Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
DE LAS BRASAS A LAS LLAMAS LA FORMA EN QUE DIOS PUEDE Revitalizar SU IGLESIA HARRY L. REEDER III CON DAVID SWAVELY Publicaciones Faro de Gracia P. O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org http://www.farodegracia.org Publicado por Publicaciones Faro de Gracia P. O. Box 1043; Graham, NC 27253 www.farodegracia.org ISBN 9781629461410 © 2004 por Harry L. Reeder III Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro podrá ser reproducida, almacenada en ningún sistema de recuperación, o transmitida de ninguna manera o por ningún medio—electrónico, mecánico, fotocopias, grabación u otra manera—excepto para breves citas en reseñas con el propósito de revisión o comentario, sin el previo permiso de la editorial. Citas bíblicas tomadas de la versión Reina Valera 1995 y La Nueva Versión Internacional. Traducido al español por: Luigina Pedrotti Johnson. Las letras cursivas en las citas bíblicas indican el énfasis adicional. El diseño y la composición tipográfica de las páginas por Tsur y Asociados S.A. de C.V. Primera Edición. Library of Congress Cataloging-in-Publication Data Reeder, Harry L., 1948– Originalmente publicado en inglés con el título: From Embers to a Flame: How God Can Revitalize Your Church / P&R Publishing Company, P.O. Box 817, Phillipsburg, New Jersey 08865-0817. Contenido Agradecimientos Introducción Capítulo 1: La Necesidad de la Revitalización en las Iglesias Preguntas Capítulo 2: El Paradigma Bíblico para la Revitalización Preguntas Capítulo 3: El Evangelio de la Gracia Divina Preguntas Capítulo 4: El Papel de la Oración Preguntas Capítulo 5: El Ministerio de la Palabra Preguntas Capítulo 6: La Multiplicación de Líderes Preguntas Capítulo 7: La Misión y La Visión Preguntas Capítulo 8: El Discipulado de La Gran Comisión Preguntas Conclusión ¿Qué Hacemos Ahora? Sobre los autores Agradecimientos ¿Cómo puedo, en tan breve espacio, agradecer a tantas personas? Gracias a P&R Publishing por concordar conmigo en que este es un libro necesario, y a Dave Swavely, el gran artesano de este libro. Debo mis agradecimientos a la membresía y al liderazgo de la iglesia Briarwood Church, por permitir y apoyar este esfuerzo, y a mi asistente administrativa, Marie Gathings, por su apoyo eficiente y alentador. También quisiera agradecer a las iglesias Pinelands Presbyterian Church y Christ Covenant Church, donde tuve el privilegio de servir. Me gustaría agradecer a mis hermanas Vickie, Beth y Amy, junto a sus maridos. Además es una enorme bendición haber sido apoyado por mis hijos Jennifer, Ike y Abigail, junto a mis nietos Brianna, C.J. y Mack. En forma especial, quiero dedicar este libro a mi esposa, Cindy, a través de quien vine a Cristo y con quien he podido servir a Cristo; y a mi papá y mamá, quienes querían ver terminado este proyecto pero en la providencia divina ambos partieron a la presencia del Señor este año recién pasado. Por último, agradezco a todos esos fieles pastores que están sirviendo a la iglesia sagrada de Cristo en medio de situaciones difíciles, angustiosas y desafiantes. Les saludo y les respeto. Más que eso, el Señor les dará un lugar de honor mientras siguen siendo fieles a Él. Espero que este libro les ayude a guiar a Su iglesia hacia la vitalidad y que puedan influir mientras recuerdan, se arrepienten y recuperan las “primeras cosas.” Introducción Imagínese que usted recién se acaba de graduar del seminario y que acaba de comenzar su primer ministerio pastoral. La iglesia a la que fue llamado a servir se encontraba entre las más grandes y con el crecimiento más rápido de la región. Había alcanzado una membresía de casi novecientas personas, con cuatro grandes servicios de adoración y un vital programa de escuela dominical. Se conocía por tener ministerios creativos y eficaces, un innovador programa de jóvenes, un colegio cristiano diurno que estaba creciendo muy bien y un compromiso importante con las misiones internacionales. Ahora, veinticinco años más tarde, el promedio de asistencia los domingos en la mañana es inferior a ochenta. La escuela dominical ha caído a menos de veinte adultos sin ningún niño. La edad promedio de los miembros es de aproximadamente sesenta y nueve. A los treinta y tres, usted es el miembro más joven de la congregación, a excepción de su esposa e hijos. Los servicios de los domingos por la noche han sido cancelados y se considera una gran victoria si vienen cinco personas al servicio de oración a mediados de semana. El vandalismo es pan de todos los días en los terrenos de la iglesia y cantidades mínimas de dinero están yendo ahora para las misiones y para las obras de benevolencia. El prekinder ha sustentado a la iglesia con su excedente cada vez más escaso, sin embargo, ni siquiera ni una de las familias ni miembros del docente académico asiste a la iglesia. En su primera semana en la iglesia, usted recibe una llamada telefónica de un representante de la denominación y le dice: “Yo formo parte del comité de crecimiento de la iglesia y a nosotros nos gustaría que considerara una sugerencia nuestra. Ahora yo sé que usted es nuevo acá y sé que este es su primer pastorado en nuestra denominación, pero nos gustaría que considerara la posibilidad de que hable con sus líderes para vender el edificio y la propiedad de la iglesia, que tome los dineros recaudados de la venta y que plante una iglesia en algún otro lugar.” -“¿Perdón?”, dice usted. -“Nos gustaría que cerrara. Hemos querido que esta iglesia cierre por más o menos diez años, y ahora que usted está aquí, ¿consideraría la posibilidad de guiarlos a que cierren?” Él le hace recordar que tres pastores anteriormente habían sido expulsados y que otros se habían ido en completa frustración. De hecho, la iglesia ha desmoralizado a la mayoría de sus pastores anteriores. También durante su primera semana, usted recibe otra llamada telefónica, esta vez de uno de esos previos pastores frustrados. -“Estamos tan contentos de tenerlo en nuestra denominación,” dice él, “pero debo decirle que he estado preocupado desde que supe que venía a esta iglesia en particular. Yo fui pastor ahí y preferiría verlo servir en cualquier otro lugar.” -“¿Por qué?”, pregunta usted. -“Bueno, yo creo que esa iglesia tiene la marca de Satanás sobre ella.” ¡Esas no son exactamente las palabras más alentadoras que quisiera oír durante sus primeras semanas! El comité financiero le informa que puede que sea difícil que cumplan con la cifra que le prometieron para pagarle su sueldo porque la iglesia no ha logrado cumplir con su presupuesto en años. La tienda de artículos para oficinas ha marcado su cuenta, y de todas las iglesias de la zona, la suya es la única a la que no se le permite acceder a crédito; solamente se le permite pagar en efectivo. Usted comienza un servicio de domingo por la noche. La primera noche, la asistencia es de once personas, siendo esa la parte más alentadora de todas. La parte desalentadora es que cinco de ellas pertenecen a su familia inmediata. Otro de los que asiste es un anciano de la iglesia, quien le pide que vayan a comer después del servicio, pero usted le dice que debe regresar a casa después del servicio porque debe hacer algunas cosas, ya que un hombre va a ir a reparar su refrigerador al día siguiente. -“Mire, ¿por qué no salimos esta noche de todas maneras?”, le dice a la entrada de la iglesia, cuando usted está a punto de comenzar el servicio. “No se preocupe del “@#$% refrigerador.” En su primera reunión con el directorio, se le informa que hay dos ancianos que han estado haciendo turnos y que van a tener que ser reemplazados. -“Yo creo que tal persona debiera ser anciano”, dice uno de los hombres. “Yo lo nomino.” -“¿Es miembro de esta iglesia todavía?”, pregunta otro. –“No lo sé”, contesta él. -“¿Viene los domingos?” -“No, no lo he visto, pero si lo nombramos para el cargo de anciano, quizás venga.” A medida que usted va conociendo mejor a los ancianos, se da cuenta de que algunosprobablemente no conocen al Señor. Y dentro del primer mes, usted pierde a dos hombres de Dios, uno se cambia de casa y el otro muere de leucemia. Esta no fue la imagen que nos presentaron en el seminario y usted está a punto de renunciar antes de siquiera comenzar. Lo que le acabo de pedir que imaginara no es un escenario hipotético. Es la verdadera historia de mi primer ministerio pastoral en la iglesia Pinelands Presbyterian Church de Miami. Tiempo atrás, ese cuerpo había sido encendido por miembros entusiastas, ministerios eficaces y conversiones frecuentes. Pero para cuando me llamaron ahí, solamente quedaban las brasas. Yo quería desesperadamente que Dios encendiera esas brasas para convertirlas en llamas otra vez, lo que me hizo investigar Su palabra para encontrar los principios bíblicos relacionados con la revitalización de las iglesias. Por la gracia de Dios, pusimos esos principios en práctica, si bien con muchos errores. Y por la gracia de Dios, la iglesia volvió a la vida. Dentro de un período de tres años crecimos a una asistencia promedio de más de cuatrocientas personas. Más de la mitad de los que se habían incorporado fueron conversiones o nuevas dedicaciones a Cristo. Pero casi tan gratificante como el crecimiento por conversión fue el hecho de que solamente una familia de la congregación original se había perdido y se había ido a otra iglesia en el proceso de la revitalización. En vez de sentirse privados de privilegios o desguarnecidos, los miembros antiguos pasaron a ser parte fundamental de la “nueva obra” del Señor en Pinelands, regocijándose en lo que el Señor estaba haciendo y mostrando un genuino interés en el ministerio de la iglesia y en la nueva visión para la comunidad a la que servíamos. Desde entonces, he tenido el privilegio de guiar a otra iglesia por el proceso de la revitalización. La iglesia Christ Covenant Church en Charlotte, Carolina del Norte, creció de treinta y ocho miembros a más de tres mil en el transcurso de diecisiete años. El Señor también permitió que la iglesia impactara grandemente a su comunidad, mientras se convertía en “la sal y la luz” de distintas maneras alrededor de la zona de Charlotte. Lanzamos una cantidad de nuevas congregaciones en la región y también tuvimos el privilegio de apoyar y participar en muchos ministerios misioneros a través del mundo, enviando a muchos de nuestros miembros al campo misionero. Por supuesto, no toda iglesia exitosa va a crecer tanto como Christ Covenant Church, pero toda iglesia exitosa ciertamente va a experimentar el poder del Espíritu Santo en ella y a través de ella en muchas maneras visibles. Estoy convencido de que este tipo de revitalización, cuando verdaderamente es de Dios, sucede sólo cuando los líderes de las iglesias aplican sabiamente los principios bíblicos relacionados con la salud de una iglesia. En este libro usted aprenderá esos principios, y gran cantidad de la sabiduría, que nuestro Señor usa para llevar a cualquiera iglesia ¡desde las brasas a las llamas! Capítulo 1 La Necesidad de la Revitalización en las Iglesias El pueblo de Dios necesita una estrategia bíblica para revitalizar las iglesias, ya que muchos de nosotros somos o seremos parte de un cuerpo que lo necesita. Consideremos la siguiente información: Lyle Schaller escribe lo siguiente: “Un promedio de cincuenta a sesenta congregaciones dentro del protestantismo estadounidense se disuelven semanalmente, comparado con quizás cinco a diez que son capaces y están dispuestas a redefinir su rol.”⁴ Escribe también Kirk Hadaway, especialista en la investigación del crecimiento eclesiástico de la Convención Bautista del Sur: “La iglesia típica en casi cualquier denominación norteamericana permanece con la misma asistencia o disminuye con respecto a la membresía y a la participación. El crecimiento rápido es atípico y entre las congregaciones más antiguas el modelo es aún más pronunciado, donde la regla es permanecer con la misma asistencia o disminuir; el crecimiento es la rara excepción.”⁵ Mi denominación, la Iglesia Presbiteriana en América, está considerada como uno de los grupos de crecimiento más rápido en nuestra nación. Usted puede entender esto cuando ve nuestras estadísticas, las que indican, por ejemplo, que se establecieron veintiocho nuevas iglesias dentro de la denominación durante un año reciente. Eso es más per cápita que la mayoría de las otras denominaciones. Sin embargo, si vemos más allá, también encontrará que durante el mismo año, se “disolvieron” o cerraron veinticuatro iglesias. Por lo que solamente podemos decir que hubo un crecimiento neto de cuatro iglesias durante ese año en particular. Si eso es lo que ocurre con uno de los grupos de crecimiento más rápido, ¡puede imaginar las luchas a las que se ven enfrentados muchos de los otros grupos! Permítame sugerir que es inevitable que muchas iglesias se encuentren “enfermas” o “se estén muriendo.” Los principios que analizaremos en este libro ayudarán a que los líderes y los miembros de esas iglesias vuelvan a encender las llamas del crecimiento divino en sus cuerpos. Al mismo tiempo, éstos servirán como medidas preventivas para las actuales iglesias saludables, evitándoles la disminución en asistencia a la que seguramente se verán afectadas a menos que experimenten la gracia continua de la renovación. Sin embargo, antes de comenzar con el aprendizaje de la sanidad, primeramente debemos diagnosticar la enfermedad. LOS SÍNTOMAS DE UNA IGLESIA ENFERMA ¿Qué ocurre cuando una iglesia no crece, está detenida, se está muriendo, o la asistencia va disminuyendo? O ¿qué problemas le gustaría evitar para que una iglesia no se deslice hacia el camino de la ineficacia y del arrepentimiento? Los signos de enfermedad normalmente se dejan ver cuando las cifras bajan en la asistencia y en las finanzas, por cierto. Sin embargo, existen otros síntomas, menos obvios, que he observado en las iglesias que necesitan un ministerio de revitalización. El Enfoque en los Programas Las iglesias que se están muriendo tienden a enfocarse en los programas. Así como uno que apuesta va en búsqueda de un boleto ganador, ellas buscan un programa que les “transforme la iglesia.” Están depositando su esperanza en lograr el éxito con el ministerio organizado más reciente o con el plan preempacado de crecimiento de la iglesia, evaluando la salud de la iglesia de acuerdo a la cantidad y qué tan impresionantes son dichos programas. De hecho, no me sorprendería si más de alguien lee este libro en búsqueda exclusivamente de eso, un nuevo programa que se pueda implementar en sus iglesias. Sin embargo, se van a desilusionar porque este libro no se trata de un programa que usted pueda usar para transformar su iglesia. Más bien, este libro contiene principios diseñados por el Señor, principios que él mismo utilizará para dar más vida al cuerpo, desarrollándolos dentro de Su plan soberano. Es importante que entendamos la diferencia porque cuando un programa es exitoso, normalmente se le atribuye la eficacia del plan o la astucia a su autor. Así mismo, cuando uno falla, tendemos a ir en búsqueda del siguiente programa, esperando que éste funcione mejor. Pero cuando experimentamos la salud y el crecimiento por medio de los principios que Dios ha provisto en Su Palabra, toda la gloria va para Él solamente. Si esos principios no parecen estar “funcionando”, sabemos que la culpa no es de Dios; esto nos hace volver a las Escrituras para encontrar qué es lo que debemos entender y qué debemos hacer mejor. Como veremos con más detalles en el siguiente capítulo, no debiéramos estar buscando algo nuevo como modelo de revitalización, sino que debiéramos estar aprendiendo más acerca del modelo que Dios ya nos ha entregado en Su Palabra. La Nostalgia y La Tradición Con frecuencia las iglesias que se están muriendo viven en el pasado. De hecho, muchas veces no se le pide a un pastor que lleve a la iglesia hacia adelante, como debiera ser el caso, sino que más bien la gente espera que él la llevehacia atrás, para volver a vivir “los días de gloria.” Es importante recordar el pasado de una iglesia (veremos esto con mayores detalles en el siguiente capítulo) pero existe una gran diferencia entre recordar el pasado y vivir en él. Hace unos pocos años atrás se me pidió que visitara una iglesia en Louisiana para aconsejar a los líderes sobre su ministerio que estaba pasando por dificultades. Durante una pausa que tuvimos en nuestra reunión, uno de los diáconos me llevó hacia un pasillo que estaba lleno de fotografías de todos los pastores que habían tenido antes. Había bastantes en este “salón de la fama”, ya que la iglesia existía desde el siglo XVIII. A medida que íbamos caminando, el diácono me comentaba sobre muchos de los hombres, pero cuando llegamos a donde se encontraba uno en particular, se detuvo y permaneció en silencio reverentemente. Cuando volvió a hablar, lo hizo en un tono suave. El pastor en la fotografía había llegado a la iglesia a mediados del siglo XX y había permanecido en ella veinticinco años. Rápidamente entendí que este lugar en el salón representaba “los días de gloria” de la iglesia, cuando había sido guiada por el pastor. ¡Casi pensé estar viendo velas en cada costado de la fotografía con una llama eternamente encendida por debajo! A medida que fui conversando con los líderes de esa iglesia, me di cuenta que todo lo que estaba sucediendo ahora estaba siendo juzgado por lo que había sucedido en el pasado. Por lo tanto, esto me llevó a preguntarles: “Si todo fue tan bueno en el pasado, ¿por qué se encuentran en la situación que están ahora?” Les animé a que siguieran el principio de Filipenses 3:13, en el que Pablo dice: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante.” El pasado es importante y se debiera celebrar, como lo veremos con mayor detalle en el próximo capítulo. Sin embargo, debemos darnos cuenta que el placentero río de la nostalgia puede intensificarse y convertirse en una corriente arrebatadora que se lleva a la iglesia hacia atrás y hacia la profundidad de la destrucción. Otra forma en que el pasado puede andar rondando una iglesia es el énfasis exagerado en las tradiciones. Por ejemplo, en la Iglesia Pinelands, encontré que había un grupo de ni siquiera ochenta personas que quería mantener las tradiciones que habían comenzado cuando la iglesia tenía novecientas personas fieles. No volaban ni moscas en el servicio de la mañana en la iglesia pero igual algunos querían tener cuatro servicios los domingos por la mañana. ¿Por qué? ¡Porque tener cuatro servicios era algo simbólico de los días de gloria! ¿Cuál era la lógica? Los cuatro servicios devolverían aquellos días. Pacientemente intenté explicarles que no eran los cuatro servicios los que traían a la gente, sino que el crecimiento hacía necesario tener cuatro servicios. La Dependencia en la Personalidad Las iglesias que se están muriendo tienden a depender en ciertos tipos de personalidades, haya o no tales tipos de personas en la iglesia. Si es que cuentan con un líder de carácter fuerte, puede que lo (o la) vean como el o la que hace todo el trabajo o el o la que toma todas las decisiones. Por otra parte, si es que están buscando un pastor, puede que piensen que existe solamente un tipo de persona que los puede guiar hacia el crecimiento. Recuerdo haber conversado con un comité de púlpito que me dijo: “Podríamos resolver todos nuestros problemas si usted nos encuentra un buen predicador que tenga una alta personalidad tipo D.” Con esto, ellos querían decir que el hombre tenía que ser un extrovertido que fuera un “verdadero líder agresivo.” Sin embargo, se encontraban bajo el malentendido que Dios utiliza solamente un tipo de personalidad en Su obra dentro del liderazgo de las iglesias. Les pregunté si alguna vez habían tenido la oportunidad de conocer a Frank Barker, quien es en la actualidad el pastor emeritus de la Iglesia Presbiteriana Briarwood en Birmingham, Alabama, donde ahora sirvo como pastor principal. Frank fue el pastor que fundó la iglesia y quien la guió por cuarenta años, durante los cuales fue muy exitoso bajo cualquier punto de vista. Sin embargo, difícilmente es extrovertido o con una personalidad “altamente tipo D.” Dos anécdotas sirven para ilustrar ese hecho. Primeramente, un hombre al que conozco se sentó una vez por un momento en la biblioteca de la iglesia y empezó a conversar con un hombre que él pensaba era el ayudante de la iglesia, tan solo para descubrir que se trataba de Frank Barker. Así mismo, uno de sus miembros del personal de la iglesia decidió una vez que iba a probar una pequeña teoría, acompañando a Frank en un viaje de dos horas hacia Atlanta. Decidió que no diría nada, sino que simplemente esperaría ver cuánto se demoraría Frank en iniciar una conversación. Dos horas más tarde, finalmente dijo Frank: “¿Ya estamos en los límites de la ciudad?” Sin embargo, este hombre callado y modesto guió una iglesia muy exitosa durante muchos años. D. James Kennedy es otro ejemplo de un eficaz líder de iglesias que ciertamente no es ningún extrovertido. Hay muchos otros también. Por lo tanto, tenga cuidado de no caer en la trampa de pensar que Dios puede desarrollar su obra solamente a través de ciertos tipos de personalidades. Él es quien le ha otorgado a la iglesia una gran variedad de dones y ha usado una gran variedad de personas en la construcción de Su reino. (cf. 1 Cor. 12:4–6). Una Mentalidad de Mantención ¿Se acuerdan de los antiguos dibujos animados donde el Coyote perseguía al Correcaminos en un barranco y luego se daba cuenta que estaba suspendido en el aire a punto de morir? El Coyote se afirmaba lo mejor que podía del borde del barranco y se lograba sostener hasta que sus dedos ya no lo soportaban más y por fin se deslizaba y quedaba aplastado en el suelo como una tortilla. Esa es la manera en que muchas iglesias consideran al ministerio en la actualidad. “Sostengámonos”, piensan. “Es de esperar que reemplacemos la cantidad de personas que perdimos el año pasado”, dicen, o “Con suerte lograremos nuestro presupuesto”. En realidad sí tienen una visión por el ministerio, pero la visión es como si dijeran: “Sosténganse y afírmense”. Es una mentalidad de mantención, donde simplemente le están sacando brillo a un monumento, en vez de estar construyendo un movimiento de la gracia divina. Se están sosteniendo con un sistema de salvavidas en vez de ejercer una misión salvadora de vidas. Sus únicas esperanzas y sueños son mantener las puertas abiertas, en vez de traer una cosecha de almas a través de las mismas puertas. Las Excusas y una Mentalidad de “Víctima” Otra actitud que pareciera invadir a las iglesias que están enfermas o que se están muriendo es la que dice: “Nunca funcionará aquí porque…” Los líderes y miembros ya cuentan con una lista bien ensayada de razones por las que no resultaría una idea de un nuevo ministerio. Dos razones clásicas son las siguientes: “Ya lo hemos intentado antes” y “Va a costar demasiado dinero”, pero otras pudieran ser “Ha cambiado el vecindario”, “Nuestro edificio está en el lugar equivocado”, o “Esta es una comunidad difícil, donde nadie asiste a ninguna iglesia.” La iglesia se ha convertido en algo similar a un equipo de deportes que ha perdido todos sus partidos durante diez años y ya cuenta con una lista de excusas para las derrotas que espera tener en la siguiente temporada. La hipótesis detrás de esas excusas es que la iglesia es la víctima de algún factor externo, la que le está impidiendo ser grandemente usada por Dios. Ya sea la falta de dinero, un lugar difícil, o lo que sea, existe una leve pero peligrosa mentalidad que la iglesia está condenada a la mediocridad o al fracaso por causa de sus circunstancias. Estas iglesias no tienen ninguna verdadera esperanza porque se están dejando dominar por las circunstancias negativas, un problema que la Biblia dice que debemos tratar de evitar a toda costa. (cf. Santiago 1:2–4). En realidad, las Escrituras nos enseñan que inclusonuestras debilidades permiten que Dios obre en y a través de nosotros. Considere lo que el apóstol Pablo dice en 2 Corintios 12:8–10: … respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. Los creyentes de Uganda en África, ilustran bien este punto. He tenido el privilegio de ministrar el evangelio durante seis viajes a ese país, sin embargo, nunca olvidaré mi primer viaje. Fue a mediados de la década de los años ochenta, no mucho después que la Guerra de Idi Amin por el poder y el reino del terror abandonaron a la nación y su gente en una miseria abominable. Entre las víctimas de esa época se encontraban muchos miles de creyentes cristianos quienes fueron torturados y muertos por su fe. Mientras me encontraba allá en ese primer viaje, por cierto, el nuevo régimen descubrió los cadáveres de quinientos cristianos que habían sido usados como relleno y pavimento para construir un camino. La inflación de la economía en Uganda en ese tiempo se encontraba entre el 600 y el 800 por ciento, y la gente vivía bajo la ley marcial con el constante temor de una nueva guerra o del surgimiento de un nuevo dictador que robara sus terrenos. No obstante, hubo (y en realidad todavía existe) un gran movimiento de Dios en medio y a través de las iglesias en Uganda. Recuerdo que se me pidió que predicara un día en una catedral que había sido bombardeada, y luego volver a predicar una vez que hubiera terminado. ¡Después se me volvió a pedir que predicara otra vez! Les dije: “¿Quieren que predique más? Ya lo he hecho dos veces.” Por medio del intérprete me respondieron: “Sí, por favor, hoy hemos caminado muchas horas.” Fue así que buscando entre las páginas de mi Biblia encontré algo para enseñarles, ¡porque estaban tan deseosos de escuchar la Palabra de Dios! Les predicaban a sus amigos, incluso durante mis cortas visitas, vi venir a cientos de personas a Cristo. Por lo tanto, en medio de gran persecución y dificultades prosperaban las iglesias en Uganda. No se consideraban víctimas sin esperanzas ni usaban sus circunstancias como excusa para la derrota. De la misma manera, muchas iglesias en nuestro país necesitan darse cuenta que Dios es capaz de darles nueva vida, sin importar cuán sombrías parezcan sus perspectivas ahora. Es tan fácil crear excusas, las que se pueden convertir en tal hábito, que podemos engañarnos a nosotros mismos, perdiendo así el contacto con la realidad. Una vez hablé con los líderes de una iglesia que querían vender su edificio y cambiarse a otro lugar porque, decían: “Ya no podemos ministrar más acá.” Sus razones se basaban en que la comunidad había cambiado con el paso de los años. Decían: “Antes podíamos alcanzar a la comunidad porque eran personas como nosotros pero ahora son todos hispanos.” Les pregunté cómo sabían eso, me respondieron que una iglesia de habla hispana les arrendaba su edificio los domingos en la tarde y que tenían una asistencia de más de cuatrocientas personas. La iglesia dueña del edificio, por otra parte, tenía aproximadamente cuarenta personas los domingos en la mañana. No obstante, revisamos los registros del censo y encontramos que la comunidad alrededor de la iglesia estaba compuesta en realidad por un 88 por ciento de angloamericanos, ¡y que menos del 12 por ciento era hispano! Por lo tanto, le dije a la iglesia: “Les tengo buenas y malas noticias.” Las buenas noticias son que el 88 por ciento de las personas alrededor suyo hablan el mismo idioma que ustedes, lo que significa que no tienen que cambiarse. Las malas noticias son que la iglesia que les está arrendando está alcanzando al otro 12 por ciento y están llenando el edificio todos los domingos por la tarde.” Les sugerí que no se preocuparan de cambiarse ahora sino que debían preocuparse de lo que estaban haciendo mal y lo que debieran hacer mejor para alcanzar a la gente con el evangelio. Yo solo esperaba que aumentara su sentido de responsabilidad ahora que su excusa había sido eliminada. Una Mala Reputación en la Comunidad Otro síntoma que es evidente en una iglesia que se está muriendo es la percepción que tienen otras personas alrededor de ella. Mientras más tiempo se encuentre una iglesia en decadencia, peor será la reputación y la imagen pública. La comunidad en general y las iglesias vecinas se empiezan a formar sus propias opiniones de la condición de la iglesia. Las personas que mayor daño hacen en este sentido son frecuentemente las mismas personas que se han ido de la iglesia y que se han unido a otras. Se les hace difícil dejar de compartir sus informaciones “internas” y sus “historias de terror” del por qué decayó la iglesia, la falta de recursos en la congregación, o cómo fueron maltratados por las personas en la iglesia. En realidad, como pastor, varias veces me he encontrado con gente que ni siquiera pone atención a nada de lo que digo por causa de informes dañinos que han escuchado acerca de la iglesia, los que han escuchado de otros exmiembros de la iglesia. A medida que han pasado los años, va creciendo la lista de rumores mal intencionados, lo que dificulta la tarea de la revitalización. A veces los síntomas de la decadencia aparecen afuera de su iglesia antes que se noten adentro. Los líderes y los miembros de una iglesia pueden pensar que todo está yendo maravillosamente, sin embargo, la verdadera historia puede que se sepa en el mundo alrededor a ella, e incluso en otras iglesias. Esto me ha llevado a sugerir que los pastores y los otros líderes de la iglesia debieran preguntarles frecuentemente a otras personas fuera de ella cómo ven la congregación. Dos buenas preguntas son las siguientes: ¿Qué ha escuchado de nuestra iglesia? y ¿Cómo cree, usted, que nos percibe la comunidad? Cuando esté en la fila para pagar en la tienda de alimentos, pregúntele a la persona que está a su lado: “¿Sabe algo de la [el nombre de su iglesia]?” ¿Qué opinión tiene de ella? ¿Iría a esa iglesia?” Luego, escuche atentamente. Se necesita de valor pero puede ser de gran beneficio. Recuerde que la reputación no se escribe en nuestros boletines, sino que ¡es lo que la gente en realidad piensa de nosotros! La Distracción del Evangelio Este último síntoma de la enfermedad es verdaderamente el peor de todos. Generalmente las iglesias que no han logrado alcanzar al mundo alrededor de ellas, ha sido porque han perdido la visión de lo esencial que es la gracia de Dios. Otra cosa ha llegado a ser más importante que vivir de acuerdo al evangelio y que compartirlo con los que necesitan ser salvos. Quizás la prioridad cayó a ciertas características doctrinales, a la apariencia del edificio, o a un método de enseñanza en particular. Cualquiera que sea el énfasis, será contraproducente con la obra de Dios si es que se le permite usurpar el lugar correcto del evangelio como centro de todo lo que hacemos como pueblo de Dios. Estudiaremos con mayor detalle la prioridad del evangelio en el capítulo 3. Si su iglesia se ha deslizado en esta área, o si está dando señales de cualquiera de los otros síntomas de la decadencia que he mencionado, se encuentra bajo la necesidad de ser revitalizada. Si su iglesia aún no se ha visto afectada por estos síntomas, ¡alabe a Dios! Sin embargo, debe darse cuenta que podría sucumbir a ellos en cualquier momento si no se practican los principios para la gloria de Dios. LOS PRIVILEGIOS DE LA REVITALIZACIÓN EN LAS IGLESIAS Es importante la revitalización en las iglesias, ya que muchas están muertas o se están muriendo, y porque todas las iglesias saludables corren el riesgo de enfermarse o de desarrollar los síntomas de la decadencia que hemos visto. Sin embargo, quisiera sugerir que existen varias razonespositivas por las que debiéramos orar y trabajar para que haya una revitalización en las iglesias de hoy en día. Es de esperar que éstas animen a los que ya están involucrados en este ministerio, y que sean ellos mismos los que motiven a otros para que se unan, de acuerdo a cómo los vaya guiando el Señor. El Corazón del Pastor Si una iglesia en particular se está muriendo, la noción convencional en ciertos círculos es que debiera cerrar o quizás “empezarla de nuevo” en algún otro lugar. Ciertamente existe un tiempo y lugar para tomar en cuenta ese enfoque pero yo diría que en la mayoría de los casos el ministerio de la revitalización en las iglesias se acerca más al corazón del Señor. Después de todo, Él es el Gran Pastor: ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. De igual modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. (Mat. 18:12–14) Esas palabras de nuestro Señor Jesús fueron principalmente dirigidas a las personas (cf. vv. 15–20), sin embargo, se aplican también a las iglesias. Veamos, por ejemplo, cómo nuestro Salvador amonesta a las iglesias que se encuentran en dificultades en Apocalipsis 2–3. Es cierto, llega la hora cuando se tienen que quitar los candeleros o cuando se debe escribir sobre las puertas de las iglesias “Icabod”, pero antes de eso, el Señor exhorta a que los líderes y la congregación se arrepientan, prediquen y oren para que haya un avivamiento. (cf. Apoc. 3:18– 20). Por lo tanto, pienso que cuando sea que un pastor, una iglesia amiga, o una denominación se acerca a la iglesia con la necesidad de ser revitalizada, son ellos los que reflejan el corazón de Dios. De la misma manera, cuando “disuelven” una muy rápidamente, cuando aún existe la esperanza de cambio y crecimiento, pueden herir al que deja las noventa y nueve y va en búsqueda de la que se ha perdido. El Corazón del Apóstol En Hechos 13 la iglesia de Antioquía envió a Saulo y Bernabé en lo que se conoce como el Primer Viaje Misionero de Saulo. Viajaron ellos por Asia Menor con una clara filosofía ministerial: En Hechos 15, Pablo ya se encontraba listo para salir una vez más, siendo éste el Segundo Viaje Misionero. Es de interés notar que el apóstol no dijo simplemente que irían a buscar nuevos sitios donde llevar el evangelio. Sino, más bien, dijo: “Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están” (Hechos 15:36). El apóstol Pablo renovó su compromiso con todos los elementos de la filosofía mencionada anteriormente, agregando ahora un quinto objetivo: Hechos 15:41 dice “y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias” Cuando comenzó su Tercer Viaje Misionero, Hechos 18:23 dice: “Después de estar allí algún tiempo, salió y recorrió por orden la región de Galacia y de Frigia, animando a todos los discípulos.” Si se fija en el mapa del tercer viaje de Pablo, atrás en su Biblia, verá que siguió el camino del segundo viaje casi exactamente. Por lo tanto, la obra de la Gran Comisión del apóstol Pablo no se trató tan solo de un ministerio para las personas y lugares no alcanzados, sino que también fue un ministerio de revitalización. Sabemos que algunas de estas iglesias estaban pasando por dificultades incluso durante el tiempo cuando vivió Pablo (¡Es cosa de mirar sus cartas a los Gálatas y a los Corintios!). Es así que, gran parte del ministerio de Pablo estuvo dedicado a pasar a las iglesias en decadencia ¡desde las brasas hasta las llamas! Esto debiera motivar grandemente a los pastores y a otros que se encuentran dentro de un ministerio que necesita mucha ayuda. Si algunas de las iglesias que comenzaron con el gran apóstol necesitaban ser revitalizadas, ¿por qué hemos de sorprendernos cuando esto ocurre en la actualidad? Si las iglesias de Pablo sufrieron la decadencia, no debiéramos sentirnos avergonzados o reacios a admitir que las nuestras también están heridas. Cuando tenemos el privilegio de laborar en dichas iglesias, ¡debiéramos sentirnos honrados de ser parte de este verdadero ministerio apostólico! ¿Plantación de Iglesias o Revitalización de Iglesias? El ministerio de la formación de nuevas iglesias es satisfactorio, sin embargo, permítame sugerir que el ministerio de la revitalización en las iglesias ya existentes es a veces incluso más satisfactorio. Muchos dirían que es más fácil plantar iglesias, especialmente para los pastores jóvenes, sin embargo, no creo que necesariamente sea cierto, por varias razones. Primero, considere con quién va a trabajar. El libro de Don McNair’s The Birth, Care, and Feeding of the Local Church (El Nacimiento, El Cuidado y La Alimentación de la Iglesia Local) contiene el fruto de su extenso estudio de, y experiencia en, la plantación de iglesias. McNair sugiere que cuando un pastor comienza una iglesia, es probable que después de tres años, el 90 por ciento de la gente que asistió al comienzo ya no esté ahí. O que el mismo pastor se haya ido. Estoy consciente que existen muchas excepciones a esta regla pero de acuerdo a mi propia experiencia debo admitir que así es la norma. Muchas de las personas que llegaron a una iglesia nueva se terminan yendo después de poco tiempo, quizás porque no se pudieron llevar bien en ningún otro lugar, trayendo los mismos problemas consigo. Quizás se sintieron atraídas a la nueva iglesia con la esperanza que fuera lo que ellos querían que fuese una iglesia, desanimándose cuando no llegó a ser lo que ellos esperaban. La mayoría de las plantaciones de iglesias no resultan atrayentes para muchos cristianos maduros con fervor misionero, deseosos de sacrificios para promover el reino de Dios. Por el contrario, los que son fervorosos tienen la tendencia a ser fervorosos en otros asuntos. Por ejemplo, ellos creen saber “cómo debiera ser una iglesia”, y dicen que los líderes de la iglesia anterior se interponían en el camino, lo que les hizo conectarse con este grupo más pequeño de personas para tener más control de lo que pasa. Quizás puede que estén inconformes con lo que estaba sucediendo en otra iglesia, decidiendo “probar esta.” Quizás simplemente les guste la idea que sea “algo nuevo”, y que cuando ya no sea tan nuevo, pierdan el interés. Todo esto lleva a la conclusión que en la plantación de iglesias, un resultado típico mostrará que el 10 por ciento del grupo inicial se va a quedar, tanto que el otro 90 por ciento terminará finalmente cambiándose a otra iglesia. Sin embargo, cuando un pastor recibe el llamado para ir a una iglesia que necesita ser revitalizada, éste hereda un grupo de gente que ha permanecido con esa iglesia en las buenas y en las malas. Probablemente sus debilidades han contribuido a su decadencia, y puede que se estén aferrando a viejas tradiciones, pero al menos no son personas “consumidoras” que se van a cambiar sin tener ninguna buena razón para hacerlo. Quizás también no todos tengan distintas ideas sobre cómo debiera ser una iglesia, como normalmente es el caso en la plantación de iglesias. La gente que ha permanecido con una iglesia durante la decadencia está comprometida a ese ministerio en ese lugar. Si bien ese tipo de personas va a ser un gran desafío en sí mismas, creo que pueden ser renovadas en su fe y ser grandemente usadas por Dios a través de los principios que analizaremos en este libro. En muchos casos, la revitalización en las iglesias también tiene la ventaja de contar con recursos ya existentes. No hay que preocuparse de comprar un terreno, solo hay que preocuparse de alcanzar a la gente alrededor de él. No hay que construir un edificio, solo hay que llenar el que ya existe. Por otro lado, en la plantación de iglesias, los líderes pueden verse grandemente distraídos por años a causa del inmenso trabajoy los dolores de cabeza tratando de conseguir dichos recursos. Cuando se le pregunta a Steve Brown qué es lo que debiera hacer un pastor cuando la iglesia comienza con un proyecto de construcción de un edificio, normalmente su respuesta es la siguiente: “¡Renuncie!” Supongo que debe estar parcialmente bromeando. ¡No hay nada peor para el desgaste de un pastor que la construcción de un proyecto! En consecuencia, el ministerio de la revitalización en las iglesias no tan solo refleja el corazón de Dios y el de Pablo, sino que cuando se lleva a cabo de acuerdo a la Palabra de Dios, es una manera práctica y eficaz de suplir las necesidades actuales del cuerpo de Cristo en nuestra tierra. Creo que este tipo de ministerio puede llegar a ser un catalizador del gran avivamiento que desesperadamente necesitamos en Estados Unidos. La Oportunidad Mundial La prioridad y el privilegio de la revitalización en las iglesias se extienden, sin embargo, más allá de nuestras fronteras hacia muchos otros lugares alrededor del mundo. Por ejemplo, En Egipto existe una denominación llamada la Iglesia Presbiteriana Evangélica, que comenzó durante el siglo XIX, según entiendo, por presbiterianos escoceses-irlandeses. En la actualidad, según sé, existen 650 iglesias Presbiterianas Evangélicas que han sido aprobadas y que tienen licencia en Egipto, muchas con sus propios edificios. Sin embargo, las últimas estadísticas que vi, indicaban que tan solo 250 de ellas contaban con pastores y que solamente unas pocas están creciendo. Por lo tanto ¡es aquí donde existe una inmensa oportunidad para impactar grandemente a todo un país y a una cultura completa a través de la revitalización de las iglesias! No tenemos que “introducir escondidamente” ninguna Biblia ni tenemos que ir disimuladamente. El gobierno egipcio permite el funcionamiento de estas iglesias. ¿Se puede imaginar qué sucedería si 650 iglesias resucitaran en Egipto? Eso significaría que habría una revitalización de iglesias no tan solo a nivel local, sino que también a nivel nacional e incluso ¡histórico! Menciono esto ya que hace mucho tiempo atrás este país musulmán fue verdaderamente uno de los centros del Cristianismo. La ciudad de Alejandría, en la boca del Río Nilo, fue el lugar de la mayor biblioteca teológica del mundo antiguo. Los ejércitos musulmanes invadieron el Norte del África cristiano hace muchos años atrás pero nuestro Señor es capaz de volver a ganar aquellas naciones para Sí con las armas del Espíritu y el poder del evangelio. Quizás lo haga a través de la revitalización de muchas iglesias ya existentes ahí. Otros pastores y yo hemos dado conferencias sobre la revitalización en las iglesias acá en Estados Unidos desde 1992 y recientemente nos hemos dado cuenta que existe un gran interés por este ministerio en otros países. Ahora tenemos la oportunidad de conducir las conferencias “De Las Brasas a las Llamas” en Australia, Nueva Zelanda, Corea, Japón, Uganda, Sudáfrica, Escocia, Irlanda, Inglaterra, Rumania y Francia. La lista sigue creciendo y nos encontramos en un período similar al del Segundo Viaje Misionero de Pablo. La obra del evangelio se ha expandido a través del mundo y ahora es el tiempo no tan solo de seguir plantando iglesias por medio del evangelismo y el discipulado, sino que también es tiempo de comprometernos con la revitalización en las iglesias. ¡Qué Dios nos ayude para usar esta gran oportunidad! Si bien Dios está plantando iglesias en Estados Unidos y en el extranjero, también está haciendo grandes cosas a través del ministerio de la revitalización en las iglesias. Estoy convencido que lo mejor está aún por llegar, y que este tipo de ministerio se transformará en una parte cada vez más importante de cualquier estrategia misionera nacional e internacional. Si Dios le bendice con el privilegio de ser parte de la revitalización de una iglesia, él le dará la oportunidad, que yo he gozado, de ayudar a otros en el mismo camino, en toda nuestra nación y el mundo. Para mí, todo comenzó cuando llegué a esa iglesia que se estaba muriendo y que describí en la introducción. Luego de unas semanas ahí, me comencé a preguntar si los “expertos” tenían razón, que la iglesia debía cerrar y cambiarse a campos más fértiles. Recuerdo haber apreciado el fervor de los autores y sus literaturas sobre el tema del crecimiento en las iglesias pero mi intuición me decía que no estaba convencido. Llegué a creer que esta situación se trataba de una prueba para mí, como la que enfrentó Abraham cuando se le dijo que ofreciera a su hijo Isaac. ¿Seguiría en obediencia al llamado de Dios, a pesar de los conflictos externos y la confusión interna? La Biblia dice que Abraham pensaba que “Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Heb. 11:19), y yo por mi parte también creí que él tenía el poder para sanar y renovar a una iglesia que se estaba muriendo. Eso me hizo buscar en las Escrituras todo lo que pude hallar relacionado con la revitalización de las iglesias. Encontré más de lo que pude imaginar. De hecho, encontré un estudio de un caso específico de una iglesia que había sido en cierto momento una gran iglesia, ¡pero que se encontraba en decadencia y rumbo a la destrucción! Parecía que Dios había puesto esto en la Biblia solo para ayudarme a mí, y a todo quien quiera ver una iglesia renovada por medio de Su gracia. Ese plan divino para la revitalización es el tema del siguiente capítulo. Preguntas 1. Argumente cada uno de los síntomas de una “iglesia enferma”, y considere si se aplican a su iglesia. ¿Por qué o por qué no? 2. ¿De qué maneras podría tratar cada uno de estos problemas en su cuerpo? 3. ¿Cuáles son los privilegios de ser parte de una iglesia que necesita ser revitalizada? ¿De qué manera se siente usted animado por esto en su ministerio personal? Capítulo 2 El Paradigma Bíblico para la Revitalización Muchos de los líderes eclesiásticos en la actualidad han adoptado un modelo para el desarrollo del ministerio que pareciera provenir de Wall Street o del Boulevard de Hollywood más que de la Biblia. Piensan que las iglesias crecen primordialmente por la aplicación de exitosos principios comerciales. Otros sacan un modelo que refleja el de Hollywood, entreteniendo a las personas para que “lo pasen bien” y quieran regresar. De todas las amplias posibilidades, la filosofía de otros pareciera haber sido pedida prestada del sillón de un psiquiatra. Su énfasis se centra en el ofrecimiento de entrega de soluciones a nuestras necesidades psicológicas y emocionales más profundas en vez de la adoración espiritual al Señor Jesucristo. Efectivamente, la mayoría de las iglesias hoy en día pareciera que han adoptado el modelo corporativo de Wall Street, el modelo del espectáculo de Hollywood o el modelo terapéutico psiquiatra. Se pueden extraer ideas útiles de cada uno de estos modelos modernos pero ninguno de ellos posee el enfoque bíblico para lograr la revitalización en las iglesias. Ciertamente, cuando comencé a estudiar este tema en las Escrituras, no encontré ningún modelo comercial, ni de espectáculos ni terapéutico. Descubrí que la Biblia utiliza otras imágenes que describen a la iglesia, que son más apropiadas e informativas, imágenes tales como la familia, el ejército y el cuerpo. También encontré que contiene principios sobre el liderazgo para la revitalización en las iglesias, algunos de los cuales no calzan muy bien con esos modelos conocidos. Descubrí también que existe un ejemplo práctico y útil sobre la revitalización en las iglesias que Dios nos ha entregado en la Palabra. ESTUDIO DE UN CASO BÍBLICO Por un momento durante el siglo I, la iglesia de Éfeso fue una de las más grandes del mundo. Fue una de las cuatro iglesias “epicéntricas” influyentes, junto a las de Jerusalén, Antioquía y Roma. Pablo fue quien la fundó (con la ayuda de Aquilas y Priscila), permaneciendo ahí tres años, más tiempo que en cualquier otra iglesia. El gran predicador Apolos fue discipulado en la iglesia de Éfeso , donde otras treceiglesias vieron sus inicios en las regiones adyacentes como resultado de su ministerio. En Hechos 19:23-41 se registra una instancia que muestra cuán eficaces fueron aquellos jóvenes creyentes que ejercieron influencia en su cultura. La religión falsa, especialmente la adoración a la diosa griega Diana, había sido muy lucrativa en Éfeso. Entre las mercancías principales de la ciudad se encontraban los templecillos, las estatuas y otras parafernalias. Sin embargo, a medida que iba creciendo la iglesia, se iban convirtiendo muchas personas de la religión falsa, haciendo que la industria de los ídolos pasara a la recesión. Ciertamente, el impacto de la iglesia fue tan grande que los artesanos locales temían perder sus empleos en poco tiempo. Llegaron incluso a suscitar una revuelta como intento desesperado de ganar apoyo para la adoración pagana en su ciudad. Una situación similar se había desarrollado antes en Tesalónica, donde los no creyentes de la comunidad decían de los apóstoles: “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (Hechos 17:6). El impacto de los creyentes en Éfeso se podría describir de la misma manera, que estaban “poniendo el mundo al revés”, como leemos en la traducción antigua. Es así que Éfeso fue una gran iglesia en sus inicios, logrando sobresalir para Cristo en su comunidad y el mundo. Sin embargo, Pablo sabía que no podía dormirse en sus laureles. Al despedirse de los ancianos, les advirtió de la necesidad de permanecer firmes frente a las dificultades venideras: Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre, porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar tras sí discípulos. Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. (Hechos 20:28–31) Por cierto, falsos maestros y líderes llevados por su ego comenzaron a afligir a la iglesia después que Pablo se fue, haciendo decaer a esta gran iglesia de antaño. El triste proceso de pasar de las llamas a las brasas había comenzado cuando el apóstol escribió su primera carta a Timoteo. En esa carta le decía a Timoteo: “Como te rogué que te quedaras en Éfeso cuando fui a Macedonia, para que mandaras a algunos que no enseñen diferente doctrina” (1 Tim. 1:3). En realidad, por su ocasión y propósito, todo el libro de 1 Timoteo sirve como manual para la revitalización de las iglesias, así mismo, todos los principios que analizaremos se pueden encontrar en sus páginas.⁷ Sin embargo, y a pesar de toda esta instrucción de Pablo, y los mejores esfuerzos de Timoteo, la iglesia de Éfeso finalmente se vio enfrentada a la decadencia. En el libro del Nuevo Testamento, el mismo Jesús advirtió que la iglesia estaba a punto de ser juzgada por Dios, si no se arrepentía (Apoc. 2:1–5): Escribe el ángel de la iglesia en Éfeso : El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que camina en medio de los siete candelabros de oro, dice esto: “Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, has probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras, pues si no te arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar.” Aparentemente el ministerio de la revitalización de Pablo ciertamente tuvo algunos efectos positivos, especialmente en lo que se refiere a la doctrina, ya que a los efesios se les conocía por su discernimiento en cuanto a los falsos maestros (ver v. 6). Sin embargo, habían abandonado su primer amor y habían caído en una creencia ortodoxa muerta, al punto que el Señor les advirtió que vendría y les quitaría sus “candeleros.” El Puritano Matthew Henry describe bien esta abrumadora posibilidad en su comentario sobre el Apocalipsis: Si la presencia de la gracia de Cristo y del Espíritu fuese desatendida, pudiéramos esperar la presencia de su descontento. Vendrá él a manera de juicio, y eso en manera rápida y sorprendente, sobre las iglesias y los pecadores impenitentes; los removerá de la iglesia, se llevará su evangelio, sus ministerios y sus decretos de ellos, y… ¿qué harán las iglesias cuando se les haya quitado el evangelio?⁸ Ese horrible destino les esperaba a aquellos creyentes si no se arrepentían. Por lo que, si alguna vez hubo una iglesia que pasó de las llamas a las brasas, o de las riquezas a la pobreza, esa fue la iglesia de Éfeso. Pero Jesús no dijo que la iglesia quedaría desesperanzada, ni tampoco dijo que debiera cerrar (aun cuando eso pase al final si las cosas no cambian). No obstante, él nos entregó un paradigma, o un plan básico, para revitalizar las iglesias. Nos dijo que el cuerpo de creyentes es capaz de detener su decadencia y pasar de las brasas nuevamente a las llamas siempre y cuando su liderazgo lo enseñe para que recordemos, nos arrepintamos y haya recuperación. RECORDEMOS La primera etapa hacia la revitalización, de acuerdo a nuestro Señor Jesús, es “recordar… de dónde has caído” (Apoc. 2:5). No debiéramos vivir en el pasado, dominados por la nostalgia, como lo vimos en el capítulo 1, esto no significa que el pasado no sea importante. Por el contrario, las Escrituras nos muestran que Dios quiere que recordemos muchas cosas maravillosas que ha hecho él por nosotros y a través de nosotros. Los salmos, por ejemplo, están llenos de recitaciones de las grandes obras de Dios en el pasado. Josué 4:20-24 nos muestra un ejemplo de dicha práctica curiosa del “amontonamiento de piedras”, cosa común en el Antiguo Testamento: Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán. Y dijo a los hijos de Israel: «Cuando el día de mañana os pregunten vuestros hijos: “¿Qué significan estas piedras?”, diréis a vuestros hijos: “Israel pasó en seco por este Jordán, porque Jehová, vuestro Dios, secó las aguas del Jordán delante de vosotros, hasta que pasasteis, de la misma manera que Jehová, vuestro Dios, había hecho en el Mar Rojo, el cual secó delante de nosotros hasta que pasamos, para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehová es poderosa, y para que temáis a Jehová, vuestro Dios, todos los días.”» Cuando visité Israel la primera vez hace años atrás, esperaba ver pilas de piedras por todas partes, ¡ya que hay tantas historias como esa en el Antiguo Testamento! Pero ponga atención al motivo por el cual el pueblo de Dios había levantado tales monumentos: para que ellos, sus hijos, e incluso el mundo viera las piedras y recordara lo que Dios había hecho. Esto es crucial porque los desafíos de la actualidad se superan mejor cuando miramos al Señor y nos motivamos al saber que Él siempre ha obtenido la victoria. El Dios que obtuvo la victoria en el pasado obtendrá la victoria en el presente porque Él es el mismo ayer, hoy y siempre. Por tanto, la gente hoy necesita conectarse con el pasado, con la historia de su propia iglesia local y también con la historia de la iglesia a través de los siglos. La Historia de la Iglesia Local Un pastor nuevo que llega a una iglesia ya establecida debe darse cuenta que la historia de esa iglesia no comienza con él. Dios ha obrado en ese cuerpo en el pasado, no importa cuán afligida parezca estar ahora. Así también, la gente de hoy, incluidos los líderes actuales, pueden recuperar la esperanza y el ánimo de las buenas cosas que hizo Dios mucho antes que ellos llegaran. Como dije antes, no estoy sugiriendo que se vuelva a los “días de gloria” de la iglesia, ni tampoco estoy ciertamente defendiendo la perpetuidad del status quo ya que “siempre lo hemos hechode esa manera.” Usted debe seguir adelante, pero a medida que lo va haciendo, debe esforzarse para establecer una conexión con la historia de la iglesia. Tengo un amigo que fue llamado a pastorear una iglesia donde antes habían tenido a dos hombres famosos y exitosos. Inevitablemente, alguien le dijo: “Ciertamente va a tener que calzar los zapatos de alguien bien grande.” A lo que mi amigo respondió: “Traje mis propios zapatos, gracias.” Esa es una buena ilustración de cómo se debe evitar el peligro de caer en la trampa del pasado o de ser dominado por el pasado. Debemos caminar con nuestros propios zapatos, pero al mismo tiempo debemos tener cuidado de no faltar el respeto ni deshonrar a los que caminaron antes de nosotros. Los nuevos pastores generalmente cometen dos errores cuando se sienten intimidados o inseguros por el éxito del pastor anterior. Uno de esos errores se deja ver cuando intentan despreciar el ministerio previo para justificar el propio, y el otro tiene que ver cuando tratan de duplicar el ministerio que tuvo el pastor anterior. Ambos enfoques deben ser evitados a toda costa. Por supuesto, si el ministerio anterior fue inmoral en alguna manera, hay que distanciarse de ese pecado. Sin embargo, usted debiera reconocer y conmemorar todo lo bueno de los antiguos líderes de la iglesia. Es bueno mostrarles respeto cuando merecen ser respetados, especialmente a comienzos de los años de un ministerio de revitalización. Al construir un puente con el pasado y al celebrar aquellas personas y eventos que valen la pena ser conmemorados, usted puede incentivar a los miembros antiguos para que vuelvan a experimentar su primer amor, creando un lazo más estrecho entre ellos y los asistentes más recientes. El conmemorar la historia de la iglesia también produce el equilibrio del fervor mal encausado de los que pretenden cambiar todo lo de la iglesia, ¡incluso las cosas buenas! ¿Cuáles serían algunas maneras prácticas para conmemorar el pasado de su iglesia? Un pastor que va a jubilar, por ejemplo, debiera ser honrado de distintas maneras, con un banquete, regalos y tal vez con un puesto de pastor emeritus en el que pueda seguir sirviendo a la iglesia en el futuro. Puede que usted aparte un domingo al año para recordar lo que Dios ha hecho en la historia de su iglesia, algunos llaman a esto “El Domingo Recordatorio” o “La Semana de los Fundadores”. El pastor pudiera incorporar anécdotas del pasado en sus sermones, o pedirle a la gente que lleva tiempo en la iglesia que comparta testimonios de acontecimientos importantes en la vida de la iglesia. Tenga cuidado de no cambiar la historia para que calce mejor con sus propias preferencias o agenda, sino que busque las cosas que verdaderamente son dignas de ser conmemoradas, haciéndolas flamear como una bandera por la causa del futuro ministerio del evangelio. La Historia de la Iglesia Universal Otra forma en que podemos “apilar piedras” y conectarnos con el pasado es recordando a las personas que han sido parte del glorioso río de la historia de la iglesia que ha fluido desde los tiempos de Cristo hasta ahora. Muy frecuentemente, los creyentes tienden a considerarse tan solo como parte de un pequeño charco del Cristianismo norteamericano moderno, quedándose estancados, como el agua en muchos dichos charcos. Sin embargo, la historia de la iglesia se asemeja mucho más a la del Mississippi que a la del charco de pesca local, donde los cristianos tienden a crecer más cuando salen del charco y pasan al río. Esto se debe a que sus mentes han sido expandidas por los pastores y los maestros del pasado (cf. Efe. 4:11) y porque sus corazones han sido desafiados por muchos de los grandes héroes que les han precedido. Por ejemplo, la manera de adoración de una iglesia se refleja cuando ésta está conectada con el pasado o cuando se ha distanciado efectivamente de la historia. Nos unimos a los santos de los siglos cuando recitamos las confesiones históricas de fe como la del antiguo Credo de los Apóstoles o la del Catequismo de Westminster de la Inglaterra Puritana. También existen muchos himnos antiguos maravillosos que el pueblo de Dios ha entonado de generación en generación, que no debieran ser descartados de nuestra adoración tan solo porque la gente no conoce su estilo musical o su profundidad lírica. Nada bueno se obtiene fácilmente, y con poco tiempo y esfuerzo, la gente puede aprender a disfrutar de la música antigua. Por cierto, tampoco queremos irnos al otro extremo diciendo que no se ha escrito ninguna buena música desde el siglo XIX, pero debiéramos mantener cierta forma de equilibrio entre el pasado y el presente. Dios es el Dios de la actualidad, y Él es el Dios de los siglos, son esos aspectos de Su naturaleza los que se debieran reflejar en nuestra adoración. La buena adoración no se compromete con la arrogancia de la modernidad, la que se desconecta del pasado, ni tampoco participa en la idolatría del tradicionalismo, que vive en el pasado. Mejor dicho, debiéramos comenzar con la gran adoración clásica que en cierta época fue contemporánea y que ha probado ser cierta, para luego construir sobre ella, estando listos para absorber lo que es de excelencia en el presente. La buena adoración se ofrece en espíritu y en verdad, honra a Cristo y facilita la adoración del pueblo de Dios a los perdidos. Está conectada con el pasado sin dejarlo de lado, está contextualizada en el presente sin acomodarla al presente y fija un patrón para darle forma al futuro en vez de quedar obsoleta en el futuro. De este modo, se convierte en un ejemplo de nuestra filosofía ministerial general. Por muchos años he intentado conectar a la gente con el pasado, retratando personajes históricos en sermones especiales, en los que he usado la primera persona. Durante el servicio de la tarde del Domingo de la Reforma, por ejemplo, normalmente he predicado sobre un “personaje”, como si yo mismo fuera Martín Lutero, John Knox u otro héroe de la fe que nos ha venido a visitar. En el servicio del domingo cercano al 4 de julio, he pretendido ser algún personaje histórico que comenta sobre el Cristianismo de George Washington, Abraham Lincoln o Patrick Henry. Tales tipos de mensajes han sido recibidos con gran entusiasmo a través de los años, los que han elevado el nivel de conocimiento de la obra de Dios a través de la historia. Usted pueda no querer hacer exactamente lo que yo he hecho, sin embargo, debiera encontrar alguna manera para instruir a su gente en este sentido. Por ejemplo, una buena forma de hacer esto, pudiera ser que incluya más ilustraciones del pasado en los sermones de los domingos. Por último, otra manera en que usted puede sacar a la gente del charco y pasarla al río es enseñándoles acerca del Antiguo Testamento. Así como la historia del pueblo de Dios no comenzó con nuestra iglesia local, tampoco comenzó con la iglesia del Nuevo Testamento. Dios estaba llamando a un pueblo para sí miles de años antes de Cristo, por lo tanto, la historia de Israel es nuestra historia también. Como vemos en 1 Corintios 10:11 donde dice: “Todas estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales.” Nuestro Señor hizo que los corazones de los discípulos ardieran en camino a Emaús, donde vemos en Lucas 24:27 que dice: “Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.” El Antiguo Testamento no es solamente una recopilación de historias de enseñanza moral, sino que un glorioso desarrollo progresivo de la majestad de Cristo el Redentor. En otras palabras, Cristo es el arco-iris, el arca, el templo, quien otorga el manto de justicia, la escalera que ha descendido. Tal tipo de predicación enciende los corazones del pueblo de Dios, permitiéndoles ver el pacto de la gracia revelada a través de las Escrituras, las que luego florecen en la gloria del Nuevo Testamento. Las Escrituras sobre Israel constituyen más de dos tercios de laBiblia y el Nuevo Testamento sin el Antiguo Testamento sería como un árbol sin el tronco (ver Rom. 11:17–24). Ignorar esa importante parte de la Palabra de Dios es perder mucho de lo que Él ha revelado. Es así que una iglesia viva y saludable tendrá un “ministerio en movimiento”, en vez de un “ministerio de mantenimiento.” Los ministerios de mantenimiento viven en el pasado y se sostienen en el presente. Sin embargo, un ministerio en movimiento va a aprender intencionalmente del pasado para luego vivir eficazmente en el presente y transformar la visión del futuro. A la luz de esto, le animo una vez más a que desarrolle tres cosas: Esto pondrá a su ministerio dentro del movimiento de la gracia y la gloria de Dios desde el pasado al presente para cambiar el futuro. Nuestro Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Lo que Él ha hecho en el pasado lo puede hacer una vez más. ARREPINTÁMONOS Sin embargo, y a medida que va investigando y contemplando el pasado, puede que se de cuenta que había cosas en él que no son dignas de ser conmemoradas. Ciertamente, dentro de la historia de una iglesia en decadencia o muerta, casi siempre existen algunas cosas que estaban completamente erróneas, lo que significa que la iglesia debe arrepentirse. Esto no es tan deprimente como parece, ya que le da a Dios la oportunidad para hacer un nuevo e interesante trabajo en la iglesia cuando nos humillamos, nos arrepentimos y oramos. (cf. 2 Crón. 7:14). Puede que Dios haya estado reteniendo Su bendición porque el cuerpo no se ha arrepentido, pero cuando lo haga, será Él quien abra las puertas y envíe Su gracia de manera sin igual. Pero para lograr este arrepentimiento corporal, tendrá primeramente que incentivar la confesión de pecados, creando un ambiente de gracia. No está bien simplemente decir: “Necesitamos arrepentirnos. Está bien, arrepintámonos.” El verdadero arrepentimiento comienza con la confesión, donde la gente no siente la libertad para admitir sus pecados hasta que no han entendido el evangelio del perdón gratuito de Dios. Jack Miller explica esto en su excelente libro Repentance and 20th Century Man (El Arrepentimiento y el Hombre del Siglo XX): Si la convicción de pecados se exigiera como si fuera la meta de las cosas, si la injusticia humana se expusiera aparte de la fe en Cristo, entonces se dejaría que el hombre quede suspendido en un estado de penitencias, volviendo a la miseria previa a la Reformación, haciendo que la salvación sea completamente inestable porque se basaría en lo que el hombre hace para recuperarse a sí mismo. Los pecadores en dicha condición no tienen cómo saber que Dios les ama y que los va a recibir en su corazón. Psicológica y moralmente, todo queda en oscuridad y sin sentido. Cuando el pecado se expone aparte de las promesas divinas, la realidad del hombre fuera del Señor se ve cada vez más trastocada y confusa. La conciencia adolorida simplemente no puede hallar alivio de esta manera.¹ Dicho de otra forma, el arrepentimiento solo puede ser genuino y duradero cuando el que comete pecado ve que la gracia de Dios está disponible para él. Coloque la gracia en un ámbito inalcanzable y verá que la desesperación del pecador convicto se profundiza y crece la oposición hacia Dios. Sin embargo, el Evangelio de Juan demuestra el carácter absolutamente completo de la obra de Jesús (Juan 4:34, 17:4, 19:30). Existe suficiente amor, y es más, está disponible para cualquier pecador que lo desee. Una gota de la sangre de Jesús expiará los peores pecados del hombre. ¿Cómo podemos entonces dejar de responder cuando se nos ha asegurado que el amor purificador fluye en sobreabundancia desde el Calvario?¹¹ También deberá enfatizar la responsabilidad personal, no dejando que se creen excusas. Desde que se cometió el primer pecado, la gente ha estado culpando a otros o a otras cosas en vez de a sí misma. Somos expertos en “hacernos las víctimas.” Cuando Dios confrontó a Adán después de haber pecado, su respuesta fue la siguiente: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí” (Gén. 3:12). Adán fue muy ágil al traspasar su culpa que se las ingenió para ¡acusar a Dios y a su esposa en una sola oración! Por cierto, la mujer hizo lo mismo. Al ser interrogada por Dios, Eva dijo: “La serpiente me engañó” (Gén. 3:13). Existen dos maneras de responder cuando hemos pecado: podemos cubrir o confesar. Una de las principales formas en que cubrimos es pensando, o refiriéndonos a nosotros mismos, como las “víctimas” de los errores de otros. Pero ya sea que decimos tener una “esposa disfuncional”, o que “el enemigo me lo hizo hacer”, o cualquiera otra técnica para librarnos de la culpabilidad, debemos entender que la bendición de Dios no reposará sobre nosotros hasta que dejemos de ofrecer ese tipo de excusas. Primera de Corintios 10:13 dice: “No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla.” Si bien puede que seamos tentados por las fallas de otros, nunca se nos obliga a pecar. El ambiente o la ocasión no nos hacen pecar. Puede que nos influyan, puede que hagan salir la debilidad espiritual de nuestra propia vida personal, pero no nos obligan a pecar. La opción de desobedecer a Dios es solamente nuestra, es así que debemos culparnos solamente a nosotros mismos. Lo mismo es cierto de cada iglesia que le ha fallado a Dios en el pasado. En consecuencia, la confesión debe comenzar con un apropiamiento personal y con un acuerdo con Dios que somos nosotros los responsables por los pecados que hemos cometido. Para ver cambios en una iglesia, también debemos estar expectantes de los frutos del arrepentimiento. Juan el Bautista les decía a las multitudes: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:8), lo que significa que el arrepentimiento no es verdadero a menos que haya acción. 2 Corintios 7:10–11 enseña esta misma verdad: La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Esto mismo de que hayáis sido entristecidos según Dios, ¡qué preocupación produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto. Los “frutos” del arrepentimiento mencionados en estos versículos se pueden resumir en tres palabras: restitución, restauración y reconciliación. La restitución es devolver lo que se debe, la restauración es hacer que las cosas vuelvan a ir bien y la reconciliación es la renovación de las relaciones que se han roto por causa del pecado. Eso es tan solo una leve explicación de la naturaleza del arrepentimiento de acuerdo a la Biblia. Si desea aprender más sobre los principios relacionados con ello, puede leer el libro de Jack Miller mencionado anteriormente, o El Pacificador: la solución de conflictos personales, por Ken Sande.¹² Sin embargo, los conceptos que he provisto acá debieran ser suficientes para que usted comprenda el siguiente análisis de su aplicación a una iglesia que necesita ser revitalizada. El Arrepentimiento en los Líderes Muchas veces la renovación en el cuerpo debe comenzar con la renovación de ciertos elementos claves, como el pastor mismo. Cualquier tipo de pecado afecta al ministerio de una iglesia, tal cual lo ilustra la historia de Acán en Josué 7, sin embargo, nada es peor que cuando se encuentra en los líderes. Es así que el camino al arrepentimiento que Dios le ofrece a la gente normalmente comienza con el arrepentimiento de los que los pastorean. Por un lado, si los que lideran se niegan a confesar y no se arrepienten de su propio pecado, quedarán pocas esperanzas para la congregación. Pero, por otro lado, ¡qué bendición más grande cuando tratamos nuestro pecado a la manera de Dios! A comienzos de mi ministerio de predicador, estaba preparando un sermón sobre 2 Corintios 7, el pasajesobre el arrepentimiento que antes mencioné. Mientras lo iba estudiando, vino a mi memoria un pecado que había cometido hacía dos años mientras estaba en la universidad. Recuerdo haber estado tomando un examen de griego y estaba luchando con un tema de traducción en particular, cuando se levanta el compañero en frente mío para sacarle puntas al lápiz. Ahí estaba la respuesta que necesitaba, justo al frente mío. Fue así que copié la respuesta en mi hoja de examen, la entregué al final de la clase y seguí adelante con mi vida. Sin embargo, el Señor lo estaba trayendo a mi memoria, sabiendo que en este momento estaba siendo probado, una prueba de integridad, una prueba de arrepentimiento. ¿Pondría en práctica los principios que estaba aprendiendo del texto y me prepararía para predicarle a esa congregación? ¿O me pararía delante de ellos como un hipócrita? Gracias a Dios, dejé de lado mis apuntes sobre mi escritorio y me dirigí hacia la universidad, que se encontraba cerca, para ver al profesor que enseñaba esa materia. Le conté lo que había hecho, de cierta manera esperando que me dijera que estaba bien y que me dejara ir. Sin embargo, dijo: “Bueno, tú sabes cuáles son las consecuencias”, mientras buscaba los registros de ese año hasta encontrar el mío. Me había dado una nota cero en mi examen, la que volvió a calcular con las notas de todo el curso, pasando de bueno a reprobado. Oramos juntos, y salí dando saltos de alegría de ese lugar, sintiéndome como si se me hubiera quitado todo el peso del mundo sobre mis hombros. No tan solo me había arrepentido y me habían perdonado por mi pecado, sino que también lo había podido restituir. Ahora sí que podía presentarme delante de la iglesia con una conciencia limpia para enseñarles cómo tratar sus propios pecados. Pastor o líder de una iglesia, puede que usted no quiera confesar su pecado ni hacer restitución por él, ya que piensa que va a hacer más daño que bien. Puede que usted se sienta preocupado por su reputación e incluso qué tipo de efecto puede traer a otros. Pero debe entender que usted se está hiriendo a sí mismo mucho más al no arrepentirse, al mismo tiempo que está hiriendo más al resto de la iglesia, cubriendo ese pecado. Por otra parte, la confesión nos da la maravillosa oportunidad del perdón, la que establece el correcto ejemplo para otros que necesitan tratar sus propios problemas. Recuerde lo que dijo el sabio: “El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia” (Prov. 28:13). Si bien el círculo de confesión debiera ser tan amplio como el círculo del pecado, debemos “arreglar las cosas”, “vengándonos” de lo malo. El Arrepentimiento en la Iglesia A veces las iglesias están estancadas o en decadencia porque existen pecados a un nivel más amplio. Es necesaria la confesión corporal porque el cuerpo entero no ha seguido fielmente la Palabra de Dios. Recuerdo haber encontrado ejemplos de esto cuando recién llegué a la iglesia Pinelands en Miami, el proyecto de revitalización que mencioné anteriormente. Leí trece años de minutas de las reuniones de líderes y descubrí varias maneras en que la iglesia había fallado en la práctica de las Escrituras; luego me senté con los actuales ancianos y las fuimos revisando. Oramos pidiendo perdón y comenzamos un proceso para mejorar las cosas. Recopilamos los nombres y números de más de cuatrocientas personas que se habían ido de la iglesia en los últimos años, pasando dos semanas completas llamando a cada una de ellas. Lo que yo les decía era más o menos así: ¿Aló? Mi nombre es Harry Reeder, el nuevo pastor de la iglesia Pinelands. Mientras miraba los registros de la membresía, me di cuenta que usted fue miembro antes de nuestra iglesia y nos hemos dado cuenta que el liderazgo de la iglesia no ha sido fiel ni al ministerio del Señor ni a la gente. Por lo tanto, de parte de los ancianos le estoy llamando para pedirle perdón. Tenemos muchas cuentas impagadas de responsabilidad ministerial. ¿Nos perdonaría, por favor? Si en alguna manera le hemos herido personalmente, ¿nos daría la oportunidad de arreglar eso? Nos gustaría mucho poder hacerlo. Después de esa parte de la conversación, les pedía que orasen por nosotros para que sirviéramos eficazmente al Señor desde ese momento en adelante. Luego les preguntaba si estaban yendo a alguna iglesia, y si no, los invitaba una vez más. De las cuatrocientas llamadas, solo cuatro familias regresaron a la iglesia. Pero eso estaba bien, ya que dos de ellas eran parejas que estaban pasando por dificultades en sus matrimonios a punto de divorciarse, a las que Dios volvió a unir por medio de nuestro ministerio hacia ellos. Uno de los hombres que regresaron terminó sirviendo como diácono por algunos años. Sin embargo, la mayor bendición que resultó de todo esto fue la libertad de saber que habíamos sido perdonados, por Dios y por muchas de esas personas. Lo que hicimos también puso fin a muchos de los comentarios negativos acerca de nuestra iglesia en la comunidad, porque es más difícil hablar mal de alguien que ha pedido perdón y que ha pedido oración. Cuando le pide perdón a la gente que se ha ido de la iglesia durante los tiempos difíciles, pierden el interés en decir cosas negativas de ella. Ciertamente, en este caso, algunos estaban diciendo cosas como estas: “Me fui de la iglesia Pinelands pero supe que han comenzado nuevamente y que el Señor les está bendiciendo. Estoy contento por eso y ahora estamos orando por ellos.” Puede que también existan pecados específicos de los que se tiene que arrepentir la iglesia antes de pasar a la revitalización. Por ejemplo, poco después que llegué a la iglesia Pinelands, fui a comprar algunos artículos de oficina a una tienda cercana. En la caja registradora pregunté si la tienda tenía cuentas de crédito para los negocios y luego le pedí a la señorita en la caja que lo pusiera en nuestra cuenta. Sin embargo, me dijo que no lo podía hacer, ya que la iglesia estaba en lista roja y que solo podía pagar en efectivo por repetidos atrasos en los pagos. De esta manera, tuve que pedir perdón a la administración de parte de la iglesia y así comenzar a ganar su confianza nuevamente. También descubrí que un ex- pastor se había visto envuelto en un escándalo sexual y que, a la vez, había sido apuñalado por su esposa en un centro comercial local, lo que estaba siendo publicado en todos los periódicos de la región. Sin embargo, la iglesia nunca aplicó la disciplina bíblica al hombre. Nosotros tuvimos que confesar ese pecado, asegurándonos que toda la iglesia entendiera ahora la manera en que eso debió haber sido tratado. Su situación puede ser distinta a la de esos ejemplos. Sin embargo, cuando la iglesia necesita ser revitalizada, normalmente existen pecados en el pasado que se deben tratar. Quizás se ha tratado a un ex-pastor o a algunos ancianos de manera traidora. Quizás no se ha pastoreado ni preocupado de algunos miembros. Quizás se haya abandonado algunas normas bíblicas a favor del pragmatismo. Sea lo que haya sido, son los líderes los que deben guiar a la iglesia a que se arrepienta. No lo lleve ni lo esconda bajo tierra en la tienda, como lo hizo Acán. Confiéselo, arrepiéntase, y haga lo que es debido del arrepentimiento. Eso es lo que el evangelio nos permite hacer con su oferta completa y gratuita del perdón. Eso es lo que el evangelio nos pide que hagamos. RECUPEREMOS Jesús le dijo a la iglesia de Éfeso: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras.” (Apoc. 2:4–5). La Nueva Versión Internacional traduce este versículo de esta manera: “Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio.” Por tanto, el paradigma de nuestro Señor en la revitalización de las iglesias incluye el recordar el pasado, arrepentirse de los errores que se haya cometido y luego recuperar las “primeras cosas.” De Vuelta a lo Básico El concepto de la recuperación es muy útil para
Compartir