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AMBIGÜEDADES SEXUALES 
facebok.com/lacanempdf
GENEVIEVE MOREL 
Ambigüedades sexuales 
Sexuación y psicosis
MANANTIAL 
Buenos Aires 
facebok.com/lacanempdf
Título original: Ambigultés sexuelles. Sexuation et psychose.
© Ed. ANTHROPOS, 2000 
155.3 
MOR 
Traducción: Horacio Pons 
Diseño de tapa: Estudio R 
More!, Genevieve 
Ambigüedades sexuales : sexuación y psicosis. -
l'. ed. - lra reimp. - Buenos Aires : Manantial, 2012. 
280 p. : 24x15 cm. - (Estudios de psicoanálisis) 
Traducción de : Horacio Pons 
ISBN 987-500-070-1 
l. Título. - 1. Psicoanálisis. 2. Psicología Sexual.
3. Psicosis
Hecho el depósito que marca la ley 11. 723 
Impreso en la Argentina 
© 2002, Ediciones Manantial SRL de la traducción 
y de la edición en castellno. 
Avda. de Mayo 1365, 6º piso, 
(1085) Buenos Aires, Argentina 
Telefax: 54 11 4383-7350/4383-6059 
E-mail: info@emanantial.com.ar
www.emanantial.com.ar
ISBN: 987-500-070-1 
Impresos 1000 ejemplares en octubre de 2012 en 
Talleres Gráficos Leograf SRL, Rucci 408, 
Valentín Alsina, Buenos Aires, Argentina 
Derechos reservados 
Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el al­
quiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier 
forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante 
fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y 
escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11. 723 y 
25.446. 
A raíz de su constitución bisexual y su herencia cru­
zada, todos los individuos humanos poseen a la vez 
rasgos masculinos y rasgos femeninos, de manera que 
el contenido de las construcciones teóricas de la mas­
culinidad pura y la femineidad pura sigue siendo in­
cierto. 
s. FREUD,
"Algunas consecuencias psíquicas 
de la diferencia anatómica entre los sexos" 
(1925) 
No hay nada más vago que la pertenencia a uno de 
estos dos lados [ ... }. Es preciso, de todos modos, que 
me despegue de algo que es una[ ... ] suposición, la de 
que hay un sujeto masculino o femenino. Es una supo­
sición que, con toda evidencia, la experiencia hace in­
sostenible. 
J. LACAN,
Les non-dupes errent 
(15 de enero de 1974) 
ÍNDICE 
Introducción.................................................................................... 17 
Primera parte 
EL PSICOANALISIS Y LO REAL 
l. El sexo para la ciencia y para el psicoanálisis.............................. 25 
No hay relación sexual .................................................................... 26 
¿Quién es el padre de quién? ........................................................... 28 
La sexualidad de los lagartos........................................................... 31 
El campo del goce............................................................................ 32 
El real biológico .............................................. :............................... 35 
Lo real como imposible ................................................................... 37 
Un mito de la detumescencia y del nacimiento del lenguaje.............. 42 
La causa y la máscara ............... '. ... :.................................................. 43 
11. La reproducción y la muerte: el sujeto entre medicina
y psicoanálisis . . . .. .. .. .. .... . .. . .. .. .. ..... . ...... .......... ..... .. ... .. . .. .. .. .. .. .. .. .. 4 7 
El hijo como objeto a...................................................................... 47 
El hijo mártir y el hijo varón preferido....................................... 50 
Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el "sínthoma" ............. 51 
La invención de una nueva relación: ser el hijo varón
preferido de un padre............................................................ 55 
La reproducción y el inconsciente.................................................... 5 6 
Lo que nos atrae sexualmente hacia otro.................................... 5 8 
10 ÍNDICE 
El sujeto y la muerte ....................................................................... . 
El punto supremo del goce ........................................................ . 
El entre-dós discursos de la medicina y el psicoanálisis .............. . 
Primer ejemplo: el hijo intercambiable .................................. . 
Segundo ejemplo: una repetición inexorable ......................... . 
Tercer ejemplo: "soy un pescado" ........................................ . 
Segunda parte 
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
III. Sexuación: el pensamiento clasificador no agota la cuestión ...... . 
Crítica del género ........................................................................... . 
Observaciones sobre una teoría antropológica de la diferencia 
sexual ............................................................................................. . Las oposiciones significantes y la diferencia de los sexos ........... . El semejante y el espejo ........................................................ . Lo diferente y el significante ................................................. . La diferencia de los sexos y la alteridad ................................ . Freud y el órgano genital femenino ....................................... . El nacimiento de la oposición significante, según Freud ........ . Las causas de la misoginia ......................................................... . ¿Superar el complejo de castración? ...................................... . El horror al Otro .................................................................. . Profesor de deseo ................................................................. . 
La diferencia anatómica y el saber .................................................. . Preguntas y respuestas ............................................................... . Comparación de dos mitos ................................................... . Percepción y verdad .................................................................. . Refutación del "todo fálico" infantil .................................... . La persistencia del falo de la madre ...................................... . El caso Sandy: la niña, su madre y el perro ................................ . Resumen de la observación ................................................... . Los momentos cruciales ....................................................... . U d. , . d l . ¡ . 2 ¿ n caso para zgmatzco e a neurosis 1emenma . ................. . El "tope último del pensamiento" es el fantasma ....................... . 
IV. Función fálica, función síntoma ................................................. . 
La sexuación, más allá de las identificaciones ................................. . 
Una sexuación centrada en el "malo" ....................................... .. 
Una clasificación sexual ........................... ,. .......................... .. 
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ÍNDICE 
El equívoco del significante "malo" ...................................... . 
Jesús, el significante inclasificable ......................................... . 
La falta del falo .................................................................... . 
Labilidad de las identidades sexuales .................................... . 
La función fálica ............................................................................. . 
Tener el falo .............................................................................. . 
Ser el falo .................................................................................. . 
· Por qué la "frase con agujeros" de Frege? ................................ . 2 d l . , Valor positivo de la función fálica: gozar e a castraczon ..... . 
El falo como función proposicional ...................................... . 
Valor negativo de la función fálica: castración y renuncias ... . 
La función síntoma .......................................................................... 
El delirio de Schreber ................................................................ . 
"Pegan a un niño" ..................................................................... . 
El caso Maria: un destino, una frase .................................... ······· 
La expoliación originaria ..................................................... . 
Ferocidad ............................................................................. . 
Su matrimonio con el "señor" .............................................. . 
Comprar una casa ........................................................... · · ... . 
Escritura de la función síntoma ........................................ ····· 
Contingencia y determinismo ................................................ ···· · 
V. Anatomía analítica: los tres tiempos de la sexuación .................. . 
Los tres tiempos de la sexuación ..................................................... . 
La diferencia anatómica natural y el discurso sexual ................. . 
El error común sobre el falo ..................................... ············· 
·"No" psicótico o "sí" aporético? ........................................ . 2 La sexuación (o elección del sexo) ............................................. . 
¿Por qué dos sexos? .............................................................. . 
El lado hombre: "todo" y contradicción ............................... . 
El lado mujer: el "no-todo" contra la simetría ...................... . 
Una lectura contemporánea del tratado 
Sobre la interpretación .................................................... . 
Dominios psicoanalíticos del no-todo: la interpretación 
y la sexualidad femenina ..................................... ·· ····· ····· · 
El desdoblamiento del goce femenino ............................................. . 
. . f l , Mzrzam, rente a vaczo ............................................................. · · "Otro goce" y "goce del Otro" ..................... ; ........................... . 
Una figura de discurso del no-todo, el discordancia!.. ................ . 
El príncipe disfrazado ........................................................... . 
Obieción masculina y discordancia femenina ....................... . 
Retorno a la anntomía analítica ...................................................... . 
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12 ÍNDICE 
VI. Sexos contradichos ................................................................... . 
El caso de lqallijuq: cuando el discurso contradice la naturaleza .... .. 
¿ Un tercer sexo? ....................................................................... .. 
Un caso de Fairbairn: las razones de un empuje-al-hombre ............. . 
Despertar sexual en el análisis .................................................. .. 
No tener vagina y desear un pene .............................................. . 
Un razonamiento anatómico ................................................ . 
u d .d ·¡· . n set e t entz1 zcaczones ..................................................... . 
Un caso "neutro" de Stoller ........................................................... .. 
De la necesidad de diferenciar tres momentos de la sexuacíón ....... .. 
Tercera parte 
SEXUACION Y PSICOSIS 
VII. El transexualismo y la clasificación sexual.. ............................. . 
Razones de un rechazo del órgano ................................................. .. 
Un caso de transexualismo femenino: una sexuación imaginaria .... .. 
Un encuentro, una imagen, una decisión ................................... . 
Matriz de la sexuación y trauma .......................................... .. 
El padre, la ley, la anatomía ..................................................... .. 
Miradas de mujeres ................................................................... ·. 
El amor, no el goce ................................................................... .. 
La prueba de amor por el pene ........................................ : ........ .. 
Travestismo, verdad, transferencia ........................................... .. 
Una realización imaginaria de la verdad .............................. .. 
"Parecer es ser" ......................................................................... . 
El travestismo como síntoma ............................................... .. 
Un caso de transexualismo masculino "contrariado": 
dos tipos de identificación sexuada ................................................ .. 
Desencadenamiento ................................................................... . 
Espejo femenino y aspiración viril ............................................. . 
La decisión de Sophie ................................................................ . 
El sueño del muro de Berlín ..................................................... .. 
Sueño de la mujer monstruosa ............................................. .. 
Sueño del volquete de basura ................................................ . 
Sueño del muro de Berlín ..................................................... . 
s - d l ·¡· . , uenos e c asz1 zcaczon ........................................................ .. 
L ºd ·¡· ., " l ·¡· d " a t entz1zcaczon c asz1zca ora .............................................. .. 
Tres modos de construcción de la sexuación en la psicosis .............. . 
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ÍNDICE 
VIII. El empuje-a-la-mujer ...... � ...................................................... .. 
¿Cómo orientarse? .......................................................................... . 
Dos orientaciones del goce ........................................................ . 
Dos objeciones ......................................................................... .. 
El concepto del "empuje-a-la-mujer" ............................................. .. 
El seminario sobre "La carta robada": Lacan, Poe y 
Lévi-Strauss ...................................................................... ; ........ . 
La reina, fuera de la ley ........................................................ . 
La "cuestión preliminar": las palabras de Schreber ................... .. 
Entmannung y Verweiblichung ............................................. . 
"El atolondradicho": la "lógica" del empuje-a-la-mujer ............ . 
La inexistencia ..................................................................... . 
Un efecto sardónico .............................................................. . 
La irrupción de Un-padre .................................................... .. 
IX. Empuje-a-la-mujer y clínica de la sexuación ............................ .. 
El empuje-a-la-mujer contra el núcleo de identidad ·de género ......... . 
El derecho y el revés del empuje-a-la-mujer .................................... . 
El caso de Eisa: Atenea y Aracne o el empuje-a-la-mujer 
y la pulsión de muerte ............................................................... . 
Melancolía y paranoia ......................................................... .. 
La abolición del nombre propio .......................................... .. 
La pulsión de muerte ............................................................ . 
Un empuje-a-la-mujer muy localizado en un caso de esquizofrenia .. 
¡Fuego! ..................................................................................... .. 
Pasajes al acto en serie ......................................................... .. 
"Me hice un pelotudo de aire" .................. : .............................. .. 
Invertir el calor en frío .......................................................... 
Tres enunciaciones ............................................................... . 
Las mujeres y el sexo ............................................................ . 
Una feminización local que permite ser un hombre .............. .. 
Hacer sínthoma del empuje-a-la-mujer .......................................... .. 
Cartas de amor ......................................................................... .. 
El hombre ........................................................................... .. 
"Soy la de las cartas" ........................................................... . 
Divorciar la destinación y el goce ........................................ .. 
Los basamentos de un desdoblamiento de la vida amorosa ....... .. 
¿ Una niña pequeña? ............................................................ .. 
Un tirano doméstico ............................................................. . 
Lazos sociales ....................................................................... . 
El empuje-a-la mujer y la identificación sexuada ............................ . 
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14 ÍNDICE 
Conclusión ..................................................................................... . 
í d. r · d b n ice ana 1t1co y e nom res ......................................................... . 
Índice de casos clínicos ···································································· 
263 
269 
275 
AGRADECIMIENTOS 
En primer lugar, debo mencionar mi agradecimiento a los colegas con 
quienes discutí, en estos últimos tiempos, los temas abordados en este li­
bro: Franz Kaltenbeck, Diana Kamienny-Boczkowski, Brigitte Lemonnier, 
Lilia Mahjoub, Herbert Wachsberger y Fran<;;ois More!, así como a mis 
compañeros del seminario de investigación de Lille y de un cartel de París 
sobre la psicosis. Las observaciones de Mercedes Blanco, Marie-Christine 
Hamon y Darían Leader me incitaron a plantearme nuevas cuestiones y 
precisar ciertos puntos. La ayuda de Jean-Michel More!, que leyó el ma­
nuscrito con una atención crítica, ha sido invalorable. Beatrice Khiara y 
Lucile Charliac se ocuparon de manera sostenida de dar forma al texto. 
Michel Gardaz tuvo la amabilidad de incluir mi libro en su colección. La 
doctora Frani;oise Gorog me ayudó a enfrentarme a la psicosis en su servi­
cio del hospital Sainte-Anne. Por último, mi gratitud a los profesores Phi­
lippe-Jean Parquet y Michel Goudemand, así como al doctor Emmanuel 
Fleury por el trabajo clínico efectuado en el Centro Hospitalario Regional 
Universitario de Lille. 
INTRODUCCIÓN 
"No sé cómo ser una mujer, porque nadie me dio el modelo" (una mu­
jer de treinta años) . 
"Siempre sentí la nostalgia de no ser una mujer. Pero eso es lo que me 
permite ver, en contraste, que existe la elección de ser un hombre" (señor 
T., cincuenta años). 
"No me hago el hombre, lo soy porque sostengo todo en casa. Sin mí, 
el todo no existiría. Lo único que me falta para ser un hombre es un pito" 
(señora H., cincuenta años) . 
"Después, voy a ser un varón, así nunca voy a tener hijos" (Léa, cinco 
años, luego del nacimiento de su hermano). 
"Fui impotente durante diez años. Eso me ayudó a entablar comunica­
ción con las mujeres, porque estaba verdaderamente cerca de ellas" (señor 
B., treinta y cinco años). 
"Quiero dejar a las mujeres" (una joven homosexual). 
"Ser hombre era ser nada. Para mí, ser algo implicaba convertirme en 
mujer [ ... ] Antes, yo era hombre o mujer, podía cruzar la frontera entre 
los sexos. Cuando fui padre, ya no me resultó posible pasar de hombre a 
mujer y de mujer a hombre" (señor H., cuarenta años). 
Un psicoanalista se ve en la necesidad de escuchar esas palabras en el 
diván, pero también fuera de él. Así, las de una actriz que afirmaba que su 
papel preferido había sido el de "Orlando", de Virginia Woolf: le había 
encantado cambiar de sexo en escena. Otra, que encarnaba en la pantalla 
a un recluta femenino, explicaba sus sensaciones durante un rodaje que 
había puesto a prueba su cuerpo: estaban los hombres por un lado, las 
mujeres por el otro y además ella, sin clasificación. Un escritor transexual, 
autor de numerosas biografías de hombres célebres, decía, durante una en­
trevista, que quería "reconciliar los opuestos". "Él" había estado casado y 
1 8 INTRODUCCIÓN 
era padre de familia antes de operarse y "transformarse" en muj er. "Así 
-decía-, hombres y mujeres se sienten como en su casa conmigo; pertenez­
co a los dos grupos. " 
Estas afirma ciones son diversas. Algunas se refieren a la identidad se­
xual. Incertidumbre: "¿Soy hombre o muj er? " , que puede deslizarse hacia 
la perplej idad. Definición qué se sustrae indefinidamente: "¿Qué es una 
muj er? " , apertura a un desconcierto ante la ausencia de instrucciones que 
indiquen cómo serlo. Incapacidad: "No puedo ser un hombre", que causa 
a veces impotencia pero en la que se advierte el beneficio de una identifica­
ción con el otro sexo, a falta de una relación e incluso de un acto sexual 
posible. Negativa: "No quiero ser una muj er", entre los polos de la nega­
ción y el rechazo más radical: "Soy un hombre en el cuerpo de una mu­
jer". Deseo de pertenecer a una categoría aparte, excepcional, con humor 
o sin él: "Soy un ser sexualmente inclasificable". 
Algunos suj etos apuntan a un saber sobre lo que el otro sexo experi­
menta como inimaginable: el caso de Tiresias, 1 quien, tras ser sucesiva­
mente hombre, muj er y luego otra vez hombre, podía jactarse de ser quien 
más gozaba en el acto sexual. La cosa se extiende desde la actuación, el rol 
en el teatro,2 hasta los trastornos sexuales más graves. 
Otros aspiran a deshacer lo que Zeus, según dice Aristó fanes en el Ban­
quete,3 había realizado: cortar a los hombres en dos. "Reconciliar los 
opuestos" , reunir los dos en uno, ¿ no es acaso lo mismo? No sin ironía, 
pero eventualmente con la ayuda del escalpelo. Algunos, en efecto, sin de­
jar de confundir ser y parecer, exigen la metamorfosis en su propia carne. 
La técnica médica les hace la oferta4 y, si darnos crédito a las estadístic;as, 
cada vez son más quienes la aceptan. 
Ésta es la varied�d que quise estudiar con el título de " ambigüedades 
sexuales". En la lengua, la ambigüedad es el doble sentido del que deriva 
la incertidumbre y depende el enigma. Es el equívoco que, según Freud,5 
siempre alimenta el síntoma con dos significaciones opuestas. La ambigüe-
l. Ovidio, Les Métamorphoses, m, 300-330, París, Gallimard, 1992, col. "Fo­
lio", págs. 1 1 6-1 1 7 [traducción castellana: -Metamorfosis, Madrid, Consejo Supe­
rior de Investigaciones Científicas, 1988] . Cf también N. Loraux, Les Expériences 
de Ti1'ésias. Le fémini11 et l'homme grec, París, Gallimard, 1989. 
2. F. Regnault, "Pourquoi les hommes jouent-ils une femme sur le théiitre?", en 
Barca nº 4, Les Énigmes du masculin, Toulouse, Les parchemins du midi, mayo de 
1 975, págs. 19-41 . 
3 . Platón, Le Banquet, 1 8 9e-190b, París, Les Belles Lettres, 1976, pág. 3 1 [tra­
ducción castellana: Banquete, en Diálogos, Madrid, Gredos, 2000]. 
4. C. Chiland, Changer de sexe, París, Odile Jacob, 1997, pág. 36 [traducció.n 
castellana: Cambiar de sexo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1 999]. 
5. S. Freud, "Les modes de formation de symptomes", en Introduction a la 
INTRODUCCIÓN 1 9 
dad provoca l a indecisión, siembra la duda. Es tentador deslizarse entre 
dos: no ser ni lo uno ni lo otro, ni hombre ni mujer. O bien creerse ambos, 
una combinación de hombre y mujer. Volvernos a encontrar esas posicio­
nes en las dos grandes neurosis freudianas, la histeria y la obsesión. 
También se puede querer pasar del otro lado, por un "cli c" , como di­
cen alg_unos transexuales, o bien continuamente, si uno cree haberse empa­pado siempre en el contrasentido desdesu nacimiento. Es posible, asimis­
mo, sentirse obligado por una fuerza, subyugado por una voluntad 
experimentada como exterior, ajena, pese a una resistencia íntima y encar­
nizada que se debilitará con el tiempo. Fue el caso del presidente S chre­
ber,6 transformado por el delirio, a su pesar, en muj er de Dios. 
La ambigüedad sexual puede ser imaginaria, como la femineidad acre­
centada del marimacho o el j uego unisex de la moda andrógina. Puede ser 
simbólica, cuando se convierte en la metáfora del síntoma histérico.7 Pue­
de ser real cuando es la sustancia de una convicción que quiere decidir di­
rectamente sobre el cuerpo, especialmente por medio de la cirugía, o que 
atormenta el espíritu con un delirio invasor. 
Frente a la complej idad de la ambigüedad sexual, ¿es pertinente res­
ponder en términos de género, esa noción gramatical de la oposición mas­
culino/femenino en la lengua? ¿Existe realmente una identidad definible 
como la "identidad de género", que se refiera al "ser mismo de la perso­
na" 8 y sea, en cierto modo, su sexo psíquico? "Uno representa un papel, 
uno es su identidad", dice en efecto Robert Stoller, al que debemos varios 
estudios sobre el transexualismo. ¿De qué "ser" se trata en la identidad de 
género? ¿Basta con creerse hombre o mujer para funcionar efectivamente 
como tal, frente al partenaire del otro sexo o del mismo? ¿Es razonable 
pensar la feminización forzada, en el caso S chreber, como el recubrimien­
to de un "núcleo de identidad de género" masculino por un delirio que es 
presuntamente una defensa contra el "conocimiento inalterable" de ser un 
psychanalyse ( 1916 ), París, Payot, 1995, col. "Petite Bibliotheque Payot", pág. 339 
[traducción castellana: "Los caminos de la formación de síntoma" , Conferencias 
de introducción al psicoanálisis, en Obras completas (en lo sucesivo OC), 24 volú­
menes, Buenos Aires, Amorrortu, 1 978- 1985, vol. 16, 1978]. 
6. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, traducción de P. Duquenne y N. 
Seis, París, Seuil, 197 5 [traducción castellana: Memorias de un enfermo nervioso 
Buenos Aires, Perfil, 1 999]. 
' 
7. La identificación con la virilidad impotente de la enuresis infantil de la Dora 
de Freud, por ejemplo. Cf. S. Freud, "Fragment d'une analyse d'hystérie (Dora)" 
( 1 905 ), en Cinq psychanalyses, París, PUF, 1 954, pág. 53 [traducción castellana: 
Fragmento de análisis de un caso de histeria, en OC, vol. 7, 1978]. 
8. R. J. Stoller, Masculi11 ou féminin?, traducción de Y. Noizet y C. Chiland, 
París, PUF, 1 989, ¡:,4¡. 2 1 , 
20 INTRODUCCIÓN 
varón?9 ¿Qué motivaría entonces una defensa tan . . . exitosa? Las teorías 
del género, cualquiera sea el interés de las investigaciones clínicas que pro­
dujeron, son conceptualmente insuficientes y están "al costado" de lo que 
se deduce de la práctica del psicoanáli sis. He tratado de decir por qué y de 
proponer una alternativa. 
Hay demasiada ambigüedad sexual, y en demasiadas personas, para 
que sea defendible postular un "núcleo de identidad de género", aun cuan­
do se afirme que está recubierto por esas ambigüedades, por tal razón se­
cundarias. Yo preferí plantear que la ambigüedad sexual es fundamental. 
Al hacerlo, habría podido aproximarme a la famosa bisexualidad freudia­
na. Pero esta teoría, cuya paternidad reivindicaba Fliess, está calcada sobre 
un modelo anatómico por el que Freud no se dejaba engañar. Ya en 
190510 decía no saber en qué consistía esa "predisposición bisexual" , 
"más allá de la conformación anatómica" , y remitía al lector al desarrollo 
de la pulsión sexual. Lo confirmó en 1 929: 1 1 "La teoría de la bisexualidad 
es aún muy oscura, y en psicoanálisis debemos considerar como una grave 
laguna la imposibilidad de asociarla a la teoría de las pulsiones" . 12 Allí 
donde la gender theory (teoría de la identidad de género) nos dirige hoy 
hacia las identificaciones, Freud nos guiaba, entonces, hacia la pulsión y 
sus vicisitudes, más que hacia la bisexualidad. 
Si a los �eres humanos les cuesta tanto orientarse en lo que se refiere a 
la sexuación, sí les es tan difícil alinearse del lado hombre o del lado mu­
jer, ¿ no hay que suponer en el íníciol 3 un vacío real y no un núcleo de 
identidad? 
Un vacío que Freud postula cuando afirma que no existe pulsión feme­
nina sino una sola libido, de naturaleza masculina, 14 o cuando sitúa el falo 
9. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, París, Gallimard, 1978, pág. 
68. 
10. S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle ( 1905), París, Gallimard, 1987, 
pág. 49 [traducción castellana: Tres ensayos de teoría sexual, en OC, vol. 7, 
1978]. 
11. S. Freud, Malaise dans la civilisation ( 1929), París, PUF, 1971 [traducción 
castellana: El malestar en la cultura, en oc; vol. 21, 1979]. 
12. El término alemán es Trieblehre, que debe traducirse como "teoría de las 
pulsiones" y no de los instintos. Cf. S. Freud, "Das Unbehagen in der Kultur", en 
Gesammelte Werke, Werke aus den Jahren 1 925-1 931 , Francfort, S. Fischer Ver­
lag, 1976, pág. 466. 
1 3. Esta expresión debe tomarse en un sentido mítico o lógico, más que crono­
lógico. 
14. S. Freud, Trois essais . . . , op. cit., pág. 161 . Cf. también "Sur la sexualité fé­
minine" ( 1 931 ), en La Vie sexuelle, París, PUF, 1969, págs. 150-152 [traducción 
castellana: "Sobre la sexualidad femenina ", en OC, vol. 21, 1 979]. 
INTRODUCCIÓN 21 
Y el complejo de castración en el centro de la vida sexual, tanto de los va­
rones como de las niñas. 
Lacan formula ese vacío, esa ausencia, mediante aforismos: "No hay 
relación sexual" , "La mujer no existe". Subraya la misma disimetría que 
Freud, al plantear que el falo es la única referencia para los dos sexos en el 
inconsciente. El falo sería debido a ello el pivote mismo de la ambigüedad 
sexual. 
Dos sexos anatómicos, pero un solo principio del sexo en el inconscien­
te,, el fa lo, que �¡ sujeto, por otra parte, puede rechazar; una pulsión ciega, acefala, que exige constantemente una satisfacción. En efecto, al contrario 
de la abstinencia sexual, la abstinencia pulsional no existe. Tenemos así 
sentadas las bases de la ambigüedad sexual. 
Si el sujeto no tiene un "núcleo de identi dad de género", ¿cómo sale de 
esa ambigüedad? Por lo demás, ¿ sale siempre? ¿Cuál es el papel, en su se­
xuación de hombre o mujer, de las determinaciones que pesan sobre él: 
anatomía, biología, fisiología, pero también discurso circundante, familiar 
social, educativo? ¿Hay también lugar para una o más elecciones incons� 
cientes? Si es así, ¿ a qué se referirán: al yo, a las identi ficaciones del suje­
to, a sus objetos sexuales, a sus modos de satisfacción pulsíonal? Sí dichas 
elecciones existen, ¿pueden modificarse? ¿Cómo? 
La primera parte de este libro delimita el campo psicoanalítico de la se­
xualidad. En ella mostramos cómo el lenguaje opone un obstáculo a la re­
lación sexual, al confrontar a los seres humanos con un real específico, el 
goce. Desde allí deben repensarse la muerte, la reproducción, el cuerpo, 
que cobran un valor muy distinto del que tienen en la biología. Una "psí­
copatología" de la actualidad y una clínica en los límites del psicoaná lisis 
y la medicina sostienen ese recorrido. 
La segunda parte se consagra a la diferencia de los sexos. Creerse hom­
bre o mujer, aunque sea inconscientemente, ¿ equi�ale a serlo? ¿Bastan las 
identificaciones para determinar la sexuaci ón? La clínica responde estas 
preguntas oponiéndoles el desmentido de lo real. El estudio de teorías con­
temporáneas ( la gender theory y una teoría antropológica derivada del es­
tructuralismo) muestra el punto de tope de todas las clasificaciones sexua­
les: éstas dejan escapar la otredad al reducirla a un sistema de oposiciones 
significantes. Freud ya lo había comprobado al descubrir la incapacidad de 
las teorías sexuales infantiles para aprehender la feminei dad; pero, ¿no so­
brestimaba la importancia de )a diferencia anatómica y el valor del falo 
para el niño de ambos sexos?Un estudio de la misoginia y una relativiza­
ción de la importancia de la observación de la diferencia anatómica para el 
niño especifican esta problemá tica. Como tengo más confianza en los 
ejemplos que en las definiciones para introducir los conceptos necesarios, 
multipliqué los primeros sin omitir, empero, las segundas y sus fuentes. La 
discusión de estos puntos lleva a plantear diferentes " funciones de goce", 
22 INTRODUCCIÓN 
en especial la función fálica y la función síntoma. Tras los pasos de Lacan, 
propongo para ellas una formalización simple y clínicamente útil para la 
neurosis y la psicosis. Construyo luego una teoría de la sexuación en tres 
momentos lógicos articulados alrededor de la función fálica, que tiene en 
cuenta la anatomía y el medio ambiente simbólico y social, a la vez que 
preserva la parte de elección del sujeto. La decisión de ser hombre o mujer 
se arraiga entonces en sus modos de goce. Esta teoría es, a mi juicio, más 
coherente y más cercana a la experiencia clínica que la oposición de lo in­
nato y lo adquirido, denunciada ya en 1905 por Freud, y que volvemos a 
encontrar apenas disfrazada en el debate contemporáneo entre los partida­
rios de la "social construction" y los del "todo biológico". La teoría es 
puesta a prueba por los casos de personas a quienes su entorno declaró de 
un sexo y más tarde del otro. 
La tercera parte, titulada "Sexuación y psicosis " , somete esta teoría a 
la prueba de la práctica analítica en el campo de las psicosis, previamente 
delimitado. Contiene lo que me incitó a iniciar esta investigación: seis cu­
ras analíticas que fueron una mina de preguntas con algunas respuestas. 
¿Qué sucede si un sujeto no dispone de la función fálica para orientarse en 
el campo de la sexualidad? ¿En qué puede apoyarse, cuando Nombre-del­
Padre y función fálica están forcluidos para él? Los transexuales quieren 
ser del otro sexo y no retroceden frente a modificaciones corporales a ve­
ces irreversibles. Pero, ¿ no es más bien la función fálica lo que rechazan, 
como lo sugiere Lacan en un debate con Stoller? El análisis de casos de 
ambos sexos muestra la importancia de ciertas identificaciones precoces, 
ancladas en el deseo materno. Sin embargo, un sujeto transexual puede en­
contrar en el análisis otras soluciones que una operación mutiladora al 
problema de su sexuación (travestismo, identificación "clasificadora " ) . La 
comprobación de que el amor por una mujer es aquí determinante nos in­
duce a estudiar el concepto lacaniano del "empuje-a-la-mujer " . A veces 
fuente de ambigüedad sexual, a menudo mortífera, sus múltiples facetas se 
ponen en perspectiva en la dinámica transferencia! de la cura analítica del 
suj eto psicótico: se deduce de ello la solución singular inventada por cada 
uno al problema de su sexuación, así como nuevas perspectivas para el 
tratamiento de la ambigüedad sexual por la palabra. 
Primera parte 
EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
I 
EL SEXO PARA LA CIENCIA 
Y PARA EL PSICOANÁLISIS 
El psicoanálisis afirma la existencia de un real que no es el de la cien­
cia, y que le es específico. Mientras que Freud planteaba, en una de sus 
conferencias de 19 32, 1 que " [ el psicoanálisis] es una parte de la ciencia y 
puede asociarse a la Weltanschauung [ concepción del mundo] científica" , 
Lacan nos invitaría más bien a considerar como irreductible l a hiancia en­
tre lo real de la ciencia y el o los reales (porque es preferible hablar en plu­
ral) del psicoanálisis. 
Describamos brevemente esta oposición. La ciencia descubre un saber 
en lo real, del que deduce leyes con alcance universal. Éstas permiten al 
científico predecir lo que ocurre en lo real, con la condición de efectuar las 
experiencias adecuadas. Así, Newton escribe la ley de la gravitación y lo 
real la obedece, hasta cierto punto. Gracias a ella, por otra parte, podemos 
fabricar nuevos objetos: satélites, por ejemplo. Ciertas "experiencias de 
pensamiento" descriptas por Einstein, que no podían realizarse técnica­
mente en su época, confirman hoy por sus resultados las previsiones más 
asombrosas de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica.2 
1 . S. Freud, "Sur une Weltanschauung", en Nouvelles conférences d'introduc­
tion a la psychanalyse, París, Gailimard, 1984, pág. 243 [traducción castellana: 
"En torno de una cosmovisión", Nuevas conferencias de introducción al psicoaná­
lisis, en OC, vol. 22, 1979] . 
2. Por ejemplo, la paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen, imaginada por el pri­
mero en 1930. La acción de un individuo A, que determina la identidad de una 
partícula, determina también la identidad de otra partícula en B, a cierta distancia. 
En 19 82, el físico Alain A1pect intentó la experiencia con éxito, y recientemente se 
1·epiti6 con una di1t1111ci1 de diez kilómetros entre A y B; cf. Le Monde, 15 de di· 
26 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
¿Cómo definir lo real para la ciencia ? No ignoramos que el tema es ob­
jeto de debates que están fuera del campo de nuestro estudio. Si bien exis­
te, desde luego, el real en el cual funcionan las leyes científicas, señalemos 
únicamente que es el mismo en que algunas. de ellas encuentran su límite: 
observaciones finas de los astros contradijeron en un momento dado la ley 
de la gravitación. La ley funciona en lo real , pero puede chocar en ese 
marco con obstáculos desencadenantes de crisis científicas cuya resolución 
coincide con el avance de la teoría o su cambio. Por lo tanto, podríamos 
definir lo real en la ciencia como lo que se resiste al estado actual del sa­
ber, lo que obliga a buscar nuevas leyes. Lo real sería entonces lo imposi­
ble de saber. Habría que diferenciar en él lo que incumbe a lo todavía im­
posible de saber ( los futuros descubrimientos en el marco de una teoría 
existente) y lo que compete a un imposible definitivo para una teoría dada. 
Así, desde el punto de vista de la mecánica clásica, cabría esperar que fue­
ra posible determinar simultáneamente la posición y la velocidad de una 
partícula. Ahora bien, diversas experiencias muestran que no es así.3 Pero 
este imposible es relativo a la mecánica clásica, que no permite una con­
cepción correcta de las partículas elementales. El problema se resuelve en 
la mecánica cuántica, en la que las partículas no poseen al mismo tiempo 
esos dos atributos: una posición y una velocidad. "La excepción somete a 
prueba la regla" ,4 dice el físico Richard Feynman. Una experiencia que in­
valida una regla y pone de manifiesto un imposible de saber incita al cien­
tífico a inventar una nueva teoría que lo integre. La diferencia entre estas 
dos subcategorías ( lo todavía imposible de saber y lo imposible definitivo) , 
en consecuencia, no es fácil de establecer y constituye el objeto de contro­
versias científicas. 
NO HA Y RELACIÓN SEXUAL 
Para el psicoanálisis, la situación es diferente e incluso opuesta. En él 
no existen leyes universales, deducidas de la experiencia, que permitan pre­
decir con certeza qué le sucederá a un sujeto puesto en tal o cual coyuntu-
ciembre de 1 982 y 1 8 de diciembre de 1 997 (referencias comunicadas por Helmut 
Kirchner, durante una conferencia en Lille sobre la identidad en física) . 
3 . E. Klein, "Le príncipe de Heisenberg" , en La Physique quantique, París, Do­
minos-Flammarion, 1 986, págs. 34-38 . 
4. "The exception tests the rule". R. P. Feynman, The Meaning of It Al/. 
Thoughts of a Citizen-Scientist ( 1 963) , Reading, Massachusetts, Addison-Wesley, 
1 998, pág. 1 5 [traducción castellana: Qué significa todo eso: r1fl11xic111es de un cien­
tífico-ciudadano, Barcelona, Crítica, 1999]. 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 2 7 
ra. En cambio, un saber acumulado por la tradición psicoanalítica descri­
be las estructuras clínicas y sus rasgos diferenciales, el desarrollo tipo de 
un análisis, la sexualidad infantil , etc. También hay un saber singular, el 
del caso clínico, pero no precede la experiencia de la cura psicoanalítica. 
Por esoFreud aconsejaba al profesional que olvidara todo lo que sabía an­
tes de escuchar a un nuevo paciente. El aforismo de Lacan: "No hay rela­
ción sexual" , s debe entenderse así: no hay equivalente psicoanalítico de la 
ley de Newton; no se puede escribir la ley psicoanalítica de la atracción de 
los seres humanos. Es cierto, hombres y mujeres tienen "relaciones" se­
xuales, en el sentido habitual de la expresión, pero el psicoanálisis no pue­
de escribir la ley universal de esa relación ni dar sus reglas, porque no exis­
ten. En su lugar, cada uno inventa una especie de bricolaje que funciona 
más o menos bien. Es verdad que del fracaso o el éxito contingente -gra­
cias al amor,6 por ejemplo- del lazo con el partenaire sexual se deduce un 
vasto saber psicoanalítico. Pero éste no reemplaza lo que sería la escritura 
universal de una ley que brindara una especie de " instrucciones de uso" de 
la relación con ese partenaire. La etología describe esas reglas para el aco­
plamiento de los animales, cuyo instinto no está desnaturalizado por el 
lenguaje. Si así fuera en el caso de los seres humanos, ¡apostamos que el 
psicoanálisis sería inútil! Lo real, en el psicoanálisis, es ante todo la ausen­
cia de esa escritura de la relación sexual y las consecuencias de esa falta 
para cada uno. Lo imposible de saber, por ende, no tiene en absoluto el 
mismo sentido que en la ciencia, en la que se trata de encontrar leyes que 
funcionen universalmente. 
El desfasaje entre real de la ciencia y real del psicoanálisis es muy sen­
sible en lo que se refiere al sexo. La biología se consagra a describir justa­
mente las células sexuales masculinas y femeninas y su estructura genética, 
y establece las condiciones de la fecundación. En su caso, lo real, si lo de­
finimos sumariamente como lo imposible de saber, la induce a afinar cada 
vez más una escritura genética: para descubrir nuevos genes, para reducir 
todos los casos de ambigüedad sexual gracias al examen del genotipo, etc. 
La etología y la biología, una por la observación de las señales sexuales del 
acoplamiento, la otra por el establecimiento de escrituras genéticas, subor­
dinan el sexo a la reproducción y realizan, cada una en su dominio, una 
especie de escritura de la relación sexual. Pero ésta es letra muerta para el 
inconsciente. 
En el campo del psicoanálisis, comprobamos que el inconsciente tiene 
S. J. Lacan, "L'Étourdit", en Scilicet nº 4, París, Seuil, 1973, pág. 1 1 [traducción 
castellana: "El atolondradicho" , en Escansión nº 1 , Buenos Aires, Paidós, 1984]. 
6 . Cf. D. Leader, A quoi penses-tu?, París, Odile Jacob, 1996, y Les Promesses 
des amants. Soxe, amm1r < 'I fid"ité, París, Odile Jacob, 1 999. 
28 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
una dificultad estructural para responder a la excitación y las sensaciones 
corporales que desbordan al sujeto desde la infancia. Sabemos también 
que el sexo llega al niño en la forma de preguntas acuciantes, en principio 
conscientes y luego inconscientes, para las que tendrá que encontrar res­
puestas. Ése es el núcleo de la neurosis infantil: ¿cómo se hacen los niños ? 
¿ Cómo vine al mundo? ¿Cuál es la diferencia entre las chicas y los varo­
nes ? Las impasses del sexo en el ser hablante provienen del hecho de que 
en el inconsciente el sexo sólo se aborda por medio del lenguaje, y no de la 
unión de los gametos sexuales. De tal modo, se pueden oponer muy sim­
plemente la escritura de la relación sexual en el campo de la ciencia (biolo­
gía y etología ) y su no escritura en el campo del psicoanálisis como dos 
reales distintos; sólo el segundo tiene que tener en cuenta al primero, 
mientras que, por el momento, la recíproca no es verdadera.7 
¿QUIÉN ES EL PADRE DE QUIÉN? . 
El desfasaje entre esos dos reales se aprehende como límite en la prácti­
ca del psicoanalista. Pero también puede estimularlo, al enfrentarlo a des­
cubrimientos científicos que no debe ignorar: desde hace años se puede sa­
ber, de manera científicamente segura, quién es el padre de quién. Así, la 
máxima latina pater semper incertus (el padre es siempre incierto), citada 
por Freud, se bate en retirada por obra de la ciencia. El caso Montand, a 
fines de 1997, lo demostró: se puede hacer "hablar" al genotipo de un 
muerto y "obligar" eventualmente a éste a un "reconocimiento" jurídico 
de paternidad póstuma. La antigua noción del reconocimiento por el pa­
dre, que era una especie de adopción e implicaba por lo tanto su palabra, 
es sustituida por un procedimiento en que ya no hace falta palabra alguna, 
cosa mucho más notoria cuando se trata de un muerto. Advertimos de tal 
modo la distancia con respecto a Freud, para quien el padre muerto era 
promovido a padre de la ley. Es cierto que, gracias a Lacan, desde enton­
ces los psicoanalistas relativizaron e incluso criticaron esta concepción 
freudiana del padre, en beneficio de una noción más utilitarista (¿para qué 
sirve un padre? ) . El caso Montand no deja de ser por ello un signo de la 
pérdida de valor del "padre muerto" freudiano. Corresponde al psicoaná­
lisis, sin embargo, afirmar en primer lugar la no equivalencia de un "reco-
7. Sobre la ambición del psicoanálisis en cuanto a la consideración científica, 
cf J. Lacan, "La science et la vérité" ( 1966), en Écrits, París, Seuil, 1966, pág. 874 
[traducción castellana: "La ciencia y la verdad", en Escritos 2, 10" edición, Méxi­
co, Siglo xxr, 1984], y "Note aux Italiens" ( 1973) , en Omicarf nº 25, París, Na­
varin, 1982. 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 29 
nocimiento" biológico legal y el reconocimiento-adopción que exige la pa­
labra del padre: la diferencia puede apreciarse en sus efectos sobre la des­
cendencia. Le corresponde, a continuación, recordar que ninguna certeza 
biológica impedirá a un hijo seguir dudando inconscientemente de la iden­
tidad de su padre, ni frenará la invención de una novela familiar y hasta la 
construcción de un delirio de filiación. 
Encontramos la misma oposición entre certeza y duda, esta vez certeza 
de la percepción y duda del inconsciente, en lo que se refiere a la diferen­
cia sexual: un niño puede ver perfectamente que las mujeres no tienen pe­
ne y seguir suponiendo la existencia de un falo en su madre. 
O bien uno puede estar convencido de que "todos los hombres son 
mortales" y, no obstante, creerse inconscientemente inmortal, etc. La cer­
teza en el campo de la ciencia, de la experiencia o de la percepción no 
siempre puede oponerse al inconsciente, para el cual la verdad se apoya 
sobre otra especie de prueba: la que afecta lo más íntimo de las razones de 
un sujeto. 
Para volver al problema del padre, ¿un psicoanalista responderá lo mis­
mo a un integrante de una pareja estéril, según exista o no la técnica de la 
inseminación que pueda sacarlos del apuro? ¿Contestará, como me conta­
ron una vez: "No tiene ninguna importancia que usted tenga un hijo con 
su marido o con otro hombre anónimo, porque el padre no es el progeni­
tor y el que cuenta no es éste sino el padre simbólico" ? 8 La analizante po­
dría reírse en la cara de quien se situara de manera tan intemporal frente a 
la ciencia. Los descubrimientos científicos tienen una incidencia real sobre 
el sujeto en análisis, y no habrá sino un diálogo de sordos entre quien di­
ga: "lo que cuenta es el padre simbólico" , y la mujer que responda, con su 
8 . "Padre simbólico" es una expresión de Lacan que designa al padre que sería 
el representante de la ley en el inconsciente, en oposición al progenitor o padre bio­
lógico. Como tal, el padre simbólico nunca se encarna y el concepto remite al mito 
del padre muerto en Tótem y tabú ( 1 ) (2). "Padre simbólico" se utiliza a veces co­
mo equivalente de "Nombre-del-Padre" o de "significante del Nombre-del-Padre" 
(3) (4) . 
(1 ) S. Freud, Tótem et tabou (1912), París, Payot, 1 995 [traducción castellana: 
Tótem y tabú, en OC, vol. 13, 1980]; (2) Cf J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV. La 
relation d'objet ( 1 956-1957), París, Seuil, 1994,pág. 210 sq. [traducción castellana: 
El Seminario de Jacques Lacan. Libro 4. La relación de objeto. 1956-1 957, Buenos 
Aires, Paidós, 1998]; (3 ) Cf J. Lacan, "D'une question préliminaire a tour traite­
mcnt possible de la psychose" (1958) , en Écrits, op. cit., págs. 556-557 [traducción 
Cil,Stcllana: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", 
t'll Escritos 2]; (4) J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'in­
wnscient freudien" ( 1 960), en ibid., págs. 8 12-8 13 [traducción ca�tellana: " Subver­
•ión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", en Escritos 2]. 
30 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
deseo de un hijo sostenido por la ciencia: "Hoy se pueden inyectar directa­
mente espermatozoides en un óvulo, sin ningún padre" o tal vez, muy · 
pronto: "Me pueden clonar idéntica ". 
En algunos países, se autorizan en nuestros días experiencias con los 
embriones de menos de catorce días. Se trata de estudiar la partenogéne­
sis, vale decir, el desarrollo como huevos de óvulos no fecundados por un 
espermatozoide. Hay interés también en la sexualización [sexage], esto es, 
la elección .del sexo del embrión e incluso su cambio eventual, por lo tanto 
en la selección inicial de varones y mujeres. El pretexto de estas investiga­
ciones es terapéutico. Existen enfermedades genéticas ligadas al sexo que 
de ese modo podrían prevenirse mediante la elección del sexo de los hijos. 
Pero si esta práctica es posible con un objetivo terapéutico, también lo es 
sin éL ¿Los psicoanalistas deben indignarse? ¿Deben decir, como la Igle­
sia, que esas investigaciones son inmorales? ¿ O bien, a la inversa, tienen 
que aplaudir ciegamente el progreso científico, aun cuando se perfila la 
posibilidad de una nueva segregación enmascarada por metas terapéuti­
cas? Nada impide, por cierto, que un psicoanalista participe en un comité 
de ética o milite a favor o en contra de tal o cual ley de adopción.9 Pero 
parece más interesante, más "fecundo", que los psicoanalistas elaboren 
respuestas específicas de su campo, y transmitan su saber fuera de él, a los 
científicos, los médicos, los juristas, los trabajadores de la salud mental, a 
todos . . . En 1 967, Lacan10 escribía que el psicoanalista no tiene " que va­
gar del humanismo al terror" y, por lo tanto, no debe atenerse a un dis­
curso ideológico, humanista o profético. El humanismo consistiría aquí en 
denunciar la ciencia sin conciencia o el terrorismo científico. El psicoanáli­
sis debe, más bien, responder a la ciencia con sus propios conceptos: por 
ejemplo el del sujeto, esencial. En otras palabras, debe elaborar una res­
puesta que implique la clínica del sujeto, que no es ni la de la generalidad, 
ni la de la analogía. El psicoanálisis parte de la verdad que determina a 
ese sujeto. Éste es un ser hablante y ya no únicamente un ser animal que 
se reproduce. 
A partir de lo que sabe del sujeto como ser hablante, el psicoanálisis 
puede dar su opinión sobre la clonación humana. El deseo de ser clonado 
manifiesta la conjunción del narcisismo y la pulsión de muerte, concebidos 
respectivamente corno amor a sí mismo y rechazo del otro (el clon es lo 
mismo) y deseo o, mejor, fantasma de inmortalidad (reproducción de uno 
9. Cf. G. Delaisi y P. Verdier, Enfant de personne, París, Odile Jacob, 1994. 
10 . J. Lacan, "Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l'École", 
en Scilicet nº 1 , París, Seuil, 1968, pág. 29 [traducción castellana: "Proposición del 
9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela ", en Mnm,mtns cruciales 
de la experiencia anaUtica, Buenos Aires, Manantial, 19 R7, 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 3 1 
mismo al infinito, más allá de l a propia muerte, a l precio eventual d e la 
destrucción de la especie ) . Es Thanatos contra Eros, para retornar los tér­
minos freudianos. 
LA SEXUALIDAD DE LOS LAGARTOS 
Pero el desfasaje entre el real de la ciencia y el del psicoanálisis en 
cuanto al sexo se aprecia también en ciertas vacilaciones del discurso cien­
tífico. Lo muestra una anécdota comentada en una obra sobre las contro­
versias científica s.1 1 Para la ciencia, la definición del sexo está ligada a la 
de la reproducción y a la idea de una relación sexual programada por el 
instinto, especie de saber innato, automático, pero que, no obstante, sigue 
dependiendo de cierto imaginario descripto por la etología. En efecto, el 
saber instintivo, corno lo mostraron las experiencias de Konrad Lorenz, 
puede contrarrestarse en determinados períodos del desarrollo animal, lla­
mados períodos críticos. Lorenz demostró que si se relacionaba, en un pe­
ríodo crítico, con gansos grises jóvenes, podía hacerse pasar por su madre. 
Su imagen, una vez inscripta corno la de la madre de los gansos, cambiaba 
el comportamiento sexual ulterior de éstos: su visión desencadenaba en 
ellos una ostentación sexual normalmente reservada a los congéneres, du­
rante los períodos reproductivos.12 Esta experiencia muestra que el saber 
instintivo animal sigue ligado al medio ambiente y lo imaginario, aquí a 
una imagen propiamente dicha, la "impronta" . (No se trata, en efecto, del 
mismo imaginario que en el ser hablante, que está estructurado, marcado 
por lo simbólico y el lenguaje.) Pero lo que es importante recordar aquí es 
que el instinto y la influencia de lo imaginario se consideran, desde el pun­
to de vista de la ciencia, en la perspectiva de la reproducción, y quedan su­
bordinados a un fin que es la propagación de la especie. 
Vayamos a nuestra controversia científica sobre la vida sexual de los la­
gartos de cola de látigo, así llamados porque en ciertas circunstancias agi­
tan la cola corno un látigo. Los lagartos se reproducen por partenogénesis, 
1 1 . H. Collins y T. Pinch, " La vie sexuelle du lézard a queue en fouet" , en Tout 
ce que vous devriez savoir sur la science, París, Seui l , 1992, pág. 148 (traducción 
castellana: El gólem: todo lo que deberíamos saber acerca de la ciencia, Barcelona, 
Crítica, 1996]. 
12. Cf. K. Lorenz, Évolution et modification du comportement ( 1966) , París, 
Payot, 1990, págs. 76-77 [traducción castellana: Evolución y modificación de la 
conducta, Madrid, Siglo XXI, 1979), y "L'empreinte", en Les Oies cendrées ( 1 988 ), 
1'11rí1, Albin Michel, 1989, págs. 108-109 [traducción castellana: Estoy aquí, ¿dón­
,J,, 11tás túf: etoiogla del ga11so gris, Barcelona, Círculo de Lectores, 1990). 
32 EL PSICOANÁLISIS Y L O REAL 
lo cual constituye una excepción entre los reptiles: la hembra pone huevos 
sin que ningún macho la haya fecundado y no hay, por lo tanto, ninguna 
herencia masculina. Un estudioso, David Crews, comprobó un comporta­
miento curioso: una lagarta que se montaba sobre otra y "remedaba" un 
acoplamiento, con los órganos sexuales en contacto. Ahora bien, pese a 
que los biólogos estaban de acuerdo sobre los hechos, estalló una discusión 
en cuanto a la significación que había que darles. En efecto, ese comporta­
miento, que coincidían en considerar como sexual, era aberrante desde el 
punto de vista de la reproducción de los lagartos y tampoco tenía una fun­
ción desencadenante de la reproducción partenogenética en ninguna de las 
dos hembras. De allí una disputa científica para determinar si los actos 
aberrantes no eran provocados por el cautiverio de los animales: ese com­
portamiento no se habría producido si hubiesen estado en libertad, decían 
unos. Por desdicha, respondían los otros, esa actitud de las lagartas es im­
posible de observar en libertad, ¡porque se escapan! El problema, en conse­
cuencia, era insoluble, y no se resolvió. Pero lo que nos interesa aquí es que 
el espíritu científico se haya sentido desconcertado por un comportamiento 
que él mismo calificaba de sexual, pero que no tenía vínculo alguno con la 
reproducción ni, por lo tanto, con el sexo en la perspectiva científica. 
¿Por qué llamarlo sexual, entonces ? Desde el punto de vista de la cien­cia, no hay ninguna razón para calificar así el hecho de que dos lagartas se 
monten si no les sirve para reproducirse. En cambio, para los observadores 
humanos esa actitud es un acoplamiento que evoca automáticamente el 
campo de la sexualidad. Sugiere una satisfacción desconectada de la repro­
ducción, una satisfacción que no serviría aquí para nada desde la perspec­
tiva de la propagación de la especie, pero que estaría abierta a la dimensión 
que Freud llamaba de las "aberraciones sexuales" . 13 Un comportamiento 
que evoca de ese modo lo humano en el animal suscita de inmediato, en- . 
tonces, una disputa científica. Esta vacilación del espíritu científico se ma­
nifiesta en el límite del discurso de la ciencia, donde aflora un real que le es 
heterogéneo, el del campo del goce de los cuerpos, desconectado de las fi­
nalidades de la reproducción en el ser hablante. 
EL CAMPO DEL GOCE 
Aclaremos qué entendemos por "campo del goce" . 14 "]ouir" ["gozar" ] 
es uná vieja palabra de la lengua francesa, que se encuentra más en Racine 
13. Título de la primera parte de los Trois essais sur la théorie sexuelle, op. 
cit., pág. 35. 
14. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII. L'Envers de la psycha11aly11 ( 1 969-
-· 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 33 
y Corneille que en la lengua de nuestros días, con excepción del vocabula­
rio del derecho y de ciertas expresiones muy "privadas" . En referencia a la 
libido o las pulsiones, Freud utilizaba el término "satisfacción" (Befriedi­
gung), tanto en su uso corriente como en el contexto del síntoma, en el 
que se la experimenta como un padecimiento a causa de la represión. "La 
satisfacción que nace del síntoma es de naturaleza curiosa", escribe. 15 
"Gozar" significa obtener provecho, agrado, placer de algo. Pero una 
observación de E. Littré devela su ambigüedad: "Puesto que implica una 
satisfacción, no se habla de gozar con respecto a las cosas malas. [ . . . ] Sin 
embargo, cuando la cosa mala en cuestión: desdicha, pena, sufrimiento, 
puede considerarse, por una osadía del escritor, como algo con que el al­
ma se satisface, entonces gozar está muy bien empleado" . De tal modo, se­
gún Littré, se puede utilizar la expresión "gozar de su dolor" . 
Esta riqueza semántica hizo que Lacan l a eligiera para designar los fe­
nómenos descriptos por Freud como "más allá del principio de placer" , 
porque implican una destrucción de la homeostasis exigida por ese princi­
pio: ni tanto ni tan poco. "Goce" designa entonces tanto el exceso de pla­
cer, la satisfacción demasiado intensa para el sujeto, como el sufrimiento 
que puede resultar de una excitación interna prolongada que trastorna el 
equilibrio requerido por el principio de placer. Freud daba diversos ejem­
plos de ello: 1 6 el juego del niño que evoca la separación dolorosa con res­
pecto a su madre, la pesadilla de la neurosis traumática, la compulsión de 
repetición del neurótico que le hace reproducir acontecimientos penosos, 
la resistencia terapéutica negativa, etc. Llamó "pulsión de muerte" la ten­
dencia, más fuerte que el principio homeostático de placer, responsable de 
esos fenómenos. Si toda pulsión apunta a la satisfacción, lo hace apoyada 
por la pulsión de muerte: no hay Eros sin Thanatos. Lacan, luego de Me­
lanie Klein, tomó en serio la pulsión de muerte y quiso precisar su metap­
sicología mediante la introducción del "campo del goce" . 17 El polimorfis-
1970), París, Seuil, 1991 , pág. 93 [traducción castellana: El Seminario de Jacques 
Lacan. Libro 1 7. El reverso del psicoanálisis. 1969-1970, Buenos Aires; Paidós, 
1992]. 
15 . S. Freud, Introduction a la psychanalyse, op. cit., pág. 344. 
1 6. S. Freud, "Au-dela du príncipe de plaisir" ( 1 920), en Essais de psychanaly­
se, París, Payot, 1981 , capítulos 2 y 3, pág. 49 [traducción castellana: "Más allá 
del principio de placer" , en OC, vol. 1 8 , 1979] . 
1 7. El seminario de La ética del psicoanálisis circunscribe ese campo como el 
de "la cosa" (das Ding). Para Freud, la cosa se define a partir del primer partenaire 
del sujeto, la madre o un sustituto materno, "el prójimo" (das Nebenmensch). Ese 
primer otro es la "primera potencia" que lleva al sujeto su primera satisfacción y 
rn primer displacer. A partir de sus experiencias anteriores, el stjeto separa a ese 
otro en dos partes. Unn incluye el conjunto de los atributos de la cosa, que él pue-
34 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
mo del goce, notorio en el carácter heteróclito de la lista freudiana de 
"Más allá del principio de placer", se debe a los desvíos de la pulsión que 
" juega ardides" con la represión para alcanzar su meta: l a satisfacción. De 
allí, a veces, su índole extravagante, extraña e irreconocible. Así, "el hom­
bre de las ratas" , un neurótico obsesivo analizado por Freud, es presa de 
un " goce que él mismo ignora" al rel atar un fantasma a su analista.18 De 
allí, también, la variedad de modalidades del goce sexual de un sujeto al 
otro, y la "perversión pol imorfa" del niño, cuyos modos de gozar no se re­
ducen a l a genitalidad. Las primeras sensaciones genitales del niño son 
trastornadoras, a punto tal que no puede identificarlas ni localizarlas. El 
órgano genital, que escapa a todo control, puede incluso parecerle fuera 
del cuerpo. Se convoca entonces al lenguaj e a interpretar esas primeras ex­
periencias: de ello resultan esas curiosas elaboraciones de saber,° las "teo­
rías sexuales infantil es" . 19 
Stoller20 nos transmitió las valiosas observaciones de un psiquiatra clí­
nico sobre el transexualismo. Pero su teoría del género sigue dependiendo, 
de manera velada, de una concepción biológica del sexo. Actitud paradóji­
ca, porque en los sujetos transexuales de quienes se ocupa, se trata de fe­
nómenos que incumben al campo del goce y no están subordinados a la re­
producción. Pensar el sexo como subordinado a l a reproducción es creer 
que existe una rel ación sexual "natural" entre dos cl ases, los machos y las 
hembras, reconocibles en sus atributos. La noción de género sirve entonces 
para fundar una tercera clase, cuya identidad se define mediante atributos 
de reconocer e identificar. La otra es lo imposible de identificar: la cosa. A conti­
nuación, Lacan reemplaza el concepto de la cosa por el del "Otro del goce" (cf. i11-
fra, capítulo v, pág. 1 55 sq. ) . Intenta elaborar una topología ( "el espacio del go­
ce" ) y una lógica del goce. Cuando, al referirse a la sustancia en Aristóteles, habla 
de "sustancia gozante", quiere insistir en el valor real de ese campo del goce. Cf. J. 
Lacan, Le Séminaire. Livre VI/. L'éthique de la psycha11alyse ( 1959-1960) , París, 
Seuil, 1986 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. Libro 7. La éti­
ca del psicoanálisis. 1 959-1 960, Buenos Aires, Paidós, 198 8); S. Freud, "Esquisse 
d'une psychologie scientifique" ( 1 895), en La Naissance de la psychanalyse, París, 
PUF, 1 979, capítulo 1 7, "Mémoire et jugement", págs. 347-349 [traducción caste­
llana: Proyecto de psicología, en OC, vol. 1, 1982); J.-A. Miller, L'Orientation la­
caniemze ( 198 1-1 997), inédito. 
18 . S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle (l'homme aux 
rats ) " ( 1909), en Cinq psychanalyses, op. cit. , pág. 207 [traducción castellana: A 
propósito de un caso de neurosis obsesiva, en OC, vol. 1 0, 19 80). 
19 . S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" ( 1908), en La Vie sexuelle, op. 
cit. [traducción castellana: "Sobre las teorías sexuales infantiles", en O C, vol. 9, 
1979). 
20. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit. 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 35 
psíquicos concebidos con tanta rigidez como los criterios anatómicos ( l a 
convicción de ser una mujer en un cue.rpo de hombre, por ejemplo). Un su­
jeto, reconocido a su pedido como perteneciente a esa tercera clase -en l a 
cual el género no corresponde al sexo anatómico-, tiene entonces funda­
das razones para reclamar una operación quirúrgica.El problema es que el 
clínico que se apoya en esta teoría, calcada a fin de cuentas sobre el mode-· 
lo biológico, se ve inducido a adherir al delirio del sujeto hasta en sus 
eventuales consecuenci as mutiladoras. Por eso es importante delimitar con 
rigor los modos de intervención sobre la sexualidad de un sujeto habl ante. 
La sexualidad humana no compete únicamente a la biología; la rel ación 
del sujeto con el lenguaje la subvierte. 
Esa relación implica ya un corte entre el animal, al margen del lengua­
je, y el ser humano, al que Lacan rebautizó " habl anteser", lo que significa 
" ser hablante" que sólo tiene ser por la pal abra, y cuyo organismo no se 
convierte en cuerpo sino por efecto del lenguaj e. Este corte acompaña el 
que divide los dos reales del sexo que tratamos de distinguir, el real cientí­
fico y el real del campo del goce, al cual da acceso el discurso analítico. 
EL REAL BIOLÓGICO 
El real científico, aquí biológico, es el que la ciencia elabora desde Dar­
win y Weismann, que fueron referenci as de Freud. Fran�ois Jacob nos in­
dica el real en juego en este caso:21 "Para la biología moderna, todo ser vi­
viente se forma graci as a la ejecución de un programa inscripto en sus 
cromosomas". 
Cada niño concebido por una pareja determinada es el resultado de 
una " lotería genética". Mediante innumerables c9mbinaciones a partir de 
un número finito de genes, el azar produce l a diversidad genética de los se­
res vivos: " Si hay que ser dos para reproducirse, es para hacer otro".22 No 
conocemos ni el algoritmo ni la lógica interna de ese programa, pero los 
científicos postulan que en él se incluyen l a información genética de un or­
ganismo viviente, la inscripción de los planes de su futuro desarrollo, etc. 
2 1 . F. Jacob, Le Jeu des possibles, París, Fayard, 1981 , col. " Biblio essai s", 
pág. 22 [traducción castellana: El juego de lo posible, Barcelona, Grijalbo Monda­
dori, 1997) . Cf. también, del mismo autor, La Logique du vivant, une histoire de 
/'hérédité, París, Gallimard, 1970 [traducción castellana: La lógica de lo viviente: 
una historia de la herencia, Barcelona, Tusquets, 1999], y La Souris, la mouche et 
l'homme, París, Odile Jacob, 1997 [traducción castellana: El ratón, la mosca y el 
hombre, Barcelona, Crítica, 1 998) . 
22. F. Jacob, J,, ]1!11 des pouibles, op. cit. , pág. 23. 
36 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
La teoría de la evolución implica la restricción de la reproducción sexua­
da, _que hace funcionar esta " lotería" por las distintas combinaciones de 
genes posibles. De tal modo, la ciencia puede escribir una "relación se­
xual" definida por esa combinación de las células sexuales masculinas y fe­
meninas y la combinatoria de los genes que la acompaña. Sabemos que re­
cientemente se produjeron avances muy importantes en el conocimiento de 
esos genes, y en particular de los sexuales, como el descubrimiento en 
1994 del gen de la femineidad DSS, responsable, entre otras cosas, de cier­
tas anomalías sexuales. El real biológico así delimitado se ajusta a la expe­
riencia, que, como lo recuerda F. Jacob, no está ligada a la idea de la ver­
dad -no existe verdad absoluta, total, ni siquiera en la ciencia- sino a la 
teoría que permite construir esa experiencia.23 
No obstante, esta escritura refinada de las combinaciones genéticas de 
la biología moderna induce siempre a efectuar clasificaciones de especies, 
por ejemplo la existente entre hombres y mujeres. Esta clasificación obede­
ce a una lógica del atributo: los hombres son quienes tienen el pene, las 
mujeres son quienes no lo tienen; por un lado, aquellos que tienen el rasgo 
positivo, por el otro, aquellas que tienen el rasgo negativo. Desde luego, 
gracias a los progresos biológicos y genéticos estos criterios anatómicos se 
pormenorizaron, y esto lleva a delimitar dos clases más precisas, pero con 
una zona de incertidumbre entre ambas . Esta zona concierne a las . perso­
nas con un sexo ambiguo. La biología no logra eliminarla por completo, 
aunque sus progresos la reducen día a día. Esta lógica de la clasificación 
sigue siendo la de Aristóteles, quien construye un ensamblaje de géneros y 
especies que contienen individuos: "Por ejemplo, el hombre individual en­
tra en una especie, que es el hombre, y el género de esta especie es el ani­
mal" .24 Establece así un árbol de géneros y especies. Dos géneros. son dife­
rentes y no subordi,iados entre sí si es posible distinguirlos por una 
"diferencia específica" . Por ejemplo, "animal bípedo y terrestre" se opone 
a "animal alado y acuático" , dentro del género "animal" .25 Veremos que 
si bien esta lógica de la clase y el atributo conviene a la identificación apo­
yada sobre rasgos diferenciales, no es suficiente para explicar la sexuación 
de un sujeto. 
23. !bid. , pág. 1 1 3 . " ¡Como si en el diálogo entre la teoría y la experiencia, los 
hechos tuvieran la palabra primero! Una creencia semejante es simplemente falsa., 
En la marcha científica, quien tiene la primera palabra es siempre la teoría. " 
24. Aristóteles, Organon, Catégories, 5: "La substance", traducción de Tricot, 
París, Vrin, 1969, pág. 7 [traducción castellana: Categorías, en Tratados de lógica 
(Organon), vol. 1 , Madrid, Gredos, 1982J. 
25. !bid., Catégories, 3, 4, pág. 5. 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 3 7 
LO REAL COMO IMPOSIBLE 
El real implicado por el discurso analítico tiene por marco el dispositi­
vo analítico inventado por Freud, que es un dispositivo de habla. El len­
guaje, por lo tanto, es el primer marco del método psicoanalítico, que im­
plica la asociación libre, esto es, el hecho de decir " todo" lo que se nos 
ocurre. El dispositivo analítico requiere también la interpretación del ana­
lista. Los sujetos en análisis, los analizantes, tienen la impresión de que 
son ellos quÍ"enes hacen toda la cura. Pero el analista, sin embargo, es ope­
rador, actor, agente. Es el que menos habla, pero debe saber intervenir en 
el momento preciso y callarse en otros. Su deseo, en consecuencia, es cru­
cial en el asunto y forma parte del dispositivo analítico. Así, el real en 
cuestión, su producción, su deducción, están intrínsecamente ligados a lo 
que Lacan llamó el deseo del psicoanalista.26 Ese real, pues, no incumbe al 
campo de la ciencia, cuyo real, por su parte, no depende del deseo del ex­
perimentador. 
Decir que el real implicado por el discurso psicoanalítico no es el real 
de la ciencia no quiere decir que no sea definible. Lacan, por otra parte, 
definió lo real como imposible tanto para la ciencia como para el psicoa­
nálisis. Empero, como ya lo aclaramos, la imposibilidad en cuestión no es 
la misma. En el caso de la ciencia, se trata del límite que la experiencia y la 
práctica científica pueden oponer a la escritura de leyes universales. Para el 
psicoanálisis, se trata ante todo de la inexistencia de una ley universal que 
aparee al hombre y la mujer: no hay escritura de la relación sexual. Esta 
imposibilidad tiene consecuencias sobre el goce de ambos . Antes de abor­
dar este punto, examinemos dos referencias de la definición lacaniana de 
lo real como imposible: la lógica y la relación primordial del niño con el 
pecho. 
La lógica moderna implica la escritura de fór.mulas que se encadenan. 
Esta escritura choca con impasses que, si se intenta reducirlas, circunscri­
ben finalmente un imposible. Este imposible es para Lacan el paradigma 
de un real captado a partir de una demostración. La lógica demuestra ser 
así, más que cualquier otra, "ciencia de lo real" :27 para Lacan, el teorema 
26. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de 
la psychanalyse ( 1964 ) , París, Seuil, 1973, pág. 14 [traducción castellana: El Semi­
nario de Jacques Lacan. Libro 1 1 . Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa­
nálisis. 1 964, Buenos Aires, Paidós, 1986] . Cf. también S. Cottet, Freud et le désir 
du psychanalyste, París, Navarin, 1982 [traducción castellana: Freud y el deseodel 
psicoanalista, Buenos Aires, Manantial, 1984 J . 
. 27. J. Lacan, Le S6mi11aire. Livre XXI. Les non-dupes errent (1 973-1974) , iné­dito, clase del 1 2 de febrero de 1974. 
3 8 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
de incompletitud de Godel, al que a veces ahide,28 es el ejemplo princeps 
de este abordaje lógico de lo real. 
¿ Cómo puede la práctica del psicoanálisis, basada en la asociación li­
bre, esto es, en el hecho de decir todo lo que viene a la mente, llevar a un 
real definido de manera tan exigente? No puede sino tratarse de una ana­
logía, pues la palabra no es una escritura lógica. La idea es que en un aná­
lisis se produce cierta decantación de la palabra, que podemos esquemati­
zar mediante una construcción de tres niveles. En el primero están el 
dispositivo analítico y la asociación libre resultante de él. En el segundo, la 
producción por parte del analizante de un "decir verdadero" , de un saber 
salido del inconsciente. Ese saber, que el analizante supone ya existente, en 
realidad se inventa sobre la marcha en el análisis, gracias al encuentro de 
su deseo y el deseo del analista. El goce del sujeto polariza ese "decir ver­
dadero", lo imanta hacia determinados puntos. En efecto, el criterio de la 
verdad es para un sujeto lo que lo hace gozar.29 ¡Nos encontramos aquí 
muy lejos de las ideas platónicas! El ejemplo más sorprendente es la creen­
cia infantil de que todas las mujeres tienen un pene. Esa creencia se apoya, 
en efecto, sobre el goce masturbatorio que el niño obtiene de su propio ór­
gano considerado como fálico: pene o clítoris. Dejar de estimar verdadero 
este "todos los seres vivientes tienen pene" pondría en peligro su goce, a 
causa de la castración que a la sazón amenazaría su órgano. De manera 
más general, como Freud lo puso de manifiesto,3° las teorías sexuales in­
fantiles son teorías del goce del sujeto, consideradas por ello como verda­
deras. Son el basamento sobre el cual se elaboran los fantasmas. Por lo 
tanto, en el segundo nivel, el decir verdadero producido por el analizante 
se imanta alrededor de ciertos puntos que localizan su goce, en los cuales 
el saber y éste se anudan desde la infancia y determinan fantasmas y sínto­
mas que llevan al individuo al análisis. 
En el tercer nivel situamos lo real. ¿ Cómo pasar de ese "decir verdade­
ro" ligado a la palabra y que no cesa de decirse, a un real concebido como 
la "escritura" de un imposible? La apuesta del fin del análisis reside en esa 
"reducción a lo imposible", para hablar como Zenón de Elea, que sería el 
inventor de este tipo de prueba lógica.3 1 El goce está enganchado a ciertos 
28. J. Lacan, "Radiophonie", en Scilicet nº 2/3, París, Seuil, 1 970, págs. 79-80 
[traducción castellana : "Radiofonía", en Psicoanálisis: radiofonía y televisión.., Bar­
celona, Anagrama, 1 980] . 
29. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvn . . . , op. cit., "Vérité sceur de jouissan­
ce", pág. 61 , y J.-A. Miller, "Le vrai, le faux et le reste", en La Cause freudiemie, 
revue de psychanalyse nº 28, París, Publications de L'ECF-ACF/Seuil, 1994. 
30. Cf. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. ci.t., capítulo 2, pág. 1 9. 
31 . R. Blanché, La Logique et son histoire, d'Aristote a Russe/1, París, Armand 
Colín, 1970, pág. 1 8 . 
-
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 3 9 
significantes,32 encerrado por su red articulada, concentrado e n algunas 
palabras o locuciones de la lengua, que a veces fueron incluso inventadas 
por el sujeto niño, cuando empezaba a hablar. De hecho, en el inconscien­
te se inscribe muy poco del goce. Lo que encontramos en él es, sobre todo, 
la castración como marca de la pérdida de goce, cicatriz de la interdicción 
del goce registrado por el sujeto con la forma de ley. El inconsciente, por 
lo tanto, está constituido por esos significantes, huellas del goce, pero en 
cuanto éste fue precozmente negado, expulsado, prohibido, reprimido.33 A 
partir de esos tenues indicios, el sujeto hace una reconstrucción de su his­
toria infantil. Pero el goce o, mejor, lo que le queda de goce tras su inter­
dicción por la castración, se mantiene en ella circunscripto precisamente 
por huellas significantes y por ende localizado, pero no está representado 
en el inconsciente. Eso es lo que llevaba a Freud a hablar de "construccio­
nes en el análisis" ,.34 porque no todo se rememora. 
Esta estructura se verifica al pie de la letra en algunos casos de histeria. 
Así, una joven, Valérie, no dejaba de vivir rupturas amorosas. Se quejaba 
de esta repetición dolorosa que veía como su síntoma esencial. En efecto, 
era incapaz de construir nada con un hombre. El análisis mostró que pade-
32. Estos " significantes" son fonemas, palabras e incluso fragmentos de pala­
bras o frases, los Wahrnehmungszeichen (signos de percepción) de la "Carta 52" 
de Freud a Fliess ( 1 ) , comentada por Lacan en L'Éthique . . . , op. cit. Son los ele­
mentos discretos de la lengua, portadores de la significación y que, yuxtapuestos, 
forman "la cadena significante". Lacan utiliza los términos "significante" y "signi­
ficado" en referencia a F. de Saussure (2 ) . Pero los convierte en disimétricos al 
plantear "la incidencia del significante sobre el significado" (3 ) . Por otra parte, su­
prime el recorte vertical saussuriano de uno y otro, para hacerlos relativamente in­
dependientes. Los puntos de la cadena significante en que significante y significado 
están anudados se llaman entonces "puntos de almohadillado" (4 ). 
( 1 ) S. Freud, La Naissance de la psychanalyse, op. cit., pág. 153 sq. [traducción 
castellana: " Carta 52", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, en OC, vol. 
1 , 1982] ; (2) F. de Saussure, Cours de linguistique générale, París, Payot, 1972 
! traducción castellana: Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada, 1978] ; 
(3 ) cf. J. Lacan, "L'instance de la lettre dans l'inconscient ou la raison depuis 
Freud" ( 1957), en Écrits, op. cit. , pág. 515 (traducción castellana: "La instancia de 
In letra en el inconsciente o la razón desde Freud" , en Escritos 1 , 10" edición, Mé­
,dco, Siglo XXI, 1984]; (4) cf. Le Séminaire. Livre III. Les psychoses ( 1 955-1956) , 
l'nrís, Seuil, 1981 , pág. 293 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. 
I.ibro 3. Las psicosis. 1 955-1 956, Buenos Aires, Paidós, 1984]. 
33 . Cf. S . Freud, "Die Verneinung" (1925), "La négation", en Résultats, idées, 
11roblames, 1 1 ( 1 921-1938 ) , París, PUF, 1 985, pág. 135 [traducción castellana: "La 
1w�11ción", en OC, vol. 1 9, 1 979]. 
�4. S. Freud, "Constructions dans l'analyse" ( 1937), en RésulXJts . . . , op. cit., pág. 
1 1, • 1 1 traducción castellano: "Construcciones en el análisis", en OC, vol. 23, 1980]. 
40 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
cía una amnesia infantil selectiva. Su padre se marchaba regularmente de 
viaje y la dej aba sola con su madre. Ahora bien, ella recordaba muy b ien 
los intervalos de ausencia y los regresos del padre, pero en absoluto esos 
momentos de "ruptura " que eran sus partidas. Estaban en blanco en su in­
consciente, hasta el día en que una serie de sueños permitió reconstruir 
que durante esas ausencias ella se acostaba en la cama de la madre. Así, la 
ruptura tan temida tenía la significación de un goce incestuoso con la ma­
dre. El interdicto de ese goce se traducía por la borradura del recuerdo, un 
blanco en la cadena significante. Pero el goce se conmemoraba en cada 
ruptura con un amante: " ¡ Desde el momento en que tengo una relación 
-decía Valerie-, espero la ruptura! Tengo la impresión de que es lo único 
que importa " . Ese momento, en sí mismo no sexual, tenía sin embargo un 
valor de goce. Había tomado el lugar de un "plus de gozar",35 es decir, un 
valor de goce superior al del acto sexual, en la relación con sus parejas. Es 
un ejemplo de lo que Lacan llama objeto a. 
Así, el "decir verdadero" deja en blanco en el inconsciente algo imposi­
ble de imaginar, nombrar o representar, que Lacan conceptualizócomo 
objeto a. Al fin del análisis, el sujeto no tiene más que deshacerse de él, 
tras haberlo recorrido una y otra vez en detalle, de huella en huella, y ex­
perimentado la fuerza de ese resto como "empuje-al-gozar" en la repeti­
ción que atormenta su vida. En el campo del psicoanálisis, lo real definido 
como imposible implica siempre el goce del sujeto. 
Éste nos lleva a una segunda referencia de Lacan para lo real como im­
posible: el proceso primario freudiano. Cuando el recién nacido empieza a 
despertarse, vemos que hace movimientos de succión. Logra así volver a 
dormirse, a veces con una apariencia de beatitud, sin que se le haya dado 
nada de comer. Freud reconoce una alucinación del pecho materno que 
produce una satisfacción y permite una prórroga del sueño. Al cabo de un 
momento, el recién nacido, no obstante, va a llorar y reclamar el "verda­
dero" pecho. La alucinación de éste ya no basta para satisfacerlo, el "pro­
ceso primario" que genera esa alucinación no logra mantener la homeosta­
sis del principio de placer. El sujeto se topa allí con un primer real, algo 
imposible de evitar, el hambre que termina por despertarlo. 
Pero entonces entra en juego un segundo real: el pecho buscado y even­
tualmente encontrado en la realidad, el de la madre, la nodriza o la tetina 
del biberón, no es igual al pecho cuya imagen, alucinada por el proceso 
primario a partir del objeto pecho ya perdido, dejó huellas inscriptas en el 
inconsciente. Esos intentos de recuperar el objeto en la realidad constitu-
35. J. Lacan, "Radiophonie", op. cit., págs. 67 y 99 . Para el concepto de "plus 
de gozar", cf. G. Miller, Les Pousse-au-jouir du maréchal Pétain, París, Seuil, 
1975, col. "Connexions du Champ freudien" . 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 4 1 
yen el "proceso secundario" , también subordinado a l principio de placer. 
En el Proyecto de psicología,36 Freud describe muy bien los tanteos y mo­
vimientos de cabeza del bebé, que conserva en la memoria el pecho visto 
de frente, y al que se presenta el pecho visto de costado. La criatura procu­
ra colocarse de manera tal que pueda hacer coincidir la percepción y la re­
presentación mnemónica: ¡ trabajo de titanes! 
Hay por lo tanto dos imposibles, dos encuentros del sujeto con lo real . 
El primero es el fracaso del proceso primario que tropieza con el escollo de 
la necesidad. El segundo es el hallazgo imposible en la realidad del objeto 
pecho perdido, a partir de su matriz fantasmática. Ese real concierne al 
proceso secundario, pero en cuanto se articula con el proceso primario.37 
Es interesante señalar que si Lacan se inspira en la lógica moderna pa­
ra abordar lo real como imposible, lo hace para mantenerse muy cerca de 
Freud: "El proceso primario no encuentra de real nada más que lo imposi­
ble, lo cual, en la perspectiva freudiana, sigue siendo la mejor definición 
que pueda darse de él" .38 El concepto de real echa sus raíces en la clínica 
freudiana desde los comienzos del psicoanálisis. 
Precisemos ahora la manera en que el discurso analítico circunscribe el 
real del sexo. La formulación de Lacan en la década de 1970 es radical, 
como lo hemos visto . Para el ser hablante, la relación sexual que la biolo-· 
gía inscribe en el animal -o en el hombre concebido como animal- no 
existe. Esto no significa, por supuesto, que entre los humanos no exista el 
acoplamiento, sino que éste no les basta para reconocerse mutuamente ni 
para definirse como sexuados. La relación con el lenguaje subvierte la na­
turaleza y el instinto animal programados. Puede suceder que uno piense 
en convertirse en hombre o mujer a través del acto sexual, pero esto es pu­
ramente imaginario: no demuestra nada al sujeto con respecto a su ser se­
xuado. El acto sexual no permite la subjetivación del sexo, cosa que la 
neurosis pone de manifiesto. 
36. S. Freud, "Esquisse d'une psychologie scientifique", en La Naissance . . . , op. 
cit. , ( 1 5 ) " Les processus primaire et secondaire en 'I'" , pág. 344, y ( 1 6) "La pensée 
cognitive et reproductrice " , pág. 346 : "Supongamos, por ejemplo, tomando el caso 
del bebé, que la imagen mnemónica deseada sea la del pecho materno y sus pezones 
vistos de frente. Supongamos además que esa criatura comienza a percibir el mismo 
objeto, pero de costado, sin el pezón. Conserva en su memoria el recuerdo de una 
1 xperiencia vivida fortuitamente mientras mamaba, la de un movimiento de cabeza 
pal'ticular que transformó el aspecto de frente en aspecto de costado. La imagen de 
1:1Jstado que mira ahora lo incita a mover la cabeza porque, por experiencia, ha 
11prendido que debe hacer el movimiento inverso para obtener una vista de frente " . 
37. Cf. también "La négation", op. cit. , pág. 1 3 8 . 
38 . J . Lacan, "De nos antécédents" ( 1 966), en Écrits, op. cit. , pág. 6 8 (traduc­
dón castellana: "De nuestros antecedentes" , en Escritos 1 ] . 
42 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
UN MITO DE LA DETUMESCENCIA Y 
DEL NACIMIENTO DEL LENGUAJE 
Lacan tuvo la oportunidad de meditar sobre los orígenes míticos del la­
zo entre la aparición del lenguaje y la sexualidad.39 ¿Fue la aparición del 
lenguaje la que proscribió la relación sexual? ¿Fue el hecho de que la rela­
ción sexual no pudiera escribirse lo que hizo hablar al hombre? Lacan sos­
tiene que " la detumescencia en el varón engendró esa apelación de un tipo 
especial que es el lenguaje articulado, gracias a lo cual se introdujo en sus 
dimensiones la necesidad de hablar" . Imaginamos así la decepción causa­
da por la detumescencia -¿en quién primero, el hombre o la mujer?-, que 
no provoca el grito bestial del aplacamiento de la satisfacción sino el lla­
mado, la aspiración articulada a otro goce, menos breve, sostenido por la 
palabra que, por su parte, puede durar, apoyada en una conversación infi­
nita entre los sexos; ¿por qué no? ¿No era eso lo que el cine norteamerica­
no de antes de la guerra, que prefería los semblantes hollywoodenses a los 
mitos de los orígenes, ponía en escena en sus comedias de costumbres? En 
The Awful Truth [La pícara puritanar ( 1 937), de Leo McCarey, vemos 
que en el ánimo de Cary Grant surge y se instala un malentendido con res­
pecto a su bonita esposa. ¿Es ella fiel o infiel? ¿Y él, ya que estamos? De 
hecho, tienen que divorciarse para intentar aclarar el malentendido surgi­
do entre ellos y poder, por fin, hablar. Pero la verdad se sustrae a ambos. 
¡Al final, se impone la conclusión de que hay que ser diferentes para ser 
los mismos! Pero The Awful Truth (La horrible verdad) bien podría ser 
que, al margen de esta conversación, de esta disputa amorosa infinita, no 
cabe esperar relación sexual alguna. 
Más simplemente, el mito de la detumescencia que crea el significante 
nos introduce en la significación del falo, que nace donde el órgano está 
más distante de la imagen fálica erigida. El pene no es el falo. La imagen 
fálica con que nos topamos más habitualmente representa un pene corta­
do en la base y con una erección eterna; lo inverso de la detumescencia, 
por lo tanto. Y sólo el significante puede suscitar la idea de la eternidad, 
contrariamente al órgano o al ser viviente amenazados por la desapari­
ción. Pero el corte en la imagen fálica muestra que el falo está íntimamen­
te asociado a lo que parecía, sin embargo, destinado a conjurar: el peligro 
de la castración. Más aún, es su símbolo y se convierte en su significante. 
39. J. Lacan, Le Savoir du psychanalyste ( 1971-1972), inédito, clase del 3 de 
marzo de 1972, o Le Séminaire. Livre XIX • . • ou pire ( 1971-1972), clase del 19 de 
enero de 1972, o "L'Étourdit", op. cit., pág. 1 1 . 
'' Cuando se mencionan filmes, ponemos entre corchetes el título con que s e 
los conoció en la Argentina (n. del t . ) . 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 43 
Ése es el símbolo que asedia la sexualidad del neurótico40
 y reina en su in­
consciente. Donde es la conmemoración de la pérdida de goce que Freud, 
como yavimos, sitúa al comienzo de la vida, con los procesos primario y 
secundario. 
LA CAUSA Y LA MÁSCARA 
Resumamos lo precedente enunciando la equivalencia entre la inexis­
tencia, la imposibilidad de la relación sexual, por una parte, y la existencia 
del falo, por la otra, en el inconsciente. De ello resulta que, entre los goces, 
el sexual sólo se representa como fálico y, por lo tanto, ligado a la castra­
ción. Por eso, puede llamarse al falo " la causa y la máscara "41 de la no re­
lación sexual. 
Es su causa, en el sentido antes mencionado. Si no fuera el único signi­
ficante que localiza el goce, si hubiera dos, la relación sexual podría escri­
birse, formalizarse de una vez por todas: entre el falo y el agujero, por 
ejemplo -agujero y no vagina, porque lo que nos interesa aquí no es el ór­
gano sino el símbolo-. De tal modo, las representaciones imaginarias de la 
relación sexual se basan en una polaridad, una dualidad imaginaria: el hilo 
y la aguja, el varón y la niña, el pene y la vagina, el más y el menos, el yin 
y el yang, etc. Esas dualidades hacen creer en la relación sexual, alimentan 
su ficción. Pero estos pares imaginarios no hacen más que encubrir, velán­
dola, la imposibilidad de un "dos" representable como relación en el in­
consciente. No olvidemos lo que nos enseña el mito precedente: el goce se­
xual se simboliza como fálico por los dos lados. Debido a ello, el falo es el 
obstáculo a la relación sexual. La clínica nos lo muestra, sobre todo por el 
lado de los hombres: en lugar de gozar de una mujer, el hombre goza del 
si�ificante fáli�o.42 En lugar de ser un medio, un instrumento de comuni­
cación entre los sexos, se convierte en el obstáculo a su encuentro: cada 
uno, aunque según modalidades distintas, goza del falo y no del otro. 
El falo como máscara nos remite a dos referencias. Una, clínica, está se­
ñalada en la historia del psicoanálisis por el artículo " La femineidad como 
40. Esto no vale para los sujetos calificados de psicóticos, en quienes la signifi­
cación fálica no funciona. Cf. infra, capítulo 11, pág. 50, nota 13 , y pág. 69, nota 
73; también capítulo IV, pág. 105 sq. 
41 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI . . . , op. cit., clase del 12 de febrero de 
1 974. 
42. J. Lacan1 Le Séminaire. Livre XX. Encare ( 1972-1973), París, Seuil, 1975, 
pág. 1 3 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aun. 
1 972-1 973, Buenos Aires, Paidós, 1989] . 
44 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
máscara" de Joan Riviere ( 1 929 ) .43 Se trata de una mujer que tiene éxito 
en todos los aspectos de su vida personal y profesional, pero que, cada vez 
que concreta una tarea pública bril lante, experimenta la necesidad de ha­
cer que un hombre de edad la confirme en su femineidad. El análisis nrnes­
tra que esta joven mujer cree tener el fa lo. La mascarada consiste aquí en 
hacer creer al otro que uno no tiene, porque cree tener, cuando en realidad 
no tiene. ¿La femineidad se reduce a esa mascarada ? No, sin duda. Pero lo 
i nteresante es l a idea del lazo -que proviene del lenguaje- entre ser ( una 
mujer) y no tener (el falo) . En 1958 , Lacan desarrolló esta dialéctica entre 
el ser y el tener en tres textos.44 En ellos hizo un aporte esencial a la teoría 
freudiana de la sexualidad femenina, al introducir, junto a l Penisneid o 
nostalgia de no tener el pene, la cuestión de ser el falo como una modali­
dad de la femineidad.45 Donde Freud se limitaba a la cuestión del tener, 
Lacan postuló la del ser como ligada al falo. 
Por otra parte, la teoría lacaniana del falo implica una crítica de la ló­
gica aristotélica, basada en la gramática de la frase: sujeto -cópula- atribu­
to. En esta lógica ,46 "ser" no es más que una cópula, una unión entre el 
sujeto y e l atributo, y no señala existencia alguna. Ahora bien, puesto que 
somos esto o aquello, creemos ser, pero ésta no es más que una il usión de­
bida a la estructura gramatical de la frase. Por ejemplo, por el hecho de 
decir "soy una mujer" o "soy un hombre" , uno se cree sexuado, pero esos 
atributos sólo fundan identificaciones imaginarias bajo las cuales el sujeto 
oculta un vacío fundamental . Fina lmente, el sujeto sucumbe ante esos atri­
butos, esas identificaciones que son del orden del semblante, del parecer,47 
43. J. Riviere, Féminité mascarad e. Études psychanalytiques réunies par M.-C. 
Hamon, París, Seuil, 1�94, pág. 197 [traducción castellana: La femineidad como 
máscara, Barcelona, Tusquets, 1979]. 
44. J. Lacan, Écrits, op . cit.: "La signification du phallus" ( 1 958 ) , pág. 685 
[traducción castellana: "La significación de l falo", en Escritos 2] , "Propos direc­
tifs pour un Congres sur la sexualité féminine" ( 1958 ) , pág. 725 [traducción cas­
tellana: "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina" , en Es­
critos 2], y "La direction de la cure et les príncipes de son pouvoir" ( 1 958 ) , pág. 
585 [traducción castellana: "La dirección de la cura y los principios de su poder" , 
en Escritos 2 ] . 
45 . Antes de l a introducción, en l a década de 1970, del "no�todo" como esen­
cial para la sexualidad femenina; cf infra, capítulo v, pág. 146 sq. 
46. Cf. C. W. A. Whitaker, Aristotle's De Interpretatione: Contradiction and 
Dialectic, Oxford, Oxford University Press, 1996. Referencía comunicada por 
nuestra colega Darían Leader. 
47. J. Lacan, Écrits, op. cit.: "La signification du phallus", pág. 692, y "R�­
marque sur le rapport de Daniel Lagache: «Psychanalyse et structure de la per­
sonnalité » " ( 1958 ) , págs. 652 y 666 [traducción castellana: "Observación sobre 
EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 45 
que Lacan a veces escribe "pareser"48 para mostrar el parentesco del ser y 
el parecer. El falo cumple en el imaginario el mismo papel de máscara que 
la cópula que se hace tomar por el " ser" en la frase: hace "pareser" que 
hay una relación sexual entre hombre y mujer representados por sus atri­
butos, y enmascara la ausencia, la inexistencia, lo imposible de esa rela­
ción sexual . 
En los dos campos que hemos opuesto, e l de la ciencia y e l de l psicoa­
nálisis, distinguimos dos reales. Por un lado, la biología se sostiene por la 
escritura de una relación sexual entre células reproductivas; por el otro, el 
psicoanálisis parte de la no relación sexual que centra la relación del sujeto 
con el sexo. ¿ Qué son entonces en el discurso analítico la reproducción, la 
muerte, la sexuación? 
1•1 1 1 1formc de Daniel Lagache: «Psicoanálisis y estructura de la personalidad» ", 
1 1 1 B,critos 2 ] . 
48 . J . Lacan, "L'Étourdit" , op. cit. , pág. 48 . 
II 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE: 
EL SUJETO ENTRE MEDICINA Y PSICOANÁLISIS 
La reproducción está en el principio de la definición científica del sexo, y 
se vincula al concepto de la vida en biología. Si parece intervenir mucho en 
el psicoanálisis, lo hace con un gran desfasaje. En su libro Masculin/Fémi­
nin, 1 Franc;oise Héritier señala que la filiación siempre se distinguió del en­
gendramiento, aunque siga "ligada a la idea de la reproducción bisexuada" . 
Pero, observa, "la idea de la cosa prevalece sobre la realidad" .2 También 
comprueba que todas las sociedades humanas conocidas "consagran la pri­
macía de lo social -de la convención jurídica que funda lo social- sobre lo 
biológico puro. La filiación, por lo tanto, nunca es un simple derivado del 
engendramiento" .3 Esta observación coincide con la clínica psicoanalítica: el 
real biológico de la reproducción o la diferencia anatómica es un dato con el 
que el sujeto tiene que vérselas y contra el cual tropieza, llegado el caso. Así 
se introduce la dimensión de un deseo que puede· chocar con el real biológi­
co, pero también con otro, de orden psíquico, el del síntoma o el fantasma. 
EL HIJO COMO OBJETO a 
Si la reproducción interviene en el psicoanálisis, lo hace ante todo por 
el deseo femenino de hijo, el que no creemos que sea posible reducirse, co-
l. F. Héritier,Masculin/Féminin. La pensée de la différence, París, Odile Jacob, 
1996 [traducción castellana: Masculi110/femeni110: el pensamiento de la diferencia, 
Barcelona, Ariel, 1996]. 
2. Ibid. , pág. 280. 
3. Ibid. , pég. 285. 
48 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
mo lo postula F. Héritier, a un "deseo eminentemente social de realiza­
ción, proyectado a través de una descendencia que guardará la memoria de 
los muertos y les rendirá el culto necesario" .4 Si bien no hay que desdeñar 
el peso de una instancia social superyoica, ésta sería letra muerta sin el de­
seo femenino de tener un hijo o el deseo de los hombres de tener un des­
cendiente a quien transmitir su apellido y su sucesión. Ahora bien, la teo­
ría psicoanalítica interpretó esos deseos como fálicos y los incorporó a los 
complejos de Edipo y de castración, para explicar su génesis. Volvemos a 
encontrar, entonces, la particularidad del campo del psicoanálisis que su­
bordinó esos deseos al falo. Otros elementos, como el fantasma y el obje­
to, son de todas maneras cruciales en ellos y fueron elaborados por los 
posfreudianos (Karl Abraham, Melanie Klein) y por Lacan (objeto a ) . 
El hijo es un objeto a como objeto de goce para la madre.5 Pero es tam­
bién objeto a como apuesta de una raza, de un linaje, lo que valdría más 
bien, entonces, para la paternidad y el deseo de una descendencia en el 
hombre. 
Así, en varias tragedias de Racine el último descendiente de un linaje 
diezmado -en otras palabras, su resto - es el objeto de las pasiones de los 
otros. Gobierna todo, pero desde un lugar pasivo de objeto que causa el 
deseo de todos. 
Andrómaca presenta a Astianacte, el hijo de Héctor y Andrómaca. 
Héctor fue muerto por Aquiles durante el sitio de Troya y Pirro, hijo de 
Aquiles, tomó como esclavos a Andrómaca y su hijo. Pero, enamorado de 
ella, quiere desposarla. Hermíone, griega e hija de Helena, ama a Pirro. 
Éste había prometido casarse con ella y debía entregar a Astianacte a los 
griegos. En la obra se califica varias veces de "resto" al niño Astianacte. Es 
el resto6 de la guerra de Troya, el resto que los griegos deben eliminar. Es 
el único bien que le queda a su madre.7 Ésta, desgarrada entre la repulsión 
que siente por Pirro, su fidelidad al difunto Héctor y, por otra parte, la pa­
sión maternal que la impulsa a rescatar, mediante su casamiento con 
aquél, la vida de su hijo, exclama:8 
4. Ibid., pág. 261 . 
5 . S . Freud, "Contributions a l a psychologie de l a vie amoureuse" ( 1 9 12) , en 
La Vie sexuelle, op. cit. , pág. 57: "El niño es un juguete erótico" para la madre y 
los familiares [traducción castellana: "Contribuciones a la psicología del amor", en 
OC, vol. 1 1 , 1979] . 
6. J. Racine, Andromaque, acto 1 , escena 2, en Théátre complet, t. 1 , París, Ga­
llimard, 1982, col. "Folio classique", pág. 1 8 1 [traducción castellana: Andrómaca, 
en Teatro completo, Madrid, Editora Nacional, 1982] . 
7. Ibid., acto !11, escena 4, pág. 206. 
8 . Ibid. , acto IV, escena 1, pág. 216. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 
Es de la sangre de Héctor, pero su resto; 
Y por ese resto, yo misma, por fin, en un día 
Sacrifiqué mi sangre, mi odio y mi amor. 
49 
Apuesta de la obra, en e l entrecruzamiento de esos amores, odios y ce­
los, el lugar de Astianacte como objeto a es puesto en evidencia por Ores­
tes, que muestra su valor precioso comparándolo con el objeto, amado e 
inaccesible, que es para él Hermíone: 
¡Dichoso, si pudiera, en el ardor que me apremia, 
En lugar de Astianacte, arrebatarle a mi princesa! 
Astianacte es a la vez el resto de la sangre de un padre ilustre y el equi­
valente del objeto idealizado del amor: equivalencia que signa su valor 
inestimable. 
En Fedra, ese mismo lugar de objeto a es ocupado por Aricia, "resto de 
una sangre fatal conjurada contra nosotros" ,9 última descendiente de un 
linaje derrotado, amada por Hipólito y objeto de la furia celosa de Fedra, 
que también ama a este joven, hijo de su esposo. 
En Bayaceto, Roxana y Atalida se disputan a Bayaceto, también él últi­
mo descendiente, resto de la sangre turca.10 El lugar capital, el que domi­
na la acción, es ocupado en consecuencia por un objeto pasivo, a veces 
hasta mudo, como Astianacte, pero apuesta y causa de los deseos de to­
dos, porque es el último de un linaje. 
En su Medea, Eurípides atribuye un valor equivalente a los hijos de Ja­
són. Medea los sacrifica porque son objeto a para su padre, porque son su 
sucesión, su estirpe, su sangre y, por lo tanto, el bien más precioso para él: 
"Ése fue el principal motivo que desgarró el corazón de mi esposo" ,11 dice 
ella para explicar la atrocidad de su gesto. Medea ha reconocido clara­
mente en Jasón el nudo entre una dimensión puramente simbólica, la de la 
transmisión del nombre y la herencia a su descendencia -eventualmente 
adoptiva-, y una dimensión afectiva, la del cuidado y el amor paternos. El 
hijo como objeto a del padre es el resultado de esta intrincación entre la 
9. J. Racine, Phedre, acto I , escena 1, en Théátre comfJlet, t. 2, París, Galli­
mard, 1983, col. "Folio classique", pág. 283, y acto n, escena 1, pág. 297 [traduc­
d6n castellana: Fedra, en Teatro completo, op. cit.] . 
1 O. J . Racine, Bajazet, acto n , escena 3, en Théátre complet, op. cit. , t. 2, pág. 
H 1 ! traducción castellana: Bayaceto, en Teatro completo, op. cit. ] . 
1 1 . Eurípides, Médée, en Théátre complet, t. 4, París, Garnier-Flammarion, 
1 966, pág. 142 [traducción castellana: Medea, en Las diecinueve tragedias, Méxi­
' o, Porrúa, 1 978) . 
50 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
dimensión del Nombre-del-Padre12 y la de la investidura libidinal del pa­
dre en el hijo. En ese entrecruzamiento radica el misterio de la relación del 
padre con el hijo, misterio exacerbado porque la operación simbólica de la 
castración se efectúa en su núcleo. 
El hijo mártir y el hijo varón preferido 
El caso del señor A. dibuja en hueco el lugar del hijo como objeto pre­
cioso del padre, tanto más real cuanto que, para él, estaba correlacionado 
con un defecto simbólico, en la que se leía la forclusión del Nombre-del-Pa­
dre:13 la dimensión simbólica de la sucesión, anudada a la de la castra­
ción, 14 no existía entre su padre y él. Cosa que tuvo dos efectos en el señor 
A. Por un lado, se había identificado realmente con un objeto de sufrimien­
to, el "hijo mártir" , en la relación con su padre y todos los otros miembros 
de su familia (madre, abuela, esposa ) . Esto nos indica, por otra parte, el va­
lor de goce mortífero que encarna el objeto a, cuando no es dialectizado 
por el síntoma, a través del Nombre-del-Padre. Por otro lado, el señor A. 
había intentado suplir la forclusión del Nombre-del-Padre reconstituyendo 
idealmente un lazo con "padres" sucesivos. En efecto, había elevado la re­
lación de un padre con un "hijo amado" al rango de un ideal que procuró 
realizar durante toda su vida, lo que nos indica, por defecto, la importancia 
real del lugar del hijo como objeto precioso, objeto a del padre. 
En tres generaciones sucesivas de su historia encontramos la presencia 
de dos hijos, uno "mártir" , el otro "preferido" : en la generación de su 
abuela materna, su madre era la mártir y su tía la preferida; en la de su 
madre, él mismo era el mártir, mientras que un hermano muerto de peque­
ño era el preferido y fue para él el modelo del "hijo amado" ; por último, 
en su generación, en que él eligió a un varón como su hijo, adoptivo y 
amado al casarse con la madre, en tanto que el nacimiento de su hijo legí-' ' 
timo le provocó un delirio (no podía creer que era su hijo) y le resultaba 
insoportable. 
12. Cf supra, capítulo I, pág. 29, nota 8, sobre el "padre simbólico". 
13 . El Nombre-del-Padre es el significante del padre de la ley, e l padre simbóli­
co, en el inconsciente de un sujeto. La presencia del significante del Nombre-del­
Padre está acompañada por la de la significación fálica. Su forclusión es su recha­
zo radical y definitivo, que segúnLacan determina la estructura psicótica. Hay 
entonces, asimismo, rechazo de la significación fálica. Esta definición estructural 
de la psicosis no abarca exactamente el campo psiquiátrico de las psicosis, defini­
do a partir de una clasificación de los fenómenos (síndromes, síntomas, comporta­
miento). Cf J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. cit. , págs. 556-557 y 
575-579. 
14. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII . . . , op. cit., pág. 14 1 . 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 5 1 
Durante el único encuentro con su padre, que lo había abandonado a 
la edad de dieciocho meses -el señor A. tenía entonces cinco años-, se ma­
terializó su identificación real con el "hijo mártir" . Por haber sido "dejado 
en el fondo de una pocilga" , se pescó un impétigo cuya aparición describe 
a la manera de un fenómeno elemental característico de la psicosis. Al vol­
ver aterrorizado a su casa, contó en efecto a su madre y su abuela : "Tenía 
mie . . . mie . . . miedo . . , chito . . . chito" , con lo que quería decir: "tenía mie­
do de los chanchos" . Inmediatamente, la enfermedad le cubrió la cara co­
mo una máscara de horror, ante la mirada de las mujeres presentes: el ros­
tro devorado, desfigurado instantáneamente, sin cejas ni pestañas. Habría 
de pasar entonces tres años de mudez en cuarentena, sin que le hablaran y 
sin otro tratamiento que una rociadura diaria de alcohol de noventa gra­
dos (era durante la guerra, antes de los antibióticos ) . La cristalización de­
bida a este episodio dramático dio tal vez su forma específica a la tríada 15 
de lo real, lo simbólico y lo imaginario a lo largo de su vida, al menos has­
ta el momento en que nos conocimos. 
Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el "sínthoma" 
Lo real, para él, era su identificación con el "hijo mártir" como objeto 
de exacción y de goce de un Otro1 6 maléfico. 
Lo simbólico se ordenaba en torno de la convicción de ser " un justo" 
en un mundo en que reinaba la injusticia y existían los hijos mártires: el 
" justo" era un ideal del yo rígido, característico de la paranoia, que lo em­
pujaba a distintos pasajes al acto (denuncias, intentos de suicidio, agresio­
nes, etc . ) . 
Lo imaginario consistía en la aprehensión delirante de un cuerpo su­
friente que él habitaba con pesar. En el momento de nuestra entrevista te­
nía sesenta años y vivía de una pensión de invalidez por hipocondría. Ésta 
15 . Definamos brevemente lo que entendemos por real, simbólico e imaginario. 
Lo real es el campo del goce (cf. capítulo 1, págs. 32-33) . Lo simbólico es el de la 
palabra, el lenguaje y los significantes, por lo tanto de los ideales y el inconsciente. 
Lo imaginario es el dominio de las imágenes. La aprehensión de su cuerpo por par­
te del sujeto incumbe a lo imaginario; es lo que Lacan mostró con "Le stade du 
miroir comme formateur de la fonction du Je telle qu'elle nous est révélée dans 
l'expérience psychanalytique" ( 1936), en Écrits, op. cit., pág. 93 [traducción caste­
llana: "El estadio del espejo como formador de la función del yo [je], tal como se 
ll<>S revela en la experiencia psicoanalítica" , en Escritos 1 ] . 
1 6. "Otro" significa aquí una instancia partenaire del sujeto, encamada por di­
Ycrsc,s personajes a lo largo de su existencia y que tiene para él una dimensión y un 
YQ)or absolutos. Para el sujeto, el Otro es siempre lo que encama una alteridad 
Irreductible. Con respecto al "Otro del goce", véase capítulo 1, pág. 33, nota 17. 
52 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
existía desde siempre: "Siempre tuve algo anormal en el cuerpo", decía, y 
aclaraba que se trataba de migrañas, arterias que se tapaban si se movía 
demasiado, un sexo demasiado pequeño, dolores ubicuos e insistentes, etc. 
El problema era que esta tríada de lo real, lo simbólico y lo imaginario 
no se sostenía; no lo hacía, al menos, sin grandes .trastornos ni dolores. 
Nos referimos aquí a la teoría de Lacan según la cual esos tres regis­
tros, para mantenerse unidos, deben estar anudados por un cuarto, que él 
llama " sínthoma" ["sinthome"].17 "Sinthome" es una escritura antigua de 
"symptome" que Lacan adoptó para designar la función del síntoma que 
consiste en mantener unidos real, simbólico e imaginario. 1 8 El síntoma se 
considera habitualmente como el "signo de lo que no funciona en lo 
real " . 19 Cuando causa un sufrimiento insoporta ble, lleva al sujeto a de­
mandar un análisis para librarse de él. Pero Freud puso de relieve su fun­
ción de satisfacción.20 El síntoma es un compromiso entre la exigencia de 
satisfacción de la pulsión y la defensa del sujeto contra el goce. Esta de­
fensa puede ser la represión causada por la angustia de castración en la 
neurosis, pero tiene otras modalidades, entre ellas el rechazo definitivo al 
margen de lo simbólico,2 1 o forclusión de la castración en la psicosis. Co­
mo ya lo señalamos, esta última es correlativa de la forclusión del Nom­
bre-del-Padre. Esta función de compromiso entre goce y defensa explica el 
carácter "extravagante" ,22 " equívoco", de la satisfacción que oculta: ésta 
se siente como sufrimiento. Por otra parte, la función de compromiso le 
da el poder terapéutico de mantener unidas las cosas y estabilizar al suje-
17. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIIT. Le sinthome, en Omicar? Bulletin pé­
riodique du Champ f.reudien nº 8, París, Navarin, invierno de 1976-1977, clase del 
17 de febrero de 1976, pág. 15 . Hablamos de "nudo" o de "anudamiento" porque 
Lacan, a partir de 1973, representaba esos tres registros mediante "nudos de cor­
del" anudados de manera borromea. El nudo borromeo se caracteriza por el hecho 
de que el corte de uno de los anillos libera todos los demás anillos del nudo. 
18 . "Sinthome" data de 1495 y así lo escribe Rabelais, que era médico. Cf. J. 
Lacan, Le Séminaire. Livre xxm . . . , op. cit., en Omicar? nº 6 a 1 1. 
19. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX/l. R. S. l., en Omicar? Bulletin périodique 
du Champ freudien nº 2, París, Navarin, marzo de 1975, clase del 10 de diciembre 
de 1 974, pág. 96. 
20. S. Freud, lnhibition, symptome et angoisse ( 1 926), París, PUF, 1973, pág. 
7: "El síntoma sería el signo y el sustituto de una satisfacción pulsional que no se 
produjo; sería el resultado del proceso de represión" [traducción castellana: Inhi­
bición, síntoma y angustia, en OC, vol. 20, 1979]. 
21 . El término freudiano es Venuerfung. 
22. S. Freud, "Les modes de formation de symptomes", en lnhibition, sympt6• 
me . . . , op. cit. , págs. 339 y 344: "La satisfacción que nace del síntoma es de natu• 
raleza extravagante". 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 53 
to, limitando los estragos del goce. Puede ser incluso la fuente de lazos so­
ciales o sublimaciones. Esto explica por qué los sujetos tienen tanto inte­
rés en sus síntomas, cosa que Freud descubrió gracias a la reacción tera­
péutica negativa:23 si en algunos casos se intenta " quitar" el síntoma sin 
tomar precauciones, :s�a actjtud puede desatar la pulsión de muerte y ca usar efectos catastrof1cos. Esa es una de las dificultades de la cura psi­
coanalítica. 
En la neurosis, los registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario es­
tán anudados por un síntoma articulado con el padre. Ese síntoma es, por 
lo tanto, un sínthoma. El síntoma neurótico se construye a partir del padre 
como agente de la castración, lo cual supone la presencia del significante 
del Nombre-del-Padre en el inconsciente del sujeto. Por eso Lacan afirma 
en 1975, a propósito de la neurosis , que "el padre no es, en suma, más que 
un sínthoma o síntoma" . 24 Según el mito freudiano de Tótem y tabú, 15 ese 
agente de la castración es el padre que posee a todas las mujeres, entre 
el las a la madre, y castra a los hijos impidiéndoles gozar también de ellas. 
La castración es esa falla en el goce o interdicción del goce, instaurados 
�om� ley. en el inconsciente del sujeto. Aquélla instala el falo como objeto 1mag_1�ano del deseo. Las mujeres prohibidas cobran un valor fálico para los hqos varones.El agente de la castración es también quien "castra " a la 
,nadre, impidiéndole poseer al hijo. El falo se asociará, por lo tanto, al pa­
dre Y ya no a la madre. Esta operación es la que Lacan llamó "metáfora 
1�n terna " . Su éxito implica que la significación fálica esté asociada al signi­l 1cante del Nombre-del-Padre.26 ¡En la realidad, el padre dista de estar a la 
n l t ura de ese mito que encontramos a veces en los fantasmas de los neuró-
1 1 � os! El síntoma viene a colmar esa brecha , como se ve en el caso de las 
l obias infantiles de animales. El pequeño Hans,27 de cinco aífos tiene mie­
do de salir a la calle porque teme que lo muerda un caballo. El �aballo que 
1 1 1 t1erde es un susti tuto del padre que castra, y la angustia de la fobia es la 
23. S. Freud, "Le moi et le �a" (1 923), en Essais de psychanalyse, op. cit. , pág. 
' 1 , 1 ! traducción castellana: El yo y el ello, en OC, vol. 1 9, 1 979]. Antes, muy tem­
p1 11 1 1nmente, Freud había descubierto, en sus carcas a Fliess, que los sujetos psicó-
1 11 os "aman su delirio como se aman a sí mismos " . Ahora bien, el delirio es un sín-
1011111 de la psicosis. "Manuscrit H", en La Naissance de la psychanalyse, op. cit. , 11 1 1 11 del 24 de enero de 1 895, pág. 1 01. 
,l4 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXlll . . . , op. cit., en Ornicar? nº 6, marzo-1l i1'1 I de 1 976, clase del 1 8 de noviembre de 1975, pág. 9. 
' 5 , S. Freud, Totem et tabou, op. cit. , págs. 1 99 y 210 sq. 
' f , , Cf. supra, pág. 50, nota 13, y capítulo r, pág. 29, nota 8. 
'7. S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gar�on de 5 ans (Le petit 
l ln 1 1 s )" ( 1 909), en Cinq psychanalyses, op. cit., pág. 93 [traducción castellana: 
\"tlli,is de la fobia de un niño de cinco años, en O C, vol. 1 0, 1 980]. 
54 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
angustia ante el peligro de la castración, nos dice Freud.28 El padre de 
Hans es carente, porque no logra separarlo lo suficiente de su madre. En 
consecuencia, no funciona bien como agente de la castración, aunque sí en 
la medida necesaria para desencadenar la angustia y la represión que cau­
sarán la fobia. Ésta es el síntoma que suple el defecto paterno y refuerza la 
función del padre como agente de la castración. Pero el. caso de Hans no 
tiene nada de excepcional, pues el padre en la realidad siempre claudica 
con respecto a su función de agente de la castración. Todo neurótico, por 
lo tanto, tiene al menos un síntoma que asume la función de anudamiento 
del sínthoma. 
En la psicos'is, el sujeto está radicalmente privado del Nombre-del-Pa­
dre, que ha forcluido. Por ende, el sínthoma, que mantiene unidos lo real, 
lo simbólico y lo imaginario, si existe, no �stá articulado con el significan­
te del Nombre-del-Padre. Antes bien, suple su forclusión. Esta suplencia 
debe diferenciarse de la suplencia del síntoma neurótico con respecto a la 
carencia del padre real.29 En la psicosis, la carencia de la forclusión es la 
falta, en lo simbólico, del significante de la paternidad, el Nombre-del-Pa­
dre, En la neurosis, ese significante existe en el inconsciente, pero el padre 
como agente de la castración es claudicante en la realidad. Si siempre hay 
síntomas en la psicosis (voces, alucinaciones, un delirio, una hipocondría, 
etc. ) , no siempre hay sínthoma. Falto del apoyo significante del Nombre­
del-Padre, el sujeto debe inventar otro soporte de su sínthoma. Lacan mos­
tró que el arte de Joyce constituía su sínthoma y le servía de ego.30 Gracias 
a él, el escritor atravesó grandes crisis, pero no desencadenó su psicosis. 
Cuando no hay sínthoma, lo real, lo simbólico y lo imaginario no se man­
tienen bien unidos. A veces, ciertas identificaciones bastan para mantener 
un equilibrio lábil. Aunque el sujeto haya construido un sínthoma, puede 
28. S. Freud, lnhibition, symptome . . . , op. cit., pág. 27. 
29. Podríamos utilizar aquí el matiz que existe en francés entre "supléer" y 
"supléer a" . El segundo indica un defecto, una falta cuyo lugar toma la cosa que 
suple: el sínthoma psicótico suple [suplée aJ la forclusión del Nombre-del-Padre. 
"Suplir algo" [ "supléer que/que chose"J significa completarlo mediante algo de la 
misma naturaleza. El síntoma neurótico suple [completa] al padre como agente de 
la castración. Pero también puede decirse, como lo hemos hecho, que suple [suplée 
a] la carencia de ese agente. Cf Larousse, dictionnaire des dificultés de la langue 
frani;aise, París, Larousse, 1971 . [En español "suplir" tiene ambos significados, 
reemplazar y completar, pero "suplir a" no tiene que ver con ellos sino con la pre• 
sencia o ausencia del acusativo personal: decimos "suplir al padre", pero "suplir la 
falta" (n. del t. ).] 
30. ]. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIII. •. , op. cit., en Ornicar? nº 6, clase del 9 
de diciembre de 1 975, pág. 12; nº 8, clase del 1 7 de febrero de 1976, pág. 14, y nª 
11 , septiembre de 1977, clase del 1 1 de mayo de 1976, pág. 3. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 55 
atravesar momentos psicóticos agudos por intermitencia, cuando éste ya 
no funciona. 
La invención de una nueva relación: ser el hijo varón preferido 
de un padre 
Para el señor A., la tríada antes mencionada sólo se sostenía mediante 
una gran persecución a cargo de un Otro del que él era el "hijo mártir" , y 
una defensa paranoica que lo l levaba a comportarse como "justo" en un 
mundo abyecto y sin ley: vale decir, a hacerse justicia por sí mismo. Por 
esa razón, la invención de una relación no persecutoria con un partenaire, 
que había mantenido unidas las cosas durante veintidós años, es notable y 
puede calificarse de "sínthoma". Esta relación podría escribirse "un hijo 
(x) es preferido por un padre (y )". En ella, el señor A. ocupa ora el lugar 
del hijo en (x), ora el lugar del padre en (y). Cada vez. que se establecía en 
la realidad, en uno u otro sentido, el sujeto funcionaba relativamente bien. 
De todos modos, su tendencia espontánea era, al parecer, tratar de ocupar 
el lugar del "hijo preferido" . 
Esta relación, de amor, consistía por tanto en ser "el hijo varón prefe­
rido" de un hombre, de un sustituto paterno. Hemos visto que el "hijo 
preferido" existía desde hacía tres generaciones, pero la matriz esencial pa­
ra el señor A. fue sin duda alguna la figura, idealizada por la madre, de su 
hermanito muerto. Sin embargo, el "hijo preferido" en cuestión siempre 
había sido el de una madre. Por consiguiente, A. tuvo que inventar algo 
nuevo y que no conocía, "ser el hijo preferido de un padre" . Los mejores 
nti.os de su vida, cuando la hipocondría y la paranoia intensa quedaban en 
1111 segundo plano, estuvieron habitados por una relación semejante, que 
� entraba su existencia. En el ejército con el teniente coronel, en el trabajo 
1 <>mo secretario del director. "Yo era como su hijo, me quería" , dice. Lo 
1 1 1nl evoca una erotomanía discreta, pero que nunca asumió una tonalidad 
1 orporal, sexual o abusiva. Esa relación se mantuvo por lo tanto a distan-
1'llt de la del "hijo mártir" con un Otro perseguidor; estaba hecha de amor 
11 14· , 1, lizado, mientras que la segunda estaba tejida de goce y sufrimiento. ¡A 
lrn, sesenta años, el señor A., tras años de agravamiento de su psicosis, li-
1,&n da a la pérdida de toda posibilidad de ser " el hijo preferido" de un pa­
d1 r cualquiera, esperaba restablecer una relación de "hijo preferido" a 
pndre" con un posadero del "Allier" , nombre evocador! * 
Pero la relación inversa, en la que e l señor A. ocupaba (en y) e l lugar 
, tri podre de un hijo preferido, era igualmente estabilizadora. El señor A. 
11 "Allier", que significa aliar, unir, alear, es el nombre de un departamento de 
l I rnd11 y del río que lo atraviesa (n. del t. ) . 
5 6 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
encontró esa figura del "hijo preferido" una segunda vez, luego de su her­
manito, en la persona de R., el hijo de su mujer. "El niño había per�ido 
trágicamente a su padre a los tres años. Me llamó papá de entrada. Era­
mos comoun bloque . . . hubo un enganche con él . " El niño ha bría provo­
cado la unión entre el señor A. y su madre. Al separarse, el señor A. no lo­
graría apartarse de él: "Un vacío en mí . . . ya no se escucha la palabra 
'papá ' a su lado . . . ". Vacío suficientemente intenso para que sufriera en­
tonces su primera internación. 
A.sí, el señor A. hizo de la relación "ser el hijo preferido de un padre" o 
de la relación simétrica, en espejo, "ser el padre de un hijo preferido", un 
"sínthoma" que le permitía vivir. Creó de tal modo una pareja ideal (pa­
dre, hij o) en el lugar en que le había faltado, a causa del abandono de su 
padre y de su propio rechazo forclusivo, esa relación fuerte, simbólica y li­
bidinal, que concentra en sí la sucesión, la transmisión, la operación de la 
castración y el amor paterno. Verdaderamente tuvo que inventar por sí so­
lo al hij o como objeto precioso, obj eto a del padre. 
Esta problemática existe también en el caso de la hija, como nos lo 
muestra El rey Lear. Pero el hecho de haber sido el objeto a del padre tie­
ne para una hija implicaciones sensiblemente diferentes, tanto en el plano 
del amor como en el del goce sexual. 
LA REPRODUCCIÓN Y EL INCONSCIENTE 
La reproducción surge del inconsciente como una pregunta, formulada 
desde la infancia y fuente de una búsqueda epistémica intensa que condu­
ce a la construcción de teorías sexuales infantiles.3 1 Para Lacan, el real en 
entredicho en "no hay relación sexual" hace emerger esta pregunta: " ¿ Có­
mo se reproduce el hombre ?"32 
"Para hacerte hablar" , sería la respuesta misma allí donde el incons­
ciente existe como discurso. Volvemos a encontrar la tesis lacaniana del la­
zo causaJ33 entre la no relación sexual en cuanto real y la palabra (aquí el 
diálogo) , en cuanto simbólico. La construcción de las teorías sexuales in­
fantiles es un híbrido de simbólico (de inconsciente) e imaginario referido 
a ese real. La importancia de las escenas primitivas en el psicoanálisis pro­
viene de la necesidad de dar un contenido imaginario a ese real que es la 
ausencia de relación sexual de los padres. El inconsciente es saber, un sa­
ber articulado por significantes, cuyo concepto se opone radicalmente a to-
3 1 . S. Freud, Trois essais . . . , op. cit., pág. 123. 
32. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit. , pág. 12. 
33. Cf. supra, capítulo 1, pág. 42. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 57 
do saber instintivo innato que empuje a los seres a reproducirse, como su­
cede en el animal. Lo asombroso es que ese saber, que se elabora sin cesar 
porqúe no hay respuesta universal satisfactoria para el sujeto a la pregunta 
" ¿ cómo se reproduce el hombre?" , tenga un efecto sobre el cuerpo y su 
goce. Ese efecto de goce se alcanza por intermedio del fantasma, conjunto 
de representaciones imaginarias que siempre entraña elementos de teorías 
sexuales infantiles. "Ser devorado", "ser golpeado", valen así por "ser pe­
netrado". Hay por lo tanto una dialéctica entre el saber y el goce: las teo­
rías sexuales infantiles, ancestros o matrices del fantasma, tienen s iempre 
algo de verdad, porque se elaboran a partir de las pulsiones que dominan 
al sujeto, y por ende a partir del goce.34 A la inversa, el sujeto las utiliza 
para masturbarse o, en términos más generales, para su goce sexual. 
¿Es el goce sexual lo que impulsa a los humanos a reproducirse? Ésta 
es una idea transmitida por el sentido común. Sin embargo, una gran obje­
ción se opone a la consideración de las cosas de una manera tan radical: a 
saber, que en el caso de una parte de los seres humanos, los homosexuales, 
el goce sexual no los empuja en absoluto hacia el otro sexo. Por consi­
guiente, en ese caso dicho goce no está programado ni previsto con fines 
reproductivos. 
Pero quienes son heterosexuales tampoco irían hacia el otro sexo sin 
fantasmas que condicionaran su goce y sin una relación con la castración, 
esencial para que se reconocieran como seres sexuados. La castración está 
en primer plano en el mito sobre el amor que Aristófanes cuenta en el 
Banquete de Platón.35 Fue necesario que Dios cortara a los hombres en 
dos para que después pudieran acoplarse, cada uno con su mitad. El mito 
implica el corte (castración), a Dios (el agente de la castración) y la noción 
de una pérdida originaria de goce: la edad de oro en que se confundían en 
11 110 con sus mitades respectivas, no eran sexuados y no tení:¡m entonces 
otra preocupación que rivalizar con los dioses. La castración está inscripta 
t'n el mito como castigo por su pretensión, pero es sobre todo lo que los 
determina como sexuados: tienen un sexo desde que los cortaron en dos. 
Ln teoría ps icoanalítica lacaniana traduce ese mito lógicamente, escribien­
do los dos sexos únicamente con la función fálica, que es la función de la 
1 astración.36 Sin ese corte, sin esa función fálica, no hay forma de orien-
1 n rse en la sexuación. O bien la hay, pero al precio de una invención per­
¡wtun, como en la psicosis. El mito de Aristófanes nos indica que el signi-
J4. S . Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19 : "Aunque se 
, 1 1 11víen de manera grotesca, cada una de ellas contiene, sin embargo, un frag­
t l l ! 'IHO de pura verdad". 
H. Platón, Le Banqu,t, op. cit., 190d, pág. 3 1. 
lh, C/. infra, cnp!tulc, IV, pÁ¡;. 1 1 O. 
58 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
fícante universal del goce sexual, para el ser humano, es el signíficante del 
corte, el falo. Sin él, la rdación sexual existe (los. partenaires se confunden 
en uno, están anudados con su mitad, cada cual arrobado/a con su pareja); 
con el falo (consi;derado como equivalente del corte), ya no hay relación 
sexual, sino la nostalgia de una satisfacción y la búsqueda del objeto per­
dido. El mito, por consiguiente, articula castración, sexuación y goce se­
xual. Según él, sin ese artificio fundamental que es la castracrón -artificio 
por oposrcrón a la naturaleza, pero con un efecto real- ni siquiera habría 
cópula. 
En la psicosis, en la que la castración no ha funcionado, la cópula y la 
relación con el otro sexo son a menudo objeto de una elaboración deliran­
te, cuando no se las evita. Así, la erotomanía, en que una figura del Otro 
goza d�l sujeto, muestra una elaboración delirante del deseo y el amor. 
Lo que nos atrae sexualmente hacia otro 
En la neurosis o la perversión, el goce sexual se articula con la castra­
ción, 37 pero también se apoya sobre un rasgo de perversión inscripto en el 
fantasma, que causa el deseo y preside la elección de la parej a. El origen de 
ese rasgo se encuentra en una fijación libidinal precoz, inductora de la repe­
tición. Se trata de algo singular que denominamos objeto a, cierta mirada, 
una tonalidad de la voz, una sonrisa enigmática, etc., lo que Nabokov lla­
maba "los divinos detalles" . 38 El sujeto busca ese detalle en sus compañeros 
sexuales. Freud da un ejemplo célebre de ello en su artículo "Fetichismo" , 
con e l caso del "joven que había erigido como condición de fetiche cierto 
brillo en la nariz". Agrega que ese sujeto "podía otorgar a voluntad ese bri­
llo que los demás no podían percibir" .39 Por lo tanto, sin la castración por 
una parte y el objeto a por la otra, ambos inscriptos en un argumento fan­
tasmático propio del sujeto, no habría atracción de un sexo por el otro (o el 
mismo), y ni siquiera relación libidinal con ningún otro.40 Esto es especial,., 
3 7. De una manera diferente. Freud caracterizó la perversión por un desmen• 
tido ( Verleugnung) de la castración en su artículo "Le fétichisme" ( 1927), en La 
Vie sexuelle, op . cit. [traducci6n castellana: "Fetichismo", en OC, vol. 21 , 1979] 1 
El neurótico teme la castración, lo que lo obliga a la represión, Por lo tanto, cree 
en ella. 
38 . Cf. V. Nabokov, Littératures 1 , traducción de H. Pasquier, París, Fayard, 
1983 [traducción castellana: Curso de literatura europea, Barcelona, Ediciones B, 
1997), al que se refiere J.-A. Miller en su curso del 1 º de marzo de 1989 deL'O• 
rientation lacanienne, inédito, que lleva ese título. Cf. "Bons lecteurs et bons écri• 
vains ", en Littératures 1, op. cit., pág. 39, donde Nabokov valoriza, en efecto, la 
función del detalle. 
39. S. Freud, "Le fétichisme" , op. cit., pág. 13 3. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 59 
mente notorio en e l hombre, cuyo fantasma encubre la relación con e l otro 
sexo . . En el caso de las mujeres, si bien el fantasma desempeña un papel esencrnl en su deseo, no determina íntegramente su relación con el otro, que 
conserva una parte de alteridad y enigma irreductibles. 
. Una película, Denise au téléphone [Denise al teléfono ] ,41 presenta pare­¡as que se forman por teléfono, sin verse jamás. No se encuentran nunca 
salvo una, la excepción, compuesta por una mujer inseminada artificial­
mente, que logra encontrar a "su" donante anónimo de semen y desea ha­
cer que pase de progenitor a padre, una vez nacido el niño. Ése es el aspec­
to "cuento de Navidad" de la película: esta mujer que había querido tener 
un hijo sola desea a continuación que tenga un padre, a quien antes cono­
ció por teléfono (dejando a un lado el semen) . Pero en el fi lm asistimos a 
un idilio amoroso que se anuda en el teléfono y prosigue en él. El hombre 
y la mujer hacen el amor "con" el teléfono y experimentan orgasmos y go­
ce al escuchar la voz del otro en el aparato, " conectados" uno con otro. 
No es indiferente señalar que es la mujer la primera en sentirse molesta 
por esta situación y quien se cansa de ella. Esta ficción cercana a la reali­
dad moderna sustituye la relación corporal con el partenaire por la rela­
ción con un objeto parcial, un objeto a, la voz. En ella, el goce sexual se 
sostiene del fantasma de cada uno, en ausencia de la cópula: es una rela­
c�ón heterosexual sin eteros, sin Otro, reemplazado por un objeto singula­
rizado, la voz, separada del cuerpo del Otro gracias a un ·aparato, el telé­
fono. 
Es difícil confundir la pulsión del ser hablante vestida por el fantasma 
�·on un instinto animal cualquiera ajustado a la reproducción. ¿Qué empu­
¡a entonces a los humanos a reproducirse? Por el lado de la mujer, el deseo 
de u_n hijo arraigado en el deseo de pene (como lo mostró Freud), y el pre-
1ent1miento del goce al disponer del niño como de un objeto a ( como lo 
destacó Lacan) .42 Por el lado del varón, el complej� de castración que or­
dena la idea de sucesión y empuja a los hombres a transmitir su apellido y 
rinr hijos (lo que por otra parte es compatible con la adopción, corriente 
40. Lacan escribió el fantasma como una relación del sujeto con el objeto a: 
� O n, El rombo o punzón, O, significa una relación compleja: exclusión (uno o el 
1 1 t r1�), conjunción (uno y el otro}, desvanecimiento, fading del sujeto ante el objeto 
1 1 1 ignorancia del objeto por el sujeto. La castraóón puede situarse del lado del su­
¡1 1 0 o del lado del objeto, de manera reversible. Cf. J. Lacan, "Subversion du sujet 
1 t 1fü1lectique du désir. .. ", op. cit., págs. 8 15-8 1 6 y 825. 
4 1 , A la que J.-A.. Miller se refirió en su curso del 2 1 de febrero de 1996 "La 
1 1 1 1 1 1 du scns" , Département de Psychanalyse, Université de París vu1. 
' 
12 , J. Laca11, "Deux notes sur l 'enfant" (1 969), en Ornicar? nº 37, París, Na-
1 1 1 11 , vcrnno de 19 86, p,gs. 1 3 - 1 4. 
60 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
en la antigüedad romana ) . Sin esas razones muy poco naturales, el domi­
nio actual de los medios de contracepción dejaría a la naturaleza muy po­
cas posibilidades de propagación de la especie humana. El deseo de un hijo 
es "desnaturalizado" por la función fá lica. Y el goce sexual, aun cuando 
empuje hacia otro cuerpo, sólo lo hace por medio de un fantasma. 
EL SUJETO Y LA MUERTE 
Que el sujeto se sepa mortal no tiene nada de evidente. Para Freud, el 
deseo incorisciente es indestructi ble43 y no conoce la muerte. En cuanto a 
la angustia de muerte, la reduce a la angustia de castración.44 
Pero el punto esencial para la historia del psicoanálisis y la clínica fue 
la introducción de la pulsión de muerte en "Más allá del principio de pla­
cer", de 1 920. Freud partía de un problema clínico y una crisis del psicoa­
nálisis: los síntomas se resistían a la interpretación analítica y los análisis 
se alargaban. Freud advertía que ciertos fenómenos .clínicos no obedecían 
al principio de placer, que es un principio de homeostasis: el fort-da45 del 
niño de dieciocho meses, triste por la partida de su madre y que juega a re­
novar el dolor de la separación; la neurosis traumática del accidentado o el 
soldado, en la que el trauma se repite en un sueño y objeta la teoría de éste 
como una realización de deseo; por último, la Wiederholungszwang, la 
compulsión de repetición en la neurosis de fracaso. Freud también había 
comprobado que, en la cura analítica, el sujeto repite en la transferencia lo 
que no logra rememorar. Ahora bien, lo que el sujeto repite de tal modo 
no son acontecimientos agradables sino "experiencias del pasado que no 
entrañan posibilidad alguna de placer " .46 El sujeto conmemora el fracaso 
doloroso de sus 2rspiraciones sexuales infantiles. 
Freud procura dar cuenta de esos fenómenos clínicos introduciendo al­
go radicalmente distinto de la libido y el principio de placer: la pulsión de 
muerte. Con ella plantea que "la meta de toda vida sería la muerte"47 o 
que "el principio de placer está al servicio de las pulsiones de muerte " .4ª 
Ahora bien, su ambición es ante todo justificar biológicamente la pulsió� 
de muerte. Se refiere a los debates de los biólogos contemporáneos sobre el 
43. S. Freud, L'Interprétation des reves ( 1900), París, PUF, 1971 , pág. 527 ftra• 
ducción castellana: La interpretación de los sueíios, en OC, vols. 4 y 5, 1979]. 
44. S. Freud, Jnhibition, syrnptóme . . . , op. cit., pág. 53. 
45 . S . Freud, "Au-dela du príncipe de plaisir", op. cit., págs. 51-57. 
46. Ibid. , pág. 60. 
4 7. Ibid. , pág. 82. 
48 . [bid., pág. 1 14. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 6 1 
cuerpo, l a vida, l a muerte y l a reproducción. Busca en e l biólogo Weis­
mann, que luego de Grette teorizó la diferencia soma-germen, la idea de 
que la vida entraña en sí misma la muerte. El cuerpo, soma, es lo que mue­
re, mientras que sus células reproductivas, el germen, inmortales, están 
destinadas a sobrevivirle. En realidad, Weismann no dice lo que Freud 
busca: hace de la muerte una adquisición tardía de la vida y no una nece­
sidad fundada en la esencia misma de ésta. Según Weismann en efecto la ' ' 
vida sería un lujo inútil, una vez asegurada la supervivencia de la especie. 
Por consiguiente, Freud se ve obligado a renunciar al apoyo científico de la 
biología y a fabricar una especie de mito, la pulsión de muerte. Y para ex­
plicarla apela a Aristófanes y el mito.49 De modo que la pulsión de muerte 
ya no tiene para él ningún carácter natural. No es posible interpretarla co­
mo una tendencia a retornar a la muerte orgánica. 
El punto supremo del goce 
Lacan no dejó de releer ese texto enigmático. Muchos posfreudianos se 
negaron a admitir la pulsión de muerte. Melanie Klein, al contrario, mos-
1 ró su incidencia precoz, particularmente en la clínica del niño. 
El Seminario 2 de Lacan es una relectura de "Más allá del principio de 
¡,lacer" . En él, Lacan identifica el principio de placer,50 el yo y la libido 
1:011 lo imaginario, mientras que hace del más allá del principio de placer 
1111 más allá de lo imaginario que sería el orden simbólico . La Wiederho­
lungszwang, retraducida como "insistencia repetitiva" o "insistencia signi­
l i cativa",5 1 manifiesta la insistencia de lo simbólico y de la cadena signifi-
1 nnte, que es también la insistencia del deseo como falta pura, deseo de 
1iada, que nunca es deseo de un objeto.52 La pulsión de muerte es la mani­
lcstación del orden simbólico que gobierna al sujeto. Así, Lacan puede de-
1 1 r que la muerte está debajo de la vida,53 110 como naturaleza O programa 
1 • 1•nético eventual, sinocomo símbolo insistente en el deseo. La pulsión de 
49. [bid. , pág. 106. 
SO. J. Lacan, Le Séminaire. Livre 1 1 . Le rnoi dans la théorie de Freud et dans la 
, , ,J'"ique de la psychanalyse ( 1 954-1955) , París, Seuil, 1 978, pág. 375: "Aquí de­
' 111bcicamos en el orden simbólico, que no es el orden libidinal en que se inscriben 
1 1 11 1 0 c:l yo como todas las pulsiones. Aquel orden tiende más allá del principio de 
11111":r, fuera de los límites de la vida, y por eso Freud lo identifica con el instinto 
, le muerte" [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. Libro 2. E/ yo 
" /11 t,mr{a de Freud y en la técnica psicoanalítica. 1954-1 955, Buenos Aires, Pai­
lt , , 1 983 1 , 
, 1 /bid., pág. 24 1 . 
1 /bid. , pág. 263 . 
/bid., pág. 271 . 
62 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
muerte se revela en su esencia como deseo del sujeto, su verdad última. Es 
lo que ilustra la lectura de Edipo en Colono:54 el mé phynai, "mejor no 
nacer", sería una palabra plena que enuncia la verdad asumida por el suje­
to, de la muerte que lo habita, efecto del lenguaje. 
En La ética del psicoanálisis55 se retoma ese comentario, con una refe­
rencia a Heidegger: al final del análisis, el sujeto debe asumir su "ser para 
la muerte". Se aprehende entonces como un ser ya muerto, por ser sujeto 
del lenguaje. Esta lectura es contemporánea de la de un sueño freudiano, 
"él no sabía que él estaba muerto",56 como verdad que sostiene al sujeto 
de la enunciación. 
En ese momento de la enseñanza de Lacan (1960) aparece algo hetero­
géneo en el registro de lo simbólico: la cosa, das Ding. Ésta es real: lo que 
el sujeto vela mediante el fantasma, como insoportable. El cadáver de Edi­
po en Colono, que es la apuesta de la obra de Sófocles, porque su posesión 
garantizará la paz al reino que le dé refugio, es a la vez precioso e insoste­
nible para la mirada del rey; por otra parte, un Dios se lo lleva en una es­
pecie de nube. Ese cadáver es una de las encarnaciones de la cosa que, en 
los seminarios siguientes, será precisada mediante la invención lacaniana 
del objeto a. 
Por una parte, el sujeto puede hacer de la muerte un significante amo57 
de su vida, como lo vemos en la neurosis obsesiva. Tal como dice Freud de 
su "hombre de las ratas",58 éste recurre a la muerte (del otro) para resol­
ver cualquier situación en que la duda lo oprime, es decir, constantemente. 
El obsesivo vive en la espera de la muerte de los otros, por ejemplo la del 
padre, o la del amo que, por otra parte, puede ser su Dama, sin darse 
cuenta de que en esa misma espera está embalsamado, petrificado, ya 
muerto. Si para el obsesivo la muerte puede aparecer entonces como un ac-
54. Ibid., capítulo xvm, "Le désir, la vie et la mort", pág. 259. 
55. J. Lacan, Le Séminaire. Livre VII • • • , op. cit., págs. 357 y 368 . 
56 . J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir . . . ", op. cit., pág. 802. 
57. El significante amo es un significante dominante. Los eslóganes de la moda, 
de la publicidad, de la política, son significantes amo. "Libertad, igualdad, frater­
nidad" son significantes amo de la democracia en Francia. Hay distintos usos posi­
bles del significante amo. Si el sujeto se identifica con él, éste coincide con el "ras­
go unario" de la identificación freudiana (cf. infra, capítulo m, pág. 8 1 ). Inscribirse 
bajo un significante amo significa someterse a él, aceptar que nos representa. Se 
trata, en general, de una operación inconsciente. La constitución de las multitudes 
se apoya en la introducción en común de significantes amo en el lugar de ideal. El 
sujeto histérico tiene dificultades para soportar el sometimiento a los significantel 
amo. Los rechaza, se opone a ellos. 
5 8. S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle . .. ", op. cit., 
pág. 253. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 63 
to fallido,59 esto es, la expresión de un deseo reprimido, el suicidio sería 
un acto fallido . . . exitoso, pues en él la muerte se asumiría como un acto. 
Lo cual no le impediría ser sintomático, porque la verdadera apuesta de su 
relación con la muerte y el amo en general se le escapa. Así, Lacan pudo 
decir, curiosamente, que la muerte del hombre de las ratas en la guerra era 
una conclusión sintomática de su análisis con Freud,,60 en la medida en que 
su ,elación con la muerte y la mujer no se había diiucidado por completo. 
Pero, por otra parte, como lo enuncia en 1 964 "la dialéctica de la alie­
nación y la separación" ,61 el suieto puede proponerse a sí mismo como 
ofrenda, como un objeto, frente al vacío del deseo del Otro, a fin de poner 
a prueba su valor en este Otro en un " ¿puede perderme?". Si ese objeto 
puede ser su propia vida -y muchos pasajes al acto son respuestas a esta 
pregunta-, el sujeto también puede sustituir este lugar por otros obj etos a, 
apuestas de su existencia misma.62 Así, la muerte se presenta mediante su 
cara de significante de lenguaje, "insistencia significativa", muerte en la vi­
da, pero también por un medio más opaco, real anudado a lo simbólico 
pero imposible de subsumir exclusivamente en el significante. La pulsión 
de muerte ya no puede, entonces, identificarse con la instancia de lo sim­
bólico en el sujeto: hay que introducir el concepto del goce como real y el 
objeto a como parte de ese goce convertido en objeto en el fantasma y en 
lo que está en juego en la vida del sujeto. Lacan ilustró este aspecto del ob­
jeto a con la puesta, la postura de la vida terrestre y libertina que se arroja 
sobre la mesa de juego en el célebre "os habéis embarcado" de la Apuesta 
de Pascal.63 En ella, Pascal propone jugar esa "nada" que es la vida redu­
cida a no ser más que un "bien finito", un objeto a que podríamos aventu­
rar contra "una infinidad de vida infinitamente dichosa por ganar". Se ad­
vierte la finitud del objeto a, parte preciosa de goce pero " nada" con 
respecto a lo que sería el goce ilimitado, infinito, eterno. 
En su elaboración ulterior del concepto de goce, en la década de 1970, 
59. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII . • • , op. cit., Ornicar? nº 4 , clase del 1 8 de 
febrero de 1 975, pág. 106. 
60. J. Lacan, "La direction de la cure . . . ", op. cit., pág. 598. 
61. Cf. J. Lacan, "Position de l'inconscient" ( 1 964 ) , en Écrits, op. cit., págs. 
H40 y 842 [traducción castellana: "Posición del inconsciente", en Escritos 2], y Le 
S6minaire. Livre XI. . . , op. cit., pág. 1 8 5 sq. 
62. Cf. el hijo como apuesta de la existencia de la madre, J. Lacan, "Deux no-
1• sur l'enfant", op. cit. 
63. Cf. B. Pascal, CEuvres completes, París, Gallimard, 1 954, pág. 1212 [traduc­
' 1011 castellana: Pensamientos, Buenos Aires, Orbis, 1 984, pensamiento nº 451] . Cf. 
1 m1bién J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVI. D'un Autre a l'autre ( 1 968-1969), inédi-
1 111 dases del 8 y 15 de enero de 1 969, y G. More!, "Le parí et les partís", en La 
t ,ttrc mansuelle nº 70, París, École de fa Cause freudienne, junio de 1988. 
64 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
Lacan vuelve a insistir en la lectura de la pulsión de muerte freudiana co­
mo un punto "supremo del goce de la vida" ,64 que hay que correlacionar 
con el objeto a. La pulsión de muerte no debe considerarse como una ten­
dencia a retornar a la inuerte como si fuera algo natural. No hay que con­
fundir la no vida de lo inanimado y la muerte en cuestión en la pulsión de 
muerte, que es un complemento puesto en juego en un fantasma,65 un plus 
de goce con respecto al goce fá lico. Lacan lo bautizó "plus de gozar", de 
acuerdo con el modelo de la plusvalía de Marx66 y siguió escribiéndolo co­
mo objeto a en el fantasma. Podemos ejemplificarlo con un apólogo kan­
tiano.67 Kant pregunta si alguien renunciaría o no a satisfacer su pasión 
por el objeto amado, sabiendo que, si la satisface, a la salida se le promete 
la horca. Si para él la respuesta afirmativa es indudable, Lacan considera, 
al contrario, que algunos irían a unirse con el objeto de su pasión, sobre 
todo por ese "plus" definitivo.Se puede evocar igualmente una novela de Taeko Kono, Conte cruel 
d'un chasseur devenu proie. 68 La autora, una japonesa que vivió la guerra 
y la colaboración del Japón con el nazismo, presenta a una pareja. Los dos 
jóvenes esposos ven cómo se hunden todos los ideales de su infancia y se 
instauran las grotescas prescripciones de denuncia y colaboracionismo del 
nazismo. Mal que bien, procuran sostener los valores familiares del Japón 
tradicional (el sistema de transmisión de los bienes mediante la adopción 
del yerno por parte de la familia de la esposa , por ejemplo), así como la 
ética profesional de la medicina. Al mismo tiempo se introduce un curioso 
argumento. El fantasma del hombre es que una mujer amada le dé muerte. 
Es lo que veremos acercarse poco a poco y luego realizarse, sin que nunca 
se diga nada entre ellos, como no sea por alusiones. La esposa consentirá 
en erigirse en agente de las prácticas masoquistas con que sueña el hombre 
y, de tal modo, se instalará como verdugo en el lugar del objeto a del fan­
tasma de su marido. La muerte que ella le concederá es en verdad el punto 
64. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVIII. D'un discours qui ne serait pas du sem­
blant ( 1970-1971) , inédito, clase del 13 de enero de 1971 . 
65 . Para una definición del fantasma, véase pág. 5 8 sq. y en especial la nota 
40, pág. 59. 
66. Cf. J. Lacan, "Radiophonie", op. cit., págs. 67 y 99. Cf. supra, capítulo I, 
pág. 40 y nota 35. 
67. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI. . . , op. cit., clase del 19 de marzo de 
1974, y Le Séminaire. Livre Vil. .. , op. cit., pág. 1 3 1 . Se trata del comentario de E, 
Kant, Critique de la raison pure pratique ( 1788), París, PUF, 1943, libro 1, capítulo 
1, pág. 30 [traducción castellana: Crítica de la razón práctica, Buenos Aires, Losa• 
da, 1977]. 
68 . T. Kóno, Cante cruel d'un chasseur devenu proie, traducción de R.-M. 
Makino-Fayolle, París, Seuil, 1997. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 65 
supremo del goce, plus de gozar incomparable con respecto al acto sexual. 
Podemos señalar que el ascenso de ese erotismo perverso y mórbido es co­
rrela 6vo, en esta magnífica novela, de la caída de los ideales antiguos y 
tradic10nales en beneficio de un orden caricaturesco y obsceno: el fantas­
ma realizado mitiga la inconsistencia del Estado.69 
Ese lazo trastornado con lo que sería un goce natural, esa perturbación 
fundamental, son interrogados por el psicoanálisis. En ellos, la muerte es 
una apuesta de goce. 
El entre-dos discursos de la medicina y el psicoanálisis 
La relación del sujeto con la pulsión de muerte está en primer plano en el campo psicoanalítico de la sexualidad. Se trata, en cambio, de una di­mensión radicalmente ignorada por la ciencia, porque está al margen de su campo. Ese desfasaje entre los dos discursos se aprehende cotidianamente en la práctica del psicoanalista, enfrentado a los efectos del discurso de la med(�ina considerada como una técnica científica . Para la medicina, cuya func10n es curar, la pulsión de muerte está al margen del discurso. Sin em­bargo, esa pulsión puede representar un obstáculo al deseo de sanar del sujeto, del que el psicoanálisis nos enseña a dudar. Es posible, incluso, que la me¿icina se erija en cómplice ciego de la pulsión de muerte que habita a 11.n su¡eto. Este desfasaje entre el discurso de la ciencia y el del psicoanáli-11s, qu� es de estructura, plantea cierta cantidad de problemas éticos al psi­coanalista. En efecto, lo que aparece en el campo de la sexualidad asedia­do Pº! la pulsi�n de muerte es la importancia de las elecciones de goce de 1111 su¡eto, elecc10nes que el psicoanálisis no siempre puede modificar. En este punto, el sujeto mismo es real, "respuesta de lo real" .7º Me gustaría l lus�rar este aspecto con dos breves ejemplos en lo.s cuales vemos al sujeto 
,!eshzarse en el entre-dos de los discursos de la ciencia y el psicoanálisis, hruscamente atrapado por algo opaco en que se reconoce la pulsión de lllUerte, y preferir un goce ciego y mortífero al trabajo del inconsciente. En 1 1nbos casos, la posibilidad de la cura analítica fracasó a causa de las elec-
1 rones de goce del sujeto, que el psicoanálisis debe respetar. En ambos, se l r n tn de mujeres jóvenes que desean un hijo a cualquier precio, y aparente­lll<'nte dóciles a un discurso médico que les propone suplir las fallas de la 
11 11 1 uraleza. 
" ''• Slavoj Zizek estudió extensamente este punto en sus obras. Cf Tarrying 
•1lfh the Negative: Kant, Hegel and the Critique of Ideology, Durham, Duke Uni­' 1 •1 1 y Press, 1993, y Subversions du sujet, Rennes, PUR, 1999. 
70, J. L11c11n, "L'�tourdit", op. cit. , pág. 1 5. 
66 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
Primer ejemplo: el hijo intercambiable 
Esta joven mujer se dirigió a mí impulsada por el azar de las páginas 
amarillas del anuario Bottin, sección "psicoanálisis". La vi una sola vez. 
Un año y medio antes, había perdido a su primer bebé, de cuatro meses, 
por muerte súbita. En estado de conmoción cuando en el hospital le anun­
ciaron la muerte del niño, se dijo de inmediato: " tendremos otro" . Esa no­
che misma volvió a menstruar, como si lo real respondiera a su deseo. 
Ahora bien, sucedió lo contrario: a partir de ese momento dejó de ovular 
y un tiempo después los médicos dictaminaron que era estéril. Éstos inten­
taron distintas terapéuticas y estimulaciones y luego, tras comprobar que 
todo era biológicamente normal, dijeron que no podían hacer nada más 
por ella y le aconsejaron que hablara con un analista; de allí su llamado. 
En esa única entrevista, surgió que ella había querido "trazar una ra­
ya" , según su expresión. Decidió de inmediato reemplazar al niño muerto. 
Vuelta a su casa, tiró las cosas del bebé, borró todas las huellas de su exis­
tencia y se comprometió a no hablar de él para, dijo, "reprimir su pena". 
Sin embargo, en relación con un lapsus, se reveló una problemática edípi­
ca. "Era el hij o [filsJ -me dijo (en vez del nieto [petit-fils] )- que le había 
dado a mi padre." Me explicó que éste sólo había tenido dos hijas y que 
habría querido un varón. Ella era la menor, mostraba una serie de identi­
ficaciones viriles en la manera en que hablaba del marido y consideraba 
que el bebé muerto era el hijo que había ofrecido a su padre. Lo que se 
desprendió de esta entrevista fue por lo tanto el valor extraordinariamente 
significante y fálico de ese niño; podría decirse que era el falo ofrecido por 
ella a su padre, con una inversión con respecto a la norma freudiana, se­
gún la cual es la hija la que espera el falo del padre. Reducido a un signifi­
cante el niño era debido a ello intercambiable: un falo vale lo mismo que ' 
otro. 
Lo puesto fuera de juego, y que por eso resurgió con mayor fuerza, pe­
ro como si el sujeto lo rechazara, era el valor de objeto a del niño. La jo­
ven negó a ese ser cualquier valor singular, negó su pérdida y, por consi­
guiente, no pudo hacer el duelo, por cierto difícil. Puede plantearse la 
hipótesis, que por desdicha no tuvimos la oportunidad de verificar, de que 
ese rechazo del trabajo de duelo de un hijo particularizado en su deseo tu­
vo un efecto somático. 
Pero la negativa a asumir la pérdida es también lo que puede impedirle 
entrar en el discurso analítico. Cuando la invito a volver a hablar conmi­
go, me pregunta: " ¿ Cuánto tiempo cree que voy a tardar en quedar emba­
razada ? " . Lógica de la rentabilidad fálica inmediata, que rechaza el traba­
jo del inconsciente. 
En un caso semejante, vemos que el hecho de que el médico la derive al 
analista no implica, sin embargo, que el inconsciente se ponga a trabajar. 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 67 
El sujeto toma solo su decisión, aquí "trazar una raya" sin querer saber 
nada más. 
Segundo ejemplo: una repetición inexorable 
Con el fin de tener hijos, la medicina era indispensable para esta segun­
da joven muj�r. Pero ella la utilizó sin saberlo para satisfacer salvajemente 
una pulsión. Esta se ajustaba a una repetición que, sin embargo,se dejaba 
ver desde siempre en su vida. Su análisis quedó interrumpido a causa de 
ese acting-out. 
La repetición es la del encuentro mórbido con un "pedazo de carne" 
con el cual el sujeto se identificó de manera alienante a causa de las cir-
cunstancias mórbidas de su propio nacimiento. 
Cierta cantidad de recuerdos puestos en serie muestran que está ator­
mentada por su propia equivalencia con ese "pedazo de carne" y que ya 
ha hecho unos cuantos actos que presentifican esa equivalencia alienante. 
Empieza un análisis a causa de inhibiciones profesionales que se han 
transformado en un estorbo y porque a menudo se siente angustiaoa. Muy 
pronto, el análisis, bastante productivo, alivia una serie de síntomas. Al 
sentirse mejor, decide tener un hijo, aunque se le advierte que será un em­
barazo de alto riesgo. En ese comienzo de cura reconstruye, con la ayuda 
de fantasmas infantiles, su posición edípica, que la muestra identificada 
con el padre en contra de la madre. Ésta es el blanco de un reproche vio­
lento; la paciente siente que fue un objeto no deseable para ella, siempre 
11como una niña que se hubiera hecho caca en la bombacha". Con fre­
rnencia tiene una pesadilla en la que se cae un frasco de perfume, caída 
nngustiante que ella no puede impedir. 
En esa coyuntura, queda embarazada. Establ.ece una relación muy es­
t recha con su ginecóloga, que la operó para que su embarazo fuese posi­
hle. Por desdicha, tras algunos meses se produce un aborto natural, en un 
1 11nrco catastrófico. La paciente olvidó tomar los medicamentos que le ha­
h 1 nn recetado y se agotó en lugar de descansar acostada como estaba pre­
vl1to. Rompe la bolsa sin notarlo y espera mucho antes de ir al hospital. 
Al lí, su ginecóloga le anuncia el aborto natural y le dice que debe expulsar 
1 1 feto. La paciente, entonces, exige impulsivamente verlo en la pantalla 
drl ecógrafo. Aunque reticente, la ginecóloga cede ante la insistencia de la 
tovcn. En la pantalla, la paciente ve moverse al feto y, con un grito desga-
1 1 11dor, dice que es ella quien lo va a matar al expulsarlo. Tras esos acon-
1 •1 1 1 11ientos, decide no retomar su análisis. "Se rompió el encanto", me di-
, "Vi en la pantalla lo que yo era y lo que está en juego en mi misma 
1 t encia , mi nacimiento. Ya no tengo nada que aprender en un análisis ." 
1 1 1 este caso, el sujeto no sólo utilizó la técnica médica para curarse, si-
1 1 1 1 r nmbién para satisfacer una pulsión escópica acoplada a la pulsión de 
68 
EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
muerte. En un nuevo acto de una repetición procedente del deseo de su 
madre y que se remontaba a antes de su nacimiento, neces itaba "ver" otra 
vez el objeto que ella era en el deseo del Otro , ese pedazo de carne, en lu­
gar de despegarse de él y saber ser ,otra cosa gracias a la elaboración del 
inconsciente en el análisis. 
Estos dos casos ponen de manifiesto el hiato entre el discurso de la me-
dicina y el del psicoanálisis , con la dimensión trágica de ese entre-dos e� 
que puede desencadenarse la pulsión de muerte y fracasar el deseo del psi-
coanalista por la pasión de lo real. 
Hay otros casos , en cambio, en que gracias al consentimiento íntimo o 
inconsciente del sujeto, la cura analítica tiene cierta eficacia frente a la pul­
sión de muerte y puede desanudar síntomas histéricos invalidantes ; ayuda 
a sujetos orgánicamente enfermos a aceptar curarse; pone obstáculos .a la s 
operaciones mutiladoras en casos de transexualis�o o psi�osis,' por obr� 
de la transferencia y el traba jo analítico que permite. Termmare este capi­
tulo con un tercer fragmento de caso en el que una operación de cirugía 
estética, que era visiblemente un acting-out, pudo evitarse o al menos dife­
rirse gracias a entrevistas con la analista . 
Tercer ejemplo: "Soy un pescado " 
El psicoanálisis nos obliga a prestar atención a lo que dice el sujeto de 
su cuerpo, porque a través de ello nos habla de su relación con el goce. A 
veces , al escuchar frases furtivas, se puede entrever un indicio de psicosis 
en un suj eto aparentemente "norma l " . Es cierto que serán necesaria� otras 
pruebas . Pero de ese modo la prudencia del analista .queda sobre a.viso. 
Una joven me dijo abruptamente al entrar por pnmera vez a mi consul­
torio: "Soy un pescado" . Se trata de una expresión utilizada por los ado­
lescentes para designar a alguien muy feo, similar a "escuerzo" , que es 
otra expresión· Al final de la entrevista pude saber que ya había pedido 
hora con un cirujano para rehacerse la nariz y la boca . No venía a verme 
por eso , sino a caus a de su relación con la muerte . No debe .excluir�e que 
mi apellido haya orientado su elección cuando buscaba un psicoanalista en 
el anuario:· 
Acudía a un analista porque no conseguía trabajar. Sus títulos no eran 
apreciados en su justo valor en el mercado laboral y ella no qu�ría re.bajar" 
se a aceptar un empleo por debajo de su calificación. La entrevista, sm em­
bargo , derivó rápidamente hacia las ideas mortíferas que la asaltaban: no 
* Los términos originales son, respectivamente, thon, atún, y boudin, morcilla 
(n. del t.). 
"* El sonido de More/ presenta cierta semejanza con mortelj mortal (n, del t,), 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 69 
temía la muerte -cosa que se confirmaría a posteriori-, pero sufría, dire­
mos, angustias de " segunda muerte" ,71 es decir, la idea de que iba a desa­
parecer sin dejar huellas , a menos que tuviera hijos o demostrara su genio . 
El tema del trabajo resultó estar ligado al de la muerte por una pequeña 
frase anodina : "Trabaj ar es perder la vida" . Yo le contesté: " ¡ Qué difícil 
es ganarse la vida si se piensa así ! " . En realidad, la pequeña fra se podría 
haber sido la metáfora de su síntoma: adherir a ella podía explicar que la 
búsqueda de trabajo estuviera acompañada por esos sentimientos de mor­
tificación. Pero, ¿ era tomada demasiado al pie de la letra , apris ionando su 
ser mismo, para ser una metáfora ? 
Los sentimientos de muerte se mitigaron con nuestras entrevistas, mien­
tras ella me contaba su historia. Era una sucesión de accidentes: a los tres 
años una pelota la golpeó en la mandíbula, a lo cual volveremos ; a los 
cuatro, se rompió el brazo en la cama matrimonial mientras jugaba con el 
padre; a los cinco , se quemó con el horno , etc . Además, s e había cortado 
el tendón de una mano abriendo ostras, había sufrido dos operaciones fa­
llidas y decía no tener ningún miedo a la cirugía . Esa indiferencia, que no 
parecía una denegación, contrastaba con sus momentos de muerte· subjeti­
va, alarmantes porque -aunque más escasos desde el inicio de las sesiones­
se mantenían, erráticos , como momentos de ausencia de los que después 
ella no podía decir nada , salvo que existían. Ahora bien, la pérdida del 
sentimiento de la vida,72 aun momentánea, y sobre todo cuando tiene ese 
carácter discontinuo y aparentemente sin motivo, es s iempre inquietante, 
porque puede ser el signo de una forclusión73 de la significación fálica y 
por lo tanto de una psicosis no desencadenada . 
En su historia se destacaba un dato: a lo s seis años, el pediatra habría 
71 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre VII . . . , op. cit., capítulo XVI, pág. 243. 
72. J . Lacan, "D'une question préliminaire . . . " , op. cit. , pág. 558. 
73. Cf. supra, nota 13 de este mismo capítulo. La forclusión es la traducción 
q LJc hace Lacan del término freudiano de Verwerfung, que designa un rechazo más 
1 11c.:lical que la represión, ya que es irreversible. La forclusión de la significación fá­
lku es correlativa de la forclusión o el rechazo del Nombre-del-Padre que define la 
¡11icosis en el sentido lacaniano del término. La significación fálica, :n efecto es la 
Nt1411ificación producida por el Nombre-del-Padre en el inconsciente del neurótico ' 
• 01110 consecuencia de la "metáfora paterna", que es una reescritura que Lacan ha-
' del Edipo en 1958 . La metáfora paterna sustituye el deseo-de-la-madre por el 
tfotnbre-del-Padre.El primero se caracteriza por el capricho materno que da y reti­
t 11 nrbitrariamente su amor y los obj etos que lo simbolizan. Su sustitución por el 
t foinbre-del-Padre impide que el niño sea el objeto pasivo de ese capricho. La pro­
h 1 l11dón del incesto y la existencia de la ley paterna reemplazan la arbitrariedad 
l l l1Ht'l'llll, El Nombre-del-Padre y la significación fálica dominan el inconsciente del 
1 1it11 rútico. 
70 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL 
dicho a la madre, que la mimaba demasiado, que la dejara un poco en paz. 
La madre, entonces, la habría "soltado" definitivamente y había encontra­
do un trabajo. Desde entonces, su padre se ocupaba de ella. El trabajo, por 
consiguiente, estaba asociado a la pérdida, no de la vida, sino de la madre; 
en todo caso, se articulaba como un abandono definitivo. 
A partir de ese momento, la madre siempre le había repetido que era 
fea, lo contrario de ella. La niña "sabía" por su madre que se había vuelto 
fea de la noche a la mañana, a los tres años, cuando un chico del jardín de 
infantes le dio una "patada" en la cara. Una lógica irrefutable la empuja­
ba a rehacerse el rostro como " habría debido ser" sin ese puntapié. Con 
esa operación, que no le daba más miedo que las otras, no sólo sería linda 
sino que, sobre todo, sería amada por un varón. Esa puesta en continuidad 
del discurso de su madre y una intervención real sobre el cuerpo, sin gran 
desplazamiento y con meras inversiones significantes: (varón-golpe en la 
cara-fea) transformada en (operación en la Cara-bella-varón), unida a la 
convicción del sujeto sobre la eficacia del remedio, podía indicar una au­
sencia de represión. Por otra parte, la castración, lejos de estar inscripta 
simbólicamente en el inconsciente, sólo aparecía aquí representada imagi­
nariamente por el punta·pié. Lo notable era que ella nunca había puesto en 
duda que ese accidente fuera la causa de su supuesta fealdad. Por lo tanto, 
adhería sin mediación al discurso materno. Yo había tenido la misma im­
presión con su manera de tomar al pie de la letra la frase "trabajar es per­
der la vida". Del mismo modo, decía sobre la marcha: "Mi madre no me 
puede ver" y " quiero cambiar de cara porque no puedo verme en el espe­
jo". Prisionera del discurso materno, era literalmente hablada por su ma­
dre, en cuyos ojos se miraba, y esto, con la lógica que antes mencionamos, 
la llevaba directamente a operarse. 
Corno había concertado una consulta con el cirujano, le pedí que le ha­
blara de ese puntapié fatal. Radiografías en mano, el cirujano le dij o que 
las particularidades de su perfil eran congénitas y que ese accidente a los 
tres años no había tenido ninguna influencia. 
Esto no hizo mella en absoluto en su convicción de que un "cambio de 
cara" resolvería su problema con el otro sexo al volverla femenina, convic­
ción74 que, unida a los otros rasgos que señalamos, nos parece psicótica. 
Sin embargo, con sus palabras el cirujano hacía caer en falta el discurso de 
la madre, lo cual hizo que ella encontrara una solución diferida: sólo se 
operaría después de resolver su problema de trabajo y sanar de sus senti­
mientos de muerte mediante el análisis, cosa que, con seguridad, llevaría 
tiempo ... 
74. Se advierte el mismo fenómeno en los transexuales, el mismo tipo de con­
vicción de un "error de la naturaleza". 
LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 71 
Es sabido que la psicosis puede sustentarse en tales soluciones asintóti­
cas, y ésta puede considerarse como el esbozo de una modalidad de "em­
puje-a-la-mujer". 75 Esta feminización, a veces forzada en la psicosis, nos 
lleva ahora a examinar en qué puede consistir la sexuación para el psicoa­
nálisis. 
75. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22, e infra, capítulos vm y IX. Se trata nqu� de la aspiración a una femineidad perfecta e ideal, que exige sin embargo una 11\Utilación o "castración real" del cuerpo. Esta exigencia ilimitada de una "libra de carne" es una consecuencia de la forclusión de la significación fálica. Lacan to-
11111 la expresión "libra de carne" de El mercader de Venecia de Shakespeare para ¡ . l ' ' • es1gnar a puesta en acto, en la realidad, de la castración o de una operación sim-holica forcluida. Cf. J. Lacen, Le Séminaire. Livre x. La angoisse ( 1962-1963) iné-d i to, clase del 23 de encrn de 1 963. 
Segunda parte 
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
III 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 
NO AGOTA LA CUESTIÓN 
Para algunos psiquiatras, aunque sean psicoanalistas, el concepto del se­
xo sigue ligado al de la reproducción. En su libro Sex and Gender, 1 Stoller 
describe una serie de casos de transexualisrno o intersexuación crornosórni­
ca, con sus referencias familiares, siempre preciosas para el psicoanalista. 
Aunque sensible a la dimensión del lenguaje, define así la sexualidad: "Su 
función es directamente el prototipo de un comportamiento procreador (o 
de un sustituto de ese comportamiento), cuando culmina en él o lo acompa­
ña". Y agrega: "Sabernos que la reproducción es la meta esencial subyacen­
te del comportamiento sexual" .2 Stoller se sitúa, por lo tanto, en la perspec­
tiva de un modelo biológico. Lo confirma su enfoque de la diferencia 
sexual: "Así, al margen de algunas excepciones, existen dos sexos: uno ma­
cho y el otro hembra". Éstos están determinados por una serie de caracte­
rísticas: órganos genitales externos e internos, gónadas, hormonas y carac­
teres sexuales secundarios, así como los cromosomas y. el genotipo. Las 
"excepciones" de las que habla Stoller son los individuos "mezclados" des­
de el punto de vista crornosórnico u hormonal, a quienes se denomina inter­
sexuados. Para este autor, el sexo biológico se divide en dos clases identifi-
c ; 1 bles por atributos opuestos o rasgos distintivos. Entre las dos clases 
queda, sin embargo, una zona de incertidumbre que se reduce sin cesar gra­
cias a los progresos de la ciencia y las definiciones genéticas del sexo. Con 
rada nuevo descubrimiento, esta zona intermedia que engloba los casos de 
int ersexualidad se reduce, y es de suponer que terminará por desaparecer. 
1 . R. J. Stoller, Recherches sur l'ide11tité sexuelle (traducción francesa de Sex 
n11d Gender), op. cit. 
2. Ibid., pág. 22. 
76 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
CRÍTICA DEL GÉNERO 
La lógica subyacente a la clasificación científica del sexo es la de la cla­
se y el atributo, que se remonta a Aristóteles: si un individuo tiene tal atri­
buto, por ejemplo un pene, estará en la clase de los machos; si no lo tiene, 
estará en la clase de las hembras. Pero si pertenece a esta última clase, cabe 
esperar que tenga una vagina o un útero; si .no es así, se hará una investi­
gación anatómica y genética más profunda para decidir dónde ubicarlo 
(casos de intersexualidad) . 
Pero, ¿cómo puede Stoller, un clínico que leyó a Freud, insistir en una 
definición biológica del sexo, ajustada a la reproducción e impropia aquí, 
puesto que estudia casos de transexua les, enigmáticos desde el punto de 
vista científico ? Se ve obligado a introducir una noción que proviene del 
lenguaje, la de género (gender). El género se distingue del sexo biológico y 
puede oponerse a él; introduce una bipolaridad masculino/femenino que 
nos es familiar en la lengua, porque nos permite clasificar las palabras, por 
su artículo, su terminación, etc . Volvemos a caer en la lógica aristotélica 
de la clase y el atributo. La dualidad masculino/femenino evoca una com­
plementariedad, un "dos en uno" que es una metáfora de la relación se­
xual: cada uno con su parej a, el pene con la vagina, el activo (hombre) con 
el pasivo (mujer), etc. Desde el momento en que nos situamos en la pers­
pectiva de una teoría de las clases, una teoría del tipo sí/no, que implica 
buscar un rasgo que el sujeto tiene o no, estamos en la lógica de una iden­
tificación imaginaria con un sexo y de una relación sexual imaginaria. Ve­
remos que esta identificación no basta para determinar la sexuación. 
Aunque independiente del sexo biológico,el género, sin embargo, se ar­
ticula para Stoller con la noción de una cantidad: "El género es la cantidad 
de masculinidad o femineidad que se encuentra en una persona" .3 Cosa 
que es, por lo menos, difícil de evaluar. 
Finalmente, llegamos a lo que era de esperar por el hecho de mantener­
se en la lógica de la clase, el atributo y las identificaciones, a saber, la no­
ción de identidad: "La identidad de género comienza con el conocimiento 
y la percepción, conscientes o inconscientes, de la pertenencia a un sexo y 
no al otro" . De modo que el criterio del género y la "identidad sexual" se­
rá, en definitiva, la conviccjón íntima del sujeto en cuanto a su sexo. Esa 
identidad se constituirá ant¿s de los tres años y presuntamente es asignada 
al sujeto por sus padres e incluso por el médico que anuncia el sexo en el 
momento de nacer, luego confirmado por la educación: "Cualesquiera 
sean los determinantes biológicos del sexo, nos convertiremos en miem­
bros del sexo que se nos asignó" .4 
3. !bid. , pág. 28. 
4. !bid., pág. 34. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 77 
Stoller escuchó a muchos sujetos transexuales que tienen, en efecto, la 
convicción de pertenecer a un sexo que no es su sexo anatómico. Denun­
cian por lo tanto un "error de la naturaleza " y recurren a la cirugía para 
corregirlo en su cuerpo. 
Ahora bien, en la clínica psicoanalítica de los neuróticos es extremada­
mente raro ver a un sujeto proclamar una certeza semejante en cuanto a su 
sexo. El sujeto se pregunta: " ¿ Soy una verdadera mujer?" , " ¿no soy dema­
siado masculina? " o " ¿ soy realmente viril ? " , " ¿no soy demasiado impoten­
te para ser un hombre?" , etc. Duda, sospecha la presencia de rasgos nota­
bles del otro sexo en él. A veces es preciso todo un análisis para resolver ese 
problema. Por otra parte; Lacan caracterizó la neurosis como una pregunta 
y la histeria por la pregunta referida al sexo:5 " ¿ Soy hombre o mujer?" . En 
cambio, un sujeto que proclama, con respecto a su sexo, una convicción 
tan grande que está dispuesto a operarse, puede ser sospechoso de psicosis, 
aunque por lo demás parezca perfectamente normal.6 Así, el concepto sto­
lleriano de "identidad de género" está calcado sobre el discurso transexual. 
En cierto modo, es un concepto psicótico, que toma como "verdad" del se­
xo lo que es un fenómeno elemental del transexualismo: la convicción deli­
rante de un error de la naturaleza en la determinación del sexo del sujeto. 
Stoller indica otras características de esos casos que confirman que la ma­
yoría de los sujetos transexuales corresponden a un diagnóstico de psicosis. 
Así, destaca la importancia del deseo materno para el establecimiento de 
una identidad de género que contradice el sexo anatómico. Por otra parte, 
utiliza la expresión "falo feminizado de la madre"7 para el varón pequeño 
que más adelante querrá convertirse en una niña . Ahora bien, si el deseo­
de-la-madre siempre es esencial para un sujeto, en la neurosis está tachado 
por el Nombre-del-Padre.8 En la psicosis, al contrario, el Nombre-del-Padre 
5. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre lll, op. cit. , págs. 1 8 1 y 195. 
6. Es lo que veremos en el caso de Ven, en el capítulo VII , "El transexualismo y 
la clasificación sexual ", pág. 1 8 3 . Como ya dijimos, el término "psicosis" debe to­
marse en un sentido estructural, definido por la forclusión del Nombre-del-Padre y 
la significación fálica. La psicosis es entonces compatible con manifestaciones po­
C<> ruidosas, que a primera vista se asemejan a las de la neurosis, como nos lo en­
acñaba el tercer caso del capítulo 11 (" Soy un pescado" ) . Cf. supra, capítulo u, pág. 
SO, nota 1 3, y pág. 69, nota 73. -
7. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit. , pág. 147. 
8 . Al sustituir el deseo-de-la-madre, el Nombre-del-Padre no lo borra, sino que 
In marca fálica que estampa en él queda ligada al padre (para decirlo rápidamente, 
IR madre es despojada del falo, que se sitúa entonces del lado del padre). Por otro 
l11<l<>, desbanca al hijo del lugar en que sería la "cosa" de la madre, donde encarna-
1 ín l' ll su ser el objeto a de ésta; me parece que es esto lo que evoca la expresión 
" falo fcminizado de la madre" que emplea Stoller. 
78 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
está forcluido y el sujeto queda l ibrado, de manera no mediatizada �or la 
ley paterna , al capricho materno. No es sorprendente, entonces, qu: ciertos 
transexuales hayan sido un objeto privilegiado por su madre, un ob¡eto a, Y 
que se hayan feminizado, ora por una identificación masi�a y precoz con 
ella, ora porque fueron el objeto de un empuje-a-la�mujer. Se trata,de. un 
proceso psicótico de feminización forzada de un su¡eto, ya sea anatom1�,a­
mente hombre o mujer. El empuje-a-la-mujer se debe a una mt:rpret�c10n 
delirante que el sujeto hace del goce que lo invade y que no e�ta loca lizado 
por el significante del falo, forcluid?. De resultas, �l .goce se mterpr.eta �?­mo femenino. Desde el punto de vista fenomenolog1co, esta femm1zac1on 
forza da puede vivirse como una transformación corporal o exigi.r una cas­
tración rea l . También puede suceder que la femineidad se lo�ahce en un� 
mujer idealizada y amada, como en ciertos casos de transexuahsmo femem­
no. Otro aspecto notable en Stoller es la expres ión "miembros del sexo .�ue 
se nos asignó", 10 como si el sujeto no tuviera ningún papel en la sexuac1on. 
Ahora bien, es cierto que en la psicosis el sujeto, que no puede apoyarse en 
la ley paterna, tiene un margen mucho_ más débil fre,nte al d.eseo ma�:r1:1� Y luego frente al deseo de los otros . Debido a ello, esta sometido a la �mCia­
tiva del Otro", 11 a la que no siempre puede replicar. No es seguro, sm em­
bargo, que el deseo materno sea el único en cuestión en .el deseo del transe­xual de d�cir "no" al sexo anatómico. 12 Podemos decir que Stoller es un 
clínico demasiado bueno. Sin duda es fiel a la clínica del transexualismo pe­
ro, al mismo tiempo, su teoría de la identidad de género está d.emas_iado 
cerca de los dichos de los sujetos esci¡cha dos, a quienes toma casi al pie de 
la letra . Esos dichos, más bien, deberían elaborarse e interpretarse en una 
teoría coherente de la sexuación. 
OBSERVACIONES SOBRE UNA TEORÍA ANTROPOLÓGICA 
DE LA DIFERENCIA SEXUAL 
Franc;:oise Hér itierl3 postuló, " junto a los tres pilares que eran para 
Claude Lévi-Strauss la prohibición de l incesto, el reparto sexual de las ta­
reas y una forma reconocida de unión sexua l " , 14 un cuarto pilar "tan evi-
9. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit. , pág. 44. . , 10. R. J. $toller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pag. 34. 
11. J. Lacan, Le Séminaire. Livre lll, op. cit., pág. 218 . 
12. En e l caso de Ives, en el capítulo vn, pág. 200, vemos el papel que desem• 
peña la decisión del sujeto en el proceso complejo de su sexuación. 
13 . F. Héritier, Masculin/Fémi11in . . . , op. cit. 
14. [bid., pág. 27. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 79 
dente que no se veía" 15 y que ella denomina "va lencia diferencia l de los se­
xos" . Ésta expresa " la dominación social del principio de lo masculino" ,16 
que la autora considera universal, a diferencia de los tres primeros pilares 
que la biología no genera directamente, sino que son construcciones cultu­
rales levantadas con distintas lógicas según las sociedades. 17 Esta "valencia 
diferencial de los sexos", "artefacto y �o hecho natural " ,1 8 dice Héritier , 
sería la traducción única del dato biológico. Al buscar el origen de la pre­
sencia universal de esta "valencia " , la autora plantea la hipótesis de que 
no sería la expresión de una "desventaj a [handicap J del lado femenino " , 
sino más bien de una "voluntad de control de la reproducción" 19 por par­
te de hombres que no disponen "de ese poder tan particular" . Inspirada en 
Aristóteles, Héritier aclara que "también la matriz de la valencia diferen­
cia l de los sexos [ . . . ], por lo tanto, estaría inscripta en el cuerpo,en el fun­
cionamiento fisiológico, o [ . . . ] procedería , más exactamente, de la observa­
ción de ese funcionamiento fisiológico" . 20 Esta " matriz de la valencia 
diferencial de los sexos" traduciría la desigualdad entre el dominio mascu­
lino de la pérdida de semen y lo indominable femenino de la pérdida de 
sangre. El libro de F. Héritier propone una traducción cultura l, a través de 
los mitos, las costumbres y las representaciones colectivas, de esta "valen­
cia diferencia l de los sexos", que siempre se hace por series de oposiciones 
significantes (el hombre ca liente, la mujer fría ) en que un polo se va loriza 
a expensas del otro: "Siempre y en todas las sociedades, la diferencia entre 
los sexos se traduce ideológicamente en un lenguaj e binar io y jerarquiza­
do" .21 Su idea es que esa diferencia, seña lada en el cuerpo, es un " tope úl­
timo del pensamiento".22 Objeto de escánda lo, la diferencia entre los 
sexos sugiere una oposición conceptua l básica : la de lo idéntico y lo dife­
rente. A partir de allí se construyen grillas de clasificación de lo masculino 
1 5. [bid. 
16 . [bid., pág. 25. 
1 7. Cf. ibid. , pág. 23: "Me considero, por lo tanto, materialista: parto efecti­
vamente de lo biológico para explicar cómo se introdujeron tanto las instituciones 
,>ciales como los sistemas de representaciones y pensamiento, pero postulo como 
¡)etición de principio que ese dato biológico universal, reducido a sus componen­
te� esenciales, irreductibles, no puede tener una única y excl usiva trad ucción, y 
11ue todas las combinaciones lógicamente posibles, en los dos sentidos del término 
matemáticas, pensables-, fueron exploradas y realizadas por los hombres en so-
' lt'dad ". 
1 8 . [bid. , pág. 24. 
1 9 . [bid. 
20 lbid., pág. 26. 
2 1 . [bid. , pág. 206. 
22. Jbid., pág. 20. 
80 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
y lo femenino, fundadas en oposiciones significantes (caliente/frío, seco/hú­
medo, alto/bajo, animado/inerte, soplo/materia, etc.) que siempre se orien­
tan, a causa de la "valencia diferencial de los sexos", de acuerdo con un 
vector (más/menos) que "funda la desigualdad ideológica y social entre los 
sexos" .23 
Sin discutir filosóficamente el origen de la desigualdad de los sexos, 
plantea.remos, a partir de las observaciones e hipótesis de F. Héritier, tres 
interrogantes que interesan al psicoanálisis: ¿ "traduce" el lenguaje binario 
de las oposiciones significantes la diferencia de los sexos? ¿Cuáles son las 
causas de la misoginia? ¿Qué efecto produce en el sujeto la observación 
corporal de la diferencia de los sexos? 
Las oposiciones significantes y la diferencia de los sexos 
La estructura misma del lenguaje proporciona los sistemas de oposicio­
nes significantes. Sobre el origen del lenguaj e sólo existen mitos, y compa­
raremos el que propone Lacan24 con el que sugiere F. Héritier. Partamos, 
entonces, de la oposición semejante/diferente. 
El semejante y el espejo 
El psicoanálisis nos enseña que el fundamento de lo idéntico procede del 
imaginario y, en concreto, de la imagen del cuerpo, con la cual el sujeto se 
identifica durante el "estadio del espejo".25 En efecto, el ser hablante apre­
hende su cuerpo como imaginario: una envoltura, como una bolsa, análoga 
a un traje. También es una imagen, la del cuerpo, la que figura una unidad; 
el cuerpo parece "uno" al ser hablante cuando se mira en el espejo. La tesis 
de Lacan es que esta unidad del cuerpo data del momento electivo en que el 
sujeto, que aún no se mantiene de pie, se identifica de manera jubilosa, pero 
con cierta altivez, con su imagen, como si fuera la de otro, un semejante, er­
guido frente a él. El estadio del espejo es una relectura lacaniana del narci­
sismo freudiano. En realidad, esta operación de identificación imaginaria es 
compleja : requiere la intervención de un adulto, que confirme "sí, así es, 
eres tú". De tal modo, el sujeto, por medio del reconocimiento de ese Otro, 
se identifica con la imagen que, desde luego, no es él. De ello resulta un des­
conocimiento fundamental, "una evidencia engañosa" ,26 una alienación 
23. !bid., pág. 220. 
24. Cf. supra, capítulo 1, pág. 42. 
25. J. Lacan, "Le stade du miroir comme formateur de la fonction du Je . . . ", 
op. cit., pág. 93. 
26. J. Lacan, "De nos antécédents", op. cit. , pág. 69. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASlFlCADOR 8 1 
fundadora de la relación del sujeto con lo imaginario, el cuerpo y el seme­
jante. Además de esta relación de reconocimiento simbólico (el " sí, así es, 
eres tú" ) , también hay en el estadio del espejo una condición real: que el ni­
ño sea verdaderamente investido por la mirada de ese Otro, que sea el ob­
jeto real de cierto deseo singularizado. Ese momento del estadio del espejo 
estructura el cuerpo como forma imaginaria y funda las categorías de lo se­
mejante, lo parecido, lo mismo y la forma idéntica. 
Lo di{ eren te y el significante 
La categoría de lo diferente tiene sus raíces, en cambio, en la experien­
cia del lenguaje y el significante. La estructura binaria descubierta por F. 
de Saussure se basa en oposiciones fonemáticas.27 El fonema mismo se 
descompone en un haz de elementos diferenciales o "rasgos distintivos" , 
que son entidades "estrictamente opositivas" .28 Esto implica que esos ras­
gos distintivos nunca están aislados, sino que funcionan siempre por pares 
de opuestos. La definición que da Lacan del sujeto del inconsciente se ba­
sa en la estructura binaria del significante: "Un significante representa al 
sujeto para otro significante" .29 Un enunciado de ese tipo implica que "el 
inconsciente está estructurado como un lenguaje" . 30 
Pero en el psicoanálisis también hay una estructura "unaria" del signi­
ficante, en que éste está aislado de los otros y ya sólo se refiere a sí mismo. 
La segunda clase de identificación descripta por Freud proporciona su mo­
delo.31 Dora, la muchacha histérica analizada por él en 1905, imita la tos 
de su padre. "No debe escapársenos -dice Freud- que la identificación es 
¡ . . . ] parcial, extremadamente limitada, y sólo toma un rasgo [nur einen 
einzigen Zug] de la persona objeto. " Ese "rasgo único" mediante el cual el 
sujeto se identifica con el Otro al diferenciarse de él fue llamado "rasgo [ o 
2 7. Cf. F. de Saussure, Cours de linguistique générale, op. cit., capítulo 4, pág. 
1 64: "Ahora bien, lo que los caracteriza [a los fonemas] no es, como podría creer­
le, su cualidad propia y positiva, sino simplemente el hecho de que no se confun­
dan entre sí. Los fonemas son ante todo entidades opositivas, relativas y nega­
livas". 
28. R. Jakobson, Six lefons sur le son et le sens, París, Éditions de Minuit, 
1 976, págs. 91 y 121 . 
29 . J. Lacan, "Radiophonie", op. cit., pág. 65. 
30. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir . . . ", op. cit., pág. 800. 
3 1 . S. Freud, "Psychologie des foules et analyse du moi" ( 1921 ) , en Essais de 
p1ychanalyse, op. cit. , capítulo 7, "L'identification", pág. 169 [traducción castella-
1111: Psicología de las masas y análisis del yo, en OC, vol. 1 8 , 1979]. La primera 
1dc:ntificación es la identificación primordial con el padre; la tercera es la identifi-
nción histérica, en que dos sujetos ponen en común una falta de objeto. 
82 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
trazo] unario" por Lacan.32 Una vez adoptados, algunos de estos rasgos ya 
no son sustituibles por otros significantes ni pueden encadenarse con ellos. 
Aislados en el inconsciente, se convierten a veces en significantes que se re­
piten de manera traumática en la vida del sujeto.33 Al mismo tiempo que 
siguen cargados de significación, pierden en el inconsciente la propiedad 
binaria del significante, que supone la posibilidad de la sustitución metafó­
rica y del encadenamiento con otros significantes. Debido a ello, esos "ras­
gos unarios" asumen, según Lacan, el status de letras.34 Él los compara 
con los bastones o muescas hechos por un cazador del magdaleniense so­
bre la costilla de un mamífero,que vio en el museo arqueológico de Saint­
Germain-en-Laye.35 Esos trazos aislados, acaso dibujados para señalar ca­
da una de las presas abatidas, introducen la diferencia en lo real y 
preceden el conteo. Tendrían una relación con el número· "Uno".36 
El significante, entonces, es la diferencia y también lo que funda la ca­
tegoría del " Uno" . En consecuencia, ya no hablamos aquí del "Uno" de la 
totalidad imaginaria, la de la imagen del cuerpo o de lo semejante, sino del 
"Uno" del rasgo que se traza antes de contar, para marcar las "veces" 
idénticas pero diferentes: los días que pasan y se repiten, los puntos obte­
nidos en un juego, las presas obtenidas en la caza, etc. Mediante una mar­
ca, un trazo indicativo, una letra mínima, ese "Uno" nos permite marcar 
una sucesión y luego contar las marcas sucesivas, orientarnos, saber dónde 
estamos. Puede parecer paradójico asociar la diferencia y el "Uno". Sin 
embargo, así es como se opera. Para diferenciar dos cosas, para comparar­
las u oponerlas, se identifica cada una de ellas con uno de sus rasgos, una 
de sus características -un atributo, por lo tanto-, que luego se diferencian: 
en primer lugar identificación con un atributo, a continuación diferencia­
ción y eventualmente clasificación. Ésa es la forma en que el orden del sig-
32. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IX. L'identification ( 1961-1962), inédito, cla­
se del 6 de diciembre de 1 961 . 
33. Es el caso del significante " ¡ fuego !" en el caso de Tom (capítulo IX, pág. 
243) , que escande sus pasajes al acto. Lacan también los llama "significantes 
amo" . Cf. supra, capítulo u, pág. 62, nota 57. 
34. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, Ornicar? nº 3, op. cit., clase del 21 de 
enero de 1975, pág. 1 07. "Aquello que, del inconsciente, puede traducirse por 
una letra, en cuanto sólo en la letra la identidad de sí consigo está aislada de toda 
cualidad. " 
35. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IX, op. cit. 
36. Para una áiscusión sobre este punto, podrá consultarse M. David-Ménard, 
"Le nombre chez Frege et le trait unaire chez Freud", en Les Constructions de l'u­
niversel. Psychanalyse, philosophie, París, PUF, 1997, col. "Pratiques théoriques" , 
pág. 99 sq. [traducción castellana: Las construcciones de lo universal. Psicoanáli­
sis, filosofía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1999]. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 83 
nificante y de sus oposiciones binarias por un lado, y el orden de la gramá­t�c� de la frase (sujeto-cópula-atributo) por el otro, fundan la lógica aristo­tel1ca. de las clases: géneros, especies, etc. Retomemos un ejemplo a menu­do citado por F. H éritier: las mujeres son identificadas por el rasgo " sangre menstrual" y los hombres por el rasgo " semen", y luego se los opone en dos clases. A continuación, se razona al respecto y el pensamien­to, construye ?tras oposiciones, secundarias o complementarias: sangre fna/semen caliente, sangre derramada/semen guardado, sangre indomina­ble/semen dominado, etc. El pensamiento funciona según esta lógica de las clases, como lo mostró Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje.37 
La di( erencia de los sexos y la alteridad 
P_ero, ¿se trata en verdad de lo que se menciona con la expresión "dife­rencia de los sexos" ? J?e hec�o, en lo precedente no hacemos más que es­pecular sobre rasgos diferenciales y lo que es verdaderamente diferente se escapa, porque el pensamiento de la diferencia siempre nos retrotrae al Uno Y la identificación. ¿No es ésa, por otra parte, una de las dificultades del feminismo? Cada vez que éste reivindica el derecho a la diferencia rei­v!ndica el der_echo a la igualdad y, en definitiva, a la identidad. Lo q�e se p_1erde es la d1ferenc�a no identificable, vale decir, la alteridad, la especifi­cidad, que eran precisamente la apuesta inicial. Para evitarlo, Lacan intro­duce el concepto de Otro, en lo tocante a la diferencia sexual. El Otro, "el Otro sexo" , es lo que se resiste justamente a la identificación lo que es otro que �l u?o.38 Por lo tanto, no se puede identificar al Otro. 'El concep­to de femme1dad en psicoanálisis, con sus bien conocidas evocaciones de desconocido, �nigma, inaccesibilidad, encuentra así un apoyo, no tanto en el uno de la diferencia como en la alteridad real, lo que es absolutamente otro Y se sustrae fundamentalmente a la fijación identificatoria a la clasi-ficación. ' 
El "no hay relación sexual" de Lacan significa esto: por un lado, se puede hablar del hombre como universal, identificándolo con el uno el fa­lo. Pe�o por el otro hay una ausencia, una alteridad que no es identificable rnlect1vamente con un significante: lo cual expresa el aforismo lacaniano " La mujer no existe" .39 Esta ausencia no puede señalarse con un segundo 
37, C. Lé�i,-Strauss, La Pensée Sauvage ( 1 962), París, Agora Pocket, 1962, pág. 1 59 ! tra.ducc1on castellana: El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura 1 ; :on6m1ca, 1 964]. 
3 8 . Como ya se puede leer en el Parménides de Platón. 39, J. Lacan, Télé11ision1 París, Seuil, 1 973, pág. 60 [traducción castellana: "Te­l1vi1i6n", en Psicoanáli,is: radiofon{a y televisión, Barcelona, Anagrama, 1980]. 
84 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
significante, como s i dijéramos el significante "uno" es p_ara el hombre Y el "dos " para la mujer. Por lo tanto, aunque sea real decir que hay dos se­
xos, no puede decirse, sin embargo, que el "segundo sexo"4º exista � f_in 
de entrar en relación con el pr imero . La relación sexual no puede escribir­
se entre el uno y un Otro caracterizado por el hecho de que ningún signifi­
cante lo identifica , y en consecuencia por una a usencia y un vacío . En el 
plano de los sujetos , los hombres y las mujeres como seres sexuados, no 
podemos conformarnos con identificaciones y clasificaciones como lo hace 
el antropólogo ; debemos tomar en cuenta una dimensión que no es redu�­
tible a las oposiciones significantes ni a la lógica del atributo, sino que exi­
ge una construcción singular en cada uno de los momentos , la del goce Y 
sus modalidades en la relación con el otro sexo . 
De allí la clínica psicoana lítica del caso por caso que adhiere a esa lógi-
ca singular, a partir de la cual se pueden poner de relieve estructuras que 
no son únicamente clas ificaciones identificatorias. 
Freud y el órgano genital femenino 
Que los sistemas de opos iciones significantes son impotentes para re­
presentar la sexuación para el sujeto lo leemos ya en el texto de Freud ''.La 
organización genital infantil" .41 En esta o�ganización, " el �rg��o gemtal 
femenino no parece descubrirse nunca" , dice Freud. Esto sigmfica que la 
femineidad, la "diferencia" , sigue siendo una alteridad abso luta , una des­
conocida . Lo cual no impide que las niñas exploren su cuerpo : tocar no es 
reconocer en el sentido del pensamiento ni en el de un goce susceptible de 
inscribirse correlato de un significante como lo es el goce fálico . Si bien , . 
hay exploración y hasta goce del órgano femen ino , se mantienen �o ms-
criptos, únicamente experimentados sin que el sujeto lo recuerde, sm que 
pueda decir o saber algo de ello . . , 
Con respecto a este factor desconocido fundamental, la elucubr�cioó. 
infantil se organiza según Freud en oposiciones conceptuales que siguen 
los estadios del desarro llo sexual : el goce dominante manda en el pensa­
miento . Se cuentan tres oposiciones sucesivas: en primer lugar, sujeto/obje• 
to en la etapa de la elección de objeto , luego activo/pasivo en el " estadio 
de la organización pregenital sádico ana l " . En el estadio siguiente, el de la 
primacía del falo u " organ ización genital infanti l", dice Freud, "hay sin 
40. Título de la obra de Simone de Beauvoir citado por J. Latan en "L'Étour­
dit", op. cit., pág. 23. 
41. S. Freud, "L'organisation génitale infantile" ( 1923), en La Vie sexuelle, op. 
cit., pág. 1 1 6 [traducción castellana: "La organización genital infantil (una interpo• 
ladón en la teoría de la sexualidad)", en OC, vol. 19, 1979]. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR85 
duda un 7:11asculino, pero no femenino . Aquí , la opos ición se enuncia: ór­
gano gemtal m�sc�l_ino o castrado" .
42 Así, el pensamiento infantil no logra 
encontrar un sigmficante que identifique lo femenino . Más adelante esta 
a lteridad inten:ará captarse _medi�nte una construcción fantasmátic� que 
utd1z_a _ las te�nas sexuales mfantiles , pero seguirá enmascarada por las oposic10nes significantes precedentes. 
El nacimiento de la oposición significante, según Freud 
Est�s oposiciones significantes son proporcionadas por la estructura del 
lengua¡ e, que preexiste al sujeto. La clínica muestra que el sistema de las 
op_osiciones significantes modela el habla y por lo tanto el pensamiento del su¡eto , mucho antes de que se lo pueda achacar a la observación de la di­
ferencia anatómica: ,Freud d�ta la oposición sujeto/objeto en la etapa , muy precoz, de la el�cc1on de ob1eto . En "Más allá del princip io de placer" 43 
presenta a su meto de dieciocho meses que, cuando la madre se marcha 
t �ata de simbolizar _esa ausencia mediante un juego : lanza y recoge alterna� tivamente una bobi�a atad� a un .hilo , mientras escande O - fort - lejos -
se �ue; A - d_� - aqm. Este ¡uego es el esbozo del fantasma . En él , el sujeto esta en rel�c1on con un objeto perdido , la presencia materna , representada 
por la bobma . Tanto el juego como el fantasma se sitúan en el lugar de un 
�cal insoportable que tratan de transformar en placer. La escansión O - A 
tnter�reta por una oposición significante , en este caso fonemática , la alter-
11anc_1a de la presencia y la ausencia de la madre . Esta oposición puede ·cms1der�rse como una s imbol ización primordial para el sujeto . Es previa 
11 l� rnetafor� paterna ,44 y Lacan la bautizó " deseo-de-la-madre" . Pero ya 
11h1, como mas adelante en la diferencia sexual , la oposición O - A no tra­
d uce el re�l en cuestión, a saber, la pérdida de la madre; representa al suje­
t o en el mvel de la palabra , de la cadena significante articulada 45 mientras 
que lo q�e está en juego de goce está en otra parte, en el j ue¡o-fantasma 
de la bobma que designa. 
42. !bid. 
43. S. Freud, "Au-dela du principe de plaisir", op. cit., pág. 52. 44. Cf. supra, capítulo u, pág. 50, nota 13 , y pág. 69, nota 73. 45. En efecto
'. 
la definición que Lacan da del sujeto ($) es: "Un significante re-1 , 1 1:�cnta � u'.1. su1eto para otro significante" . Aquí, el sujeto es representado "en-
1 1 1 los..51gm!1e�ntes "O" y "A". La bobina figura el objeto a del fantasma. Cf. J. 1 1 1 1 1\, .Le semmaire sur «La lettre volée » " ( 1955), en Écrits, op. cit. , págs. 46-47 1 1 1 1 1 l uc.c16n castellana: "El seminario sobre «La carta robada » " , en Escritos 1 ] , y l , 1m l lon et champ de la parole et du langage en psychanalyse" ( 1953) , en Écrits 
/' 1 lt •. , págs. 3.1 8-31 9. 1 �raducción castellana: "Función y campo de la palabra y el 1 I IMl lnJC en ps1coanáhm" 1 en Escritos l ] . Cf. también J. Lacan, Le Séminaire. 
86 L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS 
Del mismo modo , en el caso de la diferencia sexual , las oposiciones s ig­
nificantes no logran traducir la alteridad en cuestión en la relaciór:i hom­
bre-mujer; no son más que su signo , su índice, en tanto que lo real está e
n 
otra parte : en las moda lidades de goce del sujeto en su relación con el otro 
sexo. 
Las causas de la misoginia 
Como bien lo señala F. Héritier, las oposiciones binarias de lo masculino 
y lo femenino, en el pensamiento mítico o las representaciones colectivas, se 
polarizan en una clasificación jerárquica, según el principio universal q_u� _
la 
autora llama "valencia diferencial de los sexos" . En cuanto al ps1coanahs1s, 
hace mucho que identificó ese principio como la primacía del falo. 
Si nos referimos a la "organización genital infantil " regida por esa pri­
macía46 en el caso de las niñas y los varones, significa que existe un mo­
mento en que la actividad masturbatoria, que comenzó de manera espontá-1 · · d 47 
nea, se vincula a la creencia en que todos los seres, a un os manuna os, 
tienen un órgano masculino. La fase fálica realiza por lo tanto la condensa
� 
ción de un goce y un significante, el falo, del que vimos que se relacionaba 
con el órgano masculino pero sin confundirse con él. Esa creencia, �o�teni­
da por la satisfacción masturbatoria, pone un obstáculo al reconoc1m1e�to 
de lo femenino en la fase fálica. No sólo no se reconoce el órgano gemtal 
femenino (vagina ), sino que, dice Freud, "para el niño ser mujer no coinci­
de todavía con la falta de pene" .48 A continuación, aunque se reconozca a 
algunas mujeres como privadas de órgano, la madre puede conservarlo aún 
durante mucho tiempo . Freud menciona el caso de una joven, sin padre pe­
ro con muchas tías, que había atribuido largo tiempo el pene a su madre Y 
a ciertas tías respetadas, mientras que se consideraba a sí misma, al igual 
' "d 'b
º I l" " t d " 49 que a una na e 1 menta , como cas ra as . 
¿Superar el complejo de castración? 
En la fase fálica, ambos sexos se ven frente a l complejo de castració� 
es decir, la idea de que lo qne no es fálico está castrado. Pero los dos sexos 
anatómicos no tienen el mismo destino . 
Livre XI, op. cit., págs. 60-61 , y J.-A. Miller, "Du symptome au fantasme" ( 1982,,i 
1983) , inédito, clase del 17 de noviembre de 1982. 
46. S. Freud, "L'organisation génitale infarttile " , op. cit. , pág. 1 14. 
47. S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gan;:on . . . " , op. cit., pág. 96, 
48. S. Freud, "L'organisation génitale infantile" , op. cit. , pág. 1 1 6 , 
49. [bid., nota 2. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 8 7 
E l varón identifica s u órgano con el falo e inviste narcisistamente esa 
parte de su cuerpo de una manera que significará un obstáculo al recono­
cimiento de la privación femenina . En un primer momento la percepción 
de la falta femenina se negará. Ésa es la razón por la que la observación de 
la diferencia ya no basta, ciertamente, para establecer un concepto conve­
niente de la diferencia sexua l . Habrá que conjugar la pa labra materna 
(amenaza de castración) y la percepc ión (vista del órgano femenino ) para 
que se instaure el complejo de castración.so Empero, señala Freud,51 du­
rante mucho tiempo el va rón "no ve nada o bien atenúa su percepción me­
diante una negación y busca informaciones que permitan amoldarla a lo 
que espera" . 
La niña , en cambio , compara su órgano con el de un varón y "recono­
ce de inmediato [este último] como la réplica superior de su propio peque­
ño órgano oculto . A partir de allí, la embarga la envidia del pene " , 52 for­
ma femenina del ' complej o de castración, a la que seguirá un desarro llo 
difíci l . Nos gustaría subrayar aquí que, para los dos sexos, la polaridad 
masculino o fálico/femenino o castrado está acompañada por un juicio 
desfavorable sobre el sexo femenino, identificado de manera duradera con 
la castración. "Horror por esas criaturas mutiladas o desprecio triunfante 
hacia ellas" ,53 dice Freud con respecto al varón; "sentimiento de inferiori-
d d,, 54 1 · - 1 " a en a nma y uego, una vez que supera su primer intento de expli-
car su falta de pene por un castigo personal y comprende la generalidad de 
ese carácter sexual, comienza a compartir el desprecio del hombre frente a 
1 1 11 sexo acortado de manera tan importante y, en ese j uicio al menos in­
liste en su paridad con el varón".55 Por lo tanto, el complejo de ca;tra­
• ión, ligado a la primacía del falo, or ientará desfavorablemente todas las 
o¡,osiciones significantes que tratan de identificar la diferencia sexual. 
¿Es superable ese prej uicio misógino, de origen i_nfantil pero duradero, 
• ompartido por hombres y mujeres aunque lo nieguen? En la misma medi-
1fo en que lo son el complejo de castración y la identificación falsa entre lo 
11 inenino y lo "castrado" . ¡Después de todo, esa identificación no es más 
50. Cf. S. Freud, "La disparition du complexe deCEdipe" ( 1923 ), en La Vie se­
t11lla, op. cit. , pág. 1 1 9 (traducción castellana: "El sepultamiento del complejo de 
1 illpo" , en OC, vol. 19, 1979]. 
� 1 , Cf. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques de la différence anatomi-
1111' entre les sexes" ( 1 925), en La Vie sexuelle, op. cit., pág. 127 (traducción cas-
1 1 1 111 1 1a: "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los se-
1 , ", en OC, vol. 19 , 1 979]. 
,2. /bid., pág. 126. 
� 4 /bid., pág. 127. 
M, !bid. 
, , /bid., póg. 128. 
8 8 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
que una ficción! Sin embargo, aun un sujeto que haya hecho un análisis y 
reconstruido las etapas de su sexualidad infantil superará con dificultades 
ese prejuicio. Es cierto, logrará simbolizar la "ausencia" del órgano feme­
nino como una privación,56 es decir, un hecho real. La anatomía sexual 
femenina, en efecto, sólo puede calificarse de carente en referencia a un 
significante que organiza el mundo universalmente, como lo hace el signifi� 
cante fálico. Aun cuando la "ausencia" del órgano femenino ya no se con­
sidere como el resultado de una castración primitiva,57 queda una cicatriz 
de las creencias infantiles. Éstas son superadas por el sujeto, pero después 
de haber contribuido con vigor a la construcción de su relación con el otro 
sexo, por lo que permanecen ligadas fantasmáticamente a sus modos de 
goce de una manera casi indeleble. Hay que ir más allá de su fantasma, 
"atravesarlo" según la expresión de Lacan, para trascender el prejuicio mi­
sógino ligado a la angustia de castración y a la ficción, infantil pero estruc­
tural, de la mujer castrada. 
El horror al Otro 
Otro factor, tan real como el complejo de castración, explica también 
la misoginia. Es el horror al Otro, en cuanto extranjero, inidentificable, 
que reencontramos en el racismo. Freud abordó esos sentimientos con el 
concepto de das Unheimliche,58 traducido como " inquietante extrañeza" : 
algo que es a l a vez familiar, cercano, y ajeno y por lo tanto inquietante1 
Pero Freud reduce finalmente la inquietante extrañeza a la angustia de cas­
tración. 59 Hay en ello una razón clínica: en principio, el inconsciente inter­
preta todo lo que lo inquieta con la castración, porque sólo dispone de la 
función fálica como herramienta de interpretación universal. En conse• 
cuencia, una vez filtrados por el inconsciente, la inquietud excesiva, el tor­
mento y la angustia se miden en primer lugar de manera uniforme con la 
vara de la castración. Pero es posible plantear dos objeciones a ese traslat11 
do de la castración a la inquietante extrañeza. 
La primera es que el sujeto no es el inconsciente, y también se vale del 
fantasma para interpretar. Ahora bien, el fantasma está constituido por la 
56. J. Lacan, Le Séminaire. Livre I V, op. cit. , pág. 25. 
57. Cf. S . Freud, "La tete de Méduse" (1922), en Résultats, idées, problemes l/1 
op. cit. , pág. 49 [traducción castellana: "La cabeza de Medusa" , en OC, vol. 1 8 1 
1979]. 
58 . Cf. S. Freud, "L'inquiétante étrangeté" (1 919), en L'Inquiétante étrangs� 
et autres essais, París, Gallimard, 1985 [traducción castellana: "Lo ominoso'', en 
OC, vol. 17, 1979]. 
59. Ibid. , pág. 233. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 89 
relación ignorada del sujeto con el objeto a, causa del deseo.60 Una parte 
de la inquietante extrañeza puede referirse al surgimiento del objeto a en 
lo imaginario. El objeto a, normalmente enmascarado, se convierte enton­
ces en el objeto de la angustia6 1 suscitada cuando hay cierta efracción del 
fantasma como marco de la realidad. Lo inesperado, lo "de más" , se per­
cibe en un lugar que debía permanecer vacío. Ése es el mecanismo de la li­
teratura fantástica: la aparición de un doble en otra parte fuera del espejo, 
como en El Horla de Maupassant. Y lo que provoca la inquietante extra­
ñeza en la ciencia ficción: viajes repetidos, en el tiempo, en los que un adul­
to se encuentra consigo mismo de niño, en el instante posible de su propia 
muerte pero algunos años antes. Esta historia es la que se presenta en la 
película L'Armée des douze singes [Doce monos], realizada por Terry Gi­
lliam en 1 995, con Bruce Willis en el papel protagónico. El doble encarna­
do, el niño que éramos antaño y que encontramos súbitamente frente a 
nosotros, son objetos unheimlich, angustiantes. 62 
La segunda objeción es que el inconsciente y el fantasma tampoco bas­
tan para interpretarlo todo, Hay algo ininterpretable, innombrable, real 
que no se deja identificar ni circunscribir como un objeto, aunque sea el 
objeto a. Ahora bien, el goce de los otros se nos escapa, no es localizable, 
no tenemos paradigma alguno para aplicarle, ningún sistema de interpre­
tación. En un principio puede parecer enigmático, monstruoso y hasta ho­
rrible, y suscitar a veces el odio, el insulto y las ganas de destruir. Un hom­
bre, al hablar de su mujer luego de varios años de matrimonio, decía que 
todavía no conseguía acostumbrarse a ella. Pero no podía mencionar el 
elemento que le resultaba tan ajeno: índice de lo real que ella encarnaba 
pnra él, pese a sus tentativas de reducirla a no ser más que el objeto de su 
l untasma. 
'Profesor de deseo 
En la novela de Philip Roth, Professeur de désir,63 el héroe es un joven 
Judío norteamericano en busca de una identidad. En un principio es imita­
dor, luego actor, profesor de literatura y por último escritor. Pero también 
husca una mujer. La novela relata su encuentro con una serie de mujeres 
• on quienes siempre hay un problema insoluble; pero en cada ocasión la 
60. Cf. supra, capítulo n, pág. 59, nota 40. 
1 , 1 . Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre X. L'angoisse (1962-1963), inédito, clase 
dd 28 de noviembre de 1962. 
62. Como las prostitutas con quienes se topa Freud en el barrio de mala fama 
. 1, l ,¡uc procura escapar en vano, en "L'inquiétante étrangeté", op. cit., pág. 239. 
r , 1 Ph. Roth, Prof111r1ur de désir, París, Gallimard, 1993, col. "Folio" . 
90 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
repetición exige la novedad.64 La falla, entonces, está diversificada. Las re­
flexiones del héroe y narrador ocultan una misoginia que compete más a 
la relación inquietante con lo que es absolutamente otro que a las meras 
vicisitudes del complejo de castración. 
Una tras otra, las mujeres se niegan a dejarse incorporar al marco en 
que el héroe cree poder situarlas. En principio, Birgitta y Elizabeth, dos eu­
ropeas exóticamente rebautizadas como Gittan y Bettan, serían objetos se­
xuales satisfactorios para todos los fantasmas de David, que en esa época 
se toma por un conquistador que no retrocede ante nada. Pero la primera, 
Bettan, va a "desligarse" ,65 siendo así que "está animada por una especie 
de frenesí -un frenesí de ahogada, una agitación convulsa para mantener­
se a flote- y a menudo parece, por lo tanto, en el colmo del placer " . Si 
procura matarse tirándose debajo de un camión, es porque más allá del se­
xo aspira al amor. 
El héroe cree que la segunda, "de una lascivia desenfrenada",66 es "de 
la misma especie que él" 67, y ella es cómplice de su ilusión. Sin embargo, 
termina por atemorizarlo y él ya no piensa en otra cosa que en escapar. 
Cuando la mujer lo abandona fríamente, David está tan aterrorizado por 
ese ser a quien creía semejante a él, que se le ocurre levantarse a la noche 
para cerrar la puerta ante el temor de un eventual regreso. 
La tercera, Helen, es algo fuera de lo común, tan exc<:!pcionalmente be­
lla e inclasificable que David la considera de entrada como Otro: "Su he­
roísmo es de una naturaleza muy diferente del que supongo mío; en reali­
dad, me parece su antítesis" .68 Nuestro héroe se casa, fascinado, pero no 
puede soportarla tal como es. Dice haberse casado con ella "sólo para ha­
cerla menos fatal, recortarle las zarpas" .69 El matrimonio termina : ella está 
en prisión, él empieza un psicoanálisis. 
Luego, David se enreda con la mujer de su j efe, también enigmática: ¿es 
tonta o malvada ? ¿Cómo puedegustar a su marido? ¿Cómo puede:! éste 
considerarla magnífica, cuando no tiene seso y es de un candor "desver­
gonzado y escandaloso " ?70 David incluye a su jefe en la categoría de los 
"avisiados" , palabra que procede de "avisados" 71 y "enviciados" y com­
prende a los maridos "que se amoldan servilmente a los principios de lim• 
64. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre Xf, op. cit. , pág. 59 . 
65 . P. Roth, Professeur de désir, op. cit., pág. 43. 
66. !bid., pág. 65. 
67. !bid., pág. 56. 
68 . !bid. , pág. 67. 
69. !bid., pág. 120. 
70. !bid., pág. 148 . 
71 . Ibid., pág. 1 5 1 . 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 91 
pieza y respetabilidad que [ . . . ] fueron establecidos por generaciones de 
mujeres con vistas a desarmar y domesticar a los hombres" , Los "avisia­
dos" son quienes están sometidos a un superyó femenino severo: la " su­
permitad" , decía Lacan,72 que exige en especial el servicio sexual del mari­
do y lo somete a su satisfacción. Esta mujer es además una figura del goce 
no sujeto a la ley paterna, que exaspera a David y lo empuja a lo peor, 
pues ya no se controla frente a ella. 
Tras la muerte de su madre y un análisis, conoce a Claire: conforme a 
su nombre, es calma, mesurada, seria y discreta; encarna la sabiduría y la 
simplicidad, pero también es bella y sensual. Parece, esta vez, perfectamen­
te calculable; la imagen misma de la felicidad fálica posible. ¿Esa perfec­
ción misma es lo angustiante? David siente pánico, teme la impotencia, la 
pérdida del deseo, y convoca a los "espectros" del pasado, a saber, otras 
imágenes femeninas: por ejemplo la de Birgitta, como un "plus"73 suscep­
tible de resucitar su deseo desfalleciente. Piensa: "Basta ya con Claire" ,74 y 
que una mujer semejante no puede ser sino algo provisorio. Pero un pasaje 
nos muestra lo que es realmente inquietante en el encanto de Claire: " ¿ No 
hay nada dudoso, ilusorio en toda esta tierna y dulce adoración? ¿Qué pa­
sará cuando se interponga el resto de Claire? ¿Qué puede suceder si no 
hay traza de ese resto ? "75 La mujer más límpida esconde algo opaco, un 
" resto" tanto más pavoroso cuanto que carece de huella visible. 
La novela termina con esta angustia del héroe, cuya serie de mujeres 
muestra remitir a lo inclasificable femenino: la fa lsa perversa que se suici­
da por amor, la lasciva de su misma especie que le da miedo, la fascinante 
fuera de la ley, la "avisiosa" de su jefe, la límpida que oculta un resto opa­
co. Se trata en cada caso de figuras del goce que se muestra donde no se lo 
espera; o bien de figuras cuyo exceso, cuyo carácter extraño, las hacen in­
soporta b1es para un sujeto varón plenamente aferrado al goce fálico "nor­
mal " ,76 como sucede con David. Aquí, el carácter del goce femenino, ser 
1iempre otro, más allá de las identificaciones significantes, genera la defen­
sa e incluso la misoginia. 
72. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit., pág. 25 . [Se trata de un juego de palabras 
entre surmoi (superyó) y surmoitié, término que, desarrollado, sería algo así como 
" I n superyoidad de la media naranja" (n. del t. ) . ] 
73. P . Roth, Professeur de désir, op. cit., pág. 1 99 . 
74. [bid., pág. 200. 
75. Ibid. 
76. Lacan jugaba con el equívoco entre "norme�male" ["norma-varón"] y 
norma/o" f"nor1nal" ] . 
92 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
LA DIFERENCIA ANATÓMICA Y EL SABER 
"Si pudiéramos renunciar a nuestra condición corporal y, puros seres 
pensantes llegados de otro planeta, por ejemplo, captáramos las cosas de 
esta tierra con una mirada nueva, acaso nada nos llamaría más la atención 
que la existencia de dos sexos entre los seres humanos que, por lo demás 
tan semejantes, acentúan no obstante su diferencia mediante los signos 
más exteriores ." 77 A esta frase de Freud, de 1908, hace eco otra, más mo­
derna, de F. Héritier: "Me parece que en el fundamento de todo pensa­
miento, tanto tradicional como científico, está la observación de la diferen­
cia de los sexos" .78 Pero Freud prosigue: "Ahora bien, al parecer los niños 
no eligen ese hecho fundamental como punto de partida de sus investiga­
ciones sobre los problemas sexuales" . ¿Quién tiene razón? El mismo Freud 
cambió de opinión, porque en 1925, casi veinte años después, rectifica su 
afirmación en lo concerniente a las niñas: en ellas, bien podría ser esa dife­
rencia la que despierta su interés (sexual ) por el saber, más que· el probler 
ma del origen de los niños. Freud concluye luego que para los dos sexos la 
cosa dependerá de las oportunidades, del azar.79 
En lo tocante a las tesis de F. Héritier, ya vimos que lo que crea en el 
sujeto el uso de las categorías conceptuales de oposiciones significantes no 
es la observación anatómica. Freud las señaló en el niño desde los diecio· 
cho meses con el juego del fort-da, que genera la oposición primordial pre· 
sencia-ausencia. Esta oposición precoz basta para introducir el conceptq 
de la diferencia y la repetición en el sujeto. Así, una niña de dos años que 
visitaba con sus padres una retrospectiva de Francis Bacon en París se de­
dicaba al siguiente juego: "No papá", decía frente a cada retrato, luego de 
haberlo mirado atentamente. Su padre estaba entonces fuera del alcance de 
su vista pero presente en la exposición, no muy lejos, un poco más adelant 
te. La diferencia y la repetición se instauraban así contra el fondo de un 
juego significante que simbolizaba la presencia-ausencia de su padre, al 
margen de cualquier contexto de diferencia sexual. (En los cuadros de Ba• 
con no hay muchas mujeres, a las que la niña, de todos modos, aplicaba el 
mismo tratamiento uniforme. ) 
77. S . Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit. , pág. 16 . . 
78. F. Héritier, Masculin/Féminin . . . , op. cit. , pág. 19 . 
79 . S : Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . " , op. cit., pág. 1 27, nota· 1 : 
"He aquí la oportunidad de verificar una afirmación que enuncié hace años. Cret1 
entonces que el interés sexual de los niños no se despierta, como en el caso de quilj 
nes se aproximan a la madurez, por la diferencia entre los sexos, sino que es excit& 
do, antes bien, por el problema del origen de los niños. Esto no es pertinente, al me 
nos en lo que se refiere a la niña pequeña; en el varón sucederá a veces así y ll vccct 
de otra manera; o bien, en uno y otro sexo, decidirán las ocasíe>nes debidos al azar•, 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 93 
P:r?, una .
vez adquirido ese concepto de la diferencia -a partir de la 
opos.1�10n pn�ordial de la presencia y la ausencia-, ¿cómo hace la per­cepc1on de la diferencia anatómica evolucionar la relación del niño con el 
saber? 
Preguntas y respuestas 
Para Freud, el impulso al saber no llega espontáneamente al niño como 
"un_a necesidad inna.
ta d: causalidad" , sino "aguijoneado por las pulsiones 
�go1st�� que lo domman .80 Los dos ejemplos que cita son, por un lado, la 
mtrus10n de otro niño en la fratria y, por el otro, el despertar de sensacio­
nes corporales de órgano, en especial alrededor del pene en el caso del va­
rón. 81 
La llegada trastornadora de un niño va a plantear la cuestión de su ori­
gen, que exigirá grandes esfuerzos epistémicos y la creación de las teorías 
sexu
.
ales infantiles. En cambio, las sensaciones causadas por la satisfacción 
puls1o�al � la excitación sexual no parecen plantear preguntas sino impo­
ner, mas bien, una construcción del orden del mundo en torno del falo re­
gida por la certidumbre de la satisfacción pulsional y alimentada po; ese 
mismo goce. 82 Esa construcción, falsa porque atribuye el falo a todos los 
seres animados, debería servir para responder la pregunta anterior susci­
tada por el nacimiento de un hermano o una hermana. Pero es just;mente 
ella la q�e
. 
va a impedir al niño contestarla. Así, los dos ejemplos freudia­
n?s, dec1d1dam.
ente, no son homogéneos. La llegada de un niño es una pér­
dida para el su¡eto y ahonda una pregunta que será para los dos sexos83 la 
cuestión por excelencia dela neurosis: ¿de dónde vienen los niños? · De 
dónde v:ngo? La aparición espontánea de la actividad de órgano ante�ior 
íl cualqmer fantasma impone, en cambio, una interpretación inmediata de 
ese goce por el significante fálico, que se atribuy� a todos. De resultas la 
asignación del falo a las mujeres constituye un obstáculo a un progreso 'del 
80. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" , op. cit. , pág. 1 6. 
. 8 1 . S. Freud, ".Les :xplications sexuelles données aux enfants" ( 1 907), en La V1e sexuelle, op. cit., pags. 9-1 0 [traducción castellana: "El esclarecimiento sexual del niño", en OC, vol. 9, 1979]. 
82. S . Freud, " Quelques conséquences psychiques . . . " , op. cit. , pág. 115: "La l ucrza motnz que esa parte viril desplegará más adelante en la pubertad se mani­l tcsta en esta época, en esencia, como necesidad apremiante de investigación y cu-
1 u,sidad sexual". 
83. S. Freud, ibid., pág. 125; "Les �xplications sexuelles données aux enfants" rJ/J , cit., pág. 9, Y ." Sur la sexualité féminine" ( 1 93 1 ), en La Vie sexuelle, op. cit. : /lllN, 1 45 [traducción castellana: "Sobre la sexualidad femenina" en OC vol 21 l ' 179]. , , . ' 
94 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
saber sobre el órgano genital femenino y la concepción de los niños. La 
pregunta inicial, " ¿ de dónde vienen los niños ?" , queda por tanto sin res­
puesta. "La búsqueda se interrumpe, desconcertada", dice Freud, que con­
sidera que ese "primer fracaso" epistémico es "paralizante [ . . . ] [y] se per-
petúa en el tiempo" . 84 
El hecho de que el goce del órgano exija por sí solo una interpretación 
se confirma en la psicosis. Cuando el sujeto rechaza el significante fálico, 
está obligado a interpretar su goce mediante construcciones delirantes, 
pues sus identificaciones no bastan para ello. Por eso a menudo. se co�sta­ta la irrupción de delirios durante el primer acceso sexual de la mfanc1a, la 
pubertad o las primeras relaciones sexuales. 
En consecuencia, podemos oponer la pregunta de la neurosis y la o las 
respuestas impuestas por el goce. Y vemos que la neurosis se caracteriza 
por una respuesta fálica universal. Ésta no es suficiente, sin embargo, para 
interpretar todo el goce, porque también es necesario el fantasma. Y a cau­
sa de su misma universalidad, la respuesta fálica tropieza con el enigma fe­
menino. El falo es un obstáculo al saber. 
Comparación de dos mitos 
Podemos apreciar ahora la distancia entre los dos mitos propuestos por 
Lacan y F. Héritier. Él primero hace nacer la palabra articulada de la detu­
mescencia. El segundo hace surgir el pensamiento conceptual de la obser­
vación de la diferencia anatómica. El primero muestra que el órgano mas­
culino con sus cualidades visibles de erectibilidad y detumescencia, únicas ' , 
en el cuerpo, es el soporte corporal imaginario del significante fálico. Este,1 
elegido disimétrica y unilateralmente, da la significación fálica al goce. (Se 
trata del lazo palabra-detumescencia. ) 
El segundo no privilegia un sexo con respecto a l otro y por eso sería 
más simpático. Desdichadamente, impone al antropólogo explicar lo que 
el psicoanálisis llama la primacía del fa lo, con el concepto de la "valenci� 
diferencial de los sexos" . Ahora bien, ésta se reduce en definitiva al domi� 
nio orgánico supuesto del órgano masculino.85 El beneficio no es grande, 
84. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit. , pág. 21. 
85. F. Héritier, Masculin/Féminin . . . , op. cit., pág. 26: "La pérdida de sustancia 
espermática también es contrnlable, y muchos sistemas sociales e ideológicos pro• 
pician y organizan ese control . En síntesis, podría ser que en esta desigualdad: do• 
minable versus no dominable, querido versus sufrido, se encontrara la matriz de la 
valencia diferencial de los sexos, que también estaría, por lo tanto, inscripta en el 
cuerpo, en el funcionamiento fisiológico, o que procedería, más exactamente, de la 
observación de ese funcionamiento". 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 95 
entonces, puesto que vimos que el concepto de la diferencia , asociado al 
rasgo unario diferencial, malograba la alteridad del " dos". 
Percepción y verdad 
No hay que subestimar la importancia del momento, frecuentemente 
conservado en la memoria como recuerdo encubridor, de la observación 
de la diferencia anatómica. En un caso de psicosis, ese recuerdo puede ser 
la matriz de un futuro delirio de cambio de s.exo. En la neurosis es un mo­
mento de verdad. La percepción, la vista del órgano genital del otro sexo, 
signa para Freud la entrada en el complej'o de castración. 
En el varón, la vista del sexo femenino se reducirá en un primer mo­
mento a la de un pequeño pene, conforme a la creencia, dominante en la 
fase fálica, que sostiene que todos los seres son fálicos.86 Empero, tras una 
fase de renegación, la percepción terminará por imponer la posibilidad de 
la castración. 
En el caso de la niña habrá una adhesión inmediata a la verdad de la 
percepción, pero puede haber una renegación posterior con la negativa a 
aceptar la castración.87 Sea como fuere, ese momento de verdad es el ori­
gen de numerosas dificultades subjetivas ulteriores. 
Refutación del "todo fálico" infantil 
El momento en que el sujeto acepta su percepción es una experiencia de 
verdad crucial, porque aquélla refuta su teoría dominante anterior: somos 
todos iguales, y por lo tanto fálicos. El varón pensará: existe al menos una 
que está castrada, por lo tanto la castración existe. La niña pensará: yo es­
toy castrada pero no todos lo están, porque éste conservó el pene. Ese mo­
mento de verdad induce al sujeto a inventar una nueva teorfa88 y produce, 
rn consecuencia, un nuevo saber igualmente falso, como lo veremos. Sin 
embargo, la verdad no está en la percepción misma, que puede negarse. 
Como ya dijimos, ésta recién tiene efecto en el momento en que el goce fá-
86. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19; "L'organisa-
1 1011 génitale infantile", op. cit. , pág. 115; " La disparition du complexe d'CEdipe", 
l)p, cit., pág. 119. 
87. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . ", op. cit., pág. 12 7: "Ella 
j ll7.g6 y decidió de entrada. Vio eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo". 
8 8 , Un poco a la manera de las caídas de paradigmas en las revoluciones cien-
1 1 l u.:11s; cf. T. S. Kuhn, La Structure des révolutions scientifiques, París, Flamma-
1 iun, 1 983 [traducción castellana: La estructura de las revoluciones científicas, 
1\111.'nos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1992]. 
96 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
lico dominante da importancia a la amenaza verbal de castración y la per­
cepción que la sostiene: triple conjunción de una satisfacción masturbato­
ria correlacionada con una creencia en lo universal del falo, de una pala­
bra que impresiona y de una percepción. La percepción, por lo tanto, sólo 
surte efecto cuando está estructurada por ese conjunto goce-significante­
palabra; de lo contrario, es inoperante. Esto vale para los dos sexos. 
Pero ese momento de verdad consagra una disimetría entre los sexos: 
para el varón y para la niña, el enigma se situará del lado femenino. En 
efecto, lo masculino estuvo asociado a lo fálico y el resto, aunque se some­
tiera entonces a la amenaza de la castración, y los dos sexos experimenta­
ron la satisfacción de órgano conectada con el falo (hablamos aquí de la 
neurosis). La novedad en este momento es la pósibilidad de la castración, 
que plaptea la cuestión de lo que es distinto de lo masculino fálico. Es cier­
to que esta cuestión va a ser tachada por la respuesta "femenino = castra­
do" . Pero se habrá abierto y subsistirá como enigma. Se habrá encontrado 
algo distinto, que trastorna la primera teoría sexual infantil. 
Hemos visto que Freud, en un momento tardío de su obra, pone en en­
tredicho sus afirmaciones anteriores y considera que, en el caso de la niña, 
"el interés sexual" debería su despertar al problema de la diferenciade los 
sexos más que al del origen de los niños. La clínica muestra, en efecto, que 
la histeria, la neurosis femenina más frecuente, gira en torno de la pregunta 
"¿qué es una mujer?" El sujeto tuvo inconvenientes para responderla, lo que 
implica dificultades para ser una mujer, particularmente en la relación con 
los hombres. En cada análisis se devela la singularidad de la construcción 
efectuada, lo cual confirma la ausencia de una respuesta universal a esa pre­
gunta. En ese sentido, no hay teoría sexual infantil de la femineidad. Las teo­
rías sexuales descubiertas por Freud son universales y se constatan en mayor 
o menor medida en todos los análisis. La construcción de la femineidad por 
el sujeto histérico, en cambio, está ligada a su fantasma fundamental, y siem­
pre singular. No se reduce a la teoría "femenino = castrado", que impera 
durante el complejo de castración y sobrevive a él como residuo a causa de 
la preponderancia, en nuestro mundo parlante, de la función fálica. Los su­
jetos, hombres o mujeres, saben muy bien que la mujer no se reduce a la cas­
tración, 89 y que más allá de esta ficción se enfrentan a un enigma. 
La persistencia del fa/o de la madre 
Otra razón empuja a los analistas a relativizar más que F. Héritier ese 
momento de encuentro con la diferencia anatómica. A veces, el sujetq 
89. Cf. S. Freud, "L'organisation génitale infantile", op. cit., pág. 1 1 6, y J. La 
can, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 12 de enero de 1 972. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 97 
asume esta diferencia sin poner en entredicho, pese a ello, el fa lo de la 
madre.90 
Sara, una niña de seis años en análisis, sabía perfectamente, y se apoya­
ba en pruebas, que los varones tienen "un pitito" y las nenas no. Pero sólo 
hablaba de ello con reticencia, para dibujar, inmediatamente después, tres 
clases de seres humanos: los varones, las niñas y las brujas. Éstas, tocadas 
con un sombrero muy largo . . . Y su cuestión, no resuelta, era saber en cuál 
de las tres categorías convenía ubicar a su madre. Para Sara, por lo tanto, 
la madre no estaba todavía en la clase de las niñas, mientras que ella mis­
ma se sabía tal. Junto al saber "científico" sobre la diferencia anatómica 
subsistía, sin cambios, la creencia inconsciente en una potencia fálica de la 
madre. 
Ésta, en efecto, era presentada como la 'que "tenía " en la familia: era 
r!c: Y había ec��do de la casa al padre, pobre y alcohólico. Su potencia re­
s1dia, para la h!J a, en un detalle anterior a la separación de la pareja que 
había_ estructurado su síntoma: la madre despertaba al padre, que 'solía dormir durante el día, mientras ella trabajaba. Tras la partida del padre 
Sara se . nega_b� a levantarse y obedecer a su madre, con lo que mostrab; que se 1dent1f1Caba con su padre "malo" . De ta l modo, se situaba como 
castrada, lo mismo que su padre, en tanto su madre seguía siendo fálica. 
La creencia en el falo materno, por consiguiente, no tiene gran cosa 
que ver con la percepción de los órganos genitales de la madre. En efecto 
si bien el falo adop_tó �� el imaginario la forma del pene erecto, no dej; por ello de ser un s1gmf1cante, que evoca en el inconsciente del neurótico 
aigni_ficaciones diferentes y es susceptible de numerosos desplaz�mientos. S1 la relaci_ón del niño con el falo materno tiene tanta importancia, es porque es el e¡ e del complejo de castración, como lo mostró el caso del pe-
- H 9l E 1 q ueno ans. n e momento en que deja de creer en el falo materno 
1 fons no erige a su padre, sin embargo, en agente de la privación materna!'. 
'w enfrenta a un problema lógico: "quitaron" algo que existía en el incons-
lente del niño, el falo de la madre, y no hay agente responsable de ese ac­
to . La razón es la carencia del padre. El suj eto convoca entonces a ese Ju-
1\ i r, como refuerzo del padre, a otro agente castrador artificial, el caballo. 
1 le es así un sustituto, una metáfora del padre.92 Esta observación indujo 
Lacan93 a escribir el complejo de Edipo como una metáfora, la metáfora 
�O. S. Freud, "L'organisation génitale infantile", op. cit. , pág. 1 1 6 y nota 2. 
9 1 , S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gan;on . . . ", op. cit. Cf. supra, 
l l 'fl 11lcl 11, pág. 53 sq. 
'I ' Para �reud, sólo la sustitución del padre por el caballo justifica que se ha­
l i l de neurosis en el caso de Hans. Cf. Inhibition, symptome . . . , op. cit. , pág. 2 1 . 
11 1 J . Lacan, Le s,mi11aire. T.ivre 1v, op. cit. , pág. 101 sq. 
98 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
paterna. Las fobias desempeñan a menudo el papel de "pivote" de la neu­
rosis infantil, a partir de la cual se edifican neurosis o perversión. La posi­
ción sexuada del sujeto se decide entonces. Así, en el caso del pequeño 
Hans, Lacan muestra que no llega a una posición viril normal a la salida 
de su fobia,94 es decir, a una identificación con el padre poseedor del falo. 
El pequeño Hans seguirá prisionero del ideal materno, que se convertirá 
en su ideal del yo. Permanecerá identificado con el falo materno, mostran­
do el estilo particular de un heterosexual pasivizado: se erigirá en caballe­
ro de las damas, con la esperanza de que éstas le "bajen los pantalones" . 
El caso Sandy: la niña, su madre y el perro 
El caso de Sandy, afectada a los dos años y cinco meses por una fobia 
transitoria de un mes de duración, nos permitirá aclarar la distinción entre 
dos momentos cruciales, aquí identificables cronológicamente gracias a la 
precisión, día por día, de la observación.95 
El primero es el del reconocimiento de la diferencia anatómica, en sí 
mismo no traumático. 
El segundo es el del encuentro de la privación materna; éste es traumá­
tico y exige la fobia. Este momento está acompañado por una elaboración 
de saber importante en el niño, y no es causado en modo alguno por la ob­
servación de la anatomía de la madre. 
Resumen de la observación 
A las siete semanas de edad y en el difícil contexto de la guerra, Sandy, 
huérfana de padre desde antes de nacer, es entregada por su madre a la 
guardería de Hamf)stead, donde Anneliese Schnurmann, educadora y dis­
cípula de Anna Freud, se ocupará de ella. Sandy tiene un hermano dos 
años mayor que ella, pero su madre, que perderá otra hija cuando la niña 
tenga dos años, le demuestra un marcado afecto. En un primer momento 
se nos describe un período de visitas maternas regulares, con juegos de es­
condidas, en espejo con ella. Se trata de hacer desaparecer un objeto y lue­
go reencontrarlo. Sandy también lo juega cuando está sola. 
En diciembre de 1944, cuando la niña tiene dos años y un mes, Schnur­
mann advierte que reconoce conscientemente la diferencia anatómica se­
xual. Un varón de su edad ha sido llevado a su cuarto para dormir la sies-
94. Ibid., págs. 414-415. 
95 . A. Schnurmann, "Observation of a phobia" (1946), en The Psychoanalytit 
Study of the Child nº 3-4, 1 949, págs. 253-270, comentado por J. Lacan, Le Sémi­
naire. Uvre IV . . . , op. cit., págs. 71 sq., 82 y 101. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 99 
ta y ella lo ve orinar parado. Poco después, Sandy trata en vano de hacer 
lo mismo y, decepcionada, exige a Schnurmann que le dé un pene. Lo ha­
ce mostrándole su sexo y utilizando la palabra "bickie", que significa pa­
ra ella algo rico para comer. Con la educadora, que le explica la diferencia 
entre las niñas y los varones, clasifica imágenes y se ejercita en repartir los 
sexos. No se advierte ningún trastorno. Poco después, se la ve masturbarse 
cuando le sacan los pañales. 
Varios meses más tarde se producen dos acontecimientos desagrada­
bles. En marzo de 1945, cuando tiene dos años y cuatro meses, su madre 
sufre una operación y se ausenta durante tres semanas, lo que interrumpe 
sus visitas casi diarias. Sandy parece tranquila y la recibe bien a su regre­
so. La madre está cansada, débil y camina ayudándose con un bastón. 
Luego, vuelve a marcharse para una convalecencia que durará hasta el pri­
mero de mayo. A principiosde abril, Sandy se lastima levemente-el sexo 
con un pedazo de jabón. Parece espantada, pero luego se tranquiliza. 
Quince días después, en la noche del 1 3 al 14 de abril, tiene una pesa­
dilla: "Hay un perro en su cama" . Aparece un nuevo significante, "guau­
guau". Está muy angustiada, busca al perro debajo del colchón al' acostar­
se, se inspecciona con cuidado los órganos genitales. Ladra como un 
perro, pero se asusta si un varón hace lo mismo. Una observación de Sch­
nurmann, " todas las nenas son así" , no la calma en absoluto. 
Cinco días más tarde, los niños tropiezan con un perro en la calle. Se 
les dice que no lo toquen, porque podría morderlos. Sandy produce enton­
ces la frase más larga de su vida: "bite, boy, bobby, mummy, ballie" 
( "guauguau, morder, nene, bobby, mamá, malvado" ), seguida de "doggie 
bite naughty boy leg" ("guauguau morder la pierna del nene malo" ) . 
Al día siguiente estalla la fobia: teme a los perros e n la calle. Produce 
entonces un nuevo significante, "bombacha", y vuelve a empezar con sus 
intentos anteriores e infructuosos de orinar como un varón. Está agresiva 
e inspecciona sin cesar sus órganos genitales con desconfianza. 
Un momento crucial es el de la enunciación de una frase, de la que pue­
de deducirse cuál fue la causa desencadenante de la fobia: "Mi mamá en­
ferma, mi mamá vuelve, mi mamá se va de nuevo ", con la mención del 
"guauguau" y la queja de que le mordieron el sexo. 
El primero de mayo, entonces, la madre vuelve de la convalecencia y 
Sandy, que la recibe con alborozo, le hace preguntas sobre su bombacha, 
mientras trata de mirar debajo de su falda. Quince días después la fobia 
�·esa : la niña puede volver a acercarse sin temor a un perro en la calle. 
/ ,os momentos cruciales 
Para mayor claridad, hemos distinguido once momentos sucesivos en 
1 1uestro comentario. 
100 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
Momento 1 . El sujeto tiene acceso a las oposiciones significantes de la 
presencia y la ausencia, correlativas delfinal del estadio .del espejo. La ma­
dre la visita casi todos los días, se va y vuelve. Esta alternancia la constitu­
ye como madre simbólica. Por lo tanto, el significante del deseo-de-la-ma­
dre existe en el inconsciente de la niña, .como lo confirman sus j uegos, al 
estilo del de la bobina,96 cuando la madre se ausenta. 
Momento 2. El de la percepción de la diferencia anatómica. La niña 
acusa recepción. Está embargada por la envidia del . pene,97 entra en la fa­
se fálica, se masturba, entabla una rivalidad agresiva con los varones e in­
tenta negar la diferencia anatómica orinando de pie. Reclama un pene a su 
educadora, la persona a quien se dirigen sus demandas. El pene es "bic­
kie', como los bombones. Hay un progreso en el plano del saber: clasifica, 
ordena. Los varones de un lado, las nenas del otro. No se advierte por en­
tonces ninguna cns1s. 
Momento 3. Prolongada ausencia de la madre: Junto con el siguiente, 
es el momento traumático, cosa que confirm;;irá d "momento 10" . La ma­
dre de las idas y venidas regulares, la madre simbólica, se convierte real0 
mente en todopoderosa por su ausencia imprevisible. La niña estaba acos­
tumbrada a sus regresos previsibles y regulados, pero ahora ella no 
responde. Esta falta de respue.sta la hace todopóderosa y real en el plano 
del amor. Para la niña, se vtielve imposible de recuperar, incalculable.98 
Momento 4. La madre operada, lastimada; vuelve a ver a Sandy. Sólo 
puede caminar con la ayuda de un bastan. Es el momento esencial, el que 
desencadena la crisis, como se comprenderá más adelante (momento 10 ) , 
Sandy hace un acting-out: se lastima en e l sexo. Esto marca el estableci­
miento de una conexión, todavía no simbolizada, entre la herida de la ma-
dre y su propia falta de pene. 
Momento 5. Se trata de una crisis invisible que dura quince días . Dtis 
rante ese período se plantea para el sujeto la cuestión del agente: tiene que 
encontrar una causa que explique la pérdida sufrida por la madre y la su0 
ya propia. Aunque había parecido aceptar esta última (momento 1 ) , vuel­
ve a cuestionarla. No olvidemos que Sandy no tiene padre. 
Momento 6. Se encuentra el agente, el "guauguau"; este significante se 
produce al mismo tiempo que la pesadilla del perro. 
Momento 7. Surge la angustia. Como siempre, precede a la fobia pero 
acompaña la producción del objeto fóbico, el perro. El enunciado de la ley 
"todas las nenas son así" no sirve para nada. 
96. Cf. supra, capítulo 11, pág. 60, y capítulo III, pág. 85 . 
97 . S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . " , op. cit. , pág. 126. 
98. Cf. supra, capítulo I, págs. 36-7, donde describimos, a partir de Freud, dos 
imposibles, uno de los cuales es el reencuentro del objeto perdido. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 101 
Momento 8. El de un "pas-de-savoir,, ["p,tso-de-saber" , " no-sabér"] ,99 
caracterizado por la producción de las dos . . frases que enuncian que el 
"guauguau", objeto de la fobia, es el agente mordedor, también para los 
varones, y en las piernas (ahora bien, la madre cojea ) . Por lo tanto, el 
gua ugua u es el agente de la castración: " Agente que retira lo que en un 
principio se admitió en mayor o menor medida como ausente" ; dice La­
can.1 00 Es un agente de la castración universal: para la madre, los varones, 
ella misma. 
Momento 9. Estalla la fobia. Como vemos, el síntoma está retrasado 
con respecto a la evolución de las cosas. Todo está ya casi en su lugar, sal-
vo . . . 
Momento 1 0 . . . . la interpretación del trauma. El sujeto vincula median­
te una frase decisiva la merma maternal, el agente "guauguau" y la morde­
dura en los órganos genitales { los suyos ) . Enuncia también su te�ría in­
consciente de la castración: un agente mordedor les sacó el pene a la · 
madre y a ella misma. 
Momento 1 1 . ¿Mamá tiene bombacha ? Es la pregunta que puntúa, que 
hace el punto de almohadillado de la observaci6n. Ahora, Sandy tiene una 
respuesta: "mamá está castrada, como yo, y lo oculta con una bombacha, 
como todas las niñas" . 
Tras la curación rápida de l a fobia, l a madre vuelve a tasarse, pese a lo 
cual Sandy sigue siendo su preferida: es una "girl-phallus ''. Puede señalar­
se que la madre que sucede a la madre simbólica (momento 1 ) y luego a la 
madre real (momento 3 ) es una madre privada del falo (momentos 1 O y 
1 1 ) . Esta madre debilitada y privada del falo también es, con seguridad, 
una mujer deseante: luego de su enfermedad, encuentra a un hombre. ¿No 
es esa relación del deseo con la falta la que captó inconscientemente la ni­
ña? Ésta indica el deseo de la madre mediante el falo, a la vez que, corre­
lativamente, la priva de él. 
¿ Un caso paradigmático de la neurosis femenina? 
Antes nos planteamos la cuestión101 de las relaciones entre la observa­
ción de la diferencia de los sexos y los progresos del saber. El caso de 
Sandy, si lo consideramos como paradigmático de la neurosis en una niña 
pequeña, nos permite responderla. La observación de la diferencia anató­
mica sólo suscita un progreso en el plano de la clasificación, si sabemos 
99. Expresión equívoca que designa la elaboración debida al encuentro de la 
privación materna. J. Lacan, "La science et la vérité", op. cit. , pág. 8 77. 
1 00. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV, op. cit., pág. 72. 
1 01 . Cf. supra, págs, 79-80 y 92-3. 
102 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
que las oposiciones significantes ya estaban en su lugar (momento 1 ) . Co? seguridad, la madre queda en ese momento al marge? _d_e la clase, no ali­neada con las niñas, como en el caso de la niña en anahs1s, Sara, de la que 
hablamos antes . . El progreso decisivo se produce con la elaboración generada por la cn-
sis. Se trata de un enigma provocado por e l hecho de que la ma?�e real Y 
todopoderosa ( l lamada fálica) ha sufrido una p�rd_ida. P...unque fis1ca Y vi­sible en la imagen de la madre (cojera) , esta perdida, s 1� em.�argo, n? s_e percibe como genita l. El falo reciénllega a nombrar la pnvac10?_ an�tom1-ca materna y e l deseo de la madre por un hombre cuando la mna vmcula 
su propia fa lta de pene, la pérdida sufrid� por la madre _ rea l y el agent_e 
mordedor, el guauguau. Ese proceso requiere toda la fobia . Ése ,es_ el ver_­dadero paso simbólico dado por el sujeto, el que lo lleva a la teona mfantil 
"femenino = castrado" . 
La observación de la diferencia anatómica es insufici:nte para �espo¡ ar 
a la madre del fa lo . En efecto, éste no es el órgano. El su¡eto deber� d�spo­jar del falo a aque lla que no tiene el pene, pe�o sig�e siendo depos1tana de la potencia que le otorgó su lugar de Otro pnmordial . 
El "tope último del pensamiento" es el fantasma 
La observación de la diferencia anatómica no puede , por consiguiente, 
considerarse como un "tope último del pensamiento" . 102 Por otra_ parte, las 
elaboraciones que suscitaría en distintas sociedade_s s_e reduc_en a sistemas de oposiciones significantes y una clasificación binaria ¡erarqu�zad�; un pensa­miento por tanto , que no hace muchos avances en la diluc1dac10n de la se­
xuació�. Esta dificultad para pensar la sexuación confirma, no obstante, la 
existencia de un "t'ope último del pensamiento" . La hipótes_is de Lac�n, que 
exploramos desde el comienzo, e� <I,ue �e trata ?� un _impos1b!; refend,o a la mujer y la relación sexual. Esta h1potes1s se ven�ica s1 se leen l,as teonas se­xuales infantiles" . Freud descubrió tres esenciales en el . varan, p�ro que 
también se encuentran en las niñas. Tienen, en consecuencia, un caracter_ es­tructura l. La primera es la teoría de la mujer fálica, la segunda es la equiva­
lencia del nacimiento del niño y la evacuación de los excrementos, Y la ter­
cera es la concepción sádica del coito como representaci_ón de la es.cena primitiva . Es notable que las tres presupongan 1� ignorancia de la vagma Y del papel femenino en el acto sexua l, como lo sena la Freud. El s�¡eto cho_ca 
entonces con la inexistencia de lo que podría representar a la mu¡ er e� el m­consciente, como significante, y por ende permitir escribir una rel,ac1ón �e­xua l . Debido a el lo, estas teorías sexuales exhiben siempre un caracter d1g-
102. F. Héritier, Masculin/Féminin . . . , op. cit., pág. 20. 
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 103 
no de destacarse, dice Freud: "Aunque se extravíen de manera grotesca, ca­
da una de ellas contiene no obstante un fragmento de pura verdad; en ese 
aspecto, son análogas a las soluciones calificadas de «geniales» que los 
adultos intentan dar a los problemas planteados por el mundo y que supe­
ran el entendimiento humano" .103 Geniales, su verdad proviene de su rela­
ción con el goce: esas teorías, dice Freud, son "producidas espontáneamen­
te en los primeros años, bajo la exclusiva influencia de los componentes 
pulsionales sexuales" . 104 De tal modo, son la transcripción del goce que do­
mina al niño cuando las produce : goce fálico masturbatorio para la teoría 
de la mujer fálica , predominio de la satisfacción pulsiona l anal que provee 
el modelo del niño excremento, violencia de la excitación sexua l que no de­
manda sino satisfacerse salvajemente, en el caso de la concepción sádica del 
coito . Por otra parte, su elaboración excita sexualmente al niño . 105 Esas 
teorías, falsas en cuanto a la realidad pero verdaderas con respecto al goce 
del niño, son por lo tanto la causa de una satisfacción sexual . El pensa­
miento se erotiza . El suj eto tiene buenos motivos para creer en ellas, contra 
cualquier evidencia "científica". Son para él una mezcla de goce y verdad106 
que se expresa en otras teorías más marginales, como la del niño "atrapa­
do" por medio de un beso, teoría -femenina , según Freud- que "delata sin 
lugar a dudas el predominio de la boca como zona erógena " . 1º7 
¡El goce de cada cua l es delatado por su teoría ! Esta relación íntima del 
goce, el saber y la verdad vuelve a encontrarse en las construcciones , sin­
gulares y ya no típicas, que el sujeto neurótico elabora para resolver el 
problema planteado por la inexistencia del significante de la mujer y lo im­
posible de la relación sexua l. Esas construcciones constituyen su fantasma 
fundamental , enmarcan su visión del mundo y estructuran sus relaciones 
sintomáticas con los otros. El hecho de que la verdad esté, para el suj eto, 
l igada a su goce, implica que en psicoanálisis no se pueda hacer equivaler 
verdad y adecuación a la rea lidad. El goce gobierna la relación con la ver­
dad y la creencia , contra la percepción y la realidad científica . Según 
1:reud, la oposición misma entre ese goce-verdad inventado por el sujeto 
desde la infancia y las teorías que le imponen los adultos -ya sean científi-
103. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" , op. cit., pág. 19 , y "Les expli­
' 11tions sexuelles données aux enfants", op. cit., pág. 12. 
1 04. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" , op. cit., pág. 25. 
1 05. [bid., pág. 21: "Por otro lado, el pene también tiene, sin duda alguna, su 
pnrtc en estos procesos misteriosos, y lo testimonia mediante su excitación que 
11, <>mpaña todo ese trabajo de pensamiento" (las bastardillas son nuestras). 
1 06. Idea desarrollada por J. Lacan en Le Séminaire. Livre XVII, op. cit., capí-
1 1 110 1v, "Vérité, sreur de jouissance", pág. 61 . 
1 07. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 25. 
1 04 LA DIFERENCIA DE LOS SEXÓ:5 
cas o absurdas (teoría de la cigüeña)- crea "el complejo nuclear de la neu-
rosis" , con un verdadero "clivaje psíquico" . 108 
El carácter por el que la verdad está ligada a la satisfacción pulsional 
da entonces su fuerza a las teorías sexuales infantiles del falo, pero tam­
bién a las invenciones más singulares del fantasma fundamental. El sujeto 
sigue creyendo en ellas durante mucho tiempo, como se advierte en la cu­
ra analítica. Esta creencia inhibe su investigación ulterior sobre el sexo. 
Por ejemplo, la teoría de la madre fálica, establecida narcisistamente a par­
tir del goce masturbatorio, impide el descubrimiento de la vagina e inte­
rrumpe la exploración sexual. Para Freud, ese fracaso del pensamiento que 
tropieza con la mujer y la relación sexual es el prototipo de las dificultades 
del trabajo intelectual ulterior para resolver otros problemas: "El primer 
fracaso tiene un efecto paralizante que se perpetúa en el tiempo" . 109 Así se 
aclara el " tope último del pensamiento": el goce inspira al sujeto teorías 
fantasmáticas en las que él cree y que inhiben su deseo de saber ulterior. El 
goce es el "valor de verdad" del fantasma. De tal modo, este último es una 
pantalla libidinal entre el sujeto y lo real. 
Si la expresión "tope último del pensamiento" denota un real, es lo im­
posible de la relación sexual y de la existencia de un significante de la mu­
jer. Ese lugar no es ocupado ni por la observación corporal ni por la visión 
o percepción de la diferencia sexual, sino por el fantasma, esa mezcla de 
goce y saber de valor supremo de verdad para el sujeto. Ése es el verdade­
ro obstáculo a un progreso en el saber. 1 10 
En los dos próximos capítulos, examinaremos cómo definir la sexua­
ción, teniendo en cuenta los modos de goce del sujeto y no sólo en térmi­
nos de identificaciones y clasificaciones. 
108 . Ibid. , pág. lS. 
109. Ibid., pág. 21 . 
11 O. Esto encuentra su confirmación histórica en e l libro de Thomas Laqueur, 
La Fabrique du sexe. Essai sur le corps et le genre en Occident, París, Gallimard, 
1992 [traducción castellana: La construcción del sexo: cuerpo y género desde los 
griegos hasta Freud, Madrid, Cátedra, 1994]. El autor muestra que el modelo del 
sexo único (los dos sexos concebidos como moldeados anatómicamente según el 
modelo del sexo masculino) es perfectamente compatible con la existencia de pa­
res de opuestos significantes (pág. 86: "En rigor de verdad, la paradoja del modelo 
unisexual es que pares de contrarios ordenados revelaban una sola carne a la que 
ellos mismos no pertenecían.Paternidad/maternidad, macho/hembra, hombre/mu­
jer, cultura/naturaleza, masculino/femenino, honorable/deshonroso, legítimo/ilegí­
timo, caliente/frío, derecha/izquierda y muchos otros pares se leían en un cuerpo 
que, por sí mismo, no marcaba claramente esas distinciones" . ) En consecuencia, 
estas oposiciones significantes no provienen de la observación de la diferencia ana­
tómica y no representan ningún reconocimiento real de la diferencia sexual, sino 
que enmascaran, al contrario, una identidad y una confusión conceptuales. 
IV 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 
En el capítulo anterior mostramos la insuficiencia - del concepto de gé­
nero para definir la sexuación. También dejamos entrever que ésta no era 
únicamente un asunto de anatomía. No subestimamos la importancia de 
las identificaciones en esa materia. Sin embargo, vamos a mostrar con dos 
ejemplos que la identificación no resuelve el problema de 'Ia sexuación pa­
ra un sujeto. 
LA SEXUACIÓN, MÁS ALLÁ DE LAS IDENTIFICACIONES 
Entre las tres identificaciones catalogadas por Freud, la que nos intere­
sa aquí es la segunda, la identificación con el rasgo unario. 1 Del otro se ex­
trae un rasgo, un significante, con el cual el sujeto se identifica. Ese rasgo 
puede ser un detalle corporal o un elemento de discurso escuchado de la­
bios del otro. Esta identificación tiene un mecanismo simple y se encuentra 
en todas las estructuras. 
Tomemos en primer lugar un ejemplo clásico, el de Dora. Ésta exhibe 
cierta cantidad de síntomas corporales, conversiones histéricas, entre ellas 
una tos y una afonía intermitentes. Freud hace de la tos el objeto de una 
interpretación.2 La palabra que suprimirá el síntoma es "unvermogend", 
impotente, que juega con el equívoco con "vermogend", afortunado. El 
1. "Der einziger Zug" en alemán. Cf. S. Freud, "Psychologie des foules et 
rinalyse du moi", op. cit. , pág. 169. La primera es la identificación primordial con 
t-1 padre; la tercera, la identificación histérica. Cf. supra, capítulo m, pág. 8 1 sq. 
2. S. Freud, "Frogment d'une analyse d'hystérie . . . " op. cit., pág. 33 . 
106 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
?adre es, ciertamente, rico e impotente, factores que desempeñan un papel importante en la observación. Dora, en efecto, se ve en la situación de in­
tercambiarse con la señora K., amante de su padre, en un circuito de rega­
los entre éste y el señor K., que está enamorado de ella. Tanto la tos como 
la afonía de Dora pueden interpretarse3 como rasgos de identificación con 
su padre impotente. La afonía representa precisamente una identificación 
sexual: la relación sexual entre el padre y la señora K. mediante cunnilin­
gus, en la que Dora sustituye a su padre impotente. Pero esta identifica­
ción, que tiene una significación sexual fálica (impotencia), no nos dice en 
absoluto de qué sexo es Dora: no es por lo tanto una identificación sexua­
da que _determina su_ sexo, mujer o varón. En cambio, signa su histeria, si se considera que el eie de ésta es la identificación con el goce del padre cas­
trado.4 
_ La identificación con un rasgo tomado de un hombre impotente, que senala por ello la castración, no significa que el sujeto se haya sexuado co­
mo hombre. La identificación de la histérica con el padre castrado no re­
suelve su posición sexuada. Al contrario, respalda su pregunta neurótica 
sobre la femineidad y el sexo. Es pregunta a descifrar y no respuesta. Las 
llam�1as ident�ficaciones viriles encubren y complican el abordaje de la se­xuac1on, pero esta no se reduce a ellas. A veces, a la inversa, algunas niñas 
tom�n ?� su �adre un rasgo femenino, el maquillaje, por ejemplo, lo cual no s1gmf1ea, sm embargo, "soy una chica ". 
La sexuación, en consecuencia, debe distinguirse de la mescolanza de 
las identificaciones. Cada suj eto está repleto de el las, algunas muy anti­
guas, otras recientes. Están las identificaciones simbólicas procedentes de 
los pad_r�s, de los abuelos, etc., que son identificaciones con significante� transmitidos. La cuestión es: ¿cómo se diferencia la sexuación de todas 
esas identificaciones que, no obstante, también cuentan? 
Una sexuación centrada en el "malo" 
El segundo ejemplo muestra a la vez la importancia de las identificado"' 
nes Y su límite, y en ocasiones su debilidad. Se trata de un caso de psicosis. 
En la neurosis, el fa lo está en el centro de la sexuación. No se reduce a una 
identificación sino que debe concebirse, más bien, como una función lá 
función fálica. En la psicosis, la forclusión del Nombre-del-Padre es co:re­
lativa de la forclusión de la significación fálica .5 Debido a la ausencia de 
3. Cf J. Laca_n, "Intervention sur le transfert" (1951), en Écrits, op. cit., págs, 209-221 [traducción cast�ll�na: "Intervención sobre la transferencia", en Escritos 7 ] , 4 . Cf J. La can, Le Semma1re. Lzvre XVll, op. cit., ·pág. 1 1 O. 
5. Cf. supra, capítulo n, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 107 
toda referencia fálica, las identificaciones ocupan un lugar muy importan­
te. Cuando se desencadena la psicosis, algunas de ellas se hunden con el 
derrumbe de la vida del sujeto. Se advierte entonces su labilidad y la escasa 
estabilidad de una sexuación construida únicamente sobre identificaciones. 
Una clasificación sexual 
Josiane, estudiante, ingresó al hospital tres días antes de nuestra entre­
vista, durante una noche de "certezas religiosas " . Se le habría hecho saber, 
de manera alusiva e indirecta, a través del diario o la televisión, que es 
"Un" enviado, Jesús. "Josiane no es Jesús", repite. "El hombre es el sexo 
débil, porque «eso» lo dirige. " Desde esa noche, tiene la impresión de que 
"todo está dado vuelta " . Por ejemplo, ¿ la locura implica la grandeza, o la 
grandeza nos vuelve locos? Esta inversión afecta también el hecho de ser 
hombre o mujer, como vamos a verlo. La entrevista permite poner de ma­
nifiesto una especie de ecuación entre el hombre, el padre y el "malo" en 
varios sentidos de la palabra, porque ella está prisionera del equívoco con 
respecto a "malo" . Por otra parte, puede descifrarse otra ecuación, mucho 
más enigmática, entre los términos de la serie "mujer, madre, buena, chivo 
emisario" . Aclaremos. 
Las cosas empezaron a andar mal cuando aprobó el bachillerato, muy 
esperado por su padre. Hasta entonces, su hermana mayor era mala como 
el padre; ella, buena y sometida como la madre, femenina. El padre es ma­
lo, en el sentido moral del término. Sin embargo, no es culpa de él. Lo "hi­
cieror( malo desde la infancia, debido a una injusticia fundamental. El 
"malo" inicial es el abuelo paterno. Tras " haber gritado a una mujer em­
barazada", habría suscitado la venganza del marido de ésta. Esa venganza 
,•onsistió en represalias contra el hijo del abuelo paterno: el padre de Josia-
11e, por tanto. Así, éste, enviado injustamente a un correccional, se habría 
vuelto "malo" . 
El equívoco del significante "malo" 
El significante "malo" aparece con un doble valor. Por un lado, signifi-
4 11 la voluntad mala de un Otro abusivo: cólera indebida del abuelo pater-
1 101 correccional para el padre, una pareja que persigue actualmente a Jo-
1 , 1 11e. Por el otro, es una marca de familia, visiblemente ligada a la 
p11 t ernidad desde la anécdota original, y transmitida por filiación del abue­
lo n i padre y luego a la hermana mayor de Josiane. Es un significante que 
fe1igna el goce, reparte los sexos (hombre-malo, mujer-buena) y se trans-
1 1 1 1 1 • · de generación en generación. Establece una especie de genealogía de­
l 1 1 11 11tc y, hasta el desencadenamiento, asegura en mayor o menor medida 
1 1 pnpcl correspcmdic-nte ni pnr del Nombre-del-Padre y la significación fá-
1 0 8 LA DIFERENCIA D E LOS SEXOS 
lica en la neurosis. La diferencia consiste en que es j ustamente lo que hace 
las veces de tales, pero sin las mismas garantías de estabilidad. El Nombre� 
del-Padre es, en efecto, el significante de la ley en el inconsciente del neu­rótico. Barra el acceso del sujeto al goce, lo que constituye la castración. El 
r��to �e.goce con que cuenta el sujeto asume correlativamente la signifiqi,
_: 
c1on fahca. La prueba de esta diferencia entre "malo" y el Nombre-del-Pa­
dre esque el primero es precisamente el significante que va a designar la 
invasión del sujeto por el goce, en la forma de un "oler mal". En efecto 
h�,staJa crisis �ue la envió al, hospital tras el éxito en el examen, la convic: c1on de que oha mal se habia apoderado gradualmente de Josiane. Se lo 
había dicho una pareja en el aula, y luego todo el mundo se lo señaló. Ella 
se había convertido en el mal olor del mundo. 
· . Pero el significante "malo" no perdió ni su sentido moral anterior ni su 
sentido sexual. En efecto, la invasión por la convicción de oler mal va a la 
par con la idea de que se volvió mala y se transforma en varón. La idea de 
que . se volvió mala y debe aspirar al bien procede de una escena con su 
madre, quien, presuntamente desmejorada, le habría dicho: "Me vas a 
mandar al cementerio". La idea del cambio de sexo es lo que ella rechaza 
en "Josiane no es Jesús" , denuncia en "todo está dado vuelta" y afirma fi­
nalmente en "olía a varón". La actitud llega hasta la interpretación deli� 
rante. :n el cuerpo: había un líquido sospechoso en su bombacha, y no se atrev10 a . preguntar a la madre si era el signo de su transformación en 
hombre,}?r otra parte, le atribuye haber querido que ella, segundo hijo 
de la familia, fuera un varón. 
Jesús, el síg11ificante inclasificable 
· En esa invasión, progresiva e insoportable del "malo" con su triple con­
notación (olor, moralidad, sexo masculino) , se le ocurre un nuevo signifi� 
cante procedente del padre o, mejor, una imagen, la de Jesús, a la ·cual 
aquél Pª:e�7 estar c�riosamente consagrado. Curiosamente, porque renegó de su rehg1on de ongen por Jesús, a quien pinta una y otra vez. No se ex­
cluye que él mismo sea psicótico. El llamado o, más bien, la conminación 
a que ell,a se convirtiera en Jesús, provendría de un cuadro del padre, un g_ran _I,es�� negr�; Llama�o que ella rechaza y al �ue replica pese a la sigui .. f�cac10n buena de Jesus, porque de lo contrario signaría su metamorf0\4 
sis en varón. Así, el significante "Jesús" no encuentra su lugar en el marco 
del orden del mundo anterior, ya que si lo hiciera resultaría equivalente a 
"bueno" y "hombre", una contradicción en sí misma, pues el hombre es 
malo. El sujeto, Josiane, deberá por lo tanto reconstruir de otra manera el 
mundo, cosa que comienza a hacer con su delirio. 
La entrevista con esta joven pone de relieve dos aspectos importa11te• 
para una teoría de la sexuación. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 09 
La falta del falo 
El primer aspecto es que el falo no es sólo un significante; si así fuera, 
sería intercambiable. Aquí, el significante "malo" desempeñaba, hasta el 
desencadenamiento, un papel aparentemente similar al del par del Nom­
bre-del-Padre y la significacióofálica en la neurosis. Caracterizaba el sexo 
masculino, se transmitía de padrea hijo, ordenaba el mundo. Su relación 
con el goce era más problemática: si bien señalaba el sexo masculino, no 
era, empero, el significante del goce ligado al órgano peniano denotado 
alusivamente por un "eso" ( " los varones son el sexo débil porque eso les 
molesta", dice Josiane). Pero, desde antes del desencadenamiento, el signi­
ficante "malo" se mostraba ligado a un goce adherido al cuerpo, no verda­
deramente localizado (el mal olor, los líquidos sospechosos) y asociado a 
la mala voluntad del Otro (" todo el mundo lo sabe y pone cara de asco" , 
"soy la señorita que .huele mal"). Una diferencia con el Nombre-del-Padre 
es que éste es inconsciente y se hace ver en sus efectos, en especial la signi­
ficación fálica. Aquí no sucede lo mismo: "malo" es un significante noto­
rio, a cielo abierto. Por otra parte, en la neurosis, la significación fálica li­
gada al Nombre-del-Padre aparece doblemente. El Nombre-del-Padre 
Separa al niño de la madre revistiendo el deseo materno con la significa­
ción fálica, y ésta localiza una parte del goce en una dialéctica de la falta 
[ faute] y la culpa, reunidas en el complejo de castración freudiano. Ésa es 
una de las razones que da su importancia a la masturbación en la teoría 
freudiana: localización fálica del goce, amenaza sobre el órgano, complejo 
de castración y complejo de Edipo se anudan en torno de esa única signifi­
cación. La significación fálica tiene, por consiguiente, un poder de focali­
zación y limitación del goce: éste se concentra en el significante del falo y 
en el órgano; está casi perdido para el resto del cuerpo. Ahora bien, para 
Josiane el significante "malo" no cumple el papel de Nombre-del-Padre 
porque deja al sujeto "malo" en un cara a cara angustiante con su madre, 
que se le aparece desmejorada, cadavérica, y no introduce ninguna media­
ción tranquilizadora entre los dos: no tiene efecto alguno de separación. El 
significante "malo" no logra, por otro lado, localizar el goce que, al con­
trario, invade al sujeto por el sesgo mismo de ese significante, oler "mal". 
"Malo" se convierte en el vector del goce: es un significante en lo real.6 
6. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre III, op. cit., pág. 157. Por "significante en 
lo real" entendemos aquí un significante que perdió la propiedad de éstos de abar­
l nr una extensa gama de significaciones según el context.o. Ya no es más que el 
portador del goce. Deja de encadenarse con otros significantes en el discurso del 
11jeto; queda aislado, un poco a la manera de un neologismo. En el caso de Tom 
(1 apítulo IX, pág. 243 1q. )1 el significante " ¡ fuego! " tiene esta misma característica. 
1 1 0 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
Labilidad de las identidades sexuales 
El segundo aspecto que pone en evidencia el caso de Josiane es la fragi­
lidad de una sexuación que sólo se apoya en la oposición significante ma­
lo/bueno, en la que "malo" es el término clave. De hecho, Josiane tiene 
una teoría de la sexuación por identidad de género: "malo" identifica al 
género masculino, "bueno", al género femenino. Se advierte, entonces, el 
límite de la concepción teórica del género. En la neurosis, se atrinchera en 
las representaciones imaginarias del sexo salidas del lenguaje. En la psico­
sis, tiene cierto peso de real, porque falta lo que permitiría articular una 
posición sexuada más sólida, la función fálica. Esa falta, muy notoria 
aquí, provoca la labilidad de la identidad sexual, que llega hasta una sen-
sación de metamorfosis. 
Este caso, entre otros, demuestra el reduccionismo de concebir la se­
xuación exclusivamente como una clasificación de los sexos, en la cual el 
sujeto se identifique por un rasgo, un significante o un atributo con una u 
otra clase. Si el sujeto funciona así, ya podemos pensar que estamos frente 
a una psicosis. 
LA FUNCIÓN FÁLICA 
¿Cómo explicar esa " otra cosa" distinta de las identificaciones, que 
anuda la relación del sujeto con el goce con el hecho de que aquél se alinee 
de un lado o del otro, hombre o mujer? Para Freud, la diferenciación del 
hombre y la mujer es un proceso extremadamente complejo, articulado 
con el desarrollo de la pulsión sexual y relativamente tardío, porque am­
bos sexos son sólo uno hasta la fase fálica. De todas maneras, el resultado 
nunca es puro: "En el ser humano [ ... ], no se encuentran pura masculini­
dad o pura femineidad ni en el sentido psicológico ni en el sentido biológi­
co" ,7 escribe en los Tres ensayos de 1915 . La diferenciación entre hombre 
y mujer descansa sobre la articulación relativa y temporal entre el comple­
jo de Edipo y el complejo de castración. El varón sale del primero median­
te el segundo, y la niña sale de éste .al : entrar en aquél, en el que tiende a 
permanecer. 
El complejo de castración gira alrededor del falo y del órgano peniano 
del qife es el significante. Es por eso que, en el recorrido que va del com­
plejo de Edipo al complejo d� castr�ct6nen el caso del varón, y el recorri­
do inverso en el de la niña, la,anatomía sigue siendo esencial. La del punto 
de partida primero, la del otro sexo, ¡::Íespués: para quien tiene un pene, la 
7. S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle, op. cit., pltgs. l t, 1 1 62, nota 1 . 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 1 1 
percepción de su ausencia en la niña dará su �eso de r:�l, a la amenaza de castración del adulto. Para aquella que no lo tiene, la v1s10n del pene la ha-
rá sucumbir al Penisneid. 
Desde que con Lacan se aborda el sexo por medio del goce y el lengu�­je, y ya no únicamente en términos de desarrollo, hay un ret_roceso notono de la importancia de la anatomía: ésta forma parte del desuno, pero no_ es todo el destino. El caso de Josiane nos mostró la manera en que el goce m­
vadía al sujeto y su mundo por intermedio del signific�nte "malo". Esto nos indica la necesidad de subordinar el goce, en especial el del cuerp� Y particularmente lo que Freud llamaba la "actividad de órgano" ,8 a un s,_g-. nificante. El sujeto debe interpretar su goce sexual. En el se� hablante exis­te, al parecer, una necesidad de unificacese goce, de localizarlo en torno 
de un significante único. Cuando no ·lo logra, el goce se fragmenta en el 
cuerpo y los órganos "hablan". Es lo que Freud llam_aba: en la esquizo�re­nia el lenguaje de órgano. En algunos casos de ps1cos1s, se ve al su1eto 
pr;curar unificar el goce por medio del significante " la mujer" . Lacan de-
. ' " · 1 u1·er" 9 nommo ese proceso empu1 e-a- a-m . . . , El significante al que se recurre universalmente para esa lo�ah_z�c1on, esa centralización del goce, es el falo, El falo es, sin duda, un s1gn_1f1_cante asociado al órgano masculino, elegido por sus cuali�ades de erect1b1hdad 
visible que evocan la caducidad de las otras faneras del cuerpo. �� detu­mescencia del órgano, al evocar esa caducidad, se opone a la erecc1on et��­na del significante, representada en los dibujos infantiles y a menudo estili­
zada mediante un trazo rectilíneo separado del cuerpo.10 
Tener el falo 
La relación del sujeto con el falo no es su relación con cualqu�e: signi­ficante. Para Freud, el falo entra en juego por medio de la fase fahca ,Y �! complejo de castración: durante la fase fálica, el sujeto eleva su goce mtt­
mo a la dimensión de un significante universal, el "pipí" de Hans. En el 
varón, el complejo de castración interviene como una amenaz_a al órgano Y la satisfacción que extrae de él. Esta satisfacción masturbatona :stuv,o �r�­viamente ligada a fantasmas edípicos. En ese conflicto entre el mteres h?1-
dinal narcisista por el pene y la investidura libidinal de los padres, dice 
8. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . ", op. cit., pág. 125 . 
9 . J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22. · . " · * El Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa-Calpe las defme como pro-
ducción anexa de la piel como las uñas, el pelo, etc.; se opone a cripta" · , 10 . Cf. el dibujo de la jirafa del pequeño Hans, en S. Freud, "Analyse d une 
phobic chcz un pcc ic ¡1m;cm . . . ", op. cit., pág. 100. 
1 1 2 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
Freud,11 se impone el primero. Por lo tanto, aquella satisfacción se vincula a 
la vez a un universal y a una parte del cuerpo. También se articula con una 
pérdida. Goce, universal, pérdida: tales son las características del goce fálico. 
A juicio de Freud, la problemática de la castración se inscribe para am­
bos sexos bajo la rúbrica "tener el falo". Para el varón, es la amenaza de 
pérdida que pende sobre el órgano. Para la niña, la esperanza de tenerlo 
algún día (Penisneid, envidia del pene, o Pen'iswunsch, 12 deseo del pene) o 
la nostalgia de creer haberlo tenido y perdido. Esta nostalgia puede trans­
formarse en depresión o ser el origen de una tristeza indefinible. Registro 
del tener en los dos casos: en pasado, " lo tuve y lo perdí"; en presente, 
"corro el riesgo de perderlo" ; en futuro, " ¿ lo tendré algún día ? ". Estas 
cuestiones, estas formulaciones de Freud, marcan el desarrollo del niño y 
el desenvolvimiento de la cura freudiana. La relación con "tener el falo" es 
también lo que determina el fin de la cura. En el último capítulo de "Aná­
lisis terminable e interminable" , 13 Freúd ·dispone el tope de la cura en tor­
no de la roca de la castración en términos de tener: "Predicamos en el de­
sierto", dice, si queremos convencer a una mujer de que abandone su 
deseo del pene como irrealizable, o a un hombre de que no toda posición 
pasiva con respecto a otro es una castración ... 
Ser el falo 
A partir de 1958, Lacan14 agregó a la concepción freudiana una nueva 
problemática, la de "ser el falo", con lo cual hizo que toda la filosofía del 
ser resonara con el complejo de castración, y comparó el falo con el logos 
griego. En lo concerniente a las relaciones entre los sexos, Lacan propone 
atenerse a la función del falo -fidelidad a Freud-, pero sostiene que esas 
relaciones giran alrededor de ser y tener el falo e insiste en la función sig­
nificante de éste, distinguido del órgano. Las posiciones sexuadas juegan 
entonces con frases que incluyen " ser", "tener" , "falo" y una negación: 
" la mujer no es sin tenerlo" ; "hay que renunciar a serlo para tenerlo", "y 
es preciso que el hombre, varón o mujer, acepte tenerlo y no tenerlo a par­
tir del descubrimiento de que no lo es" . 1s 
1 1 . Cf. S. Freud, "La disparition du complexe d'CEdipe" , op. cit. , pág. 1 20. 
12. Cf.'iS. Aparicio, "Le désir au féminin", en La Cause freudienne nº 24, 
1993, págs. 24-29. 
13 . S. Freud, "L'analyse avec fin et l'analyse sans fin" (1937), en Résultats, 
idées, problemes II, op. cit. , pág. 267 [traducción castellana: "Análisis terminable 
e interminable", en OC, vol. 23, 1980]. 
14. J. Lacan, "La signification du phallus", op. cit., pág. 694. 
15. J. Lacan, "La direction de la cure . . . " , op. cit., pág. 642. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 113 
Es indudable que la posición femenina no se reduce a aceptar no tener 
el órgano, a asumir el Penisneid, sino a una relación sutil con "ser el falo". 
Relación compleja que confronta la femineidad con la histeria, pero tam­
bién con la psicosis. 
Así, en un primer sentido, ser el falo significa la mascarada fálica, e l 
parecer que es también un "pareser" , l 6 objeto de la comedia entre los se­
xos. La mujer expulsaría todos sus atributos en la mascarada, 17 querría ser 
amada y deseada por lo que no es. Detrás de la máscara asoma ya un va­
cío que La can designará más adelante1 8 como "la mujer no existe". 
Pero "ser e l falo" puede también pagarse con la frigidez sexual, en lo 
cual se ve que esta identificación confina con el goce. Habría una "identifi­
ca!'.=ión, imaginaria de la mujer (en su estatura de objeto propuesto al deseo) 
con el patrón fálico que sostiene el fantasma" .1 9 Para ser amada y deseada 
por un hombre, para adueñarse del fantasma del hombre, una mujer se 
erigiría fálicamente, lo cual la haría impermeable a todo goce sexual. El 
beneficio para ella sería narcisista : colmar su propia demanda de amor. 
Encarnar el falo con la totalidad del cuerpo, con su estatura, pondría un 
obstáculo al goce de una parte del cuerpo, la insensibilizaría. 
En un tercer sentido, "ser el falo" caracterizaría la histeria femenina, 
mediante una identificación más inconsciente, menos imaginaria. No se tra­
taría de la mujer-falo frígida, sino de una mujer satisfecha sexualmente, que 
no cesa de identificarse con el hombre para saber qué puede desear éste al 
margen de ella, además de ella. Y más allá de esta identificación con la falta 
del otro, llamada histérica por Freud,20 habría una "identificación última 
con el significante del deseo", el significante del falo. El ejemplo es el del 
sueño de " la bella carnicera" en la Traumdeutung, comentado por Lacan.21 
Más allá de la identificación viril con su pareja ( ¿cómo puede mi marido, a 
quien colmo sexualmente, desear a otra que no va a satisfacerlo ? ) , el sujeto 
seidentifica con la esencia misma del deseo como un absoluto, el significan­
te del falo. En el sueño lo representa "un poco de salmón ahumado", eleva­
do, dice Lacan, al rango del falo velado de los misterios antiguos. 
16 . Cf. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit. , pág. 48. Lo comentamos al final del ca­
pítulo r, págs. 43-5. Se trata del parecer que quiere hacerse ser. 
17 . Cf. supra, capítulo 1, págs. 42-3. 
1 8 . Cf. J. Lacan, "L'Éveil du printemps" ( 1974), en Ornicar? nº 39, París, Na­
varin, 1986, pág. 7: "Sólo la máscara ex-sistiría en el lugar del vacío en que pongo 
n La mujer" . 
19 . J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres . . . " , op. cit. , pág. 733 . 
20 . S . Freud, "Psychologie des foules . . . " , op. cit., pág. 170. 
21. Cf. S. Freud, l . . !Interprétation des reves, op. cit., pág. 133; J. Lacan, "La di­
rcction de la cure ... ", op. cit., pág. 627; y J.-A. Miller, "Trio de Mélo", en La 
1 :au11 freudi,,m, 11º 1 1 , 1 99.�, p4gs, 9-1 9 . 
114 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
De la comicidad de la puesta en escena entre los sexos a la identifica­
ción secreta con un significante absoluto, pasando por la tragedia del nar­
cisismo que mortifica la sensibilidad sexual, aparece una polisemia dema­
siado grande de la expresión "ser el falo" . 
Ésta se refuerza aún más por el uso que se le da en la relación del hijo 
con la madre. ¿Qué lugar puede ocupar él en el deseo materno, si éste está 
marcado por el complejo de castración? La madre es una mujer freudiana, 
bajo el influjo del Penisneid. De modo que de entrada hay un triángulo: el 
hijo, el falo y ella . La psicosis, en la cual el falo está forcluido, implica in­
ventar una respuesta sustitutiva, llamada "metáfora delirante" en el caso 
de Schreber: "Como no puede ser el falo que falta a la madre, le queda la 
solución de ser la mujer que falta a los hombres" . 22 La expresión "ser el 
falo" designa aquí la posición tomada por el sujeto en el deseo materno, 
antes de la intervención separadora del padre, que no siempre se produce. 
El concepto "ser el falo" permite, por lo tanto, resolver cierta cantidad 
de problemas que Freud dejó en suspenso, pero tiene el inconveniente de 
una pluralidad demasiado grande de sus significaciones y referencias. 
¿Por qué la "frase con agujeros"23 de Frege? 
En 1972, en "El atolondradicho" , antes de introducir la función fálica 
y sus fórmulas de la sexuación, Lacan sitúa ésta, una vez más, en el marco 
de 1958, "ser o tener el falo": "No cometemos ningún exceso con respecto 
a lo que nos muestra la experiencia si ponemos en el acápite de ser o tener 
el falo (cf. mi Bedeutung de los Escritos) la función que suple la relación 
sexual ".24 ¿Por qué entonces introducir el falo como una función, formali­
zada con la función proposicional, en lugar de continuar con fórmulas re­
tóricas fabricadas con negaciones referidas a "ser o tener el falo" ? 
22. J. Lacan, "D'une question preliminaire .. . " , op. cit., pág. 566. En Lacan, la 
metáfora es la sustitución de un significante por otro. 
23. Cf. G. Frege, Begriffschrift (1879), capítulo 1, § 9, "La fonction", en Logi­
que et fondements des mathématiques. Anthologie (1 850-1914), compilada por F. 
Rivenc y P. de Rouilhan, París, Payot, 1992 [traducción castellana: Conceptogra­
fía: los fundamentos de la aritmética. Otros escritos filosóficos, México, UNAM, 
1972], y B. Russell, Introduction a la philosophie mathématique (1919), París, Pa­
yot, 1991 [traducción castellana: Introducción a la filosofía matemática, Barcelo­
n.a,, Paidós, 1988]. Expresión en imágenes para designar la "función" de Frege o 
"función proposicional" de Russell, utilizada por J.-A. Miller para exponer la teo­
ría del sujeto como variable en su curso "Du symptome au fantasme et retour" , 
inédito, clase del 8 de diciembre de 1982, en la que se refiere a una presentación de 
la función proposicional hecha por el lógico Van Heijenoort. 
24. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 14. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 115 
En principio, seguramente, a causa de la multiplicidad de los valores 
asumidos por la locución " ser el falo" . Ese complemento de la teoría 
freudiana no permite, sin embargo, diferenciar las identificaciones narci­
sistas del yo, las identificaciones inconscientes del sujeto y sus posiciones 
de goce. 
Valor positivo de la función fálica: gozar de la castración 
Así pues, si procuramos saber por qué Lacan apeló en la década de 
1970 a la función proposicional para redefinir el falo y la sexuación, nos 
encontramos con tres razones principales: 
La primera, ya lo dijimos, es que el falo no es un significante cualquie­
ra, Y " ser fálico" no podría considerarse como una identificación más. El 
falo, por lo tanto, no es un atributo, no compete a la lógica aristotélica de 
la clase, definida, por la frase, sujeto, cópula, atributo. La biología puede 
permanecer en el plano de esa lógica con los atributos corporales y genéti­
cos más sofisticados; el psicoanálisis, si toma en cuenta lo real de la no re­
lación sexual, debe ir más allá de la identificación mediante el atributo . 
. , La s�gunda razón es que la especificidad del falo está ligada a su rela­c10n umversal con el goce; universal, es decir reconocida por todos, todos 
los pertenecientes a un vasto conjunto. Podríamos definirlos, rápidamente, 
como aquellos que, a semejanza del pequeño Hans, creyeron en un mo­
mento que todos lo tenían; todos aquellos y aquellas que adhirieron a esta 
c�eencia normativa, la "norma varón" [ "norme mále" ] , que aceptaron el 
discurso sexual de la comunidad. Volveremos a ello cuando abordemos los 
tres tiempos de la sexuación. El interés de hablar de una función fálica 
c?,nsiste en introducir una función de goce ligada al complejo de castra­c1on. En efecto, éste se considera habitualmente como una negatividad 
una limitación. Pero al mismo tiempo, el sujeto goza de su castración ; 
con ella . Es lo característico de la neurosis, y el obstáculo mismo al fin del 
análisis, según Freud. En consecuencia, se trata de asociar al falo a la vez 
una función positiva de goc:e y una función negativa de ley e int:rdicto, 1� 
que tenía el complejo de castración freudiano ligado al padre. La función 
�álica �ie�: entonces una cara real, el goce, y una cara simbólica, la ley y la 
111terd1cc10n de la castración. 
La tercera razón obedece a la definición del sujeto en el psicoanálisis. 
El sujeto no es quien es, quien tiene, quien cree ser o tener. Por eso, creerse 
hombre o mujer, decir "soy un hombre" o " soy una mujer" , sigue siendo 
rnsa del "yo" o del género, y no dice mucho sobre la sexuación. La ense-
1ianza que Freud dedujo de las histéricas, en los albores del psicoanálisis 
,., que es posible afirmarse mujer e identificarse hasta la pantomima vio� 
lenta con un hombre: "así, en un caso que observé, la enferma sostiene 
rnn una mano el vestido ceñido contra su cuerpo (en cuanto mujer), mien-
1 16 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
tras que con la otra se esfuerza por arrancarlo ( en cuanto hombre ) " .25 El 
sujeto no es el sujeto del enunciado, sino que está más bien vinculado a la 
enunciación, fuera de la frase gramatical, y debe aprehenderse en los agu­
jeros de l discurso: "ne" expletivo en "Je crains qu'il ne vienne" ["t�mo 
que venga"] ,26 vacilación, duda entre temor, esperanza y deseo. El_ s�J��o 
es falta, fa lta-de-tener, falta-de-ser, conjugación de las dos. Su defm1c10n 
lacaniana: un significante representa a un sujeto para otro significante, im­
plica que el sujeto sólo se capta por medio de un significante que lo repre­
senta, con el cual se identifica, pero del que nunca es otra cosa que la de­
saparición. El sujeto se escribe como un significante tachado,27 es un vacío 
que se recubre de atributos, era ya un "polo de atributos"28 mucho .antes · de nacer. Por eso no es sexuado en sí mismo. No es hombre o mu1er en 
cuanto sujeto, salvo por un abuso del lenguaje .29 Sólo se sexúa a través del 
significante mediante elcual se hace representar: ese sujeto vacío sólo tie­
ne relación con el sexo por medio del significante y el lenguaje . Pero, ¿con 
qué instrumento puede hablarse del goce de este suj eto? 
Lacan pensó en la "frase con aguj eros", es decir, la función proposicio� 
É 8 9 1 b d "f 
· , " 30 na!. sta fue inventada por Frege en 1 7 con e nom re e unc1on , 
y rebautizada a continuación "función proposicional" por Bertrand Rus­
selJ .3 1 Frege inventó una nueva manera de analizar la frase, diferente de la 
descomposición aristotélica en sujeto y atributo o predicado. Introduj o un 
nuevo par, "func ión, argumento" , que se deduce de la frase cuando se la 
descompone de cierta manera. En la frase "el hidrógeno es más liviano que 
el gas carbónico", podemos var iar el sentido (y también e l valor de ver­
dad) si sustituimos hidrógeno por oxígeno, nitrógeno u otro gas. Es posi­
ble considerar, por tanto, que en esta frase hay " un elemento constante. 
que representa el conjunto de las relaciones"; será la función que puede e�­
cribirse como una frase con aguj eros: "- es más liviano que el gas carbo­
nico" . Esta última sólo tiene un agujero, pero podría tener dos: "_ es más 
liviano que _" _32 El elemento sustituible en un lugar vacío se llama argu-
25. S. Freud, "Les fantasmes hystériques et leur relation a la bisexualité" (1908), 
en Névrose, psychose et perversion, París, PUF, 1973, pág. 155 (traducción castella• 
na: "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad", en OC, vol. 9, 1979], 
26. J. Lacan, "Subversion du su jet . . . ", op. cit., pág. 800. 
27. i. 
28. J. Lacan, "Remarque sur le rapport de Daniel Lagache . . . " , op. cit., pág. 652, 
29. ¡Un abuso que cometemos sin cesar! 
30. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques ... , op. cit., pág. 1 19. 
31. B. Russell, Introduction a la philosophie mathématique, op. cit., pág. 295. 
En la actualidad, los lógicos hablan de "cálculo de lo� predicados" . . 32. Cf. el caso Maria, infra, pág. 128, que se escnbe con una frase que cont1e• 
ne tres agujeros. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 1 7 
mento. También se lo denomina variable . S e escribirá entonces la frase 
<I>(A), donde <I> es la función y A el argumento, o bien <I>(A, B ) , si hay dos 
argumentos A y B, etc . Con una misma frase inicial se pueden fabricar, 
desde luego, varias funciones diferentes según el lugar en que se ubiquen 
los agujeros: la lógica se despega así de l a gramática . 
La función proposicional, que es una frase con agujeros destinada a 
asumir un valor de verdad (verdadero o falso), viene como anillo al dedo 
para localizar el lugar de un sujeto vacío, con respecto al falo que conden­
sa la 'positividad de un goce y la negatividad de la castración freudiana. 
Lacan la utiliza en el momento en que busca en la lógica las herramientas 
de una escritura que permita abordar lo real como imposible : escribir lo 
real de ''no hay relación sexual" por medio de una función, la función fáli­
ca, en que el goce se anuda al lenguaje . Para Frege, en su Begriffschrift de 
1 879,33 la lógica de la función proposicional rompía con la lógica aristoté­
lica de la clase dependiente de la gramática y las lenguas naturales . Como 
vimos, la frase ya no se analizaría en términos de sujeto y predicado o atri­
buto sino de acuerdo con un nuevo par: función, argumento. Frege procu­
raba establecer una lengua formularia apta para formalizar y describir los 
razonamientos de la aritmética, es decir, para construir lo real del número. 
Podemos intentar un paralelo con el proceder de Lacan: captar lo real de 
"no hay relación sexual" , mediante una lógica que no sea la del atributo y 
las identificaciones, sino que escriba directamente la relación del sujeto 
con el goce fál ico. El interés de hacer del falo una función proposicional es 
también poder inspirarse en la lógica de la cuantificación, inventada por 
Frege al mismo tiempo que la de la función. Lacan inventó una formaliza­
ción a la que dio la forma de una nueva "cuantificación", diferente de la 
de Frege, para distinguir los sexos a la vez que utilizaba para ambos la 
misma función de goce, la función fálica . Esta "cuantificación" lacaniana 
contiene cuatro " cuantores" -es el nombre que da· a sus cuantificadores­
que son el todo, la existencia, la- no-existencia y el no-todo. Al asociarlos a 
la función fálica o a su negación; Lacan obtiene cuatro "fórmulas de la se­
xuación" ,34 dos para el lado hombre y dos para el lado mujer . 
El falo como función proposicional 
Lacan, entonces, toma de Frege la formul ación de su función fálica. Es­
cribe el goce fálico como una función proposicional <I>(x), con un sólo ar­
gumento o variable x, que se lee " x se inscribe en la función fálica " . El su-
33. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques . . . , op. cit., pág. 93. 
34. J . Lacen, " L'ttourdit", op. cit., pág. 22, y Le Séminaire. Livre xx .. . , op. 
,·it., pág. 73. 
1 1 8 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
jeto se manifiesta como agujero, vacío en la frase, y como tal no 
_
puede ser 
argumento de la función <l>(_). La variable "x" 
_
representa al su1eto e� su 
relación con el sexo. Es un significante por med10 del cual el su1eto se ms­
cribe en la función como su argumento. Puede haber varios, pero su núme­
ro es limitado. Son significantes del goce para el sujeto, que lo representan, 
como "malo" o "bueno" en el caso de Josiane. Pero ni "malo" ni "bueno" 
le permiten inscribirse en la función fálica, forcluida para ella. Para Josia­
ne, <l>(x) es siempre "falso", cualquiera sea el significante que se inscriba 
en "x". Es preferible decir que ella no se inscribe en la función fálica, o 
que no inscribe su goce en esa función. Se trata de maneras equivalentes de 
decir lo mismo. Para Dora, en cambio, el significante equívoco "unvermo­
gend" (infortunado, impotente), palabra de su síntoma, signa la identifica­
ción con su padre castrado. Le permite, por ende, inscribir su goce en la 
función fálica. Podrá escribirse, entonces: "unvermogend es un significante 
que representa a Dora". Es su inconsciente el que le proporcio_na ese signi­ficante del goce, como sucedía con "malo" en el caso de Josiane. Luego, 
"unvermogend se inscribe en l a función fálica" y, por lo tanto, <l> (unver­
mog�md) es "verdadero" para Dora.35 En el caso de ella, se advierte que la 
función fálica se articula con el síntoma de conversión. Éste, una afonía, es 
suprimido por la palabra unvermogend, que lo interpreta. El síntoma y la 
función fálica se articulan por intermedio de ese significante. Esto es siem­
pre verdadero en la neurosis. En efecto, el síntoma conserva la marca, a 
menudo irreconocible a causa de la represión, de la castración. No resulta 
muy sorprendente, si seguimos a Freud en lo concerniente a la formación 
del síntoma. Dicha formación es, en efecto, una consecuencia de la repre­
sión, provocada por la angustia de castración, que obliga a la pulsión a 
procurarse una satisfacción sustitutiva, el síntoma. La castración
_ 
se impri� 
me entonces en el .�ontenido de éste, pero disfrazada: "Ser mordido por el 
caballo" contenido de la fobia del pequeño Hans, es el sustituto deforma­
do de " s�r castrado por el padre" .36 La diferencia entre los casos de Josia· 
ne y Dora nos indica que aquí se plantea al sujeto una elección, una alter· 
nativa la de inscribirse o no en esa función por medio de los significante!! 
de su �oce. Esta alternativa encubre la diferencia estructural entre neurosis 
y psicosis.37 
Si retomamos la definición fregeana de la función, "elemento constan-
35 . En la práctica uno no es tan f¿rmalista, pero nos parece útil aclarar, me­
diante ejemplos, qué quiere decir <l>(x). Sobre Dora, cf supra, págs. 1 05-6 . . 36. Cf S. Freud, Inhibition, symptóme ... , op. cit., pág. 27. Véase también su­
pra, capítulo 1, pág. 38 sq., y capítulo III, pág. 86. 
37. En esa partición, la perversión debe ponerse del mismo lado que la neuro­
sis, el de la inscripción enla función fálica, pero con modalidades diferentes. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 1 9 
te que representa e l conjunto de las relaciones" , ¿qué sentido podría tener 
para la función fálica? La constancia de ésta puede entenderse, ante todo, 
como su universalidad. Se trata de la misma función para todos, indepen­
dientemente del sujeto. El sujeto se inscribe en ella gracias al deseo de la 
madre. Ésta desea el falo y el sujeto se ve en la necesidad de situarse en 
función de ese deseo. La universalidad del falo es asumida por el sujeto en 
la forma de un "todos fálicos" que representa la primera teoría sexual in­
fantil freudiana. 
En un segundo sentido, la constancia de la función fálica es temporal, 
diacrónica para un sujeto dado: toca a éste elegir, de una vez y para siem­
pre, la inscripción o la no inscripción. No puede rectificarse. Ésa es la hi­
pótesis estructuralista de Lacan, que le hace llamar forclusión3 8 el rechazo 
por parte del sujeto de su inscripción en la función fálica, correlato de la 
elección de la psicosis. Esta hipótesis estructuralista es también una lectu­
ra de la importancia central del complejo de castración para Freud. Cuan­
do éste, como lo señalamos antes, dice con respecto al varón que en el 
conflicto entre el interés narcisista por el pene y la investidura libidinal de 
los padres se impone el primero, esto implica una reserva de libido defini­
tivamente ubicada en el órgano3 9 y correlativa de una pérdida o una re­
nuncia a otro goce que podríamos calificar de incestuoso. Entre el pene y 
la madre, lo normal es elegir el pene. Esta constancia es la de esa elección 
definitiva, que concentra el doble valor de la función fálica. Tiene ante to­
do, por consiguiente, un valor positivo, el del goce fálico, del ejercicio de 
una potencia. 
Valor negativo de la función fálica: castración y renuncias 
El valor negativo es el de la elección correlativa de la castración, que es 
una castración o privación de goce, operación real4º que va mucho más 
3 8 . Además del sentido jurídico del término, Lacan se remite a los gramáticos 
J. Damourette y É. Pichon, Des mots a la pensée, París, d'Artrey, 191 1-1940, vol. 
6, capítulo "La forclusion" , pág. 1 72: "Esos instrumentos forclusivos (no, basta, 
nunca, jamás) tienen la función de expulsar lo que expresan fuera del campo de lo 
que se percibe como real o realizable". Cf S. Aparicio, "La forclusion, préhistoire 
d'un concept" , en Ornicar? nº 28, París, Navarin, 1984, pág. 83, y supra, capítulo 
11, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73. 
39. Cf J. Lacan, "Subversion du sujet . . . ", op. cit. , pág. 22, donde dice que esta 
parte del cuerpo "concentra en sí lo más íntimo del autoerotismo" . 
40. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII. • • , op. cit. , pág. 149. No hemos comen­
todo aquí en detalle los antecedentes del falo en la enseñanza de Lacan, antes de 
que hiciera con él la función fálica en la década de 1 970. J.-A. Miller estudió y re­
constituyó elo traye4toria en su curso inédito L'Orientation lacanienne, dictado en 
120 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
allá de su figuración imaginaria por la amenaza o la envidia, en el recuer­
do del sujeto. Este valor negativo se debe ante todo a que elegir inscribirse 
en la función fálica equivale, como vimos en el capítulo I, al reconocimien­
to inconsciente del "no hay relación sexual". Así, el falo es el único signifi­
cado41 del goce en el lenguaje. Lo cual quiere decir que, cuando se trata de 
goce, su significación se evoca inconscientemente. Ahora bien, lo que sur­
ge es en lo fundamental un "no es eso",42 que distingue el goce obtenido;, 
fálico, decepcionante, del esperado, que sería el de la relación sexual, de la 
que el ser hablante, exiliado, conserva algo así como cierta nostalgia, ha­
cia la que siente una vaga aspiración y que recibe como un llamado venido 
de otra parte. Tal vez sea la huella de la renuncia al incesto materno. En 
otras palabras, la elección de la función fálica implica que el goce sólo se 
signifique fálicamente. Es una renuncia. Esto no quiere decir que el sujeto 
el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII, al que asi stimos. 
Lo que puede mencionarse aquí es, en efecto, lo que hay de nuevo. El "antiguo''. 
falo simbólico que encontramos, por ejemplo, en "Subversion du sujet et dialecéi-' 
que du désir dans l'inconscient freudien" (Écrits, págs. 822-823), se conserva im­
plícitamente. Ese falo simbólico, cuya notación es <l> y calificado de "significante 
del goce", era el símbolo del sacrificio de goce del que hablamos aquí, en el mo­
mento del complejo de castración (sacrificio del incesto y el autoerotismo). Al mis­
mo tiempo, era el soporte de un punto de falta en el sujeto, falta-de-ser, falra-de-te'­
ner, en el principio universal del deseo. Presentaba por lo tanto el lazo entre goce 
prohibido, o sacrificio del goce por el sujeto, y deseo, falta resultante de ello. Pero, 
aun si tenía un valor positivo de símbolo, se mantenía en el registro simbólico y no 
representaba el ej ercicio efectivo y real de un goce articulado con el síntoma, como 
lo hace la función fffelica de la década de 1970. Así, la significación de la fórmul.:¡, 
de la sexuación, (Vx<l>(x ) ) del lado hombre es: "Todo el goce sexual de un hom­
bre se inscribe en la función fálica" y puede, por ejemplo, asumir el valor sintom�" 
rico de un obstáculo a la relación con una mujer. 
El falo simbólico, por su parte, puede ej emplificarse con el valor absoluto atri­
buido al deseo por el sujeto en ciertos actos, como el de la joven homosexual de 
Freud que se arroja desde un puente frente a su padre, para mostrarle qué es el de­
seo verdadero por una mujer, algo del orden del amor cortés por la Dama (cf. Le 
Séminaire. Livre IV, op. cit. , pág. 128) . En cuanto al falo imaginario -ya hemos ha" 
blado de ello-, es la representación imaginada del falo, marcada por el significan1 
te, por lo tanto, completamente diferente de la del órgano caracterizado por la de· 
tumescencia. Imagen eternamente erecta y cortada del cuerpo, como se ve en los 
graffiti, sólo es posible gracias al lenguaje y la estructura diferencial del significan• 
te. Esta imagen funciona también como significante del deseo, presente en el in• 
consciente del varón con el aspecto, a menudo, de la girl-phallus. 
41 . Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit. , clase del 8 de diciembre de 
1 971 . 
42. Cf. J . Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 101 . 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 121 
�o ��perimente otros goces, pero en el momento en que quiere decirlos, s�g?1f1carlos, pasarlos por el lenguaje, ya no queda más que la significación falic� 9ue es reductora._ Todo lo que puede decirse del goce pasa por el fil­tro fahco, que lo negativa con respecto a otro goce que no existe: el de la 
relación sexual . 
_Sobre e l valor negativo de la función fálica ,también puede decirse que 
es mterno a la función misma. La función fálica !l>(_) es idéntica a la fun­
ción castración. Por lo tanto, !l>(x) puede leerse tanto "x es fálico" como 
"x está castrado" , porque "estar castrado" no es lo contrario de " ser fáli­
co" . Falo y castración están estrechamente ligados. Pero el falo no es el ór­
gano. I?,scribir�e en la f�nción fálica implica un anudamiento entre goce y cas�rac10n, legible, descifrable en el síntoma del sujeto, como lo vemos en 
el e¡en_iplo de Dora, pero también en cualquier neurosis. El neurótico goza 
a partir de, con y de su castración. En ello radica la neurosis, apoyada en 
el padre al que la castración se refiere como agente. ¿ Cómo goza un sujeto 
�e su castración? ¿Puede modificarse ese goce? Eso es lo que se pone en 
¡uego en un análisis, que implica partir del síntoma del sujeto. 
LA FUNCIÓN SÍNTOMA 
�!amaremos fu�ciones43 de goce las localizaciones del goce que son 
posibles para un su¡eto. Como el goce es real, esas localizaciones se esta­
?lecen n_iedi�nte determinaciones simbólicas, imaginarias o más comple­J�s,. q_ue implican la tríada de lo real, lo simbólico y lo imaginario. La mul­t1phc1dad de las combinaciones posibles indujo a Lacan a hablar de esas 
deterr�·únaciones en términos de anudamiento entre aquellos tres registros, Y a utilizar los nudos borromeos, con cambiante éxito. Ciertas funciones 
de goce son universales, como la fálica o las teorías sexuales infantiles tí­
picas, reseñadas por Freud. Otras son singulares, como el fantasma, aun 
cuando su variedad no sea tan grande, o como los síntomas e incluso el 
sínthoma.44 
. A�í, el fantasma es una función de goce, articulada con lo real y lo ima­gmano. Su carácter imaginario es fácil de captar, porque tiene un extremo 
consciente, la fantasía, que se presenta en la forma de representaciones o 
escenas, en especial en el momento de la masturbación o el acto sexual. 
43. Aunque utilicemos el mismo término "función", muy polisémico no lo 
4 ,mfundimos, en "función de goce" , con la función proposicional o la funci6n ma­
temática. Pero .pue�e suceder, como se da en la función fálica, que una función de �oce se formalice s1mplemente con la función proposicional de Frege. 
44. Cf. la definición dd sfnthoma en el capítulo u, pág. 51 sq. 
122 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
Una mujer se imagina que su pareja hace el amor con otra, un ho�bre ?e­
terosexual se ve golpeado y humillado, una mujer homosexual 1magma 
que el padre de su amiga las espía, etc. El carácter real del fantasma reside 
en el hecho de que causa el goce, sexual pero también "mental" , dado que 
puede erotizar el pensamiento, especialmente en la neurosis obsesiva. �au­
sa también el goce en su forma de sufrimiento, al proponer la matnz de 
ciertos comportamientos repetitivos y de síntomas. Freud expuso su natu­
raleza de "anillo intermedio"45 entre la fijación libidinal infantil y el sínto­
ma. En el caso de Dora, la afonía tiene una matriz fantasmática que es la 
relación sexual oral con una mujer, la señora K. Freud encuentra su huella 
infantil en un recuerdo en que ella se chupa el pulgar mientras le tira de la 
oreja a su hermano mayor, lo cual podría corresponder a un fantasma oral 
precoz.46 Ante cada función de goce, debemos preguntarnos cuál es su es­
tructura. Para Freud, la del fantasma es una frase fija, como "pegan a un 
niño" _47 Para Lacan, es la de una relación del sujeto con el obj eto a.48 El 
elemento constante, ineliminable del fantasma, es ese objeto que condensa 
el goce y causa el deseo:49 la otra mujer por la cual la histérica se priva, la 
mirada que flota sobre la escena de los golpes, el objeto oral en la escena 
infantil de Dora, etc. 
El síntoma neurótico es también una función de goce. Como hemos vis­
to 50 es un compromiso entre la exigencia de satisfacción de la pulsión y la 
re�resión. Una definición elegante de Lacan es la siguiente: "Defino el sín­
toma por la manera en que cada uno goza del inconsciente en tanto_ éste lo determina" .5 1 El síntoma, por lo tanto, es una función de goce articulada 
con el inconsciente, es decir, con la lengua y sus equívocos, y por consi, 
guiente con lo simbólico. En el caso de Dora, el significante eq�ívoco un­vermogend es la determinación inconsciente del síntoma, traducido en go­
ce corporal. Pero el síntoma no es forzosamente una conve�sión corpor�\ 
Puede ser infiltración de goce en el pensamiento, en el obsesivo, o angustia 
localizada en un objeto en la fobia. Puede ser la repetición que asedia la 
neurosis de fracaso o el acto fallido que sorprende. Engloba las relacione$ 
45 . S. Freud, Introduction a la psychanalyse, op. cit., pág. 35 1 . 
46. S . Freud, "Fragment d'une analyse d'hystérie . . . ", op. cit., pág. 37. 
47. S. Freud, "Un enfant est battu" ( 1919 ), en Névrose, psychose et perversio� 
op. cit., pág. 219 [traducción castellana: " «Pegan a un niño». Contribución al co­
nocimiento de la génesis de las perversiones sexuales", en OC, vol. 1 7, 1979]. 
48. La escribe S O a. Cf. supra, capítulo 11, pág. 159, nota 40. 
49. Lacan lo llamó objeto causa del deseo y luego objeto plus de gozar. Cf. ca• 
pítulo 11, pág. 58 sq. , y capítulo 1, pág. 36 sq. 
50. Cf. supra, capítulo 11, pág. 52 sq. 
51 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, op. cit., Ornicar? nº 4, octubre de 1 975, 
clase del 1 8 de febrero de 1975, pág. 106. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 123 
del sujeto con sus allegados, su pareja sexual, sus colegas, su jefe. La fun­
ción de goce del síntoma abarca el vasto campo de las conductas humanas, 
solitarias o sociales. De allí su importancia y la complejidad de su estruc­
tura. 
Hemos visto que también se podía hablar de síntoma en la psicosis. En 
primer lugar por su vertiente patológica: lo rechazado, forcluido de lo sim­
bólico, vuelve como goce en lo real,52 en modalidades diversas, voces, alu­
cinaciones, delirio, etc. Pero también definimos el sínthoma como un tipo 
particular de síntoma que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario en 
todas las estructuras clínicas: neurosis, psicosis o perversión. 
En la neurosis, el sínthoma, como todo síntoma, se articula con el 
Nombre-del-Padre y refuerza, suple al padre como agente de la castración. 
En consecuencia, está siempre articulado con la función fálica pero, con­
trariamente a ella, que es universal, es una función de goce singular. Su 
. matriz es el fantasma fundamental del sujeto, y sostiene las relaciones más 
importantes de éste con los otros. Lacan afirmó incluso que para un hom­
bre, una mujer es un síntoma.53 El sínthoma se percibe con la mayor clari-
dad al final del análisis, cuando, desenmarañado, el cifrado inconsciente 
deja ver su esqueleto fijo. En ese momento se ve que es inamovible, porque 
se trata del anudamiento mínimo que mantiene unidas las cosas. El sujeto 
ya no lo padece, se " identifica con su síntoma" .54 
En la psicosis, el sínthoma tiene mucho más importancia porque la cas­
tración no pone una barrera al goce. El sujeto no puede apoyarse ni sobre 
el Nombre-del-Padre ni sobre la función fálica para construirlo . . La locali­
zación del goce exige, entonces, una intervención completamente singular. 
A menudo, el sínthoma tiene raíces inconscientes, como en la neurosis, y 
determinaciones simbólicas familiares. Pero también podría prescindir del 
inconsciente. Ésa es la tesis que sostiene Lacan con.respecto a Joyce, quien 
se habría "desabonado del inconsciente" 55 y cuyo sínthoma sería una pu­
ra construcción progresiva sobre la lengua, culminada en Finnegans Wake. 
El sínthoma de Joyce sería el efecto traumático del encuentro del goce y el 
52. Cf. J. Lacan, "Réponse au commentaire de Jean Hyppolite sur la « Vemei-
1zung» de Freud" (1 954), en Écrits, op. cit., pág. 388 : "Lo que no salió a la luz de 
lo simbólico, aparece en lo real" [traducción castellana: "Respuesta al comentario 
de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud", en Escritos 1 ] . 
53. J . Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, op. cit., Omicar? nº 3, mayo de 1975, 
clase del 21 de enero de 1975, pág. 108 . 
54. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIV. L'insu que sait de !'une bévue s'aile a 
mourre, Ornicar? nº 1 2.-13, diciembre de 1977, clase del 1 8 de noviembre de 
1 976, pág. 6. 
55. J. Lacan, "Joy,., le symptome 1", en J. Aubert (comp. ) , ]ayee avec La can, 
París, Navnrin, l 9H7, I ' 11¡ 24. 
124 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
lenguaje -lo cual vale para cualquier sujeto-, pero elevado a la dimensión 
del arte. Se trata, sin duda, de un caso tan extremo como excepcional. Pa­
ra Lacan, encarnaba la estructura misma del sínthoma,56 en cuanto suple 
la forclusión del Nombre-del-Padre en la psicosis. Joyce demostraba que se 
puede prescindir del Nombre-del-Padre sin ser loco, aunque de estructura 
psicótica, con la condición de construir un sínthoma que se sostenga. A la 
inversa, el Nombre-del-Padre, con lo que lo condiciona, el padre como 
agente de la castración, no sería sino una forma de sínthoma, por cierto 
muy expandido porque engloba los campos de la neurosis y la perversión. 
La clínica lacanianadel sínthoma -o del síntoma tomado en este sentido­
abre por lo tanto perspectivas de futuro prometedoras en una época en 
que el papel del padre en la familia está muy menguado. 
Lacan procuraba formalizar la estructura del sínthoma con el nudo bo­
rromeo. Pero en un comienzo apeló a éste para descomponer una frase 
complej a.57 Esto, unido al hecho de que la función fálica se escribe con la 
función proposicional, nos dio la idea de que esta última función (o frase 
con agujeros) podría permitir escribir otras funciones de goce: síntomas, 
delirios o ciertas formas del sínthoma psicótico o neurótico. Si nos inspi­
ramos en la definición de la función dada por Frege, ¿por qué no conside,. 
rar el sínthoma, en efecto, como el "elemento constante" que debe dedu­
cirse del "conjunto de las relaciones" 58 existentes en la vida de un sujetp? 
Relaciones con los otros, con las cosas, con las ideas. Relaciones sosteni­
das por el sujeto, vale decir, lazos sociales creados por él o tej idos a su al­
rededor. 
Así, hemos estudiado el caso del señor A.59 y mostrado que el sínthoma 
psicótico que lo había estabilizado durante más de veinte años podía escri­
birse con la frase con agujeros "un hijo (x) es amado por un padre (y) " . 
En el mismo sé'ntido, estudiamos otros tres ejemplos: el delirio de Schre� 
ber, el síntoma neurótico construido a partir del fantasma freudiano "pe; 
gan a un niño" y el caso de Maria. Damos aquí el nombre de "función sín­
toma" a esta formalización del síntoma o el sínthoma por una función 
56. Ibid., pág. 28 . 
57. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 1 14: " ¿Por qué recurrí otro· 
ra al nudo borromeo? Para traducir la fórmula te demando -¿qué? -rechazaitl. 
-¿qué? -lo que te ofrezco -¿por qué? -porque no es eso; ya saben qué es eso, es el 
objeto a. El objeto a no es ningún ser. El obj eto a es lo que supone de vacío una 
demanda, en la que sólo al situarla mediante la metonimia, vale decir, mediante la 
pura continuidad asegurada desde el comienzo hasta el final de la frase, podemo$ 
imaginar qué pasa con un deseo que ningún ser sostiene". 
58. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques . . . , op. cit., pág. 1 19 . 
59. Cf. supra, capítulo 11, pág. 50 sq. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 125 
proposicional. Su ventaja reside en la simplicidad. No creemos, s in embar­
go, que sea generalizable a todos los casos. 
El delirio de Schreber 
El presidente Schreber es el autor de las Memorias de un enfermo ner­
vioso, que publicó en 1903 porque las suponía útiles, para la ciencia y la 
religión. En ellas expone su "transformación en mujer", que ofrece al exa­
men de las "autoridades competentes" .6º Freud comentó esta obra en 
1 9 1 1 .61 Lacan hizo de ella el tema de un seminario en · 1 955, que conden­
só en sµs Escritos en 1958 .62 En referencia a Schreber, Lacan creó el con­
cepto del "empuje-a-la-mujer" , cuyo contenido es el de una feminización 
forzada. Este concepto es esencial para la sexuación en la psicosis. El deli­
rio de Schreber se presta a una escritura mediante la frase con agujeros. 
Partamos de la idea de que lo que especifica la paranoia es el hecho de 
identificar el goce en el lugar del Otro.63 "Identificar el goce" significa co­
rrelacionarlo con un significante, aquí " la" mujer; "en el lugar del Otro" . 
quiere decir que es el Otro quien goza del sujeto, a iniciativa de éste. Pode­
mos escribir entonces una función de goce de dos variables, "x" e "y" : 
"ser el (x) que falta al goce del Otro, (y) " ; la idea básica, el elemento inva­
riante, es en efecto que el Otro del goce carece de algo. El sujeto se inscri­
be como el objeto de ese goce por medio de la variable "x" , que asume va­
lores diferentes. El Otro del goce, en "y", es sustituido, en orden 
cronológico, por la madre, los hombres, Dios. El objeto "x" de esa falta 
del Otro gozador es sustituido correlativamente por el falo, la mujer y lue­
go una vez más la mujer. Así, tendremos sucesivamente varias escrituras 
de " ser el (x ) que falta al goce del Otro, (y ) " : "Ser el falo que falta a la 
1 
60. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. , pág. 9. 
61 . S. Freud, "Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de 
paranoia (Dementia paranoides) (Le Président Schreber)" ( 1 9 1 1 ), en Cinq psycha­
nalyses, op. cit. [traducción castellana: "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un 
caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente" , en OC, 
vol. 12 , 1 9 80]. 
62. J. Lacan, Le Séminaire. Livre III, op. cit., y "D'une question préliminai­
re . . . " , op. cit. En J.-CI. Maleval, Logique du délire, París, Masson, 1996 [traduc­
ción castellana: Lógica del delirio , Barcelona, Ediciones del Serbal, 1 998], se en­
contrará un comentario pormenorizado sobre el concepto de delirio, especialmente 
en Schreber. 
63. Cf. J. Lacan, "Présentation des Mémoires du président Schreber en traduc­
tion franc,aise" ( 1 966), en Ornica,:? nº 3 8 , París, Navarin, 19 86, pág. 7. Para "el 
Otro del goce" en la p1k,,sis, cf. supra, capítulo 1 , págs. 32-3, capítulo n, pág. 5 1 , 
nota 16, e infra, �·11¡, l t ulo v, ¡,l'lgs. 1 54-5. 
126 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
madre" ; "ser la mujer que falta a los hombres" ; " ser la mujer que falta a 
Dios". En efecto, como los hombres y el falo están marcados por una im­
posibilidad a causa de la forclusión de la significación fálica, sólo la última 
escritura corresponde a cierta estabilización del estado de Schreber, a una 
consumación del proceso delirante. 64 Las dos primeras escrituras corres­
ponden a estados transitorios del delirio. 
"Pegan a un niño" 
El fantasma "pegan a un niño" se presenta como una fantasía excitan-
. te o masturbatoria a veces compulsiva, cuya génesis se remonta a la pri­
mera infancia (cinco o seis años, dice Freud). Freud lo estudia sobre todo 
en la mujer neurótica, en su artículo de 1 9 1 9.65 Existe incluso la posibili­
dad de que su hija Anna haya sido una de las pacientes de las que habla. 
Ahora bien, ese fantasma puede convertirse para algunos sujetos -no para 
todos- en el fantasma fundamental y entrar en la lógica de su vida. Es­
tructura entonces su conducta de una manera masoquista. En efecto, una 
fase anterior masoquista y reprimida de ese fantasma, " ser ella misma gol­
peada por el padre", se convierte en un verdadero síntoma. Para esas mu­
jeres, "ser golpeada por el padre" es la matriz de un síntoma difícil de 
modificar por el análisis. "Algunos seres humanos que llevan en sí ese fan­
tasma dan muestras de una sensibilidad y una susceptibilidad particulare& 
con respecto a personas que pueden incorporar a la serie paterna; se dejan 
ofender fácilmente· por ellas y de ese modo procuran la realización de la 
situación fantasmizada, a saber, que el padre les pega, para su gran desdi­
cha", dice Freud.66 La inercia de ese síntoma tiene por lo menos tres razo­
nes. La primera es la satisfacción ligada al fantasma que es su matriz. La 
segunda radica en que funda una posición muy sólida, la de un objeto 
maltratado por sustitutos paternos. Esta posición prolonga indefinida­
mente el Edipo y puede acoplarse a ciertos fantasmas masculinos sádicos. 
De ese modo·, puede fundar una posición sexuada "femenina" con un par­
tenaire adecuado. Para una mujer resulta a veces más fácil localizar así la 
femineidad que afrontar el vacío incómodo de la alteridad que ella impli­
ca . Además, ese síntoma sustituye la ausencia de la relación sexual. Pese al 
sufrimiento que oculta, permite creer en ella. A menos que sea justamente 
a causa de ese sufrimiento, del que sabemos que es una forma de goce. La 
tercera razón es que ese síntoma es compatible con una identificación vi-
64. Llamado por Lacan "metáfora delirante"; cf. "D'une question préliminai­
re . . . ", op. cit., pág. 577, e infra, capítulo VIII, pág. 220. 
65. S. Freud, "Un enfant est battu", op. cit., pág. 219. 
66. Ibid. , pág. 235. Las bastardillas son nuestras. 
FUNCIÓN FÁLICA,FUNCIÓN SÍNTOMA 127 
ril, corriente en la histeria, que es sostenida por la identificación con el va­
rón golpeado. 
Freud reconstruye este fantasma, que tiene una larga historia, en tres 
fases. Éstas se formulan en tres frases, asociadas a tres escenas. La prime­
ra es sádica, y se presenta como un recuerdo muy antiguo. "El padre gol­
pea al niño" o "el padre golpea al niño que yo odio" (en general, un her­
mano o una hermana menores) . Hay una secuela sobreentendida, "sólo 
me ama a mí". La segunda nunca se rememora: está reprimida y se recons­
truye en el análisis. Es la más importante, porque estructura el síntoma : 
"El padre me pega". Tiene un carácter masoquista. La tercera es la formu­
lada por el sujeto: "Pegan a un niño" o "un niño es golpeado" . La perso­
na que pega es un adulto indeterminado, el niño golpeado es casi siempre 
un varón anónimo. Está acompañada por una intensa excitación sexual, 
de naturaleza masoquista, aunque su formulación sea sádica. 
No haremos aquí un comentario detallado de ese fantasma y los enig­
mas que suscita. Nos interesa el hecho de que su segunda fase pueda es­
tructurar un síntoma esencial, e incluso el sínthoma de cierta cantidad de 
mujeres. Comprobamos, a continuación, que puede escribirse con una fra­
se con agujeros: " (x) es golpeado por (y) " . El lugar de la variable "x" es el 
del sujeto. Lo ocupan sucesivamente "el niño que yo odio", el sujeto como 
"niña" y un varón anónimo. El lugar de la variable "y" es el del padre y 
luego el de un sustituto anónimo de éste, un "pegan". 
En esta función síntoma, " (x) es golpeado por (y) " , se verifica que en la 
neurosis el síntoma se articula con el padre. Según Freud, este fantasma es 
una "cicatriz" del complejo de Edipo, y se deduce de la ligazón incestuosa 
con el padre: "Ser golpeado" vale de hecho por " ser amado" genitalmen­
te, al comienzo de la segunda fase de la construcción del fantasma. La con­
ciencia de culpa, ligada a la instancia que a posteriori Freud denominará 
superyó, causa la represión y el desplazamiento de "amar" a "pegar/gol­
pear". Lacan insistió en la puesta en escena de la castración: la ley del 
Nombre-del-Padre "afecta" al sujeto.67 En ese fantasma, el padre es a la 
vez gozador y castrador. Eso lo caracteriza como agente de la castración. 
Esta articulación faltaba en la función síntoma del señor A., "un hijo (x) 
es amado por un padre (y) " , aunque el padre apareciera en ella. Tampoco 
encontrábamos allí los meandros del discurso y las inversiones de términos 
producidas por la represión. En el inconsciente del sujeto para quien fun­
ciona "x es golpeado por y", "golpear" tiene las significaciones de "amar 
genitalmente" y "castrar". La función fálica <t>(_), entonces, puede articu­
larse con esta función síntoma y signar la neurosis. "Golpear" , en efecto, 
67. Cf, J,·A, Millcr, "Du symptome au fantasme et retour" , op. cit., que lo co­
menta c:n la cl11e drl 1 \ de diciembre de 1 982. 
128 LA DIFERENCIA D E LOS SEXOS 
es un significante que representa a ese sujeto, y podemos escribir <l>(gol­
pear) . Volvemos a encontrar el doble valor, positivo, de goce, y negativo, 
de castración, de la función <l>(_). 
El caso Maria: un destino, una frase68 
Si permite escribir el destino del sujeto a través de distintas vicisitudes 
de su vida, la frase con agujeros es entonces una escritura del sínthoma y 
una función síntoma en el sentido en que lo definimos anteriormente. Da­
mos aquí un ejemplo particularmente sobrecogedor, tomado de una pre­
sentación clínica en el hospital. En esas presentaciones, la vida del sujetb 
se describe de cabo a rabo, en un tiempo bastante breve y un único en­
cuentro con el psicoanalista. De ello se deduce un efecto de precipitado, de 
condensación, de relieve muy peculiar de este ejercicio, que favorece una 
formalización espontánea del discurso del paciente. Maria, una mujer jo# 
ven de alrededor de treinta y cinco años, estaba internada desde hacía una 
semana, con alucinaciones verbales y una angustia aguda, sin que se enten­
diera bien la razón de esa crisis. Era su segunda internación; la primera se 
remontaba a diez años antes. Reconstruimos así el hilo de los aconteci­
mientos y de su historia. 
La expoliación originaria 
La entrevista con Maria puso muy pronto en evidencia que "tener una 
casa" era algo esencial para ella. La historia comienza antes de su nacimien· 
to. Sus abuelos, tanto los paternos como los maternos, eran ricos propieta• 
rios de tierras. Sus padres, que eran hijos menores, fueron privados, por ra­
zones diferentes, d@ la herencia que les correspondía, en beneficio de sus 
hermanos y hermanas mayores. De tal modo, tanto uno como la otra que­
daron despojados de su herencia legítima y fueron, por lo tanto, pobres. Por 
otra parte, sometidos a su destino, no protestaron nunca contra esa expolia., 
ción; al contrario, vivieron en armonía con la parte rica de su familia. La 
madrina de Maria fue la hermana mayor de su madre, que había heredado 
la propiedad familiar. Desde su más tierna infancia, Maria fue consciente de 
esa injusticia fundamental de la que sus padres eran víctimas pasivas y con­
sintientes. Dedujo de ello que en la vida no había nada más importante que 
tener casa propia y bienes. Sus padres, desde luego, trabajaban como agri­
cultores en las tierras de los otros. Eran "pobres y honrados" . 
68. Tomado de una ponencia presentada en las "Journées d'Automne de 
l'ECF" , en noviembre de 1997. Cf. G. More!, "Le symptome en une phrase" , en La 
Cause freudienne nº 39, París, Seuil, 1998, págs. 102-1 07. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 29 
Ferocidad 
A los trece años, Maria deja la escuela porque la mandan a trabajar co­
mo criada con la parte rica de la familia: "Soy de una familia pobre pero 
honrada. Papá nos crió para que fuéramos útiles a todo el mundo", dice. 
En este caso, por un efecto de redoblamiento, la entregan como sirvienta a 
quienes ya habían despojado a sus padres y toma así el lugar de un bien, 
un objeto sustraído por segunda vez a ellos. Se convierte entonces en la 
deuda viviente del Otro expoliador con respecto a sus progenitores. Pero 
así como sus padres afectados no se quejan del abuso, ese Otro expoliador 
tampoco quiere saber nada de él: negativa recíproca de saber, del orden de 
la forclusión. Maria es a la vez su·memoria y su prueba encarnadas. En ese 
momento, se vuelve "feroz" . Es la pubertad y empiezan a circular chismes 
sobre ella, cuando en realidad sólo piensa en el trabajo. Maria interpreta 
las miradas, los silencios, entiende las alusiones, sospecha de los gestos 
equívocos de los varones, los hombres. Los basurea, trata de matar a uno 
con una horca, se pelea con otro. La invade entonces esa "ferocidad" que 
no va a abandonarla. 
Su matrimonio con el "señor" 
De joven, conoce a su futuro marido, que la seduce con una aparien­
cia de holgura, incluso financiera. La pasea en taxi, se jacta del lugar 
donde vive. Se casan y ella lo sigue. Termina como una inmigrante, en un 
inquilinato obrero [courée] en que se amontonan sin disponer de una ver­
dadera intimidad. Las cosas no le van muy bien y sólo tiene una idea: tra­
bajar y ahorrar para comprar una casa. Decide lograrlo a cualquier pre­
cio pero ser a la vez "irreprochable" , como su padre. Tiene dos hijos, una 
mujer y un varón. La entristece tener una hija. En efecto, para ella "varón 
= felicidad = tener" , mientras que "niña = desdicha = privación" . Tal co­
mo dice, "no hay que mezclar el agua y el aceite" . · En efecto, vive en un 
mundo clasificado por oposiciones binarias significantes no dialectizadas: 
el agua y el aceite; los señores y las señoras; los ricos y los pobres; los des­
honestos y los irreprochables; los dichosos y los desdichados, etc. Para 
dialectizar estas oposiciones, sería necesario que por ellas circulara una 
falta que las hiciera ambiguas, una falta que hiciese que una niña pudiera 
ser en parte un varón, que un pobre se transformara endeshonesto a cau­
sa de su misma pobreza, que un mantel sirviera de repasador en caso de 
necesidad . . . Una falta semejante sólo puede funcionar en el sujeto si cir-
" En el original, nappes y torchons, manteles y paños de cocina -repasadores, 
rnmo se dice en la ArKrntin11· respectivamente (n. del t.). 
130 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
cula gracias a un significante especial, cuya ausencia significa la presencia 
y cuya presencia evoca la ausencia. El falo es un significante de esas ca­
racterísticas, por ejemplo en su evocación a través de la anatomía: tener el 
pene implica temer dejar de tenerlo; no tenerlo genera la nostalgia de ha­
berlo tenido antaño. Ése es también el valor a la vez positivo y negativo 
de la función fálica: función castración, negativa, pero también función 
de goce extraída de la castración misma y por lo tanto positiva. En el ca­
so de Maria, la carencia de dialéctica debida a la forclusión de la función 
fálica es patente en la rigidez de las clasificaciones binarias pero también, 
como vamos a ver, en el derrumbe que se produce cuando sus " haberes" 
son amenazados. 
Comprar una casa 
La primera crisis sobreviene cuando ella está a punto ele tener los aho­
rros necesarios para comprar una casa. En ese momento tiene la sensación 
de tender sola hacia su ideal. Su marido, a quien sólo puede llamar el "se­
ñor", es para ella un perseguidor. Al parecer, esta situación tomó forma al 
nacer el hijo, cuando el marido expresó dudas, insoportables para ella, so­
bre su paternidad. La catástrofe se produce durante las vacaciones: el hij o, 
que está a su cuidado, es atropellado por un auto. Bien atendido, no ten­
drá secuelas de las fracturas que sufre en ese momento. Pero el golpe reci­
bido por quien por entonces es su único bien desestabiliza gravemente a 
Maria, que se siente culpable y atacada en su sentimiento de ser irrepro­
chable. De nuevo, como cuando tenía catorce años, advierte que la tratan 
de loca, irresponsable. Sigue trabajando, sin embargo, y un día en que las 
cosas no marchan en• lo de su empleador, un médico, escucha a la hija de 
éste decir: " ¡Déjal:f, papá, está loca ! " Maria vuelve a su casa, toma el re­
vólver de su marido y se pega un tiro en el corazón. Afortunadamente, fa­
lla por poco y es internada por primera vez. 
Se repone y vuelve al trabajo, siempre con el objetivo de comprar la ca­
sa. Cuando termina de reunir el dinero, muere su padre. Para ella es un 
verdadero héroe: pobre y honrado, crió once hij os. Maria quiere reparar la 
injusticia que cometieron con él: nunca tuvo casa propia. Decide pagarle. 
una tumba y exige a sus hermanos y hermanas que también hagan su 
aporte. Esto demorará la compra de la casa, pero restablecerá su senti­
miento de ser irreprochable, perjudicado por el accidente del hijo. La ex­
poliación de la que su padre fue víctima está reparada: él ya tiene su casa. 
Algunos años después, ella compra una casa en la que vive a crédito, 
dispuesta a matarse trabajando para pagar las cuotas mensuales. Está al 
servicio de seis familias, tiene " seis casas" más la suya: "siete casas", por 
lo tanto. Se desencadena entonces, diez años después del accidente del hi­
jo, el momento actual de eclosión de su psicosis, segundo "momento fe-
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 131 
cundo".69 Dijimos que su causa era misteriosa. Se reveló, sin embargo, a l 
final de nuestra entrevista, en la lógica de ésta. "La vida es un sacrificio" , 
me decía Maria. "Compramos una casa, que con todo e s un sacrificio." 
Cuando empezó a contarme las privaciones que sufrían ella y su familia, le 
pregunté si tenía un problema financiero. En ese momento, con una reti­
cencia que podría habernos parecido tan desproporcionada como arbitra­
ria si no hubiéramos captado la lógica de su caso, me confesó que la ha­
bían llamado del banco por un descubierto: el "señor" había dejado en 
cero la cuenta de la que se debitaba el crédito de la casa. Inmediatamente, 
reaparecieron el eco del pensamiento y las voces que le hacían reproches 
Maria empezó a "ir de un lado para el otro" y fue internada. El agujero e� 
la cuenta bancaria, que ponía en riesgo el reembolso del crédito de la casa, 
tenía para ella un valor real, no dialectizable, como el accidente sufrido 
diez años antes por el único bien que tenía en esos momentos, su h;jo. 
Escritura de la función síntoma 
¿No hay en el desarrollo de este relato, desde luego reordenado a par­
tir de la entrevista, algo así como una fórmula que se desprende y presenta 
la ley de las estabi lizaciones sucesivas del sujeto, así como la razón de los 
momentos fecundos de su psicosis? La escribiríamos así, con una frase con 
tres agujeros y por lo tanto tres variables: "Ser el (x) que presta servicio a 
(y) para recuperar un bien (z)" . 
Su historia puede leerse entonces según los valores sucesivos dados a x, 
y, z. 
Ante todo, ella es la hija (x) que presta servicio a sus padres (y), para 
recuperar un bien, idéntico a sí misma como irreprochable (z). Este equili­
brio se rompe cuando se toca su bien, a saber, ell¡i misma, y la "dan" a la 
parte rica de la familia. 
Tenemos entonces un segundo período, más difícil, pero en el que se 
mantiene varios años: ella es la sirvienta (x) que presta servicio a la pa�te 
rica de la familia (y) para recuperar un bien, dinero para sus padres (z). 
69. Expresión utilizada por J. Lacan para denominar las reactivaciones de los 
procesos psicóticos en una psicosis ya desatada. Los "puntos fecundos" de la psi­
cosis se definen como "los momentos de l a evolución en que se genera el delirio" 
en la tesis de doctorado de medicina de J. Lacan, De la psychose paranoiaque dans 
ses rapports avec la personnalité (1932), París, Seuil , 1975, pág. 107 [traducción 
castellana: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, seguido 
de Primeros escritos sobre la paranoia, México, Siglo XXI, 1976]; la expresión 
"m�mcnto fecundo" aparece en "Propos sur la causalité psychique" (1946), en 
Ecr1ts, op. cit., p4g. 1 80 ! traducción castellana: "Acerca de la causalidad psíqui­
rn" , en Escrito, I J . 
1 32 L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS 
Su matrimonio, tal como Maria lo describe, puede escribirse así: ella es 
la esposa (x), que presta servicio al "señor" (y) para recuperar un bien, un 
hi¡o (z ) . Esta posición se desestabilizará cuando se produzca el accidente 
del hijo, seguido de la primera internación de Maria. 
Paralelamente, su posición en la existencia puede escribirse: ella es la 
sirvienta (x) , al servicio de siete familias (y), para recuperar una casa para 
sí e incluso una tumba para su padre (z ) . La segunda crisis se explica por 
el hecho de que la casa esté en peligro debido al agujero en la cuenta ban­
caria causado por el marido. 
Comprobamos que en "x" se suceden los valores tomados por Maria 
como objeto del goce del Otro; que en "y" se alinean diferentes figuras 
ambiguas, protectoras pero perseguidoras y expoliadoras; que en "z" se si­
túan sus haberes (ella como hija , el hijo, la casa, el dinero . . . ). Lo que de­
sestabiliza al sujeto y hace surgir con vigor los fenómenos psicóticos es cla­
ramente el golpe dado, ya sea por otro, ya por el destino, a lo que se ubica 
como su haber, como su bien, en "z" . Ese punto, como lo hemos visto, es­
tá fuera del alcance de cualquier dialéctica posible para el sujeto, a causa 
de la forclusión de la castración y la función fálica. 
Esta función síntoma, que se puede deducir de la única entrevista con 
Maria , demuestra entonces carecer de superposiciones, de cruces posibles 
con la función universal de la castración, la función fálica. En los casos de 
neurosis, en cambio, se encuentra ese cruce por medio de la relación con el 
padre, inscripta en el síntoma. Lo vimos con "pegan a un niño". Es muy 
visible en la histeria, en la cual el síntoma, de una manera siempre peculiar 
del sujeto, denuncia sin embargo de un modo general y característico de 
ese tipo clínico la impotenciay la castración paternas. (Cf. el caso Dora. )7º 
En el caso de Maria, aparece la doble función del síntoma: por una 
parte, éste marca su sometimiento a un partenaire siempre ambiguo, pro­
tector pero abusivo, marido pero perseguidor, etc. Desde ese punto de vis­
ta, es legítimo quejarse de ello. Por otra parte, como lo muestra de mane­
ra elocuente su historia, si un acontecimiento contingente de su vida 
suprime el funcionamiento del síntoma -vale decir, que la frase del sínto• 
ma deja de ser verdadera, porque en "x", "y" o "z" ya no se escribe na­
da-, se produce la llamarada de la psicosis, la eclosión de trastornos gra­
ves del lenguaje. El interés de la función proposicional para escribir el 
síntoma consiste especialmente en ese punto, que concierne a las relaciones 
antagónicas del síntoma con el sentido y lo real. Cuando las variables tie· 
nen un valor conveniente, la función proposicional se convierte en una fra­
se verdadera que tiene un sentido (Sinn), el sentido del síntoma. Podemos 
oponer aquí el sentido y lo real definido como lo imposible de soportar, de 
70. Cf. el comienzo de este capítulo, págs. 105-6. 
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 33 
simbolizar para e l sujeto (los momentos fecundos de l a psicosis ) . Surge 
precisamente cuando la frase se vuelve falsa o -cosa que viene a ser lo mis­
mo- cesa de poder escribirse. Entonces, el síntoma ya no funciona. Esta 
función de compromiso del síntoma fue puesta de manifiesto por Freud en 
la neurosis, entre el inconsciente y el goce, y Lacan la reafirmó71 y exten­
dió a la psicosis con el nombre de sínthoma para mostrar, en particular en 
lo concerniente a Joyce,72 su función de suplencia de la locura. 
Contingencia y determinismo 
En la neurosis, a veces es preciso un largo análisis para que el nudo sin­
tomático del sujeto, una vez desembarazado de los síntomas e identifica­
ciones más secundarias, aparezca en su lazo con el fantasma fundamental. 
En la única entrevista de una presentación de enfermo, el efecto de preci­
pitación en una fórmula clara se debe al efecto de buen decir del paciente 
que sabe que ese encuentro será único, y también, como sucede a menudo 
en los casos de psicosis, al rigor y la lógica característica de esta estructu-
ra, sobre todo en la paranoia. 
No habría que leer la "función síntoma" a la manera de un "estaba es­
crito desde siempre" , como si fuera un destino inamovible y originario pa­
ra el sujeto. El determinismo psicoanalítico no podría llegar hasta ese pun­
to sin caer en una escatología religiosa. Esta expresión sintomática refleja, 
antes bien, una respuesta del sujeto frente a los datos de su existencia, en 
especial los de su filiación, e implica por lo tanto una especie de "elección" 
inconsciente. En cierto momento que no pudimos señalar aquí, Maria in­
terpretó esos datos como señales de la expoliación de sus padres, y "eli­
gió" ocupar el lugar de un bien complementario, de nuevo "robado" a 
ellos . Mediante esa interpretación, se constituyó como el objeto equivalen­
te a ese bien originariamente robado, que después ya no dejaría' de querer 
recuperar para sus padres y para sí misma, en un sacrificio permanente y 
con el apoyo de un ideal paranoico. Ella es, entre sus muchos hermanos, la 
única que decidió ocupar ese lugar. Hay en ello una contingencia funda­
mental que consiste en un encuentro original entre lo que los otros quisie­
ron e hicieron desde antes de su nacimiento, y la respuesta inconsciente de 
Maria. Con frecuencia, encontramos en el análisis huellas memorizadas o 
71 . J. Lacan, "Conférel'lces et entretiens dans des universités nord-américai­
nes", Yale University, Kanzer Seminar (24 de noviembre de 1975), en Scilicet nº 6-
7, París, Seuil, 1 976, pág. 15 : "Lo que se llama síntoma neurótico es simplemente 
algo que les permite vivir" . 
72. J . Lacan, I r s,mi11aire. Livre XXIII . . . , op. cit. Cf. supra, capítulo Il, pág. 51 
sq., y capítulo 1v1 (>IIM� 1 ' I .'i. 
1 34 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
reconstituibles de esa contingencia, en ocasiones un recuerdo de infancia 
en el cual se sella una orientación sexual, se fija un fantasma decisivo, se 
. constituye una elección sintomática esencial. Aquí no podemos más que 
suponer algo de ese orden que se habría producido antes de los trece años. 
En efecto, en el momento en que la mandan a trabajar en la casa de " los 
ricos" de la familia, ella parece tener ya una interpretación de lo que le pa­
sa: se ha convertido en el bien expoliado de sus padres. Consideramos esa 
interpretación, que determina su destino, como una elección inconsciente 
del sujeto en cuanto a su posición.73 La suerte, entonces, está echada. El 
síntoma, ese "no cesa de escribirse"74 en la vida del sujeto, se debe a la ne­
cesidad de anudar lo simbólico (lo que le viene de los otros, lo que ella sa­
be de sus padres, de sus ant�pasados) y el goce (pulsión, vida sexual) para 
soportar lo real de la vida. Pero esta necesidad es en sí misma el producto 
de una contingencia, de un instante de elección del que el sujeto es respon­
sable. Se suscita la cuestión de su irreversibilidad, sus transformaciones: 
¿ son posibles o no? Hay en este aspecto un margen de libertad restringida 
o relativa que Maria enuncia con cierta brutalidad: "A los trece años -di­
ce-, me volví feroz" . Y más adelante, luego del relato del disparo y una 
pregunta de nuestra parte, seguida de un silencio: "Sigo siendo feroz" . 
Tras haber aclarado qué entendíamos por función de goce, función fáli­
ca y función síntoma, tratemos de comprender cómo puede el sujeto tener 
cierta libertad en la elección de su sexuación. En efecto, tanto su anatomía 
como el " discurso sexual" que lo rodea desde antes de nacer se le impo­
nen. Quizá no debamos asombrarnos demasiado, en definitiva, de que ha­
ya tantos casos de ambigüedad sexual. 
73. Cf. J. Lacan, "La science et la vérité", op. cit., pág. 858 : " Siempre somos 
responsables de nuestra posición de sujeto". 
74. J. Lacan, por ejemplo en Le Séminaire. Livre XX, op. cit. , pllg, 1 32. 
V 
ANATOMÍA ANALÍTICA: 
LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 
Hay un más allá de las identificaciones, que tal vez sea también un más 
acá, algo más primordial, únicamente captable por el discurso analítico. 
Esto no significa, sin embargo, que se pueda prescindir de aquéllas, sino 
que el género, que consideramos como equivalente a un sistema de identi­
ficaciones imaginarias y significantes, no agota la relación del sujeto con 
su sexo y el de los otros. Puesto que esa relación también es real . El con­
cepto del "no-todo" , forjado por Lacan en la década de 1970, es en este 
aspecto el apogeo de una caracterización del sexo que no se reduce a una 
identificación. 
Si se considera esencial la segunda identificación freudiana, establecida 
"con el rasgo unario", 1 la identificación, a la que a menudo se cree cosa de 
imágenes, es extracción de un rasgo del otro. Puede estructurar parcial­
mente un síntoma (de tal modo, en la histeria es posible "pescarse" la en­
fermedad de otro), sostener un ideal (podemos tener éxito donde nuestro 
padre fracasó), motivar un comportamiento e incluso creer en un parecido 
mimético (son bien conocidos los casos de esas parejas casadas que termi­
nan por parecerse como hermano y hermana) . Compete a una lógica de la 
clase y el atributo (la clase de los objetos semejantes que tienen el rasgo en 
común)2 que es insuficiente para dar cuenta de lo real del goce: por ejem­
plo, una identificación no basta en general para explicar que una mujer 
sea frígida o un hombre impotente. 
l. Cf. supra, capítulo m, págs. 8 1 -3. 
2. Cf. supra, c1tpítulc, IV, el caso Josiane, págs. 106-1 1 . Para Josiane, la clase de 
los hombre• se definr por el rasgo "malo". 
1 3 6 LA DIFERENCIA D E LOS SEXOS 
LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 
Para dar razón de lo real del goce en el campo de la sexualidad Y. respe­
tar al mismo tiempo las sutilezas del complejo freudiano de castración, se 
requiere entoncesuna lógica que no es la de la identificación. Lacan tuvo 
la idea de utilizar la de la función fá lica,3 que autoriza los recursos de la 
cuantificación ( ser " todo" fá lico en el caso del hombre, "no-toda" fálica 
en el de una mujer). 
Para el psicoanálisis, la diferencia de los sexos no es la diferencia ana­
tómica.4 Sin embargo, ésta vale, aunque sólo sea, como lo señalaba Freud, 
por sus " consecuencias psíquicas". Como se recordará, Freud articula esta 
diferencia gracias a una permutación, en el desarrollo, del complejo de 
Edipo y el complejo de castración. La anatomía está presente a la vez co­
mo dato inicial y en cuanto se tropieza con ella en el otro sexo. En el caso 
del varón, la anatomía femenina es esencial para la dinámica del proceso 
de desarrollo, en la medida en que da consistencia a la amenaza de castra­
ción. En el caso de la niña, la vista del miembro del varón desencadena la 
envidia del pene. En ambos sexos, es difícil admitir que la madre no tiene 
pene. En la fase fálica, el goce encuentra una expresión privilegiada en la 
masturbación. La instancia a la cual se hace responsable de la privación 
fálica de la madre es el padre, como en el caso del pequeño Hans.s Una fo­
bia puede ll egar a suplir la carencia o la ausencia del padre, como lo vimos 
en el caso de Sandy.6 La importancia de la anatomía puede parecer menor 
cuando se aborda el sexo menos en términos de desarrollo que de goce y 
lenguaje, pero no por eso deja de existir. 
En la práctica analítica, se verifica en todas l as oportunidades la difi­
cultad que tiene el sujeto, ya sea psicótico, perverso o neurótico, para asu­
mir su sexo. Pero, ¿a qué llamamos exactamente " su" sexo, si no es ni el 
género ni el sexo anatómico? Lacan responde esta pregunta con su concep­
to de la sexuación, término que no deja de evocar la biología: guiño para 
decir que el real en cuestión en la sexuación analítica es tan real como el 
3. Cf. supra, capítulo IV, pág. 1 10 sq. Pese al uso de los términos de lógica y 
"cuantificación", no hay que tomar la "lógica de la sexuación" de Lacan como un 
cálculo lógico. Se trata de un intento de formalizar la clínica con herramientas di­
versas, algunas de ellas tomadas de la lógica. Es una especie de bricolaje en el sen­
tido noble que Lévi-Strauss dio a este término en El pensamiento salvaje; cf. infra, 
capítulo vrn, pág. 221 sq. 
4. Cf. supra, capítulo m, págs. 83-4 y 93 sq. Cf. también capítulo IV, págs. 
1 10-15. 
5. Cf. supra, capítulo n, pág. 53-4, y sobre todo el capítulo III, pág. 96 sq. 
6. Cf. supra, capítulo m, págs. 97-8. 
ANATOMÍA ANALfTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 1 3 7 
de la ciencia. Lacan también caracteriza l a sexuación como una " opción 
de identificación sexuada":7 "opción" quiere decir que hay una elección 
del sujeto, " identificación" implica la intervención del lenguaje y el signifi­
cante, "identificación sexuada" muestra que no se trata de la segunda 
identificación freudiana con el rasgo unario, sino de otro funcionamiento. 
Así, la anatomía analítica no es la anatomía natural ni el género. Es la 
sexuación. Y radicaliza la tensión entre la llamada diferencia natural de 
los sexos y sus consecuencias para el suj eto, debidas en especial al discur­
so que lo rodea. Esa sexuación depende de una lógica en tres tiempos: pri­
mero, el de la diferencia natural de los sexos; segundo, el del discurso se­
xual; tercero, el tiempo de la elección del sexo por parte del sujeto, o de la 
sexuación propiamente dicha. 8 
La diferencia anatómica natural y el discurso sexual 
El primer tiempo de la sexuación es el de la diferencia anatómica natu­
ral. Señalada antaño en el momento del nacimiento, es hoy ampliamente 
anticipada por la técnica médica: ecografía, genotipo y tal vez, muy pron­
to, la elección real del sexo anatómico. Pero este primer tiempo es un real 
mítico, en la medida en que sólo cobra su valor por obra del segundo 
tiempo. 
Ese segundo tiempo es el del discurso sexual. En efecto, la naturaleza 
sólo vale aquí en cuanto está interpretada, y ninguna diferencia es pensa­
ble sin el significante. La percepción misma es estructurada por éste, como 
lo vemos en la alucinación verbal. El discurso sexual es el " se" [ "on"] de 
la comunidad de la que forma parte el futuro sujeto: el entorno, los pa­
dres, el médico, etc. La importancia de ese discurso pasa a veces inadverti­
da porque se supone que no hace más que reflejar la naturaleza. Pero hay 
casos en que se ve con claridad el impacto de· ese discurso circundante: 
cuando cambia de opinión acerca de la sexuación de un sujeto, por ejem­
plo debido a una malformación genital. A casos de ese tipo se refiere Sto­
ller,9 y Lacan toma uno del psicoanalista escocés Fairbairn.10 
7. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI, op. cit., clase del 14 de mayo de 1974. 
8 . En consecuencia, llamaremos "sexuación" en sentido amplio al conjunto del 
proceso en tres tiempos, o bien, de manera más restringida, únicamente la elección 
del sexo por parte del sujeto, sin dar otras precisiones, salvo que el contexto lo 
exija. 
9. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., capítulo 20, sobre el 
"tratamiento de los pacientes que presentan anomalías sexuales biológicas", pág. 
267. 
1 0. Cf. inf,a, � 11,,ftulo VI, pág. 168 sq. 
1 3 8 L.A DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
El error común sobre el falo 
No debe pensarse que el discurso circundante no es sino el espejo de lo 
real. No hay nada de eso, pues ese discurso interpreta los datos según sus 
p�opios .criterios, que son los criterios fálicos. La naturaleza sugiere una d1ferenc1a, pero cuando alguien declara "es un varón", "es una niña", lo 
hace, sin saberlo, de conformidad con esos criterios fálicos. "Varón" ya no 
quiere decir únicamente portador de un pene, sino capaz de virilidad, de 
ser un �ombre, como " se" dice. "Niña" pierde su sentido anatómico, para 
convertirse a la vez en sinónimo de privación, de falta, pero también de fe­
mineidad, belleza, enigma perpetuo, etc. La naturaleza se convierte en 
semblante. Sucumbe de ese modo bajo el peso de un significante único que 
categoriza la diferencia natural en términos de falo y castración. El falo se 
transforma en un significante amo del sexo. El "se" es, debido a ello, la 
fuente de un error que Lacan llama "error común" l l porque es el de todo 
el_ mundo e incluso porque genera comunidad, de la misma manera que el discurso genera lazo social, a partir de la puesta en común del falo, al que 
se atribuye mediatizar las relaciones entre los seres humanos. El término 
"error" es aquí, ante todo, una referencia con carácter de guiño a los tran­
sexuales y su discurso que denuncia "el error de la naturaleza" del que son 
víctimas: no nacieron con el "buen" sexo. Mediante el discurso sexual y 
sus criterios fálicos, el órgano natural (pene o vagina) se convierte en orga­
non, instrumento significante (de una ausencia en el caso de la niña) . 
¿En qué sentido puede hablarse de error en lo que se refiere al discurso 
sexual ? Ese error consiste en modificar el status del falo, que pasa de sig­
nificado del goce a significante amo del discurso sobre el sexo. Ahora bien, 
esto no tiene ni el mismo valor ni las mismas consecuencias. 
Del goce, sólo captamos en lo que se dice la significación fálica, que es 
la referencia común del goce sexual: el falo es, por tanto, el significado del 
goce. Debido a ello, los otros goces están prohibidos, es decir que se expe­
rimentan silenciosamente, al margen de la significación, y son difíciles de 
localizar en el discurso: así el plus de gozar en el fantasma o el goce feme­
nino más allá del falo. O bien son francamente locos, al margen del discur­
s?, y requieren la invención de nuevos significantes para localizarlos, signi­
ficantes que serán propios del sujeto que los inventa, incomunicables y 
alojados en un discurso delirante, a priori sin destinatario, salvo si un psi­
coanalista se interesa lo suficiente en él para ocupar ese lugar. 
1 1. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit. , clase del 8 de diciembre de 
1 971, que me inspiró mucho para este capítulo y este l ibro. La expresión "error de 
la naturaleza" proviene de la tesis inédita de J.-M. Alby, Contribution a /'étude du 
trans-sexualisme, París, 1956, pág. 31 1 . 
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 139 
Ahora bien, un sujeto puede tener una especie de aprehensión total­
mente imaginaria del falo, sin inscribirse pese a ello bajo el significante fa­
lo como significante amo, ni aceptar la castración implicada por la función 
fálica. Puede sumergirse en el baño del significado fálico, evocado por cier­
tas figuras eréctiles vitales como la postura de pie que provoca el júbilo del 
niño ante el espejo entre los seis y los dieciocho meses, o sugerido por las 
convenciones sociales de su tiempo, sin asumirlo subjetivamente. ¿De dón­
de surge la posibilidad de que el sujeto esté habitado por el significado fá­
lico, pero pasivamente, sin la aquiescencia subjetiva a la significación fáli­
ca que implica la inscripción en la función fálica? De la manera en que 
"aprende" su lengua materna. Al mismo tiempo que las palabras, los sig­
nificantes transmitidos por su madre, el niño "atrapa" sin saberlo ese sig­
nificado fálico que circula en el discurso materno, a causa del deseo de 
aquélla por el falo. ¿Por qué no considerar desde esta perspectiva la "pro­
testa viri l" , expresión inventada por Alfred Adler, el contemporáneo de 
Freud? Adler disoció esa protesta de toda relación precisa con la sexuali­
dad y el complejo de castración, razón por la cual Freud se negó a admitir 
una noción tan vaga y generaJ. 12 Pero en la psicosis, en la cual el sujeto no 
acepta la función fálica, un sujeto hombre, aunque esté sometido a la femi­
nización forzada del "empuje-a-la-mujer", puede persistir en la afirmación 
de su sexo masculino. Aquí tal vez tenga cierto sentido hablar de "protesta 
viril" . Así, en el caso de Schreber, antes del momento que éste describe co-
d 
" d 1 . " l' 1 mo su muerte, caracteriza o por Lacan como muerte e suieto , � en e 
que se aniquila para él toda significación fálica y tras el cual se inscribirá 
bajo el significante de la mujer, puede decirse que hay cierto significado fá­
lico asociado a una "protesta viril" . Ésta, compatible por lo tan.to con la 
forclusión del falo como significante y la negativa a inscribirse en la fun­
ción fálica, se apoya en identificaciones que sostuvieron al sujeto como 
hombre sin el soporte del Nombre-del-Padre y de esa función, pero no sin 
que en él cumpliera su papel cierto significado fálico del goce, transmitido 
por la madre.14 El problema de esas identificaciones no articuladas con la 
castración y la función fálica es, por desdicha, su fragilidad, su labilidad. 
Como lo vimos en el caso de Josiane, 15 pueden derrumbarse bruscamente 
en el momento de un desencadenamiento psicótico. 
12. S. Freud, Ma vie et la psychanalyse ( 1 925), París, Gallimard, 1988 , col. 
"ldées ", pág. 66 [traducción castellana: Presentación autobiográfica, en O C, vol. 
20, 1 979] . 
13 . J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. cit. , pág. 567. 
14. Cf. i,ifra, capítulo Vil, pág. 200. Lo mismo se produce en el caso de Ives. 
1 5. Cf. supra, 1:apítulo IV, págs. 109-1 10. 
140 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
¿ "No" psicótico o "sí" aporético? 
El sujeto puede rechazar o aceptar el error común del discurso sexual 
consistente en transformar el significado fálico del goce, en el que el niñ� 
se empapa pasivamente, en un significante amo bajo el cual debe decidir 
inconscientemente inscribirse. 
Si lo rechaza, se da la psicosis como estructura, que puede ser patente o 
no, desatada o no. El sujeto está entonces fuera del discurso (lo que equi­
vale a decir que no acepta el discurso sexual común y su significante amo 
fálico). Deberá, en ese caso, inventarse una sexuación inédita, sin la ayuda 
de la función fálica. Clínicamente se comprueba que el empuje-a-la-mujer 
ese concepto inventado por Lacan16 para describir el proceso del deliri� 
schreberiano, ocupa en ella un lugar eminente. Pero, como veremos, hay 
otras posibilidades. 
Si el sujeto, en cambio, acepta el error común del discurso se�ual en­
tra en la sociedad humana fálica e inscribe su goce en la función fálic� la 
única, entonces, que puede significar la diferencia sexual. De allí una a�o­
rí.ª: descubierta por Freud: ¿cómo especificar dos sexos con un solo sig­mf,cante, el falo? ¿ Cómo escribir "varón" , "niña" , "diferencia de los 
sexos" con una sola función, la función fálica ? He aquí un ejemplo con­
creto de esta aporía, en los términos en que la comunica el recuerdo encu­
bridor de un homosexual joven, André. Éste recuerda que en la repisa del 
baño de su infancia había dos navajas: por un lado la de su padre, para la 
barb�, por el otro la de su madre, para las piernas. " ¡ Y las dos navajas eran _iguales ! " , comenta, no sin perplejidad. Un sólo significante, aquí la nava¡a, evoca desde luego la castración, y en consecuencia se lo puede 
considerar como una escritura inconsciente de la función fálica.17 La ma­
dre y el padre se inscriben en ella: navaja (madre) y navaja (padre) valen 
como "mi madre se inscribe en la función castración" y "mi padre se ins­
cribe en la función castración". El recuerdo encubridor pone en escena la 
cuestión del sujeto que se refiere a la diferencia sexual entre su padre y su 
madre y, reubicada en su contexto, más particularmente al sexo de esta 
última. 
Pero el recuerdo da también una respuesta, en la medida en que se ad­
mita que no existe un significante específico de la mujer. Esa respuesta 
puede leerse así. Mi padre es un hombre, ya que todo hombre está marca­
do por la castración, y la barba es en efecto un símbolo de virilidad. Mi 
madre también está sometida a la misma ley de la castración que vale pa-
1 6. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit., pág. 22. Cf. infra, capítulos vm y IX. 
. 1 7. Como vimos en el capítulo m, la función fálica tiene a la vez un valor posi­tivo, de goce, y un valor negativo, de castración. 
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 1 4 1 
ra todos; l a prueba de ello e s la conexión de l a navaja y las piernas que 
evoca metonímicamente, de manera velada, la herida femenina en el nivel 
del sexo, la castración materna. Pero esto no le impide tener un instrumen­
to fálico, como un hombre, la navaja, y ser por lo tanto castradora y, por 
ello, más fálica de lo que parecía. El recuerdo, por tanto, atestigua en este 
joven cierto desmentido, una Verleugnung de la castración de la madre, 
para retomar un término freudiano. 
La sexuación (o elección del sexo) 
En el primer tiempo, mítico, la anatomía se impone al sujeto. De he­
cho, es en el segundo tiempo, el del discurso sexual, cuando el discurso de 
los otros le transmite la interpretación de su sexo. Este segundo tiempo ya 
implica entonces una elección: inscribirse o no bajo el significante amo del 
discurso sexual, el falo. Consideramos como de estructura psicótica a 
quienes rechazan esa inscripción, y su sexuación no es de la órbita de la 
función fálica y su término correlativo, el Nombre-del-Padre, que hace po­
sible la inscripción del sujeto en esa función.18 Su elección sexual, esté o 
no de acuerdo con el sexo que se les asigna, se realiza en el contexto de esa 
forcl usión en el segundo tiempo. 
¿Por qué dos sexos? 
El tercer tiempo es el de la sexuación, la elección del sexo. En el resto 
de este capítulo hablaremos de sujetos neuróticos que aceptaron previa­
mente la inscripción en la función fálica. Si bien ésta es la única función de 
goce universal, existen dos maneras de inscribirse en ella, correspondientes 
a dos modos diferentes del goce fálico, y por consiguiente dos sexos. Si te­
nemos en cuenta que nos disociamos de la anatomía, podríamos pregun­
tarnos por qué dos y no tres, cuatro o más. Ya hace tiempo que algunos 
-antropólogos, psiquiatras, teóricos de losestudios sobre el gender, escri-
18 . Cf. capítulo n, pág. 50, nota 1 3, y pág. 69, nota 73. Véase también el capí­
tulo IV, pág. 1 1 7 sq. Neurosis y psicosis, por ende, se reparten de la siguiente ma­
nera. Por el lado de la primera, el Nombre-del-Padre sustituye al deseo-de-la-ma­
dre (metáfora paterna) y produce la significación fálica en el inconsciente. El sujeto 
inscribe correlativamente su goce en la función fálica, acepta el falo como signifi­
cante amo. Por el lado de la psicosis, hay forclusión del Nombre-del-Padre y de la 
significación fálica. No obstante, puede subsistir cierto significado fálico, en el sen­
tido en que lo comentamos anteriormente (por ejemplo la protesta viril, págs. 1 38-
9). El sujeto psicótico rechaza la función fálica y no inscribe su goce en ella; no se 
inscribe bajo el 1i¡nifü1111tc del falo como significante amo del sexo. 
142 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
tores u otros- postularon la existencia de un tercer sexo. Se fundan en las 
afirmaciones de muchos sujetos, por ejemplo los transexuales que invocan 
un error de la naturaleza y tienen la sensación de ser hombres en un cuer­
po de mujer o mujeres en un cuerpo de hombre. Pero también hay neuró­
ticos que no se sienten ni hombre ni mujer o se sienten ambos a la vez y 
que, en consecuencia, dudan intensamente de su sexo. 
Esa reivindicación de un tercer sexo existía ya en época de Freud, fuera 
como "variedad sexual distinta desde el principio", o "como [existencia] 
de grados sexuales intermedios" . 19 Por entonces, 1910, Freud señalaba a 
los portavoces de esta teoría que había que someter esas afirmaciones a la 
prueba del psicoanálisis. En nombre de éste, él refutó "el tercer sexo" y la 
categorización de la homosexualidad como una estructura aparte mediante 
dos argumentos esenciales: por un lado, la bisexualidad psíquica2º presen­
te en cada sujeto y que hace que la homosexualidad sea tan normal o 
anormal como la heterosexualidad (Freud llega a decir que "el interés se­
xual excluyente del hombre por la mujer es también un problema que 
requiere una explicación, y no algo que va de suyo") ;2 1 por el otro, el des­
cubrimiento de la fijación infantil a la madre como causa de la homose-
. xualidad masculina. Más adelante Freud agregará otros factores determi­
nantes, pero de ese modo remite la homosexualidad, la heterosexualidad y 
el problema de la elección de objeto al estudio del desarrollo de la pulsión 
sexual, y en particular a sus vicisitudes edípicas. En este aspecto es ejem­
plar el caso de la "joven homosexual" , analizada en 1920: su "perversión" 
homosexual se vincula a un accidente del Edipo y de su relación con el pa­
dre. Al comentar el caso,22 Freud propone separar nítidamente de la posi­
ción sexual (la identidad sexual masculina o femenina), el "modo de elec­
ción de objeto" (homosexual, heterosexual ), y señala que, hasta cierto 
punto, esos "caracteres" varían independientemente unos de otros. Esto da 
a entender de la dianera más clara que la elección de ser hombre o mujer 
no prejuzga de la elección de objeto (homosexual o heterosexual) y recí­
procamente, y que en todo caso ser homosexual no implica ninguna deter­
minación a priori de la sexuación.23 Pero eso no impide buscar, en cada 
19. S. Freud, Un souvenir d'enfance de Léonard de Vinci (1910), París, Galli­
mard, 1987, págs. 116-118 (traducción castellana: Un recuerdo infantil de Leonar­
do da Vinci, en OC, vol. 11, 1979]. 
20. S. Freud, Trois essais ... , op. cit., págs. 48-49. 
21. Ibid., pág. 51, nota de 1915. 
22: S. Freud, "Psychogénese d'un cas d'homosexualité féminine" (1920), en Né­
vrose, psychose et perversion, op. cit.; págs. 268-269 [traducción castellana: "Sobre 
la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina", en OC, vol. 18, 1979]. 
23. Cf. infra para la psicosis, capítulo IX (caso de Serge, págs. 256-7). 
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 143 
caso relaciones estructurales entre sexuación, elección de objeto y prácti-' 
cas concretas de goce. 
También La can postula la existencia de dos sexos, correspondientes a 
dos "opciones de identificación sexuada", hombre o mujer. La experiencia 
clínica muestra que esas dos inscripciones diferentes en la función fálica 
corresponden a dos posiciones diferentes con respecto al goce. En efecto, 
el real en juego, si bien se demuestra a partir de los sentimientos, las creen­
cias y los enunciados, en síntesis, de los dichos de un suj eto, no coincide 
con éstos. Debe encararse todo un trabajo de decantación, deducción y de­
mostración antes de afirmar cuál es la posición sexual de un sujeto. Es casi 
imposible hacer ese desciframiento, que demanda tiempo y la participa­
ción del sujeto, al margen de la práctica psicoanalítica. No es sorprenden­
te entonces que los resultados del psicoanálisis en materia de sexuación 
choquen a ;eces con cierto escepticismo. El hecho de que esas dos inscrip­
ciones correspondan a un real del modo de goce en su referencia al falo, 
no contradice por ende el hecho de que un sujeto dé pábulo a la vaguedad 
sobre su posición sexual, no quiera saber nada de ella o la niegue en el ca­
so de la neurosis, o que otro, situado fuera de la referencia fálica común, 
se invente una sexuación al margen de la norma, inédita y psicótica. Nues­
tro objetivo es precisamente estudiar cómo logran los individuos alinearse, 
no sin ambigüedad, del lado hombre o del lado mujer, con la función fáli­
ca o sin ella, o, al contrario, por qué no consiguen hacerlo (cf. el caso de 
Josiane, que en el momento del desencadenamiento que describimos, ya no 
puede alinearse ni de un lado ni del otro) . 
Lacan resuelve la aporía de una sola función para escribir dos sexos, 
cuantificando la función fálica ( " todo" y "existencia" del lado hombre Y 
"no-todo" y "no-existencia" del lado mujer) . La herramienta lógica de la 
cuantificación, tomada de la lógica moderna, le sirve para transcribir ese 
segundo grado del modo de goce con respecto a la función fálica. Para se­
xuarse, un suj eto no se inscribe directamente en esa función, como si fue­
se cuestión de decir " soy fálico" o "no soy fálico", lo cual valdría para 
ambos sexos, porque esas afirmaciones contradictorias caracterizan justa­
mente la propia función fálica, como ya vimos: en consecuencia, no habría 
discriminación. El sujeto se inscribe como modo de gozar del falo: "en la 
relación con el otro sexo, estoy metido por entero en la función fálica, por 
lo tanto soy un hombre", o bien "en la relación con el otro sexo, yo estoy 
no-toda inscripta en la función fálica, por lo tanto soy una mujer" . Desde 
luego, estas últimas afirmaciones son aproximadas y por ende inexactas, 
pero dan una idea de la manera o el modo de gozar con respecto a esa fun­
ción única, manera o modo que, por su parte, no son únicos. 
Freud resolvía esta aporía mediante la inversión temporal, en el desa­
rrollo, de los complejos de castración y de Edipo. ¿Por qué Lacan recurre 
a una escritura l(w11 . , ? Porque, como hemos visto, su definición de lo real 
144 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
del sexo es la imposibilidad de escribir la relación sexual.24 Supone enton­
ces que las lógicas existentes testimonian formalizaciones de la imposibili­
dad (que es tradicionalmente una categoría de la lógica modal), que po­
drían dar ideas para escrituras de la no relación sexual25 en concordancia 
con la clínica analítica. Esto explica que describa los dos sexos mediante 
fórmulas26 que usan símbolos de la lógica moderna, pero que no pueden 
leerse, empero, sin volver al inventor de la primera lógica formal, Aristóte­
les. Freud con Aristóteles,27 reescrito con la lógica moderna: ésa es la ten­
tativa de Lacan para definir los dos sexos como dos modos distintos de 
uso del falo en un lazo con el otro sexo (o con el mismo), lazo que fracasa 
de diversas formas en establecer una relación. Lacan acerca doblemente a 
Aristóteles y Freud, por el lado del hombre y por el lado de la mujer. 
El lado hombre:"todo" y contradicción 
Por una parte, Lacan hace un paralelo entre lo que supieron escribir 
uno y otro: para Freud, el complejo de Edipo como lazo necesario con el 
padre, para Aristóteles, la lógica de lo universal, del "todo" fundada en el 
principio de contradicción. Ese paralelo es la clave de la escritura lacania­
na del lado hombre de sus fórmulas de la sexuación:28 contradicción for­
mal entre, por una parte, la existencia necesaria de un punto de excepción 
a la función fálica, el padre, y por la otra, la regla del universal fálico que 
hace el hombre. Esta contradicción (la excepción hace la regla ) reescribe 
en términos lógicos el mito freudiano de Tótem y tabú: por un lado, exis­
te al menos uno, el padre primitivo de la horda, que no está sometido a la 
ley de la castración sino que, al contrario, goza de todas las mujeres al 
mismo tiempo que está muerto para siempre; cosas imposibles. Por eso La­
can denominó a ese padre mítico como padre real, signo de lo imposible 
mismo, a saber, lo imposible de "que el padre muerto sea el goce".29 Aho­
ra bien, este "operador estructural" del padre real es, por otra parte, la 
condición necesaria para que el sujeto varón se inscriba en el universal fá­
lico. Sólo formará parte de la masa de los hombres siempre que acepte, en 
24. Cf. capítulo I, pág. 26. 
25. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvm, op. cit. , clase del 1 8 de mayo de 1971 . 
26. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 73, y "L'Étourdit", op. cit. , 
págs. 14-15. Las reproducimos en el capítulo vm, pág. 222, nota 45. 
27. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 57. 
28. Ibid. , pág. 73, o "L'Étourdit" , op. cit., pág. 14: 
3x<iix, o sea: existe un x tal que no <l>(x). 
Vx<l>x , o sea: para todo x, <l>(x) . 
29. J. Lacan, Le Séminaire. Livre X VII • • • , op. cit., pág. 1 43. 
ANA TO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 145 
el principio mismo de su castración, esa excepción a la ley fálica que es el 
padre: "No hay virilidad que la castración no consagre"30 vale para el hi­
jo, no para el padre. Éste, por lo tanto, no es como "todo hombre" . La 
contradicción entre la excepción paterna a la ley de la castración y la esen­
cia del "todo hombre" , de la virilidad, es entonces el principio mismo de 
la sexuación masculina, según Freud releído por Lacan. 
El hecho de que la contradicción sea el principio fundador del cuadra­
do lógico de Aristóteles, ley última a su juicio, indemostrable tanto en el 
plano de la lógica como en el de la metafísica,3 1 permite considerar que la 
sexuación masculina está habitada por la lógica de ese principio. Esto tie­
ne una versión clínica. El modo de gozar del hombre todo fálico es el si­
guiente: su goce fálico es el obstáculo que le impide gozar del cuerpo de la 
mujer. O bien su goce fálico objeta la relación sexual. Como ejemplo ba­
nal, piénsese en la "amante", la "girl-phallus", que sostiene y perturba a la 
vez a la pareja casada: el desdoblamie.nto de la vida amorosa. Para un 
hombre de esas características, amar y desear a la misma mujer demuestra 
ser imposible. En efecto, él desea el falo y sólo ama a una mujer faltante, 
castrada. Ahora bien, sin el goce que extrae del falo encarnado en su 
amante, no podría soportar la castración de la mujer amada y elegida co­
mo pareja. Pero el goce que obtiene de esa otra mujer, la amante, necesa­
rio para sostener su deseo, pone al mismo tiempo un obstáculo a su rela­
ción con la primera. Para Freud,32 lo que produce ese clivaje es la relación 
incestuosa con lá madre, no superada. Las dos mujeres en cuestión son dos 
versiones diferentes de la madre ( "puta" o demasiado venerada) . El cine se 
apoderó de este tema. Así, Woody Allen, en su película Mighty Aphrodite 
(Poderosa Afrodita] , puso en escena su versión del esquema freudiano (la 
madre de ambos lados) . El héroe, encarnado por el mismo cineasta, se de­
bate entre dos mujeres que son, ambas, madres de su hijo : una, su mujer 
legítima, es la madre adoptiva; la otra, una prostituta, es la madre biológi­
ca. Al comienzo del film, el protagonista no logra tener relación ni con 
una ni con la otra. Para Lacan,33 lo que está en cuestión es más bien una 
identificación del hijo con la madre, residual del Edipo. El deseo de la ma-
30. J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres . . . " , op. cit., pág. 733. 
31. Podrá leerse a J. Lukasiewicz, "Sur le principe de contradiction chez Aris­
tote" ( 1910) , traducción de B. Cassin y M. Narcy, en Rue Descartes nº 1 , "Des 
grecs", París, Albin Michel, 1991, pág. 9. 
32. S. Freud, "Sur le plus général des rabaissements de la vie amoureuse" 
( 1 912) , en La Vie sexuel!e, op. cit., pág. 55 sq. [traducción castellana: "Sobre la 
más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología 
del amor, 11 )", en OC, vol. 1 1 , 1979]. 
33. J. Lacan, "l.'1 signification du phallus", op. cit. , pág. 695, y "Propos direc-
1 ih sur un Congr�1 . . . " 1 op. cit., pág. 733. 
146 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
dre por el falo, encontrado por el hijo en la infancia, deja una cicatriz in­
deleble en el inconsciente de éste. De ella resultan el deseo por la girl-pha­
llus y el clivaje del deseo y el amor. El desdoblamiento de la vida amorosa 
es, por lo tanto, un síntoma del falocentrismo del goce del hombre. Pero 
existen otras formas de ese esquema de obstáculo:34 así, un sujeto que pa­
dece eyaculación precoz debe, para tener una erección con su mujer, evo­
car la imagen mental de un falo, la cual suscita de inmediato la eyacula­
ción. Él lo llama homosexualidad, pero ese círculo infernal no es más que 
una modalidad de expresión del obstáculo fálico. El falo imaginado sostie­
ne el deseo frente a la mujer amada, cuya castración inhibe al sujeto. Pero 
la detumescencia del pene impide a éste gozar de su pareja. El falo, por en­
de, es a la vez medio del deseo y obstáculo a la relación sexual. Retenga­
mos entonces la objeción y el obstáculo como características de la sexua­
ción masculina, con la condición de articularlos con la función fálica. 
El lado mujer: el "no-todo" contra la simetría 
Para escribir la sexuación femenina, Lacan establece un paralelo entre 
una in'Jpasse de la teoría freudiana y una evitación de la lógica de Aristó­
teles . En el caso de Freud, se trata del enigma de la femineidad; en el de 
Aristóteles, de un desecho de su formalización, el concepto del " no­
todo" , abandonado durante la elaboración de su silogismo en beneficio 
de una lógica de lo universal y lo particular. ¡ Claro que rebautizar un 
enigma con un concepto no elaborado no es resolverlo, y afirmar que la 
definición o la esencia de la femineidad35 es el " no-todo" cuya lógica 
nunca se estableció puede parecer de escasa ayuda para el clínico! Salvo si 
. se escucha a Lacan decirnos que eso es lo que le sugiere la experiencia.36 
Su experiencia anaHtica de la sexualidad femenina le inspira la idea de 
que la sexuación femenina no se moldea según el mismo modelo que la 
masculina. Por otra parte, en varias ocasiones reprocha a Freud haber 
medido ambos lados con el mismo "rasero" .37 Sin embargo, Lacan con­
serva la referencia al falo para ambos sexos. La solución para que la dife­
rencia de sexuación tenga un alcance real de alteridad38 es hacer de ella 
34. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 1 3. 
35 . Ibid., pág. 68. 
36. J. Lacan, Télévision, op. cit. , pág. 63: "Y esto es lo que sugiere la experien­
cia. En primer lugar, que para las mujeres se impone la negación descartada por 
Aristóteles de referir a lo universal, o sea de no ser todas, me pantes". 
37. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 19. [La palabra que traducimos por 
"rasero" es en el original "toise", toesa, medida antigua de longitud (n. del t.).] 
38. Cf. sup1·a, capítulo m, pág. 83. 
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 147 
una escritura que implique a la vez los modos de goce del sujeto y su re­
lación con la función fálica. 
En consecuencia,la sexuación masculina estará, de manera muy freu­
diana, ligada a la articulación del todo fálico y de la existencia en sentido 
lógico.39 
En cuanto a la sexuación femenina, se orientará por una lógica inédita, 
la de cierto tipo de negación referida al todo. Esta negación implica que la 
referencia al falo, por central que sea, no es la única para una mujer. Pero 
no podrá decirse, no obstante, que para ella exista otra cosa susceptible de 
indicarse mediante un significante amo "femenino" equivalente al falo. 
De ello se desprende que esta lógica del no-todo es más una invención 
de Lacan que un paralelo que se imponga por sí mismo entre una dificul­
tad de Freud y un significante perdido de Aristóteles. 
Una lectura contemporánea del tratado Sobre la interpretación 
Sin embargo, no hay que descuidar la pista aristotélica del no-todo. El 
tratado Sobre la interpretación4º es la obra en la cual aparece la prohibi­
ción planteada por Aristóteles con respecto a esa negación de lo universal 
que es el no-todo. ¿Por qué fue Lacan a buscar un término rechazado por 
Aristóteles en esa parte del Organon?41 Una lectura reciente del tratado, 
hecha por Whitaker,42 aporta perspectivas sobre el contexto en el que se 
produce el rechazo del no-todo, y tal vez nos haga entrever las razones del 
interés de Lacan. Whitaker considera, en efecto, que ese tratado es un con­
junto coherente con una meta precisa: estudiar la contradicción a fin de 
prepararse para la dialéctica, ciencia de la refutación. Sobre la interpreta­
ción debería incluirse entonces en una serie con otras partes del Organon 
dedicadas a la dialéctica y la retórica, y no con los Analíticos primeros, cu­
yo objeto es el s ilogismo. La dialéctica presenta dos personajes: uno pre­
gunta, el otro responde. La pregunta inicial exige tina respuesta, que debe 
ser una de las dos proposiciones que componen un par contradictorio. Esa 
pregunta no se da como verdadera. En cada etapa del debate, el interroga­
dor propone a quien le responde la elección entre dos afirmaciones opues-
39 . Es decir, la lógica de lo universal y lo particular (aquí interpretada de ma­
nera moderna como existencial) enunciada por Aristóteles en el principio de con­
tradicción, como lo señalamos precedentemente. 
40. Aristóteles, Organon, De l'interprétation, traducción de Tricot, París, Vrin, 
1 959, capítulo 1 0, págs. 1 09-1 10 [traducción castellana: Tratados de lógica (Or­
ganon), vol. 2, Sobre la interpretación, Madrid, Gredos, 1988 ] . 
41 . Ya lo hacía en su seminario L'Identification, inédito, clase del 1 7 de enero 
de 1962. 
42. C. W. A. Whitakcr, Ari1totle's De Interpretatione . . . , op. cit. 
148 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
tas entre sí. Quien responde elige una y el debate prosigue de ese m
odo. 
De a llí la necesidad de que quien da las respuestas sepa decidir cuál
 de las 
dos afirmaciones es verdadera. De allí, también, la necesidad de s
eñalar 
cuáles son los casos en los que es imposible resolver entre dos afirma
ciones 
opuestas: sea porque ambas son verdaderas, sea porque ambas son f
alsas, 
sea, por último , porque no se puede elegir entre ellas. . . Sobre la interpretación estudia, entonces , los pares de af1rmac1ones 
contradictorias, las clasifica de distintos modos y enumera los par
es pro­
blemáticos para la dialéctica, los que violan la regla llamada "RCP" 
(rule �f 
contradictory pairs) [regla de pares contradictorios]. Esta regla enuncia 
que "en todo par contradictorio , uno de sus miembros es verdade
ro Y el 
otro falso". No entraremos aquí en los detalles, desde luego , porque
 para 
ello sería necesaria una explicación de la diferencia entre la negació
n en 
Aristóteles, que es una especie de separación entre el sujeto y el predi
cado, 
y la negación en la lógica moderna, en la cual la proposición se tom
a en 
d d 
. f. 
. 1 "RCP" 43 bloque. El trata o pone e mam 1esto tres excepc10nes a a . 
La primera es la inconsistencia de las proposiciones no universales, vale
 
decir, las que tienen por sujeto un término universal como "el hombr
e", 
pero sin prosdiorismo44 (todo o alguno ) , tales como "el ho�bre es h
ermo­
so" , cuya negación es "el hombre no es hermoso". Ahora bien, amba
s son 
verdaderas, po..rque hay hombres hermosos y otros feos . . . 
La segunda excepción concierne al célebre problema de la contm?enc1
a¡¡, 
la indecidibilidad de la predicción de los acontecimientos futuros sm
gula\'I 
res. Sea la frase "la batalla naval se producirá". Se puede afirmar, sin 
du­
da, que es necesario que se produzca o bien que no se produzca ; por ta
n­
to una de las afirmaciones es verdadera y la otra falsa, pero no se pu
ede¡ 
d;cidir cuál. En consecuencia, hay indecidibilidad de la distribución de
 lo 
verdadero y lo falso entre las dos proposiciones del par contradictorio
. 
La tercera excepción a la "RCP" proviene de las afirmaciones sintáctic� 
mente simples pero semánticamente dobles, vale decir, aquellas en la
s cua­
les el sujeto tiene doble sentido o bien está compuesto, como en_ "Ca!
ias � 
Corisco son ciegos" , cuya negación sería, según Aristóteles, "m Cahas m
 
Corisco son ciegos". Así, bastaría que uno fuera ciego y el otro no 
para 
que las dos proposiciones del par contradictorio fueran falsas . 
43 . Puntos que s e tratan en los capítulos 7 , 8 y 9 de De l'interprétation, op. cit. 
44. Este término significa "especificación" , y designa las expresiones como "to• 
do" "alguno" "ninguno", etc. La lógica moderna denomina estos términos como 
"cu�ntificador�s", pero "prosdiorismo" es más amplio, porque también abarca la 
negación del cuantificador. 
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 
Dominios psicoanalíticos del no-todo: la interpretación y 
la sexualidad femenina 
149 
Aristóteles toma como referencias princeps la lógica de lo universal y la 
regla "RCP" , por lo cual clasifica juntas las proposiciones universales (que 
empiezan por "todo" ) y las particulares o parciales (que empiezan por "al­
guno" ) , pues son universales negadas. Desde el punto de vista del tratado 
en cuestión, las excepciones . a la "RCP" son impasses. Pero Lacan define lo 
real como lo imposible de formalizar a partir de lo simbólico. De acuerdo 
con su punto de vista , esas impasses, que son precisamente el límite de la 
lógica del "todo" y el principio de contradicción aristotélicos, son por lo 
tanto su aspecto más real. Si bien no sabemos cómo leyó ese tratado, po­
demos suponer que dichas impasses le proporcionaron la materia prima 
lógica de su concepto del no-todo : por lo menos para los dominios laca­
nianos del no-todo que son la interpretación analítica y la sexualidad fe­
menina. 
Así, la interpretación analítica lacaniana juega con el equívoco y el do­
ble sentido; también pretende ser "oracular" .45 Es el sujeto quien elige su 
sentido, de conformidad con su fantasma, y quien da valor de "oráculo" a 
la interpretación, por las consecuencias que ésta desencadena en él. El no­
todo de la interpretación analítica compete entonces al equívoco y los fu­
turos singulares, esas predicciones destacadas por Aristóteles como excep­
ciones a la regla "RCP". 
En el campo de la sexualidad femenina como no-toda fálica, Lacan in­
sistió en la contingencia del falo. Una mujer no-toda fálica está inscripta 
en la función fálica. Pero se trata de una situación contingente y no nece­
saria. Esto significa que puede haber interrupciones y que a veces puede no 
estar inscripta. Por ejemplo, el acto de Medea46 no obedece a una lógica 
fálica. Para la madre, los hijos tienen un valor fálico y son objetos a. Por 
lo tanto, son doblemente preciosos. Al vengarse ·así de Jasón y porque 
quiere -como lo afirma- romperle el corazón destruyendo lo más valioso 
para él, sus hijos, Medea actúa como mujer traicionada y no como madre. 
En ella se divorcian la mujer y la madre, y quien se impone es la mujer no­
toda fálica. Su acto rompe con la lógica fálica materna. Lacan evocó elac­
to de Medea en relación con un gesto aparentemente mucho menos trági­
c:o, que calificó de acto "de una verdadera mujer" .47 Se trata de un 
episodi o de la vida de André Gide. Éste tenía numerosas relaciones con 
45. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit. , pág. 37. 
46. Eurípides, Médée, op. cit. , pág. 1 19 . 
47 . J. Lacan, "Jeunesse de Gide ou la lettre et le désir" ( 1958), en Écrits, op. 
e lt. , pág. 76 1 [tradu1:1:i6n 1:11tellana: "Juventud de Gide o la letra y el deseo" en 
Huritos 2]. 
' 
150 L A DIFERENCIA D E L O S SEXOS 
hombres jóvenes, pero hasta entonces sólo amaba a su esposa Madeleine, 
con la cual no se acostaba. Pero un día dejó ver un nuevo amor. Madelei­
ne quemó entonces todas las cartas que Gide le había enviado, y de las que 
no existían copias. Se trataba, no obstante, de " lo más valioso para ella" , 
dijo la mujer, que no adujo otra razón que el hecho de que " tenía que ha­
cer algo" , palabras triviales en las cuales Lacan lee "el signo del desenca, 
denamiento provocado por la única traición intolerable". Ahora bien, Gi­
de asignaba un valor supremo a esas cartas, a las que llamaba sus hijos y 
destinaba a la posteridad. Lacan insiste en la hiancia que ahondó en Gide 
el acto de su mujer, "extirpación de ese desdoblamiento de sí mismo que 
eran sus cartas". En ambos casos, la mujer golpea al hombre amado que la 
ha traicionado destruyendo lo más valioso para él, pero sacrificando al 
mismo tiempo, y con conocimiento de causa, lo más valioso también para 
ella. Este acto no se inscribe, por lo tanto, en la lógica fálica del tener y el 
ser que, sin embargo, vale para esas mujeres. Es preciso suponer entonces 
que, aunque inscriptas en la función fálica, algo distinto las arranca de ella 
en un momento dado. Puede oponerse ese tipo de acto al asesinato de Des-. 
démona por parte de Otelo.48 En primer lugar, por la ceguera que muestr� 
Otelo con respecto al objeto amado, que contrasta con la fría lucidez ven­
gativa de Medea o Madeleine. Además, el crimen de aquél obedece a una 
ley de la posesión toda fálica. Otelo quiere a su mujer toda para él, y por 
eso no puede sino celar de la más mínima mirada, de la más mínima pa la­
bra, siempre demasiado equívocas. Esos momentos imprevisibles en que 
una mujer se ausenta de la ley fálica, como lo ejemplifica el acto de Me• 
dea,49 criminal, insensato, excesivo, pero acto de mujer, atañen a la lógic� 
aristotélica del acontecimiento futuro singular. 
Por otra parte, "La mujer no existe" , el muy conocido aforismo de Lai. 
can, prohíbe considerar a la mujer como un término universal, a diferendll 
del hombre. La mujer es una entidad vacía, una no identidad, de las qu� 
Aristóteles dice que sólo puede decirse algo por medio de la negación.50 Bt1 
hombre, por su parte, es un término universal que corresponde, por extertit 
sión, al conjunto de los hombres, definido por una propiedad colectiviza• 
te poseída por cada miembro de la clase de éstos. Esa propiedad no es la 
posesión del pene sino el lazo de la virilidad con la castración ( "no hay vi• 
rilidad que la castración no consagre" ) .51 El hombre es todo fálico, y ese 
48 . G. More!, "Jalousies féminines" , en La Cause freudienne nº 34, 19961 
págs. 78-84 .. 
49. Cf. J.-A. Miller, "Des semblants dans la relation entre les sexes" , en La 
Cause freudienne nº 36, 1997, págs. 7-16 . Cf. supra, capítulo 11, págs. 49-50. · 50. Aristóteles, Organon, Catégories, op. cit., 13b, 20-35: "De un sujeto ne, 
existente ninguna afirmación puede ser verdadera, sino toda negación" . 
51. J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres . . . ", op. cit. , pág. 733. 
ANA TO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 1 5 1 
falicismo sólo subsiste por su relación con el padre como agente de l a cas­tración. Para Lacan, e l universal es "fútil"52 al extremo de que es preciso sostenerlo con una existencia que lo niega. Así, el universal del hombre to­do fálico, y por lo tanto enteramente sometido a la ley de la castración, se apoya en la existencia del padre que es una excepción a esa ley (el padre mítico de Tótem y tabú). Lac:an arranca a las mujeres de lo universal al considerarlas una por una como singulares, reales. Ahora bien, en Sobre la interpretación, los términos universales exigen la inconsistencia: sobre 
ellos puede decirse tanto una cosa como su contraria; es, como lo hemos visto, la primera excepción a la regla "RCP". Es como si Lacan hubiera te­nido en cuenta su escasa seriedad, la "futilidad" del universal aristotélico y separado de él a las mujeres, más próximas a lo real porque no están to� talmente inscriptas en la función fálica. Vayamos ahora a la negación del todo, rechazada por Aristóteles. Whi­taker explica una vez más ese rechazo por la preocupación de aquél por consolidar su lógica de lo universal haciendo a un lado todo lo que pueda amenazarla de incoherencia, como el no-todo. Aristóteles resuelve el pro­blema, por lo tanto, diciendo que si tropezamos con "no-todo" , no siem­pre saldremos de lo que podría denominarse el punto de vista universal. "Todo" es un prosdiorismo (cuantificador ) que no significa una "cosa" universal, sino que tiene por función universalizar la afirmación que sigue. "Todo" sigue siendo externo a la afirmación; simplemente la hace univer­sal.53 En consecuencia, si se quiere negar, se niega el verbo o la cópula y no se tocan los prosdiorismos; o bien éstos se modifican en la contradic­ción, pero permanecemos en la misma categoría, la del punto de vista uni­versal: en este aspecto, lo particular es aún algo que se dice de lo universal. Vale decir que si se traduce "no-todo hombre se porta bien" como "algún hombre no se porta bien", se obtiene una particular, que Aristóteles sigue 1ituando en la lógica de lo universal. En definitiva, el señalamiento de las tres excepciones a la regla "RCP" y la reducción del "no-todo" al "alguno" se encaminan en el mismo sentido : edificar una lógica consistente de lo universal y del principio de contradic­' ión. Al poner en perspectiva, al contrario, los restos, las impasses, los de-1echos de esa formalización, obtenemos un panorama general de Jo que se-1•fn .una l?g_i�a del "no-to�o" : no un sistema sino una sucesión de puntos de 1mpos1b1lidad y parado¡ as, que hay que recoger como objetos preciosos. 
52. J. Lacan, Télévision, op. cit. , pág. 63. 
53. "Lo que hay que decir no es, en efecto, no-todo hombre: la partícula nega­l lVI\ 110 deb� agregarse a hombre, pues el término todo no significa que el sujeto es universal, smo que está tomado universalmente", Aristóteles, Organon, Catégo­,.,,,, op. cit., capítulo JO (20a 5 ), pág. 109. 
152 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
El estudio del tratado Sobre la interpretación permite por lo tanto com-
prender cómo intentó Lacan construir una " lógica del no-todo" con los 
puntos de tope de Aristóteles. Lacan no se conformó con esta lógica de lo 
universal que llevó a Freud a centrar toda la interpretación analítica en la 
relación con el padre, como se advierte en el caso de Dora o del "hombre 
de las ratas" ,s4 y a construir la sexualidad femenina según un modelo ínte-
gramente masculino. 
EL DESDOBLAMIENTO DEL GOCE FEMENINO 
Decir que el hombre es todo fálico significa indicar que su goce está 
centrado por el significante de l falo. A ese falocentrismo del goce en el 
hombre se opone el desdoblamiento del goce femenino. Una parte de éste 
se inscribe en la función fálica, de acuerdo con modalidades específicas del 
complejo de castración femenino. Pero hay otra parte, que es " un goce 
complementario"55 al goce fálico. Se trataría, según el mito,56 del goce fe. 
menino en el acto sexual, que sería muy superior al del hombre, si damos 
crédito al testimonio de Tiresias, que fue tanto hombre como mujer y que, 
por lo tanto, podía comparar ambos goces. Hay desdoblamiento, enton· 
ces. Pero -y en este aspecto el no-todo no obedece a la lógica, sea aristotélf 
lica o moderna- el no-todo no implica ninguna existencia de algo que pos­tule una objeción al goce fálico. Por lo tanto, ese desdoblamiento no pued\fl 
considerarse, sin cometer un error, como una división en dos partes ins• 
criptas e identificables en el inconsciente del sujeto. La parte no fálica del 
goce no está ligada a ningún significante amo que pueda oponerse al falo. 
Esta ausencia de inscripción inconsciente no impide que se pueda circuns\ 
cribir clínicamente esa parte. Pero ésta será, desde luego, más difícil de 
describir que el goce fálico, para el cual el inconsciente dispone de un sig• 
nificante. Aun el goce del objeto a (plus de gozar) se capta gracias a ciertas 
huellas inconscientes que delimitan ese objeto.57 Para abordar esa part• 
no-fálica del goce femenino, nos queda lo que la clínica nos ofrece y que 
no es inconsciente. ss El sueño escenifica a veces alguna emanación de ese 
54. S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle . . . ", op. cit.¡ 
pág. 228. Freud interpretó la dificultad de su paciente para casarse con la "Dama" 
como el efecto de una prohibición que su padre, a la sazón muerto, habría impue91 
to a ese amor. 
55. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX, op. cit., pág. 68. 
56. Ovidio, Les Métamorphoses, op. cit. , m, 300-330, págs. 1 16-117. 
57. Como lo explicamos en e l caso de Valérie en el capítulo 1 , págs. 39-40. 
58. No estudiamos aquí en detalle la clínica de la parte no fálica del goce feme 
ANA TO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 153 
goce experimentado, pero ignorado por el sujeto. El síntoma, compromiso 
del goce y el inconsciente, puede fundar la femineidad de un sujeto allí 
donde la identificación fracasa. Aludimos aquí a ciertas " epidemias" de 
síntomas como la anorexia o la bulimia, que afectan sobre todo a las mu­
jeres. Lacan consideró incluso que la frigidez59 podría deberse a la parte 
no fálica del goce femenino: el "goce complementario" borraría o haría no 
esencial el goce fálico del orgasmo. No hay que olvidar, tampoco, el testi­
monio de sujetos dotados, capaces de describir su goce. Si seguimos a La­
can, eso es lo que sucedería con algunos místicos, hombres o mujeres, cu­
yo goce extático sería una modalidad de la parte no fálica del goce 
femenino. Estos místicos nos enseñan que ese "goce complementario" no 
carece de partenaire: éste puede ser Dios. Por último, vamos a ver en este 
capítulo una figura de discurso del no-todo, identificable en el plano de la 
enunciación: el discordancia!. 
Hemos mencionado el acto de Medea que subvierte la lógica fálica. Di­
cho acto puede considerarse como una expresión de la otra parte, no fáli­
ca, del goce femenino. Esta tragedia no está tan alejada de la clínica coti­
diana como puede suponerse. En las mujeres traicionadas hay a menudo 
un " lado Medea". Un fragmento del inicio de una cura nos permitirá apre­
ciarlo. 
Miriam, frente al vacío 
Miriam viene a verme , devastada por una ruptura reciente con su ma­
rido, que la dejó por otra. De entrada, me sorprende el papel activo que 
ella juega en ese abandono. El término " complicidad" no es demasiado 
fuerte para calificar la forma en que sostuvo a su rival. Miriam tenía una 
relación de "comunión", de "connivencia" con su. marido: "Él empezaba 
una frase y yo la terminaba" . El día mismo en que la engañó, ella lo adivi­
nó y pudo confirmarlo. Convertida en confidente de su esposo, tenía la 
impresión de que la otra muj er era una especie de doble que terminaría, 
nino y de sus relaciones complejas con el goce fálico. El desdoblamiento de los go­
ces propio del "no-todo" implica, en efecto, su conjunción en el sujeto femenino 
neurótico. Presentamos aquí un breve panorama general, a fin de que el lector cap­
te, por contraste, la diferenciíl entre la femineidad "no-toda" y la feminización for­
zada (el empuje-a-la-mujer) en la psicosis, cuyo estudio abarca los capítulos vn, vm 
y IX. La primera implica una referencia a la función fálica: en ella, efectivamente, la 
porte no fálica del goce femenino es complementaria de la parte fálica del goce. La 
M'gunda forcluye In función fálica y la sustituye por otra referencia, el significante 
de " In" mujer. 
59. J. Lacan, l , s,mil"tirct. l.i1m xx, op. cit., pág. 70. 
154 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
como en las historias fantásticas, por eliminarla. Un día, Miriam se cruzó 
con.ella en una tienda. Supo de inmediato que era "ella" y vivió una im­
presión "casi sobrenatural" que le provocó una leve despersonalización.­
Freud habría hablado de inquietante extrañeza. La clave de esa complici� 
dad estaba en la relación de Miriam con su padre. Éste era un ferviente ad­
mirador de Rusia. Desde su infancia, Miriam había sido la cómplice exclu­
siva de la pasión paterna. Más adelante, redactó una tesis sobre los países 
del este, porque necesitaba "un pequeño desplazamiento" con respecto a 
los gustos de su padre. Ahora bien, ¡la mujer que había conocido su mari­
do era rusa! Miriam tenía la impresión de saberlo todo sobre ella; identifi­
cada con la pasión de su marido por esa mujer joven, se olvidó de sí mis­
ma. Llegó a organizar la vida en común de la pareja y a dejarles sus hijos 
más tiempo del solicitado, cuando en realidad le costaba mucho separarse 
de ellos. ¡Lo hacía para no privarlos demasiado del padre! Llegó el día en 
que se vio sola. Se sintió entonces brutalmente enfrentada a un vacío inso­
portable y tuvo la idea de lo que llamaba un "suicidio altruista" (matarse 
junto con sus hijos), que estuvo muy cerca de concretar. El surgimiento, en 
el vacío entonces experimentado, de esa dimensión mortífera que le era tan 
ajena la horrorizó al extremo de hacerla acudir precipitadamente al análi­
sis. De todas maneras, tardó bastante antes de poder decirme qué le había 
pasado entonces. 
Miriam había rozado el pasaje al acto. Hasta allí, su rumbo se inscribía 
en una lógica fálica. En efecto, se había identificado con su marido al pun· 
to de erigirlo en su verdadero "yo", así como se había identificado con su 
padre gracias a compartir el objeto de una pasión: Rusia con este último) 
la joven mujer rusa con aquél. En este segundo caso, la pasión se redobla,. 
ba por tratarse de otra mujer. No costará reconocer en ello la identifica� 
ción histérica con d hombre, que permite adorar el objeto femenino a par .. 
tir de una posición viril : su ejemplo prínceps es Dora, identificada con el 
señor K. para adorar a la señora K., lugar de su pregunta sobre la feminei� 
dad. Con una determinación sin tacha, Miriam había ido al extremo de 
esa lógica que conjuga el goce fálico con un plus de gozar, su fascinaciói1! 
por la otra mujer como objeto a. El goce fálico se revelaba en ella, ante to· 
do, como goce de la castración, más precisamente de la privación de sus 
bienes (marido, hijos) en beneficio de otra. Se le puede añadir un valor 
más positivo, que era la identificación con el marido, que le procuraba un 
"yo" viril. En ese momento de consumación, había surgido otra dimen• 
sión, la de un acto atroz, sin ningún valor fálico, pero que habría ahonda, 
do un abismo en el corazón del nuevo partenaire que ahora tenía frente a 
sí: una pareja soldada y separada de ella. Imputamos a la parte no fálica 
del goce femenino el surgimiento de esa dimensión ajena a lo que preced� 
tan discordante como excesiva. 
ANA TO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 155 
"Otro goce" y "goce del Otro" 
Lacan dio a esta parte el nombre de " Otro goce" .6º En primer lugar, 
designa de ese modo su alteridad con respecto al goce fálico, que es el mis­
mo para todos, centrado en el mismo significante universal. El Otro goce, 
al contrario, no se reduce a ningún rasgo identificable que pueda universa­
lizarse como el falo. Sólo puede describirse caso por caso: es singular. 
A continuación, por "Otro goce" hay que entender también que ese go­
ce se refiere al Otro: una mujer tiene, por ese goce, un partenaire que es el 
Otro. ¿De qué Otro se trata en este caso? 
El Otro es siempre61 el lugar de una alteridad absoluta para el sujeto. Pe­ro, según los contextos y las épocas, el Otro designa distintas instancias en 
la enseñanza de Lacan. Tenemos el Otro como lugar de lo simbólico, el len­
guaje y la palabra, opuesto al otro imaginario, el semejante, el amigo o el 
enemigo.62 Su alteridad obedece al hecho de que lo simbólico y el lenguaje 
preexisten al sujeto que, como ser hablante, debe someterse a ellos. "El in­
consciente es el discurso del Otro" se refiere al inconsciente freudiano, es­
tructurado como un lenguaje según Lacan. El inconsciente freudiano es la 
"otra escena" en que un saber ajeno al sujeto irrumpe en su vida a través de 
las formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, actos fallidos. El Otro tam­
bién puede ser el cuerpo. En .efecto, éste es "recortado" por el lenguaje, que 
aísla en él zonas de goce, las zonas erógenas, por medio de los cuidados ma­
ternos brindados al niño, siempre erotizados. El síntoma histérico de conver­
sión, cuya sede es una parte del cuerpo, puede de tal modo desanudarse me­
diante una palabra, una interpretación, como vimos en el caso de Dora.63 El 
Otro se encarna también en personajes elevados al rango de instancias: el 
Otro materno para el niño, que es la madre simbólica, caracterizada por la 
alternancia de la presencia y la ausencia, o la madre real todopoderosa, e in­
cluso la madre deseante, lugar de un enigma en cuanto a lo que quiere.64 
En la psicosis, el "Otro del goce" 65 designa en primer lugar a un parte­
naire del sujeto que asumió una importancia crucial en el campo del goce. 
El Dios del presidente Schreber goza de él, con su consentimiento o sin él. 
Ese Dios es conocido por Schreber, que lo describe con precisión. Su goce 
es uno en cuanto está exclusivamente correlacionado con el significante 
"la mujer" cuyo soporte es Schreber. Dios, en efecto, goza de Schreber en 
la medida en que éste está feminizado. En ese sentido, es un Otro unifica-
60. Ibid., págs. 71-77. 
6 1 . Cf. supra, capítulo n, pág. 51, nota 16 . 
62 . Cf. supra, capítulo 111, págs. 80-3. 
63. Cf. supra, capítulo rv, págs. 1 05-6. 
64. Cf. supra c:l t:ll�<> S,mdy, capítulo 111, pág. 98 . 
1 56 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS 
do. Pero conserva el carácter insondable de la alteridad absoluta, por su 
poder de "dejar caer" al sujeto como un desecho. Schreber, por lo tanto, 
localiza el goce en dos lados: por una parte, en el Otro que goza de él co­
mo de una mujer; por la otra, en su cuerpo feminizado. El Otro del goce 
también puede ser, en la paranoia, un perseguidor que acosa al sujeto en 
su delirio, y que se ha vuelto central en su vida. En la erotomanía, el sujeto 
se cree amado por otro, a veces un personaje eminente, el "Objeto" de De 
Clérambault.66 De él recibe alucinatoriamente palabras halagüeñas o, al 
contrario, groseros insultos. A veces, el "Objeto" goza sexualmente y a 
distancia del sujeto. En el caso de Maria, encontramos en el lugar ambi­
guo, protector y persecutorio del Otro del goce, la parte rica de la familia, 
el marido, los jefes, etc. En el caso del señor A., 67 el Otro del goce, del que 
aquél es el "hijo mártir ", es puesto a distancia por la relación idealizada 
"ser el hijo varón preferido de un padre". 
En la esquizofrenia, el Otro del goce es con frecuencia la madre que 
forma una pareja con el sujeto, a la vez que es invasora y, por ejemplo, im­
parte órdenes contradictorias.68 Pero también el cuerpo es el Otro del go­
ce, cuando los órganos funcionan mal y se convierten en la sede de excita­
ciones o dolores incontrolables, que a veces conducen al sujeto a infligirse 
mutilaciones. 
La polisemia del término "Otro" y la importancia del Otro del goce en 
la psicosis nos llevan a distinguir de él al Otro como partenaire de una 
mujer "no-toda", al menos para la parte no fálica de su goce. Ésta supone, 
recordémoslo, que existe correlativa01ente una parte fálica del goce, al 
contrario de lo que sucede en la psicosis. 
Tomemos un ejemplo literario. En la novela brasileña Doña Flor y sus 
dos maridos,69 la heroína pierde a su marido Vadinho, un sinvergüenza a 
quien ama, poco d�pués de casarse. Sigue a ello un nuevo matrimonio, es­
ta vez de conveniencia, en el que ella encuentra una dicha fálica tranquila, 
sin pasión: "Lo mismo todos los días termina por cansar aunque todo sea 
para bien" , dice. Pero Vadinho reaparece en la forma de un espectro, un 
65. Cf. supra, capítulo I, pág. 52, nota 1 7, y sobre Schreber, capítulo 1v, pág. 
124 sq. 
66. Cf. G. de Clérambault, L'Érotomanie, París, Les empecheurs de penser en 
rond, 1993, y C. Soler y colaboradores, "Structure et fonction des phénomenes 
érotomaniaques de la psychose", en Clinique différentielle des psychoses, París, 
Navarin, 1988 [traducción castellana: Clínica diferencial de las psicosis, Buenos 
Aires, Manantial, 1988 ] . 
67. Cf. supra, capítulo u , pág. 50, y capítulo IV, pág. 128 , para el caso de Maria. 
68. Cf. L. Wolfson, Ma mere, musicienne, est morte . . . , París, Navarin, 1984. 
69. J. Amado, Dona Flor et ses deux maris ( 1966), París, Le livre de Poche, 1984 
[traducción castellana: Doíia Flor y sus dos maridos, Buenos Aires, Losada, 1969]. 
ANATOMÍA ANAlÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 1 5 7 
íncubo, con el cual ella tiene un goce incomparable con el de las relaciones 
conyugales con su marido vivo. Este amante muerto, espectral, es la metá­
fora de una ausencia. Esta figura imaginaria y fantástica es el partenaire de 
Doña Flor para el Otro goce. Vadinho enuncia la posición de ese sujeto fe­
menino: "Por eso, como los dos somos tus maridos y tenemos iguales de­
rechos, ¿quién engaña a quién ? Tú sola, mi Flor, nos engañas a ambos, 
porque no te engañas a ti misma" . Esta frase articula la duplicidad sin di­
visión subjetiva que acompaña el desdoblamiento del goce femenino como 
goce fálico y Otro goce. El Otro designa por lo tanto un más allá del par­
tenaire en la realidad -a menudo el partenaire sexual, partenaire para el 
goce fálico- que sería el "verdadero" partenaire de una mujer en lo que se 
refiere a la parte no fálica de su goce. 
¿En qué se diferencia este Otro del Otro del goce en la psicosis? Este 
último -pensemos en el Dios de Schreber- tiene una consistencia muy dis­
tinta. Es ruidoso, origen de mensajes alucinados que signan la profunda al­
teración de la relación del sujeto con el lenguaje. El sujeto identifica al 
Otro como el lugar de un goce abusivo y perfectamente definible: goza del 
sujeto feminizado. Como decíamos anteriormente, el goce de ese Otro es 
"uno" , está fijado al significante " la mujer" . En muchos otros casos vuel­
ve a encontrarse ese aspecto unificado del Otro del psicótico, cuya alteri­
dad se reduce más bien a ser inaccesible y susceptible de abandonar arbi­
trariamente al sujeto. El partenaire de una mujer no-toda, al contrario, no 
se deja ni identificar ni unificar. No existe, en la medida en que la existen­
cia implica al menos un rasgo de referencia que fija y sujeta a ese Otro. 
Aun en los casos en que es imaginado por el novelista, el poeta o el fantas­
ma femenino, sigue siendo evanescente, tiene un aspecto fantasmagórico. 
Lo que importa es la relación de goce que una mujer tiene con ese Otro. A 
veces, ella experimenta ese goce sin poder atestigu�rlo, porque no tiene ni 
las palabras ni el saber inconsciente para decirlo. Ese Otro puede evocarse 
simplemente como vacío o soledad. Como ya dijimos,70 el goce es irreduc­
tible al placer, y el Otro goce puede ser angustiante para una mujer. En el 
caso de Miriam, señalábamos la emergencia del Otro goce cuando ella ro­
zaba el suicidio "altruista " . Hasta entonces su partenaire era el marido, 
con quien tenía una fuerte identificación imaginaria. Su objeto común, 
"ella" , le era en cierto modo familiar: cuando le hablaban de ella la reco­
nocía, aunque en el límite de la extrañeza. En el momento de la separación 
definitiva, surgió otro tipo de partenaire: una pareja soldada, silenciosa y 
por ello enigmática. Ella experimentó entonces ese vacío que precede

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