La tutela se considera un mecanismo subsidiario de protección porque su utilización está condicionada a que se hayan agotado previamente los recursos de procedibilidad establecidos en la legislación. Esto significa que, antes de recurrir a la acción de tutela, es necesario haber intentado otros medios legales para resolver el problema o proteger los derechos vulnerados. Solo cuando estos recursos resultan infructuosos o ineficaces, se puede interponer la acción de tutela como último recurso para evitar un perjuicio irremediable.
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