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Terapia ocupacional
1949
Reseña del libro de Adrian Hill, “Art versus illness”
[El arte contra la enfermedad]
Londres, George Allen and Unwin, 1948.
Esta reseña apareció en el British Journal of Medical Psychology, vol. 22,1949.
Creo que éste es un buen libro. Adrian Hill, artista y docente de arte, debió pasar un período de
obligado reposo en un sanatorio para tuberculosos, y allí descubrió una nueva razón para dibujar y
pintar. Esto lo hizo sentirse mejor y tal vez afectó en forma indirecta el proceso físico de la curación.
¿No es lógico que, al ser dado de alta, se convirtiese en un protagonista militante de la lucha del
arte contra la enfermedad?
El libro narra la historia de sus aventuras. Para convencer a otros de esa idea que se abrió paso en
él mientras iba de un lado a otro en busca de distintos tipos de autorización, debió emplear mucho
autocontrol y comprensión, como paciente, de la mentalidad de los médicos, enfermeros y
comisiones para el manejo de pacientes.
La idea fundamental es que cuando la gente enferma no está demasiado enferma, necesita
imperiosamente que se la ayude en el manejo de su alma, o mundo interior, o como quiera
llamárselo. El período de reposo forzoso puede ser tiempo perdido, o aprovechado para el
crecimiento y el desarrollo. Es bien conocido el hecho de que un niño, lo mismo que un adulto,
enfermo de una cardiopatía reumática o inmovilizado por una tuberculosis o una fractura de fémur,
puede ganar en profundidad y en equilibrio mientras dura su enfermedad; pero es cosa de suerte
que la tensión provocada por la mera contemplación no termine siendo excesiva, y el resultado sea
desquiciante en lugar de ser productivo.
Adrian Hill ha visto con claridad que un buen maestro, que promueva personalmente los intereses y
actividades artísticos, es determinante de la diferencia entre desquicio e integración. En algunos
casos no hará otra cosa que colocar, sobre la pared que está enfrente a la cama del enfermo, un
marco en el que puedan insertarse una serie de interesantes reproducciones; en otros casos
organizará clases concretas de dibujo y pintura, pero siempre su objetivo será descubrir el
verdadero aporte personal que cada paciente es capaz de hacer.
A uno le gustaría saber si el autor se da cuenta de que esta idea, aunque original en cierto sentido,
no es nueva, y en verdad muchos la han tenido y la han llevado a la práctica, si bien tal vez no en
gran escala. En caso afirmativo, su entusiasmo personal nos provoca alegría y hace que le
deseemos éxito en su cruzada.
¿Qué relación guarda todo esto con la terapia ocupacional? Quizás esta pregunta ya ha sido
contestada en alguna parte, y no se hallará la respuesta en este libro. Yo diría que en el peor de los
casos, la terapia ocupacional es una tentativa orgánica de apartar a las personas de sí mismas, y
esto es lo opuesto del objetivo pregonado por Adrian Hill. Algunos opinan que la formación oficial en
terapia ocupacional apunta peligrosamente a inculcar habilidades, un inmenso número de
habilidades, y que esa misma formación basta para que queden relegados los verdaderos artistas,
alfareros, músicos. Pero, desde luego, tiene que haber una formación oficial y títulos habilitantes, y
si la terapia ocupacional se dejase en manos de los artistas el resultado sería el caos.
Durante la guerra, mi esposa, que era artista, alfarera y ceramista (trabajaba en el departamento de
terapia ocupacional del Hospital Maudsley, a la sazón en Mill Hill), comprobó que el modelado de la
arcilla podía utilizarse constructivamente, de esta manera autorreveladora, con hombres y mujeres
que padecían diversas clases de trastornos psiquiátricos. En la labor psiquiátrica se torna necesaria
una estrecha cooperación entre el artista (alfarero, etc.) y el psiquiatra que tiene la responsabilidad
médica del caso, cooperación que no siempre se da. Es más probable que se dé si el artista es un
terapeuta ocupacional diplomado.
En el mejor de los casos, la terapia ocupacional es de hecho lo que describe Adrian Hill: un artista,
alfarero, músico, escultor, ceramista, que vive en contacto con el medio que él ha elegido, se
empeña en acercarse a un grupo de pacientes postrados en la cama o inmovilizados y merced al
contacto personal capacita a cada uno de ellos para que tiendan un puente, cada cual a su modo,
entre el inconsciente y la vida consciente ordinaria, un puente por el cual puede transitarse en
ambas direcciones. Mucho es lo que entonces sucede, pero lo principal es que al hacerle descubrir
gradualmente al paciente sus impulsos creadores y sus fuerzas integradoras positivas, se le permite
echar una mirada a lo que está dentro del self y ver lo que hay allí: el caos, las tensiones, la muerte,
así como la belleza y la vitalidad innata.
Como ejemplo del uso de la música, recuerdo un hogar para niños reumáticos de larga
convalecencia en Warwickshire, donde los niños fabricaban flautas, las tocaban, escribían
composiciones propias, dirigían la orquesta o contribuían de algún modo al acervo musical común.
El personal del establecimiento incluía a un músico (que no era terapeuta ocupacional). Esta
experiencia era enormemente enriquecedora para los niños, y poco importa si alguno de ellos se
convirtió en músico más adelante. Sería un fastidio, por supuesto, que a uno se lo obligase a ser
músico por el hecho de haber estado enfermo en una institución loca por la música.
La radio podría ser de tremenda ayuda para los enfermos si tuvieran a su alcance la botonera y el
Radio Times; sería posible usar la programación para el crecimiento personal. En cambio, quedar
sometido, cuando uno está enfermo, a un programa escogido por el técnico que trabaja en el
subsuelo del hospital es estar "ocupado" sin poder encontrarse a sí mismo o crecer.
A este libro podría empleárselo, pues, como correctivo contra las tendencias negativas (si es que
existen) presentes en la perspectiva oficial sobre la terapia ocupacional, y como soporte de las
tendencias positivas. Lamentablemente, la frase "terapia ocupacional" parece apartar la atención de
la experiencia enriquecedora y dirigirla hacia la fabricación de un artículo que pueda exhibirse a la
luz del día.

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