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Índice Introducción El “velo gris” en la mente La paradoja de Narciso en el vínculo del amor Del blog al libro Los narcisistas perversos y las uniones imposibles Control sin compromiso Cosificación e intercambiabilidad Idealización y egocentrismo Los comportamientos a evitar Los tres errores que alimentan las dependencias Reconociendo el narcisismo Freud, Kohut, Kernberg y Lowen: cuatro voces sobre el narcisismo El Trastorno Narcisista de la Personalidad en el DSM-V Tres tipos de narcisismo: la contribución de Behary Continuum narcisista Desenmascarar al narcisista perverso ¿Me estoy lidiando con un narcisista patológico? Cuestionario El monstruo humano La trampa de la ambivalencia El principal error La enfermedad de amor ¿Venganza o reconquista? La solución ilusoria En la mente del narcisista perverso Elementos de problem-solving relacionales No “por qué” sino “cómo” La “distorsión causal” en la dependencia emocional Una relación a doble ciego Nudos, traumas y miedos Comprender el narcisismo a través del mito La familia de Narciso. La pubertad de Narciso. El crimen de Aminias El mito de Eco y el final de Narciso Los patrones de “recaptura” narcisista Los patrones de "recaptura" narcisista El esquema del silencio El esquema de la culpa El esquema de la adulación El esquema de los síntomas Resistir para vencer La narcisista manipuladora La narcisista manipuladora Giros inesperados y telenovelas psicológicas El enigma de la intencionalidad Un enigma psicológico ¿Ayudar al narcisista es posible? La dependencia afectiva Impulsividad, inestabilidad del estado de ánimo y asimetría relacional Pensamientos, emociones y comportamientos Una definición de Dependencia Afectiva Aspectos cognitivos Aspectos emocionales Aspectos comportamentales Aspectos clínicos Las seis etapas de la dependencia afectiva Las etapas de la dependencia emocional Etapa 1. Primer encuentro y conocimiento. Etapa 2. Ambivalencia. Etapa 3. Autoengaño. Etapa 4. Idealización. Etapa 5. Adicción activa. Etapa 6. Fase sintomática real. Dependencia afectiva y homosexualidad Psicoterapia breve enfocada a las dependencias afectivas Los objetivos de la psicoterapia Fase 0. Primera consulta Fase 1. Fase intuitiva Fase 2. Fase de latencia Fase 3. Fase de actuación o abstinencia activa Fase 4. Fase experiencial emocional correctiva Fase 5. Fase de concientización Fase 6. Consolidación Ocho estratagemas terapéuticas para quebrantar los patrones de las dependencias emocionales La disposición del silencio El "diario" de la dependencia Las "cartas desesperadas" La metáfora Lo peor posible Las libretas de calificaciones de los hombres La predicción del "retorno del amor" La película de Hollywood Testimonios Caperucita Roja en psicoterapia Caperucita Roja en psicoterapia Tres preguntas sobre el mal de amor Dentro de la metáfora El proyecto fotográfico de Paola Serino Agradecimientos Bibliografía Notas sobre el autor Libros, artículos, publicaciones Detalles de contacto ENRICO MARIA SECCI Los Narcisistas Perversos y las uniones imposibles Sobrevivir a la dependencia afectiva y rencontrarse con uno mismo © 2014 Enrico Maria Secci www.enricomariasecci.it ISBN: 9788831609074 Traducción: Ivano Moretti Imagen de portada: Wolves (2013), proyecto fotográfico de Paola Serino, www.paolaserino.com Todos los derechos reservados. La reproducción, incluso parcial, por cualquier medio sin la autorización escrita del autor, está prohibida por la ley. Las historias que se cuentan en este libro son casos clínicos tomados de la experiencia profesional del Autor. Para preservar la confidencialidad de los protagonistas, se han omitido todos los elementos que pueden hacerlos reconocibles. Los testimonios se reportan respetando la privacidad de las personas que los compartieron en mi blog, Blog Therapy, en www.enricomariasecci.it. Los aforismos que introducen algunos capítulos, donde no se especifique lo contrario, pertenecen al autor. Introducción Ocuparme de narcisismo patológico y de las dependencias emocionales no fue mi elección. Si hubiera podido elegir, como ser humano, hubiera preferido no caer en el abismo de la enfermedad de amor y de la manipulación narcisista. Pero, desde el comienzo de la profesión como psicoterapeuta, comencé a darme cuenta de que muchas personas que llegaban a mi consultorio con depresión, ansiedad, pánico y fobias y otros desórdenes, expresaban a través de los síntomas clínicos una incomodidad grave en las relaciones emocionales con una pareja narcisista. En el trabajo con estas personas, la psicoterapia breve y dirigida en la que me entrené efectivamente debilitó los problemas que motivaron la solicitud de ayuda y, en diez sesiones, las manifestaciones psicopatológicas se pudieron reducir a cero. Observé, sin embargo, que algunos pacientes, una vez “sanados” del síntoma, continuaban presentándose en terapia, ya no sufriendo, pero rodeados por una pesada aura, un velo gris tejido con amargura, insatisfacción e ira, de lo cual continuando las reuniones, comenzaron a hablarme. “Los síntomas desaparecieron”, me dije, “...entonces, ¿por qué quieren continuar la terapia?” No hubo más depresión severa, pánico y la aterradora idea de muerte súbita que les quitaba el sueño y la serenidad eran solo recuerdos... sin embargo, aunque ya no sufriendo el problema que inicialmente los motivó a la psicoterapia, los pacientes pidieron que las sesiones continuaran. El “velo gris” en la mente Me pregunté por un largo tiempo por qué, borrando la mancha negra del síntoma, permanecía a su alrededor este halo de inquietud obstinada y enfermiza, que justificaba la necesidad de continuar el viaje psicológico. En la perspectiva de ese momento, creía que mi tarea como médico era apartar los síntomas y erradicar la patología manifiesta en el menor tiempo posible. Esta sigue siendo mi orientación predominante: utilizar todos los medios posibles para acelerar y estabilizar el cambio. No una sesión más de lo necesario ni una menos de la que sirva. Pero pronto aprendí de las personas con las que trabajo que cuando existe una dependencia emocional y/o un narcisista patológico está involucrado, la psicoterapia no puede detenerse en la resolución de los trastornos clínicos. Descubrí que el recorrido puede evolucionar y completarse con la elaboración de la experiencia emocional y del contexto afectivo actual, centrándose en la comprensión y en el cambio de la relación patógena que, detrás del escenario, mueve el terrorífico muñeco desarticulado del amor “enfermo”. La frecuencia con la que hombres y mujeres, pasada la emergencia de la patología, miraban detrás del “velo gris” para contar en psicoterapia sus uniones imposibles, envenenadas y obstinadas, desesperadas y destructivas, con parejas prevaricadoras y obstinadamente egocéntricas, me empujaron a profundizar el tema del narcisismo patológico y su contraparte, la dependencia afectiva. Incluso hoy, sigo observando cómo el síntoma, ya sea depresión, pánico, fobia u otro, cumple la doble función de “correa emocional”, útil para mantener la relación “imposible” y de “mensaje en la botella” lanzado por la víctima como el SOS de ayuda de un naufragio abismal. Esto se demuestra propio por el hecho de que justo cuando la patología manifiesta disminuye significativamente o, finalmente, desaparece gracias al trabajo del paciente en la terapia, la reacción de la pareja narcisista es violenta. El bienestar conquistado en la terapia es rechazado con sarcasmo, burla y desprecio, saboteado por el desencadenamiento de un conflicto de pareja o comprometido por la explosión de una crisis de relación más aguda que las demás. Durante más de diez años, la experiencia clínica me ha demostrado que el narcisista y la narcisista responden con feroz inquietud a la emancipación emocional de su víctima. Utilizan actitudes punitivas: adoptan distancias provocativas y dolorosas, utilizan la burla y la traiciónpara “marcar el territorio” amenazados por la desaparición del problema que les garantizaba amplios márgenes de control sobre la pareja. En la pluralidad de los casos que han inspirado este trabajo, la evidencia principal, el elemento que resuena con redundancia ensordecedora en las historias que he reunido, es la función del dolor psíquico de la víctima, que valida, a través de la alienación del yo, el “poder” que el narcisista agrandado necesita para continuar la relación. Quiero decir que el síntoma sufrido por el miembro “débil” de la pareja representa para el compañero narcisista el emblema de su hegemonía y, por lo tanto, el dolor del otro se busca, se favorece o incluso se induce inconscientemente para alimentar una representación de sí mismo grandiosa y omnipotente, a expensas del equilibrio del otro. La paradoja de Narciso en el vínculo del amor Basado en esta premisa, se puede observar cómo la unión con un narcisista perverso se rige por una paradoja: es posible cuando es imposible. Para que haya un enlace, esto debe ser destruido o quebrantado continuamente por la indiferencia, la traición y la sumisión de la pareja. En este libro exploro esta paradoja patógena y sus consecuencias en una perspectiva estratégica, sistémica y relacional. Comenzando por el identikit psicológicos y psicopatológicos del “narcisista perverso” y del análisis de la dependencia emocional en la que atrapa a sus víctimas, me concentro en los mecanismos que están a la base, que nutren y mantienen el vínculo disfuncional. Del blog al libro “Los Narcisistas Perversos y las uniones imposibles” no es, evidentemente, un ensayo psicológico tradicional, no es un trabajo académico o incluso un texto de autoayuda. El libro proviene de mi experiencia como psicoterapeuta en Red y, en la forma y en el contenido, puede considerarse uno de los primeros blog-book italianos de psicología y psicoterapia. Aquí está la historia. El sitio web Blog Therapy, nació en 2007 con el objetivo de compartir informaciones sobre psicología y psicoterapia en la web. El objetivo de Blog Therapy era y es superar el estereotipo, todavía generalizado, sobre los profesionales de la psicología, muy a menudo percibidos como distantes consultores, oráculos, o como intérpretes de sueños o “amigos pagados” demasiado caros. En el primer año como bloguero, escribí acerca de la depresión, la ansiedad y el pánico, de los disturbios de la autoestima y las adicciones a la comida antes de publicar un primer post sobre el narcisismo patológico titulado “El narcisista perverso”. La explosión de visitas, de comentarios que siguieron, me empujó a profundizar este tema, alentado por el creciente aumento de visitantes. En 2012, llegó el momento de recopilar publicaciones sobre la dependencia emocional y desarrollarlas en un libro. Así que publiqué “Los hombres aman poco - Amor, pareja, adicción”, centrado en las adicciones emocionales y en la psicología de la pareja. Los comentarios fueron positivos, con cuatro impresiones en catorce meses y una avalancha de contactos. En los últimos años, motivado por los numerosos testimonios, las preguntas y las frecuentes solicitudes de ayuda de los lectores de Blog Therapy, centré mi atención en un caso particular de dependencia emocional, el que se establece entre un sujeto narcisista y su pareja, que es el tema de este libro. Parte de los contenidos de “Los Narcisistas Perversos y las uniones imposibles” son post publicados en la web entre 2012 y 2014, revisados, ampliados y complementados por capítulos inéditos. En la sección final del libro presento mi enfoque clínico y psicoterapéutico a las dependencias emocionales. Mi trabajo tiene una impostación estratégica- integrada, una psicoterapia multi-modelo que incluye en una perspectiva unitaria la terapia estratégica, la terapia cognitivo-conductual, la psicoterapia psicodinámica, la terapia narrativa, el psicoanálisis y la Schema Therapy. Con “Los Narcisistas Perversos y las uniones imposibles”, ciertamente no pretendo decir la última palabra sobre el mal de amor o el trastorno narcisista de la personalidad. No quiero perderme en una infinidad de citas y referencias bibliográficas, tampoco pretendo hacer un examen intrapsíquico tan profundo, ni quiero entrar en la metapsicología. Otros autores ya han trabajado y están trabajando en esta dirección con una eficacia y autoridad formidables. Espero, por otro lado, que el formato ágil de este blog-book pueda llegar fácilmente a las personas para las que fue escrito, comenzando por los usuarios de Blog Therapy y Facebook que, al momento de escribir estas líneas, alcanzan los picos de 45,000 visitas por día. También espero animar a otros psicólogos y psicoterapeutas a enfrentar con creatividad y determinación los problemas del narcisismo patológico y la dependencia emocional. Enrico Maria Secci Los narcisistas perversos y las uniones imposibles Por un momento de éxtasis pagamos en angustia una medida exacta y ansiosa, proporcional al éxtasis. Para el deleite de una hora amargos salarios de años, centavos erradicados con dolor, cofres llenos de lágrimas. (Emily Dickinson) Tú llamas y no contesta. No te devuelve las llamadas, o te llama cuando quiere. Envías mensajes que parecen perderse en las profundidades de una mente impredecible, astuta y engañosa, luego, después de horas o días, llegan respuestas cortantes y banales. Demuestra insensibilidad, frialdad y se molesta a las mínimas solicitudes de comprometerse más en la relación. Es capaz de “momentos” apasionados, pero que duran más o menos el tiempo necesario para “hacer el amor”. Luego otra vez, las comunicaciones crípticas, contradictorias y confusas, se mezclan con silencios cada vez más largos y sin sentido. Si eres tan valiente de seguir adelante en esta relación, en lugar de interrumpirla urgentemente y definitivamente, llegan todas las demás cosas: la humillación, la agresividad, la constante sensación de precariedad y de peligro, celos patológicos, la desesperación de la persecución y de la burla. Estos son los acontecimientos típicos de una relación con un narcisista perverso, un hombre que, a menudo más allá de su conciencia, actúa de manera destructiva y empuja a la pareja en una espiral de dependencia emocional. Control sin compromiso En el rubro de las dependencias afectivas, el concepto de “narcisista perverso” no describe una patología de la personalidad, más bien una forma de construir relaciones sentimentales que permitan el control de la pareja a frente de la falta de compromiso en la relación. Esto significa que el narcisista perverso no debe ser considerado necesariamente un sujeto patológico; es más bien un individuo que pone en práctica estrategias aptas a conseguir su propio objetivo: alimentar la confianza en sí mismo a expensas del otro, sin comprometerse demasiado. Con respeto a sus “victimas”, que buscan una relación amorosa intensa y duradera, el narcisista demuestra indiferencia. Si es confrontado, puede reaccionar en manera molesta y contestar con violencia. Desde su punto de vista carente de empatía, el narcisista perverso no puede entender completamente las necesidades y las demandas del otro y las vive como indebidas e ilegítimas. Hacer el esfuerzo de entender y escuchar lo pondría en la desagradable posición de ceder el control y la supremacía sobre la pareja. Por esta razón, aquellos que persisten en la relación con un narcisista perverso no tienen ninguna esperanza de éxito y, sin darse cuenta, se involucran en un acto autodestructivo y estéril. Ninguna acción, ninguna persuasión, ningún sacrificio, cambio o estrategia, transformará al narcisista perverso en un Príncipe Azul. Sin embargo la obsesión que envuelve a las víctimas y que las somete durante años, a veces durante toda la vida, es aquella de ser reemplazadas por mujeres que son más hermosas y más capaces de ser amadas. Las características prácticamente constantes de las víctimas son las creencias de ser responsables del comportamiento acosadorde la pareja patológica y la tendencia a responsabilizarse por la infelicidad de la relación. Cosificación e intercambiabilidad El “juego psicológico” del narcisista perverso se funda en el principio de la objetivación o cosificación, o sea transformar a las personas en “cosas”. Él toma en consideración el peso, la estatura, las medidas, los colores, piensa las frases y las actitudes, y manifiesta enojo cada vez que las características observadas sean desconformes al modelo ideal utilizado como parámetro indiscutible. Entonces, para el narcisista perverso, nada es suficiente: la forma física es siempre escasa, la ropa es inadecuada, el tono de la voz, los argumentos, las amistades, las propuestas, los horarios, están equivocados... como también el presente y el pasado de la pareja. Al comienzo de la relación, el narcisista perverso tiende a ocultar la inquietud y la intolerancia con que observa al otro. Pero, a medida que la relación continúa, el narcisista perverso conquista espacios de maniobra cada vez más amplios y somete a la pareja a conflictos y humillaciones de intensidad creciente, como si midiera su propio poder. Las reacciones desesperadas de la víctima lo tranquilizan y lo gratifican. A veces, movido por lastima por el estado de postración en el cual el mismo reduce la pareja, intenta “remediarlo” con algunos mimos y promesas de cambio. Estas conductas restaurativas simplemente confunden a la víctima y nutren la dependencia emocional, porque fomentan la ilusión del amor. Pero, ¿quién es el narcisista perverso? En primer lugar, es bueno subrayar que no se trata siempre de un atractivo Dorian Gray, ni tampoco de un hombre intrigante y misterioso, o de un “chico malo” como sugieren los estereotipos de las películas de Hollywood. Al revés, a menudo es un hombre vacío y mediocre, lleno de estereotipos y obsesionado con la necesidad de complacer a los demás, un individuo perseguido por la idea de que alguien lo pueda desenmascarar. Se comporta como un pizarrón borrable: puedes escribir cualquier cosa, pero nada queda realmente. Hoy es un amante cuidadoso y gentil, y mañana será un desaparecido; a veces es un poeta, a veces un grosero. Demasiado ocupado en mantener su precario equilibrio psicológico para tutelarse de vertiginosas caídas depresivas o psicóticas, ni siquiera se da cuenta del desastre que crea, pero se goza de la atracción sentimental que desata. Idealización y egocentrismo Quien permanece enredado en la dependencia emocional con un narcisista perverso es inicialmente seducido por la confianza con que la pareja parece elegirlos. Poco después, sin embargo, se desencadena la trampa de la ambivalencia y la inconstancia, la alternancia desesperante de silencios y ataques, que caracterizan este tipo de dependencias amorosas. La ambigüedad de la comunicación narcisista es tal que ofrece una multitud de señales para la reflexión, de tal manera que la víctima la interpreta de una manera egocéntrica, de acuerdo con su sistema de valores y sus propias expectativas. El desafío más complejo para quienes caen en el abismo de la dependencia emocional por culpa de un narcisista perverso, es aprender a interpretar, de acuerdo con otro sistema de referencia, un modelo diferente de realidad, mensajes que parecerían alentar la relación y que, al revés, tienen como único propósito el de congelarla en un cómodo “equilibrio” sin compromiso, que enaltezca y agrande la imagen del narcisista. En esto la víctima es culpable, culpable de hacerse a un lado y someterse a los reclamos, manipulaciones y mentiras de la pareja; inconscientemente culpable de bailar un tango sombrío y desarticulado del apaciguamiento, confusión e ilusión. Para mantener al otro, dentro de su propia idea de amor, la víctima construye catedrales de sueños destinados a colapsarse: idealiza al amante hasta crear el mito del hombre perfecto que, por lo tanto, no merece. Y va contra sí misma. “Soy una perdedora”, “Todas las demás son mejores que yo”, “Él duda porque entiende que no valgo nada. Encontrará otra que vale más que yo y se enamorará de ella”. Estas sugerencias negativas, aparentemente “lógicas” con respecto a la experiencia emocional de la cual derivan, representan en un análisis más profundo, un intento ilusorio de “salvaguardar la imagen del otro” y de reconducir el fracaso de la relación a los presuntos errores de uno mismo. De esta manera, la víctima se pierde en una ilusión de control: la idea egocéntrica que será suficiente modificar su propio comportamiento para volver a conquistar el amado. Los comportamientos a evitar Clásicamente, son por lo menos tres los comportamientos que mantienen la dependencia emocional y arrastran la relación en una serie teóricamente sin fin de persecuciones y traumas: Tratar de desenmascarar el narcisista perverso. Solicitar aclaraciones. Seguir manteniendo abierta la comunicación. La dependencia afectiva es la consecuencia de esquemas de comunicación disfuncionales que se repiten y se fortalecen en un contexto de expectativas distorsionadas y de creencias erróneas sobre la relación sentimental. Por lo tanto, no se trata de un problema exclusivamente individual conectado con el pasado de los individuos involucrados en particular en el periodo de sus infancia, sino de una patología que se combina en el presente, en el “aquí y ahora” de la relación: en el presente, inconscientemente, los dependientes emocionales son prisioneros de los pensamientos, emociones y comportamientos, que derivan del sistema de acciones y reacciones de ambos y no necesariamente de los traumas primarios vinculados a las experiencias previas de un miembro de la pareja. Quien comienza una psicoterapia en busca de las causas remotas de los círculos viciosos en la que está atrapado, es probable que pierda de vista los problemas actuales y caiga en un lío que lo deje enredado aún más. La tendencia de los dependientes emocionales es, por lo tanto, la de sentirse culpables por no ser amados e ir constantemente a la búsqueda de “lo que está mal en ellos”, en lugar de reconocer los esquemas del otro y sus faltas constantes en las dinámicas relacionales. Además, cuando el otro se comporta como un narcisista perverso, el sentimiento de insuficiencia de la “victima” llega a lo más alto, porqué el compañero, siendo narcisista, actúa en la relación con el único propósito de alimentar su ego tan grande y no duda en destrozar la imagen, ya comprometida, de la contraparte. Reconocer e identificar las actitudes del narcisista perverso es útil tanto para renovar gradualmente la percepción idealizada que ha sido inculcada en la “victima”, como para producir en poco tiempo un cambio en el sistema interactivo que alimenta la dependencia afectiva. Los tres errores que alimentan las dependencias Lo que hunde más a la pareja del narcisista es, ante de todo, la dificultad en reconocer con claridad la inutilidad de sus acciones dentro de la relación y de resignarse a la idea de que haga lo que haga, se equivocará. No hay manera de encender el amor en el otro. Incluso cuando el narcisista parece acercarse, volviéndose sobre sus propios pasos, incluso cuando parece amar con ternura, es manipulador. Y eso es todo. Manipula por qué no soporta perder el control, de ser abandonado y, sobre todo, de ser desenmascarado en su incapacidad afectiva. Y este es el primer error que debemos evitar: tratar de desenmascarar la pareja poniéndola delante de su egoísmo, de su falta de compromiso, a la ferocidad de sus silencios, a la violencia de sus desapariciones. Para mantener una imagen positiva e integérrima de sí mismo, el narcisista se defenderá persuadiendo su pareja que es inadecuada y loca, justificando su comportamiento como la natural reacción a su pequeñez como persona. O también, se ajustará momentáneamente a las solicitudes de la víctima, con el solo propósito de demostrar que se equivoca, para regresar de repente a sus usuales actitudes sádicas e insensibles. En este contexto, cualquier intento de desenmascarar elnarcisista terminará para perpetrar el esquema relacional y alimentar la obsesión. Para salir realmente de eso, debemos abandonar la necesidad de obtener excusas o admisiones de culpa del otro y tomar la decisión de actuar en autonomía. Será solo el primer paso, porque cuando el narcisista se da cuenta que la presa se aleja, se esmera para recapturarla y es capaz de reaparecer después de meses o años con el fin de reestablecer su dominio. Para hacer esto, recurre a solicitudes de aclaración, juega la carta de la amistad o proponiéndose de manera seductora. El segundo error de evitar es aceptar de “aclarar” la situación cara a cara, entendiendo que se trata de una trampa con el intento de seguir con la masacre. Para la víctima es una decisión difícil porque, más o menos conscientemente, sufre con asombro el encanto del acercamiento de alguien que creía que la despreciaba y que, de repente, toma una actitud interlocutoria sobre la relación. La clave es decir “No”. No encontrarse, no “aclarar” nada, no tener nada que ver con el otro, por lo menos hasta que el camino de la liberación y de la emancipación de la dependencia afectiva no se haya concluido. El tercer error que debe evitarse es mantener una comunicación abierta con el narcisista perverso. Ningún mensaje, Facebook, ningún contacto directo o indirecto, son las claves para superar la abstinencia afectiva y terminar la relación para siempre. De hecho, no se puede “sanar juntos” de la dependencia afectiva cuando es activada por el narcisismo, de ninguna manera puede ser un camino compartido, sino que es el fruto de una elaboración individual de la “victima” que, reconociendo los esquemas del otro, concluye con determinación y coraje que la unión en la que se había involucrado era realmente imposible. Reconociendo el narcisismo Históricamente, el concepto de narcisismo ha surgido en el psicoanálisis de la necesidad de interpretar y comprender las perversiones sexuales (sadismo, masoquismo, exhibicionismo, voyerismo, etc.), que hoy, más correctamente, llamamos parafilias, y se ha evolucionado más allá de la esfera de la sexualidad, para convertirse en uno de los temas más importantes y controvertidos en psicoterapia. Los primeros estudios sobre el trastorno narcisista datan de 1892, cuando Havelock Ellis usó por primera vez el mito griego como la clave interpretativa del autoerotismo. Pero le debemos a Freud el “bautismo oficial” del narcisismo, con la Introducción al narcisismo de 1914, a partir de la cual los estudios, las observaciones clínicas y cientos de publicaciones llevaron, por primera vez en 1980, a trazar los rasgos de la personalidad narcisista en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III). La inclusión del narcisismo en el DSM pone énfasis en ocho criterios de diagnóstico, entre los cuales se deben detectar al menos cinco para formular el diagnóstico del trastorno de personalidad narcisista: reaccionar a las críticas con enojo, vergüenza o humillación; tendencia a explotar a otros por sus propios intereses; agrandado, es decir, sensación de ser importante, incluso de una manera inmerecida; sentirse único o especial, y entendido solo por algunas personas; fantasías de éxito ilimitado, poder, amor, belleza, etc.; sentirse con derecho a merecer privilegios más que otros; solicitudes excesivas de atención o admiración; falta de empatía hacia los problemas de otras personas. En la revisión del Manual de 1987 (DSM-III-R) se agregó una novena voz para hacer el diagnóstico más preciso a la luz de las observaciones y la investigación en el campo clínico: envidia persistente. Pero hablar al singular del “narcisismo” es limitado porque, incluso después de la conceptualización de la Asociación Americana de Psiquiatría, el término se usa para definir un trastorno de personalidad o simplemente un rasgo de personalidad; hablamos de “heridas narcisistas”, “trauma narcisista” o “defensas narcisistas” que se refieren a dinámicas inconscientes no necesariamente relacionadas con una disfunción psicoafectiva. Como veremos, el compromiso de los clínicos e investigadores es llegar a una perspectiva integrada y dinámica del narcisismo, para compartir criterios de diagnóstico y, sobre todo, para construir modelos terapéuticos efectivos y eficientes, tanto a nivel individual como a nivel de la relación entre el narcisista y su “víctima”. Freud, Kohut, Kernberg y Lowen: cuatro voces sobre el narcisismo El debate secular sobre el narcisismo muestra la complejidad de una estructura psicológica en el límite entre la fisiología y la patología. Freud teorizó un narcisismo primario como la etapa de desarrollo psicosexual que precede a la construcción del ego. En la primera infancia, el individuo es transitoriamente incapaz de distinguirse del mundo exterior y de las figuras de referencia más cercanas; vive en un estado de fusión perceptual donde percibe a los demás y a las realidades de alrededor como una continuación de sí mismo. En esta fase arcaica, egocéntrica y, por así decirlo, “ptolemaica”, el niño solo puede asumir que es un objeto de amor, para descubrir después que el mundo no da vueltas a su alrededor gracias a las primeras experiencias, muy normales y necesarias, de soledad y frustración que son el preludio a la concientización de no ser suficiente a sí mismo, como perteneciente de un vasto planetario humano. Por lo tanto, el narcisismo puede entenderse como una fase transitoria y fisiológica del desarrollo psíquico, que puede transformarse en patología (narcisismo secundario) debido a eventos traumáticos vinculados al contexto afectivo y existencial del niño, particularmente cuando la función afectiva de la madre se ve afectada. Kohut (1977) ha corroborado la importancia de las relaciones primarias entre el niño y los padres, especialmente la madre, para determinar la transición al funcionamiento no patológico o sea abandonar el modo narcisista en favor de una personalidad integrada y empática hacia uno mismo, los otros y el mundo exterior. En la perspectiva de Kohut, existe un narcisismo funcional, un núcleo original de la personalidad que determina el impulso a sentirse satisfecho y la creatividad del individuo y, por lo tanto, debe considerarse saludable. La formación de un Yo narcisista patológico en la madurez representaría, en cambio, la respuesta defensiva y asocial a una o más decepciones traumáticas de las necesidades emocionales del niño por figuras de referencia u otras personas significativas, adultos o pares, como compañeros de clase y amigos. El retrato del narcisista pintado por Khout es el de un individuo vulnerable, fragmentado e íntimamente sufrido. Kernberg (1975, 1987) teorizó la existencia de tres tipos de narcisismo: el narcisismo infantil, el narcisismo saludable y el narcisismo patológico. La patología narcisista se desencadena cuando la persona no puede integrar la imagen idealizada de sí mismo con la realidad externa y con la visión de los demás y se refugia en fantasías de grandeza que dificultan su capacidad de adaptación a la complejidad de las relaciones emocionales. También Lowen (1983) reconoce en el trastorno narcisista el resultado de una falta de integración en el ego de sentimientos negativos y traumáticos de las primeras experiencias de la vida y se focaliza en la forma en que las privaciones emocionales iniciales recaen tanto en el funcionamiento psicológico del individuo como en su experiencia corporal. Lowen amplía el estudio y la comprensión del narcisismo desde la esfera intrapsíquica y relacional hasta la dimensión física del cuerpo, incluyendo en la terapia la observación y el análisis de la respiración, la postura, la tensión muscular y la rigidez manifestada en el paciente narcisista como índices observable y modificable del conflicto emocional en el que está atrapado. Esta breve descripción general no puede incluir la amplia gama y la profundidad de las contribuciones internacionales sobre el narcisismo. El debate sobrela personalidad narcisista es tan complejo que dentro de la comunidad científica se pensó en cancelar el Trastorno de Personalidad Narcisista de la quinta y última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (2014). Si no fuera por la acalorada protesta de médicos e investigadores de todo el mundo en la fase de redacción de la quinta edición de la “biblia de la psiquiatría”, la eliminación del narcisismo de los trastornos de la personalidad habría significado una especie de “perdón” científico del todo injustificado. La omisión de una categoría tan importante y crítica como el narcisismo patológico del DSM-V sin duda habría complicado el diagnóstico y el tratamiento psicoterapéutico, pero sobre todo habría comprometido la posibilidad fundamental de comunicarse entre profesionales sobre un trastorno que la mayoría de los psicoterapeutas encuentran en la práctica diaria tanto directamente en pacientes narcisistas como indirectamente, en las consecuencias de sus acciones sobre otras personas que enferman en su relación con el narcisista y que piden ayuda. El Trastorno Narcisista de la Personalidad en el DSM-V En la página 775 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, recién impreso en la versión italiana publicada por Raffaello Cortina Editore, aquí están los criterios diagnósticos del narcisismo patológico, no muy diferentes a los que ya fueron documentados en ediciones anteriores: Es un agrandado (por ejemplo, exagera los resultados y talentos, espera ser considerado superior sin una motivación adecuada). Está absorbido por fantasías de éxito, poder, encanto, belleza ilimitada o amor ideal. Cree ser “especial” y único y ser capaz de ser entendido solo por algunos, piensa que debe frecuentar a otras personas especiales o instituciones de clase social alta. Requiere admiración excesiva. Tiene un sentido de derecho (es decir, la expectativa irrazonable de un trato especial favorable o la satisfacción inmediata de las expectativas propias). Aprovechar las relaciones interpersonales (es decir, aprovechar las ventajas de otras personas para sus propios fines). Falta de empatía: es incapaz de reconocer o identificarse con los sentimientos y las necesidades de los demás. Suele envidiar a los demás, cree que otros lo envidian. Muestra comportamientos o actitudes arrogantes y presuntuosas. En general, los indicadores de diagnóstico se agregan en un patrón generalizado de grandiosidad, que constituye el elemento clave del perfil del narcisista patológico. El Manual estima un porcentaje de incidencia del trastorno de hasta 6.2% en las muestras consideradas representativas de la población por la encuesta estadística e informa una incidencia indicativa de 50-75% de los hombres en la muestra general de diagnóstico de narcisismo patológico. El DSM resalta las contradicciones experimentadas por el narcisista: el sentirse agrandado contrasta con la vulnerabilidad extrema, la sensación de insuficiencia, la incapacidad social y emocional de la persona, que a menudo vive suspendida entre momentos de autoexaltación y períodos de profunda soledad. Otro elemento de diagnóstico es, de hecho, el abuso de sustancias: el tabaco, el alcohol y la cocaína, en particular, pueden constituir en el Trastorno de Personalidad Narcisista un intento de auto-terapia para aliviar, ilusoriamente, la inquietud e insatisfacción constantes, características de la patología. El perfil se resume en tres páginas y responde al criterio categórico adoptado históricamente por el manual más consultado por profesionales en el área psiquiátrica y psicoterapéutica. Este es claramente un criterio pragmático pero muy restrictivo: muy alejado de la realidad, donde el clínico se enfrenta a matices y verdaderas variantes del narcisismo, que solo se incluyen parcialmente en los criterios de diagnóstico y, en cambio, se refieren a un espectro narcisista de más amplia gama, mucho más articulado y complejo de lo que surge de la escasa definición del Manual. Recientemente, Kernberg cuestionó la validez del enfoque categórico afirmado por el DSM a favor de una visión dimensional, una visión más realista y orientada al cambio, más que al diagnóstico. La psicología narcisista se articula en tales y tantos planos como para ser esquiva a la nosografía psiquiátrica que necesita referencias “ciertas” e inequívocas para hacer diagnósticos. Además, el narcisismo patológico que no causa sufrimiento a la persona afectada, sino solo a aquellos con quienes entra en contacto, es difícil de ubicar entre las psicopatologías. Tres tipos de narcisismo: la contribución de Behary Entre los autores más interesantes y actuales, Wendy T. Behary (2012) propone tres tipos de narcisismo: narcisismo saludable, narcisismo inadaptado oculto y narcisismo inadaptado manifiesto. El narcisismo saludable describe a un individuo adaptado en su totalidad y capaz de compensar el egocentrismo con empatía, generosidad y altruismo. El narcisista saludable no solo es inofensivo en las relaciones sentimentales, sino que otros lo reconocen como un recurso y un líder. El narcisismo oculto. El narcisista ocultose presenta a sí mismo como un virtuoso, como un campeón de la justicia, un héroe que defiende la moral correcta y sigue el camino correcto en un mundo de ingratos e ignorantes. Está rígidamente dedicado a la misión de aparecer mejor que los demás y los denigra por sus debilidades y errores. El narcisismo manifiesto. El narcisista manifiesto vive en un estado de autoexaltación y en la búsqueda constante de la aprobación de los demás. Él solo está interesado en aquellos que validan y destruyen o ignoran cualquier cosa que pueda minar su (a menudo imaginaria) aura de encanto y grandeza. Continuum narcisista Las tipologías descritas por Behary parecen pertenecer a un continuum, a un “espectro narcisista” que va desde la polaridad “saludable y funcional” a la polaridad “mal adaptativa”. Dentro de este continuum hay infinitos matices narcisistas. Por lo tanto, se comprende mejor la necesidad de “pensar en el plural” y en una forma multidimensional para liberarse de una situación difícil de resolver como la dependencia emocional. En resumen, no todos los narcisistas son peligrosos. Por lo contrario, los narcisistas “sanos” pueden ser maravillosos poetas, artistas, gerentes, médicos dedicados o líderes extraordinarios y nunca dañar a los demás. En cambio, es necesario aprender a reconocer las caras violentas del narcisismo inadaptado oculto o manifiesto y trabajar para interrumpir su influencia dramática en las relaciones emocionales y sentimentales y, sobre todo, para hacer frente a sus consecuencias más radicales: la dependencia emocional. Desenmascarar al narcisista perverso Para desenmascarar al narcisista perverso es útil, en primer lugar, considerar dos variables: autoestima y sociabilidad. En el narcisista perverso más peligroso, las dos dimensiones son inversamente proporcionales: la autoestima se expresa sobre todo por la autoexaltación y el agrandamiento, el reclamo del control absoluto, la crítica feroz y cruel. La sociabilidad, por otro lado, es vacía y limitada, exhibida siempre que sea posible, pero formal, superficial y falsa. El narcisista perverso no está interesado en los amigos de una manera auténtica, a menos de poder aprovechar de ellos, y si no puede actuar como aquel magnifico depredador que se cree trata a las personas como si fueran literalmente invisibles. Por ejemplo, los narcisistas heterosexuales masculinos perversos desafían por completo a otros hombres, se comportan como si no existieran y casi nunca logran mantener amistades desinteresadas. Lo mismo ocurre con las mujeres narcisistas perversas: se sienten odiadas y envidiadas por otras mujeres, que - a diferencia de los hombres “colegas”, que a lo mejor ignoran los posibles rivales - tienden a oponerse con odio y agresividad. Cuanto mayor es el nivel de autoestima y, al mismo tiempo, el bajo nivel de sociabilidad, más se polarizael narcisismo en el lado inadaptado del continuum narcisista. Incluso si el narcisista perverso parece ignorar su insuficiencia social y su soledad, en cierto nivel siente su aislamiento con angustia, está avergonzado de ello y habitualmente se empeña en ocultarlo. Una primera indicación para desenmascararlo, por lo tanto, es aprender a hacer preguntas sobre sus relaciones, sus amigos, su familia, hacerlo con delicadeza, respeto y empatía y evitar el efecto de cuestionamiento. Cuanto más perverso sea el narcisista, más será elusivo, abrupto, evasivo, violento o castigador. Cuanto más perverso sea, más intentará escabullirse cortando la comunicación o dando vuelta el discurso sobre el interlocutor y culpándolo por su curiosidad “inapropiada y vulgar”. ¿Me estoy lidiando con un narcisista patológico? Lee las siguientes afirmaciones y atribuye a cada una de estas una puntuación de 0 a 2, donde: 0 = nunca 1 = raramente 2 = siempre Ten en cuenta que no hay respuestas “correctas” o “incorrectas”. Responde exclusivamente en función de tu experiencia y de la manera más sincera posible. Cuestionario Actúa como si fuera el centro del mundo. [0] [1] [2] Exige que lo traten con especial consideración. [0] [1] [2] Toma decisiones inflexibles. [0] [1] [2] Tiende a negar la evidencia. [0] [1] [2] Nunca lo escuché decir “perdón”, “lo siento”. [0] [1] [2] En público, no duda en ridiculizarme o tratarme sarcásticamente. [0] [1] [2] Después de todo, él es una persona que no tiene verdaderos amigos. [0] [1] [2] Si él desea algo, lo exige tercamente. [0] [1] [2] Es celoso sin razón. [0] [1] [2] Quiere saber siempre donde voy, pero no me dice adónde va él. [0] [1] [2] Es muy exigente con los demás. [0] [1] [2] Es muy estricto consigo mismo. [0] [1] [2] Él me castiga con el silencio. [0] [1] [2] Se ofende fácilmente y reacciona con ataques personales. [0] [1] [2] Él se cree mejor que los otros. [0] [1] [2] Muy a menudo encuentra los demás, aburridos. [0] [1] [2] Se enfoca demasiado en los detalles, tiene sus “obsesiones”. [0] [1] [2] Fuma mucho, bebe mucho o toma drogas. [0] [1] [2] Está obsesionado con la forma física. [0] [1] [2] Al juzgar la apariencia física de los demás, es casi cruel. [0] [1] [2] Da la sensación de no sentir emociones. [0] [1] [2] Se pone duro frente a las películas o situaciones conmovedoras. [0] [1] [2] No siente ningún remordimiento después de haberme maltratado. [0] [1] [2] Él pide continuamente la aprobación de los demás. [0] [1] [2] Para parecer superior a los demás, miente con naturalidad. [0] [1] [2] Se enoja violentamente cuando estoy triste. [0] [1] [2] Cuando me ve serena, se pone sombrío o me ataca. [0] [1] [2] Cada “no” que recibe literalmente lo pone furioso. [0] [1] [2] Con frecuencia, aunque lo oculte, parece deprimido. [0] [1] [2] Es vengativo y no conoce el perdón. [0] [1] [2] De 0 a 25 puntos En tu percepción, tienes una pareja equilibrada que está atenta a tus necesidades. Puede ser que, a veces, tú lo veas “distraído” y un poco más de celos, de hecho, beneficiaría vuestra relación. Si tu puntaje se acerca demasiado a cero, el peligro es que la relación se desarrolle bajo el estandarte de un excesivo autocontrol y, a la larga, estorbe vuestra capacidad de compartir las necesidades emocionales y lograrlas mediante la cooperación. De 26 a 45 puntos Es probable que tu pareja tenga aspectos narcisistas y puede ser útil prestar más atención a la calidad de vuestra relación. ¿Tenéis una relación igual y mutua? ¿Lucháis a menudo? ¿Cuál es el saldo de vuestra historia hasta ahora? Cuanto mayor sea el puntaje, mayor es la posibilidad de que te sientas dependiente y atrapada y de que te des cuenta, al menos en parte, de que la relación te frustra y que si no fuera por tu paciencia, ya habría terminado. De 45 a 60 puntos Alarma roja. Detente y pregúntate qué estás haciendo. Tal vez la relación entre vosotros esté desequilibrada y la falta de reciprocidad cause continuas disputas o un cierto sufrimiento sumiso de tu parte. Reflexiona sobre la posibilidad de que la relación carezca de límites personales claros y compartidos y que, a pesar de tus esfuerzos, las cosas no sigan bien. ¿Te sientes seguro con él? ¿Hasta ahora ha demostrado ser sincero y digno de confianza? ¿Te sientes feliz? ¿Cómo son vuestras relaciones con el mundo exterior? ¿Qué compartís? El monstruo humano El tirano más querido es aquel que recompensa y castiga sin razón. (Ennio Flaiano) Las historias de dependencia emocional son siempre desconcertantes, porque atrapan a sus protagonistas en un vórtice autodestructivo del que no parecen querer salir, a pesar del aumento de dolor que le procura. La lógica nos llevaría a pensar que las traiciones, las mentiras, la humillación, el abuso psicológico, a veces velado, a veces sorprendente y la violencia verbal o física que caracteriza la relación de dependencia deberían empujar a la víctima a interrumpir la relación, pero desde un punto de vista psicológico, a menudo pasa al revés. De hecho, cada falta y cada ataque del miembro “fuerte” de la pareja tienen el efecto aparentemente inexplicable de fortalecer el vínculo, mientras que erosiona la capacidad reactiva de la contraparte que termina por abandonarse a su amor exasperante. La trampa de la ambivalencia Las personas atrapadas en la dependencia afectiva viven subyugadas por la ambivalencia: el otro es a veces bueno, romántico, encantador, único y especial ... otras veces se vuelve cruel, helado, repulsivo, feo, banal. Sin solución de continuidad, el objeto de amor dependiente tiene dos caras opuestas, pero fusionadas en una alquimia venenosa. Así que la imposibilidad de determinar si es completamente bueno o completamente malo se vuelve paralizante. Creemos que los hombres y las mujeres que aman poco son criaturas frías, individuos calculadores e incapaces de probar afecto, criminales emocionales que actúan de manera sospechosa e inequívoca, pero ese no es para nada así. Al revés, en la dependencia afectiva, al menos una de las partes presenta y actúa una identidad dual, alternando arrebatos emocionales con la espontaneidad desarmante de un niño a explosiones de ira o silencios siderales; él se juega con vibrantes promesas de amor y luego se niega con imponderable vehemencia. Esta dualidad es el punto focal de la dependencia relacional: la “víctima” se enamora de la buena cara de la pareja, sus aspectos sentimentales y su sensibilidad transitoria, la idealiza y se dedica por completo a ella, mientras minimiza o niega la “mala cara”, la separa del objeto de amor porque es ilógica e incongruente con sus necesidades afectivas conscientes y con la imagen especular del amor romántico. El monstruo que ata, maltrata, humilla, manipula, explota, se siente tan seguro de sí mismo bajo la protección de su prisionera que se culpa a sí misma por cada castigo y violencia sufrida y está dispuesta a perdonar todo, a comprometerse con todo para echar un vistazo una vez más a ese destello fugaz de luz angelical en el rostro de su amado. Los monstruos no existen, o al menos no existen en la forma estereotípica y evidente en la que afirmamos reconocerlos. Los monstruos humanos, los verdaderos, no tienen los dientes filosos de los vampiros, ni presentan deformidades físicas inquietantes, no emiten olor insalubre y vomitivo y no dan vueltas armados hasta los dientes. Los monstruos humanos están dotados con esa capacidad mimética que los hace como los demás y, de hecho, los hace ver mejor que los demás: más fascinantes, más inteligentes y más dotados. Muestran certezas lapidarias y dispensan la verdad con solemnidad sacerdotal. Su secreto consiste en dividir y aislar tanto como sea posible de las emociones “negativas”: el miedo al abandono, la vulnerabilidad, la posible falacia de una emoción, de una elección o de una acción, el miedo a sucumbir a la angustia de ser perfectamente humano. Por lo tanto, si desde la pareja dependiente el amado es vistocomo un ángel caído en una nube de estados de ánimo contradictorios hipnóticos y profundamente emocionantes, el monstruo se auto-percibe como un ser perfecto indebidamente ofendido por la debilidad del otro y por su dedicación obscena. Y, cuanto más uno se expone y se opone con amor inquebrantable al dolor de la relación imposible que lo entierra, más el monstruo humano se hace sombrío en su desprecio y en su rabia. El principal error Básicamente, el drama de la dependencia emocional comienza y se difunde a partir de una gran equivocación. La “víctima” se enamora de una cara resplandeciente e intrigante y considera los ataques del monstruo humano en la escena de la relación como manifestaciones de su propia indignidad. Se deja culpar, acepta las mentiras más torcidas y la traición manifiesta con la ilusión de conquistar la cara amable del amado y sacarlo de la oscura maldad que lo corrompe. Pero la intemperancia y la inquietud que se filtra desde la maravillosa máscara del amado, el salvaje desprecio, la indolencia amenazante y las temperaturas siberianas de sus acciones, no son la máscara de una buena persona adorable, son la verdadera cara del monstruo humano. El verdadero monstruo es dual, vive la contradicción, la encarna, es el resultado de una falta de integración entre las partes positivas y negativas de sí mismo, de su historial emocional borrado, traumático, que nunca logró elaborar, de un niño con el corazón roto. La enfermedad de amor Los errores en amor se pagan caros. Es bueno saberlo. Mucha gente me pregunta: “¿Cómo puedo hacer para que el narcisista perverso se enamore de mí, cómo puedo reconquistarlo?”. Otras amargadas, preguntan: “¿Cómo puedo vengarme de todo lo que me ha hecho?”. Estos son temas cruciales y recurrentes en la difícil elaboración y superación de una dependencia sentimental, porque “cómo vengarme” o “cómo reconquistarlo” son de hecho, las polaridades opuestas del mismo sentimiento aún no resuelto, todavía andando por un campo minado potencialmente patógeno. Cuando una relación de amor se enferma y nos enfermamos por ella, se reduce a la obsesión, y la obsesión es el sello distintivo de la dependencia afectiva, independientemente de las diferentes formas que adopte. Reconocer la obsesión es fácil: el pensamiento está lleno de ella, la mente recurre a contenidos repetitivos, las emociones se reúnen alrededor del punto central (la reconquista, los celos, la culpa, la venganza) forman remolinos como el agua que se va por un desagüe y el comportamiento se empobrece, se vuelve redundante, todo tiende a perder de significado. La enfermedad de amor es la dependencia emocional, la incapacidad para liberarse de una relación insatisfactoria, dolorosa, a menudo hiriente y humillante, otras veces simplemente vacía y fría, una relación de la trama interrumpida por largos silencios, mensajes telegráficos y banales, expectativas decepcionadas y citas perdidas. Meditar venganza parecería un paso adelante, pero es un indicador de dependencia encubierta, análoga al síntoma más obvio de la obsesión por la reconquista. ¿Venganza o reconquista? A pesar de su aparente diversidad, la idea de la revancha y la de la reconquista están unidas por un convencimiento central que constituye el núcleo de la dependencia: la ilusión de que las propias acciones puedan finalmente influir en el estado de ánimo del otro y así que hay la tendencia a organizarlas de manera que tengan un efecto emocional. El dependiente emocional no puede aceptar el hecho de que la relación patológica que erróneamente llama “amor” se distingue por la falta casi total de reciprocidad y por la fuerte distorsión de sus expectativas sobre el objeto del amor. La falta de reciprocidad significa que los individuos encarcelados en el “mal de amor” piensan, sienten y actúan, considerando solo su propio punto de vista y sin saberlo se relacionan no con el otro, sino con un ideal del otro. Por esta razón, las historias de dependencia emocional se caracterizan por episodios desconcertantes: malentendidos mínimos se convierten en heridas incurables, sorprendentes demostraciones de amor son ignoradas por completo, las traiciones más crueles y las palabras más brutales son “olvidadas” rápidamente y liquidadas con la promesa de comenzar de nuevo desde el principio. En resumen, salta por el aire el enlace “saludable y funcional” que conecta a las personas a través de acciones y reacciones apropiadas. Por ejemplo, en una relación de amor la ambigüedad y las incertidumbres de un miembro de la pareja pueden causar el dolor del otro pero, después de un cierto tiempo, promover la reacción de autodefensa para concluir la relación y mirar más allá, una elección que contiene respeto para sí mismo y para los sentimientos de los demás. En una dependencia emocional, por otro lado, las ambigüedades e incertidumbres sentimentales de un lado producen un afecto cada vez mayor en el otro, que a través de actividades agotadoras, intentos obstinados de persuadir la pareja e “inducirla” a amar con estrategias de seducción, juegos psicológicos, amenazas veladas o manifestaciones y otros comportamientos “irracionales” que violan abiertamente la integridad tanto del compañero que los realiza como del que los “sufre”. En todos los casos, se pierde la capacidad de tener una visión realista de la otra persona, considerarlo como “individuo separado de uno mismo” y rechazarlo cuando actúa de manera perjudicial para su propio equilibrio sentimental. La solución ilusoria Aquellos que todavía están encarcelados en el laberinto de la enfermedad de amor viven el drama de tratar de pensar con la cabeza del otro sin darse cuenta de que, sin embargo y siempre, piensan con su propia cabeza. Cuando una relación es fuente de dolores tan intensos y consecuencias trágicas así como ocurre en la dependencia emocional, uno debe aceptar la imposibilidad de entender al otro, renunciando a encontrar “razones lógicas”, porque responderían a su propia lógica, que nada tiene que ver con la de la pareja. Pensar con la propia cabeza, identificando y respetando las propias necesidades emocionales, avanzando hacia relaciones satisfactorias y posibles: estos hechos simples se transforman en obstáculos colosales en la dependencia emocional. Por esta razón, no pudiendo cambiar al otro se llega a la solución ilusoria de actuar sobre uno mismo: reprimirse, controlarse, hacerse a un lado, autocastigarse creyendo que, al hacerlo, se establecerá una apariencia de amor. Parece absurdo, pero en la psicología de las adicciones sentimentales esta elección se rige por la misma lógica que mantiene y alimenta la patología: la total falta de respeto por uno mismo, el convencimiento íntimo de no valer nada y la idealización simbiótica con la pareja, concebida como una especie de tótem mágico y poderoso frente al cual inclinar la cabeza, esperando el milagro del Amor. “Ganar sin luchar” es una antigua estratagema del arte de la guerra y es válido cuando, como sucede en la dependencia emocional, la guerra misma se convierte en la esencia de la relación. Abandonar el campo de batalla, abandonar cualquier estrategia, réplica, comunicación con el oponente, termina por derrotarlo. Por lo tanto, es inútil buscar venganza o idear métodos para la “reconquista”. La verdadera victoria es aprender a “dejar ir” lo que no funciona, lo que duele y lo que hiere y aprender a cuidarse a sí mismos, para protegerse de las trampas psicológicas, de los autoengaños y de los asaltantes presentes y futuros. En la mente del narcisista perverso El narcisismo no consiste, como se cree comúnmente, en la incapacidad de amar, sino en la incapacidad de recibir el amor del otro. La psicopatología deriva a menudo de la falta de significado en lo que nos pasa, de la imposibilidad de trazar una cierta coherencia y un significado aceptable de los hechos. Como seres humanos, en la esfera relacional y afectiva tenemos la necesidad imperiosa de entender el “por qué” de un comportamiento dado y a menudo satisfacemos,esta necesidad, a través de la lógica lineal o causal, que presupone la existencia de una causa y un efecto. Por ejemplo: “Si soy atento y considerado (causa), el otro me recompensará con cariño (efecto)”; “Si el otro me rechaza (efecto) significa que hice algo mal o algo está mal conmigo (causa)”. La lógica causal proporciona un modelo híper-simplificado de dinámica relacional y resulta aún más ineficaz cuanto más complejo es el contexto interactivo donde lo aplicamos. Más bien, las relaciones humanas responden a una psico-lógica que tiene poco que ver con la lógica lineal. La comunicación es un fenómeno circular (Watzlawick et al., 1974) en el que “causas” y “efectos” sustancialmente no existen, pero constituyen una mera y arbitraria reducción de la complejidad a segmentos lineales de “si... entonces” que utilizamos para simplificarnos la vida y movernos con facilidad en un universo desconocido: nuestra propia psicología, la del otro y los resultados infinitos de la interacción entre estos dos mundos. Elementos de problem-solving relacionales Cada situación de conflicto interpersonal, cada crisis psicológica, cada trauma relacional (como una traición, separación o pérdida) desafían las ‘teorías lineales’ sobre la realidad que hemos entretejido durante las experiencias relacionales anteriores y la deshace. Así nos lanzamos en la búsqueda del “por qué” (de las causas) en la ilusión de que solo de esta manera podremos detener y resolver las consecuencias de un desastre emocional. Cuando el problema se refiere a la relación con la pareja, uno de los errores más común es tratar de entender las razones de sus acciones, desde la idea de que su mente funcione como la nuestra y utilizamos inconscientemente nuestra propia forma de ver la realidad para buscar posibles soluciones. Los arreglos que derivan de esta estrategia generalmente “empeoran el mal”, precisamente porque se basan en la convicción implícita de que el otro piense como nosotros, comparta las mismas creencias y nuestros propios valores. Interpretar las comunicaciones del otro según nuestro punto de vista termina incrementando las distancias y exacerbando los conflictos. Por otro lado, cuando estamos dispuestos a hablar sobre cómo percibimos una determinada situación y también la pareja ofrece explicaciones sobre su experiencia subjetiva, es más fácil desarrollar soluciones efectivas y satisfactorias para ambos. No “por qué” sino “cómo” Casi siempre los “por qué” de ambas partes representan solo parcialmente la realidad de la relación y, una vez compartidos, ayudan a comprender que el problema se origina en una concatenación progresiva de distorsiones de comunicación y malentendidos mutuos. Al trabajar sobre cómo la pareja construyó las bases del conflicto, en la mayoría de los casos, es posible resolver y fortalecer la relación. Estos breves indicios sobre la resolución de problemas interpersonales se aplican con la condición de que las partes en cuestión se consideren comprometidas en la relación, que tengan un interés auténtico el uno hacia el otro y se respeten mutuamente. En las relaciones de dependencia emocional, desde el principio falta como principio básico el compromiso, el interés y la igualdad de valores: la relación se basa en una complementariedad fuerte y rígida, con una parte que se percibe (o de hecho es) “dominante” y la otra que sufre, más o menos conscientemente, esta situación y se esfuerza por lograr amor y aprobación. Esto sucede porque la parte “débil” de la pareja actúa de buena fe pero con un pensamiento equivocado, “si tengo paciencia y me comporto bien (causa), el otro cambiará (consecuencia)”; “El otro me ignora, me maltrata o me castiga (consecuencia) porque no soy o no hago lo suficiente” (consecuencia). La “distorsión causal” en la dependencia emocional Es evidente que la lógica causal utilizada por quien sufre de dependencia emocional para entender una relación tan frustrante y desequilibrada, desata secuencias lineales que se ejecutan en su contra y que se centran casi exclusivamente en uno mismo y en sus propios defectos, sin considerar adecuadamente los errores y los incumplimientos de la pareja. Esto, cuando la contraparte presenta rasgos narcisistas, exalta aún más su poder percibido y exacerba la asimetría de la relación. Si finalmente el compañero es un narcisista, el sistema se convierte en múltiples ataques repetidos, un sufrimiento continuo, un juez perverso que siempre condena de manera inapelable al dependiente emocional, obligado todos los días a expiar su pena presunta y su reconocida insuficiencia mientras cultiva la ilusión que después de tanto sufrimiento, llegará la gracia del amor de parte de su inquisidor. Una relación a doble ciego El drama es que en la dependencia emocional, la relación no existe y nadie se da cuenta. Me refiero a que el dependiente afectivo termina enfocándose completamente sobre sí mismos, sobre sus propios “errores” en su dolor, perdiendo la percepción realista del “sujeto” que “ama”, “sujeto” que se convierte en objeto, tótems, utopía. Nada parecido para el narcisista original, inestable y, a su vez, seriamente alejado de la realidad y la relación. En la mente del narcisista el otro no existe, no existe como interlocutor, no existe como persona, es sólo el espejo y herramienta para validar su propia imagen y enriquecer un romance egocéntrico, magnífico, que requiere de víctimas sacrifícales para su personalidad despótica y suprema. El narcisista y su pareja son dos ciegos, incapaces de verse, condenados a imaginar la existencia de un “amor”, que es sólo la manifestación de la incapacidad aterradora de querer a alguien en una realidad psicológica diferente: conjunta, satisfactoria, compartida y hecha de planes para el futuro. Nudos, traumas y miedos Tanto el narcisista como su “víctima” son psicológicamente extraños, alienados, irremediablemente aislados uno del otro, personas que insisten en tratar de resolver un problema a nivel relacional, un problema que no existe, porque la relación misma no existe y muchas veces nunca existió, excepto como una coartada inconsciente para evitar, cada uno a su manera, enfrentar de una vez por todas el problema real: la relación consigo mismo, con la percepción de uno mismo, con una historia personal llena de nudos y discontinuidades, miedos y traumas. Comprender el narcisismo a través del mito Según el mito, Narciso era un hombre joven con una belleza magnética irresistible que murió ahogado en una fuente, seducido por su propia imagen refleja de la que se había enamorado locamente. La mitología cuenta una historia fascinante y compleja, que describe a un joven soberbio y arrogante, que seducía y luego rechazaba violentamente hombres y mujeres que, a cualquier edad, se enamoraban de él. Además de la versión de Ovidio, las escrituras antiguas añaden detalles del mito que son preciosos para entender plenamente su poder sugestivo universal y su influencia cultural, detalles que permiten analizar el desorden de personalidad que toma el nombre del trágico protagonista de la historia: el narcisismo. La familia de Narciso. Narciso es el fruto de una relación violenta. El padre Cefiso, dios fluvial del río homónimo, violó y encarceló a la ninfa Liríope para poseer su belleza. Es un elemento interesante porque también en la realidad, el narcisista, es concebido y criado dentro de una relación matrimonial dolorosa y fuertemente desequilibrada y, cuando no es utilizado para satisfacer las necesidades emocionales de uno de los padres, crece en un clima de exaltación dada por la centralidad que se le asigna dentro de la familia. A menudo, los padres del narcisista imponen al niño reglas precisas y perentorias, y estándares muy altos a los que subordinan su amor. “Debes ser perfecto o no te amaremos”, parecen repetir continuamente. Por lo tanto, el narcisismo puede ser entendido como el tentativo infantil de no sucumbir a la confusión emocional, el intento de no desintegrarse y disolverse en el sentido de insuficienciaresultante por las reclamaciones de uno o ambos padres. Volviendo al mito de Narciso, es probable que el padre Cefiso, autoritario, violento y posesivo, represente el verdadero precursor del narcisismo perverso debido a la crueldad con la que encarceló la ninfa sumisa que, después de la violación, dio a luz a Narciso. Este es otro enlace que el mito tiene con las adquisiciones logradas por la psicología y la psiquiatría: en realidad, es común que los narcisistas tienen o hayan tenido, a su vez, uno de los padres narcisista. La tragedia afectiva de la familia parece impregnar por completo Narciso, hasta el trágico desenlace: una muerte acuática, una muerte por ahogamiento en una fuente que, observada con un ojo analítico, sugiere un intento inconsciente de reunirse con la madre Liríope (ninfa de la fuente) y, al mismo tiempo, repite su destino siendo tragado por el agua tal como ella se dejó aprisionar por Cefiso, dios fluvial. En este sentido, Narciso y los narcisistas se parecen entre sí: se ahogan miserablemente en un amor irresoluto e imposible, a menudo nocivo, repitiendo sin darse cuenta y de forma distorsionada y amplificada, los patrones aprendidos en la infancia que nunca fueron reconocidos y tampoco tratados. La pubertad de Narciso. Ovidio habla de un Narciso adolescente que encanta a hombres y mujeres, todos rechazados atrozmente. Narciso, como los narcisistas, no conoce la empatía: se muestra indiferente a las consecuencias sentimentales y humanas de su comportamiento y, al revés, parece complacido con el dolor que causa. También en el nivel clínico, el narcisista desprecia a todos, todos parecen inferiores, tontos, ingratos, indignos y la violencia con la que los humilla es igual a la ira de no poder amar a nadie, la ira que está completamente dirigida hacia el prójimo, hacia el otro, aparentemente considerado culpable de dejarlo solo debido a su decepcionante limitación. Su condenación es la soledad. Adentrándose más en la leyenda, Narciso está, de hecho, desesperadamente solo con su belleza, prisionero de la arrogancia y de la soberbia heredada del padre y la sumisión materna. Mientras Cefiso domina a Liríope, que ama a su hijo, así Narciso, en una cruel y grosera identificación con el dios fluvial, su padre, somete y destruye indiscriminadamente a quien le de amor. De alguna manera, Narciso parece estar involucrado en una competencia de crueldad con su padre, un juego de poder que, por imitación, lo empuja a hacer cosas peores y más todavía. Otro elemento recurrente en la psicología clínica: los narcisistas, desde la adolescencia, han estado involucrados en una relación de amor y odio con un padre percibido como poderoso, emocionalmente avaro, rígido y dominante; o con un padre ausente, separado de la madre o fallecido, que es idealizado e imaginado como un semidiós. Ellos odian a su padre pero, debido a que tiene el control sobre su madre, inconscientemente aprenden a interiorizarlo y a competir con él en el nivel de posesión y destrucción. Es por eso que pueden volverse perversos. El crimen de Aminias La versión de Ovidio del mito de Narciso es la más conocida, pero Conón agrega a la leyenda un pasaje fundamental y aterrador. Conón cuenta de Aminias, un joven enamorado de Narciso que, a diferencia de otros, no se resignó al rechazo y tercamente luchó por conquistarlo. Entonces Narciso le dio una espada y le pidió que se apuñalara a sí mismo como una prueba extrema de amor. Aminias se suicidó obedientemente pero, al borde de la muerte, maldijo a Narciso invocando a los dioses. Este episodio dramático del mito muestra otro aspecto recurrente en la vida de los narcisistas perversos, aquellos reales: antes de abalanzarse sobre las mujeres experimentaron relaciones homo-afectivas con ambivalencia y frialdad, decretando la destrucción del amigo que, como Aminias, es empujado hasta la paradoja de la autodestrucción. Continuando en el paralelo entre el mito y la realidad, los narcisistas perversos no logran establecer amistades con hombres que no se enamoran de ellos, por lo que instauran relaciones formales con personas de su propio sexo, con la excepción de los “amigos” que los adoran, evitan a los hombres que representan “una autoridad” y entran fácilmente en conflicto con aquellos que aparentan ser una amenaza para su hegemonía. Después de la adolescencia, el narcisista a menudo resulta ser un individuo aislado que busca compañía, cazando presas que calmen su sensación de deficiencia social y su incapacidad de entretener relaciones estables y auténticas. El mito de Eco y el final de Narciso La ninfa Eco, que es consumida por el amor no correspondido hasta la muerte, encarna, en el mito, la figura de la dependiente emocional. Eco persigue a Narciso a través del bosque y él, solo interesado en su propio reflejo, la ignora causándole un sufrimiento fatal. Eco sigue enamorada de Narciso a pesar de su rechazo y, literalmente, se disuelve en su propio dolor, convirtiéndose en una voz entre los árboles. La figura de esta ninfa, desesperada y obstinadamente ligada a Narciso, es rica en elementos metafóricos que la acercan a la psicología de las dependientes afectivas: ella es una mujer que renuncia a sí misma, una mujer que se pierde en un sentimiento carente de sustancia y significado, un sentimiento tal vez encendido y alimentado precisamente por el rechazo y la incapacidad de completarse. Eco, además, como sucede a menudo con el pasado de aquellos que sufren de dependencia emocional, tiene una historia de exclusión y abuso. Ovidio cuenta que la ninfa fue notada por Zeus por ser habladora y que el Padre de los Dioses le pidió que distrajera con sus chismes a su esposa Hera, para que él pudiera traicionarla con las ninfas de las montañas. Pero Hera descubrió el engaño e infligió a la ninfa un terrible castigo: le quitó la posibilidad de hablar y la condenó a repetir para siempre las últimas palabras escuchadas por su interlocutor. Si miras a Zeus y Hera como una pareja de padres, Eco es una hija utilizada por su padre para sus propios fines y en contra de su madre. Zeus es un padre inestable, incorrecto, inconstante, pero lleno de un encanto indiscutible; Hera es una madre estricta y punitiva que establece un vínculo con su hija condicionado por lo que esta puede hacer por ella. Estos elementos también se repiten en la realidad de la infancia de aquellos que luego desarrollan una dependencia emocional. Es interesante también la aptitud de Eco para los chismes como cuenta el mito porque, continuando el paralelo con la realidad, una característica recurrente en los sujetos dependientes es la tendencia a “hablar de más”, a decir todo lo que piensan, a referir todo a los demás, como si no pudieran trazar límites claros y estables de su identidad sin hacer referencia a un sujeto externo. El papel de la ninfa Eco agrega encanto al mito de Narciso, del mismo modo que el adicto emocional, más o menos conscientemente, nutre y amplifica la sensación de poder y grandeza de su “narcisista”. Eco vive un amor atormentado y dulce al mismo tiempo y se autodestruye mientras Narciso la ignora y la ridiculiza, prefiriendo su imagen a ella; de la misma manera, en el mal de amor, las “víctimas” continúan buscando el vínculo con la pareja aun cuando todas las pruebas muestran que la relación nunca funcionará y también cuando la pareja las humille, las trate mal o las somete. Narciso muere ahogado, Eco se disuelve, permaneciendo de algún modo viva, aprisionada en una muerte viviente como un lamento en el bosque, viva en su condena de repetir para siempre las últimas sílabas dichas por otros. Incluso en la realidad, los protagonistas de la dependencia emocional viven un destino muy triste: la soledad llena de fantasmas, confundida por suposiciones y hecha de amor ilusorio. El mito de Narciso suena como una advertencia y parece afirmar que el amor imposible es realmente imposible. Un mensaje simple que abarca los siglos, pero que no llega a los humanos, ni los distrae de contrastar su fragilidad.Los patrones de “recaptura” narcisista Es tan dulce sentirse amado, que también nos conformamos con la apariencia. (E. D’Houdetot) El miedo a ser abandonado y reemplazado es uno de los elementos más característicos de la dependencia emocional y es la razón principal por la cual quien los sufren se aferran al objeto del amor con toda su fuerza, más allá de cualquier evidencia sobre la naturaleza precaria y patológica de la relación. Así, el narcisista perverso basa su poder en el terror del abandono y de la traición, de alguna manera es consciente de que cuanto más crea sentimientos de incapacidad en la pareja, más obtiene el control de su vida y así satisfará sus necesidades narcisistas. La “víctima” de la obsesión amorosa percibe al compañero como poderoso y deseado, lo idealiza y lo exalta sin la menor sospecha de tener que lidiar con una personalidad frágil y con una afectividad desmoronada, ni imaginar ser, en realidad, indispensable para su propio “verdugo”. Esto se demuestra por el hecho de que cuando uno rompe el patrón de la adicción, el narcisista perverso intenta recapturarlo con estrategias focalizadas en reanudar la relación. Este comportamiento desorienta por completo a los que están comprometidos con fatiga, a veces con un esfuerzo inmenso, en “desintoxicarse” y puede alimentar la ilusión del amor. “Si él vuelve a mí, significa que me ama”, “Si regresa, significa que me ha perdonado por todos mis horribles defectos”, “Ahora todo cambiará y trabajaré duro para que la relación funcione” es lo que piensa la “víctima”, sin darse cuenta de caer dramáticamente en la adicción y exponerse a otros meses o años de sufrimiento innecesario. Los patrones de "recaptura" narcisista En la lógica del narcisista perverso, el abandono es inadmisible. La huida de la presa se experimenta como una herida de la identidad, un ataque imperdonable a la necesidad de ejercer el control y poder sobre el otro. Esto motiva, por lo general inconscientemente, los que a la "víctima" parecen sinceros tentativos de encender de nuevo la llama del amor y de acercarse otra vez y que en realidad son trampas. En el análisis de decenas de casos que he observado, los narcisistas recurren a esquemas fijos de recaptura de sus víctimas. Hay una recurrencia perturbadora en la estructura de estos comportamientos y en las respuestas que provocan en la presa, que con frecuencia cae en una de las trampas y se reanuda la danza macabra de la enfermedad de amor. Los patrones de recaptura pueden aparecer desde unas pocas semanas después del final de la historia hasta años después de que la relación se acabó. En este sentido, la "víctima" jamás puede bajar la guardia y tiene que saber los peligros que corre incluso después de un largo tiempo, a menos que no haya alcanzado un nuevo equilibrio psicológico y emocional, como para inmunizarse de la influencia nociva del narcisista. En este caso, la ex dependiente afectiva no alimentará ningún interés en su pasado "amor". Hay cuatro esquemas de recaptura o "planes de recaptura": el esquema del silencio; el esquema de la culpa; el esquema de la adulación; el esquema de los síntomas. El esquema del silencio Cuando la presa se rebela contra el yugo de la dependencia afectiva exacerbada por el dolor y doblegada por la evidencia, el primer movimiento del narcisista perverso es permanecer inmóvil. Conoce a la víctima, sabe que no podrá escabullirse tan fácilmente, la imagina, a menudo con razón, atormentarse en la obsesión, consumirse en lágrimas, sufrir hasta el punto de que volverá más "enamorada" que nunca. Además, el intento de evasión de la pareja implica para el verdugo sentimental la ventaja secundaria de tomar un descanso de una relación que ya sentía "demasiado exigente" y dedicarse a su actividad favorita sin complicaciones: deleitarse sólo. El narcisista perverso tiene un sentido del tiempo decididamente amplio: si para su "víctima" una hora es un siglo, para él las semanas no son nada y, por lo tanto, es hábil en el arte de esperar, como una araña suavemente dormida en su tela. El esquema del silencio es siempre el plan A. No implica ningún sufrimiento para el narcisista, sino que constituye un juego divertido que culmina con el regreso de las ovejas al redil que, de esta manera, alimenta su sensación de poder. Mientras que el otro lucha con absoluto dolor, el narcisista recuerda a un reptil frío y distante capaz de sobrevivir sin comer durante semanas, matemáticamente seguro de que el silencio le hace justicia y hará que la víctima sea aún más débil y más abierta al abuso. Un depredador experto, el narcisista perverso sabe bien que la pareja no lo dejará completamente en ayuno: mirará su página de Facebook, le enviará mensajes indirectos, y tomada por la desesperación le enviará un mensaje o una nota contradictoria como “¡Ya decidí, no quiero saber más nada de ti!”. Si finalmente, la estrategia del silencio no funciona, hay un plan B: el esquema de la culpa. El esquema de la culpa Si la táctica del silencio no funciona porque la presa está decidida a escapar del juego de la dependencia, el narcisista perverso cambia el esquema y adopta su favorito, el que, cuando la relación estaba intacta, esclavizaba mejor la pareja y la clavaba a la relación. El esquema de la culpa es una mezcla sagaz de acusaciones y ofensas, insultos y descalificaciones, teoremas destinados a destruir la autoestima del otro para inducirlo a regresar sobre sus propias decisiones motivado por la posibilidad ilusoria de redimirse a los ojos del narcisista y, al mismo tiempo, por el desaliento de creer realmente de ser una persona desagradable e indeseable y de no tener más remedio que conformarse con un "amor" hecho de aflicciones e infelicidad. El narcisista perverso es un arquero infalible: sabe dónde golpear y da en el blanco justo en los puntos débiles de la presa: la imagen corporal y la sexualidad ("Estás gorda", "Eres un desastre haciendo el amor, ¿quién te quiere?"); los valores y la ética ("Se aprovechó de mi paciencia", "Eres una pu **, ahora harás sexo con todos"); los afectos y la familia ("Es culpa de tu amigo / tu madre / tu hermana si estamos en esta situación", "Te acompañas con esa chusma y realmente te has convertido en un asco como ellos"). Estos son los tres blancos favoritos porque, estimulados con la crueldad justa, pueden causar un fuerte dolor en la víctima, un dolor que aturde y que le impide defender su integridad y su decisión de detener la masacre. Para poner en obra el esquema de la culpa, el narcisista perverso utiliza principalmente canales indirectos, como Facebook, mensajes de texto, SMS, chat, porque su lema es siempre y sólo "obtener el máximo efecto con el menor esfuerzo". Entonces, es una lluvia de recriminaciones que inducen al sujeto dependiente a responder, dando su disponibilidad para una "aclaración". Si las comunicaciones a través de los medios, no logran provocar el efecto deseado, hay otras formas de ofender. Por ejemplo, hacer que sepa que tiene otras "simpatías" o crear directamente una situación para descargar sobre la víctima su propia decepción (narcisista)... y eso es todo. La trampa ha sido disparada con éxito. La recaptura ha ocurrido. La posibilidad de fracaso del plan B es muy baja, porque, aunque pueda parecer absurdo, para las "víctimas" ver confirmadas sus creencias negativas sobre sí mismas representa una ocasión irresistible y constituye una nueva oportunidad, siempre ilusoria, para redimirse y finalmente ganar el “verdadero amor”. El esquema de la adulación El narcisista perverso maquina esta trampa si los dos esquemas de recaptura anteriores (silencio y culpa) no funcionaron. La estrategia del halago es decir a la víctima lo que espera y que le gustaría escuchar, hacerle cumplidos, aludir al sentimiento amoroso que desea presentándolo como una posibilidad real, hacerle creer que la relación tendrá un futuro. "Tengo proyectos para nosotros dos"; "Siempre estás en mis pensamientos"; "Eres una persona especial", frases que
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