1997, pp. 86-101. 
Michael RIEKENBERG 
 
88
zonas periféricas. Durante el siglo XIX fue el caso en algunas zonas 
fronterizas (frontiers). En la actualidad las mejores condiciones en 
apariencia para la formación de “mercados de violencia” se dan en las 
zonas coloniales de Colombia.45 
La sociología histórica ha establecida una estrecha relación 
entre la formación del Estado, la economía (naturaleza de los 
impuestos) y la estrategia de guerra. Se considera que en la temprana 
época moderna en Europa, la creación de instituciones burocráticas, 
así como la creciente efectividad de la recaudación de impuestos que 
entre aproximadamente 1.400 y 1.800 iban acompañados de las 
guerras, actuaron como poderosas fuerzas motrices para la 
organización del Estado. Si, por el contrario, observamos a 
Latinoamérica, llama la atención que las guerras con motivo de la 
organización del Estado en el siglo XIX y principios del XX tuvieran 
aquí un papel diferente. En Latinoamérica las guerras hasta el año 
1800 tuvieron lugar casi exclusivamente en las zonas de paso como el 
Caribe, y los conflictos europeos fueron decisivos. Tras 1810 las 
guerras se trasladaron al interior de la región. Sin embargo, sólo se 
produjeron pocas guerras entre Estados y en el siglo XIX más bien se 
puede decir que disminuyó el número de guerras inter-estatales en 
Latinoamérica. En su lugar, se disputaron demasiadas pequeñas 
guerras en el interior de las estructuras socio-políticas denominados 
“Estados“, entre provincias, comunidades, etc.46 A decir verdad este 
tema todavía está poco trabajado para el caso de América Latina.47 
Pero parece que las guerras latinoamericanas desarrollaron muy poca 
fuerza integrativa para el Estado y la “nación”. Además hubo otro 
factor. Al contrario que en los EEUU donde en las frontiers existían 
claras imágenes étnicas o racistas del enemigo, en Latinoamérica en el 
siglo XIX, por el contrario, hubo poca radicalización de la violencia 
 
45 Para más información sobre el tema véase M. RIEKENBERG, “Gewaltmarkt, Staat und 
Kreolisation des Staates in der Provinz Buenos Aires, 1770-1830”, en W. REINHARD 
(ed.), Verstaatlichung (nota 10), pp. 19-36; N. RICHANI, “The Polical Economy of 
Violence: The War System in Colombia”, en Journal of Interamerican Studies and 
World Affairs 39 (1997), pp. 37-81. 
46 Véase M.A. Centeno, “War in Latin America: The Peaceful Continent?”, en J. LÓPEZ-
ARIAS, y G. VARONA-LACEY (eds.), Latin America. An Interdisciplinary Approach, 
New York 1999, pp. 121-136. 
47 Véase Josefina VÁZQUEZ, “A cientocincuenta años de una guerra costosa”, en 
Historia Mexicana 186 (1997), pp. 257-259. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
89
motivada étnicamente. Formas extremas de la violencia étnica como 
por ejemplo guerras étnicas, faltaron en Latinoamérica en el siglo 
XIX, o sucedieron sólo de forma leve. Fue solo en algunas partes 
fronterizas, como en la región del Plata o en Yucatán, donde hubo 
formas de etnologizar la guerra hasta el ascenso de la guerra hacia una 
violencia de exterminio.48 Posiblemente esto se deba en primer lugar a 
que los Estados en Latinoamérica no ejercieron ninguna 
etnologización de la identidad de la “nación”.49 Quizá constituyó 
Paraguay una excepción en la guerra de la Triple Alianza, como ya 
mencionó una vez Eric Hobsbawm en su libro The Age of Capital, 
1848 to 1875. De todos modos: Mientras que la violencia en otros 
lugares del mundo encontró un claro destinoporque estuvo dirigida 
contra “forasteros” e out-groups, en Latinoamérica se centró la 
mayoría de las veces en conflictos internos. Esto favoreció la pérdida 
del control de la violencia por parte del Estado. 
Las investigaciones las señalan la mayoría de las veces como 
guerras civiles a los conflictos violentos que surgieron en 
Latinoamérica tras 1810, 1820. También para el caso de Europa se 
puede leer que tras 1815 las guerras “... apenas se produjeron, 
mientras que las guerras civiles, por el contrario, aumentaron”.50 De 
todas formas, el concepto de guerra civil en cada caso indica algo muy 
diferente. En Europa describe los acontecimientos revolucionarios 
dentro de la consolidación del Estado en la época de la Restauración. 
Para Latinoamérica indica, sin embargo, la transferencia de recursos 
políticos y militares a grupos locales y a poderes segmentados como 
consecuencia de la caída del Imperio Español en gran partes de 
América. Esta diferencia entre violencia local, “guerra”, “guerra 
civil”, guerra “interna”, etc. tiene también impacto en el carácter de 
los actores de la violencia. Otra vez una perspectiva comparada puede 
ser de utilidad. Para el caso de los EEUU, por ejemplo, David 
 
48 Véase M. RIEKENBERG, “ ‘Aniquilar hasta su exterminio a estos indios...’ Un ensayo 
para repensar la frontera bonaerense 1770-1830”, en Ibero-Americana Pragensia 30 
(1996), pp. 61-75; D. WEBER “Borbones y bárbaros”, en Anuario IEHS Tandil 13 
(1998), pp. 147-171. 
49 Véase por ejemplo M. IRUROZQUI, “Ciudadanía y política estatal indígena en Bolivia, 
1825-1900”, en Rev. de Indias 217 (1999), pp. 705-740; Rodolfo STAVENHAGEN, The 
Ethnic Question, Hongkong 1990, p. 47. 
50 R. KOSELLECK, Das Zeitalter der europäischen Revolutionen 1780-1848, Frankfurt a. 
M. 1969, p. 202. 
Michael RIEKENBERG 
 
90
Courtwright defiende la opinión de que la violencia extra-estatal en 
los EEUU en el siglo XIX fue realizada principalmente por hombres 
jóvenes, solteros, y “nómadas” (transiens). Los ámbitos típicos de esa 
violencia eran las ciudades mineras y los campamentos de la Union 
Pacific Railroad en la frontier. Esta violencia no estaba dirigida 
políticamente ni calculada de manera económica sino que más bien 
era una oportunidad de hacer negocio. Se puede criticar de 
exclusivista a la tesis de Courtwright (que aunque ya no nueva, ahora 
es mejor comprobada de forma empírica) por distintas razones.51 Para 
fines comparativos, es esta tesis sin embargo útil porque no hubo, o 
tan sólo de forma restrictiva, una cultura de la violencia de los single 
young men tal y como Courtwright la describe para el caso 
norteamericano. En Colombia por ejemplo, se estima que fue en la 
época de los sesenta por primera vez cuando surgen actores de 
violencia juvenil que se habían desencadenado de las antiguas bandas 
locales y lealtades clientelas.52 En diferencia a las investigaciones 
sobre los EEUU, en la literatura sobre Latinoamérica predomina, si la 
examino con detalle, un tipo de actor de violencia unido habitualmente 
a sistemas sociales que están estructurados de manera jerárquica. Es 
parte de las bandas familiares de carácter patriarcal. Representa la 
“combinación entre violencia y paternalismo”.53 Esto podría explicar 
por que tras las declaraciones de la Conferencia Mundial de la Mujer 
de 1995, en la actualidad mundial un porcentaje promedia del 21% de 
las mujeres casadas son maltratadas físicamente por sus maridos, 
mientras que en Colombia el porcentaje es del 65%. La característica 
principal de esta organización “familiar” de la violencia era que ella 
misma (e apoyada por estructuras pueblerinas, tradiciones 
corporativas y dependencias clientelas) se adhería a las estructuras del 
poder local. Las consecuencias de esto fueron intensas 
fragmentaciones del Estado. Mientras que en los EEUU, exceptuando 
 
51 D. Courtwright, Violent Land. Single Men and Social Disorder from the Frontier to 
the Inner City, Cambridge, Mass. 1996. Véase también J. ARCHER, (ed.), Male 
Violence, London 1994; T. NEWBURN y E. STANKO (eds.), Just Boys doing Business? 
Men, Masculinities and Crime, London, New York 1994. 
52 Véase D. BETANCOURT, y M.L. GARCÍA, Matones y cuadrilleros. Orígen y evolución 
de la violencia en el occidente colombiano, Bogotá 1991, p. 120. Sobre actantes 
juveniles de la violencia hoy, véase A. SALAZAR , Born to die in Medellin, London 1992. 
53 A. FLORES GALINDO , La tradición autoritaria. Violencia y democratización en el 
Perú, Lima 1999, p. 43. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
91
los estados del sur, fue relativamente fácil reducir el nivel de violencia 
de los single young men pertenecientes al estatus de “subculturas” 
durante el período de desarrollo de la organización estatal a principios 
del siglo XX, en Latinoamérica fue por el contrario mucho más difícil 
para el Estado imponerse sobre una organización de la violencia 
basada en bandas familiares y estructuras de poder local. 
Aparentemente esto fue también el caso por que la integración de los 
actores de violencia en redes familiares formó solo una variante de 
una probada estrategia de supervivencia. 
La violencia unida a la familia convierte en Latinoamérica al 
Estado, entendido como instancia de la disciplina social, en cierta 
manera en una superflua autoridad competente. Los cambios en la 
sociedad y sobre todo en la urbanización destruyen, no obstante, 
antiguas formas de control de la violencia no estatales.54 Sobre todo en 
los centros urbanos que se desarrollaron rápidamente en los grandes 
países de Latinoamérica a partir de 1880, el Estado tuvo que 
encargarse mucho más que antes de establecer un control social. Pero 
para ello estaba mal preparado. Como débil actante que disponía de 
pocos recursos, el Estado recurrió a la violencia física pública para 
poder establecer el control sobre la sociedad. Esto explica también la 
comparativamente alta tendencia a la violencia que tiene el Estado en 
su política interior en Latinoamérica. Los estudios sobre el Estado y su 
papel en la civilización de la sociedad en Latinoamérica han 
aumentado en los últimos años. Los trabajos de Foucault según los 
cuales se produce por un lado, una pacificación de la sociedad 
mediante un rutinario control policial y por otro, una internalización 
de la disciplina, tuvieron una gran influencia en muchos casos. Los 
estudios de Elias tuvieron poca aceptación en Latinoamérica (sí han 
sido muy discutidos en las investigaciones sobre la temprana edad 
moderna en Europa). El interés de estas investigaciones abarca la 
mayoría de los sectores de la sociedad. Son de mencionar, en este 
punto, las clásicas instituciones públicas como la policía, el sistema 
presidiario, la sanidad, etc. Muchos de estos estudios muestran qué 
límites tiene la influencia de las organizaciones estatales en partes de 
Latinoamérica. Especialmente extremo se muestra esto en los casos en 
 
54 Véase la introductión, en S.M. ARROM y S. ORTELL (eds.), Riots in the Cities. 
Popular Politics and the Urban Poor in Latin Amerca, 1765-1910, Wilmington 1996, 
p. 7. 
Michael RIEKENBERG 
 
92
los que la administración de la justicia en la actualidad no posee (casi) 
ninguna influencia en la organización interna de las cárceles.55 
Epilogue 
Aparentemente una causa del aumento del interés por parte de las 
ciencias sociales en las últimas dos décadas sobre el Estado y la 
violencia es, que la fase de expansión “del” modelo de Estado europeo 
está evidentemente rebasada. Formas estatales de la organización de la 
violencia se descomponen (nuevamente) en varias partes del mundo. 
El aumento del warlordism en África y partes de Asia o de las non-
governmental areas en zonas urbanas lo parecen señalar.56 
Ante el trasfondo de estos procesos y según los criterios del 
monopoliode la violencia y de los impuestos, entendidos como 
componentes imprescindibles de la soberanía estatal, se considera al 
Estado latinoamericano más bien débil.57 En lo que respecta al control 
de la violencia, el Estado latinoamericano esta confrontado a menudo 
con estructuras de organización autónoma de la violencia. Antes se 
trataba de poderes locales clientelistas, pueblos y comunidades, 
colectividades (Gemeinschaften) étnicas, movimientos milenarios, etc. 
Hoy día son grupos paramilitares, cárteles, subculturas, “mercados de 
 
55 Véase p. e. Fundación Regional de Asesora en Derechos Humanos (ed.), La violencia 
intracarcelaria en el Centro de Detención Provisional de Quito, Quito 1997; J.L. PÉREZ 
GUADERLUPE, Una etnografia del penal de Lurigancho, Lima 1994, pp. 35f.; Human 
Rights Watch (ed.), Prison Conditions in Venezuela, New York 1997; P. ANDRADE 
ROA, Carceles de Venezuela. Campos de exterminio, Caracas 1996. Sobre culturas 
“duales” véase N. ALVAREZ LICONA, “Las Islas Marías y la subcultura carcelaria”, en 
Boletin Mexicano de Derecho Comparado 91 (1998), pp. 13-29. Como orientación 
véase R.D. SALVATORE y C. AGUIRRE (eds.), The Birth of the Penitentiary in Latin 
America: Essays on Criminology, Prison Reform and Social Control, 1830-1940, 
Austin 1996). 
56 Véase M. RIEKENBERG, “Warlords”, en Comparativ 6 (1999), pp. 187-205. 
57 Hasta ahora, las comparaciones acerca del Estado en Latinoamérica estuvieron la 
mayorá de las veces orientadas de una forma funcional y para conseguir sus cometidos 
se cuestionaban cómo de “fuerte” o “débil” era el Estado latinoamericano y de qué 
recursos disponía. Véase E. Huber, “Assessments of State Strength”, en Latin America 
in Comparative Perspectives. New Approaches to Methods and Analysis, Boulder 1995, 
pp. 163-193, p. 165; , M.S. GRINDLE, Challenging the State. Crisis and Innovation in 
Latin America and Africa, Cambridge 1996; J. LINZ y A. STEPAN (eds.), Problems of 
Democratic Transition and Consolidation: Southern Europe, South America and Post-
Communist Europe, Baltimore 1996. 
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LITERATURA RECIENTE 
 
93
violencia“, etc. que toman del Estado partes de su soberanía. De todas 
formas se han de tener en cuenta las considerables diferencias entre 
los distintos países. Llama la atención que sean a menudo Colombia o 
El Salvador los más mencionados cuando se habla de violencia en 
“Latinoamérica”. 
A pesar de las debilidades y de los componentes de “anomía” 
de la organización estatal, no presenciamos en Latinoamérica ninguna 
desintegración total del Estado. Quizá Colombia sea en este sentido 
una excepción: Paul Oquist ya diagnosticó en 1980 un “partial 
collapse of the state”. Pero en general Latinoamérica posee una fuerte 
tradición del Estado y de la urbanidad, así como de una organización 
social jerárquica. Esta tradición se puede observar incluso en el ámbito 
del tráfico de droga y de la criminalidad organizada, en donde se 
puede observar fuertes diferencias entre partes de Africa y de 
Latinoamérica.58 Por este motivo es poco probable que el Estado en 
Latinoamérica pierda totalmente su “right to rule”.59 De todas formas, 
el repliegue del Estado observado desde hace algunos años en sectores 
de la sociedad y de la economía en favor del crecimiento del mercado, 
podría significar que la esfera pública se descompone todavía más que 
antes en segmentos distintamente seguros. 
 
 
58 Véase sobre esto en comparación con África J.F. BAYART et al. (eds.), The 
Criminalization of the State in Africa, Oxford 1998, p. 11. Véase también la excelente 
comparación entre la violencia mafiosa en Italia y Colombia de C. KRAUTHAUSEN, 
Moderne Gewalten. Organisierte Kriminalität in Kolumbien und Italien, Frankfurt, New 
York 1997. 
59 I.W. ZARTMAN (ed.), Collapsed States. The Desintegration and Restoration of 
Legitimate Authority, Boulder 1995, p. 5. 
 
 
PARTE SEGUNDA 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS: 
LA ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA DE LAS 
COMUNIDADES ANDINAS CARA AL NUEVO SIGLO 
ANDRÉS GUERRERO* 
TRISTAN PLATT** 
Con esta colección de ensayos sobre “las comunidades andinas”, nos 
proponemos sugerir combinaciones de enfoques antropológicos con 
métodos históricos y, desde esta perspectiva, ampliar para los Andes 
el debate planteado en el Cuaderno no 7 de AHILA (1999) sobre la El 
Proceso Desvinculador y Desamortizador de Bienes Eclesiásticos y 
Comunales en la América Española Siglos XVIII y XIX. En la 
Introducción a ese número, Rosa María Martínez de Codes hizo 
hincapié sobre la transición al sistema de propiedad liberal, concebido 
como un proceso secularizador de bienes de “manos muertas”. Enfocó 
las condiciones de emergencia del concepto liberal de propiedad 
individual a través de los actos legales y sus efectos, utilizando 
sobretodo categorías y relaciones conceptuales disgregadas de la 
misma documentación administrativa. A pesar de su utilidad como 
recopilación de la historia jurídica y política criolla, pensamos que 
esta perspectiva plantea un problema de corte epistemológico cuya 
solución requiere un enfoque etnohistórico y una reflexión crítica. 
Nuestra aproximación se distingue por su inter-
disciplinariedad, y un reconocimiento de lo que los documentos callan 
 
* FLASCO, Ecuador. 
** Universidad de St. Andrews. 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
96
 
o dicen implícita o marginalmente, como también por un énfasis sobre 
la experiencia histórica y política de las poblaciones actuales, tal como 
ésta puede detectarse a través del trabajo de campo. En una sociedad 
donde la “larga duración” sigue manteniendo tanto peso sobre el 
presente, una historia que no contempla los problemas planteados por 
la experiencia acumulada de las sociedades actuales quedará sin un 
método imprescindible de verificación. 
Se requiere, además, una hermeneútica que interrogue los 
ordenamientos de las nociones y los enlaces de las categorías (su 
utilización práctica por los funcionarios), tal como aparecen en los 
documentos producidos por el Estado colonial y republicano, 
reconociéndoles como productos coyunturales de un determinado 
conjunto de ideas histórico–culturales vinculadas a funcionalidades 
inmediatas de orden administrativo. Debe reconocerse que gran parte 
de la realidad social comunitaria se desenvuelve fuera del alcance de 
la percepción administrativa y, por ende, de este tipo de 
documentación. Al mantenerse dentro de este conjunto de ideas, y 
utilizarlas sin desmontar su significado y realidad, se corre el riesgo 
de reificar la visión administrativa y criolla de las cosas, suprimiendo 
las formas de subalternidad que subyacen en cualquier sociedad 
colonizada y poscolonial. En la producción de esta distorsión, ocupan 
un lugar especial los tradicionales nacionalismos criollos, que a 
menudo aparecen como “mentalidades cárceles” que imponen un 
marco teleológico sobre percepciones más plurivalentes y ambigüas 
de la realidad regional. 
Dentro de la antropología andina, la agenda nacional criolla 
tiene una de sus raices más fecundas en un artículo clásico por 
Fernando Fuenzalida, quien en 1964 argumentó que, desde la 
formación de los municipios en las nuevas parroquias de indios 
reducidos en pueblos por el virrey Francisco de Toledo (1579–1581), 
la historia de las sociedades andinas quedó definitivamente trunca, en 
cuanto su población—diezmada y desarticulada por la guerra, la 
encomienda y la epidemia—fue volcada en formas institucionales de 
claro raigambre peninsular.1 Este planteamiento puede contrastarse 
con la posicion indianista (p.ej., la del Taller de Historia Oral Aymara 
 
1 Fernando FUENZALIDA VOLLMAR , “La matriz colonial de la comunidad de indigenas 
peruana: una hipótesis de trabajo”, republicado en Revista del MuseoNacional nº 35, 
Lima 1967/1968 (pp. 92-113). 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
97
de La Paz)2, que plantea la continuidad de los efectos coloniales hasta 
el presente sobre una población “autóctona” dispersa entre seis 
Repúblicas. Los dos enfoques se complementan como dos miradas 
cruzadas. 
En realidad, al debatir sobre los méritos respectivos de los 
enfoques peninsular y andino, tiende a reproducirse una falsa 
dicotomía. Tomar el gobierno toledano como momento fundacional 
de la “comunidad andina” tiene sentido sólo si nos preguntamos 
también por la manera en que fue recibida y resignificada la reforma 
toledana por las sociedades andinas en vías de colonización. Y esto 
nos obligaría a indagar sobre la sociedad pre–hispánica, además de la 
sociedad medieval europea. La necesidad de superar un fácil dualismo 
en el análisis ya estaba presente en el trabajo del antropólogo y 
etnohistoriador John V. Murra, cuya obra—precozmente reflexiva3—
invocó una visión antropológica desde ambos lados del Atlántico, 
inspirándose en las etnografías británicas sobre la Africa y los 
conceptos redistributivos elaborados también por Karl Polanyi para 
las economías de los antiguos imperios.4 Murra también enfatizó el 
logro de los primeros etnógrafos españoles que conocieron las 
sociedades andinas en las etapas tempranas de la invasión europea,5 
señalando además la utilidad de las Visitas administrativas del estado 
español, a pesar del sesgo introducido por algunas nociones 
utilizadas.6 Al mismo tiempo, sostuvo la necesidad de aportar a las 
antropologías propias de los lugares estudiados, en la medida que toda 
sociedad busca desarrollar su propia reflexión sobre si misma y sus 
“otros”. 
En los 1970s, se produjo un florecimiento internacional 
inédito de los estudios andinos, como parte de una búsqueda de 
 
2 Taller de Historia Oral Andina (THOA), Ayllu: pasado y futuro de los pueblos 
originarios, La Paz 1995. 
3 Victoria CASTRO, Carlos ALDUNATE y Jorge HIDALGO, (eds.) Nispa Ninchis/Decimos 
Diciendo: Conversaciones con John Murra, Lima 2000. 
4 John V. MURRA, Formaciones Económicas y Políticas del Munda Andino, Lima 1975. 
5Ver, recientemente, Sabine MACCORMACK, “Ethnography in South America: the First 
Two Hundred Years”, in Frank SALOMON & Stuart SCHWARTZ (eds.), Cambridge 
History of Native American Peoples, t.3 “South America” (Pt.1), Cambridge 1999. 
6 Sobre este punto, el artículo pionero fue el de Enrique MAYER, “Censos insensatos”, 
en Iñigo ORTIZ DE ZUÑIGA, Visita de la Provincia de León de Huánuco en 1562, t.2, 
Edición a cargo de John V. Murra. Huánuco 1972. 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
98
 
alternativas políticas. Desde la perspectiva andina, la unificación 
política del espacio mediante técnicas de organización social y laboral 
permitieron, primero, a las señoríos locales, y después a los estados, 
convertir un territorio montañoso, agreste y hostil en una fuente de 
abundancia y riqueza mediante el desarrollo de formas propias de 
acceso a los recursos. Con su famosa teoría de la “verticalidad 
andina”, Murra orientó nuevos trabajos de campo, donde la 
perspectiva localista de la “comunidad” se complementó con el 
reconocimiento de estrategias de reproducción mucho más amplias, 
que cruzaron las fronteras de diferentes jurisdicciones nacionales, 
unificando a gente dispersa entre varias comunidades locales 
desparramadas através de la Cordillera. La relevancia fluctuante de la 
complementariedad ecológica después de la Conquista, según el grado 
de mercantilización,7 y su presencia, en forma atenuada, hasta fines 
del siglo XX, enfatizó la necesidad de contextualizar las 
“comunidades”. Murra complementó el enfoque circulacionista 
analizando las formas de acceso de diferentes grupos sociales a la 
tierra, la distribución vertical de los insumos productivos, y los 
sistemas de organización laboral. Todos ellos son, evidentemente, 
elementos necesarios para comprender la recepción posterior de las 
políticas liberales de desvinculación. Incluso planteó la emergencia de 
“haciendas” estatales, altamente productivas, en la víspera de la 
invasión europea,8 pero el enganche teórico de este modelo dinámico 
del desarrollo del Tawantinsuyu con las nuevas formas de propiedad 
 
7 Los trabajos pioneros fueron los de César FONSECA MARTEL, Sistemas Económicos 
Andinos, Biblioteca Andina, Lima 1973. G. ALBERTI & Enrique MAYER (comp.), 
Reciprocidad e intercambio en los Andes peruanos, Lima 1974. Una visión dinámica de 
esta relación fluctuante fue propuesta por los historiadores Enrique TANDETER y Nathan 
WACHTEL en Precios y producción agraria. Potosí y Charcas en el siglo XVIII, Buenos 
Aires 1983. Ver también los estudios recogidos en Olivia HARRIS, Brooke LARSON y 
Enrique TANDETER (comps.), Participación indígena en los mercados sur–andinos, 
Cochabamba 1987. 
8 Sobre el acceso a la tierra, ver John V. MURRA, “Derechos a las tierras en el 
Tawantinsuyu”, in Margarita MENEGUS (comp.), Dos décadas de investigación en 
historia económica comparada en América Latina. Homenaje a Carlos Sempat 
Assadourian, Mexico 1999. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
99
introducidas por los europeos aún no se ha explorado con el detalle 
que merece.9 
La necesidad de enraizar la investigación etnográfica dentro 
de una comprensión arqueológica y etnohistórica de las sociedades 
regionales, y simultáneamente asegurar su relevancia para las 
transformaciones contemporáneas (las nuevas Reforma Agrarias, las 
políticas económicas, jurídicas, pedagógicas y linguísticas, etc.), 
significó que los estudios andinos se formasen como un conjunto de 
tácticas interdisciplinarias enmarcado por la temporalidad. En los 
1970s y los 1980s tempranos, estas disciplinas aún pudieron mantener 
un fecundo contacto entre sí, produciéndose una etapa de acumulación 
y articulación de los conocimientos sin precedentes, como aportes 
para la construcción de una memoria y un proyecto comunes. 
En este proceso de articulación, una contribución 
fundamental provino del encuentro entre la antropología y la historia 
económica. La definición de un área cultural a partir de la geoecología 
de Puna y Páramo,10 y del estudio de las características politico–
económicas de la formación estatal prehispánica más extendida del 
Nuevo Mundo,11 fue complementada por los análisis desarrollados por 
Carlos Sempat Assadourian del sistema colonial andino basado en la 
producción de metales preciosos y la circulación de mercancías 
mediante una división regional del trabajo necesario para llenar la 
demanda del mercado minero.12 La obra de Assadourian también 
desembocó, en los 1980s y ‘90s, en múltiples estudios de regiones y 
aspectos parciales del sistema teorizado por él.13 Al mismo tiempo, se 
buscó articular la participación en el mercado de las “comunidades” y 
unidades domésticas indias con los sistemas no–monetarios de 
 
9 Ver, sin embargo, Carlos SEMPAT ASSADOURIAN, “Los derechos a las tierras del Inca 
y del Sol durante la formación del sistema colonial”, en Transiciones hacia el Sistema 
Colonial Andino, Lima 1994. 
10 Carl TROLL (ed.), Geo–ecology of the Mountainous Regions of the Tropical 
Americas, Bonn 1968. 
11 John V. MURRA, La organización económica del estado Inca, Mexico 1978 [1955]. 
12 Carlos SEMPAT ASSADOURIAN, El sistema de la economía colonial: mercado interno, 
regiones y espacio económico, Lima 1982. 
13 Por ejemplo, Juan Carlos GARAVAGLIA , Mercado Interno y Economía Regional, 
Mexico-Barcelona-Buenos Aires 1983. Luis Miguel GLAVE y María Ysabel REMY, 
Estructura Andina y Vida Rural en una Región Andina. Ollantaytambo entre los siglos 
XVI y XIX, Cusco 1984. Brooke LARSON, Explotación agraria y resistencia campesina 
en Cochabamba, Cochabamba 1982. 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
100 
 
circulación.14Así, se desvió la atención teórica desde el análisis 
dependista del colonialismo hacia el estudio de la circulación interna y 
el grado de autosuficiencia, real o potencial, existente en el ámbito 
americano. En esta coyuntura, uno de los enfoques antropológicos 
más novedosos fue el análisis de los conceptos aymaras y quechuas 
del “dinero” ancestral como símbolo de fertilidad y riqueza, y las 
consecuencias para la circulación monetaria dentro y fuera de las 
comunidades.15 
La conjunción entre lo económico y lo religioso en el 
pensamiento de las comunidades andinas desbrozó varias pistas para 
la investigación de las subjetividades colonizadas, en cuanto las almas 
y los metales preciosos constituyeron los dos objetivos principales de 
la colonización europea. En trabajos recientes, el mismo Assadourian 
ha incorporado la religión al análisis de las condiciones de 
surgimiento del sistema colonial. Aqui señalaremos el aporte de los 
linguistas (inspirados en el ejemplo de sus precursores religiosos del 
siglo XVI-XVII) que renovó el estudio de la conversión religiosa.16 Al 
mismo tiempo, se empezó la búsqueda de nuevas fuentes propiamente 
andinas, aparte de los pocos textos alfabéticos.17 Murra había indicado 
la importancia de los tejidos como forma de riqueza en los Andes; y 
ya en 1978 Verónica Cereceda demostró la posibilidad de una 
aproximación semiológica a las tradiciones textiles de las 
comunidades, que se revelaron como un conjunto dinámico de formas 
y colores. Su trabajo suscitó un interés inmediato en las 
transformaciones inter-comunitarias de los textiles y, mas 
ampliamente, en las formas de la textualidad andina. Aquí también 
 
14 David LEHMANN (comp.), Ecology and Exchange in the Andes, Cambridge 1982. 
Tristan PLATT , Estado tributario y librecambio: mercado interno, proteccionismo y 
lucha de ideologías monetarias, La Paz 1986. 
15 Olivia HARRIS, “Phaxsima y qullqi. Los poderes y significados del dinero en el Norte 
de Potosí”, en O. HARRIS, B. LARSON & E. TANDETER, La Participación indígena. 
16 En esta tradición se enmarca, recientemente, Sabine DEDENBACH-SALAZAR SÁENZ & 
Lindsey CRICKMAY (comps.), La lengua de la cristianización en Latinoamérica: 
Catequización e instrucción en lenguas amerindias, Bonn 1999. 
17 Felipe GUAMAN POMA DE AYALA , Nueva Corónica y Buen Gobierno. Edición a 
cargo de John V. Murra y Rolena Adorno, Mexico 1980. Gerald TAYLOR, Ritos y 
tradiciones de Huarochiri: Manuscrito Quechua de comienzos del siglo XVII, Lima 
1987 (incluye un estudio por Antonio Acosta sobre Francisco de Ávila). Frank 
SALOMON and George URIOSTE, The Huarochiri Manuscript. A Testament of Ancient 
and Colonial Andean Religion, Austin 1991. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
101 
Cereceda contribuyó ideas esenciales—como la capacidad de hablar 
atribuida a los artefactos textiles, considerados como seres vivos—, 
que hoy se recogen en los estudios sobre los quipos y otros sistemas 
gráficos, considerados crecientemente como formas no–alfabéticas de 
escritura.18 Como parte del mismo corriente, la reflexión sobre las 
relaciones entre la oralidad y la escritura en los Andes también han 
permitido avances metodológicos importantes en la recuperación de 
los procedimientos de lectura de los diferentes tipos de texto.19 
Por otra parte, Pierre Duviols y César Itier analizaron el texto 
y los famosos dibujos de Joan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui,20 
sometiendo los esquemas interpretativos de R.T. Zuidema, sobre la 
permanencia incambiable de milenarias “estructuras andinas”, a una 
crítica basada en el reconocimiento de elementos y estructuras 
cristianas y coloniales que penetraron y subordinaron los contenidos 
indígenas del texto.21 Sin embargo, el planteamiento de Zuidema 
sobre la absorpción del tiempo cronológico por estructuras míticas, 
que se reflejan en ordenamientos socio–espaciales (ceques) marcados 
por el ritmo de las fiestas calendáricas locales, se ha mantenido como 
una de las ideas más fértiles y sugerentes de los últimos 30 años.22 Un 
 
18 Verónica CERECEDA, “La sémiologie des tissus andins”, Annales E.S.C., Paris 1978. 
También Denise ARNOLD, Domingo JIMENEZ & Juan DE DIOS YAPITA, Hacia un Orden 
Andino de las Cosas, La Paz 1992. Una colección de estudios de los quipos está pronta 
a publicarse en Jeffrey QUILTER & Gary URTON (comps.), Narrative Threads. Studies 
of narrativity in Andean Quipos, Texas University Press (en prensa). 
19 Ver, por ejemplo, Tristan PLATT , “Writing, Shamanism and Identity: Voices from 
Abya Yala”, in History Workshop Journal 34, London 1992. Rosaleen HOWARD–
MALVERDE (comp.), Creating Context in Andean Culture, Oxford 1997. Frank 
SALOMON, “Testimonies”, in Cambridge History of Native American Peoples, t.3 
(Pt.1), Cambridge 1999. Para un trabajo pionero sobre la aritmética andina, a partir de 
las relaciones numéricas detectadas en la etnografía de una comunidad chuquisaqueña, 
ver Gary URTON, The Social Life of Numbers. Texas 1997. 
20 Joan DE SANTA CRUZ PACHACUTI YAMQUI SALCAMAYGUA , Relación de 
Antigüedades deste Reyno del Pirú (eds. Pierre Duviols y César Itier, Cusco-Lima 1993. 
21 Ver la discusión entre DUVIOLS y ZUIDEMA en Thérèse BOUYSSE-CASSAYNE 
(comp.), Saberes y Memorias en los Andes. In memoriam Thierry Saignes, Lima 1997. 
También el artículo de BOUYSSE-CASSAYNE en la misma coleccion, “De Empédocles a 
Tunupa: Evangelización, Hagiografía y Mitos”. 
22 Una colección de trabajos por R.T. ZUIDEMA fue publicada en Reyes y Guerreros: 
Ensayos de cultura andina, Lima 1989. Para un procedimiento inverso, donde se 
detectan las circunstancias históricas que rodean la formación de un mito de origen, ver 
Gary URTON, The History of a Myth, Austin 1990. 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
102 
 
nuevo desarrollo del tema se encuentra en los “senderos de la 
memoria” analizados por Thomas Abercrombie, que se recorren en los 
niveles más profundos de la borrachera colectiva, durante las 
libaciones con las que se festeja la renovación de los cargos político–
religiosos, donde se reproduce la autoridad ligada al paisaje sagrado, 
junto con las relaciones de género y la identidad colectiva de los 
comunarios.23 
Finalmente, los análisis de Rodolfo Cerrón-Palomino sobre la 
dialectología quechua sentaron las bases para las nuevas políticas 
linguísticas de unificación ortográfica que ahora están siendo 
implementadas (no sin resistencias) en las comunidades mediante los 
programas de educación bilingüe,24 provocando estudios sobre la 
interacción linguístico-cultural en las escuelas comunitarias, donde se 
promueve una nueva etapa en la “conversión” de los campesinos: esta 
vez, al nacionalismo y la modernidad liberal. 
Ahora bien, a fines de los 1960s, se volvió corriente—tanto 
en Europa como en los EE.UU.—la crítica de los estudios 
etnográficos aislados de su contexto político y económico global. La 
interpretación del colonialismo constituyó un debate candente entre 
historiadores y antropólogos de ambos mundos. Este interés se ha 
mantenido dentro de los nuevos debates teóricos sobre la 
representación de los testimonios. Con el desplazamiento de la 
atención desde el binomio “libertad”/“explotación”, característico de 
los esquemas liberal–marxistas, ha llegado a ser posible plantear 
también—y desde una perspectiva que quisieramos llamar post-
liberal—el estudio del grado de “agencia” (agency) ejercida por las 
comunidades andinas, consideradas como productos de una actuación 
propia dentro de marcos de dominación.. Mediante el desarrollo de las 
metodologías ya citadas, se buscaba recuperar la voz y la práctica del 
mundo indígena colonizado, y su papel activo como subalterno en la 
formación de las sociedades hispano–americanas y republicanas. Es 
 
23 Thomas ABERCROMBIE, Pathways of memory and Power, Madison 1998. TambiénThierry SAIGNES (comp.), Borrachera y memoria: la experiencia de lo sagrado en los 
Andes, La Paz 1993. Aurore BECQUELIN y Antoinette MOLINIÉ, Mémoire de la 
Tradition, Nanterre 1993. 
24 Rodolfo CERRÓN-PALOMINO , “Unidad y Diferenciación Linguística en el Mundo 
Andino”, en Segundo MORENO & Frank SALOMON (comps.), Reproducción y 
Transformación de las Sociedades Andinas, siglos XVI–XX, Quito 1991. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
103 
así que, en el Cambridge History of Native American Peoples (t. 3, 
“South America”, 1999), los editores han consolidado la 
interpretación de la gente nativa como sujetos históricos, también 
capaces de la creación etnogenética de nuevas identidades, en todo el 
continente sudamericano (incluso Amazonas).25 
Uno de los temas poco tratados hoy en día, aunque estuvo en 
los inicios de la antropología andina moderna, es precísamente aquél 
de la génesis, reproducción y adaptaciones de aquellas formas 
comunitarias menos perceptibles, porque no institucionalizadas por el 
estado y casi ausentes en los documentos de comunidades, como 
parece ocurrir en el seno de las haciendas desde el siglo XVI. Tal fue 
la temática del celebrado estudio de la hacienda Vicos en el Peru y su 
homólogo de Colta Monjas en el Ecuador; lo mismo se manifestó en 
Bolivia con la reconstitución de “comunidades cautivas” después de la 
expulsión de los hacendados por la Reforma Agraria de 1953. Por una 
parte, los movimientos de aquellas poblaciones que se desdefinen de 
las categorías estatales y, por otra, los grupos de unidades domésticas 
repartidas entre los colonizadores por el estado (mitayos de obrajes y 
repartimientos), confluyen en el territorio de las haciendas y crean 
nuevas formaciones comunales. Tejen redes de parentesco nuevas que 
se articulan a las complementaridades ecológicas y los ciclos vitales 
(individual, doméstico y comunal).26 En las haciendas, participan en 
los calendarios rituales locales, y surgen formaciones culturales de 
larga duración. Este tipo de constitución de comunas apenas ha sido 
trabajado por los antropólogos y los historiadores, más seducidos, por 
una parte, por la economía hacendataria que intrigados por su 
desdoblamiento comunal y, por la otra, influidos tal vez por una 
búsqueda de lo comunal como sobrevivencia de la autoctonía 
precolonial.27 Sin embargo, en el presente, al menos en los Andes, ese 
tipo de pequeñas unidades comunales, en particular desde las reformas 
 
25 Frank SALOMON & Stuart SCHWARTZ, “New People and New Kinds of People: 
Adaptation, Readjustment and Ethnogenesis in South American Indigenous Societies 
(Colonial Era)”, in Cambridge History of Native American peoples, t.3 (Pt.2). 
26 M CRESPI, The Patrons and Peones of Pesillo. Tésis de Ph.D. University Microfilms, 
Ann Arbor 1968. Andrés GUERRERO, “Unité doméstique et réproduction sociale: la 
communuaté huasipungo”, Annales E.S.C. année 41, no. 3 (mai–juin), Paris 1986. 
27 Manuel BURGA, Nacimiento de una utopía andina. Muerte y resurrección de los 
incas, Lima 1988. 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
104 
 
agrarias, ha cobrado un marcado y dúctil protagonismo político y 
económico en toda la región andina.28 
Por otra parte, estudios regionales han mostrado como fue 
fragmentándose el pacto andino-medieval entre las “Repúblicas” de 
Indios y Españoles, basado en la cesión de obediencia y servicios al 
Rey a cambio de protección y tierras. Establecido formalmente en el 
momento de la conquista española, reformulado mediante la 
formación de los municipios toledanos y las composiciones de tierras, 
este pacto fue prolongado, en condiciones diversas y crecientemente 
críticas, bajo los Borbones y los gobiernos republicanos. En esta 
trayectoria, la “reversión de la soberanía a los pueblos” después de la 
invasión francesa de España en 1808—proceso precursor de la 
independencia iberoamericana—enfrentó a todos los estratos sociales 
con los nuevos conceptos ilustrados de ciudadanía y libertad. El hecho 
que los líderes de la resistencia andina entre los siglos XVIII y XX 
adoptaron para su defensa la figura del “apoderado”, propio de la 
representación de los pueblos en el pacto medieval, nos recuerda que 
ambas formas de representatividad se mantuvieron en tensa 
coexistencia durante la República.29 La celebrada “democracia 
aymara” en las comunidades modernas del Altiplano boliviano, que 
somete cada decisión colectiva a una larga prueba de consensualidad, 
¿es en realidad una derivación del cabildo peninsular medieval? 
Nuevamente, se plantea el problema de la recepción andina de tales 
instituciones, aludido líneas arriba.30 
Aquí es significativa la confluencia que se ha producido entre 
algunos investigadores latino-americanos con las teorías subalternistas 
que habían surgido de una reflexión africana e hindú, dentro de una 
perspectiva Sur–Sur que, de continuar, promete ser creativa. Algunos 
estudios, en efecto, aprovechan la crítica de las temáticas, la 
 
28 Emma CERVONE, “Festival Time, Long Live the Festival. Ethnic Conflict and Ritual 
in the Andes”, Anthropos 93, 1998, (pp.101–113). 
29 Ver José Carlos CHIARAMONTE, “Vieja y Nueva Representación: los procesos 
electorales en Buenos Aires, 1810–1820”, en Antonio ANNINO (comp.), Historia de las 
elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, Mexico 1995. 
30 Sobre este problema, ver Sinclair THOMSON, Colonial crisis, community and self–
rule: Aymara politics in the age of insurgency. Tésis doctoral inédita, University of 
Wisconsin, Madison 1996. Sergio SERULNIKOV, “Customs and rules: Bourbon 
rationalizing projects and social conflicts in Northern Potosí during the 1770s”, 
Colonial Latin American Review, vol. 8, no. 2, 1999. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
105 
utilización de las fuentes documentales y las teorías que proponen los 
estudios del Grupo de Estudios Subalternos (Guha, Said, Pandey, 
Spivac, entre otros).31 Los resultados convergen con las 
contribuciones de Marie–Danièlle Demelas, partiendo del análisis de 
las consecuencias en los Andes de la Constitución de Cádiz,32 o de 
Silvia Palomeque, sobre la formación de la ciudadanía excluyente o 
integrador de las autoridades indígenas en sus albores (ver su artículo 
publicado aquí). Estas autoras también abarcan el comportamiento 
electoral distintivo de las comunidades andinas en los albores de la 
Independencia, aproximación que ha sido particularmente 
significativa para la comparación entre los proyectos nacionales del 
Peru, Ecuador y Bolivia. Se complementa con las contribuciones de 
Florencia Mallon quien, partiendo de una perspectiva más 
campesinista, que luego diverge hacia lo ciudadano subalterno, sitúa 
la construcción desigual de la hegemonia estatal en Mexico y Peru en 
los conflictos sociales que sacuden la formación del estado nacional. 
Al mismo tiempo, en su comparación de los procesos de hegemonía y 
subalternidad, Mallon recorre una senda narrativa paralela a la gesta 
de construcción del estado–nación, al insistir que la construcción 
exitosa de la hegemonía se refiere implícitamente a un “end-point”, 
donde los reclamos populares son absorbidos mediante coerción y 
consensus.33 
Hoy en día, las prácticas disciplinarias en los Andes y en 
otras partes son más separadas, en parte debido a las prácticas de 
deslinde que surgen generalmente de las estructuras de 
financiamiento. Además, el volumen de los trabajos, junto con las 
aporias ideológicas del fin de siglo, ha crecido al punto que ya es 
dificil que todos se sientan articulados en un solo proyecto. Sin 
embargo, la visión interdisciplinaria se encuentra integrada en la 
 
31 Silvia RIVERA y Rossana BARRAGÁN, Debates Post Coloniales. Una introducción a 
los estudios de la subalternidad, La Paz 1997, pp.33-72. También Mark THURNER, 
From Two Republics to One Divided. Contradictionsof Postcolonial Nationmaking in 
Andean Peru, Durham 1997. 
32 Marie-Danièlle DEMELAS, L’invention politique. Bolivie, Equateur, Pérou au XIXe 
siècle, Paris 1992. 
33 Florencia MALLON , “Reflections on the Ruins: Everyday Forms of State Formation in 
Nineteenth Century Mexico”, in Gilbert M. JOSEPH & Daniel NUGENT (eds.), Everyday 
Forms of State Formation, Durham 1994, pp. 70-71. 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
106 
 
práctica de algunos estudios recientes,34 y se mantiene como la única 
manera de acercarse a una comprensión crítica de la realidad andina. 
 
Los cinco ensayos que siguen representan avances recientes en una de 
las fronteras de la investigación: el período postcolonial republicano. 
El primero, por la investigadora argentina Silvia Palomeque, trata de 
la diversidad de procesos en la implantación de la ciudadania. El 
segundo, por la etnohistoriadora boliviana Rossana Barragán, analiza 
las categorías estatales que seguimos utilizando cuando analizamos 
los problemas de los “indios”, los “comunarios” y los “campesinos” 
dentro de la República. El tercero, por la historiadora peruana 
Magdalena Chocano, revisa el estado de la cuestión comunitaria, con 
énfasis especial en los estudios politico-economicos de las 
comunidades peruanas. El cuarto, por la antropóloga italiana residente 
en Ecuador Emilia Ferraro, cuestiona el uso muy difundido de una 
cierta concepción romántica de la reciprocidad en la caracterización 
de las sociedades andinas. Y el quinto, por la antropóloga argentina 
emigrada a Canadá, Blanca Muratorio, trabaja las fronteras de la 
comunicacion entre el etnógrafo y su “informante”, replanteando el 
problema de la “agencia” (agency) indígena en el contexto del cambio 
social y de la historia oral. Conviene destacar algunos de los temas 
que los artículos aquí presentados sugieren en la perspectiva de un 
encuentro entre la antropología y la historia. 
Silvia Palomeque plantea la necesidad de mirar de cerca 
algunos procesos políticos, cuya generalidad se da por sentada en el 
ámbito de todos los lugares; además, por lo general se asume que 
tienen un carácter linear, así por ejemplo la exclusión ciudadana de las 
autoridades indígenas en los cantones y parroquias surgiría desde los 
albores de la República y continuaría tal cual hasta nuestros días. Sin 
embargo, algunos procesos, como el de la exclusión, nos advierte la 
autora precísamente, pueden empezar mucho más temprano de lo que 
se pensaba y, a la vez, exhibir un carácter más variable y matizado, 
que depende de las estructuras y circunstancias locales. 
Rossana Barragán, desde la historia, advierte a su vez que las 
nociones estatales (como la de indio/blanco), tal como los 
 
34 Ver, últimamente, los ensayos de Olivia HARRIS recogidos en To Make the Earth 
Bear Fruit, London 2000. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
107 
investigadores las encuentran en los documentos, no pueden ser 
empleadas sin un análisis previo de la relación entre categorías 
fiscales y categorías sociales. Analiza los origenes de la concepción, 
hoy corriente, del indio como “esencialmente” rural, mostrando como 
el juego de los intereses fiscales condujeron a categorizar la tierra 
aparte de la gente que la ocupan. La ocupación del binomio campo–
ciudad fue característica de todos los espacios y categorías hasta la 
segunda mitad del siglo XIX. Luego, a través del censo de La Paz de 
1881, muestra cómo se iba forzando una convergencia entre 
categorías raciales y determinadas categorías ocupacionales, pero la 
“campesinización” del indio no pudo consolidarse hasta la Revolución 
de 1952, cuando se rompieron las estructuras de poder y fiscalidad 
que aún ataban el campo a la ciudad. Termina señalando la 
ambigúedad creativa que surge de las acciones sociales de las mujeres 
de diferentes “clases” en lo que atañe a la vestimenta. 
Magdalena Chocano se concentra en trabajos basados en 
trabajo de campo, sobretodo los que se han realizado desde una 
perspectiva político-económica. Hace un balance del camino andado, 
señalando ciertas omisiones, como los pocos estudios realizados sobre 
las comunidades nuevas, p.ej. las mestizas, y enfatizando la diversidad 
de situaciones que requieren una aproximación empírica a través del 
cotejo de múltiples estudios locales. Señala la multivalencia de la 
palabra ayllu (cuya proyección—en el análisis de Deborah Poole—
puede rebalsar las fronteras de la comunidad); la relación entre género 
y etnicidad; el surgimiento de otras formas de riqueza aparte de la 
tierra; y el trabajo pionero de Jose María Arguedas, quien intentaba 
comparar las comunidades de los Andes y de España. Al mismo 
tiempo, enfatiza la importancia de distinguir la experiencia 
comunitaria del discurso, susceptible a ser utilizado para diversos 
fines políticos. 
El tema de fondo de Emilia Ferraro es una crítica a la 
utilización monista de la noción de reciprocidad que es ya una 
tradición en ciertos discursos andinos. Advierte que es necesario 
reconsiderar los campos de validez de esa noción, y renovar la red de 
otros conceptos a los cuales se puede engarzar. Sobre todo si 
recordamos que las nociones de reciprocidad y redistribución, 
productivamente utilizada en los primeros trabajos de Murra sobre la 
economía andina, corren el riesgo de convertirse en una suerte de 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
108 
 
llave maestra para el análisis de las comunidades. Lo que implica que 
es necesario definir un cierto contorno de validez, un contexto de 
utilización de los instrumentos teóricos: advertencia pertinente tanto 
para los antropólogos como para los historiadores. 
Blanca Muratorio, en el relato autobiográfico de Francisca, 
una mujer Napo Quichua,35 plantea, en primer lugar, el problema 
complejo de los espacios de construcción de sí (de la persona) en un 
medio social que sería catalogado acertádamente de “tradicional”. Lo 
novedoso de su relato es que desvela un problema apenas percibido y, 
a primera vista, paradójico: Francisca se construye a sí como 
narración (el tema de la huída y la metáfora del camino) en el proceso 
de contar su experiencia de vida en un contexto “tradicional”. Se 
presenta a sí misma como una persona individuo que busca una 
autonomía propia, sin abandonar, no obstante, el grupo doméstico ni 
su comunidad, puesto que rechaza la seducción de la sociedad 
“moderna”. El relato plantea el problema complejo de comprender 
formas apropiación de una modernidad difusa y diferente, no sólo por 
las clases superiores, sino por personas excéntricas de los grupos 
subalternos. ¿Pueden los historiadores plantearse estudiar relatos de la 
construcción de sí en un discurso registrado en los documentos 
coloniales y republicanos? Se viene a la mente el ejemplo del 
panadero de Carlo Ginzburg,36 y la adolescente que se declara bruja 
en el trabajo de Sabean.37 
 
La genealogía de los diferentes componentes de las transiciones 
andinas deben rastrearse en Europa y la España de la Reconquista,38 
no menos que en América y Chavín de Huantar.39 Por otra parte, es 
evidente que los aportes de ambas vertientes transatlánticas adquieren 
 
35 Ver, para la formación colonial de la frontera andino-amazónica, Thierry SAIGNES, 
France-Marie RÉNARD-CASEWITZ, Anne-Christine TAYLOR, l’Inca, L’Espagnol, et les 
Sauvages, Paris 1986. 
36 Carlo GINZBURG, The cheese and the worms: the cosmos of a sixteenth-century 
miller, London 1980. 
37 David WARREN SABEAN, Power in the blood: popular culture and village discourse 
in early modern Germany, Cambridge University Press, 1984. 
38 Ver Nelson MANRIQUE, Vinieron los Sarracenos ... El Universo Mental de la 
Conquista de America, Lima 1993. Berta ARÉS y Serge GRUZINSKI, Entre Dos Mundos, 
Sevilla 1997. 
39 Richard BURGER, Chavín: Origins of Andean Civilization, London, New York 1992. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
109nuevos significados en la medida que son fragmentadas y 
recombinadas para construir sucesivas realidades distintas (como el 
bricoleur de Claude Lévi–Strauss). En cierta medida, el debate 
actual—renovado, en parte, por los planteamientos del 
postcolonialismo—sigue girando en torno a las consecuencias 
políticas de extender el estudio de este proceso de sucesivas 
modernizaciones indígenas hacia la República y hasta el nuevo 
milenio. 
Si, como creemos, las comunidades son, y han sido, agentes, 
por lo menos coyunturales, dentro del marco de la dominación, urge 
retomar tambien la historia de sus fracasos, no como productos de un 
historicismo implacable, sino como sitios donde se han enterrado 
esperanzas que hoy, con el retroceso de las viejas teleologías, siguen 
siendo relevantes para el futuro. La idea de la Conquista como el 
“hecho primordial” todavía no se ha reemplazado por una percepción 
más exacta (antes compartida por muchas comunidades), que 
representa la llegada de los españoles y su religión como otro 
trastorno más, ni el primero ni el último, en una historia que siempre 
se ha punctuado por sucesivos trastornos cosmológicos. 
En efecto, en un recorrido por los Andes de Bolivia al 
Ecuador, pasando por el Perú, se puede constatar que las comunidades 
se encuentran en un proceso de transformación ináudita. Parecen 
recorridas por varias tendencias, a la vez de desintegración y de 
rearticulación. Bajo la presión neoliberal y la globalización, los 
estados se empeñan en cumplir un imperativo liberal de inicios de la 
República. En la última década, se han dictado nuevas leyes agrarias 
de “saneamiento” (Bolivia), “titularización” (Perú), y de subdivisión 
de los páramos (Ecuador). En toda la región, se constatan procesos de 
expulsión sin precedentes de los comuneros hacia las ciudades y fuera 
del ambito nacional. En algunos países, se constata el surgimiento de 
fuertes movimientos y organizaciones, que se reivindican indígenas 
(Ecuador) o aymaras (Bolivia), que reafirman un fundamento cultural, 
político y económico comunal. En los barrios urbanos de La Paz, 
nuevas comunidades aymaras descubren e inventan sus identidades 
colectivas en la cotidianidad diaria. En las comunidades rurales 
ecuatorianas, donde se expande la influencia de los medios de 
comunicación masivos, los comportamientos y las expectativas de 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
110 
 
vida adoptan matices de marginalidad de tipo urbano, sobre todo en 
las generaciones jovenes. 
Estos procesos requieren investigaciones precisas a la vez 
históricas y antropológicas. La historia del siglo XX es un campo a 
desbrozar. Se trata de un período recorrido por cambios inéditos, en 
particular desde la segunda mitad del siglo. La democratización 
cultural y electoral, que hoy se da, sucede en el contexto de una 
(post)-modernización ambivalente, donde la consigna del pluralismo 
está teñida de la atomización, la informalización y, al nivel de las 
políticas hemisféricas, de una militarización que afecta a todas las 
comunidades e individuos. Las grandes contradicciones en las 
politicas liberales internacionales contra la hoja de coca y la llamada 
“subversión” son evidentes a los ojos de los campesinos y 
comunidades. La imposición de modelos económicos a favor de la 
acumulación desigual empujan a las comunidades a desintegrarse por 
la migración, rebelarse o transformarse al tono de la cultura de los 
medios de comunicación masiva. Nuevos extremos críticos de 
experiencia-límite llegan a ser parte de la cotidianidad regional, 
generando nuevas prácticas propias de grupos culturales que se 
esfuerzan por no perder todo rezago de la “autonomía relativa”, por la 
cual han luchado durante sus diferentes microhistorias. Al mismo 
tiempo, la nación misma adquiere características ideológicas cada vez 
más esencialistas. 
Hoy en día, sin embargo, parece existir un retraso en los 
enfoques. En efecto, las fronteras internas y externas de los paises y 
de las comunidades andinas todavía representan una de las 
“mentalidades cárceles de larga duración” más difíciles de superar en 
el desarrollo de los estudios sur- y latino-americanos. Por otra parte, si 
bien la globalización como imposición y oportunidad constituye por el 
momento el marco insoslayable en el cual se desenvuelve la economía 
política andina, las posibilidades económicas y políticas internas 
volverán a ser prioritarias en caso de cualquier crisis del sistema, 
aunque tal vez ya no en el marco preponderante de la historia estatal 
nacional. La recuperación de la memoria y sus invenciones pueden 
adquirir una capacidad creativa frente a los efectos de amnesia y 
“tábula rasa” que provoca la expansión de los medios de 
comunicación masiva. La reagrupación de los migrantes a las 
ciudades en nuevas comunidades, o barrios, retoma la experiencia 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
111 
urbana que fue parte de la presencia india en siglos anteriores. Pero el 
proceso ahora se da en una coyuntura donde la crisis ha impulsado 
una toma de conciencia política a nivel de muchos grupos indios e 
indigenas radicados en la ciudad. En Bolivia como en Ecuador, la 
presión indígena y comunitaria se ha vuelto una lucha por el control 
de los nuevos municipios, fortalecidos por la descentralización del 
financiamiento local, pero asediados por una pelea entre municipios 
ricos y pobres que refleja las tendencias polarizantes del modelo 
económico al nivel mundial. La disolución de antiguos mecanismos 
locales de control social desemboca, inevitablemente, en niveles 
siempre más álgidos de violencia. 
La consigna de Demelas, “¿nacionalismo sin nación?” , 
amenaza con convertirse por fin en realidad a nivel, no solo criollo, 
sino de toda la sociedad. Indios y comunidades acumulan sentimientos 
nacionalistas en el momento preciso que la autonomía real de la 
nación se pone cada vez más ilusoria. La mobilización popular se 
mantiene siempre más aguda, al mismo tiempo que los gobiernos se 
encuentran sin propuestas ni poder real con las cuales responder a las 
presiones sociales. La participación popular en Bolivia, o las 
negociaciones entabladas por los movimientos indígenas de Ecuador, 
se desenvuelven en un vacío de perspectivas reales al nivel de la 
autonomía nacional. Un tema de investigación urgente es cómo este 
proceso afecta las identidades y las prácticas de las comunidades y los 
individuos, provocando vueltas esencialistas al indigenismo, o 
esfumándose en una disolucion de la misma idea de la nación, tal 
como ésta ha sido concebida en los ultimos dos siglos. Al mismo 
tiempo, se vuelve más urgente la investigación, nuevamente desde una 
perspectiva postliberal, de la apropiación distintiva de los conceptos 
europeos de libertad e individualidad que se ha dado entre diferentes 
grupos culturales a lo largo del proceso previo de "construcción 
nacional". 
Otra “mentalidad carcel” puede ser el “mestizaje”, si se 
construye sobre un dualismo que conduce a la ahistoricidad. La matriz 
blanco–indio en la región tuvo varios destinos en los países andinos, y 
aún dentro de cada uno de ellos. El tema puede ser fecundo para 
estimular estudios de la invención de lo comunal, del comunero o del 
indio desde una perspectiva sensible a lo nuevo que surge 
Andrés GUERRERO/Tristan PLATT 
 
112 
 
contraponiéndose a la binaridad compulsiva.40 Pero la noción y la 
categoría social de mestizaje no escapa a esa matriz, sino que la 
refuerza con un proceso que reclasifica, dentro del mismo orden, a las 
nuevas identificaciones que surgen permanentemente de la dinámica 
social. Los antropólogos podemos constatar ese surgimiento de 
“personas nuevas” que se buscan e inventan a sí mismos, 
individualmente y en tanto que grupo social, en las comunidades y las 
ciudades andinas, y en las agrupaciones de emigrantes en Nueva 
York, Madrid o Buenos Aires. Por ejemplo, en el Ecuador al calor del 
movimiento indígena o en Bolivia entre los aymaras urbanos, surgenhoy en día un estar en el mundo que escapa a la matriz binaria 
blanco/indio. Exhibe una amplia diversidad de estrategias de 
construcción de la persona. Investigar las condiciones, los ámbitos, las 
estrategias de surgimiento de una diversidad que elude la clasificación 
mestiza y, por lo tanto, desborda las dos asíntotas que delimitan su 
campo semántico (blanco/indio), puede revelarse un enfoque fecundo 
interdisciplinario para plantear problemas desde una perspectiva 
desplazada. 
La producción historiográfica y antropológica realizada 
dentro de los mismos paises andinos, a pesar de importantes esfuerzos 
a contracorriente (algunos publicados aqui), se vuelve cada vez más 
dificil y aislada. Tal vez se desdibuja una erosión de las preguntas. En 
este contexto, el futuro de los estudios andinos depende, en parte, de 
la ampliación del debate histórico y antropológico sobre las 
transiciones realizadas hacia distintas formaciones políticas. Quizás lo 
más urgente, a corto plazo, sea abrir el debate sobre la relación entre 
identidades etnoculturales y de género; los movimientos étnicos, y las 
formas cotidianas de mantener y manejar las diferencias culturales, en 
el pasado y el presente; y su vinculación con las construcciones 
eurocéntricas de ciudadanía, nación y Estado. En este contexto, será 
necesario que tanto latinoamericanistas como hispanoamericanos y 
comunarios entablen debates con nuevos procesos que se 
desenvuelven en otras partes del Tercer Mundo, por ejemplo, sobre la 
formación jerárquica de los ciudadanos, la recepción y el 
cuestionamiento de las ideas e instituciones hegemónicas, y la 
 
40 Andrés GUERRERO, “Ciudadanía, frontera étnica y binaridad complusiva” (Postfacio), 
en Karola LENTZ, Migración e identidad étnica. La transformación de una comunidad 
indígena en la Sierra ecuatoriana, Quito 1997. 
PROYECTO ANTIGUO, NUEVAS PREGUNTAS 
 
113 
redefinición consecuente de los sujetos, en la India oriental.41 Así 
como fue fecundo el conocimiento de los estudios africanos para 
inspirar una búsqueda en los Andes en la década de los años 1950 
(como insistió Murra), los debates actuales en Asia y Africa hoy 
pueden influir y revitalizar las preguntas, los métodos y las teorías en 
los paises andinos, al mismo tiempo que los pueblos de otros 
continentes tengan algo que aprender, también, de los Andes. 
 
41 Andrés GUERRERO, “El proceso de identificación: sentido común ciudadano, 
ventriloquismo y transescritura”, en Andrés GUERRERO (comp.), Identificaciones 
étnicas. Antología de ciencias sociales en el Ecuador, Quito 2000. 
 
 
 
 
LA ‘CIUDADANÍA’ Y EL SISTEMA DE GOBIERNO EN 
LOS PUEBLOS DE CUENCA (ECUADOR) 
SILVIA PALOMEQUE* 
Desde hace años, varios investigadores venimos analizando cómo 
afecta a la población indígena ecuatoriana el conjunto de cambios del 
sistema político del siglo XIX. En general, puede decirse que en estas 
investigaciones hemos tendido a centrarnos en la continuidad del 
sistema de dominación étnico modificado durante el período 
republicano y que, en la indagación, hemos insistido sobre la 
transformación del tributo en contribución de indígenas, en su 
vinculación con la expropiación de tierras comunales, en la 
continuidad y/o debilitamiento de las autoridades étnicas y en las 
resistencias indígenas por vía directa, judicial u omitiendo el pago del 
tributo. Todas estas investigaciones también presentan la característica 
común de ubicarse dentro del mismo período grancolombiano y 
republicano, de analizar los cambios contrastando los liberales 
discursos decimonónicos con la situación real de la sociedad indígena 
que permiten percibir los documentos de las series de gobierno, 
hacienda y judiciales, y de trabajar dentro de unidades de análisis 
nacionales o regionales, salvo en un caso donde la indagación se 
centra a nivel cantonal.1 
 
* CIFFYH-UNC y CONICET. Argentina. Una primera versión de este texto fue 
presentada como ponencia al 49° Congreso Internacional de Americanistas. Simposio 
“Elites and Native Society in the Audiencia of Quito”, Quito, julio de 1997. 
1 Andrés GUERRERO, “Curagas y tenientes políticos: la ley de la costumbre y la ley del 
estado (Otavalo 1830-1875)”, Revista Andina, año 7, nº2, dic. 1989 (pp.321-366). 
Silvia PALOMEQUE 
 
116 
 
En esta ocasión, sin modificar el tipo de documentación 
consultada, analizaremos las transformaciones en el sistema de 
gobierno de la población indígena rural y cómo el mismo se modifica 
cuando comienza a aplicarse el concepto homogeneizador e igualitario 
de la ciudadanía, pero iniciaremos el análisis recuperando primero el 
conocimiento previo sobre la situación colonial2 en tanto nuestro 
objetivo se centra en la sociedad indígena y, además, nos situaremos 
dentro de la unidad de análisis parroquial ya que nuestro conocimiento 
sobre el período colonial nos permite sostener que este es el espacio 
válido para analizar las transformaciones del sistema de poder político 
de la población rural indígena de Cuenca. 
Nos centraremos solamente en dos tipos de procesos que aún 
no hemos analizado desde esta perspectiva. El primero tratará sobre 
las modificaciones del sistema político que se inician durante el 
período de las Cortes de Cádiz al cual lo consideraremos como el 
momento crucial donde comienza la desestructuración del sistema de 
gobierno de la población indígena rural al incorporar a blancos e 
indios en un mismo cabildo al permitir, por primera vez, la hegemonía 
de sectores no indígenas en una institución política de asentamiento 
rural. Entendemos que, del conjunto de transformaciones que se dan 
en los años de las Cortes (Demélas, 1995), ésta es la menos estudiada 
ya que su importancia sólo se destaca cuando uno se pregunta por los 
antiguos señores étnicos que gobernaban los pueblos de indios y el 
destino de sus complejas y continuas luchas que mantenían desde el 
inicio del sistema colonial (Murra, 1980, 1993). En un segundo 
momento iniciaremos el análisis del posible proceso de 
homogeneización que podría estarse dando dentro de la misma 
sociedad indígena debido a la aplicación de las nuevas normas legales 
que, visto desde el estado, comienzan a diluir las diferencias entre la 
elite indígena y los indios comunes y, principalmente, aquellas que los 
dividían entre originarios y forasteros. 
 
2 Los resultados de la investigación sobre el sistema colonial de gobierno de los indios 
reducidos a pueblos en la zona rural de Cuenca fueron presentados como ponencia al 
Coloquio Internacional “Dos décadas de investigación en América Latina. Homenaje a 
C.S.Assadourian”, El Colegio de México, Instituto Mora, UNAM, CIESAS, México, 
1996. (PALOMEQUE, 1997, 1999) 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
117 
Del Cabildo Indígena al Cabildo Constitucional. 
Como la sublevación de Quito en 1809 ocasionó el traslado del 
gobierno de la Audiencia a Cuenca y la posterior represión de los 
sublevados desde allí (Achig, 1980: 46ss), en esta jurisdicción se 
aplicaron todas las disposiciones de la Regencia, las Cortes de Cádiz y 
las sucesivas del gobierno español. El 26 de mayo de 1810 la 
Regencia del Reino dispuso la extinción del tributo en México y en 
1811 las Cortes extendieron la exención a todos los territorios 
americanos, condicionando la abolición del tributo al reparto de los 
bienes comunales, y previendo su sustitución por otro impuesto a 
pagar por todas las clases, medida que enfrentó serias dificultades para 
su aplicación debido a la resistencia de los antiguos grupos exentos 
(Sánchez Albornoz, 1978: 202-3). 
Por el decreto XXXI del 9 de febrero de 1811 las Cortes 
establecieron algunos de los derechos de los americanos: 
1. igual representación de que los peninsulares en las Cortes, 
2. losnaturales y habitantes de América podían sembrar y cultivar 
libremente, promover la industria y las artes, 
3. los americanos, tanto criollos como indios y mestizos, tenían 
igual opción que los peninsulares para los empleos de las carreras 
eclesiástica, política o militar. El decreto CCVII dispuso la 
abolición mitas y servicios personales, distribución equitativa de 
cargas públicas entre vecinos, el reparto de tierras y el 
otorgamiento de becas a los indios (Heredia, 1982: 365ss). 
Pocos años después, el 4 de mayo de 1814 Fernando VII declaró nula 
la Constitución y todos los decretos de las Cortes, en julio conformó 
nuevamente el Consejo de Indias mientras la situación de las rentas 
públicas americanas era desastrosa. Si bien, en forma genérica, el 
gobierno anuló todas las disposiciones de las Cortes Generales, un 
aspecto difícil fueron las medidas favorables a los indígenas en tanto 
temían que su supresión produjera efectos negativos en la 
pacificación. Los problemas fiscales hicieron que el gobierno 
desdoblara la cuestión entre tributos y servicios personales, 
manteniendo la exención de los segundos y restableciendo el tributo 
bajo el nombre de contribución (1 de marzo de 1815) (Heredia, 1974: 
113-144). Sánchez Albornoz llega a conclusiones similares al sostener 
que las políticas referidas a los indígenas fueron rectificadas por 
Silvia PALOMEQUE 
 
118 
 
Fernando VII en 1815 cuando vuelve a imponer el tributo ahora con el 
nombre de contribución de indígenas y, en 1820, el régimen 
constitucional español no se planteó innovaciones en este punto 
“mientras no se hallaran medios para sustituir el tributo”. (Sánchez 
Albornoz, 1978: 188-190) 
Si bien estos textos nos permiten constatar la existencia de un 
proyecto igualitario3 con la aplicación de diversas normas que llevan 
finalmente a la supresión de los servicios personales de los indígenas 
en términos generales y el mantenimiento del tributo en dinero, existe 
un punto que se tiende a dejar de lado y que entendemos que es de 
suma importancia. Nos estamos refiriendo al reconocimiento 
igualitario de ciudadanos, a los cambios en el sistema de 
representación política con relación al lugar de residencia y, 
relacionado con ello, a la conformación de los Cabildos 
Constitucionales como base del sistema de elección para los diputados 
a las Cortes. Si bien esto puede ser considerado como un “adelanto” 
en la marcha hacia la participación democrática en el sistema político 
por parte del conjunto de la población, desde la perspectiva de la 
sociedad indígena puede ser leído de manera inversa. 
Los elementos para tratar este punto sólo los hemos 
encontrado en la documentación provincial y en las investigaciones 
realizadas a ese nivel; ellos nos permiten ver la aplicación de estas 
medidas en Cuenca y las consecuencias que esto trae para el sistema 
de gobierno de la población indígena en las áreas rurales. Pensamos 
que quizá la escasa reflexión existente sobre la homogeneización que 
ocasiona la ciudadanía y sus consecuencias político- institucionales 
sobre la población indígena se deba al hecho de que no en todo el 
espacio colonial se aplicaron las medidas de las Cortes y que, en 
aquellos lugares donde esto se dio, no existía un sistema político 
homogéneo en el gobierno de la población rural indígena ni un poder 
similar por parte de los antiguos señores étnicos.4 
 
3 De la revisión de las distintas disposiciones entendemos que este proyecto está 
excluyendo de los distintos derechos a las personas de origen africano. 
4 Respecto a este punto, en la investigación anterior (PALOMEQUE, 1997: 39) 
planteamos que, en términos comparativos, existen indicios que permiten pensar que el 
poder de los antiguos señores de Cuenca era mayor que el que conservaban los señores 
de Nueva España y menor que el de los señores de Andes de puna. 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
119 
Pasando a analizar el problema vemos que, desde la 
perspectiva que brinda la documentación capitular, ya se nota la 
importancia de este proceso. La investigación del IDIS de la 
Universidad de Cuenca (Espinosa,1980:96) marca la relevancia de 
estos hechos al decir que: 
“La medida más importante fue la modernización del sistema de 
elecciones mediante la conformación de Juntas Electoras que funcionando 
en cada parroquia... se encargaron de elegir a los Compromisarios quienes, 
a su vez, nombraban a los electores y ellos a los diputados de las Cortes de 
Cádiz y a los miembros de los cabildos territoriales” 
Más precisiones nos brinda Achig al confirmarnos que se forman 
Juntas Electorales parroquiales para nombrar a los “compromisarios” 
que elegirán los electores de parroquia que, en Cuenca, nombrarán los 
electores de partido, de acuerdo al Reglamento General de Elecciones 
expedido en Cádiz, con votación de todos los “ciudadanos” (Achig, 
1980: 80). 
Moscoso (1991: 115, nota 19), años después y ya más 
sensible a los problemas de representación política de los distintos 
sectores, es la primera que nos marca el hecho de la unificación de los 
cabildos que estas medidas traen. Ella señalará que: 
“(1812) se dicta una ley en la que se establece que, dada la 
igualdad en la que se encuentran españoles e indios, ya no deben existir 
cabildos separados de indios sino uno solo, el constitucional, integrado por 
españoles e indios” 
Nuestras investigaciones sobre el sistema de gobierno de los pueblos 
de indios durante el período colonial (Palomeque, 1997) más los 
expedientes judiciales donde se registran los cambios ocasionados con 
el nuevo sistema, nos permitirán señalar la fuerte incidencia que tiene 
la aplicación de estas modificaciones institucionales en el sistema de 
gobierno indígena en la zona rural. Adelantando las conclusiones, 
tenemos que la homogeneización que trae el reconocimiento general 
de la ciudadanía significará: 
− el fin del reconocimiento de los fueros de “hijosdalgos” que 
amparaban a los caciques y principales en sus derechos 
hereditarios al gobierno de los pueblos con jurisdicción criminal y 
civil de menor cuantía sobre sus indios “sujetos” de los cuales 
recaudaban tributo y les distribuían los servicios personales. 
Silvia PALOMEQUE 
 
120 
 
− desaparición del cabildo indígena con alcaldes y regidores 
indígenas, con su jurisdicción criminal y civil de menor cuantía. 
− desaparición del cabildo de españoles como instancia diferente 
del cabildo indígena, con localización urbana, y como espacio de 
representación de todos los vecinos blancos cualquiera que fuera 
su lugar de residencia. 
− conformación de nuevos cabildos constitucionales rurales donde 
a. “todos” participan en tanto ciudadanos, 
b. se modifica la jurisdicción territorial del espacio de 
representación lo que permite la elección de “blancos, 
indios y mestizos” en los cabildos rurales, 
c. se otorgan atribuciones políticas, económicas, judiciales 
y de policía a los alcaldes constitucionales y sus regidores 
que funcionarán en cada parroquia. 
Todo un conjunto de medidas que sintéticamente continuaron 
con el largo proceso donde las autoridades coloniales buscaban el 
debilitamiento del poder de los señores étnicos una de cuyas bases era 
el reconocimiento del fuero de “hijosdalgos” y el haber logrado 
continuar formando parte del grupo de elite indígena que participaba 
en el cabildo indígena, mientras que al mismo tiempo se posibilitaba 
el que los sectores blancos residentes en el área rural, con mayor poder 
económico y social, pasaran a predominar en estas instancias de poder 
que antes les estaban vedadas por el sistema de las dos repúblicas. 
Quizá el hecho de que los caciques de Cuenca hayan 
participado nuevamente como colaboradores del sistema colonial 
durante estos años (Moscoso, 1991: 111; ANH/Q, Cac., C1, Exp.17; 
ANH/Q, i, 1813, 17 de junio) sea lo que haya dado lugar a sus quejas 
frente al nuevo sistema y permitido que podamosconocer mejor los 
cambios acaecidos. 
Es importante señalar que en esta situación histórica hemos 
podido reconocer dos tipos de situaciones diferentes que nos indican 
que no estamos frente a un proceso que incida de manera homogénea 
en todas las parroquias sino que las consecuencias del mismo 
dependerán de las relaciones de poder previamente existentes en cada 
una de ellas. 
En los dos casos conocidos, los de las parroquias de Sidcay y 
Gualaceo, debemos advertir que corresponden a parroquias que 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
121 
presentan características diferentes durante todo el período colonial. 
La parroquia de Gualaceo y la de Sidcay tienen características 
bastantes disímiles en tanto la primera corresponde a un antiguo 
pueblo de reducción existente desde el siglo XVI mientras Sidcay ha 
sido sólo un anexo que recién en 1788 se le reconoce el rango de 
parroquia (AGI, Quito, Gob, 460), y donde la diferencia sustancial 
está dada por la larga continuidad de los señores étnicos y la elite de 
Gualaceo que logra conservar un 22% de su población originaria, 
mientras en Sidcay sus autoridades indígenas son débiles, de escaso 
poder económico, y sus originarios sólo alcanzan al 7% a fines del 
siglo XVIII. 
En el caso de la parroquia de Gualaceo la exclusión de la 
elite indígena en el nuevo Cabildo Constitucional es completa. La 
colaboración de la elite indígena con el gobierno colonial en la 
represión a la sublevación de Quito, la posterior convocatoria general 
a la conformación del Cabildo Constitucional, la elección de los 
hacendados de la zona con la inclusión de algunos indígenas 
“baladíes” junto a la exclusión de los antiguos señores étnicos que 
ahora sólo son reconocidos como “ciudadanos” sin derechos 
especiales, está claramente marcada en la presentación de las 
autoridades indígenas de Gualaceo en 1813. 
Don Francisco Senteno, Don Josef Mariano Zhunio, Don 
Julian Saquisela, Don Juan Manuel Saquisela, Don Cresanto Senteno 
y Don Juan Manuel Saquisela, en representación de los demás 
caciques y regidores del pueblo de Gualaceo y su Anejo de Chordeleg, 
le escriben una “instrucción” al “Abogado Protector” para que solicite 
una providencia que contenga los excesos que han experimentado por 
parte de los nuevos Alcaldes Constitucionales. Según denuncian, estos 
no los han citado al acto electoral donde han elegido los nuevos 
alcaldes que ahora ya no son indígenas sino hacendados, nuevos 
ciudadanos, con una nueva vecindad dentro de la zona rural. Estos les 
niegan los asientos tradicionales en la iglesia, sus lugares en las fiestas 
y cometen abusos contra todos los indígenas. Los antiguos señores 
escriben solicitando se respete a su carácter de “...oriundos, nativos, 
feligreces y Caciques Principales Primogenitos de dicho Pueblo...” 
protegidos por "...nuestro Rey y Señor Natural...”, y mencionan que 
han defendido al "...soberano legislativo...” en el año de 1809. 
Su texto es el siguiente: 
Silvia PALOMEQUE 
 
122 
 
"... la savia Constitución de la Monarquía Nacional, solo 
conspira nuestra libertad... en esta virtud la hemos jurado de obedecerla en 
todas sus partes con ciega humildad, siempre que tan sagradas letras tengan 
su cumplido efecto, especialmente con nosotros, que desde los primitivos 
tiempos nos (ha?)llamos rencargados por nuestro Rey y Señor Natural... 
Que en las presentes circunstancias... el año 9 que por agosto se 
propucieron los insurrectos atacar esta Provincia, y sembrar sizañas nos 
propucimos voluntariamente a defender la justa causa... sin mas objeto que 
servir al soberano legislativo... Y que últimamente (las le?) yes 
reglamentarias que tratan aserca de la (formación de los?) Ayuntamientos 
de los Pueblos, solo conducen a... restringir el yugo de la esclavitud, 
opresion y demás males que nos afligian. Pero todo en vano porque en lugar 
de verificarse puntualmente tan piadosas intenciones se han au/mentado las 
opreciones, en extremos que se nos hacen como intolerables. Despues de no 
haver contado con nosotros para la formación de dicho ayuntamiento... 
‘denegandonos nuestro dominio absoluto y la dependencia que debemos 
tener como, nativos, feligreces y Caciques Principales Primogenitos de 
dicho Pueblo...’ nos hallamos en la fuerza de desertar de nuestro pueblo, 
abandonar nuestra familias y retirarnos a otro...” 
El Lic. Formaleo, Teniente de Gobernador, cuando le eleva la nota a la 
Audiencia identifica a los antiguos señores con las palabras que 
corresponden al nuevo sistema político. Él dice que dicha nota que 
proviene: 
“... de varios ciudadanos españoles conocidos’ hasta poco ha con 
el nombre de indios los mas principales’ de aquel pueblo, y del de 
Chordeleg” (ANH/Q, i, 1813-17-VI- Gualaceo). 
En el caso de la parroquia de Sidcay lo primero que se 
observa es que en 1813 ha desaparecido el antiguo cabildo indígena y 
que se han modificado todas las normas anteriores de procedimiento 
para el reconocimiento del cacique gobernador encargado de la 
recaudación del tributo. En lugar del antiguo cabildo indígena 
encontramos el nuevo Cabildo Constitucional cuya conformación es 
diferente al de Gualaceo, lo que nos permite percibir la incidencia de 
las situaciones de poder previas a la aplicación de estos cambios 
institucionales que se dan en las diversas parroquias. 
Aquí la documentación localizada no es una queja por la 
exclusión de los caciques del cabildo sino que se origina en el 
conflicto por el cargo de cacique gobernador por parte de dos 
personas, una de ellas un cacique hereditario, de antiguo origen pero 
sumamente débil en sus recursos económicos tal como permite 
constatar la documentación testamentaria que presenta. El otro dato 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
123 
interesante de remarcar es que ambos contendientes al cargo aducen 
en su favor la colaboración con el ejército en la expedición a Quito y 
que, en el desorden de esos años, ambos han logrado el título de 
gobernador de indígenas de idéntico pueblo. En el conflicto se observa 
que el cacique hereditario ha logrado el apoyo del Cabildo 
Constitucional de Sidcay y que el otro candidato obtuvo el de los 
funcionarios provinciales residentes de la ciudad de Cuenca. 
El hecho de que el nuevo cabildo no acate la orden de leer la 
proclama del candidato apoyado por el Teniente Gral. y Juez de Letras 
“en doctrina”, sino que decida presentar el problema ante “cabildo 
público”, nos permite conocer un acta de donde se puede inferir su 
conformación: 
“En el pueblo de la Concepción de Sidcay... hallandose juntos y 
congregados en la casa destinada por ahora para los asuntos que se deben 
tratar en este cabildo y Ayuntamiento, los Sres. que lo componen a saber 
Don A.Pesantes, Don Xavier Benavidez Alcaldes Constitucionales; Don 
Juan Hermida, Dn A. Beintimilla, Don Ignacio Pesantes, Don Mariano 
Castro, Don Lucas Sinchi, Don Miguel Sinchi, Dn Manuel Paucar, Don 
Manuel Quito, Don Ignacio Siavichar y Don Francisco Basques Regidores; 
Don Manuel Ortega, Don Manuel Vidal Procuradores síndicos” (Sidcay, 
1813, 4-IX- Acta del Ayuntamiento. ANH/Q ,Cac., C.1, f.22.) 
Según deducimos por los nombres y apellidos mencionados, 
a diferencia de Gualaceo, en este pueblo se ha integrado un cabildo 
con blancos e indios, donde de los 12 miembros que son alcaldes y 
regidores tenemos 6 blancos y 6 indios, aunque se marque claramente 
la preeminencia de los blancos que ocupan los cargos de alcaldes de 
primer y segundo voto y los principales puestos de regidores. 
Podemos inferir aquí la existencia de un poder étnico más débil que el 
de Gualaceo, con menos conflictos con los blancos, quizá con 
mayores relaciones de colaboración y sometimiento, lo que explicaría 
que en este momento se dé una sólida conformación de un poder local 
parroquial que permite el enfrentamiento con el Teniente provincial, 
residente en la ciudad. 
Estos dos casos, de Gualaceo y Sidcay, nos permiten observar 
el inicio del proceso de “ciudadanización”de la población india, 
blanca y mestiza; sus consecuencias diversas en lo que hace a la 
conformación del poder local a nivel de “pueblo” y su expresión en la 
composición social del Cabildo Constitucional, donde la misma está 
dependiendo del tipo de conflictos existentes anteriormente. 
Silvia PALOMEQUE 
 
124 
 
De señores étnicos a ciudadanos “funcionarios” 
Otras modificaciones no parecen ofrecer diferenciaciones locales. La 
pérdida de los fueros protectores especiales de los caciques 
hereditarios junto al derecho de los caciques y los alcaldes a ejercer la 
jurisdicción criminal y civil de menor cuantía y el traslado de dichas 
atribuciones al nuevo Cabildo Constitucional, se observa tanto en 
Gualaceo como en Sidcay permitiéndonos pensar que estamos frente a 
una modificación de orden general. 
Este problema corresponde situarlo alrededor de las 
atribuciones de los caciques gobernadores y las transformaciones que 
sufre su cargo, las que realmente se inician con las Reformas 
Borbónicas antes que con las Cortes. Hasta el último cuarto del siglo 
XVIII el sistema de gobierno indígena de los pueblos estaba centrado 
en el cacique hereditario y un grupo de principales que, como ya 
mencionamos antes, habían logrado obtener el reconocimiento a sus 
fueros de “hijosdalgos” que les permitía acceder a la jurisdicción de la 
Audiencia y quedar fuera del control de las autoridades locales entre 
otras prebendas. Aparte de esto, ante la ausencia física de funcionarios 
de base del estado,5 estas autoridades indígenas funcionaban en el 
papel de auxiliares del Corregidor en el área rural, cumpliendo 
también las habituales obligaciones de recaudación del tributo y de 
distribución de las distintas obligaciones de servicios personales a las 
que están sujetos los indios comunes. Cabe señalar la existencia de un 
grupo de elite indígena en cada pueblo, entrelazada por relaciones de 
parentesco, formado tanto por originarios como por forasteros pero 
con clara preeminencia de los primeros. 
Durante las Reformas Borbónicas en Cuenca se da un claro 
proceso de incremento de la presencia del estado colonial que en 
general tiende a recuperar atribuciones que habían sido ocupadas por 
los distintos grupos locales.6 Respecto a las autoridades indígenas de 
 
5 Cuenca, zona habitada por cerca de 80.000 personas, no tiene Corregidores de Indios 
ni Jueces de Desagravios como los que existen en el norte de la Audiencia; sólo hay un 
“Corregidor de españoles” -cuyo sueldo es pagado por la Real Hacienda- y un Teniente 
como auxiliar. 
6 En esta Gobernación Intendencia es muy importante la presencia—persistente por 
largos años—del Gobernador Vallejo cuyas características personales imprimen un sello 
particular a las reformas en esta jurisdicción. Con sus políticas no sólo interferirá y 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
125 
los pueblos la política borbónica avanza más aún. Las medidas de 
mayor importancia serán la designación de varios funcionarios 
residentes en la zona rural con el nombramiento de algunos Tenientes 
o funcionarios subalternos de la nueva Administración de Tributos, la 
exigencia del cumplimiento de formalidades legales para el 
reconocimiento de los derechos de “hidalguías” de los caciques 
(Palomeque, 1997), y la paulatina transformación del cacique 
gobernador recaudador de tributos en un funcionario del estado sujeto 
al pago de salario.7 En 1789 se dictan las provisiones del Virreinato, 
que serán refrendadas por otras similares de la Real Audiencia de 
Quito en 10 de octubre de 1801, donde se dispone que los 
“gobernadores de indígenas”, “cobradores de tributos”, “capitanes 
de indios” o “capitanes gobernadores cobradores de los reales 
tributos” deben provenir de una terna propuesta por la Administración 
de Tributos, “por el conocimiento que tiene de los sujetos”, de la cual 
el Gobernador español elegirá aquel a ser designado, el que será 
perpetuo en su cargo salvo en el caso de cargos graves. (ANH/Q, Cac., 
C.1. Exp.17) 
Cuando en Cuenca comienzan a aplicarse las disposiciones 
de las Cortes de Cádiz la situación legal de los gobernadores de 
indígenas queda sumamente difusa en tanto desaparece formalmente 
la jurisdicción civil y criminal que venían ejerciendo sobre sus indios 
sujetos. Esto se nota claramente en el caso del conflicto de Sidcay 
donde la Audiencia residente en Cuenca debe resolver el conflicto 
entre los dos postulantes al cargo de gobernador de indígenas y para 
ello solicita informe al Fiscal y al Teniente y Juez de Letras. Ambas 
exposiciones nos permiten constatar la nueva situación en la que han 
quedado los antiguos caciques, luego de las reformas borbónicas y con 
el nuevo sistema de gobierno basado en la ciudadanía. 
El abogado fiscal es muy claro sobre que las leyes vigentes 
no consideran la posibilidad de existencia de esos funcionarios, ni la 
 
controlará el poder de las autoridades indígenas sino también el de los hacendados y 
curas (PALOMEQUE, 1997). 
7 En la cuenta de tributos de 1788, cobrados en 1790, comienzan a registrarse como 
“data” los 12 ó 15 pesos pagados al gobernador de cada pueblo en “virtud de 
señalamiento del Presidente por auto del 12 de diciembre de 1790”. (AGI, Quito, Gob., 
460). 
Silvia PALOMEQUE 
 
126 
 
diferencia de los mismos respecto al resto de la población en tanto 
todos son ciudadanos. 
"..que empleos de gobernadores de indios parece que han cesado 
ya en todos los pueblos, respecto de que ni nuestra constitución politica ni la 
ley reglamentaria hacen mencion a ellos directa ni indirectamente cuando 
hablan de los Jefes, Tribunales, Magistrados y demas funcionarios entre 
quienes se distribuyen la jurisdiccion y atribuciones de los repectivos 
poderes en todos los ramos de gobierno, de justicia, de economía y policía 
que abraza la administración publica, en cuya desinacion estan incluidas las 
facultades que las leyes municipales concedian a los gobernadores de 
indios. A lo que se agrega que estos son ya unos cuidadanos que gozan de 
los mismos derechos esenciones y libertades que poseen los demas españoles 
con quienes estan anivelados por una perfecta igualdad. Y no existiendo esta 
clase de empleos, no puede por consiguiente tener lugar la reposición. 
Victor Felix de San Miguel." (ANH/Q, Cac., C.1., Exp.17 f.27v. 1813-9-XI.) 
A pesar de esto, el Teniente y Juez de Letras no sólo 
reconoce la necesidad de su existencia y la necesidad de su 
colaboración mientras persista el cobro del tributo, sino que también 
reafirma lo que será la futura forma institucional para reconocer a 
estos funcionarios indígenas. 
"... El nombramiento de los capitanes o gobernadores de indios, 
como que su principal ocupacion es la de hacer y auxiliar la cobranza de los 
tributos publicos, corresponde por practica y repetidas superiores 
providencias a los Jefes de la Hacienda Nacional, y en el concepto de estar 
yo exerciendo de tal en esta provincia ..” (informa que ha tomado la decisión 
de designar a uno de los candidatos en pugna) (idem, 1813-26-XI, f.27) 
Esta posición del Juez de Letras implica inmediatamente el conflicto 
con el otro poder recientemente constituido a nivel del pueblo en lugar 
del antiguo cabildo indígena: el Cabildo Constitucional del Pueblo de 
Sidcay, regido por la ley del 9 de octubre de 1812, que 
mencionábamos en páginas anteriores. Su Alcalde de primer voto, en 
vez de leer la proclama en la “doctrina pública” como se le ordena, lo 
hace ante el primer “cabildo público”. Este Cabildo, al defender al 
cacique de sangre frente al otro postulante, plantean que el gobernador 
indígena no sólo tiene funciones económicas sino de gobierno y 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
127 
política,8 y que por lo tanto el problema no es de injerencia del 
Teniente sino del Cabildo Constitucionalsegún sus atribuciones. 
Aparentemente el nuevo Cabildo Constitucional es un 
conocedor de la situación local existente y, obviamente, sin interés en 
su modificación. El hecho de que ambos contendientes al cargo sean 
capaces y aptos para la Administración de Tributos,9 que el Cabildo 
reconozca sólo al cacique hereditario—Don Francisco Quinde- y el 
Juez de Letras al otro gobernador—Don Mariano Morales- hace que 
se llegue a una división del poder del cacicazgo que nos permita 
observar la imbricación de funciones y responsabilidades del cargo. 
En el año siguiente, el 4 de enero de 1814, Don Mariano remite una 
nota donde resume la situación en los siguientes términos: 
"... que habian dos gobernadores, uno para administrar justicia, 
... por Quinde, y el otro solo para cobrar tributos, por Morales, que a este 
ninguno le obedece ni da los efectos comestibles que pida aunque diga que 
es para los señores oidores, que mirandolo con desprecio, caso de querer 
exercer su autoridad le quiten la vida a palos los indios...”10 
Es decir que si bien hay varios elementos cruzados en el 
poder del miembro de la elite indígena que le permiten ser reconocido 
como el personaje capaz de la consecución del tributo y de los otros 
servicios y bienes para la sociedad blanca, dentro de ellos es 
fundamental el mantenimiento de la jurisdicción criminal y civil sobre 
 
8 El título de gobernador que expide la Audiencia en noviembre del año 1812 conserva 
todas las atribuciones criminales y civiles de menor cuantía, habituales en el siglo 
XVIII. 
"... mandando se les premie.... con el empleo de gobernador de naturales del pueblo de 
Sidcay... libro el presente titulo... para que lo use y exersa por el tiempo que fuera 
voluntad de este gobierno, y ‘trayendo bara alta de justicia lo administrara a los indios 
naturales de dicho pueblo... causas civiles y criminales hasta en cantidad de 3 pesos, 
breve y sumariamente, y en las de muertes, robos, amancebamientos y otros delitos de 
gravedad, dara cuenta al gobierno o a los alcaldes ordinarios de la ciudad…’ ” (que 
proteja a pobres, que indios paguen tributo a administrador de tributos, etc.) " ‘... 
ordeno al Administrador Principal de Tributos, sus cobradores, casiques y principales 
mandones, no le pongan.. impedimento... y hagan con el las cartas cuentas de los 
tributos...’.” (ANH/Q, Cac.,C.1, Exp. 17, f.6). 
9 Esto lo expresa el Administrador de Tributos durante el juicio; en su concepto, es 
suficiente que ambos sean capaces en términos administrativos. En la documentación se 
constata que ambos contendientes escriben correctamente en español. 
10 El expediente judicial sólo nos permite conocer que hasta fines de 1814 la disputa de 
poderes continúa planteada, y que la misma no se soluciona ni con el fallecimiento de 
Don F.Quinde en tanto el Cabildo designa a su heredero. 
Silvia PALOMEQUE 
 
128 
 
los indios a ellos sujetos. Don Mariano, que no tiene estas 
atribuciones, corre el riesgo que los indios “le quiten la vida a palos” 
si funciona como recaudador. El nuevo sistema político, ideado para el 
gobierno de una sociedad compuesta por ciudadanos -que es el 
expresado en los términos del Fiscal de la Audiencia antes citado- 
desconoce los antiguos derechos señoriales que seguían teniendo los 
caciques hereditarios y gobernadores sobre sus indios, y asigna dichas 
atribuciones a los nuevos funcionarios. 
En síntesis, en términos legales, sumado a la disolución del 
cabildo indígena y el de las jurisdicciones específicas en la aplicación 
de justicia por parte de sus alcaldes, también se les recortan las 
mismas a los antiguos caciques gobernadores. Ambas medidas 
suponen la existencia de una sociedad indígena donde los miembros 
de su elite no sean necesarios para su gobierno ni para la exacción de 
tributos lo cual, ya sabemos, aún no se ha conformado en esta zona de 
los andes. 
Cabildo Indígena vs. Cabildos Pequeños 
Si bien desconocemos el período preciso de persistencia de los 
Cabildos Constitucionales, si podemos observar que durante la Gran 
Colombia ya no existen y que se creado otra forma distinta para dar 
continuidad al sistema de poderes locales diversos para blancos e 
indígenas de la zona rural: los Municipios Cantonales serán el espacio 
de representación y poder de los hacendados y de la población blanca 
y mestiza en general, y los “pequeños cabildos” serán el espacio de los 
indígenas. 
Por todo lo que venimos exponiendo es una grave 
equivocación equiparar el poder y la jurisdicción de este “pequeño 
cabildo” con el del antiguo “cabildo indígena”. El decreto de Bolívar 
del 15 de octubre de 1828 estableciendo la Contribución Personal de 
Indígenas (Freile, 1994: 30ss.) es sumamente claro al respecto. Allí 
consta que “se conservarán los pequeños cabildos i empleados que 
han tenido las parroquias de indígenas ‘para su régimen puramente 
económico’” (art. 18), aunque posteriormente agregue que las 
“obligaciones de los empleados” serán celar la conducta en sus 
“subordinados” a fin de evitar borracheras, avisar de fugados y 
ausentes, influenciar y auxiliar a los funcionarios en la recaudación de 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
129 
la contribución de indígenas, auxiliar al cura, etc. Es decir, un 
conjunto de ambigüedades pero donde queda claro que las autoridades 
indígenas siguen con atribuciones de gobierno sobre los indios 
comunes—sus subordinados—y que continúan controlando su 
desplazamiento y evitando borracheras. Los elementos nuevos, que 
desdibujan la imagen de continuidad, son aquellos que nos marcan que 
ahora los cabildos sólo se justifican legalmente dentro del “régimen 
económico”, es decir dentro del ámbito del Ministerio de Hacienda, y 
sus autoridades son "empleados" del estado con la función de auxiliar 
en la recaudación del tributo sin que se mencione la responsabilidad 
sobre su entero. 
Pero, sobre todo, al comparar el Cabildo Indígena con el 
Pequeño Cabildo tenemos que considerar que ya no estamos frente a 
los ocho importantes cabildos indígenas del área rural de la 
jurisdicción de Cuenca, con sus múltiples anejos, sus escasos curas y 
ningún funcionario estatal residiendo en el área rural, con fuerte 
presencia de la elite indígena como los que existían antes de las 
reformas borbónicas. Ahora no sólo tendrán sobre ellos al Municipio 
Cantonal, sus tenientes políticos y demás funcionarios. En los 
primeros años del período republicano las antiguas 8 parroquias ya se 
han subdivido en 33, y será cada vez menor el número de indígenas 
que abarcará su jurisdicción.11 
La jurisdicción civil y criminal de los recaudadores indígenas 
sobre sus indios sujetos nunca será mencionada en la documentación 
republicana en tanto la misma es una atribución de las instituciones 
judiciales. En estos años, esta atribución tan necesaria para poder 
cobrar el tributo tomará otra forma: será la de "jurisdicción coactiva" 
contra los deudores la forma institucional de su reconocimiento (1846, 
septiembre 4, “El Nacional”). 
De “originarios y forasteros” a “libres y conciertos” 
El otro problema al que le hemos prestado escasa atención es 
al hecho de que no sólo la división en las dos repúblicas, los cabildos 
 
11 En 1837 hacen la cuenta de cuántos Códigos Penales hacen falta en la provincia e 
informan que en ella hay 3 cantones y 33 parroquias, que las capitales tienen sus 
alcaldes municipales, y que en ellas y en las parroquias hay también tenientes pedáneos. 
(1837, setiembre 27, ANH/Q, Com.). 
Silvia PALOMEQUE 
 
130 
 
indígenas, los fueros de los caciques y la elite indígena estaban 
vinculados al sistema de gobierno colonial con formas señoriales y de 
vasallaje. También dentro de este sistema tenemos que incluir la 
división entre originarios y forasteros con sus diferentes obligaciones 
tributarias y derecho a las tierras comunales y, obviamente, estees 
otro de los elementos que se modificará con la imposición del nuevo 
sistema político. 
Para comprender la importancia de los cambios a este nivel 
hay que recuperar primero los distintos tipos de población residente en 
el área rural, y su división en distintas castas y categorías tributarias. 
El siguiente cuadro 1 muestra los distintos tipos de indígenas que 
ocupan las tierras comunales de las parcialidades del pueblo de 
Guacales y de su Anejo Sigsig. 
Es decir que dentro de cada pueblo coexisten diversas parcialidades, 
cada una con sus respectivas tierras comunales ocupadas no sólo por 
los originarios sino también por los forasteros lo que, como se observa 
en el cuadro, pueden ser tanto oriundos forasteros propiamente dichos 
o también originarios de otras parcialidades que se hallan fuera de su 
lugar de origen. Ambos grupos, forasteros y originarios, son 
gobernados por los miembros de la elite indígena que son los caciques 
y los miembros del cabildo (Palomeque, 1996). 
Esta situación no es particular del pueblo de Gualaceo. Con la 
información de la Administración de Tributos hemos podido 
conformar el cuadro general de originarios y forasteros de la provincia 
para el año 1791, en el que podemos ver la importante presencia de 
forasteros que en todos los pueblos alcanzan a ser el 80% de la 
población indígena y las múltiples diferencias en el total anual que 
deben pagar como tributo a las Reales Cajas. 
 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
131 
Cuadro 1 
 
Diferente tipos de unidades asentadas dentro de las tierras de las parcialidades. 
 Parcia-
lidades 
Quintos 
originarios 
Quintos de 
otra parcia-
lidad 
Total 
de 
quintos 
Forasteros sin 
observaciones 
Forasteros de 
otra parcia-
lidad 
Total de 
Forasteros 
Total 
general 
 Elite Comunes Elite Comunes 
Pueblo de 
Gualaceo 
 37 115 38 190 5 232 232 469 659 
 Ragdeleg 11 11 1 23 0 5 3 8 31 
 Chordeleg 24 38 14 76 9 108 18 135 211 
 Toctesi 20 40 32 92 1 53 16 70 162 
 TOTAL 92 204 85 381 15 398 269 682 1063 
Anejo de 
Sigsig 
Duma 6 43 2 51 4 100 3 107 158 
 Burin 14 25 0 39 0 77 1 78 117 
 TOTAL 20 68 2 90 4 177 4 185 275 
Fuente: ANH/SA,L.Num.,1778. 
Silvia PALOMEQUE 
 
132 
 
En el cuadro 2 se identifican como “Gruesa” todos los 
originarios y forasteros que desde antiguo pagan sus tasas a la 
Administración de Tributos de Cuenca, los que pagan 5 pesos y 7 
reales de tributo cuando son originarios y 3 pesos los que son 
forasteros. Como “Provincias” se agrupan a los indios originarios y 
forasteros de otras provincias. Los originarios de Riobamba pagan 
5p4, los de Chimbo 6p3, los de Suñomacas 4p5 y los de Alausí 5p7, al 
igual que los de Cuenca. Los forasteros de Riobamba pagan 3p, los de 
Alausi 3p2, Lictos 3p2 y Sigchos 3p3. (AGI, Quito, Gobierno, 460). 
De los resultados de investigaciones anteriores se desprende que la 
elite indígena que gobernaba los pueblos de indios llegaba a acuerdos 
diversos con los forasteros, entre los cuales se encontraba el arriendo 
de tierras comunales, y que estos eran parte de los mecanismos a 
través de los cuales lograban enfrentar con relativo éxito las 
obligaciones tributarias a las que estaba sujeto su pueblo, que 
permanentemente sufría el éxodo de los indios comunes originarios 
obligados a prestar mita (Tyrer, 1988: 249, Powers, 1994: 190ss). 
Como nuestro interés es diferenciar a aquellos originarios que 
frente al estado tienen la obligación de entregar mita y el derecho al 
acceso a tierra de comunidad, de los forasteros que no tienen esos 
derechos ni obligaciones y sólo deben abonar el tributo, en la síntesis 
del cuadro hemos agrupado por un lado los originarios de Cuenca y 
como forasteros a todo el resto. Este agrupamiento es el que nos 
permite afirmar que el conjunto de forasteros alcanza al 80% del total. 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
133 
 
 
Cuadro 2 
Categorías de Indígenas Tributarios. Cuenca, 1790 
Parroquias “Gruesa” “Provincias” Sintesis 
 Originarios Forasteros Originarios Forasteros 
Origina-
rios de 
“Gruesa” 
Forasteros 
1 Total 
 # % # % # % 
Baños 67 94 
15 Pcia 
2 Rbba 
11 Rbba. 67 35 122 65 189 100 
Cumbe 118 123 
11 Rbba. 
2 Siccho 
118 46 136 54 254 100 
Giron 98 198 33 Rbba. 
10 Rbba. 
1 Siccho 
98 29 242 71 340 100 
Cañaribamba 51 91 1 Rbba. 51 36 92 64 143 100 
Pucara 30 73 30 29 73 71 103 100 
Oña 88 101 9 Rbba 2 Rbba. 88 44 112 56 200 100 
Nabon 69 111 15 Pcia 22 Rbba. 69 32 148 68 217 100 
S.Bartolome 243 423 
5 Pcia 
1 Rbba. 
1 S.Andres 
4 Pcia 
13 Rbba. 
243 35 447 65 690 100 
Paccha 113 246 1 Rbba. 113 31 247 69 360 100 
Jadan 35 256 2 S.Andres 
1 Rbba. 
2 Sicchos 
35 12 261 88 296 100 
Sigsig 64 109 3 Rbba. 64 36 112 64 176 100 
Gualaceo 163 489 
16 Pcia 
10 Rbba. 
6 Chimbo 
53 Rbba. 
5 Lata-
cunga 
163 22 579 78 742 100 
Guachapala 57 74 4 Rbba. 7 Rbba. 57 40 85 60 142 100 
 80 248 
4 Pcia 
1 Rbba. 
10 Rbba. 
7 Sicchos. 
80 23 77 350 100 
 251 1129 
29 Pcia 
17 Rbba. 
31Suñamaca 
55 Rbba. 
214 Pcia. 
33 Sicchos. 
251 14 86 1759 100 
Cañar 152 411 
75 Pcia. 
31 Rbba. 
22 Chimbo 
5 Suñamaca 
39 Pcia 
87 Lictos 
60 Rbba 
3 Sicchos. 
152 17 733 83 885 100 
1 Aquí hemos agrupado a todos aquellos que no son originarios de Cuenca, es decir a los forasteros de 
“Gruesa” y a los originarios y forasteros “otra provincia”. 
Silvia PALOMEQUE 
 
134 
 
 
La primera medida donde comienza a equipararse la situación 
de originarios y forasteros comienza con la resolución de las Cortes 
sobre la supresión de la mita a la que estaban obligados los originarios 
y que, según la normativa vigente en la Audiencia de Quito, era la que 
permitía el acceso a tierras de comunidad.1 Si bien las Cortes tienen la 
 
1 En la Audiencia de Quito hasta el protector de indígenas Dr. Carrión, en 1745, 
sostiene que las tierras de comunidad “... son de naturaleza inalienables...ni aun de 
consentimiento de toda la parcialidad entera y la razon es, porque ni tampoco en ella 
reside el dominio de dichas tierras sino solo la administracion y usufructo... ‘en 
compensacion honerosa de las mitas que han de servir...’ carecen de dominio sobre 
ellas el cual reside solamente en V.Real Fisco y para usar de ellas cuando desierten por 
el derecho de reversion, conferiendole a la parcialidad y sus descendientes... la 
administracion y usufructo con cargo de servir las mitas por atender al util publico” 
(ANH/Q, Cac., C1, Exp. 15). Cabe señalar que nos queda pendiente el problema de 
porqué el protector de indígenas en la R.A. de Quito relaciona tan directamente la mita 
con el acceso a tierras comunales mientras la documentación de la R.A. de Charcas le 
Cont. 
 
Parroquias “Gruesa” “Provincias” Sintesis 
 Originarios Forasteros Originarios Forasteros 
Origina-
rios de 
“Gruesa” 
Forasteros 
2 Total 
 # % # % # % 
Deleg 69 168 
16 Pcia 
6 Rbba. 
11 Sicchos 
69 26 201 74 270 100 
Sidcay 59 684 105 Pcia 
11 Pcia 
10 Rbba. 
11 Sicchos. 
59 7 821 93 880 100 
S.Sebastian 124 702 
38 Pcia 
2 Rbba. 
3 Loja 
7 Guano. 
43 Pcia 
37 Rbba. 
8 Sicchos 
3 Quito 
124 13 843 87 967 100 
S.Blas 190 1189 40 Pcia 
36 Pcia 
30 Rbba. 
10 Sicchos. 
190 13 1305 87 1495 100 
Total 2121 6919 5303 8864 2121 20 8337 80 10456 100 
 
2 Aquí hemos agrupado a todos aquellos que no son originarios de Cuenca, es decir a los forasteros de 
“Gruesa” y a los originarios y forasteros “otra provincia”. 
3 Son: 343 Pcia., 110 Rbba., 3 S.Andres, 28 Chimbo, 36 Suñamaca, 3 Loja, 7 Guano. 
4 Son: 363 Pcia., 343 Rbba., 88 Siccho, 5 Latacunga, 87 Lictos y 3 Quito. 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
135 
intención de relacionar la suspensión de la mita con la distribución de 
las tierras, no tenemos ninguna referencia de que ello se haya hecho 
efectivo en Cuenca, mientras observamos que sigue vigente la 
suspensión de la mita luego de la restauración de Fernando VII. 
Es durante la Gran Colombiadonde aparentemente se dan los 
cambios a este nivel. En términos generales la historia del tributo 
indígena en la Gran Colombia la reseña Sánchez Albornoz (1978: 
190-91-3) señalando que en 1821 el Congreso de Cúcuta vota la ley 
suspendiendo su pago y que Sucre en Ecuador extendió su alcance a 
este territorio. La efectividad de la ley fue limitada porque Bolívar, en 
uso de sus facultades extraordinarias, suspende su aplicación. En 1824 
un decreto de Santander ordena continuar con la recaudación del 
tributo mientras durara la lucha y lo mantuvo hasta enero de 1826. 
Bolívar, en Chuquisaca, lo suprime el 22 de diciembre de 1825 y el 15 
de octubre de 1828 lo reimplanta. 
En 1822 en Cuenca ya comienza a aplicarse la ley de Sucre 
sobre el tributo. 
“...Los indios seran considerados en adelante como ciudadanos 
de Colombia y los tributos que hacian la carga mas pesada y degradante a 
esta parte desgraciada de la América, quedan abolidos” (1822, marzo 10, 
Decreto de Antonio Jose de Sucre. ANH/SA, Exp. 1156). 
Es notable como inmediatamente se registra el inicio del proceso de 
distribución de tierras y la resistencia esperable. En una nota se 
informa que en Sidcay se ha presentado resistencia al “medidor 
comicionado” cuando este se presentó a ver las tierras, y que se 
intentará hacerles comprender a los indios lo benéfico de la medida y 
la ventaja de la propiedad directa con relación a la tenencia precaria 
que tienen. (ANH/SA, Exp-453). 
Este proceso se suspende por la reimplantación del tributo, 
pero se reinicia en 1825 cuando su cobro se suspende nuevamente y 
entran en vigencia un conjunto de normas comprendidas dentro del 
concepto vigente de ciudadanía. 
 
permite sostener a T. PLATT que “...Durante la Colonia, la corona española había 
mantenido la convergencia entre ‘impuesto’ y ‘renta’, característica del Estado Inca. 
Los indios pagaban el tributo o tasa a la corona, en cuanto ésta gozaba de un derecho 
eminente sobre la tierra; pero lo consideraban parte de lo que llamaremos un ‘pacto de 
reciprocidad’ que les garantizaba el acceso seguro a sus tierras...” (Platt, 1982: 40). 
Silvia PALOMEQUE 
 
136 
 
Es interesante observar que junto a la suspensión del cobro 
del tributo, al mismo tiempo, reaparecen en los documentos las 
discusiones sobre forma de distribución de las tierras comunales que 
ahora pasan a denominarse de “resguardos” (ANH/SA, F. Ad., Lib. 
Cop. n° 14, f.41 v.) y se intenta organizar un sistema donde todos los 
grupos sociales contribuyan en forma igualitaria para el 
mantenimiento del estado. En estos años se comienza a cobrar la 
“capitación” de tres pesos a toda la población con resistencia de 
blancos y mestizos pero no de los indígenas (ANH/SA, exp.1037) y se 
reglamenta el “trabajo subsidiario” para la composición de caminos 
donde “todos” deben aportar cuatro días de trabajo. Para este período 
nosotros localizamos el primer caso donde un Alcalde del Municipio 
Cantonal interviene en una disputa entre indígenas sobre la 
distribución de tierras comunales (ANH/SA, exp.1174) y vemos que 
los indios participan como soldados del ejército y que pagan derechos 
municipales y alcabalas al igual que el resto de la población. 
Luego, con la reimplantación del tributo indígena en 1828, 
finalmente se dictan las normas generales que seguirán vigentes hasta 
fines de la década del 50. Allí nuevamente se abandona el proyecto 
general de ciudadanización de los indígenas al volver a implantar el 
pago del tributo, la situación de minoridad, y las excepciones del 
ejército, alcabalas, derechos parroquiales, etc. Si bien estas medidas de 
1828 implican una continuidad en el tratamiento diferencial para la 
población indígena con relación a blancos y mestizos, estimamos que 
en cambio sí destruyen el sistema colonial de segmentación de la 
población indígena en distintos grupos y homogeneizan la situación de 
todos los miembros de la misma organizando un sistema de gobierno 
con fuerte injerencia de los funcionarios estatales. 
El primer elemento de homogeneización es que el tributo 
exigido es de orden común: pagarán 3 pesos 4 reales2 todos los 
indígenas varones adultos, sin hacer ninguna distinción entre 
originarios y forasteros. Esto, más la supresión en 1812 de la mita 
obligada a los originarios, desde la perspectiva del estado deja a todos 
los indígenas frente a las mismas obligaciones tributarias. El otro 
elemento homogeneizador es el acceso a la tierra. Al respecto creemos 
 
2 Recordar que páginas atrás mencionábamos que los originarios pagaban más de 5 
pesos y los forasteros 3 pesos aproximadamente. Es interesante observar que la 
recaudación fiscal global no se modifica mayormente. 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
137 
necesario remarcar que si bien hace años que sabemos que en el 
período colonial el acceso a la tierra comunal es un derecho de los 
indios originarios, y que su tenencia por parte de los forasteros 
implicaba un conjunto de contraprestaciones entre ambos grupos 
reguladas por la elite étnica, nunca hemos prestado mayor atención al 
hecho de que durante la república “desaparece” ese tipo de accesos 
diferenciales a la tierra, al menos desde la normativa estatal. En el 
catastro de propiedades rústicas de 1835/6 de Cuenca, donde se 
diferencian las tierras de indígenas de las de los blancos y las privadas 
de las comunales, no consta ningún tipo de mención a indios 
originarios ni a forasteros ni a indios sin acceso a la tierra 
(Palomeque,1989:131ss). Más bien, cuando uno relaciona el número 
de parcelas con el de unidades domésticas, se encuentra con que la 
mayor parte de la población tiene acceso a la tierra. 
Tampoco en otras normativas el nuevo estado vuelve a 
mencionar la diferenciación entre originarios y forasteros, ahora sus 
categorías diferenciales serán las de “libres” y “conciertos”, mientras 
que expedientes de gobierno ocasionales nos muestran que se asigna 
tierras comunales a indígenas sin tierras que las solicitan y que las 
logran pero ya no de manos de las antiguas autoridades étnicas sino 
por la autorización de los nuevos funcionarios de base del estado. 
Qué incidencia puede haber tenido este proceso en las 
relaciones de poder que se dan dentro del mundo indígena es algo que 
desconocemos totalmente. Eso sí, creemos que es importante remarcar 
el problema en tanto existe la posibilidad de que en estos años haya 
existido algo similar a una “reforma agraria”. 
Reflexiones finales. 
Para hacer un cierre transitorio de los problemas planteados, debemos 
partir de las características principales del sistema político de 
dominación colonial de las “dos repúblicas” impuesto con éxito a 
fines del siglo XVI pero en el cual no se previeron todas las 
transformaciones futuras. Durante el período toledano se “reduce” a la 
población rural indígena “originaria” en pueblos de indios gobernados 
por sus antiguos señores étnicos y el nuevo cabildo indígena 
organizado para debilitarlos, bajo la supervisión e injerencia del cura y 
del corregidor, como forma de preservar a la sociedad indígena que 
Silvia PALOMEQUE 
 
138 
 
debía subsidiar con sus tributos y flujos de mitayos a la economía 
española (Assadourian, 1979, 1987) que, en la región rural de Cuenca, 
estaba representada por las incipientes empresas agrarias algunas de 
las cuales luego devendrían en haciendas. En este sistema, el espacio 
de representatividad del conquistador o colono español se situaba en el 
Cabildo de la villa o ciudad y en el Cabildo Indígena de localización 
rural estaba el de los señores étnicos o autoridades capitulares 
indígenas que, en los años venideros, lograrán mantener sólo parte de 
sus derechos como señores naturales a través de la obtención de fueros 
señoriales occidentales como el de “fijosdalgos” que en algo los 
protegíande la ofensiva de los poderes locales, mientras se iba 
debilitando la economía indígena y creciendo la de las fincas y 
haciendas de los colonizadores. 
Este sistema no previó adecuaciones para las 
transformaciones que originaría como fueron el movimiento de 
resistencia de los indios comunes que paulatinamente se fueron 
forasterizando al abandonar sus pueblos de origen para no entregar 
trabajo mitayo, ni el crecimiento de la población, ni el proceso de 
mestizaje, ni el gran poder que tomarían los hacendados sobre la 
población indígena que sujetaban por deudas y que habitaba en los 
crecientes territorios de su propiedad, en un espacio rural donde las 
autoridades indígenas no tenían atribuciones para imponer la real 
justicia sobre blancos y mestizos y con escasos funcionarios estatales 
blancos que residían lejos, en el espacio urbano. 
Si bien durante el período borbónico se dio una mayor 
injerencia de los funcionarios del estado en el control político de la 
sociedad rural esto se hace sin modificar las bases que lo sustentan; las 
primeras medidas que cambian elementos centrales del sistema 
político colonial serán las disposiciones “ciudadanizadoras” tomadas 
por las Cortes. Esto ocurrirá al reconocerle a los blancos y mestizos un 
espacio de representación en su lugar de residencia rural, con lo cual 
desaparecerán los antiguos Cabildos Indígenas que son reemplazados 
por los nuevos Cabildos Constitucionales donde el poder económico 
de los hacendados será reconocido como poder político y los antiguos 
señores étnicos perderán preeminencia o serán desplazados. En un 
mismo movimiento se hace desaparecer los antiguos fueros de 
hidalguías que protegían a los caciques y se les quita las atribuciones 
judiciales sobre los indios de sus pueblos que de ahora en más serán 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
139 
detentadas por los nuevos Cabildos Constitucionales, lo cual ocasiona 
una situación donde el estado comienza a enfrentar serias dificultades 
para la recaudación de tributos y el control de la población indígena y 
se ve obligado a generar nuevos mecanismos para solucionar este 
problema. Mientras tanto se sigue profundizando un proceso ya 
iniciado en el período borbónico, que continuará durante las Cortes, la 
Gran Colombia y la República, por el cual se amplía la presencia de 
los funcionarios estatales en el área rural mientras esto se entrecruza 
con la solución al problema de la recaudación tributaria y el control de 
la población indígena que consiste en designar como funcionarios de 
base del estado a las antiguas autoridades de indígenas y en crear el 
pobre remedo de los antiguos cabildos indígenas que son los cabildos 
pequeños. 
A pesar de los vaivenes de la guerra y los distintos grupos 
gobernantes, también se consolidará el proceso iniciado durante el 
período de las Cortes por el cual se comienza a homogeneizar la 
situación de los indígenas originarios y forasteros frente al estado y 
que, dentro de lo que conocemos hasta ahora, ocasionará la 
distribución de tierras a los forasteros que no se había podido realizar 
durante el período colonial. Este es el otro punto donde se 
desestructura el antiguo sistema toledano que sólo autorizaba el 
derecho de acceso a la tierra a los indios originarios. La fuerte 
presencia hacendataria en el nuevo estado poscolonial se notará 
cuando se reconozca la nueva diferenciación de los indios entre 
“libres” o “conciertos” donde el corte estará dado por el simple 
elemento económico de la deuda. 
Silvia PALOMEQUE 
 
140 
 
Archivos 
ANH/Q Archivo Nacional de Historia de Quito 
ANH/SA Archivo Nacional de Historia, Sección Azuay, 
Cuenca. 
AGI Archivo General de Indias 
Bibliografía (citada). 
ACHIG Lucas, “La estructura administrativa de la Gobernación de 
Cuenca en el siglo XIX (1820-22)”, en Revista del IDIS, n.8, 
Cuenca, (1980). 
ASSADOURIAN, Carlos Sempat, “La producción de la mercancía dinero 
en la formación del mercado interno colonial”, en E. 
FLORESCANO, Ensayos sobre el desarrollo económico de México 
y América Latina (1500-1975), México 1979. 
ASSADOURIAN, Carlos Sempat, “Los señores étnicos y los 
corregidores de indios en la conformación del Estado colonial”, 
Anuario de Estudios Americanos, XLIV, Madrid 1987. 
DEMELAS, Marie-Danielle, “Modalidades y significación de 
elecciones generales en los pueblos andinos, 1813-1814”, en A. 
ANNINO, (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, 
siglo XIX, Buenos Aires 1995. 
ESPINOZA, Leonardo, Lucas ACHIG y Rubén MARTÍNEZ, “La 
gobernación colonial de Cuenca. Formación social y producción 
mercantil simple”, Ponencia del IDIS al III Encuentro de Historia 
y Realidad Económica y Social del Ecuador, Cuenca 1980. 
FREILE GRANIZO, Juan, Leyes indigenistas. Compilación Sarance, n° 
19, Otavalo 1994. 
GUERRERO, Andrés, “Curacas y tenientes políticos: la ley de la 
costumbre y la ley del estado (Otavalo, 1830-1875)” Completar 
cita, sólo dispongo del original, 1987[1994?]. 
HEREDIA, Edmundo, Planes españoles para reconquistar 
hispanoamérica, 1810-1818, Buenos Aires 1974. 
HEREDIA, Edmundo, “La constitución de Cádiz en Salta (1814)”, en 
Nuestra Historia, n° 30, Buenos Aires 1982. 
LA 'CIUDADANÍA ' Y EL SISTEMA DE GOBIERNO 
 
141 
MOSCOSO, Martha, “Oganización económica, autoridad indígena y 
conflicto en la comunidad de Jima, sur-este de los andes 
ecuatorianos. Siglo XIX”, en Andes 2-3, Salta 1991. 
MURRA, John, “Waman Puma, etnógrafo del mundo andino”, en F.G. 
POMA DE AYALA , Nueva Coronica y buen gobierno, México, 
1980. 
MURRA, John, “El doctor Barros de San Millán: defensor de los 
‘señores naturales’ en los Andes”, Manuscrito 1993. 
PALOMEQUE, Silvia, Cuenca en el siglo XIX. La articulación de una 
región, Quito 1990. 
PALOMEQUE, Silvia, “El sistema de autoridades de ‘pueblos de indios’ 
y sus transformaciones a fines del período colonial. El Partido de 
Cuenca”; Memoria Americana, Cuadernos de Etnohistoria, n°6, 
Instituto de Ciencias Antropológicas, Buenos Aires 1997. 
También en M. MENEGUS, y otros (ed.), Dos décadas de 
investigación en América Latina. Homenaje a C.S.Assadourian, 
México 1999. 
PLATT, Tristan, Estado boliviano y ayllu andino, Lima 1982. 
POWERS V IERRA, Karen, Prendas con pies. Migraciones indígenas y 
supervivencia cultural en la Audiencia de Quito, Quito 1994. 
SANCHEZ ALBORNOZ, Nicolás, Indios y tributos en el Alto Perú, Lima 
1978. 
TYRER, Robson B., Historia demográfica y económica de la Audiencia 
de Quito, Quito 1988. 
 
 
 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
La Campesinización del Indio 
ROSSANA BARRAGÁN* 
En Bolivia suele afirmarse que los indios se transformaron en 
campesinos por decreto a partir de la Revolución Nacional. 
Implícitamente se critica un simple cambio de nombre, el 
desconocimiento de un problema étnico y/o nacional, y la pervivencia 
de actitudes racistas encubiertas en el nuevo término. Grieshaber 
mostró, sin embargo, que el término campesino se introdujo entre 
1900 y 1950, llegando a ser sinónimo de indio, lo que supuso, 
paralelamente, una definición mucho más amplia de indígena (1985: 
54-56). La pregunta pendiente es cómo se llegó a conceptualizar al 
indígena como todo habitante del campo cuando un siglo antes, en 
1846, el “campo” no se restringía a lo indígena (Dalence 1975). 
Nuestro interés es explorar el proceso que condujo a esa ecuación, 
analizando por qué lo indígena no se asocia en general a lo urbano en 
un país donde no hubo grandes inmigraciones desde el período 
colonial. 
La ecuación indígena=campesino supone también una 
división del espacio. Es en este ámbito que inscribimos nuestra 
reflexión: ¿Qué era lo urbano y cómo se lo definía? ¿Cuándo se hace 
común el término comunidades, y a qué realidades hacía referencia? 
¿Qué era ser indígena y cómo se definía lo indígena? 
 
* Docente de la Universidad Mayor de San Andrés y de la Universidad de la Cordillera. 
La Paz.Rossana BARRAGÁN 
 
144 
 
Sostendremos, primero, que el espacio rural y urbano se 
encontraban articulados de tal manera que el eje divisorio no pasaba—
por lo menos, en primer lugar—por esa diferenciación, sino más bien 
por la definición de una esfera indígena y no indígena. En ambas 
esferas se encontraba lo rural y lo urbano: existían pueblos de indios y 
pueblos de españoles, ambos ligados al campo, y ciudades con 
parroquias indias y españolas que también extendían su jurisdicción a 
territorios rurales. Segundo, mostraremos que la categoría fiscal 
tributaria encubrió muy rápidamente una diversidad de situaciones 
convirtiéndose en una categoría homogeneizadora. Tercero, 
insistiremos que, como parte del poder del estado de categorizar y 
nombrar, existía al lado de la categoría fiscal, una visión del indio 
como categoría social, es decir como parte de una construcción sobre 
los estratos sociales. La perspectiva social fue la que terminó 
imponiéndose cuando la contribución indígena dejó de tener 
importancia económica para el estado, es decir, cuando la idea de lo 
indio se desligó de la fiscalidad y de los padrones o registros de la 
contribución.1 Consecuentemente, la identificación del indio como 
campesino sólo pudo consolidarse después de la reforma agraria, 
cuando los terratenientes y hacendados abandonaron el campo. En la 
región occidental del país, área rural y urbana coincidían ahora con la 
diferenciación entre indígenas y no indígenas. 
La división del espacio 
Frecuentemente, se opone la ciudad y el área urbana con el campo y el 
área rural, una visión que proviene fundamentalmente del análisis del 
proceso de industrialización europeo.2 Para el caso colonial y 
republicano, esa oposición impide percibir su profunda articulación.3 
La ciudad y lo urbano no estuvieron determinados exclusivamente por 
el criterio de densidad poblacional. La ciudad, más que un espacio 
 
1 A partir de 1886, el tributo sólo representaba el 10% de los ingresos fiscales 
(GRIESHABER, 1985: 54). 
2 Para una síntesis y análisis sobre la teoría sobre la ciudad ver LEZAMA 1993. 
3 Las ordenanzas señalaban que el lugar donde debía fundarse la ciudad debía estar en 
un suelo fértil con abundancia de tierras para la agricultura (Cit. por HOBERMAN y 
SOCOLOW 1992: 8). Por otra parte, el ideal peninsular y mediterráneo de América 
Latina habría sido la ciudad como centro de las regiones rurales y la aristocracia 
terrateniente (MAURO 1972: 116). 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
145 
geográfico fijo, era una concesión de la Corona que implicaba un 
conjunto de elementos, entre los cuales se debe mencionar, 
fundamentalmente, las instituciones que sostenían el ejercicio del 
poder.4 Además, la ciudad estaba articulada al área rural5 ya que la 
primera constituía la residencia principal de autoridades y 
terratenientes, mientras que la segunda era su vivienda secundaria 
pero igualmente necesaria. Al tratarse de sociedades 
fundamentalmente agrarias, era en el campo donde se situaban los 
principales medios de sobrevivencia y acumulación económica, y el 
escenario donde la sociedad urbana ejercía su poder. 
Es importante precisar, también, una similitud entre ciudades 
(villas y pueblos de españoles) y pueblos de indios, ya que ambos 
mantenían una relación estructural similar con el área rural 
circundante: congregación y concentración tanto poblacional como de 
las principales autoridades. La iglesia y los edificios en la plaza 
constituían indudablemente los símbolos de ese poder al cual la 
población del contorno rural estaba sujeta, en cuanto espacio 
socializado y organizado desde el centro (Rasnake, 1989). 
Por consiguiente, es importante considerar lo urbano y rural 
como partes interrelacionadas, como un conjunto espacial 
compuesto de subespacios, de tal manera que lo rural debe 
pensarse en relación a un pivote urbano de la misma manera 
que todo eje y poder urbano debe pensarse también en 
relación a lo rural. Y aquí intervienen dos aspectos 
fundamentales: el establecimiento de la jerarquía entre los 
distintos elementos del espacio, descendiendo desde la 
ciudad virreinal en la cúspide del poder, y el establecimiento 
de la desigualdad jerárquica y la segregación al interior de 
cada uno de los elementos de ese espacio. 
Distribuir, dividir, congregar y marcar el espacio fue, por 
tanto, una tarea inicial fundamental. El “profundo reordenamiento del 
suelo” (Sempat Assadourian, 1982) implicó entonces una 
reestructuración total: las tierras, además de ser consideradas de la 
 
4 Estamos desarrollando una idea que la planteamos con Silvia Arze en 1988 (ARZE y 
BARRAGÁN 1988 No. 1: 11). 
5 Kingman ya había insistido en la necesidad de estudiar a las ciudades no separadas de 
su contorno rural (Cit. Por KINGMAN 1991: 26). 
Rossana BARRAGÁN 
 
146 
 
Corona, fueron re-otorgadas—sólo en parte—a la población 
conquistada, de tal manera que todo el resto se encontraba liberado. Se 
tendrían entonces tierras en manos indígenas, y tierras bajo el dominio 
directo e indirecto de la Corona. Sin embargo, el reordenamiento 
estuvo lejos de ser un único momento fundacional, ya que se repitió 
frecuentemente a través de las composiciones y las revisitas, que 
aportaban además constantes ingresos para la Corona. 
Un ejemplo permitirá ilustrar cómo se hacía una composición 
y entender mejor lo que se llamarían, primero, tierras de repartimiento 
y origen (asociadas frecuentemente a pueblos de indios y pueblos de 
reducciones)6 y, mucho después, comunidades indígenas o tierras de 
origen.7 El caso involucra a uno de los más importantes compositores 
de fines del siglo XVI, Fray Luis López de Solis, Obispo de Quito, 
cuyo nombre aparece frecuentemente, tanto en documentos coloniales 
de muchas “comunidades”, como en pleitos y litigios de tierras de 
siglos posteriores.8 
Este “compositor de Charcas” estuvo involucrado en la 
reasignación de las tierras de los Yamparaes, al oeste de la capital de 
la Audiencia. El visitador procedió delimitando un espacio continuo y 
algunas tierras discontinuas en base a un listado de tierras 
proporcionado por las autoridades nativas.9 Dos núcleos aparecieron 
como “cabeceras” y “capitales”, es decir como sedes en los que se 
 
6 SAIGNES recordaba (1991:92) que para Fuenzalida la reducción era la comunidad 
mientras que él consideraba que las reducciones eran los pueblos de indios. Además de 
Fuenzalida, que reexaminó la noción de comunidad, MORENO y SALOMON compilaron 
diversos artículos sobre las categorías de análisis utilizadas en el estudio de las 
sociedades andinas (1991). 
7 Sabine MC. CORMACK (1991: 48) planteó que la comunidad como entidad jurídica fue 
un producto del siglo XIX. Esta afirmación no se aplica a Bolivia. El decreto de Bolívar 
de 1825 utilizó, cuando ordenó la distribución de tierras, las palabras “repartimiento de 
tierras de comunidad”. Por otra parte, la orden del 7 de Febrero de 1834 prohibía a los 
indígenas el realizar peticiones a nombre de sus “comunidades, aillos y parcialidades” 
(en: BONIFAZ 1953: 4 y 47 respectivamente). Durante todo el siglo XIX, se emplea el 
término de comunidades tan frecuentemente como el de terrenos o tierras de 
repartimiento (ver el Reglamento de Revisitas de 1831 en BONIFAZ 1953: 29 y 78). 
8Sobre Fray Luis López de Solis, ver GARCÍA QUINTANILLA 1964. 
9 La orden del visitador a fines de los 1590s ordenaba que el gobernador, alcaldes y 
principales “hagan quipos y memorial ... de todos los yndios ... y los demas sujetos a el 
dicho repartimiento de los Yamparaes ... y de las tierras que tienen y ... las ... que los 
yndios de cada ayllo tienen” (Archivo Nacional de Bolivia (ANB) EC 1787 No. 59, f. 
46). 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
147 
encontraban representados todos los ayllusy segmentos sociales, 
donde se aglutinaban también las funciones políticas y religiosas de 
cada parroquias10 La estructura puede corresponder, en parte, a lo que 
constituía precisamente una marca o llacta pre-hispánica, es decir, la 
reunión de ayllus y haatha (Saignes 1989: 96). Este ejemplo muestra 
cómo los pueblos de indios se situaban al interior de los territorios 
demarcados por los primeros compositores. En otras palabras, la 
distinción rural/urbana era un elemento del mismo conjunto, aunque 
las autoridades residían en el pueblo.11 
Otro caso interesante (aunque no tenemos sus títulos) es el de 
San Pedro y San Pablo de Chuquiago, uno de los espacios de lo que 
hoy es la ciudad de La Paz. Su estatus inicial fue el de pueblo de 
indios, aunque asimilado rápidamente a una parroquia de indios. En la 
documentación colonial (padrones) aparece como pueblo del cual 
dependían dos parcialidades y una serie de ayllus (como en el caso de 
los Yamparaes) cuya territorialidad, continua y dispersa,12 se extendía 
alrededor de la Ciudad de La Paz, donde residía la población no 
indígena. La parcialidad superior, o Hanansaya, llamada San Pedro, 
comprendía los ayllus de Cupi, Collana, Maacollana y Callapa. La 
segunda o inferior, Hurinsaya, llamada Santiago, reagrupaba a los 
ayllus de los Canchis, Canas, Lupacas (Cupi y Checa), Pacaxa, 
Pucarani y Chinchaysuyos, cuyos nombres rememoran su origen, en 
gran parte en la región alrededor del Lago Titicaca. 
Nada diferencia el tipo de otorgamiento de tierras a los 
Yamparaes del que caracteriza el pueblo de indios de San Pedro y 
Santiago de Chuquiabo. Las tierras conocidas como “de 
repartimiento” estaban asociadas además a obligaciones laborales—
mano de obra por turnos para el trabajo minero y agrícola –, así como 
a capitaciones e impuestos—tasa o tributo, y diezmos o veintenas 
sobre la producción agrícola y ganadera. 
La división del espacio implicó, por tanto, una división 
laboral y a la vez socio-fiscal. La Corona pudo distinguir dos grandes 
 
10 ANB EC 1787 No. 52. 
11 Sobre el sistema de autoridades en el período colonial ver THOMSON 1996. 
12 “hasta seis y siete leguas en unas serranías y apachetas … que son las de los Andes 
de Yungas...” (A. CAT. T. 44 29-Mayo-1756, p. 21. p. 48). En 1769, el Obispo señaló 
que la jurisdicción de San Pedro era muy extensa y que los feligreses vivían “dispersos 
y apartados ... unos de otros, en diversas estancias …” (AGI Charcas 531, 1769). 
Rossana BARRAGÁN 
 
148 
 
categorías fiscales: tributarios de ayllus en tierras de repartimiento 
indígenas, y yanaconas de estancias y haciendas. Ambas fueron 
identificadas como correspondientes a las dos grandes variantes del 
sistema de tenencia de la tierra. En un artículo anterior (Barragán y 
Thomson 1993), mostramos, sin embargo, a propósito de los 
continuos litigios y pleitos sobre diezmos del período colonial tardío, 
que la situación se hizo mucho más compleja, de tal manera que las 
categorías fiscales terminaban encubriendo situaciones muy diversas. 
La relación entre categorías fiscales y tierras. 
Para la Iglesia existían, de manera muy clara, tierras diezmales y no 
diezmales, que correspondían a tierras de españoles y a tierras de 
indígenas. El interés eclesiástico fue, no sólo no perder lo que iba 
asociado a los espacios imponibles (diezmos en tierras españolas y 
veintenas en otras), sino ampliarlos: tener cada vez más tierras con 
estatus de españolas-diezmales y ocupantes asimilados a la condición 
de arrenderos de esas tierras. En este contexto se entiende que un 
cacique indio pagara diezmo como si “fuera español” por el hecho de 
arrendar tierras españolas (Barragán y Thomson, 1993: 317 y 312). 
La situación cada vez más compleja obligó a que un auto de 
1756 definiera las tierras de origen como las otorgadas por 
repartimiento y no sujetas a diezmo. Dado, sin embargo, que muchas 
tierras originarias estaban inundadas de forasteros, se especificó que la 
exención del diezmo se debía aplicar sólo a los indios originarios, y no 
así a los forasteros y agregados, los que fueron entonces asimilados 
por la Iglesia a la condición de arrenderos.13 En otras palabras, las 
tierras fueron consideradas con un estatus que no coincidía 
necesariamente con la de sus habitantes: podían ser tierras españolas 
con arrenderos indígenas, o tierras originarias con indígenas 
forasteros. La iglesia logró, entonces, sutilmente pasar del criterio de 
exención a la población indígena a la exención de las tierras de 
indígenas, y finalmente de las tierras de sólo los indios originarios, 
descalificando a los forasteros y agregados por ser considerados 
arrenderos (Barragán y Thomson 1993: 318-319). 
 
13 En el siglo XVII, los agregados a las haciendas eran los arrenderos, de acuerdo al 
propio Duque de La Palata. Ver SÁNCHEZ ALBORNOZ 1978: 54-55. 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
149 
Todo este proceso supone también que la tenencia privada de 
la tierra parcelaria no podía ser asociada a los indígenas si había sido 
formada a partir de tierras que habían pasado, previamente, a ser de la 
corona y eran definidas como “españolas”. La definición de las tierras, 
y el continuo proceso de transferencia al estado a través de las 
composiciones (un tema aún para investigar) no sólo explica que la 
figura de “indígenas en tierras españolas” existiera, sino que volviera 
cada vez más frecuente. La importancia de la asociación / disociación 
entre categoría de tierras y categoría fiscal de gente puede ayudarnos a 
entender la particularidad de Cochabamba y Chuquisaca, que tuvieron, 
desde el siglo XVIII, una población mestiza importante y, durante 
todo el siglo XIX, poca población indígena tributaria (alrededor del 
15% entre tributarios de ayllus y de haciendas). 
A la luz de la lectura realizada, es importante recordar que el 
poblamiento inicial de Cochabamba y Chuquisaca fue, en gran parte, 
de mitimaes, de tal manera que las tierras de los pueblos indios eran 
claramente identificadas, lo que implica que la mayoría pasó bajo el 
dominio directo del estado español, primero, y después de la 
propiedad privada. Gran parte de las tierras debieron tener entonces el 
estatus de tierras españolas diezmales, siendo considerados sus 
yanaconas como arrenderos.14 Cuando la gran propiedad se fragmentó 
entre pequeñas propiedades individuales, el estatus de tierras 
diezmales (españolas) debió pasar a sus ocupantes. A partir de 
entonces fue seguramente más fácil que sus poseedores dejaran de ser 
considerados como indios, contando además con el apoyo de la 
Iglesia. 
La asociación entre propiedad parcelaria y mestizaje parece 
constituir, entonces, una dinámica relacionada a la distinción de tierras 
y a los intereses eclesiásticos, uno de los únicos poderes que podía 
rivalizar con los del estado colonial y del poder local. Y a este poder 
se sumaría el interés de los ocupantes en registrarse como no-indios 
para escapar del tributo (como lo señaló Larson). La recuperación en 
la proporción de indios, que entre 1900 y 1950 se incrementó en 
Chuquisaca y Cochabamba de 36% y 22% a más del 70% (Grieshaber 
1985), sólo pudo darse cuando lo indio como categoría fiscal tributaria 
 
14 En el siglo XIX los arrenderos eran, según Dalence, los colonos de las haciendas que 
pagaba por su terreno parte en dinero y parte en servicio (Cit. Por ANTEZANA 1992: 82). 
Rossana BARRAGÁN 
 
150 
 
había dejado de tener importancia para el estado, cuando los diezmos 
fueron sustituidos, y cuando se dio un nuevo sistema impositivo, un 
proceso iniciado a fines del siglo XIX y que duraría hasta las primeras 
décadas del siglo XX. 
Si el interés eclesiástico fue transformar las tierras en 
españolas, y convertir a los forasteros en arrenderos, el del estado era 
no perder tributarios,lo que pudo suponer procesos de 
reindianización. El análisis de Grieshaber, en base a los padrones de 
contribuyentes de la primera mitad del período republicano, muestra 
una relativa estabilidad y la ausencia de grandes cambios, aunque la 
aparente estabilidad podía también encubrir tendencias y situaciones 
muy diversas. La categoría fiscal de indio se había convertido en un 
encasillamiento que encubría la heterogeneidad, un proceso que se 
encontraba, también, y de manera distinta, a nivel urbano. 
Los indios urbanos. 
A la diferenciación establecida entre pueblos de indios y pueblos de 
españoles correspondió la diferenciación de parroquias de indios y 
parroquias de españoles. En el caso de la ciudad de Nuestra Señora de 
La Paz, la población española fue atendida y adscrita a la catedral, 
mientras que a los indígenas se les asignaron otras parroquias: San 
Sebastián y Santa Bárbara,15 y el pueblo de indios San Pedro y 
Santiago de Chuquiabo16 que fue asimilado en el siglo XVIII al estatus 
de otra parroquia urbana.17 Una característica de estas parroquias fue 
que su jurisdicción eclesiástica se extendía hacia el área rural donde se 
situaban las tierras de los ayllus, y las haciendas y estancias. 
Encontramos, por tanto, y esta vez desde el área y corazón de la 
ciudad, la articulación urbano-rural. 
 
15 AGI Charcas, 1690. Esta descripción es sintética: “... ay iglesia mayor cathedral y en 
ella la parroquia de los españoles sola, y otras tres parroquias de indios cuyas 
vocaciones son San Pedro ... Santa Bárbara ... y San Sebastián” (AGI Charcas 138, 
1648). 
16 San Pedro fue el primer “curato” y “pueblo” fundado mucho antes incluso de la 
propia ciudad, y estuvo en manos de los padres de San Francisco hasta 1686 (Ver A. 
CAT. 4-Mayo-1766 p. 277 y 283v. y A. CAT. T. 44, p. 21 y 48). 
17 En 1758 todavía se menciona a San Pedro como pueblo (AGN Sala XIII, Leg. 17-4-3, 
1758. Leg. 14, Libro 1. Padrones de La Paz. Autos de la Revisita de las tres parroquias 
de la ciudad de La Paz con tres informes de la Contaduría de Retasas). 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
151 
Las tierras de los ayllus serían sin embargo paulatinamente 
acaparadas por la ciudad. En el siglo XVIII, la pérdida de tierras 
afectó principalmente las tierras “comunes” a través de ventas 
denunciadas muchas veces de fraudulentas, así como por la propia 
formación de haciendas en base a antiguos territorios de los ayllus,18 
especialmente después de la rebelión de 1781 cuando las dos 
parcialidades dejaron de mencionarse. En el siglo XIX, los ayllus 
enfrentaron la expansión de las haciendas ya existentes,19 pero 
también la política del estado de adjudicarse tierras baldías para 
redistribuirlas.20 Las tierras más vulnerables fueron las que no tenían 
un propietario individual y privado, como las reservadas a los 
caciques, que pasaron luego a los corregidores y, finalmente, a 
propiedad privada.21 
La pérdida de tierras afectó de manera más aguda a San 
Sebastián, lo que puede explicar no sólo la particularidad de sus 
tributarios, con estatus de forasteros, sino también el aumento de los 
oficios artesanales y comerciales. De ahí que algunos de sus ayllus 
reagruparon a gremios artesanales como los montereros, tocuyeros, 
sombrereros, zapateros y panaderos. Muchos de estos artesanos 
perdieron además toda relación con el trabajo agrícola. Otros, como 
los panaderos, no eran trabajadores independientes o por cuenta 
propia, sino que vendían su mano de obra en distintos "amasijos". 
Finalmente, los trabajadores de obrajes, como tejedores y tintoreros, 
 
18 Caso de las tierras de Mecapaca y tierras del ayllu Cupi (ANB T.I. 1758 No. 35). 
19 Los linderos de las tierras de Munaypata de San Sebastián, por ejemplo, estaban en 
litigio con la hacienda Pura Pura. ALP CSD 1847 Caja 89 Expediente sin título. Los 
indígenas, Gerónimo … de San Sebastián dan poder … s/f. 
20 Esta redistribución se hizo a soldados como compensación a la reducción del ejército. 
Los soldados pertenecían a grupos populares urbanos. Ver. ALP CSD 1845 Caja 80. E. 
sin título en cuero. El Ciudadano, José Barrrios, sastre, pide enajenar tres topos de 
tierras que ... tiene en la Garita de Lima y en Challapamapa. f. 12 y 13-15. 
21 Caso de las tierras “Cacique Oraque” (Uraque=tierra, suelo y mundo inferior. 
BERTONIO, 1612-1984 : 378) llamadas también “Ayma del Corregidor”. Ayma remite a 
las tierras en las que la mano de obra de las comunidades trabajaba para los caciques 
(Rivera, 1978). Otro caso es el de las antiguas aymas y tierras de Chijini Grande. Otros 
dos pedazos, Ylacata Guaita y Pasena Oraque estaban dentrás del Panteón. Los 
comunarios trataron de recuperarlas para chacras para autoridades, como una especie de 
sobresueldo que se asignaba. Ver ALP CSD Caja 88 147. Expediente Civil de Despojo 
... por varios terrenos de la comunidad de San Pedro... f. 11, 20 y 29-29v. 
Rossana BARRAGÁN 
 
152 
 
caían bajo la etiqueta incluso de yanaconas (Arze 1994: 103, 109 y 
75). 
El resultado fue que, entre fines del siglo XVIII y fines del 
siglo XIX, 50% de la población indígena estuvo en ayllus—con todas 
la complejidad que acabamos de ilustrar—, y otro 50% en las 
haciendas como yanaconas o mano de obra sujeta a estas propiedades 
bajo diversas modalidades. Se decía, por ejemplo, que los forasteros 
eran los libres de servir a particulares, mientras que los yanaconas 
eran los que debían realizar servicios para sus amos (Arze 1994: 119) 
o que los forasteros eran los agregados a las haciendas “con mas o 
menos pensiones hasta tocar la clase de yanaconas” (Barragán 1990: 
111). 
La paulatina pérdida de tierras de los ayllus fue un proceso 
que significó el fin de la correspondencia entre parroquia de indios y 
territorios indios, incrustados éstos por propiedades privadas, 
haciendas y estancias, o convertidos en lotes urbanos. Paralelamente, 
la tendencia republicana fue convertir las jurisdicciones eclesiásticas, 
divididas hasta entonces en función de si los feligreses eran indios o 
españoles, a una jurisdicción territorial (barrios). Se trataba de poner 
fin a “las parroquias por castas”, una política que fue parte del 
proyecto liberal inicial impulsado por Bolívar y Sucre, junto a la 
tentativa de supresión del tributo como atentatorio al principio de 
igualdad. Para el caso de Potosí, por ejemplo, el decreto de 1826 
ordenó la división de la ciudad en parroquias por barrios ... 
indistintamente de su “clase” (indios, blancos...Decreto del 19 de 
Febrero de 1826). En La Paz se planteó una situación similar, aunque 
en 1833 se reconocía que las parroquias no se habían “dividido ... por 
barrios sin distinción de castas”.22 Pero si las diferenciaciones dejaron 
de darse entre parroquias—más por la dinámica propia que por 
política estatal—, ellas subsistieron internamente, distinguiéndose 
estipendios distintos en bautizos, matrimonios y defunciones en 
función de si se trataba de mestizos, morenos, zambos, indígenas o 
“españoles”.23 
 
22 ARZ. Serie Roja. 1801-1840. Expediente seguido sobre la división de las parroquias 
de esta ciudad de La Paz. 1830. f. 1. Los problemas de división de las parroquias 
continuaron hasta 1890. 
23 Arancel parroquial dictaminado por el Presidente (1855) y el Obispo de La Paz. En 
A.CAT. 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
153 
Si el fin de las “parroquias por castas” posiblemente 
sancionó, en el caso de La Paz, una situación de hecho, la delimitación 
por barrios decretada el 19 de febrero de 1826 fue más difícil de 
lograr. Cinco años después, la disposición no se había cumplido, y 
sólo a fines del siglo XIX se daría una división más “equilibrada” 
entre las parroquias en términos poblacionales, junto con la anhelada 
“continuidad territorial” establecida a partir de la demarcación de sus 
límites.24En las últimas décadas del siglo XIX asistimos, por lo tanto, a 
la culminación de un proceso: la desaparición de los territorios de los 
ayllus por la conformación de haciendas, por el crecimiento urbano y, 
finalmente, por las leyes de Melgarejo (1868) y la Ley de Ex-
Vinculación (1874), que consolidaron, al igual que en Cochabamba y 
Yungas, y a diferencia del altiplano paceño, múltiples pequeñas 
propiedades, principalmente en la jurisdicción de San Pedro y San 
Sebastián. 
El indio urbano fue, entonces, el agricultor de ayllu, el de 
hacienda, el pequeño propietario, el artesano o el pequeño 
comerciante. Pero lo indio, como categoría fiscal y como relación de 
dominación, originaba fugas, un proceso que finalmente se entrecruzó 
con la concepción de lo indio como categoría social. 
El censo de 1881 
A diferencia de las categorías fiscales que lograban extraer la 
contribución indigenal que alimentó al estado boliviano25 (Sánchez 
Albornoz 1978, Griesehaber 1977, Platt 1982), el indio como 
categoría social de los censos (como de algunos escritos de 
intelectuales y funcionarios de la época) fue una construcción sin 
finalidad fiscal. A diferencia de lo que sucedió en otros lugares, los 
censos no fueron registros, ni para el cobro de impuestos ni para las 
elecciones. Además, habían enormes limitaciones para llevarlos a 
 
24 Se ordenó la delimitación en Potosí y La Paz. En La Paz se nombró al Dr. Juan de la 
Cruz Monje, Presidente de la Corte de Justicia. Ver ARZ. Serie Tapa roja. 1801-1840. 
Expediente seguido sobre la división de las parroquias de esta ciudad de La Paz, 1830, f. 
5-6, 18-18v. Y 26-26v. 
25 El tributo representó del 30 al 40% de los ingresos del estado. GRIESEHABER 1977. 
Rossana BARRAGÁN 
 
154 
 
cabo.26 Recién en 1845 se decidió establecer una junta para formar la 
estadística de la República.27 Es en este marco que se inscribe la obra 
del estadístico José María Dalence, resultado precisamente de este 
primer esfuerzo estatal. Después de él y el censo de 1854, no hubo una 
política sostenida hasta prácticamente la década de los 70 cuando se 
ordenó establecer comisiones estadísticas que recogieran datos de toda 
la república,28 Finalmente, en las últimas décadas del siglo XIX se 
creó, en 1896, la Oficina Nacional de Inmigración, Estadística y 
Propaganda (Reglamento...., 1900). El orden de los términos es 
revelador: las estadísticas están relacionadas e incluso subordinadas a 
la esperanza de una inmigración similar a la que se había dado en la 
Argentina (Informes..., 1902:1-3). 
Primer hecho a constatar: la igualdad no fue el principio 
ordenador y clasificatorio—como sucede también en otras expresiones 
y manifestaciones del estado, como la legislación, analizada en otro 
trabajo (Barragán 1999). Se trata más bien de diferenciar las castas-
clases-razas, junto con nombres, apellidos, “patria”, edad, oficio o 
destino, y lo que hoy llamaríamos “grado de alfabetización”.29 
Segundo hecho: no hubo, por lo menos al principio, una terminología 
uniforme para describir a su población. Se hablaba de “ciudadanos de 
 
26 En 1832, por ejemplo, se realizó un censo considerado “demasiado inexacto” 
ordenándose realizar otro, pero esta orden quedó sin cumplir (Orden Circular del 20 de 
Febrero de 1841 y Orden Suprema del 2 de Enero de 1840). Pocos años después, se 
distribuyeron modelos para que se realizara (Orden del 12 de Septiembre de 1842). 
27 Decreto del 27 de Febrero de 1845. 
28 En 1868 se creó en el Ministerio de Hacienda una mesa estadística para toda la 
república (D.S. del 28 de Febrero de 1868). En 1872, se promulgó una ley para la 
formación de una mesa o comisión de estadística nacional a establecerse en la capital de 
la República (Ley del 9 de Noviembre de 1872). Uno de sus impulsores fue Ernesto O. 
Ruck quien abogó por la “recolección de datos” señalando y recordando su utilidad para 
el gobierno y el pueblo porque “conocer es poder”. Una de las primeras medidas fue la 
creación de una comisión por Decreto del 12 de Noviembre de 1873. Dos años después, 
en 1875, se expidió un reglamento para la formación de estadísticas. Entre los datos que 
se definieron estaban el estado físico del territorio, la población, los censos y los 
catastros, información que ante la escasez de presupuesto debía ser proporcionado por 
funcionarios públicos, por una parte, y por “ciudadanos particulares y distinguidos”, por 
otra parte (En RUCK y MEDINACELI 1874: esp. 20 y ss. En ANB 1875, No. 535). 
29 Aquí, la especificación de lectura y escritura no constituía un criterio de exclusión 
como para las elecciones, sino más bien un criterio para políticas públicas, para 
generalizar la instrucción primaria (Orden Circular del 20 de Febrero de 1841). 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
155 
todas clases”, debido a las distinciones presentes en el ejército,30 como 
a las establecidas en el registro electoral entre ciudadanos y no–
ciudadanos, o ciudadanos sin derecho a voto. De ahí que sea frecuente 
escuchar en las demandas sociales contemporáneas: “no somos 
ciudadanos de segunda”. El término “clase” se utilizaba para los 
diferentes grupos considerados, pero también para establecer 
diferenciaciones al interior de cada “clase”.31 Finalmente, el término 
genérico global en los censos fue, primero, el de casta, y luego el de 
raza, aunque frecuentemente se utilizaban ambos términos junto con el 
de “clases”.32 
El censo de 1881,33 levantado casa por casa y persona por 
persona, constituye una fuente extraordinaria para analizar el 
contenido social de cada una de las categorías “raciales”. Parte de este 
censo estuvo a cargo de Manuel Vicente Ballivián, uno de los 
intelectuales más notorios del siglo XIX paceño, e integrante del 
Círculo Literario donde predominaban y se difundían las ideas social 
darwinistas (Demélas 1981: 58). Posteriormente, fue fundador de la 
Sociedad Geográfica de La Paz, y responsable del censo nacional de 
 
30 Ej.: Orden General del 12 de Noviembre de 1857, Flores MONCAYO 1953: 172. 
31 Por ejemplo, se debe incluir en padrones y matrículas a “todos los naturales de que 
constare la población....sin exceptuar clases ni condiciones....” (Art. 20 del Reglamento 
de 28 de Febrero de 1831 sobre el modo de practicarse las revisitas y matrículas de los 
indígenas contribuyentes: Flores MONCAYO 1953: 69). 
32 Esto no significa que antes no se hablara de razas. El término fue utilizado por los 
primeros viajeros como Pentland, pero el Estado y sus representantes lo asumieron más 
tarde. Para Pentland existían tres razas: “india o aborígena”, “europea o criolla” y “los 
media casta o razas mixtas” denominadas “cholos o mestizos”. Entre los indígenas 
menciona a las “tribus” sin religión, los “Indios Chiriguanos” (PENTLAND 1826,1975: 
41). 
33 Este censo, registrado como “padrón”, se encuentra en 9 libros (de 120 fs. cada uno 
aproximadamente) censando a la población casa por casa en las distintas parroquias de 
la ciudad. El objetivo era imponer la contribución general a toda la población, como 
parte del proyecto de abolición de la contribución indigenal, reconocimiento de la 
propiedad individual indígena y venta de las tierras comunitarias. El documento se 
encuentra en el Archivo Histórico de la Universidad Mayor de San Andrés. Aunque 
sabemos, por el censo de 1909, que hubieron otros censos de la ciudad en el siglo XIX, 
no se ha encontrado ninguno. Sabemos también que es incompleto ya que la población 
asciende aproximadamente a 20.000 personas cuando en el libro del censo de La Paz de 
1909 se consigna para 1886 la cifra de 56.849, para 1902 la de 60.031 y para 1909 la de 
78.856 (CRESPO, 1910: 24-25). 
Rossana BARRAGÁN 
 
156 
 
1900 y del censo departamental de La Paz de 1909, como Director 
General de la Oficina Nacional de Estadística (Crespo 1909:VIII). 
En correspondencia al contexto general, la población de La 
Paz fue clasificada en 1881 en 4 razas, de las que tres eran 
preponderantes, la raza blanca, que constituía el 32%, la raza indígena 
el 21% y la raza mestiza el 47%. Había, además, un evidente 
desequilibrio entre sexos: los hombres representaban el 44% y las 
mujeres el 56%. Este desbalance variaba de acuerdo a las “razas”: 
había un relativo equilibrio entre los indígenas (48% hombres y 52% 
mujeres) mientras que existía una desproporción notoria entre los 
llamados blancos (46% hombres y 54% mujeres) y sobre todo entre 
los mestizos (41% hombres y 59% mujeres). Finalmente la población 
negra era en más del 80% femenina y “doméstica”. 
¿Cómo explicar el desequilibrio entre los sexos entre blancos 
y mestizos? Es posible imaginar, para el caso de las que fueron y eran 
denominadas mestizas, una mayor inmigración femenina del campo a 
la ciudad por la propia demanda de “domésticas”. Otro factor que 
debió influir también fue que ellas llevaban una vestimenta 
“definitoria” y emblemática: la pollera, que inicialmente las 
diferenciaba tanto de las “blancas” como de las indígenas, un tema 
que lo retomaremos después. No sucedía sin embargo lo mismo con 
los hombres mestizos, de quienes Luis S. Crespo (1910: 51), señaló 
unos 20 años después que vestían “a la europea”. Las mujeres eran 
entonces visiblemente “más mestizas”, retomando la expresión de La 
Cadena (1991). 
Uno de los datos más interesantes para analizar el contenido 
de las categorías raciales del censo es el de las ocupaciones. Casi toda 
la población indígena (70%) se concentraba en la agricultura y fueron 
ellos, entre hombres y mujeres, los llamados agricultores. En otras 
palabras, ser agricultor era casi sinónimo de pertenecer a la raza india, 
y vice versa. Los blancos dedicados a esta actividad fueron, en 
cambio, nominados y clasificados en una categoría ocupacional 
distinta: la de propietarios. Los propietarios en el siglo XIX eran 
fundamentalmente los dueños de haciendas, pero a esta acepción el 
responsable del censo añadió una precisión: “los que han manifestado 
vivir de sus rentas sin ejercer oficio ni profesión alguna” (Crespo 
1909: 64). De ahí también que prácticamente no existiera un solo 
“propietario indio”. 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
157 
En cuanto a los agricultores mestizos, casi el 93% eran 
hombres. En otras palabras, las mujeres mestizas no fueron en general 
agricultoras, o no había agricultoras a las que se las llamaba mestizas. 
En la otra categoría relacionada a la actividad agrícola, en cambio, la 
de los propietarios, predominaban las mujeres. La existencia de tantas 
mujeres blancas propietarias se explica por el hecho de que los 
hombres blancos estaban en muchas otras actividades: en la 
enseñanza, la iglesia, y, ante todo, en las profesiones liberales. Gran 
parte de las esposas fueron registradas entonces como propietarias, en 
lugar de sus maridos. Esto implica que la profesionalización de los 
hombres era ya avanzada. El dicho que proviene de la historia oral de 
las descendientes de mujeres terratenientes, y que señalaba “a los 
hombres la profesión y a las mujeres la hacienda”, parece vigente en 
1881. Los hombres eran entonces profesionales y, ante todo abogados, 
una formación que abría las puertas a importantes puestos burocráticos 
y políticos. El autor de un censo posterior señalaba que los “blancos” 
sólo aspiran a “los empleos públicos … y a … ocupaciones que no 
demandan gran fatiga corporal, como … las profesiones liberales” 
(Crespo 1909: 47). La profesión y la función tenían además mucho 
más estatus: “al hombre le gusta todo lo que es honor”, decía una 
descendiente de terratenientes de La Paz. Estas recordaron también 
que fueron las mujeres las que se dedicaban a la administración de las 
“propiedades”, una extensión del trabajo doméstico, mientras que sus 
esposos estaban dedicados a la vida “pública” (Qayum et. Al. 1997: 
37-57). 
Veamos ahora la situación en la industria y la artesanía, una 
actividad muy importante en la ciudad de La Paz. Los mestizos eran 
en más del 65% artesanos de tal manera que los blancos representaban 
sólo el 25% y los indios el 10%. Las principales ocupaciones 
artesanales eran las de costureras, sastres, zapateros, carpinteros, 
cigarreras, hilanderas, chicheros, y sombrereros. Y es en este nivel que 
encontramos, nuevamente, una especialización de raza y género. Los 
escasos indígenas artesanos eran en realidad mujeres hilanderas (165 
mujeres de un total de 179). Los blancos, por otra parte, más 
numerosos, en casi su totalidad correspondían a mujeres costureras 
(793 costureras sobre un total de 909 blancos). En otras palabras, si no 
fuera por ellas no existirían blancos entre los artesanos. Los mestizos, 
en cambio, aparecen como los artesanos por excelencia, dándose 
Rossana BARRAGÁN 
 
158 
 
también una división de género: carpinteros, pollereros, herreros, 
zapateros y sombrereros eran hombres; costureras, juboneras (especie 
de blusas o camisas de las mujeres mestizas), chicheras y cigarreras 
fueron mujeres. 
En lo que hoy llamaríamos el comercio, el 45% de la 
población era blanca, el 49% mestiza y sólo el 5% indígena. 
Significativamente, el término “comerciantes” utilizado en el censo se 
aplicaba fundamentalmente a los hombres blancos (90%). Por otra 
parte, cuando se hablaba de comercio se hacía referencia, según 
Crespo, fundamentalmente al de importación de artículos de ultramar, 
y al comercio y exportación de metales y productos agrícolas (Agentes 
consignatarios, almaceneros. Ver Crespo, 1909: 19, 63 y 47). El autor 
señalaba que, por las “limitadas inclinaciones al trabajo material, 
solo aspiran a los empleos públicos o comerciales”. La contraparte 
femenina de los comerciantes fueron las pulperas blancas, es decir las 
vendedoras de lo que hoy serían abarrotes (nueces, azúcar, aceite, 
etc.). 
Las ocupaciones mestizas relacionadas al comercio eran 
esencialmente femeninas aunque, lo volvemos a recalcar, el término 
de “comerciantes” no se aplicaba para ellas. Su denominación era de 
regatonas y gateras, vendedoras al por menor de frutas y vegetales en 
los mercados, y mercachifles. 
Encontramos, entonces, una diferenciación en los nombres: 
comerciantes para los blancos, el resto para el resto. Pero también 
volvemos a encontrar el nivel de género: las mujeres fueron las 
vendedoras, sean chifles, regatonas o gateras. Finalmente, otra 
ocupación femenina por excelencia fue el servicio doméstico. En este 
rubro, el 73% era mestiza y el 26% blanca. 
De esta breve descripción del censo de La Paz en 1881 
podemos concluir señalando que hay una clara interdependencia entre 
raza, ocupación y género. Los hombres blancos dominaban las 
actividades seculares estatales y eclesiásticas; el comercio de 
productos de exportación de materias primas e importación. Las 
mujeres blancas, en cambio, eran las “propietarias” y costureras. En lo 
que respecta a los mestizos, los hombres eran los artesanos mientras 
que las mujeres eran regatonas y chifles. Finalmente los indígenas 
eran agricultores. La alternativa para las mujeres indígenas, fuera de 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
159 
esta actividad, radicaba en algunas ocupaciones artesanales y 
comerciales como la de hilanderas y gateras. 
La diferenciación de la vestimenta. 
Pero otro factor de diferenciación junto con los nombres y términos de 
las clasificaciones como las “razas” y las ocupaciones era la 
vestimenta y no sólo de la población indígena. En efecto, toda una 
legislación referida a los funcionarios de estado “vistió e invistió” al 
poder (Barragán 2000). La vestimenta, ese “lenguaje mudo pero 
elocuente” de la sociedad, en la tan acertada frase del Aldeano 
anónimo de 1830 (Lema 1994), establecía las “clases” y jerarquías, 
constituyendo, por ello, uno de los principales medios para instituir las 
diferencias. De ahí que no resulte extraño que la diferenciaciónentre 
las mujeres, “de acuerdo a las diferentes clases de la sociedad” fuera 
remarcada por el viajero D´Orbigny (1994: 118-119) quien describió 
en los 1820s a las mujeres mestizas, asociadas directamente con el uso 
de la pollera: 
“Las mujeres de sangre indígena mezlada con española, llamada 
cholas, usan igualmente grandes polleras de colores y cubiertas de cintas, y 
esa parte del vestido existen en todas las clases medias de la sociedad.” 
(“Relato sobre La Paz”. En: D'Orbigny, 1994: 58). 
Las mujeres pintadas por Melchor Maria Mercado34 a mediados del 
XIX son expresión de esta descripción.35 La pollera que caracterizaba 
a estas mestizas fue sin embargo una prenda de origen español 
adoptada en un largo proceso que tuvo lugar fundamentalmente en el 
siglo XVIII. Analizando testamentos y dotes, pudimos establecer que, 
en el siglo XVIII, era de uso frecuente en las capas altas españolas y 
criollas (Barragán 1992). Las mujeres urbanas de sectores populares 
 
34 Para un estudio sobre este pintor ver el artículo de MENDOZA (1991) en Melchor 
María MERCADO. Las mujeres mestizas y cholas que retrató pueden no corresponder a 
su época ya que fue notablemente influido por D´Orbigny. Estas mujeres se encuentran 
en 5 láminas: 1. Chola. Potosí. 2. Mestizos e indios [una mujer mestiza de manera 
clara]. Potosí. 3. Cholas y Mestisas [2 claramente]. Cochabamba. 4. Indios y mestisos. 
Paz. 2 mujeres, una india, otra mestiza, y un hombre mestizo. 5. Señoras y Cholas. Paz. 
[Dos mujeres cholas claramente]. 
35 Aunque parecen diferenciarse cholas y mestizas, es difícil, por el escaso número de 
láminas como por su parecido, establecer en qué radicaba su diferenciación y si había 
una variación regional. 
Rossana BARRAGÁN 
 
160 
 
adoptaron esta vestimenta, lo que revela una emulación, un proceso de 
apropiación por la necesidad de diferenciarse de los atributos 
asociados y estigmatizados de lo “indígena”, y relacionado también al 
crecimiento y división del trabajo en las ciudades.36 Las mestizas de 
pollera encarnaron, entonces, la difícil movilidad geográfica, social y 
cultural. 
La dinámica consistió en constantes fijaciones, y en 
apropiaciones y mímesis de los trajes jerárquicamente superiores, 
proceso que daba lugar a su vez al establecimiento de nuevas 
“distinciones” (Bourdieu 1993). El propio término chola o cholo, 
constituye una distinción que parece haberse expandido en el siglo 
XIX. Y “cholo” o “chola” implica una menor jerarquía, ya que a fines 
del período colonial hacía referencia a los hijos de mestizos e indios, 
es decir, un escalón inferior en la cadena de “mezclas” definidas 
entonces, de tal manera que en 1909 se hacía ya una identificación 
entre mestizos y cholos, bien diferenciados en el período colonial 
(Crespo 1909: 49). 
Este proceso fue descrito por el Aldeano en la década de los 
30s, una situación que hasta hoy la vivimos: la reindianización de la 
pollera y el cambio de la pollera al vestido. En efecto, este autor 
identificó a las mujeres de pollera como el correspondiente femenino 
tanto de los hombres indígenas como de la “clase intermediaria” o 
mestiza. Lo que sucedía en la ciudad, acontecía entonces en el área 
rural: las mujeres del campo, indígenas, fueron adoptando la pollera, 
un proceso casi concluido hoy en día. En otras palabras, una prenda 
utilizada para establecer una separación con el mundo indígena fue 
asociada a lo indígena. Por otra parte señaló también el cambio de la 
pollera al vestido: 
“Todos los días se ve entre el mujerío repentinas metamorfosis. 
Ayer estaba una chola con faldellín y ojotas, y hoy se presenta con zapatos... 
y con traje de gaza” (El Aldeano, en Lema 1994: f. 29) 
 
36 EL ALDEANO, un crítico acérrimo del lujo asociado al librecambio, escribió en 1830: 
“El pueblo obra más por imitación … El pueblo observa … que el esplendor del fausto 
deslumbra sus ojos, y le arrebata involuntariamente una consideración a la persona 
que usa de él. El pueblo quiere participar en lo posible de esta misma consideración; 
hace pues un sacrificio por costear la librea a que ella está anexa” (En LEMA 1994, f. 
33). 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
161 
Esto pudo dar lugar también a distinciones dentro de las propias 
mujeres de pollera (una diferencia muy marcada hoy en día) basadas 
en el plizado, las franjas y la calidad: esto es lo que parece 
desprenderse de la comparación entre las mujeres mestizas y cholas, y 
la llamada “cholita de segunda” pintadas por Melchor María Mercado 
(Lam. 108. p. 181. India de Puna). Señalemos además que hasta hoy 
se distinguen polleras de primera y de segunda clase. 
Así, la vestimenta marcaba los grupos, categorizaba y 
estigmatizaba, pero al mismo tiempo originaba “fugas”: las mujeres 
indígenas adoptan la pollera, las mujeres de pollera el traje y las 
mujeres de traje deben hacerse cada vez más sofisticadas, aunque sea 
con pantalones y zapatillas, pero de marca ... Este trasvasamiento no 
es masivo ni rápido. Y en este proceso de constante mímesis, tanto las 
clases altas como los grupos populares urbanos, constantemente 
puestos en jaque, se ven obligados también a redefinir los criterios no 
sólo con los que se identifican sino también los que utilizan para 
caracterizar a los otros. La mímesis es, entonces, semejanza pero 
también amenaza. 
Conclusiones. 
La apropiación de un territorio y un espacio implica, indudablemente, 
rearmarlo, distribuirlo, reocuparlo. El poder reside precisamente en la 
capacidad de dividir y reasignar bienes y autoridades. Definir 
espacios, y encadenarlos jerárquicamente, fue entonces un proceso 
vital, y en este contexto situamos la fundación de ciudades y villas, 
pueblos españoles y pueblos de indios, parroquias españolas y 
parroquias de indios, así como la política de reducciones y 
composiciones. Pero lejos de concebir estos espacios-poderes como 
lugares discretos, hemos visto que la unidad debe ser conceptualizada 
por la articulación urbano-rural, campo-ciudad. Cada una de las 
unidades espaciales comprendía lo urbano con su contorno rural, de la 
misma manera que lo rural debía tener su eje y pivote urbano. El 
propio censo de la ciudad de La Paz de 1881 dibujó un espacio 
urbano-rural que sólo se rompería en el siglo XX. 
En estos espacios, lo indio como categoría fiscal, ligado a los 
habitantes de las tierras de repartimiento designadas como indígenas, 
suponía también el proceso de continuas composiciones y revisitas, 
Rossana BARRAGÁN 
 
162 
 
que al mismo tiempo que significaban un flujo constante de metálico 
para la Corona, continuaban el proceso de división y reasignación de 
las tierras en una multiplicidad de pequeñas “reformas agrarias”. Pero 
ser pechero y tributario-contribuyente tenía dos facetas: una permitía 
el acceso a las tierras (el “pacto de reciprocidad”, Platt 1982); la otra, 
al constituir una categorización y estigmatización, podía implicar que 
la fuga fuera una alternativa, tendencia que entrecruzaría y reforzaría 
la visión de lo indio como categoría social. 
Lo indio como categoría social se dibujó en los escritos de 
intelectuales y en los censos. La sociedad se pensó en términos de 
clases unas veces y de castas en otras, surgiendo el esquema racial a 
fines del siglo XIX. Sin embargo, el mismo entramado subsistiría 
porque lo indígena como categoría, con estatus más bajo por el mismo 
hecho de ser pechero, se articuló a lo indígena como raza. En este 
esquema nos parece importante resaltar tres aspectos. Por una parte, la 
aparición de la categoría “blanco”, en sustitución a la de “español”, 
constituida en oposición a indígenas. Por otra parte, la situación de la 
categoría de los mestizos que, contabilizados en el período colonial de 
manera separada, se unieron y fueron contados y censados juntamente 
con los blancos hasta fines del siglo XIX. En tercer lugar, y a partirde 
la segunda mitad del siglo XIX, la emergencia de la “raza mestiza” a 
partir de la división de la categoría “blancos y mestizos”. 
El análisis de las categorías del censo de La Paz en 1881 nos 
permite afirmar, también, que la conceptualización de las razas 
correspondía a una división ocupacional, y que ésta remitía a su vez a 
una jerarquía de “oficios raciales”. La nomenclatura "racial" fue, por 
tanto, entre los propios social-darwinistas encargados de los censos de 
fines del siglo XIX, una nomenclatura profundamente socio-
económica. Y es precisamente en estos censos que empezamos a 
encontrar la equivalencia entre lo indio y el sustrato agricultor. Para el 
estado republicano era difícil concebir a un indio artesano o un 
artesano indio. Los términos de “raza blanca”, “raza mestiza” y “raza 
india” se presentan entonces homogeneizadores: a cada “raza” y sexo 
le corresponden ocupaciones económicas y atributos específicos, de 
tal manera que los niveles de clase/raza/género se encuentran 
completamente articulados. En otras palabras, el eje articulador era la 
diferencia, constituyendo el indio el rótulo del escalón social más bajo 
y, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la raza inferior. 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
163 
Para terminar, queremos volver, entonces, al tema de la 
ecuación entre indio y campesino.37 La sustitución del indio fiscal por 
el indio social y/o la campesinización es la expresión de una nueva 
división del espacio que sólo fue posible cuando un nuevo sistema 
impositivo se consolidó: cuando la “contribución indigenal” no fue ya 
el recurso fundamental del estado, y cuando los diezmos fueron 
abolidos. En otras palabras, cuando lo indio como categoría fiscal 
tributaria, homogeneizadora y unificadora de las diferencias, dejó de 
predominar, cuando los propietarios y señores de latifundios dejaron 
de existir por decreto a raíz de la reforma agraria, y cuando, 
finalmente, la profunda articulación rural-urbano se fragmentó. Se 
introdujo, entonces, una nueva segregación, una nueva distinción 
espacial y social, reproduciéndose de manera distinta lo que parece ser 
un eje fundamental a través del tiempo: en lugar de la igualdad, la 
diferencia y jerarquía, el escalonamiento y eslabonamiento asociado 
siempre a características precisas y particulares, que hasta hoy se 
materializan: 
“Porque soy del campo y mi marido es del campo, y porque no se 
leer ni escribir ni hablar bien el castellano.... entonces de pollera me tengo 
que quedar.../ ... me hubiera gustado ser de vestido, pero como no se leer, 
entonces no puedo ser .../ De pollera no más tengo que ser” (Testimonios de 
mujeres actuales. En: Salazar, 1994: 58). 
 
37 Habría que considerar, sin embargo, que campesino, al igual que indio, pudo tener un 
contenido cambiante. Estuvo, al parecer, ligado a los trabajadores de hacienda (Ver Art. 
9 del D. Del 15 de Mayo de 1945 que suspende los trabajos gratuitos, especialmente de 
los colonos). Una Sección Jurídica creada estableció en uno de sus incisos el regular las 
condiciones de trabajo de los campesinos en haciendas y establecimientos industriales 
así como asesorarlos en sus litigios por deslinde y usurpación de tierras (Art. 4. Del D. 
del 10 de Mayo de 1941. En BONIFAZ 1953). 
Rossana BARRAGÁN 
 
164 
 
Bibliografía 
ANTEZANA, Alejandro, Estructura Agraria en el Siglo XIX.. La Paz 
1992 . 
ARZE, Silvia, Artesanos de barrios de indios en el siglo XVIII. El caso 
de San Sebastián de la ciudad de La Paz, La Paz 1994. 
ARZE, Silvia, BARRAGAN, Rossana, La Paz-Chuquiago: El escenario 
de la vida de la ciudad: No. 1. La Fundación y el centro urbano 
hasta 1781. No 2: El Centro urbano durante los siglos XIX y XX, 
La Paz 1988. 
ASSADOURIAN, Carlos Sempat, El Sistema de la Economía Colonial. 
Mercado interno, regiones y espacio económico, Lima 1982. 
BALLIVIAN , Manuel Vicente, Noticias Políticas, Geográficas, 
Industriales y Educacionales de Bolivia, La Paz1900. 
BARRAGAN, Rossana, Espacio Urbano y Dinámica Etnica. La Paz en 
el siglo XIX, La Paz 1990. 
BARRAGAN, Rossana, “Entre Polleras, lliqllas y ñañacas. Los mestizos 
y la emergencia de la tercera república”, en S. ARZE, R., 
BARRAGÁN, R. ESCOBAR y B. MEDINACELI (comps), Etnicidad, 
Economía y Simbolismo en los Andes, II Congreso Internacional 
de Etnohistoria, La Paz 1992. 
BARRAGAN, Rossana, Indios, Mujeres y Ciudadanos. Legislación y 
ejercicio de la ciudadanía en Bolivia (Siglo XIX), La Paz 1999. 
BARRAGAN, Rossana, “Las fronteras del dominio estatal. Espíritu 
legal, territorialidad y disensiones. El caso de Bolivia, 1825-
1880”, Conferencia sobre Political Cultures in the Andes, 1750-
1950, University of Illinois at Urbana-Champaign, USA, 2000. 
BARRAGAN, Rossana y THOMSON, Sinclair, “Los Lobos hambrientos y 
el tributo a Dios: Conflictos sociales en torno a los diezmos en 
Charcas Colonial”, en Revista Andina. Democracia y 
Modernidad, Perú, año 11 No. 2, 1993. 
BERTONIO, Ludovico, Vocabulario de la Lengua Aymara, CERES-
IFEA-MUSEF., La Paz 1612, ed. 1984. 
BONIFAZ, Miguel, Legislación Agrario Indigenal, Cochabamba 1953. 
BOURDIEU, Pierre, Le Sens de la Distinction,París 1991. 
CRESPO, Luís S., Censo Municipal de la ciudad de La Paz. (15-06-
09), La Paz 1910. 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
165 
CORTES, José, Apuntes Geográficos, Estadísticos, de Costumbres, 
Descriptivos e Históricos, París 1875-77. 
DALENCE, José María, Bosquejo Estadístico de Bolivia, La Paz 1975. 
DE LA CADENA, Marisol, “Las Mujeres son más indias: etnicidad y 
género en una comunidad del Cusco”, Revista Andina No. 9 (1), 
1991 . 
DEMELAS, Marie Danièlle, “Darwinismo a la Criolla: El darwinismo 
social en Bolivia 1880-1910”, en Historia Boliviana, Revista 
trimestral I, 1-2, Cochabamba 1980. 
D’ORBIGNY, Alcides, Viajes por Bolivia, La Paz 1992. 
FLORES MONCAYO, José, Legislación Boliviana del Indio 1825-1959, 
La Paz 1953. 
FUENZALIDA , Fernando y MAYER, Enrique, El Perú de las tres razas. 
En consulta con José Matos Mar. Instituto de las Naciones 
Unidas para formación profesional e investigaciones, Nueva 
York 1972. 
FUENZALIDA . F., E. MAYER, A. ESCOBAR, F. BOURRICAUD, J. MATOS 
MAR, El Indio y el Poder en el Perú, Lima 1970. 
GARCÍA QUINTANILLA , Julio, Historia de la Iglesia en La Plata. 
Obispado de los Charcas 1553-1609. Arzobispado de La Plata 
1609-1825. T.1. La Iglesia durante la Colonia (desde 1553 a 
1700), Sucre 1964. 
GRIESHABER, Erwin P., Survival of Indian Communities in Nineteenth 
Century Bolivia, Chapel Hill, PH. D., 1977. 
GRIESHABER, Erwin P., “La Definición Cambiante de un Indio. 
Comparación de los censos bolivianos de 1900 y 1950”, en 
Historia Boliviana, Revista Semestral, V/1-2, Cochabamba 1985. 
HOBERMAN, Louisa S., SOCOLOW, Susan M. (Comp.), Ciudades y 
Sociedad en Latinoamérica Colonial, Argentina 1992. 
Informe del Director de la Oficina Nacional de Inmigración, 
Estadística y Propaganda Geográfica y del Presidente de la 
Sociedad Geográfica de La Paz elevados al Ministerio de 
Fomento e Instrucción Pública sobre el movimiento de ambas 
oficinas el año 1901-02, La Paz 1902. 
K INGMAN , Eduardo, Ciudades de los Andes, Visión Histórica y 
Contemporánea, Quito 1991. 
LARSON, Brooke, “Casta y clase: La formación de un campesinado 
mestizo y mercantil en la región de Cochabamba”, en Revista 
Rossana BARRAGÁN 
 
166 
 
Allpanchis No. 35-36, Número monográfico especial, Cusco 
1990. 
LARSON, Brooke, Colonialismo y transformación agraria en Bolivia. 
Cochabamba, 1500-1900, La Paz 1992. 
LEMA, Ana María (Coord.), Bosquejo del estado en que se halla la 
riqueza nacional de Bolivia con sus resultados, presentado al 
examen de la Nación por un Aldeano hijo de ella. Año de 1830, 
La Paz. 1994. 
LEZAMA, José Luís, Teoría Social. Espacio y Ciudad, México 1993. 
MAC CORMACK, Sabine, “Ritual, Conflicto y Comunidad en el Perú 
Colonial Temprano”, en Reproducción y Transformaciónde las 
Sociedades Andinas Siglos XVI-XX, Tomo I, Quito 1991. 
MAURO, Frédéric, “Préeminence urbaine et réseau urbain dans 
l’Amérique coloniale”, en SCHAEDEL et. Al. Urbanización y 
Proceso Social en América, Lima 1972. 
MAYER, Enrique, “Mestizo e indio: el contexto de las relaciones 
interétnicas”, El Indio y el Poder en el Perú, Lima 1970. 
MERCADO, Melchor María, Album de Paisajes, tipos humanos y 
costumbres de Bolivia (1841-1869), La Paz 1991. 
MORENO, Segundo y SALOMON, Frank (Comp.), Reproducción y 
transformación de las sociedades andinas siglos XVI-XX, 
Simposio auspiciado por el Social Science Research Council, 
Colección 500 años, Quito 1991. 
PENTLAND, Joseph, Informe sobre Bolivia,Potosí 1826, ed. 1975. 
PLATT, Tristán, Estado Boliviano y Ayllu Andino. Tierra y tributo en 
el norte de Potosí, Lima 1982. 
QAYUM , Seemin, SOUX, María Luísa y BARRAGAN, Rossana, De 
Terratenientes a Amas de Casa. Mujeres de la élite de La Paz en 
la primera mitad del siglo XX, Serie “Protagonistas de la 
Historia”, Ministerio de Desarrollo Humano. Secretaría de 
Asuntos Etnicos, de Género y Generacionales, La Paz 1997. 
RASNAKE, Roger, Autoridad y Poder en los Andes. Los Kuraqhuna de 
Yura, La Paz 1989. 
RIVERA CUSICANQUI, Silvia, “Del ayma a la hacienda: Cambios en la 
estructura social de Caquiaviri”, en Estudios Bolivianos en 
homenaje a Gunnar Mendoza, La Paz 1978. 
RUCK, Ernesto, Guía General, Sucre 1865. 
¿CATEGORÍA FISCAL O CATEGORÍA SOCIAL? 
 
167 
RUCK, Ernesto y MEDINACELI, Benedicto, Archivo Estadístico. 
Organo de la Comisión de Estadística Nacional de Bolivia. Tomo 
1, Sucre 1874. 
SAIGNES, Thierry, “Lobos y Ovejas. Formación y Desarrollo de los 
Pueblos y Comunidades en el Sur Andino. (Siglos XVI-XX), en 
MORENO et Al., Reproducción y Transformación de las 
Sociedades Andinas, Siglos XVI-XX, Colección 500 Años, `Quito 
1990. 
SALAZAR , Cecilia, Interacción Subjetiva, Identidad y Cuerpo. Cholas 
en la ciudad de La Paz, Tesis de Maestría en Ciencias Sociales, 
México 1994. 
SÁNCHEZ ALBORNOZ, Nicolás, Indios y Tributos en el Alto Perú, Lima 
1978. 
THOMSON, Sinclair, Colonial Crisis, Community and Andean Self Rule 
.Aymara Politics in the age of Insurgency (Eigtheenth Century, 
La Paz), PHD. University of Winsconsin. Madison, USA 1996. 
 
 
 
 
LA COMUNIDAD ENTRE LA REALIDAD ECONÓMICA 
Y EL DISCURSO 
Una vision desde el Perú 
MAGDALENA CHOCANO MENA* 
Al considerar el panorama de los estudios de comunidades campesinas 
en los Andes de las últimas décadas resulta evidente que se ha pasado 
de un énfasis en la inserción económica (la economía campesina) a 
una preocupación por el significado de la comunidad en términos 
culturales y políticos, en la cual muchas veces la comunidad 
campesina o indígena aparece como un modelo de relaciones a 
retomar en un orden donde predominará la solidaridad y la integración 
frente al individualismo y anomia del orden capitalista.1 Por otra parte, 
también es patente que en el estudio de comunidades existe una 
tensión entre el saber “local” y la presión por crear categorías que 
conformen una teoría general significativa en el intercambio 
académico. Aquí, sin hacer un repaso exhaustivo de todos los estudios 
realizados sobre la comunidad en los Andes, queremos no obstante 
destacar las principales líneas de análisis que han guiado la 
investigación. 
A fines de la década de 1980, los principales debates y 
aportes se centraban en las formas en que el campesinado intervenía o 
no en la circulación mercantil.2 Esta preocupación se ligaba al 
 
* Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Peru. 
1 Henri FAVRE, El indigenismo, México 1998, pp. 56, 136. 
2 Un panorama de estos estudios puede hallarse en la compilación: Olivia HARRIS, 
Brooke LARSON y Enrique TANDETER (comp.), La Participación indígena en los 
mercados surandinos: estrategias y reproducción social: siglos XVI a XX, La Paz, 
Magdalena CHOCANO MENA 
 
170 
 
problema más general de la articulación entre las formas capitalistas 
de producción y las no capitalistas.3 La comunidad estaba presente en 
estos trabajos, aunque no era la unidad de análisis principal ni la 
única, ya que dependiendo del ámbito elegido por un determinado 
investigador, el análisis se centraba en el indio, el campesino 
parcelario o la región. Al prologar un volumen dedicado a la 
evolución de las comunidades campesinas en el siglo XVIII, el 
historiador peruano A. Flores Galindo observaba que los estudios se 
habían concentrado hasta entonces en las comunidades campesinas 
contemporáneas y, con menos énfasis, en el debate sobre sus orígenes, 
examinando en particular la relación entre la comunidad indígena 
colonial y el ayllu prehispánico.4 Igualmente H. Bonilla, al presentar 
una serie de acercamientos al tema en Bolivia, Perú y Ecuador, 
constataba que la situación de las comunidades durante el siglo XIX 
era un enigma histórico.5 
Terminología y Conceptos 
La palabra “comunidad” es usada en estrecha referencia al 
campesinado de los Andes, hasta el punto que se ha generado tal 
identificación entre ambos términos que la existencia de campesinos 
sin comunidad parecería ser una anomalía. Generalmente se habla de 
comunidad indígena, pero en el caso del Perú existe una voluntad 
expresa de preferir la denominación comunidad campesina. Aunque 
este cambio de nombre puede verse como un simple eufemismo, no 
 
1987. Parte de este volumen fue traducido al inglés en una nueva compilación que 
incluía algunos estudios fuera del área surandina: Brooke LARSON y Olivia HARRIS 
(eds.) (con la colaboración de Enrique TANDETER), Ethnicity, Markets and Migration in 
the Andes, at the Crossroads of History and Anthropology, Durham 1995. 
3 Véase, por ejemplo, Rodrigo MONTOYA, Capitalismo y no capitalismo en el Perú: Un 
estudio histórico de su articulación en un eje regional, Lima 1980, dedicado al eje 
regional Lima-Lomas-Puquio-Andahuaylas. 
4 Alberto S. FLORES-GALINDO , “Presentación”, en Comunidades campesinas, cambios y 
permanencias, A. FLORES-GALINDO(comp.), (1ª ed. 1987) 2ª ed. Centro de Estudios 
Sociales, Chiclayo 1988, p. 8. Sin embargo, el proceso de transformación de los ayllus 
prehispánicos en comunidades dista de haberse esclarecido (Marie-Danielle DEMELAS 
BOHY, “La desvinculación de las tierras comunales en Bolivia”, Cuadernos de historia 
latinoamericana, nº 7 (1999), pp. 129-155 (p. 131). 
5 Heraclio BONILLA , “Presentación”, en: Los Andes en la encrucijada: indios, 
comunidades y estado en el siglo XIX, H. BONILLA (comp.), Quito 1991, p. 8. 
LA COMUNIDAD ENTRE REALIDAD ECONOMICA Y DISCURSO 
 
171 
hay que descuidar que en ciertos casos corresponde a un proceso de 
modernización donde seguir manteniendo el término "indígena" no 
sería aceptable ni aun para los mismos implicados en dicha 
denominación. Justamente por ello llama la atención la escasez de 
estudios que específicamente examinen la comunidad “mestiza”.6 
El término comunidad se emplea para caracterizar tal 
variedad de estructuras sociales que algunos investigadores concluyen 
que carece de contenido específico, pues omite la evolución histórica 
particular7. Los términos “ayllu”, “parcialidad” y “grupos étnicos” 
también aparecen estrechamente relacionados con el término 
comunidad, en especial cuando se trata de proporcionar el “bagaje 
histórico” de la vida contemporánea de una comunidad. Uno de los 
términos más relevantes en relación con la comunidad sigue siendo el 
de ayllu. F. Fuenzalida, basándose en fuentes lingüísticas quechuas, 
señalaba que ayllu podía significar genealogía, linaje, grupo de 
parentesco, nación, género, especie o clase: 
“El ayllu de un hombre es su familia extensa, pero también su 
linaje, y probablemente su parentesco bilateral, los miembros de su 
comunidad, la gente de su provincia, etc.” 
Señalaba

Mais conteúdos dessa disciplina