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MIGUEL ANGEL ROCA LUGARES URBANOS Y ESTRATEGIAS U.N.C. UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA F.A.U. FACULTAD DE ARQUITECTURA Y URBANISMO Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina / Printed in Argentina La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, no autorizada por los autores, viola derechos reservados; cualquier utilización debe ser previamente solicitada. I.S.B.N. 950-33-0021-5 © 1984 Miguel Angel Roca I.S.B.N. 987-1135-63-7 © nobuko Junio de 2004 En Argentina venta en: LIBRERIA TECNICA Florida 683 - Local 13 - C1005AAM Buenos Aires - Argentina Tel: (54 11) 4314-6303 - Fax: 4314-7135 - E-mail: ventas@nobuko.com.ar www.cp67.com FADU - Ciudad Universitaria Pabellón 3 - Planta Baja - C1428EHA Buenos Aires - Argentina Tel: (54 11) 4786-7244 La Librería del Museo (MNBA) Av. Del Libertador 1473 - C1425AAA Buenos Aires - Argentina Tel: (54 11) 4807-4178 En México venta en: LIBRERIAS JUAN O'GORMAN Av. Constituyentes 800 - Col. Lomas Altas, C.P. 11950 México D.F. Tel: (52 55) 5259-9004 - T/F. 5259-9015 - E-mail: info@j-ogorman.com www.j-ogorman.com Sucursales: Av. Veracruz 24 - Col. Condesa, C.P. 06400 México D.F. Tel: (52 55) 5211-0699 Abasolo 907 Ote. - Barrio antiguo, C.P. 64000 Monterrey, N.L. Tel: (52 81) 8340-3095 Lerdo de Tejada 2076 - Col. Americana, C.P. 44160 Guadalajara, Jal. Tel: (52 33) 3616-4430 MIGUEL ANGEL ROCA LUGARES URBANOS Y ESTRATEGIAS LUGARES UURBANOS MIGUEL AANGEL RROCA INDICE PALABRAS PREVIAS CAPITULO I LUGARES URBANOS Y CIUDAD CAPITULO II TEXTURA URBANA Y SUS ELEMENTOS CAPITULO III LA CALLE CAPITULO IV LA PLAZA CAPITULO V LA PLAZA IBEROAMERICANA: DE LA ABSTRAC- CION, DE LA CELECRACION EDENICA A LA RECRE- ACION DEL RECINTO CAPITULO VI LA CALLE, LA PLAZA, LOS LUGARES URBANOS EN ROMA Y PARIS (1650-1870) CAPITULO VII MONUMENTOS CAPITULO VIII FACHADAS CAPITULO XI LA CIUDAD COMO REPRESENTACION DEL MUNDO, MITO CIUDAD CAPITULO X SURREALISMO Y LA CIUDAD CAPITULO XI FILOSOFIA, POESIA Y LO URBANO CAPITULO XII ESTRATEGIAS DE INTERVENCION: CORDOBA / SANTIAGO / NEUQUEN 7 13 aa 223 25 aa 330 31 aa 446 47 aa 669 71 aa 778 79 aa 1105 107 aa 1114 115 aa 1122 123 aa 1143 145 aa 1158 159 aa 1163 165 aa 2247 7 Este libro -dedicado a mis estudiantes- está dividido en dos partes, incluye en su primera el desarrollo de un marco o enfo- que conceptual de la ciudad y sus luga- res; en la segunda, experiencias concretas de intervenciones proyectivas y de gestión del autor, precedidas en cada programa u operación de las consideraciones persona- les que el problema-tema me indujeron, vale decir el marco de ideas motrices de mis procesos de lectura de la realidad, imaginantes de ella como situación crea- tiva nueva e inédita. La primera parte, en cambio, intenta resumir de manera contaminada y colla- gista (como Barthes lo reclama en S/Z) una serie de reflexiones propias de mis últimos años, y ajenas, de pensadores a los que debo inmensamente, tales como antropólogos, historiadores, filósofos, poetas, sociólogos, a quienes pretendo reivindicar como los intelectuales del pensar sobre la ciudad que más lúcida- mente pueden aportar a su comprensión sustantiva. Mi reconocimiento entonces para Lefebvre, Heidegger, Ryckwert, Bachelard, Samsot y Simmel. Igualmente la segunda parte pretende constituir el marco de un operar inten- cionado de la arquitectura, reivindicando para ella su capacidad cualificada y con- figuradora, de nuestro soporte existencial (social y cultural) que es este producto cultural y culturalizante de la ciudad. Estos textos, alguno fenomenológico, otro histórico, alguno antropológico, otro pictórico, otro sincrético, no intentan erigirse en el discurso de una convergen- cia disciplinaria o de una integración imposibles, ni en un pragmatismo u ope- rativismo, no pretenden sino señalar caminos, horizontes del hecho urbano mostrados como marco referencial de una praxis que se sabe limitada. Intentan PALABRAS PREVIAS 8 eludir el imperialismo cultural de las ciencias parcelarias, incluido el urbanis- mo, quieren convocar la reflexión, una actitud abierta y confiada en el uso social y la apropiación poética. Pretenden privilegiar lo urbano y el habi- tar como producto cultural uno y esen cia de nuestro ser en el mundo, el otro. Son las líneas de alguien que asume como arquitecto un rol de activista social (condensador social como lo demandaban los constructivistas) y de activista cultural. 9 La peatonalización del área central es la operación cultural más revolucionaria emprendida en mi actuación arquitectó- nica al recuperar la centralidad urbana, su apropiación, como lugar de encuentro y de la simultaneidad, como lugar de la expresión, de la información y con valor simbólico, como valor de uso y no de cambio, en esta sociedad burocrática de consumo dirigido, regido por el cambio. La publicidad no sea los signos del lugar de consumo y de consumo de lugar, desaparecen de las áreas comer- ciales. La calle se regenera en un eje de 90º cultural-social-político participativo y antisegregativo. El nacimiento de la imagen de ciudad que da lugar en el siglo XVII al plano y la planimetría, se transforma aquí en escri- tura, texto en el que la ciudad se lee a sí misma en nuevas representaciones. Lo monumental que congrega vida social y que con su carácter transfuncional, transcultural y trascendente es valor de uso y apropiación, es rescatado como expresión de "poder, saber, alegría, espe- ranza" para ser trampolín de una nueva y posibilitante vida urbana recreada. La reflexión urbanística -que nada tiene que ver con cierto urbanismo- se centra en los ingredientes de la forma urbana: simultaneidad y encuentro. Pero la forma es recuperada para redefinir los términos que deben actuar simultánea e igualitariamente: función, forma, estruc- tura, sin privilegiar ninguna. La ciudad privilegia por igual las isotopías y las heterotopías a la vez que reconoce la dualidad de calles, fractura-sutura, pla- zas, encrucijadas. Los mismos lugares, los lugares otros, conviven con los luga- res que no tienen lugar, las utopías, lo de afuera, lo posible, lo ausente, el pen- samiento, la libertad, lo sagrado, lo pro- POSTCRIPTUM fano, está presente en cada lugar a tra- vés de su presencia-ausencia. La ciudad es lugar unificador pero de lo contradictorio y diferencial. Ni las cien- cias parcelarias, ni la suma de sus logros restituirá la totalidad urbana que se puede describir y luego analizar incluso por la semiología en tanto texto, escritu- ra, lenguaje pero nunca como sistema de signos porque no lo es. Su totalidad dia- léctica sólo es aprensible por visiones globales. La pluridisciplinariedad necesa- ria llega al babelismo, cuando no al imperialismo del economismo, etc, con- cebidos a sí mismos como hombres de síntesis. Sólo la praxis social guiada por la filosofía de la razón social urbana puede orientar. La ciudad reclama de las ciencias parce- larias lo que aportan a la idea de totali- dad y no las conclusiones positivas de cada una y sus ideologías y estrategias de ciudad. La ciudad surge plena con su capacidad, como forma de alojar la heterotopía, privilegiar lo diferente (al que se opone la separación y segrega- ción), admitir la isotopía y tener presen- te la utopía en cada lugar, convocar la centralidad pero hacer que cualquier punto pueda ser central. La utopía, ese no-lugar está en todos, paradigmática- mente en el parque artificio y naturaleza unidos en estado puro. El hombre necesita simultánea y sucesi- vamente soledad, privacidad y encuen- tro, comunicación; previsibilidad e imprevisibilidad; trabajo, ocio; alegría y dolor; satisfacción e insatisfacción, deseo, pasión y racionalidad, seguridad y aventura, etc. La ciudad aparece como respuesta en algo que se presenta como forma, estructura, función; texto, con- texto; lengua; lenguaje; escritura y lec- tura; subsistema significante y con sig- nificado; lugar de las instituciones; poli- semía total. La críticaradical a todas las ciencias, salvo en lo que aportan a la idea de totalidad y una filosofía basada sobre dicha crítica y una praxis, pueden definir una estrategia desdoblándose momentá- neamente en una de conocimiento y otra de acción. La primera deberá apuntar a una confrontación de conocimiento de lo urbano en tiempo y espacio y la segun- da, monopolizada por los políticos, trata- rá de recrear la democracia urbana, la libertad como modo superior. Mientras tanto nosotros "Seamos realistas, pida- mos lo imposible". La primera estrategia cuestionará a cier- to urbanismo de hoy sólo operacional, imperialista y de pretendida síntesis, reclamará el nacimiento de un urbanis- mo, arte urbano, filosofía urbana de escenarios, horizontes, caminos, de vías. Reclamará sólo los conocimientos que aportan a la totalidad y que unifican lo real, lo posible e imposible (posibilidad futura) y una acción de autogestión, consciente del problema urbano y del derecho a la ciudad, movilizando con- 10 ciencias, voluntades de debate, de refle- xión tendientes a la apropiación. La renovación urbana a través del reci- claje, refuncionalización, acción refor- mista en sí, pasa a ser revolucionaria por su carácter inédito y expresión de la apropiación barrial del usuario segregado y marginado. La morfología urbana puede ocultar la dialéctica de forma y contenidos, que como toda forma arquitectónica espacial remite a los modos existenciales y esen- ciales, aunque de manera harto velada. Debemos profundizar estas dimensiones que nos aproximan a una aprehensión del hecho urbano, para que nos permita, en tanto a arquitectos como condensa- dores sociales, activistas sociales y cul- turales promover el habitar, la realiza- ción del hombre en el soporte de su des- tino que es la ciudad. A partir de espa- cios concretos y no abstractos, donde deseo y necesidad, lo real y lo posible, el sueño y lo contradictorio de un habitar pleno, converjan. MIGUEL ANGEL ROCA 11 13 Cuando se piensa en recorrer, asumir, exaltar, entender, nombrar la ciudad y sus lugares, se plantea un sinnúmero de alternativas de métodos. En una ciudad, cada uno tiene la con- ciencia de estar viviendo una aventura propia. Ella está compuesta de lugares, de objetos que están cargados de viven- cias y experiencias acumuladas, de tan- tos, que poseerlos carece casi de sentido, porque en ellos nos reconocemos y vemos la procesión de los muchos que fueron en sí y en relación con la realidad. Creemos que otorgando la prioridad al objeto antes que al sujeto evitaremos la generalización que no califica, o los excesos de una singularidad que recoge la novela o el relato en su descripción y que vale más para sí misma. Preferimos ir de los lugares al hombre. Si bien la elección de los lugares puede parecer arbitraria, trataremos de visitar aquéllos que se refieren fundamentalmente a la imagen existencial del paisaje urbano. Trataremos la realidad tal como se nos presenta y usando el lenguaje que sirve para designar estas unidades irreducti- bles que no son unidades agregadas. Así veremos que se oponen a disolverse, que tienen un sentido y una significación, una manera de existir autónoma, propia de los lugares urbanos. Hay una palabra -y sólo una- que los designa y habla de ellos. Hay un idioma propio de cada lugar urbano: la calle, la plaza, el bar, la estación, el mercado, etc. Cuando se reemplaza el nombre de plaza por el de espacio verde, en realidad se habla de otro espacio, el de los grandes conjuntos urbanos del funcionalismo. Y al escamotear su función, al sustituir su nombre, se pierde su esencialidad y sus cualidades básicas. Este lenguaje del urbanismo planificador, que maneja CAPITULO I LUGARES URBANOS Y CIUDAD volúmenes, tipologías edilicias y áreas en lugar de tipologías espaciales, bajo la máscara de la neutralidad benéfica, introduce la más dramática escisión entre hombre y ciudad. Utiliza "la pala- bra, llamada científica, que no sólo es nociva sino inexacta", dejando de lado las necesidades del hombre, sus deseos y aspiraciones más grandes, en tanto que no son cuantificables. Aquí hablaremos de ciudades vivas, lle- nas de vitalidad y de pasado más o menos largo o breve, que han sido nom- bradas por el hombre que las vivió y amó, y recurriremos a ese idioma que no olvidó nunca las profundas relaciones afectivas entre hombre y lugar. Por ejemplo la palabra calle, que tiene tan- tas resonancias, es sustituida en el mundo "preciso", "riguroso" de la ciencia urbana, por el de arteria, vía de circula- ción primaria, secundaria, etc., en un intento de neutralidad falsa. Falsa, deci- mos, porque estas designaciones corres- ponden a una metáfora orgánica: la ciu- dad como ser vivo, pretendidamente funcionalista, porque lo que hace es pri- vilegiar la circulación de las máquinas sobre el hombre, expresando con ello una ideología, una filosofía de acción, de carga social, claramente evidente. Cuando la gente habla de la calle, en cambio, quiere decir cosas bien distintas pero reales, incontestables: para el poder, significa una amenaza, es el área vaga del rechazo y de la confrontación; para el hombre de la calle, el dominio de su manifestación. Vemos con claridad la distancia que hay entre arteria y calle, por lo que no podemos ser indiferentes a la manera de nombrar las cosas, con fre- cuencia bajo la pretensión "objetiva" se busca neutralizar las virtualidades histó- ricas del medio urbano. Analizaremos los lugares tal como se presentan a la conciencia y tal como se designan en el lenguaje común, dado que estos nombres surgen de los lugares mismos como algo constitutivo de ellos. La ciudad es algo connatural al hom- bre, y su amor por ella es algo sentido plena y espontáneamente, sin que apa- rezca como una compensación por una naturaleza perdida. Sin embargo esta pasión urbana no es algo que siempre haya existido. Así en el medioevo, la ciudad era vista como una estructura y una forma para- sitaria de vida, como el producto de una aberración. Por contraposición existía una ciudad celestial, generalmente entendida como Jerusalem. El prototipo de lugar concentrador de los pecados del hombre, era Babilonia y el modelo paradigmático de las desinteli- gencias del hombre, la torre de Babel. Bosch y Bruegel representan respectiva- mente estos dos temas. Bosch en el Jardín de las Delicias muestra la ciudad corrupta consumiéndose en el fuego, símbolo de pecado y destrucción. En dicho tríptico, otra ciudad hecha de 14 15 1. Plaza central, Ciudad Vieja, Praga. 2. Plaza del Duomo, Catedral, Galería Vittorio Emanuele, Milán elementos orgánicos, casi transparente, alude a Jerusalem; sin embargo, parece ocultar algo diabólico en su entraña y tras sus formas de extrañas geometrías. Por otra parte, no podemos sostener que este sentimiento no cese de existir, como pareciera anunciarlo la moderna metrópolis, pero en cualquier caso nuestra cultura y nuestros valores, esencialmente urbanos, cesarán de tener su realidad y su peso, como lo anuncia Lefebvre. Lo que sí puede afirmarse es que la naturaleza, naturante y naturalizadora, asumió en algún momento la forma de ciudad, urbanizando al hombre como producto de un pacto asumido entre ambos, hombre y ciudad, produciéndo- nos a nosotros para que expresemos lo que ella tiene que decir. Es difícil encontrar en la literatura y la pintura, no en las referencias a ciuda- des imaginarias ideadas por ellas, sino a las reales, aún cuando estén referidas a una misma experiencia, París, por ejem- plo, una comunidad de sentido: así, el caso de Utrillo y Jules Romain, o la Venecia de Thomas Mann y Canaletto. Pareciera, en cambio, que pudiéramos encontrar la clave en las tradiciones populares, orales y escritas, revividas en la concurrencia asidua, constante, de los lugares de una ciudad por las gentes comunes de cualquier edad y condición, las que resuelven, de hecho, la oposi- ción entre objeto y sujeto. Querríamos que lo vivido autentique y alimente esa otra vivencia no menos real de las novelas, de las crónicaspintadas, dándole sustancia a los hábitos y pala- bras del hombre en la ciudad. Pareciera que es esencial a la ciudad intensificarse y desplegarse en la con- ciencia colectiva. Diríamos que la ciudad tiene una imagen de sí misma, llena de reflejos y ecos, que resultan difíciles de asir por su multiplicidad y ambigüedad. Cuesta reconocer y diferenciar lo refle- jante y lo reflejado, el sonido y su eco, para quien padece la fiebre del sábado a la noche: el tumulto alegre y cómplice, las luces vivificadas de las calles. Lo que parece indudable, sin embargo, es que difícilmente calificaremos de urbano el espacio u objeto que no esté preñado de resonancias. La imagen que cada uno traza de su ciu- dad se basa en una serie de elementos, los lugares urbanos, los que a su vez res- ponden a ciertos principios. En efecto, estos lugares revelan o descu- bren de manera única e irremplazable a la ciudad. Entre ellos y ésta se estable- cen relaciones especiales: los hay que la resumen o intensifican, mientras otros la expresan. En cualquier caso, estos luga- res, las calles, los bulevares, las plazas, los pasajes, las estaciones de tren, los grandes centros comerciales, viven en tensión con la ciudad. Por ejemplo, si tomamos la Plaza Mayor, de Madrid, o Piazza del Campo, en Siena, 16 17 3. Piazale San Marcos, Venezia 4. Plaza E. Aillaut, París o Bedford Square, en Londres, nos con- frontamos con piezas urbanas, lugares tales que resumen y expresan a las ciu- dades donde existen, intensificando el sentido de todo el tejido. Sólo que en Londres, la transposición de la naturale- za a la ciudad a esta escala, no puede ser total, por lo que la plaza no parece el lugar adecuado y se la lee como una cuasi seminaturaleza, que alude a la otra, sin simulacros, de Hemestead Park. Mientras que en los dos primeros ámbi- tos se busca la equivalencia entre claves bien diferentes, la de naturaleza-cultura, no sucede lo propio con el último. De ahí que no sea sino verdaderamente forzado, y tal vez no menos falso, que Bedford Square tenga el peso simbólico y la carga vital de los otros dos ámbitos, aparentemente equiparables en nombre, magnitud y posición. Algunos de estos lugares urbanos pare- cen frívolos, carentes de la respetabili- dad confiable de su historicidad. Es el caso de una serie de ámbitos dispersos en la ciudad, tales como los cafés y los bares. Lugares de muy diferente signifi- cación y fruición especial. En términos generales puede decirse que el café es el lugar de los problemas, en tanto el bar es el de las preocupaciones. En los cafés los problemas se enfrentan, se debaten, se reflexionan, se resuelven. El visitante toma distancia de sí mismo, de sus inquietudes, de los demás, se transforma en escrutador recogido en la lucidez de un café que lo activa; observa a distan- cia los seres y las cosas, pudiendo arribar a soluciones imperfectas o prístinas. Incluso la relación con los otros, cuando se promueve, da lugar al debate esclare- cedor, a la comunicación, al oírse y oír, cual teatro en que los papeles de espec- tador-actor fueran interminables y fugazmente, intercambiables. Dependiendo de la hora del día y de la estación, este lugar privilegiado es un puesto especial de vivencia única de la primavera o el verano. Estas mismas facultades las tiene en menor grado la plaza cuando está quin- taesenciada como ocurre en Roma con Piazza Navona, o frente al Panteón; pero en éstas, encontramos ese corazón o nodo que resume el lugar y que entra en diálogo directo con los elementos monu- mentales que son los cafés y bares del recinto, polarizados en estos nodos. Señalamos la diferencia entre cafés y bares (pubs, bistrot) por ser estos últi- mos de una naturaleza tal que apela a recoger las inquietudes, las preocupacio- nes de sus clientes que encuentran en la fraternidad del clima reinante, en la compañía cómplice del lugar y en la fuga que el alcohol propone, en el dis- tanciamiento entre diversos estados de ánimo, una muy peculiar calificación en nuestras cartografías urbanas. Por todo ello, estos lugares adquieren calidad de elementos puntuales, de aislados hitos de nuestra emotividad. 18 Otro criterio importante en la distinción y reconocimiento de un lugar urbano es el carácter de unidad que le es propia, como lo es a la persona o a la obra de arte, sin que por ello implique renuncia a las con- tradicciones y complejidades propias. Si comparamos una gran tienda, un supermercado y un mercado, concen- trándonos en las áreas o departamentos afines, no sólo reconoceremos que corresponden a una diferente clase social, sino que aún cuando el visitante sea el mismo, cada lugar señala un ritual de uso, de recorrido, que habla de una necesidad física y psicológica diferente. En el supermercado se satisface la nece- sidad funcional de aprovisionamiento, con un recorrido casi prefijado, en el que pareciera contar el tiempo valorizado en su brevedad. El procurarse bienes de consumo en la gran tienda tiene su sesgo diferente, derivado del uso total del negocio como lugar de encuentro consigo mismo, idealizado, sublimado. La marcha se hace morosa, errática, se ve lo que se necesita y lo que se merece, se comunican los sueños y aspiraciones a una dependiente transformada en confi- dente circunstancial, valorizada como interlocutora, eso sí, fugazmente, sin compromiso. Se trata casi de un gran paseo, paseo por un mundo mágico donde está todo lo deseable, y este carácter se extiende al departamento de alimentos, donde se busca lo singular y exclusivo con el mismo espíritu y la misma lenta y cuidadosa selección de un vestido de fiesta. El mercado es lugar de compras de lo natural y plaza pública, lugar de manifestación de todas las necesidades, de las peculiaridades, y relaciones, y lugar de expresiones. Es una ciudad dentro de la ciudad, con sus cafés, sus bares, sus calles y tiendas. Es la ciudadela privilegiada que otorga fue- ros especiales a sus habitantes. Los sitios urbanos de significación tienen una carga de dinamismo que los hace extenderse más allá de sus límites, gene- rando una territorialidad que pareciera les es propia. Así la iglesia, en un pueblo, domina el paisaje urbano y los ritmos próximos; más tarde la municipalidad o un lugar de baile generan una atmósfe- ra, un área jurisdiccional presentable. En los lugares urbanos hay ritos de entrada y salida; éstos con fronteras que califican los espacios más prestigiosos. Cuando entramos distraídos o por nece- sidad o por razones puramente funcio- nales, el lugar pierde su carácter de "forma", pasa inmediatamente a ser fondo en nuestro campo de percepción. La transposición del umbral-puerta nos conduce, en estos casos, a otro medio, y si éste nos da la sensación de devorar- nos, sentiremos el placer de estar "den- tro" de él. Son los límites, las fronteras y las puertas de un lugar los que nos transmiten las sensaciones de arribo y de alejamiento de los ámbitos importan- tes de la ciudad. 19 Los lugares desean intensificarse: el altar se separa de la iglesia en la que existe como el objeto, el "locus", el sujeto esencial. Por ello, debemos encontrar en todo organismo urbano el lugar especial, generalmente el espacio central del Beaux Arts, que compromete la estructu- ración del conjunto. Sin este polo cen- tral, el lugar arriesga lo amorfo. Por otra parte y por sobre todo, un lugar existirá en la manifestación y expresión de su ser, en tanto exista este polo que arroje claridad sobre su naturaleza. Verdaderos lugares urbanos son aqué- llos que nos modifican, haciendo que no seamos los mismos al salir que al entrar. Cuestionable desde el punto de vista de la filosofía vitalista, que diría que esto es cierto para todo ámbito. Sin embargo, no es igual el grado y privile- gio de modificación de todo lugar para el mismo grado de receptividad y aper- tura del sujeto. Los grandes lugares urbanos requieren ser recorridos de una manera determina- da, propia, y se distinguen, particular- mente, por la manera o peculiaridad de trayecto que nos demandan. Lacalle, en general y a partir de su vitalidad, de su vigor, de su capacidad de intensificar su sentido y por ser lugar que se mezcla a nuestro durar, a nuestro ritmo, tiene las calidades que cualquier amante y visi- tante de ciudades sabe reconocer en las calles de una ciudad que recorre con placer y con la ansiedad de ver desapa- recer o extinguirse como una línea caliente de la misma. Por la adaptación y el acostumbramien- to, la capacidad de modificación de los lugares pareciera reducirse, pero sin embargo son los lugares habituales los que más nos hablan. Podríamos decir que grandes lugares urbanos son aqué- llos que requieren, por su familiaridad, ser reactivados, y por ello mismo nos modifican. Es importante, para determinar el carácter y el valor de un espacio urba- no, preguntarse o imaginarse cómo aparecería la ciudad sin dicho ámbito. ¿Puede imaginarse una ciudad sin pla- zas, sin una estación de trenes o de autobuses que anuncien la promesa de una fuga imposible? Otro rasgo especial es que no podemos conocer los lugares públicos sin una espacialidad concreta y sin un desarrollo en el tiempo. Mientras no vaciemos el objeto ante nosotros mismos y lo vea- mos sometido a las horas y los días de una u otra estación, no sabremos cómo es dicho objeto. No podemos imaginar un lugar sin una duración, o sin que el mismo fructifique. Podríamos desmitificar o paralelamente mitificar un espacio urbano. Cuando el mito urbano existe, es en realidad un eco del lugar. La desmitificación es sumamente difícil, como lo puede demostrar cualquier ilustre o arraigado elemento, como la calle o el estudio, el 20 "pent house" de artistas, el pequeño departamento en pisos altos, símbolo de modernidad para tantos. Pero mientras el último debiera ser desmitificado por sus connotaciones segregativas, la calle, que fue a lo largo de la historia un poco la suerte del hombre, en tanto ser urba- no, debe ser remitificada, precisamente por sus valores adscriptos, residuales y latentes. Los lugares fundadores de la ciudad, hacedores del "locus", y la expre- sión de él, no pueden abandonarse, hay que restituirles su verdad imaginaria. El deber de un hacedor-soñador de ciuda- des (cualquiera sea el plano de su hacer: la pintura, la literatura, la arquitectura), es restituir la misma a su origen y prin- cipio, pero no a través de la erudición y en un rechazo del presente, para que ella vuelva a su principio de nacimiento y crecimiento, que enriquezca y oriente, y pueda tratarse con ella como con una casi persona. Para todo ello, hay que recurrir tanto al pasado como a la tradición viva y pre- sente, aunque con respecto a una lectu- ra histórica de la ciudad, ella no es fun- damental en el sentido formal. Para una lectura posible de la ciudad Si únicamente habláramos desde el punto de vista del sujeto, tanto o más que los sitios o lugares urbanos de cata- lización nos interesaría conocer los tra- yectos, los recorridos por los que puede reconocerse la ciudad. Pero de cualquier forma, pasear por una ciudad no es otra cosa que escrutar los lugares esenciales que estructuran su ser real e imaginado. En toda ciudad hay ejes privilegiados especiales o, como dice Lynch, rutas que "facilitan". Nos vemos estimulados por un espacio muy caracterizado con barre- ras, zonas neutras y llamadas manifies- tas a hacer éste o aquél recorrido, o existen innumerables recorridos funcio- nales que obedecen a necesidades con orígenes y destinos prefijados por nues- tra actividad y que quedan casi prede- terminados. Pero una de las característi- cas de la casi neutralidad del tejido urbano está sujeta por la disponibilidad total y de ahí la angustia o malestar que nos provoca el vaciamiento de los días festivos en que quedamos libres. Los recorridos de una ciudad pueden ser los de bulevares concurridos, avenidas o calles transitadas, cargadas de historia, múltiples, pero para que aparezcan como "vías ejemplares" deben darse dos condi- ciones: que esperemos encontrar en la ciudad algo esencial, y, en segundo tér- mino, que la misma tenga cierta herme- ticidad, cierto esoterismo que para deve- larse exija una experiencia de vida. La ciudad aparece como origen y destino final, como nuestro lugar de procedencia y como lugar que da vida a través de nuestra realización en ella. Podría decir- se que la ciudad apela a su gente para establecer la relación armoniosa entre 21 los gestos, los actos, las dichas, y sus propios ámbitos, sus recorridos, sus calles. El césped del hombre de ciudad es el asfalto. Por otra parte, es para muchos el lugar de su oportunidad vital, de sus angustias y esperanzas. Algo profunda- mente sentido en que nuestro destino está ligado al de la ciudad, que triunfa- remos o fracasaremos con ella, indepen- dientemente de todo logro personal, dado que nuestras suertes están íntima- mente ligadas cual si no pudiéramos realizarnos y comprendernos sin que la comprendamos. Pero para que ella apa- rezca y se devele claramente, se necesi- tan ciertos recorridos y actitudes revela- doras, contrariamente a la creencia de que todo debe ser claro y evidente. Como todo lo construido lo ha sido por el hombre conforme a un destino, a una función y con un sentido, la ciudad entera es un texto decodificable. La ciu- dad coexiste consigo misma, con barrios, edificios, lugares de formas y estilos diversos, pero no por ello nos hace pen- sar que estamos en otra ciudad, y esta evidencia dimana de un espíritu propio que surge de su propia unidad. Los lugares de la ciudad son tan visibles como sus objetos o elementos materia- les. Como dice Merleau-Ponty en su Fenomenología de la percepción, se trata de que "nuestra existencia es espacial y nuestros espacios existenciales y esen- ciales". Si no fuera así, sería imposible una lectura de esencias, tipos y "a priori" que están fundidos con la realidad. Esta puesta en valor o al descubierto de reali- dades esenciales comporta una lectura. Ningún lugar rechaza ser develado, más bien busca intensificar su sentido expre- sivo en algún lugar u objeto. Por ello surgen con igual validez, tanto una poé- tica como una fenomenología de los espacios urbanos. La ciudad no podría develarnos y dar- nos algo diverso a lo que en ella hemos inscripto, y por ello surge una pregunta curiosa que nos remite al porqué habrí- amos de explorarla y cómo: ¿Qué puede ocultarnos una ciudad, y por qué razón lo hace? Lo cierto es que los siglos se han sucedi- do sobre el tejido de una ciudad, cons- truyendo, destruyendo, volviendo a cons- truir en incesantes e interminables secuencias que han borrado a veces las huellas iniciales, pero que uno puede reconstituir por búsqueda paciente o por inspiración colectiva, en la manifestación de masas. En 1978, Argentina se clasifica campeón del mundo en fútbol; la gente marcha desde toda la ciudad de Córdoba en medio de gran alegría por esas rutas memorables de la ciudad que en esa noche quedan verificadas y redefinidas: y estas rutas convergen a la Catedral de la ciudad, el centro, y por sobre todo a esa intensificación urbana que es la Plaza Mayor, la plaza fundacional, al frente del Cabildo y la Catedral. La ciudad se ofrece como totalidad, 22 como globalidad que nosotros reconoce- mos u exploramos en forma de perspec- tivas. Pero es necesario que estas pers- pectivas encajen, se entrelacen según un orden logrado. Vale decir, recorridas que nos dan las mejores vistas de la ciudad. Cuando podemos diseñar un trayecto coherente y que se lee como eje de des- cubrimiento, siempre viendo lo esencial, eligiendo nuestras calles, cuando pode- mos prefigurar los pasos de un paseo placentero, ése es el momento en que la ciudad nos pertenece. Una de las dificultades que se plantean en la lectura urbana, es la práctica social e ideológica que ha ido modificando y ocultando el sentido de una ciudad. La relación y el conocimiento de una ciudad no dependen de que vivamos en ella, pero el residir de manera esencial nos permite sentirla con más intensidad. La ciudad se manifiesta y oculta ala vez, es como la relación entre dos personas que nunca terminan de conocerse aun- que creen lo contrario, porque ambos frecuentan este darse y cerrarse. La exploración de una ciudad es la determi- nación de recorridos válidos para su des- cubrimiento, en esos furtivos momentos de manifestación y develación. 23 25 La ciudad es una máquina para pensar con ella, un medio o herramienta de entendimiento del mundo y de la rela- ción del hombre con él. Es la puesta en escena para el uso social de un orden cósmico. La convocatoria de la cuadra- tura heideggeriana: mortales, divinos, cielo y tierra. Parafraseando y desarrollando el pensa- miento de Heidegger (dentro de nuestros modestos límites) podemos esclarecer la esencialidad. El hombre es en tanto exis- te, y existe en tanto habita, habita en tanto construye, cuida y edifica, produce lugares, compone lugares, funda y trama espacios, habita esencialmente pensando. Al construir instala lugares, que espa- cian un paraje. Del cuadrante recibe el construir la indicación para su inaugu- rar, establecer lugares, que es convo- car, proteger. Lo construido guarece lo cuadrante, pro- tege a lo cuadrante. Esta cuádruple pro- tección es la esencia del habitar. Así las construcciones legítimas acuñan el habi- tar en su esencia y encasan esa esencia. El construir también es un dejar habitar, correspondiendo al cuadrante y a su aliento con lo que se fundamenta todo planear o proyectar en plano. Construir y pensar son indispensables al habitar. La penuria del habitar radica no tanto en la cantidad sino que los Mortales deberíamos buscar nuevamente la esencia "habitar", que deberíamos aprender a habitar. Tan pronto como se medita la falta de hogar, si se mantiene como reclamo interno y externo, lleva el habitar a la plenitud de su esencia. Se cumple si se construye por el habitar y se piensa para el habitar. La plaza está en un sitio que surge como lugar porque él es un lugar. CAPITULO II TEXTURA URBANA Y SUS ELEMENTOS La ciudad está en un sitio que surge como lugar porque ella es el lugar, y recoge el cuadrante, lo colecta, localiza el cuadrante en un paraje que deviene lugar que salva la tierra, acoge el cielo, conduce a los mortales y espera por los divinos. Desde estos puntos, el lugar plaza, el lugar ciudad, surgen recorridos, caminos que definen sitios con los que se espacia un espacio. Cosas que son lugar, localizan en cada caso, en el todo que es el espacio. "Espacio es sitio libre para colonización y lecho" según Heidegger. Los espacios reciben su esencia de lugares y no de "el espacio". La calle La calle genérica con muchos de sus atributos psicológicos, existenciales y fenomenológicos, aunque cambie en forma, debe recuperarse. Igualmente la plaza, la galería, la recova, vale decir, unidades irreductibles, tipos urbanos capaces de generar la sensación de lugar en primer término y de espacio urbano en segundo, que siempre caracterizó a la ciudad estructurada y rica. Pero con la actitud utópica casi endémica que nos caracteriza, en propuestas de megaes- tructuras que se relacionan mal con el contexto, valen "per se", o no son verifi- cables temporalmente, pero más bien tratando de verificar el valor del pasado en el presente y con acciones limitadas o puntuales capaces de enriquecer las anónimas áreas de la megalópolis, debe- ríamos actuar. Un problema marginado es el uso positivo de las autopistas, tal vez única megaes- tructura con sentido, para dotar de defini- ción, límite, identidad o símbolos urbanos al tejido anónimo, contribuyendo en su trazado no a resolver un problema pura- mente de transporte, sino de estructura- ción de la imagen existencial de la metró- polis y la megalópolis. Por otra parte, en todo proyecto de exten- sión urbana debe contemplarse el definir lugares, identificar al usuario, relacionarlo con el contexto inmediato o mediato usando toda esta panoplia conceptual. Manzana-tejido Las manzanas son los sólidos del tejido urbano, las figuras que valorizan y defi- nen ese fondo de trayectos, estares, calles y lugares de expresión de las plazas. Estas unidades a veces están ocupadas por una sola institución, que las llenan plenamente pero la más de las veces, son el resultado de sumas sincrónicas o diacrónicas, de aportes individuales dotados de propia y elocuente personali- dad o de rol coral unificados en la uni- dad englobante del perímetro de la man- zana en su recinto. Su carácter de cobijo de multitudes y de 26 27 las más diversas actividades la transfor- ma en pequeño mundo dentro del mundo urbano. Se reconoce en ellas una piel envolvente y rostro múltiple y un corazón blando más recogido e íntimo. Así como la piel es variada y como con- fín delimita y encierra; el interior alberga múltiples patios o fondos inestructura- dos. El límite exterior es diafragma mediador entre el interior de las casas y su estar público, externo, de la calle cuyas características derivan de estos rostros que se agolpan en suerte de alineaciones militares para ser escruta- dos, sancionados por los observadores de la ciudad. El interior de la manzana se ofrece como intimidad sustraída al uso público, ocu- pado en socializar la familia y al indivi- duo en ella. Tal vez la riqueza y sugestión de un pasaje o galería que penetre y atraviese la manzana, radique en la implícita vio- lación de una intimidad secreta, protegi- da, la subversión de un orden. En el plano de Nolli, edificios públicos en su espacio cubierto y semicubierto, calles, plazas y claustros o patios inte- riores de manzanas, tienen igual valor elevados estos últimos, al rango de los otros elementos estructurantes de la imagen existencial o la "estructura de los espacios en su luz". El sentido de una ciudad, asamblea de las instituciones, depende de la relación entre los elemen- tos, los cuartos, en qué medida se com- plementan la plaza, el monumento, la manzana ciega. La manzana, en la actual disolución de la megalópolis, como bloque edilicio con un perímetro, se coloca como espacio forma paradigmática. Tiene la precondición de albergar un lugar, es la demostración de un límite. Sus atributos intrínsecos nos permiten reconocer elementos constitutivos de una poética del espacio. El bloque, por tener confines, puede existir por sí mismo, estableciendo las condiciones de lugar (atributo importan- te de un desarrollo urbano que tiende a ser discontinuo). Su repetición coherente genera el espa- cio público de calles e intersecciones de calles. Puede leerse al revés. Tiende a generar una jerarquía de espa- cios urbanos, desde las calles y plazas como dominios públicos externos al claustro como reino interno semipúblico. Todo esto genera cualidades estructura- les, fenomenológicas existenciales reco- nocidas por N. Schulz. La manzana es un objeto que crea dos realidades públicas vinculadas entre sí, el claustro que aloja y representa la natu- raleza potencialmente unida de la comu- nidad, que vive en torno a él y la calle con sus esquinas, lugares de interacción entre los órdenes ligados a las manza- nas. En la unidad de la manzana está el paradigma islámico del claustro jardín como paraíso real y conjunto ideal 28 5. Plano de Roma. Nolli 29 resuelto, en nuestra cultura, en claustros institucionales o familiares. La naturaleza dual del bloque, manzana, dotado de perímetro, es esto de encerrar un claustro educativo socializador y definir el espacio para la interrelación social y el trueque. La recuperación de la arquitectura sobre base tipológica a puesto en valor y reali- zado nuevamente la manzana. En 1972, en Florencio Varela fundamenté concep- tualmente esta búsqueda en la propues- ta que hiciera con Clorindo Testa. Los espacios tranquilos y de la actividad de la calle no se materializarán totalmente hasta las propuestas para La Rioja (1973) y FONAVI (1977) en Argentina, y en 1980, en Sudáfrica (Soweto). A pesar de la retícula continua la propuesta de Runcorn, pareciera ignorar estas calida- des por la imposición de rutas dentro del sistema de claustros. Laplaza La plaza, más que ningún otro lugar, puede reivindicar para sí el carácter de "mundus", como "umbilicus" genitales, relación con el origen, con la tierra a quien salva, mientras acoge al cielo por techumbre, convoca a los mortales a quienes conduce. Los límites de manza- nas llenas, quedan materializados en esquinas torres, o ángulos que de hecho reconocen su pertenencia a dos caras; todo lo cual alude a piedras fálicas roma- nas demarcatorias de sitios, celebratorias de terminus dios de las fronteras. La esquina (de un damero) repite la divi- sión cuatripartita de la Tierra y del orden universal. Vale decir reactúa el acto fun- dacional de las dos direcciones funda- mentales, cardo y decúmano que descri- ben el recorrido solar y el movimiento del cosmos sobre el eje de la tierra. En la plaza, los límites son otros, los del tejido urbano todo. Es como una suerte de paradigma que unifica; reúne esqui- nas, fronteras, límites; es un recinto que pareciera condensar, en un espacio- lugar, localizado en la ciudad por ser un lugar, la quinta esencia urbana de sím- bolo del arreglo universal, de un cosmos reflejado, espejado simbólicamente en el orden terrenal. La galería La Guía ilustrada de París decía a media- dos del siglo XIX, refiriéndose a las gale- rías que el "boom" textil había generado en París entre 1822-1840. "Estas galerías cubiertas con vidrio, una demostración del lujo industrial, con pasajes cubiertos con pisos de mármol a través de bloques de casas, cuyos propietarios han unido fuerzas en la aventura. En ambos lados de estos pasajes, que obtienen luz desde arriba, están arreglados los negocios más atractivos, de tal manera que estas gale- rías son una ciudad, efectivamente un mundo en miniatura ". 30 La galería es morfológicamente lo opuesto a la idea de la manzana claustro y cuando se extiende se puede transfor- mar en red como en el GUM de Moscú. Mientras la manzana habla del dominio de lo tranquilo y lo ruidoso, el corazón y la calle, tal como ha sido realizado en los conjuntos desde principios de siglo hasta el año 30, de Amsterdam a Viena, la galería habla sólo de un dominio pro- pio interno elevado a rango de irrealidad hecha real, de espacio ilusorio porque siempre comporta un quiebre con la continuidad del tejido urbano y sólo tiene sentido y entidad cuando está ins- cripta en un área de intensísima activi- dad e integrada a su tejido. Si bien la galería cubierta puede recrear una sensación de lugar y aludir a su modelo ideal, la calle peatonal sin techo, no tiene la fuerza estructurante de ésta, (así se puede verificar en Edmanton, Students Union Housing en Canadá o en los planteos de J. Andrews en Scarborough College, Toronto, Canadá). En estos ejemplos, cuando todo el poder volumétrico, organizativo e instrumental está confiado a una espina, el espacio o área en torno pierde sentido, el campus en un caso, el campo en el otro. La ciudad tradicional puede ser salvada si se controlan los usos, densidad y carácter de su tejido, calles, plazas. Si se interviene activamente conformando lo indefinido, amorfo y anónimo midiendo la calidad, escala, dimensión y significa- do de los nuevos aportes a lo existente. Si se lee correctamente un potencial principio de estructuración y los dicta- dos de un contexto para armonizar y exaltar lo latente. Si los ensanches se realizan de manera incremental y modular utilizando los patrones de lo existente. Si se busca un orden significativo de elementos y pie- zas jerárquicas que den por resultado, si no un texto relevante, inteligible al menos, basándose en los rasgos esencia- les y sustantivos de los elementos estructurantes históricos de calles, pla- zas, manzanas, monumentos y distritos. Tomando como paradigmas los de la ciudad persa: el bazar o el eje caliente, el claustro del paraíso en la tierra de las escuelas coránicas o el Maidam; y las de Roma en sus monumentos articulados. Vale decir, actuando como mediadores de un pasado reinterpretado y quintae- senciado a través de un presente que entrevé tan sólo la futura desintegra- ción, que reniega del fatalismo sin incu- rrir en el optimismo de una utopía infantil, mediante un activismo tendien- te a perpetuar, recuperado, el artefacto de nuestra realización en el mundo, el artefacto urbano, producto cultural y culturalizante por excelencia. 31 Muchas veces, oírnos hablar respecto de las calles de nuestras ciudades, usando expresiones para caracterizarlas tales como "caliente", "colorida", "frecuenta- da", "popular", "animada" o "viva". Cada una de estas designaciones remite a un código de un determinado campo cultu- ral. Cuando decimos que es caliente, ape- lamos a las connotaciones climatológicas del término, hay una incitación vigori- zante, una sensación de calor y vitalidad humana que nos rodea y protege. Cuando decimos que es frecuentada, se alude a una dinámica, sin discriminar si se trata de tránsito pasante o deambulante que se pasea por ella. El carácter popular nos remite a la sociología tanto como a la socioeconomía. Nos habla del carácter de adhesión que despierta entre las masas urbanas, o del tipo de usuario, sin excluir el primer sesgo. En cualquier caso nadie está excluido, siempre y cuando deje los atributos de ostentación de su marco gestual. Que una calle es colorida, que vale la pena verse, habla de aquélla que se singulariza por su pintoresquismo, que merece un reconocimiento por su carác- ter único o es acreedora a ser registrada para transformarse en signo y símbolo del lugar o ciudad a consumir, localmen- te o en extrañas geografías. Decimos que la calle es animada, viva, cual si tuviera un espíritu, un ritmo pro- pio que surge de un clima festivo, alegre o de cierto desorden que es parte del "continuum" urbano. Si penetramos en la naturaleza de ésta, que todavía desig- namos como calle viva o animada, vemos que en ella los negocios tienen un carácter provisorio, frágil, y que las acti- vidades se desarrollan por igual en la calle y en pequeños locales. Aquí apare- ce evidente el grado de pertenencia, y de adscripción de las casas que bordean un CAPITULO III LA CALLE 32 canal espacial, las fuertes relaciones recíprocas entre ambas, que le dan ese carácter sustantivo y propio de la calle, que sirve a unos habitantes como medio de acceso a sus intereses y que se califi- ca como mediadora entre el espacio pri- vado y el auténticamente público. Sin embargo, todas estas designaciones parecen ser válidas como observaciones superficiales, como registro de turista o de escrutador clasificante y no movilizado de las capacidades imaginativas, de ensueño y de lectura poética de la ciudad. La calle es una unidad sólida de análisis con valores esenciales, expresiva de las fuerzas urbanas, hecha de gente, de un espectro amplísimo de seres evidentes a través de sus manifestaciones físicas, de lenguaje, gestos, etc., y de la realidad material del recinto y su envolvente. Existen reales hombres de la calle y a ellos pertenece un lenguaje que nada tiene que ver con el de los interiores. Pero esta lengua parece ser producto de la calle misma y no de los vendedores ambulantes, de los diarieros, de los taxistas, etc. Para estos habitantes, conocer una ciudad es conocer sus vías y flujos favorables o desfavorables, que ellos reconocen por instinto, y que nie- gan toda posibilidad de aprehenderla lentamente. Ellos querrían la calle para sí, por cuanto la posesión confiere pres- tigio y autoridad. La ciudad presenta estímulos de todo tipo pero actúa sobre los hombres espe- cialmente en la calle, de manera incon- testable. Si bien la ciudad es una unidad global, es en esta estructura de calle donde encontramos "la libertad por excelencia del lenguaje que no es otro que el lenguaje de la libertad". En ella cada hombre se presenta con sus atribu- tos propios que justifican la lisonja, el sarcasmo o el apóstrofe, y en tanto exis- ta este lenguaje, la ciudad no será el lugar de las muchedumbres solitarias sino uno vivo, poblado, donde hay seres que rescatan su individualidadde la masa de rostros anónimos. Antes que los príncipes de lo imaginario hubieran hablado de la calle, ella lo hizo a través de sus mercaderes con la palabra libre, rápida, furtiva, cambiante con las horas, los clientes, el producto, producto hecho palabra, palabra gestual, palabra-pro- ducto, palabra-fruto, palabra-proclama. La ciudad, como su metafórico símil, el bosque, para Laugier, está llena, poblada de sonidos de sus elementos acogidos, albergados: de insectos, pájaros, frondas, de las ocupaciones de construir, de comerciar, del movimiento y por sobre todo, de los murmullos y gritos de sus gentes. La ciudad está llena de gritos que portan un sentido, de palabras que se desplazan, que se modifican y que a veces estallan en el idioma de la revuel- 6. La calle estar comunitario 33 ta. La sociedad global, como causa pri- mera y última, se expresa a través de esta mediación precisa de la calle y su gente, así como también "el número de las mediaciones sociales modifica la fisonomía del fenómeno social". La calle aparece como mediación autó- noma y necesaria entre el dominio personal y los lugares de trabajo, de recreación, de expresión comunitaria. Pero sin lugar a dudas todos reconocen en la calle la presencia de una estruc- tura elemental, un trayecto o recorrido que vale por sí mismo y que no les es indiferente, independientemente de los objetivos que permita realizar. En sus orígenes, la calle, en Atenas, en Roma (no así en sus ciudades coloniales), en las mediaciones incluso del París medieval, fue estrecha, sujeta al capri- cho de las construcciones erigidas sobre ella y sometida a las vicisitudes de sus retiros o adelantos. Parecían entonces las calles no públicas sino casi privadas, en el sentido de posesión, de ser algo propio, desarrollado por sus vecinos. La calle se define como un medio inmedia- to, el "foyer" contiguo a nuestra privaci- dad de vivienda familiar. Al mismo tiem- po nos envuelve con la riqueza y varie- dad del medio del que emana, y como es nuestra, percibimos toda la "informa- ción" que puede transmitir. La función esencial de la calle, sería la de dar acce- so a las casas vecinas, ya que vemos a la gente entrar y salir de sus casas: pero además conlleva el primer estar, el cuar- to colectivo donde las comunicaciones se intensifican, tanto entre los vecinos ribereños como entre estos y la calle como organismo. La calle se diferencia del bulevar, en que éste se alimenta de su propia multitud, cual gran espacio público, ilustrando en su regularidad de edificios que respon- den a principios y categorías generales, que remite a una existencia ideal, poco comprometida con las singularidades de los habitantes de la edificación circun- dante. Generalmente el bulevar es recto y regular, en tanto la calle es irregular en su trazado o en sus fachadas. La calle es el símbolo del orden y la libertad, de cierta anarquía del privilegio de la individualidad manifiesta, producto del empuje vital del tiempo y la vida. Sentimos a la calle como diversa y múl- tiple en su esencialidad y manifestación, producto de la afirmación de las cosas y seres que la determinan, indiferencia total por la uniformidad, celebración de los contrastes, de las disimetrías. Basta remitirnos al París del siglo XVIII, del Siglo de las Luces, de la Edad de la Razón, en el que la vida de los cafés, de los salones, de los diarios y la libre empresa reinaban en su plenitud para que reconozcamos en su testimonio físi- co de ciudad, la inexistencia de tradicio- nes asumidas, la ausencia de orden, el espíritu manifestándose en la libertad irreverente. Desaparece la preocupación 34 35 7. Planta teatro olímpico de VIcenza. Palladio 8. La perspectiva de la calle en el teatro de investigación. Teatro de Vicenza. Palladio del siglo XVII por vistas de conjunto armoniosas, grandes perspectivas. Los logros hay que buscarlos en los rincones, en el detalle. Este caos urbano, va acompañado como es lógico suponer, de la proclamación y substanciación teórica de un orden rigu- roso, el de Laugier en 1755 y otro que, sin embargo, tardará un siglo en concen- trarse y enseñorearse de la ciudad. El bulevar posee su propia naturaleza. Constituye verdaderas vías públicas que sirven a barrios enteros, y por ello mismo están trazados más regularmente, pro- ducto de haber sido hechos con indife- rencia por los intereses particulares y su anarquía implícita. Cuando nacen en París, con Hausmann, estos ejes princi- pales organizan la ciudad entera y vin- culan a ésta con el exterior. Tienen en su momento un carácter un tanto abstracto a pesar de su "cuasi" naturaleza, de su forestación cuidadosa e intensa, pero que no deja de parecer un simulacro, un sustituto de aquella otra real del bosque. Nuevos signos aparecen en equipamien- tos urbanos uniformes. Lo que lo aparta, sin embargo, de la uniformidad, no es precisamente su tratamiento sino más bien su carácter de espacio teatral, alta- mente socializado. El bulevar introduce una sobreexcitación, especialmente en sus tardes y noches tempranas. En plena noche lo dominan el vacío y la oscuridad. En cambio la calle vive con sus habitantes, amanece y se acuesta con ellos, nunca se deshuma- niza totalmente: alguna luz en un cuarto atestigua un desvelo. Por sus proporciones y dimensiones, el bulevar condiciona, en las gentes, ciertas actitudes. Estas son más propiamente las de la representación. En ellas, se puede ver y ser visto. Como en el "foyer" de la Opera, la gente se saluda ceremoniosa- mente al pasar. La visión lejana permite una anticipación, que la calle niega, para establecer toda una estrategia del encuentro o para parecer distraídamente distante y ajeno. También otorga mayor libertad de movimientos por su magni- tud y regularidad; las multitudes refuer- zan el anonimato, el ocultamiento. La atmósfera del bulevar pareciera más liberadora en tanto potencia las liberta- des de visión, de compostura y hasta de conciencia que goza del espectáculo humano para aprobar o rechazar. Pareciera posible reconocer dos tipos de visión: rápida, fugaz, indiscreta, osada, tal vez afectuosa, en la calle; abrupta, impremeditada, más lenta, distante, casi de conjunto y aérea en el bulevar. Otras dimensiones posibilitadas por el invento hausmaniano es el de la expe- riencia de la horizontalidad y de la verti- calidad. La primera debida a las grandes extensiones, recrea el horizonte distante, que nos recuerda las llanuras del campo. Igualmente introduce la practicabilidad de la vertical con sus connotaciones ascensionales de progreso, su impulso 36 vital. El bulevar celebra por sobre todo la horizontalidad y con ella la sensación, y a veces la idea de que la gente no vive una sobre otra sino contigua, al lado. Calle y bulevar garantizan su comple- mentariedad de términos diferentes uni- dos a las plazas; un sistema de elemen- tos urbanos proveedores de un buen equilibrio de nuestros ensueños y de nuestra vida imaginaria e imaginante. En la calle, la actitud es familiar, como si estuviéramos en el dominio de lo pri- vado y propio, en tanto que en el bule- var el parisiense se sintió habitante de una capital en relación con el provincia- no y el extranjero. De allí que la recreación de los buleva- res en otras ciudades, tal como se hizo, tuvo como objetivos recrear esos atri- butos propios, reafirmar idealmente en provincia el carácter de prolongación, de extensión territorial de la capital, sus rasgos sacralizantes, elevando al rango de reflejo el lugar reflejante de una calidad de vida urbana intensa y metropolitana. El espacio unitario primero de toda ciu- dad, sin lugar a dudas, fue la plaza, el primer recinto y ámbito colectivo. Cualquiera sea su forma: triangular, cir- cular, cuadrada o variada, cualquiera sea la distorsión de la figura básica en su regularidad, tamaño, escala, rostros que la presiden, estos verdaderos edificios urbanos, construidos a lo largo de la his- toria, se insertan, cualquiera sea su 37 1- Santa María del Fiore 2- Plaza de la Annunziata 3- Palacio de Uffizzi4- Plaza de la Señora 5- Calles articulativas 9. 38 número, armoniosamente en el entorno, permitiendo recrear el encuentro, el reencuentro, la expresión, la manifesta- ción, la honra. Construidas a partir de un monumento, de un lugar sacralizado, frente a una iglesia, a un edificio público y como pro- longación natural de ellos, la plaza -desde la plaza de pueblo o barrio- cons- tituye el lugar donde el niño, los enamo- rados o el anciano, pueden caminar con sus ritmos propios y gozar de ellos o del espectáculo público de otros seres. Pero a este tipo de ámbito cerrado se empieza a oponer, como contra figura, el ámbito de encuentro de múltiples calles y trayectos. Las esquinas, cruces, encru- cijadas, encuentros de caminos, son pun- tos de particular significación. Pero a diferencia de la plaza-recinto parece casi la negación de la ciudad, por ser un lugar donde no puede uno detenerse, donde es peligroso hacerlo. En este espacio el tiempo aparece consumido y no objeto de consumo. Todo allí parece excesivamente iluminado, todo multipli- cado, vigorizado: el ruido, el miedo, los colores. Es el epicentro de la violencia, de la irritación. Aquí la inhumanidad reviste el carácter propio de la ciudad y se confunde con el corazón de ella (Picadilly Circus) y en alguna manera expresa los aspectos negativos de la ciu- dad: es el lugar en el que nadie puede ceder a su rival y para sobrevivir debe recurrir a todos sus recursos físicos y psíquicos. La gente que se aproxima a estos ámbitos no busca la paz de la plaza sino explorar la dimensión dramá- tica de la ciudad. Una serie de equipamientos de gran valor simbólico aparece calificando el lugar: el quiosco de diarios se presenta aquí, al igual que en las estaciones de trenes, para el hombre de paso, apurado, en partida, señalando la plaza-encrucija- da. También en estos lugares aparecen abrigos contra la intemperie, como luga- res de espera, precarios o firmes, de tranvías o de ómnibus. Estos albergues son símbolos de la forzocidad, de la necesidad de trabajo y de la regularidad a que dicha necesidad nos somete. Los ómnibus en París o en Londres, con sus horarios marcados en estos rincones o en simples postes que los sustituyen a veces, indican el programa de aparicio- nes sucesivas, regulares, puntuales, sim- bolizando la estabilidad en medio de un mundo que tiembla, se derrumba en derredor de nosotros. Pareciera proteger al usuario del constante flujo de vehícu- los y gentes que pasan alrededor. También cumple funciones de signo indi- cando la correcta dirección de nuestra distante destinación, permitiendo una mejor lectura de la ciudad. La existencia de un poste es suficiente 10. Edificio calle. Palacio Uffizzi 39 40 11. La calle-plaza protegida. Galería Vittorio Emanuele. 12. La calle protegida. Bazar de Isphahn 41 13. Detalles característicos. Calle-recova Bologna 14. La calle de funciones clasificadas, la recova donde el peatón es glorificado. Calle de Bologna 42 para indicar un lugar, para generar una especialidad circundante que se sustrae de la calle, de la vereda y aparece como refugio. Estos lugares parecieran haber consumido el tiempo, decíamos, deman- dan total exactitud, nos remiten al cro- nómetro que condiciona nuestro trabajo y nuestra vida. En esta encrucijada asistimos al triunfo del movimiento sobre la inmovilidad y por ello mismo a la negación de la ciudad, por cuanto una circulación rápida e intensa no permite reconocerse, conocer a los seres. Sólo el peatón tiene el ritmo y el tiempo que requiere el comunicarse. Por otra parte, este cruce, esta encrucijada, celebra al automóvil como un "adentro" elegido por el hombre para proyectarse en el espacio, y por ende en el tiempo. En ese lugar el hombre, adoptando su segunda naturaleza, aquélla de automo- vilista, ve delante de sí sólo automóviles, es indiferente a las gentes y satisface su deseo de intimidad en su segundo hogar, ambulante y sin raíces. Pero curiosamen- te la luz roja y verde, que regularmente paraliza el tránsito desmitifica al auto que, desprovisto de velocidad, quieto, pierde todo su valor. Lo extraño es que a pesar de estos ras- gos, el nudo, el cruce, la encrucijada- plaza que constituye una ruptura de continuidad urbana, de sus otros aspec- tos de negación de la ciudad, constituye paradójicamente uno de los puntos de mayor atracción y paradigmáticos del hombre urbano en tanto exalta y valora algunas de las calidades propias del mismo, tales como celeridad de reflejos, discontinuidad, nuevos comienzos rápi- dos, comprensión cabal de una situación complicada en brevísimo tiempo, vale decir, todo lo opuesto a una conducta armoniosa y lenta. Por su parte, la autopista es la cele- bración del flujo constante, del despla- zamiento libre, sin esfuerzos, de mane- ra continua, fuente que libera al hom- bre de su cuerpo. En cuanto a los orígenes de la calle podemos encontrarlos en el mismo punto del origen de la plaza, cuando ésta había adquirido una magnitud y densidad que requería la prolongación de sus caracteres fuera del recinto, vincula- do a él, sobre canales espaciales. Lo cierto es que a pesar de tantos cam- bios acaecidos desde ese remoto origen metafórico, las calles han cambiado algunas de sus funciones pero no su esencia de ser: el lugar de los primeros contactos humanos, de intercambio entre seres, de comunicación, que ningu- na sociedad puede eliminar sin el riesgo de acentuar los fenómenos de alienación del hombre de su mundo, de su cultura y, por ende, de su ciudad. La calle convertida en elemento de 15. La calle medieval 43 estructuración de la imagen urbana sufre evoluciones históricas relevantes a lo largo de los últimos 8 siglos. De ser un estado comunitario, prolonga- ción de la plaza, articulado a ella orgáni- camente en un tejido medieval, la calle pasa a ser un instrumento de orden y control, una forma simbólica (en el sen- tido de Cassirer) capaz de expresar valo- res ideológicos de una sociedad que se quiere ordenada, clasificada. La calle como distrito, como corte hori- zontal y vertical de un área, rostro la más de las veces de ella, adjudicado a una corporación, a una actividad, con un rol específico en el equilibrio social de la ciudad medieval, pasa a ser un instru- mento abstracto de control físico y psí- quico de la ciudad del siglo XVI. El desencadenante de esta potencialidad lo constituye, en el Renacimiento, la introducción deslumbrante de la pers- pectiva polar o central que permitiendo medir y definir con precisión, desde un punto, el campo visual, introduce la dimensión escenográfica y la representa- ción en el paisaje urbano. El rigor de alineación de los edificios y la servidumbre de sus fachadas o rostros para describir por igual un intrínseco orden de sus organismos y el orden uni- versal del dominio público contribuye a la idealización de la calle como lugar, como pieza de valor autónomo, casi autosuficiente, con indiferencia por su rasgo de soporte existencial, emocional y social. Nace el primer edificio calle, en el "caput mundi" del Renacimiento, en Florencia en el edificio que Vasari cons- truye para los Uffizzi. Nace la calle uni- ficada y unificadora, controladora impe- cable de nuestros ritmos vitales. A cada concepción del mundo le corres- ponde una concepción del espacio y un sistema de representación o perspectiva. Al mundo copernicano le corresponde, el espacio mensurable, escandido y verifica- ble por la perspectiva central, como al einsteniano contemporáneo, le corres- ponde el espacio fluido inasible, multidi- mensional, sólo imaginable como forma simbólica por la perspectiva axonométri- ca, representación sintética, económica, síntesis de corte, planta y fachada, repre- sentación objetiva que nos aleja del obje- to y nos ubica en el lugar o punto de vista infinito como auténticos demiurgos. Pero si analizamos la evolución, vemos varias etapas previas y roles cambiantes antes de arribar a la extinción de la calle y su inteligibilidad como elemento urba- no. La actual, aparece en las ciudadesabstractas del movimiento moderno desde 1920, disociada de su compromiso existencial y de su rol de figura, trans- formada en pieza autónoma y autosufi- ciente, erigida en autopistas que nada tienen que ver con las calles de las cua- les abjuraron. El Renacimiento que entroniza el rigor, la razón, el orden, fatigará hasta el ago- tamiento el papel de la calle como vehí- 44 culo para su corporización. El Barroco retomará el concepto exten- diéndolo a la posesión integral del territo- rio urbano y rural. En Roma tensionará con la calle, los monumentos dispersos de un territorio histórico, rico en sedimentos como es la totalidad de los monumentos cristianos basilicales articulados y tensio- nados en una trama que se ofrece como soporte de los recorridos procesionales, los de los peregrinos, ulteriormente como soporte del desarrollo urbano y actual- mente del psiquismo estructurado de sus habitantes, merced a proveer un fondo total y definitivamente estructurado. La posesión territorial se hace evidente en la lección de Versalles donde el palacio imperial se erige como "caput mundi", nodo referencial y de conver- gencia de todas las direcciones que emanando de ella se enseñorean del paisaje, de Francia y simbólicamente del mundo todo. La capacidad configurante de la imagen urbana, es entendida con profundidad por un Laugier que en sus Ensayos sobre la Arquitectura de 1755, nos describirá las claves de la belleza urbana y desta- cará, jugando un rol esencial, a las calles, que uniformemente diseñadas y definidas por el poder gubernamental en su recorrido, perfil y carácter deberán vincular los territorios interurbanos con las puertas de la ciudad, calificadas en sí mismas o por la prístina geometría de sus plazas inmediatas. Pero la calle devendrá en el siglo XIX en instrumento, complejizado en su sec- ción altamente mecanizada, de servicio a una ciudad industrial que debe ser además industriosa. Haussmann inventa el bulevar o prome- nade, ese canal vinculante de los gran- des complejos (ferroviarios, gubernamen- tales, sociales, etc.) de la ciudad indus- trial como un organismo que sirve de transporte de bienes y servicios, que pro- longa los conceptos del Barroco, pero que redefine como gran plaza lineal, que entroniza los lugares recreativos de la campiña y la naturaleza extra urbana en la interioridad de su organismo, como miniaturización higienista y convocante de la humanidad socializada. Como arte- facto socializante y socializador irrumpe trayendo rostros y comportamientos nuevos al seno urbano. Durante 50 años las promenades de París serán usadas, reusadas hasta olvidar la esencia que les diera legitimidad, siendo declinados en remotas latitudes como símbolos de ads- cripción a un cuadro de valores de la metrópolis idealizada como exponente excelsa de la mayor y más rica intensi- dad de vida y sentido de la ciudad. Hombres hechos y educados en estos marcos culturales de países centrales decretarían en un nuevo credo la pose- sión didáctica del territorio, clasificando actividades que luego espacializarán en unidades escindidas y estancas. La "calle corredor" es anatemizada y la 45 46 calle aislada, con funciones exclusivas y excluyentes, entronizada como elemen- to único. Sus consecuencias en la des- trucción del tejido de las ciudades exis- tentes y en la erección de ciudades fan- tasmales, está a la vista. Sin embargo, nuevas reflexiones llevarán a un Kahn a definir la calle como edifi- cio, que quiere un espacio propio en los muros contra la decadencia en que se transforma la autopista central de Philadelphia, convirtiendo en pieza poli- funcional estratificada (1961), en calle convencional capaz de albergar los nuevos y viejos usos reciclando el sistema, com- poniendo la partitura de la arquitectura del movimiento, definiendo calles pasan- tes, de ritmo "staccatto", calles "cul de sac" de estacionamiento y calles peatona- les, cobijando o encalando los multiusos comprometidos y contaminantes que la historia se ha obstinado en perpetuar en las ciudades figurativas que subsisten. Stirling buscaría la formalización estricta de la entidad calle y todo el neorraciona- lismo hará su revalorización sacralizada. 16. Boulevard Lenoir. Paris 17. Philadelphia 1954. Kahn 47 Todo ámbito admite múltiples lecturas globales que no se excluyen sino que enriquecen nuestro conocimiento del mismo y merece remitificarse en la medida en que podamos asumirlo mejor, cuando su vitalidad permite ser enrique- cida por el hombre o, inversamente, enriquece a este. Su autenticidad deriva de su expresividad. Querríamos, para desmitificar y remitifi- car, reducir críticamente y exaltar acti- vamente una serie de lugares en función de su autenticidad, más aún que por su importancia de grandes elementos. La potencialidad descriptiva, la capacidad imaginante habla del valor y de la rique- za de la imagen. El lugar inspirado es aquél que puede inspirar al hombre común y al sensible descifrador, escruta- dor y amante de los lugares. Lo imagina- rio se reconoce en los cambios que pro- duce y nos produce abriéndonos nuevos rumbos, deseos de nuevos horizontes y nuevos lenguajes. La plaza o la calle son lugares-umbrales, experiencias inaugurales de confirma- ción de un ambiguo teatro-límite, de una experiencia límite. La plaza extrae su grandeza de una multitud unificada y diversa, de una entrevista. En la omnico- municación propia del espacio urbano, que tornando todo tipo de encuentro posible produce un estado de "cuasi" vértigo, aparece la plaza como un refu- gio que acoge a todo ciudadano de una manera propia, adecuada a él. Se erige así en una suerte de oasis, de paraíso, de simulacro del paraíso celeste, claramente simbolizado en el patio-claustro islámi- co, en el que el agua y la vegetación remiten al soñado lugar de la otra vida, larga y definitiva. De este modo, una especularidad paradisíaca aporta la paz. La plaza puede ser tratada como un ser CAPITULO IV LA PLAZA autónomo, dotada de un sentido y capaz de organizar su tiempo y sus personajes. Por sobre todo, representa la tensión equilibrada entre movilidad y quietud, claramente expresada en sus usuarios habituales, que comprenden todo el espectro de edades y sus consiguientes manifestaciones cotidianas dominantes. Las manifestaciones y los encuentros colectivos con su poder social quedan como caracteres potenciales recesivos. Los árboles, el césped, las piedras, el agua, que hablan de una abundancia edénica aparecen como residuos con poder evoca- tivo del paraíso-naturaleza. Basta la introducción de uno de estos elementos para que la más pura geometría de los trazados y de los edificios se diluyan en una suerte de negación y aparezca, una alusión a nuestro estado primitivo, aunque sea al nivel de nuestro incons- ciente. Es posible que en gran medida el carácter de refugio tenga como fuente esta imagen natural. Hay, sin embargo, una gran mayoría de plazas que poseen una atmósfera provincial, ofreciendo el espectáculo de la conven- ción. Son, por sobre todo, sus usuarios habituales los que con sus hábitos tiñen de ese carácter a estos nodos: los niños, las mujeres y sus carrillos, los ancianos, los enamorados y, a veces, los solitarios que descubren una manera de ser de la ciudad que igno- raban y se hace evidente, que se ofrece para reflexionar, escapando a la movi- lidad y flujo de las calles. El papel jugado por la plaza es funda- mentalmente el de traer orden a los habitantes, integrándolos. Toda ciudad requiere un centro social relacionado con su esencia, y la plaza es, precisa- mente, el espacio arquetípico sociali- zador, articulado con su tejido o fábri- ca, ubicada generalmente -como ya dijimos- en posición central, y cuyo grado de interrelación depende del rol cívico, religioso, comercial, múltiple que puede cumplir. Generalmente su significación radica en la naturaleza del envolvente del recinto o en el carácter y significación de sus elemen- tos protagónicos incluidos. Con el resurgimiento urbano acaecido en el alto medioevo, aparecenciudades nacidas naturalmente y que reconocen su génesis en la pre-existencia de un centro religioso, de una catedral o de un monasterio, de un castillo o del entre- cruzamiento de rutas comerciales importantes. Por otro lado hay un rena- cer de ciudades antiguas romanas o aparecen nuevas ciudades planificadas, en Italia, por ejemplo: Siena, entre las primeras, Verona, Piacenza, Florencia, entre las segundas. Las plazas adquieren en Europa, en la Edad Media y en el Renacimiento, sus momentos de máximo esplendor. En el medioevo adoptan una forma orgánica y se transforman en el foco de múltiples funciones colectivas de la vida cotidiana 48 49 urbana: aparece en ellas el teatro, la ceremonia religiosa, los eventos guberna- mentales, las decisiones colectivas, el intercambio comercial de los mercados. Los únicos edificios públicos son las igle- sias y los salones comunales. Con el Renacimiento, la mayor parte de estas actividades, desarrolladas en el escenario del espacio público externo, empiezan a desplegarse en organismos edilicios espe- cíficos. La plaza medieval de forma natu- ral, armoniosa, continua en relación con el tejido, es sustituida conforme a un nuevo orden social y político: la comuna reemplazada por la "signoría", una ciu- dad-estado casi democrático sustituida por una autocracia, encuentra su correlato en una nueva concepción del mundo, en su representación y su expresión. Aparece así la plaza regular, geométrica, manifesta- ción del nuevo orgullo cívico, la que tam- bién ve su propio cuerpo como objeto de despliegue de la geometría. Sin embargo, sólo advertimos cambios cualitativos y ningún desarrollo funcional de mayor complejidad. Con el Barroco veremos más aún la plaza transformada en nodo de un sistema vial a escala urbana, más dinámica que la plaza renacentista y más excluyente del pueblo y del usuario común. 18. La Plaza Medieval poseída Barrocamente, Plaza Navona 50 19. Planta Plaza del Campo. Siena 20. Ubicación Plaza del Campo en Siena 21. Vista Plaza del Campo 51 22. Plaza lateral Duomo, Siena 23. Palacio del Pueblo, entrada Plaza del Campo, Siena 52 53 24. Perfil urbano San Gimignano 25. Vista PLaza de la Cisterna, San Gimignano 26. La Plaza Medieval, a veces combinadas 1- Plaza de la Cisterna 2- Plaza del Duomo 27. Vista Plaza de la Cisterna 54 28. Plazas medievales de libre diseño, irregula res, como generadoras del tejido orgánico de la ciudad a la que se articulan. Bérgamo 29. Plaza bajo el municipio articulando la Plaza Cívica y la de la Catedral. Bérgamo 55 En la ciudad medieval los componentes básicos son el recinto amurallado demarcatorio de los confines de la segu- ridad, del adentro y el afuera; un sistema vial laberíntico generado por la cons- trucción, en pequeños terrenos, de una muy densa edificación; la escasez de grandes espacios públicos que encuentra como contrapartida específica espacios cívicos, religiosos y comerciales empla- zados centralmente y unificando orgáni- camente la composición global de la ciu- dad. Los apretados edificios, las estre- chas calles que rematan en estos recin- tos y cierto destino común homogéneo, de elite calificada por el mundo interior del recinto amurallado confería a los caracteres espaciales de las plazas el sentido de ámbitos comunitarios, esta- res, extensiones de la propia vivienda y, por carácter transitivo se lo confería a los trayectos. En algunas ciudades reconocemos ámbi- tos especializados frente a la Catedral y al palacio municipal, como en Siena o en Florencia; pero en la gran mayoría de los casos se busca articular ambos dominios igualmente relevantes. Por ejemplo en Bérgamo, la Plaza Vieja y la del Duomo se integran espacialmente mediante el Palazzo de la Raggione que, elevado sobre pilotes, preside ambos territorios. En cuanto a las plazas de los mercados, cuando éstos eran de alimentos de uso diario aparecían bastante centrales, pero se dispersan en cuanto adquieren espe- cialización, y finalmente aparecen en la periferia, generalmente junto a las puer- tas de la ciudad cuando son regionales, a escala de pueblos comarquinos. En el medioevo, de manera clara, sobre todo en las ciudades de fundación roma- na, el crecimiento se hizo irradiando del corazón centralizado del foro transfor- mado en plaza. La relación de la plaza con la ciudad cambia, en tanto elemento de ésta, conforme al crecimiento del organismo urbano, y siguiendo a estos cambios cambia también su naturaleza. Si bien su localización es siempre central no es fija, y su forma sumamente varia- da, orgánica, concomitante con el proce- so de gestación de la ciudad, está condi- cionada por la topografía, por el perfil y por la posición de los edificios existen- tes. Así la Plaza del Campo surge de la convergencia de tres colinas sobre las que se despliega Siena. Vale decir que son rasgos distintivos de las plazas de la época, la centralidad, el carácter irregu- lar orgánico de su forma, emergente como parte integral de la composición urbana. Por otro lado recibieron ricos tra- tamientos arquitectónicos en las fachadas de sus edificios públicos, en las recovas, en plataformas, fuentes, y pavimentos y quedaron, en general, desembarazadas del tráfico principal de la ciudad que pene- traba en ellos con tramas articulativas, subrayando así el carácter convocante, de congregación ciudadana, que actuaba en el gobierno de su destino. 56 En la ciudad del Renacimiento, el rasgo fundamental fue el de una actitud de renovación revolucionaria más que incremental (rasgo típico de las inter- venciones medievales), y así asistimos a los cambios puntuales, a renovaciones pequeñas que transforman ámbitos medievales pre-existentes en otros con características estéticas de simetría, equilibrio y armonía de nuevo cuño. La intervención en Verona, próxima a plaza de la Erbe (lugar del viejo foro), dedicada aún hoy a la actividad mercantil, se dio en la Piazza dei Signari con estos rasgos. En otros casos los cambios fueron en gran escala mediante la demolición de barrios o áreas medievales para alojar nuevas piezas, como en Florencia, en la Plaza de la S.S. Anunziata a partir de Bruneleschi, o en Vigevano, a partir de Bramante, y a lo largo de 2 siglos. En ambos casos asistimos a las plazas para- digmáticas del Renacimiento. La de Florencia, rodeada por el Hospital de los Inocentes conforme a una configuración de U abierta sobre un eje simétrico que une al conjunto con el Duomo, presidido por la iglesia. Todos los lados ostentan la uniforme calidad y ligereza de las reco- vas. En Vigevano, a 30 Km de Milán, una plaza de 40 x 120 m aparece como un edificio unificado, abierto, de estilo uni- 30. Plaza Pombal. Lisboa 57 31. a-b Plaza del Campidoglio 58 32. Versalles 33. Plaza de la Estrella. París 59 60 61 forme focalizado en uno de sus lados menores, donde una iglesia de fachada barroca exalta la axialidad y la profundi- dad perspéctica. En ambos casos esta- mos en cuartos exteriores de la comuni- dad, vividos intensamente por estudian- tes y turistas uno, por habitantes comu- nes de la ciudad el otro. Nuevas plazas distritales aparecen en áreas de desarrollo urbano, como es el caso de la ampliación renacentista de Ferrara, contigua al viejo asentamiento medieval, continuando en grilla muy bien ajustada a principios geométricos y a una realidad existente. En este ensan- che urbano que duplica el área de Ferrara, frente a una expectativa de cre- cimiento que nunca se verificó, asistimos al primer plan de desarrollo urbano bidi- mensional desde el mundo romano. En ella la plaza Ariostea surge con una ausencia total de compromiso con un contexto predominante. Finalmente tenemos otra categoría de plazas: las de Sabioneta y Palma Nova, inscriptas en el geométrico trazado de ciudades ideales, en la intersección de vías. Pero los cambios son sólo espaciales y no funcionales, basados en requerimientos puramente estéticos de tratar de armonizar los espacios con los edificios circundantes, exaltando tal vez algún edificio celebradopor su valor icónico y significativo. Las características del sistema urbano barroco de grandes y rectos trayectos que vinculan focos, distritos más o menos homogéneos a lo largo de las vías, transforman la ciudad en una ima- gen más abstracta para los ciudadanos, y en ellas las plazas pierden sus funciones básicas y cotidianas para adquirir un valor representativo. Mientras la ciudad empezó a ofrecer un amplio espectro de servicios y una infraestructura adecuada para una nueva sociedad, la plaza fue más bien la exten- sión del claustro palaciego para una clase privilegiada que encontraba en la ciudad una atmósfera apropiada, clase que no necesitaba la ciudad. La vida, en cambio, siguió desarrollándose a escala popular en las antiguas plazas medievales barriales. Las plazas del período pueden caracteri- zarse como: a) aquéllas creadas para el desarrollo espacial urbano de monumen- tos cívicos o religiosos, como las de San Pedro, Santa María de la Pace o la Montecitorio, todas en Roma, que sobre la base de diversos expedientes -ejes, simetría, escala, y magnitud espacial- permiten exaltar, llevando al exterior la forma cerrada de los edificios celebra- dos; b) plazas generadas como focos de la intersección de calles, en ciudades existentes, como en el caso de Piazza del Poppolo, también en Roma, surgida de la 34. Fontana de Trevi 35. Plaza San Ignazzi. Roma 62 intersección del tridente (típico del Barroco) y multitud de plazas irradiantes como la de la Nación, en París, o la de los Quattro Conti en Palermo, c) plazas construidas en nuevos distritos, que en general imitan las de las ciudades idea- les renacentistas, con formas geométri- cas cuadradas, octogonales (Copenhagen), semicirculares (Dijon), y finalmente, d) aquéllas que sin tener un trazado barroco son incorporadas al sis- tema por una serie de agregados, de adi- ciones renovadas como en el caso de Plaza Navona, donde tres fuentes de Bernini y una iglesia de Borromini ten- sionan y dinamizan el espacio, generan- do un sobrio contrapunto de ejes espa- ciales longitudinales y transversales. La plaza higiénica, naturalista, románti- ca, verde, irrumpe en el siglo XIX, en el que coexiste con epígonos o "revivals" barrocos hasta el triunfo del urbanismo progresista moderno que diluye su valor sustantivo, institucional, tanto como el de la calle, en la celebración de una espacialidad neutra, fondo y no figura 36. PLanta Plaza Stanislas. Nancy 63 37. a-b Plaza Stanislas. Nancy 64 de la nueva ciudad. Nuevos aires y cre- encias recuperan estos nodos o elemen- tos estructurantes de la imagen existen- cial del espacio urbano, en la arquitec- tura de los años 70. El potencial configurante de la plaza, estructurador de la vida y la imagen existencial, de esa imagen estable hecha de los espacios percibidos y los compre- sentes, de los experimentados y los recreables o convocables por la memoria, es intuido, comprendido y erigido en ins- trumental a mediados del siglo XVIII. El planteo que Patté formula para París, se basa en volcar sobre el tejido urbano existente, una veintena de proyectos presentados al concurso para la plaza Luis XV, hoy Plaza de la Concordia. Todos difieren formalmente, pero no esencial- mente en su pretensión de albergar, cobijar, convocar a la comunidad circun- dante. Las plazas aquí propuestas se eri- gen en soportes de la expresión comu- nal, lugares de encuentro, lugares de la soledad. Vale decir el espectro todo de las metas, fines, usos, significados, de la institución plaza, aparecen convocados en totalidad y erigidos en claves únicas y relevantes de la formalización urbana. Un siglo después la plaza higienista defi- nida como miniaturización romántica de la naturaleza, en los diseños de la ofici- na de las Promenades de París, dirigida por Alphand, poblarán ese mismo tejido eliminando las dimensiones de la mani- festación colectiva, la expresión y cele- 65 38. a-b-c Plazas de Haussmann Las plazas como organismos higiénicos crean el artificio de un fragmento de naturaleza cautiva- do. La plaza como lugar de la recreación excluye la manifestación, la comunicación y la expresión colectiva en el orden social de la burgesía. 66 6738. d-e-f-g Plazas de Haussmann bración comunitarias. La plaza deviene la pieza de artificio del encuentro pasivo, controlada y controlable de algunas y el espacio de la soledad o de las ensoña- ciones, de una soledad que se construye en la ilusoria convicción de la complici- dad y armonía con el mundo, cuya vitali- dad y realidad excluidas se transfieren a las calles, donde los niveles de expresión se re-crean en las barricadas de los comuneros. El urbanismo progresista moderno, triunfante mundialmente al celebrar el espacio como fondo y no como figura, ajusticia por igual a la calle corredor como a la plaza, hacien- do del espacio urbano todo un conti- nuo verde inestructurado, donde es dable el protagonismo de las tipologías sociales, emblemáticas, de torres y láminas erigidas sobre la bidimensiona- lidad compositiva de grandes áreas de zonificaciones exclusivas. Pero primero con Kahn en 1952, luego con Stirling en 1969 y entre ellos Emille Aillaud 1960-1970, que llegamos a los neorracionalistas en los que la plaza readquiere su significación perdida. Kahn en su orden del movimiento recicla el tejido del área central de Philadelphia en la que Peim erigió en su acto fundamen- tal una constelación ordenada de cuatro plazas simétricas y equidistantes de la central, que aparece en el encuentro del cardo (Main Street) y el decumano (Market Street). Su planteo no contiene reflexiones explícitas, pero la consecuen- cia de su plan es la revalorización de estos focos socializadores. A fines de los años 60, Kahn reconceptualizará la insti- tución y la definirá como el punto de encuentro o mediador entre el mercado o lugar de las necesidades y la universi- dad, lugar de la pregunta, la inquietud, el interrogante. Aillaud en sus grandes conjuntos subur- banos hará coexistir la espacialidad canónica moderna con puntos formaliza- dos, concentradores de la vitalidad exis- tencial privilegiando los juegos de niños, en los que radica su única confianza de recuperación para un mundo nuevo no alienado. Objeto de reacción poética como palomas gigantes, fuentes, murales especiales, serán los localizadores del paraje, hacedores del lugar. Stirling hará para Derby una recuperación nostálgica de la plaza cívica del Poppolo o del Campo de Siena en su formalización del municipio concursado. En su discurso collagista recupera, en texto nuevo, no sólo la iconografía de Paxton, o de Le Corbusier, sino más aún, con mayor rele- vancia el concepto de galería (arcade) o calle cubierta y protegida que penetra la cultura europea en el siglo XVIII a partir de los modelos islámicos de los bazares persas y turcos, así como el concepto de plaza recinto (casi opuesto al de plaza encrucijada) hecho de un rostro homo- géneo -como las plazas reales francesas o las plazas mayores hispánicas- elabo- rado como un cobijo en la receptividad 68 de este "cuasi circus" marginal al tránsi- to y centralizado más aún, por un esce- nario cuyo rostro urbano es la fachada del viejo municipio reclinado. Todo el neorracionalismo de los 70 retomará las banderas del urbanismo culturalista y veremos a Sitte reencarnado en muchos de ellos, reinstaurando nostálgicamente, pero no por ello reaccionariamente, las instituciones irreductibles de calle y plaza. La plaza, como la calle, como la ciudad, es ante todo lugar, localizadora de parajes, áreas, regiones, vale decir que cada una eleva la urdimbre de sitios al rango de lugares albergantes, convo- cantes de la vitalidad existencial y de todas las otras instituciones urbanas por ser precisamente eso, lugares ante todo. 69 71 Dios está en contra de las utopías, así nos lo enseñan nuestros antepasados remotos, más próximos a él, al referir la suerte de esa primera utopía, la torre de Babel, en la que Dios introdujo el caos de las lenguas dispares para incomunicar a susconstructores. Hipodamos de Mileto en su decisión de hacer una ciu- dad ortogonal, creando un sistema, lle- vando la residencia humana al plano de las matemáticas, en su idea de hacer una ciudad calculada por el hombre para el hombre, cambió la consciencia e inau- guró la era en que el dios será confinado a la lejanía de sus territorios y dominio de especialista: el cielo. Como todo uto- pista corta el camino entre cielo y tierra, no necesariamente negando a aquél, pero manejándose dentro de reglas, de una lógica (ni poética, ni metafísica), de una matemática. Todos los utopistas sociales, políticos, éticos, son arquitectos, de ahí el señuelo para éstos de transformarse en aquéllos. Mileto es la primera ciudad utópica conocida, su damero es como el territo- rio de juego de un espacio casi irreal sustraído a la realidad. Para Hipodamos es un artefacto. Las ciudades griegas contemporáneas eran caóticas como las orientales, orgá- nicas, ajustadas al paisaje, el dominio de la irregularidad, el exilio de la recta, ciu- dades femeninas, casas nidos, casas úte- ros, calles descriptivas de blasones feme- ninos, de la mujer dadora de la vida y la muerte, memoria y futuro del mundo, fuerza primordial, recuerda a la madre tierra, a la naturaleza esencial. Hipodamos y todo utopista con su men- talidad matemática piensa de la natura- leza como algo perfecto, ordenado, inco- rruptible; imperecedero. Pero sólo los astros, la esfera celeste de nuestras noc- CAPITULO V LA PLAZA IBEROAMERICANA: DE LA ABSTRACCION, DE LA CELEBRACION EDENICA A LA RECREACION DEL RECINTO 72 turnidades, exhiben, y eso sólo a simple vista, el orden. La naturaleza para nosotros es azar, casualidad, fatalidad, exceso, abundan- cia, caos, tormento, desafío, y protec- ción, armonía. El lugar incierto, escena- rio de nuestra concreta existencia. Aristóteles reconocía dos zonas de la naturaleza: el cosmos y el mundo sublunar. El primero exento de necesi- dades, todo orden, rigor y ley. El segun- do imprevisible. El acto de Hipodamos es precisamente el instaurar en el caos el orden matemático del cosmos (arreglo en griego) del que la esfera celeste es modelo. Para ello recu- rre al uso sistemático del ángulo recto, que no emerge del bosque o la colina. Todos los utopistas recurrirán a la geo- metría donde los círculos, cuando los haya, serán perfectos como en el "cos- mos" y no como en los golfos o colinas. La estructura de su entorno, parece caer en una pérdida, en la necesidad de las matemáticas rigurosas, implacables; el hombre se transforma en objeto perfec- to, anónimo, un sistema intemporal. Todo utopista descubre la libertad, para al instante ultimarla. Pero a dife- rencia de la fatalidad natural esta nueva es producto de la elección y ésta es la forma más insólita de ejerci- cio de la libertad: la elección de una nueva esclavitud. 73 En este período de la historia, siglos VI, V, IV se inventa todo, la democracia; la dictadura; la tragedia, la comedia, la filosofía, la ciencia, etc. En rigor, la ciudad es la primera utopía realizada. El damero hipodámico, como la geome- tría pitagórica tiene una base conceptual mística que es lo único que puede justi- ficar la atención primero, la adopción luego por los romanos por vía directa, o a través de fenicios o etruscos, pero finalmente asumida como un ritual 39. Plaza Mayor Cuzco. Perú 40. Vista Plaza Mayor. Madrid 41. Plaza Mayor. Madrid obsesivo de los actos fundacionales. Los mitos y ritos fundacionales etrusco- romanos suponen una prolija sucesión de eventos. Primero, un héroe, hijo de una virgen vestal protectora del fuego sagrado fecundada por un dios anónimo. Luego un "augur" que define un territo- rio, un lugar y sus confines, vale decir un Templum, un recinto sagrado en el que se armonizan un orden celestial con un orden terrenal, un recinto circular cua- tripartito. Finalmente la actuación de un héroe en la inauguración del "mundus", punto de conciliación y convocatoria de los manes, antepasados de los fundado- res y acompañantes que mezclan las tie- rras de sus patrias de origen en la erec- ción de la nueva patria, en el nuevo apo- sento de sus antepasados. La creación de un hueco que vincula la entraña de la tierra y el cosmos; lugar de Ceres (diosa de la Tierra), de los lares (dioses del lugar) y sacrificios propiciatorios de los primeros frutos. Nace así un lugar leído indistintamente como funesto o como origen de la vida y fer- tilidad de la comunidad. Luego la delimitación del muro ritual o "pomoerium". El rito fundacional ibero- americano reproduce, recrea, amputa, innova, pero, se entiende, sólo en refe- rencia al modelo inspirado e inspirador. En éste, el héroe es concebido como un delegado de ese representante de Dios en la tierra, que es el rey. Dicho dele- gado definirá un "locus", aquel lugar que encara o espacializa todas las ins- tituciones del hombre y sus lugares, que es la ciudad. Al hacerlo propondrá como guía a los mortales, que en la espera de los divinos, salva a la Tierra, acogiendo el cielo, en una suerte de prefiguración de lo cua- drante heideggeriano, 400 años antes. A partir del inicial trazado de la plaza mayor, principal contribución hispánica a la cultura urbana renacentista, que se erige en síntesis simbólica por igual del "mundus" y "templum" crece la cuadrí- cula uniforme. Mundus, vale decir origen, fuente de la vida social y de la comunidad, umbili- cus genitalis. Templum, recinto apartado para funcio- nes cívicas o religiosas, paradigma del orden del mundo capturado en su enclave especular. En la idea y en la concepción de la ciudad y de esta plaza, como su punto de partida primero, del habitar del hombre en un lugar, está expresado la quintaesencia del orden terrenal elaborado para compatibilizar con lo celestial. La celebración anual del día fundacional y del patrono pro- tector es otro signo de la perdurabilidad del ritual. La ortogonalidad y orienta- ción que desde hace 5 mil años aparece como sueño recurrente en el hombre de todas las latitudes (China, mandalas de la India, en Egipto, en Teotihuacán) parece cuando menos esencial al hom- bre, sueño de hombre adulto capaz de 74 conceptualizar su abstracción, e imagi- nar su materialización. La ciudad iberoamericana es hija de una España heredera de la cuadrícula orien- tada de sus ciudades romanas, del índex ritus paganus del siglo VIII, del atesora- miento que los sabios y los hombres hicieron de actos, gestos, mitos y ritos, preservados de la debacle que introduce un dios que no tiene dimensión, que ha vulgarizado los lugares al homogeneizar el espacio sin privilegiar punto alguno. Un dios que está en todas partes y en ninguna, podría haber quebrado estos hábitos de localización, si éstos no hubieran obedecido a causas esenciales, antropológicamente fundamentales. En esta ciudad iberoamericana de cua- drícula, de grilla ortogonal orientada que habla de las fuentes egipcias, grie- gas, etruscas, romanas hay una serie de elementos constitutivos irreductibles que son la manzana, la calle, la esquina y la plaza. Sólo en este contexto, la plaza adquie- re su pleno significado biunívoco de figura y fondo. La manzana es un bloque limitado, geo- métrico y regular, lo que le otorga cali- dad de unidad repetible dotada de un confín, frontera (confiada al dios Terminus en Roma) y con un corazón, paradigmático claustro, lugar socializa- dor y convocante de la comunidad que la rodea. Pareciera la primera unidad de vivienda colectiva que toma como punto de partida la casa patio, la casa con "impluvium" romana y mediterránea. Las calles aparecen como aquellos ins- trumentos de orden, de control perspéc- tico, dimensional, de proporciones y dis- tancias, estar comunitario portador de la dinámica de su uso, de su forma de ámbito a transitar, a atravesar. La esquina re-actúa el acto inaugural de la fundación del lugar ciudad, cobijo de todos los lugares que localiza las institu- ciones que alberga la ciudad. Cada esquina repite el ritual de la divi- sión cuatripartita del mundo terrestrecircular en armonía con el orden celeste, cupular, que cubre la Tierra. Cada esquina testimonia el encuentro de un eje calle que describe el recorrido solar diario y otro, también calle, sobre el que el mundo celestial rota sobre la Tierra para aquel hombre copernicano, re-actúa así el cruce de "cardus" y "decu- manus". En consecuencia repite al infini- to un ritual localizante con aspiraciones. Del potencial no concretado de la esquina y de aquel otro del corazón de manzana, la plaza, manzana vacía, paradigma de esquina, alberga y se erige como mundus-templum de la ciu- dad, reivindicando para sí tanta frustra- ción del tejido urbano. La plaza medieval era irregular, articula- da con el tejido de las calles que se veían como emanando de ella. Sus funciones eran precisas, articula- tivas, socializadoras: religiosas, cívi- 75 cas, comerciales y así aparecían la plaza de la catedral, del palacio comu- nal o la del mercado. Las iberoamericanas heredarán ese valor funcional integrativo uniendo la más de las veces en la Plaza Mayor la función religiosa y cívica. El Renacimiento nacido de la pasión por la evocación de la anti- güedad grecorromana no cambia mucho sus funciones y sí su formalización. Así se geometriza y centraliza en el universo perspectivo y en los trazados urbanos de ciudades ideales, ortogonales o radiales de Filarete y en la pulcra geometría de Bruneleschi (Annunziata). La plaza barroca, dinámica, emergente del valor teatral y representativo, de la idea de ciudad capital romana o parisina con resultado en plazas articulativas, o desarrollos en vacío de edificios monu- mentales, o en la intersección de vías estructurantes de la ciudad poco o nada repercutirá en América, hasta la inter- vención republicana, post-haussmaniana en ensanche de ciudades. Pero la plaza nacida como miniatura de la naturaleza introducida en el siglo XIX será instrumentada ideológica y formal- mente de manera tenaz hasta convertir- se en la imagen paradigmática y exclu- yente de nuestras ciudades. Pero si la plaza es lugar de expresión en el medioevo, de representación en el Renacimiento y Barroco, en el Beaux Arts será sólo el lugar del encuentro y de la soledad, de la "recreación pasiva". Pero el carácter de "templum" recinto sacro, de punto de la manifestación no podrá eliminarse de la mente de los hombres por razones que sólo la antro- pología estructural nos explica (las pla- zas pueden ser monumentales y a escala metropolitana, barriales, grupales en conjuntos habitacionales. Cualquiera sea su escala, uso o función todas reivindi- can el carácter de recintos sacralizados). La plaza iberoamericana, casilla blanda de un interminable tablero quiere ser un edificio público convocante de la sole- dad, de la multitud, del encuentro consi- go, con los otros. Pero quiere adquirir su carácter a la manera hispánica, de los edificios que la circundan, que deben hacer sus límites, sus fachadas, sus recovas, manera en que la plaza penetra lo circundante, que empieza así a hablar de un gesto de reconocimiento de tal presencia. La nobleza y jerarquía de sus edificios cir- cundantes hablan de su carácter central o barrial. Pero los entornos se han degradado y la plaza ha adquirido una forzada autonomía. La independencia va acompañada del advenimiento de ideales europeizantes (franceses) y la plaza mayor, escenario de las grandes expresiones colectivas, adquiere un valor significativo, cierta potencial monumentalización, la asun- ción de un valor representativo de la región, de la ciudad, a veces del país. El lugar de la convocatoria colonial se 76 7742. a- Plaza Mayor México 1793 b- Plaza Mayor Panamá 1748 transformó en escenario de la proclama liberalizadora. Pero la grande y masiva transformación provendrá de la inmigración y crecimien- to de las ciudades. Los barrios repiten y remedan las leyes del área central y las calles como las plazas se multiplican idénticas. En consecuencia en Iberoamérica la plaza conserva o deriva su función sim- bólica de la cultura etrusco-romana, su función social del medioevo, su función centralizadora espacial y configuración geometrizante del foro revisitado por los ideales renacentistas y a partir del siglo XIX su función simbólica de miniaturización edénica de la naturale- za, en correspondencia con los ideales románticos europeos. Patté a fines del siglo XVIII fue el único que propuso un uso instrumental análo- go de la plaza al que 3 siglos de Renacimiento y Barroco habían hecho de la calle. Su instrumentación se traduce en un bello plano de París poblado por las veinte plazas que sometieran los arqui- tectos para el concurso de la plaza Luis XV, hoy de la Concorde. La ciudad de París aparece 100 años antes de Haussmann estructurada, no por promenades o plazas lineales, sino por plazas que vivifican su organismo con polos múltiples articulativos, inte- grativos de las comunidades barriales, estructurantes de una imagen inédita. Plazas de muy diversas configuracio- nes, barrocas o incipientemente neo- clásicas, transforman a París en la ciu- dad de la multitud de expresiones for- males y sociales. Si la plaza y no el "cardus" y "decuma- nus máximus" marca el templum-mun- dus el "umbilicus genitalis", la relación con la Tierra y con el origen, cada nueva plaza comporta una renovación funda- cional, el comienzo de esa nueva ciudad que es el barrio. Si los límites de las manzanas son tenazmente materializa- dos en torres de esquina, que aluden a las piedras demarcatorias de sitios; si la esquina repite la cuatripartición de la Tierra; si las calles nos hablan del movi- miento solar y el estelar, el hacer ciudad en Indoamérica es un reactuar el orden universal y divino en la Tierra armoni- zando a ambos. Pero si el destino de la ciudad iberoame- ricana se juega en el destino de todos los elementos que hacen a esa ciudad, el punto nodal lo constituye sin duda esa plaza que colecta todo lo disperso del tejido y que quiere seguir siendo el lugar de la soledad, del encuentro, de la expresión pero por sobre todo símbolo de un orden y armonía perdidas entre nuestro mítico origen de caos-orden y nuestro mítico e incierto futuro. 78 79 La ciudad es entendida como foco de un territorio (región) y símbolo. La ciudad capital nace con el Barroco y expresa en su estructura el universo, el mundo cen- tralizado, extenso y continuo. Consiste básicamente en focos, puntos de con- densación o polarización representados por plazas o monumentos interrelacio- nados por calles regulares. Entre este tejido fundamental aparecen los distri- tos o barrios como áreas homogeneiza- das, neutros sometidos a regulaciones o control en su uniforme construcción como fondos de las figuras protagónicas de la urbanidad, los grandes ejes con- vergentes o irradiantes de los focos. La ciudad convertida en réplica de un orden del mundo. Las fachadas interconectadas por orde- nanza en 1573 (Gregorio XIII) represen- tan la disolución del protagonismo del individualismo renacentista y la transfe- rencia del acento a la calle, al espacio público. La fachada es diafragma media- dor entre el interior y exterior, puede tan pronto expresar el interior como plegarse a la organización del espacio público. Pero entre estas polaridades priva el hacer el rostro urbano. El sistema de Sixto V y Lucio Fontana en su ciudad, capital, sacra, símbolo de la cristiandad verdadera, la católica, asen- tada en el prestigio del lugar vale decir Roma, desde siempre "caput mundi", consistía en el trazado de regulares tra- yectos para la visita del peregrino vincu- lando focos consistentes en los grandes monumentos de la ciudad, las basílicas enfatizadas por obeliscos. Edificios, cúpulas, obeliscos y plazas conforman la estructura de estos focos o centros de los que irradian arterias, que son lugares y no edificios (pero sí la base para el desarrollo urbano futuro hasta hoy), que CAPITULO VI LA CALLE, LA PLAZA, LOS LUGARES URBANOS EN ROMA Y PARIS (1650-1870) se prolongan en el territorio externo por primera vez. La plaza, centrode la vida social y cívica se transforma en parte del sistema ideológico del Barroco perdiendo este rol y adquiriendo valores simbólicos e ideológicos. Las plazas reales francesas simétricas y con el rey entronizado como protagonista del centro son el más claro ejemplo. La más lograda y teatral es la Plaza de San Pedro transformada en el centro de la vida cristiana, donde Bernini produce el símbolo de los bra- zos de la iglesia protegiendo a los fie- les, el símbolo del recinto sagrado cir- cular, de la esfera celeste, del orden cósmico divino, materialización en espacio abierto de una réplica del volu- men cerrado del monumento por exce- lencia: la cúpula de San Pedro, lugar de congregación de fieles, condensación de todos los centros del mundo. Paralelamente la ciudad capital de Versalles, convergente, irradiante, ejem- plifica como ciudad ideal los valores totales de la arquitectura barroca, la ciu- dad capital como unidad básica. Podemos hablar de una serie de espacios públicos romanos inmediatamente previos pero relacionados con, o netamente barrocos. Por ejemplo, la Piazza del Campidoglio, Piazza Navona, Piazza del Poppolo, Santa María de la Pace y San Pedro. La Plaza del Campidoglio fue concebida por Miguel Angel como un tenso espa- cio, semi abierto y ambiguo por su cen- tralidad de pavimento irradiante y oval a partir del centro ecuestre de Marco Aurelio y su envolvente homogéneo de tres edificios dispuestos en forma trape- zoidal con perspectiva invertida. De la Porta altera la propuesta dando profun- didad al cuerpo central simplificado y diferenciado pero fundamentalmente lle- vando a una fuerte relación urbana el espacio público a través de vincularlo con la ciudad por unas escalinatas que le otorgan otra dimensión con profundidad. La Plaza Navona construida sobre el Estadio Domiciano, no forma parte de un sistema barroco de focos y calles irra- diantes-convergentes, sino que aparece como un recinto cerrado al que se acce- de por vías menores, que no perturban su carácter de ámbito único convertido en gran salón en el siglo XVII por Inocencio X. El envolvente homogéneo en altura, color, carácter, lenguaje, rodea un espacio, que más parece una calle ancha por sus dimensiones y que a diferencia de otros ámbitos tiene un remarcable carácter de lugar que polari- za la vitalidad de la vida social del barrio aún hoy. La iglesia actúa como un foco particu- lar, pero no tanto por su carácter domi- nante como por su significado y su inflexión en un recinto enaltecido por una coherencia iconográfica y lingüísti- ca con la iglesia. La iglesia presenta una concavidad, que permite actuar en el plano de la fachada, a la forma convexa de la cúpula de la iglesia de planta cen- 80 8143. Plano regulador de Roma. Sixto V 82 tral de Borromini. La plaza penetra en la iglesia y ésta en la plaza alcanzando una interacción espacio volumétrica fuerte, propia del Barroco. Este eje transversal, perpendicular al longitudinal desarrollo de la plaza y ver- ticalizado en el volumen de la cúpula, otorga una dinámica especial al ámbito. Si bien las torres de Borromini al ser más bajas, dramatizaban y simplificaban el diálogo plaza-cúpula, espacio celeste y espacio público urbano, las erigidas refuerzan el polo vigorizando el volumen contrapuesto al vacío. El espacio se enri- quece por tres fuentes de Bernini que marcan su eje mayor, escanden y dividen en cuatro sectores. La fuente central de los cuatro ríos coronado por un obelisco, unifica lo natural y cultural buscado por el Barroco en sus materiales e imágenes. Remarca la centralidad del recinto y las tensiones entre fuente y cúpula que se plantean en torno a ese punto. Un recinto antiguo, deviene en mercado barrial, lugar de fiestas populares y finalmente en teatro de representacio- nes del Barroco que lo apropia y recicla en su clave. La Plaza de San Pedro surge como requerimiento de un ámbito para las masas, un ámbito de exaltación de la fachada del Templo Mayor de la cristian- dad "verdadera", la católica de la contra- rreforma, ingreso al Palacio Vaticano y Columnata perimetral protectora de pro- cesiones en días de fiesta imposterga- bles, tal el programa. Bernini admirador de Miguel Angel entiende como esencial a su propuesta de intervención, la recu- peración y puesta en valor del núcleo generacional del complejo, la cúpula y la planta central del Templum del admirado maestro y la generación de un verdadero centro del mundo. Para ello entre varias formas por él propuestas y rechazadas, elige aquélla del óvalo que alude por igual al paradigmático círculo, recinto, símbolo celeste y a la cúpula. Brazos de una iglesia que alberga en este atrio a sus fieles, la elipsis genera un eje de desarrollo paralelo a la fachada y per- pendicular al desarrollo de la nave del Maderna, lo que le confiere autonomía y minimiza su dependencia respecto a estas partes del complejo, mientras que alude y remite a aquel centro de todos los centros. Este ámbito de múltiple y ambigua lec- tura, a pesar de su simplicidad formal y compositiva con su elemento irreducti- ble, la columna se propone por igual cerrada y abierta. El cierre con su tercer brazo desgraciadamente no se completa por la muerte de Alejandro VII y la inter- vención de la década del '30 que vincu- laría todo el conjunto a un ideal e inexistente (en el sector) sistema barroco urbano, vinculando el todo al Tíber, pero permitiendo una apreciación distante del remate circular de la cúpula de ese eje vertical, que relaciona el universo de los dioses con el reino de este mundo. El carácter abierto, menos fuerte cierta- mente que la idea de "locus" y recinto, se da en la virtualidad transparente de la columnata, pero su espesor y leyes geo- métricas de diseño lo reducen a los dos centros de la elipsis. La inmensa e irrelevante fachada del Maderna se pone en valor, sin embargo, 8344. Plaza Navona 45. a- Plaza del Campidoglio b- Planta 84 1- Vía de la Conciliación 2- Plaza Rusticucci 3- Plaza Oblicua 4- Retta 5- Iglesia San Pedro 6- Vaticano 7- Vía Angélica 8- Vía del Uffizio 85 46. Plaza San Pedro. Roma 47. Plaza San Pedro 48. Vista Plaza San Pedro. Roma en la otra plaza trapezoidal interpuesta entre la entidad de la plaza berniniana y el cuerpo de la iglesia. La boca más angosta que la fachada trata en vano de lograr una proporción más feliz para aquel fondo verticalizándolo; las caras laterales que reducen su altura a medida que se aproximan al plano del "rostrum", intentan consecuentemente valorizarla y logran que plaza trapezoidal y fachada constituyan una unidad de complejo, cuello inevitable, insoslayable, hábilmen- te resuelto pero que no puede ocultar el pecado original de la obra contrarrefor- mista, ajusticiadora del "templum" de Miguel Angel, la eclesia del Maderna. Una de las más importantes lecciones históricas de Occidente, del desarrollo espacial urbano de un edificio es Santa María de la Pace, de Pietro da Cortona, que en otra escala diametralmente opuesta, resuelve un desafío casi imposi- ble, con gran economía de recursos, sobre todo dimensionales. Una iglesia híbrida, de planta central con nave fron- tal y longitudinal, remata una calle estrecha. Hay que transformarla en evento urbano. Lo logra conformando una pequeña e irregular plazuela en torno al cuerpo de la nave longitudinal, en su parte anterior con un espacio tra- pezoidal que desembaraza a la iglesia pero que se ve invadida por ella y su atrio profundo y semicircular que avanza devorando el espacio de la plaza y redu- ciendo a ésta a pequeños ensanches de 86 49. Plaza Santa María de la Pace 50. Vista Santa María de la Pace 51. Dibujo Plaza Del Poppolo. Piranesi 52. Plaza Del Poppolo 87 88 las bifurcadas vías que prolongan hacia atrás la calle frontal. Los rostros de los edificios circundantes están diseñados como telón de fondo en unificado len- guaje con relación a la fachada de la iglesia, que delata en su atrio el espacio centro que contiene, y en su remate de tímpanos triangular y semicircular incluido lanaturaleza dual de su estruc- tura espacial. Las obras arquitectónicas son concebidas en términos de hacer ciudad, o dicho de otra forma se hacen plazas especialmen- te para recibir monumentos eclesiásti- cos, que otorgan a su vez sentido al entorno construido. Finalmente Piazza del Poppolo debe su actual configuración a las acciones emprendidas desde 1580 hasta 1813. Fontana en un comienzo define tres vías, el tridente, forma paradigmática de la iconografía barroca, con su obelisco centralizador de toda convergencia y toda irradiación. Rainaldi ejecuta las iglesias gemelas que hacen de rostro de la plaza rectangular del Barroco y de diafragma o portal de acceso al eje central que conduce a Plaza Venecia y cabecera de nuestro peregrinaje dentro de la masa laberinti- zada del tejido urbano. Bernini define el primer diafragma, la puerta del muro aureliano junto al Tíber. Pero esta secuencia puerta, obelisco, templos de sucesivos diafragmas de nuestro trayec- to, se ve alterada por la aparición de un cuarto y poderoso diafragma, opuesto en su eje de desarrollo a nuestra mar- cha que es el rostro Pinciano de Valadier y la forma oval que se opone al sentido de profundidad barroca en su resolución de 1813. La resolución de Rainaldi es otra lección de construcción urbana, sus iglesias equivalentes definen un riquísimo acceso y un recinto. Muchas y divergentes son las explicaciones sobre las diferencias de los coronamientos cupulares, circular uno, oval el otro, que expresan las dos iglesias. Los hay que sostienen que la diferencia dimensional de los anchos de los terrenos y la búsqueda de resolver la desigualdad, llevó a adoptar las dos tipo- logías con el mismo diámetro de manera de igualarlos. Los hay que lo explican en la participación de Bernini en el comple- tamiento de la segunda iglesia a la muerte de Rainaldi, buscando dar mayor énfasis al eje longitudinal paralelo a las calles y enfatizar el escorzo, expresar la profundidad dimensional por sobre el valor puntual de la cúpula circular. Cualquiera fuera la explicación, lo cierto es que nos encontramos con iglesias análogas que hacen un magnífico portal, poniendo el énfasis en su rol urbano de 53. Plaza España. Roma 89 90 hacedoras de ingresos y de límites ricos a un ámbito. Los pórticos que orgánicamente pare- cen no sobreimpuestos sino emergien- do del cuerpo de los edificios, hacen de los límites contrastantes y enfáticos a la plaza original y la actual. Desde el obelisco, una panoplia de puntos de vista se ofrece a nuestro análisis, la perspectiva convergente medieval, lo ilimitado o infinito barroco de cada calle extensa y profunda, las perspecti- vas divergentes simultáneas exploradas por Palladio en Vicenza. La plaza España, de De Sanctis en 1723, intenta resolver pragmáticamente el pro- blema de la falta de continuidad entre vía del Babuino, el eje norte del tridente emergente de Piazza del Poppolo, y el eje que desde Santa María Maggiore arriba al obelisco frente a la iglesia de Santa Trinitá del Monti. Vale decir, arti- cular planimétricamente el trazado de Lucio Fontana a la vez que, resolver con un evento arquitectónico la diferencia de niveles entre ambas calles. 91 Surge así la primera plaza, fuertemente inclinada, transformada en lugar, esce- nario y teatro. Resuelta formalmente con una gran libertad y sabiduría contrapun- tística entre tramos convexos de escale- ras, descansos que adquieren el carácter de arribos, miradores, estares protegidos de las escaleras y muros de contención cóncavos. El potencial lúdrico y social de paseo del diseño ha sido y sigue siendo ratificado a través de 3 siglos. Como remate de vía Condotti orientada hacia San Pedro enfatiza las tensiones entre el nodo de la iglesia, a la que el sistema sirve de basamento exaltante, y el tejido urbano al igual que el del mirador nota- ble de la parte superior que relaciona el sistema con el centro espiritual y físico de la cúpula de Miguel Angel a la que se remite como foco germinal. Recuerda también al Porto de la Ripetta, de Specchi, que vemos en el plano de 1748 de Nolli donde otro fenómeno natural, el río Tíber entra en relación dinámica con el contexto urbano y donde en una escalinata convexa se define un 54. 1- Plaza Vosges 2- Plaza Vendome 3- Plaza de la Victoria 4- Plaza de la Concordia 55. Planta Plaza Dauphine 92 56. Plaza de la Concordia. París 57. Puente Nuevo sobre el Sena. París 9358. Plaza Vosges 59. Plaza Vosges, lugar de la celebración comunitaria. París cuerpo central cóncavo, que avanza fla- queado por ondulantes escalinatas que parecen simbolizar el río y su flujo, la dialéctica agua-tierra, y tramos rectos laterales que cierran la composición. La fontana de Trevi es el rostro urbano, de un palacio, más complejo y rico en tanto fusión de una naturaleza incorporada realmente como fuente, como representa- ción a través de la escultura, en la que rocas y figuras absorben al tema arqui- tectónico que aparece como monumento erigido sobre un fragmento de paisaje. Las calles concebidas como líneas rectas de vinculación, de comunicación y trans- porte de personas y cosas, es la concep- ción declinada hasta su apoteosis deci- monónica, por 3 siglos, en vínculos exte- riores en que los edificios son sólo dado- res de rostros o fachadas de un edificio público, de una ciudad internacional, la calle como instrumento de control, orde- nador espacial sobre impuesto al domi- nio privado. El espacio trágico del teatro de Vitrubio, identificado con la calle de los edificios públicos por Serlio y Palladio, es transformado en instrumen- to regulador al servicio de un orden social autocrático. La metáfora entendida como descifrado- ra de la ciudad y reflejo de aquélla, es paisaje, naturaleza, jardín parquizado, máquina o factoría, sujeta a leyes eco- nómicas, de ser entendida como organis- mo ideal satisfactorio en algún momen- to, se pasa a verla como organismo enfermo, a intervenir quirúrgicamente para salvarlo de males incurables. Tres siglos en que arquitectos, filósofos y usuarios libran batallas constantes, tra- tando de imponer sus cuadros de valo- res, unos por el poder, otros por la reac- ción natural de la autodefensa revolu- cionaria en las barricadas de la comuna. Hasta arribar a nuestro siglo en que el proyecto moderno, provea el marco conceptual "ideal" para una alianza con la tecnocracia y el poder especulativo, en el que la utopía proyectiva destruirá la ciudad para redimir al hombre, redu- cido a una abstracción en ciudades más abstractas que las imaginadas por el más lúcido geómetra, de la más ilumi- nada monarquía. En el fondo surge la memoria de la ciu- dad figurativa, de la ciudad histórica, de la memoria, del futuro pensado como proyecto de recuperación de un pasado entendido en sus esencialidades existenciales, de instituciones nunca superadas cual plaza y calle, como en la Roma barroca. El organismo físico de la ciudad deviene en paradigma de una estrategia de inter- vención, basada en la complementarie- dad de la instrumentalidad de los monu- mentos para exaltar el tejido, de las pla- zas para generar los focos socializadores y de congregación, y de la calle para ordenar, controlar, vincular, tensionar la totalidad del tejido. A mediados del siglo XVIII, Gian Batista Nolli, por encargo papal construye su 94 plano de Roma, que comporta la lectura más lúcida y reveladora de los elementos y lugares que hacen a la realidad exis- tencial de una ciudad. París desde 1590 a 1870 Así como a la Roma de Sixto V la vemos nacer de un sistema de polos interco- nectados, en París asistimos a igual des- enlace; pero no a partir de una idea ini- cial de sistema claramente formulado sino, de intervenciones monumentales que se materializan en el siglo XVII y que adquieren coherencia en una estructura sistemática recién con Haussman en 1870. Enrique IV, en 1590 desea transformar a París en una ciudad capital, expresiva del nuevo sistema, de monarquías ilustradas de origen divino, emprendiendo opera- ciones como la Plaza Dauphiney Place des Vosges, iniciadoras de la tipología de las plazas reales francesas, que influye- ron en el futuro urbano no sólo de este país sino en el mundo entero. Tomando como prototipo la Plaza del Campidoglio, donde Miguel Angel emplaza por vez primera en el centro del mundo (de su cuadro de valores clasicis- tas) a un monarca como Marco Aurelio; pero a diferencia del modelo e ilustrando el nuevo orden de relaciones entre la monarquía y la burguesía, los edificios que rodean el recinto son edificios de departamentos y no edificios públicos o monumentos. El espacio plaza transfor- ma rápidamente a una ciudad carente de lugares urbanos, sólo dotada de piezas significativas preexistentes. La Plaza Dauphine tiene forma triangular y uno de sus ejes, coincidente con el del Sena, que rodea al emplazamiento en el extre- mo de la Isla de la ciudad, la exalta como elemento estructurante de la ima- gen parisina. Este eje se cruza con un eje perpendicular a éste y en el punto de cruce aparece la estatua real como cen- tro o foco urbano. Pero esta simple intervención torna evidente los dos pri- meros ejes de la ciudad, alegoría al "car- dus" y "decumanus" iniciales, en el cruce del "cardus" y el eje vital del Sena. La otra plaza, a una cuadra del eje este- oeste, que aparecerá reforzada en el futuro, se erige en el barrio noble de la época, el Marais. La plaza cuadrada tiene un orden sobrio análogo al de la Place Dauphine, donde sólo las chime- neas indican el ritmo de aparición de los edificios individuales, idénticos entre sí, que hacen de este lugar un paseo o estar para los habitantes. El orden es enfatizado por la recova continua cir- cundante y el rostro del recinto interior, de este "locus", que aparece como superficie adornada. La Plaza de Francia, que no llegará a construirse, con ocho avenidas conver- gentes nombradas según las provincias del país, aludía a la centralización y con- vergencia al igual que al rol de ciudad 95 96 60. Plaza de la Estrella 61. Plan de París 1746. Patte 97 capital de París. Fue la primera forma estelar en la estructura urbana, el comienzo de un camino que verá al modelo multiplicarse a través de los siglos, definiendo finalmente 3 siglos, después todo el territorio urbano. Luis XIII desde 1610 al 43 no crea nuevos lugares o polos, pero define trayectos y distritos regulando la ejecución de las fachadas de la calle Dauphine que atra- viesa el Pont Neuf. Es, con Luis XIV que París ve enriqueci- da su trama por dos nuevas plazas rea- les. Place Vendome, donde Louis Hardouin Mansart erigirá fachadas (vendiendo el espacio posterior) de un ámbito rectangular, acentuado en su carácter de recinto por el achaflana- miento de las cuatro esquinas, su regular y ritmado tratamiento del envolvente, donde un orden gigantes- co corona un basamento. La estatua real está, como en Place des Vosges, en el centro pero a diferencia de aquélla, ésta une caracteres dinámi- cos con su eje longitudinal y de cen- tralidad, de cerramiento y continuidad con el tejido urbano. La Plaza de la Victoria, circular, irra- diante parcialmente, precursora de los "rond point", es planeada por Mansart con un tratamiento menos rico pero más dinámico en la multitud de pers- pectivas ofrecidas. Estas plazas no dependen de monumen- tos como en Roma, sino que expresan claramente el sentido de lugares, estares interiores de la comunidad, edificios en sí, elementos constitutivos de la compo- sición. El parque de las Tullerías, del que Le Notre es jardinero jefe desde 1637 hasta 1700, fecha de su muerte, recibe un cambio radical; los jardines regulares, equilibrados pero estáticos a la manera renacentista, son dinamizados por la introducción de principios de centrali- dad, continuidad y extensión propios del barroco, un sistema de ejes y una multi- plicidad de variados espacios. Los ele- mentos propios del sistema barroco de la plaza como nodo o polo, la vía direccio- nada o trayecto regular, los distritos como fondo de escena. En los jardines de Versalles los princi- pios de Le Notre son evidentes. El jar- dín renacentista regular, geométrico, estático expresa la "naturaleza ideal", paralelo lógico a la "ciudad ideal". El barroco introduce en este orden los principios mágicos de espacios parti- culares, sorpresivos, fantásticos, la naturaleza caprichosa, impredecible, generadora de una riquísima variedad de espacios. El bosque como lugar de fantasía, dinamismo y apertura. Le Notre es el autor del mayor cambio en la parquización y al mismo tiempo el que mejor entiende la similitud de prin- cipios aplicables tanto a la ciudad como a la naturaleza y así lleva a escala de parque, cual espejo, la realidad urbana de Versalles. En la ciudad tres ejes con- vergen en un patio central, entre ellos una grilla regular de manzanas, plazas y monumentos, regularidad y variedad. El eje principal traspone este universo ordenado, penetra en el palacio y emer- ge en un eje central que se prolonga al infinito y es intersectado por otro per- pendicular, ambos materializados por una cruz de agua, un inmenso estanque para simulación de batallas náuticas. Una sucesión de manzanas ordenadas encierra los más variados tratamientos y ámbitos tales como la sala de la danza, del gran consejo, la verde, de los juegos y fiestas. Al final de la cruz tres ejes irradian para culminar en los infinitos salvajes de la naturaleza informe y caprichosa. Fuentes de agua celebran las intersec- ciones de este sistema de naturaleza urbanizada, de ciudad vegetal. Laugier en su Ensayo sobre la arquitec- tura, en su capítulo V, sobre el embelle- cimiento de las ciudades, establece, como buen clasicista, clasificador y en tanto tal, los instrumentos y las pautas para la acción, los puntos y las formas a intervenir "la belleza de una ciudad deri- 98 va de sus puertas, calles y edificios". Las puertas deben ser como dignos arcos romanos, deben abrir sobre plazas de forma geométrica, de vías irradiantes, su modelo encontrará en la Plaza de L'etoile de Haussmann, un siglo después, concreta materialización. Las calles deben rectificarse, transfor- marse en avenidas a intervalos regulares de 200 metros, su perfil y proporción totalmente controlada y en el encuentro de avenidas aparecerán plazas. La ciudad como parque francés de cacería, "que el diseño de los parques sirva como plan de nuestras ciudades". Allí uno encuentra por igual la "bizarría, simetría y varie- dad"... "cuanto mayor sea la elección, abundancia, contraste y aún desorden de la composición, más aún el parque esta- rá lleno de encantadoras sorpresas". Pero fundamentalmente al fijar la avenida recta, como imagen formalizada, condi- cionará la acción en la ciudad, por un siglo de clasicismo. El método del plani- ficador será el del jardinero imaginando "París como un inmenso bosque", un bosque cuidado con un programa estéti- co y un plan racional. En 1765 Patté publica su Plan de París donde usando algunos principios de Laugier y las habilidades de unos treinta arquitectos, que compiten para una plaza en honor de Luis XV, hace concu- rrir en su cuerpo una serie de puntos de intervención, en una estrategia focal dis- tribuye plazas de los más diversos dise- ños y cada área o distrito ve enriquecido su tejido con nodos dinamizadores, que tensionan de cierta manera pero no como lo plantearía Laugier. Y esto fun- dado en que ve la calle como un orga- nismo más complejo que debe ser defini- do con extremo cuidado. La calle de Patté establecía una relación entre ancho y alto garantizando sol y ventilación, define el ámbito del vehícu- lo y la del peatón, la protección del pea- tón por recovas, asientos para aliviar sus trayectos, cloacas, provisión de agua, desagües pluviales, todo está especifica- do de manera tal, de dotar de una norma de intervención en ésta o cual- quier ciudad. Esta es la herramienta para actuar en la ciudad. Blondel, su profesor, ha identificado ya la arquitectura con el urbanismo como primera meta y Patté su discípulo, queda marcado, como varias generaciones, en laidentificación de la arquitectura como arte, y ésta como arte urbano. Pero si la ciudad era un enfermo, la manifestación de una sociedad quebran- tada en su espíritu y vitalidad también podía en sus seres, de la calle, tomar la calle como medio o instrumento para el cambio social y político para un nuevo orden, que trajera a los hombres a la condición de seres puros y libres, que hacen de su medio una fiesta, el campo celebrativo de sus conciencias, potencia- das en revuelta, por una humanidad regenerada. La calle aparecerá como un 99 cuarto público, donde funciones festivas y cívicas pueden recuperarse como en eras pasadas, para el beneficio de los ciudadanos y no de los detentores del poder. Estos rasgos caracterizan el París de Napoleón III tanto como las interven- ciones de Alphand. La propuesta de Haussmann debe ser vista como un sistema de embelleci- miento, nacido del convencimiento que ésta, la belleza, es sólo adquirida en el logro de un fin utilitario. Cualquier explicación, sin embargo, sobre esta base funcional no agota la intrínseca calidad urbana de ese texto escrito entre 1853 y 1869 que se yergue como realidad incontestable. La relativa autonomía de la obra de arte, independiente de su forma de producción, vuelve siempre por sus fueros. En una sociedad materialista y positivista, los escritos de Alphand, Los paseos o Promenades de París en los que da cuenta de cada uno de sus proyectos, hay fundamentos precisos numéricos, matemáticos, de cada acto ajusticiador de lo superfluo. El ingeniero de puentes y caminos rinde testimonio de rigor en el uso del lujo vegetal, ornamental, de luces, equipamiento. La oficina de las Promenades de París rinde cuenta de tanto gasto, no excluye el análisis del costo beneficio de cada acción, por el contrario, se ve solicitado a justificar la inversión en el placer colectivo. Tras toda la intervención, hay nociones o fundamentos de poder equivalentes, emanadas de la experiencia de Napoleón III en su exilio londinense: el de la higie- ne y el orden, pero por debajo, el embe- llecimiento nacido de la introducción de la naturaleza en la ciudad. Al tiempo que se revertía el tratamiento geométrico de los parques de Boulogne y Vincennes, donde se destruye el modelo de Laugier, de un jardín urbanizado, para adecuarlo al de jardín romántico y pintoresco inglés. Vale decir una entera y nueva definición del espacio verde, del senti- miento hacia el paisaje natural y urbano. Las Promenades, vías rurales, escapes del tejido urbano, y de su vida, son introdu- cidas en la ciudad para el gozo cotidiano y no excepcional de fin de semana. Los elogios un siglo antes, por Rousseau, de las Promenades, de los barrios periféri- cos, de extramuros, adquieren institucio- nalización oficial y concreta en esta Oficina de las Promenades. La difusión de esta obra de Alphand, que hace al arte urbano, fue tan relevante, que pocas fueron las ciudades del mundo que no fueran afectadas por este virus de bule- vares, ni ciudad que no viera despanzu- rrada su geografía en trazados derivados de esta intervención. El tratamiento de Alphand es un recetario, un elenco de medidas para el movimiento de tierra, la irrigación, la plantación de árboles, etc. Trata por igual de los dos grandes par- ques como de esos otros parques meno- res que son las Promenades. En la última de sus tres secciones, nos 100 10162. a-b-c Vista Arco, Cierre Lateral y Plaza Municipal de Nancy muestra el arte del tratamiento de los lugares y plazas que, o se dan aisladas dentro del sistema, o las más de las veces como resultado de la intersección de dos sistemas, el de alineamiento de arterias y su entrecruzamiento con un imbricado sistema medieval, que da ori- gen a áreas residuales cuya resolución, en verdaderas piezas de arte de geome- trización, simetrización y centralización, constituye uno de los más ricos princi- pios compositivos que permiten sentir unificado el sistema de promenades, por la hábil resolución de las articulaciones. Un ejemplo esclarecedor lo constituye la operación de la erección de la Plaza de los Inocentes con la fuente de Jean Goujon, ubicada en el extremo de un antiguo mercado, que es desmantelada para dar lugar a la erección de Les Halles y montada centralmente, como las nor- mas lo indican. El equipamiento sistematizado y en hie- rro fundido que servía para faroles, bor- des de praderas verdes, señalización, asientos, quioscos, aludían a una natura- leza moldeada y petrificada, una natura- leza llamada a perpetuarse y a durar tanto como la ciudad, enfatizando, a la vez que resolviendo, la contradicción naturaleza y urbanidad. La sensibilidad para con estos elementos se refleja aca- badamente en el sistema de representa- ción de vegetación con sombra arrojada, juego de grises indicativos de lo nuevo natural, lo edificado residual preexisten- te y lo monumental a exaltar (en gris casi negro). La variedad y riqueza de las soluciones, dentro de cierto cuadro de medidas per- fectamente prescritas, hablan de la reso- lución de cada caso en sí mismo, como entidad independiente, con sus propias fuerzas y tensiones a resolver. La actitud frente a la naturaleza puede ser calificada, a través de los nuevos parques o jardines de Montsouris, Buttes-Chaumont y Monceau, como el intento ilusionista de crear una natura- leza, por medios naturales y artificiales, que fuera tan natural como aquélla, a la vez que incluyera los ingredientes, de lo misterioso, grandioso o inusual, que tor- nara su experiencia habitual, de una mera e inatractiva experiencia entre artificial y banal de la naturaleza real de la campiña, sin elaboración o intencio- nalidad, a la de una naturaleza artificial más natural que su modelo. El trazado de los parques se realiza determinando los ejes estructurantes de la topografía del sitio, recuperando sus pendientes tratadas con esmero, celebrando las vis- tas y finalmente uniendo con rutas los focos o puntos de interés. Todo un rigor proyectivo al que se agrega la pasión en Buttes-Chaumont de exhibir un centro o foco de referencia. Una colina coronada con la réplica del templo circular de la Sibila remata el promontorio transfor- mándose en observatorio de la totalidad, perceptible pero de difícil acceso, fuente 102 del ilusionismo naturalista. Tres alterna- tivas de recorridos hasta este observato- rio, nos proponen la experiencia del vér- tigo (abismo) atravesando puertas o la sorpresa de grutas enormes de más de 20 metros de altura y cascadas de altu- ras equivalentes que nos permiten la experiencia de lo inolvidable natural, recreado por medios artificiales (piedras, cemento, etc.), que superan las vivencias del paisaje en el territorio inmediato o mediato de la ciudad. Todos estos mani- fiestan la voluntad de recrear la natura- leza salvaje en el corazón de lo edificado y denso de la metrópolis de la primera revolución industrial. Un rasgo no menos importante y revolu- cionario de la intervención de Haussmann, es el rol social de servicio comunitario, que para esta profesión o arte, según las propias palabras del barón, llegaba a transformar a sus impli- cados en "una suerte de servidores públicos y a aquéllos verdaderamente valiosos, en una suerte de ministros o sacerdotes". Sobre todo por comparación con la visión artística del Beaux Arts, descomprometido del envolvimiento con las circunstancias, el sitio, las condicio- nes sociales. El concepto moderno de espacios verdes o áreas verdes consagra por una parte la homologación; mientras que el calificati- vo y diferenciación de usos, o activida- des evocadas y tipos que se describe en la enumeración: promenade o bulevar, parque y plaza verde, es grande. Todos ellos son términos y elementos harto específicos, además de consagrar la dife- rencia entre lo construido material y lo construido vegetal, de tan frágil y preca- ria suerte en la ciudad contemporánea. Los parques tienen puntos específicos de ingreso, a través de su perímetro enreja- do metálico que define un recinto mági- co, protegido y deliberadamenteaislado del tejido urbano encargado de recrear una naturaleza especial a la imagen y semejanza de sí misma. Las promenades extienden la naturaleza y articulan estos grandes nodos enmarañando la entidad urbana en una suerte de despanzurra- miento vegetal. La plaza del siglo XIX finalmente, hace otro tanto polarizando la naturaleza en focos espaciales, cuya caracterización tipológica si bien obedece a su origen romántico inglés, es rebautizado en la singular manifestación de los diecinueve ámbitos de la ciudad de Alphand. Estos tipos son: 1) el del espacio verde autó- nomo, autodefinido e independiente del entorno, en París la Plaza de la Reunión como en Córdoba la España 2) plazas relacionadas íntimamente con un entor- no y generalmente dependientes de una institución que las preside, Plaza du Temple en París, Plaza Colón en Córdoba, una en función de un municipio la otra en función de la Escuela Normal; 3) aquéllas que incluyen elementos arqui- tectónicos de relevancia y que tratan de 103 centralizar, la Plaza de la Torre Saint Jacques en París, la de Ambrosio Funes o la de Sobremonte (con su fuente central) en Córdoba, y finalmente las áreas resi- duales emergentes de la imposición de un trazado sobre todo lo existente, la de I'Ecole Polytechnique en París o la Italia en Córdoba. Pero el bulevar aparece como el principal elemento de la estrategia de interven- ción urbana. En la ciudad industrial es conectivo de grandes polos de produc- ción o institucionales, medio eficiente de transporte de bienes y servicios que veri- fica el carácter de la ciudad industrial. Pero concilia como plaza lineal y verda- dera invención institucional, cultura, mecanización y naturaleza. En síntesis: asistimos en Roma al reci- claje, la apropiación por una concep- ción particular del mundo del "locus" urbano histórico, su entendimiento como sucesión de "locus" resemantiza- dos, fuertemente calificados y articula- dos tensionalmente. La ciudad aparece como lugar localizante de sitios, áreas, parajes, definiendo gamas de identidad en la trama urbana. Una de las acciones ejemplares, verdade- ra lección de sabiduría, respeto, glorifi- cación de lo existente, con el agregado de obra nueva, lo marca el conjunto de San Pedro donde tres generaciones se suceden respondiendo a cambios en las demandas ideológicas y en los valores. Miguel Angel hace el "templum", el recinto sagrado, centro del mundo, "caput mundi" del cristianismo, así como en el Campidoglio hará el "caput mundi" urbano, reinstaurando el valor simbólico de este último en la antigüedad, admira- da con nostalgia y celebrando la centra- lidad universal del otro. Maderna hará la iglesia, recinto de con- vocatoria y catequización respetando el centro de su antecesor, alargando un ala de la cruz griega. Bernini, finalmen- te, producirá el desarrollo urbano exte- rior del organismo cerrado del "tem- plum", comprometiendo organismos monumentales cerrados con desarrollos espaciales territoriales. Otra lección arquitectónica similar de esta Roma es el plano ejecutado por G. B. Nolli en 1748 donde todos los lugares urbanos reales aparecen inventariados, descriptos, narrados en el texto de una cartografía fundamental, que registra todos los ámbitos que son parte de la lectura colectiva, representados con idéntico valor: lugares monumentales cerrados, semicubiertos, plazas, recintos de todo tipo frente a ellos, grandes reco- rridos o irrelevantes trayectos, claustros, todos conjugados en un texto inteligible y continuo de ciudad figurativa, existen- cial y simbólica. En París asistimos a una peculiar decli- nación latina que consiste en la inclu- sión de la naturaleza como área, territo- rio propio injertado en el cuerpo extraño de la ciudad, su carácter de polo de con- 104 taminación que se vehiculiza en los bulevares y florece en plazas vegetales. Pero la historia de París del siglo XIX es el apogeo o gran final de una tesis plan- teada en la Roma de Sixto V, ejecutada por L. Fontana en el plazo de 4 años tensionando polos, generando los gran- des ejes de la vida y sancionando los grandes centros de ensoñación de una ciudad hecha propia por cada visitante y que como París actúan como ejemplares puntos de referencia. París y Roma apa- recen como lugares urbanos poblados de sitios que traman espacios en mantos, que cobijan todos nuestros inconscientes y nuestras conciencias. 105 107 El monumento habla a la sociedad diciendo cosas. El monumento atraviesa los tiempos, manteniendo su valor y poder simbólico. La monumentalidad por otra parte, es una cualidad que pocos objetos y algunas obras de arte poseen, no sólo habla, sino que modela y conso- lida una sociedad a la cual se destinan; atrayéndola primero y marcando luego su significación, entidad y trascendencia. Mientras lo primero implica que el monumento atraviesa los tiempos man- teniendo su valor como producto simbó- lico, la segunda debe forjarse sus adep- tos; crear el marco de su aceptación en un formar, para luego perpetuarse o no. Debe contener el monumento "la prome- sa de una percepción alterada", la rele- vancia de un gran objeto singular, una columna aislada, una torre, una espina, parecen seres permanentes; y la "tras- cendencia" cuya pérdida puede calificar- se de monumental, por ejemplo, la caída de la Torre de Pisa. Pero el tamaño no da a las obras, por sí mismo, el valor de monumentalidad, sino que ello depende, en cada caso, por cuanto cada objeto tiene su propia escala de medición. Así un pequeño poema de Machado o Lorca puede constituirse en monumento, y un pensamiento como el de Heidegger con- tener la fusión de esencia y existencia, "el cielo, la tierra, los mortales y los divi- nos", la cuadratura. Pero en cambio lo monumental, la monumentalidad implica tamaño, inconmensurabilidad, sus pro- pósitos deben ser importantes, sus efec- tos profundos, su alcance enorme, su reconocimiento universal. El monumento habla de su pasado, pero sobre todo, se impone como símbolo de sí mismo. El referido a una epopeya puede no necesi- tar convocar armas, soldados, o al gene- ral victorioso, porque el monumento CAPITULO VII MONUMENTOS monumental sabe que el olvido es implacablemente el primer paso y la mitificación falsaria, el último; que los detalles fatigan, salvo al entusiasta; que las cosas se imponen por sí mismas. La memoria, tanto como el monumento, tienen una particular relación con el tiempo, el de favorecerlas y desvanecer- las. Por ello requieren, aunque prometen haber capturado la eternidad, detenido el paso de los días, ser mantenidos requiriendo el apoyo comunitario, la sociedad, la cultura y los valores que en ella la marcaron como tal. Las dimensiones, la calidad de ejecución, los valores espirituales, (religiosos, filo- sóficos) ayudan, pero el más seguro valor es el de belleza. Tal es el caso de la mez- quita de Córdoba. Esta nos impacta sobre todo porque habla de lo absoluto y de la igualdad de todos los hombres. Las formas puras y pregnantes hablan del universo ordenado, el cosmos, los valores de la mente y la matemática. Así, la asamblea de Dacca, que convoca las leyes geométricas y sus relaciones, tiene una perennidad implícita superior al cui- dado de la sociedad y el pueblo al que fueran dedicadas. En la pulcritud de su idea esencial medimos -como W. Gass reclama- el esfuerzo de la búsqueda, la profundidad de sus ideales. Lo monumental alude a tiempo, habla de tiempo para leer, entender, aprehender aquello hecho. Ningún artista puede producir muchas obras monumentales, pareciera ser insuficiente el tiempo. Kahn hizo sólo unas pocas. (477) Buscar VICO, Ciencia nueva. Algunas obras devienen monumentos a través de su decadencia, de su agonía. En curiosa transacción con el tiempo, su muerte lleva implícito su renacimiento, como testimonio de su propia historia. Todo monumento es demandante del tiempo, de nuestra fruición, nuestro compromiso. Nos reclama y convoca actuando sobre nosotros. Una plaza, un eje monumental, un arco, un edificio, (San Pedro, las esfinges quemarcan nuestro trayecto a Karnak, el arco de Constantino, el Palacio de los Goberna- dores en Uxmal, los Uffizzi), nos captu- ran y ya no somos los mismos, expuestos a ellos, llevaremos sus singularidades y belleza como algo vivo e indeleble como el primer encuentro amoroso. El carácter casi de atracción mágica que nos provoca el monumento, produce una cierta confusa sensación de miedo- atracción propio de lo que más se impo- ne, domina y para lo cual debemos pre- parar nuestro espíritu previamente. El monumento evoca o inmortaliza la oportunidad, el evento; los valores de la comunidad o el hombre particular cele- brado; el autor, el artista, el constructor, el arquitecto, el gestor de la iniciativa; y a sí mismo como objeto digno de aten- ción por los valores estéticos puros encerrados en él. Puede expresar los cuatro, o privilegiar en la aprobación 108 109 uno de ellos de acuerdo al observador. En tierras nuevas, el presente con pro- yección de futuro, parece ser el tiempo del actuar y del celebrar favoreciendo el ahora sobre lo sido. Sin embargo con nuestro origen europeo valoramos y sen- timos el impacto del pasado capturado, encasado en las cosas y edificios. Pero así como el pasado quiere capturarse y celebrarse en monumentos, todo ello se hace con miras a un futuro, para condi- cionarlo transformando algo en inmortal, una muerte, un triunfo. Así como el monumento perdura, su poder de convocatoria imaginante se extiende en muchos casos a ciudades, territorios, países. El David o San Pedro es Miguel Angel, luego Florencia y Roma para pronto erigirse en Italia toda. La pregunta planteada ininterrumpida- mente "¿de dónde es Ud.?" equivale siempre a una cierta lectura e identifica- ción del otro a partir de un lugar, cual si sus atributos derivaran de esa pertenen- cia geográfica. La respuesta convoca lugares, series de ellas, monumentos, idealizaciones de ellos. El monumento es un fin, pretende fijar el tiempo que discurre, pero por sobre todo, con mayor énfasis, proclama un durar, un perpetuarse, un atravesar el futuro, tal vez con el reaseguro del pasado capturado. Los "monumentos inintencionales" de Riegl, como los edificios -a diferencia de los objetos que celebran personas y eventos- son muy importantes en nues- 63. Uxmal Palacio de los Gobernadores 110 tra cultura contemporánea, aunque su futuro sea bastante incierto. La idea de monumento para él, estaba determinada históricamente y su sentido relativo, a los valores de cada período. Riegl realizó toda una categorización de los monumentos y su carácter, para des- cubrir que todos estaban condenados a la muerte histórica, a la inevitable muerte de toda cultura. Ante la extinción del valor de uso, del interés estético pensó que una "nueva novedad" podía sobrevivir. Esta novedad de lo nuevo, proclamada en 1905, tiene un particular interés en la confrontación con dos actitudes decimo- nónicas, la restauración a nuevo de una pieza del pasado, y la complementaria de envejecer prematuramente la obra nueva a través del uso historicista. Ambas des- truyen el tiempo. La primera eliminando el valor testimonial, la distancia tempo- ral; la segunda introduciendo un plano 111 de ambigüedad entre lo verdadero anti- guo y un presente vertido, cual máscara monstruosa, de lo sido. Riegl valoraba la ruina, el paso del tiem- po y el fragmento. Ruinas han sido construidas desde el siglo XVI transformándose en categorías desde el XVIII, expresando un sentido del destino histórico y una valoración histó- rica del fragmento. El fragmento es la parte que desafía a la totalidad. Dacca tiene el poder de evocar un pasa- do y al plantearse como ruina habla de un tiempo sido que se garantiza en un 64. Arco de Timgad 65. Plaza de la Concordia, Obelisco Iglesia de la Magdalena futuro idéntico al pasado aludido. Captura el fluir. Pero cada sector se erige un fragmento, subordinado y autónomo de la complejidad total. El detalle debería verse con el valor del fragmento que subordinado a un todo reclama su autonomía. Habla Riegl de estos monumentos inten- cionales, pero los hay del arte y la histo- ria que son inintencionales. Si bien histórico es todo lo pasado de valor, histórico, pareciera sólo lo más relevante. Toda obra de arte es un monumento his- tórico e inversamente todo monumento histórico es una obra de arte. Por lo que proclama hablar no de monumentos artísticos y artísticos históricos, sino simplemente de monumentos históricos. Estos son inintencionales las más de las veces y aún los intencionales general- mente son de valor conmemorativo; en unos asignado por el hacedor, en los otros definido por nosotros. Hay una tercera categoría de monumentos que incluye todas las obras y es el "valor del tiempo", "valor de antigüedad". En la Antigüedad y el Medioevo sólo los monumentos intencionales eran teni- dos por tales y mientras fuesen soste- nidos por alguien. Es recién con el Renacimiento que las obras son valoradas por su antigüedad, su valor histórico y artístico en una actitud totalmente nueva. Un pueblo entero, el italiano, vuelve sus ojos con admiración hacia su pasado, patrimonio e historia, readquiriéndolo como valor propio y actual. En 1534, la primera bula papal de Pablo III ordena un acto de preservación y res- tauración. Es la época del valor artístico sobre el histórico. El siglo XIX introduce el valor histórico de todas las obras en el proceso de desarrollo favoreciendo los movimientos sobre la obra particular. Nuestro siglo XX comienza valorando el desarrollo "el valor del tiempo". El siglo XIX transfirió la ciencia renacen- tista en un canon objetivo del arte fijado en la romanidad antigua, a todos los períodos artísticos, atribuyendo a un estar ajustado a cánones eternos cada monumento o tipo de arte. Esto extendió el principio de preservación a todas las obras, precisamente por ser incluso anti- téticas a los valores contemporáneos. El amor del arte por el arte mismo que aparece en nuestra época, tiene su para- lelo en la antigüedad romana colectora. Villa Adriana es el monumento más pre- ciso a esa pasión por otros tipos, todos recolectados por el vasto territorio real e imaginario del Imperio. Riegl establece una cierta taxonomía. El monumento de valor temporal, el de valor histórico, el conmemorativo, el de valor de uso y el de valor artístico. El valor temporal es el más universal, en su validez por sobre diferencias cultura- les, religiosas, artísticas. Esta valoración del monumento no auspicia la restauración. 112 113 Reconocer el valor histórico como aquél que emana de un hecho, como símbolo del desarrollo de una de las actividades huma- nas. En cuanto mejor estado esté, mayor es su valor histórico, pero ello no induce a la restauración, porque al ser ésta subjetiva, no permite preservar el original en la forma adecuada a futuros trabajos, pero debe evitarse el deterioro del tiempo en lo posible para mantener la fuente. Las obras del valor conmemorativo intencional reclaman la inmortalidad, la suspensión del paso del tiempo por la que demandan la restauración. Se inten- ta protegerla por leyes, por lo que se aproxima el monumento al estado de las obras de valor cotidiano. El valor del paso del tiempo entra en conflicto con los reclamos contemporá- neos de la vida diaria de que los monu- mentos viejos parezcan completos. El valor de uso de un monumento que preserva sus funciones reclama repara- ción, preservación, restauración, preva- leciendo sobre los valores temporales de degradación que testimonian la anti- güedad de la obra. Es éste uno de los más fuertes y persistentes rasgos de los monumentos. El valor de obra de arte de todo monu- mento es producto de los valores cultu- rales que expresa. Se puede hablar y escribir de aquéllos de valor intrínseco por su "novedad" y de 66. Plaza Vendome. París aquéllos que expresan los de otros monumentos históricos, cuyo valor artís- tico es considerado "relativo". El valor de novedad es precisamente la antítesis del valor del tiempo. El pri- mero reclama integridad,perfecto estado. El siglo XIX que valoraba a lo histórico tanto como a la novedad, se definió con la práctica restaurativa a nuevo de la obra envejecida (Violet Le Duc en Nôtre Dame y Carcassone), o alterada por adiciones volviendo al valor histórico original y a su unidad de estilo o valor de novedad. En general piezas nuevas, completas e integradas son consideradas bellas, lo que hace que éstas precisiones antitéti- cas se confronten. El proceso restaurativo a comienzos de siglo recibe un giro significativo al res- petarse las adiciones sucesivas que una obra, por ejemplo medieval, habrá recibi- do en períodos renacentista, barroco, por razones de valor histórico y de valora- ción temporal, significando la unidad estilística (valor de novedad). Los monumentos de valor artístico rela- tivo lo constituyen la inmensa mayoría de las obras que admiramos del pasado. La convicción decimonónica era que existían valores estéticos absolutos que permitían, al ser capturados y develados en las obras, aproximarse a nuestra sen- sibilidad contemporánea. Hoy tenemos la convicción de la inexis- tencia de este valor absoluto y sí de lo relativo, que desde nuestro cuadro de valores contemporáneos nos permite reseñar respecto a las propias de un momento histórico. De hecho, apreciamos más los monu- mentos del pasado que los contemporá- neos. No podemos vivir sin ellos. Si bien carecen del valor de novedad que domi- na nuestra apreciación, no podemos negar su valor artístico. El valor artístico "relativo" implica ver algo nuevo o moderno en lo viejo. Esta valoración y clasificación de los monu- mentos no hace sino confirmar el rol de los mismos como estructurador de nues- tra existencia y de la imagen existencial de la ciudad, inscribiendo los mismos con la misma entidad y jerarquía de sig- nificación a los otros elementos antes señalados de calles y plazas. 114 115 Facciata, Façade, Face o Display side, rostros y desarrollos exteriores del edifi- cio, no son sino el envolvente, el dia- fragma en el que un conjunto de espa- cios interiores se agolpan proclamando su vocación de expresión, de aparecer en el dominio exterior. No es menos real que dicho diafragma actúe de protago- nista definiendo el carácter, escala, el "cuasi" rostro del dominio público, la interrelación entre el organismo edilicio y el urbano y su vida. El ajuste a una expresividad coherente y armoniosa con lo encerrado, el mundo oculto interior, no siempre ha sido logra- do. La destrucción del espacio y de los lugares urbanos, también ha tenido mucho que ver con la pérdida de valora- ción del rico, significativo y polifacético rol de conformadores urbanos que las fachadas han dejado de tener. La convic- ción ingenua de que el valor del edificio individual, por bien logrado que esté, puede valer autónomamente, ha termi- nado por condensar en este diafragma una valoración desmedida. En el movimiento contemporáneo, la expresión de una intrínseca y oculta racionalidad y orden, ha terminado por hacer del rostro, máscara de ocultamien- to, de conjura, de actuación marginal y lúdica, perdiendo su sustantivo rol de mediador, noble y activo, de interior y exterior que sus transacciones de validez enriquecían mutuamente. La planta de Nolli, sin elevaciones pero con precisos e impecables interiores y exteriores, no sólo aparece como para- digma de lectura urbana, de sus lugares, sino hasta de sus rostros, en este sentido. La liberación de las fachadas, de sus obligaciones de convocar interiores y usuarios, subordinados a la creación de un gran escenario urbano válido "per se", CAPITULO VIII FACHADAS con un animismo propio, fue destacado por Rilke respecto de París. Cual si las calles fueran sólo fachadas sin profundi- dad real, pero éstas estaban y están, objetivamente, tan cargadas de humani- dad, pensamientos y sentimientos, que adquieren una entidad propia. Un aspecto secundario de las fachadas, pero significativo de las dimensiones múltiples de lectura que admiten, se puede ver en todo el arte moderno; en el arte bruto de Dubufet, derivado de la apreciación de las huellas del tiempo, signos y materiales fisurados en los muros de la ciudad, en los grafitti de Brasai; en el nuevo realismo; en el arte informal de los españoles del 60, toman- do fragmentos de esos muros y constru- yendo nuevos donde el fragmento es celebrado, o en los registros de Hopper en EE.UU. de cuadras enteras donde ros- tros nostálgicos y cotidianos se transfor- man en emblemáticos. Pero los signos de los muros, valorados en la pintura, pasan, por momentos, a tomar una entidad de mensajes en los que cada cual desea hablar a los demás -como en los pintados murales de las elecciones- o en las señalizaciones, pro- pagandas y carteles que hoy forman parte del paisaje urbano y cuya apela- ción inevitable a nuestro ser imaginante colabora, cuando no supera ciertos nive- les, a la vitalidad urbana. Toda ciudad a través de estos elementos, calles, plazas monumentos, sus equipamientos, facha- das, signos, afiches, sus lugares, se puede leer como inmenso alfabeto o como lengua desplegada en un texto que requiere ser comprendido antes de que seamos condenados a una nueva ininte- ligibilidad Babeliana. La falta de una definición precisa de fachadas, oscilante su entendimiento entre el resultado de principios artísticos o de regulaciones, pareciera haber ocultado su carácter de "forma arquitectónica". (1) La prescripción reguladora aparece con Lodi en 1586, más preocupado por el ordenamiento de la calle que por refle- jar el edificio, y los sistemas de ordena- miento son tan antiguos como Vitrubio. Podríamos definir las fachadas como con orden arquitectónico, sin orden arquitectónico, percibible de inmediato y en acuerdo armónico de partes en las que nada puede ser sustituido (Bernini). Para Blondel 1756, la fachada es la estructura exterior, reclama "juzgar la importancia de la fachada de acuerdo a su decoración" (incluso de las diversas fachadas que pueda tener un edificio). Igualmente reclama, el reflejo del "rango del propietario" y que la habili- dad del arquitecto sea juzgada por "el equilibrio entre los elementos internos y 116 (1)Salvo recientemente en la autonomía muda del Esperanto de los "muros cortina" reflejo de entornos, indiferentes a ellos cuando no destructivos de todo posible diá- logo, encerrados en el silencio vociferante y banal de la especularidad. 117 externos". "Se puede comparar la facha- da con la fisonomía de un hombre: éste refleja las cualidades espirituales, mien- tras que la primera permite un juicio sereno del interior del edificio". Así como no es admisible que un dios apa- rezca demasiado humano, el arquitecto debe elegir convenientemente la apa- riencia del edificio "un hotel no puede parecer un palacio". Pocos años después, Ledoux proclamará el rol de la arquitectura, de expresar y emocionar, "hacer aquello que la poesía no puede sino describir". Quatremère de Quincy en 1832 proclama la decoración; el carácter autónomo y significativo de la fachada como organismo o forma arquitectónica, pero reclamando propie- dad, como Biondel, "una casa privada debe ser simple... un palacio cual varia- das suertes de fortaleza, lujo y embelle- cimiento. Majestuosidad debe ser sólo privilegio de templos". Otra vuelta de tuerca llevará a Algarotti en 1823 a proclamar como "más bella la mentira que la verdad" y a exaltar el valor de las máscaras a las que reduce el problema de la fachada. Laugier en su Ensayo sobre la arquitec- tura, en el capítulo sobre "El embelleci- miento de las ciudades" cifrará la belle- za de una ciudad en sus puertas, sus 67. Palacio Czerning. Praga 118 calles y sus monumentos. Refiriéndose a la calle, proclamará que su importancia es tal, que no puede ser librado su diseño al azar de la interven- ción individual y que éste debe ser regu- lado por el Estado de quien debe depen- der la fijación de alturas, proporciones, ritmos. Las fachadas, salvo la de los monumentos, son hacedoras del rostro urbano del lugar calle (uno delos ele- mentos que usará en el paralelo metafó- rico entre ciudad y foresta). En la fachada del Centro de Estudios Británicos de Yale, Kahn pareciera ofre- cer una lección de equilibrio, una expre- sión autocontenida y ascética, refleja el orden de los espacios o asociación de cuartos interiores en absoluta correspon- dencia con la modulación estructural que se expresa al exterior. La respuesta del edificio y su rostro a definir la cua- dra, la calle en la que se inserta. En Venecia expresará la convención en su extendido cuerpo suspendido, cele- brando el sitio, y su historia de islas y lagunas con sus dos apoyos y la gran luz libre. Su coronamiento de tres cúpulas hará eco al sistema de la iglesia de San Marcos o a la Salute. El conjunto todo enfrentando la laguna. Y esto nos remite a la actitud italiana hacia la fachada, desde el románico, gótico, renacimiento, barroco hasta nuestros días, de ver el envolvente o 68. Calle a Plaza Vendome 119 fachada como un plano de fondo de una perspectiva o como definidor de uno de los rostros del lugar urbano, cual frentes escénicos del escenario urbano. Si entendemos que la arquitectura y su producto último, la ciudad, son el sopor- te de nuestra existencia, la que se reali- za en forma de múltiples actividades y actitudes, en lugares diversos, cada uno tiene solo validez en relación con el grado de definición, de significativa estructuración de cada una de ellas, de lo que surge la forzosa trilogía de fun- ciones y roles del diafragma fachada; la función de encerrar, encasar; la función de representar la institución tanto como su uso real cual mediador, como mira- dor, como estar y ser en la dualidad irre- suelta exterior e interior, de balcones, galerías, recovas, puerta, escalera. (Todas ellas "cuasi" escenarios); la de definir en términos relevantes la estructura del ámbito exterior; del cuarto que tiene por techo el cielo. "El exterior debe tener el mismo orden que el interior, porque éste debe ser anunciado por aquél" nos dice Milizia (2) para concluir en que toda fachada bella- mente compuesta debe anunciar una ordenada organización interior. Lodoli, que alrededor de 1740 desarrolla su tenaz búsqueda para fundamentar 69. Hopper, 1928 (2)Francesco Milizia "Vidas de arquitectos célebres". 1720. una práctica arquitectónica que se parezca al desarrollo del pensar filosófi- co, define dos fines de la arquitectura, la función apropiada y la representación que porta el significado, reclamando que la "representación sea funcional". Para él la fachada es producto del concepto antiguo de la analogía que como "argu- mento" no procede del todo a las partes, ni de la inversa de la parte al todo, sino de parte a parte. Para Vico (que condi- cionó el pensar de Lodoli) "facere" es la unión del hacer y el fabricar, siendo éste el único camino hacia el conocimiento. Conocemos de nuestros edificios porque los construimos. (3) Pero para Lodoli la fachada es un orga- nismo, entendido como proceso y no como producto, vale decir, cuya trans- formación y hacerse es producto de par- tes substituibles. Si para Vico "verum" quiere decir lo verdadero, la cosa; para Lodoli en arquitectura lo verdadero, la representación deviene función, uniendo lo aparente con la verdad. La fachada es el "locus" de la articula- ción. "La articulación es el comienzo del ornamento" dice Kahn, y sigue, "el ornamento es la adoración de la junta" (articulación). La fachada hasta el Movimiento Moderno, salvo las grandes residencias y los edificios públicos o centros de la pro- ducción, fue el rostro de la calle toda, de la manzana, más que la del edificio resi- dencial singular. La aparición del espacio como fondo y no como figura, nacido de condiciones de vida, de habitabilidad, higienistas, físicas, para nada psicológi- cas y existenciales profundas, glorificará la arquitectura objetual de torres o lámi- nas privilegiando sus relaciones posicio- nales, geométricas rigurosas por sobre la valoración del tejido continuo, con espa- cios estructurados formalmente de manera definida. La fachada cesa de ser un elemento referencial, eliminando su rol histórico de soporte y cerramiento privado, de su vocabulario y lenguaje de columnas, pilares, galerías, recovas, cornisas, etc. a los que el usuario estaba histórica y psicológicamente habituado. La exten- sión de este lenguaje se hace además con la pérdida del sentido primigenio, del requerimiento antropológico de cobijo, protección en un todo de clara inteligibilidad.(4) La bastardización de los presupuestos productivos del Movimiento Moderno, aprovechados por la producción masiva, comercial, de mercado, con sus leyes pro- ductivas y económicas, han duplicado (en más de la mitad del mundo entre países centrales y periféricos) el "stock" edifica- do en los últimos 3 decenios con conse- cuencias por largo tiempo irreversibles. Un usuario transformado en consumidor 120 (3)Recuerda el pensar Heideggeriano. Exis- timos porque habitamos, habitamos y somos en tanto construimos colere (cultivar) cultu- ra y edificare. ha dejado en manos de tecnócratas la recuperación de un entorno calificado. Pero por milenios, desde la choza metafó- rica de M. A. Laugier, la fachada fue resul- tado de la estructura y el cerramiento. La estructura evolucionará desde muros portantes homogéneos o heterogéneos (íntegros de madera, de barro, mezcla de piedra y ladrillos, etc.) a cerramientos no portantes con elementos especializados, pilares, columnas, (de madera, de piedra, de ladrillo) y rellenos. Esta posibilidad tecnológica llevará a satisfacer las necesidades básicas de rit- mar las superficies, luego las ornamen- tales, y finalmente las decorativas. Los factores culturales manifiestan con cla- ridad su predicamento formal, en la per- sistencia en construcciones de piedra (templo griego) de la configuración ele- mental primigenia de construcción de madera. La arquitectura romana funda- da en el ladrillo, el arco, la bóveda, expone al exterior el orden formal de la arquitectura pétrea griega, en columnas, tímpanos, etc. Pareciera que la forma fuera más persis- tente que la evolución técnica. Hoy Bofill construye grandes conjuntos en lenguaje clásico, con escalas de la Nueva York de comienzos de siglo XX, conjun- tos habitacionales suburbanos con la más depurada tecnología prefabricada. Mientras que más raramente, formas nuevas se elaboran con técnicas del pasado, un Aalto a veces oculta sus for- mas nuevas, de una tradición moderna, en envolventes continuos de ladrillo visto (dormitorios de MIT 1945, munici- palidad de Säynatsölo 1951, La Agencia de Pensiones 1954, Casa de la Cultura 1955, etc.) recordando la escuela de Amsterdam de los años 20. Los componentes tradicionales de las fachadas constituyen los soportes, el cerramiento de protección, el aventa- namiento, el coronamiento, el arribo al terreno. Podríamos hacer una serie de historias de la evolución de los mismos a través del tiempo, en función de condicionan- tes sociales, económicos, tecnológicos y estéticos. Limitándonos a la residencia, podemos rastrear desde la abertura ini- cial del recinto, que fue la puerta, hasta el arribo del aventanamiento corrido del muro cortina, pasando por la invención de la ventana, su crecimiento en función de materiales tales como el vidrio y los requerimientos estructurales del muro. Su distinción dimensional en función de la naturaleza de los ámbitos y plantas a los que habría, verificando, diferencia de alturas de la planta baja de servicios 121 (4)La flexibilidad del espacio interno, la fractu- ra del volumen cerrado, la fluidez interior- exterior diluyen el carácter de membrana igualmente sensible a imperativos de los medios que se agolpaban en sus dos facetas o caras para privilegiar la expresión de las leyes de organización interior de la planta, el resul- tado de la interacción de ésta y del corte. (cocheras, cocinas, etc.) con la planta noble de doble altura y grandes venta- nas, con el primer piso residencial más bajo (de ventanas superpuestas, defor- mas cuadradas o rectangulares reduci- das) hasta el ático, piso de la servidum- bre, iluminado por claraboyas o lucerna- rias. Vemos cómo este esquema clásico de la gran mansión y el palacio es adop- tado a escala urbana por siglos. Asistimos al cambio de la revolución burguesa, y al desarrollo de la ciudad industrial, capital imperial, al París de Haussmann, para verificar la persisten- cia de los principios compositivos, con el habido agregado de variantes que res- petan las nuevas ordenanzas y gabaritos impuestos, que lleva el número de pisos a seis, uniformando alturas de pisos y ventanas, pero manteniendo los princi- pios compositivos, que son reflejo de una sociedad estratificada fuerte y autoritariamente. Cualquiera de los elementos componen- tes habla de la realidad sustantiva de la fachada, diafragma sensible a las fuerzas de un interior que clama expresarse, de un exterior que demanda ser configura- do y de una entidad propia de la facha- da, que primero proclama su autonomía para finalmente constituirse en lugar no sólo de encuentro, sino en escenario y rostro de sí mismo, conservando latente la referencia a su esencialidad de articu- lación de dos universos. 122 123 La ciudad antigua como concepto, idea y proyecto formalizado La ciudad puede ser definida como sím- bolo total mnemónico, como una com- pleja estructura de símbolos con los que, los habitantes se identifican hoy, recono- cen su pasado, haciéndola materia coti- diana y relacionan sus vidas con el origen fundacional. Se trata de un entorno nada indiferente para el individuo, por el con- trario: siente realizarse en su cuerpo, su presente tanto como su futuro. La ciudad es además una suerte de máquina para pensar con ella, una herra- mienta de entendimiento del mundo y de la relación del hombre con él. Es la puesta en escena, para el uso social, de un orden cósmico representado en su trazado. Desde muy antiguo, desde el paleolítico, el concepto de ortogonali- dad y orientación, aparecen, persistiendo a lo largo de milenios hablándonos de una razón biológica, sustantiva, esencial con el hombre. Si puede resultar difícil de admitir un momento en el que un diagrama de dos ejes intersectándose a ángulos rectos pudiera expresar un orden terreno y cós- mico (comprometiendo tierra y cielo, mortales y divinos como reclama Heidegger en su cuadratura), es absolu- tamente real que en la romanidad (como en India, China, Egipto o Teotihuacán), recorrer un "decumanus" era saberse definiendo en la tierra el recorrido pres- crito todos los días al sol y hacerlo por el "cardus", saberse definiendo el eje de rotación alrededor del cual el sol giraba (no la tierra). El significado del universo estaba en armonía con este trazado que no hacía sino aludir o celebrar a aquél. Si la cosmología ya no es simple y clara, para dictar las bases de un orden CAPITULO IX LA CIUDAD COMO REPRESENTACION DEL MUNDO - MITO CIUDAD en nuestro mundo urbano, habrá que buscarla en nuestra estructura misma tal como nos la revela la antropología y la filosofía. El estudio del hombre paleolítico y sus asentamientos revelan que el hombre poseía hace 9.000 años, la noción de un territorio propio de un límite de refugio, de una capacidad conceptualizadora que se traduce en asentamientos que reco- nocen nociones geométricas, planes pre- determinados, recintos y asentamientos propios de la estabilidad, del cultivo continuado en la tierra, de la existencia de una división del trabajo y un poder para efectivizarlo. Los jeroglíficos egipcios de la cruz den- tro de un círculo o de la red ortogonal sin ejes dominantes aparecen como gri- llas asociadas a asentamientos urbanos, fortalezas y división de la tierra propia del período faraónico del 3500 a.C. (con- temporáneamente con trazados chinos) pero como forma sintética, desarrollada, emblemático punto de arribo de la evo- lución de trazados más primitivos. Hasta los nombres de las más antiguas ciudades surgen como referencias a la ortogonalidad y a la orientación. De todo ello deriva que la aparición de los "ritus etruscus" y en el milenio roma- no de asentamientos imperiales puede reconocer un origen en influencias feni- cias o griegas derivadas de la más anti- gua y extendida repercusión de la cultu- ra-urbana egipcia y mesopotámica. Pero dada la simultaneidad de aparición en otras culturas tan remotas debe ser vista como una noción casi consustancial al hombre, llamada a aparecer en una cier- ta etapa de su desarrollo. Las prescripciones del rito etrusco, apli- cado por Roma y aparentemente com- partido en rasgos generales con otras culturas antiguas pueden resumirse en a) la elección de un sitio conforme a los augures y la consulta con los "aruspex" (adivinadores de hígados) que orientaban al fundador (héroe - hijo de virgen y dei- dad) a actuar conforme a los deseos de los dioses mediante una sucesión de actos rituales que parecen la representa- ción dramática de un alumbramiento, de la entronización de un nuevo cosmos armonizado con el general. Acto en que cielo y tierra celebran su boda, arando el área de sus muros, abriendo la tierra para su fertilización celestial. Un acto de ruptura con el mundo natural pero bus- cando culposamente limar la escisión; b) la corporización de este drama cósmico en un trazado que en su planta, de dos ejes ortogonales contrapuestos, refleja en la tierra así como en el cielo los cua- tro sectores y que, en su centro, define el "mundus", fuente, origen de vida (lugar de los manes, lares, Venta, Ceres); c) el ordenamiento de los ejes y el traza- do conforme a esta última intencionali- dad de complicidad celestial cósmica (o de los divinos) con el trazado terrestre (o de los mortales); d) la celebración fun- 124 dacional, hecha con periodicidad como ritual que recupera y perpetúa el mito inicial. El registro en ceremonias y piezas monumentales recordatorias. Todo ello habla de una fuerte raigambre en la estructura humana reforzada en la repe- tición de los cambios periódicos de cie- los nocturnos, el constante sucederse de estaciones y días. En todos los casos se trata de reconci- liar la suerte humana a través de un ritual y una monumentalización. Reconciliación con la nueva tierra y los antepasados, por el enterramiento en el "mundus" de puñados de tierra, hecho por las gentes que fundan la nueva comunidad, que mezclan sus raíces y dioses manes con el nuevo lugar, con la patria nueva. Actos que en esencia se perpetúan hoy con otras formas. El acto inaugural humano debe haber sido la ruptura con la naturaleza, la afirmación de sí y la configuración de su entorno conforme a sus necesidades individuales y comunes, sociales. Pero no es sin pro- fundo y culposo dolor que produce esta afirmación por lo que pareciera estar siempre tensionado por dos fuerzas con- trarias: el ser sí mismo y unirse al todo cósmico de los orígenes (que se oculta en esa constante recurrencia romántica o la recreación e inserción en el seno de sus ámbitos urbanos o individuales de una naturaleza). Pero también lo lleva a proteger al fun- dador y a su deidad protectora con quien el habitante urbano se identifica, crean- do todo un sistema de protecciones en el nombre (hay tres, uno vulgar, otro sacro y otro secreto) en la muralla, etc. La supervivencia de los ritos paganos es tal que en pleno medioevo se hace una recopilación y muchos príncipes, basa- dos en el conocimiento que de ellos tenían sus asesores, incurren en funda- ciones o erección de obras conforme a los consejos de astrólogos, adivinaciones y ritos cristianos con remoto y rastrea- ble origen pagano. Quienes siguieron las pautas de sus tra- zados más firmemente fueron los reyes de España, antes del descubrimiento y luego en el Nuevo Mundo. Con una sucesión de preceptos prácticos y creen- cias derivadas del mundo etrusco roma- no en pulcros trazados ortogonales orientados, poblaron con centenares de ciudades nuevas nuestra América. Pero en México los españoles encuentran trazados que responden a estos últimos preceptos, en Teotihuacáncon su gran eje procesional y en La Venta (contem- poránea a Roma) y hasta en Tenochtitlán fundada en una isla por Tenoch, en el lugar en que un águila con una serpiente en sus pies se aposenta en señal de buen augurio alrededor de 1350. Sin embargo, las influencias en sentido inverso pare- cen escasas y más bien permiten pensar en un facilitamiento en el uso del mode- lo, como no sucedería en California, Nuevo México, etc. En estas zonas, pue- 125 126 blos más primitivos, como en las misio- nes jesuíticas verían trastocadas sus concepciones del mundo, su ordena- miento y hasta su orientación pasando de carpas circulares o chozas cilíndricas a ámbitos rectangulares reñidos con la concepción del Gran espíritu ligado a las formas curvas de la naturaleza. Veamos ahora algunos elementos esenciales del proyecto urbano, de la idea de ciudad, y de su configuración que atraviesa el milenio romano como claves de inteligi- bilidad de persistencias de valor antro- pológico. 70. Símbolo del Templum y del cielo 127 Ciudad y sitio Las recomendaciones de los tratadistas como Aristóteles en la Política, Hipócrates o Vitrubio sobre la elección de los sitios, son generales o específicas, zonas orientadas en pendiente al este o con buen tiempo si se orientaban al norte, teniendo en cuenta vientos, hela- das, etc. Todas ellas, no son sino reflejo del sentido común manejado en la época, pero que seguramente o fueron posteriores a cualquier acto fundacional o poco respetado por ellos. Cuando fue- ron formulados, por apartarse del ritual y mundo mítico en el que se fundó la con- cepción y formulación del trazado urba- no, pueden haber parecido cuando menos excentricidades, introduciendo una indebida cuota de racionalidad en un acto gobernado por otras leyes. Sobre todo si se piensa que el oráculo de Delfos era el que fijó por siglos en Grecia, el lugar y ritual a seguir. Esto podía resultar más evidente aún cuando había contradicciones en este mundo del sentido común de los tratadistas. Vitrubio habla de los vientos y la orien- tación de las calles para no ser barridos directamente por ellos. Tiempo después otro tratadista sugerirá lo opuesto: que se orienten las calles ortogonales para 71. Trazado rector del agrimensor acoger los vientos, añadiendo que, ade- más esto permitirá un buen asoleamien- to de los edificios y de los trayectos humanos como Oribauius. Mientras Mileto y Pompeya responderían aparen- temente al primero, Paestum, Priene y Lucca responden al segundo. Pareciera que la localización cuando fue racionalmente adoptada fue mucho más en función de conveniencias económicas o militares que higiénicas. Los tratadistas aparecen como racionali- zaciones "post facto" más que teorías o principios sobre los que se hubiere esta- blecido una práctica fundacional. Los actuales estudiosos ponen énfasis, a pesar de la falta de evidencia, en que los tratados tuvieran efectiva influencia, sobredimensionando sus alcances y ocul- tando el ritual mítico, las bases mágicas o religiosas. Platón señala que es la voluntad divina y su buena disposición lo que genera condiciones físicas apropiadas. Se puede leer su tratado urbano como un intento de armonizar la ciudad con la estructura del universo. El fundador, contemporáneo a Platón, preferirá aceptar lo impredecible de los divinos poderes si fuera posible descifrar a aproximarse a ellas. No hay pruebas de un fundador siguiendo una aproximación teórica de las ventajas relativas a cada alternati- va. Heródoto refiere un caso excepcio- nal de alguien que fundó una ciudad sin seguir prescripciones previas adivi- natorias, augurios, oráculos, ni ritos precisos. A pesar de ser el mejor lugar de Africa, 2 años después fue destruido por libios y cartagineses. El segundo acto fundacional de este dorio, fue realizado en Magna Grecia esta vez conforme al oráculo. También fue un fracaso. La causa por cierto no era atribuible al oráculo sino a la inade- cuada observancia o cumplimiento. El oráculo no podía ser contestado. Lo rele- vante era que tanto el fundador como los acompañantes seguían una idea, un proyecto de ciudad conforme a una míti- ca y respetuosa observación. La elección del sitio era establecida entonces por los dioses consultados. El ritual observado implicaba el sacrificio inicial de una vaca, un cabrito, un águila o una serpiente (perteneciente a las entrañas de la tierra) o un delfín. Luego se complejiza exponiendo partes de estos animales para que las águilas se apode- ren de ellos y donde se aposentaran, indicarían el lugar adecuado (en formi- dable paralelo, Tenoch funda la capital azteca donde el águila se aposenta). Romulus no consultó el oráculo de Delfos sino que siguiendo prácticas de sus vecinos etruscos practicó augurios. Tomada la común decisión con Remus de fundar sobre el Palatino la ciudad se separaron y fueron a dos colinas desde las que observaron a las aves para defi- nir el punto de partida. 128 El ritual de los augures consistía en rezos, nombrar signos y la posterior des- cripción de la región o territorio sugerida por la interpretación de los signos, lo que lo lleva a dibujar un diagrama jalo- nado, delimitado por árboles, piedras, etc. signos visibles para definir el territo- rio a poseer por la ciudad, este acto se llamaba "conregio". Luego convocaba a los dioses para que guiaran al fundador. Otro rito era el "cortumio" seguido después de haber visto a través de la "contemplatio" una cierta cantidad de pájaros especiales. De acuerdo a lo definido por la "contempla- tio" el "augur" trazaba un diagrama lla- mado templum (palabra solemne). Varro relaciona la palabra con tres interpretaciones: "con relación a la adi- vinación, a la naturaleza, y al parecido entre naturaleza y cielo, a la adivinación de la tierra, y el parecido con el mundo subterráneo". Los actuales estudios eti- mológicos relacionan "templum" con "temenos", un recinto sagrado, derivado de corte, herido. Incluso se piensa que alude a una choza específica. Temenos es una fracción de tierra definida con fronteras y dedicado a un propósito específico, un santuario. Varro cuando describe el "templum" terrenal lo define como "un lugar esta- blecido conforme a definidas formas de palabras, para recibir los auspicios o para los augures". Pero también afirma que es cualquier lugar establecido defi- nido para una función religiosa o cívica. Ninguna norma sancionada por el sena- do tenía validez si no era dictada en un "templum" y entre el amanecer y atarde- cer. Una tienda para "augur" donde con- curría el general era un "Tauguraculum" y un "templum". También el campamen- to era un "templum". La ciudad, "urbs", era un espacio consagrado y compartía varias características con el "templum". Estas eran las de tener un confín, un recinto que le definía y estar dividido en cuatro, como los diagramas del "augur" y traídos o vinculados por fórmulas y ges- tos augurales. En un lugar alto, el "augur" definía un recinto dividido en cuatro partes, ade- lante, atrás, derecha e izquierda, dividido por dos líneas este-oeste y norte-sur. Los términos adelante, atrás, izquierda y derecha, son técnicos. Varro habla del "templum" celeste, cir- cular y cuatripartito. Muchos pueblos consideraban la tierra circular y el cielo como bóveda o cúpula sobre él. Varro habla del "cardus" y "decumanus". Lo cierto es que la ciencia augural era secreta, pocos y contradictorios testimo- nios han sobrevivido. Parece que el "augur" con su vara, "litrus", indicaba en el aire, a veces en la tierra, su diagrama. La relación con los puntos cardinales parece esencial, fun- damentalmente para el agrimensor, sino para el "augur". El propósito de dibujar el diagrama, era 129 más para establecer un orden general del cielo, en un lugar particular con el "augur" en el centro y éste se lograba cuando el gran templo del cielo era con- densado en la forma ideal del diagrama augural, que podría ser muy pequeño y proyectado en la tierra, sobre ella, de acuerdo a fórmulas rituales por eso nunca se dice con precisión cómoes el "templum" terrenal. Varro lo describe como señalara: "un lugar establecido para que el "augur" recibiera los auspi- cios, limitado por encantamiento que no era el mismo para cada lugar". Cuando el "templum" que para Varro tenía una sola puerta y definido como un muro perma- nente, era llamado "templum minus" y sin este adjetivo (minus) queda para designar a los templos en lo sucesivo. Pero en realidad las palabras y no la delimitación real, eran las que fijaban el "templum". El campamento tenía fronte- ras fijas relacionadas con el "templum" augural, un poste central servía de refe- rencia y dentro del "pomoerium" cerca del poste, el "auguraculum" del general y la tienda de oficiales eran erigidos. O sea que el ritual era observado desde un lugar cívico, a una ciudad, a un campa- mento. El agrimensor tenía instrumentos y técnicas muy elaboradas pero su herramienta, la "stella" en su "gnomon" era para él, lo que el "templum" para el "augur", la esencia de su método. El agrimensor fijaba "cardus" y "decuma- nus" y sus paralelos y dividía en un ritual no menos inspirado y venerado las tierras, estableciendo los confines o límites sagrados. El aruspex. El "augur" operaba durante un largo período de tiempo en un sitio u otro, hasta que los signos de los dioses le eran propicios. Luego otro adivinador operaba a través de los "omens", entra- ñas de animales sacrificados, tales como hígados. El "aruspex" es un adivinador de hígados donde el alma, el espíritu del animal y de los hombres se imaginaba enclavado, sus movimientos eran obser- vados prolijamente por ser el espejo del mundo en el momento del sacrificio. Esta ciencia se inicia en Sumeria y se extiende en el mundo antiguo hasta transformarse en ciencia etrusca. Los hígados tenían una serie de fuertes marcas que permitían establecer corres- pondencias entre ellos y los eventos del mundo. Todos estos conocimientos codi- ficados eran transmitidos en escuelas, que otorgaban licencia de práctica espe- cífica. No era un campo para el ejercicio de la imaginación inspirada. El hígado de bronce etrusco en Piacenza muestra dieciséis compartimentos rela- cionados con los dioses de la cosmología adivinatoria. Largo y tedioso, este rito, incluso venerado por Vitrubio, era practicado varias veces y no con el ánimo de obtener meros sí o no, sino una clara indicación de acción. Puede ser que su lectura permitiera fijar 130 la posición de elementos de la ciudad como templo y muralla, en función de las indicaciones topográficas que el len- guaje de estas adivinaciones parece sugerir. Las indicaciones parecen incluso topológicas y no precisas cartografías. Por de pronto, los agrimensores no han dejado mapas que contemplen las irre- gularidades que todo sitio urbano debe haber planteado y es difícil entender las relaciones que el proceso adivinatorio pudiera tener, en el trazado real y deta- llado urbano. Mundus. Luego de estos pasos se esta- blecían fogatas en varios puntos para purificar los nuevos habitantes. Luego se cavaba un pozo circular en el que se ponían los primeros frutos, desco- nocidas "buenas cosas" y tierra de las ciudades o lugares de los nuevos habi- tantes. Este hueco llamado "mundus" parece haber significado el hueco y dos cámaras superpuestas posiblemente abo- vedadas. Sabemos que "mundus" es el lugar de los manes, los espíritus propi- ciatorios de los muertos. Tres veces por año, era abierto para que los espíritus de los muertos se mezcla- ran en nuestras vidas. Había otro "mun- dus" para Ceres: "Mundus" era la puerta del mundo subterráneo. Roma tenía muchos "mundus". Pero parece que el "mundus" de Romulus estaba próximo al cruce del "cardus" y "decumanus maximi"; si en el centro, al norte u oeste, es imposible determinar. Luego de excavado y llenado era tapado con una piedra y un altar próximo o sobre él establecido. Un fuego era inicia- do y mantenido y éste era el "focus" de la ciudad. En este punto el nombre de la ciudad puede haber sido dado. La trompeta sacerdotal también llamada "litruus" sonaba y el fundador decía el nombre. Tres eran los que tendría, uno sagrado Flor o Florens, otro secreto, Amor, y otro público, Roma, el nombra- do. El secreto era de un "genius" protec- tor dador de fortuna. Planeamiento ortogonal Ejecutados los pasos anteriores, la ciudad se diría, nace; el sitio demarca- do, purificado. El trazado de los agrimensores, si bien no se sabe si formaban parte del ritual, tenía su origen, en misterios divinos como el ritual mismo. Todo el operar del agrimensor con su equipo de mármol, cruz, hilos y plomada de bronce, el "gnomon", debe haber tenido un aura y carácter misterioso, mágico, de convocatoria de lo exacto, arrebatado a los dioses, orden celestial develado y demarcatorio de la Tierra. Hacedores de una prolija ceremonia de exorcización del caos, inaugurando un orden de trayectos humanos y confines familiares. El accionar del agrimensor parece haberse iniciado en ese centro de encuentro del "cardus" y "decumanus 131 132 72. Plano ciudad fortaleza 73. Decumanus Maximus. Roma 133 maximus" leído como "umbilicus" del lugar donde se establecía. El agrimensor entregaba a cada familia su confín como un sacerdote. Todo el ritual del agrimensor midiendo, fragmentando la tierra parece iniciarse en el cruce del "cardus" y "decumanus" con equipos como el "gnomon", que pueden haber tenido su fuente en Cartago o en la fenicia Magos. El agri- mensor dividía las tierras y luego las parcelas entregándolas a sus propieta- rios. Todo quedaba registrado en mapas de bronce que se hacían por duplicado, uno para la comunidad, otro para el Tabularium en Roma. El carácter sagrado de los títulos y fronteras está expresado en la adoración a Júpiter Terminus y la forma sistemática de dividir el suelo urbano, campamentos y campos. Astrología, alquimia, agrimensura deben haber formado parte de un sistema toté- mico, amalgama de adivinación y orien- tación que debe haber estado en la base de las convicciones romanas. El agrimen- sor dividía todas las tierras y las regis- traba en placas de bronce, actuando casi como un notario. La conexión obvia es con la sacralidad de los límites, el culto a Terminus propio de la cultura romana. Pero así como primero existió un senti- miento religioso que llevó a las aproxi- maciones a las leyes del universo provis- tas por la astrología, su paso a la disci- 134 135 plina de la astronomía implica distancia- miento de los dioses, el progreso cientí- fico es un alejarse de la base mítica de lectura del hombre en el mundo y en este sentido un atraso relativo del mundo de las ensoñaciones, sustituido por el de las convicciones de posible demostración. Los agrimensores deben haber tenido una relación mucho más mágica y menos técnica pura en sus orí- genes, para haber merecido credibilidad y aceptación. El primer surco, zanja "la búsqueda per- sistente para delimitar fronteras es una característica del pensamiento religioso romano" dice Kurt Latte. El "sulcus primigenius", la zanja primera era uno de los pasos esenciales del rito fundacional, ejecutado con arado de bronce por el fundador que lo levantaba en el lugar de la puerta (portare - levan- tar el arado). La zanja, el surco, la delimitación del "sulcus primigenius" era la más impor- tante parte del acto de fundación. Con un buey y una vaca, ambos blancos, el fundador definía el recinto con un surco sólo interrumpido por las puertas. Expulsados los fantasmales habitantes primitivos del lugar, designada la ciudad, asumida una deidad protectora, encendi- do el fuego en el "mundus" y fijados los confines, el ritual de definición del "tem- plum", iniciado en el "augur", estaba concluido. La reiteración del ritual, anualmente con festivales, era una forma de preser- vación de esta socialidad. Sus monu- mentos recordaban las conexiones entre sitio y rito que había fundado, dado ori- gen, a la ciudad. Castrum. Debido al minucioso "raconto" de Polibius sobre la organización militar, es asumido que este sistema era incluso de aplicación enlas ciudades. Pero la ciu- dad romana, no era un formalizado y cre- cido campamento, sino a la inversa, el castre era una evocación sintética, diagra- mática de la ciudad, su recreación a través de minuciosas y paralelas ceremonias. Pero el hecho es que los campamentos reflejaban el orden de la ciudad, recrea- ban a ésta y su ritual era tan ajustado como el descripto para la ciudad. Primero se establecía el "vexillum" del general, luego el "praetorium", en la intersección de éste y el eje principal o "cardus" se ubicaba la puerta "praetaria" y un "groma" para asegurar un trazado regular de las calles en ángulos rectos. El "auguroculum" se ubicaba a la dere- cha del "praetorium", allí se celebraban los actos adivinatorios previos a la acción militar. La voluntad de los dioses 74. Instrumento 75. Janus puerta 76. Aruspex adivinador de hígados 136 13777. Trazados ortogonales en India 78. Sulcus primigenius 79. La cuadrícula orientada. Anatolia 80. Planta ciudad de Tingad 81. Vista aérea de Tingad era siempre consultada. "Es por auspicios que todo es gobernado. Todo el mundo lo sabe", dice Livio citando a Crassus. Destrucción - rrituales. Como la ciudad nacía de un rito tenía más que una exis- tencia física, por lo que en las victorias sobre las ciudades enemigas urgía no sólo la posición después de la derrota, sino la destrucción ritual con el mismo proceso de su nacimiento. Tal vez el arado era pasado en el sentido contrario al de la fundación. La batalla de Cartago es peleada no sólo con las armas sino con el encantamiento o devoción a las diosas protectoras, a las que se insta a pasarse al bando de los sitiadores. El culto a los dioses de otros pueblos en Roma era una forma de asegurar la dominación sobre ellos. Todos estos ritos seguramente fueron una suerte de sincrética fusión de fuen- tes diversas codificadas, pero parece que actos generales como el de adivi- nación, de delimitación, definición de un centro o "mundus" orientación, divi- sión cuatripartita son todos anteriores a romanos y etruscos. Centro yy ffrontera - MMundus yy TTerminus. El rito para establecer el "mundus" era análogo al de la fijación de una piedra de frontera. La analogía y tal vez la ten- sión entre centro y periferia pueden explicarse en el análisis de la ceremonia. El cavar el "mundus" era un rito esen- cialmente etrusco. Antiguos tratados sugieren que cada santuario podía lla- marse con propiedad "mundus". Varios "mundus" existían en Roma, el de Roma Quadrata, el de Ceres, sin que Festus el tratadista establezca conexio- nes entre estos santuarios. Nadie sabe dónde estaba ni el "mundus" fundacional ni Roma Quadrata. En el rito del "mundus" falta el sacrificio animal que es reemplazado por un sacri- ficio de raíces, de entrañas terrestres, en las que no hay conexión con Terminus. Se trata de la mezcla de tierras de los lugares de procedencia de los habitantes, "fruges", frutos o pasto del lugar -dado que los primeros frutos aparecerían con cierto tiempo-, mucho más extenso que el del ritual fundacional. Sin embargo, parece que frutos, era lo que contenía la "Casa Quadrata". El quemar una tela conteniendo tierra parece un hábito seguro, porque aparece como ratificando ventas y se perpetúa en el medioevo. Pero la tierra de zonas circundantes incorporadas al "mundus" era un acto de posesión territorial de la comarca que proveería de cultivo agríco- la a la ciudad. Sin embargo, todo esto no es suficiente justificativo de la impor- tancia del "mundus", tanto tiempo des- pués de la fundación. Fustel de Coulanges da una explicación razonable: que nadie tenía derecho a abandonar las raíces de su lugar de ori- gen, ni a sus padres enterrados allí, dei- ficados, los manes. De manera que, como 138 ficción, enterrar tierra de su lugar de ori- gen en una tela en el "mundus" era poder hablar de él como del suelo de sus padres, "terra patrum", patria, ésta es la tierra de mis antecesores, los manes de mis padres están aquí. No parece sin embargo haber sido más que un pozo. Cato dice que era una cámara aboveda- da subterránea, y dado que parecía el cielo, fue llamado "mundus", el universo. La palabra tiene origen etrusco y parece equivaler a la griega "kosmos" (arreglo). Parece que estuvo dedicado a los muer- tos y a la muerte, además de a Ceres, diosa de la Tierra. Sacrificios de sacerdotes especiales eran ofrecidos periódicamente a Ceres y al "mundus". Lo cierto es que había un santuario llamado Roma Quadrata en algún lugar de la ciudad. También había otros santuarios llamados "mundus", en diversas partes, unos dedicados a Ceres, otros subterráneos dedicados a los dioses infernales. Todos o alguno llamado "mundus". Finalmente, "mundus" se refiere al pozo fundacional y nunca rea- bierto, como dice Plutarco, que era la suerte de maternal "locus genitalis" del cual todas las bendiciones surgían. El "mundus" es la raíz, entraña, centro de la ciudad y el "pomoerium" su fronte- ra, recinto marcado como huella. El "mundus" es femenino, sus deidades son Vesta, Ceres, los manes, los lares. El "pomoerium" está bajo el tutelaje de Deus Fidus, Marte, Terminus. Por ello cada uno está acompañado de un carác- ter complementario del otro sexo. Los muros, las fronteras eran protegidas por dos rituales, alrededor de su campo un terrateniente paseaba un chancho, un cordero, un toro, varias veces antes de sacrificarlo, en el campo de Marte si estaba enrolado o al comienzo y término del año guerrero. Alrededor del Ager Romanus pasaba la primera muralla, de la Roma de las siete colinas, la de los hermanos Salianos veneradores de Marte con los escudos sagrados conocidos como Ancilia, uno de los cuales había caído del cielo. Estos días como los de apertura del "mundus" eran considerados "dies reli- giosi". Lo cierto es que el "mundus" era cual tumba y nido. Como la bóveda de Ceres era pasaje al mundo oscuro y fuente de fertilidad, causa de su existen- cia y matriz. El laberinto es una figura singular por- que tanto contiene la amenaza encerra- da, como autoexcluye el ataque externo. Aparece como símbolo regenerativo en tanto el desenrollarse y enrollarse de la cuerda llevada por los bailarines en algunos rituales, es asimilable al cordón umbilical o al cambio de piel de la ser- piente. Por estas razones se puede pen- sar que como el templum, el laberinto es también una imagen sintética de la ciu- dad y como aquél simultáneamente pro- tege y regenera. La elaborada articulación de los ritos de 139 "mundus", "terminus", "pomoerium" corresponden a transformar la ciudad en una unidad orgánica y más específica- mente, como unidad protectora y rege- neradora. Mundus y Pomoerium - Fortaleza y fertilidad No sabemos con exactitud cómo los etruscos primitivos demarcaban sus ciu- dades. Pero fue uno de los ritos más antiguos y persistentes. Si bien en la ciudad de Roma, la santi- dad del "pomoerium" era vista al comienzo del imperio como un anacro- nismo, la parte del ritual por el cual quedaba establecido, retenía su impor- tancia. La parte desempeñada por el fundador, vestido especialmente con un arado de bronce curvo, con vacas blan- cas, con arneses especiales quedó regis- trado en múltiples documentos. El arar era un acto sacro de matrimonio entre cielo y tierra. La tierra es una gran madre que arada aumenta la fertilidad. El arado es un símbolo de fertilidad peculiar cuya marca es abierta al dios del trueno y de la justicia, al dios del cielo que aparece así como socio de la madre tierra. Que el arado debía ser de bronce es poco sorprendente ya que el bronce se asocia- ba a Júpiter y con rituales arcaicos. Además pareciera que dicho ritual se hubiera establecido en la Era del Bronce y que ya para el 1200 el arado fuera de uso corriente en Italia. Autores clásicos han sentado la palabra urbs, ciudad, como derivada de urvum la curva del arado. Otros de orbis, un globo, un mundo. El arar el "pomoerium" era independiente de la división cuatripartita y lo podemos tomar como ritual independiente, de ahí que las fuentes no digan en qué relaciónse encontraba con los ejes principales. El privilegio de la extensión del "pomoe- rium" de la ciudad estaba reservado para aquéllos que extendieran los límites del dominio romano. El arar alrededor de la frontera o límite servía también para definir la ciudad como una unidad territorial legal. La ley colonial más antigua es la encontrada en Osuna, España, en la que se prohibe enterrar en el área definida dentro del "pomoerium", al igual que prohibe pasar sobre la muralla con la pena de muerte por sacrilegio, mencionando especial- mente el hacerlo con escalera, e invo- cando la muerte de Remus, lo que tiene que ver con el bienestar de toda la comunidad, que el límite urbano se pro- pone garantizar. Que la ciudad estaba asociada con la fertilidad y fuerza se podría verificar en una interpretación del rito de Romulus, que después de definir las fronteras arrió los animales machos (protectores) hacia el extramuro, las hembras hacia el intra- muro. Los ritos sexuales en culturas arcai- 140 141 82. Fragmento de Severan Forma Urbis Romae cas están siempre relacionados con la fer- tilidad y no con la sexualidad. Ritos agra- rios son fácilmente imaginables en socie- dades urbanas dependientes y envueltas en la explotación rural. En India se sigue arando la tierra antes de erigir un nuevo edificio varias veces, para que el sitio asimile las energías vitales. La frontera y la muralla estaban garanti- zadas en la unión de cielo y tierra, el que cruzara dicho recinto era un enemigo de la vida garantizada. "Yo soy la puerta; el que entre a través mío estará salvado y podrá entrar y salir y encontrar postura". Los muros eran sagrados pero no las puertas, porque a través de ellas todo tipo de elementos era transportado. Pero el recinto sagrado no era el defi- nido por el muro defensivo como el surco trazado por el arado, el muro ritual. La ciudad podía incluso no tener murallas defensivas. Ambos eran inde- pendientes. El ancho del "pomoerium", este surco ritual que seguramente no era una línea, la palabra parece garanti- zar la sacralidad del recinto. Algunos sostienen que estaba por fuera y a cier- ta distancia de las defensas. A veces se hacía otra faja interna. El arado y la faja se interrumpían, en consecuencia, donde se ubicarían las puertas. Si bien éstas no eran sagradas tampoco eran puramente obras civiles. Tres en rito etrusco estaban dedicadas a la tríada de Júpiter, Juno y Minerva. Pero en general todas estaban bajo la protección de Janus. Este era a su vez glorificado y adorado en uno de los más antiguos templos de la ciudad. Tenía la forma de un pasaje entre dos muros con arcos en sus extre- mos, puertas abiertas en tiempos de paz y cerradas durante las guerras (posible- mente el abovedado está en el origen de los arcos triunfales). Las puertas eran puentes sobre una hue- lla prohibida, el "pomoerium". Pasar a través de él era un acto religioso. Janus, dios de los comienzos y aberturas, por estar donde el dentro encuentra el fuera, tenía dos rostros, además de ser un dios dual, bueno y malo. Dios del primer mes del año romano, su rostro aparece en las primeras monedas, dios de los amaneceres y de los naci- mientos. Monstruos y criaturas fantásti- cas aparecen con frecuencia como guar- dianes de puertas: grifos, leones hom- bres, toros hombres. Como las esfinges egipcias o las formidables figuras de las puertas babilónicas (en Berlín). Todas ellas relacionadas con sacrificios anima- les o humanos que las erigían en "cuasi" deidades o héroes, a las que el extranje- ro debía respeto y homenajes. El fundador. Romulus y Remus eran hijos de una vestal culpable, Rea Silva y un hombre desconocido, Marte, de acuerdo a la leyenda. Rea es asociada a veces con Ilia, sugiriendo una conexión con Troya. A veces fue reconocida como hija 142 de Eneas. Livio señala que fue hija de un rey destronado de Alba Longo, Numitor y forzada a una virginidad de vestal por el usurpador rey Amulius. La leyenda de los fundadores de Roma aparece como la transformación análoga de una serie de héroes fundadores expuestos en agua como Moisés, Sargón. Otros, más próxi- mos en el Mediterráneo aparecen salva- dos y protegidos por una loba. El segun- do fundador de Roma, Servio Tulio (sexto rey de Roma) hacedor del orden, las murallas y las divisiones, es hijo milagro- so de una vestal y de Vulcano. Su historia se repite en innumerables ciudades ita- lianas donde las vestales son impregna- das por el principio masculino, implícito en el falo adorado en el templo de Vesta, guardado como reliquia fundacional. Estas relaciones son diversas en la anti- güedad y de remoto origen, pero incluso en Roma la culposa relación entre una virgen protectora de las raíces o entra- ñas de la tierra y las relaciones extrañas con un dios o héroe, su posterior castigo, están en la base del nacimiento de una nueva relación, alianza, ciudad, nación o estado. Plutarco atribuye a la tumba de Romulus, muy investigada, descripta por Horacio, la calidad de mundos de Roma, una piedra negra cuadrada -si bien varias cisternas del Palatino han sido señaladas por diversos arqueólogos- con otros elementos del sacrificio fundacio- nal. Cerca había importantes monumen- tos, la higuera donde habían sido aban- donados los fundadores, cambiado por el dictado de un "augur", el monumento de la loba que sobrevive en el Palatino. El carácter defensivo del "mundus", el carácter protector que dimana de la totalidad femenina de la imagen-cuerpo en la configuración de la ciudad es evi- dente. El mundus es visto como locos genitales, como la fuente de la veda urbana. La ciudad entera es representada como una mujer, más aún, protegida por las entrañas o señora de las raíces y su prístino y puro origen. El protector divino, masculino o femeni- no, casi siempre este último, era parte de un elaborado aparato protector de valor metafísico. Algunas defensas eran físicas como movimientos de tierra, fosos junto a muros, etc. otras, como el ritual funda- cional tenían una función mágica. Pero todas, tanto la física, como la mági- ca protección, son parte de una mayor unidad, un fenómeno fundamentalmente social y religioso. Su propósito era no sólo conservar, alimentar, sino fortificar. 143 145 El surrealismo opera contra lo estableci- do, intentando encender nuevas luces a través de un obrar develador del "lado nocturno de la naturaleza", valiéndose de diversas técnicas y de aquellos "por- tadores de secretos": soñadores, descu- bridores, inadaptados, hasta locos. Buscan la explotación de la sensibilidad, ampliando el campo de los sentidos para producir nuevos conocimientos, en los que se fundieran la realidad perceptual y la imaginaria, alentando la sugestión y la fuente del deseo, como procedimientos de definición de una nueva objetividad. La indagación al misterio, "la empresa del misterio" (diría Magritte), nuevas técnicas psicológicas, artísticas y una nueva filosofía, pretenden ampliar el repertorio conocido de técnicas creati- vas. "Sólo lo asombroso es bello" dice Bretón. Pero bello es lo maravilloso, oculto por igual en lo insólito, inédito o en lo terrible, pero en aquello que apare- ce contrastado y revelado. Bretón, en el Primer Manifiesto surrea- lista de 1924, ataca al realismo y al positivismo, a la lógica, a la coherencia de lo habitual, proclamando el "derecho a la locura". Ataca lo singular y circuns- tancial de la novelística, en busca de esencialidades. Recupera la capacidad de ensoñación de la adolescencia e infancia. Hace el elogio del pensamiento de Freud, del subcons- ciente e inconsciente, que desde los estratos más ocultos de nuestra alma, exhiben una fortaleza capaz de dominar las realidades aparentes; apareciendo como fuentes de una racionalidad otra. Dice Bretón "Desde el momento que los sueños sean sometidos a un examen metódico, en el cual, por medios a deter- minar, se nos dará cuenta de su integri- dad... se puede esperar que los misterios CAPITULO X SURREALISMO Y LA CIUDAD que no son, cederán su puesto al Gran Misterio. Yo creo enla resolución futura de esos dos estados, en apariencia tan contradictorios, como son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de surrealidad, si así puede decirse". Dice P. Reverdy (5) "La imagen es una creación pura del espíritu. No puede nacer de una comparación, sino de la aproximación de dos realidades más o menos alejadas. Cuanto más lejanas y justas sean las relaciones de las dos rea- lidades acercadas, más fuerte será la imagen y poseerá más potencia emotiva y realidad poética". El surrealismo se basa en la creencia del poder y la superioridad real, de ciertas asociaciones, en el poder del sueño y en un pensar desinteresado. Luchan deno- dadamente para entrever e idear la ima- gen del universo para el hombre con- temporáneo, desarraigado, para generar un albergue para su espíritu sometido a una enorme complejidad. En el segundo manifiesto del 29, define la finalidad del surrealismo, así como en el primero revelará la sustancia. En él señala como finalidad, encontrar el punto en el que dejen de percibirse como contradictorios los términos, "vida y muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo". Pretende iniciar un juicio a los términos real e irreal, saber e ignorancia, racional e irracional, útil e inútil, señalando que es vital, por cuanto "es la suerte, de aquéllos para quienes la realidad no tiene solamente importancia teórica, sino que es cuestión de vida o muerte". Reclama la libertad como valor supremo para sortear las circunstancias cotidianas del existir y para la más absoluta bús- queda del ser, tanto en lo singular como en lo general. Reconoce que su paralelo es posible sólo con la alquimia; la magia provee- dora de la piedra filosofal capaz de dominar por sobre las cosas. Su finali- dad es estética, ética, existencial, la búsqueda de lo esencial por sendas, que marginan la erudición, la meditación filosófica y psicológica. Técnicas surrealistas Para el surrealismo la verdad paradisía- ca, se oculta tras la estructura manifies- ta del mundo, pero hay que develarla a través de técnicas múltiples. A las etapas de relación usuales entre sujeto y objeto, tales como la visión, percepción, apercepción, interpretación y proyección, que supone: la percepción, la sensación, y las imágenes de la memoria que le otorgan su sentido lógico; la apercepción, se realiza con la asociación de ideas, la interpretación, por elabora- ción de los datos a partir de un detalle, de una sucesión de ellos, de combinacio- 146 (5)En Norte-Sur 1918 147 83. El falso espejo. Magritte 84. El país de los milagros. Magritte nes hechas en simultaneidad. Para crear un nuevo mundo, el surrealis- mo predica la ruptura de las relaciones anteriores. Entre ellas, el sistema de desplazamiento, un cambio del objeto del contexto ordinario; la irracionaliza- ción mediante el olvido, que nos permite al caducar la memoria, el deslumbra- miento, la novedad radical de lo presen- tado; la desestructurización del objeto despojándolo de sus relaciones de uso, sus elementos componentes. Por ejem- plo mirar un ramo de flores surrealista o un árbol, es olvidar sus componentes, ver tal vez solo la silueta como en el cuadro de Magritte en el que otros pai- sajes ajenos se inscriben en su períme- tro pulido.(6) Corresponde a una lectura otra de la realidad.(7) Igualmente la asociación de elementos nunca vinculados, como en la "Batalla de Argonne" de Magritte. La finalidad de los métodos psicológicos pampsíquicos usados por el surrealismo, no era ni crear una ciencia, ni curar, ni entretener, ni comunicarse con un más allá; si no la de ampliar el campo del pensar, alterar la concepción del mundo, las condiciones del objeto y del sujeto, develar lo oculto, proponiendo una visión sintética que incluyera la objetivi- dad y la subjetividad, lo inconsciente y lo consciente. La valoración de los sueños como fuente de inspiración fue intensa tanto en los artistas simbolistas como en los surrea- listas. De hecho, la ensoñación siempre cohabita en nuestros procesos pensan- tes, además en nuestras reflexiones y accionar, hay un componente de sueño que aparece como, signos premonitorios, fragmentos mnemónicos, imágenes insó- litas, de existencia incuestionable. La valoración surrealista de los mismos, es producto del exhibirse como una rea- lidad distinta de la cotidiana; con su propia coherencia y por su potencial generador de emociones, su posibilidad de sugestión, por la emergencia en que coloca a la lógica racional y en resumen, por el ensanchamiento del campo inte- rior que provoca. Este reconocimiento de los sueños, tiene un desarrollo de milenios, desde las reli- giones de la antigüedad, los augures, hasta llegar a las interpretaciones mítico religiosas de Jung, o a las sexuales de Freud. Pero, los artistas de toda época, vieron en ellos un íntimo secreto, cuya develación o cuya práctica disciplinada, podía tornarse en una importante técnica en la creación. Borges en sus "Ruinas cir- culares", imagina un hombre que sueña un mundo, descubriendo finalmente que él es parte del sueño de otro. 148 (6)Leonardo Da Vinci en Tratado de la Pintura dice: "el que mire atentamente esa mancha (o cualquiera de las que aparecen en los muros) verá surgir cabezas, animales, bata- llas, rocas, mar, nubes". (7)"La Vida Cotidiana" de Magritte permite ver en un interior a un exterior distante. La multitud de fenómenos y objetos, el carácter analítico y parcelario de las espe- cialidades científicas, nos ofrecen un mundo fragmentado. El mito religioso egipcio, de un dios mutilado que sólo el amor volverá a reconstruir, se erige en paradigma ético para el pensador contem- poráneo y también para el surrealismo. El surrealismo reconoce la contradicción y lo incierto, anulando todo ordena- miento jerárquico, recoge lo racional e irracional, admite la unidad y multiplici- dad espacial, coexistiendo lo informe con lo configurado.(8) Renuncian al orde- namiento lógico, pronunciándose por uno mágico. Sus resultados no fueron exitosos, pero su actitud comporta una manera rica y otra, de valoración de la estructura urbana. Al poner en el mismo plano, la produc- ción emocional y la de la reflexión, bus- cando ampliar el horizonte conocido, mediante el uso de múltiples técnicas, y al erigir al inconsciente en ideal psíquico, por la libertad implícita en ello, abre un campo nuevo al saber, al ver, al apreciar. El surrealismo no se evade de la realidad, tampoco la celebra; la vulnera, propo- niendo una nueva estructura. "Todo descubrimiento que cambie la naturaleza de un objeto, constituye un hecho surrealista" leemos en la revista surrealista. Celebración del objeto singu- lar, símbolo del individuo, y el cambio o desplazamiento a un nuevo orden, se nos aparece como símbolo de liberación de la condición humana, en la que nos encontramos inscriptos. En este sentido es poesía, al subvertir el orden instituido por el lenguaje. Precisamente el surrealismo considerará a ésta, no como medio de expresión y comunicación, sino de conocimiento. Su producción intenta descubrir en sus espíritus elementos a objetivar - saber - e ideales - mitos - para unificar lo obje- tivo y subjetivo, en una suerte de tran- subjetividad, casi trascendente. La metáfora, es usada de suerte tal, por el surrealismo, que los reclamos de Aristóteles, aparecen distantes y subver- tidos (9) al adquirir tal autonomía que se erigen en revelaciones, auténticas crea- ciones. Incurren en la peligrosidad recla- mada por Heidegger, para otorgar a la poesía el rol de actividad trascendente. La exaltación de la metáfora, sustitutiva de la realidad aludida, anula la directa relación con lo real; consumiendo la realidad aludida y generando una nueva, casi con valor metafísico. La aproxima- ción de realidades lejanas debe ser justa, vale decir contradictoria, pero rigurosa, para que posea dinamismo y realidad poética. La lejanía habla de pluralismo, la justeza de la asociación de ideas y del simbolis- 149 (8)Estableceel máximo posible de relaciones. (9)"No hay que llevar muy lejos la metáfora para que se vea bien la semejanza y las rela- ciones de la expresión que inventa". mo que las relaciona. Testimonio de técnicas artísticas visuales, son la imagen surrealista, el collage, el automatismo, etc. El surrealismo, que difícilmente pueda considerarse como escuela, por la diver- sidad de técnicas y expresiones, puede definirse como actitud vital y concepción ideológica. Podemos reconocer un surre- alismo de la materia dinámica, expresio- nista, llamado dialéctico (Miró, Klee); un surrealismo de la imagen pura, de la idea, de cierta objetividad, que llamare- mos metafísico (De Chirico, Magritte) (10). Entre ambos Ernst, Dalí, que convoca los sueños, la naturaleza imitada, cromati- zada y casi sin materia. Magritte diría "la realidad del elemento que nos entre- ga su secreto es el lugar de donde no hay que alejarse a ningún precio; es la señal". Dalí afirmaría "una cosa es cier- ta, lo que odio con todas mis fuerzas es la simplicidad". De Chirico condensa en paisajes urbanos, lugares eternos, de una evocativa nostal- gia y simbolismo. Ernst hace una explo- ración arqueológica de la tierra, del pai- saje, de las forestas. Marcel Duchamp con sus obras maestras de Philadelphia, entre otras. El gran vidrio donde Bretón reconoce búsquedas filosóficas, eróticas, científicas, líricas. Ernst introduce la Técnica del collage, "la alquimia de la imagen visual... el collage da lugar a la explotación del encuentro fortuito de dos realidades distantes, sobre un plano no conveniente... desplazar una mano aislándolo de su brazo, con lo cual esa mano gana en tanto que mano...". Otra de las técnicas; la del automatis- mo gráfico (paralelo a la escritura automática). 150 85. Recuerdos de viaje. Magritte (10)Las fuentes históricas son múltiples pero entre ellas cabe destacar a Bosch, Brueguel el Viejo, Cranach, Altdorfer, Baldung, Grüne- wold, las naturalezas muertas conformes de rostros de Archimboldo, el simbolismo, el pre- rrafaelismo, entre los más destacados. 151 Este se manifiesta como visionario, a partir de una imagen "a priori", mante- niendo en la ejecución la pasión origina- ria. Bretón habla de un automatismo psíquico, a partir de un inconsciente actuante que genera un "modelo inter- no". Sólo este modelo puede garantizar una imagen traducible en producto rele- vante; y nunca modelos derivados del entorno circundante externo. Hay una otra corriente que privilegia la concep- ción por sobre la ejecución; es el hace- dor idealista, conceptual, basado en la idea, como la define Magritte en su con- ferencia del 20 de noviembre de 1938, "La Línea de Vida" (11); en la que la ima- gen previa es todo. Derivando el rigor de su factura, de su voluntad de comunicar con elocuencia la sugestión de su idea. Magritte, como lo solicitara Novalis, ve todo un mensaje a descifrar en las rocas, en las nubes, en los pájaros, en los árbo 86. La voz de la sangre. Magritte (11)En "Le veritable art de peindre" de H. Torczyner. les, en las ramas de flores, en las calles de Bruselas de sus nocturnos-diurnos de su serie "El Imperio de la Luz". El surrealismo en cualquiera de sus orientaciones, incluso en una combinada, subvierte la realidad, pone en emergen- cia los contenidos aparentes contrapo- niéndoles los contenidos ocultos, bajo el influjo del deseo. Las contradicciones se exhiben sin resol- ver en la imagen surrealista. Dice Heidegger que "el pensar construye la casa del ser". La práctica surrealista o de muchos de ellos, consistió en un pensar apasionado. (12) En el entrecruzarse del idealismo y el materialismo dialéctico emerge la ideo- logía surrealista con contenidos filosófi- cos propios. Bretón (13) habla de una inmanencia contenida en la misma reali- dad, ni superior, ni exterior a ella. Por otro lado toda imagen habla de una concepción del mundo. La preocupación filosófica del surrealis- mo, evidente en Magritte, se evidencia en el reclamo del conocimiento univer- sal, en la negación de la especialización, en la búsqueda de modificar el mundo a partir de su interpretación.(14) Pero el interés de la corriente está en el "conocimiento sensible", en el que se admite que cada objeto oculte men- sajes penetrables por diversos medios, la intuición, el sueño, etc., pero tan solo como para proveer el marco de un activismo modificante de las estructu- ras existentes. El surrealismo cree que una verdad tiene diversas formas de expresión, de presentación por su enunciación, por una imagen visual esquemática, por una verbal, una imagen realista simbólica, por una fórmula matemática. Pero esto es más expresión de ideas y sentimien- tos del mundo, que verdades (en senti- do científico). Los objetos del mundo físico producen reacciones, en el sujeto, en imágenes "objetos psíquicos"; manteniendo una relación con los valores. El ataque a la realidad es posible a través de la técni- ca de "desplazamiento" surrealista que lleva a los objetos a nuevas relaciones. Sin embargo la esencia no es descifra- ble por la técnica surrealista, por la que se niegan. El surrealismo ataca a la lógica. El pleno desarrollo de los opuestos, en forma sucesiva es parte del pensar, pero la fusión de los mismos en simultaneidad, en la contradicción asumida como ambi- valencia exaltada, es inédita. Este pensar 152 (12)Basta leer las cartas intercambiadas por Magritte y M. Foucault con motivo de su libro "Les mats et les choses" que concluirá con el ensayo de este último, que lleva por título el de un cuadro de Magritte "Esto no es una pipa" frase escrita por éste bajo una hiperrea- lista representación de una pipa. (13)En El Surrealismo y la Pintura. (14)Segundo Manifiesto Surrealista con puntos comunes con el marxismo. 15387. El imperio de las luces. Magritte 88. Los valores personales. Magritte se corresponde con cambios en la lógica, que ha evolucionado hacia un relativis- mo y a diversas formas, la lógica mate- mática, la formal, la gnoseológica, la psicológica. Asistimos a una subversión paralela a la del movimiento surrealista. La filosofía de la ciencia con K. Popper proclama que toda verdad, es una verdad provisoria y que el conocimiento no es sino conjetural. Una sensibilidad surrealista permitía leer, decodificar, hacer cartografías persona- les, mitificar lugares-objetos-rutas, transformada la ciudad en texto auto- mático y subjetivo, en palimpsesto histó- rico, en sueño a decodificar. La ciudad y la arquitectura surrealista son totalmen- te imaginarias y poéticas, cualquier cris- talización las destruiría congelando el flujo, el cambio, propios de una ciudad soluble. La ciudad, es un objeto cons- ciente que puede ser descubierto en su realidad latente, a través del sueño, de la magia, de la poesía. La ciudad es una entidad multiforme que descansa en la secuencia siempre cam- biante de algunas imágenes. La ciudad, es como un texto poético automático; el lugar de las metamorfosis más increíbles, no de lo que parece ser, sino conforme a lo que es, según nuestros deseos perso- nales, sólo equiparables a un poema surrealista, vale decir, a un texto. Para algunos arquitectos, todo el movi- miento surrealista estuvo cargado de un rechazo a la arquitectura, o, por lo menos, a la establecida e, incluso, a la ciudad. En 1933 se publica "Ciertas posi- bilidades para el irracional embelleci- miento de la ciudad" que propone la transformación surrealista de algunos elementos de París. Así, Tzara propone cortar el Panteón en dos partes y sepa- rarlo 50 cm. una de otra. Eluard sueña el momento en que las casas sean dadas vuelta de adentro hacia afuera como guantes, Dalí escribe entusiastamente sobre Gaudí y ve la arquitectura como la verdadera realización de deseos solidifi 154 89. La condición humana. Magritte 155 cados. Bretón habla con auténtico entu- siasmo sobre el Castillo Ideal de Cheval y sobre Kiesler, en su Casa sin fin expuesta en el Museo de Arte Moderno. Lo cierto es que la ciudad era vista según la subjetividad de los sentimien-tos individuales; pero siempre se busca- ban justificaciones a estas preferencias inconscientes, y muchas veces se encontraban en la historia del lugar. La elección de la Plaza Vendôme, por ejemplo, se basaba en el hecho de la carga dramática histórica, de columnas imperiales tumbadas en la revuelta de la Comuna. La preferencia por la Tour Saint-Jacques, esa solitaria y extraña figura, realmente admirada por esto mismo, encontraba su justificación en el hecho de que en la iglesia ausente que la acompañaba, hubiera sido ente- rrado el alquimista Flamel. La ciudad también aparece como sueño, como laberinto psíquico y como sistema de signos. Pero, por sobre todo, la calle fue vista como el medio natural, como el verdadero instrumento capaz de 90. La poitrini. Magritte 156 transmitir mediante su atractiva vitali- dad, sus sorpresas. La propia vida interior del caminante, capaz de comunicar las claves del espíri- tu nuevo. El método de estar en la calle y moverse sin propósito o meta fija, fue típico del movimiento surrealista, y dado que la experiencia vital era equivalente en valor al arte, el ccaminar ffue elevado al rango dde aacto ccreativo. Dado que el objetivo del arte era la exploración inte- gral de la realidad, lo inmediato al domi- nio privado, la calle, era el lugar más adecuado para esta exploración poética. La calle es vista, pues, como el lugar del flujo, un lugar de posibilidades siempre cambiantes. Era un privilegio encontrarse sólo en un bulevar, rodeado de gente y en un grado de disponibilidad total. Esto era tanto más posible -es decir, encon- trar un placer inusual en encuentros casuales- en ese artefacto espacial que es el bulevar, que es la calle. Otro lugar de especial significación era la galería o pasaje de cubierta vidriada, tal como el Pasaje de la Opera, que per- mitió alejarse del anonimato de las vías principales. De manera que el pasaje no es una línea de deseo, un acorta caminos o un medio de protección sino un even- 91. La batalla de Argonne. Magritte 157 to, un espacio mágico capaz de promo- ver sentimientos no objetivos del mundo. Muchos lugares de la ciudad, cargados de un vago sentimiento de lo no esta- blecido, de lo ambiguo o de lo misterio- so, constituían los múltiples e individua- les mapas trazados por los artistas surrealistas. Todos estos lugares u objetos presentan elementos que dan un sentido de foca- lización tensional a las cartas indivi- duales, internas y subjetivas de cada artista, y de toda sensibilidad predis- puesta y ejercida. Para los surrealistas, dijimos, la ciudad aparecía como un sueño. En los textos que la describen, el entorno urbano está hecho de asociaciones libres, escurridizas como la materia de los sueños; las cami- natas parecen las de sonámbulos y París surge como un paisaje soñado. La per- cepción surrealista de los lugares, tiene mucho en común con el proceso mitopo- ético de los pueblos primitivos, que adjudican significación transracional a los lugares elegidos. La lectura de la ciudad como laberinto psíquico -caminar la ciudad es, en rigor, una realidad interior, mental, un hecho intelectual- consiste en perderse en sus 92. Plaza Italia. De Chirico 93. Melancolía de una calle. De Chirico laberintos, en las redes y circuitos del pensamiento, en una cartografía de emo- ciones y deseos. Recorrer la ciudad es buscarse, encontrar la identidad personal. Si para el surrealismo se trata funda- mentalmente de liberar las cadenas que la razón ha establecido entre sueños e imaginación, llevada a la ciudad, la visión es la de liberar las directas y obvias correspondencias, resolver el ver- dadero laberinto urbano, lleno de claras y aparentes conexiones lógicas, tornar prístina la lectura del objeto y espacio a través del hallazgo de múltiples descu- brimientos analógicos, de antagonismos reconciliados, de aparentes opuestos entendidos en su complementariedad y sentir, como en la posesión mágica de la realidad toda, en una suerte de metafísi- co entendimiento, que arriba al meollo y corazón de las cosas. Si bien, estos no son estados permanentes de conexión con la surrealidad del mundo, el arribo ocasional a estos estados de realización, de hallazgo, de climax, los llevaba a un extremo grado de confianza. La ciudad aparece con bastante antici- pación, en relación con la semiología, como un "sistema de signos", aunque con la designación de "bosque de indi- cios". Donde los surrealistas aplicaron la teoría psicoanalítica de los sueños, a sus marchas, el semiólogo aplicará con- ceptos de significante-significado refe- rente, para describir los objetos y espa- cios de la ciudad. Pero para el artista surrealista los sig- nos no están sólo para ser interpretados intelectualmente, sino para ser senti- dos, debiendo atender su irracionalidad a los deseos y emociones ocultas, para arribar al claro entendimiento del signi- ficado de una calle o de un edificio. Es la capacidad para intuir semejanzas y pensar metafóricamente, lo que hace de la lectura surrealista de la realidad, no sólo una operación decodificada, sino un proceso creativo como el de toda lectura, que para ser tal debe ser creativa. La lectura analógica es la clave de todo real descubrimiento. Para el surrealismo no hay objetivi- dad posible, dado que cada persona, individual y subjetivamente, tiene su parcela de realidad, y el conocimiento de la experiencia humana colectiva, vale decir, una auténtica objetividad, sólo se lograría extrayendo las lectu- ras individuales en una "profunda subjetividad". Difícilmente podemos hablar de una arquitectura surrealista y de logros en el plano de la urbanidad, pero en razón de la actitud, si de la pasión desplegada por esta corriente de las artes. -Me he explayado en su concepción y sus técni- cas. Tan relacionados con un operar, en vistas a una presente y futura instru- mentalidad decodificadora y un accionar iluminado- con el mismo rango de las aproximaciones antropológicas, filosófi- cas, poéticas aquí valoradas. 158 159 Espacio y lugar Para hablar del espacio, podemos hablar del paralelo vacío, lleno; materia, espa- cio; ser y no ser. Parménides rechaza la posibilidad de hablar del no ser y del vacío, reclama el ser y la materia com- pacta o el espacio. Forma, ideas, esencias, inmutables e incre- adas son un ser para Platón, las cosas cre- adas son otro ser, el habitáculo de las cosas creadas, el espacio, es otro ser. La teoría aristotélica de lugar no parecie- ra una doctrina del espacio. El lugar y el dónde coinciden, son un intervalo de espacio. El escolasticismo distingue entre "locus", "situs" y "spatium". Para Tomás de Aquino, "locus" es "termi- nus inmobilis continentis primum". "Situs" es disposición de partes de un "locus". Spatium define una extensión, la distan- cia entre partes o puntos. La filosofía moderna y las concepciones antiguas y medievales se mezclan en nuestro tiem- po, predominando en la arquitectura moderna la noción de espacio, rescatan- do Kant y los antropólogos estructuralis- tas la noción de lugar. La filosofía moderna se polariza en la disciplina del carácter fenoménico y fan- tasmal del espacio y los que tendieron a enfatizar su idealidad. Para Kant el espacio es intuición pura, "condición de la posibilidad de los fenó- menos", "es una representación necesa- ria 'a priori', que sirve de fundamento a todas las intuiciones externas"... "porque es imposible concebir que no existe espacio, aunque se lo puede pensar sin contener objeto alguno". Para Kant los caracteres del espacio son "a prioridad, independencia de la experiencia, intuiti- vidad e idealidad trascendental". Ya en 1770 presenta el espacio "no como algo CAPITULO XI FILOSOFIA, POESIA Y LO URBANO objetivo y real, ni como substancia, acci- dente o relación, sino como algo subjeti- vo e ideal" como "un esquema que surge por una ley constante deducida de la naturaleza del espíritu para la coordina- ción de todos los sentidos externos". Hegel llegará, extremando la búsqueda idealista, a ver "el espacio como una fase, un momento enel desenvolvimien- to dialéctico de la Idea, la pura exteriori- dad de ésta". La física contemporánea ha hecho con- tribuciones importantes a la noción de espacio relacionándola con la noción de tiempo. Einstein en 1916 logra unificar espacio tiempo, materia y gravitación. Cierta filosofía paralela surge "con la doctrina del espacio tiempo como matriz de toda realidad". Pero espacio y tiempo se hallan no obstante, en la misma crisis que todas las ciencias. Heidegger con un pensamiento pre-cien- tífico planteó que la espacialidad de la existencia debe entenderse partiendo de la propia existencia. "El espacio está en el mundo por cuanto es el ser-en el mundo de la existencia el que ha dejado franco espacio". Para él, lugar, sitio y espacio son términos diferentes tal como en Tomás de Aquino. El puente implantado en el sitio definido por un río y sus orillas, en desarrollo, define un lugar. Espacio es la distancia, mide la extensión. Las posiciones extremas que se relevan hoy son por un lado, aquélla que consi- dera el espacio en relación con un sujeto o una consciencia, la otra, que considera el espacio en sí mismo como pura exte- rioridad en la que se da la generación de partes, extra partes o la que hace del espacio algo recogido en sí, poseedor de una interioridad. Veamos ahora la noción de lugar. Hay autores que señalan que no hay diferen- cia entre el concepto de lugar y el de espacio. Según otros, éstas son notorias. Aristóteles dice en su teoría del lugar cosas no aplicables al espacio, y a este término lo trata en la doctrina de la magnitud espacial; no se interesa por el espacio sino por "la posición en el espa- cio". En rigor Aristóteles considera el término espacio a partir del lugar. En su Física, el filósofo considera que, lugar no sólo es algo más, sino un algo que ejerce un efecto en los cuerpos que están en él, en segundo término consi- dera al lugar como algo que no es inde- terminado. El lugar que es determinado no lo está por cualquier objeto, sino para clases de objetos. "Aunque el lugar fuera propiedad de un cuerpo no es arrastrado por él en un desplazamiento. O sea que no es el cuerpo, pero no es ajeno a él. "El lugar no es forma, ni materia, ni causa eficiente, ni finalidad". No es substrato, vale decir, que no es equi- parable a la noción de receptáculo. "El lugar se define como un modo de estar en", "como el límite del cuerpo continente". El lugar no ocupa lugar, "no hay un 160 161 Las rutas automovilísticas son como los RIOS Los MUELLES forman los accesos de los edificios Los CANALES desembocan en MUELLES sin salida Los CANALES son las calles de tráfico moderado De esos PUERTOS parte una red de CANALES que sirven al centro Estos PUERTOS son los garajes municipales a varios niveles Los RIOS tienen PUERTOS Estos RIOS no deben atascarse 162 lugar del lugar", etc. Clasificando luga- res podemos hablar de lugar común (el universo entero), el lugar propio (el lími- te del elemento vecino) y el lugar pri- mero (el límite interno del elemento atravesado por un elemento ajeno)". La esfera celeste, lugar del universo no ocupa lugar. Los espacios que recorremos en una ciudad están precisamente espaciados por lugares. Somos además en tanto hombres "transportando espacios" por ello podemos transitarlos, pero mora- mos en lugares. Somos, dice Heidegger, en tanto habita- mos y construimos, y este construir no es sino com-poner lugares, pro-ducir lugares, es el instalar lugares por medio del tramar sus espacios, dejando habitar. Pero el construir debe entenderse en el doble sentido de producir cultura y edifi- car -hacer edificios. De allí que la ciudad, albergue de todos los lugares y edificios, resultado del construir, sea el producto cultural por excelencia. Proclama Lefebvre en su Derecho a la ciudad la necesidad de recurrir a la filosofía y la poesía para tornar inteligible el producto urbano, por el carácter global de dichas actitudes del hombre. Niega igualmente validez al intento de entender lo urbano desde los campos parcelarios del conocimiento, como el planeamiento, el urbanismo, la geografía urbana, la sociología, la psico- logía social, etc. Cuando decimos una lectura filosófica surge con cierta evidencia la instrumen- talidad globalizante y esencializadora de la misma que tratamos de desarrollar en estas páginas. Para admitir lo propio con la poesía es preciso definir cuál es su esencia. Parece ser ineficaz, no teniendo implicancias en un hacer comprometido con la realidad, por generar un mundo transubjetivo, imaginario, hecho de palabras. Pero la palabra construye con ella creamos o destruimos, pero por sobre todo, hace- mos patente al ser, y como tal, la pala- bra lo custodia. La palabra puede ser ilusoria o esencial, pero es a través del habla que somos, pero el hablar es sólo fundamental en el diálogo. Somos diálogo y somos históri- cos. La poesía torna patente lo perma- nente, lo sustantivo, que es furtivo, al nombrar lo esencial lo torna existente. "La poesía instaura al ser con la pala- bra". Dice Höelderlin que "lo que perma- nece lo nombran los poetas", pero no sólo por establecerlo sino que dan la razón de ser de nuestra existencia y esto se encuentra en aquel otro verso de Höelderlin "poéticamente habita el hom- bre en el mundo". Pero este existir, este habitar y ser poéticamente no es algo circunstancial sino principio esencial, razón de ser. La ciudad en tanto producto cultural, hacedor de hombres, deja habitar y el habitar se hace en ese hablar poético. La desacralización de la ciudad anti- gua, nacimiento de la figurativa y real La fundación de toda ciudad estaba pre- cedida de ritos y medidas precautorias especiales, con el propósito de no modi- ficar el orden del mundo, que por otra parte se deseaba intensificar en su potencial generador, portando a través de los tiempos la fuerza psíquica inma- nente. La naturaleza guía los sueños de ciudad de los hombres, nos dice Jung. Las ciudades previas a Grecia eran sagradas y consagradas. Al aparecer el reino de la razón, el dominio de la filo- sofía, de la geometría que hace justicia a todos los puntos, al unirlos configurando una figura, una suerte de libertad, la ciudad se desacraliza y aparece con su verdadera vocación de producto de hom- bres, productora de hombres. El poder de hecho de la naturaleza y de lo sobrena- tural, emergentes de la cultura rural, retrocede, cae y lo que caracterizaba a la ciudad como tierra poblada de quiebres, picos monstruos y apariciones favorables a malditas, se transforma en tierra homogénea, neutra, libre. La aparición de una democracia urbana recrea a la ciudad; el centro lo constitu- ye el ágora donde todos pueden entrar, lugar abierto, vacío, accesible, legible como las leyes que son escritas y no ya orales, normas de iniciados. El espacio urbano es indiferenciado y su decisión no se hace conforme a tribus y jerar- quías, sino en función de pueblos de montaña, llanura y ribereños. La apari- ción de una igualdad política divide en función de circunscripciones. Si bien existen diferencias económicas y se tra- ducen física y espacialmente, carecen de carga emocional. Las gentes circulan libremente y los edi- ficios se abren expresando su carácter o dicen lo que desean. Esta desacralización urbana no elimina la Acrópolis, lugar privilegiado al que se sigue aproximando conforme a un ritual. Mito y rito, en tanto coexistían, mutua- mente se apoyaban. El creyente y el ini- ciado viven la tradición, imitan y recrean la gran acción a través de la procesión. Los grandes trayectos como el del pere- grinaje trágico de Edipo, el recorrido de los astros, los viajes de los héroes son trayectos prestigiosos. Ninguno de ellos podrá ser recreado de manera incontes- table en la ciudad. Estamos frente al advenimiento de una nueva civilización, la de la razón y la cultura urbana que desacraliza al espacio. Pero de ella pue- den derivarse una ciudad abstracta, ciu- dad de la zonificación, clasificación y alienación, o una ciudad figurativa, morada del hombre, lugar de su realiza-ción individual y colectiva. 163 165 Estrategia de intervención. Córdoba. Encontramos en Córdoba, ciudad cercana al millón de habitantes en 1980, diversos códigos urbanos y de edificación de gran generalidad; con existencia de normas cualitativas vagas, precisiones cuantita- tivas y zonificatorias carentes de una visión global y particularizada, formali- zadora, en realidad volumétrica más concreta; aparte de la carencia de una apoyatura en las complejidades y con- tradicciones socioeconómicas traducidas en la espacialización, apropiación y dis- frute urbano. Aparecen normas cuyo carácter es el que homogeneizan el territorio urbano a través de índices de uso, factores de ocupación iguales a siete veces la superficie del lote, o nueve, cuando se construye en régimen de torre (modelo obviamente privilegiado), con excepción de unos pocos barrios residenciales de clase media alta. La ausencia casi total de normas de preservación, complemen- tada con incentivos, unida a la especu- lación protegida en las normas explici- tadas, ha permitido la pérdida de un altísimo porcentaje del patrimonio cons- truido, de valor, en los últimos 10 años; sustituidos por el erizado contrapunto de informes volumetrías, cuyo perímetro y rostro mayoritario y dominante es el de ciegas y mudas medianeras. Las nor- mas de que hablamos carecen además de la flexibilidad e ideas de las impli- cancias negativas, formales y sociales (por ejemplo, el mercado de la oferta y la demanda de inversores, de unidades locativas de 25 m2 para una familia, han proliferado en barrios tradicionales en renovación; y con envolventes a veces sugestivas generan densificaciones y condiciones infrahumanas de vida, edul- CAPITULO XII ESTRATEGIA DE INTERVENCIONES: CORDOBA / SANTIAGO / NEUQUEN 166 corando la especulación de inmobiliarias y constructoras). Afortunadamente, gracias al subdesarro- llo relativo, normas y proyectos viales exclusivamente funcionales como ideali- zaciones del progreso, no han cumplido como en áreas metropolitanas más extensas y saturadas. Vale decir que es dable aún construir un orden del movi- miento, una arquitectura de la misma, sobre el reciclaje, re-uso, re-asignación de roles y funciones a la trama existente sin destruir el pasado. Más aún, se puede cualificar y privilegiar ciertos trayectos estructurantes. En julio de 1979 fui designado Secretario de Obras Públicas por un lapso previsto de 20 meses. La brevedad del plazo y el convenci- miento de que la suerte urbana depende de intervenciones puntuales encuadradas en una cosmovisió, signó el plan des- arrollado en obras y normas. Basado en el marco conceptual prece- dente que pretende revalorar ciertas per- cepciones y modalidades de intervención que van de la valoración y acciones filo- sóficas, poéticas, antropológicas, míticas, oníricas, utópicas a las sociales, políticas y económicas, definí ciertas pautas de 94. Estrategia de intervención. Ciudad de Córdoba 167 1. Area central 2. Estacionamiento periférico 3. Río Cañada. Ejes estructurales y nexos - sis- tema verde 4. Area reutilizable con actividades cívicas, administrativas y culturales 5. Plaza cívica estacionamiento Plaza Italia. Puerta oeste del área central 6. Hospital de Urgencia 7. Extensión Parque Las Heras 8. Plaza España 9. Centro Cultural Pje. Revol. 10. Mercado San Vicente 11. Mercado General Paz 12. Mercado Alta Córdoba (centros polifuncio- nales barriales, administrativos, culturales, sociales, recreativos y comerciales) 95. Intervenciones puntuales 168 1. Puerta oeste 2. Paseo Sobremonte 3. Palacio de Justicia 4. Columnatas. 5. Arquitectura Siglo XIX 6. Arquitectura Colonial 7. Arco 8. Torre Colegio Moserrat 96. Ejes de significación en la ciudad de Córdoba 9. Puerta Sud 10. Puerta Norte 11. Iglesia San Roque 12. Plazoleta 13. Eje San Jerónimo - 27 de Abril 14. Plaza Italia 15. PLazoleta Ambrosio Funes 16. Iglesia San Francisco acción, que luego continuarían vigentes en la formulación de estrategias de inter- vención en Santiago de Chile (capital de tres millones de habitantes), San Martín de los Andes en Neuquén (localidad turís- tica de quince mil habitantes), en ciuda- des nuevas como Protea en Sudáfrica con treinta y seis mil habitantes. La estrategia se puede definir como un proyecto global de intervenciones signi- ficativas, a escala de la ciudad y otras a escala sectorial, llevando la problemática de la construcción urbana a los justos términos, específicamente proyectuales. La falsa dicotomía, tan arraigada, entre planeamiento urbano y obras públicas y las por veces antinomia entre construc- ción analítico-científico-futuróloga y la pragmática y circunstanciada, debían resolverse en un punto, haciendo ciudad con un diseño urbano arquitectónico que obedeciera a una visión global y que asignara un equilibrio entre planes ope- rativos infraestructurales y aquéllos capaces de dotar de imagen existencial, identidad y entidad arquitectónica y urbana, a los lugares de la ciudad. Intensificación urbana y reciclaje 1) Si se entiende a la ciudad como: el producto cultural más excelso. Como la asamblea de las instituciones. Como el lugar de la historia, como proceso y pro- blema, resultante de acciones sociales, económicas, políticas corporeizadas siempre en un orden (siendo incluso el caos aparente expresión de ese orden) y se rechaza la aplicación de un modelo (ejemplar repetible) por utópico y regre- sivo, se debe partir de una lectura de la singularidad propia de cada ciudad. 2) Si leemos al centro como la catedral urbana, el barrio primero y en conse- cuencia, plaza y encuentro de todos los barrios y a estos últimos como ciudada- nos potenciales dentro de la ciudad, estos deben ser celebrados. 3) Si creemos posible la recuperación social del artefacto urbano en su totali- dad como uno de los factores contra la alienación, lo haremos a través de la intensificación de los lugares urbanos. 4) Si concebimos como elemento irre- ductible y estructurante de la imagen existencial de la ciudad, calles, plazas, monumentos y áreas que sumados a los mercados, bares, etc. integran el rico espectro de los lugares urbanos activos, cargados de resonancia emocional, nos manejaremos no con índices sino con imágenes existenciales concretas. 5) Si suponemos la rehabilitación edili- cia como cambio de uso, con miras a rescatar, preservando, el valor de un complejo, o intervenir en la estructura física y simbólica para reforzar una vita- lidad subyacente, trabajaremos de una manera creativa que cumpla dos rituales simultáneos: celebrar y alumbrar una vieja y nueva realidad. La tarea contemporánea más relevante, 169 170 en aquellas ciudades dotadas de un pasado, cualquiera sea su valor o anti- güedad, es la preservación del patrimo- nio; teniendo en cuenta que el pasado es la memoria colectiva de los pueblos y, como decía Ortega, "el pasado no se ha tomado el trabajo de pasar para ser negado sino para integrarlo" a nuestro presente y futuro. Preservar válidamente es lo opuesto a la momificación, más bien es la reencarnación. Si el re-uso es una antigua práctica, celebrada en las Termas de Dioclesiano o en la arena de Lucca, rara vez se ha teorizado sobre ella. No hay conciencia extendida a la preservación, no sólo de los monumentos sino a la totalidad del haber cultural, como patrimonio irrem- plazable, como recurso no renovable. La especulación, la ausencia de instru- mentos legales por parte de la autori- dad y la falta de una pasión por este 97. Edificios verdes del tejido interconector 1. Vía común secundaria 2. Plaza - Nodo Barrial - Catedrales verdes 3. Vía penetración Boulevard. Gran Bazar 4. Parques 171 nuestro exiguo haber, de parte de la comunidad profesional, convocan por igual a una amnesia celebratoria de un permanente presente, como a una nos- tálgica versión ilusionista de un futuro nunca realizado e irrealizable. La dimensión política que todo re-uso ha tenido, se pierde de vista y así como la asamblea nacional transformó en 1871 el teatro en su salade reuniones, o la Iglesia de Saint Genevieve en Panteón para los héroes nacionales, creemos que la adaptación de un viejo mercado en salas comunitarias para la convocatoria y servicio social, cultural, administrativo, tiene como base la idea política de una descentralización que recupere la identi- dad de las patrias barriales, la represen- tación y el poder del barrio en un pro- grama de municipio estallado y vivifica- do por la acción de las bases, una demo- cratización real de la vida urbana por la 98. Sistema Nodos Barriales 1. Polo Central 2. Alta Córdoba 3. General Paz 4. San Vicente 5. Centro de Barrios 6. Dispensarios, Guarderías, etc. 172 participación a ese nivel en las decisio- nes y en el uso de los recursos. El re-uso habla de la no-especificidad funcional de los espacios, la universalidad de todo "orden" arquitectónico, contrariando los preceptos reductivos del funcionalismo. 6) Si se entiende el rol del arquitecto como el de un activista social y cultural se puede definir como lo hice en 1979 para Córdoba, una serie de objetivos generales siendo los más remarcables: a) recuperar el patrimonio histórico monu- mental del área central, intensificando el centro histórico y reciclando contextual- mente el área, a través de la peatonali- zación articulativa, en un texto legible, de la serie de objetos puntuales aislados. b) Reciclar el área central transformada en dominio del peatón, del encuentro, de la comunicación, haciendo del ámbito calle una sucesión de cuartos con propia identidad que, con mecanismos de escri- tura (fachadas rebatidas, sombras, plan- tas desfasadas) permitan crear una ciu- dad, que se lee a sí misma, en sus monu- mentos celebrados en el pavimento. c) Generar una serie de ámbitos de encuentro y manifestación colectiva en plazas que jalonan (Plaza de Armas y Ambrosio Funes) u ofician de puertas de ingreso al área central (Plaza España e Italia). d) Intensificar los barrios generando polos a través de la restauración, recicla- je y extensión contextualizada de edifi- cios significativos para la comunidad, en cada uno de ellos. La convocatoria al reciclaje tiene la dimensión de una operatoria de simple cuidado de un estado de salud mental. En consecuencia como programa de acción emanada de las consideraciones referidas, se hace imperativo relevar, inventariar, preservar, resemantizar, reci- clar y poner en valor los lugares memo- rables de nuestras ciudades capaces de corporeizar su identidad y atravesar los tiempos dando continuidad a ambos tér- minos, siempre históricamente cambia- bles, de una posible ecología urbana a los hombres o sociedad que habitan y al artefacto urbano en el cual o a través del cual aquéllos son, habitan y piensan. Como dice Heidegger si "se es y somos en el mundo en tanto habitamos, siendo ésta nuestra esencia última, y habitamos en tanto construimos vale decir culti- vando (la cultura, como la tierra) o edifi- cando", pienso que sólo seremos en ple- nitud en la medida del habitar, permane- cer, demorarnos en los lugares de fuerte estructuración, recuperados como los 173 99. Sistema Ferro-Urbanístico Ferrocarril Belgrano - Estación 100. Eje virtual. Obispo Mercadillo - Plaza San Martín Teatro Real y Casa calle Entre Ríos 174 únicos estructuradores de nuestro psi- quismo y, por lo tanto, llamados a pre- servar si en una sociedad ha de haber continuidad. El tejido urbano, como fondo, enaltece o anula la intensidad vivencial de los luga- res, tanto, que un programa de puesta en valor y enriquecimiento de los ele- mentos estructurales de la imagen exis- tencial, nodos y trayectos, no será sufi- ciente sin que el tercer elemento, área, reciba igual intervención, coherentizando su texto, haciendo de su caos un cierto orden. Pero sin perder de vista que ese desorden no es sino un nuevo orden. Habitamos, somos esencial y socialmente en tanto construimos. Habitamos en tanto permanecemos y hacemos esto en tanto experimentamos el bienestar, esta- mos en paz, liberados, esto es, permane- cemos en paz y circundados. Proteger al hombre para que éste sea, pasa por pro- teger su memoria individual y colectiva, sus invariantes, en el que el fondo puede AGUA 1 a 5 - Barrios Argüello Norte, Guiñazú, R. de Escalada, San José, Villa Urquiza, Ayacucho 6 a 9 - Barrios Carola Lorenzini, Capital y los Granados, Rosedal, Mariano Balcarce, Altos y Resid. V. Sarsfield, Est. Flores, Sta. Isabel, y Resid. San Carlos 10 a 16 - Barrios Acosta, San Fernando, Díaz, Yofre, Empalme, San Rafael y Col. V. Sarsfield PAVIMENTACION 1 a 3 - Recorrido de ómnibus 4 - Barrio Escobar 5 a 7 - Recorrido de ómnibus 8 - Pavimento Barrios Alto Verde, Las Margaritas y V. Cabrera 10 a 12 - Bocacalles varias 13 - 15 - 16 - Pavimento Duarte Quirós, Las pla- yas y Bal. Caseros 14 - Apertura Av. Pueyrredón 175 variar, mientras que no afecte lo esencial de la figura. Objetivos. Los objetivos de la estrategia urbana que formulara antes de hacerme cargo, enmarcados en la filosofía urbana e imagen de ciudad fueron: a) Reforzar, recuperar, crear y ejecutar nuevos espacios verdes asumiendo al río y al arroyo de La Cañada como ejes estructurantes de la ciudad y su paisaje. El río, causa fundacional de la ciudad, ha sufrido degradaciones sucesivas. Se lla- maba Suquía, se lo degradó nominal- mente designándolo Río Primero, luego supo de la honra de ser el primer río hormigonado del país (tal vez del mundo), para luego finalmente ser cauce de desechos industriales. Entre una serie de medidas y, en primer término surgió recuperar y completar el Parque Las Heras, duplicando su exten- sión con el tratamiento de ambas riberas como Parque Central, cual modelo de futuras acciones y nodo del eje longitudi- ALUMBRADO 1 a 22 - Iluminación calles y avenidas de acce- so al área central de la ciudad como así tam- bién sectores adyacentes a éstas. 23 a 32 - Iluminación barrios San Martín, Alta Córdoba Ayacucho, Alto Alberdi, Granja de Funes, Patricios, M. de Sobremonte, Gran Artigas, Olivos y V. Argentina ARQUITECTURA 1 - Ampliación área peatonal 2 - Obrador Municipal 4 - Imprenta Municipal 5- Hospital de Urgencia 6 - Pasaje Revol. 7 - Refuncionalización de mercados 8 - Sistematización Río 1ro 9 - Puesta en valor área significativa 176 nal del río, eje paisajístico y recreativo, de articulación barrial y social, hacedora de la imagen de la ciudad y vínculo tensional de los polos Parque del Este (a crear) y Parque del Oeste (de carácter natural y flora autóctona serrana) en ejecución. Por el sur la generación de un parque en el extremo del arroyo La Cañada a la que se dotará de agua y azudes por el canal maestro Sur. Un nodo central consistente en tres ámbitos verdes significativos, uno existente, el Paseo Sobremonte y dos contiguos, Plaza Cívica y Plaza Homenaje a las Aguas o Plaza Italia. Por otra parte la recuperación y rehabili- tación del degradado Parque Sarmiento del 1900, periférico al área central arti- culándolo con el río a través de la par- quización de la Bajada Pucará, ex villa de emergencia. Todo ello supone triplicar entre 1979 y 1981 el área verde de la ciudad y a largo plazo, sextuplicarla. DESAGÜES 1 - Leandro Alem 2 - Camino a San Carlos 3 - Bajada Caseros 4 - Prolongación Bajada Caseros 5 a 8 - Av. Vélez Sarsfield 9 - Bo. Alto Alberdi 10 - Prolongación desagüe Bo. Suárez 11 - Bo. Pueyrredón 12 - Bo. Villa Belgrano GAS 1 a 4 - Barrios Bv. Belgrano, Argüello, Poeta Lugones, Escobar, Bajo Palermo, Las Rosas, M. de Sobremonte, Los Paraísos y San Martín 5 a 9 - Gral. Bustos, Alem, Alta Córdoba, Alto Alberdi, Santa Ana, Res. V. Sarsfield, Altos V. Sarsfield, Iponá, Observatorio, P. Atlántida y Maipú 10 a 18 - Pueyrredón, Muller, Parque Chacabuco, Alejandro Centeno, A. Córdoba, A. Verde, Paso de los Andes, Observatorio, jardín Espinoza y Urca Pero por sobre todo teniendo en cuenta que el 25% del suelo urbano es espacio público de calles, cuantitativamente este tejido constituye el mayor recurso fores- tal de la ciudad (como lo evidencia en Argentina la ciudadoasis de Mendoza). Por ello se dictó la ordenanza 7.000 que obliga a forestar todas las veredas y pro- hibe la poda. b) Preservar, ordenar y poner en valor el patrimonio histórico arquitectónico y cultural de la ciudad, monumentos, ámbitos, canales, distritos, etc. A través del relevamiento, categorización y fijación de acciones sobre el patrimo- nio, encarado por el Instituto Especializado de la Universidad Católica de Córdoba, quien elaboró un catastro; y una comisión interdisciplinaria (abogados comunales, economistas de la Fundación Mediterránea), que proyectó una orde- nanza normativa que apuntaba a la via- bilidad jurídica y económica para alentar las acciones privadas (norma elaborada en Obras Públicas no sancionada). Simultáneamente se ejecutaron acciones concretas de expropiación de la parte posterior del Convento San Francisco, transformado en Plazoleta Ambrosio Funes y la casa del siglo XIX en Entre Ríos Nro. 40, restaurándola y adaptándo- la como Museo de la Ciudad (iniciativas concretadas desde Obras Públicas). c) Poner en valor sectores varios del cen- tro histórico y monumental a través de diversos expedientes, empedrando el pasaje Santa Catalina, recuperando su atmósfera del siglo XVII o el área frente a la Catedral y Cabildo con la proyección en mármol blanco de la fachada de ambos monumentos, prolongando sus imágenes, en otros planos y niveles de lectura; peatonalizando con tratamientos particularizados el eje simbólico Trejo- Rivera Indarte, articulando en diálogo coherente las piezas aisladas contextual- mente de edificios del siglo XIX, con la Legislatura, y la Universidad colonial en los extremos de un trayecto de cuatro cuadras, jalonado con diversos eventos de plantas desfasadas, sombras arrojadas, arcos, columnas, alamedas, etc. Refuncionalizar el conjunto de viviendas obreras de comienzos de siglo XX en Pasaje Revol como Paseo de las Artes. Materializar algunos de los límites de los sucesivos recintos articulados peatonal- mente, mediante puertas que celebren dichos conjuntos o recintos. Hacer puertas, materializar recintos no significa literalmente ejecutarlas, sino realmente hacerlas, acusarlas a través de diversos medios. Por ejemplo, eje San Jerónimo - 27 de abril, tiene su puerta este, en el sistema iglesia de San Roque y Plazoleta, ilumi- nadas y restauradas; desde el oeste, el Paseo Sobremonte. Palacio de Justicia y Plaza Italia marca el otro ingreso-salida confín de una ruta signada por monu- mentos del siglo XVII al XIX entremez- clados. El eje Rivera Indarte-Trejo tiene 177 las puertas efectivas de columnata y arco, porque allí son claros el primer recinto decimonónico y el segundo colo- nial, además para significar y propagar la lectura identificatoria de puertas; en cambio, la meta sur de dicha ruta tiene por puerta la torre del Colegio Monserrat. La repetición de arcos y columnas banalizaría la intención y la alusión al sistema de recintos y puertas que se desea señalar y remarcar. El eje La Merced-San Francisco quedó materia- lizado en sus puertas por la expropiación y transformación en Plazuela Ambrosio Funes, atrás de San Francisco, que con su imponente cúpula, testero y plaza, presiden la ruta o camino que rematará al norte con otra cúpula. Aquí las puer- tas son ámbitos o distritos-puertas, en otras fachadas-puertas. d) Cultura, ciudad, universidad. Definición del centro como nodo princi- pal del sistema cultural y no como nodo único, a través de dos acciones simultá- neas y aparentemente contrapuestas pero que hacen a un modelo multipolar. a) Generando un complejo cultural sobre el eje de la Plaza San Martín, con un centro de información turística dotado de microcine y salón de exposiciones detrás de la pieza colonial llamado Obispo Mercadillo, poniendo en valor a la misma; expropiando el ex cine teatro Real, de valor significativo en la historia de la ciudad (hasta ayer transformada en Banco), restaurándolo como teatro de prosa del que carece la ciudad. Materialización de un campus universi- tario, concibiendo Córdoba la docta y su Universidad como un hecho legible y asumido históricamente, dentro del casco céntrico, a través de la peatonali- zación del acceso a la sede primigenia, de la más antigua Universidad del país, cuya sombra presidirá este polo vital del estudiantado. e) Por otra parte, una constelación de nodos culturales, sociales, administrati- vos, periféricos creados sobre la base de edificios significativos barriales con alta capacidad de convocatoria, refuncionali- zados como los ex mercados (que se ilustran aparte) con actividades plurifun- cionales de teatro, museo, galería, biblioteca, centro vecinal, centro juvenil, locales comerciales y sedes de un muni- cipio descentralizado, que refuerzan la identidad de las patrias barriales com- plementadas con actividades universita- rias descentralizadas, ya sea en residen- cias próximas, como en barrio Clínicas u otras como Hospital Córdoba. Complementadas con el sistema de cen- tros periféricos de salud y guarderías municipales, que con los centros vecina- les (alojados en dichos mercados) y cen- tros juveniles, son tan necesarios para la estructuración de la auténtica vida barrial. Articulando la relación universi- dad-ciudad, universidad-usuario y apro- vechando el potencial sociocultural del estudiante, como ingrediente dinamiza- 178 dor, en esta ciudad entendida como sociedad de barrios (iniciativas todas emergentes de Obras Públicas, excepto el cine Real, compartida con la Subsecretaría de Cultura). f) Ampliar y jerarquizar el área peatonal con la doble intencionalidad de extender el predominio del usuario, y uso del área central al rango de la gran plaza mayor contemporánea; transformar al centro en catedral de la ciudad y como tal, recinto primero y dominio de todos los barrios, en una idea de ciudad como asociación de barrios. Todo ello reforzado y posibili- tado con la creación de un sistema de cocheras subterráneas, ejecutadas bajo el sistema de concesión por el sector pri- vado, o en cocheras elevadas. Tomando como área prioritaria por su significación histórica el casco fundacional actual- mente delimitado por, el "cardus" y "decumanus" de la ciudad, Avenida General Paz y Colón, ejes norte-sur y este-oeste estructurantes de la trama vial central ambas al norte y oeste de dicho casco y el Bulevar San Juan al sur y Chacabuco-Maipú al este. Actuando sobre vías significativas, por su carácter simbólico, con actividades dominante- mente culturales en primer término y sobre comerciales y recreativas en segunda instancia. Haciendo del sistema de calles un instrumento morfológico de identificación del centro, con tratamien- tos diferenciados según su contexto, cuadra por cuadra, según el entendi- miento de un todo de cuartos asociados. El sector comercial calificado por un tra- tamiento unificador cual es una pérgola cubierta de enredaderas, y permitiendo el tránsito vehicular público a través del casco con arterias vitales funcionalmen- te. Para ello definí el sistema peatonal, vehicular y el diseño del área antes de encararlas en julio de 1979. Hay que tener en cuenta, entonces, que el estudio del área lo ejecuté a partir de propuestas teóricas desde 1977 a 1979, con forma- lizaciones correspondientes a ese período de elaboración. Las obras se implemen- taron en tres licitaciones a lo largo de los 2 años de gestión. g) Sistema ferrourbanístico. Se celebró un convenio entre Municipio y FF.EE. para levantar el ramal ferroviario del norte Ferrocarril Belgrano y unificarlo con el sur. Solucionar o suturar la fractura urbana generada por la implantación del ferro- carril Belgrano, generador de Alta Córdoba, barrio al norte del río; y barrios circundantes ayer, cesura hoy. Al igual, las playas de maniobras entre Barrio General Paz y Pueyrredón, a través del estudio encarado para licitar la obra de la central unificada ferroviaria en el Mitre, frente a la estación Terminal de Omnibus y las playas de carga en las afueras de la ciudad. Mantener el canal espacial existente para suuso en un sis- tema alternativo de transporte masivo. Localización en las áreas liberadas de 179 180 actividades públicas, a escala urbana y barrial, de acuerdo a sus manifiestas vocaciones y capacidad receptivas de actividades: cívicas, sociales, administra- tivas, culturales, recreativas, pasivas o activas, deportivas, parques, etc. que tanta falta hacen en la ciudad y en los sectores de referencia, rodeados de barrios dormitorios, carentes de equipa- miento y elementos estructurantes. h) Realización de grandes obras puntua- les que hagan a la estructuración fun- cional, social y física simultáneamente convirtiéndose en nodos urbanos que con las vías y distritos definen la imagen del espacio urbano visual y existencial. Así el Hospital de Urgencias (desarrolla- do más adelante) implantado con gran accesibilidad, en un lugar óptimo, es hacedor de un nodo o puerta al igual que oficia como polo central de la aten- ción médica municipal, pero diseñado 101. Perspectiva aérea peatonal. Ciudad de Córdoba 181 para un futuro rol en un sistema inte- grado de salud. Erradicación del Mercado de Abasto y re-uso del área para Centro Cívico pro- longando el eje de actividades admi- nistrativas asentadas sobre La Cañada y el Suquía. i) Redactar un nuevo código de edifica- ción que contemple condiciones de salu- bridad y seguridad, etc. pero por sobre todo la estructura física morfológica de la ciudad (finalmente no sancionado). j) El cubrimiento de las necesidades infraestructurales sociales básicas (gas, agua, pavimento y desagües, fue el objetivo primero tanto en el número de obras como en el monto de la inversión realizada). Teniendo en cuenta el déficit de nuestra ciudad en estos aspectos (que es de un 50%) absorbiendo el 75% del presu- puesto, la recuperación y celebración del espacio urbano, su patrimonio edilicio y creación de centros polifuncionales barriales el 10%, y el Hospital de Urgencias el 15%. Todo ello con un pre- supuesto municipal de 50 dólares por habitante, que comparados con el de 1.000 dólares por persona de igual perí- odo en Capital Federal, da una idea bas- tante aproximada de la distribución de recursos e ingresos en el país. La ciudad peatonal, como texto de una ciudad que se lee a sí misma El arte urbano practicado a través de la poesía y la filosofía -únicas disciplinas globales y legítimas para entender la ciudad- y teniendo como objetivo la recuperación del artefacto urbano, su apropiación emocional y real por el usuario, que lo rescate de la alienación, tiene por propósito el logro de una calidad ambiental que enmarque una calidad existencial de vida de un hom- bre libre, integrado, autónomo, resca- tado del consumismo, capaz de ser, existir, habitar, construir cultura: obje- tos y su ser personal. El recuperar lo urbano no puede hacerse al margen del lugar que es la ciudad, ese microuniverso de partes -unidades físi- cas monumentales: manzanas y unidades espaciales públicas, configurantes de la estructura existencial; unidades institu- cionales irreductibles: calles, plazas, encrucijadas/esquinas-. El lugar es la suma de los lugares que identifican y relacionan al hombre con el todo, al poder reconocerse en las patrias o terri- torios personales de su experiencia coti- diana. El lugar, que caracteriza y define un sitio convocante heideggerianamente del cielo, de la Tierra, de los divinos y mortales adquiere un particular signifi- cado en la ciudad, siendo los puntos en que se verifica una interpretación del cosmos y la realidad de la "pólis". Una estrategia de intensificación de lugares corresponde a este marco teóri- co, tanto como a una reflexión de cómo puede o debe hacerse una ciudad: por partes, por puntos (nodos), ejes (rutas) y áreas a lo largo del tiempo como toda realidad histórica. Los españoles introducen en América un nuevo Dios, aespacial y atemporal. Un Dios que está en todas partes y en nin- guna, que no privilegia lugares sin la celebración de sí mismo. Los dioses anteriores, sol y luna, privile- giaban el trayecto celeste y la Tierra individualizando cada lugar. Monte Alban lugar concreto, reconcilia, para el "locus", cielo y Tierra, divinos y mortales, el cuadrante. Los hombres de nuevos dioses traen consigo normas antiguas y sintéticas exhumadas de Hipodamos, fil- trado en la romanidad. Un espacio homogéneo se entroniza sin privilegiar punto alguno, una grilla indiferente, indiferenciada, se plantea como un orden y soporte abstracto, un espacio público que no celebra el encuentro sino la posición de los objetos, vincula, mide, controla y se sobrepone sobre cualquier singularidad. En ciudades cuyos enemigos están dentro y no fuera, se multiplican los 182 actos de fe y no las murallas. Al confín lo define lo construido, la noción del dentro y el fuera no parece necesaria y la muralla, con su ritual romano lleno de valor simbólico y de puertas como puntos memorables, no existen sino en la dimen- sión de lo imaginario. Pero en América, la cultura es fusión de lo real y lo imaginario, de la fatalidad, de las contradicciones y de los sueños de quimeras, de felicidades y riquezas logradas aquí y ahora. La erección de puertas que definan recintos, restos de murallas imaginarias reafirman el dominio de los deseos y lo imaginario sobre lo real. Convocan un pasado de otras tierras, desde las que vinimos y a las que no nos resignamos a negar. Las puertas, hitos, quiebran la infinitud vacua de nuestras perspectivas y apuntan a transformar a la ciudad en una sucesión de recintos aprehensibles. Los reflejos en una peatonalización pun- tuada por grandes monumentos, apun- tan a la creación de un texto en la que la ciudad se lea a sí misma en rebati- mientos, sombras arrojadas y desfasa- mientos de plantas, frente a los pocos pero espléndidos monumentos del único centro histórico de relevancia del país. El plan de reestructuración del área cen- tral, responde a una idea de la función urbana fundada en bases teóricas, que pretende restituir a la ciudad, alguna de las cualidades esenciales de la vida comunitaria desplegadas en las antiguas instituciones de calles y plazas. Las pea- tonalizaciones de áreas de la ciudad, más o menos significativas, son simula- cros de un proyecto cultural más ambi- cioso, de un modelo de ciudad peatonal, ciudad figurativa que abjura de las ciu- dades funcionalistas de zonificaciones exclusivas, de listas de actividades yux- tapuestas asépticamente, de los vehícu- los de motor como únicos medios de transporte, reivindica en cambio las prio- ridades del hombre, la habitabilidad del producto construido, de la ciudad. Considerando la escala de entornos y la distancia recorrible por un peatón como el único patrón físico y psíquico para dimensionar las áreas, el principio de peatonalización integral del área central no es sino un paradigma del redimensio- namiento barrial, entendiendo a la ciu- dad como una asociación de barrios, como una acción tendiente a materiali- zar este principio, se reivindica la refun- cionalización de mercados barriales en desuso, cargados de potencialidad sim- bólica y significativa, u otros edificios memorables para que adscribiéndoles un espectro multifuncional de actividades y roles, culturales, cívicos y administrati- vos, dimanen acciones que definan la reestructuración de sus áreas próximas como nodos en la patria barrial. La calle es el primer estar de la ciudad, ofrenda de los vecinos, cuyas fachadas son su rostro y que tiene por techo el cielo, dice Louis Kahn. 183 184 185 Efectivamente, es un edificio irreducti- ble, esencial a la ciudad para peatones. La plaza será la catedral de este tejido edilicio de calles, y como tales, eventos, piezas únicas, monumentos celebratorios del encuentro. Las áreas peatonales sur- gidas como propuestas para favorecer el consumo han signado la intervención en las áreas centrales durante toda la déca- da del 70. Además se constituyen en medida eficaz para rescatar la identifica- ción de los ciudadanos con su urbe, tor- nándola más abarcable, legible, habita-ble, y produciendo cambios auténticos de conciencia y de relaciones sociales, en otros términos, humanizando la ciudad. Dado que este principio, que ha erradica- do al vehículo del área central, ha entro- nizado al peatón en su perdida dignidad de partícipe y protagonista fundamental, se debe extender al resto del tejido urba- no llevándolo a los barrios y no sólo a áreas comerciales, porque el auto es, por mucho, más incompatible con el dormir, con la recreación, o con el juego, que con el comercio. Pero esto ya comporta una verdadera redefinición vial en la organi- zación de una auténtica arquitectura del movimiento, que tendrá que partir de reconocer que el tránsito no se puede medir por la rapidez con que este valor beneficia a una ínfima cantidad de per- sonas. La peatonalización supone la mul- tifuncionalidad, la coexistencia supone cotidianeidad, opinión pública, fricciones, que los shopping-centers excluyen, al ser sólo zonas para comerciar y a veces hasta para recrearse, pero no para habi- tar; son monumentos del consumo, hijos del urbanismo abstracto. La peatonaliza- ción no es la búsqueda idílica de un paraíso perdido, sino el hallazgo perfec- tamente verificable en la búsqueda de la calidad de vida, agradabilidad de la misma, rechazando la ruina y decadencia de la supertecnificación. Las plazas, superficies vacantes, llenas de coches, hoy aparecen al ser tratadas como edificios peatonales, transforma- das en centros de la vida comunitaria; así como las calles recuperadas para el peatón, aparecerán como lugares de juego, de educación, de diálogo, de debates, donde fiestas, mercancías, etc. se incorporan al nuevo uso y posesión sociales, sin distinción de edades, ingre- sos económicos, viejos usuarios y peato- nes nuevos o transitorios (turistas) gru- pos o soledades. Hay ingredientes fundamentales: los asientos, ya sean en forma de bancos o accidentes topográficos, tratados como escalinatas, hacen a la celebración del reposo, la espera, el diálogo y esto genera sensaciones de agradabilidad, al saber que se encontrará lugar en el ámbito, 102. Perspectiva peatonal. calle Rivera Indarte. Córdoba 186 atrae más gente, y sabemos que las per- sonas atraen más personas. La forestación propuesta al crear en peatonales una techumbre climática, fresca en verano y transparente en invierno, incrementa el confort y el uso diferenciado de especies, acentúa la calificación de cada canal o sector del mismo. El agua usada episódi- camente en una peatonal puede ser el rasgo esencial de otras áreas; así tendre- mos una plaza fuente que como Trevi en Roma ocupa el 50% de la escena. Este es el caso de las plazas España e Italia. El material de la superficie contribuye al ennoblecimiento del ámbito público así exaltado. La forma de fuente, glorieta, en Plaza Italia, coronando una orografía urbana transformada en acequia-río y estanque-lago, en la réplica y conme- moración a la hidrografía de una tierra que debe a su sistema uno de los facto- res mayores de progreso. Finalmente cuatro simétricos surtidores vinculados, en la Plaza Cívica, que marcan la dis- tancia entre la arena cívica central y las ruinas alegóricas de la recova circun- dante y periférica, hacen a la incorpora- ción del agua como elemento dinámico 103. Arco Puerta ingreso recinto colonial 187 en el paisaje urbano. La peatonalización si se hace siguiendo líneas claras de deseo y no arbitrariamente implantadas, se verá fortificada pronto y naturalmen- te asimilada, como fenómeno remoto, de larga data, reforzando la identifica- ción de los usuarios. En cuanto a la recuperación del patrimo- nio histórico, de relativo alto costo, es siempre reconocida como gesto generoso por la comunidad que le hace honor con su comportamiento de uso óptimo. Está demostrado que sólo un 30% de los que transitan el área peatonal lo hacen para comprar solamente, un 30% lo hará por callejear y un 40% por negocios, trá- mites, citas, etc., que nada tiene que ver con el comprar. La peatonalización del área central no es otra cosa que el reconocimiento en el caso de Córdoba, de que dicha área pea- tonalizada, es la extensión del carácter de plaza mayor que la plaza central tenía a fines de siglo XIX. Se pueden reconocer tres tratamientos especiales: 1) el área del centro históri- co; 2) el área ya peatonalizada hace 10 años; y 3) las nuevas áreas peatonales, 104. Columnatas puertas ingreso recinto arquitectura siglo XIX 188 189 105. Tratamiento solado frente edificio de la Legislatura 106. Axonométrica Arco puente en vías sin carácter estilístico definido, con actividades comerciales dominantes. La primera merece un tratamiento parti- cularizado dentro de medidas generales articulativas. Estas últimas son el uso por una parte, de una especie arbórea de fuerte personalidad como lo es el palo borracho, que actualmente caracteriza la plazoleta frente a la Compañía de Jesús, el más antiguo monumento urbano, que con su tronco erizado de espinas y curio- sa forma abombada, unida a una copa rosa o blanca que por largos meses del año, actúa como techo; el uso del pavi- mento pétreo que tuviera hasta hace escasamente 30 años, recuperado en forma inédita y celebrativa con la intro- ducción de tratamientos marmóreos que pongan en valor los edificios significati- vos, con la calificación de puertas de diverso diseño que aludan a una muralla interior, que indique los umbrales de un santuario íntimo preservado y un fuera que es a su vez un dentro otro, vale decir la configuración de un recinto den- tro del recinto global del tejido urbano. Todo este principio de peatonalización viable es reforzado en su sentido por la construcción de dársenas extensas, murallas contra la decadencia del área central y su destrucción, por el sistema de playas subterráneas, que se construi- rán bajo amplias avenidas en el sector este del área y bajo calle frente a mer- 190 191 cados al norte y al sur de la misma. El conjunto se completa con playas debajo de plazas, contiguas al complejo admi- nistrativo del municipio y palacio de jus- ticia al oeste. Peatonal Plaza o sala desde Plazoleta Jerónimo Luis de Cabrera hasta la Legislatura. Un propileo o sombreada marquesina de nueve palos borrachos, cuyas cazuelas están diseñadas como asiento o poyos pétreos, genera el portal cubierto de una promenade que prolonga la plazo- leta forestada detrás de la Catedral, retomando la temática arbórea del eje Trejo, palos borrachos de la Compañía, antecedente aludido de una secuencia de este recorrido norte-sur, un trata- miento pétreo de lajas de granito negro centrales y pizarra gris lateral es enmarcado por la rítmica aparición de fajas de mármol blanco. Un arco, umbral del centro histórico, residuo de una muralla virtual, se transforma en puerta, lugar de información y mirador del espectáculo de este estar y pasaje urbano, al alojar puestos de turismo bajo las escalinatas de acceso a su parte superior. Un espejo de agua refle- ja la Cúpula de las Catalinas celebrada en su circularidad por la forma adopta- da para el equipamiento constituido por el portal y la arquería practicada en correspondencia con la interior del con- vento. Una fila de palos borrachos cie- rra este ámbito, abriendo el segundo, seco y celebrativo, frente a la Legislatura y Ministerio de Economía. Desde la Legislatura hasta calle 9 de julio, las plantas desfasadas de los edifi- cios significativos que flanquean este tramo peatonal confieren al área carác- ter de antesalas reales, figurativas, de la legislatura provincial, reproduciendo en planta de mármol blanco su recinto de sesiones, absolutamente oculto en la masa edilicia. Más adelante, el edificio del Ministerio de Economía en estilo neoclásico, ubicado haciendo cruz con el anterior, ve igualmente representada su planta, esta vez del pórtico y vestíbulo, inmediatamente recorribles por un tran- seúnte que pretenda ingresar al edificio. Las columnas exentas del pórtico se recrean en la forma de una suerte de templo griego decapitado, conformado por ocho columnas,cuyo orden marca un nuevo umbral, una nueva puerta para el ámbito anterior y posterior, caracteri- zado por ser la peatonal transversal rea- lizada en los años '70. 107. Axonométrica peatonal calle Obispo Trejo 192 108. Reflejo fachada Colegio Nacional de Monserrat en solado peatonal calle Obispo Trejo 193 Peatonal existente-rediseño El tratamiento adjudicado a la misma - que tiene una extensión de cinco cua- dras y una forma cruciforme- es la de un pergolado abovedado de arcos metálicos, árboles instantáneos, troncos de esos árboles sin tronco que se llaman enreda- deras. Estos son de hojas caducas y flo- raciones diversas que permiten el ingreso del sol este-oeste durante el invierno y lo protegen firmemente con un cielo verde y florido durante el verano, enla- zando el extendido sistema de galerías cubiertas existente, que perforan en todas direcciones los corazones de man- zana. Este tratamiento se completa con piso de lajas graníticas, de pizarra gris y mármol blanco, que marca el ritmo estructural y de posición a los canteros- asientos. Se recrea así la idea de bazar. Las nuevas peatonales La idea de dotar de continuidad unifi- cadora a las nuevas peatonales practi- cadas, con envolventes eclécticos pero con el rasgo comercial dominante, lleva a la adopción de la ubicación asimétrica y variada de cuadra en 109. Perspectiva calle 9 de julio 194 195 cuadra de la misma especie: jacaran- dáes, calificarán una vía con su techo azul, lapachos rosa, otra vía, lapacho blanco, otra, etc. Así, cada ruta, cada cisterna de cuartos o cuadras, obtiene una calificación identifica- dora, a la vez que un principio unificador. Este expediente vegetacional se com- plementa con idéntico piso, al descrip- to para la peatonal existente rediseña- da y con los asientos en torno y bajo las copas de los árboles. Frente a la universidad, su sombra en mármol pro- tagoniza el nuevo campus del área central, diciendo no a los modelos uni- versitarios practicados en Córdoba, como el fragmentado napoleónico o el campus norteamericano. Así como en la Plaza de Armas las fachadas rebatidas acentúan los monu- mentos revalorizados del cabildo, (primer municipio) y de la catedral de los siglos XVII y XVIII; así como las plantas desfa- sadas frente a la legislatura, permiten una presencia cotidiana en el pavimento de nuestra escondida, (tantas veces clausurada) e interna cámara de diputa- dos, aquí el protagonista es la sombra arrojada por la fachada de esta universi- dad jesuítica, la segunda más antigua de América, en el día más largo del año, diciembre 21, a la hora precisa. El diseño del sistema parte de la premisa de hacer una intervención fuertemente contextual, vale decir que deriva su len- guaje y sus elementos configurantes del entorno de la envolvente del canal y del carácter otorgado al espacio calle por dichos edificios. El tratamiento contextual cultural y morfológicamente permite intensificar los ámbitos y su poder evocati- vo. Partiendo de la idea "beaux arts" de que la arquitectura es una suerte de aso- ciación de cuartos identificables, cada cua- dra o unidad espacial del damero colonial adquiere un tratamiento singular, salvo cuando el canal necesita de fuertes ele- mentos unificadores como en el cambiante y fracturado entorno del área comercial donde el bazar actúa de protagonista. El acento inédito puesto en el trata- miento del canal, corresponde a la voluntad de materializarlo con autono- mía, dado que nuestros espacios urbanos en la Argentina están sujetos a profunda modificación en el marco de un ausente sistema normativo de preservación y una anárquica renovación especulativa. El sistema peatonal aparece así como cobijo, estar, paseo, recinto, área sacra- lizada y sacralizante, articulativa de inconexas piezas históricas que como en su origen aparecen estructuradas ahora en un discurso coherente, y final- mente, la peatonal como texto en el que la ciudad se lee a sí misma. 110. Pérgolas peatonal calle 9 de julio 196 197 Plazas Desde hace 10 años el movimiento pos- tmoderno reivindica la arquitectura como arte. Si tenemos a la arquitectura como medio de expresión de valores culturales, sociales e individuales, pero sobre todo como expresión poética pluridimensional de múltiples significados y connotacio- nes, entendemos la variabilidad del juicio de las obras a lo largo de los tiempos. Cada generación hace de la historia del arte y de la arquitectura su propia valo- ración e interpretación. Así la romanidad clásica ha sido vista por el Renacimiento de una manera, por el "beaux art" de otra, por el neoclasicismo moderno de otra y por el postmodernismo actual, de la década 70-80, de otra. La obra de la Plaza Cívica de Córdoba enclavada entre elementos de fuerte sig- nificación como La Cañada y el Palacio de Justicia, se legitima a sí misma no sólo por la interpretación clásica riguro- sa que realiza, sino por la extensión a un ámbito público externo de los principios de ordenamiento, de composición y hasta en las anécdotas formales del palacio de justicia. Trata de lograr así lo que Bernini se pro- puso en San Pedro, con sus columnatas, generar una réplica en vacío de la forma cerrada de la cúpula de Buonarotti, lle- gando a una relación biunívoca entre plaza monumento, que enormemente resistida en su época ha trascendido como símbolo del "templum" y del ámbi- to público, generando una dependencia recíproca de incalculable valor. Aquí con los mismos ideales y los mis- mos principios: los de hacer del edificio del Palacio Judicial la réplica en vacío, la extensión a escala urbana del monu- mento, a través del uso de los mismos elementos: columnas en orden envolven- te como en San Pedro, sin otro valor que el simbólico, aquí definiendo el recinto del pueblo, allí el de los fieles, pero haciendo de la plaza un edificio. El tímpano de ingreso al Palacio repro- ducido sobre La Cañada da una fachada, un rostro, una presencia a la institución, dentro del paisaje urbano y sobre uno de sus grandes ejes, La Cañada. Los principios de composición, al repetir las cuatro esquinas sobresalientes y las cuatro puertas de acceso al Palacio, ubi- cadas sobre ejes de simetría bilaterales propios de los edificios clásicos, hacen una reinterpretación que transforma la obra en un hecho altamente contextual. Se enriquece el conjunto por una serie de colores adicionales ecológicos, por el mantenimiento de la frondosa arboleda existente a pesar de la playa de estacio- 111. Vista inicio pérgolas peatonal 9 de julio 112. Sistema peatonal ciudad de Córdoba 198 namiento subterránea y la recova poste- rior, con oficinas y locales municipales que enriquece la vitalidad urbana y cívi- ca del conjunto y hace de apoyo a la gradería para espectáculos al aire libre, reuniones cívicas, etc. enfrente de las instituciones tan significativas de la municipalidad y los tribunales. Todo el conjunto generado en esta área se enriquece con la plaza monumento a Italia, en que tres glorietas, recuerdan las fuentes de Plaza Navona de Roma, todas erigidas en colinas. Así éstas apa- recen aquí montadas en colinas de pirca de piedra celebrando el origen de las aguas de los tres ríos más relevantes de Italia, que desembocan en el Mediterráneo y que atraviesan memora- bles ciudades, el Po, el Tiber y el Arno. Toda esta voluntad simbólica significati- va, inédita en provincia, trata de inscribir a ésta culturalmente en el marco de las ciudades contemporáneas memorables, jalonadas por hitos y relevantes conjun- tos, pero nunca apartándose de una atmósfera histórica local. La Plaza de España con sus figuras de dos cuadrados inscriptos uno dentro del otro 113. Axonométrica Plaza Cívica 199 y a su vez, dentro del círculo del nudo vehicular, eleva un ámbito irrelevante a la categoría de monumento, y a escala del peatón, a recinto memorable escindido del flujo exterior vehicular. La alusión a las tramas geométricas que aquí conver- gen, la colonial y la de diagonales del siglo XIX a través de pilares esculpidos y frisos que recuerdana España, otorgan al lugar el carácter de monumento de nuevo cuño. Los aires de la España cerrada hacia afuera, abierta y acogedora por dentro, están aquí capturados. 114. Vistas Plaza Cívica 200 115. Perspectiva aérea Plazoleta Ambrosio Funes 116. Vista frente Plazoleta Ambrosio Funes 201 117. Vista aérea Plazoleta Ambrosio Funes 202 118. Perspectiva aérea Plaza Italia 203 119. Vista fuente a través de columnata Plaza Italia 204 120. Vista puertas Plaza España Plaza de Armas Entre la Plaza San Martín, edificio verde del siglo XIX, que ocupa un cuadrado con un centro reverenciado en el monu- mento a San Martín, en un modelo uni- versalmente acatado a escala nacional, por un lado, y la catedral y cabildo por la otra, últimos testimonios de la Plaza Mayor colonial, se extendía un espacio ocupado por automóviles. Su transfor- mación en Plaza de Armas comporta el punto de partida de dos proyectos cultu- rales, la peatonalización del área central y la puesta en valor de los monumentos históricos. La idea esencial está consti- tuida por el adoquinado total del espacio y su protagonización única y excluyente por el sutil tratamiento de las fachadas espejadas, o sombras en mármol, de los monumentos, una representación nueva de los edificios, los que adquieren así, una nueva dimensión de lectura. Una ppolítica ccultural uurbana Refuncionalización dde mmercados yy viviendas oobreras ccomo ccentros ppolifun- cionales bbarriales 205 121. Vista aérea Plaza España 206 207122. Vista Catedral Plaza de Armas 123. Vista Cabildo Plaza de Armas 124. Fachada rebatida con sombra arrojada de Catedral - Plaza de Armas - Ciudad de Córdoba 208 125. Perspectiva aérea Plaza de Armas 126. Planta baja refuncionalización Mercado San Vicente 127. Corte-fachada refuncionalización Mercado San Vicente 128. Corte por teatro, refuncionalización Mercado San Vicente 209 210 La rehabilitación edilicia supone cambio de uso, con miras a rescatar, preservan- do, el valor de un complejo, o intervenir en la estructura física y simbólica para reforzar una vitalidad subyacente, traba- jando de una manera creativa que cum- pla dos rituales simultáneos: celebrar y alumbrar una vieja y nueva realidad. La tarea contemporánea más relevante, en aquellas ciudades dotadas de un pasado, cualquiera sea su valor o anti- güedad, es la preservación del patrimo- nio, teniendo en cuenta que el pasado es la memoria colectiva de los pueblos y que en consecuencia no podemos perder nada de él y por otra parte, como decía Ortega, que el pasado no se ha tomado el trabajo de pasar para ser negado sino para integrarlo a nuestro presente y futuro. Preservar válidamente es lo opuesto a la momificación, más bien es la reencarnación, la que por otra parte siempre ha existido en la historia. Un cambio de uso exitoso que tiene un valor demostrativo evidente es el Panteón de Roma o la sala del siglo XII contigua a Westminster. Reencarnación es el anfite- atro romano de Lucca y crecimiento vital, completamiento en el tiempo por cambio de demandas ideológicas es la transformación del Templum de San Pedro de Buonarotti en Belesia por Maderna y del conjunto en asamblea pública masiva, exterior y urbana por Bernini en su plaza. El nuevo rol cívico que se propone a los mercados barriales ilustrados, es el de recuperar el alto valor simbólico que tenían en dichos distritos, convirtiéndo- los en centros polifuncionales barriales con actividades culturales, sociales, administrativas y comerciales, como ver- 211129. Vista exterior posterior refuncionalización Mercado San Vicente 130. Vista biblioteca. Refuncionalización Mercado San Vicente daderos polos o nodos de irradiación, corazones identificatorios de las patrias barriales o distritos que los rodean, en miras a una ciudad entendida como aso- ciación de barrios, o como modelo de estructura urbana multipolar. Este pro- grama debe entenderse en el contexto de un plan de expropiar los edificios más significativos de cada "quartier" para realizar una obra análoga. Porqué el uso geométrico, del color y de las formas Las ideas formales dominantes derivan de imágenes poético-pictóricas o pura- mente poéticas, de Magritte, de Leonardo, o propias. En el caso del Mercado de Alta Córdoba el fundamento de la idea esencial de diseño es, aquel cuadro de Magritte con un interior que se anunció entre las hojas abiertas de una ventana, hojas ple- nas de cielo interior oscuro e impenetra- ble. Aquí el exterior insinúa ese interior- exterior de cuerpos que aluden a una geometría de Ledoux de círculos, cuadra- dos y triángulos. Geometría reductiva elemental, bajo la fronda de un árbol que celebra el techo que Leonardo pin- tara para los Sforza en Milán. Tres cuadrados son explorados, descom- puestos con sustracciones y adiciones, con aventanamientos variables en forma y posición, dando por resultado objetos diversos que se asocian de variada manera, en torno al tambor casi puro del teatro como centro de la composición. Una geometría elemental enfatizada por el uso del color armónico e individuali- zador de cada cuerpo bajo una copa de árbol, sostenido por ramas metálicas de cabriadas que no se leen como estructu- ra arquitectónica sino arbórea, cual ramas; y todo el conjunto rodeado del cielo ilimitado, casi sin anécdotas de nuestra pampa, que domina todos los muros envolventes, cuando no aparece la otra dimensión, la del afuera y lo distan- te que es la ventana. Figuras regulares, puras que dan lugar por sus posiciones relativas entre sí y respecto a la caja externa a espacios irregulares, tensos, de una fuerte y libre configuración. Lo mismo acontece en la República de San Vicente, donde una sucesión de pabellones yuxtapuestos y articulados de características formales diversas, acorde con las funciones, estructuran un paisaje urbano interior-exterior que se lee por sobre todo como un complejo exterior dentro de la envolvente existente, res- taurado en tres caras, que enfrentaban al barrio. El edificio ubicado en el límite entre lo urbano y lo rural, al momento de su implantación, tenía la cuarta cara indefinida. Actualmente exhibe la natura- leza de los cuerpos que pueblan el interior. La caja muraria está tratada internamente como un follaje perimetral que define un abra en el bosque, abra cubierta por un cielo celeste, cordobés, de nubes que 212 213 131. Vista bar, refuncionalización Mercado San Vicente 132. Vista museo, refuncionalización Mercado San Vicente 133. Perspectiva aérea, refuncionalización Mercado San Vicente 214 215 134. Perspectiva Mercado Alta Córdoba 135. Interior refuncionalizacion Mercado 136. Interior refuncionalizacion Mercado 216 ignoran los vientos, recreando la atmósfe- ra de un exterior en este dentro. La plaza frente al Mercado San Vicente recibe un sentido celebrativo del edificio, donde el pavimento refleja la fachada del mercado sobre el eje monumental estructurante del barrio, con mármol blanco sobre lajas de pizarra negra, alu- diendo al tratamiento de la Plaza de Armas, o Plaza Mayor frente al Cabildo y Catedral que pretende equiparar en jerarquía ambos ámbitos, porque lo que es aquélla a la ciudad es ésta al barrio. En Alta Córdoba y San Vicente, los comercios, sede del centro vecinal, cen- tro juvenil, las áreas administrativas, el bar restaurante unido a la biblioteca y microcine o auditorio, transforman al conjunto en un todo de fuerte atracción, generador de acciones comunitarias e interacciones sociales. El mercado del Pueblo General pero de un valor arquitectónico, histórico, artís- tico y técnico muy elevado. Se trata de un pabellón rectangular central cons- truido con una estructura y envolvente metálica y de vidrio con un tratamiento decorativo de gran riqueza, rodeado en sus cuatro esquinas por pabellones de servicio con mampostería que enmarcan y valorizan con su contraste el cuerpo central. Aquí surge una acción clara de puesta en valor del edificio existente, restaurándolo y sin introducir elemen- tos que afecten la lecturadel hermoso espacio interior. A este recinto restaurado se le adjudican funciones multifuncionales: sala de con- ferencias, representaciones teatrales, cine, salón de exposiciones, sala de fies- tas, de reuniones vecinales, etc., para un quehacer cultural y social barrial e inclu- so como el de San Vicente y el de Alta Córdoba a escala ciudad. En su implantación en el sitio, el edificio existente deja una faja de 10 metros en ambos costados posteriores, con relación a las medianeras, lo que sugirió un edifi- 217 137. Corte fachada Mercado Alta Córdoba 138. Vista exterior nocturna Mercado Alta Córdoba 139. La lunette d´approche. Magritte 218 219 140. Axonométrica refuncionalización Mercado General Paz 141. Vista puerta viejo Mercado General Paz restaurado 142. Vista diálogo viejo y nuevo edificio Mercado General Paz 220 143-1144. Reflejos y transparencias Mercado General Paz 221 cio laminar en el que abrazara al salón principal, y que entrara en una particular relación con éste. Así la fachada del nuevo edificio se resuelve con cristales espejantes que reflejan el rostro oculto y posterior del mercado histórico. Así, se puede decir que la fachada del nuevo edificio, es la del viejo. Su identidad, dentro de la mimesis celebrativa, se logra por la forma libre y autónoma del rostro del nuevo complejo. Internamente aloja centro vecinal, restaurante, bar, centro administrativo, biblioteca. La forma curva del edificio nuevo de General Paz, en contrapunto armónico con el pabellón ortogonal, importado de Inglaterra a fines del siglo XIX, celebra el intersticio espacial entre lo celebrado y las nuevas actividades; y la curva des- compone en múltiples reflexiones el edi- ficio histórico sin repetir su estructura transparente ortogonal, pero parafrase- ando su ingreso o espacio intermediador exterior-interior de la marquesina. Pretende homenajear el barroco conve- xo-cóncavo borrominiano. 145. Perspectiva aérea Mercado General Paz En el Mercado de Alta Córdoba la bús- queda formal análoga a la de San Vicente corresponde como en aquél, a reconstituir el paisaje suburbano, espon- táneo, de figuras simples de los orígenes de los barrios del siglo XIX, en que se asientan y en los que la grilla en damero vino a imponer un orden abstracto y general, al existente encanto del caso inicial; y de ese acto habla también la grilla que mide, escande y actúa de pen- tagrama de la floresta, que rodea el juego libre de los volúmenes interpene- trados por el espacio propio y ajeno a través de las transparencias de muros y techos. Estas últimas retoman las geo- metrías, temáticas y lenguajes formales anteriores de 1972, usadas en una serie de sucursales bancarias tratadas como jardines de invierno, "green houses", pro- tegidas en los bancos por grillas de som- bras y aquí por los techos preexistentes. Centro Cultural Paseo de las Artes Un antiguo sector de la ciudad, formado por viejas casas que se construyeron a principios del siglo XX, formando un barrio de viviendas económicas popula- res, ha sido transformado en centro cul- tural de la Municipalidad de Córdoba. Las construcciones se levantaron a comien- zos de siglo en el denominado Pueblo Nuevo, en un barrio obrero, junto a La Cañada y lo que fue luego el Pasaje Revol, por la municipalidad y con destino a gente de pocos recursos. Con el tiempo el lugar se convirtió en pequeños con- ventillos repartidos en 36 viviendas. El plan original consistió en unas 72 casas en dos semimanzanas. Una de ellas ya había sido enajenada a particulares a lo largo de 20 años, manteniendo algunas pocas su carácter original, y las más, modificaciones sustanciales que van desde la transformación de sus fachadas a la construcción de una segunda planta. La municipalidad intervino en los años 40 con la construcción de un edificio nuevo escolar, sobre la demolición de 8 casas. En los últimos años, debido al estado de las construcciones, se dispuso su demoli- ción. Cuando la misma había comenzado y con la decisión implementada en un 60, y recién incorporado a la municipali- dad, resolví salvar gran parte de las casas y reconstruirlas de acuerdo a su primitiva estructura, a los fines de darle una utilidad comunitaria que a la vez, posibilitara salvar un valioso aspecto de la Córdoba de antaño. Con ese sentido se resolvió convertir al sector que comprende una manzana ubi- cada entre las calles Belgrano, La Cañada y Pasaje Revol, en un centro de actividades culturales. El programa men- cionado comprendió, a la par de las reconstrucciones mencionadas, un con- junto de plazas secas que se realizaron manteniendo la rica y añosa vegetación existente, peatonales radiales, un patio interior (a modo de galería) para las ins- 222 223 tituciones musicales municipales, una sala para conferencias y conciertos, un bar, sede de asociaciones artísticas, musicales, etc., una fuente y otras obras ornamentales. Se erigen en el perímetro falsas fachadas que sirven para recom- poner la imagen de la manzana. Las casas reparadas se destinan a sedes de asociaciones artísticas sin fines de lucro y escuelas de arte y artesanías municipales, provinciales y nacionales representadas allí, mayoritariamente, por los estudiantes de mejores promedios de las distintas instituciones de Córdoba, que tienen en este lugar su atelier gra- tuitamente por un año, hasta su instala- ción por cuenta propia. Con la contra- prestación de tornar sus estudios accesi- bles una vez por semana y exhibir en las plazas del conjunto otra vez por semana. 146. Perspectiva aérea centro cultural Paseo de las Artes - Pasaje Revol 224 147. Planta original viviendas obreras. Antiguo pasaje Revol. Planta pasaje Revol luego de intervención 148. Vista bar - Paseo de las Artes - Pasaje Revol 149. Vista fachada interna y falsa fachada 150. Vista peatonal interior Paseo de las Artes - Pasaje Revol 151. Modificación estilo y restauración patio interior escuela - Paseo de las Artes - Pasaje Revol 225 La obra comporta una cuádruple reflexión. Primero sobre la política de salud, sobre la tipología hospitalaria, sobre el rol de lo funcional y lo simbólico en un orga- nismo arquitectónico y la relación con el contexto urbano en cuarto término. Vale decir el contexto ideológico, la con- ceptualización institucional, la expresión arquitectónica y el contexto urbano. Respecto del primero, cabe señalar que las nueve categorías de establecimientos asistenciales establecidas por la Secretaría de Salud Pública de la Nación, son excesivamente complejas y sutiles para ser compatibilizadas con la realidad relevada en la ciudad de Córdoba. De ello surgió un modelo que elaboramos en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba, en 1973, que simplificaba y reducía a 3 nodos; centrales, intermedios y periféri- cos los anteriores. Es la propuesta de un modelo de red integrativa de los siste- mas públicos, privados y mixtos. El Hospital de Urgencias basado en ese marco teórico y en una idea global de especialización, se desarrolla como un nodo central, con eje en esta especifici- dad, pero con total adaptabilidad al rol de un nodo central y a una idea de utili- zación de todos estos polos para una función de emergencia. Vale decir, flexibilidad y adaptabilidad a una cobertura otra del problema salud que privilegie la prevención, la complementación que elimina los cos- tos económico-sociales de la redun- dancia y adaptabilidad institucional a la evolución político-social como a la técnica. La tipología de hospitales y cárceles sigue un remarcable paralelo, cura del cuerpo y cura del alma son analogías de gran sugestión. El sistema pabellonar, los centros de HOSPITAL DE URGENCIAS - CORDOBA 22/XII/79 - VII/81 irradiación, el control panóptico se ins- criben en las mismas búsquedas. El diseño de hospital de Antoine Desgodets de fines del XVII resume en su planta los campos de investigación de ambos a lo largo de 2 siglos. La eficiencia, el control de situaciones de la vida de los seres y de lo edificado están en la basede los desvelos. La tipología de Wren en 1702 con un edificio plaza presidida por dos extremos de monumentalidad, el de ingreso y el de servicio; o el de Gauthiu de 1839 para el hospital parisino de Lariboisiere, parecie- ra haber estado más en la base del cen- tro cívico sudafricano de Krugersdorf (en construcción) edificio plaza, como los Ufizzi son edificio calle, más que en este hospital. Pero un fragmento del de Wren sugiere la doble alimentación de los pabellones desde la recova pública y de un fondo de servicios. La espera como calle, al lado de una calle, protegida por una recova pergolada, se abre a plazas internas descriptas por los pabellones. Tanto aquí, como allí en Krugersdorf o en Paseo Azul, es la instrumentalidad de los lugares urbanos irreductibles: de calle y plaza los que definen la tipología. Al nivel de lo funcional y lo simbólico, las áreas servidas aparecen enmarcadas y ceñidas por los servicios que se exaltan y liberan expresivamente, en tanto circu- laciones de elementos, alimentos y per- sonas pero de manera casi neutra en los tendidos infraestructurales. Estos no son como en Salk entrepisos técnicos, con incidencias de 30 a 50% de la superficie y volumen construido, porque no es un centro de investigación como aquél y porque el entrepiso técnico o pleno en un país subdesarrollado, como Córdoba y por cierto Argentina, se llama cielorraso. Los conductos verticales no tienen más significación dimensional y expresiva que el de meros tabiques sanitarios, ins- peccionables, encolumnados y nunca el de tensas y ricas columnas como Richards de Kahn. Finalmente la flexibili- dad se resuelve en módulos estructura- les, funcionales que permiten tabica- mientos que homologuen espacios de trabajo permitiendo más que el cambio de ellos, el de los carteles en la puerta, usando un submódulo básico de 0,90 m cuyos múltiples inscriptos en el estructu- ral de 7,20 (ya universal número de oro), compatibiliza todos los ámbitos funcio- nales del hospital y permite los cambios que paneles recuperables posibilitan. Cuatro edificios singularizados en sus roles: uno porticado, monumental, hacia la calle, cuya actuación se ejercerá no sólo sobre ella, sino sobre la costanera del río cuando se demuela, según lo acordado con la provincia el actual cuar- tel de caballería provincial ubicado a su frente, dando lugar a los estacionamien- tos que necesita el hospital. Un edificio de hormigón que alberga una serie de elementos que quieren liberarse, con su propia y libre identidad formal, como el 226 227 152. Axonométrica Hospital de Urgencias - Córdoba 228 153. Vista exterior Hospital de Urgencias 154. Calle pública abovedada. Hospital de Urgencias 229 155. Corte Hospital de Urgencias 156. Vista exterior puerta ingreso lateral - Hospital de Urgencias 157. Rampa y núcleo de servicio - Hospital de Urgencias bar, la capilla, el auditorio, es acogida y enmarcada. Un segundo edificio yuxtapuesto, estar abovedado y amarillo pero auténtico estar calle se nutre de la calle y el corazón de patios-plazas que describen el organismo fabril del edificio de producción médica, recorrido perimetralmente por el público y centralmente por los técnicos. Finalmente el edificio de los servicios exhibe su naturaleza y componentes de manera descriptiva. Cada edificio, con su propia tecnología y expresión acorde a su función, uso y sig- nificación se articula en el discurso que lo pone en relación con el contexto urbano que celebra, reconociendo el carácter de puerta de su buscada implantación, el de manzana en un entorno hecho por esa tipología y no por bloques, que es horizontal por funciona- lidad y por adecuación al entorno. Esta, como otras obras se inscribe en el contexto de una ciudad con un presu- puesto de obras públicas de 50 dólares "per cápita", contra 1.000 de la Capital Federal en igual período. En una gestión que destinó 75% de su inversión a obras de infraestructura básica, ejecutando en 20 meses el equivalente a lo realizado en el último decenio, que destinó 15% a esta obra la más costosa pero la más postergada, soñada desde hace 45 años, pero proyectada y ejecutada en 18 meses, definiendo así la concepción de las prioridades urbanas, sociales, asisten- ciales, completadas con la política de descentralización cultural y administrati- va comunal, recuperando e intensifican- do la identidad de las patrias barriales para terminar en la puesta en valor y recuperación del área central, catedral de la ciudad, centro de todos los barrios, auténtica extensión popular de la plaza mayor. 230 231 Recuperación Río Primero El río Suquía, causa fundacional de la ciudad, ha sido degradado a lo largo del desarrollo urbano, primero nominalmen- te a través de su rebautismo como Río Iº y últimamente en su transformación como canal o acequia de desagüe plu- vial, encauce de crecidas del río y las rnás de las veces, desagüe de desechos industriales. Se procura la recuperación y valoración del mismo como factor estructurante del paisaje urbano a través de su restaura- ción al estado natural, con azudes de contención que generen espejos de agua y parquización de las riberas en un entendimiento de las mismas, como áreas recreativas de articulación de la vida social, de los barrios contiguos y como conectador del parque del oeste, en vías de ejecución y el del este, pro- gramado y en estudio. El área a ejecutarse en primer término es la del histórico Parque Las Heras cuyas dos riberas son tratadas con excedras y paseos o promenades peatonales altas y bajas. Un sistema de puente peatonal con equipamiento de sala de usos múlti- ples comunal en primer piso, completa el tratamiento y articula en una unidad funcional ambas riberas. El tratamiento parquizado ilustrado, adi- 158. Perspectiva aérea sector Parque Las Heras - Recuperación Río Primero 232 ciona 6 hectáreas de verde intensamente forestado, incorporado al área central de Córdoba, duplica asimismo, la superficie verde actual de plazas en el macrocentro. El eje verde del río y el parque del oeste licitado y en ejecución, cuadruplican el área recreativa natural, los pulmones oxigenantes de Córdoba y comportan la primera iniciativa concretada desde comienzos de siglo XX, desde los actua- les parque Sarmiento y Las Heras, en el ejido municipal, y la primera ejecutada por el Municipio, ya que el Parque Sarmiento es provincial, en vías de transferencia. Intervención Santiago de Chile La estrategia de intervención planteada para Santiago de Chile, por contrato del Alcalde al equipo integrado por Larraín - Murtinho - Munizaga - Feretti y Roca lo fue para el sector de Santiago Poniente, barrio de gran riqueza patrimonial con- solidado alrededor del año 1915 y para el área central de Santiago. La estrategia fue elaborada a partir de contemplar un expediente urbano y una metodología planificatoria integrada a las acciones puntuales, incrementales, enmarcadas en la lectura multidimensional emergente de estos textos previos. Se registra parte del expediente, la estrategia final y las acciones puntuales en las que el autor tuvo exclusiva inje- rencia, fuera del marco del equipo. 159. Circulación perimetral y exedras - Recuperación Río Primero 233 Chile - Mercado - Plaza Pratt - Estación Mapocho El mercado de Santiago emplazado junto al Mapocho es el epicentro popular del área central, con su ubicación de privile- gio a dos cuadras de la Plaza de Armas, en la parte posterior del municipio y sobre su mismo eje virtual. La estación Mapocho ubicada paralela al río, define con el mercado un área de riqueza y vitalidad social, comercial, existencial y hasta poética. Ambas actúan de puertas de ingreso desde el norte al área central, desde ese norte de la chimba de las clases popula- res con mercados de hortalizas, etc. El viejo mercado, de fines de siglo XIX, apa- rece con su formidable estructura de hierro fundido profusamente ornamenta- do, albergando simples puestos de pes- cados y artesanías que en su constante crecimiento han superado su capacidad, para extenderseen una suerte de costra edilicia de no más de 30 años, que quin- tuplicando la capacidad inicial lo ha dis- torsionado, encerrado y sobresaturado, haciendo difícilmente apreciable su valor arquitectónico patrimonial. La estrategia contempla: 1) mantener la actividad de mercado de peces y su usuario por la memoria colectiva y la presencia del pueblo en el área central; 2) recuperar la valiosa estructura y res- taurándola ponerla en valor, exaltarla como centro convocante, desembarazán- dola del protagonismo de la confusión de pequeños locales, exaltando la perife- ria, con locales gastronómicos y artesa- nales y el área central como plaza de reunión y centro comunitario cubierto. 3) Demoler los agregados y reconstruir- los con una arquitectura metálica liviana en forma de peine o paquetes de locales afines, articulados internamente por una galería o recova vidriada en forma de U, que abrace y celebre el viejo edificio dis- tanciando lo nuevo de lo viejo, con un intersticio verde continuo de 6 metros, que marca la diferencia y evidencia su correlación. El edificio perimetral en forma de U recepta el monumento y abre el conjunto hacia el río, tensionándolo con el resto del área de mercado en la ribera opuesta. Locales comerciales especiales se alojan en seis torres, parafraseando la fachada de San Francisco y las temáticas de las iglesias de Chiloé, enmarcando las esqui- nas como las grandes puertas al conjun- to. De los doscientos locales actuales, cien permanecen y los restantes se re- alojan en un edificio puente con sus puertas análogas y estructura afín, que articule ambas riberas a la vez que ter- mine de definir la plaza antes señalada frente al Mercado y a la estación Mapocho. Dicho edificio tiene un espacio central galería que enfatiza el eje del río, así como su visualización integral. La Plaza Pratt adquiere el carácter de un 234 ESTRATEGIA DDE IINTERVENCION Proyectos ppuntuales 1 Plaza Mercado 2 Peatonal Puente 3 Reciclaje Mercado Central 4 Remodelación Vega Central 5 Reciclaje Estación Mapocho 6 Reciclaje Cárcel 7 Extensión Parque Forestal 8 Puente Mercado 9 Rediseño Alameda 10 Forestación Autopista N-S 11 Estacionamiento 12 Comercios 13 Rediseño Puentes Comerciales 14 Rediseño Plaza Brasil 15 Rediseño calle Brasil 16 Ampliación Avda. Portales 17 Rediseño calle Cumming 18 Parque Quinta Normal 19 Desinficación Sector Cite y Pasajes 20 Terminal de Buses 21 Traslado Estación Mapocho 22 Estación Línea dos, metro 23 Parque Recreación Popular 24 Libertad - Reyes, Dos Ejes Norte - Sur 235 160. Estrategia de intervención - Santiago de Chile Acción Municipal Directa Acción Concretada Acción Privada Incentivada Vialidad ESTUDIOS Zonas de Preservación Equipamiento Nivel Metropolitano Vivienda alta y media densidad Construcción de viviendas Reglamentación ambos lados N-S 236 237 161. Perspectiva de conjunto Mercado - Plaza Pratt Estación Mapocho - Santieago de Chile 238 239 162. Axonométrica desde abajo - Mercado Central - Santiago de Chile 163. Fachada principal - Mercado Central - Santiago de Chile 164. Axonométrica - Mercado Central - Santiago de Chile 240 parque, remate del que se desarrolla desde fines de siglo XIX como Parque Forestal, cuya prolongación hasta la autopista Norte/Sur se propone. Dicha prolongación en las actuales vías del ferrocarril, incorporará al edificio al igual que, aguas arriba, se hace con el Palacio de Bellas Artes. Este espacio, frente a los protagonistas urbanos de mayor significación del entorno, toma de ellos sus leyes de confi- guración. Frente al Mercado se erige una réplica sustantiva reducida a los elemen- tos y principios compositivos de aquélla. Una serie de versiones otras, en verde, en mampostería, en agua comprometen y califican el espacio hacia la Estación. Edificios apergolados de bóvedas metálicas múltiples, generan los tron- cos de esos árboles llamados enreda- deras, que describen un recinto hacia la Estación Ferroviaria. Un jardín, en damero verde, miniaturiza Santiago, en el otro extremo, planteándo- se como microcosmos de la metrópolis, como síntesis del borde natural y el fenó- meno físico urbano. El conjunto se propo- ne como remate de la peatonal Ahumada y Puente cuyo diseño se propone. La estación ferroviaria dotada de una estructura metálica de grandes luces y de incuestionable valor, se completa con un cuerpo de ingreso en noble estilo renacimiento y dos cuerpos laterales de oficinas hoy abandonados. El planteo de remover la estación (unifi- 241 cada con la central), comporta un des- afío a la imaginación para generar un ámbito de valor simbólico equivalente y de un nuevo onirismo; esta vez no la del viaje a lo inmediato, sino el de la com- plicidad con lo remoto: se propone alo- jar aquí al célebre FISA (Feria Internacional de Santiago). Parte del parque se ocupa con pabellones transi- torios y el espacio central con anfiteatro de convenciones y salones permanentes de exposición, que se leen inconográfi- camente como el último tren y sus vagones hablando de un viaje en perma- nente arribo o en permanente partida. Las plantas bajas de los laterales alo- jan tiendas y confiterías que multipli- can los usos y complementan la activi- dad de la feria. Oficinas de corporaciones y de profesio- nales ocupan los pisos superiores, cuyas estructuras y fachadas se respetan y res- tauran servidas por pases de escaleras, descriptas en su desarrollo como paseos casi independientes que valorizan y acti- van las fachadas del recinto interior, ele- vado al rango de plaza cubierta prolon- gando el sistema exterior. 165. Axonométrica Estación Mapocho - �El último tren� - Santiago de Chile 166. Plaza Pratt - Santiago de Chile San Martín de los Andes - Neuquén Equipamiento turístico de un centro de sports de invierno, de pesca y recrea- ción veraniega en el Sur argentino La ciudad de San Martín de los Andes en la provincia de Neuquén, Argentina, tiene 15.000 habitantes y se desarrolla lineal- mente en un valle de 1 kilómetro de ancho por 5 ó 6 de largo al pie de la Cordillera de los Andes. Rodeado de un paisaje de gran atractivo, con cadenas de montes nevados aún en verano y bosques de araucarias, coihues, etc. que se precipitan sobre el Lago Lacar, como sobre la veintena de otros lagos de los Parques Nacionales más extensos del país, Lanín y Nahuel Huapi. Entre las manzanas de la ciudad corre el eje longitudinal de extenso desarrollo (nace en la ruta de ingreso y remata en un punto cualquiera de la playa) que aloja de manera dispersa actividades comerciales, recreativas, etc. Las administrativas se concentran frente a una de las dos plazas del conjunto con un centro turístico y la municipalidad definiendo su frente. El eje vincula igualmente dos terrenos cuya vocación a escala urbana es mani- fiesta. Se trata de una plaza escasamen- te utilizada y un baldío próximo al lago. En el primero se propone un centro comercial semihundido manteniendo el carácter del lugar y en el último el cen- tro cultural. Sobre la playa y en correspondencia con el eje, aparece el organismo de un muelle 242 243 167. Perspectiva aérea intervenciones puntuales - San Martín de los Andes - Neuquén 244 168 - 1169. Perspectivas exteriores - Centro Cultural San Martín de los Andes - Neuquén que prolonga al pueblo sobre el lago. Una balsa bar, centro de aprovisionamiento, etc. lleva las actividades recreativas y turísticas de este centro de pesca vera- niega y de ski invernal al medio del lago. En San Martín como en otras ciudades se viven las manzanas como sólidas aun cuando estén atravesadas por galerías y las calles como los espacios fundamentales. Se trata de recuperar como en Córdoba, la monumentalidad potencial de las plazas como condensadores, intensifica- dores del tejido urbano (como en el París de Patté poblado por las diecio- cho plazas presentadas para la Plaza 245170. Axonométrica Centro Cultural San Martín 246 171. Vista aérea remodelación Plaza San Martín de los Andes - Neuquén Luis XV de la Concordia). Pero abrirlasal uso mediante actividades concretas como en la Plaza Sarmiento, poblada bajo nivel por negocios que abren a un corazón circular, centro comercial recreativo que sólo se entrevé peatonalmente, desde las esquinas, y abierto al tránsito conforme a las líneas de deseo. Un bloque como el centro cul- tural, abre sus entrañas de plaza y sus volúmenes desde el teatro al museo a quien camine la ciudad, proponiendo un recorrido desde su interior hacia cual- quiera de las dos esquinas. Se puede leer la misma actitud. Tanto en la modesta escala de intervención pun- 247172. Vista aérea muelle y balsas-bar. San Martín de los Andes - Neuquén tual de San Martín de los Andes, como en las más amplias de Córdoba y Santiago de Chile. Una misma perspecti- va sobre la lectura urbana y la intensifi- cación de su sentido para disfrute vital, pleno y no alienado del artefacto urbano a través del cual somos habitantes y nos realizamos social e individualmente. 249 - Plano G. Nolli, Museo Vaticano: 5 - Grabado New York Public Library : 7,8 - Grabado Ferrando Leopoldo: 9 - Grabado Giuseppe Vasi: 10 - Grabado Municipio de Milán: 11 - Grabado Bern Switzerland: 13 - Louis I. Kahn: 16,17 - Process Architecture Nro. 16 - Plazas of Southern Europe: 19,20, 26, 28, 33, 46, 54 - Grabado Here de Corny: 32 - Grabado Biblioteca Nacional París: 36 - Grabado Paolo Portoghesi: 49 - Grabado Vean B. Piranesi: 51 - Grabado Museo Carnavaler, París: 56, 59 - Hopper, -museo Whitney Nueva York: 69 - Fotograbado Woifenbüttel: 70 - Grabado Codex Arcerianus: 71 - Grabado Museo Nacional, Roma: 75 - Grabado Museo Etrusco Villa Giulia, Roma: 76 - Grabado Museo Cívico, Aquilea: 78 - Grabado C.A. Burney: 80 - Grabado Palacio Conservatori, Roma: 82 - Magritte, Colección privada, Bruselas: 84, 85, 86, 87,90 - Magritte, Museo Arte Moderno, Nueva York: 83 - Magritte, Colección Adelaide de Menil, - Nueva York: 88 - Magritte, Colección Simon Spierer, Génova: 89 - Magritte, Colección Tazzoli, Turín, Italia: 91 - Magritte, Colección Menil Fundación, Houston, Texas: 139 - De Chirico, Colección Privada, Roma: 92 - De Chirico, Museo de Hamburgo: 93 ÍNDICE GRÁFICO Pertenecen aal aautor MMiguel AAngel RRoca llas ffotos: 1, 2, 3, 4, 6, 14, 15, 18, 21, 22, 23, 24, 25, 27, 29, 30, 31, 34, 35, 45 A, 48, 50, 53, 58, 62, 63, 65, 66, 68, 94 a 136, 137, 138, 140 a 172. 251 ESTUDIOS CCURSADOS: · Bachillerato - Colegio Nacional de Monserrat 1955. Primer premio Duarte Quirós al mejor promedio en 6 años. · Universitarios: Universidad Nacional de Córdoba. Arquitecto - Urbanista, 1963. Mejor promedio de la promoción. · Cursos de postgrado: en Planeamiento Urbano Regional - PIAPUR - 1969. Título de Master de Arquitectura - University of Pennsylvania - Philadelphia 1966-67 con Louis I. Kahn, con quien trabajó un año. CONGRESOS: (Se mencionan solamente aquéllos de asistencia por invitación y como miem- bro activo) · II Encuentro Internacional de Críticos de Arquitectura - Buenos Aires - 1980. Expositor, Panelista invitado. · OICCI - Congreso Municipalidades Iberoamericanas. Montevideo, 1980. Orador invitado. · CIANA - Madrid, 1981. Experto invita- do y Orador. · II Encuentro Internacional - México, 1981. Orador y Panelista invitado. · III Bienal de Arquitectura - Chile, 1981. Orador, Expositor y Panelista invitado · I Congreso Argentino del Ambiente - Universidad de Belgrano - Buenos Aires, 1981. · Miembro Comité Asesor y Panelista invitado. · I Congreso Latinoamericano de Ecología. Morón 1982 - Orador y Presidente Comisión de Arquitectura. CONFERENCIAS EEN SSOCIEDADES DDE ARQUITECTOS: · Capital Federal, La Plata, La Matanza, Mar del Plata, Paraná, Mendoza, San Juan, Jujuy, La Rioja, Córdoba, CIANA (Consejo Iberoamericano de Asociaciones Nacionales de Arquitectos Madrid), Johannesburgo, Chile (Santiago). CONFERENCIAS EEN UUNIVERSIDADES YY CENTROS: · Universidades de Pennsylvania (Philadelphia), Columbia (Nueva York), Washington, St. Louis (EE.UU.), Ecoles de Beaux Arts UP6 París (Francia), Lisboa, Porto (Portugal), Madrid (España), Porto Alegre (Brasil), Portsmouth (Inglaterra), Witwaterand Miguel Angel ROCA Arquitecto Universidad Nacional de Córdoba - 1963 (Sudáfrica), Univ. Católica de Stgo. (Chile), Montevideo (Uruguay), etc. CURSOS DDICTADOS: · Pennsylvania (Philadelphia), Witwaterand (Joannesburgo), Porto Alegre, CAYC, Buenos Aires, etc. ACTIVIDAD PPUBLICA: · Jefe de Estudios y Proyectos del Banco de la Provincia de Córdoba, 1972 -1973. · Secretario de Obras Públicas de la Municipalidad de Córdoba - Julio de 1979 - Abril de 1981. ACTIVIDAD PPRIVADA: · Más de cien obras proyectadas entre 1968 y 1984, con una superficie de 1.500.000 m2 y con un 50% de obras realizadas en Bolivia, Sudáfrica, Argentina, China, etc. con las obras más significativas de: · Santo Domingo, 37.000 m2 · San Bernardo, Salta - 14.000 m2 · Banco Provincia de Córdoba - Sucursal Buenos Aires - 7.000 m2 · Banco Provincia de Córdoba - Casa Central 27.000 m2 · Hospital de Urgencias, Córdoba - 15.000 m2 · Villa recreativa, residencial para Tal Long Wan Lan Tau - nuevos territorios - China - 60.000 m2 · Protea Ciudad Nueva - Sudáfrica - 300.000 m2 · Municipalidad de Krugersdorf - Sudáfrica - 15.000 m2 · 250 viviendas en Senillosa - Neuquén - 25.000 m2 ·Mercados San Vicente, General Paz, Paseo de las Artes · Peatonal de Córdoba · Plaza de Armas o Mayor · Plaza Monumento España · Plaza Monumento Italia (Homenaje a las aguas de Córdoba). · Parque Río 1º 1º PPREMIOS: Edificio Facultad de Arquitectura 1975, Conjunto San Pedro 1978, Cooperativa Villa Mercedes 1978, Conjunto Senillosa 1979, Premio Ambiente 1980 a la mejor realización urbanística de la década. ANTECEDENTES DDOCENTES: · Encargado Arquitectura V 1974 a 1984. · Profesor desde 1963 en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba - Adjunto desde 1965. · Titular de Arquitectura IV en Universidad de Mendoza, 2 años. · Adjunto Arquitectura II en Universidad Nacional del Noroeste - Chaco. · Profesor invitado a UCLA Los Angeles y Virginia (Estados Unidos), Johannesburgo (Sudáfrica). · University of Pennsylvania - Philadelphia - Invitado Visiting Critic - Octubre - Diciembre 1983. 252 PUBLICACIONES: · L'Architeture d'oujourd' hui Nros: 183 - 206 - 207 - 213 - 214. · Summa Nros: 30 - 36 - 55 - 71 - 94 - 128 - 134 - 136 - 151 - 155 - 157 - 173 -178/179 186 y 189. · Techniques et Architecture Nro. 334 Año 1981. · Domus, Nros. 525 - 627. · Werk Bauen Wohmen, Nros.: 5 - 6, 1983. · Lotus international 1983. · Ambiente 22 y 24 · Space Design, Nro.: 15, 1983. · AIA. Journal - Agosto 1982. · Architectural Design 1980 - 1981. LIBROS · Miguel Angel Roca, Academy Editions · Hacer Ciudad, U.N.C. · Summarios Kahn Nros. 73-75/76 - Hacia una Arquitectura Esencial · Libro sobre Miguel A. Roca, arquitec- to, por Jorge Glusberg. Edición cua- dernos de UIA. · Habitar, construir, pensar 253 LUGARES URBANOS (...) PÁGINA LEGAL INDICE PALABRAS PREVIAS CAPITULO I LUGARES URBANOS Y CIUDAD CAPITULO II TEXTURA URBANA Y SUS ELEMENTOS CAPITULO III LA CALLE CAPITULO IV LA PLAZA CAPITULO V LA PLAZA IBEROAMERICANA: DE LA ABSTRACCION, DE LA CELEBRACION EDENICA A LA RECREACION DEL RECINTO CAPITULO VI LA CALLE, LA PLAZA, LOS LUGARES URBANOS EN ROMA Y PARIS (1650-1870) CAPITULO VII MONUMENTOS CAPITULO VIII FACHADAS CAPITULO IX LA CIUDAD COMO REPRESENTACION DEL MUNDO - MITO CIUDAD CAPITULO X SURREALISMO Y LA CIUDAD CAPITULO XI FILOSOFIA, POESIA Y LO URBANO CAPITULO XII ESTRATEGIA DE INTERVENCIONES: CORDOBA / SANTIAGO / NEUQUE