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See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/44471626 Salud y equidad : una mirada desde las ciencias sociales / Roberto Briceño-León, María Cecília de Souza Minayo, Carlos E. A. Coimbra Jr., coordinadores Article Source: OAI CITATIONS 0 READS 519 4 authors, including: Some of the authors of this publication are also working on these related projects: I mantain a coordination of a group that works since 1990 with "violence and health". This group works with several themes. And violence, education and healh is a focus of our work. View project They belong to a permantent investigation about qualitative approach in health, I have since 1993. View project Maria Cecília de Souza Minayo Fundação Oswaldo Cruz 358 PUBLICATIONS 5,043 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Maria Cecília de Souza Minayo on 21 October 2015. The user has requested enhancement of the downloaded file. 1 Maria Cecília de Souza Minayo El Desafío del Conocimiento Investigación Cualitativa en Salud Novena Edición Revisada y ampliada 2 Dedicatoria y Agradecimientos A Carlos, compañero en todas las dificultades, de todas las horas, de todos los días, de todos los proyectos y de todas las realizaciones. A quien agradezco también la revisión final de este libro. En memoria de Deborah, hija querida que nos acompaña con su luz y su amor. A Christiana y Miryam, hijas queridas, libres para ser y para volar, con las cuales comparto crecimiento, amor y esperanza. A las compañeras y a los compañeros del CLAVES, donde aprendo a convivir, compartir, dividir y multiplicar experiencias de trabajo en equipo, producir investigaciones, diseminar conocimientos, servir a la sociedad y cultivar amistades. A mis orientandos y orientandas de maestría y doctorado de la Fiocruz con quienes comparto conocimientos, indagaciones, descubrimientos y proyectos de vida. A Danúzia de Paula y a Marcelo Pereira que me ayudaron mucho en los aspectos técnicos finales de este trabajo. 3 Índice Presentación Capítulo 1 Introducción al Desafío del Conocimiento Parte I Conceptos básicos sobre metodología y sobre abordajes cualitativos Capítulo 2 Metodología de investigación social y en salud Capítulo 3 Contradicciones y consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos Parte II Teoría, Epistemología y Métodos: Caminos del pensamiento Capítulo 4 Corrientes de pensamiento Capítulo 5 Modalidades de abordajes comprensivos Parte III Construcción del proyecto de investigación: Fase exploratoria Capítulo 6 Conceptos para la operacionalización de la investigación Capítulo 7 Proyecto de investigación Capítulo 8 Construcción de los instrumentos y exploración de campo Parte IV Trabajo de campo: teoría, estrategias y técnicas Capítulo 9 La palabra, interacciones y representaciones sociales Capítulo 10 Técnicas de investigación 4 Parte V Fase de análisis del material cualitativo Capítulo 11 Técnicas de análisis del material cualitativo Capítulo 12 Triangulación de métodos cuantitativos y cualitativos Capítulo 13 Acerca de la validez y verificación en la investigación cualitativa Conclusiones Referencias 5 Presentación En esta edición busco actualizar y ampliar las ocho versiones anteriores de El desafío del Conocimiento. Nada hace mayor justicia al nombre de este trabajo, que el desafío de ponerlo al día con mi propia maduración, con los avances de la teoría de la ciencia que tuvieron lugar en ese período y con la producción intelectual en el campo de la investigación cualitativa, principalmente, de la investigación cualitativa en salud. Fue muy difícil reformar el texto. Al hacerlo entendí el sentido del término revolución: pues habría sido más sencillo dejar todo y comenzar de nuevo. También me comprendí mucho más a mí misma y las cosas que vengo diciendo y escuchando sobre la cuestión de la inexorable historicidad de todo lo que es humano. Pues, aún en una obra en la que, explícitamente, se habla del lado estandarizado y operativo de cómo hacer ciencia, sentí mucho el peso, la levedad y la fugacidad de los cambios. El lado bueno de esta experiencia de revisión fue el descubrimiento de que yo también maduré, actualizándome con el tiempo, produciendo síntesis más elaboradas, gracias al impulso de las investigaciones permanentes e incontables desarrolladas individualmente o en colaboración con los investigadores e investigadoras del Claves (Centro Latinoamericano de Estudios sobre Violencia y Salud) el centro de investigación donde me encuentro dentro de la Fiocruz. Es importante resaltar que en ese proceso de crecimiento, vienen contribuyendo mucho mis orientandos de maestría y doctorado con quienes es más lo que aprendo que lo que enseño. La elección de nuevas citas para este libro ha sido un dilema. Mi preocupación se centraba en que las investigaciones cualitativas crecieron exponencialmente en estos doce años en Brasil y en el mundo, y no podría trabajar con todas las referencias hoy existentes y disponibles, a no ser haciendo una revisión crítica de la producción. Decidí que no sería este mi papel, en este libro, ya que presentar una revisión significaría un volumen de trabajo inmenso y escaparía a lo objetivos de la obra. Elegí referenciar tan sólo las obras que ayudaran a la argumentación del trabajo. Sin embargo, quiero expresar mi satisfacción al constatar el crecimiento en número y en rigor de los trabajos empíricos y de los marcos teórico-metodológicos de tantos estudios. En esta presentación esbozaré algunos pensamientos sobre las transformaciones históricas y sociológicas que contribuyeron finalmente al perfeccionamiento de las formas, el sentido y la ética de la investigación en el mundo contemporáneo. Aún siendo esta una obra volcada al desarrollo de metodologías y prácticas teóricas, pensé que al lector le interesaría discutir los desafíos del campo de la ciencia y de la tecnología que se transformaron en los más importantes factores productivos y de generación de riqueza en el mundo actual. A ese contexto lo 6 denomino lado externo de la ciencia. El lado interno, que corresponde a una jerga específica y la torna pasible de ser reconocida y apropiada en todo el mundo, es el objeto de este libro. El lado externo de la ciencia al que me refiero, es movido por los cambios en los procesos productivos y de trabajo en todos los sectores, cambios que indudablemente son impulsados hoy por la ciencia y facilitados por la llamada revolución de la micro-electrónica y por todo el complejo informacional-comunicacional. Es muy ingenuo pensar que, en una época de tan aceleradas transformaciones y que abarcan a las dos categorías fundamentales del pensamiento humano, espacio y tiempo, el mundo universitario y de las instituciones de investigación podrían permanecer intactos. Lo paradójico de esta situación, sin embargo, proviene del hecho de que los cambios aceleradores del desarrollo provienen exactamente del campo de la ciencia y de la tecnología, cuya dinámica promueve el surgimiento de las innovaciones en los mercados de capital, trabajo, bienes y servicios. A su vez, ese mercado de alguna forma globalizadoo intensamente internacionalizado e interdependiente, exige readaptaciones en los modos de hacer ciencia, tanto en los procesos metodológicos, por ende internos a la producción científica, como en las situaciones y condiciones de trabajo que se refieren al perfil de los investigadores y de las instituciones, a las formas de organizar, de financiar, de hacer y de evaluar la investigación. Esas transformaciones se intensificaron en las dos últimas décadas del siglo XX y se van transformando en praxis en el siglo XXI. La introducción de nuevas tecnologías, materias primas y formas de organización de la producción no sólo están remodelando las bases materiales de la sociedad, sino que además van redefiniendo las relaciones entre la economía, el Estado y la sociedad. La principal repercusión de tales procesos en el campo de la ciencia es que sus avances ya no ocurren más a través de incrementos graduales en una disciplina científica determinada, sino, casi siempre y cada vez más, a través de la solución de problemas complejos que atraviesan a las diferentes disciplinas. Esos cambios movilizan todos los elementos de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción del campo científico: los investigadores con sus requisitos especiales de formación y condiciones de trabajo; los nuevos instrumentos teórico-metodológicos que deben ser incorporados y las células físicas y singulares que son las unidades de investigación (Pellegrini, 2000). Una expresión de la capacidad de adaptación del sector, y que aparece como tendencia de los grupos e instituciones más dinámicos, es la nueva modalidad del trabajo en red y en cooperación diversificada, juntando, frecuentemente, diferentes unidades de una misma institución, diferentes universidades, institutos de investigación, grupos de consultorías y empresas de un país y de diversos países, que pasan a organizarse alrededor de un campus (real y virtual) y establecen relaciones entre sí, de acuerdo con sus intereses, en proyectos específicos y sobre temas considerados relevantes para cada uno de ellos. En ese ambiente, denominado por algunos, “sistema de producción de conocimiento socialmente distribuido”, (Pellegrini, 2000) la universidad y los centros de investigación 7 tradicionales son cuestionados y desafiados en su performance, siendo llamados a evolucionar desde una situación de institución cerrada en sí misma y sobre su propia productividad, para transformarse en un núcleo irradiador de relaciones y de construcción del conocimiento. Las nuevas tecnologías de información y comunicación hacen viable una organización del trabajo más ágil en el tiempo y en el espacio, asegurando la fluidez de las relaciones entre los participantes de los proyectos, generalmente coordinados por un grupo bajo el liderazgo de investigadores experimentados. Se crea así una modalidad nueva de “universidad”, en el sentido literal del término, que funciona dentro de un conjunto de pluralidad de personas, de lugares, y de realidades presenciales y virtuales. Pero esa nueva dinámica tiende a romper las barreras de los departamentos, de las disciplinas y, también, a poner en jaque la idea de carreras tradicionales regulares y de estabilidad laboral, interfiriendo, muchas veces negativamente, en las relaciones de trabajo. En todas las épocas históricas, la sociología de la ciencia puso en evidencia a aquellas disciplinas que lideraron los procesos de cambio. Hoy, dos áreas marcan la dirección de las transformaciones posmodernas: la llamada “nueva biología”, principalmente en las especialidades que se construyen en torno a la genética; y todo el campo de las ciencias de la computación que se constituye en la extensa vía por donde pasan la mayoría de las posibilidades de innovaciones. Las nuevas formas de hacer ciencia en esas áreas fueron acuñadas con el epíteto de “big science”, cuyas características principales son: (1) un conocimiento construido de manera coordinada y cooperativa involucrando a un gran número de investigadores y de centros de investigación; (2) un proceso liderado por algún centro, universidad o empresa, en torno al cual se congrega un número de investigadores seleccionados y diferenciados; (3) uno o algunos investigadores forman la base del proyecto y lo coordinan, (4) una relativización de los espacios fijos, pues el proyecto puede estar en cualquier estado del país o en cualquier parte del mundo, con sede en cualquier universidad o instituto que ofrezca apoyo o soporte para realizarlo, (5) la inclusión de personas y grupos de investigación de los más diversos niveles, incorporando, por lo tanto, a jóvenes investigadores y grupos emergentes. Las nuevas modalidades del proceso de trabajo investigativo que van paulatinamente configurándose, innovan también en la gestión científica, en la medida en que socializan tareas, descentralizan actividades de coordinación y responsabilizan a todos los que acepten participar de los procesos. La producción dentro de la modalidad “big science” tiene metas bien definidas entre todos los participantes y plazos para la presentación de resultados, ya preestablecidos en el proyecto inicial. La forma de comunicación privilegiada es la virtual, congregando a personas y grupos en tiempo real. Los productos son cooperativos y los créditos por el trabajo son socialmente distribuidos, aunque de forma jerarquizada por mérito. Desde el punto de vista interno de la producción del conocimiento, la ampliación de las posibilidades aportadas por el modelo “big science” disuelve, en la práctica, la antigua dicotomía entre ciencia básica y ciencia aplicada, pues se crean cada vez más estrategias que apuntan a 8 articular procesos de investigación con el desarrollo tecnológico y de la producción. La disyuntiva entre “ciencia para comprender”, “ciencia para explicar” y “ciencia para aplicar” paulatinamente va sustituyéndose por el concepto de investigación estratégica (Pellegrini, 2000), que según Bulmer (1978), significa la ejecución de investigaciones que asocian el desarrollo de conceptos básicos, con estrategias interdisciplinarias y de aplicación, tanto para la formulación de políticas públicas como para la creación de instrumentos de innovación tecnológica. En ese contexto de transformaciones, el papel del Estado, como único agente financiador en diálogo exclusivo con la comunidad científica, se relativiza, incluso siendo el mayor sostenedor del desarrollo de la ciencia en todo mundo. Cada vez más, colegas tanto del universo empresarial como de la sociedad civil son convocados a participar, junto al Estado, del financiamiento, de la discusión de las propuestas y de la aplicación de los resultados. De este modo, la ciencia es asumida como actividad que interviene en la dinámica social, debiendo definir sus prioridades de forma colectiva y pública. También se replantea, en tales circunstancias, el sentido de la formulación de prioridades. El tema de las “prioridades en investigación” fue siempre un tabú en el ámbito de la ciencia tradicional, como si las instituciones científicas existiesen por encima e independientemente de la sociedad. La nueva forma de hacer ciencia plantea la cuestión de que no sólo los científicos deben formular prioridades, sino que deben estar abiertos a un conjunto de actores, en espacios que faciliten la formación de consensos. Por último, se crea la necesidad de rever la economía interna del campo de la investigación, reflexionando sobre opciones metodológicas que respondan a los desafíos planteados por las transformaciones. Específicamente en el área de la salud, algunos de esos desafíos pueden ser puntualizados: (a) la necesidad de construir una aperturahacia modelos de “investigación por problemas”, que rompan la lógica unidisciplinaria y adopten estrategias inter y transdisciplinarias. Esas estrategias deben ser entendidas como la construcción de posibilidades de transitar por campos de conocimientos distintos. Está claro que tal apertura tiene como precondición de efectividad, la cooperación y el diálogo entre investigadores de áreas distintas, en todas las etapas de una investigación (Minayo, 2003; Minayo et al.2005). (b) La construcción de un pensamiento complejo, que actúa en la búsqueda de interacciones e interconexiones entre conceptos, nociones y métodos de las diversas disciplinas y de las relaciones entre el todo y las partes que un tema específico representa (Minayo & Minayo-Gomez, 2003). (c) La apertura hacia el trabajo colectivo, tomando la pluralidad de pensamiento y de experiencias como elementos de enriquecimiento del grupo (Minayo, Assis & Souza, 2005). (d) Finalmente, la articulación de los conocimientos generados a través de las prácticas, volcadas hacia las necesidades concretas de la población (Pellegrini, Almeida Filho & Trostle, 1998). En la dinámica contemporánea del campo científico surgen nuevos problemas. Entre los más graves, están las embestidas de las empresas privadas –dado que la ciencia y la tecnología se transformaron en el factor de producción más codiciado– apuntando a la “mercantilización” de 9 las actividades de investigación sobre temas cuyos descubrimientos son potencialmente muy lucrativos. Los patrones de competitividad entre los países, pasan a basarse en el dominio de nuevas tecnologías, llevando a que los resultados de las investigaciones sean privatizados desde la concepción misma de la investigación, sobre todo a través de contratos cerrados, por ejemplo, entre una universidad y una empresa. Esa dinámica del mercado, potencializada por los mecanismos internacionales de protección a la propiedad intelectual, termina monopolizando el conocimiento y dificultando las posibilidades de una transferencia que apunte al bien común. Hoy se observa o se opera, el establecimiento de esquemas de alianzas entre países y empresas para el acceso a las innovaciones y la constitución de megamercados, cuya lógica es buscar recuperar rápidamente la inversión realizada, a través de productos y procesos altamente lucrativos. A su vez, dado el alto valor de los conocimientos científicos como fuerza productiva, en una contradicción ineludible, los productos generados, rápidamente se tornan obsoletos. En consecuencia, los procesos de inversión privada y estatal de los países desarrollados, comparados con la escasa inversión de los países subdesarrollados, están favoreciendo el aumento de las desigualdades científicas y tecnológicas. Castells (1998) señala que hubo una formidable aceleración del desarrollo provocada por la liberación de las fuerzas productivas generadas por las nuevas tecnologías y, al mismo tiempo, la consolidación de la pobreza extrema. En este momento histórico en que ciencia y tecnología son las mayores fuentes de agregación de valores, fue preciso que, en una Conferencia Mundial en Budapest, en 1999, la UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia reunieran a científicos del mundo entero para establecer algunos parámetros éticos de acción del sector a través del lema “Ciencia para el Siglo XXI: Un Nuevo Compromiso”. El principal diagnóstico de los científicos que participaron de ese evento es que el futuro de la Humanidad dependerá cada vez más de que la producción, distribución y utilización del conocimiento científico sean equitativas. Por lo tanto, sería importante y urgente que la comunidad internacional realizase inversiones específicas, en ese sentido, en los países subdesarrollados. En las conclusiones de ese evento fueron consensuadas algunas afirmaciones: (a) la ciencia debe estar al servicio de toda la humanidad; (b) la ciencia debe contribuir a un conocimiento más profundo de la naturaleza y de la sociedad; (c) la ciencia debe contribuir a la calidad de vida y a crear un ambiente saludable para las generaciones presentes y futuras (UNESCO & ICSU, 1999). A pesar de los elementos contextuales, fuertemente marcados por los cambios globales en cuanto al financiamiento y las formas de gestión científica, es necesario recordar que la mayoría de las dificultades vividas en el medio científico contemporáneo se deben a problemas de orden microinstitucionales y psicosociales. Estas se configuran en forma de resistencia a los cambios concretos, por parte de las instituciones y de los investigadores. El miedo de ponerse al día, el temor a lo desconocido, el conservadurismo por convicción o por comodidad están presentes en las instituciones más tradicionales que se rigen por patrones muy rígidos de organización de la producción del saber, generalmente construidos sobre prácticas unidisciplinarias. En la mayoría de 10 los casos, esas configuraciones tienden a profundizarse. Los cambios son vistos como modismos, como “olas del libre mercado”, desconociéndose lo que frecuentemente está en juego: las dificultades culturales y mentales del aggiornamento. Por ejemplo, en lugar de una búsqueda de organización en función de la misión de generar conocimientos, hoy, muchas universidades y centros de investigación en Brasil se pierden en la gestión del exceso de cuerpos colegiados, de comisiones y de consultas internas. En los países en desarrollo, las dificultades institucionales de cambio, generalmente vienen produciendo como consecuencia, en lugar de una capacidad de respuesta a los desafíos actuales de la Ciencia & Tecnología, la exagerada politización de cualquier decisión, la burocratización de los procesos y la reproducción de los intereses corporativos (Pellegrini, 2000). Predomina en ellas el instinto de autopreservación, (disfrazado de democratismo) frente al miedo de dar los pasos para los cambios necesarios. Para terminar, resumo las dos ideas principales aquí tratadas. La primera: el hacer investigación constituye un proceso de trabajo complejo que envuelve teoría, método, operacionalización y creatividad. Ese nivel de actuación metódica y universal, al permitir la comparación de procesos y de resultados, transformó a la Ciencia en la forma de conocimiento más legitimada en la sociedad moderna. La segunda: ser investigador es también estar integrado al mundo: no existe conocimiento científico por encima o por fuera de la realidad. Incluso un tema tan árido como el método de investigación, está altamente articulado con el contexto social e histórico. No existe “una metodología” interna que pueda eximir al investigador de los significados actuales, para bien o para mal, del concepto de la Sociedad del Conocimiento. Los grupos y las personas están bajo la mira de un desafío: o experimentan vuelos de águilas o se contentan con el conservadurismo que corroe la energía de las instituciones. 11 Capítulo 1 Introducción al desafío del conocimiento “La última cosa que se encuentra al hacer una obra es lo que se debe colocar en primer lugar” (Pascal, Pensée, frase nº 19, 1978) pues “siendo entonces todas las cosas causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediata e inmediatamente, y todas relacionándose por un vínculo natural e imperceptible que vincula las más distantes y más diferentes, creo que es tan imposible conocer las partes sin conocer el todo, como conocer el todo, sin conocer particularmente las partes “ (Pascal, B. Pensée, frase nº 73, 1978). Existe dentro de la dialéctica tan bien expresada por Pascal y citada en el epígrafe que introduceel presente trabajo, una propuesta teórico-metodológica para el abordaje cualitativo de las relaciones sociales que informan al campo de la Salud. Aunque poco a poco la problemática se va desdoblando, este estudio se organiza dentro de algunos puntos fundamentales que recorren al conjunto de las cuestiones tratadas, como ser: la naturaleza de lo social; las relaciones entre individuo y sociedad; entre acción, estructura y significados; entre sujeto y objeto; entre hecho y valor; entre realidad e ideología y la posibilidad del conocimiento, visto bajo el prisma de algunas corrientes sociológicas. Al constituirse en un trabajo sobre metodología, es a partir de ese ángulo que la problemática citada toma cuerpo, y se explicita en los diferentes niveles del abordaje de la realidad, abarcando la discusión de los métodos y técnicas de investigación. Focalizándome en la cuestión metodológica, intento introducir algunos ejes de reflexión, explicitando el camino seguido. Toda la problemática aquí abordada tiene como espacio privilegiado de interrogación, la práctica de investigación, a la que me refiero como la actividad fundamental en la producción del conocimiento. En realidad este estudio está atravesado por la problematización de los conceptos usualmente empleados para la construcción del conocimiento y por una teorización sobre la práctica de investigación, entendiéndose que ni la teoría ni la práctica están exentas de intereses, de preconceptos y de incursiones subjetivas. Como advierte Bourdieu (1972), “la teoría de la práctica que aparece como condición de una ciencia rigurosa de las prácticas, no es menos teórica” (Bourdieu, 1972, p. 157). El privilegio presente en toda actividad teórica, supone un corte epistemológico y un corte social y ambos gobiernan sutilmente esa realidad (Bourdieu, 1972), por lo tanto, cualquier investigador debe cuestionar los supuestos inherentes a su cualidad de observador externo que importa hacia el objeto, los principios de su relación con la realidad, incluyendo sus propias relevancias. Dentro de ese espíritu, intento trabajar el concepto de Metodología, huyendo, por un lado, de aquellos abordajes solamente teóricos que no llegan a enfrentar la práctica de la investigación; 12 por otro lado, de aquellas concepciones que consideran la labor de la investigación como una tecnología neutra, imparcial, a ser dominada y adaptada indistinta e independientemente por los supuestos teóricos que la sustentan. El objeto principal de discusión son las Metodologías de Investigación Cualitativa, entendidas como aquellas capaces de incorporar la cuestión del SIGNIFICADO y de la INTENCIONALIDAD como inherentes a los actos, a las relaciones, y a las estructuras sociales, siendo estas últimas consideradas, tanto en su advenimiento como en su transformación, como construcciones humanas significativas. La introducción de esa definición incorpora consecuencias teóricas y prácticas en el abordaje de lo social. La primera de ellas es una interrogación sobre la posibilidad de considerar científico o no un trabajo de investigación que, al tener en cuenta los niveles más profundos de las relaciones sociales, no puede operacionalizarlos en números y variables, criterios usualmente aceptados para emitir un juicio de verdad en el campo intelectual. No obstante, esa cuestión remite a las propias entrañas del positivismo sociológico que tan solo reconoce como ciencia la actividad “objetiva”, capaz de trazar las leyes y las regularidades que rigen los fenómenos, menospreciando los aspectos llamados “subjetivos”, imposibles de ser sintetizados en datos estadísticos. Sin embargo, el propio positivismo intenta trabajar la “cualidad de lo social“. Sea buscando sustantivarlo en variables. Sea a través del estructural-funcionalismo, focalizando los productos de la interacción social como componentes funcionales de la realidad. Sea tratándolos como entidades pasibles de estudio, independientemente de estar constituida por individuos. De este modo, el aporte que realizo en este libro se vincula a la investigación cualitativa que apunta a comprender la lógica interna de los grupos, las instituciones y los actores en cuanto a: (a) valores culturales y representaciones sobre su historia y temas específicos; (b) relaciones entre individuos, instituciones y movimientos sociales; (c) procesos históricos, sociales y de implementación de políticas públicas y sociales. Con relación a la historia, el sentido y la pertinencia del proceso social denominado “investigación cualitativa”, debo señalar que las diferentes teorías que lo sustentan, abarcan aspectos particulares y relegan otros, revelando la inevitable yuxtaposición entre conocimiento e intereses, entre condiciones históricas y avances de las ciencias, entre identidad del investigador y su objeto y entre la necesidad indiscutible de la crítica interna y externa en la objetivación del saber. La propia expresión “Metodologías Cualitativas” consagra una imprecisión, una dificultad histórica de las teorías para posicionarse frente a la especificidad de lo social. Esto supone una afirmación de la cualidad contra la cantidad, reflejando una lucha teórica entre el positivismo y las corrientes comprensivistas con relación a las formas de valorización de los significados. Cuando se entiende la interdependencia y la inseparabilidad entre los aspectos cuantificables y la vivencia significativa de la realidad objetiva en el cotidiano, se concluye que la referida denominación es redundante e incluso parcial. La noción de “Metodología de la Investigación Social”, a no ser por las connotaciones históricas de construcción del concepto, debería ser suficiente para calificar el 13 campo de abordaje de las relaciones sociales en todos los aspectos históricos, estructurales y simbólicos. En oposición al Positivismo, es la Sociología Comprensiva quien responde a las preguntas sobre valores, representaciones, creencias y relaciones. Como el propio nombre lo indica, considera como tarea de las Ciencias Sociales, la comprensión de la realidad humana vivida socialmente y de forma diferente del universo de las ciencias naturales. En sus múltiples manifestaciones como la Fenomenología, la Etnometodología, el Interaccionismo Simbólico, el SIGNIFICADO es el concepto central del análisis sociológico. En una oposición frontal al positivismo, la sociología comprensiva propone la subjetividad como fundante de sentido y la defiende como constitutiva de lo social e inherente al entendimiento objetivo. Esa corriente de pensamiento no se preocupa por los procesos de cuantificación, sino de explicar los meandros de las relaciones sociales, consideradas como la esencia y el resultado de la actividad humana creadora, afectiva y racional. El universo de las investigaciones cualitativas es el cotidiano y las experiencias del sentido común, interpretadas y reinterpretadas por los sujetos que las vivencian. Sin embargo, la aplicación de las teorías comprensivas presenta problemas cuando se realizan análisis atomizados de la realidad y de los grupos sociales, como si esos fenómenos constituyeran totalidades reducidas en sí mismas. En esos casos, los estudios cualitativos se ausentan de contextualizaciones referentes a problemas históricos, culturales y estructurales que siempre envuelven los eventos tópicos. Esa focalización de los hechos, cercándolos como si fuese posible analizarlos en sí mismos, es reduccionista pues desconoce que siempre existe una base material para el universo simbólico. Al proponer realizar una síntesis sobre la cuestión cualitativa, intentando superar al positivismo y a los abordajes comprensivistas, la dialécticamarxista abarca no solo el sistema de relaciones que construye el modo de conocimiento exterior al sujeto, sino también las representaciones sociales que constituyen la vivencia de las relaciones objetivas por los actores sociales que le atribuyen significados (Goldmann, 1967). Frente a los abordajes que disocian cantidad y cualidad, la dialéctica asume que la cualidad de los hechos y de las relaciones sociales es su propiedad inherente, y que cantidad y cualidad son inseparables e interdependientes. La dialéctica, desde el punto de vista filosófico, ensaya la disolución de las dicotomías tales como cuantitativo/cualitativo, macro/micro, interioridad/exterioridad, con que se debaten las diversas corrientes sociológicas. Asimismo, considera a los significados, como parte integrante de la totalidad, debiendo ser comprendidos e interpretados tanto a nivel de las representaciones sociales como de las determinaciones esenciales. Bajo ese enfoque, no se entiende la acción humana de forma independiente al significado que le es atribuido por el autor, como tampoco se identifica esa acción con la interpretación que el actor social le atribuye. Por lo tanto, con relación al abordaje cualitativo, el método dialéctico, como dice Sartre (1978), “se rehúsa a reducir. Él supera conservando” (Sartre, 1978, p. 177). Por eso, demuestra su superioridad precisamente por 14 la capacidad de incorporar las “verdades parciales” de las otras corrientes, criticando y negando sus limitaciones. Eso ocurre cuando un buen análisis considera que existe una relación inseparable entre el mundo natural y el social; entre pensamiento y base material; entre objeto y sus cuestionamientos; entre la acción del ser humano en cuanto sujeto histórico y las determinaciones que la condicionan. Los principios de especificidad histórica y de totalidad le confieren potencialidad, para, desde el punto de vista metodológico, aprehender y analizar los acontecimientos, las relaciones y las etapas de un proceso como parte de un todo. Los criterios de complejidad y de diferenciación le permiten trabajar el carácter de antagonismo, de conflicto y de colaboración entre los grupos sociales y al interior de cada uno de ellos, y pensar sus relaciones como múltiples desde sus propios ángulos, intercondicionadas en sus movimientos y desarrollo interior, interactuando con otros fenómenos o grupos de fenómenos. El abordaje dialéctico, sin embargo, está poco desarrollado para el análisis de la realidad empírica, teniendo en cuenta que, al ser divulgado por el marxismo, terminó siendo acaparado por su corriente más positivista y mecanicista (Anderson,1987). Esto lleva a que los estudios sustantivos realizados a partir de esa perspectiva, sean un desafío que enfrenta el investigador, pues le exige la superación de los instrumentos de investigación usualmente empleados por las corrientes comprensivistas o funcionalistas, y la inclusión de los SIGNIFICADOS en la totalidad histórico-estructural. En los últimos años, felizmente, muchas investigaciones vienen apostando a la denominada perspectiva hermenéutica-dialéctica, en la línea de Habermas (1987) y de Gadamer (1999), contribuyendo a que se contextualicen de forma crítica la historia y el lenguaje de los problemas de salud y de las prácticas sociales del área. En esta nueva edición de este libro introduzco una discusión de los modelos complejos de investigación, cuya corriente reflexiva proviene de los abordajes sistémicos. Las primeras elaboraciones del pensamiento sistémico se deben al biólogo Ludwig von Bertalanffy, quien en 1973 publicó un libro de gran repercusión titulado Teoría General de los Sistemas. En esa obra Bertalanffy (1973), señaló la necesidad de crear categorías teóricas rigurosas que pudiesen responder a las cuestiones referentes al amplio espectro de los seres vivos que van desde la biología a la sociología. Este autor identificó la interacción como punto neurálgico para todos los campos científicos. Observó que hay un enorme orden jerárquico de entidades en la organización de los seres vivos y que se superponen en muchos niveles, que van desde los sistemas físicos y químicos a los biológicos, sociológicos y políticos, posibilitando “uniformidades estructurales de los diferentes sistemas de la realidad” (Bertalanffy, 1973, p. 124). Desde el punto de vista operacional, el pensamiento sistémico, tal como se presenta en las ciencias sociales actualmente, puede ser considerado una forma de ver la realidad y de articularla. No propone técnicas de investigación, sino que exige una mirada y un abordaje diferente: ilumina a aquel punto ciego de la visión unidimensional, logrando que visualice las interacciones; invierte la mente compartimentalizada, buscando que las diferencias y las oposiciones se comuniquen; y modifica la antigua práctica positivista que sólo valoriza regularidades y normas. Por el contrario, 15 muestra las cosas que permanecen y resalta “qué” cambia y “cómo” las cosas se transforman, auto-organizándose. Esa visión se va incorporando al campo de la investigación en salud y es también objeto de investigación y de indagaciones en las Ciencias Sociales (Wallerstein, 1999) coincidiendo con el pensamiento de Pascal (1978 ) citado al inicio de este texto. La discusión crítica del concepto de “Metodologías Cualitativas” me llevó también a incorporar una rápida reflexión sobre triangulación de métodos, cada vez más necesaria y adecuada para los estudios y las evaluaciones en el área de la salud. No me propongo pensar esas modalidades de producir investigación como crítica ideológica a los abordajes cuantitativos sino dentro de una línea de complementariedad (Minayo, 2005). No argumento un eclecticismo sin sentido ni estoy haciendo una concesión al positivismo, pues la filosofía de esta aproximación es el reconocimiento de la no completitud tanto de las disciplinas como de los métodos (Minayo & Sanchez, 1993; Minayo & Cruz Neto, 1999; Minayo et al., 2003; Minayo & Minayo-Gómez, 2003; Samaja, 1993). Finalmente, al traer el debate de lo “cualitativo” hacia el campo de la Salud, considero que es necesario impregnarlo de las discusiones y críticas actuales de las Ciencias Sociales. Por eso, tanto en lo que concierne a la problemática teórica, como a la metodológica, todas las reflexiones de este libro están bajo la influencia de la historicidad y sometidas a las vicisitudes, avances, retrocesos, interrogaciones y perspectivas de la totalidad social en su dinamismo. Eso se justifica en el hecho de que las ciencias de la salud no se instituyeron como una disciplina (sino, como una variedad de estas) ni como un campo separado de las otras instancias de interpretación de la realidad. Sin embargo, por tratarse de un híbrido biológico-social (Latour, 2000) las inflexiones de las ciencias de la salud también necesitan (aunque no me haya sentido competente para hacerlo) incorporar los avances de la biología, de la física y de otras disciplinas, asociándolas a las cuestiones socio-económicas, políticas e ideológicas. Por lo tanto, en el campo de la salud se vivencia la complejidad de los objetos de estudio pues la abarcativa área biomédica no puede prescindir de la problemática social, dado que el cuerpo humano está atravesado por las determinaciones de las condiciones, situaciones y estilos de vida. Más allá de que existan dificultades epistemológicas y prácticas de aproximación, el desafío de tratar el objeto salud/enfermedad es vencer dicotomías analíticas, moviéndose en el terreno de las interrelaciones e interconexiones. El saber teórico y práctico sobre salud y enfermedad forma parte de un universo dinámico repleto de historia y de interrelacionesmediadas por institucionalizaciones, organizaciones, lógicas de prestación de servicios y participación de los ciudadanos. Dentro de ese carácter peculiar, abarcativo, de las ciencias que componen el campo de la salud, las teorías sobre investigación cualitativa y sobre métodos y técnicas pertinentes al tema, se articulan en un todo mayor, salvando diferencias y contribuyendo a un mayor entendimiento de los problemas prácticos involucrados. Pero es necesario decir que esas teorías son fundamentales 16 para esa área, donde la realidad de los hechos está entera e intensamente influenciada por el campo simbólico y afectivo. Las dificultades teóricas del campo de la salud, pueden ser ejemplificadas por las limitaciones de los conceptos como “Salud Pública” o “Salud Colectiva“. El primero consagra una dimensión histórica de intervención del Estado en el área social, de forma más amplia y compleja que la definida por las directrices sanitarias oficiales. El segundo término también es ambiguo e inespecífico. Donnangelo (1983) y Merhy (1985) detectan la impresión del adjetivo colectivo para conceptualizar el campo de la salud, dada la amplia connotación que implica y por la relación de exterioridad que establece frente al objeto. Esa ambigüedad está muy presente en Teixeira (1985) cuando la autora considera “Salud Colectiva” como un concepto operacional para analizar cuerpos sociales, reduciendo las dimensiones teóricas e históricas de esta noción bastante imprecisa, a una herramienta de investigación. Intento en este libro, ampliar la comprensión del concepto sociológico de salud para que abarque la totalidad de las relaciones sociales y de los aportes emocionales que contiene y se expresan en lo cultural, al recordar con Boltanski (1979) que: “Los determinismos sociales no informan jamás al cuerpo de manera inmediata, a través de una acción que se ejercería directamente sobre el orden biológico, sin la mediación de lo cultural que los reinterpreta y los transforma en reglas, en obligaciones, en prohibiciones, en rechazos o deseos, en gustos y aversiones” (Boltanski, 1979, p. 119). Tal como es pensado en este trabajo, el concepto sociológico de salud retiene al mismo tiempo sus dimensiones estructurales y políticas, y contiene los aspectos histórico-culturales y simbólicos de su realización. En primer lugar, como cuestión humana y existencial, salud es un bien complejo, compartido indistintamente por todos los segmentos y diversidades sociales. Esto implica que, para todos los grupos, aunque de forma específica y peculiar, salud y enfermedad expresan, ahora y siempre, en el cuerpo o en la mente, particularidades biológicas, sociales y ambientales vividas subjetivamente, en la totalidad existencial peculiar del individuo o de los grupos. Las formas como cada persona y la sociedad donde ella está inserta, experimentan esos fenómenos, cristalizan y simbolizan las maneras de lidiar con su miedo a la muerte y de exorcizar sus fantasmas. En segundo lugar, como cualquier tema abarcativo de lo cultural, el concepto de salud será analizado aquí, dentro de una sociología que en primer lugar es histórica y diferencia clase, segmentos, género y franjas etarias, dado que las condiciones de vida y de trabajo califican de forma diferenciada la manera por la cual las clases, las etnias, los géneros y sus segmentos piensan, sienten y actúan respecto de ella. De esta forma, las modalidades de análisis cualitativos aquí propuestos, en su aplicación deben: (a) ser contextualizados, permitiendo distinguir las visiones dominantes de otras formas de 17 pensar la realidad (pues las clases y segmentos se encuentran entre sí, en el seno de una sociedad en relación y en aculturación recíproca); (b) deben tener en cuenta el origen y la historicidad de los hechos sociales y de los grupos que están siendo estudiados; (c) deben incluir los espacios formales de la economía y de la política como matrices esenciales de la cultura de la familia, del vecindario, de los grupos etarios, de los grupos de recreación, de los grupos religiosos, pero también percibirlos como influenciados por ese mundo de la vida; (d) deben considerar espacios al mismo tiempo de consensos y de conflictos, contradicciones, subordinación y resistencia, tanto las unidades de trabajo como el barrio, el sindicato como la casa, la consciencia como el sexo, la política como la religión. Introduciendo a la cultura en la definición del concepto de salud, la visión cualitativa demarca un espaciamiento radical: amplía y contiene las articulaciones de la realidad social. Pensada de este modo, la cultura no es tan sólo un lugar subjetivo, ella abarca una objetividad con la densidad que tiene la vida, por donde pasa lo económico, lo político, lo religioso, lo simbólico y lo imaginario. Ella es el locus donde se articulan los conflictos y las concesiones, las tradiciones y lo cambios y donde todo cobra sentido, o sentidos, dado que no hay nada humano sin significado, ni una sola explicación para los fenómenos. En resumen, salud y enfermedad importan no sólo por sus efectos en el cuerpo sino también por sus repercusiones en el imaginario: ambos son reales en sus consecuencias. Por lo tanto, todas las acciones clínicas, técnicas, de tratamiento, de prevención o de planificación deben estar atentas a los valores, actitudes y creencias de las personas a las que se dirige la acción. Es necesario entender que, al ampliar sus bases conceptuales incluyendo lo social y lo subjetivo como elementos constitutivos, las ciencias de la salud no se tornan menos “científicas”, por el contrario, se aproximan con mayor luminosidad a los contornos reales de los fenómenos que abarcan. De cualquier forma, debo subrayar que, el abordaje socio-antropológico de la salud, desde el punto de vista cultural y cualitativo, no constituye una ideología y no instituye una posición unívoca. Históricamente fue atravesado por el debate teórico de las ciencias sociales. El estructural-funcionalismo ha marcado la línea del conocimiento de los grupos étnicos y sociales a partir de la antropología, sobre todo vinculado a la “medicina tropical” y como contribución a las “ciencias de la conducta” (Nunes, 1985; 1999). Su enraizamiento en el campo de la salud, evidencia, entre otras cosas, el hecho de que las propias bases del funcionalismo se reflejan en el modelo biológico como metáfora de la sociedad. De los abordajes cualitativos, la fenomenología es el que ha tenido mayor relevancia en el área de la salud. Los análisis fundamentados en sus supuestos muestran que las concepciones de salud y enfermedad son culturalmente específicas. Por eso ponen en evidencia la arbitrariedad del Estado en la imposición de patrones culturales propios de la biomedicina, que tienen un carácter reproductor de las instituciones médicas y de la dominación corporativa. Las propuestas de la política de atención primaria, de autocuidado, revalorización de la medicina tradicional comunitaria y de ciertos grupos de investigación-acción y de investigación participante en salud, reflejan las 18 influencias fenomenológicas (Nunes, 1985; García, 1983). Las aproximaciones dialécticas que parten del punto de vista de los sujetos sociales y abarcan las relaciones de producción y de poder de las instituciones continúan siendo escasas. En el intento de sumar esfuerzos con los que buscan ampliar el debate teórico y metodológico en el campo de la salud, es que coloco este trabajo dentro de una perspectiva específica de análisis cualitativo. En ningún momento pretendí o pretendo transmitir la idea de un libro acabado o magistral. La revisión emprendida aquí muestra quetodo transcurre, e incluso, si todo lo sólido se desvanece en el aire, tengo muchas más razones para desconfiar de mis pocas certezas. Desde el punto de vista de su organización, este libro se bifurca en un conjunto de partes, cada una de ellas incluye algunos capítulos, focalizando siempre sobre las cuestiones metodológicas. La idea central de la práctica teórica es que toda investigación debería ser realizada dentro de la dinámica de un Ciclo a partir de un proceso de trabajo que finaliza en un producto provisorio y recomienza con las interrogaciones que surgen en el análisis final. Las páginas siguientes explicitan ese esfuerzo, a través de la reflexión y de la crítica de conceptos, y de la propuesta de un camino de pensamiento. En la primera parte, presento los supuestos y especificidades propias del campo metodológico, o sea, los conceptos de Metodología, de Investigación Social, de Investigación Estratégica y de los términos Cualitativo y Cuantitativo. En la segunda parte, analizo las principales corrientes de pensamiento utilizadas en el área de la salud colectiva y presento resumidamente algunos tipos de abordajes cualitativos, actualmente disponibles para el investigador que quiera aproximarse a este tipo de estudio. En la tercera parte, desarrollo todos los elementos necesarios para la realización de la primera etapa del Ciclo de Investigación, la Fase Exploratoria de la Investigación cuya importancia fundamental es superar el empirismo en los abordajes de las cuestiones sociales. Se discuten allí los conceptos básicos de un marco teórico, la problemática de la definición del objeto, la construcción de los instrumentos de abordaje empírico, el muestreo en la investigación cualitativa y la aproximación al campo. En la cuarta parte, abordo el Trabajo de Campo, como una segunda etapa del Ciclo de Investigación, en dos capítulos. En el primero, analizo dos conceptos fundamentales: el status de la palabra y del habla y el tema de las representaciones sociales. En un segundo capítulo, profundizo y problematizo las técnicas de campo: Observación Participante, Entrevista, Grupos Focales y otras. Finalmente, en la quinta parte expongo las modalidades más frecuentes de Tratamiento del Material Cualitativo, o sea, los conceptos de Análisis de Contenido, de Discurso y de Análisis Hermenéutico-Dialéctico. Termino con una propuesta práctica, buscando sintetizar y avanzar sobre las modalidades usuales de abordaje. 19 El Ciclo completo proyecta la investigación como un proceso con etapas y actividades específicas en cada fase, que pueden y deben ser delimitadas en un cronograma. Al mismo tiempo, presento la visión de un movimiento reflexivo permanente de integración de las partes en el todo y viceversa, en un continuo recomienzo y enriquecimiento. El sentimiento de proponer algo que se completa con la relatividad de lo que debe ser aún interrogado y descubierto, forma parte de la utopía que une este trabajo a todos los esfuerzos de aquellos que buscan una “ciencia más científica” en el campo de la salud. En él comparto la idea de que el conocimiento es un proceso infinito que no puede ser concluido en una etapa final, así como no se puede prever el final del proceso histórico, aunque sea posible proyectarlo como políticamente más democrático y ecológicamente saludable. 20 Parte I Conceptos básicos sobre metodología y sobre abordajes cualitativos En la sociedad occidental, la ciencia es la forma hegemónica de construcción del conocimiento, aunque sea considerada por muchos críticos como un nuevo mito de la actualidad a causa de su pretensión de ser el único motor y criterio de verdad. Particularmente no concuerdo con los que absolutizan el sentido y el valor de la ciencia, pues la humanidad siempre, desde que existe el Homo sapiens, creó formas de explicar los fenómenos que rodean la vida y la muerte y el lugar de los individuos en la organización social, así como los mecanismos de poder, de control y de reproducción. Desde tiempos inmemoriales, las religiones, la filosofía, los mitos, la poesía y el arte han sido instrumentos poderosos de conocimiento, develando lógicas profundas del inconsciente colectivo, de la vida cotidiana y del destino humano. ¿Qué posee la ciencia de diferencial en relación a las otras modalidades del saber? Mencionaré dos razones de la hegemonía contemporánea de la ciencia como forma de conocimiento. Una externa, que se aceleró a partir de la modernidad, y se refiere a su poder de dar respuestas técnicas y tecnológicas a los problemas planteados por el desarrollo social y humano; aunque este punto sea discutible, dado que los problemas cruciales como la pobreza, la miseria, el hambre y la violencia continúan desafiando a las civilizaciones sin que la ciencia haya sido capaz de ofrecer respuestas y propuestas efectivas. La razón de orden interno consiste en el hecho de que los cientistas han sido capaces de establecer un lenguaje universal, fundamentado en conceptos, métodos y técnicas para la comprensión del mundo, de las cosas, de los fenómenos, de los procesos, de las relaciones y de las representaciones. Las reglas universales y los patrones rígidos que permitieron un lenguaje común divulgado y conocido en el mundo entero, la actualización y las críticas constantes, hicieron de la ciencia la “creencia” más respetable a partir de la modernidad. La fuerza de la ciencia, que se tornó un factor productivo de elevada potencia en la contemporaneidad, llevó al filósofo Popper (1973) a enfatizar en su análisis, la lógica interna de la Comunidad Científica, utilizando para eso el término “tercer mundo”, una especie de clase o casta, con su economía y lógica propia, aunque permeado por conflictos y contradicciones como cualquier otra creación e institución humana. Lo cierto es que el campo científico tiene sus reglas para conferir el grado de cientificidad a lo que es producido y reproducido dentro y fuera de él. Sus actividades van siempre en dos direcciones: en una, elabora sus teorías, métodos, principios y establece resultados. En otra, inventa, ratifica su camino, abandona ciertas vías y se orienta hacia nuevos rumbos. Al posicionarse en ese “tercer mundo”, los cientistas aceptan las condiciones instituidas y, al mismo tiempo, el carácter de historicidad y provisoriedad peculiar del universo en que decidieron invertir su vida. Al introducir al lector en esta parte del trabajo, pretendo discutir con él aquellos mecanismos internos y normativos que aseguran la cientificidad de las actividades de 21 investigación. Presento algunos conceptos importantes para quien ingresa al universo de la investigación científica, específicamente los del campo semántico de la expresión Metodología de Investigación Social. Discutiré: (1) la especificidad de las ciencias sociales en el universo científico; (2) el concepto de metodología de la investigación; (3) el concepto de investigación social; (4) el concepto de método cualitativo en contraposición al método cuantitativo; (5) las contradicciones y los consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos. Capítulo 2 Metodología de Investigación Social y en Salud Especificidad de las Ciencias Sociales La cientificidad no puede ser reducida a una sola forma de conocer: ella precontiene, por así decirlo, diversas maneras concretas y potenciales de realización. La diferenciación entre métodos específicos de las ciencias sociales y de las ciencias físico-naturales y biológicas se refierea la naturaleza de cada una de las áreas. Se resaltan aquí, algunos puntos resumidos a partir de Demo (1981), que distinguen a las Ciencias Sociales y las tornan peculiares dentro del campo del conocimiento de los seres vivos. El primero de ellos es el hecho incuestionable de que el objeto de las Ciencias Sociales es histórico. Las sociedades humanas existen en un determinado espacio cuya formación social y configuraciones culturales son específicas. Ellas viven el presente marcado por el pasado y proyectado hacia el futuro que trae en sí, dialécticamente, las marcas anteriores, en una re- construcción constante de lo que está dado y de lo nuevo que surge. Toda investigación social necesita registrar la historicidad humana, respetando la especificidad de la cultura que trae en sí y, de forma compleja, los trazos de los acontecimientos de corta, media y larga duración, expresados en sus bienes materiales y simbólicos. Pero las investigaciones sociales contemporáneas necesitan comprender además, la simultaneidad de las diferentes culturas y de los diferentes tiempos en un mismo espacio, como algo real y que enriquece a la humanidad. Esto significa comprender lo global y lo local, conviviendo y siendo, al mismo tiempo, mutables y permanentes. Pues, el ser humano es autor de las instituciones, de las leyes, de las visiones del mundo que, en ritmos diferentes, son todas provisorias, pasajeras, trayendo en sí mismas las semillas de la transformación. Como consecuencia del primer principio, se puede decir que la sociedad y los individuos tienen conciencia histórica. O sea, no es sólo el investigador el que le da sentido a su trabajo intelectual, sino los seres humanos, los grupos y la sociedad dan significado e intencionalidad e interpretan sus acciones y construcciones. Las instituciones y las estructuras no son más que acciones humanas objetivadas. De acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas y con la 22 organización particular de la sociedad y de su dinámica interna, se crean visiones del mundo, con matices y diferenciaciones relacionadas a las condiciones de vida y a las herencias culturales. Tal conciencia se proyecta en el mundo de la vida, y es de este modo como pasa a ser registrada en los procesos eruditos de construcción del conocimiento. Goldmann (1980) introduce en su análisis de la cultura, los conceptos de conciencia posible y de conciencia real, para separar los diferentes niveles de elaboración ideológica. Esas categorías se basan en el concepto marxista de ideología, según el cual, la sociedad tiende a percibir la dominación de forma invertida. El concepto de “conciencia posible” indicaría que determinados actores sociales superarían los niveles elementales de la ideología, al conseguir comprender mejor y actuar positivamente frente a los procesos de alienación social. Sin embargo, la idea de conciencia histórica contiene en sí además, la tesis de que se debe analizar siempre la contribución de un determinado actor social o colectivo, teniendo en cuenta el tiempo histórico en el que vivió, pues su conocimiento y su práctica se vinculan a los límites de las relaciones sociales de producción concretas. El pensamiento y la conciencia son procesos que, al mismo tiempo, tienen como base la dinámica histórica que a su vez es influenciada por las ideologías. Las ciencias sociales, son también fruto de un tipo de “conciencia posible” y forman parte de los bienes públicos y colectivos creados históricamente, limitados por el desarrollo social. Los investigadores son, dialécticamente, autores y frutos de su tiempo histórico. Las crisis, los conflictos y las contradicciones se reflejan tanto en el desarrollo como en la decadencia de pensadores y de teorías sociales. Las transformaciones socioeconómicas y culturales, a su vez, influyen decisivamente sobre los procesos internos y las condiciones de posibilidades del desarrollo de la ciencia. La tercera característica de las Ciencias Sociales es que ellas trabajan a nivel de la identidad entre el sujeto y el objetivo de la investigación. La investigación en ese área lidia con seres humanos que, por razones culturales, de clase, de edad, de religión o por cualquier otro motivo, tienen un substrato común de identidad con el investigador, tornándolos solidariamente articulados y comprometidos como señala Lévy Strauss: “En una ciencia donde el observador es de la misma naturaleza que el objeto, el observador, él mismo, es parte de su observación” (1975, p. 215). Esto significa, según el pensamiento de autores como Schultz (1982) que la primera construcción interpretativa de las investigaciones sociales es realizada por los propios actores a nivel del sentido común. Por eso, el papel del investigador es comprender esa lógica interpretativa de “primer nivel”, dado que es potente y eficaz para hacer que el mundo de la vida se realice. Otro aspecto distintivo de las Ciencias Sociales es el hecho de que es intrínseca y extrinsecamente ideológica. Nadie hoy osaría negar la evidencia de que toda ciencia, en su construcción y desarrollo, pasa por la subjetividad y por intereses diversos. En los procesos de producción del conocimiento se transmiten intereses y visiones del mundo históricamente construidos. Pero las ciencias físicas y biológicas participan de forma diferente del compromiso social, dado que existe un distanciamiento de naturaleza de lo físico y de lo biológico en relación a 23 su objeto. Aunque, siempre exista un entrecruzamiento relacional entre el investigador y su objeto, en la medida en que, por un lado, el investigador depende de los instrumentos creados anteriormente por otros; y por otro, está limitado por el nivel de desarrollo de esos dispositivos. En la investigación social, por ende, la relación entre el sujeto investigador y el sujeto investigado es crucial. La visión del mundo de ambos está involucrada en todo el proceso de conocimiento, desde la concepción del objeto hasta el resultado del trabajo. El reconocimiento de esa contingencia es una condición sine qua non de la investigación que, una vez comprendida, puede tener como fruto aportes radicales en el proceso de objetivación (Demo, 1981) del conocimiento. O sea, cabe al investigador usar un cuidadoso instrumental teórico y metodológico que lo pormenorice en la aproximación y en la construcción de la realidad, al mismo tiempo que mantiene la crítica no sólo sobre las condiciones de comprensión del objeto como de sus propios procedimientos. Por último, es necesario señalar que el objeto de las Ciencias Sociales es esencialmente cualitativo. La realidad social es el propio dinamismo de la vida individual y colectiva con toda la riqueza de significados que transborda de ella. La posibilidad de enumeración de los hechos, por ejemplo, es una cualidad del individuo y de la sociedad que contiene, en sí, elementos de homogeneidad y de regularidades. Esa misma realidad es más rica que cualquier teoría y que cualquier pensamiento y cualquier discurso político o teórico que intente explicarla. Por lo tanto, trabajar dentro de los marcos de las Ciencias Sociales significa enfrentar el desafío de manejar o crear (o hacer ambas cosas al mismo tiempo) teorías e instrumentos capaces de promover la aproximación a la suntuosidad y a la diversidad que es la vida de los seres humanos en sociedad, aunque de forma incompleta, imperfecta e insatisfactoria. El acervo de esas Ciencias contempla al conjunto de las expresiones humanas constantes en las estructuras, en los procesos, en las relaciones, en los sujetos, en los significados y en las representaciones. Las regularidades de ese conjunto de elementos se expresan en los abordajescuantitativos, al producir la unión de las dimensiones de extensividad y de intensividad inherentes a todos los procesos vinculados a los seres vivos y, principalmente, a los seres humanos. Como señala Kant en su “Matemática Trascendental”, la cantidad es, en sí misma, una cualidad del objeto, así como la cualidad es uno de los elementos de la cantidad. Por ejemplo, cuando se habla de Salud o Enfermedad, se observa que esas dos categorías traen una carga histórica, cultural, política e ideológica que no puede ser abarcada tan sólo por una fórmula numérica o por un dato estadístico, aunque los estudios de orden cuantitativo presenten un cuadro de magnitud y de tendencias que los abordajes históricos y socioantropológicos no informan. Ambos abordajes son importantes y lo ideal en el campo de la investigación en salud es que sean trabajados de manera que se complementen sistemáticamente. Gurvitch (1955) señala que la realidad tiene capas que interactúan y la gran tarea del investigador es comprender y aprender, más allá de lo visible, de lo “morfológico y de lo ecológico”, los otros niveles que se interconectan y transforman lo social en algo tan complejo. 24 En este libro, sin embargo, el objetivo es específico: analizar el carácter cualitativo de las ciencias sociales y de la metodología apropiada para construir teóricamente el significado de Salud y de Enfermedad. El concepto de Metodología Comienzo diciendo que el propio concepto de metodología, foco de la discusión, ya es, en sí, un asunto controvertido. Están quienes lo igualan a métodos y técnicas, como es el caso de la mayor parte de los manuales y textos americanos, producidos para la formación de investigadores. Están aquellos que lo ubican en el campo de la epistemología, separándolo de la operacionalización, como hace la mayoría de los intelectuales franceses que trabajan con teorías de las ciencias. Está aquel que separa teoría y método como hace el cientista americano Thomas Merton (1969) y están los que consideran esos dos términos inseparables, debiendo ser tratados de forma integrada y apropiada cuando se elije un tema, un objeto, o un problema de investigación. Me identifico con este último grupo que tiene en Denzin (1973) uno de sus más brillantes pensadores. Por lo tanto, discutir metodología es entrar en un fuerte debate de ideas, de opciones y de prácticas. Durante los últimos 20 años vengo intentando contribuir a la superación de las posturas, muy frecuentes, que tratan por separado las cuestiones epistemológicas y los instrumentos operacionales, dado que considero el concepto de Metodología de forma abarcativa y concomitante: (a) como la discusión epistemológica sobre el “camino del pensamiento” que el tema o el objeto de investigación requiere; (b) como la presentación adecuada y justificada de los métodos, de las técnicas y de los instrumentos operativos que deben ser utilizados en la búsqueda relativa a los interrogantes de la investigación; (c) y como lo que denominé “creatividad del investigador”, o sea, su marca personal y específica en la forma de articular teoría, métodos, hallazgos experimentales, observacionales o de cualquier otro tipo específico de respuesta a los interrogantes científicos. La metodología ocupa un lugar central al interior de la sociología del conocimiento, dado que es una parte intrínseca de la visión social del mundo, vehiculada a través de la teoría. Frente a la dialéctica, por ejemplo, el método es el propio proceso de desarrollo de las cosas. Lenin señala que el método no es la forma exterior, es el alma misma del contenido porque él produce la relación entre pensamiento y existencia y viceversa (1965, p.148). La metodología constituye el “camino del pensamiento”, según Habermas (1987), y constituye una “práctica teórica pensada”, en la expresión de Bourdieu en Ésquisse d’une Théorie de la Pratique (1972). Esto quiere decir, en otras palabras, que es diferente pensar la metodología de una investigación de inspiración funcionalista, o marxista, o fenomenológica o que utilice el abordaje sistémico. A su vez, es 25 diferente pensar el diseño y la metodología de una investigación unidisciplinaria o la que tiene carácter interdisciplinario y se fundamenta en la filosofía de la complejidad. En este estudio, por lo tanto, teoría y metodología caminan juntas y vinculadas. A su vez, el conjunto de técnicas que constituye el instrumental necesario para la aplicación de la teoría aquí es tratado como elemento fundamental para la coherencia metódica y sistemática de la investigación. Evito tanto el endiosamiento teórico como la reificación de la realidad empírica, porque en el primer caso existe un menosprecio por la dinámica de los hechos; y en el segundo, se concretiza una reducción de la verdad a la dimensión de los acontecimientos localizados. La excesiva teorización y la improvisación de instrumentos para abordar la realidad, provenientes de una perspectiva poco heurística, producen divagaciones abstractas, impresionistas y poco precisas en relación al objeto de estudio. Si teoría, método y técnicas son indispensables para la investigación social, la capacidad creadora y la experiencia del investigador también juegan un papel importante. Ellas pueden relativizar el instrumental técnico y superarlo por el arte. Lo que se denomina “creatividad del investigador” es algo difícil de definir, dado que esta expresión se refiere al campo de la historia personal y de la experiencia subjetiva. Este término es aquí usado en el mismo sentido en que Wright Mills (1952; 1974) y Denzin (1973) denominan “imaginación” y otros autores hablan de “intuición”. Esa “creatividad del investigador” corresponde a su experiencia reflexiva, a su capacidad personal de análisis y de síntesis teórica, a su memoria intelectual, a su nivel de compromiso con el objeto, a su capacidad de exposición lógica y a sus intereses. Haciendo coro con un gran número de estudiosos (Weber, 1965; Gadamer, 1999; Habermas, 1987; Myrdal, 1969; Granger, 1967; Gurvitch, 1955; Denzin, 1973; entre otros), entiendo que no se puede creer en una ciencia neutra, pues, todo el proceso de construcción teórica es, al mismo tiempo, una dialéctica de subjetivación y de objetivación. De este modo, lo que aquí considero “creatividad del investigador” diferencia los resultados de las investigaciones, lo que puede ser constatado cuando varios trabajan con los mismos objetos y los mismos interrogantes. La reflexión sobre metodología como sistemática de abordaje de la realidad, es asunto para investigadores comunes que se ejercitan en sus respectivos campos de conocimiento. Los genios no necesitan de esos dispositivos, pues atraviesan parámetros establecidos y proyectan, en pocas líneas, nuevos insights, modificando paradigmas en sus campos científicos (Kuhn, 1962). El concepto de Investigación Social Entrar en el campo de la Investigación Social es penetrar en un mundo polémico donde hay cuestiones no resueltas y donde el debate ha sido perenne y no conclusivo. El tema más problemático es el de su propia cientificidad que debe ser pensado como una idea reguladora de alta abstracción y no como sinónimo de modelos y normas a ser seguidos. Entiendo que debe 26 existir una unidad en el mundo de la ciencia cuando se dice que cualquier producción científica sólo puede ser reconocida cuando contiene teoría, métodos y técnicas de abordaje. Y todo discurso teórico debe contener conceptos, categorías, tesis e hipótesis o supuestos. Esos son elementos indispensables y universales de autorregulación del proceso de conocimiento. Pero también entiendo que la unidad científicadebe ser tratada de forma compleja, incluyendo la diversidad de áreas del conocimiento, al interior de las cuales todo el esqueleto teórica general se transforma en especificidad y adaptación. En ese sentido, la labor científica camina siempre en dos direcciones: en una, elabora marcos teórico-metodológicos e instrumentales operativos para conseguir resultados; en otra, inventa, ratifica caminos, abandona ciertas vías, produce nuevos interrogantes y se orienta hacia otras direcciones. Al hacer esos recorridos, los investigadores aceptan los criterios de historicidad, de colaboración y de la única certeza posible: que cualquier conocimiento es aproximado, es construido. La historia de la ciencia no revela un a priori, sino lo que fue producido en un determinado momento histórico con toda la relatividad que el dinamismo del proceso social requiere. Defino Investigación como la actividad básica de las Ciencias en su indagación y construcción de la realidad. Es la investigación que alimenta la actividad de enseñanza. Investigar constituye una actitud y una práctica teórica de constante búsqueda y, por eso, tiene la característica del acabado provisorio y de lo inacabado permanente. Es una actividad de aproximación sucesiva de la realidad que nunca se agota, haciendo una combinación particular entre teoría y datos, pensamiento y acción. Comprendo como Investigación Social los diversos tipos de investigación que tratan del ser humano en sociedad, de sus relaciones e instituciones, de su historia y de su producción simbólica. Como cualquier fenómeno humano, las investigaciones sociales están relacionadas a los intereses y circunstancias socialmente concatenadas. Las investigaciones nacen de determinado tipo de inserción en lo real, encontrando allí sus razones y objetivos. Como práctica intelectual, el acto de investigar refleja también dificultades y problemas propios de las Ciencias Sociales, sobre todo su intrínseca relación con la dinámica histórica. Conceptúo la Investigación social en salud como todas las investigaciones que tratan del fenómeno salud/enfermedad, de su representación por los diversos actores que actúan en campo: las instituciones políticas y de servicios y los profesionales y usuarios. Analizando el concepto de investigación desde el punto de vista antropológico, se puede decir que siempre existió la preocupación del Homo sapiens por el conocimiento de la realidad. Las tribus primitivas, a través de los mitos, ya intentaban explicar los fenómenos que rodean la vida y la muerte, el lugar de los individuos en la organización social con sus mecanismos de poder, control, convivencia y reproducción del conjunto de la existencia social. Dentro de las dimensiones de espacio y tiempo, la religión ha sido uno de los relevantes fenómenos explicativos de los interrogantes de los seres humanos sobre los significados de la existencia individual y grupal. 27 Hoy todas las modalidades del conocimiento conviven concomitantemente, buscando soluciones para los dramas humanos y para el avance de la humanidad. Una de ellas es hegemónica: la Ciencia. Las Ciencias en la era moderna consiguieron constituirse como esquemas de explicaciones dominantes. En esta etapa del desarrollo del capitalismo pos-industrial, se transformaron en la fuerza productiva más importante de la historia. Sin embargo, no por eso su estructura explicativa es exclusiva y conclusiva. Los problemas actuales de los seres humanos y de la organización social plantean cuestiones cruciales como el hambre, la migración, la violencia, para las cuales la ciencia, incluso la social, continúa sin respuesta y sin formulaciones. Desde el punto de vista histórico, la Investigación Social viene cargada de énfasis e intereses más amplios que su campo específico. Algunos autores, como Schrader (1987) hacen una revisión de esa práctica académica a través del tiempo, mostrando que nació de grupos contestatarios de las desigualdades producidas por la sociedad industrial. Su desarrollo exponencial se dio en la segunda mitad del siglo XX y muchos investigadores renombrados como Lazarsfeld, Jahoda y Gunnar Myrdal iniciaron sus carreras de investigadores en la búsqueda de una solución a los problemas sociales causados por la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, por ejemplo, nació en los periódicos de crítica social, según el autor (Schrader, 1987). Pero no existe una única historia de la investigación social. En Inglaterra, por ejemplo, los antropólogos avanzaron mucho en la comprensión de sociedades primitivas, realizando investigaciones de interés para los colonizadores. Sin embargo, las investigaciones antropológicas plantearon cuestiones que contrariaban los intereses de la metrópolis y de sus financiadores, sacando a luz temas como el relativismo cultural, el pensamiento lógico de los primitivos y la autosuficiencia de su organización social. A partir de la Segunda Guerra Mundial, con la ampliación del poder de Estados Unidos y bajo el signo de la industrialización, del crecimiento económico y poblacional, hubo un gran avance de la investigación social volcada hacia la planificación estratégica y la producción de intervenciones en la organización de los medios generales de producción y de reproducción y, sobre todo, en la evaluación de las inversiones públicas y privadas volcadas al desarrollo. Particularmente se invirtió mucho en el dimensionamiento de los llamados problemas sociales referentes a la pobreza, a la salud, a la educación y a las políticas de bienestar. El término Investigación en Políticas Sociales pasó a significar un campo científico con implicancias inmediatas desde el punto de vista del control del Estado. La proliferación de centros de investigaciones sociales, tanto en los países industrializados como en los subdesarrollados, llegó junto al interés del poder público de conocer, regular y controlar la sociedad civil o de articularse con ella para solucionar los males sociales siempre presentes en el capitalismo y profundizados en el actual período de pos-industrialización. Desde el punto de vista teórico y formal, existe una clasificación tradicional que divide la Investigación en “pura” y “aplicada”. El investigador inglés, Bulmer (1978), cuestiona el reduccionismo de esa clasificación. Comenta que “pura o básica” y “aplicada” hacen referencia a 28 una falsa división del conocimiento, dado que las investigaciones teóricas pueden tener y tienen importantes consecuencias prácticas; y las investigaciones aplicadas suelen tener implicancias y contribuciones teóricas. Esa dicotomía se basa en el modelo de tecnología en el cual el cliente que paga explicita lo que quiere. Tal exigencia se torna inadecuada para las ciencias sociales. Bulmer (1978) propone una clasificación alternativa de Investigación Social, substituyendo la división tradicional. Las cinco modalidades, referidas a continuación, constituyen, según el autor, “tipos” dentro de un continuum, con el mérito de dar visibilidad y legitimidad a diferentes formas de abordar la realidad: 1. Investigación básica: se preocupa por el avance del conocimiento a través de la construcción de teorías y test de las mismas o también por la satisfacción de la curiosidad científica. No tiene un objetivo práctico en su proyecto inicial, aunque los descubrimientos provenientes de los datos generados puedan influenciar y subsidiar tanto políticas públicas, nuevos descubrimientos, inversiones, decisiones de los hombres y mujeres de negocios como avances en la conciencia social. 2. Investigación estratégica: se basa en las teorías de las ciencias sociales, pero se orienta a los problemas concretos, focales, quesurgen en la sociedad, aunque no le correspondan, al investigador, la solución práctica de los problemas que señala. Tiene la finalidad de ilustrar determinados aspectos de la realidad. Sus instrumentos son los mismos con los que actúa la investigación básica, tanto en términos teóricos como metodológicos, pero su finalidad es la acción gubernamental o de la sociedad. Esta modalidad sería la más apropiada para el conocimiento y la evaluación de problemas y políticas del sector Salud. 3. Investigación orientada a problemas específicos: es una modalidad operacional que es, en general, realizada dentro de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales y empresas, apuntando al conocimiento inmediato. Se fundamenta, sin necesariamente explicitarlo, en los conocimientos generados a través de las investigaciones básicas. Los resultados de este tipo de investigación apuntan a ayudar a lidiar con cuestiones prácticas y operacionales. 4. Investigación-Acción: consiste en la investigación que sigue pari passu el desarrollo de programas sociales o gubernamentales para medir su impacto. La definición de este término por Bulmer (1978) difiere del concepto de investigación-acción presentado por Thiollent (1987), según el cual, por investigación-acción se entiende un tipo de investigación social de base empírica, concebida y realizada en estrecha asociación con una acción volcada a la resolución de problemas comunitarios y sociales. En esa modalidad, los investigadores y participantes representativos de la situación o del problema están involucrados de un modo cooperativo o participativo. La diferencia básica de las conceptualizaciones de Bulmer (1978) y Thiollent (1987) reside en el hecho de que, en el primer caso, la investigación acompaña las acciones de los programas, pero es externa a 29 ellas. En el segundo, el involucramiento del investigador y de los que actúan es parte integrante de la investigación. 5. Investigación Inteligente: que se refiere a los grandes relevamientos de datos demográficos, económicos, estadísticos, epidemiológicos, realizados por especialistas generalmente vinculados a instituciones públicas o empresas, apuntando a la planificación y a la formulación de políticas específicas y a la toma de decisiones. Los Censos y las Investigaciones del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) son ejemplos clásicos de investigaciones inteligentes. De forma simplificada, las Investigaciones de Opinión Pública cumplen también esa función sociológica (Bulmer, 1978, p. 8-9). Bulmer (1978) comenta, refiriéndose al campo de las Investigaciones Estratégicas, que la “Investigación Básica” ha tenido, como marca permanente, una fuerte orientación unidisciplinaria, dificultando su aplicación en políticas públicas. En el extremo opuesto, los estudios interdisciplinares han sido bastante cuestionados por la poca consistencia teórico-metodológica. Según él, los surveys se transformaron en el reino del sentido común, pues frecuentemente están orientados: (a) por el “empirismo” y por el “positivismo”, cuya ideología se basa en el principio de que los hechos hablan por sí mismos y de que nada existe más allá de los datos; (b) o por intereses políticos de los cientistas o de las autoridades que encomiendan y financian su trabajo. En este segundo caso, existe un supuesto, generalmente falseado por la realidad, de que los gobernantes y políticos necesitan conocer los hechos para poder optar al tomar decisiones. El riesgo del empirismo y del positivismo es el de minimizar los problemas teóricos y la reducción del papel del investigador al de un relevador de datos técnicos y proveedor de información. Una vez que presenta su visión técnica de la realidad, su papel cesa, y la interpretación pasa a ser conducida por otros, y las relevancias son expuestas por intereses políticos y económicos, como señala Wright Mills (1952). Mi experiencia personal de más de veinte años en el campo de la investigación social en salud en colaboración con epidemiólogos, me enseñó que no es necesario realizar elecciones parciales. Es posible desarrollar investigaciones básicas sobre temas aún poco desarrollados, abarcando problemas estratégicos desde el punto de vista de su relevancia social y direccionar los resultados de forma operacional. Varios trabajos del equipo del Claves (Centro Latinoamericano de Estudios sobre Violencia y Salud/Fiocruz) en el cual trabajo, apuntan hacia el hecho de que en todas las investigaciones del área de salud colectiva es posible juntar consistencia teórica y relevancia social en la dirección que aquí menciono de forma bastante concreta: (1) ya en la construcción del proyecto, prever los productos que se pretende construir; (2) en su desarrollo realizar todos los procedimientos (generalmente de forma interdisciplinaria que contengan aspectos socio-antropológicos y epidemiológicos del problema focalizado), teóricos y metodológicos típicos de la investigación básica; (3) en el proceso de análisis, direccionar la reflexión y los resultados para descubrir o comprender aspectos de la realidad que necesitan intervención, orientándolos hacia niveles de especificidad; (4) adicionalmente construir, con los 30 datos y el análisis de la investigación, un texto complejo, ejecutivo, directo y corto que pueda servir para la acción social. Concluyo diciendo que la Investigación Social no puede ser definida de forma estática o estancada. Necesita ser conceptualizada históricamente y entendiendo todas las imposiciones, contradicciones y conflictos que configuran su camino. A su vez, su ámbito de acción precisa salir de los marcos de la unidisciplina y del academicismo. Sobre todo en el campo de la salud, la realidad a ser abordada se presenta siempre como una totalidad que involucra a diferentes áreas de conocimiento y abarca la dinámica del mundo de la vida. Y por último, debo resaltar una vez más que el universo de la investigación social y de los investigadores vive bajo el signo de las contingencias históricas. Por un lado, están las dificultades de financiamiento que cercenan o restringen las posibilidades, tanto de la investigación como del direccionamiento de las conclusiones. Por otro, existen cuestiones éticas y científicas que el investigador tiene que enfrentar sobre la realidad y sobre el destino del producto artesanal que realiza, en lo referente al alcance de sus acciones y al uso social que se pueda hacer de ella para la sociedad en la que vive. 31 Capítulo 3 Contradicciones y consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos Discusión crítica sobre los métodos cuantitativos y cualitativos El conocimiento científico se produce por la búsqueda de articulación entre la teoría y la realidad empírica. El método, tiene una función fundamental: tornar plausible el abordaje de la realidad a partir de las preguntas planteadas por el investigador. En el campo de la salud colectiva, los métodos frecuentemente usados en estudios de poblaciones humanas son los cuantitativos (más frecuentes a través de la epidemiología) y cualitativos (más utilizados por las ciencias sociales). Al desarrollar una propuesta de investigación y al desplegar las etapas de una investigación, el investigador trabaja con el reconocimiento, la conveniencia y la utilidad de los métodos disponibles, frente al tipo de información necesaria para que se cumplan los objetivos del trabajo. Frecuentemente, la discusión relativa a los métodos cuantitativos y cualitativos en el abordaje de lo social y de la saludcolectiva se ha desarrollado de forma inadecuada y por oposición, muchas veces irreconciliable, como muestra la historia de su desarrollo (Pirès, 1982). La dicotomía que se establece en la práctica, como ya fue mencionado anteriormente, no se condice con lo que epistemológicamente es más correcto y plausible. Propiedades numéricas y cualidades intrínsecas son atributos de todos los fenómenos, como señala Kant (1980). Sin embargo, históricamente, predominaron los estudios de orden cuantitativo de lo social, ocultando cuestiones de significado y de intencionalidad. En este libro analizo sobre todo el método cualitativo. Por lo tanto no elaboro ninguna discusión en profundidad sobre el método cuantitativo y reconozco su importancia para el análisis de magnitud de los fenómenos. Tan solo me ocupo de algunas críticas que vienen siendo realizadas a ese predominio por varios motivos: la forma de legitimación científica tradicional es la cuantificación; la actividad intelectual fundada en la mensuración se tornó hegemónica en la producción de datos para ser aplicadas en las políticas públicas en todo el Occidente desde la Segunda Guerra Mundial; al rechazar cualquier análisis contextualizado de la realidad por miedo al riesgo de la ideologización, los investigadores dejan la puerta abierta a la manipulación de los datos por parte del poder y en consecuencia, consagran el tecnicismo, tan bien definido por Théodore Roszak: El gran secreto de la tecnocracia de lo social es su capacidad de convencernos del siguiente silogismo: que las necesidades vitales del ser humano, contrariamente a todo lo que nos fue enseñado por los grandes sabios, son de carácter puramente técnico, o sea, que las exigencias de nuestra especie son susceptibles a ser plenamente determinadas por un análisis formal, conducido por especialistas calificados; que esas exigencias pueden 32 ser traducidas en programas sociales y económicos y así satisfechas y que, si un problema no tiene solución técnica es tan sólo un falso problema, una ilusión, una ficción generada por cualquier tendencia cultural regresiva 1970, p.24). El uso de métodos cuantitativos tiene el objetivo de sacar a la luz datos, indicadores y tendencias observables o producir modelos teóricos de alta abstracción con aplicabilidad práctica. Su naturaleza se diferencia, según Kant en su Matemática Trascendental (1980), por referirse al plano de la extensividad y de las regularidades en los fenómenos. En las ciencias sociales contemporáneas, el abordaje cuantitativo está profundamente marcado por la reproducción del positivismo clásico, según el cual: (a) el mundo social opera de acuerdo con leyes causales últimas; (b) el fundamento de la ciencia es la observación sensorial; (c) la realidad consiste en estructuras e instituciones identificables como datos brutos por un lado, creencias y valores, por otro; (d) estos dos órdenes son correlacionados para proveer generalizaciones y regularidades; (e) lo real son los datos estadísticos sobre los hechos, considerados datos objetivos, por lo tanto, valores y creencias son realidades subjetivas que sólo pueden ser comprendidas a partir de análisis cuantificables (Hughes, 1983). Las restricciones al cuantitativismo volcado hacia la interpretación de informaciones sociales no se refieren a las técnicas que utiliza, dado que son instrumentos de trabajo indispensables. Se dirigen al reduccionismo en la evaluación de la realidad social. Adorno & Horckheimer (1979) llegan a decir que el método positivista empírico amenaza con fetichizar sus asuntos, transformándose a sí mismo en un fetiche, en la medida en que reduce la objetividad al método y no llega al contenido. Más allá de las críticas filosóficas citadas por Hughes (1983), los teóricos de la sociología comprensiva acrecientan las siguientes: (a) los abordajes cuantitativos sacrifican los significados (Harrison, 1947; Dilthey, 1956; Weber, 1949; Schutz, 1963); (b) parten de la creencia ingenua de que las distorsiones en el abordaje de la realidad pueden ser evitadas por la codificación; (c) los métodos cuantitativos cuando se aplican a lo empírico tienden a simplificar la compleja vida social limitándola a los fenómenos que pueden ser enumerados (Park & Burgess, 1921); (d) generalmente, los cuantitativistas trabajan a priori y preconceptuosamente, tomando como familiar los fenómenos que observan, sin tener en cuenta el sentido que los hechos y las cosas tienen para los sujetos que los viven (Harrison, 1947; Schutz, 1964). ¿Qué es el método cualitativo? El método cualitativo es lo que se aplica al estudio de la historia, de las relaciones, de las representaciones, de las creencias, de las percepciones y de las opiniones, producto de las interpretaciones que los humanos hacen con relación a cómo viven, construyen sus instrumentos y a sí mismos, sienten y piensan. Aunque ya hayan sido utilizados en los estudios de aglomerados de grandes dimensiones (IBGE, 1976; Parga Nina, et al., 1985), los abordajes cualitativos se adecuan mejor a investigaciones de grupos y segmentos delimitados y focalizados, de historias sociales bajo la óptica de los actores, de relaciones y para el análisis de discursos y de documentos. 33 Este tipo de método tiene fundamento teórico, más allá de permitir develar procesos sociales aún poco conocidos referentes a grupos particulares, propicia la construcción de nuevos abordajes, revisión y creación de nuevos conceptos y categorías durante la investigación. Se caracteriza por la empiria y por la sistematización progresiva del conocimiento hasta la comprensión de la lógica interna del grupo o del proceso en estudio. Por eso, es también utilizado para la elaboración de nuevas hipótesis de estudios, construcción de indicadores cualitativos, variables y tipologías. En la comparación con los abordajes cuantitativos, entiendo que cada uno de los dos tipos de método tiene su papel, su lugar y su adaptación. Sin embargo, ambos pueden conducir a resultados importantes sobre la realidad social, quedando sin sentido asignarle prioridad a uno sobre el otro. Para hablar filosóficamente sobre el tema, es importante sacar a luz la reflexión de Granger en su artículo sobre “Modèles qualitatifs, modèles quantitatifs dans la connaissance scientifique” (1982). El autor pone su atención en lo que parece obvio: los acontecimientos son percibidos inicialmente como cualidad, en dos niveles: en primer lugar, como lo vivido absoluto y único; en segundo lugar, la experiencia es vivida a nivel de la forma, de modo que puede ser comprendida por contraste (es un recorte del campo perceptivo) y por continuidad (se expresa en la unidad y en la indivisibilidad). Sin embargo, el mismo autor señala el riesgo de “una reducción simplista de lo cualitativo”, cuando el observador se contenta con la percepción de alguna parte del fenómeno que observa y esta es tan sólo un predicado contingente y relativo del objeto, produciendo percepciones incompletas. Granger distingue “cualidad objetiva” y “cualidad del objeto psíquico” y considera que es un esfuerzo necesario de la epistemología de las ciencias humanas actuales, establecer relaciones entre “cualidad del objeto psíquico” y estructuración científica (1967, p.197). Es así medianamente claro que la utilización de métodos y técnicas no cuantitativas en una investigación, no es una cuestión de elección de una alternativa o de preferencias personales: son procedimientos simplemente necesarios. [...] La necesidad de usar métodos y técnicas no cuantitativas es consecuencia de la necesidad de captar algo de los aspectos subjetivos de la realidad social, y de reconocer la dualidad real entre lo cuantitativoy lo cualitativo (Granger, 1967, p. 82-83). A su vez, Mannheim (1968), un estudioso de la sociología del conocimiento, también se opone a la visión del positivismo clásico que intenta tornar mensurables, discernibles y sin ambigüedades a todos los factores sociales. Comenta que existen ciertos términos tan cargados de valores que sólo un integrante del sistema social estudiado puede comprenderlo. Advierte sobre la participación del sociólogo como observador de la realidad que investiga y dice que eso puede significar el sacrificio de lo que a veces se considera como la necesaria “neutralidad y objetividad 34 científica”. Pero, dice además, que el intento de obtener objetividad, en el sentido positivista, se configura como el real obstáculo a los conocimientos sociológicos: Está claro que una situación humana sólo es caracterizable cuando se toman en consideración las concepciones que los participantes tienen de ella, la forma en que experimentan sus tensiones en esa situación y cómo reaccionan a esas tensiones así concebidas (Mannheim, 1968, p.70). Completa afirmando que: Para trabajar con las ciencias sociales es necesario participar del proceso social. Pero esa participación en el inconsciente colectivo no significa, de modo alguno, que se falsifiquen los hechos o que sean vistos incorrectamente. Por el contrario, la participación en el contexto vivo de la vida social presupone la comprensión de la naturaleza interna de su contenido. El desprecio por los elementos cualitativos y la completa restricción de la voluntad no constituye objetividad y sí negación de la cualidad esencial del objeto (1968, p.73). Las palabras de Mannheim expresan el pensamiento de diversas corrientes teóricas de las ciencias sociales, pero, al mismo tiempo, se vinculan a un enfrentamiento en el campo intelectual en cuanto a los estudios de orden comprensivo. El funcionalismo destaca a importancia del sentido social de la conducta humana, en oposición a las atribuciones individuales de los motivos de las conductas. O sea, sustituye las explicaciones subjetivas por los determinantes de los sistemas culturales y busca el sentido de la interrelación entre órganos y funciones. La sociología comprensiva, cuyo representante clásico es Weber, dice que el carácter definidor de la acción social es su sentido. “En la acción está contenida toda la conducta humana, en la medida en que el actor le atribuye un sentido subjetivo” (1974, p.110). La fenomenología, cuyo exponente en el campo de las ciencias sociales es Schutz (1982), defiende la idea de que las realidades sociales son construidas en los significados y a través de ellos, y sólo pueden ser identificadas en la medida en que se sumerja en el lenguaje significativo de la interacción social. El lenguaje, las prácticas y las cosas son inseparables en el abordaje fenomenológico, dado que los significados son generados en la interacción social. En el marco de referencia fenomenológico, el mundo se presenta al individuo bajo la forma de un sistema objetivado de designaciones compartidas y de formas expresivas. El marxismo clásico, a su vez, interpreta la realidad como una totalidad en la que tanto los factores visibles como las representaciones sociales integran y configuran un modo de vida condicionado por un modo de producción específico. A pesar de la pluralidad de interpretaciones de las corrientes de pensamiento citadas, todas tienen en común el reconocimiento de la subjetividad y de lo simbólico como partes integrantes de la realidad social. Del mismo modo, todas aportan hacia el interior del análisis, el indisociable entrecruzamiento entre subjetivo y objetivo, entre actores sociales e investigadores, entre hechos y significados, entre estructuras y representaciones. 35 El valor de la investigación cualitativa, no obstante, no es reconocido integralmente ni siquiera dentro de las ciencias sociales. Muchos cientistas sociales consideran importantes los estudios cualitativos tan sólo para fines exploratorios, recomendando siempre el uso de cuestionarios estructurados para lo que definen como “investigación científica”, en la cual son exigidos testeos de hipótesis, posibilidades de repetición por la estandarización de las preguntas y tests de validez y fidedignidad. Esa concepción es oriunda del positivismo, cuya suposición es que el refinamiento de los instrumentos estandarizados y de las técnicas estadísticas es capaz de solucionar la fidedignidad de las investigaciones, como ya fue dicho. Refiriéndose a las restricciones que el propio campo de las ciencias sociales realiza a los estudios de cuño cualitativo, el sociólogo canadiense Pirès (1982) muestra que tal repudio fue magnificado en el pensamiento americano de la década del ‘30 del siglo XX, a través de cientistas sociales importantes como Stouffer (1931) que, luego de analizar diversos trabajos con abordajes metodológicos cuantitativos y cualitativos, optó por los primeros. Este autor de gran influencia en el campo de la investigación social, partió de la constatación de las dificultades técnicas de trabajar con datos subjetivos en la construcción del conocimiento y confirió el título de “pre-científico” al método cualitativo (Stouffer, 1931), afirmando que su contribución es “útil para dar una idea” y sus hallazgos “no son generalizables”. En otros momentos, llamó ostentosamente a la investigación cualitativa de “periodismo oscuro y abominable”. “No pueden ser descartadas las dificultades de trabajar con un abordaje metodológico de un tipo de ciencia donde el observador y el observado son de la misma naturaleza y donde el investigador y su tema comparten los mismos recursos” dice Giddens (1978, p.234). Por eso, muchas veces los críticos tienen razones en sus resguardos como demuestra Minayo (1998), basándose en una revisión de trabajos cualitativos de autores brasileños del área de la salud, a partir de los años ‘80: hay muchas investigaciones mal elaboradas e interpretaciones simplistas; hay descuidos evidentes en las fundamentaciones teórico-metodológicas de diversos trabajos; persiste la antigua confusión entre las opiniones de los sujetos y la lógica interna de sus representaciones; muchos investigadores profesan un empirismo arraigado que los lleva a considerar como ciencia a la propia descripción de los hechos provistos por los actores sociales, tomando la versión de las personas sobre los hechos como la verdad misma; algunos promueven un modo de involucrarse con los valores, emociones y visión del mundo en el análisis de la realidad, que es perjudicial para el proceso investigativo. En el mismo sentido señala Eco (1992) que el principio de la semiótica ilimitada no puede constituirse en una derivación incontrolable de sentidos. Aunque las interpretaciones de un texto, de un habla, de un evento, puedan ser múltiples, no todas ellas son buenas. No se puede establecer cuál fue la que alcanzó la mejor comprensión, pero es absolutamente posible decir cuales son inaceptables. En síntesis, también en la investigación cualitativa es importante la objetivación, o sea, el proceso de investigación que reconoce la complejidad del objeto de las ciencias sociales, teoriza, 36 revé críticamente el conocimiento acumulado sobre el tema en cuestión, establece conceptos y categorías, usa técnicas adecuadas y realiza análisis que son al mismo tiempo específicos y contextualizados. La objetivación lleva a repudiar el discurso ingenuo o malicioso de la neutralidad, pero exige buscar formas de reducir la incursión excesiva de los juicios de valor en la investigación. Los métodos y técnicas de preparación del objeto de estudio, de colecta y de tratamiento de losdatos ayudan al investigador, por un lado, a tener una visión crítica de su trabajo y, por otro, a actuar con instrumentos que lo conduzcan a elaboraciones más objetivadas. Actualmente, existe un gran esfuerzo teórico-metodológico en Brasil y en el plano internacional (Minayo, 1989; 1991; 1993; 1998; 2003; Bosi & Mercado, 2004; Mercado, Gastaldo & Calderón, 2002; Wolcott, 2003; Corbin & Strauss, 2003; Coffrey & Atkinson, 2002) para dar sustentación a las investigaciones cualitativas y desarrollar su potencial de contribución a los análisis sociales. Esto ocurre por diversos motivos que se conjugan, entre los cuales, (a) la fuerte emergencia de la cuestión social, (b) resaltada por los procesos de exclusión y por una mayor conciencia de los derechos de los diferentes actores sociales y (c) por la crítica entre pares que crece con el aumento de la producción científica utilizando ese abordaje. Posibilidades de combinación: métodos cuantitativos y cualitativos Sobre la combinación de métodos, la antropología, aún la funcionalista, intenta romper la barrera de las explicaciones simplistas, creando abordajes más complejos, como propone Malinowski (1975) diciendo que es preciso: (a) documentar estadísticamente, “mediante evidencias concretas”, todo lo que puede ser mensurado en la “estructura de la sociedad”; (b) complementar los registro cuantitativos a través de la observación de la “forma en que determinadas costumbres, reglas o excepciones son vividas en el cotidiano por los nativos pues esos son fenómenos sociológicos”; (c) estar atento al “cuerpo y sangre de la vida real pues ellos componen el esqueleto de las construcciones abstractas”; “comprender los imponderables de la vida real”; (d) oír y buscar comprender el “punto de vista, las opiniones y las expresiones de los nativos”, o sea, tener en cuenta las maneras típicas del pensar y sentir que corresponden a las instituciones y a la cultura de una comunidad (1975, p. 54-60). La propuesta antropológica de Malinowiski, puede ser practicada, con mayor o menor perfección, como lo evidencian diversos trabajos que utilizan la estrategia de triangulación de métodos, como los de Minayo & Cruz Neto (1999); Minayo, et al. (2003); Minayo & Minayo-Gomez, (2003); Minayo, Assis & Souza, (2005). La cuestión de las relaciones entre lo cuantitativo y cualitativo, secundada por el problema epistemológico de la objetividad y de la subjetividad, no puede ser asumida de forma simplista como una opción personal del cientista al abordar la realidad. Tiene que ver con el carácter del objeto específico de conocimiento aquí tratado: con el 37 entendimiento de que en los fenómenos sociales, existe la posibilidad de analizar regularidades, frecuencias, pero también relaciones, historias, representaciones, puntos de vista y lógica interna de los sujetos en acción. Varios documentos recientes, entre ellos la Carta de Otawa (Brasil, 1996) y artículos nacionales e internacionales, definen la salud como un proceso social en el cual las sociedades hacen elecciones conscientes o inconscientes para asegurar las condiciones en las cuales las personas pueden ser saludables (Minayo, 2000). Al expresar tal tesis, los actores colectivos enuncian que este tema forma parte de la esfera de su vida y se expresan en la economía, en la política, en el derecho y en la experiencia subjetiva y no tan sólo en el campo denominado sector salud (Minayo & Minayo-Gómez, 2003; Minayo, et al., 2003). Trasladar la discusión de la salud hacia la arena política y vivencial (Gadamer, 1999) tiene por fundamento la convicción de que es un bien social compartido. En consecuencia, su manutención y promoción son de responsabilidad colectiva e individual, aunque todos tengan conciencia de que, en las complejas sociedades contemporáneas, los derechos son distribuidos de un modo diferente y apropiados de forma heterogénea y conflictiva. Por eso, los problemas atinentes al ámbito de la salud necesitan ser comprendidos a través de categorías clasificatorias que contemplen las diversidades y las diferencias. De esas categorías, las más estructurantes son: clases y segmentos de clases, género, edad y etnia, expresando condiciones de vida y de trabajo, en espacios y tiempos socio-demográficos y culturales específicos. Vivencias desiguales construyen formas diversas de pensar, sentir y actuar respecto a la salud y a la enfermedad: no hay salud ni construcción social de la salud en abstracto y por fuera de la sociedad que las generan, como hace mucho tiempo señalaban Lévy-Strauss (1963); Marcel Mauss (1950) y Boltanski (1979). Infinitos ejemplos sobre la singularidad cultural de los fenómenos atinentes a la salud y a la enfermedad que exigen investigación cualitativa podrían ser aquí descritos, como lo prueban los estudios sobre explicaciones religiosas relacionados con la muerte en general o sobre la mortalidad infantil en el nordeste brasileño, por ejemplo (Minayo, 1991); sobre la gestación y el parto en las periferias de la ciudad de México (Scrimshaw, 1987); sobre causas y orígenes de las enfermedades en tribus neozelandesas en Marcel Mauss (1974), y más recientemente, en Sfez (1997) que investigó el fenómeno al que denomina concepción y representación de la “salud perfecta” en las clases adineradas de la sociedad americana, japonesa y europeas pos- industriales. La comprensión de las especificidades citadas anteriormente sería imposible a través de métodos cuantitativos. Desde un punto de vista conceptual, por lo tanto, forma parte de una visión compleja de la ciencia, incorporar teóricamente y en la práctica, la evidencia empírica de que salud y enfermedad no se reducen a una experiencia orgánica, biológica y externa a los sujetos. Tales reflexiones se escudan en los fundamentos de la teoría de Weber (1974) sobre el significado subjetivo de la acción social. Así, la comprensión particular e intersubjetiva de determinada situación, produce 38 comportamientos que a su vez se bifurcan, transformando la experiencia “en una profecía auto- realizable” (Thomas, 1970, p. 246). Tales premisas reafirman, en las experiencias de salud y enfermedad, la intrincada relación entre hechos, eficacia de ideas (Weber, 1974) e intencionalidad (Schutz, 1964). A su vez, el reconocimiento de que el sector salud trabaja, al mismo tiempo, con problemas colectivos y determinaciones biológico-sociales (Latour, 1994) o biológico-social- ambientales (Waltners-Toews, 2001; Forget & Lebel, 2001) no disminuye la responsabilidad del investigador de entender que todos los problemas se materializan en la realidad antropológica. De allí que las exigencias epistemológicas para la investigación cualitativa y para los abordajes cuantitativos y cualitativos son fundamentales. La combinación de métodos, sin embargo, se constituye en un desafío, dado que en la práctica científica contemporánea, los abordajes cuantitativos y cualitativos pasaron a significar no sólo dos formas “profesionalmente distintas” de aprehender (epidemiología) y comprender (antropología) lo real, sino dos modalidades de investigación con campos teóricos propios, delimitados y frecuentemente antagónicos. Generalmente, las investigaciones epidemiológicas priman por la reificación de la estadística, basándose en la creencia positivista de la “verdad de los números” y, a su vez, las socio-antropológicas suelen aislarse de las bases cuantitativas, confundiendo frecuentemente la “verdad” con el significado expresado por los sujetos. Históricamente, se puede observar, que las relaciones entre epidemiología y ciencias sociales vienen construyéndose en la convivencia con al menos tres modelos de explicación de lasenfermedades: el organicista, el social y el ecosistémico. El primero le confiere una existencia independiente a la salud y enfermedad, cuyo modelo más radical era el de la teoría microbiana que se vanagloriaba de poder superar todas las ideologías políticas e interpretaciones sociales que minaban el campo de la cientificidad de la medicina (Nunes, 1985). Su versión contemporánea se evidencia en las áreas más avanzadas de las investigaciones básicas y aplicadas de la genética, que prometen la utopía de la “salud perfecta” de forma independiente a los procesos sociales, según Sfez (1997). Un segundo modelo, articula salud y enfermedad con condiciones de vida. Ejemplos de su aplicación pueden ser encontrados en John Snow (1967), sobre la Transmisión del Cólera y el trabajo de Engels sobre la Situación de la Clase Trabajadora en Inglaterra (1977). Este modelo se radicalizó en la epidemiología brasileña y latinoamericana. Como reacción al tecnicismo y al biologicismo de la medicina y de la epidemiología tradicional, surgió en la región, en los años ‘70 del siglo XX, una corriente de pensamiento que proponía pensar salud y enfermedad a través de su historia social, bajo la visión del marxismo en su aspecto estructural. Su aplicación aparece en el llamado “paradigma de la epidemiología social”, (Breilh, 1979; Laurell, 1987), que centra su discusión en la idea de la equidad social y expresa su mayor vigor en la área temática de trabajo y ambiente (Carvalho, 2002). Esa corriente está hoy en retroceso, acompañando la crisis del marxismo en la sociedad occidental y en el pensamiento sociológico. 39 Su decadencia se debe sobre todo a la falta de consistencia de su estructura, mucho más política que científica, dando margen a las críticas sobre la idea de totalización de la determinación de lo social actuando en la producción de la salud/enfermedad. Las consideraciones actuales focalizan la fragilidad epistemológica de la epidemiología social por sustentarse en las bases del pensamiento marxista mecanicista. Diversos autores cuestionan la mediación construida entre la visión positivista de la epidemiología descriptiva y el determinismo también positivista (Pereira, 2000; Medronho, et al., 2002) del marxismo althusseriano. En realidad, la epidemiología social como propuesta histórica reciente, no se desprendió de las corrientes teóricas fundamentadas en la filosofía de la conciencia (o sea, de la observación exterior de los fenómenos). Su abordaje, por momentos asumió la cuestión social como escenario de producción de las enfermedades, en otros como determinante sin mediaciones, de las situaciones, de los comportamientos y de los sujetos. De la misma forma que la epidemiología positivista, la epidemiología social tuvo poco en cuenta las cuestiones de la subjetividad y los procesos micro-sociológicos del mundo de la vida, que complejizan las expresiones de salud y enfermedad en el terreno de la práctica. Si es verdad que los problemas sociales se expresan en las condiciones de salud, es porque lo social está simultáneamente en la propia producción fisiopatológica y epidemiológica, permeando y modificando sus manifestaciones y no sólo dándoles contención. Por eso, al resaltar las dificultades de la conceptualización, Almeida Filho dice que “será siempre redundante cualquier referencia a una epidemiología social” (1989, p.5). El tercer modelo viene desarrollándose, sobre todo, a partir de la teoría cuadrangular de Lalonde (1956) sobre los factores que interfieren en la salud, de la Carta de Otawa (Brasil, 1995) y tiene su expresión actual en el denominado abordaje ecosistémico de salud. Este tipo de enfoque está influenciado por varios movimientos entre los cuales el ambientalista y el feminista, intentan combinar la epidemiología de las enfermedades con las condiciones sociales que las determinan o influyen en su ocurrencia y, también, con variables ambientales. Su fundamento, aunque presentado de forma mucho más compleja, se remonta a las teorías ecológicas y multicausales de las enfermedades (Waltners-Toews, 2001; Forget & Lebel, 2001; Minayo, 2002). Dentro de este modelo, los factores reconocidos en los procesos socio-sanitarios concretos son vistos de forma combinada. Sus principios orientadores son, en primero lugar, (1) el pensamiento sistémico, para el cual toda la complejidad de los seres vivos necesita ser tenida en cuenta para la producción de la salud humana; (2) las cuestiones de género deben ser evidenciadas en las investigaciones y acciones transformadoras; (3) la equidad es un principio básico de la promoción de la salud, y (4) la participación y la responsabilización social de los diferentes actores tomados en sus contextos tienen que ser incorporadas como parte integrante de la construcción de una vida saludable. Desde un punto de vista disciplinario, las corrientes explicativas de los procesos de padecimiento se basan en tres pilares principales: las ciencias biológicas, sociales y estadísticas (incluyendo las ciencias matemáticas y la demografía) (Pereira, 2000). Sin embargo, el énfasis disciplinario siempre recayó en las ciencias biológicas y en la estadística. Inicialmente, el status de 40 cientificidad de la epidemiología era dado por la descripción anatomofisiológica, microbiológica y parasitológica detallada en la mediación del proceso patológico. Posteriormente, “con la sofisticación del análisis estadístico y el empleo de la informática, la epidemiología de los factores de riesgo adquiere la casi exclusividad como producción científica del área [epidemiología] y llega hasta a definirla” (Medronho, et al., 2002, p. 6). Aún actualmente, la mayoría de las veces, la inserción de las teorías sociales en la epidemiología se hace a través de la apropiación de términos de forma ideológica o a través del sentido común. Esto sucede no sólo en el momento de la reducción de conceptos a variables, sino también en la incorporación superficial y acrítica de marcos teóricos. En una compilación de referencias denominada Bases Históricas de la Epidemiología, Almeida Filho (1989) detalla el proceso de construcción de esa disciplina, en una escalada rumbo al cuantitativismo y al abordaje tecnicista: (a) se remonta a una apropiación de la Aritmética Política de William Petty y de los relevamientos de Estadística Médica de John Graunt en el siglo XVII (Last, 1983); (b) se articula a los estudios a través del método numérico para el conocimiento de la incidencia y prevalencia de enfermedades en Francia, en Estados Unidos y en Inglaterra, en el siglo XIX (Lilienfeld, 1976); (c) es hija de la institucionalización de la Estadística Médica, en Inglaterra, a partir de los trabajos de William Farr, quien, desde 1839, creó el registro anual de mortalidad y morbilidad para Inglaterra y el País de Galles (Last, 1983), pero sólo se institucionaliza al ser enseñada como disciplina en las universidades ya en el siglo XX. MacMahon et al. (1969) escribieron el primero manual de Epidemiología, en la década del ‘60 del siglo XX. La búsqueda de cientificidad positivista en la naciente disciplina y en la construcción de la propia historia de la Epidemiología ocurrió pari passu con la revolución bacteriana. El extraordinario desarrollo de la bacteriología, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, provocó un innegable fortalecimiento de la medicina organicista, contrariando las tentativas de la llamada Medicina Social y Política que en aquel mismo período, intentaba buscar los nexos entre el origen de las enfermedades y las cuestiones sociales (Nunes 1985; 1999). Así, la epidemiología cuantitativista pasó a diferenciarse de la Salud Pública, reproduciendo el diagnóstico médicoontológico y nosológico de la historia natural de las enfermedades. Pero también ocurrió lo contrario: “la versión británica de la Medicina Social evolucionó hacia una vertiente supuestamente técnica, constituyendo la llamada Salud Pública” (Almeida Filho, 1989, p. 3). Es importante observar la simbiosis teórica que desde entonces se viene produciendo entre salud pública y epidemiología: esa especie de “sinonimia” está presente en textos, debates y congresos del área y manifestándose, ora en forma de reducción, ora en forma de expansión. Los reduccionistas privilegian la visión técnica y biológica de la distribución de las enfermedades en la población. Los expansionistas, cuya lógica bebe de la fuente originaria de la Medicina Social del siglo XIX (Nunes, 1999), juntan y articulan conceptos y métodos de la epidemiología y de las ciencias sociales. Algunos de ellos, se apropian de las teorías sociológicas con éxito, otros las incorporan de forma naturalizada y mecánica. 41 En síntesis, se puede concluir que las dos formas más comunes de absorción de los conceptos sociológicos usados para el análisis del contexto de los procesos de salud enfermedad, por la epidemiología, han sido su instrumentalización o su uso ideológico. En este último caso, más allá de considerar a la epidemiología social como la propia salud pública, el abordaje marxista de la epidemiología tomó una determinada vertiente del marxismo (la más vulgar, según Perry Anderson, 1987) como la totalidad de la ciencia social. En esa praxis sucedió algo paradójico: por un lado, la producción de un análisis con alto nivel de abstracción y el uso de esquemas macro-sociales y anti-antropológicos; por otro, la creciente búsqueda de perfeccionamiento y el uso cada vez más sofisticado y tecnicista de los métodos y de las técnicas bioestadísticas para explicaciones de los problemas de salud y enfermedad. En el medio, se generó un vacío interpretativo de los procesos sociales vivenciados en el cotidiano. Por lo tanto, la propuesta diferenciadora de la epidemiología crítica está aún por ser realizada, teniendo en cuenta que el término crítica, en su matriz, históricamente significó sumisión a la corriente marxista de carácter estructuralista, a la cual se agregó, sin mediaciones, el análisis de datos cuantitativos. En la década del ‘80 y ‘90 del siglo XX, se realizaron algunos intentos de concientizar a los estudiosos del área sobre el lugar del “sujeto” en la epidemiología y en las prácticas de planificación. Sin embardo, continúan siendo hegemónicos los abordajes tecnicistas en los que el dinamismo de lo social es un “lugar vacío” o, cuando mucho, un “elemento de estrategia”. En oposición al florecimiento del tecnicismo epidemiológico, el análisis de la epidemiología social tal como era realizado, prácticamente cayó en desuso. Al terminar esta crítica y en rigor de verdad, es preciso decir que el malestar en relación al reduccionismo y al fetichismo del método también es relatado y asumido por epidemiólogos que buscan la incorporación de las ciencias sociales en sus marcos reflexivos y analíticos, como es relatado en la introducción de dos recientes e importantes libros brasileños que sirven de base a la formación de una nueva escuela de epidemiólogos. Ambos textos plantean la incorporación de las ciencias sociales, que trabajan con relaciones y significados en el abordaje epidemiológico, como una condición esencial para su desarrollo en el siglo XXI (Medronho, et al., 2002; Pereira, 2000). Por su parte, la introducción de las Ciencias Sociales al campo de construcción de la Salud Pública en general, se hizo de forma funcionalista, a causa de la hegemonía histórica de la medicina en el área de las ciencias de la salud. Aunque la reflexión sobre la interferencia de los aspectos económicos, políticos y sociales sobre la salud sea antigua y haya florecido a mediados del siglo XIX, la racionalidad médica siempre predominó en los intentos de formalización teórica del área. Los términos referentes a lo social nunca fueron merecedores de una profundización conceptual. Fue en el siglo XX, cuenta Nunes (1985), que los sociólogos, antropólogos y psicólogos fueron llamados, como profesionales, a integrar el campo de salud. En un primer momento, en los abordajes predominó el carácter conductivista y funcionalista, respondiendo a la demanda del campo médico que siempre procuró tener acceso a las claves de comprensión de los diferentes 42 códigos con los que los legos conceptualizan y vivencian los procesos de salud y enfermedad, acceden a los servicios e interpretan los tratamientos. El objetivo de las primeras articulaciones fue pragmático: administrar normas de comportamiento saludables a los legos. En un segundo momento, les fue pedido a los cientistas sociales que suministraran análisis más minuciosos sobre las “variables sociales” de la historia de las enfermedades. Esa ha sido la forma más común de articulación disciplinaria entre el área de la epidemiología y de la clínica con las ciencias sociales. Hasta hoy, gran parte de lo hecho en los países subdesarrollados con financiamiento de organizaciones internacionales conserva el mismo paradigma. En necesario señalar aquí que, también en las ciencias sociales, ha predominado la lógica tecnicista, irradiada desde Estados Unidos, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, tornándose hegemónica. De este modo, la confusión entre cientificidad y cuantificación no constituye un privilegio del área de la epidemiología, como ya fue mencionado anteriormente. En el caso brasileño, la presencia de los cientistas sociales en el campo de la salud es relativamente reciente, de tal modo que la historia de su inserción sistemática tiene poco más de 30 años (Nunes, 1985;1999;1983; Canesqui, 1998; Minayo, 2000; Luz, 2000). La mayoría, en los años ‘70 y ‘80, siguió la línea académica más general en la sociología nacional, distinguiéndose por la realización de análisis macro-sociales, institucionales y de estudios a partir de datos secundarios y documentales. Algunos se destacan por las contribuciones epistemológicas y sociológicas y otros por el análisis de las políticas del sector. Es interesante observar que, antes de los años ‘80, eran raros los cientistas sociales de la salud que iban a campo y producían trabajos empíricos con la población. Los estudios étnicos eran exclusividad de los antropólogos stricto sensu. Una extensa y profunda revisión bibliográfica realizada por Nunes, que data de 1985, mapea prácticamente en todo el territorio, tan sólo un estudio antropológico sobre salud en el conjunto de la producción científica brasileña de salud. Hoy, esa contribución es substancial y entre otros, cito aquí Alves & Rabelo (1998); Rabelo, Alves & Souza (1999); Knauth (1998); Duarte & Leal (1998); Alves & Minayo (1994); Carrara (1996); Rodrigues (2001); Deslandes (2002). De la misma forma que en la epidemiología, en las décadas del ‘70 y ‘80 del siglo XX, los cientistas sociales que trabajaban en el sector salud en Brasil, en su mayoría, produjeron un saber cuya matriz se restringía a las teorías marxistas, en su aspecto positivista y estructural de inspiración althusseriana. A partir de mediados de los años ‘80 hubo una inflexión de las inversiones teórico-conceptuales y metodológicas en otros abordajes comprensivos y dialécticos de las determinaciones y del lugar de la intersubjetividad. En relación al marxismo, la fuerte influencia de Althusser fue substituida por el pensamiento de Gramsci (1981), cuya elaboración teórica se mostraba mucho más abierta en relación al campo de las ideas, de la subjetividad y de la historia. Desde entonces, comienzan a configurarsealgunas tendencias: (1) crisis o abandono de los marcos referenciales basados en las meta-narrativas o de las macro-teorías; (2) aumento de la producción científica de base comprensiva, diferenciándose de la tendencia cada vez más 43 acelerada de la epidemiología para reverenciar los poderes de las técnicas estadísticas; (3) significativos intentos de producción de estudios interdisciplinarios, transdisciplinarios por triangulación de métodos cuantitativos y cualitativos en los abordajes de los problemas de salud. Quiero poner atención sobre dos tipos de cuestionamientos que frecuentemente han sido realizados a los cientistas sociales por otros profesionales e investigadores sobre estudios cualitativos en el área de salud. Por un lado, existe una crítica contundente con relación a la baja potencialidad de aplicación práctica de los conocimientos generados. Ese cuestionamiento, generalmente, pone en evidencia la dificultad de muchos profesionales del área social de superar el formato del análisis de alto nivel de abstracción teórica, poco propositivos, distantes de los problemas inmediatos y ausentes de una perspectiva de acción que el campo de la salud demanda. Ahora bien, el área de la salud, aún proporcionando un campo significativo para la inversión en investigaciones básicas, clama por una relación más comprometida con las prioridades sociales. En este sentido, es importante poner atención a la sabiduría de Wright Mills en su clásica obra Imaginación Sociológica (1952) sobre las relaciones entre los cientistas y la realidad. En ella, el autor dice, que el papel de los cientistas sociales debería ser el de evidenciar, para sus contemporáneos, la significancia de la dinámica de la sociedad en que viven y el sentido de su participación específica. La utilidad de la ciencia, dice Mills, es dada por su capacidad de transformar los grandes problemas sociales que el pueblo vive en cuestiones públicas a favor de cambios sociales, colaborando para que los ciudadanos informados sean capaces de salir de sus límites individuales para sentirse parte de una historia, con la cual su biografía está estrechamente vinculada. Esta misma tesis es apoyada por otros renombrados autores como Adorno & Horkheimer (1991), dos exponentes de la llamada Sociología Crítica Alemana. Otra fuente de crítica de los epidemiólogos a la producción de las ciencias sociales en el área de la salud se refiere a lo contrario de lo que fue expuesto anteriormente. Se relaciona con el empirismo (Minayo, 2002) ingenuo de muchos estudiosos que transforman opiniones, creencias y quejas de los usuarios del sistema de salud en verdades, evidenciando una incapacidad para realizar análisis contextualizados, fundamentados y elaborados teóricamente. Ese cuestionamiento tiene como telón de fondo una cantidad de estudios simplificados o fenomenológicos, donde los investigadores se desentienden de “construcciones de segundo orden” (Schutz, 1982, p.137), cuyo peso debería caberles. En tales producciones, la verdad de los informantes se confunde con la verdad científica, desacreditándose su posible contribución. Las dos principales críticas expuestas anteriormente tensionan el antiguo debate sobre el papel de la ciencia, de la técnica y de aquello que sea la construcción de una tecno-ciencia (modelo más difundido en el campo de la salud). Ellas exponen, también, el significado praxiológico de la ciencia, sobre todo en un área en que los descubrimientos y propuestas se refieren a valores tan fundamentales como la vida y la muerte, la salud y la enfermedad. 44 Las posibilidades de contribución de la interacción entre teorías y métodos para el análisis de los problemas de salud provienen, justamente, de sus diferencias. Por un lado, se fundamentan en la búsqueda de una comprensión en profundidad de los valores, prácticas, lógicas de acción, creencias, hábitos y actitudes de grupos e individuos sobre la salud, la enfermedad, las terapéuticas, las políticas, los programas y demás acciones protagonizadas por los servicios de salud. Y, por otro lado, se basan en la lectura de la explicación por extenso de cómo esos sujetos, agregados en un nivel poblacional, se tornan expuestos o vulnerables a eventos o procesos que ponen en riesgo su salud, cómo se enferman, cómo y con qué magnitud demandan tratamiento y atención. Más que pares de oposiciones, los métodos cuantitativos y cualitativos traducen, cada cual a su manera, las articulaciones entre lo singular, lo individual y lo colectivo, presentes en los procesos de salud-enfermedad. La interacción dialógica entre ambos aportes (y no por yuxtaposición o subordinación de uno de esos campos) constituye un avance innegable para la comprensión de los problemas de salud. Para la práctica interdisciplinaria, el ejercicio teórico disciplinario es tan fundamental como el diálogo entre las diferentes áreas. No obstante, la articulación entre diferentes campos del saber sólo es posible si pasa por las traducciones de las distintas lógicas y criterios de cientificidad, de una hermenéutica del modus operandi de cada metodología y de la arquitectura de los conceptos que cada teoría de referencia presenta. Sin ese diálogo de los fundamentos de cada una de las ciencias, los practicantes de las diferentes tradiciones científicas estarán restringidos al infructífero debate de los límites de tal o cual concepto, de las condiciones de su operacionalización o de la yuxtaposición de métodos y técnicas. El ejercicio de triangulación de métodos no es fácil ni simple. Los que deciden realizarlo necesitan profundizar, concomitantemente, conceptos disciplinares, de forma tal que todos aquellos conceptos que sean esenciales para la investigación puedan ser confrontados y enriquecidos transversalmente. Por razones epistemológicas y prácticas ya citadas, es preciso reivindicar a los investigadores que están rompiendo las barreras y ampliando las fronteras del conocimiento, sin desatender el rigor y la competencia. En síntesis, la experiencia de trabajo con abordajes cuantitativos y cualitativos muestra que: 1) no son incompatibles y pueden ser integrados en un mismo proyecto de investigación; 2) una investigación de cuño cuantitativo puede aportar cuestiones que pueden ser respondidas sólo a través de estudios cualitativos, transfiriéndole un aporte comprensivo y viceversa; (3) que la estructura cualitativa es la que mejor se conjuga con los estudios de situaciones particulares, grupos específicos y universos simbólicos; (4) que todo el conocimiento de lo social (a través del método cuantitativo o cualitativo) siempre será un recorte, una reducción o una aproximación; (5) que en lugar de oponerse, los estudios cuantitativos y cualitativos, cuando son realizados en conjunto, promueven una construcción más elaborada y completa de la realidad, dando lugar al desarrollo de teorías y nuevas técnicas cooperativas. Concluyo este texto con las palabras de un epidemiólogo: 45 Es imperativo abrir la ciencia epidemiológica a la investigación de los aspectos simbólicos (tales como valor, relevancia y significado) del riesgo y de sus determinantes. Si llevamos este abordaje contextual hasta sus últimas consecuencias lógicas, podemos decir que “factores de riesgo sociales” no son más que la expresión del modo de vida de grupos poblacionales. Así, para dar cuenta del gran desafío de desarrollar una epidemiología del modo de vida, precisamos, por lo tanto, emprender una reevaluación metodológica radical de nuestra disciplina (Almeida Filho, 2000, p.174).46 Parte II Teoría, Epistemología y Métodos: caminos del pensamiento Envolver una teoría con el manto de la verdad es atribuirle una característica no realizable históricamente. Nada es más perjudicial al proceso científico que el apego a enunciados evidentes, no discutibles. Solamente en teoría se puede decir que la ciencia es la interpretación verdadera de la realidad, porque en la práctica, toda interpretación realiza tan sólo una versión históricamente posible (Demo, 1981, p. 25). Antes de tratar el tema específico de la Metodología de la Investigación social, es importante discutir el legado de las Ciencias Sociales, como menciona Enmanuel Wallerstein (1999), haciendo un recorrido por las raíces de este campo de conocimiento que tiene “padres fundadores”, data de fines del siglo XIX y entrelaza disciplinas, estructuras corporativas y comunidades de investigadores, configurando una cultura específica. En la sociología, Durkheim, Weber y Marx constituyen la trilogía que presenta las contribuciones seminales y, al mismo tiempo, evidencia formas diferenciadas de ver el mundo y de interpretarlo. Aunque las Ciencias Sociales hayan avanzado y se hayan diversificado en cuanto a los temas que abordan y las teorías que engloban, estos tres autores son las referencias clásicas de las diversas corrientes de pensamiento, demostrando que ninguna teoría de la sociedad es neutra y que cualquier estudio tiene, implícitas o explícitas, marcas teóricas de parentesco. Se puede decir también que ninguna de las líneas de pensamiento sobre lo social tiene el monopolio de comprensión de la totalidad. A los hechos y procesos se accede por aproximación, dando la razón a la observación de Lenin: “la marcha de lo real es siempre filosóficamente más verdadera y más profunda que nuestros pensamientos más profundos” (1965, p.235). Con relación a las principales corrientes de pensamiento, entrelazaré algunas interpretaciones reflexivas, alertando siempre al lector, que se trata de un simple resumen de ideas, cada una de ellas respaldada por respetables autores, de gran sabiduría y potencia intelectual. Los referenciales que tomo para este estudio son los trabajos originales de los autores y los análisis de estudiosos como Hughes (1983) y Wallerstein (1999) para las ciencias sociales en general y, para la aplicación en el campo de la salud, textos de Nunes (1983; 1985; 1999) García (1983) y Donnangelo (1983); Luz (1979), entre otros. En Ciencias Sociales y Salud en América Latina, Nunes toma 1.663 referencias de la producción teórica en el área, entre los años de 1950 y 1979, clasifica el material y lo analiza 47 dentro de un marco referencial histórico-estructural, pasando por la (a) Medicina Tradicional; (b) Servicios de Salud; (c) Proceso Salud/Enfermedad y (d) Formación de Recursos Humanos. En el estudio del material referido, Nunes profundiza sobre varias cuestiones que no constituyen el objeto de preocupación de este libro, pero enfatiza además un enfoque que se vincula al tema: las corrientes de pensamiento de la producción intelectual del período recortado, contextualizándolas al interior de las preocupaciones más amplias de la sociedad brasileña y latinoamericana. Sin querer establecer etapas estancadas, Nunes muestra que, en la década del ‘50, las investigaciones estuvieron marcadas por las teorías funcionalistas y culturales, sirviendo a la implementación del desarrollo y la organización de la comunidad. En las décadas del ‘60 y ‘70, los abordajes fenomenológicos influenciaron efectivamente el pensamiento y las prácticas de la salud colectiva. Cuestionaron la omnipotencia y la omnipresencia del Estado sobre los individuos y sobre los grupos de referencia y la arbitrariedad impositiva de las clases dominantes a través de los sistemas de salud. Su emergencia hizo eclosionar una reacción de negación de los principios positivistas y funcionalistas más volcados hacia el todo y hacia las masas, en favor de una afirmación de los derechos individuales, del principio de la autonomía de las personas y de la construcción de grupos mediadores frente al Estado y a las grandes instituciones médicas y sanitarias. La fenomenología ocupó un lugar importante en las reflexiones sobre los significados subjetivos de la salud y de la enfermedad y en la condena teórica del anonimato, de las leyes generales y de las invariaciones propias del positivismo sociológico. A partir de los años ‘70, hubo un gran incremento de la producción intelectual en el área de salud, dentro del enfoque marxista histórico-estructural. La presencia del marxismo en el ambiente académico de la salud coincidió con la resistencia ciudadana al autoritarismo y a la violencia política vigente en el período de la dictadura militar. Ese movimiento, que agrupaba en una organización denominada informalmente “partido sanitario”, contribuyó a la producción de una crítica teórico-práctica sobre la fragilidad y la fragmentación del análisis fenomenológico (Nunes, 1985), proponiendo cambios estructurales en la distribución de la salud, como bien social, y del acceso a los servicios de salud, en Brasil y en América Latina. Las tres corrientes de pensamiento continúan vigentes, actuantes y de forma competente en el análisis referente a la relación Salud y Sociedad. Forman parte de la propia pluralidad ideológica de la sociedad actual, donde las visiones sociales del mundo están comprometidas con posturas concretas en la práctica teórica y política. Sin embargo, advierto sobre el hecho de que la lógica del capitalismo contemporáneo, marcado principalmente por las transformaciones en las formas y fundamentos de la comunicación y de la información, saca a la luz las nociones de red y de sistemas para explicar la dinámica de la realidad actual. Aunque desarrolladas inicialmente por la biología y por la cibernética, las corrientes de “pensamiento sistémico” vienen asumiendo, de a poco, un lugar también en las ciencias sociales y en los estudios que componen el área de la salud. 48 En 1983, Garcia ya advertía que ninguna de las corrientes de pensamiento desconoce la vinculación de la medicina con la estructura social, sin embargo, sus diferenciaciones se explicitan en la interpretación de cómo se da esa vinculación y con qué grado de autonomía o dependencia se sitúa el fenómeno salud-enfermedad en tanto manifestación biológico-social. Las diferentes visiones del mundo presentes en las interpretaciones de la realidad reflejan la dificultad del pensamiento de aprehender y comprender el objeto “social” y, en consecuencia, la “salud” en toda su complejidad y sus articulaciones. Esta parte contiene dos capítulos fundamentales. El primero se compone de la introducción a las principales corrientes sociológicas de pensamiento que tienen influencia en la teoría y en la práctica de la salud: el positivismo, el comprensivismo, el marxismo y el pensamiento sistémico. En el segundo, presento algunos abordajes comprensivos con sus potencialidades de aplicación en los estudios y las investigaciones del sector. 49 Capítulo 4 Corrientes de Pensamiento Positivismo sociológico El positivismo constituye la corriente filosófica que mantiene el dominio intelectual en el seno de las Ciencias Sociales y también en la relación entre Ciencias Sociales, Medicina y Salud. Las tesis básicas del positivismo pueden ser resumidas de este modo: (1) la realidad se constituye esencialmente de aquello que los sentidos pueden percibir; (2) las Ciencias Socialesy las Ciencias Naturales comparten un mismo fundamento lógico y metodológico: se diferencian tan sólo en el objeto de estudio; (3) existe una distinción fundamental entre el hecho y el valor: la ciencia se ocupa del hecho y debe buscar liberarse del valor. La hipótesis central del positivismo sociológico es que la sociedad humana es regulada por leyes naturales que abarcan el funcionamiento de la vida social, económica, política y cultural de sus miembros. Por lo tanto, cuando los cientistas sociales analizan un determinado grupo o comunidad tienen que descubrir las leyes invariables e independientes de su funcionamiento. De allí deriva que los métodos y técnicas para conocer a una sociedad o determinado segmento de ella, deban ser de la misma naturaleza que los empleados en las ciencias naturales. Y aún más, de la misma forma que las ciencias naturales defienden un conocimiento objetivo, neutro, libre de juicios de valor, de implicancias político-sociales (lo que podría también ser cuestionable) también las ciencias sociales deben buscar, para su cientificidad, este “conocimiento objetivo”. En otras palabras, dentro de la filosofía positivista, el cientista social debe comportarse frente a su objeto de estudio –la sociedad, cualquier segmento o sector de ella– libre de juicios de valor, intentando neutralizar cualquier intervención que pueda perjudicar su objetividad en la explicación de los fenómenos. La postura positivista argumenta ser una ciencia social desvinculada de la posición de clase, de valores morales y de la posición política de los cientistas. Denomina “pre-juicios”, “pre- conceptos”, “pre-nociones” al sentido común sobre los asuntos estudiados y al conjunto de valores y opciones político-ideológicas del investigador. En la propuesta positivista, el cientista siempre debe superar los límites de su subjetividad (Durkheim, 1978). La ciencia positivista tiene sus raíces en la filosofía de las luces del siglo XVIII (Lowy, 1986). Para Lowy, el padre del positivismo es Condorcet, un enciclopedista que formuló de forma clara y precisa la idea de que la ciencia de la sociedad debería ser una Matemática Social basada en estudios cuantitativos rigurosos y probabilísticos. Condorcet consideraba que, de la misma 50 forma que en las ciencias físicas y matemáticas, los intereses y las pasiones no deberían perturbar ni influenciar los estudios de las ciencias sociales. Por eso atribuía las dificultades en el progreso del conocimiento de la realidad, al hecho de que lo social era, en su tiempo, objeto de intereses religiosos y políticos. De allí que la meta de los estudiosos debería ser conseguir una elaboración “libre de preconceptos” (Condorcet, citado en: Mora, 1982). Condorcet podría ser considerado un crítico avanzado para su época, tomando en cuenta que la realidad social era entonces interpretada por los códigos de la religión católica y por la autoridad del Estado oligárquico. Ese pensador declaraba la necesidad de romper con ese monopolio autoritario del pensamiento, liberando a las ciencias de lo social, de los intereses y pasiones de las clases feudales, de las doctrinas teológicas, de los argumentos de autoridad de la Iglesia y de todos los dogmas fosilizados. Lowy incluye entre los discípulos de Condorcet y defensor de sus ideas, al socialista utópico Saint-Simon (Lowy, 1986), para quien la ciencia de la sociedad consistía en una “fisiología social”, cuya dinámica tiene dos movimientos históricos: las épocas críticas que consiguen eliminar las fosilizaciones sociales, y las épocas orgánicas que se caracterizan por la estabilidad y la reproducción de las estructuras. Saint-Simon señalaba que, en su época, había dos clases que parasitaban el organismo social: el clero y la aristocracia. Y, por lo tanto sería preciso que esas fosilizaciones dieran lugar a una nueva forma de organización del cuerpo social. Para eso presentaba un proyecto nuevo de sociedad, basado no en la igualdad, sino en una pirámide de clases, apuntando a elevar la capacidad productiva de las personas a un grado máximo de desarrollo. Según Saint-Simon, la moral y las ideas tienen que ser distintas para las distintas clases fundamentales, con el fin de que la sociedad sea libre y dedicada a la producción. Proponía que la iglesia fuese substituida por la fábrica (Saint-Simon, citado en Mora, 1982). Tanto la propuesta de la matemática social de Condorcet, como las teorías “fisiológicas de la sociedad” de Saint-Simon hacían una dura crítica social de su tiempo. Señalaban cuales eran las clases dominantes y opresoras y proponían cambios que se condecían con la nueva sociedad industrial que se agigantaba. Hasta el inicio del siglo XIX, el positivismo diseñado por estos precursores constituyó una visión social-utópica-crítica del mundo de su tiempo 1 . No se podría decir lo mismo de las teorías de Augusto Comte, aunque este autor se considerara heredero de los dos primeros. Para Comte, el pensamiento debería ser totalmente positivo. O sea, debería ser eliminado del pensamiento todo el contenido crítico para que los cientistas descubriesen las leyes de la 1 Uso aquí el término utópico en el mismo sentido que Karl Mannheim en Ideología y Utopía (1968). Mannheim distingue los conceptos de ideología y utopía. La primera estaría constituida por concepciones, ideas, representaciones y teorías que se orientan a la estabilización, legitimación y reproducción del orden vigente. Las ideologías serían el conjunto de las doctrinas y teorías de carácter conservador, o sea, que sirven para la manutención del sistema social de forma general. Por el contrario, las Utopías serían las representaciones, ideas y teorías que consideran una realidad aún inexistente. Traen en su interior una dimensión crítica, de negación, ruptura y posibilidad de superación del status quo. Es en este sentido que se puede hablar de los “elementos utópicos” en el positivismo de Condorcet y Saint-Simon. 51 sociedad. Su “método positivo”, proponía que el cientista social se consagre teórica y prácticamente a la defensa del orden oponiéndose a lo que consideraba el “«negativismo» peligroso de las doctrinas críticas, destructivas, subversivas y revolucionarias de la Revolución Francesa y del Socialismo” (Comte, 1978, p. 44). Su teoría social, fue llamada inicialmente por él mismo como Física Social y definida de este modo: “La Física Social es una ciencia que tiene por objetivo el estudio de los fenómenos sociales, considerados bajo el mismo espíritu que los fenómenos astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos” (1978, p. 13). Comte decía que existe un orden interno que rige la sociedad de la misma forma que ese orden existe en la naturaleza. Toda sociedad caminaría hacia la armonía, el desarrollo y la prosperidad. Al cientista social le correspondería descubrir ese orden y explicitarlo a los lectores para que, a partir de su comprensión, la estabilidad social fuese mantenida. Comte consideraba importante que los sociólogos le explicaran a los proletarios la ley que rige la distribución de las riquezas, la concentración del poder económico y su lugar en la sociedad. Al hacerlo estarían cumpliendo el rol pedagógico de enseñar que los lugares que ocupan los trabajadores, son resultantes de la propia naturaleza de la organización social que tiene sus leyes invariables. Según este pensador, los trabajadores reconocerían, gracias al positivismo, las ventajas de la sumisión y del hecho de que no tendrían que preocuparse por gobernar la sociedad sino entregar el gobierno a otras manos más sabias y más poderosas. De esta forma, el positivismo como “ciencia libre de juiciosde valor y neutra” se proponía no contradecir los hechos políticos tal cual se presentan, sino aceptarlos y legitimarlos. Estas son las palabras del autor: El positivismo tiende, poderosamente, por su propia naturaleza, a considerar el orden público a través del desarrollo de una sabia resignación. Porque no puede existir una verdadera resignación, o sea, una disposición permanente de soportar con constancia y sin ninguna esperanza de cambio los males inevitables que rigen todos los fenómenos naturales, si no es a través del profundo sentimiento de que esas leyes son inevitables. La filosofía positiva, que crea esa disposición, se aplica a todos los campos, incluso a los males políticos (Comte, 1978, p. 70). Según Comte, los elementos distintivos del espíritu positivista serían el sentido de realidad, la utilidad, la certeza, la aptitud orgánica y el buen sentido práctico. No hay dudas de que el positivismo clásico se combina con todo el conservadurismo político y legitimador de situaciones vigentes y lo fundamenta. No es ocioso recordar que el lema de la bandera nacional republicana brasileña “Orden y Progreso” tiene su inspiración en la doctrina positivista, en su filosofía social y en su ideología política. En el campo de las ciencias sociales propiamente dichas, fue Durkheim el primero en fundamentar teórica y metodológicamente el positivismo que existía como doctrina, trayéndolo para la comprensión de la sociedad. Este autor seminal, para divulgar la nueva ciencia a la que denominó “sociología” y clasificó como disciplina científica, creó la más antigua revista del área 52 denominada L’ Année Sociologique, cuyo centenario se conmemoró en 1998 y reunió a un grupo importante e influyente de pensadores. Reconociéndose como discípulo de Comte, Durkheim se dedicó a pensar la especificidad del objeto de la sociología, relacionándola con las otras ciencias para proyectar los fundamentos de un método para la investigación social. Para él, el objetivo de la sociedad es estudiar hechos que obedecen a las leyes invariables, de forma objetiva y neutra. Los “pre-juicios” y las “pre- nociones” provenientes de la ideología y de la visión del mundo del sociólogo deberían ser eliminados de las investigaciones a través de las reglas del método científico: “la sociología no es individualista ni socialista”, decía (Durkheim, 1978b, p. 27). En el prefacio de la segunda edición de Las Reglas del Método Sociológico, escrito en 1901, Durkheim refuta críticas a su propuesta diciendo que “los hechos sociales deben ser tratados como cosas” y que cuando dice eso significa que “cosa” se opone a “idea” en el sentido de que son externas a los individuos. Por eso, ratifica su concepción de la sociedad como un fenómeno moral, en la medida en que los modos colectivos de pensar, percibir, sentir y actuar incluyen elementos de coerción y obligación, constituyendo así una conciencia colectiva que se expresa en la religión, en la división del trabajo y en las instituciones. Pero este fenómeno moral, dice él, precisa ser observado objetivamente, “como una cosa”, para ser debidamente explicado. Para eso, Durkheim creó un método para aprehensión y explicación de la realidad social, correspondiéndole al cientista: (a) describir las características de los hechos: todo aquello que se afirma de una acción concreta, sus grados de adaptación y sentido, su explicación comprensiva y causal, debería ser punto central de verificación; (b) demostrar el devenir de los hechos; (c) relacionarlos entre sí; (d) encontrar su organicidad; (e) intentar separar lo que son “representaciones” de lo que son hechos propiamente dichos, “cosa-real” (1978). En su método, Durkheim distingue la categoría “sentido común”, como una creación cultural de los miembros de una sociedad para explicar y describir el mundo en el que viven, de los “conceptos científicos”, que constituyen elaboraciones teóricas que permiten describir, clasificar, explicar, organizar y correlacionar los “hechos sociales” de forma “objetiva”. Respondiendo al espíritu de su tiempo, una época histórica marcada por el poder político y religioso de la iglesia, Durkheim insistió, categóricamente, en que las causas de los hechos sociales deben ser buscadas en otros hechos sociales y no en la teología o en los individuos. Por lo tanto, los sociólogos deberían describirlos, clasificarlos con precisión y de forma independiente, hasta incluso, de sus propias ideas sobre la realidad. Este fundador de la sociología enseñaba que, ciertamente un cientista social tiene sus preferencias políticas, simpatiza con los trabajadores o con los patrones, es liberal o es socialista, pero, en el ejercicio de su ciencia, precisa hacer callar sus pasiones. Sólo en ese silencio debe iniciar su estudio (1978). Esa externalidad del observador en cuanto a lo que debe ser observado en lo social es la esencia de su método. Frente a las críticas que recibió, Durkheim siempre reafirmó sus principios teóricos: la existencia de la coerción social que se reafirma en las instituciones y en su funcionamiento; la idea 53 del hecho social que depende de interacciones individuales, pero que resultan en creencias y modos de comportamiento colectivos; en la tesis de que la realidad es socialmente construida y que existe una realidad objetiva de los hechos sociales que es diferente de los fenómenos que se refieren al individuo en sus emociones y fisiología. Estos deberían ser estudiados por la psicología y por la biología, respectivamente. Una de las principales influencias del positivismo en las ciencias sociales es la práctica de la investigación empírica. Metodológicamente, hasta hoy, bajo la óptica positivista, eso significa el descubrimiento de las características de regularidades e invariaciones en los hechos sociales, entendidos por Durkheim como “toda forma de hacer, fija o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coerción exterior” o aún “lo que es general en el conjunto de una determinada sociedad teniendo, al mismo tiempo, una existencia propia, independiente de las manifestaciones individuales” (1978a, p.92). Para descubrir las regularidades, Durkheim y los positivistas en general invocan la imagen del organismo humano, enfatizando los términos estructura y función, morfología y fisiología, en una clara apropiación de los términos del organismo biológico como referencia a la sociedad y a su dinámica interna. Aunque el positivismo sociológico predomine en las Ciencias Sociales, aún hoy es el centro de muchas críticas. La más fuerte restricción a esa corriente proviene de la constatación de que los seres humanos no son simplemente forma, tamaño y movimiento: poseen una vida interior que escapa a la observación primaria y que, en sí, constituye una realidad pasible de análisis. De allí derivan diversas controversias. La primera se vincula a la cuestión de la “neutralidad” y de la “objetividad” que, según Durkheim, podrían ser sostenidas, dado que al cientista social le cabría observar manifestaciones comportamentales exteriores a él mismo. Sin embargo, ese argumento no tiene en cuenta que todo lo que es hecho por los humanos (por lo tanto, por cualquier cientista) pasa por su subjetividad, siendo totalmente imposible hablar de “objetividad” en su sentido pleno. La historia del positivismo revela que la concepción de objetividad y de neutralidad se confunde con la realización de estudios de cuño cuantitativo. Actualmente, hay un desarrollo extremadamente rápido de métodos de investigación de base estadística, que reproducen no sólo un método científico sino, con certeza, una doctrina que tiene, en su base, ideas bien establecidas y conservadoras. Muchas investigaciones(no todas) se eximen hasta de un análisis contextual, temiendo contaminar la pureza de los “datos” 2 y emitir algún juicio de valor. La fuerza del positivismo se asocia a su funcionalidad con el poder, sobrevalorizándose la tendencia de usar instrumentos de análisis como si estos hablaran por sí mismos, con la ilusión de que no hay nada más allá de ellos. Este comportamiento se inspira en Durkheim, en el Prefacio de la primera edición de las Reglas del Método Sociológico: 2 Dentro de la concepción de este trabajo, no se acepta la idea de que un dato sea “puro” y sin contaminación subjetiva, pues quien elige la pregunta a través de la cual se obtiene un dato es un ser humano marcado por su historia y por sus intereses. Y aún más, en rigor no existe nada “dado” en investigación: todo es construido y construido por alguien que es un sujeto, tiene intereses e ideología. 54 No podemos caer en la tentación de sobrepasar los hechos, tanto para explicarlos, como para explicar su curso. [...] Si ellos son enteramente inteligibles, entonces le bastan tanto a la ciencia, porque, en este caso, no hay motivo para buscar fuera de ellos mismos su razón de ser; como a la práctica, porque su valor útil es una de sus razones (1978a, p.74). Hoy existe un consenso entre los que adoptan los principios positivistas, de que los datos son objetivos (susceptibles a errores calculables), cuando son producidos por instrumentos estandarizados, apuntando a eliminar fuentes de propensión de todo tipo y presentar una semántica observacional neutra. El lenguaje de las variables representaría la posibilidad de expresar generalizaciones con objetividad y precisión. Las cuestiones aquí señaladas superan los límites del debate sobre técnicas de investigación. No pretendo demonizar o negar el papel, la importancia y el sentido de las tecnologías cuantitativas. El problema presentado por la crítica teórica es la producción de una verdadera reificación del método que precisa ser criticada por lo menos en dos puntos: el primero es epistemológico y se refiere a la pretensión de que los datos observables expliquen la realidad, restringiéndola a lo cuantificable. El segundo es de orden moral. Sobre los dos aspectos vale la pena rememorar los sabios pensamientos de Wright Mills (1952) que, desde los años ‘50, cuestiona a la sociología positivista americana. Según este autor, el papel del cientista social debería ser el de poner en evidencia, para sus contemporáneos, la dinámica de la sociedad en la que vive y el sentido de su participación específica. La utilidad de las ciencias sociales estaría dada por su capacidad de transformar los grandes problemas vividos por el pueblo en cuestiones públicas, en favor de los cambios sociales, logrando que los ciudadanos sean capaces de salir de sus límites individuales y se sientan parte de una historia a la cual su biografía está estrechamente vinculada. Su crítica se centró, sobre todo, en la falta de perspectiva epistemológica de los que se empeñaban escrupulosamente en la construcción de modelos matemáticos para sus datos y que se mostraban totalmente incapaces de hacer un análisis sociológico de los indicadores que generaban, dejando, a los demandantes de las investigaciones, total libertad para usarlos de acuerdo con las interpretaciones que pasan por intereses económicos y políticos. El escrúpulo profesional tan difundido por los positivistas, que consiste en no interpretar hechos o proceso alguno que no pueda ser comprobado por datos matemáticos, en verdad se configura para Wright Mills como una obsecuencia al poder. De la misma forma que Wright Mills (1952), Adorno & Horckheimer (1991), exponentes de la Escuela Crítica en la Sociología de los años ‘70 y ‘80, desarrollaron un contundente análisis sobre la proliferación de los estudios cuantitativos en las Ciencias Sociales en general. Su evaluación fundamental fue que en las ciencias sociales contemporáneas existe una reificación y una fetichización de los métodos y de las técnicas, en detrimento de la teoría y de los contextos. Reafirmaron, coincidiendo con Wright Mills, que la “cuantificación” no había transformado a las Ciencias Sociales más “ciencia” ni más “científicas”. Detectaron que la proliferación de investigaciones positivistas en las cuales es indudable la obsesión por el rigor de las técnicas no 55 tiene ninguna correspondencia con la importancia de las investigaciones para la sociedad, dado que la mayoría de las preguntas y de los temas es mediocre y no se fundamenta en relevancias desde el punto de vista de los investigados. Funcionalismo como derivación del positivismo Una de las variantes del positivismo sociológico es el funcionalismo, cuyos representantes clásicos son, en la antropología inglesa, Malinowski (1975) y Radicliffe-Brown (1973) y, en la sociología americana, Merton (1970) y Parsons (1951). El positivismo no se constituye simplemente como una ciencia normativa con un conjunto de reglas uniformes. Cada autor, frente a los problemas que describe e interpreta, crea peculiaridades en la concepción y análisis de la realidad. Sin embargo, existe un substrato básico, una postura frente al objeto de estudio que permite colocar, lado a lado, a Merton, Parsons, Radcliffe-Brown y Malinowski. El funcionalismo ha sido la corriente de pensamiento (dentro del positivismo) más utilizada en los abordajes y en las prácticas del sector salud 3 . Los funcionalistas se diferencian de Comte (1978) y Durkheim (1978) en la medida en que niegan las leyes generales que rigen el funcionamiento de la sociedad como un todo. Además no reducen la ciencia de lo social a la descripción de acontecimientos o de hechos observables. Desarrollan un tipo de teoría especialmente aplicable a la comprensión de la estructura social y de la diversidad cultural que puede ser resumida en los siguientes principios: (a) Las sociedades son totalidades que se constituyen como organismos vivos. Están compuestas por elementos que interactúan, interrelacionándose y son interdependientes. Se componen como sistemas con subsistemas donde cada parte se integra al todo, produciendo equilibrio, estabilidad y siendo susceptibles de ajustes. (b) Por eso mismo cada sociedad tiene sus mecanismos de control para regular las eventuales influencias de elementos externos o internos que amenacen su homeostasis. Los “desvíos” y “disfunciones” forman parte de la concepción del sistema que, a través de los mecanismos propios de control, tienden a absorberlos, produciendo integración. Esta es la tendencia viva del sistema. (c) La integración se consigue a través del consenso, por medio de creencias, valores y normas compartidos socialmente por los subsistemas que interactúan constantemente y se refuerzan mutuamente. (d) La conceptualización de progreso, de desarrollo y de cambio es adaptativa. El sistema social tiene en sí la tendencia a la conservación y a la reproducción, por eso las innovaciones, las invenciones y las tensiones se direccionan hacia la revitalización del sistema y son absorbidas en su interior. Como en un organismo vivo cuya estructura permanece y se revigoriza en el movimiento funcional, los cambios sociales no alcanzan 3 Para una mejor comprensión del Funcionalismo se recomienda la lectura de: MALINOWSKI, Uma Teoria Cientifica da Cultura, Río de Janeiro: Zahar; 1975;____. Os Argonautas do Pacífico, San Pablo: Abril; 1984; RADCLIFFE-BROWN, A. R. Estrutura e Função na Sociedade Primitiva, Petrópolis: Vozes; 1973; MERTON, R. Sociologia: Teoria e estrutura, San Pablo: Mestre Jou; 1970; PARSONS,T. The Social System, Glencoe, Illinois: The Free Press; 1951. 56 las estructuras, no son revolucionarios. Suceden a nivel de la superestructura que tiene la función de adaptación y de manutención del status quo (Hughes, 1983; Timasheff, 1965). Los conceptos centrales del funcionalismo (sistema, subsistema, estructura, función, adaptación, integración, desvío y consenso) son coherentes con los principios del positivismo sociológico, para el cual las leyes que rigen los fenómenos sociales son atemporales, invariables y tendientes a la estabilidad y a la cohesión. La implicancia metodológica de ambos (positivismo sociológico y funcionalismo como una de sus variantes) es que las totalidades funcionales, aunque la investigación no sea de orientación empírica, sean replicables. La tarea principal del investigador, dentro de este esquema, es reproducir las condiciones globales de la existencia social de un grupo, describiéndolas en su complejidad, diversidad y movimiento integrador, de tal forma que puedan ser comparadas. Positivismo y Funcionalismo en los estudios en salud Entre los funcionalistas, Parsons tiene una relevancia fundamental para el sector salud, porque este cientista americano aplica la teoría funcionalista a la explicación de la medicina y de las relaciones entre médico y paciente en Estados Unidos. En su obra The Social System (1951), el tema central es el funcionamiento de las estructuras de las instituciones, consideradas como el nódulo y el foco de la Sociología. Las instituciones constituyen, según Parsons, el mecanismo integrador fundamental de los sistemas sociales, definidos ora como una pluralidad de agentes individuales interactuando, ora como una red de relaciones entre agentes. En esta obra el autor ofrece un concepto de salud/enfermedad, donde se puede desprender su visión funcionalista: “Es un estado de perturbación del funcionamiento normal del individuo humano total, comprendiéndose el estado del organismo como el sistema biológico y el estado de sus adaptación personal y social” (1951, p. 48). Un análisis lingüístico destaca, en la definición, la jerga funcionalista: estado, funcionamiento, normal, organismo, sistema, adaptación. En el concepto, lo biológico se vincula a lo social a través de la noción de equilibrio o de desequilibrio individual, frente a las presiones sociales. La enfermedad es, para Parsons, “una conducta desviada” y el enfermo es un personaje social que se reconoce en cómo la sociedad institucionaliza el desvío y el modo en que lo asimila y lo integra. De allí que, según su teoría, los roles y funciones del médico y del paciente son complementarios. La práctica médica es un mecanismo del sistema social que reconduce al enfermo a la normalidad, pero reconoce su desvío y lo institucionaliza. Tiene por finalidad el control de los desvíos individuales. Juan César García (1983), en su estudio sobre las corrientes de pensamiento en la medicina, hace una crítica contundente al funcionalismo de Parsons cuando analiza el sistema médico. Al definir la práctica de la medicina a través de la finalidad de curar y prevenir las 57 enfermedades, Juan César García dice que Parsons se limita a describir cómo funciona esa institución y se transforma en un fenómeno observable, desconociendo las condiciones de su producción y reproducción. Reduce la concepción de enfermedad a la noción de “desvío” ubicándola en el ámbito exclusivo del paciente y del médico. Enfatiza sus respectivos roles como actores sociales en el conjunto de la sociedad como si esta fuese armónica y equilibrada. Al atribuir mayor o menor susceptibilidad individual a las tensiones sociales responsables de la enfermedad, Parsons desconoce que la sociedad es siempre conflictiva, nunca está en equilibrio, está formada y permeada por intereses. Y, todo eso penetra en las instituciones médicas que son una producción social, así como lo son las determinaciones sociales de la salud y de la enfermedad. En síntesis, se concluye que el positivismo y su forma más utilizada que es el funcionalismo sociológico han sido las corrientes de pensamiento con mayor influencia y vigor en la producción intelectual referente al análisis de salud. Eso no es extraño, dado que esas teorías se prestan a conservar y justificar la práctica médica hegemónica y los enfoques prácticos en el tratamiento de los enfermos y de las enfermedades. Nadie duda de que la institución de la medicina y el área de la salud pública son profundamente autoritarias e impositivas. En su extensa revisión bibliográfica de la producción científica del área de la salud en América Latina, Nunes (1985) reafirma al positivismo como el pensamiento dominante de los años ‘50, permeando los análisis funcionalistas y culturalistas de la salud. Pero aún hoy tal corriente continúa viva y presente tanto en la producción científica como en la práctica, pudiendo ser identificada por algunas señales: (a) poca valorización conceptual del proceso salud y enfermedad y sus determinantes; (b) un enfoque pragmático y funcionalista de la medicina como se ella fuese una ciencia universal, atemporal y exenta de valores; (c) la valorización de las ciencias sociales como accesorio o complemento de la práctica y de las teorías médicas, considerándolas como ciencias normativas y con finalidad adaptativa y funcional; (d) una valorización excesiva de la concreción estadística en los estudios epidemiológicos en los que se tiende a confundir objetividad de las técnicas con verdad sobre los fenómenos. En la práctica médica y en sus relaciones con la sociedad, el positivismo se manifiesta, entre otras, de la siguiente forma: (1) En la concepción de la salud y de la enfermedad como fenómeno tan sólo biológico individual, donde lo social entra sólo como variable e ilustración del modo de vida, cuando no es omitido. (2) En la valorización excesiva de la tecnología y en la creencia de la capacidad absoluta de la medicina de erradicar las enfermedades. (3) En la dominación corporativa de los médicos con relación a otros campos del conocimiento, adoptándolos de forma pragmática (la sociología y la antropología son consideradas importantes tan sólo para hacer cuestionarios, producir informes culturales, enseñar algunos conceptos básicos). (4) En el tratamiento subalterno dado a otros profesionales del área (enfermeros, asistentes sociales, nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas y otros). (5) En el menosprecio al sentido común de la población. Esta postura nunca es totalmente victoriosa, pues al mismo tiempo 58 que descalifica a la medicina popular y las prácticas tradicionales, la medicina las absorbe (Freidson, 1971; Boltanski, 1979). Teorías Comprensivas Una segunda visión del mundo que ha tenido una profunda influencia en la construcción del conocimiento de la realidad, incluso en la interpretación de las relaciones entre medicina y sociedad, es la denominada Sociología Comprensiva. Ella es reconocidamente antipositivista y se desarrolló bajo los principios de la filosofía alemana, siendo Dilthey uno de sus exponentes. Como el propio nombre lo indica, la sociología comprensiva privilegia la comprensión y la inteligibilidad como propiedades específicas de los fenómenos sociales, mostrando que los conceptos de significado y de intencionalidad los separan de los fenómenos naturales. En la Introducción a las Ciencias del Espíritu, Dilthey polemiza con el positivismo, afirmando que los hechos humanos no son susceptibles de cuantificación y de objetivación porque cada uno de ellos tiene sentido propio e identidad peculiar, exigiendo una comprensión específica y concreta. De allí,él deduce, que son falsas las teorías sociológicas y la filosofía de la historia que ven en la descripción de lo singular una simple materia-prima para posteriores abstracciones: “no hay una última palabra de la historia que contenga el verdadero sentido” (Dilthey, 1956, p.25). En el campo de las Ciencias Sociales, fue Max Weber quien estableció las bases teórico- metodológicas de la Sociología Comprensiva. Contra los principios del positivismo, él dice que: “La sociología exige un punto de vista específico ya que los hechos de los que se ocupa implican un género de causalidad desconocido por las ciencias de la naturaleza” (1964, p.3). Su definición de Sociología pasó a ser un marco para los que consideran, teóricamente, el papel del individuo y de su acción en la construcción de la realidad: Es una ciencia que se preocupa por la comprensión interpretativa de la acción social, para llegar a la explicación causal de su curso y de sus efectos. En ‘acción’ se incluye todo el comportamiento humano cuando y hasta donde la acción individual le atribuye un significado subjetivo. La ‘acción’ en este sentido puede ser tanto abierta como subjetiva. [...] La ‘acción’ es social cuando, en virtud del significado subjetivo atribuido a ella por los individuos, tiene en cuenta el comportamiento de los otros y es orientada por él en su realización (Weber, 1964, p.33). Weber, como Durkheim, también invirtió en la difusión de su propuesta teórica, siendo coeditor del Archivo de Ciencias Sociales (Archiv für Sozialwissenschaft), publicación de gran relevancia en el desarrollo de ese área de conocimiento en Alemania. Weber considera “la captación de la relación de sentido de la acción humana” (1964, p.32) como el punto central de las Ciencias Sociales, afirmando que los sociólogos necesariamente tienen que analizar los significados subjetivos del acto social. Resalta en sus escritos que, al analizar la subjetividad, el cientista social no está haciendo psicología, y sí afirmando que la 59 sociedad es fruto de una interrelación de actores sociales, donde las acciones de unos son recíprocamente orientadas en dirección a las acciones de los otros. Por esa razón, para Weber, la sociología requiere un abordaje diferente de las ciencias de la naturaleza, dentro de los siguientes parámetros: (a) realización de investigaciones empíricas, con el fin de construir datos que den cuenta de las formulaciones teóricas; (b) los datos deben derivar del modo de vida de los actores sociales; (c) los agentes sociales dan significados a sus ambientes, relaciones y eventos de forma extremadamente variada; (d) y los mismos agentes pueden incluso describir, explicar y justificar sus acciones, motivadas por causas tradicionales, sentimientos afectivos o por elementos racionales; (e) las realidades sociales sólo pueden ser identificadas en el lenguaje significativo de la interacción social. Por eso, el lenguaje, las prácticas, las cosas y los acontecimientos son inseparables. En su formulación teórica, Weber, de la misma forma que Durkheim, está preocupado por la objetividad de la investigación. Por eso propone, para conseguir comprender la realidad social, dos principios metodológicos: (a) la neutralidad del valor y (b) la construcción del tipo-ideal. Partiendo del principio de que la historia humana se constituye de las “constelaciones singulares”, del “caso concreto”, el autor propone la teoría de los tipos-ideales como instrumento racional y teórico de aproximación a la realidad, en busca de una mirada, lo más objetiva posible. Los “tipos-ideales”, pensados por Weber, no existen en la realidad, son artificios, construcciones teóricas que permiten ordenar los fenómenos e indicar sus articulaciones y su sentido: representan el primer nivel de generalización de conceptos abstractos y, correspondiendo a las exigencias lógicas de la prueba, están íntimamente vinculados a la realidad concreta. Según el propio autor, son “conceptos histórico-concretos”. Sintetizan y evidencian los trazos típicos y originales de determinado fenómeno, tornándolo inteligible. Weber sugiere a los estudiosos este instrumento que él mismo utiliza, señalando que existe un sistema de “tipos ideales”, entre los cuales están los de ley, de autoridad y de legitimidad, de democracia, de capitalismo, de feudalismo, de sociedad, de burocracia, de patrimonialismo. La intención de Weber, al proponer el tipo ideal como instrumento metodológico de comprensión de la realidad es transformar a las Ciencias Sociales en rigurosas y fidedignas, pero a partir de una perspectiva diferente del abordaje positivista: No existe un análisis de la cultura absolutamente objetivo de los fenómenos sociales, independiente de los puntos de vista especiales y parciales, según los cuales, de forma explícita o táctica, consciente o subconsciente, aquellos son seleccionados y organizados para propósitos expositivos. Todo conocimiento de la realidad cultural, como puede ser visto, es siempre conocimiento a partir de puntos de vista específicos (Weber, 1949, p.72). Para Weber, las singularidades históricas son fruto de combinaciones específicas de factores generales que, si son aislados son cuantificables. Pero la forma numérica de su presentación precisa estar asociada a la visión de otros elementos que propician combinaciones peculiares, dado que todo lo que se afirma de una acción concreta, sus grados de adaptación y sentido, su 60 explicación comprensiva y causal, son hipótesis susceptibles de verificación. Por lo tanto, la interpretación causal correcta de una acción concreta significa que el desarrollo externo y el motivo de la acción fueron conocidos de forma tal que tiene en cuenta su sentido y sus articulaciones. Los estudios comprensivos que utilizan el diseño de tipo ideal para el análisis de un fenómeno o de una situación, para ser operativos, deben sintetizar y evidenciar los trazos típicos y originales de ese determinado fenómeno, tornándolo inteligible. La realización de una evaluación a partir del modelo de tipos ideales, (a) se funda en una investigación empírica que permita confrontar los datos de la realidad con el modelo (tipo ideal); (b) sus datos deben derivar siempre del modo de vida, de las relaciones y de las representaciones de los actores; (c) orientarse hacia la captación y comprensión de los múltiples y diferentes significados de los sujetos sobre los procesos que están viviendo y (d) apoyarse en la creencia de que los actores involucrados en intervenciones sociales son capaces de describir, explicar y justificar sus acciones y relaciones con argumentos afectivos, tradicionales y racionales. Aquellos que cuestionan los abordajes sociales a través de tipos ideales consideran que Weber, en el intento de escapar del positivismo que tanto criticó y, al mismo tiempo, apuntando a producir investigaciones objetivas, hizo de su diseño metodológico un artificio rígido que no se adecua a las realidades concretas y dinámicas. Sin embargo, no es del todo así. En su enfrentamiento teórico contra el positivismo, Weber reconoce que los valores tienen un papel destacado en la selección del objeto de investigación, en la elección de la problemática y en los interrogantes que el investigador se plantea. No obstante, cabe al investigador, buscar formas de garantizar la máxima eximición posible de la intromisión ideológica en los estudios sociales, a través del método y de la técnica. Su búsqueda de “objetividad” coincide con lo que, en este libro, se denomina “objetivación”, que apunta a asegurar, en el campo de la investigación, un proceso que contenga fundamentos teóricos y, al mismo tiempo, patrones universales y específicos, en la prácticade la investigación. A partir de los conceptos generales vinculados al comportamiento del fenómeno social, Weber sugiere que el investigador formule conceptos mediadores, adecuados y peculiares, apuntando a aproximarse cada vez más a las características concretas de los acontecimientos históricos y a las interacciones. Abordajes comprensivos en las investigaciones en salud Al sintetizar los principales aspectos de los abordajes comprensivos, es importante resaltar que, aunque existan diferentes métodos y diseños en su operacionalización, existen elementos comunes a todos: (a) su foco es la experiencia vivencial y el reconocimiento de que las realidades humanas son complejas; (b) el contacto con las personas se realiza en sus propios contextos sociales; (c) la relación entre el investigador y los sujetos investigados enfatiza el encuentro intersubjetivo, cara a cara y la empatía entre ambos; (d) los resultados buscan explicitar la racionalidad de los contextos y la lógica interna de los diversos actores y grupos que están siendo estudiados; (d) los textos provenientes de análisis comprensivos presentan la realidad de forma 61 dinámica y evidencian el punto de vista de los diversos actores frente a un proyecto social siempre en construcción y en proyección hacia el futuro y (d) sus conclusiones no son universalizables, aunque la comprensión de contextos peculiares permita inferencias más abarcativas que el análisis de las micro-realidades y sus comparaciones. En su texto: Las Corrientes de Pensamiento en el Campo de la Salud (1983), Juan César García se refiere a la forma específica del desarrollo de las teorías comprensivas y en particular a la fenomenología en el análisis sociológico y en el debate político sobre relaciones entre Medicina y Sociedad. En la década del ‘60 y con mayor fuerza en los años ‘70, la fenomenología, junto con el marxismo, propuso una crítica radical de las relaciones de producción y de los esquemas de dominación que acompañaron el enorme crecimiento de las fuerzas productivas de los países capitalistas a partir de la Segunda Guerra Mundial. La onda desarrollista, cuyos rumbos de progreso no significaron la socialización del bienestar; la constatación de la profundización de las desigualdades entre ricos y pobres, entre países centrales y países periféricos; el caos ecológico y social de los grandes centros urbanos y la corrida armamentista, todo eso hizo crecer un movimiento opositor en la sociedad civil y un cuestionamiento profundo a la ciencia como verdad incuestionable. La concepción positivista de la ciencia universal, atemporal y exenta de valores conduciendo los rumbos de la humanidad, fue siendo problematizada en el área de la salud por un debate teórico e ideológico que comprometió tanto cuestiones de la cientificidad de los postulados vigentes como de la ética de la investigación científica. En los años ‘60, autores fenomenólogos y marxistas se unieron en una crítica radical al contexto macro-social. Sin embargo, a partir de mediados de la década del ‘70, poco a poco fue delineándose una diferencia radical entre ambas corrientes de pensamiento en el campo teórico, ideológico y de propuestas vinculadas a los rumbos de los cambios necesarios del sector salud. Para García (1983), la fenomenología pasó de radical a reaccionaria, aunque su contribución haya sido fundamental. Los fenomenólogos consideran que la cura se basa en valores, símbolos y sistemas de significados compartidos en los grupos de referencia. Son esos grupos de referencia que protegerían a los individuos contra las grandes estructuras impersonales y anónimas en las cuales, comenta Schutz, se transforman en un número. A partir de esos principios, los fenomenologistas proponen una reforma del sistema de salud basada en los valores culturales de los individuos, de sus mediadores (los grupos) y de sus ecosistemas (Manning & Fábrega, 1973; Douglas, 1971). Las ideas fenomenológicas influenciaron también el surgimiento de líneas holísticas en la concepción de la salud y de la enfermedad, unificándolas en los siguientes puntos: (a) la salud tiene que ser pensada como un bienestar integral: físico, mental, social y espiritual; (b) los individuos deben asumir su responsabilidad inalienable frente a las cuestiones de su salud; (c) las prácticas de la medicina holística deben ayudar a las personas a desarrollar actitudes, disposiciones, hábitos y prácticas que promuevan su bienestar integral; (d) el sistema de salud debe ser reorientado para analizar las causas ambientales, comportamentales y sociales que 62 provocan las enfermedades; (e) las personas deben volcarse hacia la armonía con la naturaleza, y a la utilización de prácticas y medios naturales de tratamiento (García, 1983). Los resultados prácticos de las concepciones fenomenológicas sobre el sector salud han sido: (a) cuestionamiento del papel del Estado y de las grandes instituciones médicas; (b) incremento de los pequeños grupos privados y voluntarios volcados a la promoción de la salud; (c) reconocimiento de modalidades alternativas de expresión y de tratamiento de las enfermedades y daños; (d) surgimiento de nuevas formas institucionalizadas de salud pública, combinando asociaciones voluntarias, atención primaria, autocuidado, uso de la medicina tradicional, participación comunitaria y educación y salud vinculadas a la investigación-acción. No faltaron críticas de los fenomenologistas al positivismo con relación a diversos aspectos de su influencia en la institución médica, en la práctica médica, en la ética médica, en el sistema público de salud y en la concepción biomédica de salud y enfermedad. Un análisis contundente sobre el carácter reproductor y coercitivo de las instituciones y sobre los efectos negativos de la medicalización fue realizado por Ivan Illich en A Expropiación de la Salud (1975). El radicalismo de sus cuestionamientos, contra la dominación totalizante de la institución médica, llegó a un nivel casi fóbico. Pero si la exageración puede hasta desacreditar científicamente su obra, deben ser tomados en cuenta varios problemas planteados por Illich, con los cuales coinciden otros intelectuales. El punto central de su crítica se basa en la hipertrofia de las grandes instituciones volcadas a la asistencia de la salud, lo que, desde su punto de vista, las convirtió en el mayor obstáculo para la realización de los objetivos que se propone el sector salud. Illich (1975) habla del “crecimiento mórbido de la medicina” que conduce: (a) a la ineficacia global del sistema; (b) a la pérdida de la capacidad de la población de adaptarse al medio social, de aceptar el dolor y el sufrimiento, a causa de la medicalización de la vida; (c) a la idea mítica de que la medicina sea capaz de terminar con el dolor, el sufrimiento y la enfermedad, mito que compromete la capacidad cultural de los individuos y de la sociedad contemporánea de lidiar con la vida y con la muerte. El libro de Illich es particularmente relevante para el ejercicio del debate sobre las relaciones entre individuo y sociedad y el poder del individuo (ciudadano) frente a los esquemas coercitivos. Esa discusión, que de alguna forma permea todas las corrientes de pensamiento, llevó a las afirmaciones que hoy se constituyen en verdaderas tesis del pensamiento crítico del área de la salud colectiva: (a) primero, que la atención médica no ha significado necesariamente la mejora de la calidad de la salud de la población (McKeown & Löwe, 1984); (b) segundo, que el carácter dominador de la medicina ha inducido a la práctica médica a ampliar cada vez más su control sobre el cuerpo, sobre los eventos de la vida humana, sobre los ciclosbiológicos y sobre la vida social (Boltanski, 1979); (c) y, por último, que el profesionalismo médico ha redundado principalmente en la defensa de privilegios corporativos y ha servido más para atender los intereses económicos que para responder a las necesidades de salud de la población (Boltanski, 1979; Arouca, 1975). 63 A los cuestionamientos citados, la fenomenología sociológica suma algunos sobre la ética médica y sobre una concepción social más abarcativa de la salud y de la enfermedad. Los fenomenólogos, sobre todo en los años ‘70 del siglo XX, defendieron denodadamente la necesidad de desarrollar una filosofía de la medicina que (a) fundamente cuestiones éticas relativas a la realización de experimentos y servicios que tienen como objeto la vida humana y (b) formule una concepción de salud y enfermedad con relevancia antropológica, teniendo en cuenta, incluso, fenómenos como la religión y las creencias de sociedades y de grupos específicos (Pellegrini, 1976). Desde 1968, la literatura y los congresos sobre ética médica crecieron aceleradamente, influenciando movimientos de la sociedad civil en el sentido de crear una conciencia de los derechos de los usuarios del sistema de salud y de repudio al dominio controlador del saber y del hacer médicos. A partir de los años ‘70, en el mundo entero fueron creadas comisiones de ética volcadas a garantizar que las personas tengan derecho a ser informadas y a participar del proceso de reflexión sobre lo que sucede en los laboratorios, en los hospitales y en las clínicas. En Brasil específicamente, se multiplicaron los comités de ética para analizar experimentos e investigaciones con seres humanos, principalmente en los años ‘90, siendo reglamentados por la Resolución Nº 96/1996 del Consejo Nacional de Salud que marcó las directrices y normas sobre investigaciones que involucran a seres humanos. Ese documento pasó a tener fuerza de ley para las instituciones de investigación y para las fuentes financiadoras, respaldando derechos de la sociedad civil y de los individuos. El abordaje fenomenológico en el campo de la salud, a pesar de su gran contribución al pensar y al hacer en salud, también recibió y viene recibiendo críticas de otras corrientes de pensamiento. Particularmente para algunos autores marxistas, las propuestas de los fenomenólogos dieron cabida a un reacomodamiento y posterior asimilación y uso por parte del Estado capitalista de las alternativas que la fenomenología propone. Así, en lugar de radicalizar los cambios, el pensamiento fenomenológico se tornó conservador, en el modo de concebir y aprehender la estructura y el sentido de la acción social. Al tomar como totalidad de análisis la autonomía de los individuos, de los pequeños grupos, de los sistemas de creencia y valores, los fenomenólogos menosprecian los contextos y las bases sociales de los valores y creencias históricamente construidas y las relaciones de dominación económica, política e ideológica del sistema capitalista. La fenomenología también asume el componente ético como algo absoluto que debe anteponerse a las relaciones entre la ciencia y la moral. El marxismo lo relativiza, afirmando que la ética y la ciencia son dos formas de conciencia en relación dialéctica con las condiciones materiales de su producción. De esta forma somete a ambas a la crítica. Juan César García advierte que las propuestas fenomenológicas han sido usadas en los países capitalistas tanto centrales como periféricos para orientar la reorganización de los sistemas de salud, frecuentemente exonerando las responsabilidades del Estado: 64 En el terreno de la práctica médica surgen programas alternativos de autocuidado de salud, atención primaria por personal no-profesional, revitalización de la medicina tradicional, etc. La mayoría de estas experiencias y los principios sobre los cuales se sustentan fueron apropiados por el Estado en la mayoría de los países de América Latina en la década de ‘70, al mismo tiempo que se reducían, de forma relativa, los presupuestos estatales para el área social” (1983, p.121). El ascenso de posturas que se condicen con los planteos fenomenológicos que enfatizan la responsabilidad de los ciudadanos sobre su propia salud, vienen ocurriendo pari passu con la crisis fiscal del Estado y con la globalización de los medios de producción capitalista. La respuesta más común a las crecientes necesidades de la población, viene siendo, en muchos países, la adopción de alternativas baratas que no responden a las reales necesidades de la población, como señalaba Juan César García ya en 1983: Es un intento de convertir al consumidor de la asistencia médica en proveedor de esta, a través del autocuidado y de su participación en las estructuras intermedias. El desarrollo económico-social es entendido –dentro de este cuerpo teórico reaccionario [se refiere a la fenomenología] – como determinado por la inversión privada generadora de riqueza y por la ayuda voluntaria, contribuyente del bienestar social (García, 1983, p.130). Las conclusiones de García, referidas al contexto de hace veinte años atrás, necesitan ser hoy repensadas. En primer lugar, porque para los mejores sistemas de salud, como el canadiense y el inglés, está claro que es preciso contar con la complicidad de los sujetos y su responsabilización, junto a las responsabilidades innegables del Estado. La sociedad y los ciudadanos no pueden desentenderse de la salud (concepciones, instituciones y prácticas) como un bien precioso sobre el cual tienen el poder y el deber de celar. En segundo lugar, porque en Brasil y en varios países de América Latina, a partir de los años ‘90, vienen desarrollándose muchos programas de aproximación y comprensión de la población, como es el caso brasileño de Salud de la Familia. En el programa Salud de la Familia, la idea del pequeño grupo, de la célula de relaciones primarias -tan valorada por los abordajes comprensivos- se tornó el centro de una propuesta de cambio del modelo hospitalocéntrico (aún hegemónico). Este último en general se rige por normas institucionales burocráticas y abarca toda la cadena de atención a la salud, siendo un modelo extremadamente caro, ineficiente e impersonal. El programa Salud de la Familia abarca hoy más de 50 millones de personas en Brasil y, aunque también presenta muchos problemas en su implementación, apuesta a servicios más personalizados, comprensivos e interactivos, permitiendo capitalizar servicios básicos de asistencia y principios de la promoción, incluyendo responsabilidades del Estado, de la sociedad y de los individuos. Por eso, entiendo y defiendo que los cuestionamientos aportados por las teorías comprensivas al campo de la salud, cuando no están tomadas de sus vertientes reduccionistas, 65 han sido fundamentales para la promoción de las interacciones entre todos los agentes del sector, para la comprensión de fenómenos focalizados, locales y específicos y para humanizar el sistema de salud. El Marxismo y algunas de sus corrientes Toda la obra de Marx es coherente con el principio básico de su metodología de investigación científica: tiene la marca de la totalidad. Por eso mismo, una de las polémicas sobre la contribución de su trabajo a las Ciencias Sociales se debe a la dificultad de catalogarla, pues es, al mismo tiempo, Filosofía, Historia, Economía, Sociología y Antropología. Es ese carácter abarcativo, que intenta, desde una perspectiva histórica, cercar el objeto del conocimiento a través de la comprensión de todas sus mediaciones y correlaciones, constituyendo la riqueza, la novedad y la propiedad de la dialéctica marxista. Goldmann(1980) considera que esa versatilidad de la obra de Marx, se debe al hecho de haber conseguido relevar las cuestiones teóricas más importantes para el análisis de la sociedad capitalista, vinculándolas a la utilidad y a las necesidades humanas. Constituye una tarea gigantesca y profunda la aproximación al pensamiento de Marx y al de los marxistas que, fieles a él, intentaron reflexionar sobre el ser humano, la sociedad y el individuo. Como el objetivo específico de este texto es la discusión de las corrientes de pensamiento y las metodologías que han influido en el análisis y en las prácticas del sector salud, es por eso que el marxismo será abordado. Se dará énfasis a la dialéctica de las relaciones entre el individuo y la sociedad, entre las ideas y la base material, entre la realidad y su comprensión a través de la ciencia, como también a las corrientes que enfatizan el sujeto histórico y la lucha de clases. Y de todas sus corrientes internas, optaremos por aquella que articula las condiciones generales de producción y reproducción con la problemática de la subjetividad humana. Dentro de la perspectiva marxista, los principios que explican el proceso de desarrollo social pueden ser sintetizados en los términos: materialismo histórico y materialismo dialéctico. Dentro del marxismo, el materialismo histórico representa el camino teórico que apunta a la dinámica de lo real en la efervescencia de una sociedad. A su vez, la dialéctica se refiere al método de abordaje de la realidad, reconociéndola como un proceso histórico con su propio dinamismo, provisoriedad y transformación. La dialéctica es la estrategia de aprehensión y de comprensión de la práctica social empírica de los individuos en sociedad (en los grupos, clases y segmentos sociales), de realización de la crítica de las ideologías y de los intentos de articulación entre sujeto y objeto, ambos históricos. El materialismo histórico, como camino teórico, y la dialéctica, como estrategia metodológica, están profundamente vinculados, pues, como señala Lenin (1965), el método es el alma del contenido. Esa imbricación es tan profunda que autores como Lowy (1986), prefieren usar indistintamente términos como: dialéctica marxista, materialismo 66 dialéctico, materialismo histórico y filosofía de la praxis (este último término es una denominación gramsciana) para referirse al marxismo. Lowy dice: “todos esos términos apuntan hacia elementos del método marxista”. Pero “el historicismo es el centro, el elemento motor, la dimensión dialéctica y revolucionaria del método” (1986, p.26). Lowy (1986), Goldmann (1980), Bottomore & Rubel (1988), Schaff (1967) insisten en demostrar que la dimensión materialista no constituye, en sí, la mayor novedad del marxismo. El propio Marx, tomando a la historia como centro, dialoga con los que denomina “materialistas vulgares”, contraponiéndolos a los “ideólogos alemanes” y criticando a ambos: Para los materialistas vulgares la producción real de la vida aparece como no histórica, mientras que lo histórico es mostrado a la vida común supraterrestre” (1973, p. 27) [...] La filosofía hegeliana de la historia es la última consecuencia, llevada a su expresión más pura, de toda la historiografía alemana que pretende ver, no los intereses reales ni siquiera políticos, sino los pensamientos puros que inevitablemente aparecen, como una serie de pensamientos que se devoran unos a otros hasta ser tragados por la autoconciencia (Marx & Engels,1984, p.5). Un examen del prefacio de Contribución a la Crítica de la Economía Política (1973) pone en evidencia que la expresión “material” en Marx es usada simplemente para designar las condiciones primarias de la vida humana. Sus expresiones: vida material, condiciones materiales de existencia, fuerzas materiales de producción, transformación de las condiciones materiales de producción están relacionadas con una historiografía. Apuntan a promover una interpretación científica de las transformaciones sociales que bajan del cielo hacia la tierra, o sea, de las ideas como fuente, hacia el ser humano, la naturaleza y la sociedad como generadores. En este sentido, su historiografía es una “sociología histórica”, según la expresión usada por Goldmann (1980). También Bottomore & Rubel comentan sobre la especificidad del “materialismo” en Marx: El énfasis que él [Marx] daba a la estructura económica en la sociedad no era novedad. Su contribución personal en esa esfera fue el contexto dentro del cual discutió la estructura económica: el contexto del desarrollo histórico del trabajo humano como relación primaria entre hombre-naturaleza y entre los hombres y sus semejantes. El trabajo de Marx según él mismo dice, ante todo era una nueva historiografía, y su interés dominante era la transformación histórica (Bottomore & Rubel, 1988, p. 34). Son dos los conceptos fundamentales que resumen al materialismo dialéctico, conceptos que poseen un alto grado de abstracción: Modo de Producción y Formación Social. Por Modo de Producción se entiende: (a) una estructura global formada por estructuras regionales (o instancias) económicas, jurídico-políticas e ideológicas; (b) una estructura global, en la cual existe siempre una estructura regional que domina a las demás. Este dominio de cualquier instancia se da históricamente y no a priori; (c) una estructura global, en la cual es siempre el nivel económico el que determina a las otras (Fioravanti, 1978). El Modo de Producción se configura como un concepto abstracto formal y como modelo teórico de aproximación a la realidad. Marx lo 67 asocia al de Formación Social, que se refiere a las dimensiones dinámicas de las relaciones sociales concretas en una sociedad determinada 4 . La Formación Social se constituye en una unidad compleja de articulación de las diversas instancias de organización social que pueden, incluso, contener diversos modos de producción simultáneos (lo que se observa en la realidad histórica), entre los cuales uno es dominante y determina a los otros (Fioravante, 1978). La formación social de un espacio cultural concreto debe ser entendida como la realidad que se forma gradualmente en la historia: se refiere tanto a dimensiones macro como microsociales. El estudio de una formación social debe incluir el análisis de los cambios y transformaciones así como de las permanencias que se fijan en las estructuras. El concepto de Formación Social se refiere al movimiento: (a) de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción; (b) de las clases sociales básicas y de los segmentos específicos, en conflictos, convergencias y contradicciones; (c) de la división del trabajo; (d) de las formas de producción, circulación y consumo de bienes; (e) de la población y de los movimientos poblacionales; (f) del Estado; (g) del desarrollo de la Sociedad Civil; (h) de las relaciones nacionales e internacionales de comercio; (i) de las formas de conciencia real posible de los diferentes grupos sociales; (j) y de los modos de vida, tema que Marx vincula al “modo de producción” y a las “condiciones generales de producción”. Marx se apropió del concepto de dialéctica tal como fue utilizado por Hegel y lo transformó. Pero el término es mucho más antiguo, proviene de la filosofía griega trayendo un sentido dinámico de inquietud y pregunta sobre las cosas, los hechos de la vida y de la sociedad. Ese concepto va tomando diferentes connotaciones en el transcurso de la historia 5 . (1) La primera tesis de la dialéctica es la especificidad histórica de la vida humana: nada existe totalmente determinado, eterno, fijo y absoluto. Por lo tanto, no existen ideas, instituciones ni categorías estáticas.Toda vida humana y social está sujeta a cambios, transformaciones, siendo perecible y pudiendo ser reconstruida. De un modo diferente a los positivistas que buscaban leyes invariables de la estructura social para conservarla, la lógica dialéctica introduce en la comprensión de la realidad el principio del conflicto y de la contradicción como algo permanente y que explica lo inacabado, lo imperfecto y la transformación. Nada se construye fuera de la historia como tampoco la historia es producto de las ideas, dicen Marx y Engels, en el texto que escribieron sobre la Sagrada Familia (1967). Ella no es una unidad vacía o estática de la realidad, sino una totalidad dinámica de relaciones que explican y son explicadas por el modo de producción concreto. O sea, los fenómenos económicos y sociales son producto de la acción y de la interacción, de la producción y de la reproducción de la sociedad por 4 En esa reflexión existe una profunda discordancia del marxismo interpretado por Althusser y toda la corriente mecanicista que niega la historia en tanto construcción humana significativa y el sujeto social a no ser como “efecto ilusorio de estructuras ideológicas” en Pour Marx. París: Editorial Maspero; 1965; Análise crítica da teoria marxista. Río de Janeiro: Editora Zahar; 1967. 5 Para un análisis más detallado del concepto dialética, ver Minayo, MCS. En Minayo, MCS & Deslandes, SF Caminhos do Pensamento. Río de Janeiro; Editora Fiocruz; 2002. donde, en un capítulo sobre Hermenéutica y Dialéctica la autora trabaja los diversos sentidos históricos del término. 68 los individuos. “No es la historia que se sirve de los seres humanos para alcanzar sus fines. La historia es tan sólo la actividad de los seres humanos persiguiendo sus objetivos” (Marx y Engels, 1967, p.361). Con relación a la primera tesis que se asienta sobre el principio de la especificidad histórica, se realza aquí el pensamiento de Goldmann, uno de los más importantes intérpretes de la obra de Marx sobre el sentido de la acción humana y de la cultura. La contribución de este autor es fundamental cuando se quiere pensar en investigaciones, al mismo tiempo, situadas y contextualizadas. Goldmann comienza colocando en pie de igualdad y de reciprocidad a dos disciplinas que no siempre caminan juntas: la historia y la sociología. “Todo hecho social es un hecho histórico” dice Goldmann (1980, p.17). Le aconseja a los cientistas sociales, como camino metodológico, que abandonen toda las corrientes sociológicas abstractas y busquen una ciencia de los hechos históricos “que debe ser una sociología histórica y una historia sociológica” (Goldmann, 1980, p.18). El fundamento de tal ciencia socio-histórica, según Goldmann, es que los seres humanos no son tan sólo un objeto de investigación, sino personas que construyen su mundo, sus estructuras, sus ideologías y se enredan en ellas. Goldmann dice, criticando a los cientistas sociales formalistas y positivistas que se fundamentan en el fetiche del método: La mayor deformación científica no comienza cuando se intenta aplicar al estudio de las comunidades, métodos de las ciencias físico-químicas, sino cuando se considera esa comunidad tan sólo como un objeto de estudio (Goldmann, 1980, p.22). Para Goldmann, la vida social constituye el único valor común que reúne a los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares. Por eso, insiste en diferenciar lo que denomina la “nueva historiografía o sociología marxista” que tiene como objeto, tanto en relación al pasado como al presente: (a) la comprensión de las actitudes fundamentales de los individuos y de los grupos frente a los valores, a la comunidad y al universo; (b) la comprensión de las transformaciones del sujeto de la acción en su relacionamiento dialéctico con el mundo, haciendo en sí la síntesis entre el pasado y el presente; (c) y en consecuencia, la comprensión de las acciones humanas de todo tipo y de todos los lugares que tuvieron impacto en la existencia y en la estructura de determinado grupo en el pasado, en el presente y en su proyección hacia el futuro. Goldmann (1980) engloba en su definición de objeto a la historia y a los fenómenos en sus niveles colectivos, individuales y específicos. Por eso, supera y hace la síntesis de la historiografía tradicional que enfatiza la acción de los gobernantes y líderes y de aquella que tiene en cuenta las determinaciones del modo de producción y el papel de la colectividad, del pueblo, casi siempre dejado de lado en la visión positivista de los acontecimientos. En la perspectiva de la dialéctica marxista de autores como Goldmann (1980) y Lowy (1985), todo lo que supera al individuo para alcanzar la vida social constituye un acontecimiento histórico. Ambos señalan que Marx también consideraba la historia del mundo desde el punto de 69 vista de aquellos que la hacen sin tener la posibilidad de prever las chances de su éxito, refiriéndose al valor que le daba al movimiento operario y a los trabajadores. Oponiéndose al pensamiento de otros autores también intérpretes de Marx, como Althusser, Goldmann valoriza las teorías de base comprensiva y la antropología: “Lo que buscamos en la comprensión de las formas históricamente diferentes de vivir en común es la significación humana, imposible de ser comprendida fuera de la estructura social” (Goldmann, 1980, p.24). Porque en su visión sobre la dialéctica, la conciencia se concibe, desde su origen, como un producto social de la necesidad y de la acción humana sobre la naturaleza, en relación a los otros seres humanos y dentro de determinadas condiciones de producción. Goldmann reconoce y recupera dialécticamente el mérito de la fenomenología al señalar la importancia de los significados atribuidos por los actores sociales a sus actos y a los acontecimientos que consideran relevantes, o sea, a las motivaciones, a los objetivos perseguidos y a los fines vividos en comunidad. Pero, aunque la valorice, Goldmann distingue la fenomenología con relación al marxismo, criticando su postura por ser sólo descriptiva y comprensiva de los fenómenos. Para él, las Ciencias Sociales tienen que abarcar, al mismo tiempo, la comprensión de los agentes sobre los hechos y las cosas y los factores sociales inevitables que generan y son generados en esa comprensión, independientemente de las intenciones de los actores sociales y de las significaciones que ellos les atribuyan. En otras palabras, el análisis socio-histórico debe dar cuenta de la coherencia y de la fuerza creadora de los individuos y de la relación entre las consciencias individuales y la realidad objetiva. (2) La segunda tesis de la dialéctica marxista se refiere al principio de la totalidad de la existencia humana y, en consecuencia, al vínculo incuestionable entre la historia de los hechos económicos, sociales y de las ideas. El principio de la totalidad puede ser evocado para el análisis macro-social, como instrumento interpretativo de los contextos específicos, para la identificación de los patrones de invariancia de las transformaciones concomitantes, para la comprensión de las diferencias en una unidad de estudio peculiar. Por lo tanto, en un proceso de investigación de índole dialéctico, se busca retener la explicación de lo particular en lo general y viceversa. Joja (1965) reproduciendo a Lenin (1965), advierte que lo particular no existe sino en la medida en que se vincula a lo general y lo general sólo existe en lo particular y a través de él. Por lo tanto, el principio metodológico de la totalidad conduce a que, en la investigación y en el análisis de los hechos, se deba: Aprender los fenómenos en su auto-relacióny hetero-relación, en sus relaciones con la multiplicidad de sus propios ángulos y de sus aspectos intercondicionados, en su movimiento y desarrollo, en su multiplicidad y condicionamientos recíprocos por otros fenómenos o grupos de fenómenos (Joja, 1965, p.53). Esto significa: (1) comprender las semejanzas y las diferencias en una unidad o totalidad parcial de los hechos, fenómenos y procesos; (2) entender las conexiones orgánicas, o sea, los modos de relacionamiento entre las distintas instancias de la realidad y el proceso de constitución 70 de la totalidad parcial; (3) develar, en la totalidad parcial analizada, las determinaciones específicas y generales y las condiciones y efectos de su manifestación. La perspectiva totalizadora tal como fue pensada por el marxismo, es heurística y exige la comprensión de relaciones reales: (a) al mismo tiempo que se observa la realidad objetiva como un todo coherente; (b) se comprenden y se analizan las partes del todo, formando correlaciones concretas de conjuntos y unidades que contienen determinaciones y condicionamientos generales, afirmándose la complejidad y las diferenciaciones presentes en todos los fenómenos, hechos y procesos. Esa postura metodológica es referida de este modo por Marx y Engels: Es preciso que, en cada caso en particular, la observación empírica necesariamente ponga de relieve – empíricamente y sin cualquier especulación o mistificación– la conexión entre estructura social, política y producción (1967, p.35). El principio de totalidad no es sinónimo de conclusión, de certezas absolutas y de verdades establecidas. Para la dialéctica, no existe a priori un punto de partida definitivo. Goldmann, citando a Pascal, señala que “lo último que se encuentra al hacer una obra es la comprensión de lo que se debe colocar en primer lugar, pues nunca se puede llegar a una totalidad que no sea, en sí misma, elemento o parte” (1967, p.11). Esa es la propuesta del abordaje dialéctico, cuya fundamentación es el pensamiento vivo y el carácter inacabado tanto de la historia como de la ciencia, llevando a que el conocimiento de la realidad “sea una continua oscilación entre el todo y las partes que deben dilucidarse mutuamente” (Goldmann, 1967, p.4). (3) El tercer principio de la dialéctica es el de la unión de los contrarios, al interior de las totalidades dinámicas y vivas. Ese principio contrapone el método dialéctico a cualquier visión maniqueísta o positivista de la historia y de la sociedad. Para definirlo, Goldmann recurre una vez más al Pensée 73 o . de Pascal, ya citado en el epígrafe al inicio de este libro: 71 Siendo entonces todas las cosas causadas y causadoras, ayudadas y ayudantes, mediata e inmediatamente, y todas relacionándose por un vínculo natural y sensible que une a las más apartadas y a las diferentes, creo que es tan imposible conocer las partes sin conocer el todo, como conocer el todo sin conocer las partes (1967, p.4). Ahora bien, la unión de los contrarios está presente en las totalidades y parte de ellas en diversos movimientos de entrelazamiento y de conflictos: (a) entre los fenómenos y su esencia, entre las leyes y el fenómeno, movimiento sobre el cual vale evidenciar el pensamiento de Lukács: “En relación al mundo de las leyes, el mundo de los fenómenos representa el todo, la totalidad, porque contiene la ley y más allá de eso, la propia forma que la mueve” (Goldmann, 1967, p.232) y de Kosik: “El fenómeno indica la esencia y la esconde; y sin la comprensión del fenómeno en sus manifestaciones, la esencia sería inalcanzable” (1969, p.12). (b) entre lo singular y lo universal, entre lo particular y lo general, dinámica trabajada especialmente por la filosofía de Lenin, según el cual “lo particular y lo singular no existen a no ser por su participación en lo universal” (Kosik, 1965, p.215), acrecentando que lo general y lo universal sólo se realizan en las totalidades parciales. Lo concreto aparece como un punto de llegada y como un punto de partida, mediado por teorías y métodos que conducen a su comprensión, tornándose “concreto pensado” en Marx (1973, p.209). Por lo tanto, es en las determinaciones particulares que el método va a buscar el nexo explicativo de las totalidades concretas, de forma tal que lo real, como un dato inmediato, reaparece mediatizado por la teoría. (c) entre la imaginación y la razón. Las concepciones teóricas de la dialéctica marxista superan dos ideas opuestas, mostrando su imbricación en la construcción del conocimiento: la de la supremacía de la razón propia del positivismo y la de la supremacía de las emociones y del sentido común, proveniente de la fenomenología. En sus textos filosóficos Lenin comenta que, al reflejar la realidad, el conocimiento ofrece una imagen más grosera que la real, tanto en el plano del pensamiento como del sentimiento. Por eso, “sería ridículo negar el papel de la imaginación aún en la ciencia más rigurosa” (Lenin, 1965, p.218). (d) entre la base material y la conciencia, considerando que existe una correlación entre los modos de producción, de las estructuras de clase y de las maneras de pensar. Aunque el pensamiento marxista defienda la tesis de que las bases económicas sean determinantes en las transformaciones sociales, también forma parte de su mejor tradición la idea de la influencia mutua entre las instancias que conforman la realidad. Desde el punto de vista de la investigación, esa concepción dialéctica de las relaciones entre ideas y hechos socio-económicos trae algunas consecuencias prácticas, sobre las cuales existen propuestas específicas de Goldmann. Según este autor, basta estudiar seriamente la realidad humana para encontrar siempre al pensamiento, en el caso que se haya partido de su aspecto material; y para encontrar los hechos sociales económicos, en el caso que se haya comenzado por la historia de las ideas o por el análisis de las representaciones: 72 Para el pensador dialéctico, las doctrinas son parte integrante del hecho social estudiado y sólo pueden ser separadas a través de una abstracción provisoria: su estudio es indispensable para el análisis del problema. De la misma forma, la comprensión de la realidad social e histórica constituye uno de los elementos más importantes cuando se apunta a comprender la vida espiritual de una época (Goldmann, 1980, p.51). Sobre la articulación entre las instancias, Lojkine (1981) señala que no se trata de dos o tres mundos divididos sino de realidades entrelazadas que se forman en la producción, en el consumo, en la cultura y en la política estatal, esta última, en la regulación de los fenómenos sociales. Por eso este autor resalta que en los estudios sobre determinaciones deben ser contemplados los vínculos entre política estatal y socialización contradictoria de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción: Considerar la urbanización como dominio del consumo, del no trabajo, oponer la reproducción de la fuerza de trabajo al trabajo vivo es retomar uno de los temas de la ideología burguesa según la cual sólo es actividad productiva la actividad de producción de plusvalía (Lojkine, 1981, p.122). En otras palabras, en la realidad pulsante de la vida social, la aglomeración de la población, las diferenciaciones de los barrios, la localización de los medios de consumo colectivo (equipamientos de salud, de educación, de transporte, de cultura, de entretenimiento, etc.) tienen leyes semejantes a las que rigen la acumulación de capital. La esfera de producción, consumo e intercambio están en permanente interacción y todos son espacios históricos de investigación. Como consecuencia, la configuración histórica delespacio (urbano o rural) que congrega a la producción y las condiciones generales de producción es un locus demostrativo y efectivo de la situación de las clases y sus segmentos. En él se cristalizan los resultantes de las exigencias del trabajo vivo y las restricciones a ese desarrollo, que la lógica de la acumulación impone. A su vez, desde el advenimiento de la modernidad, el Estado siempre debe ser incorporado en el análisis de las cuestiones sociales, pues su existencia y dinámica reflejan las contradicciones de clases, los conflictos de interés y los resultados de la segregación social. El Estado es una forma ampliada de socialización de las condiciones generales de producción, dado que realiza: (a) la regulación social que atenúa los efectos de las desigualdades, de la exclusión y de la mutilación capitalista con relación a las clases trabajadoras; (b) la selección, la disociación y la segregación de los recursos públicos destinados a los medios de consumo colectivo para la reproducción de la fuerza de trabajo; (c) y los anhelos provenientes de la acción humana organizada y del papel del sujeto histórico en la construcción social. Este último punto se refiere a la constitución de la sociedad civil como contrapunto de los aparatos del estado, constituyendo una fuerza social con capacidad de intervenir en el juego de intereses que, tradicionalmente alían a los gobiernos y a los políticos. Marx, cuyo pensamiento se expone a continuación, desarrolla poco este tema que va a ser tratado en profundidad por Gramsci (1981). 73 No sólo las condiciones objetivas se modifican en el acto de la reproducción, sino que también cambian los reproductores, pues traen a la luz nuevas cualidades que existían en ellos, se involucran con la producción, se transforman, desarrollan nuevos poderes e ideas, nuevos modos de intercambio, nuevas necesidades y nuevos lenguajes (Marx, 1973, p.494). (e) entre teoría y práctica: existe una integración entre esos dos términos. En el pensamiento marxista, la categoría básica de análisis de la sociedad es el modo de producción históricamente determinado. La categoría mediadora de las relaciones sociales es el trabajo, la actividad práctica. El trabajo constituye un aspecto particular del orden cultural, pero tiene el valor de determinación de ese orden: “es a través del trabajo que el reino de la cultura se superpone al reino de la naturaleza”, señala Marx & Engel (1984, p.15). Por eso, la teoría marxista es, esencialmente, la teoría de la acción humana que, al mismo tiempo, hace la historia y es determinada por ella. Ella se dedica a entender las transformaciones del sujeto de la acción, o sea, las transformaciones de la sociedad humana. Desde el punto de vista del proceso del conocimiento, la actividad humana es su criterio decisivo, señala Lukács, uno de los más importantes intérpretes de Marx & Engel: El conocimiento que está en condiciones de aprehender dialécticamente las astucias de la evolución sólo es válido y eficaz cuando sus adquisiciones sean expeditivas para la acción práctica cuyas experiencias vendrán, a su vez, a enriquecer el conocimiento y a proveerle una fuerza siempre nueva (1967, p.237). Es en la praxis que el marxismo reconoce la posibilidad de emancipación subjetiva y objetiva del ser humano y la destrucción de la opresión en tanto estructura y transformación de la conciencia. O sea, las transformaciones de las ideas sobre la realidad y la transformación de la realidad, en el pensamiento dialéctico, caminan juntas. (f) entre lo objetivo y lo subjetivo. El abordaje dialéctico considera al objeto y al sujeto como partes de la misma totalidad. Autores como Lukács (1967), critican la fenomenología que coloca lo subjetivo casi como algo absoluto, en la construcción de la realidad. Comenta que esa teoría filosófica mitifica al mundo de las sensaciones como se fuese objetivo y pudiese proclamar la existencia independiente de la conciencia. Critica también, y en consecuencia, al método fenomenológico que pretende partir de los datos inmediatos de la experiencia vivida sin analizar su estructura y sus condicionamientos. Goldmann establece varios cuestionamientos sobre esa separación teórica diciendo que: El conocimiento en sociología, se encuentra en el doble plano del sujeto que conoce y del objeto estudiado pues hasta los comportamientos exteriores son comportamientos de seres conscientes que juzgan y eligen, con mayor o menor libertad, su manera de actuar (1980, p.98). Tanto Lukács como Goldmann no comparten las ideas del racionalismo de moda en el siglo XVIII y XIX y vigente aún en la actualidad, para el cual la razón es la única instancia de conocimiento adecuado y, donde las sensaciones, los sentimientos, la experiencia vivida, la idea y la imaginación serían elementos destinados a roles subordinados o aún engañosos, en la jerarquía 74 del material específico para los estudios de las ciencias sociales. Las concepciones teóricas de esos autores (Lukács, 1967; Goldmann, 1980) no admiten la exagerada supremacía de la razón, así como de los subjetivismos, pues actúan con la mutua relación de interconexiones entre factores objetivos y subjetivos y entre instancia material y espiritual en su unidad dialéctica. Lukács señala que los conocimientos producidos son apenas aproximaciones a la dinámica del mundo social y, por eso mismo, son siempre relativos. En la medida en que representan una aproximación efectiva de la realidad objetiva que existe independientemente de la conciencia, son siempre absolutos; El carácter al mismo tiempo absoluto y relativo de la conciencia forma una unidad indivisible. En la medida en que las ciencias sociales encubren a la dialéctica con el sentido absoluto y relativo del conocimiento, amputándolo por aproximación, se suprime el margen de libertad filosófica de la actividad social (Lukács, 1967, p.235). Esa misma percepción compleja de la realidad, es reflejada por Lenin cuando sugiere que: “Lo que dificulta la comprensión es el pensamiento porque él separa y mantiene en distinción los momentos de un objeto intervinculado en la realidad” (Lenin, 1965, p.215). (g) entre inducción y deducción. En la lógica dialéctica inducción y deducción son obligatoriamente complementarias. No se puede conocer una cosa, un fenómeno o un proceso a no ser decomponiéndolos, para luego recomponerlos, reconstruirlos y reagrupar sus partes. Análisis y síntesis son inseparables, pero para realizar una síntesis con éxito es necesario analizar. Por lo tanto, “siempre que la inducción parte de lo esencial se confunde con la deducción, pues el análisis deductivo elimina las circunstancias y presenta el fenómeno en su simplicidad y esencialidad conceptual” señala Joja (1965, p.166). Este autor reflexiona sobre la impropiedad de los términos inductivo, deductivo, cuando se habla de la lógica dialéctica: “En el orden del conocimiento, aprehendemos lo esencial a través de lo general por ser este más accesible y manejable. Pero lo general sólo se realiza en lo particular” (Joja, 1965, p.167). Engels se refiere a lo absurdo que es oponer inducción a deducción, como si inducción no fuese raciocinio y, por lo tanto, deducción: Inducción y deducción van necesariamente a la par como síntesis y análisis. En lugar de destacar a una de ellas, tratándola como principal, es necesario saber utilizarlas donde correspondan y eso sólo será posible cuando se tenga en cuenta que ellas forman un par y se completan recíprocamente (Engels, 1952, p.230). El uso del método dialéctico no es simple, lo que puede ser comprobado por el hecho de que la mayoría de los investigadores que dicen usarlo como parámetro, hacen análisis simplificadosy reduccionistas, frecuentemente a través de un contundente retorno al positivismo. Es lo que Sartre, en Cuestión de Método (1978), critica de forma vehemente, sobre todo en sus debates con Althusser (1965; 1967) en sus clásicos escritos: El marxismo aborda el proceso histórico con esquemas universalizantes y totalizadores. Pero en ningún caso, en los trabajos de Marx, esta perspectiva pretende impedir o tornar inútil la 75 apreciación del proceso como totalidad singular. Marx muestra los hechos en lo particular y en el conjunto. Si él subordina hechos anecdóticos a la totalidad, es porque, a través de ellos, pretende descubrirla. Así el marxismo vivo es heurístico: con relación a la investigación concreta, sus principios y su saber anteriores aparecen como reguladores (1973, p.27). Sartre advierte a sus lectores contra las doctrinas dogmáticas y el pensamiento especulativo. En el mismo sentido que Thiollent (1987) comenta que muchos marxistas, en su actividad intelectual, transformaron el proceso del conocimiento en una mera búsqueda de hechos y situaciones empíricas capaces de probar las verdades contenidas en los esquemas abstractos de determinaciones generales. Por lo tanto, la aplicación del método dialéctico no depende tan sólo del conocimiento técnico, sino de una postura intelectual y de una visión social de la realidad. Aplicaciones del marxismo al campo de la salud Cuando se abordan las cuestiones de salud y de la enfermedad, así como de la medicina y de las instituciones médicas, desde el punto de vista marxista, los análisis necesitan fundamentarse históricamente. El campo de la medicina y de la salud colectiva se constituyen de instancias de poder económico, político e ideológico. En la sociedad contemporánea, altamente tecnificada, la ciencia y la tecnología desarrolladas en el área se transformaron en motores potentes de desarrollo y espacios de disputas de poder y de intereses económicos. Salud y Enfermedad, por lo tanto, necesitan ser tratadas como procesos fundamentados en la base material de su producción, más allá de tener en cuenta las características biológicas y culturales en las que se manifiestan. Asó como en el análisis de todos los procesos sociales, en el tratamiento de las cuestiones de salud y enfermedad y de las instituciones del campo, los abordajes marxistas parten de diversas lecturas y tradiciones. En los estudios llevados a cabo hasta los años ‘50 y ‘60 del siglo XX, García (1983) los divide entre los que enfatizan el desarrollo de las fuerzas productivas y los que acentúan la dinámica histórica de las relaciones de producción. En el primer caso, están los trabajos de Stern (1927) y Sigerist (1929), por ejemplo. Estos autores, aunque pioneros americanos en la lectura de la salud bajo el enfoque marxista, y pese a su inmensa colaboración, reconocida por Nunes (1999), no consiguieron romper las barreras del positivismo. Sus escritos transmiten una visión desarrollista de la tecnología propia de la medicina oficial y una creencia en la posibilidad de dominio, por los cientistas del sector, de las enfermedades y de la muerte. La crítica que se puede hacer a su análisis reside en la visión idealista y desarrollista de la medicina, sin tener en cuenta las relaciones de desigualdades sociales, de superexplotación, de la depredación de la fuerza de trabajo y de la poca eficacia de los actos médicos con relación a las condiciones generales de la producción capitalista. Sus obras 76 resaltan también una legitimación radical de la medicina en detrimento de las posibilidades mágico- religiosas o tradicionales de la población. Entre los autores del mismo período que se centraron en las relaciones de producción como el elemento dinámico y esencial de la realidad social con relación al tema de la salud, se destaca Pollack (1974) en Francia, con su obra La Medicina del Capital. Este libro resalta la cuestión de la salud y de la enfermedad de las diferentes clases sociales en el capitalismo, como marcada por la lógica del lucro, de la producción y de la reproducción del sistema. Su marco de análisis sigue las teorías reproductivistas y estructuralistas de análisis que tuvieron gran relevancia en la Francia de los años ‘70 del siglo XX, para explicar, sobre todo, las políticas sociales de educación y salud (Bourdieu, 1970). Su trabajo refleja aún el ambiente contestatario de la intelectualidad francesa que se expresó en el Movimiento Social de mayo de 1968. Si bien elabora una crítica radical al economicismo en la salud, Polack (1974) cae en las tramas del estructuralismo. Minimiza u omite las contradicciones que permiten a las clases trabajadoras encontrar respuestas históricas y ser protagonistas, aún dentro de las situaciones de declarada dominación. En América Latina, el abordaje marxista de la salud se desarrolló paralelamente a la eclosión de un amplio movimiento social por la universalización del derecho a la salud a partir de la década del ‘60, en respuesta al sentido de progreso que la industrialización dependiente trasladó a los países periféricos. La modernización capitalista se tradujo en la internacionalización acelerada del capital, en la industrialización y en la urbanización, también aceleradas, en fuertes migraciones del campo hacia las ciudades y en una dinámica de aumento de las tradicionales desigualdades sociales. Sin negar el papel, el avance y las contribuciones de la biomedicina se inició un movimiento intelectual al interior del propio sector salud, conjugado con movimientos sociales y políticos, que buscaba explicaciones históricas y sociológicas más abarcativas y más adecuadas para la situación de morbimortalidad de las poblaciones brasileñas. En ese esfuerzo, no se puede disociar la labor teórica y la militancia política de los sanitaristas que participaron pari passu, tanto en el sector salud como en el movimiento social, apuntando a una nueva lectura y a una nueva postura de los profesionales, técnicos e intelectuales del área. Nunes (1985) refiere que a partir de la década del ‘70 del siglo XX crecen en América Latina los análisis del materialismo histórico y dialéctico para explicar el fenómeno de la salud y de la enfermedad en los contextos locales. En general, los estudios de esa década tuvieron como premisa la posición de clase como elemento fundamental en la explicación de la distribución de la salud y de la enfermedad y de los tipos de patologías prevalentes. Muchos análisis fueron producidos, dentro de una visión crítica sobre los equívocos positivistas y desarrollistas, mostrando: (a) que el avance científico y tecnológico de la medicina no significó la mejora de la salud de las sociedades de la región; (b) que la distribución de los servicios perpetuaban invertir las necesidades frente al poder económico; (c) que no bastaba con tener una 77 lectura fenomenológica de las situaciones de salud, dado que la práctica y el saber médico forman parte de la dinámica de las formaciones socioeconómicas y es al interior de ellas que la eclosión de enfermedades y la accesibilidad a los servicios necesitan ser explicadas. Una revisión de los estudios realizados bajo el enfoque del materialismo histórico forma parte de la investigación de Nunes (1985), en el que describe su amplitud temática: cuestiones de salud y sociedad, políticas públicas, planificación y administración, concepciones de salud y enfermedad, análisis institucionales, análisis de procesos de trabajo y cuestiones metodológicas. Entre los autores son referencias obligadas: Arouca (1975); Donnangelo (1976); Possas (1983); Tambellini (1976); Laurell (1977; 1983; 1986; 1987); Breilh & Granda (1986); García (1981;1983); Cordeiro (1984); Oliveira & Teixeira (1985); Nunes (1983; 1985; 1999); Gonçalves (1979). Nunes (1985) señala que es también en la década del ‘70, y bajo el amparo del pensamiento marxista, que el campo de estudios sobre la salud se abre a las ciencias políticas y hacia otras áreas de las ciencias sociales, como educación, nutrición, servicio social, junto con la sociología y la antropología, esta vez con otras preocupaciones que la visión positivista no abarcaba. Esa apertura se debió a diversos factores: (a) el análisis del deterioro de las condiciones de vida de contingentes inmensos de poblaciones aglomeradas en las ciudades, que pasaron a exigir respuestas más adecuadas que las dadas por la definición unicausal-biológica de las enfermedades; (b) la creciente conciencia de la propia sociedad (sobre todo de los estratos urbanos de la clase trabajadora) de que la accesibilidad a la salud es un bien innegociable; (c) y el crecimiento de movimientos sociales, definiendo y reivindicando que la provisión de la salud es un deber del Estado y un derecho de los ciudadanos. En Brasil y en América Latina, el objeto tradicional de teorías, concepciones y prácticas, denominado Salud Pública inició una trayectoria de transformaciones históricas tornándose tema de cuestionamientos, análisis y propuestas de movimientos sociales, políticos, sindicales y comunitarios. Uno de los cambios efectuados fue el reemplazo del término público por colectivo, para designar al área, convocando a la sociedad a la transformación de un sector que era prácticamente dominado por la corporación médica que excluía más a la población de lo que la incluía. Tomada como campo estratégico para la formulación teórica, política y para la acción práctica, la Salud Colectiva incorporó definitivamente a las Ciencias Sociales en el estudio de los fenómenos de la salud y de la enfermedad y se tornó además, un dominio corporativo materializado en la creación de la Abrasco (Asociación Brasileña de Salud Colectiva) en 1979. Teixeira especifica lo que considera un “cambio cualitativo” del enfoque de la Salud Colectiva: “La posibilidad de constitución de un cuerpo específico de conocimiento sobre la salud colectiva se encuentra dado precisamente por la adopción del método histórico-estructural” (1985, p.90), vinculando los nuevos rumbos del pensamiento de la salud a una línea marxista específica. También Cordeiro expresa la nueva visión de este modo: La enfermedad en su expresión normativa de la vida, como fenómeno individual y en su expresión colectiva, epidemiológica, donde adquiere significado en el conjunto de las 78 representaciones sociales y en las reivindicaciones políticas, está estructurada en una totalidad social. Como forma adaptativa de la vida, resultante de las relaciones de los grupos sociales entre sí y con la naturaleza, mediadas por el proceso de trabajo y enfermedad tiene una historicidad de las relaciones sociales –económicas, políticas e ideológicas– que se realizan en las sociedades concretas (1984, p.91). Al ser el área de Salud, un campo que necesariamente une la teoría y la práctica de forma inmediata, la posición marxista en su aspecto histórico-estructural, con relación a las otras corrientes de pensamiento (positivismo y fenomenología) pasó a tomar, en Brasil, en los años ‘70 y ‘80, el carácter de posición ideológica y política, que repercutió en los movimientos sociales siendo retroalimentada por ellos y, al mismo tiempo, influenciando cuestiones relativas al derecho y otros temas emergentes. El naciente campo de la Salud Colectiva, manifestó su peso teórico, político e ideológico en la VIII Conferencia Nacional de Salud en 1986 y, posteriormente, en el capítulo de los Derechos Sociales de la Constitución Ciudadana de 1988 (Escorel, 1998). Bajo el punto de vista teórico y metodológico, la Salud Colectiva como objeto de estudio aún está en construcción y, en los últimos 30 años, viene cobrando un gran vigor. Tan certera es la expresión “caja negra” utilizada por Laurell (1983), al referirse a la dificultad del pensamiento de abarcar y aprehender las relaciones y correlaciones del tema. No obstante, resta mucho por hacer aún, porque junto a la efervescencia de las investigaciones y de los temas del área, existe un proceso de fragmentación de abordajes y de foros de establecimiento de algunos consensos teórico-metodológicos. Como objeto de intervención, el tema Salud Colectiva nació en el contexto de las corrientes de pensamiento marxistas y estructuralistas, formando parte de un movimiento social mucho más amplio. En el capítulo en que desarrollo las cuestiones de combinación de métodos, hago una crítica de la apropiación del marxismo mecanicista, influenciado por el pensamiento de Althusser (1965; 1967), que dominó, sobre todo, la corriente llamada “Epidemiología Social”, en Brasil y en América Latina. Hoy, nuevos abordajes teóricas y metodológicas y nuevas disciplinas vienen contribuyendo para dar mayor amplitud y profundización a la conceptualización de salud y de enfermedad y para la adaptación de un sistema de salud que dé cuenta de las necesidades y aspiraciones de la población. Como preocupación metodológica, el subsistema que dio mayor énfasis al abordaje histórico- estructural es el de Salud del trabajador. Su eje básico es el concepto de Proceso de Trabajo, visto desde las unidades de producción y como determinante del desgaste, los riesgos y el cuadro de morbilidad de los trabajadores. Los estudios vinculados a la praxis de los trabajadores se multiplicaron y los referenciales están señalados en la revisión de Minayo-Gomez y Thedim (1995) y en otros análisis bibliográficos como el de Mendes (2003). Tal vez, al haber sido el subsistema que más intensamente aplicó los conceptos marxistas stricto sensu, es también el que más se resistió al declive del marxismo real y los cambios en el mundo del trabajo, del empleo y de la ocupación. El paradigma anclado en el concepto de proceso de trabajo (principalmente de carácter 79 industrial) viene demandando cambios conceptuales y de abarcabilidad de los objetos para dar cuenta de los problemas producto de la globalización, de las nuevas formas de producción y de una serie de otros factores. Entre ellos, es fundamental destacar el predominio contemporánea de los trabajadores del sector de servicios y sus problemas específicos, en detrimento del sector industrial a partir del cual fue construido el paradigma marxista de salud y trabajo (Minayo-Gomez & Lacaz, 2005). Las contribuciones de las corrientes marxistas más complejas, que incorporan el sujeto avanzaron mucho en los últimos años, dejando atrás los referenciales estructuralistas y mecanicistas (Minayo, 1998). Los primeros sirvieron en gran medida para comunicar los análisis políticos y los segundos, fueron suplantados por el carácter obsoleto de los análisis que producían, fundamentados, preferentemente en supuestos althusserianos. En Althusser el sujeto era considerado tan sólo como “efecto ilusorio de las estructuras ideológicas” (Anderson, 1987, p.44) como puede ser constatado en el siguiente fragmento de una de sus obras: La estructura de las relaciones de producción determina los lugares y las funciones que son asumidas por los agentes de producción que no son más que ocupantes de estas funciones. Los verdaderos “sujetos” no son sus ocupantes y empleados. Contra todas las evidencias del “dato” de la antropología ingenua, no son los “individuos concretos”, los “hombres reales” sino la definición y la distribución de estos lugares y de estas funciones. Los verdaderos “sujetos” son, pues, estos definidores y estos distribuidores: las relaciones de producción (Althusser,1967, p.157). La introducción del referencial gramsciano en el análisis de salud ocurrida en los años ‘80 del siglo XX hace evolucionar al pensamiento marxista en el área y ampliar su marco de referencia, sobre todo en estudios de política y de educación en salud. El marco teórico de Gramsci, al contrario del althusseriano, valoriza el campo ideológico no sólo como forma de dominación, sino también de conocimiento, identificando el dinamismo, la concreción y la historicidad de las visiones diferenciadas de mundo (Gramsci, 1981), constituyendo un “punto de Arquímedes” (Anderson, 1987, p.123) y superando las dicotomías entre estructuras objetivas y relaciones intersubjetivas. En síntesis, han surgido diversos intentos, pero aún son pequeños los avances del sector salud en la construcción de un referencial que supere las dicotomías entre las estructuras objetivas y las relaciones intersubjetivas. Eso exige una visión compleja de la realidad y una real profundización teórica. Sin embargo, la poca producción existente evidencia las múltiples posibilidades que extrapolan los aspectos meramente técnicos y económicos y se articulan sobre todo en torno a un entrelazamiento de perspectivas, sobre todo de interdisciplinariedad. A los fines de este libro que analiza la cuestión cualitativa de la vida social, resalto que la significación de la acción del sujeto histórico en Marx tiene en cuenta el hecho de que los seres humanos no son árbitros totalmente libres de sus actos. Por el contrario, la lectura de su pensamiento deja en claro que el producto de la actividad previa (los contextos sociales, como también de valores, creencias y actitudes) representa una serie de limitaciones sobre el abanico de opciones del presente. No obstante, aún cuando la realidad es determinada por condiciones y 80 estructuras anteriores, los seres humanos son capaces de dejar en ellas su marca transformadora. Las consideraciones anteriores se conjugan con: (a) la importancia de la cultura como mediadora entre la objetividad de las relaciones dadas y el sujeto histórico transformador; (b) el carácter de amplitud de las visiones dominantes y, al mismo tiempo, la recíproca aculturación que se procesa inter e intraclases, inter e intragrupos, segmento y categorías concernientes a los fenómenos sociales, incluyendo la salud y la enfermedad; (c) la relación intra e interclases permeada por estructuras y mecanismos económicos y políticos formales, pero también por las matrices esenciales de conformación del modo de vida, como la familia, el vecindario, los espacios de recreación. En el análisis de la salud, es necesario poner atención a la cultura en tanto productora de categorías del pensar, sentir, actuar y expresar de determinado grupo, clase o segmento. En ella se articulan concesiones, conflictos, subordinación y resistencias. Es el espacio de expresión de la subjetividad y, también, un lugar objetivo con el peso de lo cotidiano por donde pasan y cobran color procesos políticos y económicos, sistemas simbólicos y el imaginario social. Con relación a la salud, la cultura, vista a partir de los sujetos individuales o colectivos, expresa la totalidad fundamental del ser humano que se resume en la eterna unión entre cuerpo y mente, materia y espíritu, y que Marx & Engels tan bien define en sus escritos filosóficos: La visión de la totalidad parte del individuo real particular, porque la colectividad contra cuya separación de sí, rechaza el individuo, es la verdadera colectividad del hombre, el ser humano (1972, p.75). La posición diferenciada de clase, categoría o segmento confiere al sujeto una forma peculiar de percibir y de reaccionar frente a los fenómenos vinculados a la vida y a su muerte. Sin embargo, el avance en el campo de los derechos sociales e individuales plantea simultáneamente otras categorías clasificatorias potentes como género, etnia y edad, que deben ser tomadas en cuenta en cualquier investigación. Por eso un buen análisis marxista de los fenómenos de salud precisa enfatizar las diferenciaciones y la complejidad de las relaciones entre e intraclases, las diferencias y contradicciones entre sus prácticas y concepciones e incluir otras variables vinculadas a la experiencia vivida (Verret: 1972; Gramsci: 1981; Gadamer, 1999). El marco teórico de aproximación de la totalidad de los procesos de salud y enfermedad, en el abordaje marxista “cualitativo”, parte del fenómeno ideológico y del dinamismo de las construcciones y de las relaciones sociales, debiendo merecer siempre la contextualización y articulación entre pensamiento y base material (Thompson, 1978; Gramsci, 1981; 1972; Goldmann, 1980; Sartre, 1978). Por consiguiente, mi posición en este libro se alinea a la de estos actores y se contrapone al estructuralismo de Althusser que corta el nudo de la relación entre sujeto y estructura. 81 Pensamiento sistémico En la revisión emprendida en este libro, sería una imperdonable omisión dejar de analizar el conjunto de propuestas filosóficas teóricas y metodológicas conocidas bajo el término pensamiento sistémico. Alguien podría decir que ese camino del pensamiento es la novedad del siglo XXI, originada en los años ‘70 del siglo XX, sobre todo a partir de la biología, de la cibernética y de la física y abarcando discusiones multidisciplinarias y multiprofesionales (Atlan, 1979; 1984; 1991; Bertalanffi, 1968; Maturana & Varela, 1979; Marutana, 1987; Morin, 1982; 1983; Prigogine & Stengers, 1984; Wierner, 1948; y otros). No pretendo realizar una reflexión en profundidad sobre el asunto, poco desarrollado aún en el ámbito de las Ciencias Sociales. Mi intención, en esta nueva versión de El Desafío del Conocimiento, es señalar los caminos de posibilidades que se abren a partir de un nuevo paradigma que, en su seno, sintetiza avances teóricos y metodológicos de diversas ciencias y nuevos rumbos del pensamiento social, movilizado por los profundos cambios en el mundo llamado pos-industrial o pos-moderno (Harvey, 2001; Kunar, 1995). Todo el campo científico de hecho, viene reviendo muchos de sus conceptos y métodos y el pensamiento sistémico presenta formas alternativas de pensar los objetos de investigación, la vida, el mundo, las prácticas sociales y sobre todo, las implicancias del investigador con su objeto de investigación. La idea del pensamiento sistémico se ha traducido en diversas expresiones: teoría general de los sistemas (Bertalanffi, 1968); pensamiento complejo (Morin, 1990), paradigma del orden a partir de la fluctuación (Prigogine, 1991) y paradigma de la auto-organización a partir del ruido (Atlan, 1984). Teoría sistémica - Las primeras elaboraciones del pensamiento sistémico se deben al biólogo Ludwig von Bertalanffy que, en 1968, publicó un libro de gran repercusión titulado Teoría General de los Sistemas. En esa obra, Bertalanffy señaló la necesidad de crear categorías teóricas rigurosas que pudiesen responder a cuestiones referentes al amplio espectro de los seres vivos que van desde la biología a la sociología. Este autor demostró que la termodinámica clásica que lidia con el equilibrio, precisaría ser complementada con una teoría que abarque también los sistemas abiertos que se apartan del equilibrio. Al identificar la interacción como punto neurálgico para todos los campos científicos, definió sistema como el concepto central de su teoría general. Observó que hay un enorme orden jerárquico de entidades en la organización de los seres vivos que se superponen en muchos niveles, yendo desde los sistemas físicos y químicos a los biológicos, sociológicos y políticos, posibilitando “uniformidades estructurales de los diferentes sistemas dela realidad” (Bertalanffy, 1968, p.124). Según el autor, esos sistemas son abiertos e interconectados, inestables y en permanente dinamismo recursivo. Al proponer una nueva teoría interpretativa de la realidad, Bertalanffy no habla de disciplinas sino de “totalidades constituidas al interior de la organización de los fenómenos” (1968, p.125), de forma tal que su teoría general de los sistemas se propone ser una ciencia de la totalidad o de los todos organizados. En su visión, el esfuerzo de los cientistas debería 82 encaminarse hacia la búsqueda de la unidad de la ciencia basada en la isomorfia de leyes relativas a diferentes áreas. Pero el autor aclara que la comprensión de los sistemas vivos, complejos y unificados precisa ser alcanzada sin la reducción de los fenómenos, sin la transferencia ingenua de conceptos y sin buscar semejanzas superficiales entre abordajes, como muchas veces ocurre en la transposición de modelos biológicos a la interpretación social, por ejemplo. Por eso, Bertallanfy no habla de reducción de las partes al todo, sino de interacción entre todas las áreas del conocimiento. Según Bertalanffy (1968), sistema es un todo integrado cuyas propiedades no pueden ser reducidas a las propiedades de las partes. Por lo tanto, el comportamiento del todo es más complejo que la suma del comportamiento de las partes y los acontecimientos implican más que decisiones de las partes individualmente. De igual modo, no se aplican al sistema operaciones analíticas, en el sentido de disección de las partes. La concepción de interdependencia entre los elementos es complementada por las nociones de causalidad circular, causalidad recursiva, o retroacción, como características del abordaje sistémico. En la organización jerarquizada, la realidad como un todo se caracteriza por la superposición de niveles de los sistemas, cada uno constituyéndose como un todo y siendo irreducible a los niveles inferiores, lo que les impide ser tratados analíticamente (por partes). Los miembros individuales del sistema son al mismo tiempo todo y parte, funcionando en el sentido integrativo con el conjunto y afirmativo de su autonomía. En esa jerarquía, lo social y lo político constituyen la cima de la organización. Y la concepción de interacciones sistémicas, de sistemas intervinculados o del mundo como sistema de sistemas remite a la idea de ecosistema: cada uno con su totalidad (individuo, familia, sociedad, ciudad, nación) interactuando, en una red dinámica de interdependencias, interacciones e influencias mutuas. ¿Cuál es la idea de cambio en la teoría sistémico? ¿Y por qué es necesario pensar en el cambio dentro del enfoque ecosistémico? En este abordaje, la idea de cambio es fundamental, pues toda la teoría ecosistémica de salud parte del principio de que es posible y es necesario intervenir para transformar y que es posible elegir un rumbo que lleve a una vida saludable y con calidad, de forma solidaria. Pero, en el abordaje sistémico la visión de cambio se relaciona con la crisis y apunta a diversas salidas. Según Prigogine (1991; Prigogine & Stengers, 1984), en la medida que surge una crisis, el sistema deja su curso natural y elije otras alternativas disponibles. En ese punto de bifurcación provocado por la crisis, son producidos los cambios cuantitativos y cualitativos. Pero el rumbo de esas transformaciones es, en principio, imprevisible, pues existen diversas posibilidades de elecciones disponibles en los sistemas complejos. Atlan (1991), uno de los biólogos-filósofos que analizan las teorías de la complejidad, dice que los cambios en los organismos vivos suceden cuando ellos tienen que adaptarse a los “ruidos”, o sea, a los elementos inesperados que actúan como factores de disturbio de la homeostasis usual del sistema. Atlan prueba que si esos “ruidos” son usados de forma positiva se tornan indispensables para el 83 desarrollo del sistema, causando un crecimiento de la complejidad y el desempeño de nuevas funciones. Tres dimensiones epistemológicas diferencian las teorías tradicionales del paradigma sistémico: (1) la idea de simplicidad de los fenómenos es sustituida por la noción de complejidad; (2) la noción de estabilidad y de regularidad es contrapuesta a la noción de inestabilidad del mundo de los seres vivos; (3) la creencia en la objetividad da lugar a la noción de intersubjetivad en la constitución de la realidad y de su comprensión. (1) Complejidad significa entrelazamiento de causas. El tema de la complejidad abarca un amplio espectro semántico: sistemas complexos, organizaciones complejas, complejidad de la sociedad, entre otros. Un sistema complejo está formado por un gran número de unidades constitutivas e interrelacionadas y una enorme cantidad de interacciones. Sus comportamientos siguen dos patrones: mantienen una estructura permanente y al mismo tiempo son inestables, desordenados, caóticos, enmarañados y de difícil previsión. Atlan (1991) advierte que las nociones de simplicidad y de complejidad no son inherentes a los fenómenos sino a las condiciones lógicas y empíricas en que son observados. Este autor señala, por ejemplo, que después de que los cientistas han separado muy bien el sistema nervioso del sistema digestivo, se asustan al encontrar neurotransmisores en el sistema digestivo y hormonas digestivas en el sistema nervioso. En las teorías de la complejidad, los temas de estudio son entendidos como objetos en contexto. Contextualizar es ver un objeto existiendo dentro del sistema y focalizar sus interrelaciones, conexiones y redes de comunicación. Contextualizar es, también, realizar operaciones lógicas contrarias a la disyunción y a la reducción y en favor de la distinción de un objeto o de un fenómeno, realzando lo que tiene de específico e integrándolo al todo, del cual forma parte. Los autores que trabajan las teorías sistémicas con seres vivos utilizan la expresión relaciones causales recursivas, cuya imagen es la de una espiral, para referirse a las interacciones donde los efectos y los productos son necesarios para el propio proceso que los genera. (2) El segundo supuesto de los sistemas abiertos es la inestabilidad. Este principio proviene de la constatación de que el mundo siempre está en proceso de “transformarse”, y de “devenir”, existiendo, por lo tanto, una lógica en el desorden: es un elemento necesario para la auto-organización, según se refiere Atlan (1992) a la auto-organización a través del ruido (ruido como sinónimo de crisis), que puede llevar a los seres vivos a un nivel más elevado de complejidad. Según este principio, el resultado final de un fenómeno va a depender siempre de un interjuego complejo entre leyes determinísticas y la sucesión probabilística de las fluctuaciones (crisis). A partir de los descubrimientos de la física, surge hoy la revisión de creencias en la previsibilidad y en el control para acentuar la imprevisibilidad y la incontrolabilidad de muchos fenómenos. Esto se opone a la idea positivista de un mundo mecánico donde las cosas funcionarían como relojes. Las investigaciones sobre sistemas que funcionan lejos del equilibrio y sobre la flecha del tiempo son una gran contribución del premio Nobel de Física, Ilya Prigogine 84 (1997). Sus investigaciones hicieron posible fundamentar una superación de la compartimentalización entre disciplinas y propiciar una comunicación transdisciplinaria entre cientistas de las más diversas áreas. (3) El tercer supuesto del pensamiento sistémico es el de la intersubjetividad en la construcción de la realidad y del saber, lo que se opone a la idea de la posibilidad de que exista un conocimiento objetivo externo a los sujetos. Bajo talpunto de vista, sujeto y objeto sólo existen relacionalmente y en las interacciones que establecen entre sí. Ambos, en sus interacciones, se influyen y promueven cambios: en el organismo (la estructura) y en el ambiente. De este modo, es difícil determinar desde afuera lo que un sistema hará con las interacciones que mantiene con el ambiente, dado que, a cada momento, la estructura de un organismo incorpora las transformaciones que son consecuencia de sus experiencias, de sus interacciones y modifica sus posibilidades potenciales, presentando nuevas interacciones. Las premisas del pensamiento sistémico sugieren a los profesionales que actúan de forma transdisciplinaria las siguientes posturas metodológicas: Ampliación del foco: contextualizando el fenómeno en estudio, entendiéndolo en sus interacciones y retroalimentaciones (las cosas son causadas y causadoras) y tratándolo como parte de un sistema interconectado con otros sistemas; Apuesta a los procesos de auto-organización: observando el dinamismo de las cambios y las fuerzas de resistencias, los estudiosos admiten que no todo es sólo positivo o sólo negativo, que existen muchos caminos y que es imposible controlar la dirección de los procesos; Adopción del camino de la objetividad entre-paréntesis: el estudioso se reconoce parte del sistema y entiende que sólo tiene sentido en la co-construcción de las soluciones. Dentro de este tipo de visión, desde un punto de vista ético, no cabe pensar que la solución para los problemas está en la existencia de códigos exteriores a los sujetos, a ser aplicados por autoridades competentes. Desde el punto de vista operacional, el pensamiento sistémico no está proponiendo técnicas. En verdad, se configura como una visión epistemológica que permite el uso de los recursos desarrollados dentro de los paradigmas de la ciencia tradicional. Pero ese uso exige algo muy nuevo, el ejercicio de una mirada y un abordaje diferente: que ilumina a aquel punto ciego de la visión unidimensional, permitiéndole visualizar las interacciones; subvierte la mente compartimentalizada, buscando hacer que las diferencias y las oposiciones se comuniquen; y modifica la práctica antigua que sólo valoriza regularidades y normas. Al contrario, muestra las cosas que permanecen y resalta “qué” cambia y “cómo” las cosas se transforman, auto- organizándose. Pensamiento sistémico en el área de la salud 85 En el área de la Salud Colectiva, el pensamiento sistémico es aún incipiente y viene siendo introducido por algunos pocos autores. Con certeza, existe un temor de los investigadores a un retorno a los paradigmas biologicistas o fisicalistas de los fenómenos, ciertamente por el desconocimiento de que el pensamiento sistémico no es sinónimo de la teoría funcionalista que siempre trabajó con la metáfora del organismo biológico. Por el contrario, posibilita tener una mirada más abarcativa y compleja que atraviesa las interconexiones entre lo biológico, lo social y lo ambiental. En ese área, más que en cualquier otra se manifiesta la unión y la simultaneidad entre el caos y el orden, lo familiar y lo extraño, lo lineal y las no-linealidades y la inseparabilidad entre oposiciones, dualidades, diferencias y diversidades, desafiando las maneras formales del pensar. La propuesta más elaborada sobre el pensamiento sistémico es el denominado enfoque ecosistémico de salud humana fruto, incluso, de preocupaciones prácticas. La unión de la idea de ecosistema y salud humana, componiendo la propuesta de enfoque ecosistémico de la salud humana es fruto de preocupaciones prácticas. Nació a partir de la observación y la conciencia ecológica de americanos y canadienses con relación al área de los Grandes Lagos que dividen Canadá y Estados Unidos y contienen el 21% de las reservas de agua dulce del mundo. Pues bien, las márgenes de esos Grandes Lagos fueron invadidas por proyectos agrícolas e industriales, que florecieron acompañando la época del acelerado progreso económico americano del norte, pos Segunda Guerra Mundial, cuando aún era hegemónica en el mundo la idea de que el ecosistema sería capaz de asimilar todos los procesos de dominación humana sobre la naturaleza. A partir de la ampliación y profundización de la conciencia ambiental de la década del ‘70, oficialmente, comenzaron a ser realizados diversos estudios, por una comisión creada por los gobiernos de los dos países, denominada International Joint Comission of Great Lake (1978), diagnosticando la intensa explotación económica del espacio socio-político-cultural-ambiental y el proceso de deterioro ecológico y de amenaza a la salud de las poblaciones que allí habitaban. Estos estudios evidenciaron con gran claridad, la insuficiencia teórica unidisciplinaria en la comprensión de las dimensiones de los problemas generados por el uso descontrolado del agua y del suelo y de las propuestas de solución, llevando a que el grupo integre los análisis generados individualmente y a llamar a la sociedad civil a discutir las soluciones. Se crearon así, estrategias transdisciplinarias y participativas de abordaje de la problemática que afectaba a toda esa privilegiada región y que hoy se denomina abordaje ecosistémico. Su desarrollo pasa por conocimientos específicos e integración de actores y de abordajes; de disciplinas y de sectores; de cientistas, de autoridades reguladoras, de políticos y gestores; de todos ellos con el público, en general, y con la sociedad civil organizada. El Enfoque de Ecosistemas en Salud Humana está fundamentado en la construcción de nexos que vinculan estrategias de gestión integral del medio ambiente (ecosistemas saludables) con un abordaje de la promoción de la salud humana dentro de una visión compleja. El objetivo de ese enfoque es desarrollar nuevos conocimientos sobre la relación salud-ambiente-políticas- participación social-equidad de género, en realidades concretas, de forma de permitir acciones 86 adecuadas, apropiadas y saludables de las personas que viven allí. En esa propuesta, ciencia y mundo existencial se unen en la construcción de la calidad de vida, recordando los principios de la filosofía de la acción comunicativa (Habermas, 1987), a través de una mejor gestión del ecosistema y de la responsabilidad colectiva e individual sobre la salud. Todos los estudiosos que vienen actuando en los marcos de la propuesta ecosistémica para salud humana muestran que el límite del espacio y del universo será siempre arbitrario, dado que ambos existen en relación a los sistemas que lo circundan. O sea, no existe un ecosistema sobre el cual se pueda aplicar una definición. Pero los actores que actúan en él, sean investigadores o gestores, asumen la responsabilidad de definirlo de acuerdo a los objetivos de cambio e intervención, siempre teniendo en cuenta que el espacio específico está en el interior y en relación permanente con sistemas abiertos y mayores, intercomunicándose (Forget & Lebell, 2001). Por lo tanto, la noción de ecosistema es usada mucho más para designar una unidad analítica que como una entidad biológica. El abordaje ecosistémico parte de algunos supuestos: que existe una interacción dinámica entre los diversos componentes del ecosistema y el bienestar de la salud humana; que los proyectos interdisciplinarios, que integran el análisis de género y métodos participativos para la comprensión de la realidad y para la generación de acciones de transformación, pueden resultar en investigaciones más precisas y propiciar la promoción de mejoras en los patrones de salud humana y del medio ambiente; que la articulación entre los componentes de la salud, de la cuestión social y del ambienterequiere nuevas metodologías de abordaje. Y tiene algunos desafíos metodológicos fundamentales: no dividir y sí integrar las cuestiones de salud colectiva e individual dentro de un mismo foco de observación; conseguir profundizar conceptos que integren la articulación de la cuestión ambiental, social y del colectivo con lo individual, en los estudios y prácticas del sector salud; cambiar la visión lineal de diferentes disciplinas hacia un enfoque dinámico de interacción que lleve a los participantes a una actuación transdisciplinaria; integrar datos e indicadores cuantitativos y cualitativos; ejercitar la transdisciplinariedad; integrar el concepto de género en los fundamentos del método; integrar la participación de todos los agentes sociales involucrados en los problemas analizados, tanto porque realizan, o sufren las intervenciones ambientales y sociales que repercuten en la salud y que, a partir de la salud, provocan efectos recursivos. crear instrumentos prácticos y participativos de ejercicio de transdisciplinariedad, transectorialidad y transfactorialidad; 87 promover, en la investigación, la participación de las personas comunes que viven los problemas ambientales y de salud en su cotidiano, como acción fundamental e imprescindible; considerar el concepto de participación social con mayor amplitud que el de participación comunitaria, incluyendo en las reflexiones y acciones, gestores públicos, políticos, y ciudadanos. Más allá del abordaje ecosistémico, existen otros enfoques sistémicos de problemas de salud. Por ejemplo, sobre el tema de la reproducción, en sus cuatro dimensiones: biológica, de auto-conciencia, política y societal existen varias investigaciones y análisis de Samaja, desde 1993. Este autor analiza las relaciones jerárquicas dentro de los sistemas vivos, en una profundización teórica a la que denomina Epistemología de la Salud. Metodológicamente trabaja aún las cuestiones de la intersubjetividad y de la transdisciplinariedad. La revisión bibliográfica de la obra de Samaja incluye todos los exponentes de las teorías de la complejidad menos Henri Atlan, lo que no deja de ser un vacío importante en su contribución. Otros autores hacen una contribución teórica incipiente como es el caso de Tarride (1998). Oliveira & Minayo (2003) discuten la teoría de la complejidad aplicada al análisis de la mortalidad infantil. Aleksandrowics (2002) trabaja el marco teórico aproximándolo a la cuestión de género y edad. Aleksandrowics & Minayo (2005) abordan el tema de la humanización, hoy un asunto prioritario en la agenda de la gestión y de la asistencia a la salud. Y Schenker & Minayo (2005) discuten la implicancia de la familia en la drogadicción infanto-juvenil. Todos esos trabajos inyectan cambios en los paradigmas tradicionales. En su obra, El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, Walllerstein (1999), importante cientista y presidente del XIV Congreso Mundial de Sociología, advierte sobre los colegas, diciendo que, según su opinión, uno de los grandes desafíos de ese área de las ciencias sociales hoy es su integración metodológica y conceptual a los paradigmas de la teoría de la complejidad. Creo que aún persiste en el lector una pregunta final respecto a las diferenciaciones entre las teorías sistémicas y las teorías funcionalistas. Intentaré aclarar algunas de estas diferencias que considero fundamentales. Mientras que en el funcionalismo la realidad es concebida como un todo que busca siempre la homeostasis, las teorías sistémicas conciben todos los seres vivos como parte de una totalidad con jerarquías y códigos propios (subsistemas) en constantes y permanentes interacciones, yendo desde las células hasta las organizaciones sociales y políticas. Mientras que en el positivismo son las leyes generales que deben ser develadas para resaltar regularidades, en las teorías sistémicas son las relaciones, los cuello de botella, los ruidos que necesitan ser aprehendidos, en busca de la comprensión del sentido de los cambios, cuyos rumbos (no previstos, porque se abren diversas posibilidades) no son un retorno al momento inicial, sino que son tanto la posibilidad de decadencia como la posibilidad de creación de mayor complejidad auto-organizativa. 88 Capítulo V Modalidades de Abordajes Comprensivos A partir de la filosofía comprensiva, se desarrollaron diversos tipos de abordaje metodológico, entre los cuales se destacan la fenomenología sociológica; la etnometodología, el interaccionismo simbólico, las historias de vida y los estudios de caso que de forma resumida presento a continuación. Fenomenología sociológica En diversas teorías de los abordajes cualitativos, se encuentra el peso de la contribución de Weber, aunque cada una de ellas conserve su esquema conceptual peculiar. Una de las más influyentes es la fenomenología sociológica. La fenomenología es considerada, dentro de las Ciencias Sociales, la Sociología de la Vida Cotidiana. Más allá de que en su elaboración existan influencias weberianas, es en la filosofía de Husserl donde encuentra su fundamentación metodológica. El argumento filosófico de Husserl sigue la misma línea de Dilthey y de Weber, para quienes los actos sociales envuelven una propiedad que no está presente en los otros sectores del universo abarcados por las ciencias naturales: el significado (Husserl, 1980). En las Ciencias Sociales, Alfred Schutz (1964; 1971; 1979; 1982) es el representante más significativo del pensamiento fenomenológico. Él da consistencia sociológica a los principios filosóficos de Husserl y crea la teoría y el método para el abordaje de la realidad social. La fenomenología sociológica presenta: (a) una crítica radical al objetivismo de la ciencia y propone la subjetividad como fundante del sentido; (b) da relevancia a la subjetividad como constitutiva de lo social e inherente al ámbito de la auto-comprensión objetiva; (c) constituye la descripción fenomenológica como tarea principal de la sociología. La fenomenología de la vida cotidiana trabaja con el hecho de que las personas se sitúan en la vida con sus angustias y preocupaciones, en una intersubjetividad con sus semejantes (compañeros, predecesores, sucesores y contemporáneos) y eso constituye la existencia social, 89 por eso, el espacio y el tiempo privilegiados en esta teoría son el de la vida presente y la relación cara a cara. Schutz (1979) divide los conocimientos construidos en tres categorías a partir de la comprensión de la realidad social: (a) lo vivido y lo experimentado en el cotidiano; (b) la epistemología que investiga ese mundo vivido; (c) y el método científico para proceder a la investigación. En el primer nivel, según Schutz, el mundo social se presenta a los individuos bajo la forma de un sistema objetivado de designaciones compartidas y de formas expresivas. Ese es el mundo de la cotidianeidad, tal como es vivenciado por los seres humanos como actitud natural y aceptado por ellos. Dentro de esa actitud natural, según Schutz, las personas no suelen cuestionar las cosas y los acontecimientos, simplemente las viven como estructuras significativas que le atribuyen sentido a su existencia. El mundo cotidiano se presenta, para Schutz, en las tipificaciones construidas por los propios actores sociales, que expresan sus propias relevancias al clasificar la realidad. Esas tipificaciones incluyen tanto a lo universal y a lo estable como a lo específico y mutable. Aquí se observa una diferencia radical entre Schutz y Weber. Mientras para este último, el tipo-ideal es una construcciónanalítica creada por el cientista para aproximarse a lo real, los “tipos” y las “tipificaciones” tal como son pensadas por Schutz se vinculan a construcciones del ser humano común cuando busca comprender la realidad en que vive y comunicarse con sus semejantes. Schutz (1964) señala, como consecuencia de su propuesta de tipificación, que los datos primarios recolectados en campo por los cientistas sociales ya vienen estructurados e interpretados por las personas y grupos que ellos pretenden comprender, pues la realidad social posee un sentido para los que viven en ella. De esta forma, dice él, “los objetos de las ciencias sociales son construcciones en segunda potencia” (1964, p. 300). En otras palabras, la materia prima para la investigación fenómeno-sociológica son los “construcciones de primera potencia” elaborados por los miembros de una sociedad o comunidad, en su vivencia que incluye presente, pasado y proyección hacia el futuro. Por lo tanto, las expresiones de esa realidad, aunque transmitidas en ideas vagas, fragmentadas, imbuidas de emoción y de ambigüedades son preciadas informaciones para los investigadores sociales. Schutz (1982) no cuestiona si el conocimiento del sentido común es superior o inferior a la construcción científica. Según él, el propósito del cientista social es revelar los significados subjetivos implícitos que conforman el universo de los actores sociales, en su lógica más profunda. Cabe al investigador crear un saber diferente a partir del conocimiento de “primer orden”, captando los modelos de tipificación del actor social, explicitando los significados de la realidad social. Los modelos construidos por el cientista a partir del mundo de la vida cotidiana, se diferencian del sentido común, según Schutz: (a) por la consistencia lógica, o sea, por la posibilidad de describir lo vivido, buscando llevarlo hacia el orden de las significaciones; (b) por la posibilidad de interpretación; y (c) por su adaptación a la realidad social. 90 Schutz (1971) describe los principios que conforman el modelo científico para la comprensión del mundo social: (a) la intersubjetividad: los seres humanos están siempre en relación unos con otros; (b) la comprensión: para alcanzar el mundo de lo vivido, la ciencia tiene que aprehender las cosas sociales como significativas; (c) la racionalidad y la internacionalidad: el mundo social está constituido siempre por acciones e interacciones que obedecen a usos, costumbres y reglas o que conocen medios, fines y resultados. Para la comprensión empírica de la realidad, Schutz elabora algunos conceptos que remiten al actor social. El primero de ellos es el de situación: que significa el lugar que alguien ocupa en la sociedad, el papel que desempeña y sus posiciones ético-religiosas, intelectuales y políticas. En segundo lugar, trabaja con la idea de experiencia biográfica, señalando que una persona siempre está situada biográficamente en el mundo de la vida y es en ese contexto que piensa, siente y actúa. Innova también con la noción de stock de conocimiento, expresión que se relaciona con la sedimentación de las experiencias y situaciones vivenciadas, a partir de las cuales el actor social interpreta el mundo y pauta su acción. En su construcción teórica, Schutz (1971) hace una distinción de gran importancia para la práctica de investigación, entre “experiencia” y “conocimiento”. Él comenta que muchas personas pueden tener simultáneamente una misma experiencia. Sin embargo, el conocimiento generado por esa vivencia es diferenciado y variado, de acuerdo con el bagaje biográfico y reflexivo de las personas. Esa distinción es preciada para aquel que trabaja con entrevistas cualitativas, pues los trabajadores de campo encontrarán siempre muchas diferencias en los detalles y en la profundización de las narrativas sobre el mismo hecho, contadas por actores diferentes, aún cuando ellos estén viviendo o hayan vivido la misma realidad. Schutz (1971) desarrolla aún dos nociones fundamentales dentro de su teoría: la de relevancia y la de estructura de relevancias, refiriéndose a la importancia que los objetos y los contextos poseen para el sujeto, lo que se relaciona, a su vez, con su bagaje de conocimientos, sus deseos y proyectos de vida y con su situación biográfica. Existen otros conceptos desarrollados por la sociología fenomenológica de Schutz que tienen una extremada importancia para la fundamentación de la investigación cualitativa, ayudando al investigador a pasar del contexto de las entrevistas individuales a la comprensión del grupo y la comunidad donde viven los informantes, como es el caso de: la “reciprocidad de perspectiva”, “comunidad de objetivos” e “interpretación intersubjetiva” (Schutz, 1971, p.300). Según Schutz, todos los que viven en un grupo determinado reciben la mayor parte de sus conocimientos a través de los padres, profesores y predecesores. Reciben también una visión del mundo, maneras de clasificar y tipificar la realidad, creando un universo vivencial específico, de forma tal que su saber va de lo “familiar” a lo “anónimo” a partir de la situación “cara a cara” y de la vida práctica, a través de las que se relacionan con el mundo: En realidad, la pregunta más seria que la metodología de las ciencias sociales debe responder es: ¿cómo es posible formar conceptos objetivos y teorías objetivamente 91 verificables partiendo de estructuras de significados subjetivos? La respuesta está dada por la visión básica de que los conceptos formados por los cientistas sociales son ‘construcciones’ de las ‘construcciones’ científicas formadas en un segundo nivel, de acuerdo con las reglas de procedimiento válidas para todas las ciencias empíricas. Son construcciones de tipo-ideal objetivo, y como tales, diferentes de aquellas desarrolladas en un primero nivel de pensamiento del sentido común, a los cuales deben superar. Son sistemas teóricos incorporando hipótesis testeables (Schutz, 1971, p.498). Para Schutz, la intersubjetividad es la categoría central del análisis fenomenológico, porque es un dato que fundamenta la existencia humana en el mundo. Esa relación es resumida de este modo por el autor: “Aquí donde estoy – allá donde mi semejante está: jamás podemos estar en el mismo lugar, estar en la misma posición, estar los dos aquí o allá” (Schutz, 1971, p.147). O sea, la intersubjetividad es vivida como situación de “familiaridad” bajo la forma del “nosotros” permitiendo la comprensión del otro como único en su individualidad. De manera contraria a la intersubjetividad, existe la situación del anonimato que, en la teoría de Schutz, es la negación de la vida social donde la unicidad e individualidad de los sujetos no son reconocidas. El grado máximo de anonimato es la consideración del otro como número o función. Como se puede concluir, en la fenomenología no existe preocupación por los fenómenos estructurales y hay una ausencia de discusión sobre las cuestiones del poder, de la dominación, de la fuerza y de la estratificación social. Su abordaje, que focaliza la producción interaccional y simbólica es condescendiente con ella, como si cada hecho o grupo constituyera un mundo social independiente. Según la consideración de algunos filósofos, la fenomenología sería una “teoría débil” desarrollada a partir del contexto pesimista del nazismo y del estalinismo que tomaron vigor a fines de la primera mitad del siglo XX, y en los cuales prevalecieron razones de Estado sobre la voluntad y la libertad de los grupos sociales. La crítica de las teorías que enaltecían los valores ideológicos por encima de los contextos de la vida social concreta, habrían llevado a los fenomenólogos a acentuar la relevanciade la familia, de las entidades religiosas, de las asociaciones voluntarias, responsables por la identificación de los individuos, por su estabilidad y por su sistema de significados, valores construidos a través de una visión del mundo compartida. La fenomenología se contrapone al positivismo en los aspectos más diversos: (a) Frente a la ambición de construir explicaciones totalizantes e invariables, la fenomenología afirma que la vida humana es esencialmente diferente y sólo puede ser comprendida al sumergirse en el lenguaje significativo de la interacción social. (b) Frente a la separación entre hechos sociales y valores en el positivismo, la fenomenología dice que lenguaje, prácticas, cosas y acontecimientos son inseparables. El lenguaje es esencial para que la realidad sea del modo que es, pues en la vida cotidiana los individuos que se comunican, concuerdan, desacuerdan, se justifican, niegan o recrean razones de existir. (c) Frente a la pretensión positivista de construir conocimientos objetivos y neutros, la fenomenología dice que sólo existe el conocimiento subjetivo, pues es el ser 92 humano que imprime leyes a lo real. El acto de conocer reúne al observador y al observado, ambos poseedores de significados atribuidos intersubjetivamente por las propias personas y grupos. (d) Frente a la coerción de la sociedad sobre el individuo, la fenomenología proclama la libertad del actor social que, a través de su historia biográfica y en interrelación con sus semejantes, crea significados y construye su realidad. (e) De esta forma la fenomenología proclama y absolutiza el componente ético en la relación de la ciencia con la sociedad. Dice que el conocimiento debe estar siempre sometido a las exigencias morales, pues él es una entre las posibles formas de confirmación de la realidad. Y, al contrario del positivismo que confiere supremacía al reinado de la ciencia, la fenomenología argumenta su sumisión a los principios de la ética y de la moral de la sociedad donde se desarrolla 3. Etnometodología 3 Además de Schutz es importante citar como nombres relevantes de la Sociología Fenomenológica, Berger, Peter & Luckmann, A. Construção Social da Realidade, Petrópolis: Vozes.1973 y Cicourel, Alfred, Method and Measurement Sociology. Nueva York: The Free Press;1969. 93 La etnometodología da nombre a un conjunto de estrategias de investigación cuyo punto en común, es la descripción minuciosa de los objetos que investiga y, por eso, es también conocida como “investigación situada”. Los diseños operacionales de cuño etnometodológico recomiendan la observación directa y la investigación detallada de los hechos, en el lugar donde ocurren, con la finalidad de producir una descripción minuciosa y profunda de las personas, de sus relaciones y de su cultura. Sus fuentes de inspiración son los abordajes antropológicos. Pero se diferencian de ellos por no tener la pretensión de producir análisis culturales totalizantes. Las estrategias de investigación etnometodológica ponen una atención especial a las técnicas de observación participante y a la comprensión de los símbolos y categorías empíricas que un determinado grupo usa para referirse a su mundo y a los procesos que está viviendo. Geertz (1979) comenta que, aún cuando está en contacto y en empatía con el grupo que observa y evalúa, el observador y el evaluador ponen en juego sus propias normas y conductas. Por eso, considera que el etnometodólogo trabaja como mediador entre marcos de significados, los suyos y los del otro. Una de las grandes ventajas de la etnometodología es aportar a la comprensión social, una gran riqueza de informaciones, haciendo mediación entre estrategias de abordaje y una nueva teoría generada a partir del trabajo de campo. La cuna de la etnometodología fue la Universidad de Chicago y su principal formulador, Robert Park que, en las décadas del ‘20 y ‘30 del siglo XX, aconsejaba la convivencia directa de los investigadores con los investigados en el campo, para la comprensión de su realidad. El material que ese autor consideraba de excelencia y esencia de la sociología era el proveniente de las Historias de Vida (Park & Burgess, 1921). Las ideas de Park fueron posteriormente desarrolladas por Harold Garfinkel (1976) en la década del ‘30 del siglo XX. Garfinkel propone una teoría para comprender la práctica artesanal de la vida cotidiana, teniendo en cuenta que esa práctica ya viene interpretada en una primera instancia por los propios actores sociales, como señala Schutz (1972). En primer lugar, establece que la vida social es una realidad que se constituye de estructuras, reglas, normas y conocimientos compartidos, posibilitando la interacción entre las personas. Las características de esa realidad, dice él, son inseparables de los procesos interpretativos, pues forma parte de la constitución del mundo, el modo a través del cual los seres humanos llegan al sentido de la realidad objetiva. Esa forma se expresa a través del sentido común. Y ya que el ser humano tiene como característica fundamental, la reflexibilidad sobre sus actos, el papel de los etnometodólogos es estudiar la cotidianeidad y descubrir en ella los modelos de racionalidad subyacentes a la acción de los individuos, de los grupos y de las colectividades (Payne et al., 1981; Smart, 1978). Harrison y Madge fueron dos exponentes de la aplicación de la etnometodología en Inglaterra. Desde 1937, ellos ya intentaban crear procedimientos para viabilizar un tipo de abordaje que permitiera comprender el día-a-día del hombre común en la sociedad compleja. Sus ideas, desarrolladas en la llamada teoría de la “Observación de Masas”, contiene críticas y propuestas, buscando comprender y analizar, a gran escala, lo que venía siendo estudiado por antropólogos 94 ingleses sobre grupos pequeños y específicos. Harrison cuestiona la idea común al positivismo de que las grandes leyes sobre el comportamiento humano puedan ser encontradas sin que los cientistas sociales comprendan las interacciones de la realidad empírica. Es su frase: “los abordajes cuantitativos sacrifican el significado en el altar del rigor matemático” (Harrison, 1947, p.10). Este autor, por medio de observadores voluntarios, pasó a coleccionar actitudes, palabras y reacciones de los ingleses frente a los acontecimientos del día a día, “apuntando a comprender lo común, lo mágico, los hábitos, los rituales y tabúes de una cultura supuestamente conocida” (1947, p.11). Harrison publicó varios libros antes y después de la Segunda Guerra Mundial, incluso intentando deconstruir varios mitos construidos por los gobernantes durante el período de guerra. Sacó a la luz la cultura popular inglesa bajo diferentes aspectos, dejando la marca de su contribución tanto para el cine, las artes, como para las técnicas de investigación de mercado y de opinión pública. Su archivo de investigación pasó a clasificar títulos como arte, asuntos financieros, anti-semitismo, sueños, comportamiento sexual. A pesar de su espíritu innovador y de sus certeras preocupaciones teóricas, Harrison ha sido muy criticado dentro del ámbito científico, a causa de la su falta de rigor metodológico. Entre los problemas que la etnometodología presenta, se destaca el hecho de que, en un sentido estricto, no permite la comparación ni se presta a la construcción de escenarios a futuro. Le son planteadas algunas restricciones de orden epistemológico, tanto por positivistas como por marxistas: (a) crítica a la consideración de que los significados subjetivos crean la realidad del mundo; (b) crítica a la reducción de la estructura social a procedimientosinterpretativos; (c) crítica al desconocimiento de los factores que determinan o condicionan la visión de las personas sobre su situación social; (d) crítica a la separación entre pensamiento y acción (Smart, 1978). Desde los años ‘30 a los años ‘60 del siglo XX, las investigaciones de cuño etnometodológico decayeron en la sociedad del conocimiento anglosajón, volviendo a resurgir a partir de la Segunda Guerra Mundial, y principalmente a partir de los años ‘60, con el surgimiento de los movimientos sociales de valorización del sujeto y de la subjetividad en las ciencias sociales. Actualmente, hay un renacimiento de estudios socio-antropológicos de pequeños grupos dentro de abordajes etnometodológicos, ocupando el espacio dejado por el descrédito del positivismo y por el escaso desarrollo heurístico de las corrientes marxistas, más preocupadas por abordajes filosóficos o macros-sociales. Entre los trabajos más significativos dentro del abordaje etnometodológico, cito los de Goffman (1959; 1961; 1975; 1975a), especialmente dedicados al análisis de instituciones totales y de estigmatizaciones sociales. Interaccionismo Simbólico Este tipo de abordaje metodológico puede ser comprendido como una vertiente de la etnometodología. Su origen data también de la década del ‘20 del Siglo XX, reúne estudios 95 importantes como los de Thomas (1970); Mead (1934) y Cooley (1926). Su autor seminal fue Herbert Blumer que, en 1937, atribuyó a su abordaje el nombre de “interaccionismo simbólico”. En los ‘70 del siglo XX, Denzin fue un autor fundamental para profundizar la discusión teórica y metodológica de la propuesta, en su obra clásica “The act of research” (1973). Bulmer dice sobre su propuesta: Nosotros podemos y yo pienso que puedo, observar la vida humana, sobre todo como un vasto proceso de interpretación, en el cual el pueblo, individual y colectivamente se guía a si mismo para definir objetivos, acontecimientos y situaciones que encuentran. Ningún esquema designado para analizar la vida de los grupos humanos en sus caracteres generales se adecua a ese proceso de interpretación (1978, p. 686). La concepción interaccionista de Bulmer se fundamenta en el principio de que el comportamiento humano es auto-dirigido y observable en dos sentidos: el simbólico y el relacional, dado que cualquier ser humano, al realizar las tareas más elementales, planea y dirige sus acciones en relación a los otros, les confiere sentido y crea y produce significados sobre los objetos que utiliza para realizar sus planes. Más allá de eso, según los interaccionistas, la vida social constituye una especie de consenso que propicia un proceso de interrelaciones y de interpretaciones de significados compartidos por un grupo o comunidad que puede al mismo tiempo, manipular, redefinir y modificar sus sentidos. Desde el punto de vista metodológico, los principios interaccionistas enfatizan que: (a) los símbolos y la interacción deben ser los principales elementos a ser aprehendidos en la investigación; (b) símbolos, significados y definiciones son construidos por los actores sociales; (c) por lo tanto, es preciso aprehender y comprender la naturaleza reflexiva de los sujetos investigados. En contrapunto con el positivismo, los interaccionistas simbólicos consideran que el investigador debería escapar de la falacia del objetivismo, substituyendo su propia perspectiva por la del grupo que él está estudiando (Payne et al., 1981; Haguette, 1992; Denzin, 1973). Historia de Vida, Narrativa de Vida, Historia Oral y Etnobiografía Varios términos han sido utilizados para referenciar diversos tipos de estrategias para investigar el sentido de la experiencia humana común en lugares sociales específicos. Una de las principales es pedir a los actores que cuenten sus historias. Existen diversas maneras para hacer esto, buscando, por un lado, comprender la permanencia de los hechos y de las determinaciones y, por otro, escuchar lo que las personas tienen para decir sobre ellos. Las narrativas de vida nunca serán una verdad sobre los hechos vividos, sino una versión posible que les atribuyen los que vivenciaron los hechos, a partir de los datos de su biografía, de su experiencia, de su conocimiento y de su visión del futuro. Los términos para definir las formas de abordaje de esas experiencias son múltiples y ciertamente hay matices que los diferencian y muchos elementos que los asemejan. Denzin (1973), 96 por ejemplo, utiliza la expresión life story, cuyo sentido se aproxima al de récit de vie en (Bertaux, 1980) y narrativa de vida, o aún “las historias o testimonios” que las personas ofrecen sobre los hechos. Pero Denzin (1973) también habla de life history, refiriéndose a los relatos de la historia de grupos sociales específicos. Como entusiasta de esa modalidad de investigación empírica, ese autor, en The Research Act, analiza la definición y las concepciones para su realización, sus diversas modalidades, su relación con la historiografía clásica, las estrategias analíticas y la relevancia de esas técnicas similares para las Ciencias Sociales. La historia de vida puede ser el mejor abordaje para comprender el proceso de socialización, el surgimiento de un grupo, la estructura organizacional, el nacimiento y el deterioro de una relación social y las respuestas situacionales a contingencias cotidianas. Sartre (1978), en uno de sus clásicos, Cuestión de Método, cuestiona al marxismo mecanicista que omite al sujeto, propone el método biográfico regresivo progresivo como método de análisis de la realidad social. Él lo desarrolla como una estrategia para realizar la comprensión de la existencia, usando la biografía de forma contextualizada históricamente. El biografiado es colocado de forma analítica, comprensiva y crítica, en el contexto de las determinaciones que lo limitan y de su libertad como sujeto. El autor no sólo presenta su teoría sino que la fundamenta filosóficamente y la ejemplifica con casos diversos, entre ellos, el análisis de la obra de Flaubert, Madame Bovary. El ejemplo de aproximación de la biografía y el trabajo de análisis realizado por Sartre son notables, incluso como pistas del “cómo hacer”. Refiriéndose a los diversos elementos de aproximación a partir del sujeto, dice: Es preciso considerar en cada caso el papel del individuo en los acontecimientos históricos. Pues este papel no está definido de una vez y para siempre. Es la estructura de los grupos que lo determina en cada circunstancia. El grupo le confiere su poder y su eficacia a los individuos que, a su vez, lo constituyeron. Pero el individuo tiene una particularidad irreductible que es su forma de vivir la universalidad por lo tanto, nada puede ser descubierto si, desde un inicio, no llegamos tan lejos como nos sea posible en la singularidad histórica del objeto (1978, p.168-169). Bourdieu et al. (1973) también presenta y enaltece la estrategia de la historia de vida individual como una cierta especificación de la historia colectiva de un grupo y de una clase: Podemos ver, en los sistemas de disposiciones individuales, variantes estructurales de habitus de grupo y de clase, sistemáticamente organizados en las diferencias que los separan: el estilo personal, o sea, este arca particular que trae todos los productos de un mismo habitus, es una variación en relación al estilo de una época o de una clase (1973, p.189). En la introducción al extenso y denso trabajo de historia oral sobre la Guerra Española, Fraser (1979) evidencia y resalta la importancia de este abordaje, valorizándolo como la forma de conocer de qué modo el pueblo vivencia los acontecimientos de su tiempo. Señala que la historiade vida (tópica o más completa) verbalizada por los participantes, constituye un intento por revelar 97 el ambiente intangible de los acontecimientos que forman parte de la experiencia de determinado grupo social. Apunta a descubrir el punto de vista y las motivaciones de los participantes voluntarios o involuntarios en la Historia, por lo tanto, protagonistas de los hechos sociales aunque, generalmente, descartados de la historiografía oficial que privilegia la dinámica del poder y de los poderosos. Fraser dice: “Es la historia vista a través de la política interna de las clases. Por más intangible que parezca, ella analiza lo que el pueblo siente. Y el sentir constituye la base de sus actos. Lo que las personas piensan y lo que ellas piensan que piensan también constituye un hecho histórico” (Fraser, 1979, p.29). Uno de los más importantes historiadores del siglo XX, Paul Thompson (1980) se refiere a las técnicas de historia de vida y de historia oral como abordajes etno-históricos, en el centro de los cuales se coloca la cuestión de los cambios sociales y de sus actores. Este autor utiliza el término “método” para hablar de los abordajes de las historias de vida. Su gran valor, dice Thompson (1978), comparando la etno-historia con los surveys, es la captura de informaciones que, por su propia naturaleza, forman una totalidad coherente y enraizada en la experiencia social real. En el mismo sentido, este autor comenta que, en rigor de verdad, es preciso decir que no se puede hacer una distinción radical entre interpretaciones subjetivas y objetivas, dado que ellas siempre y en todas partes están profundamente articuladas, citando el uso de ambas en su obra The voice of the past (1978). La etno-historia, señala Thompson (1978), introduce la dimensión temporal en los análisis sociológicos: el ciclo de vida, la movilidad social, la oposición entre tradición y cambio, la comprensión de las formas de conciencia popular, la formación de las representaciones y de los valores por la socialización, el desarrollo de actitudes desde la infancia hasta la experiencia adulta, a partir del presente. Comenta que, metodológicamente, la descripción de cada caso particular, al mismo tiempo ilustra, de forma concreta, la estructura social global y transmite, a través de una individualidad distinta, el carácter a veces único y representativo de cada caso, “revelando así la realidad incómoda sobre la cual la interpretación sociológica e histórica debe reposar” (Thompson, 1980, p.253). Thompson (980) considera que es la flexibilidad intrínseca al abordaje de la etno-historia (historia oral, historia de vida, narrativas de vida) la clave de sus potencialidades, dado que se mueve entre la exploración y el cuestionamiento de los hechos y sobre los hechos, a medida que las entrevistas transcurren, permitiendo la verificación y la reformulación de hipótesis durante el proceso de trabajo de campo, creando una teoría (no empiricista), pero fuertemente anclada en la realidad social. Thompson resume la definición y las ventajas de este tipo de abordaje diciendo que debe ser realizado a través de entrevistas con participantes, testimonios oculares de los eventos del pasado y que apuntan a la reconstrucción histórica permitiendo: acceder a las experiencias no documentadas, sobre todo, a historias de categorías sociales generalmente menospreciadas; 98 explorar aspectos de la experiencia histórica raramente registrados; evidenciar significados subjetivos de eventos del pasado; comprometer a los investigadores con relacionamientos humanos activos en la observación de los hechos. Bertaux (1980) hace una larga revisión sobre el asunto, mostrando que el uso de la estrategia de la Historia de vida (término que aquí utilizo para generalizar las diferentes denominaciones: narrativas de vida, auto-biografía, etno-historia, etno-biografía) se caracteriza por la unidad en la diversidad. Diversas teorías la utilizan: el marxismo, el estructuralismo, la fenomenología, el empirismo, el interaccionismo simbólico, la hermenéutica y otros. Diferentes medios sociales son investigados: artesanos, industriales, trabajadores, elites, jóvenes delincuentes, sobrevivientes de guerra, usuarios de drogas, enfermos específicos y otros. Diversos recortes teóricos son elegidos: roles sociales, historias psicológicas, trayectorias y modos de vida, por ejemplo. Varios temas son tratados: vida material, consumo, usos y costumbres, modos de vida y fenómenos simbólicos. En resumen, bajo las más diferentes modalidades, la historia de vida, la etno-historia y la historia oral son consideradas, en el ámbito de la investigación cualitativa, como poderosos instrumentos para el descubrimiento, la exploración y la evaluación de cómo las personas comprenden su pasado, vinculan su experiencia individual a su contexto social, interpretándola y dándole significado, a partir del presente. Por eso, ellas ofrecen material para la generalización sociológica, descripción de época y también permiten tomar cuestiones nuevas y de diversos niveles de abarcabilidad, así como corregir tesis consagradas o inconsistencias teóricas. A partir de la década del ‘70, varios autores buscaron perfeccionar las modalidades de abordaje de la historia de vida y, entre los más importantes testimonios sobre el tema, están los citados en Cahiers Internationaux de Sociologie (Poirier & Clapier-Valladon, 1980), que traen aportes tanto epistemológicos como metodológicos. Los autores como Thompson (1980) y Bertaux (1980) analizan además cuestiones operacionales. Sin embargo, es preciso resaltar que la mayoría de los historiadores y cientistas sociales se han preocupado menos por las técnicas y más por el movimiento sociológico de articulación empírica, contextualizadora y teórica que hace de la historia de vida (en todas sus variantes) una eminente forma de investigar el sentido de la experiencia humana en el tiempo y en el espacio (Thompson, 1980; Maffesoli, 1980; Ferrarotti, 1980; Bertaux, 1980; Balan & Jelin, 1980). Bertaux, por ejemplo señala que “una metodología sin contenido social es árida” (1980, p.207). Los esfuerzos de perfeccionamiento metodológico vienen seguidos de dudas epistemológicas sobre el significado de los hallazgos en las narrativas de recuerdos, llevando a los investigadores a cuestionarse, por ejemplo sobre: ¿qué sucede con la experiencia cuando va transformándose en memoria? ¿qué sucede con las experiencias cuando van transformándose en historia? ¿qué ocurre con la memoria colectiva cuando la vivencia de hechos muy fuertes (guerra española, el holocausto, o vivencias más simples) se distancia en el tiempo? Todas esos interrogantes se producen en la búsqueda de perfeccionamiento de las técnicas (a las que muchos denominan métodos) apuntando a que los procedimientos sean cada vez más fidedignos y científicos, en una propuesta complementaria a la de la historiografía oficial o como forma de cuestionarla. 99 Desde un punto de vista práctico, señalo a continuación algunas sugerencias sobre cuestiones más o menos comunes en la utilización de este tipo de abordaje: ¿Cómo proceder en el campo? En general se trabaja con entrevista y observación participante. La entrevista abierta y no-directiva parece ser la mejor forma de comenzar la interacción apuntando a la narrativa de vida. A medida que se establece una relación entre el entrevistador y su interlocutor, lo más importante es crear un ambiente reflexivo que combine actitud directiva para la información general, escucha atenta pero no pasiva para la profundización de temas relevantes y exploración de las lógicas contradictorias a través de preguntas que puedan enriquecerlas narrativas. Becker (1994) por ejemplo, amplía el ámbito de la función de la entrevistas hacia la historia de vida. Sugiere que sirva como piedra de toque, a través de la cual teorías, hipótesis y suposiciones puedan ser evaluadas. A medida que suma datos personales y visiones subjetivas a partir de determinado lugar social, permite abrir caminos de investigación en áreas que parecían resueltas, tanto en el campo de las rutinas institucionales como de los procesos y relaciones sociales. “Más allá de eso, tiene el potencial de conseguir datos difíciles y casi inaccesibles en experimentaciones o “surveys” retrospectivos (Becker, 1994, p.26). ¿A quién y a cuántas personas entrevistar? Se puede trabajar, como Sartre (1980), Sacks (2002) y Cavalcante (2003) lo hicieron, tan sólo con biografías únicas (1980), destacando singularidades en ellas pero contextualizándolas y sacando de ellas conclusiones teóricas importantes. O pueden ser utilizadas varias narrativas, como lo hicieron Thompson (1980); Poirier & Clapier-Valladon (1980) y Ferrarotti (1980), entre otros. En ese caso, el número de informantes depende de los objetivos de la investigación y de los criterios de saturación que orientan cualquier investigación cualitativa. Aún desde un punto de vista práctico, el trabajo de campo puede realizarse de diversas formas, siendo sus principales modalidades: (a) la historia de vida completa que recubre todo el conjunto de la experiencia vivida por una persona, un grupo o una institución; (b) la historia de vida tópica que pone énfasis a determinada etapa o sector de la vida personal o de una organización. ¿Cómo dar continuidad a las narrativas? Es importante que el investigador vaya transcribiendo sucesivamente sus entrevistas, y a partir de ellas, pasar a la elección de nuevos interlocutores, transfiriendo cuestionamientos de unos hacia otros, triangulando visiones de varios informantes y buscando recorrer caminos imperceptibles para asegurar la calidad de la información. ¿Qué hacer con el carácter incompleto de las narrativas? Cabe al investigador el esfuerzo de articular las informaciones, como en un rompecabezas, ubicándolas en el contexto histórico, relacional, social y siempre buscando, como en todas las modalidades de investigación cualitativa, la lógica interna del grupo en cuestión. El trabajo reflexivo e inquisidor, aparentemente espontáneo, que las grandes biografías o historias de grupos parecen esconder, es lo que da a la estrategia de la historia de vida el valor etnológico y etnográfico que tanto se admira. Es preciso tener en mente, como ya expliqué, que la persona no cuenta su vida, sino que se refleja sobre ella mientras la narra, buscando un hilo conductor que le de sentido, a partir del presente y proyectándose en el 100 futuro. Por lo tanto, el investigador nunca encontrará la verdad, sino la versión situada de los participantes en los episodios narrativos. Igualmente, su biografía, en algún momento, deberá ser ubicada en el contexto etnográfico. ¿En qué momento el investigador procederá al análisis? En las modalidades de historia de vida por entrevistas, el análisis se hace durante toda la realización del trabajo de campo y como una etapa específica posterior. En el primero caso, el investigador sólo debe parar cuando consiga “construir una representación de su objeto socio-antropológico” (Bertaux, 1980, p.210) que pasará luego por una construcción de segundo orden, compuesta por la mirada comprensiva e interpretativa del investigador, donde su objeto de estudio será situado, analizado, contextualizado y teorizado (Schutz, 1982). Las concepciones teóricas que validan la historia de vida son de la misma naturaleza de los que fundamentan la entrevista y la observación participante. Todas esas estrategias exigen una conciencia reflexiva que abarca a investigadores e interlocutores en la construcción de un pre-texto inserto en un contexto social más amplio y más complejo. Investigación participante e investigación-acción Tales abordajes tienen su origen en la década del ‘60, influenciados por el pensamiento crítico sobre la realidad social en Brasil y en América Latina. Uno de sus inspiradores fue Paulo Freire (1966;1976;1981;1985;1992;1996b), cuyas obras son mundialmente conocidas y respetadas. Buscando siempre combinar investigación, participación y política (Gajardo, 1984), ambos abordajes parten de algunos principios: (a) la idea de un sujeto popular: (b) la idea de un proyecto político encabezado por un frente popular; (c) privilegiar el espacio local como locus político y (d) el papel del investigador como actor político transformador. El supuesto de tales propuestas es que (1) la inclusión social sólo se alcanza si los sectores económica y socialmente excluidos incorporaran la conciencia de sus intereses, prácticas de organización y real significación social y política y que, (b) la investigación social puede ser un potente vehiculador de esos cambios (Gajardo, 1986; Barbier, 1985). De este modo, investigación-acción e investigación participativa se orientaron desde su inicio a la solución de problemas concretos como un intento de promover el incremento de la participación de los campesinos y grupos sociales más relegados de la sociedad dentro de los procesos sociales y su integración en el debate político. Aunque se generaron dentro del mismo contexto histórico y bajo los mismos objetivos sociales, existen diferencias teóricas y prácticas entre investigación-acción e investigación participante. La primera consiste en un tipo de investigación estrechamente concebida y realizada junto a intervenciones sociales orientadas a la resolución de un problema colectivo, en el cual se involucran los investigadores y los participantes. Estos últimos deben ser representativos del proceso que buscan transformar (Thiollent, 1987). 101 La investigación participante incluye a personas legas, representativas de las situaciones a ser transformadas, de forma orgánica a la producción del conocimiento sobre tales situaciones, sin necesariamente estar vinculadas a una acción directa. En ambas modalidades, la población-objeto es llevada a identificar el problema, a recolectar los datos sobre él, a realizar análisis críticos y a buscar soluciones adecuadas para las cuestiones pautadas. El investigador debe trabajar de forma tal que la propia selección del problema de investigación brote de la discusión entre especialistas y la población. Ambas modalidades de investigación están vinculadas a un tipo de visión emancipatoria, y sus propuestas y métodos fueron aplicados en varios países de América Latina, especialmente en proyectos de educación popular en las décadas del ‘70 y ‘80 (Brandão, 1985). Considerados semejantes, los diseños de investigación-acción y de investigación participante, desde un punto de vista metodológico suponen que: (a) los grupos con saberes diferenciados se interrelacionen; (b) sea formulado un marco teórico referente al problema para el cual se busca solución: (c) las personas interesadas en el proyecto participen en todas las etapas de desdoblamiento del proyecto; (d) todas las discusiones sobre los datos sean socializadas y (e) se construyan planes de acción, en conjunto, permitiendo enfrentar y resolver, con metas a corto, medio y largo plazo los problemas diagnosticados. Las modalidades de investigación-acción y de investigación participativa (Demo, 1999), bajo el sentido político que les dio origen, comenzaron a disminuir a partir de los años ‘80, cuando las dictaduras latinoamericanas fueron cayendo y los espacios democráticos de discusión pasaron a sustituir tales estrategias de investigación.Del mismo modo, el análisis de las investigaciones realizadas generó muchas críticas epistemológicas, sobre todo en cuanto a su status de cientificidad. Desde el punto de vista académico los experimentos frecuentemente demostraron gran fragilidad teórica o simplemente, no tuvieron la participación de las personas comunes que vivenciaban los problemas estudiados, en todas las etapas de su realización. Desde el punto de vista de los actores legos, su compromiso se tornó cada vez más difícil, a no ser de forma remunerada y no como una militancia política comprometida con la investigación. Hoy, sin embargo, los términos investigación participativa e investigación-acción continúan presentes, principalmente en dos contextos: el del área de educación y de gestión, sobre todo en el campo de la evaluación institucional (Waiselfsz, 1998), sumándose a los procesos de auto-evaluación y de evaluación interna. Estos abordajes pasaron a ser utilizados como instrumentos de construcción de consensos dentro de las organizaciones, a partir de diagnósticos y formulación de propuestas de los educadores y empleados. En este sentido, ellas continúan cumpliendo una función estratégica. Estudio de Caso 102 Goode & Hatt definen así el Estudio de caso: “Es un medio de organizar datos sociales, preservando el carácter unitario del objeto social estudiado” (1979, p.422). Bonoma (1985) enfatiza el carácter de intensidad sobre el objeto en este tipo de abordaje. Según Yin (1989), se debe dar preferencia a los estudios de caso cuando es posible hacer observación directa sobre los fenómenos. Los estudios de caso utilizan las estrategias de investigación cualitativa para mapear, describir y analizar el contexto, las relaciones y las percepciones con relación a la situación, fenómeno o episodio en cuestión. Y es útil para generar conocimiento sobre características significativas de eventos vivenciados, tales como intervenciones y procesos de cambio. Se asemeja a la focalización sobre un experimento que se busca comprender a través de entrevistas, observaciones, uso de banco de datos y documentos. Metodológicamente, los estudios de caso evidencian vínculos causales entre intervenciones y situaciones de la vida real; el contexto donde una acción o intervención ocurrió u ocurre; el rumbo de un proceso en curso y las maneras de interpretarlo; el sentido y la relevancia de algunas situaciones clave en los resultados de una intervención. Sus objetivos pueden ser resumidos en: (a) comprender los esquemas de referencia y las estructuras de relevancia relacionadas a un evento o fenómeno de un grupo específico; (b) permitir un examen detallado de los procesos organizacionales o relacionales; (c) aclarar los factores que interfieren en determinados procesos; (d) presentar modelos de análisis replicables en situaciones semejantes y hasta posibilitar comparaciones, cuando en el proyecto, en el transcurso del trabajo de campo y en el análisis, el investigador trabaja con tipificaciones. Hoy, los estudios de caso son utilizados principalmente en el área de administración y de evaluación social teniendo aplicaciones bastante funcionales como (1) comprender el impacto de determinadas políticas en una realidad concreta; (2) describir un contexto en el cual será aplicada determinada intervención; (3) evaluar procesos y resultados de propuestas pedagógicas o administrativas y (4) explorar situaciones donde determinadas intervenciones no dieron los resultados previstos. Los ítems principales del diseño de un estudio de caso son: cuestión de estudio o definición del foco de investigación: este método es indicado para responder al “cómo” y al “porqué” determinado fenómeno se presenta; determinación de la unidad de análisis y su descripción preliminar: si es un grupo, una organización, un sector; justificación del estudio: explicación de la importancia y del sentido del estudio; formulación y esclarecimiento de las proposiciones específicamente orientadas a los diferentes aspectos en estudio; esclarecimiento de la lógica entre las diversas proposiciones; establecimiento de criterios para la interpretación de los datos (referencial teórico y categorías). Los teóricos del método de estudio de caso aconsejan a los investigadores que utilicen múltiples fuentes de información, construyan un banco de datos a lo largo de la investigación y 103 creen una cadena de evidencias relevantes durante el trabajo de campo. Los instrumentos utilizados en este tipo de abordaje son datos secundarios que apunten a la contextualización del problema, documentos escritos y material primario recolectado en campo, a través de entrevistas, grupos focales y observación. Los atributos que se esperan de un investigador que trabaja con estudios de caso, son los mismos que son requeridos a quienes utilizan abordajes cualitativos: habilidad para hacer preguntas, oír y observar, ser flexible y al mismo tiempo firme en los parámetros propositivos de su investigación. Los estudios de caso han recibido muchas críticas metodológicas, principalmente a su falta de rigor, a la existencia de muchos sesgos del investigador y a la poca probabilidad de generalización de los resultados, si la investigación no fuera correctamente preparada y conducida. Por esa razón, autores como Bonoma (1985) consideran más adecuados los estudios exploratorios y como Yin (1989), dicen que es el hermano más débil entre los abordajes de las ciencias sociales. No obstante, con un adecuado y fundamentado proyecto, con un buen entrenamiento en investigación de campo y permanente recorte de las proposiciones teóricas delineadas inicialmente y los hallazgos empíricos, es posible hacer un buen uso de la propuesta de Estudios de Caso. Hermenéutica-dialéctica Esta combinación entre hermenéutica y dialéctica fue inicialmente descrita por Habermas (1987), entendiendo que, desde el punto de vista del pensamiento, sintetiza los procesos comprensivos y críticos. Hermenéutica, según Gadamer (1999), es la búsqueda de comprensión del sentido que se da en la comunicación entre seres humanos, siendo el lenguaje su núcleo central. Así como todas las otras formas de abordaje aquí citadas, la hermenéutica trabaja con la comunicación de la vida cotidiana y del sentido común, dentro de los siguientes supuestos: el ser humano como ser histórico y finito se complementa por medio de la comunicación; su lenguaje también es limitado, ocupando un punto en el tiempo y en el espacio; por eso, es preciso comprender también su contexto y su cultura. La hermenéutica se fundamenta en dos importantes principios: (a) la experiencia cultural trae los resultados de los consensos que se convierten en estructuras, vivencias, significados compartidos y símbolos. El mundo de la cotidianeidad es el horizonte y el parámetro del proceso de entendimiento (Gadamer, 1999); (b) por otro lado, en la vida social no todo es transparente e inteligible, y el lenguaje tampoco es una estructura completa de la vida social. Por eso es importante apoyarse en el análisis del contexto y de la praxis (Habermas, 1987). Desde el punto de vista metodológico, el abordaje hermenéutico se encuadra dentro de los siguientes parámetros: (a) busca aclarar el contexto de los diferentes actores y de las propuestas que producen; (b) cree que existe un tenor de racionalidad y de responsabilidad en las 104 diferentes lenguajes que sirven como vehículo de comunicación; (c) coloca los hechos, los relatos y las observaciones en el contexto de los actores; (d) asume su papel para juzgar y tomar posición sobre lo que escucha, observa y comparte; y (e) produceun relato de los hechos donde los diferentes actores se sientan contemplados. La dialéctica es la ciencia y el arte del diálogo, de la pregunta y de la controversia. A diferencia de la hermenéutica, busca en los hechos, en el lenguaje, en los símbolos y en la cultura, los núcleos obscuros y contradictorios para realizar una crítica informada sobre ellos. Al hablar de la articulación promisoria entre dialéctica y hermenéutica, Habermas dice que: la misma razón que comprende, esclarece y reúne, también contesta, disocia y critica (1987, p.20), pues hay tanta intransparencia en la lenguaje como en la vida real, donde poder y relaciones de producción oponen contradictoriamente personas, grupos y clases. El autor señala que el propio lenguaje es un instrumento de dominación, necesitando ser desmistificado y tornarse objeto de reflexión: tanto el que es comunicado por los informantes como el que es utilizado por los investigadores. Desde un punto de vista metodológico, el abordaje dialéctico necesita crear instrumentos de crítica y de aprehensión de las contradicciones en el lenguaje; comprender el análisis de los significados a partir del terreno de las prácticas sociales; valorizar los procesos y las dinámicas de creación de consensos y contradicciones, al interior de los cuales, se ubican la propia oposición entre el investigador y sus interlocutores y, resaltar el condicionamiento histórico del habla, de las relaciones y acciones (Minayo, 2002). En su articulación, la hermenéutica-dialéctica constituye un importante camino del pensamiento para fundamentar investigaciones cualitativas, incluso cubriendo la casi ausencia de investigaciones de fundamentación marxista que toman en cuenta la subjetividad. Esa combinación de estrategias no crea ninguna técnica específica, pues lo que Habermas (1987) desea valorizar son los elementos teóricos que puedan dar parámetros a los investigadores. Desde el punto de vista de la operacionalización, este autor, valoriza al mismo tiempo la fenomenología, el interaccionismo simbólico y la etnometodología como caminos importantes para el trabajo de campo de cuño comprensivo (Habermas, 1987), pero diferencia la hermenéutica-dialéctica en relación a esas teorías y abordajes, consideradas por él como descontextualizadas y extremadamente presas a la producción del lenguaje en sí. De allí que la propuesta de Habermas pasa por la construcción de un movimiento interactivo entre la hermenéutica y la dialéctica, valorizando las complementariedades y oposiciones entre las dos: (a) ambas traen en su núcleo la idea fecunda de los condicionamientos históricos del lenguaje, de las relaciones y de las prácticas; (b) ambas parten del supuesto de que no existe un observador imparcial; (c) ambas cuestionan el tecnicismo en favor del proceso intersubjetivo de comprensión y de crítica; (d) ambas superan la tarea de ser simples herramientas para el pensamiento y (e) ambas están referidas a la praxis estructurada por la tradición, por el lenguaje, por el poder y por el trabajo. Sin embargo, mientras la hermenéutica enfatiza el significado de lo consensual, de la mediación, del acuerdo y de la unidad de sentido, la dialéctica 105 se orienta hacia la diferencia, el contraste, el disenso, la ruptura de sentido y, por lo tanto, hacia la crítica (Minayo, 2002). Para dar un cierre a la discusión sobre corrientes de pensamiento y los diferentes tipos de abordaje comprensivo, repito que mi postura en este trabajo es de observar la ciencia con sus paradigmas, sus teorías, métodos y técnicas como construcciones sociales, con todas las osadías, resistencias, tentativas y errores propios de las instituciones humanas. Por considerar que no existe la ciencia en general, entiendo que existen prácticas científicas diferenciadas, desarrolladas de manera desigual y que todas tienen como sustrato, movimientos que involucran sociedades y visiones sociales del mundo diversas. Intento, por lo tanto, una aproximación a los marcos referenciales que dentro de las Ciencias Sociales o fuera de ellas, vienen influenciando con mayor vigor a las producciones teóricas y a las prácticas en el campo de la salud. El pensamiento sistémico complejo fue planteado aquí, aún como un desafío. Sería redundante decir que la forma esquemática en que fueron abordadas las diversas posibilidades de aprehender la realidad, se debe al objetivo de este libro. Cualquier estudioso podrá encontrar en la bibliografía final, un vasto material de consulta capaz de guiarlo en busca de profundización. 106 Parte III Construcción del Proyecto de Investigación: fase exploratoria La Fase Exploratoria de una Investigación es tan importante que en sí puede ser considerada una Investigación Exploratoria. Comprende la etapa de construcción del proyecto hasta los procedimientos y tests para la entrada en campo. Contiene la elección del tópico de investigación, la delimitación del problema, la definición del objeto y de los objetivos, la construcción de hipótesis o supuestos y del marco teórico conceptual, la elaboración de los instrumentos de colecta de datos y de la exploración del campo. Presento, inicialmente las referencias filosóficas dentro de las cuales se procesa el camino de elaboración científica. La primera de ellas es el carácter aproximado del conocimiento que se construye a partir de otros conocimientos sobre los cuales se ejercita la aprehensión, la comprensión, la crítica y la duda, aunque eso no se dé de forma lineal y definitiva. Limoeiro Cardoso (1977) esclarece muy bien ese movimiento de investigación, usando la imagen de un haz de luz: “El conocimiento se hace a costa de muchos intentos y de la incidencia de muchos haces de luz, multiplicando los puntos de vista diferentes. La incidencia de un único haz de luz no es suficiente para iluminar un objeto. El resultado de esa experiencia sólo puede ser incompleto e imperfecto, dependiendo de la perspectiva en que la luz es irradiada y de su intensidad. La incidencia, a partir de otros puntos de vista y de otras intensidades luminosas, va dando formas más definidas al objeto, va construyendo un objeto que le es propio. La utilización de otras fuentes luminosas podrá formar un objeto integralmente diverso, o señalar dimensiones enteramente nuevas al objeto” (Limoeiro Cardoso, 1977, p.27). El carácter aproximado del saber intelectual es un tema relevante de la epistemología, uniendo la visión de los más diversos autores, como Lenin (1965), para quien al reflejar la realidad, el conocimiento ofrece siempre una imagen más grosera que la real, tanto en el plano del pensamiento como de los sentimientos (Lenin, 1965). O de Bachelard (1978) que dedica una obra entera a lo que denomina “La connaissance approchée”. A su vez, las modernas teorías de la complejidad ponen énfasis en la intersubjetividad presente en la construcción de todas las modalidades del proceso de conocimiento (Maturana, 1987; 1997). La segunda referencia se relaciona al carácter de inaccesibilidad y de incontrolabilidad del objeto. La inalcanzabilidad del objeto se basa en que las ideas que se hacen sobre los hechos están siempre mediadas por el sujeto (su historia, formación, ideas) y por lo tanto son imprecisas, parciales y más imperfectas que la totalidad en observación. El proceso de investigación es, en consecuencia, un movimiento de definición y redefinición del objeto durante todas sus etapas. Por un lado, porque su conocimiento es fruto de un ejercicio de cooperación donde los investigadores trabajan sobre los descubrimientos, unos de otros, aceptándolos como plataformas para 107 transformacionesposteriores o criticándolos y formulando nuevas preguntas; por otro lado, porque cada teoría construye el objeto según sus supuestos. En este sentido, el objeto es siempre una “representación” bajo determinado punto de vista, donde el investigador, a su modo, busca reproducir lo real. La tercera referencia se refiere a la vinculación entre pensamiento y acción. O sea, nada puede ser intelectualmente un problema, si no ha sido, en primera instancia, un problema de la vida práctica, al menos en el caso de las Ciencias Sociales. Esto quiere decir que la elección de un tema no surge espontáneamente, de la misma forma que el conocimiento no es espontáneo. Surge de intereses y circunstancias socialmente condicionados, fruto de determinada inserción en lo real, encontrando allí sus razones y sus objetivos. Ese es un punto de vista que reúne tanto al racionalismo abierto de Bachelard (1978) como a la dialéctica marxista de Lukács (1974) las teorías críticas de la Escuela de Frankfurt (Habermas, 1980, 1987) y el perspectivismo de Mannheim (1968; 1974; 1974a). El cuarto parámetro enfatiza el carácter originariamente interesado del conocimiento, al mismo tiempo que resalta su relativa autonomía. La mirada sobre el objeto está condicionada históricamente por la posición social del cientista y por las corrientes de pensamiento en conflicto en la sociedad (Lowy, 1985, p.15). No obstante, existe una “autonomía relativa” de las ciencias sociales que se manifiesta en una cierta continuidad, evolución y crítica al interior de la propia ciencia, formando parte de la lógica interna de la investigación científica como práctica teoría general y disciplinaria, apuntando al descubrimiento de la verdad (Lowy, 1985). Mannheim (1968, 1974) habla de esa cuestión en sus reflexiones epistemológicas, reafirmando la estrecha relación entre intereses específicos de clase y de status, teorías, métodos y preocupaciones sociológicas. Sin embargo, señala que es necesario admitir que, luego de que en un área científica se ha descubierto y divulgado algún hecho histórico o sociológico, todos los grupos, sean cual fueren sus intereses, no sólo acaban por tomar en consideración los descubrimientos publicados sino que de alguna forma los incorporan a su sistema de interpretación del mundo. En ese sentido, las diversas corrientes intelectuales no se desarrollan aisladamente y, aunque frecuentemente compitan entre sí, se afectan mutuamente y se enriquecen (Mannheim, 1974). Dentro de los principios descritos, paso a discutir los elementos que componen la fase exploratoria de una investigación y todas sus etapas subsiguientes. (1) Analizo algunos conceptos fundamentales usados en la práctica de las Ciencias Sociales para la construcción del marco teórico de la investigación. (2) A continuación, demuestro que la construcción del objeto es una labor teórica que requiere esfuerzo práctico de construcción de información, crítica y experiencia. (3) Propongo, finalmente, una discusión sobre el instrumento de abordaje de los datos empíricos y de entrada exploratoria en el campo de la investigación. Resalto una discusión sobre el tema de la Muestreo Cualitativo que suele ser uno de los puntos de mayor impasse para el investigador que trabaja en investigación de cuño comprensivo. 108 Capítulo VI Conceptos para operacionalización de la investigación Buscaré aquí definir algunos términos utilizados y que son necesarios para todo el desarrollo de cualquier investigación: teoría, concepto, noción, categoría, hipótesis y supuestos. Teoría Denomino teoría a un conjunto coherente de proposiciones que interrelaciona principios, definiciones, tesis e hipótesis y sirve para organizar lógicamente la interpretación de la realidad empírica. Toda teoría es un discurso científico que se constituye como un modelo a través del cual su formulador analiza un fenómeno o un proceso. Una teoría reúne supuestos y axiomas (una afirmación cuya verdad es evidente y universalmente aceptada en determinada disciplina) y proposiciones lógicamente interrelacionadas y empíricamente verificables. Las proposiciones de una teoría son consideradas leyes o tesis si ya fueron suficientemente comprobadas, y las hipótesis, constituyen aún un problema de investigación. En realidad, tanto las leyes como las hipótesis deben estar siempre sujetas a la problematización y reformulación pues, como señala Bachelard (1978), nada impide tanto el avance científico como las verdades establecidas y las certezas absolutas. La esencia de una teoría consiste en su potencialidad de explicar una amplia gama de fenómenos a través de un esquema conceptual al mismo tiempo abarcativo y sintético. Todas las teorías son construidas históricamente y expresan intereses porque representan lo real a partir de determinadas elecciones (Habermas, 1980). Por tal razón, son formas de conocimiento y de ocultamiento de la verdad, en la medida en que proyectan luz sobre determinados aspectos de la realidad y sombrean otros, evidenciando limitaciones lógicas y sociológicas (Lukács, 1967; Lowy, 1985). La relación dinámica entre teoría y empiria se expresa en el hecho de que la realidad informa a la teoría, que a su vez la antecede, le permite percibirla, formularla, dar cuenta de ella, diferenciándola, en un proceso de distanciamiento, aproximación y reorganización. La teoría domina la construcción del conocimiento a través de conceptos generales considerados verdaderos. Su profundización, de forma crítica, permite develar dimensiones no evidentes de la realidad, pero el acceso a una teoría sólo ayuda cuando el investigador hace preguntas pertinentes e inteligentes sobre la realidad que investiga. Conceptos Toda construcción teórica es un sistema cuyas vigas maestras están representadas por conceptos. Los conceptos son unidades de significación que definen la forma y el contenido de una teoría. Pueden ser considerados como operaciones mentales que reflejan puntos de vista verdaderos y construidos en una relación dinámica con la realidad (siempre dentro de un marco 109 teórico determinado). Los conceptos pueden ser considerados un camino de ordenamiento teórico de los hechos y relaciones y procesos sociales, debiendo ser, en la confrontación con el campo empírico, permanentemente recreados y reconstruidos. Todo concepto es construido históricamente y para entender su alcance o para reformularlos, en las ciencias sociales, se recomienda que sean analizados en su origen y recorrido, de forma crítica. La propia jerarquización de los conceptos, en una teoría determinada, revela a qué aspectos de la realidad el teórico da mayor atención. Por lo tanto, en la formulación de una investigación, no es suficiente comprenderlos como operaciones lógicas y si están correctamente concatenados. Es necesario, más allá de eso, entender el sentido histórico y sociológico de su definición y de las combinaciones que producen. Nociones Forma parte de la jerga de la investigación el término noción, que ocupa un lugar inferior al término concepto, para definir una idea, un fenómeno, un proceso menos elaborado. Etimológicamente la palabra concepto viene de concepción, o sea, está vinculada a la subjetividad refiriéndose a algo humanamente construido para explicar fenómenos y procesos. No obstante, como ya fue dicho, el término “concepto” remite a una sofisticada elaboración histórica y teórica, por eso se refiere a los pilares del discurso científico. Por el contrario, las nociones se vinculan a los elementos de una teoría que aún no posee la claridad suficiente para alcanzar el status de concepto y son usados como “imágenes” para explicaciones aproximadasde lo real. Sin embargo, las nociones también representan el esfuerzo del pensamiento para describir determinadas experiencias y, por eso, ocupan un lugar de importancia en el proceso de investigación, dado que todo saber está basado en pre-conocimiento, todo hecho y todo dato ya son interpretaciones: “Si no queremos que las categorías analíticas que adoptamos continúen siendo extrañas al objeto”, dice Demo, “debemos aceptar la existencia de nociones previas” (Demo, 1981, p.18). Categorías Las categorías son conceptos clasificatorios. Se constituyen como términos cargados de significación, a través de los cuales la realidad es pensada de forma jerarquizada. Todo ser humano clasifica la sociedad y los fenómenos que vivencia. El cientista lo hace de forma diferenciada: crea sistemas de categorías buscando encontrar una unidad en la diversidad y producir explicaciones y generalizaciones. Dentro de la visión positiva, las categorías son consideradas “rúbricas o clases que reúnen un grupo de elementos bajo un título genérico, agrupamiento efectuado en razón de los caracteres comunes de esos elementos” (Bardin, 1979, p.117). En la Introducción a la Crítica de la Economía Política, Marx (1973), hace uso en diversos momentos del término categoría para señalar conceptos relevantes y cargados de sentido que 110 permiten expresar los aspectos fundamentales de las relaciones de los seres humanos entre sí y con la naturaleza. Dentro del pensamiento dialéctico, del mismo modo que los conceptos y las nociones, las categorías no son entidades, son construcciones históricas que atraviesan el desarrollo del conocimiento y de la práctica social. Por ejemplo, trabajo, clase social, familia, conciencia de clase, salud, enfermedad, edad, entre otras, son categorías que expresan la unidad de las relaciones entre la dinámica de la historia y el pensamiento lógico. A los fines de la investigación social, utilizo aquí una clasificación del concepto de categoría separando Categorías Analíticas, Categorías Operacionales y Categorías Empíricas. Considero categorías analíticas aquellas que retienen, históricamente, las relaciones sociales fundamentales, sirviendo como guías teóricas y referencias para el conocimiento de un objeto en sus aspectos generales. Ellas permiten varios grados de generalización y de aproximación. Por ejemplo, hoy un investigador social no puede prescindir en sus estudios de las categorías de elevada abstracción y de alto poder explicativo como clase social, género, etnia, franja etária. Y otros términos como estado civil, religión, participación social y participación política. Por el contrario, las categorías operacionales son construidas con la finalidad de aproximación al objeto de investigación (en su fase empírica), debiendo ser apropiadas o construidas con la finalidad de permitir la observación y el trabajo de campo. Por eso, forman parte de la elaboración específica de cada proyecto de investigación y deben ser claras, bien definidas y, como el propio nombre indica, operativas. Cuando son construidas a posteriori, a partir de la comprensión del punto de vista de los actores sociales, posibilitando desvendar relaciones específicas del grupo en cuestión, son llamadas Categorías empíricas. Las categorías empíricas son clasificaciones que contienen una doble elaboración: son, ante todo, expresiones clasificatorias que los actores sociales de determinada realidad construyen y les permiten dar sentido a sus vidas, sus relaciones y sus aspiraciones. Por lo tanto emanan de la realidad. Por otro lado, son elaboraciones del investigador, es su sensibilidad y agudeza, lo que le permite comprenderlas y valorizarlas, en la medida en que va develando la lógica interna del grupo (objeto) investigado y descubre esas expresiones, las explora y sobre ellas crea construcciones de segundo orden. Generalmente, cuando un investigador consigue aprehender y comprender las categorías empíricas de clasificación de la realidad del grupo investigado, percibe que están colmadas de sentido y de claves para la comprensión teórica de la realidad en su especificidad histórica y en su diferenciación interna. Hipótesis Defino las hipótesis como afirmaciones provisorias relacionadas a un determinado fenómeno en estudio. Son proposiciones a ser testeadas empíricamente y luego confirmadas o rechazadas. Una hipótesis científica deriva de un sistema teórico y de los resultados de estudios anteriores y por lo tanto forma parte o son deducidas de las teorías. Pero también pueden surgir de 111 la observación y de la experiencia, en el interjuego siempre inacabado que relaciona teoría y práctica. Goode & Hatt (1979) proponen algunas condiciones para la formulación de hipótesis en las ciencias sociales: (a) que sean conceptualmente claras, simples y con poder explicativo, llegando a definir su operacionalidad; (b) que tengan referencias empíricas, o sea, que estén relacionadas con los fenómenos concretos que se pretende estudiar; (c) que estén relacionadas con las técnicas disponibles, o sea, que posibiliten la aprehensión empírica de los aspectos que se quiere investigar. De la misma forma que los términos problematizados anteriormente, las hipótesis tienen su historia, forman parte del marco de preocupaciones teóricas y prácticas del investigador cuando se pregunta sobre los aspectos de la realidad que pretende investigar. El término hipótesis entró en la historia de la ciencia de la mano de las ciencias naturales y posee una connotación positivista, en la medida en que proviene de la creencia de que existe un conocimiento objetivo y que esa objetividad se concretiza en pruebas estadístico-matemáticas. Todas las corrientes de pensamiento de las ciencias sociales adoptaron el término y su sentido dentro de sus elaboraciones conceptuales, pero cada una de ellas lo reinterpreta de acuerdo a su discurso teórico. A efectos de este trabajo, abordaré el significado dado al término por las corrientes comprensivistas. En el abordaje cualitativo, el término hipótesis es utilizado, sobre todo, cuando se trata de profundización de estudios ya realizados o de cooperación con el análisis cuantitativo. Se suele utilizar también, el término supuestos cuando el investigador que usa el abordaje comprensivo se refiere a la elaboración de parámetros básicos que permiten encaminar la investigación empírica cualitativa. El término supuestos podría ser considerado como un concepto más blando, substituyendo al término hipótesis que posee connotaciones mucho más formales y, a veces, inadecuadas al objeto de estudio cualitativo. En verdad, las dos expresiones, supuestos e hipótesis, son utilizadas, dependiendo del nivel de avance del conocimiento con relación al tema de la investigación. Para los estudios exploratorios es mejor el término supuesto. En los que tratan de continuidad y avance de la investigación es adecuado usar hipótesis. Resulta cada vez más importante, superar el debate inútil sobre la cientificidad de las ciencias sociales, exigiendo que, para que sean científicas y válidas, siempre presenten datos cuantificables. Los estudios cualitativos también posibilitan construir teorías, reformularlas, re- focalizarlas o clarificarlas, como ya argumenté en diversas oportunidades. La naturaleza más abierta e interactiva de un trabajo cualitativo que incluya la observación participante, permite que el investigador combine el hábito de confirmar o deconstruir hipótesis con las ventajas de un abordaje no-estructurado. Planteándose interrogantes que van siendo discutidos durante el proceso de trabajo de campo, el investigador elimina cuestiones irrelevantes, da énfasis a determinadosaspectos que surgen empíricamente y reformula sus hipótesis o supuestos iniciales y provisorios. 112 Las observaciones sobre la cuestión de las hipótesis en el abordaje cualitativo remiten a un clásico de la antropología: Malinowski. De acuerdo con la orientación de este investigador seminal para la metodología antropológica, el investigador tiene que esmerarse en la construcción, ampliación, articulación y profundización de su marco teórico. Es ese referencial que le permitirá establecer preguntas fundamentales para la comprensión de la realidad empírica. No obstante, es fundamental que conserve la apertura y flexibilidad capaces de descubrir las particularidades de la realidad empírica más allá de la teoría (Malinowski, 1984). Ciertamente esas observaciones colocan al trabajo científico por encima de una postura técnica de comprobación o afirmación de hipótesis. 113 Capítulo VII Proyecto de investigación Generalmente, cuando el investigador se propone iniciar su actividad de investigación se sitúa en un marco de interrogantes teóricos y operacionales. Área de interés Generalmente cuando elije un tema, el investigador comienza por delimitar su área de interés que puede ser definida como un campo de prácticas y teorías donde se concentran las cuestiones que le incitan curiosidad científica. Por ejemplo, son áreas de interés en diferentes dimensiones de generalidad: Salud del Trabajador, Políticas Públicas, Salud y Cultura, Educación y Salud, Violencia y Salud, en un sentido bien amplio. En términos más restringidos lo son: Violencia contra la Mujer; Evaluación en Salud; Control Social en Salud; por ejemplo. Al interior de ese Área de Interés, que es el seno y el continente de un proyecto específico, se sitúa el Objeto o también llamado Problema de Investigación. Objeto de Investigación El Objeto o el Problema es una parte, un fragmento, un recorte de determinada totalidad que para ser estudiada en su significación, debe contener relaciones esenciales y expresar especificidad. Cuando se habla de delimitar un objeto, el investigador debe entender la expresión no como una disección de lo real, sino como la posibilidad de proyectar su mirada sobre determinado fenómeno que, aunque analizable en sus dimensiones, forma parte de un sistema o de una realidad mucho más abarcativa. Desde un punto de vista práctico, el Objeto es generalmente planteado en forma de pregunta y se vincula a descubrimientos anteriores y a interrogantes provenientes de múltiples intereses (de orden personal, lógico o sociológico). La claridad y la precisión en esa elección deriva del esfuerzo por establecer relaciones entre marcos conceptuales amplios, abarcativas y, al mismo tiempo, específicos y volcados hacia el problema, articulándolos con la práctica. Lo real está siempre planteado como premisa, aunque operacionalmente se parta de lo abstrato hacia lo concreto. Operacionalmente, diría que la clara definición del objeto debe preceder siempre al esfuerzo discursivo, de forma tal que, en la primera línea de un proyecto, cualquier lector pueda identificarlo y comprenderlo. Sin duda alguna, el uso excesivo de palabras o de explicaciones esconde las dificultades del investigador en plantearse a sí mismo lo que pretende estudiar concretamente. Dialécticamente, sin embargo, todas las etapas de un proyecto constituyen una definición y redefinición del objeto que sólo será plenamente definido en todas sus determinaciones al final del proceso. Es a esa dinámica que Marx (1973) le atribuye la expresión “concreto pensado” (Marx, 1973, p.79). 114 Revisión bibliográfica La primera tarea del investigador, una vez definido su objeto, es proceder a una amplia investigación bibliográfica, capaz de aclarar y permitir ordenar y comprender mejor la realidad empírica. La investigación bibliográfica puede tener varios niveles de profundización, pero debe abarcar, mínimamente, los estudios clásicos sobre el objeto en cuestión (o sobre los términos de su explicitación) y los estudios más actualizados sobre el asunto. El nivel de abarcabilidad de esa revisión debe quedar escrito en el diseño metodológico de la investigación. Esa labor inicial parte de algunas pre-condiciones: (a) que la bibliografía sea lo suficientemente amplia como para delinear el marco dentro de la cual el objeto se sitúa: la búsqueda de diversos puntos de vista, de los diferentes ángulos del problema que permitan establecer definiciones, conexiones y mediaciones, demostrando el “estado del arte” 6 . Véase el ejemplo de un relevamiento sobre Concepciones de Salud-Enfermedad. La comprensión de ese tema implica que la investigación bibliográfica incluya: el perfil histórico y sociológico del segmento específico a ser estudiado y su inserción en las relaciones sociales de producción, sus condiciones de vida y de trabajo, consumo, acceso a bienes y servicios y en especial aquellos que se refieren a la salud; el concepto históricamente construido de salud en la sociedad en estudio, y las políticas del sector; el concepto de representación social que torna operacional la investigación y el análisis. Ahora bien, el diseño de ese marco inicial exige el dominio previo de algunas categorías analíticas fundamentales en diferentes niveles de abstracción como el Modo de Producción; Formación Social; Ciudadanía; Clases; Género; Etnias; Conciencia Social; Condiciones, Situaciones y Estilo de vida, por nombrar algunas. No obstante, esas categorías no necesitan estar presentes en el discurso teórico que organiza el proyecto de investigación. Deben constar allí las definiciones necesarias para permitan hacer surgir desde el “caos inicial” al objeto específico con sus contornos generales. Un consejo muy importante es conceptualizar cada término utilizado, en la frase que define al objeto o constituye el título del proyecto. Por ejemplo: Objeto de estudio: Relación entre dolor crónico y violencia conyugal en mujeres que frecuentan una clínica de dolor. Cada uno de los términos: “dolor crónico”, “violencia conyugal”; “violencia contra la mujer”; “clínica de dolor” deben salir de las ideas de sentido común que se tiene sobre ellos y pasar a ser teóricamente tratados. (b) El segundo aspecto a ser observado con relación a la bibliografía se vincula a su apropiación. Es necesario abordar el texto, primero en un ejercicio comprensivo, buscando 6 Actualmente, las facilidades de acceso a Internet y a bases de datos, algunas permiten incluso copias completas de artículos científicos, retiran cualquier disculpa de empirismo por parte de los investigadores. Ese empirismo, que infelizmente existe, lleva al investigador a “inventar la rueda” cuando tantos otros antes que él ya se sumergieron en el tema en cuestión. Es obvio que un investigador no encontrará en las bases de datos su “objeto”, pues, si así fuese, no justificaría estudiarlo. Lo que se espera del investigador es algún grado de originalidad, desde el punto de vista empírico o comparativo, o cuestionando verdades establecidas. 115 entender el punto de vida del autor para, a continuación, realizar, sobre él, un abordaje crítico. En la investigación bibliográfica se deben destacar las tesis, las categorías centrales, los conceptos y las nociones y cómo todo eso se concatena en el discurso del autor. Es necesario también, destacar los supuestos teóricos y las razones prácticas que subyacen a los trabajos consultados. Es importante que el investigador no se olvide que toda teoría es un discursoestructurado en proposiciones basadas en tesis, hipótesis, conceptos, categorías y nociones. El ejercicio hermenéutico y crítico para la comprensión del pensamiento de los distintos autores consultados es fundamental para el esclarecimiento de la posición a ser adoptada por el investigador que se prepara para realizar el abordaje empírico. Sin embargo, luego del estudio de los múltiples textos, el investigador debe construir su propio marco teórico. El marco teórico de una investigación no se sustenta en un discurso compuesto por el desfile de los autores consultados. Al contrario, debe constituirse en la construcción de una síntesis en la cual el investigador expresa sus propias ideas, supuestos e hipótesis. (c) El tercer punto relativo al material de consulta tiene un carácter operacional, también necesario en el proceso de objetivación. Se trata de la realización del fichero, operación a través de la cual, todas las lecturas van siendo cuidadosamente clasificadas y ordenadas. Fichero bibliográfico: cada libro, artículo, capítulo de libro, documento, recorte de periódico, o sea, todo el material investigado va recibiendo una ficha propia (dentro de las reglas de las fichas bibliográficas), en orden alfabético por nombre del autor o por asunto, según la opción del investigador; Fichero por asunto: los temas leídos son resumidos y reciben anotaciones críticas creativas del lector. Es importante en este tipo de operación, que el investigador destaque los principales conceptos, categorías, tesis e hipótesis utilizados por el autor en su trabajo; Fichero por temas: reúne anotaciones y resúmenes relacionados con las cuestiones específicamente pertinentes a la delimitación del objeto de estudio; Fichero de citas: algunas veces existe alguna frase muy fuerte del autor analizado y, por eso, vale la pena transcribirla, tomándose el debido cuidado de indicar las páginas, fecha de publicación y contexto de la cita. Esa modalidad de organización puede ser incluida en la clasificación por temas o por asuntos. Organización del proyecto de investigación En la construcción de su propio camino, pasando por las ideas iniciales que lo indujeron a la elección bibliográfica, la lectura de los textos y los interrogantes referentes a la realidad empírica (que aparece siempre como premisa), el investigador precisa organizar su discurso teórico que puede presentarse de la siguiente forma: Definición del Objeto: debe estar ubicada en la primera línea del documento, dejando en claro, para sí y para los lectores, su propuesta o su pregunta investigativa al momento de abrir su proyecto. Si bien es verdad que el investigador estará definiendo y redefiniendo su tema 116 hasta el final de una investigación, dándole claridad y precisión, la presentación inicial de la propuesta es crucial para orientarse él mismo, para la construcción de la crítica interpares y para la evaluación de los que financian el proyecto. Justificación: se ubica a continuación, debiendo contener la descripción y, de ser posible, hasta la historia de los motivos vivenciales y teóricos que impulsaron a la elección de la cuestión u objeto de investigación. Objetivos: En cada proyecto, el investigador precisa dejar en claro, para sí mismo y para los lectores y financiadores, el objetivo general que pretende alcanzar con su investigación, lo que, ciertamente, debe estar en consonancia con la definición del objeto. Desdoblando el objetivo principal, deben constar los objetivos específicos, que pueden ser entendidos como los desdoblamientos o etapas que el investigador pretende realizar. Los objetivos específicos deben ser combinados con las hipótesis y supuestos ya delineados por el investigador. Metas: Las metas, ítem cada vez más exigido en las convocatorias de investigación del área de la salud, consisten en productos cuantificables o cualitativos esperados como colaboración de relevancia social de los proyectos de investigación. Generalmente las metas de un proyecto de salud se refieren a la formación de personal, elaboración de material técnico e instruccional, participación en eventos, publicación de libros, artículos y organización de seminarios, entre otros. Marco teórico-conceptual: establece el discurso argumentativo del investigador, presentando los principales conceptos, categorías y nociones con las cuales va a trabajar, produciendo un debate con los autores sobre los cuales realizó la revisión bibliográfica, mostrando el estado del conocimiento, provocando una crítica de lo que ya fue producido. Al final de la discusión conceptual, el investigador debe plantear sus hipótesis de trabajo y, en el caso de investigaciones etnográficas y exploratorias, los supuestos orientadores de su “camino del pensamiento”. Marco metodológico: fundamenta teóricamente el “camino del pensamiento” seguido por el investigador, o sea, su elección metodológica, que debe corresponder a la necesidad de conocimiento del objeto. A partir de allí define, en el siguiente orden: el método o los métodos, las estrategias, las técnicas y los procedimientos que usará. La propuesta metodológica debe contemplar y detallar todas las etapas de operacionalización de la investigación. Cronograma de la investigación: contiene la secuencia de acciones y la articulación de todos los pasos en el tiempo delimitado para la investigación, apuntando a dar coherencia al proceso como un todo y a asegurar su viabilidad. Presupuesto – se constituye en la asignación de los costos a cada etapa u operación de la investigación. El ejercicio de valorar cada ítem es importante, sobre todo para la competencia del investigador en las convocatorias cada vez más frecuentes para conseguir el financiamiento de las investigaciones. 117 Referencias: Uno de los cambios actuales en el campo de la investigación es la utilización del término “referencias” y no “referencias bibliográficas”. Eso se debe al hecho de que ya se han consagrado en el área científica formas virtuales de acceso al conocimiento. El formato oficial de las referencias en Brasil es el de la ABNT. Sin embargo, existen diferentes modos de referenciar que necesitan ser conocidos por el investigador antes de enviar su proyecto, en el caso de participar en convocatorias. Para el área de la salud, en general se usan las llamadas Normas Vancouver que pueden ser encontradas en Internet y en todas las bases de datos donde existen periódicos del sector. 118 Capítulo VIII Construcción de los instrumentos y exploración de campo Instrumentos de investigación cualitativa Los instrumentos de trabajo de campo en la investigación cualitativa apuntan a mediar entre los marcos teórico-metodológicos y la realidad empírica. Ellos son: guía de entrevista, guía de observación participante y guía de discusión de grupos focales. Guía de entrevista - Por guía se entiende un listado de temas que desdoblan los indicadores cualitativos de una investigación. Este listado debe tener, como sustrato, un conjunto de conceptos que constituyen todas las fases del objeto de investigación y apuntar, en su forma de elaboración, a operacionalizar el abordaje empírico desde el punto de vista de los entrevistados. En el formato final de su elaboración, la guía debe presentar simplemente algunos tópicos que guíen una conversación con finalidad (Minayo, 2005) bajo las siguientes condiciones: (a) que cada cuestión que se releva, forme parte del delineamento del objeto y que todas se encaminena darle forma y contenido; (b) que permita ampliar y profundizar la comunicación y no cercenarla; (c) que contribuya al surgimiento de la visión, los juicios y las relevancias respecto de los hechos y de las relaciones que componen el objeto, desde el punto de vista de los interlocutores. Una guía difiere del instrumento cuestionario. Mientras este último presupone una hipótesis y cuestiones bastante cerradas cuyo punto de partida son las referencias del investigador, la guía tiene otras características. Apunta a comprender el punto de vista de los actores sociales previstos como sujetos/objeto de la investigación y contiene pocas preguntas. A veces, en un proceso de investigación puede surgir la necesidad de elaborar un cuestionario cerrado para captar aspectos considerados generales, relevantes a un problema de investigación, apuntando a facilitar la comprensión del objeto y a establecer relaciones y generalizaciones. En el abordaje cualitativo, no hay impedimentos, por el contrario, se estimula esa combinación de métodos. Sin embargo, ninguna guía sustituye o debe ser sustituida por cuestionarios, pues ambos corresponden a lógicas específicas y diferenciadas de aproximación al objeto. La guía, por lo tanto, es siempre una guía, nunca un obstáculo, no debiendo prever todas las situaciones y condiciones del trabajo de campo. Es dentro de esa visión que debe ser elaborada y usada, facilitando el surgimiento de temas nuevos durante el trabajo de campo, provocados por su cuestionamiento. Guía de entrevistas abiertas – aparentemente más simple de preparar, pues poco exige en cuanto al listado de temas por parte del investigador, el instrumento de la entrevista abierta es la descripción sucinta, breve y al mismo tiempo, abarcativa, por parte del entrevistador, del objeto de la investigación, orientando los rumbos del habla de su interlocutor. Este tipo de instrumento exige de una preparación del investigador suficiente, que le permita, durante la entrevista, plantear cuestiones que ayuden al entrevistado a abarcar niveles cada vez más profundos en su exposición. En ese caso, el instrumento es guardado en la memoria del 119 investigador, testeando su capacidad de ver, concatenar hechos pero, sobre todo, de oír y de conducir al entrevistado para que explicite, de la forma más abarcativa y profunda posible su punto de vista. Guía de entrevistas semi-estructuradas – Para esta modalidad de abordaje, la guía debe desdoblar los diversos indicadores considerados esenciales y suficientes, en tópicos que contemplen la abarcabilidad de las informaciones esperadas. Los tópicos deben funcionar tan sólo como apuntes, debiendo, en la medida de lo posible, ser memorizados por el investigador cuando está en campo. Sirviendo de orientación y guía para que fluya la interlocución, la guía debe ser construida de manera que permita cierta flexibilidad en la conversación y absorber nuevos temas y cuestiones aportadas por el interlocutor que sean de su estructura de relevancia. En su elaboración, la guía semi-estructurada debe tomar en consideración las siguientes cuestiones: La forma de colocar un ítem en el listado debe inducir a una conversación sobre la experiencia. En una entrevista de cuño cualitativo, no se preguntan conceptos o ideas del tipo: ¿considera importante la educación en valores? O sino: ¿qué es el programa de agentes de salud? Para usted, ¿qué es salud o enfermedad? Esta forma de indagación induce a respuestas dicotómicas del tipo sí o no, o exige definiciones abstractas y externas a las vivencias de los entrevistados: es como si ellos estuviesen respondiendo a un test escolar. Por el contrario, lo que se desea es que el lenguaje de la guía provoque las diversas narrativas posibles de las vivencias que el entrevistador va a evaluar; las interpretaciones que el entrevistado emite sobre ellas y su visión sobre las relaciones sociales involucradas en esa acción. La guía de entrevista debe contener tan sólo algunos ítems indispensables para el delineamiento del objeto con relación a la realidad empírica, facilitando la apertura, ampliación y profundización de la comunicación (Minayo, 2005; Cada pregunta de la guía debe formar parte del delineamiento del objeto, de forma que todos los tópicos en conjunto se encaminen para darle forma y contenido y contribuyan a enfatizar las relevancias previstas en el proyecto (punto de vista del investigador) y las de los informantes (punto de vista de los entrevistados) (Minayo, 2005. Algunos investigadores acostumbran a hacer un pre-test de las guías, imitando de cierta manera los pre-test de cuestionarios o, frecuentemente, aportando preguntas más precisas a los propios cuestionarios, en los casos de investigaciones por triangulación de métodos. En el caso de adoptarlo, el pre-test en investigación cualitativa consiste en la realización de entrevistas con algunos interlocutores clave, lo que contribuye a dar mayor claridad y precisión al listado de temas y los aspectos a ser conversados durante el trabajo de campo. Aún tomando todos esos cuidados iniciales, la guía de investigación cualitativa puede y debe ser modificada durante el proceso 120 interactivo, cuando el investigador percibe que determinados temas, no previstos, están siendo planteados por sus interlocutores, presentándose con una elevada significancia para estos últimos. Una pregunta que frecuentemente surge sobre el uso de la guía en campo es sobre la cientificidad de este tipo de trabajo de campo que no sigue las regularidades de respuestas, como en el caso de los cuestionarios. La respuesta es que el investigador que trabaja con abordaje cualitativo no puede olvidarse nunca que no estudia una sumatoria de relatos. Eso significa que la praxis comprensiva puede hasta utilizar criterios numéricos (número de entrevistas), pero no necesariamente será éste el definidor de relevancias, muchas veces esclarecidas por el habla de apenas uno o de unos pocos interlocutores. En esos casos, la unidad de significación no está compuesta por la suma de las respuestas de cada individuo para formar una relevancia estadística, sino que se construye por significados que conforman una lógica propia del grupo o aún, sus múltiples lógicas. Por lo tanto, las modificaciones de la guía en campo necesitan ser debidamente acompañadas, constituyéndose en un proceso reflexivo permanente del investigador. Guía para grupo focal – La construcción de la guía para la realización de la entrevista en grupo tiene por lo menos dos condiciones imprescindibles: ser lo suficientemente provocadora para permitir un debate entusiasta y participativo; y promover condiciones de profundización, que hagan juicio a lo que se pretende con esta técnica. Diversos medios pueden ser usados: (a) la formulación de una pregunta central acompañada de algunos ítems que, durante la aplicación de la técnica, puedan ayudar a conducir el tema rumbo a la focalización; (b) la elección de un audiovisual, por ejemplo, una pequeña parte de un film, abriendo una discusión libre, en un primer momento, y luego direccionada por preguntas o comentarios del investigador, a partir de las hablas; (c) la elaboración, por parte del investigador, de un texto episódico que provoque y focalice la discusión, entre otros. De la misma forma que los anteriores, los instrumentos para el debate en los grupos focales necesitan ser delineados. Se puede, por ejemplo, decidir que los temas de discusión y la dinámica adecuada serán elegidos luego de la realización de las entrevistas. O, por el contrario, el investigador opta por establecer de antemano el contenido y la forma del debate para que los grupos focales seprocesen pari passu con otras técnicas de abordaje. Es posible también que el investigador elija las discusiones en grupo como el instrumento principal de abordaje de la investigación. De allí que el contenido de los grupos de estudio va a variar de acuerdo a sus objetivos: (a) puede tener un papel complementario, dando énfasis a algunos aspectos considerados relevantes para la profundización de las entrevistas; (b) puede repetir las preguntas de la guía permitiendo que el investigador perciba cómo el tema es tratado de un modo diferente en una entrevista o en la interacción grupal; (c) puede merecer una profundización sucesiva, en diferentes sesiones, tomando un carácter sustantivo en la dinámica de la investigación. En este último caso, los grupos focales se constituyen en instrumentos únicos o privilegiados de la investigación empírica. 121 Guía de observación participante - Antes de la elaboración de una guía para el trabajo de campo, es necesario que los investigadores decidan: ¿qué observar? ¿Será una observación libre o tendrá una guía específica? ¿Abarcará al conjunto del espacio y del tiempo previsto para el trabajo de campo o se limitará a instantes o a aspectos de la realidad, dando énfasis a determinados elementos en la interacción? Se denomina observación descriptiva a lo que se realiza de forma totalmente libre, aunque el investigador de campo deba estar siempre focalizado en lo que constituye su objeto de estudio. Generalmente, en los casos de investigaciones multicéntricas, o realizadas al mismo tiempo en diferentes lugares por varios investigadores, se preparan y se detallan algunos puntos a ser observados. A eso se le llama observación dirigida. En ese caso, los tópicos necesitan ser formulados teniendo en cuenta los temas que constituyen el objeto de la investigación y partir de algunos elementos exploratorios de la realidad empírica. De acuerdo con los objetivos de la investigación, se debe establecer la forma y el contenido de esa actividad fundamental en el abordaje cualitativo, aunque en el proceso de la investigación se perciba la necesidad de realizar cambios. Toda la observación debe ser registrada por un instrumento que se convenciona en llamar DIARIO DE CAMPO. En ese cuaderno, el investigador debe anotar todas las informaciones que no sean el registro de las entrevistas formales. O sea, observaciones sobre conversaciones informales, comportamientos, ceremonias, fiestas, instituciones, gestos, expresiones que se refieran al tema de la investigación. Habla, comportamientos, creencias, hábitos, usos, costumbres, celebraciones e instituciones componen el marco de las representaciones sociales 5 . En un texto clásico de orientación para antropólogos, Malinowski (1975, 1984) da algunas pistas importantes para la realización de la observación, considerándola uno de los elementos más fundamentales de la investigación etnográfica. Advierte sobre la necesidad de observar los imponderables de la vida social: “toda la estructura de la sociedad está incorporada en el más evasivo de todos los materiales, el ser humano” (Malinowski, 1975, p.40). Traduciendo lo que Malinowski denomina estructura de la constitución del grupo, los imponderables de la vida social y el espíritu nativo, diría que es preciso estar atento a: (a) cómo los procesos investigados se organizan en la práctica y cómo funcionan; (b) cuáles son las incongruencias entre lo dicho al investigador en las entrevistas y en los grupos focales y lo hecho; (c) cómo se procesan las relaciones jerárquicas, las relaciones entre pares y entre opuestos; (d) cuáles son los símbolos y señales significativos para la investigación, que están siendo emitidos y naturalizados en el cotidiano en observación. Guía de análisis documental – Bachelard (1978), en Epistemología advierte sobre el hecho de que los textos no hablan por sí solos, ellos responden a interrogantes de los investigadores. En la preparación de la investigación es preciso decidir qué documentos enumerar y de qué tipo: 5 Los términos empleados aquí genéricamente como entrevista, observación participante, representaciones sociales, trabajo de campo, están conceptualizados y problematizados en el tercer capítulo de este estudio. 122 escritos, visuales, audiovisuales y otros. Qué naturaleza de informaciones son las que interesan, por ejemplo, datos oficiales; registro de los procesos en análisis; informes de evaluación y de autoevaluación sobre etapas y desarrollo del trabajo; historias del cotidiano; presupuestos; materiales de divulgación y propaganda; comunicaciones entre diferentes actores, son algunos de los que eventualmente podrían ser de interés para que el investigador procure. En síntesis, muchos problemas pueden ocurrir en las guías elaboradas para la investigación cualitativa, cuando salen del ambiente académico y ganan espacio como mediadores de la interacción del entrevistador con el entrevistado. Por esa razón, es preferible tratarlos siempre como dispositivos destinados a orientar la conducción de una entrevista o de la observación participante. La investigación cualitativa requiere, como actitudes fundamentales, la apertura, la flexibilidad, la capacidad de observación y de interacción con el grupo de investigadores y con los actores sociales involucrados. Sus instrumentos suelen ser fácilmente corregidos y readaptados durante el proceso del trabajo de campo, apuntando a las finalidades de la investigación. Por otro lado, la flexibilidad que se exige al investigador cualitativo en la elaboración y re-elaboración de los instrumentos nunca debe ser confundida con improvisación o descuido. Tener que improvisar por falta de preparación puede poner en riesgo todo el esfuerzo teórico que debe acompañar a cada paso, la realización de una investigación. Exploración de Campo Antes de iniciar el trabajo de campo propiamente dicho, es de fundamental importancia precederlo de una etapa exploratoria que contemple las siguientes actividades: (a) elección del espacio de la investigación; (b) elección del grupo de investigación; (c) establecimiento de los criterios de muestreo; (d) establecimiento de las estrategias de entrada en campo. El espacio de la investigación - debe corresponder al delineamento del objeto teórico. Cuando la investigación cualitativa es empírica (y no sólo documental), el investigador precisa dedicarle tiempo a los criterios de elección de los lugares o del lugar donde se realizará, haciendo antes una incursión por diferentes ambientes, buscando justificar la selección del espacio. Esa elección implica varios elementos: criterios lógicos, interacción, conveniencia y contactos que aseguren el éxito del trabajo. En el caso de la investigación documental, es necesario también que se establezcan criterios y que se justifique por qué el investigador optó por tales fuentes y no por otras. Muestreo en investigación cualitativa merece comentarios especiales. Envuelve problemas de elección del grupo: ¿a quién entrevistar, a quién observar y qué observar, qué discutir y con quién discutir? En un abordaje cuantitativo, definida la población, se busca un criterio de representatividad numérico que posibilite la generalización de los conceptos teóricos que se quiere testear. En una búsqueda cualitativa el investigador debe preocuparse menos por la generalización y más por la profundización, la abarcabilidad y la diversidad en el proceso de comprensión, sea de un grupo social, de una organización, de una institución, de una política o de una representación. 123 Su criterio, por lo tanto, no es numérico, aunque casi siempre el investigadorprecise justificar la delimitación de las personas entrevistadas, la dimensión y la delimitación del espacio. Se puede considerar que una muestra cualitativa ideal es la que refleja la totalidad de las múltiples dimensiones del objeto de estudio. El proceso de definición del muestreo cualitativo debe tener en cuenta los siguientes criterios: (a) invertir en instrumentos que permitan la comprensión de diferenciaciones internas y de homogeneidades; (b) asegurar que la elección del locus y del grupo de observación e información contengan al conjunto de las experiencias y expresiones que se pretende objetivar en la investigación; (c) privilegiar a los sujetos sociales que tengan los atributos que el investigador pretende conocer; (d) definir claramente el grupo social más relevante, o sea, aquel sobre el cual recae la pregunta central de la investigación. Centralizar en él el foco de las entrevistas, de los grupos focales y de la observación; (e) dar atención a todos los otros grupos que interactúan con el del foco principal, buscando comprender el papel de cada uno en sus interacciones; (f) trabajar en un proceso de inclusión progresiva de los descubrimientos del campo, confrontándolos con las teorías que demarcan el objeto; (g) nunca despreciar informaciones singulares y no repetidas, cuyo potencial explicativo terminan siendo importantes para descubrir la lógica interna del grupo; (h) considerar un número suficiente de interlocutores para permitir reincidencia y complementariedad de las informaciones; (i) cerciorarse de que el marco empírico de la investigación esté mapeado y comprendido; (j) siempre que sea posible, prever una triangulación de técnicas y hasta de métodos, o sea, en lugar de restringirse a tan sólo una fuente de datos, multiplicar los intentos de aproximación. El dimensionamiento de la cantidad de entrevistas, grupos focales y otras técnicas debe seguir el criterio de saturación. Por criterio de saturación se entiende, el conocimiento formado por el investigador, en el campo, al conseguir comprender la lógica interna del grupo o de la colectividad en estudio. Sin embargo, provisoriamente el investigador puede y debe prever una sumatoria de entrevistas y de otras técnicas de abordaje para ser luego referenciadas en campo, en la medida en que consiga el entendimiento de las homogeneidades, de la diversidad y de la intensidad de las informaciones necesarias para su trabajo. Tomando como ejemplo una investigación de Evaluación Cualitativa de la Atención a la Infancia, abarcada por el Programa Salud de la Familia en una comunidad, diría que la muestra tiene que abarcar todos los actores que componen el programa, pero su foco se constituye en las familias con niños y niñas cuya franja etária se incluye en el objeto de investigación. Dentro de ese grupo, es importante cubrir todas las categorías sociales que están bajo la influencia del programa. Es necesario aún incluir informaciones sobre el programa en actividad, los profesionales y agentes de salud responsables de la aplicación de la política. Y, por último, sería muy elucidativo abordar a otras personas relacionadas con la cuestión, contrastando la actuación y las terapias, como farmacéuticos, curanderos y rezadoras. Muchos actores sociales importantes suelen ser descubiertos en el transcurso de la investigación y se debe promover su progresiva inclusión en el 124 muestreo. Ciertamente el número de personas es menos importante que el empeño en visualizar la cuestión bajo diferentes perspectivas y puntos de vista. La validez de la muestra está en su potencialidad de objetivar el objeto empíricamente, en todas sus dimensiones. Estrategias de entrada en campo – La entrada en campo debe prever los detalles del primer impacto de la investigación. O sea, el proceso de cómo describirla a los interlocutores merece una preparación, cómo los investigadores se presentan, ante quién se presentan y a través de quién. Merece un cuidado especial el establecimiento de los primeros contactos, qué debe ocurrir antes de las idas al campo para proceder a las entrevistas y a las observaciones. Frecuentemente, los primeros contactos brindan la posibilidad de iniciar una red de relaciones, realizar las correcciones iniciales de los instrumentos de colecta de datos y producir una agenda y un cronograma de actividades posteriores. La Fase Exploratoria termina formalmente con la entrada en campo, aunque, como ya ha sido repetido en diversas oportunidades, las etapas se interpenetran y el esfuerzo de delinear ese comienzo de camino tiene sentido por la necesidad de referenciar tanto la teoría, como la práctica. Tal vez la insistencia en la disciplina y en el método de construcción teórica e instrumental pueda parecer demasiado énfasis puesto en los procedimientos. Sin embargo, esos apuntes prácticos ayudan a evitar una serie de malos entendidos que generalmente ocurren entre los investigadores que usan métodos cuantitativos, los que trabajan con abordajes cualitativos y de estos últimos entre sí. La experiencia muestra que existen muchos resultados de investigación que denotan claramente un cierto menosprecio por las referencias teóricas como si la verdad se evidenciara en la realidad empírica. O por el contrario, es posible encontrar con frecuencia, un claro desdén por el trabajo de campo como si la teoría fuese fruto de la especulación y lo que se piensa sobre lo real reflejara la imagen de lo que es pensado. En ese movimiento de distinción y de intercesión de las etapas de investigación, enfatizo que es imprescindible cuidar cada procedimiento de construcción del proyecto de investigación. Sin embargo, también subrayo, que el investigador precisa trabajar con libertad e inteligencia para reconocer las diferentes técnicas como guías y ejemplos, para ser capaz de crear otras o prescindir de ellas, cuando se transforman en obstáculos, recordando siempre que investigar es una labor científica y no sólo un tecnicismo. La dialéctica entre técnica y creatividad es el condimento de la buena investigación. 125 Parte IV Trabajo de campo: teoría, estrategias y técnicas “La investigación de campo, desde donde comienza toda carrera etnológica, es madre y nodriza de la duda, actitud filosófica por excelencia. Esa duda antropológica no consiste sólo en saber que no se sabe nada, sino en exponer decididamente lo que se creía saber y la propia ignorancia, a los insultos y a los desmentidos que infligen ideas y hábitos muy apreciados, a aquellos que pueden contradecirlos en el más alto grado. Al contrario de lo que la apariencia sugiere, es a través de su método más estrictamente filosófico que la etnología se distingue de la sociología.” (Lévi- Strauss, 1975, p.220). Lévi-Strauss (1975) hace la afirmación en epígrafe a partir de una consideración de Merleau-Ponty (1975) según el cual: “Cada vez que el cientista social retorna a las fuentes vivas de su saber, a aquello que actúa en él como medio de comprender las formaciones culturales más apartadas de sí, hace filosofía espontáneamente.” (Merleau-Ponty, 1975, p.222). Entiendo por Campo, en la investigación cualitativa, el recorte espacial que se refiere a la abarcabilidad, en términos empíricos, del recorte teórico correspondiente al objeto de la investigación. Por ejemplo, cuando trato de entender las concepciones de salud y enfermedad de determinado grupo social; cuando busco comprender la relación pedagógica entre médico y paciente o el impacto de determinada política de salud en una población específica, cada uno de esos temas corresponde a un campo empírico determinado. La investigación social trabaja con gente y con suscreaciones, comprendiéndolos como actores sociales relacionados, grupos específicos o perspectivas, productos y exposición de acciones, en el caso de documentos. Los sujetos/objetos de investigación, en primer lugar, son construidos teóricamente en tanto componentes del objeto de estudio. En el campo, forman parte de una relación de intersubjetividad, de interacción social con el investigador, dando como resultado un producto comprensivo que no es la realidad concreta sino un descubrimiento construido con todas las disposiciones en manos del investigador: sus hipótesis y supuestos teóricos, su marco conceptual y metodológico, sus interacciones en campo, sus entrevistas y observaciones, sus interrelaciones con los pares. El trabajo de campo se constituye en una etapa esencial de la investigación cualitativa, que en rigor no podría ser pensada sin él. Se opone (complementariamente o no) a los “surveys” que traen los sujetos al laboratorio del investigador, mantiene con ellos una relación estructurada, según Malinowski “un excelente esqueleto al cual le faltan carne y sangre” (1975, p.36). En la investigación cualitativa, la interacción entre el investigador y los sujetos investigados es esencial. Todo el empeño es invertido en que “el cuerpo y la sangre de la vida real compongan el esqueleto de las construcciones abstractas” (Malinowski, 1975, p.37). 126 Las operaciones mentales derivadas de las actitudes y prácticas de integración en el campo de la investigación, según Lévi-Strauss, ayudan al investigador a confrontar con su objeto de forma directa, promoviendo un tipo de ciencia especial: “sociología de carne y hueso que muestra a los hombres comprometidos con su propio devenir histórico e instalados en su espacio geográfico concreto” (1975, p.212). Este mismo autor se explaya, de forma radical, refiriéndose a la afirmación de Marcel Mauss sobre la súplica y el don, temas de sus estudios antropológicos: “No es la súplica o el don lo que importa entender, lo que cuenta es el melanesio de tal o cual isla. Contra el teórico, el observador debe tener siempre la última palabra; y contra el observador, el indígena” (1975, p.211). Por su importancia, el trabajo de campo debe ser realizado a partir de referenciales teóricos y también de aspectos operacionales. O sea, no se puede pensar en un trabajo de campo neutro. La forma de realizarlo revela las preocupaciones científicas de los investigadores que seleccionan tanto los hechos a ser observados, recolectados y comprendidos como el modo de recogerlos. Ese cuidado lleva a evidenciar, una vez más, que el campo de la investigación social no es transparente y tanto el investigador como sus interlocutores y observados interfieren dinámicamente en el conocimiento de la realidad. En esta parte del libro, abarcaré los siguientes temas: En el primer capítulo analizaré (1) la palabra como símbolo de comunicación por excelencia (materia prima esencial para las entrevistas); (2) las interacciones sociales en campo (objeto de las observaciones) y (3) el concepto de Representaciones Sociales como categoría central para el estudio de documentos, observaciones y análisis del habla. En el segundo capítulo presentaré las principales técnicas de abordaje empírico (1) la entrevista en sus diversas modalidades y como la estrategia más importante de colecta de informaciones cualitativas; (2) los grupos focales como estrategia para la expresión de ideas en la construcción de consensos y disensos; (3) la observación participante como estrategia fundamental para la comprensión de las prácticas y de los imponderables de la vida social; y algunas otras técnicas derivadas de las primeras. 127 Capítulo IX Palabra, interacciones y representaciones sociales La palabra como símbolo de comunicación por excelencia Lo que torna al trabajo interaccional un instrumento privilegiado de colecta de informaciones para las ciencias sociales, es la posibilidad que tiene el habla de ser reveladora de condiciones estructurales, de sistemas de valores, normas y símbolos (siendo ella misma uno de ellos) y, al mismo tiempo, tener la magia de transmitir, a través de un portavoz, las representaciones grupales, en condiciones históricas, socio-económicas y culturales específicas. Varios estudiosos señalan al habla como la forma de comunicación más privilegiada para la sociedad humana, por la posibilidad de contener la experiencia, permitir el entendimiento intersubjetivo y social y, por su densidad, constituirse en sí misma en hecho social: “en el principio era el verbo” dice la Biblia, evidenciando que la humanidad nace con el habla que, al mismo tiempo, crea la comunidad y se refleja sobre sus condiciones, posibilidades, sueños y deseos. Bakhtin, uno de los más importantes estudiosos del lenguaje en el siglo XX dice: “la palabra es el modo más puro y sensible de relación social”: Existe una parte muy importante de la comunicación ideológica que no puede ser vinculada a una esfera ideológica particular: se trata de la comunicación de la vida cotidiana. El material privilegiado de comunicación en la vida cotidiana es la palabra (Bakhtin, 1986, p.36). En cualquier sociedad, al mismo tiempo en que el habla aproxima, acarrea contradicciones siendo por eso un mecanismo de intransparencia también, como señala Habermas (1980; 1987). Bakhtin (1986) considera la palabra (en el sentido de habla) como el fenómeno ideológico por excelencia, por su carácter histórico y social que la torna un campo de expresión de las relaciones y de los conflictos. Reflexionando sobre cómo el habla sufre los efectos de los conflictos y sirve de instrumento y de material para la comunicación, dice: “La palabra es la arena donde se confrontan valores sociales contradictorios” (Bakhtin, 1986, p.14). A través de la comunicación verbal – que es inseparable de otras formas de comunicación – las personas “reflejan y refractan” conflictos y contradicciones propias de los sistemas sociales y políticos y de sus formas de dominación, donde la resistencia está dialécticamente relacionada con la sumisión de las personas en la vida cotidiana. “Cada época y cada grupo social tienen su repertorio de formas de discurso, marcado por las relaciones de producción y por la estructura socio-política” (Bakhtin, 1986, p.64). Al discutir la teoría de la práctica de investigación, Bourdieu (1972) contribuye con una reflexión esclarecedora, en respuesta a un cuestionamiento frecuente de los que hacen investigación social y, particularmente, utilizan entrevistas no-estructuradas: ¿En qué sentido el habla de uno es representativa del habla de muchos? Bourdieu responde a partir de su experiencia 128 con entrevistas y con observación participante, en diversas investigaciones, siendo notable en su importante trabajo etnográfico Travail et travailleurs en Algérie (Bourdieu, 1964). Según el autor, la identidad de condiciones de existencia tiende a reproducir sistemas de disposiciones semejantes, por medio de un tipo de armonización o cristalización objetiva de prácticas y obras que se repiten en usos y costumbres: Todos los miembros del mismo grupo o de la misma clase son productos de condiciones objetivas idénticas. De allí la posibilidad de ejercer en el análisis de la práctica social, el efecto de universalización y de particularización, en la medida en que ellos se homogenizan, distinguiéndose de los otros. (Bourdieu, 1972, p.180). Al teorizar sobre la práctica de la investigación de campo, Bourdieu afirma que las conductas habituales de la vida se prestan al descifrado, aunque parezcan automáticas e impersonales. Ellas son