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Harry Reeder III-De las brasas a las llamas

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DE	LAS
BRASAS
A	LAS
LLAMAS
LA	FORMA	EN	QUE	DIOS	PUEDE
Revitalizar
SU	IGLESIA
HARRY	L.	REEDER	III
CON	DAVID	SWAVELY
Publicaciones	Faro	de	Gracia
P.	O.	Box	1043
Graham,	NC	27253
www.farodegracia.org
http://www.farodegracia.org
Publicado	por	Publicaciones	Faro	de	Gracia
P.	O.	Box	1043;	Graham,	NC	27253
www.farodegracia.org
ISBN	9781629461410
©	2004	por	Harry	L.	Reeder	III
Todos	los	derechos	reservados.	Ninguna	parte	de	este	libro	podrá	ser
reproducida,	almacenada	en	ningún	sistema	de	recuperación,	o	transmitida	de
ninguna	manera	o	por	ningún	medio—electrónico,	mecánico,	fotocopias,
grabación	u	otra	manera—excepto	para	breves	citas	en	reseñas	con	el	propósito
de	revisión	o	comentario,	sin	el	previo	permiso	de	la	editorial.
Citas	bíblicas	tomadas	de	la	versión	Reina	Valera	1995	y	La	Nueva	Versión
Internacional.
Traducido	al	español	por:	Luigina	Pedrotti	Johnson.
Las	letras	cursivas	en	las	citas	bíblicas	indican	el	énfasis	adicional.
El	diseño	y	la	composición	tipográfica	de	las	páginas	por	Tsur	y	Asociados	S.A.
de	C.V.
Primera	Edición.
Library	of	Congress	Cataloging-in-Publication	Data
Reeder,	Harry	L.,	1948–
Originalmente	publicado	en	inglés	con	el	título:	From	Embers	to	a	Flame:	How
God	Can	Revitalize	Your	Church	/	P&R	Publishing	Company,	P.O.	Box	817,
Phillipsburg,	New	Jersey	08865-0817.
Contenido
Agradecimientos
Introducción
Capítulo	1:	La	Necesidad	de	la	Revitalización	en	las	Iglesias
Preguntas
Capítulo	2:	El	Paradigma	Bíblico	para	la	Revitalización
Preguntas
Capítulo	3:	El	Evangelio	de	la	Gracia	Divina
Preguntas
Capítulo	4:	El	Papel	de	la	Oración
Preguntas
Capítulo	5:	El	Ministerio	de	la	Palabra
Preguntas
Capítulo	6:	La	Multiplicación	de	Líderes
Preguntas
Capítulo	7:	La	Misión	y	La	Visión
Preguntas
Capítulo	8:	El	Discipulado	de	La	Gran	Comisión
Preguntas
Conclusión	¿Qué	Hacemos	Ahora?
Sobre	los	autores
Agradecimientos
¿Cómo	puedo,	en	tan	breve	espacio,	agradecer	a	tantas	personas?
Gracias	a	P&R	Publishing	por	concordar	conmigo	en	que	este	es	un	libro
necesario,	y	a	Dave	Swavely,	el	gran	artesano	de	este	libro.
Debo	mis	agradecimientos	a	la	membresía	y	al	liderazgo	de	la	iglesia	Briarwood
Church,	por	permitir	y	apoyar	este	esfuerzo,	y	a	mi	asistente	administrativa,
Marie	Gathings,	por	su	apoyo	eficiente	y	alentador.	También	quisiera	agradecer	a
las	iglesias	Pinelands	Presbyterian	Church	y	Christ	Covenant	Church,	donde
tuve	el	privilegio	de	servir.
Me	gustaría	agradecer	a	mis	hermanas	Vickie,	Beth	y	Amy,	junto	a	sus	maridos.
Además	es	una	enorme	bendición	haber	sido	apoyado	por	mis	hijos	Jennifer,	Ike
y	Abigail,	junto	a	mis	nietos	Brianna,	C.J.	y	Mack.
En	forma	especial,	quiero	dedicar	este	libro	a	mi	esposa,	Cindy,	a	través	de	quien
vine	a	Cristo	y	con	quien	he	podido	servir	a	Cristo;	y	a	mi	papá	y	mamá,	quienes
querían	ver	terminado	este	proyecto	pero	en	la	providencia	divina	ambos
partieron	a	la	presencia	del	Señor	este	año	recién	pasado.
Por	último,	agradezco	a	todos	esos	fieles	pastores	que	están	sirviendo	a	la	iglesia
sagrada	de	Cristo	en	medio	de	situaciones	difíciles,	angustiosas	y	desafiantes.
Les	saludo	y	les	respeto.	Más	que	eso,	el	Señor	les	dará	un	lugar	de	honor
mientras	siguen	siendo	fieles	a	Él.	Espero	que	este	libro	les	ayude	a	guiar	a	Su
iglesia	hacia	la	vitalidad	y	que	puedan	influir	mientras	recuerdan,	se	arrepienten
y	recuperan	las	“primeras	cosas.”
Introducción
Imagínese	que	usted	recién	se	acaba	de	graduar	del	seminario	y	que	acaba	de
comenzar	su	primer	ministerio	pastoral.	La	iglesia	a	la	que	fue	llamado	a	servir
se	encontraba	entre	las	más	grandes	y	con	el	crecimiento	más	rápido	de	la
región.	Había	alcanzado	una	membresía	de	casi	novecientas	personas,	con	cuatro
grandes	servicios	de	adoración	y	un	vital	programa	de	escuela	dominical.	Se
conocía	por	tener	ministerios	creativos	y	eficaces,	un	innovador	programa	de
jóvenes,	un	colegio	cristiano	diurno	que	estaba	creciendo	muy	bien	y	un
compromiso	importante	con	las	misiones	internacionales.
Ahora,	veinticinco	años	más	tarde,	el	promedio	de	asistencia	los	domingos	en	la
mañana	es	inferior	a	ochenta.	La	escuela	dominical	ha	caído	a	menos	de	veinte
adultos	sin	ningún	niño.	La	edad	promedio	de	los	miembros	es	de
aproximadamente	sesenta	y	nueve.	A	los	treinta	y	tres,	usted	es	el	miembro	más
joven	de	la	congregación,	a	excepción	de	su	esposa	e	hijos.	Los	servicios	de	los
domingos	por	la	noche	han	sido	cancelados	y	se	considera	una	gran	victoria	si
vienen	cinco	personas	al	servicio	de	oración	a	mediados	de	semana.	El
vandalismo	es	pan	de	todos	los	días	en	los	terrenos	de	la	iglesia	y	cantidades
mínimas	de	dinero	están	yendo	ahora	para	las	misiones	y	para	las	obras	de
benevolencia.	El	prekinder	ha	sustentado	a	la	iglesia	con	su	excedente	cada	vez
más	escaso,	sin	embargo,	ni	siquiera	ni	una	de	las	familias	ni	miembros	del
docente	académico	asiste	a	la	iglesia.
En	su	primera	semana	en	la	iglesia,	usted	recibe	una	llamada	telefónica	de	un
representante	de	la	denominación	y	le	dice:	“Yo	formo	parte	del	comité	de
crecimiento	de	la	iglesia	y	a	nosotros	nos	gustaría	que	considerara	una
sugerencia	nuestra.	Ahora	yo	sé	que	usted	es	nuevo	acá	y	sé	que	este	es	su
primer	pastorado	en	nuestra	denominación,	pero	nos	gustaría	que	considerara	la
posibilidad	de	que	hable	con	sus	líderes	para	vender	el	edificio	y	la	propiedad	de
la	iglesia,	que	tome	los	dineros	recaudados	de	la	venta	y	que	plante	una	iglesia
en	algún	otro	lugar.”
-“¿Perdón?”,	dice	usted.
-“Nos	gustaría	que	cerrara.	Hemos	querido	que	esta	iglesia	cierre	por	más	o
menos	diez	años,	y	ahora	que	usted	está	aquí,	¿consideraría	la	posibilidad	de
guiarlos	a	que	cierren?”	Él	le	hace	recordar	que	tres	pastores	anteriormente
habían	sido	expulsados	y	que	otros	se	habían	ido	en	completa	frustración.	De
hecho,	la	iglesia	ha	desmoralizado	a	la	mayoría	de	sus	pastores	anteriores.
También	durante	su	primera	semana,	usted	recibe	otra	llamada	telefónica,	esta
vez	de	uno	de	esos	previos	pastores	frustrados.
-“Estamos	tan	contentos	de	tenerlo	en	nuestra	denominación,”	dice	él,	“pero
debo	decirle	que	he	estado	preocupado	desde	que	supe	que	venía	a	esta	iglesia	en
particular.	Yo	fui	pastor	ahí	y	preferiría	verlo	servir	en	cualquier	otro	lugar.”
-“¿Por	qué?”,	pregunta	usted.
-“Bueno,	yo	creo	que	esa	iglesia	tiene	la	marca	de	Satanás	sobre	ella.”
¡Esas	no	son	exactamente	las	palabras	más	alentadoras	que	quisiera	oír	durante
sus	primeras	semanas!
El	comité	financiero	le	informa	que	puede	que	sea	difícil	que	cumplan	con	la
cifra	que	le	prometieron	para	pagarle	su	sueldo	porque	la	iglesia	no	ha	logrado
cumplir	con	su	presupuesto	en	años.
La	tienda	de	artículos	para	oficinas	ha	marcado	su	cuenta,	y	de	todas	las	iglesias
de	la	zona,	la	suya	es	la	única	a	la	que	no	se	le	permite	acceder	a	crédito;
solamente	se	le	permite	pagar	en	efectivo.
Usted	comienza	un	servicio	de	domingo	por	la	noche.	La	primera	noche,	la
asistencia	es	de	once	personas,	siendo	esa	la	parte	más	alentadora	de	todas.	La
parte	desalentadora	es	que	cinco	de	ellas	pertenecen	a	su	familia	inmediata.	Otro
de	los	que	asiste	es	un	anciano	de	la	iglesia,	quien	le	pide	que	vayan	a	comer
después	del	servicio,	pero	usted	le	dice	que	debe	regresar	a	casa	después	del
servicio	porque	debe	hacer	algunas	cosas,	ya	que	un	hombre	va	a	ir	a	reparar	su
refrigerador	al	día	siguiente.
-“Mire,	¿por	qué	no	salimos	esta	noche	de	todas	maneras?”,	le	dice	a	la	entrada
de	la	iglesia,	cuando	usted	está	a	punto	de	comenzar	el	servicio.	“No	se	preocupe
del	“@#$%	refrigerador.”
En	su	primera	reunión	con	el	directorio,	se	le	informa	que	hay	dos	ancianos	que
han	estado	haciendo	turnos	y	que	van	a	tener	que	ser	reemplazados.
-“Yo	creo	que	tal	persona	debiera	ser	anciano”,	dice	uno	de	los	hombres.	“Yo	lo
nomino.”
-“¿Es	miembro	de	esta	iglesia	todavía?”,	pregunta	otro.
–“No	lo	sé”,	contesta	él.
-“¿Viene	los	domingos?”
-“No,	no	lo	he	visto,	pero	si	lo	nombramos	para	el	cargo	de	anciano,	quizás
venga.”
A	medida	que	usted	va	conociendo	mejor	a	los	ancianos,	se	da	cuenta	de	que
algunosprobablemente	no	conocen	al	Señor.	Y	dentro	del	primer	mes,	usted
pierde	a	dos	hombres	de	Dios,	uno	se	cambia	de	casa	y	el	otro	muere	de
leucemia.
Esta	no	fue	la	imagen	que	nos	presentaron	en	el	seminario	y	usted	está	a	punto
de	renunciar	antes	de	siquiera	comenzar.
Lo	que	le	acabo	de	pedir	que	imaginara	no	es	un	escenario	hipotético.	Es	la
verdadera	historia	de	mi	primer	ministerio	pastoral	en	la	iglesia	Pinelands
Presbyterian	Church	de	Miami.	Tiempo	atrás,	ese	cuerpo	había	sido	encendido
por	miembros	entusiastas,	ministerios	eficaces	y	conversiones	frecuentes.	Pero
para	cuando	me	llamaron	ahí,	solamente	quedaban	las	brasas.	Yo	quería
desesperadamente	que	Dios	encendiera	esas	brasas	para	convertirlas	en	llamas
otra	vez,	lo	que	me	hizo	investigar	Su	palabra	para	encontrar	los	principios
bíblicos	relacionados	con	la	revitalización	de	las	iglesias.	Por	la	gracia	de	Dios,
pusimos	esos	principios	en	práctica,	si	bien	con	muchos	errores.	Y	por	la	gracia
de	Dios,	la	iglesia	volvió	a	la	vida.
Dentro	de	un	período	de	tres	años	crecimos	a	una	asistencia	promedio	de	más	de
cuatrocientas	personas.	Más	de	la	mitad	de	los	que	se	habían	incorporado	fueron
conversiones	o	nuevas	dedicaciones	a	Cristo.	Pero	casi	tan	gratificante	como	el
crecimiento	por	conversión	fue	el	hecho	de	que	solamente	una	familia	de	la
congregación	original	se	había	perdido	y	se	había	ido	a	otra	iglesia	en	el	proceso
de	la	revitalización.	En	vez	de	sentirse	privados	de	privilegios	o	desguarnecidos,
los	miembros	antiguos	pasaron	a	ser	parte	fundamental	de	la	“nueva	obra”	del
Señor	en	Pinelands,	regocijándose	en	lo	que	el	Señor	estaba	haciendo	y
mostrando	un	genuino	interés	en	el	ministerio	de	la	iglesia	y	en	la	nueva	visión
para	la	comunidad	a	la	que	servíamos.
Desde	entonces,	he	tenido	el	privilegio	de	guiar	a	otra	iglesia	por	el	proceso	de	la
revitalización.	La	iglesia	Christ	Covenant	Church	en	Charlotte,	Carolina	del
Norte,	creció	de	treinta	y	ocho	miembros	a	más	de	tres	mil	en	el	transcurso	de
diecisiete	años.	El	Señor	también	permitió	que	la	iglesia	impactara	grandemente
a	su	comunidad,	mientras	se	convertía	en	“la	sal	y	la	luz”	de	distintas	maneras
alrededor	de	la	zona	de	Charlotte.	Lanzamos	una	cantidad	de	nuevas
congregaciones	en	la	región	y	también	tuvimos	el	privilegio	de	apoyar	y
participar	en	muchos	ministerios	misioneros	a	través	del	mundo,	enviando	a
muchos	de	nuestros	miembros	al	campo	misionero.
Por	supuesto,	no	toda	iglesia	exitosa	va	a	crecer	tanto	como	Christ	Covenant
Church,	pero	toda	iglesia	exitosa	ciertamente	va	a	experimentar	el	poder	del
Espíritu	Santo	en	ella	y	a	través	de	ella	en	muchas	maneras	visibles.	Estoy
convencido	de	que	este	tipo	de	revitalización,	cuando	verdaderamente	es	de
Dios,	sucede	sólo	cuando	los	líderes	de	las	iglesias	aplican	sabiamente	los
principios	bíblicos	relacionados	con	la	salud	de	una	iglesia.	En	este	libro	usted
aprenderá	esos	principios,	y	gran	cantidad	de	la	sabiduría,	que	nuestro	Señor	usa
para	llevar	a	cualquiera	iglesia	¡desde	las	brasas	a	las	llamas!
Capítulo	1
La	Necesidad	de	la	Revitalización	en	las	Iglesias
El	pueblo	de	Dios	necesita	una	estrategia	bíblica	para	revitalizar	las	iglesias,	ya
que	muchos	de	nosotros	somos	o	seremos	parte	de	un	cuerpo	que	lo	necesita.
Consideremos	la	siguiente	información:
Lyle	Schaller	escribe	lo	siguiente:	“Un	promedio	de	cincuenta	a	sesenta
congregaciones	dentro	del	protestantismo	estadounidense	se	disuelven
semanalmente,	comparado	con	quizás	cinco	a	diez	que	son	capaces	y	están
dispuestas	a	redefinir	su	rol.”⁴	Escribe	también	Kirk	Hadaway,	especialista	en	la
investigación	del	crecimiento	eclesiástico	de	la	Convención	Bautista	del	Sur:
“La	iglesia	típica	en	casi	cualquier	denominación	norteamericana	permanece	con
la	misma	asistencia	o	disminuye	con	respecto	a	la	membresía	y	a	la
participación.	El	crecimiento	rápido	es	atípico	y	entre	las	congregaciones	más
antiguas	el	modelo	es	aún	más	pronunciado,	donde	la	regla	es	permanecer	con	la
misma	asistencia	o	disminuir;	el	crecimiento	es	la	rara	excepción.”⁵
Mi	denominación,	la	Iglesia	Presbiteriana	en	América,	está	considerada	como
uno	de	los	grupos	de	crecimiento	más	rápido	en	nuestra	nación.	Usted	puede
entender	esto	cuando	ve	nuestras	estadísticas,	las	que	indican,	por	ejemplo,	que
se	establecieron	veintiocho	nuevas	iglesias	dentro	de	la	denominación	durante	un
año	reciente.	Eso	es	más	per	cápita	que	la	mayoría	de	las	otras	denominaciones.
Sin	embargo,	si	vemos	más	allá,	también	encontrará	que	durante	el	mismo	año,
se	“disolvieron”	o	cerraron	veinticuatro	iglesias.	Por	lo	que	solamente	podemos
decir	que	hubo	un	crecimiento	neto	de	cuatro	iglesias	durante	ese	año	en
particular.	Si	eso	es	lo	que	ocurre	con	uno	de	los	grupos	de	crecimiento	más
rápido,	¡puede	imaginar	las	luchas	a	las	que	se	ven	enfrentados	muchos	de	los
otros	grupos!
Permítame	sugerir	que	es	inevitable	que	muchas	iglesias	se	encuentren
“enfermas”	o	“se	estén	muriendo.”	Los	principios	que	analizaremos	en	este	libro
ayudarán	a	que	los	líderes	y	los	miembros	de	esas	iglesias	vuelvan	a	encender	las
llamas	del	crecimiento	divino	en	sus	cuerpos.	Al	mismo	tiempo,	éstos	servirán
como	medidas	preventivas	para	las	actuales	iglesias	saludables,	evitándoles	la
disminución	en	asistencia	a	la	que	seguramente	se	verán	afectadas	a	menos	que
experimenten	la	gracia	continua	de	la	renovación.	Sin	embargo,	antes	de
comenzar	con	el	aprendizaje	de	la	sanidad,	primeramente	debemos	diagnosticar
la	enfermedad.
LOS	SÍNTOMAS	DE	UNA	IGLESIA	ENFERMA
¿Qué	ocurre	cuando	una	iglesia	no	crece,	está	detenida,	se	está	muriendo,	o	la
asistencia	va	disminuyendo?	O	¿qué	problemas	le	gustaría	evitar	para	que	una
iglesia	no	se	deslice	hacia	el	camino	de	la	ineficacia	y	del	arrepentimiento?	Los
signos	de	enfermedad	normalmente	se	dejan	ver	cuando	las	cifras	bajan	en	la
asistencia	y	en	las	finanzas,	por	cierto.	Sin	embargo,	existen	otros	síntomas,
menos	obvios,	que	he	observado	en	las	iglesias	que	necesitan	un	ministerio	de
revitalización.
El	Enfoque	en	los	Programas
Las	iglesias	que	se	están	muriendo	tienden	a	enfocarse	en	los	programas.	Así
como	uno	que	apuesta	va	en	búsqueda	de	un	boleto	ganador,	ellas	buscan	un
programa	que	les	“transforme	la	iglesia.”	Están	depositando	su	esperanza	en
lograr	el	éxito	con	el	ministerio	organizado	más	reciente	o	con	el	plan
preempacado	de	crecimiento	de	la	iglesia,	evaluando	la	salud	de	la	iglesia	de
acuerdo	a	la	cantidad	y	qué	tan	impresionantes	son	dichos	programas.	De	hecho,
no	me	sorprendería	si	más	de	alguien	lee	este	libro	en	búsqueda	exclusivamente
de	eso,	un	nuevo	programa	que	se	pueda	implementar	en	sus	iglesias.	Sin
embargo,	se	van	a	desilusionar	porque	este	libro	no	se	trata	de	un	programa	que
usted	pueda	usar	para	transformar	su	iglesia.	Más	bien,	este	libro	contiene
principios	diseñados	por	el	Señor,	principios	que	él	mismo	utilizará	para	dar	más
vida	al	cuerpo,	desarrollándolos	dentro	de	Su	plan	soberano.
Es	importante	que	entendamos	la	diferencia	porque	cuando	un	programa	es
exitoso,	normalmente	se	le	atribuye	la	eficacia	del	plan	o	la	astucia	a	su	autor.
Así	mismo,	cuando	uno	falla,	tendemos	a	ir	en	búsqueda	del	siguiente	programa,
esperando	que	éste	funcione	mejor.	Pero	cuando	experimentamos	la	salud	y	el
crecimiento	por	medio	de	los	principios	que	Dios	ha	provisto	en	Su	Palabra,	toda
la	gloria	va	para	Él	solamente.	Si	esos	principios	no	parecen	estar
“funcionando”,	sabemos	que	la	culpa	no	es	de	Dios;	esto	nos	hace	volver	a	las
Escrituras	para	encontrar	qué	es	lo	que	debemos	entender	y	qué	debemos	hacer
mejor.	Como	veremos	con	más	detalles	en	el	siguiente	capítulo,	no	debiéramos
estar	buscando	algo	nuevo	como	modelo	de	revitalización,	sino	que	debiéramos
estar	aprendiendo	más	acerca	del	modelo	que	Dios	ya	nos	ha	entregado	en	Su
Palabra.
La	Nostalgia	y	La	Tradición
Con	frecuencia	las	iglesias	que	se	están	muriendo	viven	en	el	pasado.	De	hecho,
muchas	veces	no	se	le	pide	a	un	pastor	que	lleve	a	la	iglesia	hacia	adelante,
como	debiera	ser	el	caso,	sino	que	más	bien	la	gente	espera	que	él	la	llevehacia
atrás,	para	volver	a	vivir	“los	días	de	gloria.”	Es	importante	recordar	el	pasado
de	una	iglesia	(veremos	esto	con	mayores	detalles	en	el	siguiente	capítulo)	pero
existe	una	gran	diferencia	entre	recordar	el	pasado	y	vivir	en	él.
Hace	unos	pocos	años	atrás	se	me	pidió	que	visitara	una	iglesia	en	Louisiana
para	aconsejar	a	los	líderes	sobre	su	ministerio	que	estaba	pasando	por
dificultades.	Durante	una	pausa	que	tuvimos	en	nuestra	reunión,	uno	de	los
diáconos	me	llevó	hacia	un	pasillo	que	estaba	lleno	de	fotografías	de	todos	los
pastores	que	habían	tenido	antes.	Había	bastantes	en	este	“salón	de	la	fama”,	ya
que	la	iglesia	existía	desde	el	siglo	XVIII.	A	medida	que	íbamos	caminando,	el
diácono	me	comentaba	sobre	muchos	de	los	hombres,	pero	cuando	llegamos	a
donde	se	encontraba	uno	en	particular,	se	detuvo	y	permaneció	en	silencio
reverentemente.	Cuando	volvió	a	hablar,	lo	hizo	en	un	tono	suave.	El	pastor	en	la
fotografía	había	llegado	a	la	iglesia	a	mediados	del	siglo	XX	y	había
permanecido	en	ella	veinticinco	años.	Rápidamente	entendí	que	este	lugar	en	el
salón	representaba	“los	días	de	gloria”	de	la	iglesia,	cuando	había	sido	guiada
por	el	pastor.	¡Casi	pensé	estar	viendo	velas	en	cada	costado	de	la	fotografía	con
una	llama	eternamente	encendida	por	debajo!
A	medida	que	fui	conversando	con	los	líderes	de	esa	iglesia,	me	di	cuenta	que
todo	lo	que	estaba	sucediendo	ahora	estaba	siendo	juzgado	por	lo	que	había
sucedido	en	el	pasado.	Por	lo	tanto,	esto	me	llevó	a	preguntarles:	“Si	todo	fue	tan
bueno	en	el	pasado,	¿por	qué	se	encuentran	en	la	situación	que	están	ahora?”	Les
animé	a	que	siguieran	el	principio	de	Filipenses	3:13,	en	el	que	Pablo	dice:
“olvidando	ciertamente	lo	que	queda	atrás,	y	extendiéndome	a	lo	que	está
delante.”	El	pasado	es	importante	y	se	debiera	celebrar,	como	lo	veremos	con
mayor	detalle	en	el	próximo	capítulo.	Sin	embargo,	debemos	darnos	cuenta	que
el	placentero	río	de	la	nostalgia	puede	intensificarse	y	convertirse	en	una
corriente	arrebatadora	que	se	lleva	a	la	iglesia	hacia	atrás	y	hacia	la	profundidad
de	la	destrucción.
Otra	forma	en	que	el	pasado	puede	andar	rondando	una	iglesia	es	el	énfasis
exagerado	en	las	tradiciones.	Por	ejemplo,	en	la	Iglesia	Pinelands,	encontré	que
había	un	grupo	de	ni	siquiera	ochenta	personas	que	quería	mantener	las
tradiciones	que	habían	comenzado	cuando	la	iglesia	tenía	novecientas	personas
fieles.	No	volaban	ni	moscas	en	el	servicio	de	la	mañana	en	la	iglesia	pero	igual
algunos	querían	tener	cuatro	servicios	los	domingos	por	la	mañana.	¿Por	qué?
¡Porque	tener	cuatro	servicios	era	algo	simbólico	de	los	días	de	gloria!	¿Cuál	era
la	lógica?	Los	cuatro	servicios	devolverían	aquellos	días.	Pacientemente	intenté
explicarles	que	no	eran	los	cuatro	servicios	los	que	traían	a	la	gente,	sino	que	el
crecimiento	hacía	necesario	tener	cuatro	servicios.
La	Dependencia	en	la	Personalidad
Las	iglesias	que	se	están	muriendo	tienden	a	depender	en	ciertos	tipos	de
personalidades,	haya	o	no	tales	tipos	de	personas	en	la	iglesia.	Si	es	que	cuentan
con	un	líder	de	carácter	fuerte,	puede	que	lo	(o	la)	vean	como	el	o	la	que	hace
todo	el	trabajo	o	el	o	la	que	toma	todas	las	decisiones.	Por	otra	parte,	si	es	que
están	buscando	un	pastor,	puede	que	piensen	que	existe	solamente	un	tipo	de
persona	que	los	puede	guiar	hacia	el	crecimiento.	Recuerdo	haber	conversado
con	un	comité	de	púlpito	que	me	dijo:	“Podríamos	resolver	todos	nuestros
problemas	si	usted	nos	encuentra	un	buen	predicador	que	tenga	una	alta
personalidad	tipo	D.”	Con	esto,	ellos	querían	decir	que	el	hombre	tenía	que	ser
un	extrovertido	que	fuera	un	“verdadero	líder	agresivo.”	Sin	embargo,	se
encontraban	bajo	el	malentendido	que	Dios	utiliza	solamente	un	tipo	de
personalidad	en	Su	obra	dentro	del	liderazgo	de	las	iglesias.
Les	pregunté	si	alguna	vez	habían	tenido	la	oportunidad	de	conocer	a	Frank
Barker,	quien	es	en	la	actualidad	el	pastor	emeritus	de	la	Iglesia	Presbiteriana
Briarwood	en	Birmingham,	Alabama,	donde	ahora	sirvo	como	pastor	principal.
Frank	fue	el	pastor	que	fundó	la	iglesia	y	quien	la	guió	por	cuarenta	años,
durante	los	cuales	fue	muy	exitoso	bajo	cualquier	punto	de	vista.	Sin	embargo,
difícilmente	es	extrovertido	o	con	una	personalidad	“altamente	tipo	D.”	Dos
anécdotas	sirven	para	ilustrar	ese	hecho.	Primeramente,	un	hombre	al	que
conozco	se	sentó	una	vez	por	un	momento	en	la	biblioteca	de	la	iglesia	y	empezó
a	conversar	con	un	hombre	que	él	pensaba	era	el	ayudante	de	la	iglesia,	tan	solo
para	descubrir	que	se	trataba	de	Frank	Barker.	Así	mismo,	uno	de	sus	miembros
del	personal	de	la	iglesia	decidió	una	vez	que	iba	a	probar	una	pequeña	teoría,
acompañando	a	Frank	en	un	viaje	de	dos	horas	hacia	Atlanta.	Decidió	que	no
diría	nada,	sino	que	simplemente	esperaría	ver	cuánto	se	demoraría	Frank	en
iniciar	una	conversación.	Dos	horas	más	tarde,	finalmente	dijo	Frank:	“¿Ya
estamos	en	los	límites	de	la	ciudad?”	Sin	embargo,	este	hombre	callado	y
modesto	guió	una	iglesia	muy	exitosa	durante	muchos	años.
D.	James	Kennedy	es	otro	ejemplo	de	un	eficaz	líder	de	iglesias	que	ciertamente
no	es	ningún	extrovertido.	Hay	muchos	otros	también.	Por	lo	tanto,	tenga
cuidado	de	no	caer	en	la	trampa	de	pensar	que	Dios	puede	desarrollar	su	obra
solamente	a	través	de	ciertos	tipos	de	personalidades.	Él	es	quien	le	ha	otorgado
a	la	iglesia	una	gran	variedad	de	dones	y	ha	usado	una	gran	variedad	de	personas
en	la	construcción	de	Su	reino.	(cf.	1	Cor.	12:4–6).
Una	Mentalidad	de	Mantención
¿Se	acuerdan	de	los	antiguos	dibujos	animados	donde	el	Coyote	perseguía	al
Correcaminos	en	un	barranco	y	luego	se	daba	cuenta	que	estaba	suspendido	en	el
aire	a	punto	de	morir?	El	Coyote	se	afirmaba	lo	mejor	que	podía	del	borde	del
barranco	y	se	lograba	sostener	hasta	que	sus	dedos	ya	no	lo	soportaban	más	y
por	fin	se	deslizaba	y	quedaba	aplastado	en	el	suelo	como	una	tortilla.	Esa	es	la
manera	en	que	muchas	iglesias	consideran	al	ministerio	en	la	actualidad.
“Sostengámonos”,	piensan.	“Es	de	esperar	que	reemplacemos	la	cantidad	de
personas	que	perdimos	el	año	pasado”,	dicen,	o	“Con	suerte	lograremos	nuestro
presupuesto”.	En	realidad	sí	tienen	una	visión	por	el	ministerio,	pero	la	visión	es
como	si	dijeran:	“Sosténganse	y	afírmense”.	Es	una	mentalidad	de	mantención,
donde	simplemente	le	están	sacando	brillo	a	un	monumento,	en	vez	de	estar
construyendo	un	movimiento	de	la	gracia	divina.	Se	están	sosteniendo	con	un
sistema	de	salvavidas	en	vez	de	ejercer	una	misión	salvadora	de	vidas.	Sus
únicas	esperanzas	y	sueños	son	mantener	las	puertas	abiertas,	en	vez	de	traer	una
cosecha	de	almas	a	través	de	las	mismas	puertas.
Las	Excusas	y	una	Mentalidad	de	“Víctima”
Otra	actitud	que	pareciera	invadir	a	las	iglesias	que	están	enfermas	o	que	se	están
muriendo	es	la	que	dice:	“Nunca	funcionará	aquí	porque…”	Los	líderes	y
miembros	ya	cuentan	con	una	lista	bien	ensayada	de	razones	por	las	que	no
resultaría	una	idea	de	un	nuevo	ministerio.	Dos	razones	clásicas	son	las
siguientes:	“Ya	lo	hemos	intentado	antes”	y	“Va	a	costar	demasiado	dinero”,
pero	otras	pudieran	ser	“Ha	cambiado	el	vecindario”,	“Nuestro	edificio	está	en	el
lugar	equivocado”,	o	“Esta	es	una	comunidad	difícil,	donde	nadie	asiste	a
ninguna	iglesia.”	La	iglesia	se	ha	convertido	en	algo	similar	a	un	equipo	de
deportes	que	ha	perdido	todos	sus	partidos	durante	diez	años	y	ya	cuenta	con	una
lista	de	excusas	para	las	derrotas	que	espera	tener	en	la	siguiente	temporada.
La	hipótesis	detrás	de	esas	excusas	es	que	la	iglesia	es	la	víctima	de	algún	factor
externo,	la	que	le	está	impidiendo	ser	grandemente	usada	por	Dios.	Ya	sea	la
falta	de	dinero,	un	lugar	difícil,	o	lo	que	sea,	existe	una	leve	pero	peligrosa
mentalidad	que	la	iglesia	está	condenada	a	la	mediocridad	o	al	fracaso	por	causa
de	sus	circunstancias.	Estas	iglesias	no	tienen	ninguna	verdadera	esperanza
porque	se	están	dejando	dominar	por	las	circunstancias	negativas,	un	problema
que	la	Biblia	dice	que	debemos	tratar	de	evitar	a	toda	costa.	(cf.	Santiago	1:2–4).
En	realidad,	las	Escrituras	nos	enseñan	que	inclusonuestras	debilidades
permiten	que	Dios	obre	en	y	a	través	de	nosotros.	Considere	lo	que	el	apóstol
Pablo	dice	en	2	Corintios	12:8–10:
…	respecto	a	lo	cual	tres	veces	he	rogado	al	Señor,	que	lo	quite	de	mí.	Y	me	ha
dicho:	Bástate	mi	gracia;	porque	mi	poder	se	perfecciona	en	la	debilidad.	Por
tanto,	de	buena	gana	me	gloriaré	más	bien	en	mis	debilidades,	para	que	repose
sobre	mí	el	poder	de	Cristo.	Por	lo	cual,	por	amor	a	Cristo	me	gozo	en	las
debilidades,	en	insultos,	en	necesidades,	en	persecuciones,	en	angustias;	porque
cuando	soy	débil,	entonces	soy	fuerte.
Los	creyentes	de	Uganda	en	África,	ilustran	bien	este	punto.	He	tenido	el
privilegio	de	ministrar	el	evangelio	durante	seis	viajes	a	ese	país,	sin	embargo,
nunca	olvidaré	mi	primer	viaje.	Fue	a	mediados	de	la	década	de	los	años
ochenta,	no	mucho	después	que	la	Guerra	de	Idi	Amin	por	el	poder	y	el	reino	del
terror	abandonaron	a	la	nación	y	su	gente	en	una	miseria	abominable.	Entre	las
víctimas	de	esa	época	se	encontraban	muchos	miles	de	creyentes	cristianos
quienes	fueron	torturados	y	muertos	por	su	fe.	Mientras	me	encontraba	allá	en
ese	primer	viaje,	por	cierto,	el	nuevo	régimen	descubrió	los	cadáveres	de
quinientos	cristianos	que	habían	sido	usados	como	relleno	y	pavimento	para
construir	un	camino.	La	inflación	de	la	economía	en	Uganda	en	ese	tiempo	se
encontraba	entre	el	600	y	el	800	por	ciento,	y	la	gente	vivía	bajo	la	ley	marcial
con	el	constante	temor	de	una	nueva	guerra	o	del	surgimiento	de	un	nuevo
dictador	que	robara	sus	terrenos.
No	obstante,	hubo	(y	en	realidad	todavía	existe)	un	gran	movimiento	de	Dios	en
medio	y	a	través	de	las	iglesias	en	Uganda.	Recuerdo	que	se	me	pidió	que
predicara	un	día	en	una	catedral	que	había	sido	bombardeada,	y	luego	volver	a
predicar	una	vez	que	hubiera	terminado.	¡Después	se	me	volvió	a	pedir	que
predicara	otra	vez!	Les	dije:	“¿Quieren	que	predique	más?	Ya	lo	he	hecho	dos
veces.”	Por	medio	del	intérprete	me	respondieron:	“Sí,	por	favor,	hoy	hemos
caminado	muchas	horas.”	Fue	así	que	buscando	entre	las	páginas	de	mi	Biblia
encontré	algo	para	enseñarles,	¡porque	estaban	tan	deseosos	de	escuchar	la
Palabra	de	Dios!	Les	predicaban	a	sus	amigos,	incluso	durante	mis	cortas	visitas,
vi	venir	a	cientos	de	personas	a	Cristo.
Por	lo	tanto,	en	medio	de	gran	persecución	y	dificultades	prosperaban	las
iglesias	en	Uganda.	No	se	consideraban	víctimas	sin	esperanzas	ni	usaban	sus
circunstancias	como	excusa	para	la	derrota.	De	la	misma	manera,	muchas
iglesias	en	nuestro	país	necesitan	darse	cuenta	que	Dios	es	capaz	de	darles	nueva
vida,	sin	importar	cuán	sombrías	parezcan	sus	perspectivas	ahora.
Es	tan	fácil	crear	excusas,	las	que	se	pueden	convertir	en	tal	hábito,	que	podemos
engañarnos	a	nosotros	mismos,	perdiendo	así	el	contacto	con	la	realidad.	Una
vez	hablé	con	los	líderes	de	una	iglesia	que	querían	vender	su	edificio	y
cambiarse	a	otro	lugar	porque,	decían:	“Ya	no	podemos	ministrar	más	acá.”	Sus
razones	se	basaban	en	que	la	comunidad	había	cambiado	con	el	paso	de	los	años.
Decían:	“Antes	podíamos	alcanzar	a	la	comunidad	porque	eran	personas	como
nosotros	pero	ahora	son	todos	hispanos.”	Les	pregunté	cómo	sabían	eso,	me
respondieron	que	una	iglesia	de	habla	hispana	les	arrendaba	su	edificio	los
domingos	en	la	tarde	y	que	tenían	una	asistencia	de	más	de	cuatrocientas
personas.	La	iglesia	dueña	del	edificio,	por	otra	parte,	tenía	aproximadamente
cuarenta	personas	los	domingos	en	la	mañana.
No	obstante,	revisamos	los	registros	del	censo	y	encontramos	que	la	comunidad
alrededor	de	la	iglesia	estaba	compuesta	en	realidad	por	un	88	por	ciento	de
angloamericanos,	¡y	que	menos	del	12	por	ciento	era	hispano!	Por	lo	tanto,	le
dije	a	la	iglesia:	“Les	tengo	buenas	y	malas	noticias.”	Las	buenas	noticias	son
que	el	88	por	ciento	de	las	personas	alrededor	suyo	hablan	el	mismo	idioma	que
ustedes,	lo	que	significa	que	no	tienen	que	cambiarse.	Las	malas	noticias	son	que
la	iglesia	que	les	está	arrendando	está	alcanzando	al	otro	12	por	ciento	y	están
llenando	el	edificio	todos	los	domingos	por	la	tarde.”	Les	sugerí	que	no	se
preocuparan	de	cambiarse	ahora	sino	que	debían	preocuparse	de	lo	que	estaban
haciendo	mal	y	lo	que	debieran	hacer	mejor	para	alcanzar	a	la	gente	con	el
evangelio.	Yo	solo	esperaba	que	aumentara	su	sentido	de	responsabilidad	ahora
que	su	excusa	había	sido	eliminada.
Una	Mala	Reputación	en	la	Comunidad
Otro	síntoma	que	es	evidente	en	una	iglesia	que	se	está	muriendo	es	la
percepción	que	tienen	otras	personas	alrededor	de	ella.	Mientras	más	tiempo	se
encuentre	una	iglesia	en	decadencia,	peor	será	la	reputación	y	la	imagen	pública.
La	comunidad	en	general	y	las	iglesias	vecinas	se	empiezan	a	formar	sus	propias
opiniones	de	la	condición	de	la	iglesia.	Las	personas	que	mayor	daño	hacen	en
este	sentido	son	frecuentemente	las	mismas	personas	que	se	han	ido	de	la	iglesia
y	que	se	han	unido	a	otras.	Se	les	hace	difícil	dejar	de	compartir	sus
informaciones	“internas”	y	sus	“historias	de	terror”	del	por	qué	decayó	la	iglesia,
la	falta	de	recursos	en	la	congregación,	o	cómo	fueron	maltratados	por	las
personas	en	la	iglesia.	En	realidad,	como	pastor,	varias	veces	me	he	encontrado
con	gente	que	ni	siquiera	pone	atención	a	nada	de	lo	que	digo	por	causa	de
informes	dañinos	que	han	escuchado	acerca	de	la	iglesia,	los	que	han	escuchado
de	otros	exmiembros	de	la	iglesia.	A	medida	que	han	pasado	los	años,	va
creciendo	la	lista	de	rumores	mal	intencionados,	lo	que	dificulta	la	tarea	de	la
revitalización.
A	veces	los	síntomas	de	la	decadencia	aparecen	afuera	de	su	iglesia	antes	que	se
noten	adentro.	Los	líderes	y	los	miembros	de	una	iglesia	pueden	pensar	que	todo
está	yendo	maravillosamente,	sin	embargo,	la	verdadera	historia	puede	que	se
sepa	en	el	mundo	alrededor	a	ella,	e	incluso	en	otras	iglesias.	Esto	me	ha	llevado
a	sugerir	que	los	pastores	y	los	otros	líderes	de	la	iglesia	debieran	preguntarles
frecuentemente	a	otras	personas	fuera	de	ella	cómo	ven	la	congregación.	Dos
buenas	preguntas	son	las	siguientes:	¿Qué	ha	escuchado	de	nuestra	iglesia?	y
¿Cómo	cree,	usted,	que	nos	percibe	la	comunidad?	Cuando	esté	en	la	fila	para
pagar	en	la	tienda	de	alimentos,	pregúntele	a	la	persona	que	está	a	su	lado:
“¿Sabe	algo	de	la	[el	nombre	de	su	iglesia]?”	¿Qué	opinión	tiene	de	ella?	¿Iría	a
esa	iglesia?”	Luego,	escuche	atentamente.	Se	necesita	de	valor	pero	puede	ser	de
gran	beneficio.	Recuerde	que	la	reputación	no	se	escribe	en	nuestros	boletines,
sino	que	¡es	lo	que	la	gente	en	realidad	piensa	de	nosotros!
La	Distracción	del	Evangelio
Este	último	síntoma	de	la	enfermedad	es	verdaderamente	el	peor	de	todos.
Generalmente	las	iglesias	que	no	han	logrado	alcanzar	al	mundo	alrededor	de
ellas,	ha	sido	porque	han	perdido	la	visión	de	lo	esencial	que	es	la	gracia	de
Dios.	Otra	cosa	ha	llegado	a	ser	más	importante	que	vivir	de	acuerdo	al
evangelio	y	que	compartirlo	con	los	que	necesitan	ser	salvos.	Quizás	la	prioridad
cayó	a	ciertas	características	doctrinales,	a	la	apariencia	del	edificio,	o	a	un
método	de	enseñanza	en	particular.	Cualquiera	que	sea	el	énfasis,	será
contraproducente	con	la	obra	de	Dios	si	es	que	se	le	permite	usurpar	el	lugar
correcto	del	evangelio	como	centro	de	todo	lo	que	hacemos	como	pueblo	de
Dios.
Estudiaremos	con	mayor	detalle	la	prioridad	del	evangelio	en	el	capítulo	3.	Si	su
iglesia	se	ha	deslizado	en	esta	área,	o	si	está	dando	señales	de	cualquiera	de	los
otros	síntomas	de	la	decadencia	que	he	mencionado,	se	encuentra	bajo	la
necesidad	de	ser	revitalizada.	Si	su	iglesia	aún	no	se	ha	visto	afectada	por	estos
síntomas,	¡alabe	a	Dios!	Sin	embargo,	debe	darse	cuenta	que	podría	sucumbir	a
ellos	en	cualquier	momento	si	no	se	practican	los	principios	para	la	gloria	de
Dios.
LOS	PRIVILEGIOS	DE	LA	REVITALIZACIÓN	EN	LAS	IGLESIAS
Es	importante	la	revitalización	en	las	iglesias,	ya	que	muchas	están	muertas	o	se
están	muriendo,	y	porque	todas	las	iglesias	saludables	corren	el	riesgo	de
enfermarse	o	de	desarrollar	los	síntomas	de	la	decadencia	que	hemos	visto.	Sin
embargo,	quisiera	sugerir	que	existen	varias	razonespositivas	por	las	que
debiéramos	orar	y	trabajar	para	que	haya	una	revitalización	en	las	iglesias	de	hoy
en	día.	Es	de	esperar	que	éstas	animen	a	los	que	ya	están	involucrados	en	este
ministerio,	y	que	sean	ellos	mismos	los	que	motiven	a	otros	para	que	se	unan,	de
acuerdo	a	cómo	los	vaya	guiando	el	Señor.
El	Corazón	del	Pastor
Si	una	iglesia	en	particular	se	está	muriendo,	la	noción	convencional	en	ciertos
círculos	es	que	debiera	cerrar	o	quizás	“empezarla	de	nuevo”	en	algún	otro	lugar.
Ciertamente	existe	un	tiempo	y	lugar	para	tomar	en	cuenta	ese	enfoque	pero	yo
diría	que	en	la	mayoría	de	los	casos	el	ministerio	de	la	revitalización	en	las
iglesias	se	acerca	más	al	corazón	del	Señor.	Después	de	todo,	Él	es	el	Gran
Pastor:
¿Qué	os	parece?	Si	un	hombre	tiene	cien	ovejas,	y	se	descarría	una	de	ellas,	¿no
deja	las	noventa	y	nueve	y	va	por	los	montes	a	buscar	la	que	se	había
descarriado?	Y	si	acontece	que	la	encuentra,	de	cierto	os	digo	que	se	regocija
más	por	aquélla,	que	por	las	noventa	y	nueve	que	no	se	descarriaron.	De	igual
modo,	no	es	la	voluntad	de	vuestro	Padre	que	está	en	los	cielos,	que	se	pierda
uno	de	estos	pequeños.	(Mat.	18:12–14)
Esas	palabras	de	nuestro	Señor	Jesús	fueron	principalmente	dirigidas	a	las
personas	(cf.	vv.	15–20),	sin	embargo,	se	aplican	también	a	las	iglesias.	Veamos,
por	ejemplo,	cómo	nuestro	Salvador	amonesta	a	las	iglesias	que	se	encuentran	en
dificultades	en	Apocalipsis	2–3.	Es	cierto,	llega	la	hora	cuando	se	tienen	que
quitar	los	candeleros	o	cuando	se	debe	escribir	sobre	las	puertas	de	las	iglesias
“Icabod”,	pero	antes	de	eso,	el	Señor	exhorta	a	que	los	líderes	y	la	congregación
se	arrepientan,	prediquen	y	oren	para	que	haya	un	avivamiento.	(cf.	Apoc.	3:18–
20).	Por	lo	tanto,	pienso	que	cuando	sea	que	un	pastor,	una	iglesia	amiga,	o	una
denominación	se	acerca	a	la	iglesia	con	la	necesidad	de	ser	revitalizada,	son	ellos
los	que	reflejan	el	corazón	de	Dios.	De	la	misma	manera,	cuando	“disuelven”
una	muy	rápidamente,	cuando	aún	existe	la	esperanza	de	cambio	y	crecimiento,
pueden	herir	al	que	deja	las	noventa	y	nueve	y	va	en	búsqueda	de	la	que	se	ha
perdido.
El	Corazón	del	Apóstol
En	Hechos	13	la	iglesia	de	Antioquía	envió	a	Saulo	y	Bernabé	en	lo	que	se
conoce	como	el	Primer	Viaje	Misionero	de	Saulo.	Viajaron	ellos	por	Asia	Menor
con	una	clara	filosofía	ministerial:
En	Hechos	15,	Pablo	ya	se	encontraba	listo	para	salir	una	vez	más,	siendo	éste	el
Segundo	Viaje	Misionero.	Es	de	interés	notar	que	el	apóstol	no	dijo	simplemente
que	irían	a	buscar	nuevos	sitios	donde	llevar	el	evangelio.	Sino,	más	bien,	dijo:
“Volvamos	a	visitar	a	los	hermanos	en	todas	las	ciudades	en	que	hemos
anunciado	la	palabra	del	Señor,	para	ver	cómo	están”	(Hechos	15:36).	El	apóstol
Pablo	renovó	su	compromiso	con	todos	los	elementos	de	la	filosofía	mencionada
anteriormente,	agregando	ahora	un	quinto	objetivo:
Hechos	15:41	dice	“y	pasó	por	Siria	y	Cilicia,	animando	a	las	iglesias”	Cuando
comenzó	su	Tercer	Viaje	Misionero,	Hechos	18:23	dice:	“Después	de	estar	allí
algún	tiempo,	salió	y	recorrió	por	orden	la	región	de	Galacia	y	de	Frigia,
animando	a	todos	los	discípulos.”	Si	se	fija	en	el	mapa	del	tercer	viaje	de	Pablo,
atrás	en	su	Biblia,	verá	que	siguió	el	camino	del	segundo	viaje	casi	exactamente.
Por	lo	tanto,	la	obra	de	la	Gran	Comisión	del	apóstol	Pablo	no	se	trató	tan	solo
de	un	ministerio	para	las	personas	y	lugares	no	alcanzados,	sino	que	también	fue
un	ministerio	de	revitalización.	Sabemos	que	algunas	de	estas	iglesias	estaban
pasando	por	dificultades	incluso	durante	el	tiempo	cuando	vivió	Pablo	(¡Es	cosa
de	mirar	sus	cartas	a	los	Gálatas	y	a	los	Corintios!).	Es	así	que,	gran	parte	del
ministerio	de	Pablo	estuvo	dedicado	a	pasar	a	las	iglesias	en	decadencia	¡desde
las	brasas	hasta	las	llamas!
Esto	debiera	motivar	grandemente	a	los	pastores	y	a	otros	que	se	encuentran
dentro	de	un	ministerio	que	necesita	mucha	ayuda.	Si	algunas	de	las	iglesias	que
comenzaron	con	el	gran	apóstol	necesitaban	ser	revitalizadas,	¿por	qué	hemos	de
sorprendernos	cuando	esto	ocurre	en	la	actualidad?	Si	las	iglesias	de	Pablo
sufrieron	la	decadencia,	no	debiéramos	sentirnos	avergonzados	o	reacios	a
admitir	que	las	nuestras	también	están	heridas.	Cuando	tenemos	el	privilegio	de
laborar	en	dichas	iglesias,	¡debiéramos	sentirnos	honrados	de	ser	parte	de	este
verdadero	ministerio	apostólico!
¿Plantación	de	Iglesias	o	Revitalización	de	Iglesias?
El	ministerio	de	la	formación	de	nuevas	iglesias	es	satisfactorio,	sin	embargo,
permítame	sugerir	que	el	ministerio	de	la	revitalización	en	las	iglesias	ya
existentes	es	a	veces	incluso	más	satisfactorio.	Muchos	dirían	que	es	más	fácil
plantar	iglesias,	especialmente	para	los	pastores	jóvenes,	sin	embargo,	no	creo
que	necesariamente	sea	cierto,	por	varias	razones.
Primero,	considere	con	quién	va	a	trabajar.	El	libro	de	Don	McNair’s	The	Birth,
Care,	and	Feeding	of	the	Local	Church	(El	Nacimiento,	El	Cuidado	y	La
Alimentación	de	la	Iglesia	Local)	contiene	el	fruto	de	su	extenso	estudio	de,	y
experiencia	en,	la	plantación	de	iglesias. 	McNair	sugiere	que	cuando	un	pastor
comienza	una	iglesia,	es	probable	que	después	de	tres	años,	el	90	por	ciento	de	la
gente	que	asistió	al	comienzo	ya	no	esté	ahí.	O	que	el	mismo	pastor	se	haya	ido.
Estoy	consciente	que	existen	muchas	excepciones	a	esta	regla	pero	de	acuerdo	a
mi	propia	experiencia	debo	admitir	que	así	es	la	norma.	Muchas	de	las	personas
que	llegaron	a	una	iglesia	nueva	se	terminan	yendo	después	de	poco	tiempo,
quizás	porque	no	se	pudieron	llevar	bien	en	ningún	otro	lugar,	trayendo	los
mismos	problemas	consigo.	Quizás	se	sintieron	atraídas	a	la	nueva	iglesia	con	la
esperanza	que	fuera	lo	que	ellos	querían	que	fuese	una	iglesia,	desanimándose
cuando	no	llegó	a	ser	lo	que	ellos	esperaban.
La	mayoría	de	las	plantaciones	de	iglesias	no	resultan	atrayentes	para	muchos
cristianos	maduros	con	fervor	misionero,	deseosos	de	sacrificios	para	promover
el	reino	de	Dios.	Por	el	contrario,	los	que	son	fervorosos	tienen	la	tendencia	a	ser
fervorosos	en	otros	asuntos.	Por	ejemplo,	ellos	creen	saber	“cómo	debiera	ser
una	iglesia”,	y	dicen	que	los	líderes	de	la	iglesia	anterior	se	interponían	en	el
camino,	lo	que	les	hizo	conectarse	con	este	grupo	más	pequeño	de	personas	para
tener	más	control	de	lo	que	pasa.	Quizás	puede	que	estén	inconformes	con	lo	que
estaba	sucediendo	en	otra	iglesia,	decidiendo	“probar	esta.”	Quizás	simplemente
les	guste	la	idea	que	sea	“algo	nuevo”,	y	que	cuando	ya	no	sea	tan	nuevo,
pierdan	el	interés.	Todo	esto	lleva	a	la	conclusión	que	en	la	plantación	de
iglesias,	un	resultado	típico	mostrará	que	el	10	por	ciento	del	grupo	inicial	se	va
a	quedar,	tanto	que	el	otro	90	por	ciento	terminará	finalmente	cambiándose	a	otra
iglesia.
Sin	embargo,	cuando	un	pastor	recibe	el	llamado	para	ir	a	una	iglesia	que
necesita	ser	revitalizada,	éste	hereda	un	grupo	de	gente	que	ha	permanecido	con
esa	iglesia	en	las	buenas	y	en	las	malas.	Probablemente	sus	debilidades	han
contribuido	a	su	decadencia,	y	puede	que	se	estén	aferrando	a	viejas	tradiciones,
pero	al	menos	no	son	personas	“consumidoras”	que	se	van	a	cambiar	sin	tener
ninguna	buena	razón	para	hacerlo.	Quizás	también	no	todos	tengan	distintas
ideas	sobre	cómo	debiera	ser	una	iglesia,	como	normalmente	es	el	caso	en	la
plantación	de	iglesias.	La	gente	que	ha	permanecido	con	una	iglesia	durante	la
decadencia	está	comprometida	a	ese	ministerio	en	ese	lugar.	Si	bien	ese	tipo	de
personas	va	a	ser	un	gran	desafío	en	sí	mismas,	creo	que	pueden	ser	renovadas
en	su	fe	y	ser	grandemente	usadas	por	Dios	a	través	de	los	principios	que
analizaremos	en	este	libro.
En	muchos	casos,	la	revitalización	en	las	iglesias	también	tiene	la	ventaja	de
contar	con	recursos	ya	existentes.	No	hay	que	preocuparse	de	comprar	un
terreno,	solo	hay	que	preocuparse	de	alcanzar	a	la	gente	alrededor	de	él.	No	hay
que	construir	un	edificio,	solo	hay	que	llenar	el	que	ya	existe.	Por	otro	lado,	en	la
plantación	de	iglesias,	los	líderes	pueden	verse	grandemente	distraídos	por	años
a	causa	del	inmenso	trabajoy	los	dolores	de	cabeza	tratando	de	conseguir	dichos
recursos.	Cuando	se	le	pregunta	a	Steve	Brown	qué	es	lo	que	debiera	hacer	un
pastor	cuando	la	iglesia	comienza	con	un	proyecto	de	construcción	de	un
edificio,	normalmente	su	respuesta	es	la	siguiente:	“¡Renuncie!”	Supongo	que
debe	estar	parcialmente	bromeando.	¡No	hay	nada	peor	para	el	desgaste	de	un
pastor	que	la	construcción	de	un	proyecto!
En	consecuencia,	el	ministerio	de	la	revitalización	en	las	iglesias	no	tan	solo
refleja	el	corazón	de	Dios	y	el	de	Pablo,	sino	que	cuando	se	lleva	a	cabo	de
acuerdo	a	la	Palabra	de	Dios,	es	una	manera	práctica	y	eficaz	de	suplir	las
necesidades	actuales	del	cuerpo	de	Cristo	en	nuestra	tierra.	Creo	que	este	tipo	de
ministerio	puede	llegar	a	ser	un	catalizador	del	gran	avivamiento	que
desesperadamente	necesitamos	en	Estados	Unidos.
La	Oportunidad	Mundial
La	prioridad	y	el	privilegio	de	la	revitalización	en	las	iglesias	se	extienden,	sin
embargo,	más	allá	de	nuestras	fronteras	hacia	muchos	otros	lugares	alrededor	del
mundo.
Por	ejemplo,	En	Egipto	existe	una	denominación	llamada	la	Iglesia	Presbiteriana
Evangélica,	que	comenzó	durante	el	siglo	XIX,	según	entiendo,	por
presbiterianos	escoceses-irlandeses.	En	la	actualidad,	según	sé,	existen	650
iglesias	Presbiterianas	Evangélicas	que	han	sido	aprobadas	y	que	tienen	licencia
en	Egipto,	muchas	con	sus	propios	edificios.	Sin	embargo,	las	últimas
estadísticas	que	vi,	indicaban	que	tan	solo	250	de	ellas	contaban	con	pastores	y
que	solamente	unas	pocas	están	creciendo.	Por	lo	tanto	¡es	aquí	donde	existe	una
inmensa	oportunidad	para	impactar	grandemente	a	todo	un	país	y	a	una	cultura
completa	a	través	de	la	revitalización	de	las	iglesias!	No	tenemos	que	“introducir
escondidamente”	ninguna	Biblia	ni	tenemos	que	ir	disimuladamente.	El	gobierno
egipcio	permite	el	funcionamiento	de	estas	iglesias.
¿Se	puede	imaginar	qué	sucedería	si	650	iglesias	resucitaran	en	Egipto?	Eso
significaría	que	habría	una	revitalización	de	iglesias	no	tan	solo	a	nivel	local,
sino	que	también	a	nivel	nacional	e	incluso	¡histórico!	Menciono	esto	ya	que
hace	mucho	tiempo	atrás	este	país	musulmán	fue	verdaderamente	uno	de	los
centros	del	Cristianismo.	La	ciudad	de	Alejandría,	en	la	boca	del	Río	Nilo,	fue	el
lugar	de	la	mayor	biblioteca	teológica	del	mundo	antiguo.	Los	ejércitos
musulmanes	invadieron	el	Norte	del	África	cristiano	hace	muchos	años	atrás
pero	nuestro	Señor	es	capaz	de	volver	a	ganar	aquellas	naciones	para	Sí	con	las
armas	del	Espíritu	y	el	poder	del	evangelio.	Quizás	lo	haga	a	través	de	la
revitalización	de	muchas	iglesias	ya	existentes	ahí.
Otros	pastores	y	yo	hemos	dado	conferencias	sobre	la	revitalización	en	las
iglesias	acá	en	Estados	Unidos	desde	1992	y	recientemente	nos	hemos	dado
cuenta	que	existe	un	gran	interés	por	este	ministerio	en	otros	países.	Ahora
tenemos	la	oportunidad	de	conducir	las	conferencias	“De	Las	Brasas	a	las
Llamas”	en	Australia,	Nueva	Zelanda,	Corea,	Japón,	Uganda,	Sudáfrica,
Escocia,	Irlanda,	Inglaterra,	Rumania	y	Francia.	La	lista	sigue	creciendo	y	nos
encontramos	en	un	período	similar	al	del	Segundo	Viaje	Misionero	de	Pablo.	La
obra	del	evangelio	se	ha	expandido	a	través	del	mundo	y	ahora	es	el	tiempo	no
tan	solo	de	seguir	plantando	iglesias	por	medio	del	evangelismo	y	el	discipulado,
sino	que	también	es	tiempo	de	comprometernos	con	la	revitalización	en	las
iglesias.	¡Qué	Dios	nos	ayude	para	usar	esta	gran	oportunidad!
Si	bien	Dios	está	plantando	iglesias	en	Estados	Unidos	y	en	el	extranjero,
también	está	haciendo	grandes	cosas	a	través	del	ministerio	de	la	revitalización
en	las	iglesias.	Estoy	convencido	que	lo	mejor	está	aún	por	llegar,	y	que	este	tipo
de	ministerio	se	transformará	en	una	parte	cada	vez	más	importante	de	cualquier
estrategia	misionera	nacional	e	internacional.	Si	Dios	le	bendice	con	el	privilegio
de	ser	parte	de	la	revitalización	de	una	iglesia,	él	le	dará	la	oportunidad,	que	yo
he	gozado,	de	ayudar	a	otros	en	el	mismo	camino,	en	toda	nuestra	nación	y	el
mundo.
Para	mí,	todo	comenzó	cuando	llegué	a	esa	iglesia	que	se	estaba	muriendo	y	que
describí	en	la	introducción.	Luego	de	unas	semanas	ahí,	me	comencé	a	preguntar
si	los	“expertos”	tenían	razón,	que	la	iglesia	debía	cerrar	y	cambiarse	a	campos
más	fértiles.	Recuerdo	haber	apreciado	el	fervor	de	los	autores	y	sus	literaturas
sobre	el	tema	del	crecimiento	en	las	iglesias	pero	mi	intuición	me	decía	que	no
estaba	convencido.	Llegué	a	creer	que	esta	situación	se	trataba	de	una	prueba
para	mí,	como	la	que	enfrentó	Abraham	cuando	se	le	dijo	que	ofreciera	a	su	hijo
Isaac.	¿Seguiría	en	obediencia	al	llamado	de	Dios,	a	pesar	de	los	conflictos
externos	y	la	confusión	interna?	La	Biblia	dice	que	Abraham	pensaba	que	“Dios
es	poderoso	para	levantar	aun	de	entre	los	muertos”	(Heb.	11:19),	y	yo	por	mi
parte	también	creí	que	él	tenía	el	poder	para	sanar	y	renovar	a	una	iglesia	que	se
estaba	muriendo.	Eso	me	hizo	buscar	en	las	Escrituras	todo	lo	que	pude	hallar
relacionado	con	la	revitalización	de	las	iglesias.
Encontré	más	de	lo	que	pude	imaginar.	De	hecho,	encontré	un	estudio	de	un	caso
específico	de	una	iglesia	que	había	sido	en	cierto	momento	una	gran	iglesia,
¡pero	que	se	encontraba	en	decadencia	y	rumbo	a	la	destrucción!	Parecía	que
Dios	había	puesto	esto	en	la	Biblia	solo	para	ayudarme	a	mí,	y	a	todo	quien
quiera	ver	una	iglesia	renovada	por	medio	de	Su	gracia.	Ese	plan	divino	para	la
revitalización	es	el	tema	del	siguiente	capítulo.
Preguntas
1.	Argumente	cada	uno	de	los	síntomas	de	una	“iglesia	enferma”,	y	considere	si
se	aplican	a	su	iglesia.	¿Por	qué	o	por	qué	no?
2.	¿De	qué	maneras	podría	tratar	cada	uno	de	estos	problemas	en	su	cuerpo?
3.	¿Cuáles	son	los	privilegios	de	ser	parte	de	una	iglesia	que	necesita	ser
revitalizada?	¿De	qué	manera	se	siente	usted	animado	por	esto	en	su	ministerio
personal?
Capítulo	2
El	Paradigma	Bíblico	para	la	Revitalización
Muchos	de	los	líderes	eclesiásticos	en	la	actualidad	han	adoptado	un	modelo
para	el	desarrollo	del	ministerio	que	pareciera	provenir	de	Wall	Street	o	del
Boulevard	de	Hollywood	más	que	de	la	Biblia.	Piensan	que	las	iglesias	crecen
primordialmente	por	la	aplicación	de	exitosos	principios	comerciales.	Otros
sacan	un	modelo	que	refleja	el	de	Hollywood,	entreteniendo	a	las	personas	para
que	“lo	pasen	bien”	y	quieran	regresar.	De	todas	las	amplias	posibilidades,	la
filosofía	de	otros	pareciera	haber	sido	pedida	prestada	del	sillón	de	un	psiquiatra.
Su	énfasis	se	centra	en	el	ofrecimiento	de	entrega	de	soluciones	a	nuestras
necesidades	psicológicas	y	emocionales	más	profundas	en	vez	de	la	adoración
espiritual	al	Señor	Jesucristo.	Efectivamente,	la	mayoría	de	las	iglesias	hoy	en
día	pareciera	que	han	adoptado	el	modelo	corporativo	de	Wall	Street,	el	modelo
del	espectáculo	de	Hollywood	o	el	modelo	terapéutico	psiquiatra.
Se	pueden	extraer	ideas	útiles	de	cada	uno	de	estos	modelos	modernos	pero
ninguno	de	ellos	posee	el	enfoque	bíblico	para	lograr	la	revitalización	en	las
iglesias.	Ciertamente,	cuando	comencé	a	estudiar	este	tema	en	las	Escrituras,	no
encontré	ningún	modelo	comercial,	ni	de	espectáculos	ni	terapéutico.	Descubrí
que	la	Biblia	utiliza	otras	imágenes	que	describen	a	la	iglesia,	que	son	más
apropiadas	e	informativas,	imágenes	tales	como	la	familia,	el	ejército	y	el
cuerpo.	También	encontré	que	contiene	principios	sobre	el	liderazgo	para	la
revitalización	en	las	iglesias,	algunos	de	los	cuales	no	calzan	muy	bien	con	esos
modelos	conocidos.	Descubrí	también	que	existe	un	ejemplo	práctico	y	útil	sobre
la	revitalización	en	las	iglesias	que	Dios	nos	ha	entregado	en	la	Palabra.
ESTUDIO	DE	UN	CASO	BÍBLICO
Por	un	momento	durante	el	siglo	I,	la	iglesia	de	Éfeso	fue	una	de	las	más	grandes
del	mundo.	Fue	una	de	las	cuatro	iglesias	“epicéntricas”	influyentes,	junto	a	las
de	Jerusalén,	Antioquía	y	Roma.	Pablo	fue	quien	la	fundó	(con	la	ayuda	de
Aquilas	y	Priscila),	permaneciendo	ahí	tres	años,	más	tiempo	que	en	cualquier
otra	iglesia.	El	gran	predicador	Apolos	fue	discipulado	en	la	iglesia	de	Éfeso	,
donde	otras	treceiglesias	vieron	sus	inicios	en	las	regiones	adyacentes	como
resultado	de	su	ministerio.
En	Hechos	19:23-41	se	registra	una	instancia	que	muestra	cuán	eficaces	fueron
aquellos	jóvenes	creyentes	que	ejercieron	influencia	en	su	cultura.	La	religión
falsa,	especialmente	la	adoración	a	la	diosa	griega	Diana,	había	sido	muy
lucrativa	en	Éfeso.	Entre	las	mercancías	principales	de	la	ciudad	se	encontraban
los	templecillos,	las	estatuas	y	otras	parafernalias.	Sin	embargo,	a	medida	que
iba	creciendo	la	iglesia,	se	iban	convirtiendo	muchas	personas	de	la	religión
falsa,	haciendo	que	la	industria	de	los	ídolos	pasara	a	la	recesión.	Ciertamente,	el
impacto	de	la	iglesia	fue	tan	grande	que	los	artesanos	locales	temían	perder	sus
empleos	en	poco	tiempo.	Llegaron	incluso	a	suscitar	una	revuelta	como	intento
desesperado	de	ganar	apoyo	para	la	adoración	pagana	en	su	ciudad.	Una
situación	similar	se	había	desarrollado	antes	en	Tesalónica,	donde	los	no
creyentes	de	la	comunidad	decían	de	los	apóstoles:	“Estos	que	trastornan	el
mundo	entero	también	han	venido	acá”	(Hechos	17:6).	El	impacto	de	los
creyentes	en	Éfeso	se	podría	describir	de	la	misma	manera,	que	estaban
“poniendo	el	mundo	al	revés”,	como	leemos	en	la	traducción	antigua.
Es	así	que	Éfeso	fue	una	gran	iglesia	en	sus	inicios,	logrando	sobresalir	para
Cristo	en	su	comunidad	y	el	mundo.	Sin	embargo,	Pablo	sabía	que	no	podía
dormirse	en	sus	laureles.	Al	despedirse	de	los	ancianos,	les	advirtió	de	la
necesidad	de	permanecer	firmes	frente	a	las	dificultades	venideras:
Por	tanto,	mirad	por	vosotros	y	por	todo	el	rebaño	en	que	el	Espíritu	Santo	os	ha
puesto	por	obispos	para	apacentar	la	iglesia	del	Señor,	la	cual	él	ganó	por	su
propia	sangre,	porque	yo	sé	que	después	de	mi	partida	entrarán	en	medio	de
vosotros	lobos	rapaces	que	no	perdonarán	al	rebaño.	Y	de	entre	vosotros	mismos
se	levantarán	hombres	que	hablarán	cosas	perversas	para	arrastrar	tras	sí
discípulos.	Por	tanto,	velad,	acordándoos	de	que	por	tres	años,	de	noche	y	de	día,
no	he	cesado	de	amonestar	con	lágrimas	a	cada	uno.	(Hechos	20:28–31)
Por	cierto,	falsos	maestros	y	líderes	llevados	por	su	ego	comenzaron	a	afligir	a	la
iglesia	después	que	Pablo	se	fue,	haciendo	decaer	a	esta	gran	iglesia	de	antaño.
El	triste	proceso	de	pasar	de	las	llamas	a	las	brasas	había	comenzado	cuando	el
apóstol	escribió	su	primera	carta	a	Timoteo.	En	esa	carta	le	decía	a	Timoteo:
“Como	te	rogué	que	te	quedaras	en	Éfeso	cuando	fui	a	Macedonia,	para	que
mandaras	a	algunos	que	no	enseñen	diferente	doctrina”	(1	Tim.	1:3).	En	realidad,
por	su	ocasión	y	propósito,	todo	el	libro	de	1	Timoteo	sirve	como	manual	para	la
revitalización	de	las	iglesias,	así	mismo,	todos	los	principios	que	analizaremos	se
pueden	encontrar	en	sus	páginas.⁷
Sin	embargo,	y	a	pesar	de	toda	esta	instrucción	de	Pablo,	y	los	mejores	esfuerzos
de	Timoteo,	la	iglesia	de	Éfeso	finalmente	se	vio	enfrentada	a	la	decadencia.	En
el	libro	del	Nuevo	Testamento,	el	mismo	Jesús	advirtió	que	la	iglesia	estaba	a
punto	de	ser	juzgada	por	Dios,	si	no	se	arrepentía	(Apoc.	2:1–5):
Escribe	el	ángel	de	la	iglesia	en	Éfeso	:
El	que	tiene	las	siete	estrellas	en	su	diestra,	el	que	camina	en	medio	de	los	siete
candelabros	de	oro,	dice	esto:	“Yo	conozco	tus	obras,	tu	arduo	trabajo	y	tu
perseverancia,	y	que	no	puedes	soportar	a	los	malos,	has	probado	a	los	que	se
dicen	ser	apóstoles	y	no	lo	son,	y	los	has	hallado	mentirosos.	Has	sufrido,	has
sido	perseverante,	has	trabajado	arduamente	por	amor	de	mi	nombre	y	no	has
desmayado.	Pero	tengo	contra	ti	que	has	dejado	tu	primer	amor.	Recuerda,	por
tanto,	de	dónde	has	caído,	arrepiéntete	y	haz	las	primeras	obras,	pues	si	no	te
arrepientes,	pronto	vendré	a	ti	y	quitaré	tu	candelabro	de	su	lugar.”
Aparentemente	el	ministerio	de	la	revitalización	de	Pablo	ciertamente	tuvo
algunos	efectos	positivos,	especialmente	en	lo	que	se	refiere	a	la	doctrina,	ya	que
a	los	efesios	se	les	conocía	por	su	discernimiento	en	cuanto	a	los	falsos	maestros
(ver	v.	6).	Sin	embargo,	habían	abandonado	su	primer	amor	y	habían	caído	en
una	creencia	ortodoxa	muerta,	al	punto	que	el	Señor	les	advirtió	que	vendría	y
les	quitaría	sus	“candeleros.”	El	Puritano	Matthew	Henry	describe	bien	esta
abrumadora	posibilidad	en	su	comentario	sobre	el	Apocalipsis:
Si	la	presencia	de	la	gracia	de	Cristo	y	del	Espíritu	fuese	desatendida,
pudiéramos	esperar	la	presencia	de	su	descontento.	Vendrá	él	a	manera	de	juicio,
y	eso	en	manera	rápida	y	sorprendente,	sobre	las	iglesias	y	los	pecadores
impenitentes;	los	removerá	de	la	iglesia,	se	llevará	su	evangelio,	sus	ministerios
y	sus	decretos	de	ellos,	y…	¿qué	harán	las	iglesias	cuando	se	les	haya	quitado	el
evangelio?⁸
Ese	horrible	destino	les	esperaba	a	aquellos	creyentes	si	no	se	arrepentían.	Por	lo
que,	si	alguna	vez	hubo	una	iglesia	que	pasó	de	las	llamas	a	las	brasas,	o	de	las
riquezas	a	la	pobreza,	esa	fue	la	iglesia	de	Éfeso.	Pero	Jesús	no	dijo	que	la
iglesia	quedaría	desesperanzada,	ni	tampoco	dijo	que	debiera	cerrar	(aun	cuando
eso	pase	al	final	si	las	cosas	no	cambian).	No	obstante,	él	nos	entregó	un
paradigma,	o	un	plan	básico,	para	revitalizar	las	iglesias.	Nos	dijo	que	el	cuerpo
de	creyentes	es	capaz	de	detener	su	decadencia	y	pasar	de	las	brasas	nuevamente
a	las	llamas	siempre	y	cuando	su	liderazgo	lo	enseñe	para	que	recordemos,	nos
arrepintamos	y	haya	recuperación.
RECORDEMOS
La	primera	etapa	hacia	la	revitalización,	de	acuerdo	a	nuestro	Señor	Jesús,	es
“recordar…	de	dónde	has	caído”	(Apoc.	2:5).	No	debiéramos	vivir	en	el	pasado,
dominados	por	la	nostalgia,	como	lo	vimos	en	el	capítulo	1,	esto	no	significa	que
el	pasado	no	sea	importante.	Por	el	contrario,	las	Escrituras	nos	muestran	que
Dios	quiere	que	recordemos	muchas	cosas	maravillosas	que	ha	hecho	él	por
nosotros	y	a	través	de	nosotros.	Los	salmos,	por	ejemplo,	están	llenos	de
recitaciones	de	las	grandes	obras	de	Dios	en	el	pasado.	Josué	4:20-24	nos
muestra	un	ejemplo	de	dicha	práctica	curiosa	del	“amontonamiento	de	piedras”,
cosa	común	en	el	Antiguo	Testamento:
Josué	erigió	en	Gilgal	las	doce	piedras	que	habían	traído	del	Jordán.	Y	dijo	a	los
hijos	de	Israel:	«Cuando	el	día	de	mañana	os	pregunten	vuestros	hijos:	“¿Qué
significan	estas	piedras?”,	diréis	a	vuestros	hijos:	“Israel	pasó	en	seco	por	este
Jordán,	porque	Jehová,	vuestro	Dios,	secó	las	aguas	del	Jordán	delante	de
vosotros,	hasta	que	pasasteis,	de	la	misma	manera	que	Jehová,	vuestro	Dios,
había	hecho	en	el	Mar	Rojo,	el	cual	secó	delante	de	nosotros	hasta	que	pasamos,
para	que	todos	los	pueblos	de	la	tierra	conozcan	que	la	mano	de	Jehová	es
poderosa,	y	para	que	temáis	a	Jehová,	vuestro	Dios,	todos	los	días.”»
Cuando	visité	Israel	la	primera	vez	hace	años	atrás,	esperaba	ver	pilas	de	piedras
por	todas	partes,	¡ya	que	hay	tantas	historias	como	esa	en	el	Antiguo
Testamento!	Pero	ponga	atención	al	motivo	por	el	cual	el	pueblo	de	Dios	había
levantado	tales	monumentos:	para	que	ellos,	sus	hijos,	e	incluso	el	mundo	viera
las	piedras	y	recordara	lo	que	Dios	había	hecho.	Esto	es	crucial	porque	los
desafíos	de	la	actualidad	se	superan	mejor	cuando	miramos	al	Señor	y	nos
motivamos	al	saber	que	Él	siempre	ha	obtenido	la	victoria.	El	Dios	que	obtuvo	la
victoria	en	el	pasado	obtendrá	la	victoria	en	el	presente	porque	Él	es	el	mismo
ayer,	hoy	y	siempre.	Por	tanto,	la	gente	hoy	necesita	conectarse	con	el	pasado,
con	la	historia	de	su	propia	iglesia	local	y	también	con	la	historia	de	la	iglesia	a
través	de	los	siglos.
La	Historia	de	la	Iglesia	Local
Un	pastor	nuevo	que	llega	a	una	iglesia	ya	establecida	debe	darse	cuenta	que	la
historia	de	esa	iglesia	no	comienza	con	él.	Dios	ha	obrado	en	ese	cuerpo	en	el
pasado,	no	importa	cuán	afligida	parezca	estar	ahora.	Así	también,	la	gente	de
hoy,	incluidos	los	líderes	actuales,	pueden	recuperar	la	esperanza	y	el	ánimo	de
las	buenas	cosas	que	hizo	Dios	mucho	antes	que	ellos	llegaran.	Como	dije	antes,
no	estoy	sugiriendo	que	se	vuelva	a	los	“días	de	gloria”	de	la	iglesia,	ni	tampoco
estoy	ciertamente	defendiendo	la	perpetuidad	del	status	quo	ya	que	“siempre	lo
hemos	hechode	esa	manera.”	Usted	debe	seguir	adelante,	pero	a	medida	que	lo
va	haciendo,	debe	esforzarse	para	establecer	una	conexión	con	la	historia	de	la
iglesia.
Tengo	un	amigo	que	fue	llamado	a	pastorear	una	iglesia	donde	antes	habían
tenido	a	dos	hombres	famosos	y	exitosos.	Inevitablemente,	alguien	le	dijo:
“Ciertamente	va	a	tener	que	calzar	los	zapatos	de	alguien	bien	grande.”	A	lo	que
mi	amigo	respondió:	“Traje	mis	propios	zapatos,	gracias.”	Esa	es	una	buena
ilustración	de	cómo	se	debe	evitar	el	peligro	de	caer	en	la	trampa	del	pasado	o	de
ser	dominado	por	el	pasado.	Debemos	caminar	con	nuestros	propios	zapatos,
pero	al	mismo	tiempo	debemos	tener	cuidado	de	no	faltar	el	respeto	ni	deshonrar
a	los	que	caminaron	antes	de	nosotros.
Los	nuevos	pastores	generalmente	cometen	dos	errores	cuando	se	sienten
intimidados	o	inseguros	por	el	éxito	del	pastor	anterior.	Uno	de	esos	errores	se
deja	ver	cuando	intentan	despreciar	el	ministerio	previo	para	justificar	el	propio,
y	el	otro	tiene	que	ver	cuando	tratan	de	duplicar	el	ministerio	que	tuvo	el	pastor
anterior.	Ambos	enfoques	deben	ser	evitados	a	toda	costa.	Por	supuesto,	si	el
ministerio	anterior	fue	inmoral	en	alguna	manera,	hay	que	distanciarse	de	ese
pecado.	Sin	embargo,	usted	debiera	reconocer	y	conmemorar	todo	lo	bueno	de
los	antiguos	líderes	de	la	iglesia.
Es	bueno	mostrarles	respeto	cuando	merecen	ser	respetados,	especialmente	a
comienzos	de	los	años	de	un	ministerio	de	revitalización.	Al	construir	un	puente
con	el	pasado	y	al	celebrar	aquellas	personas	y	eventos	que	valen	la	pena	ser
conmemorados,	usted	puede	incentivar	a	los	miembros	antiguos	para	que
vuelvan	a	experimentar	su	primer	amor,	creando	un	lazo	más	estrecho	entre	ellos
y	los	asistentes	más	recientes.	El	conmemorar	la	historia	de	la	iglesia	también
produce	el	equilibrio	del	fervor	mal	encausado	de	los	que	pretenden	cambiar
todo	lo	de	la	iglesia,	¡incluso	las	cosas	buenas!
¿Cuáles	serían	algunas	maneras	prácticas	para	conmemorar	el	pasado	de	su
iglesia?	Un	pastor	que	va	a	jubilar,	por	ejemplo,	debiera	ser	honrado	de	distintas
maneras,	con	un	banquete,	regalos	y	tal	vez	con	un	puesto	de	pastor	emeritus	en
el	que	pueda	seguir	sirviendo	a	la	iglesia	en	el	futuro.	Puede	que	usted	aparte	un
domingo	al	año	para	recordar	lo	que	Dios	ha	hecho	en	la	historia	de	su	iglesia,
algunos	llaman	a	esto	“El	Domingo	Recordatorio”	o	“La	Semana	de	los
Fundadores”.	El	pastor	pudiera	incorporar	anécdotas	del	pasado	en	sus
sermones,	o	pedirle	a	la	gente	que	lleva	tiempo	en	la	iglesia	que	comparta
testimonios	de	acontecimientos	importantes	en	la	vida	de	la	iglesia.	Tenga
cuidado	de	no	cambiar	la	historia	para	que	calce	mejor	con	sus	propias
preferencias	o	agenda,	sino	que	busque	las	cosas	que	verdaderamente	son	dignas
de	ser	conmemoradas,	haciéndolas	flamear	como	una	bandera	por	la	causa	del
futuro	ministerio	del	evangelio.
La	Historia	de	la	Iglesia	Universal
Otra	forma	en	que	podemos	“apilar	piedras”	y	conectarnos	con	el	pasado	es
recordando	a	las	personas	que	han	sido	parte	del	glorioso	río	de	la	historia	de	la
iglesia	que	ha	fluido	desde	los	tiempos	de	Cristo	hasta	ahora.	Muy
frecuentemente,	los	creyentes	tienden	a	considerarse	tan	solo	como	parte	de	un
pequeño	charco	del	Cristianismo	norteamericano	moderno,	quedándose
estancados,	como	el	agua	en	muchos	dichos	charcos.	Sin	embargo,	la	historia	de
la	iglesia	se	asemeja	mucho	más	a	la	del	Mississippi	que	a	la	del	charco	de	pesca
local,	donde	los	cristianos	tienden	a	crecer	más	cuando	salen	del	charco	y	pasan
al	río.	Esto	se	debe	a	que	sus	mentes	han	sido	expandidas	por	los	pastores	y	los
maestros	del	pasado	(cf.	Efe.	4:11)	y	porque	sus	corazones	han	sido	desafiados
por	muchos	de	los	grandes	héroes	que	les	han	precedido.
Por	ejemplo,	la	manera	de	adoración	de	una	iglesia	se	refleja	cuando	ésta	está
conectada	con	el	pasado	o	cuando	se	ha	distanciado	efectivamente	de	la	historia.
Nos	unimos	a	los	santos	de	los	siglos	cuando	recitamos	las	confesiones
históricas	de	fe	como	la	del	antiguo	Credo	de	los	Apóstoles	o	la	del	Catequismo
de	Westminster	de	la	Inglaterra	Puritana.	También	existen	muchos	himnos
antiguos	maravillosos	que	el	pueblo	de	Dios	ha	entonado	de	generación	en
generación,	que	no	debieran	ser	descartados	de	nuestra	adoración	tan	solo
porque	la	gente	no	conoce	su	estilo	musical	o	su	profundidad	lírica.	Nada	bueno
se	obtiene	fácilmente,	y	con	poco	tiempo	y	esfuerzo,	la	gente	puede	aprender	a
disfrutar	de	la	música	antigua.	Por	cierto,	tampoco	queremos	irnos	al	otro
extremo	diciendo	que	no	se	ha	escrito	ninguna	buena	música	desde	el	siglo	XIX,
pero	debiéramos	mantener	cierta	forma	de	equilibrio	entre	el	pasado	y	el
presente.	Dios	es	el	Dios	de	la	actualidad,	y	Él	es	el	Dios	de	los	siglos,	son	esos
aspectos	de	Su	naturaleza	los	que	se	debieran	reflejar	en	nuestra	adoración.
La	buena	adoración	no	se	compromete	con	la	arrogancia	de	la	modernidad,	la
que	se	desconecta	del	pasado,	ni	tampoco	participa	en	la	idolatría	del
tradicionalismo,	que	vive	en	el	pasado.	Mejor	dicho,	debiéramos	comenzar	con
la	gran	adoración	clásica	que	en	cierta	época	fue	contemporánea	y	que	ha
probado	ser	cierta,	para	luego	construir	sobre	ella,	estando	listos	para	absorber	lo
que	es	de	excelencia	en	el	presente.	La	buena	adoración	se	ofrece	en	espíritu	y
en	verdad,	honra	a	Cristo	y	facilita	la	adoración	del	pueblo	de	Dios	a	los
perdidos.	Está	conectada	con	el	pasado	sin	dejarlo	de	lado,	está	contextualizada
en	el	presente	sin	acomodarla	al	presente	y	fija	un	patrón	para	darle	forma	al
futuro	en	vez	de	quedar	obsoleta	en	el	futuro.	De	este	modo,	se	convierte	en	un
ejemplo	de	nuestra	filosofía	ministerial	general.
Por	muchos	años	he	intentado	conectar	a	la	gente	con	el	pasado,	retratando
personajes	históricos	en	sermones	especiales,	en	los	que	he	usado	la	primera
persona.	Durante	el	servicio	de	la	tarde	del	Domingo	de	la	Reforma,	por
ejemplo,	normalmente	he	predicado	sobre	un	“personaje”,	como	si	yo	mismo
fuera	Martín	Lutero,	John	Knox	u	otro	héroe	de	la	fe	que	nos	ha	venido	a	visitar.
En	el	servicio	del	domingo	cercano	al	4	de	julio,	he	pretendido	ser	algún
personaje	histórico	que	comenta	sobre	el	Cristianismo	de	George	Washington,
Abraham	Lincoln	o	Patrick	Henry.	Tales	tipos	de	mensajes	han	sido	recibidos
con	gran	entusiasmo	a	través	de	los	años,	los	que	han	elevado	el	nivel	de
conocimiento	de	la	obra	de	Dios	a	través	de	la	historia.	Usted	pueda	no	querer
hacer	exactamente	lo	que	yo	he	hecho,	sin	embargo,	debiera	encontrar	alguna
manera	para	instruir	a	su	gente	en	este	sentido.	Por	ejemplo,	una	buena	forma	de
hacer	esto,	pudiera	ser	que	incluya	más	ilustraciones	del	pasado	en	los	sermones
de	los	domingos.
Por	último,	otra	manera	en	que	usted	puede	sacar	a	la	gente	del	charco	y	pasarla
al	río	es	enseñándoles	acerca	del	Antiguo	Testamento.	Así	como	la	historia	del
pueblo	de	Dios	no	comenzó	con	nuestra	iglesia	local,	tampoco	comenzó	con	la
iglesia	del	Nuevo	Testamento.	Dios	estaba	llamando	a	un	pueblo	para	sí	miles	de
años	antes	de	Cristo,	por	lo	tanto,	la	historia	de	Israel	es	nuestra	historia	también.
Como	vemos	en	1	Corintios	10:11	donde	dice:	“Todas	estas	cosas	les
acontecieron	como	ejemplo,	y	están	escritas	para	amonestarnos	a	nosotros,	que
vivimos	en	estos	tiempos	finales.”	Nuestro	Señor	hizo	que	los	corazones	de	los
discípulos	ardieran	en	camino	a	Emaús,	donde	vemos	en	Lucas	24:27	que	dice:
“Y	comenzando	desde	Moisés	y	siguiendo	por	todos	los	profetas,	les	declaraba
en	todas	las	Escrituras	lo	que	de	él	decían.”	El	Antiguo	Testamento	no	es
solamente	una	recopilación	de	historias	de	enseñanza	moral,	sino	que	un
glorioso	desarrollo	progresivo	de	la	majestad	de	Cristo	el	Redentor.	En	otras
palabras,	Cristo	es	el	arco-iris,	el	arca,	el	templo,	quien	otorga	el	manto	de
justicia,	la	escalera	que	ha	descendido.	Tal	tipo	de	predicación	enciende	los
corazones	del	pueblo	de	Dios,	permitiéndoles	ver	el	pacto	de	la	gracia	revelada	a
través	de	las	Escrituras,	las	que	luego	florecen	en	la	gloria	del	Nuevo
Testamento.
Las	Escrituras	sobre	Israel	constituyen	más	de	dos	tercios	de	laBiblia	y	el
Nuevo	Testamento	sin	el	Antiguo	Testamento	sería	como	un	árbol	sin	el	tronco
(ver	Rom.	11:17–24).	Ignorar	esa	importante	parte	de	la	Palabra	de	Dios	es
perder	mucho	de	lo	que	Él	ha	revelado.
Es	así	que	una	iglesia	viva	y	saludable	tendrá	un	“ministerio	en	movimiento”,	en
vez	de	un	“ministerio	de	mantenimiento.”	Los	ministerios	de	mantenimiento
viven	en	el	pasado	y	se	sostienen	en	el	presente.	Sin	embargo,	un	ministerio	en
movimiento	va	a	aprender	intencionalmente	del	pasado	para	luego	vivir
eficazmente	en	el	presente	y	transformar	la	visión	del	futuro.	A	la	luz	de	esto,	le
animo	una	vez	más	a	que	desarrolle	tres	cosas:
Esto	pondrá	a	su	ministerio	dentro	del	movimiento	de	la	gracia	y	la	gloria	de
Dios	desde	el	pasado	al	presente	para	cambiar	el	futuro.	Nuestro	Dios	es	el
mismo	ayer,	hoy	y	siempre.	Lo	que	Él	ha	hecho	en	el	pasado	lo	puede	hacer	una
vez	más.
ARREPINTÁMONOS
Sin	embargo,	y	a	medida	que	va	investigando	y	contemplando	el	pasado,	puede
que	se	de	cuenta	que	había	cosas	en	él	que	no	son	dignas	de	ser	conmemoradas.
Ciertamente,	dentro	de	la	historia	de	una	iglesia	en	decadencia	o	muerta,	casi
siempre	existen	algunas	cosas		que	estaban	completamente	erróneas,	lo	que
significa	que	la	iglesia	debe	arrepentirse.	Esto	no	es	tan	deprimente	como	parece,
ya	que	le	da	a	Dios	la	oportunidad	para	hacer	un	nuevo	e	interesante	trabajo	en	la
iglesia	cuando	nos	humillamos,	nos	arrepentimos	y	oramos.	(cf.	2	Crón.	7:14).
Puede	que	Dios	haya	estado	reteniendo	Su	bendición	porque	el	cuerpo	no	se	ha
arrepentido,	pero	cuando	lo	haga,	será	Él	quien	abra	las	puertas	y	envíe	Su	gracia
de	manera	sin	igual.
Pero	para	lograr	este	arrepentimiento	corporal,	tendrá	primeramente	que
incentivar	la	confesión	de	pecados,	creando	un	ambiente	de	gracia.	No	está	bien
simplemente	decir:	“Necesitamos	arrepentirnos.	Está	bien,	arrepintámonos.”	El
verdadero	arrepentimiento	comienza	con	la	confesión,	donde	la	gente	no	siente
la	libertad	para	admitir	sus	pecados	hasta	que	no	han	entendido	el	evangelio	del
perdón	gratuito	de	Dios.	Jack	Miller	explica	esto	en	su	excelente	libro
Repentance	and	20th	Century	Man	(El	Arrepentimiento	y	el	Hombre	del	Siglo
XX):
Si	la	convicción	de	pecados	se	exigiera	como	si	fuera	la	meta	de	las	cosas,	si	la
injusticia	humana	se	expusiera	aparte	de	la	fe	en	Cristo,	entonces	se	dejaría	que
el	hombre	quede	suspendido	en	un	estado	de	penitencias,	volviendo	a	la	miseria
previa	a	la	Reformación,	haciendo	que	la	salvación	sea	completamente	inestable
porque	se	basaría	en	lo	que	el	hombre	hace	para	recuperarse	a	sí	mismo.
Los	pecadores	en	dicha	condición	no	tienen	cómo	saber	que	Dios	les	ama	y	que
los	va	a	recibir	en	su	corazón.	Psicológica	y	moralmente,	todo	queda	en
oscuridad	y	sin	sentido.	Cuando	el	pecado	se	expone	aparte	de	las	promesas
divinas,	la	realidad	del	hombre	fuera	del	Señor	se	ve	cada	vez	más	trastocada	y
confusa.	La	conciencia	adolorida	simplemente	no	puede	hallar	alivio	de	esta
manera.¹
Dicho	de	otra	forma,	el	arrepentimiento	solo	puede	ser	genuino	y	duradero
cuando	el	que	comete	pecado	ve	que	la	gracia	de	Dios	está	disponible	para	él.
Coloque	la	gracia	en	un	ámbito	inalcanzable	y	verá	que	la	desesperación	del
pecador	convicto	se	profundiza	y	crece	la	oposición	hacia	Dios.	Sin	embargo,	el
Evangelio	de	Juan	demuestra	el	carácter	absolutamente	completo	de	la	obra	de
Jesús	(Juan	4:34,	17:4,	19:30).	Existe	suficiente	amor,	y	es	más,	está	disponible
para	cualquier	pecador	que	lo	desee.	Una	gota	de	la	sangre	de	Jesús	expiará	los
peores	pecados	del	hombre.	¿Cómo	podemos	entonces	dejar	de	responder
cuando	se	nos	ha	asegurado	que	el	amor	purificador	fluye	en	sobreabundancia
desde	el	Calvario?¹¹
También	deberá	enfatizar	la	responsabilidad	personal,	no	dejando	que	se	creen
excusas.	Desde	que	se	cometió	el	primer	pecado,	la	gente	ha	estado	culpando	a
otros	o	a	otras	cosas	en	vez	de	a	sí	misma.	Somos	expertos	en	“hacernos	las
víctimas.”	Cuando	Dios	confrontó	a	Adán	después	de	haber	pecado,	su	respuesta
fue	la	siguiente:	“La	mujer	que	me	diste	por	compañera	me	dio	del	árbol,	y	yo
comí”	(Gén.	3:12).	Adán	fue	muy	ágil	al	traspasar	su	culpa	que	se	las	ingenió
para	¡acusar	a	Dios	y	a	su	esposa	en	una	sola	oración!	Por	cierto,	la	mujer	hizo	lo
mismo.	Al	ser	interrogada	por	Dios,	Eva	dijo:	“La	serpiente	me	engañó”	(Gén.
3:13).
Existen	dos	maneras	de	responder	cuando	hemos	pecado:	podemos	cubrir	o
confesar.	Una	de	las	principales	formas	en	que	cubrimos	es	pensando,	o
refiriéndonos	a	nosotros	mismos,	como	las	“víctimas”	de	los	errores	de	otros.
Pero	ya	sea	que	decimos	tener	una	“esposa	disfuncional”,	o	que	“el	enemigo	me
lo	hizo	hacer”,	o	cualquiera	otra	técnica	para	librarnos	de	la	culpabilidad,
debemos	entender	que	la	bendición	de	Dios	no	reposará	sobre	nosotros	hasta	que
dejemos	de	ofrecer	ese	tipo	de	excusas.	Primera	de	Corintios	10:13	dice:	“No	os
ha	sobrevenido	ninguna	prueba	que	no	sea	humana;	pero	fiel	es	Dios,	que	no	os
dejará	ser	probados	más	de	lo	que	podéis	resistir,	sino	que	dará	también
juntamente	con	la	prueba	la	salida,	para	que	podáis	soportarla.”	Si	bien	puede
que	seamos	tentados	por	las	fallas	de	otros,	nunca	se	nos	obliga	a	pecar.	El
ambiente	o	la	ocasión	no	nos	hacen	pecar.	Puede	que	nos	influyan,	puede	que
hagan	salir	la	debilidad	espiritual	de	nuestra	propia	vida	personal,	pero	no	nos
obligan	a	pecar.	La	opción	de	desobedecer	a	Dios	es	solamente	nuestra,	es	así
que	debemos	culparnos	solamente	a	nosotros	mismos.	Lo	mismo	es	cierto	de
cada	iglesia	que	le	ha	fallado	a	Dios	en	el	pasado.	En	consecuencia,	la	confesión
debe	comenzar	con	un	apropiamiento	personal	y	con	un	acuerdo	con	Dios	que
somos	nosotros	los	responsables	por	los	pecados	que	hemos	cometido.
Para	ver	cambios	en	una	iglesia,	también	debemos	estar	expectantes	de	los	frutos
del	arrepentimiento.	Juan	el	Bautista	les	decía	a	las	multitudes:	“Haced,	pues,
frutos	dignos	de	arrepentimiento”	(Lucas	3:8),	lo	que	significa	que	el
arrepentimiento	no	es	verdadero	a	menos	que	haya	acción.	2	Corintios	7:10–11
enseña	esta	misma	verdad:
La	tristeza	que	es	según	Dios	produce	arrepentimiento	para	salvación,	de	lo	cual
no	hay	que	arrepentirse;	pero	la	tristeza	del	mundo	produce	muerte.	Esto	mismo
de	que	hayáis	sido	entristecidos	según	Dios,	¡qué	preocupación	produjo	en
vosotros,	qué	defensa,	qué	indignación,	qué	temor,	qué	ardiente	afecto,	qué	celo
y	qué	vindicación!	En	todo	os	habéis	mostrado	limpios	en	el	asunto.
Los	“frutos”	del	arrepentimiento	mencionados	en	estos	versículos	se	pueden
resumir	en	tres	palabras:	restitución,	restauración	y	reconciliación.	La	restitución
es	devolver	lo	que	se	debe,	la	restauración	es	hacer	que	las	cosas	vuelvan	a	ir
bien	y	la	reconciliación	es	la	renovación	de	las	relaciones	que	se	han	roto	por
causa	del	pecado.
Eso	es	tan	solo	una	leve	explicación	de	la	naturaleza	del	arrepentimiento	de
acuerdo	a	la	Biblia.	Si	desea	aprender	más	sobre	los	principios	relacionados	con
ello,	puede	leer	el	libro	de	Jack	Miller	mencionado	anteriormente,	o	El
Pacificador:	la	solución	de	conflictos	personales,	por	Ken	Sande.¹²	Sin	embargo,
los	conceptos	que	he	provisto	acá	debieran	ser	suficientes	para	que	usted
comprenda	el	siguiente	análisis	de	su	aplicación	a	una	iglesia	que	necesita	ser
revitalizada.
El	Arrepentimiento	en	los	Líderes
Muchas	veces	la	renovación	en	el	cuerpo	debe	comenzar	con	la	renovación	de
ciertos	elementos	claves,	como	el	pastor	mismo.	Cualquier	tipo	de	pecado	afecta
al	ministerio	de	una	iglesia,	tal	cual	lo	ilustra	la	historia	de	Acán	en	Josué	7,	sin
embargo,	nada	es	peor	que	cuando	se	encuentra	en	los	líderes.	Es	así	que	el
camino	al	arrepentimiento	que	Dios	le	ofrece	a	la	gente	normalmente	comienza
con	el	arrepentimiento	de	los	que	los	pastorean.	Por	un	lado,	si	los	que	lideran	se
niegan	a	confesar	y	no	se	arrepienten	de	su	propio	pecado,	quedarán	pocas
esperanzas	para	la	congregación.	Pero,	por	otro	lado,	¡qué	bendición	más	grande
cuando	tratamos	nuestro	pecado	a	la	manera	de	Dios!
A	comienzos	de	mi	ministerio	de	predicador,	estaba	preparando	un	sermón	sobre
2	Corintios	7,	el	pasajesobre	el	arrepentimiento	que	antes	mencioné.	Mientras	lo
iba	estudiando,	vino	a	mi	memoria	un	pecado	que	había	cometido	hacía	dos	años
mientras	estaba	en	la	universidad.	Recuerdo	haber	estado	tomando	un	examen	de
griego	y	estaba	luchando	con	un	tema	de	traducción	en	particular,	cuando	se
levanta	el	compañero	en	frente	mío	para	sacarle	puntas	al	lápiz.	Ahí	estaba	la
respuesta	que	necesitaba,	justo	al	frente	mío.	Fue	así	que	copié	la	respuesta	en
mi	hoja	de	examen,	la	entregué	al	final	de	la	clase	y	seguí	adelante	con	mi	vida.
Sin	embargo,	el	Señor	lo	estaba	trayendo	a	mi	memoria,	sabiendo	que	en	este
momento	estaba	siendo	probado,	una	prueba	de	integridad,	una	prueba	de
arrepentimiento.	¿Pondría	en	práctica	los	principios	que	estaba	aprendiendo	del
texto	y	me	prepararía	para	predicarle	a	esa	congregación?	¿O	me	pararía	delante
de	ellos	como	un	hipócrita?
Gracias	a	Dios,	dejé	de	lado	mis	apuntes	sobre	mi	escritorio	y	me	dirigí	hacia	la
universidad,	que	se	encontraba	cerca,	para	ver	al	profesor	que	enseñaba	esa
materia.	Le	conté	lo	que	había	hecho,	de	cierta	manera	esperando	que	me	dijera
que	estaba	bien	y	que	me	dejara	ir.	Sin	embargo,	dijo:	“Bueno,	tú	sabes	cuáles
son	las	consecuencias”,	mientras	buscaba	los	registros	de	ese	año	hasta	encontrar
el	mío.	Me	había	dado	una	nota	cero	en	mi	examen,	la	que	volvió	a	calcular	con
las	notas	de	todo	el	curso,	pasando	de	bueno	a	reprobado.	Oramos	juntos,	y	salí
dando	saltos	de	alegría	de	ese	lugar,	sintiéndome	como	si	se	me	hubiera	quitado
todo	el	peso	del	mundo	sobre	mis	hombros.	No	tan	solo	me	había	arrepentido	y
me	habían	perdonado	por	mi	pecado,	sino	que	también	lo	había	podido	restituir.
Ahora	sí	que	podía	presentarme	delante	de	la	iglesia	con	una	conciencia	limpia
para	enseñarles	cómo	tratar	sus	propios	pecados.
Pastor	o	líder	de	una	iglesia,	puede	que	usted	no	quiera	confesar	su	pecado	ni
hacer	restitución	por	él,	ya	que	piensa	que	va	a	hacer	más	daño	que	bien.	Puede
que	usted	se	sienta	preocupado	por	su	reputación	e	incluso	qué	tipo	de	efecto
puede	traer	a	otros.	Pero	debe	entender	que	usted	se	está	hiriendo	a	sí	mismo
mucho	más	al	no	arrepentirse,	al	mismo	tiempo	que	está	hiriendo	más	al	resto	de
la	iglesia,	cubriendo	ese	pecado.	Por	otra	parte,	la	confesión	nos	da	la
maravillosa	oportunidad	del	perdón,	la	que	establece	el	correcto	ejemplo	para
otros	que	necesitan	tratar	sus	propios	problemas.	Recuerde	lo	que	dijo	el	sabio:
“El	que	oculta	sus	pecados	no	prosperará,	pero	el	que	los	confiesa	y	se	aparta	de
ellos	alcanzará	misericordia”	(Prov.	28:13).	Si	bien	el	círculo	de	confesión
debiera	ser	tan	amplio	como	el	círculo	del	pecado,	debemos	“arreglar	las	cosas”,
“vengándonos”	de	lo	malo.
El	Arrepentimiento	en	la	Iglesia
A	veces	las	iglesias	están	estancadas	o	en	decadencia	porque	existen	pecados	a
un	nivel	más	amplio.	Es	necesaria	la	confesión	corporal	porque	el	cuerpo	entero
no	ha	seguido	fielmente	la	Palabra	de	Dios.	Recuerdo	haber	encontrado	ejemplos
de	esto	cuando	recién	llegué	a	la	iglesia	Pinelands	en	Miami,	el	proyecto	de
revitalización	que	mencioné	anteriormente.	Leí	trece	años	de	minutas	de	las
reuniones	de	líderes	y	descubrí	varias	maneras	en	que	la	iglesia	había	fallado	en
la	práctica	de	las	Escrituras;	luego	me	senté	con	los	actuales	ancianos	y	las
fuimos	revisando.	Oramos	pidiendo	perdón	y	comenzamos	un	proceso	para
mejorar	las	cosas.	Recopilamos	los	nombres	y	números	de	más	de	cuatrocientas
personas	que	se	habían	ido	de	la	iglesia	en	los	últimos	años,	pasando	dos
semanas	completas	llamando	a	cada	una	de	ellas.	Lo	que	yo	les	decía	era	más	o
menos	así:
¿Aló?	Mi	nombre	es	Harry	Reeder,	el	nuevo	pastor	de	la	iglesia	Pinelands.
Mientras	miraba	los	registros	de	la	membresía,	me	di	cuenta	que	usted	fue
miembro	antes	de	nuestra	iglesia	y	nos	hemos	dado	cuenta	que	el	liderazgo	de	la
iglesia	no	ha	sido	fiel	ni	al	ministerio	del	Señor	ni	a	la	gente.	Por	lo	tanto,	de
parte	de	los	ancianos	le	estoy	llamando	para	pedirle	perdón.	Tenemos	muchas
cuentas	impagadas	de	responsabilidad	ministerial.	¿Nos	perdonaría,	por	favor?
Si	en	alguna	manera	le	hemos	herido	personalmente,	¿nos	daría	la	oportunidad
de	arreglar	eso?	Nos	gustaría	mucho	poder	hacerlo.
Después	de	esa	parte	de	la	conversación,	les	pedía	que	orasen	por	nosotros	para
que	sirviéramos	eficazmente	al	Señor	desde	ese	momento	en	adelante.	Luego	les
preguntaba	si	estaban	yendo	a	alguna	iglesia,	y	si	no,	los	invitaba	una	vez	más.
De	las	cuatrocientas	llamadas,	solo	cuatro	familias	regresaron	a	la	iglesia.	Pero
eso	estaba	bien,	ya	que	dos	de	ellas	eran	parejas	que	estaban	pasando	por
dificultades	en	sus	matrimonios	a	punto	de	divorciarse,	a	las	que	Dios	volvió	a
unir	por	medio	de	nuestro	ministerio	hacia	ellos.	Uno	de	los	hombres	que
regresaron	terminó	sirviendo	como	diácono	por	algunos	años.	Sin	embargo,	la
mayor	bendición	que	resultó	de	todo	esto	fue	la	libertad	de	saber	que	habíamos
sido	perdonados,	por	Dios	y	por	muchas	de	esas	personas.	Lo	que	hicimos
también	puso	fin	a	muchos	de	los	comentarios	negativos	acerca	de	nuestra
iglesia	en	la	comunidad,	porque	es	más	difícil	hablar	mal	de	alguien	que	ha
pedido	perdón	y	que	ha	pedido	oración.	Cuando	le	pide	perdón	a	la	gente	que	se
ha	ido	de	la	iglesia	durante	los	tiempos	difíciles,	pierden	el	interés	en	decir	cosas
negativas	de	ella.	Ciertamente,	en	este	caso,	algunos	estaban	diciendo	cosas
como	estas:	“Me	fui	de	la	iglesia	Pinelands	pero	supe	que	han	comenzado
nuevamente	y	que	el	Señor	les	está	bendiciendo.	Estoy	contento	por	eso	y	ahora
estamos	orando	por	ellos.”
Puede	que	también	existan	pecados	específicos	de	los	que	se	tiene	que	arrepentir
la	iglesia	antes	de	pasar	a	la	revitalización.	Por	ejemplo,	poco	después	que	llegué
a	la	iglesia	Pinelands,	fui	a	comprar	algunos	artículos	de	oficina	a	una	tienda
cercana.	En	la	caja	registradora	pregunté	si	la	tienda	tenía	cuentas	de	crédito	para
los	negocios	y	luego	le	pedí	a	la	señorita	en	la	caja	que	lo	pusiera	en	nuestra
cuenta.	Sin	embargo,	me	dijo	que	no	lo	podía	hacer,	ya	que	la	iglesia	estaba	en
lista	roja	y	que	solo	podía	pagar	en	efectivo	por	repetidos	atrasos	en	los	pagos.
De	esta	manera,	tuve	que	pedir	perdón	a	la	administración	de	parte	de	la	iglesia	y
así	comenzar	a	ganar	su	confianza	nuevamente.	También	descubrí	que	un	ex-
pastor	se	había	visto	envuelto	en	un	escándalo	sexual	y	que,	a	la	vez,	había	sido
apuñalado	por	su	esposa	en	un	centro	comercial	local,	lo	que	estaba	siendo
publicado	en	todos	los	periódicos	de	la	región.	Sin	embargo,	la	iglesia	nunca
aplicó	la	disciplina	bíblica	al	hombre.	Nosotros	tuvimos	que	confesar	ese
pecado,	asegurándonos	que	toda	la	iglesia	entendiera	ahora	la	manera	en	que	eso
debió	haber	sido	tratado.
Su	situación	puede	ser	distinta	a	la	de	esos	ejemplos.	Sin	embargo,	cuando	la
iglesia	necesita	ser	revitalizada,	normalmente	existen	pecados	en	el	pasado	que
se	deben	tratar.	Quizás	se	ha	tratado	a	un	ex-pastor	o	a	algunos	ancianos	de
manera	traidora.	Quizás	no	se	ha	pastoreado	ni	preocupado	de	algunos
miembros.	Quizás	se	haya	abandonado	algunas	normas	bíblicas	a	favor	del
pragmatismo.	Sea	lo	que	haya	sido,	son	los	líderes	los	que	deben	guiar	a	la
iglesia	a	que	se	arrepienta.	No	lo	lleve	ni	lo	esconda	bajo	tierra	en	la	tienda,
como	lo	hizo	Acán.	Confiéselo,	arrepiéntase,	y	haga	lo	que	es	debido	del
arrepentimiento.	Eso	es	lo	que	el	evangelio	nos	permite	hacer	con	su	oferta
completa	y	gratuita	del	perdón.	Eso	es	lo	que	el	evangelio	nos	pide	que	hagamos.
RECUPEREMOS
Jesús	le	dijo	a	la	iglesia	de	Éfeso:	“Pero	tengo	contra	ti	que	has	dejado	tu	primer
amor.	Recuerda,	por	tanto,	de	dónde	has	caído,	arrepiéntete	y	haz	las	primeras
obras.”	(Apoc.	2:4–5).	La	Nueva	Versión	Internacional	traduce	este	versículo	de
esta	manera:	“Arrepiéntete	y	vuelve	a	practicar	las	obras	que	hacías	al
principio.”	Por	tanto,	el	paradigma	de	nuestro	Señor	en	la	revitalización	de	las
iglesias	incluye	el	recordar	el	pasado,	arrepentirse	de	los	errores	que	se	haya
cometido	y	luego	recuperar	las	“primeras	cosas.”
De	Vuelta	a	lo	Básico
El	concepto	de	la	recuperación	es	muy	útil	para

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