Logo Passei Direto
Buscar
Material
páginas com resultados encontrados.
páginas com resultados encontrados.

Prévia do material em texto

MIGUEL ANGEL ROCA
LUGARES URBANOS
Y ESTRATEGIAS
U.N.C. UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA
F.A.U. FACULTAD DE ARQUITECTURA Y URBANISMO
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, no autorizada
por los autores, viola derechos reservados; cualquier utilización debe ser previamente solicitada.
I.S.B.N. 950-33-0021-5
© 1984 Miguel Angel Roca
I.S.B.N. 987-1135-63-7
© nobuko
Junio de 2004
En Argentina venta en:
LIBRERIA TECNICA 
Florida 683 - Local 13 - C1005AAM Buenos Aires - Argentina
Tel: (54 11) 4314-6303 - Fax: 4314-7135 - E-mail: ventas@nobuko.com.ar www.cp67.com
FADU - Ciudad Universitaria
Pabellón 3 - Planta Baja - C1428EHA Buenos Aires - Argentina
Tel: (54 11) 4786-7244
La Librería del Museo (MNBA)
Av. Del Libertador 1473 - C1425AAA Buenos Aires - Argentina
Tel: (54 11) 4807-4178
En México venta en:
LIBRERIAS JUAN O'GORMAN
Av. Constituyentes 800 - Col. Lomas Altas, C.P. 11950 México D.F. 
Tel: (52 55) 5259-9004 - T/F. 5259-9015 - E-mail: info@j-ogorman.com
www.j-ogorman.com
Sucursales:
Av. Veracruz 24 - Col. Condesa, C.P. 06400 México D.F. 
Tel: (52 55) 5211-0699 
Abasolo 907 Ote. - Barrio antiguo, C.P. 64000 Monterrey, N.L. 
Tel: (52 81) 8340-3095 
Lerdo de Tejada 2076 - Col. Americana, C.P. 44160 Guadalajara, Jal. 
Tel: (52 33) 3616-4430
MIGUEL ANGEL ROCA
LUGARES URBANOS
Y ESTRATEGIAS
LUGARES UURBANOS
MIGUEL AANGEL RROCA
INDICE
PALABRAS PREVIAS
CAPITULO I LUGARES URBANOS Y CIUDAD
CAPITULO II TEXTURA URBANA Y SUS ELEMENTOS
CAPITULO III LA CALLE
CAPITULO IV LA PLAZA
CAPITULO V LA PLAZA IBEROAMERICANA: DE LA ABSTRAC-
CION, DE LA CELECRACION EDENICA A LA RECRE-
ACION DEL RECINTO
CAPITULO VI LA CALLE, LA PLAZA, LOS LUGARES URBANOS 
EN ROMA Y PARIS (1650-1870)
CAPITULO VII MONUMENTOS
CAPITULO VIII FACHADAS
CAPITULO XI LA CIUDAD COMO REPRESENTACION DEL MUNDO,
MITO CIUDAD
CAPITULO X SURREALISMO Y LA CIUDAD
CAPITULO XI FILOSOFIA, POESIA Y LO URBANO
CAPITULO XII ESTRATEGIAS DE INTERVENCION: 
CORDOBA / SANTIAGO / NEUQUEN
7
13 aa 223
25 aa 330
31 aa 446
47 aa 669
71 aa 778
79 aa 1105
107 aa 1114
115 aa 1122
123 aa 1143
145 aa 1158
159 aa 1163
165 aa 2247
7
Este libro -dedicado a mis estudiantes-
está dividido en dos partes, incluye en su
primera el desarrollo de un marco o enfo-
que conceptual de la ciudad y sus luga-
res; en la segunda, experiencias concretas
de intervenciones proyectivas y de gestión
del autor, precedidas en cada programa u
operación de las consideraciones persona-
les que el problema-tema me indujeron,
vale decir el marco de ideas motrices de
mis procesos de lectura de la realidad,
imaginantes de ella como situación crea-
tiva nueva e inédita.
La primera parte, en cambio, intenta
resumir de manera contaminada y colla-
gista (como Barthes lo reclama en S/Z)
una serie de reflexiones propias de mis
últimos años, y ajenas, de pensadores a
los que debo inmensamente, tales como
antropólogos, historiadores, filósofos,
poetas, sociólogos, a quienes pretendo
reivindicar como los intelectuales del
pensar sobre la ciudad que más lúcida-
mente pueden aportar a su comprensión
sustantiva. Mi reconocimiento entonces
para Lefebvre, Heidegger, Ryckwert,
Bachelard, Samsot y Simmel.
Igualmente la segunda parte pretende
constituir el marco de un operar inten-
cionado de la arquitectura, reivindicando
para ella su capacidad cualificada y con-
figuradora, de nuestro soporte existencial
(social y cultural) que es este producto
cultural y culturalizante de la ciudad.
Estos textos, alguno fenomenológico,
otro histórico, alguno antropológico, otro
pictórico, otro sincrético, no intentan
erigirse en el discurso de una convergen-
cia disciplinaria o de una integración
imposibles, ni en un pragmatismo u ope-
rativismo, no pretenden sino señalar
caminos, horizontes del hecho urbano
mostrados como marco referencial de
una praxis que se sabe limitada. Intentan
PALABRAS PREVIAS
8
eludir el imperialismo cultural de las
ciencias parcelarias, incluido el urbanis-
mo, quieren convocar la reflexión, una
actitud abierta y confiada en el uso
social y la apropiación poética.
Pretenden privilegiar lo urbano y el habi-
tar como producto cultural uno y esen
cia de nuestro ser en el mundo, el otro.
Son las líneas de alguien que asume
como arquitecto un rol de activista
social (condensador social como lo
demandaban los constructivistas) y de
activista cultural.
9
La peatonalización del área central es la
operación cultural más revolucionaria
emprendida en mi actuación arquitectó-
nica al recuperar la centralidad urbana,
su apropiación, como lugar de encuentro
y de la simultaneidad, como lugar de la
expresión, de la información y con valor
simbólico, como valor de uso y no de
cambio, en esta sociedad burocrática de
consumo dirigido, regido por el cambio.
La publicidad no sea los signos del
lugar de consumo y de consumo de
lugar, desaparecen de las áreas comer-
ciales. La calle se regenera en un eje de
90º cultural-social-político participativo
y antisegregativo. 
El nacimiento de la imagen de ciudad
que da lugar en el siglo XVII al plano y la
planimetría, se transforma aquí en escri-
tura, texto en el que la ciudad se lee a sí
misma en nuevas representaciones.
Lo monumental que congrega vida social
y que con su carácter transfuncional,
transcultural y trascendente es valor de
uso y apropiación, es rescatado como
expresión de "poder, saber, alegría, espe-
ranza" para ser trampolín de una nueva
y posibilitante vida urbana recreada. La
reflexión urbanística -que nada tiene
que ver con cierto urbanismo- se centra
en los ingredientes de la forma urbana:
simultaneidad y encuentro. Pero la
forma es recuperada para redefinir los
términos que deben actuar simultánea e
igualitariamente: función, forma, estruc-
tura, sin privilegiar ninguna. La ciudad
privilegia por igual las isotopías y las
heterotopías a la vez que reconoce la
dualidad de calles, fractura-sutura, pla-
zas, encrucijadas. Los mismos lugares,
los lugares otros, conviven con los luga-
res que no tienen lugar, las utopías, lo
de afuera, lo posible, lo ausente, el pen-
samiento, la libertad, lo sagrado, lo pro-
POSTCRIPTUM
fano, está presente en cada lugar a tra-
vés de su presencia-ausencia. 
La ciudad es lugar unificador pero de lo
contradictorio y diferencial. Ni las cien-
cias parcelarias, ni la suma de sus logros
restituirá la totalidad urbana que se
puede describir y luego analizar incluso
por la semiología en tanto texto, escritu-
ra, lenguaje pero nunca como sistema de
signos porque no lo es. Su totalidad dia-
léctica sólo es aprensible por visiones
globales. La pluridisciplinariedad necesa-
ria llega al babelismo, cuando no al
imperialismo del economismo, etc, con-
cebidos a sí mismos como hombres de
síntesis. Sólo la praxis social guiada por
la filosofía de la razón social urbana
puede orientar.
La ciudad reclama de las ciencias parce-
larias lo que aportan a la idea de totali-
dad y no las conclusiones positivas de
cada una y sus ideologías y estrategias
de ciudad. La ciudad surge plena con su
capacidad, como forma de alojar la
heterotopía, privilegiar lo diferente (al
que se opone la separación y segrega-
ción), admitir la isotopía y tener presen-
te la utopía en cada lugar, convocar la
centralidad pero hacer que cualquier
punto pueda ser central. La utopía, ese
no-lugar está en todos, paradigmática-
mente en el parque artificio y naturaleza
unidos en estado puro.
El hombre necesita simultánea y sucesi-
vamente soledad, privacidad y encuen-
tro, comunicación; previsibilidad e
imprevisibilidad; trabajo, ocio; alegría y
dolor; satisfacción e insatisfacción,
deseo, pasión y racionalidad, seguridad
y aventura, etc. La ciudad aparece como
respuesta en algo que se presenta como
forma, estructura, función; texto, con-
texto; lengua; lenguaje; escritura y lec-
tura; subsistema significante y con sig-
nificado; lugar de las instituciones; poli-
semía total. 
La críticaradical a todas las ciencias,
salvo en lo que aportan a la idea de
totalidad y una filosofía basada sobre
dicha crítica y una praxis, pueden definir
una estrategia desdoblándose momentá-
neamente en una de conocimiento y otra
de acción. La primera deberá apuntar a
una confrontación de conocimiento de lo
urbano en tiempo y espacio y la segun-
da, monopolizada por los políticos, trata-
rá de recrear la democracia urbana, la
libertad como modo superior. Mientras
tanto nosotros "Seamos realistas, pida-
mos lo imposible".
La primera estrategia cuestionará a cier-
to urbanismo de hoy sólo operacional,
imperialista y de pretendida síntesis,
reclamará el nacimiento de un urbanis-
mo, arte urbano, filosofía urbana de
escenarios, horizontes, caminos, de vías.
Reclamará sólo los conocimientos que
aportan a la totalidad y que unifican lo
real, lo posible e imposible (posibilidad
futura) y una acción de autogestión,
consciente del problema urbano y del
derecho a la ciudad, movilizando con-
10
ciencias, voluntades de debate, de refle-
xión tendientes a la apropiación.
La renovación urbana a través del reci-
claje, refuncionalización, acción refor-
mista en sí, pasa a ser revolucionaria por
su carácter inédito y expresión de la
apropiación barrial del usuario segregado
y marginado.
La morfología urbana puede ocultar la
dialéctica de forma y contenidos, que
como toda forma arquitectónica espacial
remite a los modos existenciales y esen-
ciales, aunque de manera harto velada. 
Debemos profundizar estas dimensiones
que nos aproximan a una aprehensión
del hecho urbano, para que nos permita,
en tanto a arquitectos como condensa-
dores sociales, activistas sociales y cul-
turales promover el habitar, la realiza-
ción del hombre en el soporte de su des-
tino que es la ciudad. A partir de espa-
cios concretos y no abstractos, donde
deseo y necesidad, lo real y lo posible, el
sueño y lo contradictorio de un habitar
pleno, converjan.
MIGUEL ANGEL ROCA
11
13
Cuando se piensa en recorrer, asumir,
exaltar, entender, nombrar la ciudad y
sus lugares, se plantea un sinnúmero de
alternativas de métodos.
En una ciudad, cada uno tiene la con-
ciencia de estar viviendo una aventura
propia. Ella está compuesta de lugares,
de objetos que están cargados de viven-
cias y experiencias acumuladas, de tan-
tos, que poseerlos carece casi de sentido,
porque en ellos nos reconocemos y
vemos la procesión de los muchos que
fueron en sí y en relación con la realidad.
Creemos que otorgando la prioridad al
objeto antes que al sujeto evitaremos la
generalización que no califica, o los
excesos de una singularidad que recoge
la novela o el relato en su descripción y
que vale más para sí misma. Preferimos
ir de los lugares al hombre. Si bien la
elección de los lugares puede parecer
arbitraria, trataremos de visitar aquéllos
que se refieren fundamentalmente a la
imagen existencial del paisaje urbano.
Trataremos la realidad tal como se nos
presenta y usando el lenguaje que sirve
para designar estas unidades irreducti-
bles que no son unidades agregadas. Así
veremos que se oponen a disolverse, que
tienen un sentido y una significación,
una manera de existir autónoma, propia
de los lugares urbanos. Hay una palabra
-y sólo una- que los designa y habla de
ellos. Hay un idioma propio de cada
lugar urbano: la calle, la plaza, el bar, la
estación, el mercado, etc. 
Cuando se reemplaza el nombre de plaza
por el de espacio verde, en realidad se
habla de otro espacio, el de los grandes
conjuntos urbanos del funcionalismo. Y
al escamotear su función, al sustituir su
nombre, se pierde su esencialidad y sus
cualidades básicas. Este lenguaje del
urbanismo planificador, que maneja
CAPITULO I
LUGARES URBANOS Y CIUDAD
volúmenes, tipologías edilicias y áreas en
lugar de tipologías espaciales, bajo la
máscara de la neutralidad benéfica,
introduce la más dramática escisión
entre hombre y ciudad. Utiliza "la pala-
bra, llamada científica, que no sólo es
nociva sino inexacta", dejando de lado
las necesidades del hombre, sus deseos y
aspiraciones más grandes, en tanto que
no son cuantificables.
Aquí hablaremos de ciudades vivas, lle-
nas de vitalidad y de pasado más o
menos largo o breve, que han sido nom-
bradas por el hombre que las vivió y
amó, y recurriremos a ese idioma que no
olvidó nunca las profundas relaciones
afectivas entre hombre y lugar. Por
ejemplo la palabra calle, que tiene tan-
tas resonancias, es sustituida en el
mundo "preciso", "riguroso" de la ciencia
urbana, por el de arteria, vía de circula-
ción primaria, secundaria, etc., en un
intento de neutralidad falsa. Falsa, deci-
mos, porque estas designaciones corres-
ponden a una metáfora orgánica: la ciu-
dad como ser vivo, pretendidamente
funcionalista, porque lo que hace es pri-
vilegiar la circulación de las máquinas
sobre el hombre, expresando con ello
una ideología, una filosofía de acción, de
carga social, claramente evidente.
Cuando la gente habla de la calle, en
cambio, quiere decir cosas bien distintas
pero reales, incontestables: para el
poder, significa una amenaza, es el área
vaga del rechazo y de la confrontación;
para el hombre de la calle, el dominio de
su manifestación. Vemos con claridad la
distancia que hay entre arteria y calle,
por lo que no podemos ser indiferentes a
la manera de nombrar las cosas, con fre-
cuencia bajo la pretensión "objetiva" se
busca neutralizar las virtualidades histó-
ricas del medio urbano.
Analizaremos los lugares tal como se
presentan a la conciencia y tal como se
designan en el lenguaje común, dado
que estos nombres surgen de los lugares
mismos como algo constitutivo de ellos.
La ciudad es algo connatural al hom-
bre, y su amor por ella es algo sentido
plena y espontáneamente, sin que apa-
rezca como una compensación por una
naturaleza perdida. Sin embargo esta
pasión urbana no es algo que siempre
haya existido. 
Así en el medioevo, la ciudad era vista
como una estructura y una forma para-
sitaria de vida, como el producto de una
aberración. Por contraposición existía
una ciudad celestial, generalmente
entendida como Jerusalem.
El prototipo de lugar concentrador de los
pecados del hombre, era Babilonia y el
modelo paradigmático de las desinteli-
gencias del hombre, la torre de Babel.
Bosch y Bruegel representan respectiva-
mente estos dos temas. Bosch en el
Jardín de las Delicias muestra la ciudad
corrupta consumiéndose en el fuego,
símbolo de pecado y destrucción.
En dicho tríptico, otra ciudad hecha de
14
15
1. Plaza central, Ciudad Vieja, Praga.
2. Plaza del Duomo, Catedral, Galería Vittorio Emanuele, Milán
elementos orgánicos, casi transparente,
alude a Jerusalem; sin embargo, parece
ocultar algo diabólico en su entraña y
tras sus formas de extrañas geometrías.
Por otra parte, no podemos sostener
que este sentimiento no cese de existir,
como pareciera anunciarlo la moderna
metrópolis, pero en cualquier caso
nuestra cultura y nuestros valores,
esencialmente urbanos, cesarán de
tener su realidad y su peso, como lo
anuncia Lefebvre.
Lo que sí puede afirmarse es que la
naturaleza, naturante y naturalizadora,
asumió en algún momento la forma de
ciudad, urbanizando al hombre como
producto de un pacto asumido entre
ambos, hombre y ciudad, produciéndo-
nos a nosotros para que expresemos lo
que ella tiene que decir.
Es difícil encontrar en la literatura y la
pintura, no en las referencias a ciuda-
des imaginarias ideadas por ellas, sino a
las reales, aún cuando estén referidas a
una misma experiencia, París, por ejem-
plo, una comunidad de sentido: así, el
caso de Utrillo y Jules Romain, o la
Venecia de Thomas Mann y Canaletto.
Pareciera, en cambio, que pudiéramos
encontrar la clave en las tradiciones
populares, orales y escritas, revividas en
la concurrencia asidua, constante, de
los lugares de una ciudad por las gentes
comunes de cualquier edad y condición,
las que resuelven, de hecho, la oposi-
ción entre objeto y sujeto. 
Querríamos que lo vivido autentique y
alimente esa otra vivencia no menos real
de las novelas, de las crónicaspintadas,
dándole sustancia a los hábitos y pala-
bras del hombre en la ciudad.
Pareciera que es esencial a la ciudad
intensificarse y desplegarse en la con-
ciencia colectiva. Diríamos que la ciudad
tiene una imagen de sí misma, llena de
reflejos y ecos, que resultan difíciles de
asir por su multiplicidad y ambigüedad.
Cuesta reconocer y diferenciar lo refle-
jante y lo reflejado, el sonido y su eco,
para quien padece la fiebre del sábado a
la noche: el tumulto alegre y cómplice,
las luces vivificadas de las calles.
Lo que parece indudable, sin embargo, es
que difícilmente calificaremos de urbano
el espacio u objeto que no esté preñado
de resonancias.
La imagen que cada uno traza de su ciu-
dad se basa en una serie de elementos,
los lugares urbanos, los que a su vez res-
ponden a ciertos principios.
En efecto, estos lugares revelan o descu-
bren de manera única e irremplazable a
la ciudad. Entre ellos y ésta se estable-
cen relaciones especiales: los hay que la
resumen o intensifican, mientras otros la
expresan. En cualquier caso, estos luga-
res, las calles, los bulevares, las plazas,
los pasajes, las estaciones de tren, los
grandes centros comerciales, viven en
tensión con la ciudad.
Por ejemplo, si tomamos la Plaza Mayor,
de Madrid, o Piazza del Campo, en Siena,
16
17
3. Piazale San Marcos, Venezia
4. Plaza E. Aillaut, París
o Bedford Square, en Londres, nos con-
frontamos con piezas urbanas, lugares
tales que resumen y expresan a las ciu-
dades donde existen, intensificando el
sentido de todo el tejido. Sólo que en
Londres, la transposición de la naturale-
za a la ciudad a esta escala, no puede
ser total, por lo que la plaza no parece el
lugar adecuado y se la lee como una
cuasi seminaturaleza, que alude a la
otra, sin simulacros, de Hemestead Park.
Mientras que en los dos primeros ámbi-
tos se busca la equivalencia entre claves
bien diferentes, la de naturaleza-cultura,
no sucede lo propio con el último. De ahí
que no sea sino verdaderamente forzado,
y tal vez no menos falso, que Bedford
Square tenga el peso simbólico y la
carga vital de los otros dos ámbitos,
aparentemente equiparables en nombre,
magnitud y posición.
Algunos de estos lugares urbanos pare-
cen frívolos, carentes de la respetabili-
dad confiable de su historicidad. Es el
caso de una serie de ámbitos dispersos
en la ciudad, tales como los cafés y los
bares. Lugares de muy diferente signifi-
cación y fruición especial. En términos
generales puede decirse que el café es el
lugar de los problemas, en tanto el bar
es el de las preocupaciones. En los cafés
los problemas se enfrentan, se debaten,
se reflexionan, se resuelven. El visitante
toma distancia de sí mismo, de sus
inquietudes, de los demás, se transforma
en escrutador recogido en la lucidez de
un café que lo activa; observa a distan-
cia los seres y las cosas, pudiendo arribar
a soluciones imperfectas o prístinas.
Incluso la relación con los otros, cuando
se promueve, da lugar al debate esclare-
cedor, a la comunicación, al oírse y oír,
cual teatro en que los papeles de espec-
tador-actor fueran interminables y
fugazmente, intercambiables. 
Dependiendo de la hora del día y de la
estación, este lugar privilegiado es un
puesto especial de vivencia única de la
primavera o el verano.
Estas mismas facultades las tiene en
menor grado la plaza cuando está quin-
taesenciada como ocurre en Roma con
Piazza Navona, o frente al Panteón; pero
en éstas, encontramos ese corazón o
nodo que resume el lugar y que entra en
diálogo directo con los elementos monu-
mentales que son los cafés y bares del
recinto, polarizados en estos nodos.
Señalamos la diferencia entre cafés y
bares (pubs, bistrot) por ser estos últi-
mos de una naturaleza tal que apela a
recoger las inquietudes, las preocupacio-
nes de sus clientes que encuentran en la
fraternidad del clima reinante, en la
compañía cómplice del lugar y en la
fuga que el alcohol propone, en el dis-
tanciamiento entre diversos estados de
ánimo, una muy peculiar calificación en
nuestras cartografías urbanas. Por todo
ello, estos lugares adquieren calidad de
elementos puntuales, de aislados hitos
de nuestra emotividad.
18
Otro criterio importante en la distinción y
reconocimiento de un lugar urbano es el
carácter de unidad que le es propia, como
lo es a la persona o a la obra de arte, sin
que por ello implique renuncia a las con-
tradicciones y complejidades propias.
Si comparamos una gran tienda, un
supermercado y un mercado, concen-
trándonos en las áreas o departamentos
afines, no sólo reconoceremos que
corresponden a una diferente clase
social, sino que aún cuando el visitante
sea el mismo, cada lugar señala un ritual
de uso, de recorrido, que habla de una
necesidad física y psicológica diferente.
En el supermercado se satisface la nece-
sidad funcional de aprovisionamiento,
con un recorrido casi prefijado, en el que
pareciera contar el tiempo valorizado en
su brevedad. El procurarse bienes de
consumo en la gran tienda tiene su
sesgo diferente, derivado del uso total
del negocio como lugar de encuentro
consigo mismo, idealizado, sublimado. La
marcha se hace morosa, errática, se ve lo
que se necesita y lo que se merece, se
comunican los sueños y aspiraciones a
una dependiente transformada en confi-
dente circunstancial, valorizada como
interlocutora, eso sí, fugazmente, sin
compromiso. Se trata casi de un gran
paseo, paseo por un mundo mágico
donde está todo lo deseable, y este
carácter se extiende al departamento de
alimentos, donde se busca lo singular y
exclusivo con el mismo espíritu y la 
misma lenta y cuidadosa selección de un
vestido de fiesta. El mercado es lugar de
compras de lo natural y plaza pública,
lugar de manifestación de todas las
necesidades, de las peculiaridades, y
relaciones, y lugar de expresiones. Es una
ciudad dentro de la ciudad, con sus
cafés, sus bares, sus calles y tiendas. Es
la ciudadela privilegiada que otorga fue-
ros especiales a sus habitantes. 
Los sitios urbanos de significación tienen
una carga de dinamismo que los hace
extenderse más allá de sus límites, gene-
rando una territorialidad que pareciera
les es propia. Así la iglesia, en un pueblo,
domina el paisaje urbano y los ritmos
próximos; más tarde la municipalidad o
un lugar de baile generan una atmósfe-
ra, un área jurisdiccional presentable. 
En los lugares urbanos hay ritos de
entrada y salida; éstos con fronteras que
califican los espacios más prestigiosos.
Cuando entramos distraídos o por nece-
sidad o por razones puramente funcio-
nales, el lugar pierde su carácter de
"forma", pasa inmediatamente a ser
fondo en nuestro campo de percepción.
La transposición del umbral-puerta nos
conduce, en estos casos, a otro medio, y
si éste nos da la sensación de devorar-
nos, sentiremos el placer de estar "den-
tro" de él. Son los límites, las fronteras y
las puertas de un lugar los que nos
transmiten las sensaciones de arribo y
de alejamiento de los ámbitos importan-
tes de la ciudad.
19
Los lugares desean intensificarse: el altar
se separa de la iglesia en la que existe
como el objeto, el "locus", el sujeto
esencial. Por ello, debemos encontrar en
todo organismo urbano el lugar especial,
generalmente el espacio central del
Beaux Arts, que compromete la estructu-
ración del conjunto. Sin este polo cen-
tral, el lugar arriesga lo amorfo. Por otra
parte y por sobre todo, un lugar existirá
en la manifestación y expresión de su
ser, en tanto exista este polo que arroje
claridad sobre su naturaleza.
Verdaderos lugares urbanos son aqué-
llos que nos modifican, haciendo que no
seamos los mismos al salir que al
entrar. Cuestionable desde el punto de
vista de la filosofía vitalista, que diría
que esto es cierto para todo ámbito. Sin
embargo, no es igual el grado y privile-
gio de modificación de todo lugar para
el mismo grado de receptividad y aper-
tura del sujeto.
Los grandes lugares urbanos requieren
ser recorridos de una manera determina-
da, propia, y se distinguen, particular-
mente, por la manera o peculiaridad de
trayecto que nos demandan. Lacalle, en
general y a partir de su vitalidad, de su
vigor, de su capacidad de intensificar su
sentido y por ser lugar que se mezcla a
nuestro durar, a nuestro ritmo, tiene las
calidades que cualquier amante y visi-
tante de ciudades sabe reconocer en las
calles de una ciudad que recorre con
placer y con la ansiedad de ver desapa-
recer o extinguirse como una línea
caliente de la misma.
Por la adaptación y el acostumbramien-
to, la capacidad de modificación de los
lugares pareciera reducirse, pero sin
embargo son los lugares habituales los
que más nos hablan. Podríamos decir
que grandes lugares urbanos son aqué-
llos que requieren, por su familiaridad,
ser reactivados, y por ello mismo nos
modifican.
Es importante, para determinar el
carácter y el valor de un espacio urba-
no, preguntarse o imaginarse cómo
aparecería la ciudad sin dicho ámbito.
¿Puede imaginarse una ciudad sin pla-
zas, sin una estación de trenes o de
autobuses que anuncien la promesa de
una fuga imposible?
Otro rasgo especial es que no podemos
conocer los lugares públicos sin una
espacialidad concreta y sin un desarrollo
en el tiempo. Mientras no vaciemos el
objeto ante nosotros mismos y lo vea-
mos sometido a las horas y los días de
una u otra estación, no sabremos cómo
es dicho objeto.
No podemos imaginar un lugar sin una
duración, o sin que el mismo fructifique.
Podríamos desmitificar o paralelamente
mitificar un espacio urbano. Cuando el
mito urbano existe, es en realidad un
eco del lugar. La desmitificación es
sumamente difícil, como lo puede
demostrar cualquier ilustre o arraigado
elemento, como la calle o el estudio, el
20
"pent house" de artistas, el pequeño
departamento en pisos altos, símbolo de
modernidad para tantos. Pero mientras
el último debiera ser desmitificado por
sus connotaciones segregativas, la calle,
que fue a lo largo de la historia un poco
la suerte del hombre, en tanto ser urba-
no, debe ser remitificada, precisamente
por sus valores adscriptos, residuales y
latentes. Los lugares fundadores de la
ciudad, hacedores del "locus", y la expre-
sión de él, no pueden abandonarse, hay
que restituirles su verdad imaginaria. El
deber de un hacedor-soñador de ciuda-
des (cualquiera sea el plano de su hacer:
la pintura, la literatura, la arquitectura),
es restituir la misma a su origen y prin-
cipio, pero no a través de la erudición y
en un rechazo del presente, para que ella
vuelva a su principio de nacimiento y
crecimiento, que enriquezca y oriente, y
pueda tratarse con ella como con una
casi persona. 
Para todo ello, hay que recurrir tanto al
pasado como a la tradición viva y pre-
sente, aunque con respecto a una lectu-
ra histórica de la ciudad, ella no es fun-
damental en el sentido formal. 
Para una lectura posible de la ciudad
Si únicamente habláramos desde el
punto de vista del sujeto, tanto o más
que los sitios o lugares urbanos de cata-
lización nos interesaría conocer los tra-
yectos, los recorridos por los que puede
reconocerse la ciudad. Pero de cualquier
forma, pasear por una ciudad no es otra
cosa que escrutar los lugares esenciales
que estructuran su ser real e imaginado.
En toda ciudad hay ejes privilegiados
especiales o, como dice Lynch, rutas que
"facilitan". Nos vemos estimulados por
un espacio muy caracterizado con barre-
ras, zonas neutras y llamadas manifies-
tas a hacer éste o aquél recorrido, o
existen innumerables recorridos funcio-
nales que obedecen a necesidades con
orígenes y destinos prefijados por nues-
tra actividad y que quedan casi prede-
terminados. Pero una de las característi-
cas de la casi neutralidad del tejido
urbano está sujeta por la disponibilidad
total y de ahí la angustia o malestar que
nos provoca el vaciamiento de los días
festivos en que quedamos libres.
Los recorridos de una ciudad pueden ser
los de bulevares concurridos, avenidas o
calles transitadas, cargadas de historia,
múltiples, pero para que aparezcan como
"vías ejemplares" deben darse dos condi-
ciones: que esperemos encontrar en la
ciudad algo esencial, y, en segundo tér-
mino, que la misma tenga cierta herme-
ticidad, cierto esoterismo que para deve-
larse exija una experiencia de vida.
La ciudad aparece como origen y destino
final, como nuestro lugar de procedencia
y como lugar que da vida a través de
nuestra realización en ella. Podría decir-
se que la ciudad apela a su gente para
establecer la relación armoniosa entre
21
los gestos, los actos, las dichas, y sus
propios ámbitos, sus recorridos, sus
calles. El césped del hombre de ciudad es
el asfalto. Por otra parte, es para muchos
el lugar de su oportunidad vital, de sus
angustias y esperanzas. Algo profunda-
mente sentido en que nuestro destino
está ligado al de la ciudad, que triunfa-
remos o fracasaremos con ella, indepen-
dientemente de todo logro personal,
dado que nuestras suertes están íntima-
mente ligadas cual si no pudiéramos
realizarnos y comprendernos sin que la
comprendamos. Pero para que ella apa-
rezca y se devele claramente, se necesi-
tan ciertos recorridos y actitudes revela-
doras, contrariamente a la creencia de
que todo debe ser claro y evidente.
Como todo lo construido lo ha sido por
el hombre conforme a un destino, a una
función y con un sentido, la ciudad
entera es un texto decodificable. La ciu-
dad coexiste consigo misma, con barrios,
edificios, lugares de formas y estilos
diversos, pero no por ello nos hace pen-
sar que estamos en otra ciudad, y esta
evidencia dimana de un espíritu propio
que surge de su propia unidad.
Los lugares de la ciudad son tan visibles
como sus objetos o elementos materia-
les. Como dice Merleau-Ponty en su
Fenomenología de la percepción, se trata
de que "nuestra existencia es espacial y
nuestros espacios existenciales y esen-
ciales". Si no fuera así, sería imposible
una lectura de esencias, tipos y "a priori"
que están fundidos con la realidad. Esta
puesta en valor o al descubierto de reali-
dades esenciales comporta una lectura.
Ningún lugar rechaza ser develado, más
bien busca intensificar su sentido expre-
sivo en algún lugar u objeto. Por ello
surgen con igual validez, tanto una poé-
tica como una fenomenología de los
espacios urbanos.
La ciudad no podría develarnos y dar-
nos algo diverso a lo que en ella hemos
inscripto, y por ello surge una pregunta
curiosa que nos remite al porqué habrí-
amos de explorarla y cómo: ¿Qué
puede ocultarnos una ciudad, y por qué
razón lo hace?
Lo cierto es que los siglos se han sucedi-
do sobre el tejido de una ciudad, cons-
truyendo, destruyendo, volviendo a cons-
truir en incesantes e interminables
secuencias que han borrado a veces las
huellas iniciales, pero que uno puede
reconstituir por búsqueda paciente o por
inspiración colectiva, en la manifestación
de masas. En 1978, Argentina se clasifica
campeón del mundo en fútbol; la gente
marcha desde toda la ciudad de Córdoba
en medio de gran alegría por esas rutas
memorables de la ciudad que en esa
noche quedan verificadas y redefinidas: y
estas rutas convergen a la Catedral de la
ciudad, el centro, y por sobre todo a esa
intensificación urbana que es la Plaza
Mayor, la plaza fundacional, al frente del
Cabildo y la Catedral.
La ciudad se ofrece como totalidad,
22
como globalidad que nosotros reconoce-
mos u exploramos en forma de perspec-
tivas. Pero es necesario que estas pers-
pectivas encajen, se entrelacen según un
orden logrado. Vale decir, recorridas que
nos dan las mejores vistas de la ciudad.
Cuando podemos diseñar un trayecto
coherente y que se lee como eje de des-
cubrimiento, siempre viendo lo esencial,
eligiendo nuestras calles, cuando pode-
mos prefigurar los pasos de un paseo
placentero, ése es el momento en que la
ciudad nos pertenece. 
Una de las dificultades que se plantean
en la lectura urbana, es la práctica social 
e ideológica que ha ido modificando y
ocultando el sentido de una ciudad. La
relación y el conocimiento de una ciudad
no dependen de que vivamos en ella,
pero el residir de manera esencial nos
permite sentirla con más intensidad.
La ciudad se manifiesta y oculta ala vez,
es como la relación entre dos personas
que nunca terminan de conocerse aun-
que creen lo contrario, porque ambos
frecuentan este darse y cerrarse. La
exploración de una ciudad es la determi-
nación de recorridos válidos para su des-
cubrimiento, en esos furtivos momentos
de manifestación y develación.
23
25
La ciudad es una máquina para pensar
con ella, un medio o herramienta de
entendimiento del mundo y de la rela-
ción del hombre con él. Es la puesta en
escena para el uso social de un orden
cósmico. La convocatoria de la cuadra-
tura heideggeriana: mortales, divinos,
cielo y tierra. 
Parafraseando y desarrollando el pensa-
miento de Heidegger (dentro de nuestros
modestos límites) podemos esclarecer la
esencialidad. El hombre es en tanto exis-
te, y existe en tanto habita, habita en
tanto construye, cuida y edifica, produce
lugares, compone lugares, funda y trama
espacios, habita esencialmente pensando.
Al construir instala lugares, que espa-
cian un paraje. Del cuadrante recibe el
construir la indicación para su inaugu-
rar, establecer lugares, que es convo-
car, proteger. 
Lo construido guarece lo cuadrante, pro-
tege a lo cuadrante. Esta cuádruple pro-
tección es la esencia del habitar. Así las
construcciones legítimas acuñan el habi-
tar en su esencia y encasan esa esencia.
El construir también es un dejar habitar,
correspondiendo al cuadrante y a su
aliento con lo que se fundamenta todo
planear o proyectar en plano.
Construir y pensar son indispensables al
habitar. La penuria del habitar radica no
tanto en la cantidad sino que los
Mortales deberíamos buscar nuevamente
la esencia "habitar", que deberíamos
aprender a habitar.
Tan pronto como se medita la falta de
hogar, si se mantiene como reclamo
interno y externo, lleva el habitar a la
plenitud de su esencia. Se cumple si se
construye por el habitar y se piensa
para el habitar.
La plaza está en un sitio que surge como
lugar porque él es un lugar. 
CAPITULO II
TEXTURA URBANA Y SUS ELEMENTOS
La ciudad está en un sitio que surge
como lugar porque ella es el lugar, y
recoge el cuadrante, lo colecta, localiza
el cuadrante en un paraje que deviene
lugar que salva la tierra, acoge el cielo,
conduce a los mortales y espera por los
divinos. Desde estos puntos, el lugar
plaza, el lugar ciudad, surgen recorridos,
caminos que definen sitios con los que
se espacia un espacio.
Cosas que son lugar, localizan en cada
caso, en el todo que es el espacio.
"Espacio es sitio libre para colonización
y lecho" según Heidegger. Los espacios
reciben su esencia de lugares y no de
"el espacio".
La calle
La calle genérica con muchos de sus
atributos psicológicos, existenciales y
fenomenológicos, aunque cambie en
forma, debe recuperarse. Igualmente la
plaza, la galería, la recova, vale decir,
unidades irreductibles, tipos urbanos
capaces de generar la sensación de lugar
en primer término y de espacio urbano
en segundo, que siempre caracterizó a la
ciudad estructurada y rica. Pero con la
actitud utópica casi endémica que nos
caracteriza, en propuestas de megaes-
tructuras que se relacionan mal con el
contexto, valen "per se", o no son verifi-
cables temporalmente, pero más bien
tratando de verificar el valor del pasado
en el presente y con acciones limitadas o
puntuales capaces de enriquecer las
anónimas áreas de la megalópolis, debe-
ríamos actuar. 
Un problema marginado es el uso positivo
de las autopistas, tal vez única megaes-
tructura con sentido, para dotar de defini-
ción, límite, identidad o símbolos urbanos
al tejido anónimo, contribuyendo en su
trazado no a resolver un problema pura-
mente de transporte, sino de estructura-
ción de la imagen existencial de la metró-
polis y la megalópolis.
Por otra parte, en todo proyecto de exten-
sión urbana debe contemplarse el definir
lugares, identificar al usuario, relacionarlo
con el contexto inmediato o mediato
usando toda esta panoplia conceptual.
Manzana-tejido
Las manzanas son los sólidos del tejido
urbano, las figuras que valorizan y defi-
nen ese fondo de trayectos, estares, calles
y lugares de expresión de las plazas.
Estas unidades a veces están ocupadas
por una sola institución, que las llenan
plenamente pero la más de las veces,
son el resultado de sumas sincrónicas o
diacrónicas, de aportes individuales
dotados de propia y elocuente personali-
dad o de rol coral unificados en la uni-
dad englobante del perímetro de la man-
zana en su recinto.
Su carácter de cobijo de multitudes y de
26
27
las más diversas actividades la transfor-
ma en pequeño mundo dentro del
mundo urbano. Se reconoce en ellas una
piel envolvente y rostro múltiple y un
corazón blando más recogido e íntimo.
Así como la piel es variada y como con-
fín delimita y encierra; el interior alberga
múltiples patios o fondos inestructura-
dos. El límite exterior es diafragma
mediador entre el interior de las casas
y su estar público, externo, de la calle
cuyas características derivan de estos
rostros que se agolpan en suerte de
alineaciones militares para ser escruta-
dos, sancionados por los observadores
de la ciudad.
El interior de la manzana se ofrece como
intimidad sustraída al uso público, ocu-
pado en socializar la familia y al indivi-
duo en ella. 
Tal vez la riqueza y sugestión de un
pasaje o galería que penetre y atraviese
la manzana, radique en la implícita vio-
lación de una intimidad secreta, protegi-
da, la subversión de un orden.
En el plano de Nolli, edificios públicos en
su espacio cubierto y semicubierto,
calles, plazas y claustros o patios inte-
riores de manzanas, tienen igual valor
elevados estos últimos, al rango de los
otros elementos estructurantes de la
imagen existencial o la "estructura de
los espacios en su luz". El sentido de una
ciudad, asamblea de las instituciones,
depende de la relación entre los elemen-
tos, los cuartos, en qué medida se com-
plementan la plaza, el monumento, la
manzana ciega.
La manzana, en la actual disolución de
la megalópolis, como bloque edilicio con
un perímetro, se coloca como espacio
forma paradigmática. 
Tiene la precondición de albergar un
lugar, es la demostración de un límite.
Sus atributos intrínsecos nos permiten
reconocer elementos constitutivos de
una poética del espacio.
El bloque, por tener confines, puede
existir por sí mismo, estableciendo las
condiciones de lugar (atributo importan-
te de un desarrollo urbano que tiende a
ser discontinuo).
Su repetición coherente genera el espa-
cio público de calles e intersecciones de
calles. Puede leerse al revés.
Tiende a generar una jerarquía de espa-
cios urbanos, desde las calles y plazas
como dominios públicos externos al
claustro como reino interno semipúblico. 
Todo esto genera cualidades estructura-
les, fenomenológicas existenciales reco-
nocidas por N. Schulz.
La manzana es un objeto que crea dos
realidades públicas vinculadas entre sí, el
claustro que aloja y representa la natu-
raleza potencialmente unida de la comu-
nidad, que vive en torno a él y la calle
con sus esquinas, lugares de interacción
entre los órdenes ligados a las manza-
nas. En la unidad de la manzana está el
paradigma islámico del claustro jardín
como paraíso real y conjunto ideal
28
5. Plano de Roma. Nolli
29
resuelto, en nuestra cultura, en claustros
institucionales o familiares.
La naturaleza dual del bloque, manzana,
dotado de perímetro, es esto de encerrar
un claustro educativo socializador y
definir el espacio para la interrelación
social y el trueque.
La recuperación de la arquitectura sobre
base tipológica a puesto en valor y reali-
zado nuevamente la manzana. En 1972,
en Florencio Varela fundamenté concep-
tualmente esta búsqueda en la propues-
ta que hiciera con Clorindo Testa. Los
espacios tranquilos y de la actividad de
la calle no se materializarán totalmente
hasta las propuestas para La Rioja
(1973) y FONAVI (1977) en Argentina, y
en 1980, en Sudáfrica (Soweto). A pesar
de la retícula continua la propuesta de
Runcorn, pareciera ignorar estas calida-
des por la imposición de rutas dentro del
sistema de claustros.
Laplaza
La plaza, más que ningún otro lugar,
puede reivindicar para sí el carácter de
"mundus", como "umbilicus" genitales,
relación con el origen, con la tierra a
quien salva, mientras acoge al cielo por
techumbre, convoca a los mortales a
quienes conduce. Los límites de manza-
nas llenas, quedan materializados en
esquinas torres, o ángulos que de hecho
reconocen su pertenencia a dos caras;
todo lo cual alude a piedras fálicas roma-
nas demarcatorias de sitios, celebratorias
de terminus dios de las fronteras.
La esquina (de un damero) repite la divi-
sión cuatripartita de la Tierra y del orden
universal. Vale decir reactúa el acto fun-
dacional de las dos direcciones funda-
mentales, cardo y decúmano que descri-
ben el recorrido solar y el movimiento
del cosmos sobre el eje de la tierra.
En la plaza, los límites son otros, los del
tejido urbano todo. Es como una suerte
de paradigma que unifica; reúne esqui-
nas, fronteras, límites; es un recinto que
pareciera condensar, en un espacio-
lugar, localizado en la ciudad por ser un
lugar, la quinta esencia urbana de sím-
bolo del arreglo universal, de un cosmos
reflejado, espejado simbólicamente en el
orden terrenal.
La galería
La Guía ilustrada de París decía a media-
dos del siglo XIX, refiriéndose a las gale-
rías que el "boom" textil había generado
en París entre 1822-1840. "Estas galerías
cubiertas con vidrio, una demostración
del lujo industrial, con pasajes cubiertos
con pisos de mármol a través de bloques
de casas, cuyos propietarios han unido
fuerzas en la aventura. En ambos lados
de estos pasajes, que obtienen luz desde
arriba, están arreglados los negocios más
atractivos, de tal manera que estas gale-
rías son una ciudad, efectivamente un
mundo en miniatura ".
30
La galería es morfológicamente lo
opuesto a la idea de la manzana claustro
y cuando se extiende se puede transfor-
mar en red como en el GUM de Moscú.
Mientras la manzana habla del dominio
de lo tranquilo y lo ruidoso, el corazón y
la calle, tal como ha sido realizado en
los conjuntos desde principios de siglo
hasta el año 30, de Amsterdam a Viena,
la galería habla sólo de un dominio pro-
pio interno elevado a rango de irrealidad
hecha real, de espacio ilusorio porque
siempre comporta un quiebre con la
continuidad del tejido urbano y sólo
tiene sentido y entidad cuando está ins-
cripta en un área de intensísima activi-
dad e integrada a su tejido. 
Si bien la galería cubierta puede recrear
una sensación de lugar y aludir a su
modelo ideal, la calle peatonal sin techo,
no tiene la fuerza estructurante de ésta,
(así se puede verificar en Edmanton,
Students Union Housing en Canadá o en
los planteos de J. Andrews en
Scarborough College, Toronto, Canadá).
En estos ejemplos, cuando todo el poder
volumétrico, organizativo e instrumental
está confiado a una espina, el espacio o
área en torno pierde sentido, el campus
en un caso, el campo en el otro.
La ciudad tradicional puede ser salvada
si se controlan los usos, densidad y
carácter de su tejido, calles, plazas. Si se
interviene activamente conformando lo
indefinido, amorfo y anónimo midiendo
la calidad, escala, dimensión y significa-
do de los nuevos aportes a lo existente.
Si se lee correctamente un potencial
principio de estructuración y los dicta-
dos de un contexto para armonizar y
exaltar lo latente.
Si los ensanches se realizan de manera
incremental y modular utilizando los
patrones de lo existente. Si se busca un
orden significativo de elementos y pie-
zas jerárquicas que den por resultado, si
no un texto relevante, inteligible al
menos, basándose en los rasgos esencia-
les y sustantivos de los elementos
estructurantes históricos de calles, pla-
zas, manzanas, monumentos y distritos.
Tomando como paradigmas los de la
ciudad persa: el bazar o el eje caliente,
el claustro del paraíso en la tierra de las
escuelas coránicas o el Maidam; y las de
Roma en sus monumentos articulados.
Vale decir, actuando como mediadores
de un pasado reinterpretado y quintae-
senciado a través de un presente que
entrevé tan sólo la futura desintegra-
ción, que reniega del fatalismo sin incu-
rrir en el optimismo de una utopía
infantil, mediante un activismo tendien-
te a perpetuar, recuperado, el artefacto
de nuestra realización en el mundo, el
artefacto urbano, producto cultural y
culturalizante por excelencia.
31
Muchas veces, oírnos hablar respecto de
las calles de nuestras ciudades, usando
expresiones para caracterizarlas tales
como "caliente", "colorida", "frecuenta-
da", "popular", "animada" o "viva". Cada
una de estas designaciones remite a un
código de un determinado campo cultu-
ral. Cuando decimos que es caliente, ape-
lamos a las connotaciones climatológicas
del término, hay una incitación vigori-
zante, una sensación de calor y vitalidad
humana que nos rodea y protege. Cuando
decimos que es frecuentada, se alude a
una dinámica, sin discriminar si se trata
de tránsito pasante o deambulante que
se pasea por ella. El carácter popular nos
remite a la sociología tanto como a la
socioeconomía. Nos habla del carácter de
adhesión que despierta entre las masas
urbanas, o del tipo de usuario, sin excluir
el primer sesgo. En cualquier caso nadie
está excluido, siempre y cuando deje los
atributos de ostentación de su marco
gestual. Que una calle es colorida, que
vale la pena verse, habla de aquélla que
se singulariza por su pintoresquismo, que
merece un reconocimiento por su carác-
ter único o es acreedora a ser registrada
para transformarse en signo y símbolo
del lugar o ciudad a consumir, localmen-
te o en extrañas geografías.
Decimos que la calle es animada, viva,
cual si tuviera un espíritu, un ritmo pro-
pio que surge de un clima festivo, alegre
o de cierto desorden que es parte del
"continuum" urbano. Si penetramos en
la naturaleza de ésta, que todavía desig-
namos como calle viva o animada,
vemos que en ella los negocios tienen un
carácter provisorio, frágil, y que las acti-
vidades se desarrollan por igual en la
calle y en pequeños locales. Aquí apare-
ce evidente el grado de pertenencia, y de
adscripción de las casas que bordean un
CAPITULO III
LA CALLE
32
canal espacial, las fuertes relaciones
recíprocas entre ambas, que le dan ese
carácter sustantivo y propio de la calle,
que sirve a unos habitantes como medio
de acceso a sus intereses y que se califi-
ca como mediadora entre el espacio pri-
vado y el auténticamente público.
Sin embargo, todas estas designaciones
parecen ser válidas como observaciones
superficiales, como registro de turista o
de escrutador clasificante y no movilizado
de las capacidades imaginativas, de
ensueño y de lectura poética de la ciudad.
La calle es una unidad sólida de análisis
con valores esenciales, expresiva de las
fuerzas urbanas, hecha de gente, de un
espectro amplísimo de seres evidentes a
través de sus manifestaciones físicas, de
lenguaje, gestos, etc., y de la realidad
material del recinto y su envolvente.
Existen reales hombres de la calle y a
ellos pertenece un lenguaje que nada
tiene que ver con el de los interiores.
Pero esta lengua parece ser producto de
la calle misma y no de los vendedores
ambulantes, de los diarieros, de los
taxistas, etc. Para estos habitantes,
conocer una ciudad es conocer sus vías y
flujos favorables o desfavorables, que
ellos reconocen por instinto, y que nie-
gan toda posibilidad de aprehenderla
lentamente. Ellos querrían la calle para
sí, por cuanto la posesión confiere pres-
tigio y autoridad.
La ciudad presenta estímulos de todo
tipo pero actúa sobre los hombres espe-
cialmente en la calle, de manera incon-
testable. Si bien la ciudad es una unidad
global, es en esta estructura de calle
donde encontramos "la libertad por
excelencia del lenguaje que no es otro
que el lenguaje de la libertad". En ella
cada hombre se presenta con sus atribu-
tos propios que justifican la lisonja, el
sarcasmo o el apóstrofe, y en tanto exis-
ta este lenguaje, la ciudad no será el
lugar de las muchedumbres solitarias
sino uno vivo, poblado, donde hay seres
que rescatan su individualidadde la
masa de rostros anónimos. Antes que los
príncipes de lo imaginario hubieran
hablado de la calle, ella lo hizo a través
de sus mercaderes con la palabra libre,
rápida, furtiva, cambiante con las horas,
los clientes, el producto, producto hecho
palabra, palabra gestual, palabra-pro-
ducto, palabra-fruto, palabra-proclama.
La ciudad, como su metafórico símil, el
bosque, para Laugier, está llena, poblada
de sonidos de sus elementos acogidos,
albergados: de insectos, pájaros, frondas,
de las ocupaciones de construir, de
comerciar, del movimiento y por sobre
todo, de los murmullos y gritos de sus
gentes. La ciudad está llena de gritos
que portan un sentido, de palabras que
se desplazan, que se modifican y que a
veces estallan en el idioma de la revuel-
6. La calle estar comunitario
33
ta. La sociedad global, como causa pri-
mera y última, se expresa a través de
esta mediación precisa de la calle y su
gente, así como también "el número de
las mediaciones sociales modifica la
fisonomía del fenómeno social".
La calle aparece como mediación autó-
noma y necesaria entre el dominio
personal y los lugares de trabajo, de
recreación, de expresión comunitaria.
Pero sin lugar a dudas todos reconocen
en la calle la presencia de una estruc-
tura elemental, un trayecto o recorrido
que vale por sí mismo y que no les es
indiferente, independientemente de los
objetivos que permita realizar. 
En sus orígenes, la calle, en Atenas, en
Roma (no así en sus ciudades coloniales),
en las mediaciones incluso del París
medieval, fue estrecha, sujeta al capri-
cho de las construcciones erigidas sobre
ella y sometida a las vicisitudes de sus
retiros o adelantos. Parecían entonces
las calles no públicas sino casi privadas,
en el sentido de posesión, de ser algo
propio, desarrollado por sus vecinos. La
calle se define como un medio inmedia-
to, el "foyer" contiguo a nuestra privaci-
dad de vivienda familiar. Al mismo tiem-
po nos envuelve con la riqueza y varie-
dad del medio del que emana, y como es
nuestra, percibimos toda la "informa-
ción" que puede transmitir. La función
esencial de la calle, sería la de dar acce-
so a las casas vecinas, ya que vemos a la
gente entrar y salir de sus casas: pero
además conlleva el primer estar, el cuar-
to colectivo donde las comunicaciones
se intensifican, tanto entre los vecinos
ribereños como entre estos y la calle
como organismo. 
La calle se diferencia del bulevar, en que
éste se alimenta de su propia multitud,
cual gran espacio público, ilustrando en
su regularidad de edificios que respon-
den a principios y categorías generales,
que remite a una existencia ideal, poco
comprometida con las singularidades de
los habitantes de la edificación circun-
dante. Generalmente el bulevar es recto
y regular, en tanto la calle es irregular
en su trazado o en sus fachadas.
La calle es el símbolo del orden y la
libertad, de cierta anarquía del privilegio
de la individualidad manifiesta, producto
del empuje vital del tiempo y la vida.
Sentimos a la calle como diversa y múl-
tiple en su esencialidad y manifestación,
producto de la afirmación de las cosas y
seres que la determinan, indiferencia
total por la uniformidad, celebración de
los contrastes, de las disimetrías. Basta
remitirnos al París del siglo XVIII, del
Siglo de las Luces, de la Edad de la
Razón, en el que la vida de los cafés, de
los salones, de los diarios y la libre
empresa reinaban en su plenitud para
que reconozcamos en su testimonio físi-
co de ciudad, la inexistencia de tradicio-
nes asumidas, la ausencia de orden, el
espíritu manifestándose en la libertad
irreverente. Desaparece la preocupación
34
35
7. Planta teatro olímpico de VIcenza. Palladio
8. La perspectiva de la calle en el teatro de investigación. Teatro de Vicenza. Palladio
del siglo XVII por vistas de conjunto
armoniosas, grandes perspectivas. Los
logros hay que buscarlos en los rincones,
en el detalle.
Este caos urbano, va acompañado como
es lógico suponer, de la proclamación y
substanciación teórica de un orden rigu-
roso, el de Laugier en 1755 y otro que,
sin embargo, tardará un siglo en concen-
trarse y enseñorearse de la ciudad.
El bulevar posee su propia naturaleza.
Constituye verdaderas vías públicas que
sirven a barrios enteros, y por ello mismo
están trazados más regularmente, pro-
ducto de haber sido hechos con indife-
rencia por los intereses particulares y su
anarquía implícita. Cuando nacen en
París, con Hausmann, estos ejes princi-
pales organizan la ciudad entera y vin-
culan a ésta con el exterior. Tienen en su
momento un carácter un tanto abstracto
a pesar de su "cuasi" naturaleza, de su
forestación cuidadosa e intensa, pero
que no deja de parecer un simulacro, un
sustituto de aquella otra real del bosque.
Nuevos signos aparecen en equipamien-
tos urbanos uniformes. Lo que lo aparta,
sin embargo, de la uniformidad, no es
precisamente su tratamiento sino más
bien su carácter de espacio teatral, alta-
mente socializado.
El bulevar introduce una sobreexcitación,
especialmente en sus tardes y noches
tempranas. En plena noche lo dominan
el vacío y la oscuridad. En cambio la
calle vive con sus habitantes, amanece y
se acuesta con ellos, nunca se deshuma-
niza totalmente: alguna luz en un cuarto
atestigua un desvelo.
Por sus proporciones y dimensiones, el
bulevar condiciona, en las gentes, ciertas
actitudes. Estas son más propiamente las
de la representación. En ellas, se puede
ver y ser visto. Como en el "foyer" de la
Opera, la gente se saluda ceremoniosa-
mente al pasar. La visión lejana permite
una anticipación, que la calle niega, para
establecer toda una estrategia del
encuentro o para parecer distraídamente
distante y ajeno. También otorga mayor
libertad de movimientos por su magni-
tud y regularidad; las multitudes refuer-
zan el anonimato, el ocultamiento. La
atmósfera del bulevar pareciera más
liberadora en tanto potencia las liberta-
des de visión, de compostura y hasta de
conciencia que goza del espectáculo
humano para aprobar o rechazar.
Pareciera posible reconocer dos tipos de
visión: rápida, fugaz, indiscreta, osada,
tal vez afectuosa, en la calle; abrupta,
impremeditada, más lenta, distante, casi
de conjunto y aérea en el bulevar.
Otras dimensiones posibilitadas por el
invento hausmaniano es el de la expe-
riencia de la horizontalidad y de la verti-
calidad. La primera debida a las grandes
extensiones, recrea el horizonte distante,
que nos recuerda las llanuras del campo.
Igualmente introduce la practicabilidad
de la vertical con sus connotaciones
ascensionales de progreso, su impulso
36
vital. El bulevar celebra por sobre todo la
horizontalidad y con ella la sensación, y
a veces la idea de que la gente no vive
una sobre otra sino contigua, al lado. 
Calle y bulevar garantizan su comple-
mentariedad de términos diferentes uni-
dos a las plazas; un sistema de elemen-
tos urbanos proveedores de un buen
equilibrio de nuestros ensueños y de
nuestra vida imaginaria e imaginante.
En la calle, la actitud es familiar, como
si estuviéramos en el dominio de lo pri-
vado y propio, en tanto que en el bule-
var el parisiense se sintió habitante de
una capital en relación con el provincia-
no y el extranjero.
De allí que la recreación de los buleva-
res en otras ciudades, tal como se hizo,
tuvo como objetivos recrear esos atri-
butos propios, reafirmar idealmente en
provincia el carácter de prolongación,
de extensión territorial de la capital,
sus rasgos sacralizantes, elevando al
rango de reflejo el lugar reflejante de
una calidad de vida urbana intensa y
metropolitana.
El espacio unitario primero de toda ciu-
dad, sin lugar a dudas, fue la plaza, el
primer recinto y ámbito colectivo.
Cualquiera sea su forma: triangular, cir-
cular, cuadrada o variada, cualquiera sea
la distorsión de la figura básica en su
regularidad, tamaño, escala, rostros que
la presiden, estos verdaderos edificios
urbanos, construidos a lo largo de la his-
toria, se insertan, cualquiera sea su
37
1- Santa María del Fiore
2- Plaza de la Annunziata
3- Palacio de Uffizzi4- Plaza de la Señora 
5- Calles articulativas
9.
38
número, armoniosamente en el entorno,
permitiendo recrear el encuentro, el
reencuentro, la expresión, la manifesta-
ción, la honra.
Construidas a partir de un monumento,
de un lugar sacralizado, frente a una
iglesia, a un edificio público y como pro-
longación natural de ellos, la plaza 
-desde la plaza de pueblo o barrio- cons-
tituye el lugar donde el niño, los enamo-
rados o el anciano, pueden caminar con
sus ritmos propios y gozar de ellos o del
espectáculo público de otros seres.
Pero a este tipo de ámbito cerrado se
empieza a oponer, como contra figura, el
ámbito de encuentro de múltiples calles
y trayectos. Las esquinas, cruces, encru-
cijadas, encuentros de caminos, son pun-
tos de particular significación. Pero a
diferencia de la plaza-recinto parece casi
la negación de la ciudad, por ser un
lugar donde no puede uno detenerse,
donde es peligroso hacerlo. En este
espacio el tiempo aparece consumido y
no objeto de consumo. Todo allí parece
excesivamente iluminado, todo multipli-
cado, vigorizado: el ruido, el miedo, los
colores. Es el epicentro de la violencia,
de la irritación. Aquí la inhumanidad
reviste el carácter propio de la ciudad y
se confunde con el corazón de ella
(Picadilly Circus) y en alguna manera
expresa los aspectos negativos de la ciu-
dad: es el lugar en el que nadie puede
ceder a su rival y para sobrevivir debe
recurrir a todos sus recursos físicos y
psíquicos. La gente que se aproxima a
estos ámbitos no busca la paz de la
plaza sino explorar la dimensión dramá-
tica de la ciudad.
Una serie de equipamientos de gran
valor simbólico aparece calificando el
lugar: el quiosco de diarios se presenta
aquí, al igual que en las estaciones de
trenes, para el hombre de paso, apurado,
en partida, señalando la plaza-encrucija-
da. También en estos lugares aparecen
abrigos contra la intemperie, como luga-
res de espera, precarios o firmes, de
tranvías o de ómnibus. Estos albergues
son símbolos de la forzocidad, de la
necesidad de trabajo y de la regularidad
a que dicha necesidad nos somete. Los
ómnibus en París o en Londres, con sus
horarios marcados en estos rincones o
en simples postes que los sustituyen a
veces, indican el programa de aparicio-
nes sucesivas, regulares, puntuales, sim-
bolizando la estabilidad en medio de un
mundo que tiembla, se derrumba en
derredor de nosotros. Pareciera proteger
al usuario del constante flujo de vehícu-
los y gentes que pasan alrededor.
También cumple funciones de signo indi-
cando la correcta dirección de nuestra
distante destinación, permitiendo una
mejor lectura de la ciudad. 
La existencia de un poste es suficiente
10. Edificio calle. Palacio Uffizzi
39
40
11. La calle-plaza protegida. Galería Vittorio 
Emanuele.
12. La calle protegida. Bazar de Isphahn
41
13. Detalles característicos. Calle-recova Bologna
14. La calle de funciones clasificadas, la recova donde el peatón es glorificado. Calle de Bologna
42
para indicar un lugar, para generar una
especialidad circundante que se sustrae
de la calle, de la vereda y aparece como
refugio. Estos lugares parecieran haber
consumido el tiempo, decíamos, deman-
dan total exactitud, nos remiten al cro-
nómetro que condiciona nuestro trabajo
y nuestra vida.
En esta encrucijada asistimos al triunfo
del movimiento sobre la inmovilidad y por
ello mismo a la negación de la ciudad, por
cuanto una circulación rápida e intensa
no permite reconocerse, conocer a los
seres. Sólo el peatón tiene el ritmo y el
tiempo que requiere el comunicarse. Por
otra parte, este cruce, esta encrucijada,
celebra al automóvil como un "adentro"
elegido por el hombre para proyectarse en
el espacio, y por ende en el tiempo.
En ese lugar el hombre, adoptando su
segunda naturaleza, aquélla de automo-
vilista, ve delante de sí sólo automóviles,
es indiferente a las gentes y satisface su
deseo de intimidad en su segundo hogar,
ambulante y sin raíces. Pero curiosamen-
te la luz roja y verde, que regularmente
paraliza el tránsito desmitifica al auto
que, desprovisto de velocidad, quieto,
pierde todo su valor.
Lo extraño es que a pesar de estos ras-
gos, el nudo, el cruce, la encrucijada-
plaza que constituye una ruptura de
continuidad urbana, de sus otros aspec-
tos de negación de la ciudad, constituye
paradójicamente uno de los puntos de
mayor atracción y paradigmáticos del
hombre urbano en tanto exalta y valora
algunas de las calidades propias del
mismo, tales como celeridad de reflejos,
discontinuidad, nuevos comienzos rápi-
dos, comprensión cabal de una situación
complicada en brevísimo tiempo, vale
decir, todo lo opuesto a una conducta
armoniosa y lenta.
Por su parte, la autopista es la cele-
bración del flujo constante, del despla-
zamiento libre, sin esfuerzos, de mane-
ra continua, fuente que libera al hom-
bre de su cuerpo.
En cuanto a los orígenes de la calle
podemos encontrarlos en el mismo
punto del origen de la plaza, cuando
ésta había adquirido una magnitud y
densidad que requería la prolongación de
sus caracteres fuera del recinto, vincula-
do a él, sobre canales espaciales.
Lo cierto es que a pesar de tantos cam-
bios acaecidos desde ese remoto origen
metafórico, las calles han cambiado
algunas de sus funciones pero no su
esencia de ser: el lugar de los primeros
contactos humanos, de intercambio
entre seres, de comunicación, que ningu-
na sociedad puede eliminar sin el riesgo
de acentuar los fenómenos de alienación
del hombre de su mundo, de su cultura
y, por ende, de su ciudad.
La calle convertida en elemento de
15. La calle medieval
43
estructuración de la imagen urbana
sufre evoluciones históricas relevantes a
lo largo de los últimos 8 siglos.
De ser un estado comunitario, prolonga-
ción de la plaza, articulado a ella orgáni-
camente en un tejido medieval, la calle
pasa a ser un instrumento de orden y
control, una forma simbólica (en el sen-
tido de Cassirer) capaz de expresar valo-
res ideológicos de una sociedad que se
quiere ordenada, clasificada. 
La calle como distrito, como corte hori-
zontal y vertical de un área, rostro la
más de las veces de ella, adjudicado a
una corporación, a una actividad, con un
rol específico en el equilibrio social de la
ciudad medieval, pasa a ser un instru-
mento abstracto de control físico y psí-
quico de la ciudad del siglo XVI.
El desencadenante de esta potencialidad
lo constituye, en el Renacimiento, la
introducción deslumbrante de la pers-
pectiva polar o central que permitiendo
medir y definir con precisión, desde un
punto, el campo visual, introduce la
dimensión escenográfica y la representa-
ción en el paisaje urbano.
El rigor de alineación de los edificios y la
servidumbre de sus fachadas o rostros
para describir por igual un intrínseco
orden de sus organismos y el orden uni-
versal del dominio público contribuye a
la idealización de la calle como lugar,
como pieza de valor autónomo, casi
autosuficiente, con indiferencia por su
rasgo de soporte existencial, emocional y
social. Nace el primer edificio calle, en el
"caput mundi" del Renacimiento, en
Florencia en el edificio que Vasari cons-
truye para los Uffizzi. Nace la calle uni-
ficada y unificadora, controladora impe-
cable de nuestros ritmos vitales.
A cada concepción del mundo le corres-
ponde una concepción del espacio y un
sistema de representación o perspectiva.
Al mundo copernicano le corresponde, el
espacio mensurable, escandido y verifica-
ble por la perspectiva central, como al
einsteniano contemporáneo, le corres-
ponde el espacio fluido inasible, multidi-
mensional, sólo imaginable como forma
simbólica por la perspectiva axonométri-
ca, representación sintética, económica,
síntesis de corte, planta y fachada, repre-
sentación objetiva que nos aleja del obje-
to y nos ubica en el lugar o punto de
vista infinito como auténticos demiurgos.
Pero si analizamos la evolución, vemos
varias etapas previas y roles cambiantes
antes de arribar a la extinción de la calle
y su inteligibilidad como elemento urba-
no. La actual, aparece en las ciudadesabstractas del movimiento moderno
desde 1920, disociada de su compromiso
existencial y de su rol de figura, trans-
formada en pieza autónoma y autosufi-
ciente, erigida en autopistas que nada
tienen que ver con las calles de las cua-
les abjuraron.
El Renacimiento que entroniza el rigor,
la razón, el orden, fatigará hasta el ago-
tamiento el papel de la calle como vehí-
44
culo para su corporización.
El Barroco retomará el concepto exten-
diéndolo a la posesión integral del territo-
rio urbano y rural. En Roma tensionará
con la calle, los monumentos dispersos de
un territorio histórico, rico en sedimentos
como es la totalidad de los monumentos
cristianos basilicales articulados y tensio-
nados en una trama que se ofrece como
soporte de los recorridos procesionales,
los de los peregrinos, ulteriormente como
soporte del desarrollo urbano y actual-
mente del psiquismo estructurado de sus
habitantes, merced a proveer un fondo
total y definitivamente estructurado.
La posesión territorial se hace evidente
en la lección de Versalles donde el
palacio imperial se erige como "caput
mundi", nodo referencial y de conver-
gencia de todas las direcciones que
emanando de ella se enseñorean del
paisaje, de Francia y simbólicamente
del mundo todo. 
La capacidad configurante de la imagen
urbana, es entendida con profundidad
por un Laugier que en sus Ensayos sobre
la Arquitectura de 1755, nos describirá
las claves de la belleza urbana y desta-
cará, jugando un rol esencial, a las
calles, que uniformemente diseñadas y
definidas por el poder gubernamental en
su recorrido, perfil y carácter deberán
vincular los territorios interurbanos con
las puertas de la ciudad, calificadas en
sí mismas o por la prístina geometría de
sus plazas inmediatas.
Pero la calle devendrá en el siglo XIX en
instrumento, complejizado en su sec-
ción altamente mecanizada, de servicio
a una ciudad industrial que debe ser
además industriosa.
Haussmann inventa el bulevar o prome-
nade, ese canal vinculante de los gran-
des complejos (ferroviarios, gubernamen-
tales, sociales, etc.) de la ciudad indus-
trial como un organismo que sirve de
transporte de bienes y servicios, que pro-
longa los conceptos del Barroco, pero
que redefine como gran plaza lineal, que
entroniza los lugares recreativos de la
campiña y la naturaleza extra urbana en
la interioridad de su organismo, como
miniaturización higienista y convocante
de la humanidad socializada. Como arte-
facto socializante y socializador irrumpe
trayendo rostros y comportamientos
nuevos al seno urbano. Durante 50 años
las promenades de París serán usadas,
reusadas hasta olvidar la esencia que les
diera legitimidad, siendo declinados en
remotas latitudes como símbolos de ads-
cripción a un cuadro de valores de la
metrópolis idealizada como exponente
excelsa de la mayor y más rica intensi-
dad de vida y sentido de la ciudad.
Hombres hechos y educados en estos
marcos culturales de países centrales
decretarían en un nuevo credo la pose-
sión didáctica del territorio, clasificando
actividades que luego espacializarán en
unidades escindidas y estancas. La
"calle corredor" es anatemizada y la
45
46
calle aislada, con funciones exclusivas y
excluyentes, entronizada como elemen-
to único. Sus consecuencias en la des-
trucción del tejido de las ciudades exis-
tentes y en la erección de ciudades fan-
tasmales, está a la vista.
Sin embargo, nuevas reflexiones llevarán
a un Kahn a definir la calle como edifi-
cio, que quiere un espacio propio en los
muros contra la decadencia en que se
transforma la autopista central de
Philadelphia, convirtiendo en pieza poli-
funcional estratificada (1961), en calle
convencional capaz de albergar los nuevos
y viejos usos reciclando el sistema, com-
poniendo la partitura de la arquitectura
del movimiento, definiendo calles pasan-
tes, de ritmo "staccatto", calles "cul de
sac" de estacionamiento y calles peatona-
les, cobijando o encalando los multiusos
comprometidos y contaminantes que la
historia se ha obstinado en perpetuar en
las ciudades figurativas que subsisten.
Stirling buscaría la formalización estricta
de la entidad calle y todo el neorraciona-
lismo hará su revalorización sacralizada.
16. Boulevard Lenoir. Paris
17. Philadelphia 1954. Kahn
47
Todo ámbito admite múltiples lecturas
globales que no se excluyen sino que
enriquecen nuestro conocimiento del
mismo y merece remitificarse en la
medida en que podamos asumirlo mejor,
cuando su vitalidad permite ser enrique-
cida por el hombre o, inversamente,
enriquece a este. Su autenticidad deriva
de su expresividad. 
Querríamos, para desmitificar y remitifi-
car, reducir críticamente y exaltar acti-
vamente una serie de lugares en función
de su autenticidad, más aún que por su
importancia de grandes elementos. La
potencialidad descriptiva, la capacidad
imaginante habla del valor y de la rique-
za de la imagen. El lugar inspirado es
aquél que puede inspirar al hombre
común y al sensible descifrador, escruta-
dor y amante de los lugares. Lo imagina-
rio se reconoce en los cambios que pro-
duce y nos produce abriéndonos nuevos
rumbos, deseos de nuevos horizontes y
nuevos lenguajes.
La plaza o la calle son lugares-umbrales,
experiencias inaugurales de confirma-
ción de un ambiguo teatro-límite, de
una experiencia límite. La plaza extrae
su grandeza de una multitud unificada y
diversa, de una entrevista. En la omnico-
municación propia del espacio urbano,
que tornando todo tipo de encuentro
posible produce un estado de "cuasi"
vértigo, aparece la plaza como un refu-
gio que acoge a todo ciudadano de una
manera propia, adecuada a él. Se erige
así en una suerte de oasis, de paraíso, de
simulacro del paraíso celeste, claramente
simbolizado en el patio-claustro islámi-
co, en el que el agua y la vegetación
remiten al soñado lugar de la otra vida,
larga y definitiva. De este modo, una
especularidad paradisíaca aporta la paz.
La plaza puede ser tratada como un ser
CAPITULO IV
LA PLAZA
autónomo, dotada de un sentido y capaz
de organizar su tiempo y sus personajes.
Por sobre todo, representa la tensión
equilibrada entre movilidad y quietud,
claramente expresada en sus usuarios
habituales, que comprenden todo el
espectro de edades y sus consiguientes
manifestaciones cotidianas dominantes.
Las manifestaciones y los encuentros
colectivos con su poder social quedan
como caracteres potenciales recesivos. 
Los árboles, el césped, las piedras, el agua,
que hablan de una abundancia edénica
aparecen como residuos con poder evoca-
tivo del paraíso-naturaleza. Basta la
introducción de uno de estos elementos
para que la más pura geometría de los
trazados y de los edificios se diluyan en
una suerte de negación y aparezca, una
alusión a nuestro estado primitivo,
aunque sea al nivel de nuestro incons-
ciente. Es posible que en gran medida
el carácter de refugio tenga como
fuente esta imagen natural. Hay, sin
embargo, una gran mayoría de plazas
que poseen una atmósfera provincial,
ofreciendo el espectáculo de la conven-
ción. Son, por sobre todo, sus usuarios
habituales los que con sus hábitos
tiñen de ese carácter a estos nodos:
los niños, las mujeres y sus carrillos,
los ancianos, los enamorados y, a
veces, los solitarios que descubren una
manera de ser de la ciudad que igno-
raban y se hace evidente, que se ofrece
para reflexionar, escapando a la movi-
lidad y flujo de las calles.
El papel jugado por la plaza es funda-
mentalmente el de traer orden a los
habitantes, integrándolos. Toda ciudad
requiere un centro social relacionado
con su esencia, y la plaza es, precisa-
mente, el espacio arquetípico sociali-
zador, articulado con su tejido o fábri-
ca, ubicada generalmente -como ya
dijimos- en posición central, y cuyo
grado de interrelación depende del rol
cívico, religioso, comercial, múltiple
que puede cumplir. Generalmente su
significación radica en la naturaleza
del envolvente del recinto o en el
carácter y significación de sus elemen-
tos protagónicos incluidos. 
Con el resurgimiento urbano acaecido
en el alto medioevo, aparecenciudades
nacidas naturalmente y que reconocen
su génesis en la pre-existencia de un
centro religioso, de una catedral o de un
monasterio, de un castillo o del entre-
cruzamiento de rutas comerciales
importantes. Por otro lado hay un rena-
cer de ciudades antiguas romanas o
aparecen nuevas ciudades planificadas,
en Italia, por ejemplo: Siena, entre las
primeras, Verona, Piacenza, Florencia,
entre las segundas.
Las plazas adquieren en Europa, en la
Edad Media y en el Renacimiento, sus
momentos de máximo esplendor. En el
medioevo adoptan una forma orgánica y
se transforman en el foco de múltiples
funciones colectivas de la vida cotidiana
48
49
urbana: aparece en ellas el teatro, la
ceremonia religiosa, los eventos guberna-
mentales, las decisiones colectivas, el
intercambio comercial de los mercados.
Los únicos edificios públicos son las igle-
sias y los salones comunales. Con el
Renacimiento, la mayor parte de estas
actividades, desarrolladas en el escenario
del espacio público externo, empiezan a
desplegarse en organismos edilicios espe-
cíficos. La plaza medieval de forma natu-
ral, armoniosa, continua en relación con
el tejido, es sustituida conforme a un
nuevo orden social y político: la comuna
reemplazada por la "signoría", una ciu-
dad-estado casi democrático sustituida
por una autocracia, encuentra su correlato
en una nueva concepción del mundo, en
su representación y su expresión. Aparece
así la plaza regular, geométrica, manifesta-
ción del nuevo orgullo cívico, la que tam-
bién ve su propio cuerpo como objeto de
despliegue de la geometría. Sin embargo,
sólo advertimos cambios cualitativos y
ningún desarrollo funcional de mayor
complejidad. Con el Barroco veremos más
aún la plaza transformada en nodo de un
sistema vial a escala urbana, más dinámica
que la plaza renacentista y más excluyente
del pueblo y del usuario común. 
18. La Plaza Medieval poseída Barrocamente, Plaza Navona
50
19. Planta Plaza del Campo. Siena
20. Ubicación Plaza del Campo en Siena
21. Vista Plaza del Campo
51
22. Plaza lateral Duomo, Siena
23. Palacio del Pueblo, entrada Plaza del Campo, Siena
52
53
24. Perfil urbano San Gimignano
25. Vista PLaza de la Cisterna, San Gimignano
26. La Plaza Medieval, a veces combinadas
1- Plaza de la Cisterna
2- Plaza del Duomo
27. Vista Plaza de la Cisterna
54
28. Plazas medievales de libre diseño, irregula
res, como generadoras del tejido orgánico de
la ciudad a la que se articulan. Bérgamo
29. Plaza bajo el municipio articulando la Plaza 
Cívica y la de la Catedral. Bérgamo
55
En la ciudad medieval los componentes
básicos son el recinto amurallado
demarcatorio de los confines de la segu-
ridad, del adentro y el afuera; un sistema
vial laberíntico generado por la cons-
trucción, en pequeños terrenos, de una
muy densa edificación; la escasez de
grandes espacios públicos que encuentra
como contrapartida específica espacios
cívicos, religiosos y comerciales empla-
zados centralmente y unificando orgáni-
camente la composición global de la ciu-
dad. Los apretados edificios, las estre-
chas calles que rematan en estos recin-
tos y cierto destino común homogéneo,
de elite calificada por el mundo interior
del recinto amurallado confería a los
caracteres espaciales de las plazas el
sentido de ámbitos comunitarios, esta-
res, extensiones de la propia vivienda y,
por carácter transitivo se lo confería a
los trayectos.
En algunas ciudades reconocemos ámbi-
tos especializados frente a la Catedral y
al palacio municipal, como en Siena o en
Florencia; pero en la gran mayoría de los
casos se busca articular ambos dominios
igualmente relevantes. Por ejemplo en
Bérgamo, la Plaza Vieja y la del Duomo
se integran espacialmente mediante el
Palazzo de la Raggione que, elevado
sobre pilotes, preside ambos territorios. 
En cuanto a las plazas de los mercados,
cuando éstos eran de alimentos de uso
diario aparecían bastante centrales, pero
se dispersan en cuanto adquieren espe-
cialización, y finalmente aparecen en la
periferia, generalmente junto a las puer-
tas de la ciudad cuando son regionales, a
escala de pueblos comarquinos.
En el medioevo, de manera clara, sobre
todo en las ciudades de fundación roma-
na, el crecimiento se hizo irradiando del
corazón centralizado del foro transfor-
mado en plaza. La relación de la plaza
con la ciudad cambia, en tanto elemento
de ésta, conforme al crecimiento del
organismo urbano, y siguiendo a estos
cambios cambia también su naturaleza.
Si bien su localización es siempre central
no es fija, y su forma sumamente varia-
da, orgánica, concomitante con el proce-
so de gestación de la ciudad, está condi-
cionada por la topografía, por el perfil y
por la posición de los edificios existen-
tes. Así la Plaza del Campo surge de la
convergencia de tres colinas sobre las
que se despliega Siena. Vale decir que
son rasgos distintivos de las plazas de la
época, la centralidad, el carácter irregu-
lar orgánico de su forma, emergente
como parte integral de la composición
urbana. Por otro lado recibieron ricos tra-
tamientos arquitectónicos en las fachadas
de sus edificios públicos, en las recovas,
en plataformas, fuentes, y pavimentos y
quedaron, en general, desembarazadas del
tráfico principal de la ciudad que pene-
traba en ellos con tramas articulativas,
subrayando así el carácter convocante, de
congregación ciudadana, que actuaba en
el gobierno de su destino.
56
En la ciudad del Renacimiento, el rasgo
fundamental fue el de una actitud de
renovación revolucionaria más que
incremental (rasgo típico de las inter-
venciones medievales), y así asistimos a
los cambios puntuales, a renovaciones
pequeñas que transforman ámbitos
medievales pre-existentes en otros con
características estéticas de simetría,
equilibrio y armonía de nuevo cuño. La
intervención en Verona, próxima a plaza
de la Erbe (lugar del viejo foro), dedicada
aún hoy a la actividad mercantil, se dio
en la Piazza dei Signari con estos rasgos.
En otros casos los cambios fueron en
gran escala mediante la demolición de
barrios o áreas medievales para alojar
nuevas piezas, como en Florencia, en la
Plaza de la S.S. Anunziata a partir de
Bruneleschi, o en Vigevano, a partir de
Bramante, y a lo largo de 2 siglos. En
ambos casos asistimos a las plazas para-
digmáticas del Renacimiento. La de
Florencia, rodeada por el Hospital de los
Inocentes conforme a una configuración
de U abierta sobre un eje simétrico que
une al conjunto con el Duomo, presidido
por la iglesia. Todos los lados ostentan la
uniforme calidad y ligereza de las reco-
vas. En Vigevano, a 30 Km de Milán, una
plaza de 40 x 120 m aparece como un
edificio unificado, abierto, de estilo uni-
30. Plaza Pombal. Lisboa
57
31. a-b Plaza del Campidoglio
58
32. Versalles
33. Plaza de la Estrella. París
59
60
61
forme focalizado en uno de sus lados
menores, donde una iglesia de fachada
barroca exalta la axialidad y la profundi-
dad perspéctica. En ambos casos esta-
mos en cuartos exteriores de la comuni-
dad, vividos intensamente por estudian-
tes y turistas uno, por habitantes comu-
nes de la ciudad el otro.
Nuevas plazas distritales aparecen en
áreas de desarrollo urbano, como es el
caso de la ampliación renacentista de
Ferrara, contigua al viejo asentamiento
medieval, continuando en grilla muy
bien ajustada a principios geométricos y
a una realidad existente. En este ensan-
che urbano que duplica el área de
Ferrara, frente a una expectativa de cre-
cimiento que nunca se verificó, asistimos
al primer plan de desarrollo urbano bidi-
mensional desde el mundo romano. En
ella la plaza Ariostea surge con una
ausencia total de compromiso con un
contexto predominante.
Finalmente tenemos otra categoría de plazas:
las de Sabioneta y Palma Nova, inscriptas en
el geométrico trazado de ciudades ideales, en
la intersección de vías.
Pero los cambios son sólo espaciales y no
funcionales, basados en requerimientos
puramente estéticos de tratar de armonizar
los espacios con los edificios circundantes,
exaltando tal vez algún edificio celebradopor su valor icónico y significativo.
Las características del sistema urbano
barroco de grandes y rectos trayectos
que vinculan focos, distritos más o
menos homogéneos a lo largo de las
vías, transforman la ciudad en una ima-
gen más abstracta para los ciudadanos, y
en ellas las plazas pierden sus funciones
básicas y cotidianas para adquirir un
valor representativo. 
Mientras la ciudad empezó a ofrecer un
amplio espectro de servicios y una
infraestructura adecuada para una nueva
sociedad, la plaza fue más bien la exten-
sión del claustro palaciego para una clase
privilegiada que encontraba en la ciudad
una atmósfera apropiada, clase que no
necesitaba la ciudad. La vida, en cambio,
siguió desarrollándose a escala popular en
las antiguas plazas medievales barriales.
Las plazas del período pueden caracteri-
zarse como: a) aquéllas creadas para el
desarrollo espacial urbano de monumen-
tos cívicos o religiosos, como las de San
Pedro, Santa María de la Pace o la
Montecitorio, todas en Roma, que sobre
la base de diversos expedientes -ejes,
simetría, escala, y magnitud espacial-
permiten exaltar, llevando al exterior la
forma cerrada de los edificios celebra-
dos; b) plazas generadas como focos de
la intersección de calles, en ciudades
existentes, como en el caso de Piazza del 
Poppolo, también en Roma, surgida de la
34. Fontana de Trevi
35. Plaza San Ignazzi. Roma
62
intersección del tridente (típico del
Barroco) y multitud de plazas irradiantes
como la de la Nación, en París, o la de
los Quattro Conti en Palermo, c) plazas
construidas en nuevos distritos, que en
general imitan las de las ciudades idea-
les renacentistas, con formas geométri-
cas cuadradas, octogonales
(Copenhagen), semicirculares (Dijon), y
finalmente, d) aquéllas que sin tener un
trazado barroco son incorporadas al sis-
tema por una serie de agregados, de adi-
ciones renovadas como en el caso de
Plaza Navona, donde tres fuentes de
Bernini y una iglesia de Borromini ten-
sionan y dinamizan el espacio, generan-
do un sobrio contrapunto de ejes espa-
ciales longitudinales y transversales.
La plaza higiénica, naturalista, románti-
ca, verde, irrumpe en el siglo XIX, en el
que coexiste con epígonos o "revivals"
barrocos hasta el triunfo del urbanismo
progresista moderno que diluye su valor
sustantivo, institucional, tanto como el
de la calle, en la celebración de una
espacialidad neutra, fondo y no figura 
36. PLanta Plaza Stanislas. Nancy
63
37. a-b Plaza Stanislas. Nancy
64
de la nueva ciudad. Nuevos aires y cre-
encias recuperan estos nodos o elemen-
tos estructurantes de la imagen existen-
cial del espacio urbano, en la arquitec-
tura de los años 70. 
El potencial configurante de la plaza,
estructurador de la vida y la imagen
existencial, de esa imagen estable hecha
de los espacios percibidos y los compre-
sentes, de los experimentados y los
recreables o convocables por la memoria,
es intuido, comprendido y erigido en ins-
trumental a mediados del siglo XVIII. El
planteo que Patté formula para París, se
basa en volcar sobre el tejido urbano
existente, una veintena de proyectos
presentados al concurso para la plaza
Luis XV, hoy Plaza de la Concordia. Todos
difieren formalmente, pero no esencial-
mente en su pretensión de albergar,
cobijar, convocar a la comunidad circun-
dante. Las plazas aquí propuestas se eri-
gen en soportes de la expresión comu-
nal, lugares de encuentro, lugares de la
soledad. Vale decir el espectro todo de
las metas, fines, usos, significados, de la
institución plaza, aparecen convocados
en totalidad y erigidos en claves únicas y
relevantes de la formalización urbana.
Un siglo después la plaza higienista defi-
nida como miniaturización romántica de
la naturaleza, en los diseños de la ofici-
na de las Promenades de París, dirigida
por Alphand, poblarán ese mismo tejido
eliminando las dimensiones de la mani-
festación colectiva, la expresión y cele-
65
38. a-b-c Plazas de Haussmann
Las plazas como organismos higiénicos crean el
artificio de un fragmento de naturaleza cautiva-
do. La plaza como lugar de la recreación excluye
la manifestación, la comunicación y la expresión
colectiva en el orden social de la burgesía.
66
6738. d-e-f-g Plazas de Haussmann
bración comunitarias. La plaza deviene la
pieza de artificio del encuentro pasivo,
controlada y controlable de algunas y el
espacio de la soledad o de las ensoña-
ciones, de una soledad que se construye
en la ilusoria convicción de la complici-
dad y armonía con el mundo, cuya vitali-
dad y realidad excluidas se transfieren a
las calles, donde los niveles de expresión
se re-crean en las barricadas de los
comuneros. El urbanismo progresista
moderno, triunfante mundialmente al
celebrar el espacio como fondo y no
como figura, ajusticia por igual a la
calle corredor como a la plaza, hacien-
do del espacio urbano todo un conti-
nuo verde inestructurado, donde es
dable el protagonismo de las tipologías
sociales, emblemáticas, de torres y
láminas erigidas sobre la bidimensiona-
lidad compositiva de grandes áreas de
zonificaciones exclusivas.
Pero primero con Kahn en 1952, luego
con Stirling en 1969 y entre ellos Emille
Aillaud 1960-1970, que llegamos a los
neorracionalistas en los que la plaza
readquiere su significación perdida. Kahn
en su orden del movimiento recicla el
tejido del área central de Philadelphia en
la que Peim erigió en su acto fundamen-
tal una constelación ordenada de cuatro
plazas simétricas y equidistantes de la
central, que aparece en el encuentro del
cardo (Main Street) y el decumano
(Market Street). Su planteo no contiene
reflexiones explícitas, pero la consecuen-
cia de su plan es la revalorización de
estos focos socializadores. A fines de los
años 60, Kahn reconceptualizará la insti-
tución y la definirá como el punto de
encuentro o mediador entre el mercado
o lugar de las necesidades y la universi-
dad, lugar de la pregunta, la inquietud,
el interrogante.
Aillaud en sus grandes conjuntos subur-
banos hará coexistir la espacialidad
canónica moderna con puntos formaliza-
dos, concentradores de la vitalidad exis-
tencial privilegiando los juegos de niños,
en los que radica su única confianza de
recuperación para un mundo nuevo no
alienado. Objeto de reacción poética
como palomas gigantes, fuentes, murales
especiales, serán los localizadores del
paraje, hacedores del lugar. Stirling hará
para Derby una recuperación nostálgica
de la plaza cívica del Poppolo o del
Campo de Siena en su formalización del
municipio concursado. En su discurso
collagista recupera, en texto nuevo, no
sólo la iconografía de Paxton, o de Le
Corbusier, sino más aún, con mayor rele-
vancia el concepto de galería (arcade) o
calle cubierta y protegida que penetra la
cultura europea en el siglo XVIII a partir
de los modelos islámicos de los bazares
persas y turcos, así como el concepto de
plaza recinto (casi opuesto al de plaza
encrucijada) hecho de un rostro homo-
géneo -como las plazas reales francesas
o las plazas mayores hispánicas- elabo-
rado como un cobijo en la receptividad
68
de este "cuasi circus" marginal al tránsi-
to y centralizado más aún, por un esce-
nario cuyo rostro urbano es la fachada
del viejo municipio reclinado. Todo el
neorracionalismo de los 70 retomará las
banderas del urbanismo culturalista y
veremos a Sitte reencarnado en muchos
de ellos, reinstaurando nostálgicamente,
pero no por ello reaccionariamente, las 
instituciones irreductibles de calle y
plaza. La plaza, como la calle, como la
ciudad, es ante todo lugar, localizadora
de parajes, áreas, regiones, vale decir
que cada una eleva la urdimbre de sitios
al rango de lugares albergantes, convo-
cantes de la vitalidad existencial y de
todas las otras instituciones urbanas por
ser precisamente eso, lugares ante todo.
69
71
Dios está en contra de las utopías, así
nos lo enseñan nuestros antepasados
remotos, más próximos a él, al referir la
suerte de esa primera utopía, la torre de
Babel, en la que Dios introdujo el caos
de las lenguas dispares para incomunicar
a susconstructores. Hipodamos de
Mileto en su decisión de hacer una ciu-
dad ortogonal, creando un sistema, lle-
vando la residencia humana al plano de
las matemáticas, en su idea de hacer
una ciudad calculada por el hombre para
el hombre, cambió la consciencia e inau-
guró la era en que el dios será confinado
a la lejanía de sus territorios y dominio
de especialista: el cielo. Como todo uto-
pista corta el camino entre cielo y tierra,
no necesariamente negando a aquél,
pero manejándose dentro de reglas, de
una lógica (ni poética, ni metafísica), de
una matemática.
Todos los utopistas sociales, políticos,
éticos, son arquitectos, de ahí el señuelo
para éstos de transformarse en aquéllos. 
Mileto es la primera ciudad utópica
conocida, su damero es como el territo-
rio de juego de un espacio casi irreal
sustraído a la realidad. Para Hipodamos
es un artefacto.
Las ciudades griegas contemporáneas
eran caóticas como las orientales, orgá-
nicas, ajustadas al paisaje, el dominio de
la irregularidad, el exilio de la recta, ciu-
dades femeninas, casas nidos, casas úte-
ros, calles descriptivas de blasones feme-
ninos, de la mujer dadora de la vida y la
muerte, memoria y futuro del mundo,
fuerza primordial, recuerda a la madre
tierra, a la naturaleza esencial. 
Hipodamos y todo utopista con su men-
talidad matemática piensa de la natura-
leza como algo perfecto, ordenado, inco-
rruptible; imperecedero. Pero sólo los
astros, la esfera celeste de nuestras noc-
CAPITULO V
LA PLAZA IBEROAMERICANA: DE LA ABSTRACCION, DE LA
CELEBRACION EDENICA A LA RECREACION DEL RECINTO
72
turnidades, exhiben, y eso sólo a simple
vista, el orden.
La naturaleza para nosotros es azar,
casualidad, fatalidad, exceso, abundan-
cia, caos, tormento, desafío, y protec-
ción, armonía. El lugar incierto, escena-
rio de nuestra concreta existencia.
Aristóteles reconocía dos zonas de la
naturaleza: el cosmos y el mundo
sublunar. El primero exento de necesi-
dades, todo orden, rigor y ley. El segun-
do imprevisible.
El acto de Hipodamos es precisamente el
instaurar en el caos el orden matemático
del cosmos (arreglo en griego) del que la
esfera celeste es modelo. Para ello recu-
rre al uso sistemático del ángulo recto,
que no emerge del bosque o la colina.
Todos los utopistas recurrirán a la geo-
metría donde los círculos, cuando los
haya, serán perfectos como en el "cos-
mos" y no como en los golfos o colinas.
La estructura de su entorno, parece caer
en una pérdida, en la necesidad de las
matemáticas rigurosas, implacables; el
hombre se transforma en objeto perfec-
to, anónimo, un sistema intemporal.
Todo utopista descubre la libertad,
para al instante ultimarla. Pero a dife-
rencia de la fatalidad natural esta
nueva es producto de la elección y
ésta es la forma más insólita de ejerci-
cio de la libertad: la elección de una
nueva esclavitud.
73
En este período de la historia, siglos VI,
V, IV se inventa todo, la democracia; la
dictadura; la tragedia, la comedia, la
filosofía, la ciencia, etc.
En rigor, la ciudad es la primera utopía
realizada.
El damero hipodámico, como la geome-
tría pitagórica tiene una base conceptual
mística que es lo único que puede justi-
ficar la atención primero, la adopción
luego por los romanos por vía directa, o
a través de fenicios o etruscos, pero
finalmente asumida como un ritual
39. Plaza Mayor Cuzco. Perú
40. Vista Plaza Mayor. Madrid
41. Plaza Mayor. Madrid
obsesivo de los actos fundacionales.
Los mitos y ritos fundacionales etrusco-
romanos suponen una prolija sucesión
de eventos. Primero, un héroe, hijo de
una virgen vestal protectora del fuego
sagrado fecundada por un dios anónimo.
Luego un "augur" que define un territo-
rio, un lugar y sus confines, vale decir un
Templum, un recinto sagrado en el que
se armonizan un orden celestial con un
orden terrenal, un recinto circular cua-
tripartito. Finalmente la actuación de un
héroe en la inauguración del "mundus",
punto de conciliación y convocatoria de
los manes, antepasados de los fundado-
res y acompañantes que mezclan las tie-
rras de sus patrias de origen en la erec-
ción de la nueva patria, en el nuevo apo-
sento de sus antepasados. La creación
de un hueco que vincula la entraña de
la tierra y el cosmos; lugar de Ceres
(diosa de la Tierra), de los lares (dioses
del lugar) y sacrificios propiciatorios
de los primeros frutos. Nace así un
lugar leído indistintamente como
funesto o como origen de la vida y fer-
tilidad de la comunidad.
Luego la delimitación del muro ritual o
"pomoerium". El rito fundacional ibero-
americano reproduce, recrea, amputa,
innova, pero, se entiende, sólo en refe-
rencia al modelo inspirado e inspirador.
En éste, el héroe es concebido como un
delegado de ese representante de Dios
en la tierra, que es el rey. Dicho dele-
gado definirá un "locus", aquel lugar
que encara o espacializa todas las ins-
tituciones del hombre y sus lugares,
que es la ciudad.
Al hacerlo propondrá como guía a los
mortales, que en la espera de los divinos,
salva a la Tierra, acogiendo el cielo, en
una suerte de prefiguración de lo cua-
drante heideggeriano, 400 años antes. A
partir del inicial trazado de la plaza
mayor, principal contribución hispánica a
la cultura urbana renacentista, que se
erige en síntesis simbólica por igual del
"mundus" y "templum" crece la cuadrí-
cula uniforme.
Mundus, vale decir origen, fuente de la
vida social y de la comunidad, umbili-
cus genitalis. 
Templum, recinto apartado para funcio-
nes cívicas o religiosas, paradigma del
orden del mundo capturado en su
enclave especular. En la idea y en la
concepción de la ciudad y de esta plaza,
como su punto de partida primero, del
habitar del hombre en un lugar, está
expresado la quintaesencia del orden
terrenal elaborado para compatibilizar
con lo celestial. La celebración anual
del día fundacional y del patrono pro-
tector es otro signo de la perdurabilidad
del ritual. La ortogonalidad y orienta-
ción que desde hace 5 mil años aparece
como sueño recurrente en el hombre de
todas las latitudes (China, mandalas de
la India, en Egipto, en Teotihuacán)
parece cuando menos esencial al hom-
bre, sueño de hombre adulto capaz de
74
conceptualizar su abstracción, e imagi-
nar su materialización.
La ciudad iberoamericana es hija de una
España heredera de la cuadrícula orien-
tada de sus ciudades romanas, del índex
ritus paganus del siglo VIII, del atesora-
miento que los sabios y los hombres
hicieron de actos, gestos, mitos y ritos,
preservados de la debacle que introduce
un dios que no tiene dimensión, que ha
vulgarizado los lugares al homogeneizar
el espacio sin privilegiar punto alguno.
Un dios que está en todas partes y en
ninguna, podría haber quebrado estos
hábitos de localización, si éstos no
hubieran obedecido a causas esenciales,
antropológicamente fundamentales.
En esta ciudad iberoamericana de cua-
drícula, de grilla ortogonal orientada
que habla de las fuentes egipcias, grie-
gas, etruscas, romanas hay una serie de
elementos constitutivos irreductibles
que son la manzana, la calle, la esquina
y la plaza.
Sólo en este contexto, la plaza adquie-
re su pleno significado biunívoco de
figura y fondo. 
La manzana es un bloque limitado, geo-
métrico y regular, lo que le otorga cali-
dad de unidad repetible dotada de un
confín, frontera (confiada al dios
Terminus en Roma) y con un corazón,
paradigmático claustro, lugar socializa-
dor y convocante de la comunidad que
la rodea. Pareciera la primera unidad de
vivienda colectiva que toma como punto
de partida la casa patio, la casa con
"impluvium" romana y mediterránea.
Las calles aparecen como aquellos ins-
trumentos de orden, de control perspéc-
tico, dimensional, de proporciones y dis-
tancias, estar comunitario portador de la
dinámica de su uso, de su forma de
ámbito a transitar, a atravesar. 
La esquina re-actúa el acto inaugural de
la fundación del lugar ciudad, cobijo de
todos los lugares que localiza las institu-
ciones que alberga la ciudad.
Cada esquina repite el ritual de la divi-
sión cuatripartita del mundo terrestrecircular en armonía con el orden celeste,
cupular, que cubre la Tierra.
Cada esquina testimonia el encuentro de
un eje calle que describe el recorrido
solar diario y otro, también calle, sobre el
que el mundo celestial rota sobre la
Tierra para aquel hombre copernicano,
re-actúa así el cruce de "cardus" y "decu-
manus". En consecuencia repite al infini-
to un ritual localizante con aspiraciones.
Del potencial no concretado de la
esquina y de aquel otro del corazón de
manzana, la plaza, manzana vacía,
paradigma de esquina, alberga y se
erige como mundus-templum de la ciu-
dad, reivindicando para sí tanta frustra-
ción del tejido urbano.
La plaza medieval era irregular, articula-
da con el tejido de las calles que se
veían como emanando de ella.
Sus funciones eran precisas, articula-
tivas, socializadoras: religiosas, cívi-
75
cas, comerciales y así aparecían la
plaza de la catedral, del palacio comu-
nal o la del mercado.
Las iberoamericanas heredarán ese valor
funcional integrativo uniendo la más de
las veces en la Plaza Mayor la función
religiosa y cívica. El Renacimiento nacido
de la pasión por la evocación de la anti-
güedad grecorromana no cambia mucho
sus funciones y sí su formalización. Así
se geometriza y centraliza en el universo
perspectivo y en los trazados urbanos de
ciudades ideales, ortogonales o radiales
de Filarete y en la pulcra geometría de
Bruneleschi (Annunziata). 
La plaza barroca, dinámica, emergente
del valor teatral y representativo, de la
idea de ciudad capital romana o parisina
con resultado en plazas articulativas, o
desarrollos en vacío de edificios monu-
mentales, o en la intersección de vías
estructurantes de la ciudad poco o nada
repercutirá en América, hasta la inter-
vención republicana, post-haussmaniana
en ensanche de ciudades.
Pero la plaza nacida como miniatura de
la naturaleza introducida en el siglo XIX
será instrumentada ideológica y formal-
mente de manera tenaz hasta convertir-
se en la imagen paradigmática y exclu-
yente de nuestras ciudades.
Pero si la plaza es lugar de expresión en
el medioevo, de representación en el
Renacimiento y Barroco, en el Beaux
Arts será sólo el lugar del encuentro y de
la soledad, de la "recreación pasiva".
Pero el carácter de "templum" recinto
sacro, de punto de la manifestación no
podrá eliminarse de la mente de los
hombres por razones que sólo la antro-
pología estructural nos explica (las pla-
zas pueden ser monumentales y a escala
metropolitana, barriales, grupales en
conjuntos habitacionales. Cualquiera sea
su escala, uso o función todas reivindi-
can el carácter de recintos sacralizados).
La plaza iberoamericana, casilla blanda
de un interminable tablero quiere ser un
edificio público convocante de la sole-
dad, de la multitud, del encuentro consi-
go, con los otros.
Pero quiere adquirir su carácter a la
manera hispánica, de los edificios que la
circundan, que deben hacer sus límites,
sus fachadas, sus recovas, manera en
que la plaza penetra lo circundante, que
empieza así a hablar de un gesto de
reconocimiento de tal presencia. La
nobleza y jerarquía de sus edificios cir-
cundantes hablan de su carácter central
o barrial. Pero los entornos se han
degradado y la plaza ha adquirido una
forzada autonomía.
La independencia va acompañada del
advenimiento de ideales europeizantes
(franceses) y la plaza mayor, escenario
de las grandes expresiones colectivas,
adquiere un valor significativo, cierta
potencial monumentalización, la asun-
ción de un valor representativo de la
región, de la ciudad, a veces del país. El
lugar de la convocatoria colonial se
76
7742. a- Plaza Mayor México 1793
b- Plaza Mayor Panamá 1748
transformó en escenario de la proclama
liberalizadora.
Pero la grande y masiva transformación
provendrá de la inmigración y crecimien-
to de las ciudades.
Los barrios repiten y remedan las leyes
del área central y las calles como las
plazas se multiplican idénticas.
En consecuencia en Iberoamérica la
plaza conserva o deriva su función sim-
bólica de la cultura etrusco-romana, su
función social del medioevo, su función
centralizadora espacial y configuración
geometrizante del foro revisitado por
los ideales renacentistas y a partir del
siglo XIX su función simbólica de
miniaturización edénica de la naturale-
za, en correspondencia con los ideales
románticos europeos.
Patté a fines del siglo XVIII fue el único
que propuso un uso instrumental análo-
go de la plaza al que 3 siglos de
Renacimiento y Barroco habían hecho
de la calle.
Su instrumentación se traduce en un
bello plano de París poblado por las
veinte plazas que sometieran los arqui-
tectos para el concurso de la plaza Luis
XV, hoy de la Concorde.
La ciudad de París aparece 100 años
antes de Haussmann estructurada, no
por promenades o plazas lineales, sino
por plazas que vivifican su organismo
con polos múltiples articulativos, inte-
grativos de las comunidades barriales,
estructurantes de una imagen inédita.
Plazas de muy diversas configuracio-
nes, barrocas o incipientemente neo-
clásicas, transforman a París en la ciu-
dad de la multitud de expresiones for-
males y sociales.
Si la plaza y no el "cardus" y "decuma-
nus máximus" marca el templum-mun-
dus el "umbilicus genitalis", la relación
con la Tierra y con el origen, cada nueva
plaza comporta una renovación funda-
cional, el comienzo de esa nueva ciudad
que es el barrio. Si los límites de las
manzanas son tenazmente materializa-
dos en torres de esquina, que aluden a
las piedras demarcatorias de sitios; si la
esquina repite la cuatripartición de la
Tierra; si las calles nos hablan del movi-
miento solar y el estelar, el hacer ciudad
en Indoamérica es un reactuar el orden
universal y divino en la Tierra armoni-
zando a ambos. 
Pero si el destino de la ciudad iberoame-
ricana se juega en el destino de todos
los elementos que hacen a esa ciudad, el
punto nodal lo constituye sin duda esa
plaza que colecta todo lo disperso del
tejido y que quiere seguir siendo el lugar
de la soledad, del encuentro, de la
expresión pero por sobre todo símbolo
de un orden y armonía perdidas entre
nuestro mítico origen de caos-orden y
nuestro mítico e incierto futuro.
78
79
La ciudad es entendida como foco de un
territorio (región) y símbolo. La ciudad
capital nace con el Barroco y expresa en
su estructura el universo, el mundo cen-
tralizado, extenso y continuo. Consiste
básicamente en focos, puntos de con-
densación o polarización representados
por plazas o monumentos interrelacio-
nados por calles regulares. Entre este
tejido fundamental aparecen los distri-
tos o barrios como áreas homogeneiza-
das, neutros sometidos a regulaciones o
control en su uniforme construcción
como fondos de las figuras protagónicas
de la urbanidad, los grandes ejes con-
vergentes o irradiantes de los focos. La
ciudad convertida en réplica de un
orden del mundo. 
Las fachadas interconectadas por orde-
nanza en 1573 (Gregorio XIII) represen-
tan la disolución del protagonismo del
individualismo renacentista y la transfe-
rencia del acento a la calle, al espacio
público. La fachada es diafragma media-
dor entre el interior y exterior, puede tan
pronto expresar el interior como plegarse
a la organización del espacio público.
Pero entre estas polaridades priva el
hacer el rostro urbano.
El sistema de Sixto V y Lucio Fontana en
su ciudad, capital, sacra, símbolo de la
cristiandad verdadera, la católica, asen-
tada en el prestigio del lugar vale decir
Roma, desde siempre "caput mundi",
consistía en el trazado de regulares tra-
yectos para la visita del peregrino vincu-
lando focos consistentes en los grandes
monumentos de la ciudad, las basílicas
enfatizadas por obeliscos. Edificios,
cúpulas, obeliscos y plazas conforman la
estructura de estos focos o centros de
los que irradian arterias, que son lugares
y no edificios (pero sí la base para el
desarrollo urbano futuro hasta hoy), que
CAPITULO VI
LA CALLE, LA PLAZA, LOS LUGARES URBANOS EN ROMA Y
PARIS (1650-1870)
se prolongan en el territorio externo por
primera vez. La plaza, centrode la vida
social y cívica se transforma en parte del
sistema ideológico del Barroco perdiendo
este rol y adquiriendo valores simbólicos
e ideológicos. Las plazas reales francesas
simétricas y con el rey entronizado como
protagonista del centro son el más claro
ejemplo. La más lograda y teatral es la
Plaza de San Pedro transformada en el
centro de la vida cristiana, donde
Bernini produce el símbolo de los bra-
zos de la iglesia protegiendo a los fie-
les, el símbolo del recinto sagrado cir-
cular, de la esfera celeste, del orden
cósmico divino, materialización en
espacio abierto de una réplica del volu-
men cerrado del monumento por exce-
lencia: la cúpula de San Pedro, lugar de
congregación de fieles, condensación de
todos los centros del mundo. 
Paralelamente la ciudad capital de
Versalles, convergente, irradiante, ejem-
plifica como ciudad ideal los valores
totales de la arquitectura barroca, la ciu-
dad capital como unidad básica. Podemos
hablar de una serie de espacios públicos
romanos inmediatamente previos pero
relacionados con, o netamente barrocos.
Por ejemplo, la Piazza del Campidoglio,
Piazza Navona, Piazza del Poppolo, Santa
María de la Pace y San Pedro.
La Plaza del Campidoglio fue concebida
por Miguel Angel como un tenso espa-
cio, semi abierto y ambiguo por su cen-
tralidad de pavimento irradiante y oval a
partir del centro ecuestre de Marco
Aurelio y su envolvente homogéneo de
tres edificios dispuestos en forma trape-
zoidal con perspectiva invertida. De la
Porta altera la propuesta dando profun-
didad al cuerpo central simplificado y
diferenciado pero fundamentalmente lle-
vando a una fuerte relación urbana el
espacio público a través de vincularlo
con la ciudad por unas escalinatas que le
otorgan otra dimensión con profundidad.
La Plaza Navona construida sobre el
Estadio Domiciano, no forma parte de un
sistema barroco de focos y calles irra-
diantes-convergentes, sino que aparece
como un recinto cerrado al que se acce-
de por vías menores, que no perturban
su carácter de ámbito único convertido
en gran salón en el siglo XVII por
Inocencio X. El envolvente homogéneo
en altura, color, carácter, lenguaje,
rodea un espacio, que más parece una
calle ancha por sus dimensiones y que a
diferencia de otros ámbitos tiene un
remarcable carácter de lugar que polari-
za la vitalidad de la vida social del
barrio aún hoy.
La iglesia actúa como un foco particu-
lar, pero no tanto por su carácter domi-
nante como por su significado y su
inflexión en un recinto enaltecido por
una coherencia iconográfica y lingüísti-
ca con la iglesia. La iglesia presenta una
concavidad, que permite actuar en el
plano de la fachada, a la forma convexa
de la cúpula de la iglesia de planta cen-
80
8143. Plano regulador de Roma. Sixto V
82
tral de Borromini. La plaza penetra en la
iglesia y ésta en la plaza alcanzando
una interacción espacio volumétrica
fuerte, propia del Barroco.
Este eje transversal, perpendicular al
longitudinal desarrollo de la plaza y ver-
ticalizado en el volumen de la cúpula,
otorga una dinámica especial al ámbito.
Si bien las torres de Borromini al ser más
bajas, dramatizaban y simplificaban el
diálogo plaza-cúpula, espacio celeste y
espacio público urbano, las erigidas
refuerzan el polo vigorizando el volumen
contrapuesto al vacío. El espacio se enri-
quece por tres fuentes de Bernini que
marcan su eje mayor, escanden y dividen
en cuatro sectores. La fuente central de
los cuatro ríos coronado por un obelisco,
unifica lo natural y cultural buscado por
el Barroco en sus materiales e imágenes.
Remarca la centralidad del recinto y las
tensiones entre fuente y cúpula que se
plantean en torno a ese punto.
Un recinto antiguo, deviene en mercado
barrial, lugar de fiestas populares y
finalmente en teatro de representacio-
nes del Barroco que lo apropia y recicla
en su clave.
La Plaza de San Pedro surge como
requerimiento de un ámbito para las
masas, un ámbito de exaltación de la
fachada del Templo Mayor de la cristian-
dad "verdadera", la católica de la contra-
rreforma, ingreso al Palacio Vaticano y
Columnata perimetral protectora de pro-
cesiones en días de fiesta imposterga-
bles, tal el programa. Bernini admirador
de Miguel Angel entiende como esencial
a su propuesta de intervención, la recu-
peración y puesta en valor del núcleo
generacional del complejo, la cúpula y la
planta central del Templum del admirado
maestro y la generación de un verdadero
centro del mundo. Para ello entre varias 
formas por él propuestas y rechazadas,
elige aquélla del óvalo que alude por
igual al paradigmático círculo, recinto,
símbolo celeste y a la cúpula. Brazos de
una iglesia que alberga en este atrio a
sus fieles, la elipsis genera un eje de
desarrollo paralelo a la fachada y per-
pendicular al desarrollo de la nave del
Maderna, lo que le confiere autonomía y
minimiza su dependencia respecto a
estas partes del complejo, mientras que
alude y remite a aquel centro de todos
los centros.
Este ámbito de múltiple y ambigua lec-
tura, a pesar de su simplicidad formal y
compositiva con su elemento irreducti-
ble, la columna se propone por igual
cerrada y abierta. El cierre con su tercer
brazo desgraciadamente no se completa
por la muerte de Alejandro VII y la inter-
vención de la década del '30 que vincu-
laría todo el conjunto a un ideal e
inexistente (en el sector) sistema barroco
urbano, vinculando el todo al Tíber, pero
permitiendo una apreciación distante del
remate circular de la cúpula de ese eje
vertical, que relaciona el universo de los
dioses con el reino de este mundo.
El carácter abierto, menos fuerte cierta-
mente que la idea de "locus" y recinto,
se da en la virtualidad transparente de la
columnata, pero su espesor y leyes geo-
métricas de diseño lo reducen a los dos
centros de la elipsis.
La inmensa e irrelevante fachada del
Maderna se pone en valor, sin embargo,
8344. Plaza Navona
45. a- Plaza del Campidoglio
b- Planta
84
1- Vía de la Conciliación 
2- Plaza Rusticucci 
3- Plaza Oblicua
4- Retta
5- Iglesia San Pedro
6- Vaticano
7- Vía Angélica
8- Vía del Uffizio
85
46. Plaza San Pedro. Roma
47. Plaza San Pedro
48. Vista Plaza San Pedro. Roma
en la otra plaza trapezoidal interpuesta
entre la entidad de la plaza berniniana y
el cuerpo de la iglesia. La boca más
angosta que la fachada trata en vano de
lograr una proporción más feliz para
aquel fondo verticalizándolo; las caras
laterales que reducen su altura a medida
que se aproximan al plano del "rostrum",
intentan consecuentemente valorizarla y
logran que plaza trapezoidal y fachada
constituyan una unidad de complejo,
cuello inevitable, insoslayable, hábilmen-
te resuelto pero que no puede ocultar el
pecado original de la obra contrarrefor-
mista, ajusticiadora del "templum" de
Miguel Angel, la eclesia del Maderna.
Una de las más importantes lecciones
históricas de Occidente, del desarrollo
espacial urbano de un edificio es Santa
María de la Pace, de Pietro da Cortona,
que en otra escala diametralmente
opuesta, resuelve un desafío casi imposi-
ble, con gran economía de recursos,
sobre todo dimensionales. Una iglesia
híbrida, de planta central con nave fron-
tal y longitudinal, remata una calle
estrecha. Hay que transformarla en
evento urbano. Lo logra conformando
una pequeña e irregular plazuela en
torno al cuerpo de la nave longitudinal,
en su parte anterior con un espacio tra-
pezoidal que desembaraza a la iglesia
pero que se ve invadida por ella y su
atrio profundo y semicircular que avanza
devorando el espacio de la plaza y redu-
ciendo a ésta a pequeños ensanches de
86 49. Plaza Santa María de la Pace
50. Vista Santa María de la Pace
51. Dibujo Plaza Del Poppolo. Piranesi
52. Plaza Del Poppolo
87
88
las bifurcadas vías que prolongan hacia
atrás la calle frontal. Los rostros de los
edificios circundantes están diseñados
como telón de fondo en unificado len-
guaje con relación a la fachada de la
iglesia, que delata en su atrio el espacio
centro que contiene, y en su remate de
tímpanos triangular y semicircular
incluido lanaturaleza dual de su estruc-
tura espacial.
Las obras arquitectónicas son concebidas
en términos de hacer ciudad, o dicho de
otra forma se hacen plazas especialmen-
te para recibir monumentos eclesiásti-
cos, que otorgan a su vez sentido al
entorno construido. 
Finalmente Piazza del Poppolo debe su
actual configuración a las acciones
emprendidas desde 1580 hasta 1813.
Fontana en un comienzo define tres
vías, el tridente, forma paradigmática de
la iconografía barroca, con su obelisco
centralizador de toda convergencia y
toda irradiación. 
Rainaldi ejecuta las iglesias gemelas que
hacen de rostro de la plaza rectangular
del Barroco y de diafragma o portal de
acceso al eje central que conduce a
Plaza Venecia y cabecera de nuestro
peregrinaje dentro de la masa laberinti-
zada del tejido urbano. Bernini define el
primer diafragma, la puerta del muro
aureliano junto al Tíber. Pero esta
secuencia puerta, obelisco, templos de
sucesivos diafragmas de nuestro trayec-
to, se ve alterada por la aparición de un
cuarto y poderoso diafragma, opuesto
en su eje de desarrollo a nuestra mar-
cha que es el rostro Pinciano de
Valadier y la forma oval que se opone al
sentido de profundidad barroca en su
resolución de 1813.
La resolución de Rainaldi es otra lección
de construcción urbana, sus iglesias
equivalentes definen un riquísimo acceso
y un recinto. Muchas y divergentes son
las explicaciones sobre las diferencias de
los coronamientos cupulares, circular
uno, oval el otro, que expresan las dos
iglesias. Los hay que sostienen que la
diferencia dimensional de los anchos de
los terrenos y la búsqueda de resolver la
desigualdad, llevó a adoptar las dos tipo-
logías con el mismo diámetro de manera
de igualarlos. Los hay que lo explican en
la participación de Bernini en el comple-
tamiento de la segunda iglesia a la
muerte de Rainaldi, buscando dar mayor
énfasis al eje longitudinal paralelo a las
calles y enfatizar el escorzo, expresar la
profundidad dimensional por sobre el
valor puntual de la cúpula circular.
Cualquiera fuera la explicación, lo cierto
es que nos encontramos con iglesias
análogas que hacen un magnífico portal,
poniendo el énfasis en su rol urbano de
53. Plaza España. Roma
89
90
hacedoras de ingresos y de límites ricos
a un ámbito.
Los pórticos que orgánicamente pare-
cen no sobreimpuestos sino emergien-
do del cuerpo de los edificios, hacen de
los límites contrastantes y enfáticos a
la plaza original y la actual. Desde el
obelisco, una panoplia de puntos de
vista se ofrece a nuestro análisis, la
perspectiva convergente medieval, lo
ilimitado o infinito barroco de cada
calle extensa y profunda, las perspecti-
vas divergentes simultáneas exploradas
por Palladio en Vicenza.
La plaza España, de De Sanctis en 1723,
intenta resolver pragmáticamente el pro-
blema de la falta de continuidad entre
vía del Babuino, el eje norte del tridente
emergente de Piazza del Poppolo, y el
eje que desde Santa María Maggiore
arriba al obelisco frente a la iglesia de
Santa Trinitá del Monti. Vale decir, arti-
cular planimétricamente el trazado de
Lucio Fontana a la vez que, resolver con
un evento arquitectónico la diferencia de
niveles entre ambas calles.
91
Surge así la primera plaza, fuertemente
inclinada, transformada en lugar, esce-
nario y teatro. Resuelta formalmente con
una gran libertad y sabiduría contrapun-
tística entre tramos convexos de escale-
ras, descansos que adquieren el carácter
de arribos, miradores, estares protegidos
de las escaleras y muros de contención
cóncavos. El potencial lúdrico y social de
paseo del diseño ha sido y sigue siendo
ratificado a través de 3 siglos. Como
remate de vía Condotti orientada hacia
San Pedro enfatiza las tensiones entre el
nodo de la iglesia, a la que el sistema
sirve de basamento exaltante, y el tejido
urbano al igual que el del mirador nota-
ble de la parte superior que relaciona el
sistema con el centro espiritual y físico
de la cúpula de Miguel Angel a la que se
remite como foco germinal.
Recuerda también al Porto de la Ripetta,
de Specchi, que vemos en el plano de
1748 de Nolli donde otro fenómeno
natural, el río Tíber entra en relación
dinámica con el contexto urbano y donde
en una escalinata convexa se define un
54. 1- Plaza Vosges
2- Plaza Vendome
3- Plaza de la Victoria
4- Plaza de la Concordia
55. Planta Plaza Dauphine
92
56. Plaza de la Concordia. París
57. Puente Nuevo sobre el Sena. París
9358. Plaza Vosges
59. Plaza Vosges, lugar de la celebración
comunitaria. París
cuerpo central cóncavo, que avanza fla-
queado por ondulantes escalinatas que
parecen simbolizar el río y su flujo, la
dialéctica agua-tierra, y tramos rectos
laterales que cierran la composición.
La fontana de Trevi es el rostro urbano, de
un palacio, más complejo y rico en tanto
fusión de una naturaleza incorporada
realmente como fuente, como representa-
ción a través de la escultura, en la que
rocas y figuras absorben al tema arqui-
tectónico que aparece como monumento
erigido sobre un fragmento de paisaje.
Las calles concebidas como líneas rectas
de vinculación, de comunicación y trans-
porte de personas y cosas, es la concep-
ción declinada hasta su apoteosis deci-
monónica, por 3 siglos, en vínculos exte-
riores en que los edificios son sólo dado-
res de rostros o fachadas de un edificio
público, de una ciudad internacional, la
calle como instrumento de control, orde-
nador espacial sobre impuesto al domi-
nio privado. El espacio trágico del teatro
de Vitrubio, identificado con la calle de
los edificios públicos por Serlio y
Palladio, es transformado en instrumen-
to regulador al servicio de un orden
social autocrático.
La metáfora entendida como descifrado-
ra de la ciudad y reflejo de aquélla, es
paisaje, naturaleza, jardín parquizado,
máquina o factoría, sujeta a leyes eco-
nómicas, de ser entendida como organis-
mo ideal satisfactorio en algún momen-
to, se pasa a verla como organismo
enfermo, a intervenir quirúrgicamente
para salvarlo de males incurables. Tres
siglos en que arquitectos, filósofos y
usuarios libran batallas constantes, tra-
tando de imponer sus cuadros de valo-
res, unos por el poder, otros por la reac-
ción natural de la autodefensa revolu-
cionaria en las barricadas de la comuna.
Hasta arribar a nuestro siglo en que el
proyecto moderno, provea el marco
conceptual "ideal" para una alianza con
la tecnocracia y el poder especulativo,
en el que la utopía proyectiva destruirá
la ciudad para redimir al hombre, redu-
cido a una abstracción en ciudades más
abstractas que las imaginadas por el
más lúcido geómetra, de la más ilumi-
nada monarquía.
En el fondo surge la memoria de la ciu-
dad figurativa, de la ciudad histórica,
de la memoria, del futuro pensado
como proyecto de recuperación de un
pasado entendido en sus esencialidades
existenciales, de instituciones nunca
superadas cual plaza y calle, como en la
Roma barroca.
El organismo físico de la ciudad deviene
en paradigma de una estrategia de inter-
vención, basada en la complementarie-
dad de la instrumentalidad de los monu-
mentos para exaltar el tejido, de las pla-
zas para generar los focos socializadores
y de congregación, y de la calle para
ordenar, controlar, vincular, tensionar la
totalidad del tejido.
A mediados del siglo XVIII, Gian Batista
Nolli, por encargo papal construye su
94
plano de Roma, que comporta la lectura
más lúcida y reveladora de los elementos
y lugares que hacen a la realidad exis-
tencial de una ciudad.
París desde 1590 a 1870
Así como a la Roma de Sixto V la vemos
nacer de un sistema de polos interco-
nectados, en París asistimos a igual des-
enlace; pero no a partir de una idea ini-
cial de sistema claramente formulado
sino, de intervenciones monumentales
que se materializan en el siglo XVII y
que adquieren coherencia en una
estructura sistemática recién con
Haussman en 1870.
Enrique IV, en 1590 desea transformar a
París en una ciudad capital, expresiva del
nuevo sistema, de monarquías ilustradas
de origen divino, emprendiendo opera-
ciones como la Plaza Dauphiney Place
des Vosges, iniciadoras de la tipología de
las plazas reales francesas, que influye-
ron en el futuro urbano no sólo de este
país sino en el mundo entero.
Tomando como prototipo la Plaza del
Campidoglio, donde Miguel Angel
emplaza por vez primera en el centro del
mundo (de su cuadro de valores clasicis-
tas) a un monarca como Marco Aurelio;
pero a diferencia del modelo e ilustrando
el nuevo orden de relaciones entre la
monarquía y la burguesía, los edificios
que rodean el recinto son edificios de
departamentos y no edificios públicos o
monumentos. El espacio plaza transfor-
ma rápidamente a una ciudad carente de
lugares urbanos, sólo dotada de piezas
significativas preexistentes. La Plaza
Dauphine tiene forma triangular y uno
de sus ejes, coincidente con el del Sena,
que rodea al emplazamiento en el extre-
mo de la Isla de la ciudad, la exalta
como elemento estructurante de la ima-
gen parisina. Este eje se cruza con un eje
perpendicular a éste y en el punto de
cruce aparece la estatua real como cen-
tro o foco urbano. Pero esta simple
intervención torna evidente los dos pri-
meros ejes de la ciudad, alegoría al "car-
dus" y "decumanus" iniciales, en el cruce
del "cardus" y el eje vital del Sena. 
La otra plaza, a una cuadra del eje este-
oeste, que aparecerá reforzada en el
futuro, se erige en el barrio noble de la
época, el Marais. La plaza cuadrada
tiene un orden sobrio análogo al de la
Place Dauphine, donde sólo las chime-
neas indican el ritmo de aparición de los
edificios individuales, idénticos entre sí,
que hacen de este lugar un paseo o
estar para los habitantes. El orden es
enfatizado por la recova continua cir-
cundante y el rostro del recinto interior,
de este "locus", que aparece como
superficie adornada.
La Plaza de Francia, que no llegará a
construirse, con ocho avenidas conver-
gentes nombradas según las provincias
del país, aludía a la centralización y con-
vergencia al igual que al rol de ciudad
95
96
60. Plaza de la Estrella
61. Plan de París 1746. Patte
97
capital de París. Fue la primera forma
estelar en la estructura urbana, el
comienzo de un camino que verá al
modelo multiplicarse a través de los
siglos, definiendo finalmente 3 siglos,
después todo el territorio urbano. Luis
XIII desde 1610 al 43 no crea nuevos
lugares o polos, pero define trayectos y
distritos regulando la ejecución de las
fachadas de la calle Dauphine que atra-
viesa el Pont Neuf.
Es, con Luis XIV que París ve enriqueci-
da su trama por dos nuevas plazas rea-
les. Place Vendome, donde Louis
Hardouin Mansart erigirá fachadas
(vendiendo el espacio posterior) de un
ámbito rectangular, acentuado en su
carácter de recinto por el achaflana-
miento de las cuatro esquinas, su
regular y ritmado tratamiento del
envolvente, donde un orden gigantes-
co corona un basamento. La estatua
real está, como en Place des Vosges,
en el centro pero a diferencia de
aquélla, ésta une caracteres dinámi-
cos con su eje longitudinal y de cen-
tralidad, de cerramiento y continuidad
con el tejido urbano.
La Plaza de la Victoria, circular, irra-
diante parcialmente, precursora de los
"rond point", es planeada por Mansart
con un tratamiento menos rico pero
más dinámico en la multitud de pers-
pectivas ofrecidas.
Estas plazas no dependen de monumen-
tos como en Roma, sino que expresan
claramente el sentido de lugares, estares
interiores de la comunidad, edificios en
sí, elementos constitutivos de la compo-
sición. El parque de las Tullerías, del que
Le Notre es jardinero jefe desde 1637
hasta 1700, fecha de su muerte, recibe
un cambio radical; los jardines regulares,
equilibrados pero estáticos a la manera
renacentista, son dinamizados por la
introducción de principios de centrali-
dad, continuidad y extensión propios del
barroco, un sistema de ejes y una multi-
plicidad de variados espacios. Los ele-
mentos propios del sistema barroco de la
plaza como nodo o polo, la vía direccio-
nada o trayecto regular, los distritos
como fondo de escena.
En los jardines de Versalles los princi-
pios de Le Notre son evidentes. El jar-
dín renacentista regular, geométrico,
estático expresa la "naturaleza ideal",
paralelo lógico a la "ciudad ideal". El
barroco introduce en este orden los
principios mágicos de espacios parti-
culares, sorpresivos, fantásticos, la
naturaleza caprichosa, impredecible,
generadora de una riquísima variedad
de espacios. El bosque como lugar de
fantasía, dinamismo y apertura.
Le Notre es el autor del mayor cambio
en la parquización y al mismo tiempo el
que mejor entiende la similitud de prin-
cipios aplicables tanto a la ciudad como
a la naturaleza y así lleva a escala de
parque, cual espejo, la realidad urbana
de Versalles. En la ciudad tres ejes con-
vergen en un patio central, entre ellos
una grilla regular de manzanas, plazas y
monumentos, regularidad y variedad. El
eje principal traspone este universo
ordenado, penetra en el palacio y emer-
ge en un eje central que se prolonga al
infinito y es intersectado por otro per-
pendicular, ambos materializados por
una cruz de agua, un inmenso estanque
para simulación de batallas náuticas.
Una sucesión de manzanas ordenadas
encierra los más variados tratamientos
y ámbitos tales como la sala de la
danza, del gran consejo, la verde, de los
juegos y fiestas.
Al final de la cruz tres ejes irradian para
culminar en los infinitos salvajes de la
naturaleza informe y caprichosa.
Fuentes de agua celebran las intersec-
ciones de este sistema de naturaleza
urbanizada, de ciudad vegetal.
Laugier en su Ensayo sobre la arquitec-
tura, en su capítulo V, sobre el embelle-
cimiento de las ciudades, establece,
como buen clasicista, clasificador y en
tanto tal, los instrumentos y las pautas
para la acción, los puntos y las formas a
intervenir "la belleza de una ciudad deri-
98
va de sus puertas, calles y edificios". Las
puertas deben ser como dignos arcos
romanos, deben abrir sobre plazas de
forma geométrica, de vías irradiantes, su
modelo encontrará en la Plaza de
L'etoile de Haussmann, un siglo después,
concreta materialización.
Las calles deben rectificarse, transfor-
marse en avenidas a intervalos regulares
de 200 metros, su perfil y proporción
totalmente controlada y en el encuentro
de avenidas aparecerán plazas. La ciudad
como parque francés de cacería, "que el
diseño de los parques sirva como plan de
nuestras ciudades". Allí uno encuentra
por igual la "bizarría, simetría y varie-
dad"... "cuanto mayor sea la elección,
abundancia, contraste y aún desorden de
la composición, más aún el parque esta-
rá lleno de encantadoras sorpresas". Pero
fundamentalmente al fijar la avenida
recta, como imagen formalizada, condi-
cionará la acción en la ciudad, por un
siglo de clasicismo. El método del plani-
ficador será el del jardinero imaginando
"París como un inmenso bosque", un
bosque cuidado con un programa estéti-
co y un plan racional.
En 1765 Patté publica su Plan de París
donde usando algunos principios de
Laugier y las habilidades de unos treinta
arquitectos, que compiten para una
plaza en honor de Luis XV, hace concu-
rrir en su cuerpo una serie de puntos de
intervención, en una estrategia focal dis-
tribuye plazas de los más diversos dise-
ños y cada área o distrito ve enriquecido
su tejido con nodos dinamizadores, que
tensionan de cierta manera pero no
como lo plantearía Laugier. Y esto fun-
dado en que ve la calle como un orga-
nismo más complejo que debe ser defini-
do con extremo cuidado. 
La calle de Patté establecía una relación
entre ancho y alto garantizando sol y
ventilación, define el ámbito del vehícu-
lo y la del peatón, la protección del pea-
tón por recovas, asientos para aliviar sus
trayectos, cloacas, provisión de agua,
desagües pluviales, todo está especifica-
do de manera tal, de dotar de una
norma de intervención en ésta o cual-
quier ciudad. Esta es la herramienta
para actuar en la ciudad.
Blondel, su profesor, ha identificado ya
la arquitectura con el urbanismo como
primera meta y Patté su discípulo, queda
marcado, como varias generaciones, en
laidentificación de la arquitectura como
arte, y ésta como arte urbano.
Pero si la ciudad era un enfermo, la
manifestación de una sociedad quebran-
tada en su espíritu y vitalidad también
podía en sus seres, de la calle, tomar la
calle como medio o instrumento para el
cambio social y político para un nuevo
orden, que trajera a los hombres a la
condición de seres puros y libres, que
hacen de su medio una fiesta, el campo
celebrativo de sus conciencias, potencia-
das en revuelta, por una humanidad
regenerada. La calle aparecerá como un
99
cuarto público, donde funciones festivas
y cívicas pueden recuperarse como en
eras pasadas, para el beneficio de los
ciudadanos y no de los detentores del
poder. Estos rasgos caracterizan el París
de Napoleón III tanto como las interven-
ciones de Alphand.
La propuesta de Haussmann debe ser
vista como un sistema de embelleci-
miento, nacido del convencimiento que
ésta, la belleza, es sólo adquirida en el
logro de un fin utilitario. Cualquier
explicación, sin embargo, sobre esta base
funcional no agota la intrínseca calidad
urbana de ese texto escrito entre 1853 y
1869 que se yergue como realidad
incontestable. La relativa autonomía de
la obra de arte, independiente de su
forma de producción, vuelve siempre por
sus fueros. En una sociedad materialista
y positivista, los escritos de Alphand, Los
paseos o Promenades de París en los que
da cuenta de cada uno de sus proyectos,
hay fundamentos precisos numéricos,
matemáticos, de cada acto ajusticiador
de lo superfluo. El ingeniero de puentes
y caminos rinde testimonio de rigor en el
uso del lujo vegetal, ornamental, de
luces, equipamiento. La oficina de las
Promenades de París rinde cuenta de
tanto gasto, no excluye el análisis del
costo beneficio de cada acción, por el
contrario, se ve solicitado a justificar la
inversión en el placer colectivo. Tras
toda la intervención, hay nociones o
fundamentos de poder equivalentes,
emanadas de la experiencia de Napoleón
III en su exilio londinense: el de la higie-
ne y el orden, pero por debajo, el embe-
llecimiento nacido de la introducción de
la naturaleza en la ciudad. Al tiempo que
se revertía el tratamiento geométrico de
los parques de Boulogne y Vincennes,
donde se destruye el modelo de Laugier,
de un jardín urbanizado, para adecuarlo
al de jardín romántico y pintoresco
inglés. Vale decir una entera y nueva
definición del espacio verde, del senti-
miento hacia el paisaje natural y urbano.
Las Promenades, vías rurales, escapes del
tejido urbano, y de su vida, son introdu-
cidas en la ciudad para el gozo cotidiano
y no excepcional de fin de semana. Los
elogios un siglo antes, por Rousseau, de
las Promenades, de los barrios periféri-
cos, de extramuros, adquieren institucio-
nalización oficial y concreta en esta
Oficina de las Promenades. La difusión
de esta obra de Alphand, que hace al
arte urbano, fue tan relevante, que pocas
fueron las ciudades del mundo que no
fueran afectadas por este virus de bule-
vares, ni ciudad que no viera despanzu-
rrada su geografía en trazados derivados
de esta intervención. El tratamiento de
Alphand es un recetario, un elenco de
medidas para el movimiento de tierra, la
irrigación, la plantación de árboles, etc.
Trata por igual de los dos grandes par-
ques como de esos otros parques meno-
res que son las Promenades.
En la última de sus tres secciones, nos
100
10162. a-b-c Vista Arco, Cierre Lateral y Plaza Municipal de Nancy
muestra el arte del tratamiento de los
lugares y plazas que, o se dan aisladas
dentro del sistema, o las más de las
veces como resultado de la intersección
de dos sistemas, el de alineamiento de
arterias y su entrecruzamiento con un
imbricado sistema medieval, que da ori-
gen a áreas residuales cuya resolución,
en verdaderas piezas de arte de geome-
trización, simetrización y centralización,
constituye uno de los más ricos princi-
pios compositivos que permiten sentir
unificado el sistema de promenades, por
la hábil resolución de las articulaciones.
Un ejemplo esclarecedor lo constituye la
operación de la erección de la Plaza de
los Inocentes con la fuente de Jean
Goujon, ubicada en el extremo de un
antiguo mercado, que es desmantelada
para dar lugar a la erección de Les Halles
y montada centralmente, como las nor-
mas lo indican.
El equipamiento sistematizado y en hie-
rro fundido que servía para faroles, bor-
des de praderas verdes, señalización,
asientos, quioscos, aludían a una natura-
leza moldeada y petrificada, una natura-
leza llamada a perpetuarse y a durar
tanto como la ciudad, enfatizando, a la
vez que resolviendo, la contradicción
naturaleza y urbanidad. La sensibilidad
para con estos elementos se refleja aca-
badamente en el sistema de representa-
ción de vegetación con sombra arrojada,
juego de grises indicativos de lo nuevo
natural, lo edificado residual preexisten-
te y lo monumental a exaltar (en gris
casi negro).
La variedad y riqueza de las soluciones,
dentro de cierto cuadro de medidas per-
fectamente prescritas, hablan de la reso-
lución de cada caso en sí mismo, como
entidad independiente, con sus propias
fuerzas y tensiones a resolver.
La actitud frente a la naturaleza puede
ser calificada, a través de los nuevos
parques o jardines de Montsouris,
Buttes-Chaumont y Monceau, como el
intento ilusionista de crear una natura-
leza, por medios naturales y artificiales,
que fuera tan natural como aquélla, a la
vez que incluyera los ingredientes, de lo
misterioso, grandioso o inusual, que tor-
nara su experiencia habitual, de una
mera e inatractiva experiencia entre
artificial y banal de la naturaleza real de
la campiña, sin elaboración o intencio-
nalidad, a la de una naturaleza artificial
más natural que su modelo. El trazado
de los parques se realiza determinando
los ejes estructurantes de la topografía
del sitio, recuperando sus pendientes
tratadas con esmero, celebrando las vis-
tas y finalmente uniendo con rutas los
focos o puntos de interés. Todo un rigor
proyectivo al que se agrega la pasión en
Buttes-Chaumont de exhibir un centro o
foco de referencia. Una colina coronada
con la réplica del templo circular de la
Sibila remata el promontorio transfor-
mándose en observatorio de la totalidad,
perceptible pero de difícil acceso, fuente
102
del ilusionismo naturalista. Tres alterna-
tivas de recorridos hasta este observato-
rio, nos proponen la experiencia del vér-
tigo (abismo) atravesando puertas o la
sorpresa de grutas enormes de más de
20 metros de altura y cascadas de altu-
ras equivalentes que nos permiten la
experiencia de lo inolvidable natural,
recreado por medios artificiales (piedras,
cemento, etc.), que superan las vivencias
del paisaje en el territorio inmediato o
mediato de la ciudad. Todos estos mani-
fiestan la voluntad de recrear la natura-
leza salvaje en el corazón de lo edificado
y denso de la metrópolis de la primera
revolución industrial.
Un rasgo no menos importante y revolu-
cionario de la intervención de
Haussmann, es el rol social de servicio
comunitario, que para esta profesión o
arte, según las propias palabras del
barón, llegaba a transformar a sus impli-
cados en "una suerte de servidores
públicos y a aquéllos verdaderamente
valiosos, en una suerte de ministros o
sacerdotes". Sobre todo por comparación
con la visión artística del Beaux Arts,
descomprometido del envolvimiento con
las circunstancias, el sitio, las condicio-
nes sociales.
El concepto moderno de espacios verdes
o áreas verdes consagra por una parte la
homologación; mientras que el calificati-
vo y diferenciación de usos, o activida-
des evocadas y tipos que se describe en
la enumeración: promenade o bulevar,
parque y plaza verde, es grande. Todos
ellos son términos y elementos harto
específicos, además de consagrar la dife-
rencia entre lo construido material y lo
construido vegetal, de tan frágil y preca-
ria suerte en la ciudad contemporánea.
Los parques tienen puntos específicos de
ingreso, a través de su perímetro enreja-
do metálico que define un recinto mági-
co, protegido y deliberadamenteaislado
del tejido urbano encargado de recrear
una naturaleza especial a la imagen y
semejanza de sí misma. Las promenades
extienden la naturaleza y articulan estos
grandes nodos enmarañando la entidad
urbana en una suerte de despanzurra-
miento vegetal.
La plaza del siglo XIX finalmente, hace
otro tanto polarizando la naturaleza en
focos espaciales, cuya caracterización
tipológica si bien obedece a su origen
romántico inglés, es rebautizado en la
singular manifestación de los diecinueve
ámbitos de la ciudad de Alphand. Estos
tipos son: 1) el del espacio verde autó-
nomo, autodefinido e independiente del
entorno, en París la Plaza de la Reunión
como en Córdoba la España 2) plazas
relacionadas íntimamente con un entor-
no y generalmente dependientes de una
institución que las preside, Plaza du
Temple en París, Plaza Colón en Córdoba,
una en función de un municipio la otra
en función de la Escuela Normal; 3)
aquéllas que incluyen elementos arqui-
tectónicos de relevancia y que tratan de
103
centralizar, la Plaza de la Torre Saint
Jacques en París, la de Ambrosio Funes o
la de Sobremonte (con su fuente central)
en Córdoba, y finalmente las áreas resi-
duales emergentes de la imposición de
un trazado sobre todo lo existente, la de
I'Ecole Polytechnique en París o la Italia
en Córdoba.
Pero el bulevar aparece como el principal
elemento de la estrategia de interven-
ción urbana. En la ciudad industrial es
conectivo de grandes polos de produc-
ción o institucionales, medio eficiente de
transporte de bienes y servicios que veri-
fica el carácter de la ciudad industrial.
Pero concilia como plaza lineal y verda-
dera invención institucional, cultura,
mecanización y naturaleza.
En síntesis: asistimos en Roma al reci-
claje, la apropiación por una concep-
ción particular del mundo del "locus"
urbano histórico, su entendimiento
como sucesión de "locus" resemantiza-
dos, fuertemente calificados y articula-
dos tensionalmente. La ciudad aparece
como lugar localizante de sitios, áreas,
parajes, definiendo gamas de identidad
en la trama urbana. 
Una de las acciones ejemplares, verdade-
ra lección de sabiduría, respeto, glorifi-
cación de lo existente, con el agregado
de obra nueva, lo marca el conjunto de
San Pedro donde tres generaciones se
suceden respondiendo a cambios en las
demandas ideológicas y en los valores.
Miguel Angel hace el "templum", el
recinto sagrado, centro del mundo,
"caput mundi" del cristianismo, así como
en el Campidoglio hará el "caput mundi"
urbano, reinstaurando el valor simbólico
de este último en la antigüedad, admira-
da con nostalgia y celebrando la centra-
lidad universal del otro. 
Maderna hará la iglesia, recinto de con-
vocatoria y catequización respetando el
centro de su antecesor, alargando un
ala de la cruz griega. Bernini, finalmen-
te, producirá el desarrollo urbano exte-
rior del organismo cerrado del "tem-
plum", comprometiendo organismos
monumentales cerrados con desarrollos
espaciales territoriales.
Otra lección arquitectónica similar de
esta Roma es el plano ejecutado por G.
B. Nolli en 1748 donde todos los lugares
urbanos reales aparecen inventariados,
descriptos, narrados en el texto de una
cartografía fundamental, que registra
todos los ámbitos que son parte de la
lectura colectiva, representados con
idéntico valor: lugares monumentales
cerrados, semicubiertos, plazas, recintos
de todo tipo frente a ellos, grandes reco-
rridos o irrelevantes trayectos, claustros,
todos conjugados en un texto inteligible
y continuo de ciudad figurativa, existen-
cial y simbólica.
En París asistimos a una peculiar decli-
nación latina que consiste en la inclu-
sión de la naturaleza como área, territo-
rio propio injertado en el cuerpo extraño
de la ciudad, su carácter de polo de con-
104
taminación que se vehiculiza en los
bulevares y florece en plazas vegetales.
Pero la historia de París del siglo XIX es
el apogeo o gran final de una tesis plan-
teada en la Roma de Sixto V, ejecutada
por L. Fontana en el plazo de 4 años
tensionando polos, generando los gran-
des ejes de la vida y sancionando los 
grandes centros de ensoñación de una
ciudad hecha propia por cada visitante y
que como París actúan como ejemplares
puntos de referencia. París y Roma apa-
recen como lugares urbanos poblados de
sitios que traman espacios en mantos,
que cobijan todos nuestros inconscientes
y nuestras conciencias.
105
107
El monumento habla a la sociedad
diciendo cosas. El monumento atraviesa
los tiempos, manteniendo su valor y
poder simbólico. La monumentalidad por
otra parte, es una cualidad que pocos
objetos y algunas obras de arte poseen,
no sólo habla, sino que modela y conso-
lida una sociedad a la cual se destinan;
atrayéndola primero y marcando luego
su significación, entidad y trascendencia.
Mientras lo primero implica que el
monumento atraviesa los tiempos man-
teniendo su valor como producto simbó-
lico, la segunda debe forjarse sus adep-
tos; crear el marco de su aceptación en
un formar, para luego perpetuarse o no.
Debe contener el monumento "la prome-
sa de una percepción alterada", la rele-
vancia de un gran objeto singular, una
columna aislada, una torre, una espina,
parecen seres permanentes; y la "tras-
cendencia" cuya pérdida puede calificar-
se de monumental, por ejemplo, la caída
de la Torre de Pisa. Pero el tamaño no da
a las obras, por sí mismo, el valor de
monumentalidad, sino que ello depende,
en cada caso, por cuanto cada objeto
tiene su propia escala de medición. Así
un pequeño poema de Machado o Lorca
puede constituirse en monumento, y un
pensamiento como el de Heidegger con-
tener la fusión de esencia y existencia,
"el cielo, la tierra, los mortales y los divi-
nos", la cuadratura. Pero en cambio lo
monumental, la monumentalidad implica
tamaño, inconmensurabilidad, sus pro-
pósitos deben ser importantes, sus efec-
tos profundos, su alcance enorme, su
reconocimiento universal. El monumento
habla de su pasado, pero sobre todo, se
impone como símbolo de sí mismo. El
referido a una epopeya puede no necesi-
tar convocar armas, soldados, o al gene-
ral victorioso, porque el monumento
CAPITULO VII
MONUMENTOS
monumental sabe que el olvido es
implacablemente el primer paso y la
mitificación falsaria, el último; que los
detalles fatigan, salvo al entusiasta; que
las cosas se imponen por sí mismas.
La memoria, tanto como el monumento,
tienen una particular relación con el
tiempo, el de favorecerlas y desvanecer-
las. Por ello requieren, aunque prometen
haber capturado la eternidad, detenido
el paso de los días, ser mantenidos
requiriendo el apoyo comunitario, la
sociedad, la cultura y los valores que en
ella la marcaron como tal.
Las dimensiones, la calidad de ejecución,
los valores espirituales, (religiosos, filo-
sóficos) ayudan, pero el más seguro valor
es el de belleza. Tal es el caso de la mez-
quita de Córdoba. Esta nos impacta
sobre todo porque habla de lo absoluto y
de la igualdad de todos los hombres.
Las formas puras y pregnantes hablan
del universo ordenado, el cosmos, los
valores de la mente y la matemática. Así,
la asamblea de Dacca, que convoca las
leyes geométricas y sus relaciones, tiene
una perennidad implícita superior al cui-
dado de la sociedad y el pueblo al que
fueran dedicadas. En la pulcritud de su
idea esencial medimos -como W. Gass
reclama- el esfuerzo de la búsqueda, la
profundidad de sus ideales. 
Lo monumental alude a tiempo, habla de
tiempo para leer, entender, aprehender
aquello hecho. Ningún artista puede
producir muchas obras monumentales,
pareciera ser insuficiente el tiempo.
Kahn hizo sólo unas pocas. (477) Buscar
VICO, Ciencia nueva. 
Algunas obras devienen monumentos a
través de su decadencia, de su agonía.
En curiosa transacción con el tiempo, su
muerte lleva implícito su renacimiento,
como testimonio de su propia historia.
Todo monumento es demandante del
tiempo, de nuestra fruición, nuestro
compromiso. Nos reclama y convoca
actuando sobre nosotros. Una plaza, un
eje monumental, un arco, un edificio,
(San Pedro, las esfinges quemarcan
nuestro trayecto a Karnak, el arco de
Constantino, el Palacio de los Goberna-
dores en Uxmal, los Uffizzi), nos captu-
ran y ya no somos los mismos, expuestos
a ellos, llevaremos sus singularidades y
belleza como algo vivo e indeleble como
el primer encuentro amoroso.
El carácter casi de atracción mágica que
nos provoca el monumento, produce una
cierta confusa sensación de miedo-
atracción propio de lo que más se impo-
ne, domina y para lo cual debemos pre-
parar nuestro espíritu previamente. 
El monumento evoca o inmortaliza la
oportunidad, el evento; los valores de la
comunidad o el hombre particular cele-
brado; el autor, el artista, el constructor,
el arquitecto, el gestor de la iniciativa; y
a sí mismo como objeto digno de aten-
ción por los valores estéticos puros
encerrados en él. Puede expresar los
cuatro, o privilegiar en la aprobación
108
109
uno de ellos de acuerdo al observador.
En tierras nuevas, el presente con pro-
yección de futuro, parece ser el tiempo
del actuar y del celebrar favoreciendo el
ahora sobre lo sido. Sin embargo con
nuestro origen europeo valoramos y sen-
timos el impacto del pasado capturado,
encasado en las cosas y edificios. Pero
así como el pasado quiere capturarse y
celebrarse en monumentos, todo ello se
hace con miras a un futuro, para condi-
cionarlo transformando algo en inmortal,
una muerte, un triunfo.
Así como el monumento perdura, su
poder de convocatoria imaginante se
extiende en muchos casos a ciudades,
territorios, países. El David o San Pedro
es Miguel Angel, luego Florencia y Roma
para pronto erigirse en Italia toda.
La pregunta planteada ininterrumpida-
mente "¿de dónde es Ud.?" equivale
siempre a una cierta lectura e identifica-
ción del otro a partir de un lugar, cual si
sus atributos derivaran de esa pertenen-
cia geográfica. La respuesta convoca
lugares, series de ellas, monumentos,
idealizaciones de ellos.
El monumento es un fin, pretende fijar el
tiempo que discurre, pero por sobre todo,
con mayor énfasis, proclama un durar, un
perpetuarse, un atravesar el futuro, tal vez
con el reaseguro del pasado capturado.
Los "monumentos inintencionales" de
Riegl, como los edificios -a diferencia de
los objetos que celebran personas y
eventos- son muy importantes en nues-
63. Uxmal Palacio de los Gobernadores
110
tra cultura contemporánea, aunque su
futuro sea bastante incierto. La idea de
monumento para él, estaba determinada
históricamente y su sentido relativo, a
los valores de cada período.
Riegl realizó toda una categorización de
los monumentos y su carácter, para des-
cubrir que todos estaban condenados a la
muerte histórica, a la inevitable muerte de
toda cultura. Ante la extinción del valor
de uso, del interés estético pensó que una
"nueva novedad" podía sobrevivir.
Esta novedad de lo nuevo, proclamada
en 1905, tiene un particular interés en la
confrontación con dos actitudes decimo-
nónicas, la restauración a nuevo de una
pieza del pasado, y la complementaria de
envejecer prematuramente la obra nueva
a través del uso historicista. Ambas des-
truyen el tiempo. La primera eliminando
el valor testimonial, la distancia tempo-
ral; la segunda introduciendo un plano
111
de ambigüedad entre lo verdadero anti-
guo y un presente vertido, cual máscara
monstruosa, de lo sido.
Riegl valoraba la ruina, el paso del tiem-
po y el fragmento.
Ruinas han sido construidas desde el
siglo XVI transformándose en categorías
desde el XVIII, expresando un sentido del
destino histórico y una valoración histó-
rica del fragmento. El fragmento es la
parte que desafía a la totalidad.
Dacca tiene el poder de evocar un pasa-
do y al plantearse como ruina habla de
un tiempo sido que se garantiza en un
64. Arco de Timgad
65. Plaza de la Concordia, Obelisco Iglesia de la Magdalena
futuro idéntico al pasado aludido.
Captura el fluir. Pero cada sector se
erige un fragmento, subordinado y
autónomo de la complejidad total. El
detalle debería verse con el valor del
fragmento que subordinado a un todo
reclama su autonomía.
Habla Riegl de estos monumentos inten-
cionales, pero los hay del arte y la histo-
ria que son inintencionales.
Si bien histórico es todo lo pasado de
valor, histórico, pareciera sólo lo más
relevante.
Toda obra de arte es un monumento his-
tórico e inversamente todo monumento
histórico es una obra de arte. Por lo que
proclama hablar no de monumentos
artísticos y artísticos históricos, sino
simplemente de monumentos históricos.
Estos son inintencionales las más de las
veces y aún los intencionales general-
mente son de valor conmemorativo; en
unos asignado por el hacedor, en los
otros definido por nosotros. Hay una
tercera categoría de monumentos que
incluye todas las obras y es el "valor
del tiempo", "valor de antigüedad". En
la Antigüedad y el Medioevo sólo los
monumentos intencionales eran teni-
dos por tales y mientras fuesen soste-
nidos por alguien.
Es recién con el Renacimiento que las
obras son valoradas por su antigüedad,
su valor histórico y artístico en una
actitud totalmente nueva. Un pueblo
entero, el italiano, vuelve sus ojos con
admiración hacia su pasado, patrimonio
e historia, readquiriéndolo como valor
propio y actual. 
En 1534, la primera bula papal de Pablo
III ordena un acto de preservación y res-
tauración. Es la época del valor artístico
sobre el histórico. El siglo XIX introduce
el valor histórico de todas las obras en el
proceso de desarrollo favoreciendo los
movimientos sobre la obra particular.
Nuestro siglo XX comienza valorando el
desarrollo "el valor del tiempo".
El siglo XIX transfirió la ciencia renacen-
tista en un canon objetivo del arte fijado
en la romanidad antigua, a todos los
períodos artísticos, atribuyendo a un
estar ajustado a cánones eternos cada
monumento o tipo de arte. Esto extendió
el principio de preservación a todas las
obras, precisamente por ser incluso anti-
téticas a los valores contemporáneos. El
amor del arte por el arte mismo que
aparece en nuestra época, tiene su para-
lelo en la antigüedad romana colectora.
Villa Adriana es el monumento más pre-
ciso a esa pasión por otros tipos, todos
recolectados por el vasto territorio real e
imaginario del Imperio.
Riegl establece una cierta taxonomía. El
monumento de valor temporal, el de
valor histórico, el conmemorativo, el de
valor de uso y el de valor artístico.
El valor temporal es el más universal, en
su validez por sobre diferencias cultura-
les, religiosas, artísticas. Esta valoración del
monumento no auspicia la restauración. 
112
113
Reconocer el valor histórico como aquél
que emana de un hecho, como símbolo del
desarrollo de una de las actividades huma-
nas. En cuanto mejor estado esté, mayor es
su valor histórico, pero ello no induce a la
restauración, porque al ser ésta subjetiva,
no permite preservar el original en la
forma adecuada a futuros trabajos, pero
debe evitarse el deterioro del tiempo en lo
posible para mantener la fuente.
Las obras del valor conmemorativo
intencional reclaman la inmortalidad, la
suspensión del paso del tiempo por la
que demandan la restauración. Se inten-
ta protegerla por leyes, por lo que se
aproxima el monumento al estado de las
obras de valor cotidiano.
El valor del paso del tiempo entra en
conflicto con los reclamos contemporá-
neos de la vida diaria de que los monu-
mentos viejos parezcan completos.
El valor de uso de un monumento que
preserva sus funciones reclama repara-
ción, preservación, restauración, preva-
leciendo sobre los valores temporales de
degradación que testimonian la anti-
güedad de la obra. Es éste uno de los
más fuertes y persistentes rasgos de los
monumentos.
El valor de obra de arte de todo monu-
mento es producto de los valores cultu-
rales que expresa.
Se puede hablar y escribir de aquéllos de
valor intrínseco por su "novedad" y de
66. Plaza Vendome. París
aquéllos que expresan los de otros
monumentos históricos, cuyo valor artís-
tico es considerado "relativo".
El valor de novedad es precisamente la
antítesis del valor del tiempo. El pri-
mero reclama integridad,perfecto
estado. El siglo XIX que valoraba a lo
histórico tanto como a la novedad, se
definió con la práctica restaurativa a
nuevo de la obra envejecida (Violet Le
Duc en Nôtre Dame y Carcassone), o
alterada por adiciones volviendo al
valor histórico original y a su unidad
de estilo o valor de novedad. 
En general piezas nuevas, completas e
integradas son consideradas bellas, lo
que hace que éstas precisiones antitéti-
cas se confronten.
El proceso restaurativo a comienzos de
siglo recibe un giro significativo al res-
petarse las adiciones sucesivas que una
obra, por ejemplo medieval, habrá recibi-
do en períodos renacentista, barroco, por
razones de valor histórico y de valora-
ción temporal, significando la unidad
estilística (valor de novedad). 
Los monumentos de valor artístico rela-
tivo lo constituyen la inmensa mayoría 
de las obras que admiramos del pasado.
La convicción decimonónica era que
existían valores estéticos absolutos que
permitían, al ser capturados y develados
en las obras, aproximarse a nuestra sen-
sibilidad contemporánea. 
Hoy tenemos la convicción de la inexis-
tencia de este valor absoluto y sí de lo
relativo, que desde nuestro cuadro de
valores contemporáneos nos permite
reseñar respecto a las propias de un
momento histórico.
De hecho, apreciamos más los monu-
mentos del pasado que los contemporá-
neos. No podemos vivir sin ellos. Si bien
carecen del valor de novedad que domi-
na nuestra apreciación, no podemos
negar su valor artístico.
El valor artístico "relativo" implica ver
algo nuevo o moderno en lo viejo. Esta
valoración y clasificación de los monu-
mentos no hace sino confirmar el rol de
los mismos como estructurador de nues-
tra existencia y de la imagen existencial
de la ciudad, inscribiendo los mismos
con la misma entidad y jerarquía de sig-
nificación a los otros elementos antes
señalados de calles y plazas.
114
115
Facciata, Façade, Face o Display side,
rostros y desarrollos exteriores del edifi-
cio, no son sino el envolvente, el dia-
fragma en el que un conjunto de espa-
cios interiores se agolpan proclamando
su vocación de expresión, de aparecer en
el dominio exterior. No es menos real
que dicho diafragma actúe de protago-
nista definiendo el carácter, escala, el
"cuasi" rostro del dominio público, la
interrelación entre el organismo edilicio
y el urbano y su vida.
El ajuste a una expresividad coherente y
armoniosa con lo encerrado, el mundo
oculto interior, no siempre ha sido logra-
do. La destrucción del espacio y de los
lugares urbanos, también ha tenido
mucho que ver con la pérdida de valora-
ción del rico, significativo y polifacético
rol de conformadores urbanos que las
fachadas han dejado de tener. La convic-
ción ingenua de que el valor del edificio
individual, por bien logrado que esté,
puede valer autónomamente, ha termi-
nado por condensar en este diafragma
una valoración desmedida.
En el movimiento contemporáneo, la
expresión de una intrínseca y oculta
racionalidad y orden, ha terminado por
hacer del rostro, máscara de ocultamien-
to, de conjura, de actuación marginal y
lúdica, perdiendo su sustantivo rol de
mediador, noble y activo, de interior y
exterior que sus transacciones de validez
enriquecían mutuamente.
La planta de Nolli, sin elevaciones pero
con precisos e impecables interiores y
exteriores, no sólo aparece como para-
digma de lectura urbana, de sus lugares,
sino hasta de sus rostros, en este sentido.
La liberación de las fachadas, de sus
obligaciones de convocar interiores y
usuarios, subordinados a la creación de
un gran escenario urbano válido "per se",
CAPITULO VIII
FACHADAS
con un animismo propio, fue destacado
por Rilke respecto de París. Cual si las
calles fueran sólo fachadas sin profundi-
dad real, pero éstas estaban y están,
objetivamente, tan cargadas de humani-
dad, pensamientos y sentimientos, que
adquieren una entidad propia.
Un aspecto secundario de las fachadas,
pero significativo de las dimensiones
múltiples de lectura que admiten, se
puede ver en todo el arte moderno; en el
arte bruto de Dubufet, derivado de la
apreciación de las huellas del tiempo,
signos y materiales fisurados en los
muros de la ciudad, en los grafitti de
Brasai; en el nuevo realismo; en el arte
informal de los españoles del 60, toman-
do fragmentos de esos muros y constru-
yendo nuevos donde el fragmento es
celebrado, o en los registros de Hopper
en EE.UU. de cuadras enteras donde ros-
tros nostálgicos y cotidianos se transfor-
man en emblemáticos.
Pero los signos de los muros, valorados
en la pintura, pasan, por momentos, a
tomar una entidad de mensajes en los
que cada cual desea hablar a los demás
-como en los pintados murales de las
elecciones- o en las señalizaciones, pro-
pagandas y carteles que hoy forman
parte del paisaje urbano y cuya apela-
ción inevitable a nuestro ser imaginante
colabora, cuando no supera ciertos nive-
les, a la vitalidad urbana. Toda ciudad a
través de estos elementos, calles, plazas
monumentos, sus equipamientos, facha-
das, signos, afiches, sus lugares, se
puede leer como inmenso alfabeto o
como lengua desplegada en un texto que
requiere ser comprendido antes de que
seamos condenados a una nueva ininte-
ligibilidad Babeliana. La falta de una
definición precisa de fachadas, oscilante
su entendimiento entre el resultado de
principios artísticos o de regulaciones,
pareciera haber ocultado su carácter de
"forma arquitectónica". (1)
La prescripción reguladora aparece con
Lodi en 1586, más preocupado por el
ordenamiento de la calle que por refle-
jar el edificio, y los sistemas de ordena-
miento son tan antiguos como Vitrubio.
Podríamos definir las fachadas como
con orden arquitectónico, sin orden
arquitectónico, percibible de inmediato
y en acuerdo armónico de partes en las
que nada puede ser sustituido (Bernini).
Para Blondel 1756, la fachada es la
estructura exterior, reclama "juzgar la
importancia de la fachada de acuerdo a
su decoración" (incluso de las diversas
fachadas que pueda tener un edificio).
Igualmente reclama, el reflejo del
"rango del propietario" y que la habili-
dad del arquitecto sea juzgada por "el 
equilibrio entre los elementos internos y
116
(1)Salvo recientemente en la autonomía
muda del Esperanto de los "muros cortina"
reflejo de entornos, indiferentes a ellos
cuando no destructivos de todo posible diá-
logo, encerrados en el silencio vociferante y
banal de la especularidad.
117
externos". "Se puede comparar la facha-
da con la fisonomía de un hombre: éste
refleja las cualidades espirituales, mien-
tras que la primera permite un juicio
sereno del interior del edificio". Así
como no es admisible que un dios apa-
rezca demasiado humano, el arquitecto
debe elegir convenientemente la apa-
riencia del edificio "un hotel no puede
parecer un palacio".
Pocos años después, Ledoux proclamará
el rol de la arquitectura, de expresar y
emocionar, "hacer aquello que la poesía
no puede sino describir". Quatremère de
Quincy en 1832 proclama la decoración;
el carácter autónomo y significativo de
la fachada como organismo o forma
arquitectónica, pero reclamando propie-
dad, como Biondel, "una casa privada
debe ser simple... un palacio cual varia-
das suertes de fortaleza, lujo y embelle-
cimiento. Majestuosidad debe ser sólo
privilegio de templos".
Otra vuelta de tuerca llevará a Algarotti
en 1823 a proclamar como "más bella la
mentira que la verdad" y a exaltar el
valor de las máscaras a las que reduce el
problema de la fachada.
Laugier en su Ensayo sobre la arquitec-
tura, en el capítulo sobre "El embelleci-
miento de las ciudades" cifrará la belle-
za de una ciudad en sus puertas, sus
67. Palacio Czerning. Praga
118
calles y sus monumentos.
Refiriéndose a la calle, proclamará que
su importancia es tal, que no puede ser
librado su diseño al azar de la interven-
ción individual y que éste debe ser regu-
lado por el Estado de quien debe depen-
der la fijación de alturas, proporciones,
ritmos. Las fachadas, salvo la de los
monumentos, son hacedoras del rostro
urbano del lugar calle (uno delos ele-
mentos que usará en el paralelo metafó-
rico entre ciudad y foresta).
En la fachada del Centro de Estudios
Británicos de Yale, Kahn pareciera ofre-
cer una lección de equilibrio, una expre-
sión autocontenida y ascética, refleja el
orden de los espacios o asociación de
cuartos interiores en absoluta correspon-
dencia con la modulación estructural
que se expresa al exterior. La respuesta
del edificio y su rostro a definir la cua-
dra, la calle en la que se inserta.
En Venecia expresará la convención en
su extendido cuerpo suspendido, cele-
brando el sitio, y su historia de islas y
lagunas con sus dos apoyos y la gran luz
libre. Su coronamiento de tres cúpulas
hará eco al sistema de la iglesia de San
Marcos o a la Salute. El conjunto todo
enfrentando la laguna.
Y esto nos remite a la actitud italiana
hacia la fachada, desde el románico,
gótico, renacimiento, barroco hasta
nuestros días, de ver el envolvente o
68. Calle a Plaza Vendome
119
fachada como un plano de fondo de una
perspectiva o como definidor de uno de
los rostros del lugar urbano, cual frentes
escénicos del escenario urbano.
Si entendemos que la arquitectura y su
producto último, la ciudad, son el sopor-
te de nuestra existencia, la que se reali-
za en forma de múltiples actividades y
actitudes, en lugares diversos, cada uno
tiene solo validez en relación con el
grado de definición, de significativa
estructuración de cada una de ellas, de
lo que surge la forzosa trilogía de fun-
ciones y roles del diafragma fachada; la
función de encerrar, encasar; la función
de representar la institución tanto como
su uso real cual mediador, como mira-
dor, como estar y ser en la dualidad irre-
suelta exterior e interior, de balcones,
galerías, recovas, puerta, escalera. (Todas
ellas "cuasi" escenarios); la de definir en
términos relevantes la estructura del
ámbito exterior; del cuarto que tiene por
techo el cielo.
"El exterior debe tener el mismo orden
que el interior, porque éste debe ser
anunciado por aquél" nos dice Milizia (2)
para concluir en que toda fachada bella-
mente compuesta debe anunciar una
ordenada organización interior.
Lodoli, que alrededor de 1740 desarrolla
su tenaz búsqueda para fundamentar 
69. Hopper, 1928
(2)Francesco Milizia "Vidas de arquitectos
célebres". 1720.
una práctica arquitectónica que se
parezca al desarrollo del pensar filosófi-
co, define dos fines de la arquitectura, la
función apropiada y la representación
que porta el significado, reclamando que
la "representación sea funcional". Para él
la fachada es producto del concepto
antiguo de la analogía que como "argu-
mento" no procede del todo a las partes,
ni de la inversa de la parte al todo, sino
de parte a parte. Para Vico (que condi-
cionó el pensar de Lodoli) "facere" es la
unión del hacer y el fabricar, siendo éste
el único camino hacia el conocimiento.
Conocemos de nuestros edificios porque
los construimos. (3)
Pero para Lodoli la fachada es un orga-
nismo, entendido como proceso y no
como producto, vale decir, cuya trans-
formación y hacerse es producto de par-
tes substituibles. Si para Vico "verum"
quiere decir lo verdadero, la cosa; para
Lodoli en arquitectura lo verdadero, la
representación deviene función, uniendo
lo aparente con la verdad.
La fachada es el "locus" de la articula-
ción. "La articulación es el comienzo del
ornamento" dice Kahn, y sigue, "el
ornamento es la adoración de la junta"
(articulación).
La fachada hasta el Movimiento
Moderno, salvo las grandes residencias y
los edificios públicos o centros de la pro-
ducción, fue el rostro de la calle toda, de
la manzana, más que la del edificio resi-
dencial singular. La aparición del espacio
como fondo y no como figura, nacido de
condiciones de vida, de habitabilidad,
higienistas, físicas, para nada psicológi-
cas y existenciales profundas, glorificará
la arquitectura objetual de torres o lámi-
nas privilegiando sus relaciones posicio-
nales, geométricas rigurosas por sobre la
valoración del tejido continuo, con espa-
cios estructurados formalmente de
manera definida.
La fachada cesa de ser un elemento
referencial, eliminando su rol histórico
de soporte y cerramiento privado, de su
vocabulario y lenguaje de columnas,
pilares, galerías, recovas, cornisas, etc. a
los que el usuario estaba histórica y
psicológicamente habituado. La exten-
sión de este lenguaje se hace además
con la pérdida del sentido primigenio,
del requerimiento antropológico de
cobijo, protección en un todo de clara
inteligibilidad.(4)
La bastardización de los presupuestos
productivos del Movimiento Moderno,
aprovechados por la producción masiva,
comercial, de mercado, con sus leyes pro-
ductivas y económicas, han duplicado (en
más de la mitad del mundo entre países
centrales y periféricos) el "stock" edifica-
do en los últimos 3 decenios con conse-
cuencias por largo tiempo irreversibles.
Un usuario transformado en consumidor
120
(3)Recuerda el pensar Heideggeriano. Exis-
timos porque habitamos, habitamos y somos
en tanto construimos colere (cultivar) cultu-
ra y edificare.
ha dejado en manos de tecnócratas la
recuperación de un entorno calificado.
Pero por milenios, desde la choza metafó-
rica de M. A. Laugier, la fachada fue resul-
tado de la estructura y el cerramiento.
La estructura evolucionará desde muros
portantes homogéneos o heterogéneos
(íntegros de madera, de barro, mezcla de
piedra y ladrillos, etc.) a cerramientos no
portantes con elementos especializados,
pilares, columnas, (de madera, de piedra,
de ladrillo) y rellenos.
Esta posibilidad tecnológica llevará a
satisfacer las necesidades básicas de rit-
mar las superficies, luego las ornamen-
tales, y finalmente las decorativas. Los
factores culturales manifiestan con cla-
ridad su predicamento formal, en la per-
sistencia en construcciones de piedra
(templo griego) de la configuración ele-
mental primigenia de construcción de
madera. La arquitectura romana funda-
da en el ladrillo, el arco, la bóveda,
expone al exterior el orden formal de la
arquitectura pétrea griega, en columnas,
tímpanos, etc.
Pareciera que la forma fuera más persis-
tente que la evolución técnica. Hoy
Bofill construye grandes conjuntos en
lenguaje clásico, con escalas de la Nueva
York de comienzos de siglo XX, conjun-
tos habitacionales suburbanos con la
más depurada tecnología prefabricada.
Mientras que más raramente, formas
nuevas se elaboran con técnicas del
pasado, un Aalto a veces oculta sus for-
mas nuevas, de una tradición moderna,
en envolventes continuos de ladrillo
visto (dormitorios de MIT 1945, munici-
palidad de Säynatsölo 1951, La Agencia
de Pensiones 1954, Casa de la Cultura
1955, etc.) recordando la escuela de
Amsterdam de los años 20.
Los componentes tradicionales de las
fachadas constituyen los soportes, el
cerramiento de protección, el aventa-
namiento, el coronamiento, el arribo al
terreno.
Podríamos hacer una serie de historias
de la evolución de los mismos a través
del tiempo, en función de condicionan-
tes sociales, económicos, tecnológicos y
estéticos. Limitándonos a la residencia,
podemos rastrear desde la abertura ini-
cial del recinto, que fue la puerta, hasta
el arribo del aventanamiento corrido del
muro cortina, pasando por la invención
de la ventana, su crecimiento en función
de materiales tales como el vidrio y los
requerimientos estructurales del muro.
Su distinción dimensional en función de
la naturaleza de los ámbitos y plantas a
los que habría, verificando, diferencia de
alturas de la planta baja de servicios
121
(4)La flexibilidad del espacio interno, la fractu-
ra del volumen cerrado, la fluidez interior-
exterior diluyen el carácter de membrana
igualmente sensible a imperativos de los
medios que se agolpaban en sus dos facetas o
caras para privilegiar la expresión de las leyes
de organización interior de la planta, el resul-
tado de la interacción de ésta y del corte.
(cocheras, cocinas, etc.) con la planta
noble de doble altura y grandes venta-
nas, con el primer piso residencial más
bajo (de ventanas superpuestas, defor-
mas cuadradas o rectangulares reduci-
das) hasta el ático, piso de la servidum-
bre, iluminado por claraboyas o lucerna-
rias. Vemos cómo este esquema clásico
de la gran mansión y el palacio es adop-
tado a escala urbana por siglos.
Asistimos al cambio de la revolución
burguesa, y al desarrollo de la ciudad
industrial, capital imperial, al París de
Haussmann, para verificar la persisten-
cia de los principios compositivos, con el
habido agregado de variantes que res-
petan las nuevas ordenanzas y gabaritos
impuestos, que lleva el número de pisos 
a seis, uniformando alturas de pisos y
ventanas, pero manteniendo los princi-
pios compositivos, que son reflejo de
una sociedad estratificada fuerte y
autoritariamente.
Cualquiera de los elementos componen-
tes habla de la realidad sustantiva de la
fachada, diafragma sensible a las fuerzas
de un interior que clama expresarse, de
un exterior que demanda ser configura-
do y de una entidad propia de la facha-
da, que primero proclama su autonomía
para finalmente constituirse en lugar no
sólo de encuentro, sino en escenario y
rostro de sí mismo, conservando latente
la referencia a su esencialidad de articu-
lación de dos universos.
122
123
La ciudad antigua como concepto,
idea y proyecto formalizado
La ciudad puede ser definida como sím-
bolo total mnemónico, como una com-
pleja estructura de símbolos con los que,
los habitantes se identifican hoy, recono-
cen su pasado, haciéndola materia coti-
diana y relacionan sus vidas con el origen
fundacional. Se trata de un entorno nada
indiferente para el individuo, por el con-
trario: siente realizarse en su cuerpo, su
presente tanto como su futuro.
La ciudad es además una suerte de
máquina para pensar con ella, una herra-
mienta de entendimiento del mundo y de
la relación del hombre con él.
Es la puesta en escena, para el uso
social, de un orden cósmico representado
en su trazado. Desde muy antiguo, desde
el paleolítico, el concepto de ortogonali-
dad y orientación, aparecen, persistiendo 
a lo largo de milenios hablándonos de
una razón biológica, sustantiva, esencial
con el hombre.
Si puede resultar difícil de admitir un
momento en el que un diagrama de dos
ejes intersectándose a ángulos rectos
pudiera expresar un orden terreno y cós-
mico (comprometiendo tierra y cielo,
mortales y divinos como reclama
Heidegger en su cuadratura), es absolu-
tamente real que en la romanidad (como
en India, China, Egipto o Teotihuacán),
recorrer un "decumanus" era saberse
definiendo en la tierra el recorrido pres-
crito todos los días al sol y hacerlo por el
"cardus", saberse definiendo el eje de
rotación alrededor del cual el sol giraba
(no la tierra). El significado del universo
estaba en armonía con este trazado que
no hacía sino aludir o celebrar a aquél.
Si la cosmología ya no es simple y
clara, para dictar las bases de un orden
CAPITULO IX
LA CIUDAD COMO REPRESENTACION DEL MUNDO - MITO CIUDAD
en nuestro mundo urbano, habrá que
buscarla en nuestra estructura misma
tal como nos la revela la antropología
y la filosofía.
El estudio del hombre paleolítico y sus
asentamientos revelan que el hombre
poseía hace 9.000 años, la noción de un
territorio propio de un límite de refugio,
de una capacidad conceptualizadora que
se traduce en asentamientos que reco-
nocen nociones geométricas, planes pre-
determinados, recintos y asentamientos
propios de la estabilidad, del cultivo
continuado en la tierra, de la existencia
de una división del trabajo y un poder
para efectivizarlo.
Los jeroglíficos egipcios de la cruz den-
tro de un círculo o de la red ortogonal
sin ejes dominantes aparecen como gri-
llas asociadas a asentamientos urbanos,
fortalezas y división de la tierra propia
del período faraónico del 3500 a.C. (con-
temporáneamente con trazados chinos)
pero como forma sintética, desarrollada,
emblemático punto de arribo de la evo-
lución de trazados más primitivos.
Hasta los nombres de las más antiguas
ciudades surgen como referencias a la
ortogonalidad y a la orientación.
De todo ello deriva que la aparición de
los "ritus etruscus" y en el milenio roma-
no de asentamientos imperiales puede
reconocer un origen en influencias feni-
cias o griegas derivadas de la más anti-
gua y extendida repercusión de la cultu-
ra-urbana egipcia y mesopotámica. Pero
dada la simultaneidad de aparición en
otras culturas tan remotas debe ser vista
como una noción casi consustancial al
hombre, llamada a aparecer en una cier-
ta etapa de su desarrollo.
Las prescripciones del rito etrusco, apli-
cado por Roma y aparentemente com-
partido en rasgos generales con otras
culturas antiguas pueden resumirse en a)
la elección de un sitio conforme a los
augures y la consulta con los "aruspex"
(adivinadores de hígados) que orientaban
al fundador (héroe - hijo de virgen y dei-
dad) a actuar conforme a los deseos de
los dioses mediante una sucesión de
actos rituales que parecen la representa-
ción dramática de un alumbramiento, de
la entronización de un nuevo cosmos
armonizado con el general. Acto en que
cielo y tierra celebran su boda, arando el
área de sus muros, abriendo la tierra
para su fertilización celestial. Un acto de
ruptura con el mundo natural pero bus-
cando culposamente limar la escisión; b)
la corporización de este drama cósmico
en un trazado que en su planta, de dos
ejes ortogonales contrapuestos, refleja
en la tierra así como en el cielo los cua-
tro sectores y que, en su centro, define
el "mundus", fuente, origen de vida
(lugar de los manes, lares, Venta, Ceres);
c) el ordenamiento de los ejes y el traza-
do conforme a esta última intencionali-
dad de complicidad celestial cósmica (o
de los divinos) con el trazado terrestre (o
de los mortales); d) la celebración fun-
124
dacional, hecha con periodicidad como
ritual que recupera y perpetúa el mito
inicial. El registro en ceremonias y piezas
monumentales recordatorias. Todo ello
habla de una fuerte raigambre en la
estructura humana reforzada en la repe-
tición de los cambios periódicos de cie-
los nocturnos, el constante sucederse de
estaciones y días.
En todos los casos se trata de reconci-
liar la suerte humana a través de un
ritual y una monumentalización.
Reconciliación con la nueva tierra y los
antepasados, por el enterramiento en el
"mundus" de puñados de tierra, hecho
por las gentes que fundan la nueva
comunidad, que mezclan sus raíces y
dioses manes con el nuevo lugar, con la
patria nueva. Actos que en esencia se
perpetúan hoy con otras formas. El acto
inaugural humano debe haber sido la
ruptura con la naturaleza, la afirmación
de sí y la configuración de su entorno
conforme a sus necesidades individuales
y comunes, sociales. Pero no es sin pro-
fundo y culposo dolor que produce esta
afirmación por lo que pareciera estar
siempre tensionado por dos fuerzas con-
trarias: el ser sí mismo y unirse al todo
cósmico de los orígenes (que se oculta
en esa constante recurrencia romántica
o la recreación e inserción en el seno de
sus ámbitos urbanos o individuales de
una naturaleza).
Pero también lo lleva a proteger al fun-
dador y a su deidad protectora con quien
el habitante urbano se identifica, crean-
do todo un sistema de protecciones en el
nombre (hay tres, uno vulgar, otro sacro
y otro secreto) en la muralla, etc.
La supervivencia de los ritos paganos es
tal que en pleno medioevo se hace una
recopilación y muchos príncipes, basa-
dos en el conocimiento que de ellos
tenían sus asesores, incurren en funda-
ciones o erección de obras conforme a
los consejos de astrólogos, adivinaciones
y ritos cristianos con remoto y rastrea-
ble origen pagano.
Quienes siguieron las pautas de sus tra-
zados más firmemente fueron los reyes
de España, antes del descubrimiento y
luego en el Nuevo Mundo. Con una
sucesión de preceptos prácticos y creen-
cias derivadas del mundo etrusco roma-
no en pulcros trazados ortogonales
orientados, poblaron con centenares de
ciudades nuevas nuestra América.
Pero en México los españoles encuentran
trazados que responden a estos últimos
preceptos, en Teotihuacáncon su gran
eje procesional y en La Venta (contem-
poránea a Roma) y hasta en Tenochtitlán
fundada en una isla por Tenoch, en el
lugar en que un águila con una serpiente
en sus pies se aposenta en señal de buen
augurio alrededor de 1350. Sin embargo,
las influencias en sentido inverso pare-
cen escasas y más bien permiten pensar
en un facilitamiento en el uso del mode-
lo, como no sucedería en California,
Nuevo México, etc. En estas zonas, pue-
125
126
blos más primitivos, como en las misio-
nes jesuíticas verían trastocadas sus
concepciones del mundo, su ordena-
miento y hasta su orientación pasando
de carpas circulares o chozas cilíndricas
a ámbitos rectangulares reñidos con la
concepción del Gran espíritu ligado a las
formas curvas de la naturaleza. Veamos
ahora algunos elementos esenciales del
proyecto urbano, de la idea de ciudad, y
de su configuración que atraviesa el
milenio romano como claves de inteligi-
bilidad de persistencias de valor antro-
pológico.
70. Símbolo del Templum y del cielo
127
Ciudad y sitio
Las recomendaciones de los tratadistas
como Aristóteles en la Política,
Hipócrates o Vitrubio sobre la elección
de los sitios, son generales o específicas,
zonas orientadas en pendiente al este o
con buen tiempo si se orientaban al
norte, teniendo en cuenta vientos, hela-
das, etc. Todas ellas, no son sino reflejo
del sentido común manejado en la
época, pero que seguramente o fueron
posteriores a cualquier acto fundacional
o poco respetado por ellos. Cuando fue-
ron formulados, por apartarse del ritual y
mundo mítico en el que se fundó la con-
cepción y formulación del trazado urba-
no, pueden haber parecido cuando
menos excentricidades, introduciendo
una indebida cuota de racionalidad en
un acto gobernado por otras leyes. Sobre
todo si se piensa que el oráculo de
Delfos era el que fijó por siglos en
Grecia, el lugar y ritual a seguir. Esto
podía resultar más evidente aún cuando
había contradicciones en este mundo del
sentido común de los tratadistas.
Vitrubio habla de los vientos y la orien-
tación de las calles para no ser barridos
directamente por ellos. Tiempo después
otro tratadista sugerirá lo opuesto: que
se orienten las calles ortogonales para
71. Trazado rector del agrimensor
acoger los vientos, añadiendo que, ade-
más esto permitirá un buen asoleamien-
to de los edificios y de los trayectos
humanos como Oribauius. Mientras
Mileto y Pompeya responderían aparen-
temente al primero, Paestum, Priene y
Lucca responden al segundo.
Pareciera que la localización cuando fue
racionalmente adoptada fue mucho más
en función de conveniencias económicas
o militares que higiénicas.
Los tratadistas aparecen como racionali-
zaciones "post facto" más que teorías o
principios sobre los que se hubiere esta-
blecido una práctica fundacional.
Los actuales estudiosos ponen énfasis, a
pesar de la falta de evidencia, en que los
tratados tuvieran efectiva influencia,
sobredimensionando sus alcances y ocul-
tando el ritual mítico, las bases mágicas
o religiosas.
Platón señala que es la voluntad divina
y su buena disposición lo que genera
condiciones físicas apropiadas. Se puede
leer su tratado urbano como un intento
de armonizar la ciudad con la estructura
del universo.
El fundador, contemporáneo a Platón,
preferirá aceptar lo impredecible de los
divinos poderes si fuera posible descifrar
a aproximarse a ellas.
No hay pruebas de un fundador
siguiendo una aproximación teórica de
las ventajas relativas a cada alternati-
va. Heródoto refiere un caso excepcio-
nal de alguien que fundó una ciudad
sin seguir prescripciones previas adivi-
natorias, augurios, oráculos, ni ritos
precisos. A pesar de ser el mejor lugar
de Africa, 2 años después fue destruido
por libios y cartagineses.
El segundo acto fundacional de este
dorio, fue realizado en Magna Grecia
esta vez conforme al oráculo. También
fue un fracaso. La causa por cierto no
era atribuible al oráculo sino a la inade-
cuada observancia o cumplimiento. El
oráculo no podía ser contestado. Lo rele-
vante era que tanto el fundador como
los acompañantes seguían una idea, un
proyecto de ciudad conforme a una míti-
ca y respetuosa observación.
La elección del sitio era establecida
entonces por los dioses consultados.
El ritual observado implicaba el sacrificio
inicial de una vaca, un cabrito, un águila
o una serpiente (perteneciente a las
entrañas de la tierra) o un delfín. Luego
se complejiza exponiendo partes de estos
animales para que las águilas se apode-
ren de ellos y donde se aposentaran,
indicarían el lugar adecuado (en formi-
dable paralelo, Tenoch funda la capital
azteca donde el águila se aposenta).
Romulus no consultó el oráculo de
Delfos sino que siguiendo prácticas de
sus vecinos etruscos practicó augurios.
Tomada la común decisión con Remus de
fundar sobre el Palatino la ciudad se
separaron y fueron a dos colinas desde
las que observaron a las aves para defi-
nir el punto de partida.
128
El ritual de los augures consistía en
rezos, nombrar signos y la posterior des-
cripción de la región o territorio sugerida
por la interpretación de los signos, lo
que lo lleva a dibujar un diagrama jalo-
nado, delimitado por árboles, piedras,
etc. signos visibles para definir el territo-
rio a poseer por la ciudad, este acto se
llamaba "conregio".
Luego convocaba a los dioses para que
guiaran al fundador. Otro rito era el
"cortumio" seguido después de haber
visto a través de la "contemplatio" una
cierta cantidad de pájaros especiales. De
acuerdo a lo definido por la "contempla-
tio" el "augur" trazaba un diagrama lla-
mado templum (palabra solemne).
Varro relaciona la palabra con tres
interpretaciones: "con relación a la adi-
vinación, a la naturaleza, y al parecido
entre naturaleza y cielo, a la adivinación
de la tierra, y el parecido con el mundo
subterráneo". Los actuales estudios eti-
mológicos relacionan "templum" con
"temenos", un recinto sagrado, derivado
de corte, herido. Incluso se piensa que
alude a una choza específica. Temenos
es una fracción de tierra definida con
fronteras y dedicado a un propósito
específico, un santuario.
Varro cuando describe el "templum"
terrenal lo define como "un lugar esta-
blecido conforme a definidas formas de
palabras, para recibir los auspicios o
para los augures". Pero también afirma
que es cualquier lugar establecido defi-
nido para una función religiosa o cívica.
Ninguna norma sancionada por el sena-
do tenía validez si no era dictada en un
"templum" y entre el amanecer y atarde-
cer. Una tienda para "augur" donde con-
curría el general era un "Tauguraculum"
y un "templum". También el campamen-
to era un "templum". La ciudad, "urbs",
era un espacio consagrado y compartía
varias características con el "templum".
Estas eran las de tener un confín, un
recinto que le definía y estar dividido en
cuatro, como los diagramas del "augur" y
traídos o vinculados por fórmulas y ges-
tos augurales.
En un lugar alto, el "augur" definía un
recinto dividido en cuatro partes, ade-
lante, atrás, derecha e izquierda, dividido
por dos líneas este-oeste y norte-sur.
Los términos adelante, atrás, izquierda y
derecha, son técnicos.
Varro habla del "templum" celeste, cir-
cular y cuatripartito. Muchos pueblos
consideraban la tierra circular y el cielo
como bóveda o cúpula sobre él.
Varro habla del "cardus" y "decumanus".
Lo cierto es que la ciencia augural era
secreta, pocos y contradictorios testimo-
nios han sobrevivido.
Parece que el "augur" con su vara,
"litrus", indicaba en el aire, a veces en la
tierra, su diagrama. La relación con los
puntos cardinales parece esencial, fun-
damentalmente para el agrimensor, sino
para el "augur".
El propósito de dibujar el diagrama, era
129
más para establecer un orden general
del cielo, en un lugar particular con el
"augur" en el centro y éste se lograba
cuando el gran templo del cielo era con-
densado en la forma ideal del diagrama
augural, que podría ser muy pequeño y
proyectado en la tierra, sobre ella, de
acuerdo a fórmulas rituales por eso
nunca se dice con precisión cómoes el
"templum" terrenal. Varro lo describe
como señalara: "un lugar establecido
para que el "augur" recibiera los auspi-
cios, limitado por encantamiento que no
era el mismo para cada lugar". Cuando el
"templum" que para Varro tenía una sola
puerta y definido como un muro perma-
nente, era llamado "templum minus" y
sin este adjetivo (minus) queda para
designar a los templos en lo sucesivo.
Pero en realidad las palabras y no la
delimitación real, eran las que fijaban el
"templum". El campamento tenía fronte-
ras fijas relacionadas con el "templum"
augural, un poste central servía de refe-
rencia y dentro del "pomoerium" cerca
del poste, el "auguraculum" del general y
la tienda de oficiales eran erigidos. O sea
que el ritual era observado desde un
lugar cívico, a una ciudad, a un campa-
mento. El agrimensor tenía instrumentos
y técnicas muy elaboradas pero su
herramienta, la "stella" en su "gnomon"
era para él, lo que el "templum" para el
"augur", la esencia de su método. El
agrimensor fijaba "cardus" y "decuma-
nus" y sus paralelos y dividía en un
ritual no menos inspirado y venerado las
tierras, estableciendo los confines o
límites sagrados.
El aruspex. El "augur" operaba durante
un largo período de tiempo en un sitio u
otro, hasta que los signos de los dioses
le eran propicios. Luego otro adivinador
operaba a través de los "omens", entra-
ñas de animales sacrificados, tales como
hígados. El "aruspex" es un adivinador de
hígados donde el alma, el espíritu del
animal y de los hombres se imaginaba
enclavado, sus movimientos eran obser-
vados prolijamente por ser el espejo del
mundo en el momento del sacrificio.
Esta ciencia se inicia en Sumeria y se
extiende en el mundo antiguo hasta
transformarse en ciencia etrusca.
Los hígados tenían una serie de fuertes
marcas que permitían establecer corres-
pondencias entre ellos y los eventos del
mundo. Todos estos conocimientos codi-
ficados eran transmitidos en escuelas,
que otorgaban licencia de práctica espe-
cífica. No era un campo para el ejercicio
de la imaginación inspirada.
El hígado de bronce etrusco en Piacenza
muestra dieciséis compartimentos rela-
cionados con los dioses de la cosmología
adivinatoria.
Largo y tedioso, este rito, incluso
venerado por Vitrubio, era practicado
varias veces y no con el ánimo de
obtener meros sí o no, sino una clara
indicación de acción.
Puede ser que su lectura permitiera fijar
130
la posición de elementos de la ciudad
como templo y muralla, en función de
las indicaciones topográficas que el len-
guaje de estas adivinaciones parece
sugerir. Las indicaciones parecen incluso
topológicas y no precisas cartografías.
Por de pronto, los agrimensores no han
dejado mapas que contemplen las irre-
gularidades que todo sitio urbano debe
haber planteado y es difícil entender las
relaciones que el proceso adivinatorio
pudiera tener, en el trazado real y deta-
llado urbano.
Mundus. Luego de estos pasos se esta-
blecían fogatas en varios puntos para
purificar los nuevos habitantes.
Luego se cavaba un pozo circular en el
que se ponían los primeros frutos, desco-
nocidas "buenas cosas" y tierra de las
ciudades o lugares de los nuevos habi-
tantes. Este hueco llamado "mundus"
parece haber significado el hueco y dos
cámaras superpuestas posiblemente abo-
vedadas. Sabemos que "mundus" es el
lugar de los manes, los espíritus propi-
ciatorios de los muertos.
Tres veces por año, era abierto para que
los espíritus de los muertos se mezcla-
ran en nuestras vidas. Había otro "mun-
dus" para Ceres: "Mundus" era la puerta
del mundo subterráneo. Roma tenía
muchos "mundus".
Pero parece que el "mundus" de Romulus
estaba próximo al cruce del "cardus" y
"decumanus maximi"; si en el centro, al
norte u oeste, es imposible determinar.
Luego de excavado y llenado era tapado
con una piedra y un altar próximo o
sobre él establecido. Un fuego era inicia-
do y mantenido y éste era el "focus" de
la ciudad. En este punto el nombre de la
ciudad puede haber sido dado.
La trompeta sacerdotal también llamada
"litruus" sonaba y el fundador decía el
nombre. Tres eran los que tendría, uno
sagrado Flor o Florens, otro secreto,
Amor, y otro público, Roma, el nombra-
do. El secreto era de un "genius" protec-
tor dador de fortuna.
Planeamiento ortogonal
Ejecutados los pasos anteriores, la
ciudad se diría, nace; el sitio demarca-
do, purificado.
El trazado de los agrimensores, si bien
no se sabe si formaban parte del ritual,
tenía su origen, en misterios divinos
como el ritual mismo.
Todo el operar del agrimensor con su
equipo de mármol, cruz, hilos y plomada
de bronce, el "gnomon", debe haber
tenido un aura y carácter misterioso,
mágico, de convocatoria de lo exacto,
arrebatado a los dioses, orden celestial
develado y demarcatorio de la Tierra.
Hacedores de una prolija ceremonia de
exorcización del caos, inaugurando un
orden de trayectos humanos y confines
familiares. El accionar del agrimensor
parece haberse iniciado en ese centro de
encuentro del "cardus" y "decumanus
131
132
72. Plano ciudad fortaleza
73. Decumanus Maximus. Roma
133
maximus" leído como "umbilicus" del
lugar donde se establecía.
El agrimensor entregaba a cada familia
su confín como un sacerdote.
Todo el ritual del agrimensor midiendo,
fragmentando la tierra parece iniciarse
en el cruce del "cardus" y "decumanus"
con equipos como el "gnomon", que
pueden haber tenido su fuente en
Cartago o en la fenicia Magos. El agri-
mensor dividía las tierras y luego las
parcelas entregándolas a sus propieta-
rios. Todo quedaba registrado en mapas
de bronce que se hacían por duplicado,
uno para la comunidad, otro para el
Tabularium en Roma. El carácter sagrado
de los títulos y fronteras está expresado
en la adoración a Júpiter Terminus y la
forma sistemática de dividir el suelo
urbano, campamentos y campos.
Astrología, alquimia, agrimensura deben
haber formado parte de un sistema toté-
mico, amalgama de adivinación y orien-
tación que debe haber estado en la base
de las convicciones romanas. El agrimen-
sor dividía todas las tierras y las regis-
traba en placas de bronce, actuando casi
como un notario. La conexión obvia es
con la sacralidad de los límites, el culto
a Terminus propio de la cultura romana.
Pero así como primero existió un senti-
miento religioso que llevó a las aproxi-
maciones a las leyes del universo provis-
tas por la astrología, su paso a la disci-
134
135
plina de la astronomía implica distancia-
miento de los dioses, el progreso cientí-
fico es un alejarse de la base mítica de
lectura del hombre en el mundo y en
este sentido un atraso relativo del
mundo de las ensoñaciones, sustituido
por el de las convicciones de posible
demostración. Los agrimensores deben
haber tenido una relación mucho más
mágica y menos técnica pura en sus orí-
genes, para haber merecido credibilidad
y aceptación.
El primer surco, zanja "la búsqueda per-
sistente para delimitar fronteras es una
característica del pensamiento religioso
romano" dice Kurt Latte.
El "sulcus primigenius", la zanja primera
era uno de los pasos esenciales del rito
fundacional, ejecutado con arado de
bronce por el fundador que lo levantaba
en el lugar de la puerta (portare - levan-
tar el arado).
La zanja, el surco, la delimitación del
"sulcus primigenius" era la más impor-
tante parte del acto de fundación. Con
un buey y una vaca, ambos blancos, el
fundador definía el recinto con un surco
sólo interrumpido por las puertas.
Expulsados los fantasmales habitantes
primitivos del lugar, designada la ciudad,
asumida una deidad protectora, encendi-
do el fuego en el "mundus" y fijados los
confines, el ritual de definición del "tem-
plum", iniciado en el "augur", estaba
concluido.
La reiteración del ritual, anualmente
con festivales, era una forma de preser-
vación de esta socialidad. Sus monu-
mentos recordaban las conexiones entre
sitio y rito que había fundado, dado ori-
gen, a la ciudad.
Castrum. Debido al minucioso "raconto"
de Polibius sobre la organización militar,
es asumido que este sistema era incluso
de aplicación enlas ciudades. Pero la ciu-
dad romana, no era un formalizado y cre-
cido campamento, sino a la inversa, el
castre era una evocación sintética, diagra-
mática de la ciudad, su recreación a través
de minuciosas y paralelas ceremonias.
Pero el hecho es que los campamentos
reflejaban el orden de la ciudad, recrea-
ban a ésta y su ritual era tan ajustado
como el descripto para la ciudad.
Primero se establecía el "vexillum" del
general, luego el "praetorium", en la
intersección de éste y el eje principal o
"cardus" se ubicaba la puerta "praetaria"
y un "groma" para asegurar un trazado
regular de las calles en ángulos rectos.
El "auguroculum" se ubicaba a la dere-
cha del "praetorium", allí se celebraban
los actos adivinatorios previos a la
acción militar. La voluntad de los dioses
74. Instrumento
75. Janus puerta
76. Aruspex adivinador de hígados
136
13777. Trazados ortogonales en India
78. Sulcus primigenius
79. La cuadrícula orientada. Anatolia
80. Planta ciudad de Tingad
81. Vista aérea de Tingad
era siempre consultada. "Es por auspicios
que todo es gobernado. Todo el mundo
lo sabe", dice Livio citando a Crassus.
Destrucción - rrituales. Como la ciudad
nacía de un rito tenía más que una exis-
tencia física, por lo que en las victorias
sobre las ciudades enemigas urgía no
sólo la posición después de la derrota,
sino la destrucción ritual con el mismo
proceso de su nacimiento. Tal vez el
arado era pasado en el sentido contrario
al de la fundación.
La batalla de Cartago es peleada no sólo
con las armas sino con el encantamiento
o devoción a las diosas protectoras, a las
que se insta a pasarse al bando de los
sitiadores.
El culto a los dioses de otros pueblos en
Roma era una forma de asegurar la
dominación sobre ellos.
Todos estos ritos seguramente fueron
una suerte de sincrética fusión de fuen-
tes diversas codificadas, pero parece
que actos generales como el de adivi-
nación, de delimitación, definición de
un centro o "mundus" orientación, divi-
sión cuatripartita son todos anteriores a
romanos y etruscos.
Centro yy ffrontera - MMundus yy TTerminus.
El rito para establecer el "mundus" era
análogo al de la fijación de una piedra
de frontera. La analogía y tal vez la ten-
sión entre centro y periferia pueden
explicarse en el análisis de la ceremonia.
El cavar el "mundus" era un rito esen-
cialmente etrusco. Antiguos tratados
sugieren que cada santuario podía lla-
marse con propiedad "mundus".
Varios "mundus" existían en Roma, el de
Roma Quadrata, el de Ceres, sin que
Festus el tratadista establezca conexio-
nes entre estos santuarios.
Nadie sabe dónde estaba ni el "mundus"
fundacional ni Roma Quadrata.
En el rito del "mundus" falta el sacrificio
animal que es reemplazado por un sacri-
ficio de raíces, de entrañas terrestres, en
las que no hay conexión con Terminus.
Se trata de la mezcla de tierras de los
lugares de procedencia de los habitantes,
"fruges", frutos o pasto del lugar -dado
que los primeros frutos aparecerían con
cierto tiempo-, mucho más extenso que
el del ritual fundacional. Sin embargo,
parece que frutos, era lo que contenía la
"Casa Quadrata".
El quemar una tela conteniendo tierra
parece un hábito seguro, porque aparece
como ratificando ventas y se perpetúa
en el medioevo. Pero la tierra de zonas
circundantes incorporadas al "mundus"
era un acto de posesión territorial de la
comarca que proveería de cultivo agríco-
la a la ciudad. Sin embargo, todo esto no
es suficiente justificativo de la impor-
tancia del "mundus", tanto tiempo des-
pués de la fundación.
Fustel de Coulanges da una explicación
razonable: que nadie tenía derecho a
abandonar las raíces de su lugar de ori-
gen, ni a sus padres enterrados allí, dei-
ficados, los manes. De manera que, como
138
ficción, enterrar tierra de su lugar de ori-
gen en una tela en el "mundus" era
poder hablar de él como del suelo de sus
padres, "terra patrum", patria, ésta es la
tierra de mis antecesores, los manes de
mis padres están aquí. No parece sin
embargo haber sido más que un pozo.
Cato dice que era una cámara aboveda-
da subterránea, y dado que parecía el
cielo, fue llamado "mundus", el universo.
La palabra tiene origen etrusco y parece
equivaler a la griega "kosmos" (arreglo).
Parece que estuvo dedicado a los muer-
tos y a la muerte, además de a Ceres,
diosa de la Tierra.
Sacrificios de sacerdotes especiales eran
ofrecidos periódicamente a Ceres y al
"mundus". Lo cierto es que había un
santuario llamado Roma Quadrata en
algún lugar de la ciudad. También había
otros santuarios llamados "mundus", en
diversas partes, unos dedicados a Ceres,
otros subterráneos dedicados a los dioses
infernales. Todos o alguno llamado
"mundus". Finalmente, "mundus" se
refiere al pozo fundacional y nunca rea-
bierto, como dice Plutarco, que era la
suerte de maternal "locus genitalis" del
cual todas las bendiciones surgían.
El "mundus" es la raíz, entraña, centro
de la ciudad y el "pomoerium" su fronte-
ra, recinto marcado como huella.
El "mundus" es femenino, sus deidades
son Vesta, Ceres, los manes, los lares. El
"pomoerium" está bajo el tutelaje de
Deus Fidus, Marte, Terminus. Por ello
cada uno está acompañado de un carác-
ter complementario del otro sexo.
Los muros, las fronteras eran protegidas
por dos rituales, alrededor de su campo
un terrateniente paseaba un chancho, un
cordero, un toro, varias veces antes de
sacrificarlo, en el campo de Marte si
estaba enrolado o al comienzo y término
del año guerrero.
Alrededor del Ager Romanus pasaba la
primera muralla, de la Roma de las siete
colinas, la de los hermanos Salianos
veneradores de Marte con los escudos
sagrados conocidos como Ancilia, uno de
los cuales había caído del cielo.
Estos días como los de apertura del
"mundus" eran considerados "dies reli-
giosi". Lo cierto es que el "mundus" era
cual tumba y nido. Como la bóveda de
Ceres era pasaje al mundo oscuro y
fuente de fertilidad, causa de su existen-
cia y matriz.
El laberinto es una figura singular por-
que tanto contiene la amenaza encerra-
da, como autoexcluye el ataque externo.
Aparece como símbolo regenerativo en
tanto el desenrollarse y enrollarse de la
cuerda llevada por los bailarines en
algunos rituales, es asimilable al cordón
umbilical o al cambio de piel de la ser-
piente. Por estas razones se puede pen-
sar que como el templum, el laberinto es
también una imagen sintética de la ciu-
dad y como aquél simultáneamente pro-
tege y regenera.
La elaborada articulación de los ritos de
139
"mundus", "terminus", "pomoerium"
corresponden a transformar la ciudad en
una unidad orgánica y más específica-
mente, como unidad protectora y rege-
neradora.
Mundus y Pomoerium - Fortaleza y
fertilidad
No sabemos con exactitud cómo los
etruscos primitivos demarcaban sus ciu-
dades. Pero fue uno de los ritos más
antiguos y persistentes.
Si bien en la ciudad de Roma, la santi-
dad del "pomoerium" era vista al
comienzo del imperio como un anacro-
nismo, la parte del ritual por el cual
quedaba establecido, retenía su impor-
tancia. La parte desempeñada por el
fundador, vestido especialmente con un
arado de bronce curvo, con vacas blan-
cas, con arneses especiales quedó regis-
trado en múltiples documentos. El arar
era un acto sacro de matrimonio entre
cielo y tierra. La tierra es una gran
madre que arada aumenta la fertilidad.
El arado es un símbolo de fertilidad
peculiar cuya marca es abierta al dios
del trueno y de la justicia, al dios del
cielo que aparece así como socio de la
madre tierra.
Que el arado debía ser de bronce es poco
sorprendente ya que el bronce se asocia-
ba a Júpiter y con rituales arcaicos.
Además pareciera que dicho ritual se
hubiera establecido en la Era del Bronce
y que ya para el 1200 el arado fuera de
uso corriente en Italia.
Autores clásicos han sentado la palabra
urbs, ciudad, como derivada de urvum la
curva del arado. Otros de orbis, un globo,
un mundo.
El arar el "pomoerium" era independiente
de la división cuatripartita y lo podemos
tomar como ritual independiente, de ahí
que las fuentes no digan en qué relaciónse encontraba con los ejes principales.
El privilegio de la extensión del "pomoe-
rium" de la ciudad estaba reservado para
aquéllos que extendieran los límites del
dominio romano.
El arar alrededor de la frontera o límite
servía también para definir la ciudad
como una unidad territorial legal. La ley
colonial más antigua es la encontrada en
Osuna, España, en la que se prohibe
enterrar en el área definida dentro del
"pomoerium", al igual que prohibe pasar
sobre la muralla con la pena de muerte
por sacrilegio, mencionando especial-
mente el hacerlo con escalera, e invo-
cando la muerte de Remus, lo que tiene
que ver con el bienestar de toda la
comunidad, que el límite urbano se pro-
pone garantizar.
Que la ciudad estaba asociada con la
fertilidad y fuerza se podría verificar en
una interpretación del rito de Romulus,
que después de definir las fronteras arrió
los animales machos (protectores) hacia
el extramuro, las hembras hacia el intra-
muro. Los ritos sexuales en culturas arcai-
140
141
82. Fragmento de Severan Forma Urbis Romae
cas están siempre relacionados con la fer-
tilidad y no con la sexualidad. Ritos agra-
rios son fácilmente imaginables en socie-
dades urbanas dependientes y envueltas
en la explotación rural.
En India se sigue arando la tierra antes de
erigir un nuevo edificio varias veces, para
que el sitio asimile las energías vitales.
La frontera y la muralla estaban garanti-
zadas en la unión de cielo y tierra, el que
cruzara dicho recinto era un enemigo de
la vida garantizada.
"Yo soy la puerta; el que entre a través
mío estará salvado y podrá entrar y salir
y encontrar postura". Los muros eran
sagrados pero no las puertas, porque a
través de ellas todo tipo de elementos
era transportado.
Pero el recinto sagrado no era el defi-
nido por el muro defensivo como el
surco trazado por el arado, el muro
ritual. La ciudad podía incluso no tener
murallas defensivas. Ambos eran inde-
pendientes. El ancho del "pomoerium",
este surco ritual que seguramente no
era una línea, la palabra parece garanti-
zar la sacralidad del recinto. Algunos
sostienen que estaba por fuera y a cier-
ta distancia de las defensas. A veces se
hacía otra faja interna.
El arado y la faja se interrumpían, en
consecuencia, donde se ubicarían las
puertas. Si bien éstas no eran sagradas
tampoco eran puramente obras civiles.
Tres en rito etrusco estaban dedicadas a
la tríada de Júpiter, Juno y Minerva.
Pero en general todas estaban bajo la
protección de Janus.
Este era a su vez glorificado y adorado
en uno de los más antiguos templos de
la ciudad. Tenía la forma de un pasaje
entre dos muros con arcos en sus extre-
mos, puertas abiertas en tiempos de paz
y cerradas durante las guerras (posible-
mente el abovedado está en el origen de
los arcos triunfales).
Las puertas eran puentes sobre una hue-
lla prohibida, el "pomoerium". Pasar a
través de él era un acto religioso. Janus,
dios de los comienzos y aberturas, por
estar donde el dentro encuentra el fuera,
tenía dos rostros, además de ser un dios
dual, bueno y malo.
Dios del primer mes del año romano, su
rostro aparece en las primeras monedas,
dios de los amaneceres y de los naci-
mientos. Monstruos y criaturas fantásti-
cas aparecen con frecuencia como guar-
dianes de puertas: grifos, leones hom-
bres, toros hombres. Como las esfinges
egipcias o las formidables figuras de las
puertas babilónicas (en Berlín). Todas
ellas relacionadas con sacrificios anima-
les o humanos que las erigían en "cuasi"
deidades o héroes, a las que el extranje-
ro debía respeto y homenajes.
El fundador. Romulus y Remus eran hijos
de una vestal culpable, Rea Silva y un
hombre desconocido, Marte, de acuerdo
a la leyenda. Rea es asociada a veces
con Ilia, sugiriendo una conexión con
Troya. A veces fue reconocida como hija
142
de Eneas. Livio señala que fue hija de un
rey destronado de Alba Longo, Numitor y
forzada a una virginidad de vestal por el
usurpador rey Amulius. La leyenda de los
fundadores de Roma aparece como la
transformación análoga de una serie de
héroes fundadores expuestos en agua
como Moisés, Sargón. Otros, más próxi-
mos en el Mediterráneo aparecen salva-
dos y protegidos por una loba. El segun-
do fundador de Roma, Servio Tulio (sexto
rey de Roma) hacedor del orden, las
murallas y las divisiones, es hijo milagro-
so de una vestal y de Vulcano. Su historia
se repite en innumerables ciudades ita-
lianas donde las vestales son impregna-
das por el principio masculino, implícito
en el falo adorado en el templo de Vesta,
guardado como reliquia fundacional.
Estas relaciones son diversas en la anti-
güedad y de remoto origen, pero incluso
en Roma la culposa relación entre una
virgen protectora de las raíces o entra-
ñas de la tierra y las relaciones extrañas
con un dios o héroe, su posterior castigo,
están en la base del nacimiento de una
nueva relación, alianza, ciudad, nación o
estado.
Plutarco atribuye a la tumba de
Romulus, muy investigada, descripta por
Horacio, la calidad de mundos de Roma, 
una piedra negra cuadrada -si bien
varias cisternas del Palatino han sido
señaladas por diversos arqueólogos- con
otros elementos del sacrificio fundacio-
nal. Cerca había importantes monumen-
tos, la higuera donde habían sido aban-
donados los fundadores, cambiado por el
dictado de un "augur", el monumento de
la loba que sobrevive en el Palatino.
El carácter defensivo del "mundus", el
carácter protector que dimana de la
totalidad femenina de la imagen-cuerpo
en la configuración de la ciudad es evi-
dente. El mundus es visto como locos
genitales, como la fuente de la veda
urbana. La ciudad entera es representada
como una mujer, más aún, protegida por
las entrañas o señora de las raíces y su
prístino y puro origen.
El protector divino, masculino o femeni-
no, casi siempre este último, era parte de
un elaborado aparato protector de valor
metafísico. Algunas defensas eran físicas
como movimientos de tierra, fosos junto
a muros, etc. otras, como el ritual funda-
cional tenían una función mágica.
Pero todas, tanto la física, como la mági-
ca protección, son parte de una mayor
unidad, un fenómeno fundamentalmente
social y religioso. Su propósito era no
sólo conservar, alimentar, sino fortificar.
143
145
El surrealismo opera contra lo estableci-
do, intentando encender nuevas luces a
través de un obrar develador del "lado
nocturno de la naturaleza", valiéndose
de diversas técnicas y de aquellos "por-
tadores de secretos": soñadores, descu-
bridores, inadaptados, hasta locos.
Buscan la explotación de la sensibilidad,
ampliando el campo de los sentidos para
producir nuevos conocimientos, en los
que se fundieran la realidad perceptual y
la imaginaria, alentando la sugestión y la
fuente del deseo, como procedimientos
de definición de una nueva objetividad.
La indagación al misterio, "la empresa
del misterio" (diría Magritte), nuevas
técnicas psicológicas, artísticas y una
nueva filosofía, pretenden ampliar el
repertorio conocido de técnicas creati-
vas. "Sólo lo asombroso es bello" dice
Bretón. Pero bello es lo maravilloso,
oculto por igual en lo insólito, inédito o
en lo terrible, pero en aquello que apare-
ce contrastado y revelado.
Bretón, en el Primer Manifiesto surrea-
lista de 1924, ataca al realismo y al
positivismo, a la lógica, a la coherencia
de lo habitual, proclamando el "derecho
a la locura". Ataca lo singular y circuns-
tancial de la novelística, en busca de
esencialidades.
Recupera la capacidad de ensoñación de
la adolescencia e infancia. Hace el elogio
del pensamiento de Freud, del subcons-
ciente e inconsciente, que desde los
estratos más ocultos de nuestra alma,
exhiben una fortaleza capaz de dominar
las realidades aparentes; apareciendo
como fuentes de una racionalidad otra.
Dice Bretón "Desde el momento que los
sueños sean sometidos a un examen
metódico, en el cual, por medios a deter-
minar, se nos dará cuenta de su integri-
dad... se puede esperar que los misterios
CAPITULO X
SURREALISMO Y LA CIUDAD
que no son, cederán su puesto al Gran
Misterio. Yo creo enla resolución futura
de esos dos estados, en apariencia tan
contradictorios, como son el sueño y la
realidad, en una especie de realidad
absoluta, de surrealidad, si así puede
decirse". Dice P. Reverdy (5) "La imagen es
una creación pura del espíritu. No puede
nacer de una comparación, sino de la
aproximación de dos realidades más o
menos alejadas. Cuanto más lejanas y
justas sean las relaciones de las dos rea-
lidades acercadas, más fuerte será la
imagen y poseerá más potencia emotiva
y realidad poética".
El surrealismo se basa en la creencia del
poder y la superioridad real, de ciertas
asociaciones, en el poder del sueño y en
un pensar desinteresado. Luchan deno-
dadamente para entrever e idear la ima-
gen del universo para el hombre con-
temporáneo, desarraigado, para generar
un albergue para su espíritu sometido a
una enorme complejidad.
En el segundo manifiesto del 29, define
la finalidad del surrealismo, así como en
el primero revelará la sustancia. En él
señala como finalidad, encontrar el
punto en el que dejen de percibirse
como contradictorios los términos, "vida
y muerte, lo real y lo imaginario, el
pasado y el futuro, lo comunicable y lo
incomunicable, lo alto y lo bajo".
Pretende iniciar un juicio a los términos
real e irreal, saber e ignorancia, racional
e irracional, útil e inútil, señalando que
es vital, por cuanto "es la suerte, de
aquéllos para quienes la realidad no
tiene solamente importancia teórica,
sino que es cuestión de vida o muerte".
Reclama la libertad como valor supremo
para sortear las circunstancias cotidianas
del existir y para la más absoluta bús-
queda del ser, tanto en lo singular como
en lo general.
Reconoce que su paralelo es posible
sólo con la alquimia; la magia provee-
dora de la piedra filosofal capaz de
dominar por sobre las cosas. Su finali-
dad es estética, ética, existencial, la
búsqueda de lo esencial por sendas, que
marginan la erudición, la meditación
filosófica y psicológica.
Técnicas surrealistas
Para el surrealismo la verdad paradisía-
ca, se oculta tras la estructura manifies-
ta del mundo, pero hay que develarla a
través de técnicas múltiples.
A las etapas de relación usuales entre
sujeto y objeto, tales como la visión,
percepción, apercepción, interpretación y
proyección, que supone: la percepción, la
sensación, y las imágenes de la memoria
que le otorgan su sentido lógico; la
apercepción, se realiza con la asociación
de ideas, la interpretación, por elabora-
ción de los datos a partir de un detalle,
de una sucesión de ellos, de combinacio-
146
(5)En Norte-Sur 1918
147
83. El falso espejo. Magritte
84. El país de los milagros. Magritte
nes hechas en simultaneidad.
Para crear un nuevo mundo, el surrealis-
mo predica la ruptura de las relaciones
anteriores. Entre ellas, el sistema de
desplazamiento, un cambio del objeto
del contexto ordinario; la irracionaliza-
ción mediante el olvido, que nos permite
al caducar la memoria, el deslumbra-
miento, la novedad radical de lo presen-
tado; la desestructurización del objeto
despojándolo de sus relaciones de uso,
sus elementos componentes. Por ejem-
plo mirar un ramo de flores surrealista o
un árbol, es olvidar sus componentes,
ver tal vez solo la silueta como en el
cuadro de Magritte en el que otros pai-
sajes ajenos se inscriben en su períme-
tro pulido.(6) Corresponde a una lectura
otra de la realidad.(7)
Igualmente la asociación de elementos
nunca vinculados, como en la "Batalla de
Argonne" de Magritte.
La finalidad de los métodos psicológicos
pampsíquicos usados por el surrealismo,
no era ni crear una ciencia, ni curar, ni
entretener, ni comunicarse con un más
allá; si no la de ampliar el campo del
pensar, alterar la concepción del mundo,
las condiciones del objeto y del sujeto,
develar lo oculto, proponiendo una
visión sintética que incluyera la objetivi-
dad y la subjetividad, lo inconsciente y
lo consciente.
La valoración de los sueños como fuente
de inspiración fue intensa tanto en los
artistas simbolistas como en los surrea-
listas. De hecho, la ensoñación siempre
cohabita en nuestros procesos pensan-
tes, además en nuestras reflexiones y
accionar, hay un componente de sueño
que aparece como, signos premonitorios,
fragmentos mnemónicos, imágenes insó-
litas, de existencia incuestionable.
La valoración surrealista de los mismos,
es producto del exhibirse como una rea-
lidad distinta de la cotidiana; con su
propia coherencia y por su potencial
generador de emociones, su posibilidad
de sugestión, por la emergencia en que
coloca a la lógica racional y en resumen,
por el ensanchamiento del campo inte-
rior que provoca.
Este reconocimiento de los sueños, tiene
un desarrollo de milenios, desde las reli-
giones de la antigüedad, los augures,
hasta llegar a las interpretaciones mítico
religiosas de Jung, o a las sexuales de
Freud. Pero, los artistas de toda época,
vieron en ellos un íntimo secreto, cuya
develación o cuya práctica disciplinada,
podía tornarse en una importante técnica
en la creación. Borges en sus "Ruinas cir-
culares", imagina un hombre que sueña un
mundo, descubriendo finalmente que él es
parte del sueño de otro.
148
(6)Leonardo Da Vinci en Tratado de la Pintura
dice: "el que mire atentamente esa mancha
(o cualquiera de las que aparecen en los
muros) verá surgir cabezas, animales, bata-
llas, rocas, mar, nubes".
(7)"La Vida Cotidiana" de Magritte permite ver
en un interior a un exterior distante.
La multitud de fenómenos y objetos, el
carácter analítico y parcelario de las espe-
cialidades científicas, nos ofrecen un
mundo fragmentado. El mito religioso
egipcio, de un dios mutilado que sólo el
amor volverá a reconstruir, se erige en
paradigma ético para el pensador contem-
poráneo y también para el surrealismo.
El surrealismo reconoce la contradicción
y lo incierto, anulando todo ordena-
miento jerárquico, recoge lo racional e
irracional, admite la unidad y multiplici-
dad espacial, coexistiendo lo informe
con lo configurado.(8) Renuncian al orde-
namiento lógico, pronunciándose por
uno mágico. Sus resultados no fueron
exitosos, pero su actitud comporta una
manera rica y otra, de valoración de la
estructura urbana.
Al poner en el mismo plano, la produc-
ción emocional y la de la reflexión, bus-
cando ampliar el horizonte conocido,
mediante el uso de múltiples técnicas, y
al erigir al inconsciente en ideal psíquico,
por la libertad implícita en ello, abre un
campo nuevo al saber, al ver, al apreciar.
El surrealismo no se evade de la realidad,
tampoco la celebra; la vulnera, propo-
niendo una nueva estructura.
"Todo descubrimiento que cambie la
naturaleza de un objeto, constituye un
hecho surrealista" leemos en la revista
surrealista. Celebración del objeto singu-
lar, símbolo del individuo, y el cambio o
desplazamiento a un nuevo orden, se nos
aparece como símbolo de liberación de
la condición humana, en la que nos
encontramos inscriptos.
En este sentido es poesía, al subvertir el
orden instituido por el lenguaje.
Precisamente el surrealismo considerará
a ésta, no como medio de expresión y
comunicación, sino de conocimiento. Su
producción intenta descubrir en sus
espíritus elementos a objetivar - saber -
e ideales - mitos - para unificar lo obje-
tivo y subjetivo, en una suerte de tran-
subjetividad, casi trascendente.
La metáfora, es usada de suerte tal, por
el surrealismo, que los reclamos de
Aristóteles, aparecen distantes y subver-
tidos (9) al adquirir tal autonomía que se
erigen en revelaciones, auténticas crea-
ciones. Incurren en la peligrosidad recla-
mada por Heidegger, para otorgar a la
poesía el rol de actividad trascendente.
La exaltación de la metáfora, sustitutiva
de la realidad aludida, anula la directa
relación con lo real; consumiendo la
realidad aludida y generando una nueva,
casi con valor metafísico. La aproxima-
ción de realidades lejanas debe ser
justa, vale decir contradictoria, pero
rigurosa, para que posea dinamismo y
realidad poética.
La lejanía habla de pluralismo, la justeza
de la asociación de ideas y del simbolis-
149
(8)Estableceel máximo posible de relaciones.
(9)"No hay que llevar muy lejos la metáfora
para que se vea bien la semejanza y las rela-
ciones de la expresión que inventa".
mo que las relaciona.
Testimonio de técnicas artísticas
visuales, son la imagen surrealista, el
collage, el automatismo, etc.
El surrealismo, que difícilmente pueda
considerarse como escuela, por la diver-
sidad de técnicas y expresiones, puede
definirse como actitud vital y concepción
ideológica. Podemos reconocer un surre-
alismo de la materia dinámica, expresio-
nista, llamado dialéctico (Miró, Klee); un
surrealismo de la imagen pura, de la
idea, de cierta objetividad, que llamare-
mos metafísico (De Chirico, Magritte) (10).
Entre ambos Ernst, Dalí, que convoca los
sueños, la naturaleza imitada, cromati-
zada y casi sin materia. Magritte diría
"la realidad del elemento que nos entre-
ga su secreto es el lugar de donde no
hay que alejarse a ningún precio; es la
señal". Dalí afirmaría "una cosa es cier-
ta, lo que odio con todas mis fuerzas es
la simplicidad".
De Chirico condensa en paisajes urbanos,
lugares eternos, de una evocativa nostal-
gia y simbolismo. Ernst hace una explo-
ración arqueológica de la tierra, del pai-
saje, de las forestas. Marcel Duchamp
con sus obras maestras de Philadelphia,
entre otras. El gran vidrio donde Bretón
reconoce búsquedas filosóficas, eróticas,
científicas, líricas. Ernst introduce la
Técnica del collage, "la alquimia de la
imagen visual... el collage da lugar a la
explotación del encuentro fortuito de
dos realidades distantes, sobre un plano
no conveniente... desplazar una mano
aislándolo de su brazo, con lo cual esa
mano gana en tanto que mano...".
Otra de las técnicas; la del automatis-
mo gráfico (paralelo a la escritura
automática).
150
85. Recuerdos de viaje. Magritte
(10)Las fuentes históricas son múltiples pero
entre ellas cabe destacar a Bosch, Brueguel el
Viejo, Cranach, Altdorfer, Baldung, Grüne-
wold, las naturalezas muertas conformes de
rostros de Archimboldo, el simbolismo, el pre-
rrafaelismo, entre los más destacados.
151
Este se manifiesta como visionario, a
partir de una imagen "a priori", mante-
niendo en la ejecución la pasión origina-
ria. Bretón habla de un automatismo
psíquico, a partir de un inconsciente
actuante que genera un "modelo inter-
no". Sólo este modelo puede garantizar
una imagen traducible en producto rele-
vante; y nunca modelos derivados del
entorno circundante externo. Hay una
otra corriente que privilegia la concep-
ción por sobre la ejecución; es el hace-
dor idealista, conceptual, basado en la
idea, como la define Magritte en su con-
ferencia del 20 de noviembre de 1938,
"La Línea de Vida" (11); en la que la ima-
gen previa es todo. Derivando el rigor de
su factura, de su voluntad de comunicar
con elocuencia la sugestión de su idea.
Magritte, como lo solicitara Novalis, ve
todo un mensaje a descifrar en las rocas,
en las nubes, en los pájaros, en los árbo
86. La voz de la sangre. Magritte
(11)En "Le veritable art de peindre" de H.
Torczyner.
les, en las ramas de flores, en las calles
de Bruselas de sus nocturnos-diurnos de
su serie "El Imperio de la Luz".
El surrealismo en cualquiera de sus
orientaciones, incluso en una combinada,
subvierte la realidad, pone en emergen-
cia los contenidos aparentes contrapo-
niéndoles los contenidos ocultos, bajo el
influjo del deseo.
Las contradicciones se exhiben sin resol-
ver en la imagen surrealista. Dice
Heidegger que "el pensar construye la
casa del ser". La práctica surrealista o
de muchos de ellos, consistió en un
pensar apasionado. (12)
En el entrecruzarse del idealismo y el
materialismo dialéctico emerge la ideo-
logía surrealista con contenidos filosófi-
cos propios. Bretón (13) habla de una
inmanencia contenida en la misma reali-
dad, ni superior, ni exterior a ella. Por
otro lado toda imagen habla de una
concepción del mundo.
La preocupación filosófica del surrealis-
mo, evidente en Magritte, se evidencia
en el reclamo del conocimiento univer-
sal, en la negación de la especialización,
en la búsqueda de modificar el mundo a
partir de su interpretación.(14)
Pero el interés de la corriente está en
el "conocimiento sensible", en el que
se admite que cada objeto oculte men-
sajes penetrables por diversos medios,
la intuición, el sueño, etc., pero tan
solo como para proveer el marco de un
activismo modificante de las estructu-
ras existentes.
El surrealismo cree que una verdad
tiene diversas formas de expresión, de
presentación por su enunciación, por
una imagen visual esquemática, por una
verbal, una imagen realista simbólica,
por una fórmula matemática. Pero esto
es más expresión de ideas y sentimien-
tos del mundo, que verdades (en senti-
do científico).
Los objetos del mundo físico producen
reacciones, en el sujeto, en imágenes
"objetos psíquicos"; manteniendo una
relación con los valores. El ataque a la
realidad es posible a través de la técni-
ca de "desplazamiento" surrealista que
lleva a los objetos a nuevas relaciones.
Sin embargo la esencia no es descifra-
ble por la técnica surrealista, por la
que se niegan.
El surrealismo ataca a la lógica. El pleno
desarrollo de los opuestos, en forma
sucesiva es parte del pensar, pero la
fusión de los mismos en simultaneidad,
en la contradicción asumida como ambi-
valencia exaltada, es inédita. Este pensar
152
(12)Basta leer las cartas intercambiadas por
Magritte y M. Foucault con motivo de su libro
"Les mats et les choses" que concluirá con el
ensayo de este último, que lleva por título el
de un cuadro de Magritte "Esto no es una
pipa" frase escrita por éste bajo una hiperrea-
lista representación de una pipa.
(13)En El Surrealismo y la Pintura.
(14)Segundo Manifiesto Surrealista con puntos
comunes con el marxismo.
15387. El imperio de las luces. Magritte
88. Los valores personales. Magritte
se corresponde con cambios en la lógica,
que ha evolucionado hacia un relativis-
mo y a diversas formas, la lógica mate-
mática, la formal, la gnoseológica, la
psicológica. Asistimos a una subversión
paralela a la del movimiento surrealista.
La filosofía de la ciencia con K. Popper
proclama que toda verdad, es una verdad
provisoria y que el conocimiento no es
sino conjetural.
Una sensibilidad surrealista permitía leer,
decodificar, hacer cartografías persona-
les, mitificar lugares-objetos-rutas,
transformada la ciudad en texto auto-
mático y subjetivo, en palimpsesto histó-
rico, en sueño a decodificar. La ciudad y
la arquitectura surrealista son totalmen-
te imaginarias y poéticas, cualquier cris-
talización las destruiría congelando el
flujo, el cambio, propios de una ciudad
soluble. La ciudad, es un objeto cons-
ciente que puede ser descubierto en su
realidad latente, a través del sueño, de la
magia, de la poesía.
La ciudad es una entidad multiforme que
descansa en la secuencia siempre cam-
biante de algunas imágenes. La ciudad,
es como un texto poético automático; el
lugar de las metamorfosis más increíbles,
no de lo que parece ser, sino conforme a
lo que es, según nuestros deseos perso-
nales, sólo equiparables a un poema
surrealista, vale decir, a un texto.
Para algunos arquitectos, todo el movi-
miento surrealista estuvo cargado de un
rechazo a la arquitectura, o, por lo
menos, a la establecida e, incluso, a la
ciudad. En 1933 se publica "Ciertas posi-
bilidades para el irracional embelleci-
miento de la ciudad" que propone la
transformación surrealista de algunos
elementos de París. Así, Tzara propone
cortar el Panteón en dos partes y sepa-
rarlo 50 cm. una de otra. Eluard sueña el
momento en que las casas sean dadas
vuelta de adentro hacia afuera como
guantes, Dalí escribe entusiastamente
sobre Gaudí y ve la arquitectura como la
verdadera realización de deseos solidifi
154
89. La condición humana. Magritte
155
cados. Bretón habla con auténtico entu-
siasmo sobre el Castillo Ideal de Cheval y
sobre Kiesler, en su Casa sin fin expuesta
en el Museo de Arte Moderno.
Lo cierto es que la ciudad era vista
según la subjetividad de los sentimien-tos individuales; pero siempre se busca-
ban justificaciones a estas preferencias
inconscientes, y muchas veces se
encontraban en la historia del lugar. La
elección de la Plaza Vendôme, por
ejemplo, se basaba en el hecho de la
carga dramática histórica, de columnas
imperiales tumbadas en la revuelta de
la Comuna. La preferencia por la Tour
Saint-Jacques, esa solitaria y extraña
figura, realmente admirada por esto
mismo, encontraba su justificación en
el hecho de que en la iglesia ausente
que la acompañaba, hubiera sido ente-
rrado el alquimista Flamel.
La ciudad también aparece como sueño,
como laberinto psíquico y como sistema
de signos. Pero, por sobre todo, la calle
fue vista como el medio natural, como
el verdadero instrumento capaz de
90. La poitrini. Magritte
156
transmitir mediante su atractiva vitali-
dad, sus sorpresas.
La propia vida interior del caminante,
capaz de comunicar las claves del espíri-
tu nuevo. El método de estar en la calle
y moverse sin propósito o meta fija, fue
típico del movimiento surrealista, y dado
que la experiencia vital era equivalente
en valor al arte, el ccaminar ffue elevado
al rango dde aacto ccreativo. Dado que el
objetivo del arte era la exploración inte-
gral de la realidad, lo inmediato al domi-
nio privado, la calle, era el lugar más
adecuado para esta exploración poética.
La calle es vista, pues, como el lugar del
flujo, un lugar de posibilidades siempre
cambiantes. Era un privilegio encontrarse
sólo en un bulevar, rodeado de gente y
en un grado de disponibilidad total. Esto
era tanto más posible -es decir, encon-
trar un placer inusual en encuentros
casuales- en ese artefacto espacial que
es el bulevar, que es la calle.
Otro lugar de especial significación era
la galería o pasaje de cubierta vidriada,
tal como el Pasaje de la Opera, que per-
mitió alejarse del anonimato de las vías
principales. De manera que el pasaje no
es una línea de deseo, un acorta caminos
o un medio de protección sino un even-
91. La batalla de Argonne. Magritte
157
to, un espacio mágico capaz de promo-
ver sentimientos no objetivos del mundo.
Muchos lugares de la ciudad, cargados
de un vago sentimiento de lo no esta-
blecido, de lo ambiguo o de lo misterio-
so, constituían los múltiples e individua-
les mapas trazados por los artistas
surrealistas.
Todos estos lugares u objetos presentan
elementos que dan un sentido de foca-
lización tensional a las cartas indivi-
duales, internas y subjetivas de cada
artista, y de toda sensibilidad predis-
puesta y ejercida.
Para los surrealistas, dijimos, la ciudad
aparecía como un sueño. En los textos
que la describen, el entorno urbano está
hecho de asociaciones libres, escurridizas
como la materia de los sueños; las cami-
natas parecen las de sonámbulos y París
surge como un paisaje soñado. La per-
cepción surrealista de los lugares, tiene
mucho en común con el proceso mitopo-
ético de los pueblos primitivos, que
adjudican significación transracional a
los lugares elegidos.
La lectura de la ciudad como laberinto
psíquico -caminar la ciudad es, en rigor,
una realidad interior, mental, un hecho
intelectual- consiste en perderse en sus
92. Plaza Italia. De Chirico 93. Melancolía de una calle. De Chirico
laberintos, en las redes y circuitos del
pensamiento, en una cartografía de emo-
ciones y deseos. Recorrer la ciudad es
buscarse, encontrar la identidad personal.
Si para el surrealismo se trata funda-
mentalmente de liberar las cadenas que
la razón ha establecido entre sueños e
imaginación, llevada a la ciudad, la
visión es la de liberar las directas y
obvias correspondencias, resolver el ver-
dadero laberinto urbano, lleno de claras
y aparentes conexiones lógicas, tornar
prístina la lectura del objeto y espacio a
través del hallazgo de múltiples descu-
brimientos analógicos, de antagonismos
reconciliados, de aparentes opuestos
entendidos en su complementariedad y
sentir, como en la posesión mágica de la
realidad toda, en una suerte de metafísi-
co entendimiento, que arriba al meollo y
corazón de las cosas. Si bien, estos no
son estados permanentes de conexión
con la surrealidad del mundo, el arribo
ocasional a estos estados de realización,
de hallazgo, de climax, los llevaba a un
extremo grado de confianza.
La ciudad aparece con bastante antici-
pación, en relación con la semiología,
como un "sistema de signos", aunque
con la designación de "bosque de indi-
cios". Donde los surrealistas aplicaron la
teoría psicoanalítica de los sueños, a
sus marchas, el semiólogo aplicará con-
ceptos de significante-significado refe-
rente, para describir los objetos y espa-
cios de la ciudad.
Pero para el artista surrealista los sig-
nos no están sólo para ser interpretados
intelectualmente, sino para ser senti-
dos, debiendo atender su irracionalidad
a los deseos y emociones ocultas, para
arribar al claro entendimiento del signi-
ficado de una calle o de un edificio. Es
la capacidad para intuir semejanzas y
pensar metafóricamente, lo que hace
de la lectura surrealista de la realidad,
no sólo una operación decodificada,
sino un proceso creativo como el de
toda lectura, que para ser tal debe ser
creativa. La lectura analógica es la
clave de todo real descubrimiento.
Para el surrealismo no hay objetivi-
dad posible, dado que cada persona,
individual y subjetivamente, tiene su
parcela de realidad, y el conocimiento
de la experiencia humana colectiva,
vale decir, una auténtica objetividad,
sólo se lograría extrayendo las lectu-
ras individuales en una "profunda
subjetividad".
Difícilmente podemos hablar de una
arquitectura surrealista y de logros en el
plano de la urbanidad, pero en razón de
la actitud, si de la pasión desplegada por
esta corriente de las artes. -Me he
explayado en su concepción y sus técni-
cas. Tan relacionados con un operar, en
vistas a una presente y futura instru-
mentalidad decodificadora y un accionar
iluminado- con el mismo rango de las
aproximaciones antropológicas, filosófi-
cas, poéticas aquí valoradas.
158
159
Espacio y lugar
Para hablar del espacio, podemos hablar
del paralelo vacío, lleno; materia, espa-
cio; ser y no ser. Parménides rechaza la
posibilidad de hablar del no ser y del
vacío, reclama el ser y la materia com-
pacta o el espacio.
Forma, ideas, esencias, inmutables e incre-
adas son un ser para Platón, las cosas cre-
adas son otro ser, el habitáculo de las
cosas creadas, el espacio, es otro ser.
La teoría aristotélica de lugar no parecie-
ra una doctrina del espacio. El lugar y el
dónde coinciden, son un intervalo de
espacio. El escolasticismo distingue entre
"locus", "situs" y "spatium".
Para Tomás de Aquino, "locus" es "termi-
nus inmobilis continentis primum". "Situs"
es disposición de partes de un "locus".
Spatium define una extensión, la distan-
cia entre partes o puntos. La filosofía
moderna y las concepciones antiguas y
medievales se mezclan en nuestro tiem-
po, predominando en la arquitectura
moderna la noción de espacio, rescatan-
do Kant y los antropólogos estructuralis-
tas la noción de lugar.
La filosofía moderna se polariza en la
disciplina del carácter fenoménico y fan-
tasmal del espacio y los que tendieron a
enfatizar su idealidad.
Para Kant el espacio es intuición pura,
"condición de la posibilidad de los fenó-
menos", "es una representación necesa-
ria 'a priori', que sirve de fundamento a
todas las intuiciones externas"... "porque
es imposible concebir que no existe
espacio, aunque se lo puede pensar sin
contener objeto alguno". Para Kant los
caracteres del espacio son "a prioridad,
independencia de la experiencia, intuiti-
vidad e idealidad trascendental". Ya en
1770 presenta el espacio "no como algo
CAPITULO XI
FILOSOFIA, POESIA Y LO URBANO
objetivo y real, ni como substancia, acci-
dente o relación, sino como algo subjeti-
vo e ideal" como "un esquema que surge
por una ley constante deducida de la
naturaleza del espíritu para la coordina-
ción de todos los sentidos externos".
Hegel llegará, extremando la búsqueda
idealista, a ver "el espacio como una
fase, un momento enel desenvolvimien-
to dialéctico de la Idea, la pura exteriori-
dad de ésta".
La física contemporánea ha hecho con-
tribuciones importantes a la noción de
espacio relacionándola con la noción de
tiempo. Einstein en 1916 logra unificar
espacio tiempo, materia y gravitación.
Cierta filosofía paralela surge "con la
doctrina del espacio tiempo como matriz
de toda realidad". Pero espacio y tiempo
se hallan no obstante, en la misma crisis
que todas las ciencias.
Heidegger con un pensamiento pre-cien-
tífico planteó que la espacialidad de la
existencia debe entenderse partiendo de
la propia existencia. "El espacio está en
el mundo por cuanto es el ser-en el
mundo de la existencia el que ha dejado
franco espacio". Para él, lugar, sitio y
espacio son términos diferentes tal como
en Tomás de Aquino.
El puente implantado en el sitio definido
por un río y sus orillas, en desarrollo,
define un lugar. Espacio es la distancia,
mide la extensión.
Las posiciones extremas que se relevan
hoy son por un lado, aquélla que consi-
dera el espacio en relación con un sujeto
o una consciencia, la otra, que considera
el espacio en sí mismo como pura exte-
rioridad en la que se da la generación de
partes, extra partes o la que hace del
espacio algo recogido en sí, poseedor de
una interioridad.
Veamos ahora la noción de lugar. Hay
autores que señalan que no hay diferen-
cia entre el concepto de lugar y el de
espacio. Según otros, éstas son notorias.
Aristóteles dice en su teoría del lugar
cosas no aplicables al espacio, y a este
término lo trata en la doctrina de la
magnitud espacial; no se interesa por el
espacio sino por "la posición en el espa-
cio". En rigor Aristóteles considera el
término espacio a partir del lugar.
En su Física, el filósofo considera que,
lugar no sólo es algo más, sino un algo
que ejerce un efecto en los cuerpos que
están en él, en segundo término consi-
dera al lugar como algo que no es inde-
terminado. El lugar que es determinado
no lo está por cualquier objeto, sino para
clases de objetos. "Aunque el lugar fuera
propiedad de un cuerpo no es arrastrado
por él en un desplazamiento. O sea que
no es el cuerpo, pero no es ajeno a él. "El
lugar no es forma, ni materia, ni causa
eficiente, ni finalidad".
No es substrato, vale decir, que no es equi-
parable a la noción de receptáculo.
"El lugar se define como un modo de estar
en", "como el límite del cuerpo continente".
El lugar no ocupa lugar, "no hay un
160
161
Las rutas automovilísticas son como los RIOS
Los MUELLES forman los accesos de los edificios
Los CANALES desembocan en MUELLES sin salida
Los CANALES son las calles de tráfico moderado
De esos PUERTOS parte una red de CANALES que sirven al centro
Estos PUERTOS son los garajes municipales a varios niveles
Los RIOS tienen PUERTOS
Estos RIOS no deben atascarse
162
lugar del lugar", etc. Clasificando luga-
res podemos hablar de lugar común (el
universo entero), el lugar propio (el lími-
te del elemento vecino) y el lugar pri-
mero (el límite interno del elemento
atravesado por un elemento ajeno)". La
esfera celeste, lugar del universo no
ocupa lugar.
Los espacios que recorremos en una
ciudad están precisamente espaciados
por lugares. Somos además en tanto
hombres "transportando espacios" por
ello podemos transitarlos, pero mora-
mos en lugares.
Somos, dice Heidegger, en tanto habita-
mos y construimos, y este construir no
es sino com-poner lugares, pro-ducir
lugares, es el instalar lugares por medio
del tramar sus espacios, dejando habitar.
Pero el construir debe entenderse en el
doble sentido de producir cultura y edifi-
car -hacer edificios.
De allí que la ciudad, albergue de todos
los lugares y edificios, resultado del
construir, sea el producto cultural por
excelencia. Proclama Lefebvre en su
Derecho a la ciudad la necesidad de
recurrir a la filosofía y la poesía para
tornar inteligible el producto urbano, por
el carácter global de dichas actitudes del
hombre. Niega igualmente validez al
intento de entender lo urbano desde los
campos parcelarios del conocimiento,
como el planeamiento, el urbanismo, la
geografía urbana, la sociología, la psico-
logía social, etc.
Cuando decimos una lectura filosófica
surge con cierta evidencia la instrumen-
talidad globalizante y esencializadora de
la misma que tratamos de desarrollar en
estas páginas.
Para admitir lo propio con la poesía es
preciso definir cuál es su esencia. Parece
ser ineficaz, no teniendo implicancias en
un hacer comprometido con la realidad,
por generar un mundo transubjetivo,
imaginario, hecho de palabras. Pero la
palabra construye con ella creamos o
destruimos, pero por sobre todo, hace-
mos patente al ser, y como tal, la pala-
bra lo custodia.
La palabra puede ser ilusoria o esencial,
pero es a través del habla que somos,
pero el hablar es sólo fundamental en el
diálogo. Somos diálogo y somos históri-
cos. La poesía torna patente lo perma-
nente, lo sustantivo, que es furtivo, al
nombrar lo esencial lo torna existente.
"La poesía instaura al ser con la pala-
bra". Dice Höelderlin que "lo que perma-
nece lo nombran los poetas", pero no
sólo por establecerlo sino que dan la
razón de ser de nuestra existencia y esto
se encuentra en aquel otro verso de
Höelderlin "poéticamente habita el hom-
bre en el mundo". Pero este existir, este
habitar y ser poéticamente no es algo
circunstancial sino principio esencial,
razón de ser.
La ciudad en tanto producto cultural,
hacedor de hombres, deja habitar y el
habitar se hace en ese hablar poético.
La desacralización de la ciudad anti-
gua, nacimiento de la figurativa y real
La fundación de toda ciudad estaba pre-
cedida de ritos y medidas precautorias
especiales, con el propósito de no modi-
ficar el orden del mundo, que por otra
parte se deseaba intensificar en su
potencial generador, portando a través
de los tiempos la fuerza psíquica inma-
nente. La naturaleza guía los sueños de
ciudad de los hombres, nos dice Jung.
Las ciudades previas a Grecia eran
sagradas y consagradas. Al aparecer el
reino de la razón, el dominio de la filo-
sofía, de la geometría que hace justicia a
todos los puntos, al unirlos configurando
una figura, una suerte de libertad, la
ciudad se desacraliza y aparece con su
verdadera vocación de producto de hom-
bres, productora de hombres. El poder de
hecho de la naturaleza y de lo sobrena-
tural, emergentes de la cultura rural,
retrocede, cae y lo que caracterizaba a la
ciudad como tierra poblada de quiebres,
picos monstruos y apariciones favorables
a malditas, se transforma en tierra
homogénea, neutra, libre.
La aparición de una democracia urbana
recrea a la ciudad; el centro lo constitu-
ye el ágora donde todos pueden entrar,
lugar abierto, vacío, accesible, legible
como las leyes que son escritas y no ya
orales, normas de iniciados. El espacio
urbano es indiferenciado y su decisión
no se hace conforme a tribus y jerar-
quías, sino en función de pueblos de
montaña, llanura y ribereños. La apari-
ción de una igualdad política divide en
función de circunscripciones. Si bien
existen diferencias económicas y se tra-
ducen física y espacialmente, carecen de
carga emocional.
Las gentes circulan libremente y los edi-
ficios se abren expresando su carácter o
dicen lo que desean.
Esta desacralización urbana no elimina
la Acrópolis, lugar privilegiado al que se
sigue aproximando conforme a un ritual.
Mito y rito, en tanto coexistían, mutua-
mente se apoyaban. El creyente y el ini-
ciado viven la tradición, imitan y recrean
la gran acción a través de la procesión.
Los grandes trayectos como el del pere-
grinaje trágico de Edipo, el recorrido de
los astros, los viajes de los héroes son
trayectos prestigiosos. Ninguno de ellos
podrá ser recreado de manera incontes-
table en la ciudad. Estamos frente al
advenimiento de una nueva civilización,
la de la razón y la cultura urbana que
desacraliza al espacio. Pero de ella pue-
den derivarse una ciudad abstracta, ciu-
dad de la zonificación, clasificación y
alienación, o una ciudad figurativa,
morada del hombre, lugar de su realiza-ción individual y colectiva.
163
165
Estrategia de intervención. Córdoba.
Encontramos en Córdoba, ciudad cercana
al millón de habitantes en 1980, diversos
códigos urbanos y de edificación de gran
generalidad; con existencia de normas
cualitativas vagas, precisiones cuantita-
tivas y zonificatorias carentes de una
visión global y particularizada, formali-
zadora, en realidad volumétrica más
concreta; aparte de la carencia de una
apoyatura en las complejidades y con-
tradicciones socioeconómicas traducidas
en la espacialización, apropiación y dis-
frute urbano.
Aparecen normas cuyo carácter es el
que homogeneizan el territorio urbano a
través de índices de uso, factores de
ocupación iguales a siete veces la
superficie del lote, o nueve, cuando se
construye en régimen de torre (modelo
obviamente privilegiado), con excepción
de unos pocos barrios residenciales de
clase media alta. La ausencia casi total
de normas de preservación, complemen-
tada con incentivos, unida a la especu-
lación protegida en las normas explici-
tadas, ha permitido la pérdida de un
altísimo porcentaje del patrimonio cons-
truido, de valor, en los últimos 10 años;
sustituidos por el erizado contrapunto
de informes volumetrías, cuyo perímetro
y rostro mayoritario y dominante es el
de ciegas y mudas medianeras. Las nor-
mas de que hablamos carecen además
de la flexibilidad e ideas de las impli-
cancias negativas, formales y sociales
(por ejemplo, el mercado de la oferta y
la demanda de inversores, de unidades
locativas de 25 m2 para una familia, han
proliferado en barrios tradicionales en
renovación; y con envolventes a veces
sugestivas generan densificaciones y
condiciones infrahumanas de vida, edul-
CAPITULO XII
ESTRATEGIA DE INTERVENCIONES: 
CORDOBA / SANTIAGO / NEUQUEN
166
corando la especulación de inmobiliarias
y constructoras).
Afortunadamente, gracias al subdesarro-
llo relativo, normas y proyectos viales
exclusivamente funcionales como ideali-
zaciones del progreso, no han cumplido
como en áreas metropolitanas más
extensas y saturadas. Vale decir que es
dable aún construir un orden del movi-
miento, una arquitectura de la misma,
sobre el reciclaje, re-uso, re-asignación
de roles y funciones a la trama existente
sin destruir el pasado.
Más aún, se puede cualificar y privilegiar
ciertos trayectos estructurantes.
En julio de 1979 fui designado
Secretario de Obras Públicas por un
lapso previsto de 20 meses.
La brevedad del plazo y el convenci-
miento de que la suerte urbana depende
de intervenciones puntuales encuadradas
en una cosmovisió, signó el plan des-
arrollado en obras y normas.
Basado en el marco conceptual prece-
dente que pretende revalorar ciertas per-
cepciones y modalidades de intervención
que van de la valoración y acciones filo-
sóficas, poéticas, antropológicas, míticas,
oníricas, utópicas a las sociales, políticas
y económicas, definí ciertas pautas de
94. Estrategia de intervención. Ciudad de Córdoba
167
1. Area central
2. Estacionamiento periférico
3. Río Cañada. Ejes estructurales y nexos - sis-
tema verde
4. Area reutilizable con actividades cívicas,
administrativas y culturales
5. Plaza cívica estacionamiento Plaza Italia.
Puerta oeste del área central
6. Hospital de Urgencia
7. Extensión Parque Las Heras
8. Plaza España
9. Centro Cultural Pje. Revol.
10. Mercado San Vicente
11. Mercado General Paz
12. Mercado Alta Córdoba (centros polifuncio-
nales barriales, administrativos, culturales,
sociales, recreativos y comerciales)
95. Intervenciones puntuales
168
1. Puerta oeste
2. Paseo Sobremonte
3. Palacio de Justicia
4. Columnatas.
5. Arquitectura Siglo XIX
6. Arquitectura Colonial
7. Arco
8. Torre Colegio Moserrat
96. Ejes de significación en la ciudad de Córdoba
9. Puerta Sud
10. Puerta Norte
11. Iglesia San Roque
12. Plazoleta
13. Eje San Jerónimo - 27 de Abril
14. Plaza Italia
15. PLazoleta Ambrosio Funes
16. Iglesia San Francisco
acción, que luego continuarían vigentes
en la formulación de estrategias de inter-
vención en Santiago de Chile (capital de
tres millones de habitantes), San Martín
de los Andes en Neuquén (localidad turís-
tica de quince mil habitantes), en ciuda-
des nuevas como Protea en Sudáfrica con
treinta y seis mil habitantes.
La estrategia se puede definir como un
proyecto global de intervenciones signi-
ficativas, a escala de la ciudad y otras a
escala sectorial, llevando la problemática
de la construcción urbana a los justos
términos, específicamente proyectuales.
La falsa dicotomía, tan arraigada, entre
planeamiento urbano y obras públicas y
las por veces antinomia entre construc-
ción analítico-científico-futuróloga y la
pragmática y circunstanciada, debían
resolverse en un punto, haciendo ciudad
con un diseño urbano arquitectónico que
obedeciera a una visión global y que
asignara un equilibrio entre planes ope-
rativos infraestructurales y aquéllos
capaces de dotar de imagen existencial,
identidad y entidad arquitectónica y
urbana, a los lugares de la ciudad.
Intensificación urbana y reciclaje
1) Si se entiende a la ciudad como: el
producto cultural más excelso. Como la
asamblea de las instituciones. Como el
lugar de la historia, como proceso y pro-
blema, resultante de acciones sociales,
económicas, políticas corporeizadas
siempre en un orden (siendo incluso el
caos aparente expresión de ese orden) y
se rechaza la aplicación de un modelo
(ejemplar repetible) por utópico y regre-
sivo, se debe partir de una lectura de la
singularidad propia de cada ciudad.
2) Si leemos al centro como la catedral
urbana, el barrio primero y en conse-
cuencia, plaza y encuentro de todos los
barrios y a estos últimos como ciudada-
nos potenciales dentro de la ciudad,
estos deben ser celebrados.
3) Si creemos posible la recuperación
social del artefacto urbano en su totali-
dad como uno de los factores contra la
alienación, lo haremos a través de la
intensificación de los lugares urbanos.
4) Si concebimos como elemento irre-
ductible y estructurante de la imagen
existencial de la ciudad, calles, plazas,
monumentos y áreas que sumados a los
mercados, bares, etc. integran el rico
espectro de los lugares urbanos activos,
cargados de resonancia emocional, nos
manejaremos no con índices sino con
imágenes existenciales concretas.
5) Si suponemos la rehabilitación edili-
cia como cambio de uso, con miras a
rescatar, preservando, el valor de un
complejo, o intervenir en la estructura
física y simbólica para reforzar una vita-
lidad subyacente, trabajaremos de una
manera creativa que cumpla dos rituales
simultáneos: celebrar y alumbrar una
vieja y nueva realidad.
La tarea contemporánea más relevante,
169
170
en aquellas ciudades dotadas de un
pasado, cualquiera sea su valor o anti-
güedad, es la preservación del patrimo-
nio; teniendo en cuenta que el pasado es
la memoria colectiva de los pueblos y,
como decía Ortega, "el pasado no se ha
tomado el trabajo de pasar para ser
negado sino para integrarlo" a nuestro
presente y futuro. Preservar válidamente
es lo opuesto a la momificación, más
bien es la reencarnación.
Si el re-uso es una antigua práctica,
celebrada en las Termas de Dioclesiano
o en la arena de Lucca, rara vez se ha
teorizado sobre ella. No hay conciencia
extendida a la preservación, no sólo de
los monumentos sino a la totalidad del
haber cultural, como patrimonio irrem-
plazable, como recurso no renovable.
La especulación, la ausencia de instru-
mentos legales por parte de la autori-
dad y la falta de una pasión por este
97. Edificios verdes del tejido interconector
1. Vía común secundaria
2. Plaza - Nodo Barrial - Catedrales verdes
3. Vía penetración Boulevard. Gran Bazar
4. Parques
171
nuestro exiguo haber, de parte de la
comunidad profesional, convocan por
igual a una amnesia celebratoria de un
permanente presente, como a una nos-
tálgica versión ilusionista de un futuro
nunca realizado e irrealizable.
La dimensión política que todo re-uso ha
tenido, se pierde de vista y así como la
asamblea nacional transformó en 1871
el teatro en su salade reuniones, o la
Iglesia de Saint Genevieve en Panteón
para los héroes nacionales, creemos que
la adaptación de un viejo mercado en
salas comunitarias para la convocatoria
y servicio social, cultural, administrativo,
tiene como base la idea política de una
descentralización que recupere la identi-
dad de las patrias barriales, la represen-
tación y el poder del barrio en un pro-
grama de municipio estallado y vivifica-
do por la acción de las bases, una demo-
cratización real de la vida urbana por la
98. Sistema Nodos Barriales
1. Polo Central
2. Alta Córdoba
3. General Paz
4. San Vicente
5. Centro de Barrios
6. Dispensarios, Guarderías, etc.
172
participación a ese nivel en las decisio-
nes y en el uso de los recursos. El re-uso
habla de la no-especificidad funcional
de los espacios, la universalidad de todo
"orden" arquitectónico, contrariando los
preceptos reductivos del funcionalismo.
6) Si se entiende el rol del arquitecto
como el de un activista social y cultural
se puede definir como lo hice en 1979
para Córdoba, una serie de objetivos
generales siendo los más remarcables: a)
recuperar el patrimonio histórico monu-
mental del área central, intensificando el
centro histórico y reciclando contextual-
mente el área, a través de la peatonali-
zación articulativa, en un texto legible,
de la serie de objetos puntuales aislados.
b) Reciclar el área central transformada
en dominio del peatón, del encuentro, de
la comunicación, haciendo del ámbito
calle una sucesión de cuartos con propia
identidad que, con mecanismos de escri-
tura (fachadas rebatidas, sombras, plan-
tas desfasadas) permitan crear una ciu-
dad, que se lee a sí misma, en sus monu-
mentos celebrados en el pavimento.
c) Generar una serie de ámbitos de
encuentro y manifestación colectiva en
plazas que jalonan (Plaza de Armas y
Ambrosio Funes) u ofician de puertas
de ingreso al área central (Plaza
España e Italia).
d) Intensificar los barrios generando
polos a través de la restauración, recicla-
je y extensión contextualizada de edifi-
cios significativos para la comunidad, en
cada uno de ellos.
La convocatoria al reciclaje tiene la
dimensión de una operatoria de simple
cuidado de un estado de salud mental.
En consecuencia como programa de
acción emanada de las consideraciones
referidas, se hace imperativo relevar,
inventariar, preservar, resemantizar, reci-
clar y poner en valor los lugares memo-
rables de nuestras ciudades capaces de
corporeizar su identidad y atravesar los
tiempos dando continuidad a ambos tér-
minos, siempre históricamente cambia-
bles, de una posible ecología urbana a
los hombres o sociedad que habitan y al
artefacto urbano en el cual o a través
del cual aquéllos son, habitan y piensan.
Como dice Heidegger si "se es y somos
en el mundo en tanto habitamos, siendo
ésta nuestra esencia última, y habitamos
en tanto construimos vale decir culti-
vando (la cultura, como la tierra) o edifi-
cando", pienso que sólo seremos en ple-
nitud en la medida del habitar, permane-
cer, demorarnos en los lugares de fuerte
estructuración, recuperados como los 
173
99. Sistema Ferro-Urbanístico
Ferrocarril Belgrano - Estación
100. Eje virtual.
Obispo Mercadillo - Plaza San Martín
Teatro Real y Casa calle Entre Ríos
174
únicos estructuradores de nuestro psi-
quismo y, por lo tanto, llamados a pre-
servar si en una sociedad ha de haber
continuidad.
El tejido urbano, como fondo, enaltece o
anula la intensidad vivencial de los luga-
res, tanto, que un programa de puesta
en valor y enriquecimiento de los ele-
mentos estructurales de la imagen exis-
tencial, nodos y trayectos, no será sufi-
ciente sin que el tercer elemento, área,
reciba igual intervención, coherentizando
su texto, haciendo de su caos un cierto
orden. Pero sin perder de vista que ese
desorden no es sino un nuevo orden.
Habitamos, somos esencial y socialmente
en tanto construimos. Habitamos en
tanto permanecemos y hacemos esto en
tanto experimentamos el bienestar, esta-
mos en paz, liberados, esto es, permane-
cemos en paz y circundados. Proteger al
hombre para que éste sea, pasa por pro-
teger su memoria individual y colectiva,
sus invariantes, en el que el fondo puede
AGUA
1 a 5 - Barrios Argüello Norte, Guiñazú, R. de
Escalada, San José, Villa Urquiza, Ayacucho 
6 a 9 - Barrios Carola Lorenzini, Capital y los
Granados, Rosedal, Mariano Balcarce, Altos y
Resid. V. Sarsfield, Est. Flores, Sta. Isabel, y
Resid. San Carlos
10 a 16 - Barrios Acosta, San Fernando, Díaz,
Yofre, Empalme, San Rafael y Col. V. Sarsfield 
PAVIMENTACION
1 a 3 - Recorrido de ómnibus
4 - Barrio Escobar
5 a 7 - Recorrido de ómnibus
8 - Pavimento Barrios Alto Verde, Las Margaritas
y V. Cabrera
10 a 12 - Bocacalles varias
13 - 15 - 16 - Pavimento Duarte Quirós, Las pla-
yas y Bal. Caseros
14 - Apertura Av. Pueyrredón
175
variar, mientras que no afecte lo esencial
de la figura.
Objetivos. Los objetivos de la estrategia
urbana que formulara antes de hacerme
cargo, enmarcados en la filosofía urbana
e imagen de ciudad fueron:
a) Reforzar, recuperar, crear y ejecutar
nuevos espacios verdes asumiendo al río
y al arroyo de La Cañada como ejes
estructurantes de la ciudad y su paisaje.
El río, causa fundacional de la ciudad, ha
sufrido degradaciones sucesivas. Se lla-
maba Suquía, se lo degradó nominal-
mente designándolo Río Primero, luego
supo de la honra de ser el primer río
hormigonado del país (tal vez del
mundo), para luego finalmente ser cauce
de desechos industriales.
Entre una serie de medidas y, en primer
término surgió recuperar y completar el
Parque Las Heras, duplicando su exten-
sión con el tratamiento de ambas riberas
como Parque Central, cual modelo de
futuras acciones y nodo del eje longitudi-
ALUMBRADO
1 a 22 - Iluminación calles y avenidas de acce-
so al área central de la ciudad como así tam-
bién sectores adyacentes a éstas.
23 a 32 - Iluminación barrios San Martín, Alta
Córdoba Ayacucho, Alto Alberdi, Granja de
Funes, Patricios, M. de Sobremonte, Gran
Artigas, Olivos y V. Argentina
ARQUITECTURA
1 - Ampliación área peatonal
2 - Obrador Municipal
4 - Imprenta Municipal
5- Hospital de Urgencia
6 - Pasaje Revol.
7 - Refuncionalización de mercados
8 - Sistematización Río 1ro
9 - Puesta en valor área significativa
176
nal del río, eje paisajístico y recreativo, de
articulación barrial y social, hacedora de
la imagen de la ciudad y vínculo tensional
de los polos Parque del Este (a crear) y
Parque del Oeste (de carácter natural y
flora autóctona serrana) en ejecución. Por
el sur la generación de un parque en el
extremo del arroyo La Cañada a la que se
dotará de agua y azudes por el canal
maestro Sur. Un nodo central consistente
en tres ámbitos verdes significativos, uno
existente, el Paseo Sobremonte y dos
contiguos, Plaza Cívica y Plaza Homenaje
a las Aguas o Plaza Italia.
Por otra parte la recuperación y rehabili-
tación del degradado Parque Sarmiento
del 1900, periférico al área central arti-
culándolo con el río a través de la par-
quización de la Bajada Pucará, ex villa
de emergencia. Todo ello supone triplicar
entre 1979 y 1981 el área verde de la
ciudad y a largo plazo, sextuplicarla.
DESAGÜES
1 - Leandro Alem
2 - Camino a San Carlos
3 - Bajada Caseros
4 - Prolongación Bajada Caseros
5 a 8 - Av. Vélez Sarsfield
9 - Bo. Alto Alberdi
10 - Prolongación desagüe Bo. Suárez
11 - Bo. Pueyrredón
12 - Bo. Villa Belgrano
GAS
1 a 4 - Barrios Bv. Belgrano, Argüello, Poeta
Lugones, Escobar, Bajo Palermo, Las Rosas, M.
de Sobremonte, Los Paraísos y San Martín
5 a 9 - Gral. Bustos, Alem, Alta Córdoba, Alto
Alberdi, Santa Ana, Res. V. Sarsfield, Altos V.
Sarsfield, Iponá, Observatorio, P. Atlántida y Maipú
10 a 18 - Pueyrredón, Muller, Parque Chacabuco,
Alejandro Centeno, A. Córdoba, A. Verde, Paso de
los Andes, Observatorio, jardín Espinoza y Urca
Pero por sobre todo teniendo en cuenta
que el 25% del suelo urbano es espacio
público de calles, cuantitativamente este
tejido constituye el mayor recurso fores-
tal de la ciudad (como lo evidencia en
Argentina la ciudadoasis de Mendoza).
Por ello se dictó la ordenanza 7.000 que
obliga a forestar todas las veredas y pro-
hibe la poda.
b) Preservar, ordenar y poner en valor el
patrimonio histórico arquitectónico y
cultural de la ciudad, monumentos,
ámbitos, canales, distritos, etc.
A través del relevamiento, categorización
y fijación de acciones sobre el patrimo-
nio, encarado por el Instituto
Especializado de la Universidad Católica
de Córdoba, quien elaboró un catastro; y
una comisión interdisciplinaria (abogados
comunales, economistas de la Fundación
Mediterránea), que proyectó una orde-
nanza normativa que apuntaba a la via-
bilidad jurídica y económica para alentar
las acciones privadas (norma elaborada
en Obras Públicas no sancionada).
Simultáneamente se ejecutaron acciones
concretas de expropiación de la parte
posterior del Convento San Francisco,
transformado en Plazoleta Ambrosio
Funes y la casa del siglo XIX en Entre
Ríos Nro. 40, restaurándola y adaptándo-
la como Museo de la Ciudad (iniciativas
concretadas desde Obras Públicas).
c) Poner en valor sectores varios del cen-
tro histórico y monumental a través de
diversos expedientes, empedrando el
pasaje Santa Catalina, recuperando su
atmósfera del siglo XVII o el área frente a
la Catedral y Cabildo con la proyección
en mármol blanco de la fachada de
ambos monumentos, prolongando sus
imágenes, en otros planos y niveles de
lectura; peatonalizando con tratamientos
particularizados el eje simbólico Trejo-
Rivera Indarte, articulando en diálogo
coherente las piezas aisladas contextual-
mente de edificios del siglo XIX, con la
Legislatura, y la Universidad colonial en
los extremos de un trayecto de cuatro
cuadras, jalonado con diversos eventos
de plantas desfasadas, sombras arrojadas,
arcos, columnas, alamedas, etc.
Refuncionalizar el conjunto de viviendas
obreras de comienzos de siglo XX en
Pasaje Revol como Paseo de las Artes.
Materializar algunos de los límites de los
sucesivos recintos articulados peatonal-
mente, mediante puertas que celebren
dichos conjuntos o recintos.
Hacer puertas, materializar recintos no
significa literalmente ejecutarlas, sino
realmente hacerlas, acusarlas a través de
diversos medios.
Por ejemplo, eje San Jerónimo - 27 de
abril, tiene su puerta este, en el sistema
iglesia de San Roque y Plazoleta, ilumi-
nadas y restauradas; desde el oeste, el
Paseo Sobremonte. Palacio de Justicia y
Plaza Italia marca el otro ingreso-salida
confín de una ruta signada por monu-
mentos del siglo XVII al XIX entremez-
clados. El eje Rivera Indarte-Trejo tiene
177
las puertas efectivas de columnata y
arco, porque allí son claros el primer
recinto decimonónico y el segundo colo-
nial, además para significar y propagar
la lectura identificatoria de puertas; en
cambio, la meta sur de dicha ruta tiene
por puerta la torre del Colegio
Monserrat. La repetición de arcos y
columnas banalizaría la intención y la
alusión al sistema de recintos y puertas
que se desea señalar y remarcar. El eje
La Merced-San Francisco quedó materia-
lizado en sus puertas por la expropiación
y transformación en Plazuela Ambrosio
Funes, atrás de San Francisco, que con
su imponente cúpula, testero y plaza,
presiden la ruta o camino que rematará
al norte con otra cúpula. Aquí las puer-
tas son ámbitos o distritos-puertas, en
otras fachadas-puertas.
d) Cultura, ciudad, universidad.
Definición del centro como nodo princi-
pal del sistema cultural y no como nodo
único, a través de dos acciones simultá-
neas y aparentemente contrapuestas
pero que hacen a un modelo multipolar.
a) Generando un complejo cultural sobre
el eje de la Plaza San Martín, con un
centro de información turística dotado
de microcine y salón de exposiciones
detrás de la pieza colonial llamado
Obispo Mercadillo, poniendo en valor a
la misma; expropiando el ex cine teatro
Real, de valor significativo en la historia
de la ciudad (hasta ayer transformada en
Banco), restaurándolo como teatro de
prosa del que carece la ciudad.
Materialización de un campus universi-
tario, concibiendo Córdoba la docta y su
Universidad como un hecho legible y
asumido históricamente, dentro del
casco céntrico, a través de la peatonali-
zación del acceso a la sede primigenia,
de la más antigua Universidad del país,
cuya sombra presidirá este polo vital del
estudiantado.
e) Por otra parte, una constelación de
nodos culturales, sociales, administrati-
vos, periféricos creados sobre la base de
edificios significativos barriales con alta
capacidad de convocatoria, refuncionali-
zados como los ex mercados (que se
ilustran aparte) con actividades plurifun-
cionales de teatro, museo, galería,
biblioteca, centro vecinal, centro juvenil,
locales comerciales y sedes de un muni-
cipio descentralizado, que refuerzan la
identidad de las patrias barriales com-
plementadas con actividades universita-
rias descentralizadas, ya sea en residen-
cias próximas, como en barrio Clínicas u
otras como Hospital Córdoba.
Complementadas con el sistema de cen-
tros periféricos de salud y guarderías
municipales, que con los centros vecina-
les (alojados en dichos mercados) y cen-
tros juveniles, son tan necesarios para la
estructuración de la auténtica vida
barrial. Articulando la relación universi-
dad-ciudad, universidad-usuario y apro-
vechando el potencial sociocultural del
estudiante, como ingrediente dinamiza-
178
dor, en esta ciudad entendida como
sociedad de barrios (iniciativas todas
emergentes de Obras Públicas, excepto el
cine Real, compartida con la
Subsecretaría de Cultura).
f) Ampliar y jerarquizar el área peatonal
con la doble intencionalidad de extender
el predominio del usuario, y uso del área
central al rango de la gran plaza mayor
contemporánea; transformar al centro en
catedral de la ciudad y como tal, recinto
primero y dominio de todos los barrios,
en una idea de ciudad como asociación
de barrios. Todo ello reforzado y posibili-
tado con la creación de un sistema de
cocheras subterráneas, ejecutadas bajo
el sistema de concesión por el sector pri-
vado, o en cocheras elevadas. Tomando
como área prioritaria por su significación
histórica el casco fundacional actual-
mente delimitado por, el "cardus" y
"decumanus" de la ciudad, Avenida
General Paz y Colón, ejes norte-sur y
este-oeste estructurantes de la trama
vial central ambas al norte y oeste de
dicho casco y el Bulevar San Juan al sur
y Chacabuco-Maipú al este. Actuando
sobre vías significativas, por su carácter
simbólico, con actividades dominante-
mente culturales en primer término y
sobre comerciales y recreativas en
segunda instancia. Haciendo del sistema
de calles un instrumento morfológico de
identificación del centro, con tratamien-
tos diferenciados según su contexto,
cuadra por cuadra, según el entendi-
miento de un todo de cuartos asociados.
El sector comercial calificado por un tra-
tamiento unificador cual es una pérgola
cubierta de enredaderas, y permitiendo
el tránsito vehicular público a través del
casco con arterias vitales funcionalmen-
te. Para ello definí el sistema peatonal,
vehicular y el diseño del área antes de
encararlas en julio de 1979. Hay que
tener en cuenta, entonces, que el estudio
del área lo ejecuté a partir de propuestas
teóricas desde 1977 a 1979, con forma-
lizaciones correspondientes a ese período
de elaboración. Las obras se implemen-
taron en tres licitaciones a lo largo de
los 2 años de gestión.
g) Sistema ferrourbanístico. Se celebró
un convenio entre Municipio y FF.EE.
para levantar el ramal ferroviario del
norte Ferrocarril Belgrano y unificarlo
con el sur.
Solucionar o suturar la fractura urbana
generada por la implantación del ferro-
carril Belgrano, generador de Alta
Córdoba, barrio al norte del río; y barrios
circundantes ayer, cesura hoy. Al igual,
las playas de maniobras entre Barrio
General Paz y Pueyrredón, a través del
estudio encarado para licitar la obra de
la central unificada ferroviaria en el
Mitre, frente a la estación Terminal de
Omnibus y las playas de carga en las
afueras de la ciudad. Mantener el canal
espacial existente para suuso en un sis-
tema alternativo de transporte masivo.
Localización en las áreas liberadas de
179
180
actividades públicas, a escala urbana y
barrial, de acuerdo a sus manifiestas
vocaciones y capacidad receptivas de
actividades: cívicas, sociales, administra-
tivas, culturales, recreativas, pasivas o
activas, deportivas, parques, etc. que
tanta falta hacen en la ciudad y en los
sectores de referencia, rodeados de
barrios dormitorios, carentes de equipa-
miento y elementos estructurantes.
h) Realización de grandes obras puntua-
les que hagan a la estructuración fun-
cional, social y física simultáneamente
convirtiéndose en nodos urbanos que
con las vías y distritos definen la imagen
del espacio urbano visual y existencial.
Así el Hospital de Urgencias (desarrolla-
do más adelante) implantado con gran
accesibilidad, en un lugar óptimo, es
hacedor de un nodo o puerta al igual
que oficia como polo central de la aten-
ción médica municipal, pero diseñado
101. Perspectiva aérea peatonal. Ciudad de Córdoba
181
para un futuro rol en un sistema inte-
grado de salud.
Erradicación del Mercado de Abasto y
re-uso del área para Centro Cívico pro-
longando el eje de actividades admi-
nistrativas asentadas sobre La Cañada
y el Suquía.
i) Redactar un nuevo código de edifica-
ción que contemple condiciones de salu-
bridad y seguridad, etc. pero por sobre
todo la estructura física morfológica de
la ciudad (finalmente no sancionado).
j) El cubrimiento de las necesidades
infraestructurales sociales básicas (gas,
agua, pavimento y desagües, fue el
objetivo primero tanto en el número
de obras como en el monto de la
inversión realizada).
Teniendo en cuenta el déficit de nuestra
ciudad en estos aspectos (que es de un
50%) absorbiendo el 75% del presu-
puesto, la recuperación y celebración del
espacio urbano, su patrimonio edilicio y
creación de centros polifuncionales
barriales el 10%, y el Hospital de
Urgencias el 15%. Todo ello con un pre-
supuesto municipal de 50 dólares por
habitante, que comparados con el de
1.000 dólares por persona de igual perí-
odo en Capital Federal, da una idea bas-
tante aproximada de la distribución de
recursos e ingresos en el país.
La ciudad peatonal, como texto de una
ciudad que se lee a sí misma
El arte urbano practicado a través de la
poesía y la filosofía -únicas disciplinas
globales y legítimas para entender la
ciudad- y teniendo como objetivo la
recuperación del artefacto urbano, su
apropiación emocional y real por el
usuario, que lo rescate de la alienación,
tiene por propósito el logro de una
calidad ambiental que enmarque una
calidad existencial de vida de un hom-
bre libre, integrado, autónomo, resca-
tado del consumismo, capaz de ser,
existir, habitar, construir cultura: obje-
tos y su ser personal.
El recuperar lo urbano no puede hacerse
al margen del lugar que es la ciudad, ese
microuniverso de partes -unidades físi-
cas monumentales: manzanas y unidades
espaciales públicas, configurantes de la
estructura existencial; unidades institu-
cionales irreductibles: calles, plazas,
encrucijadas/esquinas-. El lugar es la
suma de los lugares que identifican y
relacionan al hombre con el todo, al
poder reconocerse en las patrias o terri-
torios personales de su experiencia coti-
diana. El lugar, que caracteriza y define
un sitio convocante heideggerianamente
del cielo, de la Tierra, de los divinos y
mortales adquiere un particular signifi-
cado en la ciudad, siendo los puntos en
que se verifica una interpretación del
cosmos y la realidad de la "pólis".
Una estrategia de intensificación de
lugares corresponde a este marco teóri-
co, tanto como a una reflexión de cómo
puede o debe hacerse una ciudad: por
partes, por puntos (nodos), ejes (rutas) y
áreas a lo largo del tiempo como toda
realidad histórica.
Los españoles introducen en América un
nuevo Dios, aespacial y atemporal. Un
Dios que está en todas partes y en nin-
guna, que no privilegia lugares sin la
celebración de sí mismo.
Los dioses anteriores, sol y luna, privile-
giaban el trayecto celeste y la Tierra
individualizando cada lugar. Monte
Alban lugar concreto, reconcilia, para el
"locus", cielo y Tierra, divinos y mortales,
el cuadrante. Los hombres de nuevos
dioses traen consigo normas antiguas y
sintéticas exhumadas de Hipodamos, fil-
trado en la romanidad. Un espacio
homogéneo se entroniza sin privilegiar
punto alguno, una grilla indiferente,
indiferenciada, se plantea como un
orden y soporte abstracto, un espacio
público que no celebra el encuentro sino
la posición de los objetos, vincula, mide,
controla y se sobrepone sobre cualquier
singularidad.
En ciudades cuyos enemigos están
dentro y no fuera, se multiplican los
182
actos de fe y no las murallas.
Al confín lo define lo construido, la noción
del dentro y el fuera no parece necesaria y
la muralla, con su ritual romano lleno de
valor simbólico y de puertas como puntos
memorables, no existen sino en la dimen-
sión de lo imaginario.
Pero en América, la cultura es fusión de
lo real y lo imaginario, de la fatalidad, de
las contradicciones y de los sueños de
quimeras, de felicidades y riquezas
logradas aquí y ahora.
La erección de puertas que definan
recintos, restos de murallas imaginarias
reafirman el dominio de los deseos y lo
imaginario sobre lo real. Convocan un
pasado de otras tierras, desde las que
vinimos y a las que no nos resignamos a
negar. Las puertas, hitos, quiebran la
infinitud vacua de nuestras perspectivas
y apuntan a transformar a la ciudad en
una sucesión de recintos aprehensibles.
Los reflejos en una peatonalización pun-
tuada por grandes monumentos, apun-
tan a la creación de un texto en la que
la ciudad se lea a sí misma en rebati-
mientos, sombras arrojadas y desfasa-
mientos de plantas, frente a los pocos
pero espléndidos monumentos del único
centro histórico de relevancia del país.
El plan de reestructuración del área cen-
tral, responde a una idea de la función
urbana fundada en bases teóricas, que
pretende restituir a la ciudad, alguna de
las cualidades esenciales de la vida
comunitaria desplegadas en las antiguas
instituciones de calles y plazas. Las pea-
tonalizaciones de áreas de la ciudad,
más o menos significativas, son simula-
cros de un proyecto cultural más ambi-
cioso, de un modelo de ciudad peatonal,
ciudad figurativa que abjura de las ciu-
dades funcionalistas de zonificaciones
exclusivas, de listas de actividades yux-
tapuestas asépticamente, de los vehícu-
los de motor como únicos medios de
transporte, reivindica en cambio las prio-
ridades del hombre, la habitabilidad del
producto construido, de la ciudad.
Considerando la escala de entornos y la
distancia recorrible por un peatón como
el único patrón físico y psíquico para
dimensionar las áreas, el principio de
peatonalización integral del área central
no es sino un paradigma del redimensio-
namiento barrial, entendiendo a la ciu-
dad como una asociación de barrios,
como una acción tendiente a materiali-
zar este principio, se reivindica la refun-
cionalización de mercados barriales en
desuso, cargados de potencialidad sim-
bólica y significativa, u otros edificios
memorables para que adscribiéndoles un
espectro multifuncional de actividades y
roles, culturales, cívicos y administrati-
vos, dimanen acciones que definan la
reestructuración de sus áreas próximas
como nodos en la patria barrial.
La calle es el primer estar de la ciudad,
ofrenda de los vecinos, cuyas fachadas
son su rostro y que tiene por techo el
cielo, dice Louis Kahn.
183
184
185
Efectivamente, es un edificio irreducti-
ble, esencial a la ciudad para peatones.
La plaza será la catedral de este tejido
edilicio de calles, y como tales, eventos,
piezas únicas, monumentos celebratorios
del encuentro. Las áreas peatonales sur-
gidas como propuestas para favorecer el
consumo han signado la intervención en
las áreas centrales durante toda la déca-
da del 70. Además se constituyen en
medida eficaz para rescatar la identifica-
ción de los ciudadanos con su urbe, tor-
nándola más abarcable, legible, habita-ble, y produciendo cambios auténticos de
conciencia y de relaciones sociales, en
otros términos, humanizando la ciudad.
Dado que este principio, que ha erradica-
do al vehículo del área central, ha entro-
nizado al peatón en su perdida dignidad
de partícipe y protagonista fundamental,
se debe extender al resto del tejido urba-
no llevándolo a los barrios y no sólo a
áreas comerciales, porque el auto es, por
mucho, más incompatible con el dormir,
con la recreación, o con el juego, que con
el comercio. Pero esto ya comporta una
verdadera redefinición vial en la organi-
zación de una auténtica arquitectura del
movimiento, que tendrá que partir de
reconocer que el tránsito no se puede
medir por la rapidez con que este valor
beneficia a una ínfima cantidad de per-
sonas. La peatonalización supone la mul-
tifuncionalidad, la coexistencia supone
cotidianeidad, opinión pública, fricciones,
que los shopping-centers excluyen, al ser
sólo zonas para comerciar y a veces
hasta para recrearse, pero no para habi-
tar; son monumentos del consumo, hijos
del urbanismo abstracto. La peatonaliza-
ción no es la búsqueda idílica de un
paraíso perdido, sino el hallazgo perfec-
tamente verificable en la búsqueda de la
calidad de vida, agradabilidad de la
misma, rechazando la ruina y decadencia
de la supertecnificación.
Las plazas, superficies vacantes, llenas
de coches, hoy aparecen al ser tratadas
como edificios peatonales, transforma-
das en centros de la vida comunitaria;
así como las calles recuperadas para el
peatón, aparecerán como lugares de
juego, de educación, de diálogo, de
debates, donde fiestas, mercancías, etc.
se incorporan al nuevo uso y posesión
sociales, sin distinción de edades, ingre-
sos económicos, viejos usuarios y peato-
nes nuevos o transitorios (turistas) gru-
pos o soledades.
Hay ingredientes fundamentales: los
asientos, ya sean en forma de bancos o
accidentes topográficos, tratados como
escalinatas, hacen a la celebración del
reposo, la espera, el diálogo y esto genera
sensaciones de agradabilidad, al saber
que se encontrará lugar en el ámbito,
102. Perspectiva peatonal. calle Rivera Indarte. Córdoba
186
atrae más gente, y sabemos que las per-
sonas atraen más personas. La forestación
propuesta al crear en peatonales una
techumbre climática, fresca en verano y
transparente en invierno, incrementa el
confort y el uso diferenciado de especies,
acentúa la calificación de cada canal o
sector del mismo. El agua usada episódi-
camente en una peatonal puede ser el
rasgo esencial de otras áreas; así tendre-
mos una plaza fuente que como Trevi en
Roma ocupa el 50% de la escena. Este es
el caso de las plazas España e Italia.
El material de la superficie contribuye al
ennoblecimiento del ámbito público así
exaltado. La forma de fuente, glorieta,
en Plaza Italia, coronando una orografía
urbana transformada en acequia-río y
estanque-lago, en la réplica y conme-
moración a la hidrografía de una tierra
que debe a su sistema uno de los facto-
res mayores de progreso. Finalmente
cuatro simétricos surtidores vinculados,
en la Plaza Cívica, que marcan la dis-
tancia entre la arena cívica central y las
ruinas alegóricas de la recova circun-
dante y periférica, hacen a la incorpora-
ción del agua como elemento dinámico
103. Arco Puerta ingreso recinto colonial
187
en el paisaje urbano. La peatonalización
si se hace siguiendo líneas claras de
deseo y no arbitrariamente implantadas,
se verá fortificada pronto y naturalmen-
te asimilada, como fenómeno remoto,
de larga data, reforzando la identifica-
ción de los usuarios.
En cuanto a la recuperación del patrimo-
nio histórico, de relativo alto costo, es
siempre reconocida como gesto generoso
por la comunidad que le hace honor con
su comportamiento de uso óptimo.
Está demostrado que sólo un 30% de los
que transitan el área peatonal lo hacen
para comprar solamente, un 30% lo hará
por callejear y un 40% por negocios, trá-
mites, citas, etc., que nada tiene que ver
con el comprar.
La peatonalización del área central no es
otra cosa que el reconocimiento en el
caso de Córdoba, de que dicha área pea-
tonalizada, es la extensión del carácter
de plaza mayor que la plaza central
tenía a fines de siglo XIX.
Se pueden reconocer tres tratamientos
especiales: 1) el área del centro históri-
co; 2) el área ya peatonalizada hace 10
años; y 3) las nuevas áreas peatonales,
104. Columnatas puertas ingreso recinto arquitectura siglo XIX
188
189
105. Tratamiento solado frente edificio de la Legislatura
106. Axonométrica Arco puente
en vías sin carácter estilístico definido,
con actividades comerciales dominantes.
La primera merece un tratamiento parti-
cularizado dentro de medidas generales
articulativas. Estas últimas son el uso
por una parte, de una especie arbórea de
fuerte personalidad como lo es el palo
borracho, que actualmente caracteriza la
plazoleta frente a la Compañía de Jesús,
el más antiguo monumento urbano, que
con su tronco erizado de espinas y curio-
sa forma abombada, unida a una copa
rosa o blanca que por largos meses del
año, actúa como techo; el uso del pavi-
mento pétreo que tuviera hasta hace
escasamente 30 años, recuperado en
forma inédita y celebrativa con la intro-
ducción de tratamientos marmóreos que
pongan en valor los edificios significati-
vos, con la calificación de puertas de
diverso diseño que aludan a una muralla
interior, que indique los umbrales de un
santuario íntimo preservado y un fuera
que es a su vez un dentro otro, vale
decir la configuración de un recinto den-
tro del recinto global del tejido urbano.
Todo este principio de peatonalización
viable es reforzado en su sentido por la
construcción de dársenas extensas,
murallas contra la decadencia del área
central y su destrucción, por el sistema
de playas subterráneas, que se construi-
rán bajo amplias avenidas en el sector
este del área y bajo calle frente a mer-
190
191
cados al norte y al sur de la misma. El
conjunto se completa con playas debajo
de plazas, contiguas al complejo admi-
nistrativo del municipio y palacio de jus-
ticia al oeste.
Peatonal
Plaza o sala desde Plazoleta Jerónimo
Luis de Cabrera hasta la Legislatura.
Un propileo o sombreada marquesina de
nueve palos borrachos, cuyas cazuelas
están diseñadas como asiento o poyos
pétreos, genera el portal cubierto de
una promenade que prolonga la plazo-
leta forestada detrás de la Catedral,
retomando la temática arbórea del eje
Trejo, palos borrachos de la Compañía,
antecedente aludido de una secuencia
de este recorrido norte-sur, un trata-
miento pétreo de lajas de granito negro
centrales y pizarra gris lateral es
enmarcado por la rítmica aparición de
fajas de mármol blanco. Un arco,
umbral del centro histórico, residuo de
una muralla virtual, se transforma en
puerta, lugar de información y mirador
del espectáculo de este estar y pasaje
urbano, al alojar puestos de turismo
bajo las escalinatas de acceso a su
parte superior. Un espejo de agua refle-
ja la Cúpula de las Catalinas celebrada
en su circularidad por la forma adopta-
da para el equipamiento constituido por
el portal y la arquería practicada en
correspondencia con la interior del con-
vento. Una fila de palos borrachos cie-
rra este ámbito, abriendo el segundo,
seco y celebrativo, frente a la
Legislatura y Ministerio de Economía.
Desde la Legislatura hasta calle 9 de
julio, las plantas desfasadas de los edifi-
cios significativos que flanquean este
tramo peatonal confieren al área carác-
ter de antesalas reales, figurativas, de la
legislatura provincial, reproduciendo en
planta de mármol blanco su recinto de
sesiones, absolutamente oculto en la
masa edilicia. Más adelante, el edificio
del Ministerio de Economía en estilo
neoclásico, ubicado haciendo cruz con el
anterior, ve igualmente representada su
planta, esta vez del pórtico y vestíbulo,
inmediatamente recorribles por un tran-
seúnte que pretenda ingresar al edificio.
Las columnas exentas del pórtico se
recrean en la forma de una suerte de
templo griego decapitado, conformado
por ocho columnas,cuyo orden marca
un nuevo umbral, una nueva puerta para
el ámbito anterior y posterior, caracteri-
zado por ser la peatonal transversal rea-
lizada en los años '70.
107. Axonométrica peatonal calle Obispo Trejo
192
108. Reflejo fachada Colegio Nacional de Monserrat en solado peatonal calle Obispo Trejo
193
Peatonal existente-rediseño
El tratamiento adjudicado a la misma -
que tiene una extensión de cinco cua-
dras y una forma cruciforme- es la de un
pergolado abovedado de arcos metálicos,
árboles instantáneos, troncos de esos
árboles sin tronco que se llaman enreda-
deras. Estos son de hojas caducas y flo-
raciones diversas que permiten el ingreso
del sol este-oeste durante el invierno y
lo protegen firmemente con un cielo
verde y florido durante el verano, enla-
zando el extendido sistema de galerías
cubiertas existente, que perforan en
todas direcciones los corazones de man-
zana. Este tratamiento se completa con
piso de lajas graníticas, de pizarra gris y
mármol blanco, que marca el ritmo
estructural y de posición a los canteros-
asientos. Se recrea así la idea de bazar.
Las nuevas peatonales
La idea de dotar de continuidad unifi-
cadora a las nuevas peatonales practi-
cadas, con envolventes eclécticos pero
con el rasgo comercial dominante,
lleva a la adopción de la ubicación
asimétrica y variada de cuadra en
109. Perspectiva calle 9 de julio
194
195
cuadra de la misma especie: jacaran-
dáes, calificarán una vía con su techo
azul, lapachos rosa, otra vía, lapacho
blanco, otra, etc.
Así, cada ruta, cada cisterna de cuartos o
cuadras, obtiene una calificación identifica-
dora, a la vez que un principio unificador.
Este expediente vegetacional se com-
plementa con idéntico piso, al descrip-
to para la peatonal existente rediseña-
da y con los asientos en torno y bajo
las copas de los árboles. Frente a la
universidad, su sombra en mármol pro-
tagoniza el nuevo campus del área
central, diciendo no a los modelos uni-
versitarios practicados en Córdoba,
como el fragmentado napoleónico o el
campus norteamericano.
Así como en la Plaza de Armas las
fachadas rebatidas acentúan los monu-
mentos revalorizados del cabildo, (primer
municipio) y de la catedral de los siglos
XVII y XVIII; así como las plantas desfa-
sadas frente a la legislatura, permiten
una presencia cotidiana en el pavimento
de nuestra escondida, (tantas veces
clausurada) e interna cámara de diputa-
dos, aquí el protagonista es la sombra
arrojada por la fachada de esta universi-
dad jesuítica, la segunda más antigua de
América, en el día más largo del año,
diciembre 21, a la hora precisa.
El diseño del sistema parte de la premisa
de hacer una intervención fuertemente
contextual, vale decir que deriva su len-
guaje y sus elementos configurantes del
entorno de la envolvente del canal y del
carácter otorgado al espacio calle por
dichos edificios. El tratamiento contextual
cultural y morfológicamente permite
intensificar los ámbitos y su poder evocati-
vo. Partiendo de la idea "beaux arts" de
que la arquitectura es una suerte de aso-
ciación de cuartos identificables, cada cua-
dra o unidad espacial del damero colonial
adquiere un tratamiento singular, salvo
cuando el canal necesita de fuertes ele-
mentos unificadores como en el cambiante
y fracturado entorno del área comercial
donde el bazar actúa de protagonista.
El acento inédito puesto en el trata-
miento del canal, corresponde a la
voluntad de materializarlo con autono-
mía, dado que nuestros espacios urbanos
en la Argentina están sujetos a profunda
modificación en el marco de un ausente
sistema normativo de preservación y una
anárquica renovación especulativa.
El sistema peatonal aparece así como
cobijo, estar, paseo, recinto, área sacra-
lizada y sacralizante, articulativa de
inconexas piezas históricas que como
en su origen aparecen estructuradas
ahora en un discurso coherente, y final-
mente, la peatonal como texto en el
que la ciudad se lee a sí misma.
110. Pérgolas peatonal calle 9 de julio
196
197
Plazas
Desde hace 10 años el movimiento pos-
tmoderno reivindica la arquitectura
como arte.
Si tenemos a la arquitectura como
medio de expresión de valores culturales,
sociales e individuales, pero sobre todo
como expresión poética pluridimensional
de múltiples significados y connotacio-
nes, entendemos la variabilidad del juicio
de las obras a lo largo de los tiempos.
Cada generación hace de la historia del
arte y de la arquitectura su propia valo-
ración e interpretación. Así la romanidad
clásica ha sido vista por el Renacimiento
de una manera, por el "beaux art" de
otra, por el neoclasicismo moderno de
otra y por el postmodernismo actual, de
la década 70-80, de otra.
La obra de la Plaza Cívica de Córdoba
enclavada entre elementos de fuerte sig-
nificación como La Cañada y el Palacio
de Justicia, se legitima a sí misma no
sólo por la interpretación clásica riguro-
sa que realiza, sino por la extensión a un
ámbito público externo de los principios
de ordenamiento, de composición y
hasta en las anécdotas formales del
palacio de justicia.
Trata de lograr así lo que Bernini se pro-
puso en San Pedro, con sus columnatas,
generar una réplica en vacío de la forma
cerrada de la cúpula de Buonarotti, lle-
gando a una relación biunívoca entre
plaza monumento, que enormemente
resistida en su época ha trascendido
como símbolo del "templum" y del ámbi-
to público, generando una dependencia
recíproca de incalculable valor.
Aquí con los mismos ideales y los mis-
mos principios: los de hacer del edificio
del Palacio Judicial la réplica en vacío, la
extensión a escala urbana del monu-
mento, a través del uso de los mismos
elementos: columnas en orden envolven-
te como en San Pedro, sin otro valor que
el simbólico, aquí definiendo el recinto
del pueblo, allí el de los fieles, pero
haciendo de la plaza un edificio.
El tímpano de ingreso al Palacio repro-
ducido sobre La Cañada da una fachada,
un rostro, una presencia a la institución,
dentro del paisaje urbano y sobre uno de
sus grandes ejes, La Cañada.
Los principios de composición, al repetir
las cuatro esquinas sobresalientes y las
cuatro puertas de acceso al Palacio, ubi-
cadas sobre ejes de simetría bilaterales
propios de los edificios clásicos, hacen
una reinterpretación que transforma la
obra en un hecho altamente contextual.
Se enriquece el conjunto por una serie
de colores adicionales ecológicos, por el
mantenimiento de la frondosa arboleda
existente a pesar de la playa de estacio-
111. Vista inicio pérgolas peatonal 9 de julio
112. Sistema peatonal ciudad de Córdoba
198
namiento subterránea y la recova poste-
rior, con oficinas y locales municipales
que enriquece la vitalidad urbana y cívi-
ca del conjunto y hace de apoyo a la
gradería para espectáculos al aire libre,
reuniones cívicas, etc. enfrente de las
instituciones tan significativas de la
municipalidad y los tribunales.
Todo el conjunto generado en esta área
se enriquece con la plaza monumento a
Italia, en que tres glorietas, recuerdan
las fuentes de Plaza Navona de Roma,
todas erigidas en colinas. Así éstas apa-
recen aquí montadas en colinas de pirca
de piedra celebrando el origen de las
aguas de los tres ríos más relevantes de
Italia, que desembocan en el
Mediterráneo y que atraviesan memora-
bles ciudades, el Po, el Tiber y el Arno.
Toda esta voluntad simbólica significati-
va, inédita en provincia, trata de inscribir
a ésta culturalmente en el marco de las
ciudades contemporáneas memorables,
jalonadas por hitos y relevantes conjun-
tos, pero nunca apartándose de una
atmósfera histórica local.
La Plaza de España con sus figuras de dos
cuadrados inscriptos uno dentro del otro
113. Axonométrica Plaza Cívica
199
y a su vez, dentro del círculo del nudo
vehicular, eleva un ámbito irrelevante a la
categoría de monumento, y a escala del
peatón, a recinto memorable escindido
del flujo exterior vehicular. La alusión a
las tramas geométricas que aquí conver-
gen, la colonial y la de diagonales del
siglo XIX a través de pilares esculpidos y
frisos que recuerdana España, otorgan al
lugar el carácter de monumento de nuevo
cuño. Los aires de la España cerrada hacia
afuera, abierta y acogedora por dentro,
están aquí capturados.
114. Vistas Plaza Cívica
200
115. Perspectiva aérea Plazoleta Ambrosio Funes
116. Vista frente Plazoleta Ambrosio Funes
201
117. Vista aérea Plazoleta Ambrosio Funes
202
118. Perspectiva aérea Plaza Italia
203
119. Vista fuente a través de columnata Plaza Italia
204
120. Vista puertas Plaza España
Plaza de Armas
Entre la Plaza San Martín, edificio verde
del siglo XIX, que ocupa un cuadrado
con un centro reverenciado en el monu-
mento a San Martín, en un modelo uni-
versalmente acatado a escala nacional,
por un lado, y la catedral y cabildo por la
otra, últimos testimonios de la Plaza
Mayor colonial, se extendía un espacio
ocupado por automóviles. Su transfor-
mación en Plaza de Armas comporta el
punto de partida de dos proyectos cultu-
rales, la peatonalización del área central
y la puesta en valor de los monumentos
históricos. La idea esencial está consti-
tuida por el adoquinado total del espacio
y su protagonización única y excluyente
por el sutil tratamiento de las fachadas
espejadas, o sombras en mármol, de los
monumentos, una representación nueva
de los edificios, los que adquieren así,
una nueva dimensión de lectura.
Una ppolítica ccultural uurbana
Refuncionalización dde mmercados yy
viviendas oobreras ccomo ccentros ppolifun-
cionales bbarriales
205
121. Vista aérea Plaza España
206
207122. Vista Catedral Plaza de Armas
123. Vista Cabildo Plaza de Armas
124. Fachada rebatida con sombra arrojada de Catedral - Plaza de Armas - Ciudad de Córdoba
208 125. Perspectiva aérea Plaza de Armas
126. Planta baja refuncionalización Mercado San Vicente 
127. Corte-fachada refuncionalización Mercado San Vicente
128. Corte por teatro, refuncionalización Mercado San Vicente
209
210
La rehabilitación edilicia supone cambio
de uso, con miras a rescatar, preservan-
do, el valor de un complejo, o intervenir
en la estructura física y simbólica para
reforzar una vitalidad subyacente, traba-
jando de una manera creativa que cum-
pla dos rituales simultáneos: celebrar y
alumbrar una vieja y nueva realidad.
La tarea contemporánea más relevante,
en aquellas ciudades dotadas de un
pasado, cualquiera sea su valor o anti-
güedad, es la preservación del patrimo-
nio, teniendo en cuenta que el pasado es
la memoria colectiva de los pueblos y
que en consecuencia no podemos perder
nada de él y por otra parte, como decía
Ortega, que el pasado no se ha tomado
el trabajo de pasar para ser negado sino
para integrarlo a nuestro presente y
futuro. Preservar válidamente es lo
opuesto a la momificación, más bien es
la reencarnación, la que por otra parte
siempre ha existido en la historia. Un
cambio de uso exitoso que tiene un valor
demostrativo evidente es el Panteón de
Roma o la sala del siglo XII contigua a
Westminster. Reencarnación es el anfite-
atro romano de Lucca y crecimiento
vital, completamiento en el tiempo por
cambio de demandas ideológicas es la
transformación del Templum de San
Pedro de Buonarotti en Belesia por
Maderna y del conjunto en asamblea
pública masiva, exterior y urbana por
Bernini en su plaza.
El nuevo rol cívico que se propone a los
mercados barriales ilustrados, es el de
recuperar el alto valor simbólico que
tenían en dichos distritos, convirtiéndo-
los en centros polifuncionales barriales
con actividades culturales, sociales,
administrativas y comerciales, como ver-
211129. Vista exterior posterior refuncionalización Mercado San Vicente
130. Vista biblioteca. Refuncionalización Mercado San Vicente 
daderos polos o nodos de irradiación,
corazones identificatorios de las patrias
barriales o distritos que los rodean, en
miras a una ciudad entendida como aso-
ciación de barrios, o como modelo de
estructura urbana multipolar. Este pro-
grama debe entenderse en el contexto
de un plan de expropiar los edificios más
significativos de cada "quartier" para
realizar una obra análoga.
Porqué el uso geométrico, del color y
de las formas
Las ideas formales dominantes derivan
de imágenes poético-pictóricas o pura-
mente poéticas, de Magritte, de
Leonardo, o propias.
En el caso del Mercado de Alta Córdoba
el fundamento de la idea esencial de
diseño es, aquel cuadro de Magritte con
un interior que se anunció entre las
hojas abiertas de una ventana, hojas ple-
nas de cielo interior oscuro e impenetra-
ble. Aquí el exterior insinúa ese interior-
exterior de cuerpos que aluden a una
geometría de Ledoux de círculos, cuadra-
dos y triángulos. Geometría reductiva
elemental, bajo la fronda de un árbol
que celebra el techo que Leonardo pin-
tara para los Sforza en Milán.
Tres cuadrados son explorados, descom-
puestos con sustracciones y adiciones,
con aventanamientos variables en forma
y posición, dando por resultado objetos
diversos que se asocian de variada
manera, en torno al tambor casi puro del
teatro como centro de la composición.
Una geometría elemental enfatizada por
el uso del color armónico e individuali-
zador de cada cuerpo bajo una copa de
árbol, sostenido por ramas metálicas de
cabriadas que no se leen como estructu-
ra arquitectónica sino arbórea, cual
ramas; y todo el conjunto rodeado del
cielo ilimitado, casi sin anécdotas de
nuestra pampa, que domina todos los
muros envolventes, cuando no aparece la
otra dimensión, la del afuera y lo distan-
te que es la ventana. Figuras regulares,
puras que dan lugar por sus posiciones
relativas entre sí y respecto a la caja
externa a espacios irregulares, tensos, de
una fuerte y libre configuración.
Lo mismo acontece en la República de
San Vicente, donde una sucesión de
pabellones yuxtapuestos y articulados de
características formales diversas, acorde
con las funciones, estructuran un paisaje
urbano interior-exterior que se lee por
sobre todo como un complejo exterior
dentro de la envolvente existente, res-
taurado en tres caras, que enfrentaban
al barrio. El edificio ubicado en el límite
entre lo urbano y lo rural, al momento
de su implantación, tenía la cuarta cara
indefinida. Actualmente exhibe la natura-
leza de los cuerpos que pueblan el interior.
La caja muraria está tratada internamente
como un follaje perimetral que define un
abra en el bosque, abra cubierta por un
cielo celeste, cordobés, de nubes que
212
213
131. Vista bar, refuncionalización Mercado San Vicente
132. Vista museo, refuncionalización Mercado San Vicente 
133. Perspectiva aérea, refuncionalización Mercado San Vicente
214
215
134. Perspectiva Mercado Alta Córdoba 
135. Interior refuncionalizacion Mercado
136. Interior refuncionalizacion Mercado
216
ignoran los vientos, recreando la atmósfe-
ra de un exterior en este dentro.
La plaza frente al Mercado San Vicente
recibe un sentido celebrativo del edificio,
donde el pavimento refleja la fachada
del mercado sobre el eje monumental
estructurante del barrio, con mármol
blanco sobre lajas de pizarra negra, alu-
diendo al tratamiento de la Plaza de
Armas, o Plaza Mayor frente al Cabildo y
Catedral que pretende equiparar en
jerarquía ambos ámbitos, porque lo que
es aquélla a la ciudad es ésta al barrio.
En Alta Córdoba y San Vicente, los
comercios, sede del centro vecinal, cen-
tro juvenil, las áreas administrativas, el
bar restaurante unido a la biblioteca y
microcine o auditorio, transforman al
conjunto en un todo de fuerte atracción,
generador de acciones comunitarias e
interacciones sociales.
El mercado del Pueblo General pero de
un valor arquitectónico, histórico, artís-
tico y técnico muy elevado. Se trata de
un pabellón rectangular central cons-
truido con una estructura y envolvente
metálica y de vidrio con un tratamiento
decorativo de gran riqueza, rodeado en
sus cuatro esquinas por pabellones de
servicio con mampostería que enmarcan
y valorizan con su contraste el cuerpo
central. Aquí surge una acción clara de
puesta en valor del edificio existente,
restaurándolo y sin introducir elemen-
tos que afecten la lecturadel hermoso
espacio interior.
A este recinto restaurado se le adjudican
funciones multifuncionales: sala de con-
ferencias, representaciones teatrales,
cine, salón de exposiciones, sala de fies-
tas, de reuniones vecinales, etc., para un
quehacer cultural y social barrial e inclu-
so como el de San Vicente y el de Alta
Córdoba a escala ciudad.
En su implantación en el sitio, el edificio
existente deja una faja de 10 metros en
ambos costados posteriores, con relación
a las medianeras, lo que sugirió un edifi-
217
137. Corte fachada Mercado Alta Córdoba 
138. Vista exterior nocturna Mercado Alta Córdoba
139. La lunette d´approche. Magritte
218
219
140. Axonométrica refuncionalización Mercado General Paz 
141. Vista puerta viejo Mercado General Paz restaurado
142. Vista diálogo viejo y nuevo edificio Mercado General Paz
220
143-1144. Reflejos y transparencias Mercado General Paz 
221
cio laminar en el que abrazara al salón
principal, y que entrara en una particular
relación con éste. Así la fachada del
nuevo edificio se resuelve con cristales
espejantes que reflejan el rostro oculto y
posterior del mercado histórico. Así, se
puede decir que la fachada del nuevo
edificio, es la del viejo. Su identidad,
dentro de la mimesis celebrativa, se
logra por la forma libre y autónoma del
rostro del nuevo complejo. Internamente
aloja centro vecinal, restaurante, bar,
centro administrativo, biblioteca.
La forma curva del edificio nuevo de
General Paz, en contrapunto armónico
con el pabellón ortogonal, importado de
Inglaterra a fines del siglo XIX, celebra el
intersticio espacial entre lo celebrado y
las nuevas actividades; y la curva des-
compone en múltiples reflexiones el edi-
ficio histórico sin repetir su estructura
transparente ortogonal, pero parafrase-
ando su ingreso o espacio intermediador
exterior-interior de la marquesina.
Pretende homenajear el barroco conve-
xo-cóncavo borrominiano.
145. Perspectiva aérea Mercado General Paz
En el Mercado de Alta Córdoba la bús-
queda formal análoga a la de San
Vicente corresponde como en aquél, a
reconstituir el paisaje suburbano, espon-
táneo, de figuras simples de los orígenes
de los barrios del siglo XIX, en que se
asientan y en los que la grilla en damero
vino a imponer un orden abstracto y
general, al existente encanto del caso
inicial; y de ese acto habla también la
grilla que mide, escande y actúa de pen-
tagrama de la floresta, que rodea el
juego libre de los volúmenes interpene-
trados por el espacio propio y ajeno a
través de las transparencias de muros y
techos. Estas últimas retoman las geo-
metrías, temáticas y lenguajes formales
anteriores de 1972, usadas en una serie
de sucursales bancarias tratadas como
jardines de invierno, "green houses", pro-
tegidas en los bancos por grillas de som-
bras y aquí por los techos preexistentes.
Centro Cultural Paseo de las Artes
Un antiguo sector de la ciudad, formado
por viejas casas que se construyeron a
principios del siglo XX, formando un
barrio de viviendas económicas popula-
res, ha sido transformado en centro cul-
tural de la Municipalidad de Córdoba. Las
construcciones se levantaron a comien-
zos de siglo en el denominado Pueblo
Nuevo, en un barrio obrero, junto a La
Cañada y lo que fue luego el Pasaje
Revol, por la municipalidad y con destino
a gente de pocos recursos. Con el tiempo
el lugar se convirtió en pequeños con-
ventillos repartidos en 36 viviendas. El
plan original consistió en unas 72 casas
en dos semimanzanas. Una de ellas ya
había sido enajenada a particulares a lo
largo de 20 años, manteniendo algunas
pocas su carácter original, y las más,
modificaciones sustanciales que van
desde la transformación de sus fachadas
a la construcción de una segunda planta.
La municipalidad intervino en los años 40
con la construcción de un edificio nuevo
escolar, sobre la demolición de 8 casas.
En los últimos años, debido al estado de
las construcciones, se dispuso su demoli-
ción. Cuando la misma había comenzado
y con la decisión implementada en un
60, y recién incorporado a la municipali-
dad, resolví salvar gran parte de las
casas y reconstruirlas de acuerdo a su
primitiva estructura, a los fines de darle
una utilidad comunitaria que a la vez,
posibilitara salvar un valioso aspecto de
la Córdoba de antaño.
Con ese sentido se resolvió convertir al
sector que comprende una manzana ubi-
cada entre las calles Belgrano, La
Cañada y Pasaje Revol, en un centro de
actividades culturales. El programa men-
cionado comprendió, a la par de las
reconstrucciones mencionadas, un con-
junto de plazas secas que se realizaron
manteniendo la rica y añosa vegetación
existente, peatonales radiales, un patio
interior (a modo de galería) para las ins-
222
223
tituciones musicales municipales, una
sala para conferencias y conciertos, un
bar, sede de asociaciones artísticas,
musicales, etc., una fuente y otras obras
ornamentales. Se erigen en el perímetro
falsas fachadas que sirven para recom-
poner la imagen de la manzana.
Las casas reparadas se destinan a sedes
de asociaciones artísticas sin fines de
lucro y escuelas de arte y artesanías
municipales, provinciales y nacionales
representadas allí, mayoritariamente, por
los estudiantes de mejores promedios de
las distintas instituciones de Córdoba,
que tienen en este lugar su atelier gra-
tuitamente por un año, hasta su instala-
ción por cuenta propia. Con la contra-
prestación de tornar sus estudios accesi-
bles una vez por semana y exhibir en las
plazas del conjunto otra vez por semana.
146. Perspectiva aérea centro cultural Paseo de las Artes - Pasaje Revol 
224
147. Planta original viviendas obreras. Antiguo pasaje Revol. Planta pasaje Revol luego de intervención
148. Vista bar - Paseo de las Artes - Pasaje Revol
149. Vista fachada interna y falsa fachada
150. Vista peatonal interior Paseo de las Artes - Pasaje Revol
151. Modificación estilo y restauración patio interior escuela - Paseo de las Artes - Pasaje Revol
225
La obra comporta una cuádruple reflexión.
Primero sobre la política de salud, sobre
la tipología hospitalaria, sobre el rol de
lo funcional y lo simbólico en un orga-
nismo arquitectónico y la relación con el
contexto urbano en cuarto término.
Vale decir el contexto ideológico, la con-
ceptualización institucional, la expresión
arquitectónica y el contexto urbano.
Respecto del primero, cabe señalar que
las nueve categorías de establecimientos
asistenciales establecidas por la
Secretaría de Salud Pública de la Nación,
son excesivamente complejas y sutiles
para ser compatibilizadas con la realidad
relevada en la ciudad de Córdoba. De
ello surgió un modelo que elaboramos en
la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Nacional de Córdoba, en
1973, que simplificaba y reducía a 3
nodos; centrales, intermedios y periféri-
cos los anteriores. Es la propuesta de un
modelo de red integrativa de los siste-
mas públicos, privados y mixtos.
El Hospital de Urgencias basado en ese
marco teórico y en una idea global de
especialización, se desarrolla como un
nodo central, con eje en esta especifici-
dad, pero con total adaptabilidad al rol
de un nodo central y a una idea de utili-
zación de todos estos polos para una
función de emergencia.
Vale decir, flexibilidad y adaptabilidad
a una cobertura otra del problema
salud que privilegie la prevención, la
complementación que elimina los cos-
tos económico-sociales de la redun-
dancia y adaptabilidad institucional a
la evolución político-social como a la
técnica. La tipología de hospitales y
cárceles sigue un remarcable paralelo,
cura del cuerpo y cura del alma son
analogías de gran sugestión.
El sistema pabellonar, los centros de
HOSPITAL DE URGENCIAS - CORDOBA 22/XII/79 - VII/81
irradiación, el control panóptico se ins-
criben en las mismas búsquedas.
El diseño de hospital de Antoine
Desgodets de fines del XVII resume en su
planta los campos de investigación de
ambos a lo largo de 2 siglos.
La eficiencia, el control de situaciones de
la vida de los seres y de lo edificado
están en la basede los desvelos.
La tipología de Wren en 1702 con un
edificio plaza presidida por dos extremos
de monumentalidad, el de ingreso y el de
servicio; o el de Gauthiu de 1839 para el
hospital parisino de Lariboisiere, parecie-
ra haber estado más en la base del cen-
tro cívico sudafricano de Krugersdorf (en
construcción) edificio plaza, como los
Ufizzi son edificio calle, más que en este
hospital. Pero un fragmento del de Wren
sugiere la doble alimentación de los
pabellones desde la recova pública y de
un fondo de servicios. La espera como
calle, al lado de una calle, protegida por
una recova pergolada, se abre a plazas
internas descriptas por los pabellones.
Tanto aquí, como allí en Krugersdorf o
en Paseo Azul, es la instrumentalidad de
los lugares urbanos irreductibles: de
calle y plaza los que definen la tipología.
Al nivel de lo funcional y lo simbólico,
las áreas servidas aparecen enmarcadas
y ceñidas por los servicios que se exaltan
y liberan expresivamente, en tanto circu-
laciones de elementos, alimentos y per-
sonas pero de manera casi neutra en los
tendidos infraestructurales. Estos no son
como en Salk entrepisos técnicos, con
incidencias de 30 a 50% de la superficie
y volumen construido, porque no es un
centro de investigación como aquél y
porque el entrepiso técnico o pleno en
un país subdesarrollado, como Córdoba y
por cierto Argentina, se llama cielorraso.
Los conductos verticales no tienen más
significación dimensional y expresiva
que el de meros tabiques sanitarios, ins-
peccionables, encolumnados y nunca el
de tensas y ricas columnas como
Richards de Kahn. Finalmente la flexibili-
dad se resuelve en módulos estructura-
les, funcionales que permiten tabica-
mientos que homologuen espacios de
trabajo permitiendo más que el cambio
de ellos, el de los carteles en la puerta,
usando un submódulo básico de 0,90 m
cuyos múltiples inscriptos en el estructu-
ral de 7,20 (ya universal número de oro),
compatibiliza todos los ámbitos funcio-
nales del hospital y permite los cambios
que paneles recuperables posibilitan.
Cuatro edificios singularizados en sus
roles: uno porticado, monumental, hacia
la calle, cuya actuación se ejercerá no
sólo sobre ella, sino sobre la costanera
del río cuando se demuela, según lo
acordado con la provincia el actual cuar-
tel de caballería provincial ubicado a su
frente, dando lugar a los estacionamien-
tos que necesita el hospital. Un edificio
de hormigón que alberga una serie de
elementos que quieren liberarse, con su
propia y libre identidad formal, como el
226
227
152. Axonométrica Hospital de Urgencias - Córdoba
228
153. Vista exterior Hospital de Urgencias
154. Calle pública abovedada. Hospital de Urgencias
229
155. Corte Hospital de Urgencias
156. Vista exterior puerta ingreso lateral - Hospital de Urgencias
157. Rampa y núcleo de servicio - Hospital de Urgencias
bar, la capilla, el auditorio, es acogida y
enmarcada.
Un segundo edificio yuxtapuesto, estar
abovedado y amarillo pero auténtico estar
calle se nutre de la calle y el corazón de
patios-plazas que describen el organismo
fabril del edificio de producción médica,
recorrido perimetralmente por el público y
centralmente por los técnicos.
Finalmente el edificio de los servicios
exhibe su naturaleza y componentes de
manera descriptiva.
Cada edificio, con su propia tecnología y
expresión acorde a su función, uso y sig-
nificación se articula en el discurso que
lo pone en relación con el contexto
urbano que celebra, reconociendo el
carácter de puerta de su buscada
implantación, el de manzana en un
entorno hecho por esa tipología y no por
bloques, que es horizontal por funciona-
lidad y por adecuación al entorno.
Esta, como otras obras se inscribe en el
contexto de una ciudad con un presu-
puesto de obras públicas de 50 dólares
"per cápita", contra 1.000 de la Capital
Federal en igual período. En una gestión
que destinó 75% de su inversión a obras
de infraestructura básica, ejecutando en
20 meses el equivalente a lo realizado en
el último decenio, que destinó 15% a
esta obra la más costosa pero la más
postergada, soñada desde hace 45 años,
pero proyectada y ejecutada en 18
meses, definiendo así la concepción de
las prioridades urbanas, sociales, asisten-
ciales, completadas con la política de
descentralización cultural y administrati-
va comunal, recuperando e intensifican-
do la identidad de las patrias barriales
para terminar en la puesta en valor y
recuperación del área central, catedral
de la ciudad, centro de todos los
barrios, auténtica extensión popular de
la plaza mayor.
230
231
Recuperación Río Primero
El río Suquía, causa fundacional de la
ciudad, ha sido degradado a lo largo del
desarrollo urbano, primero nominalmen-
te a través de su rebautismo como Río Iº
y últimamente en su transformación
como canal o acequia de desagüe plu-
vial, encauce de crecidas del río y las
rnás de las veces, desagüe de desechos
industriales.
Se procura la recuperación y valoración
del mismo como factor estructurante del
paisaje urbano a través de su restaura-
ción al estado natural, con azudes de
contención que generen espejos de agua
y parquización de las riberas en un
entendimiento de las mismas, como
áreas recreativas de articulación de la
vida social, de los barrios contiguos y
como conectador del parque del oeste,
en vías de ejecución y el del este, pro-
gramado y en estudio.
El área a ejecutarse en primer término es
la del histórico Parque Las Heras cuyas
dos riberas son tratadas con excedras y
paseos o promenades peatonales altas y
bajas. Un sistema de puente peatonal
con equipamiento de sala de usos múlti-
ples comunal en primer piso, completa el
tratamiento y articula en una unidad
funcional ambas riberas.
El tratamiento parquizado ilustrado, adi-
158. Perspectiva aérea sector Parque Las Heras - Recuperación Río Primero
232
ciona 6 hectáreas de verde intensamente
forestado, incorporado al área central de
Córdoba, duplica asimismo, la superficie
verde actual de plazas en el macrocentro.
El eje verde del río y el parque del oeste
licitado y en ejecución, cuadruplican el
área recreativa natural, los pulmones
oxigenantes de Córdoba y comportan la
primera iniciativa concretada desde
comienzos de siglo XX, desde los actua-
les parque Sarmiento y Las Heras, en el
ejido municipal, y la primera ejecutada
por el Municipio, ya que el Parque
Sarmiento es provincial, en vías de
transferencia.
Intervención Santiago de Chile
La estrategia de intervención planteada
para Santiago de Chile, por contrato del
Alcalde al equipo integrado por Larraín -
Murtinho - Munizaga - Feretti y Roca lo
fue para el sector de Santiago Poniente,
barrio de gran riqueza patrimonial con-
solidado alrededor del año 1915 y para
el área central de Santiago. La estrategia
fue elaborada a partir de contemplar un
expediente urbano y una metodología
planificatoria integrada a las acciones
puntuales, incrementales, enmarcadas en
la lectura multidimensional emergente
de estos textos previos.
Se registra parte del expediente, la
estrategia final y las acciones puntuales
en las que el autor tuvo exclusiva inje-
rencia, fuera del marco del equipo.
159. Circulación perimetral y exedras - Recuperación Río Primero
233
Chile - Mercado - Plaza Pratt -
Estación Mapocho
El mercado de Santiago emplazado junto
al Mapocho es el epicentro popular del
área central, con su ubicación de privile-
gio a dos cuadras de la Plaza de Armas,
en la parte posterior del municipio y
sobre su mismo eje virtual. La estación
Mapocho ubicada paralela al río, define
con el mercado un área de riqueza y
vitalidad social, comercial, existencial y
hasta poética.
Ambas actúan de puertas de ingreso
desde el norte al área central, desde ese
norte de la chimba de las clases popula-
res con mercados de hortalizas, etc. El
viejo mercado, de fines de siglo XIX, apa-
rece con su formidable estructura de
hierro fundido profusamente ornamenta-
do, albergando simples puestos de pes-
cados y artesanías que en su constante
crecimiento han superado su capacidad,
para extenderseen una suerte de costra
edilicia de no más de 30 años, que quin-
tuplicando la capacidad inicial lo ha dis-
torsionado, encerrado y sobresaturado,
haciendo difícilmente apreciable su valor
arquitectónico patrimonial.
La estrategia contempla:
1) mantener la actividad de mercado
de peces y su usuario por la memoria
colectiva y la presencia del pueblo en
el área central;
2) recuperar la valiosa estructura y res-
taurándola ponerla en valor, exaltarla
como centro convocante, desembarazán-
dola del protagonismo de la confusión
de pequeños locales, exaltando la perife-
ria, con locales gastronómicos y artesa-
nales y el área central como plaza de
reunión y centro comunitario cubierto.
3) Demoler los agregados y reconstruir-
los con una arquitectura metálica liviana
en forma de peine o paquetes de locales
afines, articulados internamente por una
galería o recova vidriada en forma de U,
que abrace y celebre el viejo edificio dis-
tanciando lo nuevo de lo viejo, con un
intersticio verde continuo de 6 metros,
que marca la diferencia y evidencia su
correlación.
El edificio perimetral en forma de U
recepta el monumento y abre el conjunto
hacia el río, tensionándolo con el resto
del área de mercado en la ribera opuesta.
Locales comerciales especiales se alojan
en seis torres, parafraseando la fachada
de San Francisco y las temáticas de las
iglesias de Chiloé, enmarcando las esqui-
nas como las grandes puertas al conjun-
to. De los doscientos locales actuales,
cien permanecen y los restantes se re-
alojan en un edificio puente con sus
puertas análogas y estructura afín, que
articule ambas riberas a la vez que ter-
mine de definir la plaza antes señalada
frente al Mercado y a la estación
Mapocho. Dicho edificio tiene un espacio
central galería que enfatiza el eje del río,
así como su visualización integral.
La Plaza Pratt adquiere el carácter de un
234
ESTRATEGIA DDE IINTERVENCION
Proyectos ppuntuales
1 Plaza Mercado
2 Peatonal Puente
3 Reciclaje Mercado Central
4 Remodelación Vega Central
5 Reciclaje Estación Mapocho
6 Reciclaje Cárcel
7 Extensión Parque Forestal
8 Puente Mercado
9 Rediseño Alameda
10 Forestación Autopista N-S
11 Estacionamiento
12 Comercios
13 Rediseño Puentes Comerciales
14 Rediseño Plaza Brasil
15 Rediseño calle Brasil
16 Ampliación Avda. Portales
17 Rediseño calle Cumming
18 Parque Quinta Normal
19 Desinficación Sector Cite y Pasajes
20 Terminal de Buses
21 Traslado Estación Mapocho
22 Estación Línea dos, metro
23 Parque Recreación Popular
24 Libertad - Reyes, Dos Ejes Norte - Sur
235
160. Estrategia de intervención - Santiago de Chile
Acción Municipal Directa
Acción Concretada
Acción Privada Incentivada
Vialidad
ESTUDIOS
Zonas de Preservación
Equipamiento Nivel Metropolitano
Vivienda alta y media densidad
Construcción de viviendas
Reglamentación ambos lados N-S
236
237
161. Perspectiva de conjunto Mercado - Plaza Pratt Estación Mapocho - Santieago de Chile
238
239
162. Axonométrica desde abajo - Mercado Central - Santiago de Chile
163. Fachada principal - Mercado Central - Santiago de Chile
164. Axonométrica - Mercado Central - Santiago de Chile
240
parque, remate del que se desarrolla
desde fines de siglo XIX como Parque
Forestal, cuya prolongación hasta la
autopista Norte/Sur se propone. Dicha
prolongación en las actuales vías del
ferrocarril, incorporará al edificio al igual
que, aguas arriba, se hace con el Palacio
de Bellas Artes.
Este espacio, frente a los protagonistas
urbanos de mayor significación del
entorno, toma de ellos sus leyes de confi-
guración. Frente al Mercado se erige una
réplica sustantiva reducida a los elemen-
tos y principios compositivos de aquélla.
Una serie de versiones otras, en verde, en
mampostería, en agua comprometen y
califican el espacio hacia la Estación.
Edificios apergolados de bóvedas
metálicas múltiples, generan los tron-
cos de esos árboles llamados enreda-
deras, que describen un recinto hacia
la Estación Ferroviaria.
Un jardín, en damero verde, miniaturiza
Santiago, en el otro extremo, planteándo-
se como microcosmos de la metrópolis,
como síntesis del borde natural y el fenó-
meno físico urbano. El conjunto se propo-
ne como remate de la peatonal Ahumada
y Puente cuyo diseño se propone.
La estación ferroviaria dotada de una
estructura metálica de grandes luces y
de incuestionable valor, se completa con
un cuerpo de ingreso en noble estilo
renacimiento y dos cuerpos laterales de
oficinas hoy abandonados.
El planteo de remover la estación (unifi-
241
cada con la central), comporta un des-
afío a la imaginación para generar un
ámbito de valor simbólico equivalente y
de un nuevo onirismo; esta vez no la del
viaje a lo inmediato, sino el de la com-
plicidad con lo remoto: se propone alo-
jar aquí al célebre FISA (Feria
Internacional de Santiago). Parte del
parque se ocupa con pabellones transi-
torios y el espacio central con anfiteatro
de convenciones y salones permanentes
de exposición, que se leen inconográfi-
camente como el último tren y sus
vagones hablando de un viaje en perma-
nente arribo o en permanente partida.
Las plantas bajas de los laterales alo-
jan tiendas y confiterías que multipli-
can los usos y complementan la activi-
dad de la feria.
Oficinas de corporaciones y de profesio-
nales ocupan los pisos superiores, cuyas
estructuras y fachadas se respetan y res-
tauran servidas por pases de escaleras,
descriptas en su desarrollo como paseos
casi independientes que valorizan y acti-
van las fachadas del recinto interior, ele-
vado al rango de plaza cubierta prolon-
gando el sistema exterior.
165. Axonométrica Estación Mapocho - �El último tren� - Santiago de Chile
166. Plaza Pratt - Santiago de Chile
San Martín de los Andes - Neuquén
Equipamiento turístico de un centro de
sports de invierno, de pesca y recrea-
ción veraniega en el Sur argentino
La ciudad de San Martín de los Andes en
la provincia de Neuquén, Argentina, tiene
15.000 habitantes y se desarrolla lineal-
mente en un valle de 1 kilómetro de ancho
por 5 ó 6 de largo al pie de la Cordillera de
los Andes. Rodeado de un paisaje de gran
atractivo, con cadenas de montes nevados
aún en verano y bosques de araucarias,
coihues, etc. que se precipitan sobre el
Lago Lacar, como sobre la veintena de
otros lagos de los Parques Nacionales más
extensos del país, Lanín y Nahuel Huapi.
Entre las manzanas de la ciudad corre el
eje longitudinal de extenso desarrollo
(nace en la ruta de ingreso y remata en un
punto cualquiera de la playa) que aloja de
manera dispersa actividades comerciales,
recreativas, etc. Las administrativas se
concentran frente a una de las dos plazas
del conjunto con un centro turístico y la
municipalidad definiendo su frente.
El eje vincula igualmente dos terrenos
cuya vocación a escala urbana es mani-
fiesta. Se trata de una plaza escasamen-
te utilizada y un baldío próximo al lago.
En el primero se propone un centro
comercial semihundido manteniendo el
carácter del lugar y en el último el cen-
tro cultural.
Sobre la playa y en correspondencia con
el eje, aparece el organismo de un muelle
242
243
167. Perspectiva aérea intervenciones puntuales - San Martín de los Andes - Neuquén
244 168 - 1169. Perspectivas exteriores - Centro Cultural San Martín de los Andes - Neuquén
que prolonga al pueblo sobre el lago. Una
balsa bar, centro de aprovisionamiento,
etc. lleva las actividades recreativas y
turísticas de este centro de pesca vera-
niega y de ski invernal al medio del lago.
En San Martín como en otras ciudades
se viven las manzanas como sólidas
aun cuando estén atravesadas por
galerías y las calles como los espacios
fundamentales.
Se trata de recuperar como en Córdoba,
la monumentalidad potencial de las
plazas como condensadores, intensifica-
dores del tejido urbano (como en el
París de Patté poblado por las diecio-
cho plazas presentadas para la Plaza
245170. Axonométrica Centro Cultural San Martín
246 171. Vista aérea remodelación Plaza San Martín de los Andes - Neuquén
Luis XV de la Concordia).
Pero abrirlasal uso mediante actividades
concretas como en la Plaza Sarmiento,
poblada bajo nivel por negocios que
abren a un corazón circular, centro
comercial recreativo que sólo se entrevé
peatonalmente, desde las esquinas, y
abierto al tránsito conforme a las líneas
de deseo. Un bloque como el centro cul-
tural, abre sus entrañas de plaza y sus
volúmenes desde el teatro al museo a
quien camine la ciudad, proponiendo un
recorrido desde su interior hacia cual-
quiera de las dos esquinas.
Se puede leer la misma actitud. Tanto en
la modesta escala de intervención pun-
247172. Vista aérea muelle y balsas-bar. San Martín de los Andes - Neuquén
tual de San Martín de los Andes, como
en las más amplias de Córdoba y
Santiago de Chile. Una misma perspecti-
va sobre la lectura urbana y la intensifi-
cación de su sentido para disfrute vital,
pleno y no alienado del artefacto urbano
a través del cual somos habitantes y nos
realizamos social e individualmente.
249
- Plano G. Nolli, Museo Vaticano: 5
- Grabado New York Public Library : 7,8
- Grabado Ferrando Leopoldo: 9
- Grabado Giuseppe Vasi: 10
- Grabado Municipio de Milán: 11
- Grabado Bern Switzerland: 13
- Louis I. Kahn: 16,17
- Process Architecture Nro. 16
- Plazas of Southern Europe: 19,20, 26,
28, 33, 46, 54
- Grabado Here de Corny: 32
- Grabado Biblioteca Nacional París: 36
- Grabado Paolo Portoghesi: 49
- Grabado Vean B. Piranesi: 51
- Grabado Museo Carnavaler, París: 56, 59
- Hopper, -museo Whitney Nueva York: 69
- Fotograbado Woifenbüttel: 70
- Grabado Codex Arcerianus: 71
- Grabado Museo Nacional, Roma: 75
- Grabado Museo Etrusco Villa Giulia,
Roma: 76
- Grabado Museo Cívico, Aquilea: 78
- Grabado C.A. Burney: 80
- Grabado Palacio Conservatori, Roma: 82
- Magritte, Colección privada, Bruselas:
84, 85, 86, 87,90
- Magritte, Museo Arte Moderno, Nueva
York: 83
- Magritte, Colección Adelaide de Menil,
- Nueva York: 88
- Magritte, Colección Simon Spierer,
Génova: 89
- Magritte, Colección Tazzoli, Turín,
Italia: 91
- Magritte, Colección Menil Fundación,
Houston, Texas: 139
- De Chirico, Colección Privada, Roma: 92
- De Chirico, Museo de Hamburgo: 93
ÍNDICE GRÁFICO
Pertenecen aal aautor MMiguel AAngel RRoca llas ffotos:
1, 2, 3, 4, 6, 14, 15, 18, 21, 22, 23, 24, 25, 27, 29, 30, 31, 34, 35, 45 A, 48, 50, 53, 58,
62, 63, 65, 66, 68, 94 a 136, 137, 138, 140 a 172.
251
ESTUDIOS CCURSADOS:
· Bachillerato - Colegio Nacional de
Monserrat 1955. Primer premio Duarte
Quirós al mejor promedio en 6 años.
· Universitarios: Universidad Nacional de
Córdoba. Arquitecto - Urbanista, 1963.
Mejor promedio de la promoción.
· Cursos de postgrado: en Planeamiento
Urbano Regional - PIAPUR - 1969.
Título de Master de Arquitectura -
University of Pennsylvania -
Philadelphia 1966-67 con Louis I. Kahn,
con quien trabajó un año.
CONGRESOS:
(Se mencionan solamente aquéllos de
asistencia por invitación y como miem-
bro activo)
· II Encuentro Internacional de Críticos
de Arquitectura - Buenos Aires - 1980.
Expositor, Panelista invitado.
· OICCI - Congreso Municipalidades
Iberoamericanas. Montevideo, 1980.
Orador invitado.
· CIANA - Madrid, 1981. Experto invita-
do y Orador.
· II Encuentro Internacional - México,
1981. Orador y Panelista invitado.
· III Bienal de Arquitectura - Chile, 1981.
Orador, Expositor y Panelista invitado
· I Congreso Argentino del Ambiente -
Universidad de Belgrano - Buenos
Aires, 1981.
· Miembro Comité Asesor y Panelista
invitado.
· I Congreso Latinoamericano de
Ecología. Morón 1982 - Orador y
Presidente Comisión de Arquitectura.
CONFERENCIAS EEN SSOCIEDADES DDE
ARQUITECTOS:
· Capital Federal, La Plata, La Matanza,
Mar del Plata, Paraná, Mendoza, San
Juan, Jujuy, La Rioja, Córdoba, CIANA
(Consejo Iberoamericano de
Asociaciones Nacionales de Arquitectos
Madrid), Johannesburgo, Chile
(Santiago).
CONFERENCIAS EEN UUNIVERSIDADES YY
CENTROS:
· Universidades de Pennsylvania
(Philadelphia), Columbia (Nueva York),
Washington, St. Louis (EE.UU.), Ecoles
de Beaux Arts UP6 París (Francia),
Lisboa, Porto (Portugal), Madrid
(España), Porto Alegre (Brasil),
Portsmouth (Inglaterra), Witwaterand
Miguel Angel ROCA
Arquitecto
Universidad Nacional de Córdoba - 1963
(Sudáfrica), Univ. Católica de Stgo.
(Chile), Montevideo (Uruguay), etc.
CURSOS DDICTADOS:
· Pennsylvania (Philadelphia),
Witwaterand (Joannesburgo), Porto
Alegre, CAYC, Buenos Aires, etc.
ACTIVIDAD PPUBLICA:
· Jefe de Estudios y Proyectos del Banco
de la Provincia de Córdoba, 1972 -1973.
· Secretario de Obras Públicas de la
Municipalidad de Córdoba - Julio de
1979 - Abril de 1981.
ACTIVIDAD PPRIVADA:
· Más de cien obras proyectadas entre
1968 y 1984, con una superficie de
1.500.000 m2 y con un 50% de obras
realizadas en Bolivia, Sudáfrica,
Argentina, China, etc. con las obras
más significativas de:
· Santo Domingo, 37.000 m2
· San Bernardo, Salta - 14.000 m2
· Banco Provincia de Córdoba - Sucursal
Buenos Aires - 7.000 m2
· Banco Provincia de Córdoba - Casa
Central 27.000 m2
· Hospital de Urgencias, Córdoba -
15.000 m2
· Villa recreativa, residencial para Tal
Long Wan Lan Tau - nuevos territorios
- China - 60.000 m2
· Protea Ciudad Nueva - Sudáfrica -
300.000 m2
· Municipalidad de Krugersdorf -
Sudáfrica - 15.000 m2
· 250 viviendas en Senillosa - Neuquén -
25.000 m2
·Mercados San Vicente, General Paz,
Paseo de las Artes
· Peatonal de Córdoba
· Plaza de Armas o Mayor
· Plaza Monumento España
· Plaza Monumento Italia (Homenaje a
las aguas de Córdoba).
· Parque Río 1º
1º PPREMIOS:
Edificio Facultad de Arquitectura 1975,
Conjunto San Pedro 1978, Cooperativa
Villa Mercedes 1978, Conjunto Senillosa
1979, Premio Ambiente 1980 a la mejor
realización urbanística de la década.
ANTECEDENTES DDOCENTES:
· Encargado Arquitectura V 1974 a 1984.
· Profesor desde 1963 en la Facultad de
Arquitectura y Urbanismo de la
Universidad Nacional de Córdoba -
Adjunto desde 1965.
· Titular de Arquitectura IV en
Universidad de Mendoza, 2 años.
· Adjunto Arquitectura II en Universidad
Nacional del Noroeste - Chaco.
· Profesor invitado a UCLA Los Angeles y
Virginia (Estados Unidos),
Johannesburgo (Sudáfrica).
· University of Pennsylvania -
Philadelphia - Invitado Visiting Critic -
Octubre - Diciembre 1983.
252
PUBLICACIONES:
· L'Architeture d'oujourd' hui Nros: 183 -
206 - 207 - 213 - 214.
· Summa Nros: 30 - 36 - 55 - 71 - 94 -
128 - 134 - 136 - 151 - 155 - 157 -
173 -178/179 186 y 189.
· Techniques et Architecture Nro. 334
Año 1981.
· Domus, Nros. 525 - 627.
· Werk Bauen Wohmen, Nros.: 5 - 6, 1983.
· Lotus international 1983.
· Ambiente 22 y 24
· Space Design, Nro.: 15, 1983.
· AIA. Journal - Agosto 1982.
· Architectural Design 1980 - 1981.
LIBROS
· Miguel Angel Roca, Academy Editions
· Hacer Ciudad, U.N.C.
· Summarios Kahn Nros. 73-75/76 -
Hacia una Arquitectura Esencial
· Libro sobre Miguel A. Roca, arquitec-
to, por Jorge Glusberg. Edición cua-
dernos de UIA.
· Habitar, construir, pensar
253
	LUGARES URBANOS (...)
	PÁGINA LEGAL
	INDICE
	PALABRAS PREVIAS
	CAPITULO I LUGARES URBANOS Y CIUDAD
	CAPITULO II TEXTURA URBANA Y SUS ELEMENTOS
	CAPITULO III LA CALLE
	CAPITULO IV LA PLAZA
	CAPITULO V LA PLAZA IBEROAMERICANA: DE LA ABSTRACCION, DE LA CELEBRACION EDENICA A LA RECREACION DEL RECINTO
	CAPITULO VI LA CALLE, LA PLAZA, LOS LUGARES URBANOS EN ROMA Y PARIS (1650-1870)
	CAPITULO VII MONUMENTOS
	CAPITULO VIII FACHADAS
	CAPITULO IX LA CIUDAD COMO REPRESENTACION DEL MUNDO - MITO CIUDAD
	CAPITULO X SURREALISMO Y LA CIUDAD
	CAPITULO XI FILOSOFIA, POESIA Y LO URBANO
	CAPITULO XII ESTRATEGIA DE INTERVENCIONES: CORDOBA / SANTIAGO / NEUQUE

Mais conteúdos dessa disciplina