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Salud y equidad : una mirada desde las ciencias sociales / Roberto Briceño-León,
María Cecília de Souza Minayo, Carlos E. A. Coimbra Jr., coordinadores
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Source: OAI
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Some of the authors of this publication are also working on these related projects:
I mantain a coordination of a group that works since 1990 with "violence and health". This group works with several themes. And violence, education and healh is a focus of
our work. View project
They belong to a permantent investigation about qualitative approach in health, I have since 1993. View project
Maria Cecília de Souza Minayo
Fundação Oswaldo Cruz
358 PUBLICATIONS   5,043 CITATIONS   
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All content following this page was uploaded by Maria Cecília de Souza Minayo on 21 October 2015.
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 1 
 
Maria Cecília de Souza Minayo 
 
 
 
 
 
 
El Desafío del Conocimiento 
Investigación Cualitativa en Salud 
 
 
 
Novena Edición 
Revisada y ampliada 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 2 
Dedicatoria y Agradecimientos 
 
 
 
 
 
A Carlos, compañero en todas las dificultades, de todas las horas, de todos los días, de todos los 
proyectos y de todas las realizaciones. A quien agradezco también la revisión final de este libro. 
 
En memoria de Deborah, hija querida que nos acompaña con su luz y su amor. 
 
A Christiana y Miryam, hijas queridas, libres para ser y para volar, con las cuales comparto 
crecimiento, amor y esperanza. 
 
A las compañeras y a los compañeros del CLAVES, donde aprendo a convivir, compartir, dividir y 
multiplicar experiencias de trabajo en equipo, producir investigaciones, diseminar conocimientos, 
servir a la sociedad y cultivar amistades. 
 
A mis orientandos y orientandas de maestría y doctorado de la Fiocruz con quienes comparto 
conocimientos, indagaciones, descubrimientos y proyectos de vida. 
 
A Danúzia de Paula y a Marcelo Pereira que me ayudaron mucho en los aspectos técnicos finales 
de este trabajo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 3 
Índice 
Presentación 
 
Capítulo 1 
Introducción al Desafío del Conocimiento 
 
 
 
Parte I 
Conceptos básicos sobre metodología y sobre abordajes cualitativos 
 
Capítulo 2 
Metodología de investigación social y en salud 
 
Capítulo 3 
Contradicciones y consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos 
 
 
 
Parte II 
Teoría, Epistemología y Métodos: Caminos del pensamiento 
 
Capítulo 4 
Corrientes de pensamiento 
 
Capítulo 5 
Modalidades de abordajes comprensivos 
 
 
 
Parte III 
Construcción del proyecto de investigación: Fase exploratoria 
 
Capítulo 6 
Conceptos para la operacionalización de la investigación 
 
Capítulo 7 
Proyecto de investigación 
 
Capítulo 8 
Construcción de los instrumentos y exploración de campo 
 
 
 
Parte IV 
Trabajo de campo: teoría, estrategias y técnicas 
 
Capítulo 9 
La palabra, interacciones y representaciones sociales 
 
Capítulo 10 
Técnicas de investigación 
 
 4 
Parte V 
Fase de análisis del material cualitativo 
 
Capítulo 11 
Técnicas de análisis del material cualitativo 
 
Capítulo 12 
Triangulación de métodos cuantitativos y cualitativos 
 
Capítulo 13 
Acerca de la validez y verificación en la investigación cualitativa 
 
 
Conclusiones 
 
Referencias 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 5 
 
 
Presentación 
 
 En esta edición busco actualizar y ampliar las ocho versiones anteriores de El desafío del 
Conocimiento. Nada hace mayor justicia al nombre de este trabajo, que el desafío de ponerlo al día 
con mi propia maduración, con los avances de la teoría de la ciencia que tuvieron lugar en ese 
período y con la producción intelectual en el campo de la investigación cualitativa, principalmente, 
de la investigación cualitativa en salud. Fue muy difícil reformar el texto. Al hacerlo entendí el 
sentido del término revolución: pues habría sido más sencillo dejar todo y comenzar de nuevo. 
También me comprendí mucho más a mí misma y las cosas que vengo diciendo y escuchando 
sobre la cuestión de la inexorable historicidad de todo lo que es humano. Pues, aún en una obra en 
la que, explícitamente, se habla del lado estandarizado y operativo de cómo hacer ciencia, sentí 
mucho el peso, la levedad y la fugacidad de los cambios. 
 El lado bueno de esta experiencia de revisión fue el descubrimiento de que yo también 
maduré, actualizándome con el tiempo, produciendo síntesis más elaboradas, gracias al impulso 
de las investigaciones permanentes e incontables desarrolladas individualmente o en colaboración 
con los investigadores e investigadoras del Claves (Centro Latinoamericano de Estudios sobre 
Violencia y Salud) el centro de investigación donde me encuentro dentro de la Fiocruz. Es 
importante resaltar que en ese proceso de crecimiento, vienen contribuyendo mucho mis 
orientandos de maestría y doctorado con quienes es más lo que aprendo que lo que enseño. 
 La elección de nuevas citas para este libro ha sido un dilema. Mi preocupación se centraba 
en que las investigaciones cualitativas crecieron exponencialmente en estos doce años en Brasil y 
en el mundo, y no podría trabajar con todas las referencias hoy existentes y disponibles, a no ser 
haciendo una revisión crítica de la producción. Decidí que no sería este mi papel, en este libro, ya 
que presentar una revisión significaría un volumen de trabajo inmenso y escaparía a lo objetivos de 
la obra. Elegí referenciar tan sólo las obras que ayudaran a la argumentación del trabajo. Sin 
embargo, quiero expresar mi satisfacción al constatar el crecimiento en número y en rigor de los 
trabajos empíricos y de los marcos teórico-metodológicos de tantos estudios. 
En esta presentación esbozaré algunos pensamientos sobre las transformaciones 
históricas y sociológicas que contribuyeron finalmente al perfeccionamiento de las formas, el 
sentido y la ética de la investigación en el mundo contemporáneo. Aún siendo esta una obra 
volcada al desarrollo de metodologías y prácticas teóricas, pensé que al lector le interesaría discutir 
los desafíos del campo de la ciencia y de la tecnología que se transformaron en los más 
importantes factores productivos y de generación de riqueza en el mundo actual. A ese contexto lo 
 6 
denomino lado externo de la ciencia. El lado interno, que corresponde a una jerga específica y la 
torna pasible de ser reconocida y apropiada en todo el mundo, es el objeto de este libro. 
El lado externo de la ciencia al que me refiero, es movido por los cambios en los procesos 
productivos y de trabajo en todos los sectores, cambios que indudablemente son impulsados hoy 
por la ciencia y facilitados por la llamada revolución de la micro-electrónica y por todo el complejo 
informacional-comunicacional. 
Es muy ingenuo pensar que, en una época de tan aceleradas transformaciones y que 
abarcan a las dos categorías fundamentales del pensamiento humano, espacio y tiempo, el mundo 
universitario y de las instituciones de investigación podrían permanecer intactos. Lo paradójico de 
esta situación, sin embargo, proviene del hecho de que los cambios aceleradores del desarrollo 
provienen exactamente del campo de la ciencia y de la tecnología, cuya dinámica promueve el 
surgimiento de las innovaciones en los mercados de capital, trabajo, bienes y servicios. A su vez, 
ese mercado de alguna forma globalizadoo intensamente internacionalizado e interdependiente, 
exige readaptaciones en los modos de hacer ciencia, tanto en los procesos metodológicos, por 
ende internos a la producción científica, como en las situaciones y condiciones de trabajo que se 
refieren al perfil de los investigadores y de las instituciones, a las formas de organizar, de financiar, 
de hacer y de evaluar la investigación. 
Esas transformaciones se intensificaron en las dos últimas décadas del siglo XX y se van 
transformando en praxis en el siglo XXI. La introducción de nuevas tecnologías, materias primas y 
formas de organización de la producción no sólo están remodelando las bases materiales de la 
sociedad, sino que además van redefiniendo las relaciones entre la economía, el Estado y la 
sociedad. La principal repercusión de tales procesos en el campo de la ciencia es que sus avances 
ya no ocurren más a través de incrementos graduales en una disciplina científica determinada, 
sino, casi siempre y cada vez más, a través de la solución de problemas complejos que atraviesan 
a las diferentes disciplinas. Esos cambios movilizan todos los elementos de las fuerzas productivas 
y de las relaciones de producción del campo científico: los investigadores con sus requisitos 
especiales de formación y condiciones de trabajo; los nuevos instrumentos teórico-metodológicos 
que deben ser incorporados y las células físicas y singulares que son las unidades de investigación 
(Pellegrini, 2000). 
Una expresión de la capacidad de adaptación del sector, y que aparece como tendencia de 
los grupos e instituciones más dinámicos, es la nueva modalidad del trabajo en red y en 
cooperación diversificada, juntando, frecuentemente, diferentes unidades de una misma institución, 
diferentes universidades, institutos de investigación, grupos de consultorías y empresas de un país 
y de diversos países, que pasan a organizarse alrededor de un campus (real y virtual) y establecen 
relaciones entre sí, de acuerdo con sus intereses, en proyectos específicos y sobre temas 
considerados relevantes para cada uno de ellos. 
En ese ambiente, denominado por algunos, “sistema de producción de conocimiento 
socialmente distribuido”, (Pellegrini, 2000) la universidad y los centros de investigación 
 7 
tradicionales son cuestionados y desafiados en su performance, siendo llamados a evolucionar 
desde una situación de institución cerrada en sí misma y sobre su propia productividad, para 
transformarse en un núcleo irradiador de relaciones y de construcción del conocimiento. Las 
nuevas tecnologías de información y comunicación hacen viable una organización del trabajo más 
ágil en el tiempo y en el espacio, asegurando la fluidez de las relaciones entre los participantes de 
los proyectos, generalmente coordinados por un grupo bajo el liderazgo de investigadores 
experimentados. Se crea así una modalidad nueva de “universidad”, en el sentido literal del 
término, que funciona dentro de un conjunto de pluralidad de personas, de lugares, y de realidades 
presenciales y virtuales. Pero esa nueva dinámica tiende a romper las barreras de los 
departamentos, de las disciplinas y, también, a poner en jaque la idea de carreras tradicionales 
regulares y de estabilidad laboral, interfiriendo, muchas veces negativamente, en las relaciones de 
trabajo. 
En todas las épocas históricas, la sociología de la ciencia puso en evidencia a aquellas 
disciplinas que lideraron los procesos de cambio. Hoy, dos áreas marcan la dirección de las 
transformaciones posmodernas: la llamada “nueva biología”, principalmente en las especialidades 
que se construyen en torno a la genética; y todo el campo de las ciencias de la computación que 
se constituye en la extensa vía por donde pasan la mayoría de las posibilidades de innovaciones. 
Las nuevas formas de hacer ciencia en esas áreas fueron acuñadas con el epíteto de “big 
science”, cuyas características principales son: (1) un conocimiento construido de manera 
coordinada y cooperativa involucrando a un gran número de investigadores y de centros de 
investigación; (2) un proceso liderado por algún centro, universidad o empresa, en torno al cual se 
congrega un número de investigadores seleccionados y diferenciados; (3) uno o algunos 
investigadores forman la base del proyecto y lo coordinan, (4) una relativización de los espacios 
fijos, pues el proyecto puede estar en cualquier estado del país o en cualquier parte del mundo, 
con sede en cualquier universidad o instituto que ofrezca apoyo o soporte para realizarlo, (5) la 
inclusión de personas y grupos de investigación de los más diversos niveles, incorporando, por lo 
tanto, a jóvenes investigadores y grupos emergentes. 
Las nuevas modalidades del proceso de trabajo investigativo que van paulatinamente 
configurándose, innovan también en la gestión científica, en la medida en que socializan tareas, 
descentralizan actividades de coordinación y responsabilizan a todos los que acepten participar de 
los procesos. La producción dentro de la modalidad “big science” tiene metas bien definidas entre 
todos los participantes y plazos para la presentación de resultados, ya preestablecidos en el 
proyecto inicial. La forma de comunicación privilegiada es la virtual, congregando a personas y 
grupos en tiempo real. Los productos son cooperativos y los créditos por el trabajo son socialmente 
distribuidos, aunque de forma jerarquizada por mérito. 
Desde el punto de vista interno de la producción del conocimiento, la ampliación de las 
posibilidades aportadas por el modelo “big science” disuelve, en la práctica, la antigua dicotomía 
entre ciencia básica y ciencia aplicada, pues se crean cada vez más estrategias que apuntan a 
 8 
articular procesos de investigación con el desarrollo tecnológico y de la producción. La disyuntiva 
entre “ciencia para comprender”, “ciencia para explicar” y “ciencia para aplicar” paulatinamente va 
sustituyéndose por el concepto de investigación estratégica (Pellegrini, 2000), que según Bulmer 
(1978), significa la ejecución de investigaciones que asocian el desarrollo de conceptos básicos, 
con estrategias interdisciplinarias y de aplicación, tanto para la formulación de políticas públicas 
como para la creación de instrumentos de innovación tecnológica. 
En ese contexto de transformaciones, el papel del Estado, como único agente financiador 
en diálogo exclusivo con la comunidad científica, se relativiza, incluso siendo el mayor sostenedor 
del desarrollo de la ciencia en todo mundo. Cada vez más, colegas tanto del universo empresarial 
como de la sociedad civil son convocados a participar, junto al Estado, del financiamiento, de la 
discusión de las propuestas y de la aplicación de los resultados. De este modo, la ciencia es 
asumida como actividad que interviene en la dinámica social, debiendo definir sus prioridades de 
forma colectiva y pública. 
También se replantea, en tales circunstancias, el sentido de la formulación de prioridades. 
El tema de las “prioridades en investigación” fue siempre un tabú en el ámbito de la ciencia 
tradicional, como si las instituciones científicas existiesen por encima e independientemente de la 
sociedad. La nueva forma de hacer ciencia plantea la cuestión de que no sólo los científicos deben 
formular prioridades, sino que deben estar abiertos a un conjunto de actores, en espacios que 
faciliten la formación de consensos. 
Por último, se crea la necesidad de rever la economía interna del campo de la 
investigación, reflexionando sobre opciones metodológicas que respondan a los desafíos 
planteados por las transformaciones. Específicamente en el área de la salud, algunos de esos 
desafíos pueden ser puntualizados: (a) la necesidad de construir una aperturahacia modelos de 
“investigación por problemas”, que rompan la lógica unidisciplinaria y adopten estrategias inter y 
transdisciplinarias. Esas estrategias deben ser entendidas como la construcción de posibilidades 
de transitar por campos de conocimientos distintos. Está claro que tal apertura tiene como 
precondición de efectividad, la cooperación y el diálogo entre investigadores de áreas distintas, en 
todas las etapas de una investigación (Minayo, 2003; Minayo et al.2005). (b) La construcción de un 
pensamiento complejo, que actúa en la búsqueda de interacciones e interconexiones entre 
conceptos, nociones y métodos de las diversas disciplinas y de las relaciones entre el todo y las 
partes que un tema específico representa (Minayo & Minayo-Gomez, 2003). (c) La apertura hacia 
el trabajo colectivo, tomando la pluralidad de pensamiento y de experiencias como elementos de 
enriquecimiento del grupo (Minayo, Assis & Souza, 2005). (d) Finalmente, la articulación de los 
conocimientos generados a través de las prácticas, volcadas hacia las necesidades concretas de la 
población (Pellegrini, Almeida Filho & Trostle, 1998). 
En la dinámica contemporánea del campo científico surgen nuevos problemas. Entre los 
más graves, están las embestidas de las empresas privadas –dado que la ciencia y la tecnología 
se transformaron en el factor de producción más codiciado– apuntando a la “mercantilización” de 
 9 
las actividades de investigación sobre temas cuyos descubrimientos son potencialmente muy 
lucrativos. Los patrones de competitividad entre los países, pasan a basarse en el dominio de 
nuevas tecnologías, llevando a que los resultados de las investigaciones sean privatizados desde 
la concepción misma de la investigación, sobre todo a través de contratos cerrados, por ejemplo, 
entre una universidad y una empresa. Esa dinámica del mercado, potencializada por los 
mecanismos internacionales de protección a la propiedad intelectual, termina monopolizando el 
conocimiento y dificultando las posibilidades de una transferencia que apunte al bien común. Hoy 
se observa o se opera, el establecimiento de esquemas de alianzas entre países y empresas para 
el acceso a las innovaciones y la constitución de megamercados, cuya lógica es buscar recuperar 
rápidamente la inversión realizada, a través de productos y procesos altamente lucrativos. A su 
vez, dado el alto valor de los conocimientos científicos como fuerza productiva, en una 
contradicción ineludible, los productos generados, rápidamente se tornan obsoletos. 
En consecuencia, los procesos de inversión privada y estatal de los países desarrollados, 
comparados con la escasa inversión de los países subdesarrollados, están favoreciendo el 
aumento de las desigualdades científicas y tecnológicas. Castells (1998) señala que hubo una 
formidable aceleración del desarrollo provocada por la liberación de las fuerzas productivas 
generadas por las nuevas tecnologías y, al mismo tiempo, la consolidación de la pobreza extrema. 
En este momento histórico en que ciencia y tecnología son las mayores fuentes de 
agregación de valores, fue preciso que, en una Conferencia Mundial en Budapest, en 1999, la 
UNESCO y el Consejo Internacional para la Ciencia reunieran a científicos del mundo entero para 
establecer algunos parámetros éticos de acción del sector a través del lema “Ciencia para el Siglo 
XXI: Un Nuevo Compromiso”. El principal diagnóstico de los científicos que participaron de ese 
evento es que el futuro de la Humanidad dependerá cada vez más de que la producción, 
distribución y utilización del conocimiento científico sean equitativas. Por lo tanto, sería importante 
y urgente que la comunidad internacional realizase inversiones específicas, en ese sentido, en los 
países subdesarrollados. En las conclusiones de ese evento fueron consensuadas algunas 
afirmaciones: (a) la ciencia debe estar al servicio de toda la humanidad; (b) la ciencia debe 
contribuir a un conocimiento más profundo de la naturaleza y de la sociedad; (c) la ciencia debe 
contribuir a la calidad de vida y a crear un ambiente saludable para las generaciones presentes y 
futuras (UNESCO & ICSU, 1999). 
A pesar de los elementos contextuales, fuertemente marcados por los cambios globales en 
cuanto al financiamiento y las formas de gestión científica, es necesario recordar que la mayoría de 
las dificultades vividas en el medio científico contemporáneo se deben a problemas de orden 
microinstitucionales y psicosociales. Estas se configuran en forma de resistencia a los cambios 
concretos, por parte de las instituciones y de los investigadores. El miedo de ponerse al día, el 
temor a lo desconocido, el conservadurismo por convicción o por comodidad están presentes en 
las instituciones más tradicionales que se rigen por patrones muy rígidos de organización de la 
producción del saber, generalmente construidos sobre prácticas unidisciplinarias. En la mayoría de 
 10 
los casos, esas configuraciones tienden a profundizarse. Los cambios son vistos como modismos, 
como “olas del libre mercado”, desconociéndose lo que frecuentemente está en juego: las 
dificultades culturales y mentales del aggiornamento. Por ejemplo, en lugar de una búsqueda de 
organización en función de la misión de generar conocimientos, hoy, muchas universidades y 
centros de investigación en Brasil se pierden en la gestión del exceso de cuerpos colegiados, de 
comisiones y de consultas internas. En los países en desarrollo, las dificultades institucionales de 
cambio, generalmente vienen produciendo como consecuencia, en lugar de una capacidad de 
respuesta a los desafíos actuales de la Ciencia & Tecnología, la exagerada politización de 
cualquier decisión, la burocratización de los procesos y la reproducción de los intereses 
corporativos (Pellegrini, 2000). Predomina en ellas el instinto de autopreservación, (disfrazado de 
democratismo) frente al miedo de dar los pasos para los cambios necesarios. 
Para terminar, resumo las dos ideas principales aquí tratadas. La primera: el hacer 
investigación constituye un proceso de trabajo complejo que envuelve teoría, método, 
operacionalización y creatividad. Ese nivel de actuación metódica y universal, al permitir la 
comparación de procesos y de resultados, transformó a la Ciencia en la forma de conocimiento 
más legitimada en la sociedad moderna. La segunda: ser investigador es también estar integrado 
al mundo: no existe conocimiento científico por encima o por fuera de la realidad. Incluso un tema 
tan árido como el método de investigación, está altamente articulado con el contexto social e 
histórico. No existe “una metodología” interna que pueda eximir al investigador de los significados 
actuales, para bien o para mal, del concepto de la Sociedad del Conocimiento. Los grupos y las 
personas están bajo la mira de un desafío: o experimentan vuelos de águilas o se contentan con el 
conservadurismo que corroe la energía de las instituciones. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 11 
 
Capítulo 1 
Introducción al desafío del conocimiento 
 
 “La última cosa que se encuentra al hacer una obra es lo que se debe 
colocar en primer lugar” (Pascal, Pensée, frase nº 19, 1978) pues “siendo 
entonces todas las cosas causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, 
mediata e inmediatamente, y todas relacionándose por un vínculo natural 
e imperceptible que vincula las más distantes y más diferentes, creo que 
es tan imposible conocer las partes sin conocer el todo, como conocer el 
todo, sin conocer particularmente las partes “ (Pascal, B. Pensée, frase nº 
73, 1978). 
 
 Existe dentro de la dialéctica tan bien expresada por Pascal y citada en el epígrafe que 
introduceel presente trabajo, una propuesta teórico-metodológica para el abordaje cualitativo de 
las relaciones sociales que informan al campo de la Salud. Aunque poco a poco la problemática se 
va desdoblando, este estudio se organiza dentro de algunos puntos fundamentales que recorren al 
conjunto de las cuestiones tratadas, como ser: la naturaleza de lo social; las relaciones entre 
individuo y sociedad; entre acción, estructura y significados; entre sujeto y objeto; entre hecho y 
valor; entre realidad e ideología y la posibilidad del conocimiento, visto bajo el prisma de algunas 
corrientes sociológicas. 
 Al constituirse en un trabajo sobre metodología, es a partir de ese ángulo que la 
problemática citada toma cuerpo, y se explicita en los diferentes niveles del abordaje de la realidad, 
abarcando la discusión de los métodos y técnicas de investigación. Focalizándome en la cuestión 
metodológica, intento introducir algunos ejes de reflexión, explicitando el camino seguido. Toda la 
problemática aquí abordada tiene como espacio privilegiado de interrogación, la práctica de 
investigación, a la que me refiero como la actividad fundamental en la producción del conocimiento. 
En realidad este estudio está atravesado por la problematización de los conceptos 
usualmente empleados para la construcción del conocimiento y por una teorización sobre la 
práctica de investigación, entendiéndose que ni la teoría ni la práctica están exentas de intereses, 
de preconceptos y de incursiones subjetivas. Como advierte Bourdieu (1972), “la teoría de la 
práctica que aparece como condición de una ciencia rigurosa de las prácticas, no es menos 
teórica” (Bourdieu, 1972, p. 157). El privilegio presente en toda actividad teórica, supone un corte 
epistemológico y un corte social y ambos gobiernan sutilmente esa realidad (Bourdieu, 1972), por 
lo tanto, cualquier investigador debe cuestionar los supuestos inherentes a su cualidad de 
observador externo que importa hacia el objeto, los principios de su relación con la realidad, 
incluyendo sus propias relevancias. 
 Dentro de ese espíritu, intento trabajar el concepto de Metodología, huyendo, por un lado, 
de aquellos abordajes solamente teóricos que no llegan a enfrentar la práctica de la investigación; 
 12 
por otro lado, de aquellas concepciones que consideran la labor de la investigación como una 
tecnología neutra, imparcial, a ser dominada y adaptada indistinta e independientemente por los 
supuestos teóricos que la sustentan. 
 El objeto principal de discusión son las Metodologías de Investigación Cualitativa, 
entendidas como aquellas capaces de incorporar la cuestión del SIGNIFICADO y de la 
INTENCIONALIDAD como inherentes a los actos, a las relaciones, y a las estructuras sociales, 
siendo estas últimas consideradas, tanto en su advenimiento como en su transformación, como 
construcciones humanas significativas. 
 La introducción de esa definición incorpora consecuencias teóricas y prácticas en el 
abordaje de lo social. La primera de ellas es una interrogación sobre la posibilidad de considerar 
científico o no un trabajo de investigación que, al tener en cuenta los niveles más profundos de las 
relaciones sociales, no puede operacionalizarlos en números y variables, criterios usualmente 
aceptados para emitir un juicio de verdad en el campo intelectual. No obstante, esa cuestión remite 
a las propias entrañas del positivismo sociológico que tan solo reconoce como ciencia la actividad 
“objetiva”, capaz de trazar las leyes y las regularidades que rigen los fenómenos, menospreciando 
los aspectos llamados “subjetivos”, imposibles de ser sintetizados en datos estadísticos. Sin 
embargo, el propio positivismo intenta trabajar la “cualidad de lo social“. Sea buscando 
sustantivarlo en variables. Sea a través del estructural-funcionalismo, focalizando los productos de 
la interacción social como componentes funcionales de la realidad. Sea tratándolos como 
entidades pasibles de estudio, independientemente de estar constituida por individuos. 
De este modo, el aporte que realizo en este libro se vincula a la investigación cualitativa 
que apunta a comprender la lógica interna de los grupos, las instituciones y los actores en cuanto 
a: (a) valores culturales y representaciones sobre su historia y temas específicos; (b) relaciones 
entre individuos, instituciones y movimientos sociales; (c) procesos históricos, sociales y de 
implementación de políticas públicas y sociales. 
Con relación a la historia, el sentido y la pertinencia del proceso social denominado 
“investigación cualitativa”, debo señalar que las diferentes teorías que lo sustentan, abarcan 
aspectos particulares y relegan otros, revelando la inevitable yuxtaposición entre conocimiento e 
intereses, entre condiciones históricas y avances de las ciencias, entre identidad del investigador y 
su objeto y entre la necesidad indiscutible de la crítica interna y externa en la objetivación del 
saber. La propia expresión “Metodologías Cualitativas” consagra una imprecisión, una dificultad 
histórica de las teorías para posicionarse frente a la especificidad de lo social. Esto supone una 
afirmación de la cualidad contra la cantidad, reflejando una lucha teórica entre el positivismo y las 
corrientes comprensivistas con relación a las formas de valorización de los significados. Cuando se 
entiende la interdependencia y la inseparabilidad entre los aspectos cuantificables y la vivencia 
significativa de la realidad objetiva en el cotidiano, se concluye que la referida denominación es 
redundante e incluso parcial. La noción de “Metodología de la Investigación Social”, a no ser por 
las connotaciones históricas de construcción del concepto, debería ser suficiente para calificar el 
 13 
campo de abordaje de las relaciones sociales en todos los aspectos históricos, estructurales y 
simbólicos. 
En oposición al Positivismo, es la Sociología Comprensiva quien responde a las preguntas 
sobre valores, representaciones, creencias y relaciones. Como el propio nombre lo indica, 
considera como tarea de las Ciencias Sociales, la comprensión de la realidad humana vivida 
socialmente y de forma diferente del universo de las ciencias naturales. En sus múltiples 
manifestaciones como la Fenomenología, la Etnometodología, el Interaccionismo Simbólico, el 
SIGNIFICADO es el concepto central del análisis sociológico. 
En una oposición frontal al positivismo, la sociología comprensiva propone la subjetividad 
como fundante de sentido y la defiende como constitutiva de lo social e inherente al entendimiento 
objetivo. Esa corriente de pensamiento no se preocupa por los procesos de cuantificación, sino de 
explicar los meandros de las relaciones sociales, consideradas como la esencia y el resultado de la 
actividad humana creadora, afectiva y racional. El universo de las investigaciones cualitativas es el 
cotidiano y las experiencias del sentido común, interpretadas y reinterpretadas por los sujetos que 
las vivencian. 
Sin embargo, la aplicación de las teorías comprensivas presenta problemas cuando se 
realizan análisis atomizados de la realidad y de los grupos sociales, como si esos fenómenos 
constituyeran totalidades reducidas en sí mismas. En esos casos, los estudios cualitativos se 
ausentan de contextualizaciones referentes a problemas históricos, culturales y estructurales que 
siempre envuelven los eventos tópicos. Esa focalización de los hechos, cercándolos como si fuese 
posible analizarlos en sí mismos, es reduccionista pues desconoce que siempre existe una base 
material para el universo simbólico. 
Al proponer realizar una síntesis sobre la cuestión cualitativa, intentando superar al 
positivismo y a los abordajes comprensivistas, la dialécticamarxista abarca no solo el sistema de 
relaciones que construye el modo de conocimiento exterior al sujeto, sino también las 
representaciones sociales que constituyen la vivencia de las relaciones objetivas por los actores 
sociales que le atribuyen significados (Goldmann, 1967). Frente a los abordajes que disocian 
cantidad y cualidad, la dialéctica asume que la cualidad de los hechos y de las relaciones sociales 
es su propiedad inherente, y que cantidad y cualidad son inseparables e interdependientes. 
La dialéctica, desde el punto de vista filosófico, ensaya la disolución de las dicotomías tales 
como cuantitativo/cualitativo, macro/micro, interioridad/exterioridad, con que se debaten las 
diversas corrientes sociológicas. Asimismo, considera a los significados, como parte integrante de 
la totalidad, debiendo ser comprendidos e interpretados tanto a nivel de las representaciones 
sociales como de las determinaciones esenciales. Bajo ese enfoque, no se entiende la acción 
humana de forma independiente al significado que le es atribuido por el autor, como tampoco se 
identifica esa acción con la interpretación que el actor social le atribuye. Por lo tanto, con relación 
al abordaje cualitativo, el método dialéctico, como dice Sartre (1978), “se rehúsa a reducir. Él 
supera conservando” (Sartre, 1978, p. 177). Por eso, demuestra su superioridad precisamente por 
 14 
la capacidad de incorporar las “verdades parciales” de las otras corrientes, criticando y negando 
sus limitaciones. Eso ocurre cuando un buen análisis considera que existe una relación inseparable 
entre el mundo natural y el social; entre pensamiento y base material; entre objeto y sus 
cuestionamientos; entre la acción del ser humano en cuanto sujeto histórico y las determinaciones 
que la condicionan. Los principios de especificidad histórica y de totalidad le confieren 
potencialidad, para, desde el punto de vista metodológico, aprehender y analizar los 
acontecimientos, las relaciones y las etapas de un proceso como parte de un todo. Los criterios de 
complejidad y de diferenciación le permiten trabajar el carácter de antagonismo, de conflicto y de 
colaboración entre los grupos sociales y al interior de cada uno de ellos, y pensar sus relaciones 
como múltiples desde sus propios ángulos, intercondicionadas en sus movimientos y desarrollo 
interior, interactuando con otros fenómenos o grupos de fenómenos. 
El abordaje dialéctico, sin embargo, está poco desarrollado para el análisis de la realidad 
empírica, teniendo en cuenta que, al ser divulgado por el marxismo, terminó siendo acaparado por 
su corriente más positivista y mecanicista (Anderson,1987). Esto lleva a que los estudios 
sustantivos realizados a partir de esa perspectiva, sean un desafío que enfrenta el investigador, 
pues le exige la superación de los instrumentos de investigación usualmente empleados por las 
corrientes comprensivistas o funcionalistas, y la inclusión de los SIGNIFICADOS en la totalidad 
histórico-estructural. En los últimos años, felizmente, muchas investigaciones vienen apostando a 
la denominada perspectiva hermenéutica-dialéctica, en la línea de Habermas (1987) y de Gadamer 
(1999), contribuyendo a que se contextualicen de forma crítica la historia y el lenguaje de los 
problemas de salud y de las prácticas sociales del área. 
En esta nueva edición de este libro introduzco una discusión de los modelos complejos de 
investigación, cuya corriente reflexiva proviene de los abordajes sistémicos. Las primeras 
elaboraciones del pensamiento sistémico se deben al biólogo Ludwig von Bertalanffy, quien en 
1973 publicó un libro de gran repercusión titulado Teoría General de los Sistemas. En esa obra 
Bertalanffy (1973), señaló la necesidad de crear categorías teóricas rigurosas que pudiesen 
responder a las cuestiones referentes al amplio espectro de los seres vivos que van desde la 
biología a la sociología. Este autor identificó la interacción como punto neurálgico para todos los 
campos científicos. Observó que hay un enorme orden jerárquico de entidades en la organización 
de los seres vivos y que se superponen en muchos niveles, que van desde los sistemas físicos y 
químicos a los biológicos, sociológicos y políticos, posibilitando “uniformidades estructurales de los 
diferentes sistemas de la realidad” (Bertalanffy, 1973, p. 124). 
Desde el punto de vista operacional, el pensamiento sistémico, tal como se presenta en las 
ciencias sociales actualmente, puede ser considerado una forma de ver la realidad y de articularla. 
No propone técnicas de investigación, sino que exige una mirada y un abordaje diferente: ilumina a 
aquel punto ciego de la visión unidimensional, logrando que visualice las interacciones; invierte la 
mente compartimentalizada, buscando que las diferencias y las oposiciones se comuniquen; y 
modifica la antigua práctica positivista que sólo valoriza regularidades y normas. Por el contrario, 
 15 
muestra las cosas que permanecen y resalta “qué” cambia y “cómo” las cosas se transforman, 
auto-organizándose. Esa visión se va incorporando al campo de la investigación en salud y es 
también objeto de investigación y de indagaciones en las Ciencias Sociales (Wallerstein, 1999) 
coincidiendo con el pensamiento de Pascal (1978 ) citado al inicio de este texto. 
La discusión crítica del concepto de “Metodologías Cualitativas” me llevó también a 
incorporar una rápida reflexión sobre triangulación de métodos, cada vez más necesaria y 
adecuada para los estudios y las evaluaciones en el área de la salud. No me propongo pensar 
esas modalidades de producir investigación como crítica ideológica a los abordajes cuantitativos 
sino dentro de una línea de complementariedad (Minayo, 2005). No argumento un eclecticismo sin 
sentido ni estoy haciendo una concesión al positivismo, pues la filosofía de esta aproximación es el 
reconocimiento de la no completitud tanto de las disciplinas como de los métodos (Minayo & 
Sanchez, 1993; Minayo & Cruz Neto, 1999; Minayo et al., 2003; Minayo & Minayo-Gómez, 2003; 
Samaja, 1993). 
Finalmente, al traer el debate de lo “cualitativo” hacia el campo de la Salud, considero que 
es necesario impregnarlo de las discusiones y críticas actuales de las Ciencias Sociales. Por eso, 
tanto en lo que concierne a la problemática teórica, como a la metodológica, todas las reflexiones 
de este libro están bajo la influencia de la historicidad y sometidas a las vicisitudes, avances, 
retrocesos, interrogaciones y perspectivas de la totalidad social en su dinamismo. Eso se justifica 
en el hecho de que las ciencias de la salud no se instituyeron como una disciplina (sino, como una 
variedad de estas) ni como un campo separado de las otras instancias de interpretación de la 
realidad. 
Sin embargo, por tratarse de un híbrido biológico-social (Latour, 2000) las inflexiones de las 
ciencias de la salud también necesitan (aunque no me haya sentido competente para hacerlo) 
incorporar los avances de la biología, de la física y de otras disciplinas, asociándolas a las 
cuestiones socio-económicas, políticas e ideológicas. Por lo tanto, en el campo de la salud se 
vivencia la complejidad de los objetos de estudio pues la abarcativa área biomédica no puede 
prescindir de la problemática social, dado que el cuerpo humano está atravesado por las 
determinaciones de las condiciones, situaciones y estilos de vida. 
Más allá de que existan dificultades epistemológicas y prácticas de aproximación, el 
desafío de tratar el objeto salud/enfermedad es vencer dicotomías analíticas, moviéndose en el 
terreno de las interrelaciones e interconexiones. El saber teórico y práctico sobre salud y 
enfermedad forma parte de un universo dinámico repleto de historia y de interrelacionesmediadas 
por institucionalizaciones, organizaciones, lógicas de prestación de servicios y participación de los 
ciudadanos. 
Dentro de ese carácter peculiar, abarcativo, de las ciencias que componen el campo de la 
salud, las teorías sobre investigación cualitativa y sobre métodos y técnicas pertinentes al tema, se 
articulan en un todo mayor, salvando diferencias y contribuyendo a un mayor entendimiento de los 
problemas prácticos involucrados. Pero es necesario decir que esas teorías son fundamentales 
 16 
para esa área, donde la realidad de los hechos está entera e intensamente influenciada por el 
campo simbólico y afectivo. 
 Las dificultades teóricas del campo de la salud, pueden ser ejemplificadas por las 
limitaciones de los conceptos como “Salud Pública” o “Salud Colectiva“. El primero consagra una 
dimensión histórica de intervención del Estado en el área social, de forma más amplia y compleja 
que la definida por las directrices sanitarias oficiales. El segundo término también es ambiguo e 
inespecífico. Donnangelo (1983) y Merhy (1985) detectan la impresión del adjetivo colectivo para 
conceptualizar el campo de la salud, dada la amplia connotación que implica y por la relación de 
exterioridad que establece frente al objeto. Esa ambigüedad está muy presente en Teixeira (1985) 
cuando la autora considera “Salud Colectiva” como un concepto operacional para analizar cuerpos 
sociales, reduciendo las dimensiones teóricas e históricas de esta noción bastante imprecisa, a 
una herramienta de investigación. 
 Intento en este libro, ampliar la comprensión del concepto sociológico de salud para que 
abarque la totalidad de las relaciones sociales y de los aportes emocionales que contiene y se 
expresan en lo cultural, al recordar con Boltanski (1979) que: 
 
 “Los determinismos sociales no informan jamás al cuerpo de manera 
inmediata, a través de una acción que se ejercería directamente sobre el 
orden biológico, sin la mediación de lo cultural que los reinterpreta y los 
transforma en reglas, en obligaciones, en prohibiciones, en rechazos o 
deseos, en gustos y aversiones” (Boltanski, 1979, p. 119). 
 
Tal como es pensado en este trabajo, el concepto sociológico de salud retiene al mismo 
tiempo sus dimensiones estructurales y políticas, y contiene los aspectos histórico-culturales y 
simbólicos de su realización. En primer lugar, como cuestión humana y existencial, salud es un 
bien complejo, compartido indistintamente por todos los segmentos y diversidades sociales. Esto 
implica que, para todos los grupos, aunque de forma específica y peculiar, salud y enfermedad 
expresan, ahora y siempre, en el cuerpo o en la mente, particularidades biológicas, sociales y 
ambientales vividas subjetivamente, en la totalidad existencial peculiar del individuo o de los 
grupos. Las formas como cada persona y la sociedad donde ella está inserta, experimentan esos 
fenómenos, cristalizan y simbolizan las maneras de lidiar con su miedo a la muerte y de exorcizar 
sus fantasmas. 
En segundo lugar, como cualquier tema abarcativo de lo cultural, el concepto de salud será 
analizado aquí, dentro de una sociología que en primer lugar es histórica y diferencia clase, 
segmentos, género y franjas etarias, dado que las condiciones de vida y de trabajo califican de 
forma diferenciada la manera por la cual las clases, las etnias, los géneros y sus segmentos 
piensan, sienten y actúan respecto de ella. 
De esta forma, las modalidades de análisis cualitativos aquí propuestos, en su aplicación 
deben: (a) ser contextualizados, permitiendo distinguir las visiones dominantes de otras formas de 
 17 
pensar la realidad (pues las clases y segmentos se encuentran entre sí, en el seno de una 
sociedad en relación y en aculturación recíproca); (b) deben tener en cuenta el origen y la 
historicidad de los hechos sociales y de los grupos que están siendo estudiados; (c) deben incluir 
los espacios formales de la economía y de la política como matrices esenciales de la cultura de la 
familia, del vecindario, de los grupos etarios, de los grupos de recreación, de los grupos religiosos, 
pero también percibirlos como influenciados por ese mundo de la vida; (d) deben considerar 
espacios al mismo tiempo de consensos y de conflictos, contradicciones, subordinación y 
resistencia, tanto las unidades de trabajo como el barrio, el sindicato como la casa, la consciencia 
como el sexo, la política como la religión. 
Introduciendo a la cultura en la definición del concepto de salud, la visión cualitativa 
demarca un espaciamiento radical: amplía y contiene las articulaciones de la realidad social. 
Pensada de este modo, la cultura no es tan sólo un lugar subjetivo, ella abarca una objetividad con 
la densidad que tiene la vida, por donde pasa lo económico, lo político, lo religioso, lo simbólico y lo 
imaginario. Ella es el locus donde se articulan los conflictos y las concesiones, las tradiciones y lo 
cambios y donde todo cobra sentido, o sentidos, dado que no hay nada humano sin significado, ni 
una sola explicación para los fenómenos. 
En resumen, salud y enfermedad importan no sólo por sus efectos en el cuerpo sino 
también por sus repercusiones en el imaginario: ambos son reales en sus consecuencias. Por lo 
tanto, todas las acciones clínicas, técnicas, de tratamiento, de prevención o de planificación deben 
estar atentas a los valores, actitudes y creencias de las personas a las que se dirige la acción. Es 
necesario entender que, al ampliar sus bases conceptuales incluyendo lo social y lo subjetivo como 
elementos constitutivos, las ciencias de la salud no se tornan menos “científicas”, por el contrario, 
se aproximan con mayor luminosidad a los contornos reales de los fenómenos que abarcan. 
De cualquier forma, debo subrayar que, el abordaje socio-antropológico de la salud, desde 
el punto de vista cultural y cualitativo, no constituye una ideología y no instituye una posición 
unívoca. Históricamente fue atravesado por el debate teórico de las ciencias sociales. El 
estructural-funcionalismo ha marcado la línea del conocimiento de los grupos étnicos y sociales a 
partir de la antropología, sobre todo vinculado a la “medicina tropical” y como contribución a las 
“ciencias de la conducta” (Nunes, 1985; 1999). Su enraizamiento en el campo de la salud, 
evidencia, entre otras cosas, el hecho de que las propias bases del funcionalismo se reflejan en el 
modelo biológico como metáfora de la sociedad. 
De los abordajes cualitativos, la fenomenología es el que ha tenido mayor relevancia en el 
área de la salud. Los análisis fundamentados en sus supuestos muestran que las concepciones de 
salud y enfermedad son culturalmente específicas. Por eso ponen en evidencia la arbitrariedad del 
Estado en la imposición de patrones culturales propios de la biomedicina, que tienen un carácter 
reproductor de las instituciones médicas y de la dominación corporativa. Las propuestas de la 
política de atención primaria, de autocuidado, revalorización de la medicina tradicional comunitaria 
y de ciertos grupos de investigación-acción y de investigación participante en salud, reflejan las 
 18 
influencias fenomenológicas (Nunes, 1985; García, 1983). Las aproximaciones dialécticas que 
parten del punto de vista de los sujetos sociales y abarcan las relaciones de producción y de poder 
de las instituciones continúan siendo escasas. 
En el intento de sumar esfuerzos con los que buscan ampliar el debate teórico y 
metodológico en el campo de la salud, es que coloco este trabajo dentro de una perspectiva 
específica de análisis cualitativo. En ningún momento pretendí o pretendo transmitir la idea de un 
libro acabado o magistral. La revisión emprendida aquí muestra quetodo transcurre, e incluso, si 
todo lo sólido se desvanece en el aire, tengo muchas más razones para desconfiar de mis pocas 
certezas. 
Desde el punto de vista de su organización, este libro se bifurca en un conjunto de partes, 
cada una de ellas incluye algunos capítulos, focalizando siempre sobre las cuestiones 
metodológicas. 
La idea central de la práctica teórica es que toda investigación debería ser realizada dentro 
de la dinámica de un Ciclo a partir de un proceso de trabajo que finaliza en un producto provisorio y 
recomienza con las interrogaciones que surgen en el análisis final. Las páginas siguientes 
explicitan ese esfuerzo, a través de la reflexión y de la crítica de conceptos, y de la propuesta de 
un camino de pensamiento. 
En la primera parte, presento los supuestos y especificidades propias del campo 
metodológico, o sea, los conceptos de Metodología, de Investigación Social, de Investigación 
Estratégica y de los términos Cualitativo y Cuantitativo. 
En la segunda parte, analizo las principales corrientes de pensamiento utilizadas en el área 
de la salud colectiva y presento resumidamente algunos tipos de abordajes cualitativos, 
actualmente disponibles para el investigador que quiera aproximarse a este tipo de estudio. 
 En la tercera parte, desarrollo todos los elementos necesarios para la realización de la 
primera etapa del Ciclo de Investigación, la Fase Exploratoria de la Investigación cuya importancia 
fundamental es superar el empirismo en los abordajes de las cuestiones sociales. Se discuten allí 
los conceptos básicos de un marco teórico, la problemática de la definición del objeto, la 
construcción de los instrumentos de abordaje empírico, el muestreo en la investigación cualitativa y 
la aproximación al campo. 
En la cuarta parte, abordo el Trabajo de Campo, como una segunda etapa del Ciclo de 
Investigación, en dos capítulos. En el primero, analizo dos conceptos fundamentales: el status de 
la palabra y del habla y el tema de las representaciones sociales. En un segundo capítulo, 
profundizo y problematizo las técnicas de campo: Observación Participante, Entrevista, Grupos 
Focales y otras. 
Finalmente, en la quinta parte expongo las modalidades más frecuentes de Tratamiento del 
Material Cualitativo, o sea, los conceptos de Análisis de Contenido, de Discurso y de Análisis 
Hermenéutico-Dialéctico. Termino con una propuesta práctica, buscando sintetizar y avanzar sobre 
las modalidades usuales de abordaje. 
 19 
El Ciclo completo proyecta la investigación como un proceso con etapas y actividades 
específicas en cada fase, que pueden y deben ser delimitadas en un cronograma. Al mismo 
tiempo, presento la visión de un movimiento reflexivo permanente de integración de las partes en el 
todo y viceversa, en un continuo recomienzo y enriquecimiento. 
El sentimiento de proponer algo que se completa con la relatividad de lo que debe ser aún 
interrogado y descubierto, forma parte de la utopía que une este trabajo a todos los esfuerzos de 
aquellos que buscan una “ciencia más científica” en el campo de la salud. En él comparto la idea 
de que el conocimiento es un proceso infinito que no puede ser concluido en una etapa final, así 
como no se puede prever el final del proceso histórico, aunque sea posible proyectarlo como 
políticamente más democrático y ecológicamente saludable. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 20 
Parte I 
Conceptos básicos sobre metodología y sobre abordajes cualitativos 
 
 
 En la sociedad occidental, la ciencia es la forma hegemónica de construcción del 
conocimiento, aunque sea considerada por muchos críticos como un nuevo mito de la actualidad a 
causa de su pretensión de ser el único motor y criterio de verdad. Particularmente no concuerdo 
con los que absolutizan el sentido y el valor de la ciencia, pues la humanidad siempre, desde que 
existe el Homo sapiens, creó formas de explicar los fenómenos que rodean la vida y la muerte y el 
lugar de los individuos en la organización social, así como los mecanismos de poder, de control y 
de reproducción. Desde tiempos inmemoriales, las religiones, la filosofía, los mitos, la poesía y el 
arte han sido instrumentos poderosos de conocimiento, develando lógicas profundas del 
inconsciente colectivo, de la vida cotidiana y del destino humano. ¿Qué posee la ciencia de 
diferencial en relación a las otras modalidades del saber? 
Mencionaré dos razones de la hegemonía contemporánea de la ciencia como forma de 
conocimiento. Una externa, que se aceleró a partir de la modernidad, y se refiere a su poder de dar 
respuestas técnicas y tecnológicas a los problemas planteados por el desarrollo social y humano; 
aunque este punto sea discutible, dado que los problemas cruciales como la pobreza, la miseria, el 
hambre y la violencia continúan desafiando a las civilizaciones sin que la ciencia haya sido capaz 
de ofrecer respuestas y propuestas efectivas. La razón de orden interno consiste en el hecho de 
que los cientistas han sido capaces de establecer un lenguaje universal, fundamentado en 
conceptos, métodos y técnicas para la comprensión del mundo, de las cosas, de los fenómenos, 
de los procesos, de las relaciones y de las representaciones. 
Las reglas universales y los patrones rígidos que permitieron un lenguaje común divulgado 
y conocido en el mundo entero, la actualización y las críticas constantes, hicieron de la ciencia la 
“creencia” más respetable a partir de la modernidad. La fuerza de la ciencia, que se tornó un factor 
productivo de elevada potencia en la contemporaneidad, llevó al filósofo Popper (1973) a enfatizar 
en su análisis, la lógica interna de la Comunidad Científica, utilizando para eso el término “tercer 
mundo”, una especie de clase o casta, con su economía y lógica propia, aunque permeado por 
conflictos y contradicciones como cualquier otra creación e institución humana. Lo cierto es que el 
campo científico tiene sus reglas para conferir el grado de cientificidad a lo que es producido y 
reproducido dentro y fuera de él. Sus actividades van siempre en dos direcciones: en una, elabora 
sus teorías, métodos, principios y establece resultados. En otra, inventa, ratifica su camino, 
abandona ciertas vías y se orienta hacia nuevos rumbos. Al posicionarse en ese “tercer mundo”, 
los cientistas aceptan las condiciones instituidas y, al mismo tiempo, el carácter de historicidad y 
provisoriedad peculiar del universo en que decidieron invertir su vida. 
Al introducir al lector en esta parte del trabajo, pretendo discutir con él aquellos 
mecanismos internos y normativos que aseguran la cientificidad de las actividades de 
 21 
investigación. Presento algunos conceptos importantes para quien ingresa al universo de la 
investigación científica, específicamente los del campo semántico de la expresión Metodología de 
Investigación Social. Discutiré: (1) la especificidad de las ciencias sociales en el universo científico; 
(2) el concepto de metodología de la investigación; (3) el concepto de investigación social; (4) el 
concepto de método cualitativo en contraposición al método cuantitativo; (5) las contradicciones y 
los consensos en la combinación de métodos cuantitativos y cualitativos. 
 
 
Capítulo 2 
Metodología de Investigación Social y en Salud 
 
 
Especificidad de las Ciencias Sociales 
La cientificidad no puede ser reducida a una sola forma de conocer: ella precontiene, por 
así decirlo, diversas maneras concretas y potenciales de realización. La diferenciación entre 
métodos específicos de las ciencias sociales y de las ciencias físico-naturales y biológicas se 
refierea la naturaleza de cada una de las áreas. Se resaltan aquí, algunos puntos resumidos a 
partir de Demo (1981), que distinguen a las Ciencias Sociales y las tornan peculiares dentro del 
campo del conocimiento de los seres vivos. 
 El primero de ellos es el hecho incuestionable de que el objeto de las Ciencias Sociales es 
histórico. Las sociedades humanas existen en un determinado espacio cuya formación social y 
configuraciones culturales son específicas. Ellas viven el presente marcado por el pasado y 
proyectado hacia el futuro que trae en sí, dialécticamente, las marcas anteriores, en una re-
construcción constante de lo que está dado y de lo nuevo que surge. Toda investigación social 
necesita registrar la historicidad humana, respetando la especificidad de la cultura que trae en sí y, 
de forma compleja, los trazos de los acontecimientos de corta, media y larga duración, expresados 
en sus bienes materiales y simbólicos. Pero las investigaciones sociales contemporáneas 
necesitan comprender además, la simultaneidad de las diferentes culturas y de los diferentes 
tiempos en un mismo espacio, como algo real y que enriquece a la humanidad. Esto significa 
comprender lo global y lo local, conviviendo y siendo, al mismo tiempo, mutables y permanentes. 
Pues, el ser humano es autor de las instituciones, de las leyes, de las visiones del mundo que, en 
ritmos diferentes, son todas provisorias, pasajeras, trayendo en sí mismas las semillas de la 
transformación. 
 Como consecuencia del primer principio, se puede decir que la sociedad y los individuos 
tienen conciencia histórica. O sea, no es sólo el investigador el que le da sentido a su trabajo 
intelectual, sino los seres humanos, los grupos y la sociedad dan significado e intencionalidad e 
interpretan sus acciones y construcciones. Las instituciones y las estructuras no son más que 
acciones humanas objetivadas. De acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas y con la 
 22 
organización particular de la sociedad y de su dinámica interna, se crean visiones del mundo, con 
matices y diferenciaciones relacionadas a las condiciones de vida y a las herencias culturales. Tal 
conciencia se proyecta en el mundo de la vida, y es de este modo como pasa a ser registrada en 
los procesos eruditos de construcción del conocimiento. 
Goldmann (1980) introduce en su análisis de la cultura, los conceptos de conciencia 
posible y de conciencia real, para separar los diferentes niveles de elaboración ideológica. Esas 
categorías se basan en el concepto marxista de ideología, según el cual, la sociedad tiende a 
percibir la dominación de forma invertida. El concepto de “conciencia posible” indicaría que 
determinados actores sociales superarían los niveles elementales de la ideología, al conseguir 
comprender mejor y actuar positivamente frente a los procesos de alienación social. Sin embargo, 
la idea de conciencia histórica contiene en sí además, la tesis de que se debe analizar siempre la 
contribución de un determinado actor social o colectivo, teniendo en cuenta el tiempo histórico en 
el que vivió, pues su conocimiento y su práctica se vinculan a los límites de las relaciones sociales 
de producción concretas. El pensamiento y la conciencia son procesos que, al mismo tiempo, 
tienen como base la dinámica histórica que a su vez es influenciada por las ideologías. Las 
ciencias sociales, son también fruto de un tipo de “conciencia posible” y forman parte de los bienes 
públicos y colectivos creados históricamente, limitados por el desarrollo social. 
Los investigadores son, dialécticamente, autores y frutos de su tiempo histórico. Las crisis, 
los conflictos y las contradicciones se reflejan tanto en el desarrollo como en la decadencia de 
pensadores y de teorías sociales. Las transformaciones socioeconómicas y culturales, a su vez, 
influyen decisivamente sobre los procesos internos y las condiciones de posibilidades del 
desarrollo de la ciencia. 
 La tercera característica de las Ciencias Sociales es que ellas trabajan a nivel de la 
identidad entre el sujeto y el objetivo de la investigación. La investigación en ese área lidia con 
seres humanos que, por razones culturales, de clase, de edad, de religión o por cualquier otro 
motivo, tienen un substrato común de identidad con el investigador, tornándolos solidariamente 
articulados y comprometidos como señala Lévy Strauss: “En una ciencia donde el observador es 
de la misma naturaleza que el objeto, el observador, él mismo, es parte de su observación” (1975, 
p. 215). Esto significa, según el pensamiento de autores como Schultz (1982) que la primera 
construcción interpretativa de las investigaciones sociales es realizada por los propios actores a 
nivel del sentido común. Por eso, el papel del investigador es comprender esa lógica interpretativa 
de “primer nivel”, dado que es potente y eficaz para hacer que el mundo de la vida se realice. 
 Otro aspecto distintivo de las Ciencias Sociales es el hecho de que es intrínseca y 
extrinsecamente ideológica. Nadie hoy osaría negar la evidencia de que toda ciencia, en su 
construcción y desarrollo, pasa por la subjetividad y por intereses diversos. En los procesos de 
producción del conocimiento se transmiten intereses y visiones del mundo históricamente 
construidos. Pero las ciencias físicas y biológicas participan de forma diferente del compromiso 
social, dado que existe un distanciamiento de naturaleza de lo físico y de lo biológico en relación a 
 23 
su objeto. Aunque, siempre exista un entrecruzamiento relacional entre el investigador y su objeto, 
en la medida en que, por un lado, el investigador depende de los instrumentos creados 
anteriormente por otros; y por otro, está limitado por el nivel de desarrollo de esos dispositivos. 
En la investigación social, por ende, la relación entre el sujeto investigador y el sujeto 
investigado es crucial. La visión del mundo de ambos está involucrada en todo el proceso de 
conocimiento, desde la concepción del objeto hasta el resultado del trabajo. El reconocimiento de 
esa contingencia es una condición sine qua non de la investigación que, una vez comprendida, 
puede tener como fruto aportes radicales en el proceso de objetivación (Demo, 1981) del 
conocimiento. O sea, cabe al investigador usar un cuidadoso instrumental teórico y metodológico 
que lo pormenorice en la aproximación y en la construcción de la realidad, al mismo tiempo que 
mantiene la crítica no sólo sobre las condiciones de comprensión del objeto como de sus propios 
procedimientos. 
Por último, es necesario señalar que el objeto de las Ciencias Sociales es esencialmente 
cualitativo. La realidad social es el propio dinamismo de la vida individual y colectiva con toda la 
riqueza de significados que transborda de ella. La posibilidad de enumeración de los hechos, por 
ejemplo, es una cualidad del individuo y de la sociedad que contiene, en sí, elementos de 
homogeneidad y de regularidades. Esa misma realidad es más rica que cualquier teoría y que 
cualquier pensamiento y cualquier discurso político o teórico que intente explicarla. 
Por lo tanto, trabajar dentro de los marcos de las Ciencias Sociales significa enfrentar el 
desafío de manejar o crear (o hacer ambas cosas al mismo tiempo) teorías e instrumentos capaces 
de promover la aproximación a la suntuosidad y a la diversidad que es la vida de los seres 
humanos en sociedad, aunque de forma incompleta, imperfecta e insatisfactoria. El acervo de esas 
Ciencias contempla al conjunto de las expresiones humanas constantes en las estructuras, en los 
procesos, en las relaciones, en los sujetos, en los significados y en las representaciones. Las 
regularidades de ese conjunto de elementos se expresan en los abordajescuantitativos, al producir 
la unión de las dimensiones de extensividad y de intensividad inherentes a todos los procesos 
vinculados a los seres vivos y, principalmente, a los seres humanos. Como señala Kant en su 
“Matemática Trascendental”, la cantidad es, en sí misma, una cualidad del objeto, así como la 
cualidad es uno de los elementos de la cantidad. 
Por ejemplo, cuando se habla de Salud o Enfermedad, se observa que esas dos categorías 
traen una carga histórica, cultural, política e ideológica que no puede ser abarcada tan sólo por una 
fórmula numérica o por un dato estadístico, aunque los estudios de orden cuantitativo presenten un 
cuadro de magnitud y de tendencias que los abordajes históricos y socioantropológicos no 
informan. Ambos abordajes son importantes y lo ideal en el campo de la investigación en salud es 
que sean trabajados de manera que se complementen sistemáticamente. Gurvitch (1955) señala 
que la realidad tiene capas que interactúan y la gran tarea del investigador es comprender y 
aprender, más allá de lo visible, de lo “morfológico y de lo ecológico”, los otros niveles que se 
interconectan y transforman lo social en algo tan complejo. 
 24 
En este libro, sin embargo, el objetivo es específico: analizar el carácter cualitativo de las 
ciencias sociales y de la metodología apropiada para construir teóricamente el significado de Salud 
y de Enfermedad. 
 
 
El concepto de Metodología 
 
Comienzo diciendo que el propio concepto de metodología, foco de la discusión, ya es, en 
sí, un asunto controvertido. Están quienes lo igualan a métodos y técnicas, como es el caso de la 
mayor parte de los manuales y textos americanos, producidos para la formación de investigadores. 
Están aquellos que lo ubican en el campo de la epistemología, separándolo de la 
operacionalización, como hace la mayoría de los intelectuales franceses que trabajan con teorías 
de las ciencias. Está aquel que separa teoría y método como hace el cientista americano Thomas 
Merton (1969) y están los que consideran esos dos términos inseparables, debiendo ser tratados 
de forma integrada y apropiada cuando se elije un tema, un objeto, o un problema de investigación. 
Me identifico con este último grupo que tiene en Denzin (1973) uno de sus más brillantes 
pensadores. Por lo tanto, discutir metodología es entrar en un fuerte debate de ideas, de opciones 
y de prácticas. 
Durante los últimos 20 años vengo intentando contribuir a la superación de las posturas, 
muy frecuentes, que tratan por separado las cuestiones epistemológicas y los instrumentos 
operacionales, dado que considero el concepto de Metodología de forma abarcativa y 
concomitante: (a) como la discusión epistemológica sobre el “camino del pensamiento” que el tema 
o el objeto de investigación requiere; (b) como la presentación adecuada y justificada de los 
métodos, de las técnicas y de los instrumentos operativos que deben ser utilizados en la búsqueda 
relativa a los interrogantes de la investigación; (c) y como lo que denominé “creatividad del 
investigador”, o sea, su marca personal y específica en la forma de articular teoría, métodos, 
hallazgos experimentales, observacionales o de cualquier otro tipo específico de respuesta a los 
interrogantes científicos. 
La metodología ocupa un lugar central al interior de la sociología del conocimiento, dado 
que es una parte intrínseca de la visión social del mundo, vehiculada a través de la teoría. Frente a 
la dialéctica, por ejemplo, el método es el propio proceso de desarrollo de las cosas. Lenin señala 
que el método no es la forma exterior, es el alma misma del contenido porque él produce la 
relación entre pensamiento y existencia y viceversa (1965, p.148). La metodología constituye el 
“camino del pensamiento”, según Habermas (1987), y constituye una “práctica teórica pensada”, en 
la expresión de Bourdieu en Ésquisse d’une Théorie de la Pratique (1972). Esto quiere decir, en 
otras palabras, que es diferente pensar la metodología de una investigación de inspiración 
funcionalista, o marxista, o fenomenológica o que utilice el abordaje sistémico. A su vez, es 
 25 
diferente pensar el diseño y la metodología de una investigación unidisciplinaria o la que tiene 
carácter interdisciplinario y se fundamenta en la filosofía de la complejidad. 
 En este estudio, por lo tanto, teoría y metodología caminan juntas y vinculadas. A su vez, el 
conjunto de técnicas que constituye el instrumental necesario para la aplicación de la teoría aquí es 
tratado como elemento fundamental para la coherencia metódica y sistemática de la investigación. 
Evito tanto el endiosamiento teórico como la reificación de la realidad empírica, porque en el primer 
caso existe un menosprecio por la dinámica de los hechos; y en el segundo, se concretiza una 
reducción de la verdad a la dimensión de los acontecimientos localizados. La excesiva teorización 
y la improvisación de instrumentos para abordar la realidad, provenientes de una perspectiva poco 
heurística, producen divagaciones abstractas, impresionistas y poco precisas en relación al objeto 
de estudio. 
 Si teoría, método y técnicas son indispensables para la investigación social, la capacidad 
creadora y la experiencia del investigador también juegan un papel importante. Ellas pueden 
relativizar el instrumental técnico y superarlo por el arte. Lo que se denomina “creatividad del 
investigador” es algo difícil de definir, dado que esta expresión se refiere al campo de la historia 
personal y de la experiencia subjetiva. Este término es aquí usado en el mismo sentido en que 
Wright Mills (1952; 1974) y Denzin (1973) denominan “imaginación” y otros autores hablan de 
“intuición”. Esa “creatividad del investigador” corresponde a su experiencia reflexiva, a su 
capacidad personal de análisis y de síntesis teórica, a su memoria intelectual, a su nivel de 
compromiso con el objeto, a su capacidad de exposición lógica y a sus intereses. Haciendo coro 
con un gran número de estudiosos (Weber, 1965; Gadamer, 1999; Habermas, 1987; Myrdal, 1969; 
Granger, 1967; Gurvitch, 1955; Denzin, 1973; entre otros), entiendo que no se puede creer en una 
ciencia neutra, pues, todo el proceso de construcción teórica es, al mismo tiempo, una dialéctica de 
subjetivación y de objetivación. De este modo, lo que aquí considero “creatividad del investigador” 
diferencia los resultados de las investigaciones, lo que puede ser constatado cuando varios 
trabajan con los mismos objetos y los mismos interrogantes. 
La reflexión sobre metodología como sistemática de abordaje de la realidad, es asunto 
para investigadores comunes que se ejercitan en sus respectivos campos de conocimiento. Los 
genios no necesitan de esos dispositivos, pues atraviesan parámetros establecidos y proyectan, en 
pocas líneas, nuevos insights, modificando paradigmas en sus campos científicos (Kuhn, 1962). 
 
 
El concepto de Investigación Social 
 
Entrar en el campo de la Investigación Social es penetrar en un mundo polémico donde 
hay cuestiones no resueltas y donde el debate ha sido perenne y no conclusivo. El tema más 
problemático es el de su propia cientificidad que debe ser pensado como una idea reguladora de 
alta abstracción y no como sinónimo de modelos y normas a ser seguidos. Entiendo que debe 
 26 
existir una unidad en el mundo de la ciencia cuando se dice que cualquier producción científica 
sólo puede ser reconocida cuando contiene teoría, métodos y técnicas de abordaje. Y todo 
discurso teórico debe contener conceptos, categorías, tesis e hipótesis o supuestos. Esos son 
elementos indispensables y universales de autorregulación del proceso de conocimiento. Pero 
también entiendo que la unidad científicadebe ser tratada de forma compleja, incluyendo la 
diversidad de áreas del conocimiento, al interior de las cuales todo el esqueleto teórica general se 
transforma en especificidad y adaptación. 
En ese sentido, la labor científica camina siempre en dos direcciones: en una, elabora 
marcos teórico-metodológicos e instrumentales operativos para conseguir resultados; en otra, 
inventa, ratifica caminos, abandona ciertas vías, produce nuevos interrogantes y se orienta hacia 
otras direcciones. Al hacer esos recorridos, los investigadores aceptan los criterios de historicidad, 
de colaboración y de la única certeza posible: que cualquier conocimiento es aproximado, es 
construido. La historia de la ciencia no revela un a priori, sino lo que fue producido en un 
determinado momento histórico con toda la relatividad que el dinamismo del proceso social 
requiere. 
Defino Investigación como la actividad básica de las Ciencias en su indagación y 
construcción de la realidad. Es la investigación que alimenta la actividad de enseñanza. Investigar 
constituye una actitud y una práctica teórica de constante búsqueda y, por eso, tiene la 
característica del acabado provisorio y de lo inacabado permanente. Es una actividad de 
aproximación sucesiva de la realidad que nunca se agota, haciendo una combinación particular 
entre teoría y datos, pensamiento y acción. 
Comprendo como Investigación Social los diversos tipos de investigación que tratan del ser 
humano en sociedad, de sus relaciones e instituciones, de su historia y de su producción simbólica. 
Como cualquier fenómeno humano, las investigaciones sociales están relacionadas a los intereses 
y circunstancias socialmente concatenadas. Las investigaciones nacen de determinado tipo de 
inserción en lo real, encontrando allí sus razones y objetivos. Como práctica intelectual, el acto de 
investigar refleja también dificultades y problemas propios de las Ciencias Sociales, sobre todo su 
intrínseca relación con la dinámica histórica. 
Conceptúo la Investigación social en salud como todas las investigaciones que tratan del 
fenómeno salud/enfermedad, de su representación por los diversos actores que actúan en campo: 
las instituciones políticas y de servicios y los profesionales y usuarios. 
 Analizando el concepto de investigación desde el punto de vista antropológico, se puede 
decir que siempre existió la preocupación del Homo sapiens por el conocimiento de la realidad. Las 
tribus primitivas, a través de los mitos, ya intentaban explicar los fenómenos que rodean la vida y la 
muerte, el lugar de los individuos en la organización social con sus mecanismos de poder, control, 
convivencia y reproducción del conjunto de la existencia social. Dentro de las dimensiones de 
espacio y tiempo, la religión ha sido uno de los relevantes fenómenos explicativos de los 
interrogantes de los seres humanos sobre los significados de la existencia individual y grupal. 
 27 
Hoy todas las modalidades del conocimiento conviven concomitantemente, buscando 
soluciones para los dramas humanos y para el avance de la humanidad. Una de ellas es 
hegemónica: la Ciencia. Las Ciencias en la era moderna consiguieron constituirse como esquemas 
de explicaciones dominantes. En esta etapa del desarrollo del capitalismo pos-industrial, se 
transformaron en la fuerza productiva más importante de la historia. Sin embargo, no por eso su 
estructura explicativa es exclusiva y conclusiva. Los problemas actuales de los seres humanos y de 
la organización social plantean cuestiones cruciales como el hambre, la migración, la violencia, 
para las cuales la ciencia, incluso la social, continúa sin respuesta y sin formulaciones. 
 Desde el punto de vista histórico, la Investigación Social viene cargada de énfasis e 
intereses más amplios que su campo específico. Algunos autores, como Schrader (1987) hacen 
una revisión de esa práctica académica a través del tiempo, mostrando que nació de grupos 
contestatarios de las desigualdades producidas por la sociedad industrial. Su desarrollo 
exponencial se dio en la segunda mitad del siglo XX y muchos investigadores renombrados como 
Lazarsfeld, Jahoda y Gunnar Myrdal iniciaron sus carreras de investigadores en la búsqueda de 
una solución a los problemas sociales causados por la Segunda Guerra Mundial. En Estados 
Unidos, por ejemplo, nació en los periódicos de crítica social, según el autor (Schrader, 1987). 
 Pero no existe una única historia de la investigación social. En Inglaterra, por ejemplo, los 
antropólogos avanzaron mucho en la comprensión de sociedades primitivas, realizando 
investigaciones de interés para los colonizadores. Sin embargo, las investigaciones antropológicas 
plantearon cuestiones que contrariaban los intereses de la metrópolis y de sus financiadores, 
sacando a luz temas como el relativismo cultural, el pensamiento lógico de los primitivos y la 
autosuficiencia de su organización social. 
 A partir de la Segunda Guerra Mundial, con la ampliación del poder de Estados Unidos y 
bajo el signo de la industrialización, del crecimiento económico y poblacional, hubo un gran avance 
de la investigación social volcada hacia la planificación estratégica y la producción de 
intervenciones en la organización de los medios generales de producción y de reproducción y, 
sobre todo, en la evaluación de las inversiones públicas y privadas volcadas al desarrollo. 
Particularmente se invirtió mucho en el dimensionamiento de los llamados problemas sociales 
referentes a la pobreza, a la salud, a la educación y a las políticas de bienestar. El término 
Investigación en Políticas Sociales pasó a significar un campo científico con implicancias 
inmediatas desde el punto de vista del control del Estado. La proliferación de centros de 
investigaciones sociales, tanto en los países industrializados como en los subdesarrollados, llegó 
junto al interés del poder público de conocer, regular y controlar la sociedad civil o de articularse 
con ella para solucionar los males sociales siempre presentes en el capitalismo y profundizados en 
el actual período de pos-industrialización. 
 Desde el punto de vista teórico y formal, existe una clasificación tradicional que divide la 
Investigación en “pura” y “aplicada”. El investigador inglés, Bulmer (1978), cuestiona el 
reduccionismo de esa clasificación. Comenta que “pura o básica” y “aplicada” hacen referencia a 
 28 
una falsa división del conocimiento, dado que las investigaciones teóricas pueden tener y tienen 
importantes consecuencias prácticas; y las investigaciones aplicadas suelen tener implicancias y 
contribuciones teóricas. Esa dicotomía se basa en el modelo de tecnología en el cual el cliente que 
paga explicita lo que quiere. Tal exigencia se torna inadecuada para las ciencias sociales. 
 Bulmer (1978) propone una clasificación alternativa de Investigación Social, substituyendo 
la división tradicional. Las cinco modalidades, referidas a continuación, constituyen, según el autor, 
“tipos” dentro de un continuum, con el mérito de dar visibilidad y legitimidad a diferentes formas de 
abordar la realidad: 
1. Investigación básica: se preocupa por el avance del conocimiento a través de la 
construcción de teorías y test de las mismas o también por la satisfacción de la curiosidad 
científica. No tiene un objetivo práctico en su proyecto inicial, aunque los descubrimientos 
provenientes de los datos generados puedan influenciar y subsidiar tanto políticas públicas, 
nuevos descubrimientos, inversiones, decisiones de los hombres y mujeres de negocios 
como avances en la conciencia social. 
2. Investigación estratégica: se basa en las teorías de las ciencias sociales, pero se orienta a 
los problemas concretos, focales, quesurgen en la sociedad, aunque no le correspondan, 
al investigador, la solución práctica de los problemas que señala. Tiene la finalidad de 
ilustrar determinados aspectos de la realidad. Sus instrumentos son los mismos con los 
que actúa la investigación básica, tanto en términos teóricos como metodológicos, pero su 
finalidad es la acción gubernamental o de la sociedad. Esta modalidad sería la más 
apropiada para el conocimiento y la evaluación de problemas y políticas del sector Salud. 
3. Investigación orientada a problemas específicos: es una modalidad operacional que es, en 
general, realizada dentro de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales y 
empresas, apuntando al conocimiento inmediato. Se fundamenta, sin necesariamente 
explicitarlo, en los conocimientos generados a través de las investigaciones básicas. Los 
resultados de este tipo de investigación apuntan a ayudar a lidiar con cuestiones prácticas 
y operacionales. 
4. Investigación-Acción: consiste en la investigación que sigue pari passu el desarrollo de 
programas sociales o gubernamentales para medir su impacto. La definición de este 
término por Bulmer (1978) difiere del concepto de investigación-acción presentado por 
Thiollent (1987), según el cual, por investigación-acción se entiende un tipo de 
investigación social de base empírica, concebida y realizada en estrecha asociación con 
una acción volcada a la resolución de problemas comunitarios y sociales. En esa 
modalidad, los investigadores y participantes representativos de la situación o del problema 
están involucrados de un modo cooperativo o participativo. La diferencia básica de las 
conceptualizaciones de Bulmer (1978) y Thiollent (1987) reside en el hecho de que, en el 
primer caso, la investigación acompaña las acciones de los programas, pero es externa a 
 29 
ellas. En el segundo, el involucramiento del investigador y de los que actúan es parte 
integrante de la investigación. 
5. Investigación Inteligente: que se refiere a los grandes relevamientos de datos 
demográficos, económicos, estadísticos, epidemiológicos, realizados por especialistas 
generalmente vinculados a instituciones públicas o empresas, apuntando a la planificación 
y a la formulación de políticas específicas y a la toma de decisiones. Los Censos y las 
Investigaciones del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) son ejemplos 
clásicos de investigaciones inteligentes. De forma simplificada, las Investigaciones de 
Opinión Pública cumplen también esa función sociológica (Bulmer, 1978, p. 8-9). 
Bulmer (1978) comenta, refiriéndose al campo de las Investigaciones Estratégicas, que la 
“Investigación Básica” ha tenido, como marca permanente, una fuerte orientación unidisciplinaria, 
dificultando su aplicación en políticas públicas. En el extremo opuesto, los estudios 
interdisciplinares han sido bastante cuestionados por la poca consistencia teórico-metodológica. 
Según él, los surveys se transformaron en el reino del sentido común, pues frecuentemente están 
orientados: (a) por el “empirismo” y por el “positivismo”, cuya ideología se basa en el principio de 
que los hechos hablan por sí mismos y de que nada existe más allá de los datos; (b) o por 
intereses políticos de los cientistas o de las autoridades que encomiendan y financian su trabajo. 
En este segundo caso, existe un supuesto, generalmente falseado por la realidad, de que los 
gobernantes y políticos necesitan conocer los hechos para poder optar al tomar decisiones. El 
riesgo del empirismo y del positivismo es el de minimizar los problemas teóricos y la reducción del 
papel del investigador al de un relevador de datos técnicos y proveedor de información. Una vez 
que presenta su visión técnica de la realidad, su papel cesa, y la interpretación pasa a ser 
conducida por otros, y las relevancias son expuestas por intereses políticos y económicos, como 
señala Wright Mills (1952). 
Mi experiencia personal de más de veinte años en el campo de la investigación social en 
salud en colaboración con epidemiólogos, me enseñó que no es necesario realizar elecciones 
parciales. Es posible desarrollar investigaciones básicas sobre temas aún poco desarrollados, 
abarcando problemas estratégicos desde el punto de vista de su relevancia social y direccionar los 
resultados de forma operacional. Varios trabajos del equipo del Claves (Centro Latinoamericano de 
Estudios sobre Violencia y Salud/Fiocruz) en el cual trabajo, apuntan hacia el hecho de que en 
todas las investigaciones del área de salud colectiva es posible juntar consistencia teórica y 
relevancia social en la dirección que aquí menciono de forma bastante concreta: (1) ya en la 
construcción del proyecto, prever los productos que se pretende construir; (2) en su desarrollo 
realizar todos los procedimientos (generalmente de forma interdisciplinaria que contengan 
aspectos socio-antropológicos y epidemiológicos del problema focalizado), teóricos y 
metodológicos típicos de la investigación básica; (3) en el proceso de análisis, direccionar la 
reflexión y los resultados para descubrir o comprender aspectos de la realidad que necesitan 
intervención, orientándolos hacia niveles de especificidad; (4) adicionalmente construir, con los 
 30 
datos y el análisis de la investigación, un texto complejo, ejecutivo, directo y corto que pueda servir 
para la acción social. 
 Concluyo diciendo que la Investigación Social no puede ser definida de forma estática o 
estancada. Necesita ser conceptualizada históricamente y entendiendo todas las imposiciones, 
contradicciones y conflictos que configuran su camino. A su vez, su ámbito de acción precisa salir 
de los marcos de la unidisciplina y del academicismo. Sobre todo en el campo de la salud, la 
realidad a ser abordada se presenta siempre como una totalidad que involucra a diferentes áreas 
de conocimiento y abarca la dinámica del mundo de la vida. 
 Y por último, debo resaltar una vez más que el universo de la investigación social y de los 
investigadores vive bajo el signo de las contingencias históricas. Por un lado, están las dificultades 
de financiamiento que cercenan o restringen las posibilidades, tanto de la investigación como del 
direccionamiento de las conclusiones. Por otro, existen cuestiones éticas y científicas que el 
investigador tiene que enfrentar sobre la realidad y sobre el destino del producto artesanal que 
realiza, en lo referente al alcance de sus acciones y al uso social que se pueda hacer de ella para 
la sociedad en la que vive. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 31 
Capítulo 3 
Contradicciones y consensos en la combinación de métodos 
cuantitativos y cualitativos 
 
Discusión crítica sobre los métodos cuantitativos y cualitativos 
 
El conocimiento científico se produce por la búsqueda de articulación entre la teoría y la 
realidad empírica. El método, tiene una función fundamental: tornar plausible el abordaje de la 
realidad a partir de las preguntas planteadas por el investigador. En el campo de la salud colectiva, 
los métodos frecuentemente usados en estudios de poblaciones humanas son los cuantitativos 
(más frecuentes a través de la epidemiología) y cualitativos (más utilizados por las ciencias 
sociales). Al desarrollar una propuesta de investigación y al desplegar las etapas de una 
investigación, el investigador trabaja con el reconocimiento, la conveniencia y la utilidad de los 
métodos disponibles, frente al tipo de información necesaria para que se cumplan los objetivos del 
trabajo. 
Frecuentemente, la discusión relativa a los métodos cuantitativos y cualitativos en el 
abordaje de lo social y de la saludcolectiva se ha desarrollado de forma inadecuada y por 
oposición, muchas veces irreconciliable, como muestra la historia de su desarrollo (Pirès, 1982). La 
dicotomía que se establece en la práctica, como ya fue mencionado anteriormente, no se condice 
con lo que epistemológicamente es más correcto y plausible. Propiedades numéricas y cualidades 
intrínsecas son atributos de todos los fenómenos, como señala Kant (1980). Sin embargo, 
históricamente, predominaron los estudios de orden cuantitativo de lo social, ocultando cuestiones 
de significado y de intencionalidad. 
En este libro analizo sobre todo el método cualitativo. Por lo tanto no elaboro ninguna 
discusión en profundidad sobre el método cuantitativo y reconozco su importancia para el análisis 
de magnitud de los fenómenos. Tan solo me ocupo de algunas críticas que vienen siendo 
realizadas a ese predominio por varios motivos: la forma de legitimación científica tradicional es la 
cuantificación; la actividad intelectual fundada en la mensuración se tornó hegemónica en la 
producción de datos para ser aplicadas en las políticas públicas en todo el Occidente desde la 
Segunda Guerra Mundial; al rechazar cualquier análisis contextualizado de la realidad por miedo 
al riesgo de la ideologización, los investigadores dejan la puerta abierta a la manipulación de los 
datos por parte del poder y en consecuencia, consagran el tecnicismo, tan bien definido por 
Théodore Roszak: 
 
El gran secreto de la tecnocracia de lo social es su capacidad de convencernos del 
siguiente silogismo: que las necesidades vitales del ser humano, contrariamente a todo lo 
que nos fue enseñado por los grandes sabios, son de carácter puramente técnico, o sea, 
que las exigencias de nuestra especie son susceptibles a ser plenamente determinadas 
por un análisis formal, conducido por especialistas calificados; que esas exigencias pueden 
 32 
ser traducidas en programas sociales y económicos y así satisfechas y que, si un problema 
no tiene solución técnica es tan sólo un falso problema, una ilusión, una ficción generada 
por cualquier tendencia cultural regresiva 1970, p.24). 
 
El uso de métodos cuantitativos tiene el objetivo de sacar a la luz datos, indicadores y 
tendencias observables o producir modelos teóricos de alta abstracción con aplicabilidad práctica. 
Su naturaleza se diferencia, según Kant en su Matemática Trascendental (1980), por referirse al 
plano de la extensividad y de las regularidades en los fenómenos. En las ciencias sociales 
contemporáneas, el abordaje cuantitativo está profundamente marcado por la reproducción del 
positivismo clásico, según el cual: (a) el mundo social opera de acuerdo con leyes causales 
últimas; (b) el fundamento de la ciencia es la observación sensorial; (c) la realidad consiste en 
estructuras e instituciones identificables como datos brutos por un lado, creencias y valores, por 
otro; (d) estos dos órdenes son correlacionados para proveer generalizaciones y regularidades; (e) 
lo real son los datos estadísticos sobre los hechos, considerados datos objetivos, por lo tanto, 
valores y creencias son realidades subjetivas que sólo pueden ser comprendidas a partir de 
análisis cuantificables (Hughes, 1983). 
Las restricciones al cuantitativismo volcado hacia la interpretación de informaciones 
sociales no se refieren a las técnicas que utiliza, dado que son instrumentos de trabajo 
indispensables. Se dirigen al reduccionismo en la evaluación de la realidad social. Adorno & 
Horckheimer (1979) llegan a decir que el método positivista empírico amenaza con fetichizar sus 
asuntos, transformándose a sí mismo en un fetiche, en la medida en que reduce la objetividad al 
método y no llega al contenido. Más allá de las críticas filosóficas citadas por Hughes (1983), los 
teóricos de la sociología comprensiva acrecientan las siguientes: (a) los abordajes cuantitativos 
sacrifican los significados (Harrison, 1947; Dilthey, 1956; Weber, 1949; Schutz, 1963); (b) parten 
de la creencia ingenua de que las distorsiones en el abordaje de la realidad pueden ser evitadas 
por la codificación; (c) los métodos cuantitativos cuando se aplican a lo empírico tienden a 
simplificar la compleja vida social limitándola a los fenómenos que pueden ser enumerados (Park 
& Burgess, 1921); (d) generalmente, los cuantitativistas trabajan a priori y preconceptuosamente, 
tomando como familiar los fenómenos que observan, sin tener en cuenta el sentido que los 
hechos y las cosas tienen para los sujetos que los viven (Harrison, 1947; Schutz, 1964). 
¿Qué es el método cualitativo? El método cualitativo es lo que se aplica al estudio de la 
historia, de las relaciones, de las representaciones, de las creencias, de las percepciones y de las 
opiniones, producto de las interpretaciones que los humanos hacen con relación a cómo viven, 
construyen sus instrumentos y a sí mismos, sienten y piensan. Aunque ya hayan sido utilizados 
en los estudios de aglomerados de grandes dimensiones (IBGE, 1976; Parga Nina, et al., 1985), 
los abordajes cualitativos se adecuan mejor a investigaciones de grupos y segmentos delimitados 
y focalizados, de historias sociales bajo la óptica de los actores, de relaciones y para el análisis de 
discursos y de documentos. 
 33 
Este tipo de método tiene fundamento teórico, más allá de permitir develar procesos 
sociales aún poco conocidos referentes a grupos particulares, propicia la construcción de nuevos 
abordajes, revisión y creación de nuevos conceptos y categorías durante la investigación. Se 
caracteriza por la empiria y por la sistematización progresiva del conocimiento hasta la 
comprensión de la lógica interna del grupo o del proceso en estudio. Por eso, es también utilizado 
para la elaboración de nuevas hipótesis de estudios, construcción de indicadores cualitativos, 
variables y tipologías. 
En la comparación con los abordajes cuantitativos, entiendo que cada uno de los dos tipos 
de método tiene su papel, su lugar y su adaptación. Sin embargo, ambos pueden conducir a 
resultados importantes sobre la realidad social, quedando sin sentido asignarle prioridad a uno 
sobre el otro. 
Para hablar filosóficamente sobre el tema, es importante sacar a luz la reflexión de Granger 
en su artículo sobre “Modèles qualitatifs, modèles quantitatifs dans la connaissance scientifique” 
(1982). El autor pone su atención en lo que parece obvio: los acontecimientos son percibidos 
inicialmente como cualidad, en dos niveles: en primer lugar, como lo vivido absoluto y único; en 
segundo lugar, la experiencia es vivida a nivel de la forma, de modo que puede ser comprendida 
por contraste (es un recorte del campo perceptivo) y por continuidad (se expresa en la unidad y en 
la indivisibilidad). Sin embargo, el mismo autor señala el riesgo de “una reducción simplista de lo 
cualitativo”, cuando el observador se contenta con la percepción de alguna parte del fenómeno que 
observa y esta es tan sólo un predicado contingente y relativo del objeto, produciendo 
percepciones incompletas. 
 Granger distingue “cualidad objetiva” y “cualidad del objeto psíquico” y considera que es un 
esfuerzo necesario de la epistemología de las ciencias humanas actuales, establecer relaciones 
entre “cualidad del objeto psíquico” y estructuración científica (1967, p.197). 
 
Es así medianamente claro que la utilización de métodos y técnicas no cuantitativas en una 
investigación, no es una cuestión de elección de una alternativa o de preferencias 
personales: son procedimientos simplemente necesarios. [...] La necesidad de usar 
métodos y técnicas no cuantitativas es consecuencia de la necesidad de captar algo de los 
aspectos subjetivos de la realidad social, y de reconocer la dualidad real entre lo 
cuantitativoy lo cualitativo (Granger, 1967, p. 82-83). 
 
 
A su vez, Mannheim (1968), un estudioso de la sociología del conocimiento, también se 
opone a la visión del positivismo clásico que intenta tornar mensurables, discernibles y sin 
ambigüedades a todos los factores sociales. Comenta que existen ciertos términos tan cargados 
de valores que sólo un integrante del sistema social estudiado puede comprenderlo. Advierte sobre 
la participación del sociólogo como observador de la realidad que investiga y dice que eso puede 
significar el sacrificio de lo que a veces se considera como la necesaria “neutralidad y objetividad 
 34 
científica”. Pero, dice además, que el intento de obtener objetividad, en el sentido positivista, se 
configura como el real obstáculo a los conocimientos sociológicos: 
Está claro que una situación humana sólo es caracterizable cuando se toman en 
consideración las concepciones que los participantes tienen de ella, la forma en que 
experimentan sus tensiones en esa situación y cómo reaccionan a esas tensiones así 
concebidas (Mannheim, 1968, p.70). 
 
 
Completa afirmando que: 
Para trabajar con las ciencias sociales es necesario participar del proceso social. Pero esa 
participación en el inconsciente colectivo no significa, de modo alguno, que se falsifiquen 
los hechos o que sean vistos incorrectamente. Por el contrario, la participación en el 
contexto vivo de la vida social presupone la comprensión de la naturaleza interna de su 
contenido. El desprecio por los elementos cualitativos y la completa restricción de la 
voluntad no constituye objetividad y sí negación de la cualidad esencial del objeto (1968, 
p.73). 
 
 
Las palabras de Mannheim expresan el pensamiento de diversas corrientes teóricas de las 
ciencias sociales, pero, al mismo tiempo, se vinculan a un enfrentamiento en el campo intelectual 
en cuanto a los estudios de orden comprensivo. El funcionalismo destaca a importancia del sentido 
social de la conducta humana, en oposición a las atribuciones individuales de los motivos de las 
conductas. O sea, sustituye las explicaciones subjetivas por los determinantes de los sistemas 
culturales y busca el sentido de la interrelación entre órganos y funciones. La sociología 
comprensiva, cuyo representante clásico es Weber, dice que el carácter definidor de la acción 
social es su sentido. “En la acción está contenida toda la conducta humana, en la medida en que el 
actor le atribuye un sentido subjetivo” (1974, p.110). 
La fenomenología, cuyo exponente en el campo de las ciencias sociales es Schutz (1982), 
defiende la idea de que las realidades sociales son construidas en los significados y a través de 
ellos, y sólo pueden ser identificadas en la medida en que se sumerja en el lenguaje significativo 
de la interacción social. El lenguaje, las prácticas y las cosas son inseparables en el abordaje 
fenomenológico, dado que los significados son generados en la interacción social. En el marco de 
referencia fenomenológico, el mundo se presenta al individuo bajo la forma de un sistema 
objetivado de designaciones compartidas y de formas expresivas. El marxismo clásico, a su vez, 
interpreta la realidad como una totalidad en la que tanto los factores visibles como las 
representaciones sociales integran y configuran un modo de vida condicionado por un modo de 
producción específico. 
 A pesar de la pluralidad de interpretaciones de las corrientes de pensamiento citadas, 
todas tienen en común el reconocimiento de la subjetividad y de lo simbólico como partes 
integrantes de la realidad social. Del mismo modo, todas aportan hacia el interior del análisis, el 
indisociable entrecruzamiento entre subjetivo y objetivo, entre actores sociales e investigadores, 
entre hechos y significados, entre estructuras y representaciones. 
 35 
El valor de la investigación cualitativa, no obstante, no es reconocido integralmente ni 
siquiera dentro de las ciencias sociales. Muchos cientistas sociales consideran importantes los 
estudios cualitativos tan sólo para fines exploratorios, recomendando siempre el uso de 
cuestionarios estructurados para lo que definen como “investigación científica”, en la cual son 
exigidos testeos de hipótesis, posibilidades de repetición por la estandarización de las preguntas y 
tests de validez y fidedignidad. Esa concepción es oriunda del positivismo, cuya suposición es que 
el refinamiento de los instrumentos estandarizados y de las técnicas estadísticas es capaz de 
solucionar la fidedignidad de las investigaciones, como ya fue dicho. 
Refiriéndose a las restricciones que el propio campo de las ciencias sociales realiza a los 
estudios de cuño cualitativo, el sociólogo canadiense Pirès (1982) muestra que tal repudio fue 
magnificado en el pensamiento americano de la década del ‘30 del siglo XX, a través de cientistas 
sociales importantes como Stouffer (1931) que, luego de analizar diversos trabajos con abordajes 
metodológicos cuantitativos y cualitativos, optó por los primeros. Este autor de gran influencia en el 
campo de la investigación social, partió de la constatación de las dificultades técnicas de trabajar 
con datos subjetivos en la construcción del conocimiento y confirió el título de “pre-científico” al 
método cualitativo (Stouffer, 1931), afirmando que su contribución es “útil para dar una idea” y sus 
hallazgos “no son generalizables”. En otros momentos, llamó ostentosamente a la investigación 
cualitativa de “periodismo oscuro y abominable”. 
“No pueden ser descartadas las dificultades de trabajar con un abordaje metodológico de 
un tipo de ciencia donde el observador y el observado son de la misma naturaleza y donde el 
investigador y su tema comparten los mismos recursos” dice Giddens (1978, p.234). Por eso, 
muchas veces los críticos tienen razones en sus resguardos como demuestra Minayo (1998), 
basándose en una revisión de trabajos cualitativos de autores brasileños del área de la salud, a 
partir de los años ‘80: hay muchas investigaciones mal elaboradas e interpretaciones simplistas; 
hay descuidos evidentes en las fundamentaciones teórico-metodológicas de diversos trabajos; 
persiste la antigua confusión entre las opiniones de los sujetos y la lógica interna de sus 
representaciones; muchos investigadores profesan un empirismo arraigado que los lleva a 
considerar como ciencia a la propia descripción de los hechos provistos por los actores sociales, 
tomando la versión de las personas sobre los hechos como la verdad misma; algunos promueven 
un modo de involucrarse con los valores, emociones y visión del mundo en el análisis de la 
realidad, que es perjudicial para el proceso investigativo. 
En el mismo sentido señala Eco (1992) que el principio de la semiótica ilimitada no puede 
constituirse en una derivación incontrolable de sentidos. Aunque las interpretaciones de un texto, 
de un habla, de un evento, puedan ser múltiples, no todas ellas son buenas. No se puede 
establecer cuál fue la que alcanzó la mejor comprensión, pero es absolutamente posible decir 
cuales son inaceptables. 
En síntesis, también en la investigación cualitativa es importante la objetivación, o sea, el 
proceso de investigación que reconoce la complejidad del objeto de las ciencias sociales, teoriza, 
 36 
revé críticamente el conocimiento acumulado sobre el tema en cuestión, establece conceptos y 
categorías, usa técnicas adecuadas y realiza análisis que son al mismo tiempo específicos y 
contextualizados. La objetivación lleva a repudiar el discurso ingenuo o malicioso de la neutralidad, 
pero exige buscar formas de reducir la incursión excesiva de los juicios de valor en la investigación. 
Los métodos y técnicas de preparación del objeto de estudio, de colecta y de tratamiento de losdatos ayudan al investigador, por un lado, a tener una visión crítica de su trabajo y, por otro, a 
actuar con instrumentos que lo conduzcan a elaboraciones más objetivadas. 
Actualmente, existe un gran esfuerzo teórico-metodológico en Brasil y en el plano 
internacional (Minayo, 1989; 1991; 1993; 1998; 2003; Bosi & Mercado, 2004; Mercado, Gastaldo & 
Calderón, 2002; Wolcott, 2003; Corbin & Strauss, 2003; Coffrey & Atkinson, 2002) para dar 
sustentación a las investigaciones cualitativas y desarrollar su potencial de contribución a los 
análisis sociales. Esto ocurre por diversos motivos que se conjugan, entre los cuales, (a) la fuerte 
emergencia de la cuestión social, (b) resaltada por los procesos de exclusión y por una mayor 
conciencia de los derechos de los diferentes actores sociales y (c) por la crítica entre pares que 
crece con el aumento de la producción científica utilizando ese abordaje. 
 
 
Posibilidades de combinación: 
métodos cuantitativos y cualitativos 
 
Sobre la combinación de métodos, la antropología, aún la funcionalista, intenta romper la 
barrera de las explicaciones simplistas, creando abordajes más complejos, como propone 
Malinowski (1975) diciendo que es preciso: (a) documentar estadísticamente, “mediante 
evidencias concretas”, todo lo que puede ser mensurado en la “estructura de la sociedad”; (b) 
complementar los registro cuantitativos a través de la observación de la “forma en que 
determinadas costumbres, reglas o excepciones son vividas en el cotidiano por los nativos pues 
esos son fenómenos sociológicos”; (c) estar atento al “cuerpo y sangre de la vida real pues ellos 
componen el esqueleto de las construcciones abstractas”; “comprender los imponderables de la 
vida real”; (d) oír y buscar comprender el “punto de vista, las opiniones y las expresiones de los 
nativos”, o sea, tener en cuenta las maneras típicas del pensar y sentir que corresponden a las 
instituciones y a la cultura de una comunidad (1975, p. 54-60). 
La propuesta antropológica de Malinowiski, puede ser practicada, con mayor o menor 
perfección, como lo evidencian diversos trabajos que utilizan la estrategia de triangulación de 
métodos, como los de Minayo & Cruz Neto (1999); Minayo, et al. (2003); Minayo & Minayo-Gomez, 
(2003); Minayo, Assis & Souza, (2005). La cuestión de las relaciones entre lo cuantitativo y 
cualitativo, secundada por el problema epistemológico de la objetividad y de la subjetividad, no 
puede ser asumida de forma simplista como una opción personal del cientista al abordar la 
realidad. Tiene que ver con el carácter del objeto específico de conocimiento aquí tratado: con el 
 37 
entendimiento de que en los fenómenos sociales, existe la posibilidad de analizar regularidades, 
frecuencias, pero también relaciones, historias, representaciones, puntos de vista y lógica interna 
de los sujetos en acción. 
Varios documentos recientes, entre ellos la Carta de Otawa (Brasil, 1996) y artículos 
nacionales e internacionales, definen la salud como un proceso social en el cual las sociedades 
hacen elecciones conscientes o inconscientes para asegurar las condiciones en las cuales las 
personas pueden ser saludables (Minayo, 2000). Al expresar tal tesis, los actores colectivos 
enuncian que este tema forma parte de la esfera de su vida y se expresan en la economía, en la 
política, en el derecho y en la experiencia subjetiva y no tan sólo en el campo denominado sector 
salud (Minayo & Minayo-Gómez, 2003; Minayo, et al., 2003). 
Trasladar la discusión de la salud hacia la arena política y vivencial (Gadamer, 1999) tiene 
por fundamento la convicción de que es un bien social compartido. En consecuencia, su 
manutención y promoción son de responsabilidad colectiva e individual, aunque todos tengan 
conciencia de que, en las complejas sociedades contemporáneas, los derechos son distribuidos de 
un modo diferente y apropiados de forma heterogénea y conflictiva. Por eso, los problemas 
atinentes al ámbito de la salud necesitan ser comprendidos a través de categorías clasificatorias 
que contemplen las diversidades y las diferencias. De esas categorías, las más estructurantes son: 
clases y segmentos de clases, género, edad y etnia, expresando condiciones de vida y de trabajo, 
en espacios y tiempos socio-demográficos y culturales específicos. Vivencias desiguales 
construyen formas diversas de pensar, sentir y actuar respecto a la salud y a la enfermedad: no 
hay salud ni construcción social de la salud en abstracto y por fuera de la sociedad que las 
generan, como hace mucho tiempo señalaban Lévy-Strauss (1963); Marcel Mauss (1950) y 
Boltanski (1979). 
Infinitos ejemplos sobre la singularidad cultural de los fenómenos atinentes a la salud y a la 
enfermedad que exigen investigación cualitativa podrían ser aquí descritos, como lo prueban los 
estudios sobre explicaciones religiosas relacionados con la muerte en general o sobre la 
mortalidad infantil en el nordeste brasileño, por ejemplo (Minayo, 1991); sobre la gestación y el 
parto en las periferias de la ciudad de México (Scrimshaw, 1987); sobre causas y orígenes de las 
enfermedades en tribus neozelandesas en Marcel Mauss (1974), y más recientemente, en Sfez 
(1997) que investigó el fenómeno al que denomina concepción y representación de la “salud 
perfecta” en las clases adineradas de la sociedad americana, japonesa y europeas pos-
industriales. La comprensión de las especificidades citadas anteriormente sería imposible a través 
de métodos cuantitativos. 
Desde un punto de vista conceptual, por lo tanto, forma parte de una visión compleja de la 
ciencia, incorporar teóricamente y en la práctica, la evidencia empírica de que salud y enfermedad 
no se reducen a una experiencia orgánica, biológica y externa a los sujetos. Tales reflexiones se 
escudan en los fundamentos de la teoría de Weber (1974) sobre el significado subjetivo de la 
acción social. Así, la comprensión particular e intersubjetiva de determinada situación, produce 
 38 
comportamientos que a su vez se bifurcan, transformando la experiencia “en una profecía auto-
realizable” (Thomas, 1970, p. 246). Tales premisas reafirman, en las experiencias de salud y 
enfermedad, la intrincada relación entre hechos, eficacia de ideas (Weber, 1974) e intencionalidad 
(Schutz, 1964). A su vez, el reconocimiento de que el sector salud trabaja, al mismo tiempo, con 
problemas colectivos y determinaciones biológico-sociales (Latour, 1994) o biológico-social-
ambientales (Waltners-Toews, 2001; Forget & Lebel, 2001) no disminuye la responsabilidad del 
investigador de entender que todos los problemas se materializan en la realidad antropológica. De 
allí que las exigencias epistemológicas para la investigación cualitativa y para los abordajes 
cuantitativos y cualitativos son fundamentales. 
La combinación de métodos, sin embargo, se constituye en un desafío, dado que en la 
práctica científica contemporánea, los abordajes cuantitativos y cualitativos pasaron a significar no 
sólo dos formas “profesionalmente distintas” de aprehender (epidemiología) y comprender 
(antropología) lo real, sino dos modalidades de investigación con campos teóricos propios, 
delimitados y frecuentemente antagónicos. Generalmente, las investigaciones epidemiológicas 
priman por la reificación de la estadística, basándose en la creencia positivista de la “verdad de los 
números” y, a su vez, las socio-antropológicas suelen aislarse de las bases cuantitativas, 
confundiendo frecuentemente la “verdad” con el significado expresado por los sujetos. 
Históricamente, se puede observar, que las relaciones entre epidemiología y ciencias 
sociales vienen construyéndose en la convivencia con al menos tres modelos de explicación de lasenfermedades: el organicista, el social y el ecosistémico. 
El primero le confiere una existencia independiente a la salud y enfermedad, cuyo modelo 
más radical era el de la teoría microbiana que se vanagloriaba de poder superar todas las 
ideologías políticas e interpretaciones sociales que minaban el campo de la cientificidad de la 
medicina (Nunes, 1985). Su versión contemporánea se evidencia en las áreas más avanzadas de 
las investigaciones básicas y aplicadas de la genética, que prometen la utopía de la “salud 
perfecta” de forma independiente a los procesos sociales, según Sfez (1997). 
Un segundo modelo, articula salud y enfermedad con condiciones de vida. Ejemplos de su 
aplicación pueden ser encontrados en John Snow (1967), sobre la Transmisión del Cólera y el 
trabajo de Engels sobre la Situación de la Clase Trabajadora en Inglaterra (1977). Este modelo se 
radicalizó en la epidemiología brasileña y latinoamericana. Como reacción al tecnicismo y al 
biologicismo de la medicina y de la epidemiología tradicional, surgió en la región, en los años ‘70 
del siglo XX, una corriente de pensamiento que proponía pensar salud y enfermedad a través de 
su historia social, bajo la visión del marxismo en su aspecto estructural. Su aplicación aparece en 
el llamado “paradigma de la epidemiología social”, (Breilh, 1979; Laurell, 1987), que centra su 
discusión en la idea de la equidad social y expresa su mayor vigor en la área temática de trabajo y 
ambiente (Carvalho, 2002). Esa corriente está hoy en retroceso, acompañando la crisis del 
marxismo en la sociedad occidental y en el pensamiento sociológico. 
 39 
Su decadencia se debe sobre todo a la falta de consistencia de su estructura, mucho más 
política que científica, dando margen a las críticas sobre la idea de totalización de la determinación 
de lo social actuando en la producción de la salud/enfermedad. Las consideraciones actuales 
focalizan la fragilidad epistemológica de la epidemiología social por sustentarse en las bases del 
pensamiento marxista mecanicista. Diversos autores cuestionan la mediación construida entre la 
visión positivista de la epidemiología descriptiva y el determinismo también positivista (Pereira, 
2000; Medronho, et al., 2002) del marxismo althusseriano. En realidad, la epidemiología social 
como propuesta histórica reciente, no se desprendió de las corrientes teóricas fundamentadas en 
la filosofía de la conciencia (o sea, de la observación exterior de los fenómenos). Su abordaje, por 
momentos asumió la cuestión social como escenario de producción de las enfermedades, en otros 
como determinante sin mediaciones, de las situaciones, de los comportamientos y de los sujetos. 
De la misma forma que la epidemiología positivista, la epidemiología social tuvo poco en 
cuenta las cuestiones de la subjetividad y los procesos micro-sociológicos del mundo de la vida, 
que complejizan las expresiones de salud y enfermedad en el terreno de la práctica. Si es verdad 
que los problemas sociales se expresan en las condiciones de salud, es porque lo social está 
simultáneamente en la propia producción fisiopatológica y epidemiológica, permeando y 
modificando sus manifestaciones y no sólo dándoles contención. Por eso, al resaltar las 
dificultades de la conceptualización, Almeida Filho dice que “será siempre redundante cualquier 
referencia a una epidemiología social” (1989, p.5). 
El tercer modelo viene desarrollándose, sobre todo, a partir de la teoría cuadrangular de 
Lalonde (1956) sobre los factores que interfieren en la salud, de la Carta de Otawa (Brasil, 1995) y 
tiene su expresión actual en el denominado abordaje ecosistémico de salud. Este tipo de enfoque 
está influenciado por varios movimientos entre los cuales el ambientalista y el feminista, intentan 
combinar la epidemiología de las enfermedades con las condiciones sociales que las determinan o 
influyen en su ocurrencia y, también, con variables ambientales. Su fundamento, aunque 
presentado de forma mucho más compleja, se remonta a las teorías ecológicas y multicausales de 
las enfermedades (Waltners-Toews, 2001; Forget & Lebel, 2001; Minayo, 2002). Dentro de este 
modelo, los factores reconocidos en los procesos socio-sanitarios concretos son vistos de forma 
combinada. Sus principios orientadores son, en primero lugar, (1) el pensamiento sistémico, para el 
cual toda la complejidad de los seres vivos necesita ser tenida en cuenta para la producción de la 
salud humana; (2) las cuestiones de género deben ser evidenciadas en las investigaciones y 
acciones transformadoras; (3) la equidad es un principio básico de la promoción de la salud, y (4) 
la participación y la responsabilización social de los diferentes actores tomados en sus contextos 
tienen que ser incorporadas como parte integrante de la construcción de una vida saludable. 
Desde un punto de vista disciplinario, las corrientes explicativas de los procesos de 
padecimiento se basan en tres pilares principales: las ciencias biológicas, sociales y estadísticas 
(incluyendo las ciencias matemáticas y la demografía) (Pereira, 2000). Sin embargo, el énfasis 
disciplinario siempre recayó en las ciencias biológicas y en la estadística. Inicialmente, el status de 
 40 
cientificidad de la epidemiología era dado por la descripción anatomofisiológica, microbiológica y 
parasitológica detallada en la mediación del proceso patológico. Posteriormente, “con la 
sofisticación del análisis estadístico y el empleo de la informática, la epidemiología de los factores 
de riesgo adquiere la casi exclusividad como producción científica del área [epidemiología] y llega 
hasta a definirla” (Medronho, et al., 2002, p. 6). 
Aún actualmente, la mayoría de las veces, la inserción de las teorías sociales en la 
epidemiología se hace a través de la apropiación de términos de forma ideológica o a través del 
sentido común. Esto sucede no sólo en el momento de la reducción de conceptos a variables, sino 
también en la incorporación superficial y acrítica de marcos teóricos. 
En una compilación de referencias denominada Bases Históricas de la Epidemiología, 
Almeida Filho (1989) detalla el proceso de construcción de esa disciplina, en una escalada rumbo 
al cuantitativismo y al abordaje tecnicista: (a) se remonta a una apropiación de la Aritmética Política 
de William Petty y de los relevamientos de Estadística Médica de John Graunt en el siglo XVII 
(Last, 1983); (b) se articula a los estudios a través del método numérico para el conocimiento de la 
incidencia y prevalencia de enfermedades en Francia, en Estados Unidos y en Inglaterra, en el 
siglo XIX (Lilienfeld, 1976); (c) es hija de la institucionalización de la Estadística Médica, en 
Inglaterra, a partir de los trabajos de William Farr, quien, desde 1839, creó el registro anual de 
mortalidad y morbilidad para Inglaterra y el País de Galles (Last, 1983), pero sólo se institucionaliza 
al ser enseñada como disciplina en las universidades ya en el siglo XX. MacMahon et al. (1969) 
escribieron el primero manual de Epidemiología, en la década del ‘60 del siglo XX. 
La búsqueda de cientificidad positivista en la naciente disciplina y en la construcción de la 
propia historia de la Epidemiología ocurrió pari passu con la revolución bacteriana. El extraordinario 
desarrollo de la bacteriología, a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, provocó un innegable 
fortalecimiento de la medicina organicista, contrariando las tentativas de la llamada Medicina Social 
y Política que en aquel mismo período, intentaba buscar los nexos entre el origen de las 
enfermedades y las cuestiones sociales (Nunes 1985; 1999). Así, la epidemiología cuantitativista 
pasó a diferenciarse de la Salud Pública, reproduciendo el diagnóstico médicoontológico y 
nosológico de la historia natural de las enfermedades. Pero también ocurrió lo contrario: “la versión 
británica de la Medicina Social evolucionó hacia una vertiente supuestamente técnica, 
constituyendo la llamada Salud Pública” (Almeida Filho, 1989, p. 3). Es importante observar la 
simbiosis teórica que desde entonces se viene produciendo entre salud pública y epidemiología: 
esa especie de “sinonimia” está presente en textos, debates y congresos del área y 
manifestándose, ora en forma de reducción, ora en forma de expansión. Los reduccionistas 
privilegian la visión técnica y biológica de la distribución de las enfermedades en la población. Los 
expansionistas, cuya lógica bebe de la fuente originaria de la Medicina Social del siglo XIX (Nunes, 
1999), juntan y articulan conceptos y métodos de la epidemiología y de las ciencias sociales. 
Algunos de ellos, se apropian de las teorías sociológicas con éxito, otros las incorporan de forma 
naturalizada y mecánica. 
 41 
En síntesis, se puede concluir que las dos formas más comunes de absorción de los 
conceptos sociológicos usados para el análisis del contexto de los procesos de salud enfermedad, 
por la epidemiología, han sido su instrumentalización o su uso ideológico. En este último caso, más 
allá de considerar a la epidemiología social como la propia salud pública, el abordaje marxista de la 
epidemiología tomó una determinada vertiente del marxismo (la más vulgar, según Perry Anderson, 
1987) como la totalidad de la ciencia social. En esa praxis sucedió algo paradójico: por un lado, la 
producción de un análisis con alto nivel de abstracción y el uso de esquemas macro-sociales y 
anti-antropológicos; por otro, la creciente búsqueda de perfeccionamiento y el uso cada vez más 
sofisticado y tecnicista de los métodos y de las técnicas bioestadísticas para explicaciones de los 
problemas de salud y enfermedad. En el medio, se generó un vacío interpretativo de los procesos 
sociales vivenciados en el cotidiano. Por lo tanto, la propuesta diferenciadora de la epidemiología 
crítica está aún por ser realizada, teniendo en cuenta que el término crítica, en su matriz, 
históricamente significó sumisión a la corriente marxista de carácter estructuralista, a la cual se 
agregó, sin mediaciones, el análisis de datos cuantitativos. 
En la década del ‘80 y ‘90 del siglo XX, se realizaron algunos intentos de concientizar a los 
estudiosos del área sobre el lugar del “sujeto” en la epidemiología y en las prácticas de 
planificación. Sin embardo, continúan siendo hegemónicos los abordajes tecnicistas en los que el 
dinamismo de lo social es un “lugar vacío” o, cuando mucho, un “elemento de estrategia”. En 
oposición al florecimiento del tecnicismo epidemiológico, el análisis de la epidemiología social tal 
como era realizado, prácticamente cayó en desuso. 
Al terminar esta crítica y en rigor de verdad, es preciso decir que el malestar en relación al 
reduccionismo y al fetichismo del método también es relatado y asumido por epidemiólogos que 
buscan la incorporación de las ciencias sociales en sus marcos reflexivos y analíticos, como es 
relatado en la introducción de dos recientes e importantes libros brasileños que sirven de base a la 
formación de una nueva escuela de epidemiólogos. Ambos textos plantean la incorporación de las 
ciencias sociales, que trabajan con relaciones y significados en el abordaje epidemiológico, como 
una condición esencial para su desarrollo en el siglo XXI (Medronho, et al., 2002; Pereira, 2000). 
Por su parte, la introducción de las Ciencias Sociales al campo de construcción de la Salud 
Pública en general, se hizo de forma funcionalista, a causa de la hegemonía histórica de la 
medicina en el área de las ciencias de la salud. Aunque la reflexión sobre la interferencia de los 
aspectos económicos, políticos y sociales sobre la salud sea antigua y haya florecido a mediados 
del siglo XIX, la racionalidad médica siempre predominó en los intentos de formalización teórica del 
área. Los términos referentes a lo social nunca fueron merecedores de una profundización 
conceptual. 
Fue en el siglo XX, cuenta Nunes (1985), que los sociólogos, antropólogos y psicólogos 
fueron llamados, como profesionales, a integrar el campo de salud. En un primer momento, en los 
abordajes predominó el carácter conductivista y funcionalista, respondiendo a la demanda del 
campo médico que siempre procuró tener acceso a las claves de comprensión de los diferentes 
 42 
códigos con los que los legos conceptualizan y vivencian los procesos de salud y enfermedad, 
acceden a los servicios e interpretan los tratamientos. El objetivo de las primeras articulaciones fue 
pragmático: administrar normas de comportamiento saludables a los legos. 
En un segundo momento, les fue pedido a los cientistas sociales que suministraran análisis 
más minuciosos sobre las “variables sociales” de la historia de las enfermedades. Esa ha sido la 
forma más común de articulación disciplinaria entre el área de la epidemiología y de la clínica con 
las ciencias sociales. Hasta hoy, gran parte de lo hecho en los países subdesarrollados con 
financiamiento de organizaciones internacionales conserva el mismo paradigma. 
En necesario señalar aquí que, también en las ciencias sociales, ha predominado la lógica 
tecnicista, irradiada desde Estados Unidos, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, 
tornándose hegemónica. De este modo, la confusión entre cientificidad y cuantificación no 
constituye un privilegio del área de la epidemiología, como ya fue mencionado anteriormente. 
En el caso brasileño, la presencia de los cientistas sociales en el campo de la salud es 
relativamente reciente, de tal modo que la historia de su inserción sistemática tiene poco más de 
30 años (Nunes, 1985;1999;1983; Canesqui, 1998; Minayo, 2000; Luz, 2000). La mayoría, en los 
años ‘70 y ‘80, siguió la línea académica más general en la sociología nacional, distinguiéndose 
por la realización de análisis macro-sociales, institucionales y de estudios a partir de datos 
secundarios y documentales. Algunos se destacan por las contribuciones epistemológicas y 
sociológicas y otros por el análisis de las políticas del sector. 
Es interesante observar que, antes de los años ‘80, eran raros los cientistas sociales de la 
salud que iban a campo y producían trabajos empíricos con la población. Los estudios étnicos eran 
exclusividad de los antropólogos stricto sensu. Una extensa y profunda revisión bibliográfica 
realizada por Nunes, que data de 1985, mapea prácticamente en todo el territorio, tan sólo un 
estudio antropológico sobre salud en el conjunto de la producción científica brasileña de salud. 
Hoy, esa contribución es substancial y entre otros, cito aquí Alves & Rabelo (1998); Rabelo, Alves 
& Souza (1999); Knauth (1998); Duarte & Leal (1998); Alves & Minayo (1994); Carrara (1996); 
Rodrigues (2001); Deslandes (2002). 
De la misma forma que en la epidemiología, en las décadas del ‘70 y ‘80 del siglo XX, los 
cientistas sociales que trabajaban en el sector salud en Brasil, en su mayoría, produjeron un saber 
cuya matriz se restringía a las teorías marxistas, en su aspecto positivista y estructural de 
inspiración althusseriana. A partir de mediados de los años ‘80 hubo una inflexión de las 
inversiones teórico-conceptuales y metodológicas en otros abordajes comprensivos y dialécticos de 
las determinaciones y del lugar de la intersubjetividad. En relación al marxismo, la fuerte influencia 
de Althusser fue substituida por el pensamiento de Gramsci (1981), cuya elaboración teórica se 
mostraba mucho más abierta en relación al campo de las ideas, de la subjetividad y de la historia. 
Desde entonces, comienzan a configurarsealgunas tendencias: (1) crisis o abandono de los 
marcos referenciales basados en las meta-narrativas o de las macro-teorías; (2) aumento de la 
producción científica de base comprensiva, diferenciándose de la tendencia cada vez más 
 43 
acelerada de la epidemiología para reverenciar los poderes de las técnicas estadísticas; (3) 
significativos intentos de producción de estudios interdisciplinarios, transdisciplinarios por 
triangulación de métodos cuantitativos y cualitativos en los abordajes de los problemas de salud. 
Quiero poner atención sobre dos tipos de cuestionamientos que frecuentemente han sido 
realizados a los cientistas sociales por otros profesionales e investigadores sobre estudios 
cualitativos en el área de salud. Por un lado, existe una crítica contundente con relación a la baja 
potencialidad de aplicación práctica de los conocimientos generados. Ese cuestionamiento, 
generalmente, pone en evidencia la dificultad de muchos profesionales del área social de superar 
el formato del análisis de alto nivel de abstracción teórica, poco propositivos, distantes de los 
problemas inmediatos y ausentes de una perspectiva de acción que el campo de la salud 
demanda. Ahora bien, el área de la salud, aún proporcionando un campo significativo para la 
inversión en investigaciones básicas, clama por una relación más comprometida con las 
prioridades sociales. 
En este sentido, es importante poner atención a la sabiduría de Wright Mills en su clásica 
obra Imaginación Sociológica (1952) sobre las relaciones entre los cientistas y la realidad. En ella, 
el autor dice, que el papel de los cientistas sociales debería ser el de evidenciar, para sus 
contemporáneos, la significancia de la dinámica de la sociedad en que viven y el sentido de su 
participación específica. La utilidad de la ciencia, dice Mills, es dada por su capacidad de 
transformar los grandes problemas sociales que el pueblo vive en cuestiones públicas a favor de 
cambios sociales, colaborando para que los ciudadanos informados sean capaces de salir de sus 
límites individuales para sentirse parte de una historia, con la cual su biografía está estrechamente 
vinculada. Esta misma tesis es apoyada por otros renombrados autores como Adorno & 
Horkheimer (1991), dos exponentes de la llamada Sociología Crítica Alemana. 
 Otra fuente de crítica de los epidemiólogos a la producción de las ciencias sociales en el 
área de la salud se refiere a lo contrario de lo que fue expuesto anteriormente. Se relaciona con el 
empirismo (Minayo, 2002) ingenuo de muchos estudiosos que transforman opiniones, creencias y 
quejas de los usuarios del sistema de salud en verdades, evidenciando una incapacidad para 
realizar análisis contextualizados, fundamentados y elaborados teóricamente. Ese cuestionamiento 
tiene como telón de fondo una cantidad de estudios simplificados o fenomenológicos, donde los 
investigadores se desentienden de “construcciones de segundo orden” (Schutz, 1982, p.137), cuyo 
peso debería caberles. En tales producciones, la verdad de los informantes se confunde con la 
verdad científica, desacreditándose su posible contribución. 
Las dos principales críticas expuestas anteriormente tensionan el antiguo debate sobre el 
papel de la ciencia, de la técnica y de aquello que sea la construcción de una tecno-ciencia 
(modelo más difundido en el campo de la salud). Ellas exponen, también, el significado 
praxiológico de la ciencia, sobre todo en un área en que los descubrimientos y propuestas se 
refieren a valores tan fundamentales como la vida y la muerte, la salud y la enfermedad. 
 44 
Las posibilidades de contribución de la interacción entre teorías y métodos para el 
análisis de los problemas de salud provienen, justamente, de sus diferencias. Por un lado, se 
fundamentan en la búsqueda de una comprensión en profundidad de los valores, prácticas, 
lógicas de acción, creencias, hábitos y actitudes de grupos e individuos sobre la salud, la 
enfermedad, las terapéuticas, las políticas, los programas y demás acciones protagonizadas por 
los servicios de salud. Y, por otro lado, se basan en la lectura de la explicación por extenso de 
cómo esos sujetos, agregados en un nivel poblacional, se tornan expuestos o vulnerables a 
eventos o procesos que ponen en riesgo su salud, cómo se enferman, cómo y con qué magnitud 
demandan tratamiento y atención. Más que pares de oposiciones, los métodos cuantitativos y 
cualitativos traducen, cada cual a su manera, las articulaciones entre lo singular, lo individual y lo 
colectivo, presentes en los procesos de salud-enfermedad. La interacción dialógica entre ambos 
aportes (y no por yuxtaposición o subordinación de uno de esos campos) constituye un avance 
innegable para la comprensión de los problemas de salud. 
Para la práctica interdisciplinaria, el ejercicio teórico disciplinario es tan fundamental 
como el diálogo entre las diferentes áreas. No obstante, la articulación entre diferentes campos 
del saber sólo es posible si pasa por las traducciones de las distintas lógicas y criterios de 
cientificidad, de una hermenéutica del modus operandi de cada metodología y de la arquitectura 
de los conceptos que cada teoría de referencia presenta. Sin ese diálogo de los fundamentos de 
cada una de las ciencias, los practicantes de las diferentes tradiciones científicas estarán 
restringidos al infructífero debate de los límites de tal o cual concepto, de las condiciones de su 
operacionalización o de la yuxtaposición de métodos y técnicas. 
El ejercicio de triangulación de métodos no es fácil ni simple. Los que deciden realizarlo 
necesitan profundizar, concomitantemente, conceptos disciplinares, de forma tal que todos 
aquellos conceptos que sean esenciales para la investigación puedan ser confrontados y 
enriquecidos transversalmente. Por razones epistemológicas y prácticas ya citadas, es preciso 
reivindicar a los investigadores que están rompiendo las barreras y ampliando las fronteras del 
conocimiento, sin desatender el rigor y la competencia. 
En síntesis, la experiencia de trabajo con abordajes cuantitativos y cualitativos muestra 
que: 1) no son incompatibles y pueden ser integrados en un mismo proyecto de investigación; 2) 
una investigación de cuño cuantitativo puede aportar cuestiones que pueden ser respondidas sólo 
a través de estudios cualitativos, transfiriéndole un aporte comprensivo y viceversa; (3) que la 
estructura cualitativa es la que mejor se conjuga con los estudios de situaciones particulares, 
grupos específicos y universos simbólicos; (4) que todo el conocimiento de lo social (a través del 
método cuantitativo o cualitativo) siempre será un recorte, una reducción o una aproximación; (5) 
que en lugar de oponerse, los estudios cuantitativos y cualitativos, cuando son realizados en 
conjunto, promueven una construcción más elaborada y completa de la realidad, dando lugar al 
desarrollo de teorías y nuevas técnicas cooperativas. 
Concluyo este texto con las palabras de un epidemiólogo: 
 45 
 
Es imperativo abrir la ciencia epidemiológica a la investigación de los aspectos simbólicos 
(tales como valor, relevancia y significado) del riesgo y de sus determinantes. Si llevamos 
este abordaje contextual hasta sus últimas consecuencias lógicas, podemos decir que 
“factores de riesgo sociales” no son más que la expresión del modo de vida de grupos 
poblacionales. Así, para dar cuenta del gran desafío de desarrollar una epidemiología del 
modo de vida, precisamos, por lo tanto, emprender una reevaluación metodológica radical 
de nuestra disciplina (Almeida Filho, 2000, p.174).46 
Parte II 
Teoría, Epistemología y Métodos: caminos del pensamiento 
 
 
Envolver una teoría con el manto de la verdad es 
atribuirle una característica no realizable 
históricamente. Nada es más perjudicial al proceso 
científico que el apego a enunciados evidentes, no 
discutibles. Solamente en teoría se puede decir 
que la ciencia es la interpretación verdadera de la 
realidad, porque en la práctica, toda interpretación 
realiza tan sólo una versión históricamente posible 
(Demo, 1981, p. 25). 
 
 
Antes de tratar el tema específico de la Metodología de la Investigación social, es 
importante discutir el legado de las Ciencias Sociales, como menciona Enmanuel Wallerstein 
(1999), haciendo un recorrido por las raíces de este campo de conocimiento que tiene “padres 
fundadores”, data de fines del siglo XIX y entrelaza disciplinas, estructuras corporativas y 
comunidades de investigadores, configurando una cultura específica. En la sociología, Durkheim, 
Weber y Marx constituyen la trilogía que presenta las contribuciones seminales y, al mismo tiempo, 
evidencia formas diferenciadas de ver el mundo y de interpretarlo. 
 Aunque las Ciencias Sociales hayan avanzado y se hayan diversificado en cuanto a los 
temas que abordan y las teorías que engloban, estos tres autores son las referencias clásicas de 
las diversas corrientes de pensamiento, demostrando que ninguna teoría de la sociedad es neutra 
y que cualquier estudio tiene, implícitas o explícitas, marcas teóricas de parentesco. Se puede 
decir también que ninguna de las líneas de pensamiento sobre lo social tiene el monopolio de 
comprensión de la totalidad. A los hechos y procesos se accede por aproximación, dando la razón 
a la observación de Lenin: “la marcha de lo real es siempre filosóficamente más verdadera y más 
profunda que nuestros pensamientos más profundos” (1965, p.235). 
 Con relación a las principales corrientes de pensamiento, entrelazaré algunas 
interpretaciones reflexivas, alertando siempre al lector, que se trata de un simple resumen de 
ideas, cada una de ellas respaldada por respetables autores, de gran sabiduría y potencia 
intelectual. Los referenciales que tomo para este estudio son los trabajos originales de los autores 
y los análisis de estudiosos como Hughes (1983) y Wallerstein (1999) para las ciencias sociales en 
general y, para la aplicación en el campo de la salud, textos de Nunes (1983; 1985; 1999) García 
(1983) y Donnangelo (1983); Luz (1979), entre otros. 
 En Ciencias Sociales y Salud en América Latina, Nunes toma 1.663 referencias de la 
producción teórica en el área, entre los años de 1950 y 1979, clasifica el material y lo analiza 
 47 
dentro de un marco referencial histórico-estructural, pasando por la (a) Medicina Tradicional; (b) 
Servicios de Salud; (c) Proceso Salud/Enfermedad y (d) Formación de Recursos Humanos. 
 En el estudio del material referido, Nunes profundiza sobre varias cuestiones que no 
constituyen el objeto de preocupación de este libro, pero enfatiza además un enfoque que se 
vincula al tema: las corrientes de pensamiento de la producción intelectual del período recortado, 
contextualizándolas al interior de las preocupaciones más amplias de la sociedad brasileña y 
latinoamericana. 
 Sin querer establecer etapas estancadas, Nunes muestra que, en la década del ‘50, las 
investigaciones estuvieron marcadas por las teorías funcionalistas y culturales, sirviendo a la 
implementación del desarrollo y la organización de la comunidad. 
En las décadas del ‘60 y ‘70, los abordajes fenomenológicos influenciaron efectivamente el 
pensamiento y las prácticas de la salud colectiva. Cuestionaron la omnipotencia y la omnipresencia 
del Estado sobre los individuos y sobre los grupos de referencia y la arbitrariedad impositiva de las 
clases dominantes a través de los sistemas de salud. Su emergencia hizo eclosionar una reacción 
de negación de los principios positivistas y funcionalistas más volcados hacia el todo y hacia las 
masas, en favor de una afirmación de los derechos individuales, del principio de la autonomía de 
las personas y de la construcción de grupos mediadores frente al Estado y a las grandes 
instituciones médicas y sanitarias. La fenomenología ocupó un lugar importante en las reflexiones 
sobre los significados subjetivos de la salud y de la enfermedad y en la condena teórica del 
anonimato, de las leyes generales y de las invariaciones propias del positivismo sociológico. 
 A partir de los años ‘70, hubo un gran incremento de la producción intelectual en el área de 
salud, dentro del enfoque marxista histórico-estructural. La presencia del marxismo en el ambiente 
académico de la salud coincidió con la resistencia ciudadana al autoritarismo y a la violencia 
política vigente en el período de la dictadura militar. Ese movimiento, que agrupaba en una 
organización denominada informalmente “partido sanitario”, contribuyó a la producción de una 
crítica teórico-práctica sobre la fragilidad y la fragmentación del análisis fenomenológico (Nunes, 
1985), proponiendo cambios estructurales en la distribución de la salud, como bien social, y del 
acceso a los servicios de salud, en Brasil y en América Latina. 
 Las tres corrientes de pensamiento continúan vigentes, actuantes y de forma competente 
en el análisis referente a la relación Salud y Sociedad. Forman parte de la propia pluralidad 
ideológica de la sociedad actual, donde las visiones sociales del mundo están comprometidas con 
posturas concretas en la práctica teórica y política. Sin embargo, advierto sobre el hecho de que la 
lógica del capitalismo contemporáneo, marcado principalmente por las transformaciones en las 
formas y fundamentos de la comunicación y de la información, saca a la luz las nociones de red y 
de sistemas para explicar la dinámica de la realidad actual. Aunque desarrolladas inicialmente por 
la biología y por la cibernética, las corrientes de “pensamiento sistémico” vienen asumiendo, de a 
poco, un lugar también en las ciencias sociales y en los estudios que componen el área de la 
salud. 
 48 
En 1983, Garcia ya advertía que ninguna de las corrientes de pensamiento desconoce la 
vinculación de la medicina con la estructura social, sin embargo, sus diferenciaciones se explicitan 
en la interpretación de cómo se da esa vinculación y con qué grado de autonomía o dependencia 
se sitúa el fenómeno salud-enfermedad en tanto manifestación biológico-social. Las diferentes 
visiones del mundo presentes en las interpretaciones de la realidad reflejan la dificultad del 
pensamiento de aprehender y comprender el objeto “social” y, en consecuencia, la “salud” en toda 
su complejidad y sus articulaciones. 
 Esta parte contiene dos capítulos fundamentales. El primero se compone de la introducción 
a las principales corrientes sociológicas de pensamiento que tienen influencia en la teoría y en la 
práctica de la salud: el positivismo, el comprensivismo, el marxismo y el pensamiento sistémico. En 
el segundo, presento algunos abordajes comprensivos con sus potencialidades de aplicación en 
los estudios y las investigaciones del sector. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 49 
 
Capítulo 4 
Corrientes de Pensamiento 
 
 
 
Positivismo sociológico 
 
 El positivismo constituye la corriente filosófica que mantiene el dominio intelectual en el 
seno de las Ciencias Sociales y también en la relación entre Ciencias Sociales, Medicina y Salud. 
Las tesis básicas del positivismo pueden ser resumidas de este modo: (1) la realidad se constituye 
esencialmente de aquello que los sentidos pueden percibir; (2) las Ciencias Socialesy las Ciencias 
Naturales comparten un mismo fundamento lógico y metodológico: se diferencian tan sólo en el 
objeto de estudio; (3) existe una distinción fundamental entre el hecho y el valor: la ciencia se 
ocupa del hecho y debe buscar liberarse del valor. 
 La hipótesis central del positivismo sociológico es que la sociedad humana es regulada por 
leyes naturales que abarcan el funcionamiento de la vida social, económica, política y cultural de 
sus miembros. Por lo tanto, cuando los cientistas sociales analizan un determinado grupo o 
comunidad tienen que descubrir las leyes invariables e independientes de su funcionamiento. 
 De allí deriva que los métodos y técnicas para conocer a una sociedad o determinado 
segmento de ella, deban ser de la misma naturaleza que los empleados en las ciencias naturales. 
Y aún más, de la misma forma que las ciencias naturales defienden un conocimiento objetivo, 
neutro, libre de juicios de valor, de implicancias político-sociales (lo que podría también ser 
cuestionable) también las ciencias sociales deben buscar, para su cientificidad, este “conocimiento 
objetivo”. En otras palabras, dentro de la filosofía positivista, el cientista social debe comportarse 
frente a su objeto de estudio –la sociedad, cualquier segmento o sector de ella– libre de juicios de 
valor, intentando neutralizar cualquier intervención que pueda perjudicar su objetividad en la 
explicación de los fenómenos. 
La postura positivista argumenta ser una ciencia social desvinculada de la posición de 
clase, de valores morales y de la posición política de los cientistas. Denomina “pre-juicios”, “pre-
conceptos”, “pre-nociones” al sentido común sobre los asuntos estudiados y al conjunto de valores 
y opciones político-ideológicas del investigador. En la propuesta positivista, el cientista siempre 
debe superar los límites de su subjetividad (Durkheim, 1978). 
La ciencia positivista tiene sus raíces en la filosofía de las luces del siglo XVIII (Lowy, 
1986). Para Lowy, el padre del positivismo es Condorcet, un enciclopedista que formuló de forma 
clara y precisa la idea de que la ciencia de la sociedad debería ser una Matemática Social basada 
en estudios cuantitativos rigurosos y probabilísticos. Condorcet consideraba que, de la misma 
 50 
forma que en las ciencias físicas y matemáticas, los intereses y las pasiones no deberían perturbar 
ni influenciar los estudios de las ciencias sociales. Por eso atribuía las dificultades en el progreso 
del conocimiento de la realidad, al hecho de que lo social era, en su tiempo, objeto de intereses 
religiosos y políticos. De allí que la meta de los estudiosos debería ser conseguir una elaboración 
“libre de preconceptos” (Condorcet, citado en: Mora, 1982). Condorcet podría ser considerado un 
crítico avanzado para su época, tomando en cuenta que la realidad social era entonces 
interpretada por los códigos de la religión católica y por la autoridad del Estado oligárquico. Ese 
pensador declaraba la necesidad de romper con ese monopolio autoritario del pensamiento, 
liberando a las ciencias de lo social, de los intereses y pasiones de las clases feudales, de las 
doctrinas teológicas, de los argumentos de autoridad de la Iglesia y de todos los dogmas 
fosilizados. 
 Lowy incluye entre los discípulos de Condorcet y defensor de sus ideas, al socialista 
utópico Saint-Simon (Lowy, 1986), para quien la ciencia de la sociedad consistía en una “fisiología 
social”, cuya dinámica tiene dos movimientos históricos: las épocas críticas que consiguen eliminar 
las fosilizaciones sociales, y las épocas orgánicas que se caracterizan por la estabilidad y la 
reproducción de las estructuras. Saint-Simon señalaba que, en su época, había dos clases que 
parasitaban el organismo social: el clero y la aristocracia. Y, por lo tanto sería preciso que esas 
fosilizaciones dieran lugar a una nueva forma de organización del cuerpo social. Para eso 
presentaba un proyecto nuevo de sociedad, basado no en la igualdad, sino en una pirámide de 
clases, apuntando a elevar la capacidad productiva de las personas a un grado máximo de 
desarrollo. Según Saint-Simon, la moral y las ideas tienen que ser distintas para las distintas clases 
fundamentales, con el fin de que la sociedad sea libre y dedicada a la producción. Proponía que la 
iglesia fuese substituida por la fábrica (Saint-Simon, citado en Mora, 1982). 
 Tanto la propuesta de la matemática social de Condorcet, como las teorías “fisiológicas de 
la sociedad” de Saint-Simon hacían una dura crítica social de su tiempo. Señalaban cuales eran las 
clases dominantes y opresoras y proponían cambios que se condecían con la nueva sociedad 
industrial que se agigantaba. Hasta el inicio del siglo XIX, el positivismo diseñado por estos 
precursores constituyó una visión social-utópica-crítica del mundo de su tiempo
1
. No se podría 
decir lo mismo de las teorías de Augusto Comte, aunque este autor se considerara heredero de los 
dos primeros. 
Para Comte, el pensamiento debería ser totalmente positivo. O sea, debería ser eliminado 
del pensamiento todo el contenido crítico para que los cientistas descubriesen las leyes de la 
 
1
 Uso aquí el término utópico en el mismo sentido que Karl Mannheim en Ideología y Utopía (1968). Mannheim distingue los 
conceptos de ideología y utopía. La primera estaría constituida por concepciones, ideas, representaciones y teorías que se 
orientan a la estabilización, legitimación y reproducción del orden vigente. Las ideologías serían el conjunto de las doctrinas 
y teorías de carácter conservador, o sea, que sirven para la manutención del sistema social de forma general. Por el 
contrario, las Utopías serían las representaciones, ideas y teorías que consideran una realidad aún inexistente. Traen en su 
interior una dimensión crítica, de negación, ruptura y posibilidad de superación del status quo. Es en este sentido que se 
puede hablar de los “elementos utópicos” en el positivismo de Condorcet y Saint-Simon. 
 
 51 
sociedad. Su “método positivo”, proponía que el cientista social se consagre teórica y 
prácticamente a la defensa del orden oponiéndose a lo que consideraba el “«negativismo» 
peligroso de las doctrinas críticas, destructivas, subversivas y revolucionarias de la Revolución 
Francesa y del Socialismo” (Comte, 1978, p. 44). Su teoría social, fue llamada inicialmente por él 
mismo como Física Social y definida de este modo: “La Física Social es una ciencia que tiene por 
objetivo el estudio de los fenómenos sociales, considerados bajo el mismo espíritu que los 
fenómenos astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos” (1978, p. 13). 
Comte decía que existe un orden interno que rige la sociedad de la misma forma que ese 
orden existe en la naturaleza. Toda sociedad caminaría hacia la armonía, el desarrollo y la 
prosperidad. Al cientista social le correspondería descubrir ese orden y explicitarlo a los lectores 
para que, a partir de su comprensión, la estabilidad social fuese mantenida. 
 Comte consideraba importante que los sociólogos le explicaran a los proletarios la ley que 
rige la distribución de las riquezas, la concentración del poder económico y su lugar en la sociedad. 
Al hacerlo estarían cumpliendo el rol pedagógico de enseñar que los lugares que ocupan los 
trabajadores, son resultantes de la propia naturaleza de la organización social que tiene sus leyes 
invariables. Según este pensador, los trabajadores reconocerían, gracias al positivismo, las 
ventajas de la sumisión y del hecho de que no tendrían que preocuparse por gobernar la sociedad 
sino entregar el gobierno a otras manos más sabias y más poderosas. De esta forma, el 
positivismo como “ciencia libre de juiciosde valor y neutra” se proponía no contradecir los hechos 
políticos tal cual se presentan, sino aceptarlos y legitimarlos. Estas son las palabras del autor: 
 
El positivismo tiende, poderosamente, por su propia naturaleza, a considerar el orden 
público a través del desarrollo de una sabia resignación. Porque no puede existir una 
verdadera resignación, o sea, una disposición permanente de soportar con constancia y sin 
ninguna esperanza de cambio los males inevitables que rigen todos los fenómenos 
naturales, si no es a través del profundo sentimiento de que esas leyes son inevitables. La 
filosofía positiva, que crea esa disposición, se aplica a todos los campos, incluso a los 
males políticos (Comte, 1978, p. 70). 
 
 
Según Comte, los elementos distintivos del espíritu positivista serían el sentido de realidad, 
la utilidad, la certeza, la aptitud orgánica y el buen sentido práctico. 
No hay dudas de que el positivismo clásico se combina con todo el conservadurismo 
político y legitimador de situaciones vigentes y lo fundamenta. No es ocioso recordar que el lema 
de la bandera nacional republicana brasileña “Orden y Progreso” tiene su inspiración en la 
doctrina positivista, en su filosofía social y en su ideología política. 
En el campo de las ciencias sociales propiamente dichas, fue Durkheim el primero en 
fundamentar teórica y metodológicamente el positivismo que existía como doctrina, trayéndolo para 
la comprensión de la sociedad. Este autor seminal, para divulgar la nueva ciencia a la que 
denominó “sociología” y clasificó como disciplina científica, creó la más antigua revista del área 
 52 
denominada L’ Année Sociologique, cuyo centenario se conmemoró en 1998 y reunió a un grupo 
importante e influyente de pensadores. 
Reconociéndose como discípulo de Comte, Durkheim se dedicó a pensar la especificidad 
del objeto de la sociología, relacionándola con las otras ciencias para proyectar los fundamentos 
de un método para la investigación social. Para él, el objetivo de la sociedad es estudiar hechos 
que obedecen a las leyes invariables, de forma objetiva y neutra. Los “pre-juicios” y las “pre-
nociones” provenientes de la ideología y de la visión del mundo del sociólogo deberían ser 
eliminados de las investigaciones a través de las reglas del método científico: “la sociología no es 
individualista ni socialista”, decía (Durkheim, 1978b, p. 27). 
En el prefacio de la segunda edición de Las Reglas del Método Sociológico, escrito en 
1901, Durkheim refuta críticas a su propuesta diciendo que “los hechos sociales deben ser tratados 
como cosas” y que cuando dice eso significa que “cosa” se opone a “idea” en el sentido de que son 
externas a los individuos. Por eso, ratifica su concepción de la sociedad como un fenómeno moral, 
en la medida en que los modos colectivos de pensar, percibir, sentir y actuar incluyen elementos 
de coerción y obligación, constituyendo así una conciencia colectiva que se expresa en la religión, 
en la división del trabajo y en las instituciones. Pero este fenómeno moral, dice él, precisa ser 
observado objetivamente, “como una cosa”, para ser debidamente explicado. Para eso, Durkheim 
creó un método para aprehensión y explicación de la realidad social, correspondiéndole al 
cientista: (a) describir las características de los hechos: todo aquello que se afirma de una acción 
concreta, sus grados de adaptación y sentido, su explicación comprensiva y causal, debería ser 
punto central de verificación; (b) demostrar el devenir de los hechos; (c) relacionarlos entre sí; (d) 
encontrar su organicidad; (e) intentar separar lo que son “representaciones” de lo que son hechos 
propiamente dichos, “cosa-real” (1978). En su método, Durkheim distingue la categoría “sentido 
común”, como una creación cultural de los miembros de una sociedad para explicar y describir el 
mundo en el que viven, de los “conceptos científicos”, que constituyen elaboraciones teóricas que 
permiten describir, clasificar, explicar, organizar y correlacionar los “hechos sociales” de forma 
“objetiva”. 
Respondiendo al espíritu de su tiempo, una época histórica marcada por el poder político y 
religioso de la iglesia, Durkheim insistió, categóricamente, en que las causas de los hechos 
sociales deben ser buscadas en otros hechos sociales y no en la teología o en los individuos. Por 
lo tanto, los sociólogos deberían describirlos, clasificarlos con precisión y de forma independiente, 
hasta incluso, de sus propias ideas sobre la realidad. Este fundador de la sociología enseñaba que, 
ciertamente un cientista social tiene sus preferencias políticas, simpatiza con los trabajadores o con 
los patrones, es liberal o es socialista, pero, en el ejercicio de su ciencia, precisa hacer callar sus 
pasiones. Sólo en ese silencio debe iniciar su estudio (1978). Esa externalidad del observador en 
cuanto a lo que debe ser observado en lo social es la esencia de su método. 
Frente a las críticas que recibió, Durkheim siempre reafirmó sus principios teóricos: la 
existencia de la coerción social que se reafirma en las instituciones y en su funcionamiento; la idea 
 53 
del hecho social que depende de interacciones individuales, pero que resultan en creencias y 
modos de comportamiento colectivos; en la tesis de que la realidad es socialmente construida y 
que existe una realidad objetiva de los hechos sociales que es diferente de los fenómenos que se 
refieren al individuo en sus emociones y fisiología. Estos deberían ser estudiados por la psicología 
y por la biología, respectivamente. 
 Una de las principales influencias del positivismo en las ciencias sociales es la práctica de 
la investigación empírica. Metodológicamente, hasta hoy, bajo la óptica positivista, eso significa el 
descubrimiento de las características de regularidades e invariaciones en los hechos sociales, 
entendidos por Durkheim como “toda forma de hacer, fija o no, susceptible de ejercer sobre el 
individuo una coerción exterior” o aún “lo que es general en el conjunto de una determinada 
sociedad teniendo, al mismo tiempo, una existencia propia, independiente de las manifestaciones 
individuales” (1978a, p.92). Para descubrir las regularidades, Durkheim y los positivistas en general 
invocan la imagen del organismo humano, enfatizando los términos estructura y función, 
morfología y fisiología, en una clara apropiación de los términos del organismo biológico como 
referencia a la sociedad y a su dinámica interna. 
 Aunque el positivismo sociológico predomine en las Ciencias Sociales, aún hoy es el centro 
de muchas críticas. La más fuerte restricción a esa corriente proviene de la constatación de que los 
seres humanos no son simplemente forma, tamaño y movimiento: poseen una vida interior que 
escapa a la observación primaria y que, en sí, constituye una realidad pasible de análisis. De allí 
derivan diversas controversias. La primera se vincula a la cuestión de la “neutralidad” y de la 
“objetividad” que, según Durkheim, podrían ser sostenidas, dado que al cientista social le cabría 
observar manifestaciones comportamentales exteriores a él mismo. Sin embargo, ese argumento 
no tiene en cuenta que todo lo que es hecho por los humanos (por lo tanto, por cualquier cientista) 
pasa por su subjetividad, siendo totalmente imposible hablar de “objetividad” en su sentido pleno. 
La historia del positivismo revela que la concepción de objetividad y de neutralidad se 
confunde con la realización de estudios de cuño cuantitativo. Actualmente, hay un desarrollo 
extremadamente rápido de métodos de investigación de base estadística, que reproducen no sólo 
un método científico sino, con certeza, una doctrina que tiene, en su base, ideas bien establecidas 
y conservadoras. Muchas investigaciones(no todas) se eximen hasta de un análisis contextual, 
temiendo contaminar la pureza de los “datos”
2
 y emitir algún juicio de valor. 
La fuerza del positivismo se asocia a su funcionalidad con el poder, sobrevalorizándose la 
tendencia de usar instrumentos de análisis como si estos hablaran por sí mismos, con la ilusión de 
que no hay nada más allá de ellos. Este comportamiento se inspira en Durkheim, en el Prefacio de 
la primera edición de las Reglas del Método Sociológico: 
 
 
2
 Dentro de la concepción de este trabajo, no se acepta la idea de que un dato sea “puro” y sin contaminación subjetiva, 
pues quien elige la pregunta a través de la cual se obtiene un dato es un ser humano marcado por su historia y por sus 
intereses. Y aún más, en rigor no existe nada “dado” en investigación: todo es construido y construido por alguien que es un 
sujeto, tiene intereses e ideología. 
 54 
No podemos caer en la tentación de sobrepasar los hechos, tanto para explicarlos, como 
para explicar su curso. [...] Si ellos son enteramente inteligibles, entonces le bastan tanto a 
la ciencia, porque, en este caso, no hay motivo para buscar fuera de ellos mismos su razón 
de ser; como a la práctica, porque su valor útil es una de sus razones (1978a, p.74). 
 
 
 Hoy existe un consenso entre los que adoptan los principios positivistas, de que los datos 
son objetivos (susceptibles a errores calculables), cuando son producidos por instrumentos 
estandarizados, apuntando a eliminar fuentes de propensión de todo tipo y presentar una 
semántica observacional neutra. El lenguaje de las variables representaría la posibilidad de 
expresar generalizaciones con objetividad y precisión. 
 Las cuestiones aquí señaladas superan los límites del debate sobre técnicas de 
investigación. No pretendo demonizar o negar el papel, la importancia y el sentido de las 
tecnologías cuantitativas. El problema presentado por la crítica teórica es la producción de una 
verdadera reificación del método que precisa ser criticada por lo menos en dos puntos: el primero 
es epistemológico y se refiere a la pretensión de que los datos observables expliquen la realidad, 
restringiéndola a lo cuantificable. El segundo es de orden moral. Sobre los dos aspectos vale la 
pena rememorar los sabios pensamientos de Wright Mills (1952) que, desde los años ‘50, 
cuestiona a la sociología positivista americana. 
Según este autor, el papel del cientista social debería ser el de poner en evidencia, para 
sus contemporáneos, la dinámica de la sociedad en la que vive y el sentido de su participación 
específica. La utilidad de las ciencias sociales estaría dada por su capacidad de transformar los 
grandes problemas vividos por el pueblo en cuestiones públicas, en favor de los cambios sociales, 
logrando que los ciudadanos sean capaces de salir de sus límites individuales y se sientan parte 
de una historia a la cual su biografía está estrechamente vinculada. Su crítica se centró, sobre 
todo, en la falta de perspectiva epistemológica de los que se empeñaban escrupulosamente en la 
construcción de modelos matemáticos para sus datos y que se mostraban totalmente incapaces de 
hacer un análisis sociológico de los indicadores que generaban, dejando, a los demandantes de las 
investigaciones, total libertad para usarlos de acuerdo con las interpretaciones que pasan por 
intereses económicos y políticos. El escrúpulo profesional tan difundido por los positivistas, que 
consiste en no interpretar hechos o proceso alguno que no pueda ser comprobado por datos 
matemáticos, en verdad se configura para Wright Mills como una obsecuencia al poder. 
 De la misma forma que Wright Mills (1952), Adorno & Horckheimer (1991), exponentes de 
la Escuela Crítica en la Sociología de los años ‘70 y ‘80, desarrollaron un contundente análisis 
sobre la proliferación de los estudios cuantitativos en las Ciencias Sociales en general. Su 
evaluación fundamental fue que en las ciencias sociales contemporáneas existe una reificación y 
una fetichización de los métodos y de las técnicas, en detrimento de la teoría y de los contextos. 
Reafirmaron, coincidiendo con Wright Mills, que la “cuantificación” no había transformado a las 
Ciencias Sociales más “ciencia” ni más “científicas”. Detectaron que la proliferación de 
investigaciones positivistas en las cuales es indudable la obsesión por el rigor de las técnicas no 
 55 
tiene ninguna correspondencia con la importancia de las investigaciones para la sociedad, dado 
que la mayoría de las preguntas y de los temas es mediocre y no se fundamenta en relevancias 
desde el punto de vista de los investigados. 
 
 
Funcionalismo como derivación del positivismo 
 
Una de las variantes del positivismo sociológico es el funcionalismo, cuyos representantes 
clásicos son, en la antropología inglesa, Malinowski (1975) y Radicliffe-Brown (1973) y, en la 
sociología americana, Merton (1970) y Parsons (1951). El positivismo no se constituye 
simplemente como una ciencia normativa con un conjunto de reglas uniformes. Cada autor, frente 
a los problemas que describe e interpreta, crea peculiaridades en la concepción y análisis de la 
realidad. Sin embargo, existe un substrato básico, una postura frente al objeto de estudio que 
permite colocar, lado a lado, a Merton, Parsons, Radcliffe-Brown y Malinowski. El funcionalismo ha 
sido la corriente de pensamiento (dentro del positivismo) más utilizada en los abordajes y en las 
prácticas del sector salud
3
. Los funcionalistas se diferencian de Comte (1978) y Durkheim (1978) 
en la medida en que niegan las leyes generales que rigen el funcionamiento de la sociedad como 
un todo. Además no reducen la ciencia de lo social a la descripción de acontecimientos o de 
hechos observables. Desarrollan un tipo de teoría especialmente aplicable a la comprensión de la 
estructura social y de la diversidad cultural que puede ser resumida en los siguientes principios:
 
(a) 
Las sociedades son totalidades que se constituyen como organismos vivos. Están compuestas por 
elementos que interactúan, interrelacionándose y son interdependientes. Se componen como 
sistemas con subsistemas donde cada parte se integra al todo, produciendo equilibrio, estabilidad y 
siendo susceptibles de ajustes. (b) Por eso mismo cada sociedad tiene sus mecanismos de control 
para regular las eventuales influencias de elementos externos o internos que amenacen su 
homeostasis. Los “desvíos” y “disfunciones” forman parte de la concepción del sistema que, a 
través de los mecanismos propios de control, tienden a absorberlos, produciendo integración. Esta 
es la tendencia viva del sistema. (c) La integración se consigue a través del consenso, por medio 
de creencias, valores y normas compartidos socialmente por los subsistemas que interactúan 
constantemente y se refuerzan mutuamente. (d) La conceptualización de progreso, de desarrollo y 
de cambio es adaptativa. El sistema social tiene en sí la tendencia a la conservación y a la 
reproducción, por eso las innovaciones, las invenciones y las tensiones se direccionan hacia la 
revitalización del sistema y son absorbidas en su interior. Como en un organismo vivo cuya 
estructura permanece y se revigoriza en el movimiento funcional, los cambios sociales no alcanzan 
 
3
 Para una mejor comprensión del Funcionalismo se recomienda la lectura de: MALINOWSKI, Uma Teoria Cientifica da 
Cultura, Río de Janeiro: Zahar; 1975;____. Os Argonautas do Pacífico, San Pablo: Abril; 1984; RADCLIFFE-BROWN, A. R. 
Estrutura e Função na Sociedade Primitiva, Petrópolis: Vozes; 1973; MERTON, R. Sociologia: Teoria e estrutura, San 
Pablo: Mestre Jou; 1970; PARSONS,T. The Social System, Glencoe, Illinois: The Free Press; 1951. 
 
 56 
las estructuras, no son revolucionarios. Suceden a nivel de la superestructura que tiene la función 
de adaptación y de manutención del status quo (Hughes, 1983; Timasheff, 1965). 
Los conceptos centrales del funcionalismo (sistema, subsistema, estructura, función, 
adaptación, integración, desvío y consenso) son coherentes con los principios del positivismo 
sociológico, para el cual las leyes que rigen los fenómenos sociales son atemporales, invariables y 
tendientes a la estabilidad y a la cohesión. La implicancia metodológica de ambos (positivismo 
sociológico y funcionalismo como una de sus variantes) es que las totalidades funcionales, aunque 
la investigación no sea de orientación empírica, sean replicables. La tarea principal del 
investigador, dentro de este esquema, es reproducir las condiciones globales de la existencia 
social de un grupo, describiéndolas en su complejidad, diversidad y movimiento integrador, de tal 
forma que puedan ser comparadas. 
 
 
Positivismo y Funcionalismo en los estudios en salud 
 
 
 Entre los funcionalistas, Parsons tiene una relevancia fundamental para el sector 
salud, porque este cientista americano aplica la teoría funcionalista a la explicación de la medicina 
y de las relaciones entre médico y paciente en Estados Unidos. En su obra The Social System 
(1951), el tema central es el funcionamiento de las estructuras de las instituciones, consideradas 
como el nódulo y el foco de la Sociología. Las instituciones constituyen, según Parsons, el 
mecanismo integrador fundamental de los sistemas sociales, definidos ora como una pluralidad de 
agentes individuales interactuando, ora como una red de relaciones entre agentes. En esta obra el 
autor ofrece un concepto de salud/enfermedad, donde se puede desprender su visión funcionalista: 
“Es un estado de perturbación del funcionamiento normal del individuo humano total, 
comprendiéndose el estado del organismo como el sistema biológico y el estado de sus adaptación 
personal y social” (1951, p. 48). 
 Un análisis lingüístico destaca, en la definición, la jerga funcionalista: estado, 
funcionamiento, normal, organismo, sistema, adaptación. En el concepto, lo biológico se vincula a 
lo social a través de la noción de equilibrio o de desequilibrio individual, frente a las presiones 
sociales. La enfermedad es, para Parsons, “una conducta desviada” y el enfermo es un personaje 
social que se reconoce en cómo la sociedad institucionaliza el desvío y el modo en que lo asimila y 
lo integra. De allí que, según su teoría, los roles y funciones del médico y del paciente son 
complementarios. La práctica médica es un mecanismo del sistema social que reconduce al 
enfermo a la normalidad, pero reconoce su desvío y lo institucionaliza. Tiene por finalidad el control 
de los desvíos individuales. 
Juan César García (1983), en su estudio sobre las corrientes de pensamiento en la 
medicina, hace una crítica contundente al funcionalismo de Parsons cuando analiza el sistema 
médico. Al definir la práctica de la medicina a través de la finalidad de curar y prevenir las 
 57 
enfermedades, Juan César García dice que Parsons se limita a describir cómo funciona esa 
institución y se transforma en un fenómeno observable, desconociendo las condiciones de su 
producción y reproducción. Reduce la concepción de enfermedad a la noción de “desvío” 
ubicándola en el ámbito exclusivo del paciente y del médico. Enfatiza sus respectivos roles como 
actores sociales en el conjunto de la sociedad como si esta fuese armónica y equilibrada. 
Al atribuir mayor o menor susceptibilidad individual a las tensiones sociales responsables 
de la enfermedad, Parsons desconoce que la sociedad es siempre conflictiva, nunca está en 
equilibrio, está formada y permeada por intereses. Y, todo eso penetra en las instituciones médicas 
que son una producción social, así como lo son las determinaciones sociales de la salud y de la 
enfermedad. 
 En síntesis, se concluye que el positivismo y su forma más utilizada que es el 
funcionalismo sociológico han sido las corrientes de pensamiento con mayor influencia y vigor en la 
producción intelectual referente al análisis de salud. Eso no es extraño, dado que esas teorías se 
prestan a conservar y justificar la práctica médica hegemónica y los enfoques prácticos en el 
tratamiento de los enfermos y de las enfermedades. Nadie duda de que la institución de la 
medicina y el área de la salud pública son profundamente autoritarias e impositivas. 
En su extensa revisión bibliográfica de la producción científica del área de la salud en 
América Latina, Nunes (1985) reafirma al positivismo como el pensamiento dominante de los años 
‘50, permeando los análisis funcionalistas y culturalistas de la salud. Pero aún hoy tal corriente 
continúa viva y presente tanto en la producción científica como en la práctica, pudiendo ser 
identificada por algunas señales: (a) poca valorización conceptual del proceso salud y enfermedad 
y sus determinantes; (b) un enfoque pragmático y funcionalista de la medicina como se ella fuese 
una ciencia universal, atemporal y exenta de valores; (c) la valorización de las ciencias sociales 
como accesorio o complemento de la práctica y de las teorías médicas, considerándolas como 
ciencias normativas y con finalidad adaptativa y funcional; (d) una valorización excesiva de la 
concreción estadística en los estudios epidemiológicos en los que se tiende a confundir objetividad 
de las técnicas con verdad sobre los fenómenos. 
 En la práctica médica y en sus relaciones con la sociedad, el positivismo se manifiesta, 
entre otras, de la siguiente forma: (1) En la concepción de la salud y de la enfermedad como 
fenómeno tan sólo biológico individual, donde lo social entra sólo como variable e ilustración del 
modo de vida, cuando no es omitido. (2) En la valorización excesiva de la tecnología y en la 
creencia de la capacidad absoluta de la medicina de erradicar las enfermedades. (3) En la 
dominación corporativa de los médicos con relación a otros campos del conocimiento, 
adoptándolos de forma pragmática (la sociología y la antropología son consideradas importantes 
tan sólo para hacer cuestionarios, producir informes culturales, enseñar algunos conceptos 
básicos). (4) En el tratamiento subalterno dado a otros profesionales del área (enfermeros, 
asistentes sociales, nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas y otros). (5) En el menosprecio al 
sentido común de la población. Esta postura nunca es totalmente victoriosa, pues al mismo tiempo 
 58 
que descalifica a la medicina popular y las prácticas tradicionales, la medicina las absorbe 
(Freidson, 1971; Boltanski, 1979). 
 
 
Teorías Comprensivas 
 
Una segunda visión del mundo que ha tenido una profunda influencia en la construcción 
del conocimiento de la realidad, incluso en la interpretación de las relaciones entre medicina y 
sociedad, es la denominada Sociología Comprensiva. Ella es reconocidamente antipositivista y se 
desarrolló bajo los principios de la filosofía alemana, siendo Dilthey uno de sus exponentes. Como 
el propio nombre lo indica, la sociología comprensiva privilegia la comprensión y la inteligibilidad 
como propiedades específicas de los fenómenos sociales, mostrando que los conceptos de 
significado y de intencionalidad los separan de los fenómenos naturales. 
 En la Introducción a las Ciencias del Espíritu, Dilthey polemiza con el positivismo, 
afirmando que los hechos humanos no son susceptibles de cuantificación y de objetivación porque 
cada uno de ellos tiene sentido propio e identidad peculiar, exigiendo una comprensión específica y 
concreta. De allí,él deduce, que son falsas las teorías sociológicas y la filosofía de la historia que 
ven en la descripción de lo singular una simple materia-prima para posteriores abstracciones: “no 
hay una última palabra de la historia que contenga el verdadero sentido” (Dilthey, 1956, p.25). 
 En el campo de las Ciencias Sociales, fue Max Weber quien estableció las bases teórico-
metodológicas de la Sociología Comprensiva. Contra los principios del positivismo, él dice que: “La 
sociología exige un punto de vista específico ya que los hechos de los que se ocupa implican un 
género de causalidad desconocido por las ciencias de la naturaleza” (1964, p.3). 
Su definición de Sociología pasó a ser un marco para los que consideran, teóricamente, el 
papel del individuo y de su acción en la construcción de la realidad: 
Es una ciencia que se preocupa por la comprensión interpretativa de la acción social, para 
llegar a la explicación causal de su curso y de sus efectos. En ‘acción’ se incluye todo el 
comportamiento humano cuando y hasta donde la acción individual le atribuye un significado 
subjetivo. La ‘acción’ en este sentido puede ser tanto abierta como subjetiva. [...] La ‘acción’ 
es social cuando, en virtud del significado subjetivo atribuido a ella por los individuos, tiene 
en cuenta el comportamiento de los otros y es orientada por él en su realización (Weber, 
1964, p.33). 
 
 
 Weber, como Durkheim, también invirtió en la difusión de su propuesta teórica, siendo 
coeditor del Archivo de Ciencias Sociales (Archiv für Sozialwissenschaft), publicación de gran 
relevancia en el desarrollo de ese área de conocimiento en Alemania. 
Weber considera “la captación de la relación de sentido de la acción humana” (1964, p.32) 
como el punto central de las Ciencias Sociales, afirmando que los sociólogos necesariamente 
tienen que analizar los significados subjetivos del acto social. Resalta en sus escritos que, al 
analizar la subjetividad, el cientista social no está haciendo psicología, y sí afirmando que la 
 59 
sociedad es fruto de una interrelación de actores sociales, donde las acciones de unos son 
recíprocamente orientadas en dirección a las acciones de los otros. Por esa razón, para Weber, la 
sociología requiere un abordaje diferente de las ciencias de la naturaleza, dentro de los siguientes 
parámetros: (a) realización de investigaciones empíricas, con el fin de construir datos que den 
cuenta de las formulaciones teóricas; (b) los datos deben derivar del modo de vida de los actores 
sociales; (c) los agentes sociales dan significados a sus ambientes, relaciones y eventos de forma 
extremadamente variada; (d) y los mismos agentes pueden incluso describir, explicar y justificar 
sus acciones, motivadas por causas tradicionales, sentimientos afectivos o por elementos 
racionales; (e) las realidades sociales sólo pueden ser identificadas en el lenguaje significativo de 
la interacción social. Por eso, el lenguaje, las prácticas, las cosas y los acontecimientos son 
inseparables. 
 En su formulación teórica, Weber, de la misma forma que Durkheim, está preocupado por 
la objetividad de la investigación. Por eso propone, para conseguir comprender la realidad social, 
dos principios metodológicos: (a) la neutralidad del valor y (b) la construcción del tipo-ideal. 
 Partiendo del principio de que la historia humana se constituye de las “constelaciones 
singulares”, del “caso concreto”, el autor propone la teoría de los tipos-ideales como instrumento 
racional y teórico de aproximación a la realidad, en busca de una mirada, lo más objetiva posible. 
Los “tipos-ideales”, pensados por Weber, no existen en la realidad, son artificios, construcciones 
teóricas que permiten ordenar los fenómenos e indicar sus articulaciones y su sentido: representan 
el primer nivel de generalización de conceptos abstractos y, correspondiendo a las exigencias 
lógicas de la prueba, están íntimamente vinculados a la realidad concreta. Según el propio autor, 
son “conceptos histórico-concretos”. Sintetizan y evidencian los trazos típicos y originales de 
determinado fenómeno, tornándolo inteligible. Weber sugiere a los estudiosos este instrumento que 
él mismo utiliza, señalando que existe un sistema de “tipos ideales”, entre los cuales están los de 
ley, de autoridad y de legitimidad, de democracia, de capitalismo, de feudalismo, de sociedad, de 
burocracia, de patrimonialismo. 
La intención de Weber, al proponer el tipo ideal como instrumento metodológico de 
comprensión de la realidad es transformar a las Ciencias Sociales en rigurosas y fidedignas, pero a 
partir de una perspectiva diferente del abordaje positivista: 
 
No existe un análisis de la cultura absolutamente objetivo de los fenómenos sociales, 
independiente de los puntos de vista especiales y parciales, según los cuales, de forma 
explícita o táctica, consciente o subconsciente, aquellos son seleccionados y organizados 
para propósitos expositivos. Todo conocimiento de la realidad cultural, como puede ser visto, 
es siempre conocimiento a partir de puntos de vista específicos (Weber, 1949, p.72). 
 
Para Weber, las singularidades históricas son fruto de combinaciones específicas de factores 
generales que, si son aislados son cuantificables. Pero la forma numérica de su presentación 
precisa estar asociada a la visión de otros elementos que propician combinaciones peculiares, 
dado que todo lo que se afirma de una acción concreta, sus grados de adaptación y sentido, su 
 60 
explicación comprensiva y causal, son hipótesis susceptibles de verificación. Por lo tanto, la 
interpretación causal correcta de una acción concreta significa que el desarrollo externo y el motivo 
de la acción fueron conocidos de forma tal que tiene en cuenta su sentido y sus articulaciones. 
 Los estudios comprensivos que utilizan el diseño de tipo ideal para el análisis de un 
fenómeno o de una situación, para ser operativos, deben sintetizar y evidenciar los trazos típicos y 
originales de ese determinado fenómeno, tornándolo inteligible. La realización de una evaluación a 
partir del modelo de tipos ideales, (a) se funda en una investigación empírica que permita 
confrontar los datos de la realidad con el modelo (tipo ideal); (b) sus datos deben derivar siempre 
del modo de vida, de las relaciones y de las representaciones de los actores; (c) orientarse hacia la 
captación y comprensión de los múltiples y diferentes significados de los sujetos sobre los 
procesos que están viviendo y (d) apoyarse en la creencia de que los actores involucrados en 
intervenciones sociales son capaces de describir, explicar y justificar sus acciones y relaciones con 
argumentos afectivos, tradicionales y racionales. 
 Aquellos que cuestionan los abordajes sociales a través de tipos ideales consideran que 
Weber, en el intento de escapar del positivismo que tanto criticó y, al mismo tiempo, apuntando a 
producir investigaciones objetivas, hizo de su diseño metodológico un artificio rígido que no se 
adecua a las realidades concretas y dinámicas. Sin embargo, no es del todo así. En su 
enfrentamiento teórico contra el positivismo, Weber reconoce que los valores tienen un papel 
destacado en la selección del objeto de investigación, en la elección de la problemática y en los 
interrogantes que el investigador se plantea. No obstante, cabe al investigador, buscar formas de 
garantizar la máxima eximición posible de la intromisión ideológica en los estudios sociales, a 
través del método y de la técnica. Su búsqueda de “objetividad” coincide con lo que, en este libro, 
se denomina “objetivación”, que apunta a asegurar, en el campo de la investigación, un proceso 
que contenga fundamentos teóricos y, al mismo tiempo, patrones universales y específicos, en la 
prácticade la investigación. A partir de los conceptos generales vinculados al comportamiento del 
fenómeno social, Weber sugiere que el investigador formule conceptos mediadores, adecuados y 
peculiares, apuntando a aproximarse cada vez más a las características concretas de los 
acontecimientos históricos y a las interacciones. 
 
Abordajes comprensivos en las investigaciones en salud 
Al sintetizar los principales aspectos de los abordajes comprensivos, es importante resaltar 
que, aunque existan diferentes métodos y diseños en su operacionalización, existen elementos 
comunes a todos: (a) su foco es la experiencia vivencial y el reconocimiento de que las realidades 
humanas son complejas; (b) el contacto con las personas se realiza en sus propios contextos 
sociales; (c) la relación entre el investigador y los sujetos investigados enfatiza el encuentro 
intersubjetivo, cara a cara y la empatía entre ambos; (d) los resultados buscan explicitar la 
racionalidad de los contextos y la lógica interna de los diversos actores y grupos que están siendo 
estudiados; (d) los textos provenientes de análisis comprensivos presentan la realidad de forma 
 61 
dinámica y evidencian el punto de vista de los diversos actores frente a un proyecto social siempre 
en construcción y en proyección hacia el futuro y (d) sus conclusiones no son universalizables, 
aunque la comprensión de contextos peculiares permita inferencias más abarcativas que el análisis 
de las micro-realidades y sus comparaciones. 
En su texto: Las Corrientes de Pensamiento en el Campo de la Salud (1983), Juan César 
García se refiere a la forma específica del desarrollo de las teorías comprensivas y en particular a 
la fenomenología en el análisis sociológico y en el debate político sobre relaciones entre Medicina 
y Sociedad. En la década del ‘60 y con mayor fuerza en los años ‘70, la fenomenología, junto con 
el marxismo, propuso una crítica radical de las relaciones de producción y de los esquemas de 
dominación que acompañaron el enorme crecimiento de las fuerzas productivas de los países 
capitalistas a partir de la Segunda Guerra Mundial. La onda desarrollista, cuyos rumbos de 
progreso no significaron la socialización del bienestar; la constatación de la profundización de las 
desigualdades entre ricos y pobres, entre países centrales y países periféricos; el caos ecológico y 
social de los grandes centros urbanos y la corrida armamentista, todo eso hizo crecer un 
movimiento opositor en la sociedad civil y un cuestionamiento profundo a la ciencia como verdad 
incuestionable. La concepción positivista de la ciencia universal, atemporal y exenta de valores 
conduciendo los rumbos de la humanidad, fue siendo problematizada en el área de la salud por un 
debate teórico e ideológico que comprometió tanto cuestiones de la cientificidad de los postulados 
vigentes como de la ética de la investigación científica. 
 En los años ‘60, autores fenomenólogos y marxistas se unieron en una crítica radical al 
contexto macro-social. Sin embargo, a partir de mediados de la década del ‘70, poco a poco fue 
delineándose una diferencia radical entre ambas corrientes de pensamiento en el campo teórico, 
ideológico y de propuestas vinculadas a los rumbos de los cambios necesarios del sector salud. 
Para García (1983), la fenomenología pasó de radical a reaccionaria, aunque su contribución haya 
sido fundamental. 
 Los fenomenólogos consideran que la cura se basa en valores, símbolos y sistemas de 
significados compartidos en los grupos de referencia. Son esos grupos de referencia que 
protegerían a los individuos contra las grandes estructuras impersonales y anónimas en las cuales, 
comenta Schutz, se transforman en un número. A partir de esos principios, los fenomenologistas 
proponen una reforma del sistema de salud basada en los valores culturales de los individuos, de 
sus mediadores (los grupos) y de sus ecosistemas (Manning & Fábrega, 1973; Douglas, 1971). 
 Las ideas fenomenológicas influenciaron también el surgimiento de líneas holísticas en la 
concepción de la salud y de la enfermedad, unificándolas en los siguientes puntos: (a) la salud 
tiene que ser pensada como un bienestar integral: físico, mental, social y espiritual; (b) los 
individuos deben asumir su responsabilidad inalienable frente a las cuestiones de su salud; (c) las 
prácticas de la medicina holística deben ayudar a las personas a desarrollar actitudes, 
disposiciones, hábitos y prácticas que promuevan su bienestar integral; (d) el sistema de salud 
debe ser reorientado para analizar las causas ambientales, comportamentales y sociales que 
 62 
provocan las enfermedades; (e) las personas deben volcarse hacia la armonía con la naturaleza, y 
a la utilización de prácticas y medios naturales de tratamiento (García, 1983). 
 Los resultados prácticos de las concepciones fenomenológicas sobre el sector salud han 
sido: (a) cuestionamiento del papel del Estado y de las grandes instituciones médicas; (b) 
incremento de los pequeños grupos privados y voluntarios volcados a la promoción de la salud; (c) 
reconocimiento de modalidades alternativas de expresión y de tratamiento de las enfermedades y 
daños; (d) surgimiento de nuevas formas institucionalizadas de salud pública, combinando 
asociaciones voluntarias, atención primaria, autocuidado, uso de la medicina tradicional, 
participación comunitaria y educación y salud vinculadas a la investigación-acción. 
No faltaron críticas de los fenomenologistas al positivismo con relación a diversos aspectos 
de su influencia en la institución médica, en la práctica médica, en la ética médica, en el sistema 
público de salud y en la concepción biomédica de salud y enfermedad. Un análisis contundente 
sobre el carácter reproductor y coercitivo de las instituciones y sobre los efectos negativos de la 
medicalización fue realizado por Ivan Illich en A Expropiación de la Salud (1975). El radicalismo de 
sus cuestionamientos, contra la dominación totalizante de la institución médica, llegó a un nivel 
casi fóbico. Pero si la exageración puede hasta desacreditar científicamente su obra, deben ser 
tomados en cuenta varios problemas planteados por Illich, con los cuales coinciden otros 
intelectuales. El punto central de su crítica se basa en la hipertrofia de las grandes instituciones 
volcadas a la asistencia de la salud, lo que, desde su punto de vista, las convirtió en el mayor 
obstáculo para la realización de los objetivos que se propone el sector salud. 
Illich (1975) habla del “crecimiento mórbido de la medicina” que conduce: (a) a la ineficacia 
global del sistema; (b) a la pérdida de la capacidad de la población de adaptarse al medio social, 
de aceptar el dolor y el sufrimiento, a causa de la medicalización de la vida; (c) a la idea mítica de 
que la medicina sea capaz de terminar con el dolor, el sufrimiento y la enfermedad, mito que 
compromete la capacidad cultural de los individuos y de la sociedad contemporánea de lidiar con la 
vida y con la muerte. 
 El libro de Illich es particularmente relevante para el ejercicio del debate sobre las 
relaciones entre individuo y sociedad y el poder del individuo (ciudadano) frente a los esquemas 
coercitivos. Esa discusión, que de alguna forma permea todas las corrientes de pensamiento, llevó 
a las afirmaciones que hoy se constituyen en verdaderas tesis del pensamiento crítico del área de 
la salud colectiva: (a) primero, que la atención médica no ha significado necesariamente la mejora 
de la calidad de la salud de la población (McKeown & Löwe, 1984); (b) segundo, que el carácter 
dominador de la medicina ha inducido a la práctica médica a ampliar cada vez más su control 
sobre el cuerpo, sobre los eventos de la vida humana, sobre los ciclosbiológicos y sobre la vida 
social (Boltanski, 1979); (c) y, por último, que el profesionalismo médico ha redundado 
principalmente en la defensa de privilegios corporativos y ha servido más para atender los 
intereses económicos que para responder a las necesidades de salud de la población (Boltanski, 
1979; Arouca, 1975). 
 63 
 A los cuestionamientos citados, la fenomenología sociológica suma algunos sobre la ética 
médica y sobre una concepción social más abarcativa de la salud y de la enfermedad. Los 
fenomenólogos, sobre todo en los años ‘70 del siglo XX, defendieron denodadamente la necesidad 
de desarrollar una filosofía de la medicina que (a) fundamente cuestiones éticas relativas a la 
realización de experimentos y servicios que tienen como objeto la vida humana y (b) formule una 
concepción de salud y enfermedad con relevancia antropológica, teniendo en cuenta, incluso, 
fenómenos como la religión y las creencias de sociedades y de grupos específicos (Pellegrini, 
1976). 
 Desde 1968, la literatura y los congresos sobre ética médica crecieron aceleradamente, 
influenciando movimientos de la sociedad civil en el sentido de crear una conciencia de los 
derechos de los usuarios del sistema de salud y de repudio al dominio controlador del saber y del 
hacer médicos. A partir de los años ‘70, en el mundo entero fueron creadas comisiones de ética 
volcadas a garantizar que las personas tengan derecho a ser informadas y a participar del proceso 
de reflexión sobre lo que sucede en los laboratorios, en los hospitales y en las clínicas. En Brasil 
específicamente, se multiplicaron los comités de ética para analizar experimentos e investigaciones 
con seres humanos, principalmente en los años ‘90, siendo reglamentados por la Resolución Nº 
96/1996 del Consejo Nacional de Salud que marcó las directrices y normas sobre investigaciones 
que involucran a seres humanos. Ese documento pasó a tener fuerza de ley para las instituciones 
de investigación y para las fuentes financiadoras, respaldando derechos de la sociedad civil y de 
los individuos. 
 El abordaje fenomenológico en el campo de la salud, a pesar de su gran contribución al 
pensar y al hacer en salud, también recibió y viene recibiendo críticas de otras corrientes de 
pensamiento. Particularmente para algunos autores marxistas, las propuestas de los 
fenomenólogos dieron cabida a un reacomodamiento y posterior asimilación y uso por parte del 
Estado capitalista de las alternativas que la fenomenología propone. Así, en lugar de radicalizar los 
cambios, el pensamiento fenomenológico se tornó conservador, en el modo de concebir y 
aprehender la estructura y el sentido de la acción social. Al tomar como totalidad de análisis la 
autonomía de los individuos, de los pequeños grupos, de los sistemas de creencia y valores, los 
fenomenólogos menosprecian los contextos y las bases sociales de los valores y creencias 
históricamente construidas y las relaciones de dominación económica, política e ideológica del 
sistema capitalista. 
 La fenomenología también asume el componente ético como algo absoluto que debe 
anteponerse a las relaciones entre la ciencia y la moral. El marxismo lo relativiza, afirmando que la 
ética y la ciencia son dos formas de conciencia en relación dialéctica con las condiciones 
materiales de su producción. De esta forma somete a ambas a la crítica. 
 Juan César García advierte que las propuestas fenomenológicas han sido usadas en los 
países capitalistas tanto centrales como periféricos para orientar la reorganización de los sistemas 
de salud, frecuentemente exonerando las responsabilidades del Estado: 
 64 
 
En el terreno de la práctica médica surgen programas alternativos de autocuidado de salud, 
atención primaria por personal no-profesional, revitalización de la medicina tradicional, etc. 
La mayoría de estas experiencias y los principios sobre los cuales se sustentan fueron 
apropiados por el Estado en la mayoría de los países de América Latina en la década de ‘70, 
al mismo tiempo que se reducían, de forma relativa, los presupuestos estatales para el área 
social” (1983, p.121). 
 
 
 El ascenso de posturas que se condicen con los planteos fenomenológicos que enfatizan la 
responsabilidad de los ciudadanos sobre su propia salud, vienen ocurriendo pari passu con la crisis 
fiscal del Estado y con la globalización de los medios de producción capitalista. La respuesta más 
común a las crecientes necesidades de la población, viene siendo, en muchos países, la adopción 
de alternativas baratas que no responden a las reales necesidades de la población, como señalaba 
Juan César García ya en 1983: 
 
Es un intento de convertir al consumidor de la asistencia médica en proveedor de esta, a 
través del autocuidado y de su participación en las estructuras intermedias. El desarrollo 
económico-social es entendido –dentro de este cuerpo teórico reaccionario [se refiere a la 
fenomenología] – como determinado por la inversión privada generadora de riqueza y por la 
ayuda voluntaria, contribuyente del bienestar social (García, 1983, p.130). 
 
 
Las conclusiones de García, referidas al contexto de hace veinte años atrás, necesitan ser 
hoy repensadas. En primer lugar, porque para los mejores sistemas de salud, como el canadiense 
y el inglés, está claro que es preciso contar con la complicidad de los sujetos y su 
responsabilización, junto a las responsabilidades innegables del Estado. La sociedad y los 
ciudadanos no pueden desentenderse de la salud (concepciones, instituciones y prácticas) como 
un bien precioso sobre el cual tienen el poder y el deber de celar. En segundo lugar, porque en 
Brasil y en varios países de América Latina, a partir de los años ‘90, vienen desarrollándose 
muchos programas de aproximación y comprensión de la población, como es el caso brasileño de 
Salud de la Familia. 
En el programa Salud de la Familia, la idea del pequeño grupo, de la célula de relaciones 
primarias -tan valorada por los abordajes comprensivos- se tornó el centro de una propuesta de 
cambio del modelo hospitalocéntrico (aún hegemónico). Este último en general se rige por normas 
institucionales burocráticas y abarca toda la cadena de atención a la salud, siendo un modelo 
extremadamente caro, ineficiente e impersonal. El programa Salud de la Familia abarca hoy más 
de 50 millones de personas en Brasil y, aunque también presenta muchos problemas en su 
implementación, apuesta a servicios más personalizados, comprensivos e interactivos, permitiendo 
capitalizar servicios básicos de asistencia y principios de la promoción, incluyendo 
responsabilidades del Estado, de la sociedad y de los individuos. 
Por eso, entiendo y defiendo que los cuestionamientos aportados por las teorías 
comprensivas al campo de la salud, cuando no están tomadas de sus vertientes reduccionistas, 
 65 
han sido fundamentales para la promoción de las interacciones entre todos los agentes del sector, 
para la comprensión de fenómenos focalizados, locales y específicos y para humanizar el sistema 
de salud. 
 
 
 
El Marxismo y algunas de sus corrientes 
 
Toda la obra de Marx es coherente con el principio básico de su metodología de 
investigación científica: tiene la marca de la totalidad. Por eso mismo, una de las polémicas sobre 
la contribución de su trabajo a las Ciencias Sociales se debe a la dificultad de catalogarla, pues es, 
al mismo tiempo, Filosofía, Historia, Economía, Sociología y Antropología. Es ese carácter 
abarcativo, que intenta, desde una perspectiva histórica, cercar el objeto del conocimiento a través 
de la comprensión de todas sus mediaciones y correlaciones, constituyendo la riqueza, la novedad 
y la propiedad de la dialéctica marxista. Goldmann(1980) considera que esa versatilidad de la obra 
de Marx, se debe al hecho de haber conseguido relevar las cuestiones teóricas más importantes 
para el análisis de la sociedad capitalista, vinculándolas a la utilidad y a las necesidades humanas. 
 Constituye una tarea gigantesca y profunda la aproximación al pensamiento de Marx y al 
de los marxistas que, fieles a él, intentaron reflexionar sobre el ser humano, la sociedad y el 
individuo. Como el objetivo específico de este texto es la discusión de las corrientes de 
pensamiento y las metodologías que han influido en el análisis y en las prácticas del sector salud, 
es por eso que el marxismo será abordado. Se dará énfasis a la dialéctica de las relaciones entre 
el individuo y la sociedad, entre las ideas y la base material, entre la realidad y su comprensión a 
través de la ciencia, como también a las corrientes que enfatizan el sujeto histórico y la lucha de 
clases. Y de todas sus corrientes internas, optaremos por aquella que articula las condiciones 
generales de producción y reproducción con la problemática de la subjetividad humana. 
 Dentro de la perspectiva marxista, los principios que explican el proceso de desarrollo 
social pueden ser sintetizados en los términos: materialismo histórico y materialismo dialéctico. 
 Dentro del marxismo, el materialismo histórico representa el camino teórico que apunta a la 
dinámica de lo real en la efervescencia de una sociedad. A su vez, la dialéctica se refiere al 
método de abordaje de la realidad, reconociéndola como un proceso histórico con su propio 
dinamismo, provisoriedad y transformación. La dialéctica es la estrategia de aprehensión y de 
comprensión de la práctica social empírica de los individuos en sociedad (en los grupos, clases y 
segmentos sociales), de realización de la crítica de las ideologías y de los intentos de articulación 
entre sujeto y objeto, ambos históricos. El materialismo histórico, como camino teórico, y la 
dialéctica, como estrategia metodológica, están profundamente vinculados, pues, como señala 
Lenin (1965), el método es el alma del contenido. Esa imbricación es tan profunda que autores 
como Lowy (1986), prefieren usar indistintamente términos como: dialéctica marxista, materialismo 
 66 
dialéctico, materialismo histórico y filosofía de la praxis (este último término es una denominación 
gramsciana) para referirse al marxismo. Lowy dice: “todos esos términos apuntan hacia elementos 
del método marxista”. Pero “el historicismo es el centro, el elemento motor, la dimensión dialéctica 
y revolucionaria del método” (1986, p.26). 
 Lowy (1986), Goldmann (1980), Bottomore & Rubel (1988), Schaff (1967) insisten en 
demostrar que la dimensión materialista no constituye, en sí, la mayor novedad del marxismo. El 
propio Marx, tomando a la historia como centro, dialoga con los que denomina “materialistas 
vulgares”, contraponiéndolos a los “ideólogos alemanes” y criticando a ambos: 
 
Para los materialistas vulgares la producción real de la vida aparece como no histórica, 
mientras que lo histórico es mostrado a la vida común supraterrestre” (1973, p. 27) [...] La 
filosofía hegeliana de la historia es la última consecuencia, llevada a su expresión más pura, 
de toda la historiografía alemana que pretende ver, no los intereses reales ni siquiera 
políticos, sino los pensamientos puros que inevitablemente aparecen, como una serie de 
pensamientos que se devoran unos a otros hasta ser tragados por la autoconciencia (Marx & 
Engels,1984, p.5). 
 
 
 Un examen del prefacio de Contribución a la Crítica de la Economía Política (1973) pone 
en evidencia que la expresión “material” en Marx es usada simplemente para designar las 
condiciones primarias de la vida humana. Sus expresiones: vida material, condiciones materiales 
de existencia, fuerzas materiales de producción, transformación de las condiciones materiales de 
producción están relacionadas con una historiografía. Apuntan a promover una interpretación 
científica de las transformaciones sociales que bajan del cielo hacia la tierra, o sea, de las ideas 
como fuente, hacia el ser humano, la naturaleza y la sociedad como generadores. En este sentido, 
su historiografía es una “sociología histórica”, según la expresión usada por Goldmann (1980). 
También Bottomore & Rubel comentan sobre la especificidad del “materialismo” en Marx: 
 
El énfasis que él [Marx] daba a la estructura económica en la sociedad no era novedad. Su 
contribución personal en esa esfera fue el contexto dentro del cual discutió la estructura 
económica: el contexto del desarrollo histórico del trabajo humano como relación primaria 
entre hombre-naturaleza y entre los hombres y sus semejantes. El trabajo de Marx según él 
mismo dice, ante todo era una nueva historiografía, y su interés dominante era la 
transformación histórica (Bottomore & Rubel, 1988, p. 34). 
 
 Son dos los conceptos fundamentales que resumen al materialismo dialéctico, conceptos 
que poseen un alto grado de abstracción: Modo de Producción y Formación Social. 
 Por Modo de Producción se entiende: (a) una estructura global formada por estructuras 
regionales (o instancias) económicas, jurídico-políticas e ideológicas; (b) una estructura global, en 
la cual existe siempre una estructura regional que domina a las demás. Este dominio de cualquier 
instancia se da históricamente y no a priori; (c) una estructura global, en la cual es siempre el nivel 
económico el que determina a las otras (Fioravanti, 1978). El Modo de Producción se configura 
como un concepto abstracto formal y como modelo teórico de aproximación a la realidad. Marx lo 
 67 
asocia al de Formación Social, que se refiere a las dimensiones dinámicas de las relaciones 
sociales concretas en una sociedad determinada
4
. 
 La Formación Social se constituye en una unidad compleja de articulación de las diversas 
instancias de organización social que pueden, incluso, contener diversos modos de producción 
simultáneos (lo que se observa en la realidad histórica), entre los cuales uno es dominante y 
determina a los otros (Fioravante, 1978). La formación social de un espacio cultural concreto debe 
ser entendida como la realidad que se forma gradualmente en la historia: se refiere tanto a 
dimensiones macro como microsociales. El estudio de una formación social debe incluir el análisis 
de los cambios y transformaciones así como de las permanencias que se fijan en las estructuras. 
El concepto de Formación Social se refiere al movimiento: (a) de las fuerzas productivas y 
de las relaciones sociales de producción; (b) de las clases sociales básicas y de los segmentos 
específicos, en conflictos, convergencias y contradicciones; (c) de la división del trabajo; (d) de las 
formas de producción, circulación y consumo de bienes; (e) de la población y de los movimientos 
poblacionales; (f) del Estado; (g) del desarrollo de la Sociedad Civil; (h) de las relaciones 
nacionales e internacionales de comercio; (i) de las formas de conciencia real posible de los 
diferentes grupos sociales; (j) y de los modos de vida, tema que Marx vincula al “modo de 
producción” y a las “condiciones generales de producción”. 
 Marx se apropió del concepto de dialéctica tal como fue utilizado por Hegel y lo transformó. 
Pero el término es mucho más antiguo, proviene de la filosofía griega trayendo un sentido dinámico 
de inquietud y pregunta sobre las cosas, los hechos de la vida y de la sociedad. Ese concepto va 
tomando diferentes connotaciones en el transcurso de la historia
5
. 
(1) La primera tesis de la dialéctica es la especificidad histórica de la vida humana: nada 
existe totalmente determinado, eterno, fijo y absoluto. Por lo tanto, no existen ideas, instituciones ni 
categorías estáticas.Toda vida humana y social está sujeta a cambios, transformaciones, siendo 
perecible y pudiendo ser reconstruida. De un modo diferente a los positivistas que buscaban leyes 
invariables de la estructura social para conservarla, la lógica dialéctica introduce en la comprensión 
de la realidad el principio del conflicto y de la contradicción como algo permanente y que explica lo 
inacabado, lo imperfecto y la transformación. 
 Nada se construye fuera de la historia como tampoco la historia es producto de las ideas, 
dicen Marx y Engels, en el texto que escribieron sobre la Sagrada Familia (1967). Ella no es una 
unidad vacía o estática de la realidad, sino una totalidad dinámica de relaciones que explican y son 
explicadas por el modo de producción concreto. O sea, los fenómenos económicos y sociales son 
producto de la acción y de la interacción, de la producción y de la reproducción de la sociedad por 
 
4 En esa reflexión existe una profunda discordancia del marxismo interpretado por Althusser y toda la corriente mecanicista 
que niega la historia en tanto construcción humana significativa y el sujeto social a no ser como “efecto ilusorio de 
estructuras ideológicas” en Pour Marx. París: Editorial Maspero; 1965; Análise crítica da teoria marxista. Río de Janeiro: 
Editora Zahar; 1967. 
5
 Para un análisis más detallado del concepto dialética, ver Minayo, MCS. En Minayo, MCS & Deslandes, SF Caminhos do 
Pensamento. Río de Janeiro; Editora Fiocruz; 2002. donde, en un capítulo sobre Hermenéutica y Dialéctica la autora trabaja 
los diversos sentidos históricos del término. 
 68 
los individuos. “No es la historia que se sirve de los seres humanos para alcanzar sus fines. La 
historia es tan sólo la actividad de los seres humanos persiguiendo sus objetivos” (Marx y Engels, 
1967, p.361). 
 Con relación a la primera tesis que se asienta sobre el principio de la especificidad 
histórica, se realza aquí el pensamiento de Goldmann, uno de los más importantes intérpretes de 
la obra de Marx sobre el sentido de la acción humana y de la cultura. La contribución de este autor 
es fundamental cuando se quiere pensar en investigaciones, al mismo tiempo, situadas y 
contextualizadas. Goldmann comienza colocando en pie de igualdad y de reciprocidad a dos 
disciplinas que no siempre caminan juntas: la historia y la sociología. “Todo hecho social es un 
hecho histórico” dice Goldmann (1980, p.17). Le aconseja a los cientistas sociales, como camino 
metodológico, que abandonen toda las corrientes sociológicas abstractas y busquen una ciencia de 
los hechos históricos “que debe ser una sociología histórica y una historia sociológica” (Goldmann, 
1980, p.18). El fundamento de tal ciencia socio-histórica, según Goldmann, es que los seres 
humanos no son tan sólo un objeto de investigación, sino personas que construyen su mundo, sus 
estructuras, sus ideologías y se enredan en ellas. Goldmann dice, criticando a los cientistas 
sociales formalistas y positivistas que se fundamentan en el fetiche del método: 
 
La mayor deformación científica no comienza cuando se intenta aplicar al estudio de las 
comunidades, métodos de las ciencias físico-químicas, sino cuando se considera esa 
comunidad tan sólo como un objeto de estudio (Goldmann, 1980, p.22). 
 
 
 Para Goldmann, la vida social constituye el único valor común que reúne a los hombres de 
todos los tiempos y de todos los lugares. Por eso, insiste en diferenciar lo que denomina la “nueva 
historiografía o sociología marxista” que tiene como objeto, tanto en relación al pasado como al 
presente: (a) la comprensión de las actitudes fundamentales de los individuos y de los grupos 
frente a los valores, a la comunidad y al universo; (b) la comprensión de las transformaciones del 
sujeto de la acción en su relacionamiento dialéctico con el mundo, haciendo en sí la síntesis entre 
el pasado y el presente; (c) y en consecuencia, la comprensión de las acciones humanas de todo 
tipo y de todos los lugares que tuvieron impacto en la existencia y en la estructura de determinado 
grupo en el pasado, en el presente y en su proyección hacia el futuro. 
 Goldmann (1980) engloba en su definición de objeto a la historia y a los fenómenos en sus 
niveles colectivos, individuales y específicos. Por eso, supera y hace la síntesis de la historiografía 
tradicional que enfatiza la acción de los gobernantes y líderes y de aquella que tiene en cuenta las 
determinaciones del modo de producción y el papel de la colectividad, del pueblo, casi siempre 
dejado de lado en la visión positivista de los acontecimientos. 
 En la perspectiva de la dialéctica marxista de autores como Goldmann (1980) y Lowy 
(1985), todo lo que supera al individuo para alcanzar la vida social constituye un acontecimiento 
histórico. Ambos señalan que Marx también consideraba la historia del mundo desde el punto de 
 69 
vista de aquellos que la hacen sin tener la posibilidad de prever las chances de su éxito, 
refiriéndose al valor que le daba al movimiento operario y a los trabajadores. Oponiéndose al 
pensamiento de otros autores también intérpretes de Marx, como Althusser, Goldmann valoriza las 
teorías de base comprensiva y la antropología: “Lo que buscamos en la comprensión de las formas 
históricamente diferentes de vivir en común es la significación humana, imposible de ser 
comprendida fuera de la estructura social” (Goldmann, 1980, p.24). Porque en su visión sobre la 
dialéctica, la conciencia se concibe, desde su origen, como un producto social de la necesidad y de 
la acción humana sobre la naturaleza, en relación a los otros seres humanos y dentro de 
determinadas condiciones de producción. 
 Goldmann reconoce y recupera dialécticamente el mérito de la fenomenología al señalar la 
importancia de los significados atribuidos por los actores sociales a sus actos y a los 
acontecimientos que consideran relevantes, o sea, a las motivaciones, a los objetivos perseguidos 
y a los fines vividos en comunidad. Pero, aunque la valorice, Goldmann distingue la fenomenología 
con relación al marxismo, criticando su postura por ser sólo descriptiva y comprensiva de los 
fenómenos. Para él, las Ciencias Sociales tienen que abarcar, al mismo tiempo, la comprensión de 
los agentes sobre los hechos y las cosas y los factores sociales inevitables que generan y son 
generados en esa comprensión, independientemente de las intenciones de los actores sociales y 
de las significaciones que ellos les atribuyan. En otras palabras, el análisis socio-histórico debe dar 
cuenta de la coherencia y de la fuerza creadora de los individuos y de la relación entre las 
consciencias individuales y la realidad objetiva. 
(2) La segunda tesis de la dialéctica marxista se refiere al principio de la totalidad de la 
existencia humana y, en consecuencia, al vínculo incuestionable entre la historia de los hechos 
económicos, sociales y de las ideas. El principio de la totalidad puede ser evocado para el análisis 
macro-social, como instrumento interpretativo de los contextos específicos, para la identificación de 
los patrones de invariancia de las transformaciones concomitantes, para la comprensión de las 
diferencias en una unidad de estudio peculiar. Por lo tanto, en un proceso de investigación de 
índole dialéctico, se busca retener la explicación de lo particular en lo general y viceversa. Joja 
(1965) reproduciendo a Lenin (1965), advierte que lo particular no existe sino en la medida en que 
se vincula a lo general y lo general sólo existe en lo particular y a través de él. Por lo tanto, el 
principio metodológico de la totalidad conduce a que, en la investigación y en el análisis de los 
hechos, se deba: 
Aprender los fenómenos en su auto-relacióny hetero-relación, en sus relaciones con la 
multiplicidad de sus propios ángulos y de sus aspectos intercondicionados, en su 
movimiento y desarrollo, en su multiplicidad y condicionamientos recíprocos por otros 
fenómenos o grupos de fenómenos (Joja, 1965, p.53). 
 
 
Esto significa: (1) comprender las semejanzas y las diferencias en una unidad o totalidad 
parcial de los hechos, fenómenos y procesos; (2) entender las conexiones orgánicas, o sea, los 
modos de relacionamiento entre las distintas instancias de la realidad y el proceso de constitución 
 70 
de la totalidad parcial; (3) develar, en la totalidad parcial analizada, las determinaciones específicas 
y generales y las condiciones y efectos de su manifestación. 
 La perspectiva totalizadora tal como fue pensada por el marxismo, es heurística y exige la 
comprensión de relaciones reales: (a) al mismo tiempo que se observa la realidad objetiva como un 
todo coherente; (b) se comprenden y se analizan las partes del todo, formando correlaciones 
concretas de conjuntos y unidades que contienen determinaciones y condicionamientos generales, 
afirmándose la complejidad y las diferenciaciones presentes en todos los fenómenos, hechos y 
procesos. Esa postura metodológica es referida de este modo por Marx y Engels: 
Es preciso que, en cada caso en particular, la observación empírica necesariamente ponga 
de relieve – empíricamente y sin cualquier especulación o mistificación– la conexión entre 
estructura social, política y producción (1967, p.35). 
 
 
El principio de totalidad no es sinónimo de conclusión, de certezas absolutas y de verdades 
establecidas. Para la dialéctica, no existe a priori un punto de partida definitivo. Goldmann, citando 
a Pascal, señala que “lo último que se encuentra al hacer una obra es la comprensión de lo que se 
debe colocar en primer lugar, pues nunca se puede llegar a una totalidad que no sea, en sí misma, 
elemento o parte” (1967, p.11). Esa es la propuesta del abordaje dialéctico, cuya fundamentación 
es el pensamiento vivo y el carácter inacabado tanto de la historia como de la ciencia, llevando a 
que el conocimiento de la realidad “sea una continua oscilación entre el todo y las partes que 
deben dilucidarse mutuamente” (Goldmann, 1967, p.4). 
 (3) El tercer principio de la dialéctica es el de la unión de los contrarios, al interior de las 
totalidades dinámicas y vivas. Ese principio contrapone el método dialéctico a cualquier visión 
maniqueísta o positivista de la historia y de la sociedad. Para definirlo, Goldmann recurre una vez 
más al Pensée 73
o
. de Pascal, ya citado en el epígrafe al inicio de este libro: 
 
 71 
 Siendo entonces todas las cosas causadas y causadoras, ayudadas y ayudantes, mediata e 
inmediatamente, y todas relacionándose por un vínculo natural y sensible que une a las más 
apartadas y a las diferentes, creo que es tan imposible conocer las partes sin conocer el 
todo, como conocer el todo sin conocer las partes (1967, p.4). 
 
 
Ahora bien, la unión de los contrarios está presente en las totalidades y parte de ellas en 
diversos movimientos de entrelazamiento y de conflictos: 
(a) entre los fenómenos y su esencia, entre las leyes y el fenómeno, movimiento sobre el 
cual vale evidenciar el pensamiento de Lukács: “En relación al mundo de las leyes, el mundo de los 
fenómenos representa el todo, la totalidad, porque contiene la ley y más allá de eso, la propia 
forma que la mueve” (Goldmann, 1967, p.232) y de Kosik: “El fenómeno indica la esencia y la 
esconde; y sin la comprensión del fenómeno en sus manifestaciones, la esencia sería 
inalcanzable” (1969, p.12). 
(b) entre lo singular y lo universal, entre lo particular y lo general, dinámica trabajada 
especialmente por la filosofía de Lenin, según el cual “lo particular y lo singular no existen a no ser 
por su participación en lo universal” (Kosik, 1965, p.215), acrecentando que lo general y lo 
universal sólo se realizan en las totalidades parciales. Lo concreto aparece como un punto de 
llegada y como un punto de partida, mediado por teorías y métodos que conducen a su 
comprensión, tornándose “concreto pensado” en Marx (1973, p.209). Por lo tanto, es en las 
determinaciones particulares que el método va a buscar el nexo explicativo de las totalidades 
concretas, de forma tal que lo real, como un dato inmediato, reaparece mediatizado por la teoría. 
 (c) entre la imaginación y la razón. Las concepciones teóricas de la dialéctica marxista 
superan dos ideas opuestas, mostrando su imbricación en la construcción del conocimiento: la de 
la supremacía de la razón propia del positivismo y la de la supremacía de las emociones y del 
sentido común, proveniente de la fenomenología. En sus textos filosóficos Lenin comenta que, al 
reflejar la realidad, el conocimiento ofrece una imagen más grosera que la real, tanto en el plano 
del pensamiento como del sentimiento. Por eso, “sería ridículo negar el papel de la imaginación 
aún en la ciencia más rigurosa” (Lenin, 1965, p.218). 
 (d) entre la base material y la conciencia, considerando que existe una correlación entre los 
modos de producción, de las estructuras de clase y de las maneras de pensar. Aunque el 
pensamiento marxista defienda la tesis de que las bases económicas sean determinantes en las 
transformaciones sociales, también forma parte de su mejor tradición la idea de la influencia mutua 
entre las instancias que conforman la realidad. Desde el punto de vista de la investigación, esa 
concepción dialéctica de las relaciones entre ideas y hechos socio-económicos trae algunas 
consecuencias prácticas, sobre las cuales existen propuestas específicas de Goldmann. Según 
este autor, basta estudiar seriamente la realidad humana para encontrar siempre al pensamiento, 
en el caso que se haya partido de su aspecto material; y para encontrar los hechos sociales 
económicos, en el caso que se haya comenzado por la historia de las ideas o por el análisis de las 
representaciones: 
 72 
Para el pensador dialéctico, las doctrinas son parte integrante del hecho social estudiado y 
sólo pueden ser separadas a través de una abstracción provisoria: su estudio es 
indispensable para el análisis del problema. De la misma forma, la comprensión de la 
realidad social e histórica constituye uno de los elementos más importantes cuando se 
apunta a comprender la vida espiritual de una época (Goldmann, 1980, p.51). 
 
 
Sobre la articulación entre las instancias, Lojkine (1981) señala que no se trata de dos o tres 
mundos divididos sino de realidades entrelazadas que se forman en la producción, en el consumo, 
en la cultura y en la política estatal, esta última, en la regulación de los fenómenos sociales. Por 
eso este autor resalta que en los estudios sobre determinaciones deben ser contemplados los 
vínculos entre política estatal y socialización contradictoria de las fuerzas productivas y de las 
relaciones de producción: 
Considerar la urbanización como dominio del consumo, del no trabajo, oponer la 
reproducción de la fuerza de trabajo al trabajo vivo es retomar uno de los temas de la 
ideología burguesa según la cual sólo es actividad productiva la actividad de producción de 
plusvalía (Lojkine, 1981, p.122). 
 
 
En otras palabras, en la realidad pulsante de la vida social, la aglomeración de la población, 
las diferenciaciones de los barrios, la localización de los medios de consumo colectivo 
(equipamientos de salud, de educación, de transporte, de cultura, de entretenimiento, etc.) tienen 
leyes semejantes a las que rigen la acumulación de capital. La esfera de producción, consumo e 
intercambio están en permanente interacción y todos son espacios históricos de investigación. 
Como consecuencia, la configuración histórica delespacio (urbano o rural) que congrega a la 
producción y las condiciones generales de producción es un locus demostrativo y efectivo de la 
situación de las clases y sus segmentos. En él se cristalizan los resultantes de las exigencias del 
trabajo vivo y las restricciones a ese desarrollo, que la lógica de la acumulación impone. 
A su vez, desde el advenimiento de la modernidad, el Estado siempre debe ser incorporado 
en el análisis de las cuestiones sociales, pues su existencia y dinámica reflejan las contradicciones 
de clases, los conflictos de interés y los resultados de la segregación social. El Estado es una 
forma ampliada de socialización de las condiciones generales de producción, dado que realiza: (a) 
la regulación social que atenúa los efectos de las desigualdades, de la exclusión y de la mutilación 
capitalista con relación a las clases trabajadoras; (b) la selección, la disociación y la segregación 
de los recursos públicos destinados a los medios de consumo colectivo para la reproducción de la 
fuerza de trabajo; (c) y los anhelos provenientes de la acción humana organizada y del papel del 
sujeto histórico en la construcción social. Este último punto se refiere a la constitución de la 
sociedad civil como contrapunto de los aparatos del estado, constituyendo una fuerza social con 
capacidad de intervenir en el juego de intereses que, tradicionalmente alían a los gobiernos y a los 
políticos. Marx, cuyo pensamiento se expone a continuación, desarrolla poco este tema que va a 
ser tratado en profundidad por Gramsci (1981). 
 73 
No sólo las condiciones objetivas se modifican en el acto de la reproducción, sino que 
también cambian los reproductores, pues traen a la luz nuevas cualidades que existían en 
ellos, se involucran con la producción, se transforman, desarrollan nuevos poderes e ideas, 
nuevos modos de intercambio, nuevas necesidades y nuevos lenguajes (Marx, 1973, p.494). 
 
 
(e) entre teoría y práctica: existe una integración entre esos dos términos. En el pensamiento 
marxista, la categoría básica de análisis de la sociedad es el modo de producción históricamente 
determinado. La categoría mediadora de las relaciones sociales es el trabajo, la actividad práctica. 
El trabajo constituye un aspecto particular del orden cultural, pero tiene el valor de determinación 
de ese orden: “es a través del trabajo que el reino de la cultura se superpone al reino de la 
naturaleza”, señala Marx & Engel (1984, p.15). Por eso, la teoría marxista es, esencialmente, la 
teoría de la acción humana que, al mismo tiempo, hace la historia y es determinada por ella. Ella 
se dedica a entender las transformaciones del sujeto de la acción, o sea, las transformaciones de 
la sociedad humana. Desde el punto de vista del proceso del conocimiento, la actividad humana es 
su criterio decisivo, señala Lukács, uno de los más importantes intérpretes de Marx & Engel: 
 El conocimiento que está en condiciones de aprehender dialécticamente las astucias de la 
evolución sólo es válido y eficaz cuando sus adquisiciones sean expeditivas para la acción 
práctica cuyas experiencias vendrán, a su vez, a enriquecer el conocimiento y a proveerle 
una fuerza siempre nueva (1967, p.237). 
 
 
Es en la praxis que el marxismo reconoce la posibilidad de emancipación subjetiva y objetiva 
del ser humano y la destrucción de la opresión en tanto estructura y transformación de la 
conciencia. O sea, las transformaciones de las ideas sobre la realidad y la transformación de la 
realidad, en el pensamiento dialéctico, caminan juntas. 
(f) entre lo objetivo y lo subjetivo. El abordaje dialéctico considera al objeto y al sujeto como 
partes de la misma totalidad. Autores como Lukács (1967), critican la fenomenología que coloca lo 
subjetivo casi como algo absoluto, en la construcción de la realidad. Comenta que esa teoría 
filosófica mitifica al mundo de las sensaciones como se fuese objetivo y pudiese proclamar la 
existencia independiente de la conciencia. Critica también, y en consecuencia, al método 
fenomenológico que pretende partir de los datos inmediatos de la experiencia vivida sin analizar su 
estructura y sus condicionamientos. Goldmann establece varios cuestionamientos sobre esa 
separación teórica diciendo que: 
El conocimiento en sociología, se encuentra en el doble plano del sujeto que conoce y del 
objeto estudiado pues hasta los comportamientos exteriores son comportamientos de seres 
conscientes que juzgan y eligen, con mayor o menor libertad, su manera de actuar (1980, 
p.98). 
 
 
Tanto Lukács como Goldmann no comparten las ideas del racionalismo de moda en el siglo 
XVIII y XIX y vigente aún en la actualidad, para el cual la razón es la única instancia de 
conocimiento adecuado y, donde las sensaciones, los sentimientos, la experiencia vivida, la idea y 
la imaginación serían elementos destinados a roles subordinados o aún engañosos, en la jerarquía 
 74 
del material específico para los estudios de las ciencias sociales. Las concepciones teóricas de 
esos autores (Lukács, 1967; Goldmann, 1980) no admiten la exagerada supremacía de la razón, 
así como de los subjetivismos, pues actúan con la mutua relación de interconexiones entre factores 
objetivos y subjetivos y entre instancia material y espiritual en su unidad dialéctica. Lukács señala 
que los conocimientos producidos son apenas aproximaciones a la dinámica del mundo social y, 
por eso mismo, son siempre relativos. En la medida en que representan una aproximación efectiva 
de la realidad objetiva que existe independientemente de la conciencia, son siempre absolutos; 
 
El carácter al mismo tiempo absoluto y relativo de la conciencia forma una unidad indivisible. 
En la medida en que las ciencias sociales encubren a la dialéctica con el sentido absoluto y 
relativo del conocimiento, amputándolo por aproximación, se suprime el margen de libertad 
filosófica de la actividad social (Lukács, 1967, p.235). 
 
 
Esa misma percepción compleja de la realidad, es reflejada por Lenin cuando sugiere que: 
“Lo que dificulta la comprensión es el pensamiento porque él separa y mantiene en distinción los 
momentos de un objeto intervinculado en la realidad” (Lenin, 1965, p.215). 
(g) entre inducción y deducción. En la lógica dialéctica inducción y deducción son 
obligatoriamente complementarias. No se puede conocer una cosa, un fenómeno o un proceso a 
no ser decomponiéndolos, para luego recomponerlos, reconstruirlos y reagrupar sus partes. 
Análisis y síntesis son inseparables, pero para realizar una síntesis con éxito es necesario analizar. 
Por lo tanto, “siempre que la inducción parte de lo esencial se confunde con la deducción, pues el 
análisis deductivo elimina las circunstancias y presenta el fenómeno en su simplicidad y 
esencialidad conceptual” señala Joja (1965, p.166). Este autor reflexiona sobre la impropiedad de 
los términos inductivo, deductivo, cuando se habla de la lógica dialéctica: “En el orden del 
conocimiento, aprehendemos lo esencial a través de lo general por ser este más accesible y 
manejable. Pero lo general sólo se realiza en lo particular” (Joja, 1965, p.167). Engels se refiere a 
lo absurdo que es oponer inducción a deducción, como si inducción no fuese raciocinio y, por lo 
tanto, deducción: 
Inducción y deducción van necesariamente a la par como síntesis y análisis. En lugar de 
destacar a una de ellas, tratándola como principal, es necesario saber utilizarlas donde 
correspondan y eso sólo será posible cuando se tenga en cuenta que ellas forman un par y 
se completan recíprocamente (Engels, 1952, p.230). 
 
 
El uso del método dialéctico no es simple, lo que puede ser comprobado por el hecho de que 
la mayoría de los investigadores que dicen usarlo como parámetro, hacen análisis simplificadosy 
reduccionistas, frecuentemente a través de un contundente retorno al positivismo. Es lo que Sartre, 
en Cuestión de Método (1978), critica de forma vehemente, sobre todo en sus debates con 
Althusser (1965; 1967) en sus clásicos escritos: 
El marxismo aborda el proceso histórico con esquemas universalizantes y totalizadores. Pero 
en ningún caso, en los trabajos de Marx, esta perspectiva pretende impedir o tornar inútil la 
 75 
apreciación del proceso como totalidad singular. Marx muestra los hechos en lo particular y 
en el conjunto. Si él subordina hechos anecdóticos a la totalidad, es porque, a través de 
ellos, pretende descubrirla. Así el marxismo vivo es heurístico: con relación a la investigación 
concreta, sus principios y su saber anteriores aparecen como reguladores (1973, p.27). 
 
 
Sartre advierte a sus lectores contra las doctrinas dogmáticas y el pensamiento especulativo. 
En el mismo sentido que Thiollent (1987) comenta que muchos marxistas, en su actividad 
intelectual, transformaron el proceso del conocimiento en una mera búsqueda de hechos y 
situaciones empíricas capaces de probar las verdades contenidas en los esquemas abstractos de 
determinaciones generales. Por lo tanto, la aplicación del método dialéctico no depende tan sólo 
del conocimiento técnico, sino de una postura intelectual y de una visión social de la realidad. 
 
 
Aplicaciones del marxismo al campo de la salud 
 
Cuando se abordan las cuestiones de salud y de la enfermedad, así como de la medicina y 
de las instituciones médicas, desde el punto de vista marxista, los análisis necesitan 
fundamentarse históricamente. El campo de la medicina y de la salud colectiva se constituyen de 
instancias de poder económico, político e ideológico. En la sociedad contemporánea, altamente 
tecnificada, la ciencia y la tecnología desarrolladas en el área se transformaron en motores 
potentes de desarrollo y espacios de disputas de poder y de intereses económicos. Salud y 
Enfermedad, por lo tanto, necesitan ser tratadas como procesos fundamentados en la base 
material de su producción, más allá de tener en cuenta las características biológicas y culturales en 
las que se manifiestan. 
Asó como en el análisis de todos los procesos sociales, en el tratamiento de las cuestiones 
de salud y enfermedad y de las instituciones del campo, los abordajes marxistas parten de diversas 
lecturas y tradiciones. En los estudios llevados a cabo hasta los años ‘50 y ‘60 del siglo XX, García 
(1983) los divide entre los que enfatizan el desarrollo de las fuerzas productivas y los que acentúan 
la dinámica histórica de las relaciones de producción. 
En el primer caso, están los trabajos de Stern (1927) y Sigerist (1929), por ejemplo. Estos 
autores, aunque pioneros americanos en la lectura de la salud bajo el enfoque marxista, y pese a 
su inmensa colaboración, reconocida por Nunes (1999), no consiguieron romper las barreras del 
positivismo. Sus escritos transmiten una visión desarrollista de la tecnología propia de la medicina 
oficial y una creencia en la posibilidad de dominio, por los cientistas del sector, de las 
enfermedades y de la muerte. La crítica que se puede hacer a su análisis reside en la visión 
idealista y desarrollista de la medicina, sin tener en cuenta las relaciones de desigualdades 
sociales, de superexplotación, de la depredación de la fuerza de trabajo y de la poca eficacia de los 
actos médicos con relación a las condiciones generales de la producción capitalista. Sus obras 
 76 
resaltan también una legitimación radical de la medicina en detrimento de las posibilidades mágico-
religiosas o tradicionales de la población. 
Entre los autores del mismo período que se centraron en las relaciones de producción 
como el elemento dinámico y esencial de la realidad social con relación al tema de la salud, se 
destaca Pollack (1974) en Francia, con su obra La Medicina del Capital. Este libro resalta la 
cuestión de la salud y de la enfermedad de las diferentes clases sociales en el capitalismo, como 
marcada por la lógica del lucro, de la producción y de la reproducción del sistema. Su marco de 
análisis sigue las teorías reproductivistas y estructuralistas de análisis que tuvieron gran relevancia 
en la Francia de los años ‘70 del siglo XX, para explicar, sobre todo, las políticas sociales de 
educación y salud (Bourdieu, 1970). Su trabajo refleja aún el ambiente contestatario de la 
intelectualidad francesa que se expresó en el Movimiento Social de mayo de 1968. Si bien elabora 
una crítica radical al economicismo en la salud, Polack (1974) cae en las tramas del 
estructuralismo. Minimiza u omite las contradicciones que permiten a las clases trabajadoras 
encontrar respuestas históricas y ser protagonistas, aún dentro de las situaciones de declarada 
dominación. 
En América Latina, el abordaje marxista de la salud se desarrolló paralelamente a la 
eclosión de un amplio movimiento social por la universalización del derecho a la salud a partir de la 
década del ‘60, en respuesta al sentido de progreso que la industrialización dependiente trasladó a 
los países periféricos. La modernización capitalista se tradujo en la internacionalización acelerada 
del capital, en la industrialización y en la urbanización, también aceleradas, en fuertes migraciones 
del campo hacia las ciudades y en una dinámica de aumento de las tradicionales desigualdades 
sociales. 
Sin negar el papel, el avance y las contribuciones de la biomedicina se inició un 
movimiento intelectual al interior del propio sector salud, conjugado con movimientos sociales y 
políticos, que buscaba explicaciones históricas y sociológicas más abarcativas y más adecuadas 
para la situación de morbimortalidad de las poblaciones brasileñas. En ese esfuerzo, no se puede 
disociar la labor teórica y la militancia política de los sanitaristas que participaron pari passu, tanto 
en el sector salud como en el movimiento social, apuntando a una nueva lectura y a una nueva 
postura de los profesionales, técnicos e intelectuales del área. 
Nunes (1985) refiere que a partir de la década del ‘70 del siglo XX crecen en América 
Latina los análisis del materialismo histórico y dialéctico para explicar el fenómeno de la salud y de 
la enfermedad en los contextos locales. En general, los estudios de esa década tuvieron como 
premisa la posición de clase como elemento fundamental en la explicación de la distribución de la 
salud y de la enfermedad y de los tipos de patologías prevalentes. 
Muchos análisis fueron producidos, dentro de una visión crítica sobre los equívocos 
positivistas y desarrollistas, mostrando: (a) que el avance científico y tecnológico de la medicina no 
significó la mejora de la salud de las sociedades de la región; (b) que la distribución de los servicios 
perpetuaban invertir las necesidades frente al poder económico; (c) que no bastaba con tener una 
 77 
lectura fenomenológica de las situaciones de salud, dado que la práctica y el saber médico forman 
parte de la dinámica de las formaciones socioeconómicas y es al interior de ellas que la eclosión 
de enfermedades y la accesibilidad a los servicios necesitan ser explicadas. 
Una revisión de los estudios realizados bajo el enfoque del materialismo histórico forma 
parte de la investigación de Nunes (1985), en el que describe su amplitud temática: cuestiones de 
salud y sociedad, políticas públicas, planificación y administración, concepciones de salud y 
enfermedad, análisis institucionales, análisis de procesos de trabajo y cuestiones metodológicas. 
Entre los autores son referencias obligadas: Arouca (1975); Donnangelo (1976); Possas (1983); 
Tambellini (1976); Laurell (1977; 1983; 1986; 1987); Breilh & Granda (1986); García (1981;1983); 
Cordeiro (1984); Oliveira & Teixeira (1985); Nunes (1983; 1985; 1999); Gonçalves (1979). 
Nunes (1985) señala que es también en la década del ‘70, y bajo el amparo del 
pensamiento marxista, que el campo de estudios sobre la salud se abre a las ciencias políticas y 
hacia otras áreas de las ciencias sociales, como educación, nutrición, servicio social, junto con la 
sociología y la antropología, esta vez con otras preocupaciones que la visión positivista no 
abarcaba. Esa apertura se debió a diversos factores: (a) el análisis del deterioro de las condiciones 
de vida de contingentes inmensos de poblaciones aglomeradas en las ciudades, que pasaron a 
exigir respuestas más adecuadas que las dadas por la definición unicausal-biológica de las 
enfermedades; (b) la creciente conciencia de la propia sociedad (sobre todo de los estratos 
urbanos de la clase trabajadora) de que la accesibilidad a la salud es un bien innegociable; (c) y el 
crecimiento de movimientos sociales, definiendo y reivindicando que la provisión de la salud es un 
deber del Estado y un derecho de los ciudadanos. 
En Brasil y en América Latina, el objeto tradicional de teorías, concepciones y prácticas, 
denominado Salud Pública inició una trayectoria de transformaciones históricas tornándose tema 
de cuestionamientos, análisis y propuestas de movimientos sociales, políticos, sindicales y 
comunitarios. Uno de los cambios efectuados fue el reemplazo del término público por colectivo, 
para designar al área, convocando a la sociedad a la transformación de un sector que era 
prácticamente dominado por la corporación médica que excluía más a la población de lo que la 
incluía. Tomada como campo estratégico para la formulación teórica, política y para la acción 
práctica, la Salud Colectiva incorporó definitivamente a las Ciencias Sociales en el estudio de los 
fenómenos de la salud y de la enfermedad y se tornó además, un dominio corporativo 
materializado en la creación de la Abrasco (Asociación Brasileña de Salud Colectiva) en 1979. 
Teixeira especifica lo que considera un “cambio cualitativo” del enfoque de la Salud 
Colectiva: “La posibilidad de constitución de un cuerpo específico de conocimiento sobre la salud 
colectiva se encuentra dado precisamente por la adopción del método histórico-estructural” (1985, 
p.90), vinculando los nuevos rumbos del pensamiento de la salud a una línea marxista específica. 
También Cordeiro expresa la nueva visión de este modo: 
La enfermedad en su expresión normativa de la vida, como fenómeno individual y en su 
expresión colectiva, epidemiológica, donde adquiere significado en el conjunto de las 
 78 
representaciones sociales y en las reivindicaciones políticas, está estructurada en una 
totalidad social. Como forma adaptativa de la vida, resultante de las relaciones de los grupos 
sociales entre sí y con la naturaleza, mediadas por el proceso de trabajo y enfermedad tiene 
una historicidad de las relaciones sociales –económicas, políticas e ideológicas– que se 
realizan en las sociedades concretas (1984, p.91). 
 
Al ser el área de Salud, un campo que necesariamente une la teoría y la práctica de forma 
inmediata, la posición marxista en su aspecto histórico-estructural, con relación a las otras 
corrientes de pensamiento (positivismo y fenomenología) pasó a tomar, en Brasil, en los años ‘70 y 
‘80, el carácter de posición ideológica y política, que repercutió en los movimientos sociales siendo 
retroalimentada por ellos y, al mismo tiempo, influenciando cuestiones relativas al derecho y otros 
temas emergentes. El naciente campo de la Salud Colectiva, manifestó su peso teórico, político e 
ideológico en la VIII Conferencia Nacional de Salud en 1986 y, posteriormente, en el capítulo de los 
Derechos Sociales de la Constitución Ciudadana de 1988 (Escorel, 1998). 
Bajo el punto de vista teórico y metodológico, la Salud Colectiva como objeto de estudio aún 
está en construcción y, en los últimos 30 años, viene cobrando un gran vigor. Tan certera es la 
expresión “caja negra” utilizada por Laurell (1983), al referirse a la dificultad del pensamiento de 
abarcar y aprehender las relaciones y correlaciones del tema. No obstante, resta mucho por hacer 
aún, porque junto a la efervescencia de las investigaciones y de los temas del área, existe un 
proceso de fragmentación de abordajes y de foros de establecimiento de algunos consensos 
teórico-metodológicos. 
Como objeto de intervención, el tema Salud Colectiva nació en el contexto de las corrientes 
de pensamiento marxistas y estructuralistas, formando parte de un movimiento social mucho más 
amplio. En el capítulo en que desarrollo las cuestiones de combinación de métodos, hago una 
crítica de la apropiación del marxismo mecanicista, influenciado por el pensamiento de Althusser 
(1965; 1967), que dominó, sobre todo, la corriente llamada “Epidemiología Social”, en Brasil y en 
América Latina. Hoy, nuevos abordajes teóricas y metodológicas y nuevas disciplinas vienen 
contribuyendo para dar mayor amplitud y profundización a la conceptualización de salud y de 
enfermedad y para la adaptación de un sistema de salud que dé cuenta de las necesidades y 
aspiraciones de la población. 
Como preocupación metodológica, el subsistema que dio mayor énfasis al abordaje histórico-
estructural es el de Salud del trabajador. Su eje básico es el concepto de Proceso de Trabajo, visto 
desde las unidades de producción y como determinante del desgaste, los riesgos y el cuadro de 
morbilidad de los trabajadores. Los estudios vinculados a la praxis de los trabajadores se 
multiplicaron y los referenciales están señalados en la revisión de Minayo-Gomez y Thedim (1995) 
y en otros análisis bibliográficos como el de Mendes (2003). Tal vez, al haber sido el subsistema 
que más intensamente aplicó los conceptos marxistas stricto sensu, es también el que más se 
resistió al declive del marxismo real y los cambios en el mundo del trabajo, del empleo y de la 
ocupación. El paradigma anclado en el concepto de proceso de trabajo (principalmente de carácter 
 79 
industrial) viene demandando cambios conceptuales y de abarcabilidad de los objetos para dar 
cuenta de los problemas producto de la globalización, de las nuevas formas de producción y de 
una serie de otros factores. Entre ellos, es fundamental destacar el predominio contemporánea de 
los trabajadores del sector de servicios y sus problemas específicos, en detrimento del sector 
industrial a partir del cual fue construido el paradigma marxista de salud y trabajo (Minayo-Gomez 
& Lacaz, 2005). 
Las contribuciones de las corrientes marxistas más complejas, que incorporan el sujeto 
avanzaron mucho en los últimos años, dejando atrás los referenciales estructuralistas y 
mecanicistas (Minayo, 1998). Los primeros sirvieron en gran medida para comunicar los análisis 
políticos y los segundos, fueron suplantados por el carácter obsoleto de los análisis que producían, 
fundamentados, preferentemente en supuestos althusserianos. En Althusser el sujeto era 
considerado tan sólo como “efecto ilusorio de las estructuras ideológicas” (Anderson, 1987, p.44) 
como puede ser constatado en el siguiente fragmento de una de sus obras: 
La estructura de las relaciones de producción determina los lugares y las funciones que son 
asumidas por los agentes de producción que no son más que ocupantes de estas funciones. 
Los verdaderos “sujetos” no son sus ocupantes y empleados. Contra todas las evidencias 
del “dato” de la antropología ingenua, no son los “individuos concretos”, los “hombres reales” 
sino la definición y la distribución de estos lugares y de estas funciones. Los verdaderos 
“sujetos” son, pues, estos definidores y estos distribuidores: las relaciones de producción 
(Althusser,1967, p.157). 
 
La introducción del referencial gramsciano en el análisis de salud ocurrida en los años ‘80 del 
siglo XX hace evolucionar al pensamiento marxista en el área y ampliar su marco de referencia, 
sobre todo en estudios de política y de educación en salud. El marco teórico de Gramsci, al 
contrario del althusseriano, valoriza el campo ideológico no sólo como forma de dominación, sino 
también de conocimiento, identificando el dinamismo, la concreción y la historicidad de las visiones 
diferenciadas de mundo (Gramsci, 1981), constituyendo un “punto de Arquímedes” (Anderson, 
1987, p.123) y superando las dicotomías entre estructuras objetivas y relaciones intersubjetivas. 
En síntesis, han surgido diversos intentos, pero aún son pequeños los avances del sector 
salud en la construcción de un referencial que supere las dicotomías entre las estructuras objetivas 
y las relaciones intersubjetivas. Eso exige una visión compleja de la realidad y una real 
profundización teórica. Sin embargo, la poca producción existente evidencia las múltiples 
posibilidades que extrapolan los aspectos meramente técnicos y económicos y se articulan sobre 
todo en torno a un entrelazamiento de perspectivas, sobre todo de interdisciplinariedad. 
A los fines de este libro que analiza la cuestión cualitativa de la vida social, resalto que la 
significación de la acción del sujeto histórico en Marx tiene en cuenta el hecho de que los seres 
humanos no son árbitros totalmente libres de sus actos. Por el contrario, la lectura de su 
pensamiento deja en claro que el producto de la actividad previa (los contextos sociales, como 
también de valores, creencias y actitudes) representa una serie de limitaciones sobre el abanico de 
opciones del presente. No obstante, aún cuando la realidad es determinada por condiciones y 
 80 
estructuras anteriores, los seres humanos son capaces de dejar en ellas su marca transformadora. 
Las consideraciones anteriores se conjugan con: (a) la importancia de la cultura como mediadora 
entre la objetividad de las relaciones dadas y el sujeto histórico transformador; (b) el carácter de 
amplitud de las visiones dominantes y, al mismo tiempo, la recíproca aculturación que se procesa 
inter e intraclases, inter e intragrupos, segmento y categorías concernientes a los fenómenos 
sociales, incluyendo la salud y la enfermedad; (c) la relación intra e interclases permeada por 
estructuras y mecanismos económicos y políticos formales, pero también por las matrices 
esenciales de conformación del modo de vida, como la familia, el vecindario, los espacios de 
recreación. 
En el análisis de la salud, es necesario poner atención a la cultura en tanto productora de 
categorías del pensar, sentir, actuar y expresar de determinado grupo, clase o segmento. En ella 
se articulan concesiones, conflictos, subordinación y resistencias. Es el espacio de expresión de la 
subjetividad y, también, un lugar objetivo con el peso de lo cotidiano por donde pasan y cobran 
color procesos políticos y económicos, sistemas simbólicos y el imaginario social. Con relación a la 
salud, la cultura, vista a partir de los sujetos individuales o colectivos, expresa la totalidad 
fundamental del ser humano que se resume en la eterna unión entre cuerpo y mente, materia y 
espíritu, y que Marx & Engels tan bien define en sus escritos filosóficos: 
La visión de la totalidad parte del individuo real particular, porque la colectividad contra cuya 
separación de sí, rechaza el individuo, es la verdadera colectividad del hombre, el ser 
humano (1972, p.75). 
 
 
La posición diferenciada de clase, categoría o segmento confiere al sujeto una forma peculiar 
de percibir y de reaccionar frente a los fenómenos vinculados a la vida y a su muerte. Sin embargo, 
el avance en el campo de los derechos sociales e individuales plantea simultáneamente otras 
categorías clasificatorias potentes como género, etnia y edad, que deben ser tomadas en cuenta 
en cualquier investigación. Por eso un buen análisis marxista de los fenómenos de salud precisa 
enfatizar las diferenciaciones y la complejidad de las relaciones entre e intraclases, las diferencias 
y contradicciones entre sus prácticas y concepciones e incluir otras variables vinculadas a la 
experiencia vivida (Verret: 1972; Gramsci: 1981; Gadamer, 1999). 
El marco teórico de aproximación de la totalidad de los procesos de salud y enfermedad, en 
el abordaje marxista “cualitativo”, parte del fenómeno ideológico y del dinamismo de las 
construcciones y de las relaciones sociales, debiendo merecer siempre la contextualización y 
articulación entre pensamiento y base material (Thompson, 1978; Gramsci, 1981; 1972; Goldmann, 
1980; Sartre, 1978). Por consiguiente, mi posición en este libro se alinea a la de estos actores y se 
contrapone al estructuralismo de Althusser que corta el nudo de la relación entre sujeto y 
estructura. 
 
 
 81 
Pensamiento sistémico 
 
 En la revisión emprendida en este libro, sería una imperdonable omisión dejar de analizar 
el conjunto de propuestas filosóficas teóricas y metodológicas conocidas bajo el término 
pensamiento sistémico. Alguien podría decir que ese camino del pensamiento es la novedad del 
siglo XXI, originada en los años ‘70 del siglo XX, sobre todo a partir de la biología, de la cibernética 
y de la física y abarcando discusiones multidisciplinarias y multiprofesionales (Atlan, 1979; 1984; 
1991; Bertalanffi, 1968; Maturana & Varela, 1979; Marutana, 1987; Morin, 1982; 1983; Prigogine & 
Stengers, 1984; Wierner, 1948; y otros). 
No pretendo realizar una reflexión en profundidad sobre el asunto, poco desarrollado aún 
en el ámbito de las Ciencias Sociales. Mi intención, en esta nueva versión de El Desafío del 
Conocimiento, es señalar los caminos de posibilidades que se abren a partir de un nuevo 
paradigma que, en su seno, sintetiza avances teóricos y metodológicos de diversas ciencias y 
nuevos rumbos del pensamiento social, movilizado por los profundos cambios en el mundo llamado 
pos-industrial o pos-moderno (Harvey, 2001; Kunar, 1995). Todo el campo científico de hecho, 
viene reviendo muchos de sus conceptos y métodos y el pensamiento sistémico presenta formas 
alternativas de pensar los objetos de investigación, la vida, el mundo, las prácticas sociales y sobre 
todo, las implicancias del investigador con su objeto de investigación. La idea del pensamiento 
sistémico se ha traducido en diversas expresiones: teoría general de los sistemas (Bertalanffi, 
1968); pensamiento complejo (Morin, 1990), paradigma del orden a partir de la fluctuación 
(Prigogine, 1991) y paradigma de la auto-organización a partir del ruido (Atlan, 1984). 
 Teoría sistémica - Las primeras elaboraciones del pensamiento sistémico se deben al 
biólogo Ludwig von Bertalanffy que, en 1968, publicó un libro de gran repercusión titulado Teoría 
General de los Sistemas. En esa obra, Bertalanffy señaló la necesidad de crear categorías teóricas 
rigurosas que pudiesen responder a cuestiones referentes al amplio espectro de los seres vivos 
que van desde la biología a la sociología. Este autor demostró que la termodinámica clásica que 
lidia con el equilibrio, precisaría ser complementada con una teoría que abarque también los 
sistemas abiertos que se apartan del equilibrio. Al identificar la interacción como punto neurálgico 
para todos los campos científicos, definió sistema como el concepto central de su teoría general. 
Observó que hay un enorme orden jerárquico de entidades en la organización de los seres vivos 
que se superponen en muchos niveles, yendo desde los sistemas físicos y químicos a los 
biológicos, sociológicos y políticos, posibilitando “uniformidades estructurales de los diferentes 
sistemas dela realidad” (Bertalanffy, 1968, p.124). Según el autor, esos sistemas son abiertos e 
interconectados, inestables y en permanente dinamismo recursivo. 
Al proponer una nueva teoría interpretativa de la realidad, Bertalanffy no habla de 
disciplinas sino de “totalidades constituidas al interior de la organización de los fenómenos” (1968, 
p.125), de forma tal que su teoría general de los sistemas se propone ser una ciencia de la 
totalidad o de los todos organizados. En su visión, el esfuerzo de los cientistas debería 
 82 
encaminarse hacia la búsqueda de la unidad de la ciencia basada en la isomorfia de leyes relativas 
a diferentes áreas. Pero el autor aclara que la comprensión de los sistemas vivos, complejos y 
unificados precisa ser alcanzada sin la reducción de los fenómenos, sin la transferencia ingenua de 
conceptos y sin buscar semejanzas superficiales entre abordajes, como muchas veces ocurre en la 
transposición de modelos biológicos a la interpretación social, por ejemplo. Por eso, Bertallanfy no 
habla de reducción de las partes al todo, sino de interacción entre todas las áreas del 
conocimiento. 
Según Bertalanffy (1968), sistema es un todo integrado cuyas propiedades no pueden ser 
reducidas a las propiedades de las partes. Por lo tanto, el comportamiento del todo es más 
complejo que la suma del comportamiento de las partes y los acontecimientos implican más que 
decisiones de las partes individualmente. De igual modo, no se aplican al sistema operaciones 
analíticas, en el sentido de disección de las partes. La concepción de interdependencia entre los 
elementos es complementada por las nociones de causalidad circular, causalidad recursiva, o 
retroacción, como características del abordaje sistémico. 
En la organización jerarquizada, la realidad como un todo se caracteriza por la 
superposición de niveles de los sistemas, cada uno constituyéndose como un todo y siendo 
irreducible a los niveles inferiores, lo que les impide ser tratados analíticamente (por partes). Los 
miembros individuales del sistema son al mismo tiempo todo y parte, funcionando en el sentido 
integrativo con el conjunto y afirmativo de su autonomía. En esa jerarquía, lo social y lo político 
constituyen la cima de la organización. Y la concepción de interacciones sistémicas, de sistemas 
intervinculados o del mundo como sistema de sistemas remite a la idea de ecosistema: cada uno 
con su totalidad (individuo, familia, sociedad, ciudad, nación) interactuando, en una red dinámica 
de interdependencias, interacciones e influencias mutuas. 
¿Cuál es la idea de cambio en la teoría sistémico? ¿Y por qué es necesario pensar en el 
cambio dentro del enfoque ecosistémico? En este abordaje, la idea de cambio es fundamental, 
pues toda la teoría ecosistémica de salud parte del principio de que es posible y es necesario 
intervenir para transformar y que es posible elegir un rumbo que lleve a una vida saludable y con 
calidad, de forma solidaria. Pero, en el abordaje sistémico la visión de cambio se relaciona con la 
crisis y apunta a diversas salidas. Según Prigogine (1991; Prigogine & Stengers, 1984), en la 
medida que surge una crisis, el sistema deja su curso natural y elije otras alternativas disponibles. 
En ese punto de bifurcación provocado por la crisis, son producidos los cambios cuantitativos y 
cualitativos. Pero el rumbo de esas transformaciones es, en principio, imprevisible, pues existen 
diversas posibilidades de elecciones disponibles en los sistemas complejos. Atlan (1991), uno de 
los biólogos-filósofos que analizan las teorías de la complejidad, dice que los cambios en los 
organismos vivos suceden cuando ellos tienen que adaptarse a los “ruidos”, o sea, a los elementos 
inesperados que actúan como factores de disturbio de la homeostasis usual del sistema. Atlan 
prueba que si esos “ruidos” son usados de forma positiva se tornan indispensables para el 
 83 
desarrollo del sistema, causando un crecimiento de la complejidad y el desempeño de nuevas 
funciones. 
Tres dimensiones epistemológicas diferencian las teorías tradicionales del paradigma 
sistémico: (1) la idea de simplicidad de los fenómenos es sustituida por la noción de complejidad; 
(2) la noción de estabilidad y de regularidad es contrapuesta a la noción de inestabilidad del mundo 
de los seres vivos; (3) la creencia en la objetividad da lugar a la noción de intersubjetivad en la 
constitución de la realidad y de su comprensión. 
 (1) Complejidad significa entrelazamiento de causas. El tema de la complejidad abarca un 
amplio espectro semántico: sistemas complexos, organizaciones complejas, complejidad de la 
sociedad, entre otros. Un sistema complejo está formado por un gran número de unidades 
constitutivas e interrelacionadas y una enorme cantidad de interacciones. Sus comportamientos 
siguen dos patrones: mantienen una estructura permanente y al mismo tiempo son inestables, 
desordenados, caóticos, enmarañados y de difícil previsión. Atlan (1991) advierte que las nociones 
de simplicidad y de complejidad no son inherentes a los fenómenos sino a las condiciones lógicas 
y empíricas en que son observados. Este autor señala, por ejemplo, que después de que los 
cientistas han separado muy bien el sistema nervioso del sistema digestivo, se asustan al 
encontrar neurotransmisores en el sistema digestivo y hormonas digestivas en el sistema nervioso. 
En las teorías de la complejidad, los temas de estudio son entendidos como objetos en 
contexto. Contextualizar es ver un objeto existiendo dentro del sistema y focalizar sus 
interrelaciones, conexiones y redes de comunicación. Contextualizar es, también, realizar 
operaciones lógicas contrarias a la disyunción y a la reducción y en favor de la distinción de un 
objeto o de un fenómeno, realzando lo que tiene de específico e integrándolo al todo, del cual 
forma parte. Los autores que trabajan las teorías sistémicas con seres vivos utilizan la expresión 
relaciones causales recursivas, cuya imagen es la de una espiral, para referirse a las interacciones 
donde los efectos y los productos son necesarios para el propio proceso que los genera. 
(2) El segundo supuesto de los sistemas abiertos es la inestabilidad. Este principio 
proviene de la constatación de que el mundo siempre está en proceso de “transformarse”, y de 
“devenir”, existiendo, por lo tanto, una lógica en el desorden: es un elemento necesario para la 
auto-organización, según se refiere Atlan (1992) a la auto-organización a través del ruido (ruido 
como sinónimo de crisis), que puede llevar a los seres vivos a un nivel más elevado de 
complejidad. Según este principio, el resultado final de un fenómeno va a depender siempre de un 
interjuego complejo entre leyes determinísticas y la sucesión probabilística de las fluctuaciones 
(crisis). 
A partir de los descubrimientos de la física, surge hoy la revisión de creencias en la 
previsibilidad y en el control para acentuar la imprevisibilidad y la incontrolabilidad de muchos 
fenómenos. Esto se opone a la idea positivista de un mundo mecánico donde las cosas 
funcionarían como relojes. Las investigaciones sobre sistemas que funcionan lejos del equilibrio y 
sobre la flecha del tiempo son una gran contribución del premio Nobel de Física, Ilya Prigogine 
 84 
(1997). Sus investigaciones hicieron posible fundamentar una superación de la 
compartimentalización entre disciplinas y propiciar una comunicación transdisciplinaria entre 
cientistas de las más diversas áreas. 
(3) El tercer supuesto del pensamiento sistémico es el de la intersubjetividad en la 
construcción de la realidad y del saber, lo que se opone a la idea de la posibilidad de que exista un 
conocimiento objetivo externo a los sujetos. Bajo talpunto de vista, sujeto y objeto sólo existen 
relacionalmente y en las interacciones que establecen entre sí. Ambos, en sus interacciones, se 
influyen y promueven cambios: en el organismo (la estructura) y en el ambiente. De este modo, es 
difícil determinar desde afuera lo que un sistema hará con las interacciones que mantiene con el 
ambiente, dado que, a cada momento, la estructura de un organismo incorpora las 
transformaciones que son consecuencia de sus experiencias, de sus interacciones y modifica sus 
posibilidades potenciales, presentando nuevas interacciones. 
Las premisas del pensamiento sistémico sugieren a los profesionales que actúan de forma 
transdisciplinaria las siguientes posturas metodológicas: 
 Ampliación del foco: contextualizando el fenómeno en estudio, entendiéndolo en sus 
interacciones y retroalimentaciones (las cosas son causadas y causadoras) y tratándolo como 
parte de un sistema interconectado con otros sistemas; 
 Apuesta a los procesos de auto-organización: observando el dinamismo de las cambios y las 
fuerzas de resistencias, los estudiosos admiten que no todo es sólo positivo o sólo negativo, 
que existen muchos caminos y que es imposible controlar la dirección de los procesos; 
 Adopción del camino de la objetividad entre-paréntesis: el estudioso se reconoce parte del 
sistema y entiende que sólo tiene sentido en la co-construcción de las soluciones. Dentro de 
este tipo de visión, desde un punto de vista ético, no cabe pensar que la solución para los 
problemas está en la existencia de códigos exteriores a los sujetos, a ser aplicados por 
autoridades competentes. 
Desde el punto de vista operacional, el pensamiento sistémico no está proponiendo 
técnicas. En verdad, se configura como una visión epistemológica que permite el uso de los 
recursos desarrollados dentro de los paradigmas de la ciencia tradicional. Pero ese uso exige algo 
muy nuevo, el ejercicio de una mirada y un abordaje diferente: que ilumina a aquel punto ciego de 
la visión unidimensional, permitiéndole visualizar las interacciones; subvierte la mente 
compartimentalizada, buscando hacer que las diferencias y las oposiciones se comuniquen; y 
modifica la práctica antigua que sólo valoriza regularidades y normas. Al contrario, muestra las 
cosas que permanecen y resalta “qué” cambia y “cómo” las cosas se transforman, auto-
organizándose. 
 
Pensamiento sistémico en el área de la salud 
 
 85 
En el área de la Salud Colectiva, el pensamiento sistémico es aún incipiente y viene siendo 
introducido por algunos pocos autores. Con certeza, existe un temor de los investigadores a un 
retorno a los paradigmas biologicistas o fisicalistas de los fenómenos, ciertamente por el 
desconocimiento de que el pensamiento sistémico no es sinónimo de la teoría funcionalista que 
siempre trabajó con la metáfora del organismo biológico. Por el contrario, posibilita tener una 
mirada más abarcativa y compleja que atraviesa las interconexiones entre lo biológico, lo social y lo 
ambiental. En ese área, más que en cualquier otra se manifiesta la unión y la simultaneidad entre 
el caos y el orden, lo familiar y lo extraño, lo lineal y las no-linealidades y la inseparabilidad entre 
oposiciones, dualidades, diferencias y diversidades, desafiando las maneras formales del pensar. 
La propuesta más elaborada sobre el pensamiento sistémico es el denominado enfoque 
ecosistémico de salud humana fruto, incluso, de preocupaciones prácticas. La unión de la idea de 
ecosistema y salud humana, componiendo la propuesta de enfoque ecosistémico de la salud 
humana es fruto de preocupaciones prácticas. Nació a partir de la observación y la conciencia 
ecológica de americanos y canadienses con relación al área de los Grandes Lagos que dividen 
Canadá y Estados Unidos y contienen el 21% de las reservas de agua dulce del mundo. Pues bien, 
las márgenes de esos Grandes Lagos fueron invadidas por proyectos agrícolas e industriales, que 
florecieron acompañando la época del acelerado progreso económico americano del norte, pos 
Segunda Guerra Mundial, cuando aún era hegemónica en el mundo la idea de que el ecosistema 
sería capaz de asimilar todos los procesos de dominación humana sobre la naturaleza. 
A partir de la ampliación y profundización de la conciencia ambiental de la década del ‘70, 
oficialmente, comenzaron a ser realizados diversos estudios, por una comisión creada por los 
gobiernos de los dos países, denominada International Joint Comission of Great Lake (1978), 
diagnosticando la intensa explotación económica del espacio socio-político-cultural-ambiental y el 
proceso de deterioro ecológico y de amenaza a la salud de las poblaciones que allí habitaban. 
Estos estudios evidenciaron con gran claridad, la insuficiencia teórica unidisciplinaria en la 
comprensión de las dimensiones de los problemas generados por el uso descontrolado del agua y 
del suelo y de las propuestas de solución, llevando a que el grupo integre los análisis generados 
individualmente y a llamar a la sociedad civil a discutir las soluciones. Se crearon así, estrategias 
transdisciplinarias y participativas de abordaje de la problemática que afectaba a toda esa 
privilegiada región y que hoy se denomina abordaje ecosistémico. Su desarrollo pasa por 
conocimientos específicos e integración de actores y de abordajes; de disciplinas y de sectores; de 
cientistas, de autoridades reguladoras, de políticos y gestores; de todos ellos con el público, en 
general, y con la sociedad civil organizada. 
El Enfoque de Ecosistemas en Salud Humana está fundamentado en la construcción de 
nexos que vinculan estrategias de gestión integral del medio ambiente (ecosistemas saludables) 
con un abordaje de la promoción de la salud humana dentro de una visión compleja. El objetivo de 
ese enfoque es desarrollar nuevos conocimientos sobre la relación salud-ambiente-políticas-
participación social-equidad de género, en realidades concretas, de forma de permitir acciones 
 86 
adecuadas, apropiadas y saludables de las personas que viven allí. En esa propuesta, ciencia y 
mundo existencial se unen en la construcción de la calidad de vida, recordando los principios de la 
filosofía de la acción comunicativa (Habermas, 1987), a través de una mejor gestión del ecosistema 
y de la responsabilidad colectiva e individual sobre la salud. 
Todos los estudiosos que vienen actuando en los marcos de la propuesta ecosistémica para 
salud humana muestran que el límite del espacio y del universo será siempre arbitrario, dado que 
ambos existen en relación a los sistemas que lo circundan. O sea, no existe un ecosistema sobre el 
cual se pueda aplicar una definición. Pero los actores que actúan en él, sean investigadores o 
gestores, asumen la responsabilidad de definirlo de acuerdo a los objetivos de cambio e 
intervención, siempre teniendo en cuenta que el espacio específico está en el interior y en relación 
permanente con sistemas abiertos y mayores, intercomunicándose (Forget & Lebell, 2001). Por lo 
tanto, la noción de ecosistema es usada mucho más para designar una unidad analítica que como 
una entidad biológica. 
El abordaje ecosistémico parte de algunos supuestos: 
 que existe una interacción dinámica entre los diversos componentes del ecosistema y el 
bienestar de la salud humana; 
 que los proyectos interdisciplinarios, que integran el análisis de género y métodos participativos 
para la comprensión de la realidad y para la generación de acciones de transformación, 
pueden resultar en investigaciones más precisas y propiciar la promoción de mejoras en los 
patrones de salud humana y del medio ambiente; 
 que la articulación entre los componentes de la salud, de la cuestión social y del ambienterequiere nuevas metodologías de abordaje. 
Y tiene algunos desafíos metodológicos fundamentales: 
 no dividir y sí integrar las cuestiones de salud colectiva e individual dentro de un mismo foco de 
observación; 
 conseguir profundizar conceptos que integren la articulación de la cuestión ambiental, social y 
del colectivo con lo individual, en los estudios y prácticas del sector salud; 
 cambiar la visión lineal de diferentes disciplinas hacia un enfoque dinámico de interacción que 
lleve a los participantes a una actuación transdisciplinaria; 
 integrar datos e indicadores cuantitativos y cualitativos; 
 ejercitar la transdisciplinariedad; 
 integrar el concepto de género en los fundamentos del método; 
 integrar la participación de todos los agentes sociales involucrados en los problemas 
analizados, tanto porque realizan, o sufren las intervenciones ambientales y sociales que 
repercuten en la salud y que, a partir de la salud, provocan efectos recursivos. 
 crear instrumentos prácticos y participativos de ejercicio de transdisciplinariedad, 
transectorialidad y transfactorialidad; 
 87 
 promover, en la investigación, la participación de las personas comunes que viven los 
problemas ambientales y de salud en su cotidiano, como acción fundamental e imprescindible; 
 considerar el concepto de participación social con mayor amplitud que el de participación 
comunitaria, incluyendo en las reflexiones y acciones, gestores públicos, políticos, y 
ciudadanos. 
 Más allá del abordaje ecosistémico, existen otros enfoques sistémicos de problemas de 
salud. Por ejemplo, sobre el tema de la reproducción, en sus cuatro dimensiones: biológica, de 
auto-conciencia, política y societal existen varias investigaciones y análisis de Samaja, desde 
1993. Este autor analiza las relaciones jerárquicas dentro de los sistemas vivos, en una 
profundización teórica a la que denomina Epistemología de la Salud. Metodológicamente trabaja 
aún las cuestiones de la intersubjetividad y de la transdisciplinariedad. La revisión bibliográfica de 
la obra de Samaja incluye todos los exponentes de las teorías de la complejidad menos Henri 
Atlan, lo que no deja de ser un vacío importante en su contribución. 
 Otros autores hacen una contribución teórica incipiente como es el caso de Tarride (1998). 
Oliveira & Minayo (2003) discuten la teoría de la complejidad aplicada al análisis de la mortalidad 
infantil. Aleksandrowics (2002) trabaja el marco teórico aproximándolo a la cuestión de género y 
edad. Aleksandrowics & Minayo (2005) abordan el tema de la humanización, hoy un asunto 
prioritario en la agenda de la gestión y de la asistencia a la salud. Y Schenker & Minayo (2005) 
discuten la implicancia de la familia en la drogadicción infanto-juvenil. Todos esos trabajos inyectan 
cambios en los paradigmas tradicionales. 
 En su obra, El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social, Walllerstein (1999), 
importante cientista y presidente del XIV Congreso Mundial de Sociología, advierte sobre los 
colegas, diciendo que, según su opinión, uno de los grandes desafíos de ese área de las ciencias 
sociales hoy es su integración metodológica y conceptual a los paradigmas de la teoría de la 
complejidad. 
Creo que aún persiste en el lector una pregunta final respecto a las diferenciaciones entre 
las teorías sistémicas y las teorías funcionalistas. Intentaré aclarar algunas de estas diferencias 
que considero fundamentales. Mientras que en el funcionalismo la realidad es concebida como un 
todo que busca siempre la homeostasis, las teorías sistémicas conciben todos los seres vivos 
como parte de una totalidad con jerarquías y códigos propios (subsistemas) en constantes y 
permanentes interacciones, yendo desde las células hasta las organizaciones sociales y políticas. 
Mientras que en el positivismo son las leyes generales que deben ser develadas para resaltar 
regularidades, en las teorías sistémicas son las relaciones, los cuello de botella, los ruidos que 
necesitan ser aprehendidos, en busca de la comprensión del sentido de los cambios, cuyos 
rumbos (no previstos, porque se abren diversas posibilidades) no son un retorno al momento 
inicial, sino que son tanto la posibilidad de decadencia como la posibilidad de creación de mayor 
complejidad auto-organizativa. 
 
 88 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo V 
Modalidades de Abordajes Comprensivos 
 
 A partir de la filosofía comprensiva, se desarrollaron diversos tipos de abordaje 
metodológico, entre los cuales se destacan la fenomenología sociológica; la etnometodología, el 
interaccionismo simbólico, las historias de vida y los estudios de caso que de forma resumida 
presento a continuación. 
 
Fenomenología sociológica 
 
En diversas teorías de los abordajes cualitativos, se encuentra el peso de la contribución 
de Weber, aunque cada una de ellas conserve su esquema conceptual peculiar. Una de las más 
influyentes es la fenomenología sociológica. La fenomenología es considerada, dentro de las 
Ciencias Sociales, la Sociología de la Vida Cotidiana. Más allá de que en su elaboración existan 
influencias weberianas, es en la filosofía de Husserl donde encuentra su fundamentación 
metodológica. El argumento filosófico de Husserl sigue la misma línea de Dilthey y de Weber, para 
quienes los actos sociales envuelven una propiedad que no está presente en los otros sectores del 
universo abarcados por las ciencias naturales: el significado (Husserl, 1980). 
 En las Ciencias Sociales, Alfred Schutz (1964; 1971; 1979; 1982) es el representante más 
significativo del pensamiento fenomenológico. Él da consistencia sociológica a los principios 
filosóficos de Husserl y crea la teoría y el método para el abordaje de la realidad social. La 
fenomenología sociológica presenta: (a) una crítica radical al objetivismo de la ciencia y propone la 
subjetividad como fundante del sentido; (b) da relevancia a la subjetividad como constitutiva de lo 
social e inherente al ámbito de la auto-comprensión objetiva; (c) constituye la descripción 
fenomenológica como tarea principal de la sociología. 
 La fenomenología de la vida cotidiana trabaja con el hecho de que las personas se sitúan 
en la vida con sus angustias y preocupaciones, en una intersubjetividad con sus semejantes 
(compañeros, predecesores, sucesores y contemporáneos) y eso constituye la existencia social, 
 89 
por eso, el espacio y el tiempo privilegiados en esta teoría son el de la vida presente y la relación 
cara a cara. 
 Schutz (1979) divide los conocimientos construidos en tres categorías a partir de la 
comprensión de la realidad social: (a) lo vivido y lo experimentado en el cotidiano; (b) la 
epistemología que investiga ese mundo vivido; (c) y el método científico para proceder a la 
investigación. 
En el primer nivel, según Schutz, el mundo social se presenta a los individuos bajo la forma 
de un sistema objetivado de designaciones compartidas y de formas expresivas. Ese es el mundo 
de la cotidianeidad, tal como es vivenciado por los seres humanos como actitud natural y aceptado 
por ellos. Dentro de esa actitud natural, según Schutz, las personas no suelen cuestionar las cosas 
y los acontecimientos, simplemente las viven como estructuras significativas que le atribuyen 
sentido a su existencia. 
El mundo cotidiano se presenta, para Schutz, en las tipificaciones construidas por los 
propios actores sociales, que expresan sus propias relevancias al clasificar la realidad. Esas 
tipificaciones incluyen tanto a lo universal y a lo estable como a lo específico y mutable. Aquí se 
observa una diferencia radical entre Schutz y Weber. Mientras para este último, el tipo-ideal es una 
construcciónanalítica creada por el cientista para aproximarse a lo real, los “tipos” y las 
“tipificaciones” tal como son pensadas por Schutz se vinculan a construcciones del ser humano 
común cuando busca comprender la realidad en que vive y comunicarse con sus semejantes. 
Schutz (1964) señala, como consecuencia de su propuesta de tipificación, que los datos 
primarios recolectados en campo por los cientistas sociales ya vienen estructurados e interpretados 
por las personas y grupos que ellos pretenden comprender, pues la realidad social posee un 
sentido para los que viven en ella. De esta forma, dice él, “los objetos de las ciencias sociales son 
construcciones en segunda potencia” (1964, p. 300). En otras palabras, la materia prima para la 
investigación fenómeno-sociológica son los “construcciones de primera potencia” elaborados por 
los miembros de una sociedad o comunidad, en su vivencia que incluye presente, pasado y 
proyección hacia el futuro. Por lo tanto, las expresiones de esa realidad, aunque transmitidas en 
ideas vagas, fragmentadas, imbuidas de emoción y de ambigüedades son preciadas informaciones 
para los investigadores sociales. 
Schutz (1982) no cuestiona si el conocimiento del sentido común es superior o inferior a la 
construcción científica. Según él, el propósito del cientista social es revelar los significados 
subjetivos implícitos que conforman el universo de los actores sociales, en su lógica más profunda. 
Cabe al investigador crear un saber diferente a partir del conocimiento de “primer orden”, captando 
los modelos de tipificación del actor social, explicitando los significados de la realidad social. Los 
modelos construidos por el cientista a partir del mundo de la vida cotidiana, se diferencian del 
sentido común, según Schutz: (a) por la consistencia lógica, o sea, por la posibilidad de describir lo 
vivido, buscando llevarlo hacia el orden de las significaciones; (b) por la posibilidad de 
interpretación; y (c) por su adaptación a la realidad social. 
 90 
Schutz (1971) describe los principios que conforman el modelo científico para la 
comprensión del mundo social: (a) la intersubjetividad: los seres humanos están siempre en 
relación unos con otros; (b) la comprensión: para alcanzar el mundo de lo vivido, la ciencia tiene 
que aprehender las cosas sociales como significativas; (c) la racionalidad y la internacionalidad: el 
mundo social está constituido siempre por acciones e interacciones que obedecen a usos, 
costumbres y reglas o que conocen medios, fines y resultados. 
Para la comprensión empírica de la realidad, Schutz elabora algunos conceptos que 
remiten al actor social. El primero de ellos es el de situación: que significa el lugar que alguien 
ocupa en la sociedad, el papel que desempeña y sus posiciones ético-religiosas, intelectuales y 
políticas. En segundo lugar, trabaja con la idea de experiencia biográfica, señalando que una 
persona siempre está situada biográficamente en el mundo de la vida y es en ese contexto que 
piensa, siente y actúa. Innova también con la noción de stock de conocimiento, expresión que se 
relaciona con la sedimentación de las experiencias y situaciones vivenciadas, a partir de las cuales 
el actor social interpreta el mundo y pauta su acción. 
En su construcción teórica, Schutz (1971) hace una distinción de gran importancia para la 
práctica de investigación, entre “experiencia” y “conocimiento”. Él comenta que muchas personas 
pueden tener simultáneamente una misma experiencia. Sin embargo, el conocimiento generado 
por esa vivencia es diferenciado y variado, de acuerdo con el bagaje biográfico y reflexivo de las 
personas. Esa distinción es preciada para aquel que trabaja con entrevistas cualitativas, pues los 
trabajadores de campo encontrarán siempre muchas diferencias en los detalles y en la 
profundización de las narrativas sobre el mismo hecho, contadas por actores diferentes, aún 
cuando ellos estén viviendo o hayan vivido la misma realidad. 
Schutz (1971) desarrolla aún dos nociones fundamentales dentro de su teoría: la de 
relevancia y la de estructura de relevancias, refiriéndose a la importancia que los objetos y los 
contextos poseen para el sujeto, lo que se relaciona, a su vez, con su bagaje de conocimientos, 
sus deseos y proyectos de vida y con su situación biográfica. Existen otros conceptos 
desarrollados por la sociología fenomenológica de Schutz que tienen una extremada importancia 
para la fundamentación de la investigación cualitativa, ayudando al investigador a pasar del 
contexto de las entrevistas individuales a la comprensión del grupo y la comunidad donde viven los 
informantes, como es el caso de: la “reciprocidad de perspectiva”, “comunidad de objetivos” e 
“interpretación intersubjetiva” (Schutz, 1971, p.300). Según Schutz, todos los que viven en un 
grupo determinado reciben la mayor parte de sus conocimientos a través de los padres, profesores 
y predecesores. Reciben también una visión del mundo, maneras de clasificar y tipificar la realidad, 
creando un universo vivencial específico, de forma tal que su saber va de lo “familiar” a lo 
“anónimo” a partir de la situación “cara a cara” y de la vida práctica, a través de las que se 
relacionan con el mundo: 
En realidad, la pregunta más seria que la metodología de las ciencias sociales debe 
responder es: ¿cómo es posible formar conceptos objetivos y teorías objetivamente 
 91 
verificables partiendo de estructuras de significados subjetivos? La respuesta está dada 
por la visión básica de que los conceptos formados por los cientistas sociales son 
‘construcciones’ de las ‘construcciones’ científicas formadas en un segundo nivel, de 
acuerdo con las reglas de procedimiento válidas para todas las ciencias empíricas. Son 
construcciones de tipo-ideal objetivo, y como tales, diferentes de aquellas desarrolladas en 
un primero nivel de pensamiento del sentido común, a los cuales deben superar. Son 
sistemas teóricos incorporando hipótesis testeables (Schutz, 1971, p.498). 
 
 
Para Schutz, la intersubjetividad es la categoría central del análisis fenomenológico, porque 
es un dato que fundamenta la existencia humana en el mundo. Esa relación es resumida de este 
modo por el autor: “Aquí donde estoy – allá donde mi semejante está: jamás podemos estar en el 
mismo lugar, estar en la misma posición, estar los dos aquí o allá” (Schutz, 1971, p.147). O sea, la 
intersubjetividad es vivida como situación de “familiaridad” bajo la forma del “nosotros” permitiendo 
la comprensión del otro como único en su individualidad. De manera contraria a la 
intersubjetividad, existe la situación del anonimato que, en la teoría de Schutz, es la negación de la 
vida social donde la unicidad e individualidad de los sujetos no son reconocidas. El grado máximo 
de anonimato es la consideración del otro como número o función. 
Como se puede concluir, en la fenomenología no existe preocupación por los fenómenos 
estructurales y hay una ausencia de discusión sobre las cuestiones del poder, de la dominación, de 
la fuerza y de la estratificación social. Su abordaje, que focaliza la producción interaccional y 
simbólica es condescendiente con ella, como si cada hecho o grupo constituyera un mundo social 
independiente. 
Según la consideración de algunos filósofos, la fenomenología sería una “teoría débil” 
desarrollada a partir del contexto pesimista del nazismo y del estalinismo que tomaron vigor a fines 
de la primera mitad del siglo XX, y en los cuales prevalecieron razones de Estado sobre la voluntad 
y la libertad de los grupos sociales. La crítica de las teorías que enaltecían los valores ideológicos 
por encima de los contextos de la vida social concreta, habrían llevado a los fenomenólogos a 
acentuar la relevanciade la familia, de las entidades religiosas, de las asociaciones voluntarias, 
responsables por la identificación de los individuos, por su estabilidad y por su sistema de 
significados, valores construidos a través de una visión del mundo compartida. 
La fenomenología se contrapone al positivismo en los aspectos más diversos: (a) Frente a 
la ambición de construir explicaciones totalizantes e invariables, la fenomenología afirma que la 
vida humana es esencialmente diferente y sólo puede ser comprendida al sumergirse en el 
lenguaje significativo de la interacción social. (b) Frente a la separación entre hechos sociales y 
valores en el positivismo, la fenomenología dice que lenguaje, prácticas, cosas y acontecimientos 
son inseparables. El lenguaje es esencial para que la realidad sea del modo que es, pues en la 
vida cotidiana los individuos que se comunican, concuerdan, desacuerdan, se justifican, niegan o 
recrean razones de existir. (c) Frente a la pretensión positivista de construir conocimientos 
objetivos y neutros, la fenomenología dice que sólo existe el conocimiento subjetivo, pues es el ser 
 92 
humano que imprime leyes a lo real. El acto de conocer reúne al observador y al observado, 
ambos poseedores de significados atribuidos intersubjetivamente por las propias personas y 
grupos. (d) Frente a la coerción de la sociedad sobre el individuo, la fenomenología proclama la 
libertad del actor social que, a través de su historia biográfica y en interrelación con sus 
semejantes, crea significados y construye su realidad. (e) De esta forma la fenomenología 
proclama y absolutiza el componente ético en la relación de la ciencia con la sociedad. Dice que el 
conocimiento debe estar siempre sometido a las exigencias morales, pues él es una entre las 
posibles formas de confirmación de la realidad. Y, al contrario del positivismo que confiere 
supremacía al reinado de la ciencia, la fenomenología argumenta su sumisión a los principios de la 
ética y de la moral de la sociedad donde se desarrolla
3. 
 
Etnometodología 
 
 
3
 Además de Schutz es importante citar como nombres relevantes de la Sociología Fenomenológica, Berger, Peter & 
Luckmann, A. Construção Social da Realidade, Petrópolis: Vozes.1973 y Cicourel, Alfred, Method and Measurement 
Sociology. Nueva York: The Free Press;1969. 
 93 
La etnometodología da nombre a un conjunto de estrategias de investigación cuyo punto en 
común, es la descripción minuciosa de los objetos que investiga y, por eso, es también conocida 
como “investigación situada”. Los diseños operacionales de cuño etnometodológico recomiendan 
la observación directa y la investigación detallada de los hechos, en el lugar donde ocurren, con la 
finalidad de producir una descripción minuciosa y profunda de las personas, de sus relaciones y de 
su cultura. Sus fuentes de inspiración son los abordajes antropológicos. Pero se diferencian de 
ellos por no tener la pretensión de producir análisis culturales totalizantes. Las estrategias de 
investigación etnometodológica ponen una atención especial a las técnicas de observación 
participante y a la comprensión de los símbolos y categorías empíricas que un determinado grupo 
usa para referirse a su mundo y a los procesos que está viviendo. 
Geertz (1979) comenta que, aún cuando está en contacto y en empatía con el grupo que 
observa y evalúa, el observador y el evaluador ponen en juego sus propias normas y conductas. 
Por eso, considera que el etnometodólogo trabaja como mediador entre marcos de significados, los 
suyos y los del otro. Una de las grandes ventajas de la etnometodología es aportar a la 
comprensión social, una gran riqueza de informaciones, haciendo mediación entre estrategias de 
abordaje y una nueva teoría generada a partir del trabajo de campo. 
La cuna de la etnometodología fue la Universidad de Chicago y su principal formulador, 
Robert Park que, en las décadas del ‘20 y ‘30 del siglo XX, aconsejaba la convivencia directa de 
los investigadores con los investigados en el campo, para la comprensión de su realidad. El 
material que ese autor consideraba de excelencia y esencia de la sociología era el proveniente de 
las Historias de Vida (Park & Burgess, 1921). Las ideas de Park fueron posteriormente 
desarrolladas por Harold Garfinkel (1976) en la década del ‘30 del siglo XX. 
 Garfinkel propone una teoría para comprender la práctica artesanal de la vida cotidiana, 
teniendo en cuenta que esa práctica ya viene interpretada en una primera instancia por los propios 
actores sociales, como señala Schutz (1972). En primer lugar, establece que la vida social es una 
realidad que se constituye de estructuras, reglas, normas y conocimientos compartidos, 
posibilitando la interacción entre las personas. Las características de esa realidad, dice él, son 
inseparables de los procesos interpretativos, pues forma parte de la constitución del mundo, el 
modo a través del cual los seres humanos llegan al sentido de la realidad objetiva. Esa forma se 
expresa a través del sentido común. Y ya que el ser humano tiene como característica 
fundamental, la reflexibilidad sobre sus actos, el papel de los etnometodólogos es estudiar la 
cotidianeidad y descubrir en ella los modelos de racionalidad subyacentes a la acción de los 
individuos, de los grupos y de las colectividades (Payne et al., 1981; Smart, 1978). 
Harrison y Madge fueron dos exponentes de la aplicación de la etnometodología en 
Inglaterra. Desde 1937, ellos ya intentaban crear procedimientos para viabilizar un tipo de abordaje 
que permitiera comprender el día-a-día del hombre común en la sociedad compleja. Sus ideas, 
desarrolladas en la llamada teoría de la “Observación de Masas”, contiene críticas y propuestas, 
buscando comprender y analizar, a gran escala, lo que venía siendo estudiado por antropólogos 
 94 
ingleses sobre grupos pequeños y específicos. Harrison cuestiona la idea común al positivismo de 
que las grandes leyes sobre el comportamiento humano puedan ser encontradas sin que los 
cientistas sociales comprendan las interacciones de la realidad empírica. Es su frase: “los 
abordajes cuantitativos sacrifican el significado en el altar del rigor matemático” (Harrison, 1947, 
p.10). Este autor, por medio de observadores voluntarios, pasó a coleccionar actitudes, palabras y 
reacciones de los ingleses frente a los acontecimientos del día a día, “apuntando a comprender lo 
común, lo mágico, los hábitos, los rituales y tabúes de una cultura supuestamente conocida” (1947, 
p.11). 
Harrison publicó varios libros antes y después de la Segunda Guerra Mundial, incluso 
intentando deconstruir varios mitos construidos por los gobernantes durante el período de guerra. 
Sacó a la luz la cultura popular inglesa bajo diferentes aspectos, dejando la marca de su 
contribución tanto para el cine, las artes, como para las técnicas de investigación de mercado y de 
opinión pública. Su archivo de investigación pasó a clasificar títulos como arte, asuntos financieros, 
anti-semitismo, sueños, comportamiento sexual. A pesar de su espíritu innovador y de sus certeras 
preocupaciones teóricas, Harrison ha sido muy criticado dentro del ámbito científico, a causa de la 
su falta de rigor metodológico. 
 Entre los problemas que la etnometodología presenta, se destaca el hecho de que, en 
un sentido estricto, no permite la comparación ni se presta a la construcción de escenarios a futuro. 
Le son planteadas algunas restricciones de orden epistemológico, tanto por positivistas como por 
marxistas: (a) crítica a la consideración de que los significados subjetivos crean la realidad del 
mundo; (b) crítica a la reducción de la estructura social a procedimientosinterpretativos; (c) crítica 
al desconocimiento de los factores que determinan o condicionan la visión de las personas sobre 
su situación social; (d) crítica a la separación entre pensamiento y acción (Smart, 1978). 
 Desde los años ‘30 a los años ‘60 del siglo XX, las investigaciones de cuño 
etnometodológico decayeron en la sociedad del conocimiento anglosajón, volviendo a resurgir a 
partir de la Segunda Guerra Mundial, y principalmente a partir de los años ‘60, con el surgimiento 
de los movimientos sociales de valorización del sujeto y de la subjetividad en las ciencias sociales. 
Actualmente, hay un renacimiento de estudios socio-antropológicos de pequeños grupos dentro de 
abordajes etnometodológicos, ocupando el espacio dejado por el descrédito del positivismo y por el 
escaso desarrollo heurístico de las corrientes marxistas, más preocupadas por abordajes filosóficos 
o macros-sociales. Entre los trabajos más significativos dentro del abordaje etnometodológico, cito 
los de Goffman (1959; 1961; 1975; 1975a), especialmente dedicados al análisis de instituciones 
totales y de estigmatizaciones sociales. 
 
Interaccionismo Simbólico 
 
Este tipo de abordaje metodológico puede ser comprendido como una vertiente de la 
etnometodología. Su origen data también de la década del ‘20 del Siglo XX, reúne estudios 
 95 
importantes como los de Thomas (1970); Mead (1934) y Cooley (1926). Su autor seminal fue 
Herbert Blumer que, en 1937, atribuyó a su abordaje el nombre de “interaccionismo simbólico”. En 
los ‘70 del siglo XX, Denzin fue un autor fundamental para profundizar la discusión teórica y 
metodológica de la propuesta, en su obra clásica “The act of research” (1973). Bulmer dice sobre 
su propuesta: 
Nosotros podemos y yo pienso que puedo, observar la vida humana, sobre todo como un 
vasto proceso de interpretación, en el cual el pueblo, individual y colectivamente se guía a si 
mismo para definir objetivos, acontecimientos y situaciones que encuentran. Ningún 
esquema designado para analizar la vida de los grupos humanos en sus caracteres 
generales se adecua a ese proceso de interpretación (1978, p. 686). 
 
 
 La concepción interaccionista de Bulmer se fundamenta en el principio de que el 
comportamiento humano es auto-dirigido y observable en dos sentidos: el simbólico y el relacional, 
dado que cualquier ser humano, al realizar las tareas más elementales, planea y dirige sus 
acciones en relación a los otros, les confiere sentido y crea y produce significados sobre los 
objetos que utiliza para realizar sus planes. Más allá de eso, según los interaccionistas, la vida 
social constituye una especie de consenso que propicia un proceso de interrelaciones y de 
interpretaciones de significados compartidos por un grupo o comunidad que puede al mismo 
tiempo, manipular, redefinir y modificar sus sentidos. 
Desde el punto de vista metodológico, los principios interaccionistas enfatizan que: (a) los 
símbolos y la interacción deben ser los principales elementos a ser aprehendidos en la 
investigación; (b) símbolos, significados y definiciones son construidos por los actores sociales; (c) 
por lo tanto, es preciso aprehender y comprender la naturaleza reflexiva de los sujetos 
investigados. En contrapunto con el positivismo, los interaccionistas simbólicos consideran que el 
investigador debería escapar de la falacia del objetivismo, substituyendo su propia perspectiva por 
la del grupo que él está estudiando (Payne et al., 1981; Haguette, 1992; Denzin, 1973). 
 
Historia de Vida, Narrativa de Vida, Historia Oral y Etnobiografía 
 
 Varios términos han sido utilizados para referenciar diversos tipos de estrategias para 
investigar el sentido de la experiencia humana común en lugares sociales específicos. Una de las 
principales es pedir a los actores que cuenten sus historias. Existen diversas maneras para hacer 
esto, buscando, por un lado, comprender la permanencia de los hechos y de las determinaciones 
y, por otro, escuchar lo que las personas tienen para decir sobre ellos. Las narrativas de vida 
nunca serán una verdad sobre los hechos vividos, sino una versión posible que les atribuyen los 
que vivenciaron los hechos, a partir de los datos de su biografía, de su experiencia, de su 
conocimiento y de su visión del futuro. 
Los términos para definir las formas de abordaje de esas experiencias son múltiples y 
ciertamente hay matices que los diferencian y muchos elementos que los asemejan. Denzin (1973), 
 96 
por ejemplo, utiliza la expresión life story, cuyo sentido se aproxima al de récit de vie en (Bertaux, 
1980) y narrativa de vida, o aún “las historias o testimonios” que las personas ofrecen sobre los 
hechos. Pero Denzin (1973) también habla de life history, refiriéndose a los relatos de la historia de 
grupos sociales específicos. Como entusiasta de esa modalidad de investigación empírica, ese 
autor, en The Research Act, analiza la definición y las concepciones para su realización, sus 
diversas modalidades, su relación con la historiografía clásica, las estrategias analíticas y la 
relevancia de esas técnicas similares para las Ciencias Sociales. La historia de vida puede ser el 
mejor abordaje para comprender el proceso de socialización, el surgimiento de un grupo, la 
estructura organizacional, el nacimiento y el deterioro de una relación social y las respuestas 
situacionales a contingencias cotidianas. 
Sartre (1978), en uno de sus clásicos, Cuestión de Método, cuestiona al marxismo 
mecanicista que omite al sujeto, propone el método biográfico regresivo progresivo como método 
de análisis de la realidad social. Él lo desarrolla como una estrategia para realizar la comprensión 
de la existencia, usando la biografía de forma contextualizada históricamente. El biografiado es 
colocado de forma analítica, comprensiva y crítica, en el contexto de las determinaciones que lo 
limitan y de su libertad como sujeto. El autor no sólo presenta su teoría sino que la fundamenta 
filosóficamente y la ejemplifica con casos diversos, entre ellos, el análisis de la obra de Flaubert, 
Madame Bovary. El ejemplo de aproximación de la biografía y el trabajo de análisis realizado por 
Sartre son notables, incluso como pistas del “cómo hacer”. Refiriéndose a los diversos elementos 
de aproximación a partir del sujeto, dice: 
Es preciso considerar en cada caso el papel del individuo en los acontecimientos 
históricos. Pues este papel no está definido de una vez y para siempre. Es la estructura de 
los grupos que lo determina en cada circunstancia. El grupo le confiere su poder y su 
eficacia a los individuos que, a su vez, lo constituyeron. Pero el individuo tiene una 
particularidad irreductible que es su forma de vivir la universalidad por lo tanto, nada puede 
ser descubierto si, desde un inicio, no llegamos tan lejos como nos sea posible en la 
singularidad histórica del objeto (1978, p.168-169). 
 
 
Bourdieu et al. (1973) también presenta y enaltece la estrategia de la historia de vida 
individual como una cierta especificación de la historia colectiva de un grupo y de una clase: 
Podemos ver, en los sistemas de disposiciones individuales, variantes estructurales de 
habitus de grupo y de clase, sistemáticamente organizados en las diferencias que los 
separan: el estilo personal, o sea, este arca particular que trae todos los productos de un 
mismo habitus, es una variación en relación al estilo de una época o de una clase (1973, 
p.189). 
 
 
En la introducción al extenso y denso trabajo de historia oral sobre la Guerra Española, 
Fraser (1979) evidencia y resalta la importancia de este abordaje, valorizándolo como la forma de 
conocer de qué modo el pueblo vivencia los acontecimientos de su tiempo. Señala que la historiade vida (tópica o más completa) verbalizada por los participantes, constituye un intento por revelar 
 97 
el ambiente intangible de los acontecimientos que forman parte de la experiencia de determinado 
grupo social. Apunta a descubrir el punto de vista y las motivaciones de los participantes 
voluntarios o involuntarios en la Historia, por lo tanto, protagonistas de los hechos sociales aunque, 
generalmente, descartados de la historiografía oficial que privilegia la dinámica del poder y de los 
poderosos. 
 Fraser dice: “Es la historia vista a través de la política interna de las clases. Por más 
intangible que parezca, ella analiza lo que el pueblo siente. Y el sentir constituye la base de sus 
actos. Lo que las personas piensan y lo que ellas piensan que piensan también constituye un 
hecho histórico” (Fraser, 1979, p.29). 
Uno de los más importantes historiadores del siglo XX, Paul Thompson (1980) se refiere a 
las técnicas de historia de vida y de historia oral como abordajes etno-históricos, en el centro de los 
cuales se coloca la cuestión de los cambios sociales y de sus actores. Este autor utiliza el término 
“método” para hablar de los abordajes de las historias de vida. Su gran valor, dice Thompson 
(1978), comparando la etno-historia con los surveys, es la captura de informaciones que, por su 
propia naturaleza, forman una totalidad coherente y enraizada en la experiencia social real. En el 
mismo sentido, este autor comenta que, en rigor de verdad, es preciso decir que no se puede 
hacer una distinción radical entre interpretaciones subjetivas y objetivas, dado que ellas siempre y 
en todas partes están profundamente articuladas, citando el uso de ambas en su obra The voice of 
the past (1978). La etno-historia, señala Thompson (1978), introduce la dimensión temporal en los 
análisis sociológicos: el ciclo de vida, la movilidad social, la oposición entre tradición y cambio, la 
comprensión de las formas de conciencia popular, la formación de las representaciones y de los 
valores por la socialización, el desarrollo de actitudes desde la infancia hasta la experiencia adulta, 
a partir del presente. Comenta que, metodológicamente, la descripción de cada caso particular, al 
mismo tiempo ilustra, de forma concreta, la estructura social global y transmite, a través de una 
individualidad distinta, el carácter a veces único y representativo de cada caso, “revelando así la 
realidad incómoda sobre la cual la interpretación sociológica e histórica debe reposar” (Thompson, 
1980, p.253). 
Thompson (980) considera que es la flexibilidad intrínseca al abordaje de la etno-historia 
(historia oral, historia de vida, narrativas de vida) la clave de sus potencialidades, dado que se 
mueve entre la exploración y el cuestionamiento de los hechos y sobre los hechos, a medida que 
las entrevistas transcurren, permitiendo la verificación y la reformulación de hipótesis durante el 
proceso de trabajo de campo, creando una teoría (no empiricista), pero fuertemente anclada en la 
realidad social. 
Thompson resume la definición y las ventajas de este tipo de abordaje diciendo que debe 
ser realizado a través de entrevistas con participantes, testimonios oculares de los eventos del 
pasado y que apuntan a la reconstrucción histórica permitiendo: 
 acceder a las experiencias no documentadas, sobre todo, a historias de categorías sociales 
generalmente menospreciadas; 
 98 
 explorar aspectos de la experiencia histórica raramente registrados; 
 evidenciar significados subjetivos de eventos del pasado; 
 comprometer a los investigadores con relacionamientos humanos activos en la observación de 
los hechos. 
Bertaux (1980) hace una larga revisión sobre el asunto, mostrando que el uso de la 
estrategia de la Historia de vida (término que aquí utilizo para generalizar las diferentes 
denominaciones: narrativas de vida, auto-biografía, etno-historia, etno-biografía) se caracteriza por 
la unidad en la diversidad. Diversas teorías la utilizan: el marxismo, el estructuralismo, la 
fenomenología, el empirismo, el interaccionismo simbólico, la hermenéutica y otros. Diferentes 
medios sociales son investigados: artesanos, industriales, trabajadores, elites, jóvenes 
delincuentes, sobrevivientes de guerra, usuarios de drogas, enfermos específicos y otros. Diversos 
recortes teóricos son elegidos: roles sociales, historias psicológicas, trayectorias y modos de vida, 
por ejemplo. Varios temas son tratados: vida material, consumo, usos y costumbres, modos de vida 
y fenómenos simbólicos. 
En resumen, bajo las más diferentes modalidades, la historia de vida, la etno-historia y la 
historia oral son consideradas, en el ámbito de la investigación cualitativa, como poderosos 
instrumentos para el descubrimiento, la exploración y la evaluación de cómo las personas 
comprenden su pasado, vinculan su experiencia individual a su contexto social, interpretándola y 
dándole significado, a partir del presente. Por eso, ellas ofrecen material para la generalización 
sociológica, descripción de época y también permiten tomar cuestiones nuevas y de diversos 
niveles de abarcabilidad, así como corregir tesis consagradas o inconsistencias teóricas. 
 A partir de la década del ‘70, varios autores buscaron perfeccionar las modalidades de 
abordaje de la historia de vida y, entre los más importantes testimonios sobre el tema, están los 
citados en Cahiers Internationaux de Sociologie (Poirier & Clapier-Valladon, 1980), que traen 
aportes tanto epistemológicos como metodológicos. Los autores como Thompson (1980) y Bertaux 
(1980) analizan además cuestiones operacionales. Sin embargo, es preciso resaltar que la mayoría 
de los historiadores y cientistas sociales se han preocupado menos por las técnicas y más por el 
movimiento sociológico de articulación empírica, contextualizadora y teórica que hace de la historia 
de vida (en todas sus variantes) una eminente forma de investigar el sentido de la experiencia 
humana en el tiempo y en el espacio (Thompson, 1980; Maffesoli, 1980; Ferrarotti, 1980; Bertaux, 
1980; Balan & Jelin, 1980). Bertaux, por ejemplo señala que “una metodología sin contenido social 
es árida” (1980, p.207). Los esfuerzos de perfeccionamiento metodológico vienen seguidos de 
dudas epistemológicas sobre el significado de los hallazgos en las narrativas de recuerdos, 
llevando a los investigadores a cuestionarse, por ejemplo sobre: 
 ¿qué sucede con la experiencia cuando va transformándose en memoria? 
 ¿qué sucede con las experiencias cuando van transformándose en historia? 
 ¿qué ocurre con la memoria colectiva cuando la vivencia de hechos muy fuertes (guerra 
española, el holocausto, o vivencias más simples) se distancia en el tiempo? 
Todas esos interrogantes se producen en la búsqueda de perfeccionamiento de las 
técnicas (a las que muchos denominan métodos) apuntando a que los procedimientos sean cada 
vez más fidedignos y científicos, en una propuesta complementaria a la de la historiografía oficial o 
como forma de cuestionarla. 
 99 
 Desde un punto de vista práctico, señalo a continuación algunas sugerencias sobre 
cuestiones más o menos comunes en la utilización de este tipo de abordaje: 
 ¿Cómo proceder en el campo? En general se trabaja con entrevista y observación participante. 
La entrevista abierta y no-directiva parece ser la mejor forma de comenzar la interacción apuntando 
a la narrativa de vida. A medida que se establece una relación entre el entrevistador y su 
interlocutor, lo más importante es crear un ambiente reflexivo que combine actitud directiva para la 
información general, escucha atenta pero no pasiva para la profundización de temas relevantes y 
exploración de las lógicas contradictorias a través de preguntas que puedan enriquecerlas 
narrativas. Becker (1994) por ejemplo, amplía el ámbito de la función de la entrevistas hacia la 
historia de vida. Sugiere que sirva como piedra de toque, a través de la cual teorías, hipótesis y 
suposiciones puedan ser evaluadas. A medida que suma datos personales y visiones subjetivas a 
partir de determinado lugar social, permite abrir caminos de investigación en áreas que parecían 
resueltas, tanto en el campo de las rutinas institucionales como de los procesos y relaciones 
sociales. “Más allá de eso, tiene el potencial de conseguir datos difíciles y casi inaccesibles en 
experimentaciones o “surveys” retrospectivos (Becker, 1994, p.26). 
 ¿A quién y a cuántas personas entrevistar? Se puede trabajar, como Sartre (1980), Sacks (2002) y 
Cavalcante (2003) lo hicieron, tan sólo con biografías únicas (1980), destacando singularidades en 
ellas pero contextualizándolas y sacando de ellas conclusiones teóricas importantes. O pueden ser 
utilizadas varias narrativas, como lo hicieron Thompson (1980); Poirier & Clapier-Valladon (1980) y 
Ferrarotti (1980), entre otros. En ese caso, el número de informantes depende de los objetivos de 
la investigación y de los criterios de saturación que orientan cualquier investigación cualitativa. Aún 
desde un punto de vista práctico, el trabajo de campo puede realizarse de diversas formas, siendo 
sus principales modalidades: (a) la historia de vida completa que recubre todo el conjunto de la 
experiencia vivida por una persona, un grupo o una institución; (b) la historia de vida tópica que 
pone énfasis a determinada etapa o sector de la vida personal o de una organización. 
 ¿Cómo dar continuidad a las narrativas? Es importante que el investigador vaya transcribiendo 
sucesivamente sus entrevistas, y a partir de ellas, pasar a la elección de nuevos interlocutores, 
transfiriendo cuestionamientos de unos hacia otros, triangulando visiones de varios informantes y 
buscando recorrer caminos imperceptibles para asegurar la calidad de la información. 
 ¿Qué hacer con el carácter incompleto de las narrativas? Cabe al investigador el esfuerzo de 
articular las informaciones, como en un rompecabezas, ubicándolas en el contexto histórico, 
relacional, social y siempre buscando, como en todas las modalidades de investigación cualitativa, 
la lógica interna del grupo en cuestión. El trabajo reflexivo e inquisidor, aparentemente espontáneo, 
que las grandes biografías o historias de grupos parecen esconder, es lo que da a la estrategia de 
la historia de vida el valor etnológico y etnográfico que tanto se admira. Es preciso tener en mente, 
como ya expliqué, que la persona no cuenta su vida, sino que se refleja sobre ella mientras la 
narra, buscando un hilo conductor que le de sentido, a partir del presente y proyectándose en el 
 100 
futuro. Por lo tanto, el investigador nunca encontrará la verdad, sino la versión situada de los 
participantes en los episodios narrativos. Igualmente, su biografía, en algún momento, deberá ser 
ubicada en el contexto etnográfico. 
 ¿En qué momento el investigador procederá al análisis? En las modalidades de historia de vida 
por entrevistas, el análisis se hace durante toda la realización del trabajo de campo y como una 
etapa específica posterior. En el primero caso, el investigador sólo debe parar cuando consiga 
“construir una representación de su objeto socio-antropológico” (Bertaux, 1980, p.210) que pasará 
luego por una construcción de segundo orden, compuesta por la mirada comprensiva e 
interpretativa del investigador, donde su objeto de estudio será situado, analizado, contextualizado 
y teorizado (Schutz, 1982). 
Las concepciones teóricas que validan la historia de vida son de la misma naturaleza de 
los que fundamentan la entrevista y la observación participante. Todas esas estrategias 
exigen una conciencia reflexiva que abarca a investigadores e interlocutores en la 
construcción de un pre-texto inserto en un contexto social más amplio y más complejo. 
 
 
Investigación participante e investigación-acción 
 
 Tales abordajes tienen su origen en la década del ‘60, influenciados por el pensamiento 
crítico sobre la realidad social en Brasil y en América Latina. Uno de sus inspiradores fue Paulo 
Freire (1966;1976;1981;1985;1992;1996b), cuyas obras son mundialmente conocidas y 
respetadas. 
 Buscando siempre combinar investigación, participación y política (Gajardo, 1984), 
ambos abordajes parten de algunos principios: (a) la idea de un sujeto popular: (b) la idea de un 
proyecto político encabezado por un frente popular; (c) privilegiar el espacio local como locus 
político y (d) el papel del investigador como actor político transformador. El supuesto de tales 
propuestas es que (1) la inclusión social sólo se alcanza si los sectores económica y socialmente 
excluidos incorporaran la conciencia de sus intereses, prácticas de organización y real significación 
social y política y que, (b) la investigación social puede ser un potente vehiculador de esos cambios 
(Gajardo, 1986; Barbier, 1985). 
 De este modo, investigación-acción e investigación participativa se orientaron desde su 
inicio a la solución de problemas concretos como un intento de promover el incremento de la 
participación de los campesinos y grupos sociales más relegados de la sociedad dentro de los 
procesos sociales y su integración en el debate político. 
 Aunque se generaron dentro del mismo contexto histórico y bajo los mismos objetivos 
sociales, existen diferencias teóricas y prácticas entre investigación-acción e investigación 
participante. La primera consiste en un tipo de investigación estrechamente concebida y realizada 
junto a intervenciones sociales orientadas a la resolución de un problema colectivo, en el cual se 
involucran los investigadores y los participantes. Estos últimos deben ser representativos del 
proceso que buscan transformar (Thiollent, 1987). 
 101 
 La investigación participante incluye a personas legas, representativas de las 
situaciones a ser transformadas, de forma orgánica a la producción del conocimiento sobre tales 
situaciones, sin necesariamente estar vinculadas a una acción directa. En ambas modalidades, la 
población-objeto es llevada a identificar el problema, a recolectar los datos sobre él, a realizar 
análisis críticos y a buscar soluciones adecuadas para las cuestiones pautadas. El investigador 
debe trabajar de forma tal que la propia selección del problema de investigación brote de la 
discusión entre especialistas y la población. 
 Ambas modalidades de investigación están vinculadas a un tipo de visión emancipatoria, 
y sus propuestas y métodos fueron aplicados en varios países de América Latina, especialmente 
en proyectos de educación popular en las décadas del ‘70 y ‘80 (Brandão, 1985). 
 Considerados semejantes, los diseños de investigación-acción y de investigación 
participante, desde un punto de vista metodológico suponen que: (a) los grupos con saberes 
diferenciados se interrelacionen; (b) sea formulado un marco teórico referente al problema para el 
cual se busca solución: (c) las personas interesadas en el proyecto participen en todas las etapas 
de desdoblamiento del proyecto; (d) todas las discusiones sobre los datos sean socializadas y (e) 
se construyan planes de acción, en conjunto, permitiendo enfrentar y resolver, con metas a corto, 
medio y largo plazo los problemas diagnosticados. 
 Las modalidades de investigación-acción y de investigación participativa (Demo, 1999), 
bajo el sentido político que les dio origen, comenzaron a disminuir a partir de los años ‘80, cuando 
las dictaduras latinoamericanas fueron cayendo y los espacios democráticos de discusión pasaron 
a sustituir tales estrategias de investigación.Del mismo modo, el análisis de las investigaciones 
realizadas generó muchas críticas epistemológicas, sobre todo en cuanto a su status de 
cientificidad. Desde el punto de vista académico los experimentos frecuentemente demostraron 
gran fragilidad teórica o simplemente, no tuvieron la participación de las personas comunes que 
vivenciaban los problemas estudiados, en todas las etapas de su realización. Desde el punto de 
vista de los actores legos, su compromiso se tornó cada vez más difícil, a no ser de forma 
remunerada y no como una militancia política comprometida con la investigación. 
 Hoy, sin embargo, los términos investigación participativa e investigación-acción 
continúan presentes, principalmente en dos contextos: el del área de educación y de gestión, sobre 
todo en el campo de la evaluación institucional (Waiselfsz, 1998), sumándose a los procesos de 
auto-evaluación y de evaluación interna. Estos abordajes pasaron a ser utilizados como 
instrumentos de construcción de consensos dentro de las organizaciones, a partir de diagnósticos 
y formulación de propuestas de los educadores y empleados. En este sentido, ellas continúan 
cumpliendo una función estratégica. 
 
Estudio de Caso 
 
 102 
 Goode & Hatt definen así el Estudio de caso: “Es un medio de organizar datos sociales, 
preservando el carácter unitario del objeto social estudiado” (1979, p.422). Bonoma (1985) enfatiza 
el carácter de intensidad sobre el objeto en este tipo de abordaje. Según Yin (1989), se debe dar 
preferencia a los estudios de caso cuando es posible hacer observación directa sobre los 
fenómenos. Los estudios de caso utilizan las estrategias de investigación cualitativa para mapear, 
describir y analizar el contexto, las relaciones y las percepciones con relación a la situación, 
fenómeno o episodio en cuestión. Y es útil para generar conocimiento sobre características 
significativas de eventos vivenciados, tales como intervenciones y procesos de cambio. Se 
asemeja a la focalización sobre un experimento que se busca comprender a través de entrevistas, 
observaciones, uso de banco de datos y documentos. 
 Metodológicamente, los estudios de caso evidencian vínculos causales entre 
intervenciones y situaciones de la vida real; el contexto donde una acción o intervención ocurrió u 
ocurre; el rumbo de un proceso en curso y las maneras de interpretarlo; el sentido y la relevancia 
de algunas situaciones clave en los resultados de una intervención. Sus objetivos pueden ser 
resumidos en: (a) comprender los esquemas de referencia y las estructuras de relevancia 
relacionadas a un evento o fenómeno de un grupo específico; (b) permitir un examen detallado de 
los procesos organizacionales o relacionales; (c) aclarar los factores que interfieren en 
determinados procesos; (d) presentar modelos de análisis replicables en situaciones semejantes y 
hasta posibilitar comparaciones, cuando en el proyecto, en el transcurso del trabajo de campo y en 
el análisis, el investigador trabaja con tipificaciones. 
 Hoy, los estudios de caso son utilizados principalmente en el área de administración y de 
evaluación social teniendo aplicaciones bastante funcionales como (1) comprender el impacto de 
determinadas políticas en una realidad concreta; (2) describir un contexto en el cual será aplicada 
determinada intervención; (3) evaluar procesos y resultados de propuestas pedagógicas o 
administrativas y (4) explorar situaciones donde determinadas intervenciones no dieron los 
resultados previstos. 
 Los ítems principales del diseño de un estudio de caso son: 
 cuestión de estudio o definición del foco de investigación: este método es indicado para 
responder al “cómo” y al “porqué” determinado fenómeno se presenta; 
 determinación de la unidad de análisis y su descripción preliminar: si es un grupo, una 
organización, un sector; 
 justificación del estudio: explicación de la importancia y del sentido del estudio; 
 formulación y esclarecimiento de las proposiciones específicamente orientadas a los diferentes 
aspectos en estudio; 
 esclarecimiento de la lógica entre las diversas proposiciones; 
 establecimiento de criterios para la interpretación de los datos (referencial teórico y categorías). 
 Los teóricos del método de estudio de caso aconsejan a los investigadores que utilicen 
múltiples fuentes de información, construyan un banco de datos a lo largo de la investigación y 
 103 
creen una cadena de evidencias relevantes durante el trabajo de campo. Los instrumentos 
utilizados en este tipo de abordaje son datos secundarios que apunten a la contextualización del 
problema, documentos escritos y material primario recolectado en campo, a través de entrevistas, 
grupos focales y observación. Los atributos que se esperan de un investigador que trabaja con 
estudios de caso, son los mismos que son requeridos a quienes utilizan abordajes cualitativos: 
habilidad para hacer preguntas, oír y observar, ser flexible y al mismo tiempo firme en los 
parámetros propositivos de su investigación. 
 Los estudios de caso han recibido muchas críticas metodológicas, principalmente a su 
falta de rigor, a la existencia de muchos sesgos del investigador y a la poca probabilidad de 
generalización de los resultados, si la investigación no fuera correctamente preparada y conducida. 
Por esa razón, autores como Bonoma (1985) consideran más adecuados los estudios exploratorios 
y como Yin (1989), dicen que es el hermano más débil entre los abordajes de las ciencias sociales. 
No obstante, con un adecuado y fundamentado proyecto, con un buen entrenamiento en 
investigación de campo y permanente recorte de las proposiciones teóricas delineadas inicialmente 
y los hallazgos empíricos, es posible hacer un buen uso de la propuesta de Estudios de Caso. 
 
 
Hermenéutica-dialéctica 
 
 Esta combinación entre hermenéutica y dialéctica fue inicialmente descrita por 
Habermas (1987), entendiendo que, desde el punto de vista del pensamiento, sintetiza los 
procesos comprensivos y críticos. 
 Hermenéutica, según Gadamer (1999), es la búsqueda de comprensión del sentido que 
se da en la comunicación entre seres humanos, siendo el lenguaje su núcleo central. Así como 
todas las otras formas de abordaje aquí citadas, la hermenéutica trabaja con la comunicación de la 
vida cotidiana y del sentido común, dentro de los siguientes supuestos: el ser humano como ser 
histórico y finito se complementa por medio de la comunicación; su lenguaje también es limitado, 
ocupando un punto en el tiempo y en el espacio; por eso, es preciso comprender también su 
contexto y su cultura. 
 La hermenéutica se fundamenta en dos importantes principios: (a) la experiencia cultural 
trae los resultados de los consensos que se convierten en estructuras, vivencias, significados 
compartidos y símbolos. El mundo de la cotidianeidad es el horizonte y el parámetro del proceso 
de entendimiento (Gadamer, 1999); (b) por otro lado, en la vida social no todo es transparente e 
inteligible, y el lenguaje tampoco es una estructura completa de la vida social. Por eso es 
importante apoyarse en el análisis del contexto y de la praxis (Habermas, 1987). 
 Desde el punto de vista metodológico, el abordaje hermenéutico se encuadra dentro de 
los siguientes parámetros: (a) busca aclarar el contexto de los diferentes actores y de las 
propuestas que producen; (b) cree que existe un tenor de racionalidad y de responsabilidad en las 
 104 
diferentes lenguajes que sirven como vehículo de comunicación; (c) coloca los hechos, los relatos 
y las observaciones en el contexto de los actores; (d) asume su papel para juzgar y tomar 
posición sobre lo que escucha, observa y comparte; y (e) produceun relato de los hechos donde 
los diferentes actores se sientan contemplados. 
 La dialéctica es la ciencia y el arte del diálogo, de la pregunta y de la controversia. A 
diferencia de la hermenéutica, busca en los hechos, en el lenguaje, en los símbolos y en la cultura, 
los núcleos obscuros y contradictorios para realizar una crítica informada sobre ellos. Al hablar de 
la articulación promisoria entre dialéctica y hermenéutica, Habermas dice que: la misma razón que 
comprende, esclarece y reúne, también contesta, disocia y critica (1987, p.20), pues hay tanta 
intransparencia en la lenguaje como en la vida real, donde poder y relaciones de producción 
oponen contradictoriamente personas, grupos y clases. El autor señala que el propio lenguaje es 
un instrumento de dominación, necesitando ser desmistificado y tornarse objeto de reflexión: tanto 
el que es comunicado por los informantes como el que es utilizado por los investigadores. 
 Desde un punto de vista metodológico, el abordaje dialéctico necesita crear instrumentos 
de crítica y de aprehensión de las contradicciones en el lenguaje; comprender el análisis de los 
significados a partir del terreno de las prácticas sociales; valorizar los procesos y las dinámicas de 
creación de consensos y contradicciones, al interior de los cuales, se ubican la propia oposición 
entre el investigador y sus interlocutores y, resaltar el condicionamiento histórico del habla, de las 
relaciones y acciones (Minayo, 2002). 
 En su articulación, la hermenéutica-dialéctica constituye un importante camino del 
pensamiento para fundamentar investigaciones cualitativas, incluso cubriendo la casi ausencia de 
investigaciones de fundamentación marxista que toman en cuenta la subjetividad. Esa combinación 
de estrategias no crea ninguna técnica específica, pues lo que Habermas (1987) desea valorizar 
son los elementos teóricos que puedan dar parámetros a los investigadores. Desde el punto de 
vista de la operacionalización, este autor, valoriza al mismo tiempo la fenomenología, el 
interaccionismo simbólico y la etnometodología como caminos importantes para el trabajo de 
campo de cuño comprensivo (Habermas, 1987), pero diferencia la hermenéutica-dialéctica en 
relación a esas teorías y abordajes, consideradas por él como descontextualizadas y 
extremadamente presas a la producción del lenguaje en sí. 
 De allí que la propuesta de Habermas pasa por la construcción de un movimiento 
interactivo entre la hermenéutica y la dialéctica, valorizando las complementariedades y 
oposiciones entre las dos: (a) ambas traen en su núcleo la idea fecunda de los condicionamientos 
históricos del lenguaje, de las relaciones y de las prácticas; (b) ambas parten del supuesto de que 
no existe un observador imparcial; (c) ambas cuestionan el tecnicismo en favor del proceso 
intersubjetivo de comprensión y de crítica; (d) ambas superan la tarea de ser simples herramientas 
para el pensamiento y (e) ambas están referidas a la praxis estructurada por la tradición, por el 
lenguaje, por el poder y por el trabajo. Sin embargo, mientras la hermenéutica enfatiza el 
significado de lo consensual, de la mediación, del acuerdo y de la unidad de sentido, la dialéctica 
 105 
se orienta hacia la diferencia, el contraste, el disenso, la ruptura de sentido y, por lo tanto, hacia la 
crítica (Minayo, 2002). 
Para dar un cierre a la discusión sobre corrientes de pensamiento y los diferentes tipos de 
abordaje comprensivo, repito que mi postura en este trabajo es de observar la ciencia con sus 
paradigmas, sus teorías, métodos y técnicas como construcciones sociales, con todas las osadías, 
resistencias, tentativas y errores propios de las instituciones humanas. Por considerar que no 
existe la ciencia en general, entiendo que existen prácticas científicas diferenciadas, desarrolladas 
de manera desigual y que todas tienen como sustrato, movimientos que involucran sociedades y 
visiones sociales del mundo diversas. 
 Intento, por lo tanto, una aproximación a los marcos referenciales que dentro de las 
Ciencias Sociales o fuera de ellas, vienen influenciando con mayor vigor a las producciones 
teóricas y a las prácticas en el campo de la salud. El pensamiento sistémico complejo fue 
planteado aquí, aún como un desafío. Sería redundante decir que la forma esquemática en que 
fueron abordadas las diversas posibilidades de aprehender la realidad, se debe al objetivo de este 
libro. Cualquier estudioso podrá encontrar en la bibliografía final, un vasto material de consulta 
capaz de guiarlo en busca de profundización. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 106 
Parte III 
Construcción del Proyecto de Investigación: fase exploratoria 
 
 
 La Fase Exploratoria de una Investigación es tan importante que en sí puede ser 
considerada una Investigación Exploratoria. Comprende la etapa de construcción del proyecto 
hasta los procedimientos y tests para la entrada en campo. Contiene la elección del tópico de 
investigación, la delimitación del problema, la definición del objeto y de los objetivos, la 
construcción de hipótesis o supuestos y del marco teórico conceptual, la elaboración de los 
instrumentos de colecta de datos y de la exploración del campo. 
 Presento, inicialmente las referencias filosóficas dentro de las cuales se procesa el camino 
de elaboración científica. La primera de ellas es el carácter aproximado del conocimiento que se 
construye a partir de otros conocimientos sobre los cuales se ejercita la aprehensión, la 
comprensión, la crítica y la duda, aunque eso no se dé de forma lineal y definitiva. Limoeiro 
Cardoso (1977) esclarece muy bien ese movimiento de investigación, usando la imagen de un haz 
de luz: 
“El conocimiento se hace a costa de muchos intentos y de la incidencia de muchos haces de 
luz, multiplicando los puntos de vista diferentes. La incidencia de un único haz de luz no es 
suficiente para iluminar un objeto. El resultado de esa experiencia sólo puede ser incompleto 
e imperfecto, dependiendo de la perspectiva en que la luz es irradiada y de su intensidad. La 
incidencia, a partir de otros puntos de vista y de otras intensidades luminosas, va dando 
formas más definidas al objeto, va construyendo un objeto que le es propio. La utilización de 
otras fuentes luminosas podrá formar un objeto integralmente diverso, o señalar 
dimensiones enteramente nuevas al objeto” (Limoeiro Cardoso, 1977, p.27). 
 
 
 El carácter aproximado del saber intelectual es un tema relevante de la epistemología, 
uniendo la visión de los más diversos autores, como Lenin (1965), para quien al reflejar la realidad, 
el conocimiento ofrece siempre una imagen más grosera que la real, tanto en el plano del 
pensamiento como de los sentimientos (Lenin, 1965). O de Bachelard (1978) que dedica una obra 
entera a lo que denomina “La connaissance approchée”. A su vez, las modernas teorías de la 
complejidad ponen énfasis en la intersubjetividad presente en la construcción de todas las 
modalidades del proceso de conocimiento (Maturana, 1987; 1997). 
 La segunda referencia se relaciona al carácter de inaccesibilidad y de incontrolabilidad del 
objeto. La inalcanzabilidad del objeto se basa en que las ideas que se hacen sobre los hechos 
están siempre mediadas por el sujeto (su historia, formación, ideas) y por lo tanto son imprecisas, 
parciales y más imperfectas que la totalidad en observación. El proceso de investigación es, en 
consecuencia, un movimiento de definición y redefinición del objeto durante todas sus etapas. Por 
un lado, porque su conocimiento es fruto de un ejercicio de cooperación donde los investigadores 
trabajan sobre los descubrimientos, unos de otros, aceptándolos como plataformas para 
 107 
transformacionesposteriores o criticándolos y formulando nuevas preguntas; por otro lado, porque 
cada teoría construye el objeto según sus supuestos. En este sentido, el objeto es siempre una 
“representación” bajo determinado punto de vista, donde el investigador, a su modo, busca 
reproducir lo real. 
 La tercera referencia se refiere a la vinculación entre pensamiento y acción. O sea, nada 
puede ser intelectualmente un problema, si no ha sido, en primera instancia, un problema de la 
vida práctica, al menos en el caso de las Ciencias Sociales. Esto quiere decir que la elección de un 
tema no surge espontáneamente, de la misma forma que el conocimiento no es espontáneo. Surge 
de intereses y circunstancias socialmente condicionados, fruto de determinada inserción en lo real, 
encontrando allí sus razones y sus objetivos. Ese es un punto de vista que reúne tanto al 
racionalismo abierto de Bachelard (1978) como a la dialéctica marxista de Lukács (1974) las 
teorías críticas de la Escuela de Frankfurt (Habermas, 1980, 1987) y el perspectivismo de 
Mannheim (1968; 1974;
 
1974a). 
 El cuarto parámetro enfatiza el carácter originariamente interesado del conocimiento, al 
mismo tiempo que resalta su relativa autonomía. La mirada sobre el objeto está condicionada 
históricamente por la posición social del cientista y por las corrientes de pensamiento en conflicto 
en la sociedad (Lowy, 1985, p.15). No obstante, existe una “autonomía relativa” de las ciencias 
sociales que se manifiesta en una cierta continuidad, evolución y crítica al interior de la propia 
ciencia, formando parte de la lógica interna de la investigación científica como práctica teoría 
general y disciplinaria, apuntando al descubrimiento de la verdad (Lowy, 1985). Mannheim (1968, 
1974) habla de esa cuestión en sus reflexiones epistemológicas, reafirmando la estrecha relación 
entre intereses específicos de clase y de status, teorías, métodos y preocupaciones sociológicas. 
Sin embargo, señala que es necesario admitir que, luego de que en un área científica se ha 
descubierto y divulgado algún hecho histórico o sociológico, todos los grupos, sean cual fueren sus 
intereses, no sólo acaban por tomar en consideración los descubrimientos publicados sino que de 
alguna forma los incorporan a su sistema de interpretación del mundo. En ese sentido, las diversas 
corrientes intelectuales no se desarrollan aisladamente y, aunque frecuentemente compitan entre 
sí, se afectan mutuamente y se enriquecen (Mannheim, 1974). 
 Dentro de los principios descritos, paso a discutir los elementos que componen la fase 
exploratoria de una investigación y todas sus etapas subsiguientes. (1) Analizo algunos conceptos 
fundamentales usados en la práctica de las Ciencias Sociales para la construcción del marco 
teórico de la investigación. (2) A continuación, demuestro que la construcción del objeto es una 
labor teórica que requiere esfuerzo práctico de construcción de información, crítica y experiencia. 
(3) Propongo, finalmente, una discusión sobre el instrumento de abordaje de los datos empíricos y 
de entrada exploratoria en el campo de la investigación. Resalto una discusión sobre el tema de la 
Muestreo Cualitativo que suele ser uno de los puntos de mayor impasse para el investigador que 
trabaja en investigación de cuño comprensivo. 
 
 108 
Capítulo VI 
Conceptos para operacionalización de la investigación 
 
 Buscaré aquí definir algunos términos utilizados y que son necesarios para todo el 
desarrollo de cualquier investigación: teoría, concepto, noción, categoría, hipótesis y supuestos. 
 
Teoría 
Denomino teoría a un conjunto coherente de proposiciones que interrelaciona principios, 
definiciones, tesis e hipótesis y sirve para organizar lógicamente la interpretación de la realidad 
empírica. Toda teoría es un discurso científico que se constituye como un modelo a través del cual 
su formulador analiza un fenómeno o un proceso. Una teoría reúne supuestos y axiomas (una 
afirmación cuya verdad es evidente y universalmente aceptada en determinada disciplina) y 
proposiciones lógicamente interrelacionadas y empíricamente verificables. Las proposiciones de 
una teoría son consideradas leyes o tesis si ya fueron suficientemente comprobadas, y las 
hipótesis, constituyen aún un problema de investigación. En realidad, tanto las leyes como las 
hipótesis deben estar siempre sujetas a la problematización y reformulación pues, como señala 
Bachelard (1978), nada impide tanto el avance científico como las verdades establecidas y las 
certezas absolutas. La esencia de una teoría consiste en su potencialidad de explicar una amplia 
gama de fenómenos a través de un esquema conceptual al mismo tiempo abarcativo y sintético. 
 Todas las teorías son construidas históricamente y expresan intereses porque representan 
lo real a partir de determinadas elecciones (Habermas, 1980). Por tal razón, son formas de 
conocimiento y de ocultamiento de la verdad, en la medida en que proyectan luz sobre 
determinados aspectos de la realidad y sombrean otros, evidenciando limitaciones lógicas y 
sociológicas (Lukács, 1967; Lowy, 1985). 
La relación dinámica entre teoría y empiria se expresa en el hecho de que la realidad 
informa a la teoría, que a su vez la antecede, le permite percibirla, formularla, dar cuenta de ella, 
diferenciándola, en un proceso de distanciamiento, aproximación y reorganización. La teoría 
domina la construcción del conocimiento a través de conceptos generales considerados 
verdaderos. Su profundización, de forma crítica, permite develar dimensiones no evidentes de la 
realidad, pero el acceso a una teoría sólo ayuda cuando el investigador hace preguntas pertinentes 
e inteligentes sobre la realidad que investiga. 
 
Conceptos 
Toda construcción teórica es un sistema cuyas vigas maestras están representadas por 
conceptos. Los conceptos son unidades de significación que definen la forma y el contenido de una 
teoría. Pueden ser considerados como operaciones mentales que reflejan puntos de vista 
verdaderos y construidos en una relación dinámica con la realidad (siempre dentro de un marco 
 109 
teórico determinado). Los conceptos pueden ser considerados un camino de ordenamiento teórico 
de los hechos y relaciones y procesos sociales, debiendo ser, en la confrontación con el campo 
empírico, permanentemente recreados y reconstruidos. 
Todo concepto es construido históricamente y para entender su alcance o para 
reformularlos, en las ciencias sociales, se recomienda que sean analizados en su origen y 
recorrido, de forma crítica. La propia jerarquización de los conceptos, en una teoría determinada, 
revela a qué aspectos de la realidad el teórico da mayor atención. Por lo tanto, en la formulación de 
una investigación, no es suficiente comprenderlos como operaciones lógicas y si están 
correctamente concatenados. Es necesario, más allá de eso, entender el sentido histórico y 
sociológico de su definición y de las combinaciones que producen. 
 
Nociones 
Forma parte de la jerga de la investigación el término noción, que ocupa un lugar inferior al 
término concepto, para definir una idea, un fenómeno, un proceso menos elaborado. 
Etimológicamente la palabra concepto viene de concepción, o sea, está vinculada a la subjetividad 
refiriéndose a algo humanamente construido para explicar fenómenos y procesos. No obstante, 
como ya fue dicho, el término “concepto” remite a una sofisticada elaboración histórica y teórica, 
por eso se refiere a los pilares del discurso científico. Por el contrario, las nociones se vinculan a 
los elementos de una teoría que aún no posee la claridad suficiente para alcanzar el status de 
concepto y son usados como “imágenes” para explicaciones aproximadasde lo real. Sin embargo, 
las nociones también representan el esfuerzo del pensamiento para describir determinadas 
experiencias y, por eso, ocupan un lugar de importancia en el proceso de investigación, dado que 
todo saber está basado en pre-conocimiento, todo hecho y todo dato ya son interpretaciones: “Si 
no queremos que las categorías analíticas que adoptamos continúen siendo extrañas al objeto”, 
dice Demo, “debemos aceptar la existencia de nociones previas” (Demo, 1981, p.18). 
 
Categorías 
Las categorías son conceptos clasificatorios. Se constituyen como términos cargados de 
significación, a través de los cuales la realidad es pensada de forma jerarquizada. Todo ser 
humano clasifica la sociedad y los fenómenos que vivencia. El cientista lo hace de forma 
diferenciada: crea sistemas de categorías buscando encontrar una unidad en la diversidad y 
producir explicaciones y generalizaciones. Dentro de la visión positiva, las categorías son 
consideradas “rúbricas o clases que reúnen un grupo de elementos bajo un título genérico, 
agrupamiento efectuado en razón de los caracteres comunes de esos elementos” (Bardin, 1979, 
p.117). 
En la Introducción a la Crítica de la Economía Política, Marx (1973), hace uso en diversos 
momentos del término categoría para señalar conceptos relevantes y cargados de sentido que 
 110 
permiten expresar los aspectos fundamentales de las relaciones de los seres humanos entre sí y 
con la naturaleza. Dentro del pensamiento dialéctico, del mismo modo que los conceptos y las 
nociones, las categorías no son entidades, son construcciones históricas que atraviesan el 
desarrollo del conocimiento y de la práctica social. Por ejemplo, trabajo, clase social, familia, 
conciencia de clase, salud, enfermedad, edad, entre otras, son categorías que expresan la unidad 
de las relaciones entre la dinámica de la historia y el pensamiento lógico. 
 A los fines de la investigación social, utilizo aquí una clasificación del concepto de 
categoría separando Categorías Analíticas, Categorías Operacionales y Categorías Empíricas. 
Considero categorías analíticas aquellas que retienen, históricamente, las relaciones sociales 
fundamentales, sirviendo como guías teóricas y referencias para el conocimiento de un objeto en 
sus aspectos generales. Ellas permiten varios grados de generalización y de aproximación. Por 
ejemplo, hoy un investigador social no puede prescindir en sus estudios de las categorías de 
elevada abstracción y de alto poder explicativo como clase social, género, etnia, franja etária. Y 
otros términos como estado civil, religión, participación social y participación política. 
Por el contrario, las categorías operacionales son construidas con la finalidad de 
aproximación al objeto de investigación (en su fase empírica), debiendo ser apropiadas o 
construidas con la finalidad de permitir la observación y el trabajo de campo. Por eso, forman parte 
de la elaboración específica de cada proyecto de investigación y deben ser claras, bien definidas y, 
como el propio nombre indica, operativas. 
Cuando son construidas a posteriori, a partir de la comprensión del punto de vista de los 
actores sociales, posibilitando desvendar relaciones específicas del grupo en cuestión, son 
llamadas Categorías empíricas. Las categorías empíricas son clasificaciones que contienen una 
doble elaboración: son, ante todo, expresiones clasificatorias que los actores sociales de 
determinada realidad construyen y les permiten dar sentido a sus vidas, sus relaciones y sus 
aspiraciones. Por lo tanto emanan de la realidad. Por otro lado, son elaboraciones del investigador, 
es su sensibilidad y agudeza, lo que le permite comprenderlas y valorizarlas, en la medida en que 
va develando la lógica interna del grupo (objeto) investigado y descubre esas expresiones, las 
explora y sobre ellas crea construcciones de segundo orden. Generalmente, cuando un 
investigador consigue aprehender y comprender las categorías empíricas de clasificación de la 
realidad del grupo investigado, percibe que están colmadas de sentido y de claves para la 
comprensión teórica de la realidad en su especificidad histórica y en su diferenciación interna. 
 
Hipótesis 
 
Defino las hipótesis como afirmaciones provisorias relacionadas a un determinado 
fenómeno en estudio. Son proposiciones a ser testeadas empíricamente y luego confirmadas o 
rechazadas. Una hipótesis científica deriva de un sistema teórico y de los resultados de estudios 
anteriores y por lo tanto forma parte o son deducidas de las teorías. Pero también pueden surgir de 
 111 
la observación y de la experiencia, en el interjuego siempre inacabado que relaciona teoría y 
práctica. 
 Goode & Hatt (1979) proponen algunas condiciones para la formulación de hipótesis en las 
ciencias sociales: (a) que sean conceptualmente claras, simples y con poder explicativo, llegando a 
definir su operacionalidad; (b) que tengan referencias empíricas, o sea, que estén relacionadas con 
los fenómenos concretos que se pretende estudiar; (c) que estén relacionadas con las técnicas 
disponibles, o sea, que posibiliten la aprehensión empírica de los aspectos que se quiere 
investigar. 
 De la misma forma que los términos problematizados anteriormente, las hipótesis tienen su 
historia, forman parte del marco de preocupaciones teóricas y prácticas del investigador cuando se 
pregunta sobre los aspectos de la realidad que pretende investigar. 
 El término hipótesis entró en la historia de la ciencia de la mano de las ciencias naturales y 
posee una connotación positivista, en la medida en que proviene de la creencia de que existe un 
conocimiento objetivo y que esa objetividad se concretiza en pruebas estadístico-matemáticas. 
Todas las corrientes de pensamiento de las ciencias sociales adoptaron el término y su sentido 
dentro de sus elaboraciones conceptuales, pero cada una de ellas lo reinterpreta de acuerdo a su 
discurso teórico. A efectos de este trabajo, abordaré el significado dado al término por las 
corrientes comprensivistas. 
En el abordaje cualitativo, el término hipótesis es utilizado, sobre todo, cuando se trata de 
profundización de estudios ya realizados o de cooperación con el análisis cuantitativo. Se suele 
utilizar también, el término supuestos cuando el investigador que usa el abordaje comprensivo se 
refiere a la elaboración de parámetros básicos que permiten encaminar la investigación empírica 
cualitativa. El término supuestos podría ser considerado como un concepto más blando, 
substituyendo al término hipótesis que posee connotaciones mucho más formales y, a veces, 
inadecuadas al objeto de estudio cualitativo. En verdad, las dos expresiones, supuestos e 
hipótesis, son utilizadas, dependiendo del nivel de avance del conocimiento con relación al tema de 
la investigación. Para los estudios exploratorios es mejor el término supuesto. En los que tratan de 
continuidad y avance de la investigación es adecuado usar hipótesis. 
 Resulta cada vez más importante, superar el debate inútil sobre la cientificidad de las 
ciencias sociales, exigiendo que, para que sean científicas y válidas, siempre presenten datos 
cuantificables. Los estudios cualitativos también posibilitan construir teorías, reformularlas, re-
focalizarlas o clarificarlas, como ya argumenté en diversas oportunidades. La naturaleza más 
abierta e interactiva de un trabajo cualitativo que incluya la observación participante, permite que el 
investigador combine el hábito de confirmar o deconstruir hipótesis con las ventajas de un abordaje 
no-estructurado. Planteándose interrogantes que van siendo discutidos durante el proceso de 
trabajo de campo, el investigador elimina cuestiones irrelevantes, da énfasis a determinadosaspectos que surgen empíricamente y reformula sus hipótesis o supuestos iniciales y provisorios. 
 112 
 Las observaciones sobre la cuestión de las hipótesis en el abordaje cualitativo remiten a un 
clásico de la antropología: Malinowski. De acuerdo con la orientación de este investigador seminal 
para la metodología antropológica, el investigador tiene que esmerarse en la construcción, 
ampliación, articulación y profundización de su marco teórico. Es ese referencial que le permitirá 
establecer preguntas fundamentales para la comprensión de la realidad empírica. No obstante, es 
fundamental que conserve la apertura y flexibilidad capaces de descubrir las particularidades de la 
realidad empírica más allá de la teoría (Malinowski, 1984). Ciertamente esas observaciones 
colocan al trabajo científico por encima de una postura técnica de comprobación o afirmación de 
hipótesis. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 113 
Capítulo VII 
Proyecto de investigación 
 
Generalmente, cuando el investigador se propone iniciar su actividad de investigación se sitúa en 
un marco de interrogantes teóricos y operacionales. 
 
Área de interés 
Generalmente cuando elije un tema, el investigador comienza por delimitar su área de 
interés que puede ser definida como un campo de prácticas y teorías donde se concentran las 
cuestiones que le incitan curiosidad científica. Por ejemplo, son áreas de interés en diferentes 
dimensiones de generalidad: Salud del Trabajador, Políticas Públicas, Salud y Cultura, Educación y 
Salud, Violencia y Salud, en un sentido bien amplio. En términos más restringidos lo son: Violencia 
contra la Mujer; Evaluación en Salud; Control Social en Salud; por ejemplo. Al interior de ese Área 
de Interés, que es el seno y el continente de un proyecto específico, se sitúa el Objeto o también 
llamado Problema de Investigación. 
 
Objeto de Investigación 
El Objeto o el Problema es una parte, un fragmento, un recorte de determinada totalidad 
que para ser estudiada en su significación, debe contener relaciones esenciales y expresar 
especificidad. Cuando se habla de delimitar un objeto, el investigador debe entender la expresión 
no como una disección de lo real, sino como la posibilidad de proyectar su mirada sobre 
determinado fenómeno que, aunque analizable en sus dimensiones, forma parte de un sistema o 
de una realidad mucho más abarcativa. 
 Desde un punto de vista práctico, el Objeto es generalmente planteado en forma de 
pregunta y se vincula a descubrimientos anteriores y a interrogantes provenientes de múltiples 
intereses (de orden personal, lógico o sociológico). La claridad y la precisión en esa elección deriva 
del esfuerzo por establecer relaciones entre marcos conceptuales amplios, abarcativas y, al mismo 
tiempo, específicos y volcados hacia el problema, articulándolos con la práctica. Lo real está 
siempre planteado como premisa, aunque operacionalmente se parta de lo abstrato hacia lo 
concreto. Operacionalmente, diría que la clara definición del objeto debe preceder siempre al 
esfuerzo discursivo, de forma tal que, en la primera línea de un proyecto, cualquier lector pueda 
identificarlo y comprenderlo. Sin duda alguna, el uso excesivo de palabras o de explicaciones 
esconde las dificultades del investigador en plantearse a sí mismo lo que pretende estudiar 
concretamente. Dialécticamente, sin embargo, todas las etapas de un proyecto constituyen una 
definición y redefinición del objeto que sólo será plenamente definido en todas sus determinaciones 
al final del proceso. Es a esa dinámica que Marx (1973) le atribuye la expresión “concreto pensado” 
(Marx, 1973, p.79). 
 114 
 
Revisión bibliográfica 
La primera tarea del investigador, una vez definido su objeto, es proceder a una amplia 
investigación bibliográfica, capaz de aclarar y permitir ordenar y comprender mejor la realidad 
empírica. La investigación bibliográfica puede tener varios niveles de profundización, pero debe 
abarcar, mínimamente, los estudios clásicos sobre el objeto en cuestión (o sobre los términos de 
su explicitación) y los estudios más actualizados sobre el asunto. El nivel de abarcabilidad de esa 
revisión debe quedar escrito en el diseño metodológico de la investigación. Esa labor inicial parte 
de algunas pre-condiciones: 
 (a) que la bibliografía sea lo suficientemente amplia como para delinear el marco dentro de 
la cual el objeto se sitúa: la búsqueda de diversos puntos de vista, de los diferentes ángulos del 
problema que permitan establecer definiciones, conexiones y mediaciones, demostrando el “estado 
del arte”
6
. Véase el ejemplo de un relevamiento sobre Concepciones de Salud-Enfermedad. La 
comprensión de ese tema implica que la investigación bibliográfica incluya: el perfil histórico y 
sociológico del segmento específico a ser estudiado y su inserción en las relaciones sociales de 
producción, sus condiciones de vida y de trabajo, consumo, acceso a bienes y servicios y en 
especial aquellos que se refieren a la salud; el concepto históricamente construido de salud en la 
sociedad en estudio, y las políticas del sector; el concepto de representación social que torna 
operacional la investigación y el análisis. 
 Ahora bien, el diseño de ese marco inicial exige el dominio previo de algunas categorías 
analíticas fundamentales en diferentes niveles de abstracción como el Modo de Producción; 
Formación Social; Ciudadanía; Clases; Género; Etnias; Conciencia Social; Condiciones, 
Situaciones y Estilo de vida, por nombrar algunas. No obstante, esas categorías no necesitan estar 
presentes en el discurso teórico que organiza el proyecto de investigación. Deben constar allí las 
definiciones necesarias para permitan hacer surgir desde el “caos inicial” al objeto específico con 
sus contornos generales. Un consejo muy importante es conceptualizar cada término utilizado, en 
la frase que define al objeto o constituye el título del proyecto. Por ejemplo: Objeto de estudio: 
Relación entre dolor crónico y violencia conyugal en mujeres que frecuentan una clínica de dolor. 
Cada uno de los términos: “dolor crónico”, “violencia conyugal”; “violencia contra la mujer”; “clínica 
de dolor” deben salir de las ideas de sentido común que se tiene sobre ellos y pasar a ser 
teóricamente tratados. 
 (b) El segundo aspecto a ser observado con relación a la bibliografía se vincula a su 
apropiación. Es necesario abordar el texto, primero en un ejercicio comprensivo, buscando 
 
6 Actualmente, las facilidades de acceso a Internet y a bases de datos, algunas permiten incluso copias completas de 
artículos científicos, retiran cualquier disculpa de empirismo por parte de los investigadores. Ese empirismo, que infelizmente 
existe, lleva al investigador a “inventar la rueda” cuando tantos otros antes que él ya se sumergieron en el tema en 
cuestión. Es obvio que un investigador no encontrará en las bases de datos su “objeto”, pues, si así fuese, no justificaría 
estudiarlo. Lo que se espera del investigador es algún grado de originalidad, desde el punto de vista empírico o comparativo, 
o cuestionando verdades establecidas. 
 115 
entender el punto de vida del autor para, a continuación, realizar, sobre él, un abordaje crítico. En 
la investigación bibliográfica se deben destacar las tesis, las categorías centrales, los conceptos y 
las nociones y cómo todo eso se concatena en el discurso del autor. Es necesario también, 
destacar los supuestos teóricos y las razones prácticas que subyacen a los trabajos consultados. 
Es importante que el investigador no se olvide que toda teoría es un discursoestructurado en 
proposiciones basadas en tesis, hipótesis, conceptos, categorías y nociones. El ejercicio 
hermenéutico y crítico para la comprensión del pensamiento de los distintos autores consultados 
es fundamental para el esclarecimiento de la posición a ser adoptada por el investigador que se 
prepara para realizar el abordaje empírico. Sin embargo, luego del estudio de los múltiples textos, 
el investigador debe construir su propio marco teórico. El marco teórico de una investigación no se 
sustenta en un discurso compuesto por el desfile de los autores consultados. Al contrario, debe 
constituirse en la construcción de una síntesis en la cual el investigador expresa sus propias ideas, 
supuestos e hipótesis. 
(c) El tercer punto relativo al material de consulta tiene un carácter operacional, también 
necesario en el proceso de objetivación. Se trata de la realización del fichero, operación a través 
de la cual, todas las lecturas van siendo cuidadosamente clasificadas y ordenadas. 
 Fichero bibliográfico: cada libro, artículo, capítulo de libro, documento, recorte de periódico, o 
sea, todo el material investigado va recibiendo una ficha propia (dentro de las reglas de las 
fichas bibliográficas), en orden alfabético por nombre del autor o por asunto, según la opción 
del investigador; 
 Fichero por asunto: los temas leídos son resumidos y reciben anotaciones críticas creativas del 
lector. Es importante en este tipo de operación, que el investigador destaque los principales 
conceptos, categorías, tesis e hipótesis utilizados por el autor en su trabajo; 
 Fichero por temas: reúne anotaciones y resúmenes relacionados con las cuestiones 
específicamente pertinentes a la delimitación del objeto de estudio; 
Fichero de citas: algunas veces existe alguna frase muy fuerte del autor analizado y, por eso, vale 
la pena transcribirla, tomándose el debido cuidado de indicar las páginas, fecha de publicación y 
contexto de la cita. Esa modalidad de organización puede ser incluida en la clasificación por temas 
o por asuntos. 
 
Organización del proyecto de investigación 
En la construcción de su propio camino, pasando por las ideas iniciales que lo indujeron a la 
elección bibliográfica, la lectura de los textos y los interrogantes referentes a la realidad empírica 
(que aparece siempre como premisa), el investigador precisa organizar su discurso teórico que 
puede presentarse de la siguiente forma: 
 Definición del Objeto: debe estar ubicada en la primera línea del documento, dejando en 
claro, para sí y para los lectores, su propuesta o su pregunta investigativa al momento de abrir 
su proyecto. Si bien es verdad que el investigador estará definiendo y redefiniendo su tema 
 116 
hasta el final de una investigación, dándole claridad y precisión, la presentación inicial de la 
propuesta es crucial para orientarse él mismo, para la construcción de la crítica interpares y 
para la evaluación de los que financian el proyecto. 
 Justificación: se ubica a continuación, debiendo contener la descripción y, de ser posible, 
hasta la historia de los motivos vivenciales y teóricos que impulsaron a la elección de la 
cuestión u objeto de investigación. 
 Objetivos: En cada proyecto, el investigador precisa dejar en claro, para sí mismo y para los 
lectores y financiadores, el objetivo general que pretende alcanzar con su investigación, lo que, 
ciertamente, debe estar en consonancia con la definición del objeto. Desdoblando el objetivo 
principal, deben constar los objetivos específicos, que pueden ser entendidos como los 
desdoblamientos o etapas que el investigador pretende realizar. Los objetivos específicos 
deben ser combinados con las hipótesis y supuestos ya delineados por el investigador. 
 Metas: Las metas, ítem cada vez más exigido en las convocatorias de investigación del área 
de la salud, consisten en productos cuantificables o cualitativos esperados como colaboración 
de relevancia social de los proyectos de investigación. Generalmente las metas de un proyecto 
de salud se refieren a la formación de personal, elaboración de material técnico e instruccional, 
participación en eventos, publicación de libros, artículos y organización de seminarios, entre 
otros. 
 Marco teórico-conceptual: establece el discurso argumentativo del investigador, presentando 
los principales conceptos, categorías y nociones con las cuales va a trabajar, produciendo un 
debate con los autores sobre los cuales realizó la revisión bibliográfica, mostrando el estado 
del conocimiento, provocando una crítica de lo que ya fue producido. Al final de la discusión 
conceptual, el investigador debe plantear sus hipótesis de trabajo y, en el caso de 
investigaciones etnográficas y exploratorias, los supuestos orientadores de su “camino del 
pensamiento”. 
 Marco metodológico: fundamenta teóricamente el “camino del pensamiento” seguido por el 
investigador, o sea, su elección metodológica, que debe corresponder a la necesidad de 
conocimiento del objeto. A partir de allí define, en el siguiente orden: el método o los métodos, 
las estrategias, las técnicas y los procedimientos que usará. La propuesta metodológica debe 
contemplar y detallar todas las etapas de operacionalización de la investigación. 
 Cronograma de la investigación: contiene la secuencia de acciones y la articulación de todos 
los pasos en el tiempo delimitado para la investigación, apuntando a dar coherencia al proceso 
como un todo y a asegurar su viabilidad. 
 Presupuesto – se constituye en la asignación de los costos a cada etapa u operación de la 
investigación. El ejercicio de valorar cada ítem es importante, sobre todo para la competencia 
del investigador en las convocatorias cada vez más frecuentes para conseguir el 
financiamiento de las investigaciones. 
 117 
 Referencias: Uno de los cambios actuales en el campo de la investigación es la utilización del 
término “referencias” y no “referencias bibliográficas”. Eso se debe al hecho de que ya se han 
consagrado en el área científica formas virtuales de acceso al conocimiento. El formato oficial 
de las referencias en Brasil es el de la ABNT. Sin embargo, existen diferentes modos de 
referenciar que necesitan ser conocidos por el investigador antes de enviar su proyecto, en el 
caso de participar en convocatorias. Para el área de la salud, en general se usan las llamadas 
Normas Vancouver que pueden ser encontradas en Internet y en todas las bases de datos 
donde existen periódicos del sector. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 118 
Capítulo VIII 
Construcción de los instrumentos y exploración de campo 
 
Instrumentos de investigación cualitativa 
Los instrumentos de trabajo de campo en la investigación cualitativa apuntan a mediar 
entre los marcos teórico-metodológicos y la realidad empírica. Ellos son: guía de entrevista, guía 
de observación participante y guía de discusión de grupos focales. 
Guía de entrevista - Por guía se entiende un listado de temas que desdoblan los 
indicadores cualitativos de una investigación. Este listado debe tener, como sustrato, un conjunto 
de conceptos que constituyen todas las fases del objeto de investigación y apuntar, en su forma de 
elaboración, a operacionalizar el abordaje empírico desde el punto de vista de los entrevistados. 
En el formato final de su elaboración, la guía debe presentar simplemente algunos tópicos que 
guíen una conversación con finalidad (Minayo, 2005) bajo las siguientes condiciones: (a) que cada 
cuestión que se releva, forme parte del delineamento del objeto y que todas se encaminena darle 
forma y contenido; (b) que permita ampliar y profundizar la comunicación y no cercenarla; (c) que 
contribuya al surgimiento de la visión, los juicios y las relevancias respecto de los hechos y de las 
relaciones que componen el objeto, desde el punto de vista de los interlocutores. 
Una guía difiere del instrumento cuestionario. Mientras este último presupone una hipótesis 
y cuestiones bastante cerradas cuyo punto de partida son las referencias del investigador, la guía 
tiene otras características. Apunta a comprender el punto de vista de los actores sociales previstos 
como sujetos/objeto de la investigación y contiene pocas preguntas. A veces, en un proceso de 
investigación puede surgir la necesidad de elaborar un cuestionario cerrado para captar aspectos 
considerados generales, relevantes a un problema de investigación, apuntando a facilitar la 
comprensión del objeto y a establecer relaciones y generalizaciones. En el abordaje cualitativo, no 
hay impedimentos, por el contrario, se estimula esa combinación de métodos. Sin embargo, 
ninguna guía sustituye o debe ser sustituida por cuestionarios, pues ambos corresponden a lógicas 
específicas y diferenciadas de aproximación al objeto. 
 La guía, por lo tanto, es siempre una guía, nunca un obstáculo, no debiendo prever todas 
las situaciones y condiciones del trabajo de campo. Es dentro de esa visión que debe ser 
elaborada y usada, facilitando el surgimiento de temas nuevos durante el trabajo de campo, 
provocados por su cuestionamiento. 
 Guía de entrevistas abiertas – aparentemente más simple de preparar, pues poco exige en 
cuanto al listado de temas por parte del investigador, el instrumento de la entrevista abierta es 
la descripción sucinta, breve y al mismo tiempo, abarcativa, por parte del entrevistador, del 
objeto de la investigación, orientando los rumbos del habla de su interlocutor. Este tipo de 
instrumento exige de una preparación del investigador suficiente, que le permita, durante la 
entrevista, plantear cuestiones que ayuden al entrevistado a abarcar niveles cada vez más 
profundos en su exposición. En ese caso, el instrumento es guardado en la memoria del 
 119 
investigador, testeando su capacidad de ver, concatenar hechos pero, sobre todo, de oír y de 
conducir al entrevistado para que explicite, de la forma más abarcativa y profunda posible su 
punto de vista. 
 Guía de entrevistas semi-estructuradas – Para esta modalidad de abordaje, la guía debe 
desdoblar los diversos indicadores considerados esenciales y suficientes, en tópicos que 
contemplen la abarcabilidad de las informaciones esperadas. Los tópicos deben funcionar tan 
sólo como apuntes, debiendo, en la medida de lo posible, ser memorizados por el investigador 
cuando está en campo. Sirviendo de orientación y guía para que fluya la interlocución, la guía 
debe ser construida de manera que permita cierta flexibilidad en la conversación y absorber 
nuevos temas y cuestiones aportadas por el interlocutor que sean de su estructura de 
relevancia. En su elaboración, la guía semi-estructurada debe tomar en consideración las 
siguientes cuestiones: 
 La forma de colocar un ítem en el listado debe inducir a una conversación sobre la 
experiencia. En una entrevista de cuño cualitativo, no se preguntan conceptos o ideas 
del tipo: ¿considera importante la educación en valores? O sino: ¿qué es el programa 
de agentes de salud? Para usted, ¿qué es salud o enfermedad? Esta forma de 
indagación induce a respuestas dicotómicas del tipo sí o no, o exige definiciones 
abstractas y externas a las vivencias de los entrevistados: es como si ellos estuviesen 
respondiendo a un test escolar. Por el contrario, lo que se desea es que el lenguaje de 
la guía provoque las diversas narrativas posibles de las vivencias que el entrevistador 
va a evaluar; las interpretaciones que el entrevistado emite sobre ellas y su visión 
sobre las relaciones sociales involucradas en esa acción. 
 La guía de entrevista debe contener tan sólo algunos ítems indispensables para el 
delineamiento del objeto con relación a la realidad empírica, facilitando la apertura, 
ampliación y profundización de la comunicación (Minayo, 2005; 
 Cada pregunta de la guía debe formar parte del delineamiento del objeto, de forma que 
todos los tópicos en conjunto se encaminen para darle forma y contenido y contribuyan 
a enfatizar las relevancias previstas en el proyecto (punto de vista del investigador) y 
las de los informantes (punto de vista de los entrevistados) (Minayo, 2005. 
Algunos investigadores acostumbran a hacer un pre-test de las guías, imitando de cierta 
manera los pre-test de cuestionarios o, frecuentemente, aportando preguntas más precisas a los 
propios cuestionarios, en los casos de investigaciones por triangulación de métodos. En el caso de 
adoptarlo, el pre-test en investigación cualitativa consiste en la realización de entrevistas con 
algunos interlocutores clave, lo que contribuye a dar mayor claridad y precisión al listado de temas 
y los aspectos a ser conversados durante el trabajo de campo. Aún tomando todos esos cuidados 
iniciales, la guía de investigación cualitativa puede y debe ser modificada durante el proceso 
 120 
interactivo, cuando el investigador percibe que determinados temas, no previstos, están siendo 
planteados por sus interlocutores, presentándose con una elevada significancia para estos últimos. 
Una pregunta que frecuentemente surge sobre el uso de la guía en campo es sobre la 
cientificidad de este tipo de trabajo de campo que no sigue las regularidades de respuestas, como 
en el caso de los cuestionarios. La respuesta es que el investigador que trabaja con abordaje 
cualitativo no puede olvidarse nunca que no estudia una sumatoria de relatos. Eso significa que la 
praxis comprensiva puede hasta utilizar criterios numéricos (número de entrevistas), pero no 
necesariamente será éste el definidor de relevancias, muchas veces esclarecidas por el habla de 
apenas uno o de unos pocos interlocutores. En esos casos, la unidad de significación no está 
compuesta por la suma de las respuestas de cada individuo para formar una relevancia estadística, 
sino que se construye por significados que conforman una lógica propia del grupo o aún, sus 
múltiples lógicas. Por lo tanto, las modificaciones de la guía en campo necesitan ser debidamente 
acompañadas, constituyéndose en un proceso reflexivo permanente del investigador. 
 Guía para grupo focal – La construcción de la guía para la realización de la entrevista en grupo 
tiene por lo menos dos condiciones imprescindibles: ser lo suficientemente provocadora para 
permitir un debate entusiasta y participativo; y promover condiciones de profundización, que 
hagan juicio a lo que se pretende con esta técnica. Diversos medios pueden ser usados: (a) la 
formulación de una pregunta central acompañada de algunos ítems que, durante la aplicación 
de la técnica, puedan ayudar a conducir el tema rumbo a la focalización; (b) la elección de un 
audiovisual, por ejemplo, una pequeña parte de un film, abriendo una discusión libre, en un 
primer momento, y luego direccionada por preguntas o comentarios del investigador, a partir 
de las hablas; (c) la elaboración, por parte del investigador, de un texto episódico que 
provoque y focalice la discusión, entre otros. 
De la misma forma que los anteriores, los instrumentos para el debate en los grupos 
focales necesitan ser delineados. Se puede, por ejemplo, decidir que los temas de discusión y la 
dinámica adecuada serán elegidos luego de la realización de las entrevistas. O, por el contrario, el 
investigador opta por establecer de antemano el contenido y la forma del debate para que los 
grupos focales seprocesen pari passu con otras técnicas de abordaje. Es posible también que el 
investigador elija las discusiones en grupo como el instrumento principal de abordaje de la 
investigación. De allí que el contenido de los grupos de estudio va a variar de acuerdo a sus 
objetivos: (a) puede tener un papel complementario, dando énfasis a algunos aspectos 
considerados relevantes para la profundización de las entrevistas; (b) puede repetir las preguntas 
de la guía permitiendo que el investigador perciba cómo el tema es tratado de un modo diferente 
en una entrevista o en la interacción grupal; (c) puede merecer una profundización sucesiva, en 
diferentes sesiones, tomando un carácter sustantivo en la dinámica de la investigación. En este 
último caso, los grupos focales se constituyen en instrumentos únicos o privilegiados de la 
investigación empírica. 
 121 
 Guía de observación participante - Antes de la elaboración de una guía para el trabajo de 
campo, es necesario que los investigadores decidan: ¿qué observar? ¿Será una observación 
libre o tendrá una guía específica? ¿Abarcará al conjunto del espacio y del tiempo previsto 
para el trabajo de campo o se limitará a instantes o a aspectos de la realidad, dando énfasis a 
determinados elementos en la interacción? 
Se denomina observación descriptiva a lo que se realiza de forma totalmente libre, aunque 
el investigador de campo deba estar siempre focalizado en lo que constituye su objeto de estudio. 
Generalmente, en los casos de investigaciones multicéntricas, o realizadas al mismo tiempo en 
diferentes lugares por varios investigadores, se preparan y se detallan algunos puntos a ser 
observados. A eso se le llama observación dirigida. En ese caso, los tópicos necesitan ser 
formulados teniendo en cuenta los temas que constituyen el objeto de la investigación y partir de 
algunos elementos exploratorios de la realidad empírica. 
 De acuerdo con los objetivos de la investigación, se debe establecer la forma y el 
contenido de esa actividad fundamental en el abordaje cualitativo, aunque en el proceso de la 
investigación se perciba la necesidad de realizar cambios. Toda la observación debe ser registrada 
por un instrumento que se convenciona en llamar DIARIO DE CAMPO. En ese cuaderno, el 
investigador debe anotar todas las informaciones que no sean el registro de las entrevistas 
formales. O sea, observaciones sobre conversaciones informales, comportamientos, ceremonias, 
fiestas, instituciones, gestos, expresiones que se refieran al tema de la investigación. Habla, 
comportamientos, creencias, hábitos, usos, costumbres, celebraciones e instituciones componen el 
marco de las representaciones sociales
5
. 
En un texto clásico de orientación para antropólogos, Malinowski (1975, 1984) da algunas 
pistas importantes para la realización de la observación, considerándola uno de los elementos más 
fundamentales de la investigación etnográfica. Advierte sobre la necesidad de observar los 
imponderables de la vida social: “toda la estructura de la sociedad está incorporada en el más 
evasivo de todos los materiales, el ser humano” (Malinowski, 1975, p.40). Traduciendo lo que 
Malinowski denomina estructura de la constitución del grupo, los imponderables de la vida social y 
el espíritu nativo, diría que es preciso estar atento a: (a) cómo los procesos investigados se 
organizan en la práctica y cómo funcionan; (b) cuáles son las incongruencias entre lo dicho al 
investigador en las entrevistas y en los grupos focales y lo hecho; (c) cómo se procesan las 
relaciones jerárquicas, las relaciones entre pares y entre opuestos; (d) cuáles son los símbolos y 
señales significativos para la investigación, que están siendo emitidos y naturalizados en el 
cotidiano en observación. 
Guía de análisis documental – Bachelard (1978), en Epistemología advierte sobre el hecho 
de que los textos no hablan por sí solos, ellos responden a interrogantes de los investigadores. En 
la preparación de la investigación es preciso decidir qué documentos enumerar y de qué tipo: 
 
5
 Los términos empleados aquí genéricamente como entrevista, observación participante, representaciones sociales, trabajo 
de campo, están conceptualizados y problematizados en el tercer capítulo de este estudio. 
 122 
escritos, visuales, audiovisuales y otros. Qué naturaleza de informaciones son las que interesan, 
por ejemplo, datos oficiales; registro de los procesos en análisis; informes de evaluación y de 
autoevaluación sobre etapas y desarrollo del trabajo; historias del cotidiano; presupuestos; 
materiales de divulgación y propaganda; comunicaciones entre diferentes actores, son algunos de 
los que eventualmente podrían ser de interés para que el investigador procure. 
En síntesis, muchos problemas pueden ocurrir en las guías elaboradas para la 
investigación cualitativa, cuando salen del ambiente académico y ganan espacio como mediadores 
de la interacción del entrevistador con el entrevistado. Por esa razón, es preferible tratarlos siempre 
como dispositivos destinados a orientar la conducción de una entrevista o de la observación 
participante. La investigación cualitativa requiere, como actitudes fundamentales, la apertura, la 
flexibilidad, la capacidad de observación y de interacción con el grupo de investigadores y con los 
actores sociales involucrados. Sus instrumentos suelen ser fácilmente corregidos y readaptados 
durante el proceso del trabajo de campo, apuntando a las finalidades de la investigación. Por otro 
lado, la flexibilidad que se exige al investigador cualitativo en la elaboración y re-elaboración de los 
instrumentos nunca debe ser confundida con improvisación o descuido. Tener que improvisar por 
falta de preparación puede poner en riesgo todo el esfuerzo teórico que debe acompañar a cada 
paso, la realización de una investigación. 
 
Exploración de Campo 
Antes de iniciar el trabajo de campo propiamente dicho, es de fundamental importancia 
precederlo de una etapa exploratoria que contemple las siguientes actividades: (a) elección del 
espacio de la investigación; (b) elección del grupo de investigación; (c) establecimiento de los 
criterios de muestreo; (d) establecimiento de las estrategias de entrada en campo. 
El espacio de la investigación - debe corresponder al delineamento del objeto teórico. 
Cuando la investigación cualitativa es empírica (y no sólo documental), el investigador precisa 
dedicarle tiempo a los criterios de elección de los lugares o del lugar donde se realizará, haciendo 
antes una incursión por diferentes ambientes, buscando justificar la selección del espacio. Esa 
elección implica varios elementos: criterios lógicos, interacción, conveniencia y contactos que 
aseguren el éxito del trabajo. En el caso de la investigación documental, es necesario también que 
se establezcan criterios y que se justifique por qué el investigador optó por tales fuentes y no por 
otras. 
Muestreo en investigación cualitativa merece comentarios especiales. Envuelve problemas 
de elección del grupo: ¿a quién entrevistar, a quién observar y qué observar, qué discutir y con 
quién discutir? En un abordaje cuantitativo, definida la población, se busca un criterio de 
representatividad numérico que posibilite la generalización de los conceptos teóricos que se quiere 
testear. En una búsqueda cualitativa el investigador debe preocuparse menos por la generalización 
y más por la profundización, la abarcabilidad y la diversidad en el proceso de comprensión, sea de 
un grupo social, de una organización, de una institución, de una política o de una representación. 
 123 
Su criterio, por lo tanto, no es numérico, aunque casi siempre el investigadorprecise justificar la 
delimitación de las personas entrevistadas, la dimensión y la delimitación del espacio. Se puede 
considerar que una muestra cualitativa ideal es la que refleja la totalidad de las múltiples 
dimensiones del objeto de estudio. 
El proceso de definición del muestreo cualitativo debe tener en cuenta los siguientes 
criterios: (a) invertir en instrumentos que permitan la comprensión de diferenciaciones internas y de 
homogeneidades; (b) asegurar que la elección del locus y del grupo de observación e información 
contengan al conjunto de las experiencias y expresiones que se pretende objetivar en la 
investigación; (c) privilegiar a los sujetos sociales que tengan los atributos que el investigador 
pretende conocer; (d) definir claramente el grupo social más relevante, o sea, aquel sobre el cual 
recae la pregunta central de la investigación. Centralizar en él el foco de las entrevistas, de los 
grupos focales y de la observación; (e) dar atención a todos los otros grupos que interactúan con el 
del foco principal, buscando comprender el papel de cada uno en sus interacciones; (f) trabajar en 
un proceso de inclusión progresiva de los descubrimientos del campo, confrontándolos con las 
teorías que demarcan el objeto; (g) nunca despreciar informaciones singulares y no repetidas, cuyo 
potencial explicativo terminan siendo importantes para descubrir la lógica interna del grupo; (h) 
considerar un número suficiente de interlocutores para permitir reincidencia y complementariedad 
de las informaciones; (i) cerciorarse de que el marco empírico de la investigación esté mapeado y 
comprendido; (j) siempre que sea posible, prever una triangulación de técnicas y hasta de 
métodos, o sea, en lugar de restringirse a tan sólo una fuente de datos, multiplicar los intentos de 
aproximación. 
El dimensionamiento de la cantidad de entrevistas, grupos focales y otras técnicas debe 
seguir el criterio de saturación. Por criterio de saturación se entiende, el conocimiento formado por 
el investigador, en el campo, al conseguir comprender la lógica interna del grupo o de la 
colectividad en estudio. Sin embargo, provisoriamente el investigador puede y debe prever una 
sumatoria de entrevistas y de otras técnicas de abordaje para ser luego referenciadas en campo, 
en la medida en que consiga el entendimiento de las homogeneidades, de la diversidad y de la 
intensidad de las informaciones necesarias para su trabajo. 
Tomando como ejemplo una investigación de Evaluación Cualitativa de la Atención a la 
Infancia, abarcada por el Programa Salud de la Familia en una comunidad, diría que la muestra 
tiene que abarcar todos los actores que componen el programa, pero su foco se constituye en las 
familias con niños y niñas cuya franja etária se incluye en el objeto de investigación. Dentro de ese 
grupo, es importante cubrir todas las categorías sociales que están bajo la influencia del programa. 
Es necesario aún incluir informaciones sobre el programa en actividad, los profesionales y agentes 
de salud responsables de la aplicación de la política. Y, por último, sería muy elucidativo abordar a 
otras personas relacionadas con la cuestión, contrastando la actuación y las terapias, como 
farmacéuticos, curanderos y rezadoras. Muchos actores sociales importantes suelen ser 
descubiertos en el transcurso de la investigación y se debe promover su progresiva inclusión en el 
 124 
muestreo. Ciertamente el número de personas es menos importante que el empeño en visualizar la 
cuestión bajo diferentes perspectivas y puntos de vista. La validez de la muestra está en su 
potencialidad de objetivar el objeto empíricamente, en todas sus dimensiones. 
Estrategias de entrada en campo – La entrada en campo debe prever los detalles del 
primer impacto de la investigación. O sea, el proceso de cómo describirla a los interlocutores 
merece una preparación, cómo los investigadores se presentan, ante quién se presentan y a través 
de quién. Merece un cuidado especial el establecimiento de los primeros contactos, qué debe 
ocurrir antes de las idas al campo para proceder a las entrevistas y a las observaciones. 
Frecuentemente, los primeros contactos brindan la posibilidad de iniciar una red de relaciones, 
realizar las correcciones iniciales de los instrumentos de colecta de datos y producir una agenda y 
un cronograma de actividades posteriores. 
La Fase Exploratoria termina formalmente con la entrada en campo, aunque, como ya ha 
sido repetido en diversas oportunidades, las etapas se interpenetran y el esfuerzo de delinear ese 
comienzo de camino tiene sentido por la necesidad de referenciar tanto la teoría, como la práctica. 
Tal vez la insistencia en la disciplina y en el método de construcción teórica e instrumental pueda 
parecer demasiado énfasis puesto en los procedimientos. Sin embargo, esos apuntes prácticos 
ayudan a evitar una serie de malos entendidos que generalmente ocurren entre los investigadores 
que usan métodos cuantitativos, los que trabajan con abordajes cualitativos y de estos últimos 
entre sí. 
La experiencia muestra que existen muchos resultados de investigación que denotan 
claramente un cierto menosprecio por las referencias teóricas como si la verdad se evidenciara en 
la realidad empírica. O por el contrario, es posible encontrar con frecuencia, un claro desdén por el 
trabajo de campo como si la teoría fuese fruto de la especulación y lo que se piensa sobre lo real 
reflejara la imagen de lo que es pensado. 
En ese movimiento de distinción y de intercesión de las etapas de investigación, enfatizo 
que es imprescindible cuidar cada procedimiento de construcción del proyecto de investigación. Sin 
embargo, también subrayo, que el investigador precisa trabajar con libertad e inteligencia para 
reconocer las diferentes técnicas como guías y ejemplos, para ser capaz de crear otras o prescindir 
de ellas, cuando se transforman en obstáculos, recordando siempre que investigar es una labor 
científica y no sólo un tecnicismo. La dialéctica entre técnica y creatividad es el condimento de la 
buena investigación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 125 
Parte IV 
Trabajo de campo: teoría, estrategias y técnicas 
 
 “La investigación de campo, desde donde comienza toda carrera 
etnológica, es madre y nodriza de la duda, actitud filosófica por 
excelencia. Esa duda antropológica no consiste sólo en saber que 
no se sabe nada, sino en exponer decididamente lo que se creía 
saber y la propia ignorancia, a los insultos y a los desmentidos que 
infligen ideas y hábitos muy apreciados, a aquellos que pueden 
contradecirlos en el más alto grado. Al contrario de lo que la 
apariencia sugiere, es a través de su método más estrictamente 
filosófico que la etnología se distingue de la sociología.” (Lévi-
Strauss, 1975, p.220). 
 
Lévi-Strauss (1975) hace la afirmación en epígrafe a partir de una consideración de 
Merleau-Ponty (1975) según el cual: “Cada vez que el cientista social retorna a las fuentes vivas de 
su saber, a aquello que actúa en él como medio de comprender las formaciones culturales más 
apartadas de sí, hace filosofía espontáneamente.” (Merleau-Ponty, 1975, p.222). 
Entiendo por Campo, en la investigación cualitativa, el recorte espacial que se refiere a la 
abarcabilidad, en términos empíricos, del recorte teórico correspondiente al objeto de la 
investigación. Por ejemplo, cuando trato de entender las concepciones de salud y enfermedad de 
determinado grupo social; cuando busco comprender la relación pedagógica entre médico y 
paciente o el impacto de determinada política de salud en una población específica, cada uno de 
esos temas corresponde a un campo empírico determinado. La investigación social trabaja con 
gente y con suscreaciones, comprendiéndolos como actores sociales relacionados, grupos 
específicos o perspectivas, productos y exposición de acciones, en el caso de documentos. Los 
sujetos/objetos de investigación, en primer lugar, son construidos teóricamente en tanto 
componentes del objeto de estudio. En el campo, forman parte de una relación de intersubjetividad, 
de interacción social con el investigador, dando como resultado un producto comprensivo que no 
es la realidad concreta sino un descubrimiento construido con todas las disposiciones en manos 
del investigador: sus hipótesis y supuestos teóricos, su marco conceptual y metodológico, sus 
interacciones en campo, sus entrevistas y observaciones, sus interrelaciones con los pares. 
El trabajo de campo se constituye en una etapa esencial de la investigación cualitativa, que 
en rigor no podría ser pensada sin él. Se opone (complementariamente o no) a los “surveys” que 
traen los sujetos al laboratorio del investigador, mantiene con ellos una relación estructurada, 
según Malinowski “un excelente esqueleto al cual le faltan carne y sangre” (1975, p.36). En la 
investigación cualitativa, la interacción entre el investigador y los sujetos investigados es esencial. 
Todo el empeño es invertido en que “el cuerpo y la sangre de la vida real compongan el esqueleto 
de las construcciones abstractas” (Malinowski, 1975, p.37). 
 126 
Las operaciones mentales derivadas de las actitudes y prácticas de integración en el 
campo de la investigación, según Lévi-Strauss, ayudan al investigador a confrontar con su objeto 
de forma directa, promoviendo un tipo de ciencia especial: “sociología de carne y hueso que 
muestra a los hombres comprometidos con su propio devenir histórico e instalados en su espacio 
geográfico concreto” (1975, p.212). Este mismo autor se explaya, de forma radical, refiriéndose a la 
afirmación de Marcel Mauss sobre la súplica y el don, temas de sus estudios antropológicos: “No 
es la súplica o el don lo que importa entender, lo que cuenta es el melanesio de tal o cual isla. 
Contra el teórico, el observador debe tener siempre la última palabra; y contra el observador, el 
indígena” (1975, p.211). 
Por su importancia, el trabajo de campo debe ser realizado a partir de referenciales 
teóricos y también de aspectos operacionales. O sea, no se puede pensar en un trabajo de campo 
neutro. La forma de realizarlo revela las preocupaciones científicas de los investigadores que 
seleccionan tanto los hechos a ser observados, recolectados y comprendidos como el modo de 
recogerlos. Ese cuidado lleva a evidenciar, una vez más, que el campo de la investigación social 
no es transparente y tanto el investigador como sus interlocutores y observados interfieren 
dinámicamente en el conocimiento de la realidad. 
En esta parte del libro, abarcaré los siguientes temas: En el primer capítulo analizaré (1) la 
palabra como símbolo de comunicación por excelencia (materia prima esencial para las 
entrevistas); (2) las interacciones sociales en campo (objeto de las observaciones) y (3) el 
concepto de Representaciones Sociales como categoría central para el estudio de documentos, 
observaciones y análisis del habla. En el segundo capítulo presentaré las principales técnicas de 
abordaje empírico (1) la entrevista en sus diversas modalidades y como la estrategia más 
importante de colecta de informaciones cualitativas; (2) los grupos focales como estrategia para la 
expresión de ideas en la construcción de consensos y disensos; (3) la observación participante 
como estrategia fundamental para la comprensión de las prácticas y de los imponderables de la 
vida social; y algunas otras técnicas derivadas de las primeras. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 127 
Capítulo IX 
Palabra, interacciones y representaciones sociales 
 
La palabra como símbolo de comunicación por excelencia 
 
Lo que torna al trabajo interaccional un instrumento privilegiado de colecta de 
informaciones para las ciencias sociales, es la posibilidad que tiene el habla de ser reveladora de 
condiciones estructurales, de sistemas de valores, normas y símbolos (siendo ella misma uno de 
ellos) y, al mismo tiempo, tener la magia de transmitir, a través de un portavoz, las 
representaciones grupales, en condiciones históricas, socio-económicas y culturales específicas. 
Varios estudiosos señalan al habla como la forma de comunicación más privilegiada para 
la sociedad humana, por la posibilidad de contener la experiencia, permitir el entendimiento 
intersubjetivo y social y, por su densidad, constituirse en sí misma en hecho social: “en el principio 
era el verbo” dice la Biblia, evidenciando que la humanidad nace con el habla que, al mismo 
tiempo, crea la comunidad y se refleja sobre sus condiciones, posibilidades, sueños y deseos. 
Bakhtin, uno de los más importantes estudiosos del lenguaje en el siglo XX dice: “la palabra es el 
modo más puro y sensible de relación social”: 
Existe una parte muy importante de la comunicación ideológica que no puede ser 
vinculada a una esfera ideológica particular: se trata de la comunicación de la vida 
cotidiana. El material privilegiado de comunicación en la vida cotidiana es la 
palabra (Bakhtin, 1986, p.36). 
 
 
En cualquier sociedad, al mismo tiempo en que el habla aproxima, acarrea contradicciones 
siendo por eso un mecanismo de intransparencia también, como señala Habermas (1980; 1987). 
Bakhtin (1986) considera la palabra (en el sentido de habla) como el fenómeno ideológico por 
excelencia, por su carácter histórico y social que la torna un campo de expresión de las relaciones 
y de los conflictos. Reflexionando sobre cómo el habla sufre los efectos de los conflictos y sirve de 
instrumento y de material para la comunicación, dice: “La palabra es la arena donde se confrontan 
valores sociales contradictorios” (Bakhtin, 1986, p.14). A través de la comunicación verbal – que es 
inseparable de otras formas de comunicación – las personas “reflejan y refractan” conflictos y 
contradicciones propias de los sistemas sociales y políticos y de sus formas de dominación, donde 
la resistencia está dialécticamente relacionada con la sumisión de las personas en la vida 
cotidiana. “Cada época y cada grupo social tienen su repertorio de formas de discurso, marcado 
por las relaciones de producción y por la estructura socio-política” (Bakhtin, 1986, p.64). 
Al discutir la teoría de la práctica de investigación, Bourdieu (1972) contribuye con una 
reflexión esclarecedora, en respuesta a un cuestionamiento frecuente de los que hacen 
investigación social y, particularmente, utilizan entrevistas no-estructuradas: ¿En qué sentido el 
habla de uno es representativa del habla de muchos? Bourdieu responde a partir de su experiencia 
 128 
con entrevistas y con observación participante, en diversas investigaciones, siendo notable en su 
importante trabajo etnográfico Travail et travailleurs en Algérie (Bourdieu, 1964). Según el autor, la 
identidad de condiciones de existencia tiende a reproducir sistemas de disposiciones semejantes, 
por medio de un tipo de armonización o cristalización objetiva de prácticas y obras que se repiten 
en usos y costumbres: 
Todos los miembros del mismo grupo o de la misma clase son productos de condiciones 
objetivas idénticas. De allí la posibilidad de ejercer en el análisis de la práctica social, el 
efecto de universalización y de particularización, en la medida en que ellos se homogenizan, 
distinguiéndose de los otros. (Bourdieu, 1972, p.180). 
 
 
Al teorizar sobre la práctica de la investigación de campo, Bourdieu afirma que las conductas 
habituales de la vida se prestan al descifrado, aunque parezcan automáticas e impersonales. Ellas 
son

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