Logo Studenta

Cultura: Definições e Controvérsias

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

El laberinto de la cultura – De desnaturalizaciones varias y equívocos muchos.
El término cultura ha sido objeto de numerosas controversias a lo largo de la historia de la ciencia. En un principio, la cultura tenía un plano únicamente individual (alguien “culto”), pero luego se trasladó al plano social. Se ha estudiado a la cultura como un concepto que ha ido variando. 
En el siglo XIX, Tylor da la primera definición de cultura, entendiéndola como un sistema de símbolos, se le da un significado, un sentido a la cultura. La cultura, en esta primera definición, pasa a ser un fenómeno social.
En torno a esta definición de cultura han surgido dos corrientes opuestas entre sí, los naturalistas y los culturalistas. Los primeros sostenían que la cultura podía ser explicada como un producto biológico, mientras que los segundos apelaban a que esto no era posible, que la cultura era algo más que algo meramente natural, era social. Mientras que para los naturalistas la cultura no es un fenómeno exclusivamente humano (ya que algunas especies animales superiores también la poseen), los culturalistas sostienen que esto solo es aplicable al estadio primitivo del hombre, ya que en las nuevas sociedades es imposible decir que la cultura humana es similar a la cultura animal. 
En base a esta discusión, surge una nueva ciencia, llamada la sociobiología, que intenta explicar los fenómenos sociales mediante postulados biológicos (aunque no ha sido tenido muy en cuenta).
Lo último a destacar es que la visión naturalista no excluyen el análisis de lo social, sino, peor aún, lo reducen, no toman en cuenta los quiénes, cómos, ni por qué, y aún hoy, sigue siendo un tema de discusión.
Con el paso del tiempo, el concepto de cultura ha ido perfeccionándose. Para entenderlo, primero hay que luchar con lo que el sentido común nos dice qué es la cultura. La cultura es mucho más que solamente la expresión artística, es más que la literatura, la música de “alta clase”. El concepto de cultura no se limita únicamente a la existencia de algo “culto”. 
Es necesario tener en cuenta además, la existencia de los aspectos espacio-temporales. Estos son los encargados de darle un determinado sentido a la cultura. Esto lleva al otro factor a tener en cuenta, y el más importante: el sentido.
Si se entiende a la cultura como toda práctica con sentido, es necesario definir qué es el sentido. El sentido es el significado que las personas le dan a las objetivaciones, ya que este significado no está impreso en los objetos, sino que los hombres se lo otorgan. Este significado está dado por el lenguaje, que es el encargado de darle una comprensión al mundo. La expresión mínima de sentido son los signos, y para el caso de la cultura, específicamente el símbolo. Los símbolos son los “porta-sentidos” que remiten a un determinado significado. Estos significados, sin embargo, pueden ser variables, ya que varias personas (o incluso una misma) puede darle varias interpretaciones al mismo símbolo. La cultura, entonces, entendida ampliamente como una práctica social con un sentido, tiene dos dimensiones, la material y la simbólica: todo lo que hacemos tiene una parte material, real, se hace efectiva (por ejemplo, comprar un vestido). Pero, además, está cargada de un tinte simbólico, esa acción material conlleva una comprensión simbólica (en el mismo caso, qué vestido se compre, dónde, qué marca, etc.). Ambas dimensiones actúan simultáneamente. Podemos decir entonces que la cultura es el conjunto de elementos que constituyen la dimensión simbólica del mundo en el que vivimos y nos desarrollamos.
La cultura no es algo estático, es un proceso, no sólo reproducen los símbolos existentes, sino que también produce nuevos.
Por último, hay que destacar que existe una diversidad cultural, incluso dentro de una misma sociedad, no existe una sola cultura. Antiguamente se utilizaba el concepto de subcultura para definir a una cultura que no pertenecía a la mayoría. Sin embargo, éste término fue rechazado, ya que la idea de “sub” daba a entender a esta cultura alternativa como algo inferior. Actualmente, se habla de culturas dominantes y culturas dominadas. Las primeras son las culturas que poseen una cuota de poder que le permite imponer su cultura a las demás, mientras que la segunda es la que, a pesar de poseer una visión del mundo particular, no pueden imponer su cultura por la falta de medios de producción cultural.
Realidad, representación e imaginarios sociales.
A la hora de hablar de realidad es necesario hacer una diferenciación entre la realidad misma y lo que consideramos lo real. Lo real es lo que está ahí, lo que existe, pero no tenemos acceso a ello de forma directa, no podemos conocer lo real. La realidad es lo real simbolizado, descripto. Es la forma en la que comprendemos lo real. Comprendemos lo real simbolizándolo, es decir, todo lo que conocemos de lo real lo conocemos mediante un símbolo, que es un tipo de representación. Un símbolo se caracteriza por ser el significante de un significado, a través del símbolo entendemos el mundo. Esta realidad simbólica se construye a partir del lenguaje, que es el que nos permite darle forma al mundo que nos rodea. Este lenguaje posee una red simbólica, entendiendo al concepto de red en dos sentidos. Por un lado, una red de significados que se van tejiendo entre sí, y por otro, una red que “atrapa” el mundo. El ser humano es un animal simbólico porque su relación con el mundo no es directa, sino que cada estímulo y su respuesta pasa por un símbolo. Éstos símbolos tienen una naturaleza social, ya que lo que significan tendrán relación con otro elemento (por ejemplo, 40 minutos significa una hora con relación a la escuela).
La vía a través de la cual nos representamos la realidad es la imaginación individual. El mundo nos llega como un conjunto de sensaciones confusas que a través de la imaginación logramos ordenar. Esta imaginación puede ser de dos tipos: reproductiva o productiva. La primera nos permite reconocer el mundo mediante “esquemas” preestablecidos. La segunda aparece cuando los esquemas que el individuo posee no alcanzan para explicar lo que lo rodea y por ello crea uno nuevo. Es la que nos permite cambiar la forma de ver el mundo.
Por último, a partir de esta imaginación individual se crea una imaginación social, es decir, una forma conjunta de imaginar la realidad. Esta imaginación de la realidad a menudo no condice con la realidad misma, puesto que se tiende a deformar lo que se ve. Esto se produce a través de las ideologías y de las utopías. 
El gusto es un delator.
Bourdieu
El sentido común nos hace creer que los gustos son algo sumamente personal, que “sobre gustos no hay nada escrito”, y que dependen pura y exclusivamente del individuo. El sociólogo Bourdieu trabajó sobre este particular, y en su análisis se puede observar que esto no es asi. Para analizar el fenómeno de los gustos, Bourdieu empleó una mirada tanto objetivista como subjetivista, las complemento, y mediante ello explica un doble proceso, en el cual se interioriza lo exterior y exterioriza lo interior. Esto quiere decir que el ser humano, simultáneamente, capta el mundo exterior (la objetividad), la hace parte de sí mismo, hace suyo lo social, pero lo hace mediante una disposición o una forma de ver el mundo (la subjetividad). Ésta forma de ver el mundo es lo que Bourdieu llama habitus. Al mismo tiempo, mientras que mediante el mismo adquiere lo social, lo produce, lo exterioriza, acciona dependiendo de esa absorción del mundo, lo plasma en la realidad. Es un proceso en el cual se incorpora y se actúa el mundo.
El habitus es la forma de visión básica que se tiene del mundo. Sus dos principales características son, por un lado, que es estructurada, es decir, tiene relación con la posición social que ocupa el individuo dentro de un campo social, y, por otro, es estructurante, porque según la posición que se ocupe (su habitus), las personas tendrán un determinado conjunto de prácticas (por ejemplo, el hecho de pertenecer a una clasealta (estructurada) hará que se lea una determinada literatura (estructurante). El habitus hace que exista una predisposición a consumir determinado objeto cultural (una persona de la alta sociedad tendrá una mayor disposición de ir a un museo que una de la baja sociedad). Ésta predisposición a consumir determinada cultura guarda relación con los gustos de esa misma persona. Los gustos están agrupados en sistemas de gustos, lo que genera que haya gustos “buenos” y gustos “malos”, se les otorga una carga valorativa, se dice lo que es deseable y lo que es evitable. 
Retomando la idea de que el individuo ocupa una posición social dentro de un campo social, es necesario determinar qué es un campo. Un campo es un espacio o zona de actividades sociales diferenciadas. Dentro de una sociedad, existen varios campos (campo cultural, campo económico, campo político, etc.), y cada uno posee un capital específico (el del campo cultural, el saber, el del económico, las riquezas, por ejemplo). Los campos sociales se caracterizan por poseer bienes escasos, lo cual hará que quién posea esos bienes sean los dominantes de ese campo, generando así un conjunto de relaciones de dominación y subordinación. Esta idea de “dominados y dominantes” conlleva a que exista una lucha dentro del mismo campo social para apoderarse de esos bienes y subir escalafones en la escalera de las posiciones sociales. Esta lucha es una lucha para expropiarse de los símbolos, es decir, se desea poseer eso que hace pertenecer a una determinada posición, por ello se dice que es una lucha simbólica, porque no se enfrentan por el objeto en sí, sino por lo que significa poseer ese objeto. Los campos son a la vez autónomos e interdependientes, ya que la pertenencia a una determinada posición podrá o no significar la pertenencia de esa misma posición en otro campo.
Sabiendo entonces que dentro de un mismo campo social existen diferentes posiciones, se puede decir también que hay una desigualdad social. La pertenencia a una posición se hace de forma negativa, es decir, a través de la diferenciación, de dejar en claro lo que no se es. Para ello, hay que acercarse lo más posible al “gusto” de las altas esferas, es decir, al gusto legítimo. Los sectores dominantes imponen un gusto, al que todos los demás, de forma inconsciente (o no), aspiran a llegar. Este gusto legítimo está construido por el acceso a los bienes más escasos, a los que muy pocos pueden llegar, de manera tal que se transforma en un privilegio. Dentro de la misma clase “alta” existe una lucha para poseer esos bienes (o símbolos) que son escasos, y por ello se crean los símbolos sustitutos, que intentan ser un acercamiento a ese bien que representa la pertenencia a una posición superior, similar a una copia del original.
Según la clase a la que se pertenece, existe una mirada determinada sobre los gustos. Las clases altas ven a sus gustos como los gustos por excelencia, y el hecho de que ellos puedan degustar de esos mismos es gracias a una predisposición genética (cuando, en realidad, pueden hacerlo gracias a la preparación que se le da a lo largo de toda su vida, teniendo en cuenta el factor tiempo que requiere esta preparación y que no todos poseen).
Las clases medias viven en un estado de consciencia infeliz, ya que saben que no pertenecen a la clase alta, pero también hacen todo los posible por alejarse de las clases populares, y esto hace que muchas veces sus gustos sean una “imitación” de los gustos de la alta clase, y empleen más recursos de los que poseen con la finalidad de intentar diferenciarse de los sectores bajos. Muchas veces se frustran al encontrarse con que no pueden mimetizarse con el gusto legítimo.
La clase popular, en cambio, es consciente que no puede acceder al gusto legítimo. Lo reconoce como el “mejor” gusto, como lo “correcto”, pero al mismo tiempo admite que ese gusto no es para ellos, está solamente reservado a “aquellos”.
De esta forma, el gusto se convierte ya no en algo personal, sino en una construcción social, donde todos deben reconocer y, de ser posible, aspirar a esa escala en las posiciones sociales siguiendo un gusto predeterminado.
Cultura de masas: ¿Máscara de un rostro?
Escuela de Frankfurt – Bell – Barbero.
La aparición del capitalismo en la escena mundial no sólo produjo cambios en el ámbito económico, sino que también lo hizo en el cultural. Se produce un completo cambio en el concepto de espacio-tiempo, ya que la aparición de las nuevas tecnologías permitió que se achicasen las distancias al poder comunicarse de una parte a otra del mundo en segundos.
La forma de producción del capitalismo creo lo que se llamó una cultura de masas, que ha sido analizada desde varias perspectivas. La cultura de masas es la cultura masificada, y aquí se produce un dilema entre las diferencias entre cultura de masas y cultura popular, ya que sus límites son difusos.
Uno de los encargados de analizar este fenómeno fueron los pensadores de la Escuela de Frankfurt, en especial Adorno y Horkheimer. La escuela de Frankfurt sostiene que no existe una cultura de masas, sino una industria cultural. El capitalismo transformó a la cultura en una industria, y, tomando ideas marxistas, más específicamente en una mercancía. El modo de producción en serie del capitalismo se trasladó a la cultura, haciendo que la misma cultura se produzca de forma masiva. La producción de la cultura se vuelve una producción lógica mercantil. Además, sostiene que incluso el tiempo libre es víctima del capitalismo y la industria cultural, ya que hay una libertad de elección ficcional, es decir, en el tiempo libre no se hace lo que se quiere, sino lo que la cultura nos dice que se debe hacer, y esta cultura esta generada por los poseedores de los recursos culturales. La Escuela de Frankfurt sostiene que el sujeto consumidor es pasivo, es decir, absorbe todo lo que la industria cultural le impone y actúa de una manera determinada, pasiva.
Otros autores, sin embargo, ven a la cultura de masas como algo positivo. Daniel Bell, por ejemplo, sostiene que el fenómeno de cultura de masas tiene un efecto democratizador, es decir, todos pueden acceder a la información gracias a los medios de comunicación masiva y ello genera una cierta visión del mundo que es homogénea, es decir, una identidad, lo que elimina gran parte del conflicto social. Esto provoca que ya no haya un antagonismo en las clases sociales, tan sólo existe una diversidad cultural, entre quienes tienen un mayor o un menor nivel de cultura.
Martin Barbero, por su parte, entiende que en la sociedad actual se produce una completa masificación en todos los ámbitos, sin que esto signifique una alienación, ya que a través de la masificación también se han conseguido diversos logros. Con la aparición de la masa y, en consecuencia, la cultura de las masas, la cultura popular deja de ser lo mismo, se transforma. De esta forma, se desarticula la cultura anterior (la popular), se desposee (ya que se reemplaza por otras culturas) y finalmente se reapropia la misma cultura anterior, pero modificada. Es decir, en este proceso de desarticulación, desposesión y reapropiación, la cultura popular y la cultura de masas se funden en una, se produce una nueva cultura modificando (pero no eliminando completamente) la cultura anterior. A diferencia de los frankfurtianos, Barbero sostiene que el sujeto no es pasivo, sino activo. Reacciona de diferente manera frente a la nueva cultura, pudiendo aceptarla o no.
Algunas notas sobre la comunicación.
Veron – Escuela de Frankfurt – Teoria de la recepción
La cuestión de los medios de comunicación masiva ha sido un motivo de estudio sumamente importante en las ciencias sociales. Lo primero que hay que saber, es qué es concretamente la comunicación masiva, y se refiere a la producción sistematizada y a la difusión generalizada de bienes simbólicos a través de la transmisión y acumulación de información. 
Esto quiere decir que los medios de comunicación masiva producen y a la vez expanden la cultura (bienes simbólicos),teniendo que llegar a un público masivo, mediante la creación de tecnologías que permitan la acumulación de comunicación. 
Existe una discusión sobre si el mensaje y el medio (que son los elementos que constituyen la comunicación) son interdependientes o independientes entre sí. Luego de varias discusiones, la acepción más aceptada es la que sostiene que el medio es el mensaje, ya que ambos interactúan entre sí y se condicionan, y uno dará forma al otro. 
Los medios de comunicación masivo han ido variando a lo largo del tiempo, desde la impronta, a la radio, pasando por los medios electrónicos y finalmente llegando a la televisión. La televisión es el medio de comunicación masivo por excelencia, por su rápida difusión y la informalidad que significa la misma. La televisión, al igual que los demás, apuntan a un target determinado, a un público determinado.
Existen varias posturas frente al efecto de la televisión en la sociedad. El sentido común nos dice que la televisión reproduce, representa, la realidad de una determinada forma, sin importar si esa forma es objetiva o no. Sin embargo, los medios de comunicación masivo han adquirido tal poder que ya no reproduce la realidad, sino que la produce, la crea. Eliseo Verón compara a la producción de la realidad con una producción industrial, sosteniendo que si bien en la realidad conviven varios discursos, el discurso expuesto por los MMC es el más poderoso, y esto se debe a la legitimidad que poseen. No importa si lo que se ve en el día a día no condice con lo que la televisión muestra, los consumidores creerán eso que ven y la tomaran como la realidad.
Sin embargo, si no existe la idea de representación en cuanto a los medios, sino que hay una producción o fabricación de la realidad, es necesario también tener en cuenta el concepto de ficción. En un principio, los límites entre ambos conceptos los señalaba la participación del espectador en realidad (mientras que en la ficción el espectador es pasivo), y, por otro lado, que los actores de la ficción interpretan un papel determinado, mientras que en la realidad son “ellos mismos”. Sin embargo, estas dos condiciones han ido variando con el tiempo, y actualmente las ficciones ya no cumplen esas características. El teleteatro, por ejemplo, arma su contenido en base a la respuesta que el público va dando, y los actores, al tener que cambiar continuamente su papel, interpreta a todos los personajes de la misma forma, mezclando su propia “Persona real” en el papel. Por ello, los medios de comunicación produce una realidad que se mezcla con la ficción, ya no existen límites claros entre uno y otros.
En contraposición de lo expuesto por Verón y la Escuela de Frankfurt, aparece una nueva teoría, la llamada Teoría de la recepción, que sostiene que el receptor del mensaje emitido por los medios de comunicación masiva no es pasivo, sino todo lo contrario: es un receptor activo, reaccionario, que tiene la capacidad de resignificar el mensaje que recibe. Ese mensaje llega al receptor de una determinada forma y con una determinada intención, queriendo decir algo, pero el receptor puede cambiar completamente ese significado y entenderlo de la forma que se ajuste a su propia cultura.
Los tipos de dominación
Weber
Uno de los temas que Weber trabajó en su obra es la cuestión de las relaciones de dominación que se producen en una sociedad. Weber considera a las relaciones de dominación como relaciones sociales, siendo el Estado un tipo de relación social, una asociación entre personas. La dominación es la probabilidad de encontrar obediencia en un grupo determinado para un mandato. No toda relación donde haya obediencia será una relación de dominación, debe haber una voluntad, aunque sea mínima, de obedecer. Por ello, una relación que base su obediencia en la fuerza bruta no será considerada una relación de dominación. La dominación descansa en el principio de legitimidad, que es la creencia de los dominados en que la dominación es válida, y por lo tanto, la aceptan. La obediencia hace que el contenido del mandato adquiera el carácter de máxima, y el alcance que tiene es muchas veces superior al esperado.
Dentro del Estado (entendiéndolo como relación de dominación), los agentes que participan son el soberano, el cuadro administrativo y los dominados. El soberano es quien ejerce la dominación, en una primera instancia, hacia el cuadro administrativo, que obedece por diversos motivos (aunque en todos aparece la legitimidad), y son el nexo entre el soberano y el dominado. Este cuadro administrativo ejerce una dominación sobre los dominados, en nombre del soberano.
Dependiendo del fundamento de legitimidad, existen 3 tipos puros de dominación, y este fundamento de legitimidad es el que le impone los límites al soberano. Los 3 tipos de dominación son:
Racional-Legal: El fundamento de la legitimidad es la ley, el soberano está limitado por ésta. Se refiere a la mayoría de los estados de derecho modernos. Su cuadro administrativo es la burocracia, que tiene mucho poder de control sobre el soberano. Es completamente impersonal. Lo que prima es el uso de la razón y una igualdad formal de derecho, la ley es para todos y se aplica para todos igual, no existen “favoritismos” (aunque en la práctica esto no se produce), por lo que la ley también controla al soberano. La dominación existe, pero es de una forma mucho más controlada, no se está completamente sometido al poder del soberano.
Tradicional: El fundamento de la legitimidad es la tradición, de la santidad e irrefutabilidad de los mandatos heredados de tiempos lejanos. Engloba la mayoría de los estados precapitalistas. El soberano es un señor, el cuadro administrativo son servidores (no funcionarios, como en la racional) y los dominados no son miembros, sino compañeros tradicionales o súbditos. La relación entre el cuadro y el soberano es una relación basada en la fidelidad de los servidores al señor. Se obedece no por una ley escrita, sino por disposiciones del señor, y sus decisiones son legítimas descansan en dos aspectos. Por un lado, en la fuerza que posee la tradición, y por otro, por el libre arbitrio del soberano, al cual la tradición le ha otorgado su posición. El soberano tendrá completa libertad de acción siempre y cuando se atenga a la tradición.
La dominación tradicional tiene dos aspectos, por un lado, el vinculado por la tradición, y por el otro, el que está libre de la misma. Dentro de esta última categoría entra todo lo que el soberano realiza según su propia arbitrariedad. El soberano no puede crear nuevos principios, sino que solamente aparecerán luego de un largo proceso en el cual un principio se vuelve tradición. Es una dominación más personal que la racional
Carismática: El fundamento de la legitimidad es el carisma, y en este tipo de dominación es donde el soberano tiene mayor libertad de acción que en todas los demás, puesto que no se encuentra limitado salvo por el principio de efectividad. El soberano tiene la posibilidad de hacer cualquier cosa, siempre y cuando los dominados crean que esa acción será provechosa (aunque en la realidad, esta no lo sea). El soberano adquiere el carácter de líder, casi de héroe, tiene características extraordinarias, que lo hacen sobrehumano. El líder es una persona única, irremplazable. Posee una fuerza mágica, y reconocerlo como líder hace que se convierta en un deber someterse a él. El líder perderá legitimidad si no se obtiene los resultados esperados. En su concepción más pura, el líder esta incluso más allá del Estado, impone sus propias reglas, muchas veces yendo en contra de lo que está escrito. Es un tipo de dominación que no descansa en la racionalidad, sino en lo emocional. El líder no presta atención al aspecto económico. Su cuadro administrativo está compuesto por personas que él mismo selecciona y son de su confianza. Es la relación de dominación más personal de todas.
Ideología Alemana
Hegel – Marx – Engels
En el texto de “Ideologia Alemana”, Marx realiza una crítica a la ideología alemana imperante ensu época, la ideología hegeliana. Esta crítica está basada en el concepto hegeliano de explicar el mundo a través del mundo de las ideas (la consciencia determina al ser) y de lo religioso, convirtiendo todo en un dogma, en una verdad implacable, una imposición. Marx lo critica diciendo que su forma de explicar el mundo no condice con la realidad, con los individuos concretos. Las ideas del mundo real son una idealización, y no se produce en la vida material. Por ello, Marx crea el concepto de materialismo histórico, mediante el cual sostiene que lo importante es lo real, el materialismo, y que está sometido al cambio, y por ello es histórico. A lo largo de su obra, Marx explica tres fases históricas por las que ha pasado la humanidad para finalmente llegar a la idea de que la sociedad siempre se ha basado en el modo de producción de la época. La producción es la forma que posee el hombre para satisfacer sus necesidades, transformando la naturaleza. Para producir, el hombre fue especializando su trabajo, surgiendo así la división del trabajo (en un principio, entre manual e intelectual). La división del trabajo crea diferentes clases sociales dentro del Estado, que luchan entre sí por sus intereses antagónicos, ya que existe una clase dominada y una dominante. Esta última es la encargada de generar una alienación y enajenación en la población a través del Estado, que se encuentra separado de la sociedad civil, que es donde el hombre existe. En el punto máximo de alienación, aparecerá una forma de explicar el mundo, una ideología, que, para Marx, no será una verdadera forma de ver al mundo sino algo deformado, que satisface los intereses de los explotadores, creando una “falsa consciencia”, es decir, una representación o pensamiento de los individuos que no coincide con sus condiciones reales de existencia. Si para Marx el ser determina la consciencia, poseer una falsa consciencia será el fruto de una actividad social alienada del individuo. Son las condiciones reales de existencia la que darán origen a una ideología. Para Marx, la ideología no es una sustancia, es tan sólo una representación (en palabras de Althusser, pura ilusión, puro sueño)
Ideología y aparatos ideológicos del Estado
Althusser.
Althusser en su obra, al igual que Marx en ideología alemana, trata el tema de las ideologías. Coincide con Marx al decir que la ideología no tiene historia, pero se diferencia de éste ya que Marx sostiene que la ideología no tiene historia propia, mientras que Althusser divide a las ideologías en particulares y general, diciendo que las particulares tienen una historia propia y la general no, siendo esta eterna. Althusser define a la ideología a partir de varias tesis.
En su primera tesis, la ideología es una representación de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia, es decir, no es una representación de las condiciones reales de existencia como decía Marx, sino una representación del imaginario que se tiene de esas condiciones reales. Dicho de otra forma, mientras que Marx sostiene que la ideología parte directamente del mundo real, para Althusser la ideología es el fruto de una imaginación, que parte de una dimensión simbólica de lo real, de una forma de significar lo real. Ésta dimensión simbólica surge gracias al uso del lenguaje, que permite dar forma al mundo.
La segunda tesis sostiene que la ideología tiene existencia material. Esto quiere decir que la ideología se plasma en la realidad. Al poseer una ideología, los individuos actúan de una determinada manera, es decir, realizan prácticas materiales. Estas prácticas están basadas en rituales, en formas de proceder determinada por su valor simbólico, y éstos rituales tienen su origen en la ideología o forma de ver el mundo. Por ejemplo, la ideología cristiana crea el ritual del rezo, que concluirá con su práctica material (arrodillarse, juntar las manos, realizar plegarias, etc.). Para crear un ritual, la ideología posee distintos dispositivos e instituciones. 
La tercera tesis aparece como una consecuencia de la segunda, y se refiere al efecto de la ideología en el sujeto. El sujeto es a la vez constitutivo y constituyente de la ideología, es quien la forma y al mismo tiempo quien es formado por ella. La ideología logra imponer evidencias que no pueden dejar de ser reconocidas por el sujeto, pero que desconoce que son impuestas, ya que es algo irrefutable. La ideología transforma a los individuos en sujetos por su capacidad de interpelar, es decir, darle un nombre al individuo. Por esta interpelación el sujeto se reconoce como tal gracias a los demás (por ejemplo, al gritar “Oiga, usted”, la persona se da vuelta. Esto es porque se siente interpelada, sabe que se están dirigiendo a él, se reconoce a sí mismo como sujeto). El individuo ya es sujeto incluso antes de nacer, puesto que incluso antes de pertenecer al mundo ya tiene un nombre y un apellido. Por eso, el sujeto es siempre ya sujeto, nace siendo sujeto. La interpelación de un sujeto supone una relación especular, de espejo, es decir, supone la existencia de un sujeto y un Sujeto (con mayúscula), que equivale al sujeto perfecto, al que todos deben llegar (en el caso de la ideología cristiana, por ejemplo, este Sujeto es Dios). De esta manera, el sujeto está sujeto por el Sujeto y sometido por él, haciendo un juego de palabras con el término “sujeto”, entendiéndolo como ser subjetivo y como sujeción.
Michael Foucault
Foucault a lo largo de su obra trata el tema de la relación entre el saber y el poder. Su pensamiento tiene base en Nietzsche, y sostiene que el poder es mucho más que el “no hacer”, como se lo veía hasta el momento. Es decir, el poder no tiene una connotación negativa (o mejor dicho, la tiene pero en otra forma), sino positiva. Es decir, el poder dice qué debemos hacer. En torno a este poder, se forman saberes o verdades, entendidas como un conocimiento que se cree real (lo sea o no). A través de la verdad producida por el saber se construye un cuerpo, un individuo. Quien posee el poder consigue también el monopolio sobre lo que está bien y lo que está mal. Por ello mismo, además de construir sujetos concretos, también es negativo, porque ese sujeto solo puede ser construido en base a ese saber, y no permite que se construyan de otra forma. A esta capacidad del saber/poder de generar verdades que construyen sujetos Foucault la llamó “condicionamiento”. 
Para explicar la transformación del poder de la monarquía a las sociedades modernas, Foucault sostiene que existieron dos grandes innovaciones tecnológicas del poder.
A la primera la llamó tecnología individualizante del poder o anatomo-política. En ella sostiene que lo esencial es la disciplina. Esta disciplina surge del adiestramiento de cuerpos gracias a las unidades mínimas, es decir, las personas adquieren ciertas capacidades y habilidades sobre cómo deben comportarse en instituciones como el colegio, las fábricas, etc. Esta disciplina crea sujetos autoregulados o autovigilados, es decir, no hay una necesidad de que un poder global los controle, ya que sienten que están siendo constantemente vigilados (idea del panóptico de Bentham) y por ello actúan como han sido adiestrados.
A la segunda la llama biopolítica, y tiene como punto central el concepto de población, entendiéndola como algo más que solo un grupo de personas: se le adjudican procesos biológicos (es decir, la población como tal nace, vive y muere). De aquí su aspecto biológico. El estado debe ser el encargado de regular los mecanismos de esa población biológica, es decir, debe controlar la natalidad, la mortalidad, la educación, etc. Aparejado a la aparición de la población como algo biológico adquiere también una gran importancia la medicina, que se encarga de decir “quien está sano y quien no lo está”.

Continuar navegando