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TRANSFERENCIA freud

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TRANSFERENCIA 
La transferencia, pilar de la clínica psicoanalítica, es uno de los conceptos fundamentales 
elaborado por Freud a partir de su práctica. 
 Freud construye el concepto de transferencia en el psicoanálisis, desde sus primeras 
experiencias y estudios sobre la histeria, práctica que tuvo el inicial efecto de hacerle 
sentir el peso de la transferencia a un Freud que ya no podía y no le era suficiente 
refugiarse en la supuesta objetividad de un científico. Pero esta construcción conceptual 
no fue de una vez y para siempre, por el contrario, en una detenida lectura de los textos 
freudianos, desde sus iniciáticos trabajo con Breuer en “Estudios sobre la histeria” (1893 
-1895), hasta en sus últimos elaboraciones como en “Análisis terminable e interminable” 
de 1937, la transferencia en Freud, va modificándose a lo largo de su obra. 
 Freud comienza utilizando la hipnosis como método terapéutico, método utilizado por 
Breuer para trabajar con enfermas histéricas. Las observaciones que iba encontrando en 
su práctica: como la reiteración de los síntomas, la aparición en las pacientes de nuevos 
recuerdos que no habían sido dichos después de cierto tiempo de tratamiento, el 
sentimiento de que la cura no avanzaba demasiado, el esfuerzo y hasta el agotamiento 
físico que le implicaba el método de la hipnosis, van a provocar el uso del método de la 
sugestión. La sugestión consistía en colocar sus manos sobre la cabeza de sus pacientes, 
apretarlas suavemente y pedirles que hablaran. Poco tiempo después les va proponiendo 
que se recuesten en un diván, cerraran sus ojos, y las instaba a hablar. Inicio de lo que 
luego llamará “asociación libre”, dejando caer de a poco el método catártico para 
sumergirse en la vía de la interpretación. 
 Permítanme marcarles el contexto y el momento en que Freud introduce por primera 
vez el término transferencia y comienza a incluirlo, de forma paulatina, en el centro de 
la escena de las curas que conducía. En “Estudios sobre la histeria” (1893) texto cuyos 
puntos A, B, C y D fueron escritos por Breuer y Freud. En el D se incluye una carta de 
Freud a Breuer, a modo de síntesis, de los puntos en los que habían acordado en sus 
teorizaciones, y en su clínica con pacientes histéricas. En ese tiempo coincidían en que la 
histeria estaba ligada a fuertes contenidos neurológicos y a puntos relativos a la memoria 
y los olvidos; que el ataque histérico no se daba por un recuerdo cualquiera sino que era 
el retorno de la vivencia que causó el desencadenamiento histérico, es decir el trauma 
psíquico; que a su vez esto sustentaba una disociación, una escisión del contenido de la 
consciencia, y que la relación y el origen de los contenidos traumáticos eran sexuales.( 
punto que Breuer no acordaba totalmente con Freud: que la sexualidad estuviera en el 
origen de las neurosis). Sostenían que la terapia consistiría en anular los efectos de las 
representaciones no abreaccionadas. Es decir, liberar la descarga emocional del afecto 
ligado a un acontecimiento traumático, y tratar de evitar que se conviertiera en patógeno. 
Para Freud la abreacción está en la génesis del síntoma histérico. La persistencia del 
afecto ligado a un recuerdo, puede desaparecer voluntariamente o involuntariamente, y 
abarcar una multiplicidad de afectos, que dependerá de cada paciente. Freud planteaba 
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que si la reacción es lo suficientemente intensa, gran parte de ese afecto ligado al 
acontecimiento desaparecería, pero si es reprimida, el afecto persiste ligado al recuerdo. 
De allí, que provocada por la psicoterapia catártica, le permitirá al enfermo recordar y 
objetivar verbalmente el acontecimiento traumático, y liberarlo del quantum de afecto 
que lo convertía en patógeno. Textualmente escribe “El hombre encuentra en el lenguaje 
un substitutivo de la acción mediante el cual el afecto puede ser derivado por abreacción 
casi en idéntica forma”. 
 A partir de allí, y con la negativa de Breuer de transcribir el historial clínico de Anna O, 
comienzan los “Historiales Clínicos” de Freud. Historiales detallados, puntillosos, 
maravillosamente escritos para comprender la etiología de la histeria, el método y el 
estilo freudiano, el esfuerzo, la ética de un Freud que le permitirán continuar con sus 
formalizaciones, y crear el psicoanálisis una de las torsiones epistemológicas más 
importante de la historia de la humanidad. 
 Seguimos en 1895, y es en el mismo texto en el apartado G “Psicoterapia de la 
histeria”, donde Freud por primera vez va a dar aparición al concepto psicoanalítico de 
transferencia. El viene trabajando los obstáculos que se pueden presentar entre la 
relación paciente-médico y plantea tres casos principales: 
1° Cuando la enferma se cree descuidada, menospreciada u ofendida por el médico, o 
puede haber escuchado algo contrario al médico o al tratamiento. Este obstáculo para 
Freud, es el menos grave, porque sostiene que con una aclaración o explicación puede ser 
resuelto. 
2° Cuando la enferma teme quedar excesivamente ligada a la persona del médico, y teme 
perder su independencia o incluso llegar a depender sexualmente de él. Este caso para 
Freud es muy grave, porque si bien forma parte de la terapia, aumentan las resistencias 
del paciente. Las resistencias son inconscientes y pueden manifestarse nuevos síntomas 
histéricos. 
3°Cuando la enferma se atemoriza, se asusta por que transfiere a la persona del médico, 
representaciones displacenteras emergidas durante el análisis. Freud nos aclara que se 
trata de una falsa conexión del paciente al médico. Que se trata de un fenómeno regular 
y constante en los tratamientos, y que sus pacientes cuando se lograban analizar y 
descubrir las asociaciones realizadas, las enfermas aprendían a darse cuenta que esas 
transferencias sobre la persona del médico, era una engañosa imaginación que 
desaparecía al terminar el análisis. 
 Pero en este tiempo, y distanciado de Breuer (hecho de profunda significación mas allá 
de lo afectivo), tenemos un Freud en pleno proceso de autoanálisis, que no tenía temores 
de cuestionar y escribir sus avances teóricos y su clínica, que había comprendido que mas 
allá de un decir había otro escenario: el inconsciente su hipótesis fundamental, y que el 
inconsciente se produce en un análisis. Con el descubrimiento del inconsciente, de la 
repetición, de la resistencia, del origen sexual de lo traumático, abandonando la hipnosis 
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y la sugestión para comenzar a dar lugar en el análisis a la transferencia, deja caer el 
método catártico para sumergirse en la asociación libre por la vía de la interpretación, 
como método de la cura de sus pacientes. 
 Avancemos juntos con los textos, en 1900 en el capítulo 2 de la “Interpretación de los 
sueños” Freud se refiere a la interpretación como método del médico. Nos subraya que 
los sueños al igual que los síntomas, poseen un sentido y son interpretables, aquí la 
interpretación es solidaria de la hipótesis misma del inconsciente o podemos decir: el 
inconsciente es su interpretación. Diferencia de una vez y para siempre el psicoanálisis 
con cualquier otra terapia, ya que Freud textualmente dice “se trata de una 
interpretación en detalle, de los fragmentos de un sueño o mejor dicho de los relatos y 
asociaciones de un paciente”. Aquí nos encontramos con la transferencia en su primera 
versión, no ajustada aún al desarrollo de la cura. Freud se refiere al resto diurno como 
un elemento al cual se le “transfiere” una carga afectiva y múltiples significados, es decir 
el desplazamiento por falso enlace o conversión hacia una representación sustitutiva, 
pero es en el “Historial de Dora” (1901) donde Freud vuelve a lo anteriormente 
descubierto, y despliega el concepto de transferencia ligado a la cura psicoanalítica, que 
sostienehasta los finales de su obra. 
 Es en este texto que Freud avanza por la vía de la interpretación de los sueños hacia el 
esclarecimiento del deseo sexual reprimido. El objetivo de la cura dice “es salvar los 
deterioros de la memoria” es decir, hacer consciente lo inconsciente. Pero por la 
insistencia de la interpretación (el deseo de Dora por el Sr K) emerge la dimensión del 
amor en la cura y entonces la transferencia como una dificultad, por eso falso enlace de 
los afectos reprimidos con la persona del analista. En Dora el análisis se interrumpe y 
Freud dice “no logré dominar a tiempo la transferencia”, y agrega “la transferencia me 
sorprendió y debería habérsela interpretado”. 
 Es decir que hasta este momento tenemos: la interpretación como desciframiento 
jeroglífico, y la transferencia en la cura pero por el momento, como una dificultad. 
 Retornemos por un instante a 1895, escribí que Freud se había separado de Breuer y 
que este se había negado a publicar el Historial de Anna O, en los Estudios sobre la 
Histeria. Este hecho fue altamente significativo y esclarecedor para el concepto de 
transferencia en Freud. Sintéticamente: Breuer atendía a una joven: Anna O, y una 
mañana cuando Breuer concurre a atenderla, la encuentra con una fuerte crisis, 
sudorosa, temblando, la “encontró confundida y retorciéndose con calambres 
abdominales. Cuando le preguntó qué le pasaba, ella le respondió: “ ¡Va a nacer el niño 
del Doctor Breuer.!” Breuer, preso del horror, huyó y deriva a la paciente con un colega. 
Durante los meses que siguieron, ella permaneció en un sanatorio luchando por 
recuperar su salud.”. “En ese momento, agrega Freud, Breuer tuvo en sus manos la llave 
que hubiera abierto las puertas de las Madres pero las dejó caer” Había tropezado con la 
infaltable transferencia de la paciente sobre el médico, pero no aprehendió la naturaleza 
impersonal de ese proceso” Este acontecimiento conmocionante y revelador fue la llave 
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para Freud, no así para Breuer. En ese encuentro entre ambos, que lo podemos pensar 
como una supervisión, Freud capta lo que Breuer deja caer, y aceleró la triste decadencia 
y colapsó el final de una prolongada y gratificante relación. En 1895 Breuer afirmó “el 
intelecto de Freud está operando con toda su fuerza, yo me siento como una gallina que 
pretende seguir a un halcón”. 
 Este hecho reasegura a Freud en una de sus conceptos fundamentales el de la etiología 
sexual de las neurosis, y lo consolida en el avance del concepto de la transferencia. 
 En “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (1914) escribe: “Tengo 
fuertes motivos para conjeturar que, tras eliminar todos los síntomas, Breuer debió 
descubrir la motivación sexual de la transferencia pero, habiéndosele escapado la 
naturaleza universal de este inesperado fenómeno, interrumpió en este punto su 
investigación, como sorprendido por un untoward event (suceso adverso)”. En 1925, 
“Presentación autobiográfica”, Freud insiste en que Breuer adivinó la etiología sexual de 
la enfermedad de Anna O., y textualmente escribe: “Al fin atiné a interpretar rectamente 
ese caso y a reconstruir, basándome en algunos indicios que Breuer me había dado al 
comienzo, el desenlace de su tratamiento. Después que el trabajo catártico pareció 
finiquitado, sobrevino de pronto a la muchacha un estado de amor de transferencia, que 
él omitió vincular a su enfermedad, por lo cual se apartó de ella estupefacto”. 
 Entonces ahora sí es el momento de preguntarnos ¿qué es la transferencia?, ¿a qué clase 
de amor nos referimos cuando decimos amor de transferencia? 
 En “Observaciones sobre el amor de transferencia” (1914-1915) Freud hace referencia a 
un fenómeno de enamoramiento dirigido al analítico que resulta por un lado: motor de la 
cura, y por otro: resistencia a su continuación. Aquí se ven esbozadas las dos vertientes 
de la transferencia: la rememoración significante que sostiene al analista y el amor, que 
constituye la repetición de un acto. 
 Sin embargo, Freud insiste en que la respuesta del analista frente a la demanda de amor, 
no debe ser otra que la abstinencia. Este amor creado por la situación analítica, no resulta 
por ello menos verdadero ya que como todo amor está ligado a la elección infantil de 
objeto, y por ese motivo es menos dúctil y susceptible de modificación. Desde los inicios 
mismos de la práctica del psicoanálisis, aparece como el arma más eficaz de la resistencia. 
 La transferencia es una reedición de impulsos, fantasías, temores, de odios y amores 
(transferencia positiva y negativa las denomina Freud) con personas anteriores, y que 
son transferidas a la persona del analista que no participó en su formación. 
Este “falso enlace o falsa conexión” sobre la persona del analista, es un “error”, 
imprescindible para el tratamiento, sin el cual sería imposible la cura. Interpretarlo sería 
desvanecerlo, más bien se trata de soportar esos impulsos, esos sentimientos, esas 
fantasías, porque en este sentido la transferencia es el andamiaje del tratamiento 
psicoanalítico. 
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En los textos: “Recordar, repetir, reelaborar" de 1914; "Más allá del principio de placer" 
de 1920 y "¿Pueden los legos ejercer el análisis?" de 1926, Freud va a trabajar el concepto 
de Neurosis de transferencia. 
 Es en 1914, en el texto "Recordar, repetir, reelaborar", Freud introduce la noción de 
neurosis de transferencia en relación con sus observaciones: el paciente repite en la 
transferencia sus conflictos infantiles. Se trata, por lo tanto, de crear una neurosis 
artificial que sustituirá la neurosis anterior, "sustituir su neurosis por una neurosis de 
transferencia" En este texto, Freud articula la compulsión de repetir con la transferencia 
y la resistencia. Según Freud, el paciente repite lo que no consigue recordar. Freud 
descubre que lo que no se puede recordar, retorna de otro modo: por la repetición, que 
consiste en escenificar, en poner en acto lo olvidado. 
.Recordemos los puntos fundamentales respecto a la neurosis de transferencia contenidos 
en este texto. Los psicoanalistas tienen que estar preparados para la compulsión de 
repetición de los analizantes, repetición que incluso se producirá fuera del dispositivo, o 
sea no sólo en la relación personal con el analista, sino en todas las otras actividades y 
vínculos simultáneos de su vida. Freud precisa que, en la cura, se trata de convocar "un 
fragmento de vida real" con el fin de poder ser elaborado por el paciente. En este mismo 
sentido, encontramos unos párrafos más adelante que las acciones del paciente, que 
serían estas repeticiones o puestas en acto fuera de la transferencia (pasajes al acto), 
"pueden conllevar pasajeros prejuicios para su vida, o aún ser escogidas de modo que 
desvaloricen duraderamente las perspectivas de salud". 
 En este texto de 1914, Freud plantea la siguiente idea, que de hecho, retomará a lo largo 
de su construcción teórica, a saber que: a mayor resistencia, menor posibilidad de 
recordar, y por lo tanto mayor compulsión de repetición. Hay la idea de que el que 
recuerda no repite, y el que repite no recuerda. 
 Ahora bien, el manejo de la transferencia es para Freud el principal recurso para 
“domeñar la compulsión de repetición, y transformarla en un motivo para recordar". Aquí 
tenemos la idea de transformar esta repetición en motor de la cura. Esta repetición es 
bienvenida, en el caso de que no ponga en peligro las condiciones de existencia del 
tratamiento, e incluso es necesaria, ya que "no se puede matar a un enemigo ausente o 
que no esté lo bastante cerca". A su vez, la repetición tiene que ser aprovechada por el 
psicoanalista, que deberá "dar a todos los síntomas de la enfermedad un nuevo 
significado transferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis detransferencia" 
 El "Más allá del principio de placer" de 1920, instituye un viraje respecto a la neurosis 
de transferencia. Si bien su carácter inevitable e incluso necesario es mantenido, Freud 
parece más temeroso en cuanto a sus inconvenientes. Si bien es cierto que "no puede 
ahorrar al analizante esta fase de la cura, ya que tiene que dejarle revivenciar cierto 
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fragmento de su vida olvidada, sin embargo tiene que cuidar a la par que lo hace, que 
conserve cierto grado de reflexión en virtud del cual esa realidad aparente pueda 
individualizarse cada vez como reflejo de un pasado olvidado". El éxito de la cura sería, 
por lo tanto, casi garantizado en la medida en que el paciente tome conciencia de que esta 
realidad aparente no existe, sino como retorno de un pasado olvidado. En este texto, el 
éxito terapéutico dependería de la habilidad del psicoanalista en manejar esta frágil 
frontera entre el repetir y el recordar. 
 El psicoanalista tendría que dar a todos los síntomas una nueva significación 
transferencial. En el texto que nos ocupa Freud enuncia: "El enfermo no puede recordar 
todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial...se ve forzado a repetir 
lo reprimido. Esta reproducción tiene siempre por contenido un fragmento de la vida 
sexual infantil, y por tanto del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y regularmente 
se juega (se escenifica) en el terreno de la transferencia, esto es, en relación con el 
analista. Cuando en el tratamiento las cosas se han llevado hasta este punto, puede 
decirse que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, una neurosis de 
transferencia." . Es decir refuerza que la transferencia es una pieza de repetición, y la 
repetición es la transferencia del pasado olvidado, …es decir inconsciente” . 
 Es en el texto de 1926 ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, refiriéndose a la neurosis 
de transferencia que la equipara a lo que llama el enamoramiento patológico del paciente 
hacía el psicoanalista, que resulta ser inconciliable con la cura, (recuerden que era la 
tercera dificultad con la que se topaba el médico en “Estudios sobre la histeria”): “El amor 
del paciente no se conforma con obedecer; se vuelve exigente, pide satisfacciones tiernas 
y sensuales; reclama exclusividad, desarrolla celos y muestra de manera cada vez más 
nítida su otra cara, la prontitud para la hostilidad y la venganza cuando no se puede 
alcanzar sus propósitos. Al mismo tiempo, como todo enamoramiento, esfuerza hacía 
atrás los demás contenidos anímicos, extingue el interés por la cura y por el 
restablecimiento; en suma: no podemos dudar de que ha reemplazado a la neurosis y 
nuestro trabajo ha tenido por resultado suplantar una forma de enfermedad por otra”. 
 Una vez más, todo depende de la habilidad del analista en el manejo de la transferencia, 
responsable de “cometer los más graves errores o asegurarse los mayores éxitos” No se 
puede huir de lo que se ha convocado, insiste Freud refiriéndose a esta compulsión de 
repetición articulada al analista. 
 En mayor o menor medida, todos los analizantes pasarían por esta fase, pero el analista 
tiene que intentar que este fenómeno de la repetición no ponga la cura en peligro. Para 
esto el analista sólo dispone de unas armas: el manejo de la transferencia y la 
interpretación. ¿Y porque no llamar las cosas por su nombre?: el analista dispone del 
deseo del analista. El lugar del analista “en calidad de objeto está situado en el 
centro”, (“Conferencias de introducción al psicoanálisis”).Los síntomas abandonan sus 
sentidos originarios en cuanto satisfacciones libidinales sustitutivas y se incorporan a un 
vínculo en la transferencia. 
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 Para concluir una cura analítica, nos señala Freud, la transferencia misma tiene que ser 
desmontada (recuerden lo dicho en 1895 en el tercer obstáculo), disuelta, en el sentido de 
que todo el dispositivo analítico apuntaba a su cancelación. Utiliza las imágenes del juego 
del ajedrez: inicio, final de la partida y todos los movimientos realizados, lo que nos 
representa que el encuentro con la roca viva de la castración del fin del análisis, se jugó 
en cada sesión. Algo perdido, que para Freud es una herida narcisística y como rasgadura 
del Yo; momento de angustia ya que no hay cura sin angustia; el inconsciente en la 
transferencia en lo fallido del encuentro, nos indica el momento de concluir, y sólo a 
posteriori nos daremos cuenta de la eficacia del trabajo del análisis. 
 
Bibliografía: 
 “Estudios sobre la Histeria”, (1893-1895) 
“Interpretación de los sueños”, (1900) 
“El caso Dora”, (1901) 
“Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” (1914) 
“Observaciones sobre el amor de transferencia” (1914-1915) 
“Recordar, repetir, reelaborar" (1914) 
"Más allá del principio de placer" (1920) 
"¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926) 
 
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